domingo, 17 de agosto de 2014

GWHC03 La Historia de Daniel y Mimet

Una soleada mañana Tom se despertó dispuesto a comenzar un nuevo día. Cooan dormía junto a él, ella solía levantarse temprano, pero ayer trasnocharon y debía de estar cansada. El muchacho decidió levantarse en silencio para no despertarla, entonces sonó el teléfono. El sonido penetrante hizo salir de aquel plácido estado a Cooan, ésta medio abriendo un ojo, le susurró  a su esposo con voz cansada en tanto se tapaba la cabeza con la almohada...



-Cariño contesta el teléfono, por favor, me está volviendo loca....



          El aludido descolgó el auricular y escuchó tras pronunciar el, dígame, de rigor. Con sorpresa y alegría descubrió que se trataba de su madre...



-Hola Tom, ¿qué tal estás, hijo?

-Hola mamá. Estamos bien, gracias. ¿Qué tal vosotros?- Se interesó a su vez.-

-Bien cariño. Te llamo para decirte que os esperamos a Constance y a ti para la cena.



            El muchacho recordó que había quedado en ir a visitar a sus padres con Cooan. Ellos apenas la conocían y estaban deseosos de verla, pero se le había olvidado. Con tantas cosas en la cabeza, en fin.



-Sí, sí, claro.- Respondió él.- Connie también tiene muchas ganas de veros.- Afirmó en tanto su esposa, todavía medio dormida, apenas se enteraba de la conversación.-



-Tenemos muchas cosas que contaros, esperamos que vengáis. - Declaró su madre, añadiendo.- A ver si tú y tu hermano podéis pasar algún tiempo juntos. Sabes que le viene muy bien hablar contigo.



            Tom se temió que su hermano Daniel quizás estuviera en una de esas situaciones en las que no se decidiera en hacer algo en particular, y que eso estuviera preocupando a sus padres. Le dijo que a su madre que allí estarían y le dio recuerdos, luego se lo contó a su mujer.



-¿Qué te parece Connie?. Se lo prometí pero, con tantas cosas que hacer, lo había olvidado. Hasta se me pasó comentártelo a ti. Lo siento.- Se disculpó el muchacho.-

-No te preocupes, me parece bien.- Convino ella afirmando.-Es natural que tus padres quieran vernos.



            Y es que las pocas veces que había visto a los padres de su marido tenía una muy buena opinión de ambos. Además, los conoció en circunstancias bastante aciagas, cuando Tom quedó parapléjico tras el ataque de un demonio. Entonces, a pesar de la gravedad de aquello y de la preocupación, los padres del muchacho la apoyaron a ella cuando más hundida por la culpa se sentía. La chica deseaba corresponder a esa amabilidad y era cierto. También le había comentado en ocasiones a su esposo que tenía ganas de pasar un tiempo con los padres de él y ahora flamantes suegros de ella. Pese a esto, aun desperezándose le comentó a Tom con cierto tono admonitorio.



-Bueno, lo único que no me parece bien es que te olvidases de decirme eso…me hubiera preparado mejor para ir.

-Lo siento, cariño.- Pudo disculparse nuevamente él.-  Sé que es algo precipitado y que quizás hubieras preferido hacer otra cosa.

-Nada de eso. Ya te dije que tengo muchas ganas de conocer mejor a tu familia. Es solo que tendremos que ir sin siquiera poder llevarles algo. Por lo menos un detallito.

-No te preocupes por eso. – Repuso él.- A mis padres no les van esa clase de cosas.

-Pues entonces espera a que me espabile, luego desayunamos y preparamos el equipaje. Tenemos tiempo hasta la cena...-Afirmó su mujer.-

-Sí, pero mi casa está muy lejos, el viaje es largo y no hay aeropuerto, tendremos que ir en coche. - Objetó el chico. -

-Bueno, tranquilo Tom...llegaremos, no hay de qué preocuparse.- Sonrió Cooan con un gesto tranquilizador. -



            Y como de costumbre ella tenía razón, el día pasó entre los preparativos y el viaje y ambos llegaron justo a tiempo para la cena. La familia de Tom, su madre Sarah, una mujer en apariencia frágil y algo más baja que Cooan, su padre William por el contrario de constitución recia, pelo cano y de estatura pareja a la de su hijo y su hermano Daniel, un chico moreno y de ojos azules como su hermano mayor, aunque algo más alto y delgado, les recibieron con entusiasmo a las puertas de una finca de apreciable tamaño. Cercana a la misma se extendían unos campos de cultivo de cereales propiedad de la familia.



-¿Qué tal el viaje?- Quiso saber Sarah rompiendo así el hielo tras los saludos protocolarios.-

-Ha sido muy bonito.- Declaró Cooan.- He visto paisajes muy hermosos.

-Pues ahora a descansar. Os dejaremos un rato para que os aseéis, os pongáis cómodos y deshagáis las maletas.- Terció William.-

-Gracias, papá.- Dijo el chico tomando en efecto una de ellas.-



            Aunque cuando Cooan iba a hacer lo mismo el padre de su esposo miró significativamente a Daniel. Éste enseguida se apresuró a tomar esa maleta.



-Por favor, permíteme Connie.- Le pidió con amabilidad.-

-Gracias, eres muy amable.- Sonrió ella, ante las miradas de aprobación de los padres del muchacho.-



Así entraron en casa y los recién llegados se prepararon. Después bajaron al comedor donde ya estaba puesta la mesa. Will la bendijo como era tradición en la familia. Cooan agachó la cabeza de forma respetuosa. Ella no era cristiana. Al menos hasta su llegada a los Estados Unidos y su lucha contra los demonios. Después, se lo planteó seriamente. Lo curioso es que había hablado de eso con Rei. Recordó algo de aquella charla, justo al poco de terminar la lucha. La sacerdotisa todavía estaba en Nueva York, al igual que ella, un poco después de aquella fiesta de la victoria que tuvieron. Las dos conversaban y Cooan le quiso pedir su opinión.



-Verás… lo cierto es que estoy algo confusa. No es que sea demasiado religiosa. Pero los padres de Tommy sí que lo son. Y después de lo que hemos vivido…

-No te inquietes por eso.- La animó su amiga.- Ellos te aceptarán tal y como eres. De eso estoy segura. Por lo que me has contado, y lo que yo misma pude comprobar cuando vinieron a  ver a Tom al hospital, les caíste muy bien.

-Sí, pero sabes que yo soy…bueno, solo he ido a tu santuario Shinto  cuando de veras he querido rezar…Ahora creo que los espíritus podrían ofenderse si yo…

-Nada de eso. Mientras tu corazón sea bondadoso y tus intenciones puras, los espíritus estarán complacidos, le reces a quien le reces. - Replicó su amiga, alegando.- Como bien sabes soy sacerdotisa de Hikawa y pese a ello he estudiado en un colegio católico. Los practicantes del shinto no tenemos conflictos en ese terreno. Puedes profesar otra religión y venir a rezar al santuario sin ningún temor.

-Me dejas mucho más tranquila.- Pudo sonreír Cooan, contándole a su amiga.- Sé que Bertie ha tenido un dilema similar. Roy es católico, pese a que muchas veces no lo parezca.- Ambas rieron por ese comentario, y al poco, tras recobrar la seriedad, la chica prosiguió.-  Él desea que cuando se casen y tengan hijos, estos sean educados en esa fe. Y mi hermana está de acuerdo. A mí también me parece bien, dado que pensamos quedarnos a vivir aquí. Más que por religión en realidad es por seguir las costumbres.



            Rei suspiró entonces mirando a su amiga para tomar sus manos entre las de ella y sentenciar con tono amable.



-Mira Cooan, tanto tú como tu hermana sois dos personas estupendas. Desde hace mucho tiempo que habéis demostrado ser bondadosas y ayudar a los demás. Eso es una virtud en cualquier religión. Por eso te digo que no deberías hacer nada que no desees. En el caso de Bertie, por lo que me has contado, ya está decidida. En el tuyo, si también es así, no dudes por mi causa. Si no dabas el paso  por no ofenderme, no temas. Por mí no existe inconveniente alguno.



            Eso hizo que su amiga respirase aliviada. Ahora lo rememoraba en tanto terminó aquella oración entonada por el padre de Tom. Sarah entonces comenzó a servir, ofreciéndole primero a ella.



-Dame tu plato, querida.- Le pidió la amable mujer, la joven obedeció al punto.-

-Muchas gracias.- Declaró tras recibir la humeante sopa que componía el primer plato.-



Tras servir a todos empezaron. Mientras cenaban, charlaron de muchas cuestiones. La joven pareja les contó a sus anfitriones como lo habían pasado en su reciente viaje de novios. Aunque hubo ciertos asuntos de aquella Luna de Miel que por su particular naturaleza poco corriente decidieron obviar. Pese a todo tenían muchas vivencias que narrar y los familiares del chico escucharon muy interesados.



-Hawái es preciosa.- Afirmó Cooan.- Un paraíso realmente.

-Tendremos que ir alguna vez, ¿verdad Will?- Sonrió Sarah.-



            Su marido asintió aunque sin mucho convencimiento, lo suyo no era irse de viaje. Y así lo hizo constar.



-Me encanta mi tierra. Tiene toda la belleza que cualquiera pudiera desear.

-Pero ver lugares nuevos no es malo, papá. Así como conocer otras partes del mundo y a otras personas.- Intervino Tom.-

-Nadie ha dicho que lo sea.- Declaró el aludido, añadiendo además con agrado.- Y gracias a que Constance pensaba igual que tú. Así pudisteis conoceros.

           

            Tanto Cooan como Tom sonrieron, eso era cierto. Aunque a pesar de ese buen ambiente según pasaba el rato a la pareja de extrañó que Daniel no pronunciase palabra y asimismo parecía que Sarah estuviera ansiosa por algún motivo. Cuando finalmente hablaron un poco de otras cosas e incluso Tom les puso al corriente de cómo estaban Roy y Beruche, que acababan de terminar también su Luna de Miel por Europa.



-Ese amigo tuyo es un gran muchacho.- Alabó William que miró ahora a su nuera y agregó.- Y su esposa, la hermana de Constance, es toda una dama si se me permite decirlo.

-Por supuesto.- Sonrió Cooan.-

-¿Qué tal les va?- Se interesó Sarah.-

-¡Oh! Muy bien, están muy contentos en Nueva York.- Respondió afablemente Cooan, relatando.- Mi hermana ha encontrado trabajo en un centro muy prestigioso de por allí, y mi cuñado está haciendo las pruebas para el equipo de baloncesto.

-Los New York Knicks.- Apuntó Tom.-

-¡Vaya! También es todo un deportista.- Comentó aprobatoriamente Will.-

-Bueno, y vosotros ¿qué tal?- Se interesó Tom.-



            La madre del joven no pudo aguantar más las ganas que tenía de contarles a su hijo y a Cooan lo sucedido. Afortunadamente se trataban de buenas noticias puesto que la mujer, con una amplia sonrisa les desveló.



-Veréis, ¿sabes que tu hermano Daniel ha hecho un cursillo de informática y ha quedado entre los mejores? Le han mandado una invitación para que vaya al Japón, a terminar allí de perfeccionar su curso y puede que le den trabajo. ¿No es maravilloso?...

-¡Es algo estupendo, mama! - Repuso Tom muy animado, dirigiéndose a su hermano con desenfado - y tú, Daniel, podrías haberlo dicho, hombre.

-Verás Tom.- Intervino al fin el aludido. -Mamá tenía tantas ganas de decírtelo que no se lo he querido chafar. Lo cierto es que fue una especie de iniciativa para la caza de talentos organizada por la Masters Corporation. Buscan gente con buen nivel de informática y habilidades en programación. Les envié uno de mis diseños y me llamaron.

-¡Enhorabuena, hermanito!- Le felicitó Tom, añadiendo divertido. – Nuestros padres ya no podrán decir que sólo te dedicas a los video-juegos.

- No- negó William asintiendo como si reconociera aquello. - Debo admitir que estaba equivocado. El muchacho ha aprendido tanto con los ordenadores haciéndose sus propios juegos que hasta se está sacando la carrera de informática. Y si esos ricachones de la Masters se han fijado en él, supongo que es porque tiene talento. Estoy muy orgulloso de él.

- Gracias papá. – Terció Daniel visiblemente feliz por aquellas palabras, lo cierto es que para él suponían un gran resarcimiento.- Eso es muy importante para mí.

-Así es, hijo.- Declaró su padre asintiendo con una media sonrisa entre su frondoso bigote para sentenciar.- Cuando debo admitir que estaba equivocado lo hago, un hombre de verdad tiene que reconocer cuando no tenía razón. Y lo que más me gusta es que has trabajado duro para lograr tu sueño. ¿No lo crees así, Tom?

-Claro, papá, tienes razón.- Convino él dirigiéndose a su hermano.- Todo lo bueno en esta vida hay que ganárselo con mucho esfuerzo.



            Daniel se sentía muy feliz ahora. Durante varios años siempre tuvo que escuchar a su madre que se dedicase a estudiar más y jugar menos. Su propio padre también le decía que tenía que hacer otras cosas en lugar de echar tantas partiditas de ordenador para convertirse en un hombre de provecho. Con mucha paciencia y resignación él intentó explicarles muchas veces que los video-juegos, aparte de ser su pasión, también le ayudaban a aprender matemáticas e incluso lógica en el instituto. A él le gustaba jugar sí, y acabar todas las pantallas de los juegos, pero cuando lo lograba se sentía incompleto. Como si pensara claramente que podía llegar a hacer más y que esos juegos estaban demasiado limitados o simplificados. Con mucho tesón pasaba horas y horas tratando de analizar los programas que los componían, se metía incluso en ellos y los modificaba añadiendo pantallas o cambiando las variables. Así, tras acabar el instituto el año pasado, decidió matricularse en informática. Poco a poco, llegó incluso a crear los suyos propios, y eso que el ordenador de su casa era muy poco potente, una antigualla. Sus padres no parecían muy dispuestos a comprarle uno nuevo. Él tuvo, eso sí, que trabajar y ayudar mucho a su padre en la granja. Como William le decía en muchas ocasiones.



      -Hijo, si quieres un nuevo ordenador me parece muy bien, pero deberás ganártelo con tu esfuerzo. Trabaja duro este verano y, a cambio, tendrás el que quieras. Así son las cosas en esta familia.



Y él lo hizo y ahora lo agradecía, podía presumir que todo lo había logrado por sus propios medios. Ganó dinero para comprarse el mejor pc disponible e incluso un karaoke al que modificó para poder conectarlo al sistema operativo del ordenador. Lo cierto es que el chico poseía una habilidad innata para la informática e incluso en cierto grado, para la ingeniería. Así pues, cuando haría tres meses leyó en la página web de la Masters que se convocaba un concurso para jóvenes talentos, no lo dudó. Envió uno de sus proyectos y para su sorpresa estuvo entre los mejores y fue seleccionado. Aquello cambió las cosas y sus padres le empezaron a valorar como él deseaba. Ahora estaba recogiendo los frutos de ese tesón. De hecho, hasta su hermano mayor, al que siempre había admirado y quizás envidiado puesto que sus padres siempre le ponían de ejemplo para todo, le halagaba sin reservas. A decir verdad, Tom siempre había sido justo con él y fue el único que le había animado desde el comienzo a llevar a cabo sus sueños. Pensaba en eso cuando su propio hermano preguntó.



- ¿Y cuándo tendrás que ir para Japón, Danny?

- En cuestión de tres o cuatro semanas. – Repuso él. -

-Pues, como ya sabéis yo soy japonesa.- Les recordó Cooan a Daniel y sus padres, aunque enseguida matizó.- Bueno, he vivido mucho tiempo allí y conozco el idioma. Me gustaría ayudarte. Además, mi hermana mayor Petz y muchas amigas siguen viviendo allí. Las llamaré diciendo que vas a ir para allá. Y espero que puedan hacerte de anfitrionas. Para cualquier carta o texto que necesites escribir en ese idioma aquí me tienes. – Se ofreció ella con una animada sonrisa. -

-Eso es magnífico, muchas gracias Constance.- Terció William visiblemente satisfecho reconociendo. - Estábamos preocupados por mandar al chico a un país tan extraño para nosotros, pero si tiene alguien que le ayude allí se aclimatará enseguida.

-Pues mañana mismo llamaré a mi hermana Petz y la pondré al corriente, estará encantada de echarte una mano - convino afablemente Cooan. -

-Daniel, has tenido mucha suerte, te gustará mucho Japón. Ya verás- le animó su hermano -...

-Tú has estado allí, ¿verdad, Tom?....- preguntó Daniel con interés -...

-Sí, unos días con Connie, después de casarnos y de nuestra Luna de Miel.

-Ya tengo ganas de llegar allí, dicen que en cuestión de video juegos van muchos años por delante de nosotros.- Comentó Daniel entusiasmado. -

-Daniel- Le recriminó su madre con suavidad y pareciendo no recordar nada de lo que el chico había rememorado. -Vas allí para aprender cosas útiles, no para pensar únicamente con juegos de ordenador...

-No te preocupes, mamá.- La tranquilizó éste. – Ya te dije que con video juegos precisamente es como aprenderé y también tendré ocasión de divertirme...

-¡Lo que tienes que hacer!- -rio Tom para pincharle un poquito,- es buscarte ya una buena chica. Ya va siendo hora de que te eches novia. Y no estés todo el día metido en el cuarto con el ordenador.

-Tu hermano mayor tiene toda la razón, hijo.- Convino afablemente Will.-

-Bueno, una como Connie no estaría mal.- Rio su hermano, también queriendo saber ahora diríase que con autentico interés teñido de broma - ¿Tienes alguna hermana que quede libre?

-¡Ja, ja! - Cooan se rio también a la par que respondía divertida. - No, lo siento Daniel, tendrás que buscártela tú solito, en eso no puedo ayudarte. Aunque no sé si mis amigas tendrán novio...

-¡Pobres de ellas si tienen que soportar a este mendrugo! - Terció Tom jocosamente -...

-¡Eh!, no te metas conmigo.- Protestó jocosamente Daniel.-



Comenzó entonces a tirarle migas de pan a su hermano hasta que su padre le llamó al orden, cosa que puntualmente el muchacho respetó, a todo eso Tom le decía.



-Luego si quieres te doy la oportunidad de pelear en el cobertizo. Veremos si has entrenado desde que me fui...

-¿Estás loco, tío?- exclamó Daniel. -Tú eres campeón interuniversitario, yo sólo soy cinturón azul.

-Daniel no le llames loco a tu hermano. - Le regañó su madre -

-Sólo era una forma de hablar, mamá,- se defendió este algo cortado. -

-Pues no me gusta, no lo vuelvas a decir, ya sabes que en esta casa se habla con respeto. - Le ordenó Sarah eso sí, sin elevar su tono.-



Desde luego esa mujer, educada en forma muy cristiana y tradicional, era muy estricta con esa forma de emplear el lenguaje.  A Cooan eso le parecía muy bien. Por los recuerdos que ella guardaba de su infancia, su propia madre las educó de modo muy estricto para ir a la Corte y aunque aprendieron muchas cosas, perdieron bastante del cariño y de la dulzura con las que su progenitora las había criado siendo más niñas.



-Yo soy la que menos se puede quejar. Siendo la menor fue menos exigente conmigo. Luego todas supimos el porqué de aquello.- Recordó.-



Y es que su madre se sacrificó, tratando de mantenerlas el mayor tiempo posible alejadas de la Corte. Por ello se volvió tan estricta e incluso a veces fría. Pero estaba claro que en el fondo las quería muchísimo, tanto que después dio su vida intentando acabar con el Sabio. Cooan no quería emocionarse rememorando ese mensaje de despedida que les dejó a ella y a sus hermanas. Por ello centró su atención en la mesa. Tom mientras había ignorado estos últimos comentarios y le dijo a su hermano con gesto sorprendido, al hilo de lo anterior.



-¿Todavía eres azul? Ya deberías ser marrón por lo menos...

-Sí, es que... bueno, no he tenido mucho tiempo de entrenarme. - Se disculpó el interpelado -...

-Hijo,- añadió William no sin algo de reprobación. - Me temo que tu hermano Daniel no comparte tu pasión por las artes marciales. Prefiere zumbar a sus oponentes en una pantalla de ordenador.

-¡Qué se le va a hacer!,- suspiró Tom algo decepcionado para admitir - a cada uno le gusta una cosa. Solamente prométeme que antes de nos vayamos Connie y yo, algún día entrenaremos.

- Vale pero ya sabes que ahora no puedes pegarme en la cabeza porque tengo que estudiar.- Objetó Daniel con visible sentido del humor -



Su hermano se rio y los demás compartieron sus risas, la cena pasó de forma muy agradable y al terminar Cooan se ofreció a recoger la mesa para ayudar a Sarah. La mujer por supuesto le dijo que siendo una invitada no debía hacer eso y se ocupó de que sus dos hijos la ayudasen. Al terminar, ambos muchachos se fueron a hablar de sus cosas. William, se excusó diciendo que ya era tarde para él y que al día siguiente debía levantarse temprano, cosa desde luego cierta, puesto que la granja requería de mucha dedicación. Cooan pensaba también en irse a dormir pero fue Sarah la que le solicitó un momento.



      -¿Te importaría que tú y yo charlásemos un poco en el porche, querida?- Le pidió la señora Rodney con su característico tono amable, Cooan asintió encantada. -



Las dos mujeres salieron y tomaron asiento en sendas mecedoras, a la luz de una noche estrellada y un pequeño farol. Por suerte, la mosquitera evitaba que los bichos las molestasen. Sarah, suspirando largamente, miró a su interlocutora y tras una sonrisa le confesó.



       -Eres una buena chica, Constance, estoy muy contenta de que seas la esposa de mi Tommy.

 -Muchas gracias, señora Rodney.- Pudo decir Cooan algo ruborizada. –



                        En verdad, ella no se preocupaba de corregir a su anfitriona. Desde el principio la señora Rodney y su esposo la habían llamado así dando por sentado que Connie era el diminutivo de Constance. Realmente aquella forma de nombrarla se la debía al inefable Roy y sus ocurrencias. La primera vez que la conoció a ella y a Bertie en la Golden, ese muchacho no se enteró bien de su nombre y fiel a su idiosincrasia decidió no complicarse la vida “bautizándola” con el apodo que más similar le pareció. Desde luego que eso coincidía con la madre de Tom, como la propia buena mujer a veces decía, ese era un nombre cristiano que sabía decir. Ahora, aquella buena mujer le respondió con amabilidad.



-Por favor, tutéame y llámame Sarah, querida. Ahora eres también mi hija. - Y agregó con una sonrisa de satisfacción. -Y también tú eres la señora Rodney.



Aquellas sinceras palabras, llenas de afecto, llegaron al corazón de la chica, casi le saltaron las lágrimas. Desde hacía muchísimo tiempo no había podido escuchar a nadie llamarla hija,



-Eso significa mucho para mí, de veras.- Pudo decir tratando de no emocionarse al pensar de nuevo en su propia madre. - Nosotras perdimos a nuestros padres hace ya mucho tiempo.



Sarah la observó con lástima, aunque Cooan sabía que debía andarse con cuidado, tanto ella como Tom había acordado no contar nada de sus orígenes, ni los de sus hermanas. Tampoco de los poderes que poseían. La familia de su esposo eran personas normales y muy cristianas, y el chico le dijo que no creía que fueran a comprender aquello. La versión oficial que daban era que los padres de Connie murieron en un accidente de avión siendo ellas muy jóvenes y que Petz se había ocupado de todas. Del resto de sus vidas en Japón, de la tienda de cosméticos y demás asuntos cotidianos, sí que podían hablar sin problemas.



-Ahora que sois marido y mujer, supongo que tendréis planes de futuro.- Comentó su contertulia deseando que esa pobre chica olvidase aquellos tristes recuerdos.-

-Sí, bueno… queremos buscar algo en Portland. A mí me ofrecieron un puesto de maestra allí y Tom puede trabajar en un gimnasio de artes marciales.

- ¡Ah! mi Tommy… A él siempre le gustó correr de aquí para allá cuando era niño. Se subía a los árboles y trataba a veces de saltar haciendo acrobacias. Nos traía de cabeza a su padre y a mí.

-¿Tom?- se sorprendió la chica con una sonrisa, afirmando.- Si es muy tranquilo.

-Cuando creció sí, se fue calmando y encauzó sus energías en eso del kárate.- Le desveló su suegra.- Pero de pequeño era un diablillo revoltoso. – Suspiró la mujer recordando con nostalgia aquellos días.- ¡Parece que fuera ayer mismo!

-Tuvo que ser muy gracioso.- Comentó Cooan.-

-Ya ten enseñaré algunas fotos uno de estos días.- Le dijo su interlocutora para agregar, ya con un tinte algo más serio. - Pero la verdad es que ahora estoy preocupada por Danny. Aunque él piense que ya es mayor, para mí siempre será mi niño. – Se justificó algo envarada remachando.- Cuando seas madre ya lo comprenderás.

       -A mi hermana Petz le sucede lo mismo con nosotras. – Admitió Cooan. - Puedo entenderlo.

 -Sí, supongo que a ella le pasará igual. Pero en mi caso, mira Constance.- Sarah hizo una breve pausa como si tratase de encontrar la forma de expresarse, al fin prosiguió ante la atenta mirada de su contertulia.- Tom es distinto, siempre fue más desenvuelto, le gustó relacionarse con la gente. Aunque luego, para según que cuestiones es algo tímido, sí. Al principio le cuesta trabar amistad. Pero ya lo ves.  Salió al mundo, quiso ir a estudiar a Nueva York para ampliar sus horizontes.

      -¡De lo cual me alegro mucho! – Sonrió ahora Cooan, haciendo que Sarah sonriera con ella y le tomara una mano entre las suyas. -

-Y yo, hija. ¡Porque te ha conocido a ti!, y yo sé que mi hijo es muy feliz contigo. Pero veras - añadió ahora un poco más seria. - Daniel es distinto, siempre le gustó estar solo. Apenas sí hizo amistades con otros críos de su edad y luego, con esto de los ordenadores, siempre ha estado muy aislado. No ha salido casi nada de casa. Comprenderás que ahora, debiendo ir a otro país. Estoy muy preocupada.

    -No tienes por qué estarlo, Sarah. – Le sonrió animosa Cooan para asegurarle con su mejor voluntad. - Ahora es mi hermano pequeño. Y eso me hace mucha ilusión puesto que yo siempre había sido la más joven de mi familia. Te aseguro que pondré al corriente a mi hermana Petz y que ella cuidará de él como si de cualquiera de nosotras se tratara.



La mujer sonrió, tocándose un poco su moreno pelo, ya algo canoso y asintió con aprobación replicando.



       -Sé que será así. Por eso estoy contenta de poder confiároslo.



Aquello pareció concluir la conversación, las dos se levantaron y entraron a la casa dándose las buenas noches, Sarah incluso le dio un maternal beso en la mejilla a Cooan.



-Que duermas bien, cielo.- Le deseó la mujer recibiendo la agradecida sonrisa de su nuera.-



Entre tanto los dos muchachos habían salido al cobertizo. Allí, tras darse unos cuantos golpes amistosos y rodar un poco por el suelo Tom tenía dominado a su hermano con una contundente llave. Lo cierto es que desde toda la odisea contra los demonios las fuerzas del muchacho habían aumentado mucho y el pobre Daniel no era capaz ni de moverse. Finalmente el mayor le liberó y los dos se sentaron sobre una bala de paja cercana.



   -Oye Tommy. – Pudo decir su hermano, aun entre jadeos por el esfuerzo y con patente admiración. Estás mucho más fuerte. Por lo menos antes era capaz de zafarme de ti.

      -Será que últimamente no has entrenado nada, – rio éste quitando importancia al asunto, para preguntarle ahora a su interlocutor con tono más serio y lleno de interés -. ¿Y tú, como te sientes ante todo esto? Me refiero a ese viaje.

-Pues muy bien. – Replicó Daniel aunque admitiendo de seguido. - Aunque un poco asustado.

-¿De qué?- Inquirió su sorprendido contertulio.-

- Son varias cosas. No quiero decepcionar a esos tipos de la Masters, ni tampoco a papá y a mamá. No sé cómo me adaptaré en un país tan diferente…

       -Tranquilo, los de la Masters han visto que tienes madera. Pero seguro que sabrán que aun debes aprender bastante, para eso vas allí. Y en cuanto a papá y mamá, no podrían estar más orgullosos, igual que yo, Danny. - Remató Tom dándole una amistosa palmada en la espalda. -

-Gracias, de veras. Significa mucho escucharte decir eso. La verdad es que para mí va a ser una prueba. – Le confesó su hermano menor. - Ya sabes que nunca he salido de Kansas. Bueno, cuando fuimos a verte a Nueva York y poco más.

-Te va a encantar y confía en Connie, su familia y amigos de allá te van a acoger como a uno de los suyos.- Le aseguró su hermano. - Y tú, ya va siendo hora de que vueles, hermanito. Tienes que buscar tu propia vida. Yo sé que lo de la granja no fue nunca para ti. Ahora tienes la ocasión de expandir horizontes.



Aquellas palabras animaron a Danny, se daba cuenta de que Tom llevaba razón. Tenía que atreverse a dar el salto. Era la ocasión que había soñado desde hacía mucho tiempo. Él,  tal y como su hermano le había dicho, no deseaba quedarse en la granja, y no porque no le gustara. Simplemente tenía ganas de conocer otros lugares e incluso vivir nuevas experiencias, pero siempre había sentido inseguridad. Al menos las paredes de su habitación y su ordenador le permitían explorar sin arriesgarse, pero Tommy siempre le dijo que una cosa era ver y otra vivir las experiencias.



-Seguro que disfrutaré. Gracias Tom. – Pudo decir  a su hermano visiblemente reconocido. -



Éste sonrió nuevamente y se levantó. Ya se hacía tarde y los dos se fueron a dormir a sus habitaciones. Tom por supuesto la compartía ahora con su esposa. La familia al completo descansó para afrontar un nuevo día. Y así, pasó una semana en la que el joven matrimonio  estuvo en casa de la familia de los Rodney, pero por fin regresaron a Portland. Cooan cumplió su palabra y avisó a Petz de que un hermano de Tom iría a Japón y le pidió encarecidamente que le ayudase.  Petz que apreciaba mucho a su cuñado y por supuesto quería muchísimo a su hermana, le aseguró que se ocuparía bien del chico. Prometió ir a buscarle y enseñarle la ciudad. Cuando Daniel por fin fue a Japón y aterrizó en Narita, Petz y Zafiro estaban allí con una gran pancarta con su nombre. Él la vio al poco rato de desembarcar y fue hacia allí.



-Hola. Konnichi wa – Pudo decir él leyendo unas notas que Cooan le había escrito a modo de saludo. -



            Aunque Petz, sonriendo amablemente le respondió, en un bastante buen inglés. Tras presentarse ella y su esposo.



- No te preocupes, hablamos tu idioma, tanto  mi esposo como yo.

     -Sí, además yo trabajo en la Master Corporation. -Intervino Zafiro, asegurando de forma cordial.- Estaré encantado de ayudarte en cualquier cosa.

-Muchas gracias, señor. – Pudo responder éste valorando a aquella pareja con la mirada.-



Lo cierto es que la mujer parecía muy agradable, era algo más alta que su hermana Connie, pero el pelo lo llevaba recogido en un moño que tenía sobre su cabeza. Era un tono extraño, el chico juraría que entre verde oscuro y moreno. Y el hombre era más o menos de la misma estatura que él, con un pelo azul oscuro. Aquello era bastante curioso, el chico supuso que eso sería normal en Japón. De hecho, Connie tenía el suyo con un tono tirando a morado oscuro, casi negro. Eso siempre le había llamado la atención.



-Eso es lo de menos. Ni siquiera mis padres se han fijado en ello.- Se dijo sin darle mayor importancia.-



            Y lo bueno era que si el marido de la hermana de Connie trabajaba en la Masters, eso para él sería una gran ventaja. Más aún cuando Zafiro, le contó que él era ingeniero y que su hermano mayor Diamante estaba encargado de la programación informática.



    -¡Con esos nombres deberían haber abierto una joyería! – Pensó Daniel divertido aunque se guardó mucho de decirlo en voz alta, no fuera a ofender a aquella amable pareja.-



Una vez hechas las presentaciones Petz y Zafiro le llevaron hasta su alojamiento, una residencia de un prestigioso campus informático propiedad de la Masters Corporation. Daniel se lo agradeció y sus guías le invitaron a cenar para celebrar su llegada. En la conversación que tuvieron durante la cena la hermana de su cuñada le habló de las costumbres del país. Le prometió también al chico que le presentaría a unas amigas en cuanto se hubiera instalado. Dicho y hecho, tras unos pocos días, una vez puesto al corriente de lo que tendría que hacer y de sus horarios en el curso, Petz le llevó a un bonito lugar, parecía un templo, como así le comentó su anfitriona.



      -Éste es el santuario Hikawa. – Le explicó ella. – Te gustará, ya lo verás.



Ambos pasaron por una especie de puerta muy ornamentada y allí Petz le presentó a Rei Hino, la atractiva sacerdotisa encargada del lugar. De larga cabellera morena que le caía por la espalda y unos intensos ojos negros. Con ella estaban sus no menos bellas amigas Minako Aino, Makoto Kino, Ami Mizuno y Usagi Tsukino, muy amigas de Petz, sus hermanas y Zafiro. Eran las típicas muchachas orientales de cabellos entre oscuros y castaños, con ojos suavemente rasgados y piel tersa y pálida. Le parecieron bastante atractivas y agradables. Todas se presentaron con una educada reverencia, el chico las imitó algo más torpemente. Tras entablar conversación Daniel les dijo lo que iba a estudiar.



      -Me han dicho que tengo que ir al planetario como parte de mis prácticas informáticas de realidad virtual. Por lo que dicen, él que tenéis aquí es de los más modernos del mundo.

      -Estuvimos una vez, hace ya algún tiempo, ¿verdad Usagi?- Comentó Ami, traduciendo a su amiga que no parecía acabar de captar bien el acento y la rapidez con la que aquel extranjero se expresaba.-

-Claro, - replicó ésta que muy animadamente exclamó – ¡Pues iremos contigo hombre!, todo sea  por la ciencia.

       -Y porque es un chico muy guapo. ¿A que si? – le susurró la sacerdotisa al oído a su amiga haciendo que ésta enrojeciera. –

       -No empieces, Rei. – Le replicó Usagi sentenciando con rotundidad – Yo ya tengo a Mamoru. No estoy tan necesitada como otras.

-¿A quién te refieres, eh?- Inquirió su contertulia con gesto de pocos amigos.-

-A buena entendedora, pocas palabras.- Se rio ahora su interlocutora con malicia.-

-Yo me sé otro refrán. A cara partida cirugía plástica…- replicó Rei remangándose ya en tanto exhibía en un puño en plan amenazador.-



            Sin embargo su polemista hizo lo propio y ambas intercambiaron unas miradas que parecían estar lanzándose rayos la una a la otra. Las demás enseguida sonrieron con cara de circunstancias ante la perplejidad de ese chico que observaba a ambas contendientes con la boca abierta. Makoto corrió a ponerse entre medias y Ami a tratar de apaciguar a la sacerdotisa.



-Vamos Rei, dejaos de tonterías, nos vais a avergonzar.- Le pidió su compañera.-

      -Sí eso, Usagi, calmaos un poco.

 -Que se calme ella, que es siempre quién empieza…-Repuso ésta con tono molesto.-

 -En cuanto te de dos buenas tortas ya verás cómo me calmo.- Le contestó ácidamente Rei.-

 -¿Tú y cuántas más?- Fue la respuesta entre escéptica y desafiante de su polemista.-



            Y así prosiguieron durante un buen rato en tanto sus amigas trataban de mediar. Por su parte Minako se apartó un poco con ese joven y le preguntó, más que nada para distraer su atención de aquello.



       -Bueno, bueno ¿Así que eres de Kansas, eh?

-Sí, señorita. – Pudo replicar él recordando lo que su madre le había dicho sobre cómo hablar con extrañas, y más si eran extranjeras.-



Su interlocutora pareció ruborizarse cuando contestó esbozando una amplia sonrisa.



       -Puedes llamarme Minako.



                        Lo dijo de tal modo entre suave y seductor que sus dos amigas dejaron de lado su polémica, incluso Usagi llegó a cuchichearle a su hace unos pocos instantes antagonista con el asentimiento de ésta.



-¿Has visto que cara le ha puesto? Parece una ternera degollada.

-Es que ese chico es un encanto – Comentó mientras Makoto a Ami que asintió algo azorada, más cuando su compañera remachó. – Me recuerda mucho a un antiguo novio que yo tuve.



Petz y Zafiro captaron aquello y se miraron divertidos. ¡Esas chicas nunca cambiarían! Aunque les venía muy bien que su joven huésped fuera con las guerreras dado que ellos iban a estar muy ocupados los próximos días. Se lo confiaron pues a sus amigas que estuvieron más que dispuestas a ayudarle en lo que precisara. De hecho, Daniel juraría que se entabló una amistosa disputa a su costa, dado que aquellas muchachas parecían discutir entre ellas en japonés y de vez en cuando le miraban de soslayo, eso sí, sonriéndole siempre. Finalmente, Minako, la que parecía más dotada para hablar en su lengua, le comentó que todas habían acordaron acompañarle a ese planetario. Al parecer la última vez que fueron tuvieron poco tiempo de admirar el espectáculo por razones ajenas a su voluntad. Quedaron para el día siguiente y muy solícitamente el grupo de las cinco chicas, y un muchacho alto y moreno, al que presentaron como Mamoru, el novio de Usagi, le recogieron de su residencia para llevarle. El coche del chico no tenía capacidad suficiente, de modo que tomaron el bus.



-Es la primera vez que vienes a Japón.- Le preguntó en un muy correcto inglés ese tipo que parecía muy amable.-

-Sí, y estoy quedando deslumbrado.- Repuso el chico añadiendo.- Mi hermano y su mujer ya me dijeron que era un lugar precioso, y desde luego tenían razón. Y no solo el país es hermoso, también sus habitantes.- Sentenció ruborizando a  más de una de las chicas.-

-Éste sí que es un caballero.- Declaró Rei.-

-Desde luego, educado es.- Convino Usagi con idéntica aprobación que su amiga para remachar.- Siendo hermano de Tom no me extraña…

-Bueno, cuenta con nosotros para ayudarte en lo que sea.- Le ofreció Mamoru.-

-Os lo agradezco mucho.- Sonrió él.-



            En un aparte Minako le cuchicheó a Ami…



-Tiene una sonrisa encantadora, ¿verdad?...

-Si. Es cierto. - Afirmó su compañera.-



            Y de esta forma continuaron conversando sobre distintos temas. Al llegar, Daniel se sorprendió de la gran tecnología que le rodeaba, era algo magnífico. Tras ver un poco el espectáculo las chicas le dejaron porque él tenía que entrar en una sala de holografías digitales para hacer sus prácticas. El joven entró asombrado, eso era lo más, pensó. No obstante, había que empezar a trabajar. Su tutor le explicó cómo debía de manejar los controles y se sorprendió de ver como Daniel lo hacía con muchísima soltura. El chico tenía talento de eso no cabía duda. Al acabar se reunió nuevamente con las chicas y ellas le acompañaron a tomar algo a su cafetería preferida, el Parlor Fruits Crown,  y después de regreso a su residencia. De este modo pasaron así algunos días y una vez se familiarizó con el camino y la combinación de autobuses y metro seguía, acudiendo allí para hacer sus prácticas. Al cabo de una  semana iba como de costumbre. Esperaba el autobús cuando una voz conocida le saludó.



-Hola Daniel…



            El chico miró en esa dirección, era Minako. La muchacha caminaba hacia él con su larga melena  castaña atada por un lazo rojo, un jersey naranja y falda de color azul.



-¡Vaya! ¡Qué casualidad! – Comentó él, explicándole a su contertulia.- Ahora me iba al planetario.

-Yo había salido a comprar unas cosas. Si te parece puedo acompañarte. Me viene de camino.- Se ofreció ella.-

-Claro.- Asintió el chico.- Será estupendo, me alegro mucho de verte. Dime. ¿Qué tal están las demás?- Se interesó el joven.-

-Muy bien, luego he quedado con ellas en el Crown, si te apetece, puedes pasarte.- Le ofreció la chica.-

-Me encantaría.- Sonrió su interlocutor.-



            A Minako le encantaba verle sonreír. Era realmente atractivo. Bueno, mejor quitarse eso de la cabeza. Al fin llegó el autobús y lo abordaron. Fueron charlando de temas intrascendentes, ella le preguntó.



-Espero que te encuentres a gusto aquí. ¿Echas de menos a tu familia?

-Sí. Estoy encantado. Aunque sí que echo en falta a mis padres y a Tommy.- Admitió su contertulio.- Pero ya quedan pocas semanas… Cuando termine este curso volveré a los Estados Unidos. Ya tengo ganas de verles.



Su acompañante le escuchaba con interés, aunque no pudo evitar entristecerse un poco al oír aquello. Entonces vio llegar su parada. Sonriendo se despidió.



-Me bajo en ésta, Daniel, que tengas un buen día.

-Gracias, igualmente Minako.- Le deseó él.-



            La muchacha descendió del bus y agitó la mano, el chico le devolvió el gesto. Al poco el vehículo arrancó perdiéndose por las calles de la ciudad. La joven suspiró dirigiéndose hacia la calle en la que estaban las tiendas. Aunque había perdido las ganas de comprar nada. No obstante, para su sorpresa, tras andar un poco se encontró con Rei. La sacerdotisa lucía una blusa naranja y un pantalón de color blanco con un bolso a juego.



-¿Qué haces aquí?- Quiso saber Minako llegándose hasta ella.-

-Pues supongo que lo mismo que tú, ir de tiendas.- Repuso desenfadadamente su contertulia.-

-Me alegra verte, así podremos ir juntas.- Afirmó la joven que añadió con tono más animado.- ¿Sabes una cosa? Me encontré con Daniel en el autobús.



            Rei la observó con esa inquisitiva mirada suya que daba entender que casi podía leer los pensamientos de su amiga. Entonces, con tono algo más suave e incluso algo cargado de pesar, le dijo.



-Ten cuidado…Sabes que eso no puede ser.

-¿El qué?- Replicó su compañera aparentando no comprender.-

-Tú me entiendes perfectamente.- Repuso no obstante su amiga con amabilidad y algo de consternación.- No debes, Minako…



            El gesto de la aludida se ensombreció, asintió despacio y apenas sí pudo musitar con un tono más entristecido en tanto ambas paseaban.



-Tienes razón, pero no es algo fácil…Yo…, bueno…no me sentía así desde que conocí a Alan.



            Rei se detuvo delante de su amiga y le tomó una mano entre las suyas para pedirle con afecto y preocupación.



-Pues no te hagas volver a pasar por ello de nuevo. Sabes que ese deseo no tiene futuro. No quiero verte sufrir. Prométeme que lo evitarás.



            Su amiga suspiró, ¡Ojalá fuera tan sencillo!, al menos sí que pudo responder.



-Te prometo que no haré nada que vaya en contra de mis obligaciones. Además, si quiero convertirme en un ídolo, no tengo tiempo para tontear.- Pudo sonreír, aunque de un modo algo forzado.-

-¡Anda, hablando de ser tonta!- La animó su amiga tomándola de un brazo.- ¡Vamos a mirar escaparates ahora que no está Usagi para dar la lata!



            Su interlocutora se rio de la ocurrencia y las dos corrieron a buscar algunos complementos…luego ya irían al Crown. Por su parte Daniel llegó al planetario y como de costumbre saludó al bedel y pasó dirigiéndose a la sala. Ya tenía adquirida la destreza suficiente y su tutor le había encargado que diseñara un programa de realidad virtual con los movimientos de los planetas. Daniel sonrió, eso le iba a resultar muy fácil. Se puso ante los teclados y comenzó a trabajar, programó varias órbitas y trayectorias. El trabajo era perfecto si no fuera por una fastidiosa interferencia, una especie de raya que no dejaba de parpadear. Disgustado, intentó quitarla del gráfico pero sin lograrlo. Decidió hacer un análisis de la misma, para tratar de determinar sus causas. Hizo una ampliación al máximo y se sorprendió de lo que entrevió...



-¿Pero se puede saber qué es esto?- Se preguntó en voz alta.-



   Entre una imagen distorsionada adivinó los rasgos de una cara, no podía verla bien, entonces creyó escuchar algo, parecían palabras. Intentó ajustar la imagen lo máximo que pudo y eliminar interferencias. Introdujo varios algoritmos para limpiar eso. Después conectó un altavoz y escuchó atónito como una vocecilla apenas inaudible, gimiendo, decía.



-¡Socorro, socorro!...sacadme de aquí, por favor. Si alguien me escucha que me saque...



             Daniel trató de comunicarse con esa voz. No sabía cómo hacerlo, usando comandos básicos, tecleó en la pantalla. "¿Cómo te saco?". Al principio pensó que era un juego de ordenador archivado allí. Quizás si se lo comentase a Minako ella pudiera informarle. Lo cierto es que en esos días se había hecho muy amigo de esa chica. Al principio porque era la que mejor le entendía dado su dominio del inglés, pero luego vio que compartían aficiones. De hecho ella le había enseñado algunos juegos así.  Eso recordaba cuando la voz respondió al momento, ese programa tenía que ser muy bueno. Desde luego él no conocía nada igual.



-Con el aparato simulador, conecta el aparato a la pantalla.- Pidió aquel programa con una especie de chillido apremiante-...



       El aludido hizo lo que la voz le pedía, el aparato logró amplificar la imagen y en la pantalla del ordenador y en color, apareció el rostro de una chica bastante mona. Tenía el pelo rubio tirando a dorado, más exactamente de un bonito tono entre trigueño y anaranjado. Sus ojos parecían asimismo de color naranja miel. Llevaba una especie de diadema sobre la cabeza y un bastón. Ahora hablaba y se la entendía mucho mejor.



-Oye. ¿Qué es lo que esperas para sacarme de aquí? - Dijo de forma imperiosa y un tanto histriónica. -

-Este programa es muy bueno, seguro que se trata de un video-juego. ¡Qué suerte!, debo de haber encontrado un canal de juegos de pago y me he colado dentro. - Se felicitó Daniel -.....



            Aunque para su mayor asombro la imagen de aquella muchacha le replicó visiblemente irritada.



-¡Pero que canal de juegos ni que porras! Soy de verdad y muy de verdad.

-¿Eh? – El chico miró perplejo a la imagen y preguntó sintiéndose algo idiota. - Oye, ¿estás hablando conmigo?....

-Claro, ¿con quién iba a hablar?- Respondió aquella chica aparentemente algo molesta. -

- Esto es tremendo. Hay que reconocer que en este país hay una tecnología sorprendente. ¡Menuda simulación!  – Aunque ahora, visiblemente divertido, el muchacho se encaró a esa imagen y replicó. - No me fío, a ver, ¿cómo soy? - Inquirió él que se puso de pie delante de la imagen para asegurarse de que le viese bien -, físicamente me refiero. Y no me valen tonterías estándar como eso de guapo, listo, etc.

-La verdad no estás mal...y guapo si eres...- reconoció la imagen que se sonrojó y sonrió de forma algo estúpida. -

-Claro, lo que yo suponía.- Rio divertido él. -Esa es una respuesta estándar de cualquier programa. Se lo dirás a todos, como no me digas algo más concreto no te creeré.- Repuso Daniel con sarcasmo. -

-Vale,- replicó su interlocutora con voz algo cansina. - Eres moreno y tienes los ojos azules y muy azules. – Comentó aquella chica o lo que fuera, que le miró con interés preguntando a su vez -¿Eres famoso?...

-¿Yo?- Danny estaba boquiabierto, como pudo respondió, en tanto buscaba alguna cámara, para ver si alguien podía estar observándole, de lo contrario ¿cómo habían podido saber su apariencia? -No, me llamo Daniel Rodney y tú ¿cómo te llamas?...

-Mimet. Me llamo Mimet Hanyuu. Y ahora que nos conocemos formalmente, ¿podrías sacarme de aquí por favor? Esto no es muy cómodo...- Insistió ella con tono algo impaciente.-

-¿Pero cómo lo hago?,- le preguntó el desconcertado joven sin dejar de repetir. -¡Esto es increíble! no me lo puedo creer. A quién se lo diga no me lo va a creer.

-¡Pues entonces será mejor que no se lo digas a nadie y que me saques ya! - Le apremió la chica de la pantalla, para explicarle acto seguido. - Tienes que conectar el aparato amplificador al decodificador energético. Es una especie de impresora para tres dimensiones. Esa de allí - señaló a un extremo del cuarto, allí vio una especie de cabina telefónica cerrada, tenía un cable a su lado en tanto le indicaba a su oyente. - Conecta ese cable a la parte de arriba.



            Al chico le pareció alucinante, ¡una impresora capaz de hacer copias en tres dimensiones!, desde luego en América aún estarían a años luz de aquello. Pero decidió seguir las instrucciones, programa informático o no se moría de curiosidad por ver funcionar eso.



-Un momento. - Le pidió él que conectó el cable y preguntó nervioso -.Y ¿ahora qué?...

-Programa la orden de invertir proceso, corre, mi señal empieza a debilitarse. - Le indicó ella con voz premiosa.-

-Invertir proceso, vale.- Daniel lo hizo.-



Cuando el ordenador le preguntó si estaba seguro tecleó un “yes”, la imagen de la chica desapareció. En ese momento las luces de todo el edificio se debilitaron. Aquello debía de estar consumiendo muchísima energía. Incluso al mirar por la ventana observó que fallaba el suministro en otros lugares próximos. Paralelamente a eso la cabina se inundó de una luz amarilla cegadora que fue desapareciendo poco a poco y dejando una silueta de mujer dentro. Cuando por fin se extinguió la luminosidad la muchacha de la imagen estaba en persona dentro de la cabina. Daniel no podía creerlo. Tenía que ser una especie de escultura tridimensional. O un holograma de ultimísima generación. Eso pensaba el chico al menos hasta que ella golpeó las paredes trasparentes de la misma con ambas manos.



- ¡Oye, ábreme! no pensarás dejarme aquí para siempre...

-Pues no estoy muy seguro ¿no serás peligrosa? - Inquirió Daniel más en broma que pensándolo realmente -

-Que va, soy la chica más simpática del mundo. - Sonrió ella de forma inocente y soltando una risita algo tonta. - Por favor.- Añadió pidiendo con voz suplicante y melosa -...

-¿Por qué estabas ahí dentro? -  Quiso saber él sin fiarse del todo -....

-Te lo explicaré en cuanto me abras. Venga que casi no puedo respirar, antes no me hacía falta, pero ahora me ahogo…- le pidió la muchacha golpeando la puerta con los nudillos  con expresión desesperada. – Date prisa…

-Vale, te abro.- Concedió él que efectivamente abrió la puerta. La chica salió tratando de recuperar el aire, no era muy alta pero no estaba mal pensó. -Bueno, ahora siéntate,- le ofreció Danny cediéndole su silla de trabajo- y dime lo que ha ocurrido...

-Me encerró aquí una de mis hermanas, ¡será sinvergüenza! Me vengaré, sí, ya lo creo que lo haré y después a por las Guerreras.- Exclamó levantando un puño.-

-No entiendo nada, ¿qué guerreras? ¿Tú quién eres? - Quiso saber Daniel que estaba muy desconcertado.-

-No te importa,- contestó ella, ahora de forma bastante desconsiderada añadiendo con tono malicioso - y como me has visto, lo siento, pero.- Sonrió de forma siniestra y levantó su mano pero se percató de que algo le faltaba. - ¡Oh no! ¡Me he dejado mi báculo dentro! - chilló llevándose las manos a la cabeza. -

-¿Oye estás bien? Te noto nerviosa, quizá si me dices lo que te pasa podría ayudarte.- Se ofreció Daniel en tono amable. -

-¡Maldita sea! - Exclamó Mimet  que sin embargo se tomó unos segundos y reflexionó un momento. Su tono cambió de nuevo, ahora era de resignación al admitir. -Bueno...pensándolo bien no tengo a nadie más a quién acudir. ¿Sabes dónde está el colegio Mugen? Te agradecería que me llevaras, he de hablar con el director...

-Pues no, lo siento, soy extranjero.- Se excusó el muchacho. –



Su interlocutora torció el morro en señal de decepción. Aunque ahora cayó en la cuenta de que había estado hablando en inglés todo el tiempo. Y eso que ella no lo dominaba demasiado bien. De todas formas, al estar dentro del circuito de la máquina y del espacio virtual pudiera ser que, como ese muchacho había programado los comandos en ese idioma, sus neuronas hubieran absorbido los conocimientos de aquella lengua por defecto. Así como un montón de saberes de informática y otras disciplinas. Eso le pareció estupendo. ¡Así se ahorraría la academia e incluso la universidad!, después de salir de Brujas cinco, pensó, tendría la ocasión de promocionar. E incluso lograr al fin su anhelado sueño de ser una estrella. A todo esto escuchó como aquel chico trataba de animarla.



-Pero no te preocupes, tengo unas amigas que seguro que lo saben. Son todas de aquí. Ahora las llamaré. Podrán ayudarte.



Y descolgó el teléfono contactando con Minako. Ella ya había regresado de ver tiendas con Rei. Las dos iban de camino al Crown…



-¿Sí?- ¡Daniel! – exclamó muy contenta. Dime, ¿Vas a poder venir?...



Sin embargo el chico le comentó lo sucedido. Por supuesto no le explicó nada de cómo había aparecido aquella muchacha, creyendo que le iba a tomar por loco. Simplemente se limitó a decirle que estaba perdida.



-Me ha preguntado por un colegio, no me quedó claro el nombre.- Dijo dubitativamente mientras esa extraña chica estaba curioseando por la habitación.-

-¡Mugen!- Le aclaró Mimet al escucharle.-



            Daniel lo repitió, para perplejidad de su interlocutora quien no quiso preguntale nada más.



-Bueno, no te preocupes Avisaré a las demás e iremos enseguida para allá.- Pudo reponer la joven algo decepcionada.-



Colgó al poco con gesto entre sorprendido y desencantado.



-¿Qué pasa?- Se interesó Rei.-



Minako le hizo un breve resumen.



-¿A la escuela Mugen?- Se sorprendió su amiga al oír aquello.- ¿Para qué?

- No sé para que nadie querría ir hasta allí ahora.- Convino Minako tan extrañada como su interlocutora.-

-Será mejor que nos reunamos con las otras y vayamos con Danny.- Le dijo Rei con tono perspicaz.-  Aquí  hay algo que no me gusta nada.



            Minako asintió. Opinaba lo mismo, de modo que las dos se dirigieron deprisa al encuentro de sus compañeras para ponerlas al corriente. Entre tanto el muchacho le comentaba a Mimet.



-No te preocupes, ellas te ayudarán. Conocen bien la ciudad.



La joven asintió esperando que así fuera y ahora Daniel pudo fijarse en el atuendo que esa chica vestía. Era algo estrafalario, zapatos de tacón y una especie de leotardos entre anaranjados y amarillos. Una falda de color negro que se unía a un top del mismo color y dejaba al descubierto sus hombros y un collar con una gran estrella de cinco puntas colgada al cuello.



- Bonito vestido. – Comentó él, más que nada por darle un poco de conversación. -

- Gracias – se sonrió ella, que parecía halagada -¿Te gusta? Es mi traje de trabajo de la asociación.

- ¿En dónde trabajas? – Se interesó él. –



            Aunque Mimet tuvo la sensación de haber hablado de más. No obstante, fue el mismo chico el que la sacó del atolladero cuando recordó.



       -Claro, debes de trabajar en el Mugen ese. – A lo que ella convino con un rápido asentimiento, él entonces agregó. - Por cierto, hablas muy bien mi idioma.

 -Sí, es que he estado estudiando mucho. – Mintió ella que pasó a contraatacar preguntando -. ¿Y tú, trabajas aquí?



El muchacho le contestó que no y le resumió un poco su historia, una cosa llevó a la otra y terminaron hablando de lo bonita que era América. Él a contarle que estaba allí por una especie de concurso  y que provenía de Kansas. Cuando Mimet se encogió de hombros reconociendo no saber dónde estaba aquello el joven la puso al corriente. Así, sin darse cuenta, pasó casi media hora y llamaron a la puerta. Daniel entonces  dijo.



       -Deben ser ellas. Espera, voy a abrir.



El chico abrió la puerta y dijo en voz alta a Minako y Makoto que le esperaban fuera, que entrasen.



            Cuando Mimet miró y las reconoció se puso pálida arrinconándose en la pared opuesta antes de que la vieran  y temblando de miedo pudiendo balbucear nerviosa...



-No, no, no, gracias, pero creo que podré ir yo sola.- Y sin que Daniel pudieran reaccionar. Abrió una puerta trasera de la sala y salió corriendo lo más deprisa que pudo tras decir un nervioso y fugaz.- Adiós…

-¡Espera! - Le gritó el sorprendido muchacho.-



Pero ella ya se había ido, entonces llegó Minako que no había visto  a aquella muchacha y le preguntó.



-Dime Daniel...Nos hemos adelantado nosotras por si tenía prisa. ¿Dónde está esa chica?...

- ¿Qué tal vas con tus prácticas?- Quiso saber Makoto entre tanto dándole un vistazo a la pantalla del ordenador y observando las órbitas planetarias que ahora se trazaban en él para alabar. -Sí señor, es un buen trabajo...

-No entiendo nada, ¡que rara era esa chica!- afirmó él dejándolas sorprendidas en tanto agregaba con perplejidad pensando que le tomarían por loco – veréis...



            Makoto y Minako se miraron entre ellas, pero no dijeron nada delante de Daniel cuando acabó de resumirles lo sucedido. Aunque finalmente Makoto restándole importancia y de forma cordial le aseguró.



- Te habrás quedado dormido y lo habrás soñado. Desde luego aquí no hay nadie.

-Por hoy ya has trabajado mucho, -dijo Minako que le sonrió de forma muy amable y añadió.-Vamos, te invito a unas partidas en la sala de juegos.

-Es que os juro que parecía completamente real.- Pudo musitar el atónito joven.-



             Las dos le dedicaron una amable sonrisa y llevaron a Daniel al salón de juegos. Las otras estaban allí, aguardando. Y es que cuando Rei y Minako había llegado antes al Crown y pusieron al corriente a las otras decidieron que un par de ellas eran más que suficiente para ayudar a esa joven. Minako por supuesto quiso ir y en esta ocasión fue su compañera Júpiter la que la acompañó. Sin embargo, al llegar a ese lugar y escuchar la descripción de esa extraña muchacha, las piezas encajaron. De modo que ahora, mientras el joven jugaba una partida, las chicas hicieron corrillo con sus compañeras y se lo comentaron. Ami fue la primera en decir sorprendida.



-Me parece imposible, pero si es verdad, hay que encontrarla antes de que haga de las suyas.

-La encontraremos y acabaremos con ella. No me gusta nada que haya una miembro de “Brujas Cinco” por ahí suelta.- Terció Makoto. -

-Después de tanto tiempo y otros nuevos enemigos, ¿quién lo iba a decir? Aunque quien sabe, puede que se haya reformado.- Conjeturó Usagi, optimista como siempre. -

-No te hagas ilusiones,- la cortó Rei con voz escéptica. - Lo mejor será que vayamos ahora mismo tras su pista. Si hace lo que Daniel nos ha dicho irá al Mugen, o a lo que quede de las ruinas...

-Ahora han hecho un parque, ¡pobrecita! - rio Venus con patente regocijo al sentenciar- , lo tendrá difícil para encontrarlo.

-Pues en marcha, chicas.- Urgió Makoto.-

-Oye Daniel, tenemos que ir a un sitio. ¿Te importaría aguardarnos aquí?- Le pidió Minako.-

-Claro, no hay problema. Este video juego es muy interesante.- Replicó él, absorto en la partida.-



Así pues las chicas dejaron a Daniel jugando y se fueron con rapidez. Mimet por su parte estaba perdida. Tras un rato recorriendo la ciudad dio con la pista. Ahora recordaba claramente el camino hacia el Mugen. Pero al llegar a la dirección, para su sorpresa, sólo vio un parque junto al mar. Ahí debía de haber estado el edificio.



-No lo comprendo. No me puedo haber equivocado. ¡Era aquí! - Se decía con estupor.-



 Sin embargo atardecía y tendría que ir a pasar la noche a algún sitio. Mimet vivía interna en el colegio, pero ahora ya no había colegio. Decidió preguntarle al primero que encontrase. Abordó a un señor mayor que paseaba con un chihuahua que se puso a olisquearla. Ella, mientras se quitaba al perro de encima con expresión de desagrado, preguntó...



-¿El colegió Mugen? Estaba aquí, ¿qué ha pasado?...

-¿El Mugen?- El hombre la observó como si no supiera a lo que se refería. Además de quedarse atónito ante semejante vestuario,  pero al fin pareció recordar- ¡Ah sí!, hubo una explosión hace tres años y se derrumbó, se construyó un parque en su lugar.

-¡Tres años!- Exclamó Mimet atónita. -

-Sí, señorita- repitió el hombre que a duras penas parecía tratar de hacer memoria para añadir. - No se sabe exactamente qué ocurrió, sólo que este edificio saltó por los aires dejando un enorme cráter que se llenó del agua del puerto. Costó mucho rehabilitarlo y hacer ese parque.

-¿He estado tres años encerrada ahí dentro?,- pensó horrorizada Mimet - ¡Pero si se han parecido tan sólo unas pocas horas! - Miró inquisitivamente a ese hombre y le preguntó más calmada - ¿No sabe si lo han reconstruido en otro sitio?,- 



Empero, no podías centrarse mucho en esa conversación, aquel condenado perro mientras le lamía las piernas. Ella con un gesto de asco susurró al animal mientras se apartaba.



- ¡Quita chucho!...

-No lo sé, ni idea. Lo siento no puedo ayudarla señorita.- El hombre se encogió de hombros y siguió su camino con el perro que por fin dejó tranquila a Mimet. -



         La desconcertada chica no sabía a donde ir, pero tras las miradas que ese tipo le dedicase decidió no llamar la atención. Llevaba el uniforme de campaña de las brujas pero, también en un departamento de éste, una gabardina de repuesto. Se la puso y al menos podría ir sin destacar.



-No sería buena idea ir llamando la atención. Menos si esas individuas están por ahí.- Se dijo.-



Sólo esperaba que las guerreras no diesen con ella, no tenía con qué defenderse. Por su parte, unos minutos después sus enemigas, ya convertidas en sailors, se llegaron hasta el parque y buscaron por toda la zona sin resultados.



-Aquí no hay nadie. – Declaró Mercurio consultando su visor.- Ni se percibe nada anormal.

-Puede que se haya dado cuenta y se marchara.- Especuló Júpiter.-

-En cualquier caso no podemos consentir que ande por ahí suelta.- Afirmó la guerrera Marte.-

-Desde luego que no.- Convino Venus.-

-Volvamos a por Daniel.- Les indicó la Guerrera Luna a lo que todas asintieron.-



La miembro de Brujas cinco caminó sin rumbo y se adentró en la ciudad. Justamente entonces Daniel salía de la sala de juegos. Estuvo esperando un buen rato pero las chicas no regresaban. Se le hacía ya tarde de modo que se puso de camino a su internado. Mimet le vio, pero pensó  que mejor no decirle nada, si conocía a las guerreras las llamaría. Daniel por su parte también la vio y él sí que se acercó. Ella salió corriendo y el chico la persiguió. Esa muchacha corría bastante pero él era más rápido. Le costó pero cuando pudo atraparla por fin, Mimet se puso a gritar.



-Socorro, ayúdenme, me quiere robar o quizás algo peor.- Gritó tan sentidamente que atrajo a bastante multitud de curiosos. -



         Él la soltó perplejo y enseguida dos policías le sujetaron. Mimet salió corriendo de nuevo, a él le llevaron a comisaría y tuvo que llamar a Petz y Zafiro que fueron a sacarle.



-¿Qué te ha ocurrido?- Preguntó asombrada Petz en cuanto le visitó en la celda - ¿Por qué atacaste a esa chica?

-¡No la ataqué!- Negó el todavía atónito Daniel que les contó lo sucedido asegurando - Yo sólo quería ayudarla. No entiendo por qué ha reaccionado así.

-La verdad, nadie ha presentado denuncia de ningún tipo. La policía dice que por esta vez no habrá cargos pero que te andes con cuidado, en este país son muy estrictos y podrían expulsarte.- Le explicó su interlocutora con tintes entre concernidos y reprobatorios, pese a agregar.- Aunque les hayamos asegurado que se trataba de un error.



    A Daniel se le caía el mundo encima. ¿Qué dirían sus padres si eso llegara a pasar? Aunque él era inocente. Con gesto suplicante miró a Zafiro y Petz y les insistió con desesperación.



      -Os juro que no le hice nada. De verdad.

-Te creo. – Le tranquilizó Zafiro mirándole a los ojos, y al no haber cargos puedes venirte ya con nosotros. Cuando volvamos llamaremos a las chicas. Espero que ellas nos expliquen esto.



       Al día siguiente las cinco chicas se reunieron efectivamente en la tienda de Petz. Zafiro estaba allí también. Ellas estaban algo reacias al principio pero confiando en sus amigos les explicaron quién era Mimet. Dieron los detalles relativos a su lucha contra ella en japonés. Pero, delante de Daniel al traducirle al inglés no desvelaron sus identidades como sailors. Éste, pese a todo, no salía de su asombro. Dado que fue Rei quien le comentó.



-Es una delincuente. Una ladrona.

-No creo que sea tan mala, sólo está asustada. Si pudiese hablar con ella.- Alegó él tratando de defenderla -.

-No te fíes, es muy peligrosa.- Le advirtió Minako. -

-La buscaremos, no te preocupes,- añadió Makoto. -



        Así fue y durante algunos días buscaron sin éxito. Pero paradójicamente fue la montaña quien llegó a Mahoma. Mimet, sin dinero, ni sitio a donde ir, necesitaba buscar un trabajo y por casualidad acertó a pasar por Otafukuya. Había estado vagando por ahí, se refugió en un albergue e incluso tuvo que robar algunas ropas para cambiarse. Había podido comer en el refugio al que fue pero tras unos días tuvo que marcharse. Por suerte, cuando la muchacha ya rozaba la desesperación vio el escaparate de la tienda. Al parecer la dueña necesitaba una empleada y había puesto un anuncio. La muchacha entró tímidamente y saludó. Petz, que en ese momento no tenía clientes le preguntó con una sonrisa.



-Sí, dígame, ¿en qué puedo ayudarla?...

-Ve, ve, venía por el anuncio...- musitó Mimet de forma muy tímida. - El de la empleada...

-Ah, muy bien,- replicó  su interlocutora sin perder la sonrisa.-



De hecho no reconoció a Mimet pues, pese a lo que las guerreras le contaron no la había visto nunca y tras unos pocos días ni se acordaba de ese incidente. De modo que quiso saber, dirigiéndose a esa jovencita.



- ¿Cómo te llamas?...

-Mi, Mimí...Mimí Hanyuu.

-Muy bien, Mimí, ¿tienes experiencia?...

-Esto…- Mimet parecía asustada cuando repitió -¿Experiencia?...

-Sí, me refiero a si has trabajado en esto antes. - Le aclaró Petz sin perder la sonrisa.-

-No, no mucho, bueno no....



Petz la miraba con ojos inquisitivos y parecía menear con la cabeza, pero entonces entró una señora. Mimet se vio perdida le propuso a su evaluadora.



- Déjeme a mí. Seguro que puedo atenderla.

- Muy bien.- Concedió su contertulia observándola con atención. – A ver cómo se te da.



     Ante el asombro de la dueña que la dejó hacer, aquella muchacha logró venderle a esa mujer una colección de cremas para el cutis. La chica parecía tener don de palabra y era realmente simpática. La propietaria sonrió complacida y Mimet la miró con ojos suplicantes...



-El puesto es tuyo. - Concedió Petz.- Si quieres empezar mañana...

-Gracias, no se arrepentirá,- le aseguró  esa jovencita muy contenta. - Empezaré ahora mismo.

-¡Por lo que he visto ya has empezado! - Rio su jefa aunque en ese momento entraron más clientas y ambas se pusieron a atenderlas dejando para más tarde la conversación. -



       Cuando terminó la jornada Mimet estaba muy cansada, casi parecía a punto de desmayarse. Petz se apercibió de ello y se interesó por su estado...



-Te noto muy fatigada, dime, ¿estás bien?....

-Sí, gracias, es sólo que no he comido desde ayer...- Repuso ésta que se notaba débil e incluso algo mareada. -

-¿Que no has comido? - Pudo exclamar su jefa  mirándola con asombro para preguntarle. -Eso no puede ser...dime ¿vives por aquí cerca?..

-Me vine de viaje - Mintió la chica con lo primero que se le pasó por la cabeza- ...y aquí no tengo ningún sitio a donde ir...y nadie a quien recurrir,- musitó muy abatida y eso hizo que Petz sintiese lástima por ella. -



        El recuerdo de Karaberasu asaltaba a Petz al escuchar a aquella chica. Su hermana bien podría estar pasando por aquella misma situación. Quizás esta pobre muchacha tuviese una historia similar. De forma que sentenció decidida.



-No hay más que hablar, vendrás a mi casa y te quedarás por esta noche....ya te buscaremos algo desde mañana. Además es fiesta, así que tendremos todo el día para hacerlo...

-Es usted muy buena.- Pudo sollozar Mimet que sonrió agradecida. - Gracias, muchas gracias, me dan ganas de llorar, he estado tan sola....

-No te preocupes querida. – Musitó Petz que la abrazó con afectuosidad y le dijo para confortarla.- Pobrecita niña, no te preocupes...menos mal que el destino ha hecho que pasaras por aquí...



            Petz llevó a Mimet, (Mimí para ella) a su casa y se la presentó a Zafiro. Éste también se interesó por su situación y durante la cena la joven les contó que había estudiado informática y que el director de su colegio era un famoso doctor. Zafiro le preguntó su nombre y ella se lo dijo. Al oírlo él y Petz se quedaron perplejos...



-Vaya, eso sí que es una casualidad.- Declaró él con una sonrisa desvelando - ¡El doctor Tomoe!, si trabaja con mi hermano y conmigo en la Masters Corporation...

-¿De verdad? - El rostro de Mimet se iluminó cuando aseguró. -Él me conoce estoy segurísima...era una de sus alumnas favoritas. ¿Podría llevarme a verle?, por favor...

-Bueno, está bien- concedió Zafiro con una sonrisa -...mañana podemos ir si quieres. Es fiesta pero su división de trabajo tiene tareas pendientes, supongo que estará allí.

-Podéis ir y luego le buscaremos casa a Mimí. - Añadió Petz. -

-Son tan buenos conmigo...muchas gracias...gracias por darme una oportunidad...- Pudo decir la pobre muchacha que se emocionó.-



No obstante esta vez no como en ocasiones de antaño cuando sabía fingir bien las lágrimas. Ahora comenzó a llorar de verdad, no podía creer que hubiera gente tan buena. Seguramente estos dos tendrían un corazón puro. Aunque no quería pensar siquiera en tener que robárselo. Mientras tanto aquella pareja trataba de calmarla.



-¿Otra vez?- Sonrió Petz que le secó las lágrimas con un pañuelo añadiendo confortadoramente. - Déjalo, no llores más...no seas tonta, mujer.

-Es que no creo que me merezca que nadie sea tan bueno conmigo.- Suspiró la joven.-

-A todos nos han dado una nueva oportunidad alguna vez,- le dijo Zafiro con un tono de voz muy amable. -Siempre hay gente que cree en nosotros, no lo olvides. Por eso hay que estar dispuestos a ayudar a los demás algún día.



            Mimet asintió muy contenta. Desde luego su vida no había sido así en absoluto. Más bien al contrario. Desde muy jovencita quiso destacar y se unió a Brujas Cinco  en periodo en el que las chicas de su edad empezaban el instituto. Pero ella era diferente, huérfana de padres, creció en hospicios y destacó por su brillantez e inteligencia, aunque tachonada de arrebatos algo infantiles. Su expediente académico era tan bueno, sin embargo, que el Mugen se fijó en ella. Y a su vez, el grupo que el doctor formó, Brujas Cinco, la acogió junto a otras muchachas en parecida situación a la suya, tras ser capaz de superar unas pruebas bastante difíciles. Luego vino toda aquella misión del Grial, y ella quiso ascender deshaciéndose de alguna que otra competidora hasta que le hicieron lo mismo a ella. Pero ya ajustaría cuentas. Por ahora estaba muy cansada y se acostó en un sofá que le preparó Petz. Ésta se alegraba de tener a aquella muchacha en casa, le parecía igual que cuando cuidaba a sus hermanas pequeñas en Némesis. Antes de que todo el horror empezase, cuando aún no estaban en la corte y ayudaba a su madre. También recordaba otra vez a Karaberasu, Dios sabe dónde estaría y si necesitaría ayuda. Petz quiso ayudar a Mimí como si se tratase de hacerlo con su propia hermana. Pudiera ser que por karma alguien se comportase con Kalie de la misma manera. Eso al menos es lo que Rei le había dicho en alguna ocasión y Petz rezaba porque así fuera. Dejó a aquella muchacha tras desearle buenas noches, pero Mimí no le respondió, ya se había dormido con un semblante bastante más feliz y aliviado del que traía cuando entró a la tienda, casi a la carrera.  Tras observarla por unos instantes, esbozando una sonrisa y acariciando suavemente ese pelo color oro viejo, Petz salió del comedor.



-Pobre muchacha. Estaba agotada. Ha debido de pasarlo muy mal.- Le comentó a su esposo.-

-Sí, eso parece. Espero que mañana Souichi pueda ayudarla, si es como ella dice.

-¿Y por qué no habría de serlo?- Comentó Petz.- Solamente hay que ver lo desesperada que está la pobre. Ha sido el karma. Seguro que algo la trajo hasta nosotros.



Zafiro se encogió de hombros. Sabía como estaba sufriendo su novia por la desaparición de su hermana. No sería él quien discutiera aquello. Menos todavía tras lo que les sucedió a Roy a Bertie y a Ami con esa historia de sus abuelos conociéndose en la Segunda Guerra Mundial o algo así. Hacía apenas dos semanas que su amigo y la hermana de su esposa estuvieron allí y se lo contaron. Comentó eso con Petz y tras charlar un poco más la pareja también se fue  dormir. A la mañana siguiente, Mimet se levantó muy animada y esperó a que Zafiro la llevase a su laboratorio. Cuando el doctor la viese seguro que podría continuar su misión, esperaba que éste le explicara qué había ocurrido. Y sobre todo estaba deseosa de echarle el guante a Tellu. Esa traidora se las iba a pagar.



-Si la veo que se vaya preparando.- Pensaba con auténtica inquina.-



Mientras tanto Daniel estaba a punto de terminar su curso pero no dejaba de pensar en aquella extraña chica. Las guerreras por su parte la buscaron inútilmente, pensaron que quizá se habría escapado de la ciudad. Como era un día de fiesta decidieron llamar al hermano de Tom para ir a dar un paseo y también a Petz. Cuando llegaron hablaron con ella y ésta les contó lo que había ocurrido las sailors no sospecharon porque de primeras no asociaron el nombre y Petz les terminó de contar.



-Pues ahora mismo Zafiro ha ido con ella a buscar a ese profesor Tomoe, - entonces fue cuando cayeron todas. -

-¡Oh no!, es ella...es Mimet....debemos detenerla.- Exclamó Usagi al darse cuenta al fin.-

-Claro- terció también Minako recordando al fin- ¡Mimi, Hanyuu!,  es el mismo nombre que usó para presentarse cuando fuimos al concurso de talentos.



 Ante el asombro de Petz, que no comprendía nada, las chicas le contaron lo ocurrido.



-Pues a mí me parece una buena chica. – Trató de defenderla Petz. -

-Tú no la conoces.  Puede parecer angelical si se lo propone. ¡Pero en el fondo es una desalmada y hará lo que sea para cumplir con lo que debe creer todavía su misión!- Espetó Rei. -

-Como una vez hicimos mis hermanas y yo. – Replicó Petz dejándolas a todas heladas añadiendo de forma más suave. - Y si nosotras cambiamos ¿por qué no iba a poder hacerlo ella?



Las guerreras no supieron que decir. Aunque fue Daniel el que intervino debido a que ya le estaba molestando el que todas estuvieran hablando mayormente en japonés.



    -Creo que me estáis ocultando algo. ¿Qué pasa con Mimet? ¿Por qué es tan peligrosa? ¿Seríais tan amables de hablar de ella en mi idioma?



Las chicas se miraron avergonzadas. Era verdad, estaban cometiendo una descortesía más que evidente. Finalmente Usagi asintió hacia las demás. Fue Minako la que le respondió al chico.



      -Daniel, eres un buen muchacho y creemos que podemos confiar en ti. ¿No es así, Petz?- Ésta también convino en ello, el muchacho no dejaba de ser hermano de Tom. De modo que le confesó a su pesar.-  Entonces escucha, verás. No somos unas chicas normales…



   Y para asombro de Daniel ellas le revelaron quienes eran en realidad. Aunque no juzgaron necesario mezclar a Petz en ello. Aun así el chico él se quedó sorprendido y las miró con incredulidad. Aquello parecía una especie de broma. Pero cuando se transformaron delante de él quedó impactado. Ahora la que se presentó como la Guerrera Venus lucía una espléndida melena rubia y sus ojos eran profundamente azules. Rei conservaba su cabellera morena azabache pero ahora tenía los ojos de color violeta. Makoto el cabello castaño y las pupilas verdes y Ami azules. Pero lo curioso es que el pelo de la que se hacía llamar guerrera Mercurio era ahora azul oscuro. Y Usagi también había cambiado de modo radical, al igual que Minako lucía un pelo de color rubio aunque tirando más al oro viejo y unos bonitos ojos azules. Desde luego que el anonadado chico prometió guardar el secreto y todos se dirigieron al laboratorio.



-¡Esto sí que es alucinante! Entonces sois una especie de súper heroínas guardianas.-Comentaba el chico en tanto se encaminaban hacia allí.-

-Algo así.- Sonrió Usagi guiñándole un ojo.-

-Mi hemano no me había contado nada de esto.- Declaró, sintiendose algo molesto.-

-No te enojes con él. No podía.- Le respondió Minako.- Prometió guardar el secreto. Es por vuestra protección.

-Sin embargo ahora, como has conocido a Mimet, no nos quedaba otra.- Añadió Makoto.-

-Tenéis que contarme alguna aventura vuestra.- Les pidió él.-

-No te preocupes, ya habrá tiempo para eso.- Repuso Rei.-



            Mientras tanto, Mimet y Zafiro llegaron al complejo científico. Él la llevó a la zona de investigación, ella enseguida vio al profesor Tomoe, un hombre atractivo de pelo blanco corto y gafas redondas. Estaba hablando con una mujer alta y de larga cabellera pelirroja. Mimet también la reconoció, sin poderse contener y ante el estupor de Zafiro, fue corriendo y gritando de alegría.



-¡Doctor, doctor, soy yo!...



Pero Tomoe la miró con cara de extrañeza y le preguntó sin comprender.



-Perdone. ¿Quién es usted, señorita?... ¿Acaso nos conocemos?



            Mimet se quedó clavada y boquiabierta por la sorpresa repitiendo más suavemente.



-Soy Mimí - y le susurró al profesor al llegarse junto a él. - Soy Mimet, doctor. Brujas Cinco, ¿recuerda?

-¿Brujas Cinco? ¿Qué es eso?- Le preguntó Tomoe sin comprender, dirigiéndose a la mujer que estaba junto a él y que observaba a la chica con ojos muy abiertos. - Kaori ¿sabes tú a lo que se refiere?-



Aunque la mujer no respondió enseguida  miró nuevamente a Mimet y le hizo una leve seña, para alivio de ésta sí pareció conocerla.



-Yo me ocupo de esto, Suochi. -Repuso entonces Kaori.- Debe de ser alguna estudiante con uno de esos proyectos que quiere presentar…



Y sin que su interlocutor pudiera replicar la mujer inmediatamente asió a Mimet por un brazo y la llevo hacia afuera ante la cara de perplejidad de ésta y la mirada de extrañeza del doctor que se quedó conversando con Zafiro, que parecía tan perplejo como él.



-¡Oye! ¿Qué haces?- Protestó la joven.-

-Ven conmigo, tú y yo tenemos que hablar....

-¡Pero suéltame!, tengo que hablar con el doctor. -Replicó la chica.-



            Aunque Kaori le indicó que se callase y la sacó bruscamente de allí para susurrarle.



-Olvídate de eso. Se acabó, ahora llevamos una vida normal y no tengo ninguna gana de que las cosas cambien.

-Pero. ¿Qué le pasa al doctor?- Le preguntó Mimet visiblemente desconcertada.- ¿Es que no sabe quién soy?

-El doctor estaba poseído por el Dimone Germanoid  pero fue liberado y no recuerda nada de lo sucedido entonces. – Respondió Kaori ahora empleando un tono más duro para añadir - Haznos un favor y vete.

-Es que no tengo a donde ir.- Objetó Mimet visiblemente desasosegada. -

-¿No has venido con Zafiro?- le preguntó su interlocutora. -

-Sí, bueno. Estaba trabajando en la tienda de su mujer. Sólo temporalmente hasta que contactase de nuevo con el doctor y mis hermanas brujas.

-Las brujas ya no existen.- Le contó Kaori dejándola impactada y añadió con visible inquietud. - Las Guerreras acabaron con ellas y harán lo mismo contigo si te encuentran aquí, debes irte.



           La joven, aun temblando afectada por esas noticias, se alejó. Su interlocutora la miraba con lástima pero no dijo más volviendo a su trabajo.



-No sé.- Comentaba Zafiro con el doctor.- Esa muchacha decía que te conocía. Souichi

-Pues nunca la había visto.- Comentó un atónito Tomoe.- Quizás estuviera en algún curso de los que he dado.

-Bueno, como trabaja con mi mujer luego la veré y le pregunto. Ahora debo irme. Ian me pedirá que le informe de mis progresos con, ya sabes…- Sonrió su contertulio.-



            El doctor asintió y vio cómo su compañero y amigo se alejaba. Entonces, al cabo de unos minutos su asistente regresó. Enseguida quiso saber.



-¿Quién era esa chica, Kaori? ¿La conocías?

-Bueno, no era lo que supuse. En realidad se trataba una antigua estudiante que venía a dar recuerdos.- Respondió ella con agilidad para zanjar aquella cuestión -...



Por su parte Mimet salió de allí totalmente perdida, ¿qué iba a hacer ahora? ¿A dónde iría? Por el momento esperaba poder quedarse junto a Petz y su marido, eran dos buenas personas. Después tendría que buscarse la vida sola. Otra vez, después de tantos años, la historia se repetía. Esa perspectiva la aterraba. Sin embargo, ese era ahora el menor de sus problemas pues fuera de allí esperaban las guerreras, todas la miraban de forma amenazante y Mimet tuvo mucho miedo.



-¿Qué…qué queréis de mí? - Pudo decir con un hilo de voz. -

-¡Hemos venido a castigar tu maldad! - Exclamó Guerrero Luna. -

-No dejaremos que hagas de las tuyas de nuevo. - Añadió Marte -

-No creas que te hemos olvidado. - Le dijo Venus con severidad -...

-Tenemos cuentas que saldar.- Intervino Júpiter de forma amenazadora. -

-No te servirá de nada intentar escapar.- Le advirtió Mercurio -...

-Yo...- pudo balbucear Mimet que temblaba de miedo.- Yo...no…



 Sabía que las guerreras debían de esperar la oportunidad de vengarse de ella y a buen seguro que no tendrían compasión. Sobre todo si habían acabado ya con toda la organización. Miró a su alrededor pero efectivamente se habían desplegado casi rodeándola y cortándole cualquier vía de escape excepto una. Entonces vio a Petz y a aquel chico que la sacó del ordenador, estaban junto a ellas mirándola con cara de sorpresa y pena.



- ¡Oh no!...¡Es una trampa!...¡pero no me entregaré!.- Exclamó corriendo de vuelta al laboratorio.-

-¡Espera! –Le pidió Daniel, sin resultado.-



Las guerreras y Petz corrieron tras ella. Pero antes de que nadie pudiese hacer nada la joven se hizo con una probeta con un cultivo bacteriológico.



- ¡La soltaré y nos intoxicaremos todos! - Amenazó desesperada, añadiendo ahora con un tono más amable y suplicante. -Petz, por favor, avisa a Zafiro y marchaos de aquí. Y tú también - agregó mirando a Daniel que la observaba boquiabierto. -Vosotros habéis sido muy buenos conmigo. Las únicas personas junto con el doctor que lo han sido alguna vez y no os merecéis esto.



            Pero Petz sin demostrar temor alguno trató de calmarla.



- Vamos, no seas niña - le pidió de forma condescendiente -...deja eso y nadie te hará daño, te lo prometo.

- ¡No! ¡Tú no lo entiendes, ellas me odian, me quieren matar!...- chilló Mimet muy asustada, señalando a las cinco sailors que estaban dispuestas a intervenir al menor descuido de la chica -...

-No, no te preocupes, son las Guerreras de la Justicia, no te harán daño,- trató de tranquilizarla Daniel. - Confía en nosotros, confía en mí, yo te saqué de la pantalla. ¿Recuerdas?

-Tú no lo comprendes,- repuso la chica sollozando de nuevo para decir. - Quizá habría sido mejor para mí el quedarme dentro. Todo lo que conocía ha desaparecido, mis hermanas Brujas, mi doctor…mi colegio...-



            Lloró a  mares sin poderlo evitar, soltando grandes lagrimas. Realmente lo sentía, a pesar de todos los complots y la rivalidad que había entre ellas, también eran lo más parecido que tuvo a una familia. Ahora ya no existían. Estaba sola y desamparada, rodeada de enemigas ansiosas de venganza y no las podía culpar. Si no había otro remedio caería pero se las llevaría por delante.



-Ahora tienes una nueva oportunidad, créeme,- le aseguró Petz sinceramente apenada. -

-Recuerdas lo que yo te dije ayer.- Intervino Zafiro con amabilidad. -

-No, ellas no me darán oportunidad.- Negó la joven con la cabeza. – Estoy condenada.

-Eso no es verdad.- Rebatió Petz acercándose hacia ella muy despacio para revelarle con sentida emoción. -¿Por qué no iban a hacerlo contigo Mimet? A mí y a mis hermanas nos la dieron. Y créeme que tú no serías peor que nosotras.



            La muchacha al escuchar aquello dejó de llorar mirándola atónita.



-Es cierto. Son nuestras amigas y les estamos muy agradecidos.- Corroboró Zafiro que confesó, para desconcierto de Daniel, dado que toda la charla se daba en japonés y él no entendía nada.- Pero hubo un tiempo en que luchamos contra ellas, igual que tú...

-Deja esa probeta Mimet, te están diciendo la verdad,- confirmó también Kaori que había salido de su despacho atraída por aquel jaleo y sintiéndose arrepentida de haberla echado de aquella manera le insistió. - Yo también he tenido una oportunidad de rehacer mi vida, y tú la tendrás, como el resto de nosotros. Perdóname, no debí ser tan brusca contigo. Tendría que haberte dado al menos el beneficio de la duda.

-Pero…- la interpelada dudó y estaba a punto de dejar la probeta, sobre todo viendo como ahora las sailor la miraban no con una expresión agresiva sino más bien con una mezcla de lástima y empatía en tanto preguntaba -.¿Es verdad eso? ¿Me dejarían volver a empezar?...

-Sí, claro que sí, si es que tú lo deseas,- le aseguró amablemente Kaori que le repitió. - Confía en nosotros, vamos Mimet...nadie te va a hacer daño...

-Pero ahora que se sabe la verdad acerca de mí, ya no me querrá nadie...- sollozó un vez más mirando a Petz mientras añadía apenada. -Lo siento, no quería engañarla pero estaba tan desesperada…y fue tan amable conmigo...

-No te preocupes por eso- respondió ésta con visible piedad. – Mira Mimí, bueno, Mimet, - corrigió ahora para proponerla con un tono teñido de amabilidad e incluso afecto. -Podrás quedarte con nosotros si quieres, o si no, seguro que aquí una chica con tus habilidades podría tener trabajo... ¿qué opina usted, doctor? Le aseguro que es muy buena profesional en el campo de la técnica informática.



Preguntó a Tomoe que en ese momento, y también sorprendido por el ruido de esas conversaciones, había salido del laboratorio.



-Bueno, necesito una chica como ayudante técnica y si Kaori la conoce y la recomienda, por mí encantado...- A lo que la aludida respondió con un visible asentimiento de cabeza. -

-¿Si? - Preguntó Mimet esperanzada dejando la probeta sobre la mesa -¡Oh doctor!… ¿lo dice usted de verdad?..

-Claro.- Sonrió Tomoe con genuina amabilidad. -Vamos, deja ya de tener miedo. No hay nada que temer....-



Petz asintió, las Guerreras parecían haberse relajado del todo y ahora asentían a su vez.



-Si estás dispuesta a cambiar, incluso hasta podríamos llegar a ser amigas.- Le dijo Usagi de forma más calmada. -

-Y esta vez de verdad...sin trampas...ni concursos,- añadió Minako con mejor talante también. -

-Claro, venga, seremos buenos amigos. - Le propuso Daniel que también se acercó.-

-Estoy muy avergonzada, lo siento mucho.- Declaró la chica.- Lo siento de veras…



 Petz la abrazó y la consoló cuando Mimet se puso a llorar derrumbándose por la tensión y aquellas emociones.



 – Perdonadme por favor, casi acabo con todos nosotros.

-¡Bueno!,- rio ahora Tomoe desvelando para pasmo de la muchacha y del resto. - La verdad es que sólo hubieras acabado con mi postre. Esa probeta tiene fermento de levadura para mi yogurt casero. Así que te agradezco que no la tirases. 



Superada aquella situación y la perplejidad por aquella revelación todos se rieron y al final hasta la misma Mimet se rio entre sus lágrimas.



-Vaya, ¡qué tonta he sido!- pudo aun balbucear la muchacha. -

-Vamos, ahora tienes que empezar de nuevo.- Le dijo Zafiro -¡anímate!..

-Tengo tantas cosas que hacer y que cambiar, que no sé ni por dónde empezar- repuso Mimet nerviosa -, me gustaría saber que ha pasado durante estos últimos años.

-Eso no es problema- intervino Usagi ahora de forma muy cordial.-  Nosotras te lo contaremos...

-Gracias a todos - sonrió la chica que asintió deseosa de que sus nuevas amistades le pusieran al corriente. -



   Entre tanto le tradujeron al atónito Daniel aquellas partes de la conversación que se desarrollaron en japonés. Volviendo a dejar al margen del relato a Petz y a sus hermanas. Entre tanto las sailor cumplieron su palabra y tras una larga charla pusieron al día a la joven. Mimet decidió trabajar con Petz hasta que ella encontrase una nueva ayudante. Era lo menos que podía hacer para pagarle su amabilidad y además dijo que trabajaría gratis. En eso su jefa se negó aduciendo que la chica necesitaría buscarse un piso de alquiler y empezar a organizar su nueva vida, y ella sabía por experiencia que hacía falta dinero. Tomoe, por su parte, le pidió a Masters que la contratase como ayudante de investigación, y el millonario no tuvo objeción. Aceptaba cualquier sugerencia del doctor o cualquier petición de éste para su investigación. En cuanto a su documentación y papeles, con las influéncias del magnate y el buen hacer en esos menesteres de Artemis no hubo ningún problema. De hecho el gato se quedó sorprendido cuando Minako se lo pidió.



-¿Estás segura, Mina-chan?- Quiso saber él, observando la expresión triste de su amiga.-

-Sí, Artemis. Le hace falta todo eso para empezar una vida normal.- Repuso ella.-

-Bien.- Convino el felino, queriendo saber con discreción.- ¿Y acerca de lo otro, continuamos investigando?

-Sí, claro. Tenemos que averiguar su paradero.- Afirmó la muchacha.-



            Y a ello se dispusieron, preparando todo lo necesario para que Mimet empezase. Aunque la ex bruja dijo querer variar un poco su nombre.



-Desde ahora, quisiera escribirlo Mimette. Queda bastante más chica.- Bromeó incluso con la propia Minako que sonrió.-

-Como tú quieras.- Convino la sailor con poco entusiasmo.-



            Y así se lo indicó a Artemis. Pasaron los días, la joven se fue adaptando y Daniel por fin terminó el curso y debía volver a EEUU. Lo cierto es que él y Mimet había congeniado bastante en ese tiempo. Tenían una afición común por los videojuegos y las hamburguesas. Ella era bastante alocada y él mucho más tranquilo desde luego, le hacía el contrapunto ideal. Mimette había conseguido incluso inculcarle al chico su afición por el patinaje. A ella siempre le había gustado. En las primeras semanas fue a practicar con Makoto que también era una entusiasta de ese deporte. El primer día que logró llevar a Daniel la sailor no pudo ir pues tenía trabajo urgente. De todas maneras eso no fue un impedimento para que lo pasaran muy bien. Mimette, ataviada con sus mallas, su jersey de medio punto y sus patines, se dejaba deslizar suavemente por la pista en tanto que Daniel se agarraba a todo lo que encontraba para evitar caerse. Ella le indicaba entre risas.



-No, ¡así no, tonto!, debes dejarte llevar y mantener el equilibrio con las piernas, mira así - y para subrayar sus palabras hizo una pequeña demostración en el centro de la pista con pirueta incluida. -

-Para ti es fácil decirlo.- Repuso Daniel tratando de mantener el equilibrio a duras penas -pero es muy complicado para mí.

-¡Ja, ja, ja!, si te vieras. - Se burló ella señalándole, para luego pedirle de forma más amable - anda, dame la mano y yo te llevaré...



   Daniel se resistía a hacerlo, le daba vergüenza. Pero al fin, los ruegos de la chica lograron que soltase las barras del borde de la pista y le diera la mano. Mimette trazó unas suaves vueltas alrededor de la cancha y cuando creyó que el joven podría mantenerse por la inercia le anunció.



-Ahora tú sólo- y le soltó la mano de él ante la acobardada expresión del chico. -

-¡No me sueltes me voy a caer!- le suplicó Daniel.-



De inmediato comenzó a trastabillarse hasta aparecer en el suelo medio espatarrado. Mimette al verlo no pudo dejar de reír. Los siguientes minutos los emplearon en levantarle del resbaladizo suelo. La joven casi se cayó también al intentar incorporar a Danny que por fin ganó un lateral que le sirvió de apoyo.



-Está claro que el patinaje no es lo mío - reconoció suspirando tras el mal trago. -

-No te preocupes yo te enseñaré, verás que pronto aprenderás.- Le animó su acompañante. -

-Que quieres que te diga, ¡donde esté una buena consola de videojuegos!- replicó él ahora con mayor entusiasmo, - ¡que se quiten todas las pistas de patinaje!



       Mimette meneó la cabeza con una sonrisa y ayudó a su fallido discípulo a salir de la pista. Ella se dio unas cuantas vueltas más dejando que él admirase su buen estilo hasta que ambos se cansaron de estar allí y se volvieron a sus casas. Así transcurrieron varias semanas. La joven también había empezado a trabajar en el laboratorio pero Daniel debía irse ya de vuelta a EEUU al término del curso. La muchacha se lo contó a Petz cierto día en el que quedaron para tomar una taza de té.



-Verás.- Le comentó cariacontecida.- Lo cierto es que Danny va a tener que irse pronto a su casa. Y… sería una lástima…Me ha dicho que le encanta estar aquí.



            Su contertulia miró a la muchacha y esbozó una sonrisa maternal para preguntarle con tono suave.



-Te gusta mucho, ¿verdad?...



            La joven no tardó en ponerse colorada. Lo cierto es que no podía negar eso. No tuvo necesidad de responder, fue Petz la que se rio un poco y añadió de modo animoso.



-No te preocupes, hablaré con Zafiro, seguro que algo podremos hacer…

-Gracias.- Sonrió la jovencita con visible alegría.-



Tras eso charlaron un poco más. Petz ya había contratado a otra muchacha para la tienda, eso hizo que Mimette no se sintiese mal cuando finalmente pasó a trabajar con el doctor Tomoe y Kaori a jornada completa. Después se despidieron. Por otro lado, Daniel pensaba en lo mismo. A pesar de desear ver otra vez a sus padres él no quería irse tan pronto de vuelta a su casa, tenía una buena preparación. Sobre todo después de la formación que había recibido y a su vez le pidió a Zafiro si podía hablar con Tomoe. Quizá podría convencerle de que le contratase también. El esposo de Petz no se hizo de rogar, sobre todo cuando su mujer le comentó lo mismo. No obstante el doctor no necesitaba a nadie en especial, pero le dijo al chico que si presentaba un buen proyecto que mereciese ser subvencionado...quizá le contratasen. Al saber esto Daniel se puso a trabajar con entusiasmo. Escribió a su familia contándoles la situación. Sus padres lo comprendieron, era una gran oportunidad. Le brindaron su apoyo deseando, eso sí, verle pronto. De esta manera el joven se dedicó con patente interés a su cometido. Con la ayuda de Zafiro y del propio Tomoe preparó un interesante proyecto de investigación. Contando también con el apoyo de Diamante, que aconsejaba a Masters, lograron que éste lo subvencionase y el muchacho pudo alquilar un piso en Tokio y seguir investigando. Así él y Mimette pudieron estar juntos. Cuando le llegó la noticia Daniel la invitó a salir para celebrarlo. Mimette aceptó encantada. Fueron como solían hacer a la sala de juegos y comenzaron una partida en la máquina de coches de carreras.



-¡Como corro!, ¡doscientos!, ¡doscientos cincuenta!, ji, ji. Esta vez voy a superar mi record.- Exclamó Mimette muy contenta -...

-¡Cuidado con esa curva!,...- señaló Daniel -....

-No te preocupes le tranquilizó la chica que, girando con rapidez,  logró salir bien de ella - ¿Lo ves?, soy la mejor....

-No olvides que luego me toca a mí....- Sonrió el chico bastante confiado. -

-No serás capaz de ganarme, ya lo verás…- pero Mimette no pudo evitar a otro de los coches y chocó, se vio a un monigote salir despedido del coche y tocarse la cabeza mientras le salían un par de chorros a modo de lágrimas...la pantalla se iluminó con el Game Over - ¡Oh! vaya,- dijo contrariada. - Creía que esta vez lo iba a conseguir....

-Ahora voy yo, fíjate y aprende...- le indicó Daniel que comenzó a jugar pasando sin problemas las pantallas iniciales y acercándose rápidamente a la puntuación de Mimette...- ¿Lo ves?, el secreto está en mantener el coche hacia el centro de la carretera...-le explicó él que sorteó sin problemas un par de bólidos que le llegaban a toda prisa. -

-No lo haces nada mal.- Admitió la risueña chica con una pícara sonrisa y las manos atrás, pero cuando Daniel iba a sobrepasarla ella le tapó la pantalla con las manos.- ¡Se ha hecho de noche, ja, ja!

-¿Pero qué haces?,- exclamó él sorprendido y algo enfadado -¡Me voy a chocar!- y efectivamente, se escuchó la musiquita característica del Game Over y Mimette retiró las manos. Daniel había quedado sólo 100 puntos por debajo de ella. -

-¡Ya te dije que no me ibas a ganar!…- rio la joven.-

-Eso es trampa, no volveré a jugar contigo - declaró él bastante molesto. -

-No te enfades,- le pidió ella con un tono conciliador.- Te invito a una hamburguesa...

-Con una hamburguesa no harás que te perdone - aseveró Daniel con gesto severo para añadir. – No Mimette, en serio. No está bien hacer trampas. Ni en el juego ni en nada. Al menos así me han educado a mí.

-Lo siento mucho. – Repitió la chica con voz más seria ahora y bajando la mirada. No creía que Daniel se fuera a enfadar tanto por lo que ella consideró solo una pequeña broma, aun así pudo añadir a modo de consternada confesión. - Verás, desde que era pequeña me las tuve que apañar sola y luego en Brujas Cinco. Desgraciadamente allí la que no jugaba sucio no duraba mucho.



            Daniel la miró con gesto atónito, quizás se hubiera pasado. Tampoco era una cosa tan grave y había herido a la pobre muchacha. Seguramente ella no había conocido otra cosa hasta ahora y durante el tiempo que la había estado tratando al parecer hacía visibles esfuerzos para cambiar. Al menos eso le dijeron Minako y las otras. El chico aún se quedó más preocupado cuando la observó mirar hacia el suelo con la cabeza gacha y suspirar casi con sollozos.



      -Hice muchas cosas malas, algunas terribles.  De esas que no dejan dormir por las noches. Lo único que quiero es olvidar. Danny, te suplico que me perdones.

-Bueno.- Pudo decir él sintiéndose ahora bastante mal, pero recobrando un tono más jovial al agregar. - Me lo pensaré. Si te portas bien conmigo. Con que tengas un gesto bastará.



Ahora fue ella la que se le quedó mirando sin comprender, aunque al poco tiempo debió de ocurrírsele algo puesto que se aproximó al muchacho.



-¿Y con esto? - Inquirió Mimette besando a Daniel en la mejilla aunque acto seguido se puso colorada. -

-¡Ejem!- pudo dijo el chico también algo sonrojado. - Bueno, eso sí que puede hacer que te perdone, a ver, repítelo...-



Cuando obedientemente Mimette se dispuso a besarle de nuevo él se apartó para que el beso fuera a los labios, y se juntó hacia ella para hacerlo más profundo. Tras unos segundos la joven se apartó muy colorada. Daniel sonrió y la sujetó de una mano para susurrarle.



-Ahora sí que te perdono. ¿Lo ves? También puedo tomarte por sorpresa si quiero.

-¡Ah! yo. - Mimette no sabía que decir, la gente que jugaba a su alrededor les miraban divertidos. - Yo, yo...esto no me lo esperaba, me da mucha vergüenza.



            El chico la miraba con intensidad. No lo podía negar. Estaba totalmente enamorado de esa muchacha. Pensó en lo que hubieran hecho su padre y su hermano en una situación así. Y entonces se lanzó.



-Pues no deberías avergonzarte de eso. Te quiero tonta...y quiero preguntarte algo.- Le confesó Daniel que se volvió a aproximar hacia ella -

-¿El qué?- quiso saber ella aún muy azorada. -

-¿Tienes algo que hacer el resto de tu vida?..

-¿Qué, qué quieres decir?-Le interrogó la chica, que estaba confusa para añadir. – Luego si quieres podemos ir al karaoke. Mañana tenemos el día libre y hoy podemos estar hasta tarde.



Pero aquel muchacho le sonreía de una forma algo extraña, diríase que él también estaba colorado.



-Te estoy pidiendo que te cases conmigo. - Le desveló él posando las manos en sus hombros con suavidad -...

-¿Yo?....- exclamó Mimette señalándose a sí misma -... ¿Casarme… contigo?...

-¡No veo a nadie más aquí a mi lado!- Rio el chico insistiendo con tono entre meloso e impaciente. -Anda…dime que sí...

-No sé si estoy preparada... ¿podría pensarlo? - Pidió ella sin salir de su asombro, -

- ¡Oh!, claro que sí. Es una decisión muy importante, así que te doy diez segundos...- repuso él sin inmutarse.

-De acuerdo.- Asintió sonriendo. -Vale, ¡me casaré contigo!...- Exclamó sonriente.-

 Daniel sin esperar ni un segundo la levantó en brazos y dio vueltas con ella ante las miradas de sorpresa y simpatía del resto de la gente del local.



-¡Vamos a celebrar la noticia!, - exclamó el muchacho – y esta vez invito yo a las hamburguesas...



            Durante la comida Mimette miraba muy feliz a su prometido, pero enseguida dejó de sonreír, parecía que algún inconveniente había cruzado por su mente tras sopesar aquello con más calma.



-Daniel.- Le preguntó ella con la voz más seria - ¿Crees que estaremos preparados para casarnos tan jóvenes?

-¿Y por qué no íbamos a estarlo, Mimette? Hay parejas que se han casado mucho antes que nosotros y han sido muy felices juntos. Yo te quiero y no hay nada que me haga más feliz que poder casarme contigo.

-Tengo tantas cosas que recuperar...-objetó ella que parecía insegura - no sé si estoy lista, quizás si tuviésemos algo más de tiempo.

-¿Cuánto tiempo necesitarías?- le preguntó él inquisitivo y algo inquieto. -

-No lo sé...puede que un año o quizás dos. Pero podemos seguir saliendo juntos como novios, incluso vivir juntos, sería una buena idea.

-Tienes razón,- convino el chico reconociendo que era algo precipitado -así estaremos seguros, esperaremos hasta que tú me digas.



            Daniel recordó que sus padres a buen seguro le irían a censurar por apresurarse en algo tan importante. Y deseaba pedírselo a la chica con un anillo y todo eso. De modo que asintió. Mimette se abrazó a él y le respondió muy emocionada.



-Gracias Daniel, eso es muy importante para mí...

-Lo único que deseo es que seas feliz,- repuso cariñosamente él. -

-Feliz.- Repitió ella casi con un susurro para suspirar con tintes de pesar. -Ya creía que nunca podría serlo. He malgastado tanto tiempo de mi vida. ¡Hice tantas cosas estúpidas!

-No debes entristecerte por eso- dijo Daniel tratando de animarla. – Ahora has comenzado de nuevo.

-Me refiero a mí y a las personas que me rodeaban, mis hermanas, mi vida. ¡Qué tonta he sido! - Se lamentó con un poso de amargura.-

-¿Tus hermanas no viven ya aquí? - Le preguntó Daniel curioso.-

-Por lo que me contaron las Guerreras todas murieron en la lucha, - respondió Mimet cariacontecida. -Yo misma tengo remordimientos por ser culpable, al menos en parte.

-Pero, ¿por qué?- le inquirió Daniel sorprendido. -Tú no tuviste la culpa de eso.

-No, eso no es verdad. Sí que la tuve. - Rebatió ella que movió la cabeza con los ojos llorosos. -Tú no sabes toda la historia, Dany.

-¿Qué tengo que saber? - le inquirió él muy llevado por la curiosidad. -



            Su contertulia respiró hondo y le aclaró.



-Mis hermanas en realidad no eran hermanas de sangre. Nos criamos juntas en un orfanato y como éramos buenas estudiantes obtuvimos una beca para el colegio Mugen.

-Bueno, pero eso no es nada malo,- declaró aliviado él. - Hay mucha gente que es huérfana, a mí no me importa eso.- Y dicho esto abrazó a Mimette que apoyó su cabeza en uno de sus hombros. -



      La chica trataba de reunir el valor suficiente como para proseguir. Ya no quería ocultarle más cosas al que deseaba que fuese su esposo. Bastaba ya de mentiras y atajos en su vida. Pero tenía que arriesgarse con la verdad. Aun a riesgo de perderle. Eso pensó y finalmente se decidió a añadir con pesar y voz trémula.



-Pero, eso no es todo y tengo miedo de que si te lo cuento dejes de quererme. Ya te lo dije antes. Son cosas malas, algunas terribles, de las que no me dejan dormir.

-No temas, debes confiar en mí, te prometo que eso no ocurrirá.- Le aseguró el chico deseoso de escuchar lo que tuviera que decirle.- Y contárselo a alguien seguro que te ayuda.

-Yo confió en ti y te quiero mucho, por favor, créeme si te digo que estoy muy arrepentida de lo que hice.- Insistió la chica con visible desasosiego en cuanto se atrevió a enfrentar su mirada a los ojos de él. – Te lo juro…ahora pienso que ojalá no lo hubiese hecho.

-Te creeré, en cualquier  cosa que me digas, de verdad,- le aseguró Daniel estrechándola en sus brazos con fuerza.- ¡Vamos! Confía en mí.



            Aunque la joven temblaba de inquietud, Mimette recibió así la confianza y el valor suficiente para contarle a Daniel la verdad.



-Verás- comenzó a decir con voz insegura. - Mi hermana mayor, Eudial, fue la que nos condujo al Mugen y nos enseñó todo lo que sabemos en nuestro trabajo. Pero, cuando empezó la misión, nos volvimos ambiciosas, yo quise ocupar el puesto de mi hermana y lo conseguí.

-Pero eso puede ocurrir,- terció Daniel tratando de quitarle hierro al asunto.- La ambición no es buena si excede ciertos límites, pero al fin y al cabo...- Mimette no le dejó terminar y tapándole los labios con dos dedos prosiguió -...

-¡Yo maté a mi hermana! - confesó ahora entre sollozos.- Saboteé los frenos de su coche. Y ocupé su lugar...



            Daniel estaba incrédulo, abrió la boca realmente impactado, era incapaz de hablar. Y antes de que pudiera hacerlo Mimet siguió contándole su historia.



-Cuando el doctor quiso relevarme a mi vez traté de impedirlo pero mi hermana Tellu lo descubrió y fue ella la que me encerró en aquel ordenador. Vagué a través de circuitos informáticos y programas gimiendo en soledad y pidiendo ayuda. Tuve tiempo de pensar en todo lo que había hecho y en arrepentirme. Luego apareciste tú, después de salir tuve mucho miedo de que me castigasen, pero, al ver como todos me abristeis los brazos, entendí que podía comenzar de nuevo mi vida. Sobre todo gracias a ti.



            Sin embargo el chico guardó un significativo silencio…ella le miraba con expresión suplicante en sus grandes pupilas anaranjadas. Su novio estaba manteniendo ahora una lucha interna. Los valores que de siempre le inculcaron sus padres chocaban frontalmente contra aquello. Por supuesto que él le había prometido a esa chica que la apoyaría fuera lo que fuera aquello que le iba a confesar. Sin embargo, jamás se esperó algo con eso. Al fin, creyó recordar algo, al menos de las clases en la parroquia. Y tras aquellos tensos momentos dijo al fin.



-Eso es algo…realmente terrible, sí. No te voy a engañar. No lo esperaba. Pero sé que te arrepientes de verdad y yo te quiero mucho Mimette - declaró Daniel al fin suspirando y acariciando su pelo - y eso que me cuentas ya es cosa del pasado, debes olvidarlo. Mira el ejemplo de Zafiro y Petz. Ellos siempre dicen que les dieron una segunda oportunidad. Yo no sé exactamente a qué se refieren pero debes hacer como ellos. Además, si Minako y las otras te han perdonado es que han visto lo bueno que hay en ti. Ellas dicen que la mejor manera de salir adelante es cambiar de manera de ver la vida y ayudar a los demás. Estoy de acuerdo con eso. Yo estaré a tu lado para ayudarte y lo haremos juntos.

-No sabes cuanto significa oírte decir eso para mí. Muchas veces tengo pesadillas. - Le confesó ella abrazándose a él en busca de ternura. -

-Estoy seguro de que a partir de ahora no las tendrás nunca más, y si eso ocurre yo estaré junto a ti para despertarte, - le susurró él acariciando de nuevo su pelo con dulzura. -

-¡Cuanto te quiero Daniel!- balbuceó ella rompiendo a llorar y ambos se fundieron en un abrazo.-  Gracias por no renegar de mí.

-Viviremos juntos y seremos muy felices, ¡ya lo verás!- Le aseguró su contertulio con una sonrisa mientras enjugaba las lágrimas del gracioso rostro de su novia y ahora prometida. – Haremos las cosas bien, y podrás compensar con creces lo que fuera que hiciste entonces.

-Sí, te prometo que lo haré.- Sentenció ella.-



            Y con esa promesa la muchacha sonrió realmente aliviada y feliz. Al menos tendría la oportunidad de enmendarse y compensar al mundo por todo lo malo que hizo. Así fue, pasó un año. Las cosas les iban bien. Se adaptaron a vivir juntos, al compartir muchas aficiones y formas de ser. A lo único a lo que no llegaron aún fue a tener relaciones íntimas completas debido a la educación de Daniel. De todos modos Mimette lo agradeció. Nunca en su vida tuvo tiempo para eso y le asustaba un poco. Por lo demás, podía decirse que ambos eran optimistas y muy vitales. Cuando no estaban trabajando se divertían cantando en el karaoke. Había que reconocer que Daniel cantaba muy bien, aunque no tanto como su hermano pero se desinhibía mucho haciendo duetos con Mimette que le contó que cierta vez quiso ser una ídolo y que casi lo consiguió. La chica sí que tenía mucho rodaje en el karaoke y le encantaba la música disco. Su novio tenía un gusto similar y, como a su hermano, le gustaban bastantes de los clásicos de los ochenta y noventa. Durante ese tiempo además Mimette hizo buenas migas con sus compañeros de trabajo. Era divertido verles cantar en los karaokes o jugar al twister. También con las guerreras, en especial con Minako con la que también  compartía algunas aficiones e intereses y con la que pareció congeniar. También se hizo muy amiga de Hotaru, la hija del doctor. La chica acudía muchas veces al laboratorio a ver a su padre y las veces en las que éste estaba ocupado pasaba ratos charlando con Mimette. A ésta no le pasó desapercibido el poco aprecio que esa sailor tenía por Kaori. Más si cabe cuando supo que el profesor y su ayudante estaban saliendo juntos. De hecho, una de esas veces, Hotaru llegó a visitar a su padre pero se encontró con Kaori que estaba en la sala de trabajo donde estaba ella con su novio.



-Buenos días.- Le saludó la asistente con amabilidad.-



            Aunque la joven se limitó a ignorarla, sonriendo en cambio cuando vio a la joven pareja.



-¡Daniel, Mimette! Me alegro de veros… ¿Sabéis si mi padre está muy ocupado?...

-Creo que estaba en su despacho, revisando unos informes.- Le respondió Daniel.- Aunque no estoy muy seguro.

-Tu padre aún tiene para bastante rato.- Terció Kaori que parecía molesta por ese desplante pero se esforzaba por ocultarlo.-Quizás un par de horas.

-Gracias, pero no te he preguntado a ti.- Repuso la niña con cara de pocos amigos.-



            Su interlocutora no dijo nada, se limitó a suspirar y a darse media vuelta alejándose de allí. Hotaru movió la cabeza con desaprobación y una vez se marchó Kaori, sentenció.



-¡Estúpida!…Siempre tiene que estar metiéndose en lo que no le importa…



            Daniel y Mimette se miraron algo apurados. Aquella escena desde luego no había sido nada agradable. El muchacho entonces compuso una sonrisa y les preguntó a  ambas.



-Voy a por algo de comer. ¿Os apetece que os traiga alguna cosa?

-¡Ay sí, cariño! - Exclamó Mimette, con tintes entusiastas.- Trae unos batidos de fresa. Aquí tenemos pastas y un poco de tarta que hice. Podemos tomar algo. ¿Te apetece, Hotaru?

-Sí, gracias.- Sonrió ésta con un tono mucho más amable ahora.- Me encantan tus tartas.



            Y en tanto el muchacho iba a por las bebidas su novia hizo un hueco en su abarrotada mesa y acercó un par de sillas invitando a su amiga a sentarse…



-Bueno, ¿Qué tal todo? ¿Habéis tenido que enfrentaros a algún villano últimamente?- Inquirió Mimette.-

-Bueno, tras lo del meteorito y esos ataques de los secuaces de Gralas, hemos estado tranquilas.- Se sonrió Hotaru.-

-¡Sí, claro!- Rio su interlocutora, desde luego ella sabía perfectamente lo que fue aquello.- ¡Qué tonterías pregunto, ja, ja! No, me refería a vosotras, si todo os va bien en vuestras vidas normales.- Le preguntó ahora con un poco más de seriedad.-



            Entre tanto Mimette se levantó haciéndose con un envase que abrió sacando un platito con algo de tarta, usando unos platos de plástico sirvió un trozo a su invitada y se puso otro ella.



-¡Qué buena pinta tiene!- Declaró Hotaru.- ¿No le dejamos algo a Danny?.

-Él ya comió mucha hace un rato.- Contestó despreocupadamente Mimette ofreciéndole a su invitada.- ¡Anda, pruébala y dime qué te parece!





            Esa tarta de tono amarillo y ribetes blancos parecía muy apetitosa. Hotaru enseguida aceptó un tenedor de plástico que su contertulia le acercó y probó una pequeña porción. Asintió con gesto iluminado para remachar.



-¡Está muy rica!..

-Gracias- sonrió Mimette afirmando divertida.- Es muy tarta favorita, de limón con nata y jengibre. Creo que le tengo tomada la medida. Todavía recuerdo cuando hice una para alguna que otra estrella de cine a la que quería conocer.

-Podrías dedicarte a la repostería. Habla con Makoto y seguro que te ficha para su negocio. - La halagó su interlocutora que recapituló sobre la pregunta anterior para responder.- Y en cuanto a nosotras estamos bien. Ya sabes, Haruka y Michiru siempre están por ahí metiéndose en líos y en cuanto a Setsuna la echamos mucho de menos. Eso de irse con Lornd a su planeta. Pues bueno. Creo que él iba a pedirle que fuera su esposa y la reina de los saiyajin.

-Sí, eso sí que es un cambio de vida.- Repuso Mimette en tanto tomaba también algo de tarta.-



            En eso que llegó Daniel con los batidos. Tras sentarse junto a las chicas y servirse unas pocas pastas se unió a la conversación, declarando.



-Lo cierto es que sois todos sorprendentes. Cuando mi hermano me contó al fin algunas cosas de su mujer y del resto no lo podía creer.

-Es verdad que todas las guerreras son impresionantes. Yo pude comprobarlo cuando me enfrentaba a ellas.- Afirmó Mimette que, sin embargo, añadió con un tinte de seriedad poco común en ella.- Pero, ¿Sabes lo  más importante, Danny? ¿Lo que de verdad hace que las admire tanto? A ellas y a nuestros amigos…



            El chico la observó con interés, deseando que le diese la respuesta, lo mismo hizo Hotaru y la joven enseguida sentenció.



-Todos son buenas personas, todos se aprecian y se quieren y han sabido empezar de nuevo. Las guerreras les dieron una oportunidad a muchos de ellos, lo mismo que a mí. Y han sabido dejar atrás lo que sucedió en el pasado.

-Sí, es cierto. – Convino el muchacho para decir con tinte reflexivo.- Tom me contó que Connie y sus hermanas lo pasaron muy mal y que lucharon mucho por adaptarse a una nueva vida y, sobre todo, redimirse. Eso no debe ser nada fácil.

-Puedo comprenderlas muy bien.- Asintió Mimette, que ahora miró a Hotaru y tras sonreírla con afecto le dijo.- Todas nosotras…las cuatro hermanas, Esmeralda, y yo misma, e incluso Kaori, tenemos eso en común.



            Hotaru no respondió, aunque al escuchar ese último nombre apartó la mirada, fue entonces cuando Mimette puso una mano sobre las de la jovencita y le pidió con tinte amable.



-Por favor, sé que es duro para ti, pero dale una oportunidad. Sé que te trató mal, pero ninguno somos ya lo que fuimos…



            La muchacha no respondió, aunque ya había terminado la tarta y entonces miró su reloj. Sonriendo con un gesto algo forzado pudo decir al fin.



-¡Vaya!, se ha hecho tarde. Mi padre tiene que haber acabado ya. Muchas gracias por la tarta.

-De nada, ven cuando quieras.- Contestó amablemente Mimette.-



            La interpelada asintió y tras levantarse y hacer una leve inclinación a  modo de despedida se marchó. Su contertulia suspiró mirando a su novio…



-Espero que no se haya molestado conmigo.- Le dijo.- Quizás me he metido en lo que no me importa. Es que da pena por Kaori.

-No, que va.- Afirmó Daniel.- Creo que en el fondo, aunque no lo evidencie, Hotaru agradece tu consejo.

-Se lo he dicho como lo siento. Es duro cambiar tanto, ser otra persona.- Comentó ella que, enseguida recobró su talante jovial de siempre para sentenciar.- Pero a mí me encanta ser quién soy ahora.

-Y a mí me encantas tú.- Aseguró el chico dándole un sorpresivo beso en los labios.- Y quiero pedirte algo…



            Y la muchacha le miró con extrañeza. Ya le pidió matrimonio y había aceptado, aunque quizás Daniel deseara que se casasen ya. De todos modos le interrogó con la mirada y él le desveló.



-Me gustaría mucho que vinieras a conocer a mis padres. Hasta ahora les he hablado de ti cuando fui de visita a casa. Les enseñé fotos, pero ya sabes cómo es la familia. Los dos están deseosos de verte en persona.

-Bueno.- Pudo sonreír apuradamente ella.- En mi caso no tengo mucha idea. Ya sabes que no conocí a mis padres.



            El chico maldijo su desliz, eso era cierto, enseguida se disculpó pero su novia movió la cabeza con gesto de buen humor.



-Tranquilo. Sé lo que quieres decir. No te preocupes. En cuanto tengamos unos días me gustaría ir contigo a conocerles.



Daniel sonrió visiblemente contento. De hecho, también ella estaba entusiasmada, aunque se sentía nerviosa y deseaba gustarles a los padres de su chico. Se sabía muy alocada y quiso hacer un esfuerzo por serenar su carácter. Durante ese tiempo y tutelada por Tomoe había retomado sus estudios y quería convertirse en una valiosa miembro de la Masters Corporation. Tenía todavía en su mente las cosas que absorbió estando dentro del ordenador pero ahora deseaba aprobar realmente una carrera. Esperaba poder ascender y lograrlo de la forma correcta sin eliminar a nadie por el camino. Tras un tiempo al fin, tuvieron unas vacaciones y se decidieron a hacer ese viaje a América. Se pusieron en marcha y cuando tras un largo vuelo llegaron al aeropuerto Kennedy de Nueva York los padres de Daniel les aguardaban. Nada más verles llegar los señores Rodney corrieron a abrazar a su hijo. El viaje que el chico hiciera a Japón que se suponía solamente para unas semanas se había alargado extraordinariamente y de ser un muchacho poco desenvuelto y que nunca había pisado más allá de su hogar, había pasado a ser un hombre confiado y con una estupenda chica con la que ya compartía su vida. Sus padres estaban muy orgullosos aunque ansiaban conocer a la joven que había obrado en su hijo tal transformación. Debía de ser una mujer fuera de lo común.



-Cariño, ¡cuánto me alegro de verte!- Exclamó Sarah pletórica de alegría.-

-Yo también tenía muchas ganas de volver a veros, mamá. Hacía ya un par de meses desde mi última visita.- Repuso él visiblemente emocionado. -

-¿Dónde está tu novia?- preguntó William a su hijo. - ¿Ha podido venir al fin?

-Claro que sí. Está allí,-  indicó éste señalando a Mimette que aguardaba con las manos entrelazadas a unos pocos metros atrás.- ¡Vamos para allá!



            Los tres bajaron hasta donde estaba aquella muchacha, ella se presentó muy educadamente bajando con levedad su cabeza.



-Hola. Soy Mimette Hanyuu, la prometida de su hijo, encantada de conocerles. ¿Cómo están ustedes, señores Rodney?

-Muy bien, gracias. Lo mismo te decimos, querida. - Replicó la madre del muchacho.- Es una gran alegría para nosotros que hayas podido venir al fin.

-Vaya, así que tú eres la famosa Mimette - declaró William complacido -nuestro hijo nos ha escrito mucho hablándonos de ti. Trabajas con él ¿verdad?

-Sí, tengo un título de licenciada en informática y ahora estoy estudiando bioingeniería.- Respondió ella con timidez. -

-¡Qué chica más lista!- dijo Sarah con aprobación aunque matizó algo más preocupada. - Pero dime una cosa. ¿No crees que eso de casarse ya es algo precipitado?

-No, mamá - intervino Daniel - Ya lo hemos pensado todo, tenemos trabajo y casa.

-No me refiero solamente a eso, - matizó Sarah que quiso saber -¿Ya os conocéis bien?..- volvió a preguntarle a Mimette -¿Qué opinan tus padres de esto?...

-Bueno, yo no tengo padres, señora. - Musitó la muchacha con tono triste, - soy huérfana, también perdí a mis hermanas.



            Tanto William como Sarah la miraron apenados y la apurada madre de Daniel corrió a disculparse.



-Lo lamento muchísimo, querida. No tenía ni idea, perdona si he sido poco oportuna.

-No quise mencionarlo cuando hablamos.- Se disculpó Daniel.-

-De todos modos, eso no es culpa tuya. Desde luego pareces buena chica.- Añadió el padre del joven afirmando.- Seguro que cuidarás bien de nuestro hijo...

-No se preocupe por eso- sonrió de nuevo Mimette.- Le cuidaré muy bien.

-Papá, ¡que ya no soy un niño!- se defendió Daniel -

-Ya lo creo que sí. Al menos para mí, - le contradijo jovialmente su madre poniéndole colorado. Eso hizo que todos se rieran. -

-Bueno, ahora vayámonos a casa. El viaje en coche es largo pero ya verás cómo te gustará.- Le aseguró Daniel a su novia. -



  Efectivamente, tras más de tres horas de viaje llegaron al fin. Mimette se sentía algo cansada empero olvidó esa sensación y quedó absorta contemplando la inmensidad de los campos de trigo que rodeaban la región. Al llegar a la casa, aquella le pareció una autentica monada. Era muy grande y con una amplia superficie verde a su alrededor. Tras instalarse y asearse un poco fueron a  cenar. Durante la velada charlaron con animación.



-Connie me habló de lo bonito que era este sitio. Pero creo que se quedó corta. – Dijo con admiración la joven invitada para satisfacción de sus anfitriones.-

-De modo que conoces a nuestra nuera.- Inquirió Will.-

-Claro, qué cosas tienes.- Repuso su esposa mirándole con divertida reprobación.- ¿No recuerdas que ellos se han visto varias veces ya?...

-Sí, es verdad.- Pudo contestar el padre de Daniel.- ¡Qué cabeza la mía! Y además las dos sois japonesas, ¿Verdad?...

-Sí, señor. –Dijo ella con rapidez.-

-Y dinos, querida. ¿Cómo os conocisteis tú y nuestro chico? Él apenas nos ha contado nada sobre eso…-Quiso saber la señora Rodney.-



            Mimette se sintió algo envarada. Tampoco sabía muy bien que decir, recurrió a tratar de ser natural y contestó con lo más parecido a la verdad que pudo.



-Bueno, nos conocimos en el planetario.

-Yo estaba allí durante aquel curso que me dieron los de la Masters, haciendo unos diseños gráficos.- Terció enseguida su novio.-

-Es que a mí siempre me interesaron mucho las estrellas.- Añadió Mimette, aunque desde luego no las estrellas que sus futuros suegros imaginaban, claro.- Fue el destino.- Remachó la chica esbozando una sonrisita algo nerviosa.- Estaba encerrada en un ordenador, por trabajo.



Eso produjo perplejidad en sus anfitriones y expresión entre atónita e incrédula de su novio. Pese a que Daniel enseguida reaccionó afirmando.



-Sí, Mimette se pasaba la vida metida en los ordenadores, incluso más que yo... ¡Ja, ja!..Ya sabéis a qué me refiero.

-¡Claro!- Sonrió William creyendo entender.- Eso no es bueno, hay que salir, divertirse un poco, sois muy jóvenes para estar todo el día con esos aparatejos.

-Lo cierto es que podría decir que era como vivir dentro de él.- Añadió la joven con tono jovial.-  No saben cuánto le agradezco a su hijo que me sacara de aquello.



            Los Rodney rieron interpretando aquello como una ocurrencia de la muchacha. Fue Sarah la que le dijo en tono de alabanza.



-Y hablas muy bien nuestra lengua.

-Es que en el laboratorio de la Masters el idioma de trabajo es el inglés.- Repuso la interpelada.-

-Realmente eres una joven muy preparada. Igual que Constance. - Intervino Will con un asentimiento de aprobación afirmando con orgullo.- Nuestros hijos han sabido elegir muy bien.



            La muchacha agradeció esos halagos ruborizándose de forma marcada. Aquello todavía gustó más a sus anfitriones. De ese modo la joven pareja pasó allí una semana tras la que tuvieron que volver a Japón. En ese tiempo ella se esforzó de veras, logrando causar a los padres de Daniel una magnifica impresión. Y es que realmente su carácter había cambiado mucho. Ya no tenía nada que ver con la inmadura chica que trabajase para Brujas Cinco. Pese a mantener esos arranques de jovialidad e incluso alegría infantil en ocasiones. Sin embargo ahora era más juiciosa y sensata. Así, cuando estuvieron de vuelta decidieron que ya podrían casarse. Dieron la noticia a todos que la recibieron con mucha alegría y llamaron a la familia, al cabo de pocos meses todo estuvo dispuesto. Esta vez fueron los familiares de Daniel los que viajaron a Japón. Sus padres llegaron en avión. Estaban muy emocionados y contentos. Daniel y Mimette se ocuparon de recibirles de forma muy solícita.



-Espero que hayan tenido buen vuelo.- Les dijo la chica.-

-Bastante largo. Estaba preocupado por si este cacharro se quedaba sin gasolina.- Declaró Will de un modo que hacía difícil discernir si lo decía en broma o en serio.-

-Pues ya que habéis venido aprovecharemos también para enseñaros algunos sitios muy bonitos. Entre ellos en santuario Hikawa.- Terció Daniel.- Allí vive Rei, que es la sacerdotisa y una gran amiga. Sobre todo de Tommy y de Connie.

-Sí, sabemos quién es.- Afirmó William.-

-Una muchacha muy agradable.- Añadió Sarah.-

-Pues en cuanto nos instalemos y vengan mi hermano y mi cuñada, nos reuniremos con ellos.- Le comentó Daniel a su novia, con el asentimiento de sus padres.-



            De modo que una vez que encontraron hotel para los Rodney, Daniel y Mimette aguardaron al día siguiente a que llegasen Tom y Cooan. Estos se presentaron pronto. Mimette se sorprendió de lo parecido que era Daniel a su hermano mayor al que no había podido  ver en bastante tiempo. Pensaba en que ella y sus hermanas nunca se parecieron en nada, con eso de ser de distintos padres, en fin. También le hizo ilusión volver a ver a la hermana pequeña de Petz, que además era la mujer de Tom, ¡qué suerte!, serían cuñadas y tras haberla conocido en acción, luchando contra los invasores, aún se alegró más pues Connie, como la llamaban allí, fuera de la batalla era una chica muy agradable. A ésta también le cayó bien Mimette, unas noches antes de la boda ambas charlaron acerca del matrimonio y de cómo eran sus respectivos marido y prometido. Además Cooan, conociendo el pasado de la chica, no vio justo ocultarle por más tiempo el suyo y le había contado su experiencia contra las Guerreras. Mimette se quedó muy sorprendida, nunca hubiera imaginado que pudiesen tener tantas cosas en común. Ahora  al recordar el comprensivo gesto de Petz cuando la defendió ante las sailors pudo entender los motivos. Sobre todo cuando su benefactora le aseguró que ella también podía tener una segunda oportunidad.



-Luchamos encarnizadamente como enemigas, pero ellas me enseñaron lo que de verdad cuenta en el mundo. El amor y la amistad. Luego nos hicimos muy amigas y ellas me ayudaron mucho a mí y a Tom, así como a otros amigos a luchar contra el mal. Incluso antes de que las tropas de ese Gralas se presentasen aquí.

-Vaya, ¡me he perdido tantas cosas! ,-suspiró Mimette, lamentándose de seguido. -Y ahora me arrepiento de haber hecho muchas otras. Tú por lo menos tenías contigo a tus hermanas cuando volviste a empezar. Yo hasta me deshice de una de las mías. Pese a que no fueran hermanas de verdad…

-Pero nos tienes ahora a todos nosotros, y ya estás en la familia. ¡Verás cómo te gustará! - La animó Cooan. -

-De eso estoy segura- sonrió la joven que, no obstante, pudo decir con tono algo inquieto. - Pero estoy tan nerviosa, ya deseo que llegue el momento. Sin embargo, me da miedo…

-Eso nos ocurre a todas, tranquila – La animó solidariamente su futura concuñada posando una de sus manos sobre las de la chica. -

-¿Te gusta mi traje de novia? - Quiso saber Mimette que abrió uno de sus armarios y se lo enseñó. Era de un color blanco inmaculado, de manga corta y se adornaba con muchos borletes.-

-Es muy bonito- opinó Cooan valorándoselo mientras se lo sobreponía a la muchacha. -Te estará muy bien, vas a ser una novia muy guapa...

-Te lo agradezco.- Sonrió su contertulia. - Eres muy amable. Igual que tu hermana Petz, ¿sabes?- le confesó algo cariacontecida. - Me gustaría tener junto a mí a alguna de mis hermanas. No me porté bien con ellas y ahora lo lamento tanto. Pero ya es tarde, demasiado tarde para arrepentirse. - Sentenció apenada. –

                       Su interlocutora la miró con algo de compasión. Podía entenderla muy bien. Al principio ella misma estuvo sola. Al menos hasta que las otras se fueron uniendo poco a poco a su nueva vida. Y al hilo de aquello, le preguntó con curiosidad.

-Cuando dices que no eran tu hermanas de verdad…
-Éramos huérfanas.- La interrumpió Mimette para explicar.-Verás, desde que era niña crecí en un orfanato. No recuerdo a mis padres. Era tan pequeña  cuando me dejaron allí que pensé que esa era mi casa. Lo cierto es que allí conocí a Eudial. Crecimos juntas y nos apoyábamos unas a otras. Eudial erra la mayor y nos enseñó a todas las demás. Luego, unos años antes de enfrentarnos con las guerreras, fuimos admitidas en el colegio Mugen. Allí nos unimos a  Tellu, Viluy y a Cyprine Teníamos algunas cosas en común. Un cociente intelectual elevado, interés por las ciencias y sobre todo, ningún pariente que nos echara de menos. Al principio estuvo bien, estudiamos allí y aprendimos muchas cosas luego, poco a poco…
-Supongo que el mal se apoderó de vosotras. Os corrompería como nos ocurrió a mis hermanas y a mí.

            Mimette suspiró. Le hubiese gustado limitarse a asentir, dándole la razón a su interlocutora. Pero decidió que no estaría bien mentir. Ya no. Había empezado una nueva vida y se había jurado ser honesta y sincera con sus nuevos amigos.

-¡Ojalá pudiera poner esa excusa! La realidad fue que nos volvimos ambiciosas y muy hipócritas. Dándose cuenta o no, el profesor alentó aquello. Siempre decía que haría ejecutiva a la más brillante de entre nosotras. Y debo admitir que esa era Eudial. Con el tiempo pasé de admirarla a envidiarla. La hicieron jefa de nuestra división, las Brujas Cinco. Ese nombre se le ocurrió a ella.- Sonrió levemente para agregar con voz queda.- Fue la primera encargada por el doctor de ir a buscar los talismanes. ¡Y por lo que Usagi y las otras me contaron hace poco, lo logró! Llegó a tenerlos en su poder, por lo menos dos de ellos. Les costó trabajo derrotarla y fui yo quien se ocupó de darle la puntilla, traicionándola de la peor manera.- Suspiró.-

            Cooan se percató enseguida de cuan mal lo estaba pasando Mimette que tenía los ojos lloroso, pese a esforzase por no derramar lágrimas. Asintió y le dijo con tono amable.

-Que te sientas mal al contarlo es señal de que te has arrepentido y que ya no eres así.
-Lo que daría porque eso no hubiese pasado, y que ninguna hubiéramos caído en aquello. No es que fuera demasiado feliz en el orfanato, pero al menos entonces fui inocente.- Se Lamentó Mimette, agregando con pesar.- Y tuve una hermana, no de sangre, pero sí de hecho. Y la perdí.

Viendo tan afectada a esa pobre chica Cooan quiso levantarle la moral y tomó la palabra.

-¡Cuenta conmigo!- La animó - a partir de ahora seremos como hermanas, yo nunca tuve una hermana pequeña a la que ayudar o aconsejar, me gustará mucho la experiencia.
-¿De verdad?- Exclamó la muchacha, visiblemente contenta - ¡Qué alegría!,- y sin poderse refrenar se abrazó a  su contertulia que se rio divertida. -


             Tras hablar durante mucho rato Mimette se durmió presa del cansancio. Cooan la dejó descansar, los siguientes días serían muy intensos. Por fin, llegó el momento, la boda se celebró teniendo a Zafiro como padrino y a Petz como madrina. Mimette quería agradecer así a ambos la confianza que le dieron. Los dos aceptaron encantados. También asistieron  el doctor  y Kaolinite. Ésta, tras haberse casado a su vez con el científico, ahora se llamaba Kaori Tomoe. Las guerreras fueron invitadas aunque por motivos diversos la mayoría no pudo ir, pero tanto Minako como Hotaru, sí que asistieron.


-Enhorabuena.- Les felicitó sinceramente la guerrera Venus una vez terminada la ceremonia.-


            Y es que Minako había sido capaz de superar aquello. Le dolió darse cuenta al principio que, desde que la vio, Daniel solamente tuvo ojos para Mimette. Incluso todavía ahora se sentía triste estando al lado de ese magnífico chico y sabiendo que no podría llegar a nada más que a una buena amistad. Eso no era poco, se decía, pero su corazón seguía sufriendo. A veces llegó a pensar que eso era injusto que su ex enemiga hubiera tenido tanta suerte. Aunque enseguida se censuró a sí misma.



-Soy yo la más injusta.- Pensaba.- Mimette ha cambiado, desea ser una buena persona y ayudar a los demás. Y yo, en fin...mi responsabilidades no me permiten mantener ese tipo de relación.



            Aunque tampoco le permitían hacer otras cosas y ella, pese a todo, e incluso en contra de las órdenes recibidas había seguido indagando en el paradero de Kalie. Tanto que ya la tenía ubicada. Aprovecharía tras esta celebración, pretextando su agenda de ídolo en auge, para viajar a los Estados Unidos y verla en compañía de Artemis. Todo evidentemente bajo el más estricto secreto. Ajeno a eso, el novio le contestó.



-Muchas gracias.- Sonrió Daniel afirmando con visible reconocimiento.- Es entre otras personas, gracias a ti, que Mimette y yo nos conocimos. Siempre te lo agradeceré.



            Minako esbozó una leve sonrisa. Asintió despacio y saludó a la nueva señora Rodney. Por su parte Hotaru, que se estaba convirtiendo en una atractiva adolescente, se aproximó a su vez.



-Os deseo que seáis muy felices. Lo merecéis.

-Muchas gracias.- Sonrió Mimette que se encontraba radiante.-

-Enhorabuena.- Añadió Tomoe uniéndose a la conversación.-

-Muchas gracias, doctor.- Repuso la emocionada joven.-

-Me alegro mucho por ti y por Daniel.- Convino Kaori.-



            En otro lado, Tom se aproximó a Minako y Daniel que también charlaban.



-¡Felicidades hermanito!, ya estás tan pillado como yo.- Le saludó haciéndole una afectuosa carantoña.-

-Pues sí, Tommy, ¡y me siento el tipo más afortunado del mundo! - Afirmó él con patente alegría.-

-Os dejo.- Sonrió nuevamente Venus.- Tendréis cosas de familia de las que hablar. Voy a saludar a tu flamante esposa, Danny.-

-Muchas gracias por venir.- Le dijo el chico.-

-A ti por invitarme.- Repuso la muchacha que se alejó de allí.-



            Minako se apartó del bullicio para refugiarse en un apartado rincón y enjugar sus lágrimas. Pese a todo sonrió. Volvió a decirse.



-Sabes perfectamente que no debes involucrarte.



            Y es que bastantes problemas tenía con el otro asunto que la preocupaba. Enseguida se reintegró a la celebración y felicitó a su antigua enemiga. Ésta se lo agradeció como al resto. Al fin y tras la celebración Daniel y Mimette se despidieron de sus familiares y amigos y se marcharon rumbo a su viaje de novios. Eligieron visitar algunas de las islas de los mares del Sur aconsejados por Tom y Cooan que tenían un grato recuerdo. Pero antes había anochecido y ambos se disponían a acostarse. Tanto uno como otro no tenían experiencia en lo que venía después, aunque se lo imaginaran. Ella se sentó en la cama y bastante colorada se dispuso a quitarse su vestido. Daniel también comenzó a quitarse su traje de una forma más rápida e impulsiva, estaba con muchas ganas de acostarse con Mimette, pero también muy nervioso por hacerlo bien. La muchacha por su parte se desnudaba lo más despacio que podía, parecía costarle desprenderse de su vestido. Cuando por fin lo hizo, quedándose en ropa interior al igual que su marido le dijo a éste con un tímido susurro.



-Por favor, Daniel, ¿podrías apagar la luz?...

-¿Cómo?- replicó él algo aturdido, desde luego no se esperaba eso. Aunque viendo el gesto suplicante de su ya esposa concedió. - Vale, como quieras.- Se levantó y apagó la lámpara que pendía sobre ellos para preguntarle a ella lo más suavemente que pudo. - Ya está, ¿mejor así?..

-Sí, gracias…es que soy muy vergonzosa. Al menos para esto. - Se disculpó la joven con una sonrisa nerviosa.-



            Era curioso que una chica tan extrovertida como ella, y con esos deseos quizás inconscientes de llamar la atención tuviera ese pudor, pero así era. Mimette terminó de desnudarse en la oscuridad, sintió como Daniel se acercaba a ella, el chico también despojado por completo de sus ropas estaba a punto de tocarla cuando ella le dijo



-Daniel, tengo que decirte algo....

-Dime, cariño.- Le susurró él al oído -

-Es que yo....bueno...yo no tengo experiencia en estas cosas. - Le confesó la cohibida chica. - Nunca lo he hecho y estoy muy nerviosa.

-No te preocupes por eso Mimette. No pasa nada y, ¿sabes una cosa? - Le confesó con tono distendido. -Yo tampoco.

-¿Tampoco?- replicó ella aturdida - entonces, ¿crees que sabremos hacerlo bien?..

-¡Ja, ja, ja!, claro que sí- Le dijo él riendo de su ocurrencia, afirmando. - Eso es instintivo, vamos, creo yo.

-Tengo un poco de miedo.- Admitió la joven acurrucándose en la cama para confesar algo desasosegada - no quiero defraudarte.

-A mí me ocurre lo mismo, he oído que la primera vez os duele y no quiero hacerte daño.- Replicó él, ahora con cierta preocupación. -

-Pero tendremos que hacerlo, todas las parejas lo hacen,- le dijo su esposa que ahora suspiró esperanzada. - Además, tengo mucha curiosidad, pero quiero que sea algo bonito...

-Lo va a ser, estoy seguro, cariño....

-¿Me abrazas?,- le pidió ella con la voz queda -



            Daniel abrazó a su mujer con suavidad, ella se relajó lo bastante para dejar de acurrucarse y ambos notaron el calor del otro.



-Te quiero mucho Mimette - le susurró el chico al oído -

-Yo también te quiero.- Fue la lógica respuesta de ella. -



      Finalmente, ambos se dispusieron a pasar lo mejor posible su primera noche, dejándolo todo al instinto y al amor. La cosa no fue del todo mal y en las siguientes noches de su viaje de novios fueron perfeccionando la técnica. Tras la Luna de Miel, Masters les trasladó a EEUU para que trabajasen allí, junto con Tomoe y Kaori que habían sido trasladados antes. Así pasaron un par de años, Mimette y Daniel, aparte de informática estudiaron ingeniería genética y tuvieron una hija, Mimí. Cuando su esposa le dio la noticia el chico era el tipo más feliz del mundo.



-¡Vamos a ser padres! – Proclamaba a voz en grito.-

-Tranquilo, Danny- se reía su mujer algo azorada a su vez.- ¡Te va a dar un infarto!

-No lo creo.- Rebatió él besando a la chica en los labios con apasionamiento.-

-Tenemos que ir a trabajar.- Le recordó ella, pese a todo encantada con la reacción de su esposo.-

-Podríamos llamar al doctor y pedirle el día libre.- Le propuso él.- No todos los días se puede celebrar una noticia así.



            Aunque Mimette movió levemente la cabeza y tras suspirar le contestó.



-Creo que es mejor que todo siga como siempre. Mi mayor deseo es que tengamos una vida totalmente normal. Y que todo transcurra con tranquilidad. Tendremos el fin de semana para celebrarlo. Además, estoy loca por darle la noticia al doctor y a Kaori.

-Lo que tú quieras, cariño.-  Repuso el entusiasmado chico.-



            Así lo hicieron y desde luego que Tomoe y su mujer les dieron una cordial enhorabuena. Mimette charló durante un rato con la esposa del doctor, en una de las pausas para el almuerzo.



-Estoy realmente ilusionada.- Le confesaba.-

-Es algo realmente maravilloso.- Asintió su interlocutora añadiendo con un cierto poso de tristeza.- ¡Ojalá que Souichi  y yo podamos imitaros pronto!

-Claro. ¿Por qué no? - La animó Mimette.-

-Ya sabes, mucho trabajo y poco tiempo libre.- Pudo sonreír su compañera que extinguió esa expresión al musitar.- Y luego… ya sabes… tengo un poco de miedo.

-¿Miedo por qué? ¿Es al embarazo? Eso es natural.- Le dijo su contertulia, admitiendo eso sí.- Bueno, un poco incómodo. Aunque todavía no he empezado a devolver por las mañanas, ni me he hinchado como un globo. Pero todo llegará.



            Kaori movió la cabeza, no era eso lo que la inquietaba. Al fin se decidió a confesar con un hilo de voz.



-¿Cómo se lo tomaría ella?



            Ahora fue Mimette quién le dedicó una mirada entre incrédula y sorprendida.



-¿Te refieres a Hotaru? Por favor, Kaori, sé que no os lleváis bien, pero la conozco y ella ni siquiera pensaría en desearte el menor mal si eso ocurriera.

-Tengo miedo de que no recibiese bien el tener un hermano o una hermana. Sobre todo siendo yo la madre.- Balbuceó una llorosa Kaori ahora.- A mí no me importa que me trate mal. Lo merezco, es justo que me devuelva todo lo que le hice…pero si tuviera un bebé...y ella..

-No digas eso. No sé si todavía tenéis una mala relación pero opino que no debería tratarte así ya. Has demostrado con creces que has cambiado.- La apoyó Mimette tomándola delicadamente por los hombros para agregar.- Y estoy convencida de que sería todo lo contrario. Si tuviera un hermanito o una hermanita le quería de corazón. Hotaru no es mala.

-No deja de ser la Guerrera de la Destrucción.- Suspiró una aun inquieta Kaori.-

-Estoy convencida de que te equivocas en eso.- Insistió Mimette que enseguida se ofreció.- Y si algún día llegara el caso, cuenta conmigo para apoyarte.

-Gracias.- Pudo sonreír su compañera.-



Así dejaron aquello. Y los meses pasaron, Mimette llevo un embarazo bastante tranquilo. Apenas sí pidió la baja por maternidad cuando tan solo le restaban unas semanas para salir de cuentas. Al final todo fue bien. Tuvo  una niña preciosa, morena de pelo rizado y con los ojos entre ámbar y melocotón de su madre a la que llamaron Mimí. Lo cierto es que Mimette le había tomado cariño a ese nombre y quería que alguien en la familia lo llevase de verdad. Pasaron unos años y durante ese tiempo se esforzó realmente mucho en ser una buena madre y en ir ascendiendo en su carrera. Al fin también acertó en su vaticinio, cuando muy poco tiempo después que ella misma, Kaori quedó embarazada y dio a luz una niña a la que pusieron de nombre Keiko. Hotaru enseguida se encariñó con su hermana. Aunque en un principio no le gustó la idea de que llevase el nombre de su difunta madre. Pese a todo era una ricura de cría y ni siquiera la temida Guerrera de la Destrucción, pudo resistirse a su encanto. De hecho eso hizo que su relación con Kaori mejorase. Por su parte Mimette al igual que su esposo, se habían convertido en unas de las más valiosas piezas del equipo del doctor. La muchacha logró establecer muy buena relación con sus compañeros. Pese a sus quizás excesivas concesiones a la jovialidad. Lo único que quizás quedaba de la vieja Mimette era ese espíritu tan infantil a veces, pero que templaba mucho ahora anteponiendo siempre a su pequeña. Daniel también demostró ser un padre implicado y en general se las arreglaban para ser felices. A medida que proseguían con su trabajo y sus estudios educaban a su hija lo mejor que podían. Les encantaba llevarla de paseo al parque y jugar con ella durante horas, aunque por razón de sus ocupaciones, lo hacían menos de lo que quisieran. Un momento maravilloso fue cuando la niña comenzó a caminar, al principio se levantaba de forma torpe, luego se tambaleaba. Mimette la sostenía lo bastante como para que intentase dar el primer paso. Animaba a su hija con mucha dulzura.



-Vamos cariño, un piececito aquí- la niña avanzó su pie derecho unos pocos centímetros mientras su madre la ayudaba a afianzarlo en tierra. - Ahora el otro - Mimí movió su otro pie y sonrió abriendo su boquita. -



            Al fin su entusiasmada madre consiguió que la niña anduviese un pequeño trozo, cuando la cría se cansó la levantó en brazos y giró con ella.



-Muy bien, tesoro… ¡ya has aprendido a andar! Verás cuando se lo diga a papá. ¡Mimí lo ha conseguiiiido! Exclamó Mimette con voz de falsete levantando en brazos a la pequeña y besuqueándola con pasión maternal.- ¡Sii!



            Al volver a casa y contárselo a Daniel él también se alegró muchísimo, fue un día de celebración, e incluso Mimette improvisó una tarta. ¿Por qué no? Pasaron unos meses más y la niña ya era capaz de andar bastante bien. Todo transcurría de una forma plácida y feliz. Los años pasaban. Aunque la pareja no tuvo más hijos. El trabajo era muy absorbente y querían dedicarse a su pequeña de forma adecuada. Ambos habían ascendido en sus puestos y ya dirigían divisiones dentro de la Masters Corporation. Mimí tenía ya cinco años, pero pronto y cuando menos podían esperarlo ya, las sombras del pasado se les echarían encima. Sucedió que a casa de Daniel y Mimette comenzaron a llegar anónimos. No llevaban destinatario y podrían ir dirigidos a cualquiera de los dos, pero la muchacha creyó que iban dirigidos a ella. El primero ponía... ¿te gustan las sorpresas?....y el segundo, unos días después... ¿te gustan la incertidumbre y la desconfianza? Eso les preocupó pero no demasiado pues creyeron que era simplemente una broma pesada. Pero lo que les dio miedo de verdad fueron los anónimos siguientes. Tienes una hija muy bonita, ¿te gustaría conservarla? "¿Tienes miedo por lo que pudiera sucederle a la niña?...Mimette estaba muy asustada, incluso apenas comía. Mirando a su hija jugar ajena a todo no podía evitar preocuparse. Aquello podría ser únicamente una broma de mal gusto, pero ¿Y si no lo era? ¿Pudiera ser que algún miembro de la competencia quisiera que ellos le entregasen secretos de la Masters? Y deseosa de desahogar esa ansiedad se lo dijo a Daniel, éste trató de tranquilizarla...



-No temas, esos anónimos llegan aquí porque alguien conoce nuestra dirección. Masters nos pondrá vigilancia y yo no dejaré que nadie os haga daño...Y si hace falta nos mudaremos de casa.

-Tengo mucho miedo, me resulta todo muy familiar. No sé por qué, pero así es. – Replicó ella con voz temblorosa - Hay que vigilar a Mimí, no dejes que nadie se acerque a ella, ¡por favor Daniel!

-No te preocupes...no le harán nada, ni a ti tampoco.

-No me preocupo por mí. Es por nuestra hija.- Respondía la agitada joven.-

- Te prometo que nada malo le va a pasar a Mimí. Anda, tenemos que ir a trabajar, pero antes llevaremos a la niña al parvulario.- Afirmó Daniel tratando de calmar a su esposa.-

-Sí, desde ahora iremos los dos con ella,- dijo Mimette con un tono bastante preocupado- -

-No, cariño, - le rebatió Daniel que solía ocuparse de aquello, arguyendo con tranquilidad.- No podemos dejar que esto nos asuste de tal modo que nos haga estar tan nerviosos. La niña se daría cuenta y eso sería malo para ella. Mira, yo la llevaré...- Ella quiso replicar pero su marido no la dejó. - Hazme caso, será mejor. Tú ve a trabajar, el coche de Masters vendrá a recogerte, estarás segura....

-Pero, no quiero que Mimí esté sola, ¿y si le hacen algo en la guardería? - Repuso Mimette muy asustada -

-Confía en mí, yo me ocupo,- le insistió Daniel tratando de calmarla. -Cuando me vaya he pedido que la vigilen varios guardaespaldas.- Su interlocutora pareció tranquilizarse con esto y dejó el asunto en manos de su esposo -



            Mimette asintió aunque en cuanto pudo telefoneó a su amiga Hotaru. Ésta, pese a que  era la hija del doctor Tomoe y estaba terminando su propia carrera de enfermería y medicina, además de ayudando a veces a su padre en el laboratorio, seguía siendo la mismísima guerrera Saturno, la poderosa guerrera de la destrucción. Pese a aquel nombre tan poco halagüeño, esa joven de casi veinte años ya conocía a Mimette desde niña. Había tenido relación con el pasado de ella y tras su rehabilitación, e inclusión en el equipo de su padre, ambas habían hecho una buena amistad. Agradecía a su vez los esfuerzos de Mimette para acercarla con su madrastra. De modo que aprovechando que estaba de visita por el país Mimet trató de localizarla.  Hotaru que apreciaba bastante a ésta y a Mimí no tardó en llegar a su casa. Cuando Mimette abrió se encontró con una joven de media melena morena y unos penetrantes ojos violetas, alta y esbelta. La hizo pasar enseguida y se abrazaron con fuerza.



       -¡Cuánto me alegro de verte Hotaru!

-Lo mismo digo - sonrió ésta que, sentándose junto a su anfitriona, trató de tranquilizarla al ver el gesto que tenía de visible ansiedad. - Ahora cuéntame con detalle lo que ha pasado y no te preocupes. Te ayudaré en lo que sea.



Mimette sonrió reconfortada. Para ella aquello significaba mucho. No desconocía lo poderosa que era esa muchacha, en apariencia tan normal. Incluso ahora que estaba por su cuenta. Las otras sailors del sistema exterior, por lo que ella sabía, no se encontraban cerca. De Haruka y Michiru no había tenido noticias en bastantes años. Seguramente estarían de vuelta en el futuro o yendo a su aire y Setsuna estaría con su esposo Lornd, cumpliendo su papel como reina de los Saiyajin en Nuevo Vegeta y cuidando de sus propios hijos. En cualquier caso, Hotaru se bastaba sola para ayudarla. Mimette no quiso molestar a su cuñada Connie puesto que ésta, siendo como era la Dama del Fuego, tenía pese a todo unos hijos propios a los que cuidar y al parecer llevaba años sin luchar como Justiciera. De modo que se centró en explicar lo sucedido a Hotaru. En cuanto pudo puso al corriente a su interlocutora de todo y ella la observó sin decir una palabra hasta que Mimette concluyó. Entonces la Guerrera Saturno sí que dijo.



      -En un principio creo que con la seguridad de la empresa debería ser suficiente. No obstante me quedaré por aquí unos días. Tengo vacaciones. No te preocupes.



Aquello pareció animar mucho a su contertulia. Mucho más relajadas pararon pues a abordar otros temas. La sailor recordaba divertida aquellos concursos de karaoke que Mimette, Daniel y su padre montaban tras el trabajo. Siendo ella niña le encantaba escucharles, aunque siempre fue muy tímida como para participar. Lo único que ensombrecía aquello, recordaba ahora Mimette, era la presencia de la esposa del doctor, Hotaru no la soportaba, al menos entonces. Con visible curiosidad se decidió a preguntarle.



       -¿Qué tal va tu relación con Kaori? Espero que las cosas sean más fáciles ahora.



            Hotaru suspiró. Aquel tema no le era agradable todavía, además ella solía guardarse sus sentimientos para sí. No le gustaba expresarlos. De todos modos sabía que podía confiar en Mimette. Siempre que visitaba a su padre en el trabajo su amiga había contribuido a limar asperezas y eliminar parte de ese mal ambiente que la muchacha sufría cuando su madrastra estaba cerca. Así pues, suspirando admitió.



      -Nunca le he perdonado su comportamiento cuando yo estuve poseída por Mistress Nine. Aún recuerdo lo cruel que era conmigo. Pero también es verdad que Mistress Nine la eliminó y a veces pienso que no sólo fue ella la que lo hizo. Que parte mía también lo deseaba. En algunas ocasiones me siento culpable por ello. Pero cuando luego Diamante la rescató y ella se casó con mi padre, bueno. Mis viejos recuerdos afloraron y no podía soportar tenerla como madrastra. Pero debo de reconocer que desde que volvió fue una persona totalmente diferente. Admito que muchas veces la hice sufrir simplemente a modo de venganza. Sin embargo, ella siempre quiso congraciarse y sé que quiere a mi padre. Después, cuando nació mi hermanastra y quiso llamarla como mi madre…

-No lo encajaste bien, ¿verdad?- Comprendió Mimette -.

-Yo era aún una niña y creí que lo hacía para que se olvidase el recuerdo de mi madre, y entonces la odié todavía más. Pero después comprendí que su intención era precisamente la contraria. No me interpretes mal, yo adoro a mi hermana Keiko. Siempre la he querido. Pero en ese momento estaba muy confusa. Aunque ahora nos llevamos mucho mejor. Te lo digo de verdad.- Pudo remachar esbozando una sonrisa. -



Mimette sonrió también, se levantó y trajo un poco de tarta acompañada por dos tazas de té. Desde luego y con los años consiguió la receta de la madre de su esposo y ella la había perfeccionado incluso más. Ofreció un poco a su huésped que aceptó encantada. Charlaron más  durante un buen rato. Daniel entre tanto llevó a la niña al parvulario, allí la dejó dándola un beso y asegurándose de que llevaba todas sus cosas en la mochilita. Pero, antes de irse vio como una mujer, de pelo castaño oscuro y bastante atractiva, se acercaba a ella, se esperó a que ésta llegase y le preguntó con desconfianza.



-¿Quién es usted?..¿Por qué se acerca a mi hija?..

 -No se preocupe, soy Melissa Prentis, la maestra de Mimí, – replicó la mujer que acarició la cabeza de la niña.-



            Ésta sonrió abrazándose a las rodillas de la recién llegada, lo corroboró sus palabras.



-¡Hola!, señorita Melissa....- la saludó Mimí muy contenta, Daniel se tranquilizó visiblemente, incluso se sintió algo tonto y se apresuró a disculparse. -

- Lo siento, estoy un poco nervioso. Disculpe mi tono. Me preocupa la seguridad de Mimí. - Le confesó con inquietud –



             Ante el sorprendido gesto de la maestra él le contó en voz baja para que su hija no se apercibiera.



- Verá, hemos recibido amenazas, ¿sabe? Anónimos....y uno de ellos se refería a nuestra hija, mi mujer y yo tenemos miedo. He contratado guardaespaldas, si ve por aquí a unos tipos trajeados vigilando no se preocupe, serán ellos. Le pido si es tan amable que le preste una atención especial a la niña por si ve a algún extraño acercársela.

-No se preocupe, - se apresuró a contestar aquella mujer. - Vigilo a todos los niños y a ella la vigilaré estrechamente. Se lo puedo asegurar.

-Gracias, siendo así me voy más tranquilo - Repuso Daniel  arrodillándose ahora con una gran sonrisa para desearle a su niña. – Qué tengas un buen día, cielo. Luego te vengo a buscar.

- Adiós papá, – saludó la niña con su manita. -



Después la cría le dio la mano a Melissa, que se la llevó dentro del parvulario. Más tranquilo Daniel se fue al trabajo pero no sabía que toda su conversación era vigilada. Sin embargo pasaron varios días sin ningún problema, ya no llegaron más anónimos. Hotaru cumplió su palabra y estuvo por allí durante ese tiempo. Le encantaba pasar ratos con la niña.



-Hola cielo.- La saludaba con patente alegría y afecto cuando fue a recogerla de la guardería una vez.-

-¡Hola tita Hota!- Replicaba la pequeña, para quién pronunciar el nombre completo de la sailor era tarea casi imposible.-Mira. ¿Te gusta? - Le enseñó un dibujo que había hecho en la guardería.-

-Es muy bonito - Alabó su interlocutora, al ver esos tres monigotes, en tanto la niña le explicaba.-        -Papi, mami y yo…

-Es una niña muy lista.- Terció una mujer bastante atractiva que se aproximó dando los buenos días en tanto se presentaba como la maestra de Mimí.- Soy Melissa Prentis…

-Encantada. Me llamo Hotaru Tomoe, soy una amiga de la familia. Sus padres me encargaron de recogerla hoy.- Repuso la sailor.-

-¿Tomoe?- Se sorprendió aquella mujer que la observó con gesto desconcertado para añadir de inmediato.- Juraría que ese apellido me suena.

-Bueno, mi padre es un científico bastante conocido. Quizás sea eso.- Replicó su interlocutora que también se extrañó un poco de esa reacción.- Puede ser que haya oído su nombre en las noticias.

-Sí, eso debe de ser.- Sonrió su contertulia que, haciéndole un gesto a la joven le pidió.- ¿Podríamos charlar un momento a solas?..

-Claro.- Concedió Hotaru dejando a Mimí durante unos instantes en el interior de la clase.-



            Y siguiendo a la maestra fuera de la misma esperó a que Melissa hablara. Ésta lo hizo con tono de inquietud.



-Verá. No sé si debo dejar que usted se lleve a la niña., No me interprete mal, pero es cuestión de seguridad. Sus padres me dijeron que tenían miedo de que pudieran tratar de hacerla daño o de raptarla. Además, hoy no veo la escolta que suele estar cerca de aquí.

-Hoy no eran necesarios al venir yo. Pero no tema, comprendo su posición. ¿Qué pruebas quiere usted?- Inquirió a su vez la sailor.-

-Llamaré al padre de la niña y si usted es quién dice ser, me lo confirmará. Lo lamento, pero comprenda que no puedo arriesgarme, No la conozco de nada.

-Lo comprendo y me alegro de que actúe de ese modo.- Sonrió Hotaru haciéndose cargo de eso para agregar con más jovialidad.- Llame usted y ya verá como le digo la verdad.



            Melissa así lo hizo, con su teléfono móvil marcó el número de Daniel. Él tenía una reunión en la empresa pero pese a ello, al ver el número de la maestra enseguida atendió la llamada. Tras tranquilizarla al respecto de Hotaru la profesora se despidió y, con una sonrisa algo apurada le dijo a su interlocutora.



-Lamento haber dudado de usted, le pido disculpas..

-No, no hay nada de lo que deba disculparse. Ha hecho usted muy bien, como toda buena maestra que se precie, se ha preocupado de sus alumnos.- Declaró su contertulia con simpatía.-



            Las dos entraron de nuevo a clase y allí Mimí sorprendió a la sailor y a su maestra con un dibujo de ellas dos, junto a la cría y un corazón.



-¡Para ti, tita Hota!- Exclamó muy contenta.-

-Gracias cariño.- Sonrió la aludida tomándola en brazo y dándole un beso en esas mejillas redonditas y coloradas que la cría exhibía.- Bueno, ahora dile hasta mañana a tu señorita.

-¡Adiós, señorita Melissa! - Repuso la niña con tono alegre.-

-Hasta mañana cielo.- La despidió jovialmente su profesora.-



            Y Hotaru salió con la pequeña de la clase y del colegio. La llevó hasta el coche que había alquilado y tras ponerla atrás sujeta a la sillita especial se subió por el lado del conductor y arrancó en dirección a casa de los Rodney. Por el camino fue charlando un poco con la cría.



-Así que esa es tu señorita ¿eh? Parece que la quieres mucho.

-Sí, la seño Melissa es muy buena.- Replicó la niña añadiendo con entusiasmo.- De mayor yo también quiero ser una seño, como ella y como mi primita Idina y la tita Connie…

-¡Qué bien, tesoro! – Declaró su contertulia.- Seguro que serás una seño estupenda.

-No mandaré deberes, solamente dibujos.- Afirmó la cría.-

-¿Y no quieres ser como tus papás?- Quiso saber Hotaru, con tono entre divertido y curioso.-

- Bueno, también.- Afirmó la pequeña.-



            Eso hizo reír a su interlocutora. Enseguida pensó en Keiko, su hermana tendría aproximadamente la edad de la hija de sus amigos quizás un año menos. Así se lo hizo saber a la niña, informándola también.



-¿Sabes que a mi hermanita le gustaría trabajar con sus papás de mayor? Le gusta mucho la bata blanca que se ponen.- Recordaba con una amplia sonrisa.-



            Pensaba en que, en las pocas veces que había visto y hablado con su hermana, la cría le dijo aquello, lo que también le hizo mucha gracia. Suspiró ahora. ¡Ojalá pudiese ver más frecuentemente a Keiko! Y ahora ya no se trataba de que tuviera más o menos desavenencias con Kaori. De hecho, siguió el consejo que tanto Mimette, como sus amigas y compañeras guerreras le dieran hacía ya años. Poco a poco, dado que le costó incluso vencerse a sí misma, fue haciéndose más accesible a esa mujer que se había convertido en su madrastra. Pero fue nacer la niña y causar en Hotaru una gran conmoción. ¡Era su hermana! Y descubrió que la quería muchísimo. Eso hizo más fáciles las cosas. Ahora eran más sus obligaciones de guerrera y sus estudios que otros motivos los que impedían que visitase regularmente a su familia. En ello meditaba cuando la vocecilla de Mimí la sacó de sus reflexiones.



-¿Tú también quieres ser como tus papás, tita Hota?

-¡Eh! Sí, sí claro, ¡a mí también me gusta llevar bata blanca! - Rio.-



            Así llegaron a la casa de la familia, la sailor detuvo el coche y liberó a la niña de su sillita, la sacó del vehículo y de la mano llegó hasta la puerta. Al llamar fue Mimette la que abrió. Acababa de llegar del trabajo.  Daniel estaba en camino. Ella recibió a su hija con muchos besos, levantándola en brazos y preguntándole por el día. La niña le contó todo sobre los dibujos que hizo y la conversación que había mantenido con su tita. Eso hizo reír a las dos adultas.



-Vas a tener que estudiar mucho, mi amor.- Le dijo Mimette a su hija que asintió despreocupadamente.-



            Y sin más pasaron dentro. Le dieron de merendar a la niña y la dejaron ir a su habitación a jugar. Al poco llegó Daniel y Hotaru les contó lo sucedido, alabando a la señorita de Mimí.



-Bueno, teniendo a alguien así al cuidado de vuestra hija estoy más tranquila, pese a ello no os descuidéis.- Afirmó Mimette.-

-No lo haremos, puedes confiar en ello.- Aseguró Daniel.-

-Tendré que ir un día para conocerla en persona y darle las gracias.- Comentó su esposa.-

-La verdad es que me ha parecido una mujer muy agradable.- Declaró Hotaru.-

-Sí que lo es, cariño- Añadió Daniel dirigiéndose a su esposa.- . Por eso, además de ir a saludarla quizás hasta llevarle una de tus tartas. ¡La pobre se lo merece!



Su contertulia sonrió y pasaron a charlar de otros temas. Así, transcurridos unos días sin ningún tipo de incidentes Hotaru tuvo que marcharse despidiéndose de la pareja y de la pequeña Mimí a la que también quería mucho. Para la niña, su tita Hota era una especie de heroína, y eso que no sabía quién era en realidad. Pero ésta siempre que la veía le contaba historias muy entretenidas de hermosas chicas con trajes de minifalda que luchaban contra el mal. Mimette y Daniel por su parte se tranquilizaron pero, por si acaso, mantuvieron a los guardaespaldas para acompañarla a casa de todas formas. Mimette todavía no había tenido ocasión de ir a conocerla. Su turno coincidía casi por entero con el horario escolar de su hija. . Pero estaba considerando pedir un día libre para conocer el sitio y cerciorarse de la seguridad. Aunque Daniel le insistía que él consideraba que la niña estaba a salvo, la maestra era muy amable y siempre estaba junto a su pequeña que la había tomado mucho cariño. Desde luego, había cumplido su palabra, la vigilaba estrechamente y era muy cariñosa con la niña. Sin embargo, un día que la joven estaba ocupada con un niño que se había caído, un par de enmascarados penetraron en el parvulario y capturaron a Mimí dándose a la fuga con rapidez en un coche. Melissa se percató demasiado tarde y llamó corriendo a Daniel. Él llegó enseguida, luego cuando reunió el valor suficiente y se lo dijo a Mimette ésta rompió a llorar muy angustiada. Aquello había debido ser obra de profesionales dado que los dos guardaespaldas estaban en el suelo, adormecidos por sendos dardos tranquilizantes. Pero lo peor fue que Melissa les entregó un sobre cerrado con una nota que, al parecer, aquellos tipos dejaron sobre la mesita de Mimí en la clase. En un cuarto y a solas lo consultaronUn anónimo que rezaba lo siguiente. ¿Te gusta la emoción? "Tú vida por la suya, esta noche en el viejo puente, ven sola Mimette....llamaremos para decirte la hora." “Ah y tráete doscientos mil dólares”



            Cuando leyeron la nota Daniel se empeñó en ir con su mujer...pero Mimette le dijo que no, se oponía categóricamente. No quería poner en peligro a su hija. El dinero no era problema, tenían ahorros y lo que les faltase podían pedirlo prestado. Al fin llamó el teléfono, lo  descolgaron preocupados, Daniel se puso pero se tranquilizó, reconoció la voz de Melissa...



-¡Cuanto lo siento!, ¡ha sido culpa mía!, pero si nada más la dejé sola unos minutos y sólo estaba a diez metros. - Afirmó y su voz sonaba muy angustiada. -

-No se preocupe, usted no ha podido hacer nada - le respondió Daniel para aliviarla. - Incluso dejaron fuera de combate a escoltas profesionales. ¿Qué podría haber hecho?- Se hizo cargo comprensivamente cuando escuchaba a la maestra llorar a través de la comunicación para sentenciar. - Nosotros nos ocuparemos....

-Si puedo ayudar, lo que sea, dígamelo, ¡por favor! - Le pidió Melissa que hablaba con un profundo tono de desasosiego tras sus lágrimas -...

-No gracias...de verdad- le aseguró Daniel.- No se preocupe, todo se arreglará.

-Mañana iré a verles, no quiero que lo afronten solos.

-Muchas gracias, eso sí que vendrá bien, aunque espero que mañana todo estará resuelto.- Contestó él -

-Estoy segura de ello- dijo Melissa con un tono más calmado y deseándoles suerte, colgó -



            A las doce de la noche llamaron por teléfono de nuevo. Fue Mimette quién lo atendió ahora. Entonces una fría voz de hombre le indicó...



-Venga sola, dentro de media hora, sabremos si alguien le sigue. Si es así, no volverá a ver a su hija....

-Sí, está bien, pero ¿Cómo sé que no la han hecho daño? quiero que ella me diga algo.- Les pidió Mimette que no confiaba en absoluto en aquella fría y áspera voz -...

-Muy bien, es razonable...- concedió su interlocutor que dejó que la niña hablase. -

-¡Hola mami! - Exclamó Mimí con despreocupación en su tono infantil,  agregando. - Me han dicho que vas a venir a jugar con nosotros, pero quiero volver a casa, prefiero estar con Typy.

-Sí, cariño, enseguida iré a buscarte y volverás con tu osito. Pero dime, ¿estás bien?... ¿te han hecho daño? - Quiso saber Mimette tratando de ocultar en lo posible su preocupación -

-No, estoy muy bien, además estoy con...- Mimí parecía seguir hablando pero repentinamente no se escuchó nada más de ella, la voz de hombre retomó la conversación.-

-Ya lo ha oído, si quiere que las cosas sigan así de bien, venga a la dirección acordada y traiga el dinero, billetes usados y sin marcar, por supuesto.- Y ese tipo colgó de forma brusca sin darle tiempo a Mimette a decir nada más. -



             La policía que estaba a la escucha, localizó la llamada....pero la misma se había producido desde un lugar ajeno a la cita. Es más, aquellos tipos debían de tener una tecnología muy avanzada para burlar el detector policial. Así que no solucionaban nada con eso. Mimette decidió cumplir con las condiciones. Aunque pensó en avisar a Hotaru al final no quiso hacerlo. La chica estaría ahora en el otro lado del planeta y aún en el caso de que pudiera llegar a tiempo si la descubrían podría significar un riesgo para la vida de Mimí. Mimette quería pensar que si cumplía con las condiciones su hija estaría a salvo. Daniel insistió en que él y la policía la seguirían a una distancia segura.



-No podemos arriesgar su vida también.- Le comentó un inspector de policía.- Esa gente no suele tener palabra, créame. Lo que quieren es que no haya testigos.

-Entonces. ¿Me están diciendo que podrían hacer daño a mi hija igualmente?- Se asustó Mimette.-

-Quiero decirle que, para ellos, es mucho mejor que vaya usted sola. Por esa sencilla razón. No obstante, no nadaremos lejos y podremos llegar enseguida sin que se aperciban. Esté tranquila.- Le aseguró el tipo aquel.-

-Sí, cariño.- Añadió Daniel.- Por favor, no ganamos nada poniéndote en peligro a ti también de forma innecesaria. Haremos lo preciso para engañarles y que puedas estar vigilada.



            Su esposa se resignó. Le pidió que fuera muy cuidadoso. Besó a su marido y fue al encuentro de los secuestradores. Llegó a la hora prevista y siguió unos letreros que la llevaron a un viejo almacén. Allí, entró y depositó la bolsa con el dinero. Enseguida fue asaltada y sujetada por dos hombres encapuchados que salieron de entre las sombras y la ataron. Mimette pese a todo no se resistió y les dijo muy tranquila.



-Yo estoy aquí, ahora soltad a mi hija, eso es lo prometido...



Tras un breve silencio en el cual aquellos tipos enmascarados contaron el dinero y al parecer quedaron conformes, escuchó la misma voz del teléfono responderla.



-Un momento, nuestro jefe es quien debe decidir eso. Ahora llegará...



             Entre la oscuridad del fondo de ese cobertizo salió Mimí, eso la animó. La cría estaba  perfectamente e iba de la mano de alguien. Trató de aguzar la vista, era una mujer, pero no lograba distinguir su cara. La niña se soltó sin problemas y fue al encuentro de su madre, los hombres soltaron las ligaduras a Mimette que pudo abrazar a su hija.



-¿Estás bien cariño?...- le preguntó muy preocupada mientras acariciaba suavemente su carita. - ¿Has tenido miedo?...

-No mamá. He estado con la señorita…



Y según la niña pronunciaba estas palabras de las sombras salió una mujer  de castaña melena que le resultó muy familiar a Mimette. Por las descripciones que, tanto su hija como Daniel le habían dado de ella era Melissa, la señorita de Mimí, o al menos eso parecía...



-¿Es usted la maestra de mi hija? ¿También la han atrapado? ¡Oh no! Exclamó Mimette con preocupación. –

- Quise intervenir personalmente. – Pudo decir ella que, curiosamente se movía con  mucha libertad entre aquellos tipos, añadiendo.- Asegurarme de que la niña estuviera bien.

- Siento mucho que la hayan involucrado en esto por tratar de ayudarnos. – Le agradeció la apurada madre. -

- Digamos que era una deuda que tenía pendiente. – Repuso algo fríamente la maestra, aunque enseguida varió ese tono para pedirle a la pequeña con dulzura y amabilidad.- Quédate aquí un momento cielo, y juega un poco con las muñecas.



            Y con mucha delicadeza levantó a Mimí en brazos y la dejaba en una casita de juguete que se ve habían montado al otro lado del local expresamente para entretenerla. Mimette la observó ahora un poco mejor, al salir de la penumbra aquel rostro le era familiar, muy familiar. No llegaba a ubicarlo, pero debía admitir que aquella buena mujer se preocupaba mucho por su hija.



     -Muchas gracias por todo. – Pudo decir con una amplia sonrisa, al menos no estaba sola en medio de aquello, aunque lamentaba que aquella pobre chica se hubiera visto envuelta en todo. – De verás siento mucho que…



No obstante la sonrisa de agradecimiento que mostraba a aquella maestra se le congeló. Al igual que la sangre en las venas cuando ésta, trocando su dulce tono hacia Mimí, por otro lleno de desprecio dirigido a ella, le espetó con sarcástico regocijo.



-¡Vaya!, con los años no has cambiado nada Mimette, sigues siendo la misma estúpida de siempre. ¿Es que ya ni siquiera me reconoces? Espera, te lo pondré más sencillo.



            Y ante el pasmo de la aludida, Melissa se rio con una gran carcajada. Al punto se agarró el pelo con las manos sacándoselo a modo de peluca ante el asombro de su interlocutora que se quedó helada. Ahora esa mujer lucía una bella cabellera pelirroja con dos mechones traseros enlazados por unas gomitas que los hacían caer como unas coletas y la observaba mirándola con expresión de puro odio.



-¿Tú?, ¡no puede ser posible!...- Balbuceó Mimette señalándola entre incrédula y aterrada.- Pero ¿eres?...

-Sí, soy yo, tu hermana Eudial, no te lo esperabas ¿verdad? - Replicó ella de modo triunfal, exhibiendo ahora una sonrisa maliciosa de complacencia al ver la cara  aterrada de su contertulia. -

-Pero si estabas...-



Mimette trataba de seguir hablando pero no podía, la impresión desde luego era demasiada, ojala que todo fuera una pesadilla, pero desgraciadamente no era así. Más cuando Eudial completó con un tono, mezcla de odio y desprecio.



-¿Muerta?...eso pensabas ¿eh? Te creíste muy lista cuando saboteaste mi coche. Pues no, te equivocaste Mimette. Y pagarás por ello. Ahora serás tú la que muera...

-¿Pero cómo es posible?- Pudo decir ésta con la voz temblorosa.-

-Ya que te empeñas te lo contaré, hermanita. – Concedió su contertulia, plena de sarcasmo para relatar. - Me dejaste sin frenos y caí al mar desde gran altura, casi me ahogo, pero por suerte pude salir del coche. No sé cómo lo hice pero llegué a nado a la orilla. Me desmayé y cuando desperté estaba en un hospital. Debí de sufrir un golpe en la cabeza pues tuve una conmoción. Perdí la memoria y comencé una nueva vida. No recordaba nada, ni de la asociación, ni de la misión, ni de ti. Pero mantenía mis conocimientos científicos. No fue para mí difícil el estudiar y me hacerme maestra. –Aunque ahora hizo una pausa y suspiró con una voz algo más suave e incluso nostálgica.- Debo reconocer que durante esos años fui feliz. Pero ¿qué te parece? Un buen día mis recuerdos volvieron, y de la manera más tonta. Yo daba matemáticas y en la clase, algunos críos habían traído animalitos para la hora de ciencias naturales. Y uno de ellos trajo caracoles. Yo no sabía por qué pero al verlos me dio mucho miedo. Y mira tú por donde uno de los críos me preguntó si me gustaban. ¿Recuerdas Mimette? ¿Te gustan los caracoles?- le repitió con sorna aquella frase que significaba tanto para ambas - Entonces fue como un flash. Mis recuerdos retornaron por sí mismos y recordé quién me había hecho esto. Hice averiguaciones y descubrí que el colegio Mugen estaba destruido, creí que habías muerto y durante un tiempo me olvidé de ti. Quería seguir con mi vida pero un sentimiento de rabia me carcomía por dentro. Por ello y pese a lo que pensaba continué buscándote y al investigar el paradero del profesor Tomoe te descubrí también a ti... Al parecer no estabas muerta, te habías casado, eras feliz y tenías familia. Y encima trabajabas con el profesor. ¡En el puesto que me robaste! Entonces me dije que eso no podía seguir así. ¡Tú no mereces vivir!, y ahora, tras todos estos años, te juro que finalmente vas a pagar lo que me hiciste.- Escupió estas últimas palabras de nuevo variando su tono, con un odio frio y profundo que dejó pálida a su oyente -...

-Por favor, reconozco mi culpa. Te hice algo horrible, ¡lo sé, lo siento! Pero he cambiado, han pasado más de ocho años. Por lo menos, te suplico que no le hagas daño a mi niña. Ella es inocente…- Pudo sollozar en tanto la miraba a lo lejos, ajena a todo y jugando con unas muñecas.- No la castigues por mi culpa.



            Sorprendentemente Eudial la miró como si estuviera loca y replicó, diríase que incluso indignada.



- Un momento. ¿Por quién me tomas? ¿Quién ha hablado aquí de hacerle ningún daño a la niña? Solamente la he usado como cebo para atraerte. En cuanto te investigué y supe dónde la llevabas a estudiar me las arreglé para conseguir trabajo. Al principio, claro está, como tapadera y para acceder a Mimí. Pero luego, luego fue diferente.- Admitió con un suspiro para añadir.- Tu hija es una niña maravillosa y claro está que no tiene ninguna culpa de tener una madre tan hipócrita y malvada como tú. Por supuesto que no le haré ningún daño. - Aseguró Eudial cambiando su tono de antes por otro mucho más amable para añadir con visible sorpresa de Mimette. -Es como si fuera mi sobrina. No te preocupes, puedo prometerte esto. Yo cuidaré de ella. Bueno - rió ahora de forma más inmisericorde y pérfida. – Daniel y yo lo haremos. Seguro que cuando sepa que la he rescatado me lo agradecerá, yo le ayudaré a superar tu trágica muerte.

-¿A qué te refieres? - Preguntó Mimette de forma un tanto ingenua, aunque en realidad lo sabía demasiado bien. -¿Qué trágica muerte?...

-Sigues tan tonta como siempre. –Sonrió Eudial observándola ahora divertida para explicar. - Mira, he preparado tu coche. Los frenos estaban muy tensos. Les hemos hecho unos arreglos. 

- Te lo suplico. ¿No te bastaría con el dinero? Puedo darte más.- Le imploró su interlocutora con desesperación. -



            Aunque otra vez la réplica de Eudial la dejó sin aliento cuando le negó. Preguntando a su vez con sorpresa.



       -¿Qué dinero? ¡Yo no quiero tu maldito dinero, perra! ¡Solo quiero tu vida!

      -Pero tú me pedisteis doscientos mil dólares. Lo decía la nota- Opuso Mimette señalando la bolsa que había traído. -

      -Yo no escribí la nota, se lo dejé a mis subordinados.- Afirmó su contertulia, elucubrando.- Supongo que podrían eso para darle verosimilitud a la hipótesis de un secuestro por dinero.



            Ahora Mimette recordaba que Melissa, o mejor dicho, Eudial, no estuvo presente cuando leyeron esa nota de los secuestradores. Ella había dado por hecho que habría sido su antigua compañera quien la hubiese escrito, aunque esta se mostraba genuinamente sorprendida.



-Desde luego que eso no ha sido cosa mía. – Le respondió Eudial, que parecía ahora más insegura al añadir una vez más. – Será cuestión de estos caballeros que me ayudaron a prepararlo todo. Ellos son profesionales de estas cosas. Yo les pagué casi todo lo que había ahorrado en estos años, aunque supongo que su tarifa sería más alta y así habrán querido cobrársela. Bueno, no importa. - Remachó cambiando de tono y ordenando a su contertulia. -¡Ahora despídete de la niña!, dile que vas un momento a hacer un recado, súbete al coche y arranca, ¡vamos Mimette! Tu destino final te espera. - La espetó Eudial de forma premiosa. –



            Aunque su contertulia, casi con sollozos pudo replicar con voz trémula.



-Te lo suplico, ¡perdóname!, ahora soy muy feliz, tengo a Mimí, y a mi marido. Hace mucho que no soy la clase de persona que fui cuando te hice aquello. ¡Te lo juro! Te daré lo quieras, haré lo que sea, pero no lo hagas...

-Lo único que quiero es que mueras. ¡Es lo que mereces! - Respondió Eudial con un tono insensible -Vamos, no querrás que estos dos caballeros te metan en el coche por la fuerza y que tu hija lo vea. Si lo que dices es verdad, y has cambiado, al menos tendrás dignidad y pensarás en la niña.



Mimette tragó saliva, ¡eso sí que no! Podría crearle un terrible trauma a su hijita. Viendo a aquellos tipos enmascarados que seguramente eran criminales sin ningún tipo de escrúpulos lo juzgó muy posible. Aceptó resignada y cabizbaja.



-Está bien, me lo merezco supongo. Al final mi pasado me ha atrapado sin compasión. Pero al menos prométeme cuidar bien a mi hija...

-Te repito que no tengo nada en contra de ella, es más, la tengo mucho cariño, no te preocupes por eso. La cuidaré como si fuera mi propia hija...tienes mi palabra y sabes que no te miento.

-No, es cierto, veo que dices la verdad.- Tuvo que admitir Mimette.-

-Ahora dile adiós. Eso no voy a negártelo, como su madre tienes derecho a una despedida, y súbete al coche...-Le ordenó su secuestradora.-



            Suspirando y con lágrimas en los ojos Mimette se acercó a la pequeña, pero ésta ya había corrido hacia las dos mujeres con una muñeca en la mano. Llegando muy contenta se la mostró a su madre que trataba de enjugarse las lágrimas a toda prisa.



     -Mira mami. ¿A qué es bonita? Melissa dice que es para mí porque he sido muy buena. ¡Anda seño Melissa! – Rio la pequeña señalando hacia el cabello de la que creía su maestra. – Te has cambiado el color del pelo.

-¿Te gusta, tesoro? - le sonrió ésta, mostrando visible ternura en su mirada en tanto la niña asentía para insistir. –

-Me gusta tanto como mi muñeca. ¿A qué es una muñeca muy guapa, mami?

-Sí, cielo. Es muy bonita. – Pudo decir Mimette luchando desesperadamente por mantenerse entera y componer una sonrisa, cuando agregó. - Ahora mamá tiene que ir un momento a hacer un recado. Quédate aquí con tu señorita Melissa y hazle caso en lo que te diga. ¿Eh?

-¡Te quiero mucho mami, y a ti también señorita Melissa! – Exclamó la cría dándole una mano a cada una -



Al escuchar aquello a Eudial la invadió una desagradable sensación. Observando a Mimette con su hija no podía reconocerla, cierto era que no se parecía en absoluto a aquella chiquilla egoísta y ambiciosa que trató de matarla. Y la cría estaba tan unida a su madre y la quería tanto como a ella a la que suponía amiga de su mamá. El destino tenía esas ironías. Por unos instantes Eudial incluso llegó a desear detener todo allí mismo ¡Pero no!, tenía que hacer justicia. ¡Darle su merecido! Por todo el sufrimiento y el daño que la había causado. No obstante, estaba claro que Mimí adoraba a su madre, pero bueno. Los accidentes ocurren y con el tiempo la niña olvidaría. Ella se encargaría de quererla y de criarla. Entre tanto Mimette besó tiernamente a su pequeña y subió al coche. Iba a arrancar cuando uno de aquellos tipos intervino con sorna.



     -No tan deprisa, señorita. Vera, usted no va a ser la única en ir a hacer un recado. ¿Verdad?- Preguntó a su otro compañero que, con tono igual de cáustico convino para ordenarle. -

-Llévese a la niña. ¿No la había venido a buscar?



Mimette les miró y se puso pálida. De inmediato interrogó a Eudial con la mirada. ¿Acaso no le había prometido respetar la vida de la pequeña? Pero lo que más la asustó es que su antigua compañera y ahora enemiga tenía el mismo gesto de sorpresa y horror. Más cuando intervino.



       -Os dije muy claramente que la niña no debía ponerse en riesgo.

-Verá señora. – Le respondió el otro tipo de forma desapasionada. - No es nada personal. Pero no queremos que queden testigos. ¿Sabe? Nosotros trabajamos siempre de forma segura. Y al decir testigos nos referimos a usted también, ahora agarre a esa mocosa y entre usted con ella y su madre en el carro.



Y dicho esto sacó un revólver con el que apuntó a su “patrona” en tanto el otro tipo apuntaba con una pistola, también aparecida de la nada, por detrás a la desprevenida niña.



      -¡Oh, Dios mío! ¿Qué es lo que he hecho?- Pudo exclamar Eudial ahora. Tan horrorizada como la propia Mimette –

-¡Vamos, o le desparramo sus lindos sesitos aquí mismo! – Amenazó el otro tipo con un siseo bajo su máscara en tanto amartillaba el arma y apuntaba más de cerca a Mimí. -



Sin poder casi articular palabra Eudial trató de sonreír a la pequeña que seguía jugando absorta con su muñeca y le susurró.



      -Mira, mejor vamos a ir tu mamá, tú y yo al recado y luego nos vamos a casa ¿eh?



La madre de la cría quiso ahogar un grito de desesperación. ¡No podían subir a Mimí a ese vehículo maldito!, pero no tenían otra opción. Ahora la suerte de las tres estaba echada. Aunque fue Eudial la que insistió en ponerse al volante en tanto le decía a Mimette de forma imperiosa.



      -Tú ponte con la niña en el asiento de atrás y abre la ventanilla tan pronto arranquemos.



Aquellos sicarios no parecieron preocuparse mucho de quién condujese, en su regocijo pensaban que el resultado iba a ser el mismo y no pusieron objeción al cambio de asientos. Mimette obedeció, su hermana parecía estar pensando en algo. Se sentó detrás con Mimí en su regazo.



      -¡Buen viaje, madame! - rio uno de esos tipos cuando, apuntando su arma hacia el cristal urgió a Eudial a arrancar con un más que irónico consejo. – Que lo disfruten… Y no corran demasiado, las carreteras de por aquí son peligrosas.



Ésta finalmente lo hizo, metió primera y el coche aceleró, demasiado rápido para lo que debía, aunque eso ella ya lo esperaba. En tanto se pusieron en marcha saliendo por la puerta de aquel local, abierta de par en par. Entonces Eudial le explicó a Mimette tratando de que la niña no se percatase.



      -Es cuestión de tiempo, el coche irá acelerando cada vez más. Tarde o temprano tendré que embestir el guardar rail y hacer que caigamos al mar.

-¡Dios mío! – Sollozó Mimette sin querer imaginarse aquello.- Mi niña…



            No temía por su vida sino por la de su hija. Aunque su hermana la cortó con sequedad añadiendo.



      -Asegúrate de sujetar bien a la niña, protégela cuando caigamos al mar y trata de salir con ella por la ventanilla del coche. Cuando caigamos asegúrate de que esté por completo bajada antes de chocar contra el agua. ¿Me has oído?

-¿Y qué harás tú?- Quiso saber la perpleja chica al escuchar aquello. -

-No te preocupes por mí - sonrió irónicamente su interlocutora, más cuando afirmó - Ya tengo experiencia en estos casos. ¿Acaso lo has olvidado?

-Nunca, ni por un instante de mi vida lo olvidé. Te lo juro. Siempre tengo pesadillas.- Afirmó Mimette sujetando ahora bien a su hija.

-Conmovedor. – Escupió Eudial, más concentrada ahora sin embargo en dirigir aquel vehículo que, efectivamente iba ganando velocidad a medida que ella trataba de encauzarlo por las curvas de esa carretera. –Bueno, al menos no puse caracoles. Con lo que odio a esos bichos, y ahora tampoco hay tiempo para más reproches, limítate a estar preparada.



El coche aceleraba de forma inexorable. Con desesperación Eudial trataba de dominarlo hasta llegar a la zona de la costa. Sabía que, de estrellarse en tierra, las tres de seguro morirían. Solamente la posibilidad del agua les ofrecía alguna salvación. Finalmente el terrible momento llegó. Ya no podían controlar más el automóvil. Eudial entonces gritó a Mimette.



       - Ahora. ¡Agarra bien a Mimí y prepárate!



 A toda velocidad el vehículo embistió la valla protectora, la atravesó y cayó a las profundidades del océano. Y desde las alturas del cielo nocturno, entre los gritos de las tres. Una enorme silueta que vestía un negro sayal consultaba un gran libro. Al poco lo cerró desapareciendo no sin antes sentenciar…



-Lo que debe suceder, sucederá.



Mientras tanto aquellos dos tipos se habían guardado el dinero y montado en otro coche, se largaron antes de que la policía llegase.



      -¡Qué tipa más pinche! – Reía uno quitándose ahora la máscara para alegar mientras conducía. - Tan inteligente para desviar las llamadas y que no nos localizaran y tan tonta para dejarse engañar.

-No, no era tonta, compadre. Lo que pasa es que odiaba mucho a la otra. Yo siempre digo que el odio es malo, tanto como el amor. ¡Los dos entorpecen mucho el trabajo, compañero! - Rio también el otro que contaba el dinero con deleite. -

-Por eso nosotros ni queremos, ni odiamos a nadie, ¡simplemente les eliminamos! No es nada personal.- Volvió a burlarse el que conducía.- Tampoco les deseamos ningún mal. Ja, ja…



Aunque de pronto su cara palideció, tuvo que frenar instintivamente puesto que algo apareció en medio de la carretera a unos metros por delante. A simple vista parecía una figura. Algo que empuñaba una especie de vara de grandes dimensiones. Afortunadamente no había nada cuando el coche alcanzó aquel punto.



      -¿Pero qué demonios pasó?- Le preguntó el tipo del dinero, que no había estado observando la carretera, al otro.-

-No sé. Creí ver algo en medio del camino.- Repuso en tanto proseguía la marcha.-

-¿Qué iba a haber ahí? – Esto está desierto.

-Algún animal supongo.



No había terminado de decir aquello cuando los dos escucharon un golpe seco sobre sus cabezas. Algo había caído sobre el techo del coche y las luces del vehículo se apagaron repentinamente.



    -¿Qué diantres? - Exclamó el del dinero diciéndole a su compañero urgiéndole con palpable temor-. ¡Para o nos estrellaremos!



Su compinche obedeció al punto, frenó y por suerte para ellos no había obstáculos en el camino. El vehículo se detuvo y ambos bajaron a ver. Aparentemente los faros no estaban rotos. El techo si tenía una leve abolladura. No comprendían nada, de pronto las luces retornaron al vehículo y la vieron. Parada a unos tres metros del coche se erguía la silueta de una joven de pelo moreno que vestía una especie de uniforme con minifalda y botas púrpura de cordones hasta las rodillas. Llevaba un gran lazo en su pecho adornado con una especie de extraño broche. En sus manos portaba una especie de lanza con dos hojas en forma de pinza. Les miraba fijamente con unos ojos de color violeta intenso y no hacía ningún movimiento. Aquello al principio les impactó, pero luego los dos se sonrieron. ¡Era su día de suerte! Una loca, pero con un cuerpo bastante escultural.



    -Oye, ¿sabes que eres muy linda? - Le dijo uno palpándose la entrepierna para añadir. - Tenemos dinero. ¿Querrías montarte una fiestecita con los dos?

- Sí, anda. – Añadió el otro con visible excitación - ¿Qué hace una mina tan guapa como tú en medio de la nada, sino?



Pero aquella extraña muchacha no parecía amedrentada, sonrió, pero su sonrisa era extraña, entre pérfida y llena de malicia cuando por fin les respondió.



      -Yo soy la parca, he venido a llevaros a los dos.



En un primer momento ambos se rieron, más cuando el que había estado conduciendo sacó un revólver y le dijo.



      -Primero quítate esas ropas. Luego lo pasaremos bien. Lo que te vas a llevar va a ser un buen recuerdo.



            Aunque aquella chica ni se inmutó. Volvió a sonreír con desprecio sentenciando.



- Tú ya estás muerto.

- Mira quién habló. – Replicó ese tipo que ya estaba poniéndose nervioso cuando amartilló el arma y la conminó. - Obedece o te disparo. Me da igual disponer de ti cuando estés muerta.



La muchacha avanzó hacia ellos a pasos cortos pero seguros. Aquello hizo que ese tipo perdiera la paciencia y disparase pero, para su asombro, tras dos tiros certeros aquella muchacha seguía de pie, impávida e ilesa, diríase que había hecho girar su lanza tan rápido que había repelido las balas. Ambos hombres, ahora visiblemente asustados, recularon hacia el vehículo. Pero su adversaria de un golpe rápido clavó la hoja de su arma en el capó, destrozando el motor.



      -¿Pero se puede saber quién demonios eres?- Pudo preguntar el otro en tanto disparaba también con su arma. –



            Aquello fue tan ineficaz como la vez anterior. Esa extraña mujer emitió un aura de tonos entre rojizos y violetas y las balas parecieron estrellarse contra una barrera invisible. Entonces, a una velocidad sobrehumana saltó para colocarse entre ellos y el vehículo y apuntarles con la lanza en dirección a sus cabezas. Esos tipos temblaban ahora visiblemente aterrados, más cuando escucharon a su enemiga sentenciar.



      -Yo soy la Guerrera de la Destrucción. Y estoy aquí para destruir el mal. Vosotros sois el mal y pagaréis por ello.

-¡Es la Santa Muerte!- Pudo balbucear uno de ellos al otro, con visible estado de shock agregando. - Te dije que teníamos que haberle hecho una ofrenda, idiota.



Su compañero no pudo ni replicar. Con la hoja de aquella formidable arma recibió un golpe de canto que le derribo al suelo, dejándole sin sentido. El otro tipo trató de correr ciego por el pánico, creyendo que su compañero había muerto. Pero aquella aparición estaba de repente obstaculizándole el paso tras dar unos prodigiosos saltos. Ahora le apuntaba con su arma al corazón.



       -Me, me rindo - Pudo balbucear el tipo cuando levantaba las manos. -

-Confiesa tu culpa o muere. – Le espetó la guerrera que no era otra por supuesto que Hotaru mientras apretaba la punta de su lanza en el pecho de ese tipo produciéndole un corte del que manó sangre.- Pues no podrás escapar de la condenación.



Aquel hombre apenas sí podía hablar del terror que le embargaba pero obedeció y contó todo lo sucedido. Hotaru le dejó hablar, y cuando pareció darse por satisfecha elevó su lanza con ademán de ir a partirle en dos. Ese tipo chilló de terror y se arrodilló en busca de clemencia, aunque todo lo que obtuvo fue un empujón que dio con él en el suelo. Sin darse cuenta abrió los ojos y se encontró con que dos coches patrulla estaban allí. Unos agentes le pusieron las esposas y atónito pudo observar, entre el brillo de las luces de colores entre rojos y azules, como su compañero era también detenido. Ahora aquella muchacha era más visible y le observaba con una mirada terrible, aunque tan pronto le apresaron los agentes y le arrastraron hacia un coche patrulla ella perdió todo interés girándose hacia un muchacho que la llamó por su nombre. El gesto de la cara de Hotaru pasó de la severidad a la preocupación en tanto ella le preguntaba.



      -Daniel. ¿Las habéis encontrado?

-Aun no - Pudo replicar él, al borde del llanto. - Pero gracias por atrapar a estos canallas. ¡Aunque hubiera sido mejor que los destripases! - Escupió mirándoles furioso. -

-La justicia se ocupará de ellos.- Le animó la sailor para remachar – Pude grabar su confesión. Hay pruebas para detenerles y la venganza no resolvería nada.



Pese a decir esto con toda la calma que pudo, Hotaru sufría contemplando el rostro del pobre Daniel. Habían descubierto demasiado tarde el rastro de los secuestradores. Ella había sido llamada por el muchacho sin que Mimette lo supiera y le faltó tiempo para acudir con el jet privado de la Masters Corporation que el millonario dueño de la firma puso de inmediato a su disposición. Con los poderes que poseía pudo rastrear y seguir a esos tipos. Pero llegó tarde para evitar que el coche donde viajaban Mimette, la maestra y la niña, se precipitase al vacío. Únicamente podía rezar porque todo hubiera salido bien.



-¡Oh Dios! Qué estén a salvo.- Se decía la joven con desasosiego.-



Pero el coche había caído al océano, en los primeros instantes Mimette cubrió a su hija con su cuerpo, no sin antes decirla que tomara todo el aire que pudiese. El golpe contra el agua pareció como darse contra un muro, aunque la estructura del vehículo las protegió. Al instante el mar comenzó a penetrar y el agua estaba fría, muy fría. Mimette reaccionó entonces con celeridad, gracias a que la ventanilla estaba abierta ella, que había mantenido una mano agarrando el tirador de la puerta, pudo abrirla. De este modo salió con su hija y nadó lo más deprisa que pudo, saliendo a flote con extrema dificultad. Ahora intentaba ver algo pero la oscuridad era total. Se había tragado el coche.



      -¡Eudial! – Gritó con todas sus fuerzas pero nadie le respondió, al poco se interesó por su hija -¿Estás bien, cariño?

- Sí mami, pudo decir la cría que tiritaba visiblemente cuando balbuceó. - Tengo mucho frío. -

-Enseguida salimos, cielo.- Le prometió su madre que rezaba en silencio pidiendo porque alguien las encontrara. – Aguanta un poquito más.



Tanto Hotaru como Daniel fueron llevados por sendos coches patrulla hacia la zona del accidente. Podían verse a la luz de los potentes focos de los coches de policía los destrozos ocasionados por el vehículo en el guarda rail. Sailor Saturno se concentró. Podía percibir una débil aura que le llegaba del mar. Aunque no podía precisar el lugar exacto.



-¡Maldita sea! No puedo localizarlas…No percibo apenas nada de sus energías.



            Sin embargo, inasequible al desaliento trató de esforzarse más. Quizás pudiera sentir un mínimo rastro que la llevase hasta su amiga y la niña.  Por su parte Mimette se sentía cansada. Ya llevaba un buen rato flotando a la deriva. El agua la entumecía aunque ella trataba por todos los medios de sostener a su hija para evitar que ésta se enfriase aún más. No obstante, las fuerzas le fallaban. No podía rendirse o de lo contrario ambas morirían en esas aguas. Pero poco a poco la muchacha iba cediendo ante el frio y el agotamiento. Se sentía perdida cuando escuchó cerca de sí una voz.



      -Mimette, ¡pásame a la niña!



Aquella era Eudial que había logrado también salir del coche del mismo modo que aconsejó a su “hermana”. Mimette pudo todavía acercarse a ella y se la entregó. La niña estaba semiinconsciente y Eudial, más descansada, la abrazó lo mejor que pudo, en tanto su compañera de infortunio le susurraba con la voz muy débil.



      -Trata de mantenerla caliente. Yo no puedo más.

-¡No te rindas! - Pudo pedirle su interlocutora ahora con un tono lleno de culpabilidad. - Nos rescatarán. Ya verás



Pero la muchacha aun pudo sonreír de forma débil, en tanto perdía sus últimas fuerzas para susurrar.



       -Tu plan va a funcionar después de todo. Al menos sé que cuidarás de Mimí.

-¡No, no! - exclamó su hermana con desesperación, admitiendo. – Escucha Mimette, hice mal. Estoy arrepentida. Todo esto no tiene sentido. Ya has pagado por lo que me hiciste. Te he hecho lo mismo que tú me hiciste a mí. Estamos en paz. ¡Ahora tienes que vivir!



Pero ésta no respondió, totalmente agotada incluso dejó de nadar y Eudial no pudo ni saber dónde estaba, parecía haberse hundido en las profundas aguas del océano. Pese a que la llamó a gritos no obtuvo respuesta. Ahora era ella la que lloraba amargamente sosteniendo a la niña contra su pecho y sufriendo también los primeros calambres en aquellas aguas frías y desoladas. Por fortuna para ella y la pequeña el ruido de un helicóptero de rescate inundó los alrededores. Un potente foco iluminó la zona y Eudial comenzó a gritar lo más alto que pudo. Afortunadamente el foco las descubrió en medio del mar. Al punto un par de hombres- rana saltaron cerca y con gran destreza las colocaron un chaleco salvavidas y las engancharon en una correa para izarlas a bordo. Eudial no dejaba de pedir de forma desconsolada.



      -¡Mi hermana está ahí, en alguna parte! ¡Búsquenla por favor!



No pudo ver ni escuchar nada más, quedó inconsciente por la debilidad. Tanto ella como la pequeña fueron reanimadas ayudándolas a expulsar cuánta agua hubieran tragado, cambiadas de ropa y envueltas en mantas, así como atendidas con suero y otros elementos para combatir la hipotermia. Por suerte Mimí estaba bien, su madre y su maestra la habían protegido dándole cada una su propio calor. Saturno, que viajaba en ese helicóptero observaba con creciente desanimo las oscuras y desiertas aguas hasta que su lanza le hizo apuntar en una dirección concreta, frente a la trayectoria que la máquina seguía. Allí se dirigieron también los focos descubriendo el cuerpo de Mimette. Los buzos una vez más se lanzaron al agua y la rescataron. Se adoptaron las mismas medidas que con las otras dos naufragas y no tardaron en llegar a tierra, aterrizando cerca de una UVI móvil. Por desgracia la condición de ésta era bastante peor. No le detectaban el pulso y parecía no respirar. Uno de los enfermeros movió negativamente la cabeza. Al poco llegó Daniel que tuvo que ser sujetado por los agentes ante sus gritos de desesperación, cuando le comunicaron la noticia. Fue entonces cuando Eudial recobró la consciencia. Aunque de forma nebulosa pudo ver la figura de una mujer de pelo color oro y unos grandes ojos anaranjados sonreírla y pedirle casi con un susurro.



       -Hermana. Cuida bien a mi niña.



Pero Saturno no estaba dispuesta a rendirse. A toda carrera se plantó ante el cuerpo de su amiga que había sido cubierto por una sábana y cuando los enfermeros y algún agente  quisieron apartarla, ella plantó su lanza en el suelo e hizo  brillar los alrededores de la misma de un tono rosado, para declarar.



      -Soy la Guerrera de la Destrucción, pero también del renacimiento. ¡Apartaos!



Aquellos tipos que no habían visto nada igual en su vida se hicieron a un lado. Hotaru se acercó abriendo los ojos de Mimette que apuntaban al vacío y con ambas manos sujetó el cuerpo de su amiga por los hombros y comenzó a liberar una extraña energía con tonos rosas y malvas…



-Por favor, por favor…te lo suplico. Reacciona Mimette.- Le pedía entre dientes recurriendo al máximo de su poder.-



La interpelada entre tanto vagaba sin rumbo por aquella dantesca escena. Vio a su hermana Eudial, arropada con mantas y conectada a una botella de suero. Su hija Mimí estaba en la misma situación pero parecía estar bien. Ahora dormía, a salvo de todo. Ella sonrió feliz.



-Menos mal, cariño.- Suspiró aliviada.-



          Luego miro hacia Daniel que lloraba impotente sentado en una piedra cercana. Aquello la entristeció. Trató de acariciar su rostro pero no podía tocarle. Entonces sintió algo. Una fuente de energía la atraía cada vez más. Junto a ella se había materializado una especie de túnel con una gran luz al fondo. Pero no era ésta la fuerza que ahora la llamaba. Al contrario, miró hacia donde reposaba su cuerpo y descubrió a Hotaru arrodillada junto a él. De pronto, a su lado apareció una proyección de Guerrero Saturno que le decía



- Vuelve con nosotros Mimette.



            La muchacha enfrentó su mirada a la de la guerrera y pudo decir con pesar.



- Me gustaría hacerlo, aunque no sé si podre. Noto que debo entrar en ese túnel.

- Todavía no. – Opuso Saturno, animándola.- Confía en mí y toma mi mano. Aún te quedan muchas cosas buenas por hacer en este mundo.



  Mimette no se hizo de rogar, ansiaba estar otra vez con su esposo y con su hija. Obedeció a la guerrera y de su mano caminó hasta su propio cuerpo. Luego a indicaciones de la proyección de su amiga se tumbó sobre él. Hotaru seguía emitiendo energía al límite de su poder, estaba agotada, el sudor perlaba su frente aunque por fin notó un cambio, el color había vuelto al rostro de Mimette. Tomó el pulso de la chica que era débil pero perceptible. Enseguida hizo una seña a los enfermeros que corrieron a ocuparse de la paciente en tanto ella se apartaba cayendo al suelo, presa de la debilidad. A su vez fue atendida pero solo permitió que la ayudasen a levantarse y sentarse apoyada contra una roca.



- Yo estoy bien – dijo señalando a Daniel que ahora corría junto a su esposa. - Ocúpense de ellos.



Las ambulancias que habían venido llevaron a las dos mujeres y la niña al hospital. Daniel montó junto a su esposa. Aunque nadie pudo volver a ver a esa extraña mujer vestida con el traje de marinero que llevaba esa larga lanza, parecía haber desaparecido. Perplejos, los agentes lo dejaron correr, sería mejor no mencionar eso en sus informes. Pasadas finalmente unas horas y para alegría de todos, las pacientes evolucionaron bien. Fue Mimí la que paradójicamente despertó antes. Tras dormir un buen rato se sentía perfectamente y lo primero que hizo Daniel fue abrazarse a su pequeña que le preguntó.



      -Papi, ¿dónde está mami?

-Durmiendo cariño, estaba muy cansada. – Pudo decir él, al borde de la emoción. -

-¿Y la señorita Melissa?

-También hija, también duerme.



Aunque tras dos horas la primera en despertar fue la que la cría conocía por Melissa. Tan pronto estuvo consciente la policía fue a tomarle declaración. Era fácil suponer que aquellos sicarios la habían incriminado. Inteligentemente ella no habló, pidiendo un abogado. Por suerte para la muchacha Mimette despertó una hora después. Al principio se sentía extraña, después cayó en la cuenta de donde estaba. Se encontraba muy débil pero pudo recibir visitas. Tras tranquilizarla diciéndole que Mimí estaba perfectamente su marido la abrazó llorando al borde de la extenuación, ella pudo confortarle con un susurro.



-Estoy bien, cariño. ¿Cómo está mi hermana?



Aquello sorprendió a Daniel que aún no tenía constancia de quién era Melissa en realidad, hasta que su esposa le dijo.



-Al final ella nos salvó, a mí y a Mimí.



Daniel le dijo que esa mujer estaba siendo interrogada por la policía y que había sido inculpada. Mimette en cambio movió la cabeza dijo.



    -Eso está olvidado. Lo que realmente importa es que nos ayudó cuando lo necesitábamos. Quisiera verla. Por favor.- Suplicó.-

      -Cuando estéis mejor, las dos.- Contestó su perplejo esposo, que no entendía nada.-



Y aunque tuvieron que esperar casi un día entero hasta que ambas estuvieron con fuerzas, finalmente pudieron reunirse. Al principio Eudial no quiso mirarla, pero Mimette se acercó y la abrazó. Entonces ambas lloraron. Tanto Daniel como su esposa no quisieron presentar cargos, ésta incluso aseguró a la policía que Melissa era la maestra de la niña y se infiltró con esos tipos para protegerla. La policía, no queriendo complicarse la vida por lo que parecía un acto heroico, lo dejó estar. Si la propia madre de la pequeña decía aquello, no tenía sentido montar una acusación que consumiría tiempo y presupuesto ciudadano. Y por supuesto que preferían creer esa versión a la dada por aquellos malhechores sin escrúpulos. Que esa maestra era en realidad una especie de científica que les había pagado y urdido toda aquella trama. Así que  una vez que al fin se serenaron las dos, y junto a Daniel, Mimette le dijo a su hermana.



-Una vez me dijeron que siempre hay una segunda oportunidad para todos y es cierto.

-Quédate con nosotros, tenemos mucho que agradecerte. - Le pidió Daniel participando del mismo talante generoso. -

-No gracias, no quiero mezclarme mucho en vuestras vidas...ya no - musitó Eudial que pese a todo seguía sintiéndose culpable. – Después de lo que he hecho. No puedo mirar a la cara a Mimí.

-Yo no sabía que Mimette tenía todavía hermanas- dijo Daniel mirándolas a ambas, aunque recordó al poco. - Bueno una vez creí que lo dijiste pero como no has hablado nunca de ello, pues.

-Ya te conté hace años que no éramos hermanas de verdad, en el sentido de la sangre. - Le explicó Mimette.- Pero como si lo fuéramos, crecimos juntas en un orfanato y cuando Eudial fue mayor encontró trabajo en el Mugen, y  todas fuimos con ella.

-Es verdad,- asintió la aludida -también traje a otras chicas más, que habían estado con nosotras. Al principio las cosas fueron bien, lo malo fue que caímos en poder de la asociación de Brujas Impías.- Añadió con pesar.-

-Pero todo eso ya pasó hace mucho tiempo. - Las animó Daniel.- Ahora podremos ser felices y formar una estupenda familia.

-No,- negó Eudial una vez más dominada por el pesar -yo debo encontrar mi camino. Tengo que saber quién soy en verdad, si Melissa o Eudial. Hasta que no lo sepa con seguridad no podré volver. Quisiera decir que Eudial ha muerto esta noche, tras caer por ese acantilado, pero debo estar del todo convencida de ello.

-Buena suerte hermana, seguro que tú también encontrarás la felicidad como la he conseguido encontrar yo.- Le deseó Mimette con los ojos cubiertos por las lágrimas añadiendo emocionada. - Y agradezco tanto a Dios que estés viva. No sabes los remordimientos que he tenido durante todos estos años.

- Ahora al fin lo sé y soy capaz de entenderlo. – Pudo responder ella con lágrimas cayendo por sus mejillas para agregar. - Por favor. Despídeme de Mimí.



            Mimette asintió llorando a su vez. Las dos se abrazaron nuevamente y Eudial les dejó despidiéndose de ellos para reemprender una nueva vida. Esta vez libre de cualquier sentimiento de venganza. El matrimonio al fin pudo volver a casa con su hija. Muy agradecidos a la fortuna y a Guerrera Saturno que parecía haberse esfumado misteriosamente. Pasaron algunos años, Mimí ya tenía diez, sus padres trabajaban en un proyecto de investigación algo complicado y no tenían mucho tiempo para ella. Aunque la muchacha era bastante inteligente y compartía con sus padres su gusto por los ordenadores. Era muy sociable con el resto de los otros niños y bastante dicharachera como su madre. Lo único que la entristecía era no poder pasar más tiempo junto a ella y a su padre. Aunque ellos le compraban todo lo que les pedía, generalmente programas de informática y juegos, la niña no era demasiado feliz. Las pocas veces que realmente estaba a gusto era cuando jugaba con su prima Idina. Pero las dos se veían muy infrecuentemente. Por suerte la reaparecida Hotaru que ya era doctora en medicina además de enfermera, se pasaba a menudo a ver a Mimí y la niña la adoraba. Pera ella era una especie de heroína. Y desde luego aquello era cierto. Hotaru les explicó que al poco de salvarles tuvo que ir a ayudar a sus compañeras sailor del sistema solar exterior en una misión. Pero que todo fue bien y al poco regresó a la Tierra. De todas formas Mimí  se sentía sola en ocasiones. Pese a que también se llevaba bien con Satory, la hija del Millonario Ian Masters. Saturno la comprendía bien, ella también era una solitaria, como sus compañeras. Aunque sabía que aquello no era bueno para la pequeña y habló los padres de ésta. Mimette también notaba que su hija estaba muy deprimida cuando tenían que dejarla y tras aquella conversación con Hotaru y su esposo decidió pasar mucho más tiempo con ella. Aunque tuviese que dejar de lado sus proyectos, lo mismo pensó Daniel. Pasaron así dos años más en los que estuvieron pendientes de su hija. Mimí cambió creciendo como una chica sana y extrovertida. Su padre la llevaba de viaje con frecuencia para que conociese otros sitios y su madre era para ella su mejor amiga. Las dos eran muy divertidas, o yendo de karaoke o haciendo fiestas, siempre que las ocupaciones lo permitían. Merced a su carácter, además Mimí estaba rodeada siempre por muchos amigos. Al terminar la secundaria decidió estudiar ingeniería y especializarse en robótica. Para entonces era una joven bastante atractiva de media melena morena, le gustaba desde siempre el estilo que su tita Hota, como la seguía llamando cariñosamente, lucía. Aunque también hizo una buena amistad con Keiko, la hija de Kaori y Tomoe. Esa joven también se decantó por la investigación, en este caso biología molecular. Era muy inteligente y prometedora. Y eso le dio a Mimette una idea. Cierto día que estaba charlando con Kaori al final del turno, le comentó.



-Oye, llevo un tiempo pensando en una cosa. Me gustaría saber qué opinas.

-¿De qué se trata?- Quiso saber su contertulia.-

-Recuerdo cuando éramos el equipo de las Witches five, dedicándonos al mal y todo eso… y creo que podríamos hacer algo para enmendarlo.

-Creo que llevamos años haciéndolo.- Repuso Kaori.-

-Me refiero a algo… en fin… he pensado que, igual que formamos un grupo de genios y talentos dedicados al mal. ¿Por qué no hacemos ahora uno con los mismos ingredientes pero consagrado al bien? Ya no seríamos Witches sino Fairy. ¡Las Fairy five! – Exclamó llena de entusiasmo.



            Su compañera sonrió divertida. ¡Ya estaba Mimette con alguna otra de sus alocadas ideas! Aunque cuando la escuchó con más atención comenzó a ver el sentido de la misma…



-Verás.- Le explicó la autora de esa idea.- Podríamos buscar talentos entre las jóvenes investigadoras, ayudarlas y enseñarlas. Formar un gran equipo de investigación. Uno que tratase de resolver problemas de la humanidad en lugar de crearlos.

-Me parece una muy buena idea. Podrías comentársela a Souichi.- Opinó Kaori, que comenzaba a compartir el entusiasmo de su amiga y colega, más al añadir.- Y mi esposo podría hablar con Masters. Solamente falta saber quiénes serías esas cinco chicas…

-Pues dos de ellas seríamos tú y yo.- Afirmó añadiendo ahora con más tristeza.- Otra podría ser mi hermana Eudial, si lográsemos dar con ella. Y otras dos…por ejemplo ¿Qué te parecían como candidatas tu hija y la mía?...

-Sería genial. Y no olvides a la hija de Masters.- Comentó su contertulia.- Creo que es realmente muy inteligente.-

-Bueno seríamos seis…- Opuso Mimette.- A fin de cuentas en las brujas teníamos a Cyprine y a su gemela desdoblada Petirol.

-De todos modos ¿Qué importa eso? Podríamos hacer varios equipos.- Valoró Kaori dejándose llevar ya por aquel plan al proponer.- Creo que la Masters Corporation está preparando un plan muy ambicioso de descubrimiento y colonización de otros mundos. De hecho, mi esposo está dirigiendo la tesis doctoral de una joven muy prometedora. Creo que se apellida Winters. Souichi la valora tanto que incluso está pensando en proponerla para jefa de esa misión.

-Entonces ¿A qué esperamos?- Exclamó con júbilo su interlocutora.-



            Dicho y hecho, hablaron con el doctor Tomoe que acogió esa idea con interés. Él hizo lo propio con Masters, el millonario, agradado con esa iniciativa, aprobó el plan. Les garantizó fondos y puso al profesor y a Mimette al frente del proyecto. Kaori dijo estar muy ocupada para preseleccionar candidatas. Aunque una idea le rondaba por la cabeza. Investigó a  su vez y aunque pese a los recursos de su empresa fue incapaz de encontrar a esa esquiva Melissa Prentis. De hecho, un día un anónimo sobre que alguien dejó en su despacho le indicó el paradero de aquella mujer. Pese a preguntarse quién pudo ser decidió dejar aquello por el momento e ir en su busca. Al cabo de unos días localizó efectivamente el paradero de la maestra. Nada más verla la reconoció, ahora lucía su larga cabellera rojiza sin ningún temor. Kaori la observó despidiendo a sus alumnos a la puerta de la clase. Enseguida se aproximó cuando comprobó que estaban a solas y la saludó con tono cordial.



-Cuanto tiempo sin verte, Eudial.



            La interpelada clavó sus ojos en aquella mujer, alta y pelirroja y pudo exclamar atónita.



-¡Kaorinite! ¿Cómo me has encontrado?

-Tengo mis recursos.- Repuso ésta aproximando a su interlocutora para decir, obviando los rodeos. - Y quería proponerte que te unieras a nosotros.



Aunque la aludida movió la cabeza para declarar con tintes reflexivos e incluso melancólicos.



-No. Aquí he encontrado mi sitio. Soy Melissa, una maestra de guardería a la que sus alumnos quieren mucho. Una persona decente y que se preocupa por los demás. No Eudial, una fría y malvada científica de laboratorio que no conocía límites para su ambición. No podría revivir aquello otra vez.

-Ahora sería muy distinto.- Rebatió su contertulia.- Las cosas han cambiado por completo. Es más, si tienes tiempo me gustaría contarte lo que estamos haciendo…y eso quizás te haga cambiar de idea.



            La joven se encogió de hombros, aun le quedaban unos minutos, pondría en orden la clase mientras su antigua compañera le explicaba…así se lo hizo constar.



-Dudo mucho que puedas hacerme variar de parecer. Pero te concedo los minutos que tarde en ordenar esto.

-Bien, te ayudaré en tanto te lo cuento.- Sonrió Kaori.-



            De hecho lo hizo. Pese a lo que le había contestado sabía del interés de su interlocutora por la investigación y la tecnología. A pesar de que ella lo negase esa llama no se apagaba con facilidad. Remató la exposición centrándose en la idea de Mimette.



-¿Te das cuenta de lo que eso supone? Un grupo de mujeres inteligentes, decididas y con un gran futuro. Con presupuesto prácticamente ilimitado y poniendo todo el saber y la innovación que sean capaces de crear al servicio de la humanidad, no en su contra. Piénsalo. Podrías hacer grandes cosas con nosotras. Todas juntas resarciríamos al mundo de cuanto mal hicimos en el pasado..

-Mimette siempre fue una idealista. Incluso entonces. Perdida en su propio mundo. Confundía sus sueños con la realidad.- Sonrió Eudial.-

-Sé que vuestras antiguas diferencias quedaron superadas. Y ella me contó lo mucho que quieres a su hija. Mimí ha crecido y ahora es una jovencita muy prometedora. Estará en nuestro grupo. Lo mismo que mi propia hija Keiko.

-¿Mimí?- Se sorprendió su contertulia.- ¡Dios mío! Ya debe de estar hecha toda una mujer, ni se acordará de mí.

-Quien sabe. Podrías volver y enseñarle mucho de lo que sabes.- La animó Kaori.- Además, le encanta todo lo relacionado con la cibernética…



            Eso hizo meditar a su antigua compañera. De hecho sí que era tentador, y si las cosas eran tal cual se las esbozaba sería un reto apasionante. Y ¿por qué negarlo? Ella sentía aun ese deseo de diseñar e innovar.



-¿Podrías darme algo de tiempo para pensarlo?- Le pidió Eudial.-

-Claro. - Sonrió su interlocutora entregándole una tarjeta en tanto le indicaba.- Es mi número del trabajo. Si deseas unirte a nosotras, llámame.



            Y tras hacer una leve inclinación de cabeza Kaori se marchó. Esperaba que su antigua colega aceptase. Por fortuna no hubo de aguardar demasiado. Eudial recibió una llamada telefónica. No conocía a la mujer que estaba al otro lado hasta que ésta se presentó.



-Verá, usted no sabe quién soy, pero lo cierto es que somos colegas. Y además de compartir profesión tenemos mucho más en común. Una hermana. O al menos a alguien a quién consideramos y queremos como a tal.

-¿Hermana?- ¿Quién es usted?-  Quiso saber Eudial.-

-Me llamo Cooan Rodney.- Fue la respuesta.- La localicé a petición de una amiga, Kaori Tomoe.

-¿Y qué quiere de mí?- Inquirió Eudial algo a la defensiva.-

-Yo nada, pero su hermana Mimette seguro que sería muy feliz de volver a tenerla a su lado. Ella es mi cuñada y la considero como si de una hermana menor se tratara.

-Usted no sabe nada de lo que sucedió entre nosotras.- Repuso su contertulia con tono entre culpable y  cargado de reproche, más hacia sí misma que hacia su interlocutora.-



            No obstante, para su sorpresa, esa mujer le respondió con seguridad.



-Sé lo que sucedió, y le puedo asegurar que mi vida tampoco ha sido un camino de rosas, y que hay muchas cosas que hice mal y de las que me arrepiento. Pero créame una cosa. Ambas tenemos amigas comunes que un día fueron nuestras peores enemigas. Y ellas siempre han creído en las segundas oportunidades. Usted tiene la suya delante. Por favor, al menos piénselo. No la deje escapar.



            Tras un incómodo silencio durante el cual Eudial meditó aquellas palabras, la ex miembro de Brujas Cinco suspiró y repuso ya con mejor talante.



-Tiene razón. Se lo agradezco, quizás valga la pena probar.

-La vale. De eso puede estar segura.- Afirmó su contertulia que amablemente se despidió.-



La interpelada colgó despacio. Lo pensó sí y a los dos días hizo acto de presencia en esa sede de la Masters Corporation. Llegó anunciándose tímidamente tras llamar al número que la habían dado. Estaba realmente nerviosa por aquel reencuentro.



-Bienvenida.- La saludó una complacida Kaori saliendo a recibirla.- Te enseñaré todo el complejo.



            Eudial asintió. Guiada por su anfitriona pasó revista a aquellas modernísimas y complejas instalaciones.



-Desde luego no me engañabas. Esto es muy avanzado. Más incluso que nuestro antiguo laboratorio.- Admitió con auténtico asombro.-

-Ahora vamos a la sala de juntas, he llamado a algunas de nuestras jóvenes más prometedoras.- Le comentó Kaori que, sin embargo añadió.- Pero antes, he de decirte un par de cosas.



            Y puso al corriente a su contertulia de varias de ellas. La primera y fundamental, el doctor Tomoe había olvidado por completo su pasado en Witches Five. No debía hacer ninguna alusión a eso. Y tampoco en presencia de las jóvenes. Eso a Eudial le pareció perfecto. No podría estar más de acuerdo y declaró.



-Envidio al profesor. Él es muy afortunado al haber olvidado todo eso. ¡Ojalá pudiera decir lo mismo!



            Tras esas breves aclaraciones  Kaori la condujo a esa sala, allí un par de muchachas estaban aguardando sentadas. Se levantaron al verlas entrar, una era de pelo castaño y ojos verdes, la otra pelirroja y con ojos color grisáceos. Kaori las presentó, sobre todo a la última, con visible orgullo.



-Éstas son Penélope Winters, una de nuestras licenciadas con más talento en química biológica, está haciendo su doctorado. Y la otra es mi hija Keiko, licenciada en informática y cibernética. Chicas, ella es…

-Melissa.- Terció Eudial cortando su presentación al tiempo que estrechando las manos de ambas.- Soy Melissa Prentis. Ingeniera informática y doctorada en robótica. Es un placer.

-Sí, Melissa se unirá a nosotras para ayudaros con los cursos de post grado y en proyecto Fairy five. - Les comentó Kaori a sus interlocutoras.-

-Encantada.- Saludó Penélope con tono serio aunque educado.-

-Mucho gusto.- Sonrió Keiko de forma más cordial.- Bienvenida al grupo de las Fairy Five.



            Tras charlar un poco con esas dos jóvenes, Melissa, como quería ser llamada, pudo comprobar que la tal Penélope era bastante reservada aunque muy profesional y parecía estar bien preparada. Era una joven brillante y no le extrañó que el profesor Tomoe la tuviera en tan alta estima. Según le contó su anfitriona después, él mismo supervisaba el doctorado de esa joven.



-Eso no lo hace con cualquiera.- Sentenció Kaori.-

-Me alegra ver que hay jóvenes tan bien preparadas.- Convino su contertulia.-



            En cuanto a Keiko, era una chica muy cordial. Aunque quizás tímida en algunos aspectos, pero asimismo inteligente y con capacitación. No estaba en ese grupo simplemente por ser la hija del doctor o de Kaori. Aunque, una vez se despidió de ellas, quedando para empezar al día siguiente, su guía le dijo con tono amable.



-Bueno, y ahora el momento que estabas esperando. Vamos a ver a Mimette y a Mimí.



            Su interlocutora suspiró. Estaba nerviosa y así lo confesó. Kaori se hizo cargo de ello. Con un tono suave invitó a su contertulia a seguirla.



-Vamos, es en la otra parte del edificio.



            Caminaron hacia allá y tras trasponer unas cuantas puertas y entregar a Eudial acreditaciones accedieron a un despacho. Allí se escuchaba música. Al poco también una voz femenina que decía.



-Ya voy…



            Y Al momento la cara de Mimette, con su pelo color oro viejo y sus gafitas redondas aparecieron a los ojos de Eudial. Ésta enseguida sonrió emocionada. En tanto Kaori le comentaba a su compañera de trabajo.



-Bueno, te he traído a alguien más para tu grupo de élite.

-¡Estupendo!- Exclamó Mimette que todavía no se había acercado lo suficiente a esa recién llegada para reconocerla, y en tanto lo hacía declaró.- Bienvenida a bordo. ¿Cómo te llamas?...

-Melissa…- Sonrió ésta dejando a su interlocutora sin habla.- Encantada de volverte a ver…

-¡Eudial!- Exclamó la aludida esbozando una gran sonrisa en tanto se abrazaba a ella.- ¡Hermana!..



            Las dos se dieron un largo y prolongado abrazo. Tras unos momentos en los que los sollozos sustituyeron a las palabras, fue la recién llegada quién dijo.



-Llámame Melissa, por favor. Al menos cuando estemos trabajando. Para todos soy Melissa Prentis y también para tu hija Mimí.

-Así lo haré. Y prepárate, cuando veas a mi hija no las vas a conocer. - Le aseguró una eufórica Mimette.-

-Sí, y supongo que ella tampoco a mí.- Suspiró su interlocutora.-

-Pues vamos a comprobarlo, ahora está en la cafetería con Daniel. Yo iba a ir en cuanto terminase unos cálculos.- Le contó su interlocutora.-

-Te ayudaré.- Se ofreció su contertulia.-



            Y entre las dos no tardaron apenas en terminar aquello. Kaori observaba dándose cuenta del buen equipo que formaban. Parecía que no hubieran pasado los años, se compenetraban a la perfección. Por fin dejaron el despacho y la sala de trabajo y se dirigieron a la cafetería. Allí Daniel y Mimí aguardaban.



-Espero que mamá venga pronto. Tengo ganas de volver a casa.- Suspiró la joven.-

-¿Acaso has quedado con alguien?- Quiso saber su padre con tono divertido.-



            No necesitó respuesta, la muchacha enrojeció visiblemente. Apenas sí pudo decir.



-Quedé con Ken. Tenemos que comprobar unos datos…para un informe técnico.

-Oye, Ken no será ese chico moreno que estudió contigo en la facultad. ¿Verdad? - Inquirió Daniel.-

-Sí, es él.- Admitió Mimí visiblemente azorada.- Es que tenemos que reunirnos esta tarde. El trabajo es urgente.- Pudo pretextar.- Iremos a la biblioteca…

-¿Y por qué no le invitas a cenar a casa?- Propuso su padre con tono jovial, alegando.- Allí podéis buscar datos y en caso de tener algún problema consultarnos a nosotros.-

-¿A cenar? ¿A casa?- Pudo repetir la joven.-

-¿Qué pasa? ¿Acaso crees que le vamos a envenenar? ¡Ja, ja!…

-No, no es eso… es solo que… bueno…no sé qué pensará él. – Opuso la muchacha.-



            Justo en ese mismo momento se acercaron Mimette, Kaori y otra mujer que las seguía. Daniel se levantó al verlas llegar, su hija hizo lo propio. Fue el padre de la muchacha quién se percató de la identidad de aquella extraña quedándose con la boca abierta.



-Mirad quién ha venido.- Les dijo Mimette a su marido y a su hija.-



            Mimí se quedó observando a esa señora. Algo en ella le resultaba familiar, pero no lograba recordar. Finalmente fue esa misma mujer quién sonriendo se aproximó a ella y la saludó con patente cariño en su tono, teñido a su vez con emotividad.



-¡Cuánto has crecido! Te has convertido en una joven realmente hermosa, Mimí. ¿No te acuerdas de mí, verdad?

-No…lo siento.- Fue capa de replicar la atónita chica.-

-Es la señorita Melissa, tu maestra de la guardería, la que te salvó cuando caímos al agua.- Le aclaró Mimette.-



            La muchacha asintió despacio entonces, por fortuna muchos de esos recuerdos habían desaparecido de su mente, pero todavía podía rememorar algunos de esos terribles momentos.



-No puedo creerlo, no lo recuerdo mucho, pero sí me acuerdo de usted. ¡Me salvó! Cuando caía al agua.- Pudo decir la emocionada jovencita abrazándose a ella.- ¡Gracias!...



            Eudial no supo que decir. ¿Cómo confesar a esa pobre chica que estuvo a punto de morir por la venganza que ella tenía inicialmente preparada contra su madre? Solamente fue capaz de sollozar y mover la cabeza, al separarse del abrazo sonrió todavía emocionada y declaró.



-Cielo…olvida eso. Ya hace mucho que pasó.  ¡Qué mayor estás y que guapa! Tu madre y Kaori me han dicho lo inteligente y buena estudiante que eres. Todos aquí están muy orgullosos de ti.

-¿Y cómo nos has encontrado?- Quiso saber la joven.-

-Verás Mimí. Melissa desde ahora se unirá a nuestro equipo.- La informó Kaori.-



            La joven miró atónita a su antigua maestra. Pese a que la apreciaba muchísimo no llegaba a comprender qué podía tener que ver ella en ese lugar. Fue entonces la propia aludida quién le contó con voz trémula tratando de componer la historia en un modo que resultase aceptable para esa chica.



-Yo…bueno, hace muchos años me doctoré en cibernética. Pero lo dejé. Tuve un accidente, uno muy malo… y perdí la memoria. Después me hice maestra. Entonces te conocí a ti, a tus padres…En fin. Al poco, tras ese secuestro, recordé. Cuando te saqué del agua todo vino a mi mente. Entonces no supe qué hacer. Me gustaba ser maestra y con ese nuevo trauma. Pues quise dejar pasar tiempo a ver si quizás algún día…



            Ahí guardó un espeso silencio, no sabía qué más decir. Mirando a  sus oyentes con gesto suplicante.



-Melissa es una gran científica.- Terció Mimette para salir en su ayuda, comentándole a su asombrada hija.- Cuando hace poco Kaori logró dar con ella y nos comentó algo de su trabajo supimos que era la mujer adecuada para completar el equipo de las Fairy. Te enseñará muchas cosas.

-¡Es genial!- Afirmó la muchacha tras escuchar aquello.- Estoy encantada de que hayas venido. Seguirás siendo mi maestra. Bueno, ahora, tengo que irme.- Añadió algo apurada.- Es que…tengo cosas que hacer.

-Sí, ¡con un chico muy guapo! - Rio su padre, haciendo que la joven se pusiera colorada.-



            Las demás se rieron, aquello vino muy bien para deshacer la tensión que soportaban. Mimette reaccionó rápido y tras sonreírle a su hija dijo.



-Muy bien ,cariño. Diviértete pero no llegues muy tarde…

-Espera.- Comentó Daniel.- Le he propuesto a Mimí que traiga a ese chico a casa para cenar.-Así podremos conocerle. Y Melissa podría venir también…

-No, no gracias.- Se apresuró a rechazar ésta alegando.- Mejor que estéis en familia y tranquilos para conocer a ese muchacho. Yo, bueno, ahora vamos a vernos todos los días en el trabajo, ya habrá mejor ocasión.



            Mimette asintió, le parecía lo más prudente. Lo mismo que a Mimí. Daniel convino en eso a su vez percatándose de que su lanzada oferta había sido algo irreflexiva. Por su parte Kaori le dijo a la recién llegada.



-Será mejor que me acompañes ahora a ver a mi esposo. Querrá conocerte.



            Su protegida convino en ello y tras despedirse de la familia de Mimette siguió a Kaori. Una vez se alejaron Mimí sonrió de nuevo afirmando.



-¡Es increíble! Qué coincidencias tiene la vida, ¿verdad?



            Sus padres se miraron pero no dijeron nada. Aunque estaban aliviados de que todo hubiera ido bien. Ninguno deseaba que su hija averiguase jamás la verdad de aquello. Sin embargo, la joven parecía estar más pendiente de otras cosas y preguntó.



-Entonces ¿A qué hora le digo a Ken que venga? Aunque no sé si lo hará. Quizás se asuste un poco.

-Pero hija, ¡no nos lo vamos a cenar a él! - Se rio Mimette, respondiendo ya con más normalidad en su tono.- Dile que a las siete estaría bien, así podemos conversar un poco antes.



            La muchacha asintió y tras despedirse de sus padres fue en busca de su compañero. De hecho, sus padres tenían razón. La relación de ambos iba más allá de una simple amistad. En cuanto quedaron, Kenneth Trenton, así se llamaba el joven, le dio un beso en los labios que ella recibió encantada para contarle aquella especie de cita- trampa. Como esperaba su interlocutor reaccionó con gesto desconcertado.



-No sé. Bueno…no quisiera ser una molestia.

-Hoy es un día estupendo. Además mi antigua maestra, la señorita Melissa, ha venido para trabajar con nosotros.- Le reveló la chica.- Será perfecto si además cenas con nosotros.

-Entonces por eso mismo quizás no sea el día más adecuado para que vaya a cenar con tus padres. – Opuso él.-

-Al contrario. Desean mucho conocerte, y cuando se les mete una idea en la cabeza no hay quien les haga desistir.- Replicó la risueña joven.- Y a mí me parece muy bien. Creo que ya va siendo hora de hacer oficial lo nuestro. Bueno, por ese aspecto es genial, pero debo advertirte que mi madre es una persona algo fuera de lo común.- Pudo añadir, algo más azorada ahora.-



            De modo que tras dejar que su novio se adecentara y vistiera con un traje y corbata para la ocasión, Mimí le indicó la hora y quedaron en verse allí. Por supuesto que ella retornó a su casa y se arregló con un bonito vestido tono violeta, regalo de su tía Hota. Cuando sus padres volvieron a casa  quedaron gratamente sorprendidos.



-¡Vaya, pues sí que le vas a dar caché a esto! – Sonrió su madre al verla de esa guisa.-

-Entonces la cosa va de presentación oficial.- Añadió Daniel.-

-La idea fue tuya, papá.- Le recordó la joven.- Espero que os pongáis a tono conmigo.

-Claro cielo.- Contestó Mimette.- Vamos a ponernos muy elegantes. ¿Verdad que sí, Danny?



            Su sonriente esposo asintió. De modo que los dos trocaron sus cómodas ropas del trabajo por sendos trajes de noche y de corbata y aguardaron. A las siete, puntual por completo a su cita, llamaba Kenneth. Daniel acudió a abrir, al ver a ese chico, alto, moreno y de ojos oscuros, no pudo por menos que asentir. Al menos la niña no tenía mal gusto. Ahora faltaba por comprobar lo principal, si era de fiar…



-Buenas noches, señor Rodney.- Saludó él algo envaradamente.-

-Pasa muchacho, no te quedes en la puerta.- Le ofreció su interlocutor.-



            El azorado joven entró siguiendo a su anfitrión y al acceder al salón de la casa fue recibido por su novia y la madre de ésta. Mimette llevaba un vestido color dorado, que hacía juego aun con su pelo. Sonrió exclamando con patente alborozo.



-Así que tú eres Ken. ¡Qué chico más guapo!...Si no fuera porque estoy casada…



            Tanto Mimí como el muchacho enrojecieron a ojos vistas.



-Mamá, ¡por favor! - Musitó la joven que no sabía dónde meterse.-

-¡Es para romper el hielo!- Declaró jovialmente la aludida agarrándose a uno de los brazos del atónito y azorado joven en tanto le ofrecía.- Ken cielo, ven a sentarte a la mesa…



            El aludido obedeció sin rechistar, una vez se sentaron, con él enfrentándose a Mimí y con los padres de estos a ambos lados comenzaron a charlar durante unos minutos hasta que Daniel se levantó yendo a por la cena. Era una gran pizza tamaño familiar que olía muy bien, secundada por una guarnición de ensalada.



-Está delicioso.- Pudo decir el invitado.-

-¡Pues no veas lo que me costó meter la pizza congelada en el horno! - Se rio Mimette dejándole de piedra.-

-¡Es una broma! - Se rio Daniel.- Ésta la hice yo mismo. Es de ingredientes totalmente naturales. Y mi esposa se ocupó del postre.

-Sí, perdóname, pero me encanta hacer esa clase de bromas.- Se disculpó Mimette que, ya más en serio, le inquirió.- De modo que eres compañero de mi hija. ¿Estudias su especialidad?

-Sí, señora Rodney.- Replicó él explicitando.- Cibernética y también biomecánica. Estamos con el proyecto de fin de carrera.

-¿Y en qué consiste?- Se interesó Daniel.-

-Pues básicamente en la creación de organismos bio cibernéticos que puedan combinar las ventajas de ambos tipos.- Le resumió su invitado.-

-¡Vaya! Eso es muy interesante.- Terció Mimette.-



            Durante unos minutos charlaron sobre eso. Y por una vez con total seriedad por parte de la madre de Mimí. Al rato pasaron a otros temas más triviales y al fin el joven se despidió. Desde luego a sus anfitriones les causó una buena impresión. Parecía ser serio, comedido y centrado en sus estudios. Mimette y Daniel le comentaron a  su hija que parecía un gran muchacho. Y el tiempo les dio la razón. Pasaron meses. Tras la marcha de la SSP-1, en la que Penélope se embarcó como directora de proyecto, acompañada sin que lo supiera en un principio por la hija de Ian Masters, el resto de las chicas mantuvieron el equipo Fairy Five en la Tierra. Al final Kaori se unió a ellas para ayudarlas, con su hija Keiko, Mimet, Mimí y Melissa. Investigaban sobre muchas cosas. Algunas de las que descubrieron se incorporaron a esa gran nave. Al poco de partir no obstante, el asteroide  sufrió un ataque que causó, entre otras bajas, la trágica muerte de Granate, el hijo menor de Zafiro y de Petz.



-¡Oh, Dios mío!- Le decía Mimette a su esposo, llena de conmiseración por sus amigos, cuando ya estaban de vuelta en el laboratorio, tras las honras fúnebres.- Están destrozados. El funeral fue muy triste, no sabía que decirles. ¡Pobres Zafiro y Petz! Me parte el corazón. Cada vez que recuerdo lo buenos que fueron conmigo. Y ahora no puedo ayudarles con su pena.- Se lamentó.-

-Nada de lo que se diga puede aliviar ese dolor. Les entiendo bien. Cuando creí que tú y Mimí habíais muerto aquella vez…- Suspiró profundamente Daniel.- Únicamente puedo lamentarlo por ellos. Son dos grandes personas. Ellos, su pobre hijo Coraíon. Y también la pobre Makoto.

-Sí, era su madrina, adoraba a ese crío. Hablé con Minako hace poco y me contó que su pobre amiga estaba hundida. En el entierro apenas sí podía levantar la cabeza. Espero que lo vaya superando poco a poco. Es terrible.



            Y por triste que fuera la vida seguía su curso. Sin embargo otra tragedia aconteció. Al poco tiempo el asteroide desapareció. Al igual que otros familiares y amigos ellos lo pasaron muy mal. Sobre todo cuando veían la expresión de su millonario jefe. De eso hablaban alguna vez en los descansos.



-No puedo creerlo.- Afirmaba Mimette.- La desgracia se ha cebado con esa nave.

-¡Pobre Ian!- Suspiraba Kaori.- Mi marido dice que está siempre melancólico. Eso de que su hija se haya perdido en el espacio es terrible para él.

-Sin olvidar a la pobre Penélope. - Terció Keiko, agregando.- Y yo que estuve tentada de haber ido con ella.

-Menos mal que tu padre y yo te quitamos esa idea de la cabeza.- Replicó su madre.-

-¡Cómo sería la cosa que hasta hiciste causa común con Hotaru para disuadirme! - Se sonrió débilmente la joven, quien no obstante agregó con más optimismo.- Aunque creo que volverán.

-Esperemos que así sea.- Convino Mimette.-

- Sí, Ken y yo pensamos como tú, Keiko.- Terció Mimí.-



            La joven le dedicó una mirada llena de interés aunque parecía translucir algo de tristeza, sin embargo, enseguida eliminó esa impresión preguntando.



-Por cierto. ¿Qué tal va vuestro proyecto?

-Avanzamos, aunque no tan rápido como pensábamos. Es algo muy complejo.- Le refirió la interpelada.-

-Si precisáis ayuda estaría encantada de echaros una mano.- Se ofreció Keiko. Añadiendo aventuradamente. - Y mi padre también. ¿Verdad, mamá?

-Bueno, sabes que tu padre anda muy atareado ahora. Pero si el proyecto es de su interés posiblemente pudiera hacer algo.- Declaró Kaori con tono algo dubitativo.-

-Por ahora espero que no tengamos necesidad de molestar mucho a tu padre.- Sonrió Mimí algo apurada.- Pero gracias de todos modos.



            Dejaron ese tema y tras un momento volvieron al trabajo. Al salir y tras despedirse de regreso a casa, Kaori le comentó a su hija con reprobación.



-No debiste meter a tu padre en eso.

-¿Por qué?- Se extrañó la muchacha encogiéndose de hombros, alegando.- Solamente quería ayudar a Mimí…



            Su madre suspiró moviendo la cabeza. Keiko era muy inteligente para algunas cosas pero bastante ingenua en lo relativo a otras. En cuanto llegaron a casa no pudieron por menos que reiniciar esa conversación. Aunque en esta ocasión, la muchacha hizo partícipe a su padre. Éste la escuchó con detenimiento y replicó.



-Hija. Tu madre tiene razón. Verás. No es cuestión de que no pueda ayudarles. Es que es su proyecto. Para bien o para mal, si implican a más gente eso dejaría en cierto modo de ser así. Y en mi caso es muy complicado…

-¿Por qué?- Quiso saber ingenuamente su interlocutora.- Tú eres el mejor.

-Precisamente por eso, Keiko. Tu padre es un científico muy reputado. Todos pensarían que el resultado de ese proyecto sería obra mayormente suya. - Le respondió Kaori cuando vio que su marido no tenía intención de decir aquello.- Les robaría el mérito aún sin pretenderlo.



            La muchacha asintió entonces. Ahora lo veía…casi se sentía avergonzada cuando suspiró con tintes de disculpa.



-Lo comprendo. ¡Pobre Mimí! No quise ponerla en un aprieto. Ni a vosotros tampoco. Lo siento mucho.

-Tú se lo ofreciste con la mejor intención y ella lo sabe.- La animó su padre posando ambas manos sobre los hombros de la chica.- No te culpes por eso. La quieres mucho y únicamente deseabas ayudar.

-Sí, es verdad.- Admitió la chica suspirando ahora.-



            Era cierto, aunque sus padres no tenía idea de hasta qué punto quería ella a Keiko. Habían crecido juntas, estudiado en los mismos cursos y fueron creciendo. Siempre amigas, muchas veces inseparables. Pero las cosas habían cambiado cuando entraron en la facultad. Allí fue donde Mimí conoció a Kenneth. Él era un muchacho estupendo, atractivo y hasta interesante, sin duda...y estando tan cerca durante este tiempo, Keiko no había podido evitarlo, se sentía algo celosa.



-En tu caso es diferente. Puedes echarles una mano, hija. - Le sonrió su madre ahora sacándola de sus pensamientos.-

-Sí, lo haré, se lo propondré.- Asintió la joven.-



            La conversación quedó zanjada en ese punto. Pasó el tiempo y prosiguieron trabajando a buen ritmo. La alegría volvió al grupo cuando se supo que, efectivamente, la SSP-1 había retornado. Kaori por ejemplo, también se alegró mucho por sus amigos Esmeralda y Diamante cuya hija viajaba a bordo de aquel gran asteroide habitado siendo parte del equipo de las Fairy Five del mismo. Tras algún tiempo se procedió a la terraformación del planeta Bios y, coincidiendo con eso, Ken propuso a Mimí matrimonio. La joven aceptó con visible contento y eso fue la guinda a un año maravilloso. Tan contenta estaba que, una tarde, llamó a Keiko.



-Hola.- Le dijo por el video comunicador, con una gran sonrisa.-

-Hola.- Respondió su amiga, sonriente a su vez.- ¿Qué ocurre? Te veo muy feliz.

-Quisiera contarte algo, y pedirte una cosa.-Le comentó entonces Mimí.-

-Bueno. ¿Y qué es?- Quiso saber Keiko.-

-Mejor te lo digo en persona, no es algo que se deba hablar por videoconferencia. ¿Quedamos a tomar algo?- le ofreció.-

-Claro. ¿A qué hora te viene bien? – le preguntó una complacida Keiko.-

-A las seis, si puedes. Donde siempre.- Le indicó su amiga.-



            Por supuesto que podía, allí se citaron. Tras saludarse con sendos besos en las mejillas pidieron unos tes. Sentadas a la mesa de una cafetería a la que solían acudir a relajarse durante el periodo de exámenes. Al fin, tras disfrutar de su bebida sin hablar demasiado, fue Mimí quien quiso romper el hielo.



-Verás, yo… me cuesta un poco decir esto. Pero hace mucho que quería pedírtelo…sabes que para mí, eres muy especial. Y me da algo de vergüenza proponértelo…



            Keiko sonrió, no tenía idea de qué pudiera tratarse pero ella pensaba lo mismo. Las dos habían compartido muchas cosas y eran como hermanas. Para su gusto incluso más.



-Siento lo mismo que tú.- Le confesó.- Y estaría encantada de que tú y yo…pídeme cualquier cosa y puedes estar segura de que aceptaré.- Fue capaz de musitar.-



            Su amiga sonrió de modo luminoso, posando una mano sobre la de ella, el corazón de Keiko latía a cien por hora. Quizás había llegado ese día tan ansiado por ella en el que Mimí al fin le iba a confesar que también deseaba lo mismo que ella, que se había dado cuenta de sus verdaderos sentimientos y en ese instante fue cuando su amiga del alma y ojalá que algo más, le propuso…



-¿Querrías ser mi dama de honor?

-Tu ¿Qué?- susurró Keiko entonces, retirando la mano despacio de la de su amiga.-

-Mi Dama de Honor, para nuestra boda. ¿Sabes? Ken me ha pedido que me case con él. ¡Y le he dicho que sí!- Exclamó la alborozada Mimí.-



            Keiko no sabía qué decir. Ahora su corazón daba la impresión de haberse detenido. Cuando finalmente pudo asimilar aquello por unos instantes tentada estuvo de levantarse y salir corriendo. Sin embargo, todo lo que hizo fue sonreír y declarar con un impostado tono de alegría.



-¡Vaya, es una noticia maravillosa! ¡Felicidades!

-Muchas gracias. Estaba segura de que te iba a encantar. Por eso quise decírtelo en persona. Tú eres lo más parecido a una hermana que tengo.

-Gracias.- Musitó Keiko.- Eso significa mucho para mí…

-Entonces, ¿aceptarás?- Inquirió la esperanzada Mimí.-

-Claro. ¿Cómo podría decirte que no?- Se forzó a sonreír Keiko.-



            Tras levantarse ambas, la muchacha la abrazó. Keiko se sentía morir pero pese a todo, volvió a regalarle una sonrisa a su amiga, le tomó afectuosamente la cara entre sus manos y le dijo tratando de no llorar.



-Será un gran día para ti…y para Ken…haré lo que sea para que te sientas la chica más feliz del mundo.



Mimí sonrió agradecida a su vez. Estaba muy contenta. Y confiaba en su gran amiga. En realidad todo parecía irle a las mil maravillas. Cuando se despidió de Keiko regresando a casa así lo pensaba.  De hecho su trabajo para la tesis iba mejor que nunca. La Masters Corporation incluso les financió más que generosamente. Pasaron algunos meses más y finalmente llegó la ceremonia.  Su amiga en efecto hizo de dama de honor acompañándola, yendo detrás, mientras su padre la llevaba al altar y allí se desposó con Ken. Luego Keiko le comunicó que había decidido partir en la SSP-2.



-Me quedé con ganas de hacer historia en la SSP-1.- Le comentó la pelirroja, alegando con voz queda.- Ahora quisiera ir en esta.

-Te echaré muchísimo de menos.- Le dijo una emocionada Mimí.-



            Keiko lloró en esta ocasión sin contenerse, era su manera de intentar dejar aquello atrás. Las dos se dieron un sentido abrazo y pocos días después, la hija de Tomoe y Kaori se marchaba. Aunque no fue la única. Para sorpresa de Mimí, Melissa también decidió ir.



-Ya no me necesitáis aquí.- Adujo su antigua maestra.- Keiko y yo nos haremos compañía y os recordaremos juntas. Y tengo muchas ganas de contribuir a terraformar un planeta.



Así fue y aunque un poco entristecida por la marcha de Keiko y de Eudial quienes se decidieron a partir en esa nueva y mejorada nave de exploración. La SSP-2, con rumbo a encontrar otro planeta terraformable. Uno que había sido marcado en unas cartas de navegación alienígenas que los tripulantes de la SSP-1 obtuvieron durante su periplo. Un mundo que  iría a llamarse Nature. Tras los esponsales la pareja de recién casados dio una rápida vuelta al mundo y finalmente se establecieron en los Estados Unidos. Allí prosiguieron su trabajo. Incluso para gran alegría de todos, Mimí anunció su embarazo. Y hasta Keiko y la que se hacía llamar ya oficialmente Melissa retornaron tras el éxito de la terraformación de Nature. Se celebró una gran fiesta tras el reencuentro y entre otras cosas hablaron de lo acontecido.



-Ha sido un viaje lleno de vivencias y de aventuras.- Declaró Keiko remachando emocionada aunque algo entristecida.- Sobre todo cuando ese gran resplandor nos libró de aquellos agujeros y nos mostró el camino.

-El poder de las princesas planetarias y de la gran Reina Serenity al fin se ha manifestado.- Comentó su madre, añadiendo.- Ahora Hotaru es oficialmente la princesa de Saturno. Después de que Serenity y Endimión hayan sido reconocidos como soberanos de la Tierra por la ONU.

-Espero que pese a su título, tenga algún rato para pasarlo con nosotras.- Dijo Mimí.-

-Claro, mi hermana nos quiere mucho.- Sonrió Keiko con el asentimiento de su madre.-

-Y por lo que tengo entendido, a ti te quiere mucho otra persona.- Se sonrió Mimí.-



            Eso provocó que su amiga se ruborizase hasta las orejas. De por sí, siendo pelirroja llamaba la atención, aunque ahora casi parecía un semáforo. Las demás se rieron aunque tras un rato, la muchacha comentó con tono de duda e incluso de apuro.



-No estoy segura de lo que siento. Es algo complicado…

-Bueno, el amor siempre lo es, querida.- Sonrió Mimet.-



            Melissa optó por guardar silencio. Ella estaba más al corriente de lo que le sucedía a Keiko, pero prudentemente decidió que no era asunto suyo. Lo principal era que estaban de regreso y a salvo. No obstante, Mimí aprovechó un momento en la fiesta para quedarse a solas con su amiga.



-Anda, cuéntame qué ha pasado…Quiero saber más detalles de esa expedición.

-Verás.- Pudo responder su envarada amiga.- Durante el viaje he conocido a muchas personas. Una es mi compañera Caroline Drummond, la encargada de la programación de sistemas. Luego estaba Mei Ling Chang, la astrofísica y exobióloga planetaria. Junto con Penélope, Melissa y yo, formábamos el grupo de las Fairy de la nave. Y también conocí a Maggie. Bueno Margaret Kendall, que trabajaba de enfermera junto con el doctor Ginga.

- Bueno, ¿Y qué más?- Quiso saber Mimí que no comprendía a dónde quería ir a parar su amiga.-

-También había muchos chicos guapos.- Sonrió ahora su interlocutora.- Sobre todo uno. El mayor Kiros Derail. Es un saiyajin.- Matizó.-

-¿Uno de esos que brillan de color dorado?- Se sorprendió Mimí.- Vaya…aquí en la Tierra unos cuantos de ellos ayudaron a los soberanos a salvar el planeta. Pero dime.- Quiso saber con vívido interés.- Dijiste que no estabas segura de tus sentimientos, ¿hacia quién?...

-La verdad, estoy hecha un verdadero lío. No sé cuál es mi identidad sexual.- Le confesó su amiga dejando a Mimí atónita.-

-¿Qué?... bueno, te refieres a que…

-No sé si me gustan los chicos o las chicas.- Completó su amiga.- Quizás me gustan los dos.



            Y ante la cara de pasmo de su interlocutora, Keiko le contó.



-Conocí a Mei  Ling cuando comenzamos a trabajar juntas. Al principio todo era normal. Luego ella nos contó que era homosexual, ya sabes… incluso nos presentó a su novia de entonces, Maggie. El caso es que ésta última fue acercándose más a mí. No me pareció raro al comienzo, estábamos unidas en el grupo de amigos y compartíamos muchas cosas. Quedábamos para salir todas al terminar el trabajo. Penélope nos explicó que ella lo hacía con el grupo de la SPP-1 y que aquello las unió bastante. Un día, bueno. Era el día libre de Maggie y mío. Mei Ling propuso que fuéramos a cenar con Kiros. Acepté claro. Ni yo misma sabía por cuál de los dos estaba más interesada. En fin. Luego fuimos a una discoteca de la nave, bailamos un poco, bebimos algo y me mareé. Maggie me  acompañó a casa… una cosa llevó a la otra y cuando quise darme cuenta nos estábamos besando. Desperté desnuda en su cama. Junto a ella. Ya sabes. Lo hicimos.

-¿Lo hiciste con una chica? - Se sorprendió Mimí, añadiendo de seguido para tratar de matizar aquello. Bueno, eso no es raro. Hotaru me contó que sus compañeras Haruka y Michiru siempre han tenido esa clase de relación.

-Fue mi primera vez…con nadie.- Le confesó Keiko con voz queda.- Y bueno. No puedo decir que no me gustase. Pero pienso que a Maggie aquello le importó todavía más. Al principio las dos quisimos hacer como si nada hubiera pasado. Luego ella se declaró. Dijo que me amaba.- Suspiró la muchacha que apenas si pudo decir con emoción.- Y yo la quiero, pero no estoy segura de hacerlo de ese modo.

-Bueno, pues date tiempo. Cuando estés segura habla con ella. Le sugirió su amiga pensando que aquello zanjaba el problema.-



            Ojalá fuese así de simple. De hecho, Keiko miraba a su amiga de la infancia y suspiraba. Había tenido el valor de salir del armario delante de ella aunque no de atreverse a confesar lo que sentía.



-No me atrevo a tanto, Mimí.- Pensaba consternada.- Por lo menos, ahora sabes parte de la verdad. Aunque no creo que sea capaz de decirte lo que de verdad siento hacia ti. Y menos ahora, que estás felizmente casada. Menos mal que he podido superarlo y ahora eres tú quien debe aconsejarme.



Lo había meditado muchas veces desde que regresó. ¡Si su amiga del alma hubiera llegado a sospechar que una de las razones por las que se fue era que ella misma! Keiko había estado enamorada de Mimí desde que eran adolescentes, pero para su desgracia pronto se dio cuenta de que aquello jamás podría tener futuro. Su amiga era totalmente heterosexual y tan pronto tuvo edad comenzó a fijarse en los chicos. No es que fuera una lanzada para ligar pero cada vez que le gustaba alguno acudía a la propia Keiko en busca de consejo y ella tenía que tragarse su amargura, sonreír y alentar a su amor imposible. Después, cuando al fin conoció a Kenneth fue un flechazo. Bueno, quizás no del todo, pero enseguida podía verse que entre ambos existía una conexión. La hija del doctor Tomoe tuvo que admitirlo. Era mejor no estar allí, en medio y  cuando surgió la ocasión la aprovechó. Se embarcó en la SSP-2. Y cuando finalmente logró olvidarse de Mimí en ese aspecto le surgió este nuevo dilema. Realmente ella se enamoraba de la persona y no de su sexo. Por eso se atrevió a decir.



-Es que no es tan sencillo. También está Kiros.

-¿Kiros?- Repitió Mimí.- ¿Quién es ese?

-El mayor Derail. – Le aclaró su interlocutora.- Como ya te dije se llama así, Kiros Derail. Es el hijo de un importante noble saiyajin.

-¿Y cómo es?- Se interesó la otra joven.-

-Alto, fuerte, guapo, pelo moreno, ojos negros. Diría que en lo último es como Maggie pero en chico. Aunque ella sea de pelo y ojos castaños.- Suspiró Keiko.- Y me atraía, me atraía mucho. Aunque con él no llegué a…, ya me comprendes. Pero salimos alguna vez.

-Los guerreros del espacio tiene fama de ser muy rudos.- Comentó Mimí.-

-Éste al principio lo era. Al menos en el trato es alguien bastante serio, sí,  pero cuando se le conoce también amable a su modo. Me dijo que sus padres le educaron en muchas de las costumbres terrestres pero que él siempre prefirió hacer las cosas al modo de su pueblo. Es primo además del embajador saiyajin en la Luna.

-¿Ese que está en la corte de la reina Neherenia?- Inquirió Mimí que, al más puro estilo del cotilleo, añadió.-  Se comenta que él y la soberana de la Luna, bueno… son más que amigos.

-Sí, es cierto.- Asintió descuidadamente Keiko para revelar a su amiga con tinte de voz algo angustiado.- El caso es que Maggie me pidió que saliéramos en serio, que fuéramos novias. Y casi a la vez, Kiros hizo lo mismo, quiso que seamos novios.



            Mimí se llevó las manos a la boca. Apenas fue capaz de preguntar.



-Y ellos, bueno. ¿Cada uno sabe lo que el otro siente por ti?

-Los dos se conocen y han tenido contacto. Me refiero a contacto como conocidos. Tenían amigos comunes en la nave. Y aunque nunca les he visto adoptar una mala actitud entre ellos sé que no son tontos. Desde luego que lo saben. Y es como si cada uno tratara de tirar de mí, de persuadirme para que le eligiera. La verdad. No sabía qué hacer. Y sigo sin saberlo. Únicamente pude hablar de esto con Melissa. La pobre tampoco pudo ayudarme demasiado. A fin de cuentas me dijo que es mi decisión.

-Bueno, y así es.- Convino Mimí queriendo saber.- ¿Les sigues viendo?

-Maggie permanece todavía en la SSP-2, está a la espera de su traslado al planeta. Yo pedí volver a la Tierra, más que nada por alejarme de ellos y poder pensar. En cuanto a Kiros, me parece que retornó a su mundo para informar. Pero aseguró que volvería.- Suspiró la joven.- Y cuando un saiyajin promete algo, no dudes que lo cumplirá.

-Espero que puedas decidirte. - Le deseó su amiga.-



            Keiko bajó la cabeza, parecía estar sopesando esas palabras, esbozó una leve sonrisa y añadió.



-Sí, bueno, quizás el destino haya decido por mí y luego también tengo el dilema de si centrarme en mi trabajo como científica o probar en el mundo de la canción.

-Tú eres una estupenda cantante.- La alabó su amiga.- Dicen que en la SPP-2 te llamaban la nueva Amatista Lassart.

-¡No creo que llegue a tanto! - Sonrió modestamente la muchacha al comentar.- Giaal llegó a contarme que él fue testigo de cómo esa mujer salvaba a un mundo entero con sus canciones. Y sé que también tuvo un gran papel animando a los miembros de la SSP-1 cuando se perdieron por aquel agujero. Les ayudó a creer y a levantar la moral. Modestamente traté de hacer lo mismo en mi nave.

-Pues todos los que te han oído alguna vez coinciden. No tienes nada que envidiar a las Justices.

-Muchas gracias. Es todo un halago. Aunque lo más bonito que me ocurrió nunca fue siendo niña. Cuando por Navidad canté acompañada por Haruka y Michiru. Una al piano y la otra al violín.  Recuerdo que mi hermana se emocionó tanto que hasta le caían las lágrimas. Entonces me asusté, creía que le pasaba algo. Pero Hotaru me sonrió y me dio un montón de besos.- Rememoró con nostalgia para suspirar.- No sé… es difícil saber que haré con mi vida. Hasta he pensado en irme a Nature a vivir. Puede que Maggie y Kiros se instalen allí.



            Mimí la escuchaba con visible interés. Siempre nombraba antes a esa muchacha, lo que a su juicio podía significar algo. No obstante, marcaba mucho el nombre del saiyajin. Lo que a buen seguro podría ser significativo también.



-¿Has hablado de esto con tus padres y tu hermana?- Le preguntó entonces.-

-Sí, algo hemos comentado. Y en eso los tres son unánimes. Han dicho que, en lo que yo decida, me apoyarán. Sea lo que sea. En mi trabajo o en mis sentimientos. – Admitió la joven.-

-Eso es lo principal.- Convino su amiga, aseverando.- Mis padres también me han querido y apoyado siempre. Y eso es algo por lo que les estoy muy agradecida.

- Y aunque tenga estos dilemas existenciales. Hay una cosa de la que estoy segura. Soy muy feliz por ti y por Kenneth.- Repuso su interlocutora variando de tema en tanto sonreía.- Y supongo que los dos lo estaréis también.



Y ahora podía decirlo de todo corazón. Sobre todo ante las perspectiva de la maternidad de su amiga que le corroboró.



-Sí, claro.- Sonrió ampliamente Mimí acariciándose el vientre.- Estoy de unos tres meses ya.

-¿No pedirás la baja? - Le preguntó su amiga.- Ya sabes para estar tranquila…

-¡No!- se rio su contertulia.- Haré como mi madre hizo conmigo. Me contaba que casi se puso de parto en el laboratorio. ¡Ja, ja!…



            Y las dos se rieron de aquello. Era cierto, al menos Mimí era tan dedicada a su trabajo como lo eran sus padres. Al fin, ya más en serio, le comentó a Keiko.



-Trabajaré hasta que me quede poco para salir de cuentas. Esto es algo que me apasiona y no me imagino estando en casa sin hacer nada.

-Bueno, pues me alegra oírte decir eso. Así tendré a una buena amiga haciéndome compañía.- Convino la pelirroja.-

-Por cierto. Melissa también está muy feliz.- Afirmó la muchacha.-



            Su amiga entonces adoptó un gesto de complicidad e incluso misterio y le comentó.



-Todavía no quiere que se sepa. ¿Si te lo cuento guardarás el secreto?

-Bueno, no sé. Supongo.- Repuso la atónita Mimí.-Lo intentaré…



            Y casi con un susurro la pelirroja le desveló.



-Conoció a un hombre estupendo, el doctor Adams. Se va a casar con él. Y además han adoptado a una niña. Una de las supervivientes de un campo de prisioneros que tenía en villano al que derrotamos.

-La tía Melissa no quiere hablar mucho del tema, se comenta que tuvisteis que librar unas batallas terribles.- Comentó Mimí.-

-Así es.- Suspiró Keiko con visible tristeza en la mirada.- Si te digo la verdad hemos visto cosas horribles. Lo único que me consuela es que, al final, la vida y la justicia se abrieron camino. Pero fue muy duro.- Musitó ahora con lágrimas en los ojos.- A veces fue horroroso. Ver gente muerta alrededor y no poder hacer nada.



            Mimí la abrazó con todo el cariño que pudo. Su amiga se desahogó llorando contra su pecho. Por su parte Keiko sufría, pero no únicamente por esa razón. Quizás aprovechaba esas palabras como pretexto. Y es que no era cierto lo que le había contado a su amiga. Quizás sí en parte, pero el final de su relación con esas dos personas no fue como la versión que había dado, sino bastante más amarga y decepcionante para ella. Al fin, pudo rehacerse para añadir, esbozando una tenue sonrisa volviendo al tema de la adopción de Melissa.



-Es una niña preciosa, se llama Wina y es extraterrestre.

-¿Qué?- Se sorprendió Mimí.-

-Es una larga historia, pero, por favor. Haz como si no supieras nada. Melissa quiere venir con su futuro esposo y la niña para daros una sorpresa. Después no sé qué harán, Si quedarse aquí o establecerse en Nature.

-No te preocupes, no sé nada.- Le prometió Mimí.-



Y así fue. Al cabo de un par de semanas finalmente Melissa desveló oficialmente aquello. Presentó al doctor Adams, de nombre Clay y a la niña, una cría de unos seis o siete años que respondía por Wina. De hecho la pareja se casó en la Tierra, con Mimette y Daniel como padrinos. De momento eligieron quedarse en el planeta madre. La niña desde luego había aprendido a adoptar forma humana y pasaba por una preciosa niña de pelo rubio y ojos azules. El doctor Adams comenzó a trabajar ayudando a Souichi, pero al poco decidió ir a Nature. Tuvo una oferta muy buena para ser el director del centro avanzado de investigaciones científicas recientemente creado en ese planeta. Su esposa e hija no tardarían en ir con él. Sin embargo, todavía permanecieron en la Tierra hasta que el colegio en el que Wina había sido matriculada, terminase el curso. De este modo pasaron un par de meses. Mimí seguía rindiendo como en ella era habitual, junto a su esposo, sus padres, la familia Tomoe y Melissa. Hacían muchos progresos en sus investigaciones. De hecho, las cosas iban muy bien hasta que llegó ese fatídico día.



-Vamos cariño, teneños que preparar la prueba.- Le indicaba Kenneth a su esposa.-

-Sí, ya voy.- Repuso ella dándose prisa.-



            Ambos estaban casi a punto de obtener una respuesta a sus problemas. El proyecto estaba muy avanzado aunque faltaba como dotarle de energía. Lo fácil hubiese sido una batería o alguna fuente externa, pero los dos deseaban que aquello pudiera en cierto modo auto sostenerse. Y tras mucho investigar, el prototipo estaba preparado.



-Tendremos que comprobar como sintetiza la energía.- Le recordó Mimí a su marido, en tanto se ponía unas gafas protectoras.-

-Habrá que andarse con cuidado, es tecnología en fase totalmente experimental.- Le previno él.-



            Su esposa asintió. ¡Ya lo sabía! Entre ella y Melissa habían dado los últimos retoques, junto con la ayuda de sus propios padres. Ahora tocaba probarlo.



-Sería mejor que tú te alejaras, al menos hasta que concluya el test.- Le pidió Ken.-

-No te preocupes. Tras la mampara estaremos seguros. – Sonrió ella acariciándose su vientre con suavidad.-



            De modo que, tras observar todas las medidas de seguridad el matrimonio se aprestó a comenzar. A través de esa mampara blindada podían ver el prototipo, una especie de generador cilíndrico de un tono azul oscuro esmerilado. Aguardaban una cuenta atrás para encender un rayo que iba a cargar con energía aquello.



-En tres, dos, uno. ¡Ahora! – Indicó Mimí conectando el aparato.-



            Y disparada por una especie de cañón que pendía en el techo un haz de luz de tono blanco se estrelló entonces contra ese objeto. Al principio no sucedió nada pero a los pocos segundos el cilindro comenzó a emitir una luminosidad que parpadeaba. Era un tono azul celeste que pasó al blanco…



-Bueno. Ahora solamente falta saber cuánto tiempo aguantará con esa dosis de energía.- Comentó Ken que tomaba notas en un ordenador.-



            Mimí asintió, el tiempo de proveer con energía a aquel aparato estaba pronto a agotarse. Enseguida tocaría desconcertar y observar los resultados…Entre tanto, Melissa y Mimette estaban trabajando en otra sala…



-Espero que la prueba resulte.- Decía la madre de la joven investigadora.-

-Tal y como lo diseñamos debería ser una súper batería que absorbiera energía y pudiera conservarla por un tiempo mucho mayor que cualquier otra batería conocida. Y sin radiación perjudicial.- Respondió su hermana.-

-Eso sería magnífico y tendría muchísimos usos.- Afirmó Mimette.-

-Sí, pero pese a lo estupendo de ese descubrimiento para ellos solo significaría un paso previo para su proyecto.- Le comentó su interlocutora.-



            En ese instante el profesor Tomoe entró en la sala y ambas mujeres le saludaron.



-¡Hola doctor! – Exclamó jovialmente Mimette como casi siempre que le veía.-

-Buenos días.- Replicó amablemente éste quien también se interesó, preguntando a su contertulia.- ¿Qué tal va todo?

-Mi hija y mi yerno están con su prueba.- Le informó la interpelada.-

-Bueno, estaremos algo justos hoy, mi mujer y mi hija tienen el día libre.- Comentó el doctor.-

-Sí y hasta que ellos no acaben ese experimento estaremos los tres. Aunque si han comenzado a la hora ya deben de haberlo concluido. Espero que hayan calculado bien las especificaciones.- Terció Melissa.-



La científica estaba releyendo unos cálculos de ese mismo proyecto. Entonces, tecleó rápidamente unas órdenes en la computadora. Quiso programar una simulación alterando unos patrones. Casi a modo de intuición creyó haberse percatado de algo. Tras hacerlo, casi de improviso, dio una exclamación.



-¿Qué sucede? –Quiso saber Tomoe.-

-Rápido, tenemos que decirles que interrumpan esa prueba,- replicó su interlocutora con visible inquietud.-

-¿Por qué? ¿Qué ocurre?- Preguntó una desconcertada Mimette.-



            Por toda réplica Melissa salió a todo correr de la sala, Mimette y Tome la siguieron. Entonces la mujer les comentó.



-Esa poli aleación que hemos empleado para construir el cilindro acumulador. No es estable a más de mil grados.

-Pero no alcanzará esa temperatura.- Repuso Mimette con menor inquietud ahora.-

- Sí que lo hará. ¡Mierda! No hemos tenido en cuenta un detalle. – Espetó Melissa tratando de llegar cuanto antes a la otra sala.- ¡Rápido!...Hay que detener esa prueba…



            Sin embargo, el protocolo de seguridad cerraba las puertas cuando una prueba comenzaba. La mujer trató de hacerse con el interfono para advertir al matrimonio pero tampoco funcionaba. Esa energía del experimento estaba interfiriendo con los sistemas.



-Creo que sé a dónde quieres ir a parar.- Repuso Tomoe.- Si esa aleación es la mitad de buena de lo que pensamos conservando la energía se seguirá calentando aunque corten la fuente de alimentación...y entonces…

-¡Oh, Dios mío! Pudo decir Mimette dándose también cuenta del potencial peligro de aquello. -¡Tenemos que sacarles de ahí!



            Ajenos a toda esa preocupación, la pareja dio por concluido ese ensayo. Apagando el rayo de energía.



-Ahora vamos a ver cómo responde.- Comentó Ken.-



            El cilindro mantenía ese brillo de tono blanquecino aunque al cabo de unos momentos éste comenzó a degradarse. Mimí y su marido salieron de la sala anexa y entraron en la cámara del experimento. Pese a todo manteniéndose a unos metros de distancia. La joven pudo decir.



-Parece que aguanta, aunque no como habíamos previsto. Tendría que brillar algo más.

-Su temperatura parece estable a ochocientos grados.- Informó Kenneth que había consultado la información de la computadora del cuarto anexo.-

-Mira a ver si la conserva o si ha descendido ya.- Le pidió su mujer.-



El joven asintió. Retornó tras la habitación blindada y consultó el monitor del ordenador a cargo de la prueba. Entones fue cuando, para su sorpresa, leyó.



-Ha subido a novecientos grados. No lo comprendo…novecientos cincuenta… Mimí.- Le gritó a su esposa.- ¡Sal de ahí!



            Pero su interlocutora no escuchó eso último, una especie de pitido extraño surgió del aparato en tanto volvía a brillar, ahora de un tono blanquecino con matices anaranjados.



-¿Qué pasa?- Pudo decir la chica, visiblemente sorprendida.-

- Mil cien grados… ¡Sal, corre! – Insistió su esposo con patente temor.-



            Ahí fue cuando la aludida se dispuso a salir de la cámara pero fue demasiado tarde, ese cilindro estalló inopinadamente lanzándola con la onda expansiva contra una de las paredes. Para la muchacha aquello pareció ir a cámara lenta, incluso juraría haber visto una gran silueta encapuchada tras la explosión que consultaba un gran libro escribiendo algo en él. Pero eso duró tan solo unas décimas de segundo. Enseguida sintió un gran impacto y todo fue oscuridad para ella. Kenneth corrió a tratar de socorrerla. La muchacha sangraba abundantemente y él ni quiso imaginar de dónde provenía aquella hemorragia, puesto que solo tenía algunos pequeños cortes y heridas a la vista. Muy asustado la llamó en voz alta pero era en vano. Afortunadamente sintió que su esposa tenía pulso.



-¡Mimí! ¡Vamos cariño, aguanta! - Le pedía entre aterrado y muy desconcertado.-



            La levantó en brazos y se dispuso a llevarla a la enfermería. Fue cuando Melissa y el resto pudieron a abrir las puertas y entrar.



-¡Dios mío, Mimí, hija!- Chillaba Mimette.-



Y es que sufrió un ataque de nervios al ver a su hija en ese estado pero Tomoe la abrazó tratando de calmarla. A toda prisa llevaron a la joven a la zona médica. Por fortuna era la misma Hotaru quien estaba allí, junto con el personal de esa instalación. Nada más ver a la accidentada la tumbó en una camilla y el equipo médico la reconoció. La chica también sangraba por la nariz y tenía varios hematomas producto del golpe. Parecía que esa hemorragia tan aparatosa se había contenido, lo demás parecía estar bien. No obstante, la sailor palideció al auscultarla.



-¡Oh Dios!- Pudo musitar.- El niño…

-¿Qué ha pasado, qué ha sucedido?- Preguntaba Ken una y otra vez.-



Ahora, entre Melissa y Tomoe trataban de tranquilizar al esposo y a la madre de la joven. Sin embargo, al poco tiempo y tras hacer unas pruebas y reconocer a la siniestrada, se les unió Hotaru con expresión demudada y muy malas noticias.



-¿Qué tal está mi hija?- Quiso saber Mimette con patente inquietud.-

-Ella está bien. Son heridas superficiales, algún leve hematoma producto de las contusiones, se recuperará. Pero…su embarazo…

-¿Qué?- Terció Kenneth abriendo los ojos como si de platos se tratasen al inquirir.- ¿Qué le ha pasado a nuestro hijo?

-Lo siento.- Musitó una consternada Hotaru moviendo la cabeza.-



            Nadie fue capaz de articular palabra, Melissa abrazó a la desolada madre de la paciente que tenía las pupilas dilatadas por el shock. Las dos lloraron, al igual que Ken. La propia Sailor Saturno tenía lágrimas en los ojos cuando les aclaró.



-Lo ha perdido… ha recibido un impacto muy fuerte y el feto no lo ha soportado… Y, además...la ráfaga de energía ha dañado de manera irreversible su matriz.

-¿Qui…quieres decir que, que mi niña no?- Pudo apenas balbucear Mimette.-

-¿No podrá volver a tener hijos? - Completó una desolada Melissa.-

-Desgraciadamente no.- Pudo afirmar Hotaru.- Aunque quizás, con alguna terapia muy avanzada.

-No sé. Dejad que se recobre y lo estudiaremos.- Intervino Tomoe, tan afectado como el resto, para añadir en un intento de dar cabida a la esperanza.- A nivel genético veremos qué se pueda hacer. De momento lo principal es que se la trate. Debe de sentir unos terribles dolores.

-Por ahora está inconsciente. Los médicos la han sedado.- Les informó Hotaru.-



            Mimette no tardó en acudir al lado de su hija, no se apartó de ella y la sostuvo una mano sin dejar de llorar en tanto Mimí permanecía inconsciente. Al poco llegó Daniel que fue avisado de inmediato. Estaba en otra de las empresas de la Masters. El padre de la muchacha tampoco podía articular palabra por el pesar y el dolor. El mismo Tomoe tuvo que sentarse con él en la sala de espera que había en el complejo médico.



-No te inquietes, Daniel. Los especialistas harán todo lo que esté en sus manos. Son los mejores del mundo. Y tenemos tratamientos para que tu hija se recobre.

-Supongo que dentro de la desgracia ha tenido suerte de salir viva.- Pudo sollozar el destrozado padre de la chica.- Pero cuando se despierte y sepa lo de su hijo…



            El doctor le pasó un brazo por los hombros y solamente pudo mirarle con pesar. Él mejor que nadie comprendía lo que ese pobre hombre sentía. Para su desgracia no era ajeno al drama de haber perdido a un ser querido tras un accidente en un experimento. Al poco llegaron también Kaori y Keiko visiblemente impactadas y hundidas al conocer lo sucedido. Keiko no dejaba de llorar en tanto se abrazaba a su madre y repetía.



-¡Pobre Mimí! Deseaba tanto ese hijo…ella y Ken, estaban tan contentos…



            Su madre lloraba también sin ser capaz de decir nada más, a su vez, Eudial trataba de consolar a Mimette sin lograrlo. Ésta incluso llegó a balbucear con patente dolor.



-Si hace años hubiera sabido esto habría preferido morir en ese coche y que tú criases a mi hija con tal de que ella no tuviera que pasar por algo así.

-No digas eso, ¡por favor!- Le pidió su contertulia abrazándola y dándole un suave y cariñoso beso en la frente.- No lo digas…

-Yo me hubiese merecido algo así. Pero mi niña no. Ella siempre fue una buena persona. Jamás hizo daño a nadie…-Sollozaba Mimette con impotencia y amargura.-

-Entre todos la ayudaremos, saldrá adelante, ya lo verás.- Le aseguró la que ahora se hacía llamar Melissa.-



            Y desde luego eso quería creer, pero ella también se sentía destrozada por aquella pobre chica a la que había conocido siendo esa encantadora niña. Así se turnaron en acompañar a la paciente. Pasaron varios días hasta que los doctores pudieron arreglar la mayor parte del daño para que el dolor desapareciera. Al menos el físico. El moral sería otra historia. Mimí pudo despertar y enseguida quiso saber que había sucedido. Su esposo pidió estar a solas con ella para poder contárselo en tanto el resto aguardaba fuera. Al cabo de un rato, a todo el mundo se le heló la sangre al escuchar el desgarrador grito de ella.



-¡Mi hijo!-  Fue lo único que pudieron entender.-



            Nadie pudo escapar al llanto una vez más. Incluso Hotaru que era la dura y temible guerrera de la destrucción lloró como pocas veces lo había hecho antes. El resto de sus compañeras le habían dado ánimos y transmitido sus mejores deseos para la familia de Mimí. En especial Minako que también se había sentido muy afectada al conocer esa terrible noticia. Por su parte Ken solo pudo estrechar a su esposa entre los brazos y dejarla llorar y gritar. Así pasaron unos días hasta que fue dada de alta. Pero no volvió al trabajo. Estaba deprimida y apenas sí quería comer, no salía de su habitación. Ya no parecía importarle nada. Tanto era así que su esposo y sus padres comenzaban a estar muy asustados. Mimette llegó a llamar a Keiko y a Hotaru, las únicas a las que, al parecer, su hija aceptaba que fuesen  a visitarla. Finalmente las dos juntas se acercaron a verla con algunas noticias que esperaban pudieran animarla. Aunque quizás, al principio eso pudiera significar todo lo contrario.



-¿Podemos pasar?- inquirió tímidamente Keiko tocando a la puerta del dormitorio de su amiga, secundada por Hotaru.-



            No hubo respuesta, ambas se miraron y al fin se decidieron a entreabrir esa puerta. Dentro de la estancia todo era oscuridad. Apenas unas lucecitas de algunas pequeñas lámparas alumbraban.



-¿Es bonito verdad, tita Hota?- Escucharon el hilo de voz de Mimí, que casi le salía como un susurro cuando añadió.- Recuerdo que me contaste que, de pequeña, te gustaba iluminar así tu habitación.

-Es verdad.- Admitió ésta con un tono lleno de afecto y de lástima, cuando le dijo.- Te echamos de menos.

-Sí, amiga mía.- Terció Keiko quién cariñosamente a su vez le desveló.- Sobre todo ahora que voy a irme.

-¿Te vas?- Quiso saber la aludida que se levantó entonces de la cama en la que había estado tendida.- ¿Al final lo harás?...

-He aceptado una plaza de jefe de laboratorio en Nature. Al menos por un par de años. Dentro de unos meses debo ir allí.

-¿Y ya tienes a la persona que ocupará tu corazón?- Musitó Mimí casi con tono ido.-

-Los dos están allí, aguardándome.- Repuso con voz queda Keiko para admitir.- No me he decidido aún, quizás lo sabré cuando les vuelva a ver. Pero ahora eso no es importante, antes  de marchar quería hacer una última cosa por ti.



            Entre tanto, Hotaru se sentó en la cama junto a su querida amiga. Lo mismo hizo Keiko, a tiempo para sostenerla en tanto Mimí se derrumbaba llorando. Sus compañeras a duras penas aguantaron el no hacer lo mismo hasta que la hija mayor de Tomoe pudo hablar y dirigirse a su deprimida amiga.



-Hemos hablado con tu esposo. Ken nos explicó en qué consistía vuestro proyecto y luego se lo explicamos a nuestro padre. Él ha prometido ayudaros. Y te aseguro que, cuando te cuente la forma en que va a hacerlo, te animarás.



            La interpelada miró a su interlocutora con curiosidad, pero ninguna de sus amigas quiso aclararle nada. Tendría que salir de allí para averiguarlo. También contribuyó el hecho de que Melissa le confesara algo que la dejó impactada. Al poco de que llegasen al laboratorio, la muchacha entró en una sala de espera. Fue entonces cuando su antigua maestra se aproximó a ella. Con una mirada pareció comunicarse con Keiko y Hotaru que salieron de la habitación.



-¿Qué tal estás, cariño?- Quiso saber Melissa.-

- No lo sé.- Suspiró ella mirándose hacia sus manos entrelazadas.- No sé siquiera si estoy viva.



            Su interlocutora le acarició el pelo con suavidad y afecto para añadir con tono entre entristecido y nostálgico.



-Claro que lo estás. No debes renunciar a tu vida y a todas las personas que te queremos. Escucha Mimí, yo nunca tuve hijos, no me casé. Pero para mí tú fuiste esa hija que jamás tendré. Llegué a conformarme con eso. Aunque después en la SSP-2, conocí a Clay y Wina apareció en mi vida. Y ahora no podría ser más feliz con ellos. Sé que lo que te ha ocurrido es muy duro, pero debes seguir adelante. Por tus padres, tu esposo y todos los demás para los que significas mucho. Y estoy convencida de que la vida te compensará. Debes tratar de levantarte de nuevo.

-Eso quisiera, pero me siento vacía.- Le confesó la joven entre lágrimas.- No veo nada más que oscuridad.

-Hay luz al final de esa oscuridad. Puedes creerme.- Quiso alentarla su contertulia.-

-Yo no la veo.- Gimió Mimí abrazándose a ella.-



            Su interlocutora la dejó llorar, sin poder evitar hacer lo propio. Decidió que tenía que armarse de valor y decirle la verdad a esa pobre desgraciada. Quizás no la perdonase nunca, o pudiera ser que viese que todo puede solucionarse. De modo que, tras suspirar largamente, declaró.



-Verás. Voy a confesarte algo.- Dijo Melissa quién también parecía emocionarse, cuando añadió.- No sé si tus padres te contaron esto alguna vez, pero, antes, mucho antes de ser tu maestra, yo conocí a tu madre. De hecho trabajamos juntas. No es que ahora recuerde aquello con orgullo, porque nuestros motivos no eran tan honorables como los de ahora. Digamos que, tras una época de enfrentamientos, tu madre y yo hicimos las paces. Yo dejé atrás una etapa de mi vida que no quiero recordar. Incluso cambié mi nombre. Llegué a perder la memoria, me hice maestra y fui feliz, eso es verdad. Pero cuando la recuperé quise vengarme de tu madre por cosas que me había hecho. Entonces yo no me llamaba Melissa Prentis, sino que era conocida por Eudial, de la asociación de las brujas impías.



            Su interlocutora la escuchaba asombrada, con los ojos muy abiertos. No llegaba a comprender aquello. Su antigua maestra le contó.



-Tu madre pertenecía a esa misma agrupación. Tuvimos nuestras pugnas internas por el poder y la cosa acabó para mí del peor modo. Al final para ella no fue mucho mejor. Pero lo único que cuenta es que las dos supimos volver a empezar. Aunque creímos haberlo perdido todo. Igual que tu tía Connie.



            Y Eudial invirtió un buen rato en resumirle aquellas historias de la mejor manera que pudo a su atónita oyente. Al fin la ex miembro de Brujas Cinco sentenció.



-Lo importante es que, en el caso de tu madre y mío fuiste tú quién obró el milagro de nuestra reconciliación. Ahora tienes que ser muy fuerte. Sigues teniendo personas que te quieren y te necesitan. Y quizás, con el tiempo, logres un día realizar tu sueño.

-¡Eso es imposible! - Rebatió la joven con lágrimas en los ojos, declarando con amargura.- He quedado estéril.

-La ciencia avanza mucho. En la SSP-2 he visto cosas maravillosas. Una madre perdió a su hija y pudo recuperarla. Es muy largo de explicar. Pero sucedió. Además, nosotras somos grandes investigadoras. Tú misma lo eres. Aplícate en esto y utiliza tu inteligencia y la ayuda de todos para ello. No puedo prometerte certezas, pero sí probabilidades.



            Melissa guardó silencio en tanto veía a su sobrina meditar. Le dolía encontrarla en ese estado. Incluso cuando fue decidida a hablar con ella y contarle todo eso no dudó en desvelar su propio secreto. De hecho, tras consultarlo con Mimette, ésta le pidió que hiciera lo que fuera y que revelase lo que hiciese falta sobre ella y su pasado con tal de recuperar a su pobre hija. Al fin, tras unos momentos que parecieron durar siglos, la joven suspiró musitando.



-Tienes razón. No tengo derecho a abandonaros, no es solo por mí. Tengo que luchar por Ken, por papá y mamá, por mis amigas y por ti, tía Melissa, o Eudial, ahora no sé.- Sonrió levemente y pudo continuar con emoción.- No sé cómo llamarte.

-Llámame como tú quieras. Aunque me gusta más Melissa, ella siempre fue una buena persona que te quiso desde que te conoció. Eudial en cambio era ambiciosa y solo se quería a sí misma. Quisiera decir que murió definitivamente al caer con vosotras en ese coche. Aunque no puedo renegar tan fácilmente de ella, dado que, para bien o para mal, sigue siendo una parte de mí.



Y su emocionada y atónita interlocutora asintió. Ahora ya con más decisión. Finalmente Mimí pudo sobreponerse. En cuanto ella y su esposo hablaron con el doctor y el resto del equipo la joven recobró también algo de su esperanza. Sus propios padres no se apartaron de su lado y la apoyaron constantemente. Logrando que recuperase parte de su jovialidad y alegría de antaño. Quizás no fuera como antes pero, tal y como le pronosticara Melissa, gracias a los avances de la ciencia y a sus propios descubrimientos y los de su esposo finalmente pudieron lograr su anhelado objetivo. Al fin Melissa y su hija retornaron a Nature para establecerse allí. Keiko  hizo lo mismo y volvió años después, para conocer a la hija que Mimí y Ken finalmente tuvieron. Era ésta una preciosa niña de pelo color platino y profundos ojos azules a la que llamaron Mimet como a su abuela. Realmente era un nombre de lo más adecuado, aunque no concordase para nada con el carácter de la antigua miembro de Brujas Cinco. De hecho esa niña era callada,  observadora y de gran inteligencia. Pero, pese a lo extraño de su carácter y a lo despegada que parecía, sus padres la adoraban. Ellos sabían que no era así por su propio albedrío. Y sobre todo para Mimí fue el fin de aquel terrible calvario al que se vio sometida. Con su pequeña vio la luz y recobró del todo su alegría. Al fin pudo dar amor a alguien que dependía de ella. Iba a llevarla y traerla al colegio. Aunque durante los primeros años la niña asistió a clase en la escuela que existía para empleados de la Masters y fue Keiko quien se ocupó, junto a Ken y Mimí, de enseñarla en la temprana infancia. Y el tiempo pasó rápido, la cría creció y, al fin, cuando cumplió doce años, sus padres recibieron una muy buena oferta para trabajar en Bios. A eso se unió que la famosa periodista Katherine O ‘Brian hizo un reportaje sobre los avances de la Masters. La reportera quiso entrevistar a la pareja para que le contase a grandes rasgos algo sobre sus investigaciones pero estos prefirieron no hacerlo, alegando una muy apretada agenda. Pese  a eso y haciendo honor a su reputación de contumacia en obtener lo que deseaba, al menos en el terreno periodístico, Kathy no se arredró y finalmente tuvieron que concederle una entrevista en las que apenas le contaron nada de demasiado interés. Pese a ello la periodista parecía seguir tratando de averiguar más cosas. Después de eso, la determinación de la familia por alejarse de allí se reforzó. También tenían parientes en Bios, como por ejemplo la prima de Mimí, Idina, que hacía tiempo ya vivía allí. Aquello les alegró, no porque desearan irse de la Tierra. Realmente junto a sus compañeros y familiares del laboratorio de la Masters vivían bien y felices. Aunque también tenían muchas ganas de conocer ese planeta, ampliar horizontes y sobre todo que su hija pudiera disfrutar de un buen grupo de amigos. Y es que, pese a su atractivo e inteligencia, por mor de su carácter, en la Tierra Mimet apenas sí pudo relacionarse en su infancia. Todo eso iba a cambiar. Estaban a bordo del cohete  y charlaban animados, al menos Mimí y Ken. Ella comentó.



-No veo el momento de llegar. Todavía parece que nos quede una eternidad.

-Acorde a la velocidad de esta nave y considerando la distancia que falta, calculo que habremos llegado a Bios aproximadamente en una hora y treinta y dos minutos. No es realmente demasiado tiempo, mamá. Ni mucho menos puede calificarse como eternidad. - Comentó la muchacha.-

-Lo sé cariño. Pero me parece que fueran días.- Suspiró su interlocutora.-

-¡Es como la Teoría de la Relatividad Especial! – Se rio Ken, mirando a su hija.-

-Pero eso no se aplica lo suficientemente  a estas velocidades que alcanzamos como para que nos marque una diferencia contrastada.- Repuso Mimet.-



            Sus padres suspiraron, mirándose divertidos, la muchacha nunca captaba esa clase de bromas. Ellos lo habían intentado desde que era pequeña pero ella siempre fue demasiado lógica. Quizás era lo que cabía esperar. De todos modos desearon que cuando llegaran, con sus nuevos amigos, pudiera al fin comportarse de un modo más acorde a su edad. Y aquello en parte se cumplió. Cuando desembarcaron en ese nuevo mundo, Idina, y parte de su familia y amigos aguardaban a los recién llegados.  Fueron muy amables con ellos recibiéndoles y prestándoles hospedaje y ayuda para buscar una casa. Sus nuevos vecinos y amigos les dejaron acomodarse y en poco tiempo la familia Trenton se asentó. Allí en Vitae, la capital de ese nuevo mundo, la joven Mimet conocería finalmente a los que sí serían sus amigos y a los que llegaría a sentirse muy unida, sobre todo a uno de ellos en particular. Junto con él y otros muchos, ella iría muy lejos, dispuesta a cumplir con una gran e importante misión. Pero todo ello formará parte de otra gran y compleja historia…
















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