Una
soleada mañana Tom se despertó dispuesto a comenzar un nuevo día. Cooan dormía
junto a él, ella solía levantarse temprano, pero ayer trasnocharon y debía de
estar cansada. El muchacho decidió levantarse en silencio para no despertarla,
entonces sonó el teléfono. El sonido penetrante hizo salir de aquel plácido
estado a Cooan, ésta medio abriendo un ojo, le susurró a su esposo con voz cansada en tanto se
tapaba la cabeza con la almohada...
-Cariño
contesta el teléfono, por favor, me está volviendo loca....
El aludido descolgó el auricular y escuchó tras
pronunciar el, dígame, de rigor. Con sorpresa y alegría descubrió que se
trataba de su madre...
-Hola
Tom, ¿qué tal estás, hijo?
-Hola
mamá. Estamos bien, gracias. ¿Qué tal vosotros?- Se interesó a su vez.-
-Bien
cariño. Te llamo para decirte que os esperamos a Constance y a ti para la cena.
El muchacho recordó que había
quedado en ir a visitar a sus padres con Cooan. Ellos apenas la conocían y estaban
deseosos de verla, pero se le había olvidado. Con tantas cosas en la cabeza, en
fin.
-Sí,
sí, claro.- Respondió él.- Connie también tiene muchas ganas de veros.- Afirmó
en tanto su esposa, todavía medio dormida, apenas se enteraba de la conversación.-
-Tenemos
muchas cosas que contaros, esperamos que vengáis. - Declaró su madre,
añadiendo.- A ver si tú y tu hermano podéis pasar algún tiempo juntos. Sabes
que le viene muy bien hablar contigo.
Tom se temió que su hermano Daniel
quizás estuviera en una de esas situaciones en las que no se decidiera en hacer
algo en particular, y que eso estuviera preocupando a sus padres. Le dijo que a
su madre que allí estarían y le dio recuerdos, luego se lo contó a su mujer.
-¿Qué
te parece Connie?. Se lo prometí pero, con tantas cosas que hacer, lo había
olvidado. Hasta se me pasó comentártelo a ti. Lo siento.- Se disculpó el
muchacho.-
-No
te preocupes, me parece bien.- Convino ella afirmando.-Es natural que tus
padres quieran vernos.
Y
es que las pocas veces que había visto a los padres de su marido tenía una muy
buena opinión de ambos. Además, los conoció en circunstancias bastante aciagas,
cuando Tom quedó parapléjico tras el ataque de un demonio. Entonces, a pesar de
la gravedad de aquello y de la preocupación, los padres del muchacho la
apoyaron a ella cuando más hundida por la culpa se sentía. La chica deseaba
corresponder a esa amabilidad y era cierto. También le había comentado en
ocasiones a su esposo que tenía ganas de pasar un tiempo con los padres de él y
ahora flamantes suegros de ella. Pese a esto, aun desperezándose le comentó a
Tom con cierto tono admonitorio.
-Bueno,
lo único que no me parece bien es que te olvidases de decirme eso…me hubiera
preparado mejor para ir.
-Lo
siento, cariño.- Pudo disculparse nuevamente él.- Sé que es algo precipitado y que quizás
hubieras preferido hacer otra cosa.
-Nada
de eso. Ya te dije que tengo muchas ganas de conocer mejor a tu familia. Es
solo que tendremos que ir sin siquiera poder llevarles algo. Por lo menos un
detallito.
-No
te preocupes por eso. – Repuso él.- A mis padres no les van esa clase de cosas.
-Pues
entonces espera a que me espabile, luego desayunamos y preparamos el equipaje.
Tenemos tiempo hasta la cena...-Afirmó su mujer.-
-Sí,
pero mi casa está muy lejos, el viaje es largo y no hay aeropuerto, tendremos
que ir en coche. - Objetó el chico. -
-Bueno,
tranquilo Tom...llegaremos, no hay de qué preocuparse.- Sonrió Cooan con un
gesto tranquilizador. -
Y como de costumbre ella tenía
razón, el día pasó entre los preparativos y el viaje y ambos llegaron justo a
tiempo para la cena. La familia de Tom, su madre Sarah, una mujer en apariencia
frágil y algo más baja que Cooan, su padre William por el contrario de
constitución recia, pelo cano y de estatura pareja a la de su hijo y su hermano
Daniel, un chico moreno y de ojos azules como su hermano mayor, aunque algo más
alto y delgado, les recibieron con entusiasmo a las puertas de una finca de
apreciable tamaño. Cercana a la misma se extendían unos campos de cultivo de
cereales propiedad de la familia.
-¿Qué
tal el viaje?- Quiso saber Sarah rompiendo así el hielo tras los saludos
protocolarios.-
-Ha
sido muy bonito.- Declaró Cooan.- He visto paisajes muy hermosos.
-Pues
ahora a descansar. Os dejaremos un rato para que os aseéis, os pongáis cómodos
y deshagáis las maletas.- Terció William.-
-Gracias,
papá.- Dijo el chico tomando en efecto una de ellas.-
Aunque cuando Cooan iba a hacer lo
mismo el padre de su esposo miró significativamente a Daniel. Éste enseguida se
apresuró a tomar esa maleta.
-Por
favor, permíteme Connie.- Le pidió con amabilidad.-
-Gracias,
eres muy amable.- Sonrió ella, ante las miradas de aprobación de los padres del
muchacho.-
Así
entraron en casa y los recién llegados se prepararon. Después bajaron al
comedor donde ya estaba puesta la mesa. Will la bendijo como era tradición en
la familia. Cooan agachó la cabeza de forma respetuosa. Ella no era cristiana.
Al menos hasta su llegada a los Estados Unidos y su lucha contra los demonios.
Después, se lo planteó seriamente. Lo curioso es que había hablado de eso con
Rei. Recordó algo de aquella charla, justo al poco de terminar la lucha. La
sacerdotisa todavía estaba en Nueva York, al igual que ella, un poco después de
aquella fiesta de la victoria que tuvieron. Las dos conversaban y Cooan le
quiso pedir su opinión.
-Verás…
lo cierto es que estoy algo confusa. No es que sea demasiado religiosa. Pero
los padres de Tommy sí que lo son. Y después de lo que hemos vivido…
-No
te inquietes por eso.- La animó su amiga.- Ellos te aceptarán tal y como eres.
De eso estoy segura. Por lo que me has contado, y lo que yo misma pude
comprobar cuando vinieron a ver a Tom al
hospital, les caíste muy bien.
-Sí,
pero sabes que yo soy…bueno, solo he ido a tu santuario Shinto cuando de veras he querido rezar…Ahora creo
que los espíritus podrían ofenderse si yo…
-Nada
de eso. Mientras tu corazón sea bondadoso y tus intenciones puras, los
espíritus estarán complacidos, le reces a quien le reces. - Replicó su amiga,
alegando.- Como bien sabes soy sacerdotisa de Hikawa y pese a ello he estudiado
en un colegio católico. Los practicantes del shinto no tenemos conflictos en
ese terreno. Puedes profesar otra religión y venir a rezar al santuario sin
ningún temor.
-Me
dejas mucho más tranquila.- Pudo sonreír Cooan, contándole a su amiga.- Sé que
Bertie ha tenido un dilema similar. Roy es católico, pese a que muchas veces no
lo parezca.- Ambas rieron por ese comentario, y al poco, tras recobrar la
seriedad, la chica prosiguió.- Él desea
que cuando se casen y tengan hijos, estos sean educados en esa fe. Y mi hermana
está de acuerdo. A mí también me parece bien, dado que pensamos quedarnos a
vivir aquí. Más que por religión en realidad es por seguir las costumbres.
Rei suspiró entonces mirando a su
amiga para tomar sus manos entre las de ella y sentenciar con tono amable.
-Mira
Cooan, tanto tú como tu hermana sois dos personas estupendas. Desde hace mucho
tiempo que habéis demostrado ser bondadosas y ayudar a los demás. Eso es una
virtud en cualquier religión. Por eso te digo que no deberías hacer nada que no
desees. En el caso de Bertie, por lo que me has contado, ya está decidida. En
el tuyo, si también es así, no dudes por mi causa. Si no dabas el paso por no ofenderme, no temas. Por mí no existe
inconveniente alguno.
Eso hizo que su amiga respirase
aliviada. Ahora lo rememoraba en tanto terminó aquella oración entonada por el
padre de Tom. Sarah entonces comenzó a servir, ofreciéndole primero a ella.
-Dame
tu plato, querida.- Le pidió la amable mujer, la joven obedeció al punto.-
-Muchas
gracias.- Declaró tras recibir la humeante sopa que componía el primer plato.-
Tras
servir a todos empezaron. Mientras cenaban, charlaron de muchas cuestiones. La
joven pareja les contó a sus anfitriones como lo habían pasado en su reciente
viaje de novios. Aunque hubo ciertos asuntos de aquella Luna de Miel que por su
particular naturaleza poco corriente decidieron obviar. Pese a todo tenían
muchas vivencias que narrar y los familiares del chico escucharon muy
interesados.
-Hawái
es preciosa.- Afirmó Cooan.- Un paraíso realmente.
-Tendremos
que ir alguna vez, ¿verdad Will?- Sonrió Sarah.-
Su marido asintió aunque sin mucho
convencimiento, lo suyo no era irse de viaje. Y así lo hizo constar.
-Me
encanta mi tierra. Tiene toda la belleza que cualquiera pudiera desear.
-Pero
ver lugares nuevos no es malo, papá. Así como conocer otras partes del mundo y
a otras personas.- Intervino Tom.-
-Nadie
ha dicho que lo sea.- Declaró el aludido, añadiendo además con agrado.- Y
gracias a que Constance pensaba igual que tú. Así pudisteis conoceros.
Tanto Cooan como Tom sonrieron, eso
era cierto. Aunque a pesar de ese buen ambiente según pasaba el rato a la pareja
de extrañó que Daniel no pronunciase palabra y asimismo parecía que Sarah
estuviera ansiosa por algún motivo. Cuando finalmente hablaron un poco de otras
cosas e incluso Tom les puso al corriente de cómo estaban Roy y Beruche, que
acababan de terminar también su Luna de Miel por Europa.
-Ese
amigo tuyo es un gran muchacho.- Alabó William que miró ahora a su nuera y
agregó.- Y su esposa, la hermana de Constance, es toda una dama si se me
permite decirlo.
-Por
supuesto.- Sonrió Cooan.-
-¿Qué
tal les va?- Se interesó Sarah.-
-¡Oh!
Muy bien, están muy contentos en Nueva York.- Respondió afablemente Cooan,
relatando.- Mi hermana ha encontrado trabajo en un centro muy prestigioso de
por allí, y mi cuñado está haciendo las pruebas para el equipo de baloncesto.
-Los
New York Knicks.- Apuntó Tom.-
-¡Vaya!
También es todo un deportista.- Comentó aprobatoriamente Will.-
-Bueno,
y vosotros ¿qué tal?- Se interesó Tom.-
La madre del joven no pudo aguantar
más las ganas que tenía de contarles a su hijo y a Cooan lo sucedido.
Afortunadamente se trataban de buenas noticias puesto que la mujer, con una
amplia sonrisa les desveló.
-Veréis,
¿sabes que tu hermano Daniel ha hecho un cursillo de informática y ha quedado
entre los mejores? Le han mandado una invitación para que vaya al Japón, a
terminar allí de perfeccionar su curso y puede que le den trabajo. ¿No es
maravilloso?...
-¡Es
algo estupendo, mama! - Repuso Tom muy animado, dirigiéndose a su hermano con
desenfado - y tú, Daniel, podrías haberlo dicho, hombre.
-Verás
Tom.- Intervino al fin el aludido. -Mamá tenía tantas ganas de decírtelo que no
se lo he querido chafar. Lo cierto es que fue una especie de iniciativa para la
caza de talentos organizada por la Masters Corporation. Buscan gente con buen
nivel de informática y habilidades en programación. Les envié uno de mis
diseños y me llamaron.
-¡Enhorabuena,
hermanito!- Le felicitó Tom, añadiendo divertido. – Nuestros padres ya no
podrán decir que sólo te dedicas a los video-juegos.
-
No- negó William asintiendo como si reconociera aquello. - Debo admitir que
estaba equivocado. El muchacho ha aprendido tanto con los ordenadores
haciéndose sus propios juegos que hasta se está sacando la carrera de
informática. Y si esos ricachones de la Masters se han fijado en él, supongo
que es porque tiene talento. Estoy muy orgulloso de él.
-
Gracias papá. – Terció Daniel visiblemente feliz por aquellas palabras, lo
cierto es que para él suponían un gran resarcimiento.- Eso es muy importante
para mí.
-Así
es, hijo.- Declaró su padre asintiendo con una media sonrisa entre su frondoso
bigote para sentenciar.- Cuando debo admitir que estaba equivocado lo hago, un
hombre de verdad tiene que reconocer cuando no tenía razón. Y lo que más me
gusta es que has trabajado duro para lograr tu sueño. ¿No lo crees así, Tom?
-Claro,
papá, tienes razón.- Convino él dirigiéndose a su hermano.- Todo lo bueno en
esta vida hay que ganárselo con mucho esfuerzo.
Daniel se sentía muy feliz ahora.
Durante varios años siempre tuvo que escuchar a su madre que se dedicase a
estudiar más y jugar menos. Su propio padre también le decía que tenía que
hacer otras cosas en lugar de echar tantas partiditas de ordenador para
convertirse en un hombre de provecho. Con mucha paciencia y resignación él
intentó explicarles muchas veces que los video-juegos, aparte de ser su pasión,
también le ayudaban a aprender matemáticas e incluso lógica en el instituto. A
él le gustaba jugar sí, y acabar todas las pantallas de los juegos, pero cuando
lo lograba se sentía incompleto. Como si pensara claramente que podía llegar a
hacer más y que esos juegos estaban demasiado limitados o simplificados. Con
mucho tesón pasaba horas y horas tratando de analizar los programas que los
componían, se metía incluso en ellos y los modificaba añadiendo pantallas o
cambiando las variables. Así, tras acabar el instituto el año pasado, decidió
matricularse en informática. Poco a poco, llegó incluso a crear los suyos
propios, y eso que el ordenador de su casa era muy poco potente, una
antigualla. Sus padres no parecían muy dispuestos a comprarle uno nuevo. Él
tuvo, eso sí, que trabajar y ayudar mucho a su padre en la granja. Como William
le decía en muchas ocasiones.
-Hijo, si quieres un nuevo ordenador me parece
muy bien, pero deberás ganártelo con tu esfuerzo. Trabaja duro este verano y, a
cambio, tendrás el que quieras. Así son las cosas en esta familia.
Y
él lo hizo y ahora lo agradecía, podía presumir que todo lo había logrado por
sus propios medios. Ganó dinero para comprarse el mejor pc disponible e incluso
un karaoke al que modificó para poder conectarlo al sistema operativo del
ordenador. Lo cierto es que el chico poseía una habilidad innata para la
informática e incluso en cierto grado, para la ingeniería. Así pues, cuando
haría tres meses leyó en la página web de la Masters que se convocaba un
concurso para jóvenes talentos, no lo dudó. Envió uno de sus proyectos y para
su sorpresa estuvo entre los mejores y fue seleccionado. Aquello cambió las
cosas y sus padres le empezaron a valorar como él deseaba. Ahora estaba recogiendo
los frutos de ese tesón. De hecho, hasta su hermano mayor, al que siempre había
admirado y quizás envidiado puesto que sus padres siempre le ponían de ejemplo
para todo, le halagaba sin reservas. A decir verdad, Tom siempre había sido
justo con él y fue el único que le había animado desde el comienzo a llevar a
cabo sus sueños. Pensaba en eso cuando su propio hermano preguntó.
-
¿Y cuándo tendrás que ir para Japón, Danny?
-
En cuestión de tres o cuatro semanas. – Repuso él. -
-Pues,
como ya sabéis yo soy japonesa.- Les recordó Cooan a Daniel y sus padres,
aunque enseguida matizó.- Bueno, he vivido mucho tiempo allí y conozco el
idioma. Me gustaría ayudarte. Además, mi hermana mayor Petz y muchas amigas
siguen viviendo allí. Las llamaré diciendo que vas a ir para allá. Y espero que
puedan hacerte de anfitrionas. Para cualquier carta o texto que necesites
escribir en ese idioma aquí me tienes. – Se ofreció ella con una animada
sonrisa. -
-Eso
es magnífico, muchas gracias Constance.- Terció William visiblemente satisfecho
reconociendo. - Estábamos preocupados por mandar al chico a un país tan extraño
para nosotros, pero si tiene alguien que le ayude allí se aclimatará enseguida.
-Pues
mañana mismo llamaré a mi hermana Petz y la pondré al corriente, estará
encantada de echarte una mano - convino afablemente Cooan. -
-Daniel,
has tenido mucha suerte, te gustará mucho Japón. Ya verás- le animó su hermano
-...
-Tú
has estado allí, ¿verdad, Tom?....- preguntó Daniel con interés -...
-Sí,
unos días con Connie, después de casarnos y de nuestra Luna de Miel.
-Ya
tengo ganas de llegar allí, dicen que en cuestión de video juegos van muchos
años por delante de nosotros.- Comentó Daniel entusiasmado. -
-Daniel-
Le recriminó su madre con suavidad y pareciendo no recordar nada de lo que el
chico había rememorado. -Vas allí para aprender cosas útiles, no para pensar
únicamente con juegos de ordenador...
-No
te preocupes, mamá.- La tranquilizó éste. – Ya te dije que con video juegos
precisamente es como aprenderé y también tendré ocasión de divertirme...
-¡Lo
que tienes que hacer!- -rio Tom para pincharle un poquito,- es buscarte ya una
buena chica. Ya va siendo hora de que te eches novia. Y no estés todo el día
metido en el cuarto con el ordenador.
-Tu
hermano mayor tiene toda la razón, hijo.- Convino afablemente Will.-
-Bueno,
una como Connie no estaría mal.- Rio su hermano, también queriendo saber ahora
diríase que con autentico interés teñido de broma - ¿Tienes alguna hermana que
quede libre?
-¡Ja,
ja! - Cooan se rio también a la par que respondía divertida. - No, lo siento
Daniel, tendrás que buscártela tú solito, en eso no puedo ayudarte. Aunque no
sé si mis amigas tendrán novio...
-¡Pobres
de ellas si tienen que soportar a este mendrugo! - Terció Tom jocosamente -...
-¡Eh!,
no te metas conmigo.- Protestó jocosamente Daniel.-
Comenzó
entonces a tirarle migas de pan a su hermano hasta que su padre le llamó al
orden, cosa que puntualmente el muchacho respetó, a todo eso Tom le decía.
-Luego
si quieres te doy la oportunidad de pelear en el cobertizo. Veremos si has
entrenado desde que me fui...
-¿Estás
loco, tío?- exclamó Daniel. -Tú eres campeón interuniversitario, yo sólo soy
cinturón azul.
-Daniel
no le llames loco a tu hermano. - Le regañó su madre -
-Sólo
era una forma de hablar, mamá,- se defendió este algo cortado. -
-Pues
no me gusta, no lo vuelvas a decir, ya sabes que en esta casa se habla con
respeto. - Le ordenó Sarah eso sí, sin elevar su tono.-
Desde
luego esa mujer, educada en forma muy cristiana y tradicional, era muy estricta
con esa forma de emplear el lenguaje. A
Cooan eso le parecía muy bien. Por los recuerdos que ella guardaba de su
infancia, su propia madre las educó de modo muy estricto para ir a la Corte y
aunque aprendieron muchas cosas, perdieron bastante del cariño y de la dulzura
con las que su progenitora las había criado siendo más niñas.
-Yo
soy la que menos se puede quejar. Siendo la menor fue menos exigente conmigo.
Luego todas supimos el porqué de aquello.- Recordó.-
Y
es que su madre se sacrificó, tratando de mantenerlas el mayor tiempo posible
alejadas de la Corte. Por ello se volvió tan estricta e incluso a veces fría.
Pero estaba claro que en el fondo las quería muchísimo, tanto que después dio
su vida intentando acabar con el Sabio. Cooan no quería emocionarse rememorando
ese mensaje de despedida que les dejó a ella y a sus hermanas. Por ello centró
su atención en la mesa. Tom mientras había ignorado estos últimos comentarios y
le dijo a su hermano con gesto sorprendido, al hilo de lo anterior.
-¿Todavía
eres azul? Ya deberías ser marrón por lo menos...
-Sí,
es que... bueno, no he tenido mucho tiempo de entrenarme. - Se disculpó el
interpelado -...
-Hijo,-
añadió William no sin algo de reprobación. - Me temo que tu hermano Daniel no
comparte tu pasión por las artes marciales. Prefiere zumbar a sus oponentes en
una pantalla de ordenador.
-¡Qué
se le va a hacer!,- suspiró Tom algo decepcionado para admitir - a cada uno le
gusta una cosa. Solamente prométeme que antes de nos vayamos Connie y yo, algún
día entrenaremos.
-
Vale pero ya sabes que ahora no puedes pegarme en la cabeza porque tengo que
estudiar.- Objetó Daniel con visible sentido del humor -
Su
hermano se rio y los demás compartieron sus risas, la cena pasó de forma muy
agradable y al terminar Cooan se ofreció a recoger la mesa para ayudar a Sarah.
La mujer por supuesto le dijo que siendo una invitada no debía hacer eso y se
ocupó de que sus dos hijos la ayudasen. Al terminar, ambos muchachos se fueron
a hablar de sus cosas. William, se excusó diciendo que ya era tarde para él y
que al día siguiente debía levantarse temprano, cosa desde luego cierta, puesto
que la granja requería de mucha dedicación. Cooan pensaba también en irse a
dormir pero fue Sarah la que le solicitó un momento.
-¿Te importaría que tú y yo charlásemos
un poco en el porche, querida?- Le pidió la señora Rodney con su característico
tono amable, Cooan asintió encantada. -
Las
dos mujeres salieron y tomaron asiento en sendas mecedoras, a la luz de una noche
estrellada y un pequeño farol. Por suerte, la mosquitera evitaba que los bichos
las molestasen. Sarah, suspirando largamente, miró a su interlocutora y tras
una sonrisa le confesó.
-Eres una buena chica, Constance, estoy muy
contenta de que seas la esposa de mi Tommy.
-Muchas gracias, señora Rodney.- Pudo decir
Cooan algo ruborizada. –
En verdad, ella no se
preocupaba de corregir a su anfitriona. Desde el principio la señora Rodney y
su esposo la habían llamado así dando por sentado que Connie era el diminutivo
de Constance. Realmente aquella forma de nombrarla se la debía al inefable Roy
y sus ocurrencias. La primera vez que la conoció a ella y a Bertie en la
Golden, ese muchacho no se enteró bien de su nombre y fiel a su idiosincrasia
decidió no complicarse la vida “bautizándola” con el apodo que más similar le
pareció. Desde luego que eso coincidía con la madre de Tom, como la propia
buena mujer a veces decía, ese era un nombre cristiano que sabía decir. Ahora,
aquella buena mujer le respondió con amabilidad.
-Por
favor, tutéame y llámame Sarah, querida. Ahora eres también mi hija. - Y agregó
con una sonrisa de satisfacción. -Y también tú eres la señora Rodney.
Aquellas
sinceras palabras, llenas de afecto, llegaron al corazón de la chica, casi le
saltaron las lágrimas. Desde hacía muchísimo tiempo no había podido escuchar a
nadie llamarla hija,
-Eso
significa mucho para mí, de veras.- Pudo decir tratando de no emocionarse al
pensar de nuevo en su propia madre. - Nosotras perdimos a nuestros padres hace
ya mucho tiempo.
Sarah
la observó con lástima, aunque Cooan sabía que debía andarse con cuidado, tanto
ella como Tom había acordado no contar nada de sus orígenes, ni los de sus
hermanas. Tampoco de los poderes que poseían. La familia de su esposo eran
personas normales y muy cristianas, y el chico le dijo que no creía que fueran
a comprender aquello. La versión oficial que daban era que los padres de Connie
murieron en un accidente de avión siendo ellas muy jóvenes y que Petz se había
ocupado de todas. Del resto de sus vidas en Japón, de la tienda de cosméticos y
demás asuntos cotidianos, sí que podían hablar sin problemas.
-Ahora
que sois marido y mujer, supongo que tendréis planes de futuro.- Comentó su
contertulia deseando que esa pobre chica olvidase aquellos tristes recuerdos.-
-Sí,
bueno… queremos buscar algo en Portland. A mí me ofrecieron un puesto de
maestra allí y Tom puede trabajar en un gimnasio de artes marciales.
-
¡Ah! mi Tommy… A él siempre le gustó correr de aquí para allá cuando era niño.
Se subía a los árboles y trataba a veces de saltar haciendo acrobacias. Nos
traía de cabeza a su padre y a mí.
-¿Tom?-
se sorprendió la chica con una sonrisa, afirmando.- Si es muy tranquilo.
-Cuando
creció sí, se fue calmando y encauzó sus energías en eso del kárate.- Le
desveló su suegra.- Pero de pequeño era un diablillo revoltoso. – Suspiró la
mujer recordando con nostalgia aquellos días.- ¡Parece que fuera ayer mismo!
-Tuvo
que ser muy gracioso.- Comentó Cooan.-
-Ya
ten enseñaré algunas fotos uno de estos días.- Le dijo su interlocutora para
agregar, ya con un tinte algo más serio. - Pero la verdad es que ahora estoy
preocupada por Danny. Aunque él piense que ya es mayor, para mí siempre será mi
niño. – Se justificó algo envarada remachando.- Cuando seas madre ya lo
comprenderás.
-A mi hermana Petz le sucede lo mismo
con nosotras. – Admitió Cooan. - Puedo entenderlo.
-Sí, supongo que a ella le pasará igual. Pero
en mi caso, mira Constance.- Sarah hizo una breve pausa como si tratase de
encontrar la forma de expresarse, al fin prosiguió ante la atenta mirada de su
contertulia.- Tom es distinto, siempre fue más desenvuelto, le gustó
relacionarse con la gente. Aunque luego, para según que cuestiones es algo
tímido, sí. Al principio le cuesta trabar amistad. Pero ya lo ves. Salió
al mundo, quiso ir a estudiar a Nueva York para ampliar sus horizontes.
-¡De lo cual me alegro mucho! – Sonrió
ahora Cooan, haciendo que Sarah sonriera con ella y le tomara una mano entre
las suyas. -
-Y
yo, hija. ¡Porque te ha conocido a ti!, y yo sé que mi hijo es muy feliz
contigo. Pero veras - añadió ahora un poco más seria. - Daniel es distinto,
siempre le gustó estar solo. Apenas sí hizo amistades con otros críos de su
edad y luego, con esto de los ordenadores, siempre ha estado muy aislado. No ha
salido casi nada de casa. Comprenderás que ahora, debiendo ir a otro país.
Estoy muy preocupada.
-No tienes por qué estarlo, Sarah. – Le sonrió
animosa Cooan para asegurarle con su mejor voluntad. - Ahora es mi hermano
pequeño. Y eso me hace mucha ilusión puesto que yo siempre había sido la más
joven de mi familia. Te aseguro que pondré al corriente a mi hermana Petz y que
ella cuidará de él como si de cualquiera de nosotras se tratara.
La
mujer sonrió, tocándose un poco su moreno pelo, ya algo canoso y asintió con
aprobación replicando.
-Sé que será así. Por eso estoy contenta
de poder confiároslo.
Aquello
pareció concluir la conversación, las dos se levantaron y entraron a la casa
dándose las buenas noches, Sarah incluso le dio un maternal beso en la mejilla
a Cooan.
-Que
duermas bien, cielo.- Le deseó la mujer recibiendo la agradecida sonrisa de su
nuera.-
Entre
tanto los dos muchachos habían salido al cobertizo. Allí, tras darse unos cuantos
golpes amistosos y rodar un poco por el suelo Tom tenía dominado a su hermano
con una contundente llave. Lo cierto es que desde toda la odisea contra los
demonios las fuerzas del muchacho habían aumentado mucho y el pobre Daniel no
era capaz ni de moverse. Finalmente el mayor le liberó y los dos se sentaron
sobre una bala de paja cercana.
-Oye Tommy. – Pudo decir su hermano, aun entre
jadeos por el esfuerzo y con patente admiración. Estás mucho más fuerte. Por lo
menos antes era capaz de zafarme de ti.
-Será que últimamente no has entrenado nada, –
rio éste quitando importancia al asunto, para preguntarle ahora a su
interlocutor con tono más serio y lleno de interés -. ¿Y tú, como te sientes
ante todo esto? Me refiero a ese viaje.
-Pues
muy bien. – Replicó Daniel aunque admitiendo de seguido. - Aunque un poco
asustado.
-¿De
qué?- Inquirió su sorprendido contertulio.-
-
Son varias cosas. No quiero decepcionar a esos tipos de la Masters, ni tampoco
a papá y a mamá. No sé cómo me adaptaré en un país tan diferente…
-Tranquilo, los de la Masters han visto
que tienes madera. Pero seguro que sabrán que aun debes aprender bastante, para
eso vas allí. Y en cuanto a papá y mamá, no podrían estar más orgullosos, igual
que yo, Danny. - Remató Tom dándole una amistosa palmada en la espalda. -
-Gracias,
de veras. Significa mucho escucharte decir eso. La verdad es que para mí va a
ser una prueba. – Le confesó su hermano menor. - Ya sabes que nunca he salido
de Kansas. Bueno, cuando fuimos a verte a Nueva York y poco más.
-Te
va a encantar y confía en Connie, su familia y amigos de allá te van a acoger
como a uno de los suyos.- Le aseguró su hermano. - Y tú, ya va siendo hora de
que vueles, hermanito. Tienes que buscar tu propia vida. Yo sé que lo de la granja
no fue nunca para ti. Ahora tienes la ocasión de expandir horizontes.
Aquellas
palabras animaron a Danny, se daba cuenta de que Tom llevaba razón. Tenía que
atreverse a dar el salto. Era la ocasión que había soñado desde hacía mucho
tiempo. Él, tal y como su hermano le había dicho, no deseaba quedarse en
la granja, y no porque no le gustara. Simplemente tenía ganas de conocer otros
lugares e incluso vivir nuevas experiencias, pero siempre había sentido
inseguridad. Al menos las paredes de su habitación y su ordenador le permitían
explorar sin arriesgarse, pero Tommy siempre le dijo que una cosa era ver y
otra vivir las experiencias.
-Seguro
que disfrutaré. Gracias Tom. – Pudo decir
a su hermano visiblemente reconocido. -
Éste
sonrió nuevamente y se levantó. Ya se hacía tarde y los dos se fueron a dormir
a sus habitaciones. Tom por supuesto la compartía ahora con su esposa. La
familia al completo descansó para afrontar un nuevo día. Y así, pasó una semana
en la que el joven matrimonio estuvo en
casa de la familia de los Rodney, pero por fin regresaron a Portland. Cooan
cumplió su palabra y avisó a Petz de que un hermano de Tom iría a Japón y le
pidió encarecidamente que le ayudase.
Petz que apreciaba mucho a su cuñado y por supuesto quería muchísimo a
su hermana, le aseguró que se ocuparía bien del chico. Prometió ir a buscarle y
enseñarle la ciudad. Cuando Daniel por fin fue a Japón y aterrizó en Narita,
Petz y Zafiro estaban allí con una gran pancarta con su nombre. Él la vio al
poco rato de desembarcar y fue hacia allí.
-Hola.
Konnichi wa – Pudo decir él leyendo unas notas que Cooan le había escrito a
modo de saludo. -
Aunque Petz, sonriendo amablemente
le respondió, en un bastante buen inglés. Tras presentarse ella y su esposo.
-
No te preocupes, hablamos tu idioma, tanto
mi esposo como yo.
-Sí, además yo trabajo en la Master
Corporation. -Intervino Zafiro, asegurando de forma cordial.- Estaré encantado
de ayudarte en cualquier cosa.
-Muchas
gracias, señor. – Pudo responder éste valorando a aquella pareja con la
mirada.-
Lo
cierto es que la mujer parecía muy agradable, era algo más alta que su hermana
Connie, pero el pelo lo llevaba recogido en un moño que tenía sobre su cabeza.
Era un tono extraño, el chico juraría que entre verde oscuro y moreno. Y el
hombre era más o menos de la misma estatura que él, con un pelo azul oscuro.
Aquello era bastante curioso, el chico supuso que eso sería normal en Japón. De
hecho, Connie tenía el suyo con un tono tirando a morado oscuro, casi negro.
Eso siempre le había llamado la atención.
-Eso
es lo de menos. Ni siquiera mis padres se han fijado en ello.- Se dijo sin
darle mayor importancia.-
Y lo bueno era que si el marido de
la hermana de Connie trabajaba en la Masters, eso para él sería una gran ventaja.
Más aún cuando Zafiro, le contó que él era ingeniero y que su hermano mayor
Diamante estaba encargado de la programación informática.
-¡Con esos nombres deberían haber abierto
una joyería! – Pensó Daniel divertido aunque se guardó mucho de decirlo en voz
alta, no fuera a ofender a aquella amable pareja.-
Una
vez hechas las presentaciones Petz y Zafiro le llevaron hasta su alojamiento,
una residencia de un prestigioso campus informático propiedad de la Masters
Corporation. Daniel se lo agradeció y sus guías le invitaron a cenar para
celebrar su llegada. En la conversación que tuvieron durante la cena la hermana
de su cuñada le habló de las costumbres del país. Le prometió también al chico
que le presentaría a unas amigas en cuanto se hubiera instalado. Dicho y hecho,
tras unos pocos días, una vez puesto al corriente de lo que tendría que hacer y
de sus horarios en el curso, Petz le llevó a un bonito lugar, parecía un
templo, como así le comentó su anfitriona.
-Éste es el santuario Hikawa. – Le
explicó ella. – Te gustará, ya lo verás.
Ambos
pasaron por una especie de puerta muy ornamentada y allí Petz le presentó a Rei
Hino, la atractiva sacerdotisa encargada del lugar. De larga cabellera morena
que le caía por la espalda y unos intensos ojos negros. Con ella estaban sus no
menos bellas amigas Minako Aino, Makoto Kino, Ami Mizuno y Usagi Tsukino, muy
amigas de Petz, sus hermanas y Zafiro. Eran las típicas muchachas orientales de
cabellos entre oscuros y castaños, con ojos suavemente rasgados y piel tersa y
pálida. Le parecieron bastante atractivas y agradables. Todas se presentaron
con una educada reverencia, el chico las imitó algo más torpemente. Tras
entablar conversación Daniel les dijo lo que iba a estudiar.
-Me han dicho que tengo que ir al
planetario como parte de mis prácticas informáticas de realidad virtual. Por lo
que dicen, él que tenéis aquí es de los más modernos del mundo.
-Estuvimos una vez, hace ya algún tiempo,
¿verdad Usagi?- Comentó Ami, traduciendo a su amiga que no parecía acabar de
captar bien el acento y la rapidez con la que aquel extranjero se expresaba.-
-Claro, - replicó ésta
que muy animadamente exclamó – ¡Pues iremos contigo hombre!, todo sea por la ciencia.
-Y porque es un chico muy guapo. ¿A que
si? – le susurró la sacerdotisa al oído a su amiga haciendo que ésta
enrojeciera. –
-No empieces, Rei. – Le replicó Usagi
sentenciando con rotundidad – Yo ya tengo a Mamoru. No estoy tan necesitada
como otras.
-¿A quién te refieres,
eh?- Inquirió su contertulia con gesto de pocos amigos.-
-A
buena entendedora, pocas palabras.- Se rio ahora su interlocutora con malicia.-
-Yo
me sé otro refrán. A cara partida cirugía plástica…- replicó Rei remangándose
ya en tanto exhibía en un puño en plan amenazador.-
Sin embargo su polemista hizo lo
propio y ambas intercambiaron unas miradas que parecían estar lanzándose rayos
la una a la otra. Las demás enseguida sonrieron con cara de circunstancias ante
la perplejidad de ese chico que observaba a ambas contendientes con la boca
abierta. Makoto corrió a ponerse entre medias y Ami a tratar de apaciguar a la
sacerdotisa.
-Vamos
Rei, dejaos de tonterías, nos vais a avergonzar.- Le pidió su compañera.-
-Sí eso, Usagi, calmaos un poco.
-Que se calme ella, que es siempre quién
empieza…-Repuso ésta con tono molesto.-
-En cuanto te de dos buenas tortas ya verás
cómo me calmo.- Le contestó ácidamente Rei.-
-¿Tú y cuántas más?- Fue la respuesta entre
escéptica y desafiante de su polemista.-
Y así prosiguieron durante un buen
rato en tanto sus amigas trataban de mediar. Por su parte Minako se apartó un
poco con ese joven y le preguntó, más que nada para distraer su atención de
aquello.
-Bueno, bueno ¿Así que eres de Kansas,
eh?
-Sí,
señorita. – Pudo replicar él recordando lo que su madre le había dicho sobre
cómo hablar con extrañas, y más si eran extranjeras.-
Su
interlocutora pareció ruborizarse cuando contestó esbozando una amplia sonrisa.
-Puedes llamarme Minako.
Lo dijo de tal modo
entre suave y seductor que sus dos amigas dejaron de lado su polémica, incluso
Usagi llegó a cuchichearle a su hace unos pocos instantes antagonista con el
asentimiento de ésta.
-¿Has
visto que cara le ha puesto? Parece una ternera degollada.
-Es
que ese chico es un encanto – Comentó mientras Makoto a Ami que asintió algo
azorada, más cuando su compañera remachó. – Me recuerda mucho a un antiguo
novio que yo tuve.
Petz
y Zafiro captaron aquello y se miraron divertidos. ¡Esas chicas nunca
cambiarían! Aunque les venía muy bien que su joven huésped fuera con las
guerreras dado que ellos iban a estar muy ocupados los próximos días. Se lo
confiaron pues a sus amigas que estuvieron más que dispuestas a ayudarle en lo
que precisara. De hecho, Daniel juraría que se entabló una amistosa disputa a
su costa, dado que aquellas muchachas parecían discutir entre ellas en japonés
y de vez en cuando le miraban de soslayo, eso sí, sonriéndole siempre.
Finalmente, Minako, la que parecía más dotada para hablar en su lengua, le
comentó que todas habían acordaron acompañarle a ese planetario. Al parecer la
última vez que fueron tuvieron poco tiempo de admirar el espectáculo por
razones ajenas a su voluntad. Quedaron para el día siguiente y muy
solícitamente el grupo de las cinco chicas, y un muchacho alto y moreno, al que
presentaron como Mamoru, el novio de Usagi, le recogieron de su residencia para
llevarle. El coche del chico no tenía capacidad suficiente, de modo que tomaron
el bus.
-Es
la primera vez que vienes a Japón.- Le preguntó en un muy correcto inglés ese
tipo que parecía muy amable.-
-Sí,
y estoy quedando deslumbrado.- Repuso el chico añadiendo.- Mi hermano y su
mujer ya me dijeron que era un lugar precioso, y desde luego tenían razón. Y no
solo el país es hermoso, también sus habitantes.- Sentenció ruborizando a más de una de las chicas.-
-Éste
sí que es un caballero.- Declaró Rei.-
-Desde
luego, educado es.- Convino Usagi con idéntica aprobación que su amiga para
remachar.- Siendo hermano de Tom no me extraña…
-Bueno,
cuenta con nosotros para ayudarte en lo que sea.- Le ofreció Mamoru.-
-Os
lo agradezco mucho.- Sonrió él.-
En un aparte Minako le cuchicheó a
Ami…
-Tiene
una sonrisa encantadora, ¿verdad?...
-Si.
Es cierto. - Afirmó su compañera.-
Y de esta forma continuaron
conversando sobre distintos temas. Al llegar, Daniel se sorprendió de la gran
tecnología que le rodeaba, era algo magnífico. Tras ver un poco el espectáculo
las chicas le dejaron porque él tenía que entrar en una sala de holografías
digitales para hacer sus prácticas. El joven entró asombrado, eso era lo más,
pensó. No obstante, había que empezar a trabajar. Su tutor le explicó cómo
debía de manejar los controles y se sorprendió de ver como Daniel lo hacía con
muchísima soltura. El chico tenía talento de eso no cabía duda. Al acabar se
reunió nuevamente con las chicas y ellas le acompañaron a tomar algo a su
cafetería preferida, el Parlor Fruits Crown,
y después de regreso a su residencia. De este modo pasaron así algunos
días y una vez se familiarizó con el camino y la combinación de autobuses y
metro seguía, acudiendo allí para hacer sus prácticas. Al cabo de una semana iba como de costumbre. Esperaba el
autobús cuando una voz conocida le saludó.
-Hola
Daniel…
El chico miró en esa dirección, era
Minako. La muchacha caminaba hacia él con su larga melena castaña atada por un lazo rojo, un jersey
naranja y falda de color azul.
-¡Vaya!
¡Qué casualidad! – Comentó él, explicándole a su contertulia.- Ahora me iba al
planetario.
-Yo
había salido a comprar unas cosas. Si te parece puedo acompañarte. Me viene de
camino.- Se ofreció ella.-
-Claro.-
Asintió el chico.- Será estupendo, me alegro mucho de verte. Dime. ¿Qué tal
están las demás?- Se interesó el joven.-
-Muy
bien, luego he quedado con ellas en el Crown, si te apetece, puedes pasarte.-
Le ofreció la chica.-
-Me
encantaría.- Sonrió su interlocutor.-
A Minako le encantaba verle sonreír.
Era realmente atractivo. Bueno, mejor quitarse eso de la cabeza. Al fin llegó
el autobús y lo abordaron. Fueron charlando de temas intrascendentes, ella le
preguntó.
-Espero
que te encuentres a gusto aquí. ¿Echas de menos a tu familia?
-Sí.
Estoy encantado. Aunque sí que echo en falta a mis padres y a Tommy.- Admitió
su contertulio.- Pero ya quedan pocas semanas… Cuando termine este curso
volveré a los Estados Unidos. Ya tengo ganas de verles.
Su
acompañante le escuchaba con interés, aunque no pudo evitar entristecerse un
poco al oír aquello. Entonces vio llegar su parada. Sonriendo se despidió.
-Me
bajo en ésta, Daniel, que tengas un buen día.
-Gracias,
igualmente Minako.- Le deseó él.-
La muchacha descendió del bus y
agitó la mano, el chico le devolvió el gesto. Al poco el vehículo arrancó
perdiéndose por las calles de la ciudad. La joven suspiró dirigiéndose hacia la
calle en la que estaban las tiendas. Aunque había perdido las ganas de comprar
nada. No obstante, para su sorpresa, tras andar un poco se encontró con Rei. La
sacerdotisa lucía una blusa naranja y un pantalón de color blanco con un bolso
a juego.
-¿Qué
haces aquí?- Quiso saber Minako llegándose hasta ella.-
-Pues
supongo que lo mismo que tú, ir de tiendas.- Repuso desenfadadamente su
contertulia.-
-Me
alegra verte, así podremos ir juntas.- Afirmó la joven que añadió con tono más
animado.- ¿Sabes una cosa? Me encontré con Daniel en el autobús.
Rei la observó con esa inquisitiva
mirada suya que daba entender que casi podía leer los pensamientos de su amiga.
Entonces, con tono algo más suave e incluso algo cargado de pesar, le dijo.
-Ten
cuidado…Sabes que eso no puede ser.
-¿El
qué?- Replicó su compañera aparentando no comprender.-
-Tú
me entiendes perfectamente.- Repuso no obstante su amiga con amabilidad y algo
de consternación.- No debes, Minako…
El gesto de la aludida se
ensombreció, asintió despacio y apenas sí pudo musitar con un tono más
entristecido en tanto ambas paseaban.
-Tienes
razón, pero no es algo fácil…Yo…, bueno…no me sentía así desde que conocí a
Alan.
Rei se detuvo delante de su amiga y
le tomó una mano entre las suyas para pedirle con afecto y preocupación.
-Pues
no te hagas volver a pasar por ello de nuevo. Sabes que ese deseo no tiene
futuro. No quiero verte sufrir. Prométeme que lo evitarás.
Su amiga suspiró, ¡Ojalá fuera tan
sencillo!, al menos sí que pudo responder.
-Te
prometo que no haré nada que vaya en contra de mis obligaciones. Además, si
quiero convertirme en un ídolo, no tengo tiempo para tontear.- Pudo sonreír,
aunque de un modo algo forzado.-
-¡Anda,
hablando de ser tonta!- La animó su amiga tomándola de un brazo.- ¡Vamos a
mirar escaparates ahora que no está Usagi para dar la lata!
Su interlocutora se rio de la
ocurrencia y las dos corrieron a buscar algunos complementos…luego ya irían al
Crown. Por su parte Daniel llegó al planetario y como de costumbre saludó al
bedel y pasó dirigiéndose a la sala. Ya tenía adquirida la destreza suficiente
y su tutor le había encargado que diseñara un programa de realidad virtual con
los movimientos de los planetas. Daniel sonrió, eso le iba a resultar muy
fácil. Se puso ante los teclados y comenzó a trabajar, programó varias órbitas
y trayectorias. El trabajo era perfecto si no fuera por una fastidiosa
interferencia, una especie de raya que no dejaba de parpadear. Disgustado,
intentó quitarla del gráfico pero sin lograrlo. Decidió hacer un análisis de la
misma, para tratar de determinar sus causas. Hizo una ampliación al máximo y se
sorprendió de lo que entrevió...
-¿Pero
se puede saber qué es esto?- Se preguntó en voz alta.-
Entre una imagen distorsionada adivinó los rasgos
de una cara, no podía verla bien, entonces creyó escuchar algo, parecían
palabras. Intentó ajustar la imagen lo máximo que pudo y eliminar
interferencias. Introdujo varios algoritmos para limpiar eso. Después conectó
un altavoz y escuchó atónito como una vocecilla apenas inaudible, gimiendo,
decía.
-¡Socorro,
socorro!...sacadme de aquí, por favor. Si alguien me escucha que me saque...
Daniel trató de comunicarse con esa voz. No
sabía cómo hacerlo, usando comandos básicos, tecleó en la pantalla. "¿Cómo
te saco?". Al principio pensó que era un juego de ordenador archivado
allí. Quizás si se lo comentase a Minako ella pudiera informarle. Lo cierto es
que en esos días se había hecho muy amigo de esa chica. Al principio porque era
la que mejor le entendía dado su dominio del inglés, pero luego vio que
compartían aficiones. De hecho ella le había enseñado algunos juegos así. Eso recordaba cuando la voz respondió al
momento, ese programa tenía que ser muy bueno. Desde luego él no conocía nada
igual.
-Con
el aparato simulador, conecta el aparato a la pantalla.- Pidió aquel programa
con una especie de chillido apremiante-...
El aludido hizo lo que la voz le pedía, el
aparato logró amplificar la imagen y en la pantalla del ordenador y en color,
apareció el rostro de una chica bastante mona. Tenía el pelo rubio tirando a
dorado, más exactamente de un bonito tono entre trigueño y anaranjado. Sus ojos
parecían asimismo de color naranja miel. Llevaba una especie de diadema sobre
la cabeza y un bastón. Ahora hablaba y se la entendía mucho mejor.
-Oye.
¿Qué es lo que esperas para sacarme de aquí? - Dijo de forma imperiosa y un
tanto histriónica. -
-Este
programa es muy bueno, seguro que se trata de un video-juego. ¡Qué suerte!,
debo de haber encontrado un canal de juegos de pago y me he colado dentro. - Se
felicitó Daniel -.....
Aunque
para su mayor asombro la imagen de aquella muchacha le replicó visiblemente
irritada.
-¡Pero
que canal de juegos ni que porras! Soy de verdad y muy de verdad.
-¿Eh?
– El chico miró perplejo a la imagen y preguntó sintiéndose algo idiota. - Oye,
¿estás hablando conmigo?....
-Claro,
¿con quién iba a hablar?- Respondió aquella chica aparentemente algo molesta. -
-
Esto es tremendo. Hay que reconocer que en este país hay una tecnología
sorprendente. ¡Menuda simulación! – Aunque ahora, visiblemente divertido,
el muchacho se encaró a esa imagen y replicó. - No me fío, a ver, ¿cómo soy? -
Inquirió él que se puso de pie delante de la imagen para asegurarse de que le
viese bien -, físicamente me refiero. Y no me valen tonterías estándar como eso
de guapo, listo, etc.
-La
verdad no estás mal...y guapo si eres...- reconoció la imagen que se sonrojó y
sonrió de forma algo estúpida. -
-Claro,
lo que yo suponía.- Rio divertido él. -Esa es una respuesta estándar de
cualquier programa. Se lo dirás a todos, como no me digas algo más concreto no
te creeré.- Repuso Daniel con sarcasmo. -
-Vale,-
replicó su interlocutora con voz algo cansina. - Eres moreno y tienes los ojos
azules y muy azules. – Comentó aquella chica o lo que fuera, que le miró con interés
preguntando a su vez -¿Eres famoso?...
-¿Yo?-
Danny estaba boquiabierto, como pudo respondió, en tanto buscaba alguna cámara,
para ver si alguien podía estar observándole, de lo contrario ¿cómo habían
podido saber su apariencia? -No, me llamo Daniel Rodney y tú ¿cómo te
llamas?...
-Mimet.
Me llamo Mimet Hanyuu. Y ahora que nos conocemos formalmente, ¿podrías sacarme
de aquí por favor? Esto no es muy cómodo...- Insistió ella con tono algo
impaciente.-
-¿Pero
cómo lo hago?,- le preguntó el desconcertado joven sin dejar de repetir. -¡Esto
es increíble! no me lo puedo creer. A quién se lo diga no me lo va a creer.
-¡Pues
entonces será mejor que no se lo digas a nadie y que me saques ya! - Le apremió
la chica de la pantalla, para explicarle acto seguido. - Tienes que conectar el
aparato amplificador al decodificador energético. Es una especie de impresora
para tres dimensiones. Esa de allí - señaló a un extremo del cuarto, allí vio
una especie de cabina telefónica cerrada, tenía un cable a su lado en tanto le
indicaba a su oyente. - Conecta ese cable a la parte de arriba.
Al chico le pareció alucinante, ¡una
impresora capaz de hacer copias en tres dimensiones!, desde luego en América
aún estarían a años luz de aquello. Pero decidió seguir las instrucciones,
programa informático o no se moría de curiosidad por ver funcionar eso.
-Un
momento. - Le pidió él que conectó el cable y preguntó nervioso -.Y ¿ahora
qué?...
-Programa
la orden de invertir proceso, corre, mi señal empieza a debilitarse. - Le
indicó ella con voz premiosa.-
-Invertir
proceso, vale.- Daniel lo hizo.-
Cuando
el ordenador le preguntó si estaba seguro tecleó un “yes”, la imagen de la
chica desapareció. En ese momento las luces de todo el edificio se debilitaron.
Aquello debía de estar consumiendo muchísima energía. Incluso al mirar por la
ventana observó que fallaba el suministro en otros lugares próximos.
Paralelamente a eso la cabina se inundó de una luz amarilla cegadora que fue
desapareciendo poco a poco y dejando una silueta de mujer dentro. Cuando por
fin se extinguió la luminosidad la muchacha de la imagen estaba en persona
dentro de la cabina. Daniel no podía creerlo. Tenía que ser una especie de
escultura tridimensional. O un holograma de ultimísima generación. Eso pensaba
el chico al menos hasta que ella golpeó las paredes trasparentes de la misma
con ambas manos.
-
¡Oye, ábreme! no pensarás dejarme aquí para siempre...
-Pues
no estoy muy seguro ¿no serás peligrosa? - Inquirió Daniel más en broma que
pensándolo realmente -
-Que
va, soy la chica más simpática del mundo. - Sonrió ella de forma inocente y
soltando una risita algo tonta. - Por favor.- Añadió pidiendo con voz
suplicante y melosa -...
-¿Por
qué estabas ahí dentro? - Quiso saber él sin fiarse del todo -....
-Te
lo explicaré en cuanto me abras. Venga que casi no puedo respirar, antes no me
hacía falta, pero ahora me ahogo…- le pidió la muchacha golpeando la puerta con
los nudillos con expresión desesperada. – Date prisa…
-Vale,
te abro.- Concedió él que efectivamente abrió la puerta. La chica salió
tratando de recuperar el aire, no era muy alta pero no estaba mal pensó.
-Bueno, ahora siéntate,- le ofreció Danny cediéndole su silla de trabajo- y
dime lo que ha ocurrido...
-Me
encerró aquí una de mis hermanas, ¡será sinvergüenza! Me vengaré, sí, ya lo
creo que lo haré y después a por las Guerreras.- Exclamó levantando un puño.-
-No
entiendo nada, ¿qué guerreras? ¿Tú quién eres? - Quiso saber Daniel que estaba
muy desconcertado.-
-No
te importa,- contestó ella, ahora de forma bastante desconsiderada añadiendo
con tono malicioso - y como me has visto, lo siento, pero.- Sonrió de forma
siniestra y levantó su mano pero se percató de que algo le faltaba. - ¡Oh no!
¡Me he dejado mi báculo dentro! - chilló llevándose las manos a la cabeza. -
-¿Oye
estás bien? Te noto nerviosa, quizá si me dices lo que te pasa podría
ayudarte.- Se ofreció Daniel en tono amable. -
-¡Maldita
sea! - Exclamó Mimet que sin embargo se tomó unos segundos y reflexionó
un momento. Su tono cambió de nuevo, ahora era de resignación al admitir.
-Bueno...pensándolo bien no tengo a nadie más a quién acudir. ¿Sabes dónde está
el colegio Mugen? Te agradecería que me llevaras, he de hablar con el
director...
-Pues
no, lo siento, soy extranjero.- Se excusó el muchacho. –
Su
interlocutora torció el morro en señal de decepción. Aunque ahora cayó en la
cuenta de que había estado hablando en inglés todo el tiempo. Y eso que ella no
lo dominaba demasiado bien. De todas formas, al estar dentro del circuito de la
máquina y del espacio virtual pudiera ser que, como ese muchacho había
programado los comandos en ese idioma, sus neuronas hubieran absorbido los
conocimientos de aquella lengua por defecto. Así como un montón de saberes de
informática y otras disciplinas. Eso le pareció estupendo. ¡Así se ahorraría la
academia e incluso la universidad!, después de salir de Brujas cinco, pensó,
tendría la ocasión de promocionar. E incluso lograr al fin su anhelado sueño de
ser una estrella. A todo esto escuchó como aquel chico trataba de animarla.
-Pero
no te preocupes, tengo unas amigas que seguro que lo saben. Son todas de aquí.
Ahora las llamaré. Podrán ayudarte.
Y
descolgó el teléfono contactando con Minako. Ella ya había regresado de ver
tiendas con Rei. Las dos iban de camino al Crown…
-¿Sí?-
¡Daniel! – exclamó muy contenta. Dime, ¿Vas a poder venir?...
Sin
embargo el chico le comentó lo sucedido. Por supuesto no le explicó nada de
cómo había aparecido aquella muchacha, creyendo que le iba a tomar por loco.
Simplemente se limitó a decirle que estaba perdida.
-Me
ha preguntado por un colegio, no me quedó claro el nombre.- Dijo
dubitativamente mientras esa extraña chica estaba curioseando por la
habitación.-
-¡Mugen!-
Le aclaró Mimet al escucharle.-
Daniel lo repitió, para perplejidad
de su interlocutora quien no quiso preguntale nada más.
-Bueno,
no te preocupes Avisaré a las demás e iremos enseguida para allá.- Pudo reponer
la joven algo decepcionada.-
Colgó
al poco con gesto entre sorprendido y desencantado.
-¿Qué
pasa?- Se interesó Rei.-
Minako
le hizo un breve resumen.
-¿A
la escuela Mugen?- Se sorprendió su amiga al oír aquello.- ¿Para qué?
-
No sé para que nadie querría ir hasta allí ahora.- Convino Minako tan extrañada
como su interlocutora.-
-Será
mejor que nos reunamos con las otras y vayamos con Danny.- Le dijo Rei con tono
perspicaz.- Aquí hay algo que no me gusta nada.
Minako asintió. Opinaba lo mismo, de
modo que las dos se dirigieron deprisa al encuentro de sus compañeras para
ponerlas al corriente. Entre tanto el muchacho le comentaba a Mimet.
-No
te preocupes, ellas te ayudarán. Conocen bien la ciudad.
La
joven asintió esperando que así fuera y ahora Daniel pudo fijarse en el atuendo
que esa chica vestía. Era algo estrafalario, zapatos de tacón y una especie de
leotardos entre anaranjados y amarillos. Una falda de color negro que se unía a
un top del mismo color y dejaba al descubierto sus hombros y un collar con una
gran estrella de cinco puntas colgada al cuello.
-
Bonito vestido. – Comentó él, más que nada por darle un poco de conversación. -
-
Gracias – se sonrió ella, que parecía halagada -¿Te gusta? Es mi traje de
trabajo de la asociación.
-
¿En dónde trabajas? – Se interesó él. –
Aunque Mimet tuvo la sensación de
haber hablado de más. No obstante, fue el mismo chico el que la sacó del
atolladero cuando recordó.
-Claro, debes de trabajar en el Mugen
ese. – A lo que ella convino con un rápido asentimiento, él entonces agregó. -
Por cierto, hablas muy bien mi idioma.
-Sí, es que he estado estudiando mucho. –
Mintió ella que pasó a contraatacar preguntando -. ¿Y tú, trabajas aquí?
El
muchacho le contestó que no y le resumió un poco su historia, una cosa llevó a
la otra y terminaron hablando de lo bonita que era América. Él a contarle que
estaba allí por una especie de concurso
y que provenía de Kansas. Cuando Mimet se encogió de hombros
reconociendo no saber dónde estaba aquello el joven la puso al corriente. Así,
sin darse cuenta, pasó casi media hora y llamaron a la puerta. Daniel
entonces dijo.
-Deben ser ellas. Espera, voy a abrir.
El
chico abrió la puerta y dijo en voz alta a Minako y Makoto que le esperaban
fuera, que entrasen.
Cuando Mimet miró y las reconoció se
puso pálida arrinconándose en la pared opuesta antes de que la vieran y
temblando de miedo pudiendo balbucear nerviosa...
-No,
no, no, gracias, pero creo que podré ir yo sola.- Y sin que Daniel pudieran
reaccionar. Abrió una puerta trasera de la sala y salió corriendo lo más
deprisa que pudo tras decir un nervioso y fugaz.- Adiós…
-¡Espera!
- Le gritó el sorprendido muchacho.-
Pero
ella ya se había ido, entonces llegó Minako que no había visto a aquella
muchacha y le preguntó.
-Dime
Daniel...Nos hemos adelantado nosotras por si tenía prisa. ¿Dónde está esa
chica?...
-
¿Qué tal vas con tus prácticas?- Quiso saber Makoto entre tanto dándole un
vistazo a la pantalla del ordenador y observando las órbitas planetarias que
ahora se trazaban en él para alabar. -Sí señor, es un buen trabajo...
-No
entiendo nada, ¡que rara era esa chica!- afirmó él dejándolas sorprendidas en
tanto agregaba con perplejidad pensando que le tomarían por loco – veréis...
Makoto y Minako se miraron entre
ellas, pero no dijeron nada delante de Daniel cuando acabó de resumirles lo
sucedido. Aunque finalmente Makoto restándole importancia y de forma cordial le
aseguró.
-
Te habrás quedado dormido y lo habrás soñado. Desde luego aquí no hay nadie.
-Por
hoy ya has trabajado mucho, -dijo Minako que le sonrió de forma muy amable y
añadió.-Vamos, te invito a unas partidas en la sala de juegos.
-Es
que os juro que parecía completamente real.- Pudo musitar el atónito joven.-
Las dos le dedicaron una amable sonrisa y
llevaron a Daniel al salón de juegos. Las otras estaban allí, aguardando. Y es
que cuando Rei y Minako había llegado antes al Crown y pusieron al corriente a
las otras decidieron que un par de ellas eran más que suficiente para ayudar a
esa joven. Minako por supuesto quiso ir y en esta ocasión fue su compañera
Júpiter la que la acompañó. Sin embargo, al llegar a ese lugar y escuchar la
descripción de esa extraña muchacha, las piezas encajaron. De modo que ahora,
mientras el joven jugaba una partida, las chicas hicieron corrillo con sus
compañeras y se lo comentaron. Ami fue la primera en decir sorprendida.
-Me
parece imposible, pero si es verdad, hay que encontrarla antes de que haga de
las suyas.
-La
encontraremos y acabaremos con ella. No me gusta nada que haya una miembro de
“Brujas Cinco” por ahí suelta.- Terció Makoto. -
-Después
de tanto tiempo y otros nuevos enemigos, ¿quién lo iba a decir? Aunque quien
sabe, puede que se haya reformado.- Conjeturó Usagi, optimista como siempre. -
-No
te hagas ilusiones,- la cortó Rei con voz escéptica. - Lo mejor será que
vayamos ahora mismo tras su pista. Si hace lo que Daniel nos ha dicho irá al
Mugen, o a lo que quede de las ruinas...
-Ahora
han hecho un parque, ¡pobrecita! - rio Venus con patente regocijo al
sentenciar- , lo tendrá difícil para encontrarlo.
-Pues
en marcha, chicas.- Urgió Makoto.-
-Oye
Daniel, tenemos que ir a un sitio. ¿Te importaría aguardarnos aquí?- Le pidió
Minako.-
-Claro,
no hay problema. Este video juego es muy interesante.- Replicó él, absorto en
la partida.-
Así
pues las chicas dejaron a Daniel jugando y se fueron con rapidez. Mimet por su
parte estaba perdida. Tras un rato recorriendo la ciudad dio con la pista.
Ahora recordaba claramente el camino hacia el Mugen. Pero al llegar a la
dirección, para su sorpresa, sólo vio un parque junto al mar. Ahí debía de
haber estado el edificio.
-No
lo comprendo. No me puedo haber equivocado. ¡Era aquí! - Se decía con estupor.-
Sin embargo atardecía y tendría que ir a pasar
la noche a algún sitio. Mimet vivía interna en el colegio, pero ahora ya no
había colegio. Decidió preguntarle al primero que encontrase. Abordó a un señor
mayor que paseaba con un chihuahua que se puso a olisquearla. Ella, mientras se
quitaba al perro de encima con expresión de desagrado, preguntó...
-¿El
colegió Mugen? Estaba aquí, ¿qué ha pasado?...
-¿El
Mugen?- El hombre la observó como si no supiera a lo que se refería. Además de
quedarse atónito ante semejante vestuario,
pero al fin pareció recordar- ¡Ah sí!, hubo una explosión hace tres años
y se derrumbó, se construyó un parque en su lugar.
-¡Tres
años!- Exclamó Mimet atónita. -
-Sí,
señorita- repitió el hombre que a duras penas parecía tratar de hacer memoria
para añadir. - No se sabe exactamente qué ocurrió, sólo que este edificio saltó
por los aires dejando un enorme cráter que se llenó del agua del puerto. Costó
mucho rehabilitarlo y hacer ese parque.
-¿He
estado tres años encerrada ahí dentro?,- pensó horrorizada Mimet - ¡Pero si se
han parecido tan sólo unas pocas horas! - Miró inquisitivamente a ese hombre y
le preguntó más calmada - ¿No sabe si lo han reconstruido en otro
sitio?,-
Empero,
no podías centrarse mucho en esa conversación, aquel condenado perro mientras
le lamía las piernas. Ella con un gesto de asco susurró al animal mientras se
apartaba.
-
¡Quita chucho!...
-No
lo sé, ni idea. Lo siento no puedo ayudarla señorita.- El hombre se encogió de
hombros y siguió su camino con el perro que por fin dejó tranquila a Mimet. -
La desconcertada chica no sabía a donde ir,
pero tras las miradas que ese tipo le dedicase decidió no llamar la atención.
Llevaba el uniforme de campaña de las brujas pero, también en un departamento
de éste, una gabardina de repuesto. Se la puso y al menos podría ir sin
destacar.
-No
sería buena idea ir llamando la atención. Menos si esas individuas están por
ahí.- Se dijo.-
Sólo
esperaba que las guerreras no diesen con ella, no tenía con qué defenderse. Por
su parte, unos minutos después sus enemigas, ya convertidas en sailors, se
llegaron hasta el parque y buscaron por toda la zona sin resultados.
-Aquí
no hay nadie. – Declaró Mercurio consultando su visor.- Ni se percibe nada
anormal.
-Puede
que se haya dado cuenta y se marchara.- Especuló Júpiter.-
-En
cualquier caso no podemos consentir que ande por ahí suelta.- Afirmó la
guerrera Marte.-
-Desde
luego que no.- Convino Venus.-
-Volvamos
a por Daniel.- Les indicó la Guerrera Luna a lo que todas asintieron.-
La
miembro de Brujas cinco caminó sin rumbo y se adentró en la ciudad. Justamente
entonces Daniel salía de la sala de juegos. Estuvo esperando un buen rato pero
las chicas no regresaban. Se le hacía ya tarde de modo que se puso de camino a
su internado. Mimet le vio, pero pensó que mejor no decirle nada, si
conocía a las guerreras las llamaría. Daniel por su parte también la vio y él
sí que se acercó. Ella salió corriendo y el chico la persiguió. Esa muchacha
corría bastante pero él era más rápido. Le costó pero cuando pudo atraparla por
fin, Mimet se puso a gritar.
-Socorro,
ayúdenme, me quiere robar o quizás algo peor.- Gritó tan sentidamente que
atrajo a bastante multitud de curiosos. -
Él la soltó perplejo y enseguida dos policías
le sujetaron. Mimet salió corriendo de nuevo, a él le llevaron a comisaría y
tuvo que llamar a Petz y Zafiro que fueron a sacarle.
-¿Qué
te ha ocurrido?- Preguntó asombrada Petz en cuanto le visitó en la celda - ¿Por
qué atacaste a esa chica?
-¡No
la ataqué!- Negó el todavía atónito Daniel que les contó lo sucedido asegurando
- Yo sólo quería ayudarla. No entiendo por qué ha reaccionado así.
-La
verdad, nadie ha presentado denuncia de ningún tipo. La policía dice que por
esta vez no habrá cargos pero que te andes con cuidado, en este país son muy
estrictos y podrían expulsarte.- Le explicó su interlocutora con tintes entre
concernidos y reprobatorios, pese a agregar.- Aunque les hayamos asegurado que
se trataba de un error.
A Daniel se le caía el mundo encima. ¿Qué
dirían sus padres si eso llegara a pasar? Aunque él era inocente. Con gesto
suplicante miró a Zafiro y Petz y les insistió con desesperación.
-Os juro que no le hice nada. De verdad.
-Te
creo. – Le tranquilizó Zafiro mirándole a los ojos, y al no haber cargos puedes
venirte ya con nosotros. Cuando volvamos llamaremos a las chicas. Espero que
ellas nos expliquen esto.
Al día siguiente las cinco chicas se reunieron
efectivamente en la tienda de Petz. Zafiro estaba allí también. Ellas estaban
algo reacias al principio pero confiando en sus amigos les explicaron quién era
Mimet. Dieron los detalles relativos a su lucha contra ella en japonés. Pero,
delante de Daniel al traducirle al inglés no desvelaron sus identidades como
sailors. Éste, pese a todo, no salía de su asombro. Dado que fue Rei quien le
comentó.
-Es
una delincuente. Una ladrona.
-No
creo que sea tan mala, sólo está asustada. Si pudiese hablar con ella.- Alegó
él tratando de defenderla -.
-No
te fíes, es muy peligrosa.- Le advirtió Minako. -
-La
buscaremos, no te preocupes,- añadió Makoto. -
Así fue y durante algunos días buscaron sin
éxito. Pero paradójicamente fue la montaña quien llegó a Mahoma. Mimet, sin
dinero, ni sitio a donde ir, necesitaba buscar un trabajo y por casualidad
acertó a pasar por Otafukuya. Había estado vagando por ahí, se refugió en un
albergue e incluso tuvo que robar algunas ropas para cambiarse. Había podido
comer en el refugio al que fue pero tras unos días tuvo que marcharse. Por suerte,
cuando la muchacha ya rozaba la desesperación vio el escaparate de la tienda.
Al parecer la dueña necesitaba una empleada y había puesto un anuncio. La
muchacha entró tímidamente y saludó. Petz, que en ese momento no tenía clientes
le preguntó con una sonrisa.
-Sí,
dígame, ¿en qué puedo ayudarla?...
-Ve,
ve, venía por el anuncio...- musitó Mimet de forma muy tímida. - El de la
empleada...
-Ah,
muy bien,- replicó su interlocutora sin
perder la sonrisa.-
De
hecho no reconoció a Mimet pues, pese a lo que las guerreras le contaron no la
había visto nunca y tras unos pocos días ni se acordaba de ese incidente. De
modo que quiso saber, dirigiéndose a esa jovencita.
-
¿Cómo te llamas?...
-Mi,
Mimí...Mimí Hanyuu.
-Muy
bien, Mimí, ¿tienes experiencia?...
-Esto…-
Mimet parecía asustada cuando repitió -¿Experiencia?...
-Sí,
me refiero a si has trabajado en esto antes. - Le aclaró Petz sin perder la
sonrisa.-
-No,
no mucho, bueno no....
Petz
la miraba con ojos inquisitivos y parecía menear con la cabeza, pero entonces
entró una señora. Mimet se vio perdida le propuso a su evaluadora.
-
Déjeme a mí. Seguro que puedo atenderla.
-
Muy bien.- Concedió su contertulia observándola con atención. – A ver cómo se
te da.
Ante el asombro de la dueña que la dejó hacer,
aquella muchacha logró venderle a esa mujer una colección de cremas para el
cutis. La chica parecía tener don de palabra y era realmente simpática. La
propietaria sonrió complacida y Mimet la miró con ojos suplicantes...
-El
puesto es tuyo. - Concedió Petz.- Si quieres empezar mañana...
-Gracias,
no se arrepentirá,- le aseguró esa jovencita muy contenta. - Empezaré
ahora mismo.
-¡Por
lo que he visto ya has empezado! - Rio su jefa aunque en ese momento entraron
más clientas y ambas se pusieron a atenderlas dejando para más tarde la
conversación. -
Cuando terminó la jornada Mimet estaba muy
cansada, casi parecía a punto de desmayarse. Petz se apercibió de ello y se
interesó por su estado...
-Te
noto muy fatigada, dime, ¿estás bien?....
-Sí,
gracias, es sólo que no he comido desde ayer...- Repuso ésta que se notaba
débil e incluso algo mareada. -
-¿Que
no has comido? - Pudo exclamar su jefa mirándola con asombro para
preguntarle. -Eso no puede ser...dime ¿vives por aquí cerca?..
-Me
vine de viaje - Mintió la chica con lo primero que se le pasó por la cabeza-
...y aquí no tengo ningún sitio a donde ir...y nadie a quien recurrir,- musitó
muy abatida y eso hizo que Petz sintiese lástima por ella. -
El recuerdo de Karaberasu asaltaba a Petz al
escuchar a aquella chica. Su hermana bien podría estar pasando por aquella
misma situación. Quizás esta pobre muchacha tuviese una historia similar. De
forma que sentenció decidida.
-No
hay más que hablar, vendrás a mi casa y te quedarás por esta noche....ya te
buscaremos algo desde mañana. Además es fiesta, así que tendremos todo el día
para hacerlo...
-Es
usted muy buena.- Pudo sollozar Mimet que sonrió agradecida. - Gracias, muchas
gracias, me dan ganas de llorar, he estado tan sola....
-No
te preocupes querida. – Musitó Petz que la abrazó con afectuosidad y le dijo
para confortarla.- Pobrecita niña, no te preocupes...menos mal que el destino
ha hecho que pasaras por aquí...
Petz llevó
a Mimet, (Mimí para ella) a su casa y se la presentó a Zafiro. Éste también se
interesó por su situación y durante la cena la joven les contó que había
estudiado informática y que el director de su colegio era un famoso doctor.
Zafiro le preguntó su nombre y ella se lo dijo. Al oírlo él y Petz se quedaron
perplejos...
-Vaya,
eso sí que es una casualidad.- Declaró él con una sonrisa desvelando - ¡El
doctor Tomoe!, si trabaja con mi hermano y conmigo en la Masters Corporation...
-¿De
verdad? - El rostro de Mimet se iluminó cuando aseguró. -Él me conoce estoy
segurísima...era una de sus alumnas favoritas. ¿Podría llevarme a verle?, por
favor...
-Bueno,
está bien- concedió Zafiro con una sonrisa -...mañana podemos ir si quieres. Es
fiesta pero su división de trabajo tiene tareas pendientes, supongo que estará
allí.
-Podéis
ir y luego le buscaremos casa a Mimí. - Añadió Petz. -
-Son
tan buenos conmigo...muchas gracias...gracias por darme una oportunidad...-
Pudo decir la pobre muchacha que se emocionó.-
No
obstante esta vez no como en ocasiones de antaño cuando sabía fingir bien las
lágrimas. Ahora comenzó a llorar de verdad, no podía creer que hubiera gente
tan buena. Seguramente estos dos tendrían un corazón puro. Aunque no quería
pensar siquiera en tener que robárselo. Mientras tanto aquella pareja trataba
de calmarla.
-¿Otra
vez?- Sonrió Petz que le secó las lágrimas con un pañuelo añadiendo
confortadoramente. - Déjalo, no llores más...no seas tonta, mujer.
-Es
que no creo que me merezca que nadie sea tan bueno conmigo.- Suspiró la joven.-
-A
todos nos han dado una nueva oportunidad alguna vez,- le dijo Zafiro con un
tono de voz muy amable. -Siempre hay gente que cree en nosotros, no lo olvides.
Por eso hay que estar dispuestos a ayudar a los demás algún día.
Mimet asintió muy contenta. Desde
luego su vida no había sido así en absoluto. Más bien al contrario. Desde muy
jovencita quiso destacar y se unió a Brujas Cinco en periodo en el que las chicas de su edad
empezaban el instituto. Pero ella era diferente, huérfana de padres, creció en
hospicios y destacó por su brillantez e inteligencia, aunque tachonada de
arrebatos algo infantiles. Su expediente académico era tan bueno, sin embargo,
que el Mugen se fijó en ella. Y a su vez, el grupo que el doctor formó, Brujas
Cinco, la acogió junto a otras muchachas en parecida situación a la suya, tras
ser capaz de superar unas pruebas bastante difíciles. Luego vino toda aquella
misión del Grial, y ella quiso ascender deshaciéndose de alguna que otra
competidora hasta que le hicieron lo mismo a ella. Pero ya ajustaría cuentas.
Por ahora estaba muy cansada y se acostó en un sofá que le preparó Petz. Ésta
se alegraba de tener a aquella muchacha en casa, le parecía igual que cuando
cuidaba a sus hermanas pequeñas en Némesis. Antes de que todo el horror
empezase, cuando aún no estaban en la corte y ayudaba a su madre. También
recordaba otra vez a Karaberasu, Dios sabe dónde estaría y si necesitaría
ayuda. Petz quiso ayudar a Mimí como si se tratase de hacerlo con su propia
hermana. Pudiera ser que por karma alguien se comportase con Kalie de la misma
manera. Eso al menos es lo que Rei le había dicho en alguna ocasión y Petz
rezaba porque así fuera. Dejó a aquella muchacha tras desearle buenas noches,
pero Mimí no le respondió, ya se había dormido con un semblante bastante más
feliz y aliviado del que traía cuando entró a la tienda, casi a la carrera.
Tras observarla por unos instantes, esbozando una sonrisa y acariciando
suavemente ese pelo color oro viejo, Petz salió del comedor.
-Pobre
muchacha. Estaba agotada. Ha debido de pasarlo muy mal.- Le comentó a su
esposo.-
-Sí,
eso parece. Espero que mañana Souichi pueda ayudarla, si es como ella dice.
-¿Y
por qué no habría de serlo?- Comentó Petz.- Solamente hay que ver lo
desesperada que está la pobre. Ha sido el karma. Seguro que algo la trajo hasta
nosotros.
Zafiro
se encogió de hombros. Sabía como estaba sufriendo su novia por la desaparición
de su hermana. No sería él quien discutiera aquello. Menos todavía tras lo que
les sucedió a Roy a Bertie y a Ami con esa historia de sus abuelos conociéndose
en la Segunda Guerra Mundial o algo así. Hacía apenas dos semanas que su amigo
y la hermana de su esposa estuvieron allí y se lo contaron. Comentó eso con
Petz y tras charlar un poco más la pareja también se fue dormir. A la mañana siguiente, Mimet se
levantó muy animada y esperó a que Zafiro la llevase a su laboratorio. Cuando
el doctor la viese seguro que podría continuar su misión, esperaba que éste le
explicara qué había ocurrido. Y sobre todo estaba deseosa de echarle el guante
a Tellu. Esa traidora se las iba a pagar.
-Si
la veo que se vaya preparando.- Pensaba con auténtica inquina.-
Mientras
tanto Daniel estaba a punto de terminar su curso pero no dejaba de pensar en
aquella extraña chica. Las guerreras por su parte la buscaron inútilmente,
pensaron que quizá se habría escapado de la ciudad. Como era un día de fiesta
decidieron llamar al hermano de Tom para ir a dar un paseo y también a Petz.
Cuando llegaron hablaron con ella y ésta les contó lo que había ocurrido las
sailors no sospecharon porque de primeras no asociaron el nombre y Petz les
terminó de contar.
-Pues
ahora mismo Zafiro ha ido con ella a buscar a ese profesor Tomoe, - entonces
fue cuando cayeron todas. -
-¡Oh
no!, es ella...es Mimet....debemos detenerla.- Exclamó Usagi al darse cuenta al
fin.-
-Claro-
terció también Minako recordando al fin- ¡Mimi, Hanyuu!, es el mismo
nombre que usó para presentarse cuando fuimos al concurso de talentos.
Ante el asombro de Petz, que no comprendía
nada, las chicas le contaron lo ocurrido.
-Pues
a mí me parece una buena chica. – Trató de defenderla Petz. -
-Tú
no la conoces. Puede parecer angelical
si se lo propone. ¡Pero en el fondo es una desalmada y hará lo que sea para
cumplir con lo que debe creer todavía su misión!- Espetó Rei. -
-Como
una vez hicimos mis hermanas y yo. – Replicó Petz dejándolas a todas heladas
añadiendo de forma más suave. - Y si nosotras cambiamos ¿por qué no iba a poder
hacerlo ella?
Las
guerreras no supieron que decir. Aunque fue Daniel el que intervino debido a
que ya le estaba molestando el que todas estuvieran hablando mayormente en
japonés.
-Creo que me estáis ocultando algo. ¿Qué
pasa con Mimet? ¿Por qué es tan peligrosa? ¿Seríais tan amables de hablar de ella
en mi idioma?
Las
chicas se miraron avergonzadas. Era verdad, estaban cometiendo una descortesía
más que evidente. Finalmente Usagi asintió hacia las demás. Fue Minako la que
le respondió al chico.
-Daniel, eres un buen muchacho y creemos
que podemos confiar en ti. ¿No es así, Petz?- Ésta también convino en ello, el
muchacho no dejaba de ser hermano de Tom. De modo que le confesó a su
pesar.- Entonces escucha, verás. No
somos unas chicas normales…
Y para asombro de Daniel ellas le revelaron
quienes eran en realidad. Aunque no juzgaron necesario mezclar a Petz en ello.
Aun así el chico él se quedó sorprendido y las miró con incredulidad. Aquello
parecía una especie de broma. Pero cuando se transformaron delante de él quedó
impactado. Ahora la que se presentó como la Guerrera Venus lucía una espléndida
melena rubia y sus ojos eran profundamente azules. Rei conservaba su cabellera
morena azabache pero ahora tenía los ojos de color violeta. Makoto el cabello
castaño y las pupilas verdes y Ami azules. Pero lo curioso es que el pelo de la
que se hacía llamar guerrera Mercurio era ahora azul oscuro. Y Usagi también
había cambiado de modo radical, al igual que Minako lucía un pelo de color
rubio aunque tirando más al oro viejo y unos bonitos ojos azules. Desde luego
que el anonadado chico prometió guardar el secreto y todos se dirigieron al
laboratorio.
-¡Esto
sí que es alucinante! Entonces sois una especie de súper heroínas
guardianas.-Comentaba el chico en tanto se encaminaban hacia allí.-
-Algo
así.- Sonrió Usagi guiñándole un ojo.-
-Mi
hemano no me había contado nada de esto.- Declaró, sintiendose algo molesto.-
-No
te enojes con él. No podía.- Le respondió Minako.- Prometió guardar el secreto.
Es por vuestra protección.
-Sin
embargo ahora, como has conocido a Mimet, no nos quedaba otra.- Añadió Makoto.-
-Tenéis
que contarme alguna aventura vuestra.- Les pidió él.-
-No
te preocupes, ya habrá tiempo para eso.- Repuso Rei.-
Mientras
tanto, Mimet y Zafiro llegaron al complejo científico. Él la llevó a la zona de
investigación, ella enseguida vio al profesor Tomoe, un hombre atractivo de
pelo blanco corto y gafas redondas. Estaba hablando con una mujer alta y de
larga cabellera pelirroja. Mimet también la reconoció, sin poderse contener y
ante el estupor de Zafiro, fue corriendo y gritando de alegría.
-¡Doctor,
doctor, soy yo!...
Pero
Tomoe la miró con cara de extrañeza y le preguntó sin comprender.
-Perdone.
¿Quién es usted, señorita?... ¿Acaso nos conocemos?
Mimet se quedó clavada y boquiabierta
por la sorpresa repitiendo más suavemente.
-Soy
Mimí - y le susurró al profesor al llegarse junto a él. - Soy Mimet, doctor.
Brujas Cinco, ¿recuerda?
-¿Brujas
Cinco? ¿Qué es eso?- Le preguntó Tomoe sin comprender, dirigiéndose a la mujer
que estaba junto a él y que observaba a la chica con ojos muy abiertos. - Kaori
¿sabes tú a lo que se refiere?-
Aunque
la mujer no respondió enseguida miró
nuevamente a Mimet y le hizo una leve seña, para alivio de ésta sí pareció
conocerla.
-Yo
me ocupo de esto, Suochi. -Repuso entonces Kaori.- Debe de ser alguna
estudiante con uno de esos proyectos que quiere presentar…
Y
sin que su interlocutor pudiera replicar la mujer inmediatamente asió a Mimet
por un brazo y la llevo hacia afuera ante la cara de perplejidad de ésta y la
mirada de extrañeza del doctor que se quedó conversando con Zafiro, que parecía
tan perplejo como él.
-¡Oye!
¿Qué haces?- Protestó la joven.-
-Ven
conmigo, tú y yo tenemos que hablar....
-¡Pero
suéltame!, tengo que hablar con el doctor. -Replicó la chica.-
Aunque Kaori le indicó que se
callase y la sacó bruscamente de allí para susurrarle.
-Olvídate
de eso. Se acabó, ahora llevamos una vida normal y no tengo ninguna gana de que
las cosas cambien.
-Pero.
¿Qué le pasa al doctor?- Le preguntó Mimet visiblemente desconcertada.- ¿Es que
no sabe quién soy?
-El
doctor estaba poseído por el Dimone Germanoid
pero fue liberado y no recuerda nada de lo sucedido entonces. –
Respondió Kaori ahora empleando un tono más duro para añadir - Haznos un favor
y vete.
-Es
que no tengo a donde ir.- Objetó Mimet visiblemente desasosegada. -
-¿No
has venido con Zafiro?- le preguntó su interlocutora. -
-Sí,
bueno. Estaba trabajando en la tienda de su mujer. Sólo temporalmente hasta que
contactase de nuevo con el doctor y mis hermanas brujas.
-Las
brujas ya no existen.- Le contó Kaori dejándola impactada y añadió con visible
inquietud. - Las Guerreras acabaron con ellas y harán lo mismo contigo si te
encuentran aquí, debes irte.
La joven, aun temblando afectada por esas
noticias, se alejó. Su interlocutora la miraba con lástima pero no dijo más
volviendo a su trabajo.
-No
sé.- Comentaba Zafiro con el doctor.- Esa muchacha decía que te conocía.
Souichi
-Pues
nunca la había visto.- Comentó un atónito Tomoe.- Quizás estuviera en algún
curso de los que he dado.
-Bueno,
como trabaja con mi mujer luego la veré y le pregunto. Ahora debo irme. Ian me
pedirá que le informe de mis progresos con, ya sabes…- Sonrió su contertulio.-
El doctor asintió y vio cómo su
compañero y amigo se alejaba. Entonces, al cabo de unos minutos su asistente
regresó. Enseguida quiso saber.
-¿Quién
era esa chica, Kaori? ¿La conocías?
-Bueno,
no era lo que supuse. En realidad se trataba una antigua estudiante que venía a
dar recuerdos.- Respondió ella con agilidad para zanjar aquella cuestión -...
Por
su parte Mimet salió de allí totalmente perdida, ¿qué iba a hacer ahora? ¿A
dónde iría? Por el momento esperaba poder quedarse junto a Petz y su marido,
eran dos buenas personas. Después tendría que buscarse la vida sola. Otra vez,
después de tantos años, la historia se repetía. Esa perspectiva la aterraba.
Sin embargo, ese era ahora el menor de sus problemas pues fuera de allí
esperaban las guerreras, todas la miraban de forma amenazante y Mimet tuvo
mucho miedo.
-¿Qué…qué
queréis de mí? - Pudo decir con un hilo de voz. -
-¡Hemos
venido a castigar tu maldad! - Exclamó Guerrero Luna. -
-No
dejaremos que hagas de las tuyas de nuevo. - Añadió Marte -
-No
creas que te hemos olvidado. - Le dijo Venus con severidad -...
-Tenemos
cuentas que saldar.- Intervino Júpiter de forma amenazadora. -
-No
te servirá de nada intentar escapar.- Le advirtió Mercurio -...
-Yo...-
pudo balbucear Mimet que temblaba de miedo.- Yo...no…
Sabía que las guerreras debían de esperar la
oportunidad de vengarse de ella y a buen seguro que no tendrían compasión.
Sobre todo si habían acabado ya con toda la organización. Miró a su alrededor
pero efectivamente se habían desplegado casi rodeándola y cortándole cualquier
vía de escape excepto una. Entonces vio a Petz y a aquel chico que la sacó del
ordenador, estaban junto a ellas mirándola con cara de sorpresa y pena.
-
¡Oh no!...¡Es una trampa!...¡pero no me entregaré!.- Exclamó corriendo de
vuelta al laboratorio.-
-¡Espera!
–Le pidió Daniel, sin resultado.-
Las
guerreras y Petz corrieron tras ella. Pero antes de que nadie pudiese hacer
nada la joven se hizo con una probeta con un cultivo bacteriológico.
-
¡La soltaré y nos intoxicaremos todos! - Amenazó desesperada, añadiendo ahora
con un tono más amable y suplicante. -Petz, por favor, avisa a Zafiro y
marchaos de aquí. Y tú también - agregó mirando a Daniel que la observaba
boquiabierto. -Vosotros habéis sido muy buenos conmigo. Las únicas personas junto
con el doctor que lo han sido alguna vez y no os merecéis esto.
Pero Petz sin demostrar temor alguno
trató de calmarla.
-
Vamos, no seas niña - le pidió de forma condescendiente -...deja eso y nadie te
hará daño, te lo prometo.
-
¡No! ¡Tú no lo entiendes, ellas me odian, me quieren matar!...- chilló Mimet
muy asustada, señalando a las cinco sailors que estaban dispuestas a intervenir
al menor descuido de la chica -...
-No,
no te preocupes, son las Guerreras de la Justicia, no te harán daño,- trató de tranquilizarla
Daniel. - Confía en nosotros, confía en mí, yo te saqué de la pantalla.
¿Recuerdas?
-Tú
no lo comprendes,- repuso la chica sollozando de nuevo para decir. - Quizá
habría sido mejor para mí el quedarme dentro. Todo lo que conocía ha desaparecido,
mis hermanas Brujas, mi doctor…mi colegio...-
Lloró a mares sin poderlo evitar, soltando grandes
lagrimas. Realmente lo sentía, a pesar de todos los complots y la rivalidad que
había entre ellas, también eran lo más parecido que tuvo a una familia. Ahora
ya no existían. Estaba sola y desamparada, rodeada de enemigas ansiosas de
venganza y no las podía culpar. Si no había otro remedio caería pero se las llevaría
por delante.
-Ahora
tienes una nueva oportunidad, créeme,- le aseguró Petz sinceramente apenada. -
-Recuerdas
lo que yo te dije ayer.- Intervino Zafiro con amabilidad. -
-No,
ellas no me darán oportunidad.- Negó la joven con la cabeza. – Estoy condenada.
-Eso
no es verdad.- Rebatió Petz acercándose hacia ella muy despacio para revelarle
con sentida emoción. -¿Por qué no iban a hacerlo contigo Mimet? A mí y a mis
hermanas nos la dieron. Y créeme que tú no serías peor que nosotras.
La muchacha al escuchar aquello dejó
de llorar mirándola atónita.
-Es
cierto. Son nuestras amigas y les estamos muy agradecidos.- Corroboró Zafiro
que confesó, para desconcierto de Daniel, dado que toda la charla se daba en
japonés y él no entendía nada.- Pero hubo un tiempo en que luchamos contra
ellas, igual que tú...
-Deja
esa probeta Mimet, te están diciendo la verdad,- confirmó también Kaori que
había salido de su despacho atraída por aquel jaleo y sintiéndose arrepentida
de haberla echado de aquella manera le insistió. - Yo también he tenido una
oportunidad de rehacer mi vida, y tú la tendrás, como el resto de nosotros.
Perdóname, no debí ser tan brusca contigo. Tendría que haberte dado al menos el
beneficio de la duda.
-Pero…-
la interpelada dudó y estaba a punto de dejar la probeta, sobre todo viendo
como ahora las sailor la miraban no con una expresión agresiva sino más bien
con una mezcla de lástima y empatía en tanto preguntaba -.¿Es verdad eso? ¿Me
dejarían volver a empezar?...
-Sí,
claro que sí, si es que tú lo deseas,- le aseguró amablemente Kaori que le
repitió. - Confía en nosotros, vamos Mimet...nadie te va a hacer daño...
-Pero
ahora que se sabe la verdad acerca de mí, ya no me querrá nadie...- sollozó un
vez más mirando a Petz mientras añadía apenada. -Lo siento, no quería engañarla
pero estaba tan desesperada…y fue tan amable conmigo...
-No
te preocupes por eso- respondió ésta con visible piedad. – Mira Mimí, bueno,
Mimet, - corrigió ahora para proponerla con un tono teñido de amabilidad e
incluso afecto. -Podrás quedarte con nosotros si quieres, o si no, seguro que
aquí una chica con tus habilidades podría tener trabajo... ¿qué opina usted,
doctor? Le aseguro que es muy buena profesional en el campo de la técnica
informática.
Preguntó
a Tomoe que en ese momento, y también sorprendido por el ruido de esas
conversaciones, había salido del laboratorio.
-Bueno,
necesito una chica como ayudante técnica y si Kaori la conoce y la recomienda,
por mí encantado...- A lo que la aludida respondió con un visible asentimiento
de cabeza. -
-¿Si?
- Preguntó Mimet esperanzada dejando la probeta sobre la mesa -¡Oh doctor!… ¿lo
dice usted de verdad?..
-Claro.-
Sonrió Tomoe con genuina amabilidad. -Vamos, deja ya de tener miedo. No hay
nada que temer....-
Petz
asintió, las Guerreras parecían haberse relajado del todo y ahora asentían a su
vez.
-Si
estás dispuesta a cambiar, incluso hasta podríamos llegar a ser amigas.- Le
dijo Usagi de forma más calmada. -
-Y
esta vez de verdad...sin trampas...ni concursos,- añadió Minako con mejor
talante también. -
-Claro,
venga, seremos buenos amigos. - Le propuso Daniel que también se acercó.-
-Estoy
muy avergonzada, lo siento mucho.- Declaró la chica.- Lo siento de veras…
Petz la abrazó y la consoló cuando Mimet se
puso a llorar derrumbándose por la tensión y aquellas emociones.
– Perdonadme por favor, casi acabo con todos
nosotros.
-¡Bueno!,-
rio ahora Tomoe desvelando para pasmo de la muchacha y del resto. - La verdad
es que sólo hubieras acabado con mi postre. Esa probeta tiene fermento de
levadura para mi yogurt casero. Así que te agradezco que no la tirases.
Superada
aquella situación y la perplejidad por aquella revelación todos se rieron y al
final hasta la misma Mimet se rio entre sus lágrimas.
-Vaya,
¡qué tonta he sido!- pudo aun balbucear la muchacha. -
-Vamos,
ahora tienes que empezar de nuevo.- Le dijo Zafiro -¡anímate!..
-Tengo
tantas cosas que hacer y que cambiar, que no sé ni por dónde empezar- repuso
Mimet nerviosa -, me gustaría saber que ha pasado durante estos últimos años.
-Eso
no es problema- intervino Usagi ahora de forma muy cordial.- Nosotras te lo contaremos...
-Gracias
a todos - sonrió la chica que asintió deseosa de que sus nuevas amistades le
pusieran al corriente. -
Entre tanto le tradujeron al atónito Daniel
aquellas partes de la conversación que se desarrollaron en japonés. Volviendo a
dejar al margen del relato a Petz y a sus hermanas. Entre tanto las sailor
cumplieron su palabra y tras una larga charla pusieron al día a la joven. Mimet
decidió trabajar con Petz hasta que ella encontrase una nueva ayudante. Era lo
menos que podía hacer para pagarle su amabilidad y además dijo que trabajaría
gratis. En eso su jefa se negó aduciendo que la chica necesitaría buscarse un
piso de alquiler y empezar a organizar su nueva vida, y ella sabía por
experiencia que hacía falta dinero. Tomoe, por su parte, le pidió a Masters que
la contratase como ayudante de investigación, y el millonario no tuvo objeción.
Aceptaba cualquier sugerencia del doctor o cualquier petición de éste para su
investigación. En cuanto a su documentación y papeles, con las influéncias del
magnate y el buen hacer en esos menesteres de Artemis no hubo ningún problema.
De hecho el gato se quedó sorprendido cuando Minako se lo pidió.
-¿Estás
segura, Mina-chan?- Quiso saber él, observando la expresión triste de su
amiga.-
-Sí,
Artemis. Le hace falta todo eso para empezar una vida normal.- Repuso ella.-
-Bien.-
Convino el felino, queriendo saber con discreción.- ¿Y acerca de lo otro,
continuamos investigando?
-Sí,
claro. Tenemos que averiguar su paradero.- Afirmó la muchacha.-
Y
a ello se dispusieron, preparando todo lo necesario para que Mimet empezase.
Aunque la ex bruja dijo querer variar un poco su nombre.
-Desde
ahora, quisiera escribirlo Mimette. Queda bastante más chica.- Bromeó incluso
con la propia Minako que sonrió.-
-Como
tú quieras.- Convino la sailor con poco entusiasmo.-
Y así se lo indicó a Artemis.
Pasaron los días, la joven se fue adaptando y Daniel por fin terminó el curso y
debía volver a EEUU. Lo cierto es que él y Mimet había congeniado bastante en
ese tiempo. Tenían una afición común por los videojuegos y las hamburguesas.
Ella era bastante alocada y él mucho más tranquilo desde luego, le hacía el
contrapunto ideal. Mimette había conseguido incluso inculcarle al chico su
afición por el patinaje. A ella siempre le había gustado. En las primeras
semanas fue a practicar con Makoto que también era una entusiasta de ese
deporte. El primer día que logró llevar a Daniel la sailor no pudo ir pues
tenía trabajo urgente. De todas maneras eso no fue un impedimento para que lo
pasaran muy bien. Mimette, ataviada con sus mallas, su jersey de medio punto y
sus patines, se dejaba deslizar suavemente por la pista en tanto que Daniel se
agarraba a todo lo que encontraba para evitar caerse. Ella le indicaba entre
risas.
-No,
¡así no, tonto!, debes dejarte llevar y mantener el equilibrio con las piernas,
mira así - y para subrayar sus palabras hizo una pequeña demostración en el
centro de la pista con pirueta incluida. -
-Para
ti es fácil decirlo.- Repuso Daniel tratando de mantener el equilibrio a duras
penas -pero es muy complicado para mí.
-¡Ja,
ja, ja!, si te vieras. - Se burló ella señalándole, para luego pedirle de forma
más amable - anda, dame la mano y yo te llevaré...
Daniel se resistía a hacerlo, le daba
vergüenza. Pero al fin, los ruegos de la chica lograron que soltase las barras
del borde de la pista y le diera la mano. Mimette trazó unas suaves vueltas
alrededor de la cancha y cuando creyó que el joven podría mantenerse por la
inercia le anunció.
-Ahora
tú sólo- y le soltó la mano de él ante la acobardada expresión del chico. -
-¡No
me sueltes me voy a caer!- le suplicó Daniel.-
De
inmediato comenzó a trastabillarse hasta aparecer en el suelo medio
espatarrado. Mimette al verlo no pudo dejar de reír. Los siguientes minutos los
emplearon en levantarle del resbaladizo suelo. La joven casi se cayó también al
intentar incorporar a Danny que por fin ganó un lateral que le sirvió de apoyo.
-Está
claro que el patinaje no es lo mío - reconoció suspirando tras el mal trago. -
-No
te preocupes yo te enseñaré, verás que pronto aprenderás.- Le animó su
acompañante. -
-Que
quieres que te diga, ¡donde esté una buena consola de videojuegos!- replicó él
ahora con mayor entusiasmo, - ¡que se quiten todas las pistas de patinaje!
Mimette meneó la cabeza con una sonrisa y
ayudó a su fallido discípulo a salir de la pista. Ella se dio unas cuantas
vueltas más dejando que él admirase su buen estilo hasta que ambos se cansaron
de estar allí y se volvieron a sus casas. Así transcurrieron varias semanas. La joven
también había empezado a trabajar en el laboratorio pero Daniel debía irse ya
de vuelta a EEUU al término del curso. La muchacha se lo contó a Petz cierto
día en el que quedaron para tomar una taza de té.
-Verás.-
Le comentó cariacontecida.- Lo cierto es que Danny va a tener que irse pronto a
su casa. Y… sería una lástima…Me ha dicho que le encanta estar aquí.
Su contertulia miró a la muchacha y
esbozó una sonrisa maternal para preguntarle con tono suave.
-Te
gusta mucho, ¿verdad?...
La joven no tardó en ponerse
colorada. Lo cierto es que no podía negar eso. No tuvo necesidad de responder,
fue Petz la que se rio un poco y añadió de modo animoso.
-No
te preocupes, hablaré con Zafiro, seguro que algo podremos hacer…
-Gracias.-
Sonrió la jovencita con visible alegría.-
Tras
eso charlaron un poco más. Petz ya había contratado a otra muchacha para la
tienda, eso hizo que Mimette no se sintiese mal cuando finalmente pasó a
trabajar con el doctor Tomoe y Kaori a jornada completa. Después se
despidieron. Por otro lado, Daniel pensaba en lo mismo. A pesar de desear ver
otra vez a sus padres él no quería irse tan pronto de vuelta a su casa, tenía
una buena preparación. Sobre todo después de la formación que había recibido y
a su vez le pidió a Zafiro si podía hablar con Tomoe. Quizá podría convencerle
de que le contratase también. El esposo de Petz no se hizo de rogar, sobre todo
cuando su mujer le comentó lo mismo. No obstante el doctor no necesitaba a
nadie en especial, pero le dijo al chico que si presentaba un buen proyecto que
mereciese ser subvencionado...quizá le contratasen. Al saber esto Daniel se
puso a trabajar con entusiasmo. Escribió a su familia contándoles la situación.
Sus padres lo comprendieron, era una gran oportunidad. Le brindaron su apoyo
deseando, eso sí, verle pronto. De esta manera el joven se dedicó con patente
interés a su cometido. Con la ayuda de Zafiro y del propio Tomoe preparó un
interesante proyecto de investigación. Contando también con el apoyo de
Diamante, que aconsejaba a Masters, lograron que éste lo subvencionase y el
muchacho pudo alquilar un piso en Tokio y seguir investigando. Así él y Mimette
pudieron estar juntos. Cuando le llegó la noticia Daniel la invitó a salir para
celebrarlo. Mimette aceptó encantada. Fueron como solían hacer a la sala de
juegos y comenzaron una partida en la máquina de coches de carreras.
-¡Como
corro!, ¡doscientos!, ¡doscientos cincuenta!, ji, ji. Esta vez voy a superar mi
record.- Exclamó Mimette muy contenta -...
-¡Cuidado
con esa curva!,...- señaló Daniel -....
-No
te preocupes le tranquilizó la chica que, girando con rapidez, logró salir bien de ella - ¿Lo ves?, soy la
mejor....
-No
olvides que luego me toca a mí....- Sonrió el chico bastante confiado. -
-No
serás capaz de ganarme, ya lo verás…- pero Mimette no pudo evitar a otro de los
coches y chocó, se vio a un monigote salir despedido del coche y tocarse la
cabeza mientras le salían un par de chorros a modo de lágrimas...la pantalla se
iluminó con el Game Over - ¡Oh! vaya,- dijo contrariada. - Creía que esta vez
lo iba a conseguir....
-Ahora
voy yo, fíjate y aprende...- le indicó Daniel que comenzó a jugar pasando sin
problemas las pantallas iniciales y acercándose rápidamente a la puntuación de
Mimette...- ¿Lo ves?, el secreto está en mantener el coche hacia el centro de
la carretera...-le explicó él que sorteó sin problemas un par de bólidos que le
llegaban a toda prisa. -
-No
lo haces nada mal.- Admitió la risueña chica con una pícara sonrisa y las manos
atrás, pero cuando Daniel iba a sobrepasarla ella le tapó la pantalla con las
manos.- ¡Se ha hecho de noche, ja, ja!
-¿Pero
qué haces?,- exclamó él sorprendido y algo enfadado -¡Me voy a chocar!- y
efectivamente, se escuchó la musiquita característica del Game Over y Mimette
retiró las manos. Daniel había quedado sólo 100 puntos por debajo de ella. -
-¡Ya
te dije que no me ibas a ganar!…- rio la joven.-
-Eso
es trampa, no volveré a jugar contigo - declaró él bastante molesto. -
-No
te enfades,- le pidió ella con un tono conciliador.- Te invito a una
hamburguesa...
-Con
una hamburguesa no harás que te perdone - aseveró Daniel con gesto severo para
añadir. – No Mimette, en serio. No está bien hacer trampas. Ni en el juego ni
en nada. Al menos así me han educado a mí.
-Lo
siento mucho. – Repitió la chica con voz más seria ahora y bajando la mirada.
No creía que Daniel se fuera a enfadar tanto por lo que ella consideró solo una
pequeña broma, aun así pudo añadir a modo de consternada confesión. - Verás,
desde que era pequeña me las tuve que apañar sola y luego en Brujas Cinco.
Desgraciadamente allí la que no jugaba sucio no duraba mucho.
Daniel la miró con gesto atónito,
quizás se hubiera pasado. Tampoco era una cosa tan grave y había herido a la
pobre muchacha. Seguramente ella no había conocido otra cosa hasta ahora y
durante el tiempo que la había estado tratando al parecer hacía visibles
esfuerzos para cambiar. Al menos eso le dijeron Minako y las otras. El chico aún
se quedó más preocupado cuando la observó mirar hacia el suelo con la cabeza
gacha y suspirar casi con sollozos.
-Hice muchas cosas malas, algunas
terribles. De esas que no dejan dormir
por las noches. Lo único que quiero es olvidar. Danny, te suplico que me
perdones.
-Bueno.-
Pudo decir él sintiéndose ahora bastante mal, pero recobrando un tono más
jovial al agregar. - Me lo pensaré. Si te portas bien conmigo. Con que tengas
un gesto bastará.
Ahora
fue ella la que se le quedó mirando sin comprender, aunque al poco tiempo debió
de ocurrírsele algo puesto que se aproximó al muchacho.
-¿Y
con esto? - Inquirió Mimette besando a Daniel en la mejilla aunque acto seguido
se puso colorada. -
-¡Ejem!-
pudo dijo el chico también algo sonrojado. - Bueno, eso sí que puede hacer que
te perdone, a ver, repítelo...-
Cuando
obedientemente Mimette se dispuso a besarle de nuevo él se apartó para que el
beso fuera a los labios, y se juntó hacia ella para hacerlo más profundo. Tras
unos segundos la joven se apartó muy colorada. Daniel sonrió y la sujetó de una
mano para susurrarle.
-Ahora
sí que te perdono. ¿Lo ves? También puedo tomarte por sorpresa si quiero.
-¡Ah!
yo. - Mimette no sabía que decir, la gente que jugaba a su alrededor les
miraban divertidos. - Yo, yo...esto no me lo esperaba, me da mucha vergüenza.
El chico la miraba con intensidad.
No lo podía negar. Estaba totalmente enamorado de esa muchacha. Pensó en lo que
hubieran hecho su padre y su hermano en una situación así. Y entonces se lanzó.
-Pues
no deberías avergonzarte de eso. Te quiero tonta...y quiero preguntarte algo.-
Le confesó Daniel que se volvió a aproximar hacia ella -
-¿El
qué?- quiso saber ella aún muy azorada. -
-¿Tienes
algo que hacer el resto de tu vida?..
-¿Qué,
qué quieres decir?-Le interrogó la chica, que estaba confusa para añadir. –
Luego si quieres podemos ir al karaoke. Mañana tenemos el día libre y hoy
podemos estar hasta tarde.
Pero
aquel muchacho le sonreía de una forma algo extraña, diríase que él también estaba
colorado.
-Te
estoy pidiendo que te cases conmigo. - Le desveló él posando las manos en sus
hombros con suavidad -...
-¿Yo?....-
exclamó Mimette señalándose a sí misma -... ¿Casarme… contigo?...
-¡No
veo a nadie más aquí a mi lado!- Rio el chico insistiendo con tono entre meloso
e impaciente. -Anda…dime que sí...
-No
sé si estoy preparada... ¿podría pensarlo? - Pidió ella sin salir de su
asombro, -
-
¡Oh!, claro que sí. Es una decisión muy importante, así que te doy diez segundos...-
repuso él sin inmutarse.
-De
acuerdo.- Asintió sonriendo. -Vale, ¡me casaré contigo!...- Exclamó sonriente.-
Daniel sin esperar ni un segundo la levantó en
brazos y dio vueltas con ella ante las miradas de sorpresa y simpatía del resto
de la gente del local.
-¡Vamos
a celebrar la noticia!, - exclamó el muchacho – y esta vez invito yo a las
hamburguesas...
Durante la comida Mimette miraba muy
feliz a su prometido, pero enseguida dejó de sonreír, parecía que algún
inconveniente había cruzado por su mente tras sopesar aquello con más calma.
-Daniel.-
Le preguntó ella con la voz más seria - ¿Crees que estaremos preparados para
casarnos tan jóvenes?
-¿Y
por qué no íbamos a estarlo, Mimette? Hay parejas que se han casado mucho antes
que nosotros y han sido muy felices juntos. Yo te quiero y no hay nada que me
haga más feliz que poder casarme contigo.
-Tengo
tantas cosas que recuperar...-objetó ella que parecía insegura - no sé si estoy
lista, quizás si tuviésemos algo más de tiempo.
-¿Cuánto
tiempo necesitarías?- le preguntó él inquisitivo y algo inquieto. -
-No
lo sé...puede que un año o quizás dos. Pero podemos seguir saliendo juntos como
novios, incluso vivir juntos, sería una buena idea.
-Tienes
razón,- convino el chico reconociendo que era algo precipitado -así estaremos
seguros, esperaremos hasta que tú me digas.
Daniel recordó que sus padres a buen
seguro le irían a censurar por apresurarse en algo tan importante. Y deseaba
pedírselo a la chica con un anillo y todo eso. De modo que asintió. Mimette se
abrazó a él y le respondió muy emocionada.
-Gracias
Daniel, eso es muy importante para mí...
-Lo
único que deseo es que seas feliz,- repuso cariñosamente él. -
-Feliz.-
Repitió ella casi con un susurro para suspirar con tintes de pesar. -Ya creía
que nunca podría serlo. He malgastado tanto tiempo de mi vida. ¡Hice tantas
cosas estúpidas!
-No
debes entristecerte por eso- dijo Daniel tratando de animarla. – Ahora has
comenzado de nuevo.
-Me
refiero a mí y a las personas que me rodeaban, mis hermanas, mi vida. ¡Qué tonta
he sido! - Se lamentó con un poso de amargura.-
-¿Tus
hermanas no viven ya aquí? - Le preguntó Daniel curioso.-
-Por
lo que me contaron las Guerreras todas murieron en la lucha, - respondió Mimet
cariacontecida. -Yo misma tengo remordimientos por ser culpable, al menos en
parte.
-Pero,
¿por qué?- le inquirió Daniel sorprendido. -Tú no tuviste la culpa de eso.
-No,
eso no es verdad. Sí que la tuve. - Rebatió ella que movió la cabeza con los
ojos llorosos. -Tú no sabes toda la historia, Dany.
-¿Qué
tengo que saber? - le inquirió él muy llevado por la curiosidad. -
Su contertulia respiró hondo y le
aclaró.
-Mis
hermanas en realidad no eran hermanas de sangre. Nos criamos juntas en un
orfanato y como éramos buenas estudiantes obtuvimos una beca para el colegio
Mugen.
-Bueno,
pero eso no es nada malo,- declaró aliviado él. - Hay mucha gente que es
huérfana, a mí no me importa eso.- Y dicho esto abrazó a Mimette que apoyó su
cabeza en uno de sus hombros. -
La chica trataba de reunir el valor suficiente
como para proseguir. Ya no quería ocultarle más cosas al que deseaba que fuese
su esposo. Bastaba ya de mentiras y atajos en su vida. Pero tenía que
arriesgarse con la verdad. Aun a riesgo de perderle. Eso pensó y finalmente se
decidió a añadir con pesar y voz trémula.
-Pero,
eso no es todo y tengo miedo de que si te lo cuento dejes de quererme. Ya te lo
dije antes. Son cosas malas, algunas terribles, de las que no me dejan dormir.
-No
temas, debes confiar en mí, te prometo que eso no ocurrirá.- Le aseguró el
chico deseoso de escuchar lo que tuviera que decirle.- Y contárselo a alguien
seguro que te ayuda.
-Yo
confió en ti y te quiero mucho, por favor, créeme si te digo que estoy muy
arrepentida de lo que hice.- Insistió la chica con visible desasosiego en
cuanto se atrevió a enfrentar su mirada a los ojos de él. – Te lo juro…ahora
pienso que ojalá no lo hubiese hecho.
-Te
creeré, en cualquier cosa que me digas,
de verdad,- le aseguró Daniel estrechándola en sus brazos con fuerza.- ¡Vamos!
Confía en mí.
Aunque la joven temblaba de
inquietud, Mimette recibió así la confianza y el valor suficiente para contarle
a Daniel la verdad.
-Verás-
comenzó a decir con voz insegura. - Mi hermana mayor, Eudial, fue la que nos
condujo al Mugen y nos enseñó todo lo que sabemos en nuestro trabajo. Pero,
cuando empezó la misión, nos volvimos ambiciosas, yo quise ocupar el puesto de
mi hermana y lo conseguí.
-Pero
eso puede ocurrir,- terció Daniel tratando de quitarle hierro al asunto.- La
ambición no es buena si excede ciertos límites, pero al fin y al cabo...-
Mimette no le dejó terminar y tapándole los labios con dos dedos prosiguió -...
-¡Yo
maté a mi hermana! - confesó ahora entre sollozos.- Saboteé los frenos de su
coche. Y ocupé su lugar...
Daniel estaba incrédulo, abrió la
boca realmente impactado, era incapaz de hablar. Y antes de que pudiera hacerlo
Mimet siguió contándole su historia.
-Cuando
el doctor quiso relevarme a mi vez traté de impedirlo pero mi hermana Tellu lo
descubrió y fue ella la que me encerró en aquel ordenador. Vagué a través de
circuitos informáticos y programas gimiendo en soledad y pidiendo ayuda. Tuve
tiempo de pensar en todo lo que había hecho y en arrepentirme. Luego apareciste
tú, después de salir tuve mucho miedo de que me castigasen, pero, al ver como
todos me abristeis los brazos, entendí que podía comenzar de nuevo mi vida.
Sobre todo gracias a ti.
Sin embargo el chico guardó un
significativo silencio…ella le miraba con expresión suplicante en sus grandes
pupilas anaranjadas. Su novio estaba manteniendo ahora una lucha interna. Los
valores que de siempre le inculcaron sus padres chocaban frontalmente contra
aquello. Por supuesto que él le había prometido a esa chica que la apoyaría
fuera lo que fuera aquello que le iba a confesar. Sin embargo, jamás se esperó
algo con eso. Al fin, creyó recordar algo, al menos de las clases en la
parroquia. Y tras aquellos tensos momentos dijo al fin.
-Eso
es algo…realmente terrible, sí. No te voy a engañar. No lo esperaba. Pero sé
que te arrepientes de verdad y yo te quiero mucho Mimette - declaró Daniel al
fin suspirando y acariciando su pelo - y eso que me cuentas ya es cosa del
pasado, debes olvidarlo. Mira el ejemplo de Zafiro y Petz. Ellos siempre dicen
que les dieron una segunda oportunidad. Yo no sé exactamente a qué se refieren
pero debes hacer como ellos. Además, si Minako y las otras te han perdonado es
que han visto lo bueno que hay en ti. Ellas dicen que la mejor manera de salir
adelante es cambiar de manera de ver la vida y ayudar a los demás. Estoy de
acuerdo con eso. Yo estaré a tu lado para ayudarte y lo haremos juntos.
-No
sabes cuanto significa oírte decir eso para mí. Muchas veces tengo pesadillas.
- Le confesó ella abrazándose a él en busca de ternura. -
-Estoy
seguro de que a partir de ahora no las tendrás nunca más, y si eso ocurre yo
estaré junto a ti para despertarte, - le susurró él acariciando de nuevo su
pelo con dulzura. -
-¡Cuanto
te quiero Daniel!- balbuceó ella rompiendo a llorar y ambos se fundieron en un
abrazo.- Gracias por no renegar de mí.
-Viviremos
juntos y seremos muy felices, ¡ya lo verás!- Le aseguró su contertulio con una
sonrisa mientras enjugaba las lágrimas del gracioso rostro de su novia y ahora
prometida. – Haremos las cosas bien, y podrás compensar con creces lo que fuera
que hiciste entonces.
-Sí,
te prometo que lo haré.- Sentenció ella.-
Y con esa promesa la muchacha sonrió
realmente aliviada y feliz. Al menos tendría la oportunidad de enmendarse y
compensar al mundo por todo lo malo que hizo. Así fue, pasó un año. Las cosas
les iban bien. Se adaptaron a vivir juntos, al compartir muchas aficiones y
formas de ser. A lo único a lo que no llegaron aún fue a tener relaciones
íntimas completas debido a la educación de Daniel. De todos modos Mimette lo
agradeció. Nunca en su vida tuvo tiempo para eso y le asustaba un poco. Por lo
demás, podía decirse que ambos eran optimistas y muy vitales. Cuando no estaban
trabajando se divertían cantando en el karaoke. Había que reconocer que Daniel cantaba
muy bien, aunque no tanto como su hermano pero se desinhibía mucho haciendo
duetos con Mimette que le contó que cierta vez quiso ser una ídolo y que casi
lo consiguió. La chica sí que tenía mucho rodaje en el karaoke y le encantaba
la música disco. Su novio tenía un gusto similar y, como a su hermano, le
gustaban bastantes de los clásicos de los ochenta y noventa. Durante ese tiempo
además Mimette hizo buenas migas con sus compañeros de trabajo. Era divertido
verles cantar en los karaokes o jugar al twister. También con las guerreras, en
especial con Minako con la que también compartía algunas aficiones e intereses
y con la que pareció congeniar. También se hizo muy amiga de Hotaru, la hija
del doctor. La chica acudía muchas veces al laboratorio a ver a su padre y las
veces en las que éste estaba ocupado pasaba ratos charlando con Mimette. A ésta
no le pasó desapercibido el poco aprecio que esa sailor tenía por Kaori. Más si
cabe cuando supo que el profesor y su ayudante estaban saliendo juntos. De hecho,
una de esas veces, Hotaru llegó a visitar a su padre pero se encontró con Kaori
que estaba en la sala de trabajo donde estaba ella con su novio.
-Buenos
días.- Le saludó la asistente con amabilidad.-
Aunque la joven se limitó a
ignorarla, sonriendo en cambio cuando vio a la joven pareja.
-¡Daniel,
Mimette! Me alegro de veros… ¿Sabéis si mi padre está muy ocupado?...
-Creo
que estaba en su despacho, revisando unos informes.- Le respondió Daniel.-
Aunque no estoy muy seguro.
-Tu
padre aún tiene para bastante rato.- Terció Kaori que parecía molesta por ese
desplante pero se esforzaba por ocultarlo.-Quizás un par de horas.
-Gracias,
pero no te he preguntado a ti.- Repuso la niña con cara de pocos amigos.-
Su interlocutora no dijo nada, se
limitó a suspirar y a darse media vuelta alejándose de allí. Hotaru movió la
cabeza con desaprobación y una vez se marchó Kaori, sentenció.
-¡Estúpida!…Siempre
tiene que estar metiéndose en lo que no le importa…
Daniel y Mimette se miraron algo
apurados. Aquella escena desde luego no había sido nada agradable. El muchacho
entonces compuso una sonrisa y les preguntó a
ambas.
-Voy
a por algo de comer. ¿Os apetece que os traiga alguna cosa?
-¡Ay
sí, cariño! - Exclamó Mimette, con tintes entusiastas.- Trae unos batidos de
fresa. Aquí tenemos pastas y un poco de tarta que hice. Podemos tomar algo. ¿Te
apetece, Hotaru?
-Sí,
gracias.- Sonrió ésta con un tono mucho más amable ahora.- Me encantan tus
tartas.
Y en tanto el muchacho iba a por las
bebidas su novia hizo un hueco en su abarrotada mesa y acercó un par de sillas
invitando a su amiga a sentarse…
-Bueno,
¿Qué tal todo? ¿Habéis tenido que enfrentaros a algún villano últimamente?-
Inquirió Mimette.-
-Bueno,
tras lo del meteorito y esos ataques de los secuaces de Gralas, hemos estado
tranquilas.- Se sonrió Hotaru.-
-¡Sí,
claro!- Rio su interlocutora, desde luego ella sabía perfectamente lo que fue
aquello.- ¡Qué tonterías pregunto, ja, ja! No, me refería a vosotras, si todo
os va bien en vuestras vidas normales.- Le preguntó ahora con un poco más de
seriedad.-
Entre tanto Mimette se levantó
haciéndose con un envase que abrió sacando un platito con algo de tarta, usando
unos platos de plástico sirvió un trozo a su invitada y se puso otro ella.
-¡Qué
buena pinta tiene!- Declaró Hotaru.- ¿No le dejamos algo a Danny?.
-Él
ya comió mucha hace un rato.- Contestó despreocupadamente Mimette ofreciéndole
a su invitada.- ¡Anda, pruébala y dime qué te parece!
Esa tarta de tono amarillo y ribetes
blancos parecía muy apetitosa. Hotaru enseguida aceptó un tenedor de plástico
que su contertulia le acercó y probó una pequeña porción. Asintió con gesto
iluminado para remachar.
-¡Está
muy rica!..
-Gracias-
sonrió Mimette afirmando divertida.- Es muy tarta favorita, de limón con nata y
jengibre. Creo que le tengo tomada la medida. Todavía recuerdo cuando hice una
para alguna que otra estrella de cine a la que quería conocer.
-Podrías
dedicarte a la repostería. Habla con Makoto y seguro que te ficha para su
negocio. - La halagó su interlocutora que recapituló sobre la pregunta anterior
para responder.- Y en cuanto a nosotras estamos bien. Ya sabes, Haruka y
Michiru siempre están por ahí metiéndose en líos y en cuanto a Setsuna la
echamos mucho de menos. Eso de irse con Lornd a su planeta. Pues bueno. Creo
que él iba a pedirle que fuera su esposa y la reina de los saiyajin.
-Sí,
eso sí que es un cambio de vida.- Repuso Mimette en tanto tomaba también algo
de tarta.-
En eso que llegó Daniel con los
batidos. Tras sentarse junto a las chicas y servirse unas pocas pastas se unió
a la conversación, declarando.
-Lo
cierto es que sois todos sorprendentes. Cuando mi hermano me contó al fin
algunas cosas de su mujer y del resto no lo podía creer.
-Es
verdad que todas las guerreras son impresionantes. Yo pude comprobarlo cuando
me enfrentaba a ellas.- Afirmó Mimette que, sin embargo, añadió con un tinte de
seriedad poco común en ella.- Pero, ¿Sabes lo
más importante, Danny? ¿Lo que de verdad hace que las admire tanto? A
ellas y a nuestros amigos…
El chico la observó con interés,
deseando que le diese la respuesta, lo mismo hizo Hotaru y la joven enseguida
sentenció.
-Todos
son buenas personas, todos se aprecian y se quieren y han sabido empezar de
nuevo. Las guerreras les dieron una oportunidad a muchos de ellos, lo mismo que
a mí. Y han sabido dejar atrás lo que sucedió en el pasado.
-Sí,
es cierto. – Convino el muchacho para decir con tinte reflexivo.- Tom me contó
que Connie y sus hermanas lo pasaron muy mal y que lucharon mucho por adaptarse
a una nueva vida y, sobre todo, redimirse. Eso no debe ser nada fácil.
-Puedo
comprenderlas muy bien.- Asintió Mimette, que ahora miró a Hotaru y tras
sonreírla con afecto le dijo.- Todas nosotras…las cuatro hermanas, Esmeralda, y
yo misma, e incluso Kaori, tenemos eso en común.
Hotaru no respondió, aunque al
escuchar ese último nombre apartó la mirada, fue entonces cuando Mimette puso
una mano sobre las de la jovencita y le pidió con tinte amable.
-Por
favor, sé que es duro para ti, pero dale una oportunidad. Sé que te trató mal,
pero ninguno somos ya lo que fuimos…
La muchacha no respondió, aunque ya
había terminado la tarta y entonces miró su reloj. Sonriendo con un gesto algo
forzado pudo decir al fin.
-¡Vaya!,
se ha hecho tarde. Mi padre tiene que haber acabado ya. Muchas gracias por la
tarta.
-De
nada, ven cuando quieras.- Contestó amablemente Mimette.-
La interpelada asintió y tras
levantarse y hacer una leve inclinación a
modo de despedida se marchó. Su contertulia suspiró mirando a su novio…
-Espero
que no se haya molestado conmigo.- Le dijo.- Quizás me he metido en lo que no
me importa. Es que da pena por Kaori.
-No,
que va.- Afirmó Daniel.- Creo que en el fondo, aunque no lo evidencie, Hotaru
agradece tu consejo.
-Se
lo he dicho como lo siento. Es duro cambiar tanto, ser otra persona.- Comentó
ella que, enseguida recobró su talante jovial de siempre para sentenciar.- Pero
a mí me encanta ser quién soy ahora.
-Y
a mí me encantas tú.- Aseguró el chico dándole un sorpresivo beso en los labios.-
Y quiero pedirte algo…
Y la muchacha le miró con extrañeza.
Ya le pidió matrimonio y había aceptado, aunque quizás Daniel deseara que se
casasen ya. De todos modos le interrogó con la mirada y él le desveló.
-Me
gustaría mucho que vinieras a conocer a mis padres. Hasta ahora les he hablado
de ti cuando fui de visita a casa. Les enseñé fotos, pero ya sabes cómo es la
familia. Los dos están deseosos de verte en persona.
-Bueno.-
Pudo sonreír apuradamente ella.- En mi caso no tengo mucha idea. Ya sabes que
no conocí a mis padres.
El chico maldijo su desliz, eso era
cierto, enseguida se disculpó pero su novia movió la cabeza con gesto de buen
humor.
-Tranquilo.
Sé lo que quieres decir. No te preocupes. En cuanto tengamos unos días me
gustaría ir contigo a conocerles.
Daniel
sonrió visiblemente contento. De hecho, también ella estaba entusiasmada,
aunque se sentía nerviosa y deseaba gustarles a los padres de su chico. Se
sabía muy alocada y quiso hacer un esfuerzo por serenar su carácter. Durante
ese tiempo y tutelada por Tomoe había retomado sus estudios y quería
convertirse en una valiosa miembro de la Masters Corporation. Tenía todavía en
su mente las cosas que absorbió estando dentro del ordenador pero ahora deseaba
aprobar realmente una carrera. Esperaba poder ascender y lograrlo de la forma
correcta sin eliminar a nadie por el camino. Tras un tiempo al fin, tuvieron
unas vacaciones y se decidieron a hacer ese viaje a América. Se pusieron en
marcha y cuando tras un largo vuelo llegaron al aeropuerto Kennedy de Nueva
York los padres de Daniel les aguardaban. Nada más verles llegar los señores
Rodney corrieron a abrazar a su hijo. El viaje que el chico hiciera a Japón que
se suponía solamente para unas semanas se había alargado extraordinariamente y de
ser un muchacho poco desenvuelto y que nunca había pisado más allá de su hogar,
había pasado a ser un hombre confiado y con una estupenda chica con la que ya
compartía su vida. Sus padres estaban muy orgullosos aunque ansiaban conocer a
la joven que había obrado en su hijo tal transformación. Debía de ser una mujer
fuera de lo común.
-Cariño,
¡cuánto me alegro de verte!- Exclamó Sarah pletórica de alegría.-
-Yo
también tenía muchas ganas de volver a veros, mamá. Hacía ya un par de meses
desde mi última visita.- Repuso él visiblemente emocionado. -
-¿Dónde
está tu novia?- preguntó William a su hijo. - ¿Ha podido venir al fin?
-Claro
que sí. Está allí,- indicó éste señalando a Mimette que aguardaba con las
manos entrelazadas a unos pocos metros atrás.- ¡Vamos para allá!
Los tres bajaron hasta donde estaba
aquella muchacha, ella se presentó muy educadamente bajando con levedad su cabeza.
-Hola.
Soy Mimette Hanyuu, la prometida de su hijo, encantada de conocerles. ¿Cómo
están ustedes, señores Rodney?
-Muy
bien, gracias. Lo mismo te decimos, querida. - Replicó la madre del muchacho.-
Es una gran alegría para nosotros que hayas podido venir al fin.
-Vaya,
así que tú eres la famosa Mimette - declaró William complacido -nuestro hijo
nos ha escrito mucho hablándonos de ti. Trabajas con él ¿verdad?
-Sí,
tengo un título de licenciada en informática y ahora estoy estudiando
bioingeniería.- Respondió ella con timidez. -
-¡Qué
chica más lista!- dijo Sarah con aprobación aunque matizó algo más preocupada.
- Pero dime una cosa. ¿No crees que eso de casarse ya es algo precipitado?
-No,
mamá - intervino Daniel - Ya lo hemos pensado todo, tenemos trabajo y casa.
-No
me refiero solamente a eso, - matizó Sarah que quiso saber -¿Ya os conocéis
bien?..- volvió a preguntarle a Mimette -¿Qué opinan tus padres de esto?...
-Bueno,
yo no tengo padres, señora. - Musitó la muchacha con tono triste, - soy huérfana,
también perdí a mis hermanas.
Tanto
William como Sarah la miraron apenados y la apurada madre de Daniel corrió a
disculparse.
-Lo
lamento muchísimo, querida. No tenía ni idea, perdona si he sido poco oportuna.
-No
quise mencionarlo cuando hablamos.- Se disculpó Daniel.-
-De
todos modos, eso no es culpa tuya. Desde luego pareces buena chica.- Añadió el
padre del joven afirmando.- Seguro que cuidarás bien de nuestro hijo...
-No
se preocupe por eso- sonrió de nuevo Mimette.- Le cuidaré muy bien.
-Papá,
¡que ya no soy un niño!- se defendió Daniel -
-Ya
lo creo que sí. Al menos para mí, - le contradijo jovialmente su madre poniéndole
colorado. Eso hizo que todos se rieran. -
-Bueno,
ahora vayámonos a casa. El viaje en coche es largo pero ya verás cómo te
gustará.- Le aseguró Daniel a su novia. -
Efectivamente, tras más de tres horas de viaje
llegaron al fin. Mimette se sentía algo cansada empero olvidó esa sensación y
quedó absorta contemplando la inmensidad de los campos de trigo que rodeaban la
región. Al llegar a la casa, aquella le pareció una autentica monada. Era muy
grande y con una amplia superficie verde a su alrededor. Tras instalarse y
asearse un poco fueron a cenar. Durante
la velada charlaron con animación.
-Connie
me habló de lo bonito que era este sitio. Pero creo que se quedó corta. – Dijo
con admiración la joven invitada para satisfacción de sus anfitriones.-
-De
modo que conoces a nuestra nuera.- Inquirió Will.-
-Claro,
qué cosas tienes.- Repuso su esposa mirándole con divertida reprobación.- ¿No
recuerdas que ellos se han visto varias veces ya?...
-Sí,
es verdad.- Pudo contestar el padre de Daniel.- ¡Qué cabeza la mía! Y además
las dos sois japonesas, ¿Verdad?...
-Sí,
señor. –Dijo ella con rapidez.-
-Y
dinos, querida. ¿Cómo os conocisteis tú y nuestro chico? Él apenas nos ha
contado nada sobre eso…-Quiso saber la señora Rodney.-
Mimette se sintió algo envarada.
Tampoco sabía muy bien que decir, recurrió a tratar de ser natural y contestó
con lo más parecido a la verdad que pudo.
-Bueno,
nos conocimos en el planetario.
-Yo
estaba allí durante aquel curso que me dieron los de la Masters, haciendo unos
diseños gráficos.- Terció enseguida su novio.-
-Es
que a mí siempre me interesaron mucho las estrellas.- Añadió Mimette, aunque
desde luego no las estrellas que sus futuros suegros imaginaban, claro.- Fue el
destino.- Remachó la chica esbozando una sonrisita algo nerviosa.- Estaba
encerrada en un ordenador, por trabajo.
Eso
produjo perplejidad en sus anfitriones y expresión entre atónita e incrédula de
su novio. Pese a que Daniel enseguida reaccionó afirmando.
-Sí,
Mimette se pasaba la vida metida en los ordenadores, incluso más que yo... ¡Ja,
ja!..Ya sabéis a qué me refiero.
-¡Claro!-
Sonrió William creyendo entender.- Eso no es bueno, hay que salir, divertirse
un poco, sois muy jóvenes para estar todo el día con esos aparatejos.
-Lo
cierto es que podría decir que era como vivir dentro de él.- Añadió la joven
con tono jovial.- No saben cuánto le
agradezco a su hijo que me sacara de aquello.
Los Rodney rieron interpretando
aquello como una ocurrencia de la muchacha. Fue Sarah la que le dijo en tono de
alabanza.
-Y
hablas muy bien nuestra lengua.
-Es
que en el laboratorio de la Masters el idioma de trabajo es el inglés.- Repuso
la interpelada.-
-Realmente
eres una joven muy preparada. Igual que Constance. - Intervino Will con un
asentimiento de aprobación afirmando con orgullo.- Nuestros hijos han sabido
elegir muy bien.
La muchacha agradeció esos halagos
ruborizándose de forma marcada. Aquello todavía gustó más a sus anfitriones. De
ese modo la joven pareja pasó allí una semana tras la que tuvieron que volver a
Japón. En ese tiempo ella se esforzó de veras, logrando causar a los padres de
Daniel una magnifica impresión. Y es que realmente su carácter había cambiado
mucho. Ya no tenía nada que ver con la inmadura chica que trabajase para Brujas
Cinco. Pese a mantener esos arranques de jovialidad e incluso alegría infantil
en ocasiones. Sin embargo ahora era más juiciosa y sensata. Así, cuando
estuvieron de vuelta decidieron que ya podrían casarse. Dieron la noticia a
todos que la recibieron con mucha alegría y llamaron a la familia, al cabo de
pocos meses todo estuvo dispuesto. Esta vez fueron los familiares de Daniel los
que viajaron a Japón. Sus padres llegaron en avión. Estaban muy emocionados y
contentos. Daniel y Mimette se ocuparon de recibirles de forma muy solícita.
-Espero
que hayan tenido buen vuelo.- Les dijo la chica.-
-Bastante
largo. Estaba preocupado por si este cacharro se quedaba sin gasolina.- Declaró
Will de un modo que hacía difícil discernir si lo decía en broma o en serio.-
-Pues
ya que habéis venido aprovecharemos también para enseñaros algunos sitios muy
bonitos. Entre ellos en santuario Hikawa.- Terció Daniel.- Allí vive Rei, que
es la sacerdotisa y una gran amiga. Sobre todo de Tommy y de Connie.
-Sí,
sabemos quién es.- Afirmó William.-
-Una
muchacha muy agradable.- Añadió Sarah.-
-Pues
en cuanto nos instalemos y vengan mi hermano y mi cuñada, nos reuniremos con
ellos.- Le comentó Daniel a su novia, con el asentimiento de sus padres.-
De modo que una vez que encontraron
hotel para los Rodney, Daniel y Mimette aguardaron al día siguiente a que
llegasen Tom y Cooan. Estos se presentaron pronto. Mimette se sorprendió de lo
parecido que era Daniel a su hermano mayor al que no había podido ver en bastante tiempo. Pensaba en que ella y
sus hermanas nunca se parecieron en nada, con eso de ser de distintos padres,
en fin. También le hizo ilusión volver a ver a la hermana pequeña de Petz, que
además era la mujer de Tom, ¡qué suerte!, serían cuñadas y tras haberla
conocido en acción, luchando contra los invasores, aún se alegró más pues
Connie, como la llamaban allí, fuera de la batalla era una chica muy agradable.
A ésta también le cayó bien Mimette, unas noches antes de la boda ambas
charlaron acerca del matrimonio y de cómo eran sus respectivos marido y
prometido. Además Cooan, conociendo el pasado de la chica, no vio justo
ocultarle por más tiempo el suyo y le había contado su experiencia contra las
Guerreras. Mimette se quedó muy sorprendida, nunca hubiera imaginado que
pudiesen tener tantas cosas en común. Ahora
al recordar el comprensivo gesto de Petz cuando la defendió ante las
sailors pudo entender los motivos. Sobre todo cuando su benefactora le aseguró
que ella también podía tener una segunda oportunidad.
-Luchamos
encarnizadamente como enemigas, pero ellas me enseñaron lo que de verdad cuenta
en el mundo. El amor y la amistad. Luego nos hicimos muy amigas y ellas me
ayudaron mucho a mí y a Tom, así como a otros amigos a luchar contra el mal.
Incluso antes de que las tropas de ese Gralas se presentasen aquí.
-Vaya,
¡me he perdido tantas cosas! ,-suspiró Mimette, lamentándose de seguido. -Y
ahora me arrepiento de haber hecho muchas otras. Tú por lo menos tenías contigo
a tus hermanas cuando volviste a empezar. Yo hasta me deshice de una de las
mías. Pese a que no fueran hermanas de verdad…
-Pero
nos tienes ahora a todos nosotros, y ya estás en la familia. ¡Verás cómo te
gustará! - La animó Cooan. -
-De
eso estoy segura- sonrió la joven que, no obstante, pudo decir con tono algo
inquieto. - Pero estoy tan nerviosa, ya deseo que llegue el momento. Sin
embargo, me da miedo…
-Eso
nos ocurre a todas, tranquila – La animó solidariamente su futura concuñada
posando una de sus manos sobre las de la chica. -
-¿Te
gusta mi traje de novia? - Quiso saber Mimette que abrió uno de sus armarios y
se lo enseñó. Era de un color blanco inmaculado, de manga corta y se adornaba
con muchos borletes.-
-Es
muy bonito- opinó Cooan valorándoselo mientras se lo sobreponía a la muchacha.
-Te estará muy bien, vas a ser una novia muy guapa...
-Te
lo agradezco.- Sonrió su contertulia. - Eres muy amable. Igual que tu hermana
Petz, ¿sabes?- le confesó algo cariacontecida. - Me gustaría tener junto a mí a
alguna de mis hermanas. No me porté bien con ellas y ahora lo lamento tanto.
Pero ya es tarde, demasiado tarde para arrepentirse. - Sentenció apenada. –
Su interlocutora la miró con algo de
compasión. Podía entenderla muy bien. Al principio ella misma estuvo sola. Al
menos hasta que las otras se fueron uniendo poco a poco a su nueva vida. Y al
hilo de aquello, le preguntó con curiosidad.
-Cuando
dices que no eran tu hermanas de verdad…
-Éramos
huérfanas.- La interrumpió Mimette para explicar.-Verás, desde que era niña
crecí en un orfanato. No recuerdo a mis padres. Era tan pequeña cuando me dejaron allí que pensé que esa era
mi casa. Lo cierto es que allí conocí a Eudial. Crecimos juntas y nos
apoyábamos unas a otras. Eudial erra la mayor y nos enseñó a todas las demás.
Luego, unos años antes de enfrentarnos con las guerreras, fuimos admitidas en
el colegio Mugen. Allí nos unimos a Tellu,
Viluy y a Cyprine Teníamos algunas cosas en común. Un cociente intelectual
elevado, interés por las ciencias y sobre todo, ningún pariente que nos echara
de menos. Al principio estuvo bien, estudiamos allí y aprendimos muchas cosas
luego, poco a poco…
-Supongo
que el mal se apoderó de vosotras. Os corrompería como nos ocurrió a mis
hermanas y a mí.
Mimette
suspiró. Le hubiese
gustado limitarse a asentir, dándole la razón a su interlocutora. Pero decidió
que no estaría bien mentir. Ya no. Había empezado una nueva vida y se había
jurado ser honesta y sincera con sus nuevos amigos.
-¡Ojalá
pudiera poner esa excusa! La realidad fue que nos volvimos ambiciosas y muy
hipócritas. Dándose cuenta o no, el profesor alentó aquello. Siempre decía que
haría ejecutiva a la más brillante de entre nosotras. Y debo admitir que esa
era Eudial. Con el tiempo pasé de admirarla a envidiarla. La hicieron jefa de
nuestra división, las Brujas Cinco. Ese nombre se le ocurrió a ella.- Sonrió levemente
para agregar con voz queda.- Fue la primera encargada por el doctor de ir a buscar
los talismanes. ¡Y por lo que Usagi y las otras me contaron hace poco, lo
logró! Llegó a tenerlos en su poder, por lo menos dos de ellos. Les costó
trabajo derrotarla y fui yo quien se ocupó de darle la puntilla, traicionándola
de la peor manera.- Suspiró.-
Cooan se percató enseguida de cuan
mal lo estaba pasando Mimette que tenía los ojos lloroso, pese a esforzase por
no derramar lágrimas. Asintió y le dijo con tono amable.
-Que
te sientas mal al contarlo es señal de que te has arrepentido y que ya no eres
así.
-Lo
que daría porque eso no hubiese pasado, y que ninguna hubiéramos caído en
aquello. No es que fuera demasiado feliz en el orfanato, pero al menos entonces
fui inocente.- Se Lamentó Mimette, agregando con pesar.- Y tuve una hermana, no
de sangre, pero sí de hecho. Y la perdí.
Viendo
tan afectada a esa pobre chica Cooan quiso levantarle la moral y tomó la
palabra.
-¡Cuenta
conmigo!- La animó - a partir de ahora seremos como hermanas, yo nunca tuve una
hermana pequeña a la que ayudar o aconsejar, me gustará mucho la experiencia.
-¿De
verdad?- Exclamó la muchacha, visiblemente contenta - ¡Qué alegría!,- y sin
poderse refrenar se abrazó a su
contertulia que se rio divertida. -
Tras hablar durante mucho rato Mimette se
durmió presa del cansancio. Cooan la dejó descansar, los siguientes días serían
muy intensos. Por fin, llegó el momento, la boda se celebró teniendo a Zafiro
como padrino y a Petz como madrina. Mimette quería agradecer así a ambos la
confianza que le dieron. Los dos aceptaron encantados. También asistieron el doctor
y Kaolinite. Ésta, tras haberse casado a su vez con el científico, ahora
se llamaba Kaori Tomoe. Las guerreras fueron invitadas aunque por motivos
diversos la mayoría no pudo ir, pero tanto Minako como Hotaru, sí que
asistieron.
-Enhorabuena.-
Les felicitó sinceramente la guerrera Venus una vez terminada la ceremonia.-
Y es que Minako había sido capaz de
superar aquello. Le dolió darse cuenta al principio que, desde que la vio,
Daniel solamente tuvo ojos para Mimette. Incluso todavía ahora se sentía triste
estando al lado de ese magnífico chico y sabiendo que no podría llegar a nada
más que a una buena amistad. Eso no era poco, se decía, pero su corazón seguía
sufriendo. A veces llegó a pensar que eso era injusto que su ex enemiga hubiera
tenido tanta suerte. Aunque enseguida se censuró a sí misma.
-Soy
yo la más injusta.- Pensaba.- Mimette ha cambiado, desea ser una buena persona
y ayudar a los demás. Y yo, en fin...mi responsabilidades no me permiten
mantener ese tipo de relación.
Aunque tampoco le permitían hacer
otras cosas y ella, pese a todo, e incluso en contra de las órdenes recibidas
había seguido indagando en el paradero de Kalie. Tanto que ya la tenía ubicada.
Aprovecharía tras esta celebración, pretextando su agenda de ídolo en auge,
para viajar a los Estados Unidos y verla en compañía de Artemis. Todo
evidentemente bajo el más estricto secreto. Ajeno a eso, el novio le contestó.
-Muchas
gracias.- Sonrió Daniel afirmando con visible reconocimiento.- Es entre otras
personas, gracias a ti, que Mimette y yo nos conocimos. Siempre te lo
agradeceré.
Minako esbozó una leve sonrisa.
Asintió despacio y saludó a la nueva señora Rodney. Por su parte Hotaru, que se
estaba convirtiendo en una atractiva adolescente, se aproximó a su vez.
-Os
deseo que seáis muy felices. Lo merecéis.
-Muchas
gracias.- Sonrió Mimette que se encontraba radiante.-
-Enhorabuena.-
Añadió Tomoe uniéndose a la conversación.-
-Muchas
gracias, doctor.- Repuso la emocionada joven.-
-Me
alegro mucho por ti y por Daniel.- Convino Kaori.-
En otro lado, Tom se aproximó a
Minako y Daniel que también charlaban.
-¡Felicidades
hermanito!, ya estás tan pillado como yo.- Le saludó haciéndole una afectuosa
carantoña.-
-Pues
sí, Tommy, ¡y me siento el tipo más afortunado del mundo! - Afirmó él con patente
alegría.-
-Os
dejo.- Sonrió nuevamente Venus.- Tendréis cosas de familia de las que hablar.
Voy a saludar a tu flamante esposa, Danny.-
-Muchas
gracias por venir.- Le dijo el chico.-
-A
ti por invitarme.- Repuso la muchacha que se alejó de allí.-
Minako se apartó del bullicio para
refugiarse en un apartado rincón y enjugar sus lágrimas. Pese a todo sonrió.
Volvió a decirse.
-Sabes
perfectamente que no debes involucrarte.
Y es que bastantes problemas tenía
con el otro asunto que la preocupaba. Enseguida se reintegró a la celebración y
felicitó a su antigua enemiga. Ésta se lo agradeció como al resto. Al fin y
tras la celebración Daniel y Mimette se despidieron de sus familiares y amigos
y se marcharon rumbo a su viaje de novios. Eligieron visitar algunas de las
islas de los mares del Sur aconsejados por Tom y Cooan que tenían un grato
recuerdo. Pero antes había anochecido y ambos se disponían a acostarse. Tanto
uno como otro no tenían experiencia en lo que venía después, aunque se lo
imaginaran. Ella se sentó en la cama y bastante colorada se dispuso a quitarse
su vestido. Daniel también comenzó a quitarse su traje de una forma más rápida
e impulsiva, estaba con muchas ganas de acostarse con Mimette, pero también muy
nervioso por hacerlo bien. La muchacha por su parte se desnudaba lo más
despacio que podía, parecía costarle desprenderse de su vestido. Cuando por fin
lo hizo, quedándose en ropa interior al igual que su marido le dijo a éste con
un tímido susurro.
-Por
favor, Daniel, ¿podrías apagar la luz?...
-¿Cómo?-
replicó él algo aturdido, desde luego no se esperaba eso. Aunque viendo el
gesto suplicante de su ya esposa concedió. - Vale, como quieras.- Se levantó y
apagó la lámpara que pendía sobre ellos para preguntarle a ella lo más
suavemente que pudo. - Ya está, ¿mejor así?..
-Sí,
gracias…es que soy muy vergonzosa. Al menos para esto. - Se disculpó la joven
con una sonrisa nerviosa.-
Era curioso que una chica tan
extrovertida como ella, y con esos deseos quizás inconscientes de llamar la atención
tuviera ese pudor, pero así era. Mimette terminó de desnudarse en la oscuridad,
sintió como Daniel se acercaba a ella, el chico también despojado por completo
de sus ropas estaba a punto de tocarla cuando ella le dijo
-Daniel,
tengo que decirte algo....
-Dime,
cariño.- Le susurró él al oído -
-Es
que yo....bueno...yo no tengo experiencia en estas cosas. - Le confesó la
cohibida chica. - Nunca lo he hecho y estoy muy nerviosa.
-No
te preocupes por eso Mimette. No pasa nada y, ¿sabes una cosa? - Le confesó con
tono distendido. -Yo tampoco.
-¿Tampoco?-
replicó ella aturdida - entonces, ¿crees que sabremos hacerlo bien?..
-¡Ja,
ja, ja!, claro que sí- Le dijo él riendo de su ocurrencia, afirmando. - Eso es
instintivo, vamos, creo yo.
-Tengo
un poco de miedo.- Admitió la joven acurrucándose en la cama para confesar algo
desasosegada - no quiero defraudarte.
-A
mí me ocurre lo mismo, he oído que la primera vez os duele y no quiero hacerte
daño.- Replicó él, ahora con cierta preocupación. -
-Pero
tendremos que hacerlo, todas las parejas lo hacen,- le dijo su esposa que ahora
suspiró esperanzada. - Además, tengo mucha curiosidad, pero quiero que sea algo
bonito...
-Lo
va a ser, estoy seguro, cariño....
-¿Me
abrazas?,- le pidió ella con la voz queda -
Daniel abrazó a su mujer con
suavidad, ella se relajó lo bastante para dejar de acurrucarse y ambos notaron
el calor del otro.
-Te
quiero mucho Mimette - le susurró el chico al oído -
-Yo
también te quiero.- Fue la lógica respuesta de ella. -
Finalmente, ambos se dispusieron a pasar lo mejor
posible su primera noche, dejándolo todo al instinto y al amor. La cosa no fue
del todo mal y en las siguientes noches de su viaje de novios fueron
perfeccionando la técnica. Tras la Luna de Miel, Masters les trasladó a EEUU
para que trabajasen allí, junto con Tomoe y Kaori que habían sido trasladados
antes. Así pasaron un par de años, Mimette y Daniel, aparte de informática
estudiaron ingeniería genética y tuvieron una hija, Mimí. Cuando su esposa le
dio la noticia el chico era el tipo más feliz del mundo.
-¡Vamos
a ser padres! – Proclamaba a voz en grito.-
-Tranquilo,
Danny- se reía su mujer algo azorada a su vez.- ¡Te va a dar un infarto!
-No
lo creo.- Rebatió él besando a la chica en los labios con apasionamiento.-
-Tenemos
que ir a trabajar.- Le recordó ella, pese a todo encantada con la reacción de
su esposo.-
-Podríamos
llamar al doctor y pedirle el día libre.- Le propuso él.- No todos los días se
puede celebrar una noticia así.
Aunque Mimette movió levemente la
cabeza y tras suspirar le contestó.
-Creo
que es mejor que todo siga como siempre. Mi mayor deseo es que tengamos una
vida totalmente normal. Y que todo transcurra con tranquilidad. Tendremos el
fin de semana para celebrarlo. Además, estoy loca por darle la noticia al doctor
y a Kaori.
-Lo
que tú quieras, cariño.- Repuso el
entusiasmado chico.-
Así lo hicieron y desde luego que
Tomoe y su mujer les dieron una cordial enhorabuena. Mimette charló durante un
rato con la esposa del doctor, en una de las pausas para el almuerzo.
-Estoy
realmente ilusionada.- Le confesaba.-
-Es
algo realmente maravilloso.- Asintió su interlocutora añadiendo con un cierto
poso de tristeza.- ¡Ojalá que Souichi y
yo podamos imitaros pronto!
-Claro.
¿Por qué no? - La animó Mimette.-
-Ya
sabes, mucho trabajo y poco tiempo libre.- Pudo sonreír su compañera que
extinguió esa expresión al musitar.- Y luego… ya sabes… tengo un poco de miedo.
-¿Miedo
por qué? ¿Es al embarazo? Eso es natural.- Le dijo su contertulia, admitiendo
eso sí.- Bueno, un poco incómodo. Aunque todavía no he empezado a devolver por
las mañanas, ni me he hinchado como un globo. Pero todo llegará.
Kaori movió la cabeza, no era eso lo
que la inquietaba. Al fin se decidió a confesar con un hilo de voz.
-¿Cómo
se lo tomaría ella?
Ahora fue Mimette quién le dedicó
una mirada entre incrédula y sorprendida.
-¿Te
refieres a Hotaru? Por favor, Kaori, sé que no os lleváis bien, pero la conozco
y ella ni siquiera pensaría en desearte el menor mal si eso ocurriera.
-Tengo
miedo de que no recibiese bien el tener un hermano o una hermana. Sobre todo
siendo yo la madre.- Balbuceó una llorosa Kaori ahora.- A mí no me importa que
me trate mal. Lo merezco, es justo que me devuelva todo lo que le hice…pero si
tuviera un bebé...y ella..
-No
digas eso. No sé si todavía tenéis una mala relación pero opino que no debería
tratarte así ya. Has demostrado con creces que has cambiado.- La apoyó Mimette
tomándola delicadamente por los hombros para agregar.- Y estoy convencida de
que sería todo lo contrario. Si tuviera un hermanito o una hermanita le quería
de corazón. Hotaru no es mala.
-No
deja de ser la Guerrera de la Destrucción.- Suspiró una aun inquieta Kaori.-
-Estoy
convencida de que te equivocas en eso.- Insistió Mimette que enseguida se
ofreció.- Y si algún día llegara el caso, cuenta conmigo para apoyarte.
-Gracias.-
Pudo sonreír su compañera.-
Así
dejaron aquello. Y los meses pasaron, Mimette llevo un embarazo bastante
tranquilo. Apenas sí pidió la baja por maternidad cuando tan solo le restaban
unas semanas para salir de cuentas. Al final todo fue bien. Tuvo una niña preciosa, morena de pelo rizado y
con los ojos entre ámbar y melocotón de su madre a la que llamaron Mimí. Lo
cierto es que Mimette le había tomado cariño a ese nombre y quería que alguien
en la familia lo llevase de verdad. Pasaron unos años y durante ese tiempo se
esforzó realmente mucho en ser una buena madre y en ir ascendiendo en su
carrera. Al fin también acertó en su vaticinio, cuando muy poco tiempo después
que ella misma, Kaori quedó embarazada y dio a luz una niña a la que pusieron
de nombre Keiko. Hotaru enseguida se encariñó con su hermana. Aunque en un
principio no le gustó la idea de que llevase el nombre de su difunta madre.
Pese a todo era una ricura de cría y ni siquiera la temida Guerrera de la
Destrucción, pudo resistirse a su encanto. De hecho eso hizo que su relación
con Kaori mejorase. Por su parte Mimette al igual que su esposo, se habían
convertido en unas de las más valiosas piezas del equipo del doctor. La
muchacha logró establecer muy buena relación con sus compañeros. Pese a sus
quizás excesivas concesiones a la jovialidad. Lo único que quizás quedaba de la
vieja Mimette era ese espíritu tan infantil a veces, pero que templaba mucho
ahora anteponiendo siempre a su pequeña. Daniel también demostró ser un padre
implicado y en general se las arreglaban para ser felices. A medida que
proseguían con su trabajo y sus estudios educaban a su hija lo mejor que
podían. Les encantaba llevarla de paseo al parque y jugar con ella durante
horas, aunque por razón de sus ocupaciones, lo hacían menos de lo que
quisieran. Un momento maravilloso fue cuando la niña comenzó a caminar, al
principio se levantaba de forma torpe, luego se tambaleaba. Mimette la sostenía
lo bastante como para que intentase dar el primer paso. Animaba a su hija con
mucha dulzura.
-Vamos
cariño, un piececito aquí- la niña avanzó su pie derecho unos pocos centímetros
mientras su madre la ayudaba a afianzarlo en tierra. - Ahora el otro - Mimí
movió su otro pie y sonrió abriendo su boquita. -
Al fin su entusiasmada madre
consiguió que la niña anduviese un pequeño trozo, cuando la cría se cansó la
levantó en brazos y giró con ella.
-Muy
bien, tesoro… ¡ya has aprendido a andar! Verás cuando se lo diga a papá. ¡Mimí
lo ha conseguiiiido! Exclamó Mimette con voz de falsete levantando en brazos a
la pequeña y besuqueándola con pasión maternal.- ¡Sii!
Al volver a casa y contárselo a
Daniel él también se alegró muchísimo, fue un día de celebración, e incluso
Mimette improvisó una tarta. ¿Por qué no? Pasaron unos meses más y la niña ya
era capaz de andar bastante bien. Todo transcurría de una forma plácida y
feliz. Los años pasaban. Aunque la pareja no tuvo más hijos. El trabajo era muy
absorbente y querían dedicarse a su pequeña de forma adecuada. Ambos habían
ascendido en sus puestos y ya dirigían divisiones dentro de la Masters
Corporation. Mimí tenía ya cinco años, pero pronto y cuando menos podían
esperarlo ya, las sombras del pasado se les echarían encima. Sucedió que a casa
de Daniel y Mimette comenzaron a llegar anónimos. No llevaban destinatario y
podrían ir dirigidos a cualquiera de los dos, pero la muchacha creyó que iban
dirigidos a ella. El primero ponía... ¿te gustan las sorpresas?....y el segundo,
unos días después... ¿te gustan la incertidumbre y la desconfianza? Eso les
preocupó pero no demasiado pues creyeron que era simplemente una broma pesada.
Pero lo que les dio miedo de verdad fueron los anónimos siguientes. Tienes una
hija muy bonita, ¿te gustaría conservarla? "¿Tienes miedo por lo que
pudiera sucederle a la niña?...Mimette estaba muy asustada, incluso apenas
comía. Mirando a su hija jugar ajena a todo no podía evitar preocuparse.
Aquello podría ser únicamente una broma de mal gusto, pero ¿Y si no lo era?
¿Pudiera ser que algún miembro de la competencia quisiera que ellos le
entregasen secretos de la Masters? Y deseosa de desahogar esa ansiedad se lo
dijo a Daniel, éste trató de tranquilizarla...
-No
temas, esos anónimos llegan aquí porque alguien conoce nuestra dirección.
Masters nos pondrá vigilancia y yo no dejaré que nadie os haga daño...Y si hace
falta nos mudaremos de casa.
-Tengo
mucho miedo, me resulta todo muy familiar. No sé por qué, pero así es. –
Replicó ella con voz temblorosa - Hay que vigilar a Mimí, no dejes que nadie se
acerque a ella, ¡por favor Daniel!
-No
te preocupes...no le harán nada, ni a ti tampoco.
-No
me preocupo por mí. Es por nuestra hija.- Respondía la agitada joven.-
-
Te prometo que nada malo le va a pasar a Mimí. Anda, tenemos que ir a trabajar,
pero antes llevaremos a la niña al parvulario.- Afirmó Daniel tratando de
calmar a su esposa.-
-Sí,
desde ahora iremos los dos con ella,- dijo Mimette con un tono bastante
preocupado- -
-No,
cariño, - le rebatió Daniel que solía ocuparse de aquello, arguyendo con
tranquilidad.- No podemos dejar que esto nos asuste de tal modo que nos haga
estar tan nerviosos. La niña se daría cuenta y eso sería malo para ella. Mira,
yo la llevaré...- Ella quiso replicar pero su marido no la dejó. - Hazme caso,
será mejor. Tú ve a trabajar, el coche de Masters vendrá a recogerte, estarás
segura....
-Pero,
no quiero que Mimí esté sola, ¿y si le hacen algo en la guardería? - Repuso
Mimette muy asustada -
-Confía
en mí, yo me ocupo,- le insistió Daniel tratando de calmarla. -Cuando me vaya
he pedido que la vigilen varios guardaespaldas.- Su interlocutora pareció
tranquilizarse con esto y dejó el asunto en manos de su esposo -
Mimette asintió aunque en cuanto
pudo telefoneó a su amiga Hotaru. Ésta, pese a que era la hija del doctor Tomoe y estaba
terminando su propia carrera de enfermería y medicina, además de ayudando a
veces a su padre en el laboratorio, seguía siendo la mismísima guerrera Saturno,
la poderosa guerrera de la destrucción. Pese a aquel nombre tan poco halagüeño,
esa joven de casi veinte años ya conocía a Mimette desde niña. Había tenido
relación con el pasado de ella y tras su rehabilitación, e inclusión en el
equipo de su padre, ambas habían hecho una buena amistad. Agradecía a su vez
los esfuerzos de Mimette para acercarla con su madrastra. De modo que
aprovechando que estaba de visita por el país Mimet trató de localizarla. Hotaru que apreciaba bastante a ésta y a Mimí
no tardó en llegar a su casa. Cuando Mimette abrió se encontró con una joven de
media melena morena y unos penetrantes ojos violetas, alta y esbelta. La hizo
pasar enseguida y se abrazaron con fuerza.
-¡Cuánto me alegro de verte Hotaru!
-Lo
mismo digo - sonrió ésta que, sentándose junto a su anfitriona, trató de
tranquilizarla al ver el gesto que tenía de visible ansiedad. - Ahora cuéntame
con detalle lo que ha pasado y no te preocupes. Te ayudaré en lo que sea.
Mimette
sonrió reconfortada. Para ella aquello significaba mucho. No desconocía lo
poderosa que era esa muchacha, en apariencia tan normal. Incluso ahora que
estaba por su cuenta. Las otras sailors del sistema exterior, por lo que ella
sabía, no se encontraban cerca. De Haruka y Michiru no había tenido noticias en
bastantes años. Seguramente estarían de vuelta en el futuro o yendo a su aire y
Setsuna estaría con su esposo Lornd, cumpliendo su papel como reina de los
Saiyajin en Nuevo Vegeta y cuidando de sus propios hijos. En cualquier caso,
Hotaru se bastaba sola para ayudarla. Mimette no quiso molestar a su cuñada
Connie puesto que ésta, siendo como era la Dama del Fuego, tenía pese a todo
unos hijos propios a los que cuidar y al parecer llevaba años sin luchar como
Justiciera. De modo que se centró en explicar lo sucedido a Hotaru. En cuanto
pudo puso al corriente a su interlocutora de todo y ella la observó sin decir
una palabra hasta que Mimette concluyó. Entonces la Guerrera Saturno sí que
dijo.
-En un principio creo que con la
seguridad de la empresa debería ser suficiente. No obstante me quedaré por aquí
unos días. Tengo vacaciones. No te preocupes.
Aquello
pareció animar mucho a su contertulia. Mucho más relajadas pararon pues a
abordar otros temas. La sailor recordaba divertida aquellos concursos de
karaoke que Mimette, Daniel y su padre montaban tras el trabajo. Siendo ella
niña le encantaba escucharles, aunque siempre fue muy tímida como para
participar. Lo único que ensombrecía aquello, recordaba ahora Mimette, era la
presencia de la esposa del doctor, Hotaru no la soportaba, al menos entonces.
Con visible curiosidad se decidió a preguntarle.
-¿Qué tal va tu relación con Kaori?
Espero que las cosas sean más fáciles ahora.
Hotaru suspiró. Aquel tema no le era
agradable todavía, además ella solía guardarse sus sentimientos para sí. No le
gustaba expresarlos. De todos modos sabía que podía confiar en Mimette. Siempre
que visitaba a su padre en el trabajo su amiga había contribuido a limar
asperezas y eliminar parte de ese mal ambiente que la muchacha sufría cuando su
madrastra estaba cerca. Así pues, suspirando admitió.
-Nunca le he perdonado su comportamiento
cuando yo estuve poseída por Mistress Nine. Aún recuerdo lo cruel que era
conmigo. Pero también es verdad que Mistress Nine la eliminó y a veces pienso
que no sólo fue ella la que lo hizo. Que parte mía también lo deseaba. En
algunas ocasiones me siento culpable por ello. Pero cuando luego Diamante la
rescató y ella se casó con mi padre, bueno. Mis viejos recuerdos afloraron y no
podía soportar tenerla como madrastra. Pero debo de reconocer que desde que
volvió fue una persona totalmente diferente. Admito que muchas veces la hice
sufrir simplemente a modo de venganza. Sin embargo, ella siempre quiso
congraciarse y sé que quiere a mi padre. Después, cuando nació mi hermanastra y
quiso llamarla como mi madre…
-No
lo encajaste bien, ¿verdad?- Comprendió Mimette -.
-Yo
era aún una niña y creí que lo hacía para que se olvidase el recuerdo de mi
madre, y entonces la odié todavía más. Pero después comprendí que su intención
era precisamente la contraria. No me interpretes mal, yo adoro a mi hermana
Keiko. Siempre la he querido. Pero en ese momento estaba muy confusa. Aunque
ahora nos llevamos mucho mejor. Te lo digo de verdad.- Pudo remachar esbozando
una sonrisa. -
Mimette
sonrió también, se levantó y trajo un poco de tarta acompañada por dos tazas de
té. Desde luego y con los años consiguió la receta de la madre de su esposo y
ella la había perfeccionado incluso más. Ofreció un poco a su huésped que aceptó
encantada. Charlaron más durante un buen rato. Daniel entre tanto llevó a
la niña al parvulario, allí la dejó dándola un beso y asegurándose de que
llevaba todas sus cosas en la mochilita. Pero, antes de irse vio como una
mujer, de pelo castaño oscuro y bastante atractiva, se acercaba a ella, se
esperó a que ésta llegase y le preguntó con desconfianza.
-¿Quién
es usted?..¿Por qué se acerca a mi hija?..
-No
se preocupe, soy Melissa Prentis, la maestra de Mimí, – replicó la mujer que
acarició la cabeza de la niña.-
Ésta
sonrió abrazándose a las rodillas de la recién llegada, lo corroboró sus
palabras.
-¡Hola!,
señorita Melissa....- la saludó Mimí muy contenta, Daniel se tranquilizó
visiblemente, incluso se sintió algo tonto y se apresuró a disculparse. -
-
Lo siento, estoy un poco nervioso. Disculpe mi tono. Me preocupa la seguridad
de Mimí. - Le confesó con inquietud –
Ante el sorprendido gesto de la maestra él le
contó en voz baja para que su hija no se apercibiera.
-
Verá, hemos recibido amenazas, ¿sabe? Anónimos....y uno de ellos se refería a
nuestra hija, mi mujer y yo tenemos miedo. He contratado guardaespaldas, si ve
por aquí a unos tipos trajeados vigilando no se preocupe, serán ellos. Le pido
si es tan amable que le preste una atención especial a la niña por si ve a
algún extraño acercársela.
-No
se preocupe, - se apresuró a contestar aquella mujer. - Vigilo a todos los
niños y a ella la vigilaré estrechamente. Se lo puedo asegurar.
-Gracias,
siendo así me voy más tranquilo - Repuso Daniel arrodillándose ahora con
una gran sonrisa para desearle a su niña. – Qué tengas un buen día, cielo.
Luego te vengo a buscar.
-
Adiós papá, – saludó la niña con su manita. -
Después
la cría le dio la mano a Melissa, que se la llevó dentro del parvulario. Más
tranquilo Daniel se fue al trabajo pero no sabía que toda su conversación era
vigilada. Sin embargo pasaron varios días sin ningún problema, ya no llegaron
más anónimos. Hotaru cumplió su palabra y estuvo por allí durante ese tiempo.
Le encantaba pasar ratos con la niña.
-Hola
cielo.- La saludaba con patente alegría y afecto cuando fue a recogerla de la
guardería una vez.-
-¡Hola
tita Hota!- Replicaba la pequeña, para quién pronunciar el nombre completo de
la sailor era tarea casi imposible.-Mira. ¿Te gusta? - Le enseñó un dibujo que
había hecho en la guardería.-
-Es
muy bonito - Alabó su interlocutora, al ver esos tres monigotes, en tanto la
niña le explicaba.- -Papi, mami y
yo…
-Es
una niña muy lista.- Terció una mujer bastante atractiva que se aproximó dando
los buenos días en tanto se presentaba como la maestra de Mimí.- Soy Melissa
Prentis…
-Encantada.
Me llamo Hotaru Tomoe, soy una amiga de la familia. Sus padres me encargaron de
recogerla hoy.- Repuso la sailor.-
-¿Tomoe?-
Se sorprendió aquella mujer que la observó con gesto desconcertado para añadir
de inmediato.- Juraría que ese apellido me suena.
-Bueno,
mi padre es un científico bastante conocido. Quizás sea eso.- Replicó su
interlocutora que también se extrañó un poco de esa reacción.- Puede ser que
haya oído su nombre en las noticias.
-Sí,
eso debe de ser.- Sonrió su contertulia que, haciéndole un gesto a la joven le
pidió.- ¿Podríamos charlar un momento a solas?..
-Claro.-
Concedió Hotaru dejando a Mimí durante unos instantes en el interior de la
clase.-
Y siguiendo a la maestra fuera de la
misma esperó a que Melissa hablara. Ésta lo hizo con tono de inquietud.
-Verá.
No sé si debo dejar que usted se lleve a la niña., No me interprete mal, pero
es cuestión de seguridad. Sus padres me dijeron que tenían miedo de que
pudieran tratar de hacerla daño o de raptarla. Además, hoy no veo la escolta
que suele estar cerca de aquí.
-Hoy
no eran necesarios al venir yo. Pero no tema, comprendo su posición. ¿Qué
pruebas quiere usted?- Inquirió a su vez la sailor.-
-Llamaré
al padre de la niña y si usted es quién dice ser, me lo confirmará. Lo lamento,
pero comprenda que no puedo arriesgarme, No la conozco de nada.
-Lo
comprendo y me alegro de que actúe de ese modo.- Sonrió Hotaru haciéndose cargo
de eso para agregar con más jovialidad.- Llame usted y ya verá como le digo la
verdad.
Melissa así lo hizo, con su teléfono
móvil marcó el número de Daniel. Él tenía una reunión en la empresa pero pese a
ello, al ver el número de la maestra enseguida atendió la llamada. Tras
tranquilizarla al respecto de Hotaru la profesora se despidió y, con una
sonrisa algo apurada le dijo a su interlocutora.
-Lamento
haber dudado de usted, le pido disculpas..
-No,
no hay nada de lo que deba disculparse. Ha hecho usted muy bien, como toda
buena maestra que se precie, se ha preocupado de sus alumnos.- Declaró su
contertulia con simpatía.-
Las dos entraron de nuevo a clase y
allí Mimí sorprendió a la sailor y a su maestra con un dibujo de ellas dos,
junto a la cría y un corazón.
-¡Para
ti, tita Hota!- Exclamó muy contenta.-
-Gracias
cariño.- Sonrió la aludida tomándola en brazo y dándole un beso en esas
mejillas redonditas y coloradas que la cría exhibía.- Bueno, ahora dile hasta
mañana a tu señorita.
-¡Adiós,
señorita Melissa! - Repuso la niña con tono alegre.-
-Hasta
mañana cielo.- La despidió jovialmente su profesora.-
Y Hotaru salió con la pequeña de la
clase y del colegio. La llevó hasta el coche que había alquilado y tras ponerla
atrás sujeta a la sillita especial se subió por el lado del conductor y arrancó
en dirección a casa de los Rodney. Por el camino fue charlando un poco con la
cría.
-Así
que esa es tu señorita ¿eh? Parece que la quieres mucho.
-Sí,
la seño Melissa es muy buena.- Replicó la niña añadiendo con entusiasmo.- De
mayor yo también quiero ser una seño, como ella y como mi primita Idina y la
tita Connie…
-¡Qué
bien, tesoro! – Declaró su contertulia.- Seguro que serás una seño estupenda.
-No
mandaré deberes, solamente dibujos.- Afirmó la cría.-
-¿Y
no quieres ser como tus papás?- Quiso saber Hotaru, con tono entre divertido y
curioso.-
-
Bueno, también.- Afirmó la pequeña.-
Eso hizo reír a su interlocutora.
Enseguida pensó en Keiko, su hermana tendría aproximadamente la edad de la hija
de sus amigos quizás un año menos. Así se lo hizo saber a la niña, informándola
también.
-¿Sabes
que a mi hermanita le gustaría trabajar con sus papás de mayor? Le gusta mucho
la bata blanca que se ponen.- Recordaba con una amplia sonrisa.-
Pensaba en que, en las pocas veces
que había visto y hablado con su hermana, la cría le dijo aquello, lo que
también le hizo mucha gracia. Suspiró ahora. ¡Ojalá pudiese ver más
frecuentemente a Keiko! Y ahora ya no se trataba de que tuviera más o menos
desavenencias con Kaori. De hecho, siguió el consejo que tanto Mimette, como
sus amigas y compañeras guerreras le dieran hacía ya años. Poco a poco, dado
que le costó incluso vencerse a sí misma, fue haciéndose más accesible a esa
mujer que se había convertido en su madrastra. Pero fue nacer la niña y causar
en Hotaru una gran conmoción. ¡Era su hermana! Y descubrió que la quería
muchísimo. Eso hizo más fáciles las cosas. Ahora eran más sus obligaciones de
guerrera y sus estudios que otros motivos los que impedían que visitase regularmente
a su familia. En ello meditaba cuando la vocecilla de Mimí la sacó de sus
reflexiones.
-¿Tú
también quieres ser como tus papás, tita Hota?
-¡Eh!
Sí, sí claro, ¡a mí también me gusta llevar bata blanca! - Rio.-
Así llegaron a la casa de la
familia, la sailor detuvo el coche y liberó a la niña de su sillita, la sacó
del vehículo y de la mano llegó hasta la puerta. Al llamar fue Mimette la que
abrió. Acababa de llegar del trabajo.
Daniel estaba en camino. Ella recibió a su hija con muchos besos, levantándola
en brazos y preguntándole por el día. La niña le contó todo sobre los dibujos
que hizo y la conversación que había mantenido con su tita. Eso hizo reír a las
dos adultas.
-Vas
a tener que estudiar mucho, mi amor.- Le dijo Mimette a su hija que asintió
despreocupadamente.-
Y sin más pasaron dentro. Le dieron
de merendar a la niña y la dejaron ir a su habitación a jugar. Al poco llegó
Daniel y Hotaru les contó lo sucedido, alabando a la señorita de Mimí.
-Bueno,
teniendo a alguien así al cuidado de vuestra hija estoy más tranquila, pese a
ello no os descuidéis.- Afirmó Mimette.-
-No
lo haremos, puedes confiar en ello.- Aseguró Daniel.-
-Tendré
que ir un día para conocerla en persona y darle las gracias.- Comentó su
esposa.-
-La
verdad es que me ha parecido una mujer muy agradable.- Declaró Hotaru.-
-Sí
que lo es, cariño- Añadió Daniel dirigiéndose a su esposa.- . Por eso, además
de ir a saludarla quizás hasta llevarle una de tus tartas. ¡La pobre se lo
merece!
Su
contertulia sonrió y pasaron a charlar de otros temas. Así, transcurridos unos
días sin ningún tipo de incidentes Hotaru tuvo que marcharse despidiéndose de
la pareja y de la pequeña Mimí a la que también quería mucho. Para la niña, su
tita Hota era una especie de heroína, y eso que no sabía quién era en realidad.
Pero ésta siempre que la veía le contaba historias muy entretenidas de hermosas
chicas con trajes de minifalda que luchaban contra el mal. Mimette y Daniel por
su parte se tranquilizaron pero, por si acaso, mantuvieron a los guardaespaldas
para acompañarla a casa de todas formas. Mimette todavía no había tenido
ocasión de ir a conocerla. Su turno coincidía casi por entero con el horario
escolar de su hija. . Pero estaba considerando pedir un día libre para conocer
el sitio y cerciorarse de la seguridad. Aunque Daniel le insistía que él
consideraba que la niña estaba a salvo, la maestra era muy amable y siempre
estaba junto a su pequeña que la había tomado mucho cariño. Desde luego, había
cumplido su palabra, la vigilaba estrechamente y era muy cariñosa con la niña.
Sin embargo, un día que la joven estaba ocupada con un niño que se había caído,
un par de enmascarados penetraron en el parvulario y capturaron a Mimí dándose
a la fuga con rapidez en un coche. Melissa se percató demasiado tarde y llamó
corriendo a Daniel. Él llegó enseguida, luego cuando reunió el valor suficiente
y se lo dijo a Mimette ésta rompió a llorar muy angustiada. Aquello había
debido ser obra de profesionales dado que los dos guardaespaldas estaban en el
suelo, adormecidos por sendos dardos tranquilizantes. Pero lo peor fue que
Melissa les entregó un sobre cerrado con una nota que, al parecer, aquellos
tipos dejaron sobre la mesita de Mimí en la clase. En un cuarto y a solas lo
consultaronUn anónimo que rezaba lo siguiente. ¿Te gusta la emoción? "Tú
vida por la suya, esta noche en el viejo puente, ven sola Mimette....llamaremos
para decirte la hora." “Ah y tráete doscientos mil dólares”
Cuando leyeron la nota Daniel se
empeñó en ir con su mujer...pero Mimette le dijo que no, se oponía
categóricamente. No quería poner en peligro a su hija. El dinero no era
problema, tenían ahorros y lo que les faltase podían pedirlo prestado. Al fin
llamó el teléfono, lo descolgaron
preocupados, Daniel se puso pero se tranquilizó, reconoció la voz de Melissa...
-¡Cuanto
lo siento!, ¡ha sido culpa mía!, pero si nada más la dejé sola unos minutos y
sólo estaba a diez metros. - Afirmó y su voz sonaba muy angustiada. -
-No
se preocupe, usted no ha podido hacer nada - le respondió Daniel para
aliviarla. - Incluso dejaron fuera de combate a escoltas profesionales. ¿Qué
podría haber hecho?- Se hizo cargo comprensivamente cuando escuchaba a la
maestra llorar a través de la comunicación para sentenciar. - Nosotros nos
ocuparemos....
-Si
puedo ayudar, lo que sea, dígamelo, ¡por favor! - Le pidió Melissa que hablaba
con un profundo tono de desasosiego tras sus lágrimas -...
-No
gracias...de verdad- le aseguró Daniel.- No se preocupe, todo se arreglará.
-Mañana
iré a verles, no quiero que lo afronten solos.
-Muchas
gracias, eso sí que vendrá bien, aunque espero que mañana todo estará
resuelto.- Contestó él -
-Estoy
segura de ello- dijo Melissa con un tono más calmado y deseándoles suerte,
colgó -
A las doce de la noche llamaron por
teléfono de nuevo. Fue Mimette quién lo atendió ahora. Entonces una fría voz de
hombre le indicó...
-Venga
sola, dentro de media hora, sabremos si alguien le sigue. Si es así, no volverá
a ver a su hija....
-Sí,
está bien, pero ¿Cómo sé que no la han hecho daño? quiero que ella me diga
algo.- Les pidió Mimette que no confiaba en absoluto en aquella fría y áspera
voz -...
-Muy
bien, es razonable...- concedió su interlocutor que dejó que la niña hablase. -
-¡Hola
mami! - Exclamó Mimí con despreocupación en su tono infantil, agregando.
- Me han dicho que vas a venir a jugar con nosotros, pero quiero volver a casa,
prefiero estar con Typy.
-Sí,
cariño, enseguida iré a buscarte y volverás con tu osito. Pero dime, ¿estás
bien?... ¿te han hecho daño? - Quiso saber Mimette tratando de ocultar en lo
posible su preocupación -
-No,
estoy muy bien, además estoy con...- Mimí parecía seguir hablando pero
repentinamente no se escuchó nada más de ella, la voz de hombre retomó la
conversación.-
-Ya
lo ha oído, si quiere que las cosas sigan así de bien, venga a la dirección
acordada y traiga el dinero, billetes usados y sin marcar, por supuesto.- Y ese
tipo colgó de forma brusca sin darle tiempo a Mimette a decir nada más. -
La policía que estaba a la escucha, localizó
la llamada....pero la misma se había producido desde un lugar ajeno a la cita.
Es más, aquellos tipos debían de tener una tecnología muy avanzada para burlar
el detector policial. Así que no solucionaban nada con eso. Mimette decidió
cumplir con las condiciones. Aunque pensó en avisar a Hotaru al final no quiso
hacerlo. La chica estaría ahora en el otro lado del planeta y aún en el caso de
que pudiera llegar a tiempo si la descubrían podría significar un riesgo para
la vida de Mimí. Mimette quería pensar que si cumplía con las condiciones su
hija estaría a salvo. Daniel insistió en que él y la policía la seguirían a una
distancia segura.
-No
podemos arriesgar su vida también.- Le comentó un inspector de policía.- Esa
gente no suele tener palabra, créame. Lo que quieren es que no haya testigos.
-Entonces.
¿Me están diciendo que podrían hacer daño a mi hija igualmente?- Se asustó
Mimette.-
-Quiero
decirle que, para ellos, es mucho mejor que vaya usted sola. Por esa sencilla
razón. No obstante, no nadaremos lejos y podremos llegar enseguida sin que se
aperciban. Esté tranquila.- Le aseguró el tipo aquel.-
-Sí,
cariño.- Añadió Daniel.- Por favor, no ganamos nada poniéndote en peligro a ti
también de forma innecesaria. Haremos lo preciso para engañarles y que puedas
estar vigilada.
Su esposa se resignó. Le pidió que
fuera muy cuidadoso. Besó a su marido y fue al encuentro de los secuestradores.
Llegó a la hora prevista y siguió unos letreros que la llevaron a un viejo
almacén. Allí, entró y depositó la bolsa con el dinero. Enseguida fue asaltada
y sujetada por dos hombres encapuchados que salieron de entre las sombras y la
ataron. Mimette pese a todo no se resistió y les dijo muy tranquila.
-Yo
estoy aquí, ahora soltad a mi hija, eso es lo prometido...
Tras
un breve silencio en el cual aquellos tipos enmascarados contaron el dinero y
al parecer quedaron conformes, escuchó la misma voz del teléfono responderla.
-Un
momento, nuestro jefe es quien debe decidir eso. Ahora llegará...
Entre la oscuridad del fondo de ese cobertizo
salió Mimí, eso la animó. La cría estaba
perfectamente e iba de la mano de alguien. Trató de aguzar la vista, era
una mujer, pero no lograba distinguir su cara. La niña se soltó sin problemas y
fue al encuentro de su madre, los hombres soltaron las ligaduras a Mimette que
pudo abrazar a su hija.
-¿Estás
bien cariño?...- le preguntó muy preocupada mientras acariciaba suavemente su
carita. - ¿Has tenido miedo?...
-No
mamá. He estado con la señorita…
Y
según la niña pronunciaba estas palabras de las sombras salió una mujer de castaña melena que le resultó muy familiar
a Mimette. Por las descripciones que, tanto su hija como Daniel le habían dado
de ella era Melissa, la señorita de Mimí, o al menos eso parecía...
-¿Es
usted la maestra de mi hija? ¿También la han atrapado? ¡Oh no! Exclamó Mimette
con preocupación. –
-
Quise intervenir personalmente. – Pudo decir ella que, curiosamente se movía
con mucha libertad entre aquellos tipos, añadiendo.- Asegurarme de que la
niña estuviera bien.
-
Siento mucho que la hayan involucrado en esto por tratar de ayudarnos. – Le
agradeció la apurada madre. -
-
Digamos que era una deuda que tenía pendiente. – Repuso algo fríamente la
maestra, aunque enseguida varió ese tono para pedirle a la pequeña con dulzura
y amabilidad.- Quédate aquí un momento cielo, y juega un poco con las muñecas.
Y con mucha delicadeza levantó a
Mimí en brazos y la dejaba en una casita de juguete que se ve habían montado al
otro lado del local expresamente para entretenerla. Mimette la observó ahora un
poco mejor, al salir de la penumbra aquel rostro le era familiar, muy familiar.
No llegaba a ubicarlo, pero debía admitir que aquella buena mujer se preocupaba
mucho por su hija.
-Muchas gracias por todo. – Pudo decir con
una amplia sonrisa, al menos no estaba sola en medio de aquello, aunque
lamentaba que aquella pobre chica se hubiera visto envuelta en todo. – De verás
siento mucho que…
No
obstante la sonrisa de agradecimiento que mostraba a aquella maestra se le
congeló. Al igual que la sangre en las venas cuando ésta, trocando su dulce
tono hacia Mimí, por otro lleno de desprecio dirigido a ella, le espetó con
sarcástico regocijo.
-¡Vaya!,
con los años no has cambiado nada Mimette, sigues siendo la misma estúpida de
siempre. ¿Es que ya ni siquiera me reconoces? Espera, te lo pondré más
sencillo.
Y ante el pasmo de la aludida,
Melissa se rio con una gran carcajada. Al punto se agarró el pelo con las manos
sacándoselo a modo de peluca ante el asombro de su interlocutora que se quedó
helada. Ahora esa mujer lucía una bella cabellera pelirroja con dos mechones
traseros enlazados por unas gomitas que los hacían caer como unas coletas y la
observaba mirándola con expresión de puro odio.
-¿Tú?,
¡no puede ser posible!...- Balbuceó Mimette señalándola entre incrédula y
aterrada.- Pero ¿eres?...
-Sí,
soy yo, tu hermana Eudial, no te lo esperabas ¿verdad? - Replicó ella de modo
triunfal, exhibiendo ahora una sonrisa maliciosa de complacencia al ver la
cara aterrada de su contertulia. -
-Pero
si estabas...-
Mimette
trataba de seguir hablando pero no podía, la impresión desde luego era
demasiada, ojala que todo fuera una pesadilla, pero desgraciadamente no era
así. Más cuando Eudial completó con un tono, mezcla de odio y desprecio.
-¿Muerta?...eso
pensabas ¿eh? Te creíste muy lista cuando saboteaste mi coche. Pues no, te
equivocaste Mimette. Y pagarás por ello. Ahora serás tú la que muera...
-¿Pero
cómo es posible?- Pudo decir ésta con la voz temblorosa.-
-Ya
que te empeñas te lo contaré, hermanita. – Concedió su contertulia, plena de
sarcasmo para relatar. - Me dejaste sin frenos y caí al mar desde gran altura,
casi me ahogo, pero por suerte pude salir del coche. No sé cómo lo hice pero
llegué a nado a la orilla. Me desmayé y cuando desperté estaba en un hospital.
Debí de sufrir un golpe en la cabeza pues tuve una conmoción. Perdí la memoria
y comencé una nueva vida. No recordaba nada, ni de la asociación, ni de la
misión, ni de ti. Pero mantenía mis conocimientos científicos. No fue para mí
difícil el estudiar y me hacerme maestra. –Aunque ahora hizo una pausa y
suspiró con una voz algo más suave e incluso nostálgica.- Debo reconocer que
durante esos años fui feliz. Pero ¿qué te parece? Un buen día mis recuerdos
volvieron, y de la manera más tonta. Yo daba matemáticas y en la clase, algunos
críos habían traído animalitos para la hora de ciencias naturales. Y uno de
ellos trajo caracoles. Yo no sabía por qué pero al verlos me dio mucho miedo. Y
mira tú por donde uno de los críos me preguntó si me gustaban. ¿Recuerdas
Mimette? ¿Te gustan los caracoles?- le repitió con sorna aquella frase que
significaba tanto para ambas - Entonces fue como un flash. Mis recuerdos
retornaron por sí mismos y recordé quién me había hecho esto. Hice
averiguaciones y descubrí que el colegio Mugen estaba destruido, creí que
habías muerto y durante un tiempo me olvidé de ti. Quería seguir con mi vida
pero un sentimiento de rabia me carcomía por dentro. Por ello y pese a lo que
pensaba continué buscándote y al investigar el paradero del profesor Tomoe te
descubrí también a ti... Al parecer no estabas muerta, te habías casado, eras
feliz y tenías familia. Y encima trabajabas con el profesor. ¡En el puesto que
me robaste! Entonces me dije que eso no podía seguir así. ¡Tú no mereces
vivir!, y ahora, tras todos estos años, te juro que finalmente vas a pagar lo
que me hiciste.- Escupió estas últimas palabras de nuevo variando su tono, con
un odio frio y profundo que dejó pálida a su oyente -...
-Por
favor, reconozco mi culpa. Te hice algo horrible, ¡lo sé, lo siento! Pero he
cambiado, han pasado más de ocho años. Por lo menos, te suplico que no le hagas
daño a mi niña. Ella es inocente…- Pudo sollozar en tanto la miraba a lo lejos,
ajena a todo y jugando con unas muñecas.- No la castigues por mi culpa.
Sorprendentemente Eudial la miró
como si estuviera loca y replicó, diríase que incluso indignada.
-
Un momento. ¿Por quién me tomas? ¿Quién ha hablado aquí de hacerle ningún daño
a la niña? Solamente la he usado como cebo para atraerte. En cuanto te
investigué y supe dónde la llevabas a estudiar me las arreglé para conseguir
trabajo. Al principio, claro está, como tapadera y para acceder a Mimí. Pero
luego, luego fue diferente.- Admitió con un suspiro para añadir.- Tu hija es
una niña maravillosa y claro está que no tiene ninguna culpa de tener una madre
tan hipócrita y malvada como tú. Por supuesto que no le haré ningún daño. -
Aseguró Eudial cambiando su tono de antes por otro mucho más amable para añadir
con visible sorpresa de Mimette. -Es como si fuera mi sobrina. No te preocupes,
puedo prometerte esto. Yo cuidaré de ella. Bueno - rió ahora de forma más
inmisericorde y pérfida. – Daniel y yo lo haremos. Seguro que cuando sepa que
la he rescatado me lo agradecerá, yo le ayudaré a superar tu trágica muerte.
-¿A
qué te refieres? - Preguntó Mimette de forma un tanto ingenua, aunque en
realidad lo sabía demasiado bien. -¿Qué trágica muerte?...
-Sigues
tan tonta como siempre. –Sonrió Eudial observándola ahora divertida para
explicar. - Mira, he preparado tu coche. Los frenos estaban muy tensos. Les
hemos hecho unos arreglos.
-
Te lo suplico. ¿No te bastaría con el dinero? Puedo darte más.- Le imploró su
interlocutora con desesperación. -
Aunque otra vez la réplica de Eudial
la dejó sin aliento cuando le negó. Preguntando a su vez con sorpresa.
-¿Qué dinero? ¡Yo no quiero tu maldito
dinero, perra! ¡Solo quiero tu vida!
-Pero tú me pedisteis doscientos mil dólares.
Lo decía la nota- Opuso Mimette señalando la bolsa que había traído. -
-Yo no escribí la nota, se lo dejé a mis
subordinados.- Afirmó su contertulia, elucubrando.- Supongo que podrían eso
para darle verosimilitud a la hipótesis de un secuestro por dinero.
Ahora Mimette recordaba que Melissa,
o mejor dicho, Eudial, no estuvo presente cuando leyeron esa nota de los
secuestradores. Ella había dado por hecho que habría sido su antigua compañera
quien la hubiese escrito, aunque esta se mostraba genuinamente sorprendida.
-Desde
luego que eso no ha sido cosa mía. – Le respondió Eudial, que parecía ahora más
insegura al añadir una vez más. – Será cuestión de estos caballeros que me
ayudaron a prepararlo todo. Ellos son profesionales de estas cosas. Yo les
pagué casi todo lo que había ahorrado en estos años, aunque supongo que su
tarifa sería más alta y así habrán querido cobrársela. Bueno, no importa. -
Remachó cambiando de tono y ordenando a su contertulia. -¡Ahora despídete de la
niña!, dile que vas un momento a hacer un recado, súbete al coche y arranca,
¡vamos Mimette! Tu destino final te espera. - La espetó Eudial de forma
premiosa. –
Aunque su contertulia, casi con
sollozos pudo replicar con voz trémula.
-Te
lo suplico, ¡perdóname!, ahora soy muy feliz, tengo a Mimí, y a mi marido. Hace
mucho que no soy la clase de persona que fui cuando te hice aquello. ¡Te lo
juro! Te daré lo quieras, haré lo que sea, pero no lo hagas...
-Lo
único que quiero es que mueras. ¡Es lo que mereces! - Respondió Eudial con un
tono insensible -Vamos, no querrás que estos dos caballeros te metan en el
coche por la fuerza y que tu hija lo vea. Si lo que dices es verdad, y has
cambiado, al menos tendrás dignidad y pensarás en la niña.
Mimette
tragó saliva, ¡eso sí que no! Podría crearle un terrible trauma a su hijita.
Viendo a aquellos tipos enmascarados que seguramente eran criminales sin ningún
tipo de escrúpulos lo juzgó muy posible. Aceptó resignada y cabizbaja.
-Está
bien, me lo merezco supongo. Al final mi pasado me ha atrapado sin compasión.
Pero al menos prométeme cuidar bien a mi hija...
-Te
repito que no tengo nada en contra de ella, es más, la tengo mucho cariño, no
te preocupes por eso. La cuidaré como si fuera mi propia hija...tienes mi palabra
y sabes que no te miento.
-No,
es cierto, veo que dices la verdad.- Tuvo que admitir Mimette.-
-Ahora
dile adiós. Eso no voy a negártelo, como su madre tienes derecho a una
despedida, y súbete al coche...-Le ordenó su secuestradora.-
Suspirando y con lágrimas en los
ojos Mimette se acercó a la pequeña, pero ésta ya había corrido hacia las dos
mujeres con una muñeca en la mano. Llegando muy contenta se la mostró a su
madre que trataba de enjugarse las lágrimas a toda prisa.
-Mira mami. ¿A qué es bonita? Melissa dice
que es para mí porque he sido muy buena. ¡Anda seño Melissa! – Rio la pequeña
señalando hacia el cabello de la que creía su maestra. – Te has cambiado el
color del pelo.
-¿Te
gusta, tesoro? - le sonrió ésta, mostrando visible ternura en su mirada en
tanto la niña asentía para insistir. –
-Me
gusta tanto como mi muñeca. ¿A qué es una muñeca muy guapa, mami?
-Sí,
cielo. Es muy bonita. – Pudo decir Mimette luchando desesperadamente por
mantenerse entera y componer una sonrisa, cuando agregó. - Ahora mamá tiene que
ir un momento a hacer un recado. Quédate aquí con tu señorita Melissa y hazle
caso en lo que te diga. ¿Eh?
-¡Te
quiero mucho mami, y a ti también señorita Melissa! – Exclamó la cría dándole
una mano a cada una -
Al
escuchar aquello a Eudial la invadió una desagradable sensación. Observando a
Mimette con su hija no podía reconocerla, cierto era que no se parecía en
absoluto a aquella chiquilla egoísta y ambiciosa que trató de matarla. Y la
cría estaba tan unida a su madre y la quería tanto como a ella a la que suponía
amiga de su mamá. El destino tenía esas ironías. Por unos instantes Eudial
incluso llegó a desear detener todo allí mismo ¡Pero no!, tenía que hacer
justicia. ¡Darle su merecido! Por todo el sufrimiento y el daño que la había
causado. No obstante, estaba claro que Mimí adoraba a su madre, pero bueno. Los
accidentes ocurren y con el tiempo la niña olvidaría. Ella se encargaría de
quererla y de criarla. Entre tanto Mimette besó tiernamente a su pequeña y
subió al coche. Iba a arrancar cuando uno de aquellos tipos intervino con
sorna.
-No tan deprisa, señorita. Vera, usted no
va a ser la única en ir a hacer un recado. ¿Verdad?- Preguntó a su otro
compañero que, con tono igual de cáustico convino para ordenarle. -
-Llévese
a la niña. ¿No la había venido a buscar?
Mimette
les miró y se puso pálida. De inmediato interrogó a Eudial con la mirada.
¿Acaso no le había prometido respetar la vida de la pequeña? Pero lo que más la
asustó es que su antigua compañera y ahora enemiga tenía el mismo gesto de
sorpresa y horror. Más cuando intervino.
-Os dije muy claramente que la niña no
debía ponerse en riesgo.
-Verá
señora. – Le respondió el otro tipo de forma desapasionada. - No es nada
personal. Pero no queremos que queden testigos. ¿Sabe? Nosotros trabajamos
siempre de forma segura. Y al decir testigos nos referimos a usted también,
ahora agarre a esa mocosa y entre usted con ella y su madre en el carro.
Y
dicho esto sacó un revólver con el que apuntó a su “patrona” en tanto el otro
tipo apuntaba con una pistola, también aparecida de la nada, por detrás a la
desprevenida niña.
-¡Oh, Dios mío! ¿Qué es lo que he hecho?-
Pudo exclamar Eudial ahora. Tan horrorizada como la propia Mimette –
-¡Vamos,
o le desparramo sus lindos sesitos aquí mismo! – Amenazó el otro tipo con un
siseo bajo su máscara en tanto amartillaba el arma y apuntaba más de cerca a
Mimí. -
Sin
poder casi articular palabra Eudial trató de sonreír a la pequeña que seguía
jugando absorta con su muñeca y le susurró.
-Mira, mejor vamos a ir tu mamá, tú y yo
al recado y luego nos vamos a casa ¿eh?
La
madre de la cría quiso ahogar un grito de desesperación. ¡No podían subir a
Mimí a ese vehículo maldito!, pero no tenían otra opción. Ahora la suerte de
las tres estaba echada. Aunque fue Eudial la que insistió en ponerse al volante
en tanto le decía a Mimette de forma imperiosa.
-Tú ponte con la niña en el asiento de
atrás y abre la ventanilla tan pronto arranquemos.
Aquellos
sicarios no parecieron preocuparse mucho de quién condujese, en su regocijo
pensaban que el resultado iba a ser el mismo y no pusieron objeción al cambio
de asientos. Mimette obedeció, su hermana parecía estar pensando en algo. Se
sentó detrás con Mimí en su regazo.
-¡Buen viaje, madame! - rio uno de esos
tipos cuando, apuntando su arma hacia el cristal urgió a Eudial a arrancar con
un más que irónico consejo. – Que lo disfruten… Y no corran demasiado, las
carreteras de por aquí son peligrosas.
Ésta
finalmente lo hizo, metió primera y el coche aceleró, demasiado rápido para lo
que debía, aunque eso ella ya lo esperaba. En tanto se pusieron en marcha
saliendo por la puerta de aquel local, abierta de par en par. Entonces Eudial
le explicó a Mimette tratando de que la niña no se percatase.
-Es cuestión de tiempo, el coche irá
acelerando cada vez más. Tarde o temprano tendré que embestir el guardar rail y
hacer que caigamos al mar.
-¡Dios
mío! – Sollozó Mimette sin querer imaginarse aquello.- Mi niña…
No temía por su vida sino por la de
su hija. Aunque su hermana la cortó con sequedad añadiendo.
-Asegúrate de sujetar bien a la niña,
protégela cuando caigamos al mar y trata de salir con ella por la ventanilla
del coche. Cuando caigamos asegúrate de que esté por completo bajada antes de
chocar contra el agua. ¿Me has oído?
-¿Y
qué harás tú?- Quiso saber la perpleja chica al escuchar aquello. -
-No
te preocupes por mí - sonrió irónicamente su interlocutora, más cuando afirmó -
Ya tengo experiencia en estos casos. ¿Acaso lo has olvidado?
-Nunca,
ni por un instante de mi vida lo olvidé. Te lo juro. Siempre tengo pesadillas.-
Afirmó Mimette sujetando ahora bien a su hija.
-Conmovedor.
– Escupió Eudial, más concentrada ahora sin embargo en dirigir aquel vehículo
que, efectivamente iba ganando velocidad a medida que ella trataba de
encauzarlo por las curvas de esa carretera. –Bueno, al menos no puse caracoles.
Con lo que odio a esos bichos, y ahora tampoco hay tiempo para más reproches,
limítate a estar preparada.
El
coche aceleraba de forma inexorable. Con desesperación Eudial trataba de
dominarlo hasta llegar a la zona de la costa. Sabía que, de estrellarse en
tierra, las tres de seguro morirían. Solamente la posibilidad del agua les
ofrecía alguna salvación. Finalmente el terrible momento llegó. Ya no podían
controlar más el automóvil. Eudial entonces gritó a Mimette.
- Ahora. ¡Agarra bien a Mimí y
prepárate!
A toda velocidad el vehículo embistió la valla
protectora, la atravesó y cayó a las profundidades del océano. Y desde las
alturas del cielo nocturno, entre los gritos de las tres. Una enorme silueta
que vestía un negro sayal consultaba un gran libro. Al poco lo cerró
desapareciendo no sin antes sentenciar…
-Lo
que debe suceder, sucederá.
Mientras
tanto aquellos dos tipos se habían guardado el dinero y montado en otro coche,
se largaron antes de que la policía llegase.
-¡Qué tipa más pinche! – Reía uno
quitándose ahora la máscara para alegar mientras conducía. - Tan inteligente
para desviar las llamadas y que no nos localizaran y tan tonta para dejarse
engañar.
-No,
no era tonta, compadre. Lo que pasa es que odiaba mucho a la otra. Yo siempre
digo que el odio es malo, tanto como el amor. ¡Los dos entorpecen mucho el
trabajo, compañero! - Rio también el otro que contaba el dinero con deleite. -
-Por
eso nosotros ni queremos, ni odiamos a nadie, ¡simplemente les eliminamos! No
es nada personal.- Volvió a burlarse el que conducía.- Tampoco les deseamos
ningún mal. Ja, ja…
Aunque
de pronto su cara palideció, tuvo que frenar instintivamente puesto que algo
apareció en medio de la carretera a unos metros por delante. A simple vista
parecía una figura. Algo que empuñaba una especie de vara de grandes
dimensiones. Afortunadamente no había nada cuando el coche alcanzó aquel punto.
-¿Pero qué demonios pasó?- Le preguntó el
tipo del dinero, que no había estado observando la carretera, al otro.-
-No
sé. Creí ver algo en medio del camino.- Repuso en tanto proseguía la marcha.-
-¿Qué
iba a haber ahí? – Esto está desierto.
-Algún
animal supongo.
No
había terminado de decir aquello cuando los dos escucharon un golpe seco sobre
sus cabezas. Algo había caído sobre el techo del coche y las luces del vehículo
se apagaron repentinamente.
-¿Qué diantres? - Exclamó el del dinero
diciéndole a su compañero urgiéndole con palpable temor-. ¡Para o nos
estrellaremos!
Su
compinche obedeció al punto, frenó y por suerte para ellos no había obstáculos
en el camino. El vehículo se detuvo y ambos bajaron a ver. Aparentemente los
faros no estaban rotos. El techo si tenía una leve abolladura. No comprendían
nada, de pronto las luces retornaron al vehículo y la vieron. Parada a unos
tres metros del coche se erguía la silueta de una joven de pelo moreno que
vestía una especie de uniforme con minifalda y botas púrpura de cordones hasta
las rodillas. Llevaba un gran lazo en su pecho adornado con una especie de
extraño broche. En sus manos portaba una especie de lanza con dos hojas en
forma de pinza. Les miraba fijamente con unos ojos de color violeta intenso y
no hacía ningún movimiento. Aquello al principio les impactó, pero luego los
dos se sonrieron. ¡Era su día de suerte! Una loca, pero con un cuerpo bastante
escultural.
-Oye, ¿sabes que eres muy linda? - Le dijo
uno palpándose la entrepierna para añadir. - Tenemos dinero. ¿Querrías montarte
una fiestecita con los dos?
-
Sí, anda. – Añadió el otro con visible excitación - ¿Qué hace una mina tan
guapa como tú en medio de la nada, sino?
Pero
aquella extraña muchacha no parecía amedrentada, sonrió, pero su sonrisa era
extraña, entre pérfida y llena de malicia cuando por fin les respondió.
-Yo soy la parca, he venido a llevaros a
los dos.
En
un primer momento ambos se rieron, más cuando el que había estado conduciendo
sacó un revólver y le dijo.
-Primero quítate esas ropas. Luego lo
pasaremos bien. Lo que te vas a llevar va a ser un buen recuerdo.
Aunque aquella chica ni se inmutó.
Volvió a sonreír con desprecio sentenciando.
-
Tú ya estás muerto.
-
Mira quién habló. – Replicó ese tipo que ya estaba poniéndose nervioso cuando
amartilló el arma y la conminó. - Obedece o te disparo. Me da igual disponer de
ti cuando estés muerta.
La
muchacha avanzó hacia ellos a pasos cortos pero seguros. Aquello hizo que ese
tipo perdiera la paciencia y disparase pero, para su asombro, tras dos tiros
certeros aquella muchacha seguía de pie, impávida e ilesa, diríase que había
hecho girar su lanza tan rápido que había repelido las balas. Ambos hombres,
ahora visiblemente asustados, recularon hacia el vehículo. Pero su adversaria
de un golpe rápido clavó la hoja de su arma en el capó, destrozando el motor.
-¿Pero se puede saber quién demonios eres?-
Pudo preguntar el otro en tanto disparaba también con su arma. –
Aquello fue tan ineficaz como la vez
anterior. Esa extraña mujer emitió un aura de tonos entre rojizos y violetas y
las balas parecieron estrellarse contra una barrera invisible. Entonces, a una
velocidad sobrehumana saltó para colocarse entre ellos y el vehículo y
apuntarles con la lanza en dirección a sus cabezas. Esos tipos temblaban ahora
visiblemente aterrados, más cuando escucharon a su enemiga sentenciar.
-Yo soy la Guerrera de la Destrucción. Y
estoy aquí para destruir el mal. Vosotros sois el mal y pagaréis por ello.
-¡Es
la Santa Muerte!- Pudo balbucear uno de ellos al otro, con visible estado de
shock agregando. - Te dije que teníamos que haberle hecho una ofrenda, idiota.
Su
compañero no pudo ni replicar. Con la hoja de aquella formidable arma recibió
un golpe de canto que le derribo al suelo, dejándole sin sentido. El otro tipo
trató de correr ciego por el pánico, creyendo que su compañero había muerto.
Pero aquella aparición estaba de repente obstaculizándole el paso tras dar unos
prodigiosos saltos. Ahora le apuntaba con su arma al corazón.
-Me, me rindo - Pudo balbucear el tipo
cuando levantaba las manos. -
-Confiesa
tu culpa o muere. – Le espetó la guerrera que no era otra por supuesto que
Hotaru mientras apretaba la punta de su lanza en el pecho de ese tipo
produciéndole un corte del que manó sangre.- Pues no podrás escapar de la
condenación.
Aquel
hombre apenas sí podía hablar del terror que le embargaba pero obedeció y contó
todo lo sucedido. Hotaru le dejó hablar, y cuando pareció darse por satisfecha
elevó su lanza con ademán de ir a partirle en dos. Ese tipo chilló de terror y
se arrodilló en busca de clemencia, aunque todo lo que obtuvo fue un empujón
que dio con él en el suelo. Sin darse cuenta abrió los ojos y se encontró con
que dos coches patrulla estaban allí. Unos agentes le pusieron las esposas y
atónito pudo observar, entre el brillo de las luces de colores entre rojos y
azules, como su compañero era también detenido. Ahora aquella muchacha era más
visible y le observaba con una mirada terrible, aunque tan pronto le apresaron
los agentes y le arrastraron hacia un coche patrulla ella perdió todo interés
girándose hacia un muchacho que la llamó por su nombre. El gesto de la cara de
Hotaru pasó de la severidad a la preocupación en tanto ella le preguntaba.
-Daniel. ¿Las habéis encontrado?
-Aun
no - Pudo replicar él, al borde del llanto. - Pero gracias por atrapar a estos
canallas. ¡Aunque hubiera sido mejor que los destripases! - Escupió mirándoles
furioso. -
-La
justicia se ocupará de ellos.- Le animó la sailor para remachar – Pude grabar
su confesión. Hay pruebas para detenerles y la venganza no resolvería nada.
Pese
a decir esto con toda la calma que pudo, Hotaru sufría contemplando el rostro
del pobre Daniel. Habían descubierto demasiado tarde el rastro de los
secuestradores. Ella había sido llamada por el muchacho sin que Mimette lo
supiera y le faltó tiempo para acudir con el jet privado de la Masters
Corporation que el millonario dueño de la firma puso de inmediato a su
disposición. Con los poderes que poseía pudo rastrear y seguir a esos tipos.
Pero llegó tarde para evitar que el coche donde viajaban Mimette, la maestra y
la niña, se precipitase al vacío. Únicamente podía rezar porque todo hubiera
salido bien.
-¡Oh
Dios! Qué estén a salvo.- Se decía la joven con desasosiego.-
Pero
el coche había caído al océano, en los primeros instantes Mimette cubrió a su
hija con su cuerpo, no sin antes decirla que tomara todo el aire que pudiese.
El golpe contra el agua pareció como darse contra un muro, aunque la estructura
del vehículo las protegió. Al instante el mar comenzó a penetrar y el agua
estaba fría, muy fría. Mimette reaccionó entonces con celeridad, gracias a que
la ventanilla estaba abierta ella, que había mantenido una mano agarrando el
tirador de la puerta, pudo abrirla. De este modo salió con su hija y nadó lo
más deprisa que pudo, saliendo a flote con extrema dificultad. Ahora intentaba
ver algo pero la oscuridad era total. Se había tragado el coche.
-¡Eudial! – Gritó con todas sus fuerzas
pero nadie le respondió, al poco se interesó por su hija -¿Estás bien, cariño?
-
Sí mami, pudo decir la cría que tiritaba visiblemente cuando balbuceó. - Tengo
mucho frío. -
-Enseguida
salimos, cielo.- Le prometió su madre que rezaba en silencio pidiendo porque
alguien las encontrara. – Aguanta un poquito más.
Tanto
Hotaru como Daniel fueron llevados por sendos coches patrulla hacia la zona del
accidente. Podían verse a la luz de los potentes focos de los coches de policía
los destrozos ocasionados por el vehículo en el guarda rail. Sailor Saturno se
concentró. Podía percibir una débil aura que le llegaba del mar. Aunque no
podía precisar el lugar exacto.
-¡Maldita
sea! No puedo localizarlas…No percibo apenas nada de sus energías.
Sin embargo, inasequible al
desaliento trató de esforzarse más. Quizás pudiera sentir un mínimo rastro que
la llevase hasta su amiga y la niña. Por
su parte Mimette se sentía cansada. Ya llevaba un buen rato flotando a la
deriva. El agua la entumecía aunque ella trataba por todos los medios de
sostener a su hija para evitar que ésta se enfriase aún más. No obstante, las
fuerzas le fallaban. No podía rendirse o de lo contrario ambas morirían en esas
aguas. Pero poco a poco la muchacha iba cediendo ante el frio y el agotamiento.
Se sentía perdida cuando escuchó cerca de sí una voz.
-Mimette, ¡pásame a la niña!
Aquella
era Eudial que había logrado también salir del coche del mismo modo que
aconsejó a su “hermana”. Mimette pudo todavía acercarse a ella y se la entregó.
La niña estaba semiinconsciente y Eudial, más descansada, la abrazó lo mejor
que pudo, en tanto su compañera de infortunio le susurraba con la voz muy
débil.
-Trata de mantenerla caliente. Yo no
puedo más.
-¡No
te rindas! - Pudo pedirle su interlocutora ahora con un tono lleno de
culpabilidad. - Nos rescatarán. Ya verás
Pero
la muchacha aun pudo sonreír de forma débil, en tanto perdía sus últimas
fuerzas para susurrar.
-Tu plan va a funcionar después de todo.
Al menos sé que cuidarás de Mimí.
-¡No,
no! - exclamó su hermana con desesperación, admitiendo. – Escucha Mimette, hice
mal. Estoy arrepentida. Todo esto no tiene sentido. Ya has pagado por lo que me
hiciste. Te he hecho lo mismo que tú me hiciste a mí. Estamos en paz. ¡Ahora
tienes que vivir!
Pero
ésta no respondió, totalmente agotada incluso dejó de nadar y Eudial no pudo ni
saber dónde estaba, parecía haberse hundido en las profundas aguas del océano.
Pese a que la llamó a gritos no obtuvo respuesta. Ahora era ella la que lloraba
amargamente sosteniendo a la niña contra su pecho y sufriendo también los
primeros calambres en aquellas aguas frías y desoladas. Por fortuna para ella y
la pequeña el ruido de un helicóptero de rescate inundó los alrededores. Un
potente foco iluminó la zona y Eudial comenzó a gritar lo más alto que pudo.
Afortunadamente el foco las descubrió en medio del mar. Al punto un par de
hombres- rana saltaron cerca y con gran destreza las colocaron un chaleco
salvavidas y las engancharon en una correa para izarlas a bordo. Eudial no
dejaba de pedir de forma desconsolada.
-¡Mi hermana está ahí, en alguna parte!
¡Búsquenla por favor!
No
pudo ver ni escuchar nada más, quedó inconsciente por la debilidad. Tanto ella
como la pequeña fueron reanimadas ayudándolas a expulsar cuánta agua hubieran
tragado, cambiadas de ropa y envueltas en mantas, así como atendidas con suero
y otros elementos para combatir la hipotermia. Por suerte Mimí estaba bien, su
madre y su maestra la habían protegido dándole cada una su propio calor.
Saturno, que viajaba en ese helicóptero observaba con creciente desanimo las
oscuras y desiertas aguas hasta que su lanza le hizo apuntar en una dirección
concreta, frente a la trayectoria que la máquina seguía. Allí se dirigieron
también los focos descubriendo el cuerpo de Mimette. Los buzos una vez más se
lanzaron al agua y la rescataron. Se adoptaron las mismas medidas que con las
otras dos naufragas y no tardaron en llegar a tierra, aterrizando cerca de una
UVI móvil. Por desgracia la condición de ésta era bastante peor. No le
detectaban el pulso y parecía no respirar. Uno de los enfermeros movió
negativamente la cabeza. Al poco llegó Daniel que tuvo que ser sujetado por los
agentes ante sus gritos de desesperación, cuando le comunicaron la noticia. Fue
entonces cuando Eudial recobró la consciencia. Aunque de forma nebulosa pudo
ver la figura de una mujer de pelo color oro y unos grandes ojos anaranjados
sonreírla y pedirle casi con un susurro.
-Hermana. Cuida bien a mi niña.
Pero
Saturno no estaba dispuesta a rendirse. A toda carrera se plantó ante el cuerpo
de su amiga que había sido cubierto por una sábana y cuando los enfermeros y
algún agente quisieron apartarla, ella plantó su lanza en el suelo e hizo
brillar los alrededores de la misma de un tono rosado, para declarar.
-Soy la Guerrera de la Destrucción, pero
también del renacimiento. ¡Apartaos!
Aquellos
tipos que no habían visto nada igual en su vida se hicieron a un lado. Hotaru
se acercó abriendo los ojos de Mimette que apuntaban al vacío y con ambas manos
sujetó el cuerpo de su amiga por los hombros y comenzó a liberar una extraña
energía con tonos rosas y malvas…
-Por
favor, por favor…te lo suplico. Reacciona Mimette.- Le pedía entre dientes
recurriendo al máximo de su poder.-
La
interpelada entre tanto vagaba sin rumbo por aquella dantesca escena. Vio a su
hermana Eudial, arropada con mantas y conectada a una botella de suero. Su hija
Mimí estaba en la misma situación pero parecía estar bien. Ahora dormía, a
salvo de todo. Ella sonrió feliz.
-Menos
mal, cariño.- Suspiró aliviada.-
Luego miro hacia Daniel
que lloraba impotente sentado en una piedra cercana. Aquello la entristeció.
Trató de acariciar su rostro pero no podía tocarle. Entonces sintió algo. Una
fuente de energía la atraía cada vez más. Junto a ella se había materializado
una especie de túnel con una gran luz al fondo. Pero no era ésta la fuerza que
ahora la llamaba. Al contrario, miró hacia donde reposaba su cuerpo y descubrió
a Hotaru arrodillada junto a él. De pronto, a su lado apareció una proyección
de Guerrero Saturno que le decía
-
Vuelve con nosotros Mimette.
La muchacha enfrentó su mirada a la de la
guerrera y pudo decir con pesar.
-
Me gustaría hacerlo, aunque no sé si podre. Noto que debo entrar en ese túnel.
-
Todavía no. – Opuso Saturno, animándola.- Confía en mí y toma mi mano. Aún te
quedan muchas cosas buenas por hacer en este mundo.
Mimette no se hizo de rogar, ansiaba estar
otra vez con su esposo y con su hija. Obedeció a la guerrera y de su mano
caminó hasta su propio cuerpo. Luego a indicaciones de la proyección de su
amiga se tumbó sobre él.
Hotaru
seguía emitiendo energía al límite de su poder, estaba agotada, el sudor
perlaba su frente aunque por fin notó un cambio, el color había vuelto al
rostro de Mimette. Tomó el pulso de la chica que era débil pero perceptible.
Enseguida hizo una seña a los enfermeros que corrieron a ocuparse de la
paciente en tanto ella se apartaba cayendo al suelo, presa de la debilidad. A
su vez fue atendida pero solo permitió que la ayudasen a levantarse y sentarse
apoyada contra una roca.
- Yo
estoy bien – dijo señalando a Daniel que ahora corría junto a su esposa. -
Ocúpense de ellos.
Las
ambulancias que habían venido llevaron a las dos mujeres y la niña al hospital.
Daniel montó junto a su esposa. Aunque nadie pudo volver a ver a esa extraña
mujer vestida con el traje de marinero que llevaba esa larga lanza, parecía
haber desaparecido. Perplejos, los agentes lo dejaron correr, sería mejor no
mencionar eso en sus informes. Pasadas finalmente unas horas y para alegría de
todos, las pacientes evolucionaron bien. Fue Mimí la que paradójicamente
despertó antes. Tras dormir un buen rato se sentía perfectamente y lo primero
que hizo Daniel fue abrazarse a su pequeña que le preguntó.
-Papi, ¿dónde está mami?
-Durmiendo
cariño, estaba muy cansada. – Pudo decir él, al borde de la emoción. -
-¿Y
la señorita Melissa?
-También
hija, también duerme.
Aunque
tras dos horas la primera en despertar fue la que la cría conocía por Melissa.
Tan pronto estuvo consciente la policía fue a tomarle declaración. Era fácil
suponer que aquellos sicarios la habían incriminado. Inteligentemente ella no
habló, pidiendo un abogado. Por suerte para la muchacha Mimette despertó una
hora después. Al principio se sentía extraña, después cayó en la cuenta de
donde estaba. Se encontraba muy débil pero pudo recibir visitas. Tras
tranquilizarla diciéndole que Mimí estaba perfectamente su marido la abrazó
llorando al borde de la extenuación, ella pudo confortarle con un susurro.
-Estoy
bien, cariño. ¿Cómo está mi hermana?
Aquello
sorprendió a Daniel que aún no tenía constancia de quién era Melissa en
realidad, hasta que su esposa le dijo.
-Al
final ella nos salvó, a mí y a Mimí.
Daniel
le dijo que esa mujer estaba siendo interrogada por la policía y que había sido
inculpada. Mimette en cambio movió la cabeza dijo.
-Eso está olvidado. Lo que realmente
importa es que nos ayudó cuando lo necesitábamos. Quisiera verla. Por favor.-
Suplicó.-
-Cuando estéis mejor,
las dos.- Contestó su perplejo esposo, que no entendía nada.-
Y
aunque tuvieron que esperar casi un día entero hasta que ambas estuvieron con
fuerzas, finalmente pudieron reunirse. Al principio Eudial no quiso mirarla,
pero Mimette se acercó y la abrazó. Entonces ambas lloraron. Tanto Daniel como
su esposa no quisieron presentar cargos, ésta incluso aseguró a la policía que
Melissa era la maestra de la niña y se infiltró con esos tipos para protegerla.
La policía, no queriendo complicarse la vida por lo que parecía un acto
heroico, lo dejó estar. Si la propia madre de la pequeña decía aquello, no
tenía sentido montar una acusación que consumiría tiempo y presupuesto
ciudadano. Y por supuesto que preferían creer esa versión a la dada por
aquellos malhechores sin escrúpulos. Que esa maestra era en realidad una
especie de científica que les había pagado y urdido toda aquella trama. Así
que una vez que al fin se serenaron las
dos, y junto a Daniel, Mimette le dijo a su hermana.
-Una
vez me dijeron que siempre hay una segunda oportunidad para todos y es cierto.
-Quédate
con nosotros, tenemos mucho que agradecerte. - Le pidió Daniel participando del
mismo talante generoso. -
-No
gracias, no quiero mezclarme mucho en vuestras vidas...ya no - musitó Eudial
que pese a todo seguía sintiéndose culpable. – Después de lo que he hecho. No
puedo mirar a la cara a Mimí.
-Yo
no sabía que Mimette tenía todavía hermanas- dijo Daniel mirándolas a ambas,
aunque recordó al poco. - Bueno una vez creí que lo dijiste pero como no has
hablado nunca de ello, pues.
-Ya
te conté hace años que no éramos hermanas de verdad, en el sentido de la
sangre. - Le explicó Mimette.- Pero como si lo fuéramos, crecimos juntas en un
orfanato y cuando Eudial fue mayor encontró trabajo en el Mugen, y todas fuimos con ella.
-Es
verdad,- asintió la aludida -también traje a otras chicas más, que habían
estado con nosotras. Al principio las cosas fueron bien, lo malo fue que caímos
en poder de la asociación de Brujas Impías.- Añadió con pesar.-
-Pero
todo eso ya pasó hace mucho tiempo. - Las animó Daniel.- Ahora podremos ser
felices y formar una estupenda familia.
-No,-
negó Eudial una vez más dominada por el pesar -yo debo encontrar mi camino.
Tengo que saber quién soy en verdad, si Melissa o Eudial. Hasta que no lo sepa
con seguridad no podré volver. Quisiera decir que Eudial ha muerto esta noche,
tras caer por ese acantilado, pero debo estar del todo convencida de ello.
-Buena
suerte hermana, seguro que tú también encontrarás la felicidad como la he
conseguido encontrar yo.- Le deseó Mimette con los ojos cubiertos por las
lágrimas añadiendo emocionada. - Y agradezco tanto a Dios que estés viva. No
sabes los remordimientos que he tenido durante todos estos años.
-
Ahora al fin lo sé y soy capaz de entenderlo. – Pudo responder ella con lágrimas
cayendo por sus mejillas para agregar. - Por favor. Despídeme de Mimí.
Mimette asintió llorando a su vez.
Las dos se abrazaron nuevamente y Eudial les dejó despidiéndose de ellos para
reemprender una nueva vida. Esta vez libre de cualquier sentimiento de
venganza. El matrimonio al fin pudo volver a casa con su hija. Muy agradecidos
a la fortuna y a Guerrera Saturno que parecía haberse esfumado misteriosamente.
Pasaron algunos años, Mimí ya tenía diez, sus padres trabajaban en un proyecto
de investigación algo complicado y no tenían mucho tiempo para ella. Aunque la
muchacha era bastante inteligente y compartía con sus padres su gusto por los
ordenadores. Era muy sociable con el resto de los otros niños y bastante
dicharachera como su madre. Lo único que la entristecía era no poder pasar más
tiempo junto a ella y a su padre. Aunque ellos le compraban todo lo que les
pedía, generalmente programas de informática y juegos, la niña no era demasiado
feliz. Las pocas veces que realmente estaba a gusto era cuando jugaba con su
prima Idina. Pero las dos se veían muy infrecuentemente. Por suerte la
reaparecida Hotaru que ya era doctora en medicina además de enfermera, se
pasaba a menudo a ver a Mimí y la niña la adoraba. Pera ella era una especie de
heroína. Y desde luego aquello era cierto. Hotaru les explicó que al poco de
salvarles tuvo que ir a ayudar a sus compañeras sailor del sistema solar
exterior en una misión. Pero que todo fue bien y al poco regresó a la Tierra.
De todas formas Mimí se sentía sola en ocasiones. Pese a que también se llevaba
bien con Satory, la hija del Millonario Ian Masters. Saturno la comprendía
bien, ella también era una solitaria, como sus compañeras. Aunque sabía que
aquello no era bueno para la pequeña y habló los padres de ésta. Mimette
también notaba que su hija estaba muy deprimida cuando tenían que dejarla y
tras aquella conversación con Hotaru y su esposo decidió pasar mucho más tiempo
con ella. Aunque tuviese que dejar de lado sus proyectos, lo mismo pensó
Daniel. Pasaron así dos años más en los que estuvieron pendientes de su hija.
Mimí cambió creciendo como una chica sana y extrovertida. Su padre la llevaba
de viaje con frecuencia para que conociese otros sitios y su madre era para
ella su mejor amiga. Las dos eran muy divertidas, o yendo de karaoke o haciendo
fiestas, siempre que las ocupaciones lo permitían. Merced a su carácter, además
Mimí estaba rodeada siempre por muchos amigos. Al terminar la secundaria
decidió estudiar ingeniería y especializarse en robótica. Para entonces era una
joven bastante atractiva de media melena morena, le gustaba desde siempre el
estilo que su tita Hota, como la seguía llamando cariñosamente, lucía. Aunque
también hizo una buena amistad con Keiko, la hija de Kaori y Tomoe. Esa joven
también se decantó por la investigación, en este caso biología molecular. Era
muy inteligente y prometedora. Y eso le dio a Mimette una idea. Cierto día que
estaba charlando con Kaori al final del turno, le comentó.
-Oye,
llevo un tiempo pensando en una cosa. Me gustaría saber qué opinas.
-¿De
qué se trata?- Quiso saber su contertulia.-
-Recuerdo
cuando éramos el equipo de las Witches five, dedicándonos al mal y todo eso… y
creo que podríamos hacer algo para enmendarlo.
-Creo
que llevamos años haciéndolo.- Repuso Kaori.-
-Me
refiero a algo… en fin… he pensado que, igual que formamos un grupo de genios y
talentos dedicados al mal. ¿Por qué no hacemos ahora uno con los mismos
ingredientes pero consagrado al bien? Ya no seríamos Witches sino Fairy. ¡Las
Fairy five! – Exclamó llena de entusiasmo.
Su compañera sonrió divertida. ¡Ya
estaba Mimette con alguna otra de sus alocadas ideas! Aunque cuando la escuchó
con más atención comenzó a ver el sentido de la misma…
-Verás.-
Le explicó la autora de esa idea.- Podríamos buscar talentos entre las jóvenes
investigadoras, ayudarlas y enseñarlas. Formar un gran equipo de investigación.
Uno que tratase de resolver problemas de la humanidad en lugar de crearlos.
-Me
parece una muy buena idea. Podrías comentársela a Souichi.- Opinó Kaori, que
comenzaba a compartir el entusiasmo de su amiga y colega, más al añadir.- Y mi
esposo podría hablar con Masters. Solamente falta saber quiénes serías esas
cinco chicas…
-Pues
dos de ellas seríamos tú y yo.- Afirmó añadiendo ahora con más tristeza.- Otra
podría ser mi hermana Eudial, si lográsemos dar con ella. Y otras dos…por
ejemplo ¿Qué te parecían como candidatas tu hija y la mía?...
-Sería
genial. Y no olvides a la hija de Masters.- Comentó su contertulia.- Creo que
es realmente muy inteligente.-
-Bueno
seríamos seis…- Opuso Mimette.- A fin de cuentas en las brujas teníamos a
Cyprine y a su gemela desdoblada Petirol.
-De
todos modos ¿Qué importa eso? Podríamos hacer varios equipos.- Valoró Kaori
dejándose llevar ya por aquel plan al proponer.- Creo que la Masters
Corporation está preparando un plan muy ambicioso de descubrimiento y
colonización de otros mundos. De hecho, mi esposo está dirigiendo la tesis
doctoral de una joven muy prometedora. Creo que se apellida Winters. Souichi la
valora tanto que incluso está pensando en proponerla para jefa de esa misión.
-Entonces
¿A qué esperamos?- Exclamó con júbilo su interlocutora.-
Dicho y hecho, hablaron con el
doctor Tomoe que acogió esa idea con interés. Él hizo lo propio con Masters, el
millonario, agradado con esa iniciativa, aprobó el plan. Les garantizó fondos y
puso al profesor y a Mimette al frente del proyecto. Kaori dijo estar muy
ocupada para preseleccionar candidatas. Aunque una idea le rondaba por la
cabeza. Investigó a su vez y aunque pese
a los recursos de su empresa fue incapaz de encontrar a esa esquiva Melissa
Prentis. De hecho, un día un anónimo sobre que alguien dejó en su despacho le
indicó el paradero de aquella mujer. Pese a preguntarse quién pudo ser decidió
dejar aquello por el momento e ir en su busca. Al cabo de unos días localizó
efectivamente el paradero de la maestra. Nada más verla la reconoció, ahora
lucía su larga cabellera rojiza sin ningún temor. Kaori la observó despidiendo
a sus alumnos a la puerta de la clase. Enseguida se aproximó cuando comprobó
que estaban a solas y la saludó con tono cordial.
-Cuanto
tiempo sin verte, Eudial.
La interpelada clavó sus ojos en
aquella mujer, alta y pelirroja y pudo exclamar atónita.
-¡Kaorinite!
¿Cómo me has encontrado?
-Tengo
mis recursos.- Repuso ésta aproximando a su interlocutora para decir, obviando
los rodeos. - Y quería proponerte que te unieras a nosotros.
Aunque
la aludida movió la cabeza para declarar con tintes reflexivos e incluso
melancólicos.
-No.
Aquí he encontrado mi sitio. Soy Melissa, una maestra de guardería a la que sus
alumnos quieren mucho. Una persona decente y que se preocupa por los demás. No
Eudial, una fría y malvada científica de laboratorio que no conocía límites
para su ambición. No podría revivir aquello otra vez.
-Ahora
sería muy distinto.- Rebatió su contertulia.- Las cosas han cambiado por
completo. Es más, si tienes tiempo me gustaría contarte lo que estamos
haciendo…y eso quizás te haga cambiar de idea.
La joven se encogió de hombros, aun
le quedaban unos minutos, pondría en orden la clase mientras su antigua
compañera le explicaba…así se lo hizo constar.
-Dudo
mucho que puedas hacerme variar de parecer. Pero te concedo los minutos que
tarde en ordenar esto.
-Bien,
te ayudaré en tanto te lo cuento.- Sonrió Kaori.-
De
hecho lo hizo. Pese a lo que le había contestado sabía del interés de su
interlocutora por la investigación y la tecnología. A pesar de que ella lo
negase esa llama no se apagaba con facilidad. Remató la exposición centrándose
en la idea de Mimette.
-¿Te
das cuenta de lo que eso supone? Un grupo de mujeres inteligentes, decididas y
con un gran futuro. Con presupuesto prácticamente ilimitado y poniendo todo el
saber y la innovación que sean capaces de crear al servicio de la humanidad, no
en su contra. Piénsalo. Podrías hacer grandes cosas con nosotras. Todas juntas
resarciríamos al mundo de cuanto mal hicimos en el pasado..
-Mimette
siempre fue una idealista. Incluso entonces. Perdida en su propio mundo.
Confundía sus sueños con la realidad.- Sonrió Eudial.-
-Sé
que vuestras antiguas diferencias quedaron superadas. Y ella me contó lo mucho
que quieres a su hija. Mimí ha crecido y ahora es una jovencita muy
prometedora. Estará en nuestro grupo. Lo mismo que mi propia hija Keiko.
-¿Mimí?-
Se sorprendió su contertulia.- ¡Dios mío! Ya debe de estar hecha toda una
mujer, ni se acordará de mí.
-Quien
sabe. Podrías volver y enseñarle mucho de lo que sabes.- La animó Kaori.-
Además, le encanta todo lo relacionado con la cibernética…
Eso hizo meditar a su antigua compañera.
De hecho sí que era tentador, y si las cosas eran tal cual se las esbozaba
sería un reto apasionante. Y ¿por qué negarlo? Ella sentía aun ese deseo de
diseñar e innovar.
-¿Podrías
darme algo de tiempo para pensarlo?- Le pidió Eudial.-
-Claro.
- Sonrió su interlocutora entregándole una tarjeta en tanto le indicaba.- Es mi
número del trabajo. Si deseas unirte a nosotras, llámame.
Y tras hacer una leve inclinación de
cabeza Kaori se marchó. Esperaba que su antigua colega aceptase. Por fortuna no
hubo de aguardar demasiado. Eudial recibió una llamada telefónica. No conocía a
la mujer que estaba al otro lado hasta que ésta se presentó.
-Verá,
usted no sabe quién soy, pero lo cierto es que somos colegas. Y además de
compartir profesión tenemos mucho más en común. Una hermana. O al menos a
alguien a quién consideramos y queremos como a tal.
-¿Hermana?-
¿Quién es usted?- Quiso saber Eudial.-
-Me
llamo Cooan Rodney.- Fue la respuesta.- La localicé a petición de una amiga,
Kaori Tomoe.
-¿Y
qué quiere de mí?- Inquirió Eudial algo a la defensiva.-
-Yo
nada, pero su hermana Mimette seguro que sería muy feliz de volver a tenerla a
su lado. Ella es mi cuñada y la considero como si de una hermana menor se
tratara.
-Usted
no sabe nada de lo que sucedió entre nosotras.- Repuso su contertulia con tono
entre culpable y cargado de reproche,
más hacia sí misma que hacia su interlocutora.-
No obstante, para su sorpresa, esa
mujer le respondió con seguridad.
-Sé
lo que sucedió, y le puedo asegurar que mi vida tampoco ha sido un camino de
rosas, y que hay muchas cosas que hice mal y de las que me arrepiento. Pero
créame una cosa. Ambas tenemos amigas comunes que un día fueron nuestras peores
enemigas. Y ellas siempre han creído en las segundas oportunidades. Usted tiene
la suya delante. Por favor, al menos piénselo. No la deje escapar.
Tras un incómodo silencio durante el
cual Eudial meditó aquellas palabras, la ex miembro de Brujas Cinco suspiró y
repuso ya con mejor talante.
-Tiene
razón. Se lo agradezco, quizás valga la pena probar.
-La
vale. De eso puede estar segura.- Afirmó su contertulia que amablemente se
despidió.-
La
interpelada colgó despacio. Lo pensó sí y a los dos días hizo acto de presencia
en esa sede de la Masters Corporation. Llegó anunciándose tímidamente tras
llamar al número que la habían dado. Estaba realmente nerviosa por aquel
reencuentro.
-Bienvenida.-
La saludó una complacida Kaori saliendo a recibirla.- Te enseñaré todo el
complejo.
Eudial asintió. Guiada por su
anfitriona pasó revista a aquellas modernísimas y complejas instalaciones.
-Desde
luego no me engañabas. Esto es muy avanzado. Más incluso que nuestro antiguo
laboratorio.- Admitió con auténtico asombro.-
-Ahora
vamos a la sala de juntas, he llamado a algunas de nuestras jóvenes más
prometedoras.- Le comentó Kaori que, sin embargo añadió.- Pero antes, he de
decirte un par de cosas.
Y puso al corriente a su contertulia
de varias de ellas. La primera y fundamental, el doctor Tomoe había olvidado
por completo su pasado en Witches Five. No debía hacer ninguna alusión a eso. Y
tampoco en presencia de las jóvenes. Eso a Eudial le pareció perfecto. No
podría estar más de acuerdo y declaró.
-Envidio
al profesor. Él es muy afortunado al haber olvidado todo eso. ¡Ojalá pudiera
decir lo mismo!
Tras esas breves aclaraciones Kaori la condujo a esa sala, allí un par de
muchachas estaban aguardando sentadas. Se levantaron al verlas entrar, una era
de pelo castaño y ojos verdes, la otra pelirroja y con ojos color grisáceos. Kaori
las presentó, sobre todo a la última, con visible orgullo.
-Éstas
son Penélope Winters, una de nuestras licenciadas con más talento en química
biológica, está haciendo su doctorado. Y la otra es mi hija Keiko, licenciada
en informática y cibernética. Chicas, ella es…
-Melissa.-
Terció Eudial cortando su presentación al tiempo que estrechando las manos de
ambas.- Soy Melissa Prentis. Ingeniera informática y doctorada en robótica. Es
un placer.
-Sí,
Melissa se unirá a nosotras para ayudaros con los cursos de post grado y en
proyecto Fairy five. - Les comentó Kaori a sus interlocutoras.-
-Encantada.-
Saludó Penélope con tono serio aunque educado.-
-Mucho
gusto.- Sonrió Keiko de forma más cordial.- Bienvenida al grupo de las Fairy Five.
Tras charlar un poco con esas dos
jóvenes, Melissa, como quería ser llamada, pudo comprobar que la tal Penélope
era bastante reservada aunque muy profesional y parecía estar bien preparada.
Era una joven brillante y no le extrañó que el profesor Tomoe la tuviera en tan
alta estima. Según le contó su anfitriona después, él mismo supervisaba el
doctorado de esa joven.
-Eso
no lo hace con cualquiera.- Sentenció Kaori.-
-Me
alegra ver que hay jóvenes tan bien preparadas.- Convino su contertulia.-
En cuanto a Keiko, era una chica muy
cordial. Aunque quizás tímida en algunos aspectos, pero asimismo inteligente y
con capacitación. No estaba en ese grupo simplemente por ser la hija del doctor
o de Kaori. Aunque, una vez se despidió de ellas, quedando para empezar al día
siguiente, su guía le dijo con tono amable.
-Bueno,
y ahora el momento que estabas esperando. Vamos a ver a Mimette y a Mimí.
Su interlocutora suspiró. Estaba
nerviosa y así lo confesó. Kaori se hizo cargo de ello. Con un tono suave invitó
a su contertulia a seguirla.
-Vamos,
es en la otra parte del edificio.
Caminaron hacia allá y tras
trasponer unas cuantas puertas y entregar a Eudial acreditaciones accedieron a
un despacho. Allí se escuchaba música. Al poco también una voz femenina que
decía.
-Ya
voy…
Y Al momento la cara de Mimette, con
su pelo color oro viejo y sus gafitas redondas aparecieron a los ojos de
Eudial. Ésta enseguida sonrió emocionada. En tanto Kaori le comentaba a su
compañera de trabajo.
-Bueno,
te he traído a alguien más para tu grupo de élite.
-¡Estupendo!-
Exclamó Mimette que todavía no se había acercado lo suficiente a esa recién
llegada para reconocerla, y en tanto lo hacía declaró.- Bienvenida a bordo.
¿Cómo te llamas?...
-Melissa…-
Sonrió ésta dejando a su interlocutora sin habla.- Encantada de volverte a ver…
-¡Eudial!-
Exclamó la aludida esbozando una gran sonrisa en tanto se abrazaba a ella.-
¡Hermana!..
Las dos se dieron un largo y
prolongado abrazo. Tras unos momentos en los que los sollozos sustituyeron a
las palabras, fue la recién llegada quién dijo.
-Llámame
Melissa, por favor. Al menos cuando estemos trabajando. Para todos soy Melissa
Prentis y también para tu hija Mimí.
-Así
lo haré. Y prepárate, cuando veas a mi hija no las vas a conocer. - Le aseguró
una eufórica Mimette.-
-Sí,
y supongo que ella tampoco a mí.- Suspiró su interlocutora.-
-Pues
vamos a comprobarlo, ahora está en la cafetería con Daniel. Yo iba a ir en
cuanto terminase unos cálculos.- Le contó su interlocutora.-
-Te
ayudaré.- Se ofreció su contertulia.-
Y entre las dos no tardaron apenas
en terminar aquello. Kaori observaba dándose cuenta del buen equipo que
formaban. Parecía que no hubieran pasado los años, se compenetraban a la
perfección. Por fin dejaron el despacho y la sala de trabajo y se dirigieron a
la cafetería. Allí Daniel y Mimí aguardaban.
-Espero
que mamá venga pronto. Tengo ganas de volver a casa.- Suspiró la joven.-
-¿Acaso
has quedado con alguien?- Quiso saber su padre con tono divertido.-
No necesitó respuesta, la muchacha
enrojeció visiblemente. Apenas sí pudo decir.
-Quedé
con Ken. Tenemos que comprobar unos datos…para un informe técnico.
-Oye,
Ken no será ese chico moreno que estudió contigo en la facultad. ¿Verdad? -
Inquirió Daniel.-
-Sí,
es él.- Admitió Mimí visiblemente azorada.- Es que tenemos que reunirnos esta
tarde. El trabajo es urgente.- Pudo pretextar.- Iremos a la biblioteca…
-¿Y
por qué no le invitas a cenar a casa?- Propuso su padre con tono jovial,
alegando.- Allí podéis buscar datos y en caso de tener algún problema
consultarnos a nosotros.-
-¿A
cenar? ¿A casa?- Pudo repetir la joven.-
-¿Qué
pasa? ¿Acaso crees que le vamos a envenenar? ¡Ja, ja!…
-No,
no es eso… es solo que… bueno…no sé qué pensará él. – Opuso la muchacha.-
Justo en ese mismo momento se
acercaron Mimette, Kaori y otra mujer que las seguía. Daniel se levantó al
verlas llegar, su hija hizo lo propio. Fue el padre de la muchacha quién se
percató de la identidad de aquella extraña quedándose con la boca abierta.
-Mirad
quién ha venido.- Les dijo Mimette a su marido y a su hija.-
Mimí se quedó observando a esa
señora. Algo en ella le resultaba familiar, pero no lograba recordar.
Finalmente fue esa misma mujer quién sonriendo se aproximó a ella y la saludó
con patente cariño en su tono, teñido a su vez con emotividad.
-¡Cuánto
has crecido! Te has convertido en una joven realmente hermosa, Mimí. ¿No te
acuerdas de mí, verdad?
-No…lo
siento.- Fue capa de replicar la atónita chica.-
-Es
la señorita Melissa, tu maestra de la guardería, la que te salvó cuando caímos
al agua.- Le aclaró Mimette.-
La muchacha asintió despacio
entonces, por fortuna muchos de esos recuerdos habían desaparecido de su mente,
pero todavía podía rememorar algunos de esos terribles momentos.
-No
puedo creerlo, no lo recuerdo mucho, pero sí me acuerdo de usted. ¡Me salvó!
Cuando caía al agua.- Pudo decir la emocionada jovencita abrazándose a ella.-
¡Gracias!...
Eudial no supo que decir. ¿Cómo
confesar a esa pobre chica que estuvo a punto de morir por la venganza que ella
tenía inicialmente preparada contra su madre? Solamente fue capaz de sollozar y
mover la cabeza, al separarse del abrazo sonrió todavía emocionada y declaró.
-Cielo…olvida
eso. Ya hace mucho que pasó. ¡Qué mayor
estás y que guapa! Tu madre y Kaori me han dicho lo inteligente y buena
estudiante que eres. Todos aquí están muy orgullosos de ti.
-¿Y
cómo nos has encontrado?- Quiso saber la joven.-
-Verás
Mimí. Melissa desde ahora se unirá a nuestro equipo.- La informó Kaori.-
La joven miró atónita a su antigua
maestra. Pese a que la apreciaba muchísimo no llegaba a comprender qué podía
tener que ver ella en ese lugar. Fue entonces la propia aludida quién le contó
con voz trémula tratando de componer la historia en un modo que resultase
aceptable para esa chica.
-Yo…bueno,
hace muchos años me doctoré en cibernética. Pero lo dejé. Tuve un accidente,
uno muy malo… y perdí la memoria. Después me hice maestra. Entonces te conocí a
ti, a tus padres…En fin. Al poco, tras ese secuestro, recordé. Cuando te saqué
del agua todo vino a mi mente. Entonces no supe qué hacer. Me gustaba ser
maestra y con ese nuevo trauma. Pues quise dejar pasar tiempo a ver si quizás
algún día…
Ahí guardó un espeso silencio, no
sabía qué más decir. Mirando a sus
oyentes con gesto suplicante.
-Melissa
es una gran científica.- Terció Mimette para salir en su ayuda, comentándole a
su asombrada hija.- Cuando hace poco Kaori logró dar con ella y nos comentó
algo de su trabajo supimos que era la mujer adecuada para completar el equipo
de las Fairy. Te enseñará muchas cosas.
-¡Es
genial!- Afirmó la muchacha tras escuchar aquello.- Estoy encantada de que
hayas venido. Seguirás siendo mi maestra. Bueno, ahora, tengo que irme.- Añadió
algo apurada.- Es que…tengo cosas que hacer.
-Sí,
¡con un chico muy guapo! - Rio su padre, haciendo que la joven se pusiera
colorada.-
Las demás se rieron, aquello vino
muy bien para deshacer la tensión que soportaban. Mimette reaccionó rápido y
tras sonreírle a su hija dijo.
-Muy
bien ,cariño. Diviértete pero no llegues muy tarde…
-Espera.-
Comentó Daniel.- Le he propuesto a Mimí que traiga a ese chico a casa para
cenar.-Así podremos conocerle. Y Melissa podría venir también…
-No,
no gracias.- Se apresuró a rechazar ésta alegando.- Mejor que estéis en familia
y tranquilos para conocer a ese muchacho. Yo, bueno, ahora vamos a vernos todos
los días en el trabajo, ya habrá mejor ocasión.
Mimette asintió, le parecía lo más
prudente. Lo mismo que a Mimí. Daniel convino en eso a su vez percatándose de
que su lanzada oferta había sido algo irreflexiva. Por su parte Kaori le dijo a
la recién llegada.
-Será
mejor que me acompañes ahora a ver a mi esposo. Querrá conocerte.
Su protegida convino en ello y tras
despedirse de la familia de Mimette siguió a Kaori. Una vez se alejaron Mimí
sonrió de nuevo afirmando.
-¡Es
increíble! Qué coincidencias tiene la vida, ¿verdad?
Sus padres se miraron pero no
dijeron nada. Aunque estaban aliviados de que todo hubiera ido bien. Ninguno
deseaba que su hija averiguase jamás la verdad de aquello. Sin embargo, la
joven parecía estar más pendiente de otras cosas y preguntó.
-Entonces
¿A qué hora le digo a Ken que venga? Aunque no sé si lo hará. Quizás se asuste
un poco.
-Pero
hija, ¡no nos lo vamos a cenar a él! - Se rio Mimette, respondiendo ya con más
normalidad en su tono.- Dile que a las siete estaría bien, así podemos
conversar un poco antes.
La muchacha asintió y tras
despedirse de sus padres fue en busca de su compañero. De hecho, sus padres
tenían razón. La relación de ambos iba más allá de una simple amistad. En
cuanto quedaron, Kenneth Trenton, así se llamaba el joven, le dio un beso en
los labios que ella recibió encantada para contarle aquella especie de cita-
trampa. Como esperaba su interlocutor reaccionó con gesto desconcertado.
-No
sé. Bueno…no quisiera ser una molestia.
-Hoy
es un día estupendo. Además mi antigua maestra, la señorita Melissa, ha venido
para trabajar con nosotros.- Le reveló la chica.- Será perfecto si además cenas
con nosotros.
-Entonces
por eso mismo quizás no sea el día más adecuado para que vaya a cenar con tus
padres. – Opuso él.-
-Al
contrario. Desean mucho conocerte, y cuando se les mete una idea en la cabeza
no hay quien les haga desistir.- Replicó la risueña joven.- Y a mí me parece muy
bien. Creo que ya va siendo hora de hacer oficial lo nuestro. Bueno, por ese
aspecto es genial, pero debo advertirte que mi madre es una persona algo fuera
de lo común.- Pudo añadir, algo más azorada ahora.-
De modo que tras dejar que su novio
se adecentara y vistiera con un traje y corbata para la ocasión, Mimí le indicó
la hora y quedaron en verse allí. Por supuesto que ella retornó a su casa y se
arregló con un bonito vestido tono violeta, regalo de su tía Hota. Cuando sus
padres volvieron a casa quedaron
gratamente sorprendidos.
-¡Vaya,
pues sí que le vas a dar caché a esto! – Sonrió su madre al verla de esa
guisa.-
-Entonces
la cosa va de presentación oficial.- Añadió Daniel.-
-La
idea fue tuya, papá.- Le recordó la joven.- Espero que os pongáis a tono
conmigo.
-Claro
cielo.- Contestó Mimette.- Vamos a ponernos muy elegantes. ¿Verdad que sí,
Danny?
Su sonriente esposo asintió. De modo
que los dos trocaron sus cómodas ropas del trabajo por sendos trajes de noche y
de corbata y aguardaron. A las siete, puntual por completo a su cita, llamaba
Kenneth. Daniel acudió a abrir, al ver a ese chico, alto, moreno y de ojos
oscuros, no pudo por menos que asentir. Al menos la niña no tenía mal gusto.
Ahora faltaba por comprobar lo principal, si era de fiar…
-Buenas
noches, señor Rodney.- Saludó él algo envaradamente.-
-Pasa
muchacho, no te quedes en la puerta.- Le ofreció su interlocutor.-
El azorado joven entró siguiendo a
su anfitrión y al acceder al salón de la casa fue recibido por su novia y la
madre de ésta. Mimette llevaba un vestido color dorado, que hacía juego aun con
su pelo. Sonrió exclamando con patente alborozo.
-Así
que tú eres Ken. ¡Qué chico más guapo!...Si no fuera porque estoy casada…
Tanto Mimí como el muchacho
enrojecieron a ojos vistas.
-Mamá,
¡por favor! - Musitó la joven que no sabía dónde meterse.-
-¡Es
para romper el hielo!- Declaró jovialmente la aludida agarrándose a uno de los
brazos del atónito y azorado joven en tanto le ofrecía.- Ken cielo, ven a
sentarte a la mesa…
El aludido obedeció sin rechistar,
una vez se sentaron, con él enfrentándose a Mimí y con los padres de estos a
ambos lados comenzaron a charlar durante unos minutos hasta que Daniel se
levantó yendo a por la cena. Era una gran pizza tamaño familiar que olía muy
bien, secundada por una guarnición de ensalada.
-Está
delicioso.- Pudo decir el invitado.-
-¡Pues
no veas lo que me costó meter la pizza congelada en el horno! - Se rio Mimette
dejándole de piedra.-
-¡Es
una broma! - Se rio Daniel.- Ésta la hice yo mismo. Es de ingredientes
totalmente naturales. Y mi esposa se ocupó del postre.
-Sí,
perdóname, pero me encanta hacer esa clase de bromas.- Se disculpó Mimette que,
ya más en serio, le inquirió.- De modo que eres compañero de mi hija. ¿Estudias
su especialidad?
-Sí,
señora Rodney.- Replicó él explicitando.- Cibernética y también biomecánica.
Estamos con el proyecto de fin de carrera.
-¿Y
en qué consiste?- Se interesó Daniel.-
-Pues
básicamente en la creación de organismos bio cibernéticos que puedan combinar
las ventajas de ambos tipos.- Le resumió su invitado.-
-¡Vaya!
Eso es muy interesante.- Terció Mimette.-
Durante unos minutos charlaron sobre
eso. Y por una vez con total seriedad por parte de la madre de Mimí. Al rato
pasaron a otros temas más triviales y al fin el joven se despidió. Desde luego
a sus anfitriones les causó una buena impresión. Parecía ser serio, comedido y
centrado en sus estudios. Mimette y Daniel le comentaron a su hija que parecía un gran muchacho. Y el
tiempo les dio la razón. Pasaron meses. Tras la marcha de la SSP-1, en la que
Penélope se embarcó como directora de proyecto, acompañada sin que lo supiera
en un principio por la hija de Ian Masters, el resto de las chicas mantuvieron
el equipo Fairy Five en la Tierra. Al final Kaori se unió a ellas para ayudarlas,
con su hija Keiko, Mimet, Mimí y Melissa. Investigaban sobre muchas cosas.
Algunas de las que descubrieron se incorporaron a esa gran nave. Al poco de
partir no obstante, el asteroide sufrió
un ataque que causó, entre otras bajas, la trágica muerte de Granate, el hijo
menor de Zafiro y de Petz.
-¡Oh,
Dios mío!- Le decía Mimette a su esposo, llena de conmiseración por sus amigos,
cuando ya estaban de vuelta en el laboratorio, tras las honras fúnebres.- Están
destrozados. El funeral fue muy triste, no sabía que decirles. ¡Pobres Zafiro y
Petz! Me parte el corazón. Cada vez que recuerdo lo buenos que fueron conmigo.
Y ahora no puedo ayudarles con su pena.- Se lamentó.-
-Nada
de lo que se diga puede aliviar ese dolor. Les entiendo bien. Cuando creí que
tú y Mimí habíais muerto aquella vez…- Suspiró profundamente Daniel.- Únicamente
puedo lamentarlo por ellos. Son dos grandes personas. Ellos, su pobre hijo
Coraíon. Y también la pobre Makoto.
-Sí,
era su madrina, adoraba a ese crío. Hablé con Minako hace poco y me contó que
su pobre amiga estaba hundida. En el entierro apenas sí podía levantar la
cabeza. Espero que lo vaya superando poco a poco. Es terrible.
Y por triste que fuera la vida
seguía su curso. Sin embargo otra tragedia aconteció. Al poco tiempo el
asteroide desapareció. Al igual que otros familiares y amigos ellos lo pasaron
muy mal. Sobre todo cuando veían la expresión de su millonario jefe. De eso
hablaban alguna vez en los descansos.
-No
puedo creerlo.- Afirmaba Mimette.- La desgracia se ha cebado con esa nave.
-¡Pobre
Ian!- Suspiraba Kaori.- Mi marido dice que está siempre melancólico. Eso de que
su hija se haya perdido en el espacio es terrible para él.
-Sin
olvidar a la pobre Penélope. - Terció Keiko, agregando.- Y yo que estuve
tentada de haber ido con ella.
-Menos
mal que tu padre y yo te quitamos esa idea de la cabeza.- Replicó su madre.-
-¡Cómo
sería la cosa que hasta hiciste causa común con Hotaru para disuadirme! - Se
sonrió débilmente la joven, quien no obstante agregó con más optimismo.- Aunque
creo que volverán.
-Esperemos
que así sea.- Convino Mimette.-
-
Sí, Ken y yo pensamos como tú, Keiko.- Terció Mimí.-
La joven le dedicó una mirada llena
de interés aunque parecía translucir algo de tristeza, sin embargo, enseguida
eliminó esa impresión preguntando.
-Por
cierto. ¿Qué tal va vuestro proyecto?
-Avanzamos,
aunque no tan rápido como pensábamos. Es algo muy complejo.- Le refirió la interpelada.-
-Si
precisáis ayuda estaría encantada de echaros una mano.- Se ofreció Keiko.
Añadiendo aventuradamente. - Y mi padre también. ¿Verdad, mamá?
-Bueno,
sabes que tu padre anda muy atareado ahora. Pero si el proyecto es de su
interés posiblemente pudiera hacer algo.- Declaró Kaori con tono algo
dubitativo.-
-Por
ahora espero que no tengamos necesidad de molestar mucho a tu padre.- Sonrió
Mimí algo apurada.- Pero gracias de todos modos.
Dejaron ese tema y tras un momento
volvieron al trabajo. Al salir y tras despedirse de regreso a casa, Kaori le
comentó a su hija con reprobación.
-No
debiste meter a tu padre en eso.
-¿Por
qué?- Se extrañó la muchacha encogiéndose de hombros, alegando.- Solamente
quería ayudar a Mimí…
Su madre suspiró moviendo la cabeza.
Keiko era muy inteligente para algunas cosas pero bastante ingenua en lo
relativo a otras. En cuanto llegaron a casa no pudieron por menos que reiniciar
esa conversación. Aunque en esta ocasión, la muchacha hizo partícipe a su
padre. Éste la escuchó con detenimiento y replicó.
-Hija.
Tu madre tiene razón. Verás. No es cuestión de que no pueda ayudarles. Es que
es su proyecto. Para bien o para mal, si implican a más gente eso dejaría en
cierto modo de ser así. Y en mi caso es muy complicado…
-¿Por
qué?- Quiso saber ingenuamente su interlocutora.- Tú eres el mejor.
-Precisamente
por eso, Keiko. Tu padre es un científico muy reputado. Todos pensarían que el
resultado de ese proyecto sería obra mayormente suya. - Le respondió Kaori
cuando vio que su marido no tenía intención de decir aquello.- Les robaría el
mérito aún sin pretenderlo.
La muchacha asintió entonces. Ahora
lo veía…casi se sentía avergonzada cuando suspiró con tintes de disculpa.
-Lo
comprendo. ¡Pobre Mimí! No quise ponerla en un aprieto. Ni a vosotros tampoco.
Lo siento mucho.
-Tú
se lo ofreciste con la mejor intención y ella lo sabe.- La animó su padre
posando ambas manos sobre los hombros de la chica.- No te culpes por eso. La
quieres mucho y únicamente deseabas ayudar.
-Sí,
es verdad.- Admitió la chica suspirando ahora.-
Era cierto, aunque sus padres no
tenía idea de hasta qué punto quería ella a Keiko. Habían crecido juntas,
estudiado en los mismos cursos y fueron creciendo. Siempre amigas, muchas veces
inseparables. Pero las cosas habían cambiado cuando entraron en la facultad.
Allí fue donde Mimí conoció a Kenneth. Él era un muchacho estupendo, atractivo
y hasta interesante, sin duda...y estando tan cerca durante este tiempo, Keiko
no había podido evitarlo, se sentía algo celosa.
-En
tu caso es diferente. Puedes echarles una mano, hija. - Le sonrió su madre
ahora sacándola de sus pensamientos.-
-Sí,
lo haré, se lo propondré.- Asintió la joven.-
La conversación quedó zanjada en ese
punto. Pasó el tiempo y prosiguieron trabajando a buen ritmo. La alegría volvió
al grupo cuando se supo que, efectivamente, la SSP-1 había retornado. Kaori por
ejemplo, también se alegró mucho por sus amigos Esmeralda y Diamante cuya hija
viajaba a bordo de aquel gran asteroide habitado siendo parte del equipo de las
Fairy Five del mismo. Tras algún tiempo se procedió a la terraformación del
planeta Bios y, coincidiendo con eso, Ken propuso a Mimí matrimonio. La joven
aceptó con visible contento y eso fue la guinda a un año maravilloso. Tan
contenta estaba que, una tarde, llamó a Keiko.
-Hola.-
Le dijo por el video comunicador, con una gran sonrisa.-
-Hola.-
Respondió su amiga, sonriente a su vez.- ¿Qué ocurre? Te veo muy feliz.
-Quisiera
contarte algo, y pedirte una cosa.-Le comentó entonces Mimí.-
-Bueno.
¿Y qué es?- Quiso saber Keiko.-
-Mejor
te lo digo en persona, no es algo que se deba hablar por videoconferencia.
¿Quedamos a tomar algo?- le ofreció.-
-Claro.
¿A qué hora te viene bien? – le preguntó una complacida Keiko.-
-A
las seis, si puedes. Donde siempre.- Le indicó su amiga.-
Por supuesto que podía, allí se citaron.
Tras saludarse con sendos besos en las mejillas pidieron unos tes. Sentadas a
la mesa de una cafetería a la que solían acudir a relajarse durante el periodo
de exámenes. Al fin, tras disfrutar de su bebida sin hablar demasiado, fue Mimí
quien quiso romper el hielo.
-Verás,
yo… me cuesta un poco decir esto. Pero hace mucho que quería pedírtelo…sabes
que para mí, eres muy especial. Y me da algo de vergüenza proponértelo…
Keiko sonrió, no tenía idea de qué
pudiera tratarse pero ella pensaba lo mismo. Las dos habían compartido muchas
cosas y eran como hermanas. Para su gusto incluso más.
-Siento
lo mismo que tú.- Le confesó.- Y estaría encantada de que tú y yo…pídeme cualquier
cosa y puedes estar segura de que aceptaré.- Fue capaz de musitar.-
Su amiga sonrió de modo luminoso,
posando una mano sobre la de ella, el corazón de Keiko latía a cien por hora.
Quizás había llegado ese día tan ansiado por ella en el que Mimí al fin le iba
a confesar que también deseaba lo mismo que ella, que se había dado cuenta de
sus verdaderos sentimientos y en ese instante fue cuando su amiga del alma y
ojalá que algo más, le propuso…
-¿Querrías
ser mi dama de honor?
-Tu
¿Qué?- susurró Keiko entonces, retirando la mano despacio de la de su amiga.-
-Mi
Dama de Honor, para nuestra boda. ¿Sabes? Ken me ha pedido que me case con él.
¡Y le he dicho que sí!- Exclamó la alborozada Mimí.-
Keiko no sabía qué decir. Ahora su
corazón daba la impresión de haberse detenido. Cuando finalmente pudo asimilar
aquello por unos instantes tentada estuvo de levantarse y salir corriendo. Sin
embargo, todo lo que hizo fue sonreír y declarar con un impostado tono de
alegría.
-¡Vaya,
es una noticia maravillosa! ¡Felicidades!
-Muchas
gracias. Estaba segura de que te iba a encantar. Por eso quise decírtelo en
persona. Tú eres lo más parecido a una hermana que tengo.
-Gracias.-
Musitó Keiko.- Eso significa mucho para mí…
-Entonces,
¿aceptarás?- Inquirió la esperanzada Mimí.-
-Claro.
¿Cómo podría decirte que no?- Se forzó a sonreír Keiko.-
Tras levantarse ambas, la muchacha
la abrazó. Keiko se sentía morir pero pese a todo, volvió a regalarle una
sonrisa a su amiga, le tomó afectuosamente la cara entre sus manos y le dijo
tratando de no llorar.
-Será
un gran día para ti…y para Ken…haré lo que sea para que te sientas la chica más
feliz del mundo.
Mimí
sonrió agradecida a su vez. Estaba muy contenta. Y confiaba en su gran amiga.
En realidad todo parecía irle a las mil maravillas. Cuando se despidió de Keiko
regresando a casa así lo pensaba. De
hecho su trabajo para la tesis iba mejor que nunca. La Masters Corporation
incluso les financió más que generosamente. Pasaron algunos meses más y finalmente
llegó la ceremonia. Su amiga en efecto
hizo de dama de honor acompañándola, yendo detrás, mientras su padre la llevaba
al altar y allí se desposó con Ken. Luego Keiko le comunicó que había decidido
partir en la SSP-2.
-Me
quedé con ganas de hacer historia en la SSP-1.- Le comentó la pelirroja,
alegando con voz queda.- Ahora quisiera ir en esta.
-Te
echaré muchísimo de menos.- Le dijo una emocionada Mimí.-
Keiko lloró en esta ocasión sin
contenerse, era su manera de intentar dejar aquello atrás. Las dos se dieron un
sentido abrazo y pocos días después, la hija de Tomoe y Kaori se marchaba.
Aunque no fue la única. Para sorpresa de Mimí, Melissa también decidió ir.
-Ya
no me necesitáis aquí.- Adujo su antigua maestra.- Keiko y yo nos haremos
compañía y os recordaremos juntas. Y tengo muchas ganas de contribuir a
terraformar un planeta.
Así
fue y aunque un poco entristecida por la marcha de Keiko y de Eudial quienes se
decidieron a partir en esa nueva y mejorada nave de exploración. La SSP-2, con
rumbo a encontrar otro planeta terraformable. Uno que había sido marcado en
unas cartas de navegación alienígenas que los tripulantes de la SSP-1
obtuvieron durante su periplo. Un mundo que
iría a llamarse Nature. Tras los esponsales la pareja de recién casados
dio una rápida vuelta al mundo y finalmente se establecieron en los Estados
Unidos. Allí prosiguieron su trabajo. Incluso para gran alegría de todos, Mimí
anunció su embarazo. Y hasta Keiko y la que se hacía llamar ya oficialmente
Melissa retornaron tras el éxito de la terraformación de Nature. Se celebró una
gran fiesta tras el reencuentro y entre otras cosas hablaron de lo acontecido.
-Ha
sido un viaje lleno de vivencias y de aventuras.- Declaró Keiko remachando
emocionada aunque algo entristecida.- Sobre todo cuando ese gran resplandor nos
libró de aquellos agujeros y nos mostró el camino.
-El
poder de las princesas planetarias y de la gran Reina Serenity al fin se ha
manifestado.- Comentó su madre, añadiendo.- Ahora Hotaru es oficialmente la
princesa de Saturno. Después de que Serenity y Endimión hayan sido reconocidos
como soberanos de la Tierra por la ONU.
-Espero
que pese a su título, tenga algún rato para pasarlo con nosotras.- Dijo Mimí.-
-Claro,
mi hermana nos quiere mucho.- Sonrió Keiko con el asentimiento de su madre.-
-Y
por lo que tengo entendido, a ti te quiere mucho otra persona.- Se sonrió Mimí.-
Eso provocó que su amiga se
ruborizase hasta las orejas. De por sí, siendo pelirroja llamaba la atención,
aunque ahora casi parecía un semáforo. Las demás se rieron aunque tras un rato,
la muchacha comentó con tono de duda e incluso de apuro.
-No
estoy segura de lo que siento. Es algo complicado…
-Bueno,
el amor siempre lo es, querida.- Sonrió Mimet.-
Melissa optó por guardar silencio.
Ella estaba más al corriente de lo que le sucedía a Keiko, pero prudentemente
decidió que no era asunto suyo. Lo principal era que estaban de regreso y a
salvo. No obstante, Mimí aprovechó un momento en la fiesta para quedarse a
solas con su amiga.
-Anda,
cuéntame qué ha pasado…Quiero saber más detalles de esa expedición.
-Verás.-
Pudo responder su envarada amiga.- Durante el viaje he conocido a muchas
personas. Una es mi compañera Caroline Drummond, la encargada de la
programación de sistemas. Luego estaba Mei Ling Chang, la astrofísica y
exobióloga planetaria. Junto con Penélope, Melissa y yo, formábamos el grupo de
las Fairy de la nave. Y también conocí a Maggie. Bueno Margaret Kendall, que
trabajaba de enfermera junto con el doctor Ginga.
-
Bueno, ¿Y qué más?- Quiso saber Mimí que no comprendía a dónde quería ir a
parar su amiga.-
-También
había muchos chicos guapos.- Sonrió ahora su interlocutora.- Sobre todo uno. El
mayor Kiros Derail. Es un saiyajin.- Matizó.-
-¿Uno
de esos que brillan de color dorado?- Se sorprendió Mimí.- Vaya…aquí en la
Tierra unos cuantos de ellos ayudaron a los soberanos a salvar el planeta. Pero
dime.- Quiso saber con vívido interés.- Dijiste que no estabas segura de tus
sentimientos, ¿hacia quién?...
-La
verdad, estoy hecha un verdadero lío. No sé cuál es mi identidad sexual.- Le
confesó su amiga dejando a Mimí atónita.-
-¿Qué?...
bueno, te refieres a que…
-No
sé si me gustan los chicos o las chicas.- Completó su amiga.- Quizás me gustan
los dos.
Y ante la cara de pasmo de su
interlocutora, Keiko le contó.
-Conocí
a Mei Ling cuando comenzamos a trabajar
juntas. Al principio todo era normal. Luego ella nos contó que era homosexual,
ya sabes… incluso nos presentó a su novia de entonces, Maggie. El caso es que
ésta última fue acercándose más a mí. No me pareció raro al comienzo, estábamos
unidas en el grupo de amigos y compartíamos muchas cosas. Quedábamos para salir
todas al terminar el trabajo. Penélope nos explicó que ella lo hacía con el
grupo de la SPP-1 y que aquello las unió bastante. Un día, bueno. Era el día libre
de Maggie y mío. Mei Ling propuso que fuéramos a cenar con Kiros. Acepté claro.
Ni yo misma sabía por cuál de los dos estaba más interesada. En fin. Luego
fuimos a una discoteca de la nave, bailamos un poco, bebimos algo y me mareé.
Maggie me acompañó a casa… una cosa
llevó a la otra y cuando quise darme cuenta nos estábamos besando. Desperté
desnuda en su cama. Junto a ella. Ya sabes. Lo hicimos.
-¿Lo
hiciste con una chica? - Se sorprendió Mimí, añadiendo de seguido para tratar
de matizar aquello. Bueno, eso no es raro. Hotaru me contó que sus compañeras
Haruka y Michiru siempre han tenido esa clase de relación.
-Fue
mi primera vez…con nadie.- Le confesó Keiko con voz queda.- Y bueno. No puedo
decir que no me gustase. Pero pienso que a Maggie aquello le importó todavía
más. Al principio las dos quisimos hacer como si nada hubiera pasado. Luego
ella se declaró. Dijo que me amaba.- Suspiró la muchacha que apenas si pudo
decir con emoción.- Y yo la quiero, pero no estoy segura de hacerlo de ese
modo.
-Bueno,
pues date tiempo. Cuando estés segura habla con ella. Le sugirió su amiga
pensando que aquello zanjaba el problema.-
Ojalá fuese así de simple. De hecho,
Keiko miraba a su amiga de la infancia y suspiraba. Había tenido el valor de salir
del armario delante de ella aunque no de atreverse a confesar lo que sentía.
-No
me atrevo a tanto, Mimí.- Pensaba consternada.- Por lo menos, ahora sabes parte
de la verdad. Aunque no creo que sea capaz de decirte lo que de verdad siento
hacia ti. Y menos ahora, que estás felizmente casada. Menos mal que he podido
superarlo y ahora eres tú quien debe aconsejarme.
Lo
había meditado muchas veces desde que regresó. ¡Si su amiga del alma hubiera
llegado a sospechar que una de las razones por las que se fue era que ella
misma! Keiko había estado enamorada de Mimí desde que eran adolescentes, pero
para su desgracia pronto se dio cuenta de que aquello jamás podría tener
futuro. Su amiga era totalmente heterosexual y tan pronto tuvo edad comenzó a
fijarse en los chicos. No es que fuera una lanzada para ligar pero cada vez que
le gustaba alguno acudía a la propia Keiko en busca de consejo y ella tenía que
tragarse su amargura, sonreír y alentar a su amor imposible. Después, cuando al
fin conoció a Kenneth fue un flechazo. Bueno, quizás no del todo, pero
enseguida podía verse que entre ambos existía una conexión. La hija del doctor
Tomoe tuvo que admitirlo. Era mejor no estar allí, en medio y cuando surgió la ocasión la aprovechó. Se
embarcó en la SSP-2. Y cuando finalmente logró olvidarse de Mimí en ese aspecto
le surgió este nuevo dilema. Realmente ella se enamoraba de la persona y no de
su sexo. Por eso se atrevió a decir.
-Es
que no es tan sencillo. También está Kiros.
-¿Kiros?-
Repitió Mimí.- ¿Quién es ese?
-El
mayor Derail. – Le aclaró su interlocutora.- Como ya te dije se llama así,
Kiros Derail. Es el hijo de un importante noble saiyajin.
-¿Y
cómo es?- Se interesó la otra joven.-
-Alto,
fuerte, guapo, pelo moreno, ojos negros. Diría que en lo último es como Maggie
pero en chico. Aunque ella sea de pelo y ojos castaños.- Suspiró Keiko.- Y me
atraía, me atraía mucho. Aunque con él no llegué a…, ya me comprendes. Pero
salimos alguna vez.
-Los
guerreros del espacio tiene fama de ser muy rudos.- Comentó Mimí.-
-Éste
al principio lo era. Al menos en el trato es alguien bastante serio, sí, pero cuando se le conoce también amable a su
modo. Me dijo que sus padres le educaron en muchas de las costumbres terrestres
pero que él siempre prefirió hacer las cosas al modo de su pueblo. Es primo
además del embajador saiyajin en la Luna.
-¿Ese
que está en la corte de la reina Neherenia?- Inquirió Mimí que, al más puro
estilo del cotilleo, añadió.- Se comenta
que él y la soberana de la Luna, bueno… son más que amigos.
-Sí,
es cierto.- Asintió descuidadamente Keiko para revelar a su amiga con tinte de
voz algo angustiado.- El caso es que Maggie me pidió que saliéramos en serio,
que fuéramos novias. Y casi a la vez, Kiros hizo lo mismo, quiso que seamos
novios.
Mimí se llevó las manos a la boca.
Apenas fue capaz de preguntar.
-Y
ellos, bueno. ¿Cada uno sabe lo que el otro siente por ti?
-Los
dos se conocen y han tenido contacto. Me refiero a contacto como conocidos.
Tenían amigos comunes en la nave. Y aunque nunca les he visto adoptar una mala
actitud entre ellos sé que no son tontos. Desde luego que lo saben. Y es como
si cada uno tratara de tirar de mí, de persuadirme para que le eligiera. La
verdad. No sabía qué hacer. Y sigo sin saberlo. Únicamente pude hablar de esto
con Melissa. La pobre tampoco pudo ayudarme demasiado. A fin de cuentas me dijo
que es mi decisión.
-Bueno,
y así es.- Convino Mimí queriendo saber.- ¿Les sigues viendo?
-Maggie
permanece todavía en la SSP-2, está a la espera de su traslado al planeta. Yo
pedí volver a la Tierra, más que nada por alejarme de ellos y poder pensar. En
cuanto a Kiros, me parece que retornó a su mundo para informar. Pero aseguró
que volvería.- Suspiró la joven.- Y cuando un saiyajin promete algo, no dudes
que lo cumplirá.
-Espero
que puedas decidirte. - Le deseó su amiga.-
Keiko bajó la cabeza, parecía estar
sopesando esas palabras, esbozó una leve sonrisa y añadió.
-Sí,
bueno, quizás el destino haya decido por mí y luego también tengo el dilema de
si centrarme en mi trabajo como científica o probar en el mundo de la canción.
-Tú
eres una estupenda cantante.- La alabó su amiga.- Dicen que en la SPP-2 te
llamaban la nueva Amatista Lassart.
-¡No
creo que llegue a tanto! - Sonrió modestamente la muchacha al comentar.- Giaal
llegó a contarme que él fue testigo de cómo esa mujer salvaba a un mundo entero
con sus canciones. Y sé que también tuvo un gran papel animando a los miembros
de la SSP-1 cuando se perdieron por aquel agujero. Les ayudó a creer y a
levantar la moral. Modestamente traté de hacer lo mismo en mi nave.
-Pues
todos los que te han oído alguna vez coinciden. No tienes nada que envidiar a
las Justices.
-Muchas
gracias. Es todo un halago. Aunque lo más bonito que me ocurrió nunca fue
siendo niña. Cuando por Navidad canté acompañada por Haruka y Michiru. Una al
piano y la otra al violín. Recuerdo que
mi hermana se emocionó tanto que hasta le caían las lágrimas. Entonces me
asusté, creía que le pasaba algo. Pero Hotaru me sonrió y me dio un montón de
besos.- Rememoró con nostalgia para suspirar.- No sé… es difícil saber que haré
con mi vida. Hasta he pensado en irme a Nature a vivir. Puede que Maggie y
Kiros se instalen allí.
Mimí la escuchaba con visible
interés. Siempre nombraba antes a esa muchacha, lo que a su juicio podía
significar algo. No obstante, marcaba mucho el nombre del saiyajin. Lo que a
buen seguro podría ser significativo también.
-¿Has
hablado de esto con tus padres y tu hermana?- Le preguntó entonces.-
-Sí,
algo hemos comentado. Y en eso los tres son unánimes. Han dicho que, en lo que
yo decida, me apoyarán. Sea lo que sea. En mi trabajo o en mis sentimientos. –
Admitió la joven.-
-Eso
es lo principal.- Convino su amiga, aseverando.- Mis padres también me han
querido y apoyado siempre. Y eso es algo por lo que les estoy muy agradecida.
-
Y aunque tenga estos dilemas existenciales. Hay una cosa de la que estoy
segura. Soy muy feliz por ti y por Kenneth.- Repuso su interlocutora variando
de tema en tanto sonreía.- Y supongo que los dos lo estaréis también.
Y
ahora podía decirlo de todo corazón. Sobre todo ante las perspectiva de la
maternidad de su amiga que le corroboró.
-Sí,
claro.- Sonrió ampliamente Mimí acariciándose el vientre.- Estoy de unos tres
meses ya.
-¿No
pedirás la baja? - Le preguntó su amiga.- Ya sabes para estar tranquila…
-¡No!-
se rio su contertulia.- Haré como mi madre hizo conmigo. Me contaba que casi se
puso de parto en el laboratorio. ¡Ja, ja!…
Y las dos se rieron de aquello. Era
cierto, al menos Mimí era tan dedicada a su trabajo como lo eran sus padres. Al
fin, ya más en serio, le comentó a Keiko.
-Trabajaré
hasta que me quede poco para salir de cuentas. Esto es algo que me apasiona y
no me imagino estando en casa sin hacer nada.
-Bueno,
pues me alegra oírte decir eso. Así tendré a una buena amiga haciéndome
compañía.- Convino la pelirroja.-
-Por
cierto. Melissa también está muy feliz.- Afirmó la muchacha.-
Su amiga entonces adoptó un gesto de
complicidad e incluso misterio y le comentó.
-Todavía
no quiere que se sepa. ¿Si te lo cuento guardarás el secreto?
-Bueno,
no sé. Supongo.- Repuso la atónita Mimí.-Lo intentaré…
Y casi con un susurro la pelirroja
le desveló.
-Conoció
a un hombre estupendo, el doctor Adams. Se va a casar con él. Y además han
adoptado a una niña. Una de las supervivientes de un campo de prisioneros que
tenía en villano al que derrotamos.
-La
tía Melissa no quiere hablar mucho del tema, se comenta que tuvisteis que
librar unas batallas terribles.- Comentó Mimí.-
-Así
es.- Suspiró Keiko con visible tristeza en la mirada.- Si te digo la verdad
hemos visto cosas horribles. Lo único que me consuela es que, al final, la vida
y la justicia se abrieron camino. Pero fue muy duro.- Musitó ahora con lágrimas
en los ojos.- A veces fue horroroso. Ver gente muerta alrededor y no poder
hacer nada.
Mimí la abrazó con todo el cariño
que pudo. Su amiga se desahogó llorando contra su pecho. Por su parte Keiko
sufría, pero no únicamente por esa razón. Quizás aprovechaba esas palabras como
pretexto. Y es que no era cierto lo que le había contado a su amiga. Quizás sí
en parte, pero el final de su relación con esas dos personas no fue como la
versión que había dado, sino bastante más amarga y decepcionante para ella. Al
fin, pudo rehacerse para añadir, esbozando una tenue sonrisa volviendo al tema
de la adopción de Melissa.
-Es
una niña preciosa, se llama Wina y es extraterrestre.
-¿Qué?-
Se sorprendió Mimí.-
-Es
una larga historia, pero, por favor. Haz como si no supieras nada. Melissa
quiere venir con su futuro esposo y la niña para daros una sorpresa. Después no
sé qué harán, Si quedarse aquí o establecerse en Nature.
-No
te preocupes, no sé nada.- Le prometió Mimí.-
Y
así fue. Al cabo de un par de semanas finalmente Melissa desveló oficialmente
aquello. Presentó al doctor Adams, de nombre Clay y a la niña, una cría de unos
seis o siete años que respondía por Wina. De hecho la pareja se casó en la
Tierra, con Mimette y Daniel como padrinos. De momento eligieron quedarse en el
planeta madre. La niña desde luego había aprendido a adoptar forma humana y
pasaba por una preciosa niña de pelo rubio y ojos azules. El doctor Adams
comenzó a trabajar ayudando a Souichi, pero al poco decidió ir a Nature. Tuvo
una oferta muy buena para ser el director del centro avanzado de
investigaciones científicas recientemente creado en ese planeta. Su esposa e
hija no tardarían en ir con él. Sin embargo, todavía permanecieron en la Tierra
hasta que el colegio en el que Wina había sido matriculada, terminase el curso.
De este modo pasaron un par de meses. Mimí seguía rindiendo como en ella era
habitual, junto a su esposo, sus padres, la familia Tomoe y Melissa. Hacían
muchos progresos en sus investigaciones. De hecho, las cosas iban muy bien
hasta que llegó ese fatídico día.
-Vamos
cariño, teneños que preparar la prueba.- Le indicaba Kenneth a su esposa.-
-Sí,
ya voy.- Repuso ella dándose prisa.-
Ambos estaban casi a punto de
obtener una respuesta a sus problemas. El proyecto estaba muy avanzado aunque
faltaba como dotarle de energía. Lo fácil hubiese sido una batería o alguna
fuente externa, pero los dos deseaban que aquello pudiera en cierto modo auto
sostenerse. Y tras mucho investigar, el prototipo estaba preparado.
-Tendremos
que comprobar como sintetiza la energía.- Le recordó Mimí a su marido, en tanto
se ponía unas gafas protectoras.-
-Habrá
que andarse con cuidado, es tecnología en fase totalmente experimental.- Le
previno él.-
Su esposa asintió. ¡Ya lo sabía!
Entre ella y Melissa habían dado los últimos retoques, junto con la ayuda de
sus propios padres. Ahora tocaba probarlo.
-Sería
mejor que tú te alejaras, al menos hasta que concluya el test.- Le pidió Ken.-
-No
te preocupes. Tras la mampara estaremos seguros. – Sonrió ella acariciándose su
vientre con suavidad.-
De modo que, tras observar todas las
medidas de seguridad el matrimonio se aprestó a comenzar. A través de esa
mampara blindada podían ver el prototipo, una especie de generador cilíndrico
de un tono azul oscuro esmerilado. Aguardaban una cuenta atrás para encender un
rayo que iba a cargar con energía aquello.
-En
tres, dos, uno. ¡Ahora! – Indicó Mimí conectando el aparato.-
Y disparada por una especie de cañón
que pendía en el techo un haz de luz de tono blanco se estrelló entonces contra
ese objeto. Al principio no sucedió nada pero a los pocos segundos el cilindro
comenzó a emitir una luminosidad que parpadeaba. Era un tono azul celeste que
pasó al blanco…
-Bueno.
Ahora solamente falta saber cuánto tiempo aguantará con esa dosis de energía.-
Comentó Ken que tomaba notas en un ordenador.-
Mimí asintió, el tiempo de proveer
con energía a aquel aparato estaba pronto a agotarse. Enseguida tocaría
desconcertar y observar los resultados…Entre tanto, Melissa y Mimette estaban
trabajando en otra sala…
-Espero
que la prueba resulte.- Decía la madre de la joven investigadora.-
-Tal
y como lo diseñamos debería ser una súper batería que absorbiera energía y
pudiera conservarla por un tiempo mucho mayor que cualquier otra batería
conocida. Y sin radiación perjudicial.- Respondió su hermana.-
-Eso
sería magnífico y tendría muchísimos usos.- Afirmó Mimette.-
-Sí,
pero pese a lo estupendo de ese descubrimiento para ellos solo significaría un
paso previo para su proyecto.- Le comentó su interlocutora.-
En ese instante el profesor Tomoe entró
en la sala y ambas mujeres le saludaron.
-¡Hola
doctor! – Exclamó jovialmente Mimette como casi siempre que le veía.-
-Buenos
días.- Replicó amablemente éste quien también se interesó, preguntando a su
contertulia.- ¿Qué tal va todo?
-Mi
hija y mi yerno están con su prueba.- Le informó la interpelada.-
-Bueno,
estaremos algo justos hoy, mi mujer y mi hija tienen el día libre.- Comentó el
doctor.-
-Sí
y hasta que ellos no acaben ese experimento estaremos los tres. Aunque si han
comenzado a la hora ya deben de haberlo concluido. Espero que hayan calculado
bien las especificaciones.- Terció Melissa.-
La
científica estaba releyendo unos cálculos de ese mismo proyecto. Entonces,
tecleó rápidamente unas órdenes en la computadora. Quiso programar una simulación
alterando unos patrones. Casi a modo de intuición creyó haberse percatado de
algo. Tras hacerlo, casi de improviso, dio una exclamación.
-¿Qué
sucede? –Quiso saber Tomoe.-
-Rápido,
tenemos que decirles que interrumpan esa prueba,- replicó su interlocutora con
visible inquietud.-
-¿Por
qué? ¿Qué ocurre?- Preguntó una desconcertada Mimette.-
Por toda réplica Melissa salió a
todo correr de la sala, Mimette y Tome la siguieron. Entonces la mujer les
comentó.
-Esa
poli aleación que hemos empleado para construir el cilindro acumulador. No es
estable a más de mil grados.
-Pero
no alcanzará esa temperatura.- Repuso Mimette con menor inquietud ahora.-
-
Sí que lo hará. ¡Mierda! No hemos tenido en cuenta un detalle. – Espetó Melissa
tratando de llegar cuanto antes a la otra sala.- ¡Rápido!...Hay que detener esa
prueba…
Sin embargo, el protocolo de
seguridad cerraba las puertas cuando una prueba comenzaba. La mujer trató de
hacerse con el interfono para advertir al matrimonio pero tampoco funcionaba.
Esa energía del experimento estaba interfiriendo con los sistemas.
-Creo
que sé a dónde quieres ir a parar.- Repuso Tomoe.- Si esa aleación es la mitad
de buena de lo que pensamos conservando la energía se seguirá calentando aunque
corten la fuente de alimentación...y entonces…
-¡Oh,
Dios mío! Pudo decir Mimette dándose también cuenta del potencial peligro de
aquello. -¡Tenemos que sacarles de ahí!
Ajenos a toda esa preocupación, la
pareja dio por concluido ese ensayo. Apagando el rayo de energía.
-Ahora
vamos a ver cómo responde.- Comentó Ken.-
El cilindro mantenía ese brillo de
tono blanquecino aunque al cabo de unos momentos éste comenzó a degradarse.
Mimí y su marido salieron de la sala anexa y entraron en la cámara del
experimento. Pese a todo manteniéndose a unos metros de distancia. La joven
pudo decir.
-Parece
que aguanta, aunque no como habíamos previsto. Tendría que brillar algo más.
-Su
temperatura parece estable a ochocientos grados.- Informó Kenneth que había
consultado la información de la computadora del cuarto anexo.-
-Mira
a ver si la conserva o si ha descendido ya.- Le pidió su mujer.-
El
joven asintió. Retornó tras la habitación blindada y consultó el monitor del
ordenador a cargo de la prueba. Entones fue cuando, para su sorpresa, leyó.
-Ha
subido a novecientos grados. No lo comprendo…novecientos cincuenta… Mimí.- Le
gritó a su esposa.- ¡Sal de ahí!
Pero su interlocutora no escuchó eso
último, una especie de pitido extraño surgió del aparato en tanto volvía a
brillar, ahora de un tono blanquecino con matices anaranjados.
-¿Qué
pasa?- Pudo decir la chica, visiblemente sorprendida.-
-
Mil cien grados… ¡Sal, corre! – Insistió su esposo con patente temor.-
Ahí fue cuando la aludida se dispuso
a salir de la cámara pero fue demasiado tarde, ese cilindro estalló
inopinadamente lanzándola con la onda expansiva contra una de las paredes. Para
la muchacha aquello pareció ir a cámara lenta, incluso juraría haber visto una
gran silueta encapuchada tras la explosión que consultaba un gran libro
escribiendo algo en él. Pero eso duró tan solo unas décimas de segundo.
Enseguida sintió un gran impacto y todo fue oscuridad para ella. Kenneth corrió
a tratar de socorrerla. La muchacha sangraba abundantemente y él ni quiso
imaginar de dónde provenía aquella hemorragia, puesto que solo tenía algunos
pequeños cortes y heridas a la vista. Muy asustado la llamó en voz alta pero
era en vano. Afortunadamente sintió que su esposa tenía pulso.
-¡Mimí!
¡Vamos cariño, aguanta! - Le pedía entre aterrado y muy desconcertado.-
La levantó en brazos y se dispuso a
llevarla a la enfermería. Fue cuando Melissa y el resto pudieron a abrir las
puertas y entrar.
-¡Dios
mío, Mimí, hija!- Chillaba Mimette.-
Y
es que sufrió un ataque de nervios al ver a su hija en ese estado pero Tomoe la
abrazó tratando de calmarla. A toda prisa llevaron a la joven a la zona médica.
Por fortuna era la misma Hotaru quien estaba allí, junto con el personal de esa
instalación. Nada más ver a la accidentada la tumbó en una camilla y el equipo
médico la reconoció. La chica también sangraba por la nariz y tenía varios
hematomas producto del golpe. Parecía que esa hemorragia tan aparatosa se había
contenido, lo demás parecía estar bien. No obstante, la sailor palideció al
auscultarla.
-¡Oh
Dios!- Pudo musitar.- El niño…
-¿Qué
ha pasado, qué ha sucedido?- Preguntaba Ken una y otra vez.-
Ahora,
entre Melissa y Tomoe trataban de tranquilizar al esposo y a la madre de la
joven. Sin embargo, al poco tiempo y tras hacer unas pruebas y reconocer a la
siniestrada, se les unió Hotaru con expresión demudada y muy malas noticias.
-¿Qué
tal está mi hija?- Quiso saber Mimette con patente inquietud.-
-Ella
está bien. Son heridas superficiales, algún leve hematoma producto de las
contusiones, se recuperará. Pero…su embarazo…
-¿Qué?-
Terció Kenneth abriendo los ojos como si de platos se tratasen al inquirir.-
¿Qué le ha pasado a nuestro hijo?
-Lo
siento.- Musitó una consternada Hotaru moviendo la cabeza.-
Nadie fue capaz de articular
palabra, Melissa abrazó a la desolada madre de la paciente que tenía las
pupilas dilatadas por el shock. Las dos lloraron, al igual que Ken. La propia
Sailor Saturno tenía lágrimas en los ojos cuando les aclaró.
-Lo
ha perdido… ha recibido un impacto muy fuerte y el feto no lo ha soportado… Y,
además...la ráfaga de energía ha dañado de manera irreversible su matriz.
-¿Qui…quieres
decir que, que mi niña no?- Pudo apenas balbucear Mimette.-
-¿No
podrá volver a tener hijos? - Completó una desolada Melissa.-
-Desgraciadamente
no.- Pudo afirmar Hotaru.- Aunque quizás, con alguna terapia muy avanzada.
-No
sé. Dejad que se recobre y lo estudiaremos.- Intervino Tomoe, tan afectado como
el resto, para añadir en un intento de dar cabida a la esperanza.- A nivel
genético veremos qué se pueda hacer. De momento lo principal es que se la
trate. Debe de sentir unos terribles dolores.
-Por
ahora está inconsciente. Los médicos la han sedado.- Les informó Hotaru.-
Mimette no tardó en acudir al lado
de su hija, no se apartó de ella y la sostuvo una mano sin dejar de llorar en
tanto Mimí permanecía inconsciente. Al poco llegó Daniel que fue avisado de
inmediato. Estaba en otra de las empresas de la Masters. El padre de la
muchacha tampoco podía articular palabra por el pesar y el dolor. El mismo
Tomoe tuvo que sentarse con él en la sala de espera que había en el complejo
médico.
-No
te inquietes, Daniel. Los especialistas harán todo lo que esté en sus manos.
Son los mejores del mundo. Y tenemos tratamientos para que tu hija se recobre.
-Supongo
que dentro de la desgracia ha tenido suerte de salir viva.- Pudo sollozar el
destrozado padre de la chica.- Pero cuando se despierte y sepa lo de su hijo…
El doctor le pasó un brazo por los
hombros y solamente pudo mirarle con pesar. Él mejor que nadie comprendía lo
que ese pobre hombre sentía. Para su desgracia no era ajeno al drama de haber
perdido a un ser querido tras un accidente en un experimento. Al poco llegaron
también Kaori y Keiko visiblemente impactadas y hundidas al conocer lo
sucedido. Keiko no dejaba de llorar en tanto se abrazaba a su madre y repetía.
-¡Pobre
Mimí! Deseaba tanto ese hijo…ella y Ken, estaban tan contentos…
Su madre lloraba también sin ser
capaz de decir nada más, a su vez, Eudial trataba de consolar a Mimette sin
lograrlo. Ésta incluso llegó a balbucear con patente dolor.
-Si
hace años hubiera sabido esto habría preferido morir en ese coche y que tú
criases a mi hija con tal de que ella no tuviera que pasar por algo así.
-No
digas eso, ¡por favor!- Le pidió su contertulia abrazándola y dándole un suave
y cariñoso beso en la frente.- No lo digas…
-Yo
me hubiese merecido algo así. Pero mi niña no. Ella siempre fue una buena
persona. Jamás hizo daño a nadie…-Sollozaba Mimette con impotencia y amargura.-
-Entre
todos la ayudaremos, saldrá adelante, ya lo verás.- Le aseguró la que ahora se
hacía llamar Melissa.-
Y desde luego eso quería creer, pero
ella también se sentía destrozada por aquella pobre chica a la que había
conocido siendo esa encantadora niña. Así se turnaron en acompañar a la paciente.
Pasaron varios días hasta que los doctores pudieron arreglar la mayor parte del
daño para que el dolor desapareciera. Al menos el físico. El moral sería otra
historia. Mimí pudo despertar y enseguida quiso saber que había sucedido. Su
esposo pidió estar a solas con ella para poder contárselo en tanto el resto
aguardaba fuera. Al cabo de un rato, a todo el mundo se le heló la sangre al
escuchar el desgarrador grito de ella.
-¡Mi
hijo!- Fue lo único que pudieron
entender.-
Nadie pudo escapar al llanto una vez
más. Incluso Hotaru que era la dura y temible guerrera de la destrucción lloró
como pocas veces lo había hecho antes. El resto de sus compañeras le habían
dado ánimos y transmitido sus mejores deseos para la familia de Mimí. En
especial Minako que también se había sentido muy afectada al conocer esa
terrible noticia. Por su parte Ken solo pudo estrechar a su esposa entre los
brazos y dejarla llorar y gritar. Así pasaron unos días hasta que fue dada de
alta. Pero no volvió al trabajo. Estaba deprimida y apenas sí quería comer, no
salía de su habitación. Ya no parecía importarle nada. Tanto era así que su
esposo y sus padres comenzaban a estar muy asustados. Mimette llegó a llamar a
Keiko y a Hotaru, las únicas a las que, al parecer, su hija aceptaba que
fuesen a visitarla. Finalmente las dos
juntas se acercaron a verla con algunas noticias que esperaban pudieran
animarla. Aunque quizás, al principio eso pudiera significar todo lo contrario.
-¿Podemos
pasar?- inquirió tímidamente Keiko tocando a la puerta del dormitorio de su
amiga, secundada por Hotaru.-
No hubo respuesta, ambas se miraron
y al fin se decidieron a entreabrir esa puerta. Dentro de la estancia todo era
oscuridad. Apenas unas lucecitas de algunas pequeñas lámparas alumbraban.
-¿Es
bonito verdad, tita Hota?- Escucharon el hilo de voz de Mimí, que casi le salía
como un susurro cuando añadió.- Recuerdo que me contaste que, de pequeña, te
gustaba iluminar así tu habitación.
-Es
verdad.- Admitió ésta con un tono lleno de afecto y de lástima, cuando le
dijo.- Te echamos de menos.
-Sí,
amiga mía.- Terció Keiko quién cariñosamente a su vez le desveló.- Sobre todo
ahora que voy a irme.
-¿Te
vas?- Quiso saber la aludida que se levantó entonces de la cama en la que había
estado tendida.- ¿Al final lo harás?...
-He
aceptado una plaza de jefe de laboratorio en Nature. Al menos por un par de
años. Dentro de unos meses debo ir allí.
-¿Y
ya tienes a la persona que ocupará tu corazón?- Musitó Mimí casi con tono ido.-
-Los
dos están allí, aguardándome.- Repuso con voz queda Keiko para admitir.- No me
he decidido aún, quizás lo sabré cuando les vuelva a ver. Pero ahora eso no es
importante, antes de marchar quería
hacer una última cosa por ti.
Entre tanto, Hotaru se sentó en la
cama junto a su querida amiga. Lo mismo hizo Keiko, a tiempo para sostenerla en
tanto Mimí se derrumbaba llorando. Sus compañeras a duras penas aguantaron el
no hacer lo mismo hasta que la hija mayor de Tomoe pudo hablar y dirigirse a su
deprimida amiga.
-Hemos
hablado con tu esposo. Ken nos explicó en qué consistía vuestro proyecto y
luego se lo explicamos a nuestro padre. Él ha prometido ayudaros. Y te aseguro
que, cuando te cuente la forma en que va a hacerlo, te animarás.
La interpelada miró a su interlocutora
con curiosidad, pero ninguna de sus amigas quiso aclararle nada. Tendría que
salir de allí para averiguarlo. También contribuyó el hecho de que Melissa le
confesara algo que la dejó impactada. Al poco de que llegasen al laboratorio,
la muchacha entró en una sala de espera. Fue entonces cuando su antigua maestra
se aproximó a ella. Con una mirada pareció comunicarse con Keiko y Hotaru que
salieron de la habitación.
-¿Qué
tal estás, cariño?- Quiso saber Melissa.-
-
No lo sé.- Suspiró ella mirándose hacia sus manos entrelazadas.- No sé siquiera
si estoy viva.
Su interlocutora le acarició el pelo
con suavidad y afecto para añadir con tono entre entristecido y nostálgico.
-Claro
que lo estás. No debes renunciar a tu vida y a todas las personas que te
queremos. Escucha Mimí, yo nunca tuve hijos, no me casé. Pero para mí tú fuiste
esa hija que jamás tendré. Llegué a conformarme con eso. Aunque después en la
SSP-2, conocí a Clay y Wina apareció en mi vida. Y ahora no podría ser más
feliz con ellos. Sé que lo que te ha ocurrido es muy duro, pero debes seguir
adelante. Por tus padres, tu esposo y todos los demás para los que significas
mucho. Y estoy convencida de que la vida te compensará. Debes tratar de
levantarte de nuevo.
-Eso
quisiera, pero me siento vacía.- Le confesó la joven entre lágrimas.- No veo
nada más que oscuridad.
-Hay
luz al final de esa oscuridad. Puedes creerme.- Quiso alentarla su
contertulia.-
-Yo
no la veo.- Gimió Mimí abrazándose a ella.-
Su interlocutora la dejó llorar, sin
poder evitar hacer lo propio. Decidió que tenía que armarse de valor y decirle
la verdad a esa pobre desgraciada. Quizás no la perdonase nunca, o pudiera ser
que viese que todo puede solucionarse. De modo que, tras suspirar largamente,
declaró.
-Verás.
Voy a confesarte algo.- Dijo Melissa quién también parecía emocionarse, cuando
añadió.- No sé si tus padres te contaron esto alguna vez, pero, antes, mucho
antes de ser tu maestra, yo conocí a tu madre. De hecho trabajamos juntas. No
es que ahora recuerde aquello con orgullo, porque nuestros motivos no eran tan
honorables como los de ahora. Digamos que, tras una época de enfrentamientos,
tu madre y yo hicimos las paces. Yo dejé atrás una etapa de mi vida que no
quiero recordar. Incluso cambié mi nombre. Llegué a perder la memoria, me hice
maestra y fui feliz, eso es verdad. Pero cuando la recuperé quise vengarme de
tu madre por cosas que me había hecho. Entonces yo no me llamaba Melissa
Prentis, sino que era conocida por Eudial, de la asociación de las brujas
impías.
Su interlocutora la escuchaba
asombrada, con los ojos muy abiertos. No llegaba a comprender aquello. Su
antigua maestra le contó.
-Tu
madre pertenecía a esa misma agrupación. Tuvimos nuestras pugnas internas por
el poder y la cosa acabó para mí del peor modo. Al final para ella no fue mucho
mejor. Pero lo único que cuenta es que las dos supimos volver a empezar. Aunque
creímos haberlo perdido todo. Igual que tu tía Connie.
Y Eudial invirtió un buen rato en
resumirle aquellas historias de la mejor manera que pudo a su atónita oyente.
Al fin la ex miembro de Brujas Cinco sentenció.
-Lo
importante es que, en el caso de tu madre y mío fuiste tú quién obró el milagro
de nuestra reconciliación. Ahora tienes que ser muy fuerte. Sigues teniendo
personas que te quieren y te necesitan. Y quizás, con el tiempo, logres un día
realizar tu sueño.
-¡Eso
es imposible! - Rebatió la joven con lágrimas en los ojos, declarando con
amargura.- He quedado estéril.
-La
ciencia avanza mucho. En la SSP-2 he visto cosas maravillosas. Una madre perdió
a su hija y pudo recuperarla. Es muy largo de explicar. Pero sucedió. Además,
nosotras somos grandes investigadoras. Tú misma lo eres. Aplícate en esto y
utiliza tu inteligencia y la ayuda de todos para ello. No puedo prometerte
certezas, pero sí probabilidades.
Melissa guardó silencio en tanto
veía a su sobrina meditar. Le dolía encontrarla en ese estado. Incluso cuando
fue decidida a hablar con ella y contarle todo eso no dudó en desvelar su
propio secreto. De hecho, tras consultarlo con Mimette, ésta le pidió que
hiciera lo que fuera y que revelase lo que hiciese falta sobre ella y su pasado
con tal de recuperar a su pobre hija. Al fin, tras unos momentos que parecieron
durar siglos, la joven suspiró musitando.
-Tienes
razón. No tengo derecho a abandonaros, no es solo por mí. Tengo que luchar por
Ken, por papá y mamá, por mis amigas y por ti, tía Melissa, o Eudial, ahora no
sé.- Sonrió levemente y pudo continuar con emoción.- No sé cómo llamarte.
-Llámame
como tú quieras. Aunque me gusta más Melissa, ella siempre fue una buena
persona que te quiso desde que te conoció. Eudial en cambio era ambiciosa y
solo se quería a sí misma. Quisiera decir que murió definitivamente al caer con
vosotras en ese coche. Aunque no puedo renegar tan fácilmente de ella, dado
que, para bien o para mal, sigue siendo una parte de mí.
Y
su emocionada y atónita interlocutora asintió. Ahora ya con más decisión.
Finalmente Mimí pudo sobreponerse. En cuanto ella y su esposo hablaron con el
doctor y el resto del equipo la joven recobró también algo de su esperanza. Sus
propios padres no se apartaron de su lado y la apoyaron constantemente.
Logrando que recuperase parte de su jovialidad y alegría de antaño. Quizás no
fuera como antes pero, tal y como le pronosticara Melissa, gracias a los
avances de la ciencia y a sus propios descubrimientos y los de su esposo
finalmente pudieron lograr su anhelado objetivo. Al fin Melissa y su hija
retornaron a Nature para establecerse allí. Keiko hizo lo mismo y volvió años después, para
conocer a la hija que Mimí y Ken finalmente tuvieron. Era ésta una preciosa
niña de pelo color platino y profundos ojos azules a la que llamaron Mimet como
a su abuela. Realmente era un nombre de lo más adecuado, aunque no concordase
para nada con el carácter de la antigua miembro de Brujas Cinco. De hecho esa
niña era callada, observadora y de gran
inteligencia. Pero, pese a lo extraño de su carácter y a lo despegada que
parecía, sus padres la adoraban. Ellos sabían que no era así por su propio
albedrío. Y sobre todo para Mimí fue el fin de aquel terrible calvario al que
se vio sometida. Con su pequeña vio la luz y recobró del todo su alegría. Al
fin pudo dar amor a alguien que dependía de ella. Iba a llevarla y traerla al
colegio. Aunque durante los primeros años la niña asistió a clase en la escuela
que existía para empleados de la Masters y fue Keiko quien se ocupó, junto a
Ken y Mimí, de enseñarla en la temprana infancia. Y el tiempo pasó rápido, la
cría creció y, al fin, cuando cumplió doce años, sus padres recibieron una muy
buena oferta para trabajar en Bios. A eso se unió que la famosa periodista
Katherine O ‘Brian hizo un reportaje sobre los avances de la Masters. La
reportera quiso entrevistar a la pareja para que le contase a grandes rasgos
algo sobre sus investigaciones pero estos prefirieron no hacerlo, alegando una
muy apretada agenda. Pese a eso y
haciendo honor a su reputación de contumacia en obtener lo que deseaba, al
menos en el terreno periodístico, Kathy no se arredró y finalmente tuvieron que
concederle una entrevista en las que apenas le contaron nada de demasiado
interés. Pese a ello la periodista parecía seguir tratando de averiguar más
cosas. Después de eso, la determinación de la familia por alejarse de allí se
reforzó. También tenían parientes en Bios, como por ejemplo la prima de Mimí,
Idina, que hacía tiempo ya vivía allí. Aquello les alegró, no porque desearan
irse de la Tierra. Realmente junto a sus compañeros y familiares del laboratorio
de la Masters vivían bien y felices. Aunque también tenían muchas ganas de
conocer ese planeta, ampliar horizontes y sobre todo que su hija pudiera
disfrutar de un buen grupo de amigos. Y es que, pese a su atractivo e
inteligencia, por mor de su carácter, en la Tierra Mimet apenas sí pudo
relacionarse en su infancia. Todo eso iba a cambiar. Estaban a bordo del
cohete y charlaban animados, al menos
Mimí y Ken. Ella comentó.
-No
veo el momento de llegar. Todavía parece que nos quede una eternidad.
-Acorde
a la velocidad de esta nave y considerando la distancia que falta, calculo que
habremos llegado a Bios aproximadamente en una hora y treinta y dos minutos. No
es realmente demasiado tiempo, mamá. Ni mucho menos puede calificarse como
eternidad. - Comentó la muchacha.-
-Lo
sé cariño. Pero me parece que fueran días.- Suspiró su interlocutora.-
-¡Es
como la Teoría de la Relatividad Especial! – Se rio Ken, mirando a su hija.-
-Pero
eso no se aplica lo suficientemente a
estas velocidades que alcanzamos como para que nos marque una diferencia contrastada.-
Repuso Mimet.-
Sus padres suspiraron, mirándose
divertidos, la muchacha nunca captaba esa clase de bromas. Ellos lo habían
intentado desde que era pequeña pero ella siempre fue demasiado lógica. Quizás
era lo que cabía esperar. De todos modos desearon que cuando llegaran, con sus
nuevos amigos, pudiera al fin comportarse de un modo más acorde a su edad. Y
aquello en parte se cumplió. Cuando desembarcaron en ese nuevo mundo, Idina, y
parte de su familia y amigos aguardaban a los recién llegados. Fueron muy amables con ellos recibiéndoles y
prestándoles hospedaje y ayuda para buscar una casa. Sus nuevos vecinos y
amigos les dejaron acomodarse y en poco tiempo la familia Trenton se asentó.
Allí en Vitae, la capital de ese nuevo mundo, la joven Mimet conocería
finalmente a los que sí serían sus amigos y a los que llegaría a sentirse muy
unida, sobre todo a uno de ellos en particular. Junto con él y otros muchos,
ella iría muy lejos, dispuesta a cumplir con una gran e importante misión. Pero
todo ello formará parte de otra gran y compleja historia…
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