domingo, 17 de agosto de 2014

GWHC05 El viaje de novios de Tom y Cooan


Unos días después de la boda, Tom y Cooan hablaban muy ilusionados sobre el viaje de novios. Roy y Beruche se habían ido a Europa, lo hicieron al día siguiente de la ceremonia y la celebración.  Ail y Ann pasarían unos días en la Tierra y después viajarían a un prometedor planeta que habían detectado, a fin de establecerse. Por su parte la otra pareja de recién casados pensó que lo mejor sería aguardar un par de días a fin de preparar las cosas con más calma. Sentada en el sofá, la muchacha ojeaba encantada unos folletos de agencias de viajes con destinos exóticos.



- Mira esto Tom...viaje a la India y conozca las maravillas de una civilización milenaria...el “Taj Mahal”, pasear por las orillas del Ganges…

- Suena bien,- dijo él acercándose -¿Y éste de China?..- señaló el viaje de la página de al lado. - Allí tienen muchas escuelas de Kung - Fu, ¡seguro que aprendo algo! Y podríamos ver la Gran Muralla. Al menos un cachito de ella.

- ¡Pero Tom! - replicó Cooan  frunciendo el ceño para recordarle. - Será nuestra luna de miel, podrás estar unos días sin artes marciales, ¿verdad?..

-Claro que sí- sonrió él tratando de evitar que Cooan se enfadase.- Era sólo una broma, cariño. Te aseguro que sólo estaré pendiente de ti.



Y para subrayarlo le dio un beso rápido en los labios a su esposa que sonrió.



-¿Qué te parece Hawái?- señaló ella tras pasar unas páginas – Lo comentamos en la boda con mi hermana y Roy.

-Sí, es cierto.- Convino Tom.-

-Es un sitio tan romántico, con nativos, leyendas de piratas...playas paradisiacas…siempre he querido ir allí. -Aseguró Cooan. -Bueno, al menos desde que me instalé en la Tierra y charlaba con las chicas de vez en cuando.



            Le venían recuerdos de algunas conversaciones en el santuario Hikawa. En particular  cierto día, un año antes de ir a los Estados Unidos a estudiar, que ella y su hermana Bertie se pasaron por allí. Su amiga la sacerdotisa, ataviada con su kimono de faena, estaba terminando de barrer un poco los aledaños del jardín plagado de hojarasca en el final del otoño. Fue Cooan la que, sonriente, la saludó.



-Hola Rei…

-¡Ah, hola Cooan-chan!,  ¿Qué tal Bertie? ¿Cómo vosotras por aquí? - Replicó la muchacha con una sonrisa.-

-Teníamos la tarde libre. Hoy les toca a nuestras hermanas abrir la tienda.- Le respondió Beruche.-

-Sí, le pedí  a mi hermana que me acompañase a dar una vuelta y venir a visitarte.- Añadió Cooan que preguntó.- ¿No está Yuuichirou?...

-No.- Suspiró la sacerdotisa dejando la escoba apoyada en un árbol cercano para contar a sus amigas.- Resulta que sus padres celebraban su aniversario y han invitado a la familia a pasar unos días en Hawái.

-¡Vaya! Sus padres deben de tener mucho dinero para permitirse un viaje así. - Comentó Bertie.-

-Sí, su padre tiene un próspero negocio. Una gran empresa. Y son ricos desde hace generaciones.- Les contó la sacerdotisa.- Me enteré de ello cierta vez que se ofreció a prestarnos una cabaña en las montañas a las chicas y a mí.

-¡Vaya! Pues con semejante partido me sorprende que no le hagas un poquito más de caso.- Se sonrió Bertie.-

-Pues a mí, lo que me sorprende es que no te haya invitado a ir.- Sonrió Cooan haciendo que su amiga se ruborizase.-

-¡Pero qué decís! - Trató de replicar Rei tapándose las mejillas con ambas manos.-





            Sus interlocutoras sonrieron divertidas. Estaba claro que eso había afectado a la aparentemente severa sacerdotisa. No obstante, cambiaron por un instante de tema. Fue Cooan la que le ofreció.



-Te quedan aún muchas hojas por barrer, Rei-Chan. Deja que te ayudemos.

-No os preocupéis, no tardaré mucho.- Contestó la aludida haciéndose de nuevo con la escoba.-

-Entre las tres acabaremos antes aún.- Terció Bertie con todo el aire de una aseveración lógica e incuestionable.-



            Su amiga sonrió, de modo que, entre las tres se pusieron acabando en apenas una hora. Luego, en agradecimiento, la inquilina del Santuario las invitó a un té. Pudieron charlar un poco más.



-De modo que Hawái, ¿Eh? - Comentó Cooan retomando aquel tema para expresar con un suspiro.- Algún día me gustaría conocerlo.

-Sí, no estaría mal que fuésemos las cuatro.- Comentó su hermana agregando, eso sí, con un suspiro.- Aunque cualquier le propone eso a Petz.

-Sería el lugar ideal para una Luna de Miel. - Convino Rei.-



            Todas se ruborizaron un poco. Aunque fue Bertie la que pudo decir…



-Bueno, en cualquier ocasión sería un destino muy bonito para visitar. Quizás podamos ir juntas un día.

-Sería estupendo.- Convino su hermana mirando a la sacerdotisa.- Un viaje de grupo…

-¡Ojalá que nuestra madre y la abuela Kim estuvieran aquí!-  Suspiró Cooan, explicándole a su amiga.- A ellas les hubiera encantado ver el mar. Y conocer un paraje tan hermoso como Hawái, por ejemplo.

-Es verdad. La abuela Kimberly hablaba mucho de su madre, la dama Kurozuki.- Intervino Beruche.-

-¿La dama Kurozuki?- Inquirió Rei.-

-Era nuestra bisabuela, una de los pioneros que llegaron a Némesis, cuando el planeta se descubrió y se pobló, bueno, o se pueble en el futuro.- Matizó Cooan.- Desde niñas, nuestra abuela nos contaba como su madre , que era una magnífica pintora, no dejaba de pintar paisajes de la Tierra. Y algo que le encantaba plasmar en sus cuadros era el mar.

-En Némesis apenas sí teníamos algunos lagos pequeños. Nuestro padre, el conde de Ayakashi, y nuestra madre, Idina Kurozuki, trabajaron  muchísimo para poder tener uno. A nosotras nos parecía muy grande siendo niñas, aunque ahora, a la vista de las grandes extensiones de agua de este planeta, se nos antoja más un charquito.- Le contó Bertie.-

-Por eso sería maravilloso poder viajar a unas islas como esas, del archipiélago de las Hawái, y contemplar esa belleza.- Suspiró Cooan.-



            En ese momento alguien más llegó. Era Ami, llevaba unos cuantos libros bajo el brazo. Todas se alegraron mucho de verla, en especial Bertie. La guerrera Mercurio sonrió y comentó.



-No sabía que fuerais a venir. Quedé ayer con Rei en ayudarla a barrer un poco y estudiar después.

-¿Ibas a estudiar con Ami?- Quiso saber Cooan.-

-No, ¡ni en sueños! - Sonrió su interlocutora, aclarando.- Le iba a dejar la sala de meditación para que pudiera hacerlo ella tranquila.

-Los vecinos están de obras y arman muchísimo escándalo.- Suspiró la recién llegada que les explicó.- La biblioteca está cerrada por reformas de modo que le pedí a Rei ese favor.

-¿Y las demás?- Se interesó Beruche.-

-No hay quién las haga venir, en cuanto mencioné la palabra estudiar todas me dijeron que tenían que hacer algo. - Se sonrió Ami, haciendo que sus amigas se rieran a su vez.-

-Pues estaré encantada de estudiar contigo. Nosotras ya ayudamos a Rei a terminar de barrer las hojas. Y si tú y yo terminamos pronto podríamos echar una partidita…- Afirmó Beruche con visible ilusión.-



Su amiga convino en ello, entre tanto Cooan le comentó a Rei.



-Nosotras podemos charlar un rato mientras.



            Y así fue, en tanto su hermana y Ami se metían a estudiar, ella y su amiga quedaron departiendo en la entrada del santuario.



-Dime una cosa, Rei.- Le inquirió Cooan, ahora con más seriedad en el semblante.- Si no te parece una intromisión. ¿Qué es lo que sientes exactamente por Yuuichirou? Todavía recuerdo cuando luchamos y cómo te arriesgaste por salvarle. Debo admitir que incluso entonces, siendo maligna, me dejaste impresionada por aquello.



            Aunque su amiga bajó la cabeza y miró hacia el suelo, sus ojos parecían tristes y su interlocutora lo percibió…



-¿Qué te ocurre?- Inquirió la muchacha.- ¿Sucede algo malo?...

-No, no es eso. - Pudo responder Rei, casi musitando las palabras.- Realmente no lo sé. Ni yo misma estoy segura de lo que siento. Y lo que es más. No quiero aceptar un compromiso que me sea imposible de cumplir.

-No te entiendo.- Comentó su amiga observándola con extrañeza.- Si le quisieras no creo que eso fuese impedimento. Tú eres una mujer muy enérgica y cumplidora. Y con una determinación tal que si deseas algo no paras hasta lograrlo.



            Aunque la aludida no respondió enseguida. Tomó aire despacio y finalmente afirmó.



-Tú y tus hermanas mejor que nadie podéis comprenderlo. Vinisteis del futuro, Cooan.- Le recordó la sacerdotisa.- Sabéis de sobra lo que allí pasó…



            La interpelada la observaba sin comprender. Rei se dio cuenta de eso, y entonces la miró, esbozando una débil sonrisa para añadir.



-Soy una guerrera guardiana, una princesa planetaria. Tengo obligaciones de las que no puedo escapar.

-Pero ahora vives de modo normal. Eso se acabó.- Opuso Cooan, alegando.- Ese futuro ha cambiado.

-Querida amiga.- Repuso su contertulia.- Hay cosas de las que una no puede huir. Tarde o temprano tendré que afrontar mis deberes. Y no deseo dar falsas esperanzas a nadie…



            En esta ocasión fue Cooan la que bajó la cabeza y musitó entristecida.



-Lo siento Rei. Ojalá que pudieras ser feliz con alguien algún día.

-Yo ya soy feliz, tengo a las demás guerreras, estáis tus hermanas y tú, que también sois unas queridas amigas.

-Lo mismo digo.- La sonrió animosamente su interlocutora para afirmar con afecto.-Y si algún día llegara a casarme y tener hijos no querría a otra persona para amadrinarlos que no fueses tú. ¿Harías eso por mí?



            Eso hizo sonreír ampliamente a su amiga que contestó con emoción y felicidad.



-Para mí sería un gran honor. Y una gran alegría Cooan-chan. ..¡Ojalá que un día se haga realidad! Me alegraría muchísimo por ti.

-Bueno. Después del desengaño que sufrí…no tengo demasiadas expectativas por ahora.

-Todo llegará. Seguro que aún debes conocer al chico adecuado para ti.- Casi le profetizó su contertulia.-

-Espero que tengas razón.- Convino su interlocutora.-



Las dos se tomaron de las manos con expresiones dichosas. Aquello desde luego se le quedó grabado a Cooan. Ahora la llamada de su esposo la sacó de esos recuerdos.



-Me parece una buena idea. Será un viaje estupendo. ¿Verdad Connie? ¿Connie?- Insistió él pues la muchacha parecía estar pensando en otra cosa.-



            Al fin la aludida reaccionó, casi mirándole con expresión ida…



-Sí, será maravilloso. Lo pasaremos muy bien y tendremos muchas cosas que contar a la vuelta.- Sonrió llena de ilusión en cuanto se centró en las palabras de su esposo.-



El chico asintió. A él también le parecía una idea atractiva. Y así lo manifestó.



-Pues entonces vayamos, ya está decidido. Mañana mismo iré a por los billetes de avión.

-¿Tiene que ser en avión?- Le objetó Cooan algo preocupada, -  es que siempre me mareo.



            Su marido puso cara de circunstancias aunque enseguida logró componer una sonrisa.



-Bueno. Intentaré que nos den pasajes de barco, pero tardaremos más en llegar. - Advirtió el muchacho -

-Eso no me importa- sonrió ella remachando con un tono bastante insinuador. - Así podremos estar más tiempo los dos juntos en el camarote.



            Y para darle una muestra de lo que quería decir se abrazó a él, después ambos rodaron por el sofá. El resto del día pasó entre interesantes maniobras por ver quién quedaba encima del otro. A la mañana siguiente, los dos se dirigieron a la agencia de viajes más próxima, allí, una encantadora señorita les atendió. Quedaron en irse quince días a Hawái. Sin incluir el crucero.



-Eso será un mes aproximadamente de Luna de Miel.- Estimó Tom.-

-Volveremos a tiempo de incorporarnos a nuestros trabajos.- Comentó una animada Cooan.-

-Sí, y lo bueno es que, gracias a las ayudas del gobierno, nos lo podemos permitir.- Sonrió Tom.-

-Sí, han sido muy generosos.- Comentó Cooan.-

-Creo que lo merecemos, por todo lo que hicimos para salvar al mundo.- Afirmó su esposo.-

-Lo cierto es que hicimos todo eso porque era nuestro deber moral.- Declaró ella.- La verdad, ni yo ni mis hermanas esperábamos nada a cambio. Nuestra recompensa es haber sido capaces de comenzar una nueva vida.

-Claro, no me interpretes mal.- Se apresuró a decir Tom.-No es que yo pensase que iban a recompensarnos, pero me alegro de que haya sido así. Y según lo que nos contó Roy, esos federales cuentan con nosotros por si se produjera cualquier otra contingencia en el futuro que requiriese nuestra participación.

-Estaremos dispuestos a luchar por la justicia y proteger a los inocentes siempre. -Sentenció Coaan.- No hace falta que nos lo pida ningún gobierno.

-Pero, por ahora, vamos a disfrutar, que bien nos lo hemos ganado.- Sonrió su marido.-



            Así de vuelta a casa se les fue la tarde en preparar las maletas, se fueron a dormir pronto, pues el barco zarpaba a la mañana siguiente muy temprano. En sueños, a la mente de Cooan  volvía aquella conversación que mantuviera con Rei hacía ya tanto tiempo, sobre el viaje a Hawái de Yuuichirou por el aniversario de sus padres…



-En serio, Rei-chan. No creo que por conocer a sus padres hubiera ningún problema. Tienes que ser un poco más flexible contigo misma. Aunque al menos no te puso en ese compromiso.

-Verás.- Le decía su amiga casi en tono de confesión.- Lo cierto es que en realidad Yuuichirou sí que me propuso acompañarle. Pero le dije que no.



            Cooan la miró con la boca abierta, apenas sí pudo replicar.



-¡Pero Rei! Habría sido una bonita experiencia.

-Aparte de lo que te dije. Tengo muchas cosas que hacer en el santuario.- Opuso su interlocutora algo ruborizada ahora.-



            Aunque con la inquisitiva mirada de su amiga puesta sobre ella, la sacerdotisa enseguida suspiró encogiéndose de hombros y añadió.



-Tampoco quería darle una impresión equivocada. Eso de ir a la celebración de sus padres, estos podrían haber supuesto que, ya sabes…éramos otra cosa más que amigos…

-Ese chico te quiere mucho.- Declaró Cooan posando una mano sobre las de su amiga según le comentaba.- Ya te lo he dicho antes. Cuando luchamos y te ataqué recuerdo que no dudó ni un instante en interponerse entre mi “dark fire” y tú. Aquello fue lo primero que me hizo reflexionar. Realmente me sorprendió mucho, que alguien fuese capaz de hacer algo así por otra persona que, aparentemente le trataba tan mal.



            Ahora su amiga bajó de nuevo la vista, diríase que algo apenada. Cooan enseguida se apresuró a disculparse.



-Lo siento, no quise decir eso.

-Lo sé...no te preocupes. Y te debo una explicación. Si le trato así es por una buena razón. Como te dije antes no es tan fácil.- Replicó Rei a su vez.- Incluso sin hablar del futuro tú sabes perfectamente que ahora sigo teniendo obligaciones como guerrera, además de como sacerdotisa, y también quisiera labrarme un porvenir, quizás en el mundo de la canción. De momento no tengo tiempo para romances. Me gusta ser independiente y a Yuuichirou le considero como un buen amigo….nada más.

-¿Estás segura de eso?- Insistió su interlocutora.-

-Recuerdo una vez que el muy tonto hasta se quiso pelear con una de mis compañeras sailors porque en su identidad civil, vestía como un chico. ¡La tomó un pretendiente mío! - Sonrió ahora la sacerdotisa moviendo la cabeza.- Es un muchacho demasiado celoso.

-Comprendo…- Pudo decir Cooan que se daba cuenta de que ese tema era algo incómodo para su amiga, de modo que afirmó.- Pues ojalá que alguien me propusiera a mí algún día ir a Hawái.

-Bueno, ya lo ha propuesto tu hermana- le recordó su contertulia.-

-Me refiero a un chico apuesto y que me quiera de veras.- Le confesó ahora ella a su interlocutora.-

-No te preocupes. Estoy segura de que eso algún día ocurrirá.- Afirmó Rei.-

-¿De verdad lo crees? - Inquirió la joven visiblemente esperanzada.-

-Claro, no soy sacerdotisa y tengo el don de la videncia para nada, y tú eres muy bonita. No faltarán muchachos interesados por ti. - Se sonrió divertida Rei.-

-Tú sabes algo que no me cuentas.- Sospechó Cooan con otra sonrisita, añadiendo.- ¿Has visto algo en tus llamas sobre eso?..

-No puedo decirte nada.- Replicó su amiga haciéndose la misteriosa.-

-¿Cómo que no?- rio ahora Cooan abalanzándose sobre ella para tratar de hacerle cosquillas en tanto preguntaba nuevamente.- ¡Anda dímelo!… ¿Me has visto de viaje a Hawái con algún chico guapo?...

-¡Vas a tener que esperar a ver qué sucede! - Reía a su vez la aludida zafándose como podía de aquel amistoso ataque.-



            Las dos rodaron entre risas por el césped del Santuario, colocándose alternativamente la una sobre la otra. Al final se separaron quedando tumbadas cada una sobre la hierba y sin dejar de reír. Debieron de hacer tanto escándalo que hasta Ami y Bertie salieron del cuarto de estudio atraídas por el ruido. Dormida, la muchacha sonreía rememorando todos esos acontecimientos, ¡qué distintos eran de la anterior batalla a muerte que mantuvieron ambas!

-Mi querida, Rei-chan…mi amiga.- Musitaba sumida en ese mundo onírico.-



El despertador sonó a las seis de la mañana, arrancándola de ese recuerdo. Cooan abrió un ojo y bostezó. Estaba a punto de apagarlo cuando se percató de que tenían que marcharse de viaje. Se incorporó de un salto y despertó a Tom moviéndole de un hombro.



-¿Qué pasa? - murmuró el chico todavía entre sueños.-

-¡Vamos Tom!, tenemos que levantarnos, el barco zarpa a las nueve. -Le recordó su alarmada esposa. -



            Al oír esto el chico también se incorporó de un salto. Él y Cooan se levantaron y prepararon a toda prisa. Por fortuna tenían el equipaje hecho, sólo tuvieron que llamar un taxi y dirigirse al puerto. El viaje hasta allí duró dos horas, la tarifa no fue barata pero llegaron a tiempo. El barco zarparía en diez minutos, ambos embarcaron y ella suspiró aliviada.



-¡Creía que lo perderíamos!...

-Hubiese sido un viaje de novios muy corto. - Rio Tom,- pero ya estamos en marcha. Dejemos las maletas en el camarote y vayamos a tomar algo al restaurante....

-Sí, tengo hambre, ¡qué bien!, esto de no ir en avión es magnífico, así no me marearé.- Se alegró su esposa.-



            Así lo hicieron. Tras dejar su equipaje metido en el camarote se tomaron un ligero almuerzo, más tarde fueron a su camarote, era espacioso y bastante lujoso, estaba dotado de una amplia cama con sábanas azules que armonizaban con las paredes. Un baño incorporado provisto de ducha, grandes roperos de buena madera, una mesilla con televisión, un coqueto sofá de dos plazas y una gran ventana de ojo de buey al exterior para poder admirar las vistas. Cooan se asomó a curiosear y sólo pudo divisar una interminable extensión de agua.



-Estamos rodeados de mar por todas partes.- Le dijo a su marido que estaba colocando sus cosas en el armario.- Espero que esto no se hunda.

-¡Vamos Cooan!- Rio Tom,- menuda ocurrencia, ni que fuéramos en el Titanic. Anda, vamos a dar un paseo por la cubierta....



            La muchacha estuvo de acuerdo y tras colocar sus cosas en orden y vestidos de corto, aunque con una chaqueta por encima de los hombros, pues comenzaba a atardecer y refrescaba, salieron a cubierta. Había bastante gente y numerosas parejas que también paseaban de la mano como ellos.



-Fíjate.- Le dijo Tom en tono confidencial. - Debe de haber muchos matrimonios jóvenes como nosotros.

-No me extraña, es tan romántico ir en barco. - Afirmó ella agarrándose ahora a un brazo de su marido. -



            Recorrieron el buque de proa a popa, allí se fijaron en la gran piscina. Cerca de ella  se disponía una larga hilera de tumbonas con sus sombrillas.



-Mañana vendremos a darnos un baño,- propuso Cooan. - No creí que en un barco cupiese una piscina tan grande.

-Es un transatlántico, - explicó el muchacho. - Al menos tiene trescientos metros de eslora y muchas cubiertas de altura. Cabe perfectamente una piscina olímpica, aunque ésta sea la mitad aproximadamente...

-Deberíamos volver al camarote, está anocheciendo y dentro de una hora el capitán da la cena de bienvenida.- Recordó la joven, - tenemos que cambiarnos.

-Tienes razón, - convino él, deseoso de tomar algo – volvamos.

            Tomados de la mano volvieron a su camarote y se arreglaron para la cena. Cooan con un espléndido traje de noche violeta a tono con sus ojos y una flor blanca prendida en el pelo y Tom con un smoking muy elegante.



-¡Cómo te pareces ahora a Tuxedo Kamen!- Sonrió la chica mirando a su esposo con detenimiento, para añadir. - Si llevases un antifaz y un ramo de rosas le darías el pego incluso a Usagi-chan. ¡Ja, ja!

-Pues tú no te pareces a ninguna otra. No la hay tan bonita como tú. ¡Estás preciosa con ese vestido! - Se admiró él, haciendo sonrojar de paso a la muchacha. -



Y sin dedicar más comentarios a sus atuendos salieron del camarote cerrando la puerta. Al cabo de recorrer los pasillos y algunas cubiertas llegaron al comedor del barco y ocuparon su mesa. Al principio de la cena el capitán se dirigió a los pasajeros expresándoles su deseo de que tuvieran una travesía agradable y comentándoles las diversas escalas que realizarían por las islas de Hawái, la propia isla grande, Maui, Kauai, Malokai y Lanai  con destino final en Oahu, donde atracarían en la ciudad de Honolulu, la capital del Estado. Después, la cena transcurrió entre actuaciones de humoristas, magos y canciones que les entretuvieron mucho a ambos. Luego un baile, la pareja danzó hasta bien entrada la madrugada, despertando la admiración de muchos pasajeros por su estilo y después, muy cansados pero contentos de la velada, se fueron a dormir. Al día siguiente los deseos de Cooan de ir a la piscina se frustraron a causa de una tempestad. Para desgracia suya el barco se movía tanto o más que un avión y eso le produjo un fuerte mareo. La pobre tuvo que estar en la cama durante todo el día mientras Tom se preocupaba de cuidarla...



-¿Estás mejor, cariño?-  se interesaba solícitamente él mientras le ponía una compresa fría en la cabeza.-

-Ay, sí, un poco mejor.- Susurró la joven para lamentarse de seguido. - ¡Qué mala suerte!  Y yo que creí que en un barco tan grande no me podría marear...

-Lo tuyo tampoco es la navegación - sonrió su esposo preguntando, eso sí, con curiosidad. - Dime una cosa, ¿cuándo estabas en tu nave espacial de la Luna Negra acaso no te mareabas?

-No, - negó la chica, explicando. – Entonces, aparte de mis poderes, la nave no se movía de esta forma. Lo que siento es que mañana voy a estar hecha unos zorros, se va a terminar la travesía y yo voy a estar en la cama...- dijo apenada. -

-No te preocupes, cariño - respondió Tom tomándola de una mano para prometer. - Yo estaré aquí contigo. Y seguro que te pondrás bien en cuanto esta tormenta se calme, ya no debe de quedarle mucho...



            Pero la naturaleza parecía tener otros planes. De hecho cuando el muchacho miró a través de su ojo de buey el panorama daba miedo, la mar estaba picada y llovía intensamente. Menos mal que ese barco era enorme y seguramente esta tormenta no sería nada para él. Bueno, al menos eso es lo que el chico esperaba. Sería mejor no decirle nada a su mujer, sólo eso la faltaba a la pobre. Al fin y tras unas horas la atribulada joven se durmió. Tom para no molestarla se acostó en el sofá. Al día siguiente se cumplieron los deseos de ambos, las cosas parecían haber mejorado bastante. La tormenta había cesado y un cielo azul como las aguas y sin rastro de nubes, les recibió al despertarse.



-Buenos días, cariño. - Saludó Cooan despertando a su marido que dormía encogido en el sofá arropado con una simple sábana. -

-Dime - susurró él abriendo los ojos e interesándose por ella. - ¿Ya estás mejor?...

- Sí, estoy como nueva, siento que hayas tenido que pasar tan mala noche por mi culpa...

-No te preocupes, lo importante es que estés bien. -  Afirmó él que levantó del sofá y se estiró, proponiendo con desenfado. -  Vamos a desayunar.

-Sí, quiero bajar a una de las islas…-Afirmó ella con entusiasmo casi infantil.-



            Cooan se dio una ducha para terminar de despejarse. Ahora estaba perfectamente, el barco no se movía y eso era lo que más le importaba. Se vistió  y junto con Tom fue al comedor. Una vez desayunados se prepararon para desembarcar en una de las escalas que el barco hizo en las islas cercanas al archipiélago de Hawái. Tom, tras ojear un librito que habla sobre aquel archipiélago, le comentó a su esposa.



-¿Sabías que las islas son simplemente los picos que sobresalen del mar de una gran cadena montañosa?

-¿Si? ¿Cómo es eso posible?- Quiso saber ella con cara de sorpresa.-

-Verás. Aquí pone que antes eran conocidas como las islas Sándwich. Y que son parte de la cadena montañosa llamada Hawái-emperador. Todo el archipiélago toma el nombre de la isla más grande, Hawái.

-Es muy interesante.- Valoró Cooan, añadiendo divertida.- A mi hermana Bertie le encantan esta clase de cosas. Me dijo que iba a tratar de aprender todo lo posible sobre Europa en su viaje de novios.

-Sí, seguramente. - Se rio Tom afirmando casi como si pudiera verlo.- Y mientras tanto  apuesto cualquier cosa a que Roy tratará de averiguar dónde se puede comer bien y divertirse un poco. ¡Ja, ja!…



            Su mujer rio también. Podía imaginarse fácilmente a la pareja de su hermana haciendo exactamente eso. Entre tanto Tom le comentaba.



-Vamos a desembarcar en Kauai. Que es la más antigua de las islas. Aquí dice que es un lugar muy húmedo. Iremos a la ciudad de Lihue.



Y así fue. Compraron algunos recuerdos, se hicieron unas fotos y volvieron al barco, éste zarpó dirigiéndose por fin hacia su destino final. Hilo, en la isla grande. Atardecía y ambos contemplaban la puesta de sol sobre la mar en calma. Tom dijo algo pensativo y con tintes de broma.



-Nos estamos acercando a la zona del Triángulo de las Bermudas, espero que no vayamos a desaparecer.

-Desde luego ¡cómo eres! - Le reprobó Cooan con una sonrisa - ¿Es que quieres meterme miedo?...

-¡Claro! - repuso él entre divertido y pícaro para desvelar.- Así te abrazarás a mí...

-Para eso no hace falta que me asustes.- Le susurró Cooan que efectivamente se abrazó a su marido dándole un ligero beso.- Con que seas cariñoso me basta.

-Bueno, de todos modos no tienes que preocuparte.- Sonrió él comentando.-  Ese triángulo no está por aquí. Aunque de todas formas, siempre he tenido curiosidad por estas cosas, desde que era pequeño y escuchaba historias de aviones desaparecidos durante la Segunda Guerra Mundial. - Le confesó él ahora de forma seria.-

-Algo he oído yo también. - Admitió ella recordando algún programa de televisión para decir. - Es extraño que las guerreras no se hayan ocupado de este tema...

-¡Ja, ja!- Tom se rio con ganas dejando a su esposa algo sorprendida para añadir con humor - son sólo historias Cooan, ¡es una broma!...si las guerreras tuviesen que ocuparse de todas las leyendas que se cuentan, las pobres no tendrían ni un minuto libre.

- Tal vez sí. Pero la experiencia me ha enseñado.- Respondió la aludida en un tono más serio de lo que el muchacho se habría imaginado - que nunca se deben ignorar las historias que se cuentan. Siempre hay algo de verdad...

-Claro que la hay- contestó Tom de forma condescendiente según explicaba. - El polo magnético de la Tierra y algunos fenómenos climáticos. Eso es lo que provoca algunos accidentes y le da mala fama a estos lugares. Pero, no te preocupes. Este barco y otros muchos pasan frecuentemente por aquí y nunca les ha sucedido nada extraño. Bueno, al menos espero que no haya ningún Tsunami.

-¿Tsunamis?- Se sobresaltó la joven al escuchar aquello.-

-Leí que la ciudad de Hilo ha sufrido algunos terribles en los últimos cincuenta años.- La informó Tom.-

-Y me lo dices ahora.- Suspiró la muchacha sonriendo en tanto movía la cabeza para agregar en lo que parecía un reproche.- Casi creo que tienes ganas de que pase alguna cosa extraña para divertirte en nuestra Luna de Miel.

-No digas eso, cariño. Simplemente era un comentario. - Se apresuró a replicar Tom, afirmando.- A tu lado no necesito ninguna otra emoción.

-Ya va haciendo frio. - Cambió de tema la chica mientras se arrebujaba en una ligera chaqueta que llevaba sobre los hombros - podríamos entrar.

-Sí,- convino Tom sujetándola  por la cintura.- Vamos, no sea que nos abduzcan aquí fuera, o venga una ola. ¡Ja, ja!...



            Cooan le sostuvo la mirada con expresión seria  y cuando el muchacho pensó que quizás había metido la pata de algún modo y ella se había ofendido, la joven no pudo aguantar y se rio divertida. También sabía tomarle el pelo cuando se lo proponía.



-¡Te pillé! - Exclamó divertida.-

-¡Vaya susto me habías dado! – Suspiró él.-

-Pues que no se te olvide. Que puedo ser temible a veces.- Sonrió ella pasando sus manos tras el cuello de su esposo y atrayéndole hacia si hasta poder besarle.-

-Sí…tienes mucho carácter cuando te enfadas. Ja, ja…-Convino el chico.-



De esta forma los dos entraron al camarote esperando la hora de la cena de despedida y la llegada a la isla grande al día siguiente. Vestidos con elegantes trajes ella esta vez un vestido corto de color azafrán y él un traje de chaqueta y corbata, entraron en el comedor. Allí, todos los pasajeros estaban congregados para cenar. Tras escuchar el mensaje del capitán en el que les deseaba que hubiesen disfrutado con el viaje comenzó la cena y una fiesta que se prolongó hasta tarde. Tom y Cooan  bailaron y se divirtieron hasta caer rendidos, de vuelta a su camarote, sin energías para más, se acostaron y enseguida se durmieron profundamente. La muchacha soñaba con algunos de sus recuerdos. Su infancia en Némesis, junto a sus padres. A su madre, Idina, que parecía hablarle…Cooan podía verla sentada en aquella especie de mecedora que tenía en su dormitorio.



-Mamá.- Le preguntó con incredulidad.- ¿Cuándo has venido?...

-Siempre estoy contigo hija mía.- Le sonrió tiernamente ella, añadiendo.- Igual que junto a tus otras hermanas.

-Quisiera que pudiésemos estar juntos toda la familia, contigo y con papá.- Deseó la muchacha.-

-Ahora tienes otra vida, mi niña. Una que te auguro será venturosa. Debes seguir adelante. – La animó su madre para ensombrecer su semblante al agregar.- Pero nunca olvides que la amenaza del mal está presente. No te descuides. Las fuerzas diabólicas siempre ansían recobrar lo que una vez les perteneciera.

-¿Qué quieres decir?- Quiso saber su interlocutora.-

-Debes tener mucho cuidado, mi amor.- Susurró su madre.- Po ti y por la persona a la que amas.



            De repente ya no estaba allí. Ahora Cooan se encontró dentro del comedor de la casa de los padres de Tom. Oyó la voz de Sarah, la madre de su esposo, llamarla.



-¿Constance? ¿Eres tú?...

-Señora Rodney.- Pudo replicar la chica.- Sí, soy yo…



            Allí estaba esa mujer, con su pelo moreno algo encanecido ya y su sonrisa, que marcaba levemente unas arrugas en su rostro de edad próxima a la sesentena. Asintió. Se dio cuenta de que la había llamado por aquel nombre que no era el suyo, pero como esa mujer siempre decía, el auténtico de Cooan le sonaba muy extraño, y hechos todos a llamarla Connie, la madre de su esposo no podía evitar utilizar la versión formal de aquel cariñoso apelativo. Siempre decía que Constance era un auténtico nombre cristiano. Y que describía muy bien además el carácter de su nuera. Una chica constante y trabajadora a la hora de alcanzar sus metas. Aunque ahora se limitó a preguntar a la muchacha.



-¿Te he asustado, hija?...

-No, solamente estaba pensando, recordaba a mi madre.- Le confesó sin saber bien por qué.-

-Comprendo.- Afirmó Sarah que le hizo una indicación a la muchacha para que se sentase junto a ella en el sofá del salón al tiempo que le decía con pesar..- Debió de ser muy duro para ti perder a tus padres siendo tan pequeña.

-Sí,- admitió su contertulia que declaró de manera sentida.- Todavía les echo mucho de menos. Sobre todo a mi madre. Y ahora que soy tan feliz, estando con Tom y formando parte de su familia, a veces creo que pueda perderle y esa sensación me aterra. No quiero estar sola.



            La señora Rodney la observó con simpatía y tras posar una mano sobre las de la chica le aseguró con tono maternal.



-No temas por eso, querida. Mi hijo te ama tanto como tú a él. Nada podrá romper ese lazo. Incluso en los momentos más duros o con las pruebas más terribles, prevalecerá. Confía en ello.



            Cooan asintió con una sonrisa. Esa mujer era muy agradable y la apreciaba de veras.



-Muchas gracias.-Pudo replicar, aunque de pronto se encontró diciendo eso en medio de un espacio vacío.- ¿Eh? ¿Dónde estoy?...

-Querida Kermesite.- Escuchó una conocida voz a sus espaldas.-



            Un escalofrío recorrió su espalda, se giró con rapidez para exclamar.



-¡Ru! Rubeus… ¿Eres tú?...

-Quién iba a ser sino.- Se sonrió pícaramente él.- Te estaba esperando, linda Kermesite…

-A, ¿a mí?...

-Claro ¿A quién iba yo a esperar?- Replicó aquel tipo sujetándola de ambos brazos y atrayéndola hacia él.-

-No, no… esto no está bien.- Pudo decir ella visiblemente envarada.-

-¿Qué no está bien?- Repuso su interlocutor mirándola sorprendido.- ¿El qué?... ¿Acaso ya no me quieres?



            La chica logró zafarse de ese abrazo a duras penas y le miró moviendo la cabeza…



-Esto no está sucediendo.

-¿Te encuentras bien?- Quiso saber su comandante observándola con extrañeza para añadir.- Iba a encomendarte una misión, pero puedo pedírselo a otra de tus hermanas….

-¿Qué clase de misión?- Inquirió la joven.-

-¿Acaso no lo sabes? Ir al santuario Hikawa a matar a la chica.



            Su interlocutora abrió la boca con horror, negó con la cabeza aunque en ese preciso instante se percató de que estaba dentro de esa nave en la que viniera desde el futuro. Al verse reflejada en uno de los espejos soltó una exclamación. ¡Vestía su antiguo uniforme!



-No, no puedo hacer eso.- Pudo contestar a duras penas, agregando con tono entre implorante y asustado.- Ya no soy así…

-¿Así como?- Preguntó Rubeus que seguía mirándola entre sorprendido y contrariado para exclamar a su vez.- ¿Se puede saber qué te pasa? Hermanas…venid aquí.- Ordenó tajantemente.-



            La muchacha suspiró aliviada. Sus hermanas vendrían y la ayudarían a escapar de aquello. Enseguida las otras tres atravesaron sus respectivos espejos. Cada una llevando su uniforme de faena. Fue Petz la que intervino para querer saber.



-¿Sucede algo amo Rubeus?

-¿Le has llamado amo?- Terció Cooan con sorpresa.-

-Claro, Kermesite. ¿Cómo le iba a llamar nuestra hermana sino?- Replicó Bertie observándola con incredulidad.-

-Vuestra hermana se encuentra mal. No actúa como de costumbre en ella.- Les contó su jefe.-

-Vaya, ¡cuánto lo siento! – Declaró Calaverite con su tinte de sorna y sarcasmo habituales.- ¿Estás enferma querida hermanita?...

-No, no…yo… no sé lo que sucede, pero esto no está bien. Vosotras no deberíais estar aquí. Yo no debería estar aquí.- Apenas sí balbuceó.-



            Petzite miró a su hermana con una mezcla de asombro e inquietud. Luego dirigió la mirada a Calaverite que se encogió de hombros. Tras unos instantes, la mayor de las hermanas le comentó a Rubeus.



-Nosotras nos ocuparemos de esto, amo…

-Espero que no sea algo de familia.- Le dijo éste, afirmando no sin cierto tono de preocupación.- Y que no le pase igual que a vuestra madre.

-¿Nuestra madre?- Terció Beruche con gesto atónito.- Ella no estaba bien.- Agregó con pesar.- Creo que perder a nuestro padre y que nos fuéramos a la corte terminó de volverla loca.

-Sí, no era un secreto que papá la engañaba con la duquesa Turmalina.- Declaró Calaverite con fría indiferencia.-

-¿Pero cómo puedes decir eso?- Le preguntó la horrorizada Cooan.-

-Pobre Kermesite.- Dijo Petz con tono algo meloso y compasivo.- No temas hermanita, nos ocuparemos de ti. El amo Hombre Sabio te curará…



            Eso hizo estremecer de horror a la aludida que ahora negaba vigorosamente con la cabeza a la par que gritaba.



-¡No! El Sabio no. Él es el culpable de todo… ¡Tenéis que creerme! Bertie, Kalie, Petz…Hay que avisar a las chicas…

-¿Qué chicas?- Se sorprendió Calaverite que ahora la miraba no sin preocupación.-

-¿Qué le pasa?- Quiso saber Bertierite con gesto atónito.-

-Ha enloquecido.- Suspiró Petz.- Debe de ser cosa hereditaria. Nuestra pobre madre terminó muy mal. Nuestra abuela Kim tampoco estaba muy bien cuando envejeció. E incluso la bisabuela Kurozuki…ella vino de otro mundo con el bisabuelo Crimson, y no llegó a vivir mucho…

-La energía oscura de nuestro planeta Némesis entonces era muy dañina, pero gracias a los avances de la ciencia y al Amo Hombre Sabio eso se solucionó.- Comentó Bertierite.-

-Desgraciadamente parece que nuestra pobre hermana pequeña ha heredado algunos trastornos.- Comentó Calaverite.- Es una pena.

-Ocupaos de ella. Tenemos una misión por cumplir.- Sentenció Rubeus de forma desabrida, saliendo a través de su espejo.-



            Tras la marcha de su jefe hubo un espeso e incómodo silencio. Cooan observaba a  sus tres hermanas con gesto entre incrédulo y atemorizado.



-No, esto… no pude estar sucediendo. Se acabó…-Apenas pudo balbucear.-

-Vamos, te hará bien descansar un poco.- Le dijo Petz a la asustada muchacha.-

-No lo comprendéis. Nosotras ya pasamos por esto y salimos de ello.- Replicó la muchacha.-

-Lo que no comprendo es lo que estás diciendo.- Le contestó Bertierite, que usando un tono más frio, y habitual en ella al menos en su época de Ayakashi añadió.- Debes calmarte, solo queremos ayudarte.

-Dejamos esta vida. Yo estoy casada con Tom, tú con Roy, nos hemos ido de viaje de novios.- Le explicó a su hermana dejándola tan asombrada como a las otras dos.-

-¿Roy? ¿Quién es ese Roy?- Pudo preguntar Bertie visiblemente confusa para añadir con cierto tinte de malestar.- Si es una broma no tiene gracia.

-¡Ja,ja,ja! Bertierite casada con un hombre.- Exclamó Calaverite sin poder vitar reirse para agregar irónicamente.- Con lo mucho que le interesan.

-Mi vida privada no es de vuestra incumbencia.- Se molestó la aludida.- Mejor preocuparos de que nuestra hermana menor tenga esas alucionaciones.

-No, no son alucinaciones, Bertie... ¿Es que no lo recuerdas?- Le imploró la interpelada.-

-Estás trastornada, Kermesite.- Concluyó Calaverite ya con tono más serio.- Será mejor que te metas en tu habitación y nos dejes la misión a nosotras.

-¡No! - Se opuso ésta afirmando.-No podéis hacerle daño a esa niña.

-No te preocupes, si eso es tan importante para ti, no le haremos daño. La mataremos de forma rápida.- Se sonrió sarcásticamente Bertierite para horror de su hermana menor.- Te aseguro que no sufrirá…mucho.

 -Pero eso está mal. –Opuso la angustiada joven a la par que agregaba.- Y además están las guerreras.

-En eso tienes toda la razón.- Terció Calaverite.- No podemos hacerlo…



            Cooan la miró esperanzada. Quizás su hermana había empezado a darse cuenta.



-¡Cuánto me alegra que estés otra vez con nosotras! - Exclamó abrazándose a ella.-



            Aunque el objeto de esa espontánea muestra de afecto la apartó mirándola con estupor. Lo mismo que hacían las otras. Al fin Calaverite añadió dejándola helada.



-Iba a decir que primero tendremos que deshacernos de ellas. Habrá que trazar un buen plan. No quiero volver a fracasar por vuestra culpa.

-¿Cómo que por nuestra culpa?- La recriminó Petz echándola en cara a su vez.- Me gustaría ver cuando has hecho tú algo por tu cuenta.

-No discutáis.- Les pidió Bertie tratando de mediar.-

-Esto es una locura. ¿Es que no o veis?- Exclamó Cooan atrayendo de nuevo la atención del resto.- Las guerreras son nuestras amigas. Ellas nos salvaron…



            Eso hizo que sus otras hermanas dejasen de discutir y la observaran con creciente inquietud.



-¡Se ha vuelto completamente loca!.- Valoró Petzite.-

-O eso o la han influenciado. Creo que intentaron lo mismo con nuestro príncipe Diamante cuando fue de viaje a la Tierra.- Comentó Bertierite.-

-Es cierto. Nuestro propio padre fue y por lo que se rumoreaba en la Corte, papá fue testigo de cosas muy extrañas allí.- Convino Calaverite.-

-Eres un peligro, Kermesite.- Sentenció Petz ordenando a sus hermanas.- Chicas, ayúdame a meterla en su cuarto.  A ver si logramos que recobre la cordura.



            Y pese a sus ruegos y sus forcejeos sus otras hermanas la agarraron metiéndola en su estancia. Una vez allí salieron dejándola sola. Cooan quería salir pero no veía ahora ningún lugar por el que escapar. Entonces una alta y negra figura, cubierta por un sayal apareció flotando ante ella. Estremecida de espanto apenas pudo musitar.



-Sabio…

-Tienes una misión muy importante que cumplir.- Replicó el interpelado con tono grave y profundo.-

-No, no lo haré, ¿me oyes? No mataré a Chibiusa…- Exclamó ella rebelándose.- Liberaré a mis hermanas de tu control.



            Su contertulio no dijo nada, sencillamente abrió un gran libro de color burdeos que portaba bajo su brazo derecho. Y finalmente declaró con enigmático tono.



-No soy quién tú crees. Pero te lo advierto. El mal sigue dentro de ti, en realidad todos llevamos algo en nuestro interior. Cuida de que no te domine.





            Y mostró una imagen a la espantada muchacha. Justo en un espejo de la habitación. Cooan pudo ver a Tom durmiendo en la cama de su camarote. Ella misma se observó, dormida a su lado. Entonces su otro yo se despertó. Al menos abrió los ojos, pero estos brillaban de un tono rojizo. Su semblante esta deformado por una sádica mueca y se irguió de la cama. Miraba a su esposo allí tendido e indefenso y levantando una de sus manos hizo que las uñas de la misma crecieran para adoptar forma de terribles garras. Con un rictus de locura y una carcajada se dispuso a clavarlas en la garganta de su indefensa víctima.



-¡No, Tom! - Chilló Cooan al ver eso.-



            Sin pensar se abalanzó hacia ese espejo para tratar de impedir aquello. Ahora jadeó con un largo suspiro incorporándose de la cama. Le tomó unos instantes centrarse en dónde estaba. Acostada en esa habitación, en el camarote del barco. Junto a ella su marido dormía al parecer ajeno a todo aquello, pero afortunadamente indemne. Tras respirar de forma agitada la chica tomó aire de forma lenta y profunda para calmarse. Todavía no había amanecido. Una vez estuvo más tranquila sonrió observando a Tom. El chico respiraba de forma acompasada y suave en medio de su sueño. Ella le acarició la barbilla y la mejilla derecha. Luego mesó sus cabellos y terminó por darle un amoroso beso en la frente.



-Menos mal que solo fue una pesadilla.- Se dijo aliviada.- Mi amor, no podría soportar que algo malo te pasara, y menos ser yo la culpable de ello.



            Tras unos momentos para recomponer su ánimo se tumbó nuevamente abrazándose a él. Al fin se durmió. Olvidando aquel mal sueño. A la mañana siguiente los dos despertaron cuando el barco ya había anclado. Tras desperezarse admiraron la bella vista del puerto natural en el que estaban. Sin pérdida de tiempo hicieron su equipaje y desembarcaron.



-¡Ya estamos en Hawái, propiamente dicho! - Exclamó él, para contento de su pareja.-



            La muchacha se sentía algo atontada. Recordaba vagamente haber tenido una pesadilla pero no podía aclararse en su mente. Es más, no se acordaba de nada en concreto. Suspiró dejándolo estar. No era momento para preocuparse por eso. Sobre todo cuando veía la alegría que llenaba a su marido, entonces sonrió.



-Sí,- dijo con jovialidad ella.- Al fin hemos llegado…Tengo muchas ganas de disfrutar de este lugar.



Tom asintió. Él se había encargado de reservar uno de los bungalows pertenecientes a un hotel. Tras llevar hasta allí su equipaje y darle una buena propina al botones ambos ordenaron sus cosas. El bungalow se dividía en amplias estancias. Una cocina moderna, un baño con unos bellos azulejos de color verdemar y una gran bañera para dos dotada de yacusi. El comedor tenía unas excelentes vistas desde donde se podía disfrutar de una inmejorable perspectiva de la blanca y arenosa costa. ¡Y hasta un piano!



-¿Cómo es posible?- Inquirió la perpleja Cooan.-

-Ya ves, tendrán gustos musicales aquí.- Se sonrió el chico.-



 Esa estancia se comunicaba además con una gran terraza por medio de una ancha puerta de caña. Y por fin, el dormitorio, que era con mucho la mejor habitación. Presidiéndola, una gran cama con forma de corazón, dos mesitas de noche y un larguísimo armario empotrado. Todo hecho a la manera nativa, con ramas de juncos entrelazados que, pese a parecer frágil, tenían una gran resistencia. Cooan se maravilló de la magnífica vista que ofrecía también esa habitación. A través de una gran ventana y una puerta que comunicaba con la gran terraza en el exterior. Una vez deshecho el equipaje y más cómodos Tom le pidió a su esposa pasear por la playa, ella aceptó con mucho gusto. Al salir, él le hizo una indicación al mozo que se encargaba de atender a los turistas. Era una señal convenida con anterioridad. Tom tomando del brazo a su mujer se dirigió hacia la costa, quedaba poco tiempo para que se pusiera el sol. Ambos,  de la mano, pasearon sin prisa por aquella interminable playa desierta, con la única compañía de algún surfista en la lejanía.



-¿No te parece algo precioso?- Inquirió retóricamente Cooan evidentemente entusiasmada. - ¡El sol, el mar, todo para nosotros!

-Sí, cariño.- Respondió Tom con una amplia sonrisa, afirmando -, parece que estuviésemos en el principio de los tiempos. ¡Espero que no salga un monstruo prehistórico del agua! - Se rio. -



            Cooan le miró algo molesta de que hubiese roto el maravilloso hechizo que ese momento la había inspirado, pero enseguida se le pasó y rio también abrazándose a él.



-¡Eres un tonto!, cada vez te pareces más a Roy.

-¡Eh! - protestó Tom mientras se reía. - No te pases - dicho lo cual agarró a su mujer por la cintura y la levantó en vilo girando con ella mientras pataleaba. -

-¡Suéltame tonto!- reía la muchacha alocadamente -...



            Su marido la soltó y ella le salpicó con el agua marina que lamía la costa, después corrió perseguida por él que no tardó demasiado en alcanzarla. El chico la derribó con suavidad en la arena y ambos rodaron abrazados, besándose entre el agua espumosa. Cuando terminaron él le comentó, también con tono divertido.



-Otra cosa en la que no habíamos pensado.  Ya te lo dije en el barco. ¿Sabías que a Hawái se le llama la capital mundial de los tsunamis?

-Cariño- sonrió su interlocutora mirándole también con ganas de bromear.- Vengo de Japón. De otras cosas podrás darme lecciones, pero de tsunamis precisamente, no, ¡ja, ja!…De hecho, es una palabra japonesa. La ola gigante que rompe en el puerto. -Le tradujo.-

-Tocado.- Admitió él que entonces se puso en pie para comentar según observaban a algunos tipos con sus tablas de surf.- Creo que ésta es la costa de Kona. En el folleto se aconseja visitar el pueblo de Kailua. Tiene edificios y zonas históricas muy interesantes.

-¡Ya hablas como mi hermana Bertie! Va con la guía de viajes a todas partes. - Se rio su interlocutora asintiendo para añadir jovial.- Claro. Mañana podríamos ir. Aunque ahora se hace tarde.

-Bueno, quizás nos vendría bien volver para cenar. ¿No lo crees?- La propuso el chico.-



La joven asintió con visibles deseos de ello. Desde luego, tanto juguetear y la emoción del viaje le había dado hambre.  Sin esperar ni un segundo más su solícito marido la levantó en brazos y la llevó de vuelta al bungalow. Una vez en la entrada, Tom dijo con fingida solemnidad.



-Señora Rodney, ¿me haría el honor de dejarse conducir dentro?....-  ella asintió divertida y el chico cruzó el umbral con Cooan en brazos y la dejó en la cama. -



            La muchacha vio sobre una mesa situada en el centro del dormitorio unas copas con platos y dos velas dispuestas para iluminar una exquisita cena. Cerca de la cama observó también un biombo sobre el que había una falda de caña y una guirnalda de flores que formaba un collar, el típico de esas islas.



- ¿Quieres que cenemos ya, cariño? - Propuso Tom -.

-Pero antes veamos esa bella puesta de sol.- Le pidió su contertulia. -



            Él convino en ello con un leve asentimiento. Tras estar contemplando el atardecer sobre el horizonte, en las bellas aguas que bañaban la costa, Cooan se tumbó sobre la cama mirando hacia el techo, estaba completamente feliz. En ese momento, deseaba que el tiempo no transcurriese. Tom la dejó por unos instantes sabiendo que la chica se sentía pletórica. Entonces le pidió de nuevo que se levantase y le acompañase a cenar.



-Vamos cariño, te prometo que te gustará.- Aseguró él dándole un suave beso en la frente.-



            Su esposa le sonrió y se levantó, ambos cenaron y así fue, todo estaba delicioso. Después él puso tocó algo de música sentándose al piano, y como no, le dedicó una canción que ella escuchó sonriente y apoyándose sobre ese instrumento junto a él.



Solo soy un hombre con su único par de ojos
Me visto con ropa normal y no trato de disfrazarme
Estoy buscando amor, sin embargo, puede parecer
Nunca regreso en el equipo siempre ganador


Tal vez debería tratar de vivir solo

(Quizás debería intentarlo)
O elevar la bandera de la misericordia a lo desconocido
Tal vez debería correr y esconderme

(Quizás debería correr)
Hasta otro día


Otra grieta en mi corazón
Otra foto en la pared
Otra forma de pasar una tarde
Cuando no hay nadie allí
Otro beso para despedirme

Otra cruz sobre un gráfico
Otra maleta en la puerta
Otra grieta en mi corazón
En mi corazón

Huhuhumm



Y tocando una vez más un rápido solo de piano, prosiguió…

Tuve mis derrames y emociones de amor
Y lo sostuve en mi mano
Me agarré fuerte hasta que se rompió
Y me caí al suelo


El amor no puede estar de mi lado
Es más claro  cada día
Que cada vez que busco el amor
Siempre se escapa


Tal vez debería tratar de vivir solo
O elevar la bandera de la misericordia a lo desconocido
Tal vez debería correr y esconderme
Hasta otro día


Otra grieta en mi corazón
Otra foto en la pared
Otra forma de pasar una tarde
Cuando no hay nadie allí
Otro beso para despedirme
Otra cruz sobre un gráfico
Otra maleta en la puerta
Otra grieta en mi corazón
En mi corazón



Otra grieta en mi corazón
Otra foto en la pared
Otra forma de pasar una tarde
Cuando no hay nadie allí
Otro beso para despedirme

Otra cruz sobre un gráfico
Otra maleta en la puerta
Otra grieta en mi corazón
En mi corazón



Otra grieta en mi corazón



(Take That. Another crack in my heart. Crédito a los artistas)



Y cuando esa canción estaba concluyendo ella se dirigió tras el biombo, se quitó su bañador y se puso la falda y el collar. Sólo con esto tapando su cuerpo salió del biombo y se acercó bailando a la manera de las Hawaianas a Tom. Cooan se sentó sobre sus rodillas y ambos se besaron, luego él le quitó su pintoresco atuendo y ambos se tumbaron en la cama. El chico se despojó a su vez de la ropa. Al fin, una vez terminaron, ella le confesó a su esposo con una amplia y deslumbrante sonrisa.



-¡Soy tan feliz ahora que no desearía que pasase el tiempo!...

-Te comprendo muy bien, - respondió él mientras la acariciaba -...todo lo que hemos pasado parece ahora tan lejano. Pero hay que seguir adelante, seguro que la vida nos reserva aún muchas cosas estupendas...

-Tienes razón. - Admitió Cooan - cuando volvamos tenemos nuestro trabajo y con el tiempo, quien sabe, puede que un montón de niños.

-¡Bueno!,- rio él - en ese aspecto estamos ya trabajando mucho, ¿no crees? – Su interlocutora convino en eso, ¡desde luego que lo hacían! y también se rio. -



            La fresca noche ya se había echado encima, decidieron tratar de dormir para comenzar a conocer la isla al día siguiente. Cuando amaneció los tibios rayos del sol les despertaron enseguida. Ambos se levantaron renovados, sin ninguna pereza, se lavaron y salieron a desayunar a una cercana cantina. Pidieron un abundante desayuno a base de leche, cocos y otras frutas tropicales acompañado de tostadas y el famoso “loco moco”.



-¡Esto es muchísimo! – Exclamó la muchacha.-



            Observaba ese exótico plato de arroz, con carne de hamburguesa, de cerdo y un huevo frito encima, entre otros alimentos.



-Es un plato muy típico de aquí.- Le informó su esposo añadiendo.- Si no puedes yo me lo comeré.

-Te va a sentar mal.- Le previno su mujer.-

-Bueno, quizás no me lo termine, aunque pienso en Roy y en lo que me ha contado de sus entrenamientos. ¡Ja, ja!... sus maestros sí que disfrutarían de lo lindo con esto.



Su esposa convino en ello. De hecho estaban comiendo con gran apetito, dando buena cuenta de casi todo, cuando Tom le propuso a Cooan.



-¿Te gustaría alquilar un velero y dar una vuelta por la isla?...

-¡Claro!- dijo ella bastante ilusionada - debe ser apasionante.

-¡Qué bien!- exclamó Tom entusiasmado para confesar a renglón seguido. - Desde niño siempre quise navegar por los mares del sur. Bueno, aunque fuera sólo navegar un poquito cerca de la costa y estemos en Hawái, no en Java. - Cooan se reía en tanto le escuchaba. -  Sí, sí, es verdad.- Le aseguró él tratando de ponerse serio aunque sin conseguirlo.- Es que me gustaban mucho las películas de piratas, de veras.

-¡Te imagino como un pirata y me da la risa! - Contestó la chica sin poder evitar las carcajadas.-

-¿Ah sí?- repuso el joven que sonrió de forma algo maliciosa y comenzó a hacerle cosquillas a su mujer. -Pues ahora sí que te vas a reír, ya verás cómo saque mi pata de palo.

-¡Para Tom! - protestó ella llorando de risa y no sin rubor - que nos mira todo el mundo...

-Que nos miren - respondió despreocupadamente él mientras trataba de morderla una oreja. -



            Al cabo de unos minutos por fin se calmaron y con las miradas divertidas de todos los clientes puestas en ellos salieron de la cantina. Se encaminaron hacia el puerto deportivo que estaba sólo a unos doscientos metros. Por el camino Tom le contaba a su mujer bastante entusiasmado.



-Alquilaremos uno con tres mástiles, con velas muy grandes y blancas y con una sirena en la proa...

-¿No pides demasiado?- preguntó ella bastante divertida por las ocurrencias de su marido. - Quizá sólo tengan algunos barquitos pequeños para rodear la playa.

-Venga Cooan, ¡no me chafes la ilusión!. – Protestó jocosamente él simulando algo de decepción. -

           

            Ella negó sonriente. Pues si eso era lo que el chico quería. Ahora iban de nuevo de la mano y estaban a punto de llegar al puerto cuando alguien se acercó corriendo hacia ellos. Parecía huir de algo porque constantemente miraba hacia atrás. Llevaba una de sus manos bajo su oscura camisa como si sujetase algo bajo ella. En su atropellada carrera no pudo evitar chocarse contra Tom y Cooan haciendo que los tres cayeran al suelo. Estos, aun aturdidos, no fueron capaces de pronunciar palabra. El extraño, un hombre joven, de rasgos isleños, les miraba con verdadero terror reflejado en sus ojos. Se levantó y salió corriendo sin siquiera una disculpa. Cuando ambos se pusieron en pie, Tom fue el primero que pudo reaccionar, y lo hizo con enfado.



-¡Hay que ver!, siempre tiene que haber algún idiota que no mira por donde va... ¿estás bien cariño?,- le preguntó a Cooan que se limpiaba su pantalón corto. -

-Sí, no te preocupes, no me ha pasado nada. Sólo me he manchado un poco de arena. - Replico la muchacha -



            Aunque de lejos observó a un hombre también con rasgos característicos de los habitantes de Hawái, pero de edad mediana. Estaba entre unas palmeras y les miraba con severidad…



-¡Connie!, ¿ocurre algo? – Preguntó Tom.-



            La joven se distrajo mirando por inercia a su esposo y al volver a dirigir la vista hacia ese otro individuo éste ya no estaba allí. A decir verdad no podía verle. No dijo nada y decidió que mejor sería limpiarse, sin embargo según terminaba de sacudirse la arenilla restante ella se dio cuenta de que había algo en el suelo. Era una forma mayormente rectangular del tamaño de un puño, con un color marrón oscuro tirando a ébano que lo hacía fácil de distinguir del blanco suelo arenoso. Al acercarse a ello y levantarlo se percató de que era una figura, parecía una representación artesanal de esos ídolos nativos que habían visto en las postales.



-Mira Tom. Debe de ser de ese hombre, lo habrá perdido al chocarse contra nosotros.

-Podemos ir a devolvérselo, aunque a la velocidad a la que corría nos sería difícil alcanzarle. ¡Bah!- exclamó él despreocupándose del asunto. - Debe de ser una de esas figuras que les venden a los turistas, no valdrá mucho.

-¿Y si te equivocas?- le preguntó Cooan algo preocupada - ese hombre parecía estar muy asustado. En cuanto nos vio me fijé en sus ojos. Huía de alguien, estoy segura, por eso miraba hacia atrás y no nos evitó. Deberíamos buscarle y devolverle esto- gesticuló con el ídolo que tenía  en su mano derecha. -

- O pudiera ser que lo haya robado y estuviese huyendo de la policía o del dueño,- reflexionó Tom.- Lo mejor será que busquemos una comisaría y lo entreguemos allí. Si es suyo, ya lo buscará, si es un ladrón, así no se lo llevará.

-Me parece lo mejor,- convino ella que parecía ansiosa por resolver aquello.- Hagámoslo cuanto antes, no sea que se crean que lo hemos robado nosotros...además, creo que alguien nos estaba observando.- Se atrevió entonces a confesar no sin algo de inquietud la joven.-

-¿Quién?- Quiso saber su esposo, mirando en todas direcciones.- ¿Está aquí?...

-No sé, parecía un hombre algo mayor que nosotros. Nos estuvo mirando desde esas palmeras.- Le indicó señalando hacia aquella formación vegetal.-

-Yo no vi a  nadie.- Comentó su interlocutor encogiéndose de hombros.- De todos modos podía ser un curioso. Aunque lo mejor será que hagamos lo que has dicho. No quiero que nos busquemos complicaciones, y menos en nuestra Luna de Miel.



            Así pues los dos corrieron hacia el puesto de policía más cercano que estaba al interior de la isla. Cuando estaban de camino sintieron una vez más como si alguien les estuviese observando. Tom estaba en guardia, su prevención resultó acertada, un hombre saltó sobre él al pasar junto a unas palmeras, el chico le evitó fácilmente y le golpeó con una patada que lo lanzó al suelo. Era el individuo de antes.



-¿Por qué nos atacas?- le gritó Tom furioso.- ¿Qué es lo que quieres?..



            El hombre le miraba perplejo mientras sangraba por la nariz, sólo acertó a decir con la voz temblorosa.



-El ídolo, devolvédmelo...

-No sé de qué hablas- mintió el muchacho cruzándose de brazos. -

-Sé que lo tenéis, me tropecé con vosotros hace un momento y lo perdí...- señaló a Cooan que le devolvió la mirada entre preocupada y confusa. - Tú lo tienes ¡devuélvemelo! –Insistió aquel tipo que trató de levantarse hacia ella pero su esposo se interpuso con cara de pocos amigos -...

-¡Trata de tocar a mi mujer y te parto la cara! - Amenazó a aquel extraño haciéndole retroceder. -

-Vosotros no lo entendéis, es muy importante que me lo deis. No sabéis lo que tenéis entre las manos.- Seguía insistiendo aquel hombre con un tono cada vez más desesperado. -

-Yo sólo veo a un tipo que debe ser un ladrón y que ha vuelto a por su botín,- replicó Tom sugiriendo con tono de orden. - Vamos a la policía y allí lo aclararemos todo.

-¡Dámelo!- chilló el hombre próximo a perder los nervios,-  tú eres haole, no sabes cómo son las cosas por aquí.

-Tom- intervino Cooan algo nerviosa, pero tratando de sobreponerse y de calmar aquella tensa situación  - será mejor que se lo des y se vaya. No quiero meterme en líos.

-¿Y si lo ha robado y nos acusan de cómplices? Alguien podría vernos dárselo... ¡ni hablar!...

-¿Por qué es tan importante? - Le interrogó la joven volviéndose ahora hacia ese tipo que casi diríase que temblaba. - ¿Qué significa ese ídolo que le da tanto miedo?..



            El hombre parecía confuso, como si quisiera responder a la pregunta pero algo le impidiese hacerlo. Al fin dio una contestación a la expectante Cooan.



-Quien tenga ese ídolo pone su alma en peligro pues los demonios vendrán por él.

-Mira amigo, no nos vengas con cuentos para niños. - Terció Tom con una sonrisa de incredulidad.- Además, no te preocupes por eso. Nosotros sabemos cómo tratar a los demonios, te lo puedo asegurar. Y si tan peligroso es, ¿por qué quieres tenerlo tú?

-Yo soy un sacerdote- explicó el hombre que parecía más calmado. - Únicamente los de mi casta podemos llevarlo sin problemas. Pero no me queda mucho tiempo. ¡Por favor, devuélveme el ídolo!- Insistió nuevamente ahora de un modo más calmado -.



La muchacha parecía dudar, estaba a punto de sacar la estatuilla de su bolso cuando escucharon unas voces que se dirigían hacia ellos.



-¡Me han encontrado, maldición!...- aulló el hombre ante el asombro de Tom y Cooan. – ¡Por favor, os lo suplico, debéis devolvérmelo, esta noche, en la playa, cerca del rompeolas! - Y sin darles tiempo ni tan siquiera a replicar aquel hombre huyó corriendo dejándoles a ambos atónitos.-



            Nada más salir corriendo ese tipo, el murmullo de esas voces se fue extinguiendo lentamente hasta no escucharse nada. Tom miró con precaución desde el parapeto que le proporcionaba un pequeño murete pero no pudo ver a nadie.



-No entiendo de que o de quién ha huido, ahí no hay nadie, - dijo a su mujer encogiéndose de hombros. -

-Volvamos al bungalow, no quiero quedarme aquí para averiguarlo.- Le pidió Cooan visiblemente intranquila. -



             Él también estaba deseoso de regresar, de modo que ambos volvieron a su reserva y allí la muchacha sacó el ídolo dejándole sobre una mesa.



-¿Qué hacemos, Tom?- preguntó ella indecisa. -

-No tengo ni idea. - Respondió él con la misma sensación. - Lo único que sé es que ya tengo ganas de librarme de este trasto. En cuanto descansemos un poco vamos a la policía…

-Es que esto me parece algo muy raro.- Declaró Cooan.- No sé, hay algo en esta estatuilla que no me gusta.



Y para subrayar sus palabras miró aprehensivamente aquella figura como si fuese una bomba de relojería.



-A este paso habrá que llamar a los del cinco cero.- Se permitió decir Tom con una media sonrisa, tratando de animar a su mujer.- Seguro que ellos lo resuelven.

-¿Cinco cero? ¿Qué es eso? - Inquirió la chica.-

-Un grupo de policías especiales.- Afirmó Tom que enseguida sonrió admitiendo.- Bueno, en realidad era una serie antigua de televisión. La veía cuando era pequeño.

-No sé cómo puedes bromear en un momento así.- Le recriminó ella.-

-Vamos cariño…Tampoco ha pasado nada tan grave.- Trató de justificarse él posando sus manos sobre los hombros de su esposa para susurrarla con tintes conciliadores.- Si tanto te preocupa nos desharemos de la figurita. Lo más seguro es que se trate de un pirado. Se la devolveremos para que no nos siga molestando.

-Entonces vayamos esta noche al sitio donde nos ha dicho,- le pidió Cooan - le damos ese objeto y en paz...

-Vale, esperaremos aquí hasta la noche, no me gustaría que lo que sea de lo que ese tipo huya, si es que huye de algo, se nos echase encima...



            Su esposa convino en eso. Esperaron de forma algo tensa a que fuese la hora convenida, entonces se dirigieron hacia allí. Cooan tomó la estatuilla guardándola en su bolso. Al llegar sólo se escuchaba el ruido de las olas rompiendo contra la costa, ambos se acercaron con mucha cautela.



-Debemos ir sin hacer ruido.- Le indicó Tom a su mujer, - podrían estar acechando.

-¿Quién?- le contestó ella mirando hacia todos lados sin conseguir ver a nadie.-

-Pues no lo sé, pero alguien - susurró el chico. - Nunca se sabe.

-¿No decías que sería un pirado?- Le recordó ella.-

-O quizás no. Mejor no arriesgarse.- Contestó prudentemente él.-

-Es verdad, bueno, entonces mejor me transformo en justiciera por si acaso.

-No, con la transformación provocarías luz y te verían a mucha distancia.- La previno su marido. -



            Cooan entonces cayó en la cuenta de ello. La transformación era muy vistosa y eso le solía gustar mucho, pero en este caso no era algo demasiado útil. Así pues decidieron acercarse más despacio y escudándose en las palmeras y demás tipos de vegetación capaces de brindarles protección. Al llegar no había nadie, esperaron durante un rato y el desconocido no aparecía.



-Ese tipo nos la ha jugado.- Se temió Tom comenzando a enfadarse. -

-Démosle un poco más de tiempo,- le pidió ella tratando de calmarle.- Quizás le han seguido y ha tratado de despistarlos.

-Puede ser, esperaremos quince minutos más y si no viene iremos a la policía.

-Me parece bien, ya empiezo a estar harta- convino Cooan.-



            Los quince minutos pasaron y decidieron irse. Al hacer el camino de regreso ella se fijó en algo que había entre unos matorrales. Se acercaron y vieron con horror que se trataba del hombre con el que habían quedado, parecía que estaba muerto, como si lo hubieran estrangulado.



-¡Oh no! ¿Qué vamos a hacer?- exclamó Cooan asustada. -

-Tendremos que decírselo a la policía. - Le respondió Tom asustado también. -¡Vamos!...



            Salieron corriendo de allí y enseguida llegaron al puesto de la policía. Tom entró como una exhalación y denunció lo que ocurría.



-¡Hay un hombre muerto en la playa!, ¡por favor!, ¡vengan rápido!...



            Enseguida salieron dos agentes de la policía local que acompañaron a la pareja en un Jeep hasta la playa. Al llegar iluminaron la zona que les señaló la mujer.



-Allí, allí, miren- los dos agentes salieron del vehículo empuñando sus armas con prevención.-



No obstante no les hicieron falta. Tras un rato de asegurarse de que no había nada ni nadie sospechoso las enfundaron y  registraron el lugar, pero no encontraron nada.



-Oiga señora - le dijo a Cooan uno de los policías, bastante molesto. - No estamos para este tipo de bromas.

-Pero les aseguro que le vimos, estaba ahí mismo- les insistió Tom. -

-¿No será que han confundido el lugar?- Les inquirió el otro policía que parecía más comprensivo, siendo de noche, en un lugar que no conocían al  no ser de allí, podría ser la explicación. -

-Es aquí, estoy segura.- Afirmó la joven convencida pese a todo. - Deben de habérselo llevado...

-Sí, claro- replicó el otro policía con sarcasmo - esto será una conspiración.

-Oiga amigo- le dijo Tom que ya empezaba a estar enfadado -¡no le hable así a mi mujer! Ese hombre estaba muerto aquí mismo, yo también lo vi. Y si no está ahora será porque se lo han llevado.

-No, escuche usted.- Le contestó el policía malhumoradamente también.- Esto es algo muy serio, primero nos llaman diciendo que se ha cometido un asesinato, tardamos diez minutos en volver y ahora no hay cadáver. Podríamos detenerles por esto. Están comprometiendo a unos agentes de policía y nos han apartado de nuestra vigilancia habitual.

-Nosotros lo vimos, de verdad- terció Cooan tratando de tranquilizar los ánimos.-  ¿Por qué les íbamos a mentir? Estábamos de Luna de Miel. ¿Qué ganamos nosotros con esto? Verán, todo empezó con una especie de ídolo que ese hombre perdió al tropezar con nosotros.

- ¿Con ustedes?- Se extrañó el policía más colaborador, para añadir sorprendido. - Luego ustedes ya se habían encontrado con el presunto asesinado.

- Sí, bueno – pudo contestar ella que ahora se sentía confusa. –



 Ahora Cooan se arrepintió de haber hablado tanto. Parecía que cuanto más quería aclarar las cosas más las embrollaba, pero ya era tarde para volverse atrás de modo que les contó lo sucedido.



- ¡Señora!- Clamó el otro agente. – Lo que debían haber hecho era ir a la policía desde el comienzo, se hubieran ahorrado problemas, y a nosotros también. A ver ¿tiene usted aquí esa estatuilla?



            Ella asintió abriendo el bolso, pero para su sorpresa y horror la figurita no estaba allí. Cooan juraría que la guardó dentro al salir del bungalow, pero quizás con las prisas no cerró bien la cremallera o bien se le cayó en el apartamento. También Tom la observó extrañado.



-No sé qué ha podido ocurrir – Pudo pretextar la azorada muchacha, ante la desaprobación de ambos agentes -



            Los dos policías se miraron incrédulos, no parecía convencerles ese argumento, el más hostil de ellos estaba a punto de decir algo cuando Tom se percató de unas marcas en el suelo.



-Miren ahí, eso son huellas de pisadas y parece que además hubieran arrastrado algo. ¿Lo ven?- Señaló al suelo iluminado parcialmente por la débil luz que llegaba de refilón procedente de las linternas de los agentes. -

-Es verdad- reconoció el policía más amable que acto seguido le pidió a su arisco compañero. -Mira, enfoca hacia allí- ambos agentes dirigieron sus linternas hacia donde les señalaba Tom y pudieron comprobar la veracidad de sus palabras -

-¡Eso no quiere decir nada, Mc Garrett!- Espetó el policía más duro. - Esas huellas pueden estar ahí desde hace tiempo.

-Nada pierden por seguirlas,- aseveró Tom. -

-Perdemos el tiempo- replicó este policía, irritado- y eso ya es bastante.

-Pero si es cierto que han asesinado a alguien y no lo comprobamos bien. - Interrumpió su compañero con un tono de prevención,- ...estaríamos incurriendo en una falta muy grave. Puede que finalmente no haya nada, pero es nuestro deber asegurarnos.

-Está bien, - contestó el otro de mala gana- vamos a seguir esas huellas. Esperemos no hacer el idiota.



            Los dos policías junto a Tom y Cooan subieron al jeep y lentamente avanzaron por la playa. Las huellas seguían por la arena hasta que esta terminaba con los primeros brotes de hierba que marcaban la frontera con la costa. El vehículo se detuvo y el policía impaciente les dijo.



-Bueno ¿y ahora qué?...ya no hay huellas que seguir y desde aquí comienza la maleza, no podremos pasar con el jeep.

-Entonces podemos seguir a pie- sugirió Tom. -

-¡Oiga amigo! - replicó el policía bastante irritado.- Ya hemos perdido bastante tiempo, no dejaremos aquí el vehículo para adentrarnos entre esa vegetación en busca de quién sabe qué. Les recomiendo que vuelvan a su hotel y dejen este asunto.

-¿Y si se han llevado el cadáver a través del bosque?- le insistió Cooan.- Por favor, deben ustedes comprobarlo.

-Lo haremos, pero si no encontramos nada tendremos que dejarlo, somos la única patrulla de por aquí y debemos inspeccionar otras partes de la isla.- Le explicó el policía más dispuesto. -

-Muy bien- convino Tom más conciliatoriamente ahora.- Les ayudaremos a buscar...vamos Cooan...



            Los cuatro se adentraron en aquella espesura de matorral, estuvieron recorriéndola durante quince minutos sin ver nada anormal. Por fin los policías decidieron suspender la búsqueda.



-Si quieren les acercaremos a su hotel...- les propuso el más amable. -

-Muchas gracias- le respondió Cooan - , la verdad es que no nos apetece volver solos.

-Y la próxima vez que llamen a la policía procuren que sea por algo justificado- gruñó el otro agente bastante irritado. -



            Tom estaba bastante molesto por el tono de aquel policía pero decidió callarse para no complicar las cosas. Como era tarde y ninguno estaba ya muy por la labor de pasear, más valía no hacer enfadar más al agente. Así tras unos minutos el jeep les dejó a las puertas del hotel. Ambos estaban muy cansados y se fueron a su apartamento. Allí, efectivamente estaba aquella estatuita. Cooan se disculpó con su esposo en tanto la sujetaba en una de sus manos con expresión pensativa.



-Habría jurado que la metí en mi bolso antes de salir.

-Bueno Connie. Déjalo estar, con los nervios posiblemente lo olvidases. - La disculpó Tom, añadiendo ahora algo fastidiado, sobre todo por no haber podido alquilar el barco. - Espero que mañana podamos disfrutar por fin de nuestro viaje. Como si nada de esto hubiese sucedido.

-¡Vamos cariño! - Le animó su esposa tratando de desdramatizar. - Yo creí que esto te estaba resultando apasionante.

-Ya he tenido bastantes emociones para el resto de mi vida antes de venir aquí, en el fondo solamente soy un granjero tranquilo.- Pudo decir él al que se le escapó ahora una ligera sonrisa. -

-Bueno, ¡pero eres mi granjero! - rio Cooan mientras dejaba el ídolo en la mesita y recuperando el buen humor abrazaba a su esposo. - Ahora, si te apetece,  vamos a fabricar pequeños granjeritos.



            Ambos se tiraron sobre la cama riéndose y tratando de desvestirse mientras olvidaban la tensión del día, entonces notaron una leve vibración que fue en aumento. En un momento toda la estancia tembló, ambos se abrazaron asustados, Tom se levantó y le dijo a su mujer.



-¡Un terremoto! Tenemos que salir de aquí, ¡vamos Connie!  - La agarró de la mano y salieron corriendo.-



            Ella dio una última mirada a la habitación y creyó ver al ídolo brillar con un tono verdoso. Pero no pudo fijarse más puesto que Tom la arrastró fuera del cuarto. Al salir el temblor pareció detenerse. Cuando se aseguraron de que no parecía existir peligro volvieron a entrar y Cooan le preguntó a su esposo.



-¿Qué ha sido eso?...

-Creo que habrá sido un temblor sísmico...es normal, estas islas están en lugares con actividad volcánica. Puede que alguna erupción submarina lo haya provocado. Deberíamos preguntar. Puede que haya alarma de tsunamis



            La joven asintió. Aunque tras llamar a la puerta de encargado de la recepción y ponerle al corriente de lo sucedido el hombre se encogió de hombros.



-Aquí no hemos notado nada. Y ningún huésped ha venido a decir que le haya sucedido algo similar.



            De modo que tras dejar pasar unos minutos para cerciorarse de que nada ocurría la pareja retornó a su bungaló. Una vez entraron Cooan miró a ese ídolo y creyó recordar.



-Al salir me pareció que la estatuilla brillaba.-  Confesó ella que señaló a la figurita que ahora no parecía tener nada anormal, seguía puesta sobre la mesita tal y como la dejaron. – En un color verde.

-Habrá sido tu imaginación…las luces se movían y se habrán reflejado en él- repuso Tom con su clásico tono aclaratorio que esta vez sí convenció a su contertulia. - Anda, vamos a dormir, con todo este lio se me han quitado hasta las ganas de…, ya sabes - añadió bastante fastidiado. -



            A ella le sucedía lo mismo de modo que se durmieron al fin y al amanecer del día siguiente se despertaron dispuestos a resolver ese enigma.



-Vamos Connie, es hora de levantarse.- La espabiló Tom mientras la zarandeaba suavemente.-

-Con lo a gusto que se está en la cama- bostezó la muchacha. - Pero tienes razón.- Concedió y al levantarse lo primero que hizo la chica fue mirar a su mesita de noche, tenía cierto miedo a que el ídolo hubiera desaparecido pero allí seguía, tal y como lo había dejado la noche anterior. - Menos mal, sigue ahí- suspiró visiblemente aliviada -...

-Pues claro que sigue ahí,- repuso su marido con un ligero tono burlesco. -¿Quién te crees que se lo iba a llevar?

-No me fio de nada, desde lo de ayer, creo que cualquier cosa es posible. - Replicó ella, aunque ahora se sentía un poco tonta de haber albergado esos temores. -

-Vamos a solucionar todo esto, ya verás cómo tendrá una explicación racional.- Argumentó Tom con su pragmatismo habitual. - Hala cariño,  vamos a desayunar.



            Los dos salieron de su apartamento. Esta vez Cooan se aseguró de llevarse la estatuilla. Tras llegar a una cafetería cercana pidieron un abundante desayuno. Estaban a punto de comenzarlo cuando tres tipos con aspecto de lugareños se acercaron a ellos, uno se hizo con el plato de Tom y dijo con un tono bastante desconsiderado.



-Esto es mucho para ti. Haole. Creo que tendré que ayudarte...

-No es necesario, mahalo…-Replicó él en el idioma nativo, aclarando luego.- Muchas gracias, en realidad tengo bastante apetito. - Respondió Tom conservando su calma y empleando el tono irónico. -

-Yo creo que sí es mucho, - terció otro que le quitó el zumo de naranja a Cooan.- Estáis mordiendo más de lo que podéis tragar.

-Oiga, por favor, déjenos desayunar en paz.- Pidió ella con toda su educación. -

-No te preocupes, nena.- Terció otro con socarronería - no tienes por qué continuar con ese perdedor, nos tienes a nosotros que somos hombres de verdad.

-Eres un bocazas, tío - le respondió el muchacho con una media sonrisa que no le gustó nada a su esposa pues ésta presagiaba que su marido comenzaba a enfadarse de veras.- ¿Nunca te enseñaron modales en tu casa?

-Tranquilo Tom, déjalos.- Le dijo ella bastante inquieta -

-¡Huy, qué miedo!- intervino otro de los individuos añadiendo con sorna. - El nene se va a enfadar...

-Voy a tener que partiros la cara- respondió el aludido haciendo un esfuerzo por sonar tranquilo -a no ser que os larguéis de aquí, payasos, y nos dejéis desayunar en paz.

-Eso no lo dirás hay afuera…haole. - Le amenazó el tercer individuo -

-No, os lo estoy advirtiendo aquí. ¡Ahí fuera os daré una paliza! - rio el interpelado, sentenciando - sólo sois tres paquetes, enormes sí, pero sin cerebro.

-¡Ahora sí que te vas a enterar, estúpido!- Replicó furioso uno de ellos que lanzó a Tom un puñetazo -



            Éste lo bloqueó el ataque y replicó con un codazo a la cara de su contrario que logró aturdirle, después pasó al ataque dando sendas patadas a las rodillas de los otros dos. Aprovechando que todos estaban doliéndose de los golpes él y Cooan salieron a toda prisa de allí, perseguidos por esos individuos una vez que se recuperaron. Para su desgracia llegaron a un callejón sin salida merced a un alto murete de piedra y aquellos tipos les bloquearon el paso acercándose con unas mal encaradas sonrisas.



-Ahora vais a ver - les amenazó uno de los individuos. - ¡Os vamos a machacar!

-Yo no estaría tan seguro.- Replicó Tom que luego le susurró a su esposa -¿estás preparada?

-Sí, estoy lista, te cubro la espalda.- Asintió ella con decisión. -

-Esta vez, no es un demonio. Podremos con ellos.

-Esta vez no te dejaré solo.- Sentenció ella.-



            No pudieron comentar nad amás, esos individuos comenzaron su ataque pero entre Tom y Cooan pudieron con ellos fácilmente. El muchacho bloqueó sin problemas la torpe patada de uno de esos individuos usando la pierna de éste para impulsarse y derribar de un puñetazo a otro. Ella a su vez lanzó una patada al pecho del restante que le derribó. Pese a que esos tipos trataron de contra atacar no eran lo bastante rápidos como para acertarles. Estaba claro que el entrenamiento de ambos en la lucha les hacía muy superiores. Al final, sus atacantes se dieron a la fuga no sin advertir antes de escapar.



-Ese ídolo no es para que lo tengan los profanos, lo pagaréis muy caro.



            Una vez se perdieron sus agresores en la distancia Tom dijo entre jadeos para recuperar el aire.



-Bueno, al menos estamos bien, pero si seguimos así todos los lugareños fanáticos de la isla se nos echarán encima.

-No ha sido casualidad. Al principio creí que eran ladrones o unos matones locales. Pero han aludido al ídolo.- Declaró su esposa.-

-Ya no sé qué pensar de esa maldita estatuita.. Empiezo a creer que debe ser en verdad importante.- Admitió su esposo.-

-Tenemos que averiguar porque todos quieren llevárselo - convino Cooan. - Antes de que nos ocurra algo, pero ¿a quién podríamos preguntar?...No me atrevo a ir a la policía otra vez.

-No tengo ni idea Connie, lo único que sé es que deberíamos dejar esa estatuilla antes de que nos cree más problemas.

-No, no es una buena idea - repuso sorprendentemente ella aferrándose entonces al ídolo. - No, no debemos entregarlo. Seguro que seguirían tras nosotros de todas formas.

-Pero, ¿a qué viene tanto interés ahora por eso?- Se extrañó su marido alargando la mano para tratar de agarrar esa estatuita pero le sorprendió que su esposa lo apartase de él. -

-Yo lo cuidaré bien, no te preocupes. - Repuso ella de forma algo brusca. -



            Tom estaba perplejo, le pareció una reacción algo extraña, de todos modos Cooan le sonrió de inmediato como si quisiera disculparse por aquel arrebato tonto y él decidió no insistir más cambiando de tema para pedirle a su mujer.



-Vámonos al bungalow, cariño. A ver si podemos descansar y pasar un rato en la playa.



            La chica pareció acoger la propuesta más calmada pero a Tom le extrañó algo en la mirada de  su esposa. Sus ojos parecieron desprender un extraño brillo. El muchacho lo achacó al reflejo del sol. Lo dejó estar y al fin llegaron a la playa sin ningún contratiempo, allí Cooan parecía estar como siempre. Incluso más cariñosa de lo normal, cuando le recordó su deseo de alquilar un barco.



-Es verdad cielo, es que ya con todo este embrollo ni me acordaba. – Confesó él que, sintiéndose más animado, añadió. - Vamos a ir ahora mismo al puerto, y esta vez espero que no nos topemos con nadie raro.



            Y su deseo se cumplió, por esta vez no hubo incidentes. Una vez estuvieron en el puerto, Tom le preguntó al propietario de los botes de alquiler, un individuo isleño y rechoncho por un barco. Éste se tomó unos instantes para responder.



-Le puedo alquilar ese de ahí, espero que le guste - señaló un magnífico velero de tres mástiles. -

-Es perfecto,- contestó el muchacho entusiasmado- me gusta, ¿cuánto pide por él?..

-Unos quinientos dólares por hora. - Replicó con cierta desgana dejando a Tom boquiabierto. -

-Es demasiado para nosotros, me temo que no puedo pagar tanto. - Reconoció el muchacho bastante impresionado. -

-Puedo alquilarle otro más barato.- Respondió de nuevo el hombre con la misma desgana. -

-Sí,- Tom estaba bastante decepcionado pero no había otra solución.- A ver cuales tiene…



Entonces intervino Cooan que se dirigió hacia ese hombre en un tono muy confiado.



-Podría dejárnoslo más barato. A mi marido y a mí nos gustaría mucho navegar en ese barco. Por favor.- Le pidió con una voz, a juicio de Tom, excesivamente melosa. -

-No puedo señorita, lo siento, es un barco muy caro y debo sacarle partido. - Opuso aquel tipo. -

- Quizás sea mejor que mire otros barcos que tenga por aquí. - Insistió el chico queriendo acabar con ese asunto cuanto antes.-



            Y mientras su marido se alejaba unos metros para examinar otros veleros Cooan se acercó más al dueño de los barcos. La muchacha tocaba el ídolo con una mano y parecía que éste le diese una fuerza desconocida que le impulsó a decir.



-Estoy segura de que si se lo pido con amabilidad no podrá negarse.- Y dicho esto miró fijamente a los ojos del hombre que empezó a tartamudear. -

-Bueno...quizás me he precipitado un poco, podría hacerles un descuento. ¿Qué les parecen cuatrocientos cincuenta por hora?

-No sea usted tan avaro. - Respondió ella con seguridad declarando con tono convencido - ese barco no cuesta más de cien...

-¿Está loca?- respondió el hombre casi fuera de sí-  eso no da ni para subirse en él.

-¿Está seguro?- le cuestionó ésta y al hacerlo ahora el tono de la muchacha sonaba bastante amenazador, mostró una parte del ídolo al hombre, éste brillaba con un tono verdoso -...



            Al verlo aquel tipo palideció de terror, temblando y con la voz entrecortada pudo decir mientras se alejaba de Cooan tropezando con el muelle gritando.



-¡Llévenselo, hagan lo que quieran con él pero aléjense de mí!



            Tom, extrañado por aquel grito, regreso de dar un vistazo a las otras embarcaciones. Trató de hablar con el hombre pero éste salió corriendo de allí. Cooan sonrió de espaldas a su marido guardándose el ídolo, pero esa era una sonrisa maliciosa. De todos modos el chico no pudo vérsela. Tampoco había podido presenciar de cerca lo que ocurrió entre aquel hombre y su esposa que, al volverse hacia él, ya estaba completamente normal y le dijo con alegre tono.



-Todo arreglado cariño, ese hombre ha sido muy amable, podemos irnos.

-No lo entiendo- contestó Tom mirando a su mujer con los ojos muy abiertos.- ¿Qué le ha pasado? Estaba asustado, ¿qué es lo que le has hecho para que se ponga así?

-¿Yo?...nada- el rostro de Cooan expresaba sorpresa cuando contestaba- Únicamente le he pedido que nos rebajase el precio. Pero deja ya de preocuparte Tom, ¿no querías navegar en este barco? Pues ya lo tenemos, deberías alegrarte - sonrió con expresión satisfecha a su marido como si eso fuera lo más natural del mundo – Vamos, no era más que un timador. Se pensaba que por ser turistas nos podía hinchar el precio pero le dije que hablaría con las autoridades.

- Sí, debe de ser eso. Tienes razón- suspiró este, sin comprender pero contento en el fondo por aquella ganga. - Vamos a salir ya...



            Ambos subieron al barco y soltaron amarras, el mar estaba en calma, el sol del atardecer se reflejaba en unas aguas bastante tranquilas. El muchacho manejaba el timón con soltura, parecía un consumado navegante. Ella se sentó sobre la cubierta dejando sus piernas colgar para que el agua las refrescase.



-Ten cuidado Cooan, en estas aguas hay muchos tiburones. - Le advirtió Tom casi más en broma que otra cosa -

-No te preocupes - respondió ella sin parecer asustada afirmando con plena seguridad - no me pasará nada.



            Su esposo se sorprendió de esa confianza pero no le dio más trascendencia al asunto. Navegaron durante una hora entera recorriendo las aguas, llegaron a un punto en el que no podía verse la costa. Tom decidió que ya era la hora de volver, pero Cooan le pidió navegar hacia mar adentro durante unos minutos más.



-Déjame el timón, me gustaría llevarlo un poco.- Le pidió ella con un entusiasmo casi de niña pequeña. -

-Claro,- concedió su marido divertido por aquella expresión de deseo infantil en el semblante de ella, aunque añadió algo más serio. - Pero sólo por un ratito ¿eh? Tenemos que volver o se nos hará muy tarde.

-Descuida cariño, sólo será un momento. - Sonrió Cooan con un extraño brillo en sus ojos mientras se hacía cargo del timón con gran pericia, cosa que también sorprendió al muchacho, que, desde luego, no esperaba eso. – Enseguida llegaremos…-Musitó sin ser oída.-



            Tras unos minutos, en los que se deleitó observando a su esposa a los mandos de la embarcación Tom decidió que ya era bastante tarde y se acercó a  la joven para pedirle que le devolviese el timón, pero ella se negó con una sonrisa mientras le decía.



-No hace falta, cariño. Mira, allí mismo está la isla, yo puedo llevar el barco hasta el puerto.



            En efecto, se divisaba tierra a no mucha distancia de su posición. Tom no lograba entenderlo, tendrían que haber tardado al menos una hora en regresar, quizá él hubiese equivocado el rumbo o navegado en círculos. Lo cierto es que tenía que admitir que Cooan era bastante mejor patrona que él.



-Solamente soy un chico de Kansas. Si Roy estuviera aquí, ya me estaría tomando el pelo.- Se sonrió.-

Al fin y tras unos minutos más, parecieron acercarse hacia una gran playa. Era una parte de la isla que desde luego el chico no reconocía y puso ese recelo en conocimiento de su mujer.



-Creo que esta zona no es la del puerto. Deberíamos hacer cabotaje hasta encontrarla, Connie.

-Yo sé bien lo que hago,- fue la ahora seca respuesta de ella que ni se inmutó al timón. – Es aquí.

-Pero ¿qué pretendes? – Se extrañó él, cada vez más alarmado por esos bruscos cambios de carácter. - Aquí no podemos estar, si seguimos acercándonos encallaremos, no seas niña ¡dame el timón! - Le pidió ahora de forma más enérgica. -



            Ella le ignoró por completo y el chico entonces, con su paciencia agotada,  trató de hacerse con el timón pero la muchacha le apartó con un empujón bastante fuerte. Cuando él se rehízo y quiso acercarse a preguntarle por qué había hecho eso la mirada de ella le asustó, no se parecía en nada a la Cooan que él conocía.



-¿Qué te ocurre? ¿Es que has perdido el juicio? - Le inquirió Tom anonadado y bastante preocupado. - ¿Es por ese ídolo, verdad? –Pareció adivinar urgiendo a su mujer. - Debes tirarlo por la borda.



            Y como ella parecía casi en trance y continuaba sin prestarle la más mínima atención, Tom trató de quitarle el ídolo a Cooan pero ella, sin pensarlo dos veces le hirió con un rayo de energía mientras refulgía con un intenso resplandor verdoso. El joven cayó al suelo de la embarcación entre sorprendido, asustado y confuso.



- Se supone que no tienes poderes si no te transformas en justiciera.- Pudo musitar.-



            Empero, ella no le contestó. Es más, parecía estar completamente ausente. Entonces Tom vio acercarse hacia ellos a una piragua con varios indígenas. Remaban coordinadamente en un extremo y otro de aquella primitiva embarcación, que en un momento llegó hasta el barco. Esos individuos lo abordaron y apresaron  al chico. Hablaban entre ellos en una lengua desconocida y después se dirigieron a Cooan en el mismo idioma. Tom no salía de su asombro cuando ella pareció comprenderles y sacó el ídolo de entre sus ropas, exhibiéndolo ante ellos. De pronto todos los indígenas, incluso los que sujetaban al muchacho, que le soltaron, se arrodillaron ante ella mirando al suelo para postrarse después. Se levantaron y sosteniendo nuevamente a su cautivo, que estaba paralizado por la sorpresa y la incredulidad, o quizás algo ajeno a eso que desconocía, le subieron a la piragua. Cooan subió por ella misma y los indígenas les llevaron a la orilla. Nada más llegar esperaba una tribu entera, al parecer engalanada para una celebración. La misma escena de sumisión se repitió cuando la joven mostró el ídolo. Luego, ella se abrió paso entre la multitud hacia una especie de altar, donde depositó la pequeña estatua para ser rodeada por un grupo de mujeres. La desnudaron y vistieron con ropajes nativos mientras dos fornidos indígenas arrastraron a Tom al interior de una jaula de madera. Ignoraron sus gritos de protesta y amenaza y le dejaron allí.



-¿Qué vais a hacernos? ¿Qué le ocurre a mi mujer? ¿Es que no habláis mi idioma? ¡Contestadme! ¡Malditos hijos de perra!



Gritaba encolerizado en tanto trataba de romper los barrotes pero estos eran más resistentes de lo que parecían. Cuando Tom se calmó, ante la inutilidad de sus gritos, escuchó una voz, miró hacia atrás y vio otra jaula. Allí estaba un hombre de edad mediana que le dijo.



-Mi discípulo os lo advirtió, os dijo que devolvieseis el ídolo. Esto era inevitable. - Sentenció ese tipo. -

-¿Qué está ocurriendo aquí? ¿Quién es usted?- le preguntó Tom sin salir de su asombro. –

-Solamente un sacerdote. Eso no importa ahora…-Sentenció su interlocutor.-

-¿Y ese individuo que nos salió al paso?..

-Ya te lo he dicho. Mi aprendiz.- Repitió aquel hombre.-



            Como veía que por ese lado no iba a sacar mucha información, el preocupado chico cambió de tema y preguntó.



- ¿Por qué actúa así mi mujer?

-Está dominada por el poder maléfico de la estatuilla. Es algo diabólico como ya os advirtió mi discípulo. Despierta el lado más oscuro de cada uno de nosotros.

-Pero a mí no me ha ocurrido nada, no lo entiendo.

-La estatuilla elije a la persona más débil o a la que haya tenido mala conducta o mayor relación con las fuerzas de la oscuridad en el pasado. Si en algún momento has servido a las fuerzas del mal te es imposible resistir a su poder.

-Es como si te poseyese, ¿no es así? - Dedujo el ahora horrorizado Tom.-

-Algo así, si tu esposa fue servidora del poder del mal se sentirá atraída de forma inconsciente por el ídolo, éste despertará esa parte que creía extinguida.

-¿Cómo podremos liberarla? Quitándole la estatuilla ¿verdad?

-Sí, pero no debes preocuparte por eso, ella ya ha servido a sus intereses, el mismo poder maligno que la controla la liberará.

-¡Menos mal! - suspiró el chico mucho más aliviado.-



            Pero aquel hombre negó con  la cabeza y puso expresión muy preocupada para responder con tono grave.



-No te alegres, pues eso es mucho peor. Ella aun es útil, cuando sea liberada del poder de la estatua recuperará su conciencia y será la mujer que tú conoces, pero entonces será sacrificada.



            Aquello hizo que Tom abriera la boca dominado por el horror. Apenas sí pudo exclamar con desesperación.



-¡No, eso no puede ser! , tenemos que impedirlo. Hay que salir de aquí.

-Eso no será nada fácil, debemos esperar a que anochezca.

-¿Y si la sacrifican mientras tanto?- Se temió el chico. -

-No pueden hacerlo hasta despuntar el nuevo día. Tranquilízate, mientras llega ese momento la tratarán como a una princesa. Además, no será aquí donde lo hagan sino en la cima del volcán.- Señaló hacia lo lejos, allí, a lo alto se divisaba una gran cumbre que terminaba en un enorme cráter.-

-Pero ¿cómo nos liberaremos?- intervino Tom - estos barrotes son muy resistentes.

-Eso déjamelo a mí. – Le sonrió aquel hombre por primera vez para añadir con voz más confiada. -Tú no te preocupes por más y descansa hasta la noche.

-Me gustaría que me contases que demonios está pasando aquí y quién eres tú.- Le inquirió su interlocutor que no se avenía a calmarse con tanta facilidad. -

-Ya te lo dije, un sacerdote...- Fue la esquiva respuesta que recibió. -

-No sé por qué, amigo. Pero creo que puedes contarme mucho más,- respondió Tom  escrutando a ese tipo con una mirada inquisitiva. -

-Veo que eres inteligente, está bien. Te lo contaré. Yo soy uno de los sacerdotes custodios del gran dios del fuego. Ese ídolo maligno estaba guardado en una cámara sagrada, así no podía hacer daño a nadie, pero, una noche, un sacerdote ambicioso que pretendía ser el rey de la aldea lo robó para sus fines. Logró corromper los corazones de bastantes personas que le seguían. Fuimos capaces de expulsarles de nuestra isla apelando a nuestros dioses y logramos recuperar ese ídolo. Ellos huyeron aquí, pero pronto se reorganizaron y trataron de recuperar esa maldita estatuilla. Junto con uno de mis discípulos tuve que huir con ella más allá de sus límites para ponerla fuera de su alcance. Para asegurar nuestras posibilidades se la entregué a mi aprendiz y nos separamos. Pero eran mucho más poderosos de lo que yo creí. A él le localizaron y le persiguieron. Cuando se encontró por primera vez con vosotros os advirtió  que se la devolvierais. Debisteis escucharle.

-¡Qué iba a saber yo!- se defendió Tom justificándose. - Pense que era un ladrón.

-Por desgracia él perdió la vida cuando quiso reunirse con vosotros para recobrarla. A mí me atraparon y me trajeron aquí. Les era más útil vivo. Y ahora estamos en minoría, sería un milagro que pudiéramos salir de aquí con vida.- Declaró su contertulio con un tono poco optimista.-

-¡Maldita sea!- Mascullo el muchacho temblando de rabia. - Si alguno de mis amigos estuviera aquí acabaría con todos esos tipos en un momento. Tienen una fuerza enorme, pero yo sólo soy una persona corriente.

-Pues no tienes a ninguno de tus amigos aquí. - Le replicó el sacerdote con tranquilidad para arengarle. - Así que deberás sacar lo mejor de ti mismo si quieres salvarte tú y rescatar a la mujer la que amas. Recuerda tienes una gran fuerza latente en tu interior. Debes saber aprovecharla. Confía en ti.

-Lo haré, yo también sé luchar, aunque no sea un súper guerrero ni tenga una fuerza sobrehumana. Pero, si por lo menos tuviera aquí mi espada.- Se lamentó recordando su magnífica katana. -

-No necesitarás ninguna. De hecho las únicas armas que precisas las llevas ya contigo. El amor que sientes por tu esposa y el propio poder que posees dentro de ti.

-¿Poder?- Inquirió el atónito chico.-

-Tú ya te has enfrentado antes a las fuerzas del mal ¿Me equivoco?- Le preguntó ese individuo a su vez.-

-¿Cómo lo sabe?...

-Tengo algunas habilidades para ver en los corazones de las personas. Y tú tienes uno virtuoso.- Le desveló el sacerdote tratando de animarle. -Vamos, ten paciencia, pronto anochecerá.



            En efecto, el sol se iba poniendo por el horizonte y las sombras de la gran montaña comenzaban a alargarse. En pocos minutos la penumbra cubriría toda la isla. A unos pocos metros de ellos, un grupo de nativos armados con lanzas y largos cuchillos curvos encendieron una hoguera, al parecer iban a montar guardia allí. Tom esperaba ansiosamente a la puesta de sol. Por fin los últimos reflejos del atardecer se fueron perdiendo. La oscuridad, sólo rota por el resplandor de la hoguera, se les había echado encima.



-¿Y ahora qué?- Preguntó el muchacho entre ansioso y preocupado. - Ya es de noche pero esos tipos están pegados a nosotros y no nos quitan los ojos de encima.

-Tú espera y veras.- Le indicó confiadamente su compañero de cautiverio. -



            El sacerdote sacó de entre sus ropas una bolsita y se dirigió hacia los guardianes con gritos e interpelaciones en su lengua materna con lo que atrajo su atención. Eran cuatro que se acercaron a ellos, entonces lanzó la bolsa a la hoguera, al contacto con las llamas se produjo una explosión y ráfagas de luz surgieron de allí como si de fuegos de artificio se tratasen. Los nativos, visiblemente desconcertados, corrieron para ponerse a cubierto.



-¿Qué les has dicho?- Quiso saber Tom.

-No tiene importancia. Ahora es el momento de escapar. - Le indicó el sacerdote al sorprendido chico. – ¡Vamos!- Con asombrosa facilidad manipuló en el cierre de su jaula abriéndola. ¡Salgamos de aquí! - Arengó en tanto abría también la del atónito muchacho. -



Tanto el joven como el misterioso individuo corrieron fuera de sus jaulas amparados por la confusión de esos fuegos de artificio. Se pusieron a cubierto entre la espesura poco antes de que estos cesaran y el fuego crepitase de forma normal.



-Muy bien. Hemos salido de las jaulas, pero ahora esos tipos nos buscarán, y no creo que por aquí encontremos muchos sitios donde escondernos.- Declaró el chico con un tinte de voz marcadamente pesimista.-

-Déjame eso a mí. - Le tranquilizó el sacerdote con un tono de gran seguridad -, yo atraeré su atención, tú debes rescatar a tu mujer y recuperar el ídolo. Vamos, ¡apresúrate!, no nos queda mucho tiempo.

-Pero si acaba de anochecer- rebatió el sorprendido muchacho alegando más confiadamente. -  Tenemos aún varias horas.

-Me temo joven amigo que aquí el tiempo no transcurre igual que en tu mundo.- Declaró enigmáticamente ese hombre.-

-¿De qué habla?,  esto no es Marte,- repuso Tom que consultó su reloj de pulsera y vio con asombro como eran ya más de las cuatro de la mañana. - Esto no es posible. – Negó incrédulamente con la cabeza - ¿Qué ha pasado?

-No hagas preguntas y haz lo que te he dicho, - le instó aquel misterioso tipo. - Vamos, ten valor y mucha suerte.



            El aludido decidió hacer lo que ese hombre le decía, si estaba en esa situación era por no haber confiado antes en él, así que no iba a cometer dos veces el mismo error. Salió a cubierto de la vegetación mientras el sacerdote gritaba en su lengua para atraer a los guardias. El improvisado plan funcionó  y Tom pudo avanzar por un camino que conducía a la aldea, aparentemente no había nadie. Llegó a una choza iluminada débilmente en su interior, con precaución se asomó por una ventana y vio a su mujer sentada en una silla e inmóvil, la muchacha casi parecía una estatua. Tras percatarse de que no había nadie en los alrededores entró en la choza y trató de hablar con Cooan.



-Cariño, ¿estás bien?, vamos, tenemos que salir de aquí.



            Ella no se movía, parecía hipnotizada, sus ojos miraban hacia ninguna parte y carecían de brillo.



-¡Vamos Connie, despierta!- Espetó un desesperado Tom que la zarandeó pero eso no sirvió de nada, entonces escuchó un ruido tras de él. Rápidamente se escondió, efectivamente, alguien entró en la choza, eran dos mujeres que se acercaron a su esposa.



            Para sorpresa del chico al llegar estas extrañas junto a ella Cooan se levantó, las mujeres la desvistieron y bañaron su cuerpo con aceites que traían en unas palanganas. Después le pusieron una falda de caña y una guirnalda de flores blancas sobre los pechos. También le quitaron su colgante de justiciera que dejaron sobre una mesita. Ella seguía de pie pero inmóvil, dejándose hacer, entonces las mujeres salieron de la habitación y ella las siguió. Tom decidió ir tras ellas  a distancia para ver a donde llevarían a su mujer no sin antes llevarse la piedra de la justicia de ésta…



-Vamos allá. Espero que todo salga bien.- Se decía tratando de darse ánimos.-



            Tras seguirlas durante unos minutos ocultándose entre la vegetación, las vio ascender por un tortuoso sendero que conducía hacia el cráter de aquella montaña. Miró de nuevo su reloj, ya eran casi las seis. Tom no entendía que ocurría allí con el tiempo pero no era momento de preguntárselo. Apretando el paso escaló por el sendero hasta poder ocultarse tras unas rocas a sólo unos pocos metros, parecía que nadie le había visto, pero se equivocaba. De pronto escuchó unos gritos en el idioma de los nativos y vio dirigirse a un par de ellos, armados con lanzas, hacia él.



-¡Mierda! – Masculló - no queda más remedio que defenderse.-



Salió de su escondite con decisión y atacó a esos dos hombres. Al tomarles por sorpresa pudo dejar fuera de combate a uno de ellos de un golpe certero mientras esquivaba los ataques del otro.  El muchacho consiguió hacerse con la lanza del otro individuo y pudo luchar. Con su dominio de técnicas marciales enseguida se deshizo de su adversario con una sucesión de golpes a puntos clave para dejarlo inconsciente. Así, armado con esa lanza se apresuró en ir hacia Cooan que estaba tendida en una especie de lecho ritual. Su mujer seguía aparentemente en trance. Estaba rodeada de flores y con esas dos mujeres que  se mostraban impasibles ante la presencia de Tom. Más allá y junto al borde del cráter, se levantaba una especie de altar construido en caña y madera y sobre él, estaba una versión mucho mayor de aquel ídolo, presidiendo la escena. Dos hombres ataviados con máscaras rituales y plumas y una multitud de nativos agolpados en una pequeña superficie lisa, presenciaban la escena también sin una voluntad aparente de intervenir.



-Connie, ¿puedes oírme?- Gritó Tom mientras jadeaba por el esfuerzo de la lucha. - Tienes que despertarte.



            Entonces ella pareció entenderle y se levantó, pero de una forma muy rígida, avanzó lentamente hacia él y se paró a un par de metros. Tom sintió que algo no iba bien. La cara de ella parecía ausente. Sin mediar palabra levantó una de sus manos y lanzó una especie de rayo negro contra él que enviándole al suelo en tanto le decía.



- `A ` ole. Aloha…haole.

-¡Soy yo Cooan!! ¡Connie cariño soy Tom! , debes liberarte del poder maléfico de ese ídolo. - Gritó éste mientras se incorporaba dolido por el golpe. -



            Pero la chica se acercaba a él sonriendo de forma divertida, era esa una sonrisa maligna, sus ojos estaban opacos. Parecía una marioneta a merced de las fuerzas del mal. Entonces materializó sendas bolas de fuego en ambas manos y apuntó a su esposo. Él logró lanzarse al suelo antes de que las bolas de energía le alcanzaran y tuvo suerte, estas esferas flamígeras impactaron en la montaña produciendo un gran destrozo en la roca viva.



-Si me das me desintegras, ¿es que te has vuelto loca?- Le chilló Tom visiblemente agitado. -



            Pero estaba claro que esa mujer no era Cooan, al menos no la que él conocía. Su consciencia estaba enterrada por aquella influencia que había tomado el control de su cuerpo.  Aun lamentándolo mucho no tenía más solución que dejarla sin sentido antes de que ella terminase con él. Se levantó dispuesto a atacar cuando vio que su esposa parecía tambalearse. Entonces escuchó al sacerdote junto a él, había llegado sin que  lo advirtiese.



-El efecto del ídolo comienza a desaparecer. Eso significa que van a sacrificarla enseguida, ¡debemos actuar ya!- Le instó con vehemencia. -



            Cooan trastabillándose se volvió a tumbar en el altar y cerró los ojos, entonces los dos hombres y los nativos se movieron, la rodearon comenzando a entonar cánticos. El sacerdote les interrumpió entonando otra letanía de lo que parecían oraciones, eso enfureció bastante al grupo. De forma inmediata un par de nativos se lanzaron contra él pero los repelió con una especie de energía que les lanzó al suelo.



-¡Vamos muchacho!- le espetó a Tom. – Aprovecha la ocasión, saca de ahí a tu mujer...



            Sin dudarlo ni un instante él se lanzó abriéndose paso entre un grupo de indígenas que estaban en un estado próximo al trance. Uno de los individuos enmascarados levantó un cuchillo apuntando al vientre de Cooan que, entonces abrió los ojos, mostrando por su mirada que ahora si se trataba de la muchacha de siempre.



-¿Qué estoy haciendo aquí?,- fue lo primero que dijo. Pero al ver el panorama que le aguardaba enseguida gritó presa del miedo.- ¿Qué está sucediendo? ¿Qué hace? ¡Socorro!, que alguien me ayude, Tom, ¿dónde estás?

-Aquí estoy, cariño.- Gritó éste mientras seguía abriéndose camino  entre aquella turba de indígenas que trataban de agarrarle - ¡Sal de ahí!

-Qué más quisiera pero no puedo moverme,- chilló desesperadamente ella mientras el indígena a su lado se disponía a clavarle el cuchillo elevando su vista al cielo y mirando después al cráter del volcán. -

-¡El ídolo, debes derribar el ídolo! -Le gritó el sacerdote a Tom -  de él emana todo el poder.





            El chico no se lo pensó, sólo tenía unos segundos, agarró una piedra cercana  y la lanzó contra un indígena que le bloqueaba el paso. Acto seguido saltó hacia el ídolo propinándole una patada de kárate que lo derribó de su pedestal. Aquella figura estaba próxima al cráter. El indígena del cuchillo y sus compañeros parecieron salir también de una especie de trance y miraron aterrados hacia allí. Entonces Cooan notó que podía moverse, con una agilidad felina se levantó de esa losa y corrió hacia su marido. Los indígenas, que ahora parecían recobrados de la sorpresa, les miraban con una expresión de odio e ira, les rodeaban y parecía que iban a atacar a la pareja de un momento a otro.



-Transfórmate Connie. - Le urgió Tom  lanzándole el collar con la piedra que guardaba a su esposa.- De lo contrario estamos perdidos.



            Ella lo agarró al vuelo y se lo puso de inmediato invocando su transformación sin perder ni un segundo.



-¡Corazón puro del fuego, dame el poder!...



            Ante el asombro de todos los nativos tras una sucesión de giros sobre sí misma, zarabanda de luces y efectos visuales varios, Cooan se transformó en la Dama de Fuego. Después con su arco en la mano, lanzó un par de flechas incendiarias contra el altar. Para asombro del matrimonio todos los indígenas se arrodillaron ante ella al instante.



-Han debido de creer que eres la reencarnación del Dios del volcán.- Supuso Tom mirando la escena anonadado. -

-Sí - confirmó el sacerdote  que de inmediato les urgió y esta vez con preocupación.  - Ahora debéis arrojar la figurita del ídolo maligno al corazón del mismo y escapar de aquí.

-¡Nunca lo permitiré! - escucharon una lúgubre voz a sus espaldas.-



Pertenecía a un hombre ataviado con collares de oro y guirnaldas de flores negras. Llevaba una vara en su mano derecha y su mirada parecía desprender fuego cuando les amenazó. Con odio e ira.



- ¡Moriréis si os atrevéis a profanar esta ceremonia sagrada!

-Eres tú el que va a morir. Tu tiempo y el mío ya se han agotado y es inútil que te aferres al pasado. Si debo acabar contigo para que lo comprendas, lo haré.- Replicó aquel sacerdote enfrentándose a él. -

-¡Ja, ja!,- rio ese individuo con un tono de locura. - No  estás a la altura de mi poder...

-Eso ya lo veremos- repuso  su rival con tono desafiante a la vez que repetía  a la atónita pareja. - Lanzad ese ídolo al volcán y marchaos, ¡pronto!



            Entonces aquel hombre lanzó contra él un oscuro rayo de energía que el sacerdote repelió con uno de color dorado. Comenzó una gran pelea entre poderes mágicos. Tom mientras le repitió a  su mujer en tanto ambos miraban asombrados aquel combate místico.



-¡Venga, Connie!, haz lo que él ha dicho, arroja ese ídolo al volcán. Antes de que sea tarde.

-Será un placer.- Replicó ella que apuntó con su arco a la pequeña estatuilla que reposaba en aquel altar, junto a los restos de la otra más grande que su marido derribó.- ¡Hasta nunca!…



 Los indígenas estaban a punto de recuperarla pero la saeta que ella disparó logró alcanzarla  precipitándola al interior de aquel cráter.



- ¡Lo conseguí! ¡Por fin, se ha terminado!- exclamó ella con un grito de júbilo  saltando con los brazos extendidos hacia arriba.-

-¡Nooo malditos! - aulló aquel hechicero que pareció perder de inmediato todo su poder. Así fue fácil para el sacerdote derrotarle y arrojarle con uno de sus rayos dorados también al interior del volcán.-

-Hemos ganado,- exclamó Tom también exultante de júbilo- ¡lo hemos conseguido!...



            Pero aquello no fue tan simple, al cabo de unos segundos la tierra comenzó a temblar, cada vez con más violencia y desde la profundidad del cráter les llegó un rugido ensordecedor. Tom comprendió lo que ocurriría en unos instantes. Gritando con patente horror.



-¡El volcán va a entrar en erupción, debemos huir de aquí!

-Idos con rapidez, el dios de la montaña va a dar rienda suelta a su ira ¡Corred! - Les ordenó el sacerdote, confirmándoles aquello. –

-No nos dará tiempo.- Aulló el espantado muchacho.-

-Ahora es cuando deberás confiar en tu fuerza interior. Búscala dentro de ti.- Le respondió ese hombre.-



            La joven pareja no se lo hizo repetir. A todo correr se apresuraron a bajar del volcán por aquel camino. Las gentes que hace tan solo unos instantes parecían sus mortales enemigos les ignoraban ahora dispersándose presas del pánico en todas direcciones. Al cabo de unos minutos los chicos habían llegado al pie de la montaña que de pronto liberó su furia. La erupción dio comienzo lanzando hacia la atmósfera multitud de toneladas de roca. La pareja de esposos corrió a toda prisa hacia la playa.



-No lo comprendo. – Pudo decir Cooan entre jadeos por la carrera.-Por lo que leí sobre estas islas se supone que los volcanes de tipo Hawaiano no explotan, la lava sale en plan viscoso.

-Ya lo comprobarás luego. ¡Ahora corre! – Le urgió su marido dándole un buen pellizco en el trasero al que su atónita esposa respondió con un… –

-¡Auu! Tom. Eso me ha hecho daño.

-¡Eso por lo de los rayitos y las bolas! – Replicó él también entre jadeos, pese a que su esposa le mirase con expresión de desconcierto, sin comprender a qué podría referirse. – Luego te lo explicaré…



Ella volvió a interrogarle con la mirada aunque no estaba la cosa como para preguntar. Ambos se dieron toda la prisa que pudieron.  Sin embargo el torrente de lava que brotó del cráter se aproximaba a gran velocidad. Tom entonces creyó saber a qué se había referido ese individuo. Se detuvo unos instantes ante la sorpresa mezclada con horror de su mujer.



-¡Vamos Tom! No te pares ahora.

-Tengo que detener esa lava o no tendremos tiempo de huir.- Replicó él.-

-¿Pero cómo vas  a frenar eso? - Exclamó su asustada contertulia.- ¿Te has vuelto loco?...



            El muchacho recordó. Hacía unos meses cuando junto a  Roy y el resto entrenó un poco. Desde luego él no estaba a la altura de los demás, pero sí que podía presumir de sobrepasar las habilidades de un humano corriente. Su amigo un día, hablando de los poderes que tenía, le comentó.



-Según mi maestro Son Goku, un humano con capacidad mental y disciplina marcial podría dominar la Onda Vital.

-¿La Onda vital?...Se sorprendió el chico, afirmando.- Esa ráfaga de energía que usáis Zafiro y tú.

-Sí.- Repuso Roy comentándole jovialmente.- Todos somos capaces de utilizarla. Nuestro maestro nos enseñó muy bien. Y creo que también tú serías capaz si te concentras. El secreto es que tu fuerza interior fluya.



            Tom asintió, entonces no logró hacerlo, pero ahora sentía algo. Escuchó la voz de ese sacerdote que resonaba en su cabeza…



-Piensa en nuestro mítico rey. Él te dará el poder. Estás en sus dominios, encomiéndate a él…





            Y tras cerrar los ojos, dejando de escuchar las angustiadas llamadas de Cooan para que corriera, el muchacho puso ambas manos sobre su cadera derecha y repitió en tanto se concentraba…



-Kame ha me haaaaa.. ¡Yaa!...



            Para su propia sorpresa y el asombro de su mujer, una ráfaga de azulada energía brotó de sus manos dirigiéndose hacia la lava del volcán. En cuestión de décimas de segundo la alcanzó y la detuvo, incluso la hizo retroceder algunos metros. No obstante, el chico se agotó a los pocos segundos dejando de emitir esa fuerza. Aquel torrente de fuego prosiguió entonces su avance de modo ya inexorable.



-¡Vámonos, Tom! – Le impelió Cooan tirando de uno de sus brazos.-



            Ahora sí que no se hizo de rogar y junto a su esposa corrió con todas sus fuerzas. Sin embargo, para su asombro, al llegar a la playa el sacerdote estaba delante de ellos. No sabían cómo lo había hecho para llegar antes pero lo cierto es que estaba allí, levantando sus brazos al cielo parecía repeler los innumerables pedruscos que caían desde las alturas. Entonces les sonrió pidiéndoles con premura.



-Daos prisa. Debéis escapar de aquí. Yo os protegeré todo lo posible. Pero no aguantaré mucho tiempo.

-¿Y tú? ¿Qué va a pasar contigo?- Le preguntó Tom en voz alta tratando de hacerse entender entre el rugido de la explosión. -

-Yo pertenezco a este lugar, no os preocupéis por mí.- Sonrió enigmáticamente el sacerdote que les urgió. - Salvaos deprisa...

- Pero. ¿Quién es usted?-  Quiso saber una atónita Cooan.- 



Aunque su marido, observando como ahora sí más acorde con las tesis de los vulcanólogos, un torrente de lava comenzaba a descender de forma fluida por la ladera del volcán, no esperó a la réplica de aquel hombre. El sacerdote ahora se volvía dándoles la espalda y elevando los brazos al cielo como si de esta manera pudiera frenar la furia de la erupción.



-Mahalo nui.- Le dijo el joven.-

- He mea iki.- Respondió el aludido.-

-`O wai kou inoa? ¿Quién es usted?- Quiso saber la muchacha, que para su propia sorpresa, recordaba aun retazos de esa lengua.-

- Aloha – Fue la única respuesta que recibió por parte de aquel extraño individuo.-



  Y sin más ceremonias Tom tiró de un brazo de su mujer haciéndola correr con él  hacia una piragua cercana de las que habían usado para traerles.



-¡Vamos! Tenemos que darnos prisa. ¡Rema, Connie! - Le ordenó él que a su vez se hizo con otro remo.-



            Ella asintió. El matrimonio tras subir rápidamente a esa embarcación no perdió ni un segundo. Ambos  remaron como posesos. Al principio descoordinadamente por los nervios con lo que la piragua no se movía mucho de la orilla. El sacerdote desde la distancia les apremiaba a alejarse. La lluvia de piedras ardientes había remitido pero en su lugar, del cráter del volcán brotaba ya un mucho más denso manto de lava que avanzaba con gran rapidez hacia la costa, precedido ahora por una nube de lo que parecía humo , gas y ceniza.



-¡Eso es un flujo piro clástico! -. Gritó él horrorizado, sentenciando. - Si nos alcanza nos incinerará. - Déjame remar a mí, Cooan. –





Ella obedeció de inmediato, con el terror reflejado en el rostro al presenciar como aquello se abría camino desde la isla  devastando cualquier cosa, árboles, u otra vegetación que encontraba a su paso.  Finalmente tan pronto Tom pudo remar con ambos remos y su esposa, todavía como justiciera lanzó un rayo de energía a modo de propulsión extra. Por suerte eso les hizo adquirir velocidad y la piragua se adentró en el mar rumbo al barco que alquilaran. Afortunadamente seguía por allí flotando a la deriva a unos quinientos metros de la playa. Por fortuna el viento alejaba aquel humo mortal lejos de la trayectoria de la piragua. A lo lejos podían distinguir los resplandores del incendio provocado por la lava que seguía su avance. Comenzó a escucharse entonces un ruido cada vez mayor. La isla que habían dejado atrás parecía próxima a hundirse. El chico se daba toda la prisa que podía pero no parecía avanzar lo suficiente.



-Si la isla se hunde nos llevará con ella a las profundidades.- Exclamó una horrorizada Cooan.-

-Pues mejor démonos prisa.- Replicó Tom.-



            El chico se notaba algo más descansado y decidió volver a lanzar otro chorro de energía.



-Kamehameha..!-Exclamó.-



            Aunque bastante más débil que el primero bastó al menos para darles un impulso adicional precioso.



-Así avanzamos mucho más deprisa.- Afirmó él.-



 Cooan sujetándose a la embarcación le ayudó lanzando otro rayos de energía que les impulsó más aprisa. Su yate ya estaba a unos pocos metros.



-Ya estamos llegando.- Suspiró la aliviada joven.-



Tuvo que gritar para hacerse oír, puesto que el ruido de la erupción y otros que parecían de explosiones era pese a todo ensordecedor. Por fin llegaron al barco y subieron, Tom levó el ancla y su mujer desplegó las velas. Desde la lejanía aún pudieron ver al sacerdote sobre un risco rodeado de un mar de lava. Él pareció mirarles y sonreír, pero no podían asegurarlo por la distancia. En ese momento, un viento surgido de la nada hinchó sus velas y el barco se alejó rápidamente de allí. Entre las luces del amanecer podían escuchar el fragor de la lava entrando en contacto con el agua del océano que se evaporaba al instante. Al poco una densa niebla originada por el vapor fue cubriendo la isla que despareció a sus ojos. Por fin escucharon una atronadora explosión. La onda de choque zarandeó el barco que milagrosamente capeó unas tremendas olas que venían desde donde había estado aquella isla. Poco a poco el mar pareció tranquilizarse y ambos pudieron respirar aliviados aunque empapados y sin resuello.



-Estaba tan asustada que ni siquiera me he acordado de marearme,- declaró Cooan entre una nerviosa risa de alivio. -

- Mi amor. ¡Gracias a Dios! Cuanto me alegra ver que eres tú otra vez- Le dijo Tom sosteniendo las  manos de la chica entre las de él. -

-¿A qué te refieres?- quiso saber ella visiblemente sorprendida. -

-¿Es que no te acuerdas?- le preguntó su marido con cara de sorpresa para contarle aun con tono de cierto reproche. - ¡Casi me matas!

-¿Quién yo?- Inquirió Cooan asombrada a su vez, negando con la cabeza para replicar visiblemente confundida. - Sólo recuerdo que salimos en este barco y después que me vi tumbada en un altar con un tipo que quería matarme con un cuchillo. ¿Y quién era ese otro hombre que nos ha ayudado?

-Ni siquiera le pregunté su nombre - admitió su marido apenado- y eso que se sacrificó por nosotros.

-Debemos informar de lo que ha pasado, - Dijo la joven - aunque esa explosión se debe de haber sentido a muchos kilómetros.

-Mira - señaló él hacia el horizonte interrumpiendo a su mujer-, es un barco.



            A poca distancia de ellos vieron a un buque de búsqueda marítima. Parecía uno de los guardacostas, llevaba bandera norteamericana. Tom les hizo señales agitando los brazos y ambos  gritaron lo más fuerte que pudieron. La fortuna les sonrió pues el barco dio señales de luces con un foco que llevaba sobre su cubierta y puso rumbo hacia ellos. Al cabo de unos minutos les abordó y un grupo de oficiales subió a su embarcación.



-El dueño de este yate estaba preocupado. - Les dijo uno de ellos. - Les alquiló el barco por un par de horas y hace cinco que se fueron.

-Es una historia muy larga- respondió Tom tratando de urdir algo. – Nos desorientamos y hemos estado en una isla cercana.

-¿Una isla?- intervino otro de los sorprendidos oficiales negando de forma incrédula. - Aquí no hay ninguna isla, excepto de la que salieron, en un radio de trescientas millas.

-¡No puede ser!- objetó Cooan alegando.- Si hace apenas una hora que salimos de allí. Un volcán estalló y escapamos de milagro, han tenido que oírlo.

-¿Pero, qué dice señorita?- le respondió otro oficial con acento de sorpresa en su voz. - Por aquí no hay ninguna actividad volcánica. Al menos desde hace doscientos años.

-Oiga, mi mujer les dice la verdad.- Intervino el chico. - Si no es por un sacerdote que nos protegió no lo habríamos contado. - De seguido, ante la extrañeza de esos oficiales, el muchacho les narró lo mejor que pudo la historia para concluir. - Les aseguro que no estamos locos, ni tratamos de tomarles el pelo.



            Los oficiales se miraban unos a otros incrédulos, Tom pensó que ellos no le creerían. Ahora comenzó a inquietarse. ¿Y si les tomaban por locos? O peor aún, por delincuentes. El dueño de ese barco a buen seguro que podría demandarles y la una excusa que tenían era esa inverosímil historia.



-Tampoco yo me creería ni una sola palabra si me lo contasen.- Tuvo que admitir el chico a su pesar.-



            Pero, para su asombro uno de los guardacostas les confesó



-No teman, no son ustedes los primeros que andan contando cosas así.

-¿A qué se refiere?- quiso saber la perpleja Cooan.-

-Hay una historia de hace más de dos siglos. Habla de una erupción volcánica que destruyó por completo una isla santuario. Allí se practicaban rituales malignos. Se dice que un sacerdote experto en magia blanca acabó con aquellos ritos invocando al espíritu del volcán y derrotó al malvado hechicero que trataba de sembrar el mal. Los nativos cuentan que recibió la ayuda de una noble y valerosa pareja de extranjeros. Según ellos eso fue lo que hizo estallar la isla y la sepultó para siempre en el océano. Pero sólo es una leyenda. De todos modos, como ya les he comentado, no son ustedes los primeros que dicen haber visto u oído cosas extrañas al pasar por esta zona. Aunque nunca nadie dijo haber visto ninguna isla.



            Tras escuchar esa narración los dos esposos se miraron boquiabiertos.



-¡Doscientos años ha dicho!- Repitió ella sin poder creérselo. - Pero eso no puede ser posible.

-Señorita,- contestó otro de los guarda costas con tono algo resignado. - Ustedes entraron en aguas del triángulo. No se imaginan la cantidad de historias extrañas que nos han contado las personas que han atravesado este lugar. Incluso algunas desaparecieron y jamás han vuelto a ser vistas, son de los pocos afortunados que han salido de aquí.

-Ahora hemos salido ya de esas aguas.- Terció otro guardacostas-  si desean que les remolquemos hasta el puerto podemos hacerlo, así llegarán antes.



            Tom y Cooan se miraron y éste dijo a los sorprendidos oficiales.



-No, muchas gracias, volveremos nosotros mismos. Quizá sea la única oportunidad de navegar tranquilos.

-Muy bien- convino un oficial que mirando al cielo les aconsejó. - Pero mejor dense prisa porque parece que se prepara una tormenta.



            El cielo en efecto había tomado un color gris plomizo que filtraba algunos rayos de sol que daban al agua marina una tonalidad acero opaca, como el color de camuflaje de los buques de guerra. Las nubes poco a poco habían cubierto el cielo y eso presagiaba la inminente tormenta, así como la fresca brisa que mecía las velas. Los jóvenes recién casados despidieron a los oficiales que volvieron a su barco. Tras una rápida maniobra la patrullera  se separó dejándoles en medio del mar.



-Será mejor que nos demos prisa, Tom - Le sugirió Cooan algo intranquila - sólo nos faltaría sufrir una tormenta

-No te preocupes cariño.- La tranquilizó él.  - Tendremos tiempo, ya lo verás.



            El muchacho puso rumbo tras la estela del guardacostas, la brisa que ahora era un ligero viento hinchaba las velas y el barco avanzó surcando las aguas con velocidad. Como si de una cuchilla se tratase hendía las olas poniendo rumbo hacia los pocos claros que quedaban en el cielo. Algunos rayos del atardecer se colaban por ellos dándole una amplia gama de tonalidades al agua del mar. El sol parecía querer librar una batalla perdida de antemano contra aquella concentración de nubes que amenazaba con taparlo, pero Tom y Cooan ya no se preocupaban por esto. Abrazándose mutuamente sólo disfrutaban de la gran belleza de esa vasta extensión de mar y cielo que tomaban contacto mutuo lejos, en un remoto horizonte. El muchacho conectó la radio para poder localizar su posición, aunque en vez de oír la voz del práctico del puerto ambos escucharon una hermosa canción en lengua desconocida. Que por alguna extraña razón podían entender. Al menos en su intención. Era como si alguien les diera las gracias…



Iiiiiiiiiiiiii



Ariadiamus late ariadiamus da
ari a natus late adua


A-ra-va-re tu-e va-te
a-ra-va-re tu-e va-te
a-ra-va-re tu-e va-te la-te-a




Ariadiamus late ariadiamus da
ari a natus late adua


A-ra-va-re tu-e va-te
a-ra-va-re tu-e va-te
a-ra-va-re tu-e va-te la-te-a




A-na-ma-na coo-le ra-we
a-na-ma-na coo-le ra
a-na-ma-na coo-le ra-we a-ka-la...
a-na-ma-na coo-le ra-we a-ka-la........



ah-ya-doo-ah-eh
a-na-ma-na coo-le ra-we a-ka-la.....
a-ya-doo-ah-eh...
a-ya doo a-ye
a-ya doo a-ye



A-na-ma-na coo-le ra-we
a-na-ma-na coo-le ra
a-na-ma-na coo-le ra-we a-ka-la...
a-na-ma-na coo-le ra-we a-ka-la........
ah-ya-doo-ah-eh
a-na-ma-na coo-le ra-we a-ka-la.....
a-ya-doo-ah-eh...
a-ya doo a-ye
a-ya doo a-ye




            Escuchaban embelesados aquella tonada, con la hermosa voz de una mujer y coros infantiles, que quizás pertenecieran a los habitantes de aquella misteriosa isla, quien sabe. Al terminar, los dos abrazados miraron hacia el horizonte.



-Por alguna extraña razón, comprendo lo que dice.- Sonrió Cooan.-

a-ri-a-di-a-mus la-te
a-ri-a-di-a-mus da
a-i-a na-tus la-te a-du-a.




A-ra-va-re tu-e va-te
a-ra-va-re tu-e va-te
a-ra-va-re tu-e va-te la-te-a.


A-na-ma-na coo-le ra-we



            El viento seguía hinchando las velas y su embracación avanzaba a gran velocidad tratando de eludir la creciente formación de nubes que ya presagiaba tormenta, en tanto ellos ponían proa a la puesta de sol.


a-na-ma-na coo-le ra
a-na-ma-na coo-le ra-we a-ka-la...
a-na-ma-na coo-le ra-we a-ka-la........
ah-ya-doo-ah-eh
a-na-ma-na coo-le ra-we a-ka-la.....
a-ya-doo-ah-eh...



a-ya doo a-ye
a-ya doo a-ye


ya-ka-ma ya-ma-ya-ka-ya me-ma
a-ya-coo-ah-eh mena
ya-ka-ma ya-ma-ya-ka-ya me-ma




Y abrazados ambos, con Tom al timón, se deleitaban contemplando aquella enorme belleza natural, sin sentir el menor temor y sí un gran sentimiento de libertad.


a-ya-coo-ah-eh mena
ya----ka--ma me--ah
a-ya-coo-ah-eh mena
ya----ka--ma me--ah




(Adiemus, Karl Jenkins, ENYA. Crédito al autor)



- Al final no ha estado tan mal, ¿verdad Connie?- le susurró su marido al oído. - Ha sido una Luna de Miel muy divertida.

-Espera a que se lo contemos a los demás.- Sonrió ella. -

-Creo que esto podría ser nuestro secreto.- Le propuso él, añadiendo con pose algo reflexiva –y quizás algún día podríamos contárselo a nuestros nietos.

-Vaya, ¿no estás corriendo demasiado?- respondió la chica divertida, sin demorarse en recordarle con una gran y pícara sonrisa. - Para tener nietos, primero debemos ir a por nuestros hijos.

-Y de eso nos encargaremos cuando volvamos a casa, ya lo verás.- Sonrió a su vez Tom. -

-¿Y por qué esperar tanto, si podemos comenzar ahora?..- Le sugirió Cooan con voz melosa. -

-No nos queda mucho para llegar a puerto,- objetó el chico un tanto azorado ahora. - Sería algo embarazoso que el barco chocase contra el muelle porque tú y yo....ya me entiendes...

-Estoy dispuesta a arriesgarme, si tú lo estás, claro que... si tanto te asusta la idea...- Repuso ella fingiendo cierta decepción. -



            Entonces su esposo la miró atónito, luego en cuestión de instantes su expresión cambió y sonrió con picardía. ¡Qué demonios!



-Ciertamente hemos salido de cosas peores - Declaró resueltamente él que rodeó a Cooan con los brazos mientras la besaba. -



            Así los dos se dejaron caer sobre la cubierta del barco mientras éste se acercaba cada vez más a la costa dejando tras él aquella incipiente tormenta y el misterio de esas aguas. Por fortuna Tom y Cooan terminaron antes de encallar y pudieron volver sin más novedades a su casa. El resto de la Luna de Miel transcurrió sin incidentes. Con una visita a los padres del chico en Kansas para que Cooan conociese mejor a su nueva familia. Al poco volverían a su casa y a sus vidas. Y así, después de muchos, muchos años, pudieron efectivamente contar a sus hijos y nietos aquellos sorprendentes sucesos en los que se vieron envueltos en aquella inolvidable aventura, una más en su ya larga lista.

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