domingo, 17 de agosto de 2014

GWHC06 La historia de Karaberasu y su nueva familia I


En el apartamento de las cuatro hermanas todos celebraban el reencuentro y la victoria sobre el enemigo. Al menos casi todos, entre los brindis y las bromas Karaberasu se sentía sola, era una sensación de profunda soledad, un abandono similar a estar en medio de un extenso desierto, pese a verse rodeada de sus hermanas y amigos nada podía animarla. De vez en cuando sonreía débilmente a quien le dirigiera cualquier comentario para no llamar la atención. No deseaba empañar aquellos momentos de alegría con sus reencontrados amigos. Sabía que ellos si tenían motivos para sentirse felices. Ahora, vencido el enemigo, todos podrían vivir sus vidas con las personas que amaban. Solamente ella estaba sin nadie, pero eso sí, con aquella tremenda responsabilidad con la que ese despiadado demonio la cargó. En su mente había una lucha de emociones entre el miedo y la esperanza. Miedo a las palabras del malvado Sabio quién, antes de ser destruido le profetizó que de su vientre surgiría el mal. Esperanza cuando oyó decir a Roy que ese bebé se uniría con el tiempo a las fuerzas que luchaban por el bien.



-Es como tirar una moneda al aire.- Meditaba al margen del resto.- No sé de qué lado caerá. Y no puedo arriesgarme a que lo haga del equivocado…

-¿Un poco más de agua?- Le ofreció Bertie que se sentaba en la mesa a su lado.-

-No, no gracias. – Replicó saliendo de sus pensamientos.-



            Escuchaba ahora a Roy, quién estaba al lado de Beruche, comentando algo al parecer gracioso, porque todos se reían…



-Sí, sí. Os juro que ese tipo tenía un sentido del humor más ridículo que el mío. - Aseguraba.-

-¡Venga ya!- replicaba su amigo Tom, moviendo la cabeza ante la mirada divertida de Cooan.-

-Os dice la verdad.- Terció Zafiro, que estaba sentado junto a Petz.- Era el individuo más extraño que jamás haya conocido. Para empezar, nada más llegamos a su planeta, que era realmente pequeño, pero con una gravedad tremenda, nos sorprendió. ¡Quería que le hiciéramos reír para entrenarnos!

-¡Seguro que con Roy lo tuvo muy fácil! - Exclamó Bertie haciendo que el resto prorrumpiera en carcajadas.-

-Vaya cubito, pues tú también lo habrías logrado.- Se sonrió de oreja a oreja él.- Tu sentido del humor ha mejorado mucho.

-Por eso no me rio con tus chistes.- Replicó impávidamente ella, haciendo que las risas arreciaran de nuevo.-



            Oyendo aquella sucesión de bromas y viendo esas caras llenas de alegría Kalie tan solo podía sonreír. Ojalá pudiera dejarse llevar por ese ambiente de euforia y buen humor, sin embargo, le bastaba con palparse su abultado vientre para no hacerlo. Aunque continuó observando al resto hablar y reír y pasárselo en grande. Se lo merecían. Luego cada uno fue contando sus peripecias e incluso ella participó relatando ese combate contra los demonios en la escuela y como fueron a aquella iglesia buscando protección para los críos.



-Fue muy duro, pero logramos salvarles. Eso ha sido lo mejor de todo. Ha merecido la pena luchar.- Sentenció con la aprobación de todos.-

-Así es. Por fin, tras tantos sacrificios, se abre un nuevo comienzo.- Remachó Zafiro, con la embelesada mirada de Petz puesta sobre él.- Y seremos dignos de él.

-Sí, amigo.- Convino Roy.- Queda mucho por hacer, pero la ciudad ya comienza a estar como nueva.

-Ahora tenemos más trabajo que nunca.- Terció Petz.- Nos han contratado en unos grandes almacenes para distribuir ayudas. Eso es bonito. Podemos seguir haciendo algo por la gente. ¿Verdad Kalie?

-Sí, claro… está muy bien.- Afirmó ella sonriendo débilmente.-





Y así continuaron hasta que casi de madrugada los muchachos se despidieron. Al salir, ella estaba cerca de la puerta, Petz y Zafiro aún permanecían dentro dedicándose mutas miradas y caricias. Cooan y Tom habían salido ya, Bertie y su novio iban a hacerlo. Seguramente que a darse algunos besos. Ella aguardó dentro. Al fin, sus hermanas entraron en el apartamento y Kalie fue a cerrar la puerta. Se sorprendió cuando vio a Roy esperando todavía en el pasillo. La muchacha le comentó algo sorprendida.



-¿Olvidaste algo? ¿Quieres que avise a mi hermana?



            Sin embargo él negó con la cabeza y esbozó un gesto serio para responder.



-No quiero hablar con Bertie, quiero hacerlo contigo, Kalie.

-Tú dirás.- Pudo replicar la joven con tono suave.-



            Y tras mirarla fijamente el muchacho quiso saber con voz preocupada.



-Dime una cosa. ¿Lo has pensado bien?



            La aludida sabía perfectamente a lo que él se refería, asintió despacio, se cruzó de brazos sobre su tripa y declaró.



-No quiero ser una carga. Mis hermanas merecen disfrutar de su felicidad.

-No eres ninguna carga.- Contestó su interlocutor mirándola con tristeza.- Cree lo que te dije.

-Eso quisiera, pero no puedo arriesgarme. –Musitó la muchacha tratando de no llorar para sentenciar.- Sé lo que debo hacer…Y tú también…



            Su interlocutor no respondió a eso. Se limitó a tomar las manos de la joven entre las suyas y a susurrar con gran afecto.



-Cuídate mucho. ¿Lo harás?...Y si tienes algún problema, lo único que tienes que hacer es aumentar tu energía. Podré sentirte…

-No, Roy. - Sonrió ella moviendo la cabeza.- Debo ir sola y salir adelante por mis propios medios. Necesito tiempo. Algún día quizás pueda regresar. Pero solamente cuando esté segura de que no represente ninguna amenaza.

-Un bebé no es ninguna amenaza.- Opuso el muchacho.-

-Sabes perfectamente de quién es hijo. Y es un riesgo que no nos podemos permitir correr. Además, puede que hayan sobrevivido algunos de esos sectarios. No deben ni sospechar de su verdadera naturaleza. Nadie debe saberlo…-Sentenció.-



            El joven suspiró, pudo decir consternado…



-Eso le romperá el corazón a  tus hermanas. ¿Eres consciente de eso, no es así?

-Yo ya tengo roto el mío.- Musitó la muchacha cerrando los ojos y bajando la cabeza.- Por favor, solo te pido que me des tiempo…sé que para ellas será duro, pero te aseguro que lo será mucho más para mí. Solo prométeme que no iréis a buscarme hasta que no esté lista. Sé que mantendrás tu palabra. Bertie dice que jamás rompes una promesa.

-Es verdad. Nunca lo hago. Mis padres así me lo enseñaron. Y si eso es lo que tú deseas, tienes mi palabra. - Suspiró resignadamente Roy quien agregó con afectuoso tinte de voz.- Buena suerte Kalie. Por favor, cuídate.



            Y tras darle un cariñoso beso en la frente se marchó. La muchacha suspiró largamente también, tratando de frenar las lágrimas. Justo entonces sus hermanas la llamaban.



-Kalie.- Escuchó la voz de Cooan.- ¿Qué haces ahí fuera?...

Nada – sonrió ella disimulando como pudo.- Estaba charlando un poco con Roy, se olvidaba algo y… ya sabes como es. Siempre tiene ocurrencias.

-¡Si! En el Cielo no solamente no le han quitado esa costumbre. ¡Encima hasta le han entrenado más por lo que nos ha contado!. – Rio su hermana añadiendo ya con más premura.- Anda, que ya es muy tarde. Habrá que irse a dormir…



Ella entró dócilmente y cerró la puerta. Quiso dar una apariencia más jovial. Es más, cuando Bertie y Cooan se acostaron se ofreció para ordenarlo todo. Incluso recurrió a algún ácido comentario como los que solía hacer antaño a su hermana Petz, para que ni ella sospechase nada. Y lo consiguió. Insistió en ocuparse de las tareas domésticas pues no tenía mucho sueño según dijo. 



-¿Estás bien, Kalie? - Le inquirió Petz aun sin irse a dormir como Bertie y Cooan habían hecho hacía unos minutos, agotadas por tantas emociones. - ¿Te ocurre algo?



 El motivo era que vio a Karaberasu dirigirse a la cocina y preocupada la siguió, pues notaba gran tristeza en su semblante, pasados los primeros momentos de felicidad. Además de haberla visto muy callada durante la cena, lo que era muy contrario a su manera de ser.



-Mi hermana siempre había disfrutado siendo el alma de las fiestas y llamando la atención. Ahora parece que quisiera esconderse de todos.- Pensó una inquieta Petz en tanto le preguntaba.-

- No te preocupes,- le sonrió ésta esforzándose por hacer una broma. - No es tan raro que quiera fregar, Petz. Para que luego digas que soy una vaga. ¡Anda, vete a dormir!, no haré ninguna tontería, sólo fregar los platos y quizás romper alguno más para terminar tu trabajo. Después pienso irme a la cama y dormir hasta la noche siguiente.- Remachó forzando una sonrisa.-

- Muy bien,- añadió su interlocutora más tranquila, incluso animada por esa declaración de intenciones de Kalie. -



Y es que la mayor de las  Malinde estaba de un inmejorable buen humor y tras lo ocurrido cualquier cosa la hacía sonreír. Se  alejó obedientemente hacia su habitación tras desearle buenas noches a su hermana con un cariñoso beso en la frente y un ilusionado...



- ¡Hasta mañana!

- Hasta siempre, querida hermana mayor. - Pudo musitar Karaberasu con la visión nublada por las lágrimas, de modo que Petz no llegara a escucharlo. – Adiós, sé muy feliz.



Allí se quedó Karaberasu fregando los platos, pero las intenciones de ella eran bien distintas. Según transcurrían las horas de la noche los pensamientos de ésta la invadían cada vez más y la idea que había comenzado a fraguar durante días cobraba al fin, cuerpo de decisión.



- No sé qué hago aquí. No tengo un sitio junto a mis hermanas, ante ellas se abre ahora un maravilloso futuro al lado de los hombres que aman, pero ¿qué es lo que tengo yo? No puedo seguir aquí, amenazando su felicidad, ni estorbando sus vidas con mi problema. No, eso no puede ser...tengo que marcharme.



            Esos eran los pensamientos que torturaban a Karaberasu que ya lo tenía decidido. Más aún tras su conversación con Roy. Terminó de fregar los platos y se dirigió a su habitación, echando mano de los pocos ahorros que tenía y de sus mejores vestidos, objetos de más valor y necesidad, hizo un par de maletas. Pesaban bastante y más en su avanzado estado de gestación, pero no quería dejar nada de lo que había guardado, probablemente lo necesitaría. Se introdujo silenciosamente en los dormitorios de sus hermanas y les dedicó una última mirada de despedida. Todas ellas dormían con un semblante feliz y relajado, ajenas por completo al sufrimiento que embargaba a la joven que se despidió de ellas con lágrimas en los ojos. No se atrevió a besarlas por no despertarlas. En el salón dejó una nota de adiós, explicando los motivos que la inducían a marcharse. La escribió desde lo más profundo de su corazón, sin poder contener un silencioso llanto.







"Mis queridas hermanas, he decidido marcharme a buscar mi propia felicidad. Como vosotras ya la habéis encontrado, no deseo ser una carga para nadie. Aquí me siento desplazada, ¡no es por vuestra culpa! , pero sé que no debo interferir en vuestras vidas, ahora que tenéis una nueva oportunidad para vivirlas. ¡Tendré a mi hijo!, no temáis y ¡afrontaré la vida con él! ¡Saldré adelante! porque soy parte de una familia de luchadoras. ¡No me busquéis, por favor! , respetad este deseo. Por lo menos hasta que esté preparada. Cuando eso suceda, ojalá que sea pronto, yo os encontraré. ¡Sed muy felices y cuidaos mucho! Y no me olvidéis como yo nunca podré olvidaros a vosotras. Os quiere como siempre lo hizo, con toda su alma, vuestra hermana”.



                        Kalie.



Firmó tratando de evitar que las lágrimas cayesen sobre la hoja. Una vez terminada la puso con cuidado apoyada sobre un jarrón y salió de la casa con las maletas cerrando con la máxima suavidad que pudo la puerta. Era muy tarde y se acercó hasta la cabina de teléfono más próxima, desde allí llamó a un radio taxi. Éste llegó en quince minutos que a ella le resultaron eternos. Pidió al taxista que la llevase hasta la terminal de autobuses y desde allí, aguardando hasta casi el amanecer, tomó uno que iba dirección al oeste. Su embarazo era ya más que evidente y le resultaba muy fatigoso subir las maletas, por suerte, algunos viajeros al verla en ese estado la ayudaron de forma muy amable. El viaje se le hizo largo, largo y melancólico, pensaba en los momentos de felicidad y los proyectos de futuro que había compartido con sus hermanas. Cuando fueron sanadas por la Guerrera Luna con el Cristal de Plata y emprendieron una vida normal. Después, al abrir la tienda y trabajar todas juntas y en armonía. Recordaba también a sus hermanas pequeñas yendo a estudiar al extranjero y cómo ella y Petz acudieron muy preocupadas cuando les llegaron noticias del grave estado de Bertie. Una vez allí supieron que existía otra amenaza y fueron ellas, las que, transformadas una vez más por Sailor Moon, pudieron enfrentarse a ellas como Justicieras. Karaberasu entonces fue feliz, aun en medio de todo ese caos. Se sentía alguien útil que luchaba por el bien y rodeada del cariño de sus hermanas y amigos, eso la ayudaba a terminar de enmendar su pasado de la Luna Negra. Pero después vino aquello. Aquel terrible momento en el que fue capturada y forzada por ese horrible demonio. Pese a que se vengó de él aniquilándolo, muchas noches seguía teniendo pesadillas y se despertaba gritando en la oscuridad. Aunque lo peor fue cuando descubrió su estado.  Aquel monstruo además la había dejado encinta de algo que bien pudiera ser otro horrible demonio.  Fue entonces cuando se derrumbó cayendo en el pozo más hondo en el que jamás había estado. Ni siquiera como hermana maligna. Trató incluso de poner fin a su vida y de abortar a toda costa pero algo, no sabía a ciencia cierta qué, se lo impedía una y otra vez. Después, tras la pérdida de Roy y la aciaga situación de Tom trató de sobreponerse para ayudar a sus desconsoladas hermanas. Al menos  y aunque fuera egoísta por su parte, se sentía unida a ellas más que nunca en sus respectivas desgracias. Pero luego todo cambió. Milagrosamente sus amigos se recuperaron y resucitaron volviendo para luchar y vencer el mal definitivamente.  Karaberasu quiso entrever un rayo de esperanza también para ella. Rezaba entonces todas las noches de rodillas, suplicando por un milagro al igual que estos se habían producido para sus hermanas. Tom recobrado de forma increíble de su parálisis, Roy y Zafiro resucitados y volviendo a los brazos de Beruche y Petz. Pero su embarazo seguía allí y nadie, humano o divino, parecía querer borrarle eso. Al final entendió que únicamente existía un camino para ella. No podía comprometer el futuro de sus hermanas y amigos a los que estaba dejando atrás. Al hilo de esos pensamientos tardó en dormirse y tuvo que ser despertada por el conductor. Ya era mediodía y habían llegado a la primera escala, alojándose en un motel en una ciudad llamada San Andreas. Curiosamente en un condado de nombre Calaveras.



-Esto debe de ser una señal.- Se dijo la joven al ver ese letrero.- Se llama igual que mi propio nombre cuando vivía en Némesis.



Ahora esbozó una leve sonrisa. Mientras se acostaba recordó una  vez, siendo una niña de apenas cinco años, una conversación que mantuvo con su madre. La cría había estado discutiendo como de costumbre con su hermana. Esta vez tras reñir por cual nombre era más bonito. Su progenitora llegó a poner paz.



-El mío es más bonito.- Repetía Petzite.-

-No, el tuyo es muy feo. El mío es mejor.- Rebatía ella.-

-Ya basta, niñas. Las dos tenéis unos nombre preciosos.- Las cortó su madre, añadiendo.- Y que significan cosas importantes.

-¿Cómo qué?- Inquirió la pequeña Petzite.-

-Pues, por ejemplo, son nombres derivados de minerales muy valiosos, algunos existen en nuestro mundo. El tuyo sin ir más lejos, se asocia con el oro y la plata. Y toma su nombre del científico que lo descubrió.

-¡Cuánto sabes, mamá! – Exclamó la cría muy contenta.-

-La abuela Kim me lo contó siendo yo tan pequeñita como vosotras.- Sonrió su interlocutora.- Era geóloga y sabía mucho de esas cosas.

-¿Y el mío?- Quiso saber Calaverite.-

-También es un mineral valioso. Y además de eso, tu abuela me contó que hay un condado en el planeta Tierra que se llama así…de hecho, allí lo descubrieron y tomó su nombre de aquel lugar.

-¿Lo ves?- Se sonrió la cría mirando a  su hermana con regocijo al agregar.- ¡El mío es mejor!…



Obviamente Petzite no estuvo de acuerdo y resurgió la polémica. Aunque su madre enseguida las hizo callar alegando



- Vuestras hermanitas también tienen nombres de minerales valiosos. Como la abuela Kim, que viene de Kimberly. Que deriva del mineral Kimberlita.

-¿Y el tuyo?- Quiso saber Calaverite con curiosidad.- ¿Idina es el nombre de otro mineral?



            Aquí su madre sonrió para comentar divertida.



-No, mi caso es distinto. Vuestra abuela me lo puso porque su propia abuela se llamaba así. Esa otra Idina fue la madre de mi madre.

-Entonces fue la mamá de la abuela.- Dedujo Petzite.-

-Sí, cariño. Se dice bisabuela.- Asintió su interlocutora sentenciando con voz queda.- ¿Lo veis? Todos los nombres son hermosos y todos tienen su significado…



            Calaverite sonrió más animada, lo mismo que su hermana y por esa vez hicieron las paces. Ahora era Kalie la que sonreía en sueños. Aunque enseguida un incómodo rayo de sol la despertó. Durante unos mágicos instantes creyó que estaba allí, en Némesis, con sus hermanas y su madre.



-¡Mamá, Petz, Bertie, Cooan! - Pensó tratando de evitar que las lágrimas surgieran.-  ¿Quién me lo iba a decir? Y pensar que de niña decía que me gustaría conocer el sitio de donde venía mi nombre. Bueno, no podré quejarme porque ese deseo no se haya cumplido. ¡Ojalá tenga la misma suerte con los demás!…



Aunque lo que no le hizo mucha gracia fue descubrir que su nombre en español significaba cráneo. Y eso le hacía pensar en ese maldito Sabio.



-Pudiera ser una señal, sí.- Musitó ahora con zozobra.- Quizás de mi propio destino. Por eso debo alejarme lo más posible de las personas que quiero.



            Recordó también esas palabras de despedida del holograma de su madre, cuando finalmente lograron destruir la bola de ese maldito encapuchado.



-Calaverite. Mi chica presumida. Eres ingeniosa, llena de optimismo y muy perspicaz. Guía a tus hermanas y vela por ellas. Y, sobre todo, disfruta de la vida como tú sabes aunque siempre con prudencia. Sé que saldrás adelante sea cual sea tu destino y las pruebas por las que debas pasar. No te rindas jamás. Eres muchísimo más fuerte y generosa de lo que tú crees.  Y jamás lo olvides, cariño. Por oscura que sea la noche, siempre termina por amanecer.



            La joven quiso decir algo, pero no fue capaz de articular palabra, se llevó las manos al rostro tratando de contener el llanto sin lograrlo, al fin suspiró con un gemido…



-Lo haré, mamá…



            Ahora, a medio despertar de esa cabezada, musitó.



-Lo intentaré…trataré de ser fuerte como lo fuiste tú. Quisiera decir que no tendré miedo, como no lo tuviste tú, mamá, pero no sería verdad.



Así, entre recuerdos, temores y reflexiones descansó algo más. Tomó algo para desayunar en una cafetería cercana y tras unas horas llegó el momento de abordar otro autobús que la condujo a su meta definitiva en los Ángeles. Un día y medio después de salir de su casa. Volvió a quedarse dormida pues el trayecto transcurrió de noche y de madrugada, las primeras luces del alba iluminaban la terminal de llegada cuando el bus arribó....



- ¡Vamos señora! - La zarandeó suavemente de un hombro el conductor, un hombre de mediana edad  que parecía tener prisa. - Ya hemos llegado y debo encerrar el autobús en la cochera.

           

            Poco a poco Kalie fue volviendo a la realidad, al principio creía que se trataba de alguna de sus hermanas que la despertaba como últimamente era habitual, pero enseguida recordó la situación en la que se encontraba y musitó una disculpa.



- Muchas gracias, perdone pero estaba muy cansada y…

- No se preocupe. - Le respondió de forma amable el conductor que añadió, dándose cuenta la situación de aquella mujer. - Tiene usted dos maletas se las sacaré...



            Karaberasu se levantó y siguió a aquel hombre que tuvo la deferencia de dejarle las maletas al pie de una cafetería cercana que afortunadamente ya estaba abierta. A ella le pareció bien, tenía hambre y entró junto con su equipaje. Tomando asiento en una de las mesas que había libres esperó a que una chica se acercase a tomarle nota.



-¿Que desea usted?- le inquirió ésta con una sonrisa. -

- Un par de huevos y bacón, por favor, con un zumo de naranja.- Le pidió mientras trataba de adecentarse un poco el maquillaje. -



            La chica desapareció y al cabo de quince minutos reapareció con el pedido. Karaberasu comió con ganas y después preguntó por un lugar para poder instalarse. De la cafetería le indicaron que tomase un taxi hacia la zona sur de la ciudad, así lo hizo y buscó un alojamiento que no excediera sus posibilidades económicas. Pero, por desgracia para ella, todos los lugares eran demasiado caros. No tenía más remedio que ahorrar hasta que encontrase un trabajo y en su estado actual le sería muy difícil conseguirlo. Finalmente, anocheciendo y cuando ya estaba extenuada de acarrear su pesado equipaje por toda la ciudad, llegó a una modesta pensión de las afueras. Tocó a la puerta suspirando. Ya casi no había luz y le aterraba la idea de no encontrar un techo donde cobijarse. Esperó unos agónicos instantes a que alguien respondiera y al cabo de estos, escuchó unos pasos arrastrarse tras la puerta y la voz algo cascada de una mujer preguntar desde el otro lado.



-¿Quién es?, ¿qué quiere a estas horas?..

- Buenas noches, - reconoció Karaberasu que, al consultar su reloj y percatarse de que ya eran más de las nueve, añadió, no sin cierto sentido de culpabilidad. - Deseaba una habitación para pasar la noche. Verá, es que acabo de llegar a la ciudad...





            La puerta se abrió, revelando tras ella a una mujer ya mayor, de pelo entre rubio y cano, regordeta y sonriente,  que lucía un sencillo vestido verde con un delantal blanco.



- Ha venido usted al sitio adecuado, señorita. Son veinte dólares por noche, el dinero por adelantado.- Dijo sin perder aquella expresión risueña. -



            La muchacha sacó el monedero y le pagó, la mujer guardó los billetes en un bolsillo de su delantal y asintió con aprobación.



- Muy bien, pase.- Le indicó con un gesto de su mano. -

           

            Kalie entró las maletas con un evidente esfuerzo, la casera se percató de su embarazo y corrió a ayudarla.



- En su estado no debería usted llevar tanto peso. - Le aconsejó con amabilidad para ofrecerse de inmediato. –Traiga, yo le ayudaré.

- Muchas gracias- sonrió Karaberasu. - A propósito, no me he presentado, me llamo Ka... –



Casi estuvo a punto de decir su verdadero nombre pero rectificó dando otro nuevo, el que usaría en lo sucesivo, como si de este modo pudiese borrar las huellas de su doloroso pasado.



-Me llamo  Karla  Smith.- Discurrió pensando que, por ese apellido tan común, sería muy difícil de rastrear.-

-¿Es extranjera, no?- le dijo aquella mujer al notar su acento y escuchar aquel nombre, a lo que su contertulia asintió. - Yo me llamo Dorothy Howard, y llevo más de veinte años alquilando habitaciones. No son muy lujosas pero sí confortables y limpias. No se preocupe, usted y su bebé estarán bien.- Afirmó dirigiendo una simpática mirada al vientre de la muchacha. -

- Gracias, la verdad es que estoy algo asustada, ya me queda muy poco. - Reconoció Karaberasu sonriendo con timidez y visible temor. -

-¿Es usted primeriza, no?- su interlocutora asintió - ¡Que diantres!, voy a tutearte pues tienes edad para ser mi hija. Yo traje al mundo a tres hijos, dos chicos y una chica. - Suspiró con tintes de nostalgia al decir esto último pero enseguida se rehízo con el tono desenfadado que estaba utilizando hasta entonces y agregó. - No es tan terrible, - se palpó los contornos de sus anchas caderas. - Lo malo es que si una no se cuida pierde la silueta.



            Eso hizo reír a su interlocutora, hacía mucho tiempo que no lo hacía con ganas, la señora Howard se unió a las risas, indicándole a su clienta que la siguiera.



- Deja ahí las maletas, luego las subiremos.



            Subiendo unas empinadas escaleras la señora Howard condujo a la muchacha hasta el piso superior, allí, sacó una llave y abrió la puerta más cercana al rellano, dando la luz, dijo.



- Ésta será tu habitación. Espero que te guste.



 Y la mujer invitó a la muchacha a que la viese, se trataba de un cuarto pequeño que contenía una sencilla cama con sábanas y mantas de un tono azul pálido, un armarito para la ropa y una mesilla de noche con una lamparita. Había otra mesa, algo más grande, enfrente de la cama  que servía de escritorio. Sobre ella un gran ventanal desde donde había una buena vista del exterior de la ciudad. En conjunto a Karaberasu le pareció un cuarto sencillo, pero coqueto y acogedor. La señora Howard deslizó un poco las cortinas y bajó la persiana.



- Si te parece bien, te subiré las maletas ahora. - Le propuso la casera. -

- Le ayudaré, son mucho peso para una persona sola.- Respondió la agradecida joven. -





            Esa mujer asintió y entre ambas bajaron y realizaron aquella fastidiosa tarea. Tan pronto las hubieron dejado arrinconadas junto a la cama la chica sufrió un mareo y se derrumbó. Apenas sí pudo sentarse en la cama. Se sentía muy débil y la visión se le nublaba. La señora Howard trató de ayudarla a recuperarse presa de la preocupación.



-¿Estás bien, muchacha?, ¿qué te ha pasado?...- preguntaba sin cesar de palmearla suavemente en una mano. -

- Es que estoy muy cansada.- Pudo responder Karaberasu con los ojos cerrados y un hilo de voz. - He estado buscando alojamiento durante todo el día y no he comido nada desde por la mañana.

-Pero eso en tu estado es una temeridad!- Le recriminó la anciana visiblemente preocupada para sentenciar. - Nada, en cuanto descanses bajas conmigo y te daré de cenar. Tienes que reponer fuerzas o tú y el bebé os resentiréis.

- Pero, es que no sé si tendré suficiente para pagarle la cena, - musitó su interlocutora con preocupación. - Tengo poco dinero y debo economizarlo hasta que pueda trabajar.

- ¡Que tonterías son esas!- refunfuñó la señora Howard quitándole importancia. - No te preocupes de eso y ven conmigo.

- No sé cómo podré pagárselo, señora - sollozó Karaberasu emocionada por ese gesto. -

- Olvídalo y llámame Dorothy. – Le sonrió alentadoramente ella que la animó con un jovial - ¡Vamos niña, tienes que comer!...



            Tras unos instantes en los que la muchacha pudo reunir fuerzas para levantarse, la señora Howard, o mejor dicho, Dorothy, como insistió en hacerse llamar por su clienta desde entonces, la ayudó a bajar y a sentarse ante una mesa en el comedor de la casa. La vajilla de porcelana estaba ya dispuesta. La anfitriona se dirigió a la cocina trayendo de allí una sopera, sirvió a Karaberasu una generosa ración de sopa y luego se echó ella misma. Apenas comenzó a comer se quedó atónita viendo como la joven devoraba el primer plato, le sirvió un poco más y luego le trajo algo de pollo con verduras. La casera no podía dejarla de mirar y sonreír mientras la chica, con gran apetito, daba cuenta del último manjar. La anciana acercó algo de fruta y unos dulces que ella misma hacía y terminaron de cenar.



- Estaba todo muy bueno, es usted una estupenda cocinera. – La alabó Karaberasu muy agradecida, aunque añadiendo con énfasis. - Cuando pueda se lo pagaré. Sólo debo encontrar trabajo.

- Pero, ¿otra vez con eso, muchacha?- Exclamó Dorothy fingiendo incredulidad - ¡Déjate de trabajos y preocúpate por tu hijo!

- El caso es que, precisamente por el bebé, lo voy a tener difícil.- Repuso la chica apesadumbrada. -No quiero ser una carga, en cuanto se me termine el dinero me marcharé.

-¡De eso nada! - Negó su interlocutora enérgicamente para exponer con toda la razón. - En tu estado no puedes estar deambulando por ahí. A propósito, no es que quiera ser indiscreta, pero. ¿Dónde está el padre del bebé? ¿Cómo te deja ir así?



            La interpelada no respondió, sólo se quedó mirando a la mesa con una expresión tan triste que asustó a Dorothy.



-¡Oh, perdóname si he dicho algo inconveniente! Siempre meto la pata, lo siento.- Se disculpó la anciana. -

- No, usted no tiene la culpa. No me gusta hablar de ello, es muy duro para mí.- Susurró la chica que con un tono lleno de pesar y vergüenza se atrevió a confesar. - Me forzaron sabe...

-¡Oh, Dios mío! - saltó Dorothy llevándose las manos a la boca para ahogar sus propias exclamaciones, y mirando a la chica con una expresión de pena y asombro.- ¡Pobrecilla! el tipo que hizo eso debió de ser un malvado. Espero que esté entre rejas.

- Era un demonio - musitó Karaberasu, añadiendo con voz queda. - Pero ya está muerto, de todas formas es mejor así.

- Vamos niña, deja de pensar en eso, tienes que tratar de olvidarte. -Le animó la buena mujer. -

- Eso intento, pero vaya a donde vaya ese recuerdo me persigue siempre.- Replicó ésta con amargura. -

-¿Y no tienes a nadie más?



            Karaberasu estuvo tentada de mover la cabeza, pero no quiso mentir en eso. Le contó a su interlocutora que había estado viviendo con sus hermanas en Nueva York y que se había marchado no deseando ser un obstáculo para su felicidad.



- Quiero tener este bebé y sacarle adelante yo misma. - Afirmó convencida mientras le rodaban las lágrimas. – No deseo ser una carga para ellas.

-Pero son tu familia. - Objetó la mujer.- A buen seguro que querrán ayudarte.

-No es tan sencillo. Es muy largo de explicar, pero tuve que marcharme. Y ahora… bueno, no sé qué puedo hacer.- Susurró entre sollozos sintiéndose totalmente perdida.-



            Su contertulia la dedicó una mirada compasiva, aunque enseguida reaccionó con ese deje animoso suyo y tras posar una mano sobre otra de la muchacha afirmó.



- Tranquila, todo se arreglará. Ya lo verás, yo te ayudaré. Dios ha hecho que llegases a esta casa por alguna buena razón. Así que vamos a hacer una cosa. Te quedarás aquí hasta que tengas al bebé y un trabajo que te haga ganar bastante dinero para manteneros a los dos y no me pagarás nada.

- Es usted muy buena,- pudo balbucear Karaberasu emocionada aunque se apresuró a negar. - Pero no puedo aceptar, usted tiene un negocio que mantener y no deseo ser una molestia.

-¿Un negocio?- sonrió Dorothy  que le confesó. - Eres la primera que viene desde hace ya mucho tiempo, y yo me siento muy sola. Mis hijos apenas vienen a verme y tengo dinero bastante para vivir. Esto lo hago porque me gustaría tener compañía, por eso alquilo alguna vez las habitaciones, así que no se hable más.



            Dorothy le contó que sus dos hijos varones habían hecho carrera y que vivían bien. Muchas veces le habían pedido que vendiera aquella pensión y se fuera con ellos, aunque la anciana nunca quiso hacerlo.



-Esta casa es mi vida. Aquí vine con mi difunto esposo, tuve a mis hijos…nunca saldré de aquí, más que para reunirme con el Señor.



            Y es que para Dorothy, según le contó a la muchacha que ahora la escuchaba con mucho interés, lo más bonito del mundo era conocer personas como las que tenía por huéspedes. Y si podía hacer algo por ayudarlas, pues mejor.  Lo había hecho toda su vida aunque últimamente la gente era más fría que antaño e iba y venía tan deprisa que apenas sí se podía conocer a nadie. Además, pocos clientes paraban por allí ya  y en eso la mujer remachó.



-Y ahora te han puesto a ti aquí. Al fin Dios ha escuchado mis plegarias. ¿No crees?



Karaberasu sonrió emocionada y se abrazó a la anciana. Ésta parecía conmovida cuando se separó de aquella repentina muestra de afecto. Aunque enseguida retomó su semblante risueño y  ayudó a la muchacha a subir a su habitación. Allí, Dorothy la arropó. Mirándola y acariciándole el pelo con ternura maternal, le susurró.



- Eres tan parecida a mi pobre hijita, ahora creo que tendríais la misma edad.

¿Qué edad tiene?- Preguntó su contertulia por curiosidad. -

- Murió hace dos años,- respondió Dorothy bajando la vista y añadiendo con tristeza. - Tuvo un accidente, iba a tener un niño también.



             Su interlocutora, afectada por aquellas palabras, se apresuró a replicar.



- Lo siento muchísimo. No quería hacer que...- Pero la anciana no la dejó acabar y le dijo con renovado optimismo. -

- No lo dudes pequeña, ¡esto es cosa del destino! Dios te ha puesto aquí y yo te cuidaré como si fueras mi hija. Ahora, debes descansar,- besó en la frente a su ya más que huésped, invitada y apagó la luz, salió arrastrando los pies y cerró la puerta. -



            Karaberasu se quedó pensativa durante un rato, puede que aquella buena mujer llevase razón, ¿sería cosa del destino el haber ido a parar allí? No lo sabía. Se había estado torturando a la búsqueda de una señal. De algo que la guiara. Ahora estaba más animada, al menos tendría una casa en la que cobijarse y a una persona que la ayudaría. Pensaba en esto y se sintió más segura y protegida. Al fin parecía que sus oraciones comenzaban a ser escuchadas. Se alegró tanto que progresivamente fue deslizándose hacia la cálida oscuridad del sueño que la acogió esta vez sin pesadillas.



-¡Ojalá que pueda rehacer mi vida en paz!- Deseó antes de quedarse profundamente dormida.-



            Los días pasaron rápido. A estos sucedieron las semanas, Karaberasu ayudaba en lo que podía a Dorothy, limpiando, cocinando o con cualquier otra cosa que pudiese hacer aun. Además, en la medida de sus posibilidades, se movió por toda la ciudad tratando de encontrar trabajo. Sin embargo, en todas partes obtenía la misma descorazonadora respuesta. No admitían a nadie en su estado. Paulatinamente perdía las esperanzas y se deprimía, pero su casera siempre estaba allí para animarla. Las dos se habían hecho ya muy buenas amigas. Era más una relación materno - filial, cosa que Karaberasu apreciaba mucho. Apenas sí tuvo tiempo de tener infancia en su mundo natal, ni de estar junto a su propia madre.



-Tuvimos una educación muy estricta.- Le contó a esa buena mujer.- Y siendo apenas unas niñas nos enviaron a seguir educándonos muy lejos.



            Evidentemente no podía mencionar que fueron a la Corte del planeta Némesis. Pero lo que decía sonaba a verdad, puesto que en sí mismo era cierto. Su madre les dio una educación bastante severa y les enseñó muchas cosas. Ella recordaba como un día se enfadó, queriendo rebelarse contra aquello. Calaverite no tenía muchos deseos de practicar modales cortesanos. Estaba indolentemente sentada junto con Petzite.



-Esto es un aburrimiento.- Suspiró la muchacha.-

-Debemos esforzarnos. Es muy importante.- Le recordó su hermana mayor.-

-Me canso de estar siempre con estudios, protocolo, y demás tonterías. Quisiera divertirme un poco para variar.- Alegó la muchacha.-



            Aunque la apurada Petzite no replicó, su madre acababa de entrar en la estancia y fue ella, quien directamente contestó con tono de reproche.



-En las excavaciones mineras podrías divertirte cuanto quisieras. ¡Y haz el favor de sentarte en condiciones!



            Calaverite se incorporó enseguida. Miró a su madre con una mezcla de incredulidad e incluso temor. Aunque no dudó en replicar con desagrado.



-Nos pasamos el día haciendo esto. Y estudiando. ¡Lo odio! Antes era diferente…

-Antes erais unas niñas pequeñas, ahora ya vais teniendo edad para afrontar vuestras responsabilidades. - Le cortó su madre.-

-¡Esto es demasiado, ni siquiera los príncipes tendrán que estudiar tanto!- Protestó Calaverite elevando el tono. -

-¡Jovencita, no se te ocurra levantarme la voz!- Le riñó su enojada madre, remachando.- ¿Qué sabrás tú de cuáles son los deberes de los príncipes? Te voy a enseñar a no ser tan impertinente. Para que comprendas hasta donde llegan tus obligaciones vas a estar toda la noche ensayando protocolo con la droida Duba.

-¿Qué?...¡Pero eso es injusto! No pienso hacerlo.- Se negó una enfadada Calaverite.-

-¡Lo harás o te quedarás encerrada a pan y agua por insolente! - Estalló su madre.-



            La muchacha no pudo evitar romper a llorar. Salió corriendo de allí refugiándose en su cuarto. Sentada en la cama con lágrimas en los ojos, sentada y abrazándose las rodillas. Al cabo de unos minutos apareció allí su hermana mayor que le dijo con voz suave.



-Kalie. Mamá quiere verte.

-¿Para qué?¿Para castigarme más?- Inquirió ella entre sollozos.-

-No, no es para eso. Anda.- La animó Petzite.-



            Ella se percató de eso, dado que, con una mezcla de sorpresa y pesar, le dijo a su interlocutora.



-¿También has estado llorando?. Seguro que te ha reñido a ti también.

-No es eso.- Suspiró ella, confesándole a su interlocutora.- Mamá está pasándolo muy mal. Tenemos que hacer todo lo posible por ayudarla.

-Tú siempre estás de acuerdo con ella en todo.- Le recriminó Kalie.-

-¡Eso no es verdad!- Se defendió Petz, alegando con tono reivindicativo.- Te he defendido a ti. Mamá no fue justa contigo y se lo dije.

-¿Se lo dijiste?- Exclamó la perpleja Calaverite.-

-Seguro que quiere arreglar las cosas. Anda, debes ir.- Insistió Petzite.-



            Su hermana se levantó y asintió. Comenzó a caminar pero se detuvo mirándola con una expresión de temor y duda.



-No tengas miedo. Ya verás como todo se arregla.- La animó. -



Y Calaverite fue en efecto a hablar con su madre. La encontró sentada en el salón, mirando hacia el jardín. Reuniendo valor, la muchacha apenas sí musitó.



-Mamá, lo siento. Perdona, no quise faltarte al respeto.



            Aunque su contertulia se limitó a observarla con gesto entre triste y afable y dijo.



-¿Has visto el jardín? Esta muy hermoso. Igual que el lago.



            La atónita Calaverite apenas fue capaz de asentir. Su madre se levantó aproximándose a ella y añadiendo.



-Y sin embargo apenas son un trozo de terreno arenoso con unas pocas flores y un pequeño charco. Al menos eso dice mi madre. Comparados con la belleza de los bosques y los mares de la Tierra. Pero es lo que tenemos, hija. Y debemos trabajar muy duro por conservarlo.

-Yo,...te prometo que me portaré bien, trabajaré.- Se apresuró a responder ella, incluso asustada de oír hablar a su madre de ese modo, nunca la había escuchado aquel tono tan teñido de tristeza e incluso derrota.- Te ayudaré a mejorarlos. Si es necesario iré con Duba a plantar flores yo misma. Haré lo que Petzite me diga.



            Empero, su madre esbozó una leve sonrisa y la tomó con suavidad del rostro con una mano para mover levemente la cabeza y declarar.



-No, cariño…esto no es por mí, ni por papá. Ni mucho menos por estas tierras. Al final es por ti misma. Tienes que ser capaz de luchar, de salir adelante. Para eso debes estar preparada para el mundo y el tiempo que te ha tocado vivir. Lo mismo que tus hermanas. Es por eso que tengo que educaros y ser estricta, dura en ocasiones, con vosotras. No me gusta, pero no tengo otra alternativa. A veces la vida nos pone a prueba y tenemos que hacer cosas que odiamos y grandes sacrificios. No lo olvides.

-No lo haré, mamá.- Aseguró la muchacha.-

-¿Estás bien?-Escuchó en ese instante la voz de la anciana que la sacó de esos recuerdos.-

-Perdón Dorothy. Estaba pensando en mis padres.- Confesó con un tinte de tristeza.- Sobre todo en mi madre, me dio muchas lecciones y recordaba una de ellas. Que debía aprender a valerme por mí misma.

-Sí, eso es algo que todos debemos hacer.- Convino su contertulia, añadiendo con más jovialidad.- ¡Llámame Dotty! Como todos en la comunidad.



La muchacha asintió, esa mujer le recordaba un poco también a su abuela Kim. Siempre con esa mirada que daba la impresión de ocultar muchos saberes. Las dos continuaron charlando un poco más para después dedicarse a sus quehaceres. Y los días pasaban. Una noche Kalie tuvo un extraño sueño.  Viéndose a sí misma y a sus hermanas vestidas con ropajes de luz, cada una de colores distintos, el de ella era de un color naranja muy cálido. La joven en sueños musitó.



-Elisan, la Dama del Otoño… esa fui yo…mi otra vida…



Sin embargo, olvidó casi esa especie de ensoñación al día siguiente inmersa en sus quehaceres cotidianos. Lo cierto es que poco a poco, comenzaba a hacerse a esa nueva vida. Pensando que quizás el resto se hubiera olvidado ya de ella.



-Sí, puede ser que haya encontrado mi lugar en el mundo después de todo.- Pensaba ahora con más alivio y optimismo.- En cuanto a ti.- Meditó acariciándose la barriga.- Tengo fe en que todo irá bien…



            Sin embargo, había gente que se preocupaba por el paradero de la muchacha. Tanto sus  hermanas como los respectivos novios y amigos de estas trataron de localizarla. Pero su nombre no aparecía. Roy, pese a lo que prometió, incluso trató de detectar la energía de la chica. No obstante, nunca lograba concentrarse. Quizás fuera por eso mismo. Había dado su palabra y el inconsciente no le permitía traicionarla. Finalmente tanto él como el resto decidieron respetar la voluntad de Kalie. En su nota ponía que ella sería quien les buscara cuando se sintiese preparada. Pero había alguien más, otra persona que deseaba ayudarla por encima incluso de las órdenes que había recibido. En Japón, en la ciudad de Tokio, Minako Aino estaba sentada en su cama, junto a ella se encontraba su inseparable amigo Artemis.



-¿Has conseguido alguna pista?- Le inquirió la muchacha en tanto peinaba su largo y sedoso pelo rubio libre por una vez de su característico lazo rojo.-

-Todavía no…pero estoy haciendo averiguaciones. Por lo que sé se marchó del apartamento que compartía con sus hermanas.- Repuso el gato.-

-Va a ser muy difícil el poder localizarla. Dios sabe a dónde habrá ido.- Se lamentó la joven.-



            El felino la observó con gesto de pesar y parecía dudar en responder, al final, viendo la consternación en el rostro de su amiga se atrevió a decir de forma algo apurada.



-Bueno, podría haber una forma…



            Su interlocutora pasó a mirarle con suma atención y el gato le contó.



-Las piedras de la justicia que llevan las hermanas y Esmeralda son rastreables si se activan. Pero tendría que utilizar tecnología del siglo treinta. Luna podría darse cuenta. Y si ella lo averiguara…

-Lo sé Artemis, te estoy pidiendo algo muy peligroso. Estamos yendo contra una orden directa.- Suspiró la muchacha.- No te pediré que te arriesgues a tanto por mí.

-¡No seas ridícula! Eres mi amiga. Sé que todo saldrá bien. - Afirmó el minino con determinación.-





            Aquello la hizo sonreír agradecida. Ahora, a la mente de la joven sailor acudió el recuerdo de la conversación que tuvo con su inseparable compañero tiempo atrás, durante la celebración que hicieron todos de la victoria y el reencuentro en tanto Roy hacía un brindis…



-¡Chicos y chicas, escuchad!- Reclamó la atención el muchacho, poniéndose en pie y levantando su copa - , ¡brindo por todos nosotros y por Kalie! , que no está aquí presente en persona. ¡Pero sí en nuestros corazones! Estoy convencido de que muy pronto la volveremos a ver. ¡Porque seamos felices y podamos reunirnos siempre! O acudir en ayuda de cualquiera de nosotros o de las personas que nos necesiten. Y por supuesto, por que hagamos estas fiestas a menudo, o al menos quedar  de vez en cuando.

-¡Sí, salud! - Corearon todos al unísono, levantando y entrechocando sus copas. –



            Las sailor al unísono brindaron también por ella. Aunque en un aparte fue Artemis quién le comentó a Minako.



-¿Realmente estás segura de lo que vas a hacer?

-Sí…lo estoy.- Declaró la sailor con rotundidad.-

-Sabes que nos han prohibido cualquier contacto directo con ella. Al menos de momento.- Le recordó el gato.-



            Su contertulia suspiró como si tratase de armarse de valor para replicar.



-Lo sé perfectamente. Sé lo que Usagi y Mamoru nos dijeron. Que esa chica tiene que vivir su vida apartada del resto. Que eso será muy importante para el futuro. No ignoro que son órdenes directas de los soberanos del Milenario de Plata. Sé que nos hablaron como Serenity y Endimión y conozco las consecuencias de desobedecer…pero, aun así…entiéndelo Artemis. No puedo.- Susurró con evidente consternación.- Fui incapaz de estar allí para protegerla cuando ese malvado monstruo la violó. Eso no me lo perdonaré jamás. De modo que no la abandonaré ahora. Al menos trataré de prestarle algún apoyo, aunque sea desde la distancia. ¿Me ayudarás?- Inquirió con tono y gesto suplicante.-



            El gato la miró con pesar y compadecido asintió para declarar.



-Sabes muy bien que eres mi amiga y que tras todo lo que hemos compartido nunca te dejaré sola. Haremos lo posible por ayudar a esa pobre chica. Me ocuparé de localizarla tan pronto como pueda.



            Minako sonrió entonces acariciando en la cabeza al felino, enseguida los dos se reintegraron a la corriente de risas y animación general…



-No he olvidado mi promesa.- Declaró Artemis  como si pudiese leer  aquellos pensamientos en la mente de su amiga.- Te lo aseguro.

-Muchas gracias.- Le sonrió la chica terminando de cepillarse el pelo y colocándose su gran y rojo lazo.- Ella también recordaba lo que la propia Usagi le dijo, ese mismo día…



             La joven Sailor Venus se sintió muy mal cuando toda la trama fue desvelada. Las cosas habían sucedido así por una razón. Todo el sufrimiento de sus amigos fue necesario para su adiestramiento y que sus auténticas personalidades salieran a la luz. Se disculpó sentidamente con Usagi por no haber confiado en ella.



- Debí haber tenido fe en ti. Cosa que no hice.- Se lamentó Minako para pedir perdón acto seguido.- Siento mucho todas las cosas tan horribles que te dije…

-Era lo natural.- La disculpó su interlocutora, agregando de un modo bastante revelador, al menos para su contertulia.- Eres buena persona y querías ayudar a nuestros amigos.

-¿Qué hubieras hecho tú en mi situación?- Le preguntó la apurada chica.-





            Su compañera asintió suspirando para admitir sin paliativos.



-Sin duda lo mismo. Siempre he creído que tenemos que seguir los dictados de nuestro corazón y de nuestra conciencia, frente a todo lo demás. Sin embargo, a veces no podemos o causaríamos un perjuicio todavía mayor del que queremos arreglar. No lo olvides.



            Y aquí quiso ver un rayo de esperanza. Aunque también una advertencia. En eso Usagi, o mejor dicho, Serenity, podía llegar a ser muy críptica.  ¿Qué era lo que le estaba diciendo realmente? No podía estar segura de ello, de modo que mejor no arriesgarse a ser descubierta. Por el momento…



-No, debo ser muy cauta. Habrá que aguardar a que llegue el momento oportuno. - Se dijo.-



Y en California llegó al fin el tan temido y a la vez esperado día. Karaberasu comenzó a sufrir unas contracciones que herían su vientre de forma aguda y lacerante. Dorothy, que sabía muy bien lo que eso significaba, la sentó en una butaca y llamó a una ambulancia aconsejándole.



-Respira hondo, suelta el aire despacio y tranquila.



La joven se afanó en intentar seguir aquella instrucción, pero el tiempo parecía arrastrarse.



-Parece que la sailor Plutón lo hubiese detenido.- Pensaba entre aquellos dolores.-



 Cuando al fin la ambulancia llegó el tiempo de la frecuencia entre las contracciones se había hecho mucho menor. Los enfermeros llevaron a toda prisa una camilla que recogió a la muchacha y la transportó hasta el vehículo. Dorothy marchó junto a ella dándole la mano. Llegaron al hospital y la instalaron en una de las camas.



- Dotty. ¡Tengo mucho miedo! No sé qué podrá pasar. - Le confesó Karaberasu visiblemente nerviosa y temblando de temor. -

- No te preocupes, aun te queda dilatar un poco más, como eres primeriza te llevará algo de tiempo.- Trató de calmarla su amiga. -

- No sé si esto saldrá bien, si me ocurriera algo, ¡por favor cuida del bebé! Él no tiene la culpa. - Le pidió la chica angustiada. -

- No digas bobadas.- Le sonrió dulcemente Dorothy para afirmar. - No te va a pasar nada malo. Y cuando lo tengas en tus brazos te aseguro que habrá valido la pena, ya lo verás.



            Tuvieron que pasar varias horas aun para que Karaberasu rompiera aguas definitivamente. La llevaron a la sala de partos y le ofrecieron anestesia, pero ella no la quiso. Deseaba estar presente cuando el bebé naciera. Ahora en su mente se daban cita dos sentimientos encontrados. Por una parte, deseaba que el niño viniese al mundo pero, por otra, tenía un miedo atroz a que pudiera ser un monstruo, como había soñado en sus pesadillas. A todo esto, las contracciones se hicieron ya más violentas y los médicos le pidieron que empujase respirando hondo y con ritmo. Ella obedeció lo mejor que pudo. El sudor perlaba su frente y le caía por el rostro mientras una enfermera se lo secaba de forma solícita. Entonces el médico dijo ver algo y le indicó.



- Ya sale, le veo la cabeza, empuje sólo un poco más.

           

            Sobreponiéndose al dolor Kalie rezaba mentalmente pidiéndole a Dios con todas sus fuerzas que fuera un bebé sano y normal. No sabía lo que podría ocurrir si diera a luz un engendro como contra los que habían peleado. Quizás hasta la investigasen como un fenómeno paranormal. Por suerte, el médico disipó sus temores.



- Todo va muy bien, siga así, ya sale y está en perfecto estado, ¡por fin!- Exclamó el doctor cuando declaró. - Es un niño y muy robusto, ¡enhorabuena!

           

            La parturienta se relajó tras el esfuerzo, sonriendo y llorando sin parar por la emoción. Levantando al bebé por una pierna el médico le palmeó en el trasero hasta que comenzó a llorar. Desde luego tenía unos buenos pulmones. En un momento le cortaron el cordón umbilical y le mostraron el niño a su madre. Cuando ella  vio por primera vez a su hijo experimentó una sensación difícil de explicar de total felicidad. Ahora sus temores parecían disiparse como si de un mal sueño se trataran a la vista de aquel bebé. Era un niño precioso, sonrosadito, con algún que otro pelito castaño tirando a rubio adornando su cabecita y unos grandes ojos color miel.



- ¡Gracias a Dios! - sonrió Karaberasu que pudo musitar mirando tiernamente a su hijo. - ¡Es un niño normal!



            Las enfermeras se llevaron al bebé para lavarlo y ponerle una mantita. Después de hacerlo se lo trajeron metido en una cunita donde el crío dormía plácidamente. Una de ellas se lo puso en brazos a su madre, entonces entró Dorothy que había estado esperando con gran interés.



-¿Ves como no ha sido tan terrible, tonta?,- le dijo a Karaberasu aproximándose hasta ella para añadir con tono desenfadado. - Además tiene pinta de ser un niño muy fuertote.

- Es verdad,- admitió ésta orgullosa.- ¡Es algo tan maravilloso, tener un hijo!



Recordó entonces aquella misteriosa fuerza que le había impedido tanto abortar como suicidarse en más de una ocasión. Puede que fuera el mismo niño que deseara nacer, ahora realmente se alegraba de que todo hubiera resultado así, de no haber abortado.



- Los médicos me han dicho que dentro de pocos días ya podrás volver a casa.- Le sonrió Dorothy acariciando suavemente la cabecita del niño. – Dime ¿Cómo le llamarás?

-Aun no lo tengo decidido.- Repuso la muchacha.-

-Bueno, pues no tengas prisa. Un nombre es para toda la vida.- Sentenció su contertulia.-

-No, al menos en mi caso.- Musitó casi pensado en voz alta.-

-¿Decías?- Quiso saber Dorothy.-

-Nada, que tengo muchas ganas de volver a casa con él.- Contestó rápidamente la joven.-

-Claro que sí, querida. Y en cuando volváis haremos una fiesta para celebrarlo.- Sonrió la anciana.- ¿Te parece?



            Kalie asintió muy contenta y así fue. Pasados unos pocos días fue dada de alta junto con su bebé. Aun tendría que pasar unos días más en casa pues estaba débil a causa del parto.



-Siento ocasionarte tantas molestias.- Decía apurada cuando por mor de esa debilidad estaba acostada en la cama.- Apenas sí puedo ocuparme del niño.

-Es normal. – Se limitó a responder Dorothy, añadiendo.- Tú deja todo de mi cuenta.



Y esa buena mujer le hacía la comida y la ayudaba con el crío, además de ocuparse de la casa. Por fortuna Kalie iba encontrándose mejor a cada día que pasaba. El bebé daba la impresión de ganar peso y energía con rapidez, sin mostrar ningún tipo de comportamiento anormal hasta unas semanas después. Una tarde como cualquier otra, ella estaba casi restablecida y el niño lloraba reclamando su comida. Karaberasu le tomó en brazos sentada sobre una mecedora y comenzó a darle el pecho. El bebé succionaba con ganas, parecía estar muy hambriento. Sin embargo, sin que la joven lo advirtiera, su piedra de justiciera que tenía sobre una cercana mesita, comenzó a brillar con leves destellos de tono ambarino. Ajena a eso la madre primeriza sonreía contemplando la cabecita de su retoño y sentía una maravillosa sensación. Fue entonces cuando observó ese extraño resplandor. No obstante, antes de que pudiera acercarse a verlo notó un dolor agudo en el pezón, le goteaban unos débiles hilillos de sangre. Elevó al niño que parecía aferrado a ella para ver si había sufrido algún daño pero al hacerlo el horror casi hizo que se le cayese de los brazos. La cara del bebé estaba llena de sangre de la propia Karaberasu, pero eso no era lo que la aterrorizó. Sus ojillos destellaban de un color rojizo y de su boca sobresalían dos diminutos colmillos teñidos de rojo. La muchacha gritó horrorizada y casi dejando caer al niño en su cuna salió corriendo de la habitación. Dorothy oyó sus gritos y la interceptó mientras la aterrada chica bajaba a la carrera las escaleras.



-¿Qué te pasa?- Le preguntó asustada. -

-¡El niño, el niño!- gritaba Karaberasu sin poder parar, -¡es horrible, es uno de ellos!

- Tranquilízate- le pidió Dorothy. - Estás histérica. ¿Qué le ocurre al niño?- Quiso saber visiblemente preocupada por el estado de aquella chica. -



             Pero la joven seguía fuera de sí y Dorothy tuvo que zarandearla e incluso abofetearla para que se dominase.



- Estás desquiciada, dime, ¿qué le ha pasado al niño?- Le insistió ya muy alarmada. -

- Sabía que no podía ser normal.- Gimió Karaberasu echándose a llorar - es uno de ellos.

-¿A qué te refieres? ¿Uno de quién?...- preguntó Dorothy que no comprendía nada. -

- Ven arriba, ven y te lo enseñaré.- La apremió la histérica muchacha tomándola de una mano y tirando de ella hacia su habitación. -



            Dorothy totalmente atónita y muy inquietada se dejó llevar y ambas entraron en el cuarto. El niño lloraba, Karaberasu le mostró las marcas de las heridas en su pezón y la sangre en la boca del bebé. No obstante, éste ahora tenía un aspecto totalmente normal. La piedra de Kalie no emitía ya destello alguno. La anciana movió la cabeza y levantó al niño en brazos acunándole para que dejase de llorar.



- Querida.- Le explicó serenamente a la nerviosa madre. - Los bebés en ocasiones nacen con unos colmillos de leche y sin querer muerden a sus madres al tratar de mamar. Es algo muy normal. Te ha hecho algo de sangre, no debes preocuparte por eso.

- Pero, ¿y lo demás?- Le inquirió Karaberasu  relatando aun horrorizada - ¡Tenía los ojos rojos! ¡Si le hubieras visto, parecía una fiera!

- Te has sugestionado. - Sonrió su contertulia tratando de calmarla, - entre las manchas de sangre, el susto y que al bebé puede que se le hayan irritado los ojos, te lo has imaginado. A ver, ¿dónde están esos ojos rojos, eh? - Preguntó mostrándole el crío a la muchacha. Éste tenía abiertos sus grandes ojos color miel. - Si es un niño adorable, ¿verdad chiquitín? - Añadió Dorothy con ternura mirando al ya calmado bebé que incluso hacía gorgoritos. -

- Lo siento mucho.- Suspiró su interlocutora relajándose al fin. - Me he portado como una idiota. Estoy paranoica y mi imaginación me juega malas pasadas a veces. Gracias.

- No debes temer nada, si hay algún otro problema, dímelo. Pero sobre todo por tu bien y el de tu hijo, tranquilízate. –Le aconsejó aquella mujer observándola con algo de preocupación.-           



            Karaberasu suspiró largamente, ahora se sentía como una estúpida. No podía cargar a su hijo con sus propios temores. Seguramente Dotty llevaba razón. Su propia imaginación y el trauma que arrastraba la habían sugestionado de tal modo que veía cosas que no existían. Tenía que calmarse, ella le prometió que así sería. La anciana la sonrió animosamente y la dejó acunando al niño. Pasaron más días y ella pudo disfrutar de darle el pecho a su hijo sin sufrir ningún otro sobresalto. Por fin llegó el día en que su anfitriona le preguntó si deseaba bautizar al bebé. A Karaberasu no le pareció nada mal la idea, así podría introducir al niño en la comunidad. Además Dorothy era bastante religiosa y católica para más señas, y eso le hacía mucha ilusión.



- Ve a la iglesia del padre O’ Brian- le indicó a  la joven. - Está muy cerca de aquí y él es  muy amigo mío desde hace muchos años, bautizó a mis hijos.

- Muy bien.- Sonrió ella - iré a verlo esta tarde para concertar el día.



            Y así lo hizo, se acercó hasta la iglesia y fue recibida por un sacerdote entrado en años, de pelo canoso y mediana estatura que le preguntó al verla ir hacia donde él estaba.



- Dime hija, ¿qué puedo hacer por ti ?..

- Verá, tengo un niño pequeño y me gustaría bautizarlo en su iglesia. Me envía Dorothy Howard, la casera de aquí al lado.

- Así que vienes de parte de Dotty, - sonrió amablemente el sacerdote. - Estupendo.

- ¿Podría usted bautizar al niño? Verá, es que no voy a poder pagarle apenas…- Fue capaz de decir avergonzada.-



Karaberasu le contó más o menos su situación, ella estaba sola y  sin trabajo y con unos ya muy menguados ahorros, no tenía demasiado dinero para ceremonias.



- ¡Pues naturalmente que sí, para eso estoy aquí, hija! - Rio el sacerdote añadiendo con amabilidad. -Tráetelo mañana mismo después de la misa o ven a ella si te apetece y no te preocupes por el dinero. El sacramento del bautismo es gratis.
- Muchas gracias, mañana estaré aquí.- Sonrió Kalie muy animada por la amabilidad del cura.- Pero  

mejor me acercaré después, no quiero que el niño se ponga nervioso entre tanta gente.


- Como tú prefieras, entonces mañana te espero. - Convino él que se despidió de ella y volvió a su despacho. -




            Una vez volvió a casa y le dio la noticia a Dorothy ésta se alegró muchísimo. Después de cenar y acostar al bebé, Karaberasu se fue a dormir. Le rondaba en la cabeza el nombre que tendría que ponerle al niño. Al fin y tras no encontrar ninguno adecuado, al menos para su gusto, se durmió. En sueños, creyó percibir una especie de figura encapuchada que vestía un sayal negro y portaba un gran libro abierto, que le hablaba.



- Dios siempre escribe derecho, hasta en el renglón más torcido, tú deberás llamar a tu hijo Mazoui, pues ese es el nombre del enviado, que debe anteceder a su mensajero.



            Karaberasu despertó inquieta, aunque no asustada. Por alguna razón esa aparición no despertaba en ella el mismo temor que el Sabio. Pese a que se parecían muchísimo en la apariencia de algún modo sabía que no eran lo mismo. Al poco el sueño se disipó de su cabeza con una nube de humo, pero el nombre le quedó grabado, aunque sin saber por qué llamaría a su hijo Mazoui.



-Sí, ese será tu nombre, mi amor.- Dijo dirigiéndose al bebé que, ajeno a todo eso dormía plácidamente en su cunita.- Mazoui Smith.



            A la mañana siguiente, Dorothy le mostró con satisfacción el trajecito que había servido para bautizar a todos sus hijos. Era de un tono blanco, aunque algo amarilleado por el tiempo, pero estaba aún en buen estado, con unos gracioso volantitos y faldones que cubrirían el cuerpo del bebé. Muy bonito para llevar al niño a la iglesia. La joven madre le dio las gracias y vistió  al niño. Dorothy le explicó que había llegado un  cliente para pasar el día y que ella se retrasaría. Así que Karaberasu fue sola a la iglesia con el pequeño. Éste iba tranquilo hasta que ella divisó la parroquia. Al instante el bebé comenzó a llorar y su madre trató de calmarle acunándole, pero según se acercaba el llanto se iba convirtiendo cada vez más en un chillido insoportable. Casi era ya un siseo. La chica quedó aterrada al ver que su hijo volvía a tener los ojos inyectados en sangre y los colmillos, pateaba frenético. De nuevo su piedra de justiciera parpadeaba, ahora con un tono incluso más potente. Sin volverle a mirar corrió de vuelta a casa. El bebé se calmó inmediatamente una vez que la iglesia se perdió de vista y la piedra dejó de brillar. Como quiera que el padre O’ Brian estaba esperándola y ella no llegaba, él decidió llamarla. Para entonces, una descompuesta  Karaberasu le había contado a Dorothy lo ocurrido, la anciana se lo dijo al cura que se dirigió enseguida  hacia la casa.



- Pase,- le indicó Dorothy visiblemente asustada.- Ella está en el comedor, me tiene muy preocupada, padre. Espero que usted pueda hacerla razonar.

- No te preocupes- dijo el cura con un ademán tranquilizador. - Yo hablaré con ella.





            Según entraba por el comedor y antes de que pudiera decir palabra, Karaberasu que estaba sentada en una silla, se levantó rápidamente y le inquirió.



- Padre. ¿Sabe usted hacer exorcismos?

- Pero hija ¿para qué quieres tú que yo haga un exorcismo?- Preguntó el cura atónito. -

- Es para mi hijo, sé que está poseído.- Respondió ella dejando helados tanto al padre O ´Brian como a Dorothy que entraba tras él. -

- Vamos a ver, tranquilízate hija.- Le pidió el cura de forma sosegada - ¿En qué te basas para decirme eso?..



            Ella al principio se resistió a hablar, pero luego pensó que no tenía otra alternativa. Poco a poco les contó todo lo que había ocurrido hasta entonces y al ver las caras de incredulidad de ambos. Relató la forma en que fue forzada, dejando a sus contertulios sorprendidos y horrorizados.



-A mí me violó un demonio, ¡se lo juro!, fue cuando yo luchaba contra ellos y el niño ha salido a él ¡se lo suplico, padre! Ya me lo advirtieron. Debe eliminar esa influencia antes de que sea peor.



            El padre O’ Brian y Dorothy se miraron espantados, al fin, el sacerdote se recobró de la impresión que le habían causado estas declaraciones y pudo decir.



- Eso no puede ser, debes calmarte. No se puede pensar en una posesión así como así

- Le aseguro que es verdad. - Sollozó Karaberasu que temblando, estaba a punto de llorar. -

- Pequeña, estás muy nerviosa- intervino Dorothy con el semblante muy preocupado. - Lo mejor será que te prepare una tila y te acuestes. Padre por favor, trate de razonar con ella y de calmarla.

- Se lo suplico, no estoy loca, ¡ayúdeme!- Balbuceaba la atormentada chica sin poder controlar su desesperación. -

- Tranquilízate - le respondió el sacerdote dándole las manos. - Nadie dice que estés loca, sólo nerviosa, eso es todo. Mira - le dio una tarjeta que sacó de uno de sus bolsillos según le comentaba con tono conciliador. - Aquí están las señas de una buena amiga mía. La doctora Julie Conrad, es una psicoanalista muy buena y de absoluta confianza, seguro que te podrá ayudar. Dile que vas de mi parte.

- Comprendo- musitó Karaberasu resignada mientras se enjugaba las lágrimas.- Usted cree que estoy desquiciada.

- ¡No, no! Hija mía. - Se apresuró a responder el sacerdote.- Solamente creo que estás muy confusa, eso es todo, pero si te han violado es normal. Yo mismo te acompañaré si lo deseas.



            Dorothy entró de nuevo en el comedor con una taza de tila.



- Ya he acostado al bebé-  informó con tono de lástima - se ha dormido enseguida el pobre...si es un angelito.

- Vamos a hacer una cosa, padre- dijo la muchacha con un tono más irascible al escuchar a Dorothy hablar así del niño. - Yo iré a ver a esa doctora amiga suya pero después le llevaré a mi hijo a la iglesia, así se convencerá de que le digo la verdad. Y usted le exorcizará, ¿de acuerdo?

- Muy bien.- Concedió el sacerdote deseando calmarla. - Ve a ver a Julie y luego yo le haré a tu hijo todos los exorcismos que quieras, te lo prometo.



            Karaberasu asintió aliviada y se quedó más tranquila. Dorothy consiguió que bebiese la tila. Más tarde dio las buenas noches y subió a su cuarto a dormir.



- Pobre muchacha,- dijo el Padre O ´Brian con tono y semblante muy preocupado.- Salta a la vista que está muy traumatizada, debió ser una experiencia horrible para ella. Pero Julie la ayudará. Lleva los casos de asistencia psicológica  a víctimas de violación en este distrito.

-¡Qué pena! es tan buena chica, ¡ojalá se cure pronto la pobrecilla!- Repuso Dorothy  sinceramente consternada. -

           



            Al día siguiente Kalie, cumpliendo su parte del acuerdo, fue a la dirección que el padre la había dado. No tuvo que pedir hora pues el cura había telefoneado a la doctora para informarle del caso y pedirle su intervención urgente.



-Vaya una manera de perder el tiempo.- Se decía entre irritada y resignada.-



            Esperaba que después, en cuanto acabase con esa tontería, el cura aquel llevase a su hijo a la Iglesia.



-Ya veremos si es capaz.- Pensaba más preocupada que otra cosa.- ¡Ojalá no tenga que esperar mucho aquí, me siento como una idiota!



Por fortuna solamente tuvo que aguardar tras un par de pacientes para poder ser recibida. La propia doctora le abrió la puerta del despacho con una sonrisa. Era una mujer joven, probablemente de su misma edad, morena y de largo pelo rizado que le caía más abajo de los hombros. Lo cierto es que a Karaberasu le recordó un poco a su hermana Cooan. Aunque esa mujer tenía unos inquisitivos ojos azules con los que la observaba atentamente bajo unas ligeras gafas. Extendió la mano  a la recién llegada que dubitativamente se la estrechó.



- Hola, soy la doctora Julie Conrad, ¿en qué puedo ayudarla?

- Vengo de parte del padre O’ Brian, soy Karla Smith.- Se presentó ella con tono inexpresivo. -

-¡Ah, claro!, pase y siéntese, por favor.- La invitó la doctora que señaló un sillón colocado frente a la mesa de su despacho, pulcro y muy aséptico, sólo decorado por alguna planta de interior. -¿Le apetece algo de beber?- Le ofreció su anfitriona.-

-No, muchas gracias. ¿No debería tumbarme allí y contarle mi vida?- inquirió Karaberasu de forma sarcástica señalando un diván que estaba a un lado de la mesa del despacho. -

- Eso no será necesario, salvo si así se encuentra más cómoda.- repuso afablemente la doctora obviando el tono de ese comentario. –

-No, estoy bien sentada aquí.- Replicó Kalie con tono indiferente.-

-Sólo quiero que charlemos como dos buenas amigas, nada más, porque eso es lo que vamos a ser. A propósito, te tutearé si lo permites, creo que somos de la misma edad.- Sonrió de forma muy amable la doctora aunque a  su interlocutora le pareció una expresión forzada. - Ahora, cuéntame que es lo que ha ocurrido. El padre O ‘Brian me ha adelantado algo,- admitió la psicóloga aunque de seguido agregó mirándola con aparente simpatía. - Pero deseo escuchar tu versión.



             La paciente aceptó y contó su historia que no se diferenciaba nada de la versión que Julie había escuchado del sacerdote. Pese a que ahora hablase de forma desapasionada.



- Lo que yo necesito es un cura y no un médico.- Apostilló Kalie terminando la narración. -



            Julie había estado tomando notas según escuchaba la conversación. Por fin las repasó brevemente y declaró mirando a Karaberasu con los ojos entornados.



- Así que eso fue lo que ocurrió ¿y decías que luchaste contra unos demonios y que uno de ellos?...

- Si quiere puedo contarle los detalles más escabrosos,- la interrumpió Karaberasu. - Pero le aseguro que no serán de su agrado.- Sonrió de forma irónica. -

- No será necesario que me digas detalles, pero cuéntame eso también.- Le pidió Julie aparentemente muy interesada. – Si eres tan amable…



            Armándose de paciencia Karaberasu le contó toda la historia, de como ella y sus hermanas lucharon contra los demonios junto a Roy, Tom y los demás. No quiso explicar mucho de los poderes de ninguno pues creía que la doctora terminaría por considerarla loca del todo. Ni tampoco mostrar los suyos a fin de no ser localizada. Al terminar, su contertulia repasó nuevamente sus notas y volvió a intervenir.



- Lo que te ocurre es algo perfectamente normal y está muy claro. - Declaró con un tono muy catedrático. -Te has creado una barrera psicológica, frente al rechazo y la repulsa que te ha provocado esa violación. Has eliminado de tu mente la imagen de ese violador como persona y la has sustituido por la del ser más despreciable y maligno que eres capaz de imaginar, un demonio. Luego, para no sentirte sola e incomprendida has creado esa historia, metiendo a tus familiares y seres queridos en la lucha contra esas fuerzas del mal.  Inconscientemente necesitas el apoyo y el afecto de tu familia para ayudarte a superar este trance tan amargo. En cuanto a tu hijo, es algo muy natural, tienes dos sentimientos encontrados respecto a él. Por un lado le quieres como cualquier madre querría a su bebé, pero por otro no le deseas, al ser fruto de esa violación. Entonces apareció el padre O’ Brian y todo cobró sentido. Él es la figura que representa el perdón, que puede exorcizar al niño y así tu subconsciente podría aceptarle sin problemas, borrarías tu rechazo hacia el bebé, que es lo que en el fondo tú deseas. Y eso es todo, ni más ni menos. - Sentenció categóricamente con una amplia sonrisa que a su atónita oyente le pareció realmente estúpida. -



            Karaberasu se había sentido confundida durante toda aquella exposición, la doctora, como cualquier loquero que se preciase, sabía cómo hacerle dudar a uno de todo lo que era evidente.



- Estás tú lista, no tienes ni puñetera idea de lo que hablas. - Musitó entre dientes cuando recuperó su sentido de la realidad. -

-¿Decías?,- le preguntó Julie con una expresión muy agradable, tanto que a Karaberasu le dieron ganas de estrellarla contra la pared. –



            Llego a considerar hasta el transformarse en justiciera allí mismo para dejar pasmada a esa idiota, pero lo reconsideró. Mejor tener eso en secreto. Además, podrían localizarla si se comentaba. Y ella prefería afrontar aquello sola.



-En una cosa tiene razón. Ojalá pudiera contar con mis hermanas pero no quiero involucrarlas en esto. Mis peores temores con el niños e han hecho realidad. ¿Qué pasaría si ellas pensasen que es mejor acabar con él?- Pensó con angustia.-



            De hecho, pese a todo era su hijo y le quería. No podía permitir que le sucediera nada malo.  Sería más prudente contemporizar con esa individua. Así pues replicó, saliendo del paso como pudo.



- No nada, que puede que tengas razón.

- Bueno, entonces esto será lo que haremos. Ahora te mandaré unos ejercicios de test para que me los rellenes, no es nada importante, sólo para establecer unas pautas que,...

- No te preocupes por eso, muchas gracias por todo, me has ayudado mucho.- La cortó súbitamente su paciente.-



Y sin dar tiempo a reaccionar a su interlocutora se levantó y estrechó con rapidez la mano de la doctora que se quedó sorprendida.



- Si no quieres hacerlos ahora no hay prisa, quizás otro día, pero pásate por aquí y hablaremos ¿de acuerdo?- Le pidió Julie una vez se recobró de su desconcierto. -

- Sí, sí claro - Repuso su paciente sin tener ninguna intención de ello en realidad. – Como tú digas…adiós.



            Y se marchó de inmediato dejando plantada a la doctora que apenas si pudo mirarla salir por la puerta.



-¡Vaya una idiota!- Se decía con enfado y amargura.- No tiene ni idea de nada. Supongo que esos demonios no llegarían hasta aquí. Ya pueden dar gracias a que les detuviéramos…



            Suspiró tratando de serenarse. Tampoco podía culpar a la gente por no creerla. Si no le hubiera sucedido a ella misma tampoco se tragaría algo así. ¡Pero era duro haber sacrificado tanto por proteger a unas personas que la miraban como si fuera una demente!



-Ahora Mina-chan, puedo empezar a comprender el alcance de todo lo que habéis hecho por el mundo…



            Recordaba a su amiga y a las demás guerreras. Y a su memoria acudió una de esas tardes en Tokio en las que paseaba junto con la que fue su gran enemiga y posteriormente magnífica amiga, la guerrera Venus. Tras curiosear en algunas tiendas ambas tomaron asiento en una cafetería.



-Estoy reventada.- Suspiraba Minako tras quitarse los zapatos y frotarse un pie contra el otro.- ¡Hemos recorrido casi todo el barrio de Yuban!…

-Pero hemos visto cosas muy bonitas.- La animó Kalie.-

-Sí, y ninguna a nuestro alcance.- Repuso su interlocutora que de inmediato trató de animarse para añadir.- ¡Pero cuando sea una ídolo famosa podré compararme un montón de vestidos y de complementos!



            Karaberasu la observó con una media sonrisa y entonces pensó sobre algo. Se atrevió a exteriorizarlo y preguntó a  su amiga.



-Disculpa, Mina-chan. Una cosa me ha rondado a veces por la cabeza…Espero que no te moleste si te lo pregunto.

-Bueno, no lo sé. Depende de que pregunta sea esa.- Repuso su contertulia con extrañeza.-



            Y tras tomarse unos instantes para plantearla, Kalie dijo.



-Tanto tú como las demás sois guerreras de la justicia. Y princesas en otra vida. Tenéis grandes poderes y el mundo os admira como heroínas…Incluso me contaste que antes de unirte al grupo de la Guerrera Luna fuiste Guerrera V. ¡Hay hasta video juegos con tu personaje! ¿Cómo es que tú y las demás…?



Guardó un momento de silencio, deseando ser lo más delicada posible. Sin embargo, su amiga sonrió y se adelantó para terminar esa enojosa cuestión por sí misma al remachar.



-¿Por qué no le sacamos partido y nos aprovechamos de nuestra fama? ¿Eso quieres saber, verdad?...

-Bueno, sí.- Admitió Karaberasu.- Podríais tener todo eso por lo que suspiras…y mucho más. Tanto tú como las otras… y os lo mereceríais con creces.



            Aunque Minako movió la cabeza y replicó ya más seria.



-Estás confundiendo a Sailor Venus y a Sailor V conmigo. Yo soy Minako Aino, una estudiante de secundaria que sueña con ser un ídolo juvenil. Una chica que disfruta mirando escaparates, pasando el tiempo con sus amigas, jugando al voleibol y tratando de estudiar lo menos posible. ¿Y sabes, Kalie? No debe ser de otra forma. Todo lo que logre en mi vida como Minako tendré que ganármelo siendo Minako. Y las demás son de la misma opinión. Nuestra misión como guerreras es una cosa y nuestras vidas privadas otra muy distinta.

-Entiendo.- Asintió su contertulia sintiéndose algo avergonzada.- Perdona si te ofendí…

-No, nada de eso.- Se apresuró a sentenciar su amiga.-  Comprendo que pueda parecer absurdo. No obstante, nuestros dones son un medio para cumplir con nuestra tarea, no para realizar nuestros proyectos particulares.

-Tienes razón. Esa era la diferencia que existía entre nosotras antes.- Suspiró Kalie sintiéndose culpable todavía al pensar en aquello.- Nosotras únicamente deseábamos cumplir la tarea que nos encomendaron y de paso sacar ventaja de nuestros poderes. ¡Menos mal que nos librasteis de aquello!

-Vosotras tenéis mucho mérito. Fuisteis capaces de renunciar al mal y al espejismo del poder. Para tener unas vidas normales.

-Sí, mi hermana Petz siempre lo dice.- Comentó su contertulia.- La vida en el siglo veinte es mucho más difícil que en Némesis en el siglo treinta. Sin embargo, somos mucho más felices. Porque vivimos dándonos afecto y hemos hallado unas amigas tan maravillosas como vosotras.



            Minako asintió con una gran sonrisa y tras un rato más y tomarse unos tés, las dos retomaron su largo periplo por los escaparates del barrio…Ahora, en tanto caminaba de regreso a casa, Kalie suspiraba pensando con tristeza que fue siendo reemplazada por una creciente resolución.



-Es duro querida amiga. ¡Ojalá te tuviera aquí, a ti y a mis hermanas! Pero no puedo…tengo que luchar y arreglar mi vida por mí misma. ¡Y lo haré! No permitiré que mi hijo sea uno de ellos. Y voy a empezar a hacer algo al respecto.



Cuando al fin llegó, Dorothy y el sacerdote la aguardaban con impaciencia. El bebé dormía con un dedo metido en la boca. Karaberasu entró rauda y espetó tajante sin dar tiempo a pronunciar palabra a nadie más.



-¡Padre nos vamos a la iglesia, ahora mismo!



Y sin decir más agarró el capazo del bebé y colocó dentro al niño, le puso una mantita encima pues en la calle hacía frío. El padre O’ Brian y Dorothy se miraron, él tuvo que aceptar para tranquilizar a Karaberasu.



- Yo iré preparando la cena para cuando vuelvas. - Dijo Dorothy intentando disminuir la tensión. -



            Kalie y el padre O ´Brian salieron de la casa, durante el camino el sacerdote se interesó por la conversación que ésta había mantenido con la doctora.



- Es una buena chica, pero no puede ayudarme.- Le explicó ella.- Nunca comprendería lo que verdaderamente está pasando. Esto no es de su mundo.



            El cura escuchaba con una expresión de circunstancias, no deseaba rebatir a la muchacha para no irritarla. Se acercaban a la iglesia y como ya ocurriese con anterioridad el bebé comenzó a llorar. La joven madre dirigió al cura una mirada con la expresión "ya se lo decía yo" pero el padre O ´Brian le dijo con la mayor tranquilidad.



- El bebé tendrá hambre, eso es muy normal.



            El llanto del bebé se hacía cada vez más insoportable, la piedra que la chica llevaba al cuello comenzó nuevamente a parpadear. Karaberasu ignorándolo por completo esta vez, le dijo al padre con brusquedad.



-¡Abra la puerta y entremos!



            El sacerdote obedeció preocupado por los berridos de aquella criatura que casi no parecían humanos. La muchacha se dirigió rauda hacia la pila bautismal, los aullidos del niño eran ya insoportables. Ella lo dejó sobre el altar quitándole el abrigo. Entonces ocurrió algo increíble. El bebé comenzó a elevarse en el aire levitando a la par que irradiaba una aureola rojiza, pataleaba y sus ojos refulgían rojos, de su boca sobresalían aquellos colmillitos que tanto asustaron a Karaberasu, acompañados de espumarajos de color verdoso, el Padre O ‘Brian estaba paralizado por el horror y sin saber qué hacer.



-¡Dios Mío! - exclamó al fin entre balbuceos - ¿Pero qué es eso?...

-¿Me cree ahora, padre?,- le espetó ella sin parecer afectada por aquella escena para querer saber con un tono sarcástico casi cruel. -¿O también va a mandar a mi hijo al psiquiatra?

- Perdóname hija, tenías razón...- reconoció el cura visiblemente horrorizado y santiguándose repetidas veces para confesar. - La verdad, no tengo idea de cómo empezar. Consultaré mi libro...



            Se dirigió hacia su despacho, el bebé parecía perder fuerza y descendió sobre el altar. Su pequeño rostro infantil se desfiguraba con muecas grotescas, parecía sufrir mucho. Ahora sí que Karaberasu no pudo evitar las lágrimas. Por horrible que pareciese era su hijo y el bebé no tenía ninguna culpa de su situación, por el contrario, ¡era la víctima!



-Lo siento mucho, cariño. ¡Mi bebé! - Suspiraba ella entre lágrimas.- Pero es necesario…es por tu bien.- Gemía sin poder evitarlo.-



            Le destrozaba ver el sufrimiento de esa criatura. Lo único que la animaba era la esperanza de que todo pudiera solucionarse.



-¡Ojalá el Padre O’ Brian lograse convertirle en un niño normal!- Se decía.-



            A todo esto el estupefacto sacerdote había cerrado la iglesia al público y consultaba algunos libros. En eso que Kalie recordó algo.



- Padre,- le advirtió ella al darse cuenta de que era algo importante. - Otro cura me aconsejó que debía mantener al niño en sitio sagrado durante el mayor tiempo posible. Dijo que eso le beneficiaría y que anularía parte de su influencia demoniaca.

- Estar en suelo sagrado es mortal para un diablo,- le contestó el sacerdote. - Pero este niño, al ser un híbrido y tener parte humana puede que lo soporte. Ahora, que Dios nos ayude. Yo no soy exorcista, trataré de hacer lo que buenamente pueda, hija. - Dicho esto, sacó una petaquita con agua bendita y roció al niño que empezó a echar humo verdoso y a llorar con renovadas fuerzas. La piedra de Kalie brillaba ahora de un tono dorado intenso. Después, el padre entonó unas letanías en latín.



            Tras un par de horas de ejecutar esos rituales y algunos otros, el bebé perdió fuerza y comenzó a llorar como un niño normal, el cura le bendijo en varias ocasiones y procedió a bautizarlo.



- Yo te bautizo...- hizo una pausa dirigiéndose a la madre para preguntar.- ¿Que nombre deseas ponerle?...

- Mazoui- repuso Karaberasu rápidamente. -



            El sacerdote se sorprendió, no conocía ese nombre pero no objetó nada al respecto. Después de lo que había visto decidió hacer lo que esa joven le pidiera.



- Yo te bautizo Mazoui Smith, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo....Amén…



            El niño pareció calmarse, ahora balbuceaba como cualquier otro bebé. Los rasgos demoniacos habían desaparecido y el cura se lo entregó a Karaberasu que lloraba y sonreía feliz viendo asimismo que su piedra había cesado de brillar.



- Gracias a Dios, ¡todo ha terminado, mi bebé!- Decía ella con patente emotividad, abrazando a la criatura. – Ya eres un niño como los demás. No, ¡para mí eres el más maravilloso del mundo, eres mi hijo!



            Cuando concluyeron era muy tarde y el agotado sacerdote se ofreció a llevar a Karaberasu a casa. Dorothy ya estaba muy preocupada. La cena estaba fría en la mesa y al verles entrar y las expresiones de cansancio pero alegres que traían la buena mujer se tranquilizó.

-¿Qué ha pasado?- Acertó a preguntar la casera.-



Entre ambos le contaron lo ocurrido, la cara de ella era un poema. Si no hubiera sido por que Dotty conocía al padre desde hacía muchos años y sabía que era una persona seria que jamás inventaría o bromearía sobre algo así, nunca lo hubiese creído. Una y otra vez pidió perdón a la muchacha que llorando se abrazó a ella.



-Lamento que no hayas podido asistir a su bautizo.- Fue capaz de musitar entre lágrimas la joven.-

-No te preocupes por eso, chiquilla.- Sollozó Dorothy a su vez, tratando de animar su tono y a esa muchacha.- Ya haremos una fiesta.

-Debes ser muy discreta respecto de esto.- Le pidió el padre O´Brian.-



Dotty por supuesto que prometió no revelar jamás lo que había pasado. Karaberasu al fin feliz, pudo sentarse aliviada a la mesa.



-Te calentaré la cena, debes de estar hambrienta.- Afirmó Dorothy.-

-Gracias, sí, tengo mucha hambre.- Admitió la joven.-

-Y usted padre, por favor, acompáñenos.- Le pidió la anfitriona.-



            Este asintió, tras una prueba tan dura como esa y tantas emociones se encontraba desfallecido. Por ello cenó junto a Karaberasu. Dorothy les acompañó y tras concluir el cura se despidió, prometiéndole a la chica.



-Trae a tu hijo siempre que quieras. Haremos que, entre todos, quede libre por siempre de ese mal.

-Muchas gracias.- Respondió la emocionada madre.-



Y una vez se marchó el párroco Kalie se fue a dormir, acostando primero al bebé que parecía extenuado. Los días pasaron y afortunadamente el niño no dio muestras de más comportamiento anormal. Por otra parte muy lejos de allí, en Tokio, retornando del instituto, Minako mantenía una animada conversación con Ami y Makoto.



-Esta Usagi siempre con prisas.- Declaró Makoto.-

-Bueno, en este caso está justificado. Mamoru la invitaba a ir al parque de atracciones. Ya sabes, una cita.- Sonreía Ami.- Lo cierto es que, tras los ataques de esos extraños seres, se merecían algo de intimidad.

-Sí, menos mal que el hijo de Roy y Bertie pudo venir desde el futuro para advertirnos. ¡Y eso me hace pensar que nuestros soberanos del porvenir tienen que pasar más tiempo juntos o nuestra querida Chibiusa lo tendrá difícil para nacer!- Se rio Minako provocando que sus compañeras se ruborizasen.-



            No obstante, antes de que ninguna pudiera decir nada más vieron llegar a Artemis. Tras saludar a las chicas con un maullido, dado que estaban en una calle concurrida, el gato, fiel a su costumbre, se situó caminando al lado de la joven Venus.



-Bueno. Me voy a mi academia.- Les comentó Ami mirando su reloj.- Se está haciendo tarde.

-¿Qué tal vas con la preparatoria?- Quiso saber Makoto.-

-Espero poder presentarme a esos exámenes para la beca de estudios en los Estados Unidos.- Le respondió  su compañera.-

-¡Claro que podrás!- Afirmó Minako con entusiasmo, sentenciando.- Con lo lista y estudiosa que tú eres los aprobarás sin problemas.

-Sino, llama a Bertie para que te ayude. ¿Qué mejor práctica que ir a verles a Nueva York?- Intervino jovialmente Makoto.-

-Sí, bueno. Mejor dejarla ahora un tiempo para que ella y Roy descansen. Entre su carrera ascendente en la NBA y el nuevo trabajo de Bertie, van a estar muy ocupados.- Respondió Ami.-

-Y en otras cosas también. Les pasa igual que a Usa-chan y a Mamoru.- Sonrió Minako, sentenciando.- ¡Tienen que encargar a Leval!



            Tanto Makoto como Ami se ruborizaron un poco, aunque enseguida rieron.



-Gracias. Bueno chicas. Mañana nos vemos.- Se despidió Mercurio al fin desviándose por otra calle.-



            Sus compañeras agitaron la mano para despedirla, en eso que Artemis, viendo que sus amigas caminaban ya por una zona desierta de gente, llamó la atención de Venus.



-Tenemos que hablar. Ya sabes de qué…



            Esas palabras sorprendieron a Júpiter que les dedicó una mirada llena de extrañeza. No obstante su amiga se detuvo, estaban cerca del banco de un parque y le pidió al gato y a Makoto que se sentasen con ella. Entonces declaró.



-Verás Artemis, confío plenamente en Mako -chan.

-¿Estás segura?- Insistió el felino que parecía estar incomodado por la presencia de la otra chica.-

-¿Qué está pasando aquí, Artemis?- Quiso saber Júpiter con visible desconcierto.-

-Sería mejor para ti no saberlo.- Replicó el gato de un modo más seco de lo que solía.-

-Necesitamos ayuda en esto.- Le respondió Minako entonces.- Lo he estado pensando y no puedo hacerlo yo sola. Alguien tiene que cubrirme.

-¿Qué ocurre aquí?- Quiso saber ahora su compañera con evidente inquietud.- De veras, me estáis comenzando a asustar…

-¿Estas segura?- Inquirió el felino a su amiga Minako.- Puede que esto le cause problemas a Makoto.

-No me gusta tener que involucrarla en esto, pero necesitamos ayuda.- Declaró Minako volviéndose hacia su amiga con expresión entre consternada y suplicante.-

-No tengo ni la menor idea de lo que os traéis entre manos, pero si precisas de mi ayuda, por supuesto que te la daré. Somos amigas.- Sentenció Makoto con rotundidad.-



            Artemis y Venus se miraron y finalmente la muchacha asintió, el gato le contó a Makoto lo que sucedía, remachando.



-La piedra de justiciera de Karaberasu se ha activado en varias ocasiones y he podido rastrearla. Sé dónde está.



            Entonces fue Sailor Júpiter la que se levantó mirando incrédula a sus amigos para exclamar.



-¿Es que os habéis vuelto locos?... ¿Acaso no nos advirtieron claramente que no debíamos intervenir?...

-Sé muy bien lo que nos dijeron.- Contestó Minako con voz queda, añadiendo con un tono de súplica.- Por favor, Mako-chan. A ti te sucede algo similar. Y yo te he escuchado…Eres la única que me puede comprender. No estoy hablando de entrar en contacto directo con ella, únicamente de ayudarla en lo que pueda. Sin que Kalie lo sepa. Eso no es contravenir las órdenes.

-¡Y un cuerno que no lo es!- Rebatió su agitada amiga, recordándole.- Nos ordenaron tajantemente no involucrarnos, dejar que ella saliese adelante por sus propios medios.

-¡Es mi amiga!...y le fallé cuando más me necesitaba. - Sollozó Venus ahora apoyando su cabeza en sus manos entrelazadas.- ¡Tienes que entenderlo! Te lo pido por favor.



            Makoto la observó con pesar, suspiró y puso una afectuosa mano sobre el hombro derecho de su amiga  para susurrarle con más suavidad y tinte conciliador.



-Sé por lo que estás pasando. Sí, tienes razón, me ha sucedido algo similar con él…pero al final y aunque me ha costado mucho, me he atenido a las normas. Minako, sabes que somos amigas. Recuerda que te di la razón entonces. Pero luego nos explicaron el porqué de todo. Ahora no podemos alegar ignorancia.

- No te estoy pidiendo que desobedezcas tú también. Pero, ¡por favor, no le digas nada a Usagi, ni a las demás! - Le imploró su interlocutora.-

-Si me preguntasen directamente no podría mentir.- Suspiró la interpelada bajando la cabeza.- Eso sería traicionarles.

-Ni quiero que lo hagas.- Sentenció su compañera, afirmando.- Mira, como sabes tengo algunas audiciones para cantar. Quiero llegar a ser un ídolo y no es de extrañar que haya conseguido una prueba en los Estados Unidos. ¿No es cierto, Artemis?- Le inquirió al gato con tinte de complicidad.-

-Más concretamente en los Ángeles.- Afirmó el felino.-

- En cuanto pueda haré un viaje a América. Ya sabes…una chica tiene que perseguir sus sueños.- Le sonrió trémulamente a su compañera.-

-Por favor Minako, ten mucho cuidado. Si Usagi…bueno, si Serenity llegase a descubrir que estás mintiendo…

-No lo hará, porque no será mentira.- Replicó su compañera con seguridad, afirmando.- De hecho Artemis ha movido algunos contactos y en efecto, lograré esas pruebas.



            Ahora fue Makoto la que suspiró moviendo la cabeza…



-Es un asunto muy peligroso. Pero sea lo que sea te apoyaré en lo que necesites.- Pudo decir al final, para alegría de sus contertulios.- Sin embargo, prométeme que actuarás con muchísima cautela.

-Eso dalo por hecho.- Sentenció su amiga.- Gracias Mako-chan.



Y así quedó decidido, unos días más tarde, cuando el gato hubo concluido los preparativos Minako dio la noticia a sus compañeras. Ni que decir tiene que todas la felicitaron con efusividad. La única que se mantuvo más moderada fue precisamente Makoto. Usagi parecía creer aquello por completo y se alegró como la que más. Incluso deseó mucha suerte a su amiga y le pidió que le trajese algún autógrafo de los famosos de allí. No obstante, la gata Luna se mantuvo muy callada durante todo aquel día. Sin embargo, Minako y Artemis pudieron poner rumbo a los EE.UU. sin ninguna oposición.



-¡Rumbo a América! - Exclamó la joven guerrera con los brazos elevados al aire.-

-Espero que todo salga bien.- Suspiró el felino en tanto ella le guardaba en una cestita especial para mascotas.-

-No seas tan agorero. Todo va viento en popa.- Sentenció la chica.- Y seguro que de paso también gano algún premio…



Y abordaron ese avión rumbo a los Estados Unidos. Por su parte Karaberasu pudo comenzar a dejar a su hijo al cuidado de Dorothy y se matriculó incluso en una academia para sacarse un título de secretariado internacional.  Ya obtuvo uno de Japón, que no le supuso gran dificultad. Se alegraba desde luego de la dura e intensa instrucción a la que la sometiese su madre en Némesis.



-Estas pruebas son muy fáciles comparado a todo cuanto tuvimos que aprender.- Se decía tras aprobar los exámenes con muy buenas notas meses después.-



Y al fin pudo buscar empleo con expectativas mejoradas. Pese a todo no era sencillo, aunque ella, fiel a su espíritu combativo no se rendía.  Y finalmente obtuvo recompensa a su tesón. Tras algunos intentos fallidos por fin lo encontró. También tuvo como aliada a la suerte, el Padre O’ Brian conocía a una abogada que trabajaba para un bufete que demandaba secretaria. Karaberasu, merced a sus estudios, logró la plaza. Se alegraba de haber hecho ese curso y obtener un certificado de idiomas tras convertirse en una mujer común y corriente. Fue al poco de arrendar Otafukuya. Sus hermanas menores comenzaron a estudiar magisterio y cierta tarde, cuando ella y Petz estaban solas recogiendo en la tienda, Kalie le comentó.



-Creo que nuestras hermanitas hacen bien en estudiar. Nunca viene mal diversificarse laboralmente hablando. Si logran ser maestras siempre podrán disponer de un trabajo alternativo.

-Sí, en eso coincido plenamente contigo.- Afirmó Petz.- Aunque lo principal para mí es que logren alcanzar sus sueños.

-Así es. Por eso yo también quisiera estudiar algo.- Declaró Karaberasu dejando atónita a su hermana.-

-¿Tú?- La señaló Petz para decir entre incrédula y divertida.- Si cada vez que teníamos clases con las droidas tratabas de escaparte. Y ya sabes cómo se ponía mamá.

-Tenía diez años.- Se defendió su interlocutora.- Y ahora sí que haría algo que me gustase…

-¿Comer y dormir?- Se burló su hermana.-

-No…- Sonrió Kalie sin verse afectada por esa pulla.- Contabilidad administrativa y secretariado. Ya he estado mirando en algunas academias.

-¿Y serás capaz de estudiar y atender el negocio al mismo tiempo?- Quiso saber su desconfiada interlocutora.-

-Totalmente.- Aseguró la joven que agregó.- Escucha Petz. No solo soy hermosa, además soy inteligente…Ya me lo decía la abuela Kim…

-Nos lo decía a todas.- Se sonrió Petz.-

-Bueno, y era verdad. ¿O no?- Se rio ahora Kalie.-

-¡Sí!- convino su hermana compartiendo esas risas.- En eso no puedo estar en desacuerdo.

-Y sabes tan bien como yo que en Némesis nos dieron una buena preparación. Las materias del siglo veinte son muy fáciles para nosotras.- Afirmó Karaberasu, ya con seriedad, añadiendo.- Afortunadamente toda la información que nos implantaron vía cibertelepática en nuestro mundo en el futuro no desapareció cuando nos purificaron.

-Sí, es cierto.- Reconoció su contertulia con gesto pensativo.- Es una ventaja…

-Así que decidido.- Aseveró Kalie con entusiasmo.- Estudiaré eso en cuanto pueda. Secretariado, unos títulos en idiomas inglés y  japonés. Y tú deberías hacer algo así.



Y por una vez parecía ella la hermana mayor. Hasta Petz se dejó convencer. Ahora se alegraba enormemente de su decisión y no solamente eso, algo más sucedió que vino a auxiliarla. Al inscribirse en la seguridad social y dar su nombre tuvo problemas al no hallarse en las bases de datos, pero dos misteriosos individuos que se identificaron como agentes federales contactaron con ella haciéndole saber que conocían su verdadera identidad. Al principio aquello la asustó. Recordó estar retenida en una sala de un edifico oficial cuando aquella pareja, una mujer pelirroja de escasa estatura y un tipo de pelo castaño que rondaría el metro ochenta, ambos elegantemente vestidos, la abordaron, tras identificarse mostrando sus placas.



-Señorita Karla Smith. ¿Verdad?- Preguntó él.- Somos del FBI.

-Sí, soy yo.- Pudo replicar con voz trémula.-

-Al menos eso dice usted. Nosotros tenemos otros datos.- Terció la mujer.-

-Por favor. No quiero problemas, tengo un hijo pequeño.- Les imploró ella.-

-No tema.- Pudo decir el tipo aquel.- Estamos aquí para ofrecerla ayuda…

-¿Ayuda?- Se sorprendió la muchacha.-

-Así es.- Comentó la pelirroja que llevaba un maletín que abrió sacando de él una serie de papeles y carnets en tanto comentaba con tono afable.- Hasta ahora estuvo usted trabajando en la economía sumergida. Desde este momento aquí tiene todo lo necesario para vivir una nueva vida.

-No lo entiendo… ¿Qué significa esto?- Inquirió la atónita joven.-

-Es como si estuviera en un programa de protección de testigos.- Le explicó el agente.-

-¿Pero, por qué?- Pudo preguntar ella que no salía de su estupor.- ¿Por qué me ayudan?

-Digamos que es un modo de nuestro gobierno de agradecerle todo lo que ha hecho por  este país y por el mundo.- Sonrió levemente aquel tipo.-

-Y ¿ya está?- Inquirió tímidamente Kalie, aunque sintiéndose aliviada.-

-Salvo que desee usted alguna cosa más.- Sonrió ahora esa mujer.-

-Solamente un trabajo digno para poder criar de mi niño.- Comentó la muchacha.- Y que me dejen en paz para cuidarle con tranquilidad.

-No se preocupe por eso.- Afirmó su interlocutor, sentenciando.- Lo tendrá. Ahora debemos irnos. Que le vaya bien señorita Smith. Ha sido un placer y un honor conocerla.



            La otra mujer se despidió a su vez dejándola atónita pero feliz. Al parecer esos agentes federales no estaban interesados en indagar más sobre ella. Lo que sí hicieron fue reunirse con aquella joven japonesa que había llegado hacía pocos días. Tras seguir sus pasos desde que aterrizase en el aeropuerto internacional de Los Ángeles (LAX) y fuera a varias casas discográficas con maquetas de canciones. Al fin, cuando la joven estaba retornando a la habitación de su hotel, ambos agentes la abordaron y tras mostrarle sus credenciales, preguntaron a modo de confirmación.



-¿La señorita Minako Aino?

-Sí, soy yo. Aino Minako, en mi país primero decimos el apellido.- Matizó ella que llevaba un bolso en el que iba metido Artemis.-

-Bonito gato. ¿De qué raza es?- Se interesó la mujer pelirroja.-

-De una muy antigua. – Repuso la joven que sin más preámbulos quiso saber.- ¿Qué desean de mí?

-No nos andaremos con rodeos. Sabemos quién es usted.- Afirmó ese individuo, agregando.- Lo que no sabemos es para qué ha venido.

-Tengo unas pruebas para cantar.- Replicó ella sin inmutarse ni admitir nada.-

-Nos consta que usted ha puesto mucho interés en triunfar en el mundo de la música y de la interpretación. No se preocupe, se le harán las promociones adecuadas para que así sea. Aunque nosotros creemos que su principal misión aquí es otra.

-Es cierto, y no deseo ayuda de esa clase para lograr mis metas. Eso es algo estrictamente personal. Además, no entra en conflicto con mi misión principal.- Comentó Minako agregando ya sin tapujos.- Es más, esa sí que pueden ayudarme a cumplirla. Por otro lado, siendo famosa tendré una influencia que, en caso de necesidad, se podrá emplear para la defensa de este mundo. ¿No creen? Pero eso debo ganármelo yo misma.



            Sus interlocutores se miraron, parecieron convenir en que eso era posiblemente así. Finalmente la pelirroja sonrió y con un tono bastante más amable, declaró.



-Le deseamos mucha suerte con su prueba pues. Y si podemos hacer algo para ayudarla.



            Ahora fue Minako la que les miró inquisitivamente a ambos y comentó.



-Quizás puedan hacer una cosa. Pero no por mí. Una de mis amigas creo que reside en California, pero no he sido capaz de dar con su paradero. No tengo intención de visitarla. Simplemente desearía saber si está bien.

-¿De quién se trata?- Inquirió el hombre sacando un pequeño computador para consultar datos.-

-Se llama Karaberasu Malinde, aunque quizás haya cambiado de nombre.- Comentó Minako recordando lo que sucedió en la isla de Masters, tras la batalla contra los androides.-



            Tras comprobar la identidad de esa mujer, el tipo aquel hizo unas consultas y declaró.



-Sí… tiene una nueva identidad. Está en un programa similar al de protección de testigos y no desea ser encontrada. Pero siendo usted quién es…creo que podremos darle esa información.

-Se lo agradezco.- Sonrió Minako.-



            Una vez la pusieron al corriente los federales se marcharon y ella le comentó a Artemis.



-Bueno, ahora es cuestión de tiempo, trataremos de verla sin que nos descubra. Quiero asegurarme de que de verdad esté bien…



            Y así lo hizo, tras hacer sus pruebas, que salieron bastante bien sin precisar de ayudas extras, la joven sailor y su gato buscaron en la dirección de la que ahora era conocida como Karla Smith. Tardaron un poco pero dieron con ella. Provista de unos binoculares Minako observó la entrada de aquella casa en la que se suponía que vivía. Sonrió al ver salir a su amiga empujando un cochecito de bebé. Kalie parecía estar razonablemente bien. A su lado, una mujer mayor que hablaba con ella y le hacía sonreír.



-Bueno Artemis.- Suspiró la chica visiblemente aliviada.- Parece que le van bien las cosas. Eso es cuanto deseaba saber.

-¿Qué haremos ahora?- Quiso saber el gato.-

-Volver a Japón, y terminar el instituto. Espero que allí también me salgan las pruebas como aquí. Y en cuanto a Kalie…

-¿Deberíamos decírselo a sus hermanas?

-No.- Negó la sailor con la cabeza.- Si es la voluntad de nuestra amiga tenemos que respetarla. Quizás le cuente algo a Roy. Él está en el secreto y dio su palabra de mantenerlo. Sé que podemos confiar en él. En cuanto a Kalie, deseo que pueda llegar a ser muy feliz con su hijo, lejos de las luchas y los problemas que tenemos que afrontar nosotros.



Artemis convino en eso. Después de aquello la joven retornó a Japón, aunque allí le esperaban las consecuencias de sus actuaciones. Para Karaberasu por el contrario la vida transcurrió normal. Hasta de forma agradable, viendo crecer a su bebé y trabajando, ayudada siempre por esa gentil mujer. Así pasaron tres años. Durante ese tiempo la Tierra sufrió amenazas graves, aunque ella optó por no intervenir, deseaba proteger a su hijo y a Dorothy. Para ello no dudó en recurrir a su identidad de justiciera sin que esa mujer lo descubriera. Logró salvaguardar a los suyos, incluso cuando la amenaza de un terrible cometa se cernió sobre la Tierra. En esa ocasión lo único que pudo hacer fue ir a un refugio junto con la casera y el bebé.



-No sé qué estará pasando.- Decía la angustiada Dorothy.- Las autoridades apenas dicen nada. Solo que saliésemos a meternos en estas estaciones de metro.



            Y allí estaban ellas junto a algunas docenas de personas, protegidas o custodiadas según opiniones, por miembros de la Guardia Nacional. Todos aquellos soldados con uniforme de camuflaje, cascos y m-16 portados en bandolera. Aunque también había servicios médicos, tiendas de campaña y otra serie de pertrechos por si esa parte de la ciudad era atacada o sufría algún daño.



-Han dicho que un gran meteorito se aproxima. ¡Es el fin del mundo! - Gritaba uno aterrado individuo.- ¡No tendremos escapatoria, arrasará el planeta!…



            Dorothy se persignó de inmediato con temor. Los soldados mientras acallaron a ese tipo tratando de calmarle con buenas palabras. El resto de la gente no hablaba. Apenas podía mirarse unos a otros llenos de pánico. Entonces fue Karaberasu la que, dejando al pequeño Mazoui en brazos de Dotty, elevó la voz dirigiéndose a todos.



-Señoras y señores, no teman nada. La Tierra estará a salvo…

-¿Qué sabrá usted?- Gritó un hombre que parecía desquiciado por el terror.-



            Hubo murmullos, unos a favor, otros en contra de aquella réplica hasta que Kalie retomó la palabra con tintes llenos de seguridad y apasionamiento.



-Lo sé. No hay nada que temer. Conocí a algunas personas realmente extraordinarias que no nos abandonarán cuando más les necesitamos. ¿Acaso han olvidado a ese guerrero dorado que tanto ha hecho por nuestro mundo?

-¿Quién es ese?- Inquirió una mujer sin comprender.-

-A mí me suena de algo.- Admitió otro tipo, un hombre joven y trajeado.- Cuando estuve en Nueva York… Se hablaba de él…y alguna vez salió en las noticias volando a gran altura.

-Sí, y hay más como él.- Les comentó una animada Kalie.- Existen poderosos luchadores que no permitirán que nada malo nos suceda. Se lo aseguro.

-¿Pero qué iban a poder hacer contra un meteorito?- Exclamó otra mujer rebatiendo con horror.- Por fuertes que sean eso es imparable…



            Eso provocó una vez más murmullos de temor. No obstante, Karaberasu los acalló con su voz sonando potente ante la atenta mirada de todos, incluidos los sorprendidos soldados…



-Esos guerreros son tan poderosos que ningún pedazo de roca, por grande que sea, podrá destruir la Tierra. Yo les he visto en acción.- Pudo decir.-  Y creo firmemente en ellos. Tengan fe, conserven la esperanza.



            Pese a que ni ella misma estaba segura de lo que decía sentía como si una enorme convicción se hubiese adueñado de su voluntad. Ni ella ni su hijo estaban destinados a terminar sus días de ese modo. Además, confiaba en sus hermanas y en el resto de sus amigos. Logró calmar a esa gente y el oficial al mando del contingente militar se lo agradeció. Incluso llegó más adelante a aparecer como Justiciera únicamente para tratar de alentar a algunos grupos de personas. No obstante, se cuidó de que las cámaras no pudieran filmarla. No deseaba que la descubrieran. De todos modos, mucho pensaron que sería una simple actriz así disfrazada para dar moral y el hecho no trascendió fuera de la costa oeste.



-Bueno.- Suspiraba una tarde en las que retornó tras salir de ronda.- Ahora os toca a vosotros, hermanas, Guerreras, Tom, Roy…Confío en que os haréis cargo de todo…



Los aludidos por supuesto lograron salvar al planeta de ese meteorito, así como de otras situaciones realmente peligrosas. Pese a todo hubo muertes y devastación. Incluso un tsunami provocado por la destrucción de ese enorme cometa arrasó buena parte de San Francisco. Por fortuna Karaberasu y Dorothy vivían al interior y no se vieron afectadas. Por suerte con la gran determinación de las gentes se reconstruyó la ciudad y se fue retornando poco a poco a la normalidad. Finalmente llegó una  época de paz más prolongada. Durante ese tiempo el bebé se había convertido en un niño muy despierto y dulce, era bastante inteligente para su edad, incluso había comenzado a leer los cuentos que su madre le contaba. Kalie recordaba cuando el niño apenas si tenía tres años y medio. Ella le miraba con una tierna sonrisa sosteniéndole entre su regazo cuando el pequeño se afanaba por sujetar un pequeño libro de narraciones infantiles con sus manitas…



-En…to...ces.- Pudo descifrar con dificultad ante la orgullosa mirada de su madre.- El osi...to dijo… ¿Quién…se… ha…do?…

-Dormido.- Le apuntó cariñosamente Kalie señalándole la palabra.-

-Dormido en mi… cami…ta.- Concluyó el crío con satisfacción.-

-Muy bien, cariño.- Le alabó ella.-

-Mami.- Comentó el crío con bastante perspicacia.- ¿Esa niña era la abuela Dotty?.. Se llama igual.

-¡Ja, ja! - Se rio su madre visiblemente divertida por esa ocurrencia.- No lo sé, mi amor. No creo…Aunque nunca se sabe. Se lo podrías preguntar tú.- Sonrió imaginándose aquello.-



            El niño asintió mirando a  su madre con una sonrisita de entusiasmo infantil. Ella le dio un gran abrazo y tras ponerle el pijama, acostarle y arroparle, le susurró amorosamente.



-Ahora hay que dormir…

-Hasta mañana, mami…- Susurró él que ya estaba cerrando los ojos.-

-Felices sueños, mi amor.- Le deseó ella besándole en la frente.-



Karaberasu salió y apagó la luz dejándole dormir. Adoraba a su hijo, junto con Dorothy que era como una abuela para el pequeño, le sacaba adelante de una forma admirable. Y todo unido a su trabajo e incluso a que, aparte de en los momentos de gran crisis, había tenido tiempo de actuar como justiciera en unas cuantas ocasiones a nivel más doméstico. Eso sí, siempre con la preocupación de que no trascendiera demasiado. Aquello también la tenía inquieta. Al principio con todos los problemas que tuvo con el niño por supuesto que no se transformó nunca para luchar contra ningún delincuente. Pero cierta vez, estando de compras ella sola, observó cómo unos tipos entraban en un comercio y sacaban unas navajas amenazando al aterrado dueño, un hombre ya anciano. La muchacha miraba aquello con horror, agarrando su colgante con la piedra de la justicia que llevaba en el cuello. Había una calle apartada donde podría transformarse, pero tenía miedo de que si actuaba como justiciera pudieran localizarla o peor aún, verse implicada en alguna batalla. No podía permitirse el lujo de ser herida o descubierta. Antes podía hacer equipo con sus hermanas, y aun estando  ella sola no le hubiese asustado, pero ahora estaba su hijo. Así pues no se atrevió a mediar. Sin embargo, se sentía culpable y  angustiada. No podía dejar de mirar aquel pobre hombre, siendo empujado y amenazado mientras aquellos desalmados le robaban. Al fin no pudo soportarlo más. De forma rauda entró en ese callejón desértico gritando.



-Corazón puro del Trueno. ¡Dame el poder!



Y tras transformarse llegó a la carrera, para entonces aquellos dos individuos habían huido de la tienda dejando al anciano malherido. Lo poco que ella pudo hacer fue llamar a la policía y a una ambulancia tras revertir su transformación y tratar de ayudar en lo posible a aquel desgraciado que se desangraba con una puñalada. Afortunadamente su intervención, no como la Dama del Trueno, sino como una persona normal, salvó la vida a aquel hombre. Pero ella se juró no permitir que eso volviera a ocurrirle jamás. De hecho, los años siguientes intervino, siempre de la forma más discreta que pudo, para no ser detectada. Aunque pasado ya más tiempo cada vez lo hacía con menor frecuencia y llegó el momento en que decidió dejarlo al menos una temporada para atender únicamente a su  hijo que crecía normalmente y había empezado a andar y hablar a su debido tiempo, sin ningún tipo de problema especial. Pero un día llegó el primer susto, de aquellos la llevaron a cuestionarse definitivamente su actividad de justiciera y centrarse del todo en su pequeño. Mazoui, como cualquier otro niño de su edad, contrajo el sarampión. O algo parecido quizás pues esas motitas rosadas tan familiares no se le manifestaron.  De hecho, por lo demás tenía los síntomas normales ¡pero su temperatura se elevaba a los 44 grados! Karaberasu y Dorothy estaban muy asustadas. Menos mal que la anciana llamó al padre O ´Brian y éste la tranquilizó. Cuando la mujer volvió, la expresión de su rostro estaba más relajada, le contó a la preocupada madre su conversación con el sacerdote.



- El padre O’ Brian me ha dicho que un sobrino suyo, recién licenciado en medicina, ha llegado a la ciudad para trabajar en un hospital, dice que nos lo enviará. Enseguida viene pues por ahora está viviendo en la casa del propio padre.

- No quiero ser una molestia,- objetó Karaberasu algo incómoda.- Ese chico no me conoce de nada y yo no tengo demasiado dinero para pagarle.

- No te preocupes por eso.- La tranquilizó Dorothy con una sonrisa- es un chico muy agradable, ya lo verás. No te va a cobrar nada. Además, en cuanto sepa que eres amiga de su tío se volcará con Mazoui.



            La muchacha sonrió más aliviada, en su fuero interno tenía el presentimiento de que su hijo podía soportar esa temperatura pero prefería no arriesgarse. Pasaron unos veinte minutos y llamaron a la puerta. Dorothy fue a abrir, hizo pasar a un alto y fornido chico de pelo castaño cobrizo y ojos azules, que llevaba unas gafas redondas que le daban un aspecto de intelectual. Joven y atractivo, probablemente de la misma edad de Karaberasu. Se presentó dando las buenas noches a ambas.



- Me llamo Mathew O´ Brian, encantado de conocerla. – Dijo a la chica que se había arreglado un poco luciendo un aspecto inmejorable.-



El doctor desde luego que se percató de ello. No era desde luego insensible a la vista de la belleza de esa mujer. Aunque ella al verle pareció sorprenderse y musitó.



-Ru…Rubeus…

-¿Perdón? ¿Cómo dice?- Inquirió el joven.-

-No. Nada, que mucho gusto en conocerle.- Rectificó ella que no podía dejar de observarle asombrada.-

- Es un placer.- Sonrió ahora él, para pasar a preocuparse por el motivo de aquella visita.- ¿Dónde está el pequeño?..

- Gracias por venir. – Pudo añadir la aturullada Kalie.- Yo soy Karla Smith y mi hijo está arriba acostado, ahora le llevaré con él, doctor.

- Llámeme Mathew - Sonrió él mientras colocaba un maletín que traía consigo encima de una mesa.- Vamos a ver....- sacó un estetoscopio y un termómetro así como unos guantes. - Sólo llevaré esto, no quiero que se asuste al ver el maletín.

- No se preocupe, es un chico valiente,- rio Karaberasu que le pidió con tono amable y agradecido -....venga por favor. Y perdone por las molestias.

- No hay por qué- sonrió el chico. -



            Ella estaba atónita, Aquel muchacho tenía unos rasgos tan parecidos a los de su antiguo jefe que en su primera impresión casi podría haber jurado que era él. No obstante, ni su pelo pese a ser castaño tirando a rojizo, ni sobre todo su amabilidad y expresión sincera, parecían tener nada que ver. No pensó en eso más,  le devolvió la sonrisa y le indicó que la siguiera, el joven fue detrás por las escaleras y Karaberasu abrió la puerta del cuarto del niño.



- Mazoui, ¿estás despierto, cariño?,- preguntó su madre con suavidad. -

- Sí, mami. - Replicó el pequeño que tenía la cara con aquellas pintas rojizas tan características de la enfermedad. - Estoy jugando con mi avión- mostró un pequeño avioncito en su mano derecha con el que describía piruetas sobre la cama. -

-¡Vaya!- intervino Mathew sonriendo al pequeño a la par que tomaba asiento en un borde de la cama.- Así que te gustan los aviones...

-¿Quién eres?,- preguntó el niño estudiando al desconocido con curiosidad. -

- Me llamo Mathew y soy doctor, vengo a ayudar a que te pongas bueno, Mazoui.

- ¡No quiero que me pongan inyecciones! - declaró a la defensiva con gesto de visible temor.-

- De momento no hará falta- sonrió su interlocutor. - Ahora te voy a reconocer.- Le contó y colocó el estetoscopio sobre el pecho del niño que se rio. -

-¡Está frío!- exclamó Mazoui -...me hace cosquillas.

- Claro- repuso Mathew divertido para pedirle - a ver...tose un poquito.- El crío lo hizo y el doctor escuchó un momento y se quitó el estetoscopio. - Muy bien, ahora la temperatura – sacó el termómetro ante la cara de susto del crio. -

-¡Inyecciones no!- pataleó ahora visiblemente asustado. -

- Mazoui, pórtate bien.- Intervino pacientemente Karaberasu. -

- No tengas miedo- dijo el médico con un tono tranquilizador. - Esto no es para pincharte. Es un termómetro que se coloca en la boca,- y como demostración se lo puso al niño y el termómetro, que era digital e instantáneo, enseguida se disparó a los 44 grados.- ¡Esto no puede ser!- le susurró Mathew a Karaberasu que le miraba con inquieta expectación. - Debe de estar estropeado,- añadió quitándole importancia para afirmar.- Estos termómetros modernos no son de fiar. ¿Tiene usted alguno de mercurio?

- Sí, ahora mismo se lo traigo- respondió su interlocutora rebuscando en un cajón de la mesita de noche que estaba junto a la cama. -

- Bueno Mazoui,- terció Mathew para entretener al niño. - Así que te gustan los aviones.

- De mayor quiero ser piloto- respondió el niño con decisión. -

- Pues para eso hay que estudiar mucho- le advirtió el joven médico. -

-¿Tú estudiaste mucho para ser doctor?- preguntó el niño muy interesado. -

- Sí, ¡muchísimo!- rio el aludido solamente de recordarlo. – Ahora por favor, abre la boca. - Le pidió al niño, ayudándose a escrutarle con un palito que también se había traído y declarando tranquilizador. - La garganta está bien.

- Tome. - Karaberasu le alargó el termómetro y Mathew se lo puso al niño en la boca advirtiéndole que debía estar callado sin abrirla unos minutos. -

- Vamos a hacer un juego, cerramos la boca durante un momento a ver quién aguanta más.- Le propuso el médico que, para hacérselo más llevadero, cerró la boca con él. -

           

            Al cabo de unos tres minutos le quitó el termómetro y comprobó que marcaba la misma temperatura. El joven médico estaba desconcertado.



- No lo entiendo, en un estado como éste debería estar abrasándose por la fiebre y sin embargo no parece acusarla en absoluto...

- Mi hijo es algo especial- sonrió Karaberasu de forma nerviosa. -

- Lo único que se me ocurre es tratar de bajarle la temperatura con hielo. Le suministraré un antibiótico y veremos cómo pasa la noche. Mañana temprano volveré a verle, pero si ocurriera algo de madrugada no dude en llamarme.- Anotó en un papel una receta que dejó a la madre. - Es un jarabe, déselo antes de cada comida.

- No quiero ser tanta molestia,- le respondió ella visiblemente envarada. -

- No se preocupe, este caso me interesa mucho. Lo importante es hacerle un buen seguimiento médico. Y si es necesario puedo arreglar que lo ingresen en un hospital.- Replicó cordialmente él. -



            Aquello sí que puso nerviosa a su interlocutora, que apenas pudo replicar.



- Preferiría que no. Si no es algo de verdad grave. Es que no me gustan los hospitales



            Aunque lejos de extrañarse el joven se sonrió admitiendo.



- Parece que tenemos eso en común. A mí no me gusta nada ir como paciente. Y a mi tío ni puedo nombrárselos cuando se pone enfermo. Como buen irlandés dice que, lo que sea que tenga, se lo cura con un remedio casero y una oración.

- No sé cómo darle las gracias.- Repuso ella que sonrió aliviada ante la amabilidad de aquel joven, aunque enseguida añadió algo turbada. - Lo cierto es que no tengo demasiado dinero para pagarle sus visitas.

- Con que me invite a un café bastará,- repuso Mathew con una sonrisa. - Tengo interés en que me cuente si Mazoui había estado enfermo antes.

- Será un placer, mañana haré mi tarta favorita para acompañar el café.- Sonrió ella agradecida. -

- Bueno- dijo el joven levantándose de la cama. - Entonces hasta mañana.

-¿Podré ir a la guardería?,- preguntó Mazoui  entre bostezos. -

- No cariño- le contestó Karaberasu que explicó orgullosamente a Mathew. - Le encanta ir a la guardería, es un chico muy inteligente y disfruta mucho allí. -

- Eso está muy bien, pero por el momento todavía no puedes regresar. - Le dijo jovialmente Mathew al crío. - Espera a ponerte bueno del todo, aquí tampoco te aburrirás. Cuando yo era pequeño y estaba enfermo también me tenía que quedar en la cama y me entretenía leyendo tebeos y haciendo recortables.

- A mí me gustan mucho los tebeos y los cuentos - respondió Mazoui encantado con la idea. - Mi mamá me los lee pero yo ya casi he aprendido a leerlos solo.

- Eso está muy bien, eres un chico inteligente,- contestó Mathew con aprobación. -

- Y a ti te gusta ayudar a la gente, lo noto cuando te acercas. - Contestó el niño clavando en él sus inquisitivos y grandes ojos color miel. -

- Para eso soy doctor- sonrió el interpelado visiblemente divertido para despedirse. -¡Bueno!, ya es tarde y tienes que descansar, hasta mañana, Mazoui.

- Hasta mañana- susurró el pequeño ya cansado. -



            El médico se marchó acompañado por la muchacha que no dejó de agradecerle sus atenciones. Luego, ella subió nuevamente a desearle buenas noches al niño.



- Ahora debes dormirte- le pidió afectuosamente Karaberasu a su hijo. - Seguro que mañana ya estarás mejor, cariño.

- Mami- repuso agudamente el pequeño. - El doctor es muy simpático y muy guapo.  ¿A qué te gusta?



            Ella se quedó perpleja, no sabía que contestar.



- Bueno, sí, es muy simpático, y me cae muy bien, hijo.- Admitió con una tímida sonrisa para cambiar de tema antes de ponerse colorada, con un jovial - ¡Hala deja ya de hablar y duérmete!

- Pues yo creo que tú también le gustas. - Afirmó Mazoui riéndose no sin poner una pícara carita. -

- No seas malo, - le amonestó cariñosamente su madre al tiempo que le hacía unas ligeras cosquillas que produjeron la risa en el pequeño. - Ahora a dormir, hasta mañana mi amor.



Karaberasu le acercó a su hijo su oso de peluche favorito y le besó en la frente. La temperatura parecía haber descendido, más tranquila apagó la luz y se marchó a su cuarto. Ya en su habitación se sonrió, para ser tan pequeño Mazoui tenía mucha psicología. ¡Ojalá que no se equivocase en los pensamientos del joven médico!, pues Karaberasu debía reconocerse a sí misma que le había gustado bastante ese doctor. En verdad físicamente le recordaba mucho a Rubeus, alto, fuerte y apuesto. Sin embargo, su carácter parecía ser diametralmente opuesto. Era agradable y simpático, pero no de esa manera artificial que caracterizaba a su antiguo jefe. Así lo dejó correr y se fue a descansar. Al día siguiente Mazoui se encontraba mucho mejor, la temperatura había descendido a unos más familiares 38 grados. Por si acaso su madre fue a la farmacia a comprar el medicamento que le había recetado el médico. Éste incluso había tenido el detalle de escribir que era para una paciente de su hospital con lo que el importe le salió a mitad de precio. La muchacha le administró al niño una cucharada antes del desayuno como Mathew le había indicado.



-Parece que estás mejor, cariño…



            El pequeño asintió, entretenido como estaba en mirar algunos tebeos…su madre le preguntó.



-¿Tienes hambre?

-Sí, mucha. - Repuso el crío, añadiendo.- Quiero tortitas…

-Bueno, a ver si puedo hacértelas, ¿eh?- sonrió Kalie más animada al verle tan recobrado, añadiendo entonces con picardía.- Pero si esperas un poquito tendré tarta, de la que más te gusta. ¿Qué prefieres?

-¡Sí, mami! ¡Tarta, tarta! - Exclamó entusiasmado.-



            Karaberasu sonrió dándole un beso en la frente, que ahora notaba menos caliente ya. De inmediato telefoneó al doctor para informarle de que el niño evolucionaba muy bien. A la hora de la comida la temperatura del niño estaba ya en 37.5º.Mathew se pasó por allí para reconocerle y se quedó impresionado de esa rapidísima recuperación. Fiel a su palabra ella había horneado una tarta. Tal y como prometió  invitó al facultativo a tomar un trozo tras servirle otro al pequeño.



-Está deliciosa.- Alabó él.-

-Gracias, es de lo poco que se me da bien en la cocina.- Admitió la joven.-

-Es usted muy modesta. Estoy seguro de que habrá otras cosas que también se le den muy bien.- Afirmó él, sin precisar si se refería al arte culinario.-

-Hago lo que puedo.- Se limitó a contestar ella. -

-Pues al menos, por lo que he podido comprobar, lo que hace lo hace usted realmente bien.- La halagó nuevamente el médico.-



Ella agradeció el cumplido. Charlaron durante un par de horas y después de despedirse de ella y el niño, él se marchó. Tenía que ir a hablar con el director del hospital para comenzar su trabajo al día siguiente. Se mantuvieron en contacto al día siguiente por teléfono y el médico pasó una vez más para ver que el crío iba mejorando con rapidez.



-Ha sido usted muy amable.- Le agradeció ella.-

-Por favor, tutéeme.- Le pidió su interlocutor.-

-Pues haz lo mismo. Cuando me llamas de usted me haces sentir muy mayor.- Sonrió Kalie.-

-Nada más lejos de mi intención.- Convino él devolviéndole la sonrisa.- Por cierto, tu hijo es realmente fuerte. Está como si nada. ¡Es increíble!- Comentó Mathew.-

-Sí, bueno..-Contestó ella deseando aparcar ese tema.- hasta ahora nunca se había puesto enfermo. ¡Menos mal que tú estabas disponible!

-Bueno, siempre que te haga falta solamente tienes que llamarme.- Le dijo él.-

-Lo tendré en cuenta.- Asintió ella.-

-Debo irme, tengo que entrar en el hospital. Me alegro de que Mazoui esté bien. Ya pasaré a hacerle un último chequeo.- Se despidió el facultativo.-



            Kalie le acompañó a la puerta y le dijo adiós. Observó como se alejaba por la calle. Suspiró. Aquello le había producido una agridulce sensación. Estaba realmente a gusto con ese hombre y le atraía, entonces tuvo que hacer esa alusión al niño.



-Ha estado a punto de preguntarme por él…o quizás por su padre. No sé, que podría responderle si me preguntase por eso.- Pensaba con un creciente desasosiego.-



Decidió dejar eso a un lado. Tenía que irse a trabajar. No sin antes despedirse de su hijo. A pesar de encontrarse bastante bien ya no quería llevarle de nuevo a la guardería.



-Es mejor que espere unos días.- Pensó, agradecida también al recordar.- ¡Menos mal que Dorothy le cuida.



            Entró en la habitación y allí estaban ambos. Dotty hablaba con el crío y este parecía escucharla con mucha atención, dado que la anciana le estaba contando uno de esos cuentos que sabía. Kalie no quiso interrumpir hasta que la casera terminó. Una vez lo hizo declaró.



-Os lo pasáis muy bien. Me alegro.

-¡Mami! La abuela Dotty me ha contado el cuento de un gato que tenía unas botas mágicas con las que podía caminar muy lejos.

-¡Qué interesante!- Sonrió ella, comentando jovial.- A ver si me las presta para llegar pronto al trabajo.



            Eso hizo que el alegre gesto del crío se entristeciera un poco y enseguida dijo con pesar.



-¿Te tienes que ir ya?

-Tengo que trabajar, cielo.- Suspiró ella.-

-Pero nosotros vamos a pasarlo muy bien, Mazoui.- Intervino Dorothy con su clásico tono alegre.- te contaré más cuentos y luego a comer algo rico.

-¿Sí?- Exclamó el alborozado crío.-

-Claro.- Le sonrió tiernamente la anciana.-


Karaberasu sonrió a su vez, muy agradecida. Tenía mucha suerte de poder contar con esa mujer. De este modo pudo irse por fin al trabajo.



-Al menos he logrado tener otra familia. Me pregunto cómo hubiera sido si nuestros padres pudieran haber estado aquí, con nosotras. O cómo estarán mis hermanas ahora.- Suspiró.-



            Muchas veces se acordaba de ellas, aunque entre la vorágine del día a día y después de ese susto que había pasado con Mazoui, no le quedaban apenas fuerzas ni tiempo como para tratar de contactar a sus hermanas.



-Bueno, quizás dentro e poco.- Se dijo una vez más.-



Y llegó a su trabajo y allí, como de costumbre, había muchas tareas que le aguardaban. Así pasaron los días. Mazoui ya estaba completamente recuperado y el médico, con la excusa de verle para hacer un chequeo, se acercó a visitarle en casa. Aunque en realidad la intuición del crío era acertada y estaba más interesado en ver a la madre. Llamó a la puerta y fue precisamente ella la que la abrió.



- Hola Mathew, ¡qué sorpresa!- Sonrió Kalie. -

- Venía a comprobar si Mazoui estaba bien del todo.- Le dijo con algo de azoramiento  él. -

- Sí, está tan bien que ya va a la guardería. Todavía está allí, tengo que ir a buscarle dentro de media hora.- Repuso la animada muchacha. -

- Vaya, no lo sabía,- replicó él algo nervioso, aunque pareció reunir valor al añadir, - de todas formas tenía un poco de tiempo y...

- Si quieres puedes acompañarme, a él le gustará verte. ¡No para de hablar de ti, te ha tomado mucho cariño!- rio  su interlocutora visiblemente complacida por ello. -

-¿De veras?- Rio también Mathew contento de oír eso a su vez - ¡Estaré encantado!, además me pilla de camino hacia el hospital.

- Pues vamos,- le propuso ella. - Podemos dar un paseo...si me esperas unos minutos...



            El joven asintió y ella le pidió que se sentase. Mientras, Dorothy salía de la cocina y al ver correr a la muchacha hacia su habitación sonrió. Estaba claro que Mathew no le era indiferente a la chica y eso la alegraba. La mujer pensaba que hacían muy buena pareja y ella no solía equivocarse en esas cuestiones. Además, esa pobre muchacha llevaba mucho tiempo sola, únicamente cuidando de su hijo y trabajando, se merecía un poco de vida social, y por qué no decirlo, el tener alguna relación. Al cabo de unos pocos minutos Karaberasu, mucho más arreglada y vestida con un elegante conjunto de color crema, bajó las escaleras más pausadamente y se reunió con el joven doctor en el comedor.



- ¡Estás de maravilla!- Declaró tímidamente él. -

- Sólo me he adecentado un poco.- Mintió ella descaradamente, casi ruborizándose, complacida por aquel halago, pero el chico no parecía darse cuenta de eso. -Vamos.



            Dorothy salió a saludarles y Kalie le dijo que se iban a buscar a Mazoui. La anciana sonrió y les despidió con la mano. La joven pareja se perdió tras la puerta que Karaberasu cerró suavemente al salir.



-¿Y qué tal por el hospital?,- le preguntó ella tratando de romper el hielo. -

- Muy bien gracias, estoy muy contento, me han admitido con mucha cordialidad, no creas que eso es muy corriente.

- ¡Es estupendo! , un hombre tan joven y médico titular de un hospital.- Alabó ella. -

- Ha sido duro llegar pero ha merecido la pena.- Convino él, no sin evidente satisfacción. -

- Seguramente habrás estado estudiando mucho tiempo...

- Sí, no he tenido ocasión de hacer nada más.- Admitió Mathew. -

- Ni salir con amigos, ni siquiera ninguna novia…- le inquirió Karaberasu de una forma bastante interesada. -

-¡Oh no, que va! , nada de eso- repuso él con toda naturalidad explicando. - Los estudios y las prácticas me han absorbido por completo. Bueno, jugar al rugby un poco.

-¿Eres deportista?- Se sorprendió ella, o al menos eso quiso hacer pensar.-

-Me crie entre América e Irlanda. Mis padres son de allí.- Comentó él.- En ese país el rugby es un deporte muy popular. Jugué incluso en alguna liguilla de verano. Y me llevé unos cuantos golpes.- Suspiró acariciándose el hombro derecho y la pierna izquierda.-

-¡Vaya! Es un deporte peligroso por lo que parece…

-No tanto.- Sonrió el joven quién a su vez preguntó.- ¿Y tú? ¿No tienes otros planes más que el trabajo?

- No por ahora.- Contestó ella de forma algo decaída aunque enseguida añadió con mayor jovialidad. - Pero nunca se sabe, estoy abierta a cualquier posibilidad...

- Supongo que entre el niño y el trabajo estarás muy ocupada. - Conjeturó él que, más alentado, quiso averiguar. - No sé si pecaré de indiscreto, pero, ¿estás casada?

- No- contestó Karaberasu. - Soy soltera.

- Lo decía por el padre de Mazoui, creí que podías estar separada...



            Karaberasu guardó un incómodo silencio, la temida pregunta había llegado. Por su parte, Mathew supo que se había adentrado en un terreno prohibido en la vida de ella.



- Lo siento- dijo reaccionando rápidamente con el sentimiento de haber estropeado algo. - Si me he entrometido en tu vida privada te pido perdón.

- No, no hay porque - dijo la joven esbozando una sonrisa de circunstancias para añadir con voz queda. - El padre de Mazoui murió, a mí no me gusta hablar de eso.

-¡Cuanto lo lamento, no sabía nada!- Afirmó el médico realmente avergonzado de aquella metedura de pata. -

- Creí que quizás tu tío te habría contado algo, - le dijo Karaberasu de forma dubitativa y algo envarada. -

- No, él…sólo me dijo que eras una mujer muy trabajadora e inteligente además de una buena madre y veo que es verdad.- Respondió el muchacho ya con un tono más distendido. -



            Su interlocutora se ruborizó sonriendo ahora con más naturalidad, Mathew no dejaba de mirarla, era muy bonita cuando sonreía. Ella también se sentía cada vez más atraída por él. Comenzaba a coquetear instintivamente sacando sus mejores armas de mujer. Por fin, llegaron a la guardería, el tiempo y la distancia se les había antojado a ambos demasiado breves. Mazoui ya esperaba con su pequeña cartera la llegada de su madre y en su rostro infantil apareció una gran sonrisa al verla junto a Mathew. Sin aguardar ni un instante corrió a  abrazarla y Karaberasu le recibió con una rodilla en tierra para levantarle en brazos acto seguido y preguntarle con voz dulce.



- Hola cariño, ¿qué tal el día?

- ¡Bien, mami! - Respondió el crio saludando de seguido con entusiasmo - ¡Hola Mathew!

- Hola Mazoui,- le saludó a su vez el médico con la mano. -¿Qué tal estás?

- Muy bien- respondió el niño enseguida para añadir. - Oye Mathew ¿Sabes que dentro de unos días es mi cumpleaños?

- Dentro de dos semanas,- matizó la orgullosa madre con una sonrisa. - Cumple cuatro años.

- ¡Vaya, cuatro! , ya eres todo un hombrecito. - Sonrió el doctor. -

- Te invito.- Repuso el niño con mucha ilusión. -

- Pues - dudó el aludido asaltado por el compromiso de la situación y la realidad al explicar. – No sé si podré ir, quizás me toque guardia...



            El niño puso cara de decepción y Karaberasu se apresuró a intervenir, tenía la justificación perfecta.



-¡Ojalá que puedas venir! , a los dos nos gustaría mucho.- Le pidió ella. -

- Bueno- concedió Mathew asegurando con una amplia sonrisa, - para ese día cambiaré mi turno. No me perderé tu cumpleaños por nada, te lo prometo.



            Mazoui sonrió feliz. Dando la mano a su madre y a Mathew volvieron para casa. El doctor se disculpó a medio camino y despidiéndose de ellos se marchó al hospital. Tenía que entrar ya. Tanto Karaberasu como su hijo regresaron a casa muy ilusionados…



-¡Qué bien, mami!  Mathew va a venir.

-Sí, cariño.- Le sonrió afectuosamente ella, añadiendo.- Tendremos que preparar una bonita fiesta para ti y para que él lo pase bien, ¿verdad?



            El niño asintió. Por su parte el médico llegó a su turno, pasó las consultas y en un descanso telefoneó a su familia en Irlanda.



-Hola mamá.- Pudo saludar con voz alegre.- ¿Qué tal?.. Yo muy bien, si, ya os contaré. Bueno… lo cierto es que he conocido a una chica. Aún es pronto para decir eso… ¿católica? No lo sé, no creo… ¡Mamá!- Agregó ahora con tono entre paciente y algo molesto.- Es una mujer muy agradable y responsable. Bueno, ya te contaré dentro de un tiempo. ¿Qué tal papá? ¿Sigue con ese reuma? Dale un abrazo de mi parte. Un beso para ti. Adiós…



            Tras colgar suspiró. Sus padres eran los típicos devotos católicos irlandeses. No era mucho de extrañar teniendo en cuenta que su tío era sacerdote. Lo malo era que no les hacía demasiada gracia que intimase con mujeres que no practicaran su misma religión.



-Y eso que no le he contado aun que tiene un hijo.- Suspiró pensando en cómo diría aquello.- Aunque todavía es muy pronto. Tendremos que conocernos mejor. Ya tengo ganas de asistir al cumpleaños de Mazoui.- Se dijo esbozando una sonrisa.-



            En Japón  durante aquellos años la situación se puso difícil para Minako. No en cuanto a su vida profesional. Ya era una ídolo juvenil famoso. Logró esa fama y éxito que tanto anhelaba. Y lo hizo por su propio esfuerzo. Ahora, sentada en su camerino en uno de sus descansos entre actuación y actuación, recordaba lo que pasó. Su gato estaba echado en su rincón, sobre el cajón de arena, como cualquier minino corriente que es lo que desde hacía algún tiempo era. La joven suspiraba con tristeza observándole. Echaba mucho de menos el poder charlar con él. Tras las últimas batallas que tuvieron las cosas parecían haberse calmado y ella logró efectivamente triunfar en su país como cantante e incluso actriz. Pero eso ahora no le importaba ya tanto. Lo cierto es que tal y como temía, Mamoru y Usagi (o mejor dicho, el rey Endimión y la reina Serenity) descubrieron todo lo que había estado haciendo a sus espaldas. Fue al poco de derrotar a las tropas de ese tal Gralas por enésima vez. Y tras la partida de Setsuna y su boda con aquel rey de los saiyajin a la que asistieron en ese mundo, cuando fue convocada a presencia de sus soberanos. Estos utilizaban un lugar que el mago Landar les dejase en el Cielo.



-¿Me mandasteis llamar?- Pudo decir la muchacha que apareció con su ropa de sport y acompañada de Artemis.-



Sin embargo, le sorprendió observar que todas sus compañeras iban ataviadas como princesas planetarias, con largos vestidos de protocolo y sus diademas. Además, sus compañeras del sistema solar interior, mostraban unos semblantes serios e incluso preocupados cuando la miraban. También Usagi y Mamoru lucían las galas reales Serenity y Endimión.



-Minako Aino, princesa de Venus y sailor guardiana del Sistema Solar Interior.- Replicó por todo saludo la soberana, con gesto adusto y tono severo.- Creo que tienes algo que contarnos.



            En ese primer momento la muchacha observó a su interlocutora y a las demás con desconcierto, realmente no le venía a la cabeza lo que estaba pasando. Fue cuando miró a Júpiter y  ésta bajó la cabeza con desolación, lo mismo que el resto de sus compañeras del sistema solar interior. Parecía que ni Haruka, ni Michiru, ni Hotaru, tenían idea de lo que estaba sucediendo a juzgar por sus semblantes en los que reinaba el desconcierto, asimismo se mostraban preocupadas. Fue Artemis quién, al mirar a Luna que también lucía un gesto muy apurado, pudo susurrarle a su amiga.



-Lo saben…¿verdad?



            La gata asintió, con expresión consternada. Pese a ello Minako no perdió su aplomo y respondió con un tono de similar gravedad, mirando directamente a los soberanos y preguntando a  su vez.



-Muy bien. ¿Qué deseáis saber?



            Fue Endimión quién se levantó descendiendo del trono que ocupaba y acercándose a una mesita de la que tomó un portafolio que entregó a Minako, en tanto le decía.



-Agentes federales de EE.UU informaron de tu presencia en California.

-Sí, claro.- Sonrió la chica replicando sin dudar en tanto revisaba aquellos informes que dieron cuenta de su presencia allí. - Fui a realizar unas grabaciones para mi maqueta. Cuando deseaba llegar a ser una ídolo. Y aquel fue el primer paso para lograrlo. Eso no es ningún delito.- Afirmó con cierta jovialidad.-

-Eso no. Pero allí hiciste algo más.- Terció Serenity escrutándola con la mirada y sin alterar su semblante serio.- ¿No es así?

-Sí, es cierto.- Admitió la interpelada declarando sin pudor.- Me interesé por el estado de Kalie y quise ver como estaba.

-Se os dieron órdenes muy claras a ese respecto, Venus.- Afirmó Endimión con tono calmado pero aun así con tintes de reproche en tanto volvía a sentarse en su trono.-

-Nos ordenasteis no interferir con ella, ni ayudarla. Lo único que hice fue ir a verla, sin que ella me descubriese y comprobar que era feliz. Preocuparse por una amiga no pienso que sea ningún crimen.- Se defendió la muchacha ya con tintes de más gravedad en su voz.-

-No, eso no lo es.- Aceptó Serenity quién fue ahora la que se levantó para acercarse hasta su contertulia y Artemis, al que se dirigió también para inquirir.- ¿Y tú la ayudaste, verdad?



            El gato bajó la cabeza y pudo replicar no sin pesar pero con total sinceridad.



-Sí, Majestad. Y volvería a hacerlo si me lo pidiera…os suplico perdón.

-Sé que lo harías. Lo comprendo. Como Usagi Tsukino lo comprendo. – Sonrió débilmente la soberana en una concesión quizás a sus sentimientos.-

-Gracias.- Repuso Minako visiblemente aliviada.- Sabía que lo entenderías.



            Sin embargo, su contertulia enseguida endureció su expresión otra vez para sentenciar.



-Pero como la soberana de Neo Cristal Tokio, la reina Serenity, no puedo tolerar una falta como esa. Por eso mismo me veo en la obligación de tomar medidas, para que algo así no se repita. Y lo que voy a hacer lo haré con todo el dolor de mi corazón. Lo lamento mucho Artemis. Desobedeciste un mandato real directo. - Remachó apuntando al gato con su cetro. Éste no hizo amago de moverse, parecía aceptar sumisamente aquello, cuando la reina suspiró casi con la voz quebrada por la consternación.- No me has dejado otra elección.



            Antes de que nadie pudiera reaccionar, del cetro de la soberana partió un rayo plateado que iluminó la media luna dorada que el gato tenía en su frente, a los pocos instantes ésta desapareció, para horror de Luna, que exclamó.



-Majestad, os lo suplico, ¡tened compasión de él!

-¿Qué le has hecho a Artemis?- Pudo preguntar la atónita Venus.-



La joven se quedó perpleja, observando al felino con expresión preocupada, más todavía cuando éste se paseó por todo el recinto sin al parecer conocer a nadie de los presentes.



-Artemis. ¿Te encuentras bien?- Le preguntó con creciente inquietud.-



No recibió respuesta alguna. Con horror Minako constató que el brillo de sus ojos se había apagado, ¡ahora era como cualquier animal!



-He anulado su capacidad de habla y sus recuerdos. Desde ahora será un gato común y corriente.- Le confirmó Serenity con pesar.-



            Las demás princesas se miraron entre atónitas e impactadas. ¿Cómo podía haberle hecho algo así al pobre Artemis? Venus lloraba ahora sin poder detener las lágrimas. Quiso tomar al gato en brazos, pero éste se escapó subiendo a un cercano asiento.



-¡Artemis!- Pudo musitar la muchacha entre sollozos.- ¿Cómo has podido hacerle algo así?- Se indignó dirigiéndose hacia Serenity que la observaba con expresión apenada aunque imperturbable.- Él quería ayudarme porque era mi amigo. Fue quién me despertó como guerrera y siempre estuvo a mi lado. ¿Cómo te has atrevido? ¡No tenías ningún derecho!- Espetó furiosa.- ¡Maldita seas!

-¡Venus! - Terció entonces severamente Haruka.- Muestra respeto.

-Sí.- Convino Michiru con sequedad.- No olvides con quién estás hablando.

-¡Vosotras dos, callaos!- Les exigió Minako enfrentándose a ellas con rabia.- No es asunto vuestro.

-¿Acaso nos vas a obligar tú?- Le desafió la princesa Urano.-

-Si es necesario…no dudes que lo haré. - Replicó la enfurecida aludida sin apartar sus ojos de los de sus compañeras.-

-¡Ya basta! - Terció Endimión con tono frio pero cortante.-

-Venus, cálmate.- Le pidió con voz suave la princesa de Marte que, sin importarle romper el protocolo, fue a abrazar a su compañera.- Te lo pido por favor…



            Ésta al principio rechazó aquel gesto, aunque después se lo pensó mejor y se dejó hacer. Las princesas Júpiter y Mercurio se aproximaron asimismo para brindarle su apoyo. Aunque la reina todavía no había terminado.



 -Princesa de Venus. Has sido suspendida de todas tus funciones como guerrera y guardiana por tiempo indefinido. Entrega tu transformador.- Le exigió con tono templado pero firme.-

-Por favor Usagi-chan, no lleves las cosas tan lejos.- Le pidió Makoto a la soberana.-

-Sí, creo que ya ha aprendido la lección. Lo de Artemis es castigo más que suficiente.- Le imploró a  su vez la princesa Mercurio.- Usagi-chan, onegay.

-No soy Usagi Tsukino en estos momentos y no necesito que me digáis como debo llevar a cabo mis obligaciones como reina.- Las cortó Serenity con tono firme, aunque suave pero realmente intimidatorio.- Además, no os corresponde interferir en esto y lo sabéis.



            Ninguna osó ya a replicar lo único que pudieron hacer fue bajar la mirada llenas de consternación. Pero fue Venus la que, visiblemente abatida y enfadada, sacó su transformador y su pulsera y se las entregó en mano a la soberana de forma brusca a la par que enfrentaba su mirada a la de ella y espetaba.



-Puedes quedarte con esto. Lo merezco después de todo. Sabía a lo que me exponía. ¡Pero lo que le has hecho a Artemis no te lo perdonaré nunca!… ¿Me oyes? Hemos terminado como amigas.



            Hubo un tenso silencio, nadie se atrevió a decir nada. Hasta la reina miraba al suelo con expresión entristecida, quizás luchando por no llorar. Al cabo de unos interminables instantes fue la propia Minako quién tomó la palabra…con un tono aparentemente respetuoso, pero irónico, que trataba de disimular su rabia y su amargura sin lograrlo.



-¿Me dais permiso para retirarme, Serenísima Majestad?…



            Serenity asintió con el semblante entristecido. Su interlocutora se giró y salió de allí con pasos rápidos y decididos una vez pudo hacerse con el ahora esquivo Artemis. La muchacha recordaba todo eso con pesar. Su amigo estaba con ella pero no era ni mucho menos lo mismo. Pese a todo le cuidaba lo mejor que podía.



-Bueno.- Suspiró repasándose el maquillaje.- Me toca actuar…deséame suerte, Artemis…- Le pidió al felino.-



            Aunque infructuosamente dado que, ajeno por completo a esas palabras, el gato se entretenía jugueteando con una bola de lana de color amarillo…          



-Al menos sé que aquí estarás bien.- Pensó la entristecida muchacha que tuvo que componer una sonrisa para sus fans según salía del camerino.-



En los Ángeles transcurrieron las dos semanas, Mathew y Karaberasu se vieron varias veces en aquellos días, decían que para prepararle una sorpresa al niño, pero en realidad ambos disfrutaban de su mutua compañía. La chica en su trabajo estaba esperando ilusionada el momento de su cita.



-Karla. ¿Has terminado ya la lista del pedido para la empresa Trust?- Le preguntó su jefe sacándola de sus pensamientos.-

-Sí, señor Oleson.- Repuso la muchacha mostrándole la pantalla de su ordenador.- Ahora iba a enviarla por e- mail.

 -Muy bien. Cuando acabes con eso y con la factura de gastos de este mes puedes marcharte.- Declaró su orondo jefe alejándose de allí.-



            Y es que ese hombre no era mala persona. Quizás algo puntilloso, pero ella siempre se esforzaba en hacer bien las cosas. De hecho, desde que la contrataron demostró un buen hacer realmente muy apreciado por Oleson que era su superior directo, e incluso por algunos directivos.  Además, su dominio del japonés la hacía muy útil en cuanto surgía algún problema en el departamento de comercio para el Pacífico. En esos años había ascendido de simple administrativa a secretaria de Oleson y se rumoreaba que quizás pudieran enviarla al despacho de algún gerifalte de la división de intercambios con Asia. De todos modos eso no le preocupaba demasiado, estaba bien así, ganaba lo suficiente para mantenerse a ella y a su hijo y ayudar a Dorothy con las facturas. Eso meditaba mientras terminó en media hora el repaso de lo que le había pedido su jefe. Al fin dio las buenas tardes y salió de la oficina…



-Hola Karla.- La saludó uno de sus compañeros.-

-Buenas tardes, Norman.- Repuso ella suspirando.-



            Ese tipo era de mediana estatura, algo calvo y con gafas. Un individuo agradable en general aunque algo pesado a veces. Ella notaba con claridad como la rondaba. Al menos en el sentido romántico. No es que fuera un acosador ni nada parecido. Sin embargo, Karaberasu no tenía ganas de que tratara de aventurarse más en sus intentos por ligar con ella.



-¿Ya has terminado?- Pudo decir con poco acierto, dado que era algo obvio.-

-Sí, me voy a casa.- Afirmó la joven.-

-Si esperas un poco puedo acompañarte. Acabo en apenas diez minutos.- Se apresuró a decir él.-

-Te lo agradezco. Pero ya he quedado y voy a llegar tarde.- Se excusó amablemente ella.-

-¡Vaya! Quizás con algunos amigos.- Aventuró el tipo sin querer ser más preciso.-

-Eso es. Estamos preparando el cumpleaños de mi hijo.- Le informó Kalie.-

-Pues no quiero entretenerte.- Sonrió trémulamente él. Eso es algo muy importante, dime. ¿Cuántos cumple… era Mazoui, no?

-Sí, eso es. Cumple cuatro años.- Sonrió ella, ahora agradecida de que su compañero recordase hasta el nombre del niño.-  Le estamos preparando una fiesta sorpresa…

-Bueno, ya me contarás como va.- Añadió dubitativamente aquel muchacho.-



            Kalie asintió esbozando una sonrisa de circunstancias, pese a todo no quería ser descortés. Ese chico tampoco lo merecía. A fin de cuentas si estaba interesado en ella y no era mutuo tampoco era culpa suya. ¡Si supiese con quién se iba a reunir! Al fin salió de allí a la calle paseando rumbo a su lugar de encuentro con Mathew. Se sentó en un sillón de la cafetería en cuestión. Una camarera pasó a tomarla nota. Ella pidió un té y aguardó. Mathew parecía retrasarse aunque mientras esperaba la televisión del local llamó su atención, estaban transmitiendo un partido de baloncesto. Era el equipo de los Golden State Warriors contra los Knicks de Nueva York. Sonrió ampliamente cuando observando algunas jugadas vio a un conocido suyo al tanto que escuchaba al comentarista.



-¡Malden!, bang… triple… buen partido del base de los Knicks, en esta primera parte  ya lleva diez puntos, ocho asistencias y dos rebotes. Además, el invisible Malden ha robado tres balones. Su equipo gana por siete.



            Ella recordó a ese muchacho y por supuesto a su hermana Bertie y a las demás. ¿Qué habría sido de ellos? Estaba claro que ese chico triunfaba en su deporte favorito. De hecho, tentada estaba de intentar contactar con él para reunirse con toda su familia. Sin embargo, algo se lo impedía. Era una sensación rara. El sentirse temerosa del reencuentro, el tener que dar explicaciones. O quizás que ese momento sencillamente no era el propicio, podría interrumpir algo…



-Quizás dentro de poco, cuando Mazoui sea un poquito mayor. – Se decía la joven.-

-¡Hola! ¿Viendo el baloncesto?- Escuchó la afable voz de Mathew que justo acababa de hacer acto de presencia.- No sabía que te gustase.

-No especialmente. – Afirmó la chica volviendo de sus pensamientos.- Solo mataba el tiempo.

-Discúlpame.- Repuso el muchacho tomándolo por un velado reproche a su tardanza.- En el hospital tuvimos mucho trabajo de última hora.

-¡Oh, no… no quise decir eso! - Se apresuró a contestar ella dándose cuenta de cómo lo había interpretado su interlocutor.- Te estoy muy agradecida por venir. Te estás tomando muchas molestias.

-En absoluto.- Declaró él guiñándole un ojo a la par que agregaba.- Mazoui y yo nos hemos hecho buenos amigos y quiero que tenga un gran día de cumpleaños.



            Kalie le observó nuevamente con una rara sensación. Esos gestos eran tan similares a los de Rubeus. Pero estaba muy claro que ese chico no tenía nada que ver con él. Así las cosas, Mathew se percató de lo perdida en sus reflexiones que parecía estar esa muchacha al mirarle y comentó divertido.



-¿He dicho algo raro o es que vengo despeinado?...

-No.- Sonrió ella ruborizándose un poco y bajando la mirada.- Perdona, estaba pensando…

-Pues sigue haciéndolo, se te ve muy bonita.- Sonrió él con algo más de descaro, que enseguida trató de corregir.- Lo siento. Mi vena irlandesa de lanzar cumplidos…

-Por mí no la reprimas.- Afirmó Kalie realmente divertida dado que era ahora el doctor quién parecía ponerse algo colorado.- Una chica no se cansa de recibirlos…



Sin embargo, él pareció volver a comportarse de un modo más mesurado eso sí, sin perder su cordialidad y cambió de tema, volviendo al asunto que presuntamente iban a tratar.



-¿Te parece que compre globos?

-Sí, es una buena idea.- Asintió ella recomponiéndose a su vez para centrarse en esa fiesta.- Le encantan los globos de colores.

-Pues no te preocupes, de eso y de traer a algún malabarista o mago, ya me encargó yo.

-Muchas gracias. Dorothy me va a  echar una mano con las tartas y la decoración de la casa.- Afirmó ella a su vez.- Vendrán también unos cuantos amiguitos suyos de la guardería… Me hará falta algo de ayuda para controlar a tanto crío.- Suspiró solamente de pensarlo.-



El médico convino en ello y posó casi sin querer una mano sobre otra de Kalie que estaba sobre la mesa cuando respondía.



-Valdrá la pena. Será una fiesta inolvidable para tu hijo. Eso seguro.



            Karaberasu sonrió ligeramente mirando por inercia a la mano de aquel joven, quien enseguida se dio cuenta y la apartó declarando algo azorado.



-Lo siento…



Aunque ella negó con la cabeza, después hablaron un rato más y al final se despidieron quedando ya para el día de la celebración. Y por fin éste llegó. En la fiesta de cumpleaños se dieron cita los amiguitos de Mazoui. Karaberasu era muy feliz, tenía a su hijo contento y a  ese estupendo muchacho a su lado. Los adultos charlaban apartados del jolgorio que organizaban los críos.



- ¡Estoy tan contenta de verle con sus amigos! - Declaró ella con un complacido suspiro.  -

- Me alegro de que todo vaya tan bien, sobre todo después de lo que has tenido que trabajar para prepararle la fiesta.

- Bueno, debo admitir que con tu ayuda y la de Dotty lo he tenido muy fácil.- Repuso la muchacha visiblemente agradecida. -

- Nosotros hemos hecho poco, tú has tenido casi todo el trabajo.- Contestó Mathew mirándola a los ojos no sin ocultar su admiración. -

- Merece la pena con tal de ver a mi hijo tan feliz.- Suspiró ella, con voz suave mirando ahora hacia el techo y reflexionando a un nivel mucho más profundo de lo que su contertulio pudiera imaginar cuando añadió. – Rodeado de sus amigos, y de tanto cariño. Con esa carita tan sonriente… todo ha  estado bien empleado…



            Mathew no pudo evitar que una especie de calambre le recorriera. Veía a esa joven tan atractiva y sobre todo tan dedicada a ser una buena madre, con ese carácter optimista y luchador. Con esa expresión tan dulce en tanto observaba jugar y reír al pequeño que no pudo evitar susurrar rendido de admiración.



- Eres una mujer estupenda…

-Gracias.- Sonrió la chica de forma luminosa, mirándole a los ojos.- Y tú eres un hombre magnífico.



            Karaberasu se acercó más a él y le besó ligeramente en los labios. Lo cierto es que no pudo reprimirse. El médico le dedicó una mirada de asombro mientras ella trataba de disculparse torpemente.



- Lo siento mucho, no sé cómo he podido.



            Pero Mathew sonrió con amplitud y le devolvió el beso haciéndolo más prolongado...



- Tenía muchas ganas de que llegase este momento. - Le confesó él al separarse al fin. -Los dos lo queríamos, pero a mí me faltaba el valor que tú has tenido. No sé cómo ocurrió, pero lo único que importa es que me enamorado de ti

- Yo también te quiero. - Admitió ella. -Desde el primer día que te vi. No sé explicarlo.

- Me sucedió lo mismo. Sentí un flechazo. Sé que es muy precipitado, que apenas nos conocemos y todo eso, pero ¿quieres casarte conmigo?,- le pidió él casi con un balbuceo. -



            Ella se quedó perpleja. Aquello le sonaba tan extraño. De hecho jamás en su vida quiso comprometerse, nunca había encontrado un hombre que le resultase lo suficientemente atractivo e interesante, excepción de Rubeus siendo ella muy joven y cuando todavía estaban en Némesis, corrompidos por la energía oscura. Fue con él con quién primero llegó a tener relaciones íntimas. Aunque luego ese tipo le demostró lo canalla que era. Cuando ya tuvo lo que quiso de ella flirteó con otras mujeres, incluyendo a Cooan. Desde entonces Kalie hizo lo mismo y salió simplemente para divertirse. Sin ver a ningún hombre que juzgase adecuado. Quizás el novio de Bertie había sido el único que le causó esa impresión. ¡Aunque estaba claro que su hermana lo vio primero! Sonrió. Siempre se llevó muy bien con ese muchacho. Tenían muchos guiños de complicidad y una forma de divertirse similar.  De hecho, fue el único que adivinó su intención de marcharse. Tom también era un chico maravilloso, aunque no le veía como su tipo. Se alegró mucho por Cooan cuando los dos sellaron su relación. Y sobre todo, fue muy feliz por Petz, cuando ésta recuperó a su único amor. La vuelta de Zafiro fue tan milagrosa como necesaria para su hermana mayor. Se lo merecía tras toda una vida de cuidar al resto. Pero en su propio caso siempre creyó que estaría destinada a estar soltera. Luego sucedió aquel terrible episodio de su violación, su embarazo…ahora con su hijo las cosas eran muy distintas. No podía mirar únicamente por sí misma. Y Mathew, además de ser un buen hombre, atractivo, y encantador, tenía todo lo necesario para ser un magnífico padre para Mazoui. Lo que sí estaba claro era que ella había madurado y no estaba dispuesta a comportarse como en los viejos tiempos. Ya no quería nada frívolo, ni irresponsable. Todo lo contrario. La vida le había demostrado ser muy dura y solamente deseaba el sincero amor de alguien que estuviera dispuesto a cuidarla y dejarse amar a su vez.  Aunque Kalie también tenía sus dudas y sus reparos. Realmente no sabía si sus sentimientos venían inspirados por la mera atracción hacia aquel joven médico o si eran dictados en parte por la necesidad de darle una referencia paterna a su pequeño. De cualquier manera, ¡qué importaba! asintió y ambos se abrazaron, la joven quería reír y llorar de alegría.



- No sé cómo reaccionará Mazoui, ¿y qué dirá tu tío? ¿Y tus padres?

- Deberíamos preguntárselo enseguida - Le contestó su interlocutor más serio.  -

- ¿Llamar a tu tío y a tus padres?- repuso Karaberasu algo sorprendida. -¿Ahora?

- ¡No, decírselo a Mazoui!- rio ahora Mathew. - Creo que debe saberlo. Hay que tener valor y ya que tú has dado el primer paso, ahora me toca a mí.



            Justo decía esto cuando el chaval se acercó corriendo hacia ellos. Llevaba en una mano una pistola, regalo de uno de sus amigos.



-¡Mamá! ¡Mathew!- chillaba como loco de contento enseñando su juguete. - ¡Mirad que pistola tan chula me ha regalado Jerrie!

- Es muy bonita, hijo. - Le dijo Karaberasu con una sonrisa algo nerviosa. -

- Luego nos la enseñas, ¿vale?- Añadió Mathew algo más serio para declarar. - Tu madre y yo tenemos que decirte algo.



            El interpelado les miró a ambos con sus ojos color miel muy abiertos cuando Mathew tomó la palabra nuevamente.



- Le he pedido a tu madre que se case conmigo, para que estemos lo tres juntos, ¿qué te parece a ti? - Le inquirió a Mazoui con solemnidad. -



            El niño guardaba silencio, los dos adultos aguardaban expectantes su respuesta y su madre insistió. Quizás el pequeño no comprendiese del todo lo que aquello significaba.



- Dime cariño, ¿qué te parece? Mathew me ha pedido que sea su mujer, ¿sabes lo que es eso verdad? Él sería tu papá.

-¿De verdad?- Exclamó Mazoui al fin. -¿Me lo prometes?- Añadió ilusionado agarrándose a una mano de ese hombre. -

- Bueno, claro que sí. - Respondió él realmente sorprendido por aquella reacción que ni en sus mejores pensamientos se había esperado. - Si a ti te parece bien. No hay problema.

-¡Qué bien! , voy a tener un papá como mis amigos. Es mejor que la pistola de Jerrie!, se lo voy a decir a ellos.



Y con el entusiasmo propio de su edad, salió corriendo sin decir nada más, dejando a su madre y a Mathew mudos de la sorpresa. Tras unos instantes en los que ninguno de los dos pudo pronunciar palabra ambos rieron al fin. Se abrazaron llenos de felicidad. Cuando Dorothy pasó por allí, llevando una bandeja con bocadillos para los niños les vio y se aproximó curiosa por ese comportamiento, tan pronto le comunicaron la noticia la anciana se iluminó de felicidad.



-¡Esto hay que celebrarlo! -Les propuso jovialmente la buena mujer - Cuando se lo digamos a tu tío se pondrá muy contento. Ya me decía que estaba ansioso por que te echases novia formal. ¡Pero casarte, eso le va a encantar!, y sobre todo contigo, hija. - Afirmó acariciando a Karaberasu en una mejilla y ésta sonrió muy emocionada. – Y luego tus padres seguro que también se alegrarán.

- Le pediremos al Padre O´ Brian que nos case - dijo  la joven.-

- Pues en cuanto pueda iré a decírselo.- Intervino Mathew muy feliz también. – Y después llamaré a mis padres a Irlanda.

-¿Se lo habéis dicho ya a Mazoui?,- les preguntó Dorothy con mucho interés pues sólo le preocupaba la reacción del pequeño. -

- Sí, y no veas lo bien que ha reaccionado. - Le respondió Karaberasu contándole lo que había ocurrido. – Casi no podemos creerlo.

-¡Ese pillastre! Apuesto a que también estaría dándole vueltas a eso en su cabecita. – Afirmó Dorothy que no pudo evitar reír. -

- Pues entonces iba más adelantado que nosotros. De hecho, todo ha sido tan repentino que ni siquiera tengo anillo de pedida.- Se disculpó el azorado Mathew llevándose una mano al cogote.-



            Volvieron a reírse, esta vez todos juntos. En cuanto terminó la fiesta decidieron dejar pasar esa noche y al día siguiente Dorothy llamó al sacerdote para comunicarle la buena noticia. Tal y como pensaban todos el padre O´ Brian se alegró muchísimo y rezó agradeciendo a Dios tan estupendo acontecimiento. Aunque primero tocaba llamar a su familia. El muchacho estaba ilusionado aunque también pensaba que quizás sus padres no se lo tomasen tan bien. Decidió avisarles sin pérdida de tiempo.



-Espero que lo aprueben. Papá seguro que sí, aunque mamá quizás sea algo más complicada.- Se decía no sin cierta inquietud.-



            En Irlanda, en la casa de los O’ Brian sonó el teléfono. Jack se levantó a atenderlo. Con su voz algo ronca, tras quitarse la pipa que solía fumar, inquirió.



-¿Sí?

-Hola, papá.- Sonó la animada voz de su hijo.-

-¿Qué te cuentas?- Replicó aquel irlandés bonachón y afable que era su padre.- ¿Alguna novedad por las américas?

-Y de las grandes. ¡Me voy a casar, papa! - Exclamó él, soltando la nueva de improviso.-



            Su padre se quedó atónito, se mesó sus cortos cabellos ya tirando a grises y tardó en replicar.



-¿Cuándo? ¿Con quién?

-Con una chica preciosa y muy buena.- Afirmó el joven.-

-Apenas sí nos habías contado que salías con ella.- Objetó Jack.- ¿No es muy repentino?

-Tienes razón, puede que dé esa impresión.- Admitió el muchacho que, sin embargo, le confesó.- Pero ha sido un flechazo. No sé. Siento que es la mujer de mi vida. Tú siempre me has contado que cuando viste a mamá te sucedió lo mismo.

-Sí hijo.- Reconoció su interlocutor quien no obstante, matizó.- Pero fuimos novios durante más de cinco años antes de pasar por la vicaría.

-Eran otros tiempos. Ahora las cosas suceden más deprisa.- Arguyó el muchacho.-

-Escucha Mathew. - Replicó su padre con afabilidad.- Ya eres lo suficientemente mayor como para decidir qué hacer con tu vida. Si tú la quieres a mí me parece perfecto. Me gustaría poder conocerla. Eso sí. Y ya sabes que tu madre no coincide mucho con mi carácter. No da su aprobación tan deprisa.

-Por eso quiero que tengáis la oportunidad de venir un poco antes de la boda. – Comentó el joven.- Porque verás. Debo decirte dos cosas más.- Añadió ahora con un tinte algo más preocupado.-

-¿Cuáles?- Quiso saber su contertulio.-

-La primera, el tío Hugh la considera una chica estupenda. Fue gracias a él que nos conocimos.

-Vaya, si ese viejo bribón te la recomienda es un punto a favor de esa joven.- Dijo su padre, queriendo saber.- ¿Y cómo la conociste? ¿En misa?

-Esa es la segunda cosa que debo decirte.- Contestó el muchacho con más prevención ahora al afirmar.- Ella tiene un hijo, se puso enfermo y el tío me llamó para que le visitara.

-¿Qué tiene un hijo? ¿Es que está divorciada?- Pudo decir su contertulio con patente alarma.-

-No, papá. El padre del niño murió.- Contestó sinceramente él.-

-Entiendo. Es una desgracia pero desde el punto de vista católico no es ninguna falta. Bueno…

-¿Y mamá? ¿No está?- Quiso saber Mathew.-

-Salió con Rossie O’Leary y con Molly Flanders al mercado. Seguro que chismorreando con ellas de tu hermana. Otra que emigró y a la que apenas vemos. Aún tardará. Pero le diré que has llamado y trataré de…bueno, prepararla.- Suspiró él con tono resignado.- Dame un par de días para ir trabajando el terreno…

-Lo que necesites. Muchas gracias, papá.- Dijo el joven con patente reconocimiento.- Por cierto, espero poder hablar con Alannah y su esposo para que vengan.

-Ya nos contarás. Vive en Francia y no hay forma de que venga a visitarnos. En fin.- Suspiró aquel hombre.- Ya sabes lo tozuda que puede llegar a ser tu madre. Y tu hermana mayor es exactamente igual. Un abrazo hijo. -Se despidió su interlocutor.-



            Mathew convino en eso y colgó. Sabía que su pobre padre lo iba a tener muy complicado. Su madre vio mal que Ally, (como cariñosamente llamaba él a su hermana) se marchase de Irlanda siendo bastante joven a estudiar arqueología y eso provocó una discusión cuyas heridas no estaban del todo cerradas. Y eso que después su hermana conoció a ese tal Pierre en París y se casó con él. Ahora tenían dos niñas, Bridget la mayor y Suzanne la más pequeña, sus dos sobrinas. Gracias a eso la madre de ambos suavizó las asperezas porque en el fondo le perdían los críos. Aun así, se veía poco con la familia de su hija mayor. El chico suspiró. Si pasó eso con Alannah y se trató simplemente de ir a vivir fuera, con esa repentina noticia de la boda de él, su madre seguro que no estaría nada de acuerdo. ¡Pero contarle además que ya iba a ser abuela antes casi que suegra! Al menos su hermana se casó tras un noviazgo de un par de años y con un tipo soltero y sin hijos.



-No será nada fácil, no.- Se decía el atribulado muchacho.- Espero que Ally me eche una mano con mamá. Bueno, aunque antes alguien tendría que echársela a ella, y yo voy a quedar descartado.



            Pese a todo trató de contactar con su hermana. Ella era difícil de encontrar. Trabajaba en lo que le gustaba, su carrera de arqueóloga. Se pasaba la vida yendo y viniendo de una excavación a otra. Pero al fin pudo localizarla aprovechando que había ido a Inglaterra a investigar en Stonehenge y tras los saludos le contó lo que sucedía.



-Pues que Dios te ayude, porque nuestra madre es muy terca.- Afirmó la joven.-

-Sí, ¡como cierta hermana mayor que conozco!- Se rio Mathew, agregando ya más en serio.- Espero que puedas venir con Pierre y las niñas.

-No te lo puedo asegurar.- Repuso su interlocutora.- Y me gustaría Mat, me gustaría muchísimo.- Afirmó no sin pesar.-

-Lo comprendo, Ally.- Fue capaz de responder él, aunque sin ocultar cierta dosis de decepción.-

-¿Por qué no hacéis una cosa? Veniros de Luna de Miel a Irlanda y ya nos veremos allí. De paso podríamos juntar a toda la familia. Eso sí que le gustaría a  nuestra tradicional madre.

-Se lo consultaré a mi prometida.- Comentó el chico, animándose más por aquello.- Espero que sea posible.



            Así quedaron y se despidieron. Por su parte Kalie estaba muy contenta y deseosa de ir haciendo preparativos. Echaba de menos a sus hermanas más que nunca. Quizás podría intentar contactarlas.



-Creo que ha llegado el momento.- Pensó.-



Sobre todo, ahora que Mazoui parecía ser un niño completamente normal. Habló con su prometido y acordaron fijar la fecha de la boda para dentro de tres meses. No tenían muchos invitados sería una celebración muy íntima. Por supuesto que el chico subsanó aquel error de la falta de anillo y regaló a su prometida uno magnífico con una piedra de ópalo engastada. Pese a excusarse por no poder gastar mucho. Sin embargo, Kalie le dio un abrazo y un sentido beso. Eso era lo que menos le importaba.



-Mi padre se llamaba así.- Musitó con visible emoción.-

-Hablando de tu padres.- Propuso entonces Mathew.- Podrías contactarles. Seguramente que desearán asistir a la boda.

-Mis padres no podrían venir.- Suspiró ella bajando la cabeza.-



            El joven creyó entender a qué se refería. Aunque no estaba seguro de si su prometida le estaba dando a entender que ambos hubiesen fallecido o esa aseveración tan rotunda pudiera obedecer a otras causas. No deseando empañar el momento se limitó a asentir, abrazarla y musitar.



-Lo siento.

-No tienes porqué. Me has hecho muy feliz, de veras. Y el anillo es precioso.- Pudo sonreír la joven.-



Y es que el valor sentimental de esa joya estaba muy por encima del material, lo mismo que el de su piedra de la justicia. Aquel colgante suyo le recordaba a su familia de continuo. Por eso, un día estando con Mathew le comentó a él la posibilidad de llamar a sus hermanas.



- Desde que me fui hace ya casi cinco años, no he sabido nada de ellas.- Le explicó. -

- Pues avísalas, sería estupendo que viniesen a nuestra boda. - La animó el muchacho. – Igual que mis padres.



            Karaberasu sonrió decidida, movida por un impulso descolgó el teléfono y marcó. Esperó unos instantes hasta que una voz desconocida se puso al aparato.



-¿Quién es usted?,- le inquirió aquella extraña. -

- Perdone, quizás me he equivocado.-  Comentó ella que le repitió el número que tenía.-



Sin embargo, la voz que pertenecía a una mujer se lo confirmó, Kalie le explicó que llamaba para hablar con sus hermanas.



- Debe de referirse usted a las chicas que alquilaron este piso antes que yo. - Le dijo aquella mujer, informándola. -Eso fue hace ya más de tres años. Creo que se fueron a otro Estado.

-¿Y no sabe usted a dónde?,- le inquirió Karaberasu afligida por aquella noticia. -

- No, lo siento...

- Bueno, gracias y disculpe. - Repuso Kalie que colgó el teléfono  de forma suave y consternada.  -

-¿Qué te han dicho?- quiso saber Mathew algo preocupado por el cambio de expresión de ella. -

- Que no sabe dónde están mis hermanas - musitó la consternada chica. -

- Las buscaremos, no te preocupes- la consoló Mathew animosamente. -

- No,- respondió ella negando con la cabeza. – Lo más seguro es que estén enfadadas conmigo por marcharme así. O puede que ni siquiera estén ya en el país. Quizás algún día vuelva a verlas. Pero ahora debemos centrarnos en preparar nuestra boda.- Añadió tratando de animarse también.  – Ya habrá tiempo para intentar buscarlas. Sobre todo lo que quiero ahora es conocer a tus padres y causarles una buena impresión.

-Sí, aunque te aseguro que eso te resultará muy fácil. Al menos con mi padre.- Sonrió el muchacho.-



            Prefirió omitir comentarios sobre su madre, que era desde luego harina de otro costal. Su padre era mucho más afable y tolerante desde luego. Y precisamente fue Jack quién, pasados no dos sino cuatro días, le llamó. Su tono era de circunstancias.



-¿Qué tal ha ido?- Inquirió Mathew con patente interés.-

-Cómo te podías imaginar. Tu madre muchas veces no atiende a razones, pero la he convencido de que al menos le debe dar una oportunidad a tu prometida. De modo que viajaremos a los Estados Unidos en aproximadamente unos diez días.

-Os aguardaremos con mucha impaciencia.- Le aseguró el joven.- 



Y así quedaron. Él se lo comentó a Karaberasu quien, ayudada por Dotty, se afanó en tener la casa muy presentable. Ella misma se compró algo de ropa. Elegante pero sin caer en la pretenciosidad. También le explicaron al niño que los papás de Mathew venían a conocerle. Mazoui prometió portarse muy bien. Siempre lo hacía pero el crío parecía darse cuenta de lo importante que iba a ser esa visita.



-No te preocupes.- Comentó el niño con un semblante tan serio que hizo sonreír a los adultos, cuando aseveró dirigiéndose a Mathew con un cómplice susurro.- Conseguiré que tus papás te dejen casarte con mami. 



            Eso llenó desde luego de ternura al médico e hizo que Karaberasu se sintiera muy orgullosa de su pequeño. Mazoui desde luego parecía ser muy intuitivo y curioso. Siempre jugaba por la casa y se pasaba mucho tiempo escuchando las historias que Dotty le contaba. No obstante, un día que la mujer estaba yendo y viniendo con algo de ropa entre las manos el niño se la quedó mirando con gesto atónito.



-¿Qué te pasa, Mazoui?- Quiso saber ella con afabilidad.-

-Tienes una sombra rara. Va detrás de ti.- Le comentó el niño señalando hacia una pared.-



            La mujer miró sin ver nada. Sonrió moviendo la cabeza…



-Debes de haber visto alguna sombra de las cortinas.- Declaró restándole importancia en tanto se alejaba con unas toallas.-



            Pero Mazoui miraba sorprendido. Aquello era como si una especie de nube negra persiguiera a la abuela Dotty. Aunque si ella decía que no pasaba nada pues sería así. Se encogió de hombros y continuó jugando con su avión. Y sin más novedades en ese aspecto los días pasaron y llegaron los padres de su prometido. El joven médico fue a buscarles al aeropuerto de los Ángeles. Tras un rato los vio surgir de la puerta de salida.



-¡Aquí! Les indicó…



            Jack enseguida divisó a su hijo y junto con su esposa Megan fue para allá. Ella tenía unos cabellos ya tirando a grises que tiempo atrás fueron pelirrojos y era de estatura mediana. Su marido si era alto, aunque no tanto como Mathew. Los dos abrazaron al joven y la primera e ineludible pregunta fue.



-¿No ha venido tu prometida?- Se sorprendió Jack.-

-Tenía que trabajar.- Replicó el muchacho.-

-Podría haber pedido el día.- Objetó Megan, que ya estaba frunciendo el ceño con desaprobación.- Sabiendo que íbamos a venir.



            Padre e hijo se miraron casi suspirando con resignación… ¡mal empezaban ya! Esa pobre chica ya estaba decepcionando a su exigente mujer y madre respectivamente. ¡Y ni tan siquiera estaba allí! Aunque claro, se trataba precisamente de eso y su joven novio enseguida quiso defenderla.



-Mamá. No podía, tienen mucho que hacer. Primero, en el centro de exportación donde trabaja. Además, debía llevar al niño al colegio. Luego tiene que recogerle. Créeme. Pese a todo quiso venir, pero fui yo quien la disuadió de ello.

-¡Vaya! ¿Y por qué hiciste tal cosa?- Quiso saber ahora su padre con gesto sorprendido.-

-Tenía ganas de hablar con vosotros antes y de explicaros un poco más detenidamente la situación.

-Eso habría venido muy bien que lo hubieses hecho tiempo atrás.- Le reprochó su madre.-

-Meggy. - Musitó su esposo llamándola a la calma.- Deja que el chico se explique.

-Está bien.- Concedió la mujer, en tanto se marchaban de la terminal y tomaban un taxi.- Cuéntanos cosas sobre ella. ¿Es de tu edad?- Inquirió con visible interés.-

-Bueno, sí, es más joven que yo.- Afirmó Mathew comentando.- Tengo treinta y tres años… y ella.

-Sé perfectamente la edad que tienes, yo te traje al mundo.- Le interrumpió su madre con una mueca.-

-Me refería a que ella tiene veintiséis años si no recuerdo mal.- Añadió el apurado muchacho.-

-Tan joven y ya con un niño.- Rezongó su interlocutora.-

-Eso no es tan raro. Y tampoco es tan joven para eso.- Rebatió su esposo, afirmando.- Quizás lo tuviera con…no sé. ¿Cuántos años tiene ese crío?- Quiso saber Jack.-

-Cuatro años, hace poco que fue su cumpleaños. Me declaré precisamente en la fiesta que hizo Karla para celebrarlo.- Les aclaró Mathew.-

-Pues debió tenerle con veintiuno o veintidós. Megan, tú te quedaste en estado con veinticinco. Tampoco es muy diferente.

-Sí, pero yo estaba casada por la iglesia desde hacía un año antes. Y tú y yo, viejo bribón, ya salíamos juntos desde que teníamos dieciocho años. Bueno, tú tenías los veinte.- Le recordó casi con tono amonestador, para interrogar nuevamente a su hijo.- ¿Qué le pasó a su marido?

-No estaba casada.- Repuso el muchacho con cierto apuro.-

-Entonces tuvo ese hijo en una relación ilícita ¡Válgame Dios! – Suspiró Megan.-

-Supongo que estarían pensado en casarse pero su novio murió.- Comentó Mathew.- Eso fue una desgracia. Desde luego que cuando hablamos del tema la noto muy afectada. Mamá, no debes ser tan mal pensada.

-Claro. – Terció Jack aliándose con su hijo.- Y por lo que Hugh me ha dicho desde que tuvo al niño se ha desvivido por criarle en condiciones, incluso le bautizó en la iglesia de él.

-¿Pero es que esa muchacha es católica? Me dijiste que no.- Objetó Megan.- 

-No sé si será católica o no. Pero el tío Hugh la tiene en mucha estima y si llevó a Mazoui a bautizar es que debe de tener fe en Dios. Vamos, digo yo.- Replicó Mathew que ya empezaba a molestarse por semejante interrogatorio.-

-¿Mazoui? ¿Ese es el nombre de su hijo? ¡Válgame Dios! ¿Qué clase de nombre pagano es ese?...

-¿Qué clase de nombre es Sheamus? ¿O Morrigan? Seguro que aquí sonarán extraños a mucha gente. - Respondió el ya irritado muchacho, alegando a su vez.- Pues son tradicionales, como seguramente lo será el del niño. Típico de aquí, o quizás de su familia. Lo que importa es que tanto ella, como  Mazoui son estupendos.- Remachó con mejor talante.-



            Entre estas disquisiciones el taxi estaba llegando a su destino. La casa de Dorothy. Era tarde ya. Seguramente que Karla habría salido del trabajo  y a buscar a su hijo. Mathew esperaba que les hubiese dado tiempo a estar en casa. De hecho así fue. Ambos aguardaban bien vestidos.



-¡Ya vienen, mami! - Advirtió el crío antes incluso de oírse el ruido del vehículo.-



            Y a los pocos segundos apareció un taxi que aparcó a pocos metros. De él descendieron dos personas, un hombre y una mujer entrados en la madurez, y Mathew. Kalie enseguida se adelantó con su hijo de la mano y haciendo una ligera inclinación quiso presentarse.



-Soy Karla Smith, encantada de conocerles, señor y señora O´ Brian…

-Lo mismo digo.- Respondió Megan con poco convencimiento en su voz.-

-Sí, igualmente, aunque no somos de la familia real.- Se rio Jack, bastante más campechano que su esposa, para añadir.- No tienes que hacernos reverencias.



            La muchacha pareció sonrojarse un poco. Esos antiguos hábitos de la vida cortesana de Némesis, cuando tenían que saludar a altas personalidades o a los soberanos. Ahora le había salido sin pensar.



-Mis padres no son reyes solamente por venir de Europa.- Sonrió Mathew tratando de distender el ambiente.-



            Por suerte los O´ Brian no le dieron más importancia Aunque el patriarca enseguida reparó en el niño y, con una apreciable dosis de simpatía, quiso dirigirse a él…



-¿Y este joven caballero?...

-Me llamo Mazoui, señor.- Se presentó él.- ¿Cómo están?

-Un crío muy bien educado.- Alabó Jack.- Estoy muy bien, gracias. Y espero que tú también, jovencito.

-Sí. Estoy muy contento de conocer a los papás de Mathew.- Afirmó haciendo sonreír al aludido y a  Kalie.- Él va a ser mi papá…

-¡Vaya! Así que eso te hace ilusión.- Intervino Megan observando al pequeño con simpatía.-

-Mucha.- Sonrió el niño.-

-Será mejor que pasemos dentro.- Comentó Karaberasu, satisfecha por la primera impresión que había dado su hijo.- Por favor…



            Los O´ Brian aceptaron y todos se metieron en la casa. Dotty les saludó saliendo desde la cocina. Jack no tardó en corresponder de modo cordial.



-De modo que usted es otra madre más para nuestro hijo.- Aseveró con jovialidad.-

-No es para tanto, ¡Por Dios! – Se sonrojó la buena mujer.-



            Aunque aquello no pareció hacerle demasiada gracia a Megan. Sin embargo, asintió saludando amablemente.



-Sabemos que usted ha sido muy atenta con Mathew y que es buena amiga de Hugh, el hermano de mi esposo.

-El padre O´ Brian es un hombre encantador y un magnífico sacerdote.- Alabó Dorothy.- Me considero muy afortunada siendo una de sus feligresas. – Y tras sentenciar eso, la mujer añadió dirigiéndose al crío.- Anda Mazoui, cariño, ven conmigo. Te voy a preparar algo de merendar…

-¿Un pastel, abuela Dotty?- Quiso saber el niño con mirada esperanzada.-

-Vamos a ver qué tengo por aquí.- Le sonrió la mujer tomándole de una mano.-



            Se alejaron en tanto los padres de Mathew les veían marchar.



-Vaya, abuela Dotty.- Se sonrió Jack.-

-Para mi hijo Dorothy es como su abuela. Ella le ha visto nacer y me ha ayudado a criarle.- Admitió Kalie, no sin agradecimiento en su voz.-

-Siempre ha sido una buena cristiana. El tío Hugh lo dice a menudo.- Comentó Mathew.-

-Y ¿usted, querida?- Inquirió entonces Megan, dirigiendo la cuestión a Kalie.- ¿Es también una de los miembros de la parroquia de mi cuñado?



            Hubo un silencio algo embarazoso. Aunque enseguida la aludida supo responder…



-El padre O´ Brian bautizó a mi hijo. Y espero que algún día pueda bautizar a alguno más.- Sonrió mirando ahora a Mathew que se ruborizó ligeramente.-

-Pero creo recordar que no eras católica.- Comentó la madre del muchacho, sin dejarse ganar por esas palabras.-

-Mamá.- Quiso mediar suavemente Mathew.-

-No, está bien.- Contestó Karaberasu que, tras sonreír trémulamente, añadió.- No voy a engañarla, señora O´ Brian, no soy católica. Al menos no nací siéndolo, ni fui demasiado creyente. Digamos que la vida no me dio mucha oportunidad de creer que los milagros existían. Bueno, hasta que nació mi hijo y conocí después al suyo. Y desde luego, que agradezco muchísimo a Dios que me los haya dado. Ahora solamente deseo ser una buena madre y una buena esposa.



            Ante esa réplica su interlocutora no supo cómo reaccionar. Fue Jack quién más desenfadadamente intervino.



-A mí me sirve. Si a mi hermano le ha bastado. ¿No crees, Meggy? Hugh sabe más de estos asuntos que nosotros.





            Pese a todo, la mujer no replicó directamente. Aunque asintió declarando al fin.



-Eres una chica sincera. Eso está bien. Y tienes un niño encantador.- Admitió ya con mejor disposición.-

-Muchas gracias.- Repuso Kalie que se permitió sonreír más ampliamente ahora.-

           

Así se dispusieron a pasar esa tarde junto a los padres del chico. Kalie se esforzó cuanto pudo por dar una buena imagen. Realmente solo tenía que comportarse como solía hacerlo. Incluso Mazoui demostró ser muy intuitivo para su corta edad. La propia Megan  ya había admitido que era un niño realmente encantador y eso viniendo de ella era mucho. Así, entre preparativos y demás preocupaciones cotidianas llegó el día de la boda. Karaberasu aceptó incluso bautizarse en la fe católica y comulgar dado que técnicamente no pertenecía a esa confesión. De este modo podría celebrarse la boda religiosa. El mismo día en el que tomó aquella decisión y estuvo en la iglesia, Mathew y sus padres asistieron como testigos. Al igual que el pequeño Mazoui. Tras la ceremonia, ella ingresó en un confesionario. Deseaba hablar con el sacerdote.



-Verá, padre.- Comenzó por decir de un modo algo dubitativo.- Esto es nuevo para mí.  Usted ya sabe quién soy y lo que pasó con mi hijo. Y bueno, tengo miedo.

-¿Miedo de qué, hija? - Inquirió el cura.-

-De engañar a mí futuro marido. Él no sabe nada sobre el verdadero origen de Mazoui. Cree que su padre murió en un accidente. Eso es lo que le conté. Y no sé qué debo hacer. ¿Sería honrado casarme con él sin que supiera toda la verdad?

-Bueno, esa cuestión eres tú quién debe decidirla. Dependerá mucho de la confianza que tengas en él.- Aseveró su interlocutor.-

-Tengo mucho miedo de que no lo entienda. De que no me crea y me tome por una loca. Como pensaron usted y Dorothy.- Le recordó no sin un ligero tono de reproche. Agregando incluso con mayor temor.- O peor aún, de que me crea y cambie su opinión sobre mí y sobre todo, sobre mi hijo. Mazoui es inocente…

-Sí hija, lo comprendo. Te pido perdón por aquello. Y dices bien. Por otra parte mi sobrino, aunque creyente es científico. Posiblemente no creería nada acerca del origen de tu hijo. Y si lo hiciera se atendría a los hechos, no a lo sobrenatural. Pero si lo consideras con detenimiento no le has engañado. Cuando dijiste que el padre de la criatura murió.

-Yo...yo...- Suspiró la joven, entre lágrimas, para confesar llena de angustia.- Es que esa no es toda la historia. Verá, no sé cómo decirle esto…yo…fui yo quién lo mató, padre.



            El cura se quedó perplejo. Estaba con la boca abierta tras el confesionario. Apenas sí pudo exclamar.



-Pero hija mía. ¡Ese es un pecado capital! Mataste a un hombre.

-No era un hombre. Sino un demonio.- Le recordó la muchacha.-

-Reconozco que jamás en la vida he tenido que verme en una situación así. – Admitió el sacerdote.- Pero…al no ser humano y ser una criatura de las tinieblas no tenía alma. Supongo que eso lo cambia todo. No obraste mal si destruiste a un emisario del maligno. Y que tengas remordimientos sobre ello, prueba que tú eres una buena persona.

-Gracias, padre.- Musitó la joven, para agregar.- Pero es que hay más…

-Te escucho.- Pudo decir su contertulio.-

-Verá, ese monstruo me forzó de una manera tan horrible que todavía me despierto con pesadillas. Aun me levanto llorando y chillando a veces.- Suspiró la chica.- Y no he tenido relaciones con ningún hombre desde entonces. No sé cómo podré cuando Mathew y yo nos casemos.

-Estoy seguro de que podrás.- La animó el cura.- Porque eso será amor verdadero bendecido por Dios. No un ataque de un ente lujurioso. Encontrarás la fuerza, eres muy valiente. Lo has demostrado.

-Muchas gracias, padre.- Dijo ella con patente tono de emoción.- No sabe cuánto me ayuda oírle decir eso.

-Ego te absolvo pecatis tuis.- Declaró el párroco.- Ahora, tras la absolución, la única penitencia que te impongo es que reces para encontrar alivio a tu miedo y tu dolor y que confíes en la misericordia del Señor.

-No hago otra cosa.- Musitó ella.-



Y tras estas palabras se retiró. Hugh la miró marchar con lástima. ¡Pobre muchacha! Realmente era una buena chica que había sufrido mucho y se merecía ser feliz.



-Rezaré por ti, hija. Te lo mereces.- Pensó compadecido.-



Y así, al fin, llego el esperado día. Karaberasu estaba preciosa, vestida con un traje de tono crema, (no quiso lucir un vestido de novia normal en color blanco por respeto a la madre de su prometido, eso de casarse con un color inmaculado sin ser virgen era algo que Megan no admitía) y un peinado que recogía su pelo graciosamente en un moño en lo alto de su cabeza, y sobre este, una flor blanca. El vestido tenía una corta cola que Mazoui se encargaba de llevar. Dorothy fue la madrina, el padrino fue uno de los amigos de Mathew y otros dos de ellos fueron los testigos. Junto con los padres del chico. El padre O’ Brian, como ya estaba decidido, ofició la ceremonia. Una vez ante el altar el cura esperó a la pareja. Mathew llegó del brazo de su madre y fue Jack quien hizo de padrino para llevar a Kalie, en tanto una canción pedida por ella y por su novio que sonaba…



El amor no pregunta por qué
Se habla desde el corazón
Y nunca se explica 


¿No sabes que
Amor no se lo piensa dos veces?
Viene de golpe
Como un susurro desde la distancia

No me pregunte si este sentimiento bueno o malo
Sé que no tiene mucho sentido
Simplemente tiene que ser tan fuerte 

Porque cuando estás en mis brazos yo  lo entiendo 


Nosotros no tratamos de tener una voz
Cuando nuestros corazones a tomar las decisiones
No hay un plan
Está en nuestras manos

El amor no se pregunta por qué
Se habla desde el corazón
Y nunca se explica 


¿No sabes que
Amor no se piensa dos veces?
Viene de golpe
Como un susurro desde la distancia

Ahora puedo sentir lo que tienes miedo de decir
Si das tu alma a mí
¿Va a renunciar a demasiado?


No podemos dejar pasar este momento
No puedo cuestionar esta posibilidad
O esperar ninguna respuesta
Podemos intentar

Cariño, podemos intentar
Pero el amor no se pregunta por qué

(Instrumental)

Así que vamos a tomar lo que encontramos
Y envuélvalo alrededor de nosotros

El amor no se pregunta por qué
Se habla desde el corazón 

¿No lo sabes?

¿no lo sabes?



¡Cariño!…


Y nunca se explica
¿No sabes que
el amor no se lo piensa dos veces?
Viene  de golpe
Como un susurro desde la distancia

El amor no se pregunta por qué…



(Love doesn´t ask why. Celine Dion.  Crédito al autor)



Y cuando esa hermosa canción terminó el sacerdote se dirigió a la pareja  pronunciando las consabidas fórmulas.



-Estamos aquí para unir a este hombre y a esta mujer en sagrado matrimonio. Si alguien tiene algo que decir en contra de este enlace ante Dios y ante los hombres, que hable ahora o calle para siempre…



            Y tras aguardar unos instantes, en los que el corazón de la novia latía con intensidad, y por supuesto nadie pronunció palabra, el sacerdote prosiguió…



-Mathew Conner  O´ Brian. ¿Aceptas como legítima esposa a Karla Smith, para amarla, honrarla y respetarla, hasta que la muerte os separe?

-Sí, acepto.- Respondió rápidamente él, mirando a su novia con una amplia sonrisa que ella correspondió.-



            El padre O´ Brian se dirigió entonces a la joven….



-Karla Smith. ¿Aceptas como legítimo esposo a Mathew Conner O´ Brian para amarle, honrarle y respetarle hasta que la muerte os separe?



            Y tras oír aquello fue como si su vida desfilase delante de ella en un instante, su infancia en Némesis, su marcha a la Corte junto con sus hermanas. La forma que tuvo de crecer entre aquella maligna influencia del Sabio. Su viaje al pasado a cumplir con esa terrible misión, su lucha contra las guerreras y su derrota y purificación. Después aquella nueva vida y su viaje a los Estados Unidos. Esa terrible violación que sufrió y su huida para afrontar a solas su destino. El nacimiento de Mazoui y cómo conoció a Mathew hasta que ahora…cuando finalmente replicó,  con la voz tomada por la emoción.



-Sí…quiero…



            El sacerdote pidió a los padrinos que acercaran los anillos. Estos lo hicieron y Mathew colocó uno en el dedo de su novia.



-Con este anillo yo te desposo.- Declaró solemnemente.-



            Ella repitió lo mismo a su vez. Después de aquello, el padre O´ Brian elevó el tono de  voz para sentenciar.



-Aquí, ante Dios todopoderoso y en nombre de la autoridad que me ha sido dada por la iglesia, yo os declaro marido y mujer.



            Y antes incluso de la licencia de rigor, Mathew ya estaba besando a su flamante esposa. Kalie se sentía muy feliz. En ese instante era como si todos sus miedos y dudas hubieran desaparecido. Aunque quizás la euforia del momento obró tal milagro. Así, concluida la ceremonia, toda la familia fue a celebrarlo en un banquete pagado por los padres del novio. Durante el mismo hablaron entre todos y decidieron que la pareja iría a Irlanda de Luna de Miel. Para conocer el país natal de los O´ Brian. Por supuesto que Mazoui iba incluido en el lote. Aunque  Dorothy se ofreció a cuidarle dado que era un viaje muy largo y quizás a su corta edad no le conviniese.



-Y si cuando volváis de vuestra Luna de Miel os mudáis a una nueva casa, así al menos le tendré durante unos días más a mi lado.- Remachó la anciana.-



            Kalie suspiró. Era verdad. Lo había hablado con Mathew antes de la boda. Era natural que tras convertirse en marido y mujer se fuerana  vivir juntos con Mazoui a otro sitio. Por una parte le daba algo de temor y de tristeza. Tras esos años tan duros como maravillosos al lado de Dorothy, le apenaba mucho tener que dejar a esa buena mujer. Pero era lo que debía hacer.



-Una vez más, comenzaré una nueva vida. Bueno, en este caso, la comenzaremos mi hijo y yo, junto a Mathew.- Se dijo más animada.-



Además de eso, los nuevos esposos podrían querer algo de intimidad. Kalie pensaba en eso y llegó a hablarlo con su ahora marido.



-No sé qué hacer. No quiero dejar a mi hijo aunque sea por unos días, pero tampoco quiero imponérselo a tus padres.

-No te inquietes por eso. Mis padres ya le adoran.- Afirmó el muchacho.- Confía en mí. Podremos estar juntos, viajar, y tener nuestros momentos y al tiempo que Mazoui esté cerca.



            Kalie sonrió más aliviada. Tras aquella conversación, ya en casa, le aseguró a Dotty que no habría problema. La anciana asintió, aunque le daba algo de pena separarse del crio.



-Tendrás que portarte muy bien.- Le comentaba dulcemente la anciana.-



            El niño asintió, aunque entonces se quedó callado y muy quieto. Casi palideció.



-¿Qué te pasa?- Quiso saber Dorothy.-



            Aunque el pequeño no respondía y eso llegó a inquietar a la mujer…



-Mazoui, tesoro. ¿Te encuentras mal?...



            El crío movió la cabeza, y con sus ojos expresando gran temor fue apenas capaz de cuchichearle a la anciana.



-Ti, tienes una sombra muy rara detrás… Es como una forma.- Le dijo.-

-¿Una forma?- Repitió incrédulamente Dorothy.-



            Miró tras de sí y por todas las partes del salón, pero no pudo ver nada fuera de lo normal.



-No deberías leer esos tebeos de miedo.- Le amonestó suavemente la mujer sin darle a eso más importancia.-



            Y se alejó a continuar con sus faenas domésticas. Sin embargo, el pequeño pudo ver con claridad aquella especie de sombra que cada vez iba tomando una forma más humana. Por suerte al cabo de unos instantes se desvaneció. Como no quería que su madre le regañase Mazoui optó por no decir nada. Así pasaron más días sin ningún hecho anormal y llegó el momento del viaje. De este modo, la familia O´ Brian casi al completo partió rumbo a Irlanda. Una vez en el avión, el crío le comentaba a su madre.



-Mami. ¿Y cómo es esa Irlanda?

-Muy verde, cariño.- Sonrió ella.-

-¿Cómo una manzana?

-¡Sí, algo así! - Se rio Karaberasu.-

-Te gustará. Ya lo verás.- Terció Mathew, sentado al otro lado del niño.- Es una tierra llena de magia y de encanto.



Los padres del joven doctor asintieron. Y el crio sonrió, le gustaban los magos. Entre tanto, y años después de su castigo, Minako era toda una celebridad en Japón. Incluso viajó a los Estados Unidos puesto que su fama alcanzaba ya allí también. Visitó a sus amigos y no cejó en su empeño de saber cómo estaba Karaberasu. Aprovechó un rato que tuvo a solas con Roy cuando coincidieron en una gira del chico con su equipo por el oeste, para comentarle.



-¿Has sabido algo de ella?

-No, lo siento.- Respondió el joven, admitiendo con algo de apuro.- Lo cierto es que prácticamente lo había olvidado. Entre mi carrera, los niños…hasta Bertie parece que lo haya dejado atrás.



            Y ante la mirada entre perpleja y reprobadora de su interlocutora, él enseguida agregó.



-No me interpretes mal. Me refiero a que hace mucho que no me habla del tema. Aunque conociendo a mi esposa seguro que pensará mucho en su hermana Kalie. Igual que lo hará con Connie y con Petz.

-Claro, es natural.- Tuvo que admitir Minako al fin.-

-Oye, sentimos mucho lo que pasó.- Le comentó su interlocutor.- la verdad, cuando Ami viene de visita y le preguntamos por el resto de vosotras, siempre se pone triste al hablar de ti. Creo que no fue justo lo que te hicieron. Si quieres que…

-No.- Le cortó algo bruscamente su contertulia, quien dándose cuenta de ello, añadió con tinte más afable.- Te lo agradezco, sé que serías capaz de ir a hablar con Serenity y Endimión.

-Más bien con Usagi y Mamoru. La corrigió Roy.-

-Son la misma cosa.- Sentenció ella.-

-No lo creo.- Rebatió el chico.-

-Al final, siempre serán Serenity y Endimión los que les dicten lo que deben hacer.- Aseveró Minako.- Usagi y Mamoru son sus maneras de tener algo de esparcimiento.- Sentenció con amargura y reproche.-

-Mira, sé que estarás muy dolida a pesar de los años que han pasado.- Declaró Roy, alegando.- Pero también yo sé lo que es vivir otra vida. Antes era Asthel, y te aseguro que su personalidad y la mía son bastante distintas.  Quizás, apelando a Usagi las cosas serían diferentes.

-Gracias, de verdad, pero ahora estoy bien así.- Replicó Minako, cambiando de tema para volver a lo que le interesaba.- Y además, ya no pueden ordenarme que no me interese por Kalie.

-Bueno, si necesita cualquier cosa o puedo ser de utilidad, no dudes en llamarme.- Se ofreció el chico.-

-Lo haré.- Asintió su contertulia sonriendo al fin.-



Y Roy se despidió de ella, tenía que volver con su equipo. Minako agradecía a su amigo que estuviera dispuesto a ayudar, pero prefería ocuparse de aquello por sí misma. En esta ocasión no quiso recurrir tampoco a los canales oficiales. Por sus propios medios retornó a aquella casa donde sabía que la muchacha vivía. No obstante, pese a que esperó no la vio por los alrededores. Estaba pensando en acercarse a llamar y darse a conocer. A fin de cuentas eso ya no importaba, al haber sido apartada de sus funciones no tendría ya porqué obedecer ningún mandato. Pese a ello algo le impedía ir. Entonces fue cuando una voz conocida y amable le dijo a su espalda.



-Kalie se ha casado, está de Luna de Miel. No la encontrarás aquí ahora.



            Cuando Minako se giró no pudo creerlo. Allí, de pie, y con una sonrisa estaba Usagi junto con Luna. Al verla no se le ocurrió otra cosa que suspirar y responder.



-¡Ha pasado mucho tiempo!...

-Sí.- Convino su interlocutora que quiso saber.- ¿Dónde está Artemis?

-En el hotel. Le he dejado entretenido con una bola de lana, de esas que tanto le gustan.- Pudo replicar la muchacha.-



            Realmente no se sentía ya tan enfadada, aunque sí dolida. Por una parte aunque no quisiera admitirlo, se alegraba de ver a su amiga, la que era su futura reina y desgraciadamente tuvo que ejercer como tal hacía unos años. Pero de otra no olvidaba. Incluso llegó a confesar con voz queda.



-¿Sabes? Es gracioso, no he tenido el valor de acercarme a llamar. Ni siquiera ahora que no me ata nada que lo impida.- Remató con cierto tono de reproche.-

-Minako.- Replicó serenamente su contertulia.- Nada es para siempre. Sin embargo, todavía no es el momento para Karaberasu de reencontrarse con los demás.

-¿Y cuando has decidido que sea el momento, Majestad?- Inquirió Minako ahora con un no disimulado retintín.-

-No, no me interpretes mal. Yo no decido eso.- Le contestó su antigua compañera con tono suave pese a todo.- Escúchame. Entiendo que estés enfadada conmigo. Pero no tuve más remedio que actuar como lo hice. Y ha llegado el momento de que te explique las razones.

-Supongo que ha sido Roy. Habló contigo, ¿verdad?- Le preguntó Minako.-

-Algo me dijo.- Reconoció su contertulia y en parte tiene razón. A pesar de todo, soy Usagi Tsukino. Pero tuve que actuar como Serenity por motivos que…



            Aunque Minako no quiso escuchar más, la cortó en seco tomando la palabra con tono airado.



-Sinceramente, eso ya no me importa en absoluto. Puedes quedarte con tus razones secretas. Tus sueños, revelaciones o lo que quiera que sean, pero ¡déjanos en paz! - Rechazó la muchacha expresando ya sin tapujos lo dolida que todavía se sentía.-



            Su interlocutora bajó la cabeza entristecida, pero no podía alegar nada más. Fue la gata que la acompañaba la que intervino entonces.



-Por favor, Venus.- Le pidió Luna.- Concédenos aunque solo sean cinco minutos.

-Yo ya no me llamo así.- Le rebatió a la felina.- Soy Minako Aino, una ídolo juvenil y cantante de éxito. Y nada más…

-La reina ha venido para devolverle a Artemis sus recuerdos y su capacidad de hablar.- Le informó Luna, quién con un tono suplicante y cargado de angustia, insistió.- ¡Por favor! También yo le he echado mucho de menos. ¿Acaso crees que fue menos duro para mí de lo que lo ha sido para ti? ¡Es el padre de nuestra futura hija Diana!



            La interpelada se quedó pensativa durante unos instantes, bajó la cabeza y entonces asintió despacio.



-Lo siento Luna. Perdóname. Tienes razón. Mi hotel no está demasiado lejos. Vine en taxi escapando de mi escolta y de los periodistas.- Les comentó.-



            Llamaron a un taxi y en efecto, al llegar tuvieron que bajar ocultas por unas gafas de sol y protegidas por la seguridad de la cantante. Cuando finalmente entraron en la habitación de Minako, ella les mostró al minino que ahora dormía sobre su cajón de arena, cerca de una deshilachada bola de lana amarilla. Usagi le observó sin poder evitar que sus ojos hicieran aguas. Musitó con el tono afectado por la emoción en tanto se aproximaba y le acariciaba afectuosamente la cabeza.



-Perdóname Artemis.



            Al instante se transformó en la reina Serenity, con su largo y algodonoso vestido y su cetro. De éste partió un rayo plateado que se centró en la frente del animal. Al poco tiempo  esa media luna dorada que lucía antaño reapareció. El gato pudo despertarse a los pocos minutos, abrió los ojos y entonces miró sorprendido a sus visitantes.



-Luna.- Pudo decir aun aturdido.- Majestad… ¿Qué ha pasado?...

-Has dormido mucho.- Le sonrió la soberana sentenciando.- Ahora te toca despertar, amigo mío.



            Luna se aproximó enseguida a él y juntó su cabeza a la de su compañero. Minako sonrió. Su viejo amigo estaba de vuelta. Y le dijo con profunda emoción en el tono.



-¡Te he echado mucho de menos!

-No recuerdo muy bien. ¿Cuánto tiempo ha pasado?- Quiso saber el aun desconcertado gato.-

-Es largo de contar.- Respondió Luna para añadir.- Vamos y te lo explicaré. La reina y Minako tienen cosas de que hablar.



            Aunque por unos instantes tras la salida de los felinos las dos guardaron un espeso silencio, finalmente fue Minako la que suspiró queriendo saber.



-¿Por qué ahora?...Y no me digas que fue Roy. Eres tan cabezota que nada de lo que él pudiera decirte te convencería cuando estás segura de tener razón.

-Está bien. Lo reconozco, echaba de menos a mi amiga.- Respondió la interpelada.-

-Yo te he echado de menos durante mucho tiempo.- Le recriminó la cantante.- A ti y a las demás. Desde que alcancé la fama no ha sido lo mismo. Pude ver un poco a las otras, a Rei, a Ami y a Makoto. Todas tienen también unas vidas muy ocupadas. Pero tú eres la única a la que no pude llegar. Aunque dijera que había terminado contigo como amigas…eso, no era verdad…al menos luego no. Porque cuando eso pasó, sí que lo pensaba, después...el tiempo va curando las heridas...aunque no del todo.- Remachó con tristeza y un enfado apenas contenido.-

-Lo siento mucho. Y lo entiendo perfectamente. Estabas en tu derecho. En cuanto a nosotros. También Mamoru y yo estuvimos muy ocupados.- Se excusó Usagi.-

-Hay algo que no he podido comprender nunca.- Replicó su contertulia con tono dolido y creciente indignación.- Aprecio mucho a Setsuna, hemos compartido momentos muy difíciles en la batalla, sin ir más lejos recuerdo cuando peleamos codo con codo contra Neherenia. Pero ella se enamoró del rey de los saiyajin y vosotros lo aprobasteis. Incluso cuando eso significó conculcar sus votos de obediencia y lealtad. Yo no llegué a cometer tal transgresión y sin embargo a mí me arrebataste mi condición de guerrera y de princesa de Venus. ¡Me apartaste de tu lado! ¡Me quitaste a Artemis, mi único amigo entonces! ¿Y crees que ahora con volver todo será como antes? ¿Sabes la angustia que pasaba cada vez que él se ponía enfermo? ¿O que salía corriendo y se perdía por la calle? ¡Podía haber muerto! Y aun con todo, su vida se habrá reducido mucho. Un simple gato no es como un habitante del Milenio de Plata. ¿Te crees que voy a perdonarte todo eso sin más?



            La otra muchacha escuchaba en silencio, sabía que ese momento iba a llegar. Sería difícil para las dos, pero costase lo que costase, trataría de hacérselo comprender a su amiga.



-Sé que tienes sobrados motivos para estar así. Si hay algo más que quieras decir o hacer…

-¿Algo que yo quiera? ¡Claro que lo hay! He deseado hacer esto desde aquel día.- Estalló Minako propinándole una tremenda bofetada, llena de rabia, a su interlocutora.-



            Usagi cayó al suelo tapándose con las manos la marca de ese golpe. Tenía la mejilla enrojecida y se levantó con dificultad. Su contertulia respiraba ahora con agitación y lloraba tapándose la cara con ambas manos.La que ahora lucía como Serenity la observó con tristeza.



-Escúchame, Minako.- Le pidió con tono calmado pese a todo.- Las cosas no fueron así. Setsuna se casó por amor, sí. Pero hubo de renunciar a muchas cosas que también le eran queridas. Dejó su puesto de guardiana y de guerrera. Pasó a ser una aliada y nunca ha dejado de ser nuestra amiga. Sin embargo, jamás volverá a ser una sailor en esta vida. Tu caso fue distinto. Nunca te quité tu dignidad como princesa de Venus. Simplemente te suspendí de tus funciones como guardiana. Y ahora puedes retornar a ellas si lo deseas.- Remachó sacando de un bolso que llevaba el transformador y la pulsera de la chica y ofreciéndoselas con la mano extendida.-



            Su contertulia la observó durante unos instantes sin hablar. Dejó que su compañera se mantuviese durante un rato más con aquel brazo alargado, ofrendando en vano esos artefactos. Finalmente movió la cabeza y musitó.



-¿Y para que quiero eso yo ahora? ¿No te has parado a pensar que quizás soy más feliz sin tener esa responsabilidad? Tú tenías el derecho a quitármelo, sí. Pero soy yo quién decide si aceptarlo o no otra vez. Y mi respuesta ahora mismo es no.- Sentenció.-



            Usagi bajó el brazo con pesar. No dijo nada, simplemente dejó aquello sobre una mesita volviendo a recobrar sus ropas civiles.



-Estás en tu derecho.- Declaró finalmente para sostener la mirada de Minako y decir.- Pero eso es lo menos importante. Lo que más deseo es recuperar a mi amiga. Verás…cuando hice lo que hice no tuve otra opción. Actuaba como Serenity. La reina del Milenio de Plata y de Neo Cristal Tokio de la Tierra.  Como Usagi jamás lo habría hecho. Pero ese era un lujo que ya entonces no me podía permitir. Y por desgracia para mí, las veces en las que puedo actuar y vivir como Usagi Tsukino son cada vez más escasas. Dentro de poco solamente podré ser Serenity. El momento de la verdad no tardaré en llegar… y quisiera tenerte a mi lado con las demás, cuando eso suceda.



            Su contertulia la observó ahora con gesto atónito. Aquello la dejó realmente impactada. ¿A qué podría referirse su amiga? Amiga sí, tal y como había confesado anteriormente ella nunca dejó de considerarla de ese modo. No pudo evitar preguntar.



-¿Qué está sucediendo? Por favor, cuéntamelo todo y por una vez no me digas que es algo que aún no puedo saber.

-Te prometo que esta vez, te lo contaré todo. Tal cual me ha sido revelado a mí.- Afirmó su contertulia posando sus manos sobre las de su amiga, en tanto ambas se sentaban sobre la cama.-



            Así charlaron durante un buen rato, cuando los gatos retornaron al fin, vieron como las dos chicas se abrazaban, lloraban y sonreían al tiempo. Minako al fin se limpió algunas lágrimas y le comentó a su amigo felino.



-Artemis. Cuando terminemos la gira volveremos por fin a casa. Tengo que regresar a mi puesto.- Anunció pasando un brazo por los hombros de su amiga que sonreía feliz a su vez.-

-Me alegra de que sea así.- Afirmó éste visiblemente satisfecho, al igual que Luna.-

-Pero eso será después del concierto que daré aquí.- Comentó la joven.-

- A mí me encantaría verte actuar, pero es que no pude comprar entradas, estaban todas agotadas.- Se lamentó Usagi que parecía volver a ser aquella muchachita infantil y alocada de siempre.-

-¡Alguna ventaja tenías que tener siendo amiga de la estrella! - Rio Minako que, guiñándole un ojo le aseguró.- No te preocupes. Ya te daré un pase VIP.



            La aludida no tardó en saltar tomada de las manos con su compañera. Las dos gritaron, siguieron saltando e hicieron un poco el loco hasta que Usagi y Luna se despidieron, deseando disfrutar de la actuación del día siguiente. Al quedarse nuevamente a solas con su gato, la cantante suspiró, tumbada en la cama con las piernas flexionadas y haciéndose con su transformador le comentó…



-Bueno Artemis. Ahora he podido comprenderlo todo…nos aguarda una dura tarea. Y me alegro de tenerte otra vez a mi lado.



            El felino asintió con evidente contento y dejó a la muchacha para que descansase…



-Sí, tendremos tiempo muy duros por delante, será mejor que los afrontemos unidos.- Meditó la artista.-



Por su parte los recién casados  llegaron a Irlanda aquel mismo día. Aterrizaron en el aeropuerto e Dublín. Aerfort Bhaile Átha Cliath



-¿Qué dice?- Quiso saber Mazoui.- Está en letras muy raras.

-Aeropuerto de Dublín.- Leyó Jack.- Es gaélico.

-En realidad este aeropuerto está en Collinstown. A unos diez kilómetros de la capital.- Aclaró Mathew.

-Y nuestra casa en Kildare. - Añadió Megan.-



            Aunque una voz de mujer les llamó la atención a todos saludándoles con afecto.



-¡Hermanito y familia! – Exclamó.-



            Mathew se giró de inmediato hacia ese sonido. A pocos metros una mujer de largo pelo pelirrojo y alguna peca, enfundada en una camisa y un pantalón caqui, con botas de exploradora, les hacía señas.



-¡Alannah! – Replicó él que corrió a abrazarla.-



            Esa mujer era de estatura apreciable, aunque no tanto como su hermano. Éste la tomó en volandas haciéndola girar entre las risas de ambos. Kalie sonrió y Mazoui se rio divertido. También Jack esbozó una sonrisa. La que parecía no inmutar su gesto fue Megan.



-Te voy a presentar a mi esposa y a mi hijo.- Afirmó él con entusiasmo.-

-¡Vaya! Pues sí que os habéis dado prisa.- Replicó jovialmente su interlocutora.-



            Aunque su hermano no contestó a eso pero si repuso algo más serio.



-Te eché en falta en mi boda.

-Lo sé. Lo siento. No pude ir a tiempo. Estaba metida en medio de una excavación. Después de Stonehenge tuve que dejar a mi amiga Reika allí e ir de urgencia a las ruinas de Mejido.- Le contó ahora con un tinte de cierto pesar.- Mi esposo y mis hijas siguen en Francia. Espero que vengan dentro de poco…



            No dijo más, dado que llegaron junto al resto de la familia que les observaba. Mathew hizo las presentaciones. Alannah miró entonces a ese niño con gesto algo sorprendido.



-Así que tú eres el pequeño Mazoui, vaya. Juraría haberte visto antes.



            El crio la miró con una sonrisa. Era como si pudiera ver una luz en esa señora. Le pareció ser una mujer agradable y buena.



-Lo dudo mucho, hija.- Terció un risueño Jack.-

-Puede que te enviase alguna fotografía al móvil.- Conjeturó su hermano.-

-Sí, eso debe ser- Asintió la joven dirigiéndose a Kalie.- Y tú eres mi nueva hermana… ¿Karla, verdad?

-Sí- sonrió la aludida ofreciendo su mano.- Encantada de conocerte.



            Aunque su cuñada ignoró aquello y directamente la abrazó. Eso hizo sonreír a Mathew mientras su hermana mayor añadía.



-Aquí hacemos las cosas así cuando se trata de la familia. Bienvenida a los O’ Brian…



Karaberasu agradeció aquel gesto. Esa muchacha parecía acogerla con instinto protector. Quizás tuviera mucho que ver con lo siguiente que sucedió. Alannah enseguida cambió de tercio en incluso de humor para saludar algo más envaradamente a su progenitora.



- Hola mamá. Me alegra verte bien.



            Megan hizo un gesto con la cabeza pero no replicó. El resto pretendió pasar por alto aquello. Al fin se digirieron a la casa de los padres de Mathew. Era ésta una apreciable construcción con cimientos de piedra y buen tamaño. Sus nuevos abuelos enseñaron a Mazoui los alrededores, incluyendo unas cuadras con caballos que tenían. Aunque al entrar el crío estos parecieron inquietarse.



-No están acostumbrados a los desconocidos.- Le comentó Jack al niño.- No tengas miedo.



            Sin embargo el pequeño no lo tenía, pero esos animales sí. Se aproximó un poco más y uno de esos caballos incluso relinchó poniéndose en pie sobre sus patas traseras.



-No lo comprendo.- Pensó en voz alta el padre de Mathew.- Bueno, será mejor que lo dejemos para otro momento. Quizás hemos estado demasiado tiempo fuera y eso les ha desconcertado.



            Y salió llevando al niño de la mano. Mazoui por su parte miraba a esos animales con los ojos muy abiertos sin comprender por qué estarían tan nerviosos. Apenas sí musitó.



-Son bonitos.



            Entre tanto Alannah charló un poco con su nueva cuñada. Le contó de forma resumida su propia historia…



-Verás, yo tuve una buena bronca con mi madre cuando le dije que deseaba estudiar arqueología. A ella eso le parecía una pérdida de tiempo, pero es mi vocación. Mamá insistí en que yo fuera ingeniero, o médico como mi hermano. Y te aseguro que no toma nada bien que se la contraríe.

-Bueno, debo decir que tu madre se ha portado muy bien conmigo.- Pudo responder una apurada Kalie.-

-Te acaba de conocer y has debido causarle buen impresión. No me interpretes mal, no es mala persona en absoluto.  Mira, con mi padre no hay problema, es muy abierto y comprensivo. Pero mi madre es diferente. Cabezota y muy cerrada en sus costumbres y en lo que diga la gente. Tampoco vio con buenos ojos que me marchase a vivir fuera del pueblo. ¡Y no digamos de Irlanda! Y que me casara fuera aun peor.

-A mí me parece una buena mujer. Tendrá sus defectos como todos los tenemos.- Pudo replicar su interlocutora con prevención.-

-Ya la irás conociendo.- Contestó la cuñada moviendo la cabeza, aunque enseguida alegó.- Eso no significa que no la quiera. Al contrario. Sencillamente chocamos mucho. Pero he de admitir que adora a mis hijas. Al fin y al cabo son sus nietas. Aunque tengo pocas ocasiones de traerlas. Aun son apenas unos bebés, sobre todo Suzanne.  Si te soy sincera quiero que crezcan en un ambiente más cosmopolita.

-Bueno, tú eres su madre, debes decidir qué es lo mejor para ellas.- Respondió diplomáticamente Kalie.-

-¿Y qué me cuentas de ti?- Quiso saber su contertulia, variando de tema con celeridad.-

-Yo hace mucho que perdí a mis padres.- Pudo musitar.- También dejé muchas cosas atrás. Y soy realmente feliz de haber encontrado a tu hermano y poder formar parte de una familia tan extensa como la vuestra.



            Alannah se dio cuenta de que su cuñada no deseaba contar mucho de su propia vida. Podía comprender que acabasen de conocerse y que no tuviera todavía suficiente confianza. Asintió para sonreír asegurando.



-Los O´ Brian somos típicos irlandeses. Nos encanta la familia. Bueno, en la mayor parte de las ocasiones.- Matizó con humor.-



            Ambas se rieron de aquello. Kalie  sentía que esa chica era buena persona, como Mathew, quizás algo más extrovertida incluso y sobre todo, con más carácter. En ciertos aspectos le recordaba un poco a Petz. Así pasaron la tarde, charlando en corrillos e incluso conociendo a algunos vecinos al acudir a un pub próximo. Allí, Alannah sorprendió a Kalie con su buena voz. Entonando una de las canciones que se oían por esos lares.


Ya en mis años escolares, actuando los días tonto
Uno y uno y uno es tres
Y el hombre dijo: 'Oye, ven y te cortas un pedazo de el gran momento "
Vestidos de armadura-fuerzas, centro de equitación, caballos de Troya
Nunca tuvo sentido para mí
Yo no quería ser parte del gran debate sobre la luz de la luna

Estribillo:
'Stop, pagar el precio ", dijeron a mí
"Toma este consejo, estás fuera de tu cabeza '
Le dije: 'Stop, mantenga el teléfono
Esto tiene que ser cortado en el hueso
Lástima, me enfurezco, me enfurezco, me enfurezco "

Hombre astuto, tropieza, cae y se tuerce
Él siempre cae de pie
Y él pone su rostro hacia el horizonte lejano
¿No vas a venir por aquí? ¿No puedes ir por ese camino?
Sin embargo, su ritmo no te pierdas nada
Porque él está haciendo todo lo posible para seguir sobreviviendo

'Stop, pagar el precio ", dijeron a mí
"Toma este consejo, estás fuera de tu cabeza '

(Estribillo)

Entonces, ¿quién quiere un disturbio? La gente debe estar tranquila
¿No les damos buena televisión?
Usted puede aprender a amar a su vida de distracción
Nada en el interior, nada en el exterior
Todo el camino desde A, a la Z
Puedo vivir sin ese tipo de satisfacción 



(I see red. Clannad crédito al autor)



            Tras los aplausos de todos los allí congregados Alannah se sentó en la barra junto a su nueva cuñada. Karaberasu enseguida alabó su talento.



-Bueno, esto aquí es muy habitual. Nos gusta cantar mucho en Irlanda.- Le dijo su interlocutora.-

-Lo haces muy bien, yo tengo una amiga que canta.- Se sonrió recordando a Minako y sus deseos de triunfar en la música y el espectáculo. Creyó haber oído algo sobre ella aunque hacía años que no hablaban, de modo que, con voz queda rectificó.- Tenía una amiga que era buena cantante también. Su sueño ser famosa…

-¿Lo consiguió? - Quiso saber Alannah.-

-Hace mucho que no sé de su vida.- Confeso Kalie con tono más apagado.- Cuando me marché a California dejé muchas cosas atrás…



            Su interlocutora no juzgó apropiado profundizar más. Estaba claro que la vida de esa chica no había sido un camino de rosas y el recordar el pasado la entristecía. En eso podía comprenderla. De modo que, deseando acercarse más a ella, decidió ser la primera en abrirse mientras les servían dos pintas…



-Cuando era casi una cría deseaba ver mundo. Irlanda es muy hermosa y amo mi tierra, pero quería saber qué más había. Además, desde niña me apasionaban las ruinas y las cosas antiguas. Me quise hacer arqueóloga desde que tenía diez años.- Sonrió moviendo la cabeza y refiriendo divertida.- Empecé a excavar por el jardín y después por otros sitios a ver que encontraba. Mis padres se enfadaban mucho cuando entraba llena de barro y con algún cacharro viejo que había sacado por ahí. O bien me iba a lo que quedase de alguna granja derruida a explorar.

-Eras toda una aventurera.- Sonrió Kalie.-

-Sí, y al menos mi padre me animaba, aunque siempre diciendo que sin quería investigar esas cosas debía de estudiarlas primero. Yo lo hacía. Me compraba libros sobre leyendas de Irlanda o sobre antiguas culturas. Roma, Grecia, los celtas, los bretones, en fin…Eso, me acabó por enganchar. Cuando terminé el instituto estaba deseando ir a estudiar fuera. Pero mi madre se oponía. Nunca le gustó que me dedicase a esto. Siempre decía, Ally, una señorita como es debido no se llena de barro hasta las orejas cavando agujeros. Quería que me dedicase a estudiar algo más útil según ella.

-Y entonces tú decidiste hacerlo pese a todo.- Dedujo su contertulia.-

-Sí, en cuanto tuve la edad me matriculé en la Sorbona… y obtuve una beca. Lo tuve difícil porque al principio me costó adquirir un buen nivel de francés.- Se rio añadiendo a más en serio.- Pero me esforcé mucho por aprender ese idioma y otras lenguas muertas como latín y griego…



            Kalie sonreía mientras escuchaba hablar a su cuñada. Esa chica le recordaba ahora a sus hermanas pequeñas. Llenas de sueños por estudiar y dedicarse a su vocación de maestras. No lo tuvieron nada fácil teniendo que cursar tantas asignaturas de dos cursos de la carrera comprimidos mientras trabajaban en la tienda. Sin embargo lo consiguieron. Alannah parecía estar hecha de una pasta similar.



-Y lo lograste.- La alabó.- Eso es tener espíritu de lucha.

-Sí, lo hice, pero pagué un precio muy alto. Durante un tiempo mi madre se negó a hablarme siquiera. Pasé un par de años sin volver a casa. Vivía en Paris, de la beca que obtuve y de algunos trabajos como camarera e incluso modelo ocasional de retratos. ¡Hasta de desnudos! - Se sonrió algo ruborizada ahora.- Entonces conocí a Pierre, que es empleado de banca. Bueno, ahora ya director de sucursal.- Aclaró.- También le gustaba mucho la cultura clásica. Y la primera vez que nos vimos fue en el museo del Louvre. Miraba el relieve del código de Hammurabi y yo me puse a comentarle lo que significaba. De ahí nos fuimos a tomar algo…y el resto. Ya ves. Por eso entiendo a mi hermano. Fue amor a primera vista.

- ¿Y os casasteis enseguida, verdad?- Quiso saber su interlocutora con patente interés.-

-La verdad es que sí, apenas tras unos meses. Muy pronto me quedé embarazada. Mi hija mayor Bridget nació apenas al año y medio de conocernos Pierre y yo. Eso cambió las cosas. Nos casamos en París. Mi madre todavía estaba enfadada conmigo y se negó a venir. Mi padre tampoco pudo. Solamente Mat apareció. Siempre nos hemos llevado muy bien. Por eso lamenté mucho no poder estar presente en vuestra boda.

-No te preocupes. Él dijo que si no podías tendrías tus razones.- La animó Kalie.-

-Gracias. Mi hermano siempre tan comprensivo. – Sonrió débilmente la joven, que entonces quiso ser del todo sincera y le contó a su cuñada.- Verás. Lo cierto es que no tuve que ir a Mejido. Al menos no en ese momento. El hecho es que estaba en París, las cosas con mi marido no van demasiado bien. Es irónico pero le pasa como a mi madre. Como tengo que viajar continuamente le molesta que no pasemos más tiempo todos juntos y que deje tanto a las niñas.



            Karaberasu la miró solidariamente. Podía comprender que la distancia era algo muy duro cuando por ella debías renunciar a ver a tus seres queridos. No obstante dejó que su contertulia prosiguiera su explicación.



-Mi otra hija Suzanne nació hace un año. Bridget ya tiene cuatro, como tu hijo. Apenas las he visto en el último año. Casi desde que pude dejar a Suzanne en la guardería junto a su hermana comencé a viajar otra vez. Y muchas veces me siento culpable.- Suspiró.- Pierre no me lo ha dicho así, pero sé que piensa que soy una egoísta que únicamente persigue sus metas laborales y no se preocupa por sus hijas. Pero es que... en fin, es algo muy importante para mí.- Suspiró.-



            Por unos instantes parecía que la risueña expresión de Alannah se había ensombrecido Su interlocutora lo advirtió y respondió con tinte amable.



-No creo que eso sea cierto, o no me estarías contando esto.- Declaró Kalie.- Y también sé lo que es tener que velar por un hijo. Además de trabajar y otras muchas cosas. Necesitamos ayuda.

-Veo que nos entendemos bastante bien.- Sonrió su cuñada.-

-En mi caso, he tenido que pasar por mucho. Y si te contara lo que me ha ocurrido no lo creerías.- Afirmó Karaberasu.-

-No infravalores a una irlandesa y te sorprenderás.- Se ofreció Alannah.- Aunque no lo parezca también yo he visto cosas muy extrañas.



            Su contertulia convino en eso asintiendo despacio. Decidió confiar en esa mujer, algo le decía que podía hacerlo. Pese a todo era una historia demasiado increíble y optó por decir con tono conciliador.



-Dame un poco de tiempo. Todavía no estoy lista y antes que a nadie me gustaría contárselo todo a Mathew…



            Y como quiera que su interlocutora la observó ahora con sorpresa, Kalie se apresuró a añadir.



-No es que él no sepa todo que es importante sobre mí. No le he engañado en nada si eso lo que temes. Digamos que son las cosas que me han sucedido las que le serán muy difíciles de asimilar.

-En todo caso es vuestra vida y la decisión la debes tomar tú.- Concedió Alannah que decidió cerrar aquel asunto tras mirar el reloj que tenían colgado frente a la barra del pub.- Es tarde, enseguida van a cerrar, será mejor que volvamos. Mi hermano va a creer que te he raptado.



Volvieron a casa y tras unos días más en Irlanda dieron por concluida la Luna de Miel. Durante ese tiempo no mantuvieron relaciones puesto que Kalie alegó tener mucha vergüenza de hacerlo en la casa de los padres de Mathew. A decir verdad, él tampoco se sentía demasiado cómodo con eso en su casa paterna. El chico de modo comprensivo lo aceptó. Por su parte Mazoui lo pasó muy bien con sus nuevos abuelos adoptivos. En especial con Jack que le daba largos paseos por la campiña y le contaba leyendas de la tierra. Pero una vez que retornaron a América la vida cotidiana comenzó. Se mudaron a una nueva casa despidiendose de Dorothy con gran emoción. Y al fin llegó la tan esperada noche de bodas que hasta ese momento Karaberasu había evitado de un modo u otro. Pero ya no le era posible. Estaba nerviosa y algo asustada pero se forzó por dejar esos miedos atrás. Antes de aquel trauma había mantenido relaciones y disfrutado de ellas. De modo que tras acostar a Mazoui y dejarle durmiendo los esposos pasaron a la habitación nupcial. Los dos se desnudaron pausadamente, se abrazaron y comenzaron a besarse, pero una vez sobre la cama a Karaberasu le comenzó a entrar aprehensión, temblaba visiblemente y se apartaba del chico.



-¿Qué te pasa?- le preguntó él desconcertado y algo molesto. - Nunca te habías comportado así.

- No es nada, lo siento.- Se disculpó la avergonzada chica tratando de sobreponerse - volvamos a intentarlo.



            Se abrazaron de nuevo, Mathew no le dio mayor importancia pero otra vez ocurrió lo mismo. Karaberasu comenzó a sufrir un ataque de angustia que no era capaz de soportar. Cuando  su esposo se colocó sobre ella, se desprendió de él bruscamente y saltó de la cama chillando.



-¿Pero qué pasa?- Gritó él enfadado y sobre todo sintiéndose humillado por aquella reacción que no entendía. -

-¡No puedo hacerlo, no puedo!- sollozaba la joven abrazándose en un rincón. -

-¿Acaso soy yo?- dijo él señalándose a sí mismo - ¿Esperabas otra cosa?, ¿es que no soy lo bastante bueno para ti? - Estalló frustrado. -



            Ella rompió a llorar y Mathew se calmó comenzando a preocuparse seriamente y maldiciéndose por haber perdido los nervios de esa manera. Desde luego a su esposa le ocurría algo grave y él no se había mostrado nada comprensivo, trató de arreglarlo disculpándose con la mayor suavidad que pudo.



- Perdóname, soy un estúpido, es que me he puesto nervioso, tenía muchas ganas de que llegase este momento. Si no estás preparada aun, esperaré.- Se percató de que el rostro de ella estaba muy pálido y que su cuerpo sufría unas leves convulsiones. -¿Qué te ocurre? Estás temblando de miedo. Esto no es normal. - Le inquirió visiblemente preocupado. -

-¿No te lo ha contado tu tío?,- le preguntó ella a su vez con un tono de voz ahogado por las lágrimas y la vergüenza. -

-¿Contarme, el qué?- Quiso saber Mathew sorprendido. - ¿Qué me tenía que contar?

-¡Dios mío! , creí que lo sabías, por eso no te lo dije antes. – Se lamentó la hundida muchacha. -

- ¡Por favor, dime lo que sea!...- le pidió él tratando de no angustiarse también.- ¿Qué es lo que te atormenta así?

- Perdóname, creí que después del tiempo lo superaría.- Sollozó ella abrazándose a Mathew que la estrechó en sus brazos tratando de tranquilizarla. – Pero…, pero no ha sido así.

- Karla, confía en mí. Por favor. ¡Dímelo!-  Le pidió afectuosamente él. - ¿Qué es lo que tanto te angustia?



            Ella pareció dudar, el miedo se adivinaba en sus ojos, miedo a la reacción de él, a revivir sus recuerdos una vez más, pero sabía que era algo inevitable. Armándose de valor le confesó a Mathew lo que le había ocurrido.



- Me violaron y quedé embarazada de Mazoui.

- No lo sabía, comprendo que es duro, pero hay psicólogos, especialistas que te pueden ayudar.- Le dijo su marido con un tono suave y afectuoso. -

- Tú no lo comprendes, - respondió ella secándose las lágrimas y mirándole a los ojos con profundo pesar. – No fue una violación normal.

-¿Qué no fue una violación normal?- Se sorprendió el joven ante aquello.- ¿Qué significa eso?



 ¡Como si eso pudiera calificarse de normal! Aunque enseguida su interlocutora adivinó ese pensamiento, respiró hondo y se decidió a  confesar.



- Escúchame. Para empezar mi verdadero nombre no es Karla Smith sino Karaberasu Malinde…yo era la Dama del Trueno. Una de las Justicieras.



            Y ante el gesto atónito de su esposo, ella decidió revelarle toda la verdad, la cara de Mathew pasó de la sorpresa a la incredulidad.



- ¡Debes creerme! ¡No me tomes por loca, te lo suplico! - Le pidió ella con gesto desesperado. -

- Pero, ¿tú sabes lo que me estás pidiendo que crea?,- le espetó él con un tono de completo asombro e escepticismo. -Demonios, sectas satánicas, ¡por el amor de Dios! , soy un científico, no puedo creer en tales cosas.

- También dices que crees en Dios,- le reprochó ella que ahora pasaba de la angustia a la contrariedad. - ¿Por qué no puedes creer lo que yo te digo?

- No es lo mismo.- Trató de responder Mathew. - No tiene que ver...

- ¿Qué no? Pregúntaselo a tu tío, él te lo podrá confirmar- repuso secamente ella que se había enfadado ya visiblemente por la actitud de  su esposo.-

- Lo haré, no te preocupes, - Repuso él tratando de mostrarse más conciliador al añadir con un tono sereno - eso de que Mazoui es medio demonio, o que lo era, porque según me has dicho ya  es completamente normal. En fin, entiende que, como poco, me resulte muy difícil de creer.  Pero te prometo que telefonearé a mi tío y aclararemos todo esto. Anda, vamos a dormir…estamos cansados tras el viaje…todo se verá mejor mañana.



            Karaberasu asintió y su marido logró hacerse perdonar con algunas caricias, ella deseaba ser abrazada y confortada así que cedió en su enfado y ambos se durmieron. Al día siguiente él telefoneó a su tío y éste, para asombro de su sobrino, le aseguró que todo lo que la muchacha le había dicho era cierto. Mathew creía en la palabra de su tío y no salía de su perplejidad. Recordó entonces aquella fiebre tan anormal que había tenido el niño cuando le conoció.



-¿Te has convencido ya?,- le preguntó Karaberasu con el tono de un velado reproche. -

- Lo siento, no quise dudar de ti, pero comprende que era muy difícil creerlo.- Se excusó él que aun así mantuvo. - Sea lo que sea que le ocurriera a Mazoui no creo que se trate de nada sobrenatural. Sencillamente puede tener una genética algo diferente a la nuestra. Cuando podamos le tomaré muestras de sangre y las analizaré.

- Quiero que mi hijo tenga una vida normal, por favor, no le cuentes nunca la verdad, Mathew. No quiero que crea que es una especie de monstruo.- Le pidió Karaberasu con una mirada implorante y angustiada. - Y no soportaría que quisieran analizarle como a un fenómeno de feria. Te suplico que, de momento, no les digas nada a tus padres.

- Tranquilízate, no se lo diré, ni a él ni a nadie. Sólo serán unas muestras y en un futuro podrían serle de mucha utilidad.- Le aseguró su marido, consciente de lo que eso podría representar para el niño. -





Ella asintió convencida y más tranquila, confiaba en el que era ahora su esposo y sabía que quería ayudar al niño que ahora era  también su hijo. Sin embargo el chico sí que llamó a su hermana. Alannah había estado de viaje otra vez, al poco despedirse de ellos retornó a Francia y de allí a Mejido. La arqueóloga estaba excavando un yacimiento de época romana y allí  volver a ver un mosaico que comenzase a desenterrar antes de su viaje a Irlanda. Sin embargo, ahora al contemplarlo con detenimiento se quedó perpleja.



-¡Esto no puede ser!- Se dijo visiblemente asombrada.-



            Por fortuna su colega y amiga Reika Furuhata estaba allí. Esa joven japonesa recientemente casada estuvo con ella excavando en Stonehenge donde las dos conocieron a esa periodista. Una chica rubia llamada Amanda Thomson, que estaba muy interesada en cualquier artefacto o resto antiguo. Según les contó, además de hacer una crónica para el periódico en el que trabajaba, su novio era anticuario. Sin embargo, aquella mujer enigmática era algo más. Tenía una responsabilidad que solo le desveló a la propia Alannah, indicándola que, de ser testigo de alguna cosa anormal o extraña, se pusiera enseguida en contacto con ella.



-Esto podría ser algo de su interés.- Pensaba Alannah que enseguida corrió a buscar a su colega, gritando casi como una posesa.- Reika, tienes que ver esto…


Su compañera acudió de inmediato y enseguida fueron a ver ese mosaico. Aunque a Reika no le pareció nada extraño. No obstante ratificó la época y el estilo, que fue lo que su amiga le pidió, puesto que aparte de un retrato que allí aparecía había una inscripción en latín y en arameo galalaíco. Ambas tradujeron aquello viendo que decía lo mismo. Tras terminar ese día Alannah regresó al hotel

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