lunes, 25 de agosto de 2014

GWHC07. La historia de Ail, Ann y sus hijos.

Poco tiempo después del triunfo en la batalla final contra los demonios Ail y Ann se reunieron nuevamente. Justo tras la victoria, y habiendo logrado eludir aquella terrible presencia del mismo Príncipe de las Tinieblas en persona, el mago Landar le decía a los cinco luchadores y a las guerreras.

 - A su debido tiempo todo os será revelado, aún no. Debéis esperar - repuso el anciano y su gesto se relajó esbozando una tenue sonrisa para añadir. - Ahora ya podéis volver a ver a vuestros seres queridos.
-¡Sí!,- convino Ail recobrando el entusiasmo - ¡Yo tengo muchas ganas de ver a Ann y a mi hijo!
- No le hemos dicho a las chicas que habíais vuelto a la vida. Deseamos que vosotros mismos les deis la sorpresa.- Confesó  Ami al grupo de Roy. -
- Sí - asintió Mamoru. - Éste es el final de la batalla y nos merecemos un descanso.
- La misión está cumplida. - Suspiró Rei con el aprobatorio asentimiento de las demás. -
- Es cierto. -Añadió Usagi que ahora parecía dominar mucho mejor el inglés de lo que había aparentado con anterioridad. - Y ya podemos contaros toda la verdad.
-¿Acaso guerreras hay algo que debáis decirnos y no sepamos ya?- Las interrogó Diamante con visible interés. -
- Así es. -Terció Minako que añadió con serenidad. - Pero aguardaremos a estar todos juntos, cuando Tom y las chicas se reúnan con nosotros.

            Todos estaban muy intrigados pero parecía que aún deberían aguardar, no obstante Nephrite optó por preguntar algo más personal.

- Debéis contadme todo lo que ocurrió en el mundo desde que fui asesinado. ¿Qué tal está Naru? - Quiso saber con mucho interés -.
- Bueno, ahora sale con un chico.- Le contó Makoto un poco envarada para explicar, - tras la batalla final contra el Reino de la Oscuridad. Es largo de explicar. Todos perdimos la memoria, como te digo es una larga historia. Yo la verdad es que ni te conozco.

            Aunque pese a ello Makoto no podía dejar de reparar en ese apuesto joven de largo pelo castaño. Era como si le fuese tremendamente familiar. Aunque la intervención de otra de sus compañeras la sacó de aquella percepción.

- Sí, es largo de contar. - Asintió Rei agregando apenada. - Y mi compañera ni tan siquiera sabe bien quién eres tú. Todavía no había emergido como guerrera entonces. La propia Naru ignora quién eres, para que lo supiera, deberíamos devolverle los recuerdos y eso podría ser muy doloroso para ella.
- Ahora tiene una vida hecha y estable y sería muy duro cambiársela. - Intervino Ami con el  mismo pesar. – Lo siento mucho.
- Comprendo - repuso apagadamente Nephrite bajando la cabeza y añadiendo con resignación. - Quizás sea mejor dejar las cosas como están. De todas maneras, iré con vosotros. Quiero saber todo lo ocurrido y comenzar una nueva vida allí, en Japón.
- Yo también os acompaño.- Se les unió Ail eufórico, aunque cuidó de intentar mitigar este sentimiento por solidaridad con su amigo, sin embargo no pudo evitar insistir. - ¡Estoy loco por volver a abrazar a mi mujer y mi hijo!

            Nephrite le dirigió una amable sonrisa, comprendía a su compañero de lucha y no se lo reprochaba, es más, se alegraba mucho por él porque una de las cosas más importantes que todos habían desarrollado era la solidaridad. Tanto las penas como las alegrías de uno de ellos lo eran del resto. Nadie debía darlo a entender con palabras, un sólo gesto o una mirada bastaban y eso sucedió entre Nephrite y Ail, con el cómplice asentimiento de los demás. Así pues, ambos se despidieron de Roy, Zafiro y Diamante.

- Espero que volvamos a vernos.- Les dijo Zafiro a todos los que se disponían a marcharse. -
- Cuando hayáis tenido tiempo de ver a vuestros seres queridos. – Le respondió Mamoru. - Una vez estemos juntos volveremos aquí.
-¡Y haremos una gran fiesta! Dejad eso de mi cuenta. – Declaró Roy con su típica animación de siempre. -

            Diamante asintió añadiendo por su parte.

- Reina Serenity, rey Endimión o mejor dicho, Sailor Moon, Tuxedo Kamen y por supuesto guerreras guardianas de la justicia. Ha sido un placer volver a estar con vosotros, conocer a las demás y luchar al lado de todos como amigos. Confío en que volveremos a encontrarnos muy pronto.
- Así lo espero y así será Diamante, ahora que por fin puedes hacerlo, comienza de nuevo y ocúpate de ser feliz. -Le pidió Usagi.-

Entonces le ofreció una mano al príncipe que, en lugar de estrechársela, se la besó con gran respeto y afecto  haciendo incluso una sentida inclinación.

- Suerte amigo. - Añadió Mamoru como si estuviera al corriente de los planes de Diamante y le ofreció una mano a su vez. -

            Ahora sí que éste la estrechó cordialmente. De este modo zanjaba esa cuenta pendiente con la larga cadena de mentiras y equívocos que le enemistaron con el rey y la reina del futuro Milenario de Plata. Ail observaba esto con alegría. Estaba contento tanto por él como por todos sus amigos. Se despidió de ellos deseándoles la mejor de las suertes.

-Bueno, ahora debemos irnos.- Declaró la Guerrera Luna.-

            Las demás guerreras se unieron en corro y en el centro estaban Mamoru, Ail y Nephrite, que las ayudaron con sus energías. Entre todos invocaron el poder de traslación y se  desvanecieron de regreso a su hogar. Cuando él alienígena reapareció junto a sus compañeros de batalla estaban en el santuario Hikawa.

-Amigo mío, toca como tú sabes.- Le animó Nephrite antes de despedirse del grupo.- Y tómate tu tiempo, yo esperaré aquí.

Ail asintió, se escondió un poco entre los arbustos y sacó su flauta. Las sailors fueron hacia su amiga y hablaron un poco con ella. Ann lucía un lindo vestido de color naranja y blanco y llevaba en brazos a su hijo. Entonces Ail comenzó a tocar. Fue escuchar una tonada que interpretaba  su compañero y la extraterrestre supo que era él. Usagi le dijo que le confiase el niño a Makoto. Ésta le tomó en sus brazos con una sonrisa animando a su amiga.

-Corre Annie, ¡ve con él!

Con una radiante sonrisa y lágrimas de dicha Ann corrió junto a su pareja, Ail también se acercó sonriente dejando que ella le abrazara. Al poco la elevó en volandas y dio vueltas con ella para abrazarse después con patente emoción.

-¡Creía que te habían matado! – Sollozaba ella sin poderlo creer aún –
-Y lo hicieron, pero pude regresar a este mundo con unos amigos, hemos luchado juntos y vencimos al mal. Es una historia muy larga de contar, cariño.

La chica le miró sorprendida, Ail estaba mucho más fuerte y su mirada era muy determinada, había cambiado mucho. Él, casi con ese vínculo telepático que ambos poseían, le comentó con palabras suaves.

-Cómo te he dicho, es largo de contar… Pero ahora tendremos tiempo para que pueda relatártelo con detalle.

Ella asintió, entonces los dos se acercaron a Guerrera Luna que acunaba al bebé. Ail lo tomó en sus brazos y le susurró con tono afectuoso.

-Hijo mío, ya estoy de vuelta. Ahora podré verte crecer.

Decidieron  hacer una fiesta. Por supuesto en el santuario. Aprovechando que el abuelo de Rei se había ausentado por unos días. Ail presentó a su compañero a Annie.

-Esta es mi pareja, Ann.- La nombró Ail con visible afecto y orgullo…dirigiéndose a ella a su vez para darle a conocer a su compañero. - Annie, él es Nephrite. Un príncipe de la Tierra.
-Estoy muy honrada de conocerle.- Afirmó ella, haciendo incluso una reverencia.-
-¡Por favor! Eso no es necesario.- Se apresuró a decir su interlocutor.-

            Aquel apuesto y agradable chico le besó una de sus manos en tanto se inclinaba. Enseguida respondió.

-El placer es todo mío. Ahora entiendo por qué Ail se esforzó con tanto tesón. Impulsado para volver a verla a usted, sin duda..

            Eso la hizo ruborizarse un poco dado que estaba en su forma humana ahora. Su novio intervino añadiendo algo azorado a su vez.

-Bueno, a ella y a nuestro hijo. Ambos son lo más importante para mí.
-Os comprendo. Es la mejor de las motivaciones. Yo en cambio tendré que variar la mía.- Suspiró Nephrite.-

            Ail asintió, le apenaba que su amigo no hubiera tenido la misma suerte que el resto.

-Quizás, si ella te viera…y tú le contases algo. Podría recordar.- Le comentó.-
-No, si tengo que verla prefiero no sacar a la luz nada que pudiera hacerle daño.- Afirmó él.- No puedo ser egoísta. Si Naru es más feliz así habiendo olvidado el pasado, será mejor que permanezca así.
-¿Naru Osaka?- Intervino Annie inquiriendo perpleja.- ¿La amiga de Usagi-chan?
-Sí, nos conocimos hace mucho, mucho tiempo.- Sonrió débilmente Nephrite.-

      Sus contertulios le miraron con pesar. Lo lamentaban por él. Pero pronto variaron de tema charlando sobre la victoria y la alegría que suponía el haber vuelto a la vida. Al poco el príncipe de los Cuatro Cielos, como también se hacía llamar, se despidió de sus amigos. Debía  atender asuntos relativos a su vida personal. Estuvo de hecho charlando un poco con las sailor. Ail y Ann le dejaron y se mantuvieron al margen,  porque seguramente estaría tratando de cosas privadas.

-Nephrite es un gran tipo. Como el resto de mis amigos.- Dijo Ail.-
-¿Amigos?- le interrogó Anne.-
-Sí, ya te lo contaré con más calma.  No volvimos solos él y yo. Otros grandes guerreros lucharon a nuestro lado.-Le contó su interlocutor.-

Al ver aproximarse a Makoto dejaron esa conversación, Ail y Ann fueron departiendo con más amigos. Incluso saludando a Yuuichirou,  aunque previamente Ann le advirtió a su pareja.

-Él desconoce por completo la identidad de las chicas. Y por supuesto la mía. En cuanto a ti, le hemos dicho que tú habías estado en el hospital y que te habíamos creído muerto.

            Ail asintió, y ese tipo con aire despistado, aunque amable, les abordó saludándoles.

-Hola Ann, celebro que tu esposo haya sido dado de alta. Amigo, me alegra mucho que estés bien. Le diste un buen susto a tu mujer. La tuviste muy preocupada.
-Esto, gracias.- Pudo responder él, musitando a su ahora divertida acompañante.- ¿Esposo?
-Claro.- Le sonrió ella. Afirmando con agradecimiento.- El padre de nuestro precioso niño. Ahora ya podremos marchar  y establecernos por nuestra cuenta para no seguir incomodándoos.

            Para ilustrar aquel comentario dedicó su mirada al pequeño Giaal que dormía ahora en su cunita en tanto Rei le mecía con una sonrisa.

-Es un bebé adorable.- Declaró Sailor Marte. – Y no ha sido ninguna molestia.
-Es verdad.- Convino Yuuichirou.- Le vamos a echar de menos. Bueno, a todos vosotros.
-Le habéis cuidado como si fuera vuestro hijo. Y a mí también, nunca os lo podremos agradecer lo bastante.- Remachó una emocionada Annie.-
- Y ahora debo hacer lo mismo. Junto con Ann cuidaremos a nuestro pequeño.- Comentó Ail, añadiendo con ilusionado tono.- Seremos una familia y viviremos en paz.

            Yuuichirou asintió, aunque tuvo que irse para atender a algunas de sus ocupaciones. Momento que aprovechó Annie para declarar, en tanto Usagi y sus amigas se aproximaban.

-Sí, nos toca retornar a nuestro mundo.- Suspiró la joven que matizó entonces con cierto pesar.- O encontrar uno nuevo, con los malos recuerdos que tengo de ese planeta me sería imposible volver allí para formar nuestro hogar. Buscaremos otro mejor, más hermoso y pacífico.
-Bueno, eso está muy bien.- Declaró Usagi sonriendo animosa a sus amigos, aunque añadiendo con un tono de complicidad.- Pero podríais quedaros un poco más con nosotros.
-Es cierto.- Convino Rei.- Tenemos que celebrar esta gran victoria sobre las fuerzas del mal.
-Y no sería lo mismo sin vosotros dos.- Añadió Makoto.-
-Anda, quedaos al menos unas semanitas, antes de comenzar a  buscar otro mundo.- Les pidió Minako.-
-Es verdad.- Afirmó un recién llegado Mamoru, declarando.- Y  Roy prometió que pasaría lista.
-Entonces mejor nos quedamos! - Rio  Ail.- Ese pillastre siempre cumple su palabra y no quiero ni imaginar lo pesado que se pondría sino. ¡Sería capaz de irnos a buscar!

            Annie observó a su pareja con gesto de sorpresa. Lo cierto es que había cambiado, tenía un humor más ligero y hacía bromas con mucha más facilidad.

-Ese tal Roy es otro de tus amigos, ¿no es así?
-Así es. Hemos formado un grupo de buenos camaradas. Somos casi como hermanos.
-Ya he conocido a Nephrite y me ha parecido un chico realmente agradable y muy apuesto.- Se sonrió la chica para pasmo de su interlocutor.-
-¡Pero Annie!- Exclamó él abriendo unos ojos como platos.-

            Sin embargo, ella se aferró a uno de sus brazos y se rio. En tanto observaba ahora dormir en su cunita al pequeño Giaal.

-¡No seas tonto!, únicamente te amo a ti, a ti y a nuestro hijo. Era una broma…. Aunque tu amigo sí que es guapo. ¡Ja, ja! - Admitió algo sonrojada.-

            Ail la levantó en brazos y tras darle un par de besos giró con ella ante las sonrisas de sus amigos. Por supuesto que aceptaron quedarse. No se arrepintieron, lo pasaron en grande. Disfrutaron del buen ambiente y conocieron a muchos más de aquellos componentes de antiguos enemigos de las sailors, convertidos ahora en grandes compañeros y amigos. Durante los días que siguieron Annie hizo incluso algunos castings para actuar en obras de teatro, y obtuvo un par de papeles. Por su parte Ail trabajó en la sede de la Masters Corporation en Japón. Lo pasaron muy bien en ese festejo que organizaron todos en Nueva York, y después pasaron unos pocos días más con sus amigas sailors en Japón.

-Es maravilloso volver a estar los tres juntos.- Suspiró una encantada Annie en tanto cargaba a su bebé.-
-Y rodeados de personas que nos quieren.- Añadió su pareja.-
-He descubierto que eso es lo mejor de todo.- Convino la joven poniéndose ahora seria al musitar- Cuando llegué aquí, sola y desesperada con nuestro hijo, descubrí el valor de la amistad y del amor verdaderos. Todas las chicas me ayudaron como si fuera de su propia familia. Por eso, desde ahora me he propuesto ayudar siempre a quién lo necesite y contribuir para que este mundo o cualquier otro al que vayamos sean mejores. Empezando por educar bien a  nuestro hijo.
-Y que el día de mañana sea una buena persona, noble y valiente como nuestros amigos. – Completó Ail con satisfacción.- Que se dedique a proteger y a cuidar a los demás, en lugar de tratar de aprovecharse de ellos.
-Sí, todavía tenemos mucho que hacernos perdonar, Ail.- Suspiró su mujer, meciendo ahora al crío.-
-Lo haremos del mejor modo posible. Entregándole a nuestro hijo todo el amor que podamos. Para que en el futuro se una a nosotros para ayudar a los demás. - Convino él.-

      Aquella era su prioridad, darle a su hijo todo el afecto y los mejores valores que tenían y que siguiese el ejemplo de las guerreras y sus otros compañeros de batallas. Después de unos pocos días, cuando el bebé estaba más fortalecido, decidieron emprender viaje. De eso charlaban en el santuario Hikawa un atardecer, en la víspera de su partida.

-¿Y no sabéis hacia dónde vais a ir?- Quiso saber Usagi.-
-Supongo que buscaremos otro lugar. Annie tiene razón. El planeta que encontramos ya no nos parecería lo mismo.- Repuso Ail.-
-Queremos empezar en otro que no nos traiga malos recuerdos.- Añadió la aludida acunando a su hijo entre los brazos.- Y que Giaal viva seguro y en paz.
-Claro que sí. Y además enseñadle muchas cosas. Es un bebé muy despierto. Seguro que será buen estudiante.- Afirmó Ami.-

            Los demás suspiraron, esa chica siempre salía por lo mismo.

-Espero que vengáis a visitarnos.- Dijo Rei acariciando suavemente la cabecita del crío para sentenciar.- Le vamos a echar muchísimo de menos, lo mismo que a vosotros.
-Contad con ello. Aquí tenemos ahora muchos y buenos amigos.- Afirmó Annie con una amplia sonrisa.-
-Y más tras lo que ha sucedido. Si alguna vez nos necesitaseis tened por seguro que vendremos.- Afirmó Ail.-
-Os deseamos toda la suerte del universo. Amigos.- Declaró Mamoru dándole la mano al alienígena.- 
-Id con cuidado.- Les pidió Minako.-
-Y sed muy felices.- Agregó Makoto.-
-Gracias. Lo procuraremos.- Repuso Annie.-

Y así tras despedirse de todos sus compañeros de aventuras, al amanecer del día siguiente se envolvieron en una burbuja en la que se alejaron de la Tierra, rumbo al espacio. Ail guiaba el rumbo en tanto Ann acunaba al niño.

-Bueno, ya vamos directos hasta nuestro futuro planeta. - Dijo Ail -
-¿Crees que Roy podrá localizarnos al lugar al que vamos?- inquirió Ann. -
-Concentrándose podrá detectar nuestras energías, estoy seguro.- Le respondió su pareja muy confiado. –
-Tanto él como los demás son formidables. Y unos grandes guerreros. Igual que tú.- Sonrió la joven.-
-Formamos un gran equipo. – Convino el chico.- Y tú podrías haberlo hecho igualmente con las justicieras.
-No quería involucrarme demasiado.- Suspiró Annie reconociendo.-  Usagi me lo ofreció, es verdad, pero le dije que ahora mi mayor prioridad sois Giaal y tú. Cuando creí que te habíamos perdido, juré cuidar de nuestro hijo por encima de todo.- Le desveló ella ahora con un tinte de tristeza.-
-Lo comprendo.- Asintió su interlocutor, añadiendo con aprobación.- Tomaste la mejor de las decisiones. Giaal debe ser nuestra prioridad…
-La pregunta es. ¿A dónde podremos ir?.- Quiso saber ella con algo de zozobra.-
-No te preocupes por eso. Landar me dio unas coordenadas de un mundo en el que me dijo que estaríamos como en casa. - Repuso el muchacho.- Ahora tendremos que ahorrar fuerzas porque está lejos. Por eso nos ha venido muy bien prolongar nuestra estancia en la Tierra. Y también estas alubias.

            Mostró una bolsita en la que llevaba un cargamento de judías mágicas que reponían de inmediato de la fatiga.

-De modo que, comiendo solamente una de esas?...-Inquirió Annie.-
-Estás alimentado para varios días, y te repone del agotamiento.- Completó Ail remachando.- Podremos hibernar durante el viaje con nuestro hijo y después comernos una cada uno.

            Así lo acordaron en tanto viajaban rápidamente surcando el universo, a través de algunos atajos que Ail conocía salieron del Sistema Solar y ciertos “ pasajes” que Landar les desveló. Aun así tardarían un par de meses en alcanzar su objetivo. Por fin cuando ya se aproximaban Ail fue despertando. Su alarma interior le decía que estaban muy próximos a su destino. En efecto pudo ver, como si de una verde perla se tratase, aquel planeta. Ann se despertó acto seguido y también el bebé, que comenzó a llorar.

-Tiene mucha hambre el pobre.- Suspiró la preocupada madre.- Tendré que darle energía pues no me quedan fuerza para generar más leche. Al menos por ahora hasta que no coma esa alubia, pero perderé mi capacidad de generar el escudo de la nave.
-Tomaremos tierra ahora.- Le respondió Ail -así podrás alimentar a Giaal tranquila.

            Su contertulia convino en eso y los dos fueron descendiendo poco a poco aterrizando por fin. Ann adoptó aspecto humano, y Ail deshizo la burbuja. Decidió tomar aspecto de hombre también. Se tomaron sendas alubias encontrándose repuestos de inmediato. Entonces dedicaron unos instantes a contemplar y sentir su nuevo hogar. La atmósfera era respirable y el clima agradable. Parecía un lugar cualquiera de la Tierra. Annie daba de energía al pequeño sentada en la base de un nudoso tronco de árbol. Ail observaba a su alrededor un denso follaje y mucha vegetación. El niño lloraba, al parecer insatisfecho con su almuerzo.

-Vaya, Landar no exageraba. Es un bonito lugar. Pero por si acaso voy a asegurarme de que los alrededores están tranquilos.- Dijo él. -
-No hemos detectado nada en muchos kilómetros, Ail- le recordó ella. - Este es un planeta virgen.
-No me fio de nuestras apreciaciones, veníamos muy débiles. Ahora si puedes amamantar a Giaal,

Desde luego, tras haber comido esa alubia Ann  se notó recobrada y el niño pudo entonces alimentarse a placer de los pechos de su madre.

-¡Vaya! Parece que se está dando un banquete.- Sonrió ella al verle.-
-Sí, que disfrute.- Convino Ail, añadiendo.- Bueno, iré a explorar. No tardaré mucho, tú cuida de Giaal...- le indicó Ail a su pareja. -
-Espera un momento, no me gustaría quedarme aquí sola con el niño mientras tú juegas a los exploradores.- Rebatió la joven. -
-Annie - repuso Ail armándose de paciencia - esto podría ser peligroso.
-Ail- replicó ella mirándole con malestar y preocupación. -
-Está bien,- concedió él levantando las manos. -Vamos los dos,-  aunque enseguida rectificó al mirar a su hijo. - Los tres.
-Eso está mejor- sonrió Ann calmando su repentino enfado. -
-No sé si Roy va a tener razón. - Pensó Ail dando un suspiro - y voy a ser un auténtico calzonazos después de todo.
-¿Decías algo?- Quiso saber su pareja con los ojos entornados.-
-¡No, nada, nada! - Sonrió estúpidamente él haciendo un espacio con las manos.-

            Y se pusieron en marcha. En tanto Ail se hacía esas inquietantes reflexiones fueron caminando hacia un lugar donde la vegetación era menos densa. Ann cubría al bebé estrechándole entre sus brazos para preservarle de cualquier contacto con esas desconocidas plantas. No obstante, no parecía haber nada que pareciese sospechoso o amenazador. El planeta entero parecía un vergel. Un paraíso creado sólo para ellos. Como si hubiera sido dispuesto y les llevase aguardando desde hace ya mucho tiempo. Quizás pensando eso mismo Ail sacó de una bolsa el brote tierno del nuevo Makaiju que habían guardado en hibernación.

-Landar tenía razón. Este sitio será un buen lugar para plantar en él nuestro árbol y vivir nuestras vidas en su compañía.- Dijo esperanzado, mirando aquella raicilla.-
-Tienes razón. Nuestro hijo crecerá fuerte y sano comiendo de sus frutos, - añadió Ann con expresión ilusionada. -

            Tomándose de las manos continuaron su avance. Annie colgó al niño sobe su pecho, metido en un saquito de niños terrestre. Admiraba absorta la belleza del paisaje. El bebé dormía ahora plácidamente. Ail se acercó hasta un arbusto del que colgaban exuberantes frutos. Alargó su mano para tomar uno, pero entonces una misteriosa voz grave le advirtió.

-¡No lo toques, extranjero, si es que aprecias tu vida!

            Ail se volvió hacia el punto del que provenía esa voz interponiéndose entre ella y Ann.

-¿Quién está ahí? -Pregunto puesto en guardia para desafiar a quién quiera que fuese - , sal si te atreves.
-No debes provocarle, quizás no esté solo. Podrían ser muchos, - le advirtió Ann preocupada. -
-Debiste quedarte con el niño.- Le recriminó el joven a su vez - Nunca puedes hacerme caso, siempre tiene que ser lo que tú digas.
-¡Oh, Ail!, no vayas a darme un sermón, por favor.- Le contestó ella visiblemente molesta. -
-Está bien, ahora silencio.- Le pidió su compañero con brusquedad en tanto se concentraba. - Algo se ha movido entre esos árboles.- Señaló  discretamente un lugar tras de ellos. Ann iba a girarse para mirar pero él la sujetó de un brazo susurrándole. - Que no sepan que les hemos descubierto. Detecto algo de energía, una fuerte y otras dos más débiles.- Concluyó, ordenándole a esa voz. - Muy bien, sé que sois tres. Salid ahora mismo u os sacaré yo por la fuerza.

            Tras un silencio tenso, volvió a escuchar la voz tras los matorrales cercanos a ellos.

-Está bien, no temas extranjero, ya vemos que eres muy fuerte. Saldremos en son de paz, no queremos haceros ningún daño.

            Y a los pocos instantes surgieron tres figuras que dejaron a la pareja boquiabiertos, pertenecían a su misma especie.

-¿Cómo es posible, Ail? ¡Son de nuestra misma raza! Pero si el árbol nos dijo que éramos los únicos que quedábamos.
-Yo no lo sé,- le susurró Ail - estoy tan sorprendido como tú. De momento creo que no es conveniente revelarles que somos de su misma raza. Al menos hasta saber cuáles son sus verdaderas intenciones.-  Y dicho esto escondió el tallo de Makaiju en su bolsa. -
-Sí, será lo mejor.- Convino Ann protegiendo con sus brazos a su bebé. -

            Los tres extraños se acercaron a ellos. Ail  se adelantó para salvaguardar a su mujer y a su hijo. Entonces uno de esos individuos, el que parecía de más edad, le ofreció una mano. Tras unos segundos de duda, Ail se la estrechó. Ese tipo sonrió y se presentó.

-Soy Nimock. De la raza de Makaiju, bienvenidos a nuestro planeta.
-¿Makaiju?- Se sorprendió Ann aunque no pasó de musitarlo hacia su novio sin que esos individuos se enterasen. -
-Yo soy Ail Ginga,  y ella es mi mujer- Les presentó señalando a su compañera que inclinó la cabeza con suavidad, esbozando una tímida sonrisa de desconfianza. - Se llama Ann.
-¿De dónde venís, extranjeros?- Quiso saber la que parecía ser una joven.-
-Del planeta Tierra.- Respondió Ail.-
-Habláis nuestra lengua.- Comentó el anciano visiblemente sorprendido.-
-Somos muy buenos con otros idiomas.- Alegó Annie sin querer ser más explícita.- Al escucharos pudimos comprender. Sobre todo dado el énfasis que empleasteis.

            Nimock saludó contestemente con su cabeza a Ann y se excusó.

-Es un placer, disculpa mi tono anterior de amenaza, cultivamos con nuestro esfuerzo los árboles frutales, pues es difícil sacarle partido a este mundo. Además, en este caso, vosotros no habíais elegido el correcto.
-¿A qué te refieres con eso? - Inquirió Ail sin comprender. - Creo que sus frutos son muy hermosos y tienen un magnífico aspecto.
-¿De veras lo crees así?- Le preguntó una fémina habitante de ese planeta. - Observa pues.
           
            Alargó una rama de árbol y con ella movió intensamente uno de esos frutos apartándose de inmediato. Al punto los ramajes cercanos a éste se cerraron y de ellos afloraron una gran cantidad de espinas. Ail y Ann quedaron boquiabiertos.

-Podrías haber estado ahí dentro, - declaró la mujer. - Por eso os avisamos.

            Tras unos segundos de embarazoso silencio Ail reconoció aliviado.

-Vaya, nos habéis salvado, muchas gracias.
-Perdonad si nos hemos adentrado en vuestro territorio.- Se disculpó Ann - es que teníamos curiosidad. Yo estaba alimentando a mi hijo.
-¿Hijo?- se sorprendieron aquellos seres. - ¿Qué hijo?- inquirió otro de ellos, que parecía ser de sexo masculino -
-Este es mi hijo, mi bebé.- Respondió Ann mostrando al niño en sus brazos. –

            Ail recordó que los de su raza nunca habían tenido constancia de lo que era la reproducción sexual. Él y Ann lo aprendieron durante sus estancias en la Tierra, y lo habían logrado adoptando su apariencia humana que ahora mantenían. Quizás los demás miembros de su especie no fueran capaces de ello.

-¿Cómo lo habéis conseguido? -Le preguntó la hembra. -
-Con el amor- respondió Annie - Amándonos…
-¿El amor?- exclamó Nimock tan desconcertado como el resto de sus congéneres para querer saber.- ¿Qué es eso?

            El bebé comenzó a llorar de nuevo, Ann le acunó ante la atónita mirada de aquellos extraños.

-Quizás deberíais seguirnos a nuestro pueblo.- Les propuso Nimock.- Os daremos de comer y podréis explicarnos algo tan fascinante.
-¿Por qué no?- sonrió Ail indicándole a su compañera. - Vamos Annie.
-No lo sé, Ail - Respondió ésta bloqueando su mente contra cualquier sondeo telepático y hablando en voz baja en japonés para no ser comprendida. - No me acabo de fiar de ellos.
-No seas tonta, mujer.- Le contestó su pareja. - Si quisieran habernos hecho daño habrían dejado que ese árbol nos atrapase. Pienso que nos vendrá mejor aceptar su hospitalidad.

            A regañadientes Ann se dejó convencer. Los dos siguieron al grupo de sus anfitriones durante un trecho que desembocaba en una alineación de casas de madera. Nada más llegar al poblado una veintena de seres de su misma raza se arremolinó curiosos para verles. Nimock les hizo señas para que se apartasen y llevó a los recién llegados hasta el centro del pueblo. Allí, en la plaza principal, dijo en voz alta.

-Compañeros, estos son Ail y Ann. De la Tierra.
-Bueno, no somos realmente de allí.- Desveló Ail. -
-¿Y de dónde provenís? - Quiso saber Lainia -
-Somos del Makaiju, como vosotros.- Repuso el joven sorprendiendo a todos al adoptar su verdadera apariencia. -

            Un atónito silencio únicamente roto por ocasionales murmullos se extendió entre todos. Nimock pudo decir aun sin recobrarse de su asombro.

-Vaya, unos compatriotas perdidos en el espacio han regresado. ¡Hoy es un gran día!
-Y traemos la raíz del árbol- declaró Ail causando aún más sorpresa y admiración. -Tenemos intención de plantarla aquí, para que florezca en este planeta y recupere todo su vigor.
-¡Es maravilloso! - exclamó uno de aquellos seres, alborozado. -
-El día de hoy se recordará por siempre, pues han llegado nuestros salvadores.- Afirmó otro con el mismo tinte de euforia.-
-¿Salvadores?- Repuso Ann atónita, recobrando también su aspecto alienígena. -
-Sí- les explicó Nimock -Veréis, nosotros nos perdimos en el espacio. Vagamos durante mucho tiempo dormidos  esperando alcanzar un planeta que pudiésemos habitar. Por fin, llegamos a este mundo. Era acogedor y podíamos alimentarnos de sus frutos. Vosotros sabéis que nuestro sistema alimenticio se basaba en la energía destilada del árbol. Pero que, en momentos de necesidad, se puede alterar para vivir de otro tipo de alimento.
-¡Y tanto que lo sabemos! - Sonrió Ail recordando los banquetazos que se había dado en la Tierra con sus amigos. -
-Pues bien,- prosiguió Nimock. - Nos adaptamos y esperamos, el día en el que un ejemplar de nuestro árbol llegase traído por algún camarada que acudiera en nuestro auxilio. Y ese día ha llegado hoy. Sois vosotros los que nos habéis devuelto el árbol y merecéis el título de salvadores y reyes de nuestro mundo.
-Oye, espera un momento.- Intervino Ail sintiéndose sobrepasado por todo aquello. - Os lo agradecemos mucho, pero no creo que eso de ser reyes nos vaya. Créeme. Tenemos amigos que ya lo son o lo han sido y lejos de ser un chollo más bien es un rollo bastante gordo.

            Los alienígenas se miraron atónitos, no comprendían muchas de las palabras utilizadas por Ail que se daba cuenta de que había pasado bastante tiempo con Roy y los otros. Annie fue la que les hizo entender.

-Es mucha responsabilidad y no estamos preparados para eso. Además, debemos cuidar de nuestro hijo.

            Todos miraron atónitos al bebé, pues nunca habían visto uno de su raza tan pequeño. Excepto Nimock.

-Recuerdo ver salir a algunos de los nuestros de semillas del árbol, pero no eran tan pequeños, ni tan delicados. ¿Cómo habéis creado a éste?
-Ya te lo dijimos, con el amor,- repuso Ail sin darle más importancia. -
-¿Me enseñarías a mí a crear vida con eso del amor? - Se interesó Lainia. -

            Ail sonrió, desde luego aquella congénere no estaba nada mal, alta, esbelta con una larga melena de color verde claro y mechones violetas y unos ojos de ese color. Pero enseguida eliminó ese gesto ante el enfado de Ann que le dijo con no demasiada amabilidad.


-Te tendrás que buscar a otro maestro. Él ya está comprometido conmigo, estamos emparejados para siempre por si no lo sabes.


Lainia se quedó mirando a Ann sorprendida, Ail terció tratando de aliviar la tensión.

-Vamos Ann, lo ha dicho sin mala intención. No empieces a ponerte celosa.
-¿Celosa? ¿Pero qué estás diciendo?- Repuso ésta irritada. -
-¿Estás bien?- se interesó Oledt, otro de los que les rodeaban. -
-Estamos cansados.- Dijo Ail para salir del paso. – Eso es todo.
-Entonces debéis descansar.- Les ofreció Nimock. - Mi cabaña está ahí - señaló una rústica construcción de madera que parecía más grande que las demás  proponiéndoles con desenfado -Alojaros en ella.

            Ail y Ann convinieron en ello, ambos deseaban estar un momento a solas. Entraron en la cabaña dejando a sus congéneres atrás. Nada más cerrar la puerta Ann, de evidente mal humor, le recriminó a su esposo.

-¿Por qué has tenido que descubrirnos? Mira lo que ha pasado, ahora no nos dejarán en paz.
-Annie, ha sido un gesto de sinceridad, ellos se han portado muy amablemente con nosotros. No era justo engañarles.
-¿Y mostrarles el Makaiju también?- Añadió ésta furiosa. - Nunca creí que fueras tan irresponsable.
-¡Ni yo que tú fueses tan egoísta! -replicó Ail molesto también para contrargumentar. - Ann. Son de nuestra propia raza. Tras muchos años de vagar solos, de creer que éramos los únicos, encontramos a muchos de los nuestros viviendo plácidamente aquí, y tú te pones a la defensiva.
-¡No me fastidies, Ail!- contestó Annie cruzándose de brazos, pues había depositado al bebé que dormía, en un sencillo sofá hecho de hojas - ¿Acaso no has visto cómo te miraba esa?
-Ya sabía yo que se trataba de eso. No saques las cosas de quicio, ella no sabe lo que es el amor al estilo humano.
-Pero bien que lo quiere aprender.- Objetó Ann desconfiada. - Y no me hace gracia que te proponga ser su profesor.

            Su esposo suspiró tratando de calmarse. Esa discusión no conducía a nada. Y recordaba los consejos de Roy sobre cómo lidiar con las mujeres cuando se ponían así. Según su amigo, lo más sabio era ceder y aunque no llevasen razón ser algo condescendiente. Y sobre todo, repetirles lo que era evidente.

-Pero Annie, cariño - Declaró Ail en un tono entre meloso y conciliador. - No te preocupes. ¿Cómo puedes pensar que yo haría una cosa así? Sólo te quiero a ti. Lo único que deseo es que seamos felices los tres, tú yo y nuestro hijo.

            Ann pareció aplacarse con esas palabras, por suerte para Ail, había tocado el punto sensible de ella que repuso.

-Lo siento, desde que llegamos he estado nerviosa. Pero, no me esperaba esto, y tengo miedo de que con más mujeres de nuestra raza y ahora que sabes lo que son los sentimientos humanos, no sé…, que las encuentres más atractivas que a mí.
-Eso no sería posible,- sonrió Ail acariciándola el pelo.- Para mí eres la más bonita. Tanto en tu apariencia de humana como de miembro de nuestra raza.
           
Su pareja sonrió contenta por ese cumplido y Ail lo remató con un beso. Entonces alguien abrió la puerta, ambos se separaron descubriendo a Lainia que les miraba absorta.

-¿Eso es amor?- inquirió con gesto sorprendido. - Unir así vuestros labios.
-Es una expresión de ello- contestó Ail -
-Y es mejor realizarla en privado.- Añadió Ann con visible contrariedad.- Si no te importa. Quisiéramos estar solos.
-Disculpad.- Pudo decir Lainia algo envarada.- Ya os dejo-  y con presteza salió de la cabaña cerrando la puerta. -
-Annie- le recriminó calmosamente Ail. -Tampoco era para que te pusieras así. La pobre Lainia no sabía nada de este tipo de cosas.
-Será casualidad, pero tiene que venir a entrometerse justo en el mejor momento,- replicó Ann con palpable malestar. - Juraría que nos espían.
-No saques las cosas de quicio.- Le pidió Ail tratando de desdramatizar. -Nadie nos espía.

            Su mujer ya estaba poniendo mala cara de nuevo. Aunque afortunadamente una interrupción inesperada les dio una tregua. Giaal se había despertado llorando y Annie se apresuró a tomarlo en brazos. Su marido aprovechó para tratar de zanjar aquella cuestión.

-Mira, lo mejor que podemos hacer es adaptarnos a vivir aquí, entre los nuestros. Ellos no traman nada contra nosotros. Debemos tener paciencia y enseñarles a disfrutar del amor y de la confianza en la amistad como las guerreras hicieron con nosotros. No sería justo privarles de eso. ¿No ves que si ellos aprendieran a amarse como lo hacemos tú y yo no podrían también tener bebés que al crecer fueran los compañeros de juegos de nuestro hijo?
-Sí, en eso tienes razón.- Admitió Annie. - Creo que debo disculparme con ellos, desde que llegué he sido muy arisca. Anda, cariño.- Susurró suavemente dirigiéndose al bebé que seguía llorando. -Duérmete.

            Dejaron a Giaal durmiendo en una improvisada cuna hecha con un almohadón. Después salieron a reunirse con los demás. Afuera les esperaban Nimock y el resto de su pueblo. Ail y Ann fueron cordialmente invitados a sentarse junto a ellos alrededor de un fuego en el que se preparaban alimentos. Así les ofrecieron cenar lo que ambos aceptaron y Nimock les pidió a su vez.

-Nos gustaría si es posible que nos contaseis como llegasteis hasta nosotros.
-Es una historia larga pero apasionante,- le desveló Ail. - Escuchad.

            El muchacho les contó sus aventuras comenzando por la llegada de ambos a la Tierra, sus enfrentamientos contra las guerreras después el descubrimiento que hicieron del amor verdadero.

-Imaginad. Pensábamos que estábamos solos, que éramos los últimos de nuestra raza.- Suspiró él.-
-Fue muy duro, nos volvimos muy egoístas.- Admitió Annie a su pesar.- Pero estaba en juego nuestra propia supervivencia y corrompimos el poder del sagrado Árbol.
-Vaya.- Intervino una perpleja Lainia.- Tuvo que ser muy difícil para vosotros.

Ail asintió, prosiguieron su relato. Les contó cómo se marcharon y más tarde llegaron a un nuevo planeta. Viajando por el espacio desde que salieran de la Tierra, Ail y Ann habían llegado a un pequeño y acogedor  mundo donde podrían instalarse. Ann había quedado encinta al modo de los humanos y el embarazo había avanzado según viajaron y, durante el tiempo de estancia en ese mundo, la joven dio a luz un bebé ante la alegría y el estupor propio y de Ail, que francamente no sabía cómo ayudarla. Menos mal que tras el parto le dio parte de su energía que se encargó de hacer el trabajo de recobrarla. Así pasaron los días. Ann se familiarizaba con la nueva tarea de cuidar y criar a su hijo al que tanto ella como Ail decidieron bautizar con el nombre de Giaal, que en su lengua significaba "el milagro". Pero la alegría no duraría mucho. Una tarde, Ail  recorría la atmosfera superior del planeta cuando sintió algo. Una potente energía que le intranquilizaba. Bajó rápidamente a reunirse con Ann y se lo contó. Indicándole con inquietud.

-Permanece aquí escondida con nuestro hijo hasta que yo sepa de qué se trata.
-Ten mucho cuidado, cariño. Te estaremos esperando,- le respondió Annie con el rostro demudado por la preocupación.- Pero no te arriesgues, presiento que hay algo perverso esperándote ahí fuera.

            Ail asintió, sabía que Ann tenía dotes para la adivinación. Él mismo comenzaba a sentir aquella extraña energía, más bien varias que se dirigían hacia ellos. Y lo hacían deprisa. Se elevó en el aire en tanto su compañera le miraba alejarse con preocupación acunando a su bebé.

-¿Qué podrá ser esto? - Se decía el joven.-

Y pronto tuvo el desagradable presentimiento de que no estaba sólo. Como salidas de ninguna parte tres figuras antropomórficas ataviadas con una extrañas armaduras de amplias hombreras le rodearon.

-¿Quiénes sois? ¿Qué queréis?- Les inquirió mirando en derredor suyo. -

            Por toda respuesta uno de esos individuos se quitó un casco que llevaba mostrando una tonalidad de piel azulada, unos ojos rojizos cargados de malas intenciones y una pérfida sonrisa en tanto decía a los demás.

-Creo que nos divertiremos un rato con éste.
-Sí. A falta de nada mejor que hacer, nos vendrá bien un poco de asueto. - Repuso otro elevando su casco también para mostrar un rostro similar pero de color anaranjado. -
-No sé qué estáis tramando.- Les interpeló Ail que no entendía el lenguaje que empleaban aquellos extraños, pero  comprendía por sus gestos que no podían pretender nada bueno. -
-¿Estás sólo en este mundo, criatura? - Fue la respuesta de uno de aquellos seres que esta vez habló en la propia lengua de Ail. -
-Sí - contestó éste con rotundidad.-

Presentía que esos seres eran malignos y tenía que evitar que descubrieran la presencia de Annie y del bebé. Debía de conseguir que centrasen su atención en él. Y al parecer, para su desgracia, lo había logrado.

-Pues es una pena, ¡ja, ja!- se mofó el otro. – Nos hubiera gustado divertirnos con alguien más.
-Marcharos.- Les ordenó Ail, tratando de sonar conciliador pese a todo. - No quiero haceros daño.

            Aunque para su sorpresa obtuvo el efecto contrario, esos seres se miraron entre sí con una mezcla de estupor y desdén.

-¡Habéis oído lo que ha dicho este idiota! - Rio el que parecía el jefe. - No quiere hacernos daño, ¡ja, ja!
-¡Una lástima! Nosotros a ti, sí.- Se burló otro que, utilizando un extraño aparato similar a un monóculo rectangular de tono verdoso translúcido declaró.- Fuerza de combate, seiscientas veinte unidades… ¡Ja, ja, ja!…. No tenemos ni para empezar a calentarnos.
-¡Vamos a ver cómo te defiendes! - Le espetó el restante lanzándose contra él. -

            Ail esquivó como pudo aquel ataque pero pese a ello recibió un golpe en la cara de refilón. Se defendió lanzando un rayo de energía que alcanzó a uno de sus enemigos pero no le causó ningún daño.

-¿Eso es todo lo que sabes hacer?- Inquirió uno de los tipos golpeándole en el rostro.
-No está tan mal.- Opinó el del visor.- Su potencia subió a las mil trescientas unidades…

            El alienígena sintió como su sangre verdosa manaba de sus labios. Los otros le miraban y reían señalándole con burla.

-Eres más frágil de lo que creíamos. No eres rival para unos oficiales de las tropas del gran Gralas.-Sentenció el de color azul.-
-¿Gralas? ¿Quién es ese? - Exclamó Ail atónito, queriendo saber con una mezcla de temor y estupefacción. - ¿Qué buscáis por aquí?
- ¿Es que no sabes quién es nuestro amo?- rio uno escupiendo divertido – ¡Eres un ignorante además de ser patético!…
- Queremos divertirnos y acabar con todas las ridículas criaturas como tú.- Le respondió otro. -
-Sí, primero nos calentaremos contigo y otros pedazos de basura más y luego iremos a la Tierra.
-¿A la Tierra?- Volvió a exclamar Ail sin poder creerlo. -
-¿Eres sordo? ¿O es que te gusta hacer de eco?- Graznó otro que golpeó en el estómago a Ail tan deprisa que este no pudo ni hacer ademán de esquivarlo -

            El agredido cayó a plomo hasta el suelo, pudo frenarse lo suficiente como para no golpearse con demasiada dureza. Estaba ahí, incapaz de levantarse, cuando sus enemigos descendieron junto a él prorrumpiendo en carcajadas.

-¡Así no nos vas a durar mucho!- Rio el que le había golpeado. -
-Hastok - Le indicó otro que parecía estar al mando. - Ya está bien, no podemos seguir perdiendo el tiempo con esta basura.

            Ail temblaba mientras su sangre seguía manando por varias heridas. La vista comenzaba a nublársele mientras trataba de concentrarse para superar el dolor. Pudo hacerlo lo bastante como para comunicar telepáticamente con Ann.

-Soy yo, cariño.- La voz de Ail le llegó a esta dentro de su mente. - Debes irte de aquí, llévate a Giaal y vuelve a la Tierra, pronto.
-¿Qué te ocurre, Ail?- inquirió ella preocupada.- Tus ondas me llegan muy débiles. Necesitas ayuda.
-No te preocupes por mí, toma al bebé y márchate o moriréis los dos. Yo trataré de detenerlos.
-¡No, no te dejaré!- Replicó ella que no podía evitar prorrumpir en sollozos de angustia. -
-¡Vete te digo!- Le llegó la brusca respuesta de él.- Yo sólo quizás tenga alguna oportunidad. Ve y busca a las guerreras. Ellas te ayudarán. No puedes poner en peligro la vida de nuestro hijo. ¡Te lo ruego!, si nos quieres a él y a mí, apresúrate antes de que sea tarde.

            Pese a estar aterrada y muy angustiada por la suerte de Ail, Ann obedeció. Sabía que si su compañero le pedía que huyese debía de existir un peligro enorme que la amenazaría tanto a ella como al pequeño. Concentró todas sus energías para crear un campo de protección y salió rauda hacia el espacio, con el pequeño Giaal entre sus brazos.

-Lo siento, mi amor...- Sollozaba presa de la desesperación y la tristeza.- Te quiero…
-Y yo a vosotros…- Le llegó el eco de la última respuesta de su pareja.- Siempre…

            Ail suspiró, dentro su penosa situación se sentía aliviado. No pudo ni advertirla de que contase lo sucedido. Ni de que el objetivo de esos seres era la Tierra. Quizás fue un error enviar a Annie y al pequeño allí, pero no tenían otro sitio a donde ir. Al menos encontrarían amigos dispuestos a ayudarles. Pensó en Sailor Moon y las demás.

-Ojalá vaya con ellas. Sé que la ayudarán, a ella y a nuestro bebé. Podrán detener a estos malvados.- Pensaba tratando de recobrarse como podía de aquellas heridas.-

Y es que ahora debía de darles todo el tiempo del que fuera capaz para escapar. Rezaba en silencio porque no hubieran más tipejos de esos rondando por allí.  Sacó entonces su flauta y alguna de sus cartas.

-Adelante Ritrak, Oberon y Mailya…- Exclamó tocando su característica melodía.-

            Para sorpresa de sus rivales tres naipes se transformaron en extraños seres que semejaban un mitológico Grifo, una especie de murciélago humanoide y un individuo de cuatro brazos, les miraban con hostilidad.

-¡A por ellos! - Ordenó Ail con una media sonrisa.- Obtener su energía sin restricciones.-

            Y eso significaba hasta la muerte de sus objetivos. Aquellos seres no merecían otra cosa. Y sus leales cartas atacaron. Aunque, pasada la sorpresa inicial, sus enemigos eran tan rápidos que los naipes conjurados por Ail eran incapaces de alcanzarles. Entonces, uno de esos tipos, de tez naranja se sonrió con malevolencia para declarar.

-Así que es solamente eso. Muy bien… ¡Tomad mi energía!

            Y dicho esto emitió un chorro de plasma que destruyó a dos de las cartas reduciéndolas a cenizas en un instante.

-¡Eh!- Exclamó el atónito Ail, admitiendo espantado.- Ni tan siquiera las guerreras eran tan fuertes…

            La carta restante, esa especie de león con pico de águila alado, repitió su nombre lanzando a su vez un ataque de pinchos que se desprendían de la larga cola que le remataba en su parte trasera. Sin embargo, sus enemigos los esquivaron sin problemas. Aunque confiados se relajaron sin darse cuenta de que algunas de aquellas agujas se giraron a  perseguirles.

-¡Ah! - Gritó uno cuando sintió el aguijonazo.-

            Y ese pequeño estilete comenzó a drenarle energía aumentando la de esa criatura que solamente repetía…

-Ritrak…
-Muy bien, aumenta tu poder y acaba con ellos.- Le ordenó Ail.-
-¡De eso nada! - Repuso uno de esos tipos, humanoide de tez anaranjada, alegando.- A los Arcoily no nos derrota un mero animal.

            Y atacó a la carta de un modo rápido y letal. Ésta apenas pudo moverse cuando recibió un puñetazo que la derribó en el suelo. Antes de que pudiera moverse un rayo de energía arrojado por otro de aquellos tipos la hizo estallar. El restante se arrancó el pincho que desapareció tras la eliminación de su punto de origen.

-Ahora sí que nos has enfadado, vas a ver lo que es bueno.- Sentenció uno de esos individuos dirigiéndose amenazadoramente a Ail.-

Y  sin que el alienígena ni le viera venir aquel extraño le propinó un fuerte golpe en la cara que lo lanzó varios metros hacia atrás. El joven se estrelló quedando visiblemente tocado. Apenas era capaz de incorporarse entre las risas de sus adversarios.

-¡Y ya está! - Gritó con mofa el de la piel azulada.- ¿Te das por vencido tan pronto?

Sintiéndose perdido Ail quiso sin embargo caer con dignidad. Debía darles también a su compañera y a su hijo todo el tiempo que pudiera. De modo que reuniendo todas sus fuerzas se incorporó gritando.

-¡Ahora vais a ver!...- espetó atacando a sus agresores con ráfagas de energía.- ¡Acabaré con vosotros!

Lanzó un intenso bombardeo que cubrió a sus adversarios levantando polvo y llamaradas. Jadeando al borde del agotamiento fue extinguiendo su ofensiva hasta descansar exhausto sobre unas rocas. Por lo menos les había tomado por sorpresa y puede que les hubiese eliminado, pero, para su desgracia y horror no era ni mucho menos así.

-¿Pero qué es esto, fuegos artificiales?- Inquirió una gutural voz que sonaba divertida -
-Mi comandante Orguaz. - Replicó Hastok. - Parece que este payaso tiene ganas de jugar.
-No diría yo tanto,- replicó el interpelado acercándose pausadamente hasta Ail que no podía ni tan siquiera hacer amago de escapar - ¿Qué te pasa?- Le espetó con una malévola sonrisa. - ¿Quieres morir antes de tiempo?.
-No os lo pondré tan fácil.- Pudo decir Ail con la voz entrecortada por los jadeos. -
-¡Que miedo me das! - Aulló Hastok apareciendo junto a él a una rapidísima velocidad para golpearle acto seguido lanzarle contra el suelo. -

            El otro tipo materializó entre sus manos una bola de energía que apuntó contra el maltrecho Ail. Éste supo que su fin había llegado, sólo deseó que su mujer y su hijo hubiesen podido escapar. Después recibió el impacto de aquella energía y no sintió nada más.

-Y no recuerdo nada ya hasta que desperté en un lugar totalmente blanco, tanto el suelo, como el Cielo. - Les explicó el chico. – Allí conocí a unos amigos muy especiales.
-Pero si te mataron, tal y como aseguras. ¿Cómo es que estás aquí ahora?- Objetó Yeltro, otro de aquellos habitantes de la aldea.-
-Es una historia muy larga. Me la reservaré para otra ocasión.- Sonrió Ail.-
-Yo os puedo contar lo que me sucedió cuando escapé. –Terció su compañera tomando el relevo en la narración. –

            Ann llorosa y aterrorizada viajaba lo más deprisa que le permitían sus mermadas fuerzas. El bebé, ajeno a todo aquel drama, dormía plácidamente. Ella decidió hibernar para ahorrar energía. Indujo a su hijo al mismo estado y puso rumbo a la Tierra. Sabía que ya nunca volvería a ver a su compañero. Pero tenía que sobreponerse por el bien de Giaal. Ahora lo importante era sobrevivir y cuidar de su hijito...

-¡Qué horrible! - Exclamó Lainia sin poder ocultar su espanto por aquella historia. -
-Pero todo acabó felizmente,- supuso Nimock agregando con perspicaz lógica. - Sino no estaríais los dos aquí.
-Los tres. -Corrigió Annie quien prosiguió.- La historia sigue, yo viajé durante meses hasta que mi estado de hibernación fue remitiendo. Justo entonces estaba llegando a la Tierra. La vi tan hermosa y azul que me emocionó. Me dirigí enseguida hacia Japón, y según me aproximaba hacia Tokio, estaba deseando reunirme con mis amigas. Sabía que eran las únicas que podrían ayudarme.

            Annie aterrizó penosamente sobre un jardín, apartada de la vista de la gente. Cayó con las rodillas en tierra, pero se incorporó, el niño seguía dormido. Trabajosamente salió de allí entrando en una calle poco concurrida. Algunas personas se la quedaron mirando desde lejos. Ella se percató entonces de que estaba en su forma extraterrestre así que, parapetándose tras una esquina, adoptó su forma humana. Eso le mermaría aún más sus escasísimas fuerzas pero no podía permitirse el lujo de llamar la atención. Deambuló sin rumbo fijo sujetando a su bebé entre los brazos, hasta recordar la dirección del santuario Hikawa. Tras una hora o quizás más llegó arrastrando los pies, para escuchar en medio de su creciente obnubilación la voz de Rei.

-Yuuichirou, te he dicho más de mil veces que limpies el barrillo de la entrada. Luego lo meten dentro del templo y se pone todo perdido.
-Sí, Rei - Se apresuró a responder éste con un temeroso tono. Aunque enseguida añadió con otro bastante sorprendido y preocupado. -¡Rei!, ven enseguida.

            Annie no pudo soportarlo más y se derrumbó desmayada en el suelo. Pudo aun controlar su caída de forma que su hijo quedase recostado sobre ella. Apenas sí fue capaz de oír antes de perder el sentido.

-¿Qué ocurre? - Inquirió la sacerdotisa con voz indignada que trocó por otra de asombro y preocupación al exclamar. -¡Dios mío, es Annie! ¡Y tiene un bebé!

            Según le contaron luego a  la joven, Rei corrió junto a Yuuichirou y le pidió que la entrase al santuario. Ella se hizo cargo del bebé y lo acostó lo mejor que pudo en un sofá. Después llamó a sus compañeras. Cuando Annie despertó se encontró rodeada por las preocupadas caras de las guerreras.

-¡Mi hijo! ¿Dónde está mi hijo?- Fue lo primero que pudo musitar con palpable angustia. -
-Tranquilízate.- Le susurró Minako con un dulce tono de voz. - Está aquí mismo, aun duerme.
-¿Qué ha ocurrido?- Le preguntó Usagi con la misma suavidad - ¿Dónde está Ail?

            Ann no pudo evitar el llanto que se desató en ella al escuchar el nombre de su compañero. Todas las chicas la contemplaron con pena y mucha preocupación. Como pudo Annie les contó lo sucedido. Las demás se quedaron impactadas y muy consternadas. Pugnando por no llorar también, Ami le dijo.

-No temas, nosotras te ayudaremos. Ahora tú y tu hijo estáis a salvo.
-Quedaros aquí todo el tiempo que queráis.- Le ofreció amablemente Rei -.
-Pero debes comer algo,- intervino Makoto. - Estás muy débil, y el bebé también.

            Casi como si la hubiera escuchado el niño comenzó a llorar. Minako le tomó en brazos  para intentar calmarle, pero el bebé no callaba.

-Pobrecito,- susurró Annie. -No ha comido nada en meses, ha estado en hibernación conmigo.
-Debes comer algo para poder amamantarle.- Le aconsejó Rei. –
No puedo… comer ahora…hace mucho que no usaba mi forma humana.- Apenas fue capaz de susurrar la debilitada extraterrestre.-
-¿Tu hijo puede alimentarse de energía como vosotros?- Inquirió agudamente Ami.-

            Su interlocutora apenas pudo asentir con las escasas fuerzas que le quedaban.

-Pero tiene que ser a través mío. Espera, puedo darle algo de mi energía, pásamelo.- Le pidió entonces a Minako que entregó al niño a su madre. –

            Annie le puso una mano sobre la frente y le pasó una tenue aura azulada. El bebé pareció calmarse pero a su madre se le nubló la vista.

-Necesito energía. - Pudo balbucear pronta a perder el conocimiento. -
-Toma de mí la que necesites- le ofreció Ami. -
-Y de mí,- secundó Makoto –

            Ambas le dieron las manos y Annie absorbió una pequeña cantidad de energía, suficiente como para despejarse y poder decir.

-Muchas gracias, chicas.
-¿No puedes comer algo?- Le inquirió Usagi muy preocupada. -¿De veras sería tan difícil?
-Para eso tendría que variar mi metabolismo.- Objetó Ann -
-Pero nosotras te hemos visto comer alguna vez.- Le recordó Rei. -
-Puedo hacerlo para guardar las apariencias. Aunque para que me alimente de verdad tendría que cambiar mi constitución fisiológica. Me costará. Pero lo conseguiré. ¡Por mi niño!…nuestro hijo. - Sollozó nuevamente al pensar en Ail. -
-¡Vamos Annie! - La animó Minako. - Estamos contigo. Somos tus amigas y te ayudaremos.
- Todo irá bien. ¡Ya lo verás! – La secundó Usagi con su característico optimismo. – Os vamos a cuidar muy bien.

            Annie pudo esbozar una sonrisa de agradecimiento y se sintió mucho mejor. Así, con el apoyo de sus amigas se instaló en el santuario ayudando a Rei y Yuuichirou, a la par que cuidaba a su bebé. La joven lucía bastante hermosa vestida con las ropas de miko.

-No sabes lo muchísimo que te agradezco el que nos hayas acogido aquí, Rei.- Le dijo en cierta ocasión, estando las dos solas en el santuario.-
-No hace falta que me des las gracias. Además, me ayudas mucho.- Sonrió la sacerdotisa.- Y aguantas las miradas de mi abuelo y la torpeza de Yuuichirou.- Suspiró moviendo la cabeza.-
-Tu abuelo es un buen hombre. Yo creo que eso de las jovencitas no es más que una pose.- Se sonrió la muchacha, alegando.- Él siempre es muy amable conmigo y se preocupa mucho por mi hijo. Incluso me ha dicho que cree estar seguro de que será un hombre bueno y muy valiente el día de mañana.
-Pues en eso te puedes fiar de él. Es un monje Shinto de gran nivel. Aunque muchas veces no lo parezca.- Sonrió Rei.-
-En cuanto a Yuuichirou, es un encanto. Siempre se acuerda de traerle algún juguetito a Giaal. Y hasta de traerme algunas cosas a mí.- Declaró ella con afabilidad.-

            Annie hubiera jurado que Rei se puso algo pálida, incluso que el rictus de su sonrisa se había congelado. De hecho, la sacerdotisa le preguntó con interés.

-Vaya, ¿qué clase de cosas te trae?
-Ya sabes, algunas cosas.- Pudo decir la chica algo azorada ahora.- Algo de comida exótica, música…
-No sabía que Yuuichirou fuese tan amable.- Musitó su interlocutora que no parecía precisamente muy feliz al escuchar aquello.-
-No te preocupes.- Sonrió débilmente Annie.- Sabe que no quiero separarme de Giaal y que no salgo de aquí por seguridad. Él hace cuánto puede por animarme y que me sienta mejor. Pero no está interesado en mí en ese aspecto. Seguro que ya lo sabes. ¿Verdad, Rei?

            Ahora pudo comprobar como su amiga se puso colorada. Aunque trató de disimularlo rápidamente.

-Bueno, debo ir a ocuparme de los asuntos del templo.- Dijo la sacerdotisa.-

Annie asintió, quedándose con su hijo. Durante los días que siguieron fue poco a poco aprendiendo algunas cosas para ayudar a Rei. Incluso leía la fortuna a algunos visitantes. Eso sí, sin querer profundizar mucho. La sacerdotisa le comentaba no sin perplejidad.

-Tienes un talento natural para leer las cartas.
-Gracias.- Sonrió Ann.-

            El crío dormía apaciblemente en su cuna. Ella le observaba de vez en cuando. Rei se dio cuenta y comentó.

-Giaal es monísimo. Y parece haberse adaptado muy bien.
-Sí, eso me llena de alegría. Para mí él es ahora lo fundamental de mi vida.- Suspiró con tristeza.-

            Su amiga posó una mano sobre uno de los hombros de Ann y esta añadió con voz queda y teñida de tristeza.

-Por buena que sea leyendo las cartas, no me avisaron de lo que iba a ocurrir, Rei.
-Nadie puede saberlo todo.- Declaró su interlocutora.- El destino puede ser muy caprichoso.
-Es verdad. Por lo menos ahora utilizo mis cartas para hacer el bien. Tratando de ayudar a otros.- Dijo la joven.-
-Sí, porque eran temibles oponentes.- Sonrió Rei queriendo saber con genuina curiosidad.- Por cierto. ¿De dónde las sacasteis? ¿Las creasteis vosotros?
-No, bueno…esas cartas estaban en nuestro árbol.- Comentó la muchacha.- El Makaiju nunca nos contó de dónde habían venido. Cuando crecimos sencillamente las usamos.- Declaró Annie.-

Su contertulia asintió con visible sorpresa, ella entonces le ofreció.

-Si algún día las necesitáis para luchar contra el mal, contad con ellas.
-Gracias.- Repuso la sacerdotisa, agregando eso sí.- Espero que únicamente tengas que emplearlas para dar la buenaventura.

De este modo transcurrieron las semanas y las palabras de Annie resultaron proféticas, las guerreras tuvieron que ausentarse para ayudar a otras amigas que vivían en los EEUU. Volvieron muy preocupadas, una grave amenaza se cernía sobre la Tierra, quizás los  mismos que asesinaron a Ail habían llegado al planeta.

-Entonces, ¿no sabéis quiénes son? – Les preguntó a sus amigas.-
-No son del espacio exterior. Eso seguro.- Afirmó Ami.- Yo estuve allí junto con Rei y esos tipos eran demonios. Habían poseído a un amigo nuestro pero logramos liberarle.
- Aun así, la amenaza está muy lejos de haber terminado.- Intervino una inquieta Rei.-
-Si puedo ayudaros en algo. Yo tengo mis poderes.- Afirmó Annie, que le recordó además a Rei.- Y me quedan bastantes cartas todavía.

            Aunque sus amigas se miraron y Usagi, sonriéndole, movió la cabeza.

-Tienes un hijo del que ocuparte, Annie. No te preocupes. Saldremos adelante.
-Sí, es mejor que te quedes aquí y protejas a Giaal y a todos los que viven en la ciudad si llegara el caso.- Añadió Minako.-
-Lo haré. Podéis contar con ello.- Convino la muchacha.-

Y así fue, sus amigas partieron a librar una batalla terrible de la que, por fortuna resultaron victoriosas. Para su alivio ella no tuvo que intervenir en Tokio para combatir ninguna fuerza maligna. Por fin, cuando todo terminó, las guerreras volvieron muy contentas y al ver a Annie la saludaron con efusividad.

-¡Cuanto me alegro de volver a veros y de que estéis bien! - Declaró Ann muy emocionada -
-La amenaza ha terminado,- le dijo Usagi que sonrió añadiendo - y además te traemos una sorpresa. Anda, déjale a Makoto al niño -

La aludida le tomó el bebé de los brazos en tanto Usagi le señalaba hacia el patio. En tanto una deliciosa música de flauta comenzaba a sonar.

-Allí hay alguien que tiene muchas ganas de verte.

Cuando Annie escuchó la música quedó perpleja, miró en aquella dirección y no pudo articular palabra. Allí estaba Ail, aunque muy cambiado y luciendo ahora una apreciable musculatura. Pero era él. Con su mejor aspecto alienígena que cambió en humano para salir de entre los arbustos que le parapetaban.

-Ya he vuelto, cariño.- Declaró con una amplia sonrisa, sentenciando. - Y esta vez para quedarme contigo y nuestro hijo.

            Annie corrió hacia él, estaba radiante con un bonito vestido naranja y blanco. Se abrazó a su compañero besándole apasionadamente, él la hizo girar en volandas y después, ambos se acercaron a su hijo.  Makoto, emocionada también, se lo entregó a Ail que lo levantó en sus brazos para cubrirle de besos.

-¡Mi hijo!-  pudo decir sin contener su alegría confesando a todos sus emocionados amigos. - He estado soñando tantas veces con este momento.

            Cuando los ánimos se serenaron un poco todos se dispusieron a celebrar el reencuentro. Sentados a la mesa Ail les contó cómo había sido asesinado por esos extraños seres. Entonces fue al Cielo donde un anciano mago le presentó a otros que murieron como él a manos del mal. El alienígena entrenó junto a ellos sin descanso hasta progresar muchísimo en su fuerza. Después fue resucitado y volvió a la Tierra con sus nuevos amigos. Todos ellos, junto a las guerreras y a unas amigas de éstas lucharon y vencieron y Ail, tras la batalla regresó con Usagi, Makoto, Minako, Ami y Rei. Entre otros.

-Después llevé a mi hijo y a Annie a EEUU y les presenté a mis amigos.- Añadió Ail, interviniendo en el relato. -
-Decidimos quedarnos un tiempo para descansar y luego buscar un mundo nuevo.- Completó Annie. – Y aquel mago me dio estas coordenadas. Y esa es nuestra historia.- Remachó su compañero.-
-Una historia increíble,- pudo decir Lainia. -Así que aprendisteis a vivir como seres humanos.
-Sí. - Terció Ail. - Lo cierto es que eso conlleva algunas desventajas, pero también tiene cosas maravillosas.
-Es verdad- convino Annie - Cuando tuve a mi hijo, tras experimentar el amor, eso fue lo mejor de todo.
-¿Nos enseñaréis a nosotros a poder amar? - Inquirió Lainia -.
-Eso no se aprende, se ama o no.- Declaró Ann. - Debe haber alguien que ocupe tu corazón, por quien sientas algo especial, de lo contrario es imposible.

            La conversación fue interrumpida por el llanto de Giaal que Annie detectó con su fino oído.

-Es  mi hijo, tendrá hambre el pobre. Disculpadme.

            Tan pronto como Annie se dirigió a la cabaña para calmar al niño, Lainia le inquirió a Ail.

-¿Yo también podría concebir un bebé?
-Su, supongo que sí- pudo decir éste algo azorado. - Pero para ello deberías tener la misma constitución que Annie, sólo  variarla un poco, al estilo humano.
-Nosotros podemos comer alimentos, igual que nos habéis explicado. He de suponer que el resto de nuestras funciones es ya como la de los humanos que nos describes.- Comentó la joven.-
-No podría decirlo.- Repuso Ail que se encontraba envarado por el tono de Lainia y su manera de acercarse a él. – No estoy seguro completamente. Aunque en teoría así debería ser, dado que venimos del mismo árbol.
-Creo que estás cansando a nuestro invitado con tus preguntas, Lainia.- Terció Nimock dándose cuenta de la situación ya que por algo era el más anciano y pasando a sugerir.- Debes dejar que se reúna con su compañera y su hijo.
-Gracias, así es. Ha sido una velada estupenda pero me siento cansado.- Se disculpó él. -
-Te acompaño- se ofreció Nimock. - Además, he de preguntarte algo.

            Su interlocutor asintió y se alejó junto con el anciano, directo a su cabaña.

-¿Qué deseabas preguntar?- Le inquirió Ail cuando se hallaron a una distancia prudencial del resto de sus congéneres  -.
-En vuestros viajes por el Universo. ¿No os habréis topado por casualidad con un niño de nuestra raza?
-¿Un niño?- Se sorprendió Ail que negó con la cabeza en tanto decía. - No, nunca vimos a nadie de nuestra especie hasta ahora. ¿Por qué?
-Verás, hace ya muchos años, un pequeño se separó de nosotros. Estábamos aproximándonos a este mundo cuando una ráfaga de viento solar le arrancó de nuestro lado. Se llamaba Fiore. ¿Estás seguro de que no te suena?
-¿Fiore?- repitió Ail tratando de recordar. - Espera, creo que mis amigas guerreras me contaron algo. Lo había olvidado. Me parece que también lucharon contra uno de nuestra raza que estaba poseído por una especie de planta.

            El viejo bajó la cabeza.  Entristecido añadió con voz queda.

-Gracias, por lo menos he sabido que fue de él.
-Si te sirve de algo creo recordar que se sacrificó por salvar la vida de una de ellas.- Le animó Ail visiblemente apenado por el anciano. -
-Siempre tuvo buen corazón, no llego a comprender por qué pudo cambiar.- Repuso el abatido Nimock. -
-Según me explicaron mis amigas guerreras, esa planta se apoderó de su mente. Era la planta Kisenian.
-¡Oh!, la planta Kisenian- susurró su interlocutor, espantado. - ¡Qué horror! Ahora lo entiendo.
-¿Tú sabes qué tipo de planta es esa? - Inquirió el sorprendido Ail. -
- Verás. Aquí, casi todos los nuestros poseen conocimientos sobre botánica cósmica. - Le explicó el anciano -
-Sí, yo también conozco algunos fundamentos,- admitió Ail. - Pero muy escasos.
- Otros ancianos y yo mismo enseñamos a los de nuestra raza.- Le contó Nimock señalándole con el dedo hacia el bosque. - La mayor parte de las especies que pueblan este lugar no guardan secretos para nosotros.
-¡Qué interesante!, confío en que me enseñarás a mí también, eso si no hay inconveniente.- Le pidió Ail. -
-Será un placer.- Convino su interlocutor.-

            Llegaron a la cabaña donde estaba Ann con el bebé y Ail se despidió del anciano. En cuanto entró descubrió a su compañera acunando al niño que dormía plácidamente entre sus brazos.

-Ya le di el pecho.- Sonrió Annie afirmando en tanto dedicaba una tierna mirada a su bebé - se durmió enseguida. ¿Cómo es que has tardado tanto, Ail?

            Éste le contó su conversación con el anciano. Ann lo sintió por aquel compatriota suyo  y también se interesó en los conocimientos que los demás poseían acerca de la vegetación del planeta.

-No nos vendría mal aprender algo de eso.- Opinó ella también. -

            Ail asintió complacido, así ambos se fueron a dormir. Al día siguiente y en los sucesivos intercambiaron más experiencias y conocimientos con las gentes del lugar. Uno de ellos, de nombre Eril, se acercó curioso hasta Ann y le preguntó.

-¿Y si yo quisiera cortejar a una de las nuestras a la manera humana qué debería hacer?
-Bueno, eso depende de cómo sea ella.- Respondió Annie.- Intenta saber qué cosas le gustan, si tú le interesas y se amable con ella. Cosas así.
-Mira- le explicó Ail abrazando a su mujer y dándole un largo beso en los labios.- Es una cosa así.
-¡No seas tan rápido, Ail! - Sonrió Annie algo azorada para matizar  a su perplejo alumno. - Antes de eso hay que dar otros pasos.
-Pues no logro entenderlo- dijo Eril sintiéndose bastante confuso. -
-Mira, ¿por qué no llamas a una chica y os lo explicamos a los dos?- Le propuso  Ail con una pícara sonrisa -
-¡Qué cosas tienes!- le reprochó Annie mientras ambos veían  alejarse a Eril rumbo a cumplir esa sugerencia -.
-Vamos Annie, nos vamos a reír. - Declaró su compañero bastante divertido con la idea. -

            Su pareja suspiró. Quizás Ail tuviera razón y fuese divertido. Por su parte Eril volvió pronto con una bella alienígena llamada Enara, la traía de la mano pero más bien de forma en la que parecía arrastrarla.

-Bueno -dijo ella confirmando aquella impresión. - ¿Qué es eso que deseabas enseñarme?
-Verás- repuso Eril con un visible gesto de entusiasmo.- Ahora Ail y Ann nos lo explicarán.
-¿Explicarnos el qué? - Inquirió Enara sin comprender. -
-Me gustaría pedirte algo,- declaró Eril- ¿Y ahora qué hago? - Preguntó dirigiéndose a Ail que se sonreía.-

-Tienes que decírselo,- le indicó  su interlocutor divertido -


-¿Decirme qué?- Quiso saber Enara. -
-Eso, ¿qué le digo?- preguntó el confuso Eril a su vez. -
-Por ejemplo que es la chica más bonita que nunca has visto.- Terció Ann.- A Ail le funcionó conmigo.
-Es que es verdad,- se apresuró a responder éste con tono adulador. -Nunca he visto una chica tan bonita.
-¿Ni siquiera Lainia?- repuso Ann con cierto retintín. -
-No sé qué quieres decir con eso, Ann.- Contestó Ail que parecía molesto sentenciado de seguido. -Sabes perfectamente que no.
-No estaría muy segura a juzgar por cómo se te acerca ella.- Rebatió Ann no sin sarcasmo -
-¡No empecemos otra vez!- Exclamó él que parecía próximo a enfadarse -

            Tanto Enara como Eril se les quedaron mirando sorprendidos. El joven intervino para preguntar.

-¿Eso es lo que se llama una riña de enamorados?
-Ahora estamos ocupados con cosas más importantes.- Respondió Ail de mal talante. - Ya nos lo preguntarás más tarde.
-Bueno. Lo siento.- Se disculpó éste bastante confuso -
-¿Entonces, que querías decirme?- Insistió Enara que comenzaba a aburrirse con todo aquello. -
-No sé, supongo que eso que decía Ail, pero ojalá que no te enfades conmigo.- Contestó su interlocutor algo temeroso. -
-No, es algo bonito, ¿por qué tendría que enfadarme?-  Le preguntó ella con una mirada de extrañeza. –

            Ahora eran Ann y Ail los que escuchaban.

-Pues claro que es algo bonito,- sonrió Ann de forma más conciliatoria para aconsejar. - Pero debes tener cuidado, pues las palabras sólo son eso, palabras.
-Annie,- intervino Ail visiblemente dolido ahora. - Eres injusta conmigo, sabes que te quiero.
-Ya lo sé,- concedió ella, con un tono que expresaba arrepentimiento al agregar. - Lo siento, no debí decirte eso. Ven, cariño- su pareja se acercó y ella le obsequió con un beso en los labios. -
-¿A qué esperas?- Indicó Ail a su asombrado observador. - Haz tú lo mismo.

            Eril se acercó hacia Ann pero Ail sonriendo divertido le detuvo.

-¡A ella no, a Enara!
-¡Ah, perdona! - se disculpó su interlocutor dirigiéndose esta vez a la pareja correcta que les observaba a todos con el desconcierto pintado en el rostro. – ¿Así?

            Con bastantes dudas acercó sus labios a los de su atónita compañera que se dejó besar. Al separarse ésta declaró gratamente impresionada.

-Es algo agradable, podemos probar otra vez.- Y ambos se dieron otro beso.

Y mirando a su propia pareja en busca de complicidad,  Ail entre risas, afirmó

-Pues si el beso es agradable ya veréis lo demás.
-¿Lo demás? ¿Es que hay más?- Inquirió la sorprendida Enara.-
-¡Ya te digo!- rio Ail.
-¡No seas tan basto!- Le regañó Annie con severidad fingida, aunque tratando de no echarse a reír también.  – Es verdad que cada vez te pareces más a tu amigo Roy.

            El aludido no tuvo más remedio que asentir con una sonrisa. ¡Ese sinvergüenza le había espabilado mucho, desde luego!

-¡Si vieras lo que nos contaba en los descansos que hacíamos en el Rincón!- Se rio.-
-Pues eso desde luego que me hubiera gustado verlo.- Repuso melosamente Annie.-

Así pues, mientras la otra pareja se alejó para tratar de descubrirse mutuamente. Ail y Ann decidieron hacer lo propio aunque ya exploraban terreno conocido. Pasados algunos días parecieron extenderse aquellas lecciones y en pocos meses casi todos los habitantes del planeta habían aprendido a expresar sus sentimientos humanos. Ellos dos retornaron brevemente a la Tierra. Allí cumplimentaron el ritual del matrimonio que también explicaron a los suyos. En menos de un año eso se notó a nivel de población y ésta vez, Ail y Ann tuvieron que enseñar a los recién estrenados papás algunas cosas acerca del cuidado de sus bebés.

-¡Qué bien!- Decía Ann bastante contenta. - Dentro de poco habrá muchos compañeros de juegos para nuestros hijos.
-¿Hijos?- Se extrañó Ail.-
-Por supuesto, ¡no pensarás que nosotros nos conformaremos sólo con uno!- Rio Annie. –Hemos animado tanto a nuestros congéneres a reproducirse al modo humano que tendremos que dar ejemplo.
-Cariño, esa me parece una estupenda idea.- Sonrió encantado su pareja -

Así pues Ail y Ann se instalaron definitivamente en aquel lugar para instruir un poco a sus iguales en aquellas experiencias. Pasó el tiempo y Giaal crecía. Le llegó la hora de andar y de comenzar a hablar y aprender en sus clases de guardería. Sus padres estaban entregados a él pero pronto además, y como querían Ail y Ann, le obsequiaron con una hermanita. Durante el parto, eso sí, las hembras del Makaiju que todavía no se habían aventurado en esos menesteres se quedaron perplejas.

-¿De verdad lo vas a sacar de tu interior?- Eso tiene que ser terrible.- Comentó Lainia.-
-Es la manera natural para los humanos.- Respondió Annie que había adoptado esa forma para el parto.-
-Tendrá que dolerte mucho.- Afirmó Eril con gesto entre perplejo y aprehensivo.-
-Duele sí, pero merece la pena.- Sentenció la parturienta.-

            Y desde luego dolía, pero ahora le resultó más sencillo que en su primera vez, no era ya primeriza y el bebé salió mucho antes. Pese a eso, los gritos que dio y la forma de esforzarse para empujar asustaron a buena parte de sus congéneres. Por suerte Ail y Nimock, junto con algún otro más lanzando, ayudaron y todo fue bien. Cuando el parto terminó y tuvo a su niña entre los brazos, Annie comió una alubia recuperándose de inmediato. Sonrió meciendo a su bebé sin levantarse aun de la cama en tanto Ail la abrazaba a ella.

-Es preciosa.- Musitó.-
-Naya sería pues un buen nombre.- Convino Nimock, que se mantenía algo alejado.-
-Hermosa, me gusta.- Convino Ail, preguntándole a su mujer.- ¿Y a ti, cariño?
-Sí, le va perfectamente.- Sonrió Annie.-

            Un poco más alejada, Lainia seguía impresionada con ese espectáculo, aunque afirmó con sinceridad.

-Después de ver lo que has pasado, creo que el amor humano ya no me interesa.
-Tú misma.- Repuso Annie besando a su bebé en su diminuta frente.-

            Ail fue entonces a por Giaal, el pequeño estaba fuera, al cuidado de Enara.

-Ven hijo, tienes que conocer a tu hermanita.

            El crío asintió con expresión entre curiosa y entusiasmada. Se aproximó a la recién nacida mirándola con una mezcla de sorpresa y admiración. El bebé pareció devolver la mirada, aunque a buen seguro esa sería la impresión de sus padres, dado que todavía era incapaz de ver correctamente.

-Se llama Naya.- le susurró Ann a su hijo.- Y tú eres su hermano mayor.
-Hermanita, te querré mucho.- Afirmó el niño, haciendo sonreír a sus progenitores.-

            Enara se acercó a ellos con visible curiosidad, comentando atónita.

-¡Qué pequeña y qué frágil parece!
-Los recién nacidos son así.- Le explicó Ann.- Deberá crecer y entonces se irá haciendo fuerte.
-Y la educaremos para que aprenda a ser bondadosa y amable.- Intervino Ail.-

Así lo hicieron desde luego. El tiempo fue pasando y tanto Ail como Ann se centraron en el cuidado de sus hijos y en irles enseñando. Nimock jugó un importante papel en eso. Poco después, fueron Enara y Eril quienes dieron el paso de variar sus cuerpos para experimentar el amor humano. Fruto de ello tuvieron a su vez un hijo. Animados por ello, otras parejas se fueron formando, aunque la mayor parte de los habitantes de esa comunidad decidieron permanecer fieles a su biología extraterrestre.
-De todos modos. - Decía Lainia.- Cuando el Makaiju crezca, podrá crear a más de los nuestros.-

            Y muchos de sus congéneres compartían esa idea. Por fortuna, casi todos respetaban a aquellos que decidieron probar al estilo que Ail y Ann habían introducido. A fin de cuentas, hasta que el árbol se hiciera lo bastante grande, la población no podría crecer. Empero, un sector cada vez más importante, pensaba que esa no era su forma de vivir, y abogaban por prohibirla.

-Ese problema de la reproducción animal no nos atañe, ni nos es propia.- Oponía sin embargo Rulak, un firme opositor a esos nuevos hábitos, al sentenciar en una reunión comunitaria.- Nosotros podemos vivir mucho más tiempo que esos humanos de los que habláis. Y no envejecemos como ellos.
-Tal vez no.- Le respondía el anciano Nimock.- Tardamos más en hacerlo, pero igualmente vamos agostándonos. Por ello es bueno que surja nueva vida.
-Claro, a nadie se le obliga a adoptar esa manera de reproducción.- Intervino Enara que parecía ser una firme partidaria de la variante humana tras haberla experimentado.- Quiero a mi hijo más que a nada. Y siento que es parte de mí, la herencia que dejaré.
-Así es.- Convino su pareja.- Nuestro hijo Somal es lo más importante para nosotros.
-Cada uno que haga lo que prefiera.- Terció Lainia.- Pero yo no estoy dispuesta a pasar por nueve meses de incomodidad para después afrontar el dolor que supone que esa cría salga de mi interior. ¡Es sencillamente bárbaro!

            Y tras estas y otras intervenciones finalmente se optó por la vía intermedia. Quedaría a la elección de cada habitante del planeta qué método preferían para la reproducción.

-Bueno.- Declaró más tarde Rulak, dirigiéndose a su grupo de afines.- Tarde o temprano el árbol Sagrado del Makaiju crecerá y será capaz de darnos nuevos hermanos y hermanas. No precisaremos ese tipo de reproducción tan primitiva y repugnante.

            Ignorantes de esas palabras Ail y Ann se sintieron aliviados a su vez, aunque Nimock quiso charlar con ellos en privado. Los dos convinieron en eso, dejando a los niños en otra estancia de la cabaña que habitaban.

-Me preocupa mucho.- Les confesó el anciano.- Rulak y muchos de sus simpatizantes no se conformarán.
-Se ha votado y se les ha dejado tranquilos. Podrán esperar a que el árbol de fruto.- Dijo Ail.-
-Sí, pero yo te comprendo.- Suspiró Annie quien, como de costumbre parecía mostrarse más receptiva a la preocupación de su interlocutor al agregar.- Si algún día el Makaiju crece lo suficiente como para aportar mucho más de los nuestros, puede que los partidarios de Rulak nos califiquen como de aberración innecesaria.
-Ojalá que eso no ocurra, pero hay muchos de entre los de nuestro pueblo que poco a poco van aceptando y deseando amarse para tener descendencia al modo humano. Es cierto que eso te hace sentir que tus hijos son parte de ti.- Sentenció Ail.-
-En cualquier caso, ahora debemos vivir aquí, con Giaal y Naya, y educarles en el respeto por los demás y el amor por la naturaleza.- Afirmó Annie.-
-Hacedlo así y seréis el ejemplo que guiará al resto de nuestro pueblo.- Aprobó Nimock.-

Y así lo hicieron, viviendo en armonía con sus vecino y contribuyendo a que el árbol creciera y se fortaleciese, así como a ir mejorando la vida de todos. Aunque no olvidaron a sus otros amigos e hicieron esporádicas visitas a la Tierra. Tuvieron la ocasión de volver a ver a las guerreras y a los demás, incluso de ayudarles a combatir contra más amenazas. Sobre todo las que provenían de ese tal Gralas con quién Ail tenía una cuenta pendiente. Pero la mayor parte del tiempo la pasaban en su planeta. En ese tiempo el Makaiju había crecido mucho hasta convertirse en un árbol muy frondoso. Los habitantes de ese mundo sabían cómo nutrirle bien.

-¿Y cómo haces para que el Makaiju crezca, Nimock?- Le preguntaba un curioso Giaal de apenas seis años al anciano.-
-Lo primero es que pueda enraizar en un terreno apropiado. Lo segundo que perciba armonía.- Le explicó su interlocutor.-
-¿Qué es armonía?- Quiso saber el niño.-
-Cuando todo fluye y sucede tal y como debe suceder manteniendo un equilibrio apropiado.- Le contestó el anciano.-
¿Y el Makaiju tiene esa armonía?- Inquirió el niño.-
-Sí, por ahora, eso parece. Su desarrollo va muy bien.- Afirmó su mentor comentándole con afabilidad.- Y para que así siga siendo, todos tenemos que cuidar de él. Así, cuando crezca nos dará cobijo si lo necesitamos, e incluso podrá alimentarnos e instruirnos.
-¿Instruirnos?- Repitió el crío sin comprender.-
-Enseñarnos muchas cosas.- Le aclaró su mentor.-
-Pero dijiste que es muy joven. ¿Cómo podrá enseñarnos cosas?

            Nimock sonrió levemente para contarle al pequeño.

-Porque posee la memoria de los árboles. Los recuerdos de aquellos que le precedieron. Lo mismo que cuando a ti tus padres te cuentan cuentos. De ese mismo modo, el día en el que tú seas mayor, cuando tengas hijos, repetirás esos relatos y ellos los aprenderán.
-Pero este árbol no tenía padres.- Objetó Giaal.-
-En cierto modo él es su propio padre y madre.- Contestó enigmáticamente Nimock.-

            El muchacho le miró sin comprender, aunque no pudo preguntar más. Tanto él como Nimock observaron llegar a Rulak, quien mirándoles con cara de pocos amigos, espetó.

-Deberíais dejar tranquilo a nuestro sagrado Árbol. No comprendo por qué traes a ese niño aquí, Nimock.
-Es evidente, para enseñarle el legado de nuestra raza.- Contestó serenamente el anciano.-
-Nuestra raza es la que se crea surgiendo del Makaiju. No por otros medios.- Espetó este mirando al pobre crío con desaprobación.-

            A su vez Giaal miró con una mezcla de desconcierto y algo de temor a ese individuo, y después a Nimock. Su mentor se limitó a mover la cabeza, declarando.

-Aquí todos somos una sola raza. Quienes no piensen de ese modo están quebrando la armonía. Y yendo en contra de las sagradas enseñanzas del Makaiju.

            Rulak no respondió, se limitó a dar media vuelta y marcharse. Un apurado Giaal preguntó entonces al anciano.

-¿Por qué me odia?. No le hecho nada.
-No tiene nada que ver contigo, joven Giaal.- Le contestó afablemente su interlocutor quien añadió con más prevención.- No les cuentes eso a tus padres, ha sido un incidente, Rulak no ha meditado sus palabras, y si Ail y Anne lo supieran se entristecerían.
-Como tú digas.- Convino el crío.-

            Por fortuna Giaal olvidó ese incidente pronto. Tampoco Rulak se atrevió a más, todos respetaban mucho a Nimock allí. El tiempo fue pasando sin demasiadas novedades. Giaal ya tenía doce años y su hermana Naya siete. Los dos eran unos muchachos buenos y aplicados. Pasaban mucho tiempo con el anciano Nimock que les instruía en todo lo relativo al conocimiento de las plantas y la medicina que había aprendido en sus viajes por el universo. Un día, cuando Annie fue a buscar a sus hijos a la cabaña del anciano, éste le dijo muy satisfecho.

-Verás, tus hijos tienen un talento especial para las artes de la curación.

            Esto agradó mucho a su contertulia que comentó a los dos chicos con satisfacción.

-Así me gusta, espero que aprendáis muchas cosas.
-Sí, mamá.- Repuso Giaal - De mayor quiero ser médico cósmico.
-Y yo también.- Añadió Naya acto seguido - Me gustaría curar a los animales y a las plantas y también a las personas.
-Muy bien, estoy muy orgullosa de vosotros.- Sonrió Annie haciéndoles una carantoña a ambos en la cabeza. –

            Nimock intervino entonces diciéndole a Annie.

-Me temo que a mí me queda poco por enseñarle a Giaal. Naya aun es pequeña y tiene bastante que aprender, pero el muchacho completará su formación en muy poco tiempo.
-¿Entonces que podré hacer? - Inquirió el aludido visiblemente preocupado -
-Deberás buscar tus respuestas más allá de este planeta.- Le aconsejó el anciano. - Pero para eso aun te quedan unos años.
-¿Y yo?- quiso saber Naya.-
-Para ti aún queda bastante tiempo.- Sonrió Nimock -
-Bueno chicos, es tarde y hay que volver a casa.- Les indicó Annie dirigiéndose al anciano con reconocimiento e incluso afecto. - Gracias Nimock y hasta mañana.
-No hay de que, Annie.- Contestó éste volviendo a su cabaña. -

            Annie y sus hijos volvieron a casa, allí Ail se afanaba en instalar una antena de comunicaciones. Lo cierto es que desde que llegaron se había dedicado a modernizar al planeta y dotarle de tecnología. Ayudado por sus compatriotas que también se habían interesado en comunicarse con otros mundos. Tal y como pensaron que sucedería, la población había aumentado y tanto Giaal como Naya contaban con bastantes niños con los que jugar. Asimismo, el Makaiju ya había empezado a dar sus frutos, incluyendo algunos bebés. De ese habló Ann con su esposo cuando él retornó de atender precisamente al gran árbol.

-Vaya, parece que al fin muchos de nuestros congéneres van a ser padres.- Sonrió Ann cuando su esposo se lo comentó.-
-Sí, Lainia y Eril, estaban muy contentos con el retoño que el sagrado árbol les ha dado. Munear le van a llamar.
-Hallazgo.- Sonrió Annie, traduciendo esa palabra del idioma de su raza.- Sí, es muy apropiado, desde luego. Me alegro por ellos, aunque todavía recuerdo como esa boba te miraba cuando llegamos.- Remachó sin ocultar todavía su disgusto.-

            Giaal suspiró. Annie podía ser así, no olvidaba fácilmente algo que la hubiera molestado. A decir verdad, su esposa nunca se había llevado demasiado bien con Lainia, aunque esta no era mala. Al menos, nunca le había hecho nada malo, aunque era una de las más acérrimas seguidoras de ese idiota de Rulak. Y así lo manifestó.

-Sé perfectamente que miran a nuestros hijos con desprecio.- Musitó Annie, aprovechando que Giaal y Naya estaban en sus respectivas habitaciones.-
-Es cierto, pero jamás se atreverían a decir nada en nuestra cara.- Sentenció Ail.-
-No, no lo harán, pero nos hacen sentir incómodos.- Observó Annie.-
-No somos los únicos, durante estos años, al demorarse la maduración y los frutos del Makaiju, muchos de los nuestros han preferido tener sus hijos al estilo humano, como nosotros.- Le comentó Ail.-

            Así era, poco a poco, la proporción de congéneres suyos que habían apostado por una reproducción más animal (como despectivamente la llamaban los partidarios del Árbol) se fue incrementando. Ya estaban cercanos a la tercera parte.

-Existen tres grupos.- Le recordó él a su esposa.- Los que comparten nuestra forma de concebir, aquellos que la niegan y solamente desean recurrir al Sagrado Árbol y otros que no tienen inconveniente en hacerlo de ambos modos.
-Esos sí que son una minoría.- Subrayó Annie.- He hablado con algunas de esas parejas y, sobre todo las hembras como yo coinciden con mi opinión. No es lo mismo, pese a que quieren a todos sus hijos, tener tu retoño dentro de ti, experimentar como crece y luego el alumbrarle, que simplemente recibirlo del árbol.
-Los humanos experimentan algo parecido cuando adoptan niños.- Le comentó Ail, contándole a su perpleja esposa.- Cuando entrenábamos con Roy en el Rincón, él nos contó que era adoptado. Pero sus padres le quisieron siempre más que a nada en el mundo.
-No digo que un hijo del árbol no sea tan maravilloso como uno que esté en mi interior.- Se apresuró a responder Annie.- Nosotros mismos vinimos del Makaiju…

            Su marido no contestó, justo en ese momento Naya entraba en el salón.

-Papi, mami.- Les preguntó la pequeña.- ¿Podré ir a regar el gran árbol? Giaal dice que él está aprendiendo a cuidarlo.
-Claro que sí, cielo.- Sonrió Annie acercándose a ella y haciéndole una carantoña.-
-¿Y cuando sea más grande dará hermanitos y hermanitas? Eso dicen algunos niños en la escuela.- Quiso saber la cría.-

            Sus padres se sonrieron, ya eran tantos niños nacidos por el método tradicional que hasta tuvieron que hacer un pequeño colegio. La propia Anne iba a veces a enseñar cosas. También Enara… de hecho no tenían maestros profesionales sino que los padres se iban turnando para enseñar a todos los niños las valiosas lecciones que ellos habían aprendido.

-Pues, por supuesto. Seréis muchos más.- Afirmó Ail.-
-Pero algunos dicen que el árbol hace poco que puede hacer niños. Entonces, no yo soy del árbol, ¿verdad?- Inquirió la curiosa jovencita, deduciendo a su vez.- Y Giaal tampoco porque es mayor que yo.

            Sus padres se miraron perplejos. Para su corta edad no cabía duda de que Naya era realmente inteligente.

-No, bueno. Tú naciste de una manera diferente.- Pudo responder su padre, algo apurado.-
¿Y cómo?- Preguntó la pequeña.-
-Bueno, todavía eres algo joven para comprenderlo, Naya.- Pudo decir su madre quien, aprovechando ese instante viró hacia un punto que le interesaba más en la conversación al agregar.- Si estudias mucho y te haces doctora, lo sabrás.
-¿De verdad?- Inquirió la esperanzada cría.-
-Pues claro que sí.- Sonrió Annie.-

            Así las cosas, la niña retornó a su cuarto para seguir leyendo unos cuentos que su madre le había dejado. Annie le contó que ella misma hizo de uno de esos personajes, Blancanieves, hace mucho tiempo.

-¡Buf! Salvamos el escollo.- Suspiró Ail cuando su hija se marchó.-
-Algún día, tendrá que conocer todas esas cosas y elegir qué vía prefiere para ser madre. O si quiere serlo.- Declaró su esposa.-
-Esperemos que Giaal no venga a preguntar nada parecido.- Comentó Ail.-
-Supongo que nuestro hijo ya irá teniendo claras algunas cosas.- Comentó Annie.- Va teniendo una edad equivalente a la adolescencia humana.
-Pero tú sabes que nuestra especie no enfoca esa etapa del desarrollo de la misma manera que los humanos.- Le recordó Ail.-
-Lo sé, y precisamente, el haber concebido a nuestro hijo de esa forma es lo que hace que me sienta algo preocupada. No tengo idea de cómo lo afrontará.- Comentó Annie, más concernida ahora.- En cualquier caso, según Nimock, él poco más puede enseñarle aquí.
-Quizás sea tiempo de que vayamos a la Tierra para que conozca a nuestros amigos.- Sugirió Ail.-
-No sé. No quisiera llevar a Naya todavía, es muy niña y todo eso podría descolocarla.- Comentó Ann con prevención.-
-Podríamos ir únicamente Giaal y yo. Será como una temporada padre e hijo. Lo mismo que hizo Roy con el Leval del futuro.- Sugirió su esposo.-

            A Annie no le acababa de gustar eso, sería permanecer alejada de su marido y de su hijo durante meses quizás. Y podría también ser duro para Naya, quien quizás no lo comprendiera. Así se lo expuso a Ail.

-Bueno, yo también he enseñado a Giaal casi todo lo que sé y podría ser una experiencia muy enriquecedora para él. A Naya le podemos decir que, cuando tenga la misma edad de su hermano, le tocará a ella ir a la Tierra. Y podría ir contigo.
-No sé, no estoy demasiado segura. – Suspiró Ann, añadiendo, eso sí con sinceridad.- Aunque también creo que sería una buena experiencia para nuestro hijo para ampliar horizontes.

            Y es que su padre le había ayudado también a progresar gracias a sus conocimientos de botánica cósmica pero el muchacho era muy hábil y un aventajado discípulo, aprendía tan deprisa que a esas alturas Ail ya le había enseñado todo lo que sabía.

-Sé que será duro, pero es como cuando algunos hijos de los humanos se van a estudiar fuera. Además, Roy conoce tu energía y podría traernos con rapidez.- Alegó él.-

            Sin embargo, no estaba seguro a ciencia cierta de que su amigo pudiera hacer eso a tales distancias. El propio Roy le había dicho que ese tipo de cosas exigían un control de la técnica de traslación que únicamente su maestro Son Goku poseía. En cualquier caso, eso pareció animar a Annie y él no se atrevió a añadir ese matiz.

-Siendo así, pudiera estar bien.- Convino su mujer.-
-Bueno, pues si te parece bien, hablaré con nuestro hijo.- Dijo Ail.- Mejor aún, si quieres acompañarme.

            Annie asintió y junto con su esposo no tardó en ir a buscar al chico. Le encontraron sentado en su habitación, leyendo unos libros sobre plantas de Vegetalia que Nimock le había dado.

-Hola papa, hola mamá.- Saludó a Ail al verle entrar.-
-Hola Giaal, veníamos a comentarte algo.- Afirmó Annie.-

            Y ante la expresión curiosa del muchacho, su padre le desveló.

-¿Sabes?, cuando Nimock termine de enseñarte te vendrás a la tierra conmigo.
-¿De verdad, papá?- Exclamó el muchacho bastante entusiasmado con la idea.-  ¡A la Tierra!, por fin podré conocerla, ¡qué alegría!
-Hijo, ya estuviste allí, pero eras muy pequeño y no te acuerdas.- Repuso Annie. –

            Aunque su hermana Naya, estando en la habitación contigua, no pudo por menos que escuchar eso y enseguida fue allí y pidió con evidentes deseos de acompañarles.

-¡Yo también quiero ir a la Tierra!

            Sus padres se miraron sorprendidos, desde luego que habían pensado hablar con los dos por separado y así sondear a Naya para saber qué podría pensar de eso. Aunque todavía creían que era demasiado pronto para que la niña hiciera ese viaje. Ahora telepáticamente acordaron algo. Parecieron haberlo pensado mejor. A fin de cuentas ir a la Tierra no tendría por qué ser de inmediato.

-Sí cariño, todos iremos para que la conozcáis.- Convino Ail, que sin embargo trató de calmarles en sus ímpetus al añadir.  - Pero habréis de tener paciencia y completar vuestro aprendizaje. Antes de nada, Giaal deberás probar que dominas todo lo que has aprendido, más algunas otras cosas que te enseñaré. Y tú Naya, deberás ser muy aplicada para aprender también.

            Los chicos asintieron con entusiasmo. En efecto tuvieron que aguardar tres años. Estos se les pasaron muy rápido entre sus estudios y su aprendizaje de las costumbres básicas de la Tierra que sus padres les enseñaron. Ail aprovechó para mostrar a su vez a su hijo los rudimentos del combate. Iban a entrenarse a una parte lejana y deshabitada del planeta para no causar daños, ni alarmar a nadie.

-Oye papá.- Jadeaba el exhausto Giaal al término de un entrenamiento.- ¿De veras teníais que prepararos así?
-Y mucho más, hijo.- Se sonrió su interlocutor recordando aquellos días.- Teníamos que estar muy bien entrenados para vencer a las fuerzas del mal.
- A mí no me gusta pelear, prefiero ser médico.- Afirmó el muchacho.-
-Sí.- Convino su padre dándole una afectuosa palmada en la espalda.- Eso es mucho mejor. Aunque a veces no sabes cuando vas a tener que luchar. Por eso, es conveniente que sepas defenderte. Algún día eso podría salvar tu vida y la de otros.

            Giaal meditó sobre esas palabras. Quizás fuera así aunque durante toda su vida había disfrutado de una existencia pacífica. De modo que preguntó.

-Y esos amigos tuyos de la Tierra. ¿Crees que habrán entrenado a sus hijos?
-Supongo que sí.- Conjeturó Ail.- En cualquier caso, lo sabremos cuando vayamos a verles.

            El chico asintió. Por su parte, Anne le explicaba a Naya.

-Hija, cuando vayamos a la Tierra deberás mostrarte en todo momento con forma humana.
-¿Por qué? ¿Acaso les parecemos feos?- Inquirió la niña.-
-No, feos no es la palabra. Diferentes sí, los humanos podrían asustarse, y no queremos eso.- Le respondió algo apuradamente su madre.-
-¿Por qué razón deberían asustarse de nosotros? No queremos hacerles ningún daño.- Pudo preguntar la perpleja y preocupada chica.-
-Lo sé cariño, pero ellos no. Únicamente podremos mostrarnos en nuestra apariencia natural ante amigos de mucha confianza. Ante todo, tú nunca dejes ver a nadie tu forma alienígena.
-¿Alienígena?- Se sorprendió Naya.-
-Es como los humanos terrestres nos llaman.- Le explicó Annie.- Por ello, desde ahora trabajaremos en tu forma humana.

            Y dicho esto, para estupor de la niña, su madre se transformó en un ser de piel sonrosada con una cabellera más corta, y de color castaño, y ojos del mismo tono. A decir verdad, después del nacimiento de la pequeña y para aliviar tensiones entre la facción más enconada en contra de la reproducción humana, Ann había vuelto a su forma original para no ser foco de las miradas de aquellos. Ahora se mostraba una vez más en su apariencia terrícola para asombro de su hija.

-¿Así son los humanos?- Exclamó Naya.-
-Más o menos.- Sonrió su madre.-
-¡No son tan feos como creía! - Se rio la chiquilla.-
-Bueno, ahora inténtalo tú.- Le pidió Annie.-

            Aunque eso dejó a la cría algo desconcertada. ¡No tenía ni idea de cómo hacerlo! Su madre enseguida lo comprendió, comentando con despreocupación.

-Solamente tienes que desearlo. A ver cómo quedarías tú en forma humana. Es como un juego.

            Naya asintió, cerró los ojos intentando imaginarse a ella misma. Por suerte, su madre la ayudó.

-Mira, los humanos tiene variedad de colores en sus cabellos y sus ojos, lo mismo que nosotros.- Le contó.-

            Por suerte, contaba con un dispositivo terrestre llamado vídeo. En él podían verse imágenes de personas. Naya las estuvo observando y algunos tonos y colores captaron su atención.

-Me gusta ese color de pelo amarillo, casi dorado, o ese más oscuro, algo marrón.- Sonrió.- Y los ojos azules son bonitos.
-Pues intenta adornar tu imagen humana con ellos pues.- La animó su madre, comentando.- Una vez que tu cuerpo adopte esa forma algunas veces, la recordará y pasará a ser natural para ti, cariño.

            Y ante el espejo de su cuarto, la pequeña quiso emular esas tonalidades humanas y elegir algunas bonitas para sí. La piel era más sencillo, aunque también la tenían de diversos colores decidió una como la de su madre, pálida y sonrosada, en lugar de su color verde claro habitual. Su larga melena entre rosa y con mechones púrpura le gustaba mucho pero supuso que ese color no eran normal entre los humanos. Así lo comentó, y para su sorpresa, su madre se rio.

-¿Qué es tan gracioso?- Quiso saber la niña.-
-¡Que algunos humanos llevan un color similar en sus cabellos a los nuestros! ¡Pero deben teñirse! ¡Estarían encantados de poder hacer como nosotros!- Le explicó, todavía con una sonrisa.-

            Naya se rio también. ¡Eso sí que era extraño! La verdad, empezaba a tener mucha curiosidad por conocer a esa gente de la Tierra. Así pues se concentró, y tras unos instantes volvió a  abrir los ojos. Decepcionada constató que no había cambio alguno en ella.

-No es fácil al principio. Tu padre y yo tuvimos que ensayar mucho para lograrlo la primera vez que visitamos la Tierra. Vuelve a probar. - La animó Annie.-

            La muchacha así lo hizo y tras un rato, en efecto, al volver a abrir sus ojos se vio así, tal y como había imaginado. Con esa piel sonrosada y blanca, ese cabello entre rubio y castaño y unos ojos azules muy bonitos.

-¡Mami, lo conseguí!- Exclamó elevando los brazos con júbilo.

            Aunque apenas le duró unos segundos. Enseguida retornó a su apariencia inicial, desencantada suspiró.

-No te preocupes. Has hecho lo más difícil. -Sonrió Ann.- Desde ahora será cuestión de que practiques y llegará el día en el que podrás cambiar de apariencia a voluntad y mantenerla todo el tiempo que desees. Y por cierto, no olvides las orejas.
-¿Las orejas?
-Las de los humanos no son largas y puntiagudas como las nuestras.- Le desveló Annie.-
-¿Crees que podré cambiar las mías?- Preguntó la pequeña, sintiéndose insegura.-
-Seguro que sí, eres muy lista.- Sonrió su madre.-

            Y la niña asintió, más alentada por esas palabras. Desde entonces practicó. Su hermano hizo lo mismo y poco a poco fueron logrando aquello. Se ejercitaron en otras muchas cosas, entre ellas en la de aprender el idioma de los terrestres. Eso fue más sencillo, merced a sus progresos en el ámbito telepático, Ail y Ann les imbuyeron el idioma inglés y japonés, que serían los que deberían utilizar preferentemente en la Tierra. Aunque por consejo de sus padres no exhibían esa apariencia fuera de casa. Ni tan siquiera para mostrarla a sus amigos.

-Muchos de los nuestros, y en especial los partidarios de la reproducción primera, no lo verían con buenos ojos.- Suspiraba Ail, al darles el motivo de ser tan reservados.-

            Eso de la reproducción primera era el nombre con el que pomposamente se habían llamado los partidarios de Rulak. Y de hecho, una vez el árbol fue creciendo y medrando, los nacidos del mismo se incrementaron. Aquella facción parecía volver a ganar terreno una vez más. Por fortuna, satisfechos de esto, no prestaban ya tanta atención a los que preferían la reproducción animal. Y así fue pasando el tiempo. Giaal estaba próximo a cumplir dieciocho años humanos y Naya tenía trece. Por fin, un bello día, Ann y Ail que ahora utilizaban una nave que se trajeron en un anterior viaje a la Tierra, decidieron partir. El viaje duró unos meses que todos pasaron en hibernación. Al llegar al planeta readaptaron sus sistemas de soporte vital. Aterrizaron en un apartado bosque de Japón y camuflaron la nave con un dispositivo especial de ocultación. Después se dirigieron a visitar a sus amigas guerreras. Estas, ya convertidas en mujeres adultas y con sus propias vidas se alegraron mucho de verles y de conocer también a la pequeña Naya que cayó especialmente bien a Ami.

-Mi hija quiere ser doctora. Como tú.- Le contó Annie con una sonrisa.-
-Eso es estupendo.- Convino Ami.-
-Me gusta mucho curar a plantas y animales.- Declaró la niña.-

            Era curioso, ella vio al principio como esas amigas de su madre tenían una apariencia humana más o menos monótona, con pelo entre el negro y el castaño y ojos de esos mismos colores. Empero, cuando fue conociéndolas se percató de que sus cabellos variaron desde el rubio al azul. Lo mismo que sus colores de ojos iban del verde al azul o al negro entre otros. También fue a su vez autorizada por su madre para mostrar su auténtico aspecto a esas mujeres, quienes no solamente no se asustaron, sino que alabaron lo guapa que era.

-¿Por qué todos los humanos no son como vosotras?- Quiso saber.- Bueno, también podéis hacer lo que nosotros con vuestros colores de pelo y de ojos.- Aclaró la cría, cierto día que, junto a sus padres y su hermano, se reunían con esas mujeres en un santuario llamado Hikawa.-
-Verás, Naya.- Intervino la sacerdotisa que hacía de anfitriona, una tal Rei, según recordó que se llamaba.-

            Era una individua bastante atractiva de cabello oscuro y ojos violetas. Además parecía muy sabia y amable y le desveló, para asombro suyo y de Giaal.

-Nosotras no somos completamente humanas. Nos reencarnamos aquí, pero procedemos del reino de la Luna.
-¿Del reino de la Luna?- Se asombró la niña.- ¿Hay otro mundo habitado cerca de aquí?
-Lo estuvo hace tiempo, sí.- Le contó una señora muy simpática, de cabellos rubios y ojos azules.- Aunque ahora ya no.


            Además, llevaba un extraño y bonito peinado con dos coletas y un par de bolas a los lados de la cabeza. Se presentó como Usagi.


-Es una antigua compañera del instituto. Fue quien nos hizo ver lo maravillosos que son el amor y la amistad. - Le contó Annie a sus hijos.-

            Y tras saludar educadamente, naya musitó, mirando al cielo, precisamente a esa gran bola que llamaban Luna.

-¡Qué pena que no viva nadie allí!.- Musitó.-
-Bueno.- Matizó entonces Usagi.- Podemos contaros un secreto, que debéis de guardarnos. ¿Lo haréis?

            Naya y Giaal asintieron enseguida, deseosos de saber de qué se trataba. Entonces esa hermosa mujer prosiguió.

-En la Luna hay un pequeño reino y una estupenda muchacha vive allí. Se está educando para llegar a ser una gran soberana. Pero, por ahora, eso debe de ser un secreto para la mayoría de la gente. Un día llegará en el que podrá desvelarse al mundo.
-No te preocupes, nosotros no diremos nada.- Afirmó Ail, con el asentimiento de su familia.-
-Bueno.- Intervino entonces, otra hermosa mujer de cabello castaño y ojos verdes, más alta que las otras.- ¿Y qué os gustaría hacer en la Tierra?
-¡Ver muchos paisajes, plantas y animales! - Afirmó con entusiasmo Naya haciendo sonreír a todos.-
-Sí, nuestros padres dicen que los paisajes naturales y la vida es muy abundante y variada.- Añadió Giaal.-
-Deberíais verlos. A buen seguro que os encantarán.- Declaró otra guapa mujer de cabellos rubios y ojos azules que dejaba su pelo suelto caer por la espalda y llevaba un lazo rojo como ornamento.-

            Siguieron el consejo de esas amables mujeres y toda la familia recorrió el planeta disfrutando de su riqueza y hermosa variedad de paisajes y vida.

-Es un mundo muy bello.- Declaró la admirada Naya.-
-Entiendo que quieran protegerlo.- Añadió Giaal.-
-Sí, y ahora iremos a conocer a nuestros amigos.- Afirmó Ail.-

            Aunque pudieron localizar únicamente a Zafiro y Petz que les recibieron con bastante amabilidad.

-Los demás están ocupados. Mi hermano y Esmeralda en París. Con su hija Amatista. Roy y Bertie en Nueva York, con sus hijos, Leval y Kerria. En cuanto a Nephrite, vive en Londres con su esposa Amanda y sus hijos Paul y Samantha.- Les contó Zafiro.-
-Y mi hermana menor Connie, junto con su esposo Tom y sus hijos, Alan, Lance e Idina.- Agregó Petz, suspirando no sin pesar.- De la única que seguimos sin saber nada de es de Kalie.
-Vaya, hace años ya que se fue.- Comentó una apenada Annie.-
-¡Ojalá que esté bien!- Convino Ail.-
-En cualquier caso, llamaré a Roy y a Diamante. Creo que podrán tener un hueco para conocer a Giaal y entrenar un poco.- Afirmó Zafiro, agregando.- A Nephrite no he podido localizarle últimamente, siempre anda de un sitio a  otro.

            Así lo hizo, al poco tanto Diamante como Roy acudieron. De hecho el jugador de baloncesto recurrió a la traslación instantánea, llevando sujeto al príncipe de Némesis, cuando ambos aparecieron en el santuario Hikawa, punto de encuentro convenido de antemano, dejaron más que sorprendidos a Giaal y Naya.

-¡Ail, Ann! ¡Cuánto tiempo! – Exclamó Roy.-
-Nos alegra veros, amigos.- Sonrió Annie.-
-Lo mismo digo.- Declaró Diamante soltándose discretamente de su compañero.-
-Oye principito, así tan agarrados, ¡van a pensar que estamos liados!- Se rio Roy.-

Eso provocó las carcajadas generales, excepto en el príncipe de Némesis que movió la cabeza suspirando con resignación y replicó.

-Si es que contigo no hay manera. Ya cuando apareciste en medio de mi despacho en casa, casi me rompes el escritorio Luis Dieciséis. ¡Menos mal que mi hija estaba en el liceo y Esmeralda trabajando en Modas Deveraux!
-¡Venga, no seas tan sieso!- Se rio nuevamente Roy, usando una de esas palabras que aprendió en su viaje de Luna de Miel por España.- Y no te quejes, que te he traído más rápido y mejor que ningún avión.
-Espero que mi hermana Bertie no se entere de esto.- Comentó una divertida Petz, que también estaba allí, observando aquello junto con Rei.-
-No, mejor no le digáis nada.- Se apresuró a implorar Roy haciendo desaparecer la sonrisa de su cara, al agregar.- Bueno, ya sabéis, le prometí que no usaría esto salvo por emergencia. Y bueno, me pareció que realmente teníamos una. Ail y Ann no vienen mucho por aquí.
-¿Y las demás?- Quiso saber Diamante, cambiando de tema.-
-Todas bastante ocupadas.- Le contestó Rei, quien todavía sonreía tras aquella escena.- Yo misma os he querido saludar, pero debo encargarme del Santuario. El resto, espero que pueda pasarse cuando terminen con sus obligaciones.
-De todos modos, nos iremos enseguida. Tendremos que ir a algún lugar apartado si queremos entrenar.- Comentó Ail.-
-Nosotras nos quedaremos por aquí. Naya quiere ver la ciudad y si Ami es tan amable, y pudiera mostrarle como es el hospital. En cuanto venga se lo preguntaremos. - Comentó Annie, con el asentimiento de su hija.-

            De hecho, a ninguna de ellas les interesaba especialmente ver como Ail y Giaal jugaban a las batallas con esos dos. Aunque antes, claro está, charlaron un poco.

-Parece que Giaal ha crecido mucho.- Comentó Diamante.-
-Sí, es verdad. Recuerdo cuando apenas sí era un bebé. Le llevabais a todos los lados. Incluso a nuestra fiesta.- Sonrió Roy.-
-Sí, y Ami bailó con él.- Rememoró una divertida Annie.-
-No me acuerdo de nada de eso.- Pudo decir el azorado chico.-
-Es normal, muchacho. Tendrías apenas unos meses de vida.- Terció Zafiro.-
-¿Y qué tal te las apañas luchando?- Inquirió Roy.-
-Mi hijo está aprendiendo. Es fuerte, pero no puede compararse a vosotros, ni seguramente a los vuestros.- Intervino Ail.-
-No amigo, no creas.- Respondió Roy, admitiendo.- Yo no he empezado aun a entrenar al mío. A Bertie no le gustaría.
-No, nuestros hijos no saben nada de nuestro pasado.- Agregó Zafiro.- Tampoco yo he les he adiestrado en ese tipo de lucha.-
-Ni falta que les hace.- Subrayó Petz, agregando con decisión.- En eso estoy totalmente de acuerdo con mi hermana Bertie.
           
            Hubo un momento de silencio, que dio la impresión de ser algo incómodo, aunque Roy enseguida lo rompió para variar de tema.

-¿Y esta encantadora señorita?- Sonrió al reparar en la ahora tímida Naya.-

            Al hilo de lo que habían comentado antes, la muchacha podía notar, lo mismo que su hermano, que aquel hombre y sus amigos no eran comunes. Al menos, no percibía en él lo mismo que en otros humanos que había estado observando. Aunque esas reflexiones se vieron interrumpidas por su madre.

-Hija, te están hablando. Debes ser educada y presentarte.
-Lo siento. Me llamo Naya, señor.- Musitó la joven.-
-Bonito nombre.- Convino él.-
-Significa precisamente eso, hermosa.- Le explicó Ail.-
-Y habéis acertado.- Intervino Diamante.-
-¿Sabes Naya?- Tengo una hija de tu edad. Se llama Kerria.- Le contó Roy que añadió dándole una palmada a su amigo el príncipe de Némesis.- Y él tiene otra.
-Se llama Amatista.- Sonrió Diamante.-
-Todas son una jovencitas muy lindas y maravillosas.- Afirmó Petz, remachando con orgullo.- Y sobrinas mías.
-Me gustaría conocerlas algún día.- Se atrevió a decir la niña.-
-Seguro que habrá tiempo para eso, cariño.- Intervino Annie.-

            Y dicho esto, fue Zafiro quien comentó.

-Si queremos ir a entrenar será mejor que nos vayamos ya. Debemos ir a un lugar apartado.
-Así es, amigos. ¿Estáis listos?- Inquirió Roy.-

            Los demás asintieron. Fue Ail quien le dijo a su esposa y a su hija.

-Tardaremos algunas horas.
-Ni te preocupes por eso, tendremos muchas cosas para entretenernos.- Respondió despreocupadamente su mujer.-

Y así les despidieron, quedándose ella y Naya con Rei y Petz. Al poco y para alegría de Annie y del resto, llegaron las chicas. Usagi, Makoto, Minako y Ami, que se unieron a su amiga Rei y a los demás. Ann no tardó en saludarlas y preguntarle a la doctora Mizuno.

-¿Podríamos ir a verte luego al hospital en donde trabajas?
-Por mí será un placer. Tengo turno en una hora. Mientras voy y paso consulta, podéis dar una vuelta para que tu hija se vaya familiarizando con el entorno.- Respondió la doctora.-
-¡Ya verás que tiendas tan monas y que lugares tan interesantes hay en la ciudad!- Exclamó una entusiasmada Ann.-
-¿Tiendas?- Repitió su hija sin comprender.-
-Lugares donde los humanos obtiene lo que necesitan a cambio de dinero.- Le explicó su madre.-
-¿Dinero?- Inquirió nuevamente Naya sin entender nada.-

            Annie se encogió de hombros y las demás se sonrieron, su vieja amiga se excusó admitiendo.

-La verdad. Nunca les explicamos a Giaal y a Naya como funcionaban este tipo de cosas en la Tierra. En nuestro mundo sencillamente todos nos ayudamos los unos a los otros, intercambiando favores y cualquier cosa que necesitemos.
-Ese es el sistema más sabio y mejor que hay.- Afirmó Usagi.-
-Por desgracia, aquí falta mucho todavía para llegar a eso.- Declaró Makoto.-
-Bueno, aquí sería mucho más difícil llevarlo a cabo.- Suspiró Rei.-
-Es cierto.- Convino Ami.- Somos muchísimos millones interconectados a nivel global. El trueque no serviría para solucionar muchísimas de nuestras necesidades.
-Aunque el altruismo de vuestra raza es encomiable.- Añadió Minako.-
-Sí, bueno, en nuestro mundo somos pocos.- Pudo decir Naya.- He visto que en la Tierra hay muchísimas personas. Debe ser muy difícil mantenerles sanos a todos.
-Sí que lo es. Y por desgracia no es posible.- Suspiró Ami.-
-En fin. Llevaos un poco de dinero pues y compraros algo.- Sugirió Usagi echando mano a su bolso.-
-No, de ninguna manera. No hace falta, gracias. Siempre guardamos algo de dinero humano.- Dijo Anne, rechazando aquello.-

            Naya la observó sin comprender, su madre parecía estar incómoda ante la perspectiva de que esa bella señora rubia le diera algunos de esos papeles que había sacado de su bolso.

-En tal caso, permitid al menos que yo os preste un bono de transporte, para que podáis utilizar el bus y el metro.- Les ofreció Minako.-
-Claro, muchas gracias.- Aceptó Annie.- ¿Nos acompañáis?- Preguntó a sus amigas.-
-Me gustaría, pero tengo que hacer muchas cosas en el santuario.- Declinó Rei.-
-Sí, de hecho nos hemos escapado un rato para veros, pero en mi caso, tengo que volver a mi cafetería.- Les explicó Makoto.-
-¿Flowers and Flavours era, verdad?- Sonrió Annie.-
-Sí.- Asintió esa bella mujer de cabellos castaños y ojos verdes.-
-Mako-chan está muy ocupada, su negocio es un éxito rotundo.- Intervino Petz.-
-No me puedo quejar, pero hay que estar siempre pendiente de él, es como un hijo.- Sonrió la aludida.-
-Yo te acompaño. Me va de camino, tengo que hacer unas grabaciones para la maqueta de mi próximo disco.- Comentó Minako.-
-¡Es que Mina-chan es toda una celebridad!- Declaró Usagi.-

            Aunque esta asintió de un modo más frío sin decir nada. Naya pudo percibir que entre esas dos existía algún tipo de conflicto, resuelto en apariencia, aunque todavía latente. En todo caso, fue la que acababa de hablar quien añadió con un tono más apagado.

-Yo debo irme también. He quedado con Mamo-chan.

            Y las tres se marcharon, Rei también se despidió, alejándose a otra parte de ese gran recinto en el que se ubicaba su templo. Fue Ami quien les comentó con jovialidad a las visitantes.

-Pues cuando queráis, nos vamos. Podemos ir juntas hasta el hospital.

Ami guio a sus acompañantes desde la salida del santuario hasta la parada del autobús más próximo. Aguardaron un  rato hasta que vino. Luego la doctora les indicó cómo debían pasar el bono que Minako les había prestado.

-Mina-chan es así. Ahora que es famosa podría ir en limusina, pero prefiere tomar el transporte público.- Sonrió Ami.-
-¿Va todo bien entre ella y Usagi?- Inquirió entonces Annie.-
-Sí, claro, todo va bien.- Se apresuró a replicar su interlocutora.-

            Annie no quiso insistir, veía claramente, al igual que su hija, que algo entre sus amigas no acababa de marchar como debiera. Pero a buen seguro serían cosas suyas. Dejando aquello de lado se sentaron en el bus y recorrieron la distancia que les separaba del hospital. Al llegar a la parada Ami se lo indicó y bajaron.

-Es un edificio muy grande.- Declaró Naya al verlo.-
-Sí que lo es, atiende a mucha gente.- Respondió Ami.-
-Entonces, ¿Cuándo crees que podremos venir a verte?- Terció Ann.-
-Dentro de unas cuatro o cinco horas. Para entonces creo que habré concluido con mi ronda.- Estimó su amiga.-
           
            Las dos asintieron, convenido esto madre e hija se despidieron momentáneamente de Ami y fueron a recorrer algunas calles de la ciudad.

-Hay muchísimas personas.- Decía la perpleja Naya.-
-Sí , hija, esto no es como nuestro mundo. Hay muchos millones de seres humanos. Y por desgracia la mayoría van raudos de un sitio a otro sin apenas reparar en el maravilloso mundo que tienen.

            Empero, Annie misma lamentaba que, en su primera visita a este bello planeta, tanto ella como Ail únicamente buscasen energía para alimentarse, pasando por alto a su vez toda esa magnífica variedad de vida y de paisajes. Se alegraba de que sus hijos no cometieran el mismo error. Aunque, por fortuna para ellos, sus vidas habían sido muy diferentes.

-Mira, mamá.- Le señaló Naya sacándola de sus pensamientos.-

            La chica se había parado ante un escaparate en el que se exhibían muchos vestidos y ropa femenina.

-¿Quieres entrar a verlo más de cerca?- Le ofreció su madre.-

            Naya asintió, sentía curiosidad. Las dos entraron y fue su madre quien la guio por el establecimiento.

-Así que a las mujeres humanas  les gusta variar mucho su atuendo, ¿verdad?- Inquirió la jovencita.
-Sí que les gusta.- Sonrió Annie.-

            Una solicita dependienta acudió a su encuentro entonces.

-¿Puedo ayudarlas en algo, señoritas?- Les preguntó.-
-Estábamos mirando unos vestidos, para mi hija. – Comentó despreocupadamente Annie.-
-¿Su hija?- Se sorprendió la chica, de cabello castaño y ojos del mismo color, afirmando con lo que daba la sensación de ser total sinceridad.- ¡Parecen ustedes hermanas!

            A Naya le extrañó que esa humana se sorprendiese tanto. Aunque ahora que reparaba en ello, al pasear había observado a personas con la piel más arrugada y los cabellos grises, o incluso careciendo de ellos. ¿Acaso los humanos se marchitaban como las plantas?

-Solamente conozco a alguien que se les parezca en nuestro pueblo, y es Nimock, pero él no tiene tantas arrugas.- Pensó.-
-Anda cariño, pruébate alguno de estos vestidos. Y dime cual te gusta más.- Le propuso su madre sacándola de esas reflexiones.-

            La muchacha asintió, se probó varios y finalmente dijo preferir un vestido de color blanco con manga corta y falda hasta las rodillas.

-Es como si fueras vestida de novia.- Sonrió Annie al verla.-
-¿De novia?-Inquirió la perpleja niña.-
-Ya te lo explicaré.- Le transmitió su madre vía telepática, en tanto le preguntaba a la dependienta.- ¿Cuánto cuesta?
-Doscientos veinte dólares, señora.- Respondió esta.-
-¿Eso es mucho o es poco?- Quiso saber Naya.-
-¡Oh!, está muy rebajado.- Se apresuró a contestar esa joven vendedora.-
-Nos lo llevamos.- Sonrió Annie.-
-Muy bien.- Convino esa dependienta.-
-¿De verdad?- Dijo Naya con expresión alegre.-
-Claro, cariño.- Asintió su madre.- Ahora quítatelo para que esta señorita lo pueda poner en una bolsa.

            Naya obedeció y tras realizar la compra ambas salieron de nuevo a proseguir su paseo, miraron un par de tiendas y al fin pararon en una heladería.

-Te gustará el helado.- Le aseguró Anne a su hija.-
-¿Helado?- Repitió la chica sin comprender.-

            Ann suspiró, sus hijos obviamente no conocían apenas nada de la Tierra y mucho menos de los hábitos y costumbres humanas. Si su pequeña deseaba estudiar medicina eso tendría que cambiar. Tal y como habló con Ail, los dos pensaron que sus hijos ya iban teniendo edad para salir al mundo, o menor dicho, al resto del universo y conocer otras culturas. Por un lado eso le apenaba mucho y le preocupaba, separarse de ellos siendo tan jóvenes aún y tan incautos. Aunque pensaba que a la larga sería mucho mejor para ellos el disponer de esa oportunidad.

-Viendo a la mayoría de nuestros congéneres, no quisiera que llevasen ese tipo de vida. Es apacible sí, pero no están preparados para nada inesperado.- Reflexionó con su esposo antes de emprender ese viaje a la Tierra.-
-Así es.- Convino Ail entonces.- Ni tú, ni yo, podemos olvidar cuando esos esbirros de Gralas acabaron con mi vida forzándote a ti a huir con Giaal. Por eso, en cuanto vayamos a la Tierra con los chicos, me ocuparé de que nuestro hijo comience a entrenarse en serio con mis amigos. Y en cuanto a Naya..
-No quisiera que ella permaneciera aquí. Salvo que así lo deseara. Pero creo que nuestra hija merece la oportunidad de conocer otras culturas otros mundos y de que nuestras amigas las sailors velen por ella. Teniendo en cuenta su deseo de ser médico, a buen seguro que Ami podría ayudarla. Incluso…

Aquí guardó un momento de silencio, no le resultaba fácil hablar, empero, su marido pudo comprenderla bien, y ni tan siquiera tuvo necesidad de emplear la telepatía.

-Te entiendo. Quieres que Naya se quede en la Tierra durante una temporada. ¿Verdad?
-¿Recuerdas cuando tú y yo fuimos por vez primera y nos hicimos pasar por estudiantes de secundaria?- Sonrió Annie, agregando con voz queda.- En aquel entonces estábamos cegados por nuestro propio egoísmo y aun así, aprendimos muchas cosas que luego nos han resultado muy útiles.
-Es cierto.- Pero debería estar sola, sin nadie de su raza para apoyarla, y que la comprenda.
-A cambio tendría a las chicas, a Usagi y a las demás.- Aseveró Annie.- Y quizás su hermano pueda ir también.
-Giaal es algo mayor. Eso ya quedará a su criterio.- Comentó Ail.-
-Tampoco vamos a obligar a nuestra hija.- Le recordó su mujer.-
-¡No, claro que no!-. Se apresuró a responder su interlocutor.- Quise decir que Giaal deberá ser preguntado, lo mismo que su hermana. Aunque me da la impresión de que a él le gusta más el ambiente de este mundo. O que su curiosidad por ver planetas diversos es mayor, no pienso que vaya a permanecer mucho tiempo en uno.
-En tal caso, como parece que sus deseos son algo distintos, cuando llegue el momento yo se lo diré a Naya y tú te ocuparás de Giaal.- Le comentó Annie.-

            Su esposo asintió. Ambos así lo acordaron. Lo recordaba bien. Ahora, tras pedir un helado de chocolate y de fresa  que las dos degustaron complacidas, Ann miró la hora y envió un mensaje a Ami. En cuanto la doctora le respondió, le dijo a su hija.

-Debemos ir ya al hospital. Ami nos estará aguardando en unos minutos.
-Sí.- Asintió la muchacha.-

            Y para allá que fueron. Al llegar a la recepción, enseguida dieron recado.

-¿Está libre la doctora Mizuno?- Quiso saber Annie.-
-Creo que estaba concluyendo su ronda.- Le informaron.- Si son tan amables de esperar aquí…

            Las recién llegadas así lo hicieron, sentadas en una sala de espera.

-De modo que los humanos vienen aquí a curarse de sus dolencias y enfermedades.- Comentó Naya dando un vistazo alrededor para comentar sorprendida.- Pues no veo dónde les atienden.

            Observó a algunas personas, eso sí, de todo tipo de edades, había pequeños humanos, de su edad o menores aún, y otros muy ancianos. Todos daban la impresión de estar esperando a algún doctor.

-Bueno, aquí precisamente no es donde les tratan, hija.- Le explicó Ann.- Se limitan a aguardar como nosotras. Al ser tantos no pueden ser atendidos al mismo tiempo. A pesar de que haya muchos doctores y enfermeros.
-¿Qué es un enfermero?- Inquirió la chica.-
-Un ayudante del doctor. Tienen sus propios estudios y funciones.- Le comentó su madre.-

            Estuvieron charlando unos minutos más hasta que finalmente apareció Ami. La recién llegada enseguida se disculpó con cara de circunstancias.

-Lo lamento. Tenía muchos más pacientes de los que pensaba.
-No pasa nada, es normal.- La disculpó de inmediato Annie.-
-Bueno, tengo una hora para comer. Podéis venir y os mostraré el hospital.- Le propuso la doctora.-

            Sus visitantes asintieron gustosas.

-No puedo enseñaros quirófanos ni habitaciones ocupadas por pacientes, por supuesto.- Les comentó Ami antes de comenzar.-

            Naya asintió descuidadamente, había estado observando a algunos de esos pacientes que aguardaban. Uno o dos eran realmente muy ancianos, su piel estaba muy arrugada y cuarteada por el paso del tiempo. Y lo que más pena le dio es que sus miradas eran tristes.

-¿Por qué nadie acompaña a esas personas?. Parece que estén muy solas.- Quiso saber entre sorprendida y apenada.-

            Aquello tomó por sorpresa a su madre y a su guía. Annie se dio cuenta de eso mismo, y con sus dotes telepáticas podía percibir bastante tristeza y soledad en algunas de esas personas.

-Por desgracia, hay gente que no tiene a nadie. O bien su familia, por una razón u otra, no puede acompañarles.

No había terminado de hablar cuando se quedó perpleja. Naya se había aproximado a un anciano que daba la impresión de estar solo y muy encerrado en sus pensamientos.

-¿Puedo ayudarle?- Se interesó la niña.-

            Aquel hombre de pelo blanco grisáceo, con bastante claros en la cabeza y rostro arrugado se limitó a suspirar moviendo la cabeza. Tardó en replicar.

-¿Es usted doctora?
-No, pero lo seré.- Afirmó una convencida Naya.-
-Uy, hijita, cuando lo seas, yo ya no estaré aquí.- Suspiró el anciano.-
-Seguro que ya esté curado para entonces.- Sonrió la muchacha.-

            Aquel hombre le dedicó una mirada a medio camino entre la sorpresa y el desconcierto, aunque después pudo esbozar una leve sonrisa.

-Serás una buena doctora.- Sentenció.-
-Disculpe, señor.- Intervino entonces una apurada Annie, susurrándole a la niña.- Deja tranquilo a este hombre, está esperando.
-Yo, no quería molestar, mamá.- Se disculpó la muchacha.-
-No se preocupe usted.- Intervino ese individuo.- Nada tengo mejor que hacer. Y su hija es buena. Al menos ha tenido el detalle de interesarse por un pobre viejo.

            Ni Annie, ni tampoco Ami supieron que decir. Aunque fue Naya quien comentó con voz queda, a modo de pregunta a medio camino entre la curiosidad, la extrañeza y el pesar.

-¿Por qué la gente de este mundo tiene que envejecer?
-Es la vida.- Musitó ese hombre.-

            En ese momento alguien debió decir su nombre, dado que él se levantó trabajosamente encaminándose hacia la consulta, no sin antes despedirse con reconocimiento y afabilidad.

-Adiós y gracias, joven señorita.

            Las tres se quedaron observando cómo se marchaba, y le saludaron a su vez. Fue Ami quien rompió ese instante para dirigirse a sus amigas.

-Venid, os mostraré parte del hospital.

Y así lo hizo. La doctora Mizuno les fue enseñando las zonas a las que se podía acceder. Naya le hizo algunas preguntas sobre como trataban a los pacientes.

-¿No podéis darles algo de energía?- Inquirió.-
-No, los humanos no hacemos eso. Al menos, no al modo en el que tu raza lo hace.- Contestó Ami.-
-Y nosotras no podemos hacer eso aquí. Sería descubrirnos.- Le previno su madre que ya podía imaginarse las intenciones de esa jovencita, tan buenas como poco adecuadas en aquel lugar.-

            Desde luego su hija era muy espontánea para esas cosas, y generosa. No habría dudado en tratar de insuflar algo de su energía en aquel hombre de haber tenido ocasión. Por suerte no había caído en eso antes, pero ahora, tras lo que acababa de comentar, era mejor prevenir que lamentar. Y justo Naya musitó entristecida.

-Ese hombre tan anciano. Era como si ya casi no le quedase fuerza.
-Entre los seres humanos suele ocurrir con la edad. -Le contó Ami.-
-Nuestra especie, al provenir del Makaiju tiene una esperanza de vida mucho más larga.- Declaró Annie.- En eso somos parecidos a ti o al resto de los naturales del Milenario de Plata.

            Su hija volvió a interrogarla con la mirada. Ann suspiró para comentar a modo de disculpa con ella y con su guía.

-Mucho me temo que no les contamos a nuestros hijos demasiadas cosas sobre vosotras.
-No pasa nada.- Sonrió Ami.- Ya tendremos tiempo de hablar con calma, cuando estemos en casa.

            De este modo dieron una ronda por el hospital y al rato se despidieron de Ami que todavía debía concluir su jornada laboral. Tras tomar el metro y un autobús bajaron cerca del santuario. Se dirigieron hacia él caminando por las calles de la ciudad, y en tanto andaba Naya pensaba en lo que había visto.

-¿Te ha gustado la visita, cariño?- Quiso saber Annie.-
-Sí, la ciudad es bonita. Y hay mucha gente, lo único que me ha dado pena ha sido ver a tanto humano con problemas de salud.
-Bueno, no están tan mal. Ya ves que tienen a personas como Ami que se preocupan por ellos y tratan de curarles.- Comentó su madre.-
-Sí, a mí me gustaría hacer lo mismo. Ser capaz de curar, no solamente a los humanos, sino a cualquier ser vivo que lo precise.
-Has aprendido mucho de Nimock y de los nuestros en Vergelia.- Sonrió Annie.-
-Sí, mamá, pero me sucede como a Giaal, apenas me queda ya nada por aprender allí. -Suspiró la muchacha.-

            Annie entonces se dio cuenta de que aquella era su oportunidad. Ese momento parecía perfecto y no lo desaprovechó, para proponerle a su hija de forma directa e incluso afable.

-¿Y qué te parecería seguir aprendiendo aquí?

            Naya miró a su madre con estupor y sorpresa. De pronto aquella propuesta le parecía increíble y al mismo tiempo le daba algo de miedo.

-¿En la Tierra? ¿Quedarnos aquí?...- Inquirió.-
-Quedarte tú aquí, hija mía.- Matizó su contertulia quien finalmente le desveló.- Tu padre y yo lo hablamos muchas veces antes de venir. Cuando tú misma dijiste querer venir a conocer la Tierra.
-Dije venir a conocerla. Pero no quedarme aquí para siempre.- Respondió la impactada chica, con un hilo de voz.-
-No sería para siempre. Unos años humanos quizás, para que pudieras conocer bien sus costumbres y estudiar sus ciencias médicas.- Declaró Annie que, viendo la expresión dubitativa e incluso temerosa de la chica, agregó animosa.- No estarías sola. Ami se ocuparía de ti. Ella y las demás. Y tu padre y yo, por supuesto, vendríamos a verte.
-¿Y Giaal? ¿Él también se quedaría aquí a estudiar?- Preguntó la joven con tono esperanzado.-
-Eso no lo sé, cielo. Tu hermano ya es adulto. Tomará sus propias decisiones. Lo mismo que tú en este caso. No te obligamos a ello, es solo que, tanto tu padre como, yo creemos que sería para ti una estupenda experiencia. Pero no debes decidirlo todavía.
           
            La joven asintió, estaban ya llegando al Santuario. Enseguida vieron a Rei barriendo diligentemente algunas hojas de colores entre dorados y carmesíes que se agrupaban a la entrada.

-Este mundo es muy bello, desde luego. Me encantaría poder conocerlo mejor.- Suspiró Naya.-

            Por su parte, el grupo de los hombres se había trasladado a un remoto lugar en Hokkaido para poder entrenar sin impedimentos ni temor a ser vistos. Giaal se asombraba de la blancura de aquel paisaje y a la vez sentía mucho frío.

-En nuestro mundo las temperaturas no son tan bajas.- Le comentó a su padre.-
-No, pero es bueno que aprendas a experimentar diferentes entornos. Nunca se sabe qué puedes encontrarte.
-¡Esto no es nada!- Se sonrió Roy con algo de malicia al comentar jocoso.- Comparado con el Rincón, esta temperatura es para estar en mangas de camisa.

            Diamante y Zafiro asintieron con idéntica expresión. Fue el príncipe de Némesis quien agregó.

-Solamente nos faltaría Nephrite y podríamos reeditar nuestros entrenamientos.
-¿El Rincón?- Intervino Giaal.- ¿Qué es eso?
-El lugar en el que pasamos un año entero adiestrándonos para mejorar nuestras técnicas de lucha y aumentar nuestras fuerzas.- Le contestó su padre.-
-Sí, allí dentro un año equivalía a un día terrestre.- Le explicó Zafiro.-
-¿Cómo es eso posible?- Quiso saber el joven alienígena.-
-¡Cualquiera sabe! ¡Nosotros ya teníamos bastante con aguantar aquello! - Rio Roy.-

            Los demás rieron con él. Al fin, aterrizando sobre una nevada planicie, fue Diamante quien les indicó.

-¡Vamos allá! ¿Qué preferís, todos contra todos o por parejas?
-Hagamos equipos, los que pierdan pagan la cena.- Propuso Roy.-
-¡Ya empezamos con las apuestas!- Suspiró Zafiro.-
-¿Por qué no?- Terció Ail, sugiriendo.- Roy y yo contra vosotros dos.
-Así ganaréis seguro.- Se sonrió Zafiro.-


-Pues no, listillo. Prometo no convertirme en super saiyajin.- Declaró Roy.-
-¿Super qué?- Inquirió Giaal.-

            Ail se sonrió, pidiéndole entonces a su amigo.

-Antes de comenzar, y para no romper tu promesa, Roy. ¿Podrías transformarte en super saiyajin para que mi hijo lo viera? Luego ya combates en modo normal.
-Por mí no hay problema. ¿Algún impedimento?- Quiso saber el interpelado mirando a los hermanos de Némesis.-

            Tanto Diamante como Zafiro negaron con la cabeza. Fue el mayor quien comentó jovialmente.

-Si únicamente es para que lo vea el muchacho, no pasa nada.

            De modo que ante un perplejo Giaal, Roy comenzó a acumular energía haciendo que incluso el suelo temblase. Al instante, el pelo de aquel hombre se volvió dorado, elevándose hacia arriba y un aureola de energía de ese mismo tono le envolvió.

-¡Siento una energía tremenda!- Exclamó el boquiabierto chico.-
-Eso es un súper saiyajin.- Le dijo su padre.-
-Bueno, ya te has lucido bastante.- Intervino Diamante, observando divertido, lo mismo que los demás, la cara de asombro de Giaal.-

            Roy asintió, retornando a su estado normal. Entonces comenzaron a pelear por equipos. Giaal estaba atónito, apenas era capaz de verles de lo rápido que se movían. Estaba claro que él no tendría ni la menor oportunidad contra ninguno. Lo cierto es que su padre le entrenó pero nunca había llegado a ese nivel con él.

-Será mejor que trate de fijarme en ellos a ver si aprendo.- Se dijo el chico.-

            Y lo hizo hasta que, en una pausa, el mismo Roy se dirigió a él.

-¿No te apetece entrenar un poco, muchacho?- Quiso saber su interlocutor.-
-No estoy a vuestro nivel.- Admitió Giaal.-
-Eso no es ningún impedimento, es más, debería ser un acicate para ti.- Afirmó Roy.-
-Mi hijo no tiene mentalidad de guerrero, prefiere la sanación.- Intervino Ail, dado que el apurado Giaal no parecía saber que responder.-
-Eso es muy loable.- Terció Zafiro, aunque añadiendo enseguida.- Pero es bueno saber luchar para defender a otros.
-Es cierto.- Asintió Diamante.- Ser médico es algo estupendo, pero a veces puedes toparte con seres que no aprecien ese talento por curar.
-Sí, mi padre me dijo lo mismo. Me contó lo que le sucedió a él, cuando yo apenas era un bebé.- Afirmó el chico.-
-Pues entonces, razón de más. ¡Adelante!- Le animó Roy.-

            Giaal asintió, al principio titubeaba. Su padre le aconsejó.

-No vaciles, concentra tu energía, trata de sentir la del contrario y ataca sin dudas.

            Con estas palabras el chico se lanzó al ataque, intentando alcanzar a Roy, sin embargo este esquivaba todos y cada uno de sus intentos sin dificultad. Probó también a lanzarse contra Diamante y Zafiro, que hicieron lo mismo, eso sí, ninguno le golpeó. Al poco Giaal estaba agotado, respirando trabajosamente y en cuanto pudo reunir algo de aliento comentó perplejo.

-¡No he podido ni tocaros!
-Pues espabílate que la próxima vez contratacaremos.- Sonrió Diamante cruzándose de brazos.-

            Y a la siguiente ronda, en efecto, Giaal se llevó bastantes golpes de sus duros instructores que jugaban con él como si fuera un balón. Y su padre, lejos de ahorrarle esas penalidades se limitaba a exclamar.

-¡Vamos hijo! Trata de anticiparte.

            Y los demás no eran menos, aconsejándole a su vez, en tanto le golpeaban, aunque sin demasiada fuerza.

-¡Enfoca!- Decía Roy dándole un capón en la cabeza.-
-No trates de vernos con los ojos.- Era la indicación de Zafiro que le daba una amistosa patada en el trasero.-
-Siente nuestras energías.- Le daba por consigna Diamante tras obsequiarle con una colleja.-

            Al cabo de unos minutos, Giaal pareció irse adaptando y pudo defenderse mejor. Pero distaba muchísimo todavía de ser capaz de enfrentarse a sus entrenadores.

-Bueno, ya es suficiente por hoy.- Sonrió aprobatoriamente Roy viendo como ese pobre chico estaba de rodillas en el suelo, sin fuerzas casi ni para respirar.-

            Fue Ail quien le dio una alubia a su hijo. Este al comerla se recobró de inmediato.

-¿Listo para otra ronda?- Le preguntó jovialmente Zafiro.-
-Creo que ya he tenido suficiente.- Declaró el chico.-
-¡Era una broma!- Se rio su padre, junto con el resto.-
-Eso sí, seguiremos entrenando mientras os quedéis.- Le advirtió Diamante.-

            Y desde luego que lo hicieron. Pasaron casi tres semanas más y finalmente la familia Ginga optó por despedirse de sus amigos. En el Santuario Hikawa, a una hora en el que este estaba cerrado al público, se dispusieron a partir sin ser vistos. Solamente el grupo de las sailor interiores estaba allí.

-De modo que al final, no te quedas con nosotras.- Comentó Ami algo apenada.-
-Prefiero volver a mi mundo y terminar de aprender con nuestro maestro allí.- Respondió Naya que desde luego había tomado aprecio a esas estupendas mujeres.-

            Aunque echaba de menos también a sus amigos y a la gente de su planeta. Por no decir al anciano Nimock. Así pues tras pensárselo bastante durante esos días, tomó esa decisión.

-Muy bien, cariño.- Concedió Annie.-

            Sus padres lo respetaron, se hacían cargo de lo duro que podría ser para su hija el dejar de ver a todos cuantos apreciaba y quería en su mundo natal. Ya habría tiempo un poco más adelante, cuando fuera más independiente y adulta, para quedarse en la Tierra.

-Lo que tú desees, cielo.- Dijo entonces Ail.-
-Cuando acabe de saber todo lo que él pueda enseñarme entonces me gustaría venir a estudiar a la Tierra.- Declaró la chica.-
-Serás muy bien recibida.- Comentó Rei.-
-Cuando quieras estaremos encantadas de tenerte aquí.- Añadió Ami.-

            Y tras las despedidas partieron, al elevarse protegidos en una burbuja adoptaron sus formas alienígenas. Naya hasta se permitió bromear comentando.

-Casi se me había olvidado como era.
-Sí, hemos pasado mucho tiempo en la Tierra, y apenas hemos cambiado de forma. Al menos yo solamente cuando entrenamos.- Afirmó Giaal.-

            Y es que en su apariencia natural podía moverse y luchar mejor, aunque su padre le recordó.

-Te comenté que en forma humana era más difícil. Por eso yo siempre lucho así en los entrenamientos. A más complicación mayor avance, hijo.
-Sí, papá, pero lo mío no es la guerra.- Declaró Giaal, agregando esperanzado.- Estoy deseando retornar a Vergelia para concluir mi aprendizaje y luego buscar mundos llenos de vida en los que poder aprender más aún.

            Madre e hija se miraron con una sonrisa. Ellas ni tan siquiera habían variado de apariencia. Bueno, puede que alguna vez. Quizás a la hora de irse a dormir, cuando estaban a solas. Lo cierto es que, poco a poco, Naya se había ido habituando a su apariencia humana y no le resultaba ya tan extraña.

-Los humanos no son feos, al menos no todos.- Comentó la chica.-
-¿Has visto a alguno que te haya gustado?- Le preguntó algo pícaramente su madre.-
           
            La chica se ruborizó un poco, o más bien tiñó ligeramente su verdosa piel de un tono malva, que era el equivalente en su estado natural.

-No, esto…quiero decir, los hay más agradables y bonitos, pero ninguno en particular.- Pudo decir algo cohibida.-

            Sus padres se rieron, Giaal también sonrió. Fue Ail quien comentó con jovialidad e incluso nostalgia.

-A nosotros sí que nos llamaron mucho la atención, al menos un par de ellos. Ahora nos hace gracia, pero entonces no lo pasamos precisamente bien.
-No, bueno, tuvimos nuestros momentos divertidos.- Puntualizó su esposa.-
-Nunca nos habéis contado mucho de esa época. - Intervino Giaal, añadiendo con curiosidad.- Quiero decir, sí que sabemos lo que os pasó cuando papá y tú fuisteis a ese mundo estando yo recién nacido. Y como tú, mamá, escapaste conmigo a la Tierra. Luego papá resucitó y fuisteis a Vergelia. Pero de vuestra primera visita al mundo de los humanos apenas habéis dicho gran cosa.

            Naya asintió, con la misma curiosidad e interés de su hermano. Aunque sus padres se miraron ahora con expresión apurada y fue Ail el que respondió.

-Tampoco hay mucho que contar. Éramos tan jóvenes como vosotros lo sois ahora, incluso más. Muy inexpertos y estábamos equivocados en muchas cosas.
-Pero nuestras amigas las sailors nos hicieron darnos cuenta de ello, y maduramos. Vaya si lo hicimos.- Añadió Annie.-

            Empero, poco más contaron, repitiendo algunas cosas que sus hijos ya sabían, como su amistad con las guerreras y cómo estas les enseñaron a ser generosos y solidarios y, sobre todo, a  expresar y sentir el amor verdadero. Pasados un par de días decidieron hibernar para que la travesía de vuelta a su mundo se hiciera más llevadera. Así lo hicieron despertando poco tiempo antes de la llegada.

-Ya nos estamos acercando, puedo sentirlo.- Comentó Annie cuando el resto de su familia abrió los ojos saliendo de ese estado de letargo.-
-¡Allí está Vergelia! - Señaló Naya con entusiasmo.-

            Podía verse esa perla de color verdoso, flotando en la negrura del infinito. Cada vez se agrandaba más y más conforme iban recortando la distancia que les separaba. Al fin entraron en la atmósfera, concentrando sus energía para protegerse de la fricción y el calor. Por suerte había reducido muchísimo la velocidad para que estos inconvenientes fuesen soportables. Cayendo cada vez más se aproximaron hasta el núcleo habitado del planeta.

-Por fin en casa.- Declaró Giaal cuando tocaron tierra y esa burbuja protectora que habían mantenido durante todo su viaje desapareció.-

            Aunque todo estaba desierto a su alrededor. No había rastro del bullicio que los niños solían hacer en las afueras del pueblo. Caminando hacia él se dieron cuenta de que, en efecto, todo estaba bastante silencioso.

-¡Qué extraño!- Musitó Naya.-
-No sé, no percibo ninguna señal de ataque o de lucha.- Comentó Ail, observando en derredor.-

            Tenía el lógico miedo a que algún posible enemigo hubiera descubierto ese planeta y atacado a sus congéneres. Pero afortunadamente todo estaba intacto y no parecían existir señales de batalla alguna.

-A lo lejos se oye algo.- Intervino Giaal.-

            Su madre asintió, lo había escuchado también. Eran ruidos de vida cotidiana, incluso carreras de críos. Suspiraron incluso sonriendo, con visible alivio.

-Puede que esta calle esté silenciosa por una mera coincidencia.- Elucubró Ail.-
-Aquí viven Enara y Eril con sus hijos.- Apuntó Giaal.- Pueden que hayan salido.
-Sí, y algunas parejas más.- Añadió su padre.-

            Prosiguieron la marcha y llegaron al fin hasta una de las plazas principales. Allí vieron a bastantes de los suyos dedicados a actividades cotidianas.

-Bueno, están aquí.- Comentó Annie con jovialidad.-

            Empero, en el momento en que fueron vistos por sus congéneres estos guardaron un espeso e incómodo silencio. Aquella era una situación extraña y comenzaba a volverse violenta. De hecho, a juzgar por los pocos sondeos telepáticos que podían hacer, los miembros de la familia Ginga detectaron una creciente hostilidad hacia ellos.

-¡Qué hacéis aquí!- Les espetó más que preguntarles, uno de los allí presentes.-
-Acabamos de volver de viaje.- Le respondió serenamente Ail.-
-Este no es vuestro sitio.- Intervino otro.-

            Los Ginga se miraron con sorpresa. No podían entender qué estaba sucediendo. No recordaban haber hecho daño, ni ofendido a nadie allí. En eso, Rulak se aproximó, venía acompañado de Lainia.

-No podéis estar aquí.- Les dijo ese individuo por todo saludo.-
-¿Acaso hemos hecho algo malo?- Quiso saber Giaal.-

            Rulak no se dignó contestarle. No obstante, con un tono más conciliador, fue Lainia quien respondió.

-Las cosas han cambiado. Desde que os fuisteis hemos celebrado una votación.
-¿Votación?- Repitió la perpleja Annie.- ¿Qué clase de votación?

            Ahora fue Rulak quien, tomando el relevo de su apurada acompañante, contestó de forma tajante.

-Por gran mayoría se ha votado que todos aquellos que sean partidarios de la reproducción animal tiene que abandonar este pueblo. Así ha quedado refrendado. Los otros que comparten vuestra manera de procrear se marcharon hará una semana. Se han establecido en otra parte del planeta.
-¿Qué?- Pudo exclamar Naya con una mezcla de estupefacción y horror.-

            Miró a sus padres con expresión de angustia y ellos le devolvieron una mirada de tristeza. ¡Ahora comprendía el silencio de la otra calle! En ella vivían, no únicamente Enara y Eril, sino prácticamente todas las parejas que optaron por tener hijos a la manera humana.

-Es terrible. ¿Y Nimock? ¿Qué piensa de esto?- Inquirió Ail.-
-Nimock decidió irse con ellos.- Suspiró Lainia.-
-Y vosotros debéis iros, ahora.- Les apremió Rulak, rebajando un poco su tono, para añadir.- Entiendo que al haber estado ausentes no habéis tenido el tiempo que dimos a los demás para evacuar el pueblo. Podéis recoger vuestras cosas, tenéis veinticuatro horas.
-Pero, nuestra casa. Y el huerto familiar, ¡todo lo tenemos aquí! - Sollozó Naya.-

            Su madre posó una afectuosa mano en una mejilla de la chica, enjugándole las lágrimas para añadir con voz queda, aunque plena de cariño y ánimo.

-Eso puede reconstruirse. Llevaremos semillas.  Crecerán rápidamente. No te preocupes, cariño.
-Además, no es bueno quedarse donde a uno no se le quiere.- Completó Ail, con tono más duro.-
-¿Así sin más?- Se molestó Giaal, que comenzaba  a acumular energía en tanto sentenciaba.- Me gustaría ver quién de ellos es capaz de obligarnos.

            Por algo le habían entrenado en la Tierra. Aunque él no era violento y no le gustaba recurrir a eso, en este caso era diferente. Aquel flagrante injusticia no podía quedar así. Empero, fue su padre quien le puso una mano apaciguadora sobre el hombro. Ail movió la cabeza.

-No merece la pena. Además, si se ha votado así, debemos respetarlo, hijo.

            Tras respirar algo agitadamente, Giaal logró calmarse. El resto de los allí presentes se miraron con cierto temor. No ignoraban que tanto Ail como su hijo poseían una destreza en el combate y una fuerza muy por encima de las suyas, fruto de esos entrenamientos que llevaban a cabo.

-Lo siento.- Suspiró Lainia, quien parecía sincera en su pesar.-

            Ninguno respondió, la familia se dio media vuelta dirigiéndose hacia su casa. Al llegar nadie pronunció palabra. En su habitación Naya lloraba en silencio, recogiendo algunas de sus cosas más preciadas.

-Con paciencia y un poco de tiempo, seguro que se avendrán a razones.- Le dijo afectuosamente su madre, que había entrado en la estancia tras de ella.-
-Mamá.- Suspiró Naya.- Quizás sea una buena idea ir a la Tierra a estudiar después de todo.
-Claro, mi niña, pero primero vamos a ver qué ha sido del resto de nuestros amigos.- Convino Annie.-

            Giaal también estaba en su habitación, haciéndose con sus pertenencias, y hablando con su padre.

-Lo siento, papá.- Se disculpó el chico.- Pero me entraron ganas de romperles la cabeza.
-Lo entiendo, no eres el único, créeme.- Admitió Ail, quien no obstante agregó con tono sereno.- Pero debes darte cuenta de que todo ese odio irracional hacia nosotros proviene del desconocimiento y del miedo. Si les hacemos daño lo reforzaremos, no lo eliminaremos. Eso es algo que las sailors nos enseñaron a tu madre y a mí hace mucho tiempo.

            El chico asintió, tenía curiosidad desde luego, lo mismo que su hermana Naya, en saber más de aquellos años en los que sus padres conocieron a las guerreras de la Tierra. Aunque ahora no era el momento adecuado. Lo que más le preocupaba era su futuro inmediato y así lo hizo constar.

-Quiero hablar con Nimock. Él me dijo antes de irnos que sería buena idea que empezase a recorrer la galaxia en busca de mundos donde aprender más.
-En cuanto nos reunamos con él hablaremos. También quiero saber que ha pasado aquí exactamente.- Asintió su padre.-

            Así pues, tras unas horas para recoger todo lo que pudieran precisar y despedirse de su casa, la familia se encaminó a la búsqueda de sus congéneres desterrados. Podían sentir sus energías y después de un par de horas más localizaron su asentamiento. Al reunirse con ellos les saludaron y se informaron. El anciano Nimock no tardó en comentarles.

-Hubo una votación. Cuando os marchasteis Rulak convocó a muchos de los nuestros y les dio un discurso terrible, sobre los males que vuestra forma de actuar nos habían traído en el pasado.
-¿Males?- Se sorprendió Annie.-

            El anciano guardó silencio con el gesto entristecido. Los demás le miraban a su vez con interés y sin disimular su curiosidad. Al fin, dándose perfecta cuenta de eso, les desveló.

-Nunca quise deciros nada de esto. Como veis soy el más viejo de todos los que aquí vivimos. Yo nací del árbol, como la mayoría. Y asistí a unos años dorados, cuando nuestro pueblo era feliz y vivía en total armonía.
-Sí, esa historia es la que el Makaiju nos contó a nosotros.- Terció Ail.-

            Nimock asintió despacio para continuar.

-Todos nacimos del sagrado árbol y fuimos creciendo. Es cierto que él nos creó para no estar solo y tener formas de vida que pudieran desplazarse y ver más. Que poseyeran curiosidad y capacidades para extender sus conocimientos. Pero el árbol no contó con el lado oscuro de esa curiosidad.
-¿Qué lado oscuro?- Quiso saber Enara, congregada allí, con el resto.-
-Veréis. Algunos empezaron a tener la idea de liderar a los nuestros. Y pensaron que, para ser capaces de hacerlo, tenían que saber el secreto del árbol. Conocer cómo nos había creado. Y sobre todo, ser capaces de emularlo. Así serían los padres de sucesivas generaciones y estas les deberían obediencia. Del mismo modo que todos obedecíamos y queríamos al Makaiju. Fue entonces cuando se dieron cuenta de que existían diferencias. Había dos clases de cuerpos, el masculino y el femenino. Y estos podían combinarse para crear seres nuevos, al margen del árbol.
-Pero, ¿por qué hacer eso?- Inquirió Naya, matizando de inmediato.- No quiero decir que sea malo, pero, si ellos eran todos hijos del Árbol Sagrado, no entiendo…
-Por el poder, mi niña.- Sonrió el anciano.- Únicamente por sentirse iguales al árbol que les había creado. Eso provocó riñas y debates furiosos entre ese grupo y el resto de nosotros. Entonces se les exilió. Con unas semillas para que pudieran plantar un árbol y que este les sustentase. Les hicieron lo mismo que a nosotros. Fueron enviados a una remota parte de este planeta y cuando su árbol creció, decidieron irse al espacio, a la búsqueda de un mundo nuevo.
-Entonces, lo que nuestro árbol nos contó.- Musitó Annie.-
-No era cierto.- Completó Ail.-
-Sí lo era, en esos tiempos no se votó como ahora. Hubo una guerra. Yo mismo era niño y la sufrí. Murieron muchos de los nuestros de ambos bandos. Pero los partidarios del nacimiento primigenio eran superiores en número y ganaron. Los escasos supervivientes de la vía animal, como pasó a llamarse, tuvieron que marchar a ese exilio. Quizás pensaron que si viajaban lejos podrían establecerse a su gusto, sin temor a que los demás volviesen a liquidarles. O puede ser que anhelasen venganza y fueran a buscar algo que acrecentase su poder. En cualquier caso se fueron al espacio. Eran pocos y algunas de sus hembras estaban esperando retoños.
-También debieron pelear entre ellos. Recuerdo imágenes de muerte y destrucción.- Comentó Ail, visiblemente impactado por esas revelaciones.-
-O quizás, eso pasó aquí. Y no lo recordamos porque éramos muy niños.- Musitó Annie.-
-Yo era muy joven, solamente sé lo que los adultos de entonces me contaron.- Declaró Nimock.- Lo cierto es que todo está muy confuso.
.Quizás podríamos preguntar al árbol en persona.- Propuso Giaal.-
-Hace muchos años que no se comunica con nosotros. Puede ser que le ofendiéramos y no seamos dignos.- Elucubró Eril.-
-No lo sé. Habló con nosotros antes de que Sailor Moon le purificase volviéndolo a su forma de brote. Pero desde entonces, no hemos comunicado con él de esa manera.- Afirmó Annie.-

            Así había sido, las conexiones telepáticas con su árbol sagrado seguían estando ahí. Podían percibirle pero no hablar con él como antaño. Todos se mantuvieron en un reflexivo silencio, pensando en qué árbol llevaba muchísimo tiempo sin hablarles.

-Quizás no nos considere dignos precisamente por haber dejado de lado la reproducción original.- Comentó Olard, un joven amigo de Eril.-
-No creo que sea eso. – Negó Annie.- El árbol no parecía ofendido , ni molesto, cuando nuestro hijo Giaal nació.
-Puede que solamente haya una manera de averiguarlo.- Intervino el interpelado.-
-¿Qué propones?- Quiso saber Enara.-
-Que tratemos de hablar con el mismismo Makaiju.- Declaró él.-
-Pero ahora está en el territorio de Rulak y los otros.- Objetó Eril.-
-Sí, y acercarnos allí podría provocar un conflicto, o aún peor, una batalla.- Afirmó la inquieta Enara.-
-Muchos de aquí somos sus hijos. Tenemos tanto derecho a estar a su lado y cuidarle como ellos.- Observó Lidan, otro de los allí presentes.-

            Hubo algunos murmullos e intercambio de opiniones entre ellos, hasta que fue Nimock quien les pidió a todos con gestos de sus manos que guardasen silencio para tomar la palabra y declarar.

-Soy el único al que permiten ir allí. Puedo hacer de enlace. Me fui porque dije que estaba en desacuerdo con esa votación pero que la respetaba. Y que deseaba ser un puente para la paz. En eso todos coincidimos. Iré pues y trataré de comunicarme con nuestro sagrado Árbol. Si os parece bien.

            Todos asintieron. Confiaban en ese anciano tan sabio. Siempre les había dado buenos consejos y enseñado muchas cosas. Así pues, él se marchó. Eso sí, acompañado por Ail a propuesta de este durante un trecho del camino, para cerciorarse de que llegase sin ningún contratiempo. Viendo que los demás apoyaban esa petición.

-Yo me quedaré fuera del territorio que han marcado.- Le aseguró su escolta.-

            Así se hizo. Nimock tardó un tiempo en retornar. Ail estuvo aguardándole pacientemente en los límites marcados por Rulak. Cuando el anciano retornó su cara reflejaba su enorme preocupación.

-¿Qué ha sucedido? ¿Pudiste hablar con el Árbol sagrado?- Quiso saber Ail.-
-Pude hacerlo, pero hubiese sido preferible no intentarlo.- Sentenció su interlocutor.-
-Ni te comprendo. ¿Qué te ha revelado para que estés tan preocupado?- Preguntó Ail con una mezcla de inquietud y sorpresa.-
-Si te lo digo, debes jurarme que jamás lo revelarás a nadie.- Le pidió Nimock.-
-No sé.- Suspiró Ail.- Mi esposa y los otros tienen derecho a saberlo.-
-El árbol me habló a mí y no deseaba hacerlo con nadie más. Por eso me exigió guardar el secreto o contárselo únicamente a otro de los míos. – Sentenció el viejo.-

            Ail guardó unos momentos de silencio reflexivo. Se debatía ante un dilema. O saber aquello y estar condenado a no contar nada, ni tan siquiera a su esposa e hijos. O bien permanecer en la ignorancia como el resto. Al fin, tras valorar esas alternativas, declaró.

-No quiero cargar con un peso tan grande yo solo. Si en verdad es algo tan terrible como dices. Sé que, tarde o temprano, bien por un descuido, telepático o verbal, o por la presión, podría romper mi juramento. Prefiero ignorarlo como los demás.
-Bien, en tal caso deberás asentir a lo que yo les cuente al resto. Será una mentira, y sé que está mal. Pero cree que la alternativa sería peor todavía.

            Ail asintió, aunque enseguida añadió.

-¿Estás seguro de que ninguno de los allí presentes, Rulak, Lainia, o el resto, han podido captar esa conversación?
-No, el árbol sabe bien como comunicarse con nosotros, puede hacerlo con todos a un tiempo, con algunos o solamente con uno.- Le tranquilizó Nimock.-

            Y tras este intercambio de palabras retornaron a la aldea. Allí Nimock lamentó que el gran Árbol no le había contestado.

-Debe de estar enojado con nosotros.- Dijo una apenada Naya.-
-No lo tomes así, hija. Quizás no hubiese nada que decir.- Quiso animarla Ail.-
-Bueno, en cualquier caso, volveré a la Tierra. Me parece mejor estudiar allí. Puede que también logre aprender cosas que nos ayuden.- Repuso la muchacha.-
-Iré contigo, te acompañaré y luego recorreré la galaxia para aprender también.- Afirmó Giaal.-
-Sí, hacedlo, sois jóvenes y estáis mejor preparados que cualquiera de por aquí para entablar contacto con los humanos.- Les alentó Nimock.-
-Pero eso será en unos días, en cuanto hayáis descansado. Es un viaje muy largo. Y quizás hasta peligroso, me preocupa.- Confesó Annie.-
-Sabemos cuidarnos, mamá.- Contestó Giaal, alegando.- Y el universo es tan grande que difícilmente toparemos con alguien en el camino.

            Eso no dejó muy tranquila a Annie pero nada podía decir al respecto. A fin de cuentas ellos habían recorrido el espacio a menudo y nunca, salvo cuando llegaron a ese mundo, encontraron a nadie. Así pues asintió. Todos se retiraron a descansar y en los siguientes días, en tanto se preparaban para partir, los chicos ayudaron a sus congéneres a establecerse. Huertos nuevos se cultivaron, casas se construyeron y su nuevo hogar parecía incluso más acogedor que antes. Desde luego, nadie les miraba mal, ni les despreciaba. Y así llegó el día de la marcha. Naya y Giaal se unieron para formar una burbuja protectora tras despedirse de todos.

-Dad muchos recuerdos a las guerreras y a nuestros amigos.- Les encargó Annie.-
-Sed prudentes y haceros pasar por humanos en tanto estéis en la Tierra. -Les aconsejó Ail.-

            Los chicos se abrazaron a ambos progenitores, a Nimock y a Enara y Eril entre otros.

-Lástima que os vayáis ahora, quizás no estéis para conocer a mi nuevo bebé.- Comentó con agrado.-
-¡Muchas felicidades!- Sonrió Naya.-
-Además de mi pareja Enara, hay algunas mujeres más que están esperando hijos. Ahora ya no tienen miedo de lo que puedan decir de ellas.- Terció Eril.-
-Cuando volvamos será estupendo ver a tantos niños.- Declaró Giaal.-

            Y sin más dilación los dos hermanos formaron esa campana protectora y partieron. Eran jóvenes y fuertes, Giaal incluso casi tanto ya como su padre. Apenas hibernaron unas semanas y por suerte no tuvieron ningún imprevisto cuando avistaron ese hermoso planeta azul.

-¡Ahí está la Tierra! - Señaló una entusiasmada Naya.-

            Descendieron directos a las coordenadas que habían memorizado. Cerca del santuario Hikawa y aprovechando la noche para evitar ser vistos. Nada  más llegar rompieron la burbuja y adoptaron sus formas humanas.

-Siento mucho vacío en el estómago.- Comentó Naya.-
-Tenemos hambre. Ahora como humanos el alimentarnos de energía no es una opción. Tenemos que comer algo.- Le explicó su hermano.-

            Sacó una bolsita de tela que llevaba guardada de entre sus ropas y de esta extrajo sendas alubias. Tras comerlas los dos se sintieron regenerados. Así y con sus sentidos aguzados podían ver bien entre esa oscuridad que hacía imposible discernir nada a una persona corriente.

-Hemos llegado muy tarde. No hace frío. Podríamos dormir al raso para no molestar a Rei.- Le propuso él a su hermana.-
-Sí, con una pequeña burbuja protectora disimulada por algunas hojas de las que tanto abundan aquí.- Convino ella.-
           
            Así lo decidieron, a la mañana siguiente despertaron con el amanecer, al principio un poco aturdidos, aunque enseguida se situaron. Por fin pudieron ir hasta la entrada del edificio en donde se alojaba la sacerdotisa. La encontraron allí, barriendo diligentemente.

-Buenos días, Rei.- Sonrió Naya.-

            Aquella mujer se detuvo en su barrer y se giró hacia la fuente de la voz, quedando sorprendida al principio y contenta instantes después.

-¡Naya, Giaal! ¿Cuándo habéis llegado?- Quiso saber de inmediato.-

            Los muchachos se lo contaron y Rei frunció el ceño para echarles una cariñosa bronca.

-¿Cómo se os ocurrió hacer tal cosa? Tendríais que haberme llamado. Os hubiera preparado una habitación.
-No quisimos molestar.- Adujo Giaal.-
-Bueno, pues ahora desayunaréis conmigo. Supongo que no lo habréis hecho, ¿verdad?- Inquirió la miko.-
-No, comimos una alubia anoche.- Admitió Naya.-

            La sacerdotisa les invitó a  entrar, se alegraba mucho de tenerles allí, desde que faltaba su abuelo se sentía muy sola en ocasiones. Sobre todo tras la marcha de Yuuichirou. Por eso, compartir mesa con esos dos estupendos jóvenes la reconfortaba. Les dejó desayunar tranquilos y cuando terminaron quiso saber.

-¿Habéis venido a estudiar, no es así?
-Mi hermana sí. Se va a quedar en la Tierra. Yo continuaré mi viaje por el cosmos para aprender.- Le explicó Giaal.-
-Bueno, pero no tendrás prisa. Espero que puedas ver a las demás y al resto de nuestros amigos. Y de paso, descansar.- Le propuso Rei.-
-Claro, será un placer.- Convino el chico.-
-¿Tenéis donde quedaros?-Inquirió la sacerdotisa añadiendo enseguida con algo de amonestador sarcasmo.- Y no me digáis que debajo de unas hojas.
-No, bueno, todavía no sabemos dónde.- Admitió Giaal.-
-Ami me dijo que podría estar con ella.- Terció Naya.-

            Rei sonrió, moviendo ligeramente la cabeza les dijo.

-¿Qué os parece si llamamos a las chicas luego? Y mientras tanto podéis quedaros aquí.
-Te lo agradecemos.- Asintió Giaal.-

            Y la sacerdotisa no tardó en llamar a sus amigas. Una vez reunidas todas excepto Usagi que se disculpó aludiendo tener cosas que hacer, los hermanos les contaron lo sucedido en su planeta.

-Por eso, entre otras cosas, me decidí a volver tan pronto.- Suspiró una entristecida Naya.-

            Sus oyentes les observaron con pesar, aunque fue Minako quien afirmó, tratando de animar el ambiente.

-Ahora estáis entre amigos. No os preocupéis.
-Así es. Podréis estar tranquilos.- Convino Makoto.-
-Yo estaré poco tiempo, lo necesario para descansar y reemprender mi viaje.- Les comentó Giaal.-
-Te voy a echar mucho de menos, hermano.- Dijo Naya.-
-Estarás muy bien aquí, con las sailors amigas de nuestros padres.- La alentó él.- Y yo vendré a verte, igual que papá y mamá.
-Sí, claro.- Convino su interlocutora intentando sonreír sin mucho entusiasmo.-
-Yo te ayudaré en lo que necesites. No te inquietes por tus estudios, y por supuesto que la oferta que te hice sigue en pie. Sobre todo ahora que ando trabajando en un hospital distinto al de mi madre. Me mudé a un apartamento más cerca de allí, puedes instalarte conmigo.- Le ofreció Ami.-
-Muchas gracias.- Dijo una más animada Naya.-

            Así quedaron, el resto del día los hermanos estuvieron ayudando a Rei en el santuario. Los dos pudieron charlar un poco mientras barrían algunas hojas de la parte exterior.

-No sé.- Comentó Giaal.- Percibo algo raro en ellas.
-Sí.- Convino Naya.- No creo que estén tan animadas como aparentan.
-Es verdad, algo sucede, puedo notarlo. Pero no debemos tratar de sondearlas telepáticamente. Eso no estaría nada bien.
-Por supuesto que no.- Se apresuró a convenir Naya.- Sería una falta de educación y un abuso de confianza. Solamente espero que no sea por nuestra causa que se sientan incómodas.
-No me parece que ese sea el caso. Debe de ser por algo que les preocupa.- Conjeturó su hermano.- Aunque son asuntos de ellas, no debemos meternos.

Su hermana asintió, terminaron de barrer aquello y cuando terminaron escucharon la voz de la sacerdotisa quien estaba precisamente con sus amigas.

-Chicos. Vamos, venid al jardín. Creo que os gustará.

 Ambos acudieron a la llamada de Rei, Giaal sorprendió a todas las amigas de sus padres con sus conocimientos sobre botánica.

-¡Oye, es impresionante!- Le alabó Makoto.- A mí me encantan las plantas, tengo una floristería – cafetería cerca de aquí. Si algún día queréis tomar algo os invitaré encantada.
-Sí, lo recuerdo.- Asintió Naya.-
-Te lo agradecemos.- Asintió afablemente Giaal.-
-Y de paso, que te eche un vistazo a las plantitas, ¿no?- Se sonrió Minako no sin algo de retintín.-

            Makoto se puso algo colorada y no pudo evitar admitirlo al asentir.

-Será un placer.- Convino Giaal.-


            De esta forma pasaron un par de días. Giaal cumplió su palabra y fue al Flowers and Flavours con su hermana. Disfrutaron de una de las tartas de la dueña y él chico estuvo encantado de inspeccionar las plantas que Makoto tenía. Las abonó, le dio algunos consejos a la agradecida mujer y después, tras despedirse de ella, se marchó de vuelta al santuario con su hermana.


-En fin. Quisiera irme ya mañana.- Le comentó a Naya.-
-Te voy a echar muchísimo de menos, hermano.- Insistió la cariacontecida muchacha.-
-Y yo a ti, pero cada uno de nosotros debemos aprender cosas nuevas y conocer a otras gentes u otros seres vivos. Serán experiencias enriquecedoras. Y no te preocupes, ya te he prometido que vendré a visitarte.
-Claro.- Asintió la chica, entristecida pese a todo.-
-¿Cuándo te mudarás con Ami?- Quiso saber Giaal, cambiando de tema.-
-Cuando comience la escuela aquí.- Respondió su interlocutora.- Ami me comentó que quería hablar con un conocido que tenía, para ayudarme a obtener papeles y otras cosas. Supongo que para estudiar. Aquí suelen escribir en papel.

            Giaal se sonrió, su hermana era muy bisoña todavía y no comprendía bastantes cosas del lenguaje humano.

-No, Naya. Con papeles, quiere decir permisos para vivir en este mundo y para que puedas pasar por humana. – Le aclaró.-
-¡Ah!- Musitó la chica.- Sí, claro. Qué extraños son aquí en la Tierra.
-Sí, un poco.- Convino Giaal.-

            Caminaron hasta el santuario y allí tras saludar a Rei la pusieron al corriente de los planes del joven.

-Es una lástima que tengas que irte.- Le dijo la sacerdotisa.-
-Hubiese querido entrenar algo con Zafiro, pero estaba muy ocupado con un proyecto o algo así.- Dijo Giaal.-

            En efecto, tuvo la oportunidad de ver al esposo de Petz haría un par de días. Pero no tuvieron la ocasión de entrenar. Tenía muchas cosas que hacer. Aun así, le dio recuerdos para su familia. Ahora, atardeciendo ya, Giaal se dispuso a pasar la última noche en la Tierra antes de su partida.

-Las puestas del sol de este planeta son muy bellas.- Comentó él.- Es un hermoso regalo que podéis disfrutar todos los días.
-Sí, realmente lo son.- Convino Rei quien estaba ataviada con un vestido de calle en lugar de su kimono.-
-La verdad, nuestro planeta es también muy bonito, pero no tiene una atmósfera como esta que produzca tantos colores diferentes, de rojos, dorados, rosados, malvas...- Enumeró una encantada Naya.-
-Pues contémplalos por mí, hermanita.- Le pidió Giaal.-

            Siguieron conversando un poco y después cenaron. Al poco tiempo se fueron a dormir. A Naya le apenaba mucho la marcha de su hermano, así se lo comentaba a Rei con quien compartía habitación.

-Siempre hemos estado muy unidos. No me hago a la idea de estar separada de él.- Comentó.-
-Es parte de la vida. Tarde o temprano tenéis que buscar vuestros propios caminos.- Le contestó su interlocutora.-
-Nuestros padres siempre han estado juntos.- Le recordó la joven.- En lo bueno y en lo malo. – Y tras guardar un breve instante de silencio, meditando sobre eso, cambió de tema y con un tinte de curiosidad en su voz dijo.-Oye Rei, cada vez que Giaal y yo hemos preguntado a nuestros padres por su primera estancia en la Tierra, ellos nunca nos lo han contado con detalle. Bueno, se limitaron a decir que os conocieron a vosotras y que les ayudasteis mucho.

            La sacerdotisa escuchó aquello con atención, temiéndose que esas palabras precedían a una petición para que fuese ella quien hablase de esos tiempos. Y en efecto, Naya le preguntó.

-¿Acaso entre vosotros ocurrió alguna cosa que ellos no nos quieran contar?
-Bueno, pasaron muchas cosas. Es verdad.- Admitió Rei, agregando, eso sí.- Aunque creo que no me corresponde a mí decírtelas, Naya.

            La muchacha ensombreció el gesto, por suerte la oscuridad que envolvía la habitación no dejaba a su contertulia percibirlo.  Dándose cuenta de que Rei no iba a desvelarle nada suspiró.

-Tengo sueño. Estar en forma humana cansa mucho.
-Yo llevo haciéndolo toda mi vida y sí, ¡a veces es agotador! - Se rio Rei.-

            Eso sorprendió a la joven quien no pudo evitar preguntar casi con una exclamación de asombro.

-¿También tú te transformas en humana? ¿Tienes otra forma?

            Rei se rio más si cabía. La ingenuidad de esa muchacha le producía hasta ternura. Se limitó a replicar de modo jovial, alegrándose de paso por haber sido capaz de eliminar esa tensión derivada del anterior tema que trataron.

-¡Es una broma! Yo soy así, quizás abuso de la ironía. Pero soy humana.
-Creía que siendo una sailor de Marte fueses alienígena como yo.- Repuso Naya.-
-Bueno verás.- Le explicó su interlocutora.- Todas nosotras nos reencarnamos en la Tierra como humanas. Aunque conservamos nuestros poderes.
-Desde luego vuestras vidas han debido de ser muy interesantes.- Afirmó la muchacha.-
-Sí, a veces demasiado.- Suspiró Rei, que ya empezaba a sentirse soñolienta y así lo manifestó con un bostezo para luego sentenciar.- Vamos a dormir. Mañana hay que madrugar.

            Y su invitada convino en eso. Dejaron la conversación y se durmieron sin tardar demasiado. Por su parte, en su habitación, Giaal reflexionaba sobre su inminente partida.

-No sé dónde iré. Espero poder encontrar algún mundo lleno de vida y belleza como este. Y seres bondadosos que me enseñen más formas de sanar.

            Pero por si acaso esa circunstancia no se daba ahora agradecía las lecciones de su padre en cuanto a la lucha. Este siempre le advirtió que el universo era inmenso y que daba cabida a muchísimas formas de vida, algunas neutras, otras amables pero también algunas hostiles y peligrosas.

-Seré muy cuidadoso.- Se prometió, antes de finalmente poder dormir.-

            Y llegó el amanecer del día siguiente. Rei despertó con ánimos de levantar a sus invitados pero ellos ya estaban despiertos. Sonrió.

-Nada que ver con Usa y con Mina -chan.- Se dijo divertida.-

            Los dos hermanos compartían esos últimos minutos juntos. Por supuesto que Naya se abrazó a él sin querer soltarle, cosa que conmovió a Giaal. Aunque este finalmente se separó del abrazo. Rei también se sintió apenada por los dos chicos. Separarse para dos hermanos acostumbrados a estar siempre juntos era duro, pero tenía su lado bueno, los dos podrían crecer en el sentido de ser más independientes y capaces. De modo que decidió intervenir diciendo.

-Siento que las otras no hayan podido venir a despedirte.
-No pasa nada. Supongo que estarán muy ocupadas.- Respondió Giaal.- Muchas gracias por todo, Rei y dales también las gracias de mi parte a tus amigas por cuanto han hecho por nosotros.
-Así lo haré, se prudente y buen viaje.- Le deseó la sacerdotisa alejándose unos metros.-

            Era consciente de que esos dos debían estar a solas para despedirse. Así pues retornó al interior del santuario.

-Llamaré a Ami, tendrá que venir para ocuparse de Naya tal y como quedamos.- Pensó.-

            Entre tanto, ambos hermanos acabaron de decirse adiós.

-Cuídate, ¡eh! – Le pidió entre sollozos Naya a Giaal.-

            El chico asintió, sonriendo recordaba que sus padres le dijeron eso mismo, en un aparte que hicieron antes de que él y Naya fuesen a la Tierra.

-Espero que tengas mucho cuidado, hijo mío.- Le pidió Annie tomando las manos del joven entre las de ella.-
-Lo tendré.- Asintió el muchacho.-
-A veces los problemas acuden sin pedirlos, ni irlos a buscar. Recuérdalo bien.- Le dijo su padre pensando en su propia experiencia.-
-Lo haré. Me habéis enseñado que antes de la violencia hay muchas cosas que se pueden hacer para solventar una situación complicada.- Declaró el muchacho.-
-Te queremos mucho, nunca lo olvides.- Sollozó Annie dándole un sentido abrazo.- Cuida bien de tu hermana Naya, y luego ten muchísimo cuidado tú también.
-Sí, el universo es muy grande y muy frio, lleno de maravillas pero también de peligros.- Le recordó su padre.-

Al fin Giaal se despidió de  ellos y junto con su hermana partió para ampliar sus estudios recorriendo el Cosmos. A su vez, Naya estaba triste por despedirse de Giaal, pero también llena de ilusión por estudiar y conocer a muchas personas en la Tierra.

-Hermanita, eres tan hermosa por dentro como por fuera. Solamente te pido que tengas precaución y te guardes bien de los extraños.- Le aconsejo él, poco antes de partir.-
-Claro, aunque nuestros padres dicen que debemos ser capaces de confiar en la gente.- Respondió ella.-
-Así es, pero la gente es muy diversa, hay muchos tipos de humanos, como sucede en nuestro mundo con nuestros congéneres. No puedes fiarte de todos. Solamente cuando hayamos conocido a la persona en cuestión. Es entonces cuando tú debes decidir en quien puede depositar tu confianza y en quién no. Y en nuestro caso eso es vital.

            Otra cosa que sus padres les recalcaron fue que no desvelasen su verdadera naturaleza a extraños. Ni tan siquiera a meros conocidos. Por desgracia ya habían visto lo que ocurría en Vergelia cuando la desconfianza y el temor anidaban. Y él no lo olvidaba. Así pues tras volver a abrazarse a su hermana se separó un par de metros envolviéndose en una burbuja protectora. A los pocos instantes empezó a elevarse.

-Hasta pronto.- Le dijo a Naya quien derramando algunas lágrimas, sonrió pese a todo y asintió, agitando luego una de sus manos en son de despedida.-
           
            Entonces, súbitamente, esa burbuja se disparó a una gran velocidad hacia las alturas, perdiéndose de vista en apenas un segundo.

-Buen viaje, hermano.- Musitó Naya con ambas manos entrelazadas a la altura de su barbilla.-

            Rei se aproximó en ese momento, sonriendo con afecto, posó una mano en el hombro derecho de la chica.

-Vamos dentro, todavía refresca a estas horas.- Le sugirió.-
           
            Naya la siguió dócilmente al interior del santuario. Una vez acomodadas en el sofá, la sacerdotisa le comentó.

-He llamado a Ami, vendrá dentro de un rato. Hoy tiene turno de tarde. De modo que podrá acompañarte a hacer algunas gestiones para matricularte en un instituto.
-Muy bien, gracias.- Convino la muchacha.-

            Ahora fue Naya quien recordó su última visita a la Tierra, en realidad la primera que hizo. Cuando quedaron en que volvería a estudiar con Ami. Sus padres confiaban plenamente en ella, así como en el resto de sus compañeras.

-Confiamos en ti como si de nosotros mismos se tratara.- Le confesó Annie a la sailor Mercurio.- Sabemos que nuestra hija estará muy bien aquí contigo, Ami-chan.
-Muchas gracias, me honráis con esa confianza.- Repuso su interlocutora.-
-Y tú, hija, cuando regreses aquí procura aprender mucho y disfruta tu estancia en la Tierra. Haz caso a Ami.- Le pidió Ail.-
-Sí, papá. - Asintió la joven.-

            Así fue, y ahora estaba en este hermoso mundo deseando aprender a aclimatarse a él. Aprovechó ese rato previo a la llegada de Ami para charlar algo más con Rei y casi sin darse cuenta llamaron al exterior.

-Debe de ser ella.- Comentó la sacerdotisa.-

            Fue a abrir y en efecto, ataviada con un vestido azul pálido de falda corta entró Ami.

-Hola Naya.- Saludó sonriente la doctora.-
-Hola.- Respondió débilmente la muchacha.-
-Verás, durante estos últimos días he hecho algunos trámites y unos amigos me han estado ayudando. Te he conseguido documentos y te he matriculado en un instituto muy bueno.- Le comentó la sailor.-
-Te lo agradezco mucho, de veras.- Reiteró Naya que pensó que quizás, su contestación anterior al saludo no había sido todo lo educada que hubiera debido.-
-Lo hago encantada.- Sonrió la facultativa.- Ahora, vente conmigo, tal y como habíamos acordado te mudarás a mi casa.
-Lamento mucho ocasionaros tantas molestias a Rei y a ti.- Pudo decir la muchacha que se sentía pese a todo apurada.-
-No nos causas ninguna molestia.- Sonrió Rei, agregando con buen talante.- Y es más, podrías quedarte en el santuario si quieres.
-Lo malo es que el instituto está muy lejos de aquí.- Le recordó Ami a su amiga.-

            Rei asintió, era una lástima estaba encariñándose con Naya. Casi era como una sobrina. Desde luego en carácter le recordaba mucho a su ahijada Idina, la hija de Cooan. Ambas eran bondadosas, confiadas y algo tímidas. Incluso demasiado inocentes. Aunque Idina era ya una luchadora justiciera como lo fue Cooan. Rei le había enseñado incluso a exorcizar malos espíritus.

-Lo han pasado mal últimamente.- Recordó.- Y puede que las cosas vayan a peor…

            Quiso dejar eso de lado, se preocupaba por sus amigos en América, pero no podía hacer nada. Usagi fue muy clara a ese respecto. Eso pasó un par de días antes de que Naya y Giaal llegasen.

-Ahora espero que todo les vaya mejor. No sé. Me preocupan esas noticias que me llegaron de Portland. Y creo que en Nueva York las cosas tampoco están como deberían.

            Pero no podía preguntarle directamente a Ami, no ahora con Naya allí presente. Así pues, se despidió de ambas.

-Muchísimas gracias por todo, Rei.- Sonrió Naya realmente reconocida.-
-Ha sido un placer, pásate por aquí cuando quieras.- Le ofreció su interlocutora quien algo más seria, saludó asimismo a Ami, añadiendo.- Ya nos veremos, Ami-chan.
-Claro.- Acordó esta, que, animando su expresión le propuso a Naya.- Cuando quieras nos vamos. ¿Tienes listo tu equipaje?
-La verdad, no traje nada.- Afirmó al azorada joven.- Mi madre me dijo que comprase ropa humana cuando llegase.
-Sí, y el uniforme del instituto también.-Añadió su contertulia.- Anda, yo te ayudaré.

            Y tras despedirse de Rei, montaron en un autobús que las llevó cerca de la casa de Ami. Allí, en una tienda de ropa, Naya se hizo con algunas cosas aconsejada por su mentora. Entre ellas, el uniforme del colegio, compuesto por una falda plisada de color gris y una camisa blanca, con lazo rojo en el pecho.

-Parezco una de las guerreras.- Comentó la divertida muchacha cuando se lo probó.-

            Hasta llegó a hacerse una trenza como había visto llevar a alguna de las chicas humanas. Ami sonrió débilmente comentando.

-Así pareces un poco a mi ahijada Kerria.
-¿Tu ahijada?- Inquirió Naya sin comprender.-
-Es la hija de mis amigos Bertie y Roy.

            La jovencita asintió sonriente, recordaba a ese hombre de su viaje anterior. Era muy simpático. Pero enseguida vio la tristeza reflejada en el rostro de Ami.

-¿Va todo bien?- Inquirió con preocupación.-
-Sí, no te preocupes, estoy algo cansada. Eso es todo.- Respondió su interlocutora.- Será mejor que vayamos a casa.

            Así lo hicieron, al llegar Naya entró en un apartamento no demasiado grande pero sí cómodo, con un par de dormitorios un salón con cocina incorporada y baño. Ami entonces declaró.

-Bienvenida. Verás, tu habitación será esa de ahí.- Le indicó uno de los cuartos, precisamente el más grande, que tenía una amplia ventana.-
-¿Pero tú?- Comentó la chica algo envarada.- Me estás dejando la habitación mayor.-
-Yo apenas paso tiempo en casa. Estoy en el hospital o salgo a ver a mis amigas.- Sonrió Ami.- Y tú precisas de un cuarto amplio para tener una mesa grande en la que poder estudiar bien. Y con buena luz.
-Eres muy amable. - Pudo contestar la agradecida chica.- No sé qué puedo decir, te estás tomando muchas molestias por mí.
-No, en absoluto. Es para mí un placer y un honor tenerte aquí.- Aseveró amablemente su anfitriona.-

Y es que  siendo hija de sus amigos la guerrera Mercurio se tomó muy en serio la tarea encomendada. Deseaba cuidar bien de ella. Y también se unía la preocupación que sentía por su ahijada y la familia de esta. Estando condenada a no poder ayudarles.

-Tal y como me dijo Usagi, debo tener fe en ellos.- Pensaba no sin inquietud.-
-Lo que no sé es dónde está ese instituto. Y creo que el curso comienza mañana.- Intervino Naya sacándola de sus pensamientos.-
-Mañana te acompañaré a tu primer día.- Sonrió su interlocutora.-  Después deberás ir sola, tendré turno de noche y volveré tarde. Estaré dormida cuando te levantes.
-Será una lástima no poder verte.- Se lamentó la joven.-
-Bueno, serán unos días solamente. Pero podemos hacer una cosa. Lo mismo que mi madre y yo hacíamos hacíamos cuando ella trabajaba en esas horas. Tengo una pizarra y podemos dejarnos mensajes. ¿Te parece?
-Sí, estupendo. Te contaré como me van los primeros días.- Sonrió la chica.-
           
            Así lo convinieron. Y tras instalarse en su nueva habitación y cenar se acostaron temprano. Al día siguiente Naya se levantó enseguida, estaba emocionada por comenzar.  Tras desayunar y vestirse Ami y ella tomaron el bus con rumbo al colegio.

-Ahora memoriza las paradas y el recorrido.- Le pidió la doctora Mizuno.- Y recuerda que eres Naya Lund, una estudiante de intercambio. No menciones enseguida ningún país del que provengas. Nunca se sabe quién puede haber estado allí.
-¿Y si me lo preguntan?- Quiso saber la chica.-
-Entonces, piensa en el  que voy a indicarte y di que eres de allí.- Tuvo que responder Ami.- Tenemos algunos documentos que han hecho para ti. Uno es un pasaporte de Noruega.  Su lengua es el noruego. Y el apellido que te hemos preparado significa arboleda en ese idioma.
- Es muy apropiado, gracias. Trataré de aprender esa lengua enseguida.- Afirmó la chica.-

            Ami se rio, eso la dejó algo perpleja, aunque la doctora enseguida respondió, moviendo la cabeza.

-No hace falta. No creo que te encuentres a nadie de por allí.
-Bueno, por si acaso, ojearé algo en internet.- Sonrió la chica.-

            Y entre esa y otras conversaciones para que estuviese preparada llegaron al fin. Al descender del autobús Naya vio un gran reciento al que acudían chicos y chicas, igualmente vestidos que ella.

-Yo dejo dejarte ya. Te deseo buena suerte en tu primer día.- La animó Ami.-
-Muchas gracias. – Sonrió la jovencita.-

            Y para allá que se fue, portaba una mochila con unos cuadernos, algunos bolígrafos. (Por suerte había aprendido a escribir con ellos) y un teléfono móvil. Todo ese equipamiento le fue suministrado por Ami quien la vio alejarse y perderse entre el flujo de colegiales.

-Buena suerte, de verdad, Naya. Espero que seas feliz. Ojala que a ti y a mi ahijada os aceptasen por como realmente sois. - Suspiró Ami.-

            Y se marchó. La jovencita a su vez se adentró entre grupos de muchachos que se saludaban, o bien charlaban o en el caso de algunos, caminaban tan solos como ella misma.

-Será por aquí.- Se dijo, siguiendo ese flujo de personas.-

Consultando su teléfono vio que le correspondía la clase de tercero, o eso ponía. Allí se dirigió, la puerta estaba abierta y algunos otros ya habían entrado ocupando sitios. Ella se sentó en uno disponible, cerca de la pizarra.

-¡Qué suerte! -Pensó.- Podré enterarme mejor de todo.

            Se giró para colocar su mochila y al mirar juraría que algunas chicas de la parte de atrás la observaban y se reían. Supuso que nada tendría que ver con ella. A fin de cuentas, no las conocía. Tampoco pudo preocuparse mucho más de eso. A  su lado se sentó un chico de pelo y ojos castaños que llevaba gafas.

-Hola, ¿está ocupado?- Le preguntó él.-
-Supongo que no lo estaba, te acabas de sentar.- Replicó una sorprendida Naya.-
-Sí, sí, claro…qué tonto.- Musitó él.-…Seiko…Rio.- Se presentó dubitativamente.-
-Naya Lund, encantada.- Sonrió ella.-

            Ese chico la miraba como si estuviese hipnotizado, aunque desde luego que ella no había hecho nada a ese respecto. Bueno, sabía que los de su raza podían hacer algo similar con los humanos, pero no era nada ético y sus padres le habían ordenado no hacerlo.

-No debes mostrar jamás tus habilidades especiales en la Tierra, salvo que sea en caso de extrema necesidad o legítima defensa.- Le indicó su madre.-

Lo recordaba bien y desde luego que obedecería. Así pues, no sabía el motivo de que ese muchacho la mirase de ese modo. En eso que otro jovencito, alto y con cuerpo fornido, pasó cerca de ello y golpeó la cabeza de Rio.

-¡Qué pasa, nerd!- Le dijo como saludo.-
-Ho…hola Atsushi..- Pudo replicar el interpelado.-

            El tal Atsushi se fijó de inmediato en ella y enseguida exclamó.

-¿Y esta preciosidad? ¿No me digas que es tu prima, Rio?.- Comentó jocosamente y con retintín.-
-No…no… la acabo de conocer.- Musitó ese muchacho.-
-Me llamo Honda Atsushi.- Se presentó el recién llegado.-
-Naya Lund.- Repuso ella con más sequedad que la vez anterior cuando se presentó anteriormente.-

            Y es que, pese a la pretendida amabilidad de ese individuo, podía percibir como Rio parecía temerle. Y ese golpe sin motivo que le dio a su compañero de nada más entrar. En lo único en lo que parecían coincidir esos dos chicos era en valorarla con la mirada. Aunque había una sutil diferencia. Rio daba la impresión de admirarla, Atsushi parecía querer comérsela.

-Encantado. Se ve que eres nueva. Por eso te has sentado aquí.- Afirmó su interlocutor.-
-Me he sentado aquí para poder atender mejor.- Respondió ella de forma desapasionada.-
-¡Bueno, mira que bien! - Se rio su contertulio.-  A lo mejor eres perfecta para Rio. ¿No es así?- Le dijo a este con un tono de falsa complicidad, en tanto le daba otro golpecito en la cabeza.-

            El achantado agredido no dijo nada, aunque Naya sí que contestó con tono de reproche.

-En cualquier caso, ni creo que sea asunto tuyo, ni eres quien para ir golpeando a un compañero. Él no te ha hecho nada. Deberías dejar ese comportamiento.
-¡UUUh! -Exclamó Atsushi con las cómplices risas de algunos otros.- ¡No me digas que en realidad eres su madre! No me sorprendería nada.
-No soy su madre, pero quizás deberíamos pedirle a la tuya que mejore tus modales.- Replicó secamente Naya.-

            Aquello ya no le hizo tanta gracia a ese individuo que crispó el gesto, en medio de un silencio sepulcral de la clase.

-¡Oye niñata! ¿Quién te crees que eres?...- Espetó.-

            Pero no se atrevió a continuar, los pasos del profesor resonaban muy cercanos y se apresuró a ir a ocupar su sitio. Rio suspiró mirando agradecido a Naya, aunque enseguida le dijo con tintes de preocupación en su voz.

-Te has ganado un mal enemigo. Honda es muy conflictivo y cuando le toma manía a alguien no le deja en paz.  A mí me la tomó el año pasado cuando vine, y ya ves…
- No le considero enemigo mío. Me he limitado a reprocharle su proceder.- Comentó Naya.-

            Rio ya no respondió, un hombre de pelo entrecano y no demasiado alto entró en el aula. Todos se levantaron haciendo un leve saludo.

-Buenos días, alumnos.- Dijo ese hombre.- Para los nuevos soy el profesor Kitano. Seré vuestro tutor, y os daré ciencias.

            Tras esa breve introducción, se dirigió a Naya y a otros dos chicos más. Todos se levantaron a una indicación de su tutor, mirando hacia la clase.

-Estos son sus nuevos compañeros. Espero que les reciban cordialmente y les ayuden a integrarse.

            Y dicho esto les indicó que volvieran a sus asientos. Así, Kitano pidió a la clase que sacasen sus libros. Todos lo hicieron y comenzó a dar clase. Naya escuchó realmente muy interesada. Muchas cosas ya las sabía pero no con los nombres científicos humanos. Decidió que leería ese libro para familiarizarse con ellos.

-Haré eso con todas las materias.- Pensó.-

            Las dos primeras clases, de Kitano en ciencias y de la señorita Megumi en literatura, fueron interesantes. Había un pequeño receso y los alumnos podían charlar un poco. Aunque Naya no pudo ni intentarlo, dado que una chica se aproximó a su pupitre, acompañada de otras dos. No era muy alta pero caminaba con mucha seguridad. La miraba despectivamente y sin más le dijo.

-Soy Akiko Sato. Y no te consiento que le hables así a Astsuhi. Más te vale disculparte con él y meterte en tus asuntos.
-No creo haberle hecho o dicho nada que merezca una disculpa.- Replicó ella sin alterarse.-

            Las otras la miraron con inquina, y otra muchacha de mediana estatura, cabellos y ojos negros, que ni se dignó presentarse le espetó.

-Mira novata. Aquí hay unas reglas. Si no las respetas tendrás problemas.
-¿Reglas?- Inquirió Naya ahora afirmando con convencimiento.- He leído cuidadosamente las normas del instituto y no creo haber quebrantado ninguna. Pero si es así, podemos ir a hablar con el señor Kitano.
-Será mejor que no te pases de lista.- La amenazó otra, algo más alta y de constitución fornida.-

            Hasta parecía disponerse a atacarla, pero la mirada de Akiko la detuvo. Además de una consigna.

-Aquí no.- Y tras esbozar una falsa sonrisita, le habló al petrificado Rio para decirle con un tono sarcásticamente meloso.- Mira que bien, has encontrado novia. Aunque me parece que te va a durar poco.

            Y no hubo tiempo para más. Llegaba la siguiente profesora. La señorita Watanabe, de inglés. Aunque estaba preocupada por ese mal ambiente, Naya atendió demostrando que su nivel en ese idioma era realmente bueno. Sus padres le habían enseñado a hablarlo desde pequeña, lo mismo que el japonés. Y por si fuera poco, utilizando su capacidad telepática de forma muy moderada, podía acceder a los pensamientos gramaticales de su profesora quien la felicitó cordialmente.

-Señorita Lund, parece ser usted una alumna brillante. Por favor, siga así.
-Muchas gracias.- Se limitó a responder ella.-

            Esa clase dio paso a una de arte, a la que asistió también muy interesada. El profesor, un hombre joven de cabello moreno llamado Daiki, les explicó algunas técnicas de dibujo, hablando sobre la belleza en la composición. Y Naya preguntó.

-¿Qué podemos definir como belleza?

            Su profesor quedó sorprendido por esa pregunta y asintió para responder.

-Esa es una muy buena pregunta. Y más profunda de lo que parece. Verá, señorita. La belleza suele estar dada por la armonía, la proporción, la simetría y la perfección, suele agradar la vista y en el caso de la música, el oído.

            Naya asintió. Sobre lo último recordaba como su padre tocaba la flauta y les enseñó a  hacerlo a ella y a Giaal. Aunque la muchacha prefería escuchar más que tocar y hacía mucho que no practicaba. En cuanto a lo primero, su nombre significaba precisamente hermosa. Quizás lo fuera para los suyos, aunque claro, no tenía idea si lo sería para los humanos. Al menos en su auténtica forma.

-Mejor no averiguarlo.- Pensó.- Gracias.- Respondió acto seguido tras escuchar esa contestación a su pregunta.-

            Y vino la pausa para el almuerzo. Naya observó al resto encaminarse al comedor y una vez allí, hacer fila para tomar unas bandejas y llenarlas con comida.

-¿Te importa?- Le preguntó Rio, que se había colocado a su lado.-
-Claro que no.- Sonrió ella.-

            Fueron esperando su turno y avanzaban lentamente . Ella fue consciente de que ese tal Atsushi les observaba con una mezcla de desdén y mal humor desde atrás de la cola. Por lo que podía percibir en él no tenía buenas intenciones. Lo mismo podría decirse de la tal Akiko. Aunque esta sencillamente le dedicó una altanera mirada y siguió charlando con sus amigos, y riéndose. Quizás de ella y de Rio. De cualquier forma a Naya le daba igual. Esperaba que esos individuos que se habían metido con ese pobre chico sin ninguna razón abandonasen esa actitud.

-Hoy tenemos buena comida.- Le comentó precisamente Rio.-

            Naya observó que tenían una especie de largos fideos y pescado.  Su compañero se hizo con un plato de cada y ella le imitó. Tras llevarse también una botella de agua y los cubiertos con un vaso de plástico, se encaminaron hacia una mesa. Naya volvió a fijarse si el tal Astsuhi estaba mirándoles, pero no le vio. Fue entonces cuando su compañero se cayó al suelo con estrépito. Estaba tan manchado como el suelo, al haberse esparcido la comida. Pronto las risas de los otros atronaron el comedor. Pero ella se había fijado por el rabillo de ojo en que una pierna había zancadilleado al desprevenido Rio. No tardó mucho en entender quién había sido.

-¡Vaya! Sigues siendo un patoso.- Exclamó Astsuhi.-
-Sí, ten cuidado o no podrás comer durante todo el año.- Se burló otro.-

            Naya le dedicó una indignada mirada a Astsuhi pero optó por no decir nada. No quería empeorar más las cosas. Eso sí, se arrodilló a ayudar a su caído compañero a levantarse y limpiarse.

-No sé por qué te hacen esto.- Le musitó compadecida.-
-No importa, gracias.- Fue capaz de decir el azorado chico.-

            Aunque la llegada de un profesor hizo que los demás dejaran las risas y se dedicasen a recoger su comida.

-¿Qué le ha pasado?- Quiso saber el docente.-
-Nada. Me resbalé.- Respondió el chico.-

            Naya iba a intervenir para decir lo que había visto, pero Rio dándose cuenta movió la cabeza. La muchacha suspiró en tanto el profesor le decía con tono admonitorio.

-Tenga usted más cuidado.

            Tras volver a la fila y tomar un poco de comida en otra bandeja, Rio se sentó junto a Naya. Los dos estaban solos, daba la impresión de que nadie más se quería sentar a su lado.

-Vaya. ¡Cuánto lo siento!- Dijo ella, en tanto comían.-
-No pasa nada. Estoy acostumbrado.- Afirmó él.-
-Eso no está bien.- Respondió ella con tono lleno de enfado.-
-Mejor será que no digas nada más.- Le aconsejó el chico.- La única manera de sobrevivir aquí es pasar desapercibidos. Si te enfrentas a Atsushi o al grupo de Akiko será mucho peor.
-Eso es como aceptar que te maltraten.- Declaró ella entre perpleja e incrédula.-
-No puedo hacer nada más. Él es grande y fuerte y tiene a todos de su parte.- Se lamentó el chico.-
-Si mi hermano estuviera aquí no creo que se atreviese.- Sentenció la muchacha.-
-¿Tu hermano no estudia en este instituto?- Quiso saber su compañero.-
-No, bueno, él estudia fuera del país.- Respondió la joven.-

            Se percató de que hablar de sí misma o su familia no era aconsejable. Sus padres se lo advirtieron. Y si pareciendo humana se había ganado ya la animadversión de esos estudiantes ¡qué no podría suceder si la descubrieran!

-Una pena. Me hubiera gustado conocerle. Pero tú eres muy valiente y muy amable.- La halagó el muchacho.-
-Gracias, solamente me he limitado a reaccionar ante algo tan injusto.- Contestó modestamente ella.-

            Rio se ruborizó un poco, aunque no dijo más. Los dos terminaron volviendo al poco a clase. Las dos últimas horas eran precisamente educación física. Y por supuesto, Atsushi hizo notar su presencia. Por fortuna esta vez estaba centrado en el deporte y se limitó a alardear de sus cualidades.

-Es bueno para un humano.- Pensó Naya.- Aunque no se puede comparar a los de nuestra raza, ni mucho menos a los amigos de mis padres.

            Y ella tampoco era mala en deportes. Pero se cuidó mucho de evidenciar su superioridad. Sobre todo delante de esas estúpidas. Al fin, terminadas las clases, fue a darse una ducha. A la salida buscó sus ropas que había dejado colgadas en una percha del vestuario pero no estaban allí.

-¡Quién se ha llevado mis cosas!- Exclamó, envuelta solamente en su toalla.

            Escuchó risas de algunas chicas. Estaban en la puerta del vestuario. ¡Cómo no, eran Akiko y sus amigas!

-¡Mira que eres despistada!- Se burló una de ellas.- ¡Anda que olvidarte la ropa!
-¡Va a ser muy embarazoso tener que salir así!- Se rio Akiko.-

            Naya estaba furiosa y avergonzada. Desde luego que esas chicas se estaban pasando. Pero se controló. Quizás convendría comenzar a jugar algunas de sus cartas. No tuvo problema en sondear telepáticamente a una. Sabía que no era correcto pero a fin de cuentas, ellas habían comenzado. Captó una variedad de sentimientos hacia ella entre los que la envidia ocupaba un lugar destacado. No comprendía la razón. Acababa de llegar y esas muchachas ya eran veteranas. ¡Incluso alguna pensaba que cómo era posible que tuviera un cabello tan largo sedoso y bonito! Aunque lo que más le interesó fue captar el lugar en el que había escondido su ropa. Justo detrás de un armario de las taquillas. Así pues, mirando a esas individuas con fingida indiferencia, dijo con un susurró que era lo bastante elevado para que pudieran escucharlo.

-Vamos a ver. Si yo fuera una estúpida envidiosa sin originalidad ni gusto. ¿Dónde escondería las ropas de otra persona? ¡Ah, ya!- Exclamó con una sonrisa.-

            Las otras se miraron perplejas. Más todavía cuando Naya se dirigió exactamente a ese lugar  y moviendo sin aparente dificultad el armario sacó de allí su uniforme.

-¡Pero, cómo lo ha sabido!- Exclamó una de esas chicas.-
-Porque las matonas sin cerebro no tienen originalidad.- Replicó Naya.- No me es complicado deducir cómo pensáis.- Y en tanto se vestía con las mirada atónitas de aquellas chicas, agregó en tono conciliador.- De todos modos, podríamos empezar de nuevo. Y si queréis hasta os aconsejaré sobre cómo mejorar el cabello. ¿Eso os interesa a alguna de vosotras, no es así?
-¡Tú sueñas!- Escupió Akiko saliendo de allí con expresión molesta.-

            La muchacha fornida que estaba con ella la siguió, no así la otra, esa de cabello y ojos negros.

-¿Cómo lo has sabido?- Pudo preguntar con asombro.-
-Bueno, digamos que tengo dotes naturales.- Respondió su interlocutora que sin darle importancia, le ofreció la mano para presentarse.- Soy Naya Lund.
- Fujimoto, Mae.- Musitó esta, apenas haciendo una leve inclinación.-
-Ah, claro. Aquí saludáis así.- Sonrió ella.-
-¿Tú de dónde eres?.- Quiso saber esa chica.-
-Yo…de Suecia.- Respondió ella.-

Aunque enseguida cayó en la cuenta de su error, ese no era el país. De modo que lo arregló añadiendo enseguida.

-¿Sabes el país que está al lado de Suecia?

            Su interlocutora dedicó unos instantes a pensar y finalmente movió la cabeza. Naya entonces le desveló.

-Soy noruega. Siempre digo al principio que soy sueca porque a la gente le suena más.
-Claro, por eso eres tan alta y tan rubia.- Pudo decir Mae.-

            Aunque el pelo de Naya no era del todo rubio, sino más bien un castaño claro, ella asintió. Iba a decir algo más cuando esa chica fornida y Akiko regresaron.

-¿Se puede saber qué haces hablando con esta individua, Mae?- Le reprobó su robusta compañera.-
-Bueno, no es mala chica.- Respondió esta.-
-Eso ya lo decidiré yo.- Espetó Akiko ordenándole a su compañera.- Vamos…

            Mae dudó durante unos instantes pero finalmente se alejó de Naya siguiendo a sus amigas. La extraterrestre suspiró apenada.

-No parece mala chica pero siente que debe ir con ellas para no traicionarlas. - Se dijo.-

            Tras pensar sobre eso durante unos instantes pudo vestirse al fin y volver a casa. Al llegar estaba sola. Ami le había dejado unas llaves y las chica las empleó tal y como le habían enseñado.

-En Vergelia las casas no tienen cerraduras.- Recordó.- No las necesitamos.

            Aunque estaba claro que en la Tierra sí hacían falta. Entró y cerró la puerta tras ella. Al fin se puso cómoda. Por unos instantes adoptó su forma natural y se miró al espejo.

-Me pregunto qué dirían si me viesen así.- Musitó.- Supongo que mis padres se enfrentarían a la misma duda. El despertar el miedo y el odio de los humanos, únicamente por ser distintos. Y en mi caso, esas chicas me odian sin conocer mi verdadera apariencia siquiera.

            Suspiró. Le hubiese gustado poder hablar con Ami y comentarle lo sucedido en su primer día. Pero ella estaba en la consulta. Entonces decidió escribirle algo en la pizarra.

-Al menos así, podremos estar en contacto.- Se dijo.-

            Escribió un brevísimo resumen y al rato cenó un poco de verduras y frutas y se fue a dormir. De hecho, Naya no comía carne y aunque tuvo que tomarse el pescado en el colegio, no le agradaba consumir ninguna cosa de origen animal. Ni mucho menos ser la causa de la muerte de ninguno de ellos.

-Son criaturas vivas como nosotros. Los animales, los árboles y las plantas. Al menos los frutos si se pueden comer porque no matan a sus dueños cuando los tomamos.

            Y además, ella quería ser médico, salvar vidas y curar a los enfermos. Sin importar que fuesen humanos o cualquier otro ser.

-Dentro de poco espero ser como Giaal, y poder viajar a otros lugares para aprender a sanar.- Pensó en tanto se dormía.-

            Y su hermano entre tanto viajaba por el espacio. Llegó a un par de planetas con formas de vida con las que pudo comunicarse telepáticamente y aprender algunas de sus artes curativas. A cambio les enseñó otras.

-Ha sido un intercambio muy beneficioso.- Se dijo muy satisfecho cuando retomó su periplo por el universo.-

Y una vez más, envuelto en esa burbuja protectora viajó entre las estrellas. Pasó cerca de Vergelia pero sin visitar a los suyos allí.

-Debo retornar cuando haya aprendido más.- Se dijo.-

Y pese a echar de menos a sus padres prosiguió. Tampoco quiso arriesgarse a ver a ese Rulak ni a ninguno de sus partidarios. Aunque desde luego le apenaba no ver a sus familiares y amigos.

-Y además, debo encaminarme hacia esas coordenadas que Nimock me dio.- Meditaba en su letargo.-

            El anciano le había enseñado muchas cosas desde que Giaal era niño, y una de las últimas fueron algunos saberes que, según su mentor, provenían del mundo de origen de su raza.

-Ese planeta está algo lejos de aquí, pero si sigo las instrucciones de Nimock podrá acortar el viaje.

            Y es que el anciano le habló de una discontinuidad del espacio -tiempo causada por un agujero negro cercano. Por fortuna no lo bastante como para ponerle en riesgo, pero sí para curvar el espacio lo bastante y así ahorrarle años. Así pues, siguiendo ese itinerario no tardó en llegar a otro sistema solar, donde una enana azul tenía orbitando a su alrededor varios planetas. Uno de ellos enseguida llamó su atención.

-Debe de ser este.- Pensó.- Siento algo, como si me llamasen.

            Notaba realmente un impulso de aproximarse a ese mundo, era parecido al saberse llegar a casa tras un largo viaje. Redujo su velocidad para que la entrada en la atmósfera fuera menos brusca y no le quemara con la fricción. Bajando poco a poco atravesó unas densas nubes. Bajo ellas enseguida vio un manto en el que predominaba el verde tachonado de infinidad de colores. Y no únicamente eso. Destellos de incontables tonalidades refulgían a su alrededor, algunas estallaban inofensivamente como si de pequeños fuegos artificiales se tratasen.

-¡Son semillas!- Se maravilló el chico.-

            Y además, podía ver una larguísimas cañas, o eso asemejaban, brillando con tonos fosforescentes. También árboles de todas las formas y tamaños, flores de vivos y variados colores. Admirado, se posó en el suelo deshaciendo su burbuja protectora. Podía respirar y esa atmósfera le vigorizaba.

-¡Es increíble! -Musitó incluso.- ¡Nunca vi nada tan hermoso!…

            Aunque una especie de mensaje se fue formando en su mente, y esa alegría y admiración fueron eclipsándose al tiempo que la tristeza le invadía.

-¿Estáis muriendo?- Fue capaz de preguntar entre susurros.-

            Era extraño, él podía comunicarse con telepatía y no precisaba hablar pero era como si sus labios articulasen las palabras sin que él interviniese. Giaal solamente era capaz de mirar extasiado, y al tiempo apenado ahora, toda esa exuberancia y tener la revelación de que apenas sí era una sombra de lo que fue en su momento de esplendor.

-Debo encontrar una cura. Pero, estos seres son mucho más sabios que yo…¿Cómo podría ayudarles?

            Se percató entonces de que unos pequeños entes del tamaño y la apariencia de pequeños bulbos de apenas quince o veinte centímetros de altura se movían como si diesen pequeños saltitos hacia él. Enseguida percibió que eran inofensivos. Brillaban iridiscentes cambiado de colores. Amarillos, rojos, púrpuras verdes o rosados, entre otros. Los observó con la boca abierta hasta darse  cuenta de que aquella era su manera de comunicarse.

-¡Asombroso!- Pudo musitar.-

            Caminó entonces por una especie de sendero que esas pequeñas criaturas le marcaron colocándose a ambos lados del chico. Él se fue adentrando en aquella especie de jungla hasta llegar bajo la copa de un árbol gigantesco.

-El propio Makaiju no es más que un arbusto comparado con él.- Pensó atónito.-

            Y aquel enorme árbol se comunicó con Giaal, imbuyendo en su mente todo lo que sucedía en aquel planeta. Asimismo le regaló vastos conocimientos de medicina cósmica. Como si una vastísima biblioteca galáctica de multitud de mundos se abriera al asombrado joven.

-Somos la raza perdida. Este es nuestro mundo de origen, Vegetalia. El mundo de nacimiento de las formas de vida vegetales de todo el cosmos.- Pudo decir maravillado al serle revelado aquello, entre otras muchas cosas.-

            Había visto desde luego plantas que le recordaban a las de Vergelia, pero también a muchas de la Tierra, y otras que desconocía. Lo que llamó su atención fue no ver a ningún animal. Ni tan siquiera insectos.

-Desde aquí fue. Todas las especies vegetales se propagaron al resto del universo, llevando la vida. Y ahora precisan energía. Pero una muy especial. Solamente una criatura muy poderosa podría dársela. Y el gran árbol ha captado esa fuente de poder. Pero está muy lejos de aquí.

            En la mente de Giaal se dibujó enseguida un propósito. ¡Debía buscar ayuda! Aunque no sería sencillo encontrarla. Empero, los habitantes de Vergelia le proveyeron con una especie de semilla orgánica en la que podría viajar protegido.

-Claro. Debo entrar en una gran roca. O al menos eso es lo que el árbol percibe. La fuente de poder capaz de ayudarle está allí.

            De modo que, una vez seguro en aquella especie de gran bola, se dirigió a su destino esperando tener éxito.

-¡Creo que la criatura que busco debe ser amistosa y estar dispuesta a ayudar! Eso sienten las criaturas de este mundo. - Se dijo con talante optimista.-

            Y entre tanto en la Tierra habían pasado meses. Naya se fue adaptando a los usos y costumbres de los humanos. No le fue fácil pero también acabó por ser admitida por el grupo de Akiko. Quizás no como una amiga, pero esa individua dejó de molestarla. Por lo menos ya no era el centro de sus esfuerzos. Tonteaba descaradamente con  Atsushi. Lo malo era que ese tipo no dejaba de acosar a la propia Naya. De su actitud chulesca y agresiva contra Rio, pasó a ignorar a este y tratar de mostrarse más amable con la recién llegada. Sin embargo, ella podía sentir que él buscaba algo más. Algo oscuro había en esas aparentemente mejoradas intenciones. La muchacha pudo finalmente hablarlo con Ami. La doctora Mizuno había cambiado de turno en el hospital y ahora las dos compartían desayuno antes de ir respectivamente al trabajo y a la escuela.

-Dime Ami.- Le preguntaba la inquieta chica.- ¿Qué puedo hacer? Ese chico es muy insistente. Primero se metía conmigo y con Rio, luego pasó a proponerme que quedásemos él y yo, que me iba a llevar a sitios divertidos. ¡O incluso invitarme a cenar! Y para colmo eso enfada a Akiko. Me mira con odio, puedo notarlo. Y creo que no me insulta, ni se mete conmigo precisamente porque no quiere que él se enfade con ella. Eso me ha comentado Mae.  Pero a mí no me agrada esa situación. Para Akiko soy su enemiga y no he hecho nada para que eso sea así. – Se lamentó.-

            Así era, esa otra chica con la que habló en el vestuario había llegado a hacerse amiga suya. Aunque casi a escondidas. El caso es que Naya al final, a base de demostrar su bondad y naturaleza amable, se había ganado muchos apoyos y amigos allí. Ami escuchó aquello con atención y tras guardar un momento de silencio, respondió.

-Tú no puedes evitar que ella sienta lo que siente, ni por ese chico, ni hacia ti. Y si has tratado de ganarte su amistad o de aclarar cualquier mal entendido, no es culpa tuya que esa muchacha no desee arreglar las cosas. A veces, por triste que sea, no podemos gustar o caerle bien a todo el mundo.
-Lo sé. Pero es que me recuerda lo que sucedió en Vegetalia. Algunos de mis propios congéneres nos odiaban a mi familia y  a mí por ser distintos. Solamente por haber nacido al estilo animal, como ellos dicen. Pero yo no elegí como nacer, ni mi apariencia.- Suspiró, tomando ahora su auténtica forma alienígena.-
-Es injusto, ser víctima de la frustración de otros, o de su odio por el mero hecho de no ser ni lo que ellos son, ni lo que esperan que seas. Créeme, he vivido de primera mano lo que significa.
-¿A ti también te han tratado mal por eso?- Inquirió Naya con estupor.-
-Bueno, en ocasiones, por mis notas muchos compañeros no se acercaban a mí.- Le contó su interlocutora.- Algunos me creían una especie de bicho raro, que solamente era capaz de estudiar. Otros directamente envidiaban mis notas, ¡como si no me hubieran costado esfuerzo y sacrificio!- Suspiró prosiguiendo.- Algunos hasta hacían que me sintiese mal, incluso me marginaban o hablaban injustamente contra mí. Y me hacía daño.
-¿Y cómo lo superaste?- Quiso saber su interlocutora.-

            Ahora Ami sonrió para contestar con mejor ánimo.

-Porque conocí a mis amigas. Usagi, Rei, Makoto y Minako. Ellas me querían por ser Ami, no por ser la mejor alumna de la escuela.

            Y lo comentó con tristeza pese a todo. Naya sabía que su anfitriona guardaba algo más, de hecho no había aparecido por casa en tres días y la propia doctora sonrió al darse cuenta.

-Tienes razón. He estado ausente estos días. Y no ha sido por mis tareas en el hospital. Fueron motivos personales.
-No tienes porqué contármelo. -Le dijo Naya con algo de apuro.-
-No te apures, quiero hablar de ello con alguien. Además, tiene mucho que ver con nuestro tema de conversación.- Replicó Ami que le recordó.- Sabes que tengo unos ahijados a los que quiero mucho, los hijos de Bertie y Roy.

            La extraterrestre asintió, su interlocutora prosiguió entonces.

-Mi ahijada Kerria lo ha pasado muy mal últimamente. Ha estado incluso a las puertas de la muerte. Y tuve que ir a los Estados Unidos a operarla.
-¡Oh, cielos! Espero que esté bien.- Exclamó la atónita y horrorizada Naya.-
-Sí, gracias a Dios que todo se arregló.- Sonrió débilmente Ami ahora, aunque con tintes de tristeza en su voz, agregó.- Y todo vino porque Kerria, a su manera, es también distinta de la mayoría. – Y una vez suspiró, la doctora le desveló a su interlocutora. -Verás, ella ama a otra chica. En su colegio muchos de sus compañeros cuando lo descubrieron la insultaron, se burlaron de ella y le dieron la espalda. La pobre sufrió un calvario y de algún modo, el mal se apoderó de su alma. Cuando quiso reaccionar y rechazar esa oscuridad, casi le cuesta la vida. Tuve que intervenir a ruegos de Roy para intentar salvarla. Lo logré y ahora está convaleciente.
-Lo lamento mucho. ¡Ojalá que pueda recobrarse muy pronto!- Deseó su joven oyente.-
-Sí, yo también. Pero más que de la operación en sí, es de su herida moral de la que debe recuperarse. Verás Naya, todavía hoy en este planeta y para mucha gente, ser gay es peor que ser extraterrestre. Bueno.- Suspiró tratando de sonar algo más jovial al matizar.- Claro que la mayor parte de la gente piensa que los extraterrestres no existen o son hombrecitos grises y bajitos.
-¿Por qué?- Quiso saber Naya con genuino asombro.- ¿Acaso han visto a algunos? Puede que sean de una raza determinada y…

            Ami se rio, enseguida dejó de hacerlo ante la desconcertada expresión de esa jovencita y le contó.

-Es por las películas. A los humanos nos gusta imaginar cómo pueden ser otras formas de vida, otros seres. Y a veces les damos una forma similar a la nuestra y otras no. Pero, en suma, no creen que sean reales. Pero la gente gay sí lo es. Y a muchos les produce repugnancia y miedo pensar en ellos…
-No lo comprendo. Se trata sencillamente de amar a alguien de tu mismo sexo. Yo por ejemplo, me siento atraída por los varones, pero no tengo nada en contra de las chicas que sientan algo por otras muchachas. O de los chicos a quienes les gusten otros chicos. ¿Por qué eso es tan importante para los humanos?
-Sería quizás muy largo de explicar.- Dijo Ami.- El caso es que, es la diferencia lo que muchos temen, lo que se sale de su norma. Por eso Naya, entiendo perfectamente cómo te sientes y te aconsejo lo mismo que hicieron tus padres,  que jamás reveles tu auténtica forma a ninguna persona que no sea de tu círculo de total confianza. Procura desde luego no hacerlo con ningún compañero de clase.

            La chica asintió, sabía eso de sobra. Y se había dado cuenta de lo peligroso que podría llegar a ser, pero al mismo tiempo le apenaba. Suspirando asintió y declaró con voz queda.

-Puedo llegar a comprender a tu ahijada Kerria muy bien. Ella únicamente desea ser aceptada por como en realidad siente y es. ¿Verdad? Sin tener que esconderse. No hace nada malo y desearía llevar una vida normal con esa chica a la que quiere. ¿No es así?
-Eso es, tesoro. Es exactamente así.- Convino Ami.- Lo único que desea es que la dejen vivir tranquila. 


Ami sonrió, pensó desde luego que su ahijada y Naya podrían llegar a ser muy buenas amigas. Lo mismo que el resto de las otras muchachas, las ahijadas de Rei y de Minako, Idina y Katherine y la de la propia Usagi, Amatista. De hecho, sus padres eran amigos de Ail y Ann. Y por un momento esa idea le cruzó la mente.

-¿Y si llevase conmigo a Naya a América un día y se las presentara?- Se dijo.-

            Dudó entonces. Por ahora las cosas no eran demasiado propicias para eso. Y algo le decía que no era el momento de que los caminos de esas muchachas se cruzaran con los de Naya.

-Será mejor que se adapte bien a la vida aquí. Más adelante ya veremos. Por otra parte, tanto mi ahijada, como Idina, Amatista y Kathy, han pasado por muchas cosas últimamente. Será mejor dejarlas al margen por ahora.- Pensó la doctora Mizuno, quien, no deseando guardarse ese secreto, se lo comentó con franqueza a la joven.-
-Me gustaría conocerlas. Ellas también son especiales por lo que me has contado.- Convino la muchacha.-
-Sí, aunque ahora han tenido mucha presión y demasiadas emociones…y tanto Idina como Katherine viven en un lugar distinto. - Recalcó su interlocutora.-
-Bueno, creo que tienes razón. Antes prefiero aprender a vivir al modo terrícola. Mis padres insistieron en que debía hacerlo con la menor ayuda posible.
-Sí, es mejor. Por ahora tienes que ocuparte de tus estudios. Ya habrá tiempo para otras cosas.- Aseveró Ami, deseando concluir con ese tema.-

Por su parte Naya asintió. Desde que había llegado a la Tierra y pese a esos problemas con Akiko y otros compañeros, ella solamente había deseado centrarse en aprender. Aunque por supuesto, a medida que iba conociendo la forma de ser de las personas de este mundo también quería vivir otro tipo de experiencias. Y además de Atsushi había más muchachos que se estaban interesando por ella. Debía de confesar que uno en particular le parecía atractivo. Un tal Akira Nakamura de la clase de al lado, la abordó alguna vez en educación física, asignatura que compartían. Incluso la había invitado a quedar. Pero ella estaba indecisa. Eso le estaba empezando a pasar factura y así lo  confesó.

-Dime una cosa, Ami.- Le preguntaba la joven.- ¿No te era difícil a veces centrarte en los estudios? En algunas ocasiones, me cuesta dejar de lado otras cosas.
-Bueno, es algo que a todos nos ha pasado.- Respondía su interlocutora.- Verás Naya, a tu edad yo tenía también otras obligaciones y no era fácil compaginarlas. Y claro que me gustaba pasar tiempo con los amigos.
-Sí.- Suspiró la muchacha añadiendo con un tono más de confidencia.- Tengo buenos amigos aquí, ellos salen y me proponen unirme a ellos. Incluso hay un par de chicos que quieren quedar conmigo más en privado. Ya me entiendes.
-Sí. - Convino Ami.- Te comprendo.
-Aunque yo no tengo esa clase de interés hacia ellos.- Repuso la joven.-
-¿No tienes a nadie especial por el que sientas algo?- Se interesó Ami.-
-No sé. A todos les aprecio mucho.- Pudo decir la chica que parecía confusa.-  Aunque no es el estilo de amor humano que se profesan en ocasiones algunos de ellos. Eso que aquí llaman ser novios.
-Entiendo.- Sonrió su interlocutora.- Bueno Naya, eso no es malo. Si algún día sientes eso por alguien lo sabrás. Por ahora dedícate a los estudios sin preocuparte en ese aspecto. Y en lo demás, es bueno tener amigos y amigas y compartir tiempo y experiencias con ellos.- Remachó la doctora.-
-Sí, puede que sea bueno probar.- Convino la muchacha.-

            Y es que pasando las semanas, el carnaval se aproximaba. Akira la había invitado a una fiesta de disfraces y tras consultarlo con Ami, aceptó. La doctora la animó a ir. Aunque la muchacha tenía otra duda.

-¿De qué iré disfrazada? Me han dicho que se puede ir de lo que uno quiera.

            Y entre eso y su deseo de ser aceptada por cómo era, tuvo una idea. Quizás fuera arriesgada pero era la mejor oportunidad que nunca tendría.

-Sí. Lo haré.- Se dijo con audacia.-

            El tal Akira un chico alto, de cabello castaño oscuro y ojos a tono, le comentó que iría de super héroe, con una especie de mallas y una capa. Ella se limitó a  responder que intentaría ir de algo parecido. Cuando le llegó la hora de salir, Ami no estaba, volvía a tener turno en el hospital y Naya dudaba.

-Voy a salir a la calle con mi auténtica apariencia y la ropa de mi pueblo. Espero que la gente no se asuste de mí.- Deseaba.-

            Y al fin, desoyendo por una vez las recomendaciones de sus padres y su tutora, a la par que armándose de valor, salió. Nada más hacerlo se cruzó con gente que iba asimismo disfrazada y muchos se giraban a observarla. Algunos abrían la boca atónitos, otros sonreían. E incluso hubo casos en los que ni le prestaron atención.

-¡Un disfraz genial- Llegó a decirle un chico que pasó cerca de ella, vestido de Samurái.-
-Gracias.- Musitó la chica.-

            Aunque ese joven ya se había alejado. Naya prosiguió su camino y allí estaba Akira, aguardando en plena calle. El chico iba ataviado con una capa roja, una especie de pijama azul y zapatillas carmesí.

-¡Guau!- Comentó al verla.- ¡Es increíble! Hasta te has pintado la cara y las manos de verde.- Exclamó.-
-Sí, bueno, quería ir lo más realista posible.- Pretextó ella.-
-Pues te queda muy bien, estás realmente guapa de marciana.- Afirmó él.-
-¿Marciana?- Inquirió la perpleja joven.-
-Sí, de extraterrestre, como dijiste que vendrías. ¿Era de eso, verdad? Para tomarle el pelo al tonto de Rio.
-¿A Rio? ¿Por qué?- Quiso saber la atónita chica.-

            Lo cierto es que ella no había pensado en eso. Pero su compañero de clase había hablado alguna vez de ese tema en particular.

-¡Ese chalado siempre está con esos rollos! - Se rio Akira, recordando.- ¡Cree de veras que existen hombrecillos verdes! El muy freak se pasa la vida con esas películas. No me sorprende. Nadie normal le toma en serio.

            Naya no supo que responder, bajó la cabeza sintiéndose triste por su compañero. Aunque Akira debió interpretar aquello de otra manera y enseguida comentó.

-Si te viera quedaría alucinado. También yo lo estoy. No creo que haya nadie con un disfraz mejor que el tuyo.- Aseguró el chico que incluso llegó a aconsejarle con humor.- Si te hubieras puesto un par de brazos más habrías estado perfecta.
           
            Eso sí que sorprendió todavía más a Naya. ¿Dos brazos más? Ella no tenía más extremidades. Quizás los humanos pensasen en algunos alienígenas como en una especie de insectos. Decidió no darle más importancia y junto con Akira se dirigió hacia el local en donde se celebraba la fiesta. Allí estaban bastantes de sus compañeros.

-No veo a Rio.- Se dijo apenada.-

            Y es que el chico, pese a no sufrir ya tantos episodios de hostigamiento, era ignorado por la mayoría. Tan solo ella y un par de compañeros más se dirigían a él en términos amistosos. Y Naya era la única de ellos que podía calificarse de popular. Eso pensaba cuando entraron y fue saludada al unísono por varios chicos y chicas de su clase.

-¡Increíble, Naya! Ese disfraz es impresionante.- La alabó uno.-
-Si parece que fueras un elfo de verdad!- Le dijo el otro.-
-¿Elfo?- Volvió a repetir ella sin comprender.-
-Sí, las orejas que te has puesto son lo más.- Afirmó una chica que hizo ademán de querer tocárselas.-

            Aunque ella se apartó levemente para evitarlo, forzando una sonrisa replicó.

-Son muy delicadas.
           
            Y desde luego lo eran, su raza tenía también un oído muy fino. En eso que Akiko y su forzuda amiga de nombre Megumi se aproximaron. Y las palabras de su rival llegaron a sobresaltar a la recién llegada.

-¡Ya lo decía yo! – Exclamó Akiko con evidente sarcasmo.- Ahora comprendo por qué eres tan rara.

            Llevaba un disfraz de corte medieval, luciendo un vestido de princesa. Y no se recató de observar a su odiada compañera de arriba a abajo. Aunque tuvo que asentir con aprobación, declarando.

-Tengo que reconocer que está logradísimo. Dan ganas de llamar a los “Men in Black” para que te encierren.
-¿Los qué?- Inquirió su contertulia.-
-¡Un grupo de tipos que se dedican a controlar que los marcianos no vayan a sus anchas por la Tierra!- Se rio Akiko.-

            Naya no sabía de la existencia de semejantes individuos, eso hacía que las cosas fueran más peligrosas de lo que había supuesto. Comenzaba a arrepentirse de haber venido en su verdadera apariencia. Aunque el resto pensaba sin lugar a la duda que ese era un magnífico trabajo de maquillaje, peluquería y atuendo.

-Sí, desde luego que ha escogido el disfraz apropiado para ella.-Convino Megumi que iba vestida de conejo, para agregar, eso sí, como si estuviera segura de eso.-  Aunque es algo excesivo. Un extraterrestre de verdad pasaría mucho más desapercibido.
-Vuestros disfraces son muy apropiados también…, para la fiesta.- Añadió Naya cuando se recobró de esos comentarios.-

            Fue el inevitable Atsushi quien se acercó. No parecía muy contento de verla. Aunque eso obedecía a la proximidad de Akira.  Pero incluso él tuvo que reconocer lo increíble que Naya iba.

-Es el mejor disfraz que he visto en toda la fiesta. Habrás tenido que estar horas para maquillarte.
-Bueno, gracias.- Respondió su contertulia con tinte algo titubeante para finalmente admitir sin faltar a la verdad.- He tardado mucho en poder salir a la calle así.
-Hasta el traje que llevas es original.- Alabó Akira, sin desear dejar de ganar puntos con ella.-

            Esos dos se miraban con expresión de pocos amigos, pero sonreían a su vez , no deseando ser ninguno quien enrareciese el ambiente. Estaba claro que Atsushi no se atrevería a portarse con Akira como había hecho con Rio. Naya podía percibir claramente que no se caían bien, pero que se respetaban mutuamente al valorarse en la misma categoría.

-Yo no quiero ser como una especie de trofeo que se disputan.- Pensó entre molesta y entristecida.-

            Al menos, Akiko estaba pegada a Atsushi ahora y ese chico daba la impresión de hacerle caso, aunque fuera por tratar de despertar los celos de Naya. Eso era realmente ridículo puesto que la joven no tenía interés romántico alguno por él. Y así pasó esa velada, entre comentarios sobre lo magnífica que era su caracterización de, marciana, venusiana, elfo, y otras cuantas descripciones más que no se ajustaban a la realidad. Suspirando decidió salir un poco de ese congestionado lugar.

-Hace mucho calor ahí dentro.- Se dijo.-
-Ho, hola.- Escuchó una tímida voz que le era familiar.-

            Al girarse para mirar en esa dirección descubrió a un tipo vestido con smoking y un sombrero de copa, no era demasiado alto y enseguida, pese al antifaz que llevaba puesto, le reconoció.

-Hola Rio.- Le saludó la chica.-
-¿Eres tú, Naya?- Se asombró él.-
-Sí.- Le confirmó la muchacha.-
-¡Es impresionante! Pareces tan real. Quiero decir, ¡ese disfraz es increíble! Te habrá costado mucho hacerlo.- Fue capaz de comentar el perplejo chico.-
-La verdad, más que el hacerlo lo complicado fue decidirme a llevarlo.- Le confesó ella.-
-Estás muy guapa.- La alabó él, añadiendo, no obstante.- Pero te prefiero al natural.
-Bueno, así es como soy yo realmente.- Se atrevió a replicar ella.-

            Enseguida se arrepintió de haber sido tan audaz, por fortuna el muchacho creyó que se refería a  otra cosa.

-Sí, veo que no tienes miedo de vestirte como quieras, ni de hacer las cosas que te gustan.- Afirmó Rio, añadiendo en lo que seguramente pensó era un cumplido.- Poca gente se atrevería a una caracterización tan extraña y tan bien hecha. ¡Si hasta te has pintado todo el cuerpo!

            E inopinadamente sorprendió a Naya tomándola de una mano. El muchacho la acarició aunque ella se soltó enseguida.

-Eres muy bonita, aunque sea así disfrazada.- Declaró él.-
-Oye Rio, yo.- Musitó ella tratando de zafarse.-

Aquel chico la estaba acariciando un brazo y ascendía peligrosamente hacia otra parte. Ella se sintió violenta. Sin embargo él, lejos de mostrarse turbado por ese atrevimiento la miró y se miró su propia mano musitando atónito.

-¡Qué fría estás! Y por cierto. ¿Qué clase de maquillaje usas?, ¡no noto nada!
-Creo que no es propio que te tomes esas confianzas.- Pudo balbucir ella, visiblemente nerviosa.-

            Pero ya era demasiado tarde. Naya había olvidado que la temperatura corporal de los de su raza era menor que la humana. Cuando estaba en esa apariencia de chica terrícola, el consumo de energía para mantenerse así aumentaba su metabolismo y le hacía elevar el calor de su cuerpo. Pero ahora lo había olvidado y ese chico la miraba con una mezcla de asombro y fascinación. Por fortuna llegó Akira  que había salido tras ella al advertir su ausencia dentro, y justo entonces Rio, exclamó.

-¡Tú no eres normal! ¿Qué clase de bicho eres?

            Eso hizo que a la joven le diera un vuelco al corazón. Afortunadamente, las risas de Akira y de algunos amigos suyos que estaban con él, dieron la vuelta a la situación.

-¡Mira quién habla!- Se burló el recién llegado.-
-No, en serio.- Insistió Rio, quien por una vez, daba la impresión de sacar coraje y valor para replicar.- ¡Eso no es un disfraz, es!…

            Naya estaba a punto de llorar, se dio la vuelta apenas siendo capaz de musitar.

-Me voy a casa.
-¡Espera! - Le pidió Akira.- No dejes que un idiota como ese te amargue la noche.

            Aunque la muchacha no le escuchó, de hecho no era capaz de oírle debido al miedo que la controlaba. Si esos chicos hacían caso a Rio estaría perdida. ¡Podrían descubrirla! Corrió sin parar ni mirar atrás. Por si fuera poco gruesas nubes comenzaban a encapotar el cielo.

-Espero que no llueva. Si me mojo cualquiera podría ver que no llevo maquillaje. O tocarme y notar lo fría que estoy para ellos.- Se dijo con cada vez mayor temor.-

            Pero sí que empezó a llover, más bien diluviar. Por fortuna pudo guarecerse a tiempo bajo una marquesina de autobús en tanto esperaba. Coincidió con un par de personas, eran mayores. Una mujer anciana y un hombre de mediana edad. Fue esa señora quien, con una media sonrisa, comentó divertida.

-¡Esta juventud, vaya disfraces que lleva hoy día!

            Naya correspondió con una sonrisita de circunstancias. Por fin llegó el bus y pudo abordarlo. Iba casi vacío y se sentó atrás, lejos de los pocos ocupantes que viajaban en él. Al llegar a la parada más próxima a casa de Ami, bajó. Los aproximadamente doscientos metros hasta llegar a la puerta se le hicieron larguísimos, iba mirando en todas direcciones. Tampoco se atrevía a transformarse en humana por si alguien pudiera estar viéndola.

-¡Qué vergüenza y que miedo he pasado!- Pensaba ansiosa por llegar y refugiarse en la casa.-

            Y lo que era peor. ¿Cómo reaccionaría Rio el próximo día en la escuela? ¿Y si alguien llegaba a creerle? Por el momento no quiso pensar más en eso. Llegó a la puerta y abrió. Una vez entró y cerró tras de sí, suspiró. Entonces volvió a adoptar su apariencia humana.

-¡Por fin!-  Musitó con los ojos haciendo aguas en tanto se prometía.- ¡Jamás volveré a mostrarme tal cual soy en este planeta!

            Y se tumbó en la cama para descansar. Al poco llegó Ami. La mujer volvía de su turno cansada, pero quiso saludar a Naya.

-¿Qué tal la fiesta? Has vuelto muy pronto.

            Aunque quedó atónita y preocupada cuando esa muchacha rompió a llorar. Enseguida fue a sentarse junto a ella en la cama.

-¿Qué ha ocurrido, cielo?

            Apenas pudo calmarse un poco, Naya le explicó lo sucedido. Ami enseguida la animó.

-No te preocupes, cuando ese chico te vea el próximo día en el colegio seguro que no pensará eso. Es más, apuesto a que se sentirá como un tonto.
-No sé, se dio cuenta cuando me tocó. Además de notar que no iba maquillada o sentir mi baja temperatura, es como si hubiera visto algo que los demás no pudieran.- Afirmó la todavía asustada muchacha.-
-En cualquier caso, nunca pierdas la calma. Sé que es duro, pero si volviese a decirte algo tendrías que negarlo.- Le aconsejó Ami.- No lo hagas con brusquedad. Podrías tomártelo a broma. O quizás…
-Sentirme mal porque me dijo eso.- Completó Naya, añadiendo apurada.- Pero me es muy difícil mentir. No podría mirarle a los ojos y negar la verdad.
-Bueno, eso eres tú quien debe decidirlo.- Admitió su interlocutora.-

            Naya asintió, poco más charlaron, las dos estaban cansadas y tras una frugal cena se fueron a dormir. La joven pasó el día siguiente pensando qué podría hacer. Así llegó el lunes. Fue a clase como siempre, pensando que todos la iban a mirar como un bicho raro. Sin embargo, al llegar fue todo lo contrario. Incluso Akiko se acercó a ella con un talante más cordial de lo que recordaba y la abordó.

-Oye, me enteré de las tonterías que te dijo ese chalado de Rio. Siempre supe que estaba como una cabra, ¿entiendes ahora por qué nadie le aguanta?
-Yo…no fue nada agradable.- Musitó la muchacha, sin saber qué otra cosa poder replicar.-

            También Mae se aproximó a ella, y dio la razón a Akiko, contándole además.

-No es la primera vez que hace algo así con una chica. Por eso no le queremos cerca. Está chalado.  Y a esa otra también la molestó, todo porqué le dio demasiadas confianzas. Igual que tú. Ha debido de pensarse que tendría alguna oportunidad para salir contigo y al verte con Akira, pues se ha repetido la historia.
-¿Qué historia?- Inquirió la joven, visiblemente intrigada ahora.-
-Verás.- Le contó Akiko con tinte confidencial.- Una de nuestras compañeras que terminó el año pasado, Haruko se llamaba. Ella era parecida a ti, muy confiada. Hablaba con ese chico, y hasta era simpática con él. Por supuesto que el muy bobo se creyó lo que no era y quiso pedirle salir. Pero claro, ella era mayor y estaba interesada en chicos de la universidad. Ese tonto la estuvo acosando durante semanas. Al final Atsushi tuvo que intervenir. Le dio una buena paliza a ese idiota.
-¿Atsushi? ¿por qué él?- Inquirió Naya.-
-Porque era el primo de Haruko.- Repuso Mae.- Su prima trató de ocultárselo pero ante tanta insistencia tuvo miedo y terminó por decírselo.
-Le dio una buena lección a ese payaso. Por eso, cada vez que se lo echa a la cara se lo recuerda. Para tenerle a raya.- Añadió Akiko.-
-Quizás la violencia no sea la solución. Puede que ese muchacho esté enfermo, y necesite ver a un especialista.- Declaró Naya.-

            Otros compañeros se aproximaron, entre ellos Akira. Una vez puesto al corriente de esa conversación, se ofreció con tintes caballerosos.

-Si ese loco vuelve a molestarte me lo dices enseguida.

            La muchacha no supo qué replicar, se limitó a guardar un culpable silencio, hecho que el resto interpretó de forma bien distinta.

-Déjalo ya, ha debido de ser un mal trago. La pobre no querrá que se lo estemos recordando todo el rato.- Terció Mae.-
           
            El resto le hizo caso. Así fueron entrando en clase y por un instante Naya pensó que Rio no estaría allí, pero se equivocaba, aquel muchacho se encontraba sentado en su sitio. Al llegar ella y sentarse a su vez él apenas sí ladeó la cabeza para mirarla, pero no hizo, ni dijo nada. Tenía un ojo algo amoratado. Eso sorprendió a su compañera. Empero, la chica se sentía muy envarada y violenta sin imaginar que  podía hacer. Incluso pensó en decirle algo pero no se atrevió.  Por suerte el profesor de la clase llegó enseguida. El resto del día transcurrió sin que cruzasen palabra. Al fin, durante la pausa de la comida Naya hizo un esfuerzo, aproximándose a él que estaba solo en una mesa.

-Quisiera que pudiésemos hablar.- Le dijo ella en voz baja.-
-¡No quiero que te me acerques! - Siseó él mirándola con una mezcla de miedo y prevención.-
-Seguro que todo fue un malentendido.- Opuso Naya.-
-Sé lo que vi, o mejor dicho lo que toqué. Tú no eres normal. Ahora lo pareces, pero estaba helada y tu tacto y tu piel, no tenían pintura, ni tinte.
-Pues claro que sí lo tenían.- Aseguró ella.-

            Al menos no mentía del todo en eso. Se había maquillado un poco para tratar de disimular sus propias características naturales. Pese a todo le era muy difícil tener que fingir. Aunque no tenía más remedio. Quiso no obstante variar de tema y preguntó intentando sonar cordial.

-¿Qué te ha pasado en el ojo?
-Un regalo de tu novio Akira.- Escupió él.-
-No es mi novio, yo…- Intentó replicar la muchacha.-
-Me da igual, no te acerques a mí, ¡no me hables! Seas lo que seas. -Le exigió el joven.-

            Aquello estaba empezando a atraer la atención de los demás. La consternada Naya bajó la cabeza alejándose de ese muchacho. Casi a  punto de llorar se sentó en una mesa alejada. Mae y Akira no tardaron en unirse a ella.

-¿Qué te ha dicho ese estúpido? Le voy a dar otro puñetazo para que aprenda.- Sentenció el recién llegado.-

            Y estaba listo para levantarse a cumplir con su amenaza. No obstante, Naya le sujetó de un brazo y entre sollozos le rogó.

-¡No, por favor! Basta de violencia.

            El joven se tranquilizó, enseguida tomó asiento una vez más, pidiéndole con tono conciliador.

-Vale, no llores.
-Es verdad, ese desgraciado no lo merece.- Añadió Mae.-

            Y así las cosas se calmaron. Ella no volvió ya a hablar con Rio en lo que quedaba de curso. Por una parte eso le hizo ser más popular con sus antiguas rivales y para integrarse todavía más hasta salió un par de veces con Akira. Aunque ella no estaba realmente interesada en nada que no fuese una mera amistad. Por eso, aquel chico enseguida se desanimó y fue a por otra. Naya lo agradeció, al menos ahora ya no tenía que estar dándole excusas para no intimar más al modo humano.  Por suerte un día, retornando a casa de Ami desde el instituto, tuvo una estupenda sorpresa. Fue llegar hasta el portal y escuchar una voz que le era muy familiar.

-¡Hola hija! ¿Qué tal estás?..

            Al girarse enseguida exclamó, llena de alegría.

-¡Papá, mamá!...

            En efecto, allí estaban,  a unos metros de distancia de la casa, los dos en sus formas humanas y con ropas corrientes. Naya no tardó en correr hasta ellos y abrazarles.

-¿Cuándo habéis llegado?- Quiso saber la muchacha en tanto no se soltaba de ellos.-
-Esta misma mañana. Fuimos directos a Hikawa. Rei nos recibió y estuvimos charlando con ella.- Le contó su madre.-
-Sí.- Convino Ail.- Las cosas por suerte parecen estar tranquilas ahora en la Tierra.
-Así es. - Les confirmó su hija quien enseguida quiso saber.- ¿Tenéis noticias de Giaal? Hace mucho que no sé nada de él.

            Y mientras entraban en la casa de Ami, sus padres respondieron a esa cuestión.

-Tu hermano pasó por nuestro planeta.- Le contó Annie.-
-Fue antes de que nosotros viniéramos hacia aquí.
-¿Y no vino con vosotros?- Inquirió la decepcionada chica.-
-Verás. Nos dijo que te diéramos recuerdos, que te echaba muchísimo de menos pero que no podía venir a la Tierra en este momento.- Le explicó Ail.-

            Y es que su hijo en efecto fue a Vergelia. Estaba recorriendo el universo en busca de algo. Volvió a su mundo para ver a sus padres y hablar con Nimock. Llegó a la aldea en la que vivían separados del grupo que lideraba Rulak  y les contó lo que había visto en ese otro planeta.

-De modo que estuviste en Vegetalia, nuestro mundo madre.- Le dijo el anciano.-
-Sí, y es increíble. Jamás vi tanta vida vegetal.- Afirmó el chico.-
-Es debido a que es el origen de toda ella.- Le explicó su interlocutor.-
-Lo sé. El gran árbol que hay allí me lo contó. Lo hizo de un modo telepático. Llenó mi mente de conocimiento. Pero también me dijo que el planeta se moría.

            Eso asombró y asustó a todos. Aunque el muchacho prosiguió.

-Por suerte me hizo saber que debía buscar un remedio. Hay criaturas muy poderosas que son capaces de ayudar a que la vida en Vegetalia se recupere. Y tengo la misión de encontrarlas. Solamente sé que estarán dentro de una gran roca.
-Como nuestros amigos humanos dirían. Eso es como buscar una aguja en un pajar. O mejor dicho, en un millón de ellos.- Intervino Ail.-
-Y sin embargo, sé que tengo que hacerlo.- Repuso con voz queda Giaal.-Buscaré en todo el universo si hace falta, pero no dejaré que esas criaturas mueran.- Sentenció con decisión.-
-Nosotros queremos ir a visitar a tu hermana. Llevamos mucho tiempo sin saber de ella.- Le contó a su vez Annie.-

            Su vástago sonrió, iluminando su rostro por unos instantes, para pedir a sus progenitores.

-Por favor, dadle un abrazo de mi parte, y decidle que la quiero mucho, pero que no puedo interrumpir mi búsqueda. Seguro que ella lo entenderá.
-Así lo haremos.- Le prometió Ail.-

            Ahora, cuando le contaron esto a Naya la muchacha asintió. Sonriendo débilmente convino en ello.

-Mi hermano tiene razón. Yo no estaría feliz si, solo por venir a verme, arriesga la existencia de tantas criaturas vivas. Espero que tenga suerte y logre salvarlas. ¡Ojalá supiera como ayudarle!- Suspiró.-
-Giaal es muy inteligente y perceptivo, como tú. –Afirmó Ail, agregando lleno de orgullo.- Los dos sois maravillosos y lo mejor vuestro es el deseo que tenéis de ayudar a todos los seres vivos.
-A veces es complicado. Y más cuando tengo que mentir.- Musitó la chica.-

            Sus progenitores la observaron apenados, se hacían cargo de su situación. Fue Annie quien, posando una mano sobre el hombro de su hija, la animó.

-Desde que eras una niña te enseñamos que no estaba bien mentir. Y por lo general así es. Aunque en ocasiones debe hacerse, o al menos, no contar la toda la verdad, para proteger a otros y a uno mismo.
- Procura ser buena y ayudar a cuantas personas, animales y plantas puedas. Aunque para ello debes tener mucho cuidado, hija. Las consecuencias de que alguien descubriese tu verdadera identidad podrían ser terribles. Sin ir más lejos, ya has visto que ha pasado con ese muchacho. Ese que decías que era tu amigo. Al que apoyaste cuando nadie lo hacía. Ya has visto el pago que te ha dado.

            La interpelada asintió, eso le producía mucha tristeza. ¿Por qué Rio ya no quería ni verla? ¿Por qué la consideraba de modo diferente? ¿Acaso ella dejó de comportarse igual con él?. Y es que desgraciadamente sus padres. Rio era como esas personas que acosaron a la ahijada de Ami. Por el mero hecho de sospechar que era de otra naturaleza diferente a la suya ese muchacho ahora la temía o la despreciaba. Quizás ambas cosas.

-No puedo hacer nada por cambiar eso. Por mucho que me pese.- Pensó apenada.-

En ese momento llegó Ami, se alegró tanto de ver allí a Ail y a Ann como lo había hecho Naya. Los dos visitantes estaban felices a su vez de volver a ver a su amiga. Tras saludarse con afabilidad, Ail le comentó con reconocimiento.

-No sé cómo podremos agradecerte todo lo que has hecho por Naya.
-Es un placer. Para mí es como una hija.- Sonrió la doctora.-Dentro de poco terminará el curso y va muy bien. Tanto que podría presentarse a los exámenes e ingreso a la facultad con todo lo que sabe.

            Y es que en los momentos que habían podido pasar juntas, Ami le había estado dejando literatura médica y explicándole muchas cosas. La fascinación de Naya por la ciencia era tal que devoraba esos escritos y se ensimismaba con las disertaciones de su mentora.

-Lo que más me gusta es el milagro de la vida. Como nacen los animales y los seres humanos.- Declaró ahora para orgullo de sus padres y su anfitriona.-

            Tampoco olvidaba la polémica en Vergelia sobre el modo de reproducirse. Por ello deseaba conocer todo lo necesario y quizás, algún día, encontrar a un compañero con el que poner eso en práctica. Aunque claro, no iba a decírselo a sus interlocutores. Al menos no aún. Tiempo tendría para esas cosas.

-Por eso no debo precipitarme. He de elegir bien a esa persona. Ni basta con que me atraiga físicamente. Las apariencias engañan. Ha de ser alguien bueno.- Pensaba.-

De hecho, cada día le fascinaban más los humanos por sus múltiples personalidades y formas de comportarse y eso reforzaba su determinación de estudiar medicina. Y así lo expresó.

-Nos alegramos de que tengas tan clara tu vocación, hija.-  Afirmó Annie.-

            Y tras esta conversación y unos días de visita, en la que aprovecharon para ver a sus amigos, sus padres se marcharon de regreso a Vergelia. El curso concluyó y Naya, deseando estar con ellos durante un tiempo, decidió irse de vacaciones a su mundo natal.

-Lo malo es que tendré que retornar con el curso empezado.- Le comentó a su mentora.-
-No te preocupes por eso. Con el nivel que tienes seguro que recuperas el tiempo enseguida. Y puedes ir estudiando mientras viajas.
-Sí, sería interesante conectarme un sistema subliminal de audio para aprender cosas en tanto hiberno en el viaje.- Asintió la chica.-

            Por fortuna, la tecnología de la que disponía la Masters Corporation y las propias sailors le dieron esa oportunidad. Antes de partir Naya se despidió muy afectuosamente de todas esa amables mujeres. En particular de Ami, tras un largo abrazo le dijo con emotividad.

-No sé qué decir…me faltan palabras para expresar cuanto te agradezco todo lo que has hecho por mí.
-Ha sido un placer y una gran alegría el poder hacerlo.- Sonrió la doctora Mizuno, añadiendo con gran afecto.- Y espero que vuelvas muy pronto. Para lo que quieras, ya sabes dónde estoy.

            La joven asintió, tras sonreír emocionada se despidió de sus amigas y se envolvió en su burbuja. Tomó su apariencia alienígena y se elevó con rapidez. Ya atardecía y con el contraste de luz podía pasar inadvertida. Por supuesto que todo ello se desarrolló en el interior del santuario cuando ya estaba cerrado al público. O al menos eso pensaban todas.

-Me alegra que Naya se haya adaptado tan bien aquí.- Comentó Minako antes de irse.-
-Es una chica estupenda.- Afirmó Makoto quien también había acudido a despedirla.-
-Bueno, espero que tenga buen viaje y que pase un tiempo agradable y tranquilo junto a sus padres.- Intervino Rei.-
-Así sea. La echaremos de menos. Pero ahora nosotras debemos centrarnos en otros temas. -Comentó Usagi.-

            Las otras convinieron en eso. Ami aun miraba hacia el cielo, aunque ya no había ni rastro de la muchacha.

-Solo deseo que todo te vaya bien y que vuelvas muy pronto.- Pensaba la doctora que añadió para despedirse de sus compañeras.- Nos vemos mañana entonces…

            Y tanto ella como el resto se marcharon, únicamente Rei se quedó allí y tras unos instantes en los que vio anochecer se metió en el edificio en el que vivía. Pero ni tan siquiera la sacerdotisa era consciente de que no habían estado solas.

-¡Lo sabía!¡Estaba seguro!- Musitó una voz masculina.-

            Tras meses de indagaciones y vigilancia su paciencia había dado fruto. Y es que Rio nunca dejó de pensar en que tenía razón. Le habían ridiculizado y vejado por ello, aunque ya no le importaba. Se limitó a pasar desapercibido y no volver a dirigir la palabra a esa cosa pero la estuvo vigilando con atención. Llegó a seguirla en ocasiones sin que ella lo notase. Y después de mucho tiempo y comprobar que solía venir asiduamente a este santuario, aguardó su ocasión. Tras varias veces descubrió una entrada oculta y evitó a un par de fastidiosos cuervos que siempre le graznaban cuando iba. Por suerte disimulaba yendo a fingir que oraba y hasta comprándole algún ridículo palito a la propia sacerdotisa.

-Uno de esos palitos justamente decía. “ No renuncies a la búsqueda de la verdad” Y fue un buen consejo.- Pensaba lleno de regocijo.-

            Y observó el tesoro que tenía entre las manos. Su teléfono móvil con la grabación de esa chica transformándose en un extraterrestre y elevándose en el aire. ¡A ver si ahora se reían de él esos idiotas! ¡Pero no! No lo mostraría a ningún imbécil de su curso. Al menos no todavía. Antes iría a ver a un par de amigos que había conocido haría unos meses. Unos que compartían sus opiniones.

-¡Nos haremos famosos al desenmascarar a esa alienígena!- Se dijo con excitación, mientras salía del santuario por aquel agujero en la valla.-

            Entre tanto Giaal seguía recorriendo algunos sistemas solares. Con esa semilla que el gran árbol le proporcionó. Desde luego que era una manera mucho más cómoda y rápida de viajar que hacerlo por sí mismo. Incluso parecía recibir energía de aquel protector entorno.

-Los seres de Vegetalia son realmente sabios y poderosos.- Pensaba maravillado.- Sé que han imbuido en mí muchos conocimientos pero, comparado con los que deben de atesorar, apenas son unos pocos. Confío en que pueda utilizarlos para prestar ayuda a quien lo precise.

            Pudo recorrer algunos planetas con formas de vida muy elementales y ayudarlas a florecer y mejorar. Aunque esa no era la finalidad de su viaje.

-Al menos estoy haciendo algo bueno, en tanto pueda hallar lo que busco.- Se decía esperanzado.-

            Y puso rumbo a la Tierra, quizás pudiera indagar allí. Y de pasó visitaría a su hermana Naya. Llegó pronto al santuario Hikawa, faltaba poco para el amanecer y la escasa luminosidad le brindó  la protección perfecta, incluso permitiéndole sorprender a Rei.

-Menos mal que siempre aterrizo en un sitio apartado, donde nunca viene la gente.- Se dijo divertido cuando la sacerdotisa casi saltó al verle.-
-¡Giaal!- Pudo exclamar ella.-
-Hola Rei.- Sonrió el chico, quien por supuesto ya estaba en su apariencia humana.- ¿Qué tal va todo?
-No te esperaba.- Afirmó su interlocutora con total sinceridad.-
-He hecho un alto en mi búsqueda para veros a vosotras y a mi hermana Naya.- Le contó.-
-¡Oh! Vaya, no lo sabes, claro.- Repuso la perpleja sacerdotisa.-
-¿Saber qué?- Inquirió el chico sin comprender.-
-Verás, tu hermana se marchó de la Tierra hará unos días. Fue a pasar las vacaciones con tus padres, en Vergelia.- Le desveló su contertulia.-
-Pues ya es mala suerte.- Se lamentó el joven quien, pese a todo, pudo ser capaz de sonreír, afirmando.- Pero sí que podré pasar unos días con vosotras.
-Estaré encantada. Ahora mismo no tengo a nadie en el santuario.- Le comentó Rei.-

            Y es que su abuelo había fallecido años atrás y todavía no había terminado de encajarlo. En ese entonces Rei agradeció mucho el apoyo de sus amigas Incluso Cooan la llamó dándole sus condolencias y asistiendo a las honras fúnebres junto con su familia.

-Como estaban en pleno curso escolar, las llevamos de vuelta con el sailor teleport a Portland nada más terminar. Parece que fue ayer y han transcurrido ya unos cuantos años.- Recordó Rei.-

            Giaal por su parte quiso saludar al resto de las sailors. Aunque según la sacerdotisa le contó, además de a Rei solamente podría ver a Makoto. Las otras se hallaban muy ocupadas. Minako había partido de gira promocional de su nuevo disco, Ami estaba en un congreso médico en Alemania, Usagi, junto a Mamoru, ocupándose de algunos asuntos relativos a la seguridad de la Tierra, y las exteriores, por supuesto, ilocalizables.

-Iremos a ver a Mako-chan y podrás probar alguna de sus tartas.- Le propuso Rei.-

            El chico asintió, no tenía nada que oponer a eso. Aguardaron un poco y a la hora del desayuno se dirigieron al local propiedad de la sailor Júpiter, el Flowers and Flavours. Al llegar, Giaal se sorprendió al ver tantas plantas. Bastantes más de las que recodó de su visita anterior.

-A Makoto le gustan mucho los eres vegetales.- Comentó.-
-Sí, le encantan las flores y toda clase de plantas. De hecho, su sueño siempre fue poner una floristería. Y como cocina muy bien, hasta tuvo la buena idea de añadir una repostería. - Le explicó la sacerdotisa.-

            Entraron haciendo repiquetear una campanita. La misma Makoto, ataviada con un delantal, salió a recibirles.

-¡Qué sorpresa! Buenos días. - Sonrió la propietaria.-
-Me alegro de que estuvieras aquí.- Repuso Rei.-
-¡Qué remedio! Es mi negocio.- Afirmó Makoto con aire jovial, para centrarse en aquel muchacho.- Giaal. ¿Cómo tú por aquí?.

            Brevemente él le contó el motivo de su llegada. Makoto asintió para responder afablemente.

-Pues es una pena que no hayas podido llegar a tiempo para ver a tu hermana. Pero habéis venido en el momento justo para probar algunas de mis tartas.
-Ya te lo decía yo.- Se sonrió Rei guiñándole un ojo al chico.-

            Aunque Giaal parecía estar distraído, al menos mirando la sección de la floristería.

-Tienes muchas plantas aquí. Y algunas no están felices.- Declaró.-

            Tanto la sacerdotisa como la dueña del establecimiento se miraron perplejas. Makoto fue capaz de preguntar.

-¿Por qué piensas que no son felices? Yo las cuido mucho.
-Sí, lo haces, pero al modo humano. Verás. ¿Puedo?- Inquirió Giaal haciendo ademán de ir hacia esa parte del establecimiento.-

            Las atónitas mujeres volvieron a mirarse sin comprender y Makoto asintió dándole la venia a Giaal para que fuese hasta allí. El chico enseguida puso su atención en un par de plantas. Ante un geranio y un cactus, el muchacho comentó.

-Echan de menos su hogar. Seguramente crecieron en un vivero, y añoran la compañía de sus semejantes de allí. Aquí tienes muchas flores pero están muertas, recién cortadas sí, pero ya no viven.- Declaró él con tono suave pero admonitorio al tiempo.-

            Makoto no supo que decir, ni siquiera Rei daba crédito, al fin la sacerdotisa tomó la palabra con tono conciliador.

-Ni yo misma, siendo una miko sintoísta, he sentido nada. Quizás exageras un poco.

            Giaal no respondió, se limitó a sacar una extraña varita de un bolsillo del traje que vestía. Con la otra mano apuntó hacia esas plantas y emitió un suave destello de energía. A los pocos instantes puso esa varita pegada a sus labios y de ella sacó una suave y cíclica melodía que las dos mujeres ya había escuchado años antes.

-Eso lo tocaba su padre, cuando iba a sacar una carta. -Le susurró Makoto a Rei.-

            Aunque Giaal no acabó con un pitido estridente como su progenitor hacía entonces. Por el contrario, concluyó de forma suave y ante los perplejos ojos de sus acompañantes esas planta parecieron ganar vigor y echar brotes a ojos vista.

-¡Es increíble!- Exclamó Makoto.-
-Les he dado un poco de alegría y transmitido algo de energía. Puedo hacer lo mismo con el resto. Y darte algunos consejos para procurar su felicidad. - Se ofreció el muchacho.-
-Te lo agradezco mucho.-Repuso la asombrada dueña del local, ofreciéndole a su vez.- Os invitaré a un estupendo desayuno especial de la casa como pago.

            Y cumplió su palabra. Sus invitados se deleitaron, (sobre todo Rei) en la degustación de una selección de pasteles y tartas, junto con unos excelentes tés. Giaal pese a todo estuvo más reflexivo y comió con moderación, más que nada para no ofender a su amable anfitriona.

-¡Si Usagi viera esto se moriría de envidia!- Reía la sacerdotisa, sentenciando divertida.- ¡Con lo glotona que es!

            Aunque ella misma no parecía irle a la zaga a su mentada amiga a juzgar por el ritmo al que devoraba los pastelitos de coco, chocolate y crema que tenía delante.

-Me alegro mucho de veros. Es una pena no poder ver a las demás, ni a Naya, pero tendré que irme pronto. He de proseguir mi búsqueda.- Declaró Giaal.-
-Si puedo hacer algo por ti, para corresponder a lo que has hecho por mis plantas, estaría encantada.- Comentó Makoto.-
-Muchas gracias. Solamente con tu amabilidad me siento recompensado.- Contestó amablemente él.-

            Su interlocutora sonrió, y tras el desayuno Giaal se despidió de ambas mujeres. Quería dar un paseo. Al quedarse solas, ya más serias, Makoto le comentó a Rei.

-No sé, parece que hubiera pensado al ver mis plantas que yo estaba cometiendo un crimen o algo así.
-¡Qué va, mujer!- Quiso despreocuparla su amiga.- Lo que pasa es que sabe mucho de esos temas, y ha querido ayudarte.
-Ya, pero lo dijo de una manera. - Suspiró su contertulia.- Tú sabes lo mucho que me gustan a mí las flores y las plantas.
-¡Claro que sí! – Volvió a exclamar su amiga, insistiendo en su punto anterior.- Él es hijo de Ail y Ann y ha crecido en un mundo lleno de vegetales. Por eso puede que le parezca muy extraño la forma que tenemos de cuidar las plantas aquí, eso es todo.
-Sí, seguramente que tengas razón. De todas formas, supongo que debemos de informar a Usagi de su llegada.
-A su tiempo.- Convino Rei.-

            Giaal caminaba entre tanto por las calles, sorprendiéndose con tanto ajetreo y aglomeración.

-Hay muchísimos humanos, en esta especie de jungla de hormigón. ¡Qué pocos árboles tienen! No sé cómo pueden vivir aquí. Espero que mi hermana haya podido adaptarse y no sufrir mucho durante su estancia.- Se decía.-

            Y en tanto el joven meditaba sobre eso la aludida en sus pensamientos continuaba su viaje en estado de hibernación. Ya le quedaba poco para llegar, soñaba con sus padres y con su mundo de origen. Con las plantas que allí existían y sus congéneres. Poco a poco fue despertando.

-Estoy llegando, lo presiento.- Se dijo.-

            Efectivamente, pudo contemplar esa bola verdosa que era su mundo natal. Sonrió en tanto entreabría los ojos. Fue aminorando la velocidad dado que estaba ya muy próxima a entrar en la atmósfera.

-Debo ir despacio por la fricción y el calor.- Recordó.-

            De modo que, muy lentamente fue descendiendo hasta tocar el suelo. Solamente entonces su burbuja protectora desapareció.  Al fin Naya estaba allí, apenas a unos cientos de metros de la aldea en la que vivían ahora sus padres. Caminó hasta llegar al interior y saludó a cuantos encontró por allí. Con una sonrisa vio a varios niños y niñas que jugaban por los alrededores. Supuso que eran hijos concebidos y criados todos al modo humano.

-¡Hija!- Exclamó Annie quien enseguida la vio.-

            Tras darse un abrazo ella le contó que venía de vacaciones. Su madre asintió, visiblemente feliz por tenerla allí.

-Vamos a ver a tu padre. Se alegrará igualmente.- Le indicó.-

            La joven la siguió y ambas entraron en la casa de Ann y Ail. Allí estaba él, sentado y leyendo.

-¿Qué tal el viaje?- Sonrió él cuando sintió su presencia.-
-Algo largo, estoy cansada. Llevaba en apariencia humana mucho tiempo antes de partir.- Le respondió la joven quien quiso saber a su vez.- ¿Qué tal todo por aquí?
-Pues últimamente bastante tranquilo. No hemos tenido problemas con el otro grupo. Ya sabes, hija. Estamos a bastante distancia. No somos demasiados y es un planeta muy grande.
-Es una pena que no podamos convivir todos juntos, como antes.- Se lamentó Naya.-

            Sus padres guardaron silencio, y la joven, no deseando entristecer su llegada sonrió para exclamar animada.

-¡Os traigo muchos recuerdos de Ami, Rei y las demás!
-Gracias. Las echamos de menos.- Admitió Annie quien quiso saber de inmediato.- Por cierto. ¿Sabéis algo de Giaal?
-Hace ya tiempo que no.- Le contestó Ail.- Desde que vino aquí de camino en esa búsqueda que ha emprendido.
-Espero que esté bien.- Suspiró Naya, con el cómplice asentimiento de sus padres.-

Estaba muy lejos de imaginar que su hermano había ido precisamente a la Tierra a verla. Pero al no encontrarla Giaal quiso al menos pasarse por el instituto de su hermana. Tenía curiosidad por ver con quién se relacionaba. Aunque ya era época de vacaciones, el edificio estaba todavía abierto para algunas actividades extraescolares, o para aquellos que tuvieran que preparar exámenes de ingreso. Aunque no tardó en escuchar ruidos de voces, había alguien que estaba turbando la paz de aquel sitio. Y con su finísimo oído Giaal oyó algo que no le gustó nada.

-¡Os lo había dicho! Es una alienígena. Unos amigos me lo han confirmado. - Exclamaba la voz de un muchacho.-

            Allí estaba Rio quien había aguardado pacientemente a que algunos compañeros como Atsushi, Akiko, Mae e incluso Akira, estuvieran allí estudiando. Sin pérdida de tiempo les había enseñado lo que grabó en su teléfono. Pese a lo que opinaban de él, estos chicos y chicas se miraron atónitos al contemplar aquello.

-¿Lo veis? ¿Qué decís ahora, eh? - Insistía Rio con tono triunfal.- Os burlabais de mí, os lo advertí en la fiesta de carnaval. Naya no llevaba ningún disfraz. ¡Esa es su auténtica apariencia! ¿Quiénes son los tontos ahora, eh?

            Tan asombrados estaban los otros que no eran capaces de responder. Fue finalmente Akira, quien, tratando de sonar algo más ortodoxo, rebatió.

-Hoy día se pueden trucar esas cosas y editar los vídeos. Seguro que la grabaste en la fiesta llevando ese disfraz y has montado todo eso.

            Los otros asintieron despacio. Alguno incluso sonrió. ¡Era evidente! Ese chaval estaba realmente mal de la cabeza. Y lo que era peor. Obsesionado por la pobre Naya. Como su compañera finalmente le rechazó al comprender lo loco que estaba había intentado urdir esa ridícula venganza contra ella.

-Debería darte vergüenza. ¡Eres patético!- Le censuró Mae.-
-Buenos días a todos.- Sonó una voz de joven que les hizo guardar silencio.-

            Los muchachos observaron a ese recién llegado con extrañeza y las chicas lo hicieron con manifiesto agrado. Era bastante alto y realmente muy guapo. Cabello castaño, ojos azules profundos. Ninguno pronunció palabra de modo que fue él, quien no era otro que Giaal, el que añadió.

-Quizás podáis ayudarme. ¿Alguno conoce a mi hermana? Ha estado estudiando aquí este año. Se llama Naya.
-¿Tú eres su hermano Giaal?- Se asombró Mae que no dejaba de recorrerle con la mirada.-
           
            Y es que cuando las dos se fueron haciendo amigas, Naya le habló de su hermano mayor y de cómo le echaba de menos. La propia Mae llegó a bromear con ella pidiéndole que, si era tan guapo como ella pero en chico, claro, se lo presentara. Su compañera curiosamente no tenía fotos suyas. Siendo sincera consigo misma Mae hasta llegó a dudar de la existencia de ese misterioso hermano mayor. Aunque ahora la sorpresa de conocerle en persona se sumaba al agrado de comprobar que Naya no había mentido ni tampoco exagerado en su descripción.

-Se quedó corta. ¡Es guapísimo! – Pensó la azorada muchacha.-

            Y entonces fue Atsushi el que primeramente se acercó a él ofreciéndole una mano que Giaal estrechó. Divertido, Akira le susurró al estupefacto Rio.

-A ver si te atreves a decirle a ese tipo todas las tonterías que nos has contado acerca de su hermana.

            Giaal dedicó entonces su atención a ese extraño chico. Podía sentir en él mucha frustración y odio acumulado. La mayor parte de él iba dirigido a sus compañeros, aunque también una parte le tenía como protagonista. No lo comprendía, jamás le había visto antes.

-No es ningún montaje. Vi lo que tu hermana hizo. Y seguro que tú debes de ser como ella.- Se atrevió en efecto a decir Rio.-
-Es mi hermana.- Comentó él sin inmutarse.- Pero no somos iguales.
-¿Acaso tú eres humano?- Inquirió ese chico sin amilanarse.-

            Los demás se quedaron con los ojos muy abiertos, ¡no podían creer que ese chiflado se hubiese atrevido a preguntar una cosa como esa! Giaal por su parte se limitó a sonreír levemente para decir.

-¿Acaso no lo parezco?
-¡Lo sabía, eres otro alienígena!- Exclamó su interlocutor.-
-Tío, te estás pasando.- Se rio Akiko em tanto movía la cabeza.-
-Mira, es un chalado. Se merece que le des un buen puñetazo, si quieres lo hago yo por ti.- Se ofreció Akira, a medio camino entre el regocijo y la inquina hacia Rio.-

            Aunque para sorpresa de todos, Giaal negó con la cabeza y declaró con tono afable.

-No sé por qué habría de tener que recurrir a la violencia. Él dice algo que cree. Y debo admitir que soy extranjero en este país. Supongo que se refiere a eso.
-No me tomes por tonto, sabes perfectamente a qué me refiero.- Replicó el agitado Rio mostrándole su teléfono para casi ordenarle.- ¡Mira, mira lo que hace tu hermana!

            Giaal observó como Naya se envolvía en una burbuja y se elevaba en el cielo con su auténtica apariencia, luego desaparecía rauda. Suspiró, esa muchacha siempre tan confiada. Debió haber tomado precauciones, aunque, si no se equivocaba, ella estaba en el santuario Hikawa, en un lugar de acceso restringido al público. Era muy cerca de donde él mismo había aterrizado. Quizás ese chico la había estado vigilando y la siguió. En cualquier caso, ante esa prueba no podía oponer nada. Tampoco le gustaba mentir desde luego, y hasta ahora se las había apañado para no hacerlo. De modo que quiso saber dirigiéndose a los presentes.

-¿Y qué opináis vosotros? A mí me parece un vídeo muy bueno. Los efectos son estupendos para un aficionado. Lo pondría en una película.
-Desde luego que sí.- Terció Atsushi, enarbolando su puño derecho para espetarle a Rio.- ¡Anda, loco! Lárgate antes de que te lleves una paliza, si el hermano de Naya que parece tener mucha paciencia, no te la da, acabaré por dártela yo…

            Rumiando su enfado y su rabia, pero temeroso de recibir una buena tunda, Rio se alejó. No sin antes amenazar de modo sombrío.

-Esto se sabrá, alguien terminará por creerme y entonces os arrepentiréis.

            Una vez se fue, los otros centraron su atención en Giaal, Mae no pudo por menos que decir con tono apurado.

-¡Vaya una impresión que te habremos dado! Disculpa, es que ese chico está mal de la cabeza…
-El año pasado persiguió a mi propia prima diciendo que era su ángel de la guarda o algo así. – Añadió Atsushi suspirando.- Al parecer a tu pobre hermana le ha tocado el papel de extraterrestre. Como se vistió así para la fiesta de carnaval
-Todos tenemos un papel en la vida.- Declaró calmadamente Giaal.-
-Por cierto. ¿Dónde está Naya? Se marchó hará unos días sin decirnos a dónde.- Quiso saber Mae.-
-Fue a visitar a nuestros padres. Ya sabéis.- Sonrió Giaal haciendo girar uno de sus dedos en el aire para conformar esa burbuja que habían visto.-

            Los demás se rieron. Aunque el joven alienígena no compartía ese buen humor. Si ese chico conseguía mostrar esa grabación a alguien que se hiciera eco de la misma, aquello podría ser muy peligroso. Cualquier técnico podría demostrar que no había truco alguno. Tendría que hablar con él y “ convencerle” de que lo que había grabado era irreal.

-Siento tener que hacerlo, pero me veo obligado a sugestionarle.- Se dijo.-
-¿Te vas a quedar mucho?- Inquirió una muy interesada Mae.-
-Lo lamento. Apenas estoy de paso, debo irme pronto.- Contestó él saliendo de sus reflexiones.-
-Volando supongo. ¡Como dice ese chalado de Rio!- Exclamó Akira haciendo reír a sus amigos.-

            Giaal sonrió, asintiendo despacio, evidentemente los otros tomaron eso por una irónica manera de compartir ese jocoso comentario.

-Ha sido un placer. Ahora tengo que irme. – Dijo él.-

            De modo que, tras despedirse afirmando que estaba encantado de conocerles, salió a la búsqueda de ese tipo. No tuvo que ir muy lejos, tal y como había percibido aquel chico se quedó escondido a unas decenas de metros aguardándole. Posiblemente querría grabarle para ver si hacía lo de Naya. Por supuesto Giaal caminó hacia un edifico cercano y se perdió de vista al girar la esquina. No le costó mucho cerciorarse de que no hubiera nadie cerca y acelerar a una gran velocidad para rodear a ese muchacho sin que este se diera cuenta. Por su parte Rio caminaba tratando de encontrarle sin lograrlo.

-Juraría que había pasado por aquí.- Se decía el desconcertado chico tratando de retomar la pista de Giaal.-

            Iba por supuesto con el teléfono listo para grabar cualquier cosa. Lo que no esperaba fue oír la voz de ese tipo detrás de él.

-Bonita grabación, lástima que haya sido un video de broma.

            Rio se giró inmediatamente y pudo decir con tono indignado, aunque también desconcertado porque ese individuo le hubiera sorprendido de ese modo.

-¡No es una broma! ¡Lo vi con mis propios ojos!
-Viste a mi hermana disfrazada en una fiesta y quisiste hacer un montaje divertido.- Repitió monocordemente Giaal mirando fijamente a ese chico.-

            Rio se notó los párpados pesados, parecía tener sueño, a indicación de ese tipo tomó asiento en un banco. Giaal entonces le indicó con tono bajo pero firme.

-Ya te has aburrido de la broma y vas a borrar el vídeo. Así como cualquier copia que hayas hecho.
-Sí.- Repitió el muchacho.-

            En efecto borró ese vídeo de su móvil y luego su interlocutor le sugirió.

-Te ha dado sueño, duerme un rato y cuando despiertes querrás borrar cualquier copia de este video y reírte de todos por la broma que les has gastado. Y a mí, ni me recordarás.

            Rio asintió, cerrando los ojos de inmediato, a los pocos segundos estaba profundamente dormido. Giaal suspiró, no le gustaba haber tenido que hacer eso. Sin embargo, las consecuencias hubieran podido ser mucho peores de no hacerlo.

-Ahora tengo que marcharme.- Pensó.- Y lo haré con mucho cuidado.

            Retornó al santuario en donde vio a Rei y le contó lo ocurrido. La sacerdotisa se preocupó, aunque él le aseguró enseguida.

-No le hice ningún daño a ese muchacho. Pero en cuanto veas a Naya, por favor, dile que tenga cuidado. Mi sugestión ha sido potente pero aun así, nunca se sabe si totalmente efectiva.
-Sí, por supuesto.- Convino la sacerdotisa.-

            Tras unas horas en las que charlaron un poco mientras Giaal ayudaba a Rei con algunas tareas, llegó la noche. Amparado en la oscuridad Giaal formó una burbuja y se despidió de aquella mujer, volviendo al espacio.

-¡Ojalá que pueda llegar a Vergelia a tiempo de ver a mi hermana!- Deseó.-

            Por su parte Naya había pasado unas semanas con sus padres y amigos del planeta Vergelia y decidió que debía regresar a la Tierra.

-Seguramente que llegaré con el curso empezado.- Les dijo a sus progenitores.-
-Te acompañaremos a visitar a nuestros amigos y luego regresaremos.- Le dijo Ail.-
-Será estupendo, así no tendré que hacer ese viaje yo sola.- Se alegró la chica.-

            Una vez decidieron aquello, Naya quiso saludar al anciano Nimock. Aquel individuo apenas mostraba en el exterior el paso del tiempo, pero cada vez se encontraba más cansado y rehuía el contacto con los demás.

-Hola, - le saludó cordialmente ella en cuanto le vio, sentado bajo la sombra de un frondoso árbol.-

            Al principio el anciano tardó en darse cuenta de que la chica estaba allí. Quizás sumido en sus pensamientos. Aunque enseguida sonrió, respondiendo con afabilidad.

-La pequeña Naya ha vuelto a casa.
-Sí, os echaba mucho de menos.- Confesó la chica.-
-¿Has aprendido muchas cosas en el mundo de los humanos?- Quiso saber su interlocutor.-
-Bastantes, sí. Y espero poder aprender muchas más.- Contestó la joven.-

            Nimock se levantó trabajosamente y mirando a la muchacha con gesto inquisitivo pudo decir.

-Estás adaptándote muy bien a la vida allí por lo que veo. Dime, ¿cómo son esos humanos?

            Esa pregunta era muy ambigua y amplia. Naya se sonrió, tomando su forma terrestre y respondió divertida.

-Más o menos, así.

            Aunque el anciano movió lentamente la cabeza y le aclaró.

-Me refiero a su manera de ser, de actuar. Si son buenos con las plantas y otros seres vivos.

            Naya tornó a su aspecto original y tras meditar unos instantes contestó de un modo más serio y reflexivo.

-Cada uno de ellos es distinto. En general no aprecian tanto la naturaleza como lo hacemos nosotros. Pero existen excepciones.
-Siempre las hay, joven Naya, en todas partes. Gente buena y mala. Nunca olvides que debes confiar en alguien por cómo se comporte y no por la raza a la que pertenezca.

            La muchacha asintió, era algo que había comprobado personalmente, tanto en la Tierra como en Vergelia. Y tras unos minutos más con el anciano, se despidió de él con amabilidad.

-Eres una buena chica. Sigue siempre así y nunca cambies.- Le pidió Nimock antes de que ella se marchase.-

            Naya dejó a aquel anciano. Él permaneció allí, recordando lo que el árbol le revelase hacía años.

-Es un terrible secreto. Y me alegra que Ail no desease verse cargado con él. Con suerte desaparecerá cuando yo lo haga.

            Y es que Nimock se notaba cada vez más débil. Ya tenía bastantes años, quizás no demasiados acorde al cómputo de su raza, pero había vivido muchas cosas. Y sobre todo le dolía ver como se había reeditado la división y el odio entre los de su raza. Nacidos del árbol o no, al final todos eran hermanos.

-Esa fue la lección que hace años no fuimos capaces de aprender. Y desgraciadamente ahora la historia se ha repetido.

            Rememoró los lejos días de su juventud, cuando alguno de sus mayores empezó a expresar su deseo de no depender del sagrado árbol. Eso evidentemente era una herejía para los suyos. Se les acusaba además de ingratos.

-¡El Makaiju os ha dado la vida, miserables! ¡No podríais existir de no ser por él! -Clamaban la mayoría.

            Pero he ahí que alguno de sus congéneres había viajado entrando en contacto con otras razas que se reproducían entre sí, sin precisar nada parecido al árbol sagrado. Además, si el Makaiju les había creado con formas tan diferentes, equivalentes a macho y hembra sería quizás porque aprobaba aquello. Esas fueron las razones que dieron esos herejes, partidarios de la vía reproductiva animal, como comenzó a llamárseles. Nimock, lo mismo que la mayoría de los suyos, estaba indeciso entonces. Comprendía que ambos bandos tenían parte de razón.

-¿Por qué no dejar que cada uno elija?- Propuso junto con otros muchos.-
-Porque ese comportamiento es abominable y va en contra de nuestro origen mismo.-Respondieron los fundamentalistas de la reproducción verdadera, que fue como en esa época se hacían llamar. Los partidarios de reproducirse merced al Makaiju.-

            Y prohibieron las relaciones sexuales entre los de su especie, alegando que no iban a permitir que eso contaminase la armonía. Pero la creciente cantidad de partidarios de esa vía se negó a obedecer.

-Estalló la guerra.- Recordó Nimock.- Y los partidarios de la llamada vía animal perdieron.

            Se  encerró a los supervivientes hasta que un brote del árbol creció. Luego se les desterró, junto con ese árbol para que comenzaran de nuevo en otro mundo.

-Una de ellos fue Senebra. La única de los nuestros a la que pude decir que amé.- Suspiró el anciano.- Pero no me atreví a seguir esa vía e irme con ella. Al final, tomó a otro como pareja y se marchó. Luego no supimos más.

            Pero la memoria del árbol le reveló que, de entre los desterrados, algunos quisieron venganza, fortalecerse en tanto recorrían otros mundos y volver para conquistar Vergelia. Y lo hicieron. Sembraron el terror y atacaron planetas con razas más débiles, a las que robaron y esclavizaron, quitándoles entre otras cosas la energía, para vivir sin tener que consumir los frutos del árbol que no eran bastantes para todos ellos. Sin embargo, otros acabaron por oponerse a eso, abogando por encontrar un planeta nuevo y vivir en paz. Hubo otra guerra entre esas dos escisiones de los partidarios de la vía animal. Al final de esa terrible y estéril lucha, únicamente quedaron dos supervivientes, un niño y una niña nacidos de esa forma.

-Esos dos pequeños eran Ail y Annie.-Suspiró Nimock.- Ellos creen que originariamente nacieron del árbol y que fueron los primeros en reproducirse al estilo animal. Pero se equivocan. Por esa razón, algunos como Rulak, hijo y nieto de los fundamentalistas de la reproducción verdadera, les tiene tanto odio. Le educaron en la desconfianza y la animadversión absolutas, contándole relatos exagerados de lo crueles y antinaturales que sus enemigos eran. Aunque ni  él conoce esto. Y jamás debe hacerlo.

            Ajenos por completo a las reflexiones de ese anciano, Ail y Ann vieron llegar a su hija. Naya no traía un semblante feliz y así se lo hicieron saber.

-Me preocupa Nimock. Le he notado muy apagado, incluso algo distante.- Les confesó la muchacha.-
-Sí, lleva un tiempo así.- Admitió su madre.-
-Supongo que será cosa de la edad.- Conjeturó Ail.- Tarde o temprano eso nos afecta. Aunque tengamos una esperanza de vida mayor que la de los humanos.
-Es cierto, allí en la Tierra es incluso peor, cuando envejecen los humanos se tornan muy frágiles y a menudo están solos.- Comentó Naya.-

            Le gustaría hacer algo por ellos, aunque lo que realmente apasionaba a la joven eran los secretos del nacimiento de los bebés. Por eso, se había decidido a estudiar medicina y especializarse en la rama neonatal.  Eso les contó a sus padres.

-Seguro que serás una magnífica doctora. No únicamente para los seres humanos sino para cualquier ser vivo.- La animó Ail.-

            Y así pasaron algunos días. Al fin Naya se decidió a retornar a la Tierra. Sus padres la acompañaron en su viaje. Aprovecharían para saludar a sus amigos. Cuando llegaron, como siempre al santuario Hikawa, una preocupada Rei salió a recibirles.

-Pasad deprisa.- Les indicó por todo saludo, al abrigo de un gran parasol.-
-¿Qué sucede?- Quiso saber Annie.-

            La sacerdotisa les indicó con un gesto que la siguieran. Ellos obedecieron entre atónitos y desconcertados. Finalmente cuando entraron en el gimnasio del santuario, Rei les desveló.

-Giaal estuvo aquí, se marchó hará un par de días. Vino a verte, Naya.
-¡Vaya, qué lástima!- Se lamentó la joven.-

            Desde luego que había sido mala suerte. ¡Con las ganas que tenía de volver a ver a su hermano! En fin, ya habría una nueva ocasión. Sin embargo, Annie miró a su amiga y con perspicacia le comentó.

-Pero tú no estás preocupada por ese motivo. Hay algo más. ¿No es así?
-Así es.- Admitió su interlocutora desvelándoles.- Giaal tuvo que borrar algunos recuerdos de un chico. Uno que vio como Naya partía de aquí en su apariencia extraterrestre.

            Eso dejó visiblemente inquieta a la chica. Rei les refirió los detalles que Giaal le contase. La muchacha se llevó las manos a la boca para decir con horror.

-¡Rio! Entonces él debió de seguirme hasta aquí. ¡Por el Sagrado Árbol! Si me ha grabado estoy perdida.
-Al parecer tu hermano debió de hacerle destruir esa filmación y todas las copias, aunque no estaba del todo seguro de ello.- Le dijo Rei con gesto serio aunque agregando con mejor ánimo.- Por fortuna, me contó que tus compañeros no habían tomado en serio el vídeo de ese muchacho.
-En cualquier caso, espero que nuestro hijo tuviera cuidado. Es peligroso borrar recuerdos de un humano. Podría resultar dañado. Por eso evitamos hacerlo.- Comentó Ail.-
-Si Giaal lo hizo es que no tuvo otra alternativa.- Intervino Annie.-
-No podría soportar pensar que a Rio le ha pasado algo malo por mi culpa.- Suspiró Naya.-
-Hija, si vino siguiéndote fue porque sospechaba algo. En tal caso te grabó premeditadamente. Lo lamento pero debemos proteger nuestro secreto. – Le contestó su padre.-
-Y conociendo a tu hermano, habrá tenido mucho cuidado.- Añadió Annie tratando de sonar animosa.-

            Naya asintió, aunque seguía preocupada. Pero se las apañó para componer una leve sonrisa y decir.

-Tengo que ir a casa de Ami. Debo prepararme. Hemos llegado con el curso empezado y debo retornar a clase mañana.
-Sí, debes hacerlo. Te acompañaremos a saludarla y luego nos iremos a visitar a Petz y a Zafiro.- Declaró Annie.-

            Así que tras despedirse de Rei, se encaminaron a casa de su compañera. Al llegar una muy contenta Ami les recibió.

-¡Qué alegría veros de vuelta!- Exclamó la doctora.-

            Abrazó a Naya y por supuesto a los padres de esta. Aquel gesto desde luego era inusual, y los extraterrestres se alegraron, percibían que para su amiga ellos significaban mucho. Y ese sentimiento era mutuo. Charlaron durante un rato en la casa hasta que Ail y Ann se despidieron, deseándole suerte a su hija y pidiéndole que tuviese mucho cuidado. Al quedarse a solas, Naya le confió sus temores a Ami y esta enseguida quiso animarla.

-Tranquilízate. Si como me has dicho, los otros no tomaron aquello en serio, no debes preocuparte.
-Ya , lo sé, y en ese sentido no hay problema. Pero lo que me da mucha tristeza es tener que mentir, y me asusta pensar en que alguien pueda resultar dañado por proteger mi secreto.- Pudo responder la joven.-
-A veces las cosas no son fáciles para personas como nosotras que vivimos una doble vida y tenemos que ocultar parte de ella a amigos e incluso parientes.- Suspiró su interlocutora.-
-Es mucha responsabilidad, no sé si estoy preparada. No quiero herir a nadie ni tampoco dejar en evidencia a mi familia exponiéndome.- Musitó la chica.-
-Lo estás. Eres amable, buena y te preocupas por los demás. Y también eres inteligente. Sabrás actuar del mejor modo para protegerte sin dañar a nadie.- Le aseguró Ami.-

            Hablaron un poco más de las novedades que ambas tenían y se fueron a dormir. Al día siguiente, en efecto, Naya retornó al instituto. Pese a que el curso estaba empezado no tuvo problemas en incorporarse. Ami, como tutora oficial suya, se había ocupado de justificar su falta. El pretexto no era del todo falso. Alegó que la muchacha había tenido que ir a su país para pasar tiempo con sus padres y arreglar unos asuntos. De modo que, a la vuelta entró a la clase que le habían asignado y se alegró de ver a sus antiguos compañeros. Bueno, a todos menos a uno.
-¡Hola Naya!- La saludó cortésmente Mae.- Me alegra que hayas vuelto al fin.
-¿Qué tal todo por casa?- Se le unió Akiko.-
-Bien. Tenía muchas ganas de ver a mis padres.- Respondió la joven sin mentir en absoluto.-

            Aunque no pudo evitar preguntar a la vista de comprobar que en el sitio en el que antes se sentaba Rio había otro muchacho. Era rubio de cabello y tenía ojos azules. Fue Mae quien enseguida le presentó.

-Milos ha venido del extranjero, como tú. Es de Hungría.
-Vaya, encantada.- Se presentó Naya.-

            Ese joven sonrió de forma educada pero no pronunció palabra. El caso es que Naya se dio cuenta de algo, aunque fue Mae quien se lo confirmó.

-Es sordomudo. Pero puede leer nuestros labios, aunque al pobre tampoco le sirve de mucho puesto que no conoce nuestro idioma. Pero puedes hablarle en inglés y eso sí es capaz de interpretarlo.

            Naya le obsequió con una sonrisa. Ella podía percibir asimos algunos pensamientos de ese chico. Él había quedado agradado por su apariencia. Y era algo mutuo. Aunque enseguida notó que su amiga tenía ese mismo tipo de interés. Aquello hizo que su sonrisa menguase. De todos modos, cambió de tema y preguntó con timidez.

-¿Ya no está Rio?
-No, ese chalado se cambió de instituto. Menos mal. Aunque lo siento por los que tengan que aguantarle ahora.- Intervino Atsushi. –
-Cuando tu hermano vino desde luego que se llevó un chasco.- Añadió Akiko.-
-¿Mi hermano estuvo aquí?- Inquirió Naya haciéndose la sorprendida.-
-Un poco después de que tú te fueras.- Le contó Mae.- ¡Es un chico encantador, y muy guapo!

            Le relataron en esencia lo que pasó y Naya suspiró moviendo la cabeza.

-¡Pobre muchacho!- Dijo con sentida sinceridad.-
-Tú sí que eres una buena chica.- Comentó Atsushi.- Solamente tú le tendrías lástima a ese desgraciado.
-Quizás sea eso lo que debamos tenerle.- Añadió Akiko.-
-En cualquier caso, ya no es problema nuestro.- Afirmó Mae.-

            Y guardaron silencio dado que el profesor ya estaba allí. En los días siguientes Naya se tomó interés en aprender el lenguaje de los signos para poder comunicarse con Milos de un modo más fácil para él. Aunque se dio cuenta del interés que su amiga Mae mostraba por aquel joven y quiso enseñarle esa misma forma de comunicación. Practicaban a veces a la salida de clase.

-¡Déjalo, yo soy un desastre!- Se lamentaba su compañera.-
-Seguro que si pones empeño aprenderás. A Milos le gustará que puedas comunicarte con él así.- Quiso animarla Naya.-

            Desde luego que ese chico agradecía los intentos de Naya por hablarle en su lenguaje. Tanto que un día llegó a pedirle una cita. La muchacha no supo que hacer. Al final se limitó a decirle que le apreciaba como amigo pero que no quería nada más. Eso decepcionó al muchacho que durante los siguientes días estuvo algo distante. Por supuesto, la muchacha le confió esto a Ami. La doctora Mizuno se sentó con ella en la habitación de Naya y le dijo con tono maternal.

-Lo mío no son las relaciones amorosas, como puedes ver. Es más, ¡odio las cartas de amor!- Exclamó moviendo la cabeza divertida.-
-Yo no odio eso, pero no quiero que mi amiga Mae sufra. Sé que a ella le gusta Milos.- musitó la apenada joven.-
-Te comprendo, pero no elegimos de quién nos enamoramos ni quien nos corresponde.- Le contestó una ya seria Ami.-
-Lo sé, pero el daño que le puedo hacer a Mae no se reducirá por eso.- Dijo Naya.-

            Así pues y pese a que a ella le atraía Milos, decidió que lo mejor era centrarse en sus estudios que, un año más sacó con excelentes notas. Ese chico se marchó del país y de su vida puesto que había ido a vivir a Japón por motivos de trabajo de su padre a quien volvieron a cambiar de destino. Al despedirse él le dijo que volvían a su país natal. Por lo menos Naya evitó que su amiga Mae se disgustase con ella, o al menos eso pensó, dado que, cuando charlaron al poco de terminar las clases y salió a colación el tema de Milos, ella le dijo con tono despreocupado.

-Es un chico muy guapo, sí. Pero no para salir con él. Yo no sabría como comunicarme. A pesar de que lo intenté no he sido capaz de aprender ese idioma de signos que me querías enseñar. ¿Y sabes una cosa? Pienso que tú y él sí que hacíais una buena pareja.

            Naya se quedó de piedra al oír aquello. ¿Por qué esa tonta no se lo había dicho antes? Ella trató por todos los medios de evitar salir con aquel pobre muchacho por no herirla. Suspiró moviendo la cabeza aunque aprendió la lección.

-La próxima vez que un chico me guste no me pararé a considerar lo que puedan pensar mis amigas, ni nadie.- Se prometió.-

            Y ahora tendría tiempo quizás para eso. Al fin había llegado el final del instituto y el desafío que se cernía sobre ella era importante. Estudiar medicina. Sus notas eran lo bastante buenas aunque tendría que pasar un difícil examen de acceso. Pero no se preocupaba por ello. Ami estaba dispuesta a ayudarla en todo lo necesario. Durante meses estudió y su esfuerzo se vio recompensado al ser admitida.

-Estoy realmente muy orgullosa de ti, como lo están tus padres.- La felicitó Ami cuando les llegó la notificación.-
-Gracias. Ojalá que pudieran haber venido a visitarme. Ellos y Giaal. – Repuso la joven quien, realista pese a todo, declaró.- Y ser admitida es únicamente el primer paso. Lo realmente complicado viene ahora.
-Mi ahijada Kerria va a estudiar derecho y quiere entrar en Harvard. Es muy difícil también, pero sé que lo conseguirá. Siempre logra todo lo que se propone. – Le contó un día a su pupila.-
-¿Y tu ahijado Leval?- preguntó la chica, creyendo recordar que ese chico así se llamaba.-
-Él está en la academia militar. Va a ser piloto. Junto con el hijo de Karaberasu y el de Petz.

            Naya asintió, creyó recordar haber visto a ese muchacho alguna vez. Se llamaba Granate y era el hijo menor de Zafiro y Petz. Su otro hermano Coraíon, había ido a estudiar a Londres, donde también sus padres tenían buenos amigos que acogieron a ese muchacho del mismo modo que Ami hacía con ella.

 -Ha pasado mucho tiempo desde que no voy a Vergelia, y casi me he acostumbrado a vivir y pensar como una humana. Mis padres han venido a verme con cierta regularidad, aunque mi hermano Giaal apenas sí pudo pasarse hará unos meses.- Rememoró.-

            Y es que al fin, Giaal volvió a la Tierra y coincidieron. Ella no quería moverse de allí por si su hermano mayor regresaba. Así evitaría lo que pasó la última vez. Los dos se abrazaron con mucho cariño al volver a verse y se contaron muchas cosas. Él le dijo que andaba de planeta en planeta aprendiendo mucho sobre botánica y medicina cósmica. Con tanto conocimiento acumulado y su intelecto, Ami le facilitó mucha información también de medicina humana que Giaal aprendió sin dificultad. Lo mismo que ella estaba muy dotado. Aunque él no tenía intención de validar eso en una facultad con un título terrestre. Por su parte Naya estaba tan integrada que hasta barajaba la posibilidad de quedarse a vivir y ejercer en la Tierra. Y cuando hablaron de su mundo natal…


-No sé qué pasará por allí. Hace mucho que no voy.- Le confesó su hermano.-

-Mamá y papá dicen que las cosas están como siempre. Y que Nimock está cada día más apagado. Quizás sea la vejez.- Estimó la joven.-
-Puede que vaya a verle y trate de mejorar su estado. Quizás con todo lo que he aprendido haya alguna manera de hacerlo.- Declaró Giaal.-
-¿Y qué pasa con esa misión tuya? ¿Has encontrado la cura para ese planeta?- Quiso saber la chica.-
-Todavía no. Los presagios o la información, no sé exactamente qué era, que me dio aquel gran árbol, no se ha cumplido. Al menos no aún. Pero debo seguir buscando.- Contestó su interlocutor.-

            Pasaron unos días juntos y se despidieron de nuevo. Naya se apenó al verle marchar pero ya estaba acostumbrada a valerse por sí misma. Esa niña alienígena que llegase a la Tierra haría ya casi tres años se había convertido en una jovencita desenvuelta, tímida en apariencia, eso sí. Aunque ella lo hacía sobre todo por mantener su secreto a salvo.

-Lo mejor será que no busque relaciones ni complicaciones hasta que no termine mis estudios.- Se dijo.-

            Y los dos años siguientes así fue. Entre tanto supo que una gran nave , la SSP-1, en donde viajarían el ahijado de Ami entre otros, partió a la búsqueda de nuevos planetas que terraformar.

-Espero que tengan suerte y que lleguen sanos y salvos.- Suspiraba Ami cuando retornó de los Estados Unidos, tras despedir a los que partieron.-
-Seguramente será así. Aunque no comprendo el afán de los humanos por ir a otro mundo para cambiarlo.- Le comentó Naya.-
-Es parte de nuestra naturaleza, conocer, investigar y buscar sitios en donde vivir.
-Sí, y también cambiarlos a vuestra imagen y muchas veces degradarlos y destruirlos.- Musitó la muchacha.-

            Ami le dedicó una atónita mirada, y ella enseguida se disculpó.

-No quería ofenderte.
-No lo has hecho. Lo que dices es cierto. Pero lo has dicho con un tinte muy pesimista, incluso dolido. Y eso me apena.- Le confesó su mentora.-
-Llevo años viviendo entre humanos. Y he visto que tenéis grandes y hermosas cualidades, pero también enormes defectos. Y no quiero juzgar. Mi propio pueblo tampoco es perfecto. Sin embargo, sabemos vivir en mucha mayor armonía con la naturaleza. – Declaró la joven.-

            Pensaba en que pronto entraría como internista en un hospital y que se iría a vivir por su cuenta. Puede que, tras examinar el futuro estuviera sopesando algunas posibilidades. Esa idea de quedarse en la Tierra entraba a veces en conflicto con la de volver a Vergelia. Y en ocasiones no sabía por cual decidirse.

-Vivo como si fuese humana, pero no lo soy. Y pienso que si retornase a mi planeta ahora, mis semejantes ya no me verían como a una de los suyos.- Le confesó a Ami.-
-No es cuestión de eso. Sino de en dónde desees tú vivir tu vida.- Le contestó suavemente Ami.- En mi caso, soy soltera y siempre lo seré. Además, mi madre se va haciendo mayor y precisa cada vez más de mi asistencia. No es que no sea capaz de apañárselas sola todavía, pero sé que tarde o temprano, llegará ese día.
-La vejez.- Suspiró Naya.- Siempre olvido que para los humanos llega mucho antes que para los de mi raza.
-La vejez no es tan mala como la manera que tengamos de aceptarla. Aunque quede mal que yo diga eso, siendo de la estirpe del Milenario de Plata.- Admitió Ami.-

Al poco concluyeron esa conversación. Se fueron a dormir y al día siguiente prosiguieron con sus obligaciones. Pasaron los meses y Naya se hizo muy independiente, veía cada vez menos a su mentora. Por lo menos de forma cotidiana. Tal y como decidió, la muchacha ocupó un apartamento. Pensó en trabajar para mantenerse pero sus padres, siempre atentos a cualquier necesidad suya, aprovecharon para pagarle esos gastos en tanto venían a visitarla a la Tierra.

-No me gusta que tengáis que correr con todo.- les expresó la muchacha en una de esas visitas.-
-El dinero humano no es problema para nosotros. Viajando por el universo hemos encontrado bastantes gemas preciosas e incluso oro.- Sonrió Ail.-
-Y nuestro amigo Nephrite ha sido muy amable al venderlo por nosotros aquí y proporcionarnos los ingresos.-Añadió Annie.-

            Así fue, Nephrite Saint Join, un famoso anticuario de Londres, junto con su esposa Amanda y sus hijos, Paul y Samantha, habían ayudado a los Ginga en esos y otros menesteres. Y pese a que Ail y Ann quisieron compensarles con una parte de las ganancias por esas molestias, aquellos amigos suyos se negaron categóricamente.

-El bueno de Nephrite me dijo que de ningún modo. Que la amistad no se compensa con dinero.- Sonrió Ail.-
-Sí, tanto él, como su esposa e hijos, son estupendos. – Convino Annie.-
-Y nosotros, como padres, debemos velar por ti y por tu educación.- Subrayó Ail.-

            De modo que el problema del presupuesto quedó solventado. Pese a ello Naya era responsable y no gastaba más que lo necesario.

-Debo ser consciente de que mis padres se sacrifican por mí. No es fácil obtener esas piedras preciosas en el espacio.- Se decía pese a todo.-

Aunque nada tenía que reprocharse. Desde luego que sus progenitores podían estar muy orgullosos de ella, sus estudios iban muy bien. Era realmente una alumna muy aventajada. La propia Ami la tutorizó en  su aprendizaje.Tampoco vio a su hermano Giaal durante bastante tiempo. Hasta que por fin éste reapareció al entablar contacto con la nave en la que los hijos de unos amigos de sus padres viajaban. Estos habían colonizado un nuevo mundo y Naya, licenciada en medicina y también con algunos estudios en biología, decidió ir a trabajar allí. Así podría volver a ver a su hermano. Ami la despidió con tristeza pero muy orgullosa de ella.

-Has sido maravillosa como alumna, pero todavía lo eres más como persona.- Le dijo una emocionada doctora Mizuno.-
-Lo mismo se puede decir de ti, querida Ami. Muchísimas gracias por todo cuanto me has enseñado y por lo mucho que me has apoyado en estos años.- Le sonrió tiernamente ella.-
-¿Sabes que quieres hacer?- Le preguntó su interlocutora.-

            Y ofertas no le faltaban incluso por mediación de Zafiro había entrado en contacto con la Masters Corporation y le habían ofrecido una plaza en el prestigioso grupo de las Hadas Cinco. Sin embargo ella lo rechazó, al menos de momento. Deseaba ejercer la medicina y ayudar a las personas.

-Solamente les pido un poco de tiempo para trabajar aquí en la Tierra y concluir mi etapa.- Respondió a la oferta hecha por una tal Kaori Night, la esposa del insigne profesor Tomoe.-
-Muy bien, te estaremos esperando con los brazos abiertos.- Le contestó esa mujer pelirroja de media edad y muy atractiva.-

Así, la muchacha ejerció en efecto durante unos meses en un hospital pero finalmente su deseo de ver a su hermano y de viajar una vez más la hicieron aceptar esa oferta. De este modo, con tan sólo veintiún años fue contratada como médico por la empresa a cargo del planeta recién terraformado, la Masters Corporation,  también Satory Masters, la hija del propietario y amiga de Giaal, la recomendó a la vista de su currículum. Naya por fin pudo hacer realidad su deseo tan largamente anhelado.

-Por fin, hermano mayor.- Se decía llena de alegría.- Volveremos a vernos.

El reencuentro en la nave en órbita sobre el planeta llamado Bios fue muy emotivo. Ambos hermanos se abrazaron largo rato y se contaron sus mutuas vivencias.

-Entonces. ¿Al fin hallaste el remedio para ese planeta?- Quiso saber su perpleja hermana.-

            Giaal asintió, explicándole lo ocurrido.

-Sí, el gran árbol no se equivocaba. Yo estaba en Vegetalia cuando sentí una especie de llamada. Supe que debía partir. En una de esas semillas especiales  puse rumbo al espacio. Fue al cabo de unos días cuando me topé con la SSP-1. Entré allí…

 Giaal le presentó entonces a Naya a una chica llamada Susan, piloto militar de la nave, con la que había iniciado un noviazgo. Y esa chica, de cabello moreno, ojos azules y visible simpatía y dinamismo, le comentó divertida a Naya.

-Y empezó por hipnotizarme a mí…

            Le contaron los pormenores de aquello y Giaal también le presentó a Leval, Mazoui y otros muchos amigos. Pero sobre todo, para Naya fue muy importante conocer a un chico llamado Alan Rodney. Era alto, guapo y muy simpático a juicio de ella. Sucedió que el resto de los amigos y conocidos de ambos estaban emparejados. Así que a la hora de salir a pasar los ratos de ocio y tiempo libre que tenían, ambos lo hacían juntos. Se caían bien y charlaban mucho sobre sus respectivos orígenes y sus padres. Como ella había concluido sus estudios al fin podía ser más receptiva a conocer a otras personas e iniciar relaciones. Y con Alan le fue muy fácil.

-Me encuentro muy cómoda con él, es agradable, buena persona y sincero.- Pensaba con cada vez más interés por aquel chico.-

Así, su relación acabó estrechándose más hasta desembocar en un noviazgo. Por fin pudo la joven sentir aquella extraña emoción tan humana del amor. Además, junto con sus amigos tuvo que hacer frente, al igual que el resto de las personas de la nave, a unos seres bastante extraños y poderosos que dijeron ser dioses. Sin previo aviso habían aparecido y eran realmente temibles. Derrotaron con contundente claridad a Leval, Mazoui y Giaal combinados. Una noche en la nave, Alan cenaba con Naya en el apartamento de ella y la chica le contó lo ocurrido el día anterior, aparte de decirle que Amatista, a la que había reconocido previamente en su consulta, estaba embarazada. El muchacho se alegró también mucho por su primo Leval y la esposa de éste. Lo único que le molestó es no poder haberle echado una mano a él, a Mazoui y al hermano de Naya en el combate. Aunque también era consciente de que si sus poderosos primos nada pudieron hacer frente a esos seres tan terribles, él apenas habría sino estorbado, de cualquier manera le comentó a su interlocutora no sin desazón.

- Me habría gustado ayudarles, por lo menos estar ahí junto a ellos. Pero no me he enterado de nada.
- No te preocupes,- le animó Naya con su dulce y jovial tono. -No has tenido la culpa, nadie te lo ha dicho. No tuvimos oportunidad. Y esos seres son tan poderosos que ninguno podríamos haber hecho nada contra ellos.
- Me cuesta creer algo así – Afirmó el chico que, sin embargo meditó un momento para declarar – Mi padre ha investigado el mundo de lo sobrenatural desde hace años. A mi hermano Lance y a mí nos ha enseñado algunas cosas. Quizás esos seres provengan de alguna de esas dimensiones paralelas.
- No lo sé. – Suspiró Naya que sin embargo remachó con más rotundidad – Pero cuanto más lejos se mantengan de nosotros, mucho mejor.
- Bueno, dejemos eso ahora. – Le sonrió animosamente el chico tomando una de las manos de su interlocutora entre las suyas para decir – Espero que mi familia venga pronto a vernos. Quizás les llame. Aun no te conocen. – Le recordó transmitiéndole de este modo las ganas que tenía de que lo hicieran. -
- Ni los míos te conocen a ti, espero que les parezca bien que tú y yo salgamos juntos.- Sonrió la chica con su inconfundible tinte optimista.  -
- Nuestros padres eran amigos entre sí.- Le recordó Alan con idéntica ilusión. -Supongo que estarán encantados.

            Aunque ahora fue Naya la que se ensombreció un poco comentándole no tan convencida como antes.

- No sé, a mis padres seguramente no les importará, pero los tuyos. Imagina la cara que pondrán cuando sepan que sales con una extraterrestre.
-¡Por si no lo sabes, mi madre vino de otro planeta! - Rio él añadiendo ahora con más seriedad. -Cuando yo me enteré también me quedé muy sorprendido. Luego descubrí que había sido una justiciera y de que después había pasado el relevo a mi hermana pequeña. Yo nunca había sabido nada de eso, ni he luchado en ese tipo de batallas jamás, sólo aprendí karate con mi padre. Puede que solamente sea un tipo común y corriente pero ellos no lo son. No te preocupes, no les parecerá nada raro que tú seas extraterrestre. Además, a mí me encanta cuando estás en tu forma natural. Tan verde lechuga y con esas orejitas puntiagudas  tan monas. - Añadió entre  meloso y divertido  -
-¿De verdad? - Inquirió Naya que esbozó una amplia sonrisa y transformó su apariencia, su piel adquirió una tonalidad verde clara aceituna y su pelo se alargó con un color rosado y un par de mechones azules a tono con sus ojos que pasaron a ser de un tono aguamarina oscuro en tanto ella le preguntaba - ¿Así te parezco más guapa?
- Más guapa y más sexy.- Añadió Alan que besó a Naya en los labios con suavidad -.

Y es que las cosas no empezaron tan bien. Ella todavía recordaba cuando, unos pocos días antes, se había desvelado por primera vez con su forma real. Ambos paseaban por un parque de la nave en tanto charlaban sobre sus familias…

-Creo que tus padres y los míos son amigos desde hace muchos años – Dijo él. -
-Sí, algo me contaron a mí también.- Admitió Naya tratando de recordar - Lucharon juntos contra un peligro muy grande. Tanto ellos como los padres de Leval, Amatista, Mazoui y Coraíon.
-¿Entonces tus padres se marcharon a un planeta lejano con tu hermano cuando eso terminó?- Inquirió Alan acercándose hasta ella con lentitud -.
-Sí, ellos buscaron comenzar su vida en otra parte y resulta que se encontraron a muchos compatriotas que habían juzgado perdidos para siempre.
-¿Compatriotas? ¿De qué país son?- Quiso saber Alan atrayendo a Naya hacia sí para besarla. -
-Bueno, más bien de que raza- repuso Naya apartándose suavemente -.Verás Alan, yo no soy humana.
-¿Ah no?- Sonrió él - ¿Qué eres entonces?
-Pertenezco a una especie llamada del Árbol Makaiju.
-¿Eso quiere decir que no podré besarte?- Rio él. -
-No bromeo Alan, éste no es mi verdadero aspecto,- le confesó Naya algo turbada. -
-¿Y cuál es?  -Quiso saber él -.
-No estoy segura de querer que me veas.- Susurró ella temerosamente -
-¿Por qué no? Seguro que eres preciosa.- Afirmó él -

            Naya pareció dudar, pero ambos estaban lejos de la vista de la gente, en un parque de la nave. Así que ella le dijo.

-Me mostraré en mi auténtica apariencia. Pero, por favor, prométeme que no te asustarás.
-Descuida, no me asustaré- declaró Alan levantando una mano en forma de promesa solemne. -

            La muchacha comenzó a emitir un aura verdosa y lentamente sus rasgos comenzaron a cambiar. Alan no podía apartar la vista de ella mirándola anonadado. La chica cambió el tono claro de su piel por otro de tonalidad verde algo aceitunada, su pelo se tornó rosado con un par de graciosos mechones azules y sus ojos se alargaron con un bello color asalmonado en tanto sus orejas se hacían puntiagudas. Alan entonces la observó abriendo los ojos y exclamando con teatralidad.

-¡Socorro!...

La pobre chica quedó desconcertada, él se tapaba la cara con las manos…

-¡Me lo prometiste! - Pudo decir con evidente cara de pesar –
-Y lo he cumplido, – sonrió ahora el chico quitándose las manos de la cara para aseverar - ¡Era una broma, tonta!

Y el inicial gesto de pesar se convirtió en otro de enojo. La muchacha se sentía realmente mal por aquello y así se lo dijo.

-¡No tiene ninguna gracia! Para mí no ha sido fácil, ¿por qué te burlas?...

Alan se dio cuenta de que aquello había estado fuera de lugar y enseguida reaccionó sujetando suavemente a la chica de los hombros antes de que ella tratara de marcharse.

-Escúchame. ¡Te pido perdón! No pretendía ofenderte. ¡De verdad!

Aunque ella se sentía realmente mal. No era capaz de apartar de su mente a Rio y lo que sucedió cuando ese chico la descubrió. Se soltó del agarre e incluso se giró, aunque con su forma alienígena no se atrevía a salir corriendo. Pero Alan era insistente, con rapidez se puso en frente suya y ésta vez dobló una rodilla ante la ahora atónita Naya para afirmar en tanto tomaba una de las manos de ella entre las de ella.

-Soy un idiota, te suplico que me des otra oportunidad. Jamás volveré a disgustarte de este modo. Te lo prometo. Puedes creerme.
-¡Creía que te habías sentido horrorizado al verme con este aspecto! – Pudo sollozar ella ahora –

El chico se levantó, dándose realmente cuenta de lo que esa estúpida broma la había afectado. Se maldecía una y otra vez. No creyó jamás que ella pudiera tomarlo de esa manera. No obstante, con un tono más suave si cabía, le susurró.

-¿Cómo podrías pensar eso de ti? ¡Eres una preciosidad!
-¿Cómo lo sabes? – Se sorprendió ella informándole - Mi nombre significa preciosa.
-Tus padres lo eligieron muy bien. Eres la chica más linda que he visto nunca. En todos los aspectos, humana o no. Ahora, ¿puedo besarte?

            Su interlocutora sonrió, Alan le enjugó aquellas lágrimas en tanto la miraba directamente a los ojos.  Entonces ella asintió y el chico juntó sus labios a los de ella en una forma suave. La misma Naya le abrazó y prolongaron el beso con más intensidad. Cuando se separaron el muchacho le susurró al oído.

-Naya, te quiero y deseo que te cases conmigo algún día.

            Ella le miró perpleja. Pudo decir aun aturdida.

-¿Casarnos significa estar juntos para siempre? ¿Cómo hicieron mis padres?
-Sí, claro, eso espero- respondió Alan - ¿Y sabes una cosa? Tus padres se casaron al mismo tiempo  que los míos, junto con mis tíos Roy y Beruche, hicieron una triple boda. Al menos eso nos contaron a mis hermanos y a mí cuando éramos niños.
-No lo sabía.- Sonrió Naya que iluminó su rostro al hacerlo - Debió de ser muy bonito.
-Como lo será el día en que tú y yo nos casemos.- Le aseguró él. -Si me dices que sí.
-Claro que sí- convino ella -.Yo también te quiero Alan. Y me hace tan feliz que me aceptes en mi auténtica forma.
-Eso no es nada difícil eres aún más bonita, pero si te digo la verdad. Yo ya sabía cómo erais los de vuestra raza.
-¿Ah sí? ¿Y cómo es posible eso? - Inquirió Naya con sorpresa. -
-Mis padres guardaban películas de ellos y de los tuyos cuando eran jóvenes y tus padres aparecen en sus dos formas.
-¡Me lo podías haber dicho.- Le amonestó ella con pretendido o quizás no tan impostado enfado. -
-¡Entonces no habría sido tan emocionante!- se rio él que recibió un buen capón. -
-¡Eres un pillo! - Dijo Naya abrazándose a él.- Pero te quiero...

            Y así era, se había enamorado perdidamente de él. Y deseaba compartir su vida con Alan. Y se llenó de felicidad cuando el joven así le propuso.

- Entonces una vez que tengamos nuestras vidas encarriladas me sentiré muy feliz de hacerte mi esposa.
- Te diré que sí – convino ella, afirmando a su vez – Cuando estemos listos.

Él suspiró con una sonrisa. Su novia le miró algo extrañada y le preguntó.

-¿Qué pasa, porqué sonríes?
-Porque tengo aquí a la chica más guapa del mundo. En cualquiera de sus apariencias. – Replicó en tanto al besaba suavemente en los labios -

            Y la muchacha se dejó hacer entregándose con su novio a la par que se dedicaban mutuas caricias.  Cuando ambos comunicaron la noticia todos les felicitaron. Lo cierto es que los padres de Naya y de Giaal fueron a verles a bordo de esa gran nave. Fueron recibidos por Giaal y Naya, estos les contaron un poco los pormenores de su estancia. Giaal presentó a Susan a sus padres.

- Papá. Mamá, ésta es Susan, salimos juntos desde hace unas semanas.
- Hola Susan, estamos muy contentos de conocerte.- Saludó Ann con una gran sonrisa. -
- Lo mismo digo, es un placer, señora.- Respondió educadamente ésta  que para la ocasión había venido vestida de paisano con un simple pantalón beige y un jersey azul. -
-¡Dios mío! – Exclamó la madre de Giaal que se llevó las manos a la cabeza un poco en plan de broma - . Ya me llamas señora ¿tan vieja te parezco? ¡Llámame Ann! - Agregó con jovialidad -.
- Perdone Ann. También es un placer conocerle a usted señor.- Pudo decir Susan un poco cortada todavía  -.
- Por favor – sonrió éste que le dio la mano a esa encantadora joven añadiendo al igual que su esposa en tanto preguntaba – Ail, llámame Ail. Dime, ¿cómo conociste a nuestro chico?

            Susan les contó también a ellos la historia de cómo el muchacho llegó al gran asteroide, y como la hipnotizó literalmente en su primer encuentro. Tras las risas de todos a cuenta de aquello prosiguió con los momentos que pasaron juntos cuando ella tuvo que custodiarle en la celda. Para concluir después con la batalla en defensa de la nave.

-Podríamos contarte muchas cosas sobre eso – Terció Ail aclarando a la joven ahora con un tono más hostil al rememorar – ¡Ese tal Gralas es un maldito bastardo! Ya nos enfrentamos a él cuando Giaal era tan solo un bebé.
-Sí, y más tarde en la Tierra se produjeron muchas batallas – Añadió Ann – afortunadamente pudimos rechazarles una y otra vez.
-Pero, ¿cómo es posible?- Preguntó Susan mirándoles sorprendida – No recuerdo haber oído nada de eso cuando era pequeña. Algo así habría quedado grabado en la historia.
-Verás, – le explicó Ail con tono confidencial – Como tú conoces la verdadera naturaleza de nuestro hijo y sabes cómo son nuestros amigos, a ti podemos contártelo. Realmente se pudo borrar la memoria de la población o camuflar esos ataques como desastres naturales. Incluso aquellos que tuvieron como blanco grandes ciudades.
-Pero, ¿cómo es posible hacer algo así?- Quiso saber la atónita muchacha –
-Digamos que hay poderes muy por encima de los nuestros. – Le explicó Ail, afirmando con gravedad – Mi mujer y yo hemos viajado por el universo más que nuestro hijo y hemos visto muchas cosas. Cosas que, ni siquiera nuestros amigos conocen. Pero basta ya de hablar de eso. Lo importante ahora sois vosotros.
-Si. Y estamos muy felices tanto por nuestro hijo Giaal como por nuestra hija Naya.- Sonrió Ann afirmando - Los dos han conocido a personas estupendas como tú y como Alan.
-Es una muchacha encantadora. – Comentó Susan amablemente –
-Ahora ha ido a saludar a los padres de su novio.
-Sí. Otros viejos amigos nuestros – sonrió Ail –

            Tanto él como Annie desde luego que habían visto muchas cosas. Una de las que les apenó fue el fallecimiento de Nimock. Aquel congénere sencillamente dio la impresión de irse marchitando poco a poco y les pidió a ellos que fueran los custodios del planeta. Ambos le prometieron que harían lo que pudieran. No obstante, al morir ese anciano tan respetado por todos, Rulak y los suyos expresaron su deseo de que los partidarios de la reproducción animal se marchasen. Para no provocar una nueva guerra estos finalmente aceptaron. Al menos sabían de algunos mundos habitables que no les quedaban lejos. Enara y Eril se ocuparon de liderar a su comunidad, llevando a sus hijos consigo.

-Y luego ya no volvimos a verles.- Le contó Ail a Giaal en un aparte que hicieron en tanto Annie charlaba con Susan.-

Mientras, Naya había ido con Alan para saludar a los padres de él. Efectivamente, Tom y Cooan habían llegado con su hija Idina y lo primero que hicieron fue preguntar por su hijo. Se habían encontrado antes con Roy y Beruche y ya habían felicitado a estos, y por supuesto, a Leval y Amatista. Su hijo mayor por fin les encontró una vez que estos se habían despedido de Beruche y Roy. Tras los saludos de rigor Alan les presentó a Naya. Tom se sorprendió mucho y le dijo.

- Vaya, así que tú eres hija de Ail y Ann, ¡parece mentira! .Yo he luchado junto a tu padre en muchas ocasiones,..
-¡Cuánto me alegro! - Añadió entusiásticamente Cooan para halagar -...siendo hija de Ann no me extraña que seas tan guapa.

La joven agradeció el cumplido poniéndose colorada a la par que respondía con dulce amabilidad.

- Muchas gracias señora Rodney. Usted también es muy bonita.
-¡Uy! - Rio Cooan complacida, respondiendo pese a ello. - Los años no pasan en balde hija, ya no soy como era en mis tiempos.
-¿Pero qué dices, tonta? - Terció Tom divertido. - Tú sigues siendo igual de guapa que cuando te conocí en la universidad.
- Si, en la misma que estudia ahora mi hermanita. – Afirmó Alan abrazando a Idina por los hombros con uno de sus brazos y atrayéndola hacia si rematando con visible afecto – ¿Sabes una cosa pequeñaja? Cada día estás más guapa.
- Éste será mi último año, espero licenciarme y ser una maestra tan buena como mi madre. – Terció ésta algo sonrojada por el piropo de su hermano –

            Todos sonrieron al oír aquellas palabras aunque fue Alan el encargado de variar de tema al preguntar por su hermano.

-¿Qué pasa con Lance? No le he visto por aquí. ¿Ha ido a saludar a alguien?
- Tu hermano tenía trabajo que hacer, vendrá en la próxima nave.- Le respondió su padre con tono resignado. -
- Sí, siempre está de acá para allá con sus cosas, apenas pasa por casa a vernos. – Le comentó Cooan con mal disimulado pesar. -
- Últimamente está algo raro – Completó Idina que les comentó – Vino a vernos a la Golden a Nehie y a mí, pero no sé. Pese a tratar de mostrarse cordial le noté algo extraño. Quise preguntarle qué tal le iba todo pero se limitó a lo de siempre. A decirme, muy bien hermanita, estoy muy ocupado con cosas importantes ¿y tú qué tal?

            Alan suspiró al escuchar aquellas palabras, su hermano estaba como siempre, muy metido en su propia vida y sus ocupaciones sin apenas tiempo para ver a los suyos, en verdad que era un chico poco sociable, algo muy raro teniendo en cuenta como eran los otros miembros de su familia. Era como si tratase de ocultar algo a los demás. Hasta para su propio hermano mayor era alguien muy misterioso. Incluso con Idina, que siempre lograba hacer que la gente se abriera a ella y le confiase hasta sus más profundos temores e ilusiones. No obstante Lance se guardaba bien de hacerlo. Naya pudo percibir esa sensación de tristeza y extrañeza en su novio. Le había hablado un poco de su misterioso hermano menor. Así que para mejorar los ánimos, comentó divertida.

-Pues tu madrina Rei es una mujer encantadora. Nos acogió a mi hermano y a mí bastantes veces, de hecho usábamos su santuario como pista de aterrizaje.
-Sí, la madrina es estupenda. A mí me enseñó incluso a ser una sacerdotisa.- Intervino Idina que comentó con sincero pesar.- ¡Lástima no haberte conocido entonces a ti, Naya! Hubiéramos sido muy buenas amigas.
-Me habló de ti, igual que su amiga Ami, mi mentora, me habló de sus ahijados Leval y Kerria. Ahora que he conocido a casi todos veo que no exageraba, sois realmente estupendos.
-Lo mismo que tú, querida.- Intervino Tom afirmando satisfecho.- La verdad, no podemos quejarnos de nuestros hijos e hijas. Sois realmente maravillosos.

Alan tomó la palabra entonces y les propuso a sus padres retomando el entusiasmo.

- Bueno, ¿qué tal si vamos a instalaros?, tengo que ver a los padres de Naya.
- Claro hijo,- concedió Tom. -Iremos al hotel...tengo la dirección, no te preocupes, saluda a Ail y Ann de nuestra parte y diles que ya les veremos más tarde.

            Alan y Naya se despidieron de los padres del chico y de su encantadora hermana y fueron a ver a los padres de ella que charlaban con Giaal y Susan. Él les comentaba.

-Susan y yo vamos a marcharnos.
-¿Cómo es eso? - Quiso saber Ail. - ¿A dónde?
-Me han ofrecido un puesto en la nave de colonización como la que nos trajo a Bios. Una vez ocupado el planeta se ha decidido emprender la búsqueda de otro para terraformarlo también.
-Yo deseo ir con ella,- afirmó Giaal.- Además de que ambos nos queremos yo siempre he viajado por todo el cosmos y mi experiencia les será muy útil. Iré en calidad de médico cósmico.
-¿Lo habéis pensado bien?- inquirió Ail.- Tanto tiempo en el Espacio para volver a iros ahora.
-Sí, papá- le aseguró Giaal.- Está decidido y nos tomó bastante tiempo de reflexión.
-Nos gusta el espacio y correr aventuras,- explicó Susan.- Es una buena oportunidad, además para mí significa un ascenso a segundo teniente.
-Tienes nuestras bendiciones, hijo,- añadió Annie dándole un beso en la mejilla.- Y tú también Susan.
-Muchas gracias- repuso ésta.- No se preocupen, seguro que volveremos a vernos muy pronto y cuidaré bien de Giaal.

            Éste la abrazó por la cintura asintiendo. Así sucedió al cabo de unos meses. Aunque Naya se vio sorprendida por la marcha de su hermano y en un principio no lo tomó muy bien. Tampoco le gustaba la idea de que terraformasen un planeta que pudiera tener vida previamente. No fue el caso de Bios pero pudiera serlo el del próximo mundo Eso la llevó a discutir con su hermano aunque finalmente quedaron en buenos términos. Tanto que Giaal le ofreció acompañarles.

-No, hasta que no sepa a ciencia cierta que ese mundo estaba totalmente deshabitado por criatura alguna antes de ser terraformado.- Insistió Naya quien para sonar menos brusca añadió con mejor talante.- Además, me ha surgido una muy buena oferta en la Tierra, seguramente Alan y yo volveremos allí.

            Y pasaron bastantes meses. La nave SSP-2 atravesó por muchas peripecias hasta que finalmente llegó y terraformó un planeta llamado Nature. Cuando Giaal pudo volver a ver a sus padres y a su hermana les narró todo lo acontecido durante aquel periplo asegurando que ese mundo no había tenido vida previa. Eso animó finalmente a Naya.

-El mero nombre es inspirador. Naturaleza.- Afirmó la joven.-
-Y es un auténtico paraíso. Apenas se han proyectado tres ciudades, la capital Sagan City, la Ciudad del Norte y la Ciudad del Sur.- Le explicó su hermano.- Susan y yo hemos decidido asentarnos finalmente en él.
-Puede que os vayamos a hacer compañía algún día.- Sonrió Alan afirmando.- Mi hermano Lance me ha dicho en confidencia que ese mundo es realmente muy prometedor, y él no suele equivocarse.-

            Y todavía pasó algún tiempo, Naya y Alan se casaron en una bonita ceremonia. Con ella vestida como una hermosísima novia humana. Los padres de la pareja estaban encantados. Su hermano Giaal no tardó mucho en secundarla. Cuando Naya habló con su futura cuñada un poco antes de la boda de Susan, esta se reía comentándole entre divertida y apurada.

-La verdad, no sé qué hacer. Por un lado siempre he querido casarme vestida de novia. Por otro, también me gustaría vestir uniforme de gala del UNISON.
-Pues tú ponte el uniforme y que mi hermano se vista de novio.- Repuso Naya con total ingenuidad.-

            Le sorprendió ver a su interlocutora llorar, aunque en este caso se reía a la vez. Supuso que eso sería bueno. Aunque cuando Susan se tuvo que sujetar a la silla en la que estaba sentada para no caerse Naya se temió algo malo.

-¿Estás bien?- Inquirió algo preocupada.-

            Debía ser que sí, Susan solamente podía asentir, incapaz de hablar y llorando y riendo sin parar. Por fortuna, al cabo de unos instantes, la joven militar recobró el habla y pudo decir, todavía entre risas.

-Es que…me he imaginado a tu hermano…¡con mi traje de novia!
-Creo que eso no sería apropiado.- Respondió Naya.-

            Y de nuevo Susan tuvo que hacer un esfuerzo para no caerse de risa. En esta ocasión fue capaz de controlarse un poco antes y decir divertida.

-Desde luego, no sabía que tuvieras tanto sentido del humor.

            A lo que Naya la observó perpleja musitando.

-Ni yo…

            Al fin se resolvió el enigma y un poco más por sus padres (o eso pretextó) Susan lució un magnífico vestido de novia de la colección Deveraux de esa temporada. Su amistad con la hija de esa afamada diseñadora ayudó bastante y claro, ante semejante oportunidad.

-Ya luciré el uniforme de gala en otras ocasiones.- Recordó Naya que le comentó la exultante novia.-

            Giaal se puso uno de esos trajes humanos con lo que llamaba pajarita, esa especie de lacito que iba anudado al cuello. Estaba muy apuesto, claro está en su versión humana. Los dos pasaron bajo una guardia de honor formada entre otros por Leval, Mazoui y un tal Rick Jensen, al que sus amigos llamaban Tracer. Todos ellos con sables desenvainados por encima de sus cabezas, que formaban una especie de techo que los novios recorrieron hasta el altar. Tras profesar los votos y concluir la ceremonia, se asentaron en Nature. Giaal compartió trabajo con su hermana como médicos en el hospital de Sagan City. Al fin, tras unos años en la Tierra Alan y ella decidieron mudarse a ese hermoso y joven planeta. Allí tuvieron una hija a la que llamaron Fiora, un nombre inspirado en los de la raza del Makaiju. Giaal y su esposa habían tenido a su vez otro vástago al que pusieron por nombre Alex. Durante su aclimatación a ese mundo su hermano le presentó a Naya a bastantes más amigos, entre ellos a Margaret Kendall, una enfermera a la que conoció durante su viaje en la SSP-2.

-Llámame Maggie, por favor.- Le pidió esa mujer a Naya.-
-Mi hermano me contó que habéis pasado por muchas cosas juntos.- Le dijo ella a su interlocutora.-
-Así es.- Admitió la enfermera.- Tu hermano es una persona realmente estupenda. Muy valiente y siempre dispuesto a ayudar.
-Lo mismo que tú y que Kiros.- Intervino Giaal.- Entre otros muchos. Hemos formado un grupo de personas con fuertes lazos de unión.
-Y tanto, tu hermano fue nuestro padrino de boda.- Le desveló Maggie a la joven doctora.- Y estuvo ahí para mí, cuando di a luz.

            Aquella por lo que Giaal le contó, fue una experiencia realmente traumática para esa mujer. Tanto que llegó a estar clínicamente muerta. Luego de forma inexplicable volvió a la vida.

-Gracias al Señor, que se apiadó de mí y al amor de mi bebé, pude regresar.- Suspiró Maggie.-
-Sí, nuestros hijos son lo más importante. Nos dan fuerza y energía cuando creemos que estamos agotados.- Convino Naya.-

            También Giaal le contó muchas peripecias de su viaje, incluyendo como rescataron a algunos supervivientes de la raza del Makaiju. Por lo que el joven pudo averiguar, algunos eran hijos de antiguos amigos como Enara y Eril.

-Sobre todo una niña, Wina. La pobre había sido secuestrada por esos bastardos esbirros de Gralas y la tenían esclavizada junto con otros. -Comentó consternado, para enumerar.- Orix…
-¡Pobrecilla!- Se horrorizó Naya interrumpiéndole entonces.- ¿Está bien? ¿Qué pasó con sus padres? ¿Podemos hacer algo por ella?- Quiso saber de inmediato.-
-Por desgracia sus padres no debieron de sobrevivir. Aunque afortunadamente los niños se están recuperando. Wina ha sido adoptada por la doctora Melissa Prentis y el doctor Clyde Adams. Son muy buenas personas. Y Orix, el otro crío del que te hablaba, por una buena familia también.- La tranquilizó Ail.- Los otros han decidido seguir buscando a sus padres.

            Aquello era terrible. Por lo que Giaal pudo averiguar, los partidarios de la reproducción al estilo humano que fueron desterrados de su mundo se asentaron en otro planeta y vivieron en paz. Sin embargo, tuvieron la desgracia de ser descubiertos y atacados por las tropas de ese tirano. Aunque ahora, una vez destruidos Gralas y los suyos, al menos esos críos podrían disfrutar de una vida pacífica, con el cariño de sus familias adoptivas.

-A veces la vida es muy dura e injusta, pero hay que seguir adelante.- Sentenció Giaal.-
-Y no perder nunca la esperanza ni el deseo de ayudar a los demás.- Convino su hermana.-

            Y de este modo las vidas de los dos continuaron con las ocasionales visitas de sus padres. Aun tuvieron aventuras y serias dificultades que arrostrar, pero todas se fueron solucionando. Sus hijos crecieron para convertirse en unos jóvenes nobles y hermosos como sus padres y abuelos y llegado el momento corrieron con sus propias aventuras. Fiora encaminándose a un misión de trascendencia Cósmica y Alex, algo que incluso iría más allá.



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