sábado, 30 de agosto de 2014

GWHC08 Del descenso a los Infiernos a unas nuevas vidas I


El príncipe de Némesis oteó a su alrededor. Todo era desolación, pero habían vencido, para la mayoría de los presentes se abría una puerta a la esperanza. Lo mismo que para él.



-Ahora podré hacer honor a mi promesa.- Se dijo.-



Por su parte Roy miró hacia el horizonte, a lo lejos se veían algunos de los edificios de la periferia de la ciudad humeantes todavía. Desde luego habría mucho trabajo para reconstruirlo todo. Seguramente muchas vidas se habrían perdido y pese a todos los esfuerzos de él, sus compañeros, las guerreras y los que Tom y las chicas hubieran hecho, no se habría podido impedir que esos malditos demonios y sus secuaces sembrasen el pánico entre las personas inocentes. Pero eso no era culpa de los que lucharon para destruir el mal. Y lo que contaba es que, finalmente, aunque fuera a costa de gran sufrimiento y dolor, habían triunfado. La Tierra se había salvado.



- Ahora sólo espero que entre todos seamos capaces de volver a levantar la ciudad.- Suspiró pensando en voz alta. -

- Sí, todos unidos seguro que lo logramos. Pero ahora estoy ansioso por volver a ver a Petz. Y seguro que tú querrás ir junto a Bertie.- Le respondió Zafiro queriendo quitar de la cabeza de su amigo el agridulce sabor que le producían aquellas reflexiones. -¿No es cierto, amigo?

- Sí- convino su compañero con una sonrisa y dejando aparte los demás pensamientos. - ¡Vamos a buscarlas, muchachos! ¡Seguro que se quedarán de piedra al vernos!



            Zafiro asintió con ganas y se dispuso a volar. Roy iba a hacer lo propio pero, por el contrario Diamante no se movió. Sus compañeros se percataron de que había estado muy callado durante ese rato, sumido en sus propias reflexiones y fue Roy el que le dirigió una mirada de extrañeza.



- Id vosotros. -  Les dijo el príncipe saliendo de su mutismo al fin - , yo no voy  a acompañaros.

-¿Por qué no, amigo? - Le inquirió Roy sorprendido. - ¿No deseas venirte con nosotros?

- Hay una persona a la que debo buscar.- Respondió con aire pensativo - alguien que me quiso una vez y a quien no supe corresponder...

- Se trata de Esmeralda, ¿verdad? - Afirmó Zafiro, a lo que el aludido asintió lentamente. - Pero ella murió. - Objetó  su hermano menor con pesar al añadir - y según nos explicó el mago cuando llegamos al Cielo fue sumida en el abismo de los que deben purgar sus culpas.



            El interpelado asintió, no obstante repuso con voz queda, teñida eso sí de una leve esperanza.



- Landar me dijo que si hay alguien dispuesto a dar amor a los que allí sufren, estos pueden salvarse. Vosotros tenéis dos chicas maravillosas que os esperan, yo no tenía a nadie. Ahora que sé lo que ella sentía por mí, haré todo lo posible por rescatarla de ese horrible lugar. Se lo debo y si lo consigo quizás podamos comenzar de nuevo. No sé si la amaré de veras o si solamente será un intenso afecto. Pero por lo menos sé que ella sí me quiso sinceramente y que literalmente vendió su alma por mí, solamente por ello merece la pena intentarlo. Y sobre todo, quiero decirle que lo siento.



            Roy sonrió entonces, posando una afectuosa mano sobre el hombro derecho de su compañero.



- Entiendo que gané la apuesta.



            Su amigo sonrió y tuvo que asentir despacio para confesar.



-Y desde luego que no me gusta reconocerlo.- Admitió con afabilidad.- Luego no hay quien te aguante.

-¿Qué apuesta?- Quiso saber Zafiro.-

-Es una larga historia. Si Dios quiere cuando regrese ya te la contaré, hermano.- Replicó el interpelado.-

-Iremos contigo para ayudarte.- Se brindó Roy, con el asentimiento inmediato de Zafiro.-



Y es que ninguno pensaba dejar a su compañero y hermano respectivamente en la estacada de aquella difícil prueba. Aquello era una misión comparable, sino casi más peligrosa que su reciente triunfo contra los demonios.



- Déjanos ver a las chicas y te acompañaremos a donde haga falta.- Sentenció Roy.-

- No, amigo. Sé que los dos lo decís de corazón.- Sonrió Diamante agradecido y sin embargo objetando. - Pero esto es algo que debo hacer yo sólo.- Y sin más fue él quien se elevó en el aire despidiéndose. - Hasta pronto y gracias por todo. Cuando la rescate os buscaré y celebraremos el triunfo todos juntos. Os lo prometo.

- ¡Diamante, ten cuidado! – Pudo decir su emocionado hermano con un susurro.-



Sin embargo, el interpelado captó aquellas palabras para añadir instantes antes de irse.



- Lo tendré.- Le aseguró éste esbozando ahora una gran sonrisa y declarando. - Debí hacerlo antes, pero te pido disculpas por todas mis equivocaciones pasadas. Zafiro… perdóname por no haber sido siempre el hermano mayor que debí ser. Yo os arrastré a todos a esto y lamento que tuvieseis que pagarlo por mí. Buena suerte y sé feliz con Petz. Lo mereces.

- No fue únicamente culpa tuya… - Le rebatió su hermano aunque el príncipe no le dejó terminar. -

- Me alegro mucho de haber encontrado un buen amigo además de un hermano. Cuídate tú también. - Y antes de que los otros pudieran tratar de replicar, Diamante concluyó con un tono más jovial. -Y no se os ocurra montar ninguna de esas fiestas de las que tanto habla Roy sin mí, ni Esmeralda.

- Descuida principito, os estaremos esperando para probar el karaoke. - Le aseguró el interpelado elevando un pulgar. – ¡Y te va a tocar cantar!…



            Diamante sonrió por última vez y se elevó rápidamente entre las nubes. Voló hacia el cielo de nuevo, abstraído en sus pensamientos. Recordando con amargura algunos episodios pasados. Como la última conversación en grupo que tuviera con sus amigos en el Rincón del Alma y del Tiempo, su lugar de entrenamiento, antes de esa gran batalla. En ella, todos confesaron al resto lo que realmente les lastraba. Pensaba en cuando intervino él ante el silencio y la atención del resto…



-Ahora me toca a mí.- Declaró.- Y mi hermano tiene razón. No es nada fácil. Nunca lo ha sido para mí reconocer que estaba totalmente equivocado.- Añadió con pesar en su tono.- Siempre he sido muy orgulloso. Soberbio incluso. Y eso hizo que arrastrase a todos mis súbditos a la ruina…



            Zafiro quiso decir algo para rebatir aquello, sin embargo, Roy posó una mano sobre el hombro derecho del chico para que no lo hiciera. Éste comprendió. Su hermano debía sacar todo eso fuera…Así Diamante prosiguió.



-No pasa ni un solo instante sin que deje de lamentarlo. Y lo que es peor, y coincido con Ail. Traté de robarle el corazón a Serenity por la fuerza. Intenté incluso abusar de ella, bueno, de la Guerrera Luna, cuando la capturé en mi palacio. Sé que es un proceder vergonzoso y jamás podré perdonarme por haber actuado así.



            Todos se quedaron boquiabiertos. Pero no dijeron nada. El príncipe prosiguió.



-Afortunadamente alguien me lo impidió…No sé quién sería pero ojalá pudiera darle las gracias.

-Yo sé quién fue.-  Afirmó Zafiro interviniendo esta vez.-

-¿Fuiste tú?- Se asombró Diamante.-

-No, hermano. Fue ella. Esmeralda…

-¿Esmeralda?- Repitió su interlocutor con mayor sorpresa todavía.- Pero, ¿cómo? ¡Claro!, esa energía oscura que me cegó.- Musitó atónito.-



            Ahora lo comprendía. Cuando estaba usando aquel maléfico tercer ojo, regalo como no del Hombre Sabio, para someter la voluntad de la muchacha que estaba destinada a ser Serenity, llegó aquel enmascarado con smoking. Diamante le atacó con aquel poder, pero súbitamente una ráfaga de energía negra provocó un vendaval que le cegó. Los pocos instantes que duró aquello fueron aprovechados por sus enemigos para huir. Tan rabioso estaba que juró matar a quien quiera que hubiera sido. Cuando se lo contó a Zafiro y a Esmeralda entonces no relacionó la entristecida expresión de ella con aquel incidente. Ahora su hermano le comentó.



-Diamante. Ella te amaba. Te quiso siempre. Y aunque corrompido, su amor todavía era lo bastante fuerte como para no quererte ver en brazos de otra mujer. Yo le dije que también odiaba a la Guerrera Luna, porque pensaba entonces que, por culpa de tu obsesión hacia ella, nuestros planes se habían malogrado. De haberla matado en el pasado habríamos triunfado de inmediato. Sin embargo, Esmeralda estaba celosa de tu amor hacia la reina Serenity. Solamente eso le importaba.

-Comprendo.- Musitó su contertulio bajando la mirada.- Era una muchacha alegre y tímida cuando llegó a la corte. Mamá la quería como a una hija y ella adoraba a nuestra madre.  La cuidó hasta el final. Yo fui lo bastante estúpido como para no llegar a darme cuenta.  Mamá siempre me hablaba muy bien de Esmeralda. Ella sí que lo sabía. La pobre muchacha incluso me regaló las semillas de mis flores favoritas. Eso ocurrió antes de mi viaje a la Tierra.- Remató con voz queda.- Luego todo cambió.

-Cuando triunfemos podrás darle las gracias y enmendar aquello.- Quiso animarle Roy.- Nunca es tarde, amigo. Seguro que te sigue queriendo.



            No obstante, su compañero movió la cabeza con tristeza en la mirada y repuso.



-Por desgracia para mí eso es imposible. Ella murió. –Suspiró tratando de dominar su pesar y continuar, en tanto confesaba.- Vosotros me dais envidia amigos. Vuestras chicas están ahí, aguardándoos. Pero yo solamente podré lamentar mi ceguera. Y no la que me apartó de la Serenity del pasado. Fui un canalla entonces. Un fatuo totalmente lleno de mí mismo. Y por supuesto empeñado únicamente en cumplir con mi ridícula venganza. Tan estúpida como injusta.

-No seas tan duro contigo, hermano. Por favor.- Le pidió Zafiro sintiendo lástima por él.- Deja de castigarte así.



            Ahora su interlocutor le sonrió débilmente posando una mano sobre la barba de su contertulio y diciendo con consternación.



-Siempre fuiste la voz de la razón. Nunca te tomé lo suficientemente en serio. Me creía infalible y cargado de verdad en todo lo que hacía. Y ya ves… a dónde nos he conducido.

-Escucha, hermano.- Le respondió su interlocutor con tono firme y decidido ahora.- Puede que quizás esto no haga regresar a Esmeralda. Ni a nadie de nuestra familia. Pero podrás compensar con creces todos tus errores. Por lo que dijiste una vez, te sacrificaste por salvar a la Guerrera Luna. Ahora volverás con nosotros y salvaremos la misma Tierra que un día quisimos destruir. El hogar de nuestros antepasados.

-Sí.- Convino Diamante.- Y yo me he dejado esta perilla como símbolo de una madurez que he tardado en alcanzar. Que imbécil fui… ¡Qué imbécil! Al menos nuestros padres no vivieron para ver lo bajo que caí. - Sollozó  de pronto tapándose los ojos con una mano, tratando de detener las lágrimas sin lograrlo.-



            Los demás le brindaron miradas de apoyo y tristeza. En esta ocasión fue Nephrite quien le puso una mano sobre el hombro para tratar de alentarle.



-Todos lo fuimos. Cada uno de una forma actuamos estúpidamente y con iniquidad. Pero hemos cambiado y lo vamos a reparar. Tu hermano tiene razón. No te castigues más, amigo.

-Te comprendemos muy bien.- Añadió Ail.- Ninguno hemos sido precisamente unos santos.

-Somos un equipo, somos compañeros.- Intervino asimismo Roy.- Y nos hemos ganado la redención.

-Aun no.- Pudo decir el príncipe ya recobrado, arengando al resto igual que a sí mismo.- Todavía tenemos que patearles el culo a esos desgraciados…



            Eso hizo sonreír a Roy quién no tardó en replicar.



-Así me gusta. ¿lo ves? No era tan difícil.  Ya empiezas a hablar como una persona normal. Y no como un principito estirado.



            Diamante le miró y sonrió sintiéndose agradecido. Lo mismo hizo después hacia el resto de sus amigos. No tardó en extender su brazo con la palma de la mano abierta. Enseguida Roy puso la suya encima, y después Nephrite, Ail y Zafiro.



-Sea lo que sea lo que nos deba suceder, pase lo que pase. Siempre unidos.- Sentenció el alienígena.-

-Y si alguno no lograse sobrevivir el resto continuará y realizará sus sueños y los de los camaradas caídos. – Añadió Zafiro.-

-Así sea.- Convino su hermano.-

-Mantened la fe. ¡Ya lo sabéis!- Les recordó Roy aportando algo de desenfado a ese emotivo momento.- ¡Vamos a vencer! Unbend, unbreakable, unbroken, o como el cabo Jones decía, ¡los elegidos, los orgullosos, los capullos!

-No sé quién sería ese cabo amigo tuyo, pero en cuanto a lo que dijo, ni lo dudes, compañero.- Repuso Nephrite con una sonrisa y el asentimiento de todos.-

-Bueno, lo de capullo lo serás tú.- Intervino un divertido Zafiro.-



            Todos se rieron. Diamante sonrió de nuevo al rememorar eso. Incluso moviendo la cabeza divertido en tanto volaba. Tuvo la fortuna de encontrar a unos grandes amigos, además de compañeros. Ahora deseaba hacer lo que pudiera por enmendarse por entero. Quizás fuera una esperanza absurda. O algo imposible, pero tenía que intentarlo. De modo que llegó nuevamente al Cielo. Allí volvió a pedirle consejo al mago.



-¡Landar! ¿Estás ahí?- Quiso saber.- ¿Podría verte, por favor?



            Por suerte no tuvo que aguardar demasiado. A su lado apareció un anciano de larga barba blanca. Caminaba pausadamente, acercándose hacia Diamante, vestido con una túnica inmaculada y empuñando un largo bastón.



- Celebro comprobar que tú y tus compañeros habéis salido triunfantes. Me alegro de volver a verte.- Le saludó Landar visiblemente satisfecho. -

- He venido por aquello que me dijiste antes de la batalla, ¿era verdad? - Le inquirió éste con visible interés. – Mi hermano Zafiro me contó algo parecido.

- Sí, lo era, deseas saber más ¿verdad? - Adivinó el mago. -

-¿Es cierto que ella me amaba? ¿Es cierto que murió por mí? - Preguntó Diamante muy inquieto  y atónito al tiempo. -



            El mago asintió lentamente y le explicó:



- Ella estaba enamorada de ti desde que era una niña, cuando su padre la presentó al tuyo en la corte de Némesis. Luego, tú la ignoraste cuando conociste a la Reina Serenity. Esmeralda lo soportó con abnegación mientras cuidaba de tu madre, pero poco a poco ese enviado del mal fue corrompiendo vuestros corazones.

- El hombre Sabio - repuso Diamante  entre reflexivo y conteniendo su ira. - ¡Maldito!

- Sí, él fue el causante de vuestro maléfico comportamiento. Cumpliendo la voluntad de su amo Caos, indujo a vuestras almas al odio contra la Reina Serenity y la Tierra. Y lo mismo que el resto de vosotros, ella cambió.

- Ahora recuerdo cuando conocí a Esmeralda.- Repuso Diamante cabizbajo y con un gran sentimiento de culpa. -Ella era una jovencita alegre y su padre, el duque Cuarzo de Green- Émeraude, uno de los hombres más nobles de mi mundo, tanto por su cargo y título, como por su personalidad. Mi padre le tenía en alta estima.

- Así es, pero la pureza de alma de esa pobre chica fue corrompida por el mal, cayó en la trampa del hombre Sabio y no supo salir...

- Pero ¿por qué no está aquí? Nosotros pudimos redimirnos, ¿por qué ella no? - Quiso saber él, extrañado. -

- No es el mismo caso, verás, - le explicó el mago tras un breve silencio. - Cuando vosotros moristeis fuisteis a un plano astral inferior a purgar vuestras culpas, de eso ya no te acuerdas pues se borró de tu memoria. Por fortuna, al morir tanto tú como tu hermano Zafiro, Nephrite y Ail, lo hicisteis de forma noble. Llegasteis a ver que estabais equivocados y os arrepentisteis sinceramente de vuestro proceder anterior. Vuestras almas pudieron ser reclamadas aquí. Cuando Roy murió y llegó hasta mí, fuisteis elegidos para terminar de redimiros luchando por el bien a su lado. Pero – y ahora fue Landar el que miró cabizbajo al revelar a su interlocutor. - Esmeralda para su desgracia murió con mucho odio e ira, su alma fue corrompida por las maldades que provocó el Hombre Sabio. No pudo alcanzar ese mismo purgatorio, como vosotros lo llamáis. Su alma descendió por un pozo eterno de negrura y sufrimiento. Allí estará hasta que se purifique, después trascenderá a la Eternidad.

- Y. ¿No podré recuperarla? Quiero darle una nueva oportunidad, como vosotros me la disteis a mí. Sé que se lo debo - Declaró Diamante resuelto a ello. -



Landar parecía estar poco seguro, pero, tras meditar unos instantes, comentó de forma algo dubitativa.



-  Podría existir una posibilidad, si ella continúa en las profundidades del abismo. Pero si ya se ha purificado y ha trascendido su alma al camino de la Eternidad, lamentándolo mucho no podrás lograrlo.

-¿Lo ha hecho ya? ¿Ha trascendido?- preguntó Diamante aún más inquieto. -

- Espera un momento.- Landar pareció concentrarse, mirando hacia arriba y cerrando los ojos, al fin contestó. - No, aún no. Todavía le queda mucho que purgar, eliminó todo el odio que la poseía, pero ahora está empezando a comprender todo lo malo que hizo. Es una carga muy pesada para su espíritu y de seguro que estará sufriendo mucho.

-¡Tengo que sacarla de allí como sea!- dijo Diamante todavía más decididamente. -Tienes que decirme cómo puedo hacerlo. ¡Por favor!

- Todo pasará por la capacidad de tu amor. Eso es lo único que puede salvarla.

-¿Mi amor?...yo siempre la he querido, quizás nunca supe demostrárselo, pero quiero salvarla. Ya te he dicho que se lo debo. Iré enseguida a donde haga falta.- Afirmó el joven. -

- Ten en cuenta que una deuda de gratitud y el amor no son la misma cosa, joven príncipe. – Le advirtió el mago, sentenciando. – De nada te serviría el llegar hasta ella si de verdad no la amas.



            Diamante quedó pensativo por unos momentos. Quizás el mago tenía razón en eso. Él apreciaba mucho a Esmeralda, al menos en aquella época en la que ambos eran unos muchachos y ella cuidaba de su madre, la reina Amatista. Pero no podía asegurar que aquello fuera realmente amor. Aunque alguna vez, cuando estuvo con ella a solas si llegó a sentir algo especial. Recordó eso también…Una tarde en palacio. Él había terminado sus clases y se dirigía a visitar a su madre. La reina estaba sentada en un banco del jardín, aprovechando la escasa claridad de su mundo.



-Madre.- Saludó él.-



            La aludida sonrió enseguida. Se alegró sin duda de que su hijo fuera a visitarla. Su delicada salud no la permitía abandonar su habitación más que en contadas ocasiones. Esa tarde se sentía mejor. Pese a todo seguía siendo una hermosa mujer de cabellos dorados y penetrantes ojos violetas.



-¿Qué tal tus clases, hijo?

-Aburridas.- Suspiró él haciéndola reír.-



            Aunque enseguida aquello le provocó a la soberana un acceso de tos. Diamante corrió a buscar agua y se la llevó a su madre. Ella bebió sintiéndose mejor.



-Lo siento.- Se disculpó el chico.-



            Aunque Amatista enseguida le tomó de una mano para afirmar con una sonrisa.



-No tienes porqué. Soy muy feliz cuando estoy contigo o con tu hermano. ¡Mis joyas más preciadas! un Diamante y un Zafiro que son realmente valiosos, no como las simples piedras que llevan esos nombres.



            El chico sonrió a su vez, halagado y contento por ver así a su madre. Sin embargo, ella, se percató antes que el joven de otra presencia, para añadir con jovialidad.



-Sin olvidar otra joya que aprecio mucho.

-Majestad, Alteza. – Saludó tímidamente entonces una voz femenina.- Buenas tardes.



            El chico se giró hacia la fuente de la misma y vio a Esmeralda. La camarera mayor de su madre e hija del Duque de Green. Enseguida esa muchacha hizo una marcada inclinación. Entre sus manos traía además algo que acercó a la soberana, añadiendo con alegría.



-Las he encontrado, Majestad. Las flores de jazmín que me pedisteis. Las trasplanté a esta maceta. No quise arrancarlas…

-Hiciste muy bien.- Sonrió su interlocutora, declarando.- Las flores han de estar vivas para que podamos admirar toda su belleza.

-¿Son las que yo planté?- Quiso saber Diamante.-



            Aunque eso hizo ruborizar a esa chica, que se apresuró a decir apurada.



-Perdonadme Alteza, es que quise traérselas a vuestra madre para que pudiera tenerlas más cerca…



            No obstante, el muchacho le dedicó una sonrisa asintiendo con aprobación. Enseguida repuso con amabilidad.



-Ha sido un detalle muy bonito. Y una buena idea. Te lo agradezco mucho.



            La aludida, visiblemente colorada, no respondió, bajando la mirada hacia esa maceta.



-¿Por qué no vais los jóvenes a buscar algo de comer? La tarde está muy agradable y me gustaría compartir una taza de té y algunos sándwiches con vosotros.

-Enseguida lo dispongo todo, Señora.- Repuso Esmeralda.-

-Espera, te ayudaré.- Afirmó Diamante.-



            Él en efecto se sentía muy feliz, viendo a su madre en mejor estado. Y agradecía a Esmeralda su preocupación y el cariño que le daba. Eso le restaba a él mismo y a su hermano Zafiro parte del sentimiento de culpa que tenían al no poder pasar apenas tiempo con ella. Por su parte, esa chica le miró con sorpresa incluso parecía sentirse cohibida y algo azorada al añadir.



-Pero Alteza, vos sois el príncipe. No os corresponden esos trabajos.

-Me corresponde hacer feliz a mi madre. Y ayudar a una chica tan bonita y tan amable como tú.- Contestó él con naturalidad.- Es el mejor trabajo al que nadie podría aspirar.



            Ahora sí que esa pobre muchacha estaba totalmente roja. Sonreía entre nerviosa y entusiasmada. Sin atrever a cruzar su mirada con la de él. Diamante no se dio mucha cuenta de eso entonces. Su atención estaba en preparar aquella merienda improvisada. Enseguida se hizo con una mesa y unas sillas. Esmeralda se ocupó de traer el té y algo de comer y así los tres disfrutaron de una tarde muy agradable…



-Aquellos fueron buenos momentos.- Rememoraba el chico.- Y creo que entonces, algo en ella me atraía…y no solamente su belleza física. Tenía bondad en su corazón.



Por desgracia, la corrupción a la que le expuso el Hombre Sabio y su posterior obsesión por la Reina Serenity, impidieron que el joven comprobase si aquello era verdadero amor.



-Si al menos tuviera una oportunidad de estar junto a ella una vez más para saberlo. – Se dijo el príncipe en modo reflexivo. - Creo que sería capaz de sentir amor por ella, sí. Estoy seguro. Podría salvarla. – Agregó ahora con más seguridad. -



            Aunque el mago enseguida se ocupó de rebajar su entusiasmo trayéndole al terreno de la realidad.



-No es tan sencillo, Diamante. No puedes llegar allí por tu cuenta. Es un lugar peligroso y oculto.

-Dime dónde debo ir, y contra quien tengo que luchar. Te aseguro que nadie podrá detenerme.- Aseveró el joven con decisión.-



            Sin embargo, Landar movió la cabeza, como si hubiera escuchado una mera chiquillada y replicó con tono paciente.



-No funciona así. Para empezar, aunque te lo dijera, no sabrías como ir. También necesitas fortalecer tu poder espiritual. Tus poderes físicos no te servirán de nada. Sólo podrás usar la fuerza del espíritu una vez estés dentro.- Objetó su interlocutor.-



            Eso hizo que el muchacho meditase. Aquello le parecía mucho más complicado ahora, pero fiel a sus palabras no iba a permitir que nada se interpusiera en su camino. De modo que preguntó con patente interés.



-¿Me enseñarás para que yo pueda hacerlo?

-No- repuso el mago que negó con la cabeza. - Yo no...Pero hay en la Tierra un hombre que pertenece a la clase de lo que llamáis chamanes, está en Norteamérica.- Le dio a Diamante un rumbo a seguir en tanto le comentaba. - Así llegarás a él. Mira en la punta de la roca más alta. Sigue sus enseñanzas, yo le avisaré por sueños de quién eres y lo que te lleva hasta su presencia. Te deseo toda la suerte y te doy mi bendición. Deberás tener mucho valor pues lo que te espera será aún mucho peor que los peligros a los que has tenido que enfrentarte. Espero que triunfes en tu empeño.

-Gracias Landar, te aseguro que no volveré sin ella.- Prometió Diamante. -

-Ve pues y que la luz te guíe.- Le deseó su interlocutor.-



            El joven asintió, tras darle de nuevo las gracias se despidió de su mentor y voló sin descanso hasta llegar a una alineación de grandes picachos graníticos, en una región desértica. Siguiendo las instrucciones del mago se dirigió hacia el más elevado, en él distinguió la cumbre y allí, en una diminuta luz que era, supuso él, una hoguera. Bajó y confirmó su impresión. Junto a un gran fuego, sentado con las piernas cruzadas un hombre de avanzada edad meditaba. Era de piel tostada por el sol y arrugada, con lacios cabellos, entre grises y blancos, que le llegaban hasta los hombros



-Disculpe señor. - Le dijo a aquel tipo tratando de llamar su atención.- ¿Podría usted ayudarme?-



            No hubo respuesta, aquel individuo no alteró el hieratismo de sus rasgos ni perturbó en absoluto su concentración.



 - Por favor, - insistió con más rotundidad.- ¿Me está oyendo?



Pese a elevar su tono de voz el hombre seguía sin responder. Aparentemente Diamante no existía para él, el muchacho comenzó a impacientarse. Además de tener bastante hambre. Quizás debió haberse detenido antes para comer algo, pero eso ahora era secundario. Insistió nuevamente.



-¿Está usted despierto?



            Observó más de cerca a ese hombre que mantenía los ojos cerrados. Al fin los abrió, sin mirarle. A los pocos segundos volvió a cerrarlos como si él no estuviera. Eso le molestó.



 -Oiga amigo, no he venido aquí para observar cómo se echa la siesta. Al menos podría responder por educación. - Se giró dispuesto para marcharse diciéndose en voz alta con irritación. - Puede que me haya equivocado al venir aquí.

- La juventud es impaciente.- Respondió al fin el anciano, saliendo de su mutismo para sentenciar. - Deberás tener más templanza, mi joven amigo.



            El muchacho suspiró aliviado y pasando por alto esa especie de reproche se apresuró a matizar con educada amabilidad.



-Lamento importunarle. Vengo de parte de…



No obstante, ese hombre alargó un delgado y tostado brazo sarmentoso y le interrumpió afirmando.



- Lo sé, quién eres y el porqué de tú venida me fue revelado en sueños. Te lo advertiré solamente una vez. La labor que tendrás ante ti será dura y peligrosa, ¿estás seguro de que quieres hacerlo?...

- Sí, lo estoy, de otro modo no habría llegado hasta aquí.- Replicó el interpelado realmente convencido  para presentarse. - Soy Diamante, príncipe de Némesis, ¿cuál es su nombre, anciano?

-Me llamo Nube Alta, soy un chamán y un hombre santo entre los míos. Conozco los caminos del Más Allá y puedo guiarte por la senda de lo desconocido, pero antes de hacerlo deberás aprender a tomar el camino del Espíritu.

-Sí, eso ya me lo han dicho. - Contestó Diamante que inquirió de seguido con tono algo impaciente. -¿Tardaré mucho en conseguirlo?..

-Eso sólo dependerá de ti, de cómo seas capaz de controlar a tu propio espíritu.- Fue la respuesta  del viejo. -

-No creo que me resulte muy difícil, observe.- Le pidió el joven que se concentró levantando esquirlas de piedra con su energía. -¿Ha visto? Tengo mucha fuerza, he vencido a un demonio muy poderoso y ya sé lo que es entrenarme duramente.- Afirmó con una gran sonrisa de suficiencia. – Haré cualquier cosa que me pida. Incluso hacerle reir con un chiste malo.- Remachó.-

-¿Por qué habría de pedirte tal cosa?- Inquirió el anciano con tono desapasionado.-

.-No sé, era solamente un ejemplo.- Pudo responder Diamante, sintiéndose algo tonto ahora, aunque enseguida retomó su otro argumento, emitiendo más energía para sentenciar.- Con todo el poder que tengo seguro que podré aprender enseguida a dominar ese poder espiritual. ¿No cree?



            Nube Alta no parecía en absoluto impresionado. Se limitó a mirarle y movió la cabeza con desaprobación. El muchacho quedó desconcertado, entonces el anciano Chamán le dijo con tinte resignado.



- Te va a costar bastante, tú sólo utilizas tu fuerza material, pero nada tiene que ver la fortaleza física, ni siquiera la mental, con la espiritual. Estás demasiado atado al mundo físico...deberás aprender a verlo todo con los ojos de tu espíritu.

- Muy bien - convino Diamante resuelto a ello. - Dígame lo que tengo que hacer y lo haré.

- Por lo pronto debes bajar de aquí, ya hace frío.- Respondió el anciano con una tenue sonrisa aflorando entre sus pétreas facciones. -

-¿Cómo? ¿Qué bajemos? Pero, ¡tengo prisa por empezar!, puede que no me quede mucho tiempo.- Objetó Diamante cada vez más impaciente. -

- Yo no he dicho que bajemos.- Le corrigió estoicamente aquel viejo para repetir con tono monocorde.- He dicho que tú vas a bajar. Yo iré algo más tarde, debo preparar algunas cosas...

- Esta bien,- contestó Diamante de mala gana  para añadir - ¿Pero no tarde mucho, eh?..



            El anciano no respondió, su contertulio se elevó en el aire y descendió junto al picacho. Al pie de éste, en un verde valle, se levantaban bastantes tiendas con forma cónica, supuso que era el poblado del mago. Para su sorpresa, unos cuantos hombres y mujeres ataviados con el típico atuendo de indios le estaban esperando. Hablaban una lengua muy extraña que él no podía comprender. Al fin, un hombre de escasa estatura, tez oscura, cabellos largos recogidos en una trenza y vestido con camisa y pantalones vaqueros, le saludó.



-Disculpe extranjero. No es cortés que hablemos en nuestro idioma cuando alguien no puede comprenderlo.

-No, soy yo quien tiene que pedirles perdón por irrumpir en su territorio. Pero es que vine  a ver a su chamán.- Le contó Diamante que, quiso saber con genuino interés.- ¿Ustedes son nativos americanos, verdad? ¿De qué tribu?



            Roy les había contado algunas cosas, como que llevaban plumas en la cabeza y lucharon contra la caballería. Diamante no sabría recordar de cuantas películas les había hablado su amigo en esos ratos de descanso en medio de los duros entrenamientos a los que se sometieron en el Rincón. Aunque no daba la impresión de que fueran muy realistas. Esa gente por lo menos, no se vestía así.



-Somos los daneh o dané. En nuestra lengua eso significa pueblo. Aunque usted nos conocerá sin duda por el nombre de “navajos”- Sonrió ese hombre.- Está usted en nuestra reserva. Monument Valley. Yo soy el jefe, o al menos el alcalde del lugar, el delegado de la nación navajo si lo prefiere. Me llamo Louis Greenhouse. Aunque mi nombre dané es Flecha Recta. Prefiero que me llamen así, al menos entre los míos.

-Encantado, yo me llamo Diamante.- Se presentó él.-



            Quiso pensar entonces en un apellido. Era curioso, pero nunca había usado ninguno. Empero, enseguida agregó.



- Lassart.



            Aquel, si mal no recordaba, fue el apellido de la familia de sus antepasados por parte de madre. Esta, era la de su progenitora, la reina Amatista Nairía, que también fue princesa de la Luna Nueva. Un abuelo suyo se apellidaba así, o al menos eso creyó recordar.



-Tendría que haber prestado más atención a las historias que nos contaba mamá a Zafiro y a mí.- Se lamentó ahora.-



            Aquel tipo le sacó de esos pensamientos, cuando comentó.



-Espero que disfrute de un buen recorrido turístico por esta región. Una vez que vea a nuestro hombre santo. Aunque ya es un poco tarde para él. Se habrá retirado. Tendrá que aguardar hasta mañana.



Y es que aquel terreno en su mayoría desértico estaba salpicado por enormes farallones pétreos que parecía esculpidos en formas a cual más caprichosa. Desde luego, ese paraje tenía algo de sobrenatural. Quizás por ello, Landar le hubiera enviado allí. Aunque no iba a comentarle a ese hombre que su chaman estaba en o alto de aquel inhóspito picacho a estas horas. En caso de que tardase él mismo subiría a ayudarle.



-Este lugar es precioso, sí.- Comentó, aunque claro, tampoco quiso decir que lo había visto desde el aire.- Pero no tengo donde pasar la noche. ¿Podría dormir aquí?



            Su interlocutor le miró atónito, enseguida se rio, fue ahora Diamante quien le observó desconcertado. Flecha Recta enseguida respondió divertido.



-Ha visto usted muchas películas. Tenemos casas e incluso algún albergue. Pero si lo prefiere hay hogans, nuestras viviendas típicas, en los que puede usted alojarse. Es barato.



            Diamante asintió, lo malo es que no llevaba dinero en absoluto.



-¡Maldita sea!- Musitó.- Olvidé traer nada para pagar. Tendré que dormir en el suelo.

-Nada de eso. Aquí tenemos unas leyes muy estrictas en cuanto a la hospitalidad se refiere.- Intervino su interlocutor deseándole.- Que pase buena noche.



            Y a una señal suya dos jóvenes muchachas le tomaron de las manos y entre sonrisas le llevaron al interior de una de las tiendas donde le dieron de cenar carne y bastante leche.



- Son ustedes muy gentiles. Esto está muy bueno - admitió Diamante mientras masticaba un trozo, dado que además se moría de hambre. - ¿Qué carne es?

- De búfalo, mezclada con serpiente, - respondió una de las mujeres para añadir con entusiasmo. -Deliciosa ¿verdad?



            El invitado siguió masticando más despacio, su  propio entusiasmo por la cena se había disipado.  Sin desear ofender a aquellas amables gentes tragó como pudo lo que le quedaba y al terminar preguntó a sus anfitriones por el Chamán. Pero ninguno supo responderle, nadie le había visto. Por fin, cansado tras la jornada, el muchacho se acostó y se quedó dormido. Al rayar el día siguiente, le despertó un suave zarandeo, abrió los ojos y vio a Nube Alta.



- Vamos joven, debemos comenzar con tu preparación...

-¿Dónde se metió ayer?- Le preguntó Diamante mientras se desperezaba. - Menos mal que el jefe de su tribu fue muy amable conmigo. En fin,- se respondió a sí mismo pues el viejo no despegó los labios. - Debió de estar bajando por ese picacho durante toda la noche, tendría que haberle bajado yo. Bueno, vamos para allá otra vez.



            Diamante salió de la tienda, junto a él estaba Nube Alta, empequeñecido sobremanera ante la gran estatura del príncipe. No se veía a nadie ahora. El chico se extrañó. Posiblemente fuera muy temprano, apenas amanecía.



-Hemos madrugado bastante.- Comentó él, al percatarse de lo solitario de aquello.-



Sin embargo, indiferente a eso, el chamán miraba hacia arriba en dirección a la cima de la colina.



- Deje que le suba yo y ahorraremos tiempo, abuelo. - Se ofreció Diamante con tono condescendiente -...

- No te preocupes por mí, sube tú, todo está ya dispuesto para comenzar.- Replicó el anciano con serena sobriedad. – Allí te aguardaré…

- ¡Qué me aguardará! ¡Oiga, va usted a tardar una eternidad en subir ahí otra vez! - objetó Diamante que parecía perder la paciencia por segundos. -

- La Eternidad en ocasiones puede estar contenida en un instante, joven, y un sólo segundo puede a veces ser eterno. - Replicó el Chaman con su ya característico tono monocorde. -

- Vale, luego nos vemos, subiré hasta arriba y me dormiré un rato más mientras le espero.- Repuso Diamante con un tono de resignada ironía.-



Después subió volando hacia la cumbre con gran velocidad, tan sólo tardó unos segundos en alcanzar su destino, pero al llegar no pudo dar crédito a lo que veía



-Pero, ¿qué demonios?- Exclamó el estupefacto príncipe.-



El chamán estaba allí, sentado con las piernas cruzadas, avivando el fuego. Cerca de él una especie de dibujo trazado en la arena, decoraba el entorno. Diamante se acercó despacio como si ese individuo fuera una visión que se desvanecería de un momento a otro, pero el anciano le dijo con reposada tranquilidad.



- Te dije que debes dejarte guiar por el camino del espíritu. Ésta era la primera lección de todas. Ahora, ¿prestarás atención a lo que te enseñe?

- Sí, claro.- Asintió su interlocutor auténticamente asombrado, tanto que no pudo evitar preguntar.  -¿Cómo lo ha hecho?...

- Tú lo harás también,- sonrió de nuevo el anciano. –

-¿Qué es esto?- Quiso saber Diamante al mirar al suelo, distinguiendo esos dibujos de arena de varios colores.-

Es una iikhááh, en tu idioma puede traducirse como entrar e irse. Sirve para que los yeii, nuestros espíritus, puedan venir a ocupar este plano de existencia, sanar y retornar. Cada grano de arena que la conforma está cargado de bendiciones. A su debido tiempo, cuando superes tu prueba. Volverás para interpretarlas.



El príncipe no entendió nada de aquello. Sin embargo comentó, queriendo ser amable.



-El dibujo es muy bonito.

-Todo en el cosmos está lleno de belleza, únicamente hay que saber percibirla. Has de estar atento para ver las cosas como realmente son y como han sido. Eso te dará una idea de cómo podrían ser. - Fue la respuesta de aquel anciano quien enseguida volvió su atención a la lumbre, afirmando.- Vamos a preparar esto.



Y sin más sacó una gran perola que puso al fuego, de una pequeña bolsita, extrajo unas hierbas que introdujo en ella, añadió agua de una cazuela de barro cercana y comenzó a entonar unos cánticos en su lengua. Diamante se sentó junto a él imitando su postura y tras unos momentos de escucharle dijo con un tono de profunda reflexión.



- Va a mostrarme un conjuro ritual para atravesar las dimensiones espirituales ¿verdad? Por favor, cante más despacio para que pueda aprenderme las palabras...



            El chamán seguía imperturbable, al mismo ritmo machacón y su improvisado aprendiz se esforzó tratando de repetir las mismas sílabas que el viejo. De todos modos pasó un buen rato y no parecía ocurrir nada anormal. Entonces el anciano se hizo con una bolsa que vertió en la cazuela, levantándose una gran nube de vapor.



- Ya hemos conjurado a los espíritus ¿verdad?- Afirmó Diamante esperanzado. -

-¿Qué espíritus?- le inquirió el anciano mirándolo como si el chico estuviese loco. -

- Pues esos que salen del cazo. - Señaló el chico hacia aquella nube vaporosa. - Los veo, ¿a qué no se esperaba que pudiese hacerlo tan pronto, eh?- sonrió con gesto triunfal. -



            Pero el viejo movió la cabeza y rebatió con un tinte más jovial del empleado hasta entonces.



- Esto es el vapor del agua para cocer los macarrones, yo tengo mucha hambre. Ayer no cené preparando los ingredientes, ahora voy a desayunar, ¿te apetece acompañarme? Creo que a ti el hambre te produce alucinaciones, muchacho.



Diamante se cayó de culo al suelo sin poder creer lo que escuchaba.



- ¿Qué?, ¿macarrones para desayunar? pero - pudo decir  el atónito príncipe mientras se recuperaba de aquel patinazo. - Entonces... ¿A qué venían esos cánticos? ¿Eh?...

- Tenía ganas de cantar, antigua canción que aprendí de muchacho. Habla de lo bellas que son las chicas bañándose en el río ¿De verdad quieres aprenderla?..- Inquirió divertido el chamán a lo que Diamante se volvió a caer otra vez. – Te la enseñaré…

- No, gracias.- Repuso mientras se levantaba del suelo y se sacudía la arena para preguntar con desconfiada contrariedad. - Oiga ¿me está tomando el pelo?...



            Desde luego a veces se había quejado de las bromas que le gastaba su amigo Roy pero ahora, pensó no sin algo de contrariedad.



-Roy es un aficionado, si le comparo con este tipo.



            Y tras un breve y algo incómodo (al menos para Diamante) silencio, su contertulio respondió con tono sereno.



- Nada de eso, eres tú el que te engañas porque quieres engañarte. Debes ver la realidad como  es, ese es el primer paso para poder utilizar el camino del espíritu. Olvida tu imaginación o la opinión que tengas de las cosas...ellas son lo que son, no lo que tú deseas o creas que sean. Ten presente que el mal se aprovecha taimadamente de esas percepciones erróneas para manipular las almas. –

-Es cierto.- Tuvo que admitir el chico bajando la cabeza.- En el sitio del que vengo fuimos utilizados de ese modo. En el fondo únicamente vimos lo que quisimos ver.



Y tras escuchar esto la expresión pétrea del anciano se relajó, asintió con aprobación mientras ofrecía a su joven discípulo un plato de macarrones.



- ¿Quieres probar? Ya están listos.

- Bueno, por lo menos comeré algo, gracias...- y el muchacho probó un poco y exclamó bastante complacido -¡Oiga, están muy buenos!...

- También te enseñaré la receta si tenemos tiempo.- Replicó Nube Alta. -

-¿No tendrá parmesano?,- inquirió Diamante con tono esperanzado pero el chamán ignoró ese comentario. -



            Al fin dieron buena cuenta de los macarrones, tras limpiar los platos y lo demás, y dormir la siesta, el Chamán le dijo al chico que aguardaba sentado sus indicaciones.



- Ahora quítate la camisa,- su pupilo pareció dudar pero se levantó y lo hizo. Acto seguido recibió una nueva instrucción. - Siéntate como yo.- Diamante volvió a sentarse con las piernas cruzadas. -



            El anciano tomó algunas pinturas y con ellas dibujó unas marcas esotéricas sobre el pecho y los brazos del joven, éste trató de oponerse mientras objetaba no sin algo de sorna.



- Oiga, ¿se puede saber que está haciendo?, no creo que decorarme como a un jarrón vaya a abrir mi espíritu, ¿o es que ahora se trata de una crema bronceadora para el sol?

- Debes dejarme hacer o de lo contrario no podré ayudarte.- Le respondió pacientemente el anciano continuando con sus dibujos. -

- Está bien, ¿que he de hacer ahora? - Preguntó Diamante resignado. -

- Debes dejarme terminar, aún tardaremos unas horas....

-¿Qué? – El muchacho trató de protestar pero decidió armarse de paciencia, aunque algo le inquietaba. -Oiga ¿no tendré que llenarme el cuerpo de pinchos y colgarme de un árbol sostenido por ellos para entrar en trance, verdad?..

-¡Qué tontería!- Le replicó el anciano perdiendo por unos instantes su hieratismo para inquirirle con voz sorprendida -... ¿quién te ha dicho que tengas que hacer eso?

- Nada, nada, cosas mías,- pudo responder Diamante azorado. -



Y es que había recordado una vez más cuando Roy, en sus entrenamientos, le había contado algunas de las películas de indios que había visto en la Tierra.



-Sí principito, había una que era genial, “El Triunfo de un Hombre llamado Caballo”. El protagonista entraba en trance por medio del dolor o algo así…- Le relató aquel atontado.-

- ¡Menos mal que ese payaso de Roy sólo bromeaba!- Pensó aliviado. -



            Al fin, al atardecer, Nube Alta terminó de pintar a Diamante. Se dirigió a él, esta vez en un tono más solemne.



- Ahora debes cerrar los ojos, deja fluir a tu espíritu y dime lo que veas.



            El muchacho obedeció y se concentró, tras un buen rato seguía estando a oscuras, comenzaba a impacientarse. Nube Alta, que pareció leerle el pensamiento, le dijo a modo de ánimo.



- No es fácil llegar hasta el propio espíritu. Debes perseverar...

- Lo haré.- Afirmó el joven. -



Diamante cerró los ojos con más fuerza, intentó meditar como hacía en el Rincón, pero por algún motivo no se concentraba. Nuevamente escuchó la voz del Chaman.



- No fuerces tu naturaleza, relájate, deja que fluya. Debes estar sereno y ser uno con lo que te rodea. No pienses, ni desees conseguirlo, tampoco trates de sentir nada especial...sólo déjate ir.

-Es cierto. Sereno como el Cielo, eso me explicó mi maestro.- Se acordó en voz alta.-

-Tu maestro sabía bien de lo que hablaba. Trata de seguir sus consejos.- Le sugirió el indio, agregando con tono lleno de sapiencia.- Sé que estás impaciente por lograrlo y ese precisamente es tu freno.



            Y aunque le costó mucho al fin Diamante se relajó y dejó que su mente se pusiera en blanco. Pronto comenzó a percibir sensaciones que le eran extrañas. Luces y fulgores de un resplandor blanco, entre una brumosa neblina podían verse unas imágenes de sí mismo que parecían ir marcha atrás. Hasta llegar a su infancia. 



Amor devoción

Sentir emoción



No te tengas miedo de ser débil

No te sientas demasiado orgulloso de ser fuerte

Solo mira en tu corazón, amigo mío.

Será el retorno a ti mismo

El retorno a la inocencia



            Se sintió entonces ligero y libre de preocupaciones, viéndose a sí mismo de niño, riendo y jugando con su hermano, o en los brazos de sus padres y continuaba retrocediendo hasta volver al seno de su madre. Después, tras percibirse rodeado de una cálida oscuridad se encontró flotando en los cielos. Mirando hacia abajo vio a un gran halcón que pugnaba por salir de una especie de fangal. Movía sus alas aprisionadas en el barro y, al fin lograba librarse y remontar el vuelo.



El retorno a la inocencia

Si quieres empieza a reír

Si debes, comienza a llorar

Sé tú mismo, no te escondas

Solo cree en el destino



No te preocupes por lo que la gente diga

Solo sigue tu propio camino

No te rindas y usa la oportunidad

De volver a la inocencia



            Entre aquellas nubes blancas que se dibujaban en aquella visión sintió una gran sensación de libertad. En su mente resonaban incluso unas voces que le cantaban a coro con los cánticos tribales de Nube Blanca.…



Esto no es el principio del fin

Es el retorno a ti mismo

El retorno a la inocencia



(Return To Innocence, Enigma, crédito al autor)



Entonces el anciano le tocó un hombro y la visión se desvaneció.  El, hasta ese instante maravillado muchacho, abrió los ojos volviendo a la realidad de mala gana y lleno de curiosidad le preguntó al chamán.



-¿Qué significa eso que he visto?

-¿Qué has visto?- Respondió Nube Alta con amabilidad. -

-¿No lo sabe?- Le inquirió éste sorprendido. - Usted es el hechicero.

- Esa era tu visión, no la mía, cuéntame lo que has visto.- Le pidió nuevamente el anciano.-



Y el Chamán lo solicitó con tono lleno de condescendiente cordialidad. Diamante se lo contó y entonces Nube Alta le explicó.



-Eso era tu propio espíritu, volviendo a la niñez. Al momento en el que todos somos inocentes. Escapando de la oscuridad. Una vez estuvo atrapado por sentimientos negativos como la ira y el odio, pero logró liberarse y te ha elevado a una consciencia mejor.

- Es verdad,- admitió su interlocutor. - Una vez estuve dominado por la maldad, pero logré redimirla.

- Mis antepasados lo saben. Ellos están complacidos de que tu corazón y tu espíritu vuelvan a ser nobles, te ayudarán.- Le aseguró el indio. –

-¿Eran ellos los que me cantaban esa canción?- Inquirió el chico.-

-Esos eran ellos y también los tuyos. Todos aquellos que te han precedido. Aunque en tu caso es algo raro lo que percibo. Es como si no estuvieran aquí aun. Y a la vez están a tu lado.- Musitó el chamán.-

-Quizás se deba a que yo mismo he viajado en el tiempo.- Comentó Diamante.-

-Puede ser.- Concedió su contertulio sin parecer conceder a ese hecho una particular relevancia.-

-¿Y ese ave? ¿Soy yo?- Se interesó el muchacho.-

-Es tu animal totémico, el Halcón. En él se concentran las virtudes de la clarividencia y los mensajes del espíritu. También puedes tener el recuerdo de vidas pasadas.  Todo eso te ayudará a superar esta prueba.



             Esto animó a su pupilo que decidió confiar ya por completo en ese extraño viejo. De este modo, pasaron unos pocos días. Diamante aprendió a meditar y a relajarse siguiendo las enseñanzas del Chamán que ahora sí que se sorprendía de los rápidos progresos de su discípulo. El joven era cada vez más consciente de aquella otra realidad. Y su espíritu guardián parecía darle más entendimiento cada día. Una tarde, tras terminar los ejercicios, maestro y discípulo conversaban y  el aprendiz le confesó con lamentación.



- Me siento culpable de lo que le pasó a ella. Fui engañado por ese maldito Hombre Sabio y no le vi tal cual era, si hubiese podido descubrir su perfidia antes, nada de esto hubiese ocurrido.

- Puedes verle ahora, con su verdadera esencia.- Declaró Nube Alta que se levantó e hizo un fuego, tras avivarlo de una palmada entonó un cántico que no era aquel que Diamante había escuchado en su primera sesión. El fuego cambió su color y se tornó como una llama azulada mientras su maestro le indicaba.  - Concéntrate en él y observa su imagen.



            El interpelado se concentró y pudo ver la imagen del Hombre Sabio, con su bola de cristal. Trató de sentir su energía, supuso que sería algo maligno, pero para su sorpresa no podía sentir nada, absolutamente nada.



- No me habré concentrado lo suficiente o habré cometido algún error, - dijo algo extrañado. -

- Te has concentrado bien.- Le aseguró Nube Alta. -



            El chico sintió entonces una poderosísima fuerza que trataba de atraparlo. Intentó resistirse forcejeó pero no podía evitar ser arrastrado. Parecía ir hacia la hoguera, entrar en ella, estaba a punto de hacerlo pero Nube Alta le tocó y perdió la concentración. Cuando se dio cuenta y se rehízo algo de aquel shock estaba sentado y sin haberse movido ni un milímetro ante el fuego que ahora ardía con normalidad.



-¿Qué ha pasado? - Quiso saber Diamante con la voz entrecortada, no saliendo aun del todo de aquella impresión y esfuerzo. -

-Has conocido la auténtica esencia de aquel que fuera tu enemigo. Por lo que he visto era muy fuerte y malvada. Con el adiestramiento que has tenido hasta ahora estás preparado para sentirla pero todavía te falta poder para enfrentarte a ella.

-En ese caso, no tendré ninguna oportunidad.- Afirmó el inquieto príncipe.-



            Por fortuna Nube Alta enseguida le contradijo a ese respecto, aseverando con tono suave pero firme.



-Si así fuera, no te estaría preparando, joven amigo. Claro que tendrás oportunidad. Empero, debes perseverar y por encima de todo, nunca pierdas la tranquilidad. Cuando entres en la dimensión del Más Allá, habrá muchos seres oscuros que tratarán de robarte el alma para aprovecharse de tu luz. No debes perder tu calma interior, ni tu fuerza espiritual, eso es lo único que te protegerá...

- Entonces debo entrenar...aumentaré mis fuerzas espirituales...pero, ¿cómo lo haré?- Comentó el chico con patente desasosiego.-

- Yo te ayudaré. Deberás meditar y tratar siempre de encontrar la auténtica naturaleza de las cosas. Éstas no siempre son lo que parecen o lo que te quieren hacer creer. No fíes en lo aparente. Únicamente en lo que tu espíritu pueda sentir. Tampoco confíes en las promesas que te hagan. Seguramente harán lo imposible para que flaquee tu determinación. Y recuerda. Las cosas que fueron ya han sido. Ni tan siquiera las que en su momento llegarán a ser porque están destinadas a serlo, se pueden cambiar. El destino las ha trazado así por alguna razón y así deben producirse. Todos los eventos que han sido precisos para que ahora estés aquí, deben respetarse.- Le advirtió el hechicero. - Los acontecimientos son como una sutil brisa que discurre empujando nuestras existencias. No trates de alterarlos con un huracán.

- Sí, es una lección que aprendí cuando fracasé en conquistar Cristal Tokio – Admitió él. -

- Hay muchos mundos, todos conectados entre sí, muchos caminos que llevan a múltiples realidades. No se debe alterar el fino equilibrio que existe entre ambas.  Debes ser consciente de eso y recordarlo siempre. No fíes en las promesas de algo sencillo y cómodo para ti. – Le aconsejó su mentor con tono grave y sereno.-



            Diamante asintió, creía comprender a lo que el sabio anciano se refería. Desde luego que se afanaba en seguir las indicaciones del Chamán. Había dejado de lado su carácter algo altanero y en lugar de abordar el entrenamiento con suficiencia lo hizo cada vez con mayor humildad. Su maestro lo percibió enseguida y cada vez le sonreía con mayor frecuencia, mostrando su aprobación. Pasaron varios días más entrenando su cuerpo y su espíritu. Meditaciones, cánticos y todo tipo de introspecciones para conocerse mejor a sí mismo. El chico pudo sentir como si todo un nuevo mundo de matices y realidades se le abriera. Ahora le daba la impresión de haber estado ciego y sordo a muchas cosas. Una mañana, llegando como de costumbre a la cima de aquel picacho en el que se preparaba, vio a su maestro de pie, dejándose acariciar por la brisa matutina y sonriendo.



-Buenos días. Hoy está de buen humor.- Le saludó Diamante.- ¿Está consultando a sus antepasados?



            Nube Alta tardó unos momentos en contestar. Lo hizo con tono tranquilo y reposado, como era su costumbre.



-Sencillamente disfrutaba de esta hermosa mañana y del murmullo del viento. Me dice muchas cosas.

-Entonces he vuelto a meter la pata.- Suspiró Diamante, queriendo admitir su nuevo error.- No se trataba de nada sobrenatural. Como los macarrones.



            Y el indio no obstante, sonrió débilmente y replicó.



-Para nosotros, el mundo ha sido concebido por el pensamiento y realizado por la palabra de los seres sagrados. Puedes ponerte en contacto con ellos de muchas formas. No únicamente con rezos y cantos rituales, sino también con palabras. Por eso, cada cosa que hacemos tiene relación con lo que tú llamas sobrenatural. Todo acto de la vida cotidiana está impregnado de eso, incluidos los macarrones.

-Y ahora, le basta con escuchar el viento.- Comentó el atónito príncipe.-

-En nuestros relatos  sobre el origen de las cosas, el viento sagrado fue lo primero en ser creado.- Le contó su mentor, aconsejándole.- Emplea algún tiempo en sentarte o permanecer en pie, simplemente escuchando el rumor de la brisa. Eso abrirá más tu consciencia.



Y el joven así lo hizo. Al principio sin notar nada de particular. Aunque, poco a poco, tuvo la impresión de que algunas voces resonasen en su mente, transportadas por esa cálida brisa del amanecer. De este modo los días pasaron y continuó con crecientes avances. Cada vez bajaba menos al poblado que había bajo el picacho. Y los indios de allí, muy discretos y respetuosos, nunca le preguntaban qué hacía allá arriba durante tantas horas. 



-Esta gente es realmente admirable.- Se decía Diamante percatándose de algunas cosas como las que enumeró. – Siguen sus vidas y no importunan a nadie. Aunque sus condiciones son duras nadie se queja jamás.



Y prosiguió con su entrenamiento. Por fin una noche,  tras subir al pico, el anciano le preguntó a su discípulo con tono de moderada satisfacción.



- ¿Por qué es tan importante para ti rescatar a esa muchacha?



Su pupilo le miró extrañado. Ahora de pronto no entendía a que venía esa pregunta. Fue a contestar del mismo modo que lo hizo con Landar pero, por alguna razón, no pudo hacerlo. En lugar de ello calló pensativo durante unos instantes. Su maestro no le perturbó  ni le volvió a insistir, y finalmente el chico pudo decir, casi sin ser él mismo quién pensara que estaba pronunciando esas palabras.



- En realidad, creo que todo el mundo tiene derecho a ser ayudado. Ella merece una segunda oportunidad de vivir. No creo que su espíritu estuviera destinado a este final. De alguna forma algo está mal. No debería haber sido así. Al principio no era malvada ni egoísta. Tenía mucho amor dentro de ella para ofrecer. Quiero darle la ocasión de que ilumine con él al mundo.- Sentenció de forma reflexiva, casi como si saliera de un trance. – Sí, eso es. La Luz del Mundo…es la que nos debe guiar, eso quiso decir Landar cuando se despidió.



            El maestro asintió con aprobación, incluso su gesto parecía reflejar una gran dosis de respeto hacia esas palabras. De modo que le explicó al muchacho.



- Ha sido tu espíritu el que ha hablado. Tu esencia ha sentido la suya. Has sido capaz de ver más allá de los lazos terrenales que os unían y has podido mirar dentro del alma de esa mujer.

- ¿Pero, cómo es posible? - Inquirió él visiblemente sorprendido. -

- Ya te lo dije. Cuando has sido capaz de mirar con los ojos del espíritu, has visto más allá de la apariencia. Al fin creo que ya estás preparado...te he enseñado todo lo que podía, de ahora en adelante el resto dependerá de ti. Debes partir enseguida.



Y sin perder tiempo el hechicero dispuso una gran hoguera, bastante mayor que las que había hecho hasta entonces. Después esparció unas bolsas a su alrededor y vació su contenido, huesos rituales de búfalo y otros animales, semillas de plantas y pinturas.



- Me temo que esta vez no va a hacer macarrones. - Afirmó Diamante tratando de aliviar la tensión que sentía al intentar concentrarse para el momento que había estado aguardando desde su llegada. – Lástima, estaban muy buenos.

- Ahora debes disponerte para el viaje,- le anunció el indio con solemnidad. -



            Su alumno asintió y se despojó de su chaqueta. Nube Alta le pintó. Tardó casi un par de horas, después le dio una bolsita que colgó de su cuello, ya siendo media noche, el anciano chaman declaró.



- Cuida de este amuleto, llegado el momento podría salvarte. Ahora es el momento preciso. No deberás vacilar, haz lo que yo te diga...



Dio una palmada y el fuego adquirió esa tonalidad azulada con llamaradas color platino, la señal de su carácter sobrenatural. Diamante vio como unas nubecillas de vapor salían de él y bailoteaban a su alrededor, se puso en guardia pero Nube Alta le tranquilizó...



- No debes temer, son los espíritus protectores de mis antepasados que han venido para ayudarte a pasar. Recuerda esto, una vez que te introduzcas en la dimensión espiritual, será la fuerza de tu alma la que te proteja, a ti y a la mujer que quieres rescatar. Ten presente en todo momento que no debes fiarte de tus sentidos terrenales, sólo en lo que tu espíritu vea, y mira las cosas bajo el aspecto de su auténtica esencia. Cuando veas que la pintura sagrada que recubre tu pecho comienza a borrarse sal inmediatamente, o de lo contrario quedarás atrapado para siempre entre esas dimensiones. Ahora comienza a proyectar tu aura para pasar a través del fuego...



-¿A través del fuego?...- repitió Diamante casi como un idiota. - ¡Me quemaré!, siento el calor.

- Trata de ver a través de tu aura...- fue el consejo de Nube Alta que había encendido su pipa ceremonial. – Recuerda, no fíes en lo aparente.



            El muchacho se concentró en la forma en que el chamán le había enseñado, una potente aura blanca y plateada le envolvió y entonces pudo ver un gran agujero en lugar de la hoguera. Daba a un lugar iluminado por una luz cenital. Nube Alta azuzó las llamas.



- Debes pasar ahora, pronto desaparecerá el efecto del hechizo... Mantén ese aura como escudo. Te protegerá de las almas corrompidas que buscan luz. Recuerda, cuanto más oscuras, más peligrosas serán. Mantén siempre la calma y cuando tengas sujeta a tu amada yo os traeré de vuelta. Pero tú tendrás que volver a este mismo lugar, tu alma te guiará. Suerte y que los espíritus del bien y de tus ancestros te acompañen.

- Gracias de todo corazón por todo lo que me has enseñado, maestro. Hasta la vista.- Y  el muchacho, esta vez sin dudar, se arrojó contra las llamas atravesándolas, gritando. – ¡Esmeralda!



            Flotando en una vasta extensión débilmente iluminada por esa luz cenital, Diamante trataba de orientarse. No sabía hacia dónde ir, todo le parecía igual, no tenía noción ni de arriba ni de abajo tampoco de derecha o izquierda. Se sentía perdido, así que recordando las palabras del anciano, dejó que su aura le mostrase el camino. Se dirigió hacia una especie de espiral que bajaba vertiginosamente. Parecía no tener ni rumbo ni final. A su alrededor comenzaron a condensarse formas similares a las que vio  entorno a la hoguera pero estas no eran blancas y vaporosas, su tonalidad variaba ente el gris oscuro e incluso el negro.



- ¡Son las almas sin descanso!- recordó aterrado -¡cuanto más negras más cargadas de pecado!, debo mantener mi campo energético fuerte o se apoderarán de la mía.



 Aumentó la fuerza de su aura y recitó algunos conjuros que el anciano le había enseñado. Pudo ver como aquellas nubecillas semejaban grotescos rostros que gemían sin parar. Pese a que se le ponía la piel de gallina y un continuo escalofrío le recorría el cuerpo Diamante no desfalleció. Algunas incluso le hablaban con estridentes chillidos o con tonos guturales, poniendo a prueba su determinación.



-¡Fracasarás! ¡Vete!

-¡Vas a morir! ¡Huye!

-Esmeralda únicamente cayó en el mal por culpa de tu desamor…

-Ella ya está condenada y te arrastrará al infierno… ¡Ja, ja, ja!

-Solamente tú fuiste el responsable de la ruina de todos en tu planeta…

-Están tratando de provocarme.- Pensó Diamante.- No debo caer en eso…



   E hizo oídos sordos y mantuvo su concentración. Por fin logró que esas nubes se alejasen de él. Tras un tiempo que no fue capaz de precisar, aterrizó suavemente sobre una especie de suelo fangoso llegando ante una enorme puerta cerrada que parecía imposible de abrir o derribar...



-Bueno, ya he superado la primera prueba.- Se dijo dándose ánimos. - Ahora tengo que pasar.



Concentró su espíritu en la puerta y pudo ver unos enormes batientes y un pomo que parecía forjado en hierro. Trató de agarrarlo para abrir, pero su mano lo atravesaba como un reflejo.



-¡Maldita sea! , debo concentrarme más.-



Y lo hizo. Tras unos minutos por fin logró hacerlo tangible y pudo girarlo con suavidad, entonces los batientes que la articulaban chirriaron y ésta se abrió. Cuando penetró en la siguiente estancia la puerta se cerró tras él y desapareció. Se vio rodeado de un resplandor verdoso que inundaba toda la sala. Avanzó con precaución a la espera de nuevas sorpresas, pero se detuvo al escuchar su nombre pronunciado por una voz muy familiar.



-¿Esmeralda? ¿Eres tú?- Preguntó con un susurro de sorpresa e incredulidad. -

- Diamante, estoy aquí, acércate más y me verás.



            El muchacho avanzó lentamente y de entre unas brumas tomó forma una silueta de mujer, al fin se hizo bien visible, ¡era Esmeralda!...vestía como él la recordaba y estaba muy hermosa. Ella se dirigía hacia él abriendo los brazos para abrazarle.



- Diamante, has venido a buscarme, ¡que feliz soy!

- Esmeralda ¡por fin!...- exclamó él, bastante contento de haberla encontrado tan pronto -...

-¡Sácame de aquí, cariño! - Le pidió ella con un gemido - a cambio haré lo que tú quieras.



Llegó junto a él y ambos se abrazaron. Diamante la notó muy fría, pero pensó que ello se debía a que estaba muerta.



- Cuando te lleve a la Tierra volverás a estar como antes.- La animó él. -

- Sí y seremos muy felices. Tendremos placer sin límites. Yo te haré gozar mi amor, como nunca lo hayas hecho.- Afirmó la chica mientras sus  manos recorrían el cuerpo de Diamante.- Todo con tal de que me liberes de este tormento eterno.



El príncipe, sin embargo, notaba una desagradable sensación y la forma que ella tenía de hablarle le pareció muy rara. Era curioso pero recordaba que la joven nunca se había apartado de la rigurosa etiqueta de palacio y de su tratamiento para dirigirse a él.



- No lo entiendo. - Pensaba sumamente desconcertado -¿Qué me ocurre? La he encontrado pero no me siento bien. - Entonces recordó las palabras del anciano.- Ellos tratarán de engañarte. No confíes en tus sentidos terrenales. Muchas veces solamente vemos lo que deseamos ver. Y yo quiero verla a ella.



            Y en ese momento una voz femenina que no supo identificar  resonó en su cabeza con un tono de advertencia, confirmando sus sospechas.



- ¡Cuidado! Esa no es la chica a la que buscas.

- ¿Quién eres? - pensó él.-



Y lo hizo como si así pudiera establecer una especie de dialogo telepático, cosa que sorprendentemente funcionó, cuando aquella anónima voz repuso.



- Una amiga suya. No fíes en ese ser, pues aunque se parezca a tu amada no lo es.

-¿Algo va mal?- Preguntó Esmeralda con gesto de preocupación. -

- Tenemos que pensar en escapar de aquí- replicó sosegadamente Diamante tras haber asimilado ese consejo mental, separándose discretamente de ella. – Lo antes posible.

- No hay problema, yo conozco el camino, es por aquí.-  Le comentó despreocupadamente la chica que señaló a un rincón. Al instante y de la nada surgió una puerta ricamente decorada con filigranas de oro, Esmeralda la abrió pidiéndole con tono animoso. – Sígueme mi amor…acompáñame hacia la libertad…



            Otra vez, resonó aquella misteriosa voz de mujer en su mente, que le decía también con tintes de advertencia, repitiendo lo que él ya había meditado.



-¡No dejes que las apariencias te engañen! No veas lo que quieres ver, sino lo que en realidad es…



            Entonces Diamante se concentró para ver con los ojos de su espíritu, y lo que éste le mostró no le gustó nada. La puerta que le mostraba abierta Esmeralda daba a una inmensa hoguera, y cuando dirigió la mirada hacia ella vio cómo su bello rostro se deformaba y retorcía hasta adquirir unos rasgos repulsivos. Sus cabellos semejaban ahora un nido de víboras, sus brazos parecían sarmientos retorcidos. Diamante se alejó de un salto mientras le gritaba.



-¿Quién eres tú? No eres Esmeralda...

-¡Pues claro que no lo soy!- Admitió aquella criatura riendo de forma histérica.- Sin embargo, soy lo único  parecido a ella que vas a tener aquí, ¡ja, ja, ja, ja! - Mientras se reía adoptó la forma física que él había visualizado y con una velocidad asombrosa le agarró por detrás apretándole el cuello para sisear. - Me temo que tendrás que quedarte en el Infierno para siempre...

- No te lo pondré tan fácil.- Afirmó su oponente.-



No obstante, era más fácil decirlo que hacerlo. El príncipe trataba de soltarse de ese agarre que casi le impedía respirar, pero era inútil, comenzó a perder las fuerzas.



-¡Muere humano miserable!- Aullaba el monstruo con evidente placer. -



            El muchacho trató de pensar en alguna solución. Nube Alta le advirtió que la fuerza bruta no servía para nada en ese lugar. Entonces se concentró en su aura espiritual y un fulgor rojizo con destellos plateados le iluminó...



-¿Qué es eso?- Exclamó sorprendida aquella horrible criatura. -



            Aprovechando su confusión, Diamante se liberó propinando un codazo a ese ente maléfico, después se apartó rápidamente.



- ¡Voy a terminar contigo! - le gritó él, furioso. - Vas a lamentar el haber intentado engañarme...

- ¡Nada podrás contra mí, sólo eres un miserable mortal! - Le espetó la criatura - ¡Muere ahora!...-



Y se lanzó de una forma rapidísima para atacarle, pero su oponente esta vez le esquivó.



- Ahora es mi turno- replicó él que, desplazándose a una velocidad asombrosa, bloqueó el ataque de su rival y le agarró de uno de sus brazos lanzando a esa cosa contra aquella puerta que había dejado abierta. – ¡Hasta la vista, engendro!…



            El monstruo trató de asirse a las paredes que enmarcaban esa oquedad para no caer en las llamas, pero Diamante le lanzó un rayo de energía mística que le precipitó dentro de ellas. Dando horribles alaridos la criatura cayó abrasándose entre el fuego al instante. El chico vio como quedaba reducida a cenizas y  cerró aquella puerta que desapareció.



-¡Menos mal, de buena me he librado!,- suspiró recordando los sabios consejos de su maestro. - Nube Alta tenías razón, debo ser más prudente. Ahora tengo que salir de aquí...



            Se puso en marcha intentando orientándose a través de aquel verdoso resplandor. Diamante se concentró buscando una salida. Al final de aquella estancia, divisó una abertura y se dirigió hacia ella. Penetró en el siguiente lugar, una zona de oscuridad con resplandores fosforescentes. Sintiendo presencias malignas, se rodeó de un escudo místico que le permitió avanzar eludiendo decenas de tentáculos provenientes de la negrura...ese estrecho pasillo moría en otra puerta que él vio abrirse por sí sola. De la mano de sus percepciones entró sin dudar, se encontró en una gran sala que estaba muy bien iluminada pero allí le esperaba un enorme demonio que, cruzado de brazos, parecía custodiar el recinto.



- Tú eres un ser mortal, no sé qué haces aquí y cómo has podido llegar, pero no te está permitido continuar más allá.-Sentenció.-



Hablaba al unísono con sus tres cabezas, de sapo, gato y humano que miraban fijamente a Diamante quién no se amedrentó a pesar de aquel terrible aspecto.



-He liquidado a demonios más terribles que tú.- Replicó él con una arrogante sonrisa para aseverar. - No sabes con quien te metes.



            Y el chico que acumuló energía de combate. Pero su interlocutor no parecía sorprenderse ni impresionarse en absoluto.



- ¡Prepárate!- Exclamó Diamante.-

- Tú no comprendes nada de nuestro mundo, humano. - Declaró desapasionadamente el demonio que con un sólo gesto de sus dedos lanzó a su oponente contra una pared. -

-¿Cómo lo has hecho?- inquirió el sorprendido Diamante. - No he sentido ningún cambio en tu energía ¿Quién eres?..

- Soy Bael...guardo esta parte del infierno, no soy como los demonios que tú has conocido en tu mundo. Pertenezco al octavo círculo infernal. Tú no podrás tocarme.

- ¡Eso lo veremos! - Replicó Diamante.-



El joven príncipe no tardó en lanzarse hacia él tratando de golpearle repetidas veces pero aquel ser le esquivaba casi sin parecer moverse. Al cabo de unos segundos y con manifiesto agotamiento, el chico se detuvo jadeando.



-Así no conseguiré nada. - Se dijo y acumuló una bola de energía que lanzó contra el demonio. -



            Pero la misma se extinguió antes de poder rozar siquiera su objetivo. Probó a concentrarse místicamente, como su maestro le había enseñado, pero aquello tampoco funcionó. Bael, sin apenas esforzarse agarró a su oponente por el cuello, levantando a Diamante antes de que éste se diera cuenta.



- No te canses, podría reducirte a cenizas y quedarme tu alma ya que has osado invadir mis dominios. Pero sólo por esta vez te permitiré volver por donde has venido.- Y dicho esto, soltó al atónito humano que trató de recobrar su respiración entre jadeos. – ¡Vete!

- No sé cómo lo has hecho, desde luego no eres como los otros demonios que he conocido.- Confesó Diamante muy impresionado en tanto se recobraba lo bastante como para ponerse en pie.- ¡Tu poder es tremendo!



            Aquel demonio le observó cómo quién mirase a un niño pequeño incapaz de comprender algo complicado y le explicó, incluso con tintes pacientes y una vez más desapasionados en su voz.



- Tus cálculos basados en la fuerza terrenal son inútiles aquí. Ni tan siquiera te vale emplear técnicas espirituales conmigo. Soy mucho más fuerte que tú también en eso. Los demonios que te parecían tan terribles sólo son meros esclavos para mí y mis iguales. Pertenezco a las más altas jerarquías infernales y mi poder y el de mis hermanos es incomparablemente superior. Además, ahora estás en nuestro terreno y aquí el poder de cualquier demonio es mucho mayor que en la Tierra.- Declaró la cabeza de gato mientras las otras dos sonreían. -

- A pesar de eso, tengo que seguir, no he venido aquí a luchar ni contra ti, ni contra ningún otro demonio. Únicamente deseo llevarme de vuelta a mi mundo a alguien muy preciado para mí, no puedes oponerte a eso. Me dijeron que si la amaba podría salvarla.- Argumentó el príncipe que se iluminó con su aura espiritual. -

- Está bien,- concedió Bael que pareció adoptar un tono mucho más amable al añadir. - Eso es verdad y no es asunto mío. Tu espíritu es fuerte, tienes lo que hace falta para intentarlo, no solamente no me opondré sino que te indicaré el camino.- De la nada hizo aparecer una estrecha puerta con batientes de oro que abrió con un gesto indicándole al chico. -Sigue adelante sin temor…



Al fondo se veía un dorado resplandor que desde luego, invitaba a proseguir aunque su interlocutor ya había aprendido la lección.



- Perdona,- le interrumpió Diamante con un tono de sarcasmo recordando a su vez aquella situación anterior con ese otro monstruo. - No es que no me fíe de ti, pero seré yo el que elija mi propio camino.



Así pues, concentrando su espíritu, abrió también aparentemente de la nada otra puerta, herrumbrosa y llena de moho. Parecía no haber sido usada en muchos siglos. Al otro lado sólo se veía oscuridad.



- Te equivocas de puerta,- le replicó el demonio. - Esa que has abierto a nada conduce.

-¿Quieres apostar?..- repuso  el joven sonriendo con total seguridad en su elección. -



            El demonio se vio superado e hizo desaparecer su puerta.



- Eres astuto, humano,- reconoció la cabeza de sapo con aprobación. -Te han instruido bien, no me extraña que lograses vencer a los demonios que enviamos a la Tierra. Pero, he de decirte algo, y esta vez es la verdad. Peligros mucho mayores te aguardan tras de esa puerta. Si la traspasas no podrás ya volverte atrás, ahora tienes la oportunidad de irte por donde viniste...



            Y con un gesto de su mano hizo aparecer otra puerta, esta vez era un modesto marco de madera que dejaba pasar una luz cenital tras de él.



- Esta es la puerta de retorno a tu mundo. Ahora no hay engaños. – Le aseguró aquel ser, afirmando aquello con un rotundo. – Te doy mi palabra en nombre de mi Señor Satán.



            Con sus sentidos espirituales básicos el joven podía percibir que ahora le decía la verdad. Más tras ese juramento. Aunque con convicción insistió de nuevo para replicar.



- No vine hasta aquí para una fiesta y no pienso regresar si no es con la persona a la que he venido a buscar. Seguiré mi camino y...- Sin embargo, su contertulio ya había desaparecido sin dejarte terminar la frase. -¡Desde luego, estos demonios son todos unos maleducados! - Se dijo Diamante en voz alta aunque no podía evitar el maravillarse del poder de aquella criatura que se esfumó sin que él ni tan siquiera lo notase y admitió. – Aunque mejor eso que tener que luchar contra él…

           

            Pero no debía distraerse en esas consideraciones. El tiempo jugaba en su contra. De modo que, sin pararse a pensar más, entró.



-Tengo que ir con mucho cuidado.- Se dijo oteando alrededor.-



            Al otro lado se encontró entre un bosque de árboles. Todos ellos semejaban imponentes

robles centenarios. Deambulando por allí, metido en una espesa niebla, Diamante trataba de orientarse buscando una salida. Entonces sintió que no estaba solo. Algo, unas presencias malignas o mejor dicho muchas de ellas, se aproximaban a él. Se concentró formando un escudo defensivo con su fuerza espiritual...pero se notó bastante débil. Sin casi darse cuenta a su alrededor se congregaban ya numerosas figuras encapuchadas. Parecían casi unas réplicas del Hombre Sabio. No mostraban ningún rostro ni decían nada. Diamante sentía que sus fuerzas le abandonaban por momentos. Debía resistir, aquellas criaturas se arremolinaban entorno a él y parecían alimentarse de su energía.




-  ¡Si no salgo de aquí estaré perdido!- Pensaba con creciente alarma  mientras se esforzaba por seguir avanzando. - Mi escudo cederá dentro de muy poco, debo escapar y rápido ¡Valor, debo continuar! - Se animaba a sí  mismo. – Por mí y por Esmeralda.



            Aquellos seres cada vez le robaban más energía, entonces recordó el amuleto que le diera el Chamán, asiéndolo con una mano lo levantó e invocó.



- ¡Recurro a tu poder, amuleto, sácame de aquí!- Declaró apremiado por la debilidad. -



            La bolsa comenzó a brillar...aquellos entes parecieron verse repelidos de alguna forma, Diamante notó como parte de sus energías volvían a él. Corrió lo más deprisa que pudo para alejarse de esos seres. Paró al creer que ya estaba lo bastante lejos,...



- Ahora debo concentrarme para lograr encontrar la salida de este sitio. -  Y sin  pérdida de tiempo, buscó con su espíritu el camino que le sacase de allí. -



            Nuevamente notó que perdía fuerzas, esos entes estaban de nuevo acercándose hacia él. La bolsita ya no brillaba, el amuleto parecía haber perdido su poder.



-¡Vamos, vamos, maldita sea!...- Musitaba entre dientes Diamante que no encontraba nada y esos seres estaban cada vez más cerca. Aunque, supo tranquilizarse lo bastante y se dijo.  - Si me pongo nervioso no lo lograré. No debo pensar en nada.



            Probó a tratar de relajarse, al fin esa táctica dio sus frutos y vio una salida, una especie de portal se materializó de entre los árboles. Las criaturas se le echaban encima.  Sin dudar saltó hacia lo que hubiera tras aquel portal, no tenía elección. Logró cruzar y cayó sobre un duro y liso suelo. Al levantarse y mirar a su alrededor se quedó petrificado de la sorpresa.



-¡No puede ser!...- exclamó en tanto miraba sorprendido. - ¡Es mi palacio!



            Estaba en el salón de su trono de Némesis...no podía creerlo. Absorto en la contemplación de todo aquello oyó  una voz familiar dirigirse a él.



- Diamante... ¿Has vuelto por fin?...

- Padre, ¿eres tú?...



            Junto al joven apareció su padre, el rey Coraíon, que le miraba de forma severa.



-¿Por qué? ¿Por qué dejaste que el Hombre Sabio nos asesinara a todos? ¿Por qué no fuiste capaz de descubrirlo antes? - Le recriminaba aquella aparición apuntándole con un dedo acusador - ¡Tú fuiste el culpable de la caída de  nuestro reino!

- Eso no es verdad - se defendió Diamante,  alegando. - Padre, el Hombre Sabio nos engañó a todos, también a ti, no pudimos hacer nada....

- Me has decepcionado…- Sentenció Coraíon añadiendo de modo inflexible. - No eres digno de ser hijo mío...

-¡No me digas eso, padre!- replicó su hijo dominado por la emoción. - Te lo suplico...no pude hacer más de lo que hice, ¡te lo juro!

-¿Por qué no viniste a verme?,- inquirió la voz de una mujer envuelta en blancos ropajes que hacían juego con su mórbido semblante. - ¿No te importaba nada que yo muriese, verdad? Por ti estoy aquí, sufriendo eternamente...

-¿Madre? ¡Madre! - musitó el así acusado sin poder creerlo, para replicar con desesperación. - No me dejaron hacerlo, fue culpa del Hombre Sabio....

- Debiste quedarte junto a mí...no sabes lo que me hizo sufrir tu ausencia.- Replicó su madre sin parar  de llorar.- Mírame, el estado en que me encuentro, ¡es todo por tu culpa!

- Condenaste a todos los que te amaban. – Agregó la figura de su padre con un tono lleno de ira y reproche. - Nos llevaste a todos a la muerte y a la condenación eternas.

-¡No, no, nooo! - Aullaba Diamante llevándose las manos a la cabeza, esto no puede ser verdad...no lo es...-  y como una tabla de salvación en medio de la nada, las palabras de Nube Alta sonaron en nuevo en su mente -."Tratarán de engañarte y de manipularte de cualquier forma, puede que incluso usando tus miedos y reproches más profundos. ¡No les escuches!, sólo fía en tu espíritu". Nada de esto es verdad- rebatió ahora con una voz enérgica. - Mis padres nunca habrían ido al infierno. Esto únicamente son las proyecciones de mis remordimientos y mi sentido de culpa. No dejaré que me engañéis. Vosotros no sois mis padres... ¿quiénes sois? ¡Responded! -Les exigió con indignación. -



            Ninguno de los dos lo hizo. Poco a poco ambas siluetas desaparecieron al igual que el decorado del palacio. En su lugar, Diamante se vio rodeado de una caverna tallada en roca. Junto a él, otro ser de apariencia humana y tez broncínea, vestido con una túnica de color ocre que le miraba con un gesto extrañamente sereno desde su imponente altura de al menos tres metros, según estimó el asombrado príncipe.



- Felicidades humano, eres muy hábil, no es nada fácil pero tú has logrado burlar mi sugestión...- le elogió el demonio con una media sonrisa de diversión. -

-¿Quién eres?,- le preguntó Diamante con un tono de temor reverencial - ¿Por qué me has hecho esto?

- Soy Mirión, pertenezco a lo más alto de la octava jerarquía infernal y soy un emisario del gran círculo. He tenido que hacer esto para probar tu determinación.

-¿Emisario?... ¿Entonces has venido a decirme algo?



El demonio no respondió. Mantenía una postura hierática, y su expresión no dejaba adivinar nada en concreto. Su contertulio añadió con tono más resignado.



- Bueno, supongo que no merece la pena que trate de luchar contra ti. A buen seguro no tendría nada que hacer. Pero al menos di lo que quieres de mí.

- Estoy aquí con la potestad de ofrecerte grandes bienes,- declaró aquel ser. -

- Lo único que me interesa es que me digas donde está la mujer que he venido a buscar.- Repuso el muchacho. -

- ¿Para qué quieres a una simple mujer, cuando puedes tenerlas a todas?- Le preguntó aquel demonio con tono que parecía ser de complicidad en tanto le ofrecía.- Yo puedo llevarte ante los poderosos de la novena jerarquía. Los nueve grandes pueden darte cualquier cosa que tú pidas. Te concederán tus más ocultos deseos. ¿Acaso no deseas ser de nuevo un gran soberano? Diamante, Príncipe de Némesis. Podemos concederte reinos y riquezas sin igual. Todas las mujeres que quieras. Los secretos y misterios más ocultos te serán revelados. Serías el príncipe más poderoso que jamás haya existido. Incluso podrías convertirte en Emperador del Sistema Solar.



            Y como muestra generó otra vez la imagen del palacio que Diamante acababa de ver, el lugar de su Némesis natal. Argumentando mientras tanto con patente cordialidad.



-Y ahora sí sería de verdad. Tengo el poder de enviarte atrás en el tiempo, o adelante, como prefieras. Para que vuelvas a ser el soberano de tu mundo. Puedo mandarte tan lejos como quieras. ¿Acaso no te gustaría regresar a tu  planeta natal y evitar las muertes de tus padres? ¿Poder conquistar el Milenario de Plata anticipándote a las tácticas de la Reina Serenity y del rey Endimión? Piénsalo. No tendrías que rescatar a Esmeralda. Ella estaría viva y en palacio, aguardándote, junto con tus padres, tu hermano y el resto de tu clan. Todos vivos, todos a tu servicio una vez más.



            Diamante se mantuvo en silencio unos segundos después de que el demonio terminase su oferta, parecía librar una lucha interna. Pensaba en aquello. Si realmente fuera posible, cambiar el destino tan cruel que sufrió su familia y…entonces, como si de un flash se tratase, recordó las palabras de Nube Alta. Al instante esbozó una sonrisa de desdén y replicó.



- Todo eso está muy bien, pero no me interesa.

- Lo digo en serio,- insistió Mirión con tono lleno de condescendencia. -  Nuestro poder es  ilimitado. Somos capaces de darte todo eso y cualquier otra cosa que nos pidas. Mereces una recompensa por tu valor y tu entrega. Pocos se atreverían a llegar hasta aquí. Es más, nadie ha llegado nunca hasta donde tú estás. Mira bien lo que te ofrezco y piénsatelo mejor. Aquí tienes una pequeña muestra.



            Aquel demonio levantó uno de sus brazos y al instante Diamante se vio rodeado de montañas de oro y joyas que refulgían con un brillo cegador como nunca había visto. Telas de las más ricas se esparcían a su alrededor, el demonio tomó algunas y se envolvió con ellas, luego las hizo ondear para que Diamante apreciase toda su belleza. Empuñó una espada de pomo enjoyado con rubíes de una hoja negra que blandió contra una roca dividiendo la piedra en dos como si de mantequilla se tratara.



- Es acero infernal- Explicó Mirión - forjada por nuestros mejores armeros en el principio de los tiempos. ¡Tómala! es un regalo, si no aceptas la gloria o recuperar tu reino, al menos escoge lo que quieras y vuélvete en paz a tu mundo.

- Mira, te agradezco los cumplidos y los regalos y todo eso.- Respondió Diamante con voz cansada para declarar. – Pero si algo aprendí es el valor de la humildad. La ambición por sí misma no sirve de nada si no lleva parejo el deseo de ayudar a los otros. Sé que mis padres no aprobarían algo así. Y también estoy convencido, desde lo más profundo de mi corazón, de que lo que ya ha sucedido no se debe cambiar. El equilibrio es muy delicado y todo esto obedece a un principio.

-Pero tú podrías actuar de la manera que quisieras. Con todo ese poder y otra oportunidad, serías capaz de llevar la felicidad a tus súbditos.- Opuso el demonio, remachando.- Y lo mejor es que Serenity sería tuya.



            Una vez más Diamante pareció dudar, aunque enseguida respondió moviendo la cabeza.



-La felicidad que nace del engaño y las malas artes no duraría. Y tampoco sería real. No se puede obtener el amor a la fuerza.

-En tal caso, reina con esa Esmeralda a la que viniste a buscar.- Le propuso Mirión, alegando.- No tienes porqué sufrir penalidades y arriesgar y seguramente perder tu alma inmortal aquí, tratando de liberarla. Esa es misión imposible. Por el contrario, si ella estuviera viva y alterases los acontecimientos, no sería necesario todo esto. Ella ya te amaba, no tendrías que imponer tu amor.

-Y entonces yo nunca habría estado aquí. Ni hablado contigo.- Concluyó Diamante, musitando pensativo.- Ni hubiese muerto, ni ido al Cielo, ni conocido a mis amigos. Tampoco hubiese aprendido estas cosas. No.- Sentenció más decidido.- Si estoy precisamente aquí es por que tenía que aprender esta lección. Esto ha sido una oportunidad para mí. Me han enseñado a ser una persona mejor. Si aceptase tu oferta no habría aprendido nada. Y ahora solamente quiero liberar a aquella que aún podría disfrutar de esa misma ocasión de cambiar. Porque creo que su destino fue vilmente manipulado. Así que no te molestes pero te agradecería más que me dijeras donde puedo encontrar a Esmeralda. Deseo sacarla de aquí y poder empezar juntos una vida en la que nos ganemos el futuro con nuestro esfuerzo. Y donde la felicidad que podamos lograr sea real y nuestra. El resto de dones, riquezas y demás puedes quedártelos tú.



            Con otro gesto de sus brazos, el demonio hizo desaparecer todo aquello...sonrió, en lo que parecía un gesto de cortesía e incluso de carácter amistoso.



- Ya entiendo por qué te eligieron. Está bien, si eso es lo que quieres – y dicho esto, abrió sus brazos formando un gran agujero negro que creció envolviéndoles a ambos, sentenciando. – Aquí lo tienes.



            Diamante y  su anfitrión estaban ahora rodeados de una espesa negrura en la que se oían lamentos en todas direcciones.



- Antes de proseguir tu camino, recuerda bien todo lo que te he ofrecido.- Le advirtió Mirión - eso es lo que has despreciado y esto lo que has elegido, yo no tengo nada más que decirte, mortal...

-¡Espera un momento! - Le pidió el chico al comprender que el demonio iba a desaparecer. – Deja que te haga una sola pregunta más... ¿por qué tanta generosidad? Siendo tan poderosos como en verdad sois, podríais haberme destruido solamente con mover un dedo, tanto tú como el otro demonio. ¿Porque me ofrecéis regalos para que me vaya en lugar de eliminarme sin más?



            Y tras una pausa de silencio en la que su interlocutor valoró aquella cuestión, repuso con sorprendente sinceridad.



- Eso es algo que está muy por encima de tu entendimiento e incluso del mío. Yo sólo acato las órdenes que recibo. Y aquí no tenemos por costumbre desobedecer las que nos dan nuestros superiores, ahora debo dejarte.- Y el demonio desapareció antes de que Diamante pudiese responder. -



  Ahora el muchacho estaba sólo en medio de todo aquel oscuro vacío únicamente llenado por infinidad de desesperación. Sentía además un ligero cosquilleo en su pecho, se miró y descubrió con horror que la pintura comenzaba a borrarse, ¡le quedaba muy poco tiempo!, tendría que darse prisa en hallar a Esmeralda, o renunciar a ella. ¡De lo contrario, quedaría allí atrapado para siempre!



- ¿Cómo lo haré?- Pensaba al borde de la desesperación -  ¿Cómo podré llamarla para que me escuche? – Y como un vital balón de oxígeno, las palabras del Chamán resonaron una vez más en su cabeza -."Cuando llegues al lugar de los condenados deberás ofrecerla tu luz, y atraerla hacia ti con el recuerdo de algún momento especial que vivierais juntos.".



Diamante se esforzó por recordar algún momento especial con Esmeralda. La verdad es que a bote pronto no se le ocurría ninguno. Se estrujaba la mente intentándolo hasta que comprendió que no debía sino dejar fluir su memoria, al fin recordó una vez en Némesis...



-Sí… ¿Cómo pude olvidarlo?... Aquella vez. Un cosa tan aparentemente nimia y pequeña.- Se sonrió con nostalgia.-



            El joven preparaba su equipaje para un viaje a la Tierra, estaba ultimando sus cosas. Al fin decidió salir a dar una vuelta para despedirse de su lugar de nacimiento.



-Tardaré mucho en regresar, espero que mamá siga bien.- Se decía no sin inquietud.-



            Paseaba por los jardines cuando sintió llegar a alguien, al volverse sonrió reconociendo a esa muchacha, ella le devolvió la sonrisa de forma radiante y azorada a la vez.



- Hola Esmeralda ¿Qué deseas?...

- Buenos días, mi príncipe.- Saludó ella algo tímidamente haciendo una ligera reverencia en tanto balanceaba con gracia su larga y ondulada melena verde.- Venía a felicitaros por vuestra onomástica.

- Eres muy amable y de las pocas personas que se han acordado hoy. - Sonrió él agradecido por el gesto. -

- También quería daros esto.- Afirmó Esmeralda sacando una pequeña bolsita muy ricamente decorada. Se la entregó al joven que la miró con curiosidad. - Son semillas de jazmín,- explicó tímidamente la chica - para que las plantéis en vuestro jardín.

- Muchas gracias, son mis flores favoritas ¿Cómo lo sabías?...- Diamante pensó un momento y adivinó con una sonrisa. - Claro, mi madre.



 La muchacha se ruborizó apartando ligeramente la mirada. Siendo apenas capaz de musitar con evidente apuro.



- Espero que os crezcan unas bonitas flores de jazmín para que podáis aspirar su aroma y así os acordéis un poco de mí.

- Muchas gracias, de verdad. Ha sido un bonito detalle, le diré al jardinero real que las plante enseguida. Justo en mi ventana, así podré aspirar su aroma cada mañana al levantarme y pensaré en ti. - Sonrió él. -

-Para mí sería un gran honor. Me hacéis muy feliz, mi príncipe.- Balbuceó  ella casi sin poder hablar por la emoción. -

-Esto es lo mejor que me ha ocurrido en mucho tiempo.- Confesó Diamante que añadió algo deprimido. - Mi madre está enferma, mi padre muy inquieto y me ha ordenado que vaya como embajador a la Tierra, debo hablar con la Reina Serenity.



               Aquello hizo que el hasta ese instante sonriente rostro de ella se demudase.



   -¿A la Tierra?- Repitió ella con voz queda.- ¿Y cuanto tiempo estaréis allí?

   -No lo sé con certeza, por eso es mí muy importante para mí saber que tú estarás cerca de mi madre, para velar por su salud.

- No os preocupéis, yo cuidaré de vuestra madre y ella se pondrá bien otra vez. Os lo prometo, - le aseguró Esmeralda convencida. –No me apartaré de su lado hasta que retornéis de esa gran responsabilidad que el rey os encomienda.

- La verdad- suspiró Diamante. - Es que esas órdenes me las ha transmitido el Hombre Sabio. Él dice que todas nuestras desgracias vienen de la Tierra, que debemos exigir que nos permitan volver, no sé. Quizá ese planeta tenga la culpa de todos nuestros males. Espero que no, y que pueda convencer al Rey Endimión y a la Reina Serenity para que depongan esa actitud de animadversión hacia nuestro mundo.

- Estoy segura de que lo conseguiréis...yo confío plenamente en vos. - Le animó su contertulia. -

- Eso es muy importante para mí, gracias.-  Repuso el chico mostrándose muy reconocido por aquel aliento. -



            Esmeralda sonrió muy contenta, Diamante grabó esa sonrisa en sus recuerdos, ahora volvía a mirar a su alrededor entre aquel negro fondo de dolor. Seguía escuchando aquellas desalentadoras voces, pero entre ellas escuchó una que le era familiar. Sonaba como un susurro difícilmente audible al principio. Después le dio la impresión de sonar en su cabeza. Esa voz le llamaba.



-¡Diamante!



Creyó reconocerla a ella entre aquel mar de cacofonías altisonantes. Se dirigió hacia la fuente de donde aquella llamada provenía. Con todos sus sentidos y su percepción alerta para no caer en otra trampa, avanzó. No obstante, al llegar a donde había creído oír la voz no vio a nadie. Se esforzó una vez más en mirar con su alma.



-Vamos, sé que estás aquí. Tienes que ser tú. ¡Esta vez tienes que serlo! - Meditaba. -



Poco a poco se fue dibujando ante él una silueta espectral, ésta tomó forma hasta ser un cuerpo nítido, al igual que las facciones de su rostro. Era en efecto Esmeralda, en cuyo rostro se dibujaba un gran sufrimiento que ahora parecía estar aliviado al mirar a los ojos a Diamante. Le miraba con una mezcla de alegría, incredulidad y profunda pena. Vestía una túnica de color casi blanco, eso significaba que estaba próxima a trascender hacia la Eternidad. Ella pronunció su nombre una vez más y Diamante sintió la misma sensación de despedida que experimentase en Némesis, hacía ya tanto tiempo, en el mismo instante de la muerte de la chica. Cuando lo escuchó dentro de sí como un susurro igual que ahora.



- Esmeralda, ¿eres tú?- y mirándola con el alma se dio cuenta de que esta vez sí que era ella. Observó el rostro juvenil de aquella chiquilla que le regaló las semillas de jazmín. - Sí, lo eres,- afirmó con alegría aunque no el entusiasmo que había imaginado para la ocasión. - ¡Por fin te he encontrado!

-¡Oh, príncipe Diamante! , también habéis caído en el abismo.- Se lamentó ella agregando llena de consternación - ¡Cuanto lo siento, que vida tan equivocada tuvimos! Y ahora nos toca pagar por ello.

- No, no.- Sonrió él tranquilizador para desvelarle con tono alentador. - He venido a sacarte de aquí para llevarte conmigo. ¡Estoy vivo! Es muy largo de contar, el Sabio me mató, pero resucité y luché contra las fuerzas del mal junto a Zafiro y otros valientes amigos, combatimos  del lado de las guerreras y vencimos.

-¡Es maravilloso!- Sonrió ella de forma tímida pero enseguida volvió a su semblante sombrío al rememorar  con sentimiento de patente culpabilidad. - Yo morí luchando contra las guerreras, tenía tanto odio dentro de mí que caí en este pozo ¡Mi alma ha sufrido tanto!...se ha lavado en torrentes de fuego y ahora que sé lo que hice el remordimiento y la pena me anclan. Estoy en este nivel de consciencia, perdida junto a otras almas en mi misma situación. Conocí el alma de otra chica en un caso parecido al mío. Murió con grandes culpas sobre ella y amaba a un hombre que no la correspondía. Cayó también luchando contra las guerreras aunque, al igual que yo, fue asesinada por uno de los suyos.

-¿Como se llama esa chica?...

- Kaori…



            Diamante entonces recordó, aquella voz de mujer que le ayudase al principio de su aventura y así se lo hizo saber a su interlocutora.



- Trataba de ayudarte, nos prometimos que la una ayudaría a la otra si le era posible. Ella llegó después, aún tiene más tiempo que yo para estar aquí y está más cercana al inframundo.

- Se lo diré a las Guerreras en cuanto las vea. No, mejor se lo contaremos los dos juntos.- Corrigió Diamante tratando de animarla. -

-¿Lo decís de verdad?- Preguntó Esmeralda en tanto una amplia sonrisa se dibujó en el rostro de la chica, pero tampoco le duró mucho pues objetó. - Pero mi príncipe, no podréis hacerlo. Ya es un milagro que estéis aquí. Sólo el amor que me dais ahora podría salvarme, pero ya me queda tan poco tiempo.

- Te quiero, ahora lo sé, he tardado en darme cuenta pero estuve ciego, y ahora te recuerdo como la jovencita inocente y encantadora que llegó a la Corte de mi padre.- Le declaró Diamante. – Esa muchacha que con tanta abnegación cuidó de mi madre, y que iluminaba su rostro cuando me veía. No sé como pude estar tan ciego. Lo siento. Lo siento mucho.- ¡Ojalá lo hubiera visto entonces! ¡Qué distinto habría sido todo! Suspiró el chico.-



            Al menos la hizo sonreír, aquellas palabras significaban mucho para Esmeralda. La joven le confesó con visible agradecimiento y tristeza a la vez.



- He percibido vuestros recuerdos y por eso os llamé, sois la primera luz que he sentido tras tanto tiempo entre tinieblas. Un poco de amor y de felicidad, en medio de tanta desolación y padecimiento.

           

            Diamante estaba compadecido de esa pobre chica. Trató de sujetarla pero sus manos atravesaban a Esmeralda, se quedó mirándola con cara de gran sorpresa y confusión.



- Es lógico,- le explicó ésta. – Yo ya tan sólo soy un espíritu. Vos sois aun un ser material.

- No me daré por vencido.- Afirmó él que lo intentó de nuevo sin suerte. – Me dijeron que podría rescatarte. Ha de ser posible.

- Es inútil mi príncipe, demasiado tarde para mí. Volved al mundo y encontrad a alguna chica que  merezca vuestro amor. Solamente pido que recéis por mi alma - Musitó ella que se alejaba mientras su túnica se iba volviendo progresivamente más blanca haciéndola sentenciar. - Dentro de poco tendré que irme...

-¡No, no he venido hasta aquí superando toda clase de dificultades para perderte ahora! , si de verdad me quieres o me has querido alguna vez  haz un esfuerzo, ¡por favor!- Suplicó Diamante que le indicó. -Concéntrate como lo hago yo y podrás tocarme ¡sólo depende de ti! Yo no puedo hacer más.

-¡Yo no soy digna de vos! - sollozaba Esmeralda - ni de vuestro amor, hice cosas terribles. Sois un hombre de buen corazón. Merecéis a alguien mucho mejor que yo.



Las lágrimas caían por sus mejillas, era extraño ver llorar a un espíritu, Diamante no lo había creído posible. Y sin embargo, así era. Y contemplar el sufrimiento de esa pobre infeliz le partía el corazón. Por ello, trató de alentarla una vez más.



- Yo sólo te quiero a ti, por ti he cruzado los infiernos. He tenido que superar pruebas terribles y me he enfrentado cara a cara con demonios muy poderosos. Muchísimo más que los que trataron de conquistar la Tierra. Y lo volvería a hacer de nuevo sin pensarlo dos veces. ¡Por favor!, no hagas que todo eso haya sido en vano. ¡No te rindas!...- le pidió con mucho énfasis en tanto alargaba su mano hacia ella. – Debes retornar a la inocencia…, conmigo. ¡Debemos hacerlo juntos!…

- Lo intentaré,- contestó la chica que alargó una mano temblorosa aunque no conseguía tocar a Diamante - ¡no puedo, es imposible!...- lloraba desesperada. -

- Si algo he significado para ti en todos estos años, ¡inténtalo otra vez!..- Gritó él tratando de infundir ánimos a esa pobre alma en pena. Además, el muchacho se daba cuenta de que la pintura de su pecho se borraba con rapidez, les quedaba muy poco tiempo. – ¡Por favor!…



            Esmeralda se esforzaba por concentrarse. Diamante la alentaba a ello con todo su corazón, pero parecía inútil. Al fin cuando ya estaban a punto de perder toda esperanza, sintieron el leve roce de los dedos del otro.



-¡Lo vamos a conseguir, vamos amor mío!- gritó Diamante eufórico. – Piensa en nosotros, en esas tardes en los jardines de palacio junto a mi madre.



            Ella sonreía de nuevo esperanzada, aquellos recuerdos la llenaban de dicha, esto hizo que pudiera ser tangible. Y finalmente el muchacho pudo sostenerla en sus brazos, fue algo muy emotivo.



-¡Oh, Dios mío!- Pudo sollozar la joven, al ser capaz de abrazarse a él.- ¡Es tan maravilloso!…



Pero él enseguida se repuso volviendo a la realidad. Esa pintura que apenas si ya  tenía sobre su pecho se estaba desvaneciendo a ojos vistas.



- Sí, pero ahora tenemos que salir de aquí lo antes posible. ¡Vamos allá! - Concentró su aura sobre él y Esmeralda envolviendo a ambos con ella, gracias a eso pudo desplazarse. - ¡Volveremos juntos, no hay tiempo que perder! Vamos Nube Alta, muéstrame el camino. - Pensó en su mentor y proyectó su energía.- ¡Sácanos de aquí, te lo suplico!



            El chamán seguía en trance las evoluciones de su pupilo, al recibir su señal, abrió un pasillo entre las llamas. Entonces Diamante pudo ver un torbellino, esta vez ascendente, era el camino de salida. Junto a Esmeralda comenzó a subir por él. La pintura seguía borrándose y la túnica de ella era ya prácticamente inmaculada. El chico trató de acelerar. Ascendían sin cesar y podían ver el progresivo cambio de color de su entorno, de la más absoluta oscuridad pasaron al plano cenital que Diamante vio al cruzar las llamas. Él supo que era el umbral, la región fronteriza, zona divisoria entre las dimensiones de la Tierra, el Infierno, el Purgatorio y la región celeste superior. A su alrededor circulaban esferas de luz de mayor o menor brillo, era ese el único lugar en donde podían coincidir almas más y menos evolucionadas. Las más brillantes subían hacia planos superiores, las otras aguardaban su oportunidad. Había formas oscuras que caían hacia los infiernos para ser purificadas. Entonces Esmeralda notó que algo comenzaba a tirar de ella.



- Príncipe Diamante, noto que me llaman.- Le dijo preocupada. -

- Tienes que aguantar, me comunicaré con Nube Alta de nuevo y él nos hará regresar.- Le pidió el chico intentando ir lo más deprisa que le era posible. -

- Es cada vez más fuerte, ¡me arrastra y no logro resistirme! - Añadió ella angustiada.-



 El muchacho empezó a notar como unas manos invisibles tiraban de Esmeralda, cada vez lo hacían con más fuerza, pese al aura de protección que él emitía.



-Trata de ignorar esa sensación.- Le pidió el chico.- No te dejes llevar.



            El chamán escuchó de nuevo a su pupilo y comenzó a entonar cánticos rituales. El muchacho pudo ver en el horizonte crepuscular una débil luz, era la guía hacia el mundo mortal.



- Ya está - sonrió Diamante - dentro de poco saldremos de aquí.

- Yo...no creo que pueda conseguirlo.- Musitó ella con voz queda al declarar.  - Algo muy poderoso tira de mí.



Lo cierto es que cada vez estaba menos compacta,  su salvador apenas podía agarrarla y su imagen empezaba a difuminarse...



-¡Lucha, tienes que luchar, Esmeralda, vamos! - La apremió él. -



            Pero ella volvía a ser intangible por momentos. Sus lágrimas rodaban de nuevo por su rostro. Pese a ello trataba de sonreír agradecidamente a Diamante. A muy poca distancia apareció una fuerte luz frente a ellos. Era mucho más potente que la débil luminaria a la que se dirigían. Ya resignada a su suerte, Esmeralda cuyo cabello se había vuelto blanco, le dijo al muchacho con el tono más dulce que pudo encontrar.



- Mi señor y mi amor, volved a la vida, lo habéis intentado y os lo agradeceré por toda la eternidad. Vuestro amor significa muchísimo para mí. Pero esto es mucho más poderoso que nosotros, me llama y debo ir con él. Os quiero, siempre os amaré y velaré por vos desde el otro mundo.

-¡No, no lo permitiré!- Tartamudeó Diamante añadiendo decidido. - ¡Lucharé contra todos los demonios del infierno si hace falta, pero no te dejaré ir!



            En ese instante una voz suave y dulce como nunca había escuchado sonó tras de él. Cuando el joven miró quedó sobrecogido, un gran ser de luz que batía unas alas etéreas y con un gran halo flamígero sobre la cabeza se aproximaba hasta ellos. De pronto mutó su apariencia. Estaba enfundado en una túnica oscura. Era algo realmente impresionante. Emanaba un poder tal que al chico le entraban escalofríos. Era incapaz de enfrentar su mirada a la de aquella aparición cuyos ojos refulgían como carbones encendidos.



- Qui. ¿Quién eres? - Pudo decir el impactado chico con un hilo de voz. -



            Aquel ser parecía mirarle con una mezcla de severidad y ternura. Habló pero los labios de su pétrea cara no se movieron. Sin embargo, Diamante y Esmeralda pudieron oírle muy bien.



- Soy Azraél, el Mensajero del Uno. No debes tenerme miedo, ya que tú vendrás también algún día conmigo.

- ¡Eres el Ángel de la Muerte! - Balbuceó Diamante con la voz temblorosa, llena de un temor sobrenatural que iba más allá de su propia comprensión. – En el Cielo… me hablaron de ti…

- Así me llamáis los humanos, pero tranquilízate. No he venido a por ti, sino a por ella. Tiene que acompañarme.

- ¡Te lo suplico, dale otra oportunidad! He venido hasta aquí por ella, no me marcharé sin llevármela conmigo.- Repuso el chico reuniendo todo su valor. -

- Eso no está en mi mano- replicó Azraél negando con la cabeza para añadir. -Yo sólo soy un mensajero, ya te lo he dicho.

-¿En qué te diferencias tú de esos demonios entonces? Sois igual de crueles y no os importan para nada nuestros sentimientos- dijo él lleno de ira y frustración. -¡Responde!

- No te enfurezcas conmigo,- le respondió el ángel con mucha suavidad en tanto le explicaba de forma paternal. -Tú no comprendes hasta donde llega nuestro amor por vosotros, es algo mucho mayor que el amor humano. El nuestro trasciende la carne y la mente. Os hemos amado por muchas vidas y reencarnaciones. No te enojes pues, joven príncipe, sólo cumplo con mi deber. Has sido muy valiente al llegar aquí y eso prueba un gran amor humano. Sin embargo, eso no puede compararse al Amor con mayúsculas. Responde a esto. ¿Acaso puedes darle tú a Esmeralda un amor eterno e imperecedero junto al Creador?...

- No, no puedo. – Admitió él con la cabeza gacha y lleno de consternación.-

- Entonces sabes que justo es que así sea. – Aseveró el ángel. -

- Pues llévame contigo a mí también,- declaró él resueltamente mirándose su pecho, la pintura ya había desaparecido y así lo comentó. - De todas maneras nunca podré volver a mi mundo...Al menos estaremos juntos.

-No, mi príncipe. No hagáis eso por mí.- Le pidió ella.-

-Ahora que me he dado cuenta de cuan estúpido fui, no quiero perderte.- Fue capaz de decir el joven, dejando caer algunas lágrimas.- No por segunda vez…



            Azrael miró entonces a Diamante que nuevamente sintió no poder soportar esa mirada. El ángel, sabiendo esto, bajó su vista hacia el pecho del humano que notó un cosquilleo. Al mirárselo de nuevo vio otra vez la pintura.



- Eso no puede ser. No ha llegado tu momento aun...- repuso el ángel sin inmutarse -...debes irte ya...

- Pero quiero estar con ella.- Suplicó Diamante que sentía un profundo dolor en su corazón. - ¡Por favor!...

- Mi príncipe - intervino Esmeralda con una gran dosis de ternura. - Os amo tanto que no soporto que os hagáis más daño, debéis iros. A mí también me gustaría quedarme a vuestro lado, pero no puede ser. El ángel tiene razón.



Y tras esas palabras Azraél atrajo hacia sí a Esmeralda sin que Diamante pudiese hacer nada y la envolvió entre sus brazos luminosos. La muchacha prosiguió.



-Debo dejaros amor mío. Siento la Eternidad tan cerca y es algo tan maravilloso, pero a pesar de ello ¡ojalá pudiera posponerla un poco para vivir una vida entera junto a vos!...

- Pronto volveréis a veros,- terció el ángel que sonrió a Diamante de tal forma que éste quedó embargado por una cálida sensación. Aun sin mirarle directamente al rostro sintió aquella muestra de amor divino y quedó sin capacidad de replicar cuando le escuchó decir a Azrael. - Ve y vuelve a tu vida, olvida esto hasta que llegue tu momento.



Y el ángel se alejó con Esmeralda pero Diamante logró gritar.



-¡Por favor, espera únicamente un momento más...sólo déjame tocarla por última vez!



            Azraél se acercó de nuevo y permitió un último roce de sus manos, ambos se miraron de una forma intensa y después, el ángel se alejó con Esmeralda hacia la brillante luz de la Eternidad con el eco del último adiós de ella resonando en la mente del muchacho.



-Adiós, mi querido príncipe Diamante. Siempre os amaré…



            El joven estaba en estado de shock. Le costaba irse recuperando de todas aquellas sensaciones que pugnaban dentro de él intentando dominarle. El éxtasis por estar tan cerca de la Eternidad, dolor y rabia por la pérdida de Esmeralda cuando la tenía tan cerca. Tristeza  en el adiós y alegría a la vez por ella que se adentraría en el Paraíso. Por fin se reaccionó dirigiéndose hacia la débil luz que Nube Alta había mandado para él. Se adentró en ella y antes de atravesarla dio un último vistazo observando a una figura encapuchada con un largo sayal negro que sostenía un gran libro. Parecía tomar notas de algo. Seguramente sería aquel ángel anotándole de nuevo entre los vivos. No pudo percibir más, de forma brusca sintió una especie de reentrada cayendo al suelo. Apareció junto al Chamán al lado del fuego azulado que ardía de forma poderosa. Una vez recobrado en parte de la impresión y al verse allí de nuevo, cayó en la cuenta de todo lo ocurrido.



-¡La he perdido! - Sollozaba amargamente. - La tuve abrazada a mí, estuvimos a punto de conseguirlo, ¡pero la perdí! ¡Maldita sea!



Dio un grito de rabia y golpeó el suelo con fuerza  haciéndolo temblar, pero el cansancio físico, psíquico y sobre todo, espiritual que llevaba arrastrando consigo, pudo con él.



-Debes descansar ahora.- Declaró amablemente el chamán al muchacho que se derrumbó perdiendo el conocimiento.- Lo hiciste bien…



Sin embargo, Diamante no pudo percatarse de que una silueta femenina, desnuda, yacía a su lado. Aunque la misma se desvaneció a los pocos instantes, dejando aún durante unos momentos el recuerdo de su pelo rojizo tras musitar un monosílabo que el indio pudo escuchar…



-Tau…



            Aunque sorprendido por aquella aparición, Nube Alta contempló aquello sin decir nada...sólo cruzó las piernas y miró al cielo pidiendo la guía de sus antepasados. Después azuzó las llamas para invocar...



-Ancestros que moráis entre las estrellas. Os lo imploro, desveladme el significado de esta visión. -Les suplicó.-



            Un instante antes de que en el mundo de los vivos sucediese todo aquello, en la zona cenital, Esmeralda, abrazada a Azraél, se sentía cada vez más ligera. El ángel la llevaba a través de un pasillo que iba iluminándose con una inmaculada luz. Un sentimiento de creciente felicidad la abordaba pero pese a eso no podía dejar de pensar en Diamante. Azraél se detuvo y la miró con mucha dulzura en tanto su apariencia volvía a ser la de aquel ser flamígero y brillante con varios pares de alas.



- Noto que tu alma aun no es totalmente dichosa, ¿qué te ocurre? ¿Algo te oprime? No debes tenerme miedo.

- No, no es por eso, yo creía que el Ángel de la Muerte sería la imagen del terror. Algo como el Hombre Sabio, él dijo venir de parte del Fantasma de la Muerte. Pero tú no te pareces en nada a él.- Replicó Esmeralda sorprendida. – Aunque hubieras adoptado antes una forma similar.

- Dices bien. No tenemos nada que ver, él es un enviado de la Nada, yo represento al Creador. La muerte que él representa es en verdad la Muerte, el olvido, el desamor. Yo, en cambio, represento al Amor y la Verdad. Mi misión es acompañar a las almas en su trascendencia hacia la Luz y el conocimiento...- Le explicó el interpelado.-

- Sé que me llevas a un lugar maravilloso, lleno de paz y de amor, pero aun así, hubiese deseado tanto haber conocido el amor mortal, ser una mujer y formar una familia con el hombre al que amaba,- suspiró ella, añadiendo también de forma triste.- Como la chica que he conocido aquí. La pobre Kaori no tuvo tampoco esa oportunidad. Incluso ahora que lo recuerdo, Rubeus murió por mi culpa. ¡Lo siento tanto!



            Como si de una película se tratara a la mente de la joven retornaron sus pasadas peripecias. Concluyendo con su transformación en aquel dragón monstruoso que fue destruido por la Guerrera Luna. Recordó entonces gritar en tanto caía a un pozo sin fondo lleno de negrura.



-¡Socorro! ¡Príncipe Diamante, salvadme! …



            A medida que caía ya con su forma de mujer una nebulosa la iba cubriendo, apenas sí pudo musitar por última vez…



-Diamante…



            Entonces se encontró en un pedregal fangoso, su hermoso vestido había sido sustituido por una túnica de color gris oscura, prácticamente negra, que estaba manchada y rota. Sus botas habían desaparecido y se encontraba descalza. Pero lo peor para ella fue advertir que su larga y pulcra cabellera verde clara había encanecido en un tinte grisáceo y estaba lacia. Y por si esto fuera poco, sin tiempo para reponerse de ese shock, a su alrededor solamente escuchaba lamentos y aullidos de dolor.



-¿Dónde estoy?- Dijo en voz alta en tanto se abrazaba a sí misma como si quisiera auto protegerse.-



            Y esos gritos se tornaron en carcajadas. Algunas se acercaban hasta ella y parecían golpearla. Eran sonidos de risas estridentes y de burlas. Esmeralda traba de salir de allí, corrió sin detenerse pero esos ecos no cesaban. Incluso fueron a peor con la aparición de algunas voces que se regocijaban acosándola entre susurros que sonaban ora más cercanos ora más en la lejanía.



-¡Ja, ja, ja!  ¡Maldita ramera!…

-¡Je, je!…muchachita fatua y estúpida…

-Nunca tuviste lo necesario para enamorar a un príncipe…y menos a uno como Diamante…

-Sólo te arrastrabas como un gusano…ante él…¡Ja, ja!…

-¡Qué vergüenza para tus padres!

-Hasta tu madre murió por culpa tuya…tras haberte engendrado…



            Ella se revolvió entonces mirando en todas direcciones con ira y escupiendo con furia.



-¡Basta, callaos! Dejadme en paz…



            Sin embargo las risas arreciaban y además ella sintió un bofetón tremendo en la mejilla derecha que casi la derribó.



-Esto es lo que mereces, ¡zorra! - Exclamó una voz gutural y burlona.-

-Vas a comenzar a pagar por tus iniquidades…- Resonó otra con sorna.-



            La chica trataba de cubrirse desesperadamente pero ahora era golpeada sin piedad por todas partes. Incluso gritó dolorida sintiendo como si unas invisibles garras la arañaran. Se tocó el rostro con temor notando como la sangre le manaba por algunos cortes…



-¡Basta, por favor!…- Suplicó llena de angustia.-

-Solamente acabamos de comenzar.- Siseó otra voz entre amenazadora y llena de regocijo.- ¡Prepárate para sufrir tu castigo eterno!…



            Horrorizada, la muchacha corrió una vez más sin rumbo fijo. No sabía que más podría hacer. Le dolía todo el cuerpo. Al fin divisó una luz que le ofrecía esperanza. Entró en un parque,  era como cualquier lugar corriente de la Tierra, e incluso de Némesis. Eso le sorprendió acrecentando esa sensación de desconcierto que la embargaba.



-¿Dónde estoy?¿Qué está pasando?- Se preguntaba con una mezcla de terror y estupefacción.-



            Algunas farolas iluminaban la noche. Árboles se alineaban a los lados del terroso camino que ahora transitaba andando tras dejar de correr. Jadeante vio un banco de madera…



-No puedo más.- Se decía tratando de recobrar el aliento.- Tengo que descansar…



            Se sentó entonces intentando recapitular… Todo lo sucedido había sido culpa de ese maldito Hombre Sabio. Antes de perder la consciencia y despertar en este terrible lugar descubrió que él la había engañado. Es más, siempre lo supo, pero quiso utilizarle para ganar el corazón del príncipe…



-Fui una estúpida creyendo que podría manipularle.- Se lamentó ahora.- Jamás debí confiar en él. Nunca debimos hacerlo…Fue él quien se sirvió de nosotros. Y ahora Diamante está en peligro.



Pero no pudo terminar sus disquisiciones. De los laterales de aquel banco surgieron dos brazos rematados en garras que la aferraron de la cintura. Ella chilló llena de sorpresa, miedo y dolor. Pese a intentar levantarse y huir aquello tenía una fuerza tremenda. La prisionera se debatía tratando de soltarse pero era inútil. Y de nuevo aquellas voces de pesadilla la asediaron afirmando con irónico regocijo…



-¡Ja, ja, ja! Disfruta de tu descanso…

-¿Quiénes sois? ¿Qué queréis de mí?- Chilló la joven intentando nuevamente liberarse de forma infructuosa.-

-Somos las voces de todos aquellos inocentes a los que has dañado.- Le respondieron con sorna.- Ahora pagarás por toda la eternidad…



            Y esas garras la recorrían llegando incluso a sus partes íntimas, ella chillaba y lloraba pero era como sentirse ultrajada del modo más lacerante sin poder hacer nada para evitarlo. Multitud de cortes se abrían en su cuerpo e, impotente, sólo podía ver brotar su propia sangre…



-¡Por favor!- Gemía y sollozaba presa del dolor y del horror más absoluto.- ¡Lo siento, lamento todo lo que hice!…

-Eso no es suficiente.- Jadeaban a su alrededor aquellas voces que casi parecían respirar junto a sus oídos y su nuca.- ¡Nunca lo será para ti!…¡Ja, ja, ja!



            Desesperada y concentrando lo que quedaban de sus mermadas fuerzas, la chica sujetó esas garras y trató de separarlas de su cuerpo. Tras proferir un agónico grito de rabia lo logró. Salió despedida cayendo al suelo una vez más. Ahora podía ver con sus ojos inundados de lágrimas y llenos de pánico como esos árboles adoptaban el aspecto de seres de pesadilla, formas antropomórficas con enormes miembros erectos que la rodeaban.



-Basta, ¡alejaos de mí! - Espetó mirando en todas direcciones.-



            Y con la única arma de su desesperación embistió a uno de ellos derribándole. Pudo correr una vez más aunque ahora el suelo comenzaba a abrirse bajo sus pies y brotaban manos esqueléticas que trataban de aferrarse a sus tobillos. Obligándose a no mirar, Esmeralda corrió hasta que finalmente salió de ese lugar. Para su asombro y sin transición alguna ahora estaba en medio de un gran salón…



-¿Qué es esto? - Se dijo atónita en tanto jadeaba con frenesí, tratando de recobrarse.-



            Al fin lo reconoció. Era el gran hall del palacio de Némesis. Allí aparecieron multitud de figuras elegantemente vestidas, apuestos chicos y chicas que danzaban a su alrededor. Pudo observar asombrada como una joven de largo pelo castaño tirando a verdoso bailaba con un apuesto muchacho de pelo castaño rojizo.



-Les conozco.- Musitó sin dejar de mirarles.- De algún modo sé quiénes son…¡papá!- Pudo decir.-



            Sin embargo, esas parejas y otras muchas discurrían por la pista sin parecer verla. Es más algunos la atravesaban como si de fantasmas se tratasen…Y pudo darse cuenta de otro detalle. Aquella joven de cabellos castaños con tonos verdosos tenía un abultado vientre. Se detuvo respirando con dificultad. Su pareja entonces la sostuvo entre sus brazos preguntándole con temor.



-¡Maray! ¿Estás bien?…

-Sí.- Pudo apenas jadear ésta tratando de reunir fuerzas para añadir.- Creo que ya está aquí…

-¿Ya? ¿Ahora?- Exclamó su acompañante agregando alarmado.- Te advertí que era más prudente no haber venido.



            Entre el dolor que estaba soportando esa joven replicó a duras penas mientras otros asistentes al baile se acercaban atónitos.



-Era el cumpleaños del infante Zafiro. No podíamos faltar…



            Atraída por el revuelo otra mujer de largo pelo rubio rizado se acercó. Al instante el resto de los presentes se apartaron haciendo una reverencia.



-¿Qué sucede, te encuentras bien?- Quiso saber la recién llegada con gesto demudado.-

-¡Majestad! - Dijo aquel hombre con preocupación.- Mi esposa se ha puesto de parto.

-¡Rápido!, llevadla a mis estancias privadas. Llamad al médico de palacio.- Ordenó esa individua con celeridad.-



            Esmeralda abría la boca ahora con asombro. ¡Esa mujer, era la soberana de Némesis! Estaba bastante más joven y mucho más hermosa que cuando la conoció.



-¡Es la reina Amatista Nairía! – Exclamó atónita.- Esto es…



            En tanto recordaba aquello fue testigo de cómo varios individuos llevaron a la parturienta a las habitaciones privadas de la reina. Allí, el médico llegó enseguida junto al rey que llevaba en sus brazos a un pequeño de unos tres años, de corto pelo platino y unos curiosos ojos grandes y violetas.



-¿Qué sucede?...-Quiso saber el soberano.-

-Majestad. Esta mujer va a dar a luz.- Le informó uno de sus cortesanos.-



            El médico pidió un poco de espacio. Allí, tendida en un sofá, esa pobre chica jadeaba y gritaba. La mancha de humedad en la verde tapicería indicaba que ya había roto aguas.



-Traigan agua caliente y sábanas limpias.- Pidió el doctor.-

-Yo lo haré.- Declaró la soberana dejando a todos atónitos.- Hay que apresurarse. Esta pobre muchacha lo está pasando muy mal. Lo sé perfectamente. Recordad que hace poco que he tenido otro hijo.

-Sí, justo estábamos festejando su primer cumpleaños. - Sonrió su esposo, agregando con tono mesurado.- Tranquila cariño, te ayudaré.-



Entre tanto aquel tipo de pelo castaño rojizo sujetaba la mano de la parturienta.



-Todo va a salir bien, mi amor…-Animaba a la apurada joven.- ¡Vamos Maray!…



            La chica estaba lívida. Esmeralda se aproximó mirando con atención y al tiempo con un extraño sentimiento de emoción y alegría. No supo el tiempo que transcurrió. Ahora era como si todo se moviera a cámara lenta. Al fin, la muchacha gritó de modo agónico cuando comenzó a empujar.



-Le veo la cabeza.- Anunció el doctor.-

-Todo va bien, mi amor… empuja solo un poco más.- Le pedía ese joven.-

-Vas muy bien.- La animó la soberana sonriéndole alentadoramente y proponiendo a la agradecida chica.- Cuando nazca tu bebé le podremos en una cuna al lado de la de mi Zafiro. Si es que su hermano mayor Diamante no se enfada…



            Entre tanto, casi inadvertidamente, ese crio de plateados cabellos casi albinos se aproximó hasta la cabecera del sofá. Miraba a aquella mujer que gritaba con los ojos muy abiertos. Y aquello pareció obrar un pequeño milagro. Esa chica dejó de chillar y sonrió mirando al niño, él le devolvió la sonrisa y entonces el médico exclamó.



-¡Ya está!



            Y levantando una pequeña forma la mostró en alto. Sujetándola de un diminuto tobillo y con la cabeza abajo pudo verse un bebé. El doctor enseguida la palmeó en el trasero haciendo que llorase.



-¡Es una niña!- Declaró.-

-Una niña nacida en el salón esmeralda.- Sonrió la reina puesto que así se llamaba esa habitación de sus estancias privadas.-

-¡Esmeralda! - Susurró la flamante y agotada madre con una sonrisa.- Me gusta mucho ese nombre…Esmeralda de Green-Émeraude…¡Es perfecto!



            La aludida seguía llorando a pleno pulmón y su otro yo adulto lo hacía a lágrima viva  al presenciar su propio nacimiento y como el doctor cortaba el cordón umbilical y la envolvía en una sabanita tras limpiar restos de sangre y de placenta. Ahora, la atormentada Esmeralda, solamente podía llorar con emoción.



-¡Soy yo!... ¡Dios mío! Mis padres…papá… y mi madre a la que no conocí… y la reina Amatista… y Diamante estaban ahí…él siempre estuvo ahí…



            Aunque de nuevo se pudieron escuchar esas risas malignas llenando la sala. Para horror de la muchacha todo aquel bonito cuadro desapareció fundiéndose en la negrura más absoluta que pasó a rodearla una vez más…



-¡Sí!- Reían y recriminaban a su vez.- Tu madre murió al poco tiempo, víctima de la debilidad que le supuso traerte al mundo…

-¿Y para qué?- Se burlaba otra de las voces.- No supiste cuidar a la reina que ayudó en tu nacimiento. Ni supiste protegerla a ella, ni al príncipe Diamante…



            Esmeralda se tapaba los oídos con ambas manos sollozando en tanto gritaba a su vez.



-Eso no es verdad. ¡Hice cuanto pude! No tuve culpa de eso…No lo acepto. ¿Me oís?...-Se revolvió furiosa e indignada entre la espesa oscuridad que la rodeaba ahora.-  Sé que merezco ser castigada por muchas cosas, pero no por esto. Yo ya me he mortificado muchas veces pensando en ello… y no puedo más. ¿Lo oís? - Lloraba ahora realmente hundida al rememorar el trágico final de su familia y de sus soberanos.- ¡No puedo más!…- Gemía de rodillas en el suelo tapándose la cara con ambas manos.- No puedo…quisiera poder cambiarlo todo…reparar el mal que hice…pero no puedo…



            Esperaba alguna réplica o más comentarios hirientes que la rematasen pero todo era silencio. Una luz rojiza tenue mal iluminaba ahora una especie de corredor. Al fondo de éste aparecía una puerta blanca marcada con una estrella negra de cinco puntas. La desdichada joven se levantó trabajosamente aproximándose hasta ella.



-Supongo que es inútil que no trate de abrir la puerta. Haga lo que haga seguramente que volverán a atormentarme.- Suspiró resignadamente mientras se calmaba.- ¡Qué más da ya! No tengo nada que perder…Ya no pueden hacerme nada peor.



            De modo que estoicamente avanzó hasta el pomo de la misma y lo giró. Al abrir penetró en una amplia sala de color blanco y que parecía una especie de laboratorio. Multitud de probetas se alineaban en filas interminables.



-¿Qué es esto?...- Se preguntó sin comprender.- ¿Qué tiene que ver conmigo?...



            Aunque un grito de mujer la sacó de esos pensamientos, venía del fondo de la estancia. Nuevamente unas macabras risas retumbaron por esa gran sala.



-¡Dejadme en paz! ¡Malditos!- Exclamaba una joven que parecía estar en apuros.-



            Esmeralda la vio correr hacia ella, era de su estatura, con una túnica similar a la suya. O quizás más oscura. Ella se percató de que la que lucía había ido volviéndose de una tonalidad más clara. No pudo ni preguntarse por la razón de aquello. Esa chica de larga cabellera enredada, entre pelirroja y gris, se detuvo en su huida al verla y se dirigió a ella con tono amenazador.



-¿Quién eres?- Espetó.- ¿Otro de esos malditos Daimon que quiere atormentarme?...

-¿Daimon? No…no sé de qué me hablas.- Pudo responder la estupefacta aludida.-

-No trates de mentirme. ¡Monstruo! Sé que adoptáis cualquier forma…- Replicó esa joven.-



             Y aquella mujer se enfrentó a ella con una pose hostil. Iba incluso a atacarla cuando las probetas que las rodeaban comenzaron a borbotar.



-¿Qué está pasando?- Quiso saber Esmeralda con genuino asombro y temor.-



            Algo en la apreciación de esa chica cambió cuando sus miradas se encontraron. Quizás percibió el genuino desconcierto y temor de su contertulia, por ello, pasó de gritar a musitar, asombrada a su vez.



-Tú no eres una de ellos. ¿Verdad?

-¿Una de quién?- Inquirió Esmeralda, replicando con angustia.- Solamente sé que estoy huyendo de unos seres espantosos que no cesan de torturarme. ¿Acaso eres otro más de ellos?



            Esa chica la miró perpleja a su vez y negó con la cabeza. Abandonando esa actitud hostil. Al parecer la comprendía a la perfección, entonces dijo, sin dejar de mirar con espanto a aquellas probetas que borboteaban cada vez con mayor violencia.  Y cambió su tono por otro más cordial y al tiempo apremiante para indicarle.



-¡Tenemos que salir de aquí! ¡Vamos!



            Su contertulia le dedicó una mirada atónita, de esos tubos de ensayo borboteaba un líquido rosado y al instante comenzaron a brotar unas formas grotescas parecidas a la plastilina que crecían para conformar figuras antropomorfas. Reían con un tono agudo y chillón y se estiraban tratando de agarrarlas…Una de ellas sujetó del pelo a esa joven que emitió un grito de dolor.



-Tranquila.- Afirmó entonces Esmeralda.- Te ayudaré…



            Y tomando una de las probetas rotas golpeó a esa extraña criatura. Ésta emitió un estridente chillido soltando su presa. Aprovechando ese instante ambas mujeres corrieron hacia la puerta de entrada…



-¡Salgamos!- Urgió esa chica del pelo gris rojizo.-

-Eso intento, pero la puerta está bloqueada.- Contestó su interlocutora que trataba a abrir frenéticamente sin lograrlo.- ¡Maldita sea!



            Un grupo cada vez más numeroso de esos extraños seres se aproximaba arrastrando sus piernas. En sus cabezas se formaba un único ojo y una apertura a modo de grotesca boca esbozaba una cruel y sádica sonrisa.



-¡Nos aniquilarán!- Exclamó esa espantada joven.-

-¡Ojalá fuera así! – Replicó Esmeralda ahora con un tono más controlado, aunque lleno de hastío y rabia.- Ya estoy harta de huir y de vagar por este infierno siendo castigada una y otra vez…Al menos antes de morir, o lo que sea que me hagan, podré llevarme por delante a alguno de ellos.



            Su contertulia suspiró y enfrentó la mirada de sus profundos ojos grisáceos a los color café de esa recién llegada. Finalmente asintió. Dando la espalda a la puerta esbozó una leve sonrisa y se presentó.



-Me llamo Kaorinite.

-Esmeralda.- Repuso ésta afirmando no sin sarcasmo pese a lo complicado de la situación.- Me gustaría decir que es un placer.

-No te preocupes…me hago cargo.- La disculpó su contertulia con pareja ironía.-



            Aquellos seres de pesadilla se aproximaban y ambas chicas se apoyaron mutuamente para recibirles. Los primeros de esos monstruos en llegar hasta ellas recibieron sendas patadas en sus vientres. Sin embargo, estos se doblaban y cedían como la goma…tanto que las dos tuvieron problemas en poder sacar los pies, atrapados por aquellos pliegues informes de sus adversarios, sin perder el equilibrio. Al fin lo lograron siendo impulsadas hacia atrás. Por fortuna cayeron sobre la puerta…



-Si tuviera mis poderes, al menos por una sola vez más.- Se lamentaba Esmeralda.-

-¿Poderes?- Repitió su interlocutora.-

-Es una larga historia.- Contestó la ex miembro de la Luna Negra.-

-Puedes ahorrártela, creo que te entiendo.- Afirmó su contertulia.-



            Otros dos más de aquellos engendros se aproximaban riendo con estrépito. Fue la propia muchacha de Némesis la que sonrió ahora musitando no sin irónico sentido del humor.



-Y decían que mi risa era horrible…



            Por su parte Kaorinite se hizo con otra probeta que arrojó contra esos seres. Éstos parecieron verse afectados y retrocedieron entre chillidos. Una gota de líquido que quedaba en ellas saltó entonces contra la puerta. Para sorpresa de ambas comenzó a salir humo de ésta…



-Tengo una idea.- Dijo Esmeralda.- Necesito otra probeta.



            Su compañera logró hacerse con otra de las que todavía quedaban sin haber sido destruidas. Sin dudar arrojó su contenido contra la puerta que empezó a soltar una apreciable humareda. Las dos mujeres se miraron y…



-¿Piensas lo mismo que yo?- Inquirió Kaorinite.-



            Su interlocutora asintió y con una coordinación más que notable ambas se giraron dando una patada a la puerta. Al fin, ésta saltó abriéndose. Sin pensarlo dos veces corrieron escapando de allí. Ahora, un largo e interminable pasillo se abría ante ellas. Tras recorrer varios metros se detuvieron al fin. Nada parecía seguirlas.



-¡Menos mal! - Suspiró una aliviada Esmeralda apoyándose en la pared.-



            Sin embargo, su recién adquirida compañera la agarró de un brazo apartándola de ahí…



-¡Cuidado! – ¡Exclamó!



            Y por fortuna fue rápida. Una especie de ser con varios tentáculos había brotado intentado aprisionar a su incauta víctima. Las dos volvieron a huir. Por fin, tras lo que parecía una eternidad, fueron capaces de salir de ese corredor. De pronto y sin más se encontraron en medio de un extenso desierto arenoso.



-¡Este lugar es terrible! - Suspiró Esmeralda.- Mucho me temo que tendremos que estar escapando de un peligro tras otro eternamente.

-Quizás ese sea nuestro castigo.- Conjeturó su contertulia.-



            Ahora comenzaron a caminar bajo un sol abrasador. Ninguna supo a ciencia cierta el tiempo que habría transcurrido. Estaban exhaustas y sedientas. Con sus gargantas rasposas y a punto de desfallecer….



-No podemos pararnos.- Aseveró Kaorinite.-

-¿O qué?- Replicó Esmeralda con un tono que rayaba el desafío al gritar hacia ese cielo azul y ese ardiente sol.- ¿O estaremos muertas?... ¡Yo ya estoy muerta, malditos!…y  de no ser así lo prefiero a esto. ¡Vamos, acabad conmigo! ¡Vamos!- Chilló. -



            Y sin más tomó asiento en una roca que afloraba a pocos metros. Su compañera, encogiéndose de hombros, la imitó en tanto decía.

-Pensándolo bien tienes razón. No creo que deseen privarse de la diversión que les brindamos.



            Y transcurrieron unos instantes en los que ninguna habló. Fue finalmente Esmeralda la que quiso saber…



-¿De dónde vienes tú?

-Del sistema estelar Tau Ceti.- Replicó su interlocutora.- ¿Y tú?

-Del planeta Némesis.

-Supongo que las dos somos forasteras y morimos en un mundo extraño.- Dedujo su compañera de infortunio.-

-Quizás por eso nos hemos encontrado.- Conjeturó Esmeralda.-



            Pasaron un rato contándose sus respectivas historias. Entonces fue Kaorinite la que comentó.



-Veo que tenemos muchas cosas en común. Amores no correspondidos, muertes prematuras a manos de los de nuestro propio bando.

-Sí, es curioso. A mí me destruyó Sailor Moon con su transmisión curativa. Ahora lo recuerdo. Pero en el fondo no puedo culparla a ella, sino a ese maldito Sabio. Al final las guerreras, que se suponía que eran nuestras enemigas, no fueron realmente quienes nos mataron.- Comentó Esmeralda que agregó.- Es más, creo que incluso acogieron a algunas de mis compañeras cuando éstas abandonaron la lucha.

-Entonces fuimos unas tontas.- Sonrió amargamente  su compañera.-

-Lo fuimos, Kaorinite…

-Llámame Kaori.- Le ofreció ésta alegando no sin humor.- Presiento que vas a ser la única amiga que tenga por aquí…



            Esmeralda sonrió, eso la divertía. La ironía del asunto tenía gracia. Asintió despacio con las manos entrelazadas. Su compañera entonces comentó.



-Tenías razón, no nos ha pasado nada.

-Ya estamos en el Infierno. No nos podría suceder nada peor.- Argumentó su contertulia.-

-Y lo merezco.- Declaró la chica del pelo gris rojizo.- Hice cosas terribles. De lo único de lo que no me arrepiento fue de enamorarme del doctor. Fue poco tiempo pero ¿sabes una cosa? Hubo unos breves instantes, cuando estaba con él en su casa o le traía el café, en los que experimenté lo más parecido a la felicidad que nunca he tenido.

-Te comprendo perfectamente.- Convino Esmeralda con tono reflexivo.- Me sucedía igual, siempre que estaba cerca de Diamante. ¡Ojalá pudiera volver atrás y cambiar todo aquello!

-Sí, eso mismo desearía yo también.- Afirmó Kaori para declarar.- Sé que no pasará pero si pudiera escapar de aquí y tener otra oportunidad…Actuaría de un modo totalmente distinto. No sería una harpía sin corazón.

-Lo mismo digo. – Convino su compañera que estiró un poco las piernas, para suspirar consternada.- Quizás de todas las torturas que estos bastardos puedan infligirnos, ese pensamiento es el más doloroso de todo. La oportunidad que perdimos.



            Entonces se fijó de nuevo en esa túnica que llevaba. Juraría que se había aclarado bastante. De hecho, su tono de gris era mucho menos oscuro que el de Kaorinite que a su vez daba asimismo la impresión de haberse clareado un poco.



-Esto debe de significar algo.- Le comentó a su interlocutora.-

-Me sucede igual. Al venir, la túnica que traía era negra. Ahora va cambiando de color.- Convino Kaori al percatarse de ese detalle.-…

-Ojalá que sea una buena señal. En todo caso no me conjunta nada.- Suspiró Esmeralda con humor.-



            Kaorinite se rio de aquello, Fue una risa que empezó casi como un amago y terminó siendo realmente una gran carcajada. Al verla su compañera de infortunios se unió a ella. Casi sin darse cuenta estaban abrazadas y riendo.



-¡Quién me ha visto y quién me ve! – Decía Esmeralda con esas risotadas suyas que asombraron a  su interlocutora.-

-Sí… puedo decir lo mismo.- Convino su contertulia.- Al menos, mi vestido de combate era más elegante que estos harapos.

-Debe de ser la moda de por aquí.- Trataba de decir su interlocutora entre risas, sentenciando.- Necesitan consejo urgentemente sobre el vestuario. Quizás por eso me acosan tanto. Siempre se me dio bien.



            Al fin fueron amainando las carcajadas, ahora ambas se miraban a los ojos felices al menos de haber encontrado a alguien que compartía su misma situación. Pero no porque se solazasen en el sufrimiento de la otra, sino porque precisamente eso las ayudaba a soportarlo en la seguridad de que se apoyarían mutuamente. Fue la muchacha de Tau quién comentó ya sin reír…



-Ahora me doy cuenta de lo que es sufrir. Supongo que ese es el propósito del Infierno. Hacerte pagar eternamente por tus malos actos. Y que comprendas el daño que has causado a otros y te arrepientas de ello. Pero ¿Qué sentido tiene arrepentirse si no te dejan enmendarlo?- Suspiró consternada.-

-No lo sé. Quizás podamos ir arrojando esta carga hasta liberarnos para ir a un sitio mejor. Al menos eso es lo que deseo creer.- Trató de animarla Kaori.-

-Al menos ahora te tengo a ti. Me alegro de haberte encontrado.- Sonrió levemente Esmeralda al oír aquello.-

-Sí, lo mismo digo. - Convino su compañera.- Yo también me sentía sola y desesperada. No es que las cosas hayan mejorado mucho pero es agradable tener compañía.



            Su nueva amiga asentía aunque tuvieron poco tiempo más para seguir charlando, a lo lejos se estaba levantando una feroz tormenta de arena que se aproximaba.



-Tendremos que movernos y buscar algún sitio a cubierto de esto.- Declaró Kaorinite.-

-Deprisa. Esa tormenta se acerca.- Urgió su contertulia que, casi con humor, remachó.- Y puedo soportar todas las torturas de este maldito sitio excepto la de tener el pelo sucio.



            Así que se levantaron y anduvieron deprisa, sin embargo, aquel vendaval que arrastraba grandes cantidades de arena, enseguida las dio alcance. Ahora debían taparse la cara y caminar con enorme dificultad siendo azotadas por esos granos arenosos que las impactaban por todo el cuerpo a gran velocidad. Tampoco eran capaces de hablar. Agachando la cabeza y tapándose como podían con los brazos llegaron finalmente a la entrada de una gruta. Entraron tratando de recobrarse. Esmeralda apenas si podía respirar. Se notaba exhausta y las lágrimas le resbalaban por las mejillas.



-¡Esto es insoportable! ¿Y tendremos que estar así durante toda la Eternidad?... No cometimos faltas tan graves…por favor…quienes quiera que seáis, tened piedad…- Gimió perdiendo los nervios.-

-Tranquila.- Le pidió suavemente su contertulia.- No te dejes vencer…



            Elevó con gentileza el mentón de su amiga con una de sus manos y se acercó tratando de enjugar esas lágrimas. Esmeralda la miró agradecida y sonrió tímidamente. Sin saber ni tan siquiera porque Kaorinite la besó suavemente en los labios. Su atónita compañera se sobresaltó en un principio aunque tras unos instantes de duda le devolvió un beso más profundo. Se dejaron caer al suelo las dos abrazadas, unidas sus bocas en tanto sus lenguas jugueteaban. ¿Era aquello tan extraño? Quizás antes ninguna se hubiera planteado esa posibilidad de experimentar con otra mujer. Pero ahora, el simple hecho de poder compartir algo de afecto humano en ese terrible y desolado lugar, las empujó en brazos de la otra. Siguieron besándose y recorriendo el cuerpo de su pareja con deseo y al tiempo con suavidad, usando sus manos además de sus labios. Al finalizar se abrazaban desnudas y permanecieron largo rato sin hablar. Esmeralda al fin suspiró confesando…



-No sé qué me ha pasado. Yo jamás me había sentido atraída por otra mujer.

-Yo tampoco.- Admitió Kaori quien apenas sí pudo decir entre avergonzada y llena de apuro.- Y no me interpretes mal. Ha sido algo hermoso. Sin embargo, yo pensaba en alguien más…

-Igual que hacía yo.- Sonrió Esmeralda aseverando con una mezcla de melancolía y otra de agradecimiento.- Quizás no podamos tenerles a ellos. Pero nos tenemos la una a la otra.



            Afuera había amainado la tormenta. Kaorinite se levantó la primera poniéndose la túnica, aunque enseguida se disculpó.



-Creo que me he confundido. Ésta es la tuya.- Declaró al ver el tono gris blanquecino de la misma.-



            No obstante, Esmeralda se había puesto la otra que era de un tono aún más claro. La joven entonces pareció tener una inspiración al comentar.



-No te confundiste, Kaori. Lo que sucede es que poco a poco se van clareando. No sé, es como si su color simbolizase el estado de nuestras almas. Cuando más negras mayor porcentaje de oscuridad albergan. Ahora al menos me siento mejor. Parece que me hubieran quitado un peso enorme de encima.

-Es verdad. Noto la misma sensación.- Le desveló su amiga.- Eso de dar y recibir amor…aunque haya sido en estas circunstancias…



            Las dos se ruborizaron, o eso creyó ver cada una en la otra. No pudieron evitar sonreír como si fueran un par de adolescentes.  Todavía comentando aquello las dos salieron. Sin embargo, no estaban ya en medio de un desierto. Aquello parecía ahora una especie de pradera. Altas hierbas crecían por doquiera que mirasen…



-Veamos que sorpresas nos aguardan por aquí.- Dijo más animadamente la joven del pelo gris rojizo, que,  curiosamente se le había comenzado también a aclarar.



            El mismo pelo de Esmeralda era ahora blanco en su mayor parte. Pero no era un color que indicara vejez…La misma chica se sorprendió de ello.



-Nunca fui una rubia platino. ¡Quizás no sea un mal cambio de look! – Dijo con humor.- Que el color de mi pelo se parezca al del hombre al que yo amaba. –Suspiró ahora con tristeza.-



            Su amiga a punto estuvo de reír pero tras ese último comentario guardó silencio, para agregar.



-En eso se parecían los dos. El mío lucía ese mismo color. Unos hermosos cabellos blancos, que, pese a todo, no le hacían parecer anciano, sino muy atractivo.

-Quizás por eso nos hayamos encontrado. Nuestros gustos sobre hombres se parecen.- Comentó Esmeralda con humor.- Por lo que me has contado tu doctor era alto también, ¿verdad?

-Sí, al menos podía llevar unos buenos tacones en su compañía y sentir que no desentonaba.- Afirmó Kaori del mismo modo jovial.-

-Lo mismo digo.- Convino Esmeralda.-



            Prosiguieron su deambular, ocupando los siguientes minutos en charlar de cosas más informales. La que fuera duquesa de Green- Émeraude, le comentó.



-Me encantaba diseñar ropa, desde niña. Pero por desgracia, me olvidé de eso cuando el mal se apoderó de mí.

-Pues yo llegué a disfrutar mucho mi papel de asistente, junto a él siempre, preparándole sus galletas favoritas. A veces cierro los ojos y me imagino una vez más allí. - Le comentó soñadoramente Kaorinite.- Con Souichi y con Hotaru.

-¿Hotaru?- Inquirió Esmeralda, tratando de recordar de lo que su amiga le había contado.- ¿La hija de ese profesor?

-Así es. Él era viudo y padre de esa chica. Debo reconocer que la traté muy mal. Por un lado tenía que protegerla dado que albergaba a la servidora más importante de nuestro líder, faraón Noventa. Pero por otro, estaba celosa de que Souichi la quisiera tanto. -Suspirando en tanto su compañera la miraba con una mezcla de pesar y solidaridad, Kaorinite, agregó.- Cuando Germatoid le dejaba libre de su influencia…en esos momentos, era un hombre bueno que se preocupaba por la gente y que adoraba a su pequeña. Evidentemente más que a mí. Ahora me arrepiento de haber sido tan egoísta. Quizás si las cosas hubiesen sido diferentes, ella y yo podríamos habernos ayudado para escapar de ese mal que nos controlaba y liberarle a él. ¡Pobre Hotaru! Tuve la oportunidad de haber sido una segunda madre o al menos una hermana mayor para ella, pero la desperdicié por mi altanería y mis celos.

-Los celos son terribles, yo los padecía contra la reina Serenity.- Confesó Esmeralda a su vez.- Y me cegaron por completo.



Su compañera asintió, y hablando de quedar a ciegas, la luz cenital que las envolvía fue apagándose. Ahora, prácticamente a oscuras, siguieron caminando y llegaron a un claro en donde soplaba un viento bastante fuerte…



-Al menos ahora no hay arena.- Afirmó Kaori. –

-¡Menos mal! - Suspiró Esmeralda.-



            Aunque entonces ella creyó escuchar algo. Una voz… Apenas sí pudo musitar.



-Diamante…

-¿Ocurre algo?- Se interesó su interlocutora.-

-Juraría haber oído la voz de mi príncipe.- Respondió la interpelada.-



            El viento arreciaba. Para su sorpresa y temor incluso, Esmeralda notó como su túnica, ahora de una tonalidad casi inmaculada, se hinchaba por aquel aire y tiraba de ella hacia arriba. Sin darse cuenta se elevó casi un par de metros. Por fortuna, su amiga pudo sujetarla de una mano.



-¡Qué sucede!- Exclamó la antigua miembro de la Luna Negra.-

-Trataré de bajarte.- Dijo Kaorinite con tono que trataba de sonar tranquilo pese a sentirse bastante desconcertada.- Vamos, sujétate a mi mano.

-No quiero que me separen de ti, ¡eres lo único bueno que me queda! - Gimió Esmeralda.-

-Yo tampoco quiero perderte, eres la única amiga que he tenido nunca.- Sollozó Kaorinite a su vez afirmando con visible dolor.- Éste es un lugar muy cruel, te hace alimentar esperanzas para luego arrancártelas. Pero no te soltaré…



            Sin embargo, y pese a todo su esfuerzo de pronto fue incapaz de sujetar a su compañera. Las manos de ambas se hicieron intangibles y Esmeralda comenzó a elevarse entre la oscuridad. La muchacha gritó mientras subía…



-Te buscaré… Volveremos a estar juntas…no te olvidaré, Kaorinite… Si logro escapar no faltaré a nuestra promesa. Te ayudaré y no te abandonaré.

-Tampoco yo a ti…- Le aseguró ésta que ahora miraba hacia arriba sin ser capaz de ver nada.- Espero que tengas suerte y puedas salir de aquí.

-Amiga mía… - Sollozó Esmeralda adentrándose en esa tétrica oscuridad.- Hasta pronto, cuídate…Kaori.



            Elevándose entre la negrura, no supo cuando tiempo transcurrió, eso allí no tenía ningún significado. Al fin volvió a escuchar la voz de Diamante resonando una vez más. Fue cuando a lo lejos distinguió una luz blanca intensa y trató de aproximarse a ella. Ese resplandor la atraía y entonces le vio…



-¡Diamante!- Suspiró emocionada. -…



            Y al aproximarse vio que en efecto se trataba de él. No podía creerlo. Quizás hubiera muerto y le condenasen al mismo infierno que ella…pero después hablaron y el chico le explicó todo. Ahora, mientras se alejaba rumbo a la Eternidad con Azrael, regresó de aquellos recuerdos afirmando con pesar.



- ¡Ojalá las cosas hubieran sido de otro modo!  Y mis compañeros hubiesen tenido una posibilidad. Lamento mucho lo que hice con Rubeus. Hubiera merecido otra oportunidad. Igual que mi amiga Kaori.

- Has de saber que las cosas han sido como debían ser. – La confortó el ángel, agregando. - Y puede que para algunos de los que dices haya todavía una posibilidad.  Kaori fue destruida cuando, como tú, había cometido actos malvados y no los había expiado, pero al menos tenía un sentimiento de amor que podrá ayudarla. No es el mismo caso de tu compañero Rubeus que para ti murió malvado y sin amar a nadie más que a él mismo.

- Si no es para mí, al menos te suplico por esa chica. ¿No podría salvarla a ella Diamante? Quizás ambos podrían encontrar juntos el amor. Tenerse el uno al otro y compartir su cariño…-Sollozó la joven.-



            El ángel sonrió nuevamente haciendo que la muchacha sintiera una gran calidez. Y pudo responderla entonces con dulzura.



- Veo que, al final, tu amor te ha purificado completamente, dado que eres capaz de hacer ese sacrificio por el mortal al que amabas. Ya no es un sentido de posesión enfermizo sino un sentimiento noble y desinteresado. Le quieres hasta el punto de renunciar a él y deseas dar a otra la oportunidad que no pudiste gozar tú para hacerle dichoso. Sea pues.



            Y para asombro de Esmeralda una bola de luz de color gris cenicienta se acercó hasta ellos. El color de la misma fue aclarándose, si no era totalmente inmaculado si se acercaba bastante y entonces fue cuando esa luz tomó forma de mujer. Y esa figura le habló, ahora sus rasgos eran bien visibles, tenía unos ojos y un largo pelo color rojizo.



-Esmeralda. – Pudo decir aquella aparición. - Gracias por ayudarme. Te prometo que cuidaré bien de él. Aunque para serte sincera yo siempre amaré a otro hombre.

-No importa,- le respondió ésta esbozando una tenue sonrisa para afirmar. - Trata de ser feliz. Aprovecha la segunda oportunidad que yo no he podido tener, y sólo prométeme que le dirás a Diamante que siempre le querré.

-Así lo haré.- Aseguró Kaori devolviendo una gran sonrisa a su nueva amiga para añadir. - Ahora debo ir tras su aura o no podré salir. Se feliz en la Eternidad.



Y aquella silueta se alejó, siguiendo al muchacho que ya tan solo era un puntito en aquel vasto horizonte entre luminoso y cenital. Kaori recordó que, al poco de que su amiga desapareciera en aquella negrura, ella misma comenzó a flotar. Su túnica gris estaba casi inmaculada y la hizo elevarse hasta donde la aguardaban aquel ángel y su compañera de padecimientos…



-Y ahora quizás pueda conseguirlo. Pero yo… - Suspiraba la joven con lágrimas en los ojos.- No amo a ese hombre. Lo lamento, amiga mía. Ojalá hubieras podido ser tú…



Por su parte Esmeralda, al ver como se alejaba Kaori, tampoco pudo reprimir que las lágrimas le cayesen. Y esas lágrimas comenzaron a brillar. Tenían el color y el destello de un diamante puro. El ángel de la Muerte se detuvo entonces observando aquello.



- Espera un momento.- Azraél pareció hablar con alguien, esperando una respuesta, al fin se dirigió a la chica - No es algo muy normal, pero, por tu buen corazón y tu generosidad me han autorizado a desvelarte algo. ¿Te gustaría saber cómo habría sido tu vida junto a él?...

- No lo sé.- Pudo balbucear ella. - Es cruel mostrarme algo que jamás podré tener. - Aunque la chica guardó silencio y pareció reflexionar, al menos podría llevarse ese recuerdo y cambiando de parecer suplicó.- Si de verdad puedes hacerlo, me gustaría tanto, ¡por favor!- Le rogó la chica visiblemente emocionada. -

- Mira ante ti.- Le indicó el Ángel con una sonrisa muy jovial, extraña en su pétreo rostro. -



            Azraél señaló hacia un lugar entre aquella luz. Esmeralda miró y pudo ver la imagen de un bebé que se convertía en una preciosa chiquilla de pelo dorado y unos ojos color violeta intenso, iguales a los de Diamante. La niña cambiaba y un bello rostro de mujer la sustituía. ¡Se parecía tanto a la reina Amatista! Aparecía sentada en una mecedora, en el interior de una habitación, cerca de una ventana que dejaba ver un bello paisaje y un cielo lleno de estrellas. Acunaba a un bebé que tenía una intensa aura blanca a su alrededor. De repente, ella pareció mirar directamente a Esmeralda con un gesto de asombro, fue algo muy fugaz, la imagen enseguida desapareció. La muchacha, maravillada, le preguntó al ángel.



-¿Quién es esa mujer? No soy yo ¿verdad?...

- No, no eres tú, Esmeralda. Pero lo que has visto es parte de ti. – Respondió su interlocutor de forma enigmática. Ella intentó comprender las palabras de Azraél y al fin lo logró, entonces el ángel le confirmó lo que había sospechado.- Así es, esa mujer es la hija que tú y Diamante habríais tenido. Y ese niño que acunaba tu nieto, él será un niño muy especial, con una importante misión que cumplir. Me conocerá en sus sueños y viajará conmigo, ante él se someterán los más poderosos y se revelarán los secretos mejor guardados.

- Hablas de algo que nunca podrá suceder como si fuese a ocurrir,- musitó ella abatida para implorar con el dolor volviendo a martirizarla.  – Ya basta, no quiero ver más. ¡Te suplico que no me aflijas mostrándome un sueño imposible!....

- Quizás sí o quizás no, puede que, después de todo, tu ciclo no se haya cerrado aún.- Respondió enigmáticamente Azraél. -

- Pero ¿cómo sería posible eso? , yo he perdido a Diamante,- objetó Esmeralda - ¡Es imposible que vuelva al mundo de los vivos!

- Para ti y para él es imposible, pero nada lo es para el Creador. Él es Camino, la Resurrección y la Vida misma. A ti sólo te pareció perder a tu amado, yo mismo creí que debía llevarte, pero Él quería probar hasta qué punto llegaría tu amor y que demostrases que en verdad te habías purificado. Ambos debíais retornar a la Inocencia que perdisteis y efectivamente, tú sólo pensaste en su felicidad, le pediste que se fuera aun dejándote aquí, entregaste a esa otra alma tu propia oportunidad. Ese sentimiento de amor verdadero y de generosidad te ha redimido por completo. Has superado tu prueba. No, tú aun no debes venir conmigo. Tu lugar está en el mundo de los mortales.



La muchacha sonrió llena de alegría, aunque enseguida remitió su optimismo y quiso saber con un tono de objeción.



- Pero ¿cómo podré volver sin él?

- Yo mismo te guiaré.- La tranquilizó el Ángel, y en tanto decía esto ante ellos la luz de la Eternidad se fue alejando progresivamente. - De mi mano estarás segura.



            El poderoso ser la condujo de nuevo hasta la frontera, aun se vislumbraba una débil llama. Azraél volvió a esbozar lo que parecía una sonrisa. Esmeralda sintió un sinfín de cálidas sensaciones y un cosquilleo que recorrió su cuerpo su mente y su espíritu.



- Elévate y pasa a través de la luz.- Le indicó el ángel. - Al hacerlo olvidarás las cosas que has visto. Casi será como volver a nacer. Atravesando ese portal de plata por el que todos accedéis al mundo material.

-Pero. ¿Lo olvidaré todo? - Quiso saber la chica con cierto temor.- ¿Incluso a esa niña que será mi hija?...

-Tus padecimientos en el Infierno se borrarán aunque sabrás que de algún modo sufriste en él para purgar tus culpas. Y en lo relativo a vuestro futuro. También olvidarás a tu hija, únicamente cuando llegue el momento recordarás, puede que algunas cosas acudan a ti en forma de sueños y visiones. Pero solamente a su debido tiempo, pues eso es algo que os deberéis labrar entre los dos. Ahora, comienza tu vida y sé feliz con tu amado. Cuando llegue en verdad tu hora de rendir nuevamente cuentas yo vendré a buscarte. Hasta entonces vive con rectitud y pureza y ama mucho.

-Lo hare, eso te lo puedo prometer. He aprendido la lección. Seré otra persona muy distinta de la que fui cuando caí aquí. Haré cuanto pueda por ayudar a los demás y por compensar mis malas acciones. Lo juro. - Declaró la emocionada muchacha.- Gracias…



            El ángel la impulsó suavemente hacia la luz. Esmeralda sonreía radiante de felicidad y muy agradecida. Ahora veía hasta qué punto era poderoso y bello aquel ángel inmenso. Sin embargo, al fin Azraél se fue empequeñeciendo a su vista por la distancia hasta que desapareció. Tras unos instantes que le parecieron eternos, Esmeralda atravesó la luz y salió de las llamas, Nube Alta se sorprendió al verla. Ella cayó al suelo jadeando y dominada por la impresión de su vuelta a la vida terrenal no se dio cuenta en un principio de que iba desnuda. Al percatarse de esto y de la presencia del anciano indio se cubrió las partes íntimas de su cuerpo y los pechos instintivamente con las manos. Su pelo volvía a ser verdoso, aunque casi tirando más a rubio. Nube Alta solamente sonrió de forma débil y le lanzó una manta que ella usó para taparse, el Chamán esperó a que esa recién llegada se cubriese para mirarla inquisitivamente y preguntar.



- Tú eres la joven que él fue a buscar. ¿No es así?

-Sí señor.- Admitió su desconcertada  interpelada.-

-Veo que después de todo lo hizo bien. Ambos habéis vuelto a la inocencia.- Sonrió el chamán.-



            Y esas palabras hicieron recordar a la joven precisamente eso. Que estaba allí como si acabase de llegar al mundo. Cosa que por otro lado era exactamente lo que había pasado…



- No lo entiendo - dijo ella visiblemente avergonzada. - Yo llevaba una túnica cuando salí de allí.

- Esa era tu envoltura espiritual, el símbolo de tu redención,- le explicó Nube Alta que acto seguido preguntó. -Dime ¿Eres tú la mujer que amaba a ese muchacho, verdad?

- Sí, soy yo… y usted. ¿Es el hombre que le ayudó? - Quiso saber ella a su vez. -

- Solamente hice lo que mi corazón y mi espíritu me ordenaron hacer. Escuché la voz de mis antepasados. Aunque algo me desconcierta. Hubo otra mujer que apareció junto a él. Al principio creí que esa otra eras tú. Dime, ¿acaso te ligaba algo a ella? - La interrogó el indio, ahora con un gesto más sorprendido. –

-¿Otra mujer?- Inquirió ella.-

-Tan solo estuvo aquí un instante, retornó al plano espiritual sin poder materializarse por completo.- Le aclaró su contertulio.-



            Esmeralda entonces le contó lo que había sucedido, eso sí podía recordarlo todavía. El viejo Chamán comprendió. Ahora sabía el porqué de lo ocurrido. Y a su vez le dijo a su interlocutora.



-En ese caso, aquella muchacha sigue perdida. Su cuerpo no recibió plenamente su alma de vuelta. Debe estar atrapada puesto que no fue reclamada por su verdadero amor. No podrá regresar hasta que el que está destinado a ella esté a su lado. Su forma humana era una ilusión, desapareció de nuevo, ahora estará en un lugar distinto. Únicamente pudo mirarme y decir una palabra, Tau. No comprendo su significado. Pero por el momento, eso no debe preocuparte.

-¿Y el príncipe Diamante? ¿Está bien?  - Preguntó ella con preocupación. -

-No temas por él. Duerme en el poblado, está al cuidado de mi gente. – Repuso el chamán que señaló hacia abajo con una de sus manos en tanto le contaba a la muchacha. - Llegó agotado, es normal, después de usar su poder espiritual durante tanto tiempo y tan a fondo. Forzó sus capacidades más allá de su límite. Lleva inconsciente tres días.

-¿Tanto tiempo?, pero, no puede ser, si hace muy poco que hablé con él...- repuso Esmeralda asombrada -

-Has de saber que el tiempo no transcurre de igual modo en este mundo que en el de los espíritus – Le explicó el chamán, añadiendo. - Una cosa más, ahora que vuelves a ser humana irás olvidando algunas cosas que has experimentado en el otro plano de existencia. Asuntos que no deben ser revelados a los mortales.

-Sí, creo que algo así me dijo Azraél…- Musitó como si tratase de hacer memoria.- Creo que se llamaba así.

             

La chica observó a aquel hombre con visible desconcierto, era verdad, ya no se acordaba de casi nada de su conversación con el ángel. El recuerdo de su hija del futuro se había borrado de su memoria. Se sentía como si hubiera despertado tras soñar. Y lo mismo que en un sueño, sin casi darse cuenta aquellos recuerdos se diluían. Pensó que aquel hechicero o lo que fuera debía de tener razón. De seguro que en aquella dimensión no debía de existir el tiempo, al menos no igual que en la Tierra. Enseguida dejó de pensar en eso, yendo a preocuparse por la suerte de su amado y le pidió al anciano.



- ¡Lléveme con él, por favor! , quiero estar a su lado y cuidarle, ¡se lo debo! Le debo estar de nuevo en esta vida y no consentiré que sufra más por causa mía. Le quiero y ya es hora de empezar a demostrarlo con actos nobles, no egoístas como hice en el pasado.

- Dices bien,- aprobó Nube Alta - eso es lo correcto, sígueme.



El anciano hechicero se envolvió junto a Esmeralda en una burbuja de energía y ambos bajaron lentamente desde el picacho hasta la aldea al tocar tierra. Siguieron entonces caminando por  un intrincado sendero. Una vez que llegaron ella miró a su alrededor, pudo ver una sucesión de cabañas e incluso de tiendas de piel que recordaban un pasado de apego a las antiguas tradiciones. Nube Alta le indicó con su mano la aldea y dijo a modo de despedida.



- Yo debo dejaros ya. Os deseo una larga y próspera vida y que siempre marchéis por el sendero del bien. Muchos hijos sanos y felicidad.

- Muchas gracias, noble anciano. Nunca olvidaremos lo que has hecho…- Sonrió la joven que, cuando se dirigió a mirarle, ya no le encontró. - ¿Anciano?



            Quedó sorprendida, ¿dónde se habría metido? No podía verle en bastantes metros a la redonda...



- No es momento de pensar en eso.- Se dijo Esmeralda - Diamante me necesita.



            Corrió hacia la aldea, empezó a mirar por todas las cabañas ante el asombro de sus habitantes. En ninguna estaba. La muchacha se sentía desolada y llena de angustia. ¡Ahora que estaba en el mundo de los vivos, era incapaz de encontrar al que trató de sacarla del más allá! Por suerte, el desasosiego duró poco, llegaron a ella dos ancianas que la hicieron señas. Esmeralda las siguió y éstas la llevaron a una casa donde Diamante descansaba. Allí, en torno suyo, se arremolinaban bastantes vetustas mujeres y hechiceros tratando de aliviarle con pociones y vapores y entonando toda clase de cánticos. La joven se acercó hacia él y tanto las ancianas como los curanderos se apartaron. Al menos eso pensó ella que eran. Uno de esos individuos estaba auscultando a Diamante.



-Tendrá que permanecer aquí algún tiempo.- Dictaminó.-

-¡Por favor!- Le pidió Esmeralda.- Dejen que esté a su lado.

-¿Le conoce usted?- Inquirió otro tipo, que no vestía precisamente como los típicos indios americanos.- Le encontramos aquí, tendido en el suelo. Había estado arriba, en uno de los picos sagrados. No se puede subir ahí.- Remachó con un tono a medio camino entre el temor y la contrariedad.-

-Estos turistas siempre haciendo locuras.- Añadió otro, que lucía una camiseta y pantalones vaqueros.-



            Ese tampoco daba la impresión de llevar el atuendo típico de los indios. Al menos por lo que ella habría imaginado. La verdad, no conocía apenas nada sobre esa gente. Pese a que en Némesis tuvo una buena educación, no le hablaron demasiado sobre los nativos americanos del siglo veinte. Lo poco que alguna de sus droidas le mostró fue para que ella dibujase sus ropas. Esos vestidos de pieles, los mocasines y también esas trenzas que ella a veces se hacía de cría.



-Num, mi droida institutriz, siempre decía que eran gentes primitivas. Está claro que no tenía ni idea.- Pensó ahora con una mezcla de nostalgia y agradecimiento hacia esas personas.-

-Disculpe, señorita. ¿Quién es usted?

-Me llamo Esmeralda, y soy…bueno, su novia.- Se atrevió a decir.- Tuvimos un accidente, ¿sabe?



            Viniendo envuelta en una manta como estaba, nadie quiso poner en duda aquello. Y la atención de la chica y de los que allí estaban se centró en el convaleciente. El príncipe deliraba presa de la fiebre agitándose en un sueño intranquilo. La muchacha enseguida se lanzó a atenderle, puso una mano sobre su frente y notó que ardía. Esas gentes la dejaron hacer, incluso le trajeron un cuenco con agua y un paño. Ella lo mojó y se lo puso, después sostuvo una mano de él entre las suyas.



- Descansad mi amor,- le susurró con voz dulce. - Estoy a vuestro lado, me han concedido otra oportunidad gracias a vuestro valor y no dejaré que seáis vos  el que ahora se vaya.

-Le dejaremos a su cuidado, señorita. Más tarde cuando usted descanse también, ya nos aclarará esto.- Comentó amablemente Flecha recta, que había entrado en la casa hacía unos instantes.-

-Muchas gracias. No se preocupen, yo me encargaré.- Le aseguró ella con reconocimiento.-



            Así lo hizo. Pasaron varias horas en las que no se movió de allí, las ancianas y algunas muchachas de la tribu le trajeron ropas para que pudiera desprenderse de aquella rústica manta.



-¿Tienen ropas tradicionales?- Quiso saber ella.- Desearía honrarles, y agradecerles de algún modo su amabilidad.

-Si eso es lo que desea.- Le contestó una mujer ya entrada en años, asintiendo con satisfacción.-



Y se las trajeron. La joven se puso aquellos vestidos de piel y siguió al cuidado de Diamante. Pasó despierta toda la noche a su lado, él parecía haberse sumido en un sueño más tranquilo y la fiebre había comenzado a ceder. Esmeralda había estado acostumbrada a una vigilia eterna, pero ahora notaba como volvía a ser mortal, el cansancio y el sueño poco a poco se iban apoderando de ella, también la sensación de hambre. Cayó rendida por todo aquello y se durmió, despertó con las primeras luces del atardecer. Su príncipe seguía durmiendo plácidamente. La fiebre había cedido por completo al fin.  La muchacha se levantó un momento y las mujeres de la tribu le trajeron algo para comer, pan y leche de cabra, que ella devoró con muchas ganas.



-Está muy bueno, muchísimas gracias.- Les dijo reconocidamente a esas individuas que se sonrieron.-



La propia muchacha se sorprendió del hambre que tenía, casi se había olvidado de lo que era comer. Al terminar, volvió junto a Diamante que parecía despertar, de nuevo le sujetó de las manos llena de expectación y alegría contenida y él, por fin, abrió los ojos. Para el muchacho despertar y ver su sonrisa fue la visión más bella de este mundo. Al principio creyó soñar, volvió a cerrar los ojos y al reabrirlos pensó que ella desaparecería o que se trataría de alguna joven india  a la que, en su delirio, habría tomado por su amada. Pero Esmeralda seguía allí y le habló con mucho amor, acariciándole el pelo con suavidad.



- Soy yo mi príncipe, soy real, ¡lo conseguisteis! Gracias a vos me han dado otra oportunidad de vivir. Desde ahora seré otra mujer, ¡lo juro! Seré digna de vos, de este nuevo comienzo. Quiero estar a vuestro lado y amaros siempre



            Esmeralda no pudo evitar llorar según pronunciaba esas palabras y ambos se abrazaron, Diamante aun con la voz un poco débil, pero llena de júbilo, dijo.



- ¡No puedo creerlo, gracias a Dios y a Azraél!, no era tan terrible después de todo.

-¿Aun recordáis lo que ocurrió? - Preguntó la perpleja chica para comentarle a su vez - yo no me acuerdo de casi nada, es más, sé que el Ángel de la Muerte me dijo algo importante pero no logro recordar que fue...



Y efectivamente, ya no recordaba nada de las revelaciones hechas por aquel ser de luz, incluso el recuerdo de Kaori se había desvanecido de su mente por entero.



- Eso no importa ya,- intervino Diamante rebosante de felicidad aunque también había perdido la mayor parte de sus recuerdos, conservando únicamente retazos en su memoria. - ¡Lo principal es que nos tenemos el uno al otro! ¡Ahora por fin podremos dedicarnos a nosotros, sin luchas y sin sufrir los engaños de nadie!

- Podremos empezar una nueva vida, seguro que seremos muy felices, mi príncipe.- Afirmó ella. -

- Así será, junto a mi hermano, las hermanas  Ayakashi y muchos amigos más. No estaremos solos, ¡ya lo verás! - Añadió con algo de comicidad para disipar la profunda emoción que les rodeaba. - Lo único problemático será buscar trabajo, esto no es como en Némesis, ¡ja, ja!

-¡Oh, mi amado príncipe!,- sonrió ella conviniendo animosamente. - No importa lo que tengamos que hacer, de ahora en adelante lo superaremos juntos. Ya hemos salido de lo más difícil.

- Tienes razón. - Convino él, que sin embargo matizó. - Pero ya no vuelvas a llamarme príncipe. Olvida la etiqueta de palacio. Todo eso se acabó, para ti solo soy Diamante. ¿Sabes Esmeralda? Recuerdo que uno de aquellos demonios me ofreció multitud de riquezas y de reinos. Incluso cambiar el pasado, pero que el precio que  me pedía era que renunciase a ti y a esta vida. Podría haberte tenido, sí. Aunque como súbdita, o controlada por poderes oscuros. Y yo tomé mi decisión. ¡Basta de sueños de poder!, ¡no más venganzas estúpidas! No deseo hacer sufrir a nadie más. No volveré a cometer dos veces el mismo error. Jamás pediré el amor de nadie en contra de su voluntad.

- Para mí siempre serás mi príncipe...gentil y valiente. Mi amor os lo entrego con todo mi corazón. Vuestros deseos…. - la muchacha se detuvo y sonriendo entre lágrimas corrigió. – Perdóname, me va a ser algo difícil. Tus deseos serán los míos.- Remachó visiblemente emocionada -



            Diamante, recuperando poco a poco sus fuerzas, se incorporó devolviéndole la sonrisa en tanto la tomaba del mentón suavemente con una de sus manos para decir...



- Pues sabes lo que deseo ahora más que nada.- Esmeralda le miró inquisitiva negando con la cabeza y él le desveló divertido. - Comer algo, me muero de hambre. ¡Ja, ja!



            Ambos se rieron con muchas ganas, era una sensación maravillosa. Se sentían libres de todo y muy felices por primera vez desde hacía tanto tiempo. Y por una vez la estruendosa risa de ella quedó casi silenciada por las carcajadas de él. Al poco Diamante fue servido por las chicas del poblado que le trajeron lo mismo que a antes para Esmeralda. Él comió con idéntico voraz apetito dejándolas asombradas.



- Como deseo- decía entre bocado y bocado- volver a reunirme con todos mis amigos y mi hermano, ¡ya verás cuando te vean!... ¡la cara que van a poner!, sobre todo las guerreras.

-¿Las Guerreras? - Repitió su interlocutora asombrada preguntando no sin prevención. - ¿Cómo crees que me recibirán? En el pasado fui muy malvada con ellas.

- No temas.- La tranquilizó jovialmente Diamante tras beberse de un sorbo un gran cuenco de leche. -Ellas te recibirán como a una amiga. Estoy seguro, igual que hicieron con las hermanas...

- Así que ellas también rehicieron sus vidas,- sonrió Esmeralda entusiasmada. -¡Es maravilloso! Ese es ahora mi mayor deseo.



            Diamante asintió y le contó a ella lo que había sucedido desde que conociera a Roy y a los otros, le habló de cómo se habían entrenado, hecho amigos y luchado contra los demonios invasores y después, como él decidió partir en su busca y finalmente las peripecias de su entrenamiento con el chamán. La joven le escuchó con muchísima atención.



-¿De veras hiciste todo eso? ¡Es algo increíble!

-Sí, y en muchas ocasiones, el pensar que podría tener una oportunidad de recuperarte, me ayudó más de lo que podrías llegar a imaginar.



            La joven sonrió abrazándose a él. Solamente el escucharle pronunciar aquellas palabras la colmaba de felicidad. Había esperado por oírle decir algo como eso desde que le conociera en Némesis.



-Ahora que por fin estamos juntos será maravilloso.- Suspiró llena de alegría.-

 -Sin embargo, lo mejor de todo y lo más difícil será empezar de cero. Pero lo conseguiremos.-  Declaró él.-

- Esto es como un sueño para mí.- Afirmó la joven.-

- Sí, es mi sueño también,  y ahora todos juntos comenzaremos a hacerlo realidad.- Le dijo Diamante con una amplia sonrisa. - Junto con los demás, mis amigos, mi hermano Zafiro y las hermanas Ayakashi. Bueno ahora ya no se llaman así. Se cambiaron el nombre por Malinde, creo.

- Me gustaría saber cómo lo lograron, tendré que pedirles ayuda para adaptarme.- Afirmó su interlocutora.-

- No es tan difícil, ¡ya lo verás! Es más, te diré que yo cambié cuando supe por Guerrero Luna que ellas eran felices viviendo en la Tierra, fue como si me abriesen los ojos. Será estupendo, cuando nos recuperemos del todo nos reuniremos con ellos.

-Bueno. No sé.- Suspiró Esmeralda ahora al escuchar el nombre de aquella sailor.-

-¿Qué ocurre?-Quiso saber su contertulio, observándola con algo de inquietud.-



            La chica se tomó unos instantes para responder, y tras suspirar le confesó.



-Después de todo el mal que intenté hacerle, no tengo valor para mirarla a la cara.

-Te comprendo muy bien. También yo hice cosas incalificables contra ella y los suyos. Pero te aseguro que es de las que da segundas oportunidades a la gente.

-Ojalá que sea así.- Asintió una más esperanzada muchacha.-

-Vayamos paso a paso. – Comentó él.- Ya hemos conseguido lo más difícil, retornar al mundo de los vivos.  Ahora, lo primero es irnos recobrando. Después ya iremos a reunirnos con los demás. Prometí a mi hermano y a un buen amigo que así sería.



            Y tras esas palabras, llegó la tarde. Cada uno fue alojado en una casa distinta. Ambos coincidieron que, pese a todo, era prematuro que estuvieran juntos bajo el mismo techo. Deseaban irse viendo poco a poco. Ir construyendo su relación como si esta jamás se hubiese visto truncada cuando vivían en Némesis. Esmeralda desde luego estaba llena de ilusión y expectativas. Volvía a ser esa chiquilla soñadora y entusiasta que anhelaba una oportunidad de conquistar a su amado príncipe. Y ahora esa oportunidad había llegado.



-Debo esforzarme en todo.- Se decía.- Recuerdo las lecciones de Num para complacer a los hombres. Y cuando llegue el momento estaré lista para ponerlas en práctica.



            Y en efecto, aquella droida suya le enseñó muchas cosas íntimas cuando Esmeralda llegó a la adolescencia. Ahora se miraba en un pequeño espejo que le había prestado. Lucía hermosa otra vez, su cuerpo era joven y voluptuoso, su cabello volvía a tener esa tonalidad verdosa, tan llamativa ahora. De hecho, había percibido como las chicas del poblado la observaban con una mezcla de fascinación y extrañeza.



-A buen seguro nadie de ellas tendrá este color de pelo. A decir verdad, incluso a mí misma me parece extraño ahora. Pero he aprendido a valorar que hay cosas mucho más importantes que la mera apariencia. Y lo que más ansío con todo mi corazón es hacer feliz a Diamante y que formemos una familia. Aunque también quisiera ser capaz de cumplir mi otro sueño.



            Y es que también tenía un cuaderno de notas y un lápiz. Se los habían traído cuando los pidió en tanto cuidaba a Diamante. En ellos había empezado a dibujar algunos bocetos, inspirándose en las vestiduras tradicionales de los Doné.



-Diseñaré algunos hermosos vestidos para ellas. Es lo menos que puedo hacer. Bueno, eso y ayudar en sus tareas.



Efectivamente, se aprestó a eso. Esmeralda cosía las ropas, incluso fue haciendo vestidos para muchas mujeres del poblado ganándose su aprecio. También la enseñaron a cocinar. Diamante por su parte ya había aprendido algunas cosas de esas en el Cielo.



-Uno de mis maestros, un tipo llamado Kaio, era muy buen cocinero. Y mi amigo Roy, también era  bastante habilidoso. Pude aprender de ellos, además de entrenarme.- Le contó a la muchacha.-

-¿De modo que estuviste pelando patatas?- Se sonrió ella cuando él se lo relató.-

-Así es, y aunque al principio me molestó, creyendo que un príncipe no debía rebajarse a eso. Pronto me di cuenta de lo estúpido que era.- Le confesó él. – Debemos ser capaces de hacer cualquier cosa por ayudar a los demás y trabajar en equipo, por el bien de todos. Con mi hermano, Roy, Nephrite y Ail, formé un equipo magnífico. Todos en igualdad. Dispuestos a sacrificarnos por el compañero. Logramos el espíritu de cooperación y camaradería que nuestros antepasados poseían cuando colonizaron nuestro mundo.

-Eso es muy bonito.- Asintió Esmeralda, agregando reflexiva.- Y fue lo que nos faltó. En fin, una de tantas cosas que no hicimos nosotros en Némesis. De haber prestado más atención a los demás, las cosas hubieran sido distintas. Recuerdo todavía las últimas palabras de tu madre, la reina Amatista. “La paz es el camino”, nos advirtió y no quisimos escucharlas.- Suspiró arrepentida de ello.-



            Diamante le pasó un brazo alrededor de los hombros y la atrajo hacia sí. Asintió despacio. ¡Hubiese dado cualquier cosa para que su madre pudiera verles ahora!



-Seguro que ella será feliz. Donde quiera que esté.- Afirmó él.- Y honraremos su memoria y la de los demás.

-Y si algún día, tuviéramos una hija. Desearía llamarla como ella.- Le contestó una emocionada Esmeralda.-



            Por supuesto Diamante asintió. Estaban allí, en medio de ese lugar desértico, rodeados de casas y hogans de los doné. Les parecía algo irreal. Aunque, en cierta forma, les daba la extraña sensación de comenzar donde debían.



-Por favor, extranjero. ¿Podrías ayudarnos?-Le pidió la voz de un hombre que corría hasta él sacándole de aquellas reflexiones.-



             Diamante enseguida respondió afirmativamente, estaba deseando poder corresponder a aquellas gentes por su amabilidad y generosidad para con ellos. Así pues quiso saber.



-Por supuesto, ¿de qué se trata?

-Uno de nuestros camiones ha pinchado, tenemos que cambiar la rueda y el gato no funciona. No tenemos otro capaz de mover ese peso. Estamos intentándolo entre varios hombres, pero precisamos de más ayuda.

-Muy bien, dejadme eso a mí.- Asintió él.-



            Esmeralda sonrió divertida. Siguió a su novio y vio cómo, efectivamente, un grupo de donés intentaba levantar ese pesado vehículo. Otros estaban intentando quitar una rueda pinchada y dos más rodaban una rueda de repuesto tratando de acercarla.



-Por favor.- Les pidió el príncipe.- Dejadme el camión a mí.



En un principio aquellos tipos se miraron sin comprender. No sabían a qué se refería exactamente, aunque Diamante enseguida les aclaró.



-Yo lo levantaré y aprovecháis a cambiar la rueda.

-¿Pero qué estás diciendo, extranjero?- Le preguntó uno de los jóvenes, mirándole como si estuviese loco, más  cuando le expuso.- Somos doce hombres y no hemos podido elevarlo lo suficiente. ¿Cómo podrías hacerlo tú solo?



            Su interlocutor se limitó a sonreír, afirmando divertido.



-Con mucho cuidado.



            Esmeralda se tapó la boca para no reír, también algo incrédula. Aunque no tardó en solicitar a ese individuos con tono amable.



-Por favor, confíen en él.

           

            Y tras unos instantes de estupor, otro de aquellos indios algo más entrado en años, asintió, comentándole al resto con gesto entre incrédulo y divertido.



-Por lo menos, nos vamos a reír un poco.



            Los otros se apartaron dejándole a ese extraño el campo libre. Diamante no se lo pensó mucho, con cuidado se quitó la camisa que llevaba dejando su fornido torso al descubierto. Luego se agachó hasta ponerse en cuclillas, tanteó los bajos del camión buscando un asidero, tensó sus músculos y con ambas manos agarró ese pesado vehículo, indicando al resto.



-A la de tres, cuando cuente, que alguno se aproxime a quitar la rueda.



            La única réplica que obtuvo fue la algunas carcajadas. Pero inasequible al desaliento y sonriendo divertido, asintió despacio para comenzar en tanto pensaba.



-Comparadas con las risas de desdén del maestro Piccolo cuando quería provocarnos esto no es nada.- Y añadió ahora en alta voz.-  Allá voy. Estad preparados. Uno…dos…



            Esmeralda observaba expectante. Confiaba en su amado, aunque tenía algunas dudas. ¿Y si ahora eran únicamente personas normales? Al menos, ella no gozaba de ningún poder extraordinario. ¿Acaso Diamante sí que los conservaba? Desde luego, no iba a tardar en descubrirlo.



-Tres…- Concluyó él en tanto comenzaba a hacer fuerza para elevar aquella mole.-



            Sus bíceps aumentaron de tamaño, congestionándose para tirar de semejante carga. Los trapecios e incluso los pectorales del joven crecieron de tamaño dándole un aspecto realmente imponente. Esmeralda desde luego le miraba sin perder detalle. Lo mismo que el resto. Y a los pocos instantes, ante el estupor primero, y las bocas abiertas de los doné, después, ese extranjero comenzó a levantar aquel gran camión como si de una pluma se tratase. Tanto que el mismo Diamante tuvo que detenerse y mantener aquello en desnivel para declarar algo azorado.



-¡Perdón! Casi me paso y lo vuelco.



            Y como nadie era capaz de reaccionar, presa de la estupefacción más absoluta, el chico añadió con jovialidad.



-¡Vamos! No me gustaría pasarme así todo el día.



            Al fin, ante las indicaciones de los mayores quienes fueron los primeros en reaccionar tras la sorpresa, algunos jóvenes fueron a cambiar la rueda. Entre dos quitaron la que estaba pinchada en tanto los otros que aguardaban con la de repuesto finalmente se decidieron a acercarla. Miraban a esa especie de Sansón con ojos muy abiertos. El muchacho únicamente se sonrió un poco sin concederle importancia. Y Esmeralda se limitó a deleitarse observando a su novio y esa espectacular forma física que lucía. Por fin, tras unos diez minutos, la rueda quedó cambiada y el joven dejó descansar cuidadosamente a aquel vehículo sobre el terreno.



-¿Quién eres tú, extranjero?- Quiso saber Flecha recta, quien, como el resto, había presenciado atónito esa portentosa exhibición.- Pareces un legendario guerrero de las historias de nuestros ancestros

-Únicamente soy alguien que os está muy agradecido.- Repuso Diamante ofreciéndose con afabilidad.- Si puedo hacer cualquier otra cosa por vosotros. No dudéis en pedírmelo.



            Los otros miembros de la tribu le observaban ahora casi con temor reverencial. Fue Esmeralda quien intervino para convenir con su pareja.



-Por favor, no tengáis ningún temor. Solamente deseamos ayudaros. Como Nube Alta nos ha ayudado a nosotros.

-¿Quién?- Inquirió uno de los muchachos allí presentes.-

-Vuestro chamán.- Respondió Diamante con tono seguro.-

-No conocemos a nadie que se llame así.- Replicó otro indio igual de sorprendido que sus compañeros.-



            Ahora fueron Diamante y Esmeralda los que se miraron con estupor. ¡Eso no podía ser! Aquel hombre santo les había ayudado…y estaba en la cima de aquel pico. Así lo indicó el príncipe de Némesis señalando con una mano que apuntó con el dedo índice en dirección a ese elevación.



-Vengan un momento conmigo, por favor.- Les pidió Flecha Recta con gesto tan perplejo como los otros.- 



            Los dos le acompañaron hasta una de las casas más grandes, propiedad de aquel hombre. Una vez dentro, su anfitrión fue en busca de algo. A los pocos minutos regresó.



-Miren. ¿Se refieren a este hombre?



            Diamante y Esmeralda contemplaron una fotografía que daba la impresión de ser muy antigua. Con tonos desvaídos de blanco y negro y un papel amarilleado por el tiempo. Ante ellos aparecía un nativo americano ataviado con algunas plumas en la cabeza, y un chaleco.



-¡Nube Alta!- Exclamó Diamante.- O, si no lo es, el parecido es asombroso.

-Fue un antepasado mío, o mejor dicho, el hermano de mi tatarabuelo.- Les desveló Flecha Recta.-

-Pero. ¿Cómo es posible? Yo vi a ese hombre.- Afirmó una a su vez atónita Esmeralda.-

-Cuando estuvimos allí arriba.- Insistió Diamante. –



            Su anfitrión guardó silencio durante unos instantes, no tardó en contestar.



-Un tío mío es chamán. Creí que era a él a quien usted vino a ver.- Se dirigió al perplejo chico que le escuchaba, agregando.- Con la vida moderna quizás hemos ido perdiendo muchas de nuestras tradiciones y secretos. Pero algunos de los nuestros todavía son depositarios de ellos.

-¿Qué cree que debemos hacer pues?. ¿Buscar a alguno de esos chamanes?- Intervino Esmeralda.-

-No lo sé. - Suspiró el indio.- Puede que sean ustedes los que tengan la respuesta. A la vista está que no son personas corrientes. El pico de la montaña en el que dicen haber estado es sagrado. Nadie va allí desde hace muchísimos años. Creemos que es morada de espíritus. Por ello, quizás las respuestas que buscan sigan allí. Si es que alguien invocó a esos jeii.

-¡Un momento!- Terció Diamante. Esa palabra me es familiar, Nube Alta la pronunció en relación a un dibujo que había allí, hecho con granos de arena. Ahora recuerdo lo que me dijo entonces. Pasada mi prueba volvería para comprender el significado de aquello.

-Entonces volvamos allí.- Le animó su novia.-

-Aquí nadie se atreverá a acompañarles, espero que sepan subir por sus propios medios.- Alegó Flecha Recta.-

-No se preocupe por eso.- Sonrió Diamante.-



            Los dos jóvenes dijeron adiós al alcalde del pueblo y tras comer alguna cosa partieron. Tras dar las gracias a los componentes de la tribu por sus cuidados, se alejaron del poblado lo bastante para no ser vistos.



-Ya hemos llamado mucho la atención.- Declaró el príncipe.-

-Sí, y lo único que deseo es que podamos vivir tranquilos.- Convino Esmeralda.-



            Y una vez puesto aquello de manifiesto él la tomó en brazos y voló rumbo a las nubes.



- Vamos a ver a Nube Alta. Si es que eso es posible. Quisiera volver a darle las gracias y a que nos aclare qué está sucediendo.- Comentó Esmeralda. -

- Sí, yo también,- convino Diamante añadiendo con visible reconocimiento. - Estamos juntos en buena parte gracias a él. Al contrario que ese maldito nigromante que nos empujó a la perdición él sí que es un hombre muy sabio. Me ha hecho ver que todavía tengo muchísimo que aprender.



            Llegaron entre tanto hasta el picacho pero Nube Alta no estaba. Descendiendo despacio se posaron allí. Aquel dibujo tan enigmático seguía incólume.



-Es curioso, pese a las ráfagas de viento que soplan en este lugar, la arena no se ha disgregado.

-Creo que, hasta que no liberemos al espíritu de Nube Alta, no lo hará.- Afirmó Esmeralda en un alarde de intuición.-



            Diamante la observó sorprendido, no tardó en preguntar.



-¿Cómo sabes eso?

-No lo sé, es como si la brisa me susurrara cosas.- Comentó ella algo desconcertada.-



            Los dos miraron ahora a ese extraño dibujo, daba la impresión de ser una media luna con las puntas hacia arriba que atravesaba una especie de reloj.



-¿Qué significará?- Inquirió Esmeralda apenas susurrando las palabras.-

-Quizás debiéramos concentrarnos y meditar, como él me enseñó.- Sugirió el joven.-



            Lo hicieron sentándose en la postura del loto y tomándose de las manos. Cerrando los ojos, Diamante le explicó a la chica.



-Respira profundamente y no trates de forzar nada, únicamente déjate llevar, como si fueras a dormirte.



            Ella asintió despacio, sin hablar. Ambos permanecieron así, en silencio, durante un rato. No parecía suceder nada pero estaban seguros de que tenían que mostrar paciencia. Así, poco a poco, una música venida de todas partes y ninguna les envolvió. Y voces que provenían del viento les cantaron…



Wa-hey, hey-wa, wa-hey,
Hey hey-um ah-ah-ah Hey Mama mama
ya-hay mia ah oh wa-hey.



El espíritu del halcón.
Hey hey-um ah-ah-ah Hey Mama mama
ya-hay mia ah oh wa-hey.
El espíritu del halcón.
Hey hey-um ah-ah-ah Hey Mama mama
ya-hay mia ah oh wa-hey.

Yo y mi águila, yo y mi amor,
lo alto de una colina, con el cielo.
Llévame a un mayor amor, que vuelan lejos.
Yo y mi águila, yo y mi amor.

El espíritu del halcón.

Hey hey-um ah-ah-ah Hey Mama mama
ya-hay mia ah oh wa-hey.
El espíritu del halcón.
Hey hey-um ah-ah-ah Hey Mama mama
ya-hay mia ah oh wa-hey.

Instrumental

Yo y mi guerrero, a mí ya mi amor,
que tengo que volar más, son los mismos.
El que volar por el amor, vuela lejos.
Yo y mi guerrero, a mí y a mi amor



Al abrir ambos los ojos no pudieron dar crédito a lo que vieron. Un grupo de indios, hombres y mujeres, de apariencia etérea, danzaban a su alrededor. Junto a ellos, estaba sentado Nube Alta. Vestido como un jefe. Y sobrevolándoles, la figura de un halcón.

El espíritu del halcón.
Hey hey-um ah-ah-ah Hey Mama mama
ya-hay mia ah oh wa-hey.
El espíritu del halcón.
Hey hey-um ah-ah-ah Hey Mama mama
ya-hay mia ah oh wa-hey.
El espíritu del halcón.
Hey hey-um ah-ah-ah Hey Mama mama
ya-hay mia ah wa-hay-ah mama.
Hey hey-um ah-ah Hey Mama



Al poco, y manteniendo el silencio, oyeron al propio Nube Alta declarar con tono triste y resignado…pero no se dirigía a ellos, era más bien como si aquellas fueran palabras pronunciados en otro tiempo muy lejano.



-Mi pueblo, algunos de ellos tuvieron que huir a las colinas. Y no tienen refugio, ni comida, nadie sabe dónde están. Oídme, mis jefes, estoy cansado. Mi corazón está triste y enfermo. No lucharé más.



Hey hey-um ah-ah-ah Hey Mama mama
ya-hay mia ah oh wa-hey.
El espíritu del halcón.
Hey hey-um ah-ah-ah Hey Mama mama
ya-hay mia ah oh wa-hey.
El espíritu del halcón.


Hey hey-um ah-ah-ah Hey Mama mama
ya-hay mia ah wa-hay-ah mama.
Hey hey-um ah-ah Hey Mama



No luchar más

No luchar más

No luchar más



(Rednex. The spirit of the Hawk, crédito al artista) https://www.youtube.com/watch?time_continue=2&v=Yau8nHOXhug



            Poco a poco la canción se fue diluyendo, y esas visiones desaparecieron. Sin embargo, Nube Alta permaneció junto a ellos, y Diamante al fin le preguntó con asombro e inquietud.



-Maestro, parece que también estás afligido. ¿Podemos ayudarte?

-Las cosas que han sido no se pueden cambiar. Estas son visiones de lo que fueron.- Respondió serenamente el interpelado.-

-Entonces, ¿por qué nos has mostrado todo esto?- Inquirió Esmeralda, perpleja a su vez.-

-Vuestro destino está entrelazado con la media luna creciente. El tiempo ha vuelto sobre sus pasos para cambiar lo que sucederá, que no lo que ha sucedido. Pero las cosas son y nada puede alterarlas sin destruir la armonía. -Proclamó el chamán.-

-Maestro, no te comprendemos.- Admitió Diamante. –

-Esa canción decía que no se debe luchar más. ¿Es eso?- Quiso saber Esmeralda.-

-No era vuestra canción, sino la de mi pueblo.- Repuso Nube Alta que repitió.- Relatando cosas que ya han acontecido. Vuestras batallas por la causa del bien no han terminado todavía. Y vuestra estirpe las continuará. Sois guerreros de la luz.

-¿Te refieres a nuestros hijos? Cuando los tengamos, claro.- Matizó Diamante haciendo que su novia se pusiera algo colorada.-



            En esos días no se habían atrevido a dormir juntos todavía. Estando bajo el techo de aquel pueblo. Pero eso era algo que ambos deseaban hacer. No obstante, Esmeralda agregó con tono dubitativo.



-Algo en el aire parece susurrarme mensajes…que me desvela cosas que debo hacer. Pero no estoy segura de comprenderlos.

-Eso es porque tú puedes hablar con el viento, ese será tu elemento.- Le contestó el chamán, revelándole.- La mujer de la media luna dorada habrá de darte ese poder. Entonces podrás comprender. Ahora debéis marchar.

-¿Podremos volver a verte alguna vez?- Preguntó Diamante.-

-Siempre que queráis verme, podéis convocar a los espíritus. Venid algún día con el fruto de vuestro amor.- Declaró el chamán.-



            Y tras una ráfaga de aire que, en esta ocasión disgregó aquellos granos de arena, borrando paulatinamente el dibujo, la imagen del anciano fue palideciendo hasta desaparecer. A ambos les dio pena que ese anciano sabio se desvaneciese. Sin hablar, él tomó en brazos nuevamente a su novia y se elevaron. Ya en la altura, mirando hacia esa cumbre, Diamante gritó.



- Estoy seguro de que, estés donde estés, me escuchas. ¡Gracias amigo mío y maestro, por todo lo que has hecho por nosotros, muchas gracias!

- Sí,- añadió Esmeralda de igual forma. - Te prometo que un día vendremos a visitarte con nuestros hijos.



El joven asintió a las palabras de ella con expresión complacida. ¡Por supuesto que ambos lo harían! y tras mirar por última vez hacia el picacho en silencio durante unos segundos, le sonrió a su compañera y voló a toda velocidad. Tras unas horas de viaje haciendo algunas escalas para descansar pudieron ver la ciudad de Nueva York.



-Ya hemos llegado, nuestros amigos estaban aquí, al menos la última vez que les vi.- Dijo Diamante.-

-Algo me dice que siguen aquí.- Sonrió Esmeralda.-



 Así pues, con sumo cuidado para no ser vistos, Diamante fue descendiendo y aterrizó en un pequeño parque donde sabía que sus amigos iban a reunirse. Allí los vieron, muchos de los presentes enseguida reconocieron al príncipe pese a que este aparecía ante ellos con el cabello largo hasta los hombros, luciendo esas vestimentas de piel color caqui al estilo de los indios americanos. Y junto a él, Esmeralda acaparó muchas miradas de interés,  siendo como era una bella mujer de estilizada figura, buena estatura también, ojos color avellana y larga cabellera verde color claro, ataviada de idéntica manera.



-¡Hola! – Saludó afablemente Diamante , en tanto se acercaba al grupo descendiendo del cielo  portando en brazos a su pareja. -

-¡Hermano!- Exclamó Zafiro (que ya estaba bien afeitado y con su pelo corto de antaño a diferencia de cómo se habían despedido). Levantándose de inmediato para acudir a su encuentro.- ¡Lo conseguiste!



             Diamante sonrió con alegría y una vez aterrizó dejó gentilmente de pie a su joven y hermosa acompañante. Ella le flanqueaba a su derecha, agarrada de su brazo y esbozando una tímida y emocionada sonrisa a su vez, no exenta de algo de prevención e incluso envaramiento. El resto de los presentes también se levantaron muy contentos de verles. Para Roy, Tom, Ail, Ann, Nephrite y algunas de las sailors, Esmeralda era una desconocida, pero los demás la reconocieron sin dudar. A pesar de que la mirada en sus ojos era muy distinta a la que recordaban, al igual que la expresión de paz y alegría, combinada con una ligera timidez que ahora lucía en su cara. Diamante, cumpliendo con las reglas de cortesía para los que no tenían el gusto de conocerla, la presentó.



- Amigos míos. Ésta es Esmeralda.



            La muchacha hizo una leve reverencia y saludó con amabilidad y humildad en su tono.



- Estoy encantada de conoceros a todos.

-¡Así que tú eres la famosa Esmeralda! ¡No me extraña que Diamante fuera a buscarte, estás muy buena! ¡Joer con el principito, y parecía tonto el chaval!– Exclamó Roy con jovialidad.-



Así pudo provocar la risa de la mayoría, el rubor profundo de la aludida, la colleja subsiguiente de Diamante a su cabeza y de remate, ganarse un codazo en sus costillas gentileza de Bertie, aunque ésta rio también mientras se lo daba.



-¡Es un placer!- Le respondieron todos los demás. –

-¡Tú debes de ser Roy!- Se sonrió la joven mirándole divertida.-



            Desde luego que su pareja no había exagerado, pensó ella. Ese chico era apuesto y divertido. Su sentido del humor era desde luego bastante desinhibido. O eso, o ciertamente era muy amigo de Diamante para atreverse a hablarle así.



-Así es, el líder carismático del grupo, el gran mentor de tu acompañante el principito.- Se jactó humorísticamente él, afirmando con evidente deseo de bromear.- ¡Seguro que te ha hablado de mí por los sabios consejos que le he dado!

-No precisamente, ¡zoquete!  - Se apresuró a replicar un divertido Diamante, remachando casi entre risas.- ¡Le he contado lo pesado que eres y las bromas tan malas que gastas!



            Eso hizo reírse a todos una vez más, aunque la recién llegada no lo hizo. Al contrario, bajó enseguida la cabeza avergonzada ante Guerrera Luna y las otras sailors que la conocían y pudo musitar.



- Me siento terriblemente mal por el comportamiento que tuve en el pasado con vosotras. Sobre todo lamento mucho mis celos y mi odio hacia ti.- Remató dirigiéndose particularmente a Usagi, tratando incluso de doblar una rodilla ante ella. - Te pido humildemente perdón, mi reina.



            Y ésta se adelantó para evitar con modos suaves que su interlocutora se arrodillase  y posando ambas manos en los hombros de aquella chica, sonrió cordialmente para responder.



- Y yo me alegro mucho de que estés con nosotros. Ahora eres una más del grupo, Esmeralda.- Y como siempre, de un tono formal pasó sin transición a otro desenfadado e incluso cómico para exclamar. - ¡Vamos, te hacemos un hueco y nos cuentas de donde sales, tenemos mucha comida!



            La atónita recién llegada sonrió sintiéndose muy feliz, igualmente recibió muestras de apoyo por parte del resto de las guerreras y de sus nuevos amigos. Como no podía ser de otro modo, tanto ella como Diamante fueron interrogados sin tregua. ¿De dónde venís? ¿Qué habéis estado haciendo en todo este tiempo? Y preguntas similares, a las que el desbordado príncipe solamente contestó haciendo un espacio con ambas manos para solicitar algo de calma.



- Digamos que Landar tenía razón y el amor pudo redimirnos por completo. Hemos tenido que luchar contra nosotros mismos y salir de otra dimensión.

-¡Sí, lo logramos gracias a Diamante, a la fe y ese amor que puso en mí! - Remachó Esmeralda agregando con un largo suspiro. - ¡Es una historia muy larga de contar!...



Así fue, y ambos tardaron una hora en simplemente resumirla. Por fin el grupo les liberó del protagonismo y se decidieron a comer y beber, puesto que hasta entonces solamente habían escuchado la narración de sus recobrados amigos. Hubo corrillos en los que estuvieron intercambiando impresiones y Esmeralda afirmó estar dispuesta a compensar al mundo por su pasado comportamiento.



-Podrás hacerlo, estoy segura.- Le comentó Minako.-



Es más, la propia Usagi le dijo a la muchacha que ahora podría imitar si quería  a las cuatro hermanas.



-Hemos escuchado el deseo que tienes de enmendarte y somos muy felices por ello. Ahora además que tienes el corazón purificado y renovado. Si tú quieres podrías convertirte en otra justiciera como las hermanas.

-¡Sí! - Terció Petz con evidente agrado. - Hasta que vuelva Kalie sólo somos tres y cuantas más seamos mejor.

-¡Y cuando ella regrese seremos cinco! ¡Como el primer grupo de las guerreras! – Afirmó Cooan con el mismo entusiasmo que su hermana. -



Esmeralda sonrió agradecida por esa proposición y replicó con timidez.



-Si ello fuera posible, si soy merecedora de ese honor, sería un placer para mí.

-¡No se hable más!- Declaró tajantemente Usagi que, después de mirar de reojo y convencerse de que no quedaba gente extraña a su alrededor, añadió. -Invocaré tu semilla estelar. Algo me dice que la tuya brillará con fuerza…



Todos, excepto las hermanas y las otras sailors se sorprendieron, aunque nadie tuvo ocasión de preguntar. Usagi se transformó en Eterna Guerrero Luna y, tal y como hiciera con las hermanas, hizo brotar una luz verde del corazón de Esmeralda que se transformó en una joya. Era del color del nombre de la propia chica que, emocionada, no podía dejar de admirar la belleza de aquello. Tenía un tono más claro que la piedra de Petz, que era verdemar. A los pocos instantes la de Esmeralda se transmutó en un boomerang. Entonces Usagi le explicó.



-Es el símbolo de tu regreso. Como el boomerang vuelve a su lanzador, pues creo que es el arma más propicia para definir tu vuelta al camino del bien.



La asombrada muchacha lo tomó en las manos y sollozó emocionada en cuanto aquella arma volvió a convertirse en esa bella joya, que ahora estaba engarzada en un colgante.



-No puedo creer que algo tan bonito estuviera dentro de mí. ¡Es tan hermoso! Muchas gracias, mi Reina.

-Usagi, llámame Usagi- Chan. - Le corrigió ésta entre cansina, amable y  divertidamente. -

-Deberás gritar ¡Corazón puro del Viento dame el poder! , para transformarte. - Pues tu elemento ha sido consagrado al aire.- Le informó la gata Luna. –



            Eso hizo que Esmeralda las mirase atónita. ¡Aquello era a lo que Nube Alta se había referido! Sus poderes le habían sido otorgados por la mujer de la media luna dorada. ¡Esa no era otra que la reina Serenity!.



-Yo...- Musitó ella entre emocionada, orgullosa y llena de responsabilidad.- Espero ser digna de esto. Gracias a todas. Gracias, Majestad.



Todos la animaron a probar, ella accedió gustosa y en efecto, pudo invocar su nuevo poder transformando sus ropas de piel en un uniforme similar al de las hermanas, con su particular tonalidad. Altas botas verde oscuras  a juego con un gran lazo sobre el pecho y una minifalda, y un  corpiño de color blanco. Prendido en él, llevaba las tres joyas que había lucido en su antiguo traje de la Luna Negra. Grandes esmeraldas que eran el símbolo de su familia.  Y un antifaz del mismo color que las joyas.



-Os juro lealtad desde este mismo instante, señora.- Declaró Esmeralda doblando la rodilla una vez más ante la algo envarada Usagi.-

-Lo mismo digo, desde ahora seremos vuestros súbditos leales.- Convino Diamante imitándola.-



            De nuevo, la apurada aludida sonrió, moviendo la cabeza para replicar con tinte amable y condescendiente, que recordaba mucho desde luego el que Serenity usaba.



-No tenéis que ser mis súbditos, prefiero que seáis algo mucho más importante, mis amigos. Míos y de todos cuantos aquí estamos. Por favor, ahora no soy ninguna reina. Queda mucho todavía para eso.



            Al fin la pareja se levantó, sonrieron a su vez asintiendo. Y Usagi agregó.



-Sed felices, vivid una buena vida y ayudar a otros. Y con eso cualquier deuda que sintáis que tenéis conmigo, quedará sobradamente saldada.

-Así lo haremos.- Aseveró Diamante.-

-Sí, y ahora, siendo una justiciera, podré defender a todos lo que lo necesiten.- Convino una alegre Esmeralda sin dejar de asombrarse de llevar aquel uniforme.-



Aunque la chica, una vez retornó  a su apariencia anterior, declaró a pregunta de Makoto sobre a que tenía pensado dedicarse.



-Quisiera dejar mi pasado atrás y establecerme en París. Los antepasados de la madre de Diamante eran de allí. Y además he descubierto que tengo pasión por la moda.

-Eso es muy interesante. – Afirmó la Guerrera Plutón que desveló a todos. - A mí también me gusta mucho, si necesitas alguna ayuda ponte en contacto conmigo o con las demás.- Le ofreció con amabilidad. -



Esmeralda sonrió agradecida y como no podía ser de otro modo, todas tratarían de ayudarla. Sobre todo Michiru y Haruka, pese a no haberla tenido como enemiga, o quizás precisamente por ello, se tomaron mucho interés en su caso. Las dos se sabían desenvolver bien por el mundo del arte y la música. En virtud de eso conocían a personas relacionadas con la moda y tratarían de hablar con ellas. A ello se ofrecieron ambas con mucha gentileza. Y  cuando aquella celebración terminó en un primer momento las sailors y ellos retornaron a Japón. Allí se habían establecido Petz y el hermano de Diamante. Los cuatro cenaron en la casa que había sido de las hermanas y en la que ahora vivía la mayor de éstas con su pareja.



-Me parece un sueño estar aquí. –Sonreía Esmeralda.- Y nos vendrá bien pasar unos días en un lugar más conocido antes de viajar a Europa.

-Creo que nuestra abuela materna nació allí. ¿Verdad hermano?- Inquirió Zafiro.-

-No lo recuerdo demasiado bien por desgracia.- Se lamentó éste.- Es una pena que las pocas veces que pudimos estar con nuestra madre no prestáramos toda nuestra atención cuando nos contaba esas cosas…

-En mi caso me acuerdo de cosas que ella me refirió alguna vez. Como que su abuela llegó  a ser una famosa modelo y directora de una prestigiosa firma de diseños. - Sonrió Esmeralda, afirmando.- ¿Quién sabe? A lo mejor podría dedicarme a eso.

-Claro, ¿por qué no? Ya en Némesis hacías diseños de modas.- Recordó Petz.-



            Aunque eso había sido desde luego mucho antes de que el mal les corrompiera a todos. Fue inevitable recordar aquello. Así pues, Esmeralda tomó la palabra ahora con más pesar.



-Quisiera pediros perdón a vosotros también. Zafiro, Petz.- Musitó apuradamente ella dejándoles sorprendidos.-

-No tienes por qué hacerlo.- Repuso de inmediato la mayor de las  cuatro hermanas.-

-Sí, debo hacerlo. Me comporté de forma muy estúpida y altanera.- Afirmó la joven.- Estaba tan pagada de mí misma y tan obsesionada…que…yo…



            Apenas podía continuar, tratando de enjugarse algunas lágrimas. Diamante acudió enseguida en su ayuda posando una mano sobre las de la muchacha.



-Todos cometimos errores. Hicimos mal las cosas. Pero pagamos por ello. Ahora es una vida nueva. Recuerda, la misma Usagi te lo dijo.

-Así es.- Convino Petz.- Y confía en mí cuando te digo que ella tiene razón. Podrás compensar al mundo con creces y además ser muy feliz.



            Entre tanto ambos hermanos se habían levantado de la mesa, Zafiro le cuchicheó algo a Diamante, él asintió sonriendo. Entonces su hermano menor fue a poner una canción…  Petz se marchó discretamente. El príncipe entre tanto se aproximó a Esmeralda y doblando una rodilla tomó una de sus manos para declarar en tanto sonaba una hermosa música.



-Yo soy quien debe pedirte perdón. Y tal y como nuestro amigo Roy nos aconsejó, lo mejor es hacerlo con elegancia. Cuando hablamos en el Cielo me recomendó esta canción. De hecho hicimos una apuesta.

-¿Un apuesta?- Se sorprendió la chica.- ¿Sobre qué?...

-Luego te lo diré. Ahora baila conmigo. Como en los viejos tiempos. Y escucha la letra, es como si alguien la hubiese escrito para mí. Me sucede como dicen en el estribillo. ¡Ojalá tuviera palabras!...mi hermosa princesa Esmeralda.



            La muchacha estaba entre sorprendida y emocionada. Más cuando su príncipe la tomó de la cintura y de una mano colocándose con ella para bailar. Lo hicieron con esa hermosa canción, que primero la hizo sonreír y más tarde la hizo llorar en tanto danzaban en el salón al compás de la música. Más todavía cuando él finalmente la levantó en brazos y sonriendo le repitió en voz baja alguna de las estrofas en tanto giraba lentamente por la estancia…



Si pudiera encontrar palabras
para decirte que lo siento
Hacerte entender
que quiero decir tan solo lo que digo

Después de todo lo que he escuchado
Por qué debería preocuparme
Cuando nos movemos por la fina línea
entre el amor y el odio



Y los dos danzaron entonces, tal y como habían hecho en aquellas fiestas de la Corte en su mundo de origen, del mismo modo que, cuando todavía no habían estado influenciados por el mal que les cegó en tanto escuchaban  la música de esa hermosa canción y se emocionaban con sus estrofas.

Si hubiera sido sabio
Cómo podría haber dudado de ti
Ahora estoy solo
Mi vida patas arriba

Pero hago lo que puedo
No puedo vivir sin ti
Así que me aferro a la esperanza
de un día más brillante

¡Oh!, sé que hemos pasado por todo esto antes
¿Cómo puedo probar que mi amor por ti es real?
No, no puedo hacerlo más
Si al menos pudiera encontrar palabras


            Y la joven pasó de la sonrisa y el rubor a las lágrimas de emoción al comprender cuanto significa aquello para Diamante y para ella misma...como podía resumir todas las peripecias que habían vivido juntos, tanto en este mundo como en el Más Allá.


Y él aún tiene sueños
Y aún debo dejarte ir
Absurdo como parece
Todavía tengo esperanza

Si tuviese sentido común
y prestase atención a todos los avisos
Lo dejaría estar
y dejaría todo en paz


Por la memoria de ambos desfilaron también esos escasos pero hermosos momentos que vivieron en Némesis, cuando merendaban junto a la madre de Diamante, o ella le traía sus flores favoritas. La sonrisa de él, que la hacía ruborizarse, la mirada de la soberana, expresando felicidad al contemplarles a ambos. Solamente ahora se daban cuenta de aquellos detalles.


Pero no hay recompensa
en subir el camino las mañanas
Sintiéndome seguro, soy yo
el que es tonto



-La reina también ponía música siempre que nos reuníamos, quizás llegó a poner esta misma canción. Y no únicamente por ella, sino por Diamante y por mí. Para hacernos comprender. ¡Y no supimos verlo! - Musitó Esmeralda con ojos llorosos.-

Sí, sé que he pasado por todo esto antes
Cómo puedo probar que mi amor por ti es real
No, no puedo hacerlo más

Si no puedo al menos encontrar
Si al menos no puedo encontrar
Si no puedo al menos encontrar palabras



            Diamante suspiraba con lágrimas también. Así era. Su madre debió de intentar que ambos viesen a joven tan maravilloso que tenían delante. Pero desgraciadamente no pudo lograrlo. Todas las intrigas urdidas por aquel malvado Sabio lo impidieron, pero ahora las cosas eran muy distintas. Así, el mismo chico le susurró a ella con emotividad esa última estrofa de la canción.



Te veo

Te veo

Quiero estar contigo

Lo sé en mi corazón…



(Words. The Christians, crédito al autor) https://www.youtube.com/watch?v=UfcDJNElrl4



-¡Es, es una canción preciosa!… ¡no! - Pudo decir ella moviendo la cabeza entre lágrimas.- ¡No merezco tanto!…No te merezco, mi príncipe…



            Sin embargo, ahora fue Diamante quien la abrazó tras secarse algunas lágrimas a su vez, en tanto rebatía.



-Yo sí que no me merecía que alguien como tú me amase. Y aun me consume pensar que fui tan idiota como para no reparar siquiera en ello. Ahora comprendo que mi madre lo supo siempre. Aunque nunca me apercibí entonces de cómo nos miraba. Hubiera sido tan feliz como nosotros lo somos ahora, si pudiera vernos.



            La joven se sujetó con fuerza a él, en tanto lloraba, pero de felicidad combinada con nostalgia y agradecimiento al pensar en esa buena mujer que fue la reina Amatista Nairía. Que la trató como a una hija. Apenas pudo enjugarse esas lágrimas emocionadas para preguntar casi entre balbuceos.



-¿Y cuál….cuál fue esa apuesta?

-Verás… como has podido comprobar por ti misma Roy hace mucho el payaso, pero es un buen cocinero. Me propuso que, si yo ganaba, él me prepararía la comida durante un año entero…- Ahora el muchacho sonrió para repetir tras hacer memoria.- A cambio me dijo exactamente:



Y rememoró entonces el gesto jovial de su compañero de entrenamiento cuando este le comentó.



-Principito, voy a ponerte una canción. Cuando la escuches tienes que pensar en esa chica de Némesis. Esa tal Esmeralda. Y…si cuando la música y la canción terminen has sido capaz de no llorar, entonces, además de admitir que serías el tipo con el corazón más frío y más duro que jamás haya conocido, te cocinaré lo que quieras durante todo un año”…

-¿Lo dices en serio?- Se sorprendió Diamante.-



            Su amigo asintió y no contento con eso, agregó.



-Tampoco te gastaré ninguna de mis bromas, eso puedo prometértelo.

-¿Cómo estás tan seguro de ganar?, te juegas mucho en la apuesta.- Sonrió el príncipe de Némesis.-



            Empero, Roy le devolvió una sonrisa llena de confianza, sentenciando.



 -Porque sé que ganaré. Por lo que me has estado contando esta canción sobre vosotros dos es como si estuviese escrita precisamente para ti y para ella.



            Y tras pronunciar esas palabras Roy comenzó a alejarse de allí, para dejar solo al príncipe en esa blanca inmensidad en la que entrenaban.



-¡Espera un momento! - Le pidió Diamante para elucubrar.- Supongo que querrás estar delante para comprobar si ganas la apuesta.



            Su amigo no obstante se detuvo, se giró un momento y respondió.



-Es una experiencia muy personal, debes vivirla a solas. Y no te preocupes, sé que puedo confiar en tu palabra. Serás sincero sea cual sea el resultado.



            Así se lo relató Diamante a su pareja



-Sí que es un buen amigo. Tenía fe en ti. - Convino Esmeralda.-

-Todos confiamos en todos, esa es en realidad nuestra fuerza. Y tenía razón. Yo fui sincero.- Le dijo él.-

-¿Y qué te pidió a cambio si perdías? - Quiso saber con curiosidad su contertulia.-



            Ahora el muchacho sonrió de nuevo, esta vez de modo más emotivo, posó ambas manos sobre las mejillas de ella con suavidad y le susurró con ternura.



-En tal caso, además de lo que yo deseaba que era ir en tu busca y rescatarte, debería bailar contigo mientras escuchásemos ésta misma canción…repetirte sus estrofas una por una porque me las tendría que aprender de memoria. Y hacerte feliz. - Suspiró con los ojos haciendo aguas para remachar.- ¡Ya puedes imaginar quién perdió!...A pesar de que traté con todas mis fuerzas de no ceder, porque quería tenerle preparándome la comida y no soportar sus tontas chanzas. Pero me fue imposible, ese sinvergüenza supo conocerme bien. Enseguida se dio cuenta de lo que yo sentía. Al verle tras oír aquella canción, que me recordó lo estúpido que fui y todo lo que había perdido, únicamente pude decirle, tú ganas, amigo.



      En esta ocasión fue la chica la que trató de sonreír pero no pudo evitar ponerse a llorar nuevamente. Ambos se abrazaron durante un buen rato. Por su parte Zafiro y Petz sonrieron conmovidos a su vez. Habían escuchado aquella tonada desde otra habitación, dado que juzgaron mejor dejar solos a sus invitados para que disfrutaran de ese momento con intimidad.



-Entonces ya has pagado la apuesta. Se lo diré en cuanto le vea.- Afirmó Esmeralda cuando por fin se rehízo lo bastante.-

-No, aun no. Me dijo que tendría que hacerte feliz toda la vida. Y como príncipe que soy, cumpliré mi palabra. Al menos me empeñaré en ello con toda mi alma.



Y para subrayar esas declaraciones la besó en los labios. Ella se dejó hacer devolviendo aquel beso. Así transcurrió esa inolvidable velada. Durante los días que siguieron sus futuros cuñados pusieron a Esmeralda al corriente de la vida en ese siglo. Sobre todo Petz mantuvo muchas conversaciones con la que fuera su superiora y ahora amiga. Cierto día quedaron para tomarse algo en un sitio conocido de sus amigas las guerras, el “Fruit Parlor Crown”. Habían quedado con Makoto.



-Éste es un lugar muy agradable.  Suelo venir bastante con Mako-chan.- Le contó Petz.-

-¿Aquí?- Dijo su interlocutora mirando a derecha e izquierda parapetada tras unas gafas de sol.-

-¿Qué te pasa?- Quiso saber su contertulia algo preocupada.- Cualquiera diría que temes que nos estén vigilando.

-Bueno, algo así.- Pudo comentar algo ruborizada para confesar.- Verás. Es que, la primera vez que vine a la Tierra a cumplir con nuestra misión, pues...no recuerdo si fue aquí o en otro lugar muy parecido. El hecho es que me puse a comer tartas sin parar. ¡Perdí todo mi control! Es que estaban deliciosas. –Trató de justificarse susurrando ahora a su atónita amiga.- Hice bastante el ridículo. Me da vergüenza que alguien me reconozca.



            Su contertulia se rio francamente divertida. No recordaba haber visto tan colorada a Esmeralda.



-¡No te preocupes por eso! No creo que nadie te reconozca.- Aseguró Petz.-



            Apenas si pudieron añadir nada más dado que la propia Makoto hizo acto de presencia en ese mismo instante.



-¡Hola chicas! – Saludó la recién llegada con visible desenfado.-

-¿Qué tal estás?- Respondió su amiga.-

-Muy liada, entre terminar mis exámenes y poner en marcha el proyecto.- Replicó.-

-¿Proyecto?- Inquirió Esmeralda.-

-Sí, quiero montar mi propia cafetería y floristería.- Reveló la recién llegada.-

-Mako-chan es una excelente cocinera, y mejor repostera aun. Te lo aseguro. Me ha enseñado muchas recetas.- Le comentó Petz a su futura cuñada.- Tendrá un gran éxito.

-¡Ojalá pueda probar un día alguna de tus tartas! - Sonrió ésta.-

-¡Claro! Antes de que te vayas os invito a casa y merendamos.- Propuso jovialmente la sailor.-



            Las otras mujeres asintieron. Fue Esmeralda quién reflexivamente musitó.



-Aun no comprendo como pude ser tan necia. Sois unas chicas estupendas. ¡Cómo me hubiese gustado el haberos conocido en Némesis antes de que el Sabio nos manipulase!

-Bueno. Eso se arregla fácilmente.- Afirmó Makoto con amabilidad.- Ahora estamos aquí, podrás conocernos y podremos ser buenas amigas…

-Sí. Me haría mucha ilusión.- Sonrió la interpelada remachando.- Contad siempre conmigo.



            La joven guerrera asintió con aprobación y prosiguieron con su conversación. Makoto les comentó.



-A decir verdad, todas estamos muy animadas persiguiendo nuestros sueños. Minako con sus castings para actriz, Rei dirigiendo el santuario y estudiando psicología. ¿Quién lo hubiera dicho de ella?...Ami, por supuesto, sacando notas brillantes para su acceso a la facultad de medicina, y Usagi, ahí donde la veis, con ciencias políticas.

-Me parece lo adecuado, tiene que prepararse para ser la reina del mañana.- Afirmó Petz.-

-Nuestra reina, y ahora lo digo con orgullo.- Convino Esmeralda, afirmando una vez más.- Estoy deseando ser su súbdita leal. Haré todo cuanto esté en mi mano para compensaros por mi actitud del pasado.

-No debes seguir tan preocupada por eso.- La aconsejó Petz.-

-Es cierto.- Asintió Makoto.- Ya nos has demostrado que eres otra persona. Vive tu vida y procura ser feliz. Ya tendrás ocasión de ayudar a otros. Eso es más que suficiente.

-Y tampoco fuiste tan mala siempre. Yo recuerdo con mucho agradecimiento como entre tú y Zafiro me disteis permiso para ir a ver a mi madre.

-Tu madre era una buena mujer. Fue amiga de la mía.- Recordó Esmeralda.- Y nuestras abuelas también lo fueron. En esos tiempos en Némesis la solidaridad era muy importante para vencer las dificultades.

-Ahora haremos honor a esa amistad e incluso iremos más allá. Vamos a ser familia.- Sonrió ampliamente Petz.-



            Su contertulia asintió con el vivo deseo de que así fuera y entonces cambiando de tema preguntó con interés.



-Hablando de la familia ¿Y de tu hermana Kalie, sabes algo?



            La interpelada bajó la cabeza y la movió negativamente, aunque enseguida añadió con tono más animado.



-Sé que estará bien. Es una chica fuerte y lista, sabe cuidarse. Y cuando quiera ponerse en contacto lo hará. Confío en ella.

-Seguro que así será.- Convino Makoto poniendo una mano sobre otra de su amiga.-



Esmeralda no quiso añadir nada a eso, veía el dolor reflejado en los ojos de su amiga e incluso se sintió mal por haberle recordado aquello. Al fin lo dejó correr. Las chicas pidieron algo y continuaron la conversación, charlando sobre temas más cotidianos. Por otro lado Diamante se afanaba en ponerse al día de los usos y costumbre terrestres. Ahora agradecía mucho los meses pasados en el Rincón del Alma y del Tiempo con su hermano y el resto. Aquello le facilitó las cosas. Zafiro, que ya conocía a personas importantes, logró que su propio hermano entrase a trabajar con él en un centro de investigación asociado con la agencia espacial europea. Fue una gran noticia. Los dos junto con sus novias quedaron a cenar para celebrarlo. Y Diamante, a los postres, añadió para darle una alegría aun mayor a su pareja…



-Y me han ofrecido una vacante que mi hermano no quiso.

-¿Sí?- Repuso Esmeralda con patente curiosidad.- ¿Dónde?

-Veréis.- Les comentó Zafiro.- Es que yo deseaba vivir aquí con Petz. Nos gusta Japón. Querríamos establecernos y un día, criar a los hijos que tengamos en este país.

-Es cierto. Cerca de Mako-chan y del resto de las guerreras.- Convino la aludida.-

-Y como la Agencia Espacial Europea  tiene contactos y expertos en otras partes del mundo aceptaron dejarme aquí. Pero inicialmente la vacante estaba en Francia….

-Más concretamente en París.- Desveló finalmente Diamante con una media sonrisa.-

-¡Es maravilloso! – Exclamó Esmeralda.-



            Medio restaurante se les quedó mirando. El cuarteto estaba algo envarado y la autora de ese escándalo se ruborizó aún más tapándose con una servilleta y musitando.



-Lo siento…



            Aunque enseguida todos rieron por aquello. Ni que decir tiene que las carcajadas de Esmeralda dejaron atónitos a más de uno de los comensales que allí se daban cita. Pasaron los días y al fin se despidieron de Zafiro y Petz. Quedaron en verse en unos meses para contarse sus respectivas nuevas vidas. Así, Esmeralda y Diamante viajaron a Francia. Amigos poderosos y personas al corriente de las batallas que el príncipe de Némesis y los otros habían librado para salvar a la humanidad, les ayudaron. La pareja obtuvo de inmediato papeles e identidades. Curiosamente Diamante se reafirmó en su idea y eligió el apellido Lassart que, según le contara a su pareja, era el que su madre, la reina Amatista Nairía, tenía de soltera.



-No sé, nunca tuve la curiosidad de preguntarle a mi madre. Pero creo que, en efecto, es como si retornase a mis raíces. Sus antepasados vivieron aquí.

-Es bonito saber al menos de dónde procedes. A mí jamás me contaron nada sobre eso. Aunque me pasó lo mismo, no tuve interés por averiguarlo. Bueno, seremos nosotros los que iniciemos una nueva saga ahora.- Comentó su pareja.- Los Lassart-Green-Émeraude.



Diamante sonrió asintiendo, eso les ilusionaba mucho a ambos. Aunque no deseaban ir deprisa. Disfrutarían de cada etapa en su nueva relación. La primera noche juntos fue desde luego inolvidable. Tras dedicarse mutuas caricias los dos se acostaron, Esmeralda incluso nerviosa, por desnudarse delante de él por primera vez. No contaba su rescate cuando Diamante únicamente la vio con esa túnica espiritual. O al menos, eso recordaba ella.



-Espero no decepcionarte.- Le sonrió la muchacha en tanto se despojaba lentamente de su ropa.-

-Lo mismo digo.- Añadió él, haciendo lo propio.-



            Desde luego, ambos poseían unos cuerpos jóvenes y muy atléticos. Y ni que decir tiene que ninguno quedó decepcionado por lo que vio y experimentó. Y en la primera vez entre ambos curiosamente más que la pasión predominó la ternura. Al terminar, abrazados en el lecho, Diamante suspiró.



-Esto sí es verdadero amor, no el espejismo absurdo al que yo me aferraba. Estoy muy agradecido de haberlo comprendido al fin.

-Pues yo estoy muy agradecida de tenerte.- Sonrió ella, dejando descansar su cabeza sobre el pecho del príncipe.- Y lo estoy por cada respiración, por cada rayo de sol que baña mi rostro y por cada minuto que disfruto en esta nueva vida.



Su pareja convino en eso mismo y en los días siguientes se afanaron en vivir intensamente cada día. Esmeralda también pudo tratar de cumplir el sueño de su niñez, meterse en el mundillo de la moda. Por ahora adoptando el mismo apellido que tuvo en Némesis aunque reduciéndolo a Green para hacerlo más fácil de asimilar a sus posibles clientes. Los primeros días fueron muy atareados. Contactaron con muchas personas pese a sus dificultades con el idioma dado que ninguno hablaba francés. Y sobre todo en cuanto al alojamiento,  eligieron una casita modesta pero acogedora en un pueblo de las afueras de París. Ella quiso ocuparse de todo lo relativo a la decoración y por supuesto él estuvo más que aliviado por dejar aquello en sus manos. Aunque un hecho les sorprendió. Pudieron comprar esa casa y obtener asimismo papeles y certificados de residencia sin ningún tipo de problema. Enseguida supieron el porqué. Un tipo trajeado se presentó un día en su casa. Por fortuna estaban los dos. Fue Diamante quien abrió, cuando ese individuo de cabellos oscuros, y gafas de sol que velaban sus ojos, le mostró una acreditación de la sécurité francesa.



-¿Diamante Lassart? ¿Es usted?- Le inquirió.-

-Sí, soy yo.- Admitió el chico.-

-¿Vive con una señorita llamada Esmeralda Green?- Preguntó nuevamente ese hombre.-

-Aquí estoy.- Repuso la aludida, dándose a ver.-

-Tengo que comunicarles algo.- Afirmó ese tipo.-



            Los dos se miraron perplejos. Fue él quien le pidió amablemente.



-Pase usted.



            El tipo entró aunque rehusó cortésmente sentarse, tampoco quiso tomar nada de lo que Esmeralda le ofreció, pues dijo.



-Seré muy breve, no deseo importunarles. Mi gobierno está al tanto de quienes son ustedes. Y saben lo que han hecho para ayudar al mundo en, llamémoslo un grave problema. Por ello, y en sintonía con gobiernos de otras naciones que acogen a personas que han hecho algo parecido, estoy autorizado a ofrecerles nuestra colaboración.

-¿Colaboración?- Repitió Diamante.-

-Cualquier permiso, documento legal o necesidad primaria que tengan será garantizada por el Estado. Eso sí, en el marco de la confidencialidad más absoluta. Se les pide únicamente que lleven una vida normal y que podamos recurrir a su ayuda en caso de que alguna emergencia, llamémosla, mundial. Pudiera volver a presentarse.

-Estamos dispuestos a ayudar en lo que sea.- Afirmó Esmeralda.-



            Aunque Diamante le hizo un gesto para que no siguiera hablando y fue él quien tomó la palabra para matizar.



-Eso ya lo hemos hecho sin mediar ningún acuerdo. Y tanto nuestros amigos como nosotros, hemos jurado proteger este mundo. Si es eso a lo que se refiere. Pero en la forma y manera en la que creamos más conveniente. Sin tomar partido por ninguna nación frente a otra.

-Por eso mismo, esta oferta se les hará también a sus otros, “ amigos” no importa en que país estén.- Le aseguró aquel tipo.- Ustedes podrán contar con la nacionalidad francesa sin ningún impedimento y con efecto inmediato. Y no teman, no tenemos ninguna intención de emplearles en querellas locales. Ese es también un acuerdo que hemos alcanzado entre los distintos países que les albergan.



            Los dos jóvenes se miraron tan sorprendidos como satisfechos por estas palabras. Al fin Esmeralda declaró.



-Nos sentimos muy honrados y desde luego, deseamos vivir con tranquilidad y sin hacernos notar. Interviniendo en casos muy concretos o en amenazas graves para el planeta.

-Eso es exactamente lo que les pedimos.- Sonrió débilmente aquel individuo.- Con esto dicho, no les importuno más. Que tengan ustedes buenos días.



            Y sin más, aquel hombre se marchó de su casa. Tras cerrar la puerta cuidadosamente, Diamante le preguntó a su novia.



-¿Qué te parece?

-Creo que hablaba en serio. Pero ya estábamos dispuestos a hacer eso que nos ha pedido. Y solamente espero que nos dejen vivir en paz.- Suspiró ella.-



Su contertulio asintió abrazándola. Y es que, a las dos semanas de haberse instalado, parecía que, en efecto, las autoridades les dejaron disfrutar de aquellos primeros días sin interferir. Y otra buena noticia vino a sumarse a esa circunstancia. Tal y como le prometieron a la joven,  Haruka, Michiru y Setsuna acompañaron cierto día a Esmeralda a una casa de modas muy prestigiosa, tras pedirle que llevase algunos de sus bocetos. Acudieron al taller de madame Alexandra Annette   Deveraux en el deportivo amarillo de Haruka



-¿Estáis seguras de que querrán recibirme?- Les preguntaba una incrédula Esmeralda que iba sentada atrás con Setsuna.-

-Por supuesto que sí.- Afirmó Michiru, desde el asiento del copiloto.- La he inviado a más un concierto mío.

-Y adora tu música.- Añadió Haruka que conducía, en esta ocasión sin correr demasiado por las calles de París.-

-Bueno, eso espero. Además, la propia Setsuna le ha mostrado algunos de sus diseños y Alexandra pareció quedar agradada al verlos.

-Es una mujer muy exigente, pero siendo como somos, amigas suyas, supongo que quiso mostrarse amable conmigo.- Terció modestamente la aludida.-



Aunque fue Michiru la que tomó la palabra ahora dirigiéndose precisamente a Esmeralda.



-Una cosa es cierta. Alexandra, en fin Madame Deveraux, que es como deberás llamarla tú, es una mujer algo excéntrica. Tuvo una juventud muy difícil. Y luchó mucho para llegar a donde está. No recibe a cualquiera y suele decir claramente lo que piensa.

-Nosotras somos algo especiales. Hace mucho tiempo pudimos ayudarla en cierto momento importante de su vida.- Agregó Haruka sin querer ahondar en más aclaraciones.-



 Esmeralda tuvo la sensación de que no debía preguntar más sobre ese tema. A fin de cuentas, en lo único en lo que estaba interesada era en tener la oportunidad de conocer a esa legendaria dama de la moda parisina y por ende, mundial. Desde luego que, si conocía a esas tres en su papel como sailors, esa individua estaría asombrada y así lo manifestó.



-No te creas, no es una mujer fácil de impresionar, eso te lo aseguro.- Afirmó Setsuna.-

-Lo que pasa es que hace años que nos conocemos y le somos simpáticas.- Añadió Haruka con humor, quitándole importancia.-

-Pero a mí no me conoce. No sé si se dignará siquiera ver mis bocetos.- Opuso la recién llegada.-

-No te preocupes. Déjanos eso a nosotras.- La tranquilizó Michiru.-



Y así fue. En esta ocasión Setsuna se ocupó de idear un plan. De hecho, tal y como le había confesado a Esmeralda, era  otra a la que apasionaba aquel mundillo. Le aseguró a la dubitativa y nerviosa aspirante que le causaría una buena impresión a la gran señora parisina. La Guerrera Plutón le explicó a su protegida una vez más que no era fácil conocer así como así a esa mujer, de modo que prepararon aquello. La muchacha había hecho algún diseño basándose en los trajes que recordaba de Némesis y aplicando lo que había visto durante su estancia con el pueblo de los doné. Cuando todas fueron a visitar a esa mujer, Setsuna se los llevó consigo. Indicándole a Esmeralda que esperase un momento la guerrera de Plutón se adelantó para entrar junto con Michiru y Haruka. Las tres pasaron al despacho de la anciana en cuanto la secretaria de ésta se lo autorizó. Accedieron a un  lugar amplio y luminoso, de paredes forradas con hermosas telas adornadas con grabados artísticos de paisajes. El resto de la decoración era sobria pero al tiempo elegante. Como escritorio una mesa de roble de apreciables proporciones, conjuntado con un sillón de oreja hecho de cuero. Cerca, unas sillas tapizadas de tela en tonos pastel con una mesita redonda de cristal en las que se disponían una tetera, varias tazas, platitos y unas pastas. Sentada en una de aquellas sillas les aguardaba su anfitriona junto con una mujer joven que estaba de pie a su lado. A buen seguro debía ser alguien de confianza. Y eso no era precisamente sencillo. Madame Deveraux era una mujer que ya superaba la setentena, de pelo gris que una vez fuera seguramente castaño y pálidas pupilas azules que denotaban una sagacidad bastante elevada y mucha experiencia vital. Y esos ojos observaban muy inquisitivamente a aquellas jóvenes muchachas tras sus gafitas estrechas de montura plateada.



-Madame Deveraux – Sonrió Setsuna haciendo una leve reverencia.- ¿Cómo está usted?, me alegro de verla.

-Bien, hijita. – Le sonrió la señora que invitó a las chicas tomar asiento en tanto las saludaba con una leve inclinación de su cabeza, preguntando con gran afabilidad. - ¿A qué se debe el honor de vuestra visita?

-¡Oh! - sonrió Haruka despreocupadamente. - Tan solo queríamos ver cómo estaba usted.

-Sí. – Y de paso invitarla también a un concierto que voy a dar dentro de poco en París. – Secundó Michiru. -

-Eres muy amable, – sonrió la anciana visiblemente complacida para prometer. – No me lo perdería por nada, tocas como los ángeles, querida.

-¡Es verdad que tocas de maravilla! – Suspiró maliciosamente Haruka que, ante las miradas acusatorias de sus compañeras, se apresuró a añadir con tono algo apurado. – ¿Por qué me miráis así? Estaba hablando del  violín, claro, ¡del violín!



Y tras aquella divertida confusión, madame Deveraux le pedió a su ayudante.



-Monique, sirve a nuestras invitadas algo de té.

-Enseguida señora.- Se apresuró a responder esa mujer alta, de cabello castaño y ojos azules.-

 -Me he permitido traerle unos diseños que acabo de terminar, para que me diera su opinión  si no es molestia.- Intervino la también conocida por esa dama como sailor Plutón.-

-Con mucho gusto. – Replicó la diseñadora quien, alargando uno de sus brazos, le pidió. - Déjame ver.



Sin hacerse de rogar, Setsuna le cedió un portafolio en donde llevaba todos los dibujos. La señora  Deveraux abrió aquello y comenzó a ojearlos con bastante detenimiento. Todas las chicas estaban ansiosas por conocer su experto parecer. Aunque esa mujer únicamente emitía algún que otro sonido que no daba mucha pista sobre si eso le gustaba o no. Por fin, y sacando un par de diseños, le comentó  a esa chica que tenía a su lado.



-¿Qué opinas?



            Se los tendió a esa joven quien los ojeó con interés. Al cabo de unos momentos asintió valorando.



-Parecen buenos, señora Deveraux. Son originales. Y con frescura.



            Monique se los devolvió a Setsuna y la señora Deveraux dijo entonces con tono suave y pausado que no obstante dejaba translucir buenas dosis de aprobación.



-Vaya querida. Esto es muy interesante. Sí, te has superado últimamente. De veras, te tengo dicho que tendrías que trabajar para mí. ¿Por qué no quieres aceptar mi oferta?

-Se lo agradezco mucho. – Pudo sonreír ahora su interlocutora con gesto alegre para desvelar. – Pero verá usted. Tengo que confesarle algo. Esos diseños no son míos.

-¿Ah no?- Se extrañó la señora.-



Y la observaba de forma inquisitiva como esperando una aclaración, a lo que Plutón enseguida replicó.



-Son de una buena amiga que está esperando fuera. Al verlos creí que tenía talento y quise mostrárselos a usted. Lo de decir que eran míos solamente ha sido una pequeña broma, perdóneme. Nunca me apropiaría del trabajo de otra persona.



Madame Deveraux suspiró de forma larga, las chicas se preocuparon un poco, quizás no le hubiera sentado bien aquello. Como ellas mismas le contaron a  Esmeralda esa mujer tenía fama de ser muy excéntrica y nunca se sabía por dónde podía salir. Aunque, para su alivio, en esta ocasión sonrió ligeramente y replicó.



-Jovencita. Ya sabes que a ti y a Haruka y Michiru, os lo perdono todo. Además, tráeme bocetos como estos todos los días y podrás gastarme las bromas que quieras ¿Dónde decís que está esa muchacha que los ha dibujado?

-Aguardando fuera. – Le recordó Haruka siendo más familiar en el trato que sus compañeras. – En cuanto la veas seguro que te encantará.

-Va a recordarte a alguien.- Le prometió Michiru, aproximándose a ella y susurrándole con tono lleno de complicidad al tiempo que afable.- A alguien a quien llevas esperando volver a ver muchos años.



            La señora Deveraux les dedicó una mirada entre inquisitiva y cómplice a sus amigas. Asintió despacio y musitó.



-¿Estáis seguras?

-Absolutamente.- Sentenció Setsuna.-

-Monique.- Dijo la diseñadora, dirigiéndose a esa mujer que parecía desde luego ser su mano derecha.- Ve a buscar a esa jovencita.

-Enseguida, señora.- Asintió esa individua saliendo del despacho.-



Fue entonces cuando la anciana se dirigió a sus interlocutoras y con tono confidencial inquirió.



-¿Estáis realmente seguras de que es ella?

-Completamente, Alex.- Sonrió Haruka.-

-Será mejor que salga a buscarla, puede que tu ayudante no sepa quien es de entre todas las que aguarden para verte.- Intervino Michiru.-

-Monique es una de mis mejores modelos, y persona de confianza. Pero no de tanta como para escuchar lo que tenemos que hablar aquí. Por eso la he enviado sin siquiera haberle dicho nombre alguno para que la llamase.



            Eso hizo reír a sus contertulias, Haruka moviendo la cabeza comentó divertida.



-Ya nos dimos cuenta. Sigues siendo tan cauta como siempre.

-A mi edad debo serlo cada día más, querida.- Repuso la anciana.- En cuanto a ella, si quieres ir a buscarla para que no se ponga nerviosa no hay inconveniente, Michiru.- Declaró Madame Deveraux.-



La interpelada asintió, levantándose salió del despacho. Al hacerlo sonrió tratando de no reírse, esa tal Monique estaba mirando en la sala de espera, sin decidirse a abordar a ninguna de las varias jovencitas que allí esperaban. Por su parte, y entre ellas, Esmeralda aguardaba sentada y muy nerviosa en una de las sillas de la estancia que tenían un tono rosado, a juego con la alfombra y en contraposición al color marfil de las paredes. En cuanto vio aparecer a Neptuno se levantó como un resorte. No obstante, la sonrisa que observó en el rostro de esa muchacha la tranquilizó, más cuando ésta le pidió que la acompañase con un rápido gesto de una de sus manos.



-¿Qué ha dicho de mis diseños?- Quiso saber Esmeralda, llena de inquietud. -

-Me parece que le han gustado. Aunque ahora tendrás que someterte a su interrogatorio. Y no te fíes de las apariencias de fragilidad o a su tono mesurado. Es una mujer muy dura y exigente en lo que respecta a su trabajo. Y al de los demás. – Le advirtió su compañera. – Procura hablar solamente cuando ella te pregunte. Y no quieras tratar de impresionarla. No es de esas. Te lo aseguro.



Y dicho esto Michiru comprobó que esa tal Monique seguía mirando en la otra parte de la sala. Aprovechando aquello guio a su acompañante, que asintió tras recibir aquellos consejos suyos, al despacho de la diseñadora. Así, tocaron a la puerta y les autorizaron el paso. Esmeralda entró posando sus ojos enseguida en aquella anciana que estaba flaqueada por Setsuna y Haruka. Madame Deveraux también se fijó enseguida en ella, más bien posó una escrutadora mirada e incluso dio la impresión de sonreír levemente mostrando su aprobación, y entonces, sin más rodeos, le preguntó en francés.



-Vous êtes qui a fait les dessins ?



            Aunque viendo el gesto atónito de la pobre chica, fue rápidamente Haruka la que le explicó a la prestigiosa diseñadora.



-Nuestra amiga no habla francés todavía, pero sí inglés.



Aquella anciana sonrió una vez más para repetir su pregunta y entablar conversación en un correcto inglés que curiosamente Esmeralda sí que hablaba y entendía desde su vuelta al mundo de los vivos, al igual que el japonés. Seguramente sería así dado que ambos fueron sus idiomas de unión a este mundo y que, en Némesis, la mayor parte de sus ancestros hablaban esas lenguas.



-De modo que eres tú la autora de esos bocetos, niña. Dime, ¿cómo te llamas?

-Sí, sí señora. Son míos. Me llamo Esmeralda Green – Pudo casi musitar ella, visiblemente nerviosa. -

-Esmeralda.- Casi susurró su interlocutora asintiendo despacio y musitando un. - Sí, ya veo. Muy bien, nunca olvido un nombre. Y el tuyo menos que ninguno, es muy… distintivo. - Aunque enseguida dejó ese tono casi nostálgico para cambiar a otro más dinámico y neutro al añadir.- Por lo que veo te gusta diseñar. También eres bastante alta.- Valoró la diseñadora que, con interés profesional, le preguntó. - ¿Cuánto mides?

-Metro setenta y seis. Creo. - Pudo replicar Esmeralda que mantenía la cabeza un poco gacha, sintiéndose algo amedrentada. – Más o menos como mi amiga Setsuna.

-¡No, no, no! - sonrió divertida la señora Deveraux que le dijo a aquella tímida joven, en tanto se levantaba acercándose a ella y con suavidad empujaba con un dedo el mentón de la chica ligeramente hacia arriba. - La cabeza siempre alta, muchacha. ¡Nunca lo olvides! Y pase lo que pase, camina siempre con pasos firmes. Esa será tu primera lección.



Esmeralda no sabía que replicar. Sus amigas entre tanto observaban divertidas. Esa  a veces poco ortodoxa gurú de la moda también dio un repaso al traje que la joven lucía, era un modelo que la misma chica se había hecho. Aprovechó cuando tuvo unos días tras la llegada de ella y Diamante a París. Recordaba bastante al vestido que ella llevaba cuando formaba parte del clan de la Luna Negra, pero en colores verdes algo más brillantes y claros y sin esos largos guantes.



-¿Dónde compraste este vestido? - Quiso saber la anciana, que valoró casi a  bocajarro. - La tela es burda, pero el diseño es bueno.

-Me lo hice yo misma. – Confesó la azorada muchacha casi disculpándose. - No tenía mucho dinero para comprar tela.

-Ma chérie, eso no será problema desde ahora. – Sonrió ampliamente esa mujer que parecía estar visiblemente satisfecha, sentenciando para alborozo de su interlocutora y alegría compartida de sus amigas. - Te quiero aquí mañana a las ocho en punto. Tienes muchas cosas que aprender todavía pero veo que talento no te falta. Y no voy a dejar que ese rastrero de Goldpier te abduzca.- Concluyó usando un tono de disgusto en clara alusión a su más encarnizado rival. -



A la muchacha le dio un vuelco al corazón. Sonreía de forma luminosa.



-¡Se lo agradezco muchísimo, señora! – Fue capaz de decir, casi con las lágrimas a punto de saltársele. -

-Agradécemelo haciendo más como estos. – Le replicó la anciana sujetando con una mano los bocetos en tanto que añadía - Además, creo que tienes madera de modelo. Cuando te he visto entrar, tu forma de andar es muy. ¿Cómo lo diría? Aristocrática. Es curioso. Me gustaría que aparte de diseñar fueras modelo de tus propias creaciones. Créeme, si tú te las pruebas podrás sentir si son buenas o no. Recuerda siempre esto. La moda existe para que la mujer se sienta siempre bella y feliz. Y por encima de cualquier otra cosa, para que pueda soñar.

-Haré todo lo que usted me diga. ¡Estoy deseando aprender! – Afirmó la chica visiblemente emocionada. -

-Muy bien, arreglado pues. Ahora niña, siéntate con nosotras y toma un poco de té. A partir de mañana a trabajar duro y a estudiar francés. C´est le langage de la mode! - Exclamó aquella mujer con gesto desenfadado. –



            Justo en ese instante entraba Monique. La apurada joven se acercó de inmediato a Madame Deveraux, para susurrarle.



-Lo lamento, señora. No he podido encontrarla. No sé cómo se llama.

-No te preocupes.- Sonrió su interlocutora, respondiendo para presentarlas. - Ya la he encontrado yo. Monique, esta es Esmeralda. Desde mañana trabajará con nosotras. Le enseñarás cuanto deba saber.

-Así lo haré. Encantada.- Saludó esa joven tendiéndole una mano.-



            Esmeralda la estrechó con una sonrisa. Aunque al cabo de unos momentos, esa individua le dijo a su jefa.



-Tengo pruebas de vestuario, con su permiso.

-Claro, ve niña.- Concedió Madame Deveraux.-



Y una vez se fue Monique, prosiguieron charlando un poco. Madame Deveraux se interesó por esos diseños.



-Bueno. Son ideas que tuve cuando hice algunos viajes. Me inspiré mucho en la cultura nativa. - Comentó Esmeralda sin saber que otra cosa responder.-

-Están dibujados con bastante afecto.- Valoró la anciana.- Creo que esa gente dejó huella en ti, niña.

-Sí señora. Así fue. Me ayudaron mucho cuando más lo necesitaba.- Contestó más decididamente ahora.-

-Eso es bueno, ser agradecido con los demás. Y recordar a aquellos que te ayudaron. Yo siempre lo hice. Aunque también me acuerdo de los trataron de boicotearme o traicionarme. Y no precisamente con afecto. – Agregó con un tono algo más duro para decirle a la joven.- Te aconsejo que hagas lo mismo. Recuerda siempre, para bien o para mal, y aprende de esos recuerdos.



Esmeralda asintió sin saber bien que responder. Aunque no estaba muy segura de si esa mujer se refería a que ella lo tuviera en cuenta para aplicar el mismo método o sencillamente era un aviso. Y eso era importante. Sobre todo ahora que se había convertido en su jefa. Aunque pronto dejó eso a un lado, dado que el resto de la velada transcurrió de forma muy agradable. Estuvieron conversando sobre otros temas más ligeros. Como la fecha del próximo recital de Michiru en París.



-Estarás invitada, Alexandra.- Le aseguró la violinista con gran cariño en su tono.-

-Pues no me lo perderé. Dímelo con tiempo querida y haré un hueco en mi agenda.- Afirmó la diseñadora.-

-Y que Madame Deveraux le diga eso a alguien vale más que si lo hicieran muchos jefes de Estado.- Sonrió Haruka guiñándole un ojo a la perpleja Esmeralda.-



 Por fin se despidieron de la anciana. Aunque Setsuna aún se quedó charlando con ella unos minutos en tanto las otras la esperaban. Cuando la guerrera salió, las chicas retornaron a la casa de Esmeralda. Al llegar, Diamante aún no había vuelto de su trabajo como técnico informático. A él sus conocimientos del siglo treinta también le estaban siendo más que útiles en esa nueva vida. De modo que, hasta que él regresara fue la nueva empleada de Madame Deveraux la que quiso ejercer de anfitriona e invitar a sus amigas a cenar para darles unas efusivas gracias.



-¿Cenaremos aquí?- Quiso saber Setsuna.-

-Sí, claro, si os parece bien preferiría estar en casa. Ha sido un día largo.- Suspiró Esmeralda.- Y deseo que Diamante pueda unirse a la celebración.

-Por nosotras no hay ningún inconveniente.- Afirmó Haruka, guiñándole un ojo de nuevo para añadir con tono pícaro.- Y después de la cena, si es que tu príncipe todavía no ha venido, yo misma podría ayudarte a ponerte más cómoda…



            La aludida se puso roja como un tomate, Setsuna movió la cabeza mirando hacia el techo y Michiru, por supuesto, no tardó en intervenir queriendo saber con tono que daba la impresión de estar a medio camino entre la broma y el malestar.



-Oye.- ¿Qué has querido decir con eso?

-Sencillamente lo que he dicho. La pobre está muy cansada tras este día lleno de emociones.- Afirmó su compañera, ahora con gesto y tono angelical.-

-¡No te preocupes, Haruka! -. Se rio Setsuna ahora, para sentenciar.- De eso otro ya se ocupará Diamante. ¡No creo que tarde tanto en volver!



            La interpelada se limitó a encogerse cómicamente de hombros. Sus compañeras se rieron, lo mismo que su anfitriona que añadió tras extinguirse esas carcajadas.



-En cuanto a la cena, he aprendido a preparar algunas cosas. Pero no soy ni mucho menos una chef experta. Espero que sean de vuestro agrado.

-Yo puedo echarte una mano.- Declaró Setsuna.-

-Muchas gracias, pero sois mis invitadas. - Quiso objetar su interlocutora.-

-Por eso no te preocupes. Claro que te ayudaremos.- Sonrió Michiru, dándole un golpe con el puño cerrado en la cabeza a Haruka en tanto se dirigía a ella.- ¿Verdad Ruka?

-¡Au!¿Por qué has hecho eso?- protestó la rubia sailor.-

-Para que no te acomodes demasiado.- Replicó su compañera con retintín, al tiempo que resarciéndose del anterior comentario de su pareja.- No querrás quedarte dormida y perderte la cena.



            Todavía frotándose el coscorrón con una de sus manos, Haruka se levantó. Al fin comentó más seriamente dirigiéndose a Esmeralda.



-Espero que tú y tu príncipe seáis muy felices. Os lo habéis ganado.

-Gracias.- Sonrió esta visiblemente reconocida.- Y muchas gracias de nuevo por vuestra ayuda. Me hace muy feliz el poder trabajar para Madame Deveraux.

-Lo harás muy bien, tus diseños le han gustado mucho. Alex no suele ser tan clara para mostrar sus preferencias por nadie, y contigo lo ha hecho.- Afirmó Michiru. -



La joven asintió, con visible satisfacción por eso. Se dirigió entonces a la cocina acompañada por Setsuna y las demás que también quisieron ayudar. Y en tanto preparaban algo estaban charlando animadamente del mundo de la moda y del porvenir que se abría para ella cuando Esmeralda sufrió una especie de agudo dolor en la cabeza, entonces le vino una imagen y un nombre a la mente.



-¿Te encuentras bien?- Se interesó Haruka observándola con preocupación. –

-Será la emoción del día.- Terció Michiru mirando también a esa muchacha con cierta inquietud.- Debes serenarte. Ya lo has logrado.




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