En cuanto terminó Esmeralda sonrió, dio un repaso a
sus bocetos y asintió con aprobación. ¡Por fin estaban listos! Aquellos
diseños para su nueva colección tenían muy buena pinta. Madame Deveraux
estaría encantada. Lástima que aquella mujer se hubiera puesto enferma otra
vez. Dada su edad cada vez tenía más achaques y problemas de salud. Eso sí,
delegaba en su discípula con total confianza y eso era muy meritorio. De hecho
Esmeralda había comenzado a trabajar para ella hacía pocos años, aunque en ese
tiempo demostró su talento y su capacidad. Sabía perfectamente que muchas de
sus “compañeras” estaban celosas, pero, ¿qué podía hacer ella?, en fin. Tendría
que seguir trabajando sin preocuparse de eso. Suspirando decidió dejar de pensar
en ello. El viaje a Nueva York la había agotado, y eso que viajaba en clase business. Fue aterrizar y tener que trasladarse a la sede de las boutiques
Deveraux en la Quinta Avenida. Sin poder ni recobrarse del jet- lag tuvo que supervisar
la llegada de las nuevas prendas para la colección de primavera. Ni tan
siquiera tuvo tiempo de llamar a Beruche y a Roy y hacerles saber que estaba
allí. Lástima, le hubiera gustado verles. Pero en cuanto supo que Jennifer
había dado a luz hacía tan solo unos días no quiso pasar sin saludarla y, por
supuesto, conocer al bebé. Pudo hablar por teléfono con la joven madre y con
Ian. El millonario estuvo con su esposa y a juzgar por su tono de voz se sentía
radiante y emocionado, tanto o incluso más que la joven mamá. Esmeralda estaba
desde luego muy feliz por los dos. Una pena que su marido no pudiera
acompañarla para conocer a la recién nacida. Una cría a la que habían puesto por nombre Satory. De
hecho Diamante, junto con su hermano Zafiro y Suoichi se ocupaban de bastantes
cosas que Ian y su mujer habían tenido que delegar tras el parto de Jenny. A
todo eso Esmeralda miró su reloj de pulsera y se percató de que se le había
hecho tarde. ¡Había prometido a su amiga ir a verla al hospital! La diseñadora
no tardó en arreglarse y salir disparada. Un taxi le puso en el hospital en
poco más de media hora. Por el camino recordó como había conocido a Jenny.
Habían
transcurrido apenas un par de meses desde aquella prueba a la que les sometió
Masters. El millonario trató de contactar con ambos después pero Diamante se
negaba en rotundo a tener que ver nada con él. Esmeralda lo comprendía, su
novio era orgulloso y no perdonaría aquello tan fácilmente. Lo había hablado en
varias ocasiones y él siempre daba la misma respuesta. Ese tipo, por muchos
millones que tuviera, jamás podría convencerle. De hecho ambos habían viajado
por trabajo a Nueva York, pudieron saludar brevemente a Roy y Bertie, aunque
con la vorágine de sus ocupaciones fue un encuentro muy corto. Tanto que ni
pudieron cenar juntos. De modo que la modelo y su pareja fueron a un conocido
restaurante de la ciudad. Allí mantuvieron la siguiente conversación.
-
¡Pero cariño!
– Podía decir Esmeralda tratando de desdramatizar. – No creo que sea tan mala
persona después de todo…
-
Tuvo una
extraña forma de demostrarlo. – Replicó Diamante de modo inflexible para añadir.
– Te secuestró y lo que es peor, te puso en grave peligro. No se lo perdonaré.
La muchacha no sabía que contestar a eso, aunque
tampoco tuvo ocasión. Hacia ellos se aproximó una joven de estatura mediana
tirando a baja, al menos si se la comparaba con ellos mismos. Esa chica tenía
el pelo de color castaño claro y lucía unas graciosas gafitas redondas, llevaba
un vestido de color azul celeste que Esmeralda reconoció como uno de su propia
colección. Aunque era de “pret a porter”, no de alta costura. Aun así, no era
barato. Cuando quiso terminar de reparar en eso esa chica se paró junto a su
mesa y para sorpresa de la pareja les saludó.
-
Muy buenas
noches, espero que estén disfrutando de la cena.
-
Si, muchas
gracias – replicó educadamente Diamante tomándola por la gerente del
restaurante. –
-
¡Cuánto me
alegro – sonrió luminosamente la chica, que dirigiendo su atención ahora hacia
Esmeralda afirmó con admiración. – ¡Es usted la señora Deveraux!, ¡la
diseñadora!
-
¡No, por
Dios!- sonrió la aludida, para aclarar. – La señora Deveraux es la fundadora y
la Jefa de la firma. Yo solo soy una de sus discípulas.
-
Llevo un
traje suyo. ¡Es usted increíble!, tiene muchísimo talento.
-
Muchas
gracias.- Pudo replicar Esmeralda que se sentía algo avergonzada de aquellos
halagos dichos tan a bocajarro. –
-
Si no le
parece mal. ¿Podría darme su autógrafo?- Le pidió aquella chica, que se
presentó de inmediato. – Me llamo Jennifer Scott.
-
Claro, será un
placer – sonrió ella ante la atónita mirada de su novio –
La tal Jennifer sacó una carpeta con algunos folios
en los que podía leerse el logotipo de la Masters Corporation. Entonces fue
cuando Diamante intervino, con visible malestar.
-
No, no
señorita. Espere un momento. No sé cuál es su juego pero no nos interesa.
-
¿Juego?-
preguntó la muchacha con gesto aparentemente de sorpresa. - ¿A qué se refiere?
-
Trabaja usted
para la Masters Corporation, ¿no es así?- Le inquirió Diamante casi como si la
acusara de ello. -
-
¡Qué más
quisiera! - sonrió ella para aclarar. – Estos folios son de una visita que hice
a una de sus empresas con la universidad. Estudié marketing y económicas.
-
Me parece muy
bien – suspiró Diamante tratando de armarse de paciencia para pedirle a esa
chica. – Pero mi novia y yo estábamos cenando, si no le importa, nos gustaría
disfrutar del resto de la velada a solas.
-
Claro. No se
preocupe. Muchas gracias por todo, señorita Deveraux. – Replicó Jennifer
volviéndose ahora hacia la diseñadora que había asistido algo envarada a esa
pequeña discusión. – Para mí es un gran honor haberla conocido. Y si necesitan
ustedes alguien en su departamento de economía, sería un placer darle mi
currículum vitae.
Aquello pilló
por sorpresa a sus dos interlocutores. Esmeralda incluso se tapó la boca para
no reír. Esa chica le había caído simpática. ¡Desde luego tenía iniciativa! Así
lo reconoció.
-
Si eres tan
buena en tu profesión como abordando gente, te aseguro que siempre tendremos
algún puesto para ti.
-
Casualmente
llevo uno aquí.- Comentó la muchacha que extrajo efectivamente unas hojas de
ese portafolios. –
Esmeralda se permitió el lujo de ojearlo, incluso
comentó realmente impresionada.
-
¡Vaya!, pone
que hablas cuatro idiomas.
-
Si señorita.
Inglés, francés, alemán y japonés.- Le citó la muchacha que añadió con rebajado
por la modestia – no domino bien el español, por eso no lo incluyo.
-
¿Has visto
Diamante?- Le comentó la diseñadora a su pareja, que, desde luego no daba
crédito a lo que estaba escuchando.-
Pero lo que le dejaba perplejo no
era el dominio de idiomas de esa chica sino su audacia y por qué no decirlo,
caradura. Aunque esa muchacha pareció percibir el enfado en el semblante de
aquel hombre y se apresuró a añadir, ahora con un tono más apagado.
-
Lo siento
mucho, no quería estropearles la cena. Parece usted un hombre noble y
caballeroso, le ruego que perdone a una chica que solo trata de buscar un
futuro para ella y su familia.
-
¿Familia?-
Inquirió Esmeralda que ahora parecía tener curiosidad. –
-
Si, vivo con
mis padres y mi hermana. – Contestó la chica que parecía tener problemas en
seguir hablando ahora, puesto que cerró los ojos y dejó escapar un par de
lágrimas. –
Tanto Diamante como Esmeralda la
observaron con sorpresa e incluso algo de preocupación. El muchacho pensando
que quizás había sido demasiado duro con esa chica se apresuró a preguntar,
ahora con mayor inquietud, en tanto se levantaba y le ofrecía su silla que
aquella chica aceptó sentándose mientras sacaba un pañuelo y se enjugaba las
lágrimas.
-
¿Se encuentra
bien?
-
Sí, gracias,
lo lamento. Les estoy estropeando la cena, yo… Verán, creo que son dos buenas
personas y no puedo seguir con esto.
Ahora sí que los dos cruzaron sendas miradas de
desconcierto. Luego volvieron su atención a la muchacha que les confesó.
-
Realmente sí
que trabajo para la Masters Corporation…
-
¿Y te envía
Ian Masters, no es así?- Le inquirió Diamante endureciendo nuevamente su
expresión. –
-
No - se
apresuró a negar la chica moviendo la cabeza. – Él ni sabe que estoy aquí. Me
contrató hará un par de semanas. Como secretaria. Me contó que unas personas
que conocía le sugirieron que necesitaba una. Me ocupo de organizarle todas sus
citas y documentos. No pude evitar ver un informe que hablaba sobre ustedes.
Realmente les tiene en muy alta estima.
-
No te haces
idea de cuánto.- Replicó Diamante haciendo uso del sarcasmo, aunque después
relajó su tono para preguntar a la muchacha. – Eres muy joven, ¿te importa si
te tuteo?
La chica movió negativamente la cabeza dándole un
explícito permiso al replicar sonando bastante sincera.
-
Por favor,
para mí será un honor.
-
¿Entonces,
qué haces aquí?- Quiso saber ahora Esmeralda que se temió lo peor cuando
elucubró. – No me digas que Masters ha amenazado con despedirte si no logras
hablar con nosotros o algo así.
-
Sería muy
propio de ese tipo. Mandarte a hacer su trabajo sucio y obligarte a ello bajo
presión. Le encanta poner a prueba a la gente. Simplemente ha cambiado de
táctica. – Sentenció su pareja, compadeciéndose de aquella pobre muchacha –
-
No, no es
eso, de verdad. Se lo prometo. – Replicó de inmediato Jenny para declarar. – No
sé qué habrá ocurrido entre ustedes, pero les aseguro que no es mala persona.
Es un hombre muy amable que trata de ayudar a los demás. Hace muchas obras
benéficas.
-
Ya puede
hacerlas con todo el dinero que tiene. – Repuso Diamante sin dejarse ganar por
aquel argumento. -
-
En realidad
todo esto ha sido cosa mía. No piensen mal de él, ¡por favor!, no quisiera
perjudicarle. Pero creí que si podía hablarles y contarles algún que otro
proyecto que tiene el señor Masters quizás usted cambiaría de opinión. ¡Le
suplico que me conceda solo un par de minutos!
Ante la atónita cara de sus interlocutores Jennifer
sacó un par de documentos que lucían el membrete de secretos y les dijo en voz
baja, con cierto tono de temor.
-
Si él
averigua que he sacado esto y se lo he mostrado estaré despedida.
Con patente curiosidad sus dos contertulios ojearon
aquellos papeles. Desde luego muchas de esas cosas eran loables, inventos y
fórmulas que pretendían acabar con el hambre en el mundo, luchar contra
terribles enfermedades y, en suma, mejorar la calidad de vida. Y todo indicaba
que a coste cero para la gente.
-
¿Pero, por
qué nos enseñas esto a nosotros?- Quiso saber Esmeralda visiblemente
impresionada. –
-
Porque
conozco quienes son ustedes. Eso también está en los papeles secretos que he
podido descubrir, - afirmó la chica que jugándose su última carta exclamó con
apasionamiento. – Son personas magníficas, luchan por el bien del mundo, igual
que sus amigos, y muchos de ellos ya están en la Masters. Incluido su hermano
Zafiro. ¿Por qué no se unen a ellos? Podrían ayudar a conseguir la paz y el
bienestar para todos los ciudadanos del planeta. ¿Qué podría haber mejor que
eso?
Diamante la observaba atónito, al cabo de unos
instantes declaró de forma resignada. Impresionado por el coraje de aquella
chica.
-
Si Masters
hubiera venido a mí de esta manera y con estos argumentos, a estas alturas ya
estaría trabajando para él.
-
Se lo suplico.
– Le pidió la chica entrelazando sus manos. - El señor Masters no solo me ha
contratado, ¡además accedió a pagarle a mi madre un tratamiento contra su
cáncer! Gracias a él tengo esperanzas de que siga viva. Y lo hizo sin pedirme
nada a cambio. Yo sólo quería pagarle lo que ha hecho. Hacerlo con alguna cosa que el dinero no
pueda comprar. Porque para mí, la vida de mi madre o del resto de mi familia es
lo más preciado que tengo. Y no poseo nada tan valioso como para compensar a mi
jefe.
Ahora tanto Esmeralda como Diamante se miraron sin
saber que decir. El príncipe incluso parecía emocionado, recordaba demasiado
bien como su propia madre murió por una misteriosa enfermedad que la fue
minando poco a poco, de modo que sentenció.
-
Te equivocas.
Lo que posees es muy valioso. Tienes un buen corazón. Eso vale más que
cualquier riqueza. Cree lo que te digo. Puedes decirle a tu jefe que estoy
dispuesto a hablar con él cuando quiera.
-
Muchas
gracias, de verdad, ¡no sabe lo que esto significa para mí! – Sollozó la
muchacha –
Esmeralda le prestó un pañuelo suyo en tanto la
miraba conmovida. Tras un rato más la chica se despidió de ellos y
efectivamente, Diamante cumplió su palabra. Masters no salía de su asombro
cuando su secretaria le informó. Sin querer perder la ocasión le citó a los
tres días y la relación entre ellos comenzó a mejorar, tanto que finalmente el
orgulloso príncipe aceptó unirse a la empresa. La modelo recordaba eso con una
sonrisa en tanto entraba en el hospital. En cuanto subió a la planta de
maternidad se topó con Ian que retornaba a la habitación con un ramo de flores.
-
¡Esmeralda!-
Sonrió luminosamente él en tanto abría los brazos. –
-
¡Ian!,
¡enhorabuena! – Exclamó ella, visiblemente contenta, dejándose abrazar. –
Tras permanecer un rato de aquella guisa, con
cuidado eso sí, de no aplastar las flores, ambos se separaron. El millonario
mostró el camino de la habitación a su amiga. Estaban a pocos pasos de ella,
Ian tocó a la puerta y se escuchó la animada voz de su esposa.
-
¡Adelante!
Pasaron ambos sin hacerse de rogar, Esmeralda sonrió
al ver la luminosa habitación plagada de peluches y ramos de flores. A un lado
de la cama estaba la cuna. La modelo se acercó y pudo ver una minúscula carita
con los ojos cerrados parecía respirar acompasadamente puesto que su pequeño
pecho subía y bajaba levemente.
-
Es una
preciosidad - pudo musitar la recién llegada para no despertar a la cría. –
-
De momento no
ha dado mucha guerra – afirmó Ian cuyo rostro era la imagen misma de la
felicidad cuando contemplaba a su hija y a su esposa. –
-
Ya tengo
ganas de salir y volver a la rutina. – Comentó Jennifer que pareció pensar en
algo cuando agregó de forma desenfadada mirando hacia la cuna en tanto se ponía
unas gafitas redondas que cogió de una mesita próxima su cama. – Bueno, todo lo
que me lo permita esta personita.
-
Lo cierto es
que te envidio. - Confesó Esmeralda suspirando. – Algún día me gustaría ser
madre.
-
¿Y por qué no
os animáis Diamante y tú?- le propuso Jenny con una pícara sonrisa. –
-
Me gustaría
pero los dos estamos muy volcados en nuestras profesiones. – Pareció lamentarse
su interlocutora que, sin embargo añadió con un tinte más esperanzado en su voz.
– Pero somos muy jóvenes todavía. Tenemos tiempo y desde luego, cuando llegue
el momento, espero que seamos tan felices como vosotros dos ahora.
-
Claro que lo
seréis. – La animó Jenny que trató de incorporarse para abrazar a su amiga que
ahora se había sentado junto a ella en la cama.-
Aunque la muchacha debió
resentirse porque lanzó un tímido quejido. Tanto su esposo como Esmeralda la
observaron con algo de inquietud, ella se apresuró a sonreír moviendo la
cabeza.
-
No es nada.
Todavía estoy un poco cansada, eso es todo.
-
Pues no hagas
esfuerzos, cariño. Por ahora no debes cansarte. – Le pidió su marido con un
leve gesto de preocupación. –
-
Solo me canso
de estar en la cama. – Replicó Jennifer que era una muchacha realmente activa
para remachar. – ¡Si supieras lo aburrido que es!
-
¡Se pasa el
día dándome ideas y queriendo cambiar cosas! Casi no paraba de recordarme cosas
incluso durante el parto. – Se rio su esposo. -
-
Enseguida
volverás a estar en la brecha. – sonrió Esmeralda que, para animarla le propuso.
– Si quieres puedo contarte algunas de las aventuras que tuvimos. Por ejemplo
cuando Diamante y yo conocimos a Ian.
-
¡Oh!, ¡el
Hero Game otra vez, no!- Exclamó éste llevándose teatralmente las manos a la
cabeza. -
-
¿El Hero
Game?- Se sorprendió Jennifer que parecía no haber oído hablar nunca de aquello.
–
-
Un jueguecito
que se le ocurrió a tu esposo. Y que no acabó como a él le hubiera gustado. – Le
explicó Esmeralda con una malévola sonrisita de regocijo. –
-
Está bien. –
Aceptó Ian, concediendo. – Cuéntale la historia, pero yo también añadiré cosas,
al menos deseo dar mi versión de los hechos como defensa.
-
Mejo empieza
tú, para que veas que soy justa – pudo decir la modelo tapándose la boca para
no soltar una de sus típicas carcajadas. Desde luego que no deseaba asustar a
la cría que dormía tan plácidamente. -
Y entre el millonario y ella misma
comenzaron a narrarle a la interesadísima Jenny aquella aventura.
En una enorme estancia decorada majestuosamente se
apilaban cantidad de revistas. Numerosas publicaciones de alta costura con
portadas y portadas en las que aparecía Esmeralda como única protagonista. Justo
en el centro de aquella habitación había un enorme sillón de cuero viejo que se situaba ante una enorme pantalla de
televisión. Columnillas de humo se elevaban tras de él, pertenecientes a una
persona sin identificar. Un hombre alto, de pelo engominado hacia atrás y recogido
en una coleta, sirvió una copa de Brandy a la mano de aquel desconocido que
contemplaba embobado el desfile en el centro mundial de la moda, la pasarela de
París. Las cámaras enfocaban en ese preciso instante las evoluciones de
Esmeralda luciendo sus propios diseños sobre la pasarela...
-Quiero esos trajes y sobre todo quiero a esa
mujer.- Declaró la voz perteneciente a ese desconocido -...
-Lo que usted ordene señor, dispondré los
preparativos según me ha ordenado.- Repuso aquel tipo engominado de forma
servil. -.
La
flor y nata de la aristocracia y la alta sociedad parisina aplaudió el pase de Esmeralda y sus
compañeras, la línea de trajes que había diseñado logró un gran éxito. Ante la
atronadora ovación que recibió la joven diseñadora se vio obligada a saludar repetidas veces de
la mano de las demás modelos. El presentador del desfile aguardó unos largos
instantes a que cesasen los aplausos y se dirigió a los presentes.
-Mesdames et messieurs. Damas y Caballeros, muy buenas
tardes. Vamos a comenzar la subasta de estos magníficos modelos, creaciones
todos ellos de la señorita Esmeralda Deveraux. La mejor discípula de la gran Annette
Alexandra Deveraux. Abrirá la puja este bello traje de noche de satén blanco.
La
modelo que lucía el traje dio una vuelta más para animar a que los presentes
comenzaran a pujar. El vestido estaba adornado con ribetes de oro y una media
luna también dorada, con las crestas hacia arriba, a modo de firma de la
diseñadora.
-Abriremos la puja con veinte mil francos - dijo el
locutor - ¿Quién da veinte mil?..
Una
mano se alzó desde la parte delantera de la sala, pertenecía a una señora
madura elegantemente vestida.
-Veinte mil francos la señora ¿alguien da treinta
mil?,- cantó el subastador.-
Un
señor gordo con bigote elevó su brazo de modo inmediato. El subastador volvió a
la carga, esta vez para pedir cuarenta mil, que fueron ofrecidos por esa
señora. Esmeralda estaba entusiasmada, sus modelos se cotizaban cada vez más. Aun
recordaba cuando entró en la tienda de madame Deveraux, la mejor diseñadora
hasta entonces y fue contratada como modelo. Sucedió poco tiempo después de que
Diamante la rescatase de los infiernos, ambos tuvieron que ponerse a trabajar. Esmeralda
leyó en un periódico que en París estaba la capital de la moda y le pidió a
Diamante ir hasta allí. Él, que tenía un contrato con la agencia espacial
europea aceptó de buena gana, pues no les quedaba muy lejos de donde vivían. La
joven fue acompañada por Haruka, Michiru y Setsuna, que también eran aficionadas
al mundo de la moda y tenían contactos en París. Esmeralda llevó algunos de los
bocetos que pudo hacer antes de llegar a Francia. Tuvo la suerte de ser
recibida por madame Deveraux en persona. La anciana gurú de la moda dio su
visto bueno a sus diseños, y no solamente eso, además le ofreció trabajar con
ella. Advirtiendo a la muchacha, eso sí, que aquel era un duro y agotador
trabajo, lleno de competitividad y exigencia. Por si fuera poco le indicó que,
además de diseñar sería buena idea que hiciera de modelo para algunas de sus
propias creaciones. La chica aceptó el reto decidida a triunfar. Tras unas
semanas de insistencia su tenacidad dio fruto y pudo terminar su primera
colección mostrándosela a la señora Deveraux que quedó muy satisfecha. Para
alegría de su joven discípula le prometió que, en el plazo de pocos meses los
comercializaría, pero eso sí, bajo su firma. Entonces y como Esmeralda dijo no
tener apellidos artísticos le ofreció adoptar los suyos. La señora Deveraux no
tenía familia así que acogió a esa muchacha como a una hija y quiso enseñarle
todo lo que sabía sobre modas. Al principio lo hizo influida por las recomendaciones
de las tres sailors del sistema solar exterior a las que conocía y respetaba desde
hacía tiempo, por mor de ciertas ayudas que la prestaron. Después, observando
el talento innato que esa joven poseía quiso ser su mentora. La maestra de
Esmeralda estaba ya anciana y delicada de salud, así que le pidió a ésta que la
representase por todo el mundo y la muchacha aceptó encantada. Incluyendo su línea
de trajes en el desfile de la casa para esa temporada. El éxito fue inmediato, ahora,
al año siguiente, presentaba esta segunda colección que también estaba
resultando muy exitosa.
- Cincuenta mil Francos- ofreció una señorita
levantando su mano.-
- Sesenta mil- respondió la mujer madura de
inmediato.
Hubo
un incómodo silencio, nadie dijo nada más, parecía que se había alcanzado los
límites de la puja para ese vestido. Creyéndolo así el subastador miró a todos
los lados de la sala y declaró en voz alta.
- Sesenta mil francos a la una, a las dos y...
-¡Sesenta mil! - se oyó gritar a una voz masculina
desde el fondo de la sala. -
-Perdone Monsieur - le explicó el subastador algo
sorprendido. - Ya se ha dicho esa cantidad, tiene usted que superar los sesenta
mil francos que es la máxima puja.
-Dólares -repuso esta voz concierta arrogancia. - Me
refiero claro está sesenta mil dólares americanos.
Todos
se quedaron perplejos, era una cantidad bastante alta para un sólo modelo. Esmeralda
aún no se creía lo que estaba oyendo. Por fin, tras extinguirse algunos
murmullos de admiración por semejante oferta, el subastador reaccionó
demostrando su gran profesionalidad.
-Sesenta mil dólares a la una a las dos, ¿alguien da
más?
Ni siquiera
la señora madura que tenía tanto interés se atrevió a aumentar la puja, miraba
visiblemente incomodada y molesta hacia el traje en cuestión sabiendo que lo
había perdido.
-¡A las tres! - cantó el subastador martillando en
la mesa con un mazo - adjudicado al caballero del fondo por sesenta mil dólares
americanos.
La
subasta prosiguió y la misma escena se repetía constantemente. Ese misterioso
individuo permitía que la puja llegase a una buena cantidad y después contra
ofertaba alguna suma inigualable para el resto. De este modo se adjudicó todos
los diseños y acabó por llevarse toda la colección. Era un tipo elegantemente
vestido con un smoking blanco y repeinado hacia atrás con una coleta
engominada. Parecía estar hablando con alguien pues continuamente se le veía
con un teléfono portátil en la mano. Finalizada la subasta Esmeralda se acercó
hasta él para agradecerle todas sus compras.
-Debo darle las gracias señor, por el interés que ha
demostrado en mi trabajo. Aunque si he de ser sincera, no creo que mis vestidos
valgan tanto.- Declaró con mucha modestia y sinceridad. -
-No me agradezca a mí,- le respondió ese tipo de
forma un tanto distante incluso indiferente, sobre todo cuando le reveló. - No soy yo el que ha comprado sus vestidos. Ha
sido mi jefe, yo sólo soy un mero intermediario, señorita.
-Y, si no es indiscreción, ¿quién es su jefe? - Le
inquirió Esmeralda llena de curiosidad. -
-Mi jefe es un gran admirador suyo, aunque, por el
momento, su deseo es el de conservar el anonimato. Pero no dudo en que podrá
usted conocerle pronto, muy pronto. Ahora si me disculpa, debo marcharme.
La
atónita joven observó cómo ese hombre se alejaba. Dejó de pensar en la
identidad de su millonario admirador, pues debía ser inmensamente rico para permitirse
tal desembolso y telefoneó a la señora Deveraux para contarle lo ocurrido. Tuvo
que aguardar varios tonos hasta que la secretaria particular de la anciana
descolgase el teléfono y le pasara con ésta.
-¡Señora Deveraux! - exclamó la muchacha dejándose
llevar por el alborozo en cuando su mentora por fin se puso al teléfono. - ¡Los
hemos vendido todos!, y no vea usted el precio que hemos alcanzado- le explicó
lo ocurrido ante el asombro de la anciana. -
-¿Cómo es posible niña?- le preguntó ésta. - Es un
dineral por una sola colección. Incluso para una de haute couture. ¿Y no sabes
de quién se trata?
-No señora, desea permanecer anónimo, pero su
intermediario me dijo que pronto le conocería.
-Ten mucho cuidado hijita,- le advirtió Madame
Deveraux. - Tengo mucha experiencia en este mundillo y esa clase de tipos
siempre buscan algo más que un mero guardarropa, y si es para mujer, me parece
mucho más raro todavía.
-¿Quizás podría ser una mujer? - Conjeturó Esmeralda.
- Como dice usted, en este mundillo todo
es posible.
-También es cierto- le concedió la anciana que varió
su tono algo preocupado por otro más distendido al añadir. - Anda niña, olvida
estos tontos miedos de vieja y llama a tu novio para celebrarlo.
-Sí, iba a llamarle ahora- corroboró Esmeralda
dejando translucir su alegría. -
-Pues dale recuerdos a ¿cómo se llama? - Se preguntó
la anciana en voz alta para añadir. – Era un nombre de joya, ¿no?...creo que me
contaste que tenía un hermano que se llamaba como otra piedra preciosa de esas.
-Se llama Diamante - rio Esmeralda corrigiendo a su
mentora recordándole. - Zafiro es su hermano pequeño.
-¡Parecéis una joyería! - rio la anciana que parecía
divertirse tomándole un poco el pelo a su discípula -pues dale recuerdos de mi
parte y pasarlo bien. Puedes tomarte unos días libres, te los has ganado.
-Muchas gracias. A propósito. ¿Cómo se encuentra
usted de salud? - Se interesó Esmeralda ahora más seria. -
-Ya sabes lo que ocurre a mi edad, los achaques son
continuos, pero ahora estoy mejor, y con la noticia que me has dado he
rejuvenecido varios años.
-Me alegro mucho- dijo la muchacha muy contenta.-
-Anda, llámame cuando regreses - le pidió la anciana
-.
-Así lo haré señora.- Repuso Esmeralda que la
escuchó colgar, ella hizo lo propio. –
La
chica sonrió, recordaba perfectamente sus inicios y desde el comienzo ella y la
anciana diseñadora se habían llevado muy bien. Para Esmeralda esa mujer más que
recordarle a una madre le parecía una abuela que la cuidaba e incluso la mimaba
en ocasiones, pero sin renunciar por ello a exigirle en todos los terrenos. Lo
malo era que, últimamente su salud parecía haberse deteriorado. Ya era una
mujer mayor pero aun así, no demasiado. Ni siquiera para los cánones de la
Tierra a finales del siglo XX. Lo cierto es que ella se preocupaba por la
señora Deveraux, o la Jefa, como todos la llamaban. Realmente tenía una
historia personal digna de ser contada. Durante el último año, aprovechando
alguna cena o reunión de las dos para perfilar diseños la anciana le había ido
contando algunas anécdotas. Había sido discípula del legendario modisto
Partagez a mediados de los años cuarenta de ese siglo, siendo entonces tan
joven como podía serlo ahora la propia Esmeralda. Incluso hizo de enlace y
espía para la Resistencia durante la ocupación alemana en la Segunda Guerra
Mundial. De hecho le narró a la muchacha muchas historias de cómo llegó a
convertirse en una mujer tan respetable en ese difícil mundillo. La joven
recordaba en particular una lluviosa tarde de otoñó en la que acababan de
repasar algunos bocetos y estaban tomando el té.
-
Tienes
apetito, eso está bien. – Sonrió aprobatoriamente la anciana viendo como
Esmeralda atacaba sin consideración las pastas que acompañaban la bebida. –
-
Lo siento- se
disculpó ella, creyendo que quizás, una modelo en su caso no debía permitirse
semejante homenaje. -
-
No debes
disculparte por eso. Ahora no hay testigos de tu crimen – se sonrió aquella
mujer, aunque sí que agregó de forma más seria. - Pero ya sabes lo que siempre
te he dicho. En público debes tener muchísimo cuidado. Por desgracia aquí todo
es apariencia. Debes controlar ese impulso tuyo cada vez que ves una bandeja
con dulces, hijita. Y cuidar también tu línea.
-
Tiene razón.
– Pudo decir la chica abochornada. No era la primera vez que le ocurría. - Lo
siento señora Deveraux.
Por la mente de la muchacha desfilaron multitud de
recuerdos sobre su glotonería. Incluso se acordó de la primera vez que llegó a
la Tierra, entonces bajo los designios de la Luna Negra y entró en una gran
cafetería donde servían muchas y estupendas tartas. En vez de cumplir con su
misión comenzó atiborrándose de ellas. ¡Incluso todavía sin conocerla, entró en
competencia directa con Usagi para ver quién de las dos comía más! Aunque la
señora Deveraux pareció no dedicarle más tiempo a eso y le dijo.
-
Eres una
muchacha con mucho talento potencial. Enseguida lo vi cuando tus amigas te
trajeron. Llegarás lejos si te esfuerzas y sabes dominarte.- La anciana aclaró
su garganta y tras una breve pausa añadió con tono reflexivo. - Te diré una
cosa hijita, es un consejo. El más
importante quizás de todos los que pueda llegar a darte.
-
¿Cuál es?-
Quiso saber Esmeralda con patente curiosidad. –
-
Ante todo ten
siempre dignidad. Pero nunca la confundas con la soberbia. Son cosas muy
distintas. – Le matizó su mentora para añadir. - Pase lo que pase en tu vida
mantén siempre la cabeza erguida y no te rebajes. El respeto de los demás has
de ganártelo y para ello el respeto que tengas por ti misma es esencial.
-
Lo recordaré,
muchas gracias. – Le prometió la chica asintiendo con decisión. -
La anciana
asintió aprobatoriamente a su vez dando por concluida esa lección y pasando a
temas más triviales. Ahora, tras aquel gran éxito la muchacha pensaba que
aquello era una gran verdad. Pero dejó por unos momentos de centrarse en esos
temas. Era un día para celebrar el éxito y recordando a su novio corrió a
llamarle.
Cuando
el teléfono sonó Diamante estaba tecleando ante su consola del ordenador. Debía
hacer algunos complicados cálculos pues trabajaba en un novedoso programa. Lo
cierto es que esas computadoras eran muy anticuadas. ¡Ojalá pudiera haber
dispuesto de su tecnología del siglo XXX, pero tenía que adaptarse! En eso
pensaba cuando el ruido de la llamada le distrajo. Con una mueca de contrariedad
descolgó el teléfono. Creyó que debía tratarse de algún pesado de la agencia metiéndole
prisa para que terminase ya. La expresión se le tornó en una sonrisa al
reconocer la voz de Esmeralda que como casi siempre que se excitaba por algo, hablaba
deprisa y muy atropelladamente.
-Diamante cariño ¡ha sido maravilloso!- le decía sin
poder reprimir su júbilo. - Lo he vendido todo y por mucho más de lo que
esperaba, que digo mucho, ¡muchísimo más! Tienes que venir pronto esta noche a
cenar a casa, así podremos celebrarlo.
-No sabes cuánto me alegro, te felicito, pero aún me
quedan datos por introducir y cálculos por hacer. Además, tengo que abrir el
correo. Por lo menos tardaré tres horas - calculó él mirando su reloj que
marcaba casi las siete de la tarde. -
-Pues te espero a las diez en el apartamento de mi
firma en París, no tardes mucho ¿eh? A parte de la cena seguro que podemos
celebrarlo de otra manera.- Le insinuó ella con voz melosa. -
-Allí estaré - le aseguró él y Esmeralda colgó el
teléfono. -
El
chico también colgó y suspiró. Terminó el programa y se dispuso a abrir el
correo. Una carta le llamó la atención, llevaba un membrete de una poderosa
empresa. Ya había recibido alguna más antes, con una mueca de contrariedad la
abrió y leyó desapasionadamente.
"Estimado señor. Es un placer dirigirme a usted
para ofrecerle un puesto en nuestra empresa como programador jefe. Deseando que
aplique sus conocimientos en nuestros programas de investigación. Triplicaríamos
su salario actual, al margen, claro está, de todo tipo de dietas y primas. Como
única condición deberá usted dirigir su investigación por los cauces que fije
nuestra junta directiva. Sin más que añadir y rogándole una respuesta se
despide de usted, el presidente de la reseñada junta".
Jennifer
interrumpió el relato para preguntarle a Esmeralda con visible extrañeza.
-
¿Y cómo sabes
que tu marido, bueno, tu novio entonces, hizo eso? No estabas allí.
-
No, pero él
me lo contó después. Al menos la versión que me dio fue ésta. - Repuso despreocupadamente
ella que prosiguió con la narración. -
El muchacho se limitó a hacer un ovillo con la carta
y arrojarla a la papelera. Era la tercera en lo que iba de mes y en todas ponía
lo mismo, aunque aumentando las cuantías salariales. Ese tipo era muy
insistente. Llevaba ya meses con aquellas interminables ofertas. Diamante creyó
que, cuando al fin se reunieron para enfrentarse a la amenaza de los androides
que les desvelase el futuro hijo de Roy, ese millonario habría entendido que él
no estaba interesado. Al parecer poco le duró y había vuelto a la carga una vez
más. No quiso pensar más en ello y se aprestó a terminar sus tareas pendientes.
Cuando por fin acabó todo lo que le quedaba por hacer vio con horror que las
agujas del reloj ya marcaban las diez menos veinte.
-¡Vaya!, que tarde se me ha hecho,- exclamó de forma
involuntaria en voz alta. - Esmeralda me matará si llego con retraso.
Se
duchó en el mismo baño de la oficina, por suerte tenían vestuario y duchas en
el edificio, así como un pequeño gimnasio que
apenas si utilizaba al quedársele muy corto para su fuerza. Tras terminar de
secarse se cambió con un smoking para ceremonias que tenía en su taquilla. Se
hizo con una botella de su mejor champán y salió volando por la ventana. A juzgar
por el intenso tráfico eso era mucho más rápido. Recorrió raudo la distancia
que le separaba del apartamento de Esmeralda en París y a las diez en punto
tocaba el timbre de la puerta. En tanto aguardaba pensaba que ambos podrían
vivir juntos durante más tiempo. De hecho tenían esa casita tan acogedora en
las afueras. Pero, merced a sus trabajos debían estar separados con mucha
frecuencia y también habían decidido darse un periodo de tiempo como novios más
independientes para asegurarse de que ambos querían ese tipo de relación y por
lo que parecía, las cosas hasta entonces iban bastante bien. Acababa de pensar
en esto cuando Esmeralda le abrió la puerta. Estaba radiante con su blanco
traje de noche, bellos pendientes de finísimo oro y collar de diamantes y
esmeraldas dispuestos de forma alterna (como no podía ser de otro modo) a
juego. Unos blancos zapatos de tacón de aguja al final de sus largas piernas
completaban el conjunto.
-Así me gusta, que seas puntual- le dijo ella
recibiéndole con un beso para invitarle acto seguido. -Pasa no te quedes en la
puerta.
- ¡Estás preciosa! – Pudo decir él observándola con
deleite. –
- Y tú podrías hacerle la competencia a mismísimo Tuxedo Kamen – replicó la chica
admirándose de lo bien que le quedaba a su novio el traje de etiqueta. –
- No sería mala idea. Quizás eso fue lo que fallo.
Si Usagi me viera con esto… – Se dijo él en voz baja aunque cuidando de que su
interlocutora lo escuchase. –
- Mira que llegas a ser tonto a veces. - Replicó la
chica frunciendo el ceño. -
Diamante
se rio con ganas, sabía que ese tipo de cosas todavía hacían saltar a
Esmeralda. Por su puesto se disculpó, ella que conocía perfectamente la
intención de él, jugó un poco más haciéndose la inasequible. El chico insistió
en sus disculpas con voz más melosa y comenzó a acariciarla. Aquello si dio sus
frutos y la muchacha le tomó de una mano haciéndole pasar. Cuando su pareja
entró y volvió a darla la enhorabuena ella le invitó a sentarse alrededor de
una redonda de fino cristal sobre la cual lucía un precioso mantel de bordados
de plata, una vajilla de porcelana y dos titilantes velitas. Tras unos breves
instantes Esmeralda se fue a traer la cena. Había preparado un delicioso coctel
de gambas y como segundo brocheta de merluza. Ambos platos fruto de un cursillo
de cocina francesa que había seguido en sus ratos libres. Como punto final, sirvió
una mousse de chocolate adornada con hebras de limón. Diamante lo probó
abriendo los ojos como platos y exclamó.
-Esto está muy bueno, ¡ni en Némesis comía mejor! Hay
que reconocer que ya no soy un príncipe pero que tú me tratas como un rey.
- Tú siempre serás mi príncipe, cariño.- Replicó
ella. –
- Y tú no serás menos que mi princesa. – Pudo
replicar el chico obsequiándola con un beso en los labios. -
-Muchas gracias- se sonrojó la muchacha que agregó
con tono misterioso - pero aún tengo algo más para el final.
-.Ya no me cabe nada, estoy lleno- aseguró él. -
-¿Y quién ha dicho que tenga que caberte algo a ti?
- Rio ella guiñándole un ojo y le insinuó con esa voz melosa que siempre provocaba en Diamante
un hormigueo de estómago. - No nos vendría mal hacer un poco de ejercicio
después de la cena, ¿no crees?..
-Pues ahora que lo dices- repuso el chico comenzando
a comprender. -
Aunque aquella parte del relato se la guardó Esmeralda
para sí. La omitió a sus contertulios pero ella sí que la recordaba bien.
La
muchacha se levantó hacia él andando con un contorneo muy provocativo de
caderas. Sentándose a horcajadas sobre sus rodillas comenzó a besarle. Diamante
respondió a los besos y las caricias y la levantó en brazos llevándola hasta la
cama. Con vehemencia se despojaron de sus ropas e hicieron el amor. Al
terminar, pasaron un buen rato tumbados uno junto a otro, Esmeralda le dijo
mientras se acurrucaba con la cabeza apoyada sobre el pecho del chico.
-Me parece imposible haber conseguido tanta
felicidad, no sé cómo pudimos vivir sin conocer el amor verdadero. Nuestra vida
pasada fue un tremendo error.- Suspiró en tanto reconocía aquello con pesar. -
-Eso debemos olvidarlo ya, es cosa del pasado. Ahora
debemos vivir pensando sólo en el presente y teniendo esperanzas en el futuro. Intentemos
hacer un mundo mejor mientras disfrutamos de él.- La animó Diamante. -
-Sí, lo sé, pero a veces quisiera poder reparar todo
el daño que hice a los demás. - Se lamentó Esmeralda mientras lo recordaba. -
-Seguro que hallarás la manera de conseguirlo y ya
lo estás haciendo. - Afirmó él animosamente mientras le acariciaba en una
mejilla. - Ahora vamos a dormir. Estoy cansado, no me queda ni una gota de
energía y mañana toca un día muy duro - se
miró bajo las sábanas y Esmeralda se rio
-
-Sí, yo también estoy agotada, además dormir es
bueno para el cutis- sonrió ella. - Buenas noches mi amor.
Ambos
se durmieron tras un rato, Esmeralda comenzó a soñar. Atravesaba un oscuro
pasillo muy frío e inhóspito. Parecía no tener fin, lo reconoció, ¡Era el largo
corredor que llevaba a la cámara real en Némesis. La muchacha temblaba de frío.
Se miró, descubriendo con sorpresa que vestía sus antiguos ropas de la Luna
Negra. A sus espaldas escuchó una voz fría y cavernosa que la llamaba por su
nombre con tono sepulcral. Comenzaba a
oler a podrido, un olor sofocante. Esmeralda se giró y quedó horrorizada. Ante
ella se erguía una esquelética figura que vestía girones de ropas también de la Luna Negra. En
su cráneo lucía el emblema de la media luna oscura apuntando hacia abajo.
Reconoció en los restos de aquellos ropajes a Rubeus. Aterrorizada retrocedió.
Pero mientras lo hacía el zombi avanzaba espasmódicamente hacia ella con los
brazos levantados. Le hablaba con frio tono acusatorio, lleno de rencor.
-Esmeralda, ¡maldita seas!, tú fuiste responsable de
mi muerte. Hiciste que me consumiera en los infiernos, debes pagar tus culpas y
unirte a mí en mi tormento eterno.
Ella
no era capaz de pronunciar palabra, sólo negaba con la cabeza presa del pánico.
-No, ¡por favor!, lo siento mucho, de verdad. Sé que
debía ayudarte y no lo hice, pero estoy arrepentida. ¡Te lo juro! , he
cambiado. Me gustaría reparar lo que hice si pudiese, pero no puedo. Te suplico
que me perdones.
-¿Lo sientes Esmeralda?- Le replicó el zombi con
sorna. - ¡Mírame bien zorra!, eres tú quien me ha hecho esto. Ya no hay tiempo
para remordimientos. Es demasiado tarde para que supliques por tu vida. ¡Cuando
acabe contigo hasta tu alma será mía! - rio con sadismo acercándose a ella aún
más. Era una horrible risa de ultratumba. -
Presa
del pánico Esmeralda se trastabilló, intentó correr pero ese pasillo seguía
siendo inacabable. Al fin se topó con una pared que sujetó sus brazos con
garras invisibles. El zombi se acercaba a ella sin prisa, seguro de tenerla ya
en su poder. La chica lloraba de angustia y horror al sentir cada vez más próximo
a ella el pestilente hálito de aquella respiración sibilante y entrecortada.
-Te lo suplico Rubeus, yo también lloré y sufrí
mucho, caí a un negro abismo sin fondo. Pero me concedieron una oportunidad de
rehacer mi vida y de veras lo siento, siento que tú no pudieras hacer lo mismo.
-Vendrás conmigo al infierno. Ese es tu sitio, de
donde nunca tuviste que haber salido. - Le amenazó él impasible a sus súplicas.
- Pagarás por lo que hiciste. Si no es hoy, será mañana, te lo aseguro.- Ya alargaba
sus huesudos brazos tratando de rodear el cuello de ella para estrangularla a
la par que sentenciaba. - Recuérdalo Esmeralda, un día volveré y cuando más
segura y tranquila te creas, iré por ti.
Ella
gritó, de pronto se encontró a sí misma incorporada en la cama. Aferrándose las
manos a su propia garganta como queriendo evitar que ese ser de pesadilla la
ahogase. Diamante, despertado por sus gritos, le preguntó preocupado.
-¿Esmeralda, que te ocurre? ¿Estás bien?..
La
muchacha lanzó unas miradas escrutadoras a su alrededor a la par que se abrazaba
a Diamante. Todo estaba tranquilo y oscuro, sólo se reflejaban en las ventanas
los destellos discontinuos de las luces de la ciudad.
-Supongo que fue un mal sueño, ¡pero era tan real!, fue
una horrible pesadilla. Lamento haberte despertado, cariño.- Se disculpó ella
que le contó al chico lo que había experimentado. -
-Estás temblando.- Le dijo Diamante percatándose de
que Esmeralda tenía la piel de gallina. -Cálmate.
La
muchacha estaba a punto de llorar, él la tumbó en la cama sin dejar de abrazarla
y trató de confortarla, le dijo con tono reflexivo y tranquilizador.
-Tienes remordimientos por tu antigua vida, es
normal, a mí muchas veces me ocurre lo mismo. Debes tratar de superarlos
ayudando a la gente y tratando de hacer felices a los que te rodean. Como nos
dijo Guerrero Luna. Creo que es la única forma que existe de lograrlo.
-Tienes razón. - Pudo decir ella más tranquila y
recobrada de esa mala experiencia - y empezaré por hacerte feliz a ti.
Se
besaron y Diamante le hizo el amor de la manera más suave y dulce que pudo, al
rato volvieron a dormirse. Esmeralda, esta vez sin malos sueños, despertó con
las primeras luces del amanecer. Bostezando se levantó y sobre su cuerpo
desnudo se puso una bata. Su pareja aun dormía, ella sonrió al mirarle, le
acarició aquel sedoso y blanco pelo y se metió en la ducha. Tras relajarse con
el agua caliente se vistió dirigiéndose a la cocina.
-
¿Qué sucedió
a día siguiente?- Quiso saber Jennifer que, habían quedado al igual que su
esposo, al final de la cena, ajena a esos recuerdos nocturnos. -
-
Quería
preparar un buen desayuno para los dos.- Replicó Esmeralda que retomó el hilo
del relato ahí. –
Pensaba en que
su novio sobre todo, después de lo de anoche, se lo merecía. Siempre se
comportaba con ella como aquel príncipe tan gentil que conoció en Némesis, mucho
tiempo antes de que las intrigas del Hombre Sabio les cambiasen a todos.
Suspiró en tanto buscaba en la despensa.
-
¿Dónde habrán
dejado el pan integral?- se preguntó a sí misma tratando de localizarlo.
Había sido una suerte que le dejasen usar el piso
que la empresa Deveraux poseía en esa parte de la ciudad. Se utilizaba siempre
que las modelos tenían que hacer algún desfile por allí a fin de que pudieran
alojarse cerca. Lo malo es que a veces no estaba demasiado bien provisto. La
muchacha sonrió ahora para sí cuando pensó aquella tontería. Eso desde luego,
era lo de menos. En cambio era feliz al ver que todo el duro trabajo que había
hecho le estaba dando fruto mucho antes de lo que ella se había atrevido a
imaginar. Y era muy importante contar con la confianza de Madame Deveraux.
Aunque sabía bien que otras chicas en la marca la observaban con celos y no
demasiada simpatía. Sobre todo, Monique Lacrosse,
la Delfina, como la llamaban todas, con la que nunca había mantenido una buena relación. A fin de cuentas
Esmeralda era una recién llegada a ese mundillo y había logrado en ese corto
plazo lo que otras muchas llevaban tratando de conseguir años. Y todavía
pensaba en aquel robo de sus diseños y como
ella misma, convertida en la Dama del Viento, trató de capturar a aquel
merodeador o mejor dicho, merodeadora, sin lograrlo.
Abrió el bote de azúcar en tanto recordaba aquello y
vio con desagrado que estaba vacío. Tenía todo lo necesario para hacer el café
excepto eso y también le faltaba algún buen croissant. Movió la cabeza algo
decepcionada. ¡Qué remedio! Se decidió a bajar a una tienda cercana a su casa.
Contrariada vio que todavía no estaba abierta, apenas había gente por la calle.
No obstante un desconocido ataviado con un elegante traje blanco se acercaba hasta
ella con rápidos pasos. Recelosa, Esmeralda retrocedió. Al mismo tiempo una
gran limusina negra aparcaba a pocos metros de ella. El desconocido se
acercó aún más dirigiéndole una pregunta.
-¿Tiene usted hora, por favor?..
-Son las siete en punto - repuso la chica consultando
su reloj en un acto reflejo.
Aprovechando
ese instante de descuido, dos hombres salieron de la limusina y la agarraron. Entre
ellos y ese extraño, la arrastraron hacia el vehículo. Todos llevaban gafas
negras que impedían ser reconocidos. Esmeralda tomada por sorpresa en un primer
instante no tardó en reaccionar. Forcejeó sacudiéndose a uno de ellos, pataleó
y estaba a punto de usar sus poderes cuando sintió que tapaban su boca y nariz
con un trapo impregnado en cloroformo. Sin poderlo evitar perdió el
conocimiento y los tipos la introdujeron en el coche que arrancó perdiéndose
por las calles de la ciudad.
-
Y supongo que
ahora vendrá la parte que te contó tu esposo. – Terció Jennifer ante el
asentimiento de su amiga que prosiguió. -
Diamante
despertó una hora después, la alarma del reloj sonó a las ocho. Se levantó a
desgana y dándose cuenta de que
Esmeralda no estaba fue a la cocina. Al encontrar el bote de azúcar abierto y
vacío supuso que ella habría ido a comprar. Se vistió mientras esperaba, pensaba
que ella no tardaría en volver. Al cabo de un momento escuchó que tocaban en la
puerta. Salió para ver si era ella que necesitara ayuda pero allí no había
nadie. Sólo se percató de que habían dejado una nota a sus pies. Se agachó y la
recogió leyendo su contenido.
"Si desea
volver a ver a su novia a salvo acuda presto al muelle del puerto viejo. Para
demostrarle que no mentimos aquí tiene una prueba”
Para mayor preocupación encontró un pendiente que
había llevado Esmeralda la noche anterior junto al papel que concluía con la
hora, a las doce en punto. El chico, furioso, estrujó la nota. A la hora
convenida estaba esperando en el muelle. De una limusina blanca que llegó
instantes después que él se bajó un tipo
vestido de Armani, con traje blanco y corbata negra, gafas de espejo y de pelo
moreno engominado hacia atrás con una coleta. Diamante fue hacia él con una
expresión poco amistosa, pero el misterioso individuo le hizo un gesto con las
manos para que se detuviese a la vez que decía.
-Si me ocurriera algo tu novia lo pagaría, será
mejor que te lo pienses antes. - Sonrió con suficiencia viendo la cara de enfado
e impotencia de ese muchacho. -
-¿Quiénes sois? ¿Qué es lo que queréis, y qué le habéis
hecho?,- gritó éste apretando los dientes y conteniendo la ira para amenazar a
su vez. - Si le ha pasado algo os...
No obstante aquel tipo, sin parecer en absoluto
intimidado, levantó una mano para interrumpir aquella amenaza y declaró de
forma más conciliadora.
-Tranquilo, está perfectamente, sólo la hemos
invitado a una pequeña fiesta con objeto de llamar su atención, pero sobre todo,
nos interesa más llamar la tuya, Diamante.
-¿Cómo sabes mi nombre? ¿Qué es lo que quieres de mí?
¿Quiénes sois? - Inquirió éste visiblemente sorprendido. -
Aquel tipo se permitió esbozar una leve sonrisa de
superioridad para agregar con tono calmado.
- Ya lo sabrás. Y no temas, no queremos de ti nada
en particular, sólo tu colaboración para, digamos, ciertas investigaciones y tu
participación en un evento que vamos a celebrar.
-Entiendo - repuso Diamante tratando de calmarse y
analizar la situación. -Vosotros sois los de las misteriosas cartas. Bien, dime
de que se trata.
-La primera cosa en la que estamos interesados es en
tus planos y tu nuevo programa. Queremos que nos los entregues. Lo segundo.- El
tipo hizo una breve pausa para ajustarse las gafas y prosiguió. -También nos
interesan en gran medida tus prodigiosas facultades como guerrero.
-¿Cómo guerrero?,- le inquirió su interlocutor sorprendido
de que supiese esto. -
-Sabemos que tú, en compañía de otros, habéis
salvado a la Tierra de más de un desastre. No me equivoco ¿verdad? Diamante, Príncipe
de Némesis.
-¿Cómo sabes tú eso?,- le preguntó él con una mirada
de sorpresa. -
-Nosotros lo sabemos todo acerca de ti, de Esmeralda
y de los demás. También estamos muy interesados en los conocimientos de
ingeniería de tu hermano Zafiro.
-¡No metáis a mi hermano en esto u os haré tantos
pedazos que no encontrarán ninguno lo bastante grande para recomponeros! - gritó
el chico visiblemente furioso. -
-Tú no estás en posición de amenazar a nadie,- se
burló el tipo con otra sonrisita de superioridad.-Será mejor que hagas lo que
te pedimos o tu amiga Esmeralda lo pagará.- Y sin más entregó un sobre a su indignado interlocutor indicándole.- Debes
ir a las coordenadas que se indican aquí dentro trayendo lo que te pedimos a
las nueve horas en punto. Y ahora, adiós, ya he perdido demasiado tiempo contigo.
Hasta mañana príncipe Diamante – se despidió con sorna. -
Éste
furioso salió volando hacia su casa. Una vez llegó, abrió el sobre del que
extrajo un plano con unas coordenadas en medio del Océano Pacífico, en el papel
se le advertía que fuera solo.
-No tenéis que advertírmelo- se decía alterado. -Yo
solo me basto para haceros pedazos, como se os haya ocurrido tocarla un sólo
pelo - sentenció, incendiando el papel con la mirada. -
Ahora fue Ian el que interrumpió la narración,
tratando de justificarse.
-
Visto así,
parece que soy el tipo más perverso del mundo, pero en realidad no pretendía
haceros daño a ninguno de los dos.
-
Conociéndote
cariño, ¡seguro que creíste que ambos iban a quedar deslumbrados con tu
maravillosa islita! – se rio Jenny. -
Su esposo asintió esbozando una fugaz sonrisa,
aunque entonces los llantos de la cría les interrumpieron. De forma solícita la
mamá pudo levantarse, eso sí, ayudada por su esposo, tomar a la niña en brazos y
darle el pecho. Entre tanto le rogó a su amiga, que miraba embelesada aquel
cuadro, que continuase contando. La modelo aceptó y prosiguió de inmediato.
Esmeralda
despertó. Estaba tendida en una gran cama con sábanas de seda y un cabezal de
fino tafetán rojo. A su alrededor una enorme habitación que asemejaba una suite
de un gran hotel de lujo. Se incorporó y observó que iba vestida como cuando
salió a la calle, sólo le faltaban los zapatos. En su lugar, junto a la cama
había dos graciosas zapatillas con forma de gatitos. Se levantó y se las puso. Le
iban perfectas y eran muy cómodas. Aturdida todavía examinó la habitación. Abrió
un enorme armario de caoba, era un ropero que contenía gran cantidad de trajes.
Al mirarlos más detenidamente comprobó para su sorpresa que se trataba de toda
su colección. ¡Incluso estaban vestidos correspondientes a los bocetos que le
habían robado hacía un par de años! Al abrir más cajones descubrió todo tipo de
complementos a juego, tanto abrigos, como zapatos etc. En una mesilla cercana
al armario descubrió gran variedad de ropa interior femenina, ¡toda ella de su
talla! Esmeralda estaba anonadada. Vio incluso un lujoso abanico rojo que se
asemejaba al suyo de Némesis. Su perplejidad fue interrumpida por una voz que
provenía de un punto indefinido de la habitación. Parecía amplificada por un
altavoz.
-Espero que esté todo a su gusto, señorita Deveraux.
Ella
miró en todas direcciones, pero sin conseguir identificar la fuente de la voz.
-¿Quién es? ¿Qué es lo que quiere de mí y como sabe
mi nombre? - Preguntó ella atónita, si bien hacía poco que decidió adoptar el
apellido de su mentora, quién muy amablemente se lo había ofrecido apenas unos
meses antes. -
-Eso no tienen nada de extraño - rio la voz
replicando entre tanto.- Es usted una modelo muy cotizada y una excelente diseñadora.
Además, claro está, de haber sido una de los jefes de la familia de la Luna
Negra. ¿Me equivoco quizás?
Esmeralda
estaba muy sorprendida pero trató de no
aparentar asombro. Y negó aquello.
-
No sé de qué
me habla.
-
¡Vamos!. No
se preocupe – replicó aquel extraño con tintes incluso cordiales para añadir de
manera más seria. - Estoy al corriente de todo lo que tenga que ver con
ustedes. Al igual que sé perfectamente quién es su amigo Diamante. El príncipe
de Némesis.
La muchacha suspiró sobrepasada por aquello. Estaba
claro que no valía la pena tratar de engañar a quién quiera que fuese su
misterioso interlocutor, de modo que admitió.
-Pues sí, es cierto, pero ¿cómo lo sabe?
-Verá, soy un hombre bien informado. Me gusta serlo,
cuando se refiere a personas interesantes, tengo una gran curiosidad y dispongo
de todo el dinero que necesito para satisfacerla.
-Bueno, pero yo estoy en desventaja - sonrió
Esmeralda tratando de nivelar un poco esa incómoda situación cuando con su tono
más persuasivo y encantador, objetó. - No sé dónde me encuentro ni quién es
usted. Y no es de caballeros retener a una dama sin ni siquiera presentarse.
-Tiene razón, lo admito, es hora de que me presente
ya. Mi nombre es Ian Masters y usted está en una de mis islas privadas del
océano Pacífico.
-¿Y se puede saber a qué debo este honor, señor Masters?- pudo contestar la muchacha de forma irónica.
-
-¡Oh! No tema nada de mí, soy un gran admirador de
sus diseños y aún mucho más de su belleza y su talento. Si ha visto usted los vestidos
que hay en el armario lo comprobará.
-Vaya, siempre llena de satisfacción ver que el trabajo
de una es tan apreciado. Pero no cree usted que ha ido demasiado lejos en su
admiración. Podría habérmela expresado en persona en cualquiera de mis desfiles.
-Digamos que soy un hombre acaparador, y no deseo
compartir mi admiración por usted con nadie más- fue la ingeniosa respuesta que
recibió. -
-Quizás. Pero eso no le da derecho a secuestrarme
señor Masters, yo podría haber venido igualmente si usted me hubiese invitado.-
Replicó ella tratando de sonar convincente aunque quizás sin lograrlo demasiado.
-
-Por favor señorita, llámeme Ian, le ruego me
disculpe en mis formas. Se lo explicaré todo si tiene la bondad de aceptar mi invitación
a cenar esta noche y por supuesto le suplico que acepte mis excusas por esta
forma tan original de haberla traído hasta aquí.
-Eso es muy halagador señor Masters, digo Ian. Pero,
de todas maneras, ¿es que tengo otra elección quizás? - Contestó Esmeralda con
marcado sarcasmo que trataba de ocultar su malestar al saberse rehén de aquel
tipo. -
-Digamos que, si no, su estancia aquí en este cuarto
sería bastante aburrida y además estoy seguro de que aparte de mi admiración
hacia usted, desea conocer los motivos de su presencia aquí.- Le contestó el
millonario que a buen seguro estaría dirigiéndola una inquisitiva mirada tras
algún falso espejo o cámara oculta. -
-He de confesar.- Admitió Esmeralda que centró su
atención en un espejo delante del que sostuvo la mirada con determinación como
si pensase que fuera a ser observada a través del mismo- que a mí también me
produce mucha curiosidad la naturaleza de sus razones y que también deseo
conocerle en persona. De acuerdo, ahí estaré pero no sé ni cómo salir ni a
donde debo ir. – Argumentó ahora sí que de forma convincente en tanto miró a la
puerta del cuarto, parecía de sólido acero y estaba dotada de un código
numérico. -
-No debe usted preocuparse por eso, el camino se le
indicará en el momento oportuno. A propósito y si no lo juzga impertinente, lo
consideraría como un favor personal que luciera su fantástico vestido rojo del
último desfile. ¿Si no es mucho pedir, sería usted tan amable de complacer esta
pequeña petición?
-No tengo ningún inconveniente en ello, pero ese
vestido pierde mucho sin las joyas adecuadas- objetó Esmeralda. -
-Si abre usted el cajón la cómoda que está a su
derecha. - La chica centró su atención en un mueble de madera de ébano con
apliques de oro y marfil en tanto su interlocutor le decía -podrá solucionar
ese pequeño problema. Creo que todo lo necesario se haya dispuesto ahí. Y
ahora, si me disculpa, mis múltiples ocupaciones requieren mi presencia. No se
preocupe, podrá usted cambiarse con tranquilidad, pese a mi modo de traerla
hasta aquí, soy un caballero. No hay más cámaras ocultas que esa que tiene
sobre su cama. - Esmeralda observó descubriendo un pequeño objetivo y
adivinando su intención Masters concedió. - Que usted puede tapar si lo desea.
-Confiaré en su palabra - sonrió ella. - No creo que
sea necesario...
-Se lo agradezco, y no se apresure. Tómese su tiempo
ya que la cena es a las diez en punto. La espero con impaciencia.- Al fin la voz de Masters calló y la
habitación quedó en silencio. –
Esmeralda
abrió el cajón de la cómoda y quedó deslumbrada, había todo tipo de joyas cada
una con un valor incalculable. Eligió una diadema y un collar de rubíes para
hacer juego con el traje, desde luego, era previsor el tipo aquel. Lo acompañó
de un reloj de oro y un colgante del mismo metal. Eran las nueve cincuenta
cuando la puerta de su cuarto se abrió deslizándose a un lado, en el pasillo, unas
flechas luminosas marcaban una dirección. Intrigada las siguió.
-A esto se refería al decir que me indicaría el
camino, desde luego este tipo tiene mucha clase. - Pensó realmente impresionada.
-
Jennifer
terminó de darle el pecho a su hija y se la pasó a Ian que, colocándola contra
su hombro la palmeó ligeramente en la espalda hasta que la niña soltó el aire
retenido. Después, la dejó nuevamente en la cuna y ésta al poco se quedó
dormida. Mientras tanto la joven madre dirigía a su esposo un tono
pretendidamente acusador, pero en el fondo divertido, para reprobarle.
-
Con que
querías que se pusiera un vestido rojo ¿eh? ¡Menudo golfo estabas hecho!
-
Mujer. Era uno
de los modelos más elegantes del ropero.- Pudo pretextar él para regocijo de
ambas mujeres que tenían que taparse la boca para no reír y despertar a Satory
que volvía a estar dormida. –
-
Bueno, y tu
marido, bueno, tu novio entonces, ¿qué hizo?- Quiso saber Jenny. -
La aludida les contó que ajeno a todo esto, Diamante
había reunido su equipo. Se había vestido con su uniforme de combate y atado
una bolsita de alubias mágicas a su cinturón. En un maletín, metió sus trabajos
informáticos. Tras una frugal comida
trató de dormir para acumular energías, pero no lograba conciliar el
sueño. Por fin lo logró, pensando en volver a ver a novia. Aunque soñó con algo
bien distinto.
-
Al menos eso
me dijo él. Se ve que Ian ya le había tentado antes. – Afirmó la modelo. -
Esmeralda les comentó que su entonces novio había
recordado la conversación que mantuvo con su hermano hacía algunas semanas,
cuando viajó a Tokio. Para su estupor Zafiro le había anunciado que cambiaba de
trabajo.
-
No lo
comprendo. – Le decía el sorprendido Diamante a su hermano menor, inquiriéndole.
- ¿No estás contento en la ESA?
-
No es por eso.
- Replicó Zafiro que quiso tratar de hacerle entender cuando agregó con un
paciente tono. – Verás, ese tipo es inmensamente rico. Me ha prometido una gran
cantidad de recursos y que podré reclutar en persona a mi equipo de
colaboradores. Ya tenemos a varios científicos de mucha categoría. ¡Y tienen
grandes proyectos!
-
No sé, no lo
veo nada claro. – Opuso Diamante que añadió. - Un particular siempre irá a sus
propios intereses.
-
Pero las
inversiones que hará serán enormes, y podríamos ayudar a muchísima gente.
Piénsalo. Con nuestros conocimientos del siglo XXX seremos capaces de
solucionar muchísimos problemas en la Tierra ahora.
-
Para que ese
tipo engorde aún más su cuenta corriente. - Le contestó su interlocutor no sin
patente sorna. -
-
Hermano.
Tendrá que gastarse muchísimo dinero antes de ver un céntimo de beneficios.-
Sentenció Zafiro que añadió. – Al menos piénsalo. Para mí sería estupendo
tenerte a mi lado, trabajando juntos. Si es por recibir órdenes mías, no te
preocupes. Tendrías tu propia división de informática independiente, con
grandes talentos que la empresa quiere reclutar con un programa de becas que ha
creado.
Diamante suspiró, quizás su hermano pudiera tener
razón. Aunque él no quería comprometerse y solo pudo responder.
-
Bueno, lo
pensaré, eso sí que puedo prometértelo.
Zafiro sonrió, finalmente ambos dejaron ese tema y
volvieron a una charla más amena. Se
preguntaron por sus respectivas novias y por el resto de los amigos. Ahora
Diamante sí sonreía en sueños rememorando esos momentos. Las fiestas y las
juergas con sus compañeros de batalla, en especial las bromas y ocurrencias de
su amigo Roy…
Por
su parte Esmeralda seguía caminando, tras un par de minutos llegó al final del
largo pasillo. Una puerta dorada se abrió de par en par invitándola a pasar a
una estancia contigua. Era una habitación de estilo victoriano, con una gran
mesa de caoba y mármol de aproximadamente unos seis metros de largo. En sus
extremos habían dispuestas dos juegos de mesa completos con cubiertos de plata,
una fina vajilla de porcelana (Gracias a sus estudios de arte en la universidad
a distancia donde se había matriculado hacía poco creyó reconocerlo como de la
dinastía Ming) y copas de agua y de vino de cristal de Bohemia. Cuando se
disponía a sentarse, una voz familiar, salida de ninguna parte, la detuvo.
-Por favor, permítame - era la voz de Masters
apartando la silla para que ella se sentara. -
La
muchacha giró la cabeza y pudo ver al fin el rostro de su anfitrión frente a
ella. Con un smoking negro, alrededor de metro setenta y cinco y unos ochenta
kilos, calculó ella. Pelo castaño, ojos marrones y rasgos de hombre de mediana
edad. Quizás rondaría los cuarenta. Incluso le pareció atractivo, impresión que
confirmó cuando Masters esbozó una sonrisa.
-Es un placer conocerla en persona, señorita Deveraux
espero que me permita llamarla Esmeralda.- Añadió besándole la mano. -
-No sé si puedo decir lo mismo señor Masters.- Respondió
ella con cara de circunstancias. - Confío que ahora tendrá usted la delicadeza
de explicarme el motivo de su atípica invitación, si es que puedo llamarla así.
Masters
se sentó al otro extremo de la mesa, justo enfrente de ella y tocó una
campanilla de oro que emitió un gorjeo muy agradable. Al momento varios hombres
uniformados como camareros de un restaurante de lujo les sirvieron un consomé y
unos langostinos junto a unos platitos de caviar.
-Verá. - Le explicó Masters. - Digamos que, al margen
de mi confesada admiración por usted y su trabajo necesito de su presencia
para. ¿Cómo lo diría?,- buscó las palabras y prosiguió. - Convencer a su amigo…llamémosle
así, el príncipe Diamante, para que nos preste su ayuda, tanto física como intelectual.
-¿Y por qué no se lo ha pedido directamente a él?- Le
inquirió Esmeralda con los ojos entornados. -
-Le hemos ofrecido reiteradas veces un excelente
trabajo, mucho mejor pagado que el que ahora tiene, pero siempre se ha negado a
aceptar.
-Diamante no suele hacer las cosas sin pensar.- Respondió
ella reflexivamente. - Supongo que tendrá sus razones.
-Su amigo el príncipe es un hombre muy idealista - repuso
Masters. - No tiene los pies en la tierra y me temo que es demasiado orgulloso
para someter sus proyectos a la aprobación de nadie.
-Diamante es orgulloso sí, pero también tiene mucha
dignidad y no le gusta que le manipulen. Ya tuvo bastante de eso, créame. Él
nunca se dejaría comprar por dinero, ¡por mucho que le ofrezcan! - aseguró
Esmeralda que ahora se sentía molesta. -
-No se enfade se lo ruego - le pidió Masters
tratando de aliviar la tensión. - No pretendía ofenderla. Estoy de acuerdo en
lo que usted me dice. Pero, como ya le he dicho, nuestro interés por su persona
no sólo abarca su nivel intelectual, que me consta es muy amplio.
-El interés por su intelecto lo comprendo - admitió
Esmeralda -pero, ¿qué es lo demás?,- inquirió sin acertar a entender. -
-¡Su gran fuerza!- le explicó su interlocutor. - Queremos
saber cómo ha adquirido semejante poder.
-Es muy simple- sonrió ella. - Ha entrenado mucho y ha sufrido mucho
también para poder llegar hasta donde está.
-No lo creo yo del todo así - rebatió Masters
alegando a su vez. - En mi modesta opinión creo que Diamante posee unas
cualidades fuera por completo de lo normal, al igual que le ocurre a su hermano
o los otros que estuvieron con él luchando contra los demonios para salvar la
Tierra…
-¿Cómo sabe usted eso? ¿De la misma manera que
conocía mi identidad?,- le preguntó Esmeralda con mucha curiosidad. -
-Ya le dije que tengo todo el dinero que necesito
para averiguar todo cuanto me interesa- sonrió el millonario afirmando sin
pudor - y el dinero abre muchas puertas, tanto oficiales, como extraoficiales. Mis
fuentes son muy fidedignas como habrá podido comprobar, pero secretas.
-Bueno, sus fuentes no me importan demasiado - repuso
Esmeralda. - Pero si los planes que tenga en mente para mi novio.
-¿Eso de novio es definitivo?- Le preguntó Masters
con un tono entre incrédulo, jocoso y desencantado. -
-Me temo que sí- sonrió ella de forma muy coqueta
añadiendo a continuación de forma irónica. - O quizás no del todo. Al menos
hasta que pueda llamarle marido. Pero dígame que tiene pensado hacerle. Confío
en que sea usted un hombre civilizado.
-No debe usted asustarse, lo soy - le sonrió Masters
tranquilizador para explicar. - Es una prueba de fuerza y habilidad que yo
denomino "The Masters Hero Game".- Añadió él con un tono de
entusiasmada suficiencia que a Esmeralda
le pareció ridículo. - Es algo sólo al alcance de héroes y personas como su
novio. Pienso celebrarla mañana mismo en esta isla. Por supuesto, está usted
invitada a presenciarla.
La
joven se rio al oír aquello. ¡Ese tipo no conocía a su pareja tanto como creía!
Aunque su carcajada no resultó de la forma tan cautivadora que Masters
esperaba. El millonario no se tapó los oídos por cortesía pero bien que lo
lamentaba. Cuando por fin ella cesó de reírse le dijo con incredulidad.
-Si cree que va a poder detenerle con algún truco
barato, rectifico - dijo ella mirando a su alrededor - extremadamente caro, o con algún trasto que
haya fabricado, se equivoca. Ni tampoco le servirá contratar a un grupo de
mercenarios. Diamante les pasará por encima y no desearía nada estar en su
lugar cuando le ponga las manos encima.
-Le ruego que no infravalore usted mis recursos,
querida - sonrió Masters al tiempo que apuraba su copa de vino. -
-No dudo de
sus recursos, pero tampoco infravalore a Diamante, no sería nada sensato y
usted parece un hombre inteligente.
-Gracias- repuso Masters que remachó con tono que
parecía bastante seguro - no se preocupe, no le infravaloro nada. Ya lo verá.
Tras
tomar una exquisita langosta de segundo plato junto con paté, se sirvió el
postre. Ella entonces reparó en los camareros y descubrió que eran androides.
Su expresión de asombro lo decía todo. Incluso le recordaban a sus droidas de
Némesis.
-¿Impresionante verdad?- le dijo Masters cuando
observó con regocijo la expresión de la muchacha. - Son producto de mis
empresas de tecnología punta en cibernética e informática.
-Espero que no mandará a los camareros a atacar a
Diamante - comentó ella con sorna. -
-No, por supuesto que no, hoy día no se podría
encontrar mejor servicio.- Respondió él utilizando el mismo tono de chanza. -
Muy
a su pesar Masters hizo reír a Esmeralda con ese comentario. Después ella
centró nuevamente su atención en el menú, más concretamente en el postre y lo
rechazó con una mano dando muestras de bastante fastidio por hacerlo.
-No dudo que estará delicioso.- Declaró la joven que
miraba con pena la tarta de trufa y nata que tenía delante -pero como usted
sabe perfectamente soy modelo y eso también conlleva algunas desventajas. Tengo
que vigilar mi figura y eso debe tener un montón de calorías.
-Puede usted comerlo sin ninguna preocupación, es
otro de mis productos de tecnología punta.- Le reveló Masters con satisfacción.
-
-¿Una tarta cibernética?- le preguntó Esmeralda más
con guasa que otra cosa. -
-No, ¡qué va!- sonrió el millonario que enseguida le
aclaró. - Este corresponde al ámbito de la dietética. Tiene cero calorías, confíe
en mi palabra. Le aseguro que soy el primer interesado en no atentar contra su
escultural figura.
-Bien, acepto su palabra - respondió ella, deseosa
de hacerlo a la vista de tal exquisitez. Sin más cató aquel delicioso postre y
quedó encantada, se lo tomó sin más cumplidos. -
Al
concluir la cena. Masters se levantó y le retiró la silla. La muchacha se
levantó algo aturdida por el vino, que era de una cosecha muy antigua. Y
declaró.
-He de confesar que ha sido una cena excelente, ni
siquiera en las altas recepciones he probado banquetes así.
-Me hace usted muy feliz,- le contestó el millonario
sonriendo con satisfacción. - Siempre me esfuerzo para tener lo mejor, en todos
los órdenes de la vida. Mañana podrá usted comprobarlo. Ahora si me disculpa, es
tarde y he de retirarme, pero usted puede recorrer las instalaciones a su
gusto- le indicó un plano de todos los lugares interesantes de la isla y de cómo
regresar a su habitación. - Dispone de piscina, playa privada, yacusi, cancha
de tenis, biblioteca completa e incluso un terreno de golf y un campo de
equitación, con su propia cuadra de pura sangres. Por supuesto, en su
habitación tiene televisión por cable de
pantalla gigante y video. Confío en que, de aquí para mañana, no se aburrirá.
-Gracias- sonrió Esmeralda impresionada por tan bien
dotado complejo –pero ha sido un largo día, estoy cansada, creo que iré a
acostarme ya.
-Entonces que descanse,- sonrió él volviéndola a
besar en la mano. - Buenas noches, la veré mañana.
-Seguro, puede usted contar con ello - replicó ella
con humor y marcada ironía. -
-
¿Y seguro que
todo quedó ahí?- Quiso saber Jenny con un caustico tono. –
-
Palabra –
Replicó Masters levantando la palma de su mano derecha como si estuviese
jurando ante un tribunal. – Nunca haría algo como propasarme de esa manera.
-
Así es –
convino Esmeralda.- Te puedo asegurar Jennifer que, pese a las circunstancias,
Ian siempre se portó como un caballero.
Y la diseñadora prosiguió contando que se marchó a
su habitación y se acostó. A la mañana siguiente se despertó y miró a un reloj
que tenía en la mesilla de noche que marcaba las ocho en punto. Se preparó un
baño abundante de burbujas en ese monumental cuarto de baño, se vistió y salió
por un pasillo. Tenía un sirviente robotizado que le dio a elegir entre una amplia
gama de desayunos. Todavía sorprendida por semejante abundancia se decidió
a pedir fruta con leche y tostadas con
mermelada integral.
Paralelamente
Diamante se despertó y tras comer cereales y abundante leche y zumo se vistió
con su armadura, recogió sus planos y salió volando rumbo a la isla a gran
velocidad. Llegó a la isla a las ocho cincuenta y cinco. La voz de Masters le
invitó a aterrizar en un helipuerto. El muchacho así lo hizo. Los alrededores
estaban desiertos, no se veía a nadie y eso no le acababa de gustar demasiado.
Al fin pudo escuchar una voz a través de los altavoces de la pista.
-Señor Diamante Lassart, o mejor dicho, Diamante
príncipe de Némesis. Bienvenido, confío que haya traído aquello que le
solicitaron.
-Sí, aquí está-
replicó él que con visible desgana él mostró una carpeta que llevaba
bajo el brazo en tanto decía. - Pero antes quiero saber quién es usted y si es
el dueño de esto.
-Si, por supuesto- repuso la voz - mi nombre es
Masters, Ian Masters. Y ahora que nos conocemos, ¿sería tan amable de depositarla
en esta deslizadora?- Al eco de esas palabras una especie de plataforma
voladora se acercó hasta él quedándose a la altura de su cintura. -
-¿Dónde está Esmeralda?- inquirió Diamante que
sentenció con firmeza. - Hasta que no sepa que está bien, no pienso darle nada.
-Por supuesto, me parece lo más lógico.- Y de improviso apareció un holograma de la
muchacha paseando por una sala, parecía estar admirando una colección de obras
de arte. -
-¿Cómo sé que eso no es un truco de ordenador? -
Quiso saber el chico, desconfiando por
supuesto de esa imagen. -
-Pues hable usted con ella- le propuso Masters. - Así
se convencerá.
-¿Puedo hacerlo desde aquí? - Inquirió incrédulo su
interlocutor. -
-Por supuesto, hay micrófonos que le llevarán el
sonido tanto a ella como a usted. Se lo aseguro.
El príncipe no se hizo de rogar, de inmediato quiso
cerciorarse.
-¿Esmeralda?- llamó él con tono algo inquieto. - ¿Puedes oírme? ¿Estás
bien?..
La
chica escuchó la voz de su novio cuando, tras salir de una especie de museo
lleno de esculturas y pinturas a cual más valiosa, iba hacia la sala que le
habían indicado.
-¿Eres tú Diamante? ¿Cómo sé que no es un truco?,- preguntó
en voz alta. Por inmediata respuesta se encendió una pantalla de televisión de
grandes dimensiones que daba a la parte exterior y pudo ver a su pareja. -
-Pregúntense algo que sólo sepan ustedes dos. No se
preocupen, les prometo no escuchar - rio Masters haciendo gala de un cínico
sentido del humor. -
-No se moleste, puede escucharlo si quiere, faltaría
más.- Repuso Diamante con sorna y añadió, ahora preguntándole a su novia. - ¿Con
quién soñaste ayer Esmeralda? ¿Con las guerreras verdad?
-Yo no soñé con las guerreras ayer, tonto - replicó
ella de forma pretendidamente enojada cuando le corrigió - te dije que fue con
Rubeus ¿es que ya no te acuerdas?
-Sí, es ella- sonrió Diamante complacido al poder
cerciorarse. - Está bien amigo, un trato es un trato, aquí tiene lo que
quería,- puso la carpeta sobre la
bandeja y ésta desapareció como una exhalación. Al verlo el joven pasó a exigir
su contra partida. - Ahora suéltela.
-Me temo que no es tan sencillo- repuso Masters. - Primero
comprobaremos si lo que nos ha entregado es lo que le pedimos, no es que
desconfíe de su palabra pero…
-Claro, claro, compruebe usted lo que quiera - replicó
Diamante con despreocupación. -
Tras
unos momentos que al chico se le hicieron eternos, aunque se cuidó mucho de
evidenciar su impaciencia, la respuesta de Masters fue satisfactoria.
-Muy bien, es correcto.
-Pues si ya tiene lo que quería, suéltela- le espetó
su interlocutor, ahora sí con una no disimulada impaciencia. -
-Me temo que no voy a poder complacerle, al menos de
momento - fue la enigmática réplica de Masters. -
-¡Hicimos un trato! - le reprochó Diamante
visiblemente enfadado. - ¿O es que no tiene usted palabra?
-Por supuesto, me ha pedido que la suelte y ella
está libre. Pero reunirse con la señorita es cosa bien distinta. No le prometí
nada al respecto. Para eso el trato incluye que usted participe en un pequeño
juego y le aseguro que si lo supera llegará hasta Esmeralda sin problemas, pero
debe arriesgarse a jugar.
-De acuerdo, acepto,- convino Diamante que pasó a
agregar con tono desafiante - si quiere jugar, jugaremos. Pero le aseguro que
se va a arrepentir.
-¡No lo creo!,- rio la voz de Masters declarando con
suficiencia. - No sabe usted con lo que se va a enfrentar, no debería estar tan
seguro de sí mismo.
-Usted tampoco sabe contra quien se enfrenta. - Sonrió
su interlocutor con actitud plena de confianza. - Pero, enseguida lo sabrá, se
lo prometo...
En
ese momento Esmeralda deambulaba por un pasillo buscando una salida para
reunirse con Diamante. Unas flechas se iluminaron en el suelo y ellas las
siguió. Le condujeron a un pequeño cuarto con dos asientos. Uno de ellos estaba
ocupado por Masters, él la invitó a sentarse a su lado con un gesto.
-¿Qué pretende usted hacer?,- le preguntó la
muchacha visiblemente preocupada. -
-Sólo divertirme un poco. No tema nada serio. - Sonrió
el millonario tecleando unos botones en el ordenador. -
En
ese momento el príncipe se vio rodeado por aerodeslizadores armados con rayos
laser que comenzaron a atacarle. Esquivaba los rayos sin dificultad y
contratacó destruyéndoles en pocos minutos, sin apenas usar su fuerza. Su novia
que podía seguir sus evoluciones junto al millonario en una gran pantalla de
televisión, sonreía y exclamó.
-¡Bieen! Tendrá que hacerlo mucho mejor si quieren
inquietar a Diamante.
-Descuide, lo haré - respondió Masters sin inmutarse
y tecleando otra orden en la consola. -
Una
apertura apareció en una de las paredes dando acceso a la fortaleza. El
muchacho entró y el agujero se cerró tras él. Comenzó a caminar por un pasillo
débilmente iluminado. Ahora que lo pensaba creyó reconocer el lugar. Estuvo
allí durante la crisis de los androides del futuro. ¡Ese lugar le era familiar!
De todos modos no lograba acordarse de por dónde había pasado. Maldijo el no
haberle prestado atención entonces. En ese instante dos puntitos de un fulgor
azul acerado aparecieron frente a su posición. Al acercarse vio que pertenecían
a una especie de robot de unos tres metros de altura que le golpeó sorpresivamente
dándole de lleno y lanzándole contra la pared del fondo. Diamante se recobró
aunque sangrando por la nariz y aumentó su fuerza para contratacar, pero ese
ingenio era bastante ágil, más de lo que parecía para su tamaño y detuvo sus
golpes.
-
Se han
cambiado las tornas. ¡Ahora es mi androide el que lleva las de ganar! - Exclamó
Masters dejándose llevar por el triunfalismo. -
Esmeralda
miró ahora la pantalla con preocupación. Oía sonidos de golpes pero no podía
ver casi nada por la penumbra del cuarto. Diamante peleaba utilizando casi
todas sus fuerzas. Por fin, su tenacidad tuvo fruto, logrando golpear al
androide que atravesó la pared. La lucha prosiguió en una sala iluminada. Ahora
podía verse al ingenio mecánico con graves daños en la zona del pecho y el
costado izquierdo. Diamante, acumulando energía en una bola, atacó al su
oponente lanzándosela y logrando despedazarlo. Masters se quedó atónito, tras
unos segundos de incredulidad, dio un golpe de frustración en la consola.
-¡Ha destruido un prototipo de la serie G-22, no lo
puedo creer!- exclamó a medio camino entre el asombro y el enfado. -
-¡Ya le dije que Diamante no era fácil de vencer! -
clamó Esmeralda dando palmas de forma entusiasta. -
-Aún tengo más sorpresas para él. – Contestó el
millonario que parecía molesto. Tecleando la consola, programó una nueva orden,
aunque ésta sin que él ni su “invitada” lo advirtiesen, soltaba algunas chispas
eléctricas y un tenue humillo. -
El
príncipe cruzó a la sala siguiente sin ninguna oposición. Al llegar al final de
una estancia, en la pared y tras una puerta metálica que se elevó hacia el
techo apareció otro androide metálico, color cobalto. Masters sonriendo con
confianza, lo señaló con el dedo en la pantalla para atraer la atención de Esmeralda.
-Aquí tiene usted nuestra última y más avanzada
creación. Basada en la tecnología de los androides del futuro. El Regenerador
3000.
Ese
robot salió a la búsqueda de su oponente al que interceptó en el centro de otra
sala contigua. Le atacó con rayos laser de alta potencia a los que su rival
respondió con ráfagas de energía. Pero los láseres del robot tenían mayor densidad
y atravesaron los ataques de Diamante
hiriéndole en un hombro. Malherido, tuvo que retroceder. El androide, con una
rapidez enorme, le dio un fuerte golpe en la garganta con uno de sus brazos
metálicos. El chico chocó contra la pared quedando sin sentido.
-¡Oh no!,- exclamó Esmeralda horrorizada.- Pare
esto, por favor- le suplicó a Masters, con patente preocupación. -Ya tiene lo
que quería, ha vencido, déjelo ya.
-No se alarme, Diamante no debe de haber sufrido
demasiado daño. Pero hicimos un trato. Lo detendré y ambos quedarán libres - le
contestó el millonario sin demostrar preocupación. -
El
muchacho efectivamente se recobró y poniéndose en pie golpeó al androide que
encajó el ataque sin sufrir ningún daño. Su oponente en cambio le propinó una
rápida sucesión de demoledores golpes haciéndole escupir sangre. Esmeralda
miraba con una mezcla de angustia y terror en su cara.
-¡Ha dicho que lo detendría!- le chillo entre
indignada y llena de temor - se lo suplico, esa máquina va a matarle si no la
para.
Pero el millonario le devolvió una mirada plena en esta
ocasión de desconcierto. Al parecer trataba de programar órdenes para su robot,
pero éste no las atendía. Así lo confesó con patente inquietud para horror de
la chica.
-No lo entiendo. No obedece a mis órdenes, ¡está
fuera de control!
El
androide hizo atravesar la pared a su rival. Sus ojos verdes refulgían, su rival
se levantó trabajosamente y lanzó un rayo de energía contra el robot que le
impactó en el hombro izquierdo destrozándoselo. Pero, casi inmediatamente el
brazo que logró seccionar se reunió con el hombro. Diamante y Esmeralda
quedaron boquiabiertos, ella miró a Masters entre atónita y aterrada.
-Es un regenerador- le explicó Masters estaba vez
muy preocupado, - Se auto repara en instantes. Ordenaré que evacuen la isla
inmediatamente y que la pongan a salvo a usted. Enviaré a alguno de mis
hombres a sacar de ahí a su amigo.
Pero
la chica le devolvió una mirada dura y plena de determinación cuando se levantó
elevando una de sus manos hacia el techo a la par que exclamaba.
-No, esta vez me toca a mí. ¡Corazón puro del
viento, dame el poder!
Ante el asombro de su interlocutor se
transformó en medio de una zarabanda de luz. Reapareciendo de esta con su
uniforme de justiciera.
-Yo también soy una buena guerrera. La Dama del
Viento. - Para corroborar su declaración, con un rayo de energía destrozó la puerta
de la sala dejando boquiabierto a Masters. Esmeralda se giró hacia él sonriendo
y añadió. - ¿Esto no lo tenía en su informe, verdad?
Y salió corriendo a toda prisa sin esperar
contestación de su asombrado interlocutor…
-Debieron de ser unos momentos terribles. - Pudo
decir Jennifer visiblemente impresionada por la narración. –
-Llegue a pasar mucho miedo – le confesó Esmeralda,
aunque añadió con más decisión - Pero
siendo una justiciera debía comportarme como tal. Y sobre todo ir a ayudar a
Diamante.
-Por muchas veces que lo diga jamás me disculparé lo
bastante. Que conste que fue cierto, un fallo del sistema me impedía controlar
a ese robot. – Terció Ian que ponía un gesto de circunstancias. –
- Eso ya está olvidado, tonto – sonrió su amiga.-
-Pero sigue contando- le pidió Jennifer a su
interlocutora –
-Bueno, según mi marido me explicó a mí, sucedió lo
siguiente….
Diamante
trataba de sobreponerse, reuniendo sus energías peleaba a golpes contra el
androide. Decidió emplear uno de sus trucos para tratar de confundirle.
-Vamos a ver qué te parece esto, ¡maldito cacharro!
- le espetó al robot mientras se concentraba emitiendo una gran cantidad de
energía. -
El androide pareció confundido y escaneó a su
enemigo. Aunque de pronto, en vez de un sólo adversario, el robot tuvo que
vérselas con tres. Diamante había logrado mejorar su técnica de desdoblamiento
y atacó al robot desde varios ángulos. Pero aquella máquina no resultaba
afectada pese a ser castigada por triplicado. Sus desperfectos se regeneraban
al momento. Su contrincante estaba agotado de tanto pegar y sus golpes perdían
fuerza. El Androide sin embargo, seguía combatiendo sin acusar fatiga. El
príncipe le lanzó varias bolas de fuego pero éste dio un manotazo y le lanzó
varios metros para atrás, haciéndole reintegrarse en uno sólo al perder casi
toda su energía. Aprovechando esa pausa momentánea el muchacho alcanzó a
tentarse el uniforme y de un bolsillo extrajo una alubia. Al tomársela sus fuerzas se recobraron y se
lanzó contra el robot sacudiéndole en la cabeza y logrando abollársela. No
obstante ésta enseguida volvió a su forma original. Diamante ya no sabía cómo
atacarle y optó por retirarse, antes de que aquel ciborg le agotase las fuerzas
de nuevo. A gran velocidad se puso fuera de su alcance para idear un plan de
ataque. El androide escaneó la zona en su búsqueda. El muchacho anduvo por el
pasillo y descubrió el cuarto donde Masters tecleaba la consola
desesperadamente, sin pensar atravesó la pared y con visible furia, aferró al
millonario por el cuello levantándole en vilo.
-Vale, ahora esto es entre usted y yo, ¡cara a cara!,
sin cacharros que le protejan. Veamos de lo que es capaz.- Le espetó Diamante
con una expresión de manifiesta hostilidad. -
-Es…estoy tratando… de… detenerle,- repuso Masters
con dificultad pues estaba asustado y su enfurecido interlocutor casi le
ahogaba. - Pero los controles no responden.
-¿Y Esmeralda? ¿Dónde está?- le interrogó su
interlocutor a punto de perder los estribos. -
-Sa…, salió a buscarle, está en peligro y si se
encuentra con el androide...- Tartamudeó el intimidado millonario. -
-¡Cómo le ocurra algo por su culpa le despedazaré!- amenazó
Diamante con visible furia. -
-El androide tiene un punto débil, algo en su
estructura, pero no recuerdo bien el qué. Estará en sus planos.- Pudo decir
Masters que estaba pálido por el miedo. -
-Ahí pase miedo yo – admitió Ian para sonrisa de las
dos chicas cuando agregó. – Si hubierais visto la expresión de Diamante. ¡Creía
que me iba a desintegrar!
-Pues te lo hubieras merecido por tonto. – Le regañó
su esposa, aunque con claros tintes de cariñosa burla. -
Ahora sí que Esmeralda no pudo contenerse y lanzó
una de sus carcajadas. Para horror de ella y de sus amigos los llantos del bebé
no se hicieron esperar. Visiblemente azorada la modelo se levantó y tomó en
brazos a la niña, tratando de mecerla.
-¡Cuánto lo siento chiquitina! Es esta horrible risa
mía. Hala duérmete, cuchi, cuchi… le susurraba con voz melosa. -
La pequeña entre tanto apretaba los puños y cerraba
los ojos berreando de forma notoria, incluso se ponía roja. Aunque tras unos
instantes y con mucha paciencia la modelo continuó acunándola entre sus brazos
hasta que el llanto cesó, la cría finalmente volvió a dormir para alivio de
todos.
-¡Vaya! – Afirmó una impresionada Jenny. – No se te
da nada mal.
Esmeralda sonrió, apenas sabía lo que era tener una
cosita tan pequeña y frágil entre los brazos. Solamente había acunado antes a
otro bebé, y ese era Giaal, el hijo de sus amigos Ail y Ann. Pero sentía una
dulce y cálida sensación al abrazar a la pequeña Satory. Y si era así con la
hija de sus amigos, ¡Qué podría ser si Diamante y ella llegasen a tener un bebé
propio! Suspiró de nuevo en tanto devolvía a la cría a su cuna con todo el
cuidado que le fue posible. Ian por su parte sonrió al ver a su amiga y decidió
proseguir él ahora con el relato…
-Pues cuando recordamos esto años después, tu marido
me contó lo que pensaba entonces…
Diamante, tomó aire inspirando hondamente y se
relajó, no tenía sentido encolerizarse. Le parecía que ese tipo le estaba
diciendo la verdad y no lograría nada por la fuerza. Era momento de usar la
astucia. De modo que sentó al millonario en el asiento y le inquirió recobrando
algo de calma.
-¿Tiene aquí los informes de ese androide y su plan
de construcción?
-Sí, aquí los tiene - repuso el millonario sacando
una carpeta de debajo del mueble. - Ahora hay que marcar los códigos de acceso.
Su
interlocutor le hizo una seña con la cabeza y el magnate tecleó en su consola
la clave de acceso, sobre la pantalla apareció la configuración del androide.
-Este robot está especialmente diseñado para
regenerar su estructura - le explicó Masters a la vez que Diamante ojeaba la
carpeta en donde venían detalladas esa y otras informaciones. - Su estructura
molecular es especial para permitir a todos sus elementos el recobrarse en
cuestión de segundos. Pero puede ser anulada con un compuesto químico que está
en el laboratorio central.
-¿Está muy lejos ese laboratorio?,- inquirió el chico
que parecía sopesar las posibilidades de un plan de acción. -
-En la sección cuatro - le reveló el millonario que ahora con pesar
informó a su contertulio. – Pero mucho me temo que tendrá que pasar por donde
está el androide.
- ¡Oh!, estupendo. – Exclamó irónicamente Diamante
elevando los brazos al aire. -
-Yo trataré de distraer la atención de sus
programas, si es que responde aun mínimamente a los controles.
-¿Y si no responde? - Inquirió agudamente el
muchacho. - Masters guardó un incómodo silencio, lo cual movió a su contertulio
a deducir no sin irónica chanza. - Ya veo, mucha tecnología pero al final tendré
que arreglármelas yo mismo. Dígame ¿Cómo es ese compuesto?...
-Está en un bote grande de color naranja- le
describió Masters. - En la etiqueta pone 3000.101.
-Voy para allá y rece porque Esmeralda esté bien,
sino y aunque ese engendro mecánico me mate por intentarlo volveré a por usted.
- Amenazó el príncipe a un intimidado millonario. -
-Espere un momento - le pidió Masters ofreciéndole
una especie de llavín de color plateado – tome, es la llave del laboratorio.
-¿Para qué?- repuso despectivamente Diamante
añadiendo con suficiencia - puedo hacer saltar esa puerta en pedazos por
blindada que esté, no necesito ninguna llave.
-Sí que la necesita- le rebatió Masters -.El
blindaje es sólo una de sus medidas de protección. De no abrir con ella el
sistema de seguridad del laboratorio interpretará que está siendo asaltado y se
autodestruirá.
-Bien, pues entonces démela. - Le pidió Diamante a
desgana alargando la mano. Masters le entregó la llave que él guardó en uno de
sus bolsillos y acto seguido salió volando a conseguir ese neutralizador. -
Esmeralda
por su parte recorría las salas en busca de su novio, muchas de ellas estaban
destrozadas y ya no sabía por dónde ir. Entrando en una de tantas se topó
repentinamente con el androide. Ahogando una exclamación trató de esconderse
pero ese robot ya la había visto. Sus ojos parpadeaban intermitentemente con un
resplandor verdoso. La muchacha le atacó con varios rayos de energía. Para su
desesperación pudo constatar que estos no le afectaron lo más mínimo. Ese robot
contratacó en cambio con rayos de alta potencia que la justiciera esquivó como
pudo. Uno de ellos le pasó rozando levemente el hombro y fue suficiente como
para hacerla sangrar y destruir parte de su traje. Con horror la chica giró la
cabeza observando el agujero que esa descarga había hecho en una gruesa pared.
Sin perder ni un segundo huyó encerrándose en un cuarto tras una puerta
reforzada con plomo. Suspiró aliviada puesto que pensó haber dejado atrás a su enemigo pero éste fijó el blanco
en aquella gruesa puerta y disparó sus láseres. Trazando círculos con ellos el
androide fue derritiendo la puerta. La aleación de plomo de no aguantó mucho, en
tanto que Masters lo veía con impotencia a través de las cámaras.
-Espero que Diamante llegue a tiempo para salvarla -
pensaba muy preocupado por la suerte de aquella joven. -
-Si- convino Esmeralda siendo ahora ella la que pasó
a relatar. – Fueron unos momentos angustiosos si os digo la verdad. – Y les
contó cómo se sintió de asustada cuando vio a ese engendro aparecer a través de
la destruida entrada -
El
androide se abrió paso a través de los restos de la puerta acercándose hasta
ella. Esmeralda concentró sus energías atacándole con una ráfaga más de rayos. Logró
hacerle algunos rasguños superficiales, pero en escasos segundos se cerraron
inmediatamente. Como repuesta el robot contra atacó. De un manotazo arrojó a la
chica al otro lado de la sala. Levantándose como pudo invocó.
-
¡Vuela
boomerang!
El arma de la justiciera apareció describiendo un
semicírculo para estrellarse contra la máquina, pero desgraciadamente no le
produjo el menor daño. Salió rebotado contra la dura aleación de ese androide y
quedó en el suelo. No obstante la muchacha aprovechó que su enemigo se había
ocupado de aquel ataque y se refugió tras una gruesa mesa de mármol.
Desafortunadamente el ingenio mecánico la rastreó. Enseguida la detectó y
destrozó de un puñetazo esa mesa reduciéndola a esquirlas de piedra. Ese robot avanzaba
inexorablemente hasta Esmeralda que estaba estremecida de miedo, pero aun así, se
irguió con dignidad para hacerle frente.
-Si tengo que morir, al menos lo haré en pie. Ante
todo dignidad. - Se dijo con voz temblorosa y tal y como su mentora en el mundo de la moda le había
inculcado elevó el mentón manteniendo la cabeza alta. -
El
androide clavó sus fríos ojos verdes en ella y la escaneó, entonces una voz
metálica surgió de él decidiendo.
-Potencia de combate 300 kits, la amenaza es
irrelevante. Retirada técnica.
Y
sin más se dio media vuelta saliendo del cuarto e ignorando completamente a
Esmeralda. Cuando la chica se recuperó de la impresión y el susto, se quedó con
los brazos en jarras e inclusos e permitió exclamar con fingida o quizás no tan
simulada después de todo, indignación.
-Amenaza irrelevante. ¡Será posible!, ¿cómo se
atreve ese pedazo de lata? Me ha ignorado por completo.
Aunque
una vez superada la tensión del momento sus miembros se relajaron. Lentamente
se dejó caer al suelo de rodillas suspirando aliviada y echándose hacia atrás,
en tanto remachaba con una leve sonrisa.
-¡Menos mal!...Nunca en mi vida me había alegrado
tanto de que me llamasen algo así.
Eso hizo reír ahora
a Ian y a Jennifer. Esmeralda esta vez se dominó. No quería volver a
asustar a Satory.
-O sea que, por una vez, eso de no ser apreciada no
te vino mal. - Comentó la joven madre con tono divertido. –
-Parece mentira, pero a veces es mejor que no te
reconozcan por tus méritos. – Bromeó su interlocutora a su vez retomando la
historia. Al menos tal y como su esposo se la refirió… -
Por
su parte Diamante había llegado al laboratorio y tras abrir con la llave entró
buscando el compuesto. Tal y como le dijo Masters estaba sobre una repisa, protegido
tras un grueso cristal. Sin cumplidos lo hizo pedazos y alargó la mano para
llevárselo. Una vez lo tuvo se percató que las luces del laboratorio
parpadeaban rojizas.
-Mierda, se va a auto destruir, tengo que salir de
aquí.- Se dijo instándose a ello con rapidez. -
Se
dio prisa en abandonar el laboratorio que estalló a los pocos segundos. Con
manifiesta preocupación por su novia se abrió camino por las salas buscándola.
Finalmente pudo llegar a la que ocupaba Esmeralda que seguía de rodillas.
-¿Estás bien cariño?- Le preguntó él preocupado al
verla en un estado de ensimismamiento. -
La
joven se levantó al escucharle y sonrió feliz, tras los besos y abrazos del
reencuentro ella le explicó lo sucedido.
-¿Hacia dónde ha ido?,- le preguntó Diamante con
premura pero sin querer presionarla. -
-No lo sé - repuso ella - sólo sé que estaba aquí
hace un momento. Me miró fijamente y dijo que yo era una amenaza irrelevante, después
se marchó.
-¡Ahora lo entiendo! - exclamó Diamante dándose
cuenta de algo. -¡Claro!, es parecido a los robots del futuro contra los que
luchamos. Si bajo mi nivel de energía al mínimo no me atacará o por lo menos se
desconcertará y podré tirarle esto.
-¿Que llevas en ese bote? - Quiso saber Esmeralda con
expresión curiosa. -
-Algo que le impedirá regenerarse. Quédate aquí
quieta,- le indicó él. -Volveré a buscarte en cuanto me encargue de él...
Sin
darle tiempo a su interlocutora a responder Diamante salió veloz a la búsqueda
del robot. Tras unos momentos de mirar por las estancias contiguas le encontró
al final del pasillo. El androide le descubrió escaneando otra vez su fuerza.
Pero el muchacho había disminuido al nivel mínimo y la metálica voz del robot
no le juzgó un peligro sentenciando con su metálico tono.
-350 kits, la amenaza es irrelevante…ignorar.
Se
dio media vuelta y se alejó, lo que el príncipe aprovechó para colocarse sobre
él y rociarle con ese compuesto que lentamente comenzó a filtrarse por su
estructura. A través de la megafonía escuchó entonces la voz de Masters.
-Ya puede atacarle. Su estructura según el análisis espectro
gráfico de mis sistemas, se ha hecho vulnerable.
-Muy bien- declaró el muchacho haciéndose crujir los
dedos de sus puños sin ocultar su satisfacción. - Ahora es mi turno... ¡te voy
a enseñar a ignorarme, payaso!
Ahora
sí que aumentó súbitamente su energía y el androide al sentirla se volvió hacia
él, repitiendo se análisis. En esta ocasión el veredicto que dictó fue muy
diferente.
-Potencia de combate 60000 kits, amenaza peligrosa, eliminación.
-Y que lo digas, ¡soy peligroso! pero vas a ser tú
el que se vaya al otro barrio, ¡maldito montón de chatarra! - Exclamó Diamante
sonriendo con malicia. -
El
chico le golpeó en la cara con velocidad y ésta no se regeneró quedándose
abollada, con un grito de júbilo salvaje siguió golpeando al androide hasta
lanzarle contra la pared.
-¡Esto es por lo de antes!- le espetó, para
sentenciar confiado - y aún nos quedan cuentas que saldar.
Pero
pese a eliminar su capacidad regenerativa el robot no estaba tan mal como
parecía y se recuperó golpeando a su vez a Diamante que sangró por el labio. Los
momentos siguientes fueron una dura lucha con un constante intercambio de
golpes. El androide no se regeneraba ya pero sus fuerzas no se agotaban, por
contra el muchacho necesitaba un mínimo respiro. La suerte estuvo a su favor y
en uno de los golpes que recibió del robot, fue lanzado contra otra sala donde
aprovechó para intentar comerse una alubia. Pero cuando rebuscó en su bolsita
para extraerla advirtió con horror que ésta se encontraba vacía.
-¡Oh no! ¡Maldita sea! ¿Qué hago ahora?- se preguntó
en voz alta. -
Al
ver que no salía, el androide se dirigió hacia él. Diamante entonces se percató
de que estaba rodeado por gran cantidad de botellas debía de haber entrado en
un almacén. Con alegría descubrió un montón de latas de bebidas isotónicas.
- Como decía Goku Sensei. ¡La bebida de los
deportistas!- exclamó. - No es como una alubia pero algo hará.
Con celeridad se bebió un par de ellas, eran nuevos
compuestos reforzados según los avances de los laboratorios de Masters. El
asombrado muchacho notó como sus fuerzas volvían. Al menos lo bastante como
para levantarse y esquivar un nuevo ataque del androide. Pudo revolverse entonces y con un rayo de
energía lo derribó al suelo, partido por la mitad.
-Ya no te ves tan terrible- se burló Diamante
preguntando con sorna a esa máquina-¿Se te han quitado las ganas de pelear?..
Como
respuesta pudo ver incrédulo como el tronco del androide se arrastraba hacia
él.
-Vaya, parece que no, pero eso vamos a solucionarlo
enseguida,- añadió rematándolo con otro rayo de energía que atravesó el cuerpo
de su rival. -
Y tras unos agónicos instantes en los que parecía
que aquello no había surtido el efecto deseado el androide se detuvo llenó de
cortocircuitos y el fulgor de sus ojos verdes se apagó.
-Por fin-suspiró el agotado muchacho dejándose caer
al suelo para sentarse apoyando su espalda contra la pared. - Creí que no iba a
acabar con él nunca.
-Diamante cariño, ¿estás bien? - Gritó Esmeralda que
corría a su encuentro desde el otro lado del pasillo. -
Su pareja se
levantó al oírla y ambos se fundieron en un abrazo. Ella enjugó la sangre en
los labios de él, con un beso de los suyos. Tras unos largos momentos en los
que compartieron más caricias y besos terminaron y salieron al exterior. Diamante
se recogió varias de esas latas y compartiéndolas con Esmeralda las vaciaron
con avidez. Una vez repuestos ganaron la salida de aquel laberintico complejo. Allí
les aguardaba el millonario que exclamó aliviado al verlos.
-¡Cuanto me alegro de que ambos estén bien!
Diamante
le fulminó con la mirada y tomando a Esmeralda del brazo comenzó a andar con
ella ignorando al tipo aquel que empezó a gritarles tratando de disculparse.
-Yo no quería que esto terminara así. ¡Les pagaré!, les
compensaré a ambos. Puedo extenderles un cheque en blanco, ¿eh? ¿Cuánto
quieren? Pidan y se lo escribiré.
Ninguno
de los dos le hizo el menor caso. Por fin, ante la insistencia de Masters que
les seguía acercándose cada vez más. Diamante se giró perdiendo la paciencia y
le espetó en un tono de muy pocos amigos.
- Escúcheme con atención, sólo se lo diré una vez
Masters. No queremos su dinero, no queremos verle más y, por favor, ¡déjenos en
paz de una vez!
- Lo lamento - pudo replicar aquel hombre que ahora
bajaba la cabeza y declaraba sinceramente. - Nunca creí que esto pudiera írseme
de las manos. Solo iba a ser una especie de competición.
Su
interlocutor tentado estaba de romperle la cabeza a ese idiota. No obstante
Esmeralda detuvo a su novio con un gesto y se dirigió hacia aquel hombre para
preguntarle con interés.
- Cuando desperté en esa habitación y miré en el
armario vi todos mis trajes, pero también noté como ya le dije, que tenía usted
algunos que pertenecían a unos bocetos que nunca llegué a llevar al atelier.
Ahora
el millonario le dedicó una mirada de sorpresa cuando alegó.
- ¡Los compré porque pensaba que eran suyos! Al
menos eso me dijeron. Aunque eran de la casa Goldpier.
- Esos bocetos me fueron sustraídos. Yo nunca he
trabajado para esa casa. - Le reveló Esmeralda que lucía bastante interés en su
semblante cuando interrogó a ese tipo. – Me gustaría saber si usted recuerda a
quién se los compró.
- Ahora mismo no. Pero lo averiguaré, es lo menos
que puedo hacer por usted.
Aquí se detuvo una vez más el relato. De hecho fue
el millonario quien lo hizo.
- Es cierto.- Afirmó ahora Masters dirigiéndose
tanto a Esmeralda como a su joven esposa.- No sé quién estaría detrás de eso.
Es más, sigo sin saberlo pese a que intenté averiguarlo. Empleé bastantes
recursos y no saqué nada en claro. Debe de tratarse de alguien muy poderoso.
- Bueno Ian, ya no importa, no te preocupes. Después
de aquello no he vuelto a tener más incidentes de ese estilo. – Admitió
Esmeralda, especulando aunque sin demasiada convicción. – Quizás se asustaron
cuando trataste de indagar.
- Pudiera ser – repuso Masters que añadió ahora. -
De todos modos tu marido y yo hablamos de aquello tiempo después, cuando
hicimos las paces, por así decirlo. Me contó lo que él pensó entonces sobre el
tema, incluso en la isla me comentó…
Y
ahora fue Diamante el que parecía haber caído en algo, quizás durante la lucha
contra esos robots no tuvo ocasión de reflexionar sobre ello, pero había
ciertos detalles que le eran familiares cuando preguntó.
- Esos robots tenían ciertos componentes que son
demasiado avanzados para la tecnología terrestre. ¿También le compró esa
información a alguien sin identificar?- Remachó con tono de irónica
incredulidad. –
- Esa información, como usted dice, en parte se la
debo a su hermano Zafiro, que ya trabaja para mí. Pero antes de que saque
conclusiones le diré que él nada sabía de mi plan de traerles aquí. Es más,
pensé que, si ustedes veían el grado de desarrollo de mis prototipos y lo que
he conseguido, se unirían a mi equipo. Esto iba a ser una prueba sin mayor
trascendencia.
El
atónito príncipe apenas sí podía creerlo. Desde luego su hermano era un brillante
ingeniero. ¡Ahora caía en donde vio algo similar! En Némesis, en pleno siglo
XXX, diseñó un tipo de androides llamados droidas que las cuatro hermanas,
Rubeus, y la misma Esmeralda habían utilizado en sus misiones contra las
guerreras. En cuanto compartió sus pensamientos su novia enseguida convino con
él.
-
Sí, es
cierto. A mí me sucedió lo mismo nada más verlos. Pero esos robots de Masters
son todavía más poderosos.
-
Esto es algo
serio. Usted dijo que parte de la tecnología provenía de mi hermano. ¿Qué
sucede con la otra parte?- Le interrogó clavando unos agudos ojos violetas en
los del millonario. –
-
La adquirí a
un grupo de investigación. Tampoco dieron muchos datos, solo me ofrecieron unas
muestras de una tecnología muy elevada y se la compré. – Afirmó éste
encogiéndose de hombros -.
-
Es usted un
irresponsable – le riñó el príncipe para agregar. – Ni tan siquiera se molestó
en determinar el origen de aquello.
-
Es verdad. -
Admitió el tipo que ahora parecía visiblemente arrepentido. – En mi deseo de lograr
un progreso para el bienestar del mundo no reparé en las fuentes del mismo.
-
Si quiere un
consejo primero ocúpese de contratar una buena secretaria que le lleve los
asuntos, amigo. – Replicó Diamante que no se sabía si hablaba de forma
sarcástica o realmente le daba un sincero consejo a su interlocutor. –
-
Creo que el
señor Masters no tenía mala intención, cariño- terció entonces Esmeralda para
sorpresa de los dos hombres que la escuchaban, más cuando agregó dirigiéndose
al millonario. - Verá usted, no todo en esta vida puede comprarse con dinero.
Nosotros hemos aprendido que la confianza y la amistad verdaderas no tienen
precio.
-
Me gustará
mucho ganarme las suyas. - Pudo responder aquel hombre de una forma mucho más
humilde de la que había hablado hasta ese momento. –
-
Lo va a tener
muy difícil. Amigo. - Sentenció Diamante cruzándose de brazos. -
Aunque de nuevo fue Esmeralda la
que sonrió de forma más amplia y les dijo, ahora dirigiéndose más hacia su
novio que hacia aquel tipo.
- Unas buenas amigas nos enseñaron que deben darse
oportunidades a las personas para cambiar.
Su pareja encajó aquella frase
como si de una leve reprimenda se tratase. Diamante en efecto suavizó un poco
su gesto y suspiró declarando eso sí, con cierta brusquedad.
-Quizás con el tiempo y si hace las cosas de la
forma adecuada, pueda conseguir que reconsidere mi postura y mi opinión acerca
de usted, Masters.
-No dude de que me esforzaré por hacer las cosas de
un mejor modo. - Le aseguró ese tipo que realmente parecía dispuesto a ello. -
-Si usted desea algo de mí pase por alguno de mis
desfiles.- Añadió más amablemente Esmeralda que sonrió ligeramente para tratar
de aliviar la rudeza de su novio. - Lo cierto es que tiene usted mucho estilo, debo
reconocerlo.
-Ahora sé quién te recomendó que contratases
secretaria – rio Jennifer –
-Si - admitió su esposo, sonriente a su vez – Y fue
el mejor consejo que jamás me hayan dado. Además de la mejor secretaria del
mundo obtuve a mi esposa y a la madre de mi hija.
Ambos
se dieron un beso en los labios ante la sonrisa de Esmeralda. Ésta entonces
continuó con el relato.
-Lo lamento mucho señor Masters, pero debemos irnos
ya. Que tenga una buena tarde – Sonrió la modelo. -
Y
dicho esto ambos prosiguieron su camino, mientras Masters les observaba
alejarse con la boca abierta, se había quedado sin palabras. Diamante tomó a
Esmeralda en brazos y se elevó al cielo, dejando la isla. El millonario se dijo
en voz alta según les veía alejarse.
-Quizás no lo planteé bien, si ese androide no se hubiese
descontrolado. O quizás con algo más de dinero. Al menos tengo el proyecto de
Diamante. Podría comenzar de nuevo y hacer las cosas bien. - Suspiró, pero dejó
de hacerlo tan pronto se dio cuenta de que había guardado esto en el laboratorio
que había quedado destruido. - ¡Maldita sea!- gritó enrabietado para aseverar -
hay días en los que vale más no levantarse de la cama.
-
¡Ja, ja, ja!
siempre que te enfadas dices lo mismo – terció Jennifer con visible regocijo. –
Su esposo no pudo por menos que sonreír. Esmeralda
por su parte recordaba ya para sí la última parte de aquella aventura.
En
tanto Masters se hacía esas consideraciones, retornando a su lujoso cuartel,
Diamante y Esmeralda sobrevolaban el océano cuando ella cayó en la cuenta.
-Ahora que lo pienso cariño, si le has dado a ese
tipo todos tus proyectos de trabajo. ¿Cómo vas a poder avanzar tú ahora?
-No te preocupes- sonrió su pareja que añadió con un
tono tranquilizador. - Le he dado unas copias que, además, no estaban
concluidas. No le servirán de mucho pues faltan algunos puntos clave que tengo
yo en los originales.
-Bueno, quizás en una próxima visita - repuso la
chica sonriendo divertida. -
-¿Qué quieres decir con eso?- le inquirió el
muchacho con un gesto reprobatorio. -
-Bueno, nada, sólo que puede que volvamos a verle -
respondió ella. -
-Sí, claro- repuso Diamante con retintín, aflautando
la voz con falsa melosidad para imitar la de su novia, en tanto le recordaba. -
Cómo eso de… que pásese por alguno de mis desfiles.- Y entre las risas de ella
el muchacho sin darle tregua agregó. ¿Y qué es eso de que tiene mucho estilo? ¡Es
más zafio que un burro en la ópera!
-Tú no cenaste anoche con él - sonrió Esmeralda
regocijándose con las caras que ponía su pareja. - Te habrías sorprendido.
-¿En qué sentido? - Inquirió el chico nada
satisfecho por ese comentario. -
-¿Estás celoso Diamante?,- quiso saber ella
acurrucándose en el hombro de él para añadir con voz melosa. - ¿O es que Masters
ha logrado inquietarte?
- Ese tipo. ¡Venga ya! – rechazó de plano él. -
- Claro, es tan rico y tan misterioso. - Suspiró la
muchacha con pretendida voz insinuante. -
-Podría ser, tú y él a solas durante toda la noche.-
Admitió Diamante quien comenzaba a darse cuenta de que ella trataba de picarle
de modo que contratacó. - Quizás seas vulnerable a las dotes de seducción de
ese tipo. Si te dio tan bien de cenar.- Por toda réplica Esmeralda le dio un
capón.- ¡Au! No te pongas así mujer. En realidad con que hagas un poco más de
ejercicio.- Ella le dio un codazo en el
estómago y su novio lanzó un quejido fingido
para declarar con sorna. -¡Ahora eres tú la que está molesta!
-Escúchame, no te permito que me digas que no estoy
en forma, ¡eso ni en broma!,- le respondió la joven fingiéndose enfurruñada. -
-Claro que no cariño, y estoy seguro de que me lo
vas a demostrar esta noche en cuanto lleguemos a casa- le susurró él de forma
muy reveladora. -
La
chica sonrió de forma amplia y le besó largamente en los labios para susurrarle
de forma seductora.
- No te lo puedes ni imaginar. – Pero entonces
pareció recordar algo y exclamó alarmada. -¡Ahora que lo recuerdo! Me dejé el
desayuno a medio preparar, tenemos que comprar azúcar, pan integral y alguna
que otra cosa. Y el apartamento estará a medio arreglar. ¡Madame Deveraux me
matará!
- No pasa nada, volvemos y lo ordenamos todo
enseguida. Aunque para las compras habrá que conseguir dinero, yo salí sin
blanca de casa.- Respondió su novio. -
-Espero que tú lleves las llaves, yo me las debí
dejar en la isla - le dijo Esmeralda con cara de circunstancias. -
Diamante
se puso la mano en el cogote y una gota de sudor apareció sobre su cabeza, con
expresión de atontado, repuso.
-¡Oh!, ¡oh! Creo que se me olvidó llevármelas, como
tenía prisa salí volando por la ventana. Ahora habrá que llamar a los bomberos
porque es muy tarde para entrar volando, todo el mundo nos vería.
-¡Oh Diamante!,- le reprendió Esmeralda con fingida
severidad para sentenciar. - Eres un despistado y un tonto.- Comenzó a reírse
con sus típicas carcajadas que el chico soportaba con estoicismo aunque
enseguida sonrió divertido al escucharla añadir. -Pero un tonto despistado del que estoy muy
enamorada.
- Pues ese tonto tendrá que invitarte a comer fuera
me temo. Y serán unas hamburguesas porque no lleva mucho dinero suelto.
Ella
volvió a reír y el muchacho se unió a las carcajadas. Ambos siguieron volando
sobre el inmenso océano, hacia la puesta de sol que les regalaba el atardecer. Las
siluetas de sus cuerpos abrazados se recortaron contra ésta en tanto ellos
fueron perdiéndose en la lejanía del horizonte.
-Lo cierto es. – Comentó Masters sacándola de sus
pensamientos. – Que Diamante me dio sus diseños a medio terminar. ¡Me la jugó
bien! Pero creo que me lo merecía después de todo - Remachó con deportividad –
-Al menos ahora ya los tienes terminados. En cuanto
aceptó trabajar en tu empresa – terció Jennifer. –
-Y gracias a ti.- Afirmó el millonario que sin
embargo añadió a modo de cariñoso reproche. – Pero tentado estuve de despedirte
cuando me enteré de cómo lo habías conseguido.
-Sí, antes de llegar recordé por el camino como te
conocimos, Jenny - sonrió Esmeralda que, llena de curiosidad, quiso saber. –
Pero nunca nos contaste la reacción de Ian cuando se enteró.
-Verás…- le explicó Ian, rememorando a su vez. –
El
millonario estaba en su despacho consultando algunos informes. Llamó a su
secretaria. Aquella jovencita desde luego era bastante eficiente, en el poco
tiempo que llevaba trabajando para él las cosas se habían simplificado
tremendamente. Incluso con su dominio de cuatro idiomas Masters podía tener una
traductora para entablar negociaciones en casi todas partes del mundo. Además
era muy agradable, transmitía mucho optimismo y determinación. Podía decirse
que iluminaba cualquier estancia cuando entraba en ella. Y, como no podía ser
de otro modo al ser requerida, la muchacha entró como de costumbre con su
agenda en mano.
-Buenos días
señor Masters. – Saludó jovialmente ella que pasó a enumerar. – Hoy a las diez
tiene sesión con la junta de accionistas de Petrolab, después a las once y
media entrevista con el ministro de Economía para el asunto de las inversiones
en I+D+i, y a la una viene el señor Lassart.
-¿Lassart?- se
extrañó el millonario, repitiendo para estar seguro de haber escuchado bien–
¿Zafiro Lassart va a venir aquí? No recuerdo haber quedado con él. ¿Es que
tiene algún problema?
-No señor. No
se trata de Zafiro Lassart. Sino de su hermano.
-¿Diamante?-
se sorprendió Ian observando a la chica con ojos como platos. -
-Sí señor, he
podido ponerme en contacto con él y ha aceptado entrevistarse con usted.- Pudo
decir la chica con un tono de lo más natural. –
-¿Se puede
saber cómo lo has conseguido?- Quiso saber Masters con visible desconcierto.-
Lo
cierto es que estaba anonadado. Ese hombre le había dado larga y eludido desde
hacía meses. Y no digamos tras el fallido Hero Game. Ian prácticamente había
abandonado toda esperanza incluso de hablar con él tras aquello. Y ahora esa
muchacha le anunciaba que tenían un encuentro. Esperaba que Jenny no hubiera usado ningún tipo de artimaña
femenina. Aunque lo creía poco probable teniendo en cuenta que los sentimientos de Diamante hacia Esmeralda,
pero nunca se sabe. Su secretaria era muy simpática y a que no admitirlo,
también atractiva.
-Bueno- repuso
la muchacha, ahora ya con un tono algo más dubitativo. – Traté de explicarle
todo lo que usted desea hacer…
-¿Pero y cómo
demonios?...- el millonario guardó un reflexivo silencio y suspiró, aquello le
sonaba todavía peor que sus otras sospechas y fue directo al grano. - No le
habrás revelado información clasificada, ¿verdad?
Ahora sí que
la chica se sentía nerviosa y apenas pudo musitar.
-Creí que de
ese modo podría convencerle, parece ser un buen hombre, como usted. Es una
lástima que los dos no puedan trabajar juntos.- Se lamentó sin querer enfrentar
su mirada con la de su jefe. -
-¿Sabes que
has hecho?- exclamó el millonario levantándose del sillón. - ¡Algunos de esos
papeles son del ministerio de Defensa! Nos podría costar una acusación de
traición al revelar secretos oficiales.
Jennifer
bajó la cabeza consternada. Sabía lo que eso significaba, lo había sabido antes
de llevarlo a cabo y no desconocía las posibles consecuencias. Pero no deseaba
que su jefe tuviera esa clase de problemas por su culpa. Apena si pudo
balbucear en tanto trataba de no llorar.
-Entiendo que
he faltado a su confianza. No se preocupe, recogeré mi mesa enseguida…
Para
ella eso era terrible, no por su trabajo. Seguro que algo encontraría. Sobre
todo por la suerte de su madre. ¿Quién le daría ese tratamiento ahora? De todos
modos la muchacha estaba decidida a darse la vuelta y salir de allí, quizás
suplicaría a su jefe para que se apiadase de su madre, cuando Ian la detuvo
respondiendo.
-Un momento.
Todavía no te he dado permiso para que hagas los despidos de la empresa por mí.
La chica
estaba ahora dándole la espalda y su jefe le pidió con tono condescendiente.
-
Jenny, date la vuelta y mírame.
Ella
obedeció despacio, esforzándose por levantan la barbilla y devolverle la mirada.
Aunque un par de lágrimas le caían por el rostro. Masters con gesto
imperturbable le dirigió una suave regañina.
-No dudo que
has hecho esto con toda tu buena intención. Y puede que esta vez haya salido
bien. Pero en el futuro no vuelvas a hacer nada por el estilo sin consultarme.
¿Entendido? Y deja ya de llorar. Mi secretaria tiene que estar presentable en
toda ocasión.
-Sí, sí señor -
pudo responder ahora ella, siendo capaz de sonreír agradecida tras enjugarse
esas lágrimas. –
-Anda, tómate
un descanso y arréglate un poco- le pidió el millonario. –
La
muchacha se marchó para recomponerse el maquillaje. Masters sonrió de modo más
amplio ahora. Esa era una buena muchacha y había demostrado ser leal. Espero
que retornara y Jenny lo hizo. A los pocos minutos regresó radiante. Olvidaron
ese incidente y reanudaron el trabajo. Tras pasar revista a la agenda del día
efectivamente llegó Diamante. Ambos hombres conversaron y el príncipe, fiel a
su costumbre, fue directo al meollo de la cuestión, más cuando vio a Jennifer
junto a su jefe.
-Desde luego
su secretaria es la mejor actriz del mundo. Nos convenció por completo a mi
novia y a mí con su historia.
-Le aseguro
que no sé de qué me habla. - Pudo decir Masters, aunque al poco dio marcha atrás
en ese argumento y admitió. - Bueno, al menos no lo he sabido hasta hará un par
de horas, cuando la señorita Scott me lo contó. Créame si le digo que no tuve
nada que ver con eso.
-Por favor
señor Lassart – le pidió la muchacha – le juro que todo lo que le he contado es
verdad. Y si quiere usted incluso le presentaré a mis padres, para que vea que
no le miento. – Remachó de forma muy sentida. –
-¿Qué tienen
que ver tus padres en esto?- Quiso saber Ian visiblemente sorprendido. –
- Verá señor,
le conté lo bueno que usted ha sido con nosotros… por ayudar a mi madre…- Pudo
decir la pobre chica tratando de no emocionarse. -
Diamante
la escuchaba con atención y se permitió esbozar una sonrisa de aprobación. Era
tal y como él se imaginaba. Lo que sus dos interlocutores no sabían era que su
hermano Zafiro, por petición suya, le había dejado un pequeño dron. Un aparato
robótico que cuando se diera a conocer en la Tierra de seguro causaría
sensación. Era un pequeño ingenio volador provisto de un micrófono muy potente.
El muchacho solo tuvo que hacerlo volar hacia la oficina de Masters y escuchar
toda la conversación que éste había mantenido con Jenny. Aquella aseveración
del príncipe acusando a la muchacha de actuar había sido hecha adrede para
estudiar las reacciones de ambos. Pensaba así cuando la apurada chica le
confesó del todo a su jefe lo que les contara a Esmeralda y al propio Diamante
en la cena que les interrumpió.
-¡Pero Jenny!
– Pudo decir Masters realmente atónito e incluso algo conmovido. – No hacía
falta que hicieras eso.
-¡Le estoy tan
agradecida, señor! Y no puedo comprarle nada. Solo, solo era capaz de ayudarle
de esta manera.- Replicó ella emocionada para suspirar. – Si viese a mi madre
ahora, está tan recuperada. Y se lo debemos todo a usted.
El
magnate no sabía que responder, aquel era un detalle de genuina gratitud, tan
raro en el mundo en el que él se movía que no dejaba de conmoverle. El mismo
Diamante intervino para decir.
-Hablemos
señor Masters. Quizás le haya juzgado mal. Creo que teniendo en cuenta lo que
he visto se merece al menos una oportunidad.
Ahora
Ian sonreía cuando remachaba la historia para sentenciar…
-Y hablamos
largo y tendido aquella tarde. Le puse al corriente de muchos de mis proyectos.
En especial del más ambicioso de todos ellos y Diamante aceptó unirse a
nosotros. Luego recordarás Esmeralda la cena que tuvimos los cuatro.
-Si- afirmó
ella. – Estuvo bien para conocernos. ¡Y nos sorprendió de veras!
-Fue idea de
Jenny. - Admitió él que aseveró convencido.- La mejor cena que he tenido nunca.
Ni en el mejor de los hoteles o restaurantes he disfrutado tanto.
Lo
cierto es que aquella velada se celebró en el apartamento de la propia chica
con ella misma cocinando algunas de las recetas caseras de su madre. Jennifer
logró persuadir a su jefe y a Diamante y Esmeralda para que fueran allí. Con
buen criterio la joven esgrimió la idea de que un ambiente hogareño sería más
distendido que un lujoso restaurante lleno de gente importante y etiquetas.
Todos acudieron además vestidos de manera informal. Esmeralda lo recordaba con
cariño…
-
Vaya, debe de ser aquí. – Comentó Diamante al
llegarse a una zona de pisos de la parte exterior de la ciudad. –
-
Si. Eso creo a juzgar por las señas.- Convino
Esmeralda. –
La
pareja llamó al teléfono del portal. Al cabo de unos segundos la voz de
Jennifer les respondió y escucharon un sonido que abría la puerta. Abrieron y
tomaron el ascensor. Llegaron enseguida a la sexta plata. La más alta del
edificio. La chica les abrió enseguida la puerta.
-
Pasen, por favor- Les pidió con una gran sonrisa. -
Ambos
obedecieron entrando sin cumplidos. El apartamento era pequeño, Con un salón
mediano, dos habitaciones, un cuarto de baño, la cocina y la terraza al
exterior que sin tenía unas respetables dimensiones. En conjunto Diamante
calculó que andaría por los ochenta metros cuadrados. La muchacha les mostró su
piso y exclamó divertida.
-
Bueno, esta es mi mansión. No es gran cosa pero al
menos es mi hogar.
-
Está muy bien querida. – Le sonrió Esmeralda
afirmando. – Por lo que veo la has decorado con buen gusto. Todo es cálido y
acogedor.
Así
era, podían verse cortinas, manteles y otros enseres a juego. Los tonos de los muebles estaban entre castaños y blancos.
Las paredes transmitían una sensación de luminosidad. Los colores se alternaban
entre el blanco y el amarillo. Sobre una de las mesitas pudieron ver bastantes
fotos, debían de ser los padres y la hermana de Jenny. En una de ellas se veía
a la chica abrazada a esa mujer, que llevaba un pañuelo en la cabeza,
posiblemente para tapar la ausencia de cabello, que estaba vestida además con
un camisón de hospital. Diamante permaneció unos instantes contemplando la
foto. Eso le traía recuerdos agridulces, de su propia madre la reina Amatista.
Cuando ambos podían estar juntos. Pese a la enfermedad de ella siempre tenía
una sonrisa para sus hijos. Tanto él como Zafiro recordaban aquello muy bien.
-
¿Cómo está tu madre?- Quiso saber el príncipe con
tono amable.-
-
¡Oh, mucho mejor, gracias por su interés.-
-
No nos llames más de usted – terció Esmeralda
dedicándole una afectuosa sonrisa con el asentimiento de su novio. –
-
De acuerdo, gracias. – Repuso Jennifer. –
En
ese momento sonó el portero automático. Era Masters. Al parecer eso de conducir
él mismo no se le daba muy bien, dado que había dicho que vendría prescindiendo
de su chófer. Cuando le abrieron y subió, tras los saludos lo confesó
declarando.
-
Me ha costado dar con esto. No estoy acostumbrado.
-
El caso es que ya estamos todos – Afirmó jovialmente
Esmeralda. –
-
Si. Pues en ese caso, tomen asiento, por favor.
Espero que les guste.- Afirmó con cierto nerviosismo.-
Sus
huéspedes no se hicieron de rogar. Ocuparon sus asientos alrededor de una mesa
redonda. Era lo bastante grande como para que cupiesen todos con cierta
holgura. La misma Jennifer sirvió los platos e incluso rechazó amablemente los
ofrecimientos de los demás en ayudarla. La modelo sonrió, se acordaba bien. Al
poco de aquello la amistad comenzó a florecer entre ellos. Luego el trabajo en
equipo de su novio y más tarde marido con Ian y Jenny cimentó esos lazos. Y al
cabo de pocos meses tanto ella como Diamante se alegraron al ver que Masters le
pidió matrimonio a esa joven tan impulsiva como alegre y pura de corazón. Ambos
fueron por supuesto invitados a la boda junto con Zafiro y Petz, Tomoe y su
mujer Kaori e incluso Mimet y su novio Daniel, el hermano de Tom. Todos los miembros del staff científico de la
empresa habían llegado a apreciar a esa chica joven, talentosa y muy
perseverante, que casi siempre estaba sonriente. Y cuando finalmente Jenny se
quedó encinta Esmeralda se puso muy contenta. Entre desfiles y viajes no se
perdía el progreso de aquel embarazo. Y fue tan solo hacía un par de días que
supo que su amiga había dado a luz. Y allí que fue a visitarla.
Y
tras esos momentos de revivir historias y viejos recuerdos la modelo finalmente
se despidió de Jennifer y de Ian, así como de la pequeña Satory que continuaba
dormidita. Esmeralda suspiró. Volvió a París esa misma noche. Diamante tampoco
estaba en casa. Precisamente se había ido a la isla de Masters a trabajar en
aquel proyecto estrella que tenían. Pero no tardaría en retornar y ella le
contaría los pormenores de aquella tarde tan agradable. De hecho, tanto ella
como él eran los padrinos de la cría, a petición expresa del millonario y su
mujer. Cuando Diamante volvió desde luego sonrió rememorando aquellas
historias. Y al igual que su esposa no estaba nada en desacuerdo con la idea de
ser padre algún día no muy lejano. Como así fue, transcurridos menos de un par
de años. Desgraciadamente Jennifer no pudo conocer a la preciosa niña que ambos
tuvieron. Un trágico accidente de tráfico la apartó del lado de sus seres
queridos que, pese al dolor por su pérdida, siempre la tendrían en sus
corazones. Esmeralda lo sintió terriblemente y lloró mucho. Prometiendo cuidar
de Satory, cosa que cumplió. La niña y su propia hija crecieron siendo casi
como hermanas. Diamante, que tuvo que sacar al destrozado Ian del depósito
cuando fue a reconocer el cuerpo de su esposa, derramó más lágrimas incluso que
cuando sus padres murieron. El príncipe había legado a querer mucho a esa chica
tan animosa y dulce, que le recordaba a la propia reina Serenity en muchos
aspectos. Pero para Masters fue todavía más terrible. De hecho significó el
golpe más duro de toda su vida. Por fortuna el tener que cuidar a su hija y el cariño
de sus amigos le ayudó a sobreponerse poco a poco. Desde entonces vivió volcado
en procurar la felicidad de Satory y deseando que, cuando su hora le llegase,
muchos años después, su esposa estuviera ahí para él, esperándole para
organizarle su último viaje, como hizo siempre. Pero eso es otra historia…
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