domingo, 19 de octubre de 2014

GWHC12 El Desafío del Hero Game y otros recuerdos


En cuanto terminó Esmeralda sonrió, dio un repaso a sus bocetos y asintió con aprobación. ¡Por fin estaban listos!  Aquellos  diseños para su nueva colección tenían muy buena pinta. Madame Deveraux estaría encantada. Lástima que aquella mujer se hubiera puesto enferma otra vez. Dada su edad cada vez tenía más achaques y problemas de salud. Eso sí, delegaba en su discípula con total confianza y eso era muy meritorio. De hecho Esmeralda había comenzado a trabajar para ella hacía pocos años, aunque en ese tiempo demostró su talento y su capacidad. Sabía perfectamente que muchas de sus “compañeras” estaban celosas, pero, ¿qué podía hacer ella?, en fin. Tendría que seguir trabajando sin preocuparse de eso. Suspirando decidió dejar de pensar en ello. El viaje a Nueva York la había agotado, y eso que viajaba en clase business. Fue aterrizar y tener que trasladarse a la sede de las boutiques Deveraux en la Quinta Avenida. Sin poder ni recobrarse del jet- lag tuvo que supervisar la llegada de las nuevas prendas para la colección de primavera. Ni tan siquiera tuvo tiempo de llamar a Beruche y a Roy y hacerles saber que estaba allí. Lástima, le hubiera gustado verles. Pero en cuanto supo que Jennifer había dado a luz hacía tan solo unos días no quiso pasar sin saludarla y, por supuesto, conocer al bebé. Pudo hablar por teléfono con la joven madre y con Ian. El millonario estuvo con su esposa y a juzgar por su tono de voz se sentía radiante y emocionado, tanto o incluso más que la joven mamá. Esmeralda estaba desde luego muy feliz por los dos. Una pena que su marido no pudiera acompañarla para conocer a la recién nacida. Una cría  a la que habían puesto por nombre Satory. De hecho Diamante, junto con su hermano Zafiro y Suoichi se ocupaban de bastantes cosas que Ian y su mujer habían tenido que delegar tras el parto de Jenny. A todo eso Esmeralda miró su reloj de pulsera y se percató de que se le había hecho tarde. ¡Había prometido a su amiga ir a verla al hospital! La diseñadora no tardó en arreglarse y salir disparada. Un taxi le puso en el hospital en poco más de media hora. Por el camino recordó como había conocido a Jenny.


            Habían transcurrido apenas un par de meses desde aquella prueba a la que les sometió Masters. El millonario trató de contactar con ambos después pero Diamante se negaba en rotundo a tener que ver nada con él. Esmeralda lo comprendía, su novio era orgulloso y no perdonaría aquello tan fácilmente. Lo había hablado en varias ocasiones y él siempre daba la misma respuesta. Ese tipo, por muchos millones que tuviera, jamás podría convencerle. De hecho ambos habían viajado por trabajo a Nueva York, pudieron saludar brevemente a Roy y Bertie, aunque con la vorágine de sus ocupaciones fue un encuentro muy corto. Tanto que ni pudieron cenar juntos. De modo que la modelo y su pareja fueron a un conocido restaurante de la ciudad. Allí mantuvieron la siguiente conversación.

-       ¡Pero cariño! – Podía decir Esmeralda tratando de desdramatizar. – No creo que sea tan mala persona después de todo…
-       Tuvo una extraña forma de demostrarlo. – Replicó Diamante de modo inflexible para añadir. – Te secuestró y lo que es peor, te puso en grave peligro. No se lo perdonaré.


La muchacha no sabía que contestar a eso, aunque tampoco tuvo ocasión. Hacia ellos se aproximó una joven de estatura mediana tirando a baja, al menos si se la comparaba con ellos mismos. Esa chica tenía el pelo de color castaño claro y lucía unas graciosas gafitas redondas, llevaba un vestido de color azul celeste que Esmeralda reconoció como uno de su propia colección. Aunque era de “pret a porter”, no de alta costura. Aun así, no era barato. Cuando quiso terminar de reparar en eso esa chica se paró junto a su mesa y para sorpresa de la pareja les saludó.

-       Muy buenas noches, espero que estén disfrutando de la cena.
-       Si, muchas gracias – replicó educadamente Diamante tomándola por la gerente del restaurante. –
-       ¡Cuánto me alegro – sonrió luminosamente la chica, que dirigiendo su atención ahora hacia Esmeralda afirmó con admiración. – ¡Es usted la señora Deveraux!, ¡la diseñadora!
-       ¡No, por Dios!- sonrió la aludida, para aclarar. – La señora Deveraux es la fundadora y la Jefa de la firma. Yo solo soy una de sus discípulas.
-       Llevo un traje suyo. ¡Es usted increíble!, tiene muchísimo talento.
-       Muchas gracias.- Pudo replicar Esmeralda que se sentía algo avergonzada de aquellos halagos dichos tan a bocajarro. –
-       Si no le parece mal. ¿Podría darme su autógrafo?- Le pidió aquella chica, que se presentó de inmediato. – Me llamo Jennifer Scott.
-       Claro, será un placer – sonrió ella ante la atónita mirada de su novio –


La tal Jennifer sacó una carpeta con algunos folios en los que podía leerse el logotipo de la Masters Corporation. Entonces fue cuando Diamante intervino, con visible malestar.

-       No, no señorita. Espere un momento. No sé cuál es su juego pero no nos interesa.
-       ¿Juego?- preguntó la muchacha con gesto aparentemente de sorpresa. - ¿A qué se refiere?
-       Trabaja usted para la Masters Corporation, ¿no es así?- Le inquirió Diamante casi como si la acusara de ello. -
-       ¡Qué más quisiera! - sonrió ella para aclarar. – Estos folios son de una visita que hice a una de sus empresas con la universidad. Estudié marketing y económicas.
-       Me parece muy bien – suspiró Diamante tratando de armarse de paciencia para pedirle a esa chica. – Pero mi novia y yo estábamos cenando, si no le importa, nos gustaría disfrutar del resto de la velada a solas.
-       Claro. No se preocupe. Muchas gracias por todo, señorita Deveraux. – Replicó Jennifer volviéndose ahora hacia la diseñadora que había asistido algo envarada a esa pequeña discusión. – Para mí es un gran honor haberla conocido. Y si necesitan ustedes alguien en su departamento de economía, sería un placer darle mi currículum vitae.

Aquello  pilló por sorpresa a sus dos interlocutores. Esmeralda incluso se tapó la boca para no reír. Esa chica le había caído simpática. ¡Desde luego tenía iniciativa! Así lo reconoció.

-       Si eres tan buena en tu profesión como abordando gente, te aseguro que siempre tendremos algún puesto para ti.
-       Casualmente llevo uno aquí.- Comentó la muchacha que extrajo efectivamente unas hojas de ese portafolios. –

Esmeralda se permitió el lujo de ojearlo, incluso comentó realmente impresionada.

-       ¡Vaya!, pone que hablas cuatro idiomas.
-       Si señorita. Inglés, francés, alemán y japonés.- Le citó la muchacha que añadió con rebajado por la modestia – no domino bien el español, por eso no lo incluyo.
-       ¿Has visto Diamante?- Le comentó la diseñadora a su pareja, que, desde luego no daba crédito a lo que estaba escuchando.-


Pero lo que le dejaba perplejo no era el dominio de idiomas de esa chica sino su audacia y por qué no decirlo, caradura. Aunque esa muchacha pareció percibir el enfado en el semblante de aquel hombre y se apresuró a añadir, ahora con un tono más apagado.

-       Lo siento mucho, no quería estropearles la cena. Parece usted un hombre noble y caballeroso, le ruego que perdone a una chica que solo trata de buscar un futuro para ella y su familia.
-       ¿Familia?- Inquirió Esmeralda que ahora parecía tener curiosidad. –
-       Si, vivo con mis padres y mi hermana. – Contestó la chica que parecía tener problemas en seguir hablando ahora, puesto que cerró los ojos y dejó escapar un par de lágrimas. –


Tanto Diamante como Esmeralda la observaron con sorpresa e incluso algo de preocupación. El muchacho pensando que quizás había sido demasiado duro con esa chica se apresuró a preguntar, ahora con mayor inquietud, en tanto se levantaba y le ofrecía su silla que aquella chica aceptó sentándose mientras sacaba un pañuelo y se enjugaba las lágrimas.

-       ¿Se encuentra bien?
-       Sí, gracias, lo lamento. Les estoy estropeando la cena, yo… Verán, creo que son dos buenas personas y no puedo seguir con esto.

Ahora sí que los dos cruzaron sendas miradas de desconcierto. Luego volvieron su atención a la muchacha que les confesó.

-       Realmente sí que trabajo para la Masters Corporation…
-       ¿Y te envía Ian Masters, no es así?- Le inquirió Diamante endureciendo nuevamente su expresión. –
-       No - se apresuró a negar la chica moviendo la cabeza. – Él ni sabe que estoy aquí. Me contrató hará un par de semanas. Como secretaria. Me contó que unas personas que conocía le sugirieron que necesitaba una. Me ocupo de organizarle todas sus citas y documentos. No pude evitar ver un informe que hablaba sobre ustedes. Realmente les tiene en muy alta estima.
-       No te haces idea de cuánto.- Replicó Diamante haciendo uso del sarcasmo, aunque después relajó su tono para preguntar a la muchacha. – Eres muy joven, ¿te importa si te tuteo?

La chica movió negativamente la cabeza dándole un explícito permiso al replicar sonando bastante sincera.

-       Por favor, para mí será un honor.
-       ¿Entonces, qué haces aquí?- Quiso saber ahora Esmeralda que se temió lo peor cuando elucubró. – No me digas que Masters ha amenazado con despedirte si no logras hablar con nosotros o algo así.
-       Sería muy propio de ese tipo. Mandarte a hacer su trabajo sucio y obligarte a ello bajo presión. Le encanta poner a prueba a la gente. Simplemente ha cambiado de táctica. – Sentenció su pareja, compadeciéndose de aquella pobre muchacha –
-       No, no es eso, de verdad. Se lo prometo. – Replicó de inmediato Jenny para declarar. – No sé qué habrá ocurrido entre ustedes, pero les aseguro que no es mala persona. Es un hombre muy amable que trata de ayudar a los demás. Hace muchas obras benéficas.
-       Ya puede hacerlas con todo el dinero que tiene. – Repuso Diamante sin dejarse ganar por aquel argumento. -
-       En realidad todo esto ha sido cosa mía. No piensen mal de él, ¡por favor!, no quisiera perjudicarle. Pero creí que si podía hablarles y contarles algún que otro proyecto que tiene el señor Masters quizás usted cambiaría de opinión. ¡Le suplico que me conceda solo un par de minutos!


Ante la atónita cara de sus interlocutores Jennifer sacó un par de documentos que lucían el membrete de secretos y les dijo en voz baja, con cierto tono de temor.

-       Si él averigua que he sacado esto y se lo he mostrado estaré despedida.

Con patente curiosidad sus dos contertulios ojearon aquellos papeles. Desde luego muchas de esas cosas eran loables, inventos y fórmulas que pretendían acabar con el hambre en el mundo, luchar contra terribles enfermedades y, en suma, mejorar la calidad de vida. Y todo indicaba que a coste cero para la gente.

-       ¿Pero, por qué nos enseñas esto a nosotros?- Quiso saber Esmeralda visiblemente impresionada. –
-       Porque conozco quienes son ustedes. Eso también está en los papeles secretos que he podido descubrir, - afirmó la chica que jugándose su última carta exclamó con apasionamiento. – Son personas magníficas, luchan por el bien del mundo, igual que sus amigos, y muchos de ellos ya están en la Masters. Incluido su hermano Zafiro. ¿Por qué no se unen a ellos? Podrían ayudar a conseguir la paz y el bienestar para todos los ciudadanos del planeta. ¿Qué podría haber mejor que eso?


Diamante la observaba atónito, al cabo de unos instantes declaró de forma resignada. Impresionado por el coraje de aquella chica.

-       Si Masters hubiera venido a mí de esta manera y con estos argumentos, a estas alturas ya estaría trabajando para él.
-       Se lo suplico. – Le pidió la chica entrelazando sus manos. - El señor Masters no solo me ha contratado, ¡además accedió a pagarle a mi madre un tratamiento contra su cáncer! Gracias a él tengo esperanzas de que siga viva. Y lo hizo sin pedirme nada a cambio. Yo sólo quería pagarle lo que ha hecho.  Hacerlo con alguna cosa que el dinero no pueda comprar. Porque para mí, la vida de mi madre o del resto de mi familia es lo más preciado que tengo. Y no poseo nada tan valioso como para compensar a mi jefe.


Ahora tanto Esmeralda como Diamante se miraron sin saber que decir. El príncipe incluso parecía emocionado, recordaba demasiado bien como su propia madre murió por una misteriosa enfermedad que la fue minando poco a poco, de modo que sentenció.

-       Te equivocas. Lo que posees es muy valioso. Tienes un buen corazón. Eso vale más que cualquier riqueza. Cree lo que te digo. Puedes decirle a tu jefe que estoy dispuesto a hablar con él cuando quiera.
-       Muchas gracias, de verdad, ¡no sabe lo que esto significa para mí! – Sollozó la muchacha –


Esmeralda le prestó un pañuelo suyo en tanto la miraba conmovida. Tras un rato más la chica se despidió de ellos y efectivamente, Diamante cumplió su palabra. Masters no salía de su asombro cuando su secretaria le informó. Sin querer perder la ocasión le citó a los tres días y la relación entre ellos comenzó a mejorar, tanto que finalmente el orgulloso príncipe aceptó unirse a la empresa. La modelo recordaba eso con una sonrisa en tanto entraba en el hospital. En cuanto subió a la planta de maternidad se topó con Ian que retornaba a la habitación con un ramo de flores.

-       ¡Esmeralda!- Sonrió luminosamente él en tanto abría los brazos. –
-       ¡Ian!, ¡enhorabuena! – Exclamó ella, visiblemente contenta, dejándose abrazar. –


Tras permanecer un rato de aquella guisa, con cuidado eso sí, de no aplastar las flores, ambos se separaron. El millonario mostró el camino de la habitación a su amiga. Estaban a pocos pasos de ella, Ian tocó a la puerta y se escuchó la animada voz de su esposa.

-       ¡Adelante!

Pasaron ambos sin hacerse de rogar, Esmeralda sonrió al ver la luminosa habitación plagada de peluches y ramos de flores. A un lado de la cama estaba la cuna. La modelo se acercó y pudo ver una minúscula carita con los ojos cerrados parecía respirar acompasadamente puesto que su pequeño pecho subía y bajaba levemente.

-       Es una preciosidad - pudo musitar la recién llegada para no despertar a la cría. –
-       De momento no ha dado mucha guerra – afirmó Ian cuyo rostro era la imagen misma de la felicidad cuando contemplaba a su hija y a su esposa. –
-       Ya tengo ganas de salir y volver a la rutina. – Comentó Jennifer que pareció pensar en algo cuando agregó de forma desenfadada mirando hacia la cuna en tanto se ponía unas gafitas redondas que cogió de una mesita próxima su cama. – Bueno, todo lo que me lo permita esta personita.
-       Lo cierto es que te envidio. - Confesó Esmeralda suspirando. – Algún día me gustaría ser madre.
-       ¿Y por qué no os animáis Diamante y tú?- le propuso Jenny con una pícara sonrisa. –
-       Me gustaría pero los dos estamos muy volcados en nuestras profesiones. – Pareció lamentarse su interlocutora que, sin embargo añadió con un tinte más esperanzado en su voz. – Pero somos muy jóvenes todavía. Tenemos tiempo y desde luego, cuando llegue el momento, espero que seamos tan felices como vosotros dos ahora.
-       Claro que lo seréis. – La animó Jenny que trató de incorporarse para abrazar a su amiga que ahora se había sentado junto a ella en la cama.-


Aunque la muchacha debió resentirse porque lanzó un tímido quejido. Tanto su esposo como Esmeralda la observaron con algo de inquietud, ella se apresuró a sonreír moviendo la cabeza.

-       No es nada. Todavía estoy un poco cansada, eso es todo.
-       Pues no hagas esfuerzos, cariño. Por ahora no debes cansarte. – Le pidió su marido con un leve gesto de preocupación. –
-       Solo me canso de estar en la cama. – Replicó Jennifer que era una muchacha realmente activa para remachar. – ¡Si supieras lo aburrido que es!
-       ¡Se pasa el día dándome ideas y queriendo cambiar cosas! Casi no paraba de recordarme cosas incluso durante el parto. – Se rio su esposo. -
-       Enseguida volverás a estar en la brecha. – sonrió Esmeralda que, para animarla le propuso. – Si quieres puedo contarte algunas de las aventuras que tuvimos. Por ejemplo cuando Diamante y yo conocimos a Ian.
-       ¡Oh!, ¡el Hero Game otra vez, no!- Exclamó éste llevándose teatralmente las manos a la cabeza. -
-       ¿El Hero Game?- Se sorprendió Jennifer que parecía no haber oído hablar nunca de aquello. –
-       Un jueguecito que se le ocurrió a tu esposo. Y que no acabó como a él le hubiera gustado. – Le explicó Esmeralda con una malévola sonrisita de regocijo. –
-       Está bien. – Aceptó Ian, concediendo. – Cuéntale la historia, pero yo también añadiré cosas, al menos deseo dar mi versión de los hechos como defensa.
-       Mejo empieza tú, para que veas que soy justa – pudo decir la modelo tapándose la boca para no soltar una de sus típicas carcajadas. Desde luego que no deseaba asustar a la cría que dormía tan plácidamente. -


Y entre el millonario y ella misma comenzaron a narrarle a la interesadísima Jenny aquella aventura.


En una enorme estancia decorada majestuosamente se apilaban cantidad de revistas. Numerosas publicaciones de alta costura con portadas y portadas en las que aparecía Esmeralda como única protagonista. Justo en el centro de aquella habitación había un enorme sillón de cuero viejo  que se situaba ante una enorme pantalla de televisión. Columnillas de humo se elevaban tras de él, pertenecientes a una persona sin identificar. Un hombre alto, de pelo engominado hacia atrás y recogido en una coleta, sirvió una copa de Brandy a la mano de aquel desconocido que contemplaba embobado el desfile en el centro mundial de la moda, la pasarela de París. Las cámaras enfocaban en ese preciso instante las evoluciones de Esmeralda luciendo sus propios diseños sobre la pasarela...


-Quiero esos trajes y sobre todo quiero a esa mujer.- Declaró la voz perteneciente a ese desconocido -...
-Lo que usted ordene señor, dispondré los preparativos según me ha ordenado.- Repuso aquel tipo engominado de forma servil. -.


            La flor y nata de la aristocracia y la alta sociedad  parisina aplaudió el pase de Esmeralda y sus compañeras, la línea de trajes que había diseñado logró un gran éxito. Ante la atronadora ovación que recibió la joven diseñadora  se vio obligada a saludar repetidas veces de la mano de las demás modelos. El presentador del desfile aguardó unos largos instantes a que cesasen los aplausos y se dirigió a los presentes.


-Mesdames et messieurs. Damas y Caballeros, muy buenas tardes. Vamos a comenzar la subasta de estos magníficos modelos, creaciones todos ellos de la señorita Esmeralda Deveraux. La mejor discípula de la gran Annette Alexandra Deveraux. Abrirá la puja este bello traje de noche de satén blanco.


            La modelo que lucía el traje dio una vuelta más para animar a que los presentes comenzaran a pujar. El vestido estaba adornado con ribetes de oro y una media luna también dorada, con las crestas hacia arriba, a modo de firma de la diseñadora.


-Abriremos la puja con veinte mil francos - dijo el locutor - ¿Quién da veinte mil?..


            Una mano se alzó desde la parte delantera de la sala, pertenecía a una señora madura elegantemente vestida.

-Veinte mil francos la señora ¿alguien da treinta mil?,- cantó el subastador.-


            Un señor gordo con bigote elevó su brazo de modo inmediato. El subastador volvió a la carga, esta vez para pedir cuarenta mil, que fueron ofrecidos por esa señora. Esmeralda estaba entusiasmada, sus modelos se cotizaban cada vez más. Aun recordaba cuando entró en la tienda de madame Deveraux, la mejor diseñadora hasta entonces y fue contratada como modelo. Sucedió poco tiempo después de que Diamante la rescatase de los infiernos, ambos tuvieron que ponerse a trabajar. Esmeralda leyó en un periódico que en París estaba la capital de la moda y le pidió a Diamante ir hasta allí. Él, que tenía un contrato con la agencia espacial europea aceptó de buena gana, pues no les quedaba muy lejos de donde vivían. La joven fue acompañada por Haruka, Michiru y Setsuna, que también eran aficionadas al mundo de la moda y tenían contactos en París. Esmeralda llevó algunos de los bocetos que pudo hacer antes de llegar a Francia. Tuvo la suerte de ser recibida por madame Deveraux en persona. La anciana gurú de la moda dio su visto bueno a sus diseños, y no solamente eso, además le ofreció trabajar con ella. Advirtiendo a la muchacha, eso sí, que aquel era un duro y agotador trabajo, lleno de competitividad y exigencia. Por si fuera poco le indicó que, además de diseñar sería buena idea que hiciera de modelo para algunas de sus propias creaciones. La chica aceptó el reto decidida a triunfar. Tras unas semanas de insistencia su tenacidad dio fruto y pudo terminar su primera colección mostrándosela a la señora Deveraux que quedó muy satisfecha. Para alegría de su joven discípula le prometió que, en el plazo de pocos meses los comercializaría, pero eso sí, bajo su firma. Entonces y como Esmeralda dijo no tener apellidos artísticos le ofreció adoptar los suyos. La señora Deveraux no tenía familia así que acogió a esa muchacha como a una hija y quiso enseñarle todo lo que sabía sobre modas. Al principio lo hizo influida por las recomendaciones de las tres sailors del sistema solar exterior a las que conocía y respetaba desde hacía tiempo, por mor de ciertas ayudas que la prestaron. Después, observando el talento innato que esa joven poseía quiso ser su mentora. La maestra de Esmeralda estaba ya anciana y delicada de salud, así que le pidió a ésta que la representase por todo el mundo y la muchacha aceptó encantada. Incluyendo su línea de trajes en el desfile de la casa para esa temporada. El éxito fue inmediato, ahora, al año siguiente, presentaba esta segunda colección que también estaba resultando muy exitosa.


- Cincuenta mil Francos- ofreció una señorita levantando su mano.-
- Sesenta mil- respondió la mujer madura de inmediato.
           

            Hubo un incómodo silencio, nadie dijo nada más, parecía que se había alcanzado los límites de la puja para ese vestido. Creyéndolo así el subastador miró a todos los lados de la sala y declaró en voz alta.

- Sesenta mil francos a la una, a las dos  y...
-¡Sesenta mil! - se oyó gritar a una voz masculina desde el fondo de la sala. -
-Perdone Monsieur - le explicó el subastador algo sorprendido. - Ya se ha dicho esa cantidad, tiene usted que superar los sesenta mil francos que es la máxima puja.
-Dólares -repuso esta voz concierta arrogancia. - Me refiero claro está sesenta mil dólares americanos.

           
            Todos se quedaron perplejos, era una cantidad bastante alta para un sólo modelo. Esmeralda aún no se creía lo que estaba oyendo. Por fin, tras extinguirse algunos murmullos de admiración por semejante oferta, el subastador reaccionó demostrando su gran profesionalidad.

-Sesenta mil dólares a la una a las dos, ¿alguien da más?


            Ni siquiera la señora madura que tenía tanto interés se atrevió a aumentar la puja, miraba visiblemente incomodada y molesta hacia el traje en cuestión sabiendo que lo había perdido.

-¡A las tres! - cantó el subastador martillando en la mesa con un mazo - adjudicado al caballero del fondo por sesenta mil dólares americanos.


            La subasta prosiguió y la misma escena se repetía constantemente. Ese misterioso individuo permitía que la puja llegase a una buena cantidad y después contra ofertaba alguna suma inigualable para el resto. De este modo se adjudicó todos los diseños y acabó por llevarse toda la colección. Era un tipo elegantemente vestido con un smoking blanco y repeinado hacia atrás con una coleta engominada. Parecía estar hablando con alguien pues continuamente se le veía con un teléfono portátil en la mano. Finalizada la subasta Esmeralda se acercó hasta él para agradecerle todas sus compras.


-Debo darle las gracias señor, por el interés que ha demostrado en mi trabajo. Aunque si he de ser sincera, no creo que mis vestidos valgan tanto.- Declaró con mucha modestia y sinceridad. -
-No me agradezca a mí,- le respondió ese tipo de forma un tanto distante incluso indiferente, sobre todo cuando le reveló.  - No soy yo el que ha comprado sus vestidos. Ha sido mi jefe, yo sólo soy un mero intermediario, señorita.
-Y, si no es indiscreción, ¿quién es su jefe? - Le inquirió Esmeralda llena de curiosidad. -
-Mi jefe es un gran admirador suyo, aunque, por el momento, su deseo es el de conservar el anonimato. Pero no dudo en que podrá usted conocerle pronto, muy pronto. Ahora si me disculpa, debo marcharme.


            La atónita joven observó cómo ese hombre se alejaba. Dejó de pensar en la identidad de su millonario admirador, pues debía ser inmensamente rico para permitirse tal desembolso y telefoneó a la señora Deveraux para contarle lo ocurrido. Tuvo que aguardar varios tonos hasta que la secretaria particular de la anciana descolgase el teléfono y le pasara con ésta.

-¡Señora Deveraux! - exclamó la muchacha dejándose llevar por el alborozo en cuando su mentora por fin se puso al teléfono. - ¡Los hemos vendido todos!, y no vea usted el precio que hemos alcanzado- le explicó lo ocurrido ante el asombro de la anciana. -
-¿Cómo es posible niña?- le preguntó ésta. - Es un dineral por una sola colección. Incluso para una de haute couture. ¿Y no sabes de quién se trata?
-No señora, desea permanecer anónimo, pero su intermediario me dijo que pronto le conocería.
-Ten mucho cuidado hijita,- le advirtió Madame Deveraux. - Tengo mucha experiencia en este mundillo y esa clase de tipos siempre buscan algo más que un mero guardarropa, y si es para mujer, me parece mucho más raro todavía.
-¿Quizás podría ser una mujer? - Conjeturó Esmeralda. -  Como dice usted, en este mundillo todo es posible.
-También es cierto- le concedió la anciana que varió su tono algo preocupado por otro más distendido al añadir. - Anda niña, olvida estos tontos miedos de vieja y llama a tu novio para celebrarlo.
-Sí, iba a llamarle ahora- corroboró Esmeralda dejando translucir su alegría. -
-Pues dale recuerdos a ¿cómo se llama? - Se preguntó la anciana en voz alta para añadir. – Era un nombre de joya, ¿no?...creo que me contaste que tenía un hermano que se llamaba como otra piedra preciosa de esas.
-Se llama Diamante - rio Esmeralda corrigiendo a su mentora recordándole. - Zafiro es su hermano pequeño.
-¡Parecéis una joyería! - rio la anciana que parecía divertirse tomándole un poco el pelo a su discípula -pues dale recuerdos de mi parte y pasarlo bien. Puedes tomarte unos días libres, te los has ganado.
-Muchas gracias. A propósito. ¿Cómo se encuentra usted de salud? - Se interesó Esmeralda ahora más seria. -
-Ya sabes lo que ocurre a mi edad, los achaques son continuos, pero ahora estoy mejor, y con la noticia que me has dado he rejuvenecido varios años.
-Me alegro mucho- dijo la muchacha muy contenta.-
-Anda, llámame cuando regreses - le pidió la anciana -.
-Así lo haré señora.- Repuso Esmeralda que la escuchó colgar, ella hizo lo propio. –



            La chica sonrió, recordaba perfectamente sus inicios y desde el comienzo ella y la anciana diseñadora se habían llevado muy bien. Para Esmeralda esa mujer más que recordarle a una madre le parecía una abuela que la cuidaba e incluso la mimaba en ocasiones, pero sin renunciar por ello a exigirle en todos los terrenos. Lo malo era que, últimamente su salud parecía haberse deteriorado. Ya era una mujer mayor pero aun así, no demasiado. Ni siquiera para los cánones de la Tierra a finales del siglo XX. Lo cierto es que ella se preocupaba por la señora Deveraux, o la Jefa, como todos la llamaban. Realmente tenía una historia personal digna de ser contada. Durante el último año, aprovechando alguna cena o reunión de las dos para perfilar diseños la anciana le había ido contando algunas anécdotas. Había sido discípula del legendario modisto Partagez a mediados de los años cuarenta de ese siglo, siendo entonces tan joven como podía serlo ahora la propia Esmeralda. Incluso hizo de enlace y espía para la Resistencia durante la ocupación alemana en la Segunda Guerra Mundial. De hecho le narró a la muchacha muchas historias de cómo llegó a convertirse en una mujer tan respetable en ese difícil mundillo. La joven recordaba en particular una lluviosa tarde de otoñó en la que acababan de repasar algunos bocetos y estaban tomando el té.


-       Tienes apetito, eso está bien. – Sonrió aprobatoriamente la anciana viendo como Esmeralda atacaba sin consideración las pastas que acompañaban la bebida. –
-       Lo siento- se disculpó ella, creyendo que quizás, una modelo en su caso no debía permitirse semejante homenaje. -
-       No debes disculparte por eso. Ahora no hay testigos de tu crimen – se sonrió aquella mujer, aunque sí que agregó de forma más seria. - Pero ya sabes lo que siempre te he dicho. En público debes tener muchísimo cuidado. Por desgracia aquí todo es apariencia. Debes controlar ese impulso tuyo cada vez que ves una bandeja con dulces, hijita. Y cuidar también tu línea.
-       Tiene razón. – Pudo decir la chica abochornada. No era la primera vez que le ocurría. - Lo siento señora Deveraux.


Por la mente de la muchacha desfilaron multitud de recuerdos sobre su glotonería. Incluso se acordó de la primera vez que llegó a la Tierra, entonces bajo los designios de la Luna Negra y entró en una gran cafetería donde servían muchas y estupendas tartas. En vez de cumplir con su misión comenzó atiborrándose de ellas. ¡Incluso todavía sin conocerla, entró en competencia directa con Usagi para ver quién de las dos comía más! Aunque la señora Deveraux pareció no dedicarle más tiempo a eso y le dijo.


-       Eres una muchacha con mucho talento potencial. Enseguida lo vi cuando tus amigas te trajeron. Llegarás lejos si te esfuerzas y sabes dominarte.- La anciana aclaró su garganta y tras una breve pausa añadió con tono reflexivo. - Te diré una cosa hijita, es un consejo. El  más importante quizás de todos los que pueda llegar a darte.
-       ¿Cuál es?- Quiso saber Esmeralda con patente curiosidad. –
-       Ante todo ten siempre dignidad. Pero nunca la confundas con la soberbia. Son cosas muy distintas. – Le matizó su mentora para añadir. - Pase lo que pase en tu vida mantén siempre la cabeza erguida y no te rebajes. El respeto de los demás has de ganártelo y para ello el respeto que tengas por ti misma es esencial.
-       Lo recordaré, muchas gracias. – Le prometió la chica asintiendo con decisión. -


 La anciana asintió aprobatoriamente a su vez dando por concluida esa lección y pasando a temas más triviales. Ahora, tras aquel gran éxito la muchacha pensaba que aquello era una gran verdad. Pero dejó por unos momentos de centrarse en esos temas. Era un día para celebrar el éxito y recordando a su novio corrió a llamarle.


            Cuando el teléfono sonó Diamante estaba tecleando ante su consola del ordenador. Debía hacer algunos complicados cálculos pues trabajaba en un novedoso programa. Lo cierto es que esas computadoras eran muy anticuadas. ¡Ojalá pudiera haber dispuesto de su tecnología del siglo XXX, pero tenía que adaptarse! En eso pensaba cuando el ruido de la llamada le distrajo. Con una mueca de contrariedad descolgó el teléfono. Creyó que debía tratarse de algún pesado de la agencia metiéndole prisa para que terminase ya. La expresión se le tornó en una sonrisa al reconocer la voz de Esmeralda que como casi siempre que se excitaba por algo, hablaba deprisa y muy atropelladamente.


-Diamante cariño ¡ha sido maravilloso!- le decía sin poder reprimir su júbilo. - Lo he vendido todo y por mucho más de lo que esperaba, que digo mucho, ¡muchísimo más! Tienes que venir pronto esta noche a cenar a casa, así podremos celebrarlo.
-No sabes cuánto me alegro, te felicito, pero aún me quedan datos por introducir y cálculos por hacer. Además, tengo que abrir el correo. Por lo menos tardaré tres horas - calculó él mirando su reloj que marcaba  casi las siete de la tarde. -
-Pues te espero a las diez en el apartamento de mi firma en París, no tardes mucho ¿eh? A parte de la cena seguro que podemos celebrarlo de otra manera.- Le insinuó ella con voz melosa. -
-Allí estaré - le aseguró él y Esmeralda colgó el teléfono. -


            El chico también colgó y suspiró. Terminó el programa y se dispuso a abrir el correo. Una carta le llamó la atención, llevaba un membrete de una poderosa empresa. Ya había recibido alguna más antes, con una mueca de contrariedad la abrió y leyó desapasionadamente.


"Estimado señor. Es un placer dirigirme a usted para ofrecerle un puesto en nuestra empresa como programador jefe. Deseando que aplique sus conocimientos en nuestros programas de investigación. Triplicaríamos su salario actual, al margen, claro está, de todo tipo de dietas y primas. Como única condición deberá usted dirigir su investigación por los cauces que fije nuestra junta directiva. Sin más que añadir y rogándole una respuesta se despide de usted, el presidente de la reseñada junta".
           

            Jennifer interrumpió el relato para preguntarle a Esmeralda con visible extrañeza.

-       ¿Y cómo sabes que tu marido, bueno, tu novio entonces, hizo eso? No estabas allí.
-       No, pero él me lo contó después. Al menos la versión que me dio fue ésta. - Repuso despreocupadamente ella que prosiguió con la narración. -


El muchacho se limitó a hacer un ovillo con la carta y arrojarla a la papelera. Era la tercera en lo que iba de mes y en todas ponía lo mismo, aunque aumentando las cuantías salariales. Ese tipo era muy insistente. Llevaba ya meses con aquellas interminables ofertas. Diamante creyó que, cuando al fin se reunieron para enfrentarse a la amenaza de los androides que les desvelase el futuro hijo de Roy, ese millonario habría entendido que él no estaba interesado. Al parecer poco le duró y había vuelto a la carga una vez más. No quiso pensar más en ello y se aprestó a terminar sus tareas pendientes. Cuando por fin acabó todo lo que le quedaba por hacer vio con horror que las agujas del reloj ya marcaban las diez menos veinte.

-¡Vaya!, que tarde se me ha hecho,- exclamó de forma involuntaria en voz alta. - Esmeralda me matará si llego con retraso.


            Se duchó en el mismo baño de la oficina, por suerte tenían vestuario y duchas en el edificio, así como un pequeño gimnasio        que apenas si utilizaba al quedársele muy corto para su fuerza. Tras terminar de secarse se cambió con un smoking para ceremonias que tenía en su taquilla. Se hizo con una botella de su mejor champán y salió volando por la ventana. A juzgar por el intenso tráfico eso era mucho más rápido. Recorrió raudo la distancia que le separaba del apartamento de Esmeralda en París y a las diez en punto tocaba el timbre de la puerta. En tanto aguardaba pensaba que ambos podrían vivir juntos durante más tiempo. De hecho tenían esa casita tan acogedora en las afueras. Pero, merced a sus trabajos debían estar separados con mucha frecuencia y también habían decidido darse un periodo de tiempo como novios más independientes para asegurarse de que ambos querían ese tipo de relación y por lo que parecía, las cosas hasta entonces iban bastante bien. Acababa de pensar en esto cuando Esmeralda le abrió la puerta. Estaba radiante con su blanco traje de noche, bellos pendientes de finísimo oro y collar de diamantes y esmeraldas dispuestos de forma alterna (como no podía ser de otro modo) a juego. Unos blancos zapatos de tacón de aguja al final de sus largas piernas completaban el conjunto.


-Así me gusta, que seas puntual- le dijo ella recibiéndole con un beso para invitarle acto seguido. -Pasa no te quedes en la puerta.
- ¡Estás preciosa! – Pudo decir él observándola con deleite. –
- Y tú podrías hacerle la competencia a  mismísimo Tuxedo Kamen – replicó la chica admirándose de lo bien que le quedaba a su novio el traje de etiqueta. –
- No sería mala idea. Quizás eso fue lo que fallo. Si Usagi me viera con esto… – Se dijo él en voz baja aunque cuidando de que su interlocutora lo escuchase. –
- Mira que llegas a ser tonto a veces. - Replicó la chica frunciendo el ceño. -


            Diamante se rio con ganas, sabía que ese tipo de cosas todavía hacían saltar a Esmeralda. Por su puesto se disculpó, ella que conocía perfectamente la intención de él, jugó un poco más haciéndose la inasequible. El chico insistió en sus disculpas con voz más melosa y comenzó a acariciarla. Aquello si dio sus frutos y la muchacha le tomó de una mano haciéndole pasar. Cuando su pareja entró y volvió a darla la enhorabuena ella le invitó a sentarse alrededor de una redonda de fino cristal sobre la cual lucía un precioso mantel de bordados de plata, una vajilla de porcelana y dos titilantes velitas. Tras unos breves instantes Esmeralda se fue a traer la cena. Había preparado un delicioso coctel de gambas y como segundo brocheta de merluza. Ambos platos fruto de un cursillo de cocina francesa que había seguido en sus ratos libres. Como punto final, sirvió una mousse de chocolate adornada con hebras de limón. Diamante lo probó abriendo los ojos como platos y exclamó.


-Esto está muy bueno, ¡ni en Némesis comía mejor! Hay que reconocer que ya no soy un príncipe pero que tú me tratas como un rey.
- Tú siempre serás mi príncipe, cariño.- Replicó ella. –
- Y tú no serás menos que mi princesa. – Pudo replicar el chico obsequiándola con un beso en los labios. -
-Muchas gracias- se sonrojó la muchacha que agregó con tono misterioso - pero aún tengo algo más para el final.
-.Ya no me cabe nada, estoy lleno- aseguró él. -
-¿Y quién ha dicho que tenga que caberte algo a ti? - Rio ella guiñándole un ojo y le insinuó con esa  voz melosa que siempre provocaba en Diamante un hormigueo de estómago. - No nos vendría mal hacer un poco de ejercicio después de la cena, ¿no crees?..
-Pues ahora que lo dices- repuso el chico comenzando a comprender. -

Aunque aquella parte del relato se la guardó Esmeralda para sí. La omitió a sus contertulios pero ella sí que la recordaba bien.


            La muchacha se levantó hacia él andando con un contorneo muy provocativo de caderas. Sentándose a horcajadas sobre sus rodillas comenzó a besarle. Diamante respondió a los besos y las caricias y la levantó en brazos llevándola hasta la cama. Con vehemencia se despojaron de sus ropas e hicieron el amor. Al terminar, pasaron un buen rato tumbados uno junto a otro, Esmeralda le dijo mientras se acurrucaba con la cabeza apoyada sobre el pecho del chico.


-Me parece imposible haber conseguido tanta felicidad, no sé cómo pudimos vivir sin conocer el amor verdadero. Nuestra vida pasada fue un tremendo error.- Suspiró en tanto reconocía aquello con pesar. -
-Eso debemos olvidarlo ya, es cosa del pasado. Ahora debemos vivir pensando sólo en el presente y teniendo esperanzas en el futuro. Intentemos hacer un mundo mejor mientras disfrutamos de él.- La animó Diamante. -
-Sí, lo sé, pero a veces quisiera poder reparar todo el daño que hice a los demás. - Se lamentó Esmeralda mientras lo recordaba. -
-Seguro que hallarás la manera de conseguirlo y ya lo estás haciendo. - Afirmó él animosamente mientras le acariciaba en una mejilla. - Ahora vamos a dormir. Estoy cansado, no me queda ni una gota de energía  y mañana toca un día muy duro - se miró bajo las sábanas y Esmeralda se rio  -
-Sí, yo también estoy agotada, además dormir es bueno para el cutis- sonrió ella. - Buenas noches mi amor.


            Ambos se durmieron tras un rato, Esmeralda comenzó a soñar. Atravesaba un oscuro pasillo muy frío e inhóspito. Parecía no tener fin, lo reconoció, ¡Era el largo corredor que llevaba a la cámara real en Némesis. La muchacha temblaba de frío. Se miró, descubriendo con sorpresa que vestía sus antiguos ropas de la Luna Negra. A sus espaldas escuchó una voz fría y cavernosa que la llamaba por su nombre con  tono sepulcral. Comenzaba a oler a podrido, un olor sofocante. Esmeralda se giró y quedó horrorizada. Ante ella se erguía una esquelética figura que vestía  girones de ropas también de la Luna Negra. En su cráneo lucía el emblema de la media luna oscura apuntando hacia abajo. Reconoció en los restos de aquellos ropajes a Rubeus. Aterrorizada retrocedió. Pero mientras lo hacía el zombi avanzaba espasmódicamente hacia ella con los brazos levantados. Le hablaba con frio tono acusatorio, lleno de rencor.


-Esmeralda, ¡maldita seas!, tú fuiste responsable de mi muerte. Hiciste que me consumiera en los infiernos, debes pagar tus culpas y unirte a mí en mi tormento eterno.


            Ella no era capaz de pronunciar palabra, sólo negaba con la cabeza presa del pánico.

-No, ¡por favor!, lo siento mucho, de verdad. Sé que debía ayudarte y no lo hice, pero estoy arrepentida. ¡Te lo juro! , he cambiado. Me gustaría reparar lo que hice si pudiese, pero no puedo. Te suplico que me perdones.
-¿Lo sientes Esmeralda?- Le replicó el zombi con sorna. - ¡Mírame bien zorra!, eres tú quien me ha hecho esto. Ya no hay tiempo para remordimientos. Es demasiado tarde para que supliques por tu vida. ¡Cuando acabe contigo hasta tu alma será mía! - rio con sadismo acercándose a ella aún más. Era una horrible risa de ultratumba. -



            Presa del pánico Esmeralda se trastabilló, intentó correr pero ese pasillo seguía siendo inacabable. Al fin se topó con una pared que sujetó sus brazos con garras invisibles. El zombi se acercaba a ella sin prisa, seguro de tenerla ya en su poder. La chica lloraba de angustia y horror al sentir cada vez más próximo a ella el pestilente hálito de aquella respiración sibilante y entrecortada.


-Te lo suplico Rubeus, yo también lloré y sufrí mucho, caí a un negro abismo sin fondo. Pero me concedieron una oportunidad de rehacer mi vida y de veras lo siento, siento que tú no pudieras hacer lo mismo.
-Vendrás conmigo al infierno. Ese es tu sitio, de donde nunca tuviste que haber salido. - Le amenazó él impasible a sus súplicas. - Pagarás por lo que hiciste. Si no es hoy, será mañana, te lo aseguro.- Ya alargaba sus huesudos brazos tratando de rodear el cuello de ella para estrangularla a la par que sentenciaba. - Recuérdalo Esmeralda, un día volveré y cuando más segura y tranquila te creas, iré por ti.


            Ella gritó, de pronto se encontró a sí misma incorporada en la cama. Aferrándose las manos a su propia garganta como queriendo evitar que ese ser de pesadilla la ahogase. Diamante, despertado por sus gritos, le preguntó preocupado.

-¿Esmeralda, que te ocurre? ¿Estás bien?..


            La muchacha lanzó unas miradas escrutadoras a su alrededor a la par que se abrazaba a Diamante. Todo estaba tranquilo y oscuro, sólo se reflejaban en las ventanas los destellos discontinuos de las luces de la ciudad.


-Supongo que fue un mal sueño, ¡pero era tan real!, fue una horrible pesadilla. Lamento haberte despertado, cariño.- Se disculpó ella que le contó al chico lo que había experimentado. -
-Estás temblando.- Le dijo Diamante percatándose de que Esmeralda tenía la piel de gallina. -Cálmate.


            La muchacha estaba a punto de llorar, él la tumbó en la cama sin dejar de abrazarla y trató de confortarla, le dijo con tono reflexivo y tranquilizador.

-Tienes remordimientos por tu antigua vida, es normal, a mí muchas veces me ocurre lo mismo. Debes tratar de superarlos ayudando a la gente y tratando de hacer felices a los que te rodean. Como nos dijo Guerrero Luna. Creo que es la única forma que existe de lograrlo.
-Tienes razón. - Pudo decir ella más tranquila y recobrada de esa mala experiencia - y empezaré por hacerte feliz a ti.


            Se besaron y Diamante le hizo el amor de la manera más suave y dulce que pudo, al rato volvieron a dormirse. Esmeralda, esta vez sin malos sueños, despertó con las primeras luces del amanecer. Bostezando se levantó y sobre su cuerpo desnudo se puso una bata. Su pareja aun dormía, ella sonrió al mirarle, le acarició aquel sedoso y blanco pelo y se metió en la ducha. Tras relajarse con el agua caliente se vistió dirigiéndose a la cocina.


-       ¿Qué sucedió a día siguiente?- Quiso saber Jennifer que, habían quedado al igual que su esposo, al final de la cena, ajena a esos recuerdos nocturnos. -
-       Quería preparar un buen desayuno para los dos.- Replicó Esmeralda que retomó el hilo del relato ahí. –


 Pensaba en que su novio sobre todo, después de lo de anoche, se lo merecía. Siempre se comportaba con ella como aquel príncipe tan gentil que conoció en Némesis, mucho tiempo antes de que las intrigas del Hombre Sabio les cambiasen a todos. Suspiró en tanto buscaba en la despensa.

-       ¿Dónde habrán dejado el pan integral?- se preguntó a sí misma tratando de localizarlo.


Había sido una suerte que le dejasen usar el piso que la empresa Deveraux poseía en esa parte de la ciudad. Se utilizaba siempre que las modelos tenían que hacer algún desfile por allí a fin de que pudieran alojarse cerca. Lo malo es que a veces no estaba demasiado bien provisto. La muchacha sonrió ahora para sí cuando pensó aquella tontería. Eso desde luego, era lo de menos. En cambio era feliz al ver que todo el duro trabajo que había hecho le estaba dando fruto mucho antes de lo que ella se había atrevido a imaginar. Y era muy importante contar con la confianza de Madame Deveraux. Aunque sabía bien que otras chicas en la marca la observaban con celos y no demasiada simpatía. Sobre todo, Monique Lacrosse, la Delfina, como la llamaban todas, con la que nunca había mantenido una buena relación. A fin de cuentas Esmeralda era una recién llegada a ese mundillo y había logrado en ese corto plazo lo que otras muchas llevaban tratando de conseguir años. Y todavía pensaba en aquel robo de sus diseños y como  ella misma, convertida en la Dama del Viento, trató de capturar a aquel merodeador o mejor dicho, merodeadora, sin lograrlo.


Abrió el bote de azúcar en tanto recordaba aquello y vio con desagrado que estaba vacío. Tenía todo lo necesario para hacer el café excepto eso y también le faltaba algún buen croissant. Movió la cabeza algo decepcionada. ¡Qué remedio! Se decidió a bajar a una tienda cercana a su casa. Contrariada vio que todavía no estaba abierta, apenas había gente por la calle. No obstante un desconocido ataviado con un elegante traje blanco se acercaba hasta ella con rápidos pasos. Recelosa, Esmeralda retrocedió. Al mismo tiempo una gran  limusina negra aparcaba  a pocos metros de ella. El desconocido se acercó aún más dirigiéndole una pregunta.

-¿Tiene usted hora, por favor?..
-Son las siete en punto - repuso la chica consultando su reloj en un acto reflejo.


            Aprovechando ese instante de descuido, dos hombres salieron de la limusina y la agarraron. Entre ellos y ese extraño, la arrastraron hacia el vehículo. Todos llevaban gafas negras que impedían ser reconocidos. Esmeralda tomada por sorpresa en un primer instante no tardó en reaccionar. Forcejeó sacudiéndose a uno de ellos, pataleó y estaba a punto de usar sus poderes cuando sintió que tapaban su boca y nariz con un trapo impregnado en cloroformo. Sin poderlo evitar perdió el conocimiento y los tipos la introdujeron en el coche que arrancó perdiéndose por las calles de la ciudad.

-       Y supongo que ahora vendrá la parte que te contó tu esposo. – Terció Jennifer ante el asentimiento de su amiga que prosiguió. -


            Diamante despertó una hora después, la alarma del reloj sonó a las ocho. Se levantó a desgana y  dándose cuenta de que Esmeralda no estaba fue a la cocina. Al encontrar el bote de azúcar abierto y vacío supuso que ella habría ido a comprar. Se vistió mientras esperaba, pensaba que ella no tardaría en volver. Al cabo de un momento escuchó que tocaban en la puerta. Salió para ver si era ella que necesitara ayuda pero allí no había nadie. Sólo se percató de que habían dejado una nota a sus pies. Se agachó y la recogió leyendo su contenido.


"Si desea volver a ver a su novia a salvo acuda presto al muelle del puerto viejo. Para demostrarle que no mentimos aquí tiene una prueba”


Para mayor preocupación encontró un pendiente que había llevado Esmeralda la noche anterior junto al papel que concluía con la hora, a las doce en punto. El chico, furioso, estrujó la nota. A la hora convenida estaba esperando en el muelle. De una limusina blanca que llegó instantes después que él  se bajó un tipo vestido de Armani, con traje blanco y corbata negra, gafas de espejo y de pelo moreno engominado hacia atrás con una coleta. Diamante fue hacia él con una expresión poco amistosa, pero el misterioso individuo le hizo un gesto con las manos para que se detuviese a la vez que decía.

-Si me ocurriera algo tu novia lo pagaría, será mejor que te lo pienses antes. - Sonrió con suficiencia viendo la cara de enfado e impotencia de ese muchacho. -
-¿Quiénes sois? ¿Qué es lo que queréis, y qué le habéis hecho?,- gritó éste apretando los dientes y conteniendo la ira para amenazar a su vez. - Si le ha pasado algo os...


No obstante aquel tipo, sin parecer en absoluto intimidado, levantó una mano para interrumpir aquella amenaza y declaró de forma más conciliadora.

-Tranquilo, está perfectamente, sólo la hemos invitado a una pequeña fiesta con objeto de llamar su atención, pero sobre todo, nos interesa más llamar la tuya, Diamante.
-¿Cómo sabes mi nombre? ¿Qué es lo que quieres de mí? ¿Quiénes sois? - Inquirió éste visiblemente sorprendido. -

Aquel tipo se permitió esbozar una leve sonrisa de superioridad para agregar con tono calmado.


- Ya lo sabrás. Y no temas, no queremos de ti nada en particular, sólo tu colaboración para, digamos, ciertas investigaciones y tu participación en un evento que vamos a celebrar.
-Entiendo - repuso Diamante tratando de calmarse y analizar la situación. -Vosotros sois los de las misteriosas cartas. Bien, dime de que se trata.
-La primera cosa en la que estamos interesados es en tus planos y tu nuevo programa. Queremos que nos los entregues. Lo segundo.- El tipo hizo una breve pausa para ajustarse las gafas y prosiguió. -También nos interesan en gran medida tus prodigiosas facultades como guerrero.
-¿Cómo guerrero?,- le inquirió su interlocutor sorprendido de que supiese esto. -
-Sabemos que tú, en compañía de otros, habéis salvado a la Tierra de más de un desastre. No me equivoco ¿verdad? Diamante, Príncipe de Némesis.
-¿Cómo sabes tú eso?,- le preguntó él con una mirada de sorpresa. -
-Nosotros lo sabemos todo acerca de ti, de Esmeralda y de los demás. También estamos muy interesados en los conocimientos de ingeniería de tu hermano Zafiro.
-¡No metáis a mi hermano en esto u os haré tantos pedazos que no encontrarán ninguno lo bastante grande para recomponeros! - gritó el chico visiblemente furioso. -
-Tú no estás en posición de amenazar a nadie,- se burló el tipo con otra sonrisita de superioridad.-Será mejor que hagas lo que te pedimos o tu amiga Esmeralda lo pagará.- Y sin más entregó un sobre  a su indignado interlocutor indicándole.- Debes ir a las coordenadas que se indican aquí dentro trayendo lo que te pedimos a las nueve horas en punto. Y ahora, adiós, ya he perdido demasiado tiempo contigo. Hasta mañana príncipe Diamante – se despidió con sorna. -


            Éste furioso salió volando hacia su casa. Una vez llegó, abrió el sobre del que extrajo un plano con unas coordenadas en medio del Océano Pacífico, en el papel se le advertía que fuera solo.

-No tenéis que advertírmelo- se decía alterado. -Yo solo me basto para haceros pedazos, como se os haya ocurrido tocarla un sólo pelo - sentenció, incendiando el papel con la mirada. -

Ahora fue Ian el que interrumpió la narración, tratando de justificarse.

-       Visto así, parece que soy el tipo más perverso del mundo, pero en realidad no pretendía haceros daño a ninguno de los dos.
-       Conociéndote cariño, ¡seguro que creíste que ambos iban a quedar deslumbrados con tu maravillosa islita! – se rio Jenny. -


Su esposo asintió esbozando una fugaz sonrisa, aunque entonces los llantos de la cría les interrumpieron. De forma solícita la mamá pudo levantarse, eso sí, ayudada por su esposo, tomar a la niña en brazos y darle el pecho. Entre tanto le rogó a su amiga, que miraba embelesada aquel cuadro, que continuase contando. La modelo aceptó y prosiguió de inmediato.


            Esmeralda despertó. Estaba tendida en una gran cama con sábanas de seda y un cabezal de fino tafetán rojo. A su alrededor una enorme habitación que asemejaba una suite de un gran hotel de lujo. Se incorporó y observó que iba vestida como cuando salió a la calle, sólo le faltaban los zapatos. En su lugar, junto a la cama había dos graciosas zapatillas con forma de gatitos. Se levantó y se las puso. Le iban perfectas y eran muy cómodas. Aturdida todavía examinó la habitación. Abrió un enorme armario de caoba, era un ropero que contenía gran cantidad de trajes. Al mirarlos más detenidamente comprobó para su sorpresa que se trataba de toda su colección. ¡Incluso estaban vestidos correspondientes a los bocetos que le habían robado hacía un par de años! Al abrir más cajones descubrió todo tipo de complementos a juego, tanto abrigos, como zapatos etc. En una mesilla cercana al armario descubrió gran variedad de ropa interior femenina, ¡toda ella de su talla! Esmeralda estaba anonadada. Vio incluso un lujoso abanico rojo que se asemejaba al suyo de Némesis. Su perplejidad fue interrumpida por una voz que provenía de un punto indefinido de la habitación. Parecía amplificada por un altavoz.

-Espero que esté todo a su gusto, señorita Deveraux.

            Ella miró en todas direcciones, pero sin conseguir identificar la fuente de la voz.

-¿Quién es? ¿Qué es lo que quiere de mí y como sabe mi nombre? - Preguntó ella atónita, si bien hacía poco que decidió adoptar el apellido de su mentora, quién muy amablemente se lo había ofrecido apenas unos meses antes. -
-Eso no tienen nada de extraño - rio la voz replicando entre tanto.- Es usted una modelo muy cotizada y una excelente diseñadora. Además, claro está, de haber sido una de los jefes de la familia de la Luna Negra. ¿Me equivoco quizás?

            Esmeralda estaba muy  sorprendida pero trató de no aparentar asombro. Y negó aquello.

-       No sé de qué me habla.
-       ¡Vamos!. No se preocupe – replicó aquel extraño con tintes incluso cordiales para añadir de manera más seria. - Estoy al corriente de todo lo que tenga que ver con ustedes. Al igual que sé perfectamente quién es su amigo Diamante. El príncipe de Némesis.


La muchacha suspiró sobrepasada por aquello. Estaba claro que no valía la pena tratar de engañar a quién quiera que fuese su misterioso interlocutor, de modo que admitió.


-Pues sí, es cierto, pero ¿cómo lo sabe?
-Verá, soy un hombre bien informado. Me gusta serlo, cuando se refiere a personas interesantes, tengo una gran curiosidad y dispongo de todo el dinero que necesito para satisfacerla.
-Bueno, pero yo estoy en desventaja - sonrió Esmeralda tratando de nivelar un poco esa incómoda situación cuando con su tono más persuasivo y encantador, objetó. - No sé dónde me encuentro ni quién es usted. Y no es de caballeros retener a una dama sin ni siquiera presentarse.
-Tiene razón, lo admito, es hora de que me presente ya. Mi nombre es Ian Masters y usted está en una de mis islas privadas del océano Pacífico.
-¿Y se puede saber a qué debo este honor, señor Masters?-  pudo contestar la muchacha de forma irónica. -
-¡Oh! No tema nada de mí, soy un gran admirador de sus diseños y aún mucho más de su belleza y su talento. Si ha visto usted los vestidos que hay en el armario lo comprobará.
-Vaya, siempre llena de satisfacción ver que el trabajo de una es tan apreciado. Pero no cree usted que ha ido demasiado lejos en su admiración. Podría habérmela expresado en persona en cualquiera de mis desfiles.
-Digamos que soy un hombre acaparador, y no deseo compartir mi admiración por usted con nadie más- fue la ingeniosa respuesta que recibió. -
-Quizás. Pero eso no le da derecho a secuestrarme señor Masters, yo podría haber venido igualmente si usted me hubiese invitado.- Replicó ella tratando de sonar convincente aunque quizás sin lograrlo demasiado. -
-Por favor señorita, llámeme Ian, le ruego me disculpe en mis formas. Se lo explicaré todo si tiene la bondad de aceptar mi invitación a cenar esta noche y por supuesto le suplico que acepte mis excusas por esta forma tan original de haberla traído hasta aquí.
-Eso es muy halagador señor Masters, digo Ian. Pero, de todas maneras, ¿es que tengo otra elección quizás? - Contestó Esmeralda con marcado sarcasmo que trataba de ocultar su malestar al saberse rehén de aquel tipo. -
-Digamos que, si no, su estancia aquí en este cuarto sería bastante aburrida y además estoy seguro de que aparte de mi admiración hacia usted, desea conocer los motivos de su presencia aquí.- Le contestó el millonario que a buen seguro estaría dirigiéndola una inquisitiva mirada tras algún falso espejo o cámara oculta. -
-He de confesar.- Admitió Esmeralda que centró su atención en un espejo delante del que sostuvo la mirada con determinación como si pensase que fuera a ser observada a través del mismo- que a mí también me produce mucha curiosidad la naturaleza de sus razones y que también deseo conocerle en persona. De acuerdo, ahí estaré pero no sé ni cómo salir ni a donde debo ir. – Argumentó ahora sí que de forma convincente en tanto miró a la puerta del cuarto, parecía de sólido acero y estaba dotada de un código numérico. -
-No debe usted preocuparse por eso, el camino se le indicará en el momento oportuno. A propósito y si no lo juzga impertinente, lo consideraría como un favor personal que luciera su fantástico vestido rojo del último desfile. ¿Si no es mucho pedir, sería usted tan amable de complacer esta pequeña petición?
-No tengo ningún inconveniente en ello, pero ese vestido pierde mucho sin las joyas adecuadas- objetó Esmeralda. -
-Si abre usted el cajón la cómoda que está a su derecha. - La chica centró su atención en un mueble de madera de ébano con apliques de oro y marfil en tanto su interlocutor le decía -podrá solucionar ese pequeño problema. Creo que todo lo necesario se haya dispuesto ahí. Y ahora, si me disculpa, mis múltiples ocupaciones requieren mi presencia. No se preocupe, podrá usted cambiarse con tranquilidad, pese a mi modo de traerla hasta aquí, soy un caballero. No hay más cámaras ocultas que esa que tiene sobre su cama. - Esmeralda observó descubriendo un pequeño objetivo y adivinando su intención Masters concedió. - Que usted puede tapar si lo desea.
-Confiaré en su palabra - sonrió ella. - No creo que sea necesario...
-Se lo agradezco, y no se apresure. Tómese su tiempo ya que la cena es a las diez en punto. La espero con impaciencia.-  Al fin la voz de Masters calló y la habitación quedó en silencio. –


            Esmeralda abrió el cajón de la cómoda y quedó deslumbrada, había todo tipo de joyas cada una con un valor incalculable. Eligió una diadema y un collar de rubíes para hacer juego con el traje, desde luego, era previsor el tipo aquel. Lo acompañó de un reloj de oro y un colgante del mismo metal. Eran las nueve cincuenta cuando la puerta de su cuarto se abrió deslizándose a un lado, en el pasillo, unas flechas luminosas marcaban una dirección. Intrigada las siguió.


-A esto se refería al decir que me indicaría el camino, desde luego este tipo tiene mucha clase. - Pensó realmente impresionada. -


            Jennifer terminó de darle el pecho a su hija y se la pasó a Ian que, colocándola contra su hombro la palmeó ligeramente en la espalda hasta que la niña soltó el aire retenido. Después, la dejó nuevamente en la cuna y ésta al poco se quedó dormida. Mientras tanto la joven madre dirigía a su esposo un tono pretendidamente acusador, pero en el fondo divertido, para reprobarle.


-       Con que querías que se pusiera un vestido rojo ¿eh? ¡Menudo golfo estabas hecho!
-       Mujer. Era uno de los modelos más elegantes del ropero.- Pudo pretextar él para regocijo de ambas mujeres que tenían que taparse la boca para no reír y despertar a Satory que volvía a estar dormida. –
-       Bueno, y tu marido, bueno, tu novio entonces, ¿qué hizo?- Quiso saber Jenny. -


La aludida les contó que ajeno a todo esto, Diamante había reunido su equipo. Se había vestido con su uniforme de combate y atado una bolsita de alubias mágicas a su cinturón. En un maletín, metió sus trabajos informáticos. Tras una frugal comida  trató de dormir para acumular energías, pero no lograba conciliar el sueño. Por fin lo logró, pensando en volver a ver a novia. Aunque soñó con algo bien distinto.

-       Al menos eso me dijo él. Se ve que Ian ya le había tentado antes. – Afirmó la modelo. -


Esmeralda les comentó que su entonces novio había recordado la conversación que mantuvo con su hermano hacía algunas semanas, cuando viajó a Tokio. Para su estupor Zafiro le había anunciado que cambiaba de trabajo.


-       No lo comprendo. – Le decía el sorprendido Diamante a su hermano menor, inquiriéndole.  - ¿No estás contento en la ESA?
-       No es por eso. - Replicó Zafiro que quiso tratar de hacerle entender cuando agregó con un paciente tono. – Verás, ese tipo es inmensamente rico. Me ha prometido una gran cantidad de recursos y que podré reclutar en persona a mi equipo de colaboradores. Ya tenemos a varios científicos de mucha categoría. ¡Y tienen grandes proyectos!
-       No sé, no lo veo nada claro. – Opuso Diamante que añadió. - Un particular siempre irá a sus propios intereses.
-       Pero las inversiones que hará serán enormes, y podríamos ayudar a muchísima gente. Piénsalo. Con nuestros conocimientos del siglo XXX seremos capaces de solucionar muchísimos problemas en la Tierra ahora.
-       Para que ese tipo engorde aún más su cuenta corriente. - Le contestó su interlocutor no sin patente sorna. -
-       Hermano. Tendrá que gastarse muchísimo dinero antes de ver un céntimo de beneficios.- Sentenció Zafiro que añadió. – Al menos piénsalo. Para mí sería estupendo tenerte a mi lado, trabajando juntos. Si es por recibir órdenes mías, no te preocupes. Tendrías tu propia división de informática independiente, con grandes talentos que la empresa quiere reclutar con un programa de becas que ha creado.

Diamante suspiró, quizás su hermano pudiera tener razón. Aunque él no quería comprometerse y solo pudo responder.

-       Bueno, lo pensaré, eso sí que puedo prometértelo.


Zafiro sonrió, finalmente ambos dejaron ese tema y volvieron a  una charla más amena. Se preguntaron por sus respectivas novias y por el resto de los amigos. Ahora Diamante sí sonreía en sueños rememorando esos momentos. Las fiestas y las juergas con sus compañeros de batalla, en especial las bromas y ocurrencias de su amigo Roy…


            Por su parte Esmeralda seguía caminando, tras un par de minutos llegó al final del largo pasillo. Una puerta dorada se abrió de par en par invitándola a pasar a una estancia contigua. Era una habitación de estilo victoriano, con una gran mesa de caoba y mármol de aproximadamente unos seis metros de largo. En sus extremos habían dispuestas dos juegos de mesa completos con cubiertos de plata, una fina vajilla de porcelana (Gracias a sus estudios de arte en la universidad a distancia donde se había matriculado hacía poco creyó reconocerlo como de la dinastía Ming) y copas de agua y de vino de cristal de Bohemia. Cuando se disponía a sentarse, una voz familiar, salida de ninguna parte, la detuvo.


-Por favor, permítame - era la voz de Masters apartando la silla para que ella se sentara. -


            La muchacha giró la cabeza y pudo ver al fin el rostro de su anfitrión frente a ella. Con un smoking negro, alrededor de metro setenta y cinco y unos ochenta kilos, calculó ella. Pelo castaño, ojos marrones y rasgos de hombre de mediana edad. Quizás rondaría los cuarenta. Incluso le pareció atractivo, impresión que confirmó cuando Masters esbozó una sonrisa.


-Es un placer conocerla en persona, señorita Deveraux espero que me permita llamarla Esmeralda.- Añadió besándole la mano. -
-No sé si puedo decir lo mismo señor Masters.- Respondió ella con cara de circunstancias. - Confío que ahora tendrá usted la delicadeza de explicarme el motivo de su atípica invitación, si es que puedo llamarla así.


            Masters se sentó al otro extremo de la mesa, justo enfrente de ella y tocó una campanilla de oro que emitió un gorjeo muy agradable. Al momento varios hombres uniformados como camareros de un restaurante de lujo les sirvieron un consomé y unos langostinos junto a unos platitos de caviar.


-Verá. - Le explicó Masters. - Digamos que, al margen de mi confesada admiración por usted y su trabajo necesito de su presencia para. ¿Cómo lo diría?,- buscó las palabras y prosiguió. - Convencer a su amigo…llamémosle así, el príncipe Diamante, para que nos preste su ayuda, tanto física como intelectual.
-¿Y por qué no se lo ha pedido directamente a él?- Le inquirió Esmeralda con los ojos entornados. -
-Le hemos ofrecido reiteradas veces un excelente trabajo, mucho mejor pagado que el que ahora tiene, pero siempre se ha negado a aceptar.
-Diamante no suele hacer las cosas sin pensar.- Respondió ella reflexivamente. - Supongo que tendrá sus razones.
-Su amigo el príncipe es un hombre muy idealista - repuso Masters. - No tiene los pies en la tierra y me temo que es demasiado orgulloso para someter sus proyectos a la aprobación de nadie.
-Diamante es orgulloso sí, pero también tiene mucha dignidad y no le gusta que le manipulen. Ya tuvo bastante de eso, créame. Él nunca se dejaría comprar por dinero, ¡por mucho que le ofrezcan! - aseguró Esmeralda que ahora se sentía molesta. -
-No se enfade se lo ruego - le pidió Masters tratando de aliviar la tensión. - No pretendía ofenderla. Estoy de acuerdo en lo que usted me dice. Pero, como ya le he dicho, nuestro interés por su persona no sólo abarca su nivel intelectual, que me consta es muy amplio.
-El interés por su intelecto lo comprendo - admitió Esmeralda -pero, ¿qué es lo demás?,- inquirió sin acertar a entender. -
-¡Su gran fuerza!- le explicó su interlocutor. - Queremos saber cómo ha adquirido semejante poder.
-Es muy simple- sonrió  ella. - Ha entrenado mucho y ha sufrido mucho también para poder llegar hasta donde está.
-No lo creo yo del todo así - rebatió Masters alegando a su vez. - En mi modesta opinión creo que Diamante posee unas cualidades fuera por completo de lo normal, al igual que le ocurre a su hermano o los otros que estuvieron con él luchando contra los demonios para salvar la Tierra…
-¿Cómo sabe usted eso? ¿De la misma manera que conocía mi identidad?,- le preguntó Esmeralda con mucha curiosidad. -
-Ya le dije que tengo todo el dinero que necesito para averiguar todo cuanto me interesa- sonrió el millonario afirmando sin pudor - y el dinero abre muchas puertas, tanto oficiales, como extraoficiales. Mis fuentes son muy fidedignas como habrá podido comprobar, pero secretas.
-Bueno, sus fuentes no me importan demasiado - repuso Esmeralda. - Pero si los planes que tenga en mente para mi novio.
-¿Eso de novio es definitivo?- Le preguntó Masters con un tono entre incrédulo, jocoso y desencantado. -
-Me temo que sí- sonrió ella de forma muy coqueta añadiendo a continuación de forma irónica. - O quizás no del todo. Al menos hasta que pueda llamarle marido. Pero dígame que tiene pensado hacerle. Confío en que sea usted un hombre civilizado.
-No debe usted asustarse, lo soy - le sonrió Masters tranquilizador para explicar. - Es una prueba de fuerza y habilidad que yo denomino "The Masters Hero Game".- Añadió él con un tono de entusiasmada suficiencia que  a Esmeralda le pareció ridículo. - Es algo sólo al alcance de héroes y personas como su novio. Pienso celebrarla mañana mismo en esta isla. Por supuesto, está usted invitada a presenciarla.


            La joven se rio al oír aquello. ¡Ese tipo no conocía a su pareja tanto como creía! Aunque su carcajada no resultó de la forma tan cautivadora que Masters esperaba. El millonario no se tapó los oídos por cortesía pero bien que lo lamentaba. Cuando por fin ella cesó de reírse le dijo con incredulidad.


-Si cree que va a poder detenerle con algún truco barato, rectifico - dijo ella mirando a su alrededor -  extremadamente caro, o con algún trasto que haya fabricado, se equivoca. Ni tampoco le servirá contratar a un grupo de mercenarios. Diamante les pasará por encima y no desearía nada estar en su lugar cuando le ponga las manos encima.
-Le ruego que no infravalore usted mis recursos, querida - sonrió Masters al tiempo que apuraba su copa de vino. -
-No  dudo de sus recursos, pero tampoco infravalore a Diamante, no sería nada sensato y usted parece un hombre inteligente.
-Gracias- repuso Masters que remachó con tono que parecía bastante seguro - no se preocupe, no le infravaloro nada. Ya lo verá.


            Tras tomar una exquisita langosta de segundo plato junto con paté, se sirvió el postre. Ella entonces reparó en los camareros y descubrió que eran androides. Su expresión de asombro lo decía todo. Incluso le recordaban a sus droidas de Némesis.

-¿Impresionante verdad?- le dijo Masters cuando observó con regocijo la expresión de la muchacha. - Son producto de mis empresas de tecnología punta en cibernética e informática.
-Espero que no mandará a los camareros a atacar a Diamante - comentó ella con sorna. -
-No, por supuesto que no, hoy día no se podría encontrar mejor servicio.- Respondió él utilizando el mismo tono de chanza. -


            Muy a su pesar Masters hizo reír a Esmeralda con ese comentario. Después ella centró nuevamente su atención en el menú, más concretamente en el postre y lo rechazó con una mano dando muestras de bastante fastidio por hacerlo.


-No dudo que estará delicioso.- Declaró la joven que miraba con pena la tarta de trufa y nata que tenía delante -pero como usted sabe perfectamente soy modelo y eso también conlleva algunas desventajas. Tengo que vigilar mi figura y eso debe tener un montón de calorías.
-Puede usted comerlo sin ninguna preocupación, es otro de mis productos de tecnología punta.- Le reveló Masters con satisfacción. -
-¿Una tarta cibernética?- le preguntó Esmeralda más con guasa que otra cosa. -
-No, ¡qué va!- sonrió el millonario que enseguida le aclaró. - Este corresponde al ámbito de la dietética. Tiene cero calorías, confíe en mi palabra. Le aseguro que soy el primer interesado en no atentar contra su escultural figura.
-Bien, acepto su palabra - respondió ella, deseosa de hacerlo a la vista de tal exquisitez. Sin más cató aquel delicioso postre y quedó encantada, se lo tomó sin más cumplidos. -


            Al concluir la cena. Masters se levantó y le retiró la silla. La muchacha se levantó algo aturdida por el vino, que era de una cosecha muy antigua. Y declaró.

-He de confesar que ha sido una cena excelente, ni siquiera en las altas recepciones he probado banquetes así.
-Me hace usted muy feliz,- le contestó el millonario sonriendo con satisfacción. - Siempre me esfuerzo para tener lo mejor, en todos los órdenes de la vida. Mañana podrá usted comprobarlo. Ahora si me disculpa, es tarde y he de retirarme, pero usted puede recorrer las instalaciones a su gusto- le indicó un plano de todos los lugares interesantes de la isla y de cómo regresar a su habitación. - Dispone de piscina, playa privada, yacusi, cancha de tenis, biblioteca completa e incluso un terreno de golf y un campo de equitación, con su propia cuadra de pura sangres. Por supuesto, en su habitación tiene televisión por cable  de pantalla gigante y video. Confío en que, de aquí para mañana, no se aburrirá.
-Gracias- sonrió Esmeralda impresionada por tan bien dotado complejo –pero ha sido un largo día, estoy cansada, creo que iré a acostarme ya.
-Entonces que descanse,- sonrió él volviéndola a besar en la mano. - Buenas noches, la veré mañana.
-Seguro, puede usted contar con ello - replicó ella con humor y marcada ironía. -

-       ¿Y seguro que todo quedó ahí?- Quiso saber Jenny con un caustico tono. –
-       Palabra – Replicó Masters levantando la palma de su mano derecha como si estuviese jurando ante un tribunal. – Nunca haría algo como propasarme de esa manera.
-       Así es – convino Esmeralda.- Te puedo asegurar Jennifer que, pese a las circunstancias, Ian siempre se portó como un caballero.


Y la diseñadora prosiguió contando que se marchó a su habitación y se acostó. A la mañana siguiente se despertó y miró a un reloj que tenía en la mesilla de noche que marcaba las ocho en punto. Se preparó un baño abundante de burbujas en ese monumental cuarto de baño, se vistió y salió por un pasillo. Tenía un sirviente robotizado que le dio a elegir entre una amplia gama de desayunos. Todavía sorprendida por semejante abundancia se decidió a  pedir fruta con leche y tostadas con mermelada integral.


            Paralelamente Diamante se despertó y tras comer cereales y abundante leche y zumo se vistió con su armadura, recogió sus planos y salió volando rumbo a la isla a gran velocidad. Llegó a la isla a las ocho cincuenta y cinco. La voz de Masters le invitó a aterrizar en un helipuerto. El muchacho así lo hizo. Los alrededores estaban desiertos, no se veía a nadie y eso no le acababa de gustar demasiado. Al fin pudo escuchar una voz a través de los altavoces de la pista.


-Señor Diamante Lassart, o mejor dicho, Diamante príncipe de Némesis. Bienvenido, confío que haya traído aquello que le solicitaron.
-Sí, aquí está-  replicó él que con visible desgana él mostró una carpeta que llevaba bajo el brazo en tanto decía. - Pero antes quiero saber quién es usted y si es el dueño de esto.
-Si, por supuesto- repuso la voz - mi nombre es Masters, Ian Masters. Y ahora que nos conocemos, ¿sería tan amable de depositarla en esta deslizadora?- Al eco de esas palabras una especie de plataforma voladora se acercó hasta él quedándose a la altura de su cintura. -
-¿Dónde está Esmeralda?- inquirió Diamante que sentenció con firmeza. - Hasta que no sepa que está bien, no pienso darle nada.
-Por supuesto, me parece lo más lógico.-  Y de improviso apareció un holograma de la muchacha paseando por una sala, parecía estar admirando una colección de obras de arte. -
-¿Cómo sé que eso no es un truco de ordenador? - Quiso saber  el chico, desconfiando por supuesto de esa imagen. -
-Pues hable usted con ella- le propuso Masters. - Así se convencerá.
-¿Puedo hacerlo desde aquí? - Inquirió incrédulo su interlocutor. -
-Por supuesto, hay micrófonos que le llevarán el sonido tanto a ella como a usted. Se lo aseguro.

El príncipe no se hizo de rogar, de inmediato quiso cerciorarse.

-¿Esmeralda?- llamó él  con tono algo inquieto. - ¿Puedes oírme? ¿Estás bien?..

            La chica escuchó la voz de su novio cuando, tras salir de una especie de museo lleno de esculturas y pinturas a cual más valiosa, iba hacia la sala que le habían indicado.


-¿Eres tú Diamante? ¿Cómo sé que no es un truco?,- preguntó en voz alta. Por inmediata respuesta se encendió una pantalla de televisión de grandes dimensiones que daba a la parte exterior y pudo ver a su pareja. -
-Pregúntense algo que sólo sepan ustedes dos. No se preocupen, les prometo no escuchar - rio Masters haciendo gala de un cínico sentido del humor. -
-No se moleste, puede escucharlo si quiere, faltaría más.- Repuso Diamante con sorna y añadió, ahora preguntándole a su novia. - ¿Con quién soñaste ayer Esmeralda? ¿Con las guerreras verdad?
-Yo no soñé con las guerreras ayer, tonto - replicó ella de forma pretendidamente enojada cuando le corrigió - te dije que fue con Rubeus ¿es que ya no te acuerdas?
-Sí, es ella- sonrió Diamante complacido al poder cerciorarse. - Está bien amigo, un trato es un trato, aquí tiene lo que quería,-  puso la carpeta sobre la bandeja y ésta desapareció como una exhalación. Al verlo el joven pasó a exigir su contra partida. - Ahora suéltela.
-Me temo que no es tan sencillo- repuso Masters. - Primero comprobaremos si lo que nos ha entregado es lo que le pedimos, no es que desconfíe de su palabra pero…
-Claro, claro, compruebe usted lo que quiera - replicó Diamante con despreocupación. -


            Tras unos momentos que al chico se le hicieron eternos, aunque se cuidó mucho de evidenciar su impaciencia, la respuesta de Masters fue satisfactoria.


-Muy bien, es correcto.
-Pues si ya tiene lo que quería, suéltela- le espetó su interlocutor, ahora sí con una no disimulada impaciencia. -
-Me temo que no voy a poder complacerle, al menos de momento - fue la enigmática réplica de Masters. -
-¡Hicimos un trato! - le reprochó Diamante visiblemente enfadado. - ¿O es que no tiene usted palabra?
-Por supuesto, me ha pedido que la suelte y ella está libre. Pero reunirse con la señorita es cosa bien distinta. No le prometí nada al respecto. Para eso el trato incluye que usted participe en un pequeño juego y le aseguro que si lo supera llegará hasta Esmeralda sin problemas, pero debe arriesgarse a jugar.
-De acuerdo, acepto,- convino Diamante que pasó a agregar con tono desafiante - si quiere jugar, jugaremos. Pero le aseguro que se va a arrepentir.
-¡No lo creo!,- rio la voz de Masters declarando con suficiencia. - No sabe usted con lo que se va a enfrentar, no debería estar tan seguro de sí mismo.
-Usted tampoco sabe contra quien se enfrenta. - Sonrió su interlocutor con actitud plena de confianza. - Pero, enseguida lo sabrá, se lo prometo...


            En ese momento Esmeralda deambulaba por un pasillo buscando una salida para reunirse con Diamante. Unas flechas se iluminaron en el suelo y ellas las siguió. Le condujeron a un pequeño cuarto con dos asientos. Uno de ellos estaba ocupado por Masters, él la invitó a sentarse a su lado con un gesto.


-¿Qué pretende usted hacer?,- le preguntó la muchacha visiblemente preocupada. -
-Sólo divertirme un poco. No tema nada serio. - Sonrió el millonario tecleando unos botones en el ordenador. -
           

            En ese momento el príncipe se vio rodeado por aerodeslizadores armados con rayos laser que comenzaron a atacarle. Esquivaba los rayos sin dificultad y contratacó destruyéndoles en pocos minutos, sin apenas usar su fuerza. Su novia que podía seguir sus evoluciones junto al millonario en una gran pantalla de televisión, sonreía y exclamó.

-¡Bieen! Tendrá que hacerlo mucho mejor si quieren inquietar a Diamante.
-Descuide, lo haré - respondió Masters sin inmutarse y tecleando otra orden en la consola. -


            Una apertura apareció en una de las paredes dando acceso a la fortaleza. El muchacho entró y el agujero se cerró tras él. Comenzó a caminar por un pasillo débilmente iluminado. Ahora que lo pensaba creyó reconocer el lugar. Estuvo allí durante la crisis de los androides del futuro. ¡Ese lugar le era familiar! De todos modos no lograba acordarse de por dónde había pasado. Maldijo el no haberle prestado atención entonces. En ese instante dos puntitos de un fulgor azul acerado aparecieron frente a su posición. Al acercarse vio que pertenecían a una especie de robot de unos tres metros de altura que le golpeó sorpresivamente dándole de lleno y lanzándole contra la pared del fondo. Diamante se recobró aunque sangrando por la nariz y aumentó su fuerza para contratacar, pero ese ingenio era bastante ágil, más de lo que parecía para su tamaño y detuvo sus golpes.

-       Se han cambiado las tornas. ¡Ahora es mi androide el que lleva las de ganar! - Exclamó Masters dejándose llevar por el triunfalismo. -


            Esmeralda miró ahora la pantalla con preocupación. Oía sonidos de golpes pero no podía ver casi nada por la penumbra del cuarto. Diamante peleaba utilizando casi todas sus fuerzas. Por fin, su tenacidad tuvo fruto, logrando golpear al androide que atravesó la pared. La lucha prosiguió en una sala iluminada. Ahora podía verse al ingenio mecánico con graves daños en la zona del pecho y el costado izquierdo. Diamante, acumulando energía en una bola, atacó al su oponente lanzándosela y logrando despedazarlo. Masters se quedó atónito, tras unos segundos de incredulidad, dio un golpe de frustración en la consola.


-¡Ha destruido un prototipo de la serie G-22, no lo puedo creer!- exclamó a medio camino entre el asombro y el enfado. -
-¡Ya le dije que Diamante no era fácil de vencer! - clamó Esmeralda dando palmas de forma entusiasta. -
-Aún tengo más sorpresas para él. – Contestó el millonario que parecía molesto. Tecleando la consola, programó una nueva orden, aunque ésta sin que él ni su “invitada” lo advirtiesen, soltaba algunas chispas eléctricas y un tenue humillo. -


            El príncipe cruzó a la sala siguiente sin ninguna oposición. Al llegar al final de una estancia, en la pared y tras una puerta metálica que se elevó hacia el techo apareció otro androide metálico, color cobalto. Masters sonriendo con confianza, lo señaló con el dedo en la pantalla para atraer la atención de Esmeralda.

-Aquí tiene usted nuestra última y más avanzada creación. Basada en la tecnología de los androides del futuro. El Regenerador 3000.


            Ese robot salió a la búsqueda de su oponente al que interceptó en el centro de otra sala contigua. Le atacó con rayos laser de alta potencia a los que su rival respondió con ráfagas de energía. Pero los láseres del robot tenían mayor densidad y  atravesaron los ataques de Diamante hiriéndole en un hombro. Malherido, tuvo que retroceder. El androide, con una rapidez enorme, le dio un fuerte golpe en la garganta con uno de sus brazos metálicos. El chico chocó contra la pared quedando sin sentido.


-¡Oh no!,- exclamó Esmeralda horrorizada.- Pare esto, por favor- le suplicó a Masters, con patente preocupación. -Ya tiene lo que quería, ha vencido, déjelo ya.
-No se alarme, Diamante no debe de haber sufrido demasiado daño. Pero hicimos un trato. Lo detendré y ambos quedarán libres - le contestó el millonario sin demostrar preocupación. -


            El muchacho efectivamente se recobró y poniéndose en pie golpeó al androide que encajó el ataque sin sufrir ningún daño. Su oponente en cambio le propinó una rápida sucesión de demoledores golpes haciéndole escupir sangre. Esmeralda miraba con una mezcla de angustia y terror en su cara.


-¡Ha dicho que lo detendría!- le chillo entre indignada y llena de temor - se lo suplico, esa máquina va a matarle si no la para.


Pero el millonario le devolvió una mirada plena en esta ocasión de desconcierto. Al parecer trataba de programar órdenes para su robot, pero éste no las atendía. Así lo confesó con patente inquietud para horror de la chica.


-No lo entiendo. No obedece a mis órdenes, ¡está fuera de control!


            El androide hizo atravesar la pared a su rival. Sus ojos verdes refulgían, su rival se levantó trabajosamente y lanzó un rayo de energía contra el robot que le impactó en el hombro izquierdo destrozándoselo. Pero, casi inmediatamente el brazo que logró seccionar se reunió con el hombro. Diamante y Esmeralda quedaron boquiabiertos, ella miró a Masters entre atónita y aterrada.


-Es un regenerador- le explicó Masters estaba vez muy preocupado, - Se auto repara en instantes. Ordenaré que evacuen la isla inmediatamente y que la pongan a salvo a usted. Enviaré a alguno de mis hombres  a sacar de ahí a su amigo.


            Pero la chica le devolvió una mirada dura y plena de determinación cuando se levantó elevando una de sus manos hacia el techo a la par que exclamaba.

-No, esta vez me toca a mí. ¡Corazón puro del viento, dame el poder!

            Ante el asombro de su interlocutor se transformó en medio de una zarabanda de luz. Reapareciendo de esta con su uniforme de justiciera.

-Yo también soy una buena guerrera. La Dama del Viento. - Para corroborar su declaración, con un rayo de energía destrozó la puerta de la sala dejando boquiabierto a Masters. Esmeralda se giró hacia él sonriendo y añadió. - ¿Esto no lo tenía en su informe, verdad?


Y salió corriendo a toda prisa sin esperar contestación de su asombrado interlocutor…

-Debieron de ser unos momentos terribles. - Pudo decir Jennifer visiblemente impresionada por la narración. –
-Llegue a pasar mucho miedo – le confesó Esmeralda, aunque añadió con más decisión  - Pero siendo una justiciera debía comportarme como tal. Y sobre todo ir a ayudar a Diamante.
-Por muchas veces que lo diga jamás me disculparé lo bastante. Que conste que fue cierto, un fallo del sistema me impedía controlar a ese robot. – Terció Ian que ponía un gesto de circunstancias. –
- Eso ya está olvidado, tonto – sonrió su amiga.-
-Pero sigue contando- le pidió Jennifer a su interlocutora –
-Bueno, según mi marido me explicó a mí, sucedió lo siguiente….

            Diamante trataba de sobreponerse, reuniendo sus energías peleaba a golpes contra el androide. Decidió emplear uno de sus trucos para tratar de confundirle.

-Vamos a ver qué te parece esto, ¡maldito cacharro! - le espetó al robot mientras se concentraba emitiendo una gran cantidad de energía. -


El androide pareció confundido y escaneó a su enemigo. Aunque de pronto, en vez de un sólo adversario, el robot tuvo que vérselas con tres. Diamante había logrado mejorar su técnica de desdoblamiento y atacó al robot desde varios ángulos. Pero aquella máquina no resultaba afectada pese a ser castigada por triplicado. Sus desperfectos se regeneraban al momento. Su contrincante estaba agotado de tanto pegar y sus golpes perdían fuerza. El Androide sin embargo, seguía combatiendo sin acusar fatiga. El príncipe le lanzó varias bolas de fuego pero éste dio un manotazo y le lanzó varios metros para atrás, haciéndole reintegrarse en uno sólo al perder casi toda su energía. Aprovechando esa pausa momentánea el muchacho alcanzó a tentarse el uniforme y de un bolsillo extrajo una alubia.  Al tomársela sus fuerzas se recobraron y se lanzó contra el robot sacudiéndole en la cabeza y logrando abollársela. No obstante ésta enseguida volvió a su forma original. Diamante ya no sabía cómo atacarle y optó por retirarse, antes de que aquel ciborg le agotase las fuerzas de nuevo. A gran velocidad se puso fuera de su alcance para idear un plan de ataque. El androide escaneó la zona en su búsqueda. El muchacho anduvo por el pasillo y descubrió el cuarto donde Masters tecleaba la consola desesperadamente, sin pensar atravesó la pared y con visible furia, aferró al millonario por el cuello levantándole en vilo.


-Vale, ahora esto es entre usted y yo, ¡cara a cara!, sin cacharros que le protejan. Veamos de lo que es capaz.- Le espetó Diamante con una expresión de manifiesta hostilidad. -
-Es…estoy tratando… de… detenerle,- repuso Masters con dificultad pues estaba asustado y su enfurecido interlocutor casi le ahogaba. - Pero los controles no responden.
-¿Y Esmeralda? ¿Dónde está?- le interrogó su interlocutor a punto de perder los estribos. -
-Sa…, salió a buscarle, está en peligro y si se encuentra con el androide...- Tartamudeó el intimidado millonario. -
-¡Cómo le ocurra algo por su culpa le despedazaré!- amenazó Diamante con visible furia. -
-El androide tiene un punto débil, algo en su estructura, pero no recuerdo bien el qué. Estará en sus planos.- Pudo decir Masters que estaba pálido por el miedo. -


-Ahí pase miedo yo – admitió Ian para sonrisa de las dos chicas cuando agregó. – Si hubierais visto la expresión de Diamante. ¡Creía que me iba a desintegrar!
-Pues te lo hubieras merecido por tonto. – Le regañó su esposa, aunque con claros tintes de cariñosa burla. -


Ahora sí que Esmeralda no pudo contenerse y lanzó una de sus carcajadas. Para horror de ella y de sus amigos los llantos del bebé no se hicieron esperar. Visiblemente azorada la modelo se levantó y tomó en brazos a la niña, tratando de mecerla.

-¡Cuánto lo siento chiquitina! Es esta horrible risa mía. Hala duérmete, cuchi, cuchi… le susurraba con voz melosa. -


La pequeña entre tanto apretaba los puños y cerraba los ojos berreando de forma notoria, incluso se ponía roja. Aunque tras unos instantes y con mucha paciencia la modelo continuó acunándola entre sus brazos hasta que el llanto cesó, la cría finalmente volvió a dormir para alivio de todos.

-¡Vaya! – Afirmó una impresionada Jenny. – No se te da nada mal.


Esmeralda sonrió, apenas sabía lo que era tener una cosita tan pequeña y frágil entre los brazos. Solamente había acunado antes a otro bebé, y ese era Giaal, el hijo de sus amigos Ail y Ann. Pero sentía una dulce y cálida sensación al abrazar a la pequeña Satory. Y si era así con la hija de sus amigos, ¡Qué podría ser si Diamante y ella llegasen a tener un bebé propio! Suspiró de nuevo en tanto devolvía a la cría a su cuna con todo el cuidado que le fue posible. Ian por su parte sonrió al ver a su amiga y decidió proseguir él ahora con el relato…

-Pues cuando recordamos esto años después, tu marido me contó lo que pensaba entonces…



Diamante, tomó aire inspirando hondamente y se relajó, no tenía sentido encolerizarse. Le parecía que ese tipo le estaba diciendo la verdad y no lograría nada por la fuerza. Era momento de usar la astucia. De modo que sentó al millonario en el asiento y le inquirió recobrando algo de calma.

-¿Tiene aquí los informes de ese androide y su plan de construcción?
-Sí, aquí los tiene - repuso el millonario sacando una carpeta de debajo del mueble. - Ahora hay que marcar los códigos de acceso.


            Su interlocutor le hizo una seña con la cabeza y el magnate tecleó en su consola la clave de acceso, sobre la pantalla apareció la configuración del androide.

-Este robot está especialmente diseñado para regenerar su estructura - le explicó Masters a la vez que Diamante ojeaba la carpeta en donde venían detalladas esa y otras informaciones. - Su estructura molecular es especial para permitir a todos sus elementos el recobrarse en cuestión de segundos. Pero puede ser anulada con un compuesto químico que está en el laboratorio central.


-¿Está muy lejos ese laboratorio?,- inquirió el chico que parecía sopesar las posibilidades de un plan de acción.  -
-En la sección cuatro - le  reveló el millonario que ahora con pesar informó a su contertulio. – Pero mucho me temo que tendrá que pasar por donde está el androide.
- ¡Oh!, estupendo. – Exclamó irónicamente Diamante elevando los brazos al aire. -
-Yo trataré de distraer la atención de sus programas, si es que responde aun mínimamente a los controles.
-¿Y si no responde? - Inquirió agudamente el muchacho. - Masters guardó un incómodo silencio, lo cual movió a su contertulio a deducir no sin irónica chanza. - Ya veo, mucha tecnología pero al final tendré que arreglármelas yo mismo. Dígame ¿Cómo es ese compuesto?...
-Está en un bote grande de color naranja- le describió Masters. - En la etiqueta pone 3000.101.
-Voy para allá y rece porque Esmeralda esté bien, sino y aunque ese engendro mecánico me mate por intentarlo volveré a por usted. - Amenazó el príncipe a un intimidado millonario. -
-Espere un momento - le pidió Masters ofreciéndole una especie de llavín de color plateado – tome, es la llave del laboratorio.
-¿Para qué?- repuso despectivamente Diamante añadiendo con suficiencia - puedo hacer saltar esa puerta en pedazos por blindada que esté, no necesito ninguna llave.
-Sí que la necesita- le rebatió Masters -.El blindaje es sólo una de sus medidas de protección. De no abrir con ella el sistema de seguridad del laboratorio interpretará que está siendo asaltado y se autodestruirá.
-Bien, pues entonces démela. - Le pidió Diamante a desgana alargando la mano. Masters le entregó la llave que él guardó en uno de sus bolsillos y acto seguido salió volando a conseguir ese neutralizador. -


            Esmeralda por su parte recorría las salas en busca de su novio, muchas de ellas estaban destrozadas y ya no sabía por dónde ir. Entrando en una de tantas se topó repentinamente con el androide. Ahogando una exclamación trató de esconderse pero ese robot ya la había visto. Sus ojos parpadeaban intermitentemente con un resplandor verdoso. La muchacha le atacó con varios rayos de energía. Para su desesperación pudo constatar que estos no le afectaron lo más mínimo. Ese robot contratacó en cambio con rayos de alta potencia que la justiciera esquivó como pudo. Uno de ellos le pasó rozando levemente el hombro y fue suficiente como para hacerla sangrar y destruir parte de su traje. Con horror la chica giró la cabeza observando el agujero que esa descarga había hecho en una gruesa pared. Sin perder ni un segundo huyó encerrándose en un cuarto tras una puerta reforzada con plomo. Suspiró aliviada puesto que pensó haber dejado  atrás a su enemigo pero éste fijó el blanco en aquella gruesa puerta y disparó sus láseres. Trazando círculos con ellos el androide fue derritiendo la puerta. La aleación de plomo de no aguantó mucho, en tanto que Masters lo veía con impotencia a través de las cámaras.

-Espero que Diamante llegue a tiempo para salvarla - pensaba muy preocupado por la suerte de aquella joven. -
-Si- convino Esmeralda siendo ahora ella la que pasó a relatar. – Fueron unos momentos angustiosos si os digo la verdad. – Y les contó cómo se sintió de asustada cuando vio a ese engendro aparecer a través de la destruida entrada -


            El androide se abrió paso a través de los restos de la puerta acercándose hasta ella. Esmeralda concentró sus energías atacándole con una ráfaga más de rayos. Logró hacerle algunos rasguños superficiales, pero en escasos segundos se cerraron inmediatamente. Como repuesta el robot contra atacó. De un manotazo arrojó a la chica al otro lado de la sala. Levantándose como pudo invocó.

-       ¡Vuela boomerang!


El arma de la justiciera apareció describiendo un semicírculo para estrellarse contra la máquina, pero desgraciadamente no le produjo el menor daño. Salió rebotado contra la dura aleación de ese androide y quedó en el suelo. No obstante la muchacha aprovechó que su enemigo se había ocupado de aquel ataque y se refugió tras una gruesa mesa de mármol. Desafortunadamente el ingenio mecánico la rastreó. Enseguida la detectó y destrozó de un puñetazo esa mesa reduciéndola a esquirlas de piedra. Ese robot avanzaba inexorablemente hasta Esmeralda que estaba estremecida de miedo, pero aun así, se irguió con dignidad para hacerle frente.

-Si tengo que morir, al menos lo haré en pie. Ante todo dignidad. - Se dijo con voz temblorosa y tal y como su  mentora en el mundo de la moda le había inculcado elevó el mentón manteniendo la cabeza alta. -


            El androide clavó sus fríos ojos verdes en ella y la escaneó, entonces una voz metálica surgió de él decidiendo.

-Potencia de combate 300 kits, la amenaza es irrelevante. Retirada técnica.


            Y sin más se dio media vuelta saliendo del cuarto e ignorando completamente a Esmeralda. Cuando la chica se recuperó de la impresión y el susto, se quedó con los brazos en jarras e inclusos e permitió exclamar con fingida o quizás no tan simulada después de todo, indignación.

-Amenaza irrelevante. ¡Será posible!, ¿cómo se atreve ese pedazo de lata? Me ha ignorado por completo.      


            Aunque una vez superada la tensión del momento sus miembros se relajaron. Lentamente se dejó caer al suelo de rodillas suspirando aliviada y echándose hacia atrás, en tanto remachaba con una leve sonrisa.

-¡Menos mal!...Nunca en mi vida me había alegrado tanto de que me llamasen algo así.


Eso hizo reír ahora  a Ian y a Jennifer. Esmeralda esta vez se dominó. No quería volver a asustar a Satory.

-O sea que, por una vez, eso de no ser apreciada no te vino mal. - Comentó la joven madre con tono divertido. –
-Parece mentira, pero a veces es mejor que no te reconozcan por tus méritos. – Bromeó su interlocutora a su vez retomando la historia. Al menos tal y como su esposo se la refirió… -


            Por su parte Diamante había llegado al laboratorio y tras abrir con la llave entró buscando el compuesto. Tal y como le dijo Masters estaba sobre una repisa, protegido tras un grueso cristal. Sin cumplidos lo hizo pedazos y alargó la mano para llevárselo. Una vez lo tuvo se percató que las luces del laboratorio parpadeaban rojizas.


-Mierda, se va a auto destruir, tengo que salir de aquí.- Se dijo instándose a ello con rapidez. -


            Se dio prisa en abandonar el laboratorio que estalló a los pocos segundos. Con manifiesta preocupación por su novia se abrió camino por las salas buscándola. Finalmente pudo llegar a la que ocupaba Esmeralda que seguía de rodillas.

-¿Estás bien cariño?- Le preguntó él preocupado al verla en un estado de ensimismamiento. -


            La joven se levantó al escucharle y sonrió feliz, tras los besos y abrazos del reencuentro ella le explicó lo sucedido.

-¿Hacia dónde ha ido?,- le preguntó Diamante con premura pero sin querer presionarla. -
-No lo sé - repuso ella - sólo sé que estaba aquí hace un momento. Me miró fijamente y dijo que yo era una amenaza irrelevante, después se marchó.
-¡Ahora lo entiendo! - exclamó Diamante dándose cuenta de algo. -¡Claro!, es parecido a los robots del futuro contra los que luchamos. Si bajo mi nivel de energía al mínimo no me atacará o por lo menos se desconcertará y podré tirarle esto.
-¿Que llevas en ese bote? - Quiso saber Esmeralda con expresión curiosa. -
-Algo que le impedirá regenerarse. Quédate aquí quieta,- le indicó él. -Volveré a buscarte en cuanto me encargue de él...


            Sin darle tiempo a su interlocutora a responder Diamante salió veloz a la búsqueda del robot. Tras unos momentos de mirar por las estancias contiguas le encontró al final del pasillo. El androide le descubrió escaneando otra vez su fuerza. Pero el muchacho había disminuido al nivel mínimo y la metálica voz del robot no le juzgó un peligro sentenciando con su metálico tono.

-350 kits, la amenaza es irrelevante…ignorar.


            Se dio media vuelta y se alejó, lo que el príncipe aprovechó para colocarse sobre él y rociarle con ese compuesto que lentamente comenzó a filtrarse por su estructura. A través de la megafonía escuchó entonces la voz de Masters.


-Ya puede atacarle. Su estructura según el análisis espectro gráfico de mis sistemas, se ha hecho vulnerable.
-Muy bien- declaró el muchacho haciéndose crujir los dedos de sus puños sin ocultar su satisfacción. - Ahora es mi turno... ¡te voy a enseñar a ignorarme, payaso!


            Ahora sí que aumentó súbitamente su energía y el androide al sentirla se volvió hacia él, repitiendo se análisis. En esta ocasión el veredicto que dictó fue muy diferente.


-Potencia de combate 60000 kits, amenaza peligrosa, eliminación.
-Y que lo digas, ¡soy peligroso! pero vas a ser tú el que se vaya al otro barrio, ¡maldito montón de chatarra! - Exclamó Diamante sonriendo con malicia. -


            El chico le golpeó en la cara con velocidad y ésta no se regeneró quedándose abollada, con un grito de júbilo salvaje siguió golpeando al androide hasta lanzarle contra la pared.


-¡Esto es por lo de antes!- le espetó, para sentenciar confiado - y aún nos quedan cuentas que saldar.


            Pero pese a eliminar su capacidad regenerativa el robot no estaba tan mal como parecía y se recuperó golpeando a su vez a Diamante que sangró por el labio. Los momentos siguientes fueron una dura lucha con un constante intercambio de golpes. El androide no se regeneraba ya pero sus fuerzas no se agotaban, por contra el muchacho necesitaba un mínimo respiro. La suerte estuvo a su favor y en uno de los golpes que recibió del robot, fue lanzado contra otra sala donde aprovechó para intentar comerse una alubia. Pero cuando rebuscó en su bolsita para extraerla advirtió con horror que ésta se encontraba vacía.


-¡Oh no! ¡Maldita sea! ¿Qué hago ahora?- se preguntó en voz alta. -


            Al ver que no salía, el androide se dirigió hacia él. Diamante entonces se percató de que estaba rodeado por gran cantidad de botellas debía de haber entrado en un almacén. Con alegría descubrió un montón de latas de bebidas isotónicas.

- Como decía Goku Sensei. ¡La bebida de los deportistas!- exclamó. - No es como una alubia pero algo hará.


Con celeridad se bebió un par de ellas, eran nuevos compuestos reforzados según los avances de los laboratorios de Masters. El asombrado muchacho notó como sus fuerzas volvían. Al menos lo bastante como para levantarse y esquivar un nuevo ataque del androide.  Pudo revolverse entonces y con un rayo de energía lo derribó al suelo, partido por la mitad.

-Ya no te ves tan terrible- se burló Diamante preguntando con sorna a esa máquina-¿Se te han quitado las ganas de pelear?..

            Como respuesta pudo ver incrédulo como el tronco del androide se arrastraba hacia él.

-Vaya, parece que no, pero eso vamos a solucionarlo enseguida,- añadió rematándolo con otro rayo de energía que atravesó el cuerpo de su rival. -  

Y tras unos agónicos instantes en los que parecía que aquello no había surtido el efecto deseado el androide se detuvo llenó de cortocircuitos y el fulgor de sus ojos verdes se apagó.


-Por fin-suspiró el agotado muchacho dejándose caer al suelo para sentarse apoyando su espalda contra la pared. - Creí que no iba a acabar con él nunca.
-Diamante cariño, ¿estás bien? - Gritó Esmeralda que corría a su encuentro desde el otro lado del pasillo. -


 Su pareja se levantó al oírla y ambos se fundieron en un abrazo. Ella enjugó la sangre en los labios de él, con un beso de los suyos. Tras unos largos momentos en los que compartieron más caricias y besos terminaron y salieron al exterior. Diamante se recogió varias de esas latas y compartiéndolas con Esmeralda las vaciaron con avidez. Una vez repuestos ganaron la salida de aquel laberintico complejo. Allí les aguardaba el millonario que exclamó aliviado al verlos.


-¡Cuanto me alegro de que ambos estén bien!


            Diamante le fulminó con la mirada y tomando a Esmeralda del brazo comenzó a andar con ella ignorando al tipo aquel que empezó a gritarles tratando de disculparse.

-Yo no quería que esto terminara así. ¡Les pagaré!, les compensaré a ambos. Puedo extenderles un cheque en blanco, ¿eh? ¿Cuánto quieren? Pidan y se lo escribiré.


            Ninguno de los dos le hizo el menor caso. Por fin, ante la insistencia de Masters que les seguía acercándose cada vez más. Diamante se giró perdiendo la paciencia y le espetó en un tono de muy pocos amigos.

- Escúcheme con atención, sólo se lo diré una vez Masters. No queremos su dinero, no queremos verle más y, por favor, ¡déjenos en paz de una vez!
- Lo lamento - pudo replicar aquel hombre que ahora bajaba la cabeza y declaraba sinceramente. - Nunca creí que esto pudiera írseme de las manos. Solo iba a ser una especie de competición.


            Su interlocutor tentado estaba de romperle la cabeza a ese idiota. No obstante Esmeralda detuvo a su novio con un gesto y se dirigió hacia aquel hombre para preguntarle con interés.

- Cuando desperté en esa habitación y miré en el armario vi todos mis trajes, pero también noté como ya le dije, que tenía usted algunos que pertenecían a unos bocetos que nunca llegué a llevar al atelier.

            Ahora el millonario le dedicó una mirada de sorpresa cuando alegó.

- ¡Los compré porque pensaba que eran suyos! Al menos eso me dijeron. Aunque eran de la casa Goldpier.
- Esos bocetos me fueron sustraídos. Yo nunca he trabajado para esa casa. - Le reveló Esmeralda que lucía bastante interés en su semblante cuando interrogó a ese tipo. – Me gustaría saber si usted recuerda a quién se los compró.
- Ahora mismo no. Pero lo averiguaré, es lo menos que puedo hacer por usted.

Aquí se detuvo una vez más el relato. De hecho fue el millonario quien lo hizo.

- Es cierto.- Afirmó ahora Masters dirigiéndose tanto a Esmeralda como a su joven esposa.- No sé quién estaría detrás de eso. Es más, sigo sin saberlo pese a que intenté averiguarlo. Empleé bastantes recursos y no saqué nada en claro. Debe de tratarse de alguien muy poderoso.
- Bueno Ian, ya no importa, no te preocupes. Después de aquello no he vuelto a tener más incidentes de ese estilo. – Admitió Esmeralda, especulando aunque sin demasiada convicción. – Quizás se asustaron cuando trataste de indagar.
- Pudiera ser – repuso Masters que añadió ahora. - De todos modos tu marido y yo hablamos de aquello tiempo después, cuando hicimos las paces, por así decirlo. Me contó lo que él pensó entonces sobre el tema, incluso en la isla me comentó…


            Y ahora fue Diamante el que parecía haber caído en algo, quizás durante la lucha contra esos robots no tuvo ocasión de reflexionar sobre ello, pero había ciertos detalles que le eran familiares cuando preguntó.


- Esos robots tenían ciertos componentes que son demasiado avanzados para la tecnología terrestre. ¿También le compró esa información a alguien sin identificar?- Remachó con tono de irónica incredulidad. –
- Esa información, como usted dice, en parte se la debo a su hermano Zafiro, que ya trabaja para mí. Pero antes de que saque conclusiones le diré que él nada sabía de mi plan de traerles aquí. Es más, pensé que, si ustedes veían el grado de desarrollo de mis prototipos y lo que he conseguido, se unirían a mi equipo. Esto iba a ser una prueba sin mayor trascendencia.


            El atónito príncipe apenas sí podía creerlo. Desde luego su hermano era un brillante ingeniero. ¡Ahora caía en donde vio algo similar! En Némesis, en pleno siglo XXX, diseñó un tipo de androides llamados droidas que las cuatro hermanas, Rubeus, y la misma Esmeralda habían utilizado en sus misiones contra las guerreras. En cuanto compartió sus pensamientos su novia enseguida convino con él.

-       Sí, es cierto. A mí me sucedió lo mismo nada más verlos. Pero esos robots de Masters son todavía más poderosos.
-       Esto es algo serio. Usted dijo que parte de la tecnología provenía de mi hermano. ¿Qué sucede con la otra parte?- Le interrogó clavando unos agudos ojos violetas en los del millonario. –
-       La adquirí a un grupo de investigación. Tampoco dieron muchos datos, solo me ofrecieron unas muestras de una tecnología muy elevada y se la compré. – Afirmó éste encogiéndose de hombros -.
-       Es usted un irresponsable – le riñó el príncipe para agregar. – Ni tan siquiera se molestó en determinar el origen de aquello.
-       Es verdad. - Admitió el tipo que ahora parecía visiblemente arrepentido. – En mi deseo de lograr un progreso para el bienestar del mundo no reparé en las fuentes del mismo.
-       Si quiere un consejo primero ocúpese de contratar una buena secretaria que le lleve los asuntos, amigo. – Replicó Diamante que no se sabía si hablaba de forma sarcástica o realmente le daba un sincero consejo a su interlocutor. –
-       Creo que el señor Masters no tenía mala intención, cariño- terció entonces Esmeralda para sorpresa de los dos hombres que la escuchaban, más cuando agregó dirigiéndose al millonario. - Verá usted, no todo en esta vida puede comprarse con dinero. Nosotros hemos aprendido que la confianza y la amistad verdaderas no tienen precio.
-       Me gustará mucho ganarme las suyas. - Pudo responder aquel hombre de una forma mucho más humilde de la que había hablado hasta ese momento. –
-       Lo va a tener muy difícil. Amigo. - Sentenció Diamante cruzándose de brazos. -

Aunque de nuevo fue Esmeralda la que sonrió de forma más amplia y les dijo, ahora dirigiéndose más hacia su novio que hacia aquel tipo.

- Unas buenas amigas nos enseñaron que deben darse oportunidades a las personas para cambiar.

Su pareja encajó aquella frase como si de una leve reprimenda se tratase. Diamante en efecto suavizó un poco su gesto y suspiró declarando eso sí, con cierta brusquedad.

-Quizás con el tiempo y si hace las cosas de la forma adecuada, pueda conseguir que reconsidere mi postura y mi opinión acerca de usted, Masters.
-No dude de que me esforzaré por hacer las cosas de un mejor modo. - Le aseguró ese tipo que realmente parecía dispuesto a ello. -
-Si usted desea algo de mí pase por alguno de mis desfiles.- Añadió más amablemente Esmeralda que sonrió ligeramente para tratar de aliviar la rudeza de su novio. - Lo cierto es que tiene usted mucho estilo, debo reconocerlo.

-Ahora sé quién te recomendó que contratases secretaria – rio Jennifer –
-Si - admitió su esposo, sonriente a su vez – Y fue el mejor consejo que jamás me hayan dado. Además de la mejor secretaria del mundo obtuve a mi esposa y a la madre de mi hija.

            Ambos se dieron un beso en los labios ante la sonrisa de Esmeralda. Ésta entonces continuó con el relato.

-Lo lamento mucho señor Masters, pero debemos irnos ya. Que tenga una buena tarde – Sonrió la modelo. -


            Y dicho esto ambos prosiguieron su camino, mientras Masters les observaba alejarse con la boca abierta, se había quedado sin palabras. Diamante tomó a Esmeralda en brazos y se elevó al cielo, dejando la isla. El millonario se dijo en voz alta según les veía alejarse.


-Quizás no lo planteé bien, si ese androide no se hubiese descontrolado. O quizás con algo más de dinero. Al menos tengo el proyecto de Diamante. Podría comenzar de nuevo y hacer las cosas bien. - Suspiró, pero dejó de hacerlo tan pronto se dio cuenta de que había guardado esto en el laboratorio que había quedado destruido. - ¡Maldita sea!- gritó enrabietado para aseverar - hay días en los que vale más no levantarse de la cama.

-       ¡Ja, ja, ja! siempre que te enfadas dices lo mismo – terció Jennifer con visible regocijo. –

Su esposo no pudo por menos que sonreír. Esmeralda por su parte recordaba ya para sí la última parte de aquella aventura.


            En tanto Masters se hacía esas consideraciones, retornando a su lujoso cuartel, Diamante y Esmeralda sobrevolaban el océano cuando ella cayó en la cuenta.

-Ahora que lo pienso cariño, si le has dado a ese tipo todos tus proyectos de trabajo. ¿Cómo vas a poder avanzar tú ahora?
-No te preocupes- sonrió su pareja que añadió con un tono tranquilizador. - Le he dado unas copias que, además, no estaban concluidas. No le servirán de mucho pues faltan algunos puntos clave que tengo yo en los originales.
-Bueno, quizás en una próxima visita - repuso la chica sonriendo divertida. -
-¿Qué quieres decir con eso?- le inquirió el muchacho con un gesto reprobatorio. -
-Bueno, nada, sólo que puede que volvamos a verle - respondió ella. -
-Sí, claro- repuso Diamante con retintín, aflautando la voz con falsa melosidad para imitar la de su novia, en tanto le recordaba. - Cómo eso de… que pásese por alguno de mis desfiles.- Y entre las risas de ella el muchacho sin darle tregua agregó. ¿Y qué es eso de que tiene mucho estilo? ¡Es más zafio que un burro en la ópera!
-Tú no cenaste anoche con él - sonrió Esmeralda regocijándose con las caras que ponía su pareja. - Te habrías sorprendido.
-¿En qué sentido? - Inquirió el chico nada satisfecho por ese comentario. -
-¿Estás celoso Diamante?,- quiso saber ella acurrucándose en el hombro de él para añadir con voz melosa. - ¿O es que Masters ha logrado inquietarte?
- Ese tipo. ¡Venga ya! – rechazó de plano él. -
- Claro, es tan rico y tan misterioso. - Suspiró la muchacha con pretendida voz insinuante. -
-Podría ser, tú y él a solas durante toda la noche.- Admitió Diamante quien comenzaba a darse cuenta de que ella trataba de picarle de modo que contratacó. - Quizás seas vulnerable a las dotes de seducción de ese tipo. Si te dio tan bien de cenar.- Por toda réplica Esmeralda le dio un capón.- ¡Au! No te pongas así mujer. En realidad con que hagas un poco más de ejercicio.-  Ella le dio un codazo en el estómago y  su novio lanzó un quejido fingido para declarar con sorna. -¡Ahora eres tú la que está molesta!
-Escúchame, no te permito que me digas que no estoy en forma, ¡eso ni en broma!,- le respondió la joven fingiéndose enfurruñada. -
-Claro que no cariño, y estoy seguro de que me lo vas a demostrar esta noche en cuanto lleguemos a casa- le susurró él de forma muy reveladora. -


            La chica sonrió de forma amplia y le besó largamente en los labios para susurrarle de forma seductora.

- No te lo puedes ni imaginar. – Pero entonces pareció recordar algo y exclamó alarmada. -¡Ahora que lo recuerdo! Me dejé el desayuno a medio preparar, tenemos que comprar azúcar, pan integral y alguna que otra cosa. Y el apartamento estará a medio arreglar. ¡Madame Deveraux me matará!
- No pasa nada, volvemos y lo ordenamos todo enseguida. Aunque para las compras habrá que conseguir dinero, yo salí sin blanca de casa.- Respondió su novio. -
-Espero que tú lleves las llaves, yo me las debí dejar en la isla - le dijo Esmeralda con cara de circunstancias. -


            Diamante se puso la mano en el cogote y una gota de sudor apareció sobre su cabeza, con expresión de atontado, repuso.

-¡Oh!, ¡oh! Creo que se me olvidó llevármelas, como tenía prisa salí volando por la ventana. Ahora habrá que llamar a los bomberos porque es muy tarde para entrar volando, todo el mundo nos vería.
-¡Oh Diamante!,- le reprendió Esmeralda con fingida severidad para sentenciar. - Eres un despistado y un tonto.- Comenzó a reírse con sus típicas carcajadas que el chico soportaba con estoicismo aunque enseguida sonrió divertido al escucharla añadir.  -Pero un tonto despistado del que estoy muy enamorada.
- Pues ese tonto tendrá que invitarte a comer fuera me temo. Y serán unas hamburguesas porque no lleva mucho dinero suelto.


            Ella volvió a reír y el muchacho se unió a las carcajadas. Ambos siguieron volando sobre el inmenso océano, hacia la puesta de sol que les regalaba el atardecer. Las siluetas de sus cuerpos abrazados se recortaron contra ésta en tanto ellos fueron perdiéndose en la lejanía del horizonte.


-Lo cierto es. – Comentó Masters sacándola de sus pensamientos. – Que Diamante me dio sus diseños a medio terminar. ¡Me la jugó bien! Pero creo que me lo merecía después de todo - Remachó con deportividad –
-Al menos ahora ya los tienes terminados. En cuanto aceptó trabajar en tu empresa – terció Jennifer. –
-Y gracias a ti.- Afirmó el millonario que sin embargo añadió a modo de cariñoso reproche. – Pero tentado estuve de despedirte cuando me enteré de cómo lo habías conseguido.
-Sí, antes de llegar recordé por el camino como te conocimos, Jenny - sonrió Esmeralda que, llena de curiosidad, quiso saber. – Pero nunca nos contaste la reacción de Ian cuando se enteró.
-Verás…- le explicó Ian, rememorando a su vez. –


El millonario estaba en su despacho consultando algunos informes. Llamó a su secretaria. Aquella jovencita desde luego era bastante eficiente, en el poco tiempo que llevaba trabajando para él las cosas se habían simplificado tremendamente. Incluso con su dominio de cuatro idiomas Masters podía tener una traductora para entablar negociaciones en casi todas partes del mundo. Además era muy agradable, transmitía mucho optimismo y determinación. Podía decirse que iluminaba cualquier estancia cuando entraba en ella. Y, como no podía ser de otro modo al ser requerida, la muchacha entró como de costumbre con su agenda en mano.


-Buenos días señor Masters. – Saludó jovialmente ella que pasó a enumerar. – Hoy a las diez tiene sesión con la junta de accionistas de Petrolab, después a las once y media entrevista con el ministro de Economía para el asunto de las inversiones en I+D+i, y a la una viene el señor Lassart.
-¿Lassart?- se extrañó el millonario, repitiendo para estar seguro de haber escuchado bien– ¿Zafiro Lassart va a venir aquí? No recuerdo haber quedado con él. ¿Es que tiene algún problema?
-No señor. No se trata de Zafiro Lassart. Sino de su hermano.
-¿Diamante?- se sorprendió Ian observando a la chica con ojos como platos. -
-Sí señor, he podido ponerme en contacto con él y ha aceptado entrevistarse con usted.- Pudo decir la chica con un tono de lo más natural. –
-¿Se puede saber cómo lo has conseguido?- Quiso saber Masters con visible desconcierto.-


Lo cierto es que estaba anonadado. Ese hombre le había dado larga y eludido desde hacía meses. Y no digamos tras el fallido Hero Game. Ian prácticamente había abandonado toda esperanza incluso de hablar con él tras aquello. Y ahora esa muchacha le anunciaba que tenían un encuentro. Esperaba que  Jenny no hubiera usado ningún tipo de artimaña femenina. Aunque lo creía poco probable teniendo en cuenta que  los sentimientos de Diamante hacia Esmeralda, pero nunca se sabe. Su secretaria era muy simpática y a que no admitirlo, también atractiva.


-Bueno- repuso la muchacha, ahora ya con un tono algo más dubitativo. – Traté de explicarle todo lo que usted desea hacer…
-¿Pero y cómo demonios?...- el millonario guardó un reflexivo silencio y suspiró, aquello le sonaba todavía peor que sus otras sospechas y fue directo al grano. - No le habrás revelado información clasificada, ¿verdad?

Ahora sí que la chica se sentía nerviosa y apenas pudo musitar.

-Creí que de ese modo podría convencerle, parece ser un buen hombre, como usted. Es una lástima que los dos no puedan trabajar juntos.- Se lamentó sin querer enfrentar su mirada con la de su jefe. -
-¿Sabes que has hecho?- exclamó el millonario levantándose del sillón. - ¡Algunos de esos papeles son del ministerio de Defensa! Nos podría costar una acusación de traición al revelar secretos oficiales.


Jennifer bajó la cabeza consternada. Sabía lo que eso significaba, lo había sabido antes de llevarlo a cabo y no desconocía las posibles consecuencias. Pero no deseaba que su jefe tuviera esa clase de problemas por su culpa. Apena si pudo balbucear en tanto trataba de no llorar.

-Entiendo que he faltado a su confianza. No se preocupe, recogeré mi mesa enseguida…

Para ella eso era terrible, no por su trabajo. Seguro que algo encontraría. Sobre todo por la suerte de su madre. ¿Quién le daría ese tratamiento ahora? De todos modos la muchacha estaba decidida a darse la vuelta y salir de allí, quizás suplicaría a su jefe para que se apiadase de su madre, cuando Ian la detuvo respondiendo.

-Un momento. Todavía no te he dado permiso para que hagas los despidos de la empresa por mí.

La chica estaba ahora dándole la espalda y su jefe le pidió con tono condescendiente.

-       Jenny, date la vuelta y mírame.

Ella obedeció despacio, esforzándose por levantan la barbilla y devolverle la mirada. Aunque un par de lágrimas le caían por el rostro. Masters con gesto imperturbable le dirigió una suave regañina.

-No dudo que has hecho esto con toda tu buena intención. Y puede que esta vez haya salido bien. Pero en el futuro no vuelvas a hacer nada por el estilo sin consultarme. ¿Entendido? Y deja ya de llorar. Mi secretaria tiene que estar presentable en toda ocasión.
-Sí, sí señor - pudo responder ahora ella, siendo capaz de sonreír agradecida tras enjugarse esas lágrimas. –
-Anda, tómate un descanso y arréglate un poco- le pidió el millonario. –


La muchacha se marchó para recomponerse el maquillaje. Masters sonrió de modo más amplio ahora. Esa era una buena muchacha y había demostrado ser leal. Espero que retornara y Jenny lo hizo. A los pocos minutos regresó radiante. Olvidaron ese incidente y reanudaron el trabajo. Tras pasar revista a la agenda del día efectivamente llegó Diamante. Ambos hombres conversaron y el príncipe, fiel a su costumbre, fue directo al meollo de la cuestión, más cuando vio a Jennifer junto a su jefe.


-Desde luego su secretaria es la mejor actriz del mundo. Nos convenció por completo a mi novia y a mí con su historia.
-Le aseguro que no sé de qué me habla. - Pudo decir Masters, aunque al poco dio marcha atrás en ese argumento y admitió. - Bueno, al menos no lo he sabido hasta hará un par de horas, cuando la señorita Scott me lo contó. Créame si le digo que no tuve nada que ver con eso.
-Por favor señor Lassart – le pidió la muchacha – le juro que todo lo que le he contado es verdad. Y si quiere usted incluso le presentaré a mis padres, para que vea que no le miento. – Remachó de forma muy sentida. –
-¿Qué tienen que ver tus padres en esto?- Quiso saber Ian visiblemente sorprendido. –
- Verá señor, le conté lo bueno que usted ha sido con nosotros… por ayudar a mi madre…- Pudo decir la pobre chica tratando de no emocionarse. -


Diamante la escuchaba con atención y se permitió esbozar una sonrisa de aprobación. Era tal y como él se imaginaba. Lo que sus dos interlocutores no sabían era que su hermano Zafiro, por petición suya, le había dejado un pequeño dron. Un aparato robótico que cuando se diera a conocer en la Tierra de seguro causaría sensación. Era un pequeño ingenio volador provisto de un micrófono muy potente. El muchacho solo tuvo que hacerlo volar hacia la oficina de Masters y escuchar toda la conversación que éste había mantenido con Jenny. Aquella aseveración del príncipe acusando a la muchacha de actuar había sido hecha adrede para estudiar las reacciones de ambos. Pensaba así cuando la apurada chica le confesó del todo a su jefe lo que les contara a Esmeralda y al propio Diamante en la cena que les interrumpió.


-¡Pero Jenny! – Pudo decir Masters realmente atónito e incluso algo conmovido. – No hacía falta que hicieras eso.
-¡Le estoy tan agradecida, señor! Y no puedo comprarle nada. Solo, solo era capaz de ayudarle de esta manera.- Replicó ella emocionada para suspirar. – Si viese a mi madre ahora, está tan recuperada. Y se lo debemos todo a usted.


El magnate no sabía que responder, aquel era un detalle de genuina gratitud, tan raro en el mundo en el que él se movía que no dejaba de conmoverle. El mismo Diamante intervino para decir.

-Hablemos señor Masters. Quizás le haya juzgado mal. Creo que teniendo en cuenta lo que he visto se merece al menos una oportunidad.

Ahora Ian sonreía cuando remachaba la historia para sentenciar…

-Y hablamos largo y tendido aquella tarde. Le puse al corriente de muchos de mis proyectos. En especial del más ambicioso de todos ellos y Diamante aceptó unirse a nosotros. Luego recordarás Esmeralda la cena que tuvimos los cuatro.
-Si- afirmó ella. – Estuvo bien para conocernos. ¡Y nos sorprendió de veras!
-Fue idea de Jenny. - Admitió él que aseveró convencido.- La mejor cena que he tenido nunca. Ni en el mejor de los hoteles o restaurantes he disfrutado tanto.


Lo cierto es que aquella velada se celebró en el apartamento de la propia chica con ella misma cocinando algunas de las recetas caseras de su madre. Jennifer logró persuadir a su jefe y a Diamante y Esmeralda para que fueran allí. Con buen criterio la joven esgrimió la idea de que un ambiente hogareño sería más distendido que un lujoso restaurante lleno de gente importante y etiquetas. Todos acudieron además vestidos de manera informal. Esmeralda lo recordaba con cariño…

-       Vaya, debe de ser aquí. – Comentó Diamante al llegarse a una zona de pisos de la parte exterior de la ciudad. –
-       Si. Eso creo a juzgar por las señas.- Convino Esmeralda. –

La pareja llamó al teléfono del portal. Al cabo de unos segundos la voz de Jennifer les respondió y escucharon un sonido que abría la puerta. Abrieron y tomaron el ascensor. Llegaron enseguida a la sexta plata. La más alta del edificio. La chica les abrió enseguida la puerta.

-       Pasen, por favor- Les pidió con una gran sonrisa. -


Ambos obedecieron entrando sin cumplidos. El apartamento era pequeño, Con un salón mediano, dos habitaciones, un cuarto de baño, la cocina y la terraza al exterior que sin tenía unas respetables dimensiones. En conjunto Diamante calculó que andaría por los ochenta metros cuadrados. La muchacha les mostró su piso y exclamó divertida.

-       Bueno, esta es mi mansión. No es gran cosa pero al menos es mi hogar.
-       Está muy bien querida. – Le sonrió Esmeralda afirmando. – Por lo que veo la has decorado con buen gusto. Todo es cálido y acogedor.


Así era, podían verse cortinas, manteles y otros enseres a juego. Los tonos de  los muebles estaban entre castaños y blancos. Las paredes transmitían una sensación de luminosidad. Los colores se alternaban entre el blanco y el amarillo. Sobre una de las mesitas pudieron ver bastantes fotos, debían de ser los padres y la hermana de Jenny. En una de ellas se veía a la chica abrazada a esa mujer, que llevaba un pañuelo en la cabeza, posiblemente para tapar la ausencia de cabello, que estaba vestida además con un camisón de hospital. Diamante permaneció unos instantes contemplando la foto. Eso le traía recuerdos agridulces, de su propia madre la reina Amatista. Cuando ambos podían estar juntos. Pese a la enfermedad de ella siempre tenía una sonrisa para sus hijos. Tanto él como Zafiro recordaban aquello muy bien.

-       ¿Cómo está tu madre?- Quiso saber el príncipe con tono amable.-
-       ¡Oh, mucho mejor, gracias por su interés.-
-       No nos llames más de usted – terció Esmeralda dedicándole una afectuosa sonrisa con el asentimiento de su novio. –
-       De acuerdo, gracias. – Repuso Jennifer. –

En ese momento sonó el portero automático. Era Masters. Al parecer eso de conducir él mismo no se le daba muy bien, dado que había dicho que vendría prescindiendo de su chófer. Cuando le abrieron y subió, tras los saludos lo confesó declarando.

-       Me ha costado dar con esto. No estoy acostumbrado.
-       El caso es que ya estamos todos – Afirmó jovialmente Esmeralda. –
-       Si. Pues en ese caso, tomen asiento, por favor. Espero que les guste.- Afirmó con cierto nerviosismo.-

Sus huéspedes no se hicieron de rogar. Ocuparon sus asientos alrededor de una mesa redonda. Era lo bastante grande como para que cupiesen todos con cierta holgura. La misma Jennifer sirvió los platos e incluso rechazó amablemente los ofrecimientos de los demás en ayudarla. La modelo sonrió, se acordaba bien. Al poco de aquello la amistad comenzó a florecer entre ellos. Luego el trabajo en equipo de su novio y más tarde marido con Ian y Jenny cimentó esos lazos. Y al cabo de pocos meses tanto ella como Diamante se alegraron al ver que Masters le pidió matrimonio a esa joven tan impulsiva como alegre y pura de corazón. Ambos fueron por supuesto invitados a la boda junto con Zafiro y Petz, Tomoe y su mujer Kaori e incluso Mimet y su novio Daniel, el hermano de Tom.  Todos los miembros del staff científico de la empresa habían llegado a apreciar a esa chica joven, talentosa y muy perseverante, que casi siempre estaba sonriente. Y cuando finalmente Jenny se quedó encinta Esmeralda se puso muy contenta. Entre desfiles y viajes no se perdía el progreso de aquel embarazo. Y fue tan solo hacía un par de días que supo que su amiga había dado a luz. Y allí que fue a visitarla.


Y tras esos momentos de revivir historias y viejos recuerdos la modelo finalmente se despidió de Jennifer y de Ian, así como de la pequeña Satory que continuaba dormidita. Esmeralda suspiró. Volvió a París esa misma noche. Diamante tampoco estaba en casa. Precisamente se había ido a la isla de Masters a trabajar en aquel proyecto estrella que tenían. Pero no tardaría en retornar y ella le contaría los pormenores de aquella tarde tan agradable. De hecho, tanto ella como él eran los padrinos de la cría, a petición expresa del millonario y su mujer. Cuando Diamante volvió desde luego sonrió rememorando aquellas historias. Y al igual que su esposa no estaba nada en desacuerdo con la idea de ser padre algún día no muy lejano. Como así fue, transcurridos menos de un par de años. Desgraciadamente Jennifer no pudo conocer a la preciosa niña que ambos tuvieron. Un trágico accidente de tráfico la apartó del lado de sus seres queridos que, pese al dolor por su pérdida, siempre la tendrían en sus corazones. Esmeralda lo sintió terriblemente y lloró mucho. Prometiendo cuidar de Satory, cosa que cumplió. La niña y su propia hija crecieron siendo casi como hermanas. Diamante, que tuvo que sacar al destrozado Ian del depósito cuando fue a reconocer el cuerpo de su esposa, derramó más lágrimas incluso que cuando sus padres murieron. El príncipe había legado a querer mucho a esa chica tan animosa y dulce, que le recordaba a la propia reina Serenity en muchos aspectos. Pero para Masters fue todavía más terrible. De hecho significó el golpe más duro de toda su vida. Por fortuna el tener que cuidar a su hija y el cariño de sus amigos le ayudó a sobreponerse poco a poco. Desde entonces vivió volcado en procurar la felicidad de Satory y deseando que, cuando su hora le llegase, muchos años después, su esposa estuviera ahí para él, esperándole para organizarle su último viaje, como hizo siempre. Pero eso es otra historia…






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