miércoles, 24 de diciembre de 2014

GWHC19 El Regreso a la Golden State, el Segundo Curso

Concluido el año todos se fueron de vacaciones a sus casas. Neherenia volvió al reino de la Luna. Allí tuvo algunas noticias preocupantes. Unidas a eso, subyacía su interés por averiguar más acerca de su pasada encarnación. No olvidaba desde luego la promesa que le hiciera Chibiusa.

-En cuanto me sea posible me reuniré con ella y tendremos una larga y seria conversación.- Se decía la joven reina.-

Pero por ahora su prioridad sería ayudar a  abastecer a una gigantesca nave que se había construido a partir de un gran asteroide. Ésta había partido desde la Tierra y la soberana se comprometió, en virtud de un acuerdo de amistad y cooperación con ese planeta, para ayudar en lo posible en cuanto llegase a la órbita lunar. Al hilo de eso y al poco de regresar se vio precisamente con su amiga Chibiusa, que era la princesa de la cara visible de la Luna y representaba a sus padres.  Había venido a visitar a Nehie con el séquito de sus guardianas personales, las sailor asteroides, más conocidas antaño como el cuarteto de las amazonas.

- ¡Cuanto celebro volver a veros! – Las saludó Neherenia recibiéndolas en sus estancias privadas, como casi siempre que venían a visitarla. –
- Nosotras también estamos contentas de volverte a ver, Nehie. – Sonrió Chibiusa. –
- No tuve la ocasión de agradeceros lo bastante vuestra ayuda contra esas criaturas. - Respondió su interlocutora sin por el momento querer tocar el otro tema. –
- Por fortuna hemos acabado con ellas. - Terció Sailor Vesta –
- Sí- convino Sailor Palas que sentenció. – Y esta vez de manera definitiva.
- No puede haber error posible.- Afirmó Sailor Juno –
- Ahora podrás estar tranquila – Comentó Sailor Ceres –
- Desgraciadamente ese es un lujo que una reina no se puede permitir. – Les respondió Neherenia que explicó a sus amigas. – Me han llegado noticias de descontento entre mis súbditos y de problemas mientras he estado estudiando. Mi Chambelán Real y el Primer Ministro han estado ocupados tratando de resolverlos en mi ausencia, pero ahora debo encargarme en persona. Además, está el asunto de la nave terrestre.
- Llegará aquí en cuestión de unos días. – Le informó Chibiusa. -  Les viene mejor ser abastecidos desde la cara de la Luna que tú gobiernas.
- Aprovecharé para hacerla una visita. Tengo curiosidad por verla, dicen que es algo formidable. - Le desveló la reina de la cara oculta -

Sus amigas convinieron en ello. Tampoco se lo perderían y así lo manifestó Chibiusa que le explicó.

-Cuando lleguen te acompañaremos, solo para establecer formalmente una serie de acuerdos. Son unos tratados muy importantes para el futuro. Después, con todo el lío que tengo, lo más seguro es que deba retornar al siglo treinta con las Sailor asteroides. Al menos durante una temporada.
Neherenia las escuchó apenada, eran unas buenas amigas y siempre disfrutaba de su compañía. Tampoco quería que Chibiusa se marchara sin desvelarle todo lo que sabía sobre su oscura contrapartida. Pero en aquel instante únicamente dijo con sincero pesar. Sin poder evitar esa angustia por más tiempo.

-Os voy a echar muchísimo de menos. Más ahora que sé todo lo que habéis hecho por mí. Y que he descubierto la dolorosa y terrible verdad. ¡Lo siento! Lamento mucho haber sido ese monstruo sin corazón.

            Los semblantes de sus amigas adoptaron unas expresiones apenadas. Fue Sailor Vesta quien animosamente le dijo.

-Vamos Nehie…Tú no tienes culpa de eso.
-Claro que no.- Secundó Sailor Juno.-
-No tienes nada que ver con esa sosa.- Añadió Sailor Palas.-
-Eres otra persona completamente distinta.- Remachó Sailor Ceres.-

            Aunque la aludida ahora no respondió de inmediato. Las demás se dieron cuenta de que estaba llorando. Chibiusa enseguida le dio la mano y sonrió tratando de alentarla.

-Anda Nehie… deja de sufrir por eso.
-¡Lo siento mucho! - Pudo gemir la chica abrazándose a su amiga.- Todo esas cosas tan horribles que os hice…

            El resto no habló, estaban a su vez emocionadas y tratando de no derramar lágrimas. Comprendían el tremendo shock que para su querida amiga había sido el descubrir de ese modo como fue en su pasada vida. Finalmente, fue tarea de Chibiusa la de levantar el ánimo de todas, dirigiéndole a Neherenia unas afectuosas palabras.

-Si algo aprendí de mi madre y del resto de las sailors fue que todos tenemos derecho a una segunda oportunidad en la vida. Sobre todo cuando hicimos cosas malas por influjo de otros. Tú fuiste manipulada por Caos. Bueno, quiero decir, esa otra muchacha. El mal la poseyó porque estaba sola. Yo misma vi como al final, el único deseo que esa malvada reina albergaba era el de tener amigos, un novio que la quisiera y ser feliz.
-Claro.- Añadió Sailor Vesta.- A nosotras nos sucedió lo mismo. Nos manipularon y durante un tiempo servimos a ese mismo mal.
-Pero las guerreras de la luna nos liberaron igualmente.- Agregó Sailor Juno.-
-Y a ti te queremos como si de una primita se tratase.- Afirmó Sailor Palas.-
-Créenos. No tienes nada que ver con esa otra. No sois la misma persona. Para nada en absoluto.- Aseveró Sailor Ceres.-
-Así es- No cargues con las culpas de alguien que no eras tú. Solamente eres responsable de las acciones que lleves a cabo en este vida, que es nueva y en la que eres una muchacha maravillosa.- Sentenció Chibiusa.-

Nehie asintió enjugándose las lágrimas. Sonrió sintiéndose mejor. Ahora todo cobraba sentido. Aun guardaba en su corazón con cariño el momento en que las conoció. Ella era muy niña. Recordó haber despertado en el salón del trono. Se había quedado dormida en su gran sillón, ese verde y tan alto que usaba para las recepciones. Creyó haber tenido una extraña pesadilla de la que no se acordaba. Al poco de desperezarse y con su vocecita infantil, apenas pudo decir, tras frotarse un poco los ojos.

-Me había quedado dormida. ¿Verdad?
-Pero solo un ratito.- Le contestó una de sus cortesanas con gran amabilidad.-
-Su majestad debe estar cansada. ¿Por qué no descansa un poco en su alcoba?- Le propuso gentilmente otra de sus damas.-

            La chiquilla se levantó saltando de aquel altísimo trono y girándose hacia su séquito comentó.

-Una cosa. ¿Le importaría a alguien acompañarme y cantarme una nana?...
-Claro, será un placer.- Convino la primera de sus damas, la doncella Casiopea.-

            Y la niña sonrió contenta. Normalmente sus cortesanos eran amables pero fríos. Tenía una extraña sensación. Como si esas personas la temieran y no se atreviesen a superar según qué barreras. Era lo normal.  A fin de cuentas ella era la reina. Después de que sus padres desaparecieran de un modo misterioso el consejo la eligió como sucesora, y, aunque había un consejo de regencia que se ocupaba de los asuntos de política hasta que alcanzase la mayoría de edad y fuera oficialmente proclamada, lo cierto es que debía asistir todos los días a esas aburridas recepciones y estudiar. Muchas veces se sentía muy sola en la intimidad de su cuarto y se miraba en el espejo. Incluso hablaba con él. Al menos su reflejo siempre estaba ahí. Pero de un tiempo a esta parte notaba cosas raras. Como si aquel reflejo suyo tuviera vida propia. Pensaba en eso mientras su dama de compañía la escoltaba a su habitación. Una vez dentro, fiel a su palabra, le cantó una nana y la arropó. Tras darle las buenas noches la dejó acostada. Ahora se tapaba hasta la barbilla. Sí que estaba cansada, creyó recordar ahora parte de ese sueño tan extraño que había tenido en el que era mayor y parecía estar muy enfadada. Aunque en ese instante una voz desconocida la sobresaltó. Pertenecía a una mujer. Sorprendida, se incorporó quedando atónita. A los pies de su cama, una muchacha de pelo rosado, vestida de una forma extraña, junto con otras cuatro chicas más, de raros y complicados peinados todas ellas,  la observaban con una amplia sonrisa.

-No te asustes, Neherenia.- Le dijo dulcemente esa chica.- Somos tus amigas.
-¿Amigas?- Replicó la cría mirándolas atónita para oponer.- No sé quiénes sois.

      Pensó en llamar a la guardia, no obstante esas extrañas le dedicaban unas miradas amables. No parecía que quisieran hacerle daño. Al contrario. Una de ellas, ataviada con ese raro uniforme de falda corta y un lazo sobre el pecho, en tonos azules, hizo aparecer en su mano una hermosa cajita de música.

-¿Cómo lo has hecho?- Quiso saber la pequeña soberana.-
-Un pequeño truco de magia.- Replicó la interpelada presentándose con una leve inclinación y un simpático tinte de voz que parecía demasiado infantil para su edad.- Soy la Guerrera Sailor Palas. Pero puedes llamarme Para- Para.

            Otras de esas chicas, ataviada de modo similar, pero en tono verde, dio una voltereta sobre sí misma, lo que hizo que Neherenia abriera la boca con asombro. Esa muchacha le sonrió a su vez para declarar.

-Sailor Juno, Jun-Jun para los amigos. Como tú.
-Y yo me llamo Ves-Ves, pero también se me conoce como Sailor Vesta.- Terció otra de rojo uniforme girando sobre sí misma.-

            La otra, de uniforme color tirando a azafrán, saltó abriendo las piernas y volvió a caer con ambos pies en el suelo, para afirmar.

-Soy Cere – Cere o si lo prefieres, Sailor Ceres.
-Somos las sailor asteroides, defensoras del Sistema Solar y de nuestra princesa la Pequeña Dama.- Declararon al unísono.-

Y finalmente, esa muchacha de uniforme rosado y pelo a juego se presentó.

-Yo soy su princesa. Me llamo Usagi, pero puedes llamarme Chibiusa, o Sailor Chibi Moon.
-¿Sailor Chibi Moon?- Se sorprendió la niña para constatar.- Pero eres mayor.
-¡Sí! -Admitió su contertulia entre risas para desvelar.- Es que mi madre fue la famosa Sailor Moon
-¿Sailor Moon?- Repitió la perpleja niña.-

            Y es que juraría haber oído aquel nombre antes. Pero no recordaba cuando. De todas formas devolvió la mirada a esas chicas y les preguntó.

-¿Cómo habéis podido entrar?
-Tenemos poderes especiales.- Respondió amablemente Chibiusa.-
-¿Y qué queréis?- Inquirió la cría tratando de aparentar valentía.-

Y es que estaba asustada, pese a lo amable de sus presentaciones esas muchachas le daban algo de miedo, eran mayores y parecían muy fuertes. Y ella estaba sola.

-Solamente deseamos ser tus amigas. - Respondió afablemente Sailor Vesta.-
-Claro. Pareces una niña muy simpática.- Comentó Sailor Palas.-
-Soy una reina.- Les informó Neherenia, comentando no sin algo de pesar.- No tengo amigos porque siempre estoy muy ocupada y además, creo que mis súbditos me tienen algo de miedo.
-Pues nosotras no somos súbditas tuyas, ni tampoco te tenemos miedo. Así que podríamos ser tus amigas.- Le contestó Sailor Ceres.-
-Y enseñarte muchas cosas.- Añadió Sailor Juno.-
-Haremos una cosa si te parece bien, Majestad. Vendremos mañana. –Intervino Chibiusa con un afectuoso tono.- Nos presentaremos como es debido ante tu corte. Y si nos das permiso te mostraremos otros lugares y te presentaremos a niñas como tú, que podrían ser estupendas amigas con las que jugar.

            El semblante de su interlocutora se iluminó con una gran sonrisa en tanto preguntaba llena de expectación.

-¿De verdad?

            Su contertulia levantó una de sus enguantadas manos y sonrió guiñándole un ojo, afirmando como si jurase.

-Palabra de Sailor Chibi Moon.
-Una cosa más.- Terció Sailor Palas.- No te mires en ese gran espejo que tienes en este cuarto. Al menos no todavía, queremos darte una sorpresa.
-Pero, es que me gusta ver mi reflejo. Es el único con quién puedo hablar.- Opuso tímidamente la niña.-
-Ahora ya nos tienes a nosotras.- Afirmó Ves-Ves.-
-Sí, vas a tener muchas amigas Neherenia. No te hará falta hablar con tu reflejo nunca más.- Le aseguró Jun-Jun.-
-Por lo menos, aguarda hasta mañana, por favor. Queremos darte un regalo muy especial.- Le pidió Sailor Ceres.-

            La cría asintió, siendo solamente eso podría esperar. Entonces Chibiusa se acercó y la arropó de nuevo con afecto para desearle.

-Que tengas muy felices sueños, Majestad.

            Y la niña cerró los ojos con una muy agradable sensación. Notaba algo cálido en su interior. Como si su corazón se alegrase. Sentía que esas muchachas iban a ser unas grandes amigas y que podía confiar en ellas. Y a la mañana siguiente todo sucedió tal y como ellas le prometieron. Llegaron a la corte y pidieron audiencia en nombre del reino de Neo Cristal Tokio de la Tierra y el Milenario de Plata de la cara visible de la Luna. Fueron recibidas y conducidas ante la presencia de Neherenia, que, sentada en ese gran trono, les dio la bienvenida saltando de él para ponerse de pie. Las cuatro asteroides sonrieron al ver aquello haciendo una reverencia, y Chibiusa hizo una inclinación más leve, aunque igualmente protocolaria. En ese instante, el chambelán real, un tipo entrado en kilos y algo engolado, vestido como si le hubieran sacado del siglo dieciocho, anunció.

-Su Majestad la Hermosa y Gentil reina Neherenia os recibirá.
-Sí, por favor, pasad a mi habitación.- Les pidió la niña, deseosa de ver esa sorpresa que iban a darle.-

            Y sus invitadas la siguieron tras cumplimentar los formalismos del protocolo. Al pasar, Neherenia ordenó a su séquito que esperase. Eso no le gustó mucho a su dama principal, ni a su chambelán. Pero la niña insistió, ni tan siquiera sus escoltas podían entrar. La princesa Usagi Chiba, del reino de la Tierra y la Luna Blanca, como Chibiusa se presentó oficialmente, era su amiga. Entonces las Asteroides quitaron el espejo de la soberana y lo sustituyeron por otro que hicieron aparecer en mitad de la habitación.

-¿Cómo lo habéis hecho?- Quiso saber Neherenia con gesto sorprendido.-
-¿Cómo nos dijo Roy que se llamaba esa canción? ¡Ah, sí… es cosa de magia! - Sonrió Sailor Palas.-
-Ahora fíjate.- Le pidió Sailor Juno señalando el espejo para explicar.- A través de él podrás conocer amigas. De hecho, pronto estarás ligada a alguien por vuestros hermosos sueños.
-Así es,- convino Sailor Vesta.- La persona que aparecerá en este espejo, tiene unos sueños muy parecidos a los tuyos.
-Y eso hará que forjes unos grandes lazos de amistad con ella, ya lo verás.- Le desveló Sailor Ceres.-
-Es un espejo que el mismo Helios, guardián de los sueños, y mi madre, la reina Serenity, han preparado especialmente para ti.- Le contó cariñosamente Chibiusa.-

            Y dicho esto las cuatro muchachas y su princesa se apartaron fuera del alcance del reflejo dejando sola a Neherenia. La niña se quedó observando absorta. Al principio no se dio cuenta pero al cabo de unos momentos lo percibió. El reflejo que podía ver no era el de su habitación sino el de otro cuarto. Más modestamente decorado quizás, y entonces ante ella apareció una pequeña de aproximadamente su edad, de pelo moreno largo y algo rizado, con ojos azules inquisitivos. Llevaba un vestido de alguien mayor que ella y también parecía observarla con curiosidad. La soberana de la Luna Nueva finalmente se atrevió a saludar, preguntando…

-Hola. ¿Quieres ser mi amiga?...

            Y para su sorpresa esa niña le contestó que sí. Dijo llamarse Idina y la invitó a  jugar con ella y con una primita suya de nombre Kerria. Y de ahí nació en efecto una hermosa y duradera amistad. Nehie lo recordaba todo muy bien. Pese a todos los años transcurridos desde entonces y los muchos en los que no se vieron. Pero mientras tanto tuvo a la princesa de la Luna Blanca y a sus guardianas que la visitaban muy a menudo, Así fue creciendo rodeada de afecto y entablando relaciones de auténtica amistad. Sonreía agradecida mirando ahora a su amiga Chibiusa y a las asteroides.

-Os debo mi vida entera.- Musitó emocionada.- Lo que soy…
-No, eso no es cierto.- Tu vida es tuya.- Respondió Chibiusa de igual modo.-
-Todo ha sido mérito tuyo.- Añadió dulcemente Sailor Ceres.-
-Sí, has trabajado mucho y has estudiado un montón.- Sonrió Sailor Palas.-
-Y ahora sabemos que serás capaz de afrontar cualquier cosa, por difícil que sea.- Añadió Sailor Juno.-
-Así es. Aunque tengamos que irnos, nos vamos tranquilas. Tú serás desde ahora la defensora del bien y de la Luna.- Concluyó Sailor Vesta.-

A Neherenia le apenaba mucho la marcha de sus amigas. Pero ¡qué se le iba a hacer! En efecto, ella estaba encargada de velar por toda la Luna cuando sus amigas viajaban en el tiempo. Cumpliría el encargo. Así lo dijo.

-No os decepcionaré. Tenéis mi promesa.

Las demás asintieron y le dieron unos cariñosos besos de despedida. Aunque Chibiusa, fiel a su palabra, les indicó a las Asteroides.

-Esperadme fuera, por favor. No tardaré mucho.
-Como digáis, Alteza.- Asintió Sailor Vesta.-

            Las cuatro muchachas salieron de la estancia de Neherenia para aguardar en el pasillo que comunicaba con la misma. Chibiusa entonces suspiró, yendo junto a su interlocutora y sentándose a su lado, le dijo.

-Te debo esa explicación. Tal y como te hemos contado, eso fue lo que sucedió. Tu pasada encarnación llegó a ese triste extremo al verse abocada a la soledad.
-Pero seguro que hay algo más. ¿No es cierto?- Inquirió Neherenia sin apartar la mirada de su amiga y preguntó.- Nunca conocí a mis padres. Al menos no les recuerdo. Ni sé siquiera si soy de aquí. Cuando quise preguntar a de la Lune, o a mi antigua doncella, Casiopea, la madre de Anaris, nunca me respondieron. Se escudaban en evasivas…
-Ellos te son absolutamente leales. De la Lune fue especialmente elegido por mi madre para velar por ti.- Le desveló Chibiusa para asombro de su interlocutora.- Hará lo que sea por garantizar tu bienestar, pero puede que él mismo lo ignore. Me temo que tus súbditos saben menos incluso que tú de eso.
-¿Y mis súbditos, de dónde provienen?- Quiso saber la chica, conjeturando.- ¿Acaso han vivido siempre en la Luna? ¿O vinieron de algún otro lugar? ¿Eran mis propios padres de aquí?
-La verdad, es poco lo que puedo decirte en relación a nada de eso. Lo ignoro. Quizás mi madre lo sepa. O puede que ni tan siquiera ella. Esa otra Neherenia era alguien que provenía de una época muy antigua. Fue la madre de mi madre quien la selló en un espejo. Y eso sucedió en los tiempos del Milenario de Plata.
-Así que mis orígenes no son conocidos por nadie.- Musitó Nehie, que, perspicazmente comentó.- Quizás solamente mi antiguo yo oscuro los conozca. Y ya no le puedo preguntar.
-No creo que fuese a decírtelo. Quizás ni tan siquiera ella misma lo supiese.- Elucubró su interlocutora.-
-Un día lo averiguaré.- Afirmó su contertulia.-

            Aunque Chibiusa posando una mano sobre las de su amiga le aconsejó.

-Puede que eso no sea tan buena idea. Ahora eres una chica por completo distinta a tu pasado. Tienes amigos, ilusiones y un brillante futuro. Quizás sea mejor mirar únicamente hacia delante.
-Ya. Eso mismo me digo a veces. Aunque ignorar eso me produce una extraña sensación de vacío. Como si algo en mí no estuviera completo. – Suspiró su interlocutora.-
-Ahora, como reina que eres, tienes muchas cosas de las que ocuparte.- Afirmó Chibiusa.-
-Es cierto.- Admitió su joven amiga.- No te preocupes. Lo primero son el deber y mis estudios, ya llegará el día en el que pueda intentar responder a esas cuestiones.
-Seguro que algún día podrás hacerlo. Estamos realmente orgullosos de ti.- Sonrió Chibiusa con aprobación, para tras levantarse  junto con su amiga, darle un abrazo y suspirar.- Bueno, debo irme. Las chicas esperan. No te preocupes, ya volveré para visitar esa nave.

Neherenia asintió. Chibiusa llamó entonces a las Asteroides, y tras decir adiós a su anfitriona una vez más se tomaron de las manos con su princesa y desparecieron invocando su poder tele portador. Nehie suspiró, ahora estaba sola.

-Sola otra vez.- Suspiró sin embargo sonrió enseguida moviendo la cabeza y pensó.- No, no estoy sola. Tengo a muchas personas que me aprecian y a las que yo también quiero. Idina, sus padres y sus tíos,  Heather, mi pueblo… Y no dispongo del tiempo ni puedo arrogarme el derecho, a preocuparme de únicamente de mis asuntos, tengo que dar lo mejor de mí por todos ellos…

Y así zanjó aquello, ahora debía centrarse en preparar la llegada de esa enorme nave…

-Estoy deseando que llegue para poder verla.- Se dijo con una mezcla de curiosidad e interés.-

En la Tierra, entre tanto, Brent debía irse. Ya se había graduado y lo sintió, pues Idina había calado hondo en él. Quedaron en verse cuando pudieran pasado el verano pero, al cabo de unos meses, el chico la escribió diciéndole que había conocido a una muchacha con la que ya salía, lo que sumió a la pobre muchacha en una pequeña depresión.  Quedaba todavía un mes de las vacaciones que había pasado con su familia, sus notas habían sido muy buenas y sus padres se alegraron mucho. Una vez de vuelta en casa, sus hermanos la saludaron con efusividad.

-¿Cómo estás, pequeñaja?- Sonrió Lance  que fue el primero en abrazarla.-
-Bien gracias.- Dijo ella con un tono suave.-

            Su hermano la miró elevándola la barbilla para susurrarle con afecto.

-Mi pequeñaja favorita parece algo triste…

Idina esbozó una leve sonrisa aunque no tuvo que responder. Su otro hermano, Alan, llegó enseguida tomándola entre sus brazos y levantándola para girar con ella.

-¡Ya iba siendo hora de que te dejases ver un poco por aquí!- Exclamó haciéndola reír a su pesar.-
-Vale Alan. ¡Bájame, que ya no soy una niña!- Pudo decir todavía entre risas.-
-Para nosotros siempre serás nuestra enana.- Replicó él con tono jovial.-

            Al fondo, tanto Tom como Cooan sonreían al ver a sus hijos. Les dejaron un rato más hasta que al fin Alan puso en el suelo a su hermana.

-¿Qué tal todo, hija?- La saludó Cooan.-
-Bien, mamá.- Repuso la chica ahora más risueña tras aquel recibimiento.-
-Nos alegramos mucho de verte. No pudimos ir a visitarte este curso porque estuvimos muy liados. Y además, tenías que valerte por ti misma.- Repuso su padre.-

            Idina suspiró. ¡Si su familia supiera hasta qué punto tuvo que hacerlo! Pero mejor dejar eso a un lado. Ahora estaba de vuelta en casa y podría pasar un tiempo con los suyos. Sus hermanos entraron las maletas que traía y tras darse un baño y cambiarse se reunió con todos para comer.

-¿Qué tal la abuela Sarah?- Quiso saber.-
-Está ya muy mayor.- Suspiró su apenado padre.- Hay muchas cosas que no recuerda.
-Y después del fallecimiento de tu abuelo. Pues bueno… la pobre ha bajado mucho.- Comentó Cooan igualmente entristecida.-
-Pero mejor cuéntanos algo de ti.- Le pidió Tom tratando de alegrar el ambiente.- ¿Qué tal en la Golden?
-La señora Roberts me dio muchos recuerdos para vosotros y para los tíos Roy y Bertie.- Les contó.-
-¿Y qué tal los chicos de por allí?- Se interesó Alan con jovialidad.-

            Su hermana bajó la mirada ahora. Todos se dieron cuenta de que algo pasaba. Su hermano añadió algo apuradamente.

-Disculpa si te he molestado con eso…
-No, no te preocupes. Salí con uno, eso es todo. Era encantador. Pero terminó el curso y se fue…- Comentó consternada.- Lo dejamos por la distancia.
-No te pongas triste, pequeñaja.- La alentó Lance.- Eres muy guapa y un encanto. Pronto conocerás a algún buen muchacho. Ya lo verás.
-Sí hija. Cuando llegue el hombre de tu vida lo sabrás. Todavía es pronto.- La animó su madre.-
-Bueno, vosotros os conocisteis en la Golden.- Les recordó la chica.-
-Sí, pero eso fue en tercero.- Matizó Tom, añadiendo ahora con nostalgia.- Y al empezar ese curso yo estaba hecho polvo. La chica que me gustaba salía con otro. Un compañero de universidad.
-¿Esa tal Mary Jane?- Se sonrió Cooan.-
-Sí, esa misma. Crecimos juntos. Se fue a vivir a Boston.- Repuso Tom haciendo memoria.- Me acuerdo que al llegar aquí se celebraba el baile de verano. Ya sabéis. Fui a invitarla a casa. Con mi traje y todo y llevando un ramo de flores. ¡Ja, ja!… Cuando llamé a su puerta y me abrió me sentí muy feliz, pero luego salió ese rubiales.
-¡Vaya palo, papá! – Dijo Alan en tono solidario.-
-Ni te lo imaginas.- Sonrió Tom, añadiendo.- El caso es que cuando Mary Jane vio las flores que yo traía pensó obviamente que eran para ella, pero yo negué con la cabeza e improvisé diciendo que eran para una cita que tenía. Me dio tanta rabia que quise ponerla celosa, ¡ja, ja!…al menos le di un buen corte.
-¿Y qué hiciste con esas flores?- Inquirió Idina con curiosidad.-
-Las tiré al primer cubo de basura que encontré.- Repuso su padre, agregando con tintes reflexivos para dirigirse a todos sus hijos.- En ese instante me sentía el tipo más desgraciado del mundo. Y a los pocos días, ya lo veis. Regresé a la Golden y conocí a vuestra madre.
-¡Y te hice olvidar a esa boba! - Se rio Cooan.-
-Del todo.- Sentenció el interpelado tras levantarse y darle un cariñoso beso en la mejilla a su mujer tras lo que declaró.- Así que Idina, hija, no te preocupes…nunca se sabe dónde estará aquel que te está reservado.
-Sí, tenéis razón. Aunque ahora me dedicaré a mis estudios y al grupo. Espero que nos reuniremos pronto. Debemos practicar.
-Es cierto. ¿Tenías que actuar en la ceremonia de graduación de Leval y Mazoui, verdad?- Inquirió Lance.-
-Sí, - asintió la muchacha.- Espero que lo hagamos bien…
-¿Y qué tal Nehie? ¿Se adaptó?- Preguntó Cooan.-
-¡Oh sí!, muy bien…Nos hicimos muy amigas de la hija de la señora Roberts. Se llama Heather y
Es muy maja.

La conversación prosiguió con Idina relatándoles algunas de las experiencias, que sí se podían contar. Lance eso sí, la escuchó muy atentamente sin intervenir.

-Sabia decisión, pequeñaja.- Pensaba con aprobación.- Papá y mamá deben quedar al margen de esa historia, ya no les corresponde a ellos, sino a nosotros.

 Y fueron pasando los jornadas en casa de los Rodney. El momento de aquella ceremonia llegó. Todos en la familia estaban realmente expectantes. A los pocos días en efecto fueron a  despedir a Leval, Mazoui y los demás que se embarcaban en aquel enorme asteroide.  Idina y sus primas debían participar primero en la ceremonia de entrega de despachos actuando para todo el público allí congregado y los graduados. Era un gran honor haber sido invitadas por el alto mando militar y las autoridades civiles. Allí la muchacha descubrió con asombro y pesar que su amiga Amatista y su primo Granate también se iban en aquel viaje. Tras despedirles, a los pocos días, ella retornó a la universidad para instalarse. Entonces  recibió la noticia de que sus padres irían de visita al comienzo de las clases, lo que, unido a los ánimos de su compañera de cuarto y amiga, la hizo salir de la tristeza que aún le quedaba por el final de su noviazgo. Para alborozo de todos se impuso el carácter de chica alegre de Idina. Ahora, junto a su compañera de habitación, esperaba ansiosa la llegada de sus padres a la entrada de la universidad. Por fin, un taxi anunció su llegada con pitidos en el claxon. Idina corrió a su encuentro hasta que éste se detuvo y bajaron sus tan esperados progenitores. Cooan abrazó a su hija y luego su padre se unió al saludo mientras Heather observaba algo apartada y con una sonrisa.

-¡Me alegro de haber venido! - Exclamó Tom valorando con visible satisfacción. - Esto no ha cambiado nada, sigue igual que cuando nos graduamos, ¿verdad Connie?
-Es cierto. - Convino ésta echando un vistazo a los alrededores del campus, en tanto agregaba con nostalgia. - Parece que el tiempo haya dado marcha atrás. ¿Recuerdas cuando paseábamos por aquí los cuatro, Roy, Beruche, tú y yo?...
-Sí, y Roy os hacía alguna gamberrada, o decía aquello de…en vez de estudiar, ¡vámonos de juerga, chicos!- Rememoró su esposo con desenfado. -

            Los dos rieron al acordarse pero se interrumpieron al ver a Heather, Idina la presentó enseguida.

-Papá, mamá, ésta es mi amiga y compañera de habitación. Os hablé de ella en casa. Se llama Heather Roberts, es hija de la jefa de estudios.
- ¿Y Nehie?- Quiso saber Tom.- ¿No ha venido aún?
- Tenía asuntos que atender en su país. Me comentó antes de las vacaciones que probablemente llegaría con el curso empezado. – Les informó su hija.-

Empero ante la presencia de su compañera, que escuchaba todo con gesto algo apurado, no quiso entrar en más detalles.

-Así que tú eres la hija de Melanie  y de Malcolm. - Intervino Cooan observando bien a esa muchacha tan alta para concluir. - Te pareces mucho a ella, en especial en los ojos.
-Encantada de conocerles, - repuso la aludida muy educadamente para declarar. - Mi madre tiene muchas ganas de verles, me pidió que la avisase en cuanto llegáramos.
-¿Sí eh?. Pues no le digas nada - Le pidió Tom guiñándole un cómplice ojo a esa muchacha. – Iremos directamente a verla, para darle una sorpresa. ¿Está en el despacho del director de estudios, verdad?
-Sí, les acompaño, es al final de corredor - se ofreció su interlocutora -....
-¡No te preocupes, querida!- rio Cooan.-  Lo sabemos,
-Claro, disculpen.- Sonrió Heather sintiéndose algo tonta.-

            Evidentemente los padres de su amiga habían estudiado allí antes de que ellas nacieran. Ya la ubicación del despacho de jefatura de estudios no había variado. Así pues las dos chicas dejaron que Tom y Cooan se dirigieran para allá.

-Tus padres son encantadores.- Sonrió nuevamente Heather.- Ahora veo de donde viene tu  forma de ser.
-Gracias, seguro que tanto ellos como tu madre se alegrarán de verse.- Afirmó Idina.-
-Pues esperemos un poco y luego vayamos a mirar.- Le propuso Heather obteniendo el asentimiento de su amiga.-

Por su parte los Rodney se dirigieron al despacho contemplando de camino algunos cuadros, vitrinas con trofeos y decoración que les era familiar.

-Algunas cosas siguen igual.- Comentó nostálgicamente Cooan.-

Siguieron avanzando seguidos a cierta distancia por las chicas. Al llegar a la puerta que estaba cerrada, Tom golpeó con los nudillos y esperó la respuesta.

-Adelante, - se escuchó decir a una voz femenina que era sin duda la de Melanie. -
-Disculpe, señora  jefa de estudios. – Tomó la palabra Tom, abriendo la puerta tímidamente para decir de forma jocosa.  -Pero Melanie Sanders está haciendo un strip tease en la clase aprovechando que la señorita Parker no está.
-¡Tommy!- Exclamó la interpelada radiante de alegría. - Cuanto tiempo hacía que no te veía, - salió corriendo de inmediato para abrazarle, y al abrir la puerta le vio junto a Cooan - Connie, ¡tú también…qué alegría!
           
            Los tres se abrazaron de forma efusiva y Melanie les invitó a pasar. Idina y Heather que ya se habían acercado mucho, entraron también, no querían perdérselo por nada. Después de sentarse fue Cooan quien tomó la palabra.

-Hemos venido a pasar un par de días, teníamos nostalgia de este sitio, pero, por lo que hemos visto, no ha cambiado prácticamente nada.
-Ya sabéis lo que se dice, los años pasan, las caras cambian, pero la Golden no. - Afirmó Melanie con una amplia sonrisa para desvelarles con afectuoso tono. - No sabéis lo contenta que me puse cuando enviasteis a estudiar aquí a Idina.
-Y la coincidencia que ha sido que se hiciera tan buena amiga de tu hija. - Añadió Cooan visiblemente agradada por ello - yo también me alegro.
-Sí,- convino Melanie que admitió ahora divertida. -Nosotras no nos llevábamos tan bien en un principio.
-¡Sobre todo mi hermana y tú! - Rio su interlocutora recordando vívidamente aquello - y siempre con el pobre Roy de por medio.
- ¡Ay, ese Roy!  Que chico más encantador y cómo me sacaba de quicio.  - Suspiró Melanie con una voz evocadora  queriendo saber. - ¿Qué tal les va a él y a Bertie?..
-Ya sabes, él es entrenador en la NBA y ella está de subdirectora en un colegio privado muy prestigioso. - Le contestó Tom. -
-Sí, eso lo sé, pero ¿cómo les va a ellos personalmente? espero que bien.
-No te preocupes, son muy felices, aunque ahora no conocerías a Roy, se ha vuelto mucho más serio. - Le contó Cooan casi susurrando como si el propio aludido fuera a oírla -
-No… ¡No puede ser!-  Se rio Melanie que puso voz de incredulidad - ¿Roy Malden serio? Esas palabras no pueden ir unidas en la misma frase.
-Es verdad - aseguró Tom. - Ojalá venga por aquí algún día. Ya sabes que tiene dos hijos, pero que a ninguno le ha dado por estudiar aquí. Es más, el mayor es militar y se ha embarcado en la nave espacial esa que acaba de partir, junto con otros sobrinos nuestros. Hace unos días estuvimos en su despedida oficial.
-Para mí fue un orgullo muy grande cuando aceptaron a nuestra hija para estudiar aquí.- Intervino Cooan -
-Bueno, chicas - repuso Melanie dirigiéndose a las dos muchachas que escuchaban curiosas. -Tendréis que ir a clase, comienza en pocos minutos.
-Sí mamá, perdón, señora jefa de estudios.- Sonrió Heather que dirigiéndose a su amiga le indicó - bueno Idina, nos vamos,..
-Vale, luego nos vemos. Papá, mamá. - Se despidió  ella guiñando un ojo a sus padres para educadamente añadir.- Hasta luego, señora Roberts.

Tom, Cooan y Melanie les dijeron adiós con la mano y se quedaron charlando sobre aquellos viejos y buenos tiempos, incluidas las dificultades que tuvieron que afrontar, pero que dieron por muy bien empleadas. Idina y Heather aguardaron pacientemente el fin de las clases y se encontraron con sus padres en la cafetería. Malcolm Roberts, el padre de Heather, que había perdido algo de pelo y engordado respecto de cómo le recordaban, se había unido a ellos y charlaba con Tom animadamente,

-¡Dile a ese cabra loca de Malden que todavía le debo una! - Rio blandiendo cómicamente el puño  para interesarse al poco con patente afecto. - ¿Qué tal sigue ese pillastre ?..
-Bien, ahora está muy contento. Su hijo mayor se ha graduado en la academia militar del ejército unido de la Tierra como piloto y partió en la gran astronave hace unos días.- Le refirió su interlocutor tal y como antes hiciera con Melanie. -
-Sí, con unos sobrinos nuestros - añadió Cooan. -
-¿Y vuestros otros hijos?- preguntó Roberts. -
-Alan está ya terminando la carrera. - Contestó Tom muy orgulloso, puntualizando enseguida. -Bueno, la ha terminado ya, pero está doctorándose. Es informático. Y Lance, pues terminando empresariales está. Ya sólo nos falta la niña.
-Oye, papá ¡Cómo que la niña! - Se  les unió Idina que acababa de llegar, para reivindicarse.  - Que dentro de poco voy a cumplir los veinte.
- ¡Ay hija!, no nos lo recuerdes - Sonrió su madre afirmando con algo de fingido, o quizás no tanto pesar, - que me haces sentir vieja.
-¿Recuerdas Cooan?- Terció Melanie evocando entre nostálgica y divertida. - Cuando dabas aquellas clases de aerobic.
-Sí, claro que lo recuerdo. - Contestó ésta rememorándolo a su vez con una sonrisa de nostalgia. -
-Pues tu hija también es muy aficionada a ello y una vez pude verla cantando una de aquellas canciones que tú usabas, mientras animaba a las otras chicas al ejercicio. Entonces me pareció verte a ti, allí, igual que hace más de veinte años.- Le contó Melanie.-
-Si no me equivoco, veintitrés para ser exactos,  - corrigió Tom con una malévola risita. -
-¡Hay que ver cómo eres de tonto a veces! - Le reprochó su mujer con los brazos en jarras pero de forma jocosa. -
-Luego si queréis nos pasamos por aquella aula. - Les propuso jovialmente Roberts. - Así reviviréis los viejos recuerdos. -

            Estuvieron conformes y así lo hicieron, dejando como último punto de visita la hermandad de la Golden Eagle de la que fueron antiguos miembros. Los chicos de la misma, que ahora tenían nuevo jefe, se esforzaron en recibir a sus prestigiosos invitados lo mejor que pudieron y para subrayar el acto les concedieron la cinta honorífica dorada que se entregaba a los antiguos miembros, dándoles a su vez a Idina y a Heather, la roja. Brad, el nuevo líder, les dirigió un discurso de bienvenida. Terminada esta visita los padres de Idina se despidieron y volvieron a su casa. Pasaron así unas semanas sin novedad, las chicas estaban muy contentas con el nuevo curso. Pero entonces Neherenia regresó y su semblante no lucía en absoluto feliz. Todo lo contrario. Cuando entró en el pabellón residencial se encaminó en primer lugar a su habitación. Allí no había nadie. Ashley terminó la carrera y este año le tocaría compañera nueva. Pero ahora no tenía ningún deseo de pensar en eso. Se sentía desolada aunque ella tuvo el consuelo de verle, de ser confortada por él y, sobre todo, de ser advertida. Sin embargo, de aquello último nada podía decir. Él mismo se lo pidió. No, lo más duro sería contárselo a Idina. Y esa agonía ya le dolía en lo más profundo de su corazón de modo que decidió no posponerlo más. En cuanto dejó su equipaje se dirigió hacia la habitación de su amiga. Tocó la puerta y ésta se abrió, no obstante era Heather la que, esbozando una gran sonrisa nada más verla, se abrazó a ella.

-¡Nehie! ¡Cuánto me alegro de verte! ¿Qué tal las vacaciones? Ya empezábamos a pensar que este curso no ibas a volver.

Pero como su compañera no respondía, Heather, al separarse del abrazo la miró con gesto sorprendido, se quedó entonces muy preocupada cuando la notó llorosa.

-¿Qué te pasa? - Quiso saber con inquietud –
-Heather… Tienes que ayudarme, por favor. – Le pidió su interlocutora con voz queda. –
-¿A qué?- Inquirió la muchacha que estaba preocupándose cada vez más al verla así. –
-Necesito que me  ayudes para apoyar a Idina. Lo va a necesitar…incluso más que yo…

Y ante el gesto sorprendido y preocupado de la chica, Nehie le contó lo sucedido. Heather se demudó llevándose una mano a la boca y pudiendo exclamar.

-¡Oh, Dios mío!

No fue necesario añadir nada más, durante un rato estuvieron las dos, calladas y sentadas sobre la litera. Con Heather abrazando a su amiga. Entonces llegó Idina. Venía vestida con ropa deportiva y con una coleta que recogía su pelo. Entró saludando como de costumbre y se alegró mucho al ver allí a Neherenia.

-¡Nehie!- Exclamó igual de feliz a cómo lo hiciera su compañera de cuarto. –
No obstante, enseguida se percató de las caras de su amiga y de su compañera de habitación. Su risueño semblante se desvaneció enseguida y con expresión inquisitiva les preguntó.

-¿Qué os pasa, chicas? Cualquiera diría que venís de un funeral.
Heather no fue capaz de seguir mirándola, tuvo que apartar la vista en tanto Neherenia se levantaba y, posando las manos sobre los hombros de su amiga le susurró con tono apagado aunque lo más dulcemente que pudo.

-Escúchame Idina. Tendrás que ser valiente.
-¿A qué te refieres? ¿Qué pasa?- Quiso saber ésta cada vez más alarmada. –
-Tu primo Granate ha muerto…- replicó como pudo la reina de la Luna Nueva sin querer aplazar aquello por más tiempo –

En un principio, tanto Heather como Nehie se sorprendieron, su amiga estaba ahí, de pie sin parecer reaccionar a esas palabras. Quizás no hubiera sido capaz de asimilarlas. Entonces Idina se trastabilló sujetándose a la mesa más cercana comenzando a respirar con agitación, parecía ahogarse y soltó un grito que retumbó en la estancia. Heather corrió a abrazarla en tanto Nehie miraba al suelo con los ojos llenos de lágrimas. Pero su compañera se soltó del abrazo y solo pudo preguntar con patente agitación.

-¿Qué le ha pasado a mi primo? ¿Qué le ha pasado?
-Tuvieron que luchar contra naves enemigas. – Pudo explicar Neherenia con un tinte lleno de dolor en su voz. – Destruyeron su avión.

La muchacha se desplomó como si le faltasen las fuerzas. Su compañera de cuarto trató de ayudarla a levantarse pero ésta la rechazó de un manotazo en tanto seguía aullando.

-¡No, noooo!…
Heather se incorporó para volver a intentar levantarla, pero Nehie la detuvo con un gesto de la mano moviendo la cabeza. Por fin, Idina se quedó sentada en el suelo, con la espalda apoyada en la litera, llorando en silencio y jadeando como si le faltase el aire para respirar. La reina de la Luna Nueva finalmente se sentó junto a ella y le pasó un afectuoso brazo por los hombros, su desolada amiga apoyó la cabeza en el pecho de Nehie mientras no dejaba de llorar.

-¡Cuanto lo siento, Idina! – Pudo musitarle Heather que lloraba también. –
Pero su amiga no parecía oír nada de lo que le decía. Temblaba ahora visiblemente pese a los esfuerzos de Neherenia por abrazarla y confortarla. Heather se preocupó y también en parte deseando escapar de allí dijo con patente inquietud.

-Voy a buscar a mi madre.
La muchacha salió corriendo del cuarto, únicamente entonces la reina de la Luna Nueva, tras asegurarse durante unos instantes de que estaban solas, le susurró a  su amiga.

-Tengo que contarte algo. Algo muy importante, por favor, escúchame.
Al principio su amiga no parecía estar muy dispuesta pero tras la insistencia de la soberana pudo reunir las suficientes fuerzas como para mirarla, a pesar de que las lágrimas seguían fluyendo sin parar de sus ojos. Aunque la confesión que Nehie le hiciera logró al menos calmarla lo bastante como para atender con interés.

-Conocí a tu primo cuando viajé a la nave como Soberana de la Luna Nueva y él y yo nos enamoramos. Solamente fueron unos días, pero los dos supimos que nos queríamos. Me grabó esto cuando cantamos en el karaoke. Igual que yo hice con él. - Sonrió ahora ligeramente entre lágrimas al añadir en tanto sacaba un pequeño disco de color dorado. – Le conté que tú y yo ensayábamos así muchas veces para cantar y bailar como animadoras de la Golden.
Idina no replicó, solo se abrazó a ella, ambas lo hicieron durante un buen rato, llorando y sin hablar, cuando por fin se separaron una sollozante Nehie le contó algo más.

-Y él vino a despedirse de mí. ¿Recuerdas el espejo a través del que nos conocimos cuando éramos niñas?
Su amiga asintió despacio, enjugándose las lágrimas que aún tenía en el rostro. Y Neherenia le narró entonces, segura de tener toda su atención…


Estaba en su palacio, tras una de tantas recepciones en las que trató algunos problemas que preocupaban en su reino se retiró a sus estancias a descansar. Allí siempre contemplaba el gran espejo de pie que tenía al fondo de su dormitorio. Éste había sido especialmente fabricado por sus mejores artesanos y purificado por el cristal de Plata y por el de Oro, de modo que solamente podía establecer contacto a través de él con personas o seres bondadosos. Y al cabo de unos segundos de mirarse ocurrió algo que la dejó perpleja, pero que al principio le alegró mucho. En lugar de su propia imagen apareció allí la de Granate. El muchacho lucía muy apuesto y gallardo con su uniforme y Nehie enseguida dijo esbozando una gran sonrisa.

-¡Cuánto me alegro de verte! ¿Qué tal todo?
-Mi hermosa y gentil reina. – Sonrió él también con voz dulce, remachando ahora con afecto teñido de pesar. – Vengo a despedirme de ti.
-Es una pena que tu viaje sea tan largo, espero que pronto regreses y pases a verme. Aquí o en la Tierra, dentro de poco retornaré a estudiar mi segundo año. – Le informó Neherenia tomando aquel mensaje por otro sentido. –

Pero cuando el chico movió lentamente la cabeza ella comenzó a inquietarse, más aún al escucharle decir con suavidad.

-No volveré a verte más. Pues ya no pertenezco a este mundo.
-No pasa nada. – Replicó la joven volviendo a confundir el significado de esas palabras. – Aunque seas de la Tierra, serás bienvenido a mi reino cuando quieras.

El muchacho le dedicó una mirada triste, quizás esto fuera más difícil de lo que él había pensado y tuvo que ser claro al sentenciar.

-Estás hablando con mi espíritu. He dejado de existir en el plano material.

Y ella finalmente comprendió. Llevándose las manos a la boca ahogó un gemido. En tanto él le contaba.

-He muerto en este plano y ahora debo ir al Más Allá. Pero antes quería despedirme de ti y decirte que te quiero, te he amado desde el primer momento en que te vi. Y mi sueño habría sido poder ser el hombre que hubiera realizado el tuyo. ¡Ojalá hubieras podido ser mi mujer! Hubiese deseado haber vivido mi vida junto a ti.
-Yo también te quiero. - Le confesó ella llorando ahora sin poder controlarse. – Por favor, quédate conmigo. Aunque sea vive en este espejo, así no nos separaremos.- Le suplicó extendiendo las manos para tocar aquella lisa superficie.-

Empero, el chico movió la cabeza y sonrió, al tiempo que extendía también sus manos colocándolas contra las de ella. Como si de este modo pudieran tocarse. Entonces le dijo con todo el afecto que pudo reunir.

-Mi amor. Esa no es la solución. No debes repetir los errores que llevaron a tan mal fin a tu otro yo en el pasado. Debes vivir y rodearte de buenas personas que te quieran y a las que tú puedas también amar.
-¡Pero no quiero sufrir así!- Sollozó ella que incluso notaba una punzada en su corazón cuando sentenció totalmente compungida. – ¡Esto es aún peor que vivir sola! El amor es doloroso. ¿Qué sentido tiene amar si te he perdido para siempre? Después de todo, aquella reina oscura tenía razón…Nada de esto merece la pena. No debes tener ningún sueño. Los sueños nunca se hacen realidad. O aún peor, ¡se hacen pedazos! - Sentenció con amargura y llena de dolor.-
-¡No! - negó él con tono más firme para volver enseguida a suavizarlo. – No creas eso jamás. Ese sería el triunfo de las fuerzas del Mal, o lo que es peor, de la Nada. Mi amor. Los sueños sí que se hacen realidad. Yo pude cumplir el mío. Me embarqué, viví aventuras, estuve disfrutando del cariño de mis seres queridos y te conocí. Ese sueño, el que tenía de enamorarme de la muchacha más hermosa y buena que pudiera encontrar y de que ella también me quisiera, se hizo realidad.
-Pero...pero. - Sollozó la aludida destrozada por completo, al remachar una vez más.- Mi sueño se ha hecho pedazos.
-Nunca, mi amor. - Sonrió él.- Ese sueño tuyo se ha cumplido y lo tengo como parte de mí. Y me acompañará a donde voy ahora. ¡Tú eres mi sueño hecho realidad!

Su interlocutora le miraba entre lágrimas ahora y tras unos instantes ninguno habló. Después parecía que Granate se preparaba para elegir la forma en la que iba a proseguir y dijo con bastante gravedad ahora. En este momento la muchacha interrumpió el relato. Seguía abrazando a Idina, aunque lo siguiente solamente lo recordó para sí…

- Neherenia, escúchame. ¡Por favor, cariño!, escucha con atención y recuerda mis palabras porque no debes contarle esto a nadie de entre los vivos. Todavía no.

La muchacha se enjugó sus lágrimas observando el reflejo de su amado con curiosidad. Y él entonces le desveló casi con un susurro, como si temiese que alguien pudiera estar escuchándoles.

-Hay fuerzas muy grandes ahí fuera. Fuerzas tan poderosas y malignas que tu yo oscuro solamente era un pálido reflejo de las mismas. Cosas mucho más terribles que cualquier amenaza a la que mis padres o sus amigos se hayan enfrentado. Las he visto y me temo que, dentro de poco, todos vosotros deberéis hacerles frente. No sé cuándo, ni cómo pero sucederá. Está escrito o lo estará. En ese libro…Tú deberás unirte a un grupo muy concreto que sabrá lo que hacer.
-¿A quién?- Le inquirió la desconcertada muchacha. –
-Lo sabrás cuando llegue el momento. – Fue la enigmática réplica. –

            Aquí la reina recuperó la narración para contarle esta despedida a su emocionada prima. Cuando Granate le dijo…

-Ahora debo irme ya. Mi amor. No pudimos compartir mucho tiempo los dos juntos pero para mí ha bastado por toda una vida.- Remató el sonriendo de nuevo de forma cálida. -
-Siempre te amaré y no querré así nunca a nadie más. - Le aseguró la soberana rompiendo de nuevo a llorar. –
-Amarás de nuevo y será maravilloso. No lo dudes. - Afirmó él que le pidió. – Ahora, cuando vuelvas a la Golden conforta y ayuda a mi prima Idina y a mis padres y mi hermano. Y jamás cedas a las mentiras del mal que tratará de ganarte para su causa. Te dirán que todo esto no merece la pena pero confía en mí. Eso no es verdad, ¡claro que la merece! Todo tendrá un sentido. Tú solo prométeme que siempre defenderás la justicia y el bien y que amarás y querrás a tus amigos. Únicamente  preciso de saber eso para ser completamente feliz.
-Te…te… lo prometo. – Balbució la destrozada chica sin poder dejar de llorar. –

Y Neherenia acercó sus labios hasta besar la superficie del espejo, su contertulio hizo lo mismo y ambos coincidieron separados por aquella lámina de cristal, o al menos eso parecía dado que ella percibió una cálida sensación de total felicidad que la llenó por entero, aunque solamente fuera por unos fugaces instantes. Entonces, al retirar su boca, escuchó aún a Granate declarar.

-Esto es lo que yo siento ahora y esto es lo que tú sentirás cuando llegue el momento de la Trascendencia y volvamos a reunirnos. Hasta entonces no me olvides, vive, ama y sé muy feliz. Mi amor.

Y las últimas palabras de él se disolvieron como si de un eco cada vez más lejano se tratase, su imagen también se desvaneció y Neherenia, arrodillada, solamente pudo mantener sus manos pegadas al cristal durante unos segundos más suspirando entre sus lágrimas.

-Adiós mi amor. Vete tranquilo, cumpliré mi promesa. Siempre te querré…


Idina la observaba ahora con intensa emoción, ella sufría mucho, sí. No en vano Granate era su primo. Pero por la forma de contar aquello que tenía su amiga estaba claro que Nehie le había amado de veras.

-A pesar de todo me quedé hundida. Durante unos días no quise saber nada de ningún asunto de gobierno. Ni siquiera comía y me abandoné a la desesperación. Me relucí para estar sola. Menos mal que Chibiusa y las Asteroides estuvieron allí para mí. Para hacerme reaccionar.  -Le confesó la soberana.-
-Lo siento mucho. Tú estás sufriendo tanto o más que yo y te he cargado también con mi dolor.- Se disculpó la destrozada chica –
-No, no te preocupes.- Pudo responder su amiga, emocionada también. – Pero prométeme que te recobrarás y que serás esa chica feliz y maravillosa que él tanto quería. Me contó lo mucho que adoraba a sus primas, como os echaba de menos y de ti particularmente me dijo que lo que más amaba era tu inocencia, tu bondad y sobre todo tu alegría de vivir. Y que admiraba el modo en el que siempre estabas dispuesta a ayudar y a comprender a las personas. Por favor, no pierdas todas esas bellas cualidades…

Su amiga no dijo nada, trabajosamente se levantó, Nehie lo hizo con ella y ambas se sentaron esta vez sobre la litera. Idina suspiró alegando ahora con patente tono depresivo.

-¿Qué sentido tiene ya? Ser animadora, o cantar, o bailar. ¿Cómo podría hacerlo tal y como me siento?
Neherenia no tuvo ocasión de responder. Escucharon golpes en la puerta y al instante Heather abrió, venía con la jefa de estudios. Melanie pidió permiso para entrar. Ambas chicas se levantaron y la madre de su compañera abrazó enseguida a Idina.

-Cuanto lo siento, querida. Mi hija me lo ha contado. – Le explicó, casi como si quisiera disculparse por saberlo. –
La señora Roberts observó la expresión de esa pobre chica, estaba prácticamente ida. Aquello le trajo unos terribles recuerdos, hacía tantos años, cuando creyeron que Roy había muerto, o mejor dicho cuando murió y ella pudo ver los rostros de Bertie y de Connie.  Observar a esa pobre chica era como ver a su madre otra vez. Y algo se encendió en el corazón de Melanie cuando abrazó a la muchacha con ternura maternal y le desveló a ella y al resto.

-Cuando creímos que tu tío Roy había muerto, recuerdo perfectamente las caras de tu madre y de tu tía Bertie. Me acuerdo del dolor tan terrible que tuvieron que pasar. Pero lo superaron. Siguieron adelante.
-Mi tío Roy al final regresó. – Pudo decir la chica de manera compungida agregando ahora en tanto sollozaba de nuevo. – Pero mi primo jamás volverá.
-Puede que no.- Opuso Melanie con dulzura para señalar sin revelar demasiado ante la presencia de Heather. – Pero eso entonces no lo sabían ni tu madre, ni tu tía. Y ellas lucharon, ¡oh sí!… tú sabes muy bien hasta qué punto lo hicieron.
-Yo no soy tan fuerte como ellas. – Repuso Idina con pesar. –
-Lo eres cariño, créeme que lo eres. – Sentenció Melanie en tanto le acariciaba las mejillas. – Ahora llora y desahógate porque es lo que debes hacer. Pero estoy segura de que el sol volverá a brillar otra vez.
-Sí, es verdad. – Pudo sonreírle ahora Neherenia sobre todo cuando aseveró convencida. – A Granate no le gustaría verte así.
-Mi primo siempre gastaba bromas, algunas muy pesadas, pero se ha pasado esta vez. – Convino Idina que pudo esbozar una leve sonrisa recordando alguna de las patochadas de las que aquel gamberro encantador hacía gala. –


Heather también abrazó a su amiga y así, al menos pudieron confortarla entre todas, ayudándola a acostarse para que pudiera descansar. Al día siguiente unos entristecidos Alan y Lance llegaron a la Golden, creyendo que su hermana desconocía la noticia, pero enseguida comprobaron que lo sabía cuándo se abrazó a ellos rompiendo a llorar. Ambos hermanos la animaron lo mejor que pudieron. Aunque fue Idina casi la que tuvo que apoyar más a su hermano Alan que estaba realmente tan hundido o más que ella. Lance, más entero, saludó amablemente a la jefa de estudios y a su esposo, el señor Roberts y departió brevemente con ellos. Ambos le expresaron sus condolencias. Lo mismo hizo Heather. Aunque finalmente el chico se dirigió hacia Neherenia y, tras recibir el pésame de ésta, Lance le lanzó una significativa mirada y la invitó con un ademán de su mano a entrar en una clase que estaba vacía.

-Yo también siento mucho tu pérdida. Mi Bella y Gentil reina. – Pudo decir el muchacho con pesar, aunque sorprendió a su interlocutora cuando remachó en el mismo tono -  Pero los dos sabíamos que tenía que ser de este modo.
-No comprendo a qué te refieres.- Pudo replicar ella, que, efectivamente se hallaba desconcertada por esas palabras. –
-¿No te lo dijo él?- Le preguntó a su vez Lance que, dejándola atónita, le desveló. – Cuando fue a despedirse de ti.
-¿Qué sabes tú de eso? ¿Cómo puedes saberlo?- Le preguntó la muchacha visiblemente impactada.-

            Aunque su interlocutor no respondió directamente a esa cuestión, sencillamente contestó.

-Sé que Granate te advirtió.  Y sé que tú no has podido contarle eso a nadie. Ni siquiera a mi hermana Idina. Y confía en mí cuando te digo que hay una muy poderosa razón. Ahora eres una más de nuestro equipo.
-Pero… ¿A qué equipo te refieres?
-Somos unos cuantos más, que tenemos un encargo muy importante. Verás, todas las batallas y los enemigos contra los que nuestros padres, mis primos, mi hermana  e incluso tú os habéis enfrentado, no son los que deben preocuparnos realmente. Son el olvido y la Nada los que en verdad deben ser combatidos.- Le explicó el joven –
-¿Qué o quiénes son el olvido y la Nada?- Le inquirió su asombrada contertulia. –
-Ahora no es momento de hablar de eso. Únicamente tienes que saber que Granate tenía razón, ya queda menos y dentro de poco se cernirán sobre nosotros. Hemos de estar preparados para cuando llegue la hora.- Sentenció el muchacho –
-Entonces tengo que decírselo a tu hermana y a las demás.- Repuso Nehie con creciente alarma. –
-No – replicó tajante y lapidariamente él. – Ellas están por completo fuera de esto. Tienen otros cometidos que realizar. Al igual que tú, Nehie. No es tu destino cursar este año aquí.
-¿Cómo dices?- Se sorprendió la muchacha apenas oponiendo con incredulidad. – Si acabo de regresar –
-Tendrás que irte. Otros asuntos más importantes van a reclamar tu atención en la Luna. Al menos durante los siguientes meses. Quizás puedas volver a final de curso. Habla con Chibiusa, ella ha retornado del futuro y te lo dirá.
-Acaso es por mi alter ego oscuro.- Quiso deducir la muchacha. –
-Eso carece de importancia. – Sonrió Lance con desdén afirmando. – Por lo que sé ya cumplió su cometido. No creo que te moleste más. Y si lo hace podrás fácilmente con ella.
-No lo comprendo.- Contestó la desconcertada chica. - ¿Cómo puedes estar tan seguro de eso?
-Mis fuentes de información son muy buenas, las mejores.- Sentenció él que le confió a la atónita muchacha. – Digamos que tú tienes una historia que vivir y mi hermana otra. Por lo menos durante gran parte de este año. Al final ya veremos…puede que podáis reuniros otra vez.

Neherenia comenzó a darse cuenta de que ese muchacho sabía mucho más y que no se lo iba a contar. Al menos si ella no se avenía a seguir sus instrucciones, de modo que con expresión seria y resignada le dijo.

-Muy bien, dime que he de hacer.


Lance sonrió, tras una charla de algunos minutos más los dos se despidieron. Y las cosas quedaron así. Al día siguiente se celebró el funeral por Granate y otros caídos en el espacio. Tanto Idina como Neherenia asistieron junto a los demás familiares y amigos del difunto. Nehie pudo incluso hablar en un aparte al final de la ceremonia con los abatidos padres del muchacho. Después, y para sorpresa y tristeza de su amiga Idina, le reveló que ella, debido a unos graves asuntos en su reino no podría cursar ese año en la Golden. Pero que esperaba examinarse a distancia para aprobar. Ambas se despidieron con emotividad y Nehie retornó  su mundo.



-Bueno.- Se decía la reina de la Luna Nueva en cuanto se dispuso a partir.- Tengo ganas de conocer cuál será mi misión…

Por otro lado el curso prosiguió sin aparentes novedades. A pesar de que, poco tiempo después, a la Tierra llegaron noticias de la desaparición de aquella enorme nave en la que viajaban los restantes primos y amigos de Idina. La chica no quiso sumirse en la depresión esta vez. Con todas sus energías y auxiliada por Heather se dijo que sus familiares retornarían y se aferró a esa esperanza. Quería estudiar y superar cualquier adversidad. Y debía dar ejemplo de entereza y de capacidad de lucha. No en vano ahora era alumna de segundo, una de las animadoras principales. Tania se había graduado y Sally era ahora la capitana de las cheer- leaders de la Golden. Idina era la vice capitana, sobreponiéndose a la pérdida de su primo y en su memoria se ganó el puesto por sus aptitudes y su simpatía. De hecho, fue elegida por votación de sus compañeras. Además, tanto Heather como ella misma ya eran miembros muy influyentes de la hermandad. Tras unos meses parecía que la herida por la pérdida de Granate empezaba a cerrarse aunque ella nunca le olvidaba. Una foto del muchacho con el resto de las Justices, de su última actuación, presidía la entrada a la habitación que compartía con Heather. Pero las cosas iban a dejar de ir tan bien. Cierto día, Idina escuchó una discusión, provenía del despacho de la Jefa de estudios. Su amiga había dio a charlar con su madre y le había pedido que la esperase, pero las cosas degeneraron de lo que parecía ser una conversación rutinaria. Idina sólo podía oírlas difusamente a través de la puerta. Aunque no deseaba ser una chismosa las voces que daban eran tan altas que incluso logró entender la mayor parte de aquella disputa.

-¿Cómo se te ocurre traerle aquí, mama?- Protestaba Heather. - Yo no puedo hacerle de niñera.
-Te guste o no eres su hermana. - Le respondía su madre también muy enfadada - y tienes obligación de cuidar de él, como hacemos nosotros.

            Idina se sorprendió, su compañera de cuarto no le había comentado nunca que tuviera un hermano pequeño. Creía que era hija única. La discusión continuaba y ahora Heather tomaba de nuevo la palabra.

-¿Sabes lo que eso significa, mamá? Apartarme de todos, renunciar a lo que he conseguido aquí, no se perdonan esas cosas en el club.
-¿Y vas a poner todo eso por encima de tu familia?- Le reprochó Melanie con amargura. - Nunca te creí capaz de algo así. Eres cruel. Muy cruel y egoísta, si te niegas a ayudar no volveré a considerarte como a una hija, ya lo sabes.

La voz sonaba a autentico ultimátum, Idina se estremeció cuando escuchó esas palabras

-No es justo- respondía Heather que parecía sollozar recriminando con una mezcla de pesar e indignación - ...yo no tengo ninguna culpa de que eso sucediera.
-¿Acaso la tengo yo?- replicaba Melanie con una voz llena de angustia y tristeza, casi a punto del llanto. - ¿Crees que para tu padre y para mí ha sido fácil? Siempre hemos hecho lo posible por ti, nos esforzamos para que lo tuvieras todo, hasta tus más tontos caprichos. Nunca te pedimos nada y ahora que te necesitamos nos quieres dar la espalda.


            Heather no pareció responder, salió del despacho con los ojos llorosos mientras se escuchaba la voz de su madre.

-¡Vuelve aquí ahora mismo!, aún tenemos cosas de que hablar...
-Debo asistir a mis clases, tú siempre me lo dices. - Gritó ésta a través de la puerta para salir corriendo después.-

Idina trató de alcanzarla y lo logró frente a la puerta de su cuarto.

-¿Que ha pasado, Heather?- inquirió muy preocupada a su amiga que estaba a punto de derrumbarse.-

 La muchacha abrió la puerta y la ayudó a entrar justo a tiempo de que su compañera de habitación se tendiera presa del llanto sobre su cama. Su amiga la miraba con expresión de pena e impotencia. Idina quería ayudarla, fuera lo que fuera. Pero para ello debía saberlo, Heather no parecía estar muy dispuesta a hablar. Por fin, la paciente insistencia de su compañera dio su fruto.

-Mi hermano…- explicó con la voz entrecortada por el llanto - es deficiente mental…cuando nació hubo complicaciones en el parto y su cerebro quedó sin riego durante un par de minutos.
-¡Oh, Dios mío! - Exclamó Idina. – Pobrecillo, pero, ¿por qué no me lo contaste antes?
-No es agradable para mí hablar de eso, - replicó su interlocutora, explicándole a  renglón seguido - El caso es que ahora la residencia donde se aloja cierra y mis padres no han tenido ocasión de buscarle otra aún. Tendrá que venir aquí y como ellos no tienen tiempo por su trabajo me toca a mí cuidar de él. No se le puede dejar sólo, parece un bebé, hasta tenemos que ponerle pañales. Idina, no puedo soportarlo, en el club me darán la espalda en cuanto se enteren. Ya sabes que Brad no es como era Brent, ¡no admitirán algo así! Además tendré que renunciar a mi vida mientras él esté aquí.
-Pero por Dios, Heather, sólo serán unos días, yo te ayudaré a cuidarle. No te preocupes por eso.- Le aseguró su amiga dándole una mano.-

            Su compañera apenas la miró, aunque a los pocos instantes agregó con un tono teñido de temor.

-A veces cuando le dan rabietas, me da muchísimo miedo. No tiene control de su cuerpo y es muy fuerte, es tan alto como mi padre y....una vez me dio un golpe en el ojo que casi me deja tuerta. Yo no podré controlarle, ni tú tampoco. Y tendré que mudarme a su cuarto para cuidar de él.
-Todo se arreglará.- La consoló Idina con el tono más dulce de voz que pudo. - Juntas nos ocuparemos de él.
-¡Harías algo así por mí! - Sollozaba  su compañera entre esperanzada e incrédula. -
- Tú y Nehie sois mis mejores amigas. En los buenos y en los malos momentos siempre hemos estado juntas. Me apoyasteis cuando más lo necesité. Por vosotras haría lo que fuera.- Asintió Idina, sentenciando, - claro que sí.

            Heather se abrazó a ella y terminó por dar rienda suelta a su llanto, su compañera le secó las lágrimas con un pañuelo y le dijo con afecto.

-Ahora ve a decirle  tu madre que todo está arreglado.

            Su amiga sonrió ampliamente dándole un beso en la mejilla y corrió al despacho de la jefa de estudios…no sin antes sonreír y musitar.

-Gracias…

            Habían pasado ya unos meses en el reino de la Luna Nueva. Pese a la tristeza y su propio dolor Neherenia se sobrepuso y asumió otra vez sus tareas de reina. Recordaba aun lo que Lance le contase el año anterior, cuando tuvo que hacer frente a su yo oscuro. A esa mujer amargada y llena de odio y rencor. Ese alter ego en el que se hubiese convertido de no ser por Chibiusa y las Asteroides. Cuando pensaba en eso no podía creerlo todavía. El hermano de Idina le contó también aquella increíble historia. Esa otra reina de la Luna Nueva creció sola, sin amigos, con su reflejo como única compañía. De algún modo aquello le fue nublando la mente.

-Pero por muy sola que se sintiera, eso no justificaba su actitud. ¿Y de dónde sacó esos poderes?- Meditaba ella, sentada en un cómodo sofá de sus estancias.-

A buen seguro debió de existir algo más, una oscura presencia que la poseyó llevándola hacia el mal. De ese modo se alimentó de los sueños de sus propios súbditos con la idea de mantenerse eternamente joven y bella. Finalmente invadió Elisión, el reino de la Tierra y secuestró a Helios, el guardián de los sueños. Quiso así obtener su deseo. Pero entre Sailor Moon, Chibiusa y el resto de las sailor lograron encerrarla en el espejo. No obstante, alguien la ayudó a salir. Lance le contó que una tal Galaxia, una enemiga mucho más terrible aún, que finalmente también fue sanada por la Reina Serenity. Ella fue quien quiso usarla como una mera marioneta. Nehie sentía mucha curiosidad sobre aquello, aunque no se atreviese a preguntarle nada más a Chibiusa, ni a las sailor asteroides. Al menos hasta hacía poco tiempo cuando estas fueron a despedirse antes de partir hacia el futuro. Cuando reunió valor y aprovechó para sincerarse con la princesa Usagi Chiba y sus escoltas. Ésta le contó que cuando su otro yo fue purificado la devolvieron a la niñez. Fue como si toda esa terrible historia nunca sucediera. Entonces, echando la vista atrás y rememorando aquel episodio de su infancia fue cuando Nehie recordó haber conocido a sus amigas de la Luna Blanca. Desde ese día velaron por ella para evitar que se convirtiera en esa especie de monstruo. Incluso le otorgaron el poder de ser una guerrera. Y allí estaba. Desde el momento en que supo la verdad se prometió que haría cualquier cosa por subsanar aquello.

-Mi deber y mi pueblo están por encima de cualquier otra cosa. Y eso me incluye a mí misma y mis propios deseos de esclarecer este enigma.- Se decía con determinación.- Hay mucho trabajo que hacer y lo haré bien.

Desde luego que era consciente de sus responsabilidades en su propio reino y sabía que tenía que permanecer en la Luna, al menos por un tiempo. No obstante, echaba de menos la familiaridad con sus amigas y sus actividades en la universidad. En lugar de eso tenía largas y aburridas sesiones de gobierno, recepciones y demás. Aunque de algo le sirvió su experiencia en la Tierra.

-No es algo que quizás pueda considerarse de capital trascendencia, pero es un comienzo.- Se dijo, incluso divertida.-

Y puso en práctica la idea que le rondaba por la cabeza. Tenía mucho que ver también con ese otro yo suyo, tan chapado a la antigua y tan decadente.

-Debo ser lo opuesto a ella, por completo.- Se arengó.-

De inmediato ordenó que la moda que regía en su palacio se actualizara. Eso de llevar vestidos que parecían del siglo dieciocho se había terminado y decidió dar ejemplo. No es que se pasease por ahí con vaqueros o minifalda de continuo pero ahora lucía trajes e incluso blusas mucho más del siglo veintiuno. Exceptuando claro, cuando debía vestir acorde al protocolo. Y quiso extender eso a sus súbditos, comenzando por los más próximos de su círculo de confianza. Así que cierta tarde, como una de tantas veces, llamó a su doncella personal por el intercomunicador.

-Anaris. ¿Podrías venir un momento a mis estancias?
-Enseguida, Majestad.- Replicó la muchacha.-

            Fiel a su palabra la rubia joven no tardó en presentarse allí. Vestía aquella larga falda hasta los tobillos con ese talle tan amplio y aquel corpiño del mismo tono verde ocre. Nehie la observó de arriba abajo y le preguntó.

-Por curiosidad. ¿Siempre llevas esa clase de ropa?
-¡Oh no, Señora! Este es el tipo de vestuario que el caballero de la Lune nos exige para cuidar el protocolo en la Corte.- Repuso la joven.-

Observando a la muchacha que era algunos centímetros más baja que ella, Neherenia entonces se llevó la mano a la barbilla. Estaba pensando en algo. Y al parecer tuvo una idea dado que sonrió de una manera algo pícara. Entonces dijo con tono totalmente natural para asombro de su doncella.

-Anaris, desnúdate…
-¿Perdón, Señora? - Inquirió la impactada joven.-
-Que te quites esas horribles ropas.- Insistió Nehie.-

            La cara de la pobre chica era todo un poema. Totalmente ruborizada miraba a su soberana sin poder creer lo que oía. Quizás fuese una broma, pero la mirada de Neherenia no dejaba lugar a esa opción. Desde luego que Anaris se sentía más que envarada. No obstante, le gustase o no era una orden de la reina y se dispuso a cumplirla. Ésta, siendo consciente de lo violento de la situación para esa muchacha, añadió con jovialidad.

-No tengas miedo. Tú me has visto desnuda cantidad de veces. No es nada malo. Además, te aseguro que mis fines son totalmente honestos.
-Sois la reina, mi deber es obedecer a todos vuestros requerimientos, sean estos cuales sean.- Pudo balbucir la aludida, visiblemente ruborizada en tanto se despojaba poco a poco de aquel complicado vestuario.- Cualquier cosa que pidáis, soy vuestra servidora.

            Y tras el vestido, corpiño, enaguas y algunas piezas más, la chica quedó en ropa interior. Ésta al menos era más moderna pensó Nehie. Anaris iba a quitársela pero la soberana la detuvo con un gesto de su mano derecha.

-No hace falta que continúes.- Le indicó para alivio de su azorada camarera.-

            La reina entonces abrió un armario y sacó algunas prendas. Enseguida le ordenó a su doncella.

-Pruébate esto, por favor. La princesa Chiba y las ladies asteroides me lo compraron en la Tierra hace años. Pero crecí y me quedó pequeño. Sin embargo, todavía no está pasado de moda. Desde luego, es mucho más actual que lo que llevas.

            La aturdida interpelada obedeció. Se puso una falda roja corta hasta las rodillas y una blusa de color vainilla que le quedaban muy bien con su rubio cabello recogido en un intrincado moño.

-¡Y por Dios! - Suspiró Nehie deshaciendo ese peinado para soltar los cabellos de la atónita doncella.- ¡Quítate esto, pareces una abuela! Con lo guapa que eres…así, ningún muchacho se iba a fijar en ti.

            Y ante el rubor que atenazaba a la pobre jovencita, Nehie sonrió cálidamente para declarar.

-Desde ahora en este palacio se ha terminado el vestir como hace doscientos años. Quiero que mis súbditos tengan la posibilidad de ser más libres en ese y en otros aspectos.
-Perdón, Majestad.- Se atrevió a musitar la chica.- ¿He de salir así entonces?
-Bueno, por hoy te pones otra vez el saco ese de patatas. Mañana mismo sacaré un edicto real para reformar las reglas de etiqueta en palacio.- Afirmó Neherenia que con patente interés le pidió a la muchacha.- Anaris, quiero que me respondas a una cosa y que seas sincera. Olvida por un instante que soy la reina.
-Lo…que vos digáis, Señora.- Balbució la pobre chica.-

            Nehie suspiró mirando al techo. Sería difícil pero habría que intentarlo. De modo que preguntó.

-¿Eres feliz estando aquí?... Me refiero a mi servicio en palacio.
-¡Oh, por supuesto! Es un gran honor para mi familia y para mí.- Se apresuró a contestar la interpelada.-
-No te he preguntado eso…-Dijo su interlocutora que matizó.- Me refería a ti, personalmente. ¿Eres feliz?

            La chica bajó entonces la mirada y se tomó unos instantes para responder con suavidad.

-Mi Señora…sois muy amable conmigo. Siempre me habéis tratado bien. Y para mí es un orgullo serviros. Aunque a veces extraño a mis padres. Viven en el sector creciente dos y puedo verles poco.
-Tu madre, Casiopea, fue una de mis camareras y muchas veces hizo de niñera para mí. Todavía recuerdo alguna nana que me cantaba para que me durmiera.- Sonrió levemente Neherenia..-

            Y esos eran los primeros recuerdos que conservaba de una infancia feliz. Se daba cuenta ahora que aquel fue el inicio para separar el camino de su destino del de su oscura contrapartida. En buena parte desde luego, esas nanas de la doncella Casiopea y el cariño que le mostró, hicieron que Neherenia tomase el camino de la luz. Entonces le comentó a Anaris.

-Tienes unos años menos que yo, supongo que, cuando tu madre estaba a mi servicio, serías apenas un bebé.
-Bueno, no sé mucho de eso, Majestad.- Fue capaz de musitar la joven.-
-¿Sabes? A veces he estado celosa de ti.- Le confesó Neherenia a su atónita doncella.-
-¿De mí?- Repitió una impactada Anaris, apresurándose a replicar.- Señora, no comprendo el porqué, sois la soberana, y la mujer más hermosa…
-Por favor, la hermosura no es algo de lo que quiera estar ufanándome. Al menos, no en esta vida.- Se dijo en voz baja para añadir una vez más dirigiéndose a su camarera.- Tranquila, celosa en el buen sentido. Deja que te lo explique. Verás. Tu madre permaneció cuidando de mí hasta que me hice adolescente. Luego el caballero de la Lune la sustituyó por otra camarera principal. Al principio eso me molestó, pero él me contó que Casiopea tenía también una hija a la que cuidar. Y yo sentí muchos celos de esa pequeña. Tenía como madre a una maravillosa mujer.
-Majestad, yo..- Musitó la azorada joven.-

            Neherenia le sonrió afablemente y prosiguió su explicación.

-Las otras camareras eran buenas personas también, pero siempre eché de menos a tu madre. Por ello, cuando el Chambelán mayor me dijo que la hija de Casiopea iba a entrar a mi servicio me alegré mucho. -Y tras tomarse un instante para pensar, añadió.- Te seré sincera, no sabía si ibas a ser como ella. Pero tras estos años, celebro decir que eres más que una digna hija de tu madre.- Sentenció la soberana.-
-Gra, gracias, mi Señora, eso significa mucho para mí.- Fue capaz de decir la emocionada chica.-
-Por eso creo que tus padres deberían venir más a menudo aquí.- Comentó de un modo más desenfadado Neherenia que añadió también.- Y tú puedes tomarte algunos días para pasar tiempo junto a ellos si lo deseas. Bueno, supongo que al menos desde que he estado en la Tierra, habrás tenido ocasión de ir a verles.- Conjeturó la soberana.-

            Sin embargo, la joven mantuvo la cabeza gacha para apenas atreverse a musitar…

-Es que… las normas dictaminan que las camareras reales deben permanecer en palacio si no son requeridas por la reina cuando ésta se ausenta. Nuestra obligación es estar disponibles para cuando su Majestad retorne, en cualquier momento…y tampoco se admiten visitas del exterior si no existe la conformidad Real.

            Ahora fue el turno de Nehie de quedar impactada. Cuando hubo asimilado aquello dijo con incredulidad.

-¿Me estás diciendo que no has salido de aquí desde que me marché?...

            La joven asintió tímidamente.

-Mañana mismo te tomarás un mes de vacaciones.- Aseveró Neherenia.-
-Pero, Señora.- Pudo musitar la aludida elevando la vista.- Yo…
-¡He dicho que desde mañana!- Espetó la soberana.-

            Aunque enseguida dulcificó su tono al advertir la cara de asombro y algo de temor de esa pobre muchacha y dulcificó su tono y su gesto para añadir.

-Perdóname. No quise ser tan brusca. Ahora cámbiate y ve a buscar al Chambelán de protocolo. Le dirás que deseo verle aquí inmediatamente.
-Como vos ordenéis, Majestad.- Replicó la muchacha.-

            Entonces procedió a cambiarse en tanto Neherenia agregaba.

-Es algo intolerable. ¿Por qué no me lo dijiste antes?
-Vuestra Majestad tiene muchos asuntos muy importantes que atender…que ocuparse de mí. - Replicó apuradamente la interpelada.-

             Neherenia se acercó a la joven y posó sus manos sobre los hombros de ella para afirmar con una sonrisa.

-Escucha Anaris. Eres una de mis súbditos. Lo que te pase es importante para mí. No hay nada más importante. Y por experiencia sé que estar lejos de las personas a quienes quieres es muy duro. Por eso ve a ver a tu familia. Pasa un tiempo con ellos.
-¿Y quién se ocupará de atenderos?- Quiso saber la preocupada doncella.-
-No te apures por eso. Ya soy mayorcita, sé cuidarme sola.- Afirmó su interlocutora.-

            Su contertulia no opuso nada a ese particular. Terminó de enfundarse en su anterior vestido y salió. Al cabo de un rato el requerido Chambelán llegó. Tras tocar en la puerta y solicitar la venia para entrar ésta le fue concedida.

-¿Deseabais verme Bella y Gentil Majestad?- Inquirió tras hacer una reverencia.-
-Sí, Armand.- Le comentó la soberana llamándole por su nombre de pila.-

Esto no sorprendió al interpelado, en la intimidad de sus aposentos la reina a veces solía hacerlo. Lo que sí le causó notoria perplejidad fue cuando ella le notificó.

- Deseo extender un decreto real. Desde ahora mismo las normas de protocolo y aposentamiento Real serán cambiadas.
-Como vos digáis, mi Señora.- Comentó ese tipo añadiendo con tono engolado.- ¿Y podría saber en qué van a consistir esos cambios?
-Claro.- Concedió su contertulia para detallar.- El vestuario de las camareras y funcionarios reales se actualizará al convencional de la Tierra. Se deroga la normativa relacionada con la permanencia forzosa del servicio en tanto la reina esté ausente. Cada empleado de la Corte gozará de una carta de derechos y de obligaciones que sea adecuada a los tiempos actuales.
-Pero, Majestad.- Pudo decir aquel individuo, enfundado en una casaca negra a juego con sus pantalones y que llevaba una peluca postiza blanca.- Las tradiciones de etiqueta…
-Se van a cambiar.- Le interrumpió ella con una sonrisa algo pícara aseverando divertida.- Esto huele demasiado a naftalina. Desde mañana misma el nuevo reglamento que redactaré esta tarde estará vigente. Y como no es una medida para el reino entero, sino solamente para mi casa Real, no preciso reunir a los ministros, ni al consejo en el parlamento.

            Aquel individuo entonces se inclinó respetuosamente para preguntar.

-Se hará como vos mandéis, mi Señora. ¿Debo informar al caballero de la Lune? Como canciller y Chambelán Mayor debe estar al corriente.
-Sí, ocúpate de informarle.- Convino Nehie.-

            Y tras otra reverencia su jefe de protocolo se retiró dejándola a solas. Al fin la joven monarca suspiró tratando de pensar qué escribiría en ese nuevo decreto y qué más medidas podría tomar. Al final redactó un buen articulado que modernizaba bastante la anterior situación.

-Bueno, creo que me ha quedado bastante bien.- Se dijo satisfecha cuando lo leyó.- Ahora a ocuparme de cosas más serias.

            Así lo hizo. Pasaron los días y también ofreció audiencias a sectores descontentos de entre su pueblo. Algunos protestaban por la falta de libertad para viajar a la Tierra o para emprender actividades, dado que la legislación les coartaba bastante. Fiel a sus propios cambios, ella se vistió con un blazer gris y unos pantalones a juego que le daban más aspecto de ejecutiva que de monarca. Reunida en el salón de audiencias con ellos un grupo de individuos que se habían significado por sus críticas aguardaban en pie. La soberana se levantó del trono entonces y comentó con tono más informal.

-Estaremos más cómodos en el salón de plenos. –Y dicho esto le indicó a su Canciller.- Caballero De La Lune. Vamos a la sala de reuniones.
-A vuestra órdenes, Majestad.- Convino él.-

            La soberana se puso en marcha seguida por esos individuos, tres en total. Un tipo alto, de raza negra y delgado. Una mujer de pelo castaño y de media estatura y un hombre regordete y calvo. Pese a todo caminaban mirándose entre sí con gesto desconfiado. Más cuando cruzaron el largo pasillo que les encaminaba hacia esa sala viendo a los guardias reales que allí se apostaban. La propia reina hizo un comentario no exento de ironía al percatarse.

-No se preocupen, mis centinelas se asegurarán de que ustedes no corran ningún peligro.

            Ninguno respondió. Finalmente entraron en aquel salón de plenos donde Nehie solía reunirse con los miembros de su gobierno. Aunque en esta ocasión junto a ella solamente se encontraba su leal Canciller. 

-Tomen asiento, por favor.- Les pidió ella.-

            El grupo se sentó en varios sillones de cuero que rodeaban una gran mesa de madera ovoide. Al fin fue el caballero de la Lune quién comentó para todos.

-Los aquí presentes, el grupo llamado “Por la libertad de la Luna Nueva” Pidieron audiencia a su Serenísima Majestad Soberana, la Hermosa y Gentil reina Neherenia Primera de la Luna Nueva…
-Basta, por favor.- Le pidió ella misma no deseando molestar a sus interlocutores con la retahíla completa de sus títulos y dignidades.- Me gustaría saber cómo se llaman ustedes…

            El tipo alto y de raza negra, que parecía ser el líder, habló entonces con tono duro bajo una apariencia de educada moderación.

-Nuestros nombres no son tan importantes como los de su Majestad. Pero a mí puede llamarme Basalto.
-Yo soy Zirconia.- Replicó la mujer.-
-Y yo me llamo Pirita.- Remachó el hombre calvo.-

            El apodo de esa mujer le era algo familiar a Neherenia. No sabía por qué. Sin embargo, optó por dejar eso de lado. Enseguida quiso mostrarse cordial e ir al grano.

-Ustedes son los líderes de un movimiento que aboga por cambiar el sistema político de la Luna Nueva. También son muy críticos con la política de nuestro reino. Me gustaría que me explicasen el motivo de su malestar…

            Y tras unos momentos que parecieron eternos, el líder se avino a ello…

-Majestad,…creemos que, siendo muchos de nosotros en origen ciudadanos de la Tierra, que vinimos aquí tras los primeros viajes a éste satélite para fundar esta nación, merecemos  emular a los primeros padres de los Estados Unidos. Fue ese país quien primero llegó a la Luna y su régimen es una República.
-Sí.- Convino esa mujer de mediana edad.- Tras la llegada del año sesenta y nueve hubo muchas más. Se engañó a la opinión pública de la Tierra con que no se hicieron más viajes tras diciembre de mil novecientos setenta y dos. En realidad, lo que a veces se filtraban como abducciones extraterrestres y platillos volantes no eran sino naves que llevaron a muchas personas hasta aquí.
-Así es. Y poblaron este sitio. Con duro trabajo se construyeron los primeros módulos habitables.- Terció el tipo regordete.- Pero eso su Majestad ya lo sabe.
-Sí, lo sé.- Admitió ella.-

            Y es que durante los últimos meses y en sucesivas reuniones con su amiga Chibiusa y con su canciller, finalmente De la Lune le contó esa historia. La propia reina Serenity se la confirmó un día que fue a visitarla. Y también le desveló otras cosas realmente importantes.

-Lo que jamás supo la opinión pública mundial es que los astronautas del Apolo once encontraron algunas ruinas del Milenario de Plata. Por eso se censuraron algunas transmisiones. - Le contó la madre de Chibiusa.-
- Entonces, hace mucho tiempo que saben de nuestra existencia.- Afirmó la perpleja Neherenia.-
-Únicamente los gobiernos de algunos países. Tenemos acuerdos de ayuda y cooperación con ellos. El más notorio ha sido la expedición de la nave.
-Claro.- Suspiró Nehie.-

            Aquello le traía amargos recuerdos, la pérdida de Granate pese a todo, seguía ahí. Serenity lo vio enseguida y le sonrió a la joven, posando una mano sobre las de Neherenia.

-Con los sacrificios de muchos estamos forjando un mejor futuro para todos, más seguro y más pacífico. Donde los niños puedan crecer a salvo y ser felices. Y tú eres alguien muy importante para que logremos ese futuro. La Luna es la primera línea de defensa de la Tierra, y también la última. Y tú eres la guardesa del planeta Azul.
-Majestad.- Suspiró Neherenia.- A veces temo no estar a la altura de tamaña responsabilidad.
-Ten en ti la misma fe que tenemos todos.- Le respondió su contertulia.- Habrá más pruebas y peligros. Y tu papel para la defensa de la Tierra será fundamental. De todos modos, no estarás sola, estoy en conversaciones con una vieja amiga mía que reina en un lejano planeta. Pronto tendrás noticias de allí.
-¿Noticias? ¿Cuáles?- Quiso saber la joven.-
-Posiblemente envíen una legación diplomática para acordar un tratado de amistad contigo.- Le desveló Serenity.-
-¿Y puedo saber de qué planeta estas hablando?- Inquirió Neherenia con patente interés.-

            Serenity sonrió diríase que divertida para responder.

-Claro, se trata de Nuevo Vegeta. El planeta de los saiyajin.

            Neherenia había oído hablar de esos individuos. Incluso por lo que sabía, el tío de Idina, era miembro de ese pueblo. Eran realmente poderosos. Si podía tenerles como aliados aquello proporcionaría mucha seguridad tanto a la Tierra como a la Luna. Así pues sentenció.

-Si la envían, haré todo cuanto esté en mi mano para ganarles como amigos, de este modo podremos proteger mejor la Tierra y la Luna. Pero asimismo tengo algunos problemas internos con una parte de mis súbditos.- Le confió Nehie.-
-Sé que serás capaz de resolverlos.- Aseveró su contertulia.-

            Y ahora, volviendo de esos recuerdos, le preguntó a su interlocutor.

 -Pero al margen de abducciones forzosas y gentes traídas contra su voluntad, lo cual yo deploraría de haber sido ese el caso. ¿Qué tiene de malo la construcción de módulos para la salud y la prosperidad del reino? Es todo lo contrario. ¿Acaso no os alegráis de que su colonice y se pueble esta cara de la Luna? ¿ O es que os parece poco y pretendéis que nos extendamos a la visible también?

            Fue Basalto quién tomó la palabra para declarar con tono contenido y apenas paciente.

-Señora, por supuesto que hubo abducciones forzosas y a muchos de nuestros antepasados les trajeron aquí por la fuerza, condenándoles a sobrevivir en este lugar. Pero esa sería cuestión para otro debate. En lo que habéis mencionado acerca de los módulos y la expansión, sabéis perfectamente la respuesta. La cara visible de la Luna no se repobló apenas por dos motivos. El primero, era evidente para cualquier astrónomo con un telescopio lo bastante potente. Se podría haber detectado actividad. El segundo, las ruinas del famoso Milenario de Plata. Esas mismas que se han restaurado para construir un palacio más modesto, pero palacio al fin y al cabo.
-La sede del reino de la Luna, donde mi amiga la princesa Chiba y sus ladies Asteroides pasan a veces unos días cuando vienen a verme.- Comentó Nehie.-
-Sabemos que viajan al futuro y que pretenden instaurar una monarquía no únicamente en toda la Luna, sino en la Tierra.- Denunció Basalto quién entonces varió su tono por otro más contemporizador al agregar.- Sin embargo, eso no nos preocupa todavía. Lo que si nos indigna es  la dictadura que algunos, como su Canciller aquí presente, han impuesto…
-¡Eso es una calumnia! - Replicó De la Lune, aquel tipo algo entrado en kilos y de mediana edad, afirmando.- Se aplica la legislación creada en el siglo veinte para este reino.
-Que impide a los ciudadanos participar en el gobierno… porque somos ciudadanos, Majestad. – Terció Zirconita.- No nos consideramos súbditos, ni de usted, ni de nadie…
-Con semejante falta de respeto esta reunión se da por concluida.- La interrumpió el ofendido canciller.-

            No obstante, Neherenia alargó la mano y le hizo guardar silencio. La reina sentenció…

-No, deseo escuchar todo lo que tengan que decirme. Así se lo prometí. Yo no censuro otras opiniones distintas a las mías.

            El trio que se había levantado de sus sillones haciendo amago de marcharse volvió a sentarse. Ahora fue Pirita quien comentó conciliador.

-Al menos, Señora, nos alivia comprobar que cumplís vuestra palabra. No decimos que vos seáis el problema…
-Mi canciller es una persona leal que se ha desvivido siempre por procurar lo mejor para este reino.- Declaró ella.-
-Vuestro canciller ha hecho cuanto ha estado en su mano por controlar de un modo férreo a los ciudadanos de esta nación.- Matizó Zirconita.-  Aun con todo, incluso su figura podría quedar apartada de esta conversación…

            Y pese a la expresión de desagrado que adornó el semblante de Gillard de la Lune, su soberana le pidió de modo amable pero firme.

-Os lo ruego. Haced el favor de dejarnos a solas.
-Pero Majestad. ¿Vais a confiar en estos… individuos?- Pudo decir el indignado político.-
-Tanto como ellos han confiado en mi palabra cuando aceptaron reunirse aquí.- Expresó ella de modo tajante aunque cordial.-
-Lo que vos ordenéis, Señora.- Replicó aquel hombre, visiblemente ofendido, levantándose de su sillón para decir con tono de apenas contenido enfado hacia sus antagonistas. - Buenos días, caballeros y señora.

            Y tras hacer una reverencia a la reina salió de la estancia manteniendo en todo momento su dignidad. Al cabo de unos instantes Nehie sonrió trémulamente para decir.

-Les aseguro que es una persona honrada y leal. Le juzgan muy injustamente.
-Majestad. Puede que a usted se lo parezca.- Comentó Pirita.- Pero hace años que le conocemos y nunca se avino a conversar en estos términos. Para él todo lo que se salga de la ortodoxia palaciega es inaceptable.
-En eso debo darle la razón.- Suspiró la reina quién enseguida quiso virar hacia otros asuntos.- Por favor, tratemos de comunicarnos desde una perspectiva más abierta.
-Eso queremos también nosotros.- Aseguró Basalto.- Y si nos lo permite, Señora, nos gustaría exponerle nuestras consideraciones.
-Claro.- Concedió Nehie.-

Y así lo hicieron. El grupo reivindicó más libertad y cambios en el modelo de sociedad. Ella prometió regular aquello de forma mucho más permisiva. Ahora que conocía bien la forma de funcionar de los terrestres pudo organizar un programa de estudios más moderno y versátil e incluso ordenar la creación de un fondo de becas para aquellos de sus súbditos que desearan conocer la Tierra. Al final incluso Zirconia se atrevió a decir…

-¿Sería usted capaz incluso de poner a prueba el régimen político de la Luna?
-¿En qué sentido?- Quiso saber su interlocutora.-
-En el de hacer una consulta al pueblo sobre si preferiría una República Lunar independiente.- Le soltó a bocajarro esa mujer.-

            Incluso sus compañeros de mesa la miraron atónitos por su audacia. Ninguno había creído oportuno plantear eso. Al menos no todavía. Hasta Basalto intervino para tratar de matizar…

-Quizás en un futuro sería algo interesante de plantear. Por ahora nuestras peticiones son bastante más ligadas al día a día…

            Aunque lo que les sorprendió a su vez fue la réplica de Neherenia quién, con visible confianza, afirmó.

-Pues no veo mal su propuesta, señorita Zirconita. Sin embargo, no depende solamente de mi parecer. Tendría que plantearlo ante el Consejo del Reino. En un principio coincido con el señor Basalto. Primero trataremos de acercar posturas en los asuntos que hemos discutido. Más adelante le prometo abordar su proposición.

Los tres individuos se miraron entre sí casi sin poder creer lo que oían. Fue Pirita quién dijo cuando ya se despedían.

-Señora. Le agradecemos su tiempo. Esta reunión ha sido de lo más provechosa.
-Lo mismo digo. A cambio solamente les pido una cosa. Que las agitaciones y actos contra el gobierno se limiten a lo legalmente aceptado.- Replicó ella.-
-En lo que de nosotros pueda depender le garantizo que así será.- Aseveró Basalto.-

            Y tendió la mano hacia la soberana quién en un gesto natural se la estrechó. Lo mismo hizo con Zirconita y Pirita. Al fin, Neherenia quedó a solas en esa sala…

-Bueno. A ver ahora como expongo esto a mi gobierno.

 Se alegraba de haber podido entenderse con esos activistas. Muchas cosas que pedían no eran realmente descabelladas. Pero claro, algunas chocaban con las ideas algo trasnochadas de muchos de sus consejeros, incluido su chambelán mayor quien en las reuniones del gobierno en palacio no dejaba pasar la ocasión de protestar, eso sí, con exquisitos ademanes y términos.

- Bella y Gentil Majestad. – Decía de forma obsequiosa aunque concernida. – No dudamos de vuestras buenas intenciones, pero no se le puede dar al pueblo tanta libertad de repente. Nuestro reino es limitado en recursos y población.
-Según mis datos tenemos una superficie comparable a un continente de la Tierra y nuestra población suma apenas más de dos millones. Sitio hay. Y gente, bueno… siempre se pueden tener niños.- Sonrió ella. –
- No es tan sencillo. Vuestra Bella y Gentil Majestad. – Terció el ministro de la Hacienda Real – Nuestros recursos no dan para tanto. Si ponemos en marcha esos programas de los que habláis, tendremos que elevar los impuestos.
-Sí- convino el ministro de industria para apoyar a su compañero. – Y nuestros recursos minerales y otros yacimientos no son tan ricos como para obtener tantos ingresos.

            Pero Nehie no se arredró ante esas dificultades. No en vano había pasado días y días estudiando datos de la Luna. Al menos la parte que ella regía, y pudo responder con fundamentado conocimiento de causa.

 -Tendremos que negociar con los gobiernos de la Tierra y con sus empresarios. – Contestó alegando, –nuestra alianza con ellos es muy importante. Aunque sea todavía a nivel extraoficial. Pero la reina Serenity me comentó hace ya tiempo que la hora de revelar nuestra existencia está próxima. De modo que, aún limitados por el secreto oficial, podemos comerciar y vender allí nuestros yacimientos. Tenemos plata y piedras preciosas en abundancia. Aunque conviene exportarlas poco a poco, a fin de no bajar los precios demasiado saturando la oferta. Y no olvidéis los planes para fomentar las empresas en nuestro mundo, o el turismo cuando llegue el momento. Con un marketing adecuado tenemos mucho que ofrecer.
- Ya comenzamos a colaborar con la Masters Corporation, Majestad.- Le apuntó el ministro de hacienda.-
-Sí, a raíz de la llegada de la SSP-1 y su parada técnica. Y sé que también se les prestó ayuda cuando esa nave estaba en construcción.- Comentó ella.-
- Sí pero nuestro hábitat es limitado. Y no podemos sobrecargarlo con explotaciones mineras excesivas. - Opuso la ministra de medio ambiente con la expresión demudada. –
-Quiero que se elabore un estudio riguroso y exhaustivo sobre ese tema y que se comiencen a adecuar muchas más zonas como parques y reservas naturales. Traer incluso vegetación y nutrientes de la Tierra para ampliar la zona habitable que tenemos.- Le respondió Nehie que ahora no cesaba de consultar datos y gráficas, añadiendo.- Y está el plan que ha llevado a cabo la Masters Corporation que mencionó el ministro de la Hacienda real. A cambio de nuestro apoyo para que su nave hiciera escala técnica aquí, han sufragado la construcción de las cúpulas y la instalación de esos generadores de gravedad. Eso nos ha hecho ganar una extensión enorme para cultivos y zonas verdes, un pulmón de oxígeno y una atmósfera.- Remachó con patente optimismo.-
-Sí, pero pese a esos grandes avances, nuestras reservas de agua no son demasiado abundantes, Majestad, – se permitió informar uno de los ministros. –
-Eso podría solucionarse. Si nos abastecemos de la Tierra. O de cometas próximos. – Replicó la soberana. – ¡Y con suerte puede que localicemos el mítico manantial de la Luna!- Sonrió.

Desde luego que no contaba realmente con eso. Aunque al menos aportaba algo de sentido del humor a esa soporífera reunión llena de datos y de reparos.

-Pero eso no deja de ser casi una leyenda. – Le opuso otro de sus aburridos consejeros. –

            La soberana suspiró, realmente aquello era muy tedioso, sobre todo el tratar de meter en vereda a sus ministros. ¡Se suponía que debían de ser ellos los que la aconsejaran a ella proponiéndole ideas, no al revés! Ahora agradecía la experiencia adquirida en sus clases de la Golden donde tuvo que hacer trabajos y presentaciones para disertar sobre temas muy variados. ¡Qué importante era tener una buena educación! Al hilo de esa reflexión, así lo hizo constar.

-En mi caso soy muy afortunada por la oportunidad que he tenido y tengo de estudiar en la Tierra. Creo que es algo a lo que todo ciudadano de la Luna Nueva debería tener derecho. Y eso nos lleva a la consulta que me han planteado esos activistas.
-¡Pero Majestad!- Se levantó De la Lune con patente gesto de horror.- Eso es inadmisible. Es un acto de traición.
-No lo veo así.- Rebatió la soberana.- Digamos que, si ganamos esa consulta, mi legitimidad no volverá a cuestionarse.
-¿Y qué pasa si la perdemos?- Inquirió el ministro de interior.-
-Pues el pueblo de la Luna habrá hablado y no me querrán como reina. Quizás entonces me presente a las elecciones.- Sonrió ella.-

            Y por suerte, sobre todo viendo las horrorizadas caras de muchos miembros de su gabinete, cualquier otra opinión tuvo que ser aparcada cuando el ministro de asuntos exteriores tomó la palabra tras recibir y leer una nota que le había traído uno de sus subalternos

-Mi Gentil y Bella reina. Una nave del espacio exterior solicita ser recibida. Dice provenir del Planeta Nuevo Vegeta y venir en misión diplomática.

Neherenia se permitió otra fugaz sonrisa. De modo que la reina Serenity había cumplido su palabra. No esperaba menos, puesto que la Soberana de la Tierra y la Luna le prometió que hablaría con la reina de los saiyajin para que estos enviasen a alguien a fin de formalizar un tratado de amistad y alianza con ese planeta. Así, otro acuciante problema, la posible defensa de la Luna en su cara oculta, quedaba solucionado. De hecho, el ejército de Nehie no pasaba de diez mil componentes. Apenas tenía fuerza militar y pese a su pacto con la Tierra deseaba asegurarse las espaldas con más aliados. Los guerreros del espacio por lo que sabía de conocer a Roy y su hijo Leval, eran una raza muy poderosa. Pese a que ella no les hubiese visto en acción, los testimonios de las sailors le daban fe de ello. De modo que, enseguida preguntó.

-¿Para cuándo se espera su llegada?
-En cuestión de cinco o seis horas, Majestad.- Replicó su ministro de exteriores. –
-Bueno, pues terminemos pronto con el orden del día, chambelán. – Ordenó la soberana para indicar a todo su gobierno. – Quiero que le ofrezcamos una magnífica recepción a ese guerrero. Pero que sea al tiempo sobria. Por lo que me han referido acerca de ellos y sus costumbres son gentes muy espartanas. Debemos ser amables sin caer en la obsequiosidad excesiva. Pueden sernos de una valiosa ayuda, pero jamás debemos darles la impresión de que nos sean imprescindibles. ¿Entendéis?
-Se hará como vos ordenéis, Majestad. – Repuso obedientemente el chambelán. –
-Y como último punto quedan las visitas que vuestra Majestad ha expresado el deseo de hacer por las zonas habitadas y en construcción. – Subrayó el ministro de interior –
-Así es. Quiero conocer bien a mi pueblo y dónde viven mis súbditos. Saber que problemas tienen pero enterándome por ellos. Apreciarán que su soberana les escuche.
-Muy loable, Majestad. – Pudo responder su ministro del interior haciendo una servil reverencia. –

Y tras discutir algunos puntos más, al cabo de un par de horas se dio por terminada la reunión y Neherenia se dispuso a preparar el recibimiento para su invitado…

-Debo trabajar sin descanso, por todos ellos, por mí… por ti, Granate…- Suspiró con melancolía pensando. – Ahora me siento muy avergonzada de cómo me comporté tras tu marcha. No volveré a desfallecer. Menos mal que Chibiusa y las Asteroides estaban aquí para sacarme de aquello.

            Recordaba con pesar aquellos días posteriores a la muerte de su amado. Iba y venía casi como una zombi sin prestar apenas atención a los asuntos de Estado. Apenas un par de días más tarde del funeral entró en sus estancias. Allí, esa fachada de mujer dinámica y casi de negocios que se había forzado a mostrar ante los demás se le cayó por completo. Ahora suspiraba mirando a su espejo. El último sitio en el que pudo ver el reflejo de su amado Granate. Apenas enfrentó la vista a él, contemplándose a sí misma no pudo soportarlo y se vio llorar, en tanto decía esbozando una tenue sonrisa.

-Perdóname Granate. Pese a lo que me dijiste no puedo ser lo bastante fuerte.

            Ahora pensaba en aquellos aciagos momentos, tras enterarse de la muerte del chico. Se quedó en un estado de postración tal que no quiso salir de su habitación durante dos días enteros. Su camarera, Anaris, tocó a la puerta y abrió.

-¿Dais vuestro permiso, Majestad?...Mi Señora... ¿Estás bien?

            Neherenia no respondió, se limitaba a mirarse en ese gran espejo y llorar, apenas musitando.

-Jamás me separaré de ti…
-Mi Señora…-Pudo musitar la rubia doncella.-

            Pero la reina ni tan siquiera la miró. Aquella chica, evidentemente asustada, salió de allí yendo a buscar al Chambelán mayor. Al poco, retornó acompañada del caballero Gillard de la Lune quién se personó en las estancias tras tocar a la puerta.

-Majestad. ¿Os sentís indispuesta?- Inquirió con prevención.-

            Ahora sí que ella le miró, aunque entre lágrimas esbozó una sonrisa sardónica moviendo la cabeza y diciendo.

-¿Indispuesta?…Sí...puede que lo esté, para la vida…dejadme sola.
-Pero Señora, el pleno de audiencias está pronto a…

            De la Lune no pudo decir más, Neherenia le cortó con un grito lleno de rabia y dolor.

-¡Dejadme sola he dicho!

            Durante unos tensos y embarazosos momentos ninguno de sus interlocutores pronunció palabra. La impactada Anaris estuvo tentada de aproximarse para tratar de ayudar a su soberana, pero el caballero de la Lune la sujetó con delicadeza de un brazo y movió la cabeza. Fue el propio Chambelán quién, con tono suave y respetuoso, replicó al fin.

-Como gustéis. Majestad.

            Y le indicó a la doncella que saliera. Cerraron la puerta dejando allí a su soberana. Realmente Nehie no supo cuánto tiempo transcurrió cuando oyó que la puerta volvía a abrirse. Miró con desinterés observando que en esta ocasión se trataban de Chibiusa y las Asteroides. Entonces sonrió, marcando una mueca de dolor en sus humedecidas facciones.

-¡Nehie!- Musitó la princesa Chiba yendo hacia ella.- Lo siento mucho…

            Sus guardianas se mantuvieron a una prudencial distancia tras cerrar la puerta de las habitaciones reales. Ninguna habló. Sin embargo, todas mostraban unos rostros plenos de consternación, lejos de sus caracteres joviales de siempre, observando a la soberana de la Luna Nueva de rodillas ante aquel espejo al que ahora se abrazaba.

-No - repuso la destrozada reina, casi con un susurro.- Toda está bien… él está aquí, conmigo…

            Las asteroides se miraron ahora con honda preocupación. ¡Aquello parecía revivir la pesadilla del pasado! Neherenia atada a ese espejo. Por suerte éste estaba bendecido por Helios y el Cristal de Plata. No le traería mal alguno. Aunque pudiera ser que ella misma lo propiciara de mantener esa actitud. ¿Y si aquello la hubiese trastornado?...

-Mi querida amiga. Debes sobreponerte. Sé lo duro que tiene que ser para ti. –Le dijo Chibiusa arrodillándose a su lado.- Te lo suplico, Nehie…
-¿Sabes que me cantó una canción?- Sonreía ésta ahora como si no escuchase los ruegos de su amiga para tararear.- Un cielo lleno de estrellas. Y me dijo que yo era la más hermosa de todas… Y otra canción más… quería que tomara su mano y ser amado… Y yo le amé…le amé Chibiusa y ahora se ha ido…me ha dejado…sola…
           
La princesa Chiba no podía impedir que le cayeran las lágrimas observando el patético estado en el que se encontraba su querida amiga. Pero no podía dejarla así. La observaba con el pelo ensortijado, y las ropas sin cambiar desde quizás hacía ya un par de días. Enseguida trató de sobreponerse ordenando a sus guardianas.

-Sailor Ceres, busca al Chambelán, que reúna al consejo de ministros,  dile que yo me ocuparé de todo. Sailor Juno, encuentra a la doncella personal de la reina y hazla venir enseguida. Sailor Vesta, ocúpate de ir llenando la bañera de agua caliente. Sailor Palas, busca ropa limpia…
-Como digáis, alteza.- Repusieron las cuatro al unísono, obedeciendo de inmediato.-

            Y la princesa de la Luna Blanca se levantó tratando de que la reina de la Luna Nueva hiciera lo propio.

-Sé que es muy duro, pero no puedes continuar así. Esto se ha terminado, Nehie…Debes volver a ser tú…

            No obstante, la interpelada negó con la cabeza resistiéndose a levantarse. Incluso con el tono quejumbroso y gimiendo, replicó.

-No has escuchado la canción que yo le canté…Tienes que creer que somos mágicos… - Tarareó con la voz rota.- Que nadie se puede interponer….
-No, Nehie, no…ésta no eres tú.- Insistió su amiga intentando de nuevo que se pusiera en pie.- Vamos…tienes que sobreponerte.

            Aunque ahora la reina reaccionó mucho peor, tras dar un alarido y empujar a Chibiusa tirándola al suelo.

-¡Noo! – Chilló enfrentando una enloquecida mirada a la de su amiga.- ¡Déjame sola!... ¡Déjame con él!

            Y la princesa Chiba se asustó realmente. Esos ojos le recordaban demasiado bien a otra Neherenia completamente distinta. La que la secuestrase siendo niña. La que la arrojó al vacío. Movió la cabeza con gesto horrorizado pero enseguida se repuso. Y el miedo dio paso a la indignación y a la rabia. ¡No iba a consentir que su amiga echase a perder su vida de esa forma! Les había costado demasiado criarla y enseñarla a seguir la senda del bien. ¡No!... se levantó como un resorte y sin pensar cruzó la cara de Nehie con una sonora bofetada que la derribó al suelo.

-¡Ya es suficiente! ¿Me has oído?... levanta del maldito suelo de una vez. ¡Eres una reina! Te guste o no, tienes obligaciones y unos súbditos a los que gobernar.
-¡No quiero, no puedo! - Reaccionó ahora su interlocutora sollozando en tanto se intentaba incorporar con esfuerzo para sentarse en el suelo.- ¡Nooo!…no puedes obligarme…
-Mírate en ese espejo, sí ¡mírate bien!- Le exigió Chibiusa con patente enfado.- ¿Crees que Granate estaría feliz si te viese así?... ¿Acaso él se habría enamorado de una chica como tú de haberle mostrado esta cara tan patética? Ahora creería que eres un despojo. ¿Es que no te da vergüenza? ¿Te atreves a pensar que eres la única que sufre por su pérdida? ¿Qué piensas que él diría?

            La aludida se tapaba ahora las orejas y movía la cabeza, no quería oír aquello, no podía soportarlo. Sobre todo dándose cuenta de que su interlocutora tenía toda la razón…

-Todos lamentamos su muerte. Sus padres, su hermano, sus primos... ¡Tu amiga Idina que aún no lo sabe y que dentro de poco volverá a la universidad!. Y va a necesitar a alguien que la apoye, y ese alguien eres tú. ¡Maldita sea!, sal de esta pesadilla…actúa como una soberana y como una mujer adulta.

            Ahora Neherenia únicamente podía llorar y sollozar sintiéndose realmente mal consigo misma y avergonzada. Tardó en poder reunir la fuerza necesaria para balbucear.

-Lo….lo…siento…

            Y Chibiusa tampoco se vio libre de lágrimas. En esta ocasión se arrodilló junto a esa pobre chica y la abrazó con ternura. Pudo susurrarla con todo el afecto que fue capaz.

-Ya está, ya ha pasado, Nehie…

            En eso que llegaron Sailor Ceres y Sailor Juno con Anaris y con el Caballero Gillard de la Lune. Chibiusa, esta vez sí, logró levantarse con su amiga, auxiliadas ambas por Sailor Vesta y Sailor Palas quienes habían permanecido apartadas y sobrecogidas por esas tristes escenas. Aunque ahora, recobrando su tono más formal y decidido, Chibiusa declaró.

-Lord Chambelán, tened la bondad de informad al consejo del reino que su soberana no tardará en acudir a sus compromisos.
-Así se hará Alteza, muchas gracias.- Replicó éste que, haciendo una marcada reverencia, se marchó.-
-Por favor, Anaris. Ocúpate de elegir la ropa más apropiada para su Majestad, pero antes avisa al servicio de cocina, que le preparen un almuerzo ligero y lo traigan aquí lo antes posible.- Ordenó Chibiusa.-
-Sí, Alteza.- Contestó la muchacha quién se dio prisa a su vez en cumplir con ese mandato.-

            Entre tanto, las asteroides ayudaron a su princesa a desvestir a  Neherenia y meterla en la bañera.

-Yo me ocupó de atender a la reina, Alteza.- Se ofreció Sailor Palas empuñando una esponja de baño.-
-No, dejadnos a las dos.- Les indicó Chibiusa, suavizando su semblante ahora con una sonrisa.- Esperad fuera y mantened en calma a los cortesanos diciéndoles que todo está en orden, si es que alguno viniera a preguntar.

            Las guardianas obedecieron cerrando la puerta del baño. Allí, Chibiusa se encargó de lavar bien a  su todavía llorosa amiga. Al fin, Neherenia fue haciéndose cargo poco a poco de sí misma. No tardó en tomar la esponja y frotarse ella sola, mientras se disculpaba una vez más.

-Lamento mucho mi comportamiento. Ha sido indigno de una reina y de lo que me habéis enseñado. Os he decepcionado a todas. ¡Perdóname!…
-No tienes porqué pedir perdón. Sé que has sufrido mucho.- Repuso su amiga con tono afectuoso para animarla.- Ha sido una terrible pesadilla pero ya estás aquí otra vez…
-¡Ojalá hubiera sido un mal sueño que se olvida al despertar! – Suspiró la muchacha entre sollozos.-  Pero no puedo olvidarle…
-Ni debes, pero recuérdale en los buenos momentos y sabiendo que te quiso como tú a él.- La arengó su mentora.-  Sé que es una herida de la que nunca sanarás del todo, pero serás capaz de vivir tu vida y cumplir con tu tarea. Y siempre nos tendrás a tu lado. Nunca olvides eso tampoco.
-Ahora estoy mucho mejor, gracias Chibiusa.- Sonrió su interlocutora que, con otro suspiro, comentó.- Solo quisiera que fueses capaz de hacer una cosa más por mí.
-Lo que sea.- Sonrió su contertulia, esperando algún encargo de Estado o que se reuniera al consejo del reino.- Dime…
-¿Serías tan amable de frotarme en el centro de la espalda? Es que no llego.- Le pidió entonces su apurada amiga.-

            Chibiusa abrió los ojos como platos, la miró atónita y luego se rio. Aquello contagió a Nehie y al final las dos se tronchaban de risa, salpicándose mutuamente con el agua de la bañera. Finalmente y tras unos minutos la soberana salió del baño sintiéndose mucho mejor. Tras secarle el pelo y peinarla las Asteroides la ayudaron a vestirse con unas ropas que Anaris había indicado como las más apropiadas. Luego dio buena cuenta del almuerzo que le habían traído dado que estaba muy hambrienta. Sus amigas la acompañaron comiendo alguna cosa a su vez. Y tras un par de horas fue capaz de reunirse con su expectante grupo de ministros y consejeros a fin de tranquilizarles y atender los asuntos más urgentes. Pasados unos días regresó en efecto a la Tierra y fue ella la encargada de consolar a una destrozada Idina. Ahora retornó a ese momento presente y tras dejar de mirarse al espejo declaró en voz alta.

-Gracias, querida amiga. Tenías toda la razón. El mejor tributo que puedo hacer a su memoria es ser la clase de chica de la que él se enamoró. Ahora, basta de sentir pena de mí misma, tengo muchas obligaciones que cumplir y grandes expectativas que no puedo defraudar. No me enclaustraré en un sombrío cuarto lleno de telarañas para escapar a mi pesar. Ese es un lujo que no puedo permitirme. Soy Neherenia Moonlight, Sailor Shadow, la guardiana de los Misterios Lunares y Soberana de la Cara Oculta de la Luna. Además de estudiante de magisterio en segundo año….

            Algunas lágrimas le brotaban recordando aquello, así que tras lavarse la cara y descansar un poco se preparó para recibir a aquel enviado de los saiyajin…

-Y ahora tengo que ser la mejor versión posible de mí misma, nos jugamos mucho en ello.- Se terminó de automotivar, unos minutos antes de ir a esa trascendental cita diplomática.-

En la Tierra y en la Golden, después de hablar con su madre y arreglar las cosas, Heather volvió encontrándose mejor. Su hermano llegaría dentro de dos días y debía prepararse para atenderlo lo mejor posible, a causa de esto tuvo que mudarse a un cuarto libre. A Idina le apenó que su mejor amiga tuviese que dejarla sola pero ya se verían todas las mañanas durante las clases. Por fin llegó el muchacho, Idina acompañó a Heather a esperarle a la entrada del pabellón. Desde luego que era alto, muy alto. Venía de la mano de Melanie que le hablaba con una dulzura propia de la destinada a los niños de corta edad.

-Vamos Jimmy, dale un beso a tu hermana.

            El muchacho se agachó para besar la mejilla de Heather con torpeza, Idina sonrió amablemente atrayéndose la mirada del chico.

-¡Amiga tata!-  Exclamó, dado que así era como llamaba a su hermana. -
-Sí, me llamo Idina - se presentó ésta aumentando su sonrisa. - ¿Qué tal estás?..
-Beso - replicó él agachándose hacia la mejilla derecha de Ia chica, y plantándole más que un beso un lametón. –

            Algo babeada pero indemne Idina abrió los ojos, se había asustado involuntariamente por la rapidez con la que ese muchacho se había lanzado hacia ella. Melanie le dejó un pañuelo disculpándose enseguida.

-Lo siento, es que es muy cariñoso, anda Jimmy, no hagas enfadar a mamá.

            El chico trató de andar torpemente hacia su madre pero ésta le condujo hasta Heather.

-Debes ir con tu hermana, con la tata. Vamos, mamá se tiene que ir.
-Ven conmigo, Jimmy - le indicó Heather con desapasionamiento evidente en la voz. -
           
            Dándole la mano y seguida por su compañera le llevó hasta su habitación, allí le sentó sobre una cama en tanto Idina se ofrecía para tratar de ayudar.

-No te preocupes.- Le agradeció Heather - ya me encargo yo de él.

            Jimmy entre tanto había estado jugando con la cremallera de su pantalón y llamó la atención de las chicas.

-¡Colita!- dijo riendo a la vez que exhibía algo que no concordaba en absoluto con aquel diminutivo. –

            Idina y Heather se quedaron pasmadas. La primera ruborizándose ante aquel espectáculo y mirando hacia otro lado y la segunda poniéndose furiosa. Golpeó a su hermano en la cabeza con la primera revista que encontró.

-¡Eres un guarro!, eso no se hace, guárdala, ya...

            Jimmy gimiendo como un perro apaleado se escondió lo que no tenía que airear. Idina visiblemente apiadada de él trató de calmar a su compañera.

-Vamos tranquilízate, no es para tanto, no lo hace con mala voluntad.
-¡Oh Dios! - repuso ésta tratando de calmarse y con voz muy afectada por la vergüenza y la preocupación. - Lo siento mucho...
-Ya te he dicho que no pasa nada, ¡yo también tengo hermanos y les he visto desnudos más de una vez! - rio su compañera tratando de desdramatizar la situación.-
-Imagínate que haga algo así en público, delante de todo el mundo, no podré soportar la vergüenza.
-No te preocupes - repitió Idina asegurando con tono afectuoso. - No va a pasar nada de eso…

            Jimmy aun gemía y sollozaba diciendo una y otra vez entre sus lágrimas.

-No me quieres, tata no me quieres…
-Claro que te quiero. - Le contestó culpablemente la aludida con la voz más suave que pudo y abrazándole, sintiéndose mal por su reacción anterior. - Pero te he dicho que esas cosas no están bien. Vamos, tenemos que comer.

            Heather hizo levantarse a su hermano y le arregló la ropa. Idina estaba impresionada con la estatura de aquel muchacho, caminaba casi encorvado pero aun así sobrepasaba a su hermana, altísima de por sí, en casi una cabeza. También se sorprendía de la docilidad del chico que se dejaba hacer como si de un bebé se tratara. No cuadraba con esa descripción de temperamento inestable y a veces furioso que su amiga le comentó.

-¿Quieres que te ayude?- Se ofreció con su mejor voluntad. -
-No, gracias.- Sonrió Heather. - Ya me apaño yo. Hala vamos, Jimmy.-

Y sujetando de la mano al chico abrió la puerta de su habitación. Idina les siguió hasta el comedor, entraron y Heather ayudó a su hermano a sentarse. Jimmy jugueteaba con los cubiertos así que su inquietada hermana tuvo que ponerlos fuera de su alcance. Idina se sentó junto a ellos advirtiendo las miradas entre atónitas, curiosas e incluso bastante hirientes de algunos de los alumnos que comían en ese momento. Los que más parecían reírse eran, precisamente, miembros del club Eagle, tres chicos y dos chicas con sendas cintas azules adornando sus cabezas. Idina se acercó hasta ellos simulando ir a proveerse de más pan y les pudo escuchar.

-¡Ey! ¿Os habéis fijado que novio tan apuesto se ha echado Heather?...- rio uno de los chicos. -
-Sí, no creía que tuviera esos gustos. Aunque si está con ese tipo debe de ser por algo.- Convino otro uniéndose a las risas. -
-Yo creo que no deberíamos reírnos- opinó una chica rubia de pelo corto, que estaba pasando vergüenza ajena por aquellos comentarios. - No sabemos quién podrá ser ese pobre chico y es evidente que no es normal, quizás Heather le esté cuidando.
-¡Oh vamos!, a ese subnormal,- terció otra chica rubia de pelo más largo. - Da asco sólo verlo, míralo. Es patético - Jimmy estaba babeando sobre la mesa, a la par que Heather se esforzaba por limpiarle a él y a la zona donde tenía puestos los platos, bastante azorada. -
-Debería darte vergüenza decir eso. - Intervino Idina que ya no pudo aguantarse más. -  Ese chico es el hermano de Heather y tiene lesiones cerebrales, ¿te gustaría a ti que un hermano tuyo las tuviera?

            Todos se quedaron callados sin saber que responder. Su compañera ya era una cinta roja, estaba por encima de ellos en la jerarquía y además era muy respetada y admirada por todo el mundo, no obstante uno de los chicos pudo decir al fin.

-Oye. Lo sentimos, sabemos que es tu amiga, Idina, pero ¿para qué vamos a engañarte? Nos parece un espectáculo lamentable para verlo a la hora de comer.
-Pues no miréis.-  Repuso está bastante molesta ahora. -Nadie os obliga a eso...
-No queríamos enfadarte - respondió la rubia de pelo corto que se llamaba Lory. La única que había mostrado algo de sensibilidad, sobre todo al disculparse. - Perdónanos por favor, tú tienes razón.
-Espero que no os burléis más de él, os lo pido como un favor.-  Les solicitó Idina calmando su tono - es mi mejor amiga y no quiero verla sufrir más.
           
            Se alejó de allí dejándoles a todos en silencio, volviendo hacia Heather que le estaba dando de comer a su hermano con la cuchara.

-Se han reído de mi hermano, ¿verdad?- Le susurró una apenada Heather a su amiga nada más la vio llegar. -
-No hagas caso, - le contestó Idina tratando de no deprimirla. -
-No te preocupes, sabía que esto iba a pasar, ahora se enterará todo el campus.- Repuso con la voz llena de tristeza. -
-¿Y qué pasa si se enteran?- Declaró su compañera con la voz llena de indiferencia ante ese hecho.- Tanto si les gusta como si no, a nosotras nos es igual.
-Gracias Idina,- sonrió Heather emocionada y agradecida. - Tú sí que eres una amiga....
-Me parece tan pobre dudar de una persona por las meras apariencias que no concibo que haya gente así. Pero no te preocupes, nadie te va a dejar de lado, de eso me encargo yo.- Sentenció su contertulia.-

            Estaban todavía con ese asunto cuando llegó Millie. Al ver a sus amigas enseguida las saludó.

-¿Qué tal todo? - Quiso saber con amabilidad.-
-Ya lo ves…- Suspiró Heather.- Estoy cuidando a mi hermano.
-Vaya. ¿Cómo te llamas?- Preguntó amablemente Millie a ese hombretón.-
-Jimmy.- Apenas balbuceó éste.- Tú, amiga tata…
-Sí.- Le sonrió la recién llegada.- Somos amigas.

            Heather la miró agradecida y también sintiéndose culpable. El año pasado abogó ante sus amigas para no juntarse con esa pobre muchacha aduciendo su falta de popularidad. Ahora se censuraba por haber sido tan estúpida y egoísta.

-Eres muy amable. Muchas gracias.- Le dijo con visible reconocimiento.-

            Aunque la posible respuesta de su interlocutora quedó en suspenso, dado que una voz de chico resonó con tonos de cruel mofa desde el fondo de la sala.

-¡Ja, ja!… son tal para cual. La tonelete ha encontrado novio…
-¿Quién ha dicho eso?- Exclamó Idina con evidente enfado levantándose de la silla.- ¡Ven aquí y repítelo!

            Un espeso silencio se extendió por toda la cafetería. Nadie se atrevió a pronunciar palabra. Al fin Heather le pidió con tono apesadumbrado y teñido de vergüenza.

-Déjalo, por favor. Y vámonos de aquí…
-Sí, no te preocupes.- Le pidió Millie quien trató de virar el tema de conversación.- ¿Sabéis algo de Nehie? No la he visto casi desde que comenzó el curso.
-Tuvo que volver a su país para ocuparse de unos asuntos.- Le contó Heather.-

            Y entre tanto Idina escrutaba la sala con ojos de halcón, tratando de discernir al autor de esos hirientes comentarios. Pero fue incapaz de hacerlo, nadie se atrevía a enfrentar su mirada. Desde luego era una chica dulce y amable, pero si se enfadaba de veras podía resultar temible. Finalmente Heather hizo levantarse a su hermano y quiso llevarle de regreso a su cuarto.

-Yo tengo que comer.- Les comentó Millie.- Luego os veo, chicas. Encantada de conocerte Jimmy.
-Adiós.- Sonrió éste torpemente.-

            Y salieron de allí  mientras Idina mantenía su gesto de indignación.

-¡Gentuza!- Escupió.-
-Mejor ignorémosles.- Propuso su amiga.-
-De eso nada. Esto se tiene que terminar.- Rebatió su amiga.- Estoy harta de ver como hay algunos miserables que se burlan de otras personas por su físico o sus ideas, a quien aman o por sus capacidades...

Entre estas palabras llegaron a la habitación de Jimmy, la tarde pasó más tranquila. Millie volvió a verlas y charlaron un poco entre clases.

-A mí me gustaría hacer un master en educación especial cuando termine la carrera.- Les contó la muchacha.-
-Pues con mi hermano tienes para poder adquirir experiencia.- Suspiró Heather.-
-Parece un buen chico.- La animó su interlocutora.-
-Sí que lo es.- Convino Idina que ya estaba de mejor humor.-

Y tras compartir unos sándwiches en una cafetería ahora casi vacía se despidieron por ese día. Heather les dio las buenas noches a sus amigas y entró para acostar a su hermano, el día siguiente sería duro y quería afrontarlo con las fuerzas renovadas. Pasaron los días y, en efecto, la historia llegó a oídos de Brad que era el nuevo jefe del club. No pareció gustarle nada, desde luego que no era como Brent. Su antecesor en el puesto que había sido tolerante y bastante justo con todo el mundo. Pero ahora el nuevo líder era un individuo bastante elitista y nada propenso a disculpar a nadie que no estuviera en su nivel. Enseguida expresó su desagrado por ese hecho, y dijo, aunque no explícitamente, que no aprobaría que nadie del club estuviera junto a Heather. Idina se enteró de ello y le enfadó muchísimo. Aquel día los miembros del club que hasta hace bien poco tiempo hablaban con ellas y buscaban su amistad, les daban ahora la espalda de forma más o menos diplomática. Lo comentaban en tanto estaban almorzando en la cafetería. Ésta vez sin Millie, cuyos horarios ahora no coincidían mucho con los de ellas.

-¿Lo has visto, Idina?- Constató Heather apenada. - Hacen lo que sea para  no estar cerca nuestra.
-Ya lo veo- repuso está muy indignada aunque a la vez desconcertada al admitir. - Pero lo que más me disgusta de esto es que no se meten con nosotras, contra eso se podría luchar, lo que hacen es ignorarnos de forma amable.
-Déjalo, Idina. Te lo ruego. - Le pidió su amiga bastante abatida. - No puedes evitarlo, no se les puede obligar a que hablen conmigo.

            Jimmy estaba riendo al verse reflejado en los vasos, jugaba con ellos tirando algunos al suelo. El estrépito de los cristales rotos sacó a las dos jóvenes de su conversación y corrieron a limpiar el suelo.

-¡Ay!- exclamó Heather al cortarse con uno de los cristales en la mano, la sangre manó por la herida abierta y goteó en la mesa. -
-Ahora debes ir a la enfermería para que te lo curen. - Le aconsejó Idina a su  amiga. -
No es nada,- sonrió su compañera tratando de cortarse la hemorragia y no deseando dejar solo a su hermano. - No es grave.
-Ve, no te preocupes, yo me quedo con Jimmy un momento.- Heather aceptó el ofrecimiento de su amiga con una sonrisa agradecida y salió corriendo hacia la enfermería. -

            El chico se quedó mirando correr a su hermana y trató de seguirla pero Idina llamó su atención haciendo que éste la mirase y olvidase ese propósito. Así, escrutando a la muchacha con los ojos muy abiertos, preguntó con su limitado lenguaje.

-¿Tata pupa?...
-Un poquito pero enseguida la curarán. - Le explicó Idina con amabilidad. -
-No quiero que se vaya- balbuceó Jimmy que parecía estar enfadándose. -
-No, no se va.- Le explicó la muchacha suavemente que discurrió de forma veloz para distraer a ese chico. - Mira, mientras la tata vuelve nosotros podemos jugar ¿qué te parece a las palmitas?
           
            Idina juntó sus manos y batió palmas. Jimmy la imitó dubitativamente, luego ella extendió sus manos para que el plantase las suyas juntas, pero él se limitó a mirarla desconcertado. La muchacha sonrió y le tomó las manos llevándolas hacia las suyas. Destaca la gran diferencia de tamaño entre las de ella, suaves y  proporcionadas y las enormes manazas del chico. Pero todo fue bien y cuando Heather volvió al cabo de unos minutos con su mano vendada les encontró jugando de esa guisa.

-Parece que te llevas muy bien con mi hermano.- Sonrió encantada de que Idina se encargase de él aunque sólo fuera por ese breve espacio de tiempo. -
-Es un buen chico,- le dijo ella con su habitual amabilidad. -
-Ahora tenemos que irnos. – Declaró Heather que agarrando de una mano a su hermano, le guió hacia su habitación. Idina se levantó y les acompañó. -

            El resto del día pasó tranquilo, pero al siguiente el club tenía reunión. Heather no pudo ir pues debía cuidar de Jimmy. Idina acudió prometiéndole a su amiga que le contaría de todo lo que se hablase allí. Para su desgracia, esa promesa sería un lastre pues la conversación derivó enseguida hacia un tema nada agradable.

-Bueno, debo llamar la atención de todos sobre un enojoso tema.- Declaró Brad dirigiéndose al grupo. -Ya sabéis que un miembro de nuestra hermandad, en fin, ha tenido que descuidar sus obligaciones para digamos cuidar de un familiar que tiene serias deficiencias.
-Ante eso,- añadió otro de los allí reunidos.- Deberíamos pedirle que dejase el club, no podemos permitir que la asocien con nosotros.

            Idina se quedó pasmada, no podía creer lo que oía. Levantó la mano para hablar, en su calidad de cinta roja dentro del grupo le concedieron la palabra enseguida.

-¡Es increíble!- Dijo para todos, que estaban escuchando ahora con interés.-  ¿Os he escuchado bien? No puede ser cierto lo que estoy oyendo. Debería daros vergüenza, pero ¿qué le pasa a todo el mundo aquí?...
-Sabemos que eres amiga de la aludida.- Le respondió Brad con suavidad- y comprendemos que para ti es desagradable. Pero entiende tú también que la imagen y el prestigio del club está en juego.
-¡Por eso mismo os lo digo! - Exclamó Idina retomando la palabra sin permitir que su líder terminase. -Si se os ocurre excluir a Heather, porque estamos hablando de ella, así que tened al menos el valor de nombrarla. Si se os ocurre separarla del club por ese motivo, éste habrá dejado de tener ningún prestigio.
-Pero no nos queda otro remedio que pedirle a Heather que abandone el club.- Le dijo otra chica de cinta roja que encima tuvo el descaro de proponerle a su atónita interlocutora - Sabiendo que tú eres su amiga podrías pedírselo para que le resultase menos penoso.
-¡Pues lo lamento mucho! -  Replicó Idina muy enfadada.-  Porque antes de pedirle una cosa así seré yo la que renuncio a seguir formando parte de este club de hipócritas.- 

Y en un arrebato se quitó su cinta dejándola sobre una mesa y salió de allí, todos los reunidos se miraban sorprendidos, no se habían esperado algo así.

-¿En serio que no os da vergüenza?- Intervino un chico llamado Paul, que era compañero de clase de Idina. - Ella tiene toda la razón, yo tampoco deseo seguir aquí si vais a actuar de ese modo.

Se levantó y arrojó su cinta al suelo, otros más siguieron su ejemplo. Al fin Brad y los pocos que quedaban se miraron, el jefe del grupo no pudo aguantar más y dijo furioso.

-Pues muy bien, si quieren dejar nuestra hermandad, peor para ellos.
-Yo diría que mucho peor para nosotros, Brad.- Le rebatió Tamy, una chica pelirroja de pelo rizado que se sentaba junto a él explicándole.- Idina es muy apreciada en la universidad y además es famosa, si comenta las razones por las que ha dejado nuestro club y los demás la corroboran todo el mundo se nos echará encima, y puedes creerme, será la ruina de los Eagle.
- Es verdad.- Terció otro muchacho de ascendencia asiática y de nombre Han. – Y no olvidemos que fue su tío Roy Malden quién, entre otros, lo fundó. Y que hace poco concedimos a su padre Thomas Rodney y a su madre Cooan Rodney, las cintas doradas. ¿Cómo nos dejaría la marcha de Idina? Completamente en evidencia.- Sentenció.-
-¿Entonces qué podemos hacer?- Se preguntó Brad mirando a sus compañeros con rictus desesperado. -
-Pues pedirles que vuelvan y dar marcha atrás en nuestros propósitos. -  Contestó otro chico que se sentaba aun junto a él. - Desde ahora admitir a Heather y darle muestras en público de nuestro apoyo. Lo cierto es que cuanto más lo pienso más debo darle la razón a Idina, hemos sido muy injustos.
-Está bien, - asintió Brad sabiéndose derrotado. - Por favor id tras ellos y pedirles que vuelvan.
           
            Tanto Tamy como el chico, de nombre Francis, salieron corriendo para tratar de alcanzar a sus compañeros. Idina ya estaba en su habitación muy apenada y enfadada, entonces alguien llamó a la puerta, no quería hablar con nadie pero al escuchar la voz de Heather la cosa cambió.

-Idina, ¿estás ahí?- Preguntaba tocando con los nudillos -

            Enseguida se levantó de la cama en la que estaba tumbada y le abrió la puerta haciéndola  pasar, Heather estaba sola.

-¿Dónde está Jimmy?- Le inquirió Idina sorprendida de no verle junto a ella. -
-Está con mi madre, tiene ahora un rato libre y me ha dicho que vaya a dar una vuelta.- Le explicó Heather al parecer muy contenta con esa idea. - ¿Cómo te ha ido en la reunión del club?
-Verás…- musitó su compañera sin sonreír como era su costumbre.- Tengo que contarte algo que no te va a gustar.

La expresión risueña de su interlocutora fue desapareciendo sustituida por otra de desolación a medida que su compañera avanzaba en su relato, pero al terminarlo Idina con su decisión de renunciar al club, Heather se quedó con una expresión total de asombro que eclipsaba a todas las demás.

-¿De verdad has hecho eso por mí?...- le preguntó con la voz afectada por la emoción. -
-Lo hubiese hecho por cualquiera y tú eres una de mis mejores amigas - sonrió Idina. - No podía hacerte eso, al menos yo no.
-No sé qué decir- repuso Heather sin poder evitar llorar -...

            Las dos se abrazaron emocionadas hasta que escucharon golpes en la puerta. Idina se levantó y les dijo con poca amabilidad.

-¡No quiero que me molestéis!
-Somos nosotros - Repuso la voz de Paul con tono bastante conciliador y lleno de satisfacción, sobre todo al contarle. - Cuando tú te fuiste nosotros seguimos tu ejemplo y al final los demás han claudicado. Brad quiere pediros disculpas.
           
            Idina abrió la puerta como una exhalación y salió junto con Heather. Tras unos minutos para informarse largamente de lo ocurrido ambas chicas aceptaron volver al Club.

-Todo sea por conceder segundas oportunidades.- Sonrió Idina, alegando.- Sería una pena dañar al club al que pertenecieron mis padres y mis tíos.

Y muy lejos de allí, en el reino de la Luna Nueva, la audiencia estaba ya preparada. Neherenia aguardaba disimulando bien su ansiedad. A pesar de que tenía muchas ganas, primero de terminar aquella maratoniana jornada y después de oficializar esa alianza, no podía dar muestras de cansancio, ni de debilidad. Y menos aún de impaciencia. Aguardó pues sentada en su trono con aire impávido hasta que el chambelán anunció en tanto se abrían las grandes puertas del salón  y entraba un hombre.

-El embajador plenipotenciario del planeta Nuevo Vegeta.

Aquel chico era bastante atractivo y fornido. Lucía un largo pelo moreno que estaba levantado sobre su cabeza pareciendo desafiar la gravedad. Hizo un leve asentimiento en forma de saludo observando los alrededores con sus azules ojos avizores, como si aguardase algún tipo de ataque inesperado. Vestía con un peto blanco y traje de color azul ajustado, rematado en botas blancas. Llevaba además una capa de color blanco y sobre la pechera, en la parte izquierda se marcaba una insignia con dos hojas de sable entrecruzadas. Portaba además un visor sujeto a su sien derecha.  Se aproximó con andares seguros e incluso altivos. Al llegarse hasta unos tres metros de las escaleras que daban acceso al trono, dobló respetuosamente la rodilla ante la soberana y dijo.

-Mi nombre es Doran Derail. Del planeta Nuevo Vegeta. Hijo de Calix Derail y Seira Saiyanto. Enviado plenipotenciario de sus majestades el rey Lornd Deveget y la reina Setsuna Meioh. En misión diplomática hacia el reino de la Luna Nueva.
-Es un placer recibiros en mi mundo.- Le sonrió Neherenia que se mantenía sentada por mor de la etiqueta para pedirle con amabilidad. – Por favor, levantaos.

El saiyajin obedeció enseguida. Entre tanto la reina, ahora sí, pudo levantarse una vez lo hizo su interlocutor e incluso descender las escaleras para hablar más cerca. Eso era un gesto que daba a entender a toda la corte la importancia de aquel recién llegado. Con casi nadie se permitía una familiaridad semejante.

-Bonito lugar. – Comentó Doran a quién su propia soberana le había ordenado que fuese cortés y amable en todo momento. –
-Os lo agradezco mucho - Repuso Nehie que pasó a interesarse por su invitado. - ¿Tuvisteis un buen  viaje?
-Sí, gracias Majestad. – Contestó el saiyajin esbozando una leve sonrisa y pareciendo recordar le contó. – Antes de llegar me detuve en una gran nave, un asteroide, y pude intercambiar algunas palabras con sus tripulantes.
-¿De veras?- Dijo ella con una curiosidad que en vano trataba de ocultar. –

El saiyajin extrajo algo de su peto, era un pequeño disco dorado que entregó a la soberana en tanto le decía.

-Uno de ellos, un saiyajin como yo, me encargó que os lo diese, Señora. Debo decir que fue muy amable al permitírmelo escuchar y quedé maravillado. Sois una magnífica cantante.
La soberana miró aquel disco y trató de no emocionarse, pero apenas podía contener las lágrimas. Allí estarían las canciones que ella le cantase a Granate, y posiblemente las que él le cantó a su vez cuando compartieron esa tarde en el karaoke de la gran nave terrestre. Nehie les dio su propio disco a los padres del chico durante el funeral y no tenía copia. Acariciaba aquel circulito dorado cuando finalmente no pudo evitar llorar. Doran la observó atónito y enseguida dijo con gravedad y preocupación.

-Si os he ofendido de algún modo os suplico perdón, Majestad.
-No…- negó ella con una sonrisa para rebatir. – Todo lo contrario, esto es muy valioso para mí. Perdonadme vos, os lo imploro. Sé que una reina no debe dejarse llevar por los sentimientos, pero me ha hecho recordar la reciente pérdida de alguien a quién amé mucho.
-El poder del amor es grande por lo que veo. – Pudo decir  Doran que ya conocía esa historia, puesto que Leval (el saiyajin al que había aludido) se la refirió en la nave pero prudentemente hizo como si la ignorase y solamente sentenció. – Nuestra soberana siempre lo dice.
-Así es. – Convino Nehie ofreciéndole la palma de su mano que el saiyajin tapó con la suya como era preceptivo. – Y tiene toda la razón.

De esta forma se dirigieron ambos hacia la sala de reuniones seguidos por el Chambelán Real y algún que otro miembro de la corte. Allí aguardaban los ministros y dos grandes libros dispuestos sobre la larga mesa de madera que presidía esa estancia. Dos sillas de tafetán rojo se disponían enfrentadas a ambos lados de aquella mesa. La reina tomó asiento en tanto su invitado hacía lo propio. Neherenia entonces le comentó.

-Aquí están los términos del tratado. En el lenguaje de los saiyajin y el del reino de la Luna. Asimismo en inglés y japonés. Dos lenguas de la Tierra. Os ruego que lo comprobéis el tiempo que gustéis. En él se expresan los deseos de mutua amistad, cooperación y defensa entre nuestros reinos.
Tras dedicarle un par de minutos a leer por encima las clausulas principales Doran asintió. No quería detenerse a leer con más detalle juzgándolo una falta de cortesía, o lo que era aún peor, de confianza. En eso sus soberanos habían sido muy claros. No debía dar el menor atisbo de duda o desconfianza hacia sus nuevos aliados. Aunque dada su naturaleza recelosa, cualidad que sin duda heredó de su madre, la noble guardiana y consejera de la reina Meioh, le costaba bastante. Pero tras el trámite firmó en nombre de sus reyes y la soberana de la Luna hizo lo propio. Ahora, mostrando una gran sonrisa, Neherenia le dijo animosa.

-Bien, resueltas las negociaciones permitidme que os agasajemos con una cena.
-Os lo agradezco, Majestad. Los guerreros del espacio, como también llaman a veces a los miembros de mi pueblo, siempre tenemos hambre. – Sonrió él –

Y siguiendo a su anfitriona pasaron a otra habitación donde otra gran mesa puesta con vajillas de porcelana, vasos de fino cristal y cubiertos de plata estaba ya preparada. Por fortuna Doran había entrenado a conciencia sus maneras en la mesa y demás asuntos de protocolo. Fue la propia reina la que le instruyó meticulosamente. Todavía recordaba cuando su madre le dijo que era deseo de la soberana el prepararle para tan alta misión…

-Nunca pude imaginar que me eligieran a mí.- Pensó al rememorar aquello.-

            El joven estaba entrenando con un par de guerreros más cuando su madre le reclamó. Sin tardar apenas más que unos minutos se llegó hasta la antesala de palacio. Allí, su madre Seira Saiyanto, la guardiana y consejera personal de la reina, le recibió con un semblante serio y escrutador, pero a la par mostrando un no disimulado orgullo. Su moreno pelo le caía en un mechón sobre el ojo derecho, quitándoselo de encima para poder ver con claridad, le dijo al muchacho.

-Doran. Su Majestad te ha encargado una misión.
-Bien madre. – Repuso él con entusiasmo para preguntar - ¿Contra quién he de luchar?
-Mucho me temo que es algo más importante que un simple combate, hijo mío.- Le señaló su interlocutora con un tono sin embargo algo desconcertado para admitir. – Lo cierto es que llevo años al servicio de la reina Meioh pero todavía no alcanzo a comprenderla. Si bien ha demostrado ser sabia y bondadosa más allá de cualquier medida y fuerte al mismo tiempo.
-Entonces madre. ¿Qué he de hacer?- Quiso saber el desconcertado Doran.-
-Deberás viajar hasta la Luna, el satélite del planeta Tierra. Allí representarás a nuestros soberanos.
-¿Yo?- Se sorprendió el chico señalándose a sí mismo en el pecho con uno de sus dedos. – Pero si soy guerrero, no diplomático.
-Es mandato de los reyes. Y tú has sido educado en muchas de las costumbres de la Tierra. La reina me pidió así. Y como leal servidora ejecuté sus deseos. Ahora me encargó que te lo comunicase y así lo he hecho.

El chico recordaba que, efectivamente, desde su infancia, además de aprender a luchar al estilo saiyajin y las costumbres de su pueblo, había sido educado por su madre e incluso en compañía de algunos de los hijos de la propia soberana. Lo cierto es que la reina imponía, hasta a un guerrero del espacio le resultaba alguien que irradiaba fuerza y temperamento, aquietado por una mirada llena de sabiduría y al tiempo de bondad. Su propia madre que era una de las mujeres guerreras más poderosas de su mundo, sino la que más, siempre había alabado a la soberana y destacado su gran poder. La reina hablaba con un poso de gran conocimiento y serenidad y él siempre se había sentido sino intimidado, si muy impresionado cuando estaba ante ella. Había tenido el privilegio de estar cerca y de ser incluso educado en ocasiones por los propios monarcas y por supuesto, como fiel súbdito haría cualquier cosa que le fuese demandada. En eso su madre agregó.

-Te instruirán en las costumbres y modos de la Tierra en su máximo nivel. Su majestad la reina me ha asegurado que la confianza del rey Lornd en ti es total. De lo que tú hagas dependerá  gran parte del futuro de nuestro mundo. Ahora debes presentarte ante ellos. Pero primero cámbiate, llevas el peto de combate destrozado.- Remachó ahora Seira más como madre que como consejera de la reina. –
El chico obedeció, tras lavarse y cambiarse a los pocos minutos estaba rodilla en tierra ante el salón del trono. Pudo preguntar tras inclinar su cabeza con total humildad.

-Mis soberanos y señores, ¿me mandasteis llamar?
- En efecto, Doran.- Replicó el rey. – Tenemos un encargo muy importante para ti.
- En lo que mandéis os serviré. – Proclamó el chico. –

            Y es que el monarca realmente era imponente, el rey Lornd seguía siendo el saiyajin más poderoso, autor de grandez hazañas y vencedor de la prueba de los retadores. Más que rey era una leyenda viva para su pueblo. Empero, sus virtudes no se limitaban a su prodigiosa fuerza sino que también se extendían a su visión e inteligencia para el gobierno.

- Deberás partir enseguida hacia la Tierra – Le ordenó entonces la reina. – Allí nos servirás como embajador. Firmarás un tratado de amistad y ayuda recíproca con el reino de la Luna Nueva. Has sido educado en costumbres y maneras de comportamiento de los humanos y en todo confiamos en ti. Tu palabra será la nuestra allí.
- Me honráis en exceso, mi señora. – Pudo reponer el muchacho visiblemente halagado. –
- Como sabemos que tú honrarás a nuestro mundo. Ante todo sé cauto y un leal amigo de los reinos de la Luna y de la Tierra. Y otro mandato te damos. Protege a sus soberanos de todo daño o enemigo. A los de la Luna Blanca y  especialmente a la reina de la Luna Nueva. - Le indicó Setsuna. -
- Con mi vida, Majestad. – Aseguró el guerrero -
- Te deseamos suerte en tu misión. Primero irás a la Corte de la Luna Nueva. Allí sellarás el pacto con la reina Neherenia. – Le explicó el rey. –

            Doran asintió doblando nuevamente la rodilla ante sus soberanos. La audiencia terminó y él fue preparado para cumplir su cometido. Al poco partió. Su viaje hacia el sistema solar terrestre fue algo agitado. Su cápsula tuvo algunos problemas debidos a una gran fuerza gravitatoria que sufrió pasando cerca del mayor planeta de ese sistema. Detectó entonces una nave espacial enorme, construida en un meteorito. El guerrero del espacio se comunicó con ella y para su contento ésta provenía de la Tierra. Fue acogido durante unas horas y tuvo el privilegio de conocer al sobrino del rey Lornd, que viajaba en la misma. Éste le explicó lo sucedido, como habían sido atacados por fuerzas enemigas y que la soberana de la Luna Nueva les había visitado. También esa historia que tanto había emocionado a Neherenia. En eso pensaba mientras departía con ella durante la cena. Doran tuvo cuidado de no comer demasiado, la reina Meioh le previno que ese apetito voraz de su raza casi asustaba a los humanos. Pese a todo se comió cuatro platos diferentes más el postre y pudo observar las caras de los cortesanos de la soberana lunar que no salían de su incredulidad. La misma Nehie miraba sin poderlo creer. Y así fue ella quien admitió dominada por el asombro.

-El apetito de los guerreros del espacio es legendario. Algo me habían contado. Pero ahora que lo veo casi sigo sin poder creerlo.

-No creáis, Majestad. Hoy no he comido demasiado. – Replicó sinceramente el saiyajin, agregando casi por justificarlo. – Estaré desganado por la importancia de este momento.


Y aquello hizo que su interlocutora se riera divertida. Ante el gesto atónito de su invitado de honor. Lo cierto es que ella se embelleció aún más cuando lo hizo. Los propios dignatarios de la Luna guardaron un incómodo silencio, no estando seguros de lo que debían hacer. Fue la propia Nehie, la que dominando finalmente su impulso de reír, se disculpó.

-Lo siento. No quiero ofenderos. ¡Es que no me imagino como será cuando tengáis hambre!
-No os preocupéis, Majestad. – Sonrió Doran a su vez. – No me ofendéis. Al contrario, veros reír es algo maravilloso. Y hacéis honor a vuestro título. Sin duda sois bella y gentil, mi reina.

Neherenia cesó ahora de sonreírse y diríase que su semblante se ensombreció un poco. Aquellas palabras sonaron del mismo modo a como Granate se las dijera al poco de conocerse. Aunque ella se forzó a recuperarse enseguida y exhibir un gesto más animado. Estaba con su invitado y debía cumplir sus obligaciones. El saiyajin, que observó este cambio, trató de arreglarlo con tono jovial para confesar.

-Majestad. La reina Meioh seguramente me censuraría por haber comido demasiado. Aunque mi madre siempre me dijo que los guerreros del espacio debemos tener apetito, que es algo inherente a nosotros. Somos de un muy alto metabolismo.
-Vuestra madre de seguro os echará mucho de menos. – Repuso ella, tratando de reconducir así el tema. –
-Mi madre es la guardiana y consejera personal de nuestra soberana. – Le contó él que añadió con orgullo – La mujer más fuerte de nuestro mundo tras su Majestad.
-¿Incluso más que vos?- Se interesó Nehie. –
-Hoy ya no. – Sonrió él que parecía recordar con cierto grado de nostalgia cuando le contó. – Pero tanto ella como mi padre me entrenaron muy duramente desde que pude sostenerme en pie.

Y como la reina de la Luna Nueva expresó su interés el muchacho le contó alguna anécdota de su juventud…

-Pues veréis…- Trató de hacer memoria.- Siendo apenas un niño…

Estaba en el suelo, sangrando por la nariz y el labio, tras haber encajado otro golpe más. El chico no podía creerlo, era imposible anticiparse. Su madre le había vuelto a tumbar de otro puñetazo cuando él quiso atacarla de frente. Volvió nuevamente a levantarse y se lanzó contra ella desapareciendo y reapareciendo  como una centella, pero su adversaria no parecía en absoluto inquietada. Esquivó la patada que el muchacho lanzase y dejándole pasar le sacudió otro golpe que alcanzó el estómago del chico. Éste cayó de rodillas dolorido y tras sendas arcadas vomitó todo el desayuno. En tanto la mujer movía la cabeza y espetaba.

-¡No!, mal…- Le criticaba en tanto con un pie le empujaba la cabeza terminando de derribarle al suelo –
Doran a su vez se recuperaba respirando con agitación, otro guerrero se posó a su lado. Era su padre quien, con tono divertido, se dirigió a la mujer.

-Bueno Seira. No seas tan dura con él. El chico solamente tiene doce años.
-¿Estás de broma?- Replicó ella observándole con aquellos ojos oscuros centelleantes en tanto se atusaba su negro cabello. – A su edad yo ya había aprendido a protegerme mejor. El muy loco ataca sin ningún tipo de prevención.
-Hago lo que cualquier saiyajin debe hacer cuando pelea. No tener miedo. – Se defendió el chico -

Aunque su madre movió la cabeza con desaprobación para sentenciar.

-No tener miedo y no tener prudencia no son la misma cosa. A ver.- Le preguntó entonces como solía.- ¿Qué has aprendido de tu derrota? ¿Por qué has perdido?
-Porque eres más fuerte que yo, madre.
-¡Estupideces! - Desestimó Seira, volviendo a insistir tras darle un capón en la coronilla que le dolió bastante a Doran - Piensa de nuevo y responde.
-Un guerrero debe ir a por todas cuando combate. – Pudo decir el crío que a duras penas era capaz de ponerse en pie admitiendo avergonzado. – Y he dudado
-Un guerrero debe saber siempre por donde le van a llegar los golpes. – Contestó  Seira de forma lapidaria. – Nunca dudes. ¡Anticípate! Y no trates de demostrar tu falta de miedo con la precipitación. Eso no es valor. Es estupidez. Si aprendes esto entonces podrás enfrentarte a mí.
-Eso no es fácil, madre. – Objetó Doran una vez más afirmando, cargado de razón.  – Eres mucho más fuerte que yo.
-Nadie ha dicho que sea sencillo. Y la fuerza es únicamente un factor. – Replicó ella cruzándose de brazos para agregar. - ¿Por qué crees que nuestra soberana me derrotó cuando la desafíe por el derecho de emparejamiento con el rey?
-Nuestra reina es alguien sorprendente. – Intervino Calix sin disimular su admiración. – Igual que nuestro soberano. Hijo, debes esforzarte con todas tus fuerzas para ser digno de servirles.
-Así es, – convino Seira que le contó a su vástago. – La reina Meioh fue capaz de adivinar mi ataque, aun siendo yo mucho más rápida y más fuerte. Pero eso no le impidió vencerme sin tener siquiera necesidad de tocarme.

Ahora sí que el rostro del muchacho expresaba asombro. No podía comprender aquello. ¿Cómo era posible eso? Su madre era una guerrera formidable, de las pocas que alcanzaba el nivel de súper guerrero y para derrotarle a él ni se molestaba siquiera en transformarse.

-No lo comprendo, madre. ¿Cómo fue eso posible?  – Pudo decir visiblemente desconcertado. –
La severa entrenadora dejó al fin escapar un destello de sonrisa. Haciéndose con una toalla se aproximó a su hijo y con más delicadeza de la empleada en el entrenamiento le secó la sangre y le limpió un poco la cara. Entonces, con el asentimiento cómplice de su esposo, se dirigió al muchacho y le desveló.

-Nuestra reina, al igual que nuestro soberano, domina el poder del Amor. ¡Ese poder es enorme, hijo! Una vez yo misma le pregunté cómo se lograba controlar y me dijo que es algo incontrolable.
-Pero eso no tiene sentido. ¿Si no se puede controlar cómo es que ella lo domina? – Comentó el muchacho que cada vez comprendía menos aquello. –
-Es verdad, aparentemente no lo tiene. – Terció su padre mesándole el pelo con afecto para añadir – Pero es cierto. Gracias a ese poder pude derrotar a tu madre y unirme a ella.

            El confundido Doran trató de meditar sobre eso y al fin pudo exponer.

-O sea, si lo he comprendido bien, el amor no puede dominarse pero cuando lo posees te hace más fuerte. ¿Es así?
-Algo así. – Concedió Seira mirándole divertida ahora. –
-¿Y cómo debo entrenarme para lograr eso? ¿Acaso debo pelear más?
-Es un tipo de lucha diferente. No es cuestión de concentrar energía, ni de lanzar golpes. Es algo bastante más complicado. – Le dijo su padre que agregó. – Todavía eres demasiado joven, pero llegado el momento lo entenderás. Como llegamos finalmente a comprenderlo tu madre y yo.- Sentenció en tanto sujetaba una mano de su esposa. -
-¿Cómo hace Aiona cuando está junto al príncipe Bralen?- Quiso saber el muchacho pues observaba que su hermana mayor parecía estar más motivada y que incluso su mirada refulgía las veces que podía practicar con el segundo hijo varón de los reyes. – ¿Acaso ella practica como controlar ese poder?
-Sí, hijo. Algo así. – Admitió Calix que parecía ahora estar lleno de orgullo  al declarar. – Y si ella lo merece quizás algún día pueda unirse a él.
-Lo hará. – Afirmó Seira convencida. – Nuestra hija tiene ese poder dentro de sí.


Y Doran recordó aquellas palabras de sus padres. Tras concluir su relato algunos comensales que habían estado escuchando cuchichearon. Los más no parecían demasiado agradados por esa historia de luchas y combates. Algunos tildaban de bárbaros a aquellos extraños seres. Otros en cambio parecían fascinados por esa dualidad. Combates casi a muerte y amor. Y por su parte, Neherenia observaba a su invitado con visible asombro. Aquella era una buena forma de describir el amor. Ella lo había sentido así por Granate. Una llamita que fue creciendo y haciéndose poderosa en su interior. Nehie quiso estar con él cada minuto de su estancia en esa enorme nave, sufrió cuando se dijeron adiós y más cuando él vino a despedirse definitivamente. Pero era como si el recuerdo del chico viviese en su corazón y aquello le daba fuerzas para continuar cada mañana, cuando se miraba al espejo durante algunos minutos y tarareaba la canción que era de ambos y que ella le dedicó. ¡Qué diferente era eso de la historia que le contaron Chibiusa y Lance sobre su alter ego! Ella por su parte se acordó de una conversación mantenida con la propia reina Serenity, una vez que fue a visitarla a la Tierra, haría un par de años de eso. Justo antes de volver a ver a Idina y matricularse en la Golden. De hecho, fue la soberana de la Luna Blanca quién le comentó.

-Dime, Neherenia. ¿Has pensado que te gustaría hacer?
-¿Hacer?- Se sorprendió la muchacha, alegando.- Soy la reina de la Luna Nueva. Mi deber es gobernar a mis súbditos cuando termine de formarme.

            Su contertulia se paseó un poco por la habitación en la que estaban, perteneciente a un piso corriente en Tokio. Neherenia siempre se preguntaba por qué esa gran reina del futuro vivía allí. Y como si le leyese el pensamiento Serenity contestó.

-Como reyes tenemos nuestras obligaciones que son ineludibles. Pero también somos personas. Y gobernamos sobre otras personas. Si deseamos hacerlo bien debemos comprender a nuestros súbditos, sus pensamientos, sus anhelos e incluso compartir algunos. El rey Endimión y yo nos reencarnamos en la Tierra. Durante la mayor parte de esta vida hemos sido ajenos a nuestra verdadera condición. Pasamos por un aprendizaje muy duro, pero muy enriquecedor. Aquí, en este planeta y en esta época soy Usagi Tsukino. Una chica como cualquier otra. Y eso me ha sido muy útil.
-¿En qué sentido?- Quiso saber su interlocutora.- ¿Para saber cómo ayudar mejor a la gente?
-Algo así- Le sonrió cómplicemente la ahora Usagi añadiendo.- Y tú, Neherenia, eres una buena chica. Mi hija y sus guardianas te quieren mucho.
-Y yo también a ellas, son muy buenas amigas.- Se apresuró a  responder la muchacha.-
-Lo son, no lo dudo.- Replicó su interlocutora, que no obstante comentó ahora con cierto tono de preocupación.- Pero no creo que sea suficiente para ti. Sé lo mucho que te has preparado. Lo bien que te han enseñado en tu reino, y sin embargo creo que deberías tener alguna otra experiencia. Salir de la Luna y pasar una temporada en la Tierra. Incluso, ¿por qué no? Estudiar algo en este mundo.
-¿Aquí?- sonrió la joven con incrédula perplejidad.-
-Sé que te acuerdas de las amigas que hiciste cuando Chibiusa y las Asteroides te trajeron siendo niña.
-Sí, mucho.- Suspiró la muchacha ahora alegrando su semblante.- Me acuerdo de mi amiga Idina y de su prima Kerria. De sus padres, Connie y Tom…Bertie y Roy…
-Lo sé querida.- Afirmó Usagi replicando.- Son grandes amigos nuestros también. Y tras todos estos años, sé que Idina va a ir a estudiar a una universidad de Nueva York. Quiere ser maestra como su madre, le gustan mucho los niños.

            Ahora fue Neherenia la que observó a su interlocutora con gesto lleno de sorpresa y le preguntó con intuición.

-¿Me estás proponiendo que yo vaya a estudiar con ella?
-Sería una idea excelente. ¿No lo crees tú así?- Contestó la soberana del reino de la Luna Blanca con una amplia sonrisa.-

            La joven comenzó a considerar aquello. Pudiera ser que su interlocutora tuviera razón. Desde luego sería una hermosa experiencia. Estaba convenciéndose casi por sí misma cuando para terminar de persuadirla Usagi agregó.

-Envié a mi propia hija desde el futuro para que aprendiese aquí e hiciera amigos. Tú conoces ya a Idina, era una niña adorable y continua siendo una jovencita encantadora, inocente y pura. Además, seguro que harás muchas más amistades. Te aconsejo que te hagas pasar por una muchacha normal y corriente. Vivirás experiencias que jamás podrías tener como soberana. Eso te dará una visión muchísima más compleja y rica de la vida. Y tendrás todo el apoyo por nuestra parte y la de nuestros amigos.

            Neherenia asintió, aunque de pronto algo le vino a la mente y pudo objetar apurada.

-Ya…pero eso no depende por entero de mí. Según la ley de mi reino el consejo de regencia debe ocuparse de mi educación y no sé si ellos verán bien que no complete mis estudios en la Luna.
-Déjanos el consejo a nosotros.- Le sonrió su interlocutora de forma cómplice para sentenciar.- Confía en mí. Te aseguro que todas las vivencias que vayas a tener serán un tesoro que te ayudará mucho como reina. Pero sobre todo, y lo que es aún mucho más importante, como persona.

            Y así fue. Hizo caso a Serenity y no se arrepentía de ello. Al contrario, ahora lamentaba tener que estar lejos de sus amigas y de esa vida tan placentera, que, aunque a veces estresante, era mucho más divertida y agradable que su cometido como soberana. Bueno, por lo menos con ese apuesto guerrero del espacio las cosas no estaban tan mal. Continuó charlando con él y con el resto de los invitados. La cena de hecho transcurrió sin más novedades. Al finalizar, la  reina despidió al enviado de los saiyajin a quien los aposentadores reales mostraron sus habitaciones. Doran no tardó mucho en irse a dormir puesto que estaba cansado del largo viaje. Neherenia tardó poco también en retirarse. Llegando a sus estancias suspiró. Finalmente un poco de descanso. Ahora podría dedicarse un tiempo a sí misma. ¡Era irónico! Acorde con lo que Lance le contó su otro yo malévolo llegó a ser así por estar sola. Ahora ella no es que lo estuviera precisamente. Es más, deseaba tener algún momento de tranquilidad en privado. A decir verdad desde que retornó pasada su crisis por el duelo de la muerte de Granate había tenido que trabajar muy duro y resolver muchos problemas. Echaba de menos a Idina y a Heather, y por supuesto, a Chibiusa y a las guardianas sailor asteroides. Se miraba ahora en el espejo y cantaba. ¡Ojalá pudiera estar con sus amigas! En ese instante la superficie del espejo reaccionó y para su alegría pudo ver al otro lado la habitación de su amiga. Del mismo modo que había sucedido hacía tantos años cuando se conocieran siendo niñas. De hecho, la propia Idina estaba allí, sentada en su litera. Neherenia la llamó. Al cabo de unos instantes ella pareció darse cuenta y se acercó.

-Hola Idina – Le sonrió cariñosamente su amiga. –
-¡Nehie! ¿Qué tal por el reino de la Luna?- Quiso saber ésta con otra amplia sonrisa para aseverar – Te echamos mucho de menos.
-No sé cuándo podré regresar. – Le dijo la soberana que le resumió brevemente sus apretadas jornadas de trabajo y la visita de aquel guerrero del espacio. – Con un poco de suerte quizás en un par de semanas. En cuanto termine unos asuntos.
-Bueno, aquí las cosas también han estado algo movidas – Y a su vez Idina le relató lo sucedido, hablándole del hermano de Heather. –
-¡Pobre muchacho! - Se lamentó Nehie que quiso ayudar proponiendo  de forma algo insegura. – Quizás mi ataque del misterio Lunar purificador pueda ayudarle. –
-No veo como podría. – Comentó su amiga de forma menos optimista. – Y quizás pudieras lastimarle.
-No. Chibiusa me aseguró que únicamente hace daño a los seres malignos. Para las personas normales y buenas es inofensivo. Y por lo que me has dicho ese muchacho carece de maldad.
-Pues como no tengas una poción mágica o algo así. – Suspiró Idina. –
-Si pudiera le llevaría algo de agua del manantial sagrado de la Luna. – Repuso Nehie que enseguida argumentó para lamentarse al final. – Posee propiedades curativas. Aunque por desgracia más bien es una leyenda. Está tan oculto que a veces no brota durante años. Y dicen que solamente lo hace en presencia de un corazón puro. Creo que tenía algunos frasquitos que la reina Serenity me regaló cuando yo era una niña. Aunque no sé dónde los he puesto…pero ya los encontraré.
-Gracias Nehie, pero de todas formas no sé si eso le podría servir. El caso de Jimmy es de nacimiento. – Contestó su amiga, visiblemente escéptica –
-Bueno, ¡qué le vamos a hacer! – Suspiró la joven que cambió entonces de tema.- Por cierto. ¿Cuándo serán los exámenes? Estoy estudiando lo que puedo cuando tengo tiempo libre. Quisiera presentarme a distancia. O, si me es posible, acudir a hacerlos.
-Pues dentro de un mes son los parciales. – Le aclaró su amiga que sin embargo le dijo.- Pero te va a resultar muy difícil, sin haber estado aquí y con todas tus ocupaciones.
-Por eso quiero regresar en dos semanas. Tendría tiempo de que me pusierais al día. Al menos eso espero.- Deseó su interlocutora –
-Dalo por hecho si puedes venir – Sonrió Animosamente Idina que se despidió.- Tengo que irme. Dejamos a Jimmy con su madre y Heather y yo tenemos que ir ahora a buscarle.

La reina de la Luna sonrió deseando a su amiga un buen día y se desvaneció. Idina también se marchó de su habitación. Fue en busca de su compañera de cuarto que a buen seguro iría hacia el despacho de su madre a recoger a Jimmy. Efectivamente, ambas se encontraron en el pasillo y tras saludarse se encaminaron hacia la jefatura de estudios.

-Me ha llamado Nehie. – Le contó sin poderlo evitar.-
-¡Vaya! ¿Cuándo?- Inquirió Heather.-

            Enseguida se dio cuenta Idina de que la conversación que había mantenido con su amiga no era cosa para ser comentada con detalle. De modo que se limitó a decir.

-Bueno, una llamada al móvil, tiene tarifa plana.- Se sonrió divertida agregando.- Todo bien, muy liada en casa con cosas de allí, pero quiere venir pronto.
-¡Ojalá sea así, se la echa mucho de menos.- Sentenció Heather.-
-Bueno, espero que vuelva un poco antes de que lleguen más estudiantes de intercambio, para que no la dejen sin habitación.- Dijo Idina.-

Su amiga asintió. Entre tanto Melanie cuidaba de su hijo. No se había portado mal, ni había estado agresivo desde que lo dejo a cargo a Heather e Idina. Desde luego la jefa de estudios tenía que reconocer que la hija de Cooan era un verdadero encanto. Tal como su madre lo fue cuando la conoció allí. Seguro que sería una excelente maestra para los niños. Pensaba en esto y miraba a Jimmy que se había dormido en el sofá de su despacho. Su madre le observaba…

-Perdóname, hijo mío… ojalá todo hubiera sido distinto.- Suspiraba al recordar.-

            Estaba a punto, ya había llegado el momento, Melanie había roto aguas y el parto ya estaba comenzando. Su marido se mantenía cerca de ella apretando su mano y así, aferrados los dos, la llevaron al quirófano.

-¡Uf, como duele! - jadeaba ella tratando de respirar apresuradamente para aliviar el dolor. -
-¡Aguanta cariño!- Le pedía su esposo bastante nervioso aunque tratando de animarla al añadir un esperanzado. -Ya casi está.

            Los médicos colocaron a Melanie en posición, uno de los doctores le pidió que empujase y ella apretó con todas sus fuerzas, el niño ya venía. Por fin, le vieron sobresalir su cabecita y salió en un momento. El doctor le sostuvo boca abajo desde los pies.

-¡Es un niño!- exclamó Roberts pletórico - Has tenido un niño, hemos tenido un niño precioso.
           
            Melanie sonreía estaba radiante de felicidad y deseosa de estrechar al bebé en sus brazos, pero el médico no se lo entregaba, le palmeaba en el trasero para hacerle llorar pero no lo conseguía.

-¿Qué ocurre, doctor?- Le preguntó Malcolm con creciente preocupación, al constatar.- Debería de haber llorado ya.
-No se preocupe, enseguida llorará,- le respondió el médico dándole más palmadas pero sin ningún resultado. -
-¿Qué pasa, doctor? ¿Qué pasa con mi hijo?- Preguntaba Melanie que comenzaba a ponerse muy nerviosa. -
-Tranquilízate cariño,- le pidió su marido evitando que ella tratara de incorporarse. -

            Pasaron más de dos agónicos minutos hasta que el bebé por fin soltó un berrido que precedió al primer llanto. Melanie y Roberts se relajaron aliviados y no le dieron más importancia al asunto, pero meses después pudieron observar que el bebé tardaba mucho en evolucionar en su aprendizaje. Cuando James, que así fue como le llamaron, cumplió el año, le llevaron a examinar. Las noticias no pudieron ser más desalentadoras.

-Lo siento.- Les dijo el especialista a cargo de las pruebas.- No tengo buenas noticias, este niño sufrió ausencia de riego sanguíneo al cerebro durante casi dos minutos, a causa de ello quedó privado de oxígeno.
-¿Qué es lo que quiere decir, doctor?- Inquirió Melanie mirándole fijamente, con sus bellos ojos azules reflejando su angustia. -
-Que tiene una lesión cerebral que le impedirá ser normal en su desarrollo. Puede que alcance una edad mental de seis años, pero no más. Lo siento mucho.
-¿Y no hay nada que se pueda hacer?- Le preguntó ella con desesperación. -
           
            El médico negó con la cabeza.  Muy abatido, el matrimonio salió de la consulta. Pese a todo era su hijo y le darían todo su cariño. Un año y medio después llegó Heather que, por suerte, nació completamente normal. Ahora Melanie acariciaba suavemente la frente y el pelo de su hijo que dormía plácidamente ajeno a los dolorosos recuerdos de su madre. Entonces sonó la puerta, la jefa de estudios se apresuró a abrirla. Se alegró al ver a su hija con Idina, pero les indicó que guardasen silencio para no despertar a Jimmy. Las dos chicas asintieron. Melanie salió fuera de su despacho y cerró la puerta.

-Creía que las dos estaríais tomando algo en el bar.- Comentó con una sonrisa. -
-Idina fue a la reunión del club,- le informó Heather con patente agradecimiento - y ha conseguido que los chicos me ayuden a cuidar a Jimmy.
-Vaya, muchas gracias pero no debiste hacerlo. - Le dijo Melanie a Idina que sonrió -
-Es lo menos que podemos hacer por una compañera y amiga.- Replicó la aludida.-
-Dios te bendiga, cielo, ¡eres igual que tu madre!- Le sonrió la jefa de estudios besándola en una mejilla. -

            Las dos se despidieron de Melanie que volvió al interior de su despacho. Las chicas no le habían querido contar lo que en verdad había sucedido. Pasaron unos días más y por fin los padres de Jimmy lograron una plaza para el muchacho en una residencia de otro estado. La despedida fue más dura de lo que creían. Heather lloraba e incluso Idina derramó alguna lagrimita. El chico le había tomado mucho cariño. Así lo expresó cuando al decir adiós, le dio un beso en una mejilla, sonrió y pudo balbucear.

-A...dios… tata Idina.
-Adiós Jimmy, se bueno ¿eh?- Le  pidió dulcemente la muchacha. –


Y tras aquello ambas chicas retomaron sus actividades académicas normales, así como las extraacadémicas. Idina le comentó a su compañera de habitación que había hablado con Nehie en más ocasiones. (Por supuesto no le dijo en que forma lo hizo). La cuestión fue que le explicó el deseo de ésta de retornar si era posible para poder terminar el curso. Y asimismo le pidió a su amiga ayuda para que entre las dos facilitasen un poco las cosas a esa muchacha. Ni que decir tiene que Heather se ofreció a  lo que hiciese falta. Quedaron en aguardar a ver si Neherenia decía si iba a regresar o no…

-Hasta que no venga no podrá saber si tiene tiempo de presentarse a los parciales, o bien al final. Podemos preguntarle a mi madre.- Le comentó Heather a su compañera.-
-Sí, aunque será mejor esperar a que ella me llame para ver qué me dice.- Respondió Idina.-
-Dile que me llame alguna vez, o que me dé el número de su país. Así podría charlar con ella también.- Le propuso Heather.-
-Bueno, se lo diré.- Asintió Idina con expresión un poco tonta.-

            Evidentemente eso no era posible. Para empezar. ¿A qué país iba a poder llamar su amiga Heather? Pero no tuvo otra opción que decir eso para ganar algo de tiempo.

-Ya pensaré algo. De todos modos, cuando vuelva a llamarme se lo diré, espero que Nehie pueda darme una solución, salvo que tengan prefijo en la Luna.- Se dijo entre algo apurada y un poco divertida.-

Por su parte, en el satélite terrestre, la soberana dormía tras esa agotadora recepción con cena incluida. Su invitado el saiyajin le causó muy buena impresión. Pero ahora soñaba con el difunto Granate, aquel chico que había sido su primer amor. Estaba en esa gran nave, con él. Corrían de la mano hacia el lago. Allí se detuvieron, jadeando tras la carrera, aunque él tardó poco en rodearla con sus brazos y besarla. Tras separarse le dijo todavía con la respiración entrecortada.

-Tengo que llevarte todavía a muchos sitios…ven, y toma mi mano.- Le decía cuando los dos se apoyaban en el tronco de árbol cercano.-
-Ya es tarde.- Pudo oponer ella con pesar.-

            Y en ese instante no sabía si ella misma se refería a la hora de la tarde en la que estaban o era algo más profundo, como si tuviese que ver con su vida misma. Pero el muchacho le sonrió, animando su expresión y tras sujetar la barbilla de ella con suavidad le cantó de esa manera que él tenía tan dulce y pícara a la vez…

-Ven y toma mi mano 
Quiero contactar a los vivos 
No estoy seguro de comprender 
El papel que tengo que interpretar 

Me siento y le hablo a Dios 
Y él se ríe de mis planes 
Mi cabeza habla un lenguaje 
Que no comprendo 

Sólo quiero sentir amor verdadero 
Sentir el hogar en el que vivo 
Porque tengo mucha vida 
Corriendo por de mis venas 
Y se va a desperdiciar 

No quiero morir 
Pero tampoco me entusiasma la vida 
Antes de enamorarme 
Estoy preparándome para dejarla 

Me asusto hasta morir, 
Por eso sigo corriendo 
Antes de llegar, 
Puedo verme venir 

Sólo quiero sentir amor verdadero 
Sentir el hogar en el que vivo 
Porque tengo mucha vida 
Corriendo por de mis venas 

Y se va a desperdiciar 
Y necesito sentir amor verdadero 
Y una vida para siempre jamás 
No puedo darme por vencido 

Sólo quiero sentir amor verdadero 
Sentir el hogar en el que vivo 
Porque tengo mucha vida 
Corriendo por de mis venas 
Y se va a desperdiciar 

Sólo quiero sentir amor verdadero 
Y una vida eterna 
Hay un hueco en mi alma 
Puedes verlo en mi rostro 
Es un lugar verdaderamente enorme 

Ven y toma mi mano 
Quiero contactar a los vivos 
No estoy seguro de comprender 
El papel que tengo que interpretar 

No estoy seguro de comprender 
No estoy seguro de comprender 
No estoy seguro de comprender 
No estoy seguro de comprender

 (Robbie Williams. Feel, crédito al autor)


            Y ella le escuchó embelesada como siempre hacía. Granate entonaba con aquella hermosa voz, tan llena de alegría y afecto que la soberana no podía evitar emocionarse al tiempo que se sonrojaba y sonreía. Aunque tras cantar un poco más, la joven insistió declarando no sin fastidio.

 -Mi escolta y mi Chambelán estarán preocupados por mí. -Debería regresar.-
-¡Ese tipo realmente es muy raro! - Se rio Granate haciendo algunos ademanes que imitaban a ese hombre y fingiendo esa engolada voz que tenía para parodiarle.- ¡Oh!... Mi hermosa y gentil reina de La Luna…tenemos muchas cosas que hacer. Por lo menos hay que utilizar todos los cubiertos y las copas de la mesa…


            El muchacho se refería a una cena de gala a las que inevitablemente asistió la noche anterior. Con un despliegue enorme de vajilla y cubertería que ese tipo dijo haber traído expresamente de la Luna. Para regocijo de la soberana, durante la cena, el chico le pidió al atónito chambelán una guía de empleo de los cubiertos, alegando que eso era más difícil que pilotar un caza orbital. No obstante, era una broma, él había sido adiestrado en protocolo en la academia, sin mencionar la estricta educación que su madre también le diera en esa materia.  Ahora recordaban aquello entre risas, sentados en el césped junto al lago artificial.

-Mucho me temo, señor, que no disponemos de semejante guía.- Dijo Granate imitando al canciller.-
-¡Pobre caballero De la Lune!- Reía Neherenia.- La cara que puso…¡no pude evitar reírme!
-En el fondo es un buen tipo, se preocupa mucho por ti.- Admitió el chico, que en tanto acariciaba el sedoso pelo de la joven reina, le decía con jovialidad.-Con una hamburguesa y una bebida yo habría cenado igual. Aunque, eso sí, de postre una tarta de mi madre o de mi Makoina.
-¿Makoina?- se sorprendió Nehie.-
-Es como llamo a mi madrina Makoto. Desde que era pequeño, como no sabía decir bien las palabras, las mezclaba.- Le explicó él para provocar nuevamente una sonrisa en su interlocutora.- Y la pobre se ha pasado la vida sacándome de apuros por mis trastadas.
-Es una buena mujer, como sailor Júpiter ha luchado mucho, lo mismo que sus compañeras.- Afirmó Nehie.-
-Sí, nunca podré olvidar, todo lo que hizo por mí. Y lo que la hice pasar, pobre Makoina, ella también me echará de menos.- Musitó su novio aunque sin ese tono jovial que había estado manteniendo hasta hacía apenas unos instantes.-
           
            Empero, su pareja no se dio cuenta de eso y le confesó, suspirando para sentenciar.

-Soy muy feliz aquí, contigo. Quisiera que el tiempo se parase y que pudiéramos estar aquí, sin obligaciones, ni consejos de Estado. Solamente tú y yo.
-Sí, habría estado bien.- Sonrió débilmente él, que sin embargo adoptó una expresión seria.-

            Granate se levantó y pareció concentrarse, como si escuchase algo, entonces sonrió nuevamente a la muchacha y le dijo con ternura.

-Me temo que te necesitan. Debes irte, mi amor…
-¿Irme? ¿A dónde?- Se sorprendió ella que miraba a todas direcciones sin oír ni ver nada anormal.-
           
Neherenia se levantó a su vez y escrutó el panorama con atención. A su alrededor la gente paseaba, el agua estaba clara y cristalina en aquel lago artificial junto al que estaban y los árboles se mecían con una leve brisa, provocada por las corrientes de aire de la refrigeración del asteroide. Pero nada presagiaba ningún tipo de emergencia. Pese a todo él le aclaró, posando sus manos sobre los hombros de la chica con patente afecto.

-Tu reino está en peligro. Mi hermosa y gentil reina. Ahora debes regresar a protegerlo.

            En ese instante Nehie comenzó a escuchar los ecos de una especie de sirena. Ella quiso taparse los oídos, sin embargo Granate añadió.

-Es la alarma de tu palacio…
-No puede ser, si estamos aquí… en el lago de esta nave. Mi palacio está en la Luna. No podría escucharse nada desde aquí…-Objetó ella, plena de desconcierto.-
-Me temo que no, cariño. - Pudo sonreír el chico añadiendo con voz queda.- Tú estás en tu palacio y ahora debes despertar.
-Yo quiero estar contigo.- Le pidió la joven que comenzaba a percatarse de lo que ocurría, en tanto ese sonido ganaba cada vez más fuerza y estridencia.-
-Siempre podrás regresar aquí en tus más hermosos sueños.- Le aseguró su interlocutor que ahora comenzaba a hacerse translúcido, desvaneciéndose mientras remachaba.- Te estaré aguardando en nuestros lugares mágicos…

            Neherenia apenas pudo oponer nada, lloraba sin saber el porqué. Entonces escuchó voces, Granate ya no estaba allí, pero otras personas estaban gritando. Todo era oscuridad ahora y sentía que algo la zarandeaba…

-¡Nos atacan, Majestad, debéis despertaros! - Oía entre una confusión cada vez mayor.-

            La reina abrió los ojos. A su lado una de sus camareras reales con expresión de gran temor, le repetía.

-Majestad, estamos bajo ataque, debéis correr a poneros a salvo…
-¿Qué sucede?- Quiso saber Nehie en cuanto pudo  despabilarse.-

            Ese sonido era profundo y estridente. Ahora lo reconoció sin lugar a dudas. ¡Era la alerta roja! Sin perder ya ni un instante se vistió con ropa cómoda. Ordenó a su camarera que  se pusiera a salvo y ella misma salió de sus estancias. Enseguida localizó al capitán de su guardia y a varios ministros. Todos le instaron a buscar refugio. Pero ella se impuso, tomando el mando, les ordenó de forma enérgica.

-Quiero un informe completo de la situación. Que se protejan todos los puntos clave. Especialmente los accesos a las viviendas de los ciudadanos. Me hago cargo en persona de esto.
-Pero, Majestad.- Objetó su concernido ministro de interior.- Vuestra seguridad es primordial para el reino.
-No más que la de cualquiera de mis súbditos. Voy al centro de mando. Espero recibir respuestas inmediatamente sobre el cariz de esta crisis. - Replicó ella con autoridad en su voz, sentenciando de manera tajante.- Os he dado una orden, ¡cumplidla!

            Pese a que aquel grupo de políticos, dirigentes y militares se miraron con desconcierto finalmente hicieron una reverencia y se aprestaron a obedecer. En ese instante Doran, con su armadura de combate, apareció en el pasillo.

-¿Es ésta la forma que tenéis aquí de despertaros o es que sucede algo interesante?- Pudo preguntar con cierto sarcasmo.-
-Estamos bajo ataque, todavía no sé de quién.- Le contestó la soberana con sobriedad.-
-Entiendo.- Dijo el saiyajin, ya de forma más seria.- Contad conmigo, Majestad…
-No hay tiempo que perder. Vamos al centro de mando, mi Señora.- Le insistió uno de sus ministros, realmente preocupado por ella.-

            De hecho, se oían explosiones además del sonido de la alerta. Las tropas del Reino de la Luna comenzaban a desplegarse y protegían los accesos al palacio. La situación parecía agravarse por minutos.

-Será mejor que vayáis, en cuanto nos hagamos una idea de lo que está sucediendo podremos recuperar la iniciativa.- Le aconsejó a su vez Doran.-

            Su interlocutora asintió y junto a su escolta guió al guerrero hacia el puesto de mando. Allí esperaba tener esas respuestas  que tanto necesitaría para organizar un plan de contrataque. Aunque su mayor prioridad era la que gritaba a sus oficiales.

-Poned a la gente a salvo. Eso antes que nada.
-Sí , Majestad.- Respondían obedientemente estos.-


            De camino a su zona de control todo eran caos de atropelladas carreras, órdenes de mando y sonidos de explosiones y alarmas. Tuvo que darse prisa junto a sus escoltas, ministros y su aliado el saiyajin, para ganar el puesto de mando. Allí, entre las imágenes de las cámaras de vigilancia que todavía funcionaban y los informes que le dieron, se hizo una idea de la situación. Al parecer una flotilla de naves enemigas del tamaño de cazas orbitales, similares a las que se reportó que atacaron al asteroide, había abierto fuego contra las protecciones de la Cara oculta de la Luna. En un principio éstas habían aguantado pero finalmente, ante ese bombardeo, fueron destruidas en algunos puntos. El enemigo, no contento con eso, habría introducido alguna nave de desembarco y tropas en las brechas. Y estás ganaban terreno rápidamente. Las escasas fuerzas de defensa de la Luna no eran rivales para su poder.

-Tratan de ocuparnos.- Afirmó un horrorizado ministro.-
-Si caemos tendrán la Luna en su poder. Y podrían atacar a la Tierra desde aquí con efectos devastadores.- Observó uno de los coroneles a cargo de la defensa.-
-Tengo que intervenir.- Declaró Nehie que, sin dar tiempo a nadie a replicar, invocó su transformación sacando el pequeño cetro que había guardado en uno de los bolsillos de su traje al grito de.- ¡ Cara oculta de la Luna, dame el poder!…

            Y tras asombrar a sus acompañantes con una zarabanda de luces y vueltas sobre sí misma apareció ataviada como sailor. Lucía unas botas hasta la rodilla de color negro con ligero tacón, minifalda a juego, un corpiño blanco y una diadema plateada que sujetaba su frente. Completaba aquello con un gran lazo negro también sobre el pecho y en el cuello una cinta de tono blanco con tres lunas en fase creciente con los cuernos apuntando hacia arriba, inscritas en ella.
-Pero Majestad. Es muy peligroso. ¡Os suplico que no vayáis! - Le rogó el capitán de su guardia.-
-Debo ir, es mi obligación. - Sentenció ella, que observando los rostros de desaprobación de su séquito añadió con tajante tono de mando.- No os estoy pidiendo opinión, os estoy dando una orden. Podéis acompañarme o quedaros aquí, ¡pero apartaos de mi camino!
-Os seguiremos, Majestad. - Convino el resignado capitán con el asentimiento unánime de sus soldados.-
-Yo voy con vos, Señora.- Terció Doran remachando no sin aparente regocijo.- ¡Esos cobardes van a ver lo que significa retar a un saiyajin!

            Y sin perder más tiempo corrieron hacia la zona más comprometida, en la que penetraban varias unidades enemigas con fuego de artillería y androides. Los defensores estaban a punto de sucumbir cuando la propia Sailor Shadow llegó a su posición y lanzó un ataque que desbarató a un grupo de la vanguardia rival. Doran se unió a ella con un poderoso rayo de energía que destruyó algunos robots y un par de naves de transporte enemigas. Ahora, las tropas de la Luna Nueva pudieron avanzar posiciones tratando de asegurar el perímetro. Aunque por poco tiempo, del exterior llegaban más intrusos que bombardeaban con nuevos rayos láser.

-¡Van a destruir toda la zona de cúpulas! – Exclamó un oficial.-
-Nos preocuparemos de eso después.- Replicó la soberana, ordenando a sus guardianes.- Mantened al enemigo a raya. ¡Disparad!…

            Pese a que sus soldados cumplieron con la mejor disposición aquel mandato, las tropas adversarias comenzaban a superarles en número y sobre todo en potencia de fuego. Incluso montaron una especie de cañón de energía que disparó destruyendo aún más las protecciones del palacio. Entonces Doran concentró energía transformándose en súper guerrero para asombro de la guardia lunar. Al momento les arengó.

-¡Poneos tras de mí! Bloquearé sus rayos, cuando lo haga tendréis tiempo de replegaros.
-Hacedlo.- Convino Nehie, asombrada a su vez por la energía que desprendía aquel guerrero. Pero manteniendo la compostura para ordenar. - Retiraos hasta asegurar una zona más fácil de defender. El embajador Doran y yo misma contendremos al enemigo.
-Sería mejor que os refugiaseis también, Señora.- La aconsejó el saiyajin.-
-¡No en mi reino! Y menos mientras haya un súbdito mío en peligro. - Repuso ella con tono firme.-
-Como vos digáis.- Asintió su interlocutor que proyectó una especie de burbuja de energía que actuó como escudo.- Os entiendo. Haría lo mismo en vuestro lugar.

            Y esa improvisada defensa aguantó la descarga de energía de ese cañón. Al menos lo bastante como para que Sailor Shadow avanzase decidida para contraatacar golpeando y lanzando rayos de energía contra todo enemigo que se atrevía a salirle al paso. Doran la contempló no sin asombro y con un gran respeto. Estaba claro que esa mujer no tenía ni de lejos la fuerza de un saiyajin. Sin embargo, peleaba con denuedo por defender a los suyos. Como todo monarca que se preciase se arriesgaba en persona. Estaba deseoso de unirse al ataque pero se percató de que ese cañón iba a hacer fuego nuevamente. Afortunadamente Neherenia estaba fuera de su trayectoria de disparo. No así la mayor parte del palacio.

-¡Maldita sea! – Espetó con frustración.- No puedo moverme de aquí, hasta que no destruya ese cañón. Pero podría herir a la reina…
           
            El objeto de sus preocupaciones, junto con algunos de sus hombres, peleaba contra una cada vez más agobiante masa de enemigos. Estos disparaban sus armas y diezmaban rápidamente a las tropas de la Luna Nueva. La misma soberana cayó herida en un brazo. En el suelo se lamentaba de que todo fuera a terminar así para ella en tanto el enemigo se aproximaba listo para darle el golpe final.

-Al menos Granate, mi amor, volveremos a estar juntos.- Pensó a modo de último consuelo mientras se sostenía el brazo herido con un rictus de dolor. -

            Aunque en ese instante una ráfaga de varios ataques coordinados descolocó por completo al invasor. Las voces que los pronunciaban y sus nombres le eran muy familiares a la reina. Cuando miró hacia la fuente de los mismos no pudo evitar sonreír emocionada. ¡Allí estaban! Chibiusa, las asteroides e incluso las guerreras de la Luna. Entonces aquel cañón diabólico estalló en pedazos, un hombre que brillaba con un gran resplandor dorado lo había destruido de un puñetazo. Pero no se trataba de Doran. Éste todavía se mantenía en posición tras de ella protegiendo a los cortesanos y a las fuerzas de defensa que estaban cobijados tras los muros. La joven soberana no tuvo que esperar demasiado para descubrir a ese otro saiyajin, aquel guerrero dorado se aproximó, emitiendo ya menos luz, en tanto las sailors se ocupaban de poner en retirada al enemigo. Neherenia entonces pudo exclamar, visiblemente sorprendida y alegre.

-¡Roy!

            Así era, el padre de Kerria, tío de Idina, más conocido por los saiyajin como el príncipe Asthel, el hermano del soberano de Nuevo Vegetal. A su vez, Roy Malden miraba a la soberana y sonreía. Sacó una alubia que le entregó. La muchacha no tardó en comerla notando como se recuperaba instantánea y milagrosamente de su agotamiento y de las heridas. Mientras, el recién llegado le decía con su jovial y socarrón tono habitual.

-No pensarías que me iba a perder esta fiesta. ¿Verdad, Nehie? Sabéis montarlas a lo grande en la Luna por lo que veo…
-¿Cómo habéis podido venir?- Quiso saber ella visiblemente desconcertada ahora.-

            Entre tanto las demás guerreras retornaron hacia su posición. El enemigo se había replegado, quizás confundido ante semejante contraataque que no esperaba. Entonces Roy centró su atención en el otro súper guerrero. Doran por su parte se aproximó y nada más verle hincó la rodilla en tierra para declarar con gran respeto.

-Príncipe Asthel. Es un gran honor, Señor…
-¡Venga ya, chaval!, levántate que parece que te me estuvieras declarando. - Sonrió el aludido, para regocijo y risotada del resto de las guerreras y hasta de la propia Sailor Shadow.- Bueno- Quiso saber Roy ahora con tono más serio. - ¿Cómo te llamas, hijo?...
-Doran Derail, mi Señor, hijo de Calix Derail y de Seira Saiyanto.- Repuso éste de inmediato en tanto se levantaba.-
-Muy bien, Doran… ¡Vaya, de modo que eres hijo de esos dos! Espero que tus padres sigan bien. ¡Eran muy divertidos!  Y buenos guerreros. - Repuso su interlocutor sonriendo al recordar viejos tiempos.- Aunque ahora no es momento de contarte sobre eso. ¡Vamos! Entre tú y yo destruiremos a esos mamones. Tenemos que borrarles del mapa.
-Sí, mi Señor. Con gran placer.- Sonrió el interpelado, más que dispuesto a ello.-

            Y tras asegurarle a la soberana de la Luna Nueva que le explicarían todo cuando el tema estuviese resuelto, tanto Roy como Doran salieron volando a la caza del enemigo. La reina y sus amigas quedaron allí, aguardando. Aunque tanto Chibiusa como las otras quisieron poner a su amiga en antecedentes de lo que había sucedido…

-Decidme, chicas.- Les inquirió la reina de la Luna Nueva a sus amigas.- ¿Cómo pudisteis venir tan pronto?
-Mi madre nos advirtió.- Le contó Chibiusa.- Me hizo ir a su presencia y me dijo que reuniese a las amazonas.

            Al poco retornaron ambos saiyajin tras destruir a su objetivo. Y la joven soberana comentó.

-Te agradezco muchísimo tu ayuda, Roy. ¿Cómo te enteraste?
-A mí me avisó el servicio secreto de la ONU.- Le reveló él.- Contactaron primero conmigo. Les dije que no molestasen a mis amigos. Que yo solo me las apañaría. Y cuando me concentré y sentí la energía de otro súper saiyajin, estuve seguro de ello.
-Yo podría haber sido un enemigo.- Terció Doran, inquiriendo con perplejidad.- ¿Cómo supiste que podrías confiar en mí?
-Digamos que primero me transporté a ver a Serenity. Y ella me lo contó.- Sonrió el interpelado.-

            Cuando Roy apareció junto a Serenity y Endimión, los dos estaban en una gran sala, reunidos con el resto de las Guerreras que iban no obstante ataviadas con vestidos largos y de un color particular para cada una.

-¡Roy! - Se sorprendió Ami al verle allí.-
-¿Qué estás haciendo aquí?- Se extrañó Rei a su vez.-
-Disculpadme, no quisiera molestar, pero han venido a informarme que se está produciendo un ataque contra la Luna.- Repuso él.-
-¿Un ataque?- repitió Makoto mirándole con extrañeza.-
-¿Cuándo?- Quiso saber Minako.-

            Aunque fue Endimión quién se adelantó para declarar.

-Por eso os habíamos hecho venir. Roy tiene razón, la Luna está siendo atacada…como última línea de defensa de la Tierra tenemos que protegerla.
-Muy bien.- Intervino Haruka para preguntar.- ¿Cuándo nos vamos para allá?
-Nosotras no vamos a ir- Le dijo Serenity añadiendo.- Esa será tarea de las fuerzas de defensa de Neherenia.
-¿Pero estás segura de que ella y sus escasas tropas podrán enfrentarse a eso? – Inquirió Michiru.-
-Tendrá ayuda. Uno de los saiyajin ha llegado hace poco. Es el embajador que tu hermano ha enviado.- Respondió dirigiéndose a Roy.-
-En ese caso, iré a ver si necesita que le eche una mano.- Declaró éste cruzándose de brazos para querer saber.- ¿Tenéis alguna idea de quienes están atacando la Luna?


            Aunque Serenity y Endimión no respondieron a eso, solo bajaron la cabeza con pesar. Aquello sin embargo fue muy revelador.

-¿Son los mismos que atacaron la nave?- Quiso saber Hotaru.-
-Eso me temo.- Admitió al fin la soberana.-
-¡Malditos! ¿A qué esperamos para ir a por ellos?- Terció Makoto con visible ira.-
-Nosotras no vamos a ir. Ya te lo he dicho.- Replicó la reina.-
           
            Aunque su compañera esbozó una sardónica sonrisa y, levantándose con rapidez de la silla que había ocupado, sacó su transformador, en tanto replicaba

-Lo siento pero esta vez no voy a obedecer tus instrucciones. Y ahórrate cualquier amenaza o consejo. Me da igual lo que me hagas. Házmelo después.  ¡Pero ahora esos canallas van a saber quién soy yo!
-Makoto, por favor, no hagas de esto algo personal. - Le pidió Endimión con gesto preocupado.-

            Aunque la princesa de Júpiter le dedicó una profunda mirada, rezumando tristeza y rabia en sus ojos y sentenció.

-Cuando esos miserables asesinaron a mi ahijado se convirtió en algo muy personal para mí, Majestad.
-Por favor. Mako –chan. - Le pidió la soberana con tono apenado.- No busques venganza.
-Llámalo como quieras, yo prefiero decir que es una justa retribución, o devolver el equilibrio al Universo.- Replicó la aludida con determinación.-
-No irás sola. Granate era mi sobrino y esos bastardos mis enemigos. Cuenta con mi ayuda. - Afirmó Roy ofreciéndole la mano a esa mujer que satisfecha se la estrechó.-

            Entonces el resto de las princesas allí sentadas se fueron levantando una por una.

-Mako-chan, yo también voy contigo.- Se ofreció Minako.-
-Sí, no abandonaremos a una de las nuestras.- Convino Rei.-
-Lo lamento, majestades, tanto si os gusta cómo sino, yo también voy.- Declaró Ami.-
-Si… no vamos a dejar que ellos disfruten de la fiesta en privado.- Añadió Haruka.-
-Vamos entonces.- Dijo Michiru.-
-Todas unidas.- Remachó Hotaru.-

            Serenity suspiró, ella y su esposo se miraron con resignación. Entonces la reina agregó.

-Sabía que reaccionaríais así cuando lo supierais. En mi caso ahora estoy atada por mi cargo. Lamento no poder ir con vosotras. Sin embargo, hay alguien que lo hará en mi lugar…

            Y dicho esto una puerta del fondo de la estancia se abrió. De ella surgieron Chibiusa y las sailors asteroides, con sus uniformes y prestas para la batalla.

-Bien mamá. Aquí estamos…- Sonrió la princesa del Milenario de Plata y Neo Cristal Tokio aseverando.- Nehie es una amiga y no la vamos a abandonar.
-Ya nos queda muy poco tiempo. – Afirmó la soberana.- Puede que sea la última batalla que libraréis hasta tener que asumir por entero vuestros cargos como princesas.

Las demás asintieron. Makoto se aproximó a su amiga y le dijo con tono más suave aunque entristecido.

-No solamente es por la memoria de mi ahijado. Nuestro deber es apoyar a nuestros amigos.
-Lo sé. Ir tranquilas y sobre todo tened mucho cuidado.- Les pidió Serenity haciendo sus palabras extensivas a todos los demás.-


            Y sin perder ni un segundo desaparecieron. Roy se concentró en la energía de Neherenia, podía sentirla con claridad ahora que la muchacha estaba transformada en Sailor Shadow. También captaba otra muy potente que debía de corresponder a ese saiyajin. Las sailors por su parte se dieron la mano en dos círculos, Chibiusa y sus Asteroides por un lado y el resto por otro. Al reaparecer estaban rodeadas de gritos, disparos de rayos de energía y sonidos de alarma. No tardaron en ver a la soberana de la Luna peleando y a ese otro saiyajin levantando una barrera protectora para frenar los disparos del enemigo.

-¡Desplegaos! – Exclamó Haruka a sus compañeras.-
-Vamos. Ataquémosles por grupos.- Indicó Rei.-

            Las recién llegadas comenzaron a utilizar sus poderes barriendo a sus oponentes. Minako con su fulgor creciente aniquiló a varios robots, Ami congeló a otros y Rei hizo arder una de las posiciones enemigas haciendo que sus adversarios se retirasen. Aunque enseguida más androides avanzaron disparando. Las chicas se cubrieron. Roy se transformó en súper guerrero y las protegió con una barrera de energía. Hotaru hizo lo propio con el muro del silencio. Fue el turno de Chibiusa y las demás, que, se acercaron a cubrir a su amiga Sailor Shadow que estaba en el suelo, doliéndose de una herida en un brazo.

-¿Estás bien?- Pudo preguntarle Para-Para en tanto ayudaba a la soberana de la Luna Nueva a levantarse, junto con Ves-Ves.-
-Sí, gracias chicas. Me alegra veros.- Sonrió la interpelada.-

            Cere- Cere y Jun-Jun  las cubrían descargando sus ataques. Chibiusa hizo lo propio destruyendo a más enemigos conforme se aproximaban.

-Vamos.- Les indicó a sus sailors.- Llevad a Neherenia a un sitio seguro.- El resto, consolidad la posición.- Ordenó a las demás guerreras que asintieron, aplicándose  a ello.-

            No obstante, el cañoneo del enemigo era muy potente y las demás tuvieron que parapetarse tras lo que pudieron.  A través de una brecha del palacio penetraban más tropas. Roy entonces fulminó a muchos de ellos con un rayo de energía y se dirigió a Makoto que, jadeando por el esfuerzo y tiznada de restos de hollín y materiales destruidos, estaba a su lado.

-Guerrera de Júpiter, ¿no crees que esos tipos andan algo bajos de batería?- Le inquirió con patente ironía.-
-Sí, tienes toda la razón. Voy a recargarlos.- Repuso ésta exclamando.- ¡Supreme Thunder Attack!

            Y desplegando una antena de su diadema entrecruzó los brazos emitiendo un potentísimo relámpago de energía que electrocutó a varios androides que enseguida ardieron estallando. Eso la hizo sonreír con expresión de revancha. Pensó en su ahijado. Esos malditos iban a pagar muy caro lo que hicieron.

-¡Adelante! - Arengó la Guerrera de Marte descargando su “burning mandala” sobre otro grupo de oponentes que fue destruido por las llamas.-

            La guerrera de Mercurio se ocupó de poner a salvo a varios ciudadanos entre ellos algunos niños, sorprendidos en las calles anexas al palacio. El enemigo había progresado hasta allí, para horror de Nehie que les advirtió.

-¡Oh no! Cerca de aquí hay una escuela. Tenemos evitar que lleguen hasta allí.
-¡Nos ocupamos de ello! - Exclamaron las asteroides con Chibiusa al unísono.-


            Corrieron a frenar el avance del enemigo y con la cobertura del resto se apresuraron a sacar a los aterrados niños de allí.  Aunque una nueva andanada de disparos cayeron sobre ellas pero fueron repelidos por una silueta femenina que portaba un largo cetro. Al mirar hacia ella fue
Urano la que exclamó.

-¡Guerrera Plutón!
-¡No puede ser! – remachó Michiru observándola incrédula.-
-¡Setsuna-mamá! – Exclamó Hotaru.- ¡Has vuelto!

            Pero aquella altísima mujer, de largo cabello castaño y ojos bermellón, sonrió negando con la cabeza. De pronto transformó el color de su cabello en un brillante resplandor dorado y sus ojos pasaron a ser del color de la esmeralda. Y de esta forma exclamó con voz profunda y grave.

-¡Dead scream!

            Su potentísimo ataque literalmente desintegró los restos de la avanzadilla invasora y las naves que trataban de alcanzar esa escuela y otros puntos de la ciudad. Las demás aprovechando aquello pudieron salvar a los niños. Fue entonces cuando paralelamente a eso  Roy disparó  a su vez varias ráfagas de rayos desbaratando las filas de lo que quedaba de aquellos invasores. Se dirigió a Doran y le indicó que debían salir a rematar al enemigo. El saiyajin enseguida asintió. Entre ambos destruyeron a lo que quedaba, el tío de Granate no se privó de gritar en tanto concentraba energía para crear una onda vital gigantesca que barrió lo que quedaba de las tropas adversarias.

-¡Esto de parte de mi sobrino, mamones!

            Y por fin terminó aquella gran batalla. Tras asegurarse de que estaban todos bien Neherenia hizo balance de daños. Fue Chibiusa la que se aproximó a ella con tono confortador y le dijo.

-Los civiles están bien…
- Bueno, pero desgraciadamente se han producido muchos daños y también bajas. - Suspiró Ves- Ves, con semblante más cariacontecido.-
-Sí, es terrible. Muchos de tus soldados han caído.- Musitó Para- Para.-
-Chicas, ¡callaos! - Les pidió Cere - Cere, observando las lágrimas en el rostro de la soberana en tanto recorría con la vista aquel terrible panorama.-
-Lo sentimos mucho.- Remachó Jun-Jun.-
-Hemos pagado un alto precio, sí. Pero el reino de la Luna sigue en pie. Y nos reconstruiremos más fuertes que antes.- Afirmó la reina con determinación enjugándose las lágrimas.-
-Eres una gran chica. De verdad Nehie, estoy muy orgulloso de ti. Todos los estamos y sé que mi sobrino, allí donde se encuentre, lo estará también. - Declaró Roy pasándole un brazo por los hombros a la muchacha.-
-Es verdad.- Añadió Makoto con voz queda.- Mi ahijado podrá descansar tranquilo. Ahora lo sé.

            Al escuchar esas palabras Neherenia no pudo evitar llorar, había sido mucha presión contenida, mucho temor por su pueblo y una gran tristeza la que tenía dentro y necesitaba desahogar. Se abrazó a Roy y dio rienda suelta a todo ese llanto acumulado. Las demás guardaron un emocionado silencio. El señor Malden la abrazó un largo rato hasta que la joven pareció calmarse, entonces se separó un poco de ella y con afecto levantó su barbilla con un dedo para decirle.

-Eres una magnífica reina. Y una chica muy valiente, Nehie. Me alegra comprobar que has crecido para convertirte en una gran mujer.
-No, he fracasado.- Suspiró ella alegando con desconsuelo al ver a muchos de sus súbditos tendidos sin vida.- Mi deber era protegerles y no he sido capaz de hacerlo.

-Nadie puede salvar a  todo el mundo.- Quiso animarla Roy.-

-Es verdad. -Suspiró La Guerrera de Urano observándola con simpatía y pesar.- No te pidas imposibles.
-Has hecho cuanto estuvo en tu mano hacer.- Convino la guerrera de Neptuno, asimismo apenada.-

            Algunas de las otras dijeron cosas similares. Neherenia pudo sentirse un poco mejor. Aunque lamentaba profundamente tantas muertes y estaba furiosa por aquello. Empero, se dio cuenta de que su deber era mantenerse firme, debía ser la roca en la que su pueblo se sintiese resguardado. Al menos, no estaba sola en esa tarea. Allí estaban sus amigos, luchando a su lado. Eso le daba un poco de moral.

-Gracias…- Sonrió débilmente finalmente ella entre sollozos, rehaciéndose al fin para añadir en voz alta.- Muchas gracias a todos.
-No hay de qué. Somos amigos y aliados. –Afirmó Chibiusa.-
-Por cierto. Hablando de aliados.- Terció Haruka observando a esa nueva sailor recién aparecida que ahora lucía su aspecto normal de nuevo.-
-¿Quién eres tú? - Quiso saber Hotaru dirigiéndose a ella.-
-Espera.- Intervino Roy, afirmando con una sonrisa.- Tú eres mi sobrina Seren, la hija de Lornd y Setsuna. ¿No es así?

            La aludida se aproximó a él e hizo una leve reverencia para admitir.

-Así es tío Asthel. Soy Seren Deveget. Princesa de Nuevo Vegeta y sucesora de mi madre, la reina Meioh, en el cargo de guardiana del portal espacio-tiempo y  de guerrera Plutón.

            Doran enseguida se acercó doblando la rodilla y besando una mano de la muchacha al tiempo que decía.

-Alteza, no os esperaba hasta dentro de unos días.
-Me adelanté. Mis padres me ordenaron venir lo antes posible.- Repuso ella.-
-No pudieron ser más oportunos.- Admitió la Guerrera de Marte con alivio.-
-Espero que mi hermano y mi cuñada sigan bien. - Dijo Roy quién, tras darle un beso en la mejilla  su sobrina y otro a Neherenia declaró.- Debo irme ya, no quiero preocupar ni a mi esposa, ni a mi hija.
-¡Escucha! - Le pidió Chibiusa, aunque el señor Malden no la dejó continuar y añadió.-
-Ya lo sé. Aquí no ha pasado nada…No se lo diré a nadie, ni a mi familia, ni al resto. ¡Veremos que se inventan los de la ONU esta vez para taparlo! Las explosiones fueron tan potentes que se habrán tenido que ver hasta desde la Tierra.
-Gracias. - Replicó la princesa del Milenario de Plata recibiendo el asentimiento de su interlocutor.-
-La excusa oficial será la caída de un meteorito.- Respondió Ami.-
-Muy bien. -Suspiró Roy  diciéndole ahora a la Guerrera de Mercurio con tintes de mayor seriedad e incluso tristeza.- Cuando tengas unos días, si te es posible, pasa a ver a Bertie, por favor. Está muy deprimida desde que nuestro hijo y los demás desaparecieron.
-Lo haré, descuida.- Le prometió la aludida.-

            Así todos se fueron despidiendo, Roy no usó la translación puesto que aparecer ante su esposa con la pinta que llevaba tras la batalla no hubiera sido muy recomendable. Se puso en el interior del círculo que formaron las sailors que se transportaron llevándole. Por su parte Chibiusa y sus asteroides se despidieron de su amiga  prometiendo retornar pronto a visitarla. Solamente quedaron la princesa Seren y Doran, quienes junto con Neherenia pasaron al interior del palacio. Así lo recordaba la reina de la Luna Nueva. Agradecida de que sus amigos estuvieran allí para ayudarla. Ahora le tocaba reconstruir el reino y lo haría. Pensaba en los sacrificios que habían hecho, no solamente ella sino todos los demás. A parte del trágico fin de su amor otros muchos dieron sus vidas y aquella gran nave incluso desapareció. Suspiraba lamentando haberse encerrado tanto en su propio dolor. Pudo comprobarlo en los funerales oficiados por los caídos. A los que impuso condecoraciones. Pero eso no mitigó el dolor de muchas de sus familias. A pesar de todo, tuvo que escuchar gritos contra ella, algunos culpándola incluso de esas muertes.

-No son justos, Señora.- Le dijo una compungida Anaris, cuando todo acabó y estaba atendiendo a la soberana en las habitaciones de esta.-

            Neherenia estaba sentada en su cama, se había quitado el traje de luto que llevó para esa ceremonia y suspiró, respondiendo con voz queda.

-Es el dolor, la pena y la rabia los que hablan por ellos, Anaris. No les puedo culpar si me odian.
-Nadie os odia, Majestad. Muchos os vieron allí peleando por todos vuestros súbditos.- Quiso animarla esa muchacha.- ¡Salvasteis muchas vidas!
-Por desgracia no todas.- Sentenció ella.-

Y evidentemente esa herida abierta entre su gente tardaría en sanar.

-Debo ser fuerte por ellos, soy su soberana.- Se arengó cuando ya estuvo a solas.- Y todos hemos perdido algo o a alguien.

Y pensó en sus amigos, como los padres de Leval, o del resto de los que iban con él, sufrían. Lo mismo que las sailors que eran madrinas de algunos de ellos. Sin ir más lejos Makoto que lo fue de Granate. De modo que, resuelta a levantarse de nuevo, ya pensaba en fortalecer su reino y en cuanto pudiese regresar a la Golden State para cursar lo que le quedara de ese año académico.

-No permitiré que esto nos hunda. Todo lo contrario. Volveré a levantar lo destruido, animaré a los que estén sin esperanza. Buscaré unir a mi pueblo. Y luego, solo espero llegar a tiempo a los finales.- Se dijo con renovada determinación.-

Aunque para empezar Neherenia todavía tendría que solventar las consecuencias de aquella dura lucha. Pareció lograrlo y  tras algunos días la princesa Seren se marchó, alegando que debía informar del éxito de la batalla a sus padres. A su vez y días más tarde, Doran se despidió amablemente de la soberana. Ella incluso le cantó una de las tonadas del pueblo del saiyajin, dedicada a uno de sus remotos antepasados que viajó al futuro. El guerrero del espacio escuchó visiblemente impresionado por la dulzura y el amoroso tono de aquella muchacha, que contrastaban con su determinación y fiereza en la batalla. Ambas cosas le gustaban mucho. Finalmente, y no sin pesar se dispuso a partir. Tenía una audiencia en la Tierra. Iba a ser recibido ni más ni menos que por la propia Serenity en persona. El muchacho estaba presto a  abordar su cápsula cuando Nehie le llamó a sus estancias. Allí, tras despedir a su séquito, le dijo.

-Unas amigas mías van a venir para acompañaros a visitar a la reina de la Tierra. Posiblemente yo vaya con vosotros. Si sois tan amable de esperar un poco, estarán al llegar.
-Para mí sería un gran honor, además de una gran alegría si pudierais acompañarnos, Señora. Por supuesto que aguardaré lo que preciséis. – Afirmó él mirándola a esos ojos azules tan profundos. -

Y cada vez que estaba con ella Doran notaba algo extraño en su interior. No sabía explicarlo, no era dolor, ni tampoco sensación de peligro. Al contrario. Una especie de satisfacción y al tiempo de zozobra. Quizás estuviera enfermo. Ya se ocuparía de indagar sobre los síntomas de aquello. Posiblemente fuera el mismo reino de la Luna. Por precaución se quitó la cola antes de ir. Él sabía que, bajo el influjo de la Luna llena los de su raza podían convertirse en Ozarus, grandes monos gigantescos de un poder tremendo. Tan terribles como difíciles de dominar. De todos modos él sabía controlarlo, pero, teniendo en cuenta que estaba en esa Luna misma, quizás la fuerza de la transformación podía ser tan grande que no pudiera dominarse. Y a la vista de su delicada misión. Mejor fue prevenir que lamentar.

-Gracias- sonrió la soberana que también le dedicó una intensa mirada en tanto ambos aguardaban. –
-Por cierto, Señora. Me gustaría corresponder a vuestra magnífica despedida. Cuando sea posible os obsequiaré con alguna canción de nuestro reino. Aunque me temo que no soy tan buen intérprete como vos.
-Por lo que tengo oído, creo que sois muy modesto. Algunos cortesanos os escucharon cantando algo cuando entrenabais en nuestro parque central. - Repuso ella que comentó curiosa – No sabía que los guerreros del espacio cantaseis. Os tenía por una raza menos proclive a ese tipo de demostraciones.
-Cuando son himnos de batalla podéis estar segura de que los entonamos con deleite. Pero también tenemos otras melodías y canciones, muy pocas eso si, como la que vos misma me dedicasteis. Solamente algunas de nuestras mujeres pueden cantarlas así. Y ni entre mi propio pueblo había oído jamás una manera tan plena y magnífica de hacerlo.

Nehie se sonrojó ante ese cumplido. Lo cierto es que el saiyajin expresaba las cosas con gran claridad. Era propio de su raza, por lo que ella sabía, decir las cosas sin rodeos. Y le sorprendió más todavía cuando él le contó.

-Nuestra estirpe se ha mezclado durante generaciones. Se dice que nuestro remoto antepasado, ese al que honrasteis con vuestra magnífica interpretación, fue hijo de una humana y que de ella heredamos algunos rasgos de sus sentimientos y formas de ser. Aunque estos no broten a menudo. Pero cuando lo hacen son poderosos. Siempre se dijo que la mezcla entre humanos y saiyajin producía guerreros incluso más fuertes.
-Y esa es la principal finalidad de vuestras uniones. Tener hijos e hijas cada vez más poderosos. ¿Verdad?- Quiso saber ella con un tono quizás de ligero pesar que su interlocutor no advirtió. –
-Esa es nuestra meta sí, mi Señora.- Reconoció él argumentando de seguido. – Pero es por el bien de nuestro planeta y para garantizar su supervivencia.
Al cabo de unos instantes, uno de los oficiales de palacio tocó a la puerta con mucho respeto y prevención, el mismo saiyajin le abrió.

-Decidme. ¿Qué deseáis?
-Excelencia, vengo a informar a nuestra bella y gentil soberana que sus aliadas de la Luna Blanca y del reino de la Tierra han llegado.

El guerrero asintió, dirigiendo la mirada hacia Neherenia y sentenciando con amabilidad.

-Como ya os dije al conoceros. Nunca unos títulos describieron mejor a alguien. Sois hermosa y amable como nadie que haya conocido.
Su interlocutora se permitió una tímida sonrisa antes de salir de su habitación, Doran le siguió junto con aquel oficial. Neherenia les guio hasta una cámara privada. Al llegar su súbdito se quedó fuera. La reina hizo pasar al guerrero y allí, aguardándoles, estaban Chibiusa y sus escoltas.

-Celebro veros, señor embajador. – Le saludó la Princesa de la Luna indicando ahora también a Nehie. – Estamos listas con el sailor teleport. Al representante de los saiyajin le llevaremos a visitar a nuestros soberanos, A su majestad la Reina de la Luna Nueva, tras recibir los parabienes de mis augustos padres, de retorno a sus habitaciones en la Golden State College. Si no tiene inconveniente.
-Estoy deseando volver, pero me encantará saludar a tus padres antes. – Confesó ésta. –

El guerrero observó algo sorprendido como las cinco se daban las manos. Neherenia, con un ademán, le invitó a pasar dentro de ese círculo que le había rodeado a ella misma.

-Es para transportarnos, en cuestión de un instante estaremos allí. - Le dijo la soberana –


Doran no perdió ni un segundo, decidido como correspondía a un guerrero del espacio se internó en aquel círculo. Efectivamente, apenas le dio tiempo a ver una serie de auras de diversos colores que brotaron de cada una de las guardianas de la princesa terrestre y de ella misma. Cuando quiso darse cuenta, estaban en medio de una  gran sala de mármol blanco. Justo en frente de ellos había un par de asientos y en ellos, sentados, un hombre y una mujer vestidos con gran majestad. Él con un  traje negro  y una camisa blanca, luciendo una corona de oro y un bastón. Ella, con un vestido inmaculado de gasa y una corona de plata en sus sienes. En otros sillones más pequeños les flaqueaban un grupo de mujeres bastante hermosas con vestidos largos, cada uno de un color. Sobre sus cabezas llevaban unas pequeñas coronas. Las reconoció de inmediato como esas guerreras que acudieron en ayuda de la Luna. Por su parte, al ver a los miembros de la corte tanto las guardianas que rompieron sus agarres, como la princesa terrestre, se inclinaron de inmediato. Neherenia también hizo una reverencia y el saiyajin la imitó.

-Me alegra teneros aquí. Mis buenos amigos y alados. – Habló aquel hombre con tono pausado y amable para presentarse. – Soy el rey Endimión, soberano de la Tierra y rey consorte de la Luna Blanca.
-Soy muy feliz al volverte a ver. Amiga Neherenia.- Agregó la mujer que se presentó al saiyajin. – Y es un gran placer recibiros aquí, señor embajador. Soy la Reina de Neo Cristal Tokio, soberana consorte de la Tierra y reina de la Luna Blanca, Serenity. Aquí sentadas están mis guardianas, cada una de ellas, princesa de su propio mundo.
-Muchas gracias, Majestades. Quiero aprovechar también para agradeceros vuestra ayuda en la defensa de mi reino.- Repuso Nehie.-
-No hay de qué. Mis guardianas y mi hija acudieron de buena gana para ayudar a una amiga y a nuestra querida Luna.- Le sonrió Serenity.-

Doran entre tanto dedicó una atónita mirada a todo el grupo. Desde luego así vestidas, cualquiera de ellas por su porte y su belleza podría ser una reina. Recordó como la propia soberana de su mundo les contase que ella era princesa también de uno de esos planetas. Pero que tuvo que dejar ese lugar en cuanto fue hecha reina de Nuevo Vegeta.  El saiyajin, recordando las indicaciones recibidas, volvió a hacer una sentida reverencia y declaró.

-Mis Señoras. Majestades. Altezas. Para mí es un honor estar aquí. Me han contado muchas cosas sobre vuestro deslumbrante reino y la belleza que lo distingue. No obstante, viéndoos a todos, creo que se quedaron cortos en las descripciones.
-Sed bienvenido. - Afirmó Endimión con una sonrisa que agradecía ese cumplido. Aunque sin más demora pasó de inmediato al tema señalando una gran mesa con varias sillas de terciopelo. – Espero que no lo juzguéis apresurado pero nos gustaría rubricar el mismo pacto que habéis firmado con la reina de la Luna Nueva a fin de renovar la alianza entre nuestros reinos. Aquella que firmamos hace años con el rey Lornd.
- Con gran placer, Señor. Pondré encantado sobre el papel lo que ya ha quedado sellado en el combate. - Asintió el guerrero. –
-Y después.- Terció Serenity.- Querría hablar con vos y poneros al corriente de algunas cosas para que podáis referírselas a vuestros soberanos.
-Con vuestro permiso pues, yo debo retornar a la Tierra. – Intervino Neherenia que recibió el asentimiento de los monarcas. –
-No sin antes recibir mi agradecimiento, Señora. – Terció el saiyajin que, sacando una pequeña bolsa del interior de su peto añadió. – Esto es para vos.

Y de allí el joven extrajo una especie de tiara dorada. Aquel era un emblema de alto reconocimiento que los guerreros del espacio regalaban a sus más estimados amigos y aliados. Fijándose bien Neherenia descubrió que, los reyes de la Tierra y las princesas que les flanqueaban, portaban asimismo unas idénticas.

-Os lo agradezco mucho.- Pudo decir la muchacha. –
-Con los mejores deseos de mis monarcas. – Le comentó Doran que explicó. – Todo aquel que lleva este distinto es acogido por los míos con la máxima reverencia. Ahora mismo, a parte de los aquí reunidos, creo que solamente los amigos y los parientes de nuestro rey pueden portarlos en este planeta.

Y tras colocarse la tiara haciendo una leve inclinación de cabeza en señal de reconocimiento la muchacha pasó a despedirse del saiyajin, éste le besó una de sus manos tras inclinarse, volviendo a sentir aquellos extraños síntomas. Tras los saludos que Nehie hizo a todas las princesas allí congregadas finalmente sus amigas la tele transportaron. Tuvieron especial cuidado de hacerlo en una zona vacía. Es más. Al reaparecer entre los familiares setos de la Golden, solamente Idina estaba allí. Había sido avisada por su madrina Rei y Chibiusa unas horas antes. Ambas amigas se abrazaron rebosantes de alegría. Fue precisamente la hija de Serenity y Endimión la que, antes de marcharse con sus sailors, comentó.

-Quedamos con Idina en que éste sería el lugar más discreto. Desde aquí podéis volver a la Universidad sin ser apenas vistas.
-Muchas gracias, Chibiusa. – Le dijo Nehie dándole dos besos en las mejillas, y haciendo lo propio con las guardianas que, en esta ocasión, no hicieron comentario alguno como solía ser su costumbre. –
-Ha sido un placer. Cuidaos. - Le sonrió ésta que, tras darse las manos con sus sailors, invocó de nuevo su poder al igual que éstas, haciendo que todo el grupo se desvaneciera.-
-Bueno. Por fin estoy de vuelta. – Suspiró Neherenia mirando alrededor con visible entusiasmo para declarar. – ¡Querida Golden! Creía que no podría regresar este año.
-¡No estarás tan contenta cuando veas todo lo que tienes que estudiar! – Se rio Idina, que más animadamente le indicó.  - ¡Hala!, vamos al pabellón residencial, seguro que a Heather le hará mucha ilusión volver a verte. Y luego tienes que ir a tu cuarto a acomodarte con tu nueva compañera.

Nehie no quiso referirle nada sobre esa batalla lunar. Además de existir un acuerdo entre ella, y los soberanos de Neo Cristal Tokio, para no hacerlo. Sin embargo, a su vez tenía muchas preguntas que hacerle a su amiga. No obstante, prefirió ir descubriendo las respuestas por ella misma. Para empezar. ¿Quién sería su nueva compañera de habitación? Al principio de curso ni tuvo tiempo de conocerla. Supuso desde luego que tendría a alguien para compartir su estancia.  Ojalá que alguien más agradable que Ashley. Pero de momento lo que quería era volver a ver a su otra amiga. Enseguida llegaron a la habitación que Idina compartía con ésta. Heather estaba allí, sentada en una silla y estudiando. En cuanto vio a la recién llegada se levantó al momento y la abrazó con mucha alegría.

-¡Cuánto me alegro de que hayas vuelto por fin, hija pródiga! – Le decía mientras la estrechaba entre sus brazos con afecto. –
-Os he echado muchísimo de menos,- reconoció su compañera luchando por no emocionarse. –
-Pues ahora tenemos que recuperar el tiempo perdido. – Le sonrió Heather con visible contento. –

Y durante un buen rato las tres charlaron como en los viejos tiempos. Al cabo de casi una hora Heather se disculpó, tenía que ir a ver a su madre. Entonces Idina aprovechó para preguntarle a su amiga por cosas más privadas.

-Cuéntame. ¿Cómo te ido por tu reino?
-Pues he tenido muchas cosas que hacer, como ya te comenté cuando hablamos a través de los espejos. Lo último antes de venir aquí fue una audiencia con la Reina Serenity.- Le contestó mostrándole la tiara que el saiyajin le había regalado. –
-¡Vaya! – se rio Idina comentando divertida. – Ni que fuera un regalo para su novia.

Su amiga enrojeció de forma visible, aunque enseguida se ocupó de desmentir.

-Ha sido un obsequio protocolario. Lo mismo que el que yo le haré cuando vuelva a verle. Para sus soberanos. Dos colgantes simbólicos de príncipe y princesa de la Luna. ¿Te acuerdas? Como el que te regalé a ti.
-Vaya, así que ya no voy a ser la única princesa de la Luna, ¡qué fastidio! Se quejó Idina con visible buen humor.-
-No tonta, tú eres algo muchísimo más importante, eres mi mejor amiga. – Sonrió Nehie que tras abrazarla cariñosamente, declaró. – Bueno, tengo que ir a mi habitación. Veamos que compañera me ha tocado en suerte.
-Yo no te digo nada. – Se sonrió su interlocutora de forma que no se podía decir si aquello era una  buena o una mala señal. –

Aunque Neherenia no quiso preguntarle más, tras despedirse se encaminó a su cuarto. Allí tocó a la puerta con prevención, nunca se sabía cómo podría ser su nueva compañera o lo que pudiera estar haciendo. Sobre todo tras recordar su experiencia con Ashley. Pero en esta ocasión la cosa pareció comenzar mejor. A los pocos segundos una chica no muy alta y delgadita le abrió la puerta, tenía los ojos oscuros y llevaba su moreno pelo recogido en una coleta.

-Hola - saludó aquella muchacha con simpatía para preguntar casi de forma retórica. - ¿Tú eres mi compañera de habitación, a que sí?
-Neherenia Moonlight, encantada. – Replicó ésta con una sonrisa. –
-Beatriz Gómez Lane. – Replicó su jovial interlocutora dándole sin más dos sentidos besos en las mejillas  -

La soberana de la Luna Nueva quedó algo sorprendida, ella iba a ofrecerle la mano y esa chica poco menos que la había besado en la cara. ¡Y dos veces! Desde luego era bastante lanzada. Esperaba que no tuviera ese tipo de inclinaciones porque a ella no le iban las mujeres. De todos modos, su nueva compañera se rio y enseguida le explicó.

-Siento si te he asustado. Pero en mi país es costumbre saludar así a la gente cuando se la conoce. Soy española. Aunque mi madre es inglesa. “La española-inglesa” como la novela ejemplar de Cervantes, ¡ja, ja!. ¿Y tú? ¿También eres extranjera, verdad?
-SÍ.- Pudo replicar Neherenia todavía algo descolocada. –
-¿De dónde?- Se interesó esa muchacha en tanto la ofrecía pasar. –

Nehie entró a su cuarto del año pasado, todo parecía estar más o menos igual, aunque tenía libre la litera de abajo. Pudo responder sin mucha convicción.

-De Japón, viví mucho tiempo allí.
-Bueno, supongo que te criarías solamente, ¡porque muy japonesa no pareces!- se rio su interlocutora en tanto agregaba casi sin darle tiempo a replicar. – Bueno, espero no molestarte, no quiero ser políticamente incorrecto. Chica, ya sabes, si no pareces japonesa no tienes que pedir perdón por ello.
-Supongo que no.- Musitó su contertulia encogiéndose de hombros.-

            Desde luego Beatriz era bastante parlanchina puesto que prosiguió su perorata ante el perplejo gesto de su nueva compañera de habitación.

Mira, te he dejado libre la litera de abajo. Heather vino a avisarme de que habías llegado y me explicó que en los privilegios de la Golden los veteranos tenéis derecho a elegir antes.
-Muchas gracias, pero si ya estabas acostumbrada a dormir en ella yo me arreglo con la de arriba. – Pudo contestar la muchacha que no deseaba ser una molestia. –
-Tranquila. A mí me da igual. Y como eres más alta que yo te vendrá mejor ésta, es algo más larga.

La recién llegada asintió agradecida. Al parecer esa chica era bastante simpática. Desde luego y afortunadamente, el reverso de su compañera del año anterior. Nehie se alegró, esperaba que pudieran hacer amistad durante el curso. De modo que, tratando de trabar conversación, le preguntó.

-¿En qué curso estás?
-En segundo. Vine a estudiar aquí, en mi país la cosa está complicada para encontrar trabajo y aunque hablo esta lengua a nivel nativo me pedirán un título oficial. ¡Qué mejor que sacar mi carrera en inglés! Así convalido todo.
-Sí, claro. - Convino Nehie que le contó a su vez. – Yo también estoy en segundo.
-A lo mejor te veo en alguna actividad extraescolar, aparte de las clases, yo estoy apuntada a la de cocina. No se me da mal e incluso me han pedido que enseñe a las otras a hacer tortilla.
-¿Tortilla?- Se extrañó su interlocutora. –
-Sí, mira, tengo aquí en una tartera. La hice esta mañana para la clase y ha quedado una mitad. Bueno, me la he traído yo. – Se sonrió de forma algo pícara.-
-Pero no podemos traer comida a las habitaciones. – Le objetó Neherenia. –
-Haremos un trato,- le sonrió la muchacha sugiriéndole de forma cómplice. – Pruebas un poco y si te gusta te apuntas conmigo ¿vale?

Esa proposición no dejó de sorprender a Neherenia, de todos modos, más por no ofender a su compañera que otra cosa, aceptó probar aquello.  Beatriz enseguida sacó un tenedor y le cortó un cachito. Aquel extraño manjar tenía un color entre amarillo y dorado y parecía jugoso. La reina de la Luna Nueva lo cató no sin cierta prevención pero tuvo que admitir que no estaba nada mal.

-Oye, esto está muy bueno. – Reconoció finalmente. –
De hecho, tenía un gusto a patata y huevo que resultaba delicioso. Beatriz sonrió de forma amplia y le comentó con orgullo.

-¡La auténtica tortilla española, receta de mi madre! No es difícil de hacer. Patatas, huevos, algo de sal, etc… Lo complicado es darle el punto para que quede esponjosa. Ya te lo explicaré. Y luego ahondaremos en el debate de sin o con cebolla. Como aquí no tenía, hice la versión sin. Pero ya verás cuando pruebes la otra…
Neherenia sonrió, ella sí que no tenía ni la menor idea de lo que esa chica estaba hablando. Aunque quizás no fuera interesante aprender a hacer un plato de ese estilo después de todo. Esa era otra de aquellas experiencias que podría atesorar. Recordaba aun con cariño y nostalgia cuando aprendió a hacer galletas con la madre de Idina. De este modo continuó charlando un rato más con esa chica.

-Y es muy difícil hacer esta ¿tortila?- Inquirió sin llegar a pronunciar la palabra correctamente.-
-Tortilla.- Le corrigió su divertida compañera.-Y no, es casi tan fácil como su nombre.- Se rio.-

            A su pesar Neherenia sonrió a su vez. Esa chica era bastante divertida. Y ahora se sonrió con picardía para afirmar.

-Desde luego que en mi país decimos que dos chicas van a hacer una tortilla, la gente podría pensar mal.
-¿Por qué?- Quiso saber su contertulia.-
-Es que, verás… eso también se dice, cuando dos mujeres…ya sabes… ellas…- Pudo responder una ahora azorada Beatriz.-

No le tomó mucho tiempo a Nehie el darse cuenta de por dónde iba su compañera. Asintió algo azorada.

-¡Ah! Ya.. -Musitó.-
-Pero yo tengo novio, ¿eh?- Se rio su interlocutora.- Aunque esté en Madrid le pienso ser fiel. Por lo menos en lo que a mi compañera de habitación respecta. ¿Y tú?..
-Yo ¿Qué?- Inquirió la desconcertada Neherenia.-
-¿Tienes novio o algo así?

            Esa muchacha era bastante directa, no cabía duda. Si apenas la conocía desde unos pocos minutos y ya la estaba interrogando sobre su vida personal. Nehie negó con la cabeza y respondió de forma sincera.

-No, ahora no…
-Pues por aquí hay bastantes chicos guapos.- Le comentó Beatriz.-
-Estupendo.- Convino Nehie con una sonrisita de circunstancias.-

Y prosiguieron un poco más con la conversación, en tanto Neherenia se instalaba. Al cabo de un par de horas parecía como si se conocieran de toda la vida. Lo cierto es que Beatriz, o Bea como insistió en que la llamase, era una chica bastante extrovertida.

-En España solemos ser así. Y en Madrid, de donde yo vengo, más todavía. Te digo yo que si vas a vivir a mi ciudad, seas de donde seas, se te consideraría una madrileña más.
-Bueno es saberlo.- Pudo decir Nehie por cortesía.-

Y aunque su nueva compañera fuese tan locuaz era una buena chica. Los siguientes días, entre ella, Nehie, Heather e Idina, con la ocasional participación de Millie, formaron un grupito muy bien avenido. La española no estaba en las cheer- leaders porque decía que ese tipo de cosas no le interesaban tanto, pero a su vez intercambió con Idina algunas recetas y entre ambas pusieron un poco al día a sus amigas en las artes culinarias.

-Idina es muy maja y también cocina estupendamente.- Le comentaba Bea a su compañera de habitación cuando iban hacia clase.-

            Nehie asintió. Se sonreía escuchando a la española hacer planes sin parar y hablar de las actividades que todas deberían hacer juntas.

-Y a Millie no se le da mal tampoco.- Comentó Beatriz.-
-Pues me temo que voy a ser la alumna menos dotada.- Se sonrió su interlocutora.-

            Llegaron a la clase y allí tuvieron que separarse, por apellidos, Bea iba entraba en el aula que iba desde la A, a la L, Neherenia quedó en verla al terminar y entró en la suya. Allí estaban ya Idina, Heather y Millie.

-¿Qué tal con Bea?- Le preguntó Heather a modo de saludo.-
-Pues, como de costumbre, ella habla y yo la escucho.- Sonrió la interpelada.-
-Es una chica muy agradable. Ya me ha enseñado un par de platos típicos de su país.- Apuntó Millie.-
-Y quiere que yo me apunte con ella a las extraescolares de cocina.- Suspiró Neherenia con paciente resignación.-
-¡Mujer! Cocinar es divertido.- La animó Idina.-
-Pues si te apuntas tú, yo también lo haré.- Le propuso Nehie.-
-Apuntémonos todas.- Las animó Heather.-
-Yo ya lo estoy.- Les comentó Millie.-

Y así lo decidieron, quedando en decírselo a Bea después de las clases. Por otra parte, volviendo unos días atrás, el saiyajin había quedado en el reino de la Luna. Allí, al poco de la marcha de Neherenia, el soberano se dirigió a él.

-Ahora Doran, tenemos que hablar del principal asunto que te ha traído hasta aquí.
-Sí, Majestad. – Respondió el saiyajin.- Mis soberanos me dieron instrucciones precisas. Pero antes quisiera consultaros una cuestión. Es sobre la reina de la Luna Nueva. Hay algo que me preocupa.

Ante la atenta mirada de los monarcas y del resto de su séquito, el saiyajin les relató en pocas palabras los síntomas que padecía cuando estaba junto a Neherenia. Concluyendo.

-He vuelto a  percibirlo aquí, pero ahora que ella se ha marchado, es raro. No lo noto con tanta intensidad, pero aun así, me siento extraño.
Y fue Serenity la que, con una cálida sonrisa, terció entre alguna que otra risita de sus princesas guardianas que desconcertaron a Doran.

-Verás. Esa enfermedad es muy conocida por nosotros. Es bastante grave cuando ataca de modo repentino. Los síntomas son muy claros. Se denomina enamoramiento.
-¿Puede eso mermar mis capacidades?
-En cierto modo, sí.- Afirmó una divertida princesa de Urano.-
-Podrías quedar totalmente desorientado.- Se sonrió la princesa de Neptuno.-

            Eso pareció inquietar seriamente a Doran que desde luego no deseaba ponerse enfermo en un  momento tan importante como ese. Así pues quiso saber con premura.

-¿Y existe algún remedio? ¿Tenéis un tratamiento al que me pueda someter?

Ahora sí que las princesas no pudieron contenerse y estallaron en carcajadas dejando al saiyajin todavía más desconcertado. El mismo rey Endimión tenía que taparse la boca para no reír y Serenity, esforzándose seriamente porque no le sucediera lo mismo, pudo finalmente responder.

-Te ruego que nos perdones. Es que es algo muy divertido. ¿Acaso tus reyes no te hablaron de ello?
Y viendo la expresión del pobre muchacho, la soberana finalmente se avino a desvelarle.

-El amor. Esa es la enfermedad que te está atacando y contra la que no se conoce más cura que el ser correspondido.
Aunque el saiyajin no pareció comprender eso del todo. No obstante, Serenity tornó su jovial expresión en otra más seria y añadió.
-Bien, desgraciadamente ahora no tenemos tiempo para eso. Hay otros asuntos mucho más urgentes que reclaman nuestra atención. Algo relativo al futuro. Algo que solamente vosotros podréis enfrentar.
-Te escucho, mi Señora. – Replicó Doran con visible interés ahora. –

Y la soberana, ayudada por su esposo el rey, informó al chico de algunos temas muy preocupantes. Le remitieron a un amigo que tenían en la Tierra para que terminase de explicarle todo. El saiyajin asintió jurando que estaría dispuesto a apoyar a la reina Neherenia y al resto de los que le habían nombrado como aliados en aquella trascendental misión. Al poco de aquello el guerrero partió de retorno a su planeta. Debía informar de lo sucedido y recibir a su vez nuevas instrucciones.
-Lo único es espero es poder curarme de esa enfermedad. O que ella me corresponda. Cuando informe a mis soberanos de lo que sucede aquí pediré consejo a la reina Meioh y a mi madre.- Se decía nada más partir hacia Nuevo Vegeta.-
Por su parte las chicas pasaron las siguientes semanas absortas en la preparación de sus exámenes, el curso iba llegando a su fin y parecía que las cosas estaban tranquilas. Al menos en lo tocante a enfrentarse con fuerzas malignas o sobrenaturales. Se apuntaron en efecto a las clases de cocina que resultaron ser muy entretenidas. Por su parte Idina y Nehie agradecieron ese respiro. Incluso pudieron participar como animadoras en la victoria de la Golden en el campeonato interestatal de baloncesto. Con el curso prácticamente acabado ya, las chicas se sentaban en la cafetería pasando la tarde. Millie se había unido a ellas y les comentaba.
-Celebro que haya terminado este año, el próximo si Dios quiere será el último y seremos maestras.
-Sí- afirmó Heather con visible optimismo. – Pero de momento llegan las vacaciones de verano. ¿Qué tenéis pensado hacer, chicas?
-Yo quiero ver a mis padres. – Afirmó Idina. – Tengo ganas de ver también a mis hermanos y a mis primos. Aunque no sé si me dará tiempo a reunirme con todos.
-Seguro que sí. – La animó Bea comentando de seguido. – Me volveré a Madrid a ver también a mis padres y a mi hermano pequeño. ¿Y tú Nehie?
-Supongo que volveré a mi casa.  – Repuso ella que animó su hasta entonces reflexiva expresión con una media sonrisa para declarar. – Tengo ganas de reunirme allí con amigos muy queridos.
-Bueno, el próximo año ya podremos hacer las prácticas. – Les comentó Millie que incluso se atrevió a indicar no sin cierta prevención. – Esa es la prueba de fuego. A ver qué tal se me dan los niños.
-Seguro que se te darán muy bien. - La animó Idina que por su parte comentó. – Yo tengo muchas ganas de que llegue ese momento. ¡A mí me encantan los críos!
-Pues nada, a este paso nos tendremos que acostumbrar a cuidar los de otros. – Suspiró Heather con una media sonrisa entre irónica y divertida cuando declaró. – Somos el clan de las sin novio, ¡ja, ja!…

Las otras le dedicaron una atónita mirada pero enseguida se rieron con ella. Por una u otra razón ninguna tenía en ese momento pareja. Millie no era demasiado afortunada en eso y no gustaba a los chicos, según decía ella misma. Heather tampoco había tenido mucha suerte ese curso. Idina, tras lo de Brent se pensaba mucho más el intimar con ninguno y sobre todo tuvo que sobreponerse a la muerte de su primo y a la desaparición del resto de los tripulantes de la nave. No tuvo ni deseos, ni interés en salir con nadie. Por su parte Nehie no quería tampoco relacionarse mucho con los chicos de la Tierra, ella aún recordaba también a Granate muy intensamente y Bea, bueno, ella les comentó que había dejado a su novio en España y que quizás, al retornar en verano pudieran retomar su relación. Aunque no estaba segura y ese año lo había querido dedicar al estudio sin distraerse por nada más. Fue Heather la que locuaz y espontánea como era su costumbre les dijo.
-Pues mucho mejor. Así podemos quedar entre nosotras y pasarlo bien sin estar sujetas a un chico.
-Desde luego. Como decimos en mi tierra, no hay mal que por bien no venga. - Remachó Bea.-

Las demás se rieron de aquello y asintieron, pese a todo no sonaba tan mal. Y así pasaron los días. El curso terminó y todas llevaron a cabo sus planes. Beatriz regresó a España, aunque su destino casi sería el no volver a la Golden. Por circunstancias de su vida a punto estuvo de cursar el último año de carrera en su tierra pero finalmente sí que regresó. Millie por su parte volvió a comenzar el curso con ganas renovadas. En cuanto a Heather, ella sí que tuvo un verano entretenido y conoció a alguien. Nehie se marchó a su reino y allí se estuvo ocupando de los asuntos de gobierno. Supo que el saiyajin había vuelto a su mundo y que regresaría, y efectivamente Doran volvió pero lo hizo acompañado. Idina por su parte pasó ese verano con sus padres y hermanos. Deseando tener tranquilidad y escribir alguna canción. No obstante, una noticia maravillosa le hizo variar sus planes. ¡La nave en la que viajaban sus primos y amigos había vuelto! El alborozo y los deseos de volver a verles la hicieron viajar al espacio con sus padres y resto de amigos y familiares,  allí se reencontraron y pudo asistir a la boda de su primo Leval con Amatista. Tras eso volvió a la Tierra  e incluso disfrutó con Nehie de unas cortas vacaciones en la Luna. A la vuelta  estaba dispuesta a comenzar un nuevo curso con gran ilusión. Pero todas y cada una de estas cosas serán narradas en otra historia.



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