jueves, 19 de marzo de 2015

GWHC 23. Las Nuevas relaciones de Kerria.

        Habían pasado varias semanas desde que Kerria y Brian salían juntos. Ambos disfrutaban de su mutua compañía. Él estaba muy enamorado, aunque la chica le veía más como a un amigo, incluso un hermano que siempre estaba allí junto a ella. Sobre todo, tras la partida de Leval en aquella gigantesca nave. El hecho es que le estaba muy agradecida a su compañero por estar ahí en sus momentos más difíciles. Por haberla animado cuando su hermano se fue e incluso salvarle la vida cuando esos sectarios irrumpieran en su casa hacía ya un par de años.  Pero ese era precisamente el problema. Realmente y pese a haberlo intentado en ocasiones, no era capaz de nada más y eso le hacía sentirse cada vez más tensa. Por una parte, no quería llevarle a una situación en la que él se hiciera demasiadas ilusiones, por otra pensaba que, de ser más seca y tratar de escapar de aquello, sería una desagradecida. La muchacha estaba muy confusa y no sabía qué hacer. Sus gustos no habían variado, y eso era muy duro.

-No sé qué hacer...- Suspiraba muchas veces en su habitación, casi incapaz de conciliar el sueño. - O realmente sí que lo sé. Pero sería terrible para él.

            Recordaba como lo había llegado a hablar con sus amigas y primas, incluso con Amatista, antes de que ella y Leval partieran en esa nave.  Todas coincidían en lo magnífico que era Brian. Hasta Katherine dio la impresión de querer tirarle los tejos, cosa que llegó a molestarla.

-No entiendo el porqué. En realidad, yo no le quiero de esa manera. Aunque, si es así, ¿por qué me sentó tan mal? - Se decía sintiéndose muy confusa. -

            No le llegó a decir nada a su prima puesto que era consciente de que Kathy jamás se interpondría. Incluso cuando tuvieron la ocasión de charlar a solas, durante una reunión del grupo de las Justices, su prima llegó a decirle con tono serio.

-Es un chico estupendo. No le hagas daño, Ky.
- ¿Cómo crees que yo quiera hacer tal cosa? - Replicó entonces ella, con tono irritado. -

            Su prima suspiró y enseguida respondió con tono conciliador.

-No he dicho que quieras. Solamente te aconsejo que tengas mucho cuidado. Verás, no deseo que te enfades, pero a veces, cuando os observo, me fijo en cómo te mira él, y cómo le miras tú. Y no es el mismo tipo de mirada…
- ¿Y qué quieres decir con eso? -Inquirió ella a la defensiva, para preguntar dolida. - ¿Acaso te crees que no me importa? ¿Por eso te insinúas con él?
-Claro que te importa. - Respondió Kathy. - Por favor, no me interpretes mal. Solamente juego, no es nada serio, ¡te lo juro! Sé que él está muy enamorado de ti, por eso mismo me preocupa…

            Justo en ese instante se acercaron Idina y Amatista y las dos dejaron abruptamente la conversación.

-Me enfadé con la pobre Kat, pero ella tenía razón. - Se admitía a sí misma ahora. - Puede que no le dé todo lo que él merecería…es que no sé si sería capaz…

Y es que por el momento únicamente paseaban juntos, iban al cine y todas esas cosas. Aunque Brian era paciente y no quería ir deprisa, conociendo las previas relaciones de ella, Kerria sabía que un día llegaría el momento. Y así fue, una noche viendo una película, él la besó de forma más pasional. Al principio la muchacha aguantó durante unos instantes. No era la primera vez que se daban un beso, eso no le importaba en absoluto, pero éste se prolongaba demasiado y él intentaba hacerlo más profundo, entonces la chica reaccionó separándose.

- ¡Ya vale, Brian!, que vamos a perdernos la película. - Sonrió forzadamente pues estaba visiblemente incómoda con esa situación. -
- Lo siento, - se disculpó él sonriendo también, al no imaginarse en ese instante lo que cruzaba por la cabeza de la chica. – Tienes razón.

            Terminó la película y ambos volvieron a casa. El muchacho la acompañaba como siempre. Ocuparon el tiempo en hablar sobre sus planes para después de la universidad y lo que querían hacer. Llegaron por fin a casa de Kerria. El chico entonces se acercó a ella para desearle buenas noches.

- Buenas noches, Brian - le contestó ella besándole en una mejilla. -

            Pero el muchacho le respondió con un nuevo beso más intenso que el anterior, sus manos la estrechaban en un abrazo lleno de deseo. Kerria se separó de él confusa y envarada.

- ¿Que te ocurre? - Le preguntó él sorprendido por esa reacción. - Te he besado otras veces y no te has apartado de mí.
- Brian, esta vez no ha sido lo mismo, yo…
- Te quiero – Le confesó él tratando de suavizar su voz -...y me gustaría que tú y yo...-

El chico se quedó callado sin atreverse a continuar al ver el gesto de ella, que reflejaba una patente incomodidad. 

- Es tarde, mis padres se preocuparán si no me ven enseguida en casa. - Pudo objetar la muchacha con tono envarado. -
- Claro - musitó él aliviado por cambiar de tema, pero molesto a la vez por no tener valor suficiente para proseguir y también por la actitud de la muchacha, aunque pudo añadir con tono sereno. -Hasta mañana, Kerria.
- Adiós, - respondió ella con un matiz algo extraño, y musitando como si lo dijese a desgana.  - Ya nos veremos Brian.

            Kerria entró en casa cerrando la puerta lo más silenciosamente que pudo. Se dirigió hacia las escaleras que daban paso al piso superior. Sus padres estaban en el salón. Ella se acercó a darles las buenas noches.

-¿Qué tal con Brian, hija?- Le preguntó su madre levantándose del sofá. -
- Bien, gracias, mamá. - Mintió ésta con un tono apagado. -
-¿Has cenado ya?- Quiso saber Beruche. -
- Sí, no te preocupes, Brian y yo tomamos unas hamburguesas. - Repuso la chica de pasada. -
- Pues venga, ¡a dormir! que mañana tienes clase en la facultad. - Intervino Roy acercándose para darle un beso en la mejilla. - Hasta mañana, hija.
- Hasta mañana, - musitó Kerria dirigiéndose a su dormitorio. -

            Tras verla subir las escaleras Bertie se quedó pensativa unos momentos para decirle a su marido.

- ¿No la notas algo extraña?...
- ¿Extraña? ¿En qué? - Inquirió él sin comprender. -
- No estaba demasiado contenta, al menos eso me ha parecido, - le explicó su mujer. – Otras veces viene mucho más animada.
- La chica estará cansada - repuso despreocupadamente Roy. - No esperarás que venga dando saltos de alegría.
- Será mejor que vaya a darle las buenas noches.
- Pero si ya nos las ha dado, déjala tranquila, querrá dormir...- le aconsejó él sin dar más importancia al tema. -

            Beruche no hizo demasiado caso a las palabras de su esposo, después de todo Roy estaba demasiado centrado en su estresante cargo de entrenador y tenía muchas cosas en la cabeza para pensar en detalles como el semblante que lucía su hija. Por suerte, ella era más intuitiva. Y merced a su profesión de profesora había tratado con muchos chicos y chicas como su hija y sabía perfectamente lo que algunas expresiones querían decir. Subió lentamente las escaleras y tocó la puerta.

            Kerria salió de su ensimismamiento, estaba tumbada sobre la cama, pero sin acostarse.

- ¿Quién es?- preguntó con prevención. -
- Soy mamá, déjame pasar cariño...

            La muchacha se levantó abriendo la puerta, su madre entró con ella en la habitación.

- Ya es muy tarde, mamá. ¿Querías alguna cosa? - Le preguntó, deseosa de volver a estar sola. -
- Hija, te conozco bien, y reconozco esa expresión, algo te preocupa y mucho. - Afirmó directamente Bertie. -
- Bueno, todos tenemos nuestros problemas. - Respondió esquivamente la chica. -
- Y las madres estamos para ayudar a resolver los problemas de nuestros hijos. - Sonrió cariñosamente ella, dejando a su hija sin argumentos para rebatirla. –

            Tras unos segundos de un incómodo silencio, al fin Kerria decidió abrirse, contenta en el fondo de tener a su madre allí para que la escuchase y se sinceró.

- Estoy hecha un lío. Se trata de Brian y de mí. No estoy segura de lo que siento por él. Mejor dicho, sí lo estoy, pero.
- ¿Cuál es el problema entonces, hija? - Inquirió Beruche. -

           La interpelada suspiró elevando la mirada al techo y con resignación repuso.

- Yo no le quiero como pueda quererme él a mí, le considero un amigo, casi como un hermano. Sobre todo, ahora que Leval no está. Me ayuda mucho, me apoya en todo. Y yo se lo agradezco. Pero Brian me quiere de otra manera. Y yo no puedo corresponderle a eso. Llevo bastante tiempo interpretando una farsa con él, mamá. Y ya no sé qué hacer. Antes era relativamente fácil pero ahora está intentando llevar nuestra relación hacia ese terreno, ya me comprendes, y no puedo permitírselo, pero tampoco quiero hacerle daño.
- ¿Y no crees que se lo harás si sigues como hasta ahora? A él y también a ti. - Le hizo ver su madre haciéndose cargo de la situación. -
- Tienes razón, pero no tengo valor...- suspiró la muchacha que se veía en un callejón sin salida. -
- Debes tenerlo, - le respondió Bertie animándola a ello con una suave sentencia. - Porque, por difícil que te resulte ahora, luego comprobarás que has hecho lo correcto. Para los dos.

            Kerria asintió, sonrió agradeciendo el consejo y su madre le dio un beso de buenas noches. La muchacha trató de dormir, pero le costaba conciliar el sueño. Meditaba sobre esas palabras y sabía que era cierto. Escapar o aparcar la cuestión no conducía a nada, y era imposible continuar fingiendo más. Por fin se dejó llevar por el cansancio y se quedó dormida. Al día siguiente debía ir a clase, como siempre su amigo fue a buscarla. Tampoco podía decir nada en ese momento puesto que el chico solo la acompañaba y dejó pasar el tema, con la luz del sol las cosas parecían distintas y él se comportó normalmente. Mantuvieron únicamente una charla intrascendente sobre las obligaciones de la jornada.

-Tengo que estudiar para los parciales. - Le comentaba el chico algo inquieto.- No creo que pueda quedar estos días.

            Su interlocutora le escuchó con visible alivio, aunque se las arregló para no evidenciarlo y dijo.

-No pasa nada. Tienes que estudiar, eso es lo primero. A mí me sucede lo mismo. Estoy nerviosa.


Brian pensó que eso explicaba el porqué de la extraña actitud de ella. Últimamente la notaba bastante más desapegada. Estaba claro que la pobre chica debía tener que estudiar mucho. Igual que él.

-Claro. - Sonrió el joven. - Nos daremos unos días. Para poder estudiar. Aunque no sé si podré pasar sin verte. Te voy a echar muchísimo de menos.

            Kerria se limitó a esbozar una trémula sonrisa. Ese muchacho estaba realmente colgado por ella. ¡Ojalá hubiese podido corresponderle! Sin embargo, no le despertaba esa atracción. Aunque quiso animar su expresión, sobre todo cuando el chico comentaba divertido.

-Bueno, será estudiar y nada de distracciones. Así que no te vayas al cine a comer palomitas sin que yo me entere, ¿eh?...
-Prometido. - Afirmó la chica. -

            El pobre Brian era realmente muy ingenuo. Otra faceta que podía incluso aumentar su atractivo para algunas mujeres. ¡Si él supiera que su adorada "novia" salía a veces a bares de ambiente! A pesar de todo Kerria no había intimado con ninguna otra chica. ¡Y tuvo unas cuantas ofertas a cuál más tentadora! Pero el hecho de pensar en aquel pobre muchacho se lo impedía. Era como si algo la bloqueara. Siempre era lo mismo, alguna muchacha se le aproximaba, comenzaban a charlar y ella terminaba por derivar la conversación hacia su relación con Brian. La mayoría enseguida se retiraba discretamente. Otras incluso querían saber con mal disimulada inquietud.

- ¿Eres bisexual?
-No, soy lesbiana. - Aseguraba ella. - Al cien por cien.
-Y sales con un tío, claro. ¡Es lo que las lesbianas suelen hacer! - Replicaban algunas con evidente ironía, cuando no con desagrado.
-Es muy difícil de explicar. - Respondía la apurada Kerria. -

            ¡Y tanto que lo era! La mayoría de esas jóvenes se excusaban entonces dejándola plantada. Y las pocas que no lo hacía se estrellaban frente al muro de los remordimientos de ella.

-No puedo hacerle eso a mi novio. Lo siento. - Musitaba para despedirse. -

            Realmente fue ella misma quién quiso interpretar el papel de novia. Por ello se sentía atada.  En su opinión eso era como mantener una promesa. Recordaba con mucho cariño como él se declaró tras aquel maravilloso baile de fin de curso donde fueron elegidos como rey y reina del mismo. Haría pronto dos años. Y habían cambiado muchas cosas. Su mejor amiga y su hermano en el espacio, junto con los primos Mazoui y Granate. Por ahora al parecer estaban todos bien. Las comunicaciones desde esa enorme nave llegaban, aunque cada vez con mayor retraso eso significaba que se iban alejando. Pensaba en eso y suspiraba.

- ¿Qué te pasa? - Le comentó él al advertir aquel suspiro. -
-Estaba pensando en Leval, Amatista y en todos los demás. - Le comentó la interpelada ahora con total sinceridad. - ¿Dónde estarán?...
-Seguro que están bien y pasándoselo en grande. - Le aseguró el chico sonriendo divertido para agregar. - Tu hermano habrá catalogado ya todas las estrellas que haya por aquellos sitios.

            La muchacha se rio. ¡Era cierto! Así era Leval. Estaría haciendo algo como eso, entrenando con el primo Mazoui y quizás eludiendo a la pobre Tist o podría ser que finalmente ella hubiese logrado su objetivo. Su amiga estaba coladita por su hermano. Kerria la animó porque presentía que éste no era tan impermeable a los encantos de la francesita como parecía. Así meditaba cuando Brian le tomó de una mano. Ella sonrió. Eso sí que podía concedérselo. Y su humor había mejorado. Llegaban a casa cuando vio algo que al principio la sorprendió, y luego la alegró muchísimo.

- ¡Pero!- Pudo exclamar-
-No me lo puedo creer. ¡Son ellos! - Añadió Brian con igual sensación de asombro. -

            Los padres de Kerria y algunos familiares más estaban allí. Y junto a ellos…

- ¡Mazoui, Leval!- Exclamó llena de alegría nada más verlos, enseguida corrió hacia ellos, pero  cuando se fijó en sus rostros se detuvo en seco. Tanto ella como su novio se quedaron perplejos al ver las escenas de dolor que también embargaban a todos los demás. La chica solamente pudo preguntar con voz insegura y preocupada. - ¿Qué está pasando aquí?...
- Hija, tu primo…- balbuceó Beruche con los ojos llenos de lágrimas. - Tu primo Granate ha muerto.

            Para Kerria también fue un mazazo terrible, estaba con la boca abierta, clavada en el sitio sin poder reaccionar. Brian, anonadado y afectado al igual que ella, la abrazaba.

- No, no puede ser, - repuso ella moviendo la cabeza - ¡no, no puede ser verdad! - Repetía en tanto caía de rodillas al suelo sollozando, su pareja con delicadeza la ayudó a levantarse. – ¡No, no!...
- Pero ¿quién ha sido? - Insistió el aún conmocionado Roy a una pregunta que antes había hecho Mathew, el padre de Katherine. - ¿Quién se ha atrevido a atacaros?
- No lo sabemos. - Respondió lentamente Mazoui que, como su primo, hacía un gran esfuerzo por mantenerse lo más sereno posible. - No tenemos ni idea de quienes podrían ser, sólo sabemos que debemos notificárselo a sus padres.
- Sí, mamá. -  Agregó Leval mirando a Bertie angustiado para preguntar con visible temor y dolor.  - ¿Cómo podremos decírselo? ¿Cómo les diremos a la tía Petz y al tío Zafiro una cosa así?
- Hijo, debéis tener valor - le respondió ella con los ojos llorosos. - Decídselo sin vacilar. Les hará mucho daño, no puede ser de otra manera. Pero tanto mi hermana como su esposo son fuertes, lo superarán. O al menos… podrán llorarle.

            Madre e hijo se abrazaron y el chico rompió a llorar conmoviendo aún más al resto. Era una escena realmente terrible. Kalie se abrazó también a su vástago

- Sí, se lo diremos entre los dos, Leval - añadió solidariamente Mazoui que a duras penas se mantenía más entero - y procuremos estar preparados para su reacción.
- Hemos de irnos ya. - Musitó el interpelado tras dominarse al fin y separarse de su madre. - Sólo vinimos para decíroslo antes a vosotros. Necesitarán todo el apoyo que les podáis prestar. Volveremos, pero antes tenemos que ir a la nave a recoger el resto de sus cosas.
- Mucha suerte, chicos y tened mucho valor. - Les deseó Kerria que casi no podía hablar, se abrazó fuertemente a su hermano y Katherine hizo lo propio con el suyo, parecían no querer soltarlos. – Y por favor, - agregó la chica. - Volved…volved con nosotros.

            Aquello fue desde luego terrible. Su hermano y su primo fueron a cumplir con su doloroso deber. Informar a sus tíos del trágico fin de Granate.

-Lo siento muchísimo, señores Malden, Kerria. - Pudo balbucear el impactado Brian. - Si puedo hacer cualquier cosa, yo…

            Beruche únicamente movió la cabeza sin ser capaz de mirarle, pues lloraba sin detenerse. Roy abrazó a su esposa con ternura al tiempo que, algo más entero pudo responder.

-Gracias Brian. Por desgracia, ni tú ni nadie puede hacer nada ya…

            El joven asintió despacio y abrazó a su vez a Kerria. Su novia estaba destrozada por el dolor. A duras penas era capaz de mantenerse en pie. Él la ayudó con toda la delicadeza que pudo a sentarse en un banco del porche. Por fortuna enseguida llegaron Kathy y Amatista. Las tres se abrazaron haciendo piña. Todas lloraban sin parar. El muchacho también dejaba caer algunas lágrimas. Conoció al primo de esas pobres chicas y era un tipo genial. Aunque le gastase alguna que otra broma. Entonces pensó que lo mejor que podía hacer era dejar solos a los familiares del difunto para que se desahogasen. Dio sentidos abrazos a todos y se fue a su casa. Al llegar, su madre, Felicia Rice, estaba terminando de preparar la cena. Sin embargo, bastó verle la cara para que le preguntase con patente inquietud.

-Brian hijo. ¿Qué ha pasado?...

            Al chico le costó unos momentos el poder ser dueño de sí mismo para responder con patente consternación.

-El primo de Kerria ha muerto…
- ¿Qué? ¡Santo Dios! ¿Cuál de ellos? - Se interesó la atónita y horrorizada señora Rice. -
- Granate, el pequeño, el que tocaba con ellas en su grupo de música. Se fue en esa nave, era piloto de cazas y... No sé…algo le sucedió. Un accidente. No lo sé con seguridad.
-Pobre familia, estará destrozada. Enseguida que pueda llamaré a los señores Malden para darles el pésame. - Suspiró Felicia. - En cuanto tu padre regrese de Sidney se lo contaré.

Brian asintió. Ahora sí que tendría que dejarle a Kerria un tiempo para soportar aquello a solas y tratar de recobrarse. Ella adoraba a su primo. Por su parte la muchacha estaba desconsolada y se abrazaba a su prima y a su amiga Amatista.

- ¿Qué pasó? - Gimió Kerria. -
-Les atacaron en el espacio. - Pudo contestar Amatista con voz queda, casi ida. - No sé quién habrá sido…No lo entiendo. ¿Quién podría estar ahí esperando para hacernos esto? ...- Remachó mientras con voz temblorosa les narró lo poco que sabía. -
-No vuelvas, Tist .- Le pidió Kathy.- Quédate en la Tierra.
-Eso es. - Convino Kerria.- No te arriesgues. Les diremos lo mismo a Leval y a Mazoui.

            Sin embargo, su amiga las sorprendió cuando enjugándose las lágrimas negó con determinación e ira en su tono.

-No, jamás huiremos. Sería como aceptar su muerte pensando que no ha servido para nada. Quienes quieran que fuesen no van a quedar impunes, lo pagarán. Yo misma les haré frente si hace falta.
-Amatista, no sabes lo que dices. - Replicó una preocupada Katherine. - Si ni siquiera mi hermano y el primo Leval pudieron hacer nada.
-Haríais mejor regresando. - Convino Kerria. - O no volviendo allí. Podría ser una trampa mortal.
-Ellos no pueden echarse atrás, ni tampoco yo. Leval y Mazoui tiene un deber como militares y yo otro en el grupo de científicos de la nave. - Afirmó la francesa con decisión. - Y ahora más que nunca, por la memoria del primo Granate, quiero formar parte de este viaje y hacer algo que merezca la pena. Chicas, sé que no podéis entenderlo. Y por una parte me cuesta entenderme a mí misma también. Ojalá que todo pudiera ser como en los viejos tiempos. Siempre juntas…
-Idina no pudo venir. Creo que estaba en la Golden. – Suspiró Kerria, admitiendo. - Y yo no tengo valor para llamarla y decírselo.
-Creo que sus hermanos se ocuparán de ello. - Dijo Amatista. - O quizás, lo haga otra persona…
- Quién, ¿mi hermano o el de Kerria? - Inquirió Kathy. -
-No. - Suspiró su interlocutora. - Puede que lo haga Nehie…
- ¿Neherenia? - Se sorprendió Kerria. - ¿La reina de la Luna Nueva?
-Sí, - pudo sollozar Amatista esbozando pese a todo una leve sonrisa sardónica para desvelar a sus atónitas interlocutoras. - Granate y ella se enamoraron en la nave. Antes de…bueno, antes de que sucediera esto, él me lo contó. Y jamás le vi tan feliz…- Pudo decir ahora entre balbuceos. - El amor verdadero… es lo más bonito…

            Sus amigas tuvieron que abrazarla una vez más cuando rompió a llorar desconsolada.

- ¿Y qué tal mi hermano y tú? - Quiso saber Kerria. -
-Ahora no puedo pensar ni remotamente en eso. - Fue la réplica de Amatista con voz queda y llena de dolor para limitarse a sentenciar. - Las cosas cambian…

            Eso dejó perpleja a su contertulia. No le sonaba nada bien. Aunque estaba claro que en esas circunstancias ese tipo de preguntas eran inadecuadas. Pero meditó las palabras de su amiga. El amor verdadero… y pensó en su propio caso. Ella no quería a Brian de esa manera. Al fin se tranquilizaron un poco y ya siendo tarde sus amigas se despidieron para retornar a sus casas. A los pocos días se celebró el entierro de Granate y en efecto, Kerria vio allí presente a la soberana de la Luna Nueva, muy afectada. Lo mismo que Idina. Fue la propia Nehie quien, tal y como conjeturase Amatista, le dio la trágica noticia a su prima, dado que ambas estudiaban en la Golden. Pudo hablar un poco con ella.

- ¿Cómo estás? - Le susurró con todo el cariño que pudo. -
-Muy mal. - Fue capaz de responder Idina, con un tono realmente hundido, muy distante de su alegre forma de ser habitual, sobre todo cuando agregó. - He perdido el interés por todo, mi carrera, cantar. Ya nada tiene sentido, Ky.
-No pienses eso. - Le dijo la también compungida Kerria, tratando de sonar más animosa en cambio al añadir. - A Granate no le hubiera gustado oírlo.
-Es lo que Nehie me dijo. Ella, y mi amiga Heather han tratado de animarme. También la señora Roberts, y sé que quizás soy muy egoísta por no reaccionar. Neherenia le amaba y también está destrozada. Pese a ello, tiene que gobernar en la Luna y estudiar. Y no se ha echado atrás. Debo de pareceros una egoísta y una cobarde…pero es como me siento. - Sollozó la muchacha. -
-Nada de eso. Eres de las chicas más valientes, generosas y buenas que conozco. - Afirmó su contertulia. - Hemos pasado por mucho, esto es duro sí, le lloraremos durante micho tiempo, pero saldremos adelante. Tenemos que hacerlo, Idina.

            La interpelada asintió. Tomó las manos de Kerria entre las suyas y hizo un esbozo de sonrisa para responder.

-Gracias primita.

Tras aquello y al poco, Idina volvió a la Golden y los expedicionarios regresaron a esa gran nave, llevados por Mazoui y Leval quienes, con su transición instantánea, eran capaces de hacerlo. Todos quedaron conmocionados y llenos de tristeza. No obstante, la vida seguía. Llegaban los exámenes y pese a costarle un gran esfuerzo, ella se motivó queriendo dedicárselos a la memoria de su primo. Recordó una vez, junto a Granate, cuando éste fue de visita a casa en un permiso de la Academia. Por aquel entonces los dos hablaban de sus respectivos futuros.

-Me gustaría ser abogada. - Comentó la chica. -
-Sí, ya te puedo imaginar. - Se sonreía el muchacho, Exclamando divertido. - ¡La súper letrada Kerria! …Seguro que ganarás todos los casos. Vas a ser mejor que esos de las películas…Por cierto. Si me meto en líos, me defenderás, ¿verdad?
- ¡Ja, ja! No creo que pudiera. ¡Tú serías un caso perdido! - Se rio la muchacha. -
-Tampoco podría pagarte mucho. - Afirmó desenfadadamente el chico. - Los oficiales no ganamos demasiado.
-Eso será cuando te gradúes. - Se burló Kerria. –
-Te invitaría a una ración grande de palomitas dulces. - le propuso desenfadadamente él. -
- ¡Hecho! - Rio la muchacha, subrayando eso último. - Pero la de tamaño extragrande.
-Por supuesto. - Concedió el aludido añadiendo con curiosidad. - Oye primita, y tu novio, ¿Qué quiere estudiar?
-Brian, me parece que quiere hacer económicas. Porque no le iba la arquitectura. Aunque su padre quería que siguiese la tradición familiar. - Replicó la muchacha. -
-Es un gran tipo. Cuídalo y no le pierdas, ¿vale?...
-Vale, te lo prometo. - Se sonrió la muchacha que contraatacó a su vez. - ¿Y tú para cuando te vas a echar una novia?...
-No lo sé. ¿Alguna de vosotras está disponible? - Rio Granate, remachando con su tonillo entre pícaro y bromista habitual. - ¡Sois las pibas que están más buenas de todas las que conozco!
- ¡Tonto! - Repuso la muchacha tirándole un cojín del sofá en el que se sentaban. -

            Ahora pensaba en aquellos momentos sin evitar las lágrimas…

-Lo siento mucho Granate. ¡Ojalá pudiera mantener mi palabra! – Musitó con desolación. - Perdóname. Tú también, Brian. Perdonadme los dos…

Pasaron los días y al fin la vida cotidiana pareció reinstaurarse. Aunque los dos chicos seguían estudiando y se veían muy poco. Como durante la semana no quedaban para salir porque estaban en clase y debía madrugar, la joven casi olvidó el asunto que tanto desasosiego le producía. Mientras se tratasen como amigos no existía problema. Aunque, una mañana como otra cualquiera, con algunas nubes encapotando el cielo, Brian fue a buscarla a casa como siempre y...

- Buenos días ¿cómo estás hoy?,- le preguntó sonriente. -
- Bien, gracias, - repuso ella que aquel día estaba de buen humor. -

            Tras las clases los dos volvían juntos, como solían hacer. Charlaban de forma distendida y se reían de algunas cosas intrascendentes. El chico, animado por ello, quería llevar a Kerria de la mano, pero ella se resistía a eso. Poco a poco el ambiente distendido se fue evaporando, aunque no por parte de la chica. Fue Brian quién se puso más serio, parecía meditar una propuesta, quizás reuniese valor para hablar y finalmente lo consiguió aunque con voz algo dubitativa.

- Kerria, quiero decirte algo. Algo importante.

            Los dos se pararon en medio del camino que conducía a sus casas.

-¿Qué es?- Le preguntó ella sorprendida ya que Brian no solía actuar de esa manera. -
- Dentro de poco terminaremos nuestras carreras y yo bueno, he pensado que, buscaremos trabajo, aunque quizás no nos haga demasiada falta. –Comentó. -

El joven estaba algo extraño, hablando atropelladamente y mirando de forma nerviosa a uno y otro lado del camino, como si quisiera cerciorarse de que estaban solos antes de continuar, y realmente lo estaban. Iba a decir algo más cuando ella se le adelantó afirmando.

- Yo ya tengo trabajo como solista o con las primas Idina y Kathy cuando podemos coincidir. De momento supongo que, al menos yo, seguiré un poco más en el mundo de la canción. Ellas no lo sé.
- Sí, sé que con las Justices eras famosa y que ganabas dinero. - Admitió el muchacho matizando a continuación con un mayor tinte de nerviosismo, - pero yo me refiero a otra cosa.
- Te comprendo, ya sabes que desde que mi hermano y Amatista se fueron al espacio hace tiempo que no cantamos juntas. Como te he dicho con Kathy e Idina apenas coincido. De vez en cuando alguna que otra actuación, y aunque sola no me va del todo mal, sé a lo que te refieres. A mí también me gustaría trabajar como abogado cuando me licencie. Incluso he pensado en solicitar el ingreso en Harvard. Aunque sé que es duro. ¿Pero a dónde quieres llegar, Brian? - Le inquirió ella que comenzaba a presentir que iba a escuchar algo que al fin lo cambiaría todo entre los dos y no se equivocaba. –

            El chico tragó saliva y se tomó unos instantes. Desde luego parecía que estaba pensando en decir algo importante. Al fin comenzó…

- Tras lo que ha pasado, me he dado cuenta de que la vida puede cambiar de la noche a la mañana. Incluso terminar de pronto. Y solamente hay una cosa de la que estoy seguro. Y es de que te quiero y me gustaría que viviéramos los dos juntos. Y…pedirte que te cases conmigo. - Soltó al fin como si se hubiera quitado un gran peso de encima. -

            Kerria se quedó petrificada, no podía pronunciar palabra, no creyó que Brian quisiera llegar tan lejos ya. Esto era mucho más serio que unos besos ocasionales, ¡pero ella no podía, no podía de ningún modo! Había llegado la hora. Aquel amargo momento que tanto había temido. Tenía que decírselo a él. No le quedaba otro remedio. Sacudió la cabeza y musitó apenada mientras algunas gotas de lluvia comenzaban a caer.

- No Brian, ¡no!…
- Quizás he sido demasiado brusco. ¡Perdóname!, ha debido de ser la peor declaración de la historia. - Contestó apuradamente él que quiso arreglarlo añadiendo de forma más conciliadora. - Pero no tienes que decirme nada ahora, puedes pensarlo de aquí hasta que terminemos la carrera e incluso durante más tiempo.
- No es eso, no necesito pensarlo, es que no puede ser. - Aseveró ella y su compañero la miró con extrañeza. -
- Yo pensaba que los dos nos queríamos. - Pudo decir el confundido chico. -
- Y te quiero Brian, ¡te quiero mucho! - Respondió la chica, afectada por esa tensa y triste situación a la que habían llegado muy a su pesar. -
- Entonces ¿qué problema hay? - Preguntó el muchacho sin comprender declarando ya más confiado. -Tú me quieres y yo a ti ¿Te preocupas por tus padres? Ellos me caen muy bien y creo que yo a ellos también. Y tú a mis padres les encantas, te lo aseguro. Te juro que te haré muy feliz. - Sentenció con renovado entusiasmo. -

            Kerria no podía soportar más el oír aquello. Sabía que estaba a punto de romper el corazón de ese chico, un corazón bueno y noble que de veras la amaba. Y eso también le rompía el suyo a ella. Pero sencillamente lo que su interlocutor deseaba era imposible. Por más que les doliese a ambos debía afrontar la verdad con él. Así que volvió a negar con la cabeza suspirando y con tono lleno de resignación le contestó.

- No lo comprendes, Brian. Quería decírtelo hacía ya tiempo, pero me faltaba el valor. Luego por mor de las circunstancias no ha sido posible. Ahora las cosas han llegado demasiado lejos, mi madre tenía razón.
- ¿A qué te refieres?- Inquirió él  que seguía sin comprender nada. -
- Brian, yo te quiero, pero no de la forma que tú crees, ya te lo dije una vez.
- Pero eso fue hace mucho tiempo, estabas confusa. - Replicó él. -
- No, no estaba confusa. - Repuso pacientemente la muchacha que entonces corrigió. - Bueno sí puede que lo estuviese, por culpa de las circunstancias, la edad…pero ahora ya no. He comprendido que no puedo amarte como tú desearías que lo hiciera. Yo te quiero sí, pero igual que pueda querer a mis padres o a mi hermano. No es amor de pareja lo que siento por ti.
- Pero…después de todo este tiempo saliendo juntos…yo…

 Brian no podía hablar, estaba demasiado atónito, incluso herido en sus sentimientos como para responder y tampoco sabía que decir en tanto los dos se mojaban con un suave chaparrón.

- No, no lo tomes a mal, por favor - Le pidió Kerria dándose cuenta de ello. - Eso es lo último que quisiera. Tú has sido sincero conmigo y también debo serlo yo. Nunca podré amarte como una mujer ama a un hombre y tú ya me comprendes. Muchas veces lo he intentado, pero no me siento atraída de ese modo por ti. Para mí eres sólo un amigo, el mejor amigo que tengo, alguien maravilloso, pero no puedes ser nada más.
- ¿Hay otra persona? - Preguntó él con la voz temblorosa. - ¿Has conocido a alguien?
- No, no se trata de eso. No he conocido a nadie, pero podría conocer a otra persona y entonces, - suspiró ella con serenidad para añadir. - Brian, no quiero herirte, pero esto no puede continuar, tenemos que dejar de vernos o por lo menos aclarar las cosas de una vez.
- Pero Kerria. No lo entiendo, ¿he hecho algo mal? Hemos salido juntos varios meses, y estábamos muy bien. - Replicó él con patente angustia. -
- Lo estábamos como amigos - repitió ella armándose de paciencia una vez más para sentenciar. -Pero no podemos ser novios.
- ¿Por qué no? - Repetía desasosegadamente Brian que no sabía que otra cosa decir. – Lo pasamos muy bien…

            El humor de la muchacha empeoraba por segundos al igual que disminuía su paciencia. Estaba claro que por más que quisiera hacérselo ver de una forma suave era imposible. Brian nunca daría su brazo a torcer y aunque lo sintiera después, tuvo que endurecer su semblante y su voz para contestarle de forma seca.

- ¡Porque a mí me gustan las mujeres, Brian! Muchas veces hemos salido a un bar o una discoteca, o al cine y me he quedado mirando a las chicas que había allí. Incluso he intercambiado miradas con ellas. Créeme, he tenido oportunidades de quedar con alguna, pero no quise llegar a nada más al estar tú conmigo.

            Aquello dejó impactado al chico. Él siempre supo de aquellas inclinaciones de Kerria. Aunque creyó que habían sido pasajeras. O que quizás la muchacha podría verse atraída tanto por hombres como por mujeres. Y desde que empezaron a salir quiso hacer todo cuanto estuviera en su mano para que la muchacha a la que amaba fuera feliz a su lado y olvidase cualquier otro interés. Pero tras escuchar aquello. ¿Y si ella hubiese estado pensando en alguna otra chica? Quizás cuando la besaba en el cine, o salían a tomar algo. Incluso a bailar en ocasiones. Ahora que reflexionaba, Kerria a veces parecía ausente, sí. Seguro que deseando librarse de él para poder…

- Entonces solamente he sido un estorbo para ti. - Musitó él completamente abatido. -Lo siento, nunca pretendí nada así, yo pensaba que los dos. Bueno, supongo que no hay nada más que decir…

            Él no esperó réplica y salió andando de allí lo más rápido que le permitían sus piernas. Kerria tomada por sorpresa se esforzó por alcanzarlo a la par que elevaba el tono llena de pesar y le pedía.

- Brian, ¡por favor!, no me hagas esto, no pretendía hacerte daño. Lo siento, pero no me has dejado otra salida.
- Está bien - repitió él ahogando unos sollozos para remachar con una mal conseguida firmeza. - No volveré a molestarte más, Kerria.
- Nunca me has molestado, no se trata de ti. ¡Por el amor de Dios! Te suplico que trates de entenderlo. – Le insistió ella con evidente consternación. -
- Necesito estar sólo. - Le rogó él sin mirarla, bordeando ya su jardín en el que entró como una exhalación, refugiándose tras la valla. –

            Se sentó en el porche de su casa tapándose la cara. Era fácil adivinar que lloraba. Kerria no pudo evitar hacer lo mismo, sentándose a su lado, con su pelo suelto, empapándose junto a él con aquella suave lluvia que apenas disimulaba sus lágrimas.

-Por favor…trata de comprenderme. - Le pidió con un susurro. - Lo siento, lo siento mucho…

            Sin embargo, él no respondió, estaba dándole la espalda sin querer mirarla. Al fin él se levantó y sin mediar palabra se metió en su casa. Kerria renunció a llamarle. No era cuestión de hacer una escena en la casa del chico. Apenada se dio la vuelta marchándose a su casa, entró en silencio, quitándose su sudadera empapada, dejando sus libros y su tablet y subiendo a su habitación. Quedaba poco para el almuerzo y bajó. Su cara expresaba todo lo que sentía y al verla aparecer sus padres no pudieron por menos que preguntar.

- ¿Que te ocurre, hija? - Esta vez fue Roy el que la vio primero y se adelantó, la expresión de la muchacha era evidente hasta para él y así le comentó. -  No te veo muy contenta.
- Papa- musitó Kerria que ya no deseaba andarse por las ramas, - he roto con Brian.
- ¿Que has roto con...? ¿Por qué? - Exclamó Roy atónito. -
- No podíamos seguir así, yo no puedo darle lo que él quiere.
- ¿Qué pasa, intentó propasarse contigo? -  Inquirió su padre cuyo gesto era de extrañeza y de preocupación según agregaba con tono incrédulo. - No es propio de un chico como él.
- No es eso, nunca haría algo así. – Se apresuró a responder su hija para aclarar con tono trémulo. - Me pidió que, cuando acabáramos la carrera pensásemos en la posibilidad de vivir juntos. Incluso me sugirió la posibilidad de casarnos algún día. ¡Se me ha declarado muy en serio, papá!

            Roy estaba muy sorprendido, no había dicho nada aun cuando Beruche entró en el comedor.

- Os estoy escuchando hablar, ¿qué es lo que ocurre?
- Tu hija ha dejado a Brian. - Expuso lacónicamente él con manifiesta decepción. -
- Papá, yo no quise hacerle daño, sólo fui sincera con él, no creo que merezca ninguno de tus reproches. - Respondió Kerria a la defensiva pues esas palabras y, sobre todo el tono en el que habían sido pronunciadas, le habían sentado bastante mal. -
- Yo no te he reprochado nada. - Se apresuró a aclarar conciliatoriamente su interlocutor tratando de enmendar su anterior declaración. - Es que no esperaba algo así, se os veía tan bien juntos.
- Ya hace algún tiempo Kerria me confió a mí lo que pensaba, - intervino comprensivamente Beruche. -Y yo le aconsejé que hiciera lo que de verdad le dictase su conciencia. Ella lo ha hecho, y sé lo duro que ha debido de resultarle. No podemos decir nada en contra.
- ¿Queréis escucharme las dos? - Sonrió forzadamente Roy intentando relajar el ambiente para insistir. -Yo no le he reprochado nada. Solamente me ha sorprendido, eso es todo. Brian es un chico estupendo, para mí era casi como otro hijo.
- Y para mí como un hermano. ¿Lo comprendes ahora, papá? - Terció Kerria con una mirada muy significativa. – No puedo verle de otra forma…por mucho que lo haya intentado.
- Sí hija, te comprendo. - Admitió Roy que más suavemente quiso saber. - ¿Cómo se lo ha tomado él?...
- Muy mal. Por eso estoy preocupada, no deseé nunca que las cosas quedasen así. Está sufriendo y lo comprendo, pero yo no puedo darle otra cosa.
- Tendrá que superarlo y lo hará. - Aseguró Bertie tratando de animar a su hija al sentenciar. - Es un chico fuerte y acabará por darse cuenta de que esto es lo mejor para los dos.

            La atribulada joven asintió deseando que así fuera, aunque por el momento nadie podría quitarle el pesar a ninguno de ellos. Por fin dejaron estar el asunto y los tres se sentaron a la mesa y comieron. No hicieron ningún comentario más hasta que terminaron, luego prosiguieron la conversación en el cuarto de estar. Roy la retomó.

- Kerria, deberías llamarle para ver como está.
- Sí, lo haré, pero quizás ahora sea pronto, no debe estar muy dispuesto a escucharme, papá.
- De todas formas, es una lástima, lo siento mucho. - Añadió su padre ahora con sincero pesar, para encargarle a su hija. – Cuando volváis a charlar, dile que siempre será bien recibido en esta casa si eso le sirve de consuelo.
- No estoy segura de que quiera seguir siendo mi amigo, - repuso Kerria visiblemente apenada. –Al menos no ahora.
- ¡Pues claro que sí que querrá!- La animó su madre para condicionar con tono suave. - Pero el chico necesita tiempo. Dale unos días para que lo asimile y llámale.

            Su hija asintió y subió a su cuarto, entonces Roy miró a Beruche con la expresión de profundo malestar y decepción que apenas sí había ocultado hasta entonces.

- Cariño, - le dijo ella de modo comprensivo, - ya sé que a ti Brian te caía muy bien.
- ¡Más que eso! – repuso su esposo enumerando con pesar. -  Es un chico estupendo, atractivo, decente, inteligente. Tiene todo lo que una mujer podría desear. Creía que él conseguiría que nuestra hija…
- ¡Oh, Roy! - Suspiró Beruche. - No puedes decir eso en serio.  Tú sabes tan bien como yo que en un principio Kerria salía con él por compromiso y agradecimiento, luego nada más que como amiga. Pero ella tiene otras inclinaciones.
- Lo sé, - refunfuñó éste que pudo confesar con resignada consternación. - Pero tenía la esperanza, por pequeña que fuera, de que cambiaría. Que eso era una apetencia pasajera. Cuando me ha dicho que el muchacho le había propuesto casarse con ella en un futuro, me ha dolido el que le haya dejado. Habrían formado una magnífica familia. Con Brian a ella nunca le hubiese faltado amor.

            Bertie entendía bien a su esposo, ella misma le tenía mucho afecto a aquel chico, que incluso llegó a salvar la vida de su hija. Pero se hacía cargo de la situación y su marido tendría que hacerlo también, así que pacientemente, razonó.

- Roy, si a ti te ha dolido, ten por seguro que a nuestra hija le habrá dolido aún más. ¿Te parece que haya decidido cortar con él por gusto? No, ella le quiere mucho, pero ya te ha dicho que como si fuera su hermano. Le cuenta todas sus cosas y desde que Leval se marchó al espacio otra vez los dos han sido inseparables. Ha llenado ese hueco, pero para Kerria sólo ha actuado como un hermano, nada más. Y jamás podré agradecerle todo lo que ha hecho por nuestra hija. Brian la animó muchísimo también cuando ocurrió lo de nuestro sobrino Granate. Sin embargo, cuando él ha querido ser otra cosa para ella, Kerria no ha podido aceptarlo.  ¿Y me consta que la pobre lo ha intentado, esforzándose mucho y sufriendo por no ser capaz de lograrlo! Pero contra los sentimientos no se puede luchar.
- Pues al chico le sucederá lo mismo. La quiere mucho, debe de haber sido muy duro para él, me gustaría darle ánimos. - Dijo Roy tratando de ponerse en su lugar. -
- Brian está muy enamorado de nuestra hija, Roy. Únicamente tengo que verle la cara cuando está junto a ella. Y esto no le será nada fácil de asumir, pero sabes tan bien como yo que esto es mucho mejor que vivir una mentira que destrozaría la felicidad no solamente de nuestra hija sino la suya. Y algún día lo agradecerá, el chico es muy joven, rehará su vida. Conocerá a otras chicas y se volverá a enamorar.
- En eso tienes razón, - admitió su marido rindiéndose a la evidencia. - No hay quien te discuta. Solamente podemos dejar estar las cosas y aguardar a que algún día nuestra hija nos presente a alguien que lleve falda corta y no sea escocés. - Quiso desdramatizar con un toque de humor que le salió muy amargo, casi sarcástico.  -
- ¡Ay, Roy!, recuerda que prometiste aceptar el modo de ser de Kerria. - Le reprochó suavemente su esposa. -
- Sí, y lo haré, pero necesito tiempo, que tengáis paciencia conmigo. - Repuso él. – Mis malas costumbres no son fáciles de cambiar.

            Beruche le dio un beso en la mejilla sonriendo y replico ahora con un tono de humor más animado.

- ¡Si lo sabré yo, tunante! No te preocupes, la tendremos, sabemos ser muy pacientes. Hasta con los casos como tú. ¡Que me lo digan a mí!
- ¿Qué quieres decir? - Se extrañó él mirándola con ojos de platos. -
- ¡Nada tonto, era una broma! - Rio Bertie con su sonido cantarín habitual lo que siempre lograba alegrar a su marido. -

            Ambos se abrazaron sentándose en el sofá y guardaron silencio como si quisieran reflexionar sobre todo lo sucedido.

-Será muy duro, cariño. - Pensaba una apenada Bertie. - Deberás ser valiente y buscar tu felicidad sin que te importe lo que los demás piensen.

            Por su parte, Kerria estaba sobre la cama de su habitación sosteniendo uno de sus peluches encima de ella, pensaba en qué pasaría ahora. Tenía que ver al muchacho todos los días y la cosa no iba a ser fácil, al menos si él no encajaba bien esto. Además, no le había dicho toda la verdad. En las últimas semanas había conocido y visitado algunos lugares más de ambiente gay. En algunos ratos había estado allí sola, incluso había trabado relación con un par de chicas, eso sí, al principio sólo coloquial.  Después sí que llegó a besarse con alguna. Sin embargo, cuando esa otra chica le propuso ir a su apartamento ella lo declinó. Pues mientras salía con Brian no había pensado siquiera en tener sexo con mujeres, al sentirse culpable por el chico. ¡Y eso que le costó un gran esfuerzo reprimirse dado que esa muchacha era una preciosidad! Estaba muy claro que ella necesitaba poder relacionarse de una forma más profunda y completa que la llenase en todos los terrenos, el sexual incluido. Y ahora que todo estaba dicho ya no había motivo para contenerse más. Hoy sobre todo precisaba compañía, pensó entonces en esa chica que le llamó tanto la atención. Tenía su teléfono y decidió llamarla. Daba señal, pero tardaban en contestar, al fin reconoció su voz tras el auricular del móvil.

- Dígame, - preguntó una voz de mujer, agradable y clara. -
- ¿Maggie?
-Sí. ¿Quién es? - Escuchó a su interlocutora, preguntándole a su vez con algo de prevención. -
- Soy Kerria, ¿me recuerdas? nos conocimos en el bar Moi. – La saludó ésta con cierto temblor en la voz. -
- Sí, claro, hola Kerria ¿cómo estás? - Repuso esa muchacha con un tinte más desenfadado y alegre. -
- Bien gracias, me gustaría verte, si es que puedes. - Le pidió de forma trémula. -
- Podemos quedar esta noche a las diez, no tengo nada que hacer. –Le ofreció su interlocutora que supo captar perfectamente ese matiz de voz. Aunque enseguida quiso saber con tacto. - ¿Quieres hablar?
-Sí, me gustará. - Admitió su contertulia. -
- ¿De tu novio el señor encantador? - Inquirió Maggie sin disimular un toque irónico. -
-No, él ya no…ya no estamos juntos. - Suspiró Kerria. - pero no quisiera molestarte…
-Tranquila, no es ninguna molestia. Entiendo que quieras charlar un poco, nos vemos entonces. -  Se despidió su contertulia. -

La otra chica colgó el teléfono y Kerria lo sostuvo durante unos segundos escuchando el intermitente pitido de la señal antes de apagarlo. Ahora le asaltaban algunas dudas, esperaba haber hecho lo correcto, quizás no estaba muy segura. No le terminaba de parecer bien. Acababa de dejar colgado a Brian y ya estaba pensando en una nueva relación. Pero además ahora era ella misma la que estaba dominada por el deseo. Hacía mucho que no se había acostado con nadie. Aunque ya no había marcha atrás. Esperó a que transcurriese la tarde y se arregló lo mejor que pudo, vestida con un suéter ceñido, una falda corta y zapatos de tacón mediano. Al bajar de su cuarto para irse Beruche la vio.

- Hija, ¿vas a ver a Brian? - Le preguntó con una sonrisa esperanzada creyendo que quizás pudieran suavizar las cosas. - ¿Has hablado con él?...
- No mamá. He quedado con otra persona. - Respondió ella envarada, mirando fijamente a su madre que comprendió perfectamente de lo que se trataba. -
- No llegues muy tarde, hija. - Se limitó a pedirle Beruche con suavidad dejando de sonreír. -

            La muchacha le aseguró que así sería y se marchó, de camino al bar sentía un escalofrío recorrer su estómago. ¿Qué pasaría allí? Estaba segura de que a Maggie no le era indiferente. Sobre todo, tras aquella fallida vez. Y siendo sincera consigo misma, a ella también le gustaba. Aunque por el momento sólo quería hablar, tantear el terreno, luego ya vería. Llegó a las diez y buscó en la barra del bar, no la vio, decidió sentarse y pedir un refresco en tanto venía su cita. A los pocos minutos notó un toquecito en su hombro derecho, se giró del taburete y pudo verla. Metro setenta, melena castaña, de grandes ojos marrones y una hermosa sonrisa. Llevaba un vestido ajustado, de color rojo y unas medias negras de seda, terminados en zapatos a juego de alto tacón.

- Lamento haber tardado, el tráfico estaba imposible. - Se disculpó sentándose en un taburete de al lado. - ¿Cómo te va? No parecías muy contenta. - Inquirió a la vez que la besaba en una mejilla. -
- Tenía ganas de verte, - le confesó Kerria. - Necesito charlar un rato. Si no te importa…
- ¿Y a mí porque me habría de importar? - Sonrió Maggie añadiendo con desenfado. - Tú dirás, cuéntame ¿Qué ha pasado con ese chico? - Quiso saber yendo directa al tema clave. -
- Es difícil para mí, - repuso su contertulia añadiendo - quizás me he precipitado demasiado, lo cierto es que hoy he roto con él.
- Así que te ha tratado como hacen todos ¿no es así? - Comentó la otra tiñendo de desencanto su voz. -
- ¡No, no! ¡Qué va! - Se apresuró a rebatir su interlocutora. - Él...es maravilloso. Me quiere y siempre ha estado ahí para mí, pero yo no puedo corresponderle, ya me entiendes. Con él no me es posible y, sin embargo, llevo mucho tiempo sin nadie.
- Comprendo, - musitó Maggie acariciándola el mentón en tanto le susurraba al oído. - Necesitas que alguien te bese así, - acercó a sus labios a los de su interlocutora y los rozó con suavidad, dando otra pasada los juntó abriendo su boca. – Y así…
           
            Kerria notó como el pulso se le aceleraba, se dejó hacer, separando sus labios también y uniendo su lengua a la de aquella joven. Tras un beso bastante ardiente aquella chica la asió de una mano proponiéndola con un tono bastante incitador.

- Vamos atrás, esto está demasiado concurrido.

            Pese a que el local estaba lleno de personas de sus mismas inclinaciones y a nadie le iba a sorprender aquello, ambas deseaban algo de intimidad. Kerria se dejó llevar a través de una sala de baile y su guía la condujo hasta la zona de reservados, iluminada solamente por una débil luz rojiza. Se sentaron en un sofá de cuero que se hundió bajo su peso dejándolas casi sepultadas en él. Ahora, a salvo de cualquier mirada, Maggie le susurró al oído.

- ¿Estás segura de querer continuar?
- Sí…sí, - Afirmó ella con la voz entrecortada por la excitación, y abrazando a su pareja para besarla de idéntica manera. – Lo deseo mucho…

            Las dos se acariciaron largamente, aquella chica besó a Kerria en el cuello y rebuscó con las manos hasta subirle el suéter y acariciarle los pechos. Ésta correspondió llevando una mano al trasero de su compañera. Ya tumbadas una sobre otra, completaron la faena, terminaron sólo satisfechas en parte. Maggie le propuso a su pareja.

- Mañana ven a mi casa, allí estaremos solas.
-Allí estaré. - Prometió Kerria recolocándose la ropa. -
-Y en cuanto a ese chico…- Le dijo Maggie. - ¿Estás realmente segura de que se ha terminado? No quisiera entrometerme.
-Lo estoy. - Sentenció su contertulia con una triste expresión. -
-Debe de ser realmente muy buen muchacho. Veo que te está doliendo mucho. - Comentó Maggie que agregó con amabilidad. - Si me permites un consejo, deja pasar un poco de tiempo y trata de mantener su amistad. Pero de un modo más alejado. No le frecuentes demasiado. Si es que él quiere seguir siendo tu amigo…

            Kerria escuchó esto último con preocupación, esa era una idea que le había rondado por la cabeza. Brian estaría tan herido que a buen seguro se hubiera enojado muchísimo con ella por dejarle. Así lo expresó, empero, su interlocutora se permitió esbozar una leve sonrisa y rebatir aquello.

-No es por el daño que le hayas podido hacer ahora. - Eso se le pasará. Es por el que puedas seguir haciéndole en el futuro.
-No te comprendo. Si ya hemos roto, él terminará por superarlo. - Afirmó la muchacha. -
-Todo depende. Si…digamos volvéis a ser amigos, y os veis con cierta regularidad, el simple hecho de estar a tu lado y no poder expresar cuanto te ama podría destrozarle. Sería una tortura para ese pobre muchacho.

            Al meditar sobre eso Kerria apenas pudo evitar un par de lágrimas. Maggie se las enjugó solícitamente con un pañuelo y se apresuró a añadir.

-Puede que lo supere, y acabe por aceptarlo del todo. Incluso que con el tiempo se enamore de otra chica y que seáis los mejores amigos y confidentes del mundo. No hay que ponerse en lo peor. Perdóname, a veces soy demasiado…
- ¿Sincera? – Inquirió Kerria. -

            Maggie suspiró, mirándola con simpatía y admitiendo con un tinte más triste en su voz.

-Iba a decir clara. Eso puede llegar a ser un defecto. Y yo misma me he visto a veces en esa situación, tu mejor amiga o una chica que te gustaba, de pronto todo cambia…Tú la quieres, pero no puedes estar a su lado. Y, es más, sabes que será peor para las dos, incluso muy doloroso, si te empeñas en aferrarte a ella.

            Kerria escuchó con mucha atención. Quizás Maggie hubiera pasado por esa misma experiencia u otra similar. Desde luego hablaba como si tuviera un gran conocimiento de causa. Intercambiaron algunas opiniones más y se despidieron después de charlar un rato, Kerria llegó a casa a las doce. Su padre estaba en el salón, pero no le dio más que las buenas noches. Roy sabía que su hija atravesaba por un momento difícil y no quería decirle nada que pudiera molestarla, pero sentía profundamente que la relación que había mantenido con Brian no hubiera llegado a buen puerto. Sin embargo, esa noche la joven estaba mejor, hacía mucho que no se entregaba a unos escarceos amorosos con otra mujer y para ella había sido una forma de eliminar tensiones, por no hablar de que había encontrado a alguien que parecía comprenderla muy bien. Se acostó y durmió bien, a la mañana siguiente decidió acercarse a casa de su amigo. Esperaba poder hablar con él para arreglar un poco las cosas.

-¡Ojalá pudiera quitarle ese daño que le he causado!- Se decía con pesar.-

Llamó a la puerta y tardaron en contestar y fue la madre del muchacho la que abrió.

- Buenos días, señora Rice. - Saludó tímidamente Kerria para añadir. - Venía a buscar a Brian para ir a la universidad.
- Siento que te hayas molestado en venir para nada. Brian no va a ir hoy, - respondió su madre que la miraba sin aquella expresión amable que solía tener cuando la muchacha había ido a la casa en anteriores ocasiones en tanto le decía. - No se encuentra bien.
- ¿Es que está enfermo? - Le preguntó ella preocupada, pero temiéndose cuál era la verdadera razón. -
- Creo que sabes perfectamente lo que le ocurre, - contestó la madre con un tono que rozaba el reproche cuando matizó.  - A mí no me ha querido decir nada, pero yo soy su madre y le conozco bien.
- Hemos tenido problemas, señora Rice. - Reconoció la joven añadiendo con serenidad. -A usted no voy a ocultarle la verdad, él quería que saliéramos en serio, incluso que nos comprometiéramos, pero yo le considero como si fuera un hermano. No podía darle falsas esperanzas. Lo lamento mucho, lo último que quería era hacerle sufrir.
- Sé que no era esa tu intención, y que has obrado del modo que te ha parecido mejor. - Suspiró la madre del muchacho con un tinte más comprensivo para agregar. - De lo contrario no estaría hablando contigo ahora. Pero comprende que mi hijo necesita tiempo, tiene que dejar de verte, aunque sea por unas semanas. Mi marido y yo te apreciamos mucho, créeme. Eres una buena chica, las cosas que tengáis mi hijo y tú son entre vosotros y no deseo meterme. Pero hazme ese favor, no contactes con él durante un tiempo, ya le diré que preguntaste por él.
- Déjelo, no quisiera hacerle sentir todavía peor. - Pudo replicar la chica bajando la cabeza con desolación, aunque a pesar de ello agregó. - Gracias por hablar conmigo con esa sinceridad.
- Tú también has sido honesta, espero que dentro de poco todo esto esté olvidado y sigáis siendo buenos amigos. - Contestó la señora Rice con ese deseo a la par que pudo dedicarle a la joven una débil sonrisa. – Saluda a tus padres de mi parte. Ya les comenté que sentí mucho vuestra pérdida.
- Gracias, es usted muy amable. Y yo también deseo que a Brian le vaya todo muy bien, de verdad. Ahora tengo que irme.

            Y Kerria se fue a la universidad, después de las clases consultó su agenda, esa noche iría a casa de Maggie. Deseaba que llegase el momento, pero, además de eso, se dio cuenta de que debía llamar a Katherine y a Idina. Tenían que discutir la nueva maqueta del disco que estaban terminando. Sin Amatista no era lo mismo, pero las tres habían sacado un nuevo álbum, sin poner el nombre del grupo pues no querían hacerlo faltando una de ellas y, sobre todo, tras la pérdida de su primo. Se acordó de su amiga, de Leval y de Mazoui. ¿Dónde estarían? ¡Ojalá que estuvieran bien! ¿Y si habían sido destruidos por aquellos misteriosos enemigos? Aun rememoraba con profunda tristeza la muerte de su primo Granate y muchas veces temía que el resto hubiera podido correr la misma suerte. Pero de inmediato apartaba esos terribles pensamientos de su cabeza. Condujo con cuidado para no perderse. A los treinta minutos se presentó en la dirección de Maggie. Kerria llamó a la puerta y ésta la recibió vestida con un bonito traje de noche de gasas dejando entrever sus encantos.

- Buenas noches. - Saludó su anfitriona dándole un ligero beso en los labios según le indicaba. - Pasa, la cena está lista.
- ¿La cena? - Preguntó la sorprendida muchacha sin esperarse que la invitación de Maggie incluyese tal  cosa. -

            Efectivamente entró al salón donde una mesa iluminada por dos velas esperaba bastante bien servida. Dos platos con sus cubiertos, una cubitera con champán y unas cazoletas tapadas. Maggie invitó a su amiga a sentarse y destapó las cazoletas, le sirvió una fina pasta italiana, con salsa.

- Esto tiene buena pinta, - sonrió Kerria empuñando el tenedor para confesar con agrado. - No lo esperaba.
- Una cena íntima es lo mejor para abrir el apetito. - Repuso su contertulia. -
- Pero después de esto ¿quién puede tener hambre? - objetó Kerria que no había comprendido aquel mensaje. -
- Yo...- sonrió su interlocutora lanzándole una mirada muy insinuante. - Ya lo verás.

            Las dos cenaron sin prisas charlando de cosas poco importantes y finalmente Maggie sirvió el postre, dos piñas coladas. Al terminar se levantó acercándose a su invitada.

- Ahora vamos a pasar al plato fuerte. - Le propuso a la vez que la acariciaba suavemente desde las mejillas hasta los pechos. -

            Kerria se levantó y dándole la mano a esa chica se dejó llevar hasta la cama. Desde luego que el apetito de su compañera se había incrementado. El siguiente plato fue la propia invitada. Maggie se la comió de principio a fin. Saboreándola intensamente, cada pequeño bocado que le daba y cada lengüetada sumían a su pareja en el más absoluto de los placeres. Ella también se sirvió ración completa, devolviendo a Maggie cada una de sus degustaciones. Cuando terminaron de paladearse y acariciarse cada centímetro de sus cuerpos reposaron sobre la cama, abrazadas la una a la otra.

- Eres muy pasional, Kerria. - Susurró Maggie al oído de esta - y me encanta tu fuerza.
- ¡Vaya! - sonrió ésta divertida – Será que tenía mucha de ella guardada desde hacía bastante tiempo.
-Como un tapón de champán - comentó su interlocutora. –
-Sí, desde que salí con mi ex no me sentía así. - Confesó la interpelada abrazándose a su amante. -
- ¿Con tu ex novio?- Inquirió Maggie.-
- No, fue con una mujer…- respondió riendo ligeramente. -

            Su pareja se separó un tanto de ella y la observó con cara de sorpresa. Pero Kerria se apresuró a calmar la inquietud que le notaba en el semblante.

- Una chica con la que salí en el instituto. Fue la que me hizo comprender como era yo en realidad…gracias a ella descubrí mi orientación sexual. No pongas esa cara de boba.
- ¿Y era guapa? - Preguntó Maggie visiblemente interesada. -
- Pues sí, una chica de cabellos negros y unos preciosos ojos azules que tenía tanta pasión como tú, ¡aunque no preparaba unas cenas tan deliciosas! - Rio Kerria con ganas. -

            Su pareja al principio se quedó atónita, pero acabó riendo con su compañera. Por su parte Kerria pensó fugazmente en Debbie. ¿Qué estaría haciendo ahora? Tras esa aventura que tuvieron tanto ella, como el resto de las justicieras, contra esa malvada Sarah no había vuelto a saber nada de su primer amor. Suspiró mirando el reloj. Era ya tarde, bastante tarde y llamó a sus padres diciéndoles solamente que pasaba la noche en casa de una amiga y esa persona en cuestión la miraba con ojos llenos de deseo y sonreía susurrándole al oído.

-Esto no es nada, ya verás las cosas que sé hacer…
- ¿Cosas? ¿Qué cosas? ...- Quiso saber Kerria. -

            Por toda réplica Maggie volvió a sonreír y se metió debajo de las sábanas…

- ¿Qué haces?- Se rio su pareja.-

            No tardó mucho en averiguarlo, su amante sabía cómo estimular ciertas zonas delicadas con ayuda de diversas partes de su cuerpo. Kerria se descubrió a sí misma gimiendo y jadeando como nunca lo había hecho en su vida. Cuando Maggie terminó la dejó totalmente relajada. Fue entonces cuando esa joven emergió de debajo de la sábana y tras besarla largamente en los labios le volvió a susurrar en una oreja.

-Ya te lo dije…esto solamente es el comienzo…ya te enseñaré…Y te advierto que me gusta ir aumentando en intensidad…

Y fue el turno de ella de satisfacer a su amante, al principio de un modo no tan lleno de virtuosismo, aunque pronto fue aprendiendo. Al fin se durmieron realmente agotadas pero muy satisfechas. Despertó junto a Maggie, con su cabeza recostada en el regazo de esta.

- ¡Me he dormido! - Pudo decir algo apurada. -
-No te preocupes. - Sonrió tiernamente su anfitriona a la par que las dos se levantaban. - Anda date una ducha. Mientras te preparé el desayuno.
-Pero mis padres estarán muy preocupados. -Pudo pretextar. -
-Llámales desde aquí. - Le ofreció su pareja. -
-Bueno, supongo que, aunque tarde un poco más, ya no importará. - Reflexionó Kerria. -

            Y decidió tomar el consejo de Maggie y darse una ducha. Salió refrescada, su pareja había estado preparando mientras un suculento desayuno. Huevos con bacón, algo de jamón de york, aderezados con fresas, zumo de naranja, tostadas y dos cafés.

- ¡Esto tiene una pinta increíble! - Pudo decir Kerria cuando salió envuelta en una toalla de color salmón. -
-Ve empezando mientras me ducho yo. - Le propuso Maggie.-

            Su invitada asintió con entusiasmo y aunque tenía mucha hambre, juzgó descortés comenzar sin que su pareja estuviera. De todos modos, Maggie no tardó mucho, en apenas diez minutos salió envuelta en una gran toalla violeta que tapaba su cuerpo, y llevando otra más pequeña del mismo color en la cabeza.

- ¿Qué pasa? ¿No te gusta? - Quiso saber al darse cuenta de que su invitada ni había tocado el desayuno. -
-No es eso. Me parecía mal empezar sin que estuvieras tú. - Le explicó su interlocutora. -
-Si es por eso, ya estamos las dos. - Sonrió Maggie, alentándola divertida. - ¡No dejes que se enfríe!
- ¿Lo nuestro? Desde luego que no. - Sentenció Kerria, mezclando la broma con sus deseos. –
-Tonta, ¡el desayuno! - Rio Maggie. -

            Y entonces sí que comenzaron y dieron buena cuenta del desayuno. Kerria desde luego parecía una máquina de devorar.

- ¡Chica! Es impresionante. - Afirmó una divertida Maggie. - ¡Te vas a atragantar!
-Es que está muy bueno…- Alabó la otra joven, entre bocado a la tostada, y sorbo del café. -
- ¡Si quieres puedo hacerte más! - Se rio su contertulia, que disfrutaba solamente con verla. -
-Eres muy buena cocinera. - Declaró Kerria. -
-Bueno, desde niña aprendí a hacer la comida y el cocinar me relaja. - Le contó su interlocutora. -
-Yo soy un desastre para eso. Apenas cocino para poder sobrevivir. - Sonrió la invitada. - Son mi padre y mi hermano los que tienen el talento culinario de la familia.
-Así que tienes un hermano. ¿Ese del que me hablaste en el Moi? ¿El que se fue de viaje? ¿Mayor o menor que tú? - Quiso saber Maggie. -
-Mayor. - Le respondió su contertulia dando un trago a su vaso de zumo de naranja. -

            A todo eso, Kerria ni recordaba haberle hablado de Leval, ni de su familia. Quizás estuvo tan deprimida y quiso desahogarse con Maggie cuando charlaron en ese bar y pudiera ser que comentase más cosas de las relativas a Brian. Posiblemente lo que dijese entonces de sus propios allegados fuese para poner en contexto su relación con ese chico. No estaba segura y no quería profundizar sobre eso, para no tener que hablar de más. Tampoco se acordaba de haberle preguntado a esa muchacha por sus orígenes, desde luego que había estado pendiente de otras cosas. Así pues, quiso enmendar eso.

- ¿Y tú eres de aquí?
- ¿De Nueva York? Sí, nací aquí. Mis padres se mudaron desde Ohio. Se conocieron allá. Eso me contaron al menos. Vivimos en este Estado hasta que cumplí los dieciséis años, y poco después nos fuimos de nuevo a Columbus.

Dijo lo último con un tinte de tristeza que a Kerria le pareció extraño. Aunque entre lo delicioso del desayuno y el buen ambiente que tenían en ese instante no quiso indagar aquello. Lo que si preguntó fue.

- ¿Tienes hermanos o hermanas?
-No, soy hija única. - Sonrió la interpelada, para agregar con jocosidad. - ¡Conmigo se rompió el molde!
-Desde luego tienes unos cuantos talentos. - Sonrió Kerria. -

Terminaron al fin de desayunar y se despidió de su anfitriona. Por supuesto que acordaron volver a verse.

-Trabajo en una tienda de ropa a varias manzanas de aquí. - Le informó Maggie. -
-Quizás pueda pasarme a verte. - Le propuso Kerria. -
-Bueno, prefiero que nos veamos en ambientes más relajados. - Replicó esa joven. -

Sí, quizás no fuera bueno distraer a su ligue en su trabajo. Kerria comprendió que a buen seguro esa chica no hubiera salido del armario allí y podría crearle complicaciones. De modo que se despidió y se fue.

-Hay que respetar la vida privada de cada cual. - Se dijo. -

Volvió a casa a las doce de la mañana, ni Beruche ni Roy querían preguntarle con quien había estado, ambos la consideraban ya adulta para poder vivir su propia vida, por mucho que pudiera preocuparles. Así pasaron semanas. Aunque vio de nuevo a Brian estaban distanciados y él apenas la saludaba con fría cortesía. Eso le dolía bastante pero no podía hacer nada. Era lógico después de todo. Ya no iban juntos de camino a la facultad y sobre todo él procuraba evitarla.

-Lo siento mucho. - Musitaba Kerria al verle de lejos, sabiendo que ese chico continuaba sufriendo por ella. - ¡Ojalá esto no tuviera que ser así! Lo que más desearía es que las cosas entre nosotros…

            Iba a pensar que fuesen como antes, pero movió la cabeza. Eso sería imposible. Pero sí que anhelaba volver a charlar con él, reír juntos e incluso ir a ver alguna película. Ponerse morada a palomitas y observar la perpleja cara del chico, preocupado por si se empachaba. Suspiró bajando la mirada.

-Debo tener paciencia. - Se aconsejó. -

            Al menos iba bien en los estudios. Ahora estaba mucho más centrada y con una relación que se afianzaba con Maggie. Desde luego esa chica era una muy buena amante (aunque en ocasiones con tendencias algo exacerbadas a cosas bastante poco convencionales) y las dos disfrutaban mucho los momentos que compartían, tanto en lo relativo al sexo como en otras cosas.

-Maggie también es una buena conversadora. - Pensaba tras otra de aquellas citas que terminó, como casi siempre, con ella volviendo a casa tras haber desayunado en el apartamento de su pareja. - Me ha contado que quiere ser enfermera. Aunque se está pagando los estudios trabajando en esa tienda de ropa que me comentó. Desde luego, no me la imagino trabajando en un hospital. Bueno, puede que se lo comente un día a la madrina Ami. ¡Ella es doctora, si tengo una novia enfermera no me tendré que preocupar por motivos de salud! - Se rio de su propia ocurrencia. -

La verdad, empezaba a sentirse muy atraída e incluso a enamorarse de Maggie. Ya estaba pensando en invitarla a casa para que la conocieran sus padres. Era lo natural. Aunque al pensar que Brian pudiera verla aparecer de la mano de otra chica se retenía de proponerlo. Sin embargo, las cosas iban a cambiar una vez más. Al poco otra gran desgracia vino a golpearles. E incluso fue más dura todavía para ella y sus padres. Recordaba con amargura el día en el que llamaron de la Masters Corporation a las familias de muchos de los tripulantes de la nave. Ellos no estaban en casa.  Fue Zafiro quien se ocupó de localizarles cuando regresaron de comer fuera. Estaban entrando en casa cuando Roy conectó el móvil. Lo había tenido apagado porque no quería que le molestasen en la comida con su mujer y su hija por algún asunto del equipo. Kerria les había estado contando que iba a tratar de entrar en Harvard. Aunque sabía bien lo difícil que era conseguirlo. Primero necesitaba muy buenas referencias. De modo que seguiría por el momento en la facultad cercana de Nueva York y después tenía pensado ir a Boston. De ese modo iría haciendo méritos. Por supuesto se aprestaba a la tarea con mucho tesón y sus notas estaban siendo muy buenas.

-Si ya te lo decía yo, cariño. – La animaba Roy, afirmando. - Tú eres muy inteligente. En cuanto has visto clara tu vocación. ¡Menos mal que has salido a tu madre! - Rio divertido. -
-Desde luego – convino su esposa de forma algo cáustica agregando con humor. - Porque como hubiera salido a ti a la hora de hacer los trabajos y de ir a estudiar, ¡pobre hija mía!…
- ¡Oh, venga ya cubito! Tampoco te pases. - Quiso defenderse él. - Yo no era tan malo…
- No, que va. - Sonrió ella remachando con jocosidad. - ¡Eras peor!

            Escuchando eso Kerria se reía divertida. Desde luego tenía una ligera idea de alguna de las andanzas de su padre en la Golden. Su prima Idina que estudiaba allí se enteró también de más cosas. En cuanto pudo le contó unas cuantas y las dos se habían tronchado de risa.

-Sí, papá. ¡Eras un pillastre de mucho cuidado! - Se rio la chica al rememorar eso. -
-Desde luego… ¡Lo que hay que oír! - Sonrió él, afirmando divertido. - Aunque sea cierto…

En ese momento sonó el teléfono de Roy, éste vio el número y sonrió. Comentando antes de contestar.

-Es Zafiro. Quizás tengan noticias de la nave. Hace ya una semana que no nos han informado de su posición.
- Es normal. Están a mucha distancia. - Replicó Bertie. -
- ¿Sí? Dime Zafiro. - Repuso su marido con gesto risueño, que tornó algo más serio para preguntar.- ¿Qué tal estáis vosotros?

            Hacía poco de la trágica muerte de Granate y no deseaba tener un tono tan jovial pensando que sus amigos todavía estarían sufriendo, pero por desgracia para él la réplica que le llegó le produjo un visible desasosiego.

- ¿Cómo dices? Pero… ¿están seguros de eso? Podría ser un error o que la distancia es muy grande. No, no puede ser, ¡maldita sea! - Exclamó con tono lleno de temor e inquietud para sorpresa y preocupación de su esposa y de su hija. -
- ¿Qué ocurre, papá? - Quiso saber Kerria que comenzaba a asustarse. -

            El aludido no respondió enseguida, se despidió de su amigo y colgó. Miró entonces a la muchacha y a su mujer y apenas pudo decir, con expresión de circunstancias y tratando de templar su tono.

-Zafiro me ha dicho que los técnicos del UNISON y de la Masters Corporation han perdido todo rastro de la nave.
-Quizás sea porque estaban atravesando el cinturón de asteroides. - Pudo decir Kerria, tratando de encontrar una explicación. -
- Llevan una semana sin su rastro. No saben dónde está…ni señales ni transmisiones, nada - Replicó su padre con tono abatido e inquieto. - Parece que se hubiese evaporado…

          Roy trató de concentrarse para sentir sus energías, pero fue incapaz de lograrlo.  Bertie apenas si podía mirarlos a ambos, temblaba de angustia y se tapaba la boca con una mano, sus ojos comenzaban a hacer aguas. La expresión de la mujer se contrajo en un rictus cuando exclamó.

- ¡No, mi hijo también no! ¡Mi hijo!...

            Ni Roy, ni Kerria pudieron reaccionar antes de que Bertie se desmayase cayendo al suelo.

- ¡Mamá! – Exclamó la asustada Kerria apresurándose a tratar de reanimarla. - ¡Mamá! ¿Me oyes?

            Con sumo cuidado Roy levantó a su mujer y llevándola en brazos la dejó sobre la cama. Él también se sentía muy preocupado y enseguida intentó reanimarla.

-Vamos cubito, tranquila. Seguro que será un fallo en la comunicación. Sencillamente están muy lejos. Ni yo puedo percibirles. ¡Pero estarán bien! Todos lo estarán. Nuestro hijo, Mazoui, Amatista… no te preocupes. Son fuertes, son listos, sabrán salir de cualquier situación.

            Al volver en sí Bertie apenas le escuchaba. Solamente gemía y lloraba presa del temor y de la angustia. La propia Kerria trataba de no llorar también uniéndose a su padre en la tarea de alentar a su madre. Finalmente lo lograron, con una tila Beruche pareció encontrarse mejor. Pero los días pasaron y fue imposible contactar. Quisieron prepararse para lo peor. Aunque no eran capaces de asimilarlo. Sobre todo, su madre. No obstante, Roy sí que trataba de animarlas. Más a su esposa. Con el paso de las semanas y los meses no tuvieron más opción que aceptar aquello. La madre de Kerria se sentaba en el sofá del salón, deprimida. Con los ojos llorosos miraba por la ventana al cielo, como si así pudiera ver esa gran nave, perdida en el universo. Ni su esposo, ni su hija sabían que hacer ya para animarla. Llegando de la facultad en ocasiones la chica se sentaba con ella.

-Mamá. ¿Cómo estás? - Le preguntaba con tono inquieto. -

            Beruche apenas sí la escuchaba. Parecía sumida en sus pensamientos. No había ido a su trabajo en dos semanas. Su jefe, al ser puesto al corriente de la situación, le dio una baja por depresión. Desde entonces se pasaba los días como un autómata, se levantaba, apenas desayunaba y se sentaba ahí. A veces salía al porche del jardín y miraba hacia el cielo. Kerria estaba cada día más asustada por ella. De modo que intentaba hacerla reaccionar, hoy al menos traía una buena noticia.

-Por favor. Dime algo – Le suplicaba afectuosa y pacientemente su hija tomándola de las manos. - ¡Por favor, mamá!

            Al fin ésta le miró con los ojos llorosos, pero esbozó una leve sonrisa y acarició una mejilla de la chica para decir con tono apagado.

- ¿Qué tal las clases hoy, cariño?
- Muy bien, he sacado un sobresaliente en procesal. - Le contó la muchacha que había sabido una nota de sus parciales. -
-Estoy muy orgullosa de ti, lo sabes, ¿verdad? - Replicó su interlocutora casi con un susurro, añadiendo ahora casi como si divagase. - Tu hermano también era un magnífico estudiante. Siempre tan aplicado y bueno…
- Mamá. - Tercio la chica tratando de aproximar su rostro al de su interlocutora y mirarla a los ojos para aseverar con toda la rotundidad de la que fue capaz. - No hables de él en pasado. Sé que están bien. Ya verás cómo volverán a casa. Y cuando Leval regrese no me perdonará si dejo que te ocurra algo.

            Su madre le dedicó una mirada entre sorprendida y esperanzada. Apenas sí pudo musitar entre lágrimas.

-Perdóname cariño. Sé que no he estado bien…
-Lo comprendo. No te preocupes, solamente piensa en que Leval estará a salvo. Estoy segura, le conozco. Además, lo vi, sé que está destinado a cosas muy importantes. - Insistió Kerria tratando de animarla. - Debes tener fe en él, y en todos los que le acompañan…

            En eso llegó Roy. Tras una dura jornada de entrenamiento con su equipo. No tardó en acercarse hasta su esposa y su hija. Con expresión entristecida vio a Bertie sufrir, abrazada a Kerria. Se sintió impotente. Él había tratado de animar a su mujer. Semana tras semana la confortaba y abrazaba, pero era inútil. Llegó justo a tiempo de escuchar a su hija pronunciar las últimas palabras de esa frase y entonces tuvo una idea.

-Hace mucho tiempo de esto, pero todavía lo guardamos. Cariño. - Afirmó dirigiéndose a su esposa que le observó en tanto se enjugaba las lágrimas. - Ha llegado el momento de que se lo mostremos a nuestra hija. ¿No crees?

            Ahora fue Kerria quien le dedicó una atónita mirada a su padre. Y entre tanto, Beruche se levantó asintiendo. Casi con una sonrisa y un tenue tono de esperanza para convenir.

-Sí. Seguro que te gustará verle, hija.

            Su padre había abierto un mueble con unos cajones cerrados con llave. De ahí sacó una cinta de video. Todavía tenían un aparato reproductor que él conectó al televisor. Los tres se sentaron juntos y Roy le dio al play…

            Para asombro de la muchacha pudo ver a sus padres, estaban muy jóvenes, contarían aproximadamente con la edad que ella tenía en esos mismos momentos. Y junto a ellos, su hermano Leval. Pero enseguida supo que no era él. Bueno sí… era muy extraño. Ese muchacho era de aspecto muy fornido, incluso más de lo que ella recordaba. Sonreía con una expresión que jamás le había visto a su hermano. Aunque apenas recordaba nada de lo que vio cuando estuvo a punto de morir, Kerria le reconoció.

-Éste es el Leval de esa otra dimensión. - Fue capaz de musitar. -
-Sí, tesoro. - Afirmó su madre añadiendo. - Vino desde el futuro para advertirnos, gracias a él cambiamos las cosas.
- Gracias a él, pude nacer yo. Y también Amatista y los primos. - Sonrió la muchacha estrechando a su madre entre sus brazos. -
-Así fue, cariño. - Convino Roy declarando. - Por eso creo que tienes razón. Nuestro hijo no cambió nuestro destino para desaparecer ahora sin más. Algo me dice que volverá. Está destinado para algo más importante si cabe…

Kerria sonrió, dándole ahora un beso en la mejilla a su padre, en tanto veían la celebración ahí grabada. Estaban todos los amigos de Roy y Bertie, los que la muchacha identificó como sus tíos y otros de los que no sabía nada. Incluso las propias guerreras aparecían. Vio a su madrina Ami muy joven. Bueno, apenas sí había cambiado desde entonces, tuvo que reconocer.

-Tu madrina es una princesa planetaria, hija. Nada menos que Sailor Mercurio. - Le recordó Bertie. - Apenas envejecerá en décadas. O puede que en siglos.
- ¡Qué envidia! - Pudo sonreír la muchacha. -

Lo importante del caso fue que tras terminar aquella película todos se sintieron mucho mejor. Incluso la propia Beruche quiso empezar a pensar que no estaban muertos, que no había sentido nada en su interior que le dijera eso. Aunque su hermana Petz, a diferencia de lo que le pasó con Zafiro, tampoco notó nada de especial cuando Granate murió. Pero estaba claro que todos querían aferrarse a la esperanza. Así lo hicieron. En esos días Kerria tuvo que admitir que Brian se comportó de forma admirable en cuanto se enteró. Las cosas casi volvieron a ser como antes. Dejó de lado su actitud distante apoyándola a ella e incluso a su familia. Incluso visitándoles, afirmando con tono esperanzado.

-Volverán, seguro. No deben perder la fe en ello.
-Muchas gracias, Brian. - Le respondió un reconocido Roy. -

            El muchacho esbozó una sonrisa que desapareció al mirar a Kerria. Ella tenía un semblante entristecido, aunque se esforzaba por no evidenciarlo demasiado, sobre todo delante de su madre.

-Gracias por venir. - Le agradeció a su vez Beruche. - Eres un gran chico.
      -No hay de qué. Yo aprecio mucho a Leval y a Amatista. Y deseo que retornen a salvo. Seguro que, al estar tan lejos, sus mensajes tardan en llegar. - Quiso argumentar el muchacho algo apurado. -
-Sí, eso debe ser. - Suspiró Bertie sin creerlo realmente. -
-Anda cariño, vamos a descansar un poco. - Le propuso Roy, tomando de una mano a su esposa para llevarla al piso de arriba. -

            Beruche se dejó conducir dócilmente. Kerria se quedó allí parada viendo a sus padres subir las escaleras. No podía dejar de pensar en lo deprimida que su madre se encontraba. Tanto era así que ni se acordaba de su situación con Brian. Fue él quien discretamente le dijo.

-Debo irme ya.
-Has sido muy amable al venir. Gracias. - Le dijo ella que añadió tratando de tantear el terreno. - Siempre puedo contar contigo. No sabes cuanto significa eso para mí.

            Pero el chico no sonrió ni pareció agradecer esas palabras, casi, al contrario, con un tono más seco, replicó.

-Aprecio muchísimo a tus padres y a tu hermano, también a Amatista, ya os lo he dicho. Ellos se merecen cualquier cosa.

            Y se dio media vuelta saliendo de la casa. Kerria quiso contestar algo, pero fue incapaz. Cerró los ojos y suspiró.

-Está claro que no me ha perdonado, ni ha superado lo que pasó. - Pensó la entristecida joven. -  No le puedo culpar por ello. Le hice mucho daño y eso no se supera fácilmente.

Eso le volvía a llenar de remordimientos por el pobre chico. ¡Pero no!, debía olvidarse de aquello. Al menos tuvo el apoyo y el cariño de Maggie. Esa chica no únicamente era un volcán de pasión en la cama, también la animó abrazándola durante horas, cuando, tras saber esa aciaga noticia de la pérdida de la nave, volvieron a verse. Kerria acudió a su casa, y cuando su novia le abrió, con un batín rojo, y expresión sonriente, ella no pudo evitar romper a llorar.

- ¿Qué te pasa? ... ¿Acaso estoy tan horrible? - Inquirió la estupefacta Maggie no sin algo de su sarcástico sentido del humor. -

            Aunque enseguida debió de darse cuenta de que aquello era serio y dejó de lado cualquier tipo de chanza. Pasó un brazo por los hombros de Kerria y la ayudó a sentarse en un sofá que tenía en el salón.

-Perdóname. Es que, necesitaba a alguien… yo. - Gimió la recién llegada. -
- ¿Qué ha pasado? - Quiso saber una ya inquieta Maggie. -

            Como pudo le contó lo ocurrido, su novia la estrechó entre sus brazos dejándola llorar y repitiendo.

-Todo irá bien…debes tener esperanza.
-Quisiera...y rezo por mi hermano, por mi primo, por mi amiga Tist, y todos los que van con ellos. Pero ya perdí a mi primo Granate y no soportaría perderles a ellos…- Sollozaba la hundida Kerria. -
-Me gustaría decirte que rezaría contigo, pero no soy creyente. - Le desveló Maggie, eso sí, para agregar. - Sin embargo, puedo darte datos más científicos. ¿Acaso no van en esa nave tan enorme y bien preparada?

            Kerria asintió enjugándose las lágrimas. Y su pareja, animada por esa reacción, prosiguió.

- ¿Y no dijo tu ex, que estaban tan lejos que posiblemente la comunicación se demore mucho? ¿O que haya interferencias?
-Sí, no sé… seguramente quiso animarnos. - Conjeturó Kerria. -
-Bueno, una cosa debo decir en favor de ese chico. Si ha ido a vuestra casa y os ha dado moral, es que todavía le importas y mucho.
-Él respondió que también apreciaba a mi familia, y que ellos lo merecían, pero no me incluyó. - Suspiró ahora la muchacha. -

            Aunque una vez más, y para sorpresa de Kerria, su interlocutora reaccionó de un modo que no esperaba al exclamar.

- ¡Tonta! Claro que dijo eso. No querrá reconocer lo mucho que te sigue queriendo porque le duele. Tiene derecho a mantener su dignidad. ¿No crees? Te lo digo yo, que he tenido bastantes experiencias, si no le importases ya, o si te guardase algún tipo de rencor, no habría ido.
-Gracias Maggie. - Pudo sonreír Kerria, pegando su cara a la de su novia para afirmar. - Me siento mejor.
-Claro, y en cuanto te prepare una cena de las mías, estarás más contenta todavía. - Afirmó la anfitriona. -

            Y aquella noche no hubo sexo entre ellas, más bien parecían dos amigas, incluso hermanas, hablando de muchas cosas. 

-Me recuerda mucho esas conversaciones que mantenía con Tist, o con Kat o Idina. - Sonrió Kerria. -

Y le dio la impresión incluso de que Maggie deseaba contarle algo, concerniente a ella misma, pero que, de un modo u otro, no se atrevía a hacerlo. De todos modos, su novia la ayudó mucho y ella se esforzó por dejar esos recuerdos y en pensar en otra cosa. Y eso mismo hizo andando un poco el tiempo. Ahora, al regresar al tema que le ocupaba, tendría que reunirse con sus primas para eso de la publicidad. Ya eran bastante conocidas e iban a lanzar un nuevo disco. Eso sí, sin llamarse las Justices, dado que tras la pérdida de Granate y la marcha de Amatista no querían volver a usar ese nombre. Por fortuna pese al éxito aún podían mantener una vida relativamente tranquila y Kerria no deseaba perder eso, pero, si la fama les llegaba a desbordar, en fin. Llamó a las dos, aunque sólo pudo quedar con Kathy. Idina estaba muy ocupada en su universidad. Por suerte se fue recuperando hasta ir volviendo a ser esa adorable y simpática muchachita de siempre. Además, allí en la Golden tenía su propio grupo de amigas y aparte de sus estudios era una de las principales animadoras y tenía que empezar a dar sus clases de prácticas. Eso fue lo que le contó la última vez que hablaron.

-Ahora que la prima está mejor, lo último que necesita es que la agobie con esto. - Pensó Kerria. -

Suspiró y se volvió a casa. Al llegar su padre le dio un recado. Roy estaba sólo pues Bertie, que tras algún tiempo se recuperó de esa depresión, tenía que dar clase.

- Ha llamado Kathy, no podrá venir al final, contaba con tomar un avión, pero tenía un compromiso que no recordaba. Dice que te ocupes tú, que lo que decidas estará bien para ella.
- ¡Estupendo! - Suspiró irónicamente Kerria dejándose caer sobre el sofá para protestar. - ¡Kat me lo ha vuelto a hacer!  ¡Tendré que encargarme yo otra vez! Eso de que la discográfica esté en Nueva York es un auténtico rollo. ¡Siempre me toca a mí! Entiendo que ella no puede venir desde los Ángeles, pero me aseguró que lo haría, e Idina está aquí mismo…
-Si tu prima no puede, supongo que tendrá sus motivos. – La cortó conciliatoriamente su padre, saliendo en defensa de su sobrina. - Sabes que ella no te dejaría en la estacada de no tener una buena razón…
-Es cierto. Es que no me dejaste terminar. - Protestó Kerria, para explicarse. - Kathy sí que es más desastre para eso, pero la pobre Idina estaba muy mal tras lo de Granate. Y ahora que empieza a animarse y tiene sus clases no quiero distraerla. - Suspiró ahora la muchacha. - Ya hablaré con ella para contarle qué tal vaya todo…Pero entre tanto debo ir a la discográfica.
- Yo puedo dejarte allí, voy de camino al Madison, - le ofreció su padre. -
- Me haces un gran favor papá, gracias. – Declaró la joven a la que se le iluminó el rostro según preguntaba. - ¿Puedes esperar a que me duche y me cambie?
- Depende. Si te das prisa. - Matizó Roy consultando su reloj e indicando al más puro estilo militar. -Veinticinco minutos.
- ¡Vale! - Gritó Kerria que ya subía las escaleras a todo correr. -

Su padre sonrió, a veces su hija tenía esos puntos de carácter iguales a los suyos.

-No dudo de que serás capaz de estar lista a tiempo. - Pensó divertido. -

Efectivamente la jovencita se dio prisa, en esos veinticinco minutos ya estaba duchada, vestida, arreglada y presta para salir.  Aunque le dio suspense y cuando reapareció Roy la vio bajar las escaleras aliviado, ya creía que iba a llegar tarde.

- Vamos hija que me esperan para comenzar el entrenamiento. - Apremió algo nervioso. -
- He estado en el tiempo, papá, he tardado exactamente veinte tres minutos. - Le recordó Kerria con una sonrisa triunfal. -
- Pues hala, en marcha, espero que el tráfico no vaya muy cargado. - Suspiró Roy que echaba mucho de menos el poder trasladarse en esas ocasiones. -

            De camino padre e hija charlaban sobre varias cosas, a decir verdad, cualquiera excepto el tema de Brian. Kerria, deseando dejar de ser el objeto de la conversación, le preguntó a su padre por el equipo.

- La nueva temporada se presenta bien, - sonrió él agradeciendo también el poder hablar sobre sus cosas. - Tenemos unos buenos jugadores del “draft” del año pasado. Con los veteranos y algún fichaje y cambio que tengo pensado este año, podemos llegar a las finales de conferencia, eso por lo menos. A ver si me hacen caso desde la dirección.
- Me alegro mucho. Seguro que haréis un buen papel. - Sonrió alentadoramente ella, no en vano también era una declarada hincha de los Knicks. -
- Eso espero, este año me han hecho un contrato muy bueno y no quiero quedar mal. - Repuso Roy que a su vez se interesó. - ¿Y qué tal os va a vosotras con la discográfica?
-Todo está listo, nos falta por elegir la portada del disco y la campaña de publicidad. - Respondió Kerria. -
- Será un éxito, sois muy buenas. Se venderá solo, - le aseguró su padre no sin orgullo. -
- La verdad, echo mucho de menos al primo Mazoui, y a Amatista. - Suspiró Kerria - sin ella no es lo mismo. Y a Leval, que siempre estaba dándome ánimos e ideas. Siempre rezo porque estén bien. - Confesó a su pesar, ya que no quería recordarle eso a su padre.  -

No obstante, Roy le replicó de forma optimista asegurando.

- Sí, todos rogamos por ello. Pero ¿sabes?, algo me dice que pronto los veremos. Tu madre y yo tenemos esa esperanza.
- Yo también y sé que los dos serán muy felices donde quiera que estén ahora. - Añadió ella más animada. -
- ¿Y tú, ¿cómo te sientes, hija? ¿Va todo bien? - Le inquirió Roy que irremediablemente tuvo que llegar a eso. -
- Ahora estoy mejor. Aunque necesito más tiempo, papá y sobre todo que me des una oportunidad. - Repuso Kerria evidenciando el deseo de que así fuera. -
- Sé que tú y yo a veces no nos hemos entendido, chocamos mucho porque tenemos unos caracteres muy parecidos. - Admitió él que siguiendo el consejo de su mujer quiso mostrarse comprensivo y, sobre todo, expresar lo que sentía al aseverar. – No he sido el mejor padre del mundo, lo sé. Pero eres mi hija, te quiero y confío en ti, si tú eres feliz, yo lo seré también. - Justo terminaba la frase aparcaba enfrente de la discográfica. -

            Kerria le miró con una gran sonrisa de agradecimiento, necesitaba oír eso, sobre todo de su padre, le besó cariñosamente en la mejilla y no tardó en contestar.

- Muchas gracias, papá, yo también te quiero, - tras una pausa ella añadió con algo de desenfadada picardía para romper el emotivo ambiente que se había generado. - Y te querría más todavía si vinieses a buscarme cuando termine.
- Hija, no sé si podré, es el día de la presentación del equipo y eso suele alargarse mucho, llámame cuando acabes y ya te lo diré. - Le comentó apuradamente él. -
- De acuerdo - convino la chica bajándose del coche. - Hasta luego, papá.

            Roy se despidió agitando la mano y arrancó perdiéndose por la concurrida carretera. La joven entró en la recepción, allí le esperaban dos de los responsables de la campaña, un hombre alto de pelo oscuro y una mujer rubia de ojos azules, muy guapa. Era sensiblemente más baja que ella. Kerria la observó detenidamente y la chica pareció devolverle una interesante mirada.

- Buenos días, señorita Malden. - Saludó el hombre ajeno a eso en tanto se presentaba a sí mismo y a la mujer. - Soy Bob Fram, editor de la casa. Ésta es la señorita Wilson. Será la responsable de la campaña de promoción.
- Llámeme Samantha. - Le saludó cordial, aunque tímidamente ésta, ofreciendo su mano. -

            Kerria la estrechó, el saludo de esa mujer era suave pero firme. Volvieron a enfrentar sus ojos y parecían estar diciéndose algo con esas miradas. La muchacha tuvo una extraña impresión, pero no pudo concretarla pues el tal Bob, ataviado con un traje azul marino de ejecutivo y corbata a juego sobre camisa blanca, terció nuevamente.

- Estará usted interesada en supervisar las ideas de la portada, supongo.
- ¡Ah sí! - Repuso Kerria volviendo a aquel asunto para querer saber. - ¿Puedo verlas ya?
- Claro, para eso las hemos llamado. - Sonrió jovialmente Bob que inquirió de seguido con gesto de extrañeza. - ¿No van a venir el resto de las componentes del grupo? Si las señoritas O´ Brian y Rodney van a llegar más tarde podemos esperar a que estén aquí.
- No, no pueden venir, han delegado en mí para la elección. - Respondió una resignada Kerria afirmando. - Podemos empezar cuando ustedes quieran.

            El hombre asintió y entre él y la mujer la guiaron hasta la sala de maquetación. Una vez allí, Kerria revisó varias portadas. Tardó en decidirse entre dos y por fin, eligió una de ellas, la que parecía más colorista. Más tarde vio algunos de los anteriores vídeos de su grupo y otros que habían rodado ella y sus dos primas hace poco. Los que iban a comenzar el lanzamiento de este nuevo disco.

- Podemos insistir en los vídeos de los conciertos en directo para el fondo de los anuncios. - Propuso ella mientras terminaban de ver uno de ellos en los que era protagonista. -
- Sí, no estaría mal, que la promoción transmitiera la energía. - Sugirió Samantha, agregando en tanto se quitaba un blazer de tono rosa pastel que llevaba, conjuntado con su falda, puesto que hacía calor en la sala. - La fuerza que tiene el grupo.
- ¿Usted cree? - Le inquirió Kerria con una afable sonrisa, sin dejar de fijarse en esa blusa blanca que lucía ahora aquella muchacha. –Bonita blusa. - Le dijo, aunque ella se estaba centrando más bien en los senos que se dibujaban bajo ella. -
- Gracias. - Sonrió esa mujer que añadió regresando al tema de conversación. - Personalmente me encanta el estilo de su grupo. - La halagó Samantha que se permitió algo más de entusiasmo al sentenciar. - ¡Saben ustedes ser fuertes y románticas al tiempo! Tienen las mejores cualidades femeninas y están llenas de energía. Debemos aprovechar esa dualidad.
- Lo que usted diga. - Convino la artista bastante satisfecha con esas palabras afirmando. - Es la profesional…
- ¡Estupendo, esto será coser y cantar! - Exclamó Bob que parecía también muy animado. -
- Entonces me marcho ya, - anunció Kerria. - Tengo cosas que hacer, encantada de conocerlos.
- Lo mismo digo, - se apresuró a decir aquel tipo. -
- Espero verla pronto. - Sonrió Samantha volviendo a darle la mano a su interlocutora en un apretón que fue casi como una caricia. -

            Kerria convino en eso tras separar la mano y bajó a la entrada. Al marcharse Bob le comentó a Samantha.

-Tenemos que hacerlo muy bien. Hay que lograr que la señorita Malden apruebe la campaña de publicidad. Son un grupo importante todavía, con muchos fans potenciales.
-Déjalo de mi cuenta. – Respondió la joven. - Sabré como convencerla.

Por su parte, Kerria llamó por teléfono a su padre. Pero tal y como le había avisado Roy, estaba aún con la presentación de jugadores. Contrariada decidió tomar un taxi, aunque eso le costaría un ojo de la cara, y ¿llamar a su madre?, pensó de inmediato, no, también estaría en el colegio.  Con eso de no comprarse su propio coche todavía dependía casi siempre de que sus padres le prestasen alguno de los suyos. Desde luego que ella podría tener uno y hasta tenía el permiso, pero no le iba mucho el conducir. Todavía recordaba aquellas clases que su padre le daba. Más que enseñarla a llevar un coche era como si pretendiera que pilotase un caza. Otras veces se ponía nervioso y le decía que no acelerase demasiado. En fin. Se sonrió sin poderlo evitar. Con Leval ya había un piloto en la familia, ¿para qué más? De todas formas, en esta ocasión le hubiese ido bastante bien, pero ya no había remedio. Resignada al taxi, se disponía a marcharse cuando la voz de esa tal Samantha la llamó.

- Hola señorita Malden, ¿aún está usted aquí?
- Sí, iba a marcharme ahora, llamaré a un taxi.
- ¿Un taxi? ¿Hacia dónde va usted? - Se interesó la muchacha. -
- Hacia las afueras. - Respondió la interpelada mirándola detenidamente ahora y fijándose bien en esas bonitas piernas y una vez más en aquellos pechos marcándose bajo el blazer que llevaba Samantha -...
- Yo puedo llevarla si lo desea, me dirijo hasta allí, por lo menos hasta alguna zona de autobús más cercana. -  Le propuso la chica con bastante amabilidad sin parecer percatarse de esas miradas que recibía. - Si es que le viene bien.

            Kerria sonrió agradecida para admitir.

- Muchas gracias, me hace usted un gran favor señorita Wilson.
- Samantha, - le recordó ésta. -Tutéeme por favor.
- Pues haz lo mismo conmigo. - Repuso su interlocutora recordándole, - me llamo Kerria.
- ¡Sí, ya lo sé! ¡Kerria Lorein! - Rio la publicista confesando no sin un cierto rubor. - Además de los informes del proyecto. Tengo todos los discos del grupo.
- ¡Así que eres una fan! - Rio su contertulia también. - ¡Estupendo, así, además de trabajar nos lo pasaremos bien! ¡Te sabes hasta mi nombre completo!
-Yo también tengo nombre compuesto. - Le comentó esa chica, desvelándole. - Samantha Katrina, aunque es tan largo que solamente empleo el primero.
-Pues los dos son muy bonitos. - Le sonrió Kerria guiñándole un ojo con complicidad. -

Esa muchacha la miró cohibida como si esa expresión hubiera significado otra cosa bien distinta para ella. Su interlocutora advirtió ese cambio y añadió de inmediato para liberar la tensión.

- Podemos escuchar las nuevas canciones y así me haces sugerencias.
- Claro, será un placer. - Contestó la joven pareciendo más aliviada. -

            Samantha condujo durante casi media hora saliendo de la ciudad y llegando hasta el límite. Kerria le pidió que se detuviera, había una parada de autobús.

- Aquí me quedo, - le dijo tras repetir. - Muchas gracias por traerme.
- No hay de qué, espero verte otra vez por el estudio.
- Claro que sí, tenemos que escuchar las canciones, ¿recuerdas? - Afirmó su interlocutora con gesto entre jovial y divertido. -

            La publicista sonrió de forma amplia y se despidió. Arrancó el coche y tomó el camino de vuelta hacia la ciudad. Kerria por su parte tomó el autobús y volvió a casa, estaba pensativa. La mirada de esa mujer la confundía. Parecía una chica tímida, pero algo en sus ojos le decía que había más, mucho más, detrás de esa apariencia… o quizás era lo que ella quería ver. Ahora que se liberaba en sus auténticas pulsiones miraba a cualquier mujer atractiva como si todas compartieran sus deseos. Y eso claro está, no podía ser. Además, ahora estaba una vez más comprometida. Sentándose sobre la cama le daba vueltas a eso cuando vio el reloj de su mesilla. ¡Las nueve de la noche, le había volado la tarde! Y había quedado con Maggie, ¡maldición! por poco se le olvida. Esta vez tendría que llevarse el coche. Se vistió y salió a toda prisa. Su madre llegaba justo en ese momento.

- Hola cielo. - Saludó Beruche a la entrada de la puerta. -
- Hasta luego, mamá, tengo prisa. - Replicó ésta por único saludo. -
- Hasta luego hija, - repitió su madre con un susurro. - Desde luego últimamente no para. - Pensó entrando en casa. -

            Y tras darse prisa llegó pese a todo algo tarde. Maggie ya miraba su reloj con impaciencia.

- ¡Vaya! Creía que no ibas a venir. - Le soltó casi a bocajarro. -
-Lo siento, cariño. - Se disculpó Kerria dándole un beso en los labios que su pareja encajó de modo casi estoico. - Perdóname. Tuve que ir a la discográfica y luego volver a casa… los exámenes.
-Vale, vale. - Sonrió al fin Maggie. - No te preocupes.
-Te prometo que te lo compensaré. - Afirmó su interlocutora. -
- ¿Si? ¿De veras? - Se sonrió su pareja que ya jugueteaba con la trenza de Kerria mientras posaba sus labios en los de ella. -

            Y tras besarse con ardor durante un rato, las dos tomaron algo y charlaron. Maggie le comentó entonces.

-Estos próximos días estaré también algo liada. Mi jefa está dando la lata con los inventarios. - Comentó con visible fastidio. -
-Es que trabajas en una tienda muy grande. - Comentó Kerria. -
-Sí, espero poder terminar la carrera pronto. - Suspiró Maggie. - Me gustaría ejercer ya como enfermera en lugar de estar vendiendo trapos.
-Serás una enfermera muy sexy. - Sonrió pícaramente su novia. - Sobre todo estando en la sección de lencería.
-Lo bueno es que tengo la suerte de poder ver a muchas chicas guapas probándose el género. - Se sonrió con expresión pícara su contertulia. - Y no veas qué bien lo paso cuando ayudo a alguna bella clienta a ponerse las medias o los sostenes.
-Me vas a poner muy celosa. - Afirmó una divertida Kerria añadiendo con humor. - Casi prefiero que termines los estudios y empieces a ejercer tu carrera. Aunque no sé qué será peor, también podrás pedirles a muchas hermosas chicas que se quiten la ropa.

            Maggie se rio divertida, y en cuanto pudo, replicó con voz melosa.

-Pues espero que no te pongas mala solo para venir a verme.

            Y tras volver a besarse decidieron que ya tocaba un poco más de intimidad y abandonaron aquel restaurante para ir al apartamento de la estudiante de enfermería. Allí una vez más pasaron juntas la noche. En esta ocasión haciendo alguno de esos juegos que tanto le gustaban a Maggie. Desde luego estaba anonadada. ¡Ni se había imaginado la cantidad de cosas que podían llegar a hacerse con el cuerpo! No le sorprendía nada que su pareja le dijese al conocerla que a ella no le hacían ninguna falta los hombres. Así transcurrieron las semanas. En efecto, en ese plazo las dos apenas si se vieron. Kerria ocupaba su tiempo en terminar la promoción del disco y en estudiar para los parciales de derecho, a medida que los anuncios aparecían ella iba siendo más popular y era casi asaltada por los fans. Tuvo incluso que contratar a miembros de escolta. Y como no, conceder entrevistas. Pero lo que no podía hacer, desde hacía ya tiempo, era tener una conversación en persona con Brian. Él parecía rehuirla de nuevo y con el creciente acoso al que era sometida la chica no podía ni imaginar el acercarse a verle.

-Quizás sea por todo este lio de periodistas y escoltas que me ponen. El pobre siempre ha preferido la tranquilidad. Y no se lo reprocho. - Se dijo ella. -

            Llegó a llamarle para disculparse por el revuelo que la prensa de algunos medios estaba formando cerca de la urbanización en la que vivían. Por suerte era una zona privada y no se les permitía acceder a ella. Aunque algunos reporteros habían abordado a Brian a la salida. A preguntas de estos sobre él y Kerria, el chico se limitaba a guardar silencio. Así se lo comentó él por teléfono.

-No les digo nada en absoluto. Me preguntan si somos novios. - Remató con una mezcla de malestar y amargura. -
-Lo siento mucho, de veras. No quería que tú te vieses mezclado en esto. - Respondió la apurada muchacha. -

            Aunque pensándolo de forma egoísta, si la prensa hacía cábalas sobre su relación con aquel muchacho, no indagarían en su verdadero noviazgo con Maggie. Y pese a que ambas se veían menos por sus respectivas ocupaciones su relación marchaba bastante bien. Kerria no podía negar que sus encuentros funcionaban estupendamente pese a esas casi perversiones de su pareja que paradójicamente la desestresaban y le daban un bálsamo de tranquilidad entre la maraña de citas, estudios y escaqueos de los medios de comunicación. Eso sí, teniendo muchísimo cuidado de que no la viesen.

-Lo malo es que tenemos que quedar prácticamente en secreto. Si algún paparazzi nos hiciera una foto en alguna situación comprometida sería terrible para la imagen del estudio. Aunque a mí no me importaría, pero esa gente es todavía muy conservadora. Y más con esa ola de neo moralidad que parece que se está propagando.

            Así era, un grupo de individuos emergente, la Congregación o algo así, había empezado hacía pocos meses a ser bastante conocido. Hablaban sobre las tradiciones y la moralidad de antaño como las mejores guías para la prosperidad y salvaguardar el modo de vida americano. Aunque también existían tipos así en otros países. Días atrás habló de eso y de otras cosas por teléfono con su novia, y ella pareció mostrarse comprensiva.

-Bueno, lo entiendo, si vuestro grupo tiene tantos fans masculinos, no creo que les gustase saber que tú…
-No me interpretes mal. - La cortó Kerria. - Yo no tengo ningún problema. Es más, hace años que salí del armario. Mis padres y todos mis amigos y conocidos saben que soy lesbiana. Aunque luego, cuando empecé a salir con Brian, muchos quizás pensaron que fue una fase. Pero estaban equivocados. Sin embargo, además de que no me gusta que se airee mi vida privada, no deseo ser discreta solamente por mí. Mis primas podrían verse involucradas en esto y no quiero perjudicarlas.
-Es algo complicado. Como si hubieras salido del armario y de algún modo te hubieras vuelto a meter. - Comentó Maggie. -
-Sé que a mi exnovio se le han acercado algunos fotógrafos y periodistas, pero él trata de apartarse. No les dice nada en absoluto, con lo que me hace un gran favor. Así no hay nada que tenga que desmentir.
-Sí, es un buen chico. Desde luego me hablas tanto de él que hasta me gustaría conocerle un día. - Comentó afablemente Maggie. -

            Aquello sorprendió a Kerria, aunque bien mirado, ¿por qué no? Pero todavía no había presentado a su novia a sus padres siquiera. Pudiera ser que, cuando las cosas se calmasen un poco...

-Quizás, alguna vez cuando todo se tranquilice. Pero primero tendrías que venir a casa. - Le recordó Kerria con jovialidad. - Tengo muchas ganas de que te conozcan mis padres. Y de volver a verte.
-Sí, bueno…como tú dices, cuando todo se tranquilice. - Añadió Maggie sin tanto entusiasmo, empero, enseguida animó su tono para convenir. - Yo también deseo estar contigo, en una de nuestras veladas, ya sabes…

Así se despidieron. Kerria también tenía muchos deseos de abrazarla, besarla y hacer el amor otra vez con ella. Lamentaba mucho haber espaciado tanto sus contactos con Maggie, aunque ahora se pasaba los días en el estudio de producción. Tenía que grabar algunas canciones suyas aun y la promoción estaba prácticamente terminada. Dentro de poco Katherine e Idina se le unirían para hacer algunas actuaciones. Trabajaba en los últimos puntos del lanzamiento con su publicista hasta bastante avanzada la tarde. Con el paso de las semanas entre ambas había surgido una buena amistad, o ¿quizás era algo más? Kerria apreciaba bastante a esa chica, era muy trabajadora y bastante agradable a la par que bonita. Además, se tomaba muchísimo interés en el proyecto y alababa todas las canciones del grupo, en especial las de Kerria. No se cansaba de repetirlo. A ésta le sonaba diferente a la habitual coba que le solían dar en los medios de difusión.

-O eso quiero creer, a fin de cuentas, a Samantha le pagan por resaltar nuestro producto. - Pensaba con un tinte más crítico. -

Aunque no solamente charlaban de eso, a medida que aumentaba la confianza entre ellas, esa chica empezaba a mostrarse más accesible. Una tarde, terminado el trabajo, Samantha suspiró largamente, parecía algo nerviosa. Sobre todo, cuando ese tal Bob se pasaba por allí. Incluso en esa ocasión Kerria pudo escuchar una conversación entre ambos que debía ser de índole privada.

-Escucha Sam. Cuando termines hoy, ¿por qué no vamos a tomar algo? - Le decía él con tono de confidencia, en tanto la cantante se hallaba en la habitación contigua ojeando algunos diseños. - Vamos, te hará bien salir un poco para relajarte.
-Estoy muy cansada. - Pudo replicar la interpelada, afirmando. - Llevamos tantas horas trabajando en la promoción que solo me apetece ir a dormir. -
-Pues tengo una cafetera estupenda en mi casa. - Comentó él con un tono entre sarcástico y falsamente jovial. - ¡Así te espabilarás!…

            Kerria se asomó discretamente, pudo verlos al fondo de ese otro cuarto. Samantha sonreía a ese tipo, pero claramente parecía una expresión forzada. Entonces ella decidió entrar haciendo obvia su presencia.

- Creo que ya he visto un buen diseño. - Les comentó rompiendo esa atmósfera tan espesa que se daba allí. -

Desde luego Bob no pareció alegrarse de su aparición. No obstante Sam sonrió, pero en esta ocasión de modo amplio y sincero. El tipo aquel entonces tomó la palabra mirando el reloj.

- Se me hace un poco tarde, debo irme ya. Ya vendré. Bueno Sam, piensa en lo que te he dicho. - Remachó a modo de despedida. -

            La aludida no respondió, el individuo con un gesto de desencanto que apenas si pudo ocultar, se marchó.

- Lo siento. ¿He interrumpido algo? - Inquirió Kerria a la chica. -
-No, en absoluto, al contrario. - Contestó la interpelada que suspiró con alivio. -
-Bueno, pues creo que por hoy ya hemos hecho bastante. - Le comentó su clienta. -
- Menos mal que hemos acabado. - Afirmó Sam frotándose los ojos en señal de cansancio. - Ha sido realmente agotador.
- Sí, - convino Kerria que también desfallecía. -Ya iba siendo hora.
- ¿Te, te apetece, tomar alguna cosa? - Propuso esa chica con la voz dubitativa. -

            Su contertulia la miró entornando los ojos como si no hubiera escuchado bien.

- ¿Tomar algo? - Le preguntó pareciendo extrañada, dado que la había oído pretextar que estaba agotada cuando Bob le hizo a ella la misma proposición. - ¿Estás segura?
- Sí, bueno, una copa, después de esta tarde tan ajetreada nos vendría bien un rato de descanso.
- Te lo agradezco mucho, pero es que ya he quedado con mi pareja. - Le respondió Kerria con una sonrisa de circunstancias. -
- Claro, es lógico, supongo que tu novio te estará esperando. - Conjeturó Sam tratando de que su interlocutora no percibiese su ligera decepción. – Os tenéis que ver con mucho sigilo por culpa de la prensa.

             No hubo respuesta, sólo un incómodo silencio que por fin Kerria rompió con un tono amable y más desenfadado.

- Mañana es sábado, aún nos queda trabajo, ¿por qué no desayunamos juntas mientras repasamos los últimos flecos?
- Sí, estupendo. - Sonrió Samantha bastante más contenta para preguntar. - ¿A qué hora te vendría bien?...
- ¿A las ocho y media? - propuso la interpelada casi al azar. -
- Es una buena hora. - Aceptó Samantha para despedirse. - Hasta mañana.
- Adiós Sam. - Se despidió su contertulia que, sin casi darse cuenta, ya la llamaba por esa contracción más familiar. -

            Kerria tenía prisa, había quedado con su pareja sí. Por fin habían hecho un hueco en sus ocupaciones. Aunque de cara a esa muchacha no quiso aclarar que su novio en realidad era una novia. Tras tantos años de aquellos incidentes en su instituto, tal y como le contase a Maggie, nadie fuera de su familia y de su círculo de amistades conocía ya nada sobre su orientación sexual. Una vez más se dijo que no era que le diera miedo o reparo admitirlo, pero no quería que su vida íntima se airease. Y eso sí, tampoco sería bueno para el disco.  No era cuestión de que sus primas se viesen afectadas.

-Muchos podrían pensar que son como yo. Y eso no es malo, pero sabiendo lo cruel que pueden llegar a ser algunos, les harían la vida imposible. No. Seré yo quien declare mi autentica sexualidad a mi manera y en mis propios términos, sin meter a nadie en ello. - Se prometió, para sonreír acto seguido y pensar. -  Luego le consultaré a Maggie si desea que la presente como mi novia al mundo.

De todos modos, y hablando de su pareja, hacía unos días que no sabía de ella. Horas antes la llamó dejándola un mensaje para quedar, ésta finalmente respondió que no se verían en el bar de siempre. Sino en uno que no fuese de ambiente. Maggie le dio también la dirección.

-Esta chica piensa en todo. - Sonrió agradecida. - Así ningún periodista podrá verme en esos lugares y propagar rumores.

Allí fue a esperarla, pero tras un rato no aparecía. En su lugar uno de los empleados le dio un recado de su parte.

- Disculpe, señorita ¿Es usted Kerria Malden? - le preguntó. -
- Sí, soy yo- repuso ésta con sorpresa. -
- Un mensaje para usted. - Le anunció lacónicamente aquel hombre entregándole un sobrecito cerrado -

            Ella le dio las gracias y abrió el sobre, dentro había una nota, la extrajo y la leyó, su pareja la citaba en su casa. 

-"Ven a mi piso, hoy tendremos plato fuerte"- Ponía en letra bastante bonita y escrita en rojo pasión. -

        Sonriendo ante la perspectiva de otra cena con posterior ejercicio físico se llegó hasta allí. Lo cierto es que había comenzado a sentir por esa chica algo más que una simple atracción. Ya estaban en esa fase en la que quizás no sería mala idea el proponer que viviesen juntas. Solamente para probar.

-Cuando salga el disco y sea un éxito, entonces admitiré en público mi homosexualidad y le propondré eso a Maggie. Creo que aceptará. - Pensaba entusiasmada. -

Entró en el portal y subió en el ascensor. Salió del mismo y llegó ante la puerta de la casa de su pareja. Estaba entreabierta, pasó y Maggie salió a su encuentro vestida sólo con un albornoz.

- Me alegro de que hayas llegado. - La saludó esta. -
- ¿Estabas en la ducha? - Le preguntó Kerria. -
- No, te estábamos esperando - Le susurró su contertulia con una sonrisa pícara. -
- ¿Estábamos? ¿Quienes? - Quiso saber sorprendida. -

            Como respuesta Maggie la llevó a su dormitorio y Kerria se quedó de piedra. Una escultural morena estaba tendida sobre la cama, completamente desnuda y con una mirada que incitaba al deseo.

- ¿Qué significa esto? - La interrogó a su compañera visiblemente contrariada cuando se recobró de la sorpresa.- ¿Quién es esta mujer?
- La he conocido hace una semana en el trabajo, es una clienta habitual y he pensado que te gustaría. Últimamente hemos sido muy repetitivas. Hacemos siempre lo mismo y con un estímulo adicional podríamos disfrutar mucho más. Además. ¿No dijiste que tu primera novia era una hermosa chica de pelo oscuro?... Esto te traerá gratos recuerdos.
- ¡Te has vuelto loca! - Estalló Kerria bastante enfadada. - Yo no me quiero acostar con nadie más. ¡Esto no es un circo, ni un espectáculo!
- Pero no te pongas así, lo hice por ti, creía que te iba a gustar. - Se excusó Maggie con cara de sorpresa. -
- ¿Por qué no lo pruebas? - Le propuso aquella morena despampanante con retintín. – Tu novia tiene unas ideas geniales, a mí me ligó solo con la forma en la que me ponía las prendas en el probador. Sabe muy bien como despertar el deseo y yo no me quedo atrás, ya lo verás…
- Perdona, pero contigo no va nada - Respondió la aludida con poca amabilidad, sin querer ni tan siquiera mirar a esa individua y exigiéndole más que pidiéndoselo a su amiga. - Maggie, dile a esta señorita que se vaya de aquí.
- Oye muñeca, ¿qué te has creído? - Le espetó aquella mujer, afirmando sin pudor. - Maggie ha tratado de ser amable contigo. Nosotras ya llevamos algún tiempo pasándolo muy bien las dos solas y no te necesitamos ¿vale?...

            Kerria se quedó pasmada, mientras su apurada pareja le hacía señas a esa chica para que se callase. Por desgracia para ella no pudo evitar la siguiente pregunta teñida de indignación.

- ¿Qué ha querido decir esa? ¡Que ella y tú!
- Iba a decírtelo después, cuando las tres nos hubiéramos conocido mejor, - respondió Maggie eligiendo cuidadosamente sus palabras. -
- ¿Te has acostado ya con ella más veces aparte de hoy? - Chilló Kerria bastante furiosa. -
- La conocí hace ya dos semanas, tú estabas tan ocupada y nos veíamos tan poco. No pude resistirme, es preciosa, y tan sensual cuando la veía en el probador que me volví loca por ella. Pero no quiero dejarte, pensé que las tres podríamos ser íntimas.
- Acabas de decirme que la conociste hacía una semana. ¿Ahora son dos? - Se indignó su interlocutora apuntando a esa muchacha a la par que mostrando dos acusadores dedos en su mano derecha. -
- Bueno, ¿qué más da? Una semana, dos semanas…Yo soy así, me gusta conocer gente a cada momento, las relaciones estables no son lo mío. Me encanta experimentar sensaciones nuevas. - Sentenció Maggie sin parecer demasiado afectada por ese desliz. - Y ya llevamos mucho tiempo solamente las dos…
- ¡Pues yo no quiero compartir a mi pareja con nadie! - Espetó su interlocutora recitando un ultimátum. - O se va ella o me iré yo.
- Pues vete de una vez, mona - Intervino esa chica, colocándose su morena cabellera a un lado para tapar la mitad de su cara, a la par que sentenciando con desdén. - No te necesitamos para nada.

            Kerria se quedó atónita mirando a su novia que no decía nada, indignada se dio media vuelta saliendo de la casa.

- ¡Espera! - Acertó a gritar Maggie, pero aquella mujer se había levantado y la abrazaba por detrás en tanto le susurraba con voz melosa.  -
- Ya se le pasará, y, sino que nos importa a nosotras. Menuda decepción…
-No, deja que hable con ella. - Trato de responder Maggie. -
-No creo que te vaya a escuchar ahora mismo…y estas nerviosa, deja que yo te relaje. - Le susurró esa mujer al oído. -

            Y la chica cedió ante los besos en el cuello y otras ardientes caricias que esa morena le prodigaba. Se veía incapaz de escapar de aquel influjo. Por su parte Kerria, llorando de rabia, se marchó de vuelta a casa. No quiso hablar con nadie pese a que sus padres se quedaron preocupados al verla llegar dando un portazo. ¡Y pensar que había estado a punto de confesarles que salía con Maggie y que iban en serio! ¡Que estaba enamorada y que quería irse a vivir con ella!

- ¡Zorra! - Gemía ahora destrozada, llorando sobre su cama. - Me ha estado engañando con otra. Y me lo ha dicho tan tranquila…

            Por supuesto, al cabo de un rato sus preocupados padres llamaron a su puerta.

- ¡Hija! ¿Qué te pasa? - Inquirió Bertie. -
- ¿Podemos ayudarte? - Quiso saber un asimismo concernido Roy. -
- ¡Por favor, dejadme sola! - Les pidió entre lágrimas. - Necesito estar sola…

            Ya no se escuchó nada más, salvo los pasos de sus padres alejándose. Al menos podría sufrir en su intimidad. No bajó a cenar, no tenía ningún apetito. Amaneció sin poder dormir, estaba cansada de haber llorado toda la noche, pero debía ir al trabajo.  

- ¡Oh, Dios!, había quedado además con Samantha para desayunar. - Recordó con horror. -

Claro que no podía ir así. Su estado era lamentable, y no únicamente el emocional. La llamó por teléfono excusándose.

- He pillado un resfriado horrible. No puedo quedar hoy, lo lamento.  - Arguyó - mañana nos vemos, si estoy mejor.
- Claro, no pasa nada. - Respondió Sam afectada sin embargo por aquella cancelación de sus planes y teniendo la indudable impresión de que Kerria mentía. – Que te mejores…

            Por su lado, ésta colgó el teléfono y agotada al fin se permitió dormir por unas horas. Fue Beruche la que entró en su habitación a despertarla cuando eran ya más de las doce.

- Vamos levántate ya. ¿O te vas a quedar en la cama para siempre?...

            La muchacha abrió los ojos de mala gana, el sol los hería según su madre levantaba la persiana del dormitorio.

- Mamá, espera un poco, me molesta el sol.
- Vamos. - Repitió Bertie sin hacer caso de los ruegos de su hija. - Si quieres aprovechar el día será mejor que te muevas. Ha llamado tu directora de publicidad, una tal Samantha. Es una chica muy amable. Me ha dicho que tiene que hablar contigo urgentemente.
- Es que quedamos para desayunar. - Beruche la miró inquisitiva pero su hija dándose cuenta de inmediato agregó. - Solamente era un desayuno de trabajo, mamá. Pero le dije que no me encontraba bien. Y llamaré a la discográfica, para decirles que no iré a grabar hoy. De todos modos, no sé si tengo aguante para hacer tantas cosas a la vez.
- ¿Te ocurre algo? - Quiso saber su madre con cierta inquietud. - Tienes mala cara.
- Nada que deba preocuparte, de verdad, - aseguró Kerria que ya se desperezaba sentada sobre su lecho totalmente deshecho. -Voy a hacer la cama y luego la llamaré.
- Ya la hago yo. - Se ofreció Beruche que añadió animosamente. – Anda, tú dúchate, desayuna, arréglate y ve a verla. Debe ser realmente importante pues la he notado preocupada. Aunque a mí no ha querido decirme de lo que se trataba.

            La muchacha se aprestó a ello, aunque su madre ante la llamó y le preguntó con tono afable y concernido.

-Ya estás mejor, hija.
-Sí, gracias, mamá. - Aseguró ella. -

            Kerria se fue al baño y tras tomar un poco de café y unas galletas se vistió. Estaba intrigada, ¿qué habría podido pasar? Todos los asuntos más importantes de la campaña de lanzamiento estaban ya solucionados y Samantha parecía ser de la clase de mujeres que se dejaban llevar por temores infundados o que olvidase cosas de su trabajo. Por ello le inquietaba aquella llamada, más cuando había aplazado el desayuno alegando que estaba enferma. De modo que se preparó y cuando estuvo lista y aunque no le gustara hacerlo, le pidió a su madre el coche.

- Llévatelo, pero ten cuidado. - La previno Beruche - no corras ni aparques en zona prohibida.
- No lo haré, descuida mamá...

            Se subió al coche de su madre y salió para la casa discográfica, allí se sorprendió de encontrar una nube de periodistas. Los eludió entrando por el garaje posterior del edificio y desde allí subió en el ascensor. Al llegar al estudio, tanto Samantha como Bob la esperaban y sus caras no reflejaban tranquilidad precisamente.

- ¿Que está ocurriendo aquí? - Les preguntó atónita por el revuelo que se había organizado en torno suyo. -
- ¿Qué tal tu catarro? - Se interesó Samantha que parecía mirarla como si no hubiera creído eso ni por un instante. -
-Mucho mejor. - Aclaró Kerria, insistiendo. - Bien, ¿qué era eso tan urgente?
- ¡Es algo terrible! - Respondió Bob, urgiéndola con vehemencia. - Puede hundirnos la campaña de lanzamiento. Tienes que desmentirlo inmediatamente.
- ¿El qué? - inquirió Kerria cada vez más preocupada. -
- Los periodistas, alguien les ha dicho que eres gay. Y que puede darles pruebas de que te has acostado con varias mujeres. - Le contó Sam con un tono de voz extraño. - Espero que puedas aclararlo.

De hecho, parecía enfadada y la miraba no sin un matiz de indignación, pero no daba la impresión de que fuera porque ese escándalo pudiera perjudicar su campaña. Ajeno a eso su compañero intervino.

- Tienes que dar una rueda de prensa y comunicarles que ha sido un error. - Le pidió Bob visiblemente desasosegado. Informándole. - He llamado a tus compañeras de grupo y las dos dicen que vendrán lo antes posible para estar junto a ti. Pero, entre tanto, debes hacer lo posible por calmar a la prensa. Están ávidos de cualquier rumor, por ofensivo o falso que sea.

            Kerria guardó silencio, no podía pronunciar palabra. ¿Qué iba a decirles? ¿Que la prensa tenía razón? A ella no le importaba reconocer su homosexualidad. Pero, por otra parte, pensaba en sus primas y en el grupo. Y también por qué no, en los productores. Desde la época de las Justices tenían un mercado que se nutría en muy buena parte de adolescentes, chicos que las admiraban no únicamente por sus canciones sino por sus cuerpos, claro está, y muchas chicas que deseaban tomarlas como ejemplo a imitar. Todas tenían un rol, lo tuvieron prácticamente desde que comenzaron. Cuando Amatista estaba con ellas, tenía ese papel físico de chica dura y dinámica. Kathy era la sofisticada y coqueta. Idina la buena y suave, casi angelical. Las tres cumplían sus roles a la perfección y Kerria era, bueno, posiblemente el suyo era el papel menos definido, como la chica de la casa de al lado que tenía enamorado a su vecino. (O eso le solía decir jocosamente su fallecido primo Granate) Sin embargo, muchas encuestas que había hecho su productora la situaban como la más popular. Y, sobre todo, desde la marcha de Amatista, era ella la encargada de capitalizar más miradas masculinas. Incluso más que la propia Katherine. Kerria se movía muy bien entre la suavidad y la pasión en sus canciones y, sobre todo, daba la impresión de ser, al igual que sus otras compañeras, la clase de hija que cualquier padre o madre desearía tener. La novia soñada por cualquier muchacho. ¡Qué poco podían imaginarse los propios problemas que ella tuvo que sufrir!, y que ahora, cuando había pensado que todo eso quedó atrás y estaba reconciliada con su familia, los nubarrones de las habladurías se cernían una vez más sobre ella y lo que era peor, sobre las personas que la rodeaban. No quería que ese posible escándalo salpicase a sus primas, ni al resto de sus seres queridos. De todas maneras, siempre había mantenido sus relaciones en secreto de cara a la opinión pública. ¿Qué iba a hacer?...

- ¿Dime, cuando sería esa rueda de prensa? - Preguntó a Bob mientras trataba de pensar en algo. -
- Mañana a las diez, - le informó gravemente él. -
- Tengo clase, no puedo hacerla. - Fue lo primero que pudo responder para agregar. - Conseguid otra para el miércoles que es mi día libre.
- Será algo complicado, pero lo intentaré. - Contestó su interlocutor cuando sonó el móvil que él llevaba. - ¿Sí?, diga, ¿de la televisión? un momento por favor. - Con evidente nerviosismo, tapó el auricular y le dijo a Kerria. -Son los del programa de Al Mats, quieren hacerte una entrevista, a ti y a las otras componentes del grupo. Este viernes noche.
- Por mí está bien, allí hablaré, hasta entonces no diré nada. - Sentenció la muchacha que suspiró aliviada, al menos tendría más tiempo para discurrir algo y consultarlo con sus primas. -

            El asunto se dio momentáneamente por zanjado, aunque a todos se les notaba con claridad que tenían la mente puesta en otra parte. La jornada de trabajo apenas fue sino un continuo pensar en el viernes. Kerria se fue a su casa oculta tras unas gafas de sol y un pañuelo, para no atraer a la prensa. Pero ni allí estaba tranquila, sus guardaespaldas tuvieron casi que abrirle camino hasta la puerta de la urbanización. Roy mismo la ayudó a entrar mientras los chicos del micrófono les asediaban a preguntas. Como ella no pronunciaba palabra, los periodistas se volcaron en su padre.

- Entrenador Malden, ¿qué hay de cierto en esos rumores acerca de la homosexualidad de su hija?
- Yo no hablo sobre rumores, - repuso secamente Roy. -
- Pero usted puede decirnos algo. ¿No es así? - Le hostigó otro. -
- Sólo les puedo hablar sobre mi equipo y la próxima temporada, si eso les interesa. Tendré mucho gusto en contarles lo que deseen saber. Pero no sobre la vida privada de mi hija. – Respondió tratando de mantener la calma a duras penas. – Cualquier cosa sobre ese particular le competen únicamente a ella.
- No somos de la prensa deportiva, - contestó una mujer que alargaba su micro hacia él insistiendo. - Díganos si es verdad que su hija rompió con un chico con el que llevaba saliendo años porque era sólo una farsa montada por su casa de discos.
- ¡Eso es inadmisible! - Estalló él indignado. - ¡Ya basta!, les pido por favor, que nos dejen en paz.  Ahora, si me disculpan. – Y sin querer oír ninguna pregunta más, pasó dentro del complejo residencia cerrando la verja. –

Roy estaba muy preocupado, No quería que esa pesadilla se repitiese.

-Espero que esos tipejos la dejen en paz, o soy capaz de hacer alguna barbaridad. - Mascullaba. -

Empero, siguiendo el consejo de su esposa para este tipo de situaciones, se tranquilizó. Aquí la fuerza bruta no servía para nada. Todo lo más empeoraría las cosas. Enseguida llegó a su casa.  Kerria estaba sentada en el salón con las manos entrelazadas. Pensativa y alicaída.

- ¿Que ha ocurrido, hija?, ¿a qué viene esto? - Le preguntó su padre que aún no daba crédito a lo que había visto y escuchado afuera. -
- Estoy tan sorprendida como tú, papá. No lo comprendo, no sé cómo se han enterado ellos. – Confesó la muchacha. -
- ¿Quién puede habérselo dicho? ¿Quién? - Rechinó Roy bastante enojado. -

            Sin poderlo evitar Kerria pensó en Brian, quizás el chico estaba tan dolido y tan harto de esos interrogatorios a los que se habría visto sometido por esos incansables periodistas que para desahogarse pudo decírselo a algún amigo íntimo que, a su vez, hablase con la prensa. No quería culparle directamente. Le conocía bien, él no haría algo así, pero ella no podía dejar de sospecharlo y eso le hacía estar más desasosegada que ninguna otra cosa. Quería escuchar de los labios de él que no había tenido nada que ver. Se decidió a descolgar el teléfono y llamó a casa del chico. Esperó unos momentos y él mismo se puso al aparato. Kerria se sorprendió de las palabras del muchacho que sonaron de una forma mucho más ruda e irritada de lo que en él era normal.

- ¡Les he dicho que no tengo nada que opinar sobre ese asunto!, déjenme en paz. ¡No sé de donde se habrán sacado esa información, pero no tiene que ver conmigo!
- Brian, tranquilo, soy yo. - Intervino ella. -
- ¿Eres tú, Kerria? Me alegro de escucharte por fin. - Respondió el muchacho que pareció recobrar su habitual tono de buen humor que ella recordaba, pero teñido de cierto reproche y aun dolido. - Siento haber respondido así.
-No pasa nada, lo entiendo. ¿Estás bien? - Le preguntó apuradamente ésta sin saber qué otra cosa decir. -
- Ya creía que eran esos malditos pesados de la prensa amarilla. - Confesó aliviadamente él contándole. - Me llevan llamando desde que comenzó la mañana.
- Lamento que sea por mi culpa - contestó ella. - Y me alegro de poder volver a hablar contigo, de veras.
- ¿Por qué me llamas precisamente ahora?- Quiso saber él con tono perspicaz. -

            La chica apenas pudo musitar con tono dubitativo y lleno de prevención.

- Yo, quería preguntarte...
- ¿Si había sido yo el que les ha dado esa información? - Adivinó Brian. -

            Kerria se sintió bastante mal por la forma en que lo dijo. Estaba claro que el chico no había sido y ella sospechó sin ninguna razón. Le había bastado con escuchar aquella respuesta cuando su amigo atendió la llamada. Se sentía avergonzada de haber dudado de él. Pero ahora era tarde para volverse atrás y tendría que arreglarlo como fuera.

- No sabía si estabas furioso conmigo, o sencillamente harto de esa gente. Pero nunca he pensado que fueras tú el que...ya me comprendes. Pudiste hablar con algún amigo y él pudo contárselo a alguien.
- ¿Por quién me tomas? - Le reprochó él. -Yo nunca sería capaz de contarle nada a nadie. Te quiero demasiado para hacerte daño.
- Lo sé, y lo siento. - Se disculpó la muchacha. - Perdóname Brian, yo tampoco quise herirte, te echo mucho de menos, te necesito como amigo...

            Pero él no decía nada desde el otro lado del auricular. Ella esperó una respuesta.

- ¿Brian? ...- lo siguiente que escuchó fue la señal del teléfono tras ser colgado… -

            Kerria colgó lentamente, se sentía muy mal consigo misma. Era de esperar que después de todo lo que el chico habría sufrido y encima de que sus sospechas le hubieran caído encima, no quisiera saber nada de ella.

- ¿Que te ha dicho Brian? - Le preguntó Roy con evidente inquietud. -

            La chica no pudo contestar, sólo fue capaz de llorar abrazándose a su padre, éste la consoló lo mejor que pudo.

- Tranquilízate hija, todo se arreglará, ya lo verás, no voy a permitir que nadie te haga daño.
- Papá, ¡me siento tan sola! Brian está muy enfadado conmigo, seguro. Y no le culpo por ello. No ha tenido nada que ver con esto y yo he pensado mal. Debe creer que soy una egoísta.
- Yo hablaré con Brian. Es un buen muchacho. Lo arreglaremos, ya lo verás, cariño. Tú no estás sola, ¡nunca lo estarás! Nos tienes a nosotros. Recuérdalo. - Le dijo Roy con suavidad en tanto le acariciaba el pelo. - Vamos, ahora cálmate.

            Kerria se fue tranquilizando poco a poco. Su padre la dejó sentada en el sofá. Después llamó nuevamente a casa de Brian.

- Diga- respondió con cautela el padre del chico. -
- Señor Rice, soy Roy Malden, el padre de Kerria, ¿podría hablar con su hijo? - Le pidió él con mucha suavidad. -
- Mi hijo no quiere hablar con nadie, señor Malden, bastante mal lo está pasando ya. Lo siento.
- Pero…- quiso decir algo más pero ya le habían colgado el teléfono, suspiró mirando a Kerria que bajó la cabeza sintiéndose visiblemente apenada y solamente pudo decirle - Bueno, no te preocupes, hija. Nadie te molestará. Yo me aseguraré de ello.
- Tengo que ir a un programa de televisión este viernes. Me harán muchas preguntas, papá...- Musitó ella. -
- No vayas y ya está. No tienen derecho a escarbar así en tu vida. - Le sugirió Roy. -
- No puedo hacer eso. Estaría huyendo siempre y no quiero huir, no deseo vivir con una mentira.

            Su padre asintió, lo comprendía, su hija tenía derecho a ser ella misma y a vivir sin temor. Y se sentía orgulloso del valor que demostraba al no eludir aquella prueba. Era una digna heredera de los saiyajin y también del linaje de su madre. En ese instante, la puerta de la casa se abrió, la todavía anonadada Bertie entró había tenido que eludir a un montón de fotógrafos a la entrada de la urbanización y así lo comentó.

- ¿Qué demonios está ocurriendo ahí fuera? - Preguntó tratando aun de recuperar la respiración por la agitación a la que se había visto sometida y al ver a su hija le comentó. -Kerria, están diciendo que tú…
- Sí, lo sé mamá, se han enterado. Pero no comprendo cómo. - En pocas palabras ella le explicó a su madre todo lo que había pasado. -
- Debes afrontar los hechos- repuso Beruche refrendando el parecer de la muchacha según sentenciaba. - Hija mía, eres como eres, eso no es ninguna maldición, ni ninguna vergüenza. Si te lo preguntan admítelo sin más. Y ante todo mantén siempre tu dignidad.
- Lo sé, y lo haría si no fuera porque puedo perjudicaros a todos vosotros. Desde las primas hasta a ti y a papá e incluso a la casa discográfica.
- Escúchame cariño. - Intervino afectuosamente Roy. - No te preocupes por nosotros, sabemos cuidarnos, nadie nos va a perjudicar. Y aunque así fuera eres nuestra hija, y eso es mucho más importante que cualquier otra cosa. Recuérdalo bien. Para nosotros nada hay más precioso que tú. Todo lo que hemos perseguido siempre es tu felicidad.

            La joven pudo sonreír realmente emocionada y se abrazó a sus padres, eran la fuerza que necesitaba en esos momentos. La semana pasó con ella metida casi todo el día en casa. Únicamente el jueves cuando llegaron sus primas se permitió salir a buscarlas. Por fortuna, Roy la trasladó hasta el aeropuerto, había quedado por teléfono con Katherine e Idina. Él contactó con las energías de ambas y se transportó a un lugar aislado de gente, donde tras despistar a los medios, les aguardaban. Tras saludarse efusivamente, Kerria las puso al corriente de todo.

- Ya sabíamos algo por la televisión. - Le dijo Idina. - No han parado de hacer alusiones y conjeturas. No te preocupes, nosotras te apoyaremos. Decidas lo que decidas declarar.
- Estaremos contigo en ese programa. - Añadió resueltamente Kathy. - No tengas miedo.
- Gracias chicas- sonrió su interlocutora añadiendo agradecida. - Con vosotras y mis padres a mi lado no temo a nada.
- Será duro- intervino Roy advirtiéndola - puede que traten de hundirte en público, hija. Hay muchos sectores en esta sociedad que no querrán aceptarlo.
- No lo conseguirán, teniendo vuestro apoyo no podrán conmigo. - Repuso Kerria llena de seguridad en sí misma. - Y no necesito la aprobación de ningún lobbie. Sé que no he hecho nada malo.

            Y Roy sonrió cada vez más orgulloso de su hija. Podía ver que ya era una mujer adulta, lista para dirigir su propia vida y tomar sus decisiones, y que eso iba a hacer, pesase a quién pesase. De modo que transportó a todas las chicas a su casa donde aguardaba Beruche. Allí se alojaron las tres y pasaron juntas la noche, recordando viejos tiempos y añorando a su otra compañera de grupo.

-Seguro que Amatista saldría dispuesta a darles una buena paliza a esos fisgones. – Comentó Kathy divertida en tanto miraba tras las cortinas de la habitación. –
- ¡Sí, tendríamos que sujetarla entre todas! - Se rio Idina, contagiando incluso a Kerria quien sonrió débilmente. -

Y es que un grupo de furgones de la prensa estaban apostados a varias decenas de metros fuera de la propiedad de los Malden. Justo en el límite legal de la urbanización para evitar ser denunciados por acoso.

-Tist habría sido capaz hasta de dispararles. - Añadió Kathy. -

 Idina, continuando con la chanza, remachó.

-Yo creo que primero diría algo en francés-, ¡sacré bleu! O algo así – Rio divertida –

Su prima Kathy rio también, aunque Kerria miraba con expresión ausente a la ventana. Ambas se percataron de ello e Idina se dirigió a ella con suavidad posando una mano sobre el hombro de su familiar y amiga tratando de alentarla.

-No te preocupes Ky, todo esto pasará.

            Kerria quiso asentir, pero no pudo evitar derrumbarse llorando. Tanto Katherine como Idina la abrazaron entristecidas, pero deseando reconfortarla.

- ¡Cómo echo de menos cuando jugábamos a las princesas! ...-Sollozó Kerria. -
-Claro, éramos pequeñas y vivíamos en nuestro mundo infantil. - Convino suavemente Idina. -
-Y las dos decíamos que nos íbamos a casar con un príncipe azul. Y entonces yo así lo creía. - Gimió su prima. - Y le encontré, pero yo cambié…Si hubiera seguido pensando así, ahora estaría con Brian. Y nada de esto habría ocurrido. Lo siento, yo…

            Kathy e Idina se miraron compungidas. Su pobre prima lo estaba pasando realmente mal. Fue Katherine quien le dijo con toda la dulzura que pudo.

-Las cosas cambian en la vida.  Tú no has traicionado a nada, ni a nadie. Ni tienes que disculparte.
-Claro. - Convino Idina, enjugándole las lágrimas a su hundida prima con afecto y suavidad. - Tú eres una persona maravillosa, si no es un príncipe encontrarás a tu princesa.
-También pensé que la había encontrado, pero ya van dos veces que me equivoqué. - Musitó Kerria. -

            Pensaba primero en Debbie, aunque ella tuvo que marcharse. Después cuando volvieron a verse no quedaba nada de ese antiguo amor adolescente. De hecho, esa chica fue su primer amor, quien la hizo despertar y aceptarse por cómo era. Y cuando, tras atravesar esos momentos tan duros de su ruptura con Brian, conoció a Maggie creyó haber dado con su media naranja, la chica de la que enamorarse y con quien estar siempre, con la que compartir su vida. Sin embargo, a la primera oportunidad, ésta la había engañado con otra…

-No te tortures más, Ky. - Le pidió Kat al borde de las lágrimas también. - Sabemos lo mal que lo has pasado. Pero estamos aquí, somos tus primas y sobre todo tus amigas.
-Eso es. - Añadió animosamente Idina. - Jamás vamos a dejar que nadie te haga daño. Y sé que podemos hablar por Tist, ella diría lo mismo. Cuando vuelva ya verás. ¡Les partirá la cara! - Pudo improvisar, tratando de sacarle una sonrisa a su desdichada prima. -

            Y lo logró, Kerria sonrió un poco entre sus lágrimas. Asintió diciendo con voz queda.

-Desde luego, ella es así. Gracias, chicas…os quiero muchísimo, de veras.
-Y nosotras a ti, anda, vamos a descansar. - Le sugirió cariñosamente Kathy. -

Al final se calmó un poco y las otras hasta pudieron hacerla reír con más bromas recordando a Amatista y su fuerte carácter. En verdad que la echaban mucho de menos. Como a Granate, aunque ninguna quería pronunciar el nombre de su fallecido primo. En ese caso no haría más que aumentar la tristeza. Idina les contó alguna de sus aventuras en la Golden, en ese momento justamente estaba de vacaciones y tras haber compartido algunos días con sus padres tenía previsto visitar a Nehie. Kathy puso al corriente a sus primas de lo atareada que había estado en la facultad de periodismo y ensayando algunas de sus propias canciones. Hablaron también sobre su cita de mañana y Kerria les desveló lo que iba a decir. Tal y como habían prometido ambas muchachas la apoyaron sin reservas. Por fin pudieron descansar. Kathy les propuso que, como en los viejos tiempos, Kerria e Idina compartieran habitación.

-Vosotras lo habéis hecho desde niñas. Yo os conocí más tarde. - Alegó. -
- No queremos dejarte sola. - Opuso Kerria, algo apurada. -
- ¿Qué pasa, es que tenéis fantasmas en la casa? - Se rio Kat, afirmando divertida. - No te preocupes Ky, ya he visto algunos en Irlanda. De verdad, no me importa en absoluto. Creo que Idina y tú tenéis más cosas que compartir.
-Por eso mismo, creo que Kerria y tú podríais compartir algunas. - Comentó Idina. -

            Y estaban sin decidirse hasta que fueron a cenar, planteado esa cuestión Roy enseguida les dio una solución sencilla.

-Enseguida llevo dos camas más al cuarto de Kerria. Cabréis de sobra y estaréis las tres. Pero nada de montar fiestas de pijamas clandestinas. Ni de saltar sobre la colcha. - Les comentó con humor. -

            Las tres chicas se rieron y una muy reconocida Kerria sonrió a su padre.

-Muchas gracias, papá.
-No hay de qué. – Asintió afablemente él. -
-Bueno, ahora tenemos que cenar. - Les indicó Bertie. -

            Y antes de empezar, Roy incluso dedicó unas palabras en oración para los que no estaban. Todos bajaron la cabeza pidiendo por sus familiares de la SSP-1, esa enorme nave extraviada. Después cenaron en buena armonía, evitando ya esos temas y se fueron a acostarse, y aunque las chicas hablaron un rato, estaban cansadas y decidieron dormirse, debían estar frescas para la prueba que se les avecinaba. Al día siguiente, después de pasar la mañana y la tarde preparándose y con la máxima discreción, se trasladaron al plató de los estudios. Ensayaron algunas de las canciones que habrían de interpretar y esperaron a que comenzase el programa. Era en directo, así que deseaban que la actuación les saliera perfecta. A las nueve en punto, fiel a su horario, el presentador comenzó el espectáculo con un plató realmente abarrotado de gente.

- Damas y caballeros, buenas noches, soy Al Mats y ésta es la hora de Mats. Hoy tengo el gusto de estar acompañado por unas chicas muy especiales, ¡Las Justices!,- aplausos del público en tanto que las tres, con elegantes trajes de noche, hacían su aparición en el escenario. -

            Cuando se extinguió el eco de los aplausos Al las invitó a sentarse, Kerria se puso en el centro, flanqueada por sus primas. Tras presentarlas una por una, se dispuso a comenzar la entrevista, aunque Kathy se adelantó.

- Una corrección, Al. Ahora no somos las Justices. Nos faltan dos componentes y así se hará constar en nuestro nuevo disco.
- Vaya, es cierto, se trata de Amatista y de Granate Lassart - dijo el presentador consultando sus notas para preguntar de inmediato para añadir. - Eran primos vuestros y se embarcaron en el proyecto espacial. ¿Verdad?
- Y les echamos mucho de menos, por eso y por respeto a ella y en memoria de nuestro fallecido primo Granate no usaremos el nombre del grupo nunca más. – Afirmó Kerria con un tinte claro de tristeza en sus palabras. –

En una pantalla gigante del estudio se mostraban fotografías de los miembros del grupo desaparecidos, luego otras con todos al completo. Las chicas no pudieron evitar la emoción al reconocer a su primo y a su amiga Amatista en aquel famoso recital que dieron en París, o sin ir más lejos, en el concierto que celebraron en la sede del UNISON, en Nueva York, cuando su primo Granate, junto con Leval y Mazoui, se graduaron.

- Ha debido de ser muy duro para vosotras y vuestras familias. Al igual que para los demás parientes del resto de esos tripulantes el perder todo contacto con la nave. - Comentó amablemente Al, haciéndose cargo. -
- Ha sido muy duro y terrible. Pero debemos continuar con nuestras vidas. - Confesó con voz queda una apenada Idina con el asentimiento de sus compañeras. -
-Y tenemos esperanza en que la nave regrese. - Afirmó a su vez Kathy esforzándose por mantenerse entera. - Como deben tenerla el resto de los familiares de sus tripulantes.
- Nosotras seguiremos cantando, aunque sea con otro nombre, para honrar a los que ya no están a nuestro lado. - Aseveró Kerria, conteniendo también su emoción. -
- Entonces ¿cómo os llamaréis ahora? - Quiso saber el presentador. -
- Por el momento no nos hemos puesto ningún otro nombre, - respondió Idina. -
- Pero si Amatista regresa, y todas lo esperamos así, algún día. Hemos decidido llamarnos “Beauty Quartete”. ¡Aunque suene inmodesto! – Trató de sonreír Kathy ahora para relajar la tensión. -
- Os aseguro que no lo es. Pues sería decir la verdad. – Sonrió el presentador a su vez, añadiendo esperanzado para su audiencia. - Pero sí que nos interpretaréis alguna de las canciones de vuestro nuevo disco como primicia, ¿verdad?
- Por supuesto- corroboró Kerria que pareció animarse al sentenciar. – Estamos dispuestas. Cuando tú quieras.
- Entonces si os animáis. - El presentador señaló unos micrófonos en tanto ellas se levantaban dirigiéndose hacia ellos. Al por su parte, se dirigió a todo el público. - Con ustedes, Idina, Kerria y Katherine.

            Las tres sonrieron intercambiándose miradas, desde luego esa era la manera más fácil de llamarse y a ninguna se les había pasado por la cabeza. El otro nombre que desveló Katherine, para cuando su otra compañera volviese, sería un homenaje a la primera tienda que pusieron sus madres y su tía Petz cuando se integraron a vivir en la Tierra como mujeres normales. Ya habría tiempo de adoptarlo, pero ahora la música sonó y ellas comenzaron a cantar.

Trátala como a una dama
(Chico quiero decir, te enseñaré)

¡Vamos, lo que haces te vuelve!…
Lo que haces te vuelve… ¡vamos!

Alguien le importa, alguien le importa

Bloquea el golpe, y corre, corre, corre
¡Vamos, la haces y la pagas!
¡Vamos, la haces y la pagas!
¡Vamos, la haces y la pagas!

Escucha esto

Y fue Kathy quien comenzó con la primera estrofa…

Todo lo que la chica quería era un poco de atención
De un hombre que es fuerte, y sin mencionar
Besos y caricias toda la noche

            E Idina prosiguió…

Pero todo lo que ese chico quiere es dar el golpe y huir
Él y sus amigos se ríen
Y andan hablando de las chicas a las que utilizaron en el pasado

Para finalmente ser Kerria la que remató…

Tienes lo que mereces, y que asumir lo que te venga
Por todas las cosas malas que le haces a tu...

            Y nuevamente todas cantaron al alimón…

Dama, trátala como a una dama
Harás que una buena chica se vuelva loca si no la tratas como a una dama.

Dama, trátala como a una dama
Harás que una buena chica se vuelva loca si no la tratas como a una dama.

¡Vamos, la haces y la pagas!
¡Vamos!

Katherine fue quien de nuevo cantó en solitario…

¡Oye!

Dejó de ir a la iglesia, no quiere ir al colegio. Se fue con ira cuando la tomó por tonta
Aunque sus amigas le dicen que se calme.
No le dijo desde el principio lo que había planeado
Justo delante de ella con otra mujer
Ahora está en la cárcel por atacar a su hombre

E Idina la relevó…

Tienes que asumir lo que te venga
Por todas las cosas malas que le haces a tu…

Y otra vez las tres juntas, cantando con una fuerza que casi rayaba en la agresividad.

Dama, trátala como a una dama
Harás que una buena chica se vuelva loca si no la tratas como a una dama.
Dama, trátala como a una dama
Harás que una buena chica se vuelva loca si no la tratas como a una dama.

¡Vamos, vamos, la haces y la pagas!

¡Oh, cariño!…
Trátala como a una dama
¡Cariño!
Trátala como a una dama
¡Oh!
Trátala como a una dama
¡Oh!

¡Vamos, vamos, la haces y la pagas!
 A alguien le importa
¡Vamos, vamos, la haces y la pagas!
A alguien le importa
¡Vamos, vamos, la haces y la pagas!
¡Vamos, vamos, la haces y la pagas!
¡Vamos, vamos, la haces y la pagas!

¡Ohh!

Y Kerria se hizo cargo para cantar en solitario…

Díselo claro, podrá aguantar la verdad
No la engañes y la dejes confusa
Todo el mundo preferiría estar solo a que le utilicen

Kathy la relevó….

No te pares a pensar, herirás sus sentimientos
Ella sólo quiere saber cuál es el trato
La próxima vez cuidado a quien rompes el corazón

E Idina remachó

Tú tienes lo que mereces
Por las malas, malas cosas, que le has hecho a tu chica.

Y como colofón, una vez más las tres unidas, desgranaron la última estrofa…

Dama, trátala como a una dama
Harás que una buena chica se vuelva loca si no la tratas como a una dama.
Dama, trátala como a una dama

Y Kerria remarcó…

Loca
Loca

Harás que una buena chica se vuelva loca si no la tratas como a una dama.

Idina añadió

Ohohoh! Estoy enamorada
Quien la hace la paga

Dama, trátala como a una dama
Harás que una buena chica se vuelva loca si no la tratas como a una dama.

Finalmente, Kathy se hizo oír por encima de las demás para remarcar

Dama, trátala como a una dama

Y concluyeron las tres unidas.

Dama, trátala como a una dama
Harás que una buena chica se vuelva loca si no la tratas como a una dama.
Dama, trátala como a una dama
Harás que una buena chica se vuelva loca si no la tratas como a una dama.
¡Uh!

(Treat her like a Lady. Celine Dion. Crédito al autor)

Tras desgranar aquel tema con energía y una perfecta coordinación, volvieron a sus asientos entre la ovación del público y los aplausos de Al.

- Estupendo chicas. Una canción magnífica, y cantada con muchísima fuerza. A buen seguro que tendréis mucho éxito.
- ¡Muchas gracias!, eso deseamos, - repuso Idina recobrando su habitual jovialidad. –
-Parecíais realmente agresivas cuando cantabais. ¿Acaso pensabais en alguien en especial?
-Bueno, podría ser. - Se sonrió enigmáticamente Kathy. -
- Siempre hay casos que nos inspiran. - Añadió Idina. -

            Después de eso, un silencio se extendió por todo el escenario. El veterano presentador se encargó de romperlo, pero esta vez con un tono menos distendido. Había llegado el momento que todos aguardaban o temían según los casos.

- Ahora quisiera dirigirme a ti, Kerria. Es algo que ronda por la calle y que, como comprenderás, estoy obligado a preguntarte, ¡sino mis espectadores me matarán! - Hubo unas ligeras risas que intentaron sofocar ese tenso ambiente sin éxito. -
-Bueno, pues no puedo permitir que algo así suceda. - Sonrió levemente la interpelada, para querer saber a su vez. - ¿Qué pregunta es esa?

Y el presentador fue ya directo al grano con tono y gesto serio.

- Han llegado informaciones sobre ti, habladurías que circulan sobre tu vida privada. Tienes todo el derecho del mundo a no responder, pero quisiera ofrecerte la ocasión de aclarar las cosas y acallar eso rumores. Mi cuestión es. ¿Hay algo de cierto?...
- ¿Que rumores? - inquirió la interpelada a su vez con fingida candidez. -
- Bueno…- repuso Al sorprendido. No quería formular la cuestión directamente, pero estaba obligado a hacerlo y añadió. – Es algo violento, pero es mi deber como periodista. Verás, la gente se pregunta y sobre todo tus fans masculinos…si es cierto que tú…

        Y pese a sus tablas y experiencia aquel presentador no atinaba a decirlo de forma adecuada. Por ello, su entrevistada le detuvo y para acudir en su ayuda, completó la frase con una sonrisa.

- ¿Si yo soy gay?
- Bueno, en tus propias palabras, esa sería la pregunta. – Convino su entrevistador aliviado de que aquella cuestión no hubiera salido directamente de sus labios. - ¿Podrías darnos una contestación?

Por la forma en la que esa joven había tenido de reaccionar, con esa naturalidad y despreocupación, a todos los espectadores e incluso al mismísimo presentador les parecía que Kerria contestaría algo como, ¡qué tontería!, o, … por supuesto que no, o ¿cómo se os ha podido ocurrir semejante cosa? A juzgar por la manera tan pausada y tranquila de formular ella misma la pregunta, parecía alguien que estuviera tomándose su tiempo para aclarar aquel malentendido y disfrutar de recibir muchas disculpas. Pero la muchacha una vez más volvió a dejarles a todos boquiabiertos cuando declaró con absoluta naturalidad y casi hasta desenfado.

- Sí que lo soy, soy lesbiana, y estoy orgullosa de revelarlo. ¿Eso era todo lo que la gente deseaba saber?

            Para Al fue uno de los momentos más tensos y desconcertantes de su carrera. No sabía que decir, y entre tanto se escuchaban murmullos de asombro y estupor entre el público. Aunque también algunos aplausos.

- Vaya- sonrió él por fin, con absoluta profesionalidad. - Desde luego que eres una chica directa. Y muy valiente sin ninguna duda.
- ¿Y por qué habría de tener miedo? - repuso Kerria alegando. - No he hecho nada malo que yo sepa.
- Únicamente desanimar a un montón de chicos - añadió el entrevistador tratando de forzar una sonrisa. -
- Pero ahora ha animado a un montón de chicas, - intervino Kathy consiguiendo la sonrisa de su prima Kerria al sentenciar. - A muchas más de las que nadie pudiera creer. Una cosa por la otra.
-Y también a muchos chicos. - Intervino Idina, reflexionando. - Para que puedan seguir su ejemplo y decir como son de verdad, sin ningún tipo de temor.

            Aquellas palabras arrancaron algunos aplausos más, aunque también algún que otro abucheo aislado. Hubo que aguardar unos instantes hasta que se restableció el orden. Incluso tuvo que actuar la seguridad, dado que algún tipo gritó desde el graderío.

- ¡Pervertidas lujuriosas! ¿Éste es el ejemplo que sois para la juventud?
-Por favor. - Declaró Mats con tono controlado. - Seguridad, acompañen a esa persona fuera de este plató, gracias.
- ¿No os ufanáis de defender la libertad de expresión? ¡Pues he dicho lo que pensaba! - Exclamó aquel tipo, un hombre entrado en años y con algún kilo de más. - Y lo que piensa mucha más gente.

            Recibió a su vez abucheos de gran parte del público, pero otros le aplaudieron. El presentador supo entonces hacerse con las riendas y sin levantar apenas el tono de voz replicó con grandísima contención profesional.

-La libertad de expresión es uno de los puntales de nuestro país y de las democracias. Pero siempre que no se falte al respeto a nadie.

            La gente aplaudió en su mayoría esas palabras mientras que las chicas se miraban unas a otras con desconcierto e incluso pesar. Pese a no pretenderlo ya habían dividido a ese auditorio. ¿Qué no podría suceder con todo el país? Al fin, el veterano showman retomó la palabra una vez que las aguas volvieron a su cauce. Obviando ya aquel enojoso incidente.

- Sé que es meterme de lleno en el tema, no suelo hacerlo, pero en esta ocasión y dado que os valoro como artistas y me sois simpáticas, os pregunto. ¿No perjudicará esto a vuestra carrera? a la de Kerria y a la vuestra propia. - Quiso saber Al prescindiendo ya de falsas sonrisas y entonando la cuestión con franca seriedad. – Ya habéis visto lo que acaba de suceder aquí. Y me temo que esto no es más que una muestra de lo que os aguarda…
- Sinceramente, no nos preocupamos por eso, - respondió Idina afirmando. - Kerria es nuestra prima y nuestra amiga. Eso es más importante que ninguna otra cosa. Además, comenzamos juntas y desde luego que seguiremos juntas, si no surgen verdaderos impedimentos como que alguna se canse de cantar o no disponga de tiempo para ello.
- ¿Y si os preguntase a vosotras por vuestras propias vidas? - Inquirió Al. - Porque mucha gente puede pensar si también compartís esa opción.
- ¿Si somos también lesbianas? - Rio Idina añadiendo de inmediato. – No tengo ningún inconveniente en contestar.  Yo no lo soy. Aunque a este paso, como no encuentre a mi hombre ideal, no sé.

Remachó aquello de tal manera entre desenfadada y cómica que arrancó incluso algunas risas. Incluidas entre ellas las de sus propias primas y la sonrisa de Mats que asintió con aprobación entre tanto podía oírse algún grito de...

- ¡Yo, yo!... aquí está tu hombre, guapa...

        Hubieron de dejar pasar unos instantes y mientras las chicas se reían hubo algunos aplausos para subrayar esos comentarios. Al fin, el presentador se dirigió a Kathy con esa misma cuestión.

-Yo tampoco soy gay. - Aseveró Kathy. - A mí me gustan mucho los hombres. ¡Quizás demasiado! - Confesó provocando también algún rápido aplauso y otra serie de carcajadas. Después añadió más seria. - Pero eso no tiene nada que ver con nuestras carreras. Cada una elige su propio camino y tiene su vida. Las demás no se meten en eso. Nadie tiene porqué hacerlo. En cuanto a nosotras, somos familia y nos queremos y apoyamos cuando llega el momento. Y nada más.
- Yo deseo añadir algo, - intervino Kerria con tono más solemne. -Lo que yo haga en mi vida privada únicamente me concierne a mí y a las personas que quiero. Al principio no estaba dispuesta a contestar a esta pregunta porque a nadie tendría que importarle, salvo a mí y a mis seres queridos. Pero luego pensé que no hago nada malo por ser como soy, y que igual que yo existen otras muchas personas en esta misma situación. Y son muchísimas las que no se atreven a confesar sus verdaderos sentimientos por culpa de los convencionalismos y los prejuicios. Creo sinceramente que todos debemos vivir en paz y acogiéndonos a la opción que más nos guste o que sintamos en nuestro corazón. Si contando esto y dando un paso adelante puedo ayudar a mucha gente a sentirse mejor, entonces todo valdrá la pena.

             Y esta vez tras su intervención escuchó bastantes más aplausos que silbidos. Al término de estos intervino el presentador.

- ¿Qué les dirías a los chicos y chicas en tu misma situación? ¿Tienes algún consejo que darles?

            Tras tomarse unos segundos, la interpelada suspiró y pudo responder no sin emoción.

- ¿Consejo?, no soy quien, para dar consejos, pero si tuviera que decirles algo sería esto.  “A cada persona LGTBI que está en proceso de aceptación, mi mensaje es que sepa lo maravillosa que es, pero el simple hecho de existir.”

            Ahora sí que cosechó muchos aplausos, de forma casi unánime de entre el público. Tras permitir que estos resonasen por unos instantes, Al retomó su entrevista.

- La siguiente pregunta es obligada, pero si no quieres contestar lo entenderé. Kerria, ¿hay alguien en tu vida? ¿Tienes alguna pareja?...
- Yo. - La chica tragó saliva y pensó unos instantes para replicar. - Por ahora no, he terminado hace poco con una persona a la que de verdad quería y a la que hice daño y he salido con otra que no ha sido como esperaba.
-Y podemos suponer que el sexo de esas personas sería femenino, ¿no es así? - Preguntó Al con un interesadísimo silencio de fondo. –

            Aunque para su sorpresa, la interpelada negó suavemente con la cabeza para corregir.

- La primera era un hombre, la segunda sí que era una mujer.
- ¡Entonces también has salido con hombres! - Terció Al tan sorprendido ahora como el resto del público y la audiencia. - ¿Eres bisexual?

             De nuevo más murmullos, aquello parecía ser algo bien distinto, daba la confusa impresión de que esa joven podría tener más lujuria que otra cosa. Kerria se percató de inmediato de eso y no tardó en añadir.

- No, no soy bisexual. Aunque podría serlo y tampoco sería nada malo. Es difícil de explicar. - Suspiró tratando de hacerlo. - Estuve con un chico. Pero por amistad, y cariño, pura y llanamente por eso. – Aunque aquí hizo una breve pausa, pareció meditar algo y entonces añadió con patente emotividad en su tono. - Y también amor, sí. Pero un amor puro, de alguien que ha significado mucho y todavía significa muchísimo para mí. Alguien que ha estado a mi lado de manera incondicional cuando todavía estaba luchando conmigo misma para admitirme abiertamente como soy. A quién sé que hice daño, pero jamás pretendí que eso sucediera. Es más, considero esa amistad como una de las cosas más importantes que existen en mi vida. No quiero perderla por nada del mundo. Es como si se tratara de alguien de mi propia familia.

            Desde su casa Brian asistía emocionado al programa. Kerria estaba demostrando ser muy valiente. En esa última declaración la cámara le había hecho un primer plano y podía verse como sus ojos brillaban con lágrimas. Sin embargo, la muchacha se mantenía elegante y serena, sometiéndose dócilmente a todo aquello y quizás era la única forma que tenía de liberarse. Ahora lo comprendía. Y él la seguía queriendo, pese a todo lo que había ocurrido, por lo menos deseaba ser ese amigo que ella tanto necesitaba. Roy y Beruche, por su parte, también estaban muy orgullosos con el comportamiento de su hija. Viendo la televisión, sentados en el sofá de su salón, los dos abrazados y visiblemente conmovidos por la entereza de la muchacha. Ésta, tal y como su madre le aconsejase, mantuvo en todo momento la dignidad y la cabeza alta.

-Esa es nuestra hija. - Sollozó Bertie. - Eres muy valiente, cariño…
-Está pasando por un auténtico calvario, siendo juzgada por millones de personas que no la conocen. Y ahí está, dando la cara. Creía que ya no podría estar más orgulloso de ella, me equivoqué. - Suspiró un no menos emocionado Roy besando con suavidad en la frente a su esposa. -

            Tras unos minutos más el programa llegó pronto a su fin, las tres fueron despedidas con grandes aplausos. Aunque antes de terminar, se recibió un mensaje que Al leyó.

- Estos twitter vienen de la asociación el colectivo LGTBI. Los leo textualmente:
 "Querida Kerria, desde aquí te felicitamos públicamente por tu fuerza y tu valor. Hace falta ser muy valiente para confesarse abiertamente en esta sociedad todavía llena de prejuicios. Tienes nuestros brazos abiertos y te invitamos a venir a vernos cuando quieras. Antes tenías un montón de admiradores aquí, pero ahora además tienes un montón de amigos que saben lo que sientes. También agradecemos a tus primas el apoyo y el cariño que te han dado y les extendemos la invitación. Sois todas estupendas". Bien. ¿Qué opináis de esto? - Inquirió a las aludidas. -
- Muchísimas gracias de veras, acepto encantada vuestra invitación. Y espero conoceros en persona muy pronto. - Sonrió Kerria realmente feliz por esa demostración de afecto que tanto precisaba. –
- Lo mismo digo, cuando nos sea posible. – Afirmó Kathy. -
-Estaremos muy honradas. - Confirmó Idina. -
- Pues por hoy nada más. Esto es todo, gracias y hasta la próxima semana. - Se despidió el presentador. -

            El programa salió del aire y Al entonces pudo decirle a Kerria y sus primas.

- Nunca en mi carrera había conocido a nadie con tanto valor. Tú sabes que en este país hay colectivos muy influyentes a los que esto no les va a gustar nada, ¿verdad?
- Lo sé, pero ¿qué le voy a hacer? Peor para ellos si se molestan - respondió despreocupadamente Kerria. -
- Nosotras no nos metemos con nadie, nadie debe meterse con nosotras. - Apuntó Idina. -
-Y si lo hacen sabremos como replicar. - Remachó Katherine. -

            Mats suspiró, mirando a las muchachas con simpatía, aunque movió ligeramente la cabeza y le rebatió con pesar.

- Sois muy jóvenes aún y no llegáis ni a imaginar la gran hipocresía y la maldad que existe en este mundo. Solamente os pido que seáis muy prudentes desde ahora. Posiblemente sin quererlo os hayáis hecho muchos enemigos esta noche. Algunos muy poderosos.

Las tres se miraron desconcertadas, sin saber que decir, hasta que Kathy declaró.

- Ocurra lo que ocurra, nos tenemos las unas a las otras y también el apoyo de nuestras familias. No tememos nada de lo que pueda suceder.
- Sé que he dado un paso muy importante y arriesgado. - Intervino Kerria para agregar. - Si lo he hecho ha sido para mostrar al mundo que no hay nada malo en admitir la verdad. Personalmente no me resignaba a ser un simple objeto de deseo o de ventas. Soy una persona con sentimientos y tengo derecho a que mis opiniones y gustos se respeten.

            El veterano presentador asintió ante esas valientes palabras y le ofreció su mano a Kerria estrechándosela, para hacerlo posteriormente con las otras dos componentes del grupo y desearles.

- Sois muy buenas chicas. Continuad así y no dejéis que la falsedad de este mundo os envuelva. ¡Mucha suerte! Os la merecéis, aquí tenéis a un amigo para lo que podáis necesitar.

            Las tres primas se lo agradecieron despidiéndose. Retornaron a casa sin problemas, amparadas en el anonimato tras salir de los estudios por una puerta secundaria. Al día siguiente, Idina y Kathy tenían que volverse a sus casas y sus ocupaciones. Una vez en el hogar de los Malden, fueron profusamente felicitadas.

-Sois unas chicas muy valientes. - Las alabó Roy. -
-Y, sobre todo, llenas de dignidad. - Sonrió Bertie. -
-Muchas gracias, tía, pero nosotras no hicimos gran cosa. - Afirmó modestamente Idina. -
-Nos limitamos a apoyar a Ky. - Añadió del mismo modo Katherine. -
-Idina, Kat, nunca os podré agradecer bastante el haber estado a mi lado. - Pudo decir la emocionada aludida. - Seguramente sin vosotras no habría tenido valor…
-Pues claro que lo hubieras tenido. - Le respondió Idina dándole un afectuoso abrazo. -
-Por supuesto. Hemos luchado contra amenazas mucho peores. - Sentenció Katherine. -

            Aunque su prima suspiró, afirmando con tintes reflexivos

-En parte he tenido que luchar contra mí misma. Y recordar momentos muy amargos. No sé. A veces eso es mucho más duro y aterrador que enfrentarse a cualquier monstruo. Y sé que, de ahora en adelante, para muchos estaré marcada. Pero no me arrepiento en absoluto.
-Claro que no. - La animó su madre, acariciándole una mejilla para afirmar con satisfacción. - has hecho lo que debías. Lo que tu conciencia te dictaba, hija.
- Y siempre nos tendrás a tu lado para cualquier cosa. - Secundó Roy, dándole un beso en la frente. -

            Esa noche discurrió tranquila. Al poco se fueron todos a dormir, agotados por tanta tensión. A la mañana siguiente y tras desearle lo mejor a su prima, tanto Idina como Kathy se despidieron, debían regresar a sus respectivas obligaciones. Kerria se quedaba sola otra vez, no obstante, se sentía mucho más fuerte y confiada. De modo que llamó a Samantha para desayunar. Las dos se reunieron en la cafetería de los estudios que estaba vacía a esas horas.

- Quiero felicitarte por la entrevista de ayer- dijo Sam. - Estuviste magnífica.
- Gracias, sólo dije lo que sentía. - Repuso modestamente ésta. -
- Yo, …- musitó Samantha mirando a Kerria a los ojos según comentaba en reflexiva voz baja. - Pensé mucho en lo que dijiste anoche, en eso de tener valor para admitir nuestros sentimientos. Se necesita mucho coraje.

            Sam parecía nerviosa como si retuviera palabras en su garganta, incluso estaba angustiada. Apenas podía beber su zumo apartando la vista de su interlocutora. Kerria, inquietándose un poco por ello, le tomó de la mano y se interesó por su estado aproximando su rostro al de ella.

- ¿Te ocurre algo? ¿Estás bien?

            Para su contertulia eso fue definitivo, ya no podía soportarlo más. Tenerla allí, junto a ella, en ese momento tan oportuno, y con su mano entre las suyas, era en ese instante o nunca. Y armándose de coraje, reunió el valor suficiente para confesar con voz queda.

- Estoy enamorada de ti… desde que te conocí.

            Kerria la miró desconcertada, no sabía que responder. Desde luego que se había fijado en Samantha como mujer, ¡era preciosa! Simpática y buena chica. Pero nunca había llegado a pensar en nada más allá de eso, la creía con novio o saliendo con algún que otro chico. Era cierto que muchas veces se habían mirado y creyó sentir algo especial. Pero no estaba segura y podría ser que ella la admirase o que sólo quisiera agradarla en el trabajo. También había estado muy mal desde la ruptura con Maggie además de ocupada con el disco…

- ¿Lo dices de verdad? - Le preguntó sin poder disimular su asombro. -
- No me atrevía a decírtelo, ¿cómo iba a hacerlo? – Se justificó Sam añadiendo con rubor. - Incluso cuando escuché esos rumores sobre ti. Por un lado, no quería que fueran verdad para no perjudicar la campaña, pero por otro lo deseaba con todo mi corazón. Así podría tener una oportunidad contigo. Para mí esto es muy difícil. Tenía miedo de que mis jefes se enterasen y me despidieran. Verás, durante bastante tiempo llevo aguantando el acoso de Bob. Ya no sé qué inventarme para rechazar quedar con él. Siempre me insiste en ir a tomar una copa o en quedar fuera del trabajo. Pero tú me has mostrado el camino.
- Quizás crees que me quieres, pero, en realidad sólo me estás agradecida. O creas que puedo evitarte el acoso de Bob. - Le replicó racionalmente Kerria. -

            Y eso que estaba tratando de mostrarse objetiva, aunque se sentía realmente confusa y el corazón le palpitaba fuerte solo con mirar a su contertulia.

- No, te aseguro que no es eso. Lo único que te pido es que lo pienses, podríamos intentarlo. Si tú quieres, si sientes algo por mí quizás… Dame una oportunidad, por favor. Si es que no estás ya comprometida. Porque dijiste que ya no, ¿verdad? - Le pidió la joven apoyando una de sus manos en otra de su interlocutora. -
- Estoy confusa Sam. - Admitió Kerria llevándose su otra mano a la cabeza en tanto le confesaba. – Es verdad. Hace poco rompí con otra chica. Aquello no resultó como yo creía, y antes de nada querría recuperar una amistad. Tú me gustas, eres buena chica y muy bonita.  Es cierto que siento algo cuando estoy contigo. Pero necesito un poco de tiempo para aclararme. No sé si lo que siento hacia ti es mera atracción o algo más.
- ¡Claro que sí! - Sonrió Samantha, contenta porque no le había dado una negativa. -Todo el tiempo que necesites. El trabajo está ya terminado, faltan detalles menores de los que puedo encargarme yo. Esperaremos unos días y si quieres me llamas. O te llamaré cuando todo esté listo. Para vernos fuera de aquí…si tú quieres.
- Me parece muy bien. - Convino la chica sonriendo con alivio y jovialidad para remachar. - Es lo más adecuado.

            Se despidieron con un simple beso en la mejilla y Kerria volvió a su casa. Allí, eludiendo nuevamente a los fotógrafos y demás cerró la puerta tras ella y suspiró. Su padre se acercó con una sonrisa interesándose de inmediato.

- Hola Kerria ¿Qué tal ha ido el trabajo?
- Bien papá, gracias.
- Aquí hay alguien que quiere verte.
- ¿Quién? - inquirió ella intrigada. -
- Ven y lo sabrás. - Le respondió animadamente Roy. -

            La joven siguió a su padre deseosa de descubrir de quién se trataba, lo supo en cuanto entró al salón. Junto a su madre estaba Brian, que la miraba y sonreía para afirmar con un tono suave, controlando a duras penas la emoción.

- Me alegro mucho de volver a verte.
- ¡Brian! - Exclamó ella visiblemente emocionada corriendo hacia él y los dos se fundieron en un largo y fuerte abrazo. -
- Tendréis cosas de que hablar. - Intervino Beruche sonriendo - os dejamos solos.
- No, subiremos a mi habitación, - repuso Kerria entre sollozos entrecortados. -
           
             Ante la aprobatoria mirada de sus padres, ella le guió hacia su cuarto subiendo las escaleras. Una vez en la habitación de la muchacha ésta le invitó a sentarse. Brian lo hizo sobre la cama. Por suerte había espacio y Roy ya había retirado las camas que llevó para Idina y Kathy.

- Tenía tantas ganas de verte otra vez. - Sonrió ella que se sentía muy feliz. -
- Yo también Kerria, han pasado muchas cosas y quería saber si estabas bien. Te vi en la televisión y me pareciste muy valiente. - La alabó él visiblemente emocionado. -
- Muchas gracias, pero eso es fácil teniendo a personas como mis padres y mis primas o como tú a mi lado. Me dais toda la fuerza que necesito. Pero tú también has sufrido sin merecerlo por mi causa y lo siento mucho. - Volvió a excusarse ella, agregando consternada. - Lamento el hecho de que no pudiéramos ser algo más que amigos. Créeme, si hubiese podido ser de otro modo, yo…
- Tendré que hacerme a la idea, pero es muy difícil, Kerria. - Susurró él bajando la cabeza para confesar. - Eres la única mujer a la que he querido así.
- Tú te mereces a alguien mucho mejor que yo. - Le susurró ésta acariciando su cara. - Una chica, buena y dulce como tú, que también te quiera así y que esté a tu lado.
- No, no hay ninguna mejor que tú…
- Ya verás como la encontrarás, ¡seguro que sí! - Le animó Kerria. - Mientras sé mi amigo como siempre lo has sido, por favor.
- Nada me gustaría más, - asintió el muchacho - ¿Y qué me dices de ti? - Le inquirió a su vez. - ¿Has encontrado a alguien?...
- Salí con una chica después de hacerlo contigo, sí. Pero no se portó como yo...- Kerria se quedó pensativa y entonces musitó. - Claro, ¿quién más sino lo iba a saber?

            Hasta ese momento ni se le había pasado por la cabeza, pero aquello tenía visos de ser posible.

- ¿Qué ocurre? - le preguntó Brian sorprendido de ver el cambio en su expresión. -
- Que creo haberme dado cuenta de quién ha sacado todo esto a la luz. Es solamente eso. No comprendo cómo no pude verlo antes.  - Replicó ella cada vez más convencida. -
- Si puedo ayudarte de alguna manera sólo tienes que decírmelo. – Se ofreció su contertulio muy solícito. -
- Lo sé, muchas gracias. Pero por el momento no te preocupes. Es algo que debo resolver yo sola. - Respondió la muchacha con determinación. -

            Zanjaron ese tema y después de eso los dos continuaron la conversación durante largo rato. Finalmente, él se despidió quedando para acompañarla a la Universidad, como siempre habían hecho. Cuando quedó a solas, Kerria estaba pendiente de aquella idea que se pasó por su mente. Maggie, que otra sino ella podría haber sido la causante. Decidió llamarla por teléfono para aclararlo. Tuvo suerte y la encontró en casa.

- ¿Sí? - Contestó ésta. -
- Soy Kerria, tenía que decirte lo que pienso de ti, sólo eres una egoísta y una…- le respondió furiosa. -
- Oye, un momento. ¿A qué viene esto? - Pudo defenderse la muchacha para recriminarle a su vez. - Fuiste tú la que no quiso continuar con lo nuestro. No sé a qué viene...
- Y cómo yo lo dejé tú decidiste hacer pública mi homosexualidad para fastidiarme, ¿no? ...- le cortó su interlocutora de forma hosca. -
- Oye, espera un momento, - repuso la otra joven a la defensiva e incluso con tono molesto. - No tengo ni idea de lo que me estás hablando, ¿vale?
- ¿Ah no? - Dijo Kerria sin creérselo en absoluto. -
- No, no la tengo. Yo no soy de ese tipo de personas ¿qué te has creído? - Replicó Maggie con patente indignación según agregaba, ya con un tono algo más controlado. - Lo nuestro no estuvo mal, pero desde luego que si tú te fuiste yo no perdí el tiempo lamentándome de eso. Respeté tu decisión. Jamás airearía esa intimidad de nadie. Además, ya estoy comprometida de nuevo y ni siquiera me he preocupado de escuchar las noticias que hablaban sobre ti.
- Ya me di cuenta de que no pierdes ocasión. - Le reprochó Kerria lanzándole a su vez. -Pero yo tampoco me he quedado cruzada de brazos. También tengo una nueva compañera. Por lo menos, ella no piensa en acostarse haciendo tríos con otras mujeres para ser más original.
- Pues me parece perfecto, ¿alguna cosa más? - Repuso bruscamente Maggie que también parecía muy enfadada. -
- Sólo quería saber si tú habías tenido algo que ver. - Contestó Kerria moderando ahora el tono de su voz. -
- Yo, desde luego que no. ¡Espera! - de pronto el tinte hostil de Maggie cambió hacia uno más reflexivo y conjeturó. - Marla, la mujer que estaba conmigo esa noche. Me contó que le gustaba filmar a las personas con las que hacía el amor. Y si luego supo quién eras tú. Puede que fuera ella, no se me ocurre nadie más.
- ¿Puedes contactar con ella? - le pidió Kerria. -
- No, lo siento, no era de aquí, sólo dijo estar de paso. De todas formas, no tienes de que preocuparte. Tú no pudiste salir en su cámara porque te marchaste. - La calmó Maggie. -
- Pero puede airear la conversación, y no quiero ser humillada. Una cosa es reconocer como soy ante el público y otra muy distinta que se muestren detalles íntimos de mi vida. Y no es solamente por mí, tengo padres y tengo familia que se podría ver salpicada. - Le explicó Kerria con un tono de voz más tranquilo, pero al tiempo más inquietada por eso. – Espero que lo comprendas.
- Claro que sí y lo lamento de veras. No soy ninguna desalmada. Me gusta ser libre y respeto que los demás también lo sean. - Contestó su interlocutora ya más calmada, agregando con sinceridad. – Sé lo que puede pasar cuando estas cosas se airean y no se lo deseo a nadie. Ni a mi peor enemigo. Mucho menos a ti. Escucha, fue una pena que lo nuestro no saliera bien. Eres muy buena chica. De verdad. Te deseo más suerte con tu nueva pareja.
- Gracias, igualmente, - repuso ella despidiéndose con más consideración al tiempo que se disculpaba.  - Adiós Maggie y perdona por pensar eso de ti.  
- No pasa nada, lo entiendo. Adiós Kerria.

Su interlocutora colgó el teléfono y ella hizo lo propio. Sabía que esa muchacha no mentía. Maggie podía ser muchas cosas, pero siempre le pareció sincera. Y también arrastraba un pesar que nunca llegó a contarle con claridad. Pero por lo que pudo entender, el primer amor de su exnovia la hizo sufrir mucho, no por culpa de esa chica sino debido a que fueron separadas de una forma muy penosa.

-Yo era muy joven e inexperta entonces. Cometí errores que le costaron muy caros a ella. - Suspiraba Maggie hablando con tono amargo y bajando la mirada. -
-De las pocas veces que la he visto triste han sido esas en las que se refería a ese tema. Nunca quería hablar de ello. - Recordó Kerria, al revivir esa conversación. -

 No obstante, dejó eso a un lado. Debía centrarse en sus propios asuntos. Lo malo es que ahora seguía igual que antes. Aunque al menos había hablado con Maggie y se habían dicho lo que pensaban. Por ahí podía respirar tranquila pero ahora el problema era esa dichosa Marla y el vídeo que pudiera tener en su poder. No estaba segura de que no la hubiese filmado e hiciese algún montaje pese a lo que le dijo Maggie. Tras meditarlo les contó a sus padres lo que había hablado. Roy la escuchó sin una sola crítica. Suponía que su hija ya habría mantenido ese tipo de relaciones, aunque le alegró que se negase a ello con semejante individua. Vio además la preocupación de la muchacha. De modo que la tranquilizó enseguida haciendo uso de la lógica más elemental.

- Si esa mujer tuviera algo que te comprometiera de verdad, seguramente ya te habría llamado para hacerte chantaje. O lo habría aireado. No lo ha hecho, así que no debes preocuparte más.
- Eso es, cariño- añadió su madre. - Deja de pensar en eso. - Entonces el teléfono sonó y Beruche lo descolgó. - ¿Quién es? ¡Ah!, de acuerdo, - tapó el auricular dirigiéndose a su hija. - Es para ti cielo, tu jefa de publicidad, dice que ya está todo terminado.
- Sí, dame el teléfono. - Le pidió Kerria que al ponerse saludó con jovialidad. - Hola Sam ¿Qué tal estás?
- Llamaba para decirte que todo está hecho, solamente falta que te pases por el estudio y lo veas. - Repuso ésta con su timidez habitual -.
- Iré mañana mismo, ¿te vendría bien a las diez?
- Sí, claro- contestó Samantha. - Allí estaré. Hasta mañana pues.

            Colgó el teléfono, Kerria hizo lo propio. Al día siguiente tenía clase, pero se la podría saltar, ya le pasarían los apuntes. Llamó a Brian para decirle que, por motivos de trabajo, no podría ir a la Universidad. Fue puntual, pese a que llovía y el tráfico era más denso que en un día normal. Vestida informalmente, con una trenza, en zapatillas con unos vaqueros y una camisa, se presentó allí. Samantha en cambio iba más sofisticada, con un vestido azul de falda corta generosamente escotado y negras botas altas de considerable tacón, aunque mostrando una buena parte de las piernas, a la vez que lucía un peinado que rizaba su pelo.

- Hola Sam, - saludó Kerria a la que sorprendió aquel atuendo tan seductor por parte de esa muchacha a la que siempre había visto vestir con más sobriedad. -
- Tengo aquí las maquetas hechas y las propuestas para tu aprobación - respondió ella con una sonrisa. -
           
            La aludida las vio y no pudo estar más de acuerdo, evidentemente Sam sabía hacer muy bien su trabajo. Y después de que terminaron con los negocios llegó el momento de cosas más íntimas.

- ¿Te parece que tomemos algo en tanto hablamos? - Le propuso Kerria. -
- Me encantaría. - Aceptó Samantha. -

            Las dos se acercaron a una cafetería cercana, la del estudio estaba cerrada. Sentadas frente a la barra pidieron dos cafés. Hablaban en voz baja no queriendo llamar mucho la atención, pero, muy a su pesar tras el programa de televisión, Kerria era ya bien conocida. Un trío de tipos no demasiado mayores las miraba desde la otra punta y cuchicheaban. Samantha lo advirtió con creciente inquietud.

- Esos hombres están hablando de nosotras. - Le indicó a Kerria con discreción. -
- Pues que hablen. Ignóralos- repuso ésta fingiendo despreocupación - ya se marcharán.

            Al cabo de unos pocos minutos no solamente no se iban, sino que se acercaron hasta ellas. Sus conversaciones eran ahora audibles para ambas, quizás era eso lo que pretendían.

- ¿Has visto que par de bombones? - dijo uno de ellos. -
- ¡La rubia para mí! - rio el otro. -
- Pues yo me quedo con la otra, la de la trenza castaña.
- A mí precisamente, esa de la trenza me resulta familiar, esperad. - Comentó el otro tipo. -

            Era un hombre alto y moreno que se acercó hasta ellas secundado por sus amigos que se mantuvieron un par de metros detrás. El individuo, sin el más mínimo vestigio de educación, se dirigió a ambas interrumpiéndolas en su charla. 

- Hola chicas, mis amigos y yo nos preguntábamos si os apetecería tomar algo.
- No, muchas gracias, - Respondió Kerria educadamente por contraste, al hacerle ver - ya estamos tomando un café.
- ¿Y quizás algo para comer que lo acompañe? - Preguntó otro de esos hombres, más rubio y espigado. -
- No, muchas gracias, - contestó Samantha a su vez, aunque de forma más cohibida. -
- Si no os importa la pregunta, ¿qué hacen dos mujeres tan bonitas aquí solas? - Les inquirió el tercero, de pelo castaño y más bajo que los otros dos. -
- Tratábamos de desayunar. - Le respondió Kerria algo más secamente para añadir con ironía. -Seréis todos unos caballeros si nos dejáis hacerlo.
- A ti te conozco, - terció entonces el moreno dirigiéndose a ella. - Eres esa de la televisión ¡La que dice que es gay!
- Es cierto. - Corroboró el de pelo castaño. - Ya decía yo que a mí también me sonaba.
- ¿Por qué no nos dejáis en paz? - Les pidió Samantha ahora armándose de más valor. -Tratábamos de mantener una conversación.
- ¿Y quién eres tú, bonita, su novia…? - Se rio despectivamente el rubio secundado por sus amigos.

            Ignorando sus risas y acudiendo en defensa de su compañera, que se sentía intimidada y también bastante envarada, Kerria contestó con toda naturalidad.

- Sí, es mi novia. Y hablábamos de temas muy personales. Así que ya lo sabéis. Ahora os podéis marchar a ocuparos de vuestros asuntos.

            En ese momento, los tres se quedaron mudos de asombro. No habían esperado esa réplica. Sin embargo, poco tardaron en reaccionar. Al menos el moreno se acercó a ella un poco más, haciéndola sentir incómoda al invadir su espacio declarando con sorna.

– Por favor. Dos tías que están tan buenas. ¡Vaya un desperdicio!

 Y no aguardando réplica añadió a modo de insolente proposición.

- ¿Por qué no te dejas de tonterías preciosa y te buscas un hombre? Seguro que es lo que de verdad necesitas. Aquí me tienes a mí.
- Lo dudo. No saldría contigo, aunque me pagasen por eso. - Respondió Kerria con una sonrisa de desprecio. -
- ¡Eso es porque tus hormonas no funcionan bien! - Le espetó el de pelo rubio. -
- Nunca habrás probado a salir con un hombre, por eso no sabes lo que te pierdes. - Añadió el de pelo castaño manoseándose descuidadamente la entrepierna para rematar. - Con un auténtico macho.
- Te equivocas. Sí he salido con un hombre - Rebatió calmadamente Kerria para estupor de aquellos tipos, sobre todo cuando añadió. - Aunque él sí que era un hombre de verdad. Pero desde luego con vosotros no saldría ni por todo el oro del mundo, aunque fuera heterosexual.
- ¡Desde luego!,- rio Samantha, que, más alentada por el valor de su compañera se permitió añadir con sarcasmo. - Si todos los hombres fueran como vosotros las mujeres seríamos lesbianas al cien por cien.
- ¿Qué has querido decir con eso, maldita tortillera? - Le espetó el de pelo moreno tratando de intimidarla. -

Cosa que consiguió pues Sam se apartó involuntariamente de él refugiándose en la cercanía de la barra. Diríase que incluso la expresión de su cara había mudado al pavor más absoluto y se había puesto pálida.

-¡Oye!, ya me estáis empezando a cargar - Le advirtió Kerria levantándose del taburete e interponiéndose entre ellos y su amiga según añadía. - He tenido mucha paciencia hasta ahora. Pero más vale que os larguéis o vais a tener problemas.
- ¿No me digas? ¿Es que eres tú la que hace de hombre, pequeña? - Se burló el rubio que efectivamente era bastante más alto que ella. Su interlocutora guardó silencio fulminándole con una mirada de indignación, pero ese tipo añadió con tono confiado. - Que te dejen conmigo un rato, allí en el reservado. - Señaló una puerta al fondo del local y sentenció divertido. -  Ya verás cómo cambias de idea. En cuanto sientas lo que tengo aquí...- Sentenció acariciándose de forma obscena en cierta parte que había empezado a abultarse. -

            Kerria supo contener su creciente enfado y en vez de eso, decidió jugar otra carta. En eso siempre les llevaría ventaja a esos estúpidos y lo sabía. Casi le parecía ser demasiado cruel, pero a fin de cuentas habían empezado ellos. De modo que se obró en ella una aparentemente increíble transformación y de mostrarse dura paso a suavizar sus facciones con una media sonrisa susurrándole melosamente a ese hombre.

- ¿Lo dices de veras o sólo estás bromeando? Lo digo porque me pica la curiosidad. Por lo que veo quizás te haya juzgado mal. - Añadió fijándose descaradamente en la entrepierna del tipo. - Veo que tienes, cualidades...
- ¡Pero Kerria! - Intervino Samantha atónita e incluso escandalizada  por lo que escuchaba. - No serás capaz...

            Ésta se giró hacia su amiga que la observaba con la boca abierta, mientras los otros individuos se cruzaban miradas de orgullo y reían. Kerria le comentó entonces a Sam mientras le guiñaba cómplicemente un ojo sin que esos tipos lo advirtieran.

- Al fin y al cabo, en algo tienen razón, ante todo soy una mujer y tengo necesidades que sólo un hombre puede atender. Puede ser que éste me ofrezca algo que yo no pueda rechazar.

            Al oír esto, un murmullo de jocosidad se extendió entre esos tipos. Los otros dos le daban cómplices codazos de enhorabuena al tipo rubio que sonreía entre incrédulo y encantado por semejante suerte.

- Pues claro, mujer – Se apresuró a decir suavizando su tono y adoptando un tinte paternalista. – En el fondo tú no tienes la culpa. Es que nadie te ha enseñado algo que merezca la pena verse- y se señaló la cremallera del pantalón, la zona estaba visiblemente abultada casi tratando de salirse de su confinamiento, deseando así dar fe de ello. – En cuanto la pruebes te aseguro que repetirás.
- ¡Vamos, machote! ¿A qué esperas entonces para enseñármelo más de cerca? Quiero probar una bien grande. Allí, donde me has dicho. - Le incitó Kerria sonriendo de forma muy sensual. -


            El tipo estaba cada vez más dispuesto a eso. Y ella se acercó, al ver que él bajaba la guardia le propinó tal rodillazo en sus partes que le mandó al suelo, aquel tipo gemía retorciéndose de dolor.

- ¡Maldita perra! - Gritó el moreno asiéndola violentamente de un brazo. - ¡Ahora vas a ver!

            Eso tomó a la joven por sorpresa. Sin embargo, antes de que ésta pudiera repelerlo fue Samantha la que le sacudió un puñetazo en la barbilla que dio con ese tipo en el suelo. Kerria estaba boquiabierta, no se esperaba eso ni mucho menos.

- ¡Vaya chica! - Sonrió agregando divertida. - Cualquiera te hace enfadar.

            El tipo de pelo castaño se quedó atónito y acobardado, sus dos amigos seguían en el suelo sin acertar a levantarse.

- ¿Y tú? - Le inquirió Samantha con una fingida melosidad. - ¿También quieres algo?...
- No, no- tartamudeó, - ya me voy, nos vamos...nos vamos. 

             Ayudó a su amigo el rubio, que aún no podía casi respirar a incorporarse. Además, el jaleo había atraído a otras personas incluido el dueño del local.  Y por lo que veían esos tres trataban de propasarse con dos señoritas. El moreno se estaba recuperando ya cuando él y sus amigos oyeron que estaba de camino la policía.

- ¡Larguémonos! - Añadió el tipo moreno que sangraba por el labio. -

            Pese a esa victoria las dos chicas escucharon lo mismo y decidieron irse de allí para evitar problemas, pagaron y salieron alejándose. Para cuando esos tipos quisieron recuperarse del todo, ellas ya estaban en el coche de Kerria.

- ¡Has estado estupenda! – Exclamó ésta mirando a Samantha a los ojos con aprobación. -
- No ha sido para tanto- sonrió Sam ruborizada a la par que frotaba su puño añadiendo. - ¡Como duele esto!, nunca le había pegado así a nadie. La verdad es que no soy nada violenta, no sé cómo he podido...- Pudo remachar visiblemente desconcertada. -

            Su interlocutora se acercó a ella y le sonrió con afecto, besó la mano de Samantha y le susurró.

- ¿Mejor?
           
            Ella asintió declarando con un murmullo.

- A tu lado no siento ningún dolor.

Kerria no dijo nada, pero sus labios estaban a pocos centímetros e inevitablemente se fundieron en un beso largo y cálido. Sentía un escalofrío, una gran palpitación, era una sensación similar a la que sintió con Maggie, pero no obstante sustancialmente distinta. Sam la abrazó con fuerza y sus bocas siguieron entrelazadas.

- Hoy te llevaré yo a casa. - Sonrió Kerria cuando por fin se separaron. -

            Al llegar, Sam, excitada, la invitó a subir. Su acompañante aceptó aquel ofrecimiento y ambas comenzaron a besarse en el ascensor. Ya estaban desvistiéndose cuando la publicista abrió la puerta. Entraron dirigiéndose directamente al dormitorio. Una vez despojadas de sus ropas. Samantha se colocó encima de Kerria.

- ¡Te quiero! - Le musitó Sam mirando profundamente a los verdes ojos de su amada. - Y te deseo tanto...

            Las dos siguieron besándose entregadas mutuamente, Sam besó los pezones de su amante de forma suave y pareciendo saborearlos, acariciándole suavemente el otro. A Kerria le recorrían escalofríos por todo su cuerpo. Samantha sabía bien como hacerla sentir en las nubes. Desde luego no era tan tímida y apocada como había pensado.  Al menos para eso. Después de un pecho se entretuvo con el otro en tanto Kerria acariciaba su espalda bajando hacia sus partes íntimas. Sam no pudo evitar jadear de placer. Estuvieron un buen rato así, haciendo el amor sin prisas. Samantha pese a todo no lo hacía con tanta pasión como Maggie, pero lo compensaba con muchísima más dulzura. Cuando se separaron sabían que ya no podrían estar la una sin la otra.

-Te confieso que he pasado mucho miedo. - Le dijo Samantha cuando reposaban abrazadas en el lecho. -
-Nunca dejaré que te ocurra nada malo. - Le prometió Kerria acariciándole el pelo. -

            Se levantó de la cama y añadió.

-Tengo que irme.
-Nos vemos mañana. - Le sonrió Samantha que seguía acostada. -

Su pareja asintió, se vistió y se marchó. Cuando volvió a casa consultó el móvil y en el correo tenía un mensaje. Iba dirigido a ella así que lo leyó.

"Querida Kerria. Muchas felicidades, nos alegra comprobar que has crecido convirtiéndote en toda una mujer, valerosa y digna hija de tus padres. Allá donde lo necesites estaremos para apoyarte siempre. Un cariñoso saludo...

            Firmado Haruka Tenou y Michiru Kaioh.

            Kerria sonrió, esas dos mujeres eran amigas de sus padres desde mucho antes de que ella naciera, ambas famosas en sus respectivos campos y, además, guerreras de la Justicia y princesas planetarias. Y por lo que sabía además compartían sus inclinaciones. Recordó haberlas conocido siendo una cría. Es más, años después vivió una aventura muy peligrosa con sus compañeras y primas las Justicieras afrontando la misma amenaza que ellas. A su memoria vino ese instante…

- ¡Quién me lo iba a decir entonces! - Evocó. -

Era únicamente una niña pequeña, debía tener entre seis y siete años. Se había levantado en mitad de la noche porque se hacía pis. Fue al baño y cuando regresaba a la cama escuchó voces en el salón. Agarrada a su osito de trapo bajó la escalera picada por la curiosidad. Se escondió, o al menos eso creyó, en el rellano. Desde allí divisaba la parte de abajo. En el sofá estaban sentados sus padres y entre ambos, dos mujeres. Por lo menos una de ellas lucía un precioso vestido de tonos verdemar, casi a tono con sus propios cabellos. Parecía etérea y hermosa como una princesa. Esas de los cuentos que le leían sus padres antes de dormir. La otra persona, junto a ella, tenía el pelo corto, rubio de tono ceniza, llevaba un pendiente en la oreja izquierda y vestía con una chaqueta y un pantalón. La cría los oía hablar y muy atenta se concentró para entender lo que decían. Escuchó a su madre preguntarles con tono entre sorprendido y atemorizado.

-Pero. ¿Pudisteis acabar con ellos?...
-Desgraciadamente no con todos. - Replicó la mujer del largo pelo color verdemar. -
-Sí, se nos escapó la jefa. Muchas personas inocentes sufrieron un destino terrible, ¡incluso esa pobre niña! Y fue culpa mía. - Añadió la otra, que por su voz sollozante parecía asimismo una chica. Llevándose las manos a la cara. -
-No, Haruka. Tú no pudiste hacer más. Fue un milagro que me salvases. - La animó su compañera. -
- ¡Es increíble! - Intervino Roy en tanto servía a sus invitadas un poco de té. - Creía que lo había visto todo, demonios, aliens… pero ¡vampiros!

           En eso que todos oyeron un ruido mirando de inmediato hacia arriba en la escalera. A Kerria se le había escapado una exclamación además de caérsele su osito al escuchar aquello. De inmediato Bertie reaccionó levantándose para subir y le dijo con tono admonitorio.

- ¡Kerria Lorein! Te he dicho muchas veces que no es de buena educación estar escuchando a los mayores escondida.

            Pero enseguida se calló porque la cría parecía estar temblando. El tono de admonición cedió su lugar a uno preocupado por parte de Beruche cuando le preguntó.

- ¿Estás bien mi niña?
-So…solo... quería hacer pis. - Pudo decir ella entre balbuceos mirando a su madre asustada. -

            Además de temer una regañina no podía dejar de pensar en lo que su padre había dicho. Todo eso de demonios y vampiros le daba mucho miedo. Sin embargo, su madre la levantó ahora, el propio Roy iba a subir también, aunque fue esa mujer alta y de corto pelo rubio la que, recogiendo el osito del suelo, se aproximó para devolvérselo. Bertie bajó con la cría al salón y allí esa tal Haruka dobló una rodilla para estar a la altura de la pequeña y esbozando una amable sonrisa le dijo, en tanto le ofrecía el peluche.

- ¿Es este tu osito? - Le inquirió.-
- Sí, es el señor Eskipi.- Replicó la cría con algo de timidez.-
- Vaya, - le sonrió esa otra mujer de largo pelo verdoso tras acercarse a su vez. - Es un osito muy bonito.
- ¿Sí?, ¿eso es lo que te parece? - Le preguntó su amiga, la rubia del pelo corto. -
- ¿Es que estás celosa? - se rio la interpelada. -
-Podría ser…-repuso su interlocutora con tono desenfadado añadiendo divertida. - Es un apuesto galán...

            Kerria se abrazó a su peluche, lo que hizo que esas dos mujeres sonrieran con ternura. Roy entre tanto le comentó a la pequeña.

-Bueno hija, di buenas noches a estas dos señoritas y vuélvete a dormir.
-Tengo miedo. - Pudo decir con una vocecilla muy inquietada al afirmar. - ¿Y si hay vampiros y demonios en mi cuarto?

            Sus padres se miraron con preocupación. No sabían cuánto tiempo habría estado Kerria allí, escuchando su conversación. Lo cierto es que se habían dicho cosas que no eran en absoluto aptas para que las oyese una niña tan pequeña.

-Bueno cielo. Tienes al señor Eskipi, él no dejaría que te hiciesen nada malo. - Pudo decir su madre no sin gesto ni tono de voz apurados. -

            No obstante, la cría no parecía demasiado convencida. Fue entonces cuando Haruka se dirigió a ella, nuevamente de rodillas para poder mirarla a los ojos. Le sonrió guiñándole uno con complicidad y le susurró como si nadie más pudiese escucharla.

-Guárdame el secreto. Pero la verdad es que no hay demonios, ni vampiros.
- ¿No? - Se sorprendió la niña afirmando. - Si papá ha dicho que los vio. ¿Tú los has visto?

Su padre se llevó las manos a la cabeza. Pero Kerria se fijó en que unas lágrimas resbalaban por el rostro de esa mujer que la observaba.

- ¿Por qué lloras? - Le preguntó sorprendida. -

            Enseguida esa chica rubia se las enjugó con un pañuelo respondiendo.

-Me ha entrado algo en el ojo. No te preocupes, cielo.
- No quiero que me coman esos vampiros. - Pudo insistir la niña con el temor reflejado en su vocecilla. -

            Por suerte, la Guerrera Urano era mujer de recursos, se rio para sorpresa de todos y exclamó divertida.

- ¡No hagas caso! Es que les estábamos contando a tus papás una fiesta de Halloween que hicimos en casa. ¡Fue muy divertida! Me disfracé de demonio y mi amiga Michiru de vampira. ¿Verdad? - Inquirió a su compañera que asintió tras sonreírle a la pequeña. -
-Teníamos una calabaza muy grandota a la que pusimos unas velas para que se viera por la noche. - Le informó la aludida, que no era otra sino la guerrera Neptuno. -
- ¡Ah! Mis papás, mi hermano Leval y yo hicimos lo mismo. - Rio Kerria ahora visiblemente divertida contándoles a esas señoras tan simpáticas. -  Teníamos una calabaza muy grande, seguro que era más grande que la vuestra.
- ¡Seguro que sí, cielo! - Le sonrió Haruka mesándole el pelo con bastante cariño. -
-Bueno hija, pues ya sabes el gran secreto. No se lo cuentes a nadie. ¿Eh? - Afirmó Roy que la subió sobre sus hombros en tanto le repetía.- Ahora da las buenas noches y a soñar con tu calabaza.

            En esta ocasión Kerria obedeció, ya estaba más tranquila. Si era todo por el Halloween es que eran disfraces divertidos. Agitó la manita hacia su mamá y esas dos señoras que le devolvieron el saludo, muy sonrientes. Después su papá la acostó. Apenas si recordaba nada más. ¡Ironías del destino! Años después tuvo que enfrentarse personalmente contra ese horror y supo la terrible verdad. Esas dos mujeres y sus padres trataron de protegerla de aquellas historias siendo niña. Por suerte entre ella y las demás Justices, ayudadas por su exnovia Debbie, pudieron acabar con ellos definitivamente. Ahora suspiraba y reflexionaba sobre aquello. En su opinión todo se reducía a la inocencia. Cuando ella misma era una niña desprovista de cualquier tipo de maldad o de prejuicio. Luego llegó ese despertar, precisamente por sus inclinaciones sexuales tuvo aquellos terribles problemas en el instituto, más tarde fue poseída por ese siniestro mal que la tornó en Devilish Lady. Aquello casi le costó la vida a ella y a los suyos y también un montón de tiempo con remordimientos sobre lo que le había hecho a su familia. Pero fue capaz de pasar página y superarlo, como iba a superar esto. En verdad había recorrido un largo camino. Y esas dos mujeres, valientes guerreras de la justicia como pudo descubrir años después, le habían dado ejemplo. Para ella era todo un honor que le hubiesen escrito para darle su apoyo, realmente lo agradecía. Se guardó el teléfono cuidadosamente y entró en casa, iba a enseñárselo a sus padres. Pero se olvidó a los pocos instantes ya que Roy se adelantó. La aguardaba con un nuevo mensaje.

- Te han llamado esos del Orgullo Gay. - La informó sin hacerle demasiada gracia. - Te invitan a visitarlos mañana, si no tienes nada que hacer.
- Por mí, ¡encantada! - dijo Kerria de muy buen humor. -
- No me gusta demasiado esa gente, - le confesó su padre - no todos son como tú. Hay mucho pervertido.
- Papá, si los conocieras comprobarías que son gente estupenda. - Rebatió ella de forma conciliadora. -
- Hija, ten cuidado. - Le advirtió Roy. -
- ¿Por qué no te vienes conmigo mañana?,- le pidió la animada muchacha. -
- ¿Yo?  ¿Ir a ese sitio? - clamó su progenitor espantado en tanto agitaba las manos. - ¡Ni hablar!
- Anda, papá. - Le insistió su hija de forma melosa, agregando no sin humor. - Si vienes conmigo no debes tener miedo.
- ¿Miedo yo? - Roy negó con la cabeza para sentenciar. - Mañana iré contigo y ya verán esos...
- ¡Papá! - sonrió Kerria agarrándose a uno de sus brazos. -No te pongas violento, por favor. Trata de ser más tolerante. Son personas como tú y como yo. También tendrán padres y madres que los quieran. ¿No crees?
- Trataré de serlo. Discúlpame, cariño. - Suspiró Roy sabiendo que eso le iba a costar Dios y ayuda, pero todo fuera por su hija. – Sí, es verdad…tienes razón.

            Además, las últimas palabras de la muchacha le hicieron pensar. A él no le gustaría que nadie se metiese con Kerria y había sido testigo del sufrimiento de la muchacha. Lo más normal es que esas gentes también tuvieran padres y madres que sufrieran por ellos.

-Mi hija está en lo cierto. Son personas. - Meditó reprobándose por sus comentarios anteriores.-

Suspiró. Y al día siguiente cumpliendo su promesa (algo de lo que ya se iba arrepintiendo varias veces a lo largo del camino), llevó a su hija a la sede de aquella asociación. Nada más aparcar comenzó a comportarse de forma algo paranoica. Se acercó a la pared apoyándose en ella. Kerria le observó sorprendida inquiriéndole  casi con un cuchicheo.

- Papá, ¿qué haces?
- Yo, nada…- sonrió él de forma estúpida. - No es que no me fíe, pero…
- ¡No seas tonto! - Suspiró la chica armándose de paciencia. -

            Él se dejó convencer y entró con su hija a un amplio local bien amueblado. La joven y él fueron recibidos por dos hombres, aunque Roy dudaba bastante de que así fuera.

- Hola ¿eres Kerria, a que sí? - Saludó uno alto y medio calvo, con una camiseta lila ajustada, dándole dos besos de forma muy amanerada. -
- ¡Qué alegría que hayas venido! - Repuso el otro, que por el contrario, era moreno y bastante fornido y vestía con un camisa de tirantes. - ¿Y este señor tan atractivo que te acompaña? - Quiso saber lanzándole al recién llegado una interesada mirada. -

            Roy se quedó visiblemente perplejo, aunque su hija le sujetó del brazo para evitar que se alejase.

- Es mi padre…- sonrió. -
- ¡Pero si es Roy Malden! - Exclamó el calvo. - ¡No me diga que también es de los nuestros! Un hombretón como usted, tan fuerte. Tan viril ¡Qué bien!
- No, …no… yo…- tartamudeó Roy visiblemente espantado para oponer -...que va, estoy casado…con una mujer ¿eh?
- Eso no tiene que ver. - Sonrió el tipo moreno informándole para mayor horror de su interlocutor. -Muchos de nosotros nos casamos, por una razón u otra, pero luego descubrimos cuales eran nuestras verdaderas inclinaciones. Y ahora nos casamos entre nosotros.

            Entonces, por suerte para el interpelado, su hija intervino sacándole del aprieto con una media sonrisa que trataba de sujetar una carcajada.

- Mi padre ha venido a acompañarme para ver cómo era este sitio, y os puedo asegurar que él no es gay. Podéis consultárselo a mi madre.
- ¡Qué lástima! - Suspiró el calvo mirando a Roy como si tratase de desnudarlo con la vista. - Ahora comprendo de dónde has sacado tú esos ojazos verdes tan hermosos, Kerria.

            Mientras su hija se sonreía tratando con evidente dificultad de no reírse a carcajadas, Roy no sabía si agradecer el cumplido o sacudirle a ese tipo una buena castaña. La muchacha dio las gracias por él y le guió al interior. Su padre se sentía incomodísimo al notar la presencia de esos dos tipos tras de él.

- Vamos papá no vayas tan rígido, parece que te hayan almidonado los calzoncillos. - Rio Kerria. -

            El aludido iba a decir algo, pero no tuvo tiempo. Un hombre de pelo cano, vestido con un jersey azul claro de cuello alto y pantalones largos blancos, se acercó a ellos saludándoles.

- Qué agradable sorpresa, es usted Kerria Malden ¿verdad? Me han dicho que acababa de llegar. Me presentaré, soy Sebastián Koen, el presidente de la asociación.
- ¡Joer!, si éste es el presidente, ¡cómo será! - Pensó Roy bastante alarmado, - viendo a los otros que debían de ser sólo los conserjes. - Y entre tanto pensaba esto estrechó tímidamente la mano de Sebastián al igual que había hecho su hija. -

            Ella saludó a un par de chicas que se les acercaron agarradas de la mano para besarse a su lado. Su padre miraba hacia todos los lados, descubriendo escenas similares entre parejas del mismo sexo. Le parecía estar en medio de una pesadilla.

- No tema usted, aquí nadie le va a violentar. - Le aseguró amablemente Sebastián como si fuera capaz de adivinarle el pensamiento. -
- No, si yo no pensaba…- repuso Roy tratando de disimular la aprehensión que le producía aquel sitio. - Es que no estoy acostumbrado a esto.
- Se siente usted diferente a lo que le rodea. No tema, es natural. - Sonrió Sebastián añadiendo en tanto ponía el dedo en la llaga. - Hágase cargo de cómo nos sentimos nosotros respecto al resto de la sociedad. Con la diferencia de que aquí nadie le va a prejuzgar a usted por no ser homosexual.
- Entiendo lo que me quiere decir- reconoció Roy. - No ha debido ser fácil para usted y los suyos. Lo sé por la situación de mi hija.
- Su hija es una de las personas más valientes que he visto y es un placer conocerla en persona. Ha hecho muchísimo por nosotros. Todo con su sinceridad y su talento. - Alabó aquel hombre de gesto sereno y hablar equilibrado. -
- He de reconocer que ella ha cambiado mucho mi visión acerca de su colectivo. Verá, fui criado con unos valores e ideas muy determinados. Y me sigue resultando difícil variarlos. - Confesó su interlocutor. -

Sebastián compuso un gesto de satisfacción y contestó entre amable y reflexivamente.

-Sin embargo, usted está esforzándose por ir más allá de esos valores y por comprender, señor Malden. Eso es muy meritorio. Créame cuando le digo que he visto otros casos así. Padres y madres que han variado su pensamiento gracias a sus hijos e hijas. Cuando la empatía se pone en práctica y se vive en primera persona el dolor y la tristeza de muchas personas gais, trans o de sexualidad binaria deben soportar el desprecio o la incomprensión de muchos sectores de la sociedad.
-Es cierto. He visto lo mucho que mi hija ha sufrido. Y veo que ella no ha hecho nada malo por ser cómo es. - Admitió Roy, pese a lo cual, objetó con una voz teñida de resignado pesar. - Aunque siéndole sincero yo tenía para ella la ilusión de que fundase una familia…
- ¿Y quién le dice que no lo hará? Tenga usted paciencia. - Le animó aquel hombre. -

De hecho, a su contertulio le pareció bastante inteligente y notable en el resto de la conversación que mantuvieron, sobre diversos temas. Casi sin darse cuenta pasó al menos una hora departiendo sobre política, actualidad, e incluso la situación de los Knicks. Momento en el que Sebastián sonrió para comentar.

- Otro estereotipo que salta por los aires. Muchos dicen que a los gais no nos gustan los deportes. Pues le aseguro que, a mi pareja, Pedro, le encanta el baloncesto y es un devoto hincha de su equipo. Espero que este año le den ustedes muchas satisfacciones.
- ¡Espero que se refiera a las deportivas! – Pensó Roy que enseguida asintió suspirando. - Eso intentaremos. La cosa no está nada fácil…
-Eso lo hará mucho más meritorio y apasionante sin ninguna duda. Lo mismo que nuestra lucha. – Contestó Sebastián. -
-Las cosas valen mucho más cuando uno debe de esforzarse por lograrlas- Sentenció su interlocutor. –

            Empero, una vez más aquel hombre le sorprendió, haciéndole reflexionar, al responder.

- Y no debería ser así en este caso. Luchar por que no se nos insulte o incluso ataque y persiga por ser como somos. Eso es como si tuviéramos que reivindicar el derecho a respirar. ¿No cree?
-Es verdad. Ha sido un placer conocerle, señor Koen. – Admitió sinceramente Roy al despedirse de Sebastián -...
- Lo mismo digo señor Malden, - sonrió éste estrechando su mano nuevamente para alejarse dispuesto a atender a otros invitados. -

            Así pues esperó pacientemente a que su hija terminase, se cruzó con un par de individuos o individuas, no lo sabía con seguridad. Al menos merced a ese vestuario que llevaban, enormes botas de plataforma y vestidos de falda corta, amén de una cara profusamente maquillada. Uno o una, seguía sin poderlo adivinar, se acercó a él y le inquirió con voz neutra y meliflua.

- ¿Tú eres nuevo por aquí, chato?...
- Eh, no, no, sólo pasaba a visitar el lugar. - Respondió Roy retrocediendo discreta e instintivamente. -Es que mi hija tiene amigos por aquí.
- ¿Tú hija?,- le respondió otro que sí le pareció un hombre, entre otros detalles porque se le notaba a medio afeitar. -
- Esa de allí, - señaló él, aliviado al descubrir a Kerria acercándose hacia donde estaba. -
- ¡Uy! - chilló aquel tipo llevándose las manos a la cara. - Pero fíjate, si es Kerria Malden, y tú eres su papá. - Añadió con tono bastante peculiar. -
- Sí, soy su padre, y estoy muy orgulloso de ella. - Repuso éste tratando de escaparse de allí. - ¡Kerria! - la llamó en voz alta - mira hija aquí dos…- no sabía si decir señoras o caballeros así que limitó a añadir con patente envaramiento. -  Bueno, dos personas que quieren conocerte.

             La divertida chica se llegó junto a esos individuos y les dio la mano y dos besos.

- Encantada, soy Kerria Lorein Malden.
- Yo Charlen- contestó la que no se sabía si era hombre o mujer. -
- Yo Lili, - repuso a su vez la de media barba que le inquirió con tono confidencial, como si el propio y horrorizado Roy no estuviera escuchándole. - Oye, tienes que decirme si tu papa está libre.
- Pues lo siento, - sonrió la divertida muchacha sentenciando. - Pero está muy feliz con mi madre.
- ¡Qué lástima, chica! ¡Otra vez será! - Respondió Lili guiñándole un ojo a un pálido Roy y perdiéndose entre el barullo. -
- Encantada de conoceros. Hasta luego. - Se despidió Charlen a su vez. -

            Roy les saludó con la mano pegada al hombro y la espalda contra la pared. Su hija aun riéndose le tomó del brazo sacándole de allí.

- ¡Vaya papá, no se te puede dejar solo, eres un ligón!
- Muy graciosa, - musitó él. -

Sin poder parar de reír, Kerria se fue del brazo de su padre, de camino iba pensando en las conversaciones que había mantenido. En tanto Roy charlaba con Sebastián, ella lo hizo con la pareja de éste. Se trataba de un tal Pedro Zerol, un hombre enjuto, de aproximadamente cincuenta años, más o menos de la altura de ella, pelo corto y con bastantes entradas, que vestía un traje con corbata de tonos marrones claros. La estuvo elogiando por su valiente intervención en el programa de Mats, al tiempo que le decía.

-Sebastián y yo somos, además de pareja, abogados y socios. Tenemos un bufete que se ocupa de denunciar casos de discriminación sexual. No solamente de la comunidad LGTBI, también acoso a mujeres y otros tipos de violencia y desigualdades raciales o sociales.
-Yo estudio derecho. - Le dijo la chica agregando. - Hasta hace poco hice prácticas en un bufete, pero tuve que dejarlo. Casi no me dejaban más que llevar carpetas de un lado a otro y organizar escritorios.
-Pues no nos vendría mal una ayudante como usted. – Le sonrió débilmente su interlocutor. -
- ¿Lo dice de veras? ¡Sería estupendo! - Sonrió la muchacha a la que esa propuesta le entusiasmaba, mientras le contaba a ese hombre. - Verá. Quiero hacer una solicitud para entrar en Harvard y necesito un currículo de méritos.
- Hablaré con Sebastián y veremos que se puede hacer. Puede enviar un currículo a nuestro departamento de recursos humanos y lo revisaremos. - Le prometió Pedro que agregó en tanto sacaba un cd. - Por cierto. Si tiene un rato me gustaría que escuchase alguna canción de este artista. Vendrá a visitarnos en breve y está buscando alguien con quién interpretar un revival de una canción de su repertorio. Una que hace muchos años tuvo gran éxito y que respalda nuestra lucha por la igualdad. Usted podría ser una excelente elección.

            La muchacha ojeó ese cd, tenía una extraña portada de colores entre rojos y negros con una estrella de cinco puntas y dos perfiles de una cara en esos mismos tonos. Lo guardó en su bolso y sonrió.

-Lo haré. Para mí sería un honor. Muchas gracias…

            Al poco se despidió de aquel hombre y junto a su padre retronaban en coche. Entonces ella se acordó del cd y lo sacó. Su padre aún tenía reproductor de mp3 y cd en el automóvil.

-Me han dado este cd para que lo escuche. - Comentó. -

            Y se lo pasó a Roy quien antes de arrancar le echó un vistazo. Para sorpresa de la chica él dio muestras de reconocerlo y exclamó.

- ¡Leche! Si es de Jimmy Som…
- ¿Lo conoces? - Pudo preguntarle su hija. -
- Claro, este tío era muy bueno. Supongo que todavía lo será. Esta música se escuchaba bastante a finales de los ochenta, a mí como me gustaba el British pop como a tu tío Tom pues algo oí. Venga, vamos a ponerlo.
- Me extraña que te gustase la música de alguien que es… bueno, como yo...- Sonrió la chica. -
-Tu música y tus canciones me encantan, hija. - Replicó desenfadadamente Roy afirmando sin pudor. - Y la de este tipo también, de hecho, suele suceder que los mejores cantantes son gais. Como el maestro Freddie. Bueno, ¡excepto tu tío Tom y yo, claro, y de él a veces tengo mis dudas, ja, ja! Tiene muy buen gusto decorando. - Rio ahora y su hija con él.

            Aunque Kerria enseguida le miró seria para comentar.

- ¡Papá! Tienes que dejar de centrarte en los estereotipos.
-Bueno, es que nada más entrar me topé con algunos. ¡Esas locas! - Fue capaz de calificar. -
-Cada persona se expresa libremente. Hay personas que gustan de vestir y de actuar de una manera y otras en cambio nada tienen que ver. Nosotros tenemos una identidad sexual o de género, pero eso no es lo único que nos define como seres humanos. A algunos les puede gustar el deporte, a otros cantar, muchos son muy serios y poco habladores en tanto otros no paran de cotorrear. - Declaró Kerria, ejemplificando aquello, para remachar. – Y para eso da igual si eres homosexual, heterosexual, cis, trans o cualquier otra cosa. Este cantante sin ir más lejos te gusta. Tú mismo lo has dicho, y eso no tiene nada que ver con su sexualidad, sino con su música, que, por cierto, debe de ser muy reivindicativa en la lucha por la igualdad de nuestro colectivo.
- Lo cierto es que no me fijaba en el mensaje ni nada, simplemente me encantaba el ritmo y su forma de cantar. - Le confesó su padre. -

            Y puso el cd y de vuelta a casa escucharon algunos temas. A Kerria le gustó. Era tal y como su padre había dicho, cantaba con voz de falsete bastante peculiar, pero tenía mucho ritmo. En particular le llamó la atención una que hablaba sobre leer los labios, creía que era a la que Pedro se había referido. Muy reivindicativa desde luego. ¡Ojalá que pudiera actuar con él!, tal y como ese abogado le había comentado. Sería una suerte también que pudiera ir a hacer las prácticas con ellos a su bufete…

-Sí, realmente me gustaría mucho. 
- ¿El que, cariño?- Inquirió Roy.-
     
    Su hija le desveló sus reflexiones agregando de manera algo insegura.

-Espero que no me quieran solamente por la publicidad del momento.
-En honor a la verdad, el tal Sebastián no me ha dado esa impresión. Parece un hombre íntegro y cabal. -Admitió Roy alentando a su hija. - Yo de ti, aceptaría.
-Gracias papá. - Sonrió la muchacha decidida a hacerlo. -

Tras un rato de carretera y canciones volvieron a casa a tiempo para que la chica se pusiera al teléfono, Samantha le pidió salir el día siguiente. Ella aceptó sin dudarlo. Las dos fueron quedando los días y las semanas siguientes. El disco salió al mercado y se vendió maravillosamente. Junto con Katherine e Idina hizo también algunas actuaciones. Al poco se pusieron en contacto con ella para ver si estaba interesada en actuar con aquel hombre. Y no solo ella sino también las otras componentes del grupo participaron en la canción y haciendo los coros.

Aquí estamos y mantendremos nuestra posición
Y no nos moveremos por lo que dicen 

Así que vamos a gritar (shout!) 
Tan fuerte como sea posible 
Y vamos a gritar (shout!) 
"Hasta que escuchen nuestras demandas 
El dinero es lo que necesitamos, no la complacencia 

Lee mis labios y ellos le dirán 
Ya basta, ya basta, ya basta
Encontrar la cura no es la única solución 
Y no es un caso de absolver al pecador 

Y aquel artista no paraba de bailar uy moverse por todo el escenario, las chicas le acompañaban arropándole con gran destreza…

Así que vamos a luchar (fight!) 
Por amor y con orgullo 
Y vamos a luchar (fight!) 
De pie juntos al 
Derecho a vivir y morir con dignidad 

Lee mis labios y ellos le dirán 
Ya basta, ya basta, ya basta, ya basta

Lee mis labios y ellos le dirán 
Ya basta, ya basta, ya basta, ya basta

            Todos juntos coreaban el estribillo, aquel tipo hasta hacía duetos con cada una de ellas. E incluso a unas avezadas y talentosas cantantes como eran las chicas, les costaba trabajo seguirle.

Lee mis labios y ellos le dirán 
Ya basta, ya basta, ya basta, ya basta

El poder dentro de 
Podemos utilizarlo para ganar 

El poder dentro de 
Podemos utilizarlo para ganar 

El poder dentro de 
Podemos utilizarlo para ganar 

Así que vamos a gritar (shout!) 
Tan fuerte como sea posible 
Y vamos a luchar (fight!) 
"Hasta que nuestras demandas 
El dinero es lo que necesitamos, no la complacencia 

Lee mis labios y ellos le dirán 
¡Ya basta, ya basta!, ya basta!

Lee mis labios y ellos le dirán 
¡Ya basta, ya basta!, ya basta!

Lee mis labios y ellos le dirán 
¡Ya basta, ya basta!, ya basta!

Lee mis labios y ellos le dirán 
¡Ya basta, ya basta!, ya basta!

Lee mis labios y ellos le dirán 
¡Ya basta, ya basta!, ya basta!

Lee mis labios ahora.
Lee mis labios ahora.

Lee mis labios ahora.
Lee mis labios ahora.
Lee mis labios ahora.

¡Podeeer!
¡Podeeer!

El poder dentro de 
Podemos utilizarlo para ganar 

El poder dentro de 
Podemos utilizarlo para ganar 

El poder dentro de 
Podemos utilizarlo para ganar 

El poder dentro de 
Podemos utilizarlo para ganar 

¡Podeeer!
El poder dentro de 
Podemos utilizarlo para ganar 

(Read My Leaps. Jimmy Sommerville. Crédito al autor)

            Al terminar todas se abrazaron con ese intérprete, dándoles las gracias por haber tenido aquella oportunidad. Sonriente él expresó lo propio, declarando.

-Sois unas jovencitas muy prometedoras, seguid así.

 Tras la actuación todas se fotografiaron con aquel fabuloso artista. Kerria en particular se sintió muy orgullosa de haber contribuido a esa causa. Aunque lo mismo podría aplicarse a sus primas y al resto de la familia. Casi al terminar con esa promoción, le ofrecieron ir al bufete de Sebastián Koen y Pedro Zerol, lo que ella aceptó de inmediato y con gran agrado. Le llegó una carta con el membrete oficial que ella leyó encantada y muy contenta, ante las orgullosas miradas de sus padres.

- “Atendiendo a su currículo y a su significada lucha por el respeto y la defensa de los derechos de nuestra comunidad. Nos sentiríamos muy honrados si aceptase incorporarse a nuestro bufete a partir de mañana a las nueve de la mañana, en calidad de ayudante de pasantía.”- Leyó. -

-Es una noticia estupenda, hija. - Sonrió Bertie. -
-Bueno, seré la becaria de la oficina, pero por algo se empieza. - Afirmó la ilusionada chica. -
-Puedes estar muy orgullosa. - Asintió Roy dándole un sentido abrazo. -

            Kerria se dejó halagar, eso nunca venía mal. Aunque siendo como era tenía ciertos miedos. ¿Y si aquello en efecto era a consecuencia de su recién adquirida fama? ¿O acaso tuviera algo que ver con que su padre era también una celebridad deportiva?

-No a un nivel de popularidad. - Aunque papá ha sido un jugador de baloncesto muy famoso. Pero supongo que eso no tendrá mucho efecto en un bufete legal. - Pensó para seguir conjeturando. - Y mi madre no es famosa. ¿Y si supieran de los poderes que ambos tienen?

            Aunque le pareció poco probable, tampoco quiso comentárselo a sus padres por no ponerles en una complicada tesitura. A buen seguro que si tenían algo que ver lo pasarían mal y sino su padre enseguida iría a pedir explicaciones.

-Ante la duda, mejor no decirles nada. - Decidió Kerria. -

Empero, no le gustaba nada la idea de ser aceptada en ese bufete, por muy bien que eso pudiera venirle para su futura carrera, si no era por sus propios méritos.

-La única manera de salir de dudas es ir allí. - Se arengó. -

Así pues, al día siguiente fue y le sorprendió ser recibida por una mujer de mediana edad, cabello claro corto y ojos azules con expresión triste.

-Pasa, por favor. - Le pidió aquella individua ofreciéndole sentarse con un ademán, en la silla que se enfrentaba a la de ella, en el interior de su despacho. -

            Lo hizo, y esa mujer sonrió, al preguntar con visos de saber ya la respuesta.

- ¿Eres Kerria Lorein Malden?
-Sí, señora…- Dudó, dado que no recordaba el nombre de esa mujer. -
-Señorita…April Sinclair. - Sonrió ésta percatándose de ello. -
- ¡Oh!, disculpe. - Se apresuró a decir algo azorada. -
-No importa. Me alegra tenerte aquí. - Declaró amablemente esa mujer. -
-Le estoy muy agradecida. - Repuso Kerria al estrecharle la mano, deseando saber con genuino interés tras admitir.- Pero debo decir que me sorprende, no la conozco a usted de nada. ¿Qué le hizo recomendarme ante los dueños?

            Su interlocutora le sostuvo la mirada durante unos instantes con unos inquisitivos ojos azules. Al fin sonrió de modo fugar.

-Te pareces a ellos. Sobre todo, con esa trenza. Eres la viva imagen de Bertie.
- ¿Conoce a mi madre? - Inquirió la atónita Kerria. -
-Fui compañera suya y de tu padre, en la universidad. - Afirmó esa mujer con voz queda al remachar. - Me gustaría poder decir que fueron buenos tiempos, pero mentiría. Yo estaba muy perdida y enferma entonces.
-Lo siento. - Pudo decir su apurada contertulia, sin saber que más añadir. - Pero verá, no me gustaría que esa fuese la única razón…
- ¿La única razón para qué? - Le preguntó esa individua observándola con ojos inquisitivos. -
-Para que me haya recomendado, señorita Sinclair. - No me siento cómoda con eso. Si realmente mi currículo no es el adecuado.

            April la observó entonces con un interés que parecía maternal y sonrió. Enseguida se puso más seria e incluso adoptando un tono consternado, tomó la palabra.

-Verás, aprecio tu sinceridad en lo que vale. Mejor así, yo seré franca también. No quiero que creas que te he recomendado solamente por ser una antigua compañera de tus padres. Ellos ni saben nada, ni tienen nada que ver en esa decisión. A decir verdad, te agradecería que por ahora no les hablases de mí, no nos unen lazos de amistad. Bueno, yo apreciaba mucho a tu madre y a tu tía Cooan. Aunque nunca me gustó tu padre.
-Bueno, si trabaja usted aquí, puedo comprenderlo. - Se atrevió a decir Kerria a la par que sonreía.-

            Nadie desconocía que ese bufete estaba integrado en su mayor parte por personas del colectivo LGTBI, de modo que ella pensó enseguida que ese era el motivo. Por guapo que su padre fuese, esa mujer ni le habría mirado. Empero, se sorprendió cuando April movió la cabeza para confesarle.

-No, me refiero a que no me gustaba como persona. Además, estaba muy celosa de él.
- ¿De él y de mi madre? - Aventuró su perpleja interlocutora. -
-No. - Sonrió ahora April. - No tenía nada que ver con tu madre. A ella la conocí un año después que a él. Se trataba de otra persona.
-No sé qué podría pasar entre mi padre y usted entonces, pero le aseguro que no es mala persona, al contrario. - Quiso defenderle Kerria. -

            Su contertulia guardó un embarazoso silencio. Eso dejó visiblemente inquieta a la muchacha que se atrevió a exponer.

- ¿Acaso trata de insinuar que él se propasó con usted?
-No insinuó eso. Desde luego no hizo tal cosa, pero tuve una experiencia muy desagradable estando él de por medio. No fue culpa suya, pero no lo puedo olvidar. Es algo bastante complicado de explicar.
-Le agradecería que lo intentase. - Le pidió Kerria alegando casi como si estuviese ejerciendo el papel de abogado en un interrogatorio. - No comprendo lo que dice, ¿fue él o no lo fue?

            Su interlocutora suspiró ahora tratando de aparcar ese tema y respondió de forma más conciliadora.

-Puede que también yo le mirase de mala forma debido a las circunstancias que vivimos. Y él también habrá madurado. - Respondió una incomodada April para cambiar enseguida de tema.-Bueno, eso ya no importa. Sería largo de contar, ya hablaremos de eso más adelante. Ahora tengo otra preocupación más urgente que me gustaría comentarte.
-De acuerdo. - Convino su atónita oyente.-

            April asintió para relatarle.

-Verás, yo…, lo mismo que Roy y Bertie te tuvieron a ti, también tuve una hija. Ocurrió durante mis años de estudiante en la Golden. Pero ellos jamás lo supieron. Yo llevaba una doble vida. Durante muchas ocasiones incluso ni me acordaba de lo que mi otra mitad, por así llamarla, había hecho. Solamente sé que, durante segundo curso de la carrera, me di cuenta de que estaba embarazada.
-Vaya, lo lamento. - Musitó Kerria quien enseguida rectificó. - Quiero decir, un embarazo no deseado es todo un problema.
-Sí que lo es. Pero yo siempre quise tener a mi bebé. A fin de cuentas, no fue culpa suya. No anduve con compañía muy adecuadas que digamos y mi pobre niña se vio expuesta a muy malas influencias. Entonces yo no pude hacer nada por evitarlo. Luego…

            Suspiró casi emocionándose…Kerria enseguida lo vio y no tardó en decir entre apurada y sorprendida.

-Por favor, no tiene que contarme nada de eso. Es su vida privada y solamente soy una becaria que le agradece mucho esta oportunidad. Sea como sea, trabajaré duro para demostrar que merezco su confianza.

            Desde luego, ella no conocía a esa mujer de nada y le estaba desnudando su alma allí mismo. Se sentía muy cohibida e incluso azorada. Empero, April sonrió ahora y con algo más de ánimo y con voz queda, le respondió.

-No, tú eres mucho más que eso. Y no me interpretes mal. Sé que tienes madera de buena abogada. He leído tu carta de solicitud para este puesto y he investigado un poco sobre ti. Tu sentido de la justicia y la honradez me gustan mucho…lo llevas en la sangre, créeme.

            Esas últimas palabras dejaron perpleja a Kerria, aunque no se atrevió a preguntar más sobre ello. Pero tampoco la señorita Sinclair pudo ahondar en el asunto, recibió una llamada de trabajo y tuvo que terminar la conversación, remachando.

-Ya tendremos tiempo de hablar.

            Y dejaron ese tema. No tardaron en indicarle sus obligaciones. Y era lo que ella se había imaginado, más bien temido. Sacar copias de informes, preparar resúmenes y dosieres de documentación para casos. Empero, se puso a la tarea con ganas, censurándose a sí misma.

- ¡No habrías creído que te iban a poner de abogada principal en un gran caso nada más llegar! Tengo que trabajar duro y hacer méritos, y sobre todo aprender mucho aquí.

Entre tanto su relación con Samantha estaba cimentándose cada día más. Al margen de la faceta sexual y afectiva charlaban mucho y podían confiarse cada vez más cosas. Kerria le había hablado a su pareja de sus padres y de su hermano, de sus amigas y también de Brian. La publicista por su parte no contaba demasiado acerca de ella misma. Sólo que tenía una hermana pequeña que aún vivía con sus padres y que estudiaba en la universidad.

-Mi hermana Terry debe tener casi tu edad. - Sonrió algo nerviosa en tanto el contaba. - Ella estudia en la universidad de Louisville. Igual que hice yo. Me gradué en negocios. Marketing y económicas. Mis padres viven en la capital, Frankfort.

            Y es que Samantha era unos cuatro o cinco años mayor que ella. Pero esa diferencia apenas se notaba. Casi daba la impresión de ser, al contrario, Kerria era más alta y robusta y se erigía en la figura protectora, en lugar de ser al revés.

- ¿Y te viniste aquí buscando empleo? - Creyó averiguar Kerria. -
-Sí, eso…-Comentó algo trémulamente Sam para agregar. - Nueva York es una gran ciudad, no digo que Louisville esté mal, pero quería ampliar horizontes. Y voy a ver a mi familia por Navidad o por Acción de Gracias.

Sam continuó contándole lo mucho que le gustaba el trabajo que desempeñaba, y por supuesto que le susurró, tras darle un ligero beso en los labios.

-Además, gracias a este empleo te he conocido a ti.

Reconoció, eso sí, que a veces había chocado un poco con su familia por diferencias de caracteres con su padre. Pero no fue más lejos, Kerria no quiso insistir en ese tema notando que a su novia le era cuando menos incómodo. Quizás algún día fuese Sam la que motu proprio lo hiciera. Hasta entonces seguían quedando y conversando después del trabajo o yendo a cenar, aparte claro está, de sus otros encuentros de tipo amoroso.  Ella por su parte le contaba la gran ilusión que le hacía haber entrado en ese bufete.

-Verás, mi verdadera vocación es llegar a ser una buena abogada y quizás incluso jurista. Quiero luchar por los derechos de la gente. A veces sueño despierta e imagino, no sé, una ley que se llame, la ley Malden a favor de los derechos de las minorías, o algo así.

 Rio un poco y Sam sonrió con ella, observándola engatusada, en tanto apoyaba su cabeza en ambas manos.

- ¿Y cantar?- Quiso saber su pareja entonces, afirmando.- Cuando cantas se nota que pones toda tu pasión en ello.

            Kerria asintió, era verdad, aunque enseguida matizó.

-Cantar me gusta mucho, pero no quiero dedicarme a ello toda la vida. Ni hacerlo mi profesión. No sé, a medida que mis primas van apartándose de eso, es como si yo perdiera el interés. Cuando comenzamos lo hicimos todos juntos, Tist, Idina, Kat, Granate y yo. Y ahora ya hay dos que no están. - Suspiró ahora con un tinte de tristeza al evocar la memoria de su difunto primo y de su desaparecida amiga. Empero, se rehízo rápidamente y añadió ya de un modo más neutro. - Sé que Idina quiere ser maestra, de hecho, está estudiando eso en la Golden. Allí fue donde estudiaron sus padres y los míos. En cuanto a Kathy, a ella le tira mucho ser actriz o periodista. Como ves, todas tenemos una vocación que se aparta del mundo de la música.
-Seguro que serás una abogada fantástica. Y tus primas son estupendas también. Por cierto, no tengo el gusto de conocerlas en persona todavía. A ver si las llamas y me las presentas. - Afirmó Sam evidenciando el deseo de que así fuera. -
-Pues son muy guapas. De modo que no sé yo si te las voy a presentar. - Bromeó Kerria ahora. -
-No tienen nada que temer de mí. Ya he encontrado a la chica de mis sueños. - Le susurró Samantha. -
- ¿Ah sí? - Respondió melosamente su pareja, queriendo saber con humor. - ¿Y quién es?
-Luego en mi apartamento te lo digo. - Repuso incitadoramente Sam.-

Y así transcurrían las cosas entre ellas. En una ocasión las dos se citaron en un parque cercano a casa de Kerria. Paseaban por allí conversando tranquilamente y tomándose de las manos a ratos.

- Me gustaría que vinieras a casa, Sam. - Le propuso su pareja con visible interés. -Tengo ganas de que conozcas a mis padres.
- No sé si será muy pronto todavía. - Objetó ella que parecía algo nerviosa. -
- No te preocupes, ellos te aceptarán encantados, les he hablado de ti.
- Los conozco por teléfono, ellos piensan que sólo trabajo contigo. - Opuso Samantha. -
- No. Ellos ya lo saben, no les oculto nada, - repuso Kerria sonriendo a su atónita compañera. - 

            Así era. Kerria les había comentado su relación con Sam. Por supuesto, tanto Roy como Bertie le dieron sus parabienes deseándole que fuera feliz. Y claro está, ambos le sugirieron que llevase a esa encantadora chica un día, para conocerla en persona. Al decirle esto a la apurada Samantha esta se puso colorada. Entonces admitió, no sin algo de vergüenza.

- Es por mí, no sé si estoy preparada para conocerlos.
- ¡No seas tonta, no te comerán! - Rio Kerria quien en ese instante añadió al hilo de un pensamiento que le había cruzado por la mente - y así, también te presentaré a Brian. – Entonces, llevándose una mano a la barbilla añadió con aire pensativo. - Por cierto, hace ya más de un par de semanas que no sé de él. Desde que nos dieron vacaciones en la facultad. Y a él también se las dieron en la suya. Es raro que no haya llamado.
- Quizás se haya ido a algún sitio - conjeturó Samantha - de todas formas, me encantaría conocerle.
- Le conocerás, seguro, también le hablé de ti. - Afirmó Kerria. -

Y realmente se sentía muy feliz ante esa posibilidad ya que, aparte de su familia, eran las personas más importantes en el mundo para ella. En esas disquisiciones estaban cuando las dos se sentaron en uno de los bancos llamando la atención de un grupito de chicos, el mayor de los cuales no debía de tener más de doce años. Se les acercaron casi sin que ellas se dieran cuenta.

- ¡Guay mirad! - Señaló uno con una gorra de béisbol y un monopatín en la mano. - ¿Esa de ahí no es Kerria? La de las Justices.
- ¡Es verdad! - Reconoció otro pelirrojo y pecoso con un balón de baloncesto en la mano. -
-¡Vamos a pedirle un autógrafo!- Les animó otro chico. -
- Es que está con una chica - indicó el de la gorra. -
- Mejor, seguro que es otra de su grupo…- dijo el pelirrojo entusiasmado, arengando a los otros. - ¡Vamos!...

            Los tres se acercaron hasta ellas uniéndoseles una niña de unos ocho años, de pelo rubio. El de la gorra la miró con desaprobación.

- Vete por ahí Sam, esto es cosa de mayores.
- Os he oído. A mí también me gustan las Justices, quiero un autógrafo de ellas, - respondió la chiquilla torciendo el morro. -

            El de la gorra la ignoró y se unió a sus amigos que ya rodeaban a la pareja. Kerria, dándose cuenta de aquel divertido asalto, se centró en observar a los muchachos.

-¿Queríais alguna cosa?- Les preguntó con amabilidad. -
- Tú eres Kerria de las Justices ¿a que sí? - Le preguntó el pelirrojo algo intimidado ahora al estar tan cerca. –
-Háblale de usted, que es mayor. - Le cuchicheo el otro de la gorra, con tinte apurado. -
- Sí, soy yo ¡No pasa nada! Podéis tutearme, no soy tan mayor. - Admitió Kerria dedicándole una sonrisa para quiere saber con amabilidad. - ¿Queríais algo?
- ¿Nos puedes dar tu autógrafo, por favor?- Le pidió esperanzadamente el pelirrojo. -
- Bueno, si es sólo eso. -  Convino Kerria para querer saber. - ¿Dónde quieres que te lo escriba?

            Los chicos rebuscaron entre sus cosas para tratar de encontrar un papel y un bolígrafo. Lo segundo lo tenían, aunque no lo primero.

- No has traído papel, ¡eres tonto! - Le recriminó el de la gorra al pelirrojo. -
- ¿Y tú qué?- se defendió éste  alegando con razón. - Haber sabido tú que íbamos a encontrarnos con una cantante de las Justices aquí.
- ¡Yo sí que tengo! - Exclamó el otro muchacho sacando unos folios de la mochila que llevaba en tanto Kerria y su pareja se miraban atónitas y se sonreían divertidas. -

            Por fin le dieron a la cantante el bolígrafo y tras preguntar por sus nombres ella firmó una tras otra en todas las hojas. Se sorprendía de que unos mocosetes como esos ya fueran sus fans. Entonces el muchacho que tenía los papeles le preguntó a Sam lleno de curiosidad.

- ¿Tú también eres del grupo?  No te he visto nunca. ¿Eres nueva? ¿Estás por Amatista?
- No, yo no pertenezco al grupo. - Sonrió Samantha sintiéndose realmente halagada. – Solamente soy una amiga - dijo tratando de suavizárselo al muchacho que posiblemente no comprendería la verdad. -

            Entonces llegó la niña que también quería un autógrafo. Su cara relucía llena de entusiasmo y anhelo. Kerria sonrió al percibirlo y aceptó en dárselo gustosa.

-¿Cómo te llamas, cariño? - Le preguntó con una voz bastante dulce. -
- Me llamo Samantha, pero me llaman Sam…- contestó poniéndose colorada y llena de emoción. -
-¡Vaya, si te llamas como yo!- Rio la compañera de  Kerria que se dirigió divertida a ésta mientras escribía. - Espero que le pondrás algo muy especial.
- Claro que sí. - Asintió la interpelada que recitó en tanto lo escribía. - Para Sam, mi guapísima nueva amiga, con mucho cariño de Kerria, de las Justices.

Y aunque no iban a usar más el nombre del grupo, en ese momento Kerria no pensó en eso. Los críos la identificaban de esa manera y supuso que no importaba. Por su parte la cría estaba encantada con su autógrafo y después de darle las gracias, sonrió y sin que nadie pudiera esperarlo le soltó a bocajarro a su admirada cantante.

-Oye… ¿De verdad crees que soy guapísima? - Sonrió la niña totalmente encantada con el piropo. -
- Claro que sí, tesoro. Tú eres muy bonita. - Respondió su interlocutora con tono muy jovial. -
- Entonces es verdad lo que dice mi hermano, ¡te gustan las chicas! ¿Cómo te pueden gustar si tú eres una chica? - Inquirió dejando a todos de una pieza. -

            Los chicos se miraron atónitos de lo que la niña había dicho, el de la gorra le reprendió en voz baja.

- ¿Cómo se te ocurre decirle eso, tonta? Se va a enfadar.

            La cría bajó la cabeza con visible preocupación. ¡No quería haberle dicho nada a esa artista que la enfadara! Pero Kerria escuchó aquello y respondió con total naturalidad y afecto.

- No, no me enfado. No hay porqué cielo, no te preocupes. - Luego se dirigió a la niña que la observaba con los ojos muy abiertos y le explicó con dulzura. - Verás, son cosas que ocurren. Cuando eres mayor sientes que te gustan los chicos o las chicas, o los dos. No tiene nada de malo. Ésta de aquí como te ha comentado ella antes es Samantha. ¿Ves?  Se llama como tú y es más que mi amiga, es mi pareja.

            Todos los chicos se ruborizaron visiblemente pero no así la pequeña que repuso con igual desparpajo.

- Eso quiere decir que es tu novia. ¿A que sí? - Kerria asintió con afecto, aquella pequeña le parecía realmente encantadora y su inocencia era algo muy refrescante. -
- Pues claro, tonta. - Le dijo su hermano azorado para halagar con sinceridad.  - Además también es muy guapa, ...
- Gracias - sonrió la Samantha adulta que casi se ponía colorada. - Eres muy amable.

             Podía sentir con gran claridad la diferencia entre el tono sincero e inocente de esos críos, desprovistos de maldad y los exabruptos de aquellos tipos que las atacaban o que solamente deseaban llevárselas a la cama.

-¡Qué lástima!. De niños todos somos inocentes y bienintencionados, luego es la presión social y lo políticamente correcto lo que nos cambia. - Pensó Kerria. -

            En eso, que esa cría le dijo riéndose de forma candorosa e incluso algo ruborizada.

- Claro. Y yo también te gustaré porque me llamo igual que tu novia.
- Tú me gustas mucho, y me gustarías igual, aunque te llamases de otra manera. - Le aseguró Kerria acariciándole la mejilla para afirmar, - eres una niña adorable. Me gustaría tener una hija como tú algún día.
- Pero no podrás si sales con una chica. - Intervino el pelirrojo con gesto atónito. -

            Kerria y Samantha se miraron sin decir nada y sonrieron. La publicista iba a decir algo cuando una mujer se acercó hasta allí, llamándola.

- Sam ¿dónde estás?

            Se llegó hasta ellas y comprobaron que en realidad se refería a la niña. Ésta se reunió con aquella mujer contándole entusiasmada que Kerria le había dado su autógrafo.

- Es tarde ya. Anda vámonos a casa cariño y no molestes más a las señoritas. Y vosotros iros a jugar por ahí.

Añadió dirigiéndose a los demás críos que se marcharon a todo correr para proseguir sus juegos, no sin despedirse con dos gritos de.

- ¡Adiós!
-Muchas gracias.

            La mujer aquella suspiró moviendo la cabeza de forma condescendiente para suspirar.

- ¡Estos críos!…
- ¡Mamá!- Exclamó en ese momento la pequeña comentando con orgullo. – Kerria me ha dicho que yo le gusto mucho, ¿y sabes por qué? porque me llamo como su novia. Bueno y también le gustaría si me llamase diferente. - Remachó con mucha ilusión dejando a su madre helada. -
- Cariño, vete a jugar con tu hermano, ahora voy yo. - Le indicó esa mujer congelando su sonrisa. -
- Pero. Me quiero despedir de Kerria. - Rezongó la pequeña. -

- ¡Vete ahora mismo! - Le ordenó bruscamente su madre levantando el tono.-

Aquello sorprendió a las dos mujeres que no se esperaban algo así. La niña por su parte entristeció el semblante y se alejó saludando con la manita, musitando.

-Adiós.
- Adiós cielo. - La despidió Kerria que sin esperarlo siquiera tuvo que escuchar una catarata de reproches de la contrariada madre de esa encantadora niña -
- ¿Que le han estado diciendo a mi hija?  ¿Quiénes se han creído que son? ¿No ven que es solamente una niña?  ¿Qué clase de asquerosidades le han estado metiendo en la cabeza?
- Oiga señora, nosotras no…

Una atónita y preocupada Samantha, quiso responder conciliadoramente tratando de calmarla. Pero la mujer no la dejó acabar la frase pues afirmó con indignación.

- Es difícil educar a los hijos y no me parece nada apropiado que exhiban sus comportamientos por aquí. Hagan lo que quieran en su casa, pero esto es un parque público, ¡por el amor de Dios! ¿Es que no les da vergüenza?
-No hemos hecho nada. Solo estábamos aquí sentadas. - Replicó una perpleja Sam con gesto incrédulo. -
- Ni le hemos dicho nada malo señora, créame. Se lo aseguro. Solamente nos preguntó y le conté la verdad. - Se defendió a su vez Kerria. -
- ¿Y dice que no le ha contado nada malo?,- se enfureció la madre. - ¡Es una niña y no entiende de esas cosas! ¿Cómo se les ocurre? No harán más que confundirla. ¿Y qué es eso de que le gusta mi hija? ¿Cómo se ha atrevido a decirle tal cosa? Es usted una depravada. ¡Podría denunciarla por corrupción de menores!

            Al oír semejante barbaridad Kerria se levantó como un resorte, su paciencia tenía un límite ¡era lo que le faltaba por escuchar! Estaba furiosa e indignada. ¡Aquello era un disparate!, ¿Pero cómo podía pensar esa mujer algo así? Apenas sí pudo replicar templando su enfado.

-Oiga señora. ¿Por quién me toma usted? Yo jamás haría una cosa así.
- Sí, claro, teniendo en cuenta como son los de su condición. Unos desviados. – Replicó su interlocutora con patente desprecio. -
- ¿Cómo se atreve a insultarnos? ¿Quién demonios se cree que es? - Estalló la muchacha con patente indignación encarándose con esa mujer que retrocedió achantada. No en vano Kerria la sobrepasaba en más de una cabeza. - Eduque a su hija como mejor le parezca, pero no le tolero que nos falte al respeto. ¿Me oye?

            Samantha reaccionó con rapidez y sujetó de un brazo a su pareja. Aquello se estaba desbocando y si su compañera perdía los nervios podrían tener graves problemas. De modo que terció de forma conciliatoria y suave, con un tono muy humilde.

- Lo lamentamos de veras. Ha sido un malentendido. - Se excusó sólo para tratar de calmar a esa mujer. - No fue nuestra intención, estábamos aquí sentadas y los chicos se acercaron... Comprendo que, como madre quiera usted proteger a su hija, pero le aseguro que nosotras no le hemos dicho nada con mala intención. Si la hemos ofendido de alguna forma le pedimos perdón.

Kerria la miró atónita. ¡Pero si era esa individua la que las había insultado! Aunque al observar los ojos de Sam ella le dirigió una muda súplica. Enseguida lo comprendió, respiró hondo y pudo decir con un tono más contenido en tanto volvía a sentarse.

-Lo siento. Sí, ha sido un malentendido.

 Al oírlas esa mujer pareció calmarse algo, aunque enseguida replicó tras un largo suspiro de alivio, lleno eso sí de ofendida dignidad.

- Miren, respeto mucho la vida de cada cual. No me importa lo que sean ustedes dos. Ni lo que hagan en sus vidas privadas. Pero les ruego que no se acerquen a mis hijos. -  Y sin dar tiempo a otra réplica se alejó de allí mirándolas con expresión de claro reproche en tanto lo hacía. -

            Las dos se quedaron sin saber que decir. Al cabo de unos minutos se levantaron caminando de vuelta a casa. Kerria pudo al fin tomar la palabra declarando con pesar e indignación.

-Todo ha sido cosa suya. Esos malditos prejuicios que tenía en su cabeza. ¿Cómo se atreve a acusarme de una cosa como esa? Me ha llamado depravada y desviada. ¡Ha faltado poco para que le rompiera la cara! Si no fuera porque sus hijos estaban ahí, yo…- Pudo rematar apretando los puños con visible impotencia. -
- Debes calmarte. – Le pidió su compañera. - Es un problema de educación, sólo eso.
- No le dijimos nada malo, fue con tono maternal. Esa niña es un encanto. - Insistía Kerria molesta e incluso preocupada. - Además los niños no... ¿Cómo ha podido ponerse así?...
- Es una madre y cree que así defiende mejor a su hija. - Suspiró Sam agregando con paciente resignación. - No la puedo culpar por eso. Ni por tener esas ideas que le habrán metido a ella en la cabeza. Pero tú lo sabes bien. Es algo a lo que nos tenemos que enfrentar. Y no ganamos nada si perdemos los nervios.

            Su pareja asintió. Por mucho que le indignara se daba cuenta de que Sam tenía toda la razón. Si su compañera no hubiese estado allí mediando podría haber hecho algo de lo que se hubiera arrepentido. Ceder ante una provocación o una acusación como esa no hubiera servido nada más que para cargar de razón a todos los que les denostaban e injuriaban. De seguro que habría aparecido en todos los periódicos.

-La cantante homosexual Kerria Malden agrede a una indefensa madre en presencia de sus hijos. - Pudo decir con un amargo toque de ironía al sentenciar. - ¡Ya puedo imaginar los titulares!

            Sam la miró apenada, le dio la mano y replicó con tono afectuoso y conciliatorio.

-No te lo tomes así. Por suerte no ha pasado nada. No te tortures ya con eso.
- ¡Es que es algo tan injusto, Sam! - Exclamó airada. -
- Lo es, pero tendremos que seguir luchando para que las cosas cambien. Y quizás, algún día, con una buena campaña por la igualdad y el respeto en la educación, lo consigamos. Pero siendo pacientes. Sé que es difícil, pero nadie dijo que esto no fuera a serlo. – Replicó su interlocutora. -
- Sí. Perdóname, tienes razón. - Suspiró la joven tratando de calmarse. - Es que cuando me sacan de mis casillas pierdo el control. Menos mal que te tengo a mi lado...

Lo cierto es que tras ese incidente pasearon un rato más y la cantante acompañó a Sam hasta su casa. La dejó en el portal y la muchacha la despidió con un beso. En esta ocasión debían irse a dormir pronto. Al día siguiente Kerria tenía muchas cosas que hacer. De hecho, trabajaba en el bufete con Pedro y Sebastián a media jornada. Como ayudante de la señorita Sinclair. Estaba muy contenta desde que entró. Las cosas le iban bien, además de a esa mujer, había conocido a muchas personas que tenían una historia que contar, tan o incluso más dura que la suya propia. Pensaba en ello cuando se montó en el coche y arrancó de vuelta a casa.

-Sam tiene toda la razón. - Reflexionada no sin inquietud. - Tengo mucha responsabilidad al ser un personaje público. No me puedo dejar llevar…ahora soy un símbolo para muchas personas, en lo bueno y en lo malo. Y creo en la ley, no en tomarme la justicia por mi mano.

            Por su parte Samantha estaba cansada pero feliz. Fue una bonita tarde. Lástima de aquel incidente en el parque. Comprendía a su novia, compartía su indignación, pero debían ser muy prudentes. Más con todo lo que se jugaban a nivel de imagen. Pero Kerria era apasionada, desde luego ella podía dar fe de eso en sus encuentros amorosos. Sin embargo, lo era asimismo en todo lo que hacía. Recordaba ahora al poco de conocerla cuando la escuchaba grabar alguna canción, la fuerza y el ardor que ponía en ello. Quizás ahí fue donde comenzó a enamorarse de ella. Pensaba en la primera vez que la escuchó grabar. Con esa fuerza que irradiaba en su interpretación, esa voz poderosa que podía variar de registro para mecer al siguiente instante y recobrar una energía tremenda en el momento siguiente…Sobre todo una vez, en el estudio. En esa particular canción hasta parecía que estuviera desahogando entonces alguna especie de rabia reprimida…

Yo creía que te conocía 
Pensaba que te conocía bien 
Tuvimos un ritmo, pero supongo que nunca se sabe 

Oh, aprendí temprano a no hacer caso omiso de las señales 
Serás perdonada 
No vale la pena que mucho, para mi mente 

Amarte tan fácilmente 
es difícil decir adiós 
Pero si esa es la forma va, se va 

Sólo una página de mi historia 
Sólo otro de esos misterios 
Una amante más que solía ser 

Si piensas que estás en mi cabeza 
Has sido seriamente engañada 

Ouo ouo ouo

Seriamente engañada
Seriamente engañada 

Ouo ouo ouo

Amar a alguien no es de nueve a cinco de media 
Hace falta convicción 
Se necesita una voluntad de sobrevivir 
no soy alguien que comete un crimen 
Y luego deja la escena 

Pero cuando he sido insultada
No paso mucho tiempo en "lo que podría haber sido" 

No estoy a punto autocompasión 
Tu amor me hizo mal
Ahora estoy superándolo, para seguir adelante, sí 

Sólo una página de mi historia 
Sólo otro de esos misterios 
uno amante más que solía ser 

Si piensas que estás en mi cabeza
Si piensas que estás en mi cabeza 
Has sido seriamente engañada 

¡Ouo Ouo Ouo!
Seriamente engañada

Y exclamó con una fuerza incluso mayor.

Voy a seguir con mi vida 
Y no estás en mi mente 
No estoy demasiado cerca de tiempo
Para obtener más de ti 

No estoy a punto autocompasión 
Tu amor me hizo mal
Así que estoy en movimiento, pasando 

Sólo una página de mi historia 
Sólo otro de esos misterios 
(¡Sólo otra página!) 

un amante más que solía ser 
Si piensas que está en mi cabeza 
Has sido seriamente engañada 

Sólo una página de mi historia 
¡Oohh Oooh siii!

Kerria sudaba profusamente y cantaba como si se estuviera dejando la vida en ello, rematando aquella canción.

Sólo otro de esos misterios 
un amante más que solía ser 

Si piensas que, cariño 
Piensas que, cariño 
Piensas que, cariño
¡Oh sí! 

Sólo una página de mi historia 
Sólo otro de esos misterios 
una amante más que solía ser 
Si piensas que estás en mi cabeza 
Has sido seriamente engañado

(Misled. Celine Dion. Crédito al autor)

           Entonces Samantha no pudo evitar aplaudir con entusiasmo junto a los demás cuando Kerria se quitó los cascos y salió de la cabina de grabación, sudando y todavía agitada.

-Desde luego, ¡te entregas hasta el final! - Exclamó Sam realmente admirada.- ¡Creí que iba a darte algo ahí dentro!

            Eso arrancó una fugaz sonrisa de la cantante, que apenas sí pudo decir todavía entre jadeos, tratando de recobrar el aliento.

-La música es mi pasión. Y me sirve para enviar mensajes a la gente. A veces a alguna persona en particular.

Pensando ahora en eso Sam no le preguntó entonces a quién se refería. Evidentemente aún no tenían esa confianza. Más tarde, cuando empezaron a salir recordó que fue la misma Kerria quien le desveló que esa canción iba dirigida a su antigua novia a modo de catarsis personal. Esa relación tuvo que echar chispas y Samantha pensaba que era mejor no hacer enfadar a esa muchacha tan pasional. No obstante, después le sorprendió que esa chica podía ser también muy dulce y tranquila. Adoraba a los críos, nunca se cansaba de hacerse fotos con los fans. La había visto reír y jugar con ellos y llorar destrozada cuando algún pequeño, víctima de alguna enfermedad terminal, tenía como último deseo conocerla a ella o a las demás componentes del grupo. La misma Samantha era incapaz de soportar esa clase de situación sin romper a llorar y debía quedarse fuera. Pero Kerria siempre se las arreglaba para estar radiante y sonriente delante de esos pobres críos y derrumbarse al poco de despedirse de ellos y salir del hospital. Junto a sus primas colaboraba siempre que podía en obras benéficas y daba gracias por tener esa posición de privilegio en la vida. Estaba claro que había vivido muchas cosas. Más de las que aparentaba por su juventud. Era maravilloso conocer a alguien así, sobre todo cuando ella tuvo una experiencia tan mala en el pasado. Pero eso ahora ya quedaba atrás. Sonrió mientras abría la puerta de su casa y entraba. Al día siguiente se despertó como de costumbre, tras la ducha y el desayuno partió rauda a la agencia. Kerria no podría verla esa mañana, tenía mucho que hacer, entre terminar derecho y su trabajo en el bufete. Pero Sam no se preocupaba, ya quedarían a la tarde. Pensaba en eso cuando escuchó la familiar voz de Bob. El tipo llegaba con uno de sus acostumbrados trajes color crema y una corbata beige, ofreciéndola esa típica sonrisita de conquistador trasnochado que ella tanto detestaba.

- ¡Vaya! Buenos días, madrugadora. - Pudo decir con excesiva jovialidad. -
- Buenos días - repuso ella pese a todo con amabilidad. -
- ¿Qué tal llevas la campaña de ese tal Lucero disco? - Se interesó su compañero. -
- Lucero Láser. - Le corrigió la chica con una media sonrisa. - Bien, es un tipo tan raro que no hay que estrujarse mucho la cabeza para buscar un mensaje rompedor. ¡Ya lo hace él mismo!
- ¿Sabes una cosa? - Le comentó su interlocutor con un aparentemente despreocupado tono. - Eres muy buena en tu trabajo. Tanto que te mereces una recompensa. Gracias a ti, hemos captado muy buenos clientes.
- Bueno, gracias. Hago lo que puedo. - Repuso modestamente ella. -
-Tengo dos entradas para el balé clásico de Moscú que actúa esta noche en la ciudad y luego, cerca de allí, ahí un restaurante que no está nada mal. ¿Qué me dices?
-Vaya, suena muy bien, pero ya tenía planes hechos. – Pudo decir la joven con cara de circunstancias. -
- ¡Venga Sam! ¿Me vas a decir que estás dispuesta a perderte algo así? No sabes lo que me costó conseguir las localidades. ¿No puedes cancelar lo que sea que tengas? - Aunque el tipo sonrió, por lo menos trató de hacerlo dominando su tono de voz para pretender ser jovial y le preguntó. - ¿Acaso has quedado con el novio?

La expresión de Samantha no pudo ser más clara. Se sentía realmente violenta. Ese tipo estaba cada vez más lanzado. Lo malo es que no le pedía salir con él abiertamente. Siempre lo disfrazaba de cosas como ésta. Un incentivo por su trabajo, algo que parecía a todas luces bienintencionado. O tomarse una copa en las pausas o para celebrar el cierre de una campaña. Eso que ella supiera no era constitutivo de acoso y no podría ser denunciable en ningún tribunal. Más cuando en ocasiones Bob incluía a otros miembros del equipo. No obstante, hasta ahora la muchacha siempre había logrado escabullirse con una excusa u otra. Pero iba siendo hora de que él se diera por aludido.

-Verás, - contestó ella, tratando de ser clara, aunque no demasiado explícita. - Sí, tengo una cita. Te agradezco que te hayas tomado tantas molestias por mí, pero te aseguro que no merece la pena. Ya estoy comprometida.
- ¡Vaya! - Suspiró ese tipo con visible malestar ahora, diríase que incluso contrariedad, para añadir en un vano intento por ocultarla. - Debe de ser un tío estupendo. Para que renuncies a algo así por él. A ver si me lo presentas algún día.

            Sam no creyó prudente añadir más. Si al menos Bob creía que era un hombre quién tenía por rival quizás eso le frenase un poco. Desde luego no quería que la historia volviese a repetirse. Su compañero era demasiado similar a su ex. Por fortuna llegaron más personas a la oficina y él desistió de seguir con aquella conversación. El resto de la jornada transcurrió sin novedad. La muchacha se marchó al mediodía tras terminar algunas cosas pendientes…

- ¡Menos mal!- Suspiró aliviada en cuanto tomó el bolso y salió, viendo que ese tipo se quedaba allí.- Espero que no vuelva a insistir más.

           Empero, Bob estaba contrariado. Para qué negarlo. Esa chica era de lo más inaccesible. Al menos para él. Llevaban tres años trabajando juntos. Desde el principio se había sentido atraído por ella. Era guapa, elegante e inteligente. Pero que supiera nunca la había visto con nadie. Quizás sí, con algún chico al principio de conocerla, pero no le pareció que estuviese saliendo en serio con ellos. Posiblemente hubiese conocido a otro recientemente. En fin, tendría que hacer averiguaciones.

-No me daré por vencido tan fácilmente. - Se decía con rabia. - Habrá que ver quién ese ese príncipe azul.

Kerria por su parte tuvo una mañana entretenida. Tras su jornada del bufete asistió a un par de clases en la facultad. Últimamente no había visto a Brian, ni tan siquiera sabido de él.  Ya no iban juntos de camino a sus respectivas facultades. Deseaba que el chico estuviera bien. Pero ahora pensaba en Samantha. Las dos quedaron en una céntrica cafetería cerca del parque donde estuvieron el día anterior. Sentadas a una mesa tras pedir un par de tés y tras departir un rato, Sam le confió.

-Estoy algo preocupada.
- ¿Qué ocurre? ¿Va bien el trabajo? - Se interesó su interlocutora. -
-Sí, eso va sin problemas, pero es Bob, cada vez es más insistente. - Y en pocas palabras le refirió lo sucedido. -
- ¿Quieres que hable con él? - Se ofreció Kerria a la que no gustaba en absoluto la forma que ese hombre tenía de tratar de intimar con su novia. -
-Déjalo. Sería peor. Entonces descubriría lo nuestro y no deseo implicarte en algo que pudiese perjudicarte en tu carrera. - Repuso Samantha con tono apurado. -
-No te inquietes, ya he salido del armario y tú eres mi pareja. – Le contestó su interlocutora con tono suave pero firme, acercando su silla a la de ella. – Todo lo que te afecte a ti me atañe a mí. Si ese hombre trata de propasarse contigo dímelo enseguida.
-Si vuelve a suceder, te lo diré. - Convino ésta más que nada por aparcar aquello. -

            Sam se arrepintió de haber hablado de eso, conociendo a Kerria si saltaba con un ataque de mal genio de los suyos podría complicar muchísimo las cosas para las dos. Por fortuna pareció que su novia tenía otra cosa en mente, ya que sonrió cambiando de tema con mejor talante.

- ¿Sabes una cosa?  Vámonos a mi casa. Me gustaría que hoy mismo conocieras a mis padres. Quiero que sepan la chica tan estupenda que eres.
- ¿Pero hoy? ...- negó su pareja algo asustada. - No me siento preparada para...
- No seas tonta, y confía en mí...- le pidió Kerria. -
- Tengo el pelo hecho un asco. - Objetó Samantha que propuso, aunque de nada le sirvió. - ¿No podría ir a lavármelo antes e ir a la peluquería? Voy con este horrible vestido del trabajo. - Declaró en alusión al que llevaba de tonos ocres y rayas blancas. - No sé qué van a pensar de mí...
- ¡Vamos! - Se sonrió su amiga alegando divertida. - ¿Voy a presentarte como mi novia y te preocupas por esas cosas? El pelo no lo tienes nada mal, y te lo has lavado esta mañana. Además, a mis padres lo de la ropa les da igual. ¡Anda, no seas tan pijotera! - Contestó inmisericordemente su pareja tirando de ella rumbo hacia allí. – Señorita pongo excusas…

            A regañadientes, la joven se dejó convencer y acompañó a Kerria hasta su casa. Al abrir la puerta entró tímidamente, la casa era enorme y estaba muy bien decorada. Al poco escuchó ruidos de pasos y una voz de hombre, Roy se llegó hasta ellas.  A Samantha le pareció bastante más guapo al natural. Y mucho más alto de como pensaba que sería, pues le había visto alguna vez por televisión empequeñecido al lado de los jugadores de baloncesto que entrenaba.

- Papá, ésta es Sam. - Presentó Kerria. –Samantha, él es mi padre.
- Encantado de conocerte, - sonrió Roy amablemente. -

            La muchacha estaba cohibida. Lo cierto es que ese hombretón imponía, estaba realmente muy fuerte para su edad. Ella le saludó con la misma amabilidad y la mejor de sus sonrisas.

- Lo mismo digo señor Malden.
- ¡No me llames señor! - Bromeó él pidiéndole con desenfado. - Llámame Roy, todavía no soy tan viejo. Anda pasad y sentaos. Hoy comes con nosotros, Samantha.
- No, no quiero molestar, yo. - Trató de negarse ella, pero su anfitrión ya la llevaba de un brazo hacia el comedor según le indicaba. -
- Primera regla de los Malden, hay que comer en casa y con apetito. Así que vete acostumbrando.
- ¡Mi padre es así! ¡No se le puede decir que no! - rio Kerria. – Además cocina él.  Espero que tengas hambre Samantha. Si no lo siento por ti, ¡ja, ja!
- Enseguida vendrá mi esposa, ella tiene también muchas ganas de conocerte. - Le informó su anfitrión con animación. -
- Yo, lo siento, hoy no estoy demasiado presentable. - Insistió la pobre muchacha que aducía a que llevaba ese traje tan manido de la oficina. -
- Yo te veo muy bien. - Sonrió Roy preguntándole a su hija con un divertido tono lleno de complicidad. - ¿Verdad Kerria? ...creo que pasará el examen de tu madre.
- Sí, claro papá. - Afirmó ésta con las manos a la espalda y visible regocijo. –
- ¿Ex…examen? - Musitó temerosamente Sam a su pareja que, entre risas, no respondió. - ¿Qué examen?...

            Entonces la puerta de casa se abrió, era Beruche que se adelantó a su esposo e hija comentándoles según entraba.

-Hola ¿A que no sabéis quién ha venido a vernos?

            Bertie entró al comedor y un joven apuesto de pelo castaño, ojos azules, vestido de trazas informales con un polo, pantalones cortos y mocasines marrones, le seguía. Kerria sonrió ampliamente al reconocer a su amigo.

-¡Hola Brian!- Exclamó dejando a Samantha atónita. -
-Así que éste es el famoso Brian. - Pensó Sam observándole de arriba abajo. –

Desde luego era muy guapo y según le escuchó saludar parecía encantador. Si la mitad de las cosas que su pareja le había contado eran ciertas no podía dar crédito a la suerte que había tenido. Si Kerria no hubiese sido homosexual de seguro que él habría sido el hombre de su vida. Incluso a ella misma, que había tenido también relaciones con el sexo masculino, le atraía. Pensaba en eso cuando ésta la presentó.

- Brian, mamá, ésta es Samantha.
- ¿Tú eres Samantha? - Sonrió ésta añadiendo de forma cordial. - Encantada, soy Bertie, la madre de Kerria, tenía muchas ganas de conocerte en persona.
- Lo mismo digo, señora Malden. - Pudo replicar la interpelada que se levantó y le tendió la mano. -

 La madre de Kerria se la estrechó con suavidad y decisión a un tiempo, parecía desde luego una gran señora, vestida con un bonito y sobrio modelo color azul de la diseñadora Esmeralda Deveraux. Era muy guapa pese a ser una mujer madura. Tenía un color de pelo muy particular, casi indefinible entre el albino azulado y el rubio platino y unos profundos ojos azul marino que rebosaban inteligencia. Pero sobre todo transmitía algo especial, un aplomo y una sobriedad unidas a una amabilidad y sencillez que parecían hacerla accesible, aunque al mismo tiempo muy respetable.

- Encantado de conocerte. Kerria me ha hablado mucho de ti. - Intervino Brian dándole la mano a su vez a Sam. -
- Lo mismo digo, ella siempre me dice, ¡Brian por aquí, Brian por allá! - Sonrió ésta intentando romper el hielo con un tono más animado. -
- Lo cierto es que nos encontramos de camino. - Explicó Beruche. - Y me ha estado contando como le ha ido en las vacaciones. Pero será mejor que os lo diga él mismo.
- No hay mucho que contar, - repuso él tímidamente. -
- ¿Cómo que no, muchacho? - Rebatió Bertie que desveló con alegría. - ¡Si me has dicho que te has echado novia!

            Kerria le miró sorprendida, como si aquello no fuera posible. El chico la observó a su vez, se sentía como si ella se lo fuera a reprochar. Pero ésta reaccionó sonriendo sinceramente contenta por él y le dijo.

- ¡Cuánto me alegro, Brian! ¿La conociste allí?
- Sí, y lo gracioso es que vive cerca, en la ciudad, se llama Rebecca. Es una muchacha estupenda.
- ¿Cómo la conociste? - Quiso saber Kerria con patente interés. -
-Bueno, estaba cruzando la calle. - Comentó Brian. -

            El chico atravesaba un paso de peatones con el color verde para él.  Se cruzó con una joven de cabello castaño que iba distraída con su teléfono móvil. Aunque el tono del muñeco estaba ya cambiando. Brian se percató de eso cuando esa muchacha se detuvo casi en medio de la carretera a terminar de enviar un mensaje.

- ¡Cuidado! - La avisó él dirigiéndose hacia dónde estaba la chica. -

           La muchacha no tuvo tiempo de reaccionar. Quiso apartarse de allí, pero algunos vehículos habían empezado a circular. Los que la tenían delante la pitaban, aunque otros no eran conscientes de su presencia al estar tapada por el tráfico. Brian fue rápido y logró tomarla de un brazo y jalarla hacia él justo cuando un coche adelantaba. Por poco evitó que esa chica fuera atropellada. Cayeron al suelo, con ella sobre su pecho.

- ¡Yo!, ¡muchas gracias! - Sonrió la muchacha que a duras penas se justificaba. - Estaba mandando un WhatsApp a una amiga porque iba a llegar tarde.
- ¿Estás bien? - Quiso saber su salvador, una vez que ambos se levantaron. -
-Sí, muchas gracias otra vez. Lo lamento…-Pudo musitar al ver que ese chico se había lastimado en una mano. - Todo ha sido culpa mía. No sé qué decir.

            Él se percató de que sangraba. Aunque el joven sonrió despreocupado para afirmar restándole toda importancia.

-No es nada…
-Me llamo Rebecca, Rebecca Jones. - Se presentó ella. -
-Brian Rice, encantado. - Añadió ofreciéndole la mano izquierda, dado que su herida estaba en la otra. -
-No puedo dejarte así. - Comentó la inquieta muchacha. - Vamos a que te curen eso.
-De veras que no tiene importancia. - Lo principal es que no te haya pasado nada. - Declaró Brian. -
-Por favor. Me siento en deuda contigo. - Insistió Rebecca que enseguida tecleó algo a su amiga y le desveló al chico. - Le he dicho que tenía que cancelar nuestra cita.
-No desearía meterme en medio de nada. - Pudo decir el azorado muchacho. - No quiero que dejes de quedar con tu pareja…

            Y es que tras su experiencia con Kerria pudiera ser que la “amiga “de esta muchacha fuese más que eso. Aunque al parecer Rebecca pensó algo parecido y se rio moviendo la cabeza para afirmar.

- ¡No es lo que crees! No es una cita en ese sentido. Es una amiga del colegio. Las mujeres no son mi tipo.

            Al menos eso era algo para considerar. Brian no tenía prisa y aceptó un café de esa muchacha. Ella le contó que estudiaba diseño de interiores. Hablaron y se lo pasaron muy bien. Los azules ojos de ella no dejaban de mirar los de él. Por supuesto que se dieron sus teléfonos y volvieron a quedar…

-Y así, sin darnos cuenta, empezamos a salir. - Concluyó el muchacho. -

            Todos le habían escuchado con simpatía, incluso la propia Kerria. Sin embargo, algo en ella se había agitado. Como si hubiese recibido una especie de golpe en el estómago. Notó una extraña sensación, mezcla de alivio e incluso dolor. Sobre todo, cuando oyó a Brian comentar lo que esa chica le dijo acerca de las mujeres…

-No son su tipo. - Pensó Kerria con algo de consternación. - Nada más conocerla ya le aseguró algo que yo jamás habría podido decirle. En un solo instante me superó ante él.

            No obstante, y pese a todo ella se alegraba mucho por su exnovio y gran amigo. Lo mismo desde luego que el resto, en especial su padre que intervino en ese instante con una mezcla de humor y agradecimiento…

- ¡Te lo mereces, Brian! Parece que siempre salvas la vida a las chicas antes de salir con ellas. - Declaró cordialmente Roy palmeándole la espalda para casi derribarle. - Al menos es una buena costumbre.

            Tanto él como el chico no pudieron evitar mirar de soslayo a Kerria, y ella que lo advirtió le explicó a la perpleja Samantha.

-Brian me salvó la vida una vez. En un atraco que sufrimos en casa. Casi le matan por ello.
-No fue para tanto. - Se apresuró a añadir modestamente él. -
-Sí, eso debió de decir George Washington tras cruzar el Delaware y cuando le nombraron presidente. - Sonrió Roy en tanto arengaba. – ¡Tienes madera de héroe! Te lo digo yo muchacho, que por fortuna he conocido a unos cuantos. ¡Bueno, no se hable más, vamos a celebrarlo todos juntos! Por descontado que también comerás aquí, hijo.

            Por experiencia éste sabía que no podía negarse. Asintió mientras se recuperaba de aquella “palmadita” ante las sonrisas del resto. Pese a ese buen ambiente Kerria se sentía algo violenta. Su padre conscientemente o no hablaba como si lo suyo con Brian continuase. Eso de llamarle hijo, daba a entender desde luego algo así. Sin embargo, pudiera ser que eso fuese fruto del gran afecto que Roy le tenía a ese joven. Y es que hasta el chico estaba azorado. Por su parte Sam estaba asombrada. ¡Ese muchacho incluso llegó a salvar la vida de su pareja! Contra eso desde luego era difícil competir. De todos modos, nadie comentó más ya sobre ese tema y se dispusieron a comer. La velada fue distendida y transcurrió entre los jocosos comentarios de Roy que hacía reír a Samantha continuamente y las miradas que Brian lanzaba a Kerria y a su compañera. Hablaron también de Leval y los otros familiares ausentes, y fue el único momento en el que la charla se ensombreció un poco. Samantha estaba realmente asombrada, y le entristeció saber que un primo de su pareja había muerto en el Espacio. Luego se dio cuenta de que se referían a Granate, el único miembro masculino del grupo de las Justices. Aunque no tenía idea de que hubiera sido piloto de combate. Ella, al igual que el resto de la población mundial, no tuvo conocimiento de que la nave de exploración hubiera sufrido algún ataque extraterrestre. Ahora se quedó perpleja cuando su novia y la familia de ella le contaron la verdad. Por supuesto asintió cuando le pidieron que no lo revelase, dado que era un secreto oficial, únicamente al alcance de unos pocos. Pero como pronto podría ir descubriendo, las personas que la rodeaban no eran nada corrientes. De momento la conversación saltó otra vez a cosas más alegres. Tras los deseos de que el resto de los expedicionarios siguiesen bien y el anhelo de que volvieran muy pronto. Esa era una esperanza que tanto Kerria, como sus padres, atesoraban en sus corazones. Al fin pasaron a charlar de deportes. Ahí fue Roy quién le preguntó desenfadadamente a su invitada.

- ¿Tú de qué equipo eres, Sam?
-Yo... bueno, me temo que no sigo mucho el baloncesto. - Se excusó casi como si hubiera cometido un crimen. -
- Sam no se ocupa de esas cosas, papá. - Sonrió Kerria echándole un capote a su novia para añadir. - A ella le gustan más las obras de teatro y el balé.
-A mí me encanta el teatro. - Terció Brian atrayendo la atención de esa muchacha. -
-Así es. ¡Me temo que ninguno compartís mi afición por los Knicks! - Rio Kerria aseverando. - Desde que era muy pequeña mi padre me llevaba a ver algunos partidos con mi hermano. Y ya ves. ¡Resulta que la más forofa de la familia he acabado siendo yo!
-Es verdad. - Convino Bertie divertida, alegando con fingida decepción. - Mira que he tratado de aficionarte al ajedrez, hija, pero no hubo manera. Ni entre tu madrina Ami y yo juntas fuimos capaces de lograrlo.
- A Leval sí que le gusta. - Declaró la muchacha afirmando con modestia. - Yo solamente sé mover las piezas.
- Algo más sabrás. - Remachó su padre para sentenciar. - A mí me ganas siempre.
- Cariño. ¡A ti te gana cualquiera! - Se rio su esposa. -
- Lo que pasa es que esas reglas son una chorrada. - Replicó Roy entre las risas del resto, más cuando enumeraba. - No se puede mover el rey más que una casilla. Que, si los caballos saltan, las torres se enrocan y no sé qué más cosas raras. Lo mejor sería que los reyes pudieran arrear guantazos a diestro y siniestro. Que para eso son los reyes. ¡El rey del ring! ¿Verdad Brian? Como en la lucha libre.

 Inquirió esperanzadoramente al muchacho quien, tras controlar su risa, repuso.

- Sí, señor Malden. Pero me temo que tampoco yo sé mucho de ajedrez.
- Mira Sam, ¡yo soy un tipo de acción! – Le comentaba a la muchacha que le escuchaba realmente entretenida. - No voy haciendo movimientos de enroques y esas cosas. ¡Le doy un puñetazo al contrario en los morros!

            Aunque ante las miradas de su esposa y de su hija, Roy enseguida corrigió sonriendo con expresión algo tonta para aclarar.

- Bueno, quiero decir, en sentido figurado, claro. Que os lo diga Kerria. Es mucho más divertido ir a ver el wrestling. ¡La de veces que la habré llevado aquí, al Madison, o al Bronx, a ver los combates cuando era pequeña!
- Es verdad. - Convino la muchacha recordando aquello no sin nostalgia. -

            Le venía a la memoria cuando su progenitor los llevaba a ella y a su hermano desde bien críos y les subía en sus hombros para que viesen a esos hombretones que se pegaban, o al menos fingían hacerlo en el ring. Su padre les compraba camisetas o cinturones de campeón a Leval y a ella. Incluso pudieron conocer a algunos dado que Roy, como jugador del equipo de la “Gran Manzana”, era muy famoso.

-Desde luego. - Suspiró Beruche para remachar con humor ante las cómplices sonrisas del resto. - Padre e hija han salido igualitos.

            Sí, la misma Kerria se daba cuenta de ello. Quizás esas malas épocas en las que discutieron tanto eran debidas simplemente a que sus dos temperamentos eran idénticos. Los dos eran personas extrovertidas, bueno, su progenitor incluso más, pero si les enfurecían estallaban como bombas. No obstante, ese enfado pasaba con rapidez. Esa misma tarde, con la madre de aquellos niños, ella tuvo una muestra. Ahora comprendía también las reacciones de su padre y sabía que había sido difícil para él aceptar las inclinaciones de la que siempre había sido su princesita. En aquellos años ella no se lo perdonaba. Su padre siempre fue un modelo para la muchacha, pensaba que era perfecto y le decepcionó descubrirle en su faceta más humana, víctima de sus prejuicios. Empero, comenzaba a entender que ambos eran muy apasionados en lo que hacían o para defender lo que creían justo. A fin de cuentas, pese a los poderes que tenía el autor de sus días, era un ser humano como ella, con sus virtudes y sus defectos. A Kerria le costó darse cuenta de ello. La muchacha reflexionaba sobre eso y se percató de que si su relación con Sam prosperaba habría muchas cosas que tendría que explicarle a su novia algún día, bastantes secretos sobre sí misma y su familia…

-Tiempo al tiempo. - Reflexionó sin dejar de sonreír en tanto observaba a su padre bromear con Samantha y con Brian, ante la divertida mirada de su madre. - Es mejor disfrutar del momento.

Continuaron charlando de otras cosas y ya casi a los postres el teléfono sonó. Su padre se levantó a contestar. Entre tanto Beruche hablaba con Sam y Kerria con Brian. Se informaban con más detenimiento de sus respectivos acontecimientos cuando Roy entró en el comedor corriendo, estaba fuera de sí saltando de alegría, hasta tenía lágrimas cayéndole por la cara.

- ¿Sucede algo, papá?- Le inquirió su hija, que, al igual que el resto de los presentes, le observaba atónita y algo preocupada. -
- Sí. ¿Qué te pasa? -. Quiso saber Beruche entornando los ojos, como cada vez que se temía que hubiese ocurrido algo fuera de lo normal. -
- ¡Que, qué pasa! ¡Cubito, Kerria, me han llamado desde el observatorio de la Masters Corporation! ¡Han establecido contacto con la nave de Leval y Amatista! Están bien, se aproximan a la Tierra y podremos verlos dentro de pocas horas...

            Tanto Kerria como su madre saltaron de las sillas como resortes. Sus caras traslucían la profunda emoción y alegría que las embargaba. Ambas aun incrédulas ante lo que habían escuchado.

- ¿Es eso verdad, papá? - Exclamó Kerria que estaba llorando ya de alegría. -
- ¡Me alegro muchísimo! - Sonrió Brian con un gran contento también. -
- Quizás sería mejor dejaros para que disfrutéis del momento en familia. - Propuso Sam dándose cuenta de la gran carga emotiva que les colmaba a todos. -
- ¡No digas tonterías, mujer! - Respondió su pareja enjugándose apenas las lágrimas para añadir llena de alborozo. ¿Cómo os vais a marchar ahora?...
- Será mejor que quedemos para después. - Añadió Sam que tuvo por fin, la ocasión de alegar. - Me gustaría arreglarme un poco.
- Yo tengo que ir a la ciudad, si te viene bien puedo llevarte. - Le ofreció Brian comprendiendo también que los Malden debían festejar este instante a solas. -
- Te lo agradezco mucho, me harías un gran favor. - Le sonrió Sam. -
- ¡Pues eso será después de los postres y del champán! Voy a abrir esas botellas tan caras que me dio el principito de su bodega. Supongo que no le importará. Después iré a buscarlos a él y a Esmeralda. Porque con suerte conectaremos para ver a nuestros chicos en unas pocas horas. - Exclamó Roy loco de contento ante las sonrisas emocionadas de su esposa e hija para sentenciar dirigiéndose a sus invitados. – ¡Y vosotros vais a brindar como parte de la familia!

            Y ninguno se pudo negar. Tampoco querrían haberlo hecho. Efectivamente, tras los postres y la celebración con un par de botellas del mejor champán que Roy guardaba para ocasiones especiales, los invitados se despidieron agradeciendo la velada y felicitando de corazón a los Malden por aquella magnífica noticia. Kerria salió con ellos durante un rato para acompañarlos. Apenas podía dejar de llorar de felicidad ante las sonrientes expresiones de sus interlocutores cuando les dijo.

-Para mí éste ha sido el mejor día de mi vida. Teneros aquí a los dos y saber que Leval, Amatista y los demás están bien...

            Brian le dio un abrazo dejando que la muchacha llorase contra el pecho de él. Pero en esta ocasión afortunadamente de felicidad, mientras ese joven acariciaba su cabello. Sam les observaba con gesto de alegría, aunque también con una extraña sensación. Viéndolos así parecían la pareja perfecta. Un chico y una chica jóvenes, atractivos y que realmente se querían. Casi le daba por pensar que ella estaba allí de más. No obstante, esa impresión se desvaneció enseguida cuando Kerria se separó finalmente del chico y la abrazó. Sam también derramó algunas lágrimas de dicha observando a su pareja. Entre tanto Brian declaraba.

-Soy muy feliz, por ti, por tus padres y por el resto de tu familia. Os merecíais que algo realmente bueno os sucediera. Tras todo lo que habéis pasado.

            Kerria asintió separándose ahora de Sam a la que obsequió con un beso en los labios. Hizo lo propio con el chico, aunque a él se lo dio en la mejilla. Entonces sonrió de forma luminosa para despedirse.

-Brian, espero verte muy pronto. Y a ver si entonces me presentas a tu chica.

El muchacho asintió devolviéndole la sonrisa, aunque sin poderlo evitar en su interior anidó un poso de tristeza. Esos dos besos con los que su interlocutora les había regalado marcaban claramente la diferencia de estatus entre Samantha y él. No obstante, se guardó eso en lo más profundo, no era momento para tales cosas y sí para estar contento en un día tan especial. Además, él tenía ahora a otra muchacha que ocupaba su pensamiento. Por su parte Kerria añadió dirigiéndose a su pareja.

-Te veré por la noche, Sam.

La aludida asintió. Después se marchó con Brian que la llevó en su coche hacia su residencia. Por el camino ambos hablaron distendidamente.

- ¿Cómo conociste a Kerria? - Le inquirió él, lleno de curiosidad. -
- Era su directora de publicidad, me encargué de la campaña de promoción de su disco y el de sus primas. ¿Y tú?
- Yo la conocí en el instituto - Recordó Brian afirmando con nostalgia. - Siempre ha sido una chica estupenda y muy fuerte.
- Eso es lo que más me atrajo a mí. - Reconoció Sam. - Me contó que salió contigo, - comentó, aunque sin querer adentrarse más. -
- Si, pero ella no podía corresponderme como yo deseaba. - Contestó el chico confesando no sin un toque de pesar. - Eso es algo que lamentaré siempre.
- Ella te quiere muchísimo, eso lo sé. - Le animó su contertulia. - Eres como su hermano. Se pasaba los últimos días preocupada, pensando donde te habrías metido.

            Su interlocutor agradeció esas palabras que juzgó sinceras, para querer saber a su vez con prevención.

- ¿Y tú? ¿Has salido con alguna otra antes de hacerlo con Kerria?, si te lo puedo preguntar.

            Sam se quedó pensativa por un instante. Como si estuviera tratando de recordar y al fin asintió respondiendo con cuidado de elegir sus palabras.

- Sí, salí con chicas y también con hombres, pero ninguno resultó como pensaba. Al principio salía con chicos, pero sólo deseaban llevarme a la cama. Algunos lo consiguieron, pero no me daban nada más. Quedé muy decepcionada y un día, sin saber cómo, me sentí atraída por una mujer algo mayor que yo, pero que me dio algo que nunca había tenido acostándome con un chico. Me hizo sentir amada, en vez de utilizarme.
- Sí, lo entiendo - asintió Brian que para sorpresa de su contertulia le contó. - Yo salí con un par de chicas, pero no estaba enamorado. Bueno, eran tonterías de niños entonces. Hasta que conocí a Kerria. Ella no era igual que las demás y ahora que lo he superado y conocido a Rebecca he vuelto a sentir algo parecido.
- Te deseo lo mejor, - dijo Sam con mucha sinceridad afirmando con cierto toque de apurado lamento. – A veces creo que puedas pensar que te la he robado o algo así…
- No, ni hablar. - Le sonrió él afirmando. - Todo sucedió mucho antes de que os conocierais. Tarde o temprano ella tenía que encontrar una chica que la hiciera feliz. Y me alegra que hayas sido tú. Al conocerte veo que eres muy buena persona y que la quieres de veras. Únicamente te pido una cosa. ¡Cuídala, por favor!
- Claro. - Le aseguró su interlocutora devolviéndole la sonrisa para afirmar con entera sinceridad. - Eres un chico magnífico. Si el destino te hubiera puesto en mi vida años antes. ¿Quién sabe? Espero que seas muy dichoso con tu novia y que podamos ser grandes amigos.

            Sam se ruborizó al declarar aquello y podía jurar que el propio muchacho también. Aunque él enseguida respondió para salir de aquella situación algo embarazosa.

- Gracias, yo también os deseo a vosotras toda la felicidad. Créeme, tienes mucha suerte, esta es una familia muy especial y realmente estupenda. Todos sus miembros son maravillosos. Ya lo comprobarás. -  Declaró su contertulio de modo igualmente sincero, aunque tiñendo esas últimas palabras con un halo de misterio. -

            Samantha asintió, plenamente convencida de eso. ¡Qué poco podía imaginar hasta donde llegaba lo que le había dicho Brian! Aunque éste tampoco podría ni intuirlo del todo, pese a su forma de hablar. Al fin, el chico dejó a Sam a pocas manzanas de su casa, ella le dijo que no se preocupase más por acercarla. Él quiso hacerlo, pero la muchacha adujo que no deseaba entretenerle más y se despidió. Con calma recorrió las calles que la separaban de su apartamento pensando aun en el caleidoscopio de nuevas emociones y personas que había experimentado y conocido ese día. Aunque había una cosa, sólo una que oscurecía aquel brillante panorama… Por el momento no quiso pensar en ello y si disfrutar del instante, se duchó y se arregló para quedar posteriormente con su pareja. Pensaba que tampoco le había contado a Brian exactamente la verdad sobre su vida y sus relaciones. Eso era algo que no podía hacer. No antes de decírselo a su propia pareja algún día.  Aunque no quiso pensar más en ello. Ya llegaría esa ocasión. Al fin llegó la noche, las dos se vieron y cenaron en un restaurante cercano a la casa de Sam. Aquella velada transcurría tranquila, con Kerria visiblemente ilusionada ante la perspectiva de volver a ver a su hermano, su primo Mazoui y a su tan querida amiga Amatista. Entonces le susurró a su pareja posando una mano en las de ella que estaban sobre la mesa…

-Sé que teníamos otros planes para esta noche. Pero tengo que ir pronto a casa. Lo siento. Te lo compensaré mañana. - Se apresuró a añadir. -

 Samantha sonrió y movió la cabeza, juzgando que eso tenía prioridad, le dijo a su novia.

- ¿Cómo se te ocurre pensar eso, tonta? Esta noche debes estar en tu casa. Habla con tu familia. Ser felices juntos. Disfrutad del reencuentro.

            Su interlocutora asintió obsequiándola con un prolongado beso en los labios que despertó la curiosidad de otros comensales, e incluso, por qué no decirlo, las reprobatorias miradas de algunos. Aunque eso a ninguna de ellas les importase lo más mínimo. En ese momento sonó el móvil de Sam.

- ¡Que raro!- Se dijo ésta.- ¿Quién podrá ser a estas horas? No puede ser el trabajo.

            Ante la sorprendida mirada de Kerria su pareja vio el número y dijo con tono de incredulidad.

- ¡Es Bob! ¿Qué querrá ahora?
-Puede ser algo de vuestro trabajo que sea importante. - Comentó Kerria. -
- ¡Ya puede serlo! - Declaró Samantha a quien desde luego no hacía ninguna gracia que ese tipo se atreviese incluso a llamarla a esas horas.-
-Responde, no te preocupes. - La animó su interlocutora. -

     Sam asintió, con un largo suspiro atendió la llamada.

- ¿Sí? Dime Bob… ¿Bob?… ¿Me oyes?...

No obstante, no obtuvo respuesta, únicamente una especie de carcajada siniestra, al poco colgaron. Kerria se la quedó mirando preocupada. Su novia estaba muy pálida. Enseguida le preguntó.

- ¿Qué pasa?...
-No lo sé. - Pudo replicar la aludida con voz trémula. -
-Sam. ¿Qué está pasando? - Insistió Kerria que veía claramente que su pareja estaba callándose algo. -
-Veras… es que… se trata de Bob. Ya te dije que he tenido algunos problemas con él. Lleva un tiempo haciéndome proposiciones. Bueno, no de esas. Simplemente me pide que salgamos.
-Sí, algo me contaste hace tiempo. ¿Otra vez lo ha vuelto a intentar? - Inquirió su interlocutora que lo recordaba bien. -

Sam decidió confiar plenamente en su pareja. Le contó lo último que había sucedido. Kerria pasó de la sorpresa a la indignación.

-Deberías denunciar a ese tipo. ¡Eso es acoso sexual!
- No creo que sea buena idea. - Repuso Samantha con patente temor en el semblante. -
- ¿Quieres que vaya yo a hablar con él?- Le propuso su contertulia en esta ocasión con más dosis de severidad.- Le dejaré las cosas bien claras.
-Mejor que no. - Se apresuró a replicar la muchacha con evidente preocupación ante lo que su novia pudiera hacer. - Por favor. No ha sido más que una tontería.
- Si vuelve a molestarte o a insinuarse en lo más mínimo, dímelo. - Le insistió Kerria con evidente inquietud y enfado sentenciando. - Entonces va a ver quién soy yo.

            Ya era la segunda vez que su pareja se brindaba a ello, pero Samantha no quería involucrarla en eso. Además, conociéndola podría hacer alguna tontería como ir a pedirle cuentas o hasta sacudirle un buen golpe. Eso la hundiría. Podría armarse un buen escándalo. La carrera e incluso la propia vida cotidiana de ambas se verían muy afectadas. Suspiró, mejor no pensarlo. Esperaba poder arreglar las cosas de un modo más discreto y calmado. Al fin, quizás lo mejor sería mostrarse totalmente sincera con su jefe inmediato. Pasase lo que pasase.

- No será nada. A lo mejor hasta se le ha conectado solo el teléfono. A veces pasa.  Ya verás cómo lo aclara conmigo mañana. – Afirmó conciliatoriamente Sam que enseguida quiso cambiar de tema añadiendo con jovialidad. - Ahora únicamente debes ocuparte del reencuentro con tu familia. Ese hermano tuyo y esa amiga, tengo muchísimas ganas de conocerlos. Mañana te llamaré para que me cuentes como fue todo.

Su interlocutora asintió, esperaba que su pareja no tuviera más problemas. Y además tenía razón. ¿A qué estropear la velada por una tontería? De todos modos, ya se ocuparía ella de ajustar cuentas con ese tal Bob. Incluso como la Dama del Hielo si fuera necesario. Aunque hacía bastante que no actuaba como justiciera. Alguna intervención ocasional con sus primas antes de que su vida íntima saliese a la luz pública. Pero nada de importancia. De modo que dejó pasar aquello por el momento para no preocupar a Samantha y alegró su semblante con una sonrisa. Ambas chicas prosiguieron la cena y tras una hora más se marcharon. Kerria acompañó a su novia a casa y la dejó en el portal. Aunque no se percató de que una silueta las observaba musitando…

-Pronto, cariño, muy pronto te tendré…

A la mañana siguiente, Sam cumplió su palabra y telefoneó a su pareja. Ésta se puso sin poder parar de llorar.

- ¿Qué te ocurre? ¿Algo va mal? - Preguntó asustada por aquellos balbuceos incontrolados de su novia. -
- ¡Todo lo contrario! - Pudo decir Kerria sin contener su emoción cuando le desveló. - He hablado con mi hermano, Sam. Hablé con él y con mi amiga Amatista. ¡Y se van a casar! ¡Es tan maravilloso! A mis padres y a mí nos han invitado a ir a la ceremonia que será dentro de una semana en la nave.
- Me alegro tanto por ti. - Replicó ésta deduciendo. - Entonces vais a estar fuera durante algún tiempo.
-  Me gustaría que vinieses, seguro que a Leval y a Amatista les encantará conocerte. - Le ofreció Kerria. -

            Pero Samantha no se sentía aun lo bastante segura ni tenía confianza para aceptar, se negó, eso sí. Afirmando a modo de excusa.

- Me gustaría aprovechar para ir a ver a mi propia familia. El ver a la tuya me ha hecho pensar. Hace bastante que no sé de ellos. De todos modos, te lo agradezco mucho. Espero que disfrutéis de vuestro reencuentro.
- Gracias, lo haremos. Y volveremos pronto, pero de momento tú y yo vamos a celebrarlo. - Le propuso Kerria sabiendo que era inútil insistir en que la acompañase a ese viaje. -

            Sam asintió contenta y ambas quedaron en un restaurante para cenar. Durante el día Bob no se comportó para nada de forma extraña. Incluso parecía haber dejado de lado cualquier intento por llamar la atención de la muchacha. Es más, parecía pensar en otra cosa. Se le notaba algo preocupado. Sam le observó rebuscando en los bolsillos de su chaqueta y por varios cajones de su despacho. Aunque no quiso preguntarle nada. Si él no la abordaba no sería ella la que lo hiciera sin necesidad. Decidió que solamente hablaría con ese tipo por motivos estrictamente profesionales. Aunque ahora ella estaba centrada en la campaña de ese controvertido cantante. Un chico bastante joven amén de irreverente. La jornada laboral fue pasando y la única vez en la que Bob se la acercó le lanzó una inquisitiva mirada, pero no dijo nada. Eso estremeció a la muchacha, pero. ¿Qué podía hacer? Aquello no era ningún delito. Incluso había gente alrededor. Por lo menos se sentía tranquila en ese aspecto. Pese a ello contaba los minutos que le quedaban para terminar. Finalmente fue su hora de salir. Se dirigió al aparcamiento y abordó su coche. Aunque con horror pudo ver una marca de raya en la puerta. Alguien le había rayado el vehículo. Y lo que era peor. Habían dejado escrita la palabra “perra”. Ahora sí que estaba asustada. Pero. ¿Cómo culpar a Bob si no había nadie que le hubiese visto hacer eso? Podría haberlo hecho al llegar por la mañana o en una pausa. El garaje de la empresa solía estar muy solitario a según qué horas. Suspirando para aliviar la tensión decidió marcharse a casa. Quería prepararse para su cita con Kerria.

-Ha podido ser cualquiera. Quizás se hayan confundido hasta de coche y no sea nada relacionado conmigo. - Se decía tratando de mantener la serenidad. - No puedo volverme paranoica...otra vez, no.

Al fin llegó la noche y ambas se reunieron. La velada fue muy agradable. Sin embargo, en esta ocasión dejaron el sexo de lado y únicamente charlaron. Aunque más bien fue Kerria la que se pasó la noche contándole historias de su hermano y sus amigas. Desde luego no las que incluían los poderes especiales que tanto ella y las Justicieras como Leval poseían. Eso lo dejaría para más adelante. De todos modos, Samantha escuchó realmente impresionada y sintiéndose muy contenta de poder formar parte de todo aquello. Cuanto más tiempo pasaba con su novia y al ir conociendo a su familia iba dándose cuenta de lo impresionantes que eran. Y atisbaba algo más, como si todos estuvieran al cabo de la calle de una especie de secreto que nadie más conociera. Aunque dejó de lado aquello centrándose en su relación de pareja. Al terminar como de costumbre una acompañó a la otra. Esta vez fue Sam la que llevó a Kerria a su casa. Pero su compañera no pudo evitar fijarse en el rayón que lucía la puerta del conductor, y peor aún, leyó la palabra que allí aparecía.

- ¿Y esto? - Quiso saber con tono entre sorprendido y acusador. -
- ¿El qué? - Replicó inocentemente Sam.-
-No me dirás que no lo has visto. - Replicó su pareja señalando aquello con uno de sus dedos como si no fuera lo bastante evidente. -
- Soy muy despistada. – Pudo argüir Samantha encogiéndose de hombros, aunque su voz trémula la delataba al remachar. - Ni me fijé…

            Kerria dio un largo suspiro. Entonces enfrentó su mirada a la de su novia y le dijo de forma contundente y preocupada.

-Escucha Sam, te quiero, deseo que formes parte de mi vida. Para eso tenemos que ser sinceras la una con la otra. Por favor, si ese tal Bob te está amenazando tienes que decírmelo. Tengo buenos amigos que podrían hacer algo al respecto.
-No me gusta nada cómo suena eso. - Pudo replicar la aludida oscureciendo su semblante. -
-No se trata de lo que piensas. - Creyó adivinar Kerria que enseguida adoptó un tono más conciliador. - Me refiero a cosas acordes con la ley. ¡Tonta, estoy estudiando derecho! Y en el bufete se ocupan de casos como estos a diario.

            Ahora fue Sam la que ablandó sus facciones y sonrió. No deseaba discutir por algo así y asintió despacio.

-Sí, por favor, mira a ver que puedes averiguar. Aunque no tengo pruebas de que haya sido él.
- Con algún estudio de grafología lo sabremos seguro. - Le contó Kerria agregando. - Mañana hablo con Sebastián y seguro que nos da la dirección de un experto. Ya verás cómo terminamos con esto enseguida.

 Su contertulia sonrió esperanzada. ¡Ojalá! Así, tras besarse y desearse buenas noches, la publicista dejo a su novia a las puertas de su casa y arrancó de vuelta a la suya. Era ya tarde por la noche. Llegó apenas antes de las doce. Aparcó el coche y salió pensando todavía en aquella agradable cena y también deseando que Kerria tuviera razón y esos enojosos incidentes se resolvieran. Aunque sus meditaciones se vieron interrumpidas por una voz de hombre que le decía con un tono entre ácido y falsamente meloso.

-Vaya, vaya… Así que era eso. Resulta que te van las tías. Nunca lo habría imaginado de ti. ¡No eres más que una maldita perra desviada!

            La sorprendida chica se giró rápidamente en dirección a esa voz, pero antes de que pudiera ni mirar al individuo éste la golpeó en la cabeza. Samantha cayó al suelo y todo se volvió negro a su alrededor…

-Ahora te enseñaré a traicionarme. - Le susurró aquel individuo al oído. -

           A la mañana siguiente Kerria se despertó como era habitual. No demasiado temprano. Se había dormido, sus citas con Sam acababan muy tarde. Afortunadamente tenía la mañana libre. Decidió pasarse por el despacho de su novia para ver qué tal le iba. De paso vigilaría a Bob. Para sorpresa de la joven le dijeron que Samantha no había ido a trabajar. La llamó, no contestaba ni en casa ni en su móvil. Aquello empezó a preocuparla. Tenía que hacer algo. Vio al tipo aquel en su despacho, con un par de personas, a buen seguro clientes. No podía entrar ahí por las malas. Decidió que lo haría de otra forma. Llamó a la señorita Sinclair y le comentó que le había surgido un problema. Ésta le dijo que no pasaba nada. De modo que la muchacha se aseguró tener el día libre. Entonces esperó a la tarde, ese individuo terminó su jornada. Salió del trabajo y fue directo a su coche. La chica invocó su poder de justiciera. Aprovechando que no había nadie en el garaje se abalanzó sobre aquel miserable. Tras una patada que le derribó la joven se plantó a un metro de él y le conminó con tono furioso.

- ¿Qué le has hecho a Samantha Wilson, canalla?

Bob no podía creerlo, tras ese golpe que le tomó totalmente por sorpresa se encontraba ante una de las Justicieras. Si no se equivocaba era la Dama del Hielo. Lo que no comprendía es porqué le atacaba. Y cuando escuchó el nombre de su compañera de trabajo su expresión sí que adquirió rasgos de temor.

-Un, un momento. ¿De qué me estás hablando? Samantha no vino a trabajar.
- ¿No me digas? - Le espetó sarcásticamente la justiciera agarrándole de las solapas del traje y haciéndole levantar con violencia, para estrellarle contra el coche. - ¿Qué has hecho con ella? ¡Habla!
- Yo no he hecho nada con ella. - Replicó a duras penas el intimidado tipo. -
- ¿Y esas llamadas? - Le inquirió la Dama del Hielo. -
- ¿Qué llamadas? - Quiso saber a su vez Bob. -

            Aunque su interlocutora no parecía poseer mucha paciencia. Le agarró por el cuello para matizarle con falsa condescendencia.

-Esas que le has hecho. Por ejemplo, ayer noche…era tu número de móvil…

            No obstante, el interpelado negó con la cabeza afirmando con incredulidad.

-Hace dos días que perdí mi móvil. - Negó él añadiendo con un tono pleno de seguridad. - Pregunte a la policía si no me cree. Denuncié su desaparición.
-Eso es un truco barato, amigo. - Rebatió la justiciera. -  Podrías haberlo denunciado como desaparecido para cubrirte y tenerlo escondido en el bolsillo.
- Le juro que no sé de qué me habla. - Insistió el tipo que estaba cada vez más asustado, cuando añadió con tono lleno de preocupación. - ¿Qué le ha pasado a Sam?

Ahora Kerria comenzaba a dudar, o ese tío era el mejor actor del mundo o algo definitivamente no iba nada bien. Porque su instinto le decía que aquel hombre no estaba tratando de engañarla.

-Si me has mentido sé dónde encontrarte. - Pudo replicar pese a todo ella soltándole y alejándose de allí con celeridad. -

            La muchacha no sabía qué hacer. Llamó al contacto que tenía en la policía, el inspector Higgins que ya trabajase con su madre, cuando Bertie era la Dama del Hielo. En pocas palabras puso al corriente al agente de lo que sucedía. Éste se brindó a hacer averiguaciones. Avisó a la justiciera a través del comunicador de ella. La versión de Bob concordaba, al menos sí que denunció la desaparición del teléfono móvil en la fecha que le había dicho.

-Esto no me gusta. - Se dijo Kerria, que comenzaba a pensar que ese tipo no era el causante de aquello. -

Para cerciorarse, tanto ella como el inspector siguieron discretamente a ese hombre. Pero Bob no hizo nada sospechoso salvo ir a su casa, y allí se quedó.

-No podemos entrar en su casa por las buenas, sin tener ninguna prueba. - Le comentó Higgins a la Dama del Hielo. -
-Lo sé. - Suspiró resignadamente ésta. -
-Le vigilaremos por si acaso. Es lo más que puedo hacer e iremos al domicilio de la desaparecida. - Ofreció el inspector. -
-Gracias, le pido como favor personal que me ponga al corriente si averiguan algo. - Le suplicó Kerria. -
-Dalo por hecho, Dama del Hielo. - Convino su interlocutor. -
-Muchas gracias. - Se despidió ella, con visible zozobra. -

Y en efecto, la policía también fue al piso de Samantha y no encontraron nada. Así se lo comentó Higgins. Estaba claro que esa chica no pasó allí la noche. Ahora Kerria estaba muy asustada. Llamaba al móvil de la chica, pero estaba desconectado. Y todavía fue a peor. Sobre todo, cuando encontraron abandonado el coche de su pareja y un pequeño rastro de sangre que pertenecía a Sam.

- ¿Qué puedo hacer, Dios mío? - Se decía Kerria totalmente sobrepasada por aquello. - ¿Qué le habrá ocurrido?

No quería acudir a sus padres. No sabía que podrían hacer ellos en esa situación. Pudiera ser que su padre fuera capaz de captar la energía de Samantha. Pero no estaba segura. Y no quería meterles en esa situación. Tampoco sus primas estaban allí. Solamente había alguien a quien podía recurrir. Creía recordar que por un congreso médico estaría en la ciudad. De hecho, había hablado con sus padres poco antes de llegar y así se lo comentaron.  De modo que no se lo pensó y telefoneó a su madrina Ami.

-Ella me ayudará. Recuerdo como vino a apoyar a mamá, cuando la nave de Leval y Amatista despareció…

            Esos tristes días le pasaron por la mente una vez más. Estaba junto a su madre que por aquel entonces seguía ensimismada. Kerria ya no sabía que decirle. Permanecía sentada junto a ella y sosteniendo una de sus manos entre las suyas. Entonces llamaron a la puerta. La joven se levantó para abrir.

- ¡Madrina! - Exclamó llena de alegría. -
- ¡Hola cielo!- Sonrió cariñosamente Ami.-

            Kerria la abrazó como si su propia vida dependiera de ello. No pudo evitar llorar…

- ¿Estás bien, cariño? ¿Qué te ocurre? - Inquirió su preocupada madrina. -
-Es mamá. - Pudo balbucear ella. - Se pasa el día en el jardín, mirando al cielo. No tiene ganas de nada. Es como si no quisiera vivir. ¡Madrina, por favor!… ¡Tienes que hacer algo!… ¡Yo no he podido hacer nada! …No sé qué más intentar.

            Cuando ésta se separó de aquel intenso abrazo sonrió débilmente y acarició la barbilla de su ahijada para decir con suavidad.


-Soy su amiga, estaré a su lado todo el tiempo que haga falta. Pero es ella quien debe superarlo. Tesoro…Tú no puedes hacer más. Ahora, déjame un rato con tu madre, por favor…

            Y la joven obedeció quedándose parada en el salón. Ami en efecto fue hasta el jardín. Allí en el porche estaba su querida y vieja amiga. Al principio ésta casi ni se dio cuenta de su llegada. Después sí que reaccionó abrazándose también a ella. Desde la distancia la muchacha pudo oír llorar a su madre y escuchó asimismo las dulces palabras de su madrina, tratando de confortarla.

-Debes tener fe, Bertie. En ellos y en que todo se solucionará. Hemos pasado por mucho las dos. Han sido demasiadas cosas en lo bueno y en lo malo. Y siempre vimos que, tras la noche más larga y oscura, el sol acaba saliendo.

            Y Kerria llorando sin poder parar, las dejó tranquilas subiendo a su habitación. Por fortuna al cabo de un buen rato su madre parecía estar mejor. Translucía un poco de alivio en su mirada. O al menos una tímida esperanza. No llegó a saber qué pudo decirle la madrina Ami. Seguramente algunas cosas que tan solo ellas dos comprenderían.

-Ahora vuelvo a necesitarte. - Suspiró la chica, volviendo de esos recuerdos. - Tú nunca me has fallado. Has sido como una segunda madre para mí…ayudaste a traerme al mundo, ¡me salvaste la vida! Querida madrina Ami.

            Por su parte, la doctora Mizuno estaba terminando una ponencia sobre las nuevas tecnologías en medicina. Al acabar vio con agrado como tenía un mensaje de su ahijada. Aunque la sonrisa se le borró enseguida de los labios. Ese era el número de comunicador de la Dama del Hielo. Tras ponerla en someros antecedentes, ésta la citaba en un parque cercano. No se lo pensó. Después de responder pidiéndole a Kerria unas muestras de la persona desaparecida se puso en marcha. Al cabo de una hora la aguardaba sentada en un banco. Su ahijada llegó al poco tiempo.

- ¡Cuánto me alegra verte, madrina! - Pudo decir la chica casi a punto de llorar. -
- ¿Qué te pasa, Kerria? - Inquirió la mujer que la observaba no sin inquietud. - Dime ¿cómo puedo ayudarte, cielo?

La doctora lucía un aspecto bastante elegante, con un traje de falda y blazer color azul marino y zapatos negros. Llevaba su tablet y un bolso del que extrajo su minicomputadora especial, en tanto su ahijada la observaba con expectación.

-Lo que te conté es lo único que sé. No tengo ni la menor idea de qué le pueda haber pasado. - Casi balbució la joven. -
-Muy bien, ahora tranquila. Dime ¿tienes las muestras? - Le pidió Ami. -

Kerria asintió, sacó una cajita en la que iban algunos mechones de pelo de Sam, de los que ella se dejó en el peine tras pasar una noche las dos juntas. La doctora Mizuno eligió un cabello y pasó el escáner de su computadora, a la par que sonreía declarando a modo de explicación.

- Como esa muchacha tiene el móvil apagado no podremos rastrearlo al modo convencional. De modo que usaremos tecnología del siglo treinta. Ya verás cómo nos da un paradero. Con su impronta genética podremos captar su presencia. Una vez identificado el individuo en cuestión, mi ordenador se pondrá en contacto con todas las bases de datos y los satélites de inteligencia militar. Mediante termografías y otros sistemas que serían muy largos de contar localizarán a tu amiga.
-Para mí es mucho más que una amiga, madrina Ami. - Pudo decir su interlocutora con la voz tomada por la emoción y la angustia. – Es la mujer a la que quiero…
-Comprendo, - afirmó la doctora posando una mano sobre las de su ahijada para afirmar con tono dulce y tranquilizador. - Todo saldrá bien, ya lo verás.

La computadora trabajó rápido, sobre la pantalla apareció sobreimpresionado un mapa de la Tierra, poco a poco éste fue variando en escala hasta reducirse a América, el Estado de Nueva York y por fin, una dirección concreta a las afueras de la ciudad.

- ¿Está ahí? – Inquirió la chica con visible nerviosismo. -
-Sí. - Repuso Ami que le indicó. - Vamos para allá, sin pérdida de tiempo.

Las dos montaron en el coche de Kerria que condujo lo más deprisa que pudo sin exceder los límites. Pese a la ansiedad que la invadía y la zozobra por su novia ahora no podían ser detenidas y ella lo sabía. Al cabo de una hora llegaron a una zona de almacenes industriales. Allí, tras aparcar el vehículo a prudente distancia y tras asegurarse de que nadie las observaba, las dos adoptaron sus identidades de Justiciera y Guerrera Mercurio respectivamente...

-Bueno, vamos allá. - Indicó Mercurio que se puso en marcha siendo seguida por su ahijada. -

           Por su parte Samantha despertó confusa. Tenía la vista algo borrosa y aun le dolía la cabeza por aquel golpe. Debía de tener un buen chichón, aunque ese era ahora el menor de sus problemas. Estaba atada a una silla con las manos a la espalda. Apenas volvió se aclaró su visión pudo observar con horror un rostro muy familiar.

-Vaya, mi querida Sam. ¿Ya te has despertado? - Le dijo aquella voz masculina con sorna. -

            La chica apenas sí pudo musitar con tono entre quejumbroso y aturdido, no exento de sorpresa y temor.

-Steve…
-Sí, cariño. Tu maridito está aquí. - Repuso amablemente éste. - ¿Lo ves? Ahora todo va a ir bien…volveremos a ser un equipo, ¿eh?...

Era un hombre moreno, alto y que rondaría casi los treinta años, de semblante atractivo desfigurado sin embargo por una torva sonrisa. La aterrada muchacha apenas podía pensar. ¡Allí estaba él! Ese hombre al que creyó haber dejado atrás para siempre, cuando le encerraron por maltratarla. Le costó mucho denunciarle, no en vano fue su esposo y, además, amigo del instituto. Ambos comenzaron a salir como novios cuando Sam tenía veinte años. Al principio ese hombre se mostraba muy cordial y amable con ella. Mantuvieron una buena relación durante meses y con las bendiciones de la familia de la muchacha, se casaron. Pero al poco tiempo él comenzó a mostrarse posesivo, demasiado quizás. Por esa misma época Samantha comenzó a fijarse con interés todavía en otras mujeres. A decir verdad, siempre se había sentido atraída por chicas, pero sabía que sus padres jamás aprobarían aquello. Como también le gustaban los hombres le dio una oportunidad a Steve y al principio no la defraudó. Es más, nadie la obligó realmente a casarse. Fue ella quien llegó a enamorarse. Por desgracia cuando estaban casados él empezó a controlarla en exceso. Sobre todo, cuando la muchacha quiso trabajar y ser independiente.

-No sé cómo pudimos llegar a eso. - Rememoraba ahora con pavor y angustia. - Al principio era un caballero, y luego…

 Los primeros meses del matrimonio casi fueron un cuento de hadas, aunque poco a poco él empezó a desconfiar y a ponerle límites.

- ¡Bájate esa falda! Pareces una fulana. - Recordaba ella que él le espetaba. - ¿Por qué te pintas tanto? ¿Qué haces hablando con ese?...

Y ella negaba que estuviera haciendo nada malo. Desde luego, no se fijaba en ningún otro hombre, aunque sí lo hacía en algunas mujeres. Y pese a que su esposo ignorase esto último comenzaron las discusiones por ese y otros motivos. En un primer momento solamente la gritaba, pero después, un día, durante una discusión, él la abofeteó. Enseguida se disculpó lamentando aquello y suplicándole que le perdonase. Sam lo hizo, quería pensar que su marido perdió los nervios. Pero aquello se repitió. La aterrada chica acudió a sus padres y estos, chapados a la antigua como estaban, para evitar un escándalo le dijeron que debía ir con su esposo a un gabinete de conciliación.

-Eso, lejos de arreglar las cosas, las empeoró. - Recordó con amargura. -

Además, estaba el asunto de que no tenían hijos. Al comienzo de su matrimonio Sam sí quiso ser madre algún día, quizás eso arreglase su matrimonio. Y llegó a quedarse embarazada. Al principio eso le hizo mucha ilusión y corrió a contárselo a Steve, pero aquel lunático, en un ataque de ira, la acusó de haberle sido infiel. Ella lo negó, ¡era mentira! Desgraciadamente eso no sirvió para evitarle una paliza que la hizo perder el niño. Después, viendo el cariz que tomaba aquello, se las arregló para evitar volver a quedar encinta con anticonceptivos u otras maneras para calmarle antes de tener sexo. No deseaba traer al mundo a un bebé inocente que sufriera en esas circunstancias.

-Jamás volvería a cometer ese error. Pero por desgracia, podría haberme ahorrado las píldoras anticonceptivas. - Recordaba ahora dejando caer las lágrimas. - Tuve que haber huido de allí antes.

No obstante, lo que hizo fue ir a la policía. Denunció el hecho y detuvieron a su marido. Al probarse las acusaciones lo sentenciaron a diez años. Tras apenas un año y medio de casados ella obtuvo el divorcio y una orden de alejamiento, a condición eso sí, de que pesara como hecho que redujese la condena de su ya exesposo. Hacía algo más de tres años de todo aquello. Pese a esa reducción de pena, Sam no entendía cómo podía estar libre, aunque supuso que se habría comportado muy bien en la cárcel y eso seguramente le redujera todavía más la sentencia. Desde luego, cuando Steve quería podía ser encantador. Ahora estaba poniendo música y canturreaba acompañando aquel “Every breath you take”, que a él tanto le gustaba y a ella tanto aterraba. Sobre todo, porque la letra cuadraba con la psicopática manera de ser de su exmarido, reflejando a la perfección el acoso atroz al que la había tenido sometida…

Cada vez que respires
Cada movimiento que hagas
Cada atadura que rompas
Cada paso que des
Estaré observándote

Cada día
Cada palabra que digas
Cada juego que juegues
Cada noche que te quedes
Estaré observándote

Y ahora él canturreaba aquello con regocijo, recreándose en la aterrada mirada de Sam…

Oh ¿No puedes ver
Que me perteneces?
¿Como mi pobre corazón me duele
Con cada paso que das?

Cada movimiento que hagas
Cada promesa que rompas
Cada vez que finjas una sonrisa
Cada reclamo que hagas
Estaré observándote

Desde que te fuiste estoy perdido sin rastro
Sueño en las noches, solo puedo ver tu rostro
Miro a mi alrededor pero no te puedo reemplazar
Me siento perdido y anhelo tus brazos
Siempre estoy llorando, nena, ¡por favor!

Oh ¿No puedes ver
Que me perteneces?
¿Como mi pobre corazón me duele
Con cada paso que das?

Cada movimiento que hagas
Cada promesa que rompas
Cada vez que finjas una sonrisa
Cada reclamo que hagas
Te estaré observando.

Cada movimiento que hagas
Cada paso que des
Te estaré observando.

La muchacha recordaba con creciente miedo como en las pruebas periciales realizadas a su esposo durante el juicio le habían diagnosticado un claro perfil psicopático

Cada movimiento que hagas
Cada promesa que rompas
Cada vez que finjas una sonrisa
Cada reclamo que hagas
Te estaré observando.

Y desde luego, daba la impresión de que él había hecho honor a la letra de aquella canción.

Cada movimiento que hagas
Cada paso que des
Te estaré observando.

Y lo peor de todo, lo que más la horrorizaba, era que la canción sonaba hermosa, como las palabras de él al principio de su relación, pero su trasfondo era terrible. Igual que el monstruo en el que Steve se había convertido.

Cada movimiento que hagas
Cada promesa que rompas
Cada vez que finjas una sonrisa
Cada reclamo que hagas
Te estaré observando.

(Every Breath you take. Police. Crédito al autor)

Ahora en tanto ella le escuchaba helada de terror, él seguía tarareando esa melodía y cantaba descuidadamente.

-Me perteneces a mí…cada respiración que haces, cada paso que das, te estaré observando.
- Por favor, Steve…- Pudo balbucir trémulamente la chica tratando de sobreponerse a su pavor. -

            Y él la cortó con tono que parecía conciliador e incluso jovial para replicar.

- ¡Sí, sí, ya lo sé! No debí darte tan fuerte. Lo siento, cariño… pero ha sido por tu culpa. ¡Fíjate!, tienes una buena contusión. Pero no te preocupes… te la curaré. ¿Sabes? -Remató reprochándola de forma jovial incluso por ello. - Me diste un buen susto cuando no despertabas…

Aquel hombre era realmente un enfermo, hablaba de eso como si no fuese con él. Sam no pudo evitar llorar llena de miedo y su solicito exmarido le enjugó las lágrimas con asombrosa delicadeza utilizando un fino pañuelo.

-No sigas con esto, te lo suplico… - gimió la chica. -

            Aunque ahora la expresión de aquel tipo se endureció, levantando el mentón de la chica con brusquedad para hacer que le mirase a los ojos y espetó con desprecio.

- ¡Qué vergüenza!, ¡Mírate, Samantha Katrina Turner! ¿Qué dirían tus padres? ¿Eh? ¿Qué podrían decir si te viesen enrollada con otra tía? Pero no ha sido culpa mía. Mira que lo intenté, quise llevarte por el buen camino. Pero tú, tú tenías que ceder ante esos pecaminosos impulsos. Por suerte te he podido encontrar. Me costó mucho trabajo, incluso conseguí el teléfono de tu compañero. ¡Pobre tipo! Si hasta llegué a pensar al principio que salías con él. Se libró por muy poco de que le castigase. Aunque desde luego hubiese sido mejor que esto. Por lo menos te habrías comportado como una mujer normal. Pero no debes inquietarte ya. Ahora las cosas van a cambiar. Volveremos a casa y formaremos una familia de verdad…esta vez tendremos hijos. Porque seguro que ahora lo vamos a lograr…

Su interlocutora no era capaz de replicar. Por experiencia sabía que cualquier cosa que dijera si contestaba erróneamente podría enfurecerle más. Aunque si no respondía también podría tomárselo a mal. ¿Qué podría hacer? El suplicar no le serviría de nada, de modo que trató de ser inteligente e intentar seguirle le corriente.

-Sí, es cierto. - Susurró sumisamente ella. - Tienes razón, no me he portado bien, pero ahora que me has perdonado seré una buena esposa. Con todo el esfuerzo que te has tomado para encontrarme…yo…no sé qué decir, eso prueba que todavía me quieres, aunque no me lo merezca.

            Aquello hizo que Steve sonriera con amplitud, pero ahora parecía demostrar estar alegre. Asintió con energía y contestó con palpable satisfacción.

- ¡Claro, claro!… es bueno que te hayas dado cuenta, Sam. Lo comprendes ahora, ¿verdad? Todo esto lo hago por ti, por nosotros… Hiciste mal, pero las cosas se van a arreglar, cariño. Las cosas volverán a estar en su lugar.

La chica solo asintió débilmente tratando de pensar cuál sería su próximo movimiento. Si al menos pudiera agarrar el móvil que tenía en su chaqueta, conectarlo y llamar…

-Tienes razón. - Dijo entre tanto, tratando de ganar tiempo. - Ahora me doy cuenta...

Entre tanto la Dama del Hielo y la Guerrera Mercurio recorrían la zona con premura. Ami utilizaba su computadora para ir acotando el rastro.

-Debe de estar aquí, entre estos almacenes, pero me llegan interferencias.

Pese a que la sailor trataba de afinar era casi imposible distinguir el sitio exacto. Kerria se impacientaba, temía lo que hubiera podido pasarle a su pareja. Ami se percató de ello y le sonrió animosamente en tanto le decía.

-Tranquila. La encontraremos...será cuestión de poco tiempo, ya lo verás.
       
Su interlocutora asintió deseando fervientemente que así fuese. No obstante, cada minuto podría ser vital. Entre tanto Sam trataba de ganarse la confianza de su exmarido. Comenzó por decirle con un tono que simulaba ligera contrariedad.

- Cariño, con este aspecto tan terrible que tengo ahora no te gustaré como antes.
- ¿Cómo puedes pensar eso? - Replicó de inmediato él, sonriendo para afirmar de modo condescendiente. - ¡Ah! la típica coquetería femenina. Tu padre siempre lo decía. Eres una chica muy presumida. Pero supongo que así debe ser. ¿Lo ves? Las mujeres debéis preocuparos por gustarles a vuestros maridos…eso está bien. Porque es lo natural.
-Quisiera poder arreglarme un poco, para ti. -Musitó ella con timidez, tratando de aprovechar aquel argumento. -

           Steve se quedó observándola unos instantes. Aunque no dijo nada, como si estuviese procesando esa petición. Samantha estaba angustiada, no sabía que le podría estar rondando por la cabeza a ese demente. Se esforzó por mantener una expresión neutra. No quería que el mínimo gesto de terror la traicionase. Sin embargo, para alivio de la joven su captor al poco asintió con aprobación. Se aproximó liberando las manos de la chica según le informaba con tono despreocupado ahora.

- Tienes un tocador a la derecha, al final del pasillo.

Agradeciéndoselo con una forzada sonrisa Sam se dirigió despacio hacia allí, no quería dar la impresión de estar asustada, aunque realmente estuviese aterrorizada. Sabía que Steve podía ser muy inestable y agresivo si se enfadaba. Por ahora parecía que le había engañado, pero no podía estar segura. En cuanto pudo se metió en ese pequeño baño. No obstante, su exmarido la seguía. La muchacha tuvo el tiempo justo para sacar su móvil, encenderlo y marcar el teléfono de Kerria...

-Por favor, Kerria, contesta. - Musitaba llena de pavor. -

            La Dama del Hielo escuchó el sonido de su comunicador. Tenía la frecuencia del teléfono desviada a él cuando estaba transformada en Justiciera. De ese modo pudo ver el número de Samantha.

- Es ella. ¡Es Sam! - Exclamó atrayendo la atención de Ami. -
-Rápido, ¡rastréala! - Le indicó su madrina. -
- ¿Sam? - Preguntó la chica tratando de recibir respuesta. -
-Por....favor…- escuchó un susurro lleno de temor. - Estoy atrapada, Steve me tiene en un local, ...no sé dónde...
- ¿Steve? ¿Quién es ese? - Inquirió la atónita Justiciera. -

            Aunque no hubo réplica a esa pregunta. Eso inquietó a las dos. Fue Ami quién le indicó a su ahijada.

- Ya casi la tenemos. Hazla hablar un poco más.
- ¿Estás herida? - Fue la concernida pregunta de Kerria. -
-Mi cabeza…- Fue la única réplica que pudo recibir cuando al instante siguiente se cortó la comunicación. -
- ¿Sam? ... ¡Sam! ¡Samantha! - Insistió la Dama del Hielo con visible inquietud. -
- ¡La tengo! - Exclamó Ami. - ¡Vamos! - Le indicó a su interlocutora. -

A todo correr la Dama del Hielo la siguió en dirección a las coordenadas que aparecían en su ordenador...

-No estamos lejos. - Le aseguró la Guerrera Mercurio. -
-No me gusta nada. - Apenas pudo replicar la asustada Kerria. -  Se ha cortado de repente, como si alguien hubiera…
- ¡Deja de pensar en eso y corre! - La arengó Ami. -

            Ambas lo hicieron lo más rápido que les permitieron sus piernas. Pese a todo Kerria no podía dejar de sentirse muy asustada. Y por desgracia, aunque no lo supiera, motivos no le faltaban. En ese mismo instante Samantha estaba en el suelo, Steve la había abofeteado en cuanto la sorprendió con el móvil. Ahora ese hombre la miraba con una expresión llena de odio y malevolencia.

- Sabía que no me podía fiar de ti. ¡Perra traidora! Debería darte vergüenza. Después de todo lo que he hecho para que volviéramos a estar juntos.

La joven no pudo ni tratar de responder, él la propinó una patada en el vientre que la hizo retorcerse de dolor. Mientras tanto tenía que seguir escuchando la perorata interminable de ese perturbado.

-Habría sido tan bonito. Hubiésemos sido tan felices, ¡pero tú tenías que estropearlo todo! - Aulló en tanto la agarraba sin miramientos del cuello y la levantaba bruscamente del suelo. - ¡Todo arruinado por tu impudicia!

En ese instante se escuchó un estruendo, la puerta del local había saltado por los aires. Al poco una densa niebla cubrió todo el lugar. Steve no acertaba a comprender que sucedía. Dejó caer a su presa y se hizo con un cuchillo que tenía en un mueble cercano. Aunque eso no le sirvió de mucho, recibió un puñetazo en el rostro que le hizo tambalearse, seguido de una patada en el estómago que le dobló en el suelo. Cuando quiso darse cuenta sintió un frío intensísimo. Sus manos estaban aprisionadas en un bloque de hielo y escarcha. 

- Este tipo ya no dará problemas. - Afirmó Mercurio que se ocupó de vigilarle en tanto Kerria socorría a la víctima. -

Medio inconsciente por la paliza Sam apenas sí pudo distinguir la silueta de una mujer. Estaba uniformada. Su traje consistía en un corpiño blanco, con un lazo azul sobre el pecho y falda y botas altas hasta las rodillas de ese mismo color y su rostro llevaba un antifaz a juego.

-Samantha. ¡Contéstame! - Le pidió una asustada Kerria. - ¡Por favor!

            La interpelada solamente podía gemir obnubilada por el dolor, esa voz le llegaba difusa y apenas era capaz de mantener los ojos abiertos. Ami, tras dejar al aturdido agresor atrapado con otro rayo congelante, se aproximó a la víctima para reconocerla.

-Tiene al menos dos costillas rotas y puede tener lesiones en la cabeza. No debemos moverla. Ya he llamado a la policía y a una ambulancia desde mi comunicador.
- ¿Se pondrá bien? - Le preguntó su ahijada entre lágrimas. -
-Sí, por suerte hemos llegado a tiempo. Aunque...- Mercurio se quedó pensativa durante unos instantes y pudo decir. - ¿Tienes por ahí alguna alubia de las que usaba tu padre?

La Dama del Hielo se apresuró a buscar. Por fortuna llevaba un par de ellas, aunque se detuvo cuando iba a sacar una y dijo con pesar.

-Si se la doy se recobrará y todo lo que le ha hecho este malnacido desaparecerá. Cualquier prueba para acusarle por agresión. Aunque nos quede secuestro, en un juicio podrían rebajarlo a retención ilegal, quizás alegando enajenación transitoria. Cualquier abogado medianamente competente podría lograr que le soltasen al poco tiempo. Sam nunca estaría tranquila. - Fue capaz de decir mordiéndose el labio, presa de la impotencia. - ¡No puedo ayudarla de esa manera! … ¡No puedo! ¡Perdóname, Sam! - Sollozó llena de amargura. -

            Su interlocutora asintió haciéndose cargo de ello, con visible tristeza a su vez. Apenas si pudo responder.

-Trataré de vendarla lo mejor que pueda usando lo que tengamos, enseguida llegará la ayuda.

           Eso era cierto. La policía y los servicios médicos tardarían poco en llegar. Entre tanto Kerria se encaró con aquel miserable y le espetó.

-Maldito demente. ¡Has torturado a una mujer inocente! En nombre de la Justicia, yo, la Dama del Hielo, te castigaré.

Pero el tipo ese la miró impertérrito y sonrió, añadiendo.

- ¿En nombre de la justicia? No tienes ni idea de lo que dices. Eres solo otra perra más. Otra que no sabe cuál es su lugar. ¿Te crees muy poderosa jugando con ese disfraz, ¿eh? ...Pareces una de esas putas de película.

            Kerria perdió el dominio de sí y aferró a ese hombre del cuello con sus dos manos casi impidiéndole respirar. Luego soltándole de una, materializó en esta su espada de hielo.

- ¡No me pongas a prueba, bastardo! - Exclamó llena de ira esgrimiendo su espada delante de aquel individuo para amenazar con vehemencia. - O te daré una ración de lo que le has hecho a esa pobre chica. Sería tan fácil atravesarte y librarla de ti para siempre…
- ¡Basta, contrólate! - Intervino la asustada Guerrera Mercurio tratando de hacer que su compañera aflojase el agarre. - Recuerda quién eres, tenemos que hacer justicia, no vengarnos.

Ami no podía permitir que su ahijada se perdiera. Aunque aquel canalla a buen seguro lo mereciese. O todo por lo que habían luchado habría sido en vano.

-Te lo suplico, piensa en ti, en tus padres y en ella. No merece la pena. Confía en mí. - Le susurró la guerrera de Mercurio a la justiciera. -

A desgana la aludida que respiraba muy agitadamente cedió soltando a ese individuo que tosió repetidas veces tratando de recobrar el aliento. La Dama del Hielo hizo desaparecer su espada de la temblorosa mano que la había portado, mirando a ese miserable con odio.

-Será mejor que vayas con ella. - Le indicó Ami señalando hacia Sam que, estaba tendida en el suelo y arropada con una manta de las que habían encontrado en aquella especie de refugio. - Quédate a su lado.

            Al fin, la justiciera dejó de mirar a ese demente y se arrodilló delante de su pareja. Ésta apenas fue capaz de medio abrir ahora los ojos, sentía dolor y respiraba con dificultad, aun así, pudo gemir entre sollozos.

-Gracias…gracias por salvarme…
- Es nuestro deber. Tranquila, te podrás bien. - Pudo responder su interlocutora con lágrimas también. - Todo irá bien…

            Kerria no podía soportar verla así y además no ser capaz de decirle quién era. Por desgracia ese tipo estaba cerca y no debía descubrirse. Quizás algún día le contaría a Sam su secreto, pero por ahora debía guardarlo. Pese a que su corazón le gritase que tenía que quitarse su antifaz, abrazarla y decirle lo mucho que la quería. Por su parte Samantha veía ahora a esa mujer de larga melena azulada a sus ojos y que tenía una voz serena pero fuerte a un tiempo. Era una de las famosas Justicieras. Desde niña había oído hablar de ellas. Había sido muy afortunada al ser rescatada por una. Aunque su favorita siempre fue la Dama del Fuego, ésta tampoco estaba nada mal, creyó recordar que era la Dama del Hielo. Y esa heroína tan extraordinaria le sonreía ahora diciéndole con dulzura y un tono que le era muy familiar. Tanto que casi creía conocerla...

- Lo peor ha pasado. No tengas miedo. Ahora trata de descansar, enseguida te llevarán a un hospital. ¿Quieres que avise a alguien?
-Por favor…. A mi pareja, se llama Kerria…Mejor no…no quiero que sufra más por mí. - Se corrigió apenas ente balbuceos. - No merece sufrir más...
-No te preocupes por eso. Seguro que querrá estar junto a ti. Todo va a salir bien…ya lo verás. - Contestó la atormentada justiciera entre sollozos acariciando suavemente el pelo de la muchacha y luchando denodadamente por no llorar. - Todo se va a arreglar.

            Al poco llegaron las asistencias. Mercurio les comentó someramente lo que había observado en la víctima. Además de sus valoraciones había reconocido a la muchacha con su escáner del miniordenador y eso le confirmó en gran parte su diagnóstico. Gracias a eso estabilizaron rápidamente a Sam y la llevaron en camilla a la ambulancia con datos muy precisos. La Dama del Hielo por su parte entregó a ese tipo a las autoridades. El propio inspector Higgins tomó declaración a la Justiciera y a la Guerrera Mercurio. Aunque no hizo mucha falta, Steve proclamaba a quien quisiera oírle que había hecho todo aquello por el bien de su esposa. Eso hizo que a Kerria se le helase la sangre en las venas.

- ¿Qué dices, maldito loco? ¿Cómo que tu esposa? - Pudo inquirir a ese individuo. -
- Es mi mujer, y evitaré que se convierta en una desviada, ¡lo juro, lo haré!… ¡Antes la mataré que permitirla andar por el mal camino! …- Exclamó ese tipo en tanto era curiosamente esposado. -

De nuevo y con gran esfuerzo Ami tuvo que ocuparse de apartar a su furiosa ahijada de ese hombre cuando le oyeron decir eso. Kerria se abalanzó sobre él deseando estrangularle con sus manos. Pero su compañera la sujetó como buenamente pudo. Ese perturbado ya estaba siendo custodiado por las autoridades tras derretir las barras de hielo que le apresaban. El inspector ordenó que se lo llevasen y de forma conciliatoria le comentó a la justiciera que aún se revolvía tratando de soltarse del agarre de la apurada sailor…

-Es cosa nuestra. Muchas gracias como siempre por tu colaboración.
- ¡Espero que se pudra en la cárcel por lo que ha hecho! - Siseó la Dama del Hielo, haciendo un ímprobo esfuerzo por calmarse. - Porque si sale antes de tiempo le estaré esperando fuera… ¡lo juro!

            La guerrera de Mercurio la miró con expresión entre consternada y suplicante. Por su parte el veterano policía hizo como si no hubiese escuchado del todo aquello y sí que le pidió a la justiciera con tinte conciliador.

-Comprendo muy bien que te den ganas de darle su merecido a un canalla como ese. Te confesaré que me ocurre lo mismo, pero confía en mí. Déjalo de cuenta del sistema. Será lo mejor. Tú te debes a la justicia. Igual que yo. Ese cerdo no se merece el honor de que te manches las manos con él.

Su interlocutora asintió de forma débil cediendo en su ira, Ami al fin pudo soltarla. La Dama del Hielo se relajó y se alejó. Tras despedirse del policía tanto ella como su madrina se marcharon no sin antes haberse enterado de a qué hospital se iba a llevar a Samantha. Una vez estuvieron lejos y ocultas revirtieron sus transformaciones para adoptar sus identidades civiles. Al poco abordaron el coche de Kerria. Allí, la chica no pudo soportar aquella brutal tensión más, se derrumbó llorando y gritando, golpeando el techo del vehículo con todas sus fuerzas hasta abollarlo. Ami la dejó hacer, contemplándola consternada y sin poder evitar las lágrimas en tanto su ahijada aullaba, pasando por una sucesión de emociones, desde la ira, la frustración, la impotencia y el dolor, concluyendo con una enorme tristeza.

- ¡Maldito bastardo! ¡Mereces la muerte, cabrón! ¿Por qué le has hecho eso a Sam? ¿Por qué?

Tras un rato de permitir a su ahijada desahogar ese torrente de emociones, Ami la abrazó durante largo rato con cariño maternal mientras Kerria rompía a llorar destrozada entre sus brazos. Su madrina entonces le susurró al oído.

-Estoy muy orgullosa de ti. Te has portado como una auténtica luchadora justiciera. Tus padres estarían muy orgullosos también de haberte visto.
- ¿Orgullosa? - Gimió Kerria ahora, para preguntar de forma retórica.- Orgullosa ¿de qué?
-Del valor que has mostrado. - Le respondió sosegadamente su contertulia. -

            Aunque Kerria movió la cabeza, para sollozar.

- ¿Valor? Estaba muerta de miedo…Creía que la había perdido.
-Pero no ha sido así. La has salvado. - Le sonrió alentadoramente Ami. -
           
            Sin embargo, la ahijada de la doctora Mizuno terminó de derrumbarse al oír eso.

- ¡Lo siento! Por favor madrina, perdóname. - Pudo balbucear la chica, arrepentida ahora de su arrebato. - ¡Quería matarle, matarle con mis propias manos por lo que le ha hecho a Sam!
- No hay nada que perdonar, tesoro. Lo comprendo. - Le replicó su interlocutora con afecto y visible lástima. - Lo entiendo perfectamente. Por eso te he dicho que has mostrado mucho valor. Lo fácil y lo cobarde hubiera sido usar tus poderes para vengarte. Y en cambio los has empleado para hacer justicia y salvar a una inocente.
 -Te pido que no se lo cuentes a mis padres.  - Le suplicó sin embargo la muchacha. - No quiero meterles en más problemas. Ni hacerles sufrir.
- Cuenta conmigo. No diré nada que tú no quieras que diga. Y anímate. Todo va a ir bien. Tu pareja estará recuperada en poco tiempo. Ahora vamos a ir a verla y estarás con ella. ¡Vamos!, tienes que seguir siendo fuerte. Por ti y por esa chica. - Le sonrió Mercurio en cuanto se soltaron del abrazo, agregó tratando de sonar jovial para disipar esa tensión. - Por cierto, es muy guapa.
-Tienes razón. Lo siento. Muchas gracias por ayudarme. Es un gran honor para mí que alguien como tú esté a mi lado. No merezco tanto, no soy digna de ti. - Declaró su emocionada interlocutora. -
-Eso no es cierto, Y no tienes porqué disculparte, cielo. – Le respondió Ami con dulzura y afecto, en tanto le acariciaba la barbilla, para añadir. - Al contrario, eres mucho más que digna. Eres mi ahijada y te quiero como si fueras mi propia hija. Además, has estado magnífica. Y para mí ha sido un placer y una gran alegría el poder combatir la injusticia a tu lado, al igual que hice hace años con tu madre y tus tías. Me complace comprobar que ellas tienen muy buenas sucesoras aquí. Y créeme. Para nosotras las guerreras de la Justicia es muy importante el poder contar contigo o con tus compañeras. El mundo es muy grande y hay demasiada maldad todavía. Necesitamos ayuda de jóvenes tan espléndidas como tú o las otras justicieras. Así que ahora recompón esa cara tan bonita que tienes y vamos junto a tu chica. Debes estar contenta y animosa para ella.

Y tras enjugarse las lágrimas su ahijada asintió. Por supuesto que lo estaría. Sin pérdida de tiempo pusieron rumbo al hospital. Al llegar enseguida pidieron ver a la paciente. Por desgracia el servicio de urgencias les dijo que debían ser familiares de la víctima. Afortunadamente la doctora Mizuno exhibió sus credenciales como médico y les fue permitido el paso. Sam dormía tras haber sido sedada. Su pareja no se apartó de su lado. Fue su madrina la que la convenció de que debía poner al corriente a sus padres de donde estaba. Aunque no les contase toda la historia.

- ¿Tienes la dirección de sus padres o el teléfono de ellos o algún otro pariente suyo? - Quiso saber Ami. -
-No, Sam era muy reservada hablando de esas cosas. ¡Oh, Dios!, ¡ahora comprendo por qué! Ha debido de pasar tanto miedo. - Sollozó la compungida joven. -
-No pasa nada, tranquila. Nos quedaremos a su lado hasta asegurarnos de que esté bien. - La calmó Ami, sugiriéndole de nuevo. - Anda cielo, llama a tus padres. No debemos preocuparles.

La chica suspiró tratando de calmarse, Ami llevaba razón. De inmediato llamó a casa. Fue Roy quién atendió el teléfono. Tras ser puesto al corriente por su llorosa hija de que Samantha había sido asaltada por un delincuente enseguida se dispuso a ir para allá. Una vez recogió a su esposa del instituto privado donde ella trabajaba los Malden se personaron enseguida en el hospital. Abrazaron a su desconsolada hija en la sala de espera en tanto Ami se ocupaba de comprobar el estado de la paciente. Al fin, la doctora Mizuno bajó con una sonrisa adornando su semblante y declaró animosamente.

-Está mejor de lo que parecía, tiene un par de costillas rotas, una contusión en la cabeza y algunos hematomas, por suerte no es nada más serio que eso. Se recuperará en cuestión de pocos días. Debido al golpe en la cabeza el protocolo marca que permanezca ingresada al menos cuarenta y ocho horas, al margen de las otras lesiones.
-Es verdad. - Afirmó Roy quien sabía eso merced a su experiencia en el baloncesto. - Es lo mismo que para cualquier golpe de ese tipo en algún jugador.
-Muchas gracias, Ami. – Le sonrió Bertie tomando a su amiga del alma de las manos para sentenciar. - Gracias de todo corazón por cuidar de mi hija.
- Para eso estamos las madrinas. - Afirmó la interpelada con otra sonrisa luminosa en tanto decía. - Ahora debo irme. Me temo que tengo muchas cosas que preparar, mi avión sale para Tokio en apenas tres horas.
-Te llevo a tu hotel. - Se ofreció Roy que añadía con su desenfadado tono habitual, en este caso para aliviar la tensión, en tanto Ami y él se alejaban. - Mira que no querer alojarte en nuestra casa…
-Ya sabes que no me gusta molestar – Replicaba la aludida. -
-Tú nunca molestas. Y habríamos hecho esa receta de mi abuela Ethel. ¿Te acuerdas? Pollo a la Malden - Afirmaba su interlocutor logrando arrancar una sonrisa de su amiga, para preguntarle acto seguido. - Por cierto. ¿Qué tal las otras chicas?... Y Mamoru, ¿sigue tan chapas?...

          Ami se rio al oír lo último, Roy lo hizo con ella y de esta forma tomaron el ascensor, entre tanto madre e hija estaban sentadas aguardando. Fue Bertie la que, pasando un brazo por los hombros de la agotada muchacha, le dijo tratando de no sonar demasiado admonitoria…

-Cariño. Gracias a Dios que todo se ha resuelto bien, pero debiste decírnoslo.
-Mamá. En cuanto me enteré os avisé. - Pudo pretextar la chica. -

            Aunque Beruche sonrió moviendo la cabeza y replicó.

-Os conozco muy bien a ti y a tu madrina. Y sé que Ami no me lo diría, aunque la torturase, como cuando éramos enemigas. Pero seguro que tú has tenido que ver con esto mucho más de lo que me cuentas, hija. Y ya sabes a lo que me refiero. - Sentenció dedicándole una mirada muy significativa al collar que pendía del cuello de la joven. -

            Kerria no supo que contestar, estaba claro que no podría engañar a su madre. Nunca había sido capaz de hacerlo cuando ella la escrutaba con esos ojos tan serenos e inquisitivos. Pero afortunadamente fue ésta la que retomó la palabra para añadir de forma más afectuosa y aparcar esa incómoda cuestión.

-Lo importante es que Samantha está bien y que os queréis. No te preocupes, hasta que su familia venga nosotros nos ocuparemos de ella.
- ¡Gracias, mamá! Muchas gracias por todo lo que hacéis por mí. Os quiero mucho a papá y a ti. - Sollozó la chica. -
-Eres nuestra hija. Nosotros también te queremos más que a nada. - Le contestó su madre agregando con mucho cariño. - Ahora te haría bien ir a descansar. Yo me quedará vigilando a Sam. En cuanto despierte te llamaré.

            Pese a que la chica no quería irse finalmente tuvo que aceptar hacerlo. Estaba realmente agotada tras toda aquella dura prueba. Fue a casa, durmió unas horas y cuando regresó su novia ya estaba despierta. No tardó en ir a verla y abrazarse a ella. Las dos lloraron, después rieron y Samantha le contó un resumen de la verdad de esa historia a su compañera.

-No les digas nada a mis padres, por favor. No quiero que se asusten. Ya estoy bien. - Le suplicó Sam.-
-Descuida. - Le prometió su novia. -
-Yo…para mí ha sido una pesadilla, creía que Steve había quedado atrás para siempre en mi vida. - Sollozó la convaleciente. -
-Y desde ahora así será. - Le aseguró Kerria. - Nos aseguraremos de que vaya a la cárcel para muchos años.
-Pero ¿y si vuelve a salir? - Gimió la asustada y hundida Sam.-
-No estarás sola, jamás permitiré que vuelva a hacerte daño. Te lo juro. - Sentenció Kerria mirando a su pareja con toda la dulzura y amor que pudo para remachar. - ¡Y en la familia Malden siempre cumplimos nuestra palabra!

            Sam suspiró sintiéndose mucho mejor. Sin embargo, había bastantes cosas que no quería contarle a Kerria, ¿para qué hacerla sufrir más por su causa? Solamente deseaba que su novia tuviera razón y que Steve jamás volviera a presentarse ante ella. De este modo pudo apenas esbozar una mueca de sonrisa y Kerria se la devolvió animosa, acariciando su pelo. Las dos terminaron fundidas en un emotivo abrazo ante Bertie y Roy, que había vuelto de dejar a Ami en el aeropuerto. Así, sin darse cuenta, pasaron los días. Samantha fue dada de alta. Su familia no fue avisada tal y como ella indicó expresamente, alegando que no quería asustar a sus padres y que las lesiones no eran de gravedad. La fecha del juicio contra Steve se fijó para unas semanas más tarde. Mientras tanto ese hombre estaría en prisión, donde no pudiera hacerle daño a nadie. Pese a ello Kerria se brindó a quedarse con su pareja y retrasar su viaje. Pero Sam le suplicó que no lo hiciera. Ella estaba bien y tenía una semana de baja laboral. Así lo hablaban en el apartamento de Samantha, donde ella terminaría por recuperarse.

-He contado que me atacaron en la calle, un maniaco. No he querido dar más datos. El pobre Bob estaba realmente preocupado por mí y bastante asustado. Quizás le haya juzgado mal.
-Y yo también. - Suspiró Kerria bajando la cabeza. - Pobre hombre…me pasé mucho con él y no tenía culpa de nada. - Musitó. -
- ¿Decías? - Quiso saber su novia. -
-No, nada. Que es cierto. Las apariencias engañan. Pobre tipo ¿eh? - Replicó su interlocutora con una sonrisa de circunstancias. -
-Sí, es verdad. Se lo compensaré. - Afirmó Samantha. -

            Aunque ahora Kerria se permitió bromear, frotando ligeramente la tripa de su pareja y regañándola cariñosamente.

-¡Oye! Nada de quedar con él, ni de citas, ¿eh? O me pondré muy celosa…
- ¡Ja, ja! No, descuida. - Rio al fin Sam.-

            Kerria sonrió a su vez, le gustaba mucho ver ese semblante más relajado y contento en su novia. Esta por su parte la animó a reencontrarse con su hermano y su amiga del alma.

-Ve con ellos, y dales un gran abrazo, ese que llevas deseando darles desde hace ya tanto tiempo.

Su pareja sonrió asintiendo realmente decidida a eso. De este modo ambas se despidieron hasta la vuelta de los Malden quienes, junto con otros familiares y amigos, embarcaron a bordo de una nave espacial que los llevaría efectivamente a su cita con Leval, Amatista y todos los viajeros de la SSP-1. Durante el viaje, Kerria iba pensativa. Su madre enseguida lo notó.

- ¿Te ocurre algo hija? - Quiso saber. -
-Jet lag espacial.- Aventuró Roy.-
-No, estoy bien, únicamente pensaba. - Les confesó la joven. - Le estaba dando vueltas a todo lo que ha ocurrido en este último año y han sido muchas cosas.  Ahora estoy muy feliz, tengo una familia estupenda, una novia maravillosa, mi trabajo en el bufete, llevo bien los estudios y, sobre todo, vamos a volver a ver a Leval, Tist, Mazoui y los demás.
-Y tu hermano y Amatista se van a casar. - Subrayó una orgullosa Bertie. -
-Sí, ha sido un año muy movido. - Convino su padre, afirmando serio y reflexivo por una vez. - Hemos sufrido mucho, pero gracias a Dios, parece que todo se ha solucionado. Tú, hija mía, tú en particular has luchado y penado como pocos podrían haberlo resistido. Y aquí estás, has salido victoriosa. - Remató con orgullo. -
-No lo he hecho sola. - Admitió humildemente ella. - Os he tenido a todos a mi lado, dándome fuerzas y valor.
-Tu padre tiene razón, cariño. - Intervino Bertie. - Nosotros hemos estado ahí, sí. Pero has sido tú quien ha luchado todas esas batallas. Y ahora, ojalá que tengas el tiempo de disfrutar de una merecida tregua y ser feliz, igual que el resto de nosotros.

Padre e hija asintieron con ese mismo deseo. Así llegaron y se reencontraron al fin con sus seres queridos tanto tiempo perdidos y añorados.  La explosión de júbilo y la tormenta de emociones fue muy difícil de describir. Al volver, Kerria le contó a Sam que la boda de su hermano y de su amiga Amatista fue maravillosa. Pero enseguida se centraron en resolver el juicio contra Steve del que salió una larga sentencia condenatoria para ese individuo. Durante el mismo Samantha no tuvo más remedio que contar gran parte del triste pasado que tenía. Aunque eso, lejos de apartar a Kerria de su lado, hizo que ésta la quisiese aún más, exactamente tal y como le había prometido en el hospital. Así pasaron los meses, continuaron su relación de pareja y se marcharon a vivir a un apartamento del que salieron al aceptar la propuesta de Roy y Beruche para que vivieran con ellos. Entonces sucedió en la Tierra algo terrible pero que terminó por ser maravilloso. De esta forma, Samantha descubriría también el secreto de su pareja y de la familia de ésta. Al poco de aquello Kerria tuvo que volver al espacio. Esta vez a Bios, el planeta que habían conseguido hacer habitable desde la nave de su hermano. La razón, celebrar la Navidad. Sam tampoco pudo ir, se reunió con sus padres para hacer lo propio. De hecho, eso fue para ella un intento de lograr armonía en el seno de su propia familia. Por su parte, para Kerria fue inolvidable la felicidad de ver nacer a su sobrino. Eso le hizo pensar en una idea que hacía tiempo le rondaba por su cabeza, una idea que ella y Samantha habían comentado únicamente de pasada en algunas ocasiones. La posibilidad de ampliar su recién formada familia teniendo un bebé...



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