miércoles, 11 de marzo de 2015

GWHC22 La historia de Sandy


Pasaron dos semanas desde la muerte de ILaya, dos largas semanas que para su esposo y su pequeña hija Sandy fueron de un gran desasosiego. Él quiso marcharse de allí, pero la policía al descubrir los cuerpos de esos hombres muertos y la fuga de Robert enseguida le detuvo. El pobre hombre explicó que habían sido atacados aunque al principio nada dijo por supuesto de sectarios o de su propia esposa ILaya, desaparecida ese mismo día. Ante las evidentes sospechas que despertaron sus extrañas e inconexas declaraciones, fue encarcelado como sospechoso. A pesar de sus ruegos desesperados Sandy fue llevada a una institución infantil. Por fortuna, Robert pudo hacer la llamada a la que por ley tenía derecho. Y solamente podía recurrir a una persona.

-Padre Honer…Sí, soy yo, Robert Wallance. Por favor padre, estoy en un aprieto… ¡ILaya!... ¡Mi mujer ha muerto, padre! - Pudo decir entre lágrimas.- Sí, estoy en prisión. Le aseguro que no fui yo. Nos atacaron esos individuos. ¿Podría hacerse cargo de mi hija, por favor?...Gracias…

            Y tras explicar al sacerdote dónde estaba colgó. Al poco el cura vino desde su parroquia. Una vez allí, antes de ir por la niña visitó inmediatamente al reo. Tenía que saber con más detalle lo que había pasado. Al fin, en una sala del calabozo y sentados uno frente a otro separados por un plexiglás, pudieron hablar.

-Dime hijo. ¿Qué ha sucedido? - Se interesó el párroco.-
-Fueron ellos. Al final nos encontraron. Mi mujer trató de defendernos a mi hija y a mí. Pero eran demasiados y la atacaron a traición.- Espetó rechinando los dientes y sollozando lleno de dolor y de rabia.- No pude hacer nada por ayudarla. ¡Nada!
-Tranquilízate. Seguro que ella está ahora con nuestro Señor. _ Quiso consolarle el sacerdote.-
-¡La he perdido! - Lloraba desconsoladamente aquel pobre hombre.-  Yo solo sé que la he perdido…y no quiero perder también a mi niña. ¡Amenazaron con ir por ella!

            El cura le miraba con verdadero pesar, lleno de compasión. Sabía lo mucho que ese pobre desgraciado había amado a aquella muchacha. ¿Quién habría podido decir que fuera una diablesa? Pero ahora no había tiempo para  llorar por su pérdida. Ante todo tendría que sacar a Robert de ese trance y ocuparse de su pequeña el tiempo que precisaran hasta aclararlo todo. De modo que con tono firme le dijo.

-Escucha. Sé que es terrible y que estás destrozado. Por ahora no temas, yo me ocuparé de Sandy. Hasta que todo se solucione se quedará conmigo. Estará a salvo. He preguntado antes de venir a visitarte y está en una institución para menores del condado. Si me firmas una autorización iré enseguida  a sacarla de allí.

            El prisionero asintió casi con desesperación. No quería ni pensar en lo que su hija estaría sufriendo, perder a su madre de esa manera tan terrible, siendo testigo de ello y estar ahora, sola y rodeada de gente desconocida. Enseguida firmó todo lo que ese sacerdote le pasó. De modo que Honer salió de allí  tras asegurar al desconsolado Robert que se haría cargo de su hija.

-Tienes que rehacerte. Por duro y difícil que sea. Tu hija no puede verte de este modo. Ni aquí entre rejas, como si fueras un vulgar criminal. No temas. Al final la verdad prevalecerá.
-¿La verdad?- Suspiró Robert tratando de calmarse para decir con voz queda, llena de consternación.- Que mi mujer era una diablesa y que la mataron unos sectarios adoradores del demonio.- Sentenció para preguntar con amarga ironía.- ¿Cree usted que esa verdad prevalecerá?...
-Hijo, la verdad es que no lo sé. Lo único que puedo decirte es que, de un modo u otro, se probará tu inocencia.

            Y tras estas palabras de aliento no tardó en dirigirse hacia ese albergue del Estado. Allí presentó los permisos del padre y entre eso y su condición de sacerdote le llevaron a la habitación donde estaba la cría.

-No ha hablado con nadie, ni ha querido comer en todo este tiempo. Únicamente se agarra a su oso de peluche como si no tuviera nada más en este mundo. - Le comentó una preocupada agente social, añadiendo.- Aunque es natural, si lo que nos han dicho es verdad. Algunos agentes que la trajeron oyeron llamar a su padre por teléfono y contar lo sucedido. Ver morir a su madre delante de sus ojos ha debido de ser un trauma tremendo para ella, ¡pobrecita!

            Su interlocutor asentía con expresión grave. Se hacía cargo de esa situación. Al fin llegaron ante de la puerta de una habitación infantil…La agente tocó con suavidad a la puerta.

-Sandy, cielo, soy  Norma…vengo con un amigo tuyo. ¿Podemos pasar?....

            Aguardaron durante unos segundos pero no hubo réplica alguna. Al fin la asistente social entreabrió la puerta y tanto ella como el sacerdote miraron al interior. Allí, acurrucada en el suelo y aferrada a su osito estaba la niña. Parecía mirar hacia la pared. El cura acompañó a su guía y ambos se aproximaron despacio hacia allí. Ahora que la veían mejor, entre la penumbra de ese cuarto, la cría tenía la mirada totalmente perdida. Sus hermosos ojos verdes estaban llenos de lágrimas y mantenía la boca herméticamente cerrada.

-Sandy...soy el padre Hugh Honer. ¿No me recuerdas? Soy amigo de tu papá.

            Y es que él apenas había visitado en unas pocas ocasiones a la familia desde que Sandy nació. Siendo tan pequeña a buen seguro no le recordase, y menos ahora con semejante trauma. La cría por su parte le dedicó una fugaz mirada y volvió a caer en su ensimismamiento. El padre entonces suspiró dirigiéndose a la agente social.

-¿Podría dejarme a solas con ella un momento? Por favor…
-Sí, claro.- Convino la mujer saliendo del cuarto y cerrando la puerta.-

            El cura se puso en cuchillas para acercarse a la niña. Y sonriendo débilmente  afirmó.

-También soy amigo de tu mamá…
-Mi mamá ya no está.- Musitó la cría con voz queda.-
-No cariño, ya no está aquí. Pero ahora está en el Cielo. Ella velará por ti desde allá arriba.- Repuso afectuosamente el cura.-
-¿Cómo lo sabe?- Inquirió la pequeña mostrando al fin un poco de curiosidad en su titubeante vocecilla.-
-Porque soy un sacerdote y hablo mucho con Dios. Y Él ha recibido a tu mamá. Que era una persona buena y te quería muchísimo, a ti y a tu papá…
-¿Y porque dejó Dios que le hicieran daño si era tan buena?- Interrogó al consternado cura.-
-A veces son pruebas que nos pone el Señor.- Pudo responder finalmente él, añadiendo con suavidad.- Pero tu papá sigue aquí…él cuidará de ti.
-¡Papá! Quiero ver a papá.- Pudo decir la cría al fin derramando más lágrimas.-

            El párroco la miró conmovido, aquella niña había sufrido mucho más de lo que su corta edad podía tolerar, aún tenía la cara pegajosa por todo lo que había llorado, los ojos enrojecidos y ahora dos líneas de lágrimas le caían por ambas mejillas. Con todo el cariño que pudo el cura sacó un pañuelo y la secó…

-Ahora te vendrás conmigo. Saldremos de este sitio tan triste. Te prepararé un chocolate caliente y podrás dormir. Cuando te despiertes seguro que podrás ver a tu papá.- Le aseguró con dulzura acariciando las mejillas de la cría.-


            Sandy asintió, moviendo ligeramente su melena azabache. El chocolate le gustaba. Al menos eso pareció animarla un poco. El sacerdote la tomó en brazos saliendo con ella del cuarto.  James recordaba bien a la madre de aquella niña. La diablesa que supo enmendar sus malas acciones y cambiar tan radicalmente de vida. Lamentaba profundamente lo sucedido y recordaba aquellas palabras que ella le dijera. ILaya le prometió que daría su vida por proteger la de su familia. Y lo cumplió.

-Supiste ser un ser bondadoso al final. Y amar a los tuyos por encima de todo, incluida tú misma. Nuestro Señor te lo premiará.- Susurró esperanzado de que así sería.-

            Y se acordó de una vez en la Iglesia, cuando la diablesa ya era capaz de entrar hacía años, James la sorprendió rezando, arrodillada en un banco.

-Vaya, no quería molestarte.- Se disculpó él cuando esa joven le vio acercarse.-
-No lo ha hecho, padre. Creo que ya le he dicho a su jefe todo lo que le tenía que decir.- Susurró ella.-
-Bueno, ya sé que no soy tan importante como él, pero si deseas contarme algo a mí.- Sonrió el sacerdote.-
-Sí, quisiera confesarme.- Le pidió su interlocutora.-

            Honer asintió, tras colocarse la estola y pasar al interior del confesionario escuchó a la muchacha. Oírla musitar.

-Ave María purísima.
- Sin pecado concebido, hija. Dime, ¿Qué es lo que te inquieta? Parece que no estuvieras en paz.
-No lo estoy.- Admitió la interpelada, aunque matizando.- Al menos no desde hace algún tiempo. Verá, he tenido algunos sueños. Muchos son terribles, me recuerdan a las maldades que cometí, pero esos no son los que me asustan. ¿Sabe? Tengo el presentimiento de que no me queda mucho tiempo en este mundo.
-Tu antiguo amo no puede ya venir por ti.- Trató de calmarla Hugh.- Él y los suyos fueron desterrados por siempre a las tinieblas eternas.
-Lo sé.- Repuso ILaya agregando.- Pero no es a él a quién temo ahora, sino a los seguidores humanos que hayan podido quedarle. Sé que si descubren que estoy viva y aquí vendrán a por mí, y a por Robert. Y eso pondrá en peligro a nuestra hija. Y yo… no sé, no sé qué hacer.
-No tienen por qué saber nada de ti, ni venir. Además ¿Quién dice que haya quedado alguno?- Repuso animosamente el cura.-
-Créame padre. Es un sexto sentido que las diablesas poseemos. Puede que haya renegado de muchas cosas, pero mis percepciones siguen estando conmigo. Y no temo por mí misma. Únicamente tengo miedo por mi marido y mi hija. Les protegeré luchando hasta la muerte si es preciso. Pero ¿Y si eso no fuera suficiente? ¿Y si todos mis pecados y mis culpas son tan grandes que a pesar de todo estoy condenada y eso arrastrase a mi familia? Lo único que suplico es piedad para aquellos a quienes amo. Padre, ¡ellos son inocentes!- Sollozó la joven ahora.-

            El sacerdote se percató del sentimiento de agonía que torturaba a esa pobre infeliz. Enseguida intentó calmarla y sentenció.

-No estás sola. Confía en tu marido. Y también puedes recurrir a mí siempre que lo necesites. Y sobre todo. Fía en Él.- Añadió señalando hacia lo alto del techo.- Tú te has arrepentido sinceramente de todo lo malo que hiciste. Cuando llegue el día de rendir cuentas y te presentes en su reino, estoy seguro de que habrá misericordia para ti. Y en cuanto a tus seres queridos, no dejará que a ellos les suceda nada malo.
-Muchas gracias, padre.- Suspiró la muchacha.- Me tranquiliza mucho oírle decir eso.


            Así, tras conversar durante unos minutos una vez concluida la confesión y cumplida la penitencia de un par de oraciones que le impuso a ILaya, ella se marchó a casa. Ahora por desgracia los peores temores de la difunta diablesa se habían hecho una dolorosa realidad.

-No tengas temor, cuidaré de tu hija.- Pensaba  James en tanto llevaba cargando a la cría.- Es una promesa que te hice y que cumpliré. Al menos hasta que Robert pueda recogerla.

            Y tras llegar a la iglesia y subir a la niña a sus habitaciones, el cura llamó a un abogado que conocía. Era un conocido jurista privado que solía ocuparse de casos importantes. Su minuta no era barata. Aunque también era un viejo amigo del sacerdote y le debía algunos favores.

-¿Sí? Owen, necesito que me eches una mano.- Le pidió.- No...No es para mí…- Le aseguró añadiendo.- Ni he roto la ley de Dios, ni la de los hombres. Es para uno de mis feligreses. Lo está pasando muy mal. Bueno, no es una historia fácil de contar. Necesito que le saques de la cárcel. Te aseguro que es inocente. Podría jurártelo sobre la Biblia…Muy bien, muchas gracias… claro… con esto estamos en paz… ¡Ah! ¿Qué esto es algo que te atañe? No, no le lo expliques…prefiero no saberlo. Gracias…ya nos veremos…

            Y tras darle algunos detalles más al abogado colgó. Estaba seguro de recibir su ayuda. Después volvió a ver a la niña. La pobre se había quedado dormida agarrada a su osito sobre el sofá de la habitación de Hugh. El cura la arropó con una mantita.

-Pobre pequeña.- Suspiró realmente compadecido de ella.- Solo te pido Señor, que la protejas y la guíes. A ella y a su padre.

Entre tanto y pasadas un par de horas, Robert recibió una visita. Era un tipo elegantemente trajeado de figura estilizada. Estaría en la cincuentena y era parcialmente calvo. Se presentó enseñando su tarjeta de visita.

-Señor Wallance, me llamo Owen Sinclair, soy abogado.- Declaró.-
-Pero, yo no he llamado a nadie.- Opuso el asombrado científico preguntando pese a que lo dudaba.- ¿Es usted mi abogado de oficio?
-Me temo que no.- Le sonrió aquel hombre.- Soy un amigo del padre Honer. Me pidió que me encargase de sacarle. Por lo demás, será como si en efecto le representase de oficio. No le costará nada. Aunque mi amigo me previno que su historia iba a ser muy complicada…Por ello debo advertirle de una cosa muy importante.
-Usted dirá.- Repuso el intrigado Robert.-
-Como su abogado, nada de lo que me diga saldrá de aquí, es confidencial. En eso soy igual que mi amigo el sacerdote cuando confiesa a alguien. Sin embargo, para preparar su defensa y exonerarle deberá resultar algo creíble.

            Su contertulio asintió despacio. Eso era evidente. ¿Quién iba a creerle si comenzaba a hablar de demonios y sectarios?...Además, deseaba salvaguardar la memoria de su esposa y proteger a su hija. De modo que tras contar lo sucedido a ese hombre, afirmó.

-No puede usar lo que le he dicho. Simplemente argumente que nos atacaron y mataron a mi mujer, pero el cuerpo desapareció…
-En tal caso técnicamente su esposa ha desaparecido. Y solamente tenemos un par de cadáveres de esos tipos de la secta y muchos destrozos. En cuanto le hagan a usted un examen forense se verá que no tiene nada que ver con esas muertes.
-¿Cómo está tan seguro?- Inquirió Robert.-
-Es obvio. Ellos murieron por heridas de arma blanca o algo similar y de resultas de una explosión. Pero no hay restos de pólvora, ni usted los lleva encima. No pudo ser el causante. Con suerte todavía podremos demandar al departamento de policía por detención ilegal y privación arbitraria de la custodia de su hija. Créame en cuanto les amenace con eso y a la vista de las pruebas, le soltarán de inmediato sin preguntar nada más…no querrán que se divulge que no son capaces de encontrar una solución al caso.
-Tampoco quisiera que, por eso mismo, me cargasen la culpa a mí, como cabeza de turco.
-En tal caso, el ruido que iba a hacer yo, llamando incluso a los federales no les iba a gustar nada.- Se sonrió el letrado, sentenciando ante la sorprendida cara de su cliente.- Tengo buenos contactos.

            Robert esbozó al fin una leve sonrisa esperanzada. No obstante, quiso saber con visible curiosidad…

-Hay algo que no comprendo… usted me ha escuchado contarle que mi mujer era una diablesa y que murió haciéndose estallar para protegernos de esos tipos. Y se ha quedado tan tranquilo. ¿No piensa que estoy loco o algo así? Sea sincero, por favor…

            Su abogado entonces movió lentamente la cabeza y pudo decir sonriendo a su vez…

-Señor Wallance, he visto muchas cosas durante los últimos años. Y conozco a algunas personas que podrían comprenderle muy bien…no puedo serle más explícito.
-No se preocupe. Con que pueda lograr lo que me ha dicho es más que suficiente.- Aseguró el científico.- Solamente quiero salir de aquí y reunirme con mi hija.

 Y así fue. Su abogado apenas tardó en aportar evidencias y en demostrar que  Robert no pudo ser el autor de las muertes de esos individuos. Se creyó, dados los restos de azufre y las propias armas que llevaban, que ellos mismos debieron de provocar la explosión que devastó gran parte de la casa. En cuanto a ILaya, su identidad como humana estaba bien hecha por la secta, constaba en el registro civil como huérfana con su marido y su hija como única familia. La policía resignándose a cerrar el caso sin resolver, enseguida liberó al prisionero y le devolvió la custodia de Sandy. Aunque pese a la amenaza de querella ni siquiera se disculparon, prometiendo, eso sí, continuar la búsqueda de la desaparecida. Robert ni les escuchó, solo quiso salir de allí, había estado una semana entera en la cárcel y ahora trataba de alejarse lo más posible de la ciudad, olvidar su antigua casa y la terrible tragedia que había sufrido. Sin embargo, lo primero que hizo fue ir a buscar a su hija a la iglesia…

-Muchas gracias, padre.- Pudo decir realmente reconocido en cuanto se abrazó a su pequeña.-
-No hay de qué, hijo.- Sonrió él queriendo saber.- ¿Qué harás?...
-Nos marcharemos lejos… - Contestó el consternado aludido para explicarse.- Sé que usted ha sido muy bueno con nosotros desde que mi mujer y yo llegamos aquí. Y no quisiera parecerle desagradecido. Pero tengo miedo. Ahora que esos sectarios nos han encontrado podrían volver a hacerlo…
-Lo comprendo.- Asintió el sacerdote.- Es lo más sensato, hijo mío. ¿Tienes dinero? ¿?Necesitas algo?
-Pude llevarme efectos personales míos de la casa y dejarlos en una taquilla de la estación de autobuses antes de que me detuvieran. Allí guardé algo de dinero y además, tengo algunos ahorros en la cuenta del banco. No es mucho, pero creo que bastará hasta que podamos instalarnos.

            Honer asintió despacio, se acercó a la pila bautismal y de allí extrajo una pequeña libreta. Se la entregó a Robert en tanto le indicaba…

-Aquí está un número mío privado. Si algún día necesitarais cualquier cosa Sandy o tú, no dudes en llamarme.
-Se lo agradezco mucho.- Sonrió Robert que en esta ocasión le dio un abrazo a ese cura que siempre fue tan amable con ellos.-
-Cuidaros mucho.- Les pidió Hugh en tanto mesaba el moreno pelo de la chiquilla.- Adiós Sandy. Y recuerda, sé buena y harás muy feliz a mamá… Que Dios os bendiga.
-Sí padre...- Musitó la cría con su vocecita.-

El cura había llegado a encariñarse mucho con esa pobre niña. Era dulce y tímida. Aunque ahora su mirada estaba teñida por el dolor. Seguramente lo sucedido le dejaría una huella permanente en el alma y la marcaría de por vida. Y el sacerdote pudo comprobarlo. Durante aquellas escasas noches que pasó con él se despertaba por las noches gritando y llamando a ILaya.  Aun así, en esos pocos días que  tuvieron pudo hacerla sonreír. A Sandy también le cayó bien ese señor tan simpático que solía vestir de negro. Pero no podía dejar de pensar en su madre. Y esas imágenes de aquellos hombres con capuchas la perseguían cada vez que cerraba los ojos.

-Señor, cuídales mucho y permite que puedan ser felices.- Pidió el sacerdote mientras les veía  marchar.- ¡Por favor! No se merecen un castigo tan cruel.

De este modo, Robert y su pequeña dejaron atrás aquel lugar, durmiendo en moteles a medida que recorrían camino. Pasadas dos semanas más. Él decidió que ya había huido lo suficiente con la pobre niña. De modo que instalados en otra ciudad, en una casa de alquiler, encontró un puesto de trabajo en una fábrica. No era algo muy adecuado para su nivel como investigador, pero por lo menos bastaría para arreglarse momentáneamente hasta que llegaran tiempos mejores. Logró plaza para Sandy en un centro de preescolar y la dejó en el comedor para tener libertad en su trabajo. Eso le dolía mucho, pero no tenía más remedio que hacerlo así. Sólo veía a su hija por las tardes, terminada su jornada, cuando iba a recogerla para llevársela a casa. No obstante, en la escuela infantil las maestras estaban preocupadas. Esa cría parecía estar ida. Apenas sí se relacionaba con los otros chicos. Se pasaba el día mirando absorta a ningún lugar en particular. Las educadoras no sabían cómo hacerla reaccionar para que se integrase. Lo único que hacía a veces era pintar, ya fuera con lápices o ceras. Pero los dibujos que hacía eran tan terribles que sus propias maestras se quedaban horrorizadas. Un día, una de ellas le preguntó cuando la vio dibujar.

-Vaya Sandy. ¿Qué estás pintando, cariño?

La cría no respondió, ni siquiera pareció enterarse de que le estaban hablando, pero su profesora se acercó para ver aquel dibujo. Apenas pudo ahogar una exclamación, en la hoja de papel podían verse varias figuras alargadas y de color negro, que parecían representar encapuchados. Todas llevaban largos cuchillos. En el suelo, tendida aparentemente, una silueta que parecía de mujer, dado que tenía pintado esa especie de triángulo que recordaba a una falda. En lo que debía de ser su espalda parecía clavado otro cuchillo, y mucho color rojo alrededor. El pelo de aquella presunta mujer era también rojo. Cuando la educadora vio aquello se lo quitó a la cría y le preguntó entre atónita y asustada.

-¿Por qué dibujas esto, cielo? ¿Qué es?

            Y por fin Sandy le dedicó una mirada casi vacía y pudo musitar.

-Es mi mami. Los señores malos mataron a mi mami.

La anonadada maestra se llevó una mano a la boca y quiso calmar a la pequeña, aunque ésta realmente no estaba alterada. Lo cual le producía escalofríos. Enseguida lo comunicó a la directora y llamaron a su padre. Cuando él fue a recogerla y le explicaron lo sucedido Robert no replicó. Solamente pudo decir que fueron víctimas de un asalto en su casa y que su hija lo presenció todo. Las maestras y el tutor compadecieron a la pobre niña. Su padre desde luego soportaba aquello con un gran dolor. Su hija siempre fue una cría sociable y cariñosa hasta aquel fatídico día que debió de traumatizarla. Efectivamente, por las noches Sandy aún tenía pesadillas por la trágica muerte de su madre. Noche tras noche se despertaba gritando y llorando. Su padre acudía raudo hasta la habitación de la pequeña tomándola entre sus brazos y la consolaba con la mayor ternura de la que era capaz, sobreponiéndose a su propia tragedia.

- Ya está aquí papá, tranquilízate mi niña.
-¡Mami, quiero que venga mami!,- le pedía una y otra vez la desconsolada pequeña. -
- Mami no puede venir, tesoro. - Respondía Robert casi a punto de llorar aunque tratando de rehacerse para agregar. - Pero yo estoy contigo y no te dejaré nunca. Ya te lo dijo el padre Honer. Mamá está en el cielo y es feliz con los angelitos. Además, desde allí nos cuida mejor.
-¿Y no la podré ver más?- Le preguntaba la niña entre sollozos. -Si ella era buena  ¿Por qué esos hombres malos le hicieron daño?

            Robert no sabía que responder ni cómo explicarle a una niña tan pequeña hasta donde podía llegar la crueldad de los hombres. Se limitaba a besarla en la frente de la forma más cariñosa que podía y acostarla nuevamente.

- Mi amor, algún día la verás, te doy mi palabra. Pero hasta que ese momento llegue tienes que portarte muy bien para poner contenta a mamá. ¿Me lo prometes?

            Sandy asintió con su cabecita y aun moqueando por su graciosa y chata naricilla. Su padre le limpió y después de darle un par de besos la dejó para que se durmiese y olvidase aquellos malos sueños que la asaltaban. Por fin llegó la mañana siguiente y como todos los días Robert despertó a su hija. La preparó y la acercó hasta el colegio confiándola a su maestra de guardería. Más tarde acudió a su otro trabajo, había logrado colocarse de repartidor en un restaurante y tras una jornada de diez horas entre eso y la fábrica, llegaba agotado a casa. Solamente le consolaba recoger a su pequeña hija y pasar algunos momentos junto a ella. Así siguieron las cosas durante unos meses. Sandy al fin se integró perfectamente con sus nuevos compañeros. Tras su terrible experiencia se había convertido en una niña tímida.  Al principio, ni hablaba ni jugaba con los otros, pero gracias al cariño de su maestra y de su padre logró superar en gran parte su trauma. Por suerte al ser tan pequeña su memoria se iba borrando, quizás como una especie de mecanismo de defensa ante tanto horror. Su rendimiento mejoró, paso a ser muy bueno. Era una cría muy inteligente y despierta cuando se centraba en algo. Incluso con el tiempo dejó de tener pesadillas. Robert logró al fin un puesto en un pequeño laboratorio, el sueldo no era muy alto pero bastaba para mantenerlos a él y a la niña. Y lo mejor de todo es que tenía más tiempo para estar junto a ella. Una noche, después de acostarla, echó una ojeada a las notas que ILaya había estado escribiendo. Casi no había tenido tiempo de leerlas y ahora, al fin, también se sentía con fuerzas para revivir su recuerdo. Abriendo el librito encuadernado en cuero viejo, leyó la primera página. Una breve dedicatoria de ella.

 “A mi amados Robert y Sandy”

            "Cariño, si algún día llegas a leer estas notas significará que ya no estoy contigo. Seguramente será por causas ajenas a mí, pues lo que más he deseado siempre es compartir una vida normal contigo. Lamento de corazón haberos dejado a Sandy y a ti. Pues habéis significado para mí la mayor felicidad que jamás conocí en mi larga existencia. No me arrepiento de nada desde que quise vivir como una humana más. Solo bendigo el día en el que te conocí. Os tendré siempre en mi corazón, donde quiera que esté. Querida hija, amado esposo.

Pero, si he escrito esto no ha sido sólo por darte una despedida. Deseo que, con la ayuda de estas notas, resuelvas todas las dudas que te queden sobre mí o sobre el futuro de nuestra hija. Sandy, al ser hija mía, probablemente tendrá algunas características propias de los seres de mi especie. En las páginas siguientes te describo las principales y la edad a las que suelen comenzar a manifestarse".


            Robert estaba muy interesado en la lectura, volvió la página y continuó leyendo...

            "De niña, no deberás preocuparte en exceso por su estado de salud, ya que su cuerpo seguramente será inmune a casi todas las enfermedades que afectan a los niños humanos. Si su temperatura corporal es excesivamente alta para los parámetros normales tampoco deberás tener miedo".

Tras unos minutos más cerró el libro y decidió acostarse ya pues estaba rendido por el sueño. Se durmió enseguida y soñó con su esposa, recordaba una tarde junto a ella, cuando aún no había nacido Sandy. Robert estaba con ILaya en su dormitorio. Ella, ya en avanzado estado de gestación, hacía la cama mientras él limpiaba el polvo. Entonces la diablesa sufrió un repentino pinchazo en el vientre.

-¿Estás bien, cariño?- Le preguntó alarmado. -
- Sí, no te preocupes - respondió ella sonriendo para describir con alegría. - Ha sido sólo una patada. El bebé es muy fuerte. Toca - puso una mano de Robert sobre su barriga y éste sintió un ligero movimiento dentro -.
- ¡Sí que se mueve! - Sonrió muy contento aunque también preocupado interesándose por su mujer ¿Te duele mucho?..
- ¡No, que va, me encanta!..- repuso jovialmente ella. - No te preocupes.
- Tengo tantas ganas de que nazca el bebé.- Dijo su marido mirando hacia aquella barriga de ILaya que no paraba de moverse. -
- Debo advertirte que, al ser en parte de mi especie, nuestro bebe puede ser diferente a los niños humanos.- Comentó la diablesa con un poso de inquietud. -
- No creo que se diferencie mucho, pero aunque fuera rojo y con cuernos y rabo lo querría igual.- Aseguró Robert.-

            Esto hizo reír a ILaya que replicó divertida.

- En mis casi dos mil años de existencia nunca he conocido ni a un sólo demonio rojo y con rabo, ¿de dónde os sacáis los humanos esas ideas tan tontas?...- Se rio su interlocutora.-
- No sé, a mí me lo decían de pequeño. Si no te portas bien vendrá el demonio rojo y con rabo largo y unos grandes cuernos y te meterá en su olla. Y fíjate lo que pasó. He debido de ser algo malo porque una hermosa diablesa vino y se llevó  mi corazón…

            ILaya no se dejaba de reír, Robert la miraba atónito y divertido ahora,  también comenzó a reírse.

- Bueno,- quiso saber él entre esas risas. -¿Cuándo vosotros sois pequeños no os cuentan cosas parecidas?..

            Su esposa dejó de reír y se puso algo más seria para contestar.

- A nosotros casi no nos crían, cuando nacemos debemos salir adelante solos. Nuestras madres casi se olvidan de que existimos cuando cumplimos los seis años. Y eso en el mejor de los casos. Si somos una molestia hasta algunas llegan a eliminar a sus propios hijos.
-¿Qué?- Exclamó él perplejo.-

            Entonces no supo el porqué de que ILaya bajase la cabeza con pesar y cerrase los ojos sin querer mirarle. De modo que él, creyendo que se debía a malos recuerdos de su propia infancia, quiso animar a su esposa.

-Ahora estamos en la Tierra. Y todo irá bien. Tendremos un hijo o una hija y le querremos muchísimo.- Afirmó.- Ya verás.

            Ella al fin abrió los ojos aunque dijo con voz queda.

-¿Sabes Robert? Muchas veces tengo miedo de no poder ser una buena madre. No sé cómo se hace, yo no tuve a la mía demasiado tiempo como para hacerme a la idea, y lo poco que recuerdo era la educación tan competitiva que me daba.
-¿Competitiva?- Preguntó su marido sin comprender. –

            Su mujer miró hacia el techo en actitud pensativa. Parecía estar rememorando. Así le contestó con tono entre consternado y reflexivo.

-Por ejemplo. Recuerdo que algunas veces mi madre no me daba de comer. Me decía que, si quería seguir viva, buscase la comida yo misma. Que si tenía que robarla o atacar a otros para quitársela, que lo hiciera.
-¡Qué horror! – Pudo decir Robert.- ¿Qué edad tenías entonces?
-Unos ocho años.- Contestó ella.-
-No puedo entender como una madre, por muy diablesa que fuera, puede ser capaz de una cosa así.- Comentó él.-
- En el Infierno siempre fue así. Y en lo que cabe tuve suerte, mi madre estuvo conmigo hasta que cumplí los nueve años. Luego se marchó a buscar fortuna. Me abandonó porque yo era una carga para sus posibilidades de medrar. – Respondió, sentenciando.- Para los demonios lo principal es el ascenso personal y escalar posiciones dentro de nuestra jerarquía. Por eso, entre otras cosas, acepté venir a este mundo. Luego aprendí que estaba equivocada…Y ahora tengo mucho miedo de no hacerlo bien…
- Pues no lo tengas. Ser madre es igual en todas partes, yo tampoco he sido nunca padre, pero eso se aprende. ¡Ya lo verás! Recuerdo que mis padres fueron maravillosos. ¡Ojalá hubiese podido presentarte a ellos! Pero mi padre murió en un accidente cuando yo tenía veinte años y mi madre de enfermedad seis años después.- Le contó con tono consternado. -
- Lo siento mucho, Robert. - Pudo decir ella dándole afectuosamente una mano para afirmar. –Estoy segura de que ellos alcanzaron el Paraíso.
- Desde que murieron perdí mi fe. – Le  desveló él con un poso de tristeza, aunque agregó más animosamente. – Pero gracias a ti la recobré.
- Supieron educarte bien. - Afirmó ella dándole un suave beso en los labios para sentenciar. – Fue por ti.  Tú fuiste la causa por la que abandoné mi otra vida. Me mostraste el amor y la alegría de vivir sin odio y sin miedo. Ahora quiero ser tan buena madre para nuestro bebé como tus padres lo fueron para ti.
- Lo principal es querer a nuestro hijo cuando nazca. ¡Tampoco sabías lo que era el amor y lo has aprendido de maravilla! - La alentó con visible entusiasmo. –

            Pero lejos de sonreír la muchacha se apartó esquivando los ojos de su marido.

-¿Qué pasa? ¿He dicho algo malo?- Se preocupó él.-
- No, tú no. Fui yo… hice cosas terribles… – musitó la diablesa enfrentando su ahora consternada mirada con la de su esposo.- Cada vez que lo recuerdo…
-Pues no pienses más en eso. Eso es el pasado.- La animó él.- Ya pagaste por ello. Ahora tienes otra oportunidad. ¡Aprovéchala! Tienes que ser feliz, y hacernos felices a mí y a nuestro bebé. Esfuérzate en ello.

            Su esposa sonrió al escuchar eso. Aunque más tarde, al poco de nacer Sandy, ella le  dijo con voz queda e incluso quebrada por el pesar y lágrimas en los ojos, en tanto observaba al bebé dormido en la cuna.

-No creo ser digna de ser su madre. Se merece a alguien mejor.
-¡Pero qué cosas dices! - Se sonrió él moviendo la cabeza.- Nadie puede ser mejor que tú. Serás una madre maravillosa.
-No, Robert.- Suspiró ella entre lágrimas.- Soy todo lo contrario a eso.
-Vamos cariño. ¿Qué te pasa? –Comenzó a inquietarse el joven científico.-

            Su mujer ni se atrevía a mirarle hasta que al fin, tras un denso y agónico silencio, se decidió a confesar llenar de pesar y arrepentimiento.

– ¡Maté a varios de mis hijos, antes de que nacieran! Y cuando di a luz hasta llegue a sacrificar a algunos a nuestra reina Lilith…

Él la miró atónito, ahora sí que no acertaba a pronunciar palabra. ILaya entonces le explicó compungida.

-Las súcubos hacemos el amor con frecuencia y  a veces quedamos embarazadas. En eso no nos diferenciamos de las humanas. Pero cuando eso me pasaba a mí, yo abortaba enseguida. No quería que un embarazo o hijos no deseados me estorbasen a la hora de ascender. Y cuando llegué a tener alguno… ¡Ni siquiera recuerdo haberles puesto nombre! Los entregué sin más como sacrificio a nuestra soberana del averno. La reina Lilith.  ¿Me comprendes ahora? Quiero a nuestra hija, deseo ser tan buena madre como sea posible.  ¡Pero debo compensar tantas maldades y tantos errores que no sé por dónde empezar!…

Robert movió la cabeza, su esposa le observaba ahora con temor, esa confesión podría cambiar las cosas para él. Podría darse cuenta del monstruo que en realidad ella era. Pero, para su alivio y sorpresa él sonrió posando una mano sobre su hombro derecho y le dijo con mucho afecto. Mientras observaba a su hija dormir…

-Esa diablesa ya no existe, murió el día en que nos prometimos. En ese pasado lo que hiciste sería normal para los tuyos. Pero tú ya no eres una súcubos del Infierno, ¿Me oyes? eres mi esposa. Una mujer humana que se llama ILaya Wallance. Y serás la mejor madre que pueda haber. Y yo me esforzaré por ser también el mejor de los maridos y de los padres con nuestra niña…

            Su mujer sonrió emocionada sin dejar de llorar aunque ahora sintiéndose mejor. Su esposo la abrazó y con una mano se quitó de la cara los rayos del sol que se filtraban por la ventana…

-Sí, mi amor.- Susurraba él mientras acariciaba aquel cabello castaño de su esposa.-  Los tres juntos seremos felices…

            Robert abrió los ojos, poco a poco tomó conciencia de que estaba acostado y solo. Habría podido jurar que sentía el contacto con su mujer, el tacto de su pelo, pero desgraciadamente para él únicamente fue un sueño. Despertó y miró el reloj, ¡eran ya más de las ocho!, ¡maldita sea! Se había dormido, estaba tan cansado. Por suerte entraba a trabajar a las nueve. Pero debía levantar a Sandy, darle el desayuno y llevarla a la guardería. Se incorporó sin pérdida de tiempo y despertó a su hija que dormía agarrada a uno de sus muñecos, ese osito amarillo de cortas alitas blancas. Era el que le regalaron a la pequeña cuando celebraron su última Navidad los tres juntos. Del que jamás se separaba.

- Vamos cariño, es tarde y tienes que ir a la guardería...
- Déjame dormir un poquito más. - Musitaba la niña removiéndose en su cama. -
- Anda, corazón. - Le pidió pacientemente él levantándola en brazos e incorporándola. - Es muy tarde y papá también tiene que ir a trabajar. Mira, yo te hago el desayuno y tú te despiertas solita.

            Robert la dejó dirigiéndose a toda prisa hacia la cocina, calentó leche e hizo tostadas. Cuando volvió al cuarto Sandy seguía dormida. Suspiró, tendría que despabilarla, desde luego a ILaya se le daba mejor hacerlo. Alzó a su hija en brazos llevándola al cuarto de baño, allí le mojó la carita con un poco de agua, la pequeña por fin se despertó.

- Vamos, ahora tienes que desayunar. - Le dijo cariñosamente Robert que la llevó hasta la cocina. -

            La cría se comió una tostada y su padre terminó la otra, después, vistió a la niña y se arregló él mismo. Ya eran más de las nueve cuando salió de casa. Dejó a la pequeña al cuidado de su profesora disculpándose por la tardanza  y corrió al laboratorio. Fichó con media hora de retraso y eso le valió la reprimenda del jefe de su sección, un tipo bastante arisco.

-¡No sé en qué tipo de centro habrá estado usted antes, pero aquí no se puede llegar tarde! - Le amonestó de malos modos. -
- Sí, señor, disculpe, no volverá a pasar. - Se excusó apuradamente Robert. -
- Eso espero, recuerde que está aquí a prueba. - Le espetó su superior que le dejó sin darle tiempo a más explicaciones. -

            Agitado e inquieto inició su jornada. Por si fuera poco hoy tendría que quedarse media hora más para compensar su retraso, era un problema, no podría recoger a Sandy de la escuela. A la hora de comer, una de sus compañeras, de las pocas con las que trataba, le notó preocupado y se interesó por él. Robert le explicó el problema.

- ¡Vaya un imbécil!- Repuso su interlocutora al enterarse de lo sucedido.- Ese supervisor, está claro que no tienen ningún tipo de consideración.
- Es su trabajo. - Declaró Robert afirmando apurado.- Lo malo es que tendré que recuperar el tiempo, y no sé qué puedo hacer. La escuela cerrará y mi hija…
- No te preocupes, - dijo amablemente ella ofreciéndose de inmediato. - Yo puedo acercarme a recogerla.
- Gracias, pero no quiero ser ninguna molestia...- repuso  él. -
- No será ninguna molestia en absoluto. - Sonrió ésta mirándole con unos intensos ojos azules -...

            La verdad es que era una chica muy atractiva, grandes ojos castaños, rubia, alta y simpática también. Robert sonrió aliviado, no le vendría mal que Megan Decker, o mejor dicho Meg, pues así le gustaba a ella que la llamasen, recogiera a Sandy...

- Muchas gracias, no sé cómo podré devolverte el favor.- Le comentó él lleno de reconocimiento.-
- No hay de que, ese tipo es un estúpido.- Repitió solidariamente Meg. - No puede comprender los problemas de alguien que tiene a su cargo a una niña tan pequeña. Además, es tan raro que un hombre viva sólo con su hija. - Añadió preguntando con curiosidad.  - ¿No estás casado?...
- Mi mujer murió hace algunos meses,-  contó Robert visiblemente abatido. -
-¡Oh, cuánto lo siento! , perdóname no quería ser indiscreta, he metido la pata.- Se lamentó la chica, realmente apurada. -
- No, tú no tienes la culpa, no podías saberlo. – La disculpó afablemente él. -
- Bueno, ya casi es la hora de volver al trabajo, cuando salgamos iré a por la niña, ¿cómo dices que se llama? - Inquirió la mujer. -
- Sandy Ann Wallance, bueno, llámala simplemente Sandy. - Le respondió Robert que le indicó. -Dile que vas de mi parte y que yo iré enseguida.- Le dio la dirección y una autorización firmada, pidiéndole más aliviado ya. - Esperarme por allí, ahí un jardincito con columpios cerca, y gracias otra vez.

            Los dos volvieron al trabajo, cuando al fin llegó la hora de salir Meg se despidió de Robert y se dirigió hacia la escuela. Allí estaba la pequeña, la profesora aguardaba con ella pues era la última niña que quedaba por irse. Sandy estaba asustada porque su papá no aparecía. Tenía miedo que fuera como aquella vez en la que se la llevaron a ese sitio lleno de gente rara, cuando mamá murió.  De modo que al ver llegar a una mujer que preguntaba por ella se escondió tras las faldas de su maestra que la miró afectuosa diciéndole con suavidad tras leer la autorización.

- No tengas miedo Sandy, esta señora tan guapa viene de parte de tu papá…
-¿Dónde está mi papá?- Preguntaba la pequeña visiblemente angustiada. -
- Ahora viene, cielo - contestó amablemente Meg. - Yo te haré compañía hasta que llegue.
- ¡Quiero que venga papá! - Insistía la niña casi a punto de llorar. -
- No te asustes, tu papá vendrá enseguida. Mira, vamos a esperarle allí ¿vale?- Señaló los columpios cercanos al colegio que su compañero de trabajo le había indicado con la esperanza de que eso calmaría a la asustada pequeña. – Jugaremos un poquito. ¿Quieres que te columpie un poco?

            La cría la observó visiblemente confusa. Esa señora parecía amable como su profesora. Y no decía querer llevarla a ningún sitio. Además el parque le gustaba. Al fin asintió despacio.

-Pues ven. – Le pidió Meg poniéndose en cuclillas cerca de los columpios.-

            Sandy se aproximó. La chica la ayudó a subirse en uno y le dijo.

-Agárrate bien fuerte, ¿eh?

            La pequeña asintió de nuevo, ahora con más entusiasmo. Entonces Meg comenzó a  empujarla. Despacio al principio hasta que empezó a balancearse arriba y abajo y después con algo más de energía. Al fin la cría sonrió  divertida…

-¡Más fuerte! - Pedía con entusiasmo.-
-¿Estás segura?- Sandy asintió sonriendo.- Muy bien...- Exclamó Meg.- ¡Ahí vas!…

E imprimió algo más de fuerza  para deleite de la cría que subía y bajaba con su melenita morena al viento. Por unos momentos a la niña le pareció que su mamá estaba allí, con ella, empujando esos columpios, como solía hacer las veces que la recogía de la guarde, la impulsaba tanto que ella creía poder tocar las nubes…Así pasaron treinta minutos, Robert salió por fin tras cumplir el tiempo que debía y corrió hacia la escuela, al llegar se encontró con que Meg estaba empujando en los columpios a Sandy que parecía estar pasándolo muy bien. Se alegró de que ambas se hubiesen entendido.

- Muchas gracias por cuidar de ella. - Saludó el apurado padre llegándose hasta las dos. –

            Al oírle Meg dejó de empujar hasta que aquello se fue deteniendo progresivamente…

-¡Papá! - chilló la niña bajándose del columpio. - ¡Papá! - corrió hasta él y se abrazó a sus rodillas, Robert la levantó en brazos y se abrazó a ella en tanto la chiquilla preguntaba. - ¿Por qué no venías?..
- Tenía que trabajar cielo, pero ya estoy aquí y ahora nos vamos a casa.
- Te ha echado muchísimo de menos. - Sonrió Meg afirmando, - estaba preguntando continuamente por ti…
- Pues ya estoy aquí, ahora vámonos a casa. - Le dijo Robert a su hija acariciando su carita para dirigirse después a su compañera con tono amable. – Meg, muchas gracias.
- No hay de qué,- repuso amablemente ella despidiéndose. - Te veré mañana en el trabajo...

            Y así fue, Robert se marchó con su hija a casa y al día siguiente se vio en el trabajo con Meg. Posteriormente también se encontrarían fuera y comenzarían a salir tras unos meses. A Robert le agradaba mucho aquella mujer, pero el recuerdo de ILaya seguía con él. De todos modos, muchas veces meditaba que quizás sería buena idea que rehiciese su vida, a su hija le vendría bien tener una madre. Pero él dudaba.

-No sé que hacer. Cariño.- Musitaba como si quisiera hablar con su esposa.- Espero que lo comprendas…yo siempre te amaré, pero quizás Meg buena para Sandy. Necesita una madre. Puede que aún sea pronto. Si todo sigue igual, sé que tú me darás tu permiso…

Y aguardó un poco más a ver cómo se desarrollaba su relación con Meg. Pasó el tiempo y parecían llevarse bien. Ambos, siguieron saliendo durante dos años comenzando una relación. Sandy había crecido bastante y ya estaba bien adaptada en el colegio. Meg se había convertido en una buena amiga para ella. Siempre dispuesta a escucharla y a salir a pasear. La niña quería a la amiga de su padre y Robert se daba cuenta de eso. Una noche, cenando a solas con su novia, él se atrevió a dar el paso.

- Meg, ¿te gustaría que viviésemos juntos?- Le preguntó algo dubitativo. -
-¿Vivir juntos?- Repitió ella sorprendida. - No sé, tendría que pensarlo, es una decisión muy importante.
- Tómate el tiempo que quieras. – Concedió él sabedor de lo que eso implicaba. -

            Meg se tomó unos días y finalmente le anunció que sí. Los primeros meses fueron buenos pero más tarde ella demostró que no estaba hecha para cuidar de una niña a tiempo completo, su carrera le importaba demasiado. A medida que Sandy demandaba más atención Meg no podía implicarse todo lo que deseaba. Las cosas en materia laboral estaban cada vez más exigentes y la mujer no quería dejar de lado su profesión. Robert lo veía y no podía pedirle nada más a su pareja. Con pesar al fin llegaron a un acuerdo para ir a vivir sus vidas por separado, no tenían otro remedio. Además a Meg le había surgido una buena oferta de trabajo y se marchaba lejos. Su novio y la niña no podían ir con ella. La mujer se apenó bastante, le había tomado cariño a Sandy pero pese a eso, su carrera le importaba más. Quizás si se daban un tiempo volvieran a retomar la relación. Eso es lo que habló con Robert. Él tuvo que convenir en eso. Su trabajo y su hija estaban allí. No quería desarraigar a la pequeña otra vez. Le había costado mucho tiempo y esfuerzo el poder integrarse. Así que los dos se volvieron a quedar solos. Al principio llamaba a Meg y hasta se escribían. Pero poco a poco esto se fue espaciando. Tras dos años su ex pareja no volvió a dar señales. Al parecer la última vez que Robert supo de ella había conocido a un ejecutivo en la costa Oeste y estaban saliendo.  Suspiró, la mujer a esas alturas había rehecho su vida y debía ser feliz. De este modo padre e hija continuaron apoyándose mutuamente. Sandy ya tenía los diez y destacaba bastante en los estudios, sobre todo en ciencias. Gracias a que su padre le explicaba muchas cosas ella iba muy adelantada para su edad. Pero no sólo en eso.  Poseía un talento innato para investigar y descubrir cosas. También le gustaba la cocina, desde pequeña hacía sus pinitos elaborando algún plato sencillo y mezclas de dulces utilizando las probetas de su padre. Tras semanas de practicar y de estudiarse algún libro de cocina y ver programas en la televisión, ahora se atrevía a preparar sus propias tartas. La primera que hizo la terminó una tarde que Robert volvía del trabajo.

- Papá, he terminado mi primera tarta de chocolate. - Le dijo muy emocionada ofreciéndole con cierto temor.  -¿Quieres probarla?...

Su interlocutor la observó con una sonrisa, ahí tenía a su hijita con un delantal demasiado largo para ella y esa diadema en su moreno y sedoso pelo. No acertaba a comprender como una cría tan pequeña habría sido capaz de hacer algo tan complicado ella sola. Apenas sí pudo responder con cautela.

- Bueno hija, si tuvieras un poco de café para acompañarla no diría yo que no. - Rio Robert que imaginaba que tendría que comerla a palo seco o con leche. – Voy a hacer un poco…
- No hace falta, también he hecho café. - Anunció Sandy con una sonrisa de satisfacción. -
- Pero, ¿desde cuándo sabes hacer tú el café?- Le preguntó su padre, asombrado. -
- Te he visto a ti muchas veces y me lo he aprendido.- Le contestó ella agregando con visible impaciencia. -¡Venga papá, pruébalo!
-De acuerdo hija, espera a que me cambie. - Le pidió Robert atónito aun temiéndose eso sí, algún aguachinado brebaje. – Enseguida estoy…

En cuanto a la presunta tarta tenía también sus reparos, pero ¡cualquiera le decía aquello a su ilusionada hija! Por no desilusionarla estaba dispuesto a comérsela aunque se tratara de engrudo.

- ¡Pondré la mesa mientras! - Exclamó Sandy muy entusiasmada. -
-Muy bien, cariño.- Musitó él temiéndose la dura prueba que le aguardaba.- No hace falta que corras…

            Pero no tenía caso el aplazarlo. Así que una vez estuvo con ropa más cómoda Robert se dirigió al salón. Para su sorpresa encontró la mesa deliciosamente puesta. Dos platitos, con sus cubiertos de postre, dos tacitas, la cafetera y una jarrita con leche a un lado de la mesa, y la tarta en el centro, flanqueada por un par de servilletas. Sandy le esperaba sonriente y algo nerviosa sentada enfrente de una silla que estaba dispuesta para él. Robert, sin perder ni un segundo tomó asiento.

- Vamos a ver cómo te ha salido.- Le dijo con tono jovial, empuñando el tenedor. -

            Él partió un pedazo  y se sirvió, Sandy le contemplaba con sus enormes ojos verdes muy abiertos. Atenta a la más mínima reacción de su padre en cuanto probase la tarta. Robert se la llevó a la boca y masticó un trozo, paladeaba calmosamente. Para su sorpresa, el sabor era delicioso, la textura suave, estaba francamente bien. Muy complacido descubrió también que hasta el café se podía beber. Incluso estaba bueno. Así se lo hizo saber a la ansiosa chiquilla...

-¡Hummmm! ¡Está muy buena hija, eres una magnífica repostera!
-¿De verdad te gusta?- Sonrió Sandy encantada para reconocer. - ¡Me ha costado tanto hacerla, que alegría! - Enseguida se sirvió ella y comenzó a comer para afirmar con visible satisfacción. – Es verdad, ¡qué buena está!...
-¿Qué sucede? ¿Acaso no la habías probado?- Le preguntó su padre realmente extrañado. –
- No - confesó la niña afirmando ilusionada. – Quería que fueras tú el primero.
- ¡Ya!- Bromeó su interlocutor sentenciando divertido. – Por si acaso estaba envenenada. ¿No?
- ¡Qué va, papa! – Se defendió ella con gesto algo preocupado. –
- Te estoy tomando el pelo, ¡tonta!- Le desveló él con buen humor.-

            Robert se rio y Sandy tras unos segundos de confusión, se percató de aquella broma y le secundó, ambos se repartieron la tarta dando buena cuenta de ella. Padre e hija disfrutaron de aquel momento. Eran contadas las ocasiones en las que, tras la dura jornada de trabajo de él, o tras el día de colegio de ella, podían sentarse juntos y charlar. Sandy trataba siempre de hacer sus deberes y sacar muy buenas notas. Sabía que su padre se sentía muy orgulloso de ella. Y por si eso fuera poco, se había tomado muy en serio su papel de mujercita de la casa. Aunque era su padre quién se ocupaba de la colada y de las tareas más duras  la cría deseaba ayudarle en lo que podía. Cocinaba cada vez más y limpiaba y ordenaba las habitaciones. Por desgracia, los buenos ratos estaban prontos a terminar. Inmerso en su trabajo de cada día Robert apenas sí de percataba de que el tiempo transcurría rápida e inexorablemente. Él no había advertido que su hija había iniciado el camino hacia la pubertad. Las formas de su cuerpo habían comenzado a cambiar, crecía, se estilizaba, sus caderas eran más redondeadas y los pechos comenzaban a aflorar. Pasaron unos meses y una noche, ya cumplidos los once años, Sandy se despertó en mitad del sueño, sentía un cálido fluido en la entrepierna. No podía haberse orinado en la cama, ¡qué horror! , era ya una señorita según su padre le repetía una y otra vez. Encendió la luz y no pudo reprimir un grito, Robert se despertó al oírla y corrió a la habitación de la chica.

-¿Qué te ocurre, hija? ¿Una pesadilla?- Se quedó atónito al contemplar la escena, Sandy estaba aterrada. Sentada en la cama rodeada por una mancha oscura de sangre, levantándose pudo ver que los muslos de su hija estaban igualmente manchados. -
-¡Papá, me voy a desangrar!- Balbuceó casi a punto de llorar por el miedo. -

            Robert corrió a abrazar a su hija mientras comprendía de inmediato lo que le había ocurrido.

- No cariño, tranquila, no es nada grave, eso significa que ya eres una mujercita. Es tu primera menstruación. Supongo que algo te habrán explicado en la escuela, lo que ocurre es que se ha presentado muy pronto. No pasa nada, ve al baño y yo mientras te cambiaré las sábanas.

La niña obedeció, entró al lavabo y se encerró, nunca lo había hecho hasta entonces, pero ahora sentía cierta vergüenza. Robert quitó las sábanas y las metió en la lavadora. Le puso a su hija otras limpias mientras la pequeña salía del cuarto de baño. Se había le olvidado llevarse otro camisón y salía tapándose con el sucio.

- Hija, ¿qué te pasa?- Le preguntó Robert sorprendido. -
- Papá, podrías salir un momento, tengo que cambiarme. - Le pidió la chica visiblemente avergonzada. -

            Robert se sorprendió, su hija jamás le había pedido eso. Pero sonrió y asintió. En su fuero interno estaba feliz, su hija se estaba convirtiendo en mujer mucho más deprisa de lo que él había creído que sucedería. ¡Cómo añoraba a su esposa! Estaba claro que, en ese tipo de situación, una madre era mucho más necesaria. Pero desgraciadamente ella ya no estaba y debía de ser él quién afrontase todo aquello. No obstante, lo hizo bien. Pasaron los días y las semanas, Sandy no parecía haber cambiado mucho en lo demás. Estaba más alta, eso sí que lo notaba Robert. Por fortuna iba teniendo un grupito de amigas de su edad con las que socializaba. Alguna que otra vez iba a fiestas o incluso las invitaba a dormir a casa. Su padre se alegraba por ello. Su niña era tan normal como cualquier otra. Incluso destacaba en todas las facetas positivas del estudio y el comportamiento. A decir verdad nunca hasta entonces había necesitado de las notas de ILaya. Eso le tranquilizaba. Quizás las preocupaciones de su esposa fuesen infundadas. Al ser medio humana a lo mejor no había heredado muchas de las características de las diablesas. No obstante, el cambio más grande, tras el periodo, pero aun así natural en cualquier chica, sucedió en el verano siguiente. Sandy desarrolló mucho sus atributos femeninos y comenzó a despertar el interés en los chicos. Su pelo había crecido llegándole hasta casi la cintura, sus labios eran más carnosos y sus piernas se habían hecho larguísimas. Un día en la piscina estaba sola. Su padre trabajaba y todavía no habían llegado sus amigas. Ella jugaba despreocupadamente a tirarse al agua cuando se le acercaron dos chicos de  quince años aproximadamente. Eran guapos y a ella le empezaba a dar por el coqueteo. Lo cierto es que hacía poco que centraba su atención en los elementos del otro sexo, ella y sus amigas ya charlaban sobre los muchachos que más les gustaban, también de actores, cantantes, etc. De modo que cuando vio a esos dos no pudo evitar observarles con interés. Ellos la contemplaban a su vez desde lejos y cuchicheaban. Por fin uno de los  muchachos, moreno y espigado, que no estaba nada mal, se acercó hacia ella.

- Hola, no te conozco, ¿eres nueva por aquí?
- No, vivo aquí desde hace mucho…- respondió ella. -
- Pues no te había visto nunca, pero me gustaría verte. - Sonrió él con regocijo, mirándole descaradamente los pechos para preguntar. - ¿Cuántos años tienes?
- Doce - Dijo ella que quiso saber a su vez. -¿Y tú?..
-¿Doce? ¿Me tomas el pelo?- exclamó él, anonadado. –

Sandy negó con la cabeza. Bueno, tenía doce y diez meses para ser más exactos. Aunque ese chico se recobró enseguida y afirmó.

- Parece que tengas quince, eres muy…- buscó la palabra para no meter la pata y apenas sí pudo añadir, - guapa para tu edad.
- Gracias. ¡Dentro de un par de meses haré los trece! - Rio ella ruborizándose por lo que pensaba era un cumplido muy bonito y así respondió. - Tú también eres muy guapo.
-¿Tienes novio?- Le preguntó él más que interesado. -
-¿Novio? No, nunca he salido con un chico.- Declaró con total sinceridad. -
-¿Te gustaría salir conmigo?- Le propuso él que enseguida reparó en un detalle. No se había presentado, pero eso era fácil de solucionar y así lo hizo comentando. -¡Ah perdona, me llamo Michael, pero todos me llaman Mike!..
- Yo me llamo Sandy Ann. Pero solamente me llaman Sandy.- Repuso ella para inquirir con patente interés. - ¿Tú has salido con alguna chica?
-¡Claro!, soy mayor que tú. - Repuso dándose importancia  para asegurar con el desenfado propio de su edad juvenil. - Ya verás cómo lo pasamos bien, ¿te parece que nos veamos en la sala de máquinas a las ocho?
- Mi padre no me deja hasta tan tarde, tengo que estar en casa a esa hora.- Opuso la chica. -
- Bueno, pues a las siete, - corrigió el muchacho. -
- ¡Vale!- repuso Sandy muy ilusionada. -
- Pues hasta luego. - Se despidió él corriendo encantado hacia su amigo. -

            Sandy les vio alejarse hablando, el otro chico escuchaba absorto, ambos se sonreían. Ella no quiso decirles nada a sus amigas cuando llegaron. No deseaba que fuesen detrás, listas para cotillear. Tampoco se le ocurrió comentárselo a su padre por vergüenza. De todos modos éste le había advertido que tuviera cuidado con los chicos. Pero a ella le apetecía quedar con Mike y tuvo miedo de que su padre no la dejase. De modo que inventó que iba a estar con Ruby, Jordan y las otras a jugar. Además, sentía algo extraño en su estómago aunque no sabía por qué. A Robert le pareció bien, su hija nunca le mentía así que no tenía razón para sospechar nada extraño. No obstante, le recordó que la quería de vuelta a la hora de costumbre. La niña le dijo que sí y se marchó, llevaba una falda corta y una camisa ligera que dejaba notar el sujetador. A las siete estaba en la sala y allí le esperaba Mike que la recibió con una sonrisa.

- Ven, vamos a jugar un poco a los vídeo juegos.- Le propuso con amabilidad. -
                       
            Sandy aceptó, el chico le invitó a dos partidas y a ella, pese a no tener demasiada práctica, no se le daba mal jugar. Cuando terminaron ya eran las siete y media pasadas. Mike le propuso dar una vuelta y la llevó de la mano hacia el parque. A esas horas no había gente por allí y él se lanzó hacia lo que más le interesaba preguntándole con una no disimulada ansiedad.

- Entonces ¿no has estado con chicos nunca?
- No – Admitió ella cándidamente. -
- ¿Y no sabes lo que hay que hacer en las citas? - Le inquirió él cada vez más excitado. -
-¿Qué hay que hacer? - Preguntó Sandy sintiéndose confusa e incluso azorada por si él creía que era tonta al no saberlo. -

            Por toda réplica él se aproximó, sus labios se juntaron a  los de la atónita chica. Enseguida Mike sonrió. Ahora volvió a besarla de forma más prolongada. Sandy notó un cosquilleo, algo en su interior parecía agitarse. Sus mejillas estaban más calientes. Ese chico además estaba cada vez más pegado a ella, la tenía contra una pared y notaba que en la parte de debajo de ese muchacho algo se había puesto muy duro.

- Te lo enseñaré.- Le aseguró él que separándose un poco señaló su entrepierna, al tiempo que le pidió con voz trémula. - pon aquí tu mano.

            Sandy dudó, no creía que eso estuviera bien. Pero el chico le llevó una de sus manos suavemente hasta hacerla palparle aquello afirmando convencido.

- Todas las chicas lo hacen. Es algo muy normal, incluso se consideraría como tonta a alguna que no lo hiciera.
- ¿Y tengo que hacer así?- Quiso saber la muchacha recorriendo aquella zona tan abultada suavemente con su mano. -
- ¡Uff!- , jadeó él sin casi poder contenerse para explicarle. - Tienes que frotarme con la mano así.- Le movió la mano alrededor de la zona  haciendo que la chica hiciese más presión y agarrase lo que ya comenzaba a marcarse en exceso a través de su fino pantalón. -...
-¿Eso se hace en todas las citas?- Le interrogó ella sorprendida. -
- Sí, en todas.- Respondió tragando saliva para intentar aguantarse, aunque llevado por el deseo añadió. - Incluso los chicos se la enseñan a las chicas.
-¿Se la enseñan?- preguntó su interlocutora extrañada. –
-¿No quieres vérmela?- Le propuso él. -
- ¡Sí!,- dio ella riendo, si todas las otras muchachas lo hacían, no iba a quedar como una tonta. - ¿A ver?

            Mike miró para todos los lados, no había nadie, sin pensárselo dos veces se bajó los pantalones y el slip. La muchacha miró curiosa como la cosa de ese chico estaba muy rígida y grande.

- Tócamela.- Le pidió él casi desesperado. - Venga, por favor.
           
            Sandy hizo lo que el muchacho le pedía, sentía algo muy raro en el cuerpo, como  un calor extraño que se abría paso desde su estómago hasta su garganta. Entonces sin saber lo que estaba haciendo se agachó. Según acariciaba eso notaba que un estremecimiento la recorría, quería sentir aquella sensación más intensamente. Sin pensar juntó sus labios y comenzó a besarla ligeramente. Mike no podía creerlo, ¡esa chica parecía saber mucho más de lo que le había hecho creer! Estaba a punto de estallar, cuando ella abrió la boca y se la introdujo comenzando a chupar. El muchacho no lo soportó más que unos escasos segundos y se dejó ir. Sandy sentía una imperiosa necesidad de beber, chupó hasta exprimir por completo todo. Cuando liberó el miembro del chico éste no podía ni hablar, estaba pálido y ella mirándole fijamente a los ojos le pidió entre jadeos.

- Quiero más, dame más…
- No puedo,- dijo él sobrepasado por el asombro para añadir. - Me has dejado sin nada, necesito tiempo.

            Sandy no le dio más ocasión de hablar, agarrándole el miembro trató de repetir la operación, pero éste se había empequeñecido rápidamente. El muchacho, que estaba confuso e incluso asustado ante semejante chica, se apresuró a subirse el pantalón. Juraría que los ojos de aquella muchacha habían pasado a un tono bermellón, pero al poco se corrigió, eran verdes. Posiblemente hubiera sido la luz. De todos modos Mike había más que cubierto sus mejores expectativas. Esto tenía que contárselo a sus colegas. Pero ahora tocaba irse ya…no fuera a pasar que alguien les pillase.

- Vale, ya es suficiente. - Le indicó agitado y muy nervioso para agregar un más conciliador. - Otro día nos veremos ¿eh?..
- Bueno, pero entonces me darás más de esto. ¿Verdad? – Le pidió Sandy con visible deseo de que así fuera. -
- Claro, claro. - Aseguró él que se marchó a todo correr. -

            La muchacha se quedó sola. Casi ni recordaba que hacía allí. Al poco creyó acordarse, había estado jugando a las máquinas con Mike y se habían despedido. Volvió a su casa, estaba aturdida. Había sentido algo nuevo y muy extraño, algo que parecía quemarle por dentro y a la vez la empujaba a fijarse en aquel chico. Ahora iba por la calle y comenzó a mirar intensamente en esa parte a todos los muchachos que se cruzaban con ella. Por fin esa sensación fue desapareciendo y llegó a casa.

- Sandy, son las ocho y cuarto. - Le amonestó suavemente Robert según entraba. -
- Perdona papá, me he entretenido, he estado jugando a las máquinas.
- Bueno, pero la próxima vez procura mirar el reloj. - Le pidió su padre con más condescendencia. -
- Sí, papá ¿Qué hay de cenar?- Preguntó con total naturalidad. -
- Macarrones…- contestó su interlocutor. -
- Bien,  me gustan los macarrones, sobre todo los largos y con mucha salsa. - Sonrió ella con cierta malicia. -
           

            Robert no dio ninguna importancia al comentario y le dijo a su hija que pusiera la mesa. Los dos cenaron y después se fueron a dormir sin más novedad. Al día siguiente Sandy acudió a la piscina como si nada hubiera sucedido. Allí la descubrieron enseguida los dos chicos del día anterior, esta vez fue el amigo de Mike, uno de pelo castaño, el que se acercó.

- Hola, me llamo Luke, soy amigo de Mike,- Se presentó a Sandy para pedirle. - ¿Saldrías conmigo hoy?...
-¿Salir contigo?- preguntó Sandy extrañada. - ¿Para qué?..
- Por si quieres más de lo que Mike te dio. - Sonrió ladinamente él, seguro de que tendría éxito. -
-¿Lo que me dio?- Sandy estaba sorprendida, no recordaba nada de lo ocurrido  y rehusó con un educado. - No gracias, mi padre me tiene prohibido salir.

            Aunque a su interlocutor eso no le cayó muy bien, Después de lo que su colega le había contado no estaba dispuesto a perderse algo así. O bien su amigo le había tomado el pelo, claro. Trató de insistir, incluso se atrevió a rozar uno de los pechos de Sandy que reaccionó poniéndose de mal humor.

- No me toques o se lo diré a mi padre…

            El muchacho se quedó cortado, no sabía qué hacer. Posiblemente fuera lo que se había temido y su amigo le hubiera gastado una broma. Desde luego esa chica no parecía ser en absoluto como le había dicho. Por su parte Sandy le dio la espalda alejándose de él. De vuelta a casa, le contó a su padre lo ocurrido y Robert  se alarmó para comentarla.

- Hija, no dejes que te toquen de esa forma, ya te lo he explicado. Los chicos se interesan por ti, ya eres una mujercita.
-¿A todos los chicos les ocurre eso, papá?- Preguntó con curiosidad. -
- Sí, a todos, claro, es normal - repuso Robert con naturalidad aunque enseguida matizó con claro tinte de advertencia. - Pero tú no debes dejarles, todavía eres muy joven.
-¿A ti también te pasa?

            Su interlocutor quedó desconcertado durante unos momentos pero supo responder.

- Claro, pero en mi caso es algo diferente, yo ya soy mayor.
-¿Te pasaría conmigo?- Inquirió la niña de pie frente a él y mirándole fijamente, de tal forma que hizo que Robert se sobresaltara apresurándose a responder.-
- No, contigo no, tú eres mi hija, y yo soy tu padre, eso no pasa. Me ocurrió con tu madre, por eso naciste tú.

            Sandy pareció darse por satisfecha con esa respuesta, cambió de tema sin ningún tipo de inconveniente. Anunciando de la manera más natural.

- Me voy a ver la tele…

            Robert se quedó observándola con inquietud. De un tiempo a esta parte su hija había comenzado a portarse de forma extraña, y le preocupaba porque dentro de poco entraría en el instituto y allí había muchos chicos mayores dispuestos a cualquier cosa por aprovecharse de una niña como ella. Era demasiado inocente en esos temas, había pasado mucho tiempo en el reducido círculo de casa y sin una madre como guía en esos temas, era preocupante que pudieran aprovecharse de su ingenuidad. Pero tampoco quería encerrarla en casa pues tenía edad para empezar a salir algo más con los jóvenes de su edad. Y bajo ningún concepto quería que su hija se aislase. Bastante mal lo pasaron al poco de la muerte de ILaya. El pobre hombre no sabía qué hacer. Estaba hecho un lío, dejó pasar el verano y comenzar el siguiente curso. Quizás las cosas se pondrían en su lugar por sí solas. Y el tiempo pareció darle la razón. Sandy daba la impresión de haber vuelto  a la normalidad con el inicio de las clases. Durante ese nuevo año académico cumplió los trece años. Pero parecía que tuviese alguno más por su desarrollo. De todos modos, las cosas iban bien. Sus notas seguían siendo muy buenas, mantenía una buena relación con sus compañeros y no se había producido un nuevo incidente como el que tuvo saliendo con ese chico, Mike, al que ya no volvió a ver. Aunque un día comenzó a sentirse mal, estaba en clase de matemáticas y pidió permiso para salir.

-Señorita Walton.- Pudo decir casi haciendo un esfuerzo para hablar, en tanto se llevaba la mano al vientre.- ¿Podría ir al servicio, por favor?

            La profesora la observó y juzgando aquello como fruto de la menstruación se lo concedió sin ningún problema. Sandy salió y fue a lavarse la cara. Se notaba rara, posiblemente algo le hubiese sentado mal en el desayuno. Sin embargo, no pudo ni chillar cuando, tras salir del  excusado, fue a mirarse al espejo para lavarse las manos y retocarse el pelo.

-¿Qué es esto?- Exclamó sin poderlo evitar con un tono de voz mucho más grave de lo normal.-

Advirtió con horror que sus ojos de siempre verdes habían pasado a tener un tono rosáceo, casi de color burdeos. Su pelo incluso había adquirido un color cobrizo y además le dolían las encías. Aterrada, descubrió que un par de colmillos trataban de abrirse paso en su boca. Se la tapó con la mano y se dio la vuelta respirando muy agitada. Entonces alguien llamó a la puerta. Sandy la bloqueó enseguida y escuchó la voz de Kimberly Davis, una compañera suya de clase, de su estatura, pelo castaño rizado y ojos marrones, que además era su mejor amiga.

- Sandy ¿estás bien? Como tardabas, la profesora me ha mandado a decirte que si te pasa algo…
- Estoy bien, - respondió con una voz algo ronca. - Enseguida salgo...
- Déjame entrar, ya que estoy aquí aprovecharé, me estoy haciendo pis. - Le apremió su amiga tocando de nuevo con los nudillos. -

            Sandy desbloqueó la puerta y se metió a todo correr en uno de los aseos cerrando la portezuela de éste, guardó silencio y escuchó como su amiga entraba.

-¿Seguro que estás bien?- Le preguntó ésta desde fuera. -
- Sí, es que yo también me lo hacía. - Pudo decir la pobre chica tratando de disimular en su aun algo ronca voz que sonaba bastante asustada. – Después de… ya sabes…¡qué vergüenza…

            Al cabo de unos minutos, escuchó la cadena del servicio de al lado, Kim salió apremiándola a ella.

-¡Vamos, Sandy! , la profe se va a enfadar contigo.
- Es que aún tengo ganas. Algo me debe haber sentado mal. - Repuso ella tratando de ganar tiempo - ve tú, yo voy enseguida.
- Vale, pero date prisa ¿eh? - Le pidió comprensivamente  Kim saliendo del servicio. -

            En cuanto su amiga salió, Sandy abrió la puerta y corrió a mirarse en el espejo. Rezaba por estar normal. Afortunadamente volvía a mostrar su aspecto de siempre, ¡menos mal! Quizás hubiese sido una alucinación. Nerviosa todavía, se arregló lo mejor que pudo y volvió a clase. Por suerte no tuvo más contratiempos. Su profesora se interesó por su estado y ella replicó que estaba mejor. De todos modos no veía el momento de que acabasen las clases. Al fin, para su alivio lo hicieron y al volver a casa estaba demasiado asustada para contarle nada a su padre que aún no había regresado, ella preparó la cena y esperó, por fin llegó Robert.

- Hola Sandy ¿Cómo te han ido las clases? - Se interesó con jovialidad. -
- Bien,- repuso ella escueta y desvaídamente. -
-¿Sólo bien?- Le inquirió su padre mirándole a los ojos lo que la puso nerviosa. Parecía que le hubiese visto algo extraño.-

-¡Bien, nada más, hoy ha sido un día como los otros, no sé qué más voy a decirte! - Espetó Sandy algo alterada. -


Robert se quedó sorprendido por aquella salida de su hija, desde luego ella no solía comportarse así,  trató de calmarla con tono conciliador.

- Bueno, perdona, sólo era una pregunta…

            Sandy se calmó enseguida, le pesaba haber respondido así a su padre. El pobre venía cansado del trabajo y a fin de cuentas únicamente se interesaba por ella. Pero no podía decirle lo que había sucedido y aún estaba asustada. Trató de disculparse con un tono más amable.

-¿Cómo te ha ido a ti?..- se interesó mirando a su padre con una expresión más sociable. -
- Bien- respondió Robert de una forma escueta pero con un tono más distendido. -
-¿Sólo bien?- dijo Sandy.-

La chica se quedó esperando en su padre una reacción parecida a la suya, tenía derecho a devolverle la contestación, pero Robert salió con un comentario muy distinto.

- Mucho mejor ahora que estoy en casa contigo, cariño.- Sonrió el añadiendo con humor. - El trabajo es muy aburrido...

            Sandy también sonrió, su padre le había hecho sentirse mejor, siempre lo hacía. Empezó a comer con apetito a la par que Robert  alababa el plato de carne que ella había preparado.

- Cada día cocinas mejor, hija, espero que en lo demás estés progresando también.
-¿A qué te refieres?- Le preguntó ella algo a la defensiva pero cuidando de no repetir su tono anterior. -
- Me refiero al instituto, Sandy. - Matizó Robert algo más serio pues comenzaba a sospechar que algo en su hija no iba bien y al fin le comentó con tono amable. – Mira cariño, si te ocurre algo, cualquier cosa, no dudes en decírmelo, hija. Exámenes, problemas con algún compañero. Sea lo que sea soy tu padre y me preocupo por ti. Sé que a veces te parezco pesado y todo eso pero no puedo evitarlo. Eres lo que más quiero en el mundo.
- Gracias papá, lo haré. - Contestó su contertulia aliviada de que no le hubiera hecho una pregunta directa. Había pasado por alto su mala reacción de antes y eso la tranquilizó. - No te preocupes, de verdad que todo me va muy bien, en Biología seguro que sacaré un sobresaliente.
- ¡Un sobresaliente!, vaya, eso está muy bien, estoy orgulloso de ti, hija. – Afirmó él con una gran sonrisa. - ¿Y en lo demás?
-Pues prácticamente lo mismo.- Afirmó ella con satisfacción.-
-¡Esa es mi chica! La más lista de la clase.- Afirmó su orgulloso padre con semblante sonriente.-

            La aludida sonrió también y bajó la cabeza avergonzada de su tono anterior. Aunque su padre aparentó no percatarse de ello y pasó a otros temas en tanto los dos se dedicaban a terminar de cenar. Y en lo relativo a esas calificaciones Sandy no mentía. Aparte de en biología obtuvo tres sobresalientes más. Y el resto notables, quizás porque estaba todavía preocupada por aquello que le pasó. En cualquier caso no se podía negar que era una buena estudiante, pero a la vez que eso, su interés por los chicos aumentaba. Sin que Robert se enterase comenzó a salir con alguno, casi todos mayores, que pronto corrieron la voz de que era una chica fácil. Con uno de ellos, llegó por fin a hacer el amor. Era un muchacho de último curso y se la llevó a su casa un día que sus padres no estaban. Casi sin decirse nada ambos comenzaron a besarse sobre la cama de matrimonio de los padres de él. Sandy ya había aprendido bastante, se desnudó y apremió al chico a hacer lo propio. Éste no se hizo de rogar y casi sin ningún tipo de preludio él la penetró. Sandy comenzó a jadear, de forma cada vez más fuerte. El muchacho al principio estaba encantado pero tras unos minutos se dejó ir. Ella sintió un cálido líquido penetrar por sus entrañas pero eso no le bastaba, estaba frenética, sujetaba al agotado muchacho y con una tremenda fuerza le dio la vuelta situándose encima. La chica botaba sobre el miembro de él que ya no podía más. El chaval palideció de terror cuando, entre la poca iluminación que tenía el cuarto vio el resplandor rojizo de los ojos de su amante. Como en una película de terror, dos colmillos brotaron de su boca y el pelo adquirió un tinte rojizo, el muchacho gritó de horror pero aquella especie de fiera no le soltaba. Por fin acabó desmayándose agotado, como si le hubieran quitado sus energías y ella, poco a poco fue perdiendo su ímpetu hasta parar agotada. Pasados unos segundos, levantó la cabeza y miró al muchacho incrédula. Sandy no recordaba cómo había llegado allí, pero estaban desnudos y ella montada sobre él. Aun sentía el miembro erecto del chico en su interior. Se separó y aturdida corrió a vestirse saliendo de allí lo más deprisa que pudo. Eran más de las nueve del sábado. Cuando volvió a su casa, dio las buenas noches a su padre y se acostó. Robert, en vista de sus buenas notas le había dado permiso para llegar más tarde y Sandy estaba en el límite permitido. No le hizo ninguna pregunta a su hija y la dejó ir a dormir. Esa noche la muchacha tuvo pesadillas, era como si una parte de sí misma se rebelara contra ella en su interior. Se despertó agitada, tardó en conciliar el sueño y al día siguiente se  levantó a las once. Como era fin de semana su padre la había dejado dormir. La muchacha se arregló para salir a dar un paseo, llamaría a Tod, el chico con el que salía. Fue a buscarle a casa, pero para su sorpresa él no estaba. Supuso que estaría con sus amigos en el burguer y se dirigió hacia allí. No se equivocaba, él estaba con su grupo, pero parecía preocupado. Lo que desde luego nadie se esperaba fue la reacción que tuvo al ver a Sandy. Se levantó tirando la bandeja con la hamburguesa y gritó frenético.

-¡No, no te acerques a mí, no te acerques!

            Todos, incluida Sandy le miraron atónitos. Ella se acercó preocupada preguntándole.

-¿Qué te pasa?, te he llamado pero no estabas en casa  ¿No quedamos en vernos hoy?..
-¡No, nunca más, nunca, déjame! - Balbuceaba presa de un miedo atroz. -
- ¡Pero, qué te pasa tío! - Le preguntó entre anonadado y divertido uno de sus amigos para añadir con mofa. - ¿Es que Sandy ha sido demasiado para ti? - Se reía pues el día anterior Tod le había contado que planeaba llevarla a casa de sus padres para “hacerlo” de modo que ese otro amigo añadió con regocijo. -Yo pensaba que era una loba, pero no creo que sea para tanto. - Añadió susurrándole algo a su camarilla de amigos que se rieron. -
- ¡No, es un monstruo!- Aullaba el chico fuera de sí. - No dejéis que se me acerque. ¡Me matará!
-¡Joder con la niña!- Exclamó uno de los chicos riéndose para pedirle con abierto descaro. - Oye ¿No te importaría salir conmigo la próxima vez?- Todos se hicieron coro de las carcajadas. -

Sandy se sentía aturdida, no comprendía nada pero se estaban riendo con ella. Peor aún, ¡humillándola!, seguramente Tod habría contado que se acostaron. Pero eso no era ya tan raro entre los chavales de su edad. Lo que no tenía explicación era su actitud, la miraba como el que tiene en frente a un monstruo. No quiso aguantar más y salió de allí muy dolida por las burlas pero, lo que más le asustaba era la reacción de su novio, él estaba loco por ella ¿qué habría pasado ayer para que ahora se comportase así?

-No lo comprendo. Pero ¿qué se cree que le he hecho?- Se decía entre sollozos.-

Sin poder evitar llorar volvió a casa, por suerte su padre había salido y no la vería, así  que llamó a Kimberly, necesitaba una amiga para desahogarse. Ésta, al oírla llorar por el teléfono, fue enseguida para allá. Pero Sandy le dijo que mejor se verían en la calle pues su padre no tardaría en volver. Las dos amigas quedaron en un  puesto de perritos calientes del parque.

-¿Qué te pasa?- Le inquirió su compañera preocupada. - Me has asustado por teléfono.
- Tengo miedo Kim, anoche estuve con Tod y hoy me rehuía como si estuviera leprosa o algo así,- le desveló contándole lo ocurrido. -
- Lo que pasa es que ese tipo se habrá llevado una lección, ¡a ellos no les gusta que les humillen en la cama! – rio. -No te preocupes - añadió con desenfado mirando su reloj. -
-¿Tienes prisa?- Le preguntó Sandy no deseando entretenerla. -
- Es que he quedado con Paul. - Sonrió ella agregando ilusionada - vamos a ir al cine. Como me llamaste tan disgustada le dije que se pasara por aquí a recogerme. Mira - señaló a un chico rubio y bastante atractivo que se acercaba inquiriéndole a su amiga. - Ese es, le he conocido en solfeo, ¿a qué es guapo?
- Sí, mucho - sonrió Sandy que realmente así lo pensaba, aunque enseguida agregó. - No quiero molestaros. Me iré antes de que llegue.
- No tonta, espera, así te lo presento. - Le indicó su compañera con visible orgullo e ilusión de hacerlo. -

            Sandy esperó un tanto en contra de su voluntad, no quería entrometerse en la cita de su amiga. Pero por cortesía dejó que ella le presentase a su novio. Él le dio la mano y la estrechó sintiendo un fuerte escalofrío, su mirada y la del chico convergieron. Al parecer ese muchacho también había notado algo similar, apenas pudo apartar la vista de ella hasta que Kim le dijo.

- Bueno, Paul, llegaremos tarde,
- Sí, es verdad,- respondió él algo atolondrado sin dejar de mirar a esa atractiva chica morena. - Vámonos…

            Los dos se alejaron caminando de la mano, Sandy les siguió con la vista hasta perderles y después se dirigió a su casa pensando...

-Hacen muy buena pareja. Me alegro por Kim, a ella le cuesta mucho salir con chicos. Es muy tímida y él parece un buen muchacho. - Sonrió.-

            Al día siguiente como de costumbre se acercó al kiosco de helados que solía frecuentar con Kim, pero ella no estaba allí, supuso que habría quedado con Paul. Sonrió, se alegraba por su amiga. Ésta era una muchacha agradable, aunque no tan desarrollada como la propia Sandy. Los chicos no solían fijarse tanto en ella. Además, había tardado en decidirse a salir con un chico, se veía que ese le importaba mucho para haber dado el paso y la notaba muy ilusionada. Así que quizás debería acostumbrarse a verla menos. Bueno, lo principal era que su amiga fuera feliz.

-Ya la llamaré para que me cuente qué tal le fue con ese…Paul creo que era.- Sonrió divertida, a decir verdad casi ni se acordaba de su nombre.-

Pensado así, se dirigía a su casa y pasó por el salón de juegos. Allí descubrió un grupo de amigas que estaban sentadas en corro alrededor de alguien. Llegó sin que la vieran y escuchó tras los cristales del local, un susurro llegó a su fino oído.

-¡Qué poca vergüenza!, quien lo iba a decir, no creía que fuera capaz de hacerle eso a su mejor amiga.

            Sandy se decidió a entrar y saludó a ese grupo de compañeras con una sonrisa.

- Hola chicas  ¿Cómo es que os habéis venido aquí tan temprano?...

            El corro de sus compañeras se quedó mudo, sus rostros variaban de la indignación a la sorpresa, incluso al miedo. Sandy se quedó atónita, pero más al ver que la persona que estaba en el centro y que era el foco de atención hasta su llegada era su amiga Kim. Tenía la cara enrojecida y los ojos hinchados de llorar, aún le quedaban lágrimas en las mejillas.

-¿Qué te ha pasado?- Preguntó Sandy muy preocupada por ella. -

            Sin mediar respuesta ninguna, su amiga se abalanzó sobre ella dándole una bofetada y le habría pegado más si las otras no la sujetan. Kimberly estalló en gritos.

-¡Eres una zorra, zorra!, ¿cómo has podido hacerme eso, puta más que puta? ¿Cómo has podido?...
           
La interpelada retrocedió asustada tapándose su enrojecida mejilla, no comprendía nada de lo que ocurría. Las otras chicas cerraron filas en torno a Kim y una de ellas le espetó.

-¡Tienes mucha cara Sandy, hacerle eso a tu mejor amiga y encima atreverte a asomar las narices por aquí!
-¡Sí! Todas sabíamos que eras una zorra, y que te liabas con cualquiera. Lo pasábamos por alto porque era asunto tuyo, pero esto ya es el colmo. No respetas a nadie. Ni siquiera a Kim que siempre te ha defendido. No queremos que vengas más con nosotras. -  Le escupió otra. -
- Pero si yo no he hecho nada, ¡por favor, Kim!, ¿qué te pasa?- Repuso la asombrada Sandy entre balbuceos, a punto de llorar. –
-¡Serás cínica! - La increpó otra observándola con manifiesto desprecio.- Jamás he visto a alguien tan falsa y con tan poca sensibilidad…
- Será mejor que te vayas. - Intervino de forma algo más amable un chico que era compañero de solfeo de su amiga. -...

            La muchacha obedeció asintiendo despacio y casi en shock. Salió de allí temblando. ¡No podía, no quería creer lo que le estaba sucediendo! Eso era una pesadilla, no podía ser otra cosa. Incluso una chica del grupo de amigas de Kim, de nombre Tania, salió tras ella y nada más alcanzarla se encaró con ella y le espetó.

-¿Cómo has podido hacerle eso siendo su mejor amiga? Ella confiaba en ti. Te quería como a su hermana. Siempre nos decía a todas que eras una buena chica. ¿Por qué?...
- Pero ¿hacer el qué?- Repuso Sandy con un hilo de voz sintiéndose cada vez más confusa y asustada. – Te juro que no entiendo de que me hablas. ¡De verdad!
- Ayer te pilló haciéndotelo con su novio detrás de su propia casa. ¿No me digas que no lo sabes? Replicó su interlocutora con los brazos en jarras. - ¿Es que ahora tiene amnesia? ¡Vaya una cara más dura!

            A Sandy casi se le cortó la respiración, apenas pudo responder.

- Yo me fui a casa a las ocho. Ella se fue con Paul al cine.
- Kim me contó lo que había pasado,- le dijo Tania relatando. - Ella salió con su novio del cine y él la acompañó a casa. Paul le había dejado su chaqueta porque refrescaba pero se le olvidó llevársela. Kim se dio cuenta a los pocos minutos y decidió correr tras él para alcanzarle y devolvérsela. Entonces escuchó unos jadeos entre los arbustos y os descubrió a los dos.
- Pero yo no me acuerdo de nada de eso.- Objetó Sandy negando con la cabeza una y otra vez. -
-¿No te acuerdas , eh? ¡Pues no he terminado maldita hipócrita! – Espetó su interlocutora elevando su tono con bastante enfado. - Cuando os vio se puso a chillar histérica. Paul se dio cuenta y al menos quiso esconderse pero tú no le dejaste. Kim nos ha dicho que sólo jadeabas. Más, más, quiero más. – Remachó Tania para preguntar con visible indignación. - Contéstame Sandy ¿Qué clase de monstruo eres tú? Ni siquiera te importó tirarte al novio de tu mejor amiga delante de ella.
- ¡No, no es verdad!- Se resistía la acusada moviendo la cabeza con horror tratando de justificar aquello. - Me confundiría con otra. Hablaré con Paul, eso es, seguro que él lo aclara todo.- Corrió hasta perder de vista a esa muchacha que la vio alejarse con una marcada mirada de desprecio. -

            Tardó poco en enterarse de que Paul estaba con sus amigos en el campo de baseball aunque él no estaba de humor para jugar. Le vio solo, sentado en el banquillo y vestido de calle. En cuanto el muchacho la observó acercarse quiso salir corriendo pero Sandy le pidió que se quedara.

-¡Por favor, no te vayas! - Le suplicó cargada de angustia. - Yo no me acuerdo de nada de lo de ayer. Kim piensa que tú y yo…
- Lo hicimos…- añadió Paul sentenciando con amargura. - Es verdad Sandy. Y yo tuve tanta culpa como tú…
-¿Pero qué es lo que ocurrió? te juro que no recuerdo nada. - Chilló ella al borde de la histeria. -
- Me parece increíble que no te acuerdes, pero te lo contaré si así refresco tu memoria, aunque debes calmarte. - Le pidió él añadiendo con cierta brusquedad consciente de que el alto tono de voz de esa chica estaba comenzando a atraer miradas. De modo que le ordenó. -¡Siéntate!

            Sandy se dominó lo bastante como para sentarse. Su interlocutor le contó todo lo ocurrido.

            Paul dejó a Kim en la puerta de casa, había refrescado, el chico de forma muy amable le había prestado la chaqueta y pensó en recogerla al día siguiente. Así tendría una excusa para verla otra vez. Se despidió dándola un beso en los labios y corrió de vuelta a casa. Cuando se hubo alejado aflojó el paso. Estaba muy contento, ambos se lo habían pasado muy bien, y estaba seguro de que  él a Kim le gustaba de verdad. Caminaba absorto en eso cuando rodeó la valla del jardín de la chica topándose de bruces con Sandy.

- Hola, ¿qué haces por aquí tan tarde?- Le preguntó sorprendido consultando su reloj. - Son más de las nueve y ya es de noche…
- Te buscaba- fue la respuesta de la muchacha que ya le estaba recorriendo con las manos. -
- Pero, ¿para qué?- Le preguntó el atónito intentando apartarse sin lograrlo. -
- Me gustas mucho – Le confesó ella acariciando su entrepierna. - Vamos ahí detrás. - Señaló indicando unos arbustos para afirmar -, allí no nos verán.
- Pero, ¿y Kim? – Pudo pretextar él.-

Y es que Paul se resistía a duras penas pues las caricias de esa muchacha le hacían mella, notaba como empezaba a excitarse.

- No lo sabrá si no se lo decimos. – Sonrió maliciosamente su interlocutora que empezó a besarle con mucha pasión, introduciendo su lengua en la boca de él. – Tú no se lo dirás… ¿verdad?- Jadeó ella mirándole con un extraño fulgor rojizo en sus ojos…

            Paul no pudo resistirse más y se dejó llevar. La mirada de aquella chica era como un imán que le atrapase. Aquellos ojos le abducían de una forma que no podía explicar. Sandy le bajó el pantalón con celeridad y comenzó a practicarle una felación, después se despojó de su falda y su ropa íntima y se sirvió del miembro de él para penetrarse. Los dos jadeaban llenos de excitación cuando  el muchacho escuchó la voz de Kim llamándole.

-¿Paul? Te has dejado la chaqueta. ¿Paul? ¿Estás aquí?..

            El chico aterrado le suplicó a su amante que parase.

-¡Por favor, Kim está aquí, espera un momento, Sandy!..
-¡Quiero más, quiero más! – Repetía ella jadeando descontroladamente. -

            La voz de su novia se acercó y Paul vio impotente como atravesaba los arbustos atraída por el ruido. Sus miradas se clavaron, en el mismo momento en que él eyaculaba dentro de Sandy el mundo se le vino encima, Kim comenzó a gritar. Paul trató de desasirse pero esa chica le sujetaba con una fuerza increíble. Incluso creyó ver una especie de finos colmillos sobresaliendo de los carnosos labios de ella. Sin embargo, no se fijó mucho en eso, únicamente veía a Kim chillar histérica y darse media vuelta para alejarse a todo correr. Por fin, su amante se apartó de él y cayó a un lado. Paul se vistió como pudo y corrió tras su novia pero ésta ya estaba encerrada en su casa y el chico tenía miedo de llamar y que los padres de ella interviniesen. Se volvió a los arbustos para decírselo a Sandy pero ella había desaparecido.

-Te juro por lo más sagrado que así fue.- Remachó secamente él.-

            La cara de ésta ahora estaba descompuesta cuando oyó aquella terrible historia, sólo gemía y lloraba.

- Yo no me acuerdo, ¡te lo juro! , no sé de qué me estás hablando. Me volví a mi casa cuando os vi marcharos en el parque. - Repetía una y otra vez. - Por favor…
- Ahora aléjate de mí, ¡no quiero verte más! -  Le exigió Paul de forma cortante a la par que se levantaba marchándose de allí con las manos en los bolsillos y la cabeza gacha. -

            Sandy corrió de vuelta a su casa, no podía soportarlo más. Todo aquel que la conocía y se cruzaba en su camino la evitaba mirándola con desprecio e incluso miedo. Llegó tras lo que pareció una eternidad y cerró la puerta esperando encontrarse a salvo para desahogarse a solas, pero su padre estaba allí. Robert la vio con lágrimas en los ojos y descompuesta por el temor, entonces ella no pudo aguantar más y rompió a llorar.

-¡Papá, ayúdame por favor, me estoy volviendo loca!...

            Robert, sin entender nada, la apretó entre sus brazos tratando de calmarla. En cuanto lo consiguió, Sandy se atrevió a contarle lo sucedido pues ya no deseaba ocultarlo más. Esperaba que su padre se enfadara con ella muchísimo. Bajó la cabeza muy avergonzada deseando que la tierra la tragase en ese instante. ¿Cómo se tomaría su padre aquello? Seguro que pensaría que no era más que una fulana pero él no pronunciaba palabra. Aquello era todavía peor. ¡Ojalá la hubiera regañado, gritado, insultado o pegado incluso!

-Papá…dime algo.- Se atrevió a gemir.- Lo siento, lo siento mucho…

            Sorprendida a la par que asustada la chica se atrevió a levantar la vista y se asombró al verle llorar también, lo cual si cabe aún la inquietó aún más.

- Lo siento papá, lo siento...soy un monstruo. - Sollozaba desconsolada.- Te he decepcionado…

La muchacha estaba desolada creyendo que le había avergonzado terriblemente, posiblemente habría roto el corazón de su padre al confesar semejante iniquidad. Pero fue entonces cuando su perplejidad aumentó con la réplica de su progenitor.

- No nena, no es culpa tuya, hace años que debí decírtelo, pero nunca encontré el modo. ¿Cómo podría un padre decirle a su hija una cosa así? Pero ahora ya no hay elección, tienes que saberlo. – Suspiró él con voz llena de consternada resignación.-  
-¿Saber?- Repitió Sandy entre atónita y asustada.- ¿Saber qué?...

            Y para asombro de su hija, se levantó reapareciendo con un pequeño libro encuadernado en cuero negro y declaró desvelándole a la chica.

-Esto es un diario escrito por tu madre, en él explica todo lo que te está ocurriendo. ¡Perdóname hija porque no tuve valor suficiente para confesártelo antes!
-¿Qué pone en este libro, papá?- Preguntó Sandy ahora ya más curiosa que asustada. -
- Léetelo hija, léetelo y no te preocupes, yo estaré contigo.- Fue la queda y a la vez solidaria respuesta de él que trataba de ser animosa sin lograrlo. – Pase lo que pase…

            La niña, con el corazón a punto de estallar, abrió el libro. Lo hizo por una señal que su padre había dejado. Las primeras palabras que leyó, en una gótica y muy bella caligrafía en rojo, fueron estas.

A mi querida hija Sandy Ann. Cuando leas esto posiblemente ya no esté físicamente contigo, ni con tu padre. Sin embargo, estas palabras tratarán de condensar todo el amor que siento por vosotros. Y siempre que las leas, me tendrás ahí, a tu lado…

-¿Cómo es posible que ella supiera?- Musitó la niña.-
-Debes seguir leyendo.- Se limitó a responder un cariacontecido Robert.-

            Ella así lo hizo. Y continuó…

            "Hija, en estos días supongo que tu padre habrá considerado que ya serás lo suficientemente mayor como para comprender lo que voy a contarte. Antes de nada te pido perdón, si lo que te voy a confesar desde estas páginas te produce desasosiego o miedo. No tienes por qué sentirlo, ¡ojalá hubiese podido decírtelo en persona! pero desgraciadamente no habrá sido posible si estás leyendo estas palabras. Tampoco era justo que fuera tu padre el único encargado de soportar esa carga...- la página terminaba ahí y Sandy con la mano temblorosa ante lo que fuera a descubrir, volvió la hoja, tragó saliva y siguió leyendo -…

            Ante todo  quiero que sepas que soy tu madre y que te quiero, siempre te he querido y te querré pase lo que pase, como quiero a tu padre. Gracias a él y a su profundo amor estoy aquí. Pues, por extraño que te parezca, no soy humana como pueda serlo él.- La joven miró a su padre perpleja, pero Robert le indicó que continuase leyendo, la chica así lo hizo para acabar por aumentar su sorpresa - .En realidad, provengo de otra dimensión, de un mundo del llamado bajo astral, que tú conoces bajo el nombre de Infierno. Debes saber que no es nada parecido a cualquier explicación que te hayan podido dar en el colegio o en la iglesia. Es un mundo con sus propias leyes y habitantes, y yo era una de ellos. En el infierno existen nueve círculos, cada uno con sus propias características, son como regiones diferentes. A Grosso modo te diré que están separados por grandes puertas .Yo pertenecía al Tercero y soy una diablesa.

- Papá, ¿esto es una broma, verdad? - Le preguntó Sandy sin poder creer lo que leía. -
- No hija. Me temo que no. - Respondió el interpelado ahora bastante serio. -
- No puede ser.- Musitó la muchacha con gesto incrédulo para repetirse. - ¡Es imposible!
- Por favor hija, continúa, vamos. - La animó suavemente Robert, sujetándola de una mano. -

            La chica siguió leyendo a duras penas. Su madre procedía a explicarle otras muchas cosas. Retomó aquello nuevamente a partir de…

            "Soy una diablesa, más exactamente una súcubos de la categoría del conocimiento y la ciencia. Eso quiere decir que tengo dones y saberes, estudios, como lo llamarían en la Tierra, relacionados con química y física. Mi condición de súcubos supone ser capaz de mantener relaciones con humanos del sexo masculino. Fruto de ellas con tu padre estás tú aquí. Por favor, no quiero que pienses en mí como en un ser horrible rodeado por fuego en el infierno. No es así, los demonios no somos todos crueles y horrorosos. Los hay como en la Tierra, existen personas  hermosas o feas, nobles o malvadas. En mi caso no se puede decir que fuera una santa al principio, pero gracias al amor que tu padre me profesó yo abrí los ojos y comprendí lo bello que es amar. Como también deseo que lo sepas tú."

            Sandy pasó a la página siguiente donde unas letras subrayadas anunciaban.

"Cuando llegues a la pubertad".

Empezarás a sufrir algunos cambios, llegará tu primer periodo. Eso es normal para todas las chicas, tanto humanas como diablesas, así que no te preocupes, hija. Más tarde, y si has recibido predomino de mi herencia genética, tu deseo hacia el otro sexo irá en aumento, no podrás resistirte a su atracción.  NO debes temer por eso. En la siguiente hoja le dejo escrito a tu padre una serie de ingredientes que, mezclados en las medidas que describo, tienen el efecto de un poderoso neutralizador para tales deseos. No te los quitarán, pero al menos los harán controlables. Una súcubos, sobre todo en los primeros años de fertilidad, es víctima de su instinto de procreación y busca la obtención de proteínas que sólo el varón puede producir. Eres una hija de Lilith. Tendrás un gran deseo de semen, ya sea humano o demoniaco y desearas copular casi de inmediato. Espero que antes de que te suceda tomes precauciones, no por miedo a enfermedades terrestres, a eso serás casi invulnerable. Me refiero a la posibilidad de que quedes encinta. Y también de que te expongas ante otros"

            Y era cierto, desde que era muy pequeña Sandy nunca había tenido problemas de enfermar seriamente. Acaso algunas enfermedades humanas se habían desarrollado de forma inocua en ella, elevando mucho su temperatura corporal y produciéndole los síntomas normales pero sin producirle más daños. Su padre casi nunca había querido llevarla al médico y menos permitir que le hicieran análisis, ni siquiera en el colegio. Ella jamás comprendió el porqué, tampoco es que le hubiese preocupado. Siempre creyó que era una suerte librarse de inyecciones y otro tipo de cosas fastidiosas que sus compañeros le contaban que debían soportar cuando iban a los médicos. Ahora, para su horror lo entendía. No obstante, todo ese nuevo conocimiento también le hacía comprender el porqué de muchos de sus trastornos. De modo que Sandy, a la búsqueda de más respuestas, prosiguió la lectura ahora más interesada que asustada.

            "El principal objeto de tus temores puede ser que tu aspecto externo cambie, sufrirás ciertas reacciones cuando tu sangre se altere por el cambio hormonal. Tus ojos se enrojecerán, ese es el color natural de los demonios. Aunque los hay con otros colores, pero al menos, el mío es el rojo. Tu pelo puede que también tome este color. Incluso te crecerán los colmillos de la parte superior de la mandíbula, eso ocurre en los casos de mayor excitación o tensión nerviosa. Es normal que te asustes pero ocurre lo mismo que con tus deseos sexuales, con el tiempo y unos preparados que también dejo anotados y sobre todo, a medida que crezcas y madures, serás capaz de controlarlo".

- Papá - confesó Sandy visiblemente asustada y nerviosa. - Eso me ha pasado desde hace ya un año, un día en el colegio creí que me ocurriría delante de toda la clase.
- Debiste decírmelo, hija. -  Repuso suavemente él con un cierto poso recriminatorio. -
- Pero, ¿cómo me iba a imaginar esto?- Se defendió la muchacha alegando no sin justificación. -Creía que tú te asustarías de mí, ¡o que pensarías que estaba loca!
- Tienes razón, la culpa fue mía. Lo siento, debí ser yo quien se adelantara. - Admitió Robert que le pidió. - Sigue leyendo por favor.

            Sandy asintió, estaba más que dispuesta a ello sin necesidad de que su padre insistiera.

            "Nunca te sientas mal a causa de esto, tú eres una chica distinta a las demás sólo en estas cosas. Pero no pasan de ser características físicas que no son ni buenas ni malas en sí mismas. Dependerá de ti el cómo usarlas. No eres ni mejor ni peor que nadie por ellas. Jamás te avergüences, pero, eso sí, se prudente y ten cuidado de no mostrarte así en público. Las gentes odian y temen lo que no entienden. Aunque si te mantienes precavida y discreta, cuando aprendas a controlar tus dones y tus  cambios, yo sé que podrás ser  tan feliz como cualquiera, recuérdalo siempre hija."

            El texto terminaba en esa parte con una dedicatoria.

"Te quiere tu madre... (Firmado) ILaya".

-¿Qué es lo que se supone que tengo que hacer ahora?- Le preguntó Sandy mirando con una expresión perdida a su padre. –
- Lo primero es dejarme leer los ingredientes de los que tu madre habla, yo te haré esa poción o lo que sea para ayudarte. - Repuso él -...
- Quiero saber más. - Le pidió la muchacha con determinación. - Más cosas de los demonios y de mí misma. No quiero hacer daño, ni asustar a nadie más. Aquí todos me odian a causa de esto.
- Cálmate hija,  nos mudaremos de aquí, hace tiempo que temía que esto ocurriera. No te preocupes. Empezaremos de nuevo, donde no nos conozcan y tú tendrás una nueva oportunidad de hacer amigos.
- Pero, ¿y tú trabajo, papá? - Preguntó ella visiblemente preocupada. - ¿Qué haremos si no encuentras otro?..
- No te apures por eso,- replicó despreocupadamente él.- Llevo un tiempo mirando anuncios y he llamado a una empresa, les envié mi currículo y me han aceptado.

            La chica sonrió aliviada y agradecida, su padre siempre pensaba en todo. ¡Menos mal! Ya que la estancia en su colegio se había hecho insoportable. De momento no volvería lo que restase de curso. Su padre la cambiaría de inmediato a uno de un lugar más alejado. Eso le exigiría levantarse mucho más temprano, pero no le importaba. Robert dispuso que, aprovechando el verano, venderían todo y los dos se cambiarían de ciudad. Así, pretextando estar enferma para no acudir a clase Sandy dejaría la que había sido su casa desde que recordara, sus amigos y su colegio de siempre, sin despedirse de nadie.

-Pero papá. Te pedirán un justificante médico.- Objetó la inquieta jovencita.-
-Tranquila, me ocuparé de conseguir uno.- Afirmó su padre.-

            Por fortuna , tal y como le prometiera el padre Honer, Robert consultó esa agenda que él le diera. Allí además de las señas del sacerdote aparecían números de algunas personas., Entre ellas un médico. Robert le llamó y estaba pensando en cómo explicarle aquello.

-Verá doctor Benedith.- Comenzó con tono dubitativo.- El padre James Honer me dio esto hace años, por si mi hija y yo necesitásemos ayuda…
-Muy bien.- Sonó la voz afable de un hombre que parecía mayor.- ¿Qué necesita?

            Sin querer darle detalles, Robert se limitó a contarle que necesitaba un justificante médico para su hija. Y para su sorpresa aquel hombre enseguida replicó.

-Lo tendrá. No se preocupe, indíqueme una dirección de algún lugar público para enviarlo a su nombre. No me dé sus datos particulares.

            Eso le extrañó más aun pero lo juzgo adecuado. Cuanto menos supiese aquel hombre mejor. Aunque Robert no podía por menos de sospechar que algo debía conocer, era muy raro que no le hiciese preguntas. De todos modos, mucho mejor así. De esta forma, a los pocos días, fue a una sucursal de correos y, en efecto, allí le esperaba un sobre con el justificante requerido, amén de certificados de vacunación y otras cosas imprescindibles para su hija, caso de tener que ir a un nuevo centro educativo.

-No sé quién será ese hombre, pero se ha portado de maravilla.- Suspiró él.-

De este modo se pudo justificar la ausencia de clases de Sandy achacándola a una enfermedad. Ella estaba consternada de perder a sus amigos y macharse sin despedirse, aunque se dijo que tampoco tenía ahora a quien decir adiós.

-Ahora todos aquí me odian.- Suspiraba en la soledad de su cuarto, abrazada únicamente a su peluche Alitas.-

Y en cuanto descubrieron una casa lo suficientemente asequible y adecuada se mudaron. Tardaron sólo un mes en disponerlo todo y volver a la vida habitual. Robert aprovechó los días antes de incorporarse a su nuevo empleo para buscar los elementos que ILaya describía en sus notas y combinarlos. Por suerte eran fáciles de conseguir y baratos. Merced a su instrumental químico los sintetizó en pastillas que la joven llevaba siempre consigo. Así, con mucha más seguridad, la chica cumplió los catorce años y pasó a segundo de secundaria, había crecido bastante, estaba casi tan alta como su padre. Su carácter había madurado también. Comenzó de cero y con su belleza y desenvoltura, además de su simpatía, hizo amigos enseguida. Uno los primeros días del curso, atravesaba el pasillo hacia la puerta principal cuando vio a un chico en silla de ruedas que trataba de entrar. Pese a los esfuerzos que hacía por pasar la silla parecía atorada. Sandy se acercó hasta él para interesarse por su situación.

-¿Puedo ayudarte en algo?- Le inquirió al muchacho con amabilidad. -
- Gracias, esta silla se ha atascado. – Pudo contestar apuradamente él señalando a las ruedas, enganchadas en la ranura de la puerta. -Pero pesa mucho y yo no puedo moverla. Quizás sea mejor que llames a algún chico para que te ayude, yo no peso demasiado pero la silla sí.- Replicó él visiblemente azorado. -

            Sandy sonrió. En efecto, el chico era delgaducho, de pelo castaño claro y unos tímidos ojos azules. Pero pese a los consejos de él, la joven no precisaría ayuda de nadie. Sin mediar palabra, sujetó una de las ruedas con una mano y la levantó sacándola sin dificultad, hizo lo propio con la otra y ayudó al chico a pasar.

-¡Vaya, sí que tienes fuerza!- Se admiró el muchacho. - Muchas gracias, por cierto, me llamo Scott Gillian.
- Yo soy Sandy Ann Wallance, - repuso ella de forma bastante amable. - Encantada de conocerte.
- No te recuerdo del año pasado, ¿eres nueva?- Preguntó el muchacho obviamente muy interesado en una preciosidad así. -

- Sí, me he mudado aquí durante el verano,- contestó la interpelada. -Y no tengo todavía muy claro por donde se va al laboratorio de prácticas.- Sonrió sintiéndose un poco tonta. -


- Pues es a la derecha, pasado en segundo banco,- le indicó Scott añadiendo algo turbado por esa belleza que tenía delante. Apenas si pudo excusarse. - Yo te acompañaría pero tengo clase de mates y ya llego tarde.
- Muchas gracias, no te preocupes, lo encontraré.- Respondió confiadamente Sandy que se alejó de allí despidiéndose con la mano. -
- Vaya, además de bonita es muy simpática.- Pensaba Scott al verla alejarse, no sin pesar. - Muy pronto los de tercer curso se estarán dando de tortas por salir con ella.

            Sandy entró al laboratorio con la clase ya comenzada. Pidiendo disculpas se instaló en su mesa junto con su compañera, una chica llamada Marjorie Lane, una chica de pelo y ojos oscuros, algo más baja que ella, que había conocido el primer día de curso.

- Muy bien, señorita Wallance. - Le instó el seco y estirado profesor de química que le había tocado, el señor Huch. -Ya que llega usted tan tarde será que lleva bien aprendida la lección de hoy, así que encárguese de formular los siguientes compuestos.-

Y sin más escribió una serie de fórmulas en la pizarra que a todos los alumnos se les antojaron bastante difíciles.

-Joer, ¡cómo se pasa!- Murmuraron algunos que lo sentían por su pobre compañera.-
-Silencio.- Intervino el profesor, ordenándole a la muchacha.- ¿A qué espera? salga a la pizarra.

            Sandy, no sólo salió decidida sino que las hizo en pocos minutos y no falló en ninguna. Huch estaba bastante sorprendido pero se las arregló para no demostrarlo y añadir con aparente indiferencia, como si lo que esa muchacha había hecho fuera lo más natural del mundo para su teórico nivel académico.

- Muy bien, señorita, puede sentarse. Vamos a ver, ahora pasemos a la composición de los gases...
- ¡Vaya! – Le susurró Marjorie visiblemente impresionada. – Les has dado una lección a ese asqueroso.
- No era demasiado difícil. – Replicó modestamente ella en tanto tomaba apuntes de la explicación que daba su profesor. – Mi padre es científico y me ha enseñado muchas cosas.
-Pues espero que no te tome manía. ¡No veas cómo las gasta!- Musitó su contertulia.-

            Sandy deseaba que no fuera el caso. Total, había llegado tarde porque no conocía bien todavía los entresijos de los pasillos. Y esa asignatura le gustaba. A decir verdad ella deseaba estudiar y llegar a ser tan buena científica como su padre. Por fortuna tal y como le comentó a su compañera, durante aquellos peregrinajes en busca de un nuevo hogar y para que recuperase los días de clase perdidos, Robert había estado enseñando a su hija muchas cosas. Además, ella demostró una gran facilidad y talento para aprender. Sus capacidades eran realmente buenas. Aquello siempre le ayudó en los cambios de colegio y en sus adaptaciones a nuevos lugares, de modo que no perdió nunca ningún curso, casi al contrario. Podía meterse en programas muy exigentes y adelantar bastante temario. Ahora atendía a esa explicación que no obstante no le parecía nada complicada. Es más, ya sabía muchas de esas cosas, pero tampoco quería destacar ni que sus nuevos compañeros la etiquetasen como una empollona. Sobre todo, tras su anterior experiencia, no deseaba para nada llamar la atención. Fue cuando de repente sintió una especie de escalofrío en tanto su profesor escribía unas fórmulas en la pizarra y se escucharon toques de llamada en la puerta del aula. Y efectivamente Huch estaba explicando aquella lección cuando otro alumno entró en la clase. Era alto, de pelo rubio oscuro y ojos grisáceos, muy bien parecido. A todos les sorprendió que llegase en ese momento de clase tan avanzada. El profesor le dedicó una mirada hosca pero él sólo pareció reparar en Sandy que también le miraba como atraída por un imán, le era imposible desviar la vista.

-¿Y usted quién es?- Inquirió Huch bastante irritado por esa segunda interrupción. -
- Soy un alumno nuevo, acabo de llegar, me llamo Lawrence Nash. Siento llegar tarde, pero no conocía las instalaciones.- Se disculpó.-

Ese chico empleaba un extraño tono de voz que parecía sumiso sin serlo en absoluto, y al tiempo calculador. O al menos eso creyó Sandy que daba la impresión de ser la única que captaba esos matices.

- Está bien, en atención a que es el primer día, siéntese. Pero sepa usted que en mi clase o se llega en punto o no se entra, ¿le ha quedado claro señor Nash?
- Muy claro, señor. Discúlpeme otra vez, se lo ruego, no volverá a ocurrir. - Repuso éste de forma suave y bastante educada. – Gracias por su comprensión.

            El profesor pareció quedar complacido, aquel chico al menos demostraba tener educación. Continuó sus explicaciones. Al término de la clase todos los alumnos salieron con rapidez, deseosos de perder el aula de vista. Sandy y Marjorie salían juntas, su compañera la alababa por su nivel en química cuando Lawrence se cruzó en su camino dirigiéndose a esa chica de forma un tanto brusca.

-¿No tienes nada que hacer por ahí?- Le espetó a Marjorie mirándola fijamente a los ojos. -

            Para sorpresa de Sandy ésta ni siquiera protestó, sólo asintió y musitó.

- Es verdad, luego nos vemos...- convino y salió andando de forma casi mecánica, perdiéndose por el pasillo. -
-¡Oye tú! - Le dijo Sandy molesta por esa intromisión. - No sé quién te crees que eres pero no está bien meterse en una conversación de esa manera y menos echar así a mi compañera...

            Quería seguir hablando pero, de nuevo, la mirada de aquel muchacho la paralizaba.

-¿Cómo te llamas?-Le preguntó él, con tono monocorde. -
- Sandy Ann Wallance.- Respondió ella casi sin pensar -…
- Ven conmigo, Sandy. - Le pidió dándole la mano y ella aceptó sin titubear. -

La muchacha parecía inmersa en un sueño, no quería ir con ese chico pero todo su cuerpo se sentía atraído hacia él. Lawrence buscó una sala vacía y echó el candado. Sin mediar palabra comenzó a besarla en la boca con pasión. Sandy no era capaz de resistir, nunca le había ocurrido eso. Había sido ella la que provocaba tal reacción entre los chicos, pero desde que su padre le había hecho las pastillas no había vuelto a hacerlo. Ahora era diferente, se sentía como los que habían sido sus víctimas. El placer y el temor se entremezclaban en ella, pero pronto su instinto tomó el control. Sin saber lo que estaba haciendo, comenzó a desnudarse al igual que lo hacía él. Subiéndose a horcajadas sobre el chico se dejó penetrar entre jadeos, los ojos y el pelo de ella se volvieron rojos y en su boca despuntaron los colmillos. Pero he aquí que, para su sorpresa, ese chico experimentó la misma transformación. Los minutos que siguieron fueron una lucha frenética por tomar el control, y por vez primera en su vida Sandy perdió. El muchacho la poseía brutalmente y ella gritaba y pataleaba pero no quería que parase. Le arañaba con sus uñas, alargadas varios centímetros y le hería con sus colmillos. No obstante, él parecía insensible a ese dolor, es más, lo disfrutaba. Cuando al fin, y tras un buen rato ambos llegaron al clímax, Lawrence la liberó y aun desnudo sobre ella le dijo recuperando una voz en extremo gutural.

- Nada más verte supe que eras una de los nuestros, se nota en el ambiente.
-¿Quién eres tú?- Le preguntó ella con un estilo de voz parecido aunque algo menos grave. -
- Soy un demonio, como lo eres tú.
- Yo no soy un demonio, sino la hija de una diablesa. - Rebatió la joven. -
- Eso te convierte en uno de nosotros. - Le insistió él. -

            Al fin y tras consumar ese pasional acto, Lawrence se separó de ella y comenzó a vestirse. Sandy estaba agotada, nunca se había fatigado tanto. Él la miró de nuevo recuperando su aspecto humano y le dijo con una mezcla de condescendencia y severidad.

- Tienes muchas cosas que aprender si deseas unirte a nuestro clan.
-¿Qué cosas? ¿Qué clan es ese? - Quiso saber ella sin comprender. -
- Has de saber que somos muchos los hijos mestizos de ambas razas, humanos y demonios. Hubo muchas violaciones en los días de la  gran batalla.
- No sé a qué te refieres. - Le respondió una desconcertada Sandy, ya vestida y recobrada en su aspecto humano. - ¿Qué batalla?

            Lawrence le contó que, hacía más de quince años, las hordas infernales habían invadido este mundo pero que fueron rechazadas por unos poderosos guerreros. La madre de Lawrence, una diablesa, había gozado con muchos humanos hasta concebirle a él.

- Luego me tuvo a mí y me dejó abandonado en este mundo. Al ser derrotadas las huestes del averno se obligó a todos los demonios a regresar, y yo perdí a mi madre, ¡por culpa de esos malditos humanos!
- La mía murió, pero yo era pequeña y apenas lo recuerdo.- Le contó Sandy, - a mí me ha criado mi padre.
- Seguro que él no te ha contado toda la verdad. - Supuso Lawrence añadiendo con tinte esperanzado. - Pero la mía no murió, volvió al infierno y desde entonces sólo he deseado poderla invocar a este mundo de nuevo. Y como yo, hay otros muchos que tienen un caso similar. ¡Únete a nosotros!, cuando seamos lo suficientemente poderosos, acabaremos con estos malditos humanos.
- Pero no puedes decir eso en serio. - Objetó ella preguntándole perpleja. - ¿Qué culpa tiene el resto de la gente de todo eso que me has contado?
- ¡Los humanos son débiles y estúpidos!- Replicó Lawrence con marcado desprecio para sentenciar ahora con regocijo.- Para nosotros son marionetas. No merecen dominar este mundo. Todo lo más ser nuestros servidores.
- Pero mi padre es humano. – Constató Sandy  sintiéndose indignada e incluso asustada cuando opuso. - Si no fuera por él, yo no estaría aquí, ¿quién te crees que me ha criado?..
- Pero él, como otros muchos, son una excepción.- Respondió ahora el chico de modo conciliador.- A ellos no les pasará nada malo, al contrario. Son los únicos que nos comprenden. - Y tras unos instantes de pausa, adoptó un tono más sereno para preguntar a su interlocutora con aparente interés. - Dime una cosa y sé sincera, ¿tu padre tiene el éxito que se merece en la vida?...

            Sandy calló durante un rato, pero Lawrence interrumpió sus pensamientos y continuó.

- Seguro que no, habrá tenido que sufrir mucho para sacarte adelante. Le habrán marginado, incomprendido y habréis tenido que huir dejándolo todo atrás, ¿verdad?
- Sí, así es.  - Admitió su interlocutora que inquirió con un susurro sorprendido. - ¿Cómo sabes tú eso?..
- Porque es mi mismo caso y el de la mayoría de nosotros. - Añadió con amabilidad. – Solamente te pido que pienses en quienes son los culpables de eso. La sociedad de humanos que nos odian y nos desprecian echándonos de su seno como si fuéramos animales en cuanto averiguan nuestro secreto. Y también hacen daño a las pocas personas que nos quieren. ¿Acaso no crees que todo sería mucho más fácil si nosotros gobernásemos? ¡Imagínate! Que tu padre tuviera un puesto tranquilo y seguro, y una vida cómoda. Podrías cuidar de él como se merece. Él ha demostrado que no nos teme, es más, si te ha cuidado y protegido todos estos años será que te quiere. Sería acreedor a un homenaje por nuestra parte. En cambio, tiene que soportar una vida de fugitivo sin razón alguna, ¡lo mismo que tú! ¿Cuánto tiempo has podido estar en otros colegios? ¿Cuánto tiempo podrás permanecer en éste antes de que algo o alguien te señale como un ser extraño? Tú lo sabes tan bien como yo, Sandy. Si te descuidas y algún otro chico o chica se da cuenta de que no eres una humana normal, se te echarán encima, tendrás que volver a escapar.

La muchacha le escuchaba con los ojos y los oídos bien abiertos. Lawrence, no solo era elocuente y tenía magnetismo cuando hablaba, además lo que decía era cierto, y entonces le oyó añadir con más énfasis y determinación.

 - ¡Pues yo digo que ni hablar!, ¡Basta ya de huir! ¡somos mucho más poderosos que ellos y no nos dejaremos pisotear! Sandy, nuestra hora ha llegado y si tú quieres que tu padre reciba todo lo que injustamente le han negado debes ayudarnos.
- Tienes razón. - Asintió la muchacha convencida. - ¿Qué tendría que hacer?
- De momento nada. Vuelve a casa y piensa en lo que te he dicho,- le indicó él con una amplia sonrisa cordial para añadir, - no quiero forzarte a elegir. Tómate tu tiempo, decide tú lo que quieras hacer.

            Su interlocutora le aseguró que lo pensaría y los dos salieron del cuarto. Ya era tarde y el instituto estaba desierto. Al llegar a casa Robert, con una expresión preocupada, la esperaba. Ella entró con el semblante sonriente y besó a su padre en la mejilla como si tal cosa preguntando.

- Ya estoy aquí papá ¿qué hay de cenar?
-¿Dónde has estado, Sandy?- Le inquirió Robert preocupado, lejos del tono jovial que solía expresar. - El instituto ha terminado hace ya más de una hora. ¿No te habrá sucedido algo? Ya me comprendes.
- No, no te preocupes. - Le tranquilizó ella - sólo he conocido a un chico estupendo,- dudó entre contárselo o no, pero decidió que no debía tener más secretos para su padre. Seguro que a él le alegraría saber esa estupenda noticia. - ¡Es uno de los míos, papá! - Anunció con entusiasmo. -¡No estoy sola, no soy un caso excepcional! ¡Hay más como yo!

            Robert escuchó atónito mientras su hija le refería lo ocurrido omitiendo el escabroso principio, cuando hicieron el amor. Aun así, su padre tomó la palabra muy alarmado.

-¡Ten mucho cuidado, Sandy!, ese chico habla igual que algunos de esos sectarios que nos perseguían a tu madre y a mí.
- Pero él no es un sectario, lo único que quiere es invocar al averno para volver a ver a su madre. En su lugar yo haría lo mismo, si mamá estuviera viva en algún sitio,- pensó un segundo y una idea cruzó su mente como un relámpago y la expuso sin temor. -Imagínate que no mataron a mamá, que sólo la enviaron de vuelta al infierno. ¿Y si pudiéramos traerla otra vez? ¡Sería maravilloso!, viviríamos felices los tres juntos - Argumentaba la chica movida por el entusiasmo. -
-¿Y liberar también a todos los demonios que sólo pretendían la destrucción de la Tierra? No hija, ni por todo el oro del mundo,- replicó Robert de forma impulsiva. Poco habitual en él cuando hablaba sobre algún tema. Aunque ahora su corazón y su miedo por su hija le dominaban al añadir.  -¡Ni aun suponiendo que esa hipótesis fuera cierta, y que tu madre pudiera regresar! ¡Nunca nos lo perdonaría! Ella luchó para evitar eso mismo, y por eso la asesinaron.

Guardó un incómodo y culpable silencio, había dicho demasiado, nunca le había contado a Sandy desde que ésta tenía uso de razón que su madre fuese asesinada. Ella había olvidado ese trauma siendo niña, su mente quizás lo ocultó como mecanismo defensivo, y ahora él había revivido aquel recuerdo.

-¿Asesinada?- chilló Sandy- ¡por esos malditos sectarios! ¡Esos asquerosos y miserables humanos! - Escupió poniéndose fuera de sí. -
- Sandy, tranquilízate, no hables como si tú no fueras humana.- Le pidió su alarmado padre. -
-¡Es que no lo soy!- Rebatió ella tornando sus ojos de color rojizo. -
-¡Oh, no! la tensión te hace transformarte. - Le advirtió Robert ahora realmente preocupado pidiéndola con un tono más conciliador, - debes calmarte y tomar la pastilla.
-¡No es la tensión, es que yo quiero hacerlo!,- siseó la chica que iba adquiriendo sus rasgos demoniacos según espetaba con una voz cada vez más grave. - ¡Ya estoy harta, no más pastillas no más miedos!, ¡seré quién realmente soy y pobre del que se cruce en mi camino!

            Estaba dispuesta a salir y darle su merecido a cualquier imbécil que la señalase con el dedo, pero su padre se interpuso entre la puerta y ella pidiéndole encarecidamente.

- No espera. No sabes lo que dices, es la rabia la que habla por ti, ¡cálmate, Sandy!…

            Pero la aludida no escuchaba. Sin pensar reaccionó apartando a su padre de la puerta de un manotazo tan fuerte que lo lanzó contra la pared. Robert se golpeó en la cabeza quedando inconsciente. Entonces Sandy, tomando en apenas un instante conciencia de lo que había hecho, se asustó.

-¿Papá?...- gimió espantada al verle en ese estado. - ¡Dime algo, por favor! - Enseguida se arrodilló a su lado y trató de reanimarle pero Robert no respondía. La muchacha comenzó a tener mucho miedo y a llorar, llena de dolor. ¿Y si hubiera matado a su padre, a la única persona que la quería  y se preocupaba sinceramente por ella, en aquel arrebato estúpido? - ¡No!, ¿qué es lo que he hecho?- Se lamentaba una y otra vez recuperando su estado humano. –¡Despierta! ¡Por favor!…

            Le acunaba entre los brazos tratando de hacerle despertar. El pesar, el temor y la culpa se mezclaban ahora en su mente. Su padre tenía razón, había actuado como un monstruo. Y lo que era peor, contra su ser más querido, ahora solamente podía llorar amargamente y balbucear.

-Eres todo lo que tengo, no me dejes sola por favor, ¡no me dejes!…

 Por fortuna le escuchó respirar y su corazón latía, ¡estaba vivo! Eso la alivió, y sin pérdida de tiempo, levantó a su padre en brazos y lo puso sobre la cama. Se fue a por un paño de agua fría y regresó colocándoselo en la frente. Al cabo de unos minutos Robert despertó, al principio veía borroso. Pero todo se aclaró y pudo ver el preocupado rostro de su hija mirándole con lágrimas en los ojos. ¡Gracias a Dios, era Sandy en su estado normal!

- ¡Perdóname papá, tenías razón! Yo no sabía lo que hacía, me puse tan furiosa que perdí el control.
- Eso nunca debe ocurrir, Sandy - Le dijo él lentamente aun recobrándose de una ligera conmoción mientras agregaba. – Hija, comprendo cómo te sientes. Yo sentí lo mismo cuando mataron a tu madre. Pero ella se sacrificó para que tú y yo pudiéramos vivir en paz y a salvo. No hagas que su muerte sea inútil. Además, antes de casarnos, renunció al infierno y se purificó, el colgante que llevas al cuello fue de ella. - Le asió una crucecita de plata que Sandy llevaba desde niña y le contó con emoción.- Su alma fue libre Sandy y seguro que llegó al Cielo y te está viendo desde allí. No la hagas sufrir, mi niña. No querría verte así…

            Las palabras de su padre hicieron que Sandy llorase amargamente arrepentida. Comenzó a comprender lo que su madre había deseado para ella. Vivir como una chica normal, sin sufrir por todas esas circunstancias, y para ello lo primero era no ceder ante sus propios instintos. Robert recordaba también la vez en la que ILaya perdonó a ese miserable que acabaría siendo su verdugo. Ese maldito Hux. Al poco de irse los dos de ese callejón en el que se habían enfrentado a él.

-¡Tendría que haber matado a ese perro! - Mascullaba ella aun agitada.-

            Sin embargo, tras caminar bastante, Robert la tomó suavemente de los hombros y la indicó que se sentase en un cercano banco de la calle. Su esposa obedeció mirándole con gesto algo sorprendido. Cuando ambos tomaron asiento él le susurró con afecto y también inquietud.

-Cariño. Has luchado mucho, has sufrido demasiado, has aceptado renunciar al mal. No debes permitir que vuelva a dominarte.
-Ese tipo es malvado, Robert.- Replicó ella con pesar, afirmando con profética razón.- Puede que tú estés dispuesto a perdonar y olvidar pero te aseguro que él no.
- No volverá a encontrarnos. Nos iremos lejos.
-Tendremos que huir continuamente mientras siga vivo. – Se lamentó su interlocutora.-
-Puede ser, no lo sé.- Respondió Robert que ahora la tomó suavemente del mentón en tanto sentenciaba.- Pero seremos capaces de dormir. Tendremos la libertad de saber que hemos hecho lo correcto. ILaya, prométeme que no recurrirás a la violencia, ni al odio. Por favor…Se lo prometiste al padre Honer, tú misma me lo dijiste.

            La diablesa le observó visiblemente sorprendida, más cuando respondió con patente desconcierto.

-En mis casi dos mil años de vida, no hice otra cosa que luchar y matar antes de que me matasen. Entiende que esto es muy duro para mí. No sé qué otra cosa más hacer.
-Pues lo que has comenzado a hacer en esta nueva vida. - La alentó él, afirmando.- Sigue a lo bueno que hay en tu corazón y no caigas ante la provocación. Es mejor seguir adelante y pensar solamente en las cosas buenas de la vida. Así, en un futuro, si tenemos hijos, podrás mirarles con orgullo y alegría, sin pesar ni culpa y enseñarles a ser buenas personas.

            Su esposa estaba perpleja. Quizás nunca lo había visto así, pero ahora comenzaba a entender. Era cierto. En su cara se podía percibir ese sentimiento cuando ella replicó.

-Te prometo que siempre trataré de ser una buena persona, como lo eres tú. Y que el día que los tengamos querré a nuestros hijos y me esforzaré por apartarles del mal. Sé de sobra lo terrible que es esa influencia.

            Robert abrazó con mucho afecto a su mujer y tras unos momentos allí sentados se marcharon de la mano. Ahora recordaba aquello cuando añadió dirigiéndose a su hija.

- Sandy - prosiguió suavemente su padre. - Únicamente se puede ser feliz con el amor. Nunca con el odio hacia nada, ni hacia nadie. No debes despreciar a quien es más débil que tú, sino utilizar tu mayor fortaleza para ayudarle siempre. Tu madre entendió eso y es lo que hizo.
- Sí papá,- musitó la muchacha entre sollozos ahogados. - Lo siento tanto…no quería decepcionarte.
- No lo has hecho. Nunca lo harás. No te castigues más, mi niña. - Le pidió cariñosamente Robert abrazándola mientras acariciaba su sedoso y largo cabello negro. – No lo mereces.
-¿Qué puedo hacer entonces cuando vea a Lawrence y a sus amigos?- Le preguntó ella con una expresión perdida de desamparo. -
- Trata de hablar con esos chicos que son como tú y convénceles de que no llevan el camino adecuado.
- Lo haré,- le prometió Sandy plenamente convencida de que era lo mejor. -

            Robert se incorporó, ya estaba bien de su golpe. A fin de cuentas de lo único que tendría que preocuparse sería de tener un chichón. Pero lo daba por muy bien empleado, sobre todo por poder convencer a su hija para que no destrozase su vida ni la de otros. Sandy cumplió su palabra y esperó varios días para hablar a solas con Lawrence. Se dirigió hacia el gimnasio que en esas horas estaba vacío. Iba tan seria y concentrada en pensar lo que le diría que no se percató de que Scott la saludaba desde unos pocos metros atrás. Éste se extrañó, normalmente era una muchacha muy simpática y agradable y siempre respondía. La siguió para preguntarle si estaba bien. No podía evitarlo, se sentía muy atraído hacia ella aunque jamás lograría confesárselo. Sabía que una joven como Sandy nunca repararía en él, pese a ello continuó. Detuvo su silla que no hacía apenas ruido merced a la goma de los neumáticos y entonces la descubrió encontrándose con ese chico nuevo.

- Así que sale con ese tipo. - Suspiró abatido agregándose como obvia justificación que apenas si le consolaba. - Es lo normal, es guapo y atlético, lo que ella se merece.

Resignado iba a marcharse cuando les oyó hablar y desde luego, las palabras que ese otro muchacho dijo no eran las que él esperaba. Eso no parecía una cita romántica, ¿o es que estaban discutiendo? El caso es que, aunque sabía que no estaba bien hacerlo, se quedó escuchando picado por la curiosidad…

-¿Paz, amor? ¡Esas son palabras vacías y estúpidas, Sandy! - Le increpó Lawrence con ira. - ¡Sólo son patrimonio de los débiles!
- Te equivocas, Lawrence. - Le rebatió pacientemente ella, oponiendo. - Es el odio el que no nos llevará a ningún sitio. Casi maté a mi propio padre, estaba tan rabiosa que dejé de ser yo misma, ¡me había convertido en un auténtico monstruo!
-¡Mírate!- Espetó Lawrence con un duro tono de voz y al tiempo constatado la realidad. - Eres una chica preciosa, el sueño de cualquier hombre y tienes poder, poder para dominarles a todos. ¿Es qué no lo ves? Tú, yo y otros más como nosotros, ¡seríamos los amos de todo a poco que nos lo propusiéramos!
- ¡Pero yo no quiero ser el ama de nada, sólo deseo una vida normal y tranquila! - Repuso Sandy sentenciando con desesperada frustración. - Ya he sufrido bastante.
- ¡Solamente son excusas, te han lavado el cerebro para que pienses como ellos quieren y que sigas siendo su esclava! - Escupió su interlocutor lleno de indignación. -

Scott se asomó por la puerta sin ser visto,  pero él podía observar todo lo que ocurría, estaba preocupado por Sandy. Esa discusión era muy extraña y parecía ponerse más peligrosa por momentos. Pero lo que vio entonces no podía esperárselo en modo alguno. Lawrence adoptó su rostro de demonio enseñándole los colmillos a su interlocutora que apenas reculó, excepto por la impresión inicial.

-¡Mírame! ¡Así es como eres por mucho que intentes ocultarlo, Sandy! Nunca, ¿me oyes? Nunca podrás escapar de ti misma, ni de tu propia naturaleza.- Aulló él con voz gutural.-

            La chica iba a replicar pero entonces escuchó algo tras de ella, era la exclamación de sorpresa y miedo de Scott. Lawrence se giró como un resorte hacia él, clavándole sus agudos ojos rojos encima y abriendo su boca de forma amenazadora.

-¡Maldito inválido cotilla!- Siseó -¿Lo has visto todo no es así? Pues lo siento mucho por ti…

            Scott aterrorizado, trató de girar la silla para huir pero Lawrence, en un abrir y cerrar de ojos apareció junto a él y le sujetó una de las ruedas.

- No diré nada, por favor, ¡lo juro! , no he visto nada. - Balbuceaba con los ojos vidriosos por el miedo. -
- Claro que no. - Sonrió su interlocutor enseñando sus afilados colmillos para afirmar con regocijo. -Vas a sufrir un accidente y con una barra de metal aplastándote la garganta será difícil que puedas hablar.-

Y sin mostrar ni la más mínima piedad y agarrándole de las solapas de la camisa llevó volando a su presa sobre el banco de pesas. Colocando una pesada barra de forma amenazadora sobre él y sentenciado visiblemente divertido.

- Esto te pasa por jugar con demasiado peso, pequeño enclenque.
-¡Déjale, Lawrence!- Le gritó Sandy preguntándole realmente asustada. - ¿Qué vas a hacer?..
- Nos ha visto – repuso agriamente él - y no puede seguir vivo. Hay muchos que podrían tomarle en serio. Y aunque no fuera así, prefiero no correr riesgos. Además, no vale para nada, es aún más inútil que el resto de los humanos.- Sentenció con manifiesto desprecio. -
-¡No!- Chilló Sandy apareciendo también junto a ambos de una forma velocísima. -
-¡Aparta!- Siseó Lawrence lanzando a la chica a varios metros de un golpe. -
-¡No le hagas daño!- Le chilló Scott que intentó golpearle con una mano logrando sólo pegarle sin fuerza en un brazo. ¡Canalla!
-¡Oh, el héroe!- se burló Lawrence agregando con fingida voz melosa. - Mirad al pobre y patético inválido tratando de defender a su chica.- Y movió la cabeza para escupir con rabia. - ¡Bah, sois la misma patética basura!, no sé por qué he perdido el tiempo viniendo aquí.

            Iba a aplastar a su presa con la barra cargada de pesas cuando Sandy se rehízo y se abalanzó sobre él. Scott se quedó petrificado de horror y sorpresa al descubrirla a ella con el mismo aspecto de diablo enloquecido que tenía su agresor. Aunque la muchacha, que parecía no percatarse de eso, dio un empujón a Lawrence apartándole de su víctima y tirándole al suelo junto con la barra. Ésta produjo un enorme estruendo  al caer con todos los discos. Pero en un instante, el  chico demonio se levantó y habló con un tono prepotente.

- Has cometido un grave error, Sandy. No debiste enfrentarte a mí, soy mucho más fuerte que tú y sé cómo usar mis poderes.- Para demostrarlo emitió una ráfaga de energía que empotró a la desprevenida muchacha contra la pared produciendo grietas en el yeso. -

            Ella se incorporó trabajosamente en tanto Scott no se atrevía ni a respirar. Sandy miraba a su rival con sus rojizos ojos lanzando chispas. No obstante, Lawrence tenía razón, ella no sabía usar así su fuerza. Pero debía detenerlo o tanto ella como su amigo estarían perdidos. Así que, saltando como un felino atacó a su rival. Ambos echaron un pulso de fuerza sujetándose las manos, pero la muchacha perdía terreno, él la hizo hincar las rodillas en el suelo y de una patada en la cara la derribó afirmando.

-¡Estúpida, no puedes vencerme! ¿Me oyes bien? ¡Ni en la cama, ni en la lucha!.. Soy superior a ti, las hembras tenéis menos fuerza que nosotros los varones. - Sonrió con una expresión de triunfo acercándose para rematar a Sandy, que trataba de levantarse. Pero él se lo impidió con varias patadas en el estómago y las costillas que la dejaron maltrecha según agregaba con patente satisfacción. - No sé qué hacer contigo, si matarte o echarte un polvo, puede que las dos cosas, - rio de su propia ocurrencia al remachar con aparentes tintes de duda.- Y no sé por cual empezaré primero.

            Se dirigía sin ningún tipo de compasión hacia la malherida chica que se había refugiado en una esquina tratando de apoyarse para ponerse en pie. Absorto en ella, su agresor no se percató de que Scott se había bajado del press de banca arrastrándose y utilizando una de las barras le zancadilleó haciéndole perder pie y darse un cabezazo contra otro aparato de gimnasia. Por desgracia, lo único que el pobre muchacho logró fue encolerizar más a Lawrence que, hecho una furia, olvidó momentáneamente a su oponente y se dirigió hacia él.

-¿Quieres jugar a ser un héroe, verdad? ¡Pues ahora vas a ver!- Izó a Scott por la camisa y le golpeó en el rostro con la cabeza rompiéndole la nariz. La sangre le cubrió enseguida la cara de pobre chico y el furioso demonio le hundió un puñetazo en el estómago lanzándole contra la pared - ¡Disfruta de tu hazaña!- Le escupió su agresor. -

            Eso fue demasiado para Sandy que se estaba recobrando de los golpes recibidos. Al ver aquel cruel abuso se puso totalmente fuera de sí y se lanzó contra su enemigo a una velocidad tal que éste no pudo ni darse cuenta. De un puñetazo lo envió contra el otro lado de la habitación y sin saber cómo, proyectó contra él un rayo de energía que le hizo atravesar la pared.

- ¡Eso es por tu comentario machista de antes! - Escupió ella reivindicando. - Veremos si ahora te atreves a juzgar así a la hija de una diablesa.

            Pero enseguida volvió a preocuparse por Scott, el chico estaba en un estado lamentable, trataba de arrastrarse hasta su silla mientras sangraba profusamente. A Sandy se le partía el corazón al verle en ese trance. Su aspecto demoniaco cedió paso a su cara humana y corrió junto a él.

-¿Cómo te encuentras? ¡Vamos Scott, responde!-. Le pidió llena de lástima y temor por él. -

            Su compañero apenas podía farfullar nada y le dolía al respirar, debía de tener alguna costilla rota. Sandy entonces le tomó cuidadosamente en brazos y le puso sobre su silla. Había perdido de vista a su enemigo y eso era un grave error, pero, para su alivio, Lawrence había desaparecido. Es más, no podía percibirle. Era como si se hubiese esfumado. Se acercó al roto de la pared por el que había pasado y ya no estaba. Dejó de pensar en ello y enseguida volvió con su amigo. Scott estaba muy malherido y ella le confortó como pudo, sosteniéndole las manos entre las suyas.

-Lo siento mucho. –Sollozó ella deseando fervientemente poder hacer algo por ayudarle. -

            Una vez más, ocurrió algo increíble, de Sandy partió un tenue resplandor azulado que bañó a Scott, sus heridas  y las de ella se fueron cerrando y ambos se recuperaron.

-¿Qué me ha ocurrido?- Se preguntó a sí mismo cuando vio a la muchacha junto a él. -
- Hoy has sido muy valiente. - Le dijo ella agradecida. -
- Lo que he visto… - musitó él con temerosa prevención. - Solamente lo he imaginado ¿verdad?...

            Su interlocutora no dijo nada, pero su sonrisa se borró y una expresión suplicante de angustia afloró en su cara. Scott comprendió que no podía contar algo así, probablemente le tomarían por loco, lo que no le beneficiaría nada. Por otro, en  el supuesto de que le hicieran caso ¿Qué sería de Sandy? ella se había arriesgado por salvarlo, no era mala persona, además le había curado.

- Debo tener cuidado cuando haga pesas. - Sonrió él ensayando la explicación que iba a dar.- ¡Mira que desastre he provocado!

            Sandy le abrazó y enterró la cabeza en el cuello del chico, musitando unas palabras.

- Muchas gracias.
-Gracia a ti.- Pudo replicar él.-

Después ella le besó en la frente, justo cuando llegaban el conserje y varios alumnos alertados por el ruido.

-¿Qué diablos ha sucedido aquí?- Inquirió el hombre.-

Al oír esa expresión los dos sonrieron de forma cómplice sin poderlo evitar. Cuando ambos explicaron que había sido un accidente apenas sí les creyeron. Por suerte, uno de los golpes en la pelea había reventado una pequeña tubería de gas que subía del cuarto de calderas y se pensó que había sido una explosión. Sandy, pasado ese trance, investigó por su cuenta descubriendo muchas cosas interesantes respecto de extraños ataques a personas que juraron haber sido asaltadas por una especie de monstruos. Temió entonces que Lawrence u otros como él fueran a por ella o a por su padre.  Por suerte no volvió a ver a  ese chico que parecía haberse evaporado. Pasó el tiempo y nada extraño aconteció. Así terminó sus estudios en el instituto con adelanto y comenzó a pensar en su ingreso en la universidad. Scott también acabó pensando de igual forma pero dirigiendo sus pasos a otra facultad al cursar unos estudios distintos. Pero durante el tiempo que ambos compartieron él se reveló como el mejor amigo que Sandy había tenido. El primero al que no le importaba la naturaleza de ella, al que pudo contarle su secreto sin temor. Ambos fueron confidentes de sus sueños y aspiraciones. Una vez incluso, ella trató de curarle con ese poder sanador que había ido desarrollando. La muchacha emitió su energía hacia las piernas y la espalda al máximo de lo que era capaz, pero no consiguió nada.

- No funciona,- le sonrió Scott, agradecido pese a todo por el intento. – Te lo agradezco de corazón pero es demasiado difícil, incluso para ti.
- No me rendiré. - Le aseguraba Sandy que deseaba poder ayudar a su amigo, especulando. – Quizás si me concentro en un punto clave…

La muchacha había aprendido en ese tiempo a concentrar su energía y a usar racionalmente sus poderes. Creyó que si era capaz de curar lesiones podría hacerlo con la invalidez de su compañero. Pero por desgracia, no parecía funcionar. La chica movía la cabeza desalentada y mirando al suelo con tristeza y decepción.

-Siento haberte fallado.- Suspiró ella.-
- No me has fallado. Has hecho lo que has podido, pero yo padezco una parálisis nerviosa desde que nací. Por mucha energía que concentres no puedo aprovecharla.- La alentó su amigo que por el contrario, sonreía con agradecimiento.- Simplemente no hay nada ahí que pueda reaccionar.

Ella le miró con pesar, pero no perdía la esperanza. De todos modos, Scott añadió.

- Si algo he aprendido en esta vida, Sandy, es que todos debemos aceptarnos como somos.
- Aunque a veces es difícil cuando piensas que, de mostrarte tal cual eres, aterrorizarías a la mayor parte de las personas. - Musitó la joven. -
- Tú eres una chica con un buen corazón. Nunca olvidaré como te enfrentaste a ese monstruo para salvarme.- La animó su contertulio. -
- Siendo otro monstruo como él, no me fue tan complicado. - Repuso  Sandy con amarga ironía. -

Pero Scott negó con la cabeza y rebatió.

- A eso me refería. ¡Él sí que era un monstruo!, estaba dominado por su odio y por su rabia contra el mundo, pero tú no. Solo tienes bondad en tu alma y el deseo de ayudar a las personas. No es el aspecto exterior lo que importa. Hazme caso y pase lo que pase, no dejes que eso se apague en tu interior.

Sandy asintió realmente agradecida de escuchar aquello, con lágrimas de emoción. Aunque Scott nunca se atrevió a decirle lo que de verdad sentía por ella. Sabía que pondría a la muchacha en una dura situación. Eran amigos, eso seguro, pero ella no daba la impresión de pensar en nada más. El chico, pese al dolor que le reportaba, prefirió dejar las cosas como estaban. Por lo menos, siempre se tendrían el uno al otro para animarse y mantener esa amistad. Y de ese modo terminaron sus estudios en secundaria. Sandy iba extraordinariamente adelantada para su edad, con su gran inteligencia, incluso dos años más que el resto. Scott por su parte, no le iba a la zaga tampoco en eso. En casi todo se entendían a la perfección y él muchas veces le decía en broma haciéndola reír

-¡No soporto que seas más inteligente que yo! ¡Qué sepas que te aguanto únicamente por los deliciosos pasteles que me haces!
-No es verdad, no soy más inteligente que tú.- Rebatía ella con modestia, al tiempo que divertida.-
-Jamás he visto a nadie con tanto talento para la ciencia.- Admitía su amigo.-
-Se supone que mi madre era una diablesa de esa categoría.- Le contó ella.-
-Algún día me tendrás que explicar ese lío de los círculos, que pasa, ¿es que en el Infierno tienen líneas de metro?

            En esa ocasión Sandy no se rio, se limitó a quedarse pensativa y Scott se apresuró a decir con tinte inquieto.

-¡Oye, no quise ofenderte!
-No, tranquilo, es que yo misma no sé apenas nada de eso. Lo único que he aprendido acerca de ello está en las notas que mi madre me dejó.
-Podrías indagar.- Le propuso él.-
-No tengo ningún deseo de hacerlo. Únicamente quiero olvidar esa parte de mí.- Le confesó Sandy.-
-Por experiencia puedo decirte que tratar de olvidar algo no suele funcionar.- Suspiró él.-
-¿Y qué puedo hacer entonces?- Quiso saber la muchacha con tinte alicaído.-
-Ser tú misma. Y darte cuenta de que, lo de menos, es de donde hayas venido tú o tu madre, lo importante es a donde vayas..- Le respondió afablemente él.-

            Al fin ella sonrió, incluso dándole un cariñoso pellizco en un moflete a su amigo para sentenciar.

-¿Ves como eres mucho más inteligente que yo?
-No.- Sonrió Scott, matizando.- Quizás sea más sabio. Que no es lo mismo.
-No sé cómo darte las gracias, siempre sabes qué decirme para que me anime.- Admitió ella muy reconocida.-
-Pues claro que lo sabes. Puedes hacerme uno de esos pasteles de chocolate que tan bien se te dan.- Le propuso él con más desenfado.
-Dalo por hecho.- Le prometió la sonriente joven.-

Y claro que cumplía con su palabra. De este modo, y durante aquellos años, forjaron una entrañable amistad. Aunque lo único malo y doloroso para ellos fue tener que separarse. El muchacho había conseguido una beca para un centro de informática en el este, era algo que  siempre le había gustado. Podía usar los ordenadores para suplir muchas de sus limitaciones y quería estudiar para convertirse en un ingeniero informático de prestigio, incluso programador. Ella, atraída por el campo de la bioquímica, le deseó mucha suerte y quedaron en cartearse e incluso conversar por el chat a menudo. Eso se dijeron cuando hablaron por última vez antes de separarse.

-Allí tienen un centro técnico muy avanzado.- Le comentó el chico.- Estoy deseando aprender más cosas relativas a la programación. Quizás en un par de años pueda lograr un programa aplicable a la robótica.
-Ese proyecto que me contaste sobre exoesqueletos.- Comentó Sandy.-
-Sí, ya existen investigaciones sobre eso. Si pudiera combinar un aparato de metal ligero y crear el software apropiado para enlazarlo al cerebro podría, en teoría, caminar con ello.
-Sería algo fantástico.- Sonrió la joven.-
-Es el futuro, la ingeniería informática combinada con organismos vivos. Y tú vas camino de ser una estupenda bioquímica.- Declaró él, añadiendo con evidentes deseos de que así fuese.- Puede que un día coincidamos en nuestros dos campos de estudio y hagamos un proyecto juntos. Imagina lo que podríamos crear para el bien de todos…
-Me encantaría.- Convino Sandy, añadiendo con más realismo.- Aunque tendremos que estudiar mucho para hacerlo posible.
-Somos muy buenos estudiantes.- Repuso él con una sonrisa.- De hecho, eres la única que me puede comprender en muchas cosas. Cuando hablo contigo sé que te puedo explicar cualquier cosa y que sabrás a qué me refiero.
-Me pasa lo mismo.- Admitió la chica.- ¡Aunque cualquiera que nos oiga podría acusarnos de narcisistas y de nerds! - Rio al recalcar esto último.-
- Ya lo hacen, no te preocupes.- Sonrió él.-

            No obstante, el tono de la joven adquirió un tinte de tristeza cuando suspiró  añadiendo…

-Eres una de las tres personas que hay en el mundo con las que puedo hablar sabiendo que conocen mi secreto. La otra es mi padre…
-¿Y la tercera?- Quiso saber Scott.- ¿No será ese tipo?
-No, todo lo contrario. Se trata del padre James Honer. El sacerdote que ayudó a mis padres cuando mi madre dio el paso de querer vivir como una humana.- Suspiró su interlocutora evocando con voz queda.- Apenas sí le recuerdo. Fue muy bueno conmigo, me cuidó por unos días cuando mi madre fue...bueno, cuando ella murió. Hace mucho que no sabemos de él.
-Podrías ir a verle.- Le propuso el chico.- 
-Es una buena idea. Se lo comentaré a mi padre. – Convino Sandy.-
-O sea que, si lo comprendí bien cuando me lo contaste, tu madre vino a cumplir una misión y se enamoró de tu padre. Luego huyeron de esos tipos de la secta.
-Sí, así fue.-Asintió su contertulia.-
-Pero os encontraron y mataron a tu madre cuando quiso defenderos…

            Sandy asintió ahora con expresión desolada. No importaba cuanto tiempo había transcurrido desde entonces. Algunos retazos de esa horrible experiencia seguían en su mente. Scott la observó con lástima, sin embargo enseguida trató de animarla con un tono cordial.

-¿Sabes lo que creo?...

            Ahora su amiga le dedicó una expresión de desconcierto para negar con la cabeza. El chico entonces le comentó…

-Que tu madre logró realmente hacer realidad su deseo. Se convirtió en una mujer buena y fue muy valiente. Tuvo una familia a la que amar y que la quiso mucho a ella. Seguro que donde quiera que esté ahora, estará muy orgullosa de ti…
-Muchas gracias, Scott.- Sonrió Sandy sintiéndose mucho mejor y posando una mano sobre las de su amigo.- Siempre logras hacer que me anime.

            El aludido asintió con una media sonrisa, no podía evitar ruborizarse…más cuando la chica de la que estaba tan enamorado le tocaba con ese aire de complicidad y de cariño. Sin embargo no era tonto y sabía que era precisamente eso, únicamente una gran dosis de afecto. Aunque dejó de lado ese sentimiento de amargura por un amor imposible y la escuchó añadir.

-Ella me escribió un diario con consejos e instrucciones. Lo voy leyendo a medida que pasan los años y cada vez comprendo mejor como debió de sentirse. Y lo difícil que tuvo que ser para ella cambiar sus costumbres y su forma de pensar. Por suerte eligió el buen camino. ¡Ojalá que todos los que son como yo hicieran igual!
-Si es por ese tal Lawrence, desapareció después de aquel incidente.- Le recordó Scott.- Puede que cambiase de opinión. Quizá comprendió que lo que hizo no estuvo bien.

            Sandy asintió, aunque por alguna razón no lo creía. Ese chico tenía demasiado odio y rabia dentro. Lo único que esperaba era no volver a cruzarse con él jamás.

-Dejemos eso ahora. No desperdiciemos el tiempo que tenemos hablando de ese tipo.- Le pidió ella.-
-Bueno, ¿tú que tal estás?- Inquirió el chico.- ¿Ya no has vuelto a tener problemas con…? ya sabes
-No, desde que tomo las pastillas que me prepara mi padre me controlo perfectamente. Además, en las notas de mi madre dice que a medida que vaya haciéndome mayor me será más fácil dominar mi naturaleza. Y parece que es cierto. Me siento más estable.

            El muchacho asintió, convencido de eso, después de lo sucedido en el gimnasio no había vuelto a verla transformarse de esa forma. Solamente cuando estaban los dos solos ella le dejaba entrever aquella apariencia, pero sin mantenerla mucho, la pobre se sentía avergonzada y temerosa de que la viera así.

-Si supiera que a mí me gusta de cualquier forma.- Se decía Scott con una mezcla de romanticismo y pesar.-

            Charlaron un poco más hasta que se hizo tarde, entonces llegó la despedida. Al fin, y reuniendo valor, el joven la miró a los ojos y tras sonreír declaró con gran sentimiento de afecto que enmascaraba lo que realmente hubiera deseado expresar…

-Adiós Sandy. Te quiero mucho, nunca lo olvides, tienes gente que te quiere por cómo eres…en todos los aspectos.

            La aludida sonrió emocionada. Se agachó y le dio un cálido beso en la mejilla izquierda enseguida respondió del mismo modo.

-Yo también te quiero mucho, Scott. Siempre te llevaré en mi corazón.
-Sí.- Sonrió él con amargura, aunque sin hacerlo notar, cuando comentó con humor.- Ya me parezco en algo a tu Alitas.

            Sandy se rio. Interpretó esa alusión a su osito por el corazoncito rojo que éste tenía dibujado en la barriga.

-Solamente puedo decir esto de mi padre, de ti y de mi oso.- Suspiró ella.- Habéis estado  siempre conmigo en mis mejores y peores momentos y nunca me habéis decepcionado. Te deseo que seas muy feliz, Scott. Escríbeme al Facebook, ¿eh?...
-Lo mismo te digo.- Repuso él tratando de no llorar, pero, manteniéndose entero, aun pudo sugerir.- Y también te mandaré cartas a la antigua usanza.
-¿Cartas? Eso ya no se lleva.- Se rio ella.-
-Pues la gente hace muy mal. Una carta en papel tiene algo que un simple chat o el Facebook no puede imitar, imaginas a la otra persona, y esperas con mucho más interés su respuesta. También debes esforzarte para escribir sin errores, porque cuesta más borrarlos.
-¡Ja, ja! Nunca lo había visto de ese modo. Por mí conforme. Pero me costará…- Sonrió ella.-
-Anda, perezosa.- Respondió él, tiñendo su emoticón con un tinte de pretendido sarcasmo en tanto abría sus brazos haciendo ademán de abrazarla.- Baja un poco que yo no me puedo levantar…

            Sandy así lo hizo, derramando algunas lágrimas tras ponerse de rodillas y darle un abrazo lleno de ternura. Al fin ambos amigos se alejaron emprendiendo sus dos caminos divergentes. Pasaron los meses y durante todo ese tiempo las pastillas de Sandy dieron resultado y con dieciséis años ya estaba hecha toda una mujer. Recordó entonces la sugerencia de Scott. Un día, estando en casa con su padre, le preguntó.

-¿Has sabido algo del padre Honer? Hace muchísimo que no tenemos noticias. Antes al menos hablábamos por teléfono con él.

            Y así era. Durante algunos años le llamaron por Navidades o alguna otra festividad, incluso por su cumpleaños. Solamente charlaban sin atreverse a ir a visitarle. Quizás sus antiguos enemigos pudieran estar al acecho. Luego fueron espaciando aquellas comunicaciones cada vez más hasta romperlas de modo definitivo. Aunque ya a estas alturas la muchacha suponía que ese riesgo de ser buscados por los sectarios se habría terminado y que nadie se acordaría ya de ellos.

-Pues no, hija.- Repuso su padre que parecía pararse a pensar en ello ahora.- Culpa mía. He estado tan ocupado con el trabajo y otras cosas que he dejado que perdiéramos el contacto…
-Me gustaría ir a visitarle.- Comentó su interlocutora.- Apenas le recuerdo de cuando era pequeña y me cuidó.
-Es cierto. Era un buen hombre y nos ayudó muchísimo a tu madre y a mí.- Reconoció Robert proponiéndole a su hija con renovado entusiasmo.- ¡Mira!, este fin de semana si no tienes planes podríamos ir…

            La muchacha asintió con ilusión. Al menos podría volver a ver a ese hombre que tan bien se había portado siempre con ellos. Su padre incluso pensó en llamarle para avisar de su visita. Sin embargo, optó por darle una sorpresa. El fin de semana llegó y se pusieron en marcha. Tras un viaje de dos horas y media en coche regresaron a aquel pueblo en el que Sandy había vivido los primeros años de su vida.

-Esto no ha cambiado nada por lo que recuerdo.- Suspiró la chica al bajar del vehículo.-
- Vamos, la iglesia está aquí mismo.- Le indicó su padre señalando al campanario de la misma, que se veía. A unos pocas decenas de metros de distancia.- Verás que alegría se llevará el padre Honer. No te va a conocer. Te vio por última vez de niña y  ya eres toda una mujer.

            Sandy sonrió ilusionada con esa idea. Ambos caminaron resueltos hacia allí. Ya atardecía y no se veía a nadie por los alrededores. Al fin entraron en la iglesia. Un sacerdote estaba de espaldas en el altar. Posiblemente recogiendo los útiles tras dar la misa…Fue la chica quien llena de alegría exclamó.

-¡Padre Honer!... ¡Soy yo!

            Sin embargo, el cura se giró mirándola extrañado. No era el padre Honer sino un individuo bastante más joven, de pelo moreno, que sonrió débilmente y repuso.

-Lo siento, hija. Yo soy el padre Swift. El padre Honer ya no se cuenta entre nosotros.
-¿Es que le han trasladado de parroquia?- Quiso saber ingenuamente Robert.- ¿Podría decirnos a cuál?

            Pero Sandy ya estaba llorando. Algo dentro de ella le hizo entristecerse. Tuvo un mal presentimiento. Como si ya no pudiera sentir allí esa sensación de amabilidad y refugio que asociaba a aquel cura.

-No, lamento informarles que murió hará unos seis meses.- Les comentó el otro sacerdote.- Fue un desgraciado accidente…

            Robert estaba consternado, aunque se sorprendió por la reacción de su hija. Ella le tomó de una mano y le dijo con agitación.

-¡Vámonos de aquí, papá!...
-Pero cariño… al menos quisiera saber qué le pasó.
-¡Por favor! - Le pidió ella entre lágrimas.-

            El atónito científico asintió. Su hija estaba visiblemente afectada. Se despidió educadamente del otro cura que les miró comprensivamente para sentenciar.

-Era un buen hombre… no me extraña que le quisieran. Aquí estaré para lo que necesiten.

            Y sin replicar los visitantes salieron de la iglesia. Robert iba a preguntar a su hija por esa reacción tan repentina. Sin embargo, ella se le adelantó mirándole con una mezcla de tristeza e ira para espetar.

-¡Está mintiendo, papá!
-¿Qué? ¡Pero hija! Es un sacerdote, seguramente el sustituto del padre Honer. No tiene la culpa de que esto haya sucedido…
-¡No!…no te fíes de él. - Negaba vehementemente ella moviendo la cabeza.- Aquí hay algo más. Algo malo, muy malo. Puedo sentirlo…tenemos que irnos…

            Su interlocutor la observaba atónito, no obstante confiaba en esa intuición de la muchacha. Su madre era igual. Y desgraciadamente nunca se equivocó. Sin querer polemizar se limitó a  asentir y los dos volvieron hacia el coche…entre tanto, aquel cura les vio alejarse y no tardó en sacar un móvil y hacer una llamada…hablando con un tono desapasionado.

-Sí…han estado aquí. Acaban de salir…Ella podría sospechar algo. Sí. Es la chica. Coincide con la descripción que nos diera nuestro agente. Muy bien. Tomaron la carretera hacia el este.


            Y en efecto, padre e hija iban recorriendo ese camino en tanto Sandy le explicaba.

-He percibido algo. El padre Honer no tuvo ningún accidente. ¡Es como si hubiese oído su llamada de auxilio, papá!…Alguien le hizo daño…
-Habrán sido esos malditos.- Espetó Robert.- No puedo creer que después de tantos años sigan amenazándonos…

            Aunque lo que ambos ignoraban era lo sucedido. Aquel supuesto sacerdote sonrió de forma macabra cuando un hombre se aproximó a él. Salía de la sacristía. Pese a estar ya entrado en años lucía un elegante traje de color crema y una corbata negra. A pesar de que ya anochecía unas gafas de sol cubrían sus ojos. Le comentó a su acompañante.

-Una lástima lo de James. Tuvo que averiguar lo que no debía.
-Así es- suspiró aquel falso cura quitándose el alzacuello en tanto remarcaba con tintes lujuriosos.- Pero nos prestó un gran servicio. He podido comprobar que la chica está realmente muy crecidita. Y es una preciosidad.

            El otro hombre se rio, moviendo la cabeza para replicar.

-Hazme caso. No te convendría el sexo con ella. Solamente los de su especie pueden resistirlo. Si quisiera podría hacerte pedazos.
-Eso es precisamente lo más excitante de todo.- Sonrió el otro tipo.- Valdría la pena correr el riesgo.
-Bueno…tendré que contactar de nuevo con mis elegidos.- Repuso ese hombre.-

            El otro no respondió. Aquel individuo trajeado salió de la iglesia y se subió en un lujoso vehículo partiendo de allí. No tenía ninguna prisa, Y ahora esos dos estarían alerta. Merecería la pena esperar un poco más…

-Hay que ser pacientes. Al menos hasta ver qué pasa con nuestros otros enemigos. – Se dijo con regocijo.-

Y desde luego paciencia le sobraba. Pasaron unos meses y padre e hija prosiguieron con sus vidas sin ningún tipo de alteración. Hasta un fatídico día. Al menos en lo laboral. Robert por su parte había trabajado en ese laboratorio que le contrató sin ningún problema hasta que llegó la nefasta noticia de que se había cancelado el presupuesto de investigación. La empresa estaba en crisis y había regulación de personal, esas fueron las explicaciones que le dieron al despedirle. El científico estaba desolado, no sólo por la pérdida del empleo sino porque tenía un alquiler que pagar y Sandy, que había acabado sus estudios secundarios de manera maravillosa, debía ir a la universidad. Pese a que ella había ganado una beca por sus notas eso no bastaría para todos los gastos. Sin embargo, él dejó pasar un tiempo. Tenía unos ahorros de los que podía disponer y la esperanza de que mientras tanto encontraría trabajo. Pero, para su desgracia, los laboratorios y otros sitios que visitó no estaban para aumentar sus plantillas, era época de recesión. Una noche no pudo soportar más la angustia y se derrumbó justo cuando Sandy le comentó, feliz, que la habían admitido en una prestigiosa universidad.

-Sí, papá.- Exclamó ella con júbilo.- Me han aceptado… es magnífico. Podré investigar a la par que me saco el título…

            Pero su contertulio apenas pudo sonreír antes de taparse la cara con las manos y no querer mirarla.

-¿Qué te ocurre? ¿Estás bien? - Quiso saber la muchacha observándole con preocupación.-

            Su padre no era capaz de responder, estaba totalmente sobrepasado por el pesar y la vergüenza. Al fin reunió el valor para confesar lleno de amargura.

- ¡Hija mía! - Sollozaba él. - Perdí mi empleo y casi no me queda dinero, ¡no sé qué podemos hacer, ya no me contratan en ningún lugar!...lo siento…te he fallado ahora cuando más me necesitabas.

            La enternecida y preocupada muchacha le abrazó tratando de reconfortarle.

- No digas eso. No es verdad. Tú no me has fallado jamás. - Se apresuró a decir su interlocutora tan pronto se repuso de aquella noticia.- No sufras papá, nos arreglaremos, ya lo verás. Yo puedo trabajar, ya tengo edad y entre eso y la beca…
- No hija, tú tienes que estudiar...- objetó Robert. - Significa tanto para los dos que hagas una carrera.
- Y la haré, papá. Te lo prometo, no te preocupes, saldremos adelante. Siempre lo hemos hecho. - Le aseguró con dulzura abrazándole con todo el cariño del que era capaz. – No sufras por esto. Lo más importante para mí es tenerte a mi lado…

            Robert se dejó convencer por su hija. Estaba muy orgulloso de ella y de su determinación. Sandy no se arredró y comenzó a buscar empleo consiguiendo uno de camarera. No era desde luego ninguna ganga, muchas horas de pie, aguantar todo tipo de insinuaciones por parte de los clientes en un pequeño y miserable bar y además soportar las del dueño del local. Era ese un hombre cincuentón y de poco pelo, pero con muchas ganas de propasarse con una chica tan joven y bonita. Por suerte, con sus pastillas y la edad Sandy era una muchacha completamente normal. Se controlaba a la perfección y le llegaban incluso a repugnar los asedios a los que se veía sometida. Todo para ganar un escaso sueldo que apenas rozaba el salario mínimo. Trabajando más de ocho horas cada día y debiendo además ir a la universidad. Pese a pasarlo tan mal, nunca daba muestras de ello en presencia de su padre. Ahora sí que agradecía a su genética tan especial que le permitiera soportar una jornada tan intensiva. Así transcurrieron sus primeros dos años de los cinco que tenía su carrera de biofísica y química. Entre su esfuerzo, su tesón y los apuntes que le dejaban sus compañeros más amables cuando no podía asistir a las clases, logró aprobar con muy buenas notas todas las asignaturas. También había conocido a un chico con el que había entablado una buena relación de amistad que dio paso a un principio de noviazgo. Fue un encuentro casual. Ella estaba sentada en un banco del campus. Con su tablet navegaba por internet. Le escribía a Scott. A pesar de que su amigo era un experto en informática a veces, cumpliendo esa especie de reto que le propusiera,  le enviaba cartas a la vieja usanza, en papel. Según él le dijo eso tenía más encanto. Sandy estaba de acuerdo y conservaba todas las que recibía. Aunque ahora le era más cómodo chatear vía internet. Por su parte el muchacho le contaba que había empezado a desarrollar un proyecto de investigación muy interesante. Incluso le habían dado un premio y una beca. La muchacha se alegraba mucho por él. Le habría gustado verle pero su amigo iba a viajar a Alemania para hacer un intercambio en un prestigioso centro de cibernética. Contenta de que le fuera tan bien, Sandy le informó a su vez de sus progresos en la universidad. Al concluir el chat se levantó para dirigirse a clase. Iba a entrar cuando un joven bastante apuesto casi chocó con ella al ir a pasar por la puerta.

-Perdón, no te había visto.- Sonrió él.-
-No pasa nada.- Repuso ella devolviéndole la sonrisa.-

            El muchacho, un apuesto chico de pelo castaño y ojos marrones, un poco más alto que ella, se presentó enseguida.

-Me llamo Glenn, Glenn Thorton.
-Sandy Ann Wallance.- Repuso ella.-
-No te he visto nunca. ¿Eres nueva?- Se interesó mientras iban a sentarse en el aula.-
-No, es que suelo trabajar a esta hora. Pero hoy mi jefe cerraba el bar. Tenía inspección de sanidad por la mañana. Creo que debía solucionar algunas cosas y habrá preferido que no le visiten de momento…

            Así fue. Sandy solía trabajar en ese turno de la mañana. Pero la chica tuvo aquella noticia el día anterior. Su jefe, el señor Simmons, se enteró de la visita de los técnicos municipales y quiso cerrar para acondicionarlo todo. Como excusa iba a argumentar que estaba de reformas así que para hacerlo más creíble le dijo a Sandy que podía tomarse el día. La muchacha no iba casi nunca a esa clase dado que le era materialmente imposible pero gracias a eso tuvo la oportunidad. De hecho era una lástima, el catedrático que la impartía era muy bueno.

-Estaba deseando acudir a una clase de microbiología con el señor Hammond.- Comentó ella llena de interés.-
-Ese hombre es una eminencia en la materia.- Convino Glenn.- Casi todos los estudiantes acuden a sus clases. Es una lástima que no hayas podido venir hasta ahora. Porque además en este turno solo hay veinte plazas disponibles y son por notas de corte. Somos unos privilegiados.
-Sí, lo único que pude hacer es presentar los trabajos de evaluación. Aunque antes de los parciales quería venir al menos a una.- Sonrió la joven.-
-¿Y no podrías tratar de que ese jefe tuyo te cambiase el turno?- Le propuso el chico con obvio interés que trató enseguida de camuflar alegando.- Los mejores profesores están en la mañana. Y te conviene que te vean por sus clases si quieres obtener buenas calificaciones.

            La chica sopesó aquello. Eso era cierto. Pero lo malo sería lograr que Simmons aceptase. Hasta ahora ella asistía a clases de la tarde. Éstas comenzaban a las cuatro y terminaban a eso de las nueve. Ella volvía a casa a las diez, a tiempo para estudiar un poco, cenar y dormir. Apenas si podía verse con su padre. En el bar trabajaba desde las siete hasta las tres. Una jornada que le permitía pagarse sus gastos y ayudar  a sostener la economía familiar.

-Tienes razón. Intentaré que me cambien el turno.- Afirmó convencida.-

            Glenn se deleitó mirando a aquella autentica preciosidad. Con ese sedoso pelo moreno largo hasta más abajo de los hombros. Tenía unos ojos, verdes albahaca, grandes y profundos y unos labios carnosos y sensuales. Y su cuerpo no se quedaba atrás. Con dos impresionantes pechos y una cintura ajustada rematada por unas redondeadas caderas y dos largas y bien torneadas piernas.

-No te arrepentirás.- La animó nuevamente él.-

            Ella no respondió, el catedrático había hecho acto de presencia. Todos se mantuvieron ya sentados y sin hablar. Aquel hombre que andaría por los sesenta años, pelo blanco y barba, saludó a sus alumnos y comenzó a disertar sobre uno de los temas de la materia. Hizo una breve introducción hablando sobre Pasteur y Koch, para luego entrar en temas más complejos. La clase entera atendía con visible interés. Sandy estaba encantada. Esas explicaciones eran profundas y de nivel. No se podía despistar. Entonces Hammond lanzó una pregunta a sus discípulos.

-Bueno, ¿alguno de ustedes sabría decirme qué son las fimbrias?...

            Hubo un silencio total, rematado por algunos tímidos intentos que no llegaron a aclarar esa cuestión.

-Vaya…al parecer hoy no están ustedes inspirados.- Sonrió el profesor dirigiéndose entonces a Glenn para preguntarle.- ¿Tendrá que ser usted, como siempre, señor Thorton el que responda?…

            Y cuando parecía que el chico iba a replicar, sonrió dirigiéndose a una atónita y algo avergonzada Sandy para responder a su profesor.

-Creo señor Hammond que mi compañera podrá darle una buena respuesta.
-Muy bien, señorita. - Convino jovialmente el catedrático centrando su atención en esa joven. - ¿Y su nombre es?…

            Ahora ella quería que la tierra la tragase. ¿Cómo se le pudo ocurrir eso a aquel chico? En fin, respiró hondo y no tuvo más remedio que contestar llena de rubor.

-Sandy… Sandy Ann Wallance, señor Hammond.- Pudo decir en tanto se levantaba de  su asiento.-
-Está bien, señorita Wallance…- Sonrió el profesor que entonces se quedó pensativo para repetir.- ¿Wallance?... Creo que me suena… ¿Fue usted quién me entregó un ensayo sobre las membranas plasmáticas?
-Sí, sí señor.- Musitó ella que ahora centraba la atención de todas las miradas.-
           
Hammond asintió con aprobación para declarar.

-Un trabajo muy bueno, señorita. Es una lástima que no la recuerde de haber asistido a mis clases.
-Verá señor, es que tengo que trabajar.- Expuso ella no sin pesar.-
-Pues si pudiera usted venir seguro que no se arrepentiría.- Replicó el profesor recordando entonces.- ¿Podría contestar a la pregunta que hice?

            Y tras meditar durante unos instantes, Sandy fue capaz de responder…

-En bacteriología la fimbria es un apéndice proteínico presente en muchas bacterias, más delgado y corto que un flagelo. Estos apéndices oscilan entre cuatro y siete nanómetros de diámetro y hasta varios micrómetros de largo y corresponden a evaginaciones de la membrana citoplasmática que asoman al exterior a través de los poros de la pared celular y la cápsula. Las fimbrias son utilizadas por las bacterias para adherirse a las superficies, unas a otras, o a las células animales. (Wikipedia)

            En la clase se escucharon murmullos de admiración en tanto Glenn sonreía… Lo mismo hizo el catedrático que asintió con aprobación.

-Así es… excelente respuesta. Gracias…

            Y la clase prosiguió. Una vez terminada el señor Hammond se despidió de ella deseando volver a verla por allí. Sandy lo agradeció aunque enseguida se dirigió a Glenn para casi recriminarle entre apurados susurros.

-¿Cómo se te ocurrió hacerme eso?...Podría haber quedado en evidencia.
-Pero no fue así.- Repuso él añadiendo con seguridad.- Nada más verte me pareciste una chica muy inteligente.
-¿Ah sí?- Se sonrió la joven, ahora más bien divertida, queriendo saber con un no muy ortodoxo cuestionario. Tan contundente como sarcástico.- ¿Y en qué basaste esa deducción?  ¿En mis piernas o en mis tetas?

            Su interlocutor se quedó callado durante un instante, sin embargo luego se rio para sorpresa de la muchacha. Al fin pudo decir entre carcajadas…

-Lo primero me dio una pista y lo segundo me lo confirmó…Digamos que, con esa estructura celular que tienes, hubiera sido una lástima que no dispusieras del pack completo…y me aferré a esa esperanza. Como ves, la intuición no me falló.

            Sandy no sabía cómo reaccionar ante tamaño descaro. Pero Glenn enseguida añadió con un tinte más serio.

-No, bromas aparte.  Una chica que está estudiando esta carrera, que ha llegado a segundo y trabaja al mismo tiempo tiene que ser inteligente a la fuerza, y también disciplinada y constante. Además, Hammond no te lo comentó, pero a veces nos ha leído extractos de tus trabajos en clase. Siempre se lamentaba porque una estudiante tan brillante no acudiera en persona. Y decía. Esta señorita Wallance demuestra saber bien de lo que escribe. Es una pena que no esté aquí…

            Ante eso la muchacha se quedó impresionada…Si ese catedrático tan renombrado decía eso se trataba de un enorme cumplido. Así oyó proseguir a Glenn…

-Y créeme, no se suele prodigar en elogios con casi nadie. De hecho, hasta que has aparecido tú yo era el mejor de la clase. Es más…nos ha comentado que solamente una vez, hace ya muchos años, tuvo un compañero de promoción así de prometedor…que estudio en los Estados Unidos un año de intercambio. Ese tipo luego ha demostrado ser un auténtico genio en el campo de la biología molecular, y no adivinarías quién fue...- Remachó casi a modo de desafío.-

            Impaciente y deseosa de saber de quién se trataba, la joven admitió que no…

-¿Quién fue?...Alexander Fleming…- Replicó con ironía.-
-No - Se sonrió su interlocutor para contestar.- Souichi Tomoe.
-¿El Profesor Tomoe? ¿El famoso biólogo molecular que trabaja en la Masters Corporation?- Se asombró la chica.-
-El mismo. Y que te compare con él desde luego que no está al alcance de cualquiera.- Aseveró su contertulio.- De modo que, si fuera tú, me tomaría muy en serio el consejo de Hammond…

            Sandy asintió. Estaba realmente encantada. Tras despedirse de ese muchacho tan simpático le prometió que, desde luego, lo intentaría… Al día siguiente en efecto tuvo una conversación con su jefe. Éste no estaba demasiado interesado en la ciencia pero sí que lo estuvo cuando la joven le ofreció hacer un par de horas más en el turno vespertino y nocturno sin aumento de salario.

-Al menos, gracias a mi constitución genética, no lo acusaré tanto como una chica corriente.- Pensó aliviada ella cuando ese tipejo aceptó.-

Lo importante fue que al fin pudo permutar su turno y comenzó a asistir a las clases de la mañana. De ahí fue trabando amistad con Glenn y aquello terminó por desembocar en un noviazgo. A ella le gustaba, era inteligente y atento. Siempre la valoraba por sus conocimientos más que por el físico. Aunque tampoco dejaron de tener relaciones sexuales. Por fortuna para Sandy era ya más que capaz de controlar sus impulsos. Ambos gozaban sin que la muchacha se transformase…Así las cosas todo iba estupendamente. Ese año los dos terminaron con unas notas realmente magníficas y cimentaron su relación durante el verano…

-Creo que ya va siendo hora de que te presente a mis padres.- Le decía él mientras paseaban de la mano.-
-Me encantaría conocerles.- Sonrió ella.-
-Viven lejos de aquí, en Nebraska.- Le contó él.- Quizás, si pudieras venir conmigo…
-Claro, tendré que comentárselo a mi padre.-Afirmó la joven.-
-Sí, y a mí me gustaría conocerle también.- Dijo Glenn.-
-Un día de estos. Ahora que tenemos más tiempo libre. Él está pendiente de que le llamen de una oferta de trabajo.- Le informó Sandy con cierto rubor, en tanto bajaba la cabeza.-

            El chico entonces tomó el mentón de ella entre sus dedos y lo elevó con suavidad…

-Oye…me has contado que tu padre es un magnífico científico. Y lo creo. Si es quién te ha enseñado tanto debe de ser una eminencia. Podríamos comentárselo a Hammond, seguro que con sus influencias hace que le contraten.
-A mi padre no le gustan ese tipo de tratos de favor.- Opuso la chica.- Desea lograrlo por sus propios méritos.
-Es una lástima que debas seguir trabajando en ese bar. Tu jefe no me gusta nada.- Comentó Glenn, ahora con visible irritación.- Es un cerdo. Alguna vez que he pasado a recogerte me he dado cuenta de cómo te mira.
-Es solo temporal. Enseguida podré dejarlo. Si consigo la beca especial de investigación.- Afirmó ella deseando restarle importancia.-
-La conseguirás, eres la mejor.- La halagó su pareja deseoso de aparcar aquel enojoso tema.-

            Y para remachar eso la besó en los labios. Ella encajó ese beso correspondiendo con otro más profundo. Al poco se despidieron. Sandy tomó un autobús cercano no sin antes prometer…

-En cuanto pueda le diré a mi padre que quieres conocerle.

Aunque pasó el verano y ese encuentro no se produjo. Robert estaba muy ocupado tratando de lograr ese empleo. Al fin, una noche, comenzando el tercer curso de la joven, fue a tomarse algo al bar donde trabajaba Sandy. Quería ver si su hija estaba bien. Él, tras mucho peregrinar en trabajos temporales, había obtenido el fruto de su perseverancia y fue llamado por un instituto de investigación muy importante al que había presentado su currículo. Se sentía contento y deseaba celebrarlo, ¡por fin la vida parecía mostrarles una cara más amable!, así que  esperó hasta que su hija se acercó hasta donde se sentaba. Sandy no tardó en reparar en él y se quedó sorprendida de verle.

- He venido para celebrar mi nuevo empleo. - Sonrió Robert que le propuso. - ¿Por qué no pides la noche libre y vamos a celebrarlo juntos, Sandy?...
- Me gustaría hacerlo, pero el señor Simmons no creo que me lo permita,- suspiró resignadamente explicando. - Hoy es una noche de mucho trabajo, papá.
- Podría ir a hablar con él. - Se ofreció su interlocutor conjeturando animado. - Quizás sea razonable.
- Tú no conoces a mi jefe, - sonrió la joven con cara de circunstancias mientras escuchaba como un cliente la requería desde la otra punta del local. - Tengo que irme.

            Mientras ella se alejaba para atender, él la observaba orgulloso, su pobre hija había tenido una vida muy dura, sobre todo en esos últimos años. Ya contaba diecinueve y estaba en tercer año de carrera en la universidad, eso no estaba al alcance de casi nadie. Sandy era, sin duda, una chica prodigio por su nivel intelectual y por su voluntad, añadiría Robert. Era desde luego digna hija de su madre. Pero ahora, con este nuevo trabajo, su padre estaba seguro de que por fin, aquellos días tan duros habían terminado. Estaba inmerso en esas reflexiones cuando la observó dirigirse hacia la trastienda. Un tipo iba tras ella, parecía algo borracho. Robert decidió ir hacia allí para averiguar cuáles eran las intenciones de ese hombre. Sabía que su hija cuidaría bien de sí misma pero no podía quedarse ahí de brazos cruzados. En efecto, ese tipo acosaba a Sandy, estaba claramente bajo los efectos del alcohol. Además, se le había unido otro individuo más fornido que parecía su guardaespaldas.

-¡Vamos preciosa!, sólo te pido que seas simpática conmigo.- Decía aquel individuo con la voz tomada por la bebida pidiendo con reiteración - dame un besito – y se acercó a Sandy tocándole el trasero. -
- Estoy ocupada - respondía pacientemente ella zafándose lo mejor que podía para no tirar la bandeja. – Haga el favor…
- Seré muy generoso si te lo haces con los dos. - Le prometió aquel hombre que señaló al tipo que le acompañaba y a si mismo agregando - puedo darte mucho dinero.

            El hombre exhibió una cantidad de billetes suficientes como para pagar más un trimestre de alquiler. Sandy se quedó mirando dubitativa. Ella no era una cualquiera, nunca lo había sido, pero la oferta era muy buena. Su padre comenzaría a trabajar en breve pero aun no le pagarían hasta el mes que viene. Con eso y por una noche podría resolver los problemas de dinero hasta entonces. Precisamente ahora que se controlaba en sus impulsos era cuando le llegaba esta oferta. Aunque eso fuera prostituirse, algo que ni ella ni su padre aceptaban. Pero total, pensaba que dominada por sus instintos lo había hecho con muchos y gratis. Además, no veía porqué pudiendo ganar algo a cambio, no podría hacerlo una sola vez más ahora. Su jefe habría recibido su parte o sino no permitiría que la molestasen en horas de trabajo. A buen seguro le dejaría a ese tipo el local que tenía en la trastienda. Suspiró, y pese a que eso la repugnaba, más incluso al pensar en lo que su padre o Glenn pudieran decir si llegaran a saberlo, estaba a punto de caer en la tentación de aceptar cuando escuchó a su padre dirigirse hacia ese tipo con voz airada.

-¡Oh no!- pensó avergonzada y muy preocupada. -

            Robert había llegado justo para oír aquella proposición y le chilló visiblemente furioso a ese individuo.

- ¡Mi hija no es ninguna zorra, bastardo!

            Aquel tipo, ebrio como estaba, debió de entender otra cosa y enseguida replicó.

- Oiga, primero voy yo, usted espere su turno para cuando terminemos.

            Aquello fue demasiado para Robert, pese a ser un hombre pacífico esta vez no resistió el impulso de sacudir un puñetazo a ese tipo que cayó al suelo atontado. Lo malo es que el individuo que estaba junto a él le propinó por su parte un par de golpes que dieron con él en el suelo.

- Te la has buscado, amigo. - Repuso aquel tipo mientras Robert que sangraba por el labio trataba de levantarse. -

            El guardaespaldas iba a pegarle una patada cuando sintió que alguien le sujetaba por detrás y lo levantaba en el aire. Perplejo se dio cuenta de que se trataba de la camarera. Pero ésta no tenía un rostro demasiado amable. Sus ojos eran rojos intensos y sus labios carnosos apuntaban dos colmillos muy intimidatorios. Sin poder ni gritar por el asombro y el miedo, el tipo se vio arrojado contra una mesa del fondo de la habitación que destrozó al caer.

-¿Estás bien, papá?- Le preguntó una inquieta Sandy  a Robert recobrando su aspecto normal. -
- Sí, gracias hija. - Sonrió él, en esta ocasión muy satisfecho de la oportuna intervención de la chica con sus poderes.  –Ahora sí…

            El tipo ebrio se levantó tras reanimarse del golpe recibido, imprecándoles a los dos con amenazas. Por suerte no vio a Sandy que ya lucía su aspecto normal.

- ¡No saben quién soy yo!- Les gritó en tanto que se alejaba en pos de su guardaespaldas que ya estaba en pie y miraba aun entre asustado y perplejo a la muchacha pero sin tener valor para acercarse.  - ¡Esto no quedará así!

            Ambos salieron de la trastienda ignorando a ese tipo en tanto que Sandy ponía con suavidad una de sus manos sobre la boca de su padre que notó un calor muy agradable y una sensación de cosquilleo. Cuando ella retiró su mano, las heridas de Robert habían desaparecido.

-¡Es maravilloso, hija! ¿Desde cuándo puedes hacer esto? - Quiso saber él admirado. -
- Desde hace unos años he ido perfeccionando la técnica. - Sonrió la interpelada. -No todo en mi naturaleza iba a ser malo. También leí una vez en el diario de mamá que seguramente me mantendría joven durante mucho tiempo y eso es una ventaja. - Rio para añadir con humor. - ¡Algo me ahorraré en cremas!
- Tú eres maravillosa, cariño. - Sonrió Robert al recordar con nostalgia y orgullo. – Es verdad, ese mismo don también lo tenía tu madre...

            Padre e hija salieron de allí con visible contento, para encontrarse con el furibundo señor Simmons que les interceptó.

- Sandy. ¿Se puede saber lo que has hecho?- Le chilló. - Ese hombre es el gerente de una empresa de seguros muy importante.
- Pues no quería venderme seguros precisamente, - repuso ella sin inmutarse. -
- ¡Estaba muy enfadado y se ha negado a suscribirme el seguro a mitad de precio que me había prometido! - Aulló Simmons- y todo por tu culpa, así que ve a disculparte inmediatamente con él. Quizás cambie de opinión...
-¿Disculparme yo con ese hombre?, ni hablar – Se negó Sandy molesta pero sin atreverse a gritar a su jefe. -
- Hazlo o considérate despedida. - La amenazó éste dándole un ultimátum. -
- Espere un momento - intervino Robert que hasta entonces no había querido meterse en la conversación profesional de su hija pero ya estaba más que harto de ese tipejo y así alegó. - Ella no tiene por qué disculparse ante nadie. Me importa un bledo que ese cerdo asqueroso sea el gerente de una compañía de seguros o el presidente de los Estados Unidos. Era un acosador.
-¿Usted quién es para meterse en esto?- Le chilló el jefe de la muchacha. -
- ¡Soy su padre!, maldito hijo de perra explotador. Mi hija tiene sólo diecinueve años, y podría denunciarle por acoso sexual, a usted y a ese otro tipo. ¡Y no se va a disculpar, puede usted meterse su trabajo por...!

Robert estaba desde luego muy alterado, y ésta vez fue Sandy la que con suavidad y esbozando una sonrisa tranquilizó a su padre.

- Ya vale, no merece la pena – y quitándose el delantal se lo entregó a su atónito jefe para declarar. - No me espere para mañana. Vámonos a casa, papá.

            Y los dos se marcharon con un brazo entrelazado por la cintura, dejando a Simmons con un palmo de narices. Llegando a casa, la joven se metió en la ducha. Estaba agotada por la dura jornada de trabajo y el estrés que había soportado pero se sentía bien. No obstante, no podía olvidar el tema del dinero. Al salir, Robert le había preparado café. Los dos tomaron sendas tazas mientras Sandy le decía a su padre, algo preocupada.

-¿De qué viviremos ahora, papá?  Hasta el mes próximo no te pagarán.

            Robert sonrió acariciando cariñosamente una mejilla de su hija.

- No te preocupes, me dieron un  anticipo, tendremos suficiente y tú solamente tendrás que centrarte en tus estudios. Quiero que llegues a ser una estupenda científica.
- Lo seré, papá...- sonrió Sandy sintiéndose muy feliz y deseando con toda su alma poder llevar a cabo el sueño de ambos. – Ahora más que nunca…

            Y desde luego que no defraudó a su padre, esos dos siguientes años, Sandy terminó la carrera con brillantez y se aficionó al baile. Continuó puliendo sus talentos culinarios y hasta se sacó el carnet de conducir dando sólo algunas pocas clases. Su relación con Glenn, el chico con el que salía, se fue afianzando e incluso acariciaba ya la perspectiva del matrimonio de seguir así las cosas, en un no muy lejano futuro. Al fin cumplió la promesa de presentarle en casa. Y tras conocerle Robert tuvo una grata impresión. Ese chico le gustaba, era amable, buen estudiante y quería a su hija. Ella también viajó a Nebraska donde los padres del muchacho la recibieron encantados dándole sus parabienes. Más todavía al saber su trágica historia. O al menos lo que les contó. Era huérfana, su madre había muerto en un asalto, asesinada por unos ladrones. De modo que todo parecía ponerse de cara para ella. Por fin Sandy podría ser feliz aunque eso significara el casarse y abandonar el hogar de su padre, pero esa era ley de vida. Por el momento, quizás fuese aún demasiado pronto para eso. Pero ella ya tenía más de veinte años y era una mujer adulta y responsable. Además, y según decía el cuaderno de notas de su madre, con la edad había ganado en el dominio de sus instintos. Lo único que la inquietaba era que su novio no sabía la verdad sobre su origen. A veces le daba vueltas a eso y acababa por decidir que, llegado el momento apropiado, se lo diría. Estaba segura de que él lo entendería.
-Todavía no, si él me propusiera algo más serio, entonces debería contárselo.- Se decía.-

Así que por el momento aquello no la inquietaba seriamente, todo iba bien y una de tantas noches quedó con su novio y ambos salieron a cenar. Volviendo a casa, charlaban sobre sus planes de futuro. Él le estaba explicando sus planes a Sandy que, agarrada de su brazo, escuchaba con mucho interés dedicándole una amorosa mirada.

- Puedo hacer oposiciones al departamento estatal. Hay vacantes para el próximo año, tendré que estudiar mucho pero merecerá la pena. Es un trabajo muy bueno y fijo, además el sueldo es bastante alto para ser un recién graduado. ¿Por qué no te animas tú también?
- Podría ser una buena idea. - Admitió Sandy  parándose a pensar y agregando. - Aunque estoy dudando porque mi padre dice que en su laboratorio de investigación habrá vacante de plazas en poco tiempo y que yo podría entrar.
- Eso de trabajar con tu padre debe de ilusionarte mucho, - Comentó él haciéndose cargo con total comprensión - y será más fácil que una oposición tan dura...
- Es cierto, pero no me preocupa la oposición. - Dijo ella - sólo deseo estar con mi padre. Últimamente le veo poco, entre mis preparativos para el master y su trabajo. Además, luego salimos tú y yo
- ¡Oye! - sonrió Glenn preguntando divertido. - ¿Vas a hacerme sentir culpable de salir contigo?..
-¡No tonto!- Rio la joven que añadió con tono más meloso. - Anda, no te enfades conmigo. - Le dio un beso en los labios a su novio que el muchacho contestó con otro más largo.-

            Estaban fundidos en un abrazo y besándose cuando Sandy notó algo. Una presencia que la inquietaba y que parecía vigilarles. Hacía mucho tiempo que no había tenido esa sensación. Se separó de Glenn que la miró sorprendido.

-¿Qué pasa?- Inquirió él mirándola sin comprender. -¿Te preocupa alguna cosa?..

            Sandy iba a responder pero esa presencia desapareció del ambiente.

- No, no,- sonrió ella de nuevo para confesar. - Será cosa de mi imaginación, creía que alguien nos observaba.
-¡Qué vergonzosa eres!- Se rio Glenn que añadió despreocupadamente. - Bueno, vamos hasta el portal de mi casa. Y ya verás como nadie nos mira allí.

            Sandy aceptó encantada esa proposición, todas las noches que salían tenían la costumbre de acompañarse mutuamente a casa. Esa en particular, le tocaba a ella ir hasta el domicilio de Glenn. No pasaba nada, aquella era una zona muy tranquila y eso les daba plena seguridad para regresar solos. Además, tampoco vivían demasiado lejos. De modo que hacia allí fueron y una vez llegaron, y tras unos cuantos besos más, la chica miró su reloj y le susurró en voz baja.

- Son más de las dos, tengo que irme a casa. He de levantarme pronto para ir con mi padre, quiere presentarme a sus jefes.
- Mañana nos vemos entonces. - Convino Glenn con otro beso -¡que duermas bien y suerte! - Le deseó, sonrió y subió al ascensor. -

            La muchacha se alejó rumbo a su casa, era tan tarde que no veía a nadie por la calle. No es que eso le preocupase, sabía defenderse sola. ¡Pobre de cualquiera que intentase hacerle algo!, pero fue nuevamente esa sensación que la estremeció y ahora vino acompañada por una voz grave muy familiar.

- ¡Vaya, Sandy!, ¿ya no te gustan los que van en silla de ruedas?...

            La voz provenía de todas partes y ninguna, sonaba en su cabeza. Ella se giró para tratar de descubrir de donde procedía pero no veía a nadie.

-¿Quién es?- Se atrevió a preguntar por fin. -
- Lo sabes de sobra. - Le espetó la voz que dio paso a una figura vestida con unos pantalones y un  jersey oscuro. Los ojos le centelleaban de color rojizo y los clavaba sobre ella con una mirada de fría cólera y desafío. -
-¡Lawrence!- repuso Sandy atónita. -

            Era él, también más alto, fornido y adulto de lo que la muchacha recordaba. Era normal, habían pasado al menos seis años desde aquella pelea. Pensó que jamás volvía a verle pero ahora había vuelto como una mala pesadilla.

- Sí, soy yo. - Sonrió él añadiendo con sorna - y ahora las cosas van a ser diferentes, ya lo verás…

Detrás de la chica y casi sin que ella pudiera reaccionar aparecieron dos figuras más, vestidas igualmente que él, que la sujetaban con fuerza. Pese a intentar librarse con  todo su poder, no podía eludir sus agarres. Esos dos tipos, más concretamente un hombre y una mujer, poseían una fuerza similar a la suya. Sandy se dio cuenta de que sus ojos también brillaban rojizos y de que en sus bocas sobresalían un par de colmillos.

- Te presento a Jack y a Nancy, - sonrió Lawrence desvelándole con aire triunfal. - Son de los nuestros y les conocí poco después de que dejásemos de vernos tú y yo.
-¿Qué quieres de mí?- Le chilló ella tratando aun de desasirse sin lograrlo. -
-¡Menuda pregunta! - Escupió él, añadiendo con tintes desafiantes. - Quiero terminar lo que comenzamos y esta vez no me voy a retirar.- Se dispuso a ponerse en guardia pero le sorprendió ver que ella ya no hacía el menor intento por soltarse. - Pero, ¿qué te ocurre? ¿No adoptas tu forma de combate para enfrentarte a nosotros? - Preguntó extrañado. -
- No, ya basta de eso, ¡se acabó! - Sentenció Sandy dejando de forcejear para añadir.  - Quiero tener una vida normal. Ahora soy feliz tal y como estoy, no quiero más lucha.
-¿Ah no? ¿Quién te has creído que eres? - Le replicó Lawrence irritado. - ¿Te crees especial, verdad? Te consideras mejor con nosotros.
- No, yo no me considero mejor que nadie. - Negó ella insistiendo - sólo quiero vivir en paz.
-¿Con ese humano estúpido con el que sales?- E imitó la voz de Glenn con un tinte marcado de desprecio y burla. -”Tendrías que hacer oposiciones como yo, Sandy. Pero hay que estudiar mucho”. ¡Pobre memo!, si estudiar le da dolor de cabeza puede que le haga un favor cuando se la arranque.- Remachó con regocijo. -
-¡No, tú no te atreverás a tocarlo! - Gritó su interlocutora visiblemente nerviosa. -
- Claro que no.- Siseó Lawrence poniendo como condición. - Si tú te unes a nosotros. Pero de lo contrario, puedes estar segura de que le destrozaré como si fuera un muñeco. Si no yo, otro cualquiera de nuestros hermanos, y somos más de los que te imaginas, Sandy. No sabrías quien acaba con tu pichoncito, ni cuándo.

            La muchacha estaba muy furiosa y asustada, no por ella sino por su novio. Notaba que su cuerpo trataba de cambiar, pero entre su férrea voluntad y el efecto de las píldoras, lograba mantenerse en un estado humano.

-¿Qué te ha ocurrido, Sandy?- Le inquirió Lawrence con un tono desencantado. - Antes no habrías soportado estas amenazas, habrías luchado. ¿Acaso tanto tiempo viviendo de forma humana te ha hecho olvidar lo que eres?
- Yo soy humana - se defendió ella oponiendo. - Eres tú el único que se empeña en considerarte otra cosa. Y lo peor es que engañas a otros con tus ideas.
- Te he dicho lo que tenía que decirte. - Le contestó secamente Lawrence para preguntarle de forma retórica. -¿No te das cuenta de que tú y yo estamos destinados el uno para el otro?
- No digas tonterías. - Rechazó ella afirmando decidida, - nunca me sentiría atraída por alguien como tú.
-¡Ah no!- Rio Lawrence recordándole con manifiesto regocijo - y ¿qué pasó cuando nos conocimos? No me rechazaste precisamente, nena.
- Eso no tiene nada que ver, fue culpa de nuestros genes. No había amor de ningún tipo. Así que escúchame bien - añadió ella de forma dura y lapidaria. - Aunque me violases cien veces eso no valdría tanto como un beso de Glenn para mí.
-¡Escúchame tú!- Le espetó Lawrence furioso ahora para sentenciar. - Serás la madre de mis hijos y tendremos una maravillosa y demoniaca descendencia que dominará este maldito mundo. Y mataré a cualquiera que se interponga en mis deseos. Ese tal Glenn, sin ir más lejos,  podría aparecer muerto mañana.
- ¡Canalla! ¡Te mataría antes que permitírtelo! - Respondió una furiosa Sandy logrando soltarse al fin de sus aprehensores. -

            La rabia y el miedo por lo que ese loco pudiera hacerle a su novio provocaron al fin el cambio en ella. Su pelo ondulaba cobrizo por la brisa nocturna y sus ojos rojos mantenían la mirada desafiante de Lawrence que sonrió complacido para querer saber con retintín.

-¡Vaya, por fin te comportas como debes! Ahora dime una cosa, solo en confianza. ¿Cuánto pagaría tu chico por ésta película?...
-¿De qué estás hablando?- Siseó ella ahora sin comprender. -

            Respondiendo a su pregunta, Lawrence le enseñó una cámara situada sobre ellos, anclada en un tejadillo. Sandy, furiosa, lanzó un rayo contra ella haciéndola pedazos, pero eso provocó la carcajada en su interlocutor que le dijo divertido.

- Por más que la rompas, eso no alterará las imágenes que ha enviado a un vídeo que tenemos en otro lugar. No te preocupes, te enviaremos una copia para que la veas con tu novio...
-¿Cómo puedes ser tan miserable?- Musitó la muchacha sintiéndose abatida y recobrando su aspecto humano. – ¿Serías capaz de hacerme eso?

            Enseguida lo entendió todo. Ese sinvergüenza la había estado provocando deliberadamente para que cambiase de aspecto y poder grabarlo. Ahora la tenía totalmente atrapada.

- Eres tú la que debe decidirlo. - Sonrió Lawrence complacido con aquella situación para afirmar. -Ahora me vas a dar un gesto de buena voluntad…

Y de inmediato indicó a sus dos compañeros que la sujetaran, esta vez Sandy no tuvo ni fuerzas para resistir. Sólo pensaba en que su felicidad había terminado. No podía hacer nada, casi fue insensible cuando la obligaron a ponerse a gatas y Lawrence se acercó, levantándole la falda y bajándole la ropa interior.

- Espero que esto te guste. - Jadeó excitado, - es sólo para ti. –

La penetró con fuerza y la joven ahogó un grito, él siguió durante largo rato. No obstante ella, lejos de sentir ningún tipo de placer ni tan siquiera cambiar de forma, sintió asco y humillación hasta que su violador la dejó tendida en el suelo.

- Dejarte hacer esto por otro, - negó Lawrence con la cabeza para añadir con sorna. -¿Qué pensaría tu pobre novio?... Bueno, no pasa nada. La próxima vez le traemos y le obligamos a ver cómo se hace.

            Sandy no replicó, ni levantó la cabeza para mirarle siquiera. Lloraba en silencio, no quería darle a ese bastardo la satisfacción de la victoria total. Estaba atrapada en un callejón sin salida. Aguardó unos instantes y al fin se atrevió a alzar la vista. Sin embargo, esos individuos y Lawrence habían desaparecido. Tanto el joven como sus acompañantes se dirigieron a un punto convenido de antemano.

-Pues no me ha parecido una amenaza.- Comentó la tal Nancy, una chica rubia.-
-Nuestro jefe nos ha dicho que lo es.- Sentenció el muchacho.- Y debemos ganarla para nuestra causa a cualquier precio. Ahora aguardad aquí, debo informar…

            Sus acompañantes obedecieron y el joven entró a través de una puerta metálica que daba acceso a un local aparentemente abandonado. Sin embargo, descendiendo por unas escaleras llegó hasta un sótano en penumbra donde le aguardaban varios tipos encapuchados y otro, elegantemente vestido, que mantenía su rostro en la oscuridad.

-Hemos establecido contacto con el objetivo.- Declaró el chico.-
-Sí, hemos podido verlo.- Terció uno de los encapuchados con regocijo.-
-No te enviamos a satisfacer tus apetitos carnales sino a advertirla.- Le amonestó el tipo del traje.-
-Dejé que mis genes tomasen el control.- Se disculpó el muchacho que agregó no sin cinismo.- ¡Lo siento! Bueno, en realidad no…
-Está bien, tómalo como un pago por adelantado.- Convino su interlocutor para querer saber no sin interés.- ¿Cuál fue su respuesta?...
-No tendrá más remedio que aceptar.- Sonrió Lawrence con expresión triunfal para sentenciar.- Se lo dejamos muy claro.
-Bien… ahora es cuestión de tener un poco más de paciencia.- Afirmó aquel tipo para remachar no sin inquietud.- El resto de los nuestros han sido destruidos y dispersados, pero todavía quedáis vosotros. Los mejores y más preparados. Ahora tus compañeros y tú id a descansar. Os lo habéis ganado…

            Lawrence asintió retirándose con visible contento. No obstante, había salido para encontrarse con sus compañeros cuando un chico moreno se le aproximó sonriente…y le abordó sin cortapisas.

-Lawrence Nash, ¿verdad?
-¿Quién eres?- Quiso saber el muchacho observando a ese tipo con extrañeza.-
-Alguien que te conoce.- Sonrió burlonamente en tanto ojeaba un gran libro color burdeos.-

            Su interlocutor se sonrió a su vez, y tras mirar para asegurarse de que estaban solos movió la cabeza para rebatir…

-No amigo, no tienes ni idea de quién soy yo… ahora lo comprobarás…

Por su parte Sandy volvió a casa a las cinco de la mañana, su padre dormía ajeno a todo. No quiso despertarle y se lavó las manchas de sangre y las heridas que le había provocado la violación, aunque los daños físicos eran fácilmente reparables con su poder regenerador, desgraciadamente los morales no. Se acercó hasta la habitación de Robert y entró, observaba como su padre dormía con expresión tranquila y feliz y le acarició el pelo con dulzura. Tuvo que contener algunas lágrimas que le brotaban rodando por sus mejillas. Se dio media vuelta y se dirigió a su habitación. Después se acostó. Se levantó por la mañana sintiéndose extraña. Su padre la despertó con el desayuno pero Sandy no tenía muchas ganas de hablar. Robert se lo notó enseguida.

-¿Qué te ocurre, hija? , tienes mala cara esta mañana.
- Anoche me acosté muy tarde, papá. - Respondió lacónicamente.-
- Sí claro, supongo que tú y Glenn estaríais hasta muy entrada la noche por ahí. Bueno, tienes que prepararte porque habíamos quedado en ir a mi laboratorio para presentarte.- Añadió él animosamente. -
 - No me siento con ganas, papá,- repuso ella con un hilo de voz. - Quizás otro día.
-¿De veras te encuentras bien? - Le inquirió su interlocutor preocupado ahora por ese tono tan apagado en su hija. -
- Sí, sí, me encuentro bien, pero no tengo ganas, eso es todo. - Repuso ella con brusquedad, incluso elevando el tono. - ¡Haz el favor de dejarme tranquila, ya no soy ninguna niña!

            Robert se quedó preocupado pero no quiso insistir más. Salió de la habitación dejando sola a Sandy que se encontraba anímicamente hundida. Al cabo de un rato sintió la puerta, su padre había salido. Ella se quedó llorando en su cuarto incapaz de salir. Sonó el teléfono, y al cabo de varias veces se conectó el contestador. Escuchó la voz de Glenn.

- Sandy, soy yo, me voy a la delegación a recoger unos impresos para la oposición. Espero que tengas tiempo de tomarte algo conmigo esta tarde a las cuatro, te espero en el sitio de siempre, chao.

            Estuvo tentada de descolgar el teléfono pero no se atrevió a hacerlo, de seguro lloraría al escucharle. Como pudo se levantó, hizo su cama y se tomó un par de galletas con el café. No podía permitir que las cosas siguieran así. Bajó a la calle para reunirse con Glenn. Tenía que ser fuerte, ya no debía aplazarlo más. Quizás si su novio supiera la verdad de la historia… él la quería y seguro que no le importaría. Después Sandy le diría que se escondiera en un lugar seguro y ella acabaría con ese maldito Lawrence y sus secuaces. Todo sería de nuevo como antes. Suspiró, llegó ante la cola de la delegación y vio a Glenn aguardando su turno. Pacientemente esperó, al muchacho le restaban sólo dos personas para ser atendido. En cuanto recibió los papeles y salió de allí, ella fue a su encuentro.

- Hola, Sandy - dijo él con gesto sonriente. - ¿Cómo has venido hasta aquí?
- Escuché tu mensaje - repuso ella con tinte abatido. -
- Pero eso no era hasta las cuatro. Yo creía que habías ido con tu padre.- Opuso Glenn sin percatarse de eso. -
- Tengo que hablar contigo - dijo ella con visible desasosiego. - Donde no nos escuchen.
-¿Qué pasa? ¿Ha ocurrido algo?- Preguntó él ahora serio, sorprendido por el comportamiento de su novia. -

            Ella no dijo más hasta conducirle a su casa, su novio entró  y se quedó aún más atónito al escucharla.

- Glenn, te quiero, prométeme que no lo olvidarás.
- Ya lo sé. ¿A qué viene esto?- Preguntó cada vez más confundido y hasta preocupado. ¿Qué querría decirle esa muchacha para estar así?-

            La pobre chica no sabía por dónde empezar. Estaba nerviosa y asustada, ¿realmente debía decírselo?,  ¿y si él no lo comprendía? ¿Y si se asustaba? Dudaba, pero ahora ya no había vuelta atrás.

- Tengo algo que decirte sobre mí que tú no sabes, quería haberlo hecho más adelante pero tiene que ser ahora.

            Glenn no decía nada, únicamente la miraba sorprendido y ella se atrevió a añadir.

- Sé que te parecerá ridículo, pero no soy una chica normal...
- Bueno, claro que no lo eres. - Sonrió Glenn aliviado para aseverar. - ¡Eres un prodigio! has terminado la carrera con mucho adelanto, y eres guapísima…

Y tras esas afirmaciones teñidas de jovialidad iba a darle un beso pero ella no se dejó.

- No, no refiero a eso.- Le interrumpió ella que quiso preguntar. – Escúchame ¿qué dirías tú si yo fuera…?

No sabía cómo seguir, ¿cómo iba a decirle que ella era una mestiza de diablo?


-¿Si tú fueras? ¿Qué?- preguntó Glenn encogiéndose de hombros en tanto la observaba sin comprender.  -
- ¡Si yo fuera un monstruo!,- exclamó ella casi a punto de llorar. - ¿Podrías quererme?

            El muchacho se rio aliviado y la abrazó, creyó comprender lo que le ocurría a su novia, esas dichosas crisis de feminidad.

- Tú eres preciosa y muy inteligente, te comprendo...- le susurró Glenn que comentó. - ¿Crees que si fueras fea no me habría fijado en ti?, o ¿es que te crees que por ser una chica guapa no van a confiar en tú capacidad?

            Sandy no supo que decir. Aquello la descolocó y no se atrevía a más. Quizás sería mejor dejar las cosas donde estaban. Ya encontraría una solución. Glenn añadió entonces tratando de darla ánimos al pensar que había acertado.

-¡Vamos mujer! , tú tienes ambos dones. ¿Para qué te preguntas esas cosas? ¡Anímate, arréglate un poco y te invito a comer! Te espero aquí.

Él se quedó en el salón y Sandy aliviada por esas tranquilizadoras palabras fue a cambiarse. No había tenido nada que ver con lo que deseaba haberle dicho pero no quería pensar más en ese asunto. Quizás si hablase con Lawrence y los otros prometiéndoles cualquier cosa para salir del paso todo se solucionaría. Glenn por su parte sintió la puerta de la casa y vio entrar a Robert, éste se quedó sorprendido e inquietado al verle.

- Buenas tardes, señor Wallance. - Le saludó el muchacho con una sonrisa despreocupada. -
- Oye Glenn. ¿Algo va mal entre mi hija y tú?- le preguntó éste sin rodeos, pensando que esa sería la causa del comportamiento de Sandy. -
- No señor. - Repuso él que le contó lo ocurrido según su punto de vista para remachar. - No se preocupe, a las chicas a veces les da por pensar de esa forma. Debe de estar preocupada por nuestro futuro o algo así.

            Robert guardó un espeso silencio, él sí que comprendía lo que en verdad preocupaba a Sandy. Estaba claro que, si ella se casaba algún día con ese chico o con cualquier otro, tendría que confesarle su verdadera naturaleza. Dejó esos pensamientos de lado y agradeció a Glenn el apoyo que le daba a su hija. Entonces la joven salió del cuarto luciendo un vestido azul muy bonito. Al ver a su padre le dio un beso y se disculpó de inmediato.

- Perdona papá, esta mañana no estaba de buen humor. Lamento la forma en la que te contesté.
- No te preocupes. - Le respondió Robert añadiendo animoso. - Glenn ya me lo ha contado todo. Anda, salid y pasadlo bien.

            Los chicos no se hicieron de rogar y salieron despidiéndose de Robert. Éste miraba a su hija entristecido, ¡ojalá que Glenn resultase ser como había sido él mismo cuando conoció a ILaya y ella le confesó su secreto! El apenado padre de la muchacha suspiraba. Él no estaría allí siempre y deseaba con todo su corazón que su hija encontrase a un buen hombre que la quisiera tal y como era. Desde todos los aspectos. Quizás Glenn fuese ese hombre. Solamente podía desearlo…

-Sí cariño, rezo por eso… ojalá que tu madre desde el Cielo te ilumine y te guíe…

Por su parte la joven pareja llegó al restaurante y pidió mesa. Comieron y charlaron sobre sus planes durante un largo rato de sobremesa, más tarde salieron a dar un paseo.

-¿Ya estás mejor?- Le preguntó Glenn a Sandy. -
- Sí, gracias - Afirmó ella que ya casi había olvidado todo el problema. - Estando contigo no temo nada.
- Me alegro - sonrió su novio que la miró con profundidad y le susurró. - ¿Sabes? Yo también quisiera decirte algo.


Ella se paró para escucharle. El muchacho se declaró entonces.

-Sandy, te quiero y cuando todo esto acabe, bueno, quiero decir, cuando saque la plaza y tú entres a trabajar. Pues… Me gustaría que fueras mi mujer.

La muchacha sonrió de forma luminosa. Apenas sí podía expresar la felicidad que sentía. El chico en tanto parecía mirarla ahora algo apurado y se disculpó diciendo.

-Sé que lo apropiado en este caso sería tener preparado una anillo de pedida. Quiero comprarte uno, pero no tengo mucho dinero. Si no te importa esperar a cuando ya trabajemos y tenga el primer sueldo, yo…

Su novia no le dejó terminar, se abrazó a él y le besó de forma larga y prolongada, para afirmar eufórica.

-¡Claro que quiero, tonto! No te preocupes por el anillo, ¡eso es lo de menos!

El muchacho sonrió a su vez y la tomó en volandas danzando con ella. Sandy se reía. Al fin era feliz. Tras aquella inesperada declaración la pareja continuó caminando tomados de la mano. Se dirigieron al parque que a esas horas estaba muy concurrido, se sentaron en un banco y pasaron allí un par de horas más entre conversaciones y planes de boda, de futuro y muestras de afecto. Para cuando volvían a casa oscurecía y la gente se había ido en su mayoría, sólo había una pareja delante de ellos.

- ¡Mira cariño, otros dos como nosotros, también deben estar pensando en el futuro! - Supuso él con tinte animado.  -   

            Sandy sonrió asintiendo pero de inmediato su sexto sentido la puso en guardia. Esa pareja no era tan inocente como podía parecer. Sin darle tiempo a reaccionar se les echaron encima. La mujer apresó a Glenn que estaba demasiado sorprendido como para hablar y el hombre se encaró con Sandy, ella vio horrorizada que no era otro sino Lawrence.

- Ya te advertí lo que iba a pasar. - Susurró él haciendo una siniestra mueca.  -
- ¡No por favor! - Balbuceó Sandy… - a él no, no le hagas ningún daño. ¿Me quieres a mí? Tú ganas, haré lo que quieras, pero déjale en paz.

            Su interlocutor rio con expresión divertida en tanto que la mujer, transformada en diablesa, le arrancaba la ropa a un aterrorizado e incrédulo Glenn que no podía resistirse.

- Por mí, estaría bien. – Convino Lawrence con una sonora risa. Afirmando sin embargo a los pocos instantes con sorna. - Pero temo que Nancy no piensa lo mismo, le quiere todo para ella. ¡Y cualquiera va y se lo quita ahora! Ya sabes cómo os ponéis en lo relativo a estas cosas.
-¡No, suéltalo maldita zorra!- Aulló Sandy que trató de ir en ayuda de su novio.-

            Pero Lawrence se interpuso en su camino declarando con falsa condescendencia.

- Dejémosles que se conozcan, no es justo quitarle la novia al pobre chico sin ofrecerle otra a cambio. No debes preocuparte, Nancy es igualita que tú. Se lo hará pasar muy bien. Aunque la pobre controla menos sus impulsos. Espero que ese muchacho tenga aguante.

            La angustiada Sandy quería ayudar a su novio pero tenía que presenciar impotente como esa mujer disponía de él a su placer. Era un terrible e irreal contraste observar a aquella rubia y muy atractiva chica, con un cuerpo escultural, sacar sus horrendos colmillos y hacer brillar sus ojos con el color de la sangre.

-¿Qué clase de monstruo eres tú?- Chillaba Glenn incapaz de resistirse, incluso sintiendo que se excitaba contra su propia voluntad, dispuesto a cooperar con las intenciones de aquella criatura. -
-¡Ya basta!- Estalló Sandy fuera de sí al tiempo que adquiría su aspecto de diablesa. - ¡Juro que os mataré por esto!- Añadió con un siseo. -
-¡Así me gusta!- Sonrió animándola Lawrence obviamente muy complacido. - Siendo tan solícita con tu hombre no sería justo que no pudieras defenderle.- Declaró dejándola de pronto el camino libre para sentenciar con regocijo. – Adelante y que gane la mejor.

            La chica no lo pensó, atacó a esa otra mujer con furia haciéndola soltar a Glenn que, de la impresión de verla a la escasa luz del atardecer, quedó clavado en el suelo sin atreverse ni a respirar. El combate que siguió no fue muy largo. Pese a tener una fuerza similar, la tal Nancy fue sorprendida y la furia de Sandy multiplicaba el poder de ésta. Le dio a su enemiga tantos golpes y arañazos que por fin tuvo que intervenir el propio Lawrence para evitar que la matase.

-¡Ya basta, cálmate!- Le reprendió el chico sujetándole no sin dificultad a Sandy sus manos que ahora terminaban en uñas afiladas como puñales, al tiempo que los ojos de ella despedían un brillo como el de dos brasas. – Tranquila…no vamos a hacerle daño…

            A la primera luz de las farolas, Glenn se incorporó por fin tiritando de miedo. Entonces Lawrence se volvió hacia él con su rostro de demonio lo que le hizo retroceder.

-¿Qué.... qué es lo que sois?- Balbuceaba el aterrado muchacho sin dar crédito a lo que veía. -
-¡Somos seres superiores!- Clamó Lawrence de forma vehemente y teatral. -
-¡No, sois monstruos!- Gritó Glenn -¡no puede ser, no puedo creerlo! - Miraba ahora a Sandy que, muy a su pesar, aún tenía su rostro desencajado por la furia y su terrible apariencia demoniaca. - ¡Y tú eres uno de ellos! - Señalaba el chico ahora con voz trémula.- ¡Me has engañado!

El joven estaba casi en estado de shock, mirando con una mezcla de horror, indignación y pánico cerval a la que hasta ese momento había considerado su novia, incluso su prometida.

- No, Glenn, déjame explicarte. - Le pidió ella a la par que Lawrence la soltaba quedándose al margen. -
- Y pensar que he estado saliendo contigo, acostándome  contigo. ¡Oh Dios!. - Repetía horrorizado en tanto negaba con la cabeza.-
- ¡Yo no soy como ellos! - Aducía su interlocutora al borde de la desesperación. - ¡Tienes que creerme, iba a decírtelo, en casa iba a explicártelo todo!
- Sí claro. - Musitó incrédulamente Glenn añadiendo con el tono lleno de pavor - cuando me hicieras lo mismo que esa otra...
- Tú no lo comprendes… - sollozó Sandy quien ante el asombro de su novio, recuperaba lentamente sus rasgos humanos a la par que alegaba. - Si me he puesto en este estado ha sido para salvarte de ella.
- No diré nada a nadie, ¡lo juro! - Aseguró el aludido que no parecía escucharla. Dirigiéndose al conjunto de los que él consideraba como unos seres de pesadilla.  - Por favor, no me matéis.
- No quiero matarte,- le respondía Sandy en tanto los otros callaban sin perder detalle de la conversación. Escuchando estupefactos a la impotente muchacha agregar con todo su corazón. - Nunca he matado a nadie. ¡Te quiero, Glenn!, quiero que los dos estemos juntos, casarnos en el futuro, como estábamos hablando antes. Como me habías pedido.
-¿Y qué futuro podríamos tener?- Inquirió él apartándose con un nervioso tartamudeo mientras Sandy se acercaba. - No, no puede ser...por favor, olvídate de que existo. Yo me olvidaré de esto. Palabra que lo haré.
- Pero dijiste que me querías. - Le insistió la desolada chica dejando rodar sus lágrimas de desesperación. -

            Glenn negaba con la cabeza. Lawrence entonces se colocó junto a él diciéndole a Sandy con tono calmado e incluso ahora  realmente comprensivo y conciliador.

- No puedes culparle por tenernos miedo, sólo es un humano normal. ¿Qué puede comprender él sobre nosotros? ¿Lo ves?...te aferrabas a un sueño…uno del que desgraciadamente debes despertar. Esto solamente lo hemos hecho por tu propio bien.

            Mientras tanto Nancy se había recobrado regenerando sus heridas y estaba en pie. Miraba atónita el espectáculo, nunca habría creído que Sandy fuera capaz de atacarla así por aquel chico. A fin de cuentas ella sólo iba a gozar de él y nada más. Lawrence le dijo que iba a ser un modo de persuadirla, sin más consecuencias. Pero parecía que esa joven quería a aquel muchacho de verdad y que deseaba haberse podido casar con él. Escuchaba aquella discusión y eso la había impresionado y hecho reflexionar tanto que ahora el pesar y el arrepentimiento la dominaban.

- Ya basta Lawrence, ¡déjales! ¿No ves lo que hemos hecho?.. ¡Ella le quiere! ¡Le quiere de veras!- Intervino con voz culpable, recuperando su cabello rubio y sus ojos azules. -
-¡Oh, vamos!- negó él - ¡No seas ridícula! , sólo podemos amarnos entre nosotros. Ya ves lo que pasa cuando un humano se entera de la verdad.
- No podemos culparle, le hemos atacado. Esto no es lo que me habías dicho que pasaría, dijiste que Sandy había traicionado a nuestro grupo y que debíamos darle una lección.- Opuso la chica a su vez mirando con pesar a la otra muchacha y al aun aterrado humano. -
- Y se la hemos dado, ¿no es así? No ha muerto nadie. Te prometí que nadie saldría lastimado.  - Sonrió Lawrence satisfecho sobre todo con esto último. -
- Por favor, quiero irme a mi casa. Le juro que no diré nada. - Le pidió Glenn, aun muerto de miedo a Lawrence que asintió recuperando su aspecto humano. -
- Claro, ahí es donde debes estar - convino para indicarle con suavidad. – Déjanos. No tienes cabida entre los de nuestra raza. Y no te inquietes, sé que callarás, ¿quién iba a creerte? En el mejor de los casos te tomarían por un chiflado y arruinarías tu porvenir…

            Glenn asintió deprisa y se alejó sin querer mirar a Sandy, pero ésta usando su velocidad se adelantó a él y le sujetó de las manos dejándose caer de rodillas al suelo. El aterrado chico no sabía cómo reaccionar, se detuvo observándola todavía incrédulo y atemorizado mientras ella le suplicaba una y otra vez mirándole a los ojos con los suyos llenos de lágrimas.

- Perdóname por favor, quería decírtelo pero tenía mucho miedo. Además ellos me amenazaron con matarte. Yo quería confesártelo todo esta mañana pero luego ya no me atreví.
- No puedo, no puedo… - balbuceaba él  ahora ya más desolado que asustado cuando agregó. -Después de esto, las cosas ya no pueden ser igual.
-¿Pero por qué? ¿Qué cambia esto entre nosotros? - Le inquirió Sandy con sus verdes ojos haciendo aguas. -
-¿Que, qué cambia?- Preguntó a su vez el atónito chico para sentenciar de modo cortante. -¡Lo cambia todo! ¡Te tengo miedo! - chilló él. - ¿Y si algún día te pones así conmigo? ¿Y si tuviéramos hijos y salieran como tú? No estoy preparado para esto. Yo me enamoré de una chica normal, de mi compañera de clase. Pero no de una criatura como tú.- Añadió pesaroso musitando ahora. - Lo siento Sandy pero no volveré a verte nunca más. No diré nada sobre ti ni los otros. Pero no me sigas, ni me llames, por favor. Aléjate de mí.

            La interpelada bajó la cabeza tratando de detener sus sollozos, al fin fue capaz de reunir toda su dignidad para mirarle una vez más y responder.

- Cuando mi padre conoció a mi madre y supo cómo era realmente él la aceptó. Ella le quiso mucho. – Le contó con el ánimo roto e invadida por la tristeza añadiendo entre sollozos. –Nunca le hizo ningún daño. Al contrario, murió por salvarnos a los dos. Pero… tú no eres como mi padre. Ahora me doy cuenta de ello. - Se levantó mirándole a los ojos y con las lágrimas todavía rodando por sus mejillas le musitó. - No te preocupes, ya no te molestaré nunca más.

            Pese a que Glenn también estaba destrozado viéndola sollozar en silencio delante de él no hizo el menor gesto por consolarla. Se apartó de Sandy y se alejó lentamente. Cuando se perdió de vista ella sólo pudo decir antes de romper a llorar.

- Creía que me quería, como yo a él,- susurró - yo le amaba de verdad. ¡Yo le amaba! - Gimió sintiéndose rota por dentro.-

Y cayó al suelo de rodillas, llorando de forma amarga, con la cabeza enterrada entre los brazos. La propia Nancy compadecida y muy afectada por los remordimientos, abrazó a la que había sido hasta hacía tan solo unos minutos su encarnizada enemiga.

- ¡Lo siento, perdóname, por favor! – balbuceó la rubia diablesa también sin poder evitar las lágrimas. – Yo no quería…no sabía que tú…jamás quise hacerte esto…

            Lawrence estaba en extremo desconcertado, no comprendía esa actitud por parte de su compañera. Además, había hecho lo que ese extraño individuo le indicó. Ahora incluso  otro de sus amigos, Jack, que había observado lo ocurrido desde fuera al tiempo que vigilaba para que nadie les sorprendiese, se llegó a él y le dijo con un amargo tono de reproche.

- Hemos hecho mal, muy mal. Hemos destrozado el corazón de esta pobre chica. ¿Crees que así lograremos que el mundo nos acepte si nosotros mismos nos cerramos las puertas de esta manera tan cruel?
- No hemos sido nosotros los que le hemos obligado a dejarla, ha sido el mismo quien se ha ido. - Se defendió Lawrence aunque con no demasiada convicción.  – Pudo elegir y lo ha hecho. Eligió abandonarla. Y eso prueba que yo tengo razón.
- ¿Bromeas?, no me extraña que haya huido aterrado después de cómo le hemos tratado. - Repuso Jack con un tono muy severo. - Pero esa pobre muchacha - señaló a Sandy que lloraba desconsoladamente junto con Nancy que trataba en vano de confortarla entre sus brazos. - Ella no tenía culpa de eso, ninguno la tenemos de haber nacido así. Mírala, ha hecho grandes esfuerzos por llevar una  vida normal, por integrarse y ser feliz. Mucho más de lo que lo hemos intentado nosotros y ahora hemos destruido sus sueños. Puede que para siempre. ¿Es que no puedes verlo? ¿Tan cegado por el odio y la rabia estás como para no darte cuenta?
           
            El interpelado no supo que decir, por fin reaccionó replicando casi a la desesperada para evitar a su propia conciencia que le martilleaba cada vez más.

- Algún día ella se lo habría tenido que contar, nuestra intervención no cambia las cosas, sólo las  hemos adelantado. Es mejor así. Al final le hemos ahorrado dolor.
- En eso te equivocas y mucho. - Le rebatió inmisericordemente Jack que arguyó. - No es lo mismo, en la intimidad y controlando nuestra furia, pese a cambiar de color de ojos o de pelo, a hacerlo en medio de una batalla. Ese chico tenía más miedo de la fuerza y la agresividad que podemos llegar a tener que de nuestro aspecto, Lawrence. Y ahora ella nunca podrá saber lo que hubiese pasado en su relación.

            Éste, rendido a la evidencia, no dijo ya nada más. Solamente se dirigió hasta Sandy que parecía haberse calmado un poco y le prometió con pesar.

- Lo lamento. De veras. No te molestaremos más, vete en paz.
-¿Paz?- Repitió Sandy con los ojos enrojecidos, no  ya por su condición de  medio diablesa  sino por las lágrimas, preguntándose con voz queda y totalmente hundida. -¿Podré tener eso alguna vez?
- Sigue intentándolo por ti, por todos nosotros. - Le pidió una sollozante Nancy  que agregó tratando de animarla con voz afectuosa. - Tú me has enseñado que se puede amar a la gente. Que si te lo propones se puede ser feliz. Un día me gustaría ser capaz de lograrlo. Yo no quisiera ser responsable de que te sucediera nada malo. ¡Por favor, perdóname!
- No te preocupes por eso. Ya no importa. Por lo menos sé que tengo a una persona que me quiere tal y como soy.- Replicó Sandy levantándose del suelo. -
-¿Quién es?- Le preguntó Jack con curiosidad. -
- Mi padre, - musitó  ella por toda respuesta, alejándose de ellos. -

            Los tres la observaron perderse con la cabeza baja en la oscuridad, sólo débilmente iluminada por algunos faroles de la noche. Después se fueron cabizbajos a su vez. Decidieron vivir sus vidas en paz. El propio Lawrence se dio cuenta de que estaba equivocado y lamentando profundamente aquel error anduvo hasta un solitario punto del parque tras separarse de los otros. Allí, ese joven de pelo moreno le aguardaba sentado en un banco.

-Hice lo que me pediste y tenías razón. Todo pasó exactamente como me lo anticipaste. - Declaró con pesar.- No entiendo como podías saberlo…
-Como también sé que ha sido duro.- Replicó ese joven levantándose del banco y posando una mano sobre el hombro de Lawrence para sentenciar.- Pero así estaba escrito, amigo. Y esto tenía que suceder. Es algo fundamental para el futuro.
-¿Qué futuro?- Se interesó ahora su interlocutor observando a ese chico con incredulidad y hasta algo de temor.- ¿Quién eres?

            Su contertulio se limitó a sonreír. Ahora el atónito muchacho recordaba aquel momento en el que se había encarado con ese individuo horas antes…

-Antes de que te transformes en demonio y todo eso.- Le pidió aquel extraño dejándole paralizado por la sorpresa.- Te pido que me escuches un momento…
-¿Quién es usted? ¿Alguien de la organización?- Le interrogó Lawrence con sus ojos brillando cual ascuas.-
-En efecto…-Admitió su contertulio aunque matizando con una leve sonrisa.- Pero no de la organización que tú crees.
-Entonces es un enemigo.- Concluyó su interlocutor con semblante amenazador.-
-Créeme. No lo soy. Al menos no tuyo.- Repuso ese tipo que añadió.- No me dedico a matar gente como tú y tus amigos.

            Eso dejó estupefacto a Lawrence. Apenas lo asimiló negó vehementemente con la cabeza y replicó entre furioso y asustado.

-No hemos matado a nadie. ¡Nunca! Puede ser que hayamos estado a punto. Sí, algunos humanos miserables lo merecían. - Confesó recordando no sin culpabilidad lo que trató de hacerle a Scott años atrás.- Pero a pesar de eso jamás hemos asesinado…
-¿Qué me dices entonces del padre Honer?- Quiso saber su contertulio.- ¿No fuiste tú?
-¿El padre quién?...-Repitió el chico con visible desconcierto.- No conozco a  nadie que se llame así…
-Ese hombre era sacerdote.- Le informó su contertulio.-  Cuidó de los padres de Sandy y la ayudó a ella al poco de morir su madre. Pero tus amigos le mataron. El pobre hombre descubrió sus sórdidos planes. Sus auténticos fines.
-¿Qué fines?.. ¡Ellos quieren que los nuestros dejen de ser tratados como basura!- Espetó su interlocutor.- ¿Acaso eso es algo malo?

            Aunque ese hombre negó con la cabeza despacio, entonces replicó…

-Esos tipos son los restos de la llamada Secta del Caos Final… Tú no habías nacido entonces pero hace unos cuantos años fueron derrotados. Servían a los poderes del Infierno que trataron de invadir la Tierra.
-Eso lo sé. Mi madre era una diablesa que vino aquí, como la de Sandy. Para dominar este mundo pero fue expulsada de vuelta al averno. Siempre he querido traerla de vuelta.
-No creo que fuera una buena idea.- Rebatió su interlocutor, desvelándole al muchacho.- Tu madre Ligea, era una súcubos como ILaya, pero a diferencia de la madre de Sandy no se arrepintió de su vida, ni de su pasado. Es por ello que jamás podrías traerla de regreso. Su esencia se destruiría al tratar de volver.
-¿Qué quieres decir?- ¿Cómo sabes el nombre de mi madre?-  Le interrogó Lawrence sujetándole ahora de los brazos con vehemencia y sacudiéndole en tanto le exigía.- ¡Habla!
-No hace falta que te pongas grosero. Te lo voy a contar de todos modos.- Contestó serenamente ese tipo, soportando aquello de modo estoico aunque poniendo una inapelable condición.- Si prometes calmarte, dejarme acabar y me prestas atención.

            Ese era un requerimiento que a duras penas estaba listo para aceptar. Pero el ansia de saber era más fuerte. Por ello cuando aquel misterioso individuo le ofreció sentarse en un banco cercano él lo hizo. Entonces escuchó a su informador…

-El propósito de esa organización, a la que crees de tu parte, es el de cumplir los designios de la antigua secta del Caos Final. Lo intentaron tratando de vengarse de aquellos que les derrotasen hace ya tantos años. El Guerrero Dorado y las Justicieras. Sin embargo, para eso precisaban de amigos poderosos. Pudieron reclutar a alguno que hizo un pacto con los demonios a condición de ser salvado de la muerte. Le dotaron de grandes poderes, sin embargo no era suficiente. La siguiente parte del plan era simple. Intentaron corromper y envenenar contra la sociedad a todos los híbridos de humanos y demonios pudieran encontrar. Porque Lawrence, amigo. Los diablos ya no pueden pisar el mundo, un poderoso encantamiento lo prohíbe tras la derrota de su amo. No obstante, aquellos que tenéis parte humana sí podéis vivir aquí.
-Pero, ¡entonces! - Exclamó el atónito chico, aunque su contertulio elevó una mano y le cortó con un gesto.- Ellos…
-Prometiste no interrumpir.- Le recordó severamente ahora aquel tipo.-

            Lawrence asintió, deseaba oír aquello. Al fin, tras unos momentos de tenso silencio, su misterioso informador prosiguió.

-Los demonios no eran la única fuente de peligro. Hay muchos otros seres oscuros que moran en la Tierra.  Y tu jefe y sus amigos están tratando de forjar alianzas con ellos. Por desgracia existen amenazas aún mayores ahí fuera. Y esos bastardos tratan de usaros a vosotros como carne de cañón y como tropas de ataque. Junto a sus otros aliados en potencia, para dominar este mundo. Ahí es donde entramos mis amigos y yo…
-¿Tus amigos?- Inquirió el muchacho, esta vez sin poder dominar su curiosidad.-
-Así es. Formamos un grupo llamado los guardianes. –Le detalló ese misterioso joven.- Durante muchos años nuestros predecesores velaron por la paz y se afanaron en detener a las fuerzas del mal. Escucha…- le susurró ahora con un tinte más jovial.- Pese a todo lo que quieras aparentar, sé que no eres perverso. Simplemente llevas mucho dolor dentro de ti. Como tus otros compañeros estás desorientado, lleno de rabia y de tristeza por sentirte abandonado y no ser aceptado. Eso no es bueno, así sois presa fácil para los designios de eso tipos.
-¿Y qué quieres que hagamos, eh?- Replicó abruptamente el aludido en tanto se levantaba indignado y herido a la par que exclamaba con teatral sarcasmo abriendo los brazos.- Que digamos, ¡oh! Qué malos hemos sido, estábamos equivocados, vamos a portarnos bien y a decirle al mundo que nos acepten…a pesar de nuestra apariencia.

            Y mostró entonces sus temibles rasgos demoniacos, con los colmillos y sus ojos rojos. Pese a ello su interlocutor no perdió la calma y simplemente movió la cabeza y repuso con un lacónico.

-En absoluto.
-¿Entonces qué es lo que quieres de nosotros?- Quiso saber su desorientado contertulio recobrando su semblante humano.-
-Que os unáis a mi grupo. Trabajamos en la sombra, nos enfrentamos contra seres comparados con los cuales vosotros sois de lo más corriente y aburrido. Y en lo que respecta a Sandy…
-Déjame adivinar.- Se sonrió Lawrence recobrando su ironía y su burlesca actitud.- Quieres que dejemos que esa pobre jovencita encuentre el amor con ese bobo.

            Aunque la réplica volvió a tomar por sorpresa al muchacho dado que su interlocutor sonrió de modo sardónico para replicar.

-Al contrario. Queremos que llevéis a cabo lo que teníais planeado, ni más ni menos… Es más. Quiero que tú no le dejes más opción a Sandy que revelarse tal cual es. Le será muy doloroso pero es algo que tiene que hacer.
-Ahora sí que no entiendo nada.- Admitió el joven.-
-Lo entenderás. - Fue la respuesta llena de seguridad que ese individuo le dio.- Antes de lo que piensas.
           
            Ahora retornaba de los recuerdos de esa conversación. Lawrence miraba con estupor a ese tipo y volvió a preguntarle…

-No comprendo nada… ¿quién eres en realidad?
-Ya te lo dije.- Se sonrió levemente él.- Un guardián… Alguien que debe velar por el devenir de las cosas. Y como ya te expliqué tú has sido elegido. Tienes una importante tarea que realizar. Si deseas saber más, únete a nosotros con tus compañeros. Hay otros a los que debes conocer.
-¿Cómo yo? - Quiso saber el muchacho.-
-Algunos sí, otros no. Pero confía en mí cuando te digo que todos estaréis unidos por un fin común…uno muchísimo más importante que todos nosotros. Y también te prometo que irás descubriendo los motivos que hay tras todo esto. Bien, ¿Qué respondes?..-Remachó el joven tendiéndole la mano.-

            Y tras unos instantes dubitativos Lawrence la estrechó…

-Acepto.- Declaró.-
-Muy bien, lo celebro.- Sonrió su interlocutor agregando con un toque de misterio en su tono.- Ahora te contaré algunas cosas que deberás conocer para cumplir con tu nueva misión…pero no aquí, ni ahora…eso será…como dirían los clásicos, otra historia. Por ahora permíteme que te ponga al corriente sobre quién era tu misterioso exjefe…el que estuvo vigilando a Sandy durante tantos años, aguardando a que completase su desarrollo para captarla por mediación tuya.

Y Lawrence escuchó muy atentamente dándose cuenta de que, a partir de ese instante, su vida había cambiado para siempre. Cuando su misterioso informador le contó un par de cosas enseguida se apresuró a decir.

-Avisaré de inmediato a los demás. ¡Nancy y Jack tienen que saber esto!…entonces no me cabe ninguna duda de que se unirán a tu grupo. Igual que yo.

Y así lo hizo. Embarcándose tanto él como sus camaradas en unas aventuras totalmente nuevas. Por su parte y ajena a todo aquello, Sandy llegó a su casa y se sentó en el sofá, parecía ida. Su más que alarmado padre fue rápidamente a interesarse por ella pues su estado era lamentable. El vestido estaba hecho jirones y ella presentaba varias heridas superficiales que ella ni se había molestado en sanar de forma acelerada. Al principio Robert pensó que habían tenido que ser atacados por un grupo o algo peor. Tras unos angustiosos momentos en los que guardó un silencio total ante las preguntas de su padre, Sandy le contó todo lo ocurrido. Aunque esta vez no lloró, ya no le quedaban lágrimas.

- No tengo nada más que hacer en este mundo. No quiero vivir más en él, no quiero seguir así. – Sentenció ella musitándolo, totalmente derrotada en su ánimo. -

 Realmente no le quedaban muchos deseos de seguir adelante. ¿Para qué?  ¿Para que esta historia se repitiera? ¿Para qué otros “Lawrence” amargasen su vida cuando ella pudiera pensar que las cosas por fin iban a mejorar? Y aunque esto no ocurriera, ¿cómo saber si los demás chicos no iban a reaccionar igual que Glenn? ¿Qué debía hacer, esconderse en una cueva con otros seres como ella? Para eso era mejor no seguir viviendo.

-Quiero terminar con todo de una maldita vez.- Sentenció.-

            La muchacha expresó aquello sin siquiera elevar el tono de voz, no podía ni era capaz de hacerlo. Robert estaba muy asustado. Nunca la había visto así, ni escuchado hablar de esa forma, sin apenas chispa de emoción, como si estuviese consumida y deseando la muerte como único alivio a sus sufrimientos.

- ¡No, no digas eso, por el amor de Dios, Sandy! Eres lo más valioso que tengo, tu vida es lo más importante. Por favor cariño, ¡No te hundas!
- Tengo que irme, dejarlo todo, no puedo seguir aquí.- Le dijo ella con desesperación. -
- Nos iremos si eso te hace sentir mejor, hija.- Le prometió él dispuesto a cualquier cosa. -

Pero ésta vez la muchacha negó suavemente en tanto añadía con voz queda.

- No papá, yo sola, debo irme yo sola, no soportaría que tú sufrieras más por mi causa.
- Eres mi hija y te quiero más que a nada en el mundo - sollozó Robert. - Sólo tú me das la oportunidad de sentir que tu madre aun sigue conmigo. ¡Quédate a mi lado, por favor! ¡No me abandones, hija!

            El pobre hombre se derrumbó, lloraba con la cabeza apoyada en el regazo de su hija. Ella no dijo nada, solamente le miraba entre lágrimas, acariciándole el pelo. Aunque poco a poco fue cediendo, si había alguien por quién  jamás se rendiría ni haría nada para provocarle sufrimientos, ese era su padre. Pero su deseo de escapar permanecía. Por lo menos, sacó fuerzas de ánimo de donde ya no le quedaban y abandonó ese terrible pensamiento de quitarse la vida. Pero se juró no volver a abrir su corazón a un extraño nunca más. Se mostraría fría y distante con los desconocidos, incluso insociable y antipática, para evitar otro desengaño o que nadie pudiera indagar en su vida. A decir verdad la amargura había prendido en ella y se volvió muy desconfiada en todo lo relativo al amor. Con la única persona con la que podría mostrarse tal cual era sería con su propio padre. Robert por su parte, la animó todo lo que pudo ayudándola a salir del bache y así pasó el tiempo. Ella volvió a sus quehaceres y se puso a trabajar en el laboratorio donde él lo hacía. Un tiempo después, como si viniera de la mano de la Providencia, salió a la luz pública una oposición para un proyecto al parecer muy interesante. En el laboratorio donde trabajaban ambos se puso un anuncio con las bases. Se trataba de una oferta de varias plazas para bioquímicos de élite que, a buen seguro, trabajarían en un proyecto de exploración espacial. Sandy no se lo pensó a la hora de presentarse. Parecía una convocatoria a su medida. Había muchos que se postularon para esos puestos pero ella pasó las durísimas pruebas físicas de simulación de permanencia en el espacio sin dificultad y sus notas fueron casi las más altas. Aunque restaban algunas entrevistas a los candidatos que, como ella, parecían superar todos esos filtros previos. Debía presentarse en las oficinas de la Masters Corporation que era la empresa encargada de llevar ese proyecto.

-Hija mía, espero que tengas suerte.- Le deseó Robert, pese a que por dentro sufría ante la perspectiva de lo que ello significaría.-
-Gracias papá.- Sonrió animosamente ella.-

            Y así, elegantemente vestida con un blazer gris, falda negra y zapatos de medio tacón a juego, dejando que su sedosa cabellera morena se derramara sobre sus hombros, la joven acudió a esa última prueba…Allí varios candidatos más que pugnaba por ese mismo puesto aguardaban. Con paciencia esperó su turno. Todos entraban en un despacho que estaba al final del pasillo en el que se ubicaba la zona de espera. Finalmente, una joven secretaria de pelo castaño, vestida de forma muy similar a la suya, fue a su encuentro sosteniendo una tablet y se dirigió a ella de modo educadamente profesional.

-¿La señorita Wallance?
-Sí, soy yo.- Replicó ella.-
-Haga el favor de seguirme.- Le pidió.-

            Sandy así lo hizo, esa muchacha la guió hasta la puerta del despacho, tocó en ella y una voz desde el interior le respondió.

-Adelante.

            La secretaria abrió la puerta y con un ademán invitó a Sandy a entrar. Ésta no se hizo de rogar. Sin más esa joven que la había acompañado permaneció fuera cerrando la puerta. Ahora la muchacha observó a una mujer pelirroja sentada tras la mesa de un despacho. Era bastante atractiva, algo pálida de piel y con unos ojos entre grisáceos y rojizos. Esbozando una sonrisa la invitó a tomar asiento con un gesto de su mano derecha en tanto miraba la pantalla de un ordenador…

-Wallance, Sandy Ann. ¿Es usted, no es así?...
-Sí, señora.- Afirmó  la chica.-
-Soy Kaori Tomoe. – Se presentó ella.- Estoy comisionada por la Masters Corporation para conocer a  los candidatos.

            Sandy apenas esbozó una leve sonrisa. Eso significaba evaluarlos. Aunque no tardó en preguntar a su vez…

-¿Tomoe?... Es usted…
-Su esposa.- La cortó suavemente la aludida para zanjar aquello encaminándose de inmediato hacia un tono más profesional para declarar.- Muy bien, señorita Wallance. Sus pruebas han sido bastante prometedoras. Es usted muy joven pero con un expediente académico realmente magnífico.
-Gracias.- Pudo decir la muchacha sintiéndose halagada.-

            Sin embargo, su contertulia no pareció decir eso con admiración. Más bien era como si analizara un factor más. Enseguida apoyó esa impresión cuando comentó.

-No obstante, carece de experiencia en el terreno práctico. Por lo que nos indicaba en su currículo ha trabajado en algunos laboratorios menores junto a su padre. El doctor Robert Wallance.
-Sí, así es.- Dijo ella con un tono más comedido.-
-Contactamos con el doctor Hammond, un antiguo compañero y colega de mi marido. Sus referencias sobre usted eran realmente buenas.- Valoró Kaori para añadir.- Aunque solamente lamentó que no estuviese implicada en más trabajo práctico de experimentación.
-Es por ello que deseo ser elegida.- Comentó la muchacha.- Supongo que en este proyecto ese será un apartado fundamental. Quiero adquirir experiencia.
-Mucho me temo que en este asunto la experiencia debe de estar ya acreditada, señorita.- Replicó su contertulia con más frialdad.-

            Eso hizo que la fachada de seguridad y confianza que Sandy había estado mostrando comenzara a agrietarse. Ahora se daba cuenta que, pese a sus excelentes calificaciones, no había demostrado nada en el mundo de la investigación. Ni tan siquiera tenía su doctorado. Posiblemente muchas de los otros candidatos ya lo tuvieran. Eso le vino como un mazazo de realidad, más aun cuando su entrevistadora le preguntó.

-Considerando su escasa cualificación práctica ¿por qué piensa que debería ser seleccionada?...

            La chica bajó por unos instantes la mirada. Ella podía percibir que esa mujer no era precisamente alguien dúctil, parecía ser una persona con muchas vivencias, acostumbrada  a luchar por alcanzar sus metas. Exigente y competente a partes iguales. Hasta tenía la impresión de que ni tan siquiera con sus habilidades especiales la podría sugestionar. Por ello decidió jugar la carta de ser totalmente sincera.

-Verá, señora Tomoe.- Pudo responder ella que hacía un verdadero esfuerzo ahora por mantenerse firme y no emocionarse.- No tengo nada que me ate demasiado a la Tierra. Con la excepción de mi padre. Y yo… quiero… quiero crecer como investigadora y como científica. Mi pasión es la ciencia. Deseo tener la oportunidad de aprender con los mejores, estoy acostumbrada a superar retos muy difíciles y no temo al trabajo duro.- Sentenció sosteniendo la inquisitiva mirada de su interlocutora.-

            Kaori Tomoe la escuchó con atención aunque manteniendo un semblante imperturbable. Al fin declaró una vez que esa chica concluyó ese alegato casi desesperado.

-Muy bien, señorita Wallance.  Muchas gracias por su presencia aquí hoy. Ya la llamaremos…

            Sin ser capaz de añadir nada más la interpelada asintió levantándose de su asiento y saliendo del despacho. Al poco oyó como la secretaria llamaba a otro candidato…

-Ahora solamente puedo esperar.- Se dijo con un creciente desasosiego producto de la incertidumbre que se esforzaba con dominar.- Siempre esperar, un milagro…

            Se marchó de vuelta a casa. Al día siguiente trabajaba en el laboratorio donde su padre logró que la contrataran. Por su parte Kaori terminó las entrevistas y se dirigió directamente al despacho de su superior. Éste no era otro que su propio esposo. Allí le dio cuenta de lo sucedido.

-De entre todos los aspirantes hubo una que me llamó la atención.- Le comentó en tanto le entregaba un dossier sobre la aludida en una carpeta de cartón.-A ver que opinas.

            El doctor Tomoe pudo ver la foto de esa joven en la esquina superior izquierda del folio, seguidamente se detallaba su expediente académico y sus trabajos como ayudante de laboratorio.

-Dime. ¿Qué es lo que más te llamó la atención de esta joven?- Quiso saber su esposo.-

            Kaori suspiró. Algo en ella le hacía conectar con esa chica. Al ver la expresión de sus ojos durante la entrevista fue como si una luz se encendiera en su mente y respondió con voz queda.

-Su deseo de escapar. Huir de todo…Quiere comenzar de nuevo. Y esa sensación me es muy familiar. En su día viví lo mismo. Esa muchacha ansía una oportunidad. Y está decidida. Además quiere aprender y creo que fue sincera al decirlo. En cambio, otros aspirantes no paraban de remarcar lo cualificados que estaban para el puesto y la cantidad de experiencia que poseían…

            Ahora fue el profesor quien se quedó mirando a su esposa con talante reflexivo y asintió…

-Sí, ella es justo lo que necesitamos. En este proyecto habrá que adaptarse a lo desconocido y lo fundamental será aprender de todas las novedades que puedan surgir en él. Los candidatos con mucha experiencia tenderán a cerrarse en lo que ya conocen y no creo que fueran muy capaces de adaptarse e innovar a ese nivel.  Además, por lo que  Ross, bueno, mi amigo y colega el profesor Hammond, me contó sobre ella cuando estudiamos su solicitud, esa chica es realmente brillante. Y él no acostumbra a hacer esa clase de elogios sobre sus estudiantes.
-¡Ni siquiera sobre sus colegas! – Sonrió su esposa.-
-Bien.- Comentó Suochi.- Díselo a Mimette y que la incluya en el proyecto del nuevo grupo Fairy Five. El que dirigirá Penélope Winters…

            Kaori asintió, ella compartía esa idea. Enseguida habló con aquella alocada mujer que tras saber de las cualidades de esa muchacha, estuvo de acuerdo. Tras ello y al cabo de una semana le enviaron un mensaje por e-mail a la elegida. Allí le confirmaron que, si pasaba unas pruebas físicas, en el plazo de un año, una gran nave espacial estaría dispuesta para la exploración del sistema solar con el propósito de intentar terraformar algún planeta adecuado para ello.

-Lo único que espero es que cuando me someta a esas pruebas no me descarten por mi naturaleza.- Se dijo la joven atemperando su alegría por haber sido seleccionada.-

            Se lo contó a su padre que apenas pudo creerlo. Robert sufría mucho debatiéndose entre el deseo de que su hija pudiera liberarse de la agonía del día a día y perseguir un sueño dirigiéndose hacia nuevos horizontes y el pesar de perderla… Con todo no evidenció nada de eso y se limitó  a tranquilizarla.

-Hija, cuando te he hecho análisis apenas si detecté nada anormal. Al parecer a medida que vas cumpliendo años tu metabolismo y tu cuerpo se acerca más a la media humana. Ayudada por la medicación que te he preparado no tendrás ninguna dificultad en pasar esos test.

            La joven se abrazó a él aliviada. Y fue tal y como su padre le anticipase. En cuanto a pruebas físicas y de esfuerzo resultó ser la mejor. Y sus análisis de sangre y otras pruebas indicaron que gozaba de una magnífica salud. Tan buena que los mismos médicos se quedaron sorprendidos. Pero a nadie se le ocurrió investigar más allá de eso. Fue el propio doctor Tomoe quién supervisó esos resultados asintiendo despacio, como si identificase algo que le era conocido.

-La candidata Wallance ha pasado las pruebas. - Dictaminó.- Es hora de que la pongan al corriente del proyecto. Y que se incorpore a él lo antes posible. Penélope ya está allí y necesitará ayuda.
-Muy bien.- Convino Kaori.- La haré llamar enseguida.

Y nuevamente citó a Sandy en su despacho y lacónicamente le dijo.

-¡Enhorabuena!, señorita Wallance…
-¿De verdad?- Exclamó Sandy sin poder contener su entusiasmo.- Muchísimas gracias, yo…no sé qué decir.

            Al fin, esa mujer se permitió una leve sonrisa para contestar.

-No hace falta que diga nada, pero le prevengo, tendrá que esforzarse muchísimo. El grupo al que va a ingresar es uno de élite mundial. Ser extraordinario en él significa ser corriente.
-Pues me esforzaré por ser más que extraordinaria.- Afirmó la joven.-
-No lo pongo en duda.- Convino Kaori que le pidió, volviendo a un tono más serio y profesional.- Ahora preste atención…

Sandy así lo hizo, tras darle oficialmente la noticia de su admisión la señora Tomoe le explicó a grandes rasgos a la recién incorporada la naturaleza de ese proyecto. A la futura integrante del mismo le apasionó de inmediato, era lo que estaba buscando desde que se graduó y además iría lo bastante lejos como para ordenar su vida.

-Entonces, señorita Wallance, deberá presentarse en esta dirección en el plazo de tres semanas.- Le indicó su interlocutora.-
-Aeródromo del UNISON.- Leyó ella comentando no sin sorpresa.- ¿La Academia espacial de la Tierra Unida?
-Así es. Ni que decir tiene que esta información no debe salir de mi despacho. Es un proyecto altamente confidencial.- Le recordó Kaori.- Deberá abordar una lanzadera que la conducirá más allá de  la órbita terrestre.
-¿Más allá de la órbita terrestre?- Repitió no sin asombro la muchacha.-
-Así es. Su destino será una nave que se ha construido entre la Tierra y la Luna.- Le desveló su interlocutora.-

            Eso la asombró. Ella había creído que ese viaje sería todo lo más una estancia en alguna estación espacial. Pero aquello era incluso más ambicioso y espectacular. Asintió con renovado interés…

-Y recuerde. Todo esto es materia clasificada.- Insistió su contertulia.- Nadie debe saberlo, ni tan siquiera sus seres más cercanos.

            Sandy se limitó a sonreír, no sin un poso de amargura para asegurar con rotundidad y al tiempo tristeza.

-Pierda cuidado por eso. Sé bien como guardar un secreto.

            No obstante. Kaori pareció pensarlo mejor y rectificó esbozando una leve sonrisa.

-Puede decírselo a su padre si lo desea. Si es que confía en su discreción…
-Sí, confío totalmente en eso.- Le aseguró la joven despidiéndose de la señora Tomoe.- Es en lo único en la vida de lo que puedo estar del todo segura. De su discreción y de su apoyo.

Y así fue. Desde que Glenn la dejó había sido una especie de recipiente hermético a las emociones y a las relaciones sociales. Había salido con varios chicos sí, pero sólo con fines de satisfacer su deseo sexual. Luego, si te he visto no me acuerdo. También tomaba las pastillas que su padre le había desarrollado sobre todo en las épocas de celo que sufría y de este modo lograba controlarse lo suficiente. Así pasó el plazo. Un  par de días antes entró en contacto con el personal al cargo de la sección de investigación. Su directora de investigación, y jefa del proyecto, una tal Penélope Winters le explicó, vía telefónica desde la propia nave, que el trabajo sería muy duro, pero eso a Sandy no le importaba. Así que, con decisión, ultimó los preparativos y el día antes de la partida cenó con su padre en casa para despedirse. Ella le preparó su plato favorito, espaguetis con salsa. Estaban comiendo los dos, sin decir nada, y Robert decidió romper ese incómodo silencio.

- Te han salido muy buenos, la salsa está deliciosa.
- Gracias papá, me he pasado casi dos horas con ella. - Sonrió la joven recordando lo complicado que era hacerla “al dente” -
- Supongo que tendré que acostumbrarme a la idea de no saborear tus espaguetis en mucho tiempo. - Dijo él con un  tono resignado que traslucía su tristeza. -

            Sandy suspiró, sabía que tarde o temprano saldría el tema, pero siendo la última noche que iban a pasar juntos, puede que en muchísimo tiempo, no quería que ambos se entristeciesen.

- Papá, la nave es muy rápida, tiene una tecnología capaz de recorrer en sólo unos pocos meses la distancia que antes costaba varios años. ¡Su velocidad es más de diez veces superior a las antiguas sondas Voyager! No te preocupes, al cabo de seis meses está previsto nuestro regreso. Además, tendremos permisos en la Tierra. Me verás cuando hagamos escala técnica en la Luna o en Marte.
- Antes se tardaba meses en llegar hasta Marte, - Afirmó Robert añadiendo con nostalgia. -Recuerdo el primer viaje tripulado, eras pequeña. Salieron cuando estabas en primer curso de básica y regresaron estando tú en tercero.
- Ya te he dicho que ahora el tiempo se ha acortado mucho. Fíjate, antes se tardaban veinticuatro meses, ahora sólo dos.- Repitió la chica más animadamente. -
- Hija - le dijo Robert poniendo cariñosamente una mano sobre las de ella. – Mi único deseo que seas feliz. Si viajar por el espacio logra eso. Viaja  durante años si es necesario.
- Siendo sincera, al principio acepté hacer las oposiciones a este puesto para escapar de aquí. - Le confesó una emocionada Sandy añadiendo con igual franqueza. - Pero cuando descubrí lo fascinante que es el proyecto que vamos a acometer me interesó tanto.

Robert la miró a los ojos y vio que  le brillaban con el deseo de todo científico por experimentar y abrir nuevos campos de investigación. Entonces la escuchó decirle con tono esperanzado.

-Papá. Tú mejor que nadie debes comprenderme…
- Sí hija, te entiendo bien.- Sonrió él que sentenció. - Harás un estupendo trabajo, estoy seguro.
- Somos un equipo muy preparado,- le explicó Sandy. - Mi directora de investigación es una reputada física molecular y bióloga. Además, se nos unirán dos chicas que también dominan bastante sus campos de trabajo. Incluso me han dicho que podré hacer mi doctorado allí.
- Todo mujeres ¿eh?- Rio Robert más distendidamente para afirmar con humor - de algo estoy seguro, el laboratorio estará muy bien decorado y más desordenado.
- ¡Papá! - le recriminó cariñosamente Sandy siguiendo la broma. - ¡No seas tan machista!
- Es que recuerdo cuando trabajaba con tu madre, al principio de conocerla. Como tenía los matraces y los tubos diseminados por todo el laboratorio, se volvía loca buscándolos. Casi empleaba más tiempo en encontrarlos que en trabajar...- Sonrió él con añoranza. -

            Los dos se rieron, por primera vez en mucho tiempo se sentían cómodos. Sandy retomó la conversación un poco más seria y le susurró con afectuosa voz

-¡Te voy a echar tanto de menos, papá!
- ¡Y yo a ti, mi niña!

            Siguieron hablando hasta tarde, recordando muchas cosas. Aunque Sandy debía irse a la cama para levantarse pronto al día siguiente. Puso el despertador temprano, pero abrió el ojo con el tiempo justo para salir pitando. Su padre le dejó el coche, tras una emotiva despedida y con la promesa de que se verían en pocos meses, pues él no podía ir a la zona de despegue, al ser área militar restringida. La muchacha condujo deprisa y con fortuna pues apenas había tráfico y eso ayudó a que fuera puntual. Llegó a la lanzadera que esperaba para situarla en el espacio donde orbitaba la nave que, en razón de su gigantesco tamaño, no podía aterrizar en la Tierra. El despegue apenas sí la afectó, no como a otros pasajeros que incluso vomitaron a consecuencia de la súbita aceleración. Otros hasta se desmayaron por la fuerza g tan enorme ocasionada.

-Me recuerda a la montaña rusa, cuando era pequeña.- Pensó no sin cierto regocijo algo teñido de nostalgia.-  Es divertido.

          Hacía tantos años de eso, cuando en compañía de su padre y de Meg fue allá. Ahora pensaba no sin algo de tristeza. ¿Qué habría sido de aquella mujer? ¿Y de su amiga de la infancia y la pre adolescencia Kimberly? ¿Le seguiría guardando rencor? ¡Ojalá hubiera podido verla y explicarle el porqué de aquello! ¿Qué pasaría con Marjorie? Su otra amiga del instituto. También se pregunta con desazón y hasta rabia. ¿Quiénes fueron los asesinos del padre Honer? ¿Continuarían Lawrence y los otros híbridos sembrando el terror entre la gente? Aunque quiso dejar esas consideraciones a un lado y ser más positiva. Con sus auriculares puestos buscó una canción que le gustaba mucho, y que por un lado, le producía dolor y de otro añoranza y esperanza en el futuro.

Aquí vienen
Todas las noches lo mismo
Estrellas silenciosas
Luz de una llama distante

Al igual que los recuerdos de ti
Que tengo dentro
Te veo tocar
Pero todo el calor ha muerto

Habitaciones vacías
Abarrotado por el pasado
El tiempo es mi enemigo

Los días siguen avanzando más rápido
Pero las noches solo pueden ser
Una eternidad
Eso nunca cura las cicatrices
De orgullo tonto

Si tan solo pudieras verme ahora
Adiós no es tan fácil ahora
La libertad que me alejé para ganar
No es más que estas cadenas
Que solo tú puedes romper
Y me liberarías ahora

Se centraba en recordar a las pocas personas a las que de veras guardaba agradecimiento, aparte de Meg y del sacerdote. Enseguida  se acordó del profesor Hammond que tan bien la había valorado y animado para que investigase…

Tu corazón se destruiría
Solo mirándome una vez
Y mi amor te traería de vuelta
Si tan solo pudieras verme ahora

Aquí estoy
Extraño a una sonrisa
Tratando de luchar contra las lágrimas
Desaparecido por una milla
No soy la que se rio de ti

E inevitablemente pensó en su amigo del instituto. ¿Qué estaría haciendo Scott? Lo cierto es que pocos días antes de ser elegida le llegó una carta del muchacho. Le iba muy bien…sin embargo ella no pudo responderle y decirle a dónde se marchaba.

-Querido amigo, mi único amigo de verdad.- Suspiró recordando con ternura.- Bueno, uno de mis dos amigos. Sois Alitas y tú…ahora solamente le tengo a él…

            Así era, su inseparable osito de peluche viajaba en el equipaje. Era como si de este modo Sandy no se sintiera totalmente sola. Tendría algo que le unía a sus mejores momentos de la infancia, cuando era feliz e inocente y disfrutaba del amor de su madre, y pensando en ella se decía con desasosiego…

-Mamá, si pudieras verme ahora, ¿Estarías orgullosa de mí?

En ese ayer
Cuando me advertiste que no tirara tu amor
Si tan solo pudieras verme ahora
Adiós no es tan fácil ahora
La libertad que me alejé para ganar

No es más que estas cadenas
Sé que tu corazón se rompería
Si pudieras escucharme ahora
Tu corazón se desharía

 Y en tanto esa lanzadera iba ganado altura y alejándose del planeta, ella no pudo evitar mirar hacia su hermosa superficie a través de un ojo de buey. La veía azul, límpida y silenciosa. ¡Qué poco podía imaginarse las turbulentas vidas y avatares que tenían lugar en esa superficie! Azul, como aquel vestido que destrozó…Suspirando con los ojos velados de lágrimas musitó un nombre…

-Glenn…

            ¿Qué habría sido de él? Quizás hubiera rehecho su vida con otra chica. En cualquier caso posiblemente ya la habría olvidado…Aunque desgraciadamente ella creyó que no, debido más que a nada al shock que le produjo a su antiguo novio y prometido el verla en su estado demoniaco. No valía la pena seguir sufriendo por eso. Ella ya tomó su decisión. Desde ese fatídico día sería impenetrable al amor o a cualquier sentimiento que la hiciera bajar la guardia y exponer su secreto.

Si pudieras escucharme una vez
Esperando que el amor te traiga de vuelta
Si tan solo pudieras verme ahora
Como la luna solitaria

Ves arriba
Que navega solo en la oscuridad
Siempre
No tengo luz propia
Aparte del amor que hemos conocido
Hace mucho tiempo
Juntos

            Y al son de aquella hermosa y triste canción, una vez más se prometió.

-Nada de abrir mi corazón a nadie otra vez. Cuando llegue a esa nave ya no tendré ningún otro lugar al que escapar. No puedo permitirme sentimentalismos.- Se arengó enjugando aquellas traicioneras lágrimas.- Solo estaremos mi carrera y yo. Mi trabajo y nada más.

Si pudieras sentirme ahora
Tu corazón se deshacería
Si pudieras tocarme una vez
Sé que el amor te traerá de vuelta
Si tan solo pudieras verme ahora
Mírame ahora

(Celine Dion. If you could see me now. Crédito a la artista)


Y casi sin darse cuenta estaba alcanzando su destino. Aquello era imponente. La achantaba incluso a ella. Esa nave ocupaba ya la totalidad de la vista del ventanuco por el que miraba. Según se acercaba hacia allí, Sandy se quedaba cada vez más perpleja por sus dimensiones. ¡Era un enorme asteroide de escala kilométrica y giraba sobre sí mismo a bastantes miles de millas de la Tierra! Su lanzadera entró por una enorme compuerta aterrizando en un astropuerto de colosales dimensiones. Ella, junto con otros pasajeros desembarcó con asombro. Todavía con la boca abierta contemplando esas enormes y modernísimas instalaciones. Entre una zarabanda de códigos e instrucciones de la megafonía que coordinaban las distintas llegadas de más naves como la suya.

-Es esto sencillamente increíble. Parece que estoy en una película de ciencia ficción.- Se dijo realmente impresionada.-

Aunque dejó eso cuando se dirigieron a ella indicándole un deslizador (así llamaban a una especie de vehículo sin ruedas que levitaba a unos escasos centímetros del suelo) Sandy lo abordó junto con otros recién llegados y tras recorrer algunos centenares de metros subiendo y bajando o tomando desviaciones llegaron a una zona que parecía una ciudad. Allí, se detuvieron en una especie de estación y fueron recibidos por el personal que compartiría con ellos sus respectivas obligaciones. A Sandy le aguardaba su directora, Penélope Winters, que portaba una carpeta de anillas con su ficha. Era de pelo castaño y unos centímetros más baja que ella misma. Se dirigió hacia Sandy con un tono cortés pero algo distante.

-¿Sandy Ann Wallance?- Preguntó ojeando los datos - ¿Es usted la licenciada en biofísica y química orgánica?
- Sí, soy yo. - Respondió ella agregando con tono sereno y firme. - Y con un master en vida unicelular.

            Winters asintió corroborando también ese dato y le estrechó rápidamente la mano, se presentó como la directora del programa de investigación. Algo que Sandy ya sabía.

-  El resto de su equipaje será facturado desde la Tierra en breve. Por lo que me han informado no lleva mucho.
- No,- admitió la interpelada declarando según portaba una bolsa de mano.- Necesito pocas cosas.

            Y así era. De hecho, se vino con solo un par de maletas. En tan poco espacio podía resumir su vida entera, y una de ellas iba llena casi únicamente de sus buenos recuerdos que desgraciadamente no eran muchos. Las fotos que tenía junto a su padre en las ceremonias de graduación del instituto y la universidad. Algunas con Meg, con Scott, su preciado osito de peluche y sobre todo, unas pocas que conservaba junto a su madre, siendo ella tan pequeña que ni recordaba en qué momento fueron tomadas. Aunque su padre sí que le pudo ayudar en eso. ¡Le había contado tantas y tantas veces las historias que se asociaban a esas imágenes! Suspiraba con todos aquellos pensamientos desfilando por su mente cuando su jefa le sacó de los mismos en tanto le explicaba.

-Eso está bien. Mañana a primera hora le enseñaré el laboratorio y el instrumental. Verá que todo es de la más avanzada tecnología. De momento no empezaremos a trabajar hasta que no se presente el resto del equipo. Ésta es su acreditación. Grupo especial Fairy Five. -Le comentó.-

Y entonces le entregó una tarjeta plastificada donde aparecía el nombre de la muchacha y su cargo como investigadora.

-Muchas gracias.- Musitó Sandy recogiendo la misma.-
-Confío en que entienda el privilegio que supone formar parte de este grupo. Estamos sometidas a muchas miradas y presiones y se espera mucho de nosotras. Señorita Wallance. ¿Puedo tutearla?- Le pidió la jefa con tono algo más suave.-
- Como guste – replicó la chica mostrándose ahora más seria. -
- Bien, pues como sabrás somos un equipo enteramente compuesto por mujeres. Debemos vencer muchos recelos y justificar un presupuesto de muchos millones de dólares. ¿Crees estar preparada para asumir la responsabilidad?
- Eso creo, de lo contrario no estaría aquí. - Respondió tajantemente Sandy. -

            El rostro de su jefa pareció relajarse y en él afloró una sonrisa que la embellecía bastante.

- Entonces bienvenida a bordo, tardaremos aun en comenzar el viaje pues esperamos a la última promoción de pilotos del UNISON. No sé si lo sabes, pero esta nave es también una poderosa estación de combate, tiene ciudad autosuficiente, órganos civiles y base militar.
- No estaba enterada de eso. - Admitió Sandy ahora visiblemente sorprendida. - ¿Entonces qué se supone que vamos a ir a hacer?
- Es alto secreto,- le desveló Penélope aunque agregó más despreocupada.  - Pero a nosotras sólo nos debe importar nuestro trabajo. Bueno, no quiero perderme en detalles. Instálate en este apartamento. - Le entregó unas llaves y una libreta con la dirección para añadir. - Esta nave es enorme, supongo que ya lo has notado. Tanto que la vida en ella es como en cualquier pequeña ciudad, tómate estos días para conocerla y recorrerla mientras llega el resto del equipo.
- Gracias, haré lo posible por adaptarme rápido y comenzar mi trabajo cuanto antes. - Prometió Sandy, sentenciando.- Es lo único que me interesa.

 Penélope asintió con aprobación. La invitó a montar en una especie de aerodeslizador y éste se perdió entre el intrincado caos de vehículos y naves del astropuerto, rumbo a la ciudad. La muchacha se asombraba a medida que el vehículo la llevaba a través de ese vasto complejo de infraestructuras y zonas acondicionadas como residencias, parques, incluso jardines y lagos. Le parecía increíble estar en órbita. Era como circular por cualquier lugar de la Tierra. Amén de que todos aquellos lugares estaban muy bien conectados entre sí. Suspiraba ahora casi aliviada. Tenía otra oportunidad de comenzar. Al fin se detuvieron en una calle concurrida por bastantes personas.

-Su apartamento está aquí.- Le indicó su jefa señalando un bloque de casas.-

            La muchacha asintió dirigiéndose al portal de acceso. Usando una llave pudo abrir sin problemas. Saludó con un gesto a la doctora Winters viendo entonces como su superiora era abordada por un individuo con uniforme de militar. A su pesar escuchó algo de la conversación.

-¡Eh, hola doctora Winters! – Escuchó una voz jovial.-
-¿Qué tal está, teniente…?- Repuso ésta con tono algo envarado.-
-Tracer.- Le recordó aquel individuo que no parecía ser demasiado convencional.- ¿Dando una vuelta?...
-No, estaba acompañando a un miembro de mi equipo a su alojamiento.- Replicó al doctora.-…
-¿Y es un miembro tan atractivo como usted? Porque, en las Fairy Five solo pueden trabajar mujeres. ¿Verdad? Y además hermosas.

            Sandy no quiso oír más. Se metió en el portal, no estaba interesada en contactar con uno de esos oficiales que, a juzgar por sus percepciones,  estaba dispuesto a ligar con toda mujer que estuviera a su alcance…como se recordó a sí misma durante el viaje esta vez no cometería los mismos errores del pasado. Para ella solamente existiría su trabajo. Ni amigos, ni amor, eso se terminó. Nunca permitiría que le hicieran daño otra vez. La soledad sería su única compañera en este periplo. Al menos esa fue su intención, aquella fue la promesa que se hizo en cuanto llegó a este nuevo lugar que desde ahora era su hogar.

-Y mañana mismo comenzaré a trabajar.- Pensó tratando de enfocarse únicamente en esa dirección.- Eso será lo único y lo más interesante para mí…

Así comenzó la peripecia espacial de Sandy y de todos los tripulantes de la nave. Sin embargo, todos estaban muy lejos de sospechar a donde les conduciría aquella expedición. La joven aguardaba con impaciencia el poder consagrarse a su trabajo y para ello tendrían que llegar los demás miembros del equipo. Aunque para su sorpresa e inicial decepción no eran como esperaba. Al mes escaso de su estancia en la nave y cuando ya estaba adaptada a ese ritmo de vida fueron llegando. La primera fue una tal Jennifer Garrett, ayudante de laboratorio, chica tan callada e impenetrable como ella misma quien no obstante era agradable en el trato y voluntariosa. La siguiente fue Amatista Lassart, hija de uno de los diseñadores de la nave y de una reputada modelo, que estaba cursando sus estudios de biofísica y ocupaba también plaza de ayudante. Con ella, tras un  pique inicial al chocar sus fuertes caracteres y considerarla una niñata enchufada, llegando incluso a las manos y pese a lo que se había prometido, hizo una gran amistad durante el viaje y la mantuvo toda la vida. Igualmente conoció a Satory Masters, la hija del propietario de la empresa constructora de la nave, que era una preparada astrónoma y física. Al principio no hizo muy buenas migas con Sandy por razones que ahora serían largas de explicar. Aunque luego se convertirían en grandes amigas también, teniendo muchas cosas que agradecerse. Asimismo conoció a algunos oficiales de aviación, entre ellos a ese irreverente individuo, el teniente Tracer, cuyo nombre real era Rick Jensen, que no ocultaba su interés por la jefa del proyecto. Y más tarde a Leval Malden, un apuesto e interesante joven, con una fuerza interior que realmente la sorprendió. Pero sobre todo a un tal Mazoui O’ Brian que  nuevamente despertaría en la joven su instinto y haría cambiar para siempre su vida, llegando a ser para ella como un auténtico hermano. La muchacha también le ayudaría a encontrar la felicidad y él correspondería presentándole a Sandy al que sería por fin el hombre de su vida. ¿Qué ocurrió después?  Como los clásicos dirían. Eso ya no pertenece a este relato...Es otra historia y deberá ser contada en otra ocasión.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor, si sois tan amables y no os es molestia, comentar vuestras impresiones sobre lo que habéis leído. Me vendría muy bien para mejorar y conocer vuestras opiniones sobre mis historias. Muchas gracias. ;)