Hacía ya varios meses que Setsuna y Hotaru se habían
ido. La primera para ocupar su lugar como nueva reina de los saiyajin, ya
casada con Lornd. Ceremonia a la que asistieron todas sus amigas. Aquello fue
toda una aventura. Tras recordar sus pasadas batallas codo a codo con esos
saiyajin frente a los enemigos que atacaron la Tierra procedentes del espacio
exterior. Lo recordaban una tarde como otra cualquiera, estando de visita en los
Estados Unidos. Ambas permanecían indolentemente tendidas en un sofá de su
apartamento alquilado en Nueva York. La cabeza de Haruka reposaba sobre el
regazo de Michiru que la acariciaba suavemente en tanto se preguntaba con un
susurro.
- ¿Estarán bien? Deseo que sean muy felices. Desde luego,
Setsuna estaba radiante vestida de novia. Aquello fue realmente hermoso. -
Suspiró Michiru. -
-Sí, mucho saiyajin, todos tan fuertes, musculosos y
atractivos. ¡Y no digamos ellas! Me dieron ganas de quedarme en Nuevo Vegeta
solamente por Seira. - Se rio Haruka. -
- ¡Oye! – Protestó Michiru con humor. - Procura
guardarte esos pensamientos.
- ¿Estás celosa? - Le preguntó su compañera con
tintes divertidos y algo pícaros. -
-Podría ser. Aunque, como bien has mencionado. Había
muchos y muchas saiyajin allí. Y sin compromiso…
- ¡Eh! - Comentó su interlocutora a su vez. -
- ¿Quién está celosa ahora? - Inquirió
desenfadadamente Michiru. -
Se
rieron un poco, aunque por mucho que lo intentaban a base de bromas o
comentarios algo picantes, esa atmósfera de añoranza que las envolvía se
resistía a desvanecerse. También pensaron en Hotaru. La chica había accedido a
ir a vivir con su padre, el doctor Tomoe que volvía a estar en condiciones de
ejercer su custodia.
-Sé que lo hizo, no porque no quisiera estar con
nosotras, sino porque quiere mucho a su padre y no podía soportar el verle solo.
- Comentó Haruka con tono reflexivo y más serio ahora. -
-Tomoe es un buen hombre. No tuvo ninguna culpa de
lo que le sucedió. - Declaró Michiru. - La verdad, se me rompía el corazón al
verle tan desvalido y con esa pérdida de memoria. Por lo menos logró recobrarse
físicamente y volver a andar.
-Lo que no veo nada claro es la vuelta de Kaorinite a
su vida. - Comentó su contertulia. -
-Ni yo, pero a juzgar por cómo se comporta, ha
cambiado totalmente. - Afirmó su compañera. - No tiene nada tiene que ver con
la malvada sirviente de faraón Noventa que fue.
-Eso díselo a Hotaru. - Suspiró Haruka agitando una
de sus manos. – Ya sabes lo que piensa de Kaori.
-Sí, para ella, ver a esa mujer con su padre es más
de lo que puede soportar. Quizás eso también haya influido en su decisión. -
Admitió Michiru, preconizando. - Lamento que sea así, tarde o temprano, si no
cambia su actitud, todos en su familia sufrirán…
-Es verdad. Pero esa es su decisión y no nos
corresponde a nosotras interferir en sus vidas. - Declaró Haruka. -
Aunque no podía remediar el preocuparse por ellas.
También se sentían tristes por esa vuelta a la soledad. Pese a que ya estaban
acostumbradas a ello. Al menos antes era más fácil, disfrutaban pasando el
tiempo y haciendo planes las dos. Cada una por separado tenía sus propias
aficiones e inquietudes al margen de su labor como guerreras y cuando estaban
juntas se sostenían gozando de su mutua compañía. Al menos así era años atrás. Ahora,
en cambio, no podían refrenar un sentimiento de nostalgia que las recorría la
mente como una oleada que las asaltaba en numerosas ocasiones.
-A veces me siento como si las hubiéramos perdido. -
Suspiró Michiru ahora, sin ocultar esa melancolía. -
- No las hemos perdido. - Sonrió Haruka añadiendo animosa.
- Ellas vendrán a vernos, de eso estoy segura, y nosotras iremos a verlas a
ellas. Pero ahora debemos seguir adelante con nuestras vidas.
Se levantó despacio abrazándose a Michiru por detrás,
cruzando sus brazos alrededor de los hombros de ella, sabía cuanto le gustaba
que lo hiciera. La acarició y le dio un suave beso en el cuello.
- Tienes razón. - Sonrió su pareja reconfortada para
agregar a modo de confesión. - ¡Menos
mal que tú siempre estás a mi lado! ¿Sabes?, muchas veces pienso en lo bonito que
habría sido formar una familia todas juntas.
- Durante el poco tiempo que convivimos fuimos una familia,
- le respondió Haruka - y eso es algo que nada ni nadie nos podrá quitar.
- ¡Pero fue tan efímero! - Suspiró Michiru
aseverando reflexivamente. - Justo cuando crees poder tocarlo ha desaparecido.
-
Y dicho esto, se levantó y empuñando su violín tocó,
arañando unas sensibles y nostálgicas notas.
- Desde luego, hoy tienes el día melancólico. - Opinó
Haruka escuchando el sonido del aquel armonioso instrumento de cuerda. - Ni tan
siquiera te has animado mucho cuando visitamos a Bertie y a Roy.
-Me alegré mucho de verlos. - Repuso su interlocutora.
- Y sobre todo lo pasamos muy bien. Roy
es un tipo muy divertido.
-Cuando no lucha y brilla por ahí. - Se sonrió su compañera.
-
-Es verdad. Bertie a veces se desespera con él, ¡es
como un niño grande! - Afirmó Michiru dejando al fin su violín sobre el sofá. -
Las
dos se miraron sin evitar echarse a reír. Recordaban esa cena que tuvieron en
la casa de los Malden. Charlaron muy animadamente y Roy, como no, les interpretó
algunas canciones en el karaoke e hizo un rato el payaso, ruborizando a Bertie
y haciendo que sus invitadas se lo pasaran de maravilla.
- ¿Y nunca has pensado en dedicarte a la música? -
Le inquirió Michiru, todavía esbozando una sonrisa en los labios. –
-Podría ser. Nos iríamos de gira. ¿Qué te parecería Michi?
- Le preguntó él entre jocosa y afablemente, llamándola por aquel diminutivo
que hizo sonreír a las mujeres. -
- ¡Pobrecilla! – Se compadeció fingidamente Bertie, dirigiéndose
a su invitada para sentenciar divertida. – Acabarías por estamparle el violín
en la cabeza…
- ¡Oye cubito! - Intervino él con humor, alegando. -
Michi nunca haría eso. Su violín es un Estratonparius.
- ¡Stradivarius! - Rio la violinista moviendo la
cabeza. –
-Roy, mira que llegas a ser zoquete. - Suspiró
Bertie con pretendida resignación, aunque tenía que pugnar para no reír. -
Haruka
por su parte se estaba tronchando de risa. Por una vez no tenía que ocuparse de
hacer sus consabidos comentarios. ¡Ya tenía a Roy para hacerlo en su lugar! Fue
Bertie quien, retomando aquello, quiso saber.
-Ahora que este tonto lo dice, es verdad. Ese violín
debe de valer muchísimo. Y siempre lo llevas contigo.
-Le tengo mucho cariño. Además de ser una obra de
arte en sí mismo, es un recuerdo…me lo regalaron hace mucho, mucho tiempo. -
Añadió con voz queda. –
Ese
tono casi hizo que aquel ambiente de risas y tan jovial se extinguiese, aunque
Roy enseguida lo recobró, proponiendo con desenfado.
-Tú y yo, de gira. ¡Seríamos la pareja del año!
- ¡Oye! - Exclamaron Haruka y Bertie a la vez. -
¿Cómo que pareja?...
-Bueno, es una forma de hablar, pareja artística, claro.
- Replicó el chico, con jocosidad. -
-Sí, creo que me gustaría la idea. - Sonrió
cómplicemente Michiru. –
-De modo que te gustaría la idea, ¿eh? - Terció Haruka
con fingido retintín. -
Su compañera
asintió y la guerrera de Urano no tardó en añadir con tinte meloso.
-Muy bien, pues Bertie y yo nos haríamos compañía
hasta que volvierais…
-Serías una muy grata compañía. - Sonrió Beruche. -
- ¡Oye! - Fueron en esta ocasión Michiru y Roy los
que exclamaron al unísono. -
Al
final todos se rieron. Desde luego lo estaban pasando en grande. Fue el propio
Roy quien, ya más comedido, añadió.
-Estar en el escenario con cualquiera de vosotras es
un lujo. Pero me temo que yo ya tengo bastante con jugar al baloncesto. - Afirmó
él, añadiendo divertido. - Bueno, y luchando por ahí de vez en cuando, contra
algún mamonazo galáctico. - Por cierto. - Se interesó el muchacho. - ¿Qué tal están
vuestras compañeras?
-De Ami sabemos que sigue con sus estudios de
medicina. Siempre que puede nos visita cuando asiste a algún congreso médico en
Nueva York o en la costa este. - Comentó Bertie. -
-Las demás chicas están bien. Cada una tratando de
llevar a cabo sus proyectos. - Les respondió Haruka. -
- Sí, sobre todo Usagi. - Añadió Michiru. - Está tan
atareada entre los estudios y sus obligaciones regias, que apenas sí tiene
tiempo de vernos.
-Usagi es genial. ¡Y divertidísima! Nos lo pasamos
muy bien juntos. - Declaró Roy. - Ojalá que venga a vernos un día de estos. Si
su agenda de Estado se lo permite.
-La vida de unos soberanos es muy complicada. -
Afirmó Haruka. -
-Pues yo creo que ella y el “Chapas” se las apañan bien.
- Comentó ya más despreocupadamente él. -
Eso hizo reír a ambas. ¡Aquel apelativo que Roy le
puso a Mamoru fue épico! Todo venía por la costumbre que éste tenía de decir algunas
palabras cuando intervenía en favor de Sailor Moon y las demás guerreras, a fin
de derrotar al villano de turno.
- ¡Pero Roy! - Le
reprobó Bertie brazos en jarras. - ¿Cómo se te ocurre hablar así del rey
Endimión?
El interpelado se limitó a encogerse
de hombros y alegar.
-Si con que les
dijera a los malos, ¡vamos, alégrame el día!, -Impostó con voz más grave de lo
normal, para agregar jocosamente. - ¡Como hacía el gran Harry, ya sería
suficiente!…es que les gana por aburrimiento. ¡Venga ya, cubito! Si hasta tus
hermanas lo dicen. ¡Ja, ja! El tipo era un plasta…¡se enrollaba más que las
persianas!
Haruka tuvo que apoyarse en la pared
para no caerse de la risa. Michiru se tapaba la cara también, sin poder refrenar
las carcajadas. Hasta Bertie se rio, pese a intentar parecer enfadada al tiempo
que le recordaba a su irreflexivo esposo.
-Haruka y Michiru
son princesas planetarias y guerreras guardianas, al servicio del rey Endimión
y la reina Serenity, por si lo habías olvidado.
-Pero no irá
contra su juramento de lealtad admitir que su rey es un tío palizas. - Comentó éste
agravando aún más la jocosa condición de sus invitadas. -
- ¡Por favor! - Le
pedía Haruka sujetándose el abdomen y con lágrimas en la cara de tanto reír.-
- ¡Si este es un
ataque nuevo tuyo, no habrá quien lo resista! - Pudo afirmar a su vez Michiru
intentando contener su hilaridad. -
Incluso Bertie pasó a reírse de ese
modo cantarín tan suyo. Roy se desternillaba a su vez, celebrando su propia ocurrencia.
Al fin, tras un buen rato para poder controlarse, el chico les ofreció.
-Quedaos a cenar,
cocino yo…
-Se le da muy
bien, os lo puedo asegurar. - Intervino Bertie. -
-Pues en tal caso,
no seremos nosotras quienes nos neguemos. -Contestó Michiru. -
-La familia Malden
tiene unas cuantas recetas realmente sabrosas. - Les aseguró el chico. - Ahora
mismo os voy a obsequiar con una. Estoy convencido de que os va a gustar.
Y desde luego que así fue. Las dos
invitadas lo reconocieron visiblemente complacidas cuando terminó esa cena. La lasaña
que Roy cocinó estaba realmente exquisita.
-Nunca hubiera
dicho que eras tan buen chef. - Afirmó Haruka. -
-Bueno, aprendí
desde chaval. Y después perfeccioné la técnica entrenando con Kaio Sama. -
Repuso él. -
- ¿Kaio sama? -
Inquirió Michiru sin comprender. –
-Un tipo realmente
peculiar. Era un gran maestro de artes marciales y un excelente cocinero. Pero
bastante rarito. Imaginaos, para aceptar entrenarnos nos puso la única
condición de que le hiciéramos reír. Para mí resultó muy fácil, se reía de lo
que fuera. Pero aún recuerdo al resto intentándolo. Sobre todo, al principito.
- ¿Al príncipe Diamante?
- Exclamó Haruka sin poder ocultar su perplejidad, añadiendo. - Por lo que
sabemos de él, no creo que el humor sea su fuerte.
-Y no lo es,
creedme. Pero a veces puede ser un tipo graciosísimo si se lo propone. -
Aseveró un divertido Roy, remachando. – Sobre todo, cuando yo le gastaba alguna
broma de las mías en el Rincón. ¡Si le hubierais visto la cara cuando, al
conocernos allí, me presenté como el príncipe de Bel Air! Me preguntó si era un
reino de la Tierra, ¡ja, ja, ja!
Eso movió a todos una vez más a la
hilaridad. Así prosiguieron la conversación un poco más. Ese muchacho les
preguntó.
- ¿Y qué planes tenéis en esta visita a los Estados
Unidos? ¿Algún campeonato de motociclismo? ¿Algún concierto en perspectiva?
-No por ahora. Respondió Michiru, comentando
distendidamente a sus anfitriones. - Vinimos simplemente de vacaciones.
-Sí, hemos alquilado un apartamento en la ciudad.
Estaremos unos días y después vamos a conocer el interior. - Añadió Haruka. -
-Os comprendo muy bien. - Comentó Bertie dándole una
mano a su alocado esposo a la par que sentenciaba. - Nada como una escapadita
romántica. A ver si este tonto tiene tiempo para que lo hagamos nosotros
también, con sus dichosos partidos de temporada se pasa la vida jugando.
- ¿Qué quieres que haga, cubito? - Se sonrió él
afirmando con cierto autobombo. - Eso me pasa por ser tan bueno, más bien soy
imprescindible. Y este año vamos a ganar el campeonato.
- ¡Ojalá que sí! - dijo Haruka observando divertida
a esa pareja. -
-Espero que podáis asistir a alguno de mis partidos.
Os invitaré encantado. - ¡Ofreció él! -
-Bueno, nos gustaría, pero solo tenemos unos pocos
días. Después tendremos que volvernos a Japón. – Declaró Michiru. -
-Pues dadle recuerdos a mi hermana Petz y a Zafiro.
- Les pidió Bertie. - Y por supuesto, al resto de las guerreras.
-Supongo que Ami vendrá por aquí a menudo. - Afirmó Haruka.
- Creo que con su doctorado viaja mucho. Nos contó que tenía que hacer algunos
cursos de posgrado en Alemania y aquí.
-Sí, espero verla pronto. - Suspiró Beruche. -
- ¿Y Tommy y Connie qué tal están? - Quiso saber Michiru.
-
- ¡Oh, muy bien!, en Portland siguen. Instalados y
trabajando, ella en su escuela de niños y él tratando de abrir un gimnasio de
artes marciales. - Les contó Bertie. -
-Lastima no tener tiempo de ir a visitarles. -
Comentó Haruka. - Lo cierto es que siempre es estupendo poder veros a vosotros
o al resto de nuestros amigos.
-Pues ya sabéis. Siempre que queráis seréis bien recibidas.
- Les dijo Roy guiándoles un ojo.- Igual que mi hermano y mi cuñada. Espero que
se pasen pronto por aquí.
Aquí
fue cuando los rostros de las dos se ensombrecieron un poco y Michiru comentó.
-Desde la ceremonia no sabemos nada de ellos, espero
que sean muy felices allí, en Nuevo Vegeta.
-Tened en cuenta que están muy lejos y tendrán
muchas cosas que hacer ahora. Pero estoy convencido de que los veremos antes de
lo que imaginamos. - Las animó su interlocutor. -
- La echamos de menos. - Le confesó Haruka a sus amigos.
- Ha sido nuestra compañera y amiga durante muchos años.
-Seguro que volverán pronto a visitarnos y que mi
marido y los demás prepararán alguna de esas fiestas. - Sonrió Bertie también
tratando de levantar la moral de sus amigas. -
-Tienes razón…- Sonrió más ampliamente Michiru ahora.
-
- Os apuntaréis, ¿verdad? Ya sabéis, os necesito prestas
a tocar los instrumentos para ayudarme a versionar alguna canción ochentera.
-Cuenta con nosotras. Y llámanos cuando la organices.
- Sonrió Haruka. -
-Sí, estaremos encantadas de asistir. - Asintió Michiru.
-
Al
fin, las dos tuvieron que irse, se les hacía tarde. El matrimonio Malden salió a
despedirlas a la puerta.
-Muchas gracias por dejaros caer por aquí. - Sonrió Roy.
-
-A vosotros por invitarnos. - Contestó afablemente Haruka.
-
-Cuidaos mucho y saludad a todos en nuestro nombre.
- Les pidió Beruche. - Y, sobre todo, sedes felices.
-Así lo haremos. - Sonrió Michiru. - Lo mismo os
deseamos.
La joven guerrera Neptuno recordaba aquello muy
bien. Sus amigos debieron de notarlas tristes para responder de esa forma tan
solícita, tratando de animarlas. Y, de hecho, ellas no les contaron la verdad.
-Supongo que se nos notaría más de lo que hubiéramos
querido. - Suspiró Michiru. -
- ¿Decías? - Quiso saber su pareja. -
Y
ella hizo partícipe a Haruka de esos pensamientos. La guerrera del viento
asintió, declarando agradecida.
-Lo cierto es que tanto Roy como Bertie estuvieron
muy cariñosos con nosotras. Son dos grandes personas. Y él multiplicó sus
esfuerzos para hacernos reír y que pasáramos un rato agradable.
-Sí, por eso me siento mal por no haber sido del
todo sincera con ellos. - Musitó Michiru. -
Lo cierto es que no habían ido a los Estados Unidos
simplemente de vacaciones. Había algo más, pero juzgaron que era un asunto que
solo las atañía a ellas.
-Supongo que hemos hecho lo correcto al ocultárselo.
- Comentó Haruka. -
-Así lo espero. Roy es un saiyajin, tiene grandes
poderes, y Bertie es la Dama del Hielo. Podrían habernos ayudado. Es más, sé
que se hubiesen brindado a hacerlo. Pero eso significaría ponerles en peligro
sin necesidad. – Afirmó Michiru. -
- Tienen derecho a disfrutar de la paz, se lo han
ganado. – Convino su interlocutora. -
-Y quizás, después de todo, esto no sea más que una
broma pesada…si estuviésemos las cuatro, como antes…- Suspiró la guerrera del
mar.-
Haruka por su parte miraba a su pareja y notaba esa
expresión entre nostálgica y reflexiva. Intervino entonces para decirle a su
compañera a modo de amable consejo.
- Deja eso ya y vámonos a dormir. Hemos tenido un
día muy duro y debemos descansar, mañana puede ser aun peor, recuerda que
tenemos que irnos.
- Sí, ya lo había olvidado. - Contestó Michiru guardando
el violín en su estuche. - Estoy cansada y entonces me pongo demasiado bucólica
y pesimista, mañana veré las cosas desde otro punto de vista.
Siguió
a su pareja hasta la cama y se acostaron, esta vez sin los juegos de alcoba que
tanto les gustaban, tratando simplemente de reponer fuerzas para un agotador
día. Haruka desde luego sí que estaba
cansada, se quedó dormida enseguida. Michiru abrazada a ella tenía alguna
dificultad para conciliar el sueño. Al fin, lo logró, cediendo poco a poco su
consciencia.
Despertó
en un lugar extraño, una sala que no recordaba conocer y que era fría, notaba
el tacto de la piedra helada en su espalda, parecía mármol de alguna clase. Se
incorporó trabajosamente en el centro de un gran salón bañado en un tenue
resplandor rojizo que se hacía difuso a su vista. Anduvo por aquella estancia
vacía con el único sonido del eco de los pasos que daba.
- ¿Hola? ¿Hay alguien aquí?,- llamaba haciendo
bocina con las manos, pero sólo le respondía el sonido de su propio eco
haciendo reverberar su voz varias veces hasta perderla en una sensación de
lejanía. - ¿Hola? ¿me oyes Ruka? - Inquirió con ese apelativo cariñoso que
usaba a veces con su pareja. -
Aquello
era muy extraño, ¿dónde estaba Haruka? ¿Dónde estaba ella misma? ¿Habrían sido
raptadas por algún antiguo enemigo con deseos de vengarse? Podría ser, pero de
¿quién podría tratarse? Todos habían perecido y los supervivientes ahora estaban
de su lado. Al menos eso pensaba Michiru según recorría un largo pasillo al que
aquella enorme sala había dado paso.
- ¿Podría ser un truco de ese Gralas? Recuerdo que
secuestró a Setsuna. Aunque su estilo suele ser bastante más directo. Enviando
a algunos de sus mercenarios. - Meditó. -
Al morir aquel largo corredor, encontró
una puerta entreabierta. Cautelosamente, pues temía cualquier posible trampa, la
abrió lo suficiente como para pasar. Se hallaba en una sala con forma de media
luna y no estaba sola. En el centro de esta aguardaba su compañera, Haruka.
Parecía no haberla visto ya que estaba centrando su atención en otra puerta que
se abría lentamente. Michiru pudo reconocer sólo dos siluetas, en cuanto la luz
de la sala incidió sobre ellas sonrió, ahora veía quienes eran. ¡Setsuna y Hotaru
estaban allí! Eso la alegró muchísimo, seguramente Haruka habría preparado esto
para ella. Quiso correr para abrazarlas, pero, por alguna razón, no podía
moverse del sitio en el que estaba.
- Haruka, chicas, estoy aquí. ¡Por favor, ayudadme!,
no sé lo que me pasa, pero no consigo moverme. - Las llamó. -
Ninguna
le respondió, es más, parecían no haberla oído. Michiru se fijó entonces en su
compañera Haruka y le notó algo extraño, algo perverso. Su mirada y sus gestos
no eran los de siempre, parecía tener un profundo enfado o más aún. En sus ojos
se notaba una mirada de odio intensa, maligna que, sin embargo, no iba dirigida
hacia ella. Apuntaba hacia Hotaru como si de su peor enemigo se tratase y antes
de que pudiese pronunciar una palabra más, Haruka saltó sobre la niña dispuesta
a atacarla. Michiru no salía de su asombro, conocía las técnicas de su
compañera demasiado bien para saber que esta no bromeaba ni se estaba
entrenando. ¡Aquel era un ataque con todas sus fuerzas! Hotaru, aterrada, logró
esquivar el primer embate, pero la ahora transformada en Sailor Urano, se
revolvió contra ella como si su vida dependiese de ello.
- ¡Haruka detente, por el amor de Dios!, estás
atacando a Hotaru, se trata de una niña, ¿es que no lo ves? ¿Dónde está Setsuna?
- chillaba Michiru frenética implorando a su compañera - Tienes que ayudarme a
detenerla. ¡La va a matar!
Pero
Setsuna no hizo nada, ella misma luchaba por su vida esquivando otro feroz
ataque. Una mujer con uniforme también de Sailor acometía contra ella, entre
las pálidas sombras de unas columnas que cerraban la sala no se adivinaban bien
sus facciones, pero el peinado y el estilo de moverse eran muy familiares para
Michiru. Así como el uniforme.
- ¡Es mi uniforme! - Exclamó la joven entre atónita
e indignada. - Esa impostora está usando mi traje y mis poderes...
Al fin,
Setsuna esquivó hacia un lugar despejado y mejor iluminado, su agresora
apareció a la luz, los ojos de Michiru se abrieron desmesurados, de su boca
intentó salir una exclamación de horror, pero no obtuvo sonido alguno. Incrédula
y aterrada ante lo que veía, ¡era ella misma la que estaba atacando a su
compañera y amiga con una expresión idéntica a la de Haruka! Su misma mirada
fija y asesina que la paralizaba el alma. Ni daba ni esperaba cuartel.
- ¡No, basta ya, basta ya! - Pudo por fin gritar Michiru
tratando de terminar con esa locura. -
Quería moverse desesperadamente, pero era incapaz de
lograrlo. No pudo soportarlo y se tapó los ojos para no ver nada más.
- ¡Que alguien pare esto! ¡Que alguien nos detenga!
- Exclamaba. -
Haruka
se incorporó sobresaltada, junto a ella Michiru estaba también recostada y
chillaba sin parar, tuvo que zarandearla hasta que al fin ésta volvió en sí y
calló.
- ¡Tranquilízate, Michiru! Despierta, es sólo una
pesadilla, has tenido un mal sueño, - afirmó su pareja con la voz cortante,
tratando de centrarla. -
La
interpelada abrió los ojos despertándose sobresaltada. Únicamente le salió un
gemido, como si le faltase oxígeno para respirar, sudaba copiosamente y su
amiga la miraba bastante preocupada.
- ¿Qué has soñado Michiru?, esto no es normal en ti.
Para
la joven, los atónitos ojos de su contertulia fueron su primera visión y
balbuceó aun dominada por su pesadilla.
- Por favor, Haruka, no le hagas daño a Hotaru. ¡Te
lo suplico! - Le imploraba sujetando las manos de su pareja con una expresión desesperada,
empleando todas sus fuerzas en aquel ruego. -
- ¿Qué te pasa?, ¿Hacerle daño a Hotaru? ¿De qué estás
hablando? No sé a qué te refieres. ¡No me asustes! - Respondió Haruka cada vez
más intranquila. -
Tras
una pausa para recobrar la respiración y hacerse cargo de la realidad, Michiru
se tranquilizó lo suficiente para contarle a su pareja lo que había soñado.
- ¡Ha sido horrible, estábamos dispuestas a
matarlas!, ellas estaban muy sorprendidas y tan asustadas, no se esperaban
nuestro ataque. Nos esquivaban a duras penas, pero nosotras no les dábamos
ningún respiro.
- Ha sido sólo un sueño- repitió tranquilizadora
Haruka acariciando la frente y el pelo de su amiga para pedirle con más
suavidad. -Cálmate, nunca te había visto tan agitada.
- Era tan real, - repuso Michiru algo más tranquila.
- Me parecía estar viendo imágenes de nuestro futuro, un destino que parecía
ineludible.
- No sé lo que eso podrá significar- respondió Haruka
rodeándola con sus brazos. – Ven, abrázate a mí, yo te protegeré. - Lentamente
hizo coincidir sus labios con los de Michiru, rozándolos con suavidad, ésta,
notando su calidez, respondió con un beso más profundo. -
Espoleada
por la respuesta de su amiga, las manos de Haruka recorrieron los pechos de
esta buscando los cierres de su camisón, palpándolos mientras se besaban cada
vez más ardientemente, logró abrirlos uno tras otro. Michiru a su vez la
despojaba de su pijama. Una vez libres de ropa las dos, abrazadas, rodaron por
la cama, mutuas caricias daban paso a unos breves forcejeos por dominar la situación,
que inevitablemente Haruka ganaba. Puesta a horcajadas sobre Michiru recorrió
de nuevo su cuerpo con la lengua hasta llegar a sus zonas más intimas. La
muchacha estaba al borde del éxtasis. Para ella el dominio que su amante
ejercía sobre ella era el mayor de los placeres. Pero también sabía cómo
corresponderla. Una vez cambiaron los papeles fue Michiru la que lamió el pubis
de su pareja haciéndola emitir jadeos y gemidos de satisfacción. Después de
múltiples escarceos hacia sus sexos empleando sus manos, y de frotar sus
entrepiernas vigorosamente durante ardientes minutos, se desprendieron la una
de la otra, agotadas, pero sumamente complacidas. Se concedieron unos minutos
en silencio para recuperarse y al fin, Haruka fue la que nuevamente se interesó
por el estado de su compañera tras abrazarla.
- ¿Estás mejor ya? - Le inquirió con suavidad. -
- Sí, gracias, - sonrió ella - creo que lo necesitaba.
- Respondió con un susurro para preguntar con voz queda - ¿hacía cuanto que no
lo hacíamos?, ¿semanas quizás?
- No tanto, pero no ha sido lo mismo desde que ellas
se fueron, - admitió Haruka, declarando. - No hemos vuelto a tener esa
sensación de algo prohibido y maravilloso. Cuando nos metíamos en la habitación
y ellas estaban, ya sabes…
Ahora
su pareja se rio. ¡Era cierto! Las dos
se ocultaban evidentemente para estar en la intimidad y aquello tenía cierta emoción.
Pero iba más allá. A veces Michiru se notaba triste, sin comprender la razón.
Lo mismo podía aplicársele a Haruka que en ocasiones observaba al cielo con
expresión algo perdida, fue ésta la que comentó.
- Nuestro subconsciente no había aceptado el hecho
de quedarnos solas otra vez. Nos ha influido mucho más de lo que ninguna ha
querido reconocer. Este sueño que has tenido es la prueba. Y ahora que lo pienso.
¿Acaso no recuerdas cuando tratamos de engañar a Galaxia? Las atacamos igual
entonces…
- No...eso no fue lo mismo. Tú y yo estábamos fingiendo,
y ellas lo percibieron. Ahora vi auténtico odio en esas miradas de nuestras
dobles. - negó con la cabeza su interlocutora al tiempo que añadía. - Tampoco
aparecía Galaxia por ninguna parte. No sé cómo explicarlo, no era eso. Podría
ser que me haya imaginado que las alejamos de nosotras, precisamente por ser
como somos. Ya me comprendes. - Dijo Michiru algo entristecida por esa posibilidad.
-
- No lo creo- rebatió Haruka tratando de animarla. -
Para Hotaru nuestra relación es algo natural, es una niña y su mente aun no
está manchada de ningún prejuicio y Setsuna, en fin. Ella siempre nos ha
aceptado tal como somos...
Su
amante asintió despacio y pudo sonreír, entonces afirmó divertida.
- ¡Quizás me apene el hecho de que Setsuna ya no nos
prepara la comida!
Eso hizo que su pareja la secundara, sin poder
contener al menos una gran sonrisa por esa peregrina ocurrencia, que, de hecho,
podría estar justificada. Su antigua compañera era una buena cocinera después
de todo.
- Pues algo de eso hay también creo yo - contestó Haruka
divertida separándose de su contertulia al tiempo que incorporándose en la cama.
- Lo cierto es que es una pérdida irreparable para el arte de la restauración.
Al menos en esta casa. - Añadió entre risas. -
- ¿No estarás insinuando que yo no cocino bien? - Le
lanzó su compañera entornando las cejas -
- ¿Yo? ¡No, que va!
– Negó su compañera sonriendo con cierto toque burlón en tanto hacía un
espacio con las manos. -
- ¿Por qué será que eso me parece una indirecta? -
Comentó su pareja a modo de pregunta reflexiva y también llena de buen humor. -
- No te preocupes, desde que se inventaron las
hamburgueserías y la comida para llevar, una puede sobrevivir. – Rio Haruka ganándose
el inevitable capón. - ¡Au! ¡Ahora verás! - Exclamó, atacando a su vez a Michiru
con unas peligrosas cosquillas en algunas zonas íntimas. -
- ¡De eso nada! - Rio ésta, intentando sujetar las
manos de su pareja. -
Las
dos jugaron a pelearse durante unos divertidos instantes sobre la cama, eso distendía
como ninguna otra cosa (excepto lo anterior que habían hecho quizás). Tras unos
momentos más, ya calmadas, fue Michiru la que intervino, nuevamente con
seriedad.
- De todas formas. ¡Era tan real!, por unos momentos
cuando me despertaste creí seguir allí.
- ¡Tonta!,- sonrió Haruka - son tus propios miedos,
es lo que decías, pensabas que somos la causa de que se hayan ido. Sabes que
eso no es verdad, así que prométeme que te quitarás esa tontería de la cabeza.
- Prometido- tuvo que conceder Michiru pese a no
estar muy segura de ello. -
Su amante
la recompensó con un nuevo beso, esta vez más afectuoso que pasional,
añadiendo.
- Entonces vamos a dormir. Si no, mañana no habrá
quién nos despierte. Recuerda que debemos partir muy temprano.
Dicho
esto, se giró dejando su espalda como única contertulia. Michiru cerró los ojos
con la esperanza de no sufrir más pesadillas por aquella noche. Afortunadamente
así fue y pudo entregarse al descanso que tanto necesitaba. A la mañana
siguiente, Haruka se despertó con la ayuda de los insistentes rayos del sol que
se colaban por la persiana entreabierta. Abrió los ojos de muy mala gana, lo de
ayer la había dejado agotada, era una de esas clásicas mañanas en las que se
está en la cama y nada más. Pero pronto, la dulce voz de su pareja acompañada
del aroma a café recién hecho que provenían del pasillo, obró el milagro de
levantarla.
- El desayuno está listo- anunció ésta. - He hecho
café y tostadas, de las crujientes que tanto te gustan. Aun están recientes, si
es que te levantas ya, perezosa.
Desde
luego Michiru sabía muy bien el mejor modo tanto de acostarla como de
levantarla de la cama. Seguro que amén de las tostadas habría mermelada de
arándanos y enebro para untarlas y esas eran razones más que sobradas para
desperezarse de una vez.
- Ahora voy - consiguió decir Haruka antes de
bostezar. -
Levantándose
lo más deprisa que pudo, se despabiló en el cuarto de baño con un buen chorro de
agua fría. Se duchó, y pasó a la cocina. Michiru la esperaba radiante, en su
cara sonriente no se adivinaba ninguna señal de la pasada noche. La angustia y
el miedo habían cedido su sitio a esa encantadora sonrisa que a Haruka tanto
encandilaba siempre. Entendía, cada vez que la veía así, el porqué de la
imposibilidad de resistirse a sus encantos desde que la conoció.
-Elsa cometió un error fatal para ella cuando me
presentó a Michiru en este tiempo. - Pensaba Haruka con una media sonrisa. - Pero
desde luego, se lo agradezco mucho.
Sentándose
a la mesa confirmó sus esperanzas, la jarra de mermelada estaba ahí, delante de
ella. Sonriendo casi con un entusiasmo infantil pasó la cuchara y esparció gran
cantidad sobre una gruesa rebanada de pan tostado. Michiru la observaba
encantada y la acompañaba con una tostada más pequeña mientras Haruka masticaba
a dos carrillos, deleitándose a cada bocado que daba. Cuando terminó miró a su
pareja con mucha ternura. Esta clase de desayunos por las mañanas la
predisponían a ello casi más que cualquier otra cosa.
- Me mimas mucho. - Le dijo sonriente mientras se
servía algo más de café. - Muchas veces pienso que vuelvo a ser niña otra vez y
que mi madre me avisará de que ya llego tarde a la escuela otra vez.
- Así, que por lo menos, aliméntate como es debido.
- Añadió Michiru completando la frase, pues conocía de sobra el final -...
Michiru
sabía que Haruka no hablaba demasiado de su infancia. Pensaba en ello cuando su
compañera añadió.
- Si esa teoría no estuviera superada pensaría que
lo mío hacia ti es parte de una atracción froidiana, basada en la necesidad del
cariño de una figura materna. – Sonrió con un ligero poso de tristeza -
- Bueno, tú me has contado que pasaste muy poco
tiempo con tu madre, - contestó Michiru interesada en que su amiga le contase
algo más. -
- Desde que murió mi padre. - Repuso su interlocutora
con algo de nostalgia, ensombreciendo levemente su rostro. - Mi madre estuvo
tan ocupada que tuve que criarme yo misma. A veces creo que tú eres mi segunda
oportunidad de sentirme niña.
- En cambio, ¡a mí me pareces una persona tan
fuerte! - respondió Michiru con un tono de admiración. - No creo que necesites
una ayuda así de nadie.
- Eso no es verdad- le rebatió la aludida suavemente
mientras la abrazaba por la cintura agregando. -Todos necesitamos apoyarnos en
alguien, alguna persona que esté junto a nosotros cuando la necesitemos. No se
puede vivir sin eso.
- Tu padre fue muy importante para ti ¿verdad
Haruka?,- le preguntó su contertulia con prevención de no entristecerla, pero
por suerte no fue así. -
- Era la persona más maravillosa del mundo y yo le
admiraba tanto. - Respondió ella con emoción. -Me cuidaba y hacía sentir tan
segura.
- Contigo siempre me he sentido protegida- dijo
Michiru - tú debes ser igual que él en ese aspecto. Por eso ayer me asusté tanto,
¡esa mujer de mi pesadilla era tan distinta de ti! No tenía nobleza ni amor… y
mi otro yo tampoco. Me aterra la posibilidad, por ínfima que sea, de que
llegásemos a comportarnos de ese modo.
- Sólo fue un sueño, ya te lo dije ayer, - contestó
Haruka despreocupadamente, para admitir a continuación con más gravedad. - Si
te digo la verdad, yo sentí algo parecido cuando andábamos tras los talismanes.
Creía que tendríamos que perder nuestros mejores sentimientos, o nuestra humanidad,
pero gracias al cielo no fue así. Hazte un favor a ti misma y no lo pienses
más. Además, ahora tenemos que irnos.
- Tienes razón, como siempre. - Aceptó Michiru que
siguió a su compañera y amiga al dormitorio. Después de asearse y vestirse, se
tomaron un par de horas para preparar sus cosas, se subieron el coche y partieron
hacia su destino. -
Necesitaron
cerca de cinco horas más para cubrir el trayecto. Algunos kilómetros los
hicieron por toscas carreteras comarcales que adolecían de falta de
mantenimiento.
-Este país es enorme, y a veces, las condiciones para
circular nada buenas. - Protestó Haruka, temiendo por la suspensión del vehículo.
-
- ¡Menos mal que este coche es alquilado! - Comentó Michiru.
-
-Lo bueno es que no haya nevado. - Suspiró su
compañera, quien conducía con mucha atención puesta en esa serpenteante
carretera que habían tomado haría una decena de kilómetros. - De lo contrario,
hubiese sido imposible meterse por aquí.
Su compañera no dijo nada, aunque aquel paisaje que
progresivamente había cambiado de una vegetación más verdosa a otra rala, y con
altos árboles de coníferas, le inspiraba un sentimiento de intranquilidad. Era
raro, como si estuvieran adentrándose en una zona al margen de la civilización.
-Desde luego, esto nada tiene que ver con Nueva York.
- Dijo al fin Michiru. -
-Es como comparar el bosque de Aokigahara con la ciudad de Tokio. - Sonrió Haruka. -
-Al menos, esto parece casi tan silencioso.
- Comentó su compañera. - Solamente espero que no haya suicidas.
Haruka quiso sonreír ante ese
comentario, aunque por alguna razón que desconocía no fue capaz. Era como si
cada kilómetro que avanzaban en aquel territorio le hiciera sentir más
prevención.
-Yo lo único
que quiero es poder tumbarme en alguna cama confortable. - Afirmó entre bostezos.
-
Y al fin llegaron, efectivamente cansadas, a un
pequeño pueblo del interior de esa región. Lo primero que hicieron fue alquilar
una habitación para pasar la noche. El dueño de la pensión en la que entraron
no era muy hablador, se limitó a pedirles que firmasen en el registro y les
entregó una llave. Las chicas subieron las maletas y las deshicieron, distribuyendo
sus cosas. Atardecía vertiginosamente, estaba próximo el invierno y el día
terminaba deprisa. Por hoy sería todo, decidieron que, al día siguiente,
temprano, empezarían sus investigaciones. Una vez instaladas Michiru sacó aquella
extraña nota que les enviaran la semana anterior.
- Léela de nuevo, por favor. - Le pidió Haruka
recostada en una cama de esa estancia. - Quizás si la escucho otra vez tenga
algún indicio de por donde empezar.
- ¡Sí señor Holmes! - rio Michiru. - Vamos a ver-
tomó el papel alisando cuidadosamente tus pliegues y leyó. -"No sé si mi
aviso será leído por alguien, pero en el caso de que así sea, si cae en manos
de personas con la suficiente capacidad, coraje y determinación, no dejen de
venir a intentar terminar con esta horrible situación. Por increíble que
parezca esto es algo real. Pido a Dios que tú, que estás leyendo ahora mismo mi
aviso, no caigas en sus redes."
- Es lo de siempre, - suspiró Haruka con un tinte de
ligera decepción. - No consigo entender nada ni tampoco especifica de qué
situación se trata... ¿a qué se referirá?
- Quizás sea alguien que no estuviera en sus
cabales, pero describía este pueblo con tanta precisión. Además, indicaba
perfectamente el camino para llegar hasta él. - Replicó Michiru repasando la
nota silenciosamente. – La dirección es exacta y todo lo que hemos visto
concuerda con lo que describe. Eso significa que, quien quiera que escribiera
esto, estuvo aquí.
Su
interlocutora asintió con gesto pensativo, aunque enseguida se encogió de
hombros para decir.
- Yo aquí no encuentro nada extraño, de no ser por
ese encargado que parece mudo. Habla menos que el tabique de la pared. - Haruka
señaló al lugar de la estancia que soportaba un espejo de medio cuerpo, para
remarcar sus palabras y añadió. - Lo que tampoco me parece muy normal es que
las calles del pueblo estén desiertas ya desde las cinco de la tarde.
- Estamos casi en invierno y las gentes de estos
parajes no salen cuando se pone el sol, tienen que madrugar mucho. Y pronto
anochecerá. - Le contestó Michiru sin darle importancia. -
- Pero no como para irse a dormir a las cinco, -
objetó su compañera, aunque enseguida se hizo cargo al admitir. - En fin,
supongo que tampoco habrá mucho que hacer por aquí.
- Mañana inspeccionaremos los alrededores a ver si
encontramos algo. - Le propuso su amiga. -
- Pero ¿el qué? - replicó Haruka- si al menos
supiéramos lo que tenemos que buscar.
- Admito que es bastante extraño, pero estoy convencida
de que lo averiguaremos. - Aseguró su compañera. -
- Bueno, - repuso su interlocutora con tono resignado.
- Pues tendremos que esperar hasta mañana. La verdad es que me fastidia estar
aquí sin hacer nada.
- Podemos charlar un rato - le propuso Michiru. –
- ¿Y no te gustaría hacer otras cosas? - Se sonrió
pícaramente su pareja. -
-No aquí, al menos, con estos colchones iba a ser
muy ruidoso. - Comentó la interpelada. - Y no creo que convenga llamar la
atención.
Su
contertulia movió levemente la cabeza. A ella eso le importaba un bledo, pero
quizás, en ese caso, fuese mejor ser discretas.
- ¿Y de qué podríamos hablar? - Inquirió Haruka poco
convencida de esa posibilidad -...
- Siempre he tenido curiosidad por saber de ti antes
de que nos conociéramos. Incluso en el Milenio de Plata hablabas poco de tu
vida, salvo en contadas ocasiones. - Le comentó su pareja. -
- Ya sabes que no me gusta mucho hablar de mí...- le
recordó su compañera. - Pero creo que, dadas las circunstancias, no hay otra
cosa de la que ocuparnos. Aunque será recíproco, porque tú tampoco hablas mucho
de tu infancia, Michiru.- Denunció no sin razón. – Y quiero saber más de ella.
Su
interlocutora suspiró observando hacia el espejo como si quisiera
autoanalizarse, al fin repuso con tono pausado y voz algo queda.
- Bueno, no tengo demasiadas cosas que contar, como
tú nací en el Milenio de Plata y tras su destrucción me reencarné en el siglo
treinta. Me enviaron aquí desde el futuro, eso ya lo sabes. Me convertí en una
de las Guerreros de la Justicia y me encomendaron la misión de reunir los talismanes
para evitar la llegada del Silencio. Así te conocí en esta época. Buscaba una
aliada para llevar a cabo mi tarea.
Su
interlocutora asintió, eso sí que le era conocido, aunque no pudo evitar comentar.
- Pero, lo que siempre me intrigó era que tú
parecías conocer mi misión mejor que yo misma. Cuando viajé al pasado no me
dijeron más que aprendiera los usos y costumbres de este tiempo. Después,
olvidé aquello y no recordaba nada antes de vivir aquí. Mi gran afición eran
los deportes, especialmente el motociclismo...
- Yo siempre he tenido aficiones más tranquilas-
sonrió Michiru, que agregó de forma afectuosa. –Cuando perdiste la memoria en
tu tránsito al pasado, olvidaste que te lo conté. Antes de que Elsa nos
presentase nos conocimos en el hospital cuando ambas estabamos recobrándonos de
nuestras luchas contra los invasores de Némesis.
Haruka
sonrió, ahora si que volvía a recordarlo. Aquella parte de su memoria se había
perdido durante un tiempo, pero tras reencontrar a Michiru en el siglo veinte
regresó. Ahora escuchaba a ésta proseguir con un relato, que, en efecto ya le
era familiar.
- Mi madre me hizo aprender música desde pequeña y
tocar mucho en conservatorios. También me gustaba pintar, nadar. Todo lo que
fuera crear algo bello, eso me lo inculcó desde pequeña.
- ¿Entonces cómo es que te hiciste Guerrero de la
Justicia? No te pega nada, tú eres una persona muy tranquila y refinada. - Le
preguntó Haruka algo extrañada a sabiendas de que, en alguna ocasión lejana, su
amiga ya le contestó a esa pregunta. -
- Ya te lo dije otras veces, incluso cuando te conocí.
- Refrendó ésta con un ligero tinte amonestador para explicarle una vez más. -
Era mi destino, nací para ser guerrera, al igual que tú. Cuando vine a este
tiempo me dijeron que te buscara, que serías mi compañera.
- ¿Quién te lo dijo? ¿Cómo podía saberlo?
- No tengo ni la menor idea- repuso Michiru - recibí
esas órdenes en sueños y me pidieron que te reclutase. Y, con franqueza, al principio
de conocerte no creí que valieras para ello.
- Es verdad, era demasiado egoísta- admitió Haruka.
- Únicamente me preocupaba por mí misma, nunca quería meterme en nada que no
estuviera relacionado con mi mundo. Deseaba huir de todo.
- Pues aquí estamos- le dijo su compañera
sentenciando no sin una cierta dosis de inquietud. - Y ahora metidas en algo
que ni siquiera tiene que ver con nuestra tarea de guerreras.
- Sí, algo hay que hacer para evitar caer en el
aburrimiento, y eso me recuerda que estoy harta de quedarme encerrada entre cuatro
paredes siendo tan temprano todavía. - Replicó Haruka puesto que sin apenas
darse cuenta ya habían charlado durante dos horas, eran más de las siete y por
la ventana no entraba ninguna luz. - Voy a bajar a echar un vistazo.
Y
fiel a su estilo dinámico, se levantó con presteza y bajó a la oficina del
encargado para hacerle algunas preguntas. Mientras descendía lentamente por las
escaleras ese hombre, de gesto adusto, la observaba sentado con los pies sobre
el mostrador de la barra. La mujer se dirigió a él.
- Perdone ¿qué se puede hacer por aquí a estas
horas?...
El
individuo se limitó a mirarla indolentemente sin ningún ánimo de contestar.
Haruka repitió la pregunta armándose de paciencia.
- ¿Me ha oído? ¿No hay ningún sitio donde salir a
tomarse algo?
- No se puede hacer nada, sólo acostarse y dormir, -
respondió aquel hombre a desgana, mientras se abría una lata de cerveza. -
- Pero, la gente irá a algún sitio, saldrán un poco
al menos, - repuso Haruka intentando sacarle alguna información y cada vez más
extrañada. - ¡Vamos, digo yo!
- Aquí nadie sale, no después del atardecer. - Contestó
ese hombre ahora con un claro tono de aprensión que trataba en vano de
disimular cuando sentenció nuevamente. - No hay nada que hacer por aquí.
- Es que me gustaría preguntar a la gente del pueblo,
tengo que informarme sobre ciertas cosas. - Insistió su clienta. -
- ¿Qué clase de cosas?,- le inquirió ese tipo con
una mirada desconfiada. -
- Ni yo misma lo sé, esperaba que aquí pudiesen
decírmelo. - Confesó ella. -
- Déjelo para mañana. Será mejor que no salga ahora
que ya ha anochecido. - Le aconsejó aquel individuo. -
Dicho
esto, el hombre se levantó trabajosamente del sillón y se encerró en su despacho,
dando por concluida la conversación. Haruka se encogió resignádamente de
hombros y volvió a su habitación.
- ¡Pues vaya un tipo! Debe de ser la alegría de su casa.
- Se decía con irónica contrariedad. -
De
regreso a su cuarto encontró a Michiru tumbada boca abajo y ojeando algunas revistas,
en una de ellas aparecía Esmeralda luciendo una de las colecciones de la casa
de modas Deveraux, donde trabajaba. Sin fijarse mucho en eso, Haruka enseguida puso
al corriente a su amiga de su conversación con aquel tipo.
- No lo entiendo - decía la rubia guerrera más que
nada haciéndose preguntas retóricas. - ¿Qué demonios pasa aquí? ¿Es que nadie
sale a la calle cuando se pone el sol?
- Son un pueblo de granjeros - argumentó nuevamente
Michiru. - Tendrán que acostarse muy temprano para levantarse antes del
amanecer, para cultivar y dar de comer a los animales.
- No es eso - rebatió su compañera, recapitulando
con la voz llena de sospecha. – Tú no viste la cara de ese hombre, estaba
inquieto cuando le pregunté, parecía incluso tener un tono de temor. Más que
aconsejarme no salir, me lo advertía. Aquí hay algo que no me gusta, Michiru. No
sé lo que es, pero las cosas no me cuadran.
- Ahora eres tú la que se comporta como una tonta. -
Le dijo la interpelada reprobándole su preocupación y dejando de lado las revistas
para incorporarse junto a su amiga. - No sé qué tipo de cosas te imaginas, pero
seguro que nada tienen que ver con lo que pasa.
- ¿Qué me dices entonces de la nota? - Rebatió
Haruka con tono inquisitivo. - ¿Para qué nos la enviaron haciéndonos venir aquí,
a este pueblo en medio de ninguna parte, si no pasa nada? De momento a mí me ha
entrado mucha curiosidad por salir a dar una vuelta.
- ¡Oh vamos, déjalo ya! - protestó Michiru que sabía
de sobra lo cabezota que podía llegar a ser su pareja. – No creo que sea el
momento adecuado.
- Si quieres puedes acompañarme, - repuso Haruka
haciendo caso omiso de la protesta de su amiga. -
- Son más de las siete- repuso su interlocutora con
voz cansina. - Hemos hecho un largo viaje y estoy cansada, déjalo para mañana.
- Y sin más volvió de nuevo a ojear las revistas. -
- Quédate tú si quieres, yo prefiero dar una vuelta.
- Sonrió su contertulia añadiendo no sin sarcasmo. - Quién sabe, lo mismo me
encuentro por ahí a alguien con ganas de marcha.
- Procura no tardar demasiado - respondió Michiru resignada,
como ya había supuesto, cuando algo se le metía en la cabeza de su pareja era
imposible hacerla cambiar de idea. – Y no te metas en problemas…
Iba
a decirle algo más, pero ésta no le prestaba atención, palpándose los bolsillos.
Michiru suspiró y volvió a dedicar su atención a las revistas.
-La modelo y diseñadora revelación Esmeralda
Deveraux desfilará en Milán con su última colección. - Leyó complacida. -
De hecho,
ella, Haruka y Setsuna ayudaron a la que fuera antigua enemiga de Usagi y el
resto de las guerreras del sistema solar interior. Antes de que ellas
despertaran como sailors en este tiempo. Michiru se alegraba de que esos
antiguos adversarios pudieran haberse rehabilitado y fuese ahora unos buenos
amigos y aliados. Habían combatido juntos desde entonces para enfrentar muchas
amenazas. Primero contra esos demonios, luego contra los invasores de ese tal
Gralas. Así fue como conocieron a Lornd, el rey de los saiyajin. Y cómo éste y
Setsuna se enamoraron. Conjuraron la amenaza de ese terrible cometa, vencieron
a las tropas mercenarias de ese tirano y, más tarde, conocieron el mundo de los
saiyajin, del que su antigua compañera terminó por ser la reina, tras casarse
con ese guerrero. Aunque la guerrera Neptuno siempre tuvo una extraña sensación
respecto de eso.
-Fue como si Setsuna estuviera esperándole de algún modo.
- Meditaba, aunque se encogió de hombros. - Es un hombre muy fuerte y
atractivo. Si no fuera porque a mí no me interesan los de su género…- Se sonrió
divertida. - ¿Verdad Haruka?
- Verdad, ¿qué? - Quiso saber esta. -
-Pensaba en Lornd.
- ¿En Lornd? ¿Qué tiene él que ver con esto? -
Inquirió su sorprendida compañera. –
-Me he acordado de nuestras aventuras juntos. Y de
cómo le tomábamos el pelo a Setsuna, con quitarle el novio. - Sonrió. -
Su pareja hizo lo propio. Se acordaba a la
perfección. De hecho, cuando le conocieron bromeaban mucho con ese tema. El propio
Lornd, que daba la impresión de ser muy ingenuo en ese tipo de asuntos humanos,
las miraba con extrañeza. Eso las hacía reír, más todavía cuando Setsuna se
ruborizaba. Esas veces que las dos se agarraban, una a cada brazo del fornido
saiyajin y comenzaban uno de sus cómicos intercambios de pullas.
- ¡Vaya! Lornd es realmente fuerte, ¡menudos bíceps!
- Exclamaba teatralmente Michiru. -
-Sí, lo cierto es que una chica podría dejarse abrazar
por ellos. Y hasta ser tomada en brazos, ¡Ja, ja! - Replicaba Haruka de idéntico
modo. -
El
aludido se limitaba a encogerse de hombros en tanto Setsuna arqueaba las cejas
apenas disimulando su azoramiento y una pequeña dosis de celos. ¡Y mira que
ella sabía que ninguna de sus compañeras estaba interesada en los hombres! Pero,
aun así, la muy tonta estaba tan colada por ese enorme y atractivo saiyajin que
le era imposible evitarlo. Aunque a veces ese guerrero del espacio no era tan
ingenuo como parecía.
-Dinos una cosa, Lornd. - Se sonreía Haruka mirando
de reojo a su amiga la ruborizada sailor Plutón. - Si tuvieras que elegir a una
de nosotras dos. ¿Por cuál te decidirías?
-Eso, imagínate, que Setsuna estuviese ocupada y no
pudiera ir contigo al cine. - Añadió una divertida Michiru. -
-Pues iríamos otro día. - Se limitó a replicar él, dejándolas
perplejas. -
Ahora
fue Setsuna quien se rio. Asintiendo y dando palmas, para declarar.
- ¡Os está bien empleado!
-Bueno, ya somos conscientes de que tú ocupas sus pensamientos.
- Admitió Haruka. - Pero queríamos saber a quien de nosotras dos escogería,
caso de que no estuvieses disponible.
-Por simple curiosidad. - Convino Michiru,
recalcando acto seguido. - Y no vale decir, a las dos, o a ninguna…
Y
el saiyajin, tras tomarse unos instantes para meditar aquello, respondió casi
salomónicamente.
-Está muy claro. Elegiría acorde a las costumbres de
mi pueblo. Os pediría que luchaseis y me quedaría con la vencedora.
-Sería doloroso. - Comentó Michiru con algo de
malicia y picardía. -
-Mucho, pero quizás merecería la pena. - Se sonrió Haruka
del mismo modo. -
- ¡Aunque no olvidéis, que, en tal caso, tendríais
que enfrentaros con Seira después! - Se rio Setsuna. - ¡Y ya sabéis cómo es!
Las
dos soltaron entonces al saiyajin que las miró entre perplejo y divertido,
mientras Michiru negaba con la cabeza para responder.
-Bueno, bien pensado, Lornd y tú hacéis una
estupenda pareja.
-Eso es. - Convino Haruka tomando de la mano a la
propia Michiru para asentir, declarando. - Sois el uno para el otro…os complementáis
a la perfección, como nosotras dos hacemos.
¡Y
es que cualquiera se medía con esa individua! Esa tal Seira era una de las
mujeres más poderosas que jamás hubiesen conocido. Capaz incluso de convertirse
en super saiyajin. Su amiga Setsuna, sin embargo, fue capaz de derrotarla en un
combate, aunque tuvo que echar mano de su habilidad para detener el tiempo. Y
por supuesto, las dos habían bromeado con la adusta saiyajin del mismo modo que
con Lornd. Aunque esta enseguida les dejó bien claro que no se sentía atraída por
otras hembras de ese modo, aunque fueran valientes y buenas luchadoras para los
estándares humanos, como ella las definió.
-Está muy claro que Setsuna se enamoró de él nada
más conocerle. - Comentó Haruka ahora, saliendo de esos recuerdos. -
-Yo diría que nuestra compañera tardó un poco más y
que fue él quien se quedó colado por Setsuna nada más verla. - Rebatió Michiru.
-
-Puede ser. - Asintió su interlocutora, volviendo al
tema anterior. - Voy a mirar a ver qué pasa. No me creo que no haya nadie
fuera, aunque sea en algún bar.
- Tú misma. - Repuso su pareja. - Yo no tengo ganas
de salir.
Y Michiru retomó la revista dedicándose a leer un
poco más. Por otra parte, su compañera bajó ágilmente las escaleras y se plantó
ante la puerta de entrada. Cual sería su sorpresa al encontrarla firmemente cerrada,
parecía incluso atrancada. Molesta y sorprendida buscó al encargado para exigirle
que la abriera. Sin embargo, éste ya no se encontraba allí. Fue a buscarle a su
habitación llamando varias veces, pero ese hombre o no la oía o no quería contestar.
En un arranque de indignación pensó incluso en tirar la puerta abajo, aunque le
pareció ridículo, así que, contrariada, se volvió a su habitación. No tardó en
contárselo a Michiru que esta vez si que se sorprendió.
- ¿Y por qué tendrá la puerta atrancada? - le preguntó
con gesto atónito. -
- Ya lo ves, te dije que algo raro está ocurriendo
aquí. Pero como siempre no me puedes hacer caso a la primera. - Respondió
Haruka sin molestarse en ocultar su irritación. -
- Bueno, bueno - dijo Michiru tratando de serenar
los ánimos. - Hasta mañana no podremos hacer nada, será mejor que nos acostemos
ya para poder levantarnos temprano, así tendremos más tiempo para hacer
nuestras averiguaciones.
Su
compañera al fin tuvo que condescender, trató de asomarse por la ventana, o al
menos esa era su intención. Al intentar abrirla la encontró cruzada por unos
gruesos barrotes de hierro. Frustrada la cerró y decidió acostarse al cabo de
dos horas. Michiru ya dormía y no quiso despertarla. Haruka tardó en conciliar
el sueño, juraría haber oído extraños sonidos en el alféizar, como si algo
rascara contra los barrotes.
- ¿Qué será eso? - Se preguntó extrañada. - ¿Algún
animal?...
Se levantó intentando ver de qué podría tratarse,
pero no descubrió nada anormal. Cansada, logró dormirse al fin.
A
la mañana siguiente, el suave zarandeo de Michiru en uno de sus hombros la
despertó.
- Vamos Haruka, quedamos en que hoy nos
levantaríamos pronto. ¿Es que ya te has olvidado?
- ¡Oh!...- masculló ella sentenciando - ¡Como odio
tener que levantarme tan temprano! Pero es verdad, en eso quedamos. - Se
incorporó lo más deprisa que pudo, venciendo su pereza. - Espero que hoy saldremos
de dudas.
No
tardaron mucho en arreglarse lo suficiente como para salir a desayunar. Haruka
respiró al comprobar que la puerta de salida estaba ahora abierta de par en par.
A la luz del nuevo día esas extrañas percepciones de ayer se le antojaban absurdas.
Y aunque estaban deseosas de comenzar con su investigación, sus estómagos
reclamaban prioridad. Se dirigieron a la posada que estaba a escasos metros de
sus alojamientos. Al entrar la encontraron prácticamente vacía, casi había
pasado la hora de los desayunos. Haruka hizo su entrada vestida con unos
cómodos vaqueros, zapatillas deportivas y una camisa de leñador. Michiru lucía
un vestido, también de falda vaquera y una blusa color verde oliva, completaba
el conjunto con un sombrero de estilo rústico, qué, sin embargo, no le restaba
nada de su natural elegancia. Las dos ocuparon una mesa y en tan sólo unos
instantes una camarera les trajo las cartas. Ambas pidieron un desayuno
abundante y mientras la chica se los traía y servía los platos, Haruka decidió
tratar de sonsacarla.
- Perdone si le pregunto señorita, pero somos
forasteras aquí y nos sorprendió mucho lo temprano que se retiran ustedes en
este pueblo.
- Bueno, es un pueblo pequeño. - Respondió esa joven
de pelo claro y rasgos atractivos, forzando una sonrisa. - No hay mucho que
hacer si no es trabajar.
- Pero aquí hay muchas chicas jóvenes, - respondió
Haruka mirando fijamente a los azules ojos de la chica en los que detectaba
temor. - Y muy bonitas, por cierto, - añadió ruborizando a la muchacha. -No me
puedo creer que tengan que encerrarse en sus casas tan temprano.
La
joven estaba incómoda, en sus gestos se leía claramente que no deseaba continuar
con esa conversación, a decir verdad, era un tema que nadie quería tratar.
Haruka, pese a ello, lo intentó nuevamente.
- Vamos, no creo que os paséis así toda la vida ¿Qué
te parece si quedamos después de tu trabajo?
- ¡Pero Haruka! - Protestó Michiru visiblemente
indignada por la proposición de su compañera a aquella chica ante sus mismas
narices. - ¿Cómo se te ocurre?
- ¡Chiiis! - repuso ésta guiñándole un ojo. - ¿Quedamos
entonces?,- insistió nuevamente. - Podríamos dar un paseo después del atardecer.
La
chica temblaba visiblemente, trató de irse, pero la rubia guerrera la tomó
suavemente de un brazo. Entonces, una voz de hombre bastante enojada tronó
desde el mostrador.
- ¡Mary Ann, ven a llevar estas cervezas inmediatamente
y déjate de cháchara!
Esa
jovencita se soltó del agarre y corrió a obedecer, dejando a Haruka con la
palabra en la boca, cosa que la disgustaba sobremanera. Michiru se apresuró a
intervenir para evitar el enfado de su amiga.
- No me parecen muy dispuestos a charlar. Será mejor
que terminemos el desayuno y nos vayamos a otro sitio.
- Pues a mí no me gusta esa escasez de disposición.
Y no son precisamente muy amables que digamos. - Replicó su interlocutora
visiblemente molesta por aquello. -
- Déjales, ¿no ves que tienen mucho miedo?,- le
interpeló Michiru que también estaba sorprendida por ello en tanto reconocía. –
No sé cual podrá ser la causa, pero se puede leer en sus ojos.
- Ya es hora de que dejen de tenerlo. Estamos aquí
para ayudarles, pero no seremos capaces de ello si no nos explican que sucede.
De modo que voy a hacer que me digan de una vez por todas lo que está pasando aquí.
- Sentenció su compañera, harta de esa situación. -
Y se
aprestó a ello en uno de sus característicos arranques de genio. Sin que
Michiru pudiese hacer nada por detenerla, Haruka se levantó dirigiéndose hacia
el dueño del bar, preguntándole sin contener su enfado.
- Me gustaría que respondiese a algunas preguntas,
si es tan amable.
- ¿Qué clase de preguntas?,- replicó éste con un
tono bastante hostil y desconfiado. -
- ¿Por qué cierran las puertas atrancándolas cuando
anochece y cómo es que una ventana del segundo piso tiene barrotes? - Preguntó
Haruka por enésima vez. -
Un
incómodo silencio se extendió por el local, el dueño se giró y dándole la
espalda a su inquisidora musitó de mala gana.
- Tengo mucho trabajo, así que si no le importa.
- ¡Sí, me importa y mucho! - Escupió Haruka
perdiendo su ya precaria paciencia, agarrando de una muñeca al tipo aquel y
haciéndole girarse en redondo para encararle. – No me de la espalda cuando le
estoy hablando. Es de muy mala educación.
- ¡Haga el favor de soltarme! - le chilló el dueño.
-
- ¡Pues deme la respuesta! - Exigió ella enfrentando
su mirada con la de él con furia contenida. -
Un
grupo de tipos que estaban sentados en una mesa de la esquina se pusieron en
pie como un resorte dirigiéndose hacia ella. Michiru, nerviosa, se levantó
también interponiéndose para intentar mediar.
- ¡Basta Haruka, por favor!, no hay necesidad de
esto.
- Sí, sí que la hay- replicó ella transluciendo su
enfado. – Lo hemos intentado por las buenas y nadie ha querido decirnos nada. Algo
está pasando aquí Michiru y puedes apostar a que no se trata de nada bueno.
Uno
de aquellos tipos, que ya se habían echado encima, amenazó a Haruka que soltó
al dueño para encararse con él.
-Déjenos en paz, métase en sus asuntos o podría
resultar malparada.
- Ya es hora de que se vayan - dijo otro de los individuos
para apoyar a su compañero, mientras era flanqueado por dos más. -
- Yo no lo creo así- contestó la rubia sailor sin parecer
en absoluto intimidada. -
- Se lo estamos pidiendo por las buenas- terció otro
de los tipos. - No nos obliguen a cambiar de actitud, no nos gustaría emplear
la violencia contra dos mujeres.
- ¡Oh! ¡Qué horror! - Repuso la interpelada con el
tono más falsamente meloso que pudo encontrar remachando con sorna. - ¡Machote,
me va a dar un ataque de miedo!
- ¡Ya está bien!- gritó otro- ¡fuera de este pueblo!,-
les espetó tratando de agarrar el brazo a Haruka.
Sin embargo, ésta le asió haciéndole una rápida
llave de judo que lo lanzó contra el mostrador haciendo añicos los vasos y
botellas que estaban dispuestos sobre él.
-A mí nadie me echa de ningún sitio. - Replicó la
sailor con rotundidad y gesto desafiante para remachar. - A no ser que yo
quiera marcharme. ¿Está claro?
No
obstante, a modo de réplica, los siguientes ataques no se hicieron esperar.
Michiru rechazó a un individuo propinándole una potente patada y Haruka golpeó
al otro dibujando un gancho a su mentón que casi le levanta del suelo. Todos
cayeron sin sentido, los restantes ocupantes del salón miraban incrédulos
aquella impresionante demostración de las dos mujeres. Habían dejado fuera de
combate en tan solo unos segundos a los hombres más fuertes del pueblo. Nadie
se atrevió ya a encararse con ellas. Haruka, fuera de sus casillas, agarró al
asustado dueño por la pechera y plantó la cara a escasos centímetros de la suya.
- Ya se ha terminado mi paciencia. - Amenazó
preparando el puño. - ¡Quiero respuestas y las quiero ya!...
- La, la granja Neims - farfulló el hombre - vayan
allí, ellos saben mucho más que nosotros.
- Sí - añadió tímidamente una mujer presente al final
de la sala. - Esas gentes están muy familiarizadas con esas cosas. Viven al norte
del pueblo, saliendo por un camino de tierra, está a quince minutos de coche.
No tiene pérdida. Pero yo de ustedes no iría. No si aprecian…
Entonces
guardó un espeso y temeroso silencio. Haruka soltó a ese hombre que se apartó
lo más rápido que pudo colocándose la chaqueta para tratar de reparar el
desorden que la chica había hecho en ella.
- ¿El qué? - Pudo replicar Michiru quien sin embargo
no insistió más al observar impresionada el miedo cerval que podía leerse en
los ojos de esa mujer y del tipo de la barra del bar. -
- Vamos - dijo Haruka con sequedad a su compañera dejando
algo de dinero en la barra -y gracias por su colaboración - añadió con sorna
mientras salía. -
- Sí, muchas gracias y disculpen por las molestias. -
Añadió Michiru dirigiéndose a esa mujer, esta vez con suavidad. -
Las
dos salieron a toda prisa de allí, se dirigieron al coche y emprendieron la
marcha. Tal y como esa mujer les había informado era un camino de tierra. Haruka
comprobó con desagrado que era bastante polvoriento. Jurando entre dientes pensaba
en que el coche se le había llenado de polvo y barrillo. Tardaría horas en
limpiarlo, y es que, aunque fuera alquilado le disgustaba sobremanera tener que
devolverlo en condiciones tan penosas. Pero aquel no era el mayor de sus problemas
en esos momentos.
- ¿Viste las miradas que tenían? ¡Estaban aterrados!
- Le comentó su compañera con tono algo inquieto. -
-Precisamente por eso quiero llegar al fondo de este
asunto. Cada vez me huele peor. - Respondió la aludida. - Aquí está pasando
algo, y es algo muy grave.
Continuaron transitando aquel terroso sendero
durante algunos minutos. Por fin la granja apareció ante ellas, era una modesta
cabaña rodeada por un establo y algunos corrales. Deteniendo el coche se
bajaron llegándose hasta una rústica puerta de madera. Tocaron repetidas veces,
no parecía haber nadie que pudiera oírlas. Haruka, cansada de todo aquello,
golpeaba la puerta con furia.
- Cálmate - le pidió su compañera con envarada
vergüenza. - Puede que no estén en casa...
- Ya estoy más que harta de esta situación Michiru,
con lo que nos ha costado llegar hasta aquí, sólo falta que ahora no quieran abrirnos.
- Espetó su interlocutora brazos en jarras ahora. -
- ¿Y qué harías tú en su lugar?,- le reprochó ésta
también molesta por aquella embarazosa escena y harta ya de la impaciencia de
su amiga. - Creerán que eres una amenaza para ellos, recuerda que son gentes
sencillas. Y tú estás siendo muy agresiva. Son personas corrientes, no
monstruos ni invasores del espacio, por el amor de Dios. ¡No las intimides o no
querrán ni mirarnos a la cara! ¡Y no les podré culpar por ello!
Su
compañera se detuvo. La observó con gesto algo sorprendido y luego bajó la cabeza
respirando más profundamente para disculparse.
- Tienes razón. Me he pasado. - Suspiró Haruka
intentando calmarse. - Lo siento mucho, es que estoy cansada y furiosa...
Michiru
acarició el pelo de su amiga para tranquilizarla mientras era ella misma la que
insistía con un tono mucho más templado, dirigiéndose a los posibles moradores
de esa vivienda.
- Por favor, no queremos hacerles ningún daño,
necesitamos su ayuda.
Al
fin la paciencia de Michiru dio su fruto, escucharon una vocecilla infantil que
casi les susurraba tras la puerta, dominada por el temor y la prevención.
- ¿Quiénes son?...
- Somos forasteras y andamos buscando a tus padres. -
Le respondió Haruka ahora con un amable tono de voz. -Necesitamos hablar con
ellos. ¿Puedes llamarles, por favor?...
- Esperen- fue la respuesta de la niña. -
La guerrera Urano escuchó el sonido de unos pasitos
alejándose y al cabo de unos momentos aproximarse de nuevo, pero sonando esta
vez mucho más firmes. Ahora la puerta se abrió, un hombre de negras vestiduras
y larga barba morena, ataviado con un sombrero de paja, salió al paso. Era de
lo más parecido a un Amish o a alguien perteneciente a una secta similar.
- ¿Qué quieren ustedes que llaman con tanta
violencia a mi casa? - Les preguntó con voz desconfiada pero exenta de
agresividad o enfado. -
- Discúlpenos. No era nuestra intención sobresaltarles.
Vera usted, venimos desde el pueblo. - Le explicó Michiru con amabilidad. - Nos
han enviado hacia ustedes para que nos expliquen algunas cosas.
- ¿Qué clase de cosas? - le inquirió el hombre con tono sereno. -
- La razón por la que cierran las puertas y ventanas
cada anochecer con tantas medidas de seguridad. - Repuso Michiru. -
- Si quieren mi consejo - contestó su interlocutor endureciendo
aún más su ya su rígido semblante. - Será mejor que se marchen de aquí, lo
antes que puedan.
- ¡Ya me estoy hartando de escuchar siempre lo mismo!
- Terció Haruka nuevamente alterada demandando. - Queremos respuestas y las
queremos ya, no hemos venido hasta aquí por gusto, alguien nos envió una nota.
¿Acaso fue alguno de ustedes? - Añadió elevando considerablemente el tono de su
voz. -
Sin embargo, lo bajó al comprobar que la niña de
antes aferraba la mano de aquel hombre mirándola con miedo. Era muy parecida a
Hotaru, morena, aunque con una graciosa coletita, no debía tener más de seis
años.
- Haruka, ¡cálmate por el amor de Dios!,- le pidió
Michiru muy avergonzada percatándose de eso mismo. -
- Debería hacerle caso a su amiga. - Intervino el
hombre añadiendo con tono casi de ruego. -Cálmense y por favor, váyanse de
aquí, somos gente de paz, no queremos problemas.
- Pero, yo...
Haruka se detuvo a mitad de la frase, miró a ese
individuo que no parecía tener nada más que añadir y a la chiquilla que seguía
observándola asustada. No supo ya que alegar, no podía hacer uso de la fuerza
contra ellos. Se sentía realmente avergonzada y hasta era incapaz de enfrentar
la mirada con la de esa pobre niña…
-Lo siento, perdónenme - logró finalmente musitar
dándose la vuelta hacia el coche. –
No
obstante, cuando ambas se disponían a marcharse habiendo perdido la esperanza,
una voz de anciano proveniente de la casa, interpeló a aquel hombre.
- Ezequiel, déjalas pasar. Tienen derecho a saber lo
que está ocurriendo.
Ese
tipo de la barba negra sin dudarlo, y pese a su prevención anterior, las indicó
que entrasen. Las chicas se miraron y no lo pensaron a la hora de aceptar
aquella inesperada y providencial invitación. Pasaron dentro de la modesta
casa. El breve pasillo daba acceso a un sencillo comedor ocupado casi por
entero por una larga tabla que hacía las veces de mesa. Una mujer vestida a la
manera de los Amish sujetaba en brazos a un niño de corta edad. Efectivamente,
había un hombre anciano sentado en una mecedora. Al verlas entrar se levantó y las
invitó a sentarse con un cortés ademán.
- Íbamos a comer, si quieren pueden acompañarnos. - Les
ofreció tímidamente la mujer. -
- No, muchas gracias, hemos desayunado hace apenas una
hora, - respondió Haruka más tranquila e incluso más avergonzada si cabía de
sus pésimos modales anteriores. -
Ambas
se sentaron en unas sencillas banquetas que la mujer les brindara y Michiru les
explicó de modo más conciliador.
- Sentimos tener que molestarles, pero lo que mi
compañera les ha dicho es verdad. Recibimos una nota que provenía de estos contornos.
- Lamentamos la intrusión. Solo quisiéramos saber qué
es lo que ocurre en ese pueblo. Eso es todo, por si podemos ayudar. - Añadió
Haruka ya de forma más serena. -
- Esther, ve con tu hermano a tu habitación. - Terció
la mujer dirigiéndose a la niña. -
Tomando
al niño de la mano, la pequeña salió de esa estancia sin protestar, el anciano
esperó algunos segundos a que los críos no estuvieran diciendo por fin.
- Esto que les voy a contar es algo difícil de creer
para la gente del exterior como ustedes, pero es la verdad.
- Se sorprendería de las cosas que nos podemos llegar
a creer. - Contestó Haruka. -
- Y, ¿siendo mujeres se atreverán a enfrentarse a
esta situación? - Preguntó Ezequiel que parecía realmente escéptico ante la
posibilidad de que así fuera. -
- No nos menosprecie por eso - respondió Michiru agregando.
- Estamos acostumbradas a luchar.
- Si, a veces las mujeres podemos ser más agresivas
que los hombres. - Añadió Haruka más modo de reivindicación que otra cosa. -
- Viéndola a usted no lo pongo en duda - dijo Ezequiel
con un poco velado tono de reproche. -
La
aludida le miró de una forma poco amistosa, pero supo contenerse, más cuando
notó una mano de Michiru sobre las suyas. El anciano intervino entonces para
disipar la tensión que se había creado en el ambiente.
- Pues bien, antes de nada, me presentaré. Me llamo
Jeremiah. - Dijo tomándose unos segundos para respirar, en tanto las dos
mujeres respondían dando sus respectivos nombres. Al fin, el anciano declaró. -
Deben saber que los poderes del maligno se esconden detrás de esto. La razón
por la que los vecinos cierran sus puertas y ventanas es por temor a las
criaturas de la noche.
- ¿Criaturas de la noche? - repitió Michiru
extrañada. -
- Son lo que ustedes llaman vampiros. - Añadió Jeremiah
confirmando lo que ya imaginaban. -
- No puede ser - sonrió Haruka con incredulidad. –
Eso son leyendas.
- Padre, te dije que no lo creerían - intervino
Ezequiel, molesto por aquella reacción. -
- Espere un momento, - tomó la palabra Michiru de un
modo más conciliador. - Es que es difícil de creer, pero Haruka- interpeló a su
amiga cariñosamente. – Nos hemos topado con cosas similares, no veo porque no
pudiera ser verdad.
- Tienes razón, - admitió ésta, que ya con mejor
talante se disculpó. - Perdóneme usted y, por favor, cuéntenos todo lo que
sepa. En primer lugar. ¿Sabe quizás quién nos envió esa nota?...
- Un hombre, - respondió el anciano tratando de
recordar. - Era un científico que paró por aquí para hacer unos estudios sobre
Dios sabe qué. Se enteró de las historias y leyendas que circulaban por estos
parajes y quiso investigarlas. Una noche salió del pueblo para intentar averiguar
algo sobre ellas, pero lo que encontró fue demasiado para él. Llegó malherido
hasta nuestra casa, le atendimos lo mejor que pudimos, pero ya era tarde, había
perdido mucha sangre. Pese a todo me entregó esa nota que dijo había escrito
mientras huía de ellos, me pidió que la enviase a su dirección.
- Pero ¿cómo se llamaba ese hombre?, ¿no está aún aquí?
- preguntó Michiru. -
- Nada pudimos hacer por su vida, sólo por su alma. Rezamos
y una vez que murió, quemamos su cuerpo y sepultamos las cenizas. Dijo llamarse
Anthony, me encargó que les dijese si venían que era amigo de un tal Tom.
- ¿Amigo de Tom? ¿De Thomas Rodney quizás? - Inquirió
Neptuno. -
-Creo que me suena ese nombre, sí. Puede ser. -
Convino el anciano tratando de recordar. - Me parece que lo mencionó…
- ¿Anthony? - pensó Haruka - ¡claro!
Recordó entonces que, durante la batalla final contra
los demonios, ella y Michiru junto a Setsuna, estuvieron un par de horas encerradas
en una iglesia con las justicieras y Tom, el novio entonces y ahora esposo de
Cooan. Él les contó que había aprendido mucho sobre los seres de la oscuridad
gracias a un tal Anthony
-Tom debió
contarle algo sobre nosotras cuando volviese a verle ¡Pobre hombre! - Pensó consternada
mientras el anciano proseguía su relato. -
- Nos explicó muchas cosas antes de morir, muchas ya
las sabíamos, aunque otras no. Ese hombre era un guerrero del bien. Dijo enfrentarse
a seres infernales que sorbían la sangre de sus víctimas condenándolas a su
misma existencia crepuscular. Sólo se puede acabar con ellos con agua bendita,
una estaca en el corazón o la luz del sol. El ajo las ahuyenta y los crucifijos
también, aunque eso depende de la fuerza de la fe que anime a quien lleve la
cruz.
- ¿Y dónde se esconden durante el día? - Intervino
Haruka agregando no sin un razonable optimismo. - Si les encontráramos
entonces, sería sencillo destruirlos.
- Eso no es tan fácil de averiguar- repuso el anciano
con gesto sombrío. -
- Además, tienen servidores que les protegen durante
el día. - Intervino Ezequiel - Algunos están a medio camino en su
transformación, otros son desalmados criminales que les sirven con la promesa
de grandes riquezas.
- Entonces será casi imposible. - Suspiró desanimada
Michiru. -
- ¡Pero hemos de intentarlo! - arengó su compañera
que de seguido preguntó - ¿No tiene usted ningún indicio de dónde puedan estar
para empezar a buscarlos?
- Sólo puedo decirles que deben adentrarse en el bosque.
Por la zona más sombría que está a doce kilómetros de aquí. De por sí, es
peligroso. Parece un laberinto que debe conocerse bien o uno puede perderse muy
fácilmente. De lo contrario es muy difícil salir de él. Y si les sorprende la
noche allí…
Ezequiel guardó un significativo silencio, todos se
imaginaban ya a lo que se estaba refiriendo.
- Ustedes son de estos parajes, deben conocer bien
el bosque. - Conjeturó Michiru pidiendo con prevención - ¿No podrían guiarnos
hasta allí?
- Lo siento, eso no es posible- replicó Ezequiel
como un resorte – perdonen - se disculpó por su brusquedad y matizó. - Puedo llevarlas hasta el lindero del bosque
y dibujarles un mapa, pero no me adentraré allí. Comprendan que tengo una
familia.
- No se preocupe, lo comprendemos - sonrió Haruka de
modo conciliador añadiendo con buen talante. - Con que nos ayude de la forma
que ha dicho será más que suficiente.
- Les haré un plano enseguida. Tendremos que salir
lo más rápido posible, a lo sumo dentro de una hora, el camino es largo y el
día en esta época del año dura muy poco.
- Muy bien- asintió Michiru. – No perdamos tiempo
entonces.
Ezequiel
se levantó y haciéndose con una hoja de papel y un carboncillo esbozó un tosco,
pero eficaz mapa. Les comentó el itinerario y les advirtió que necesitarían
algunas cosas en su equipo. Algo que les diese una mínima protección.
- Espero que tengan alguno de los elementos que mi
padre ha mencionado.
- Yo tengo este crucifijo. - Respondió Haruka
metiendo la mano entre su camisa y mostrando a todos una bella cruz de oro de
respetable tamaño. -
- Eso la protegerá de un ataque directo de esos seres,
pero, para producirles auténtico daño, deberá tener fe. - Le indicó el anciano.
-
- No sé si mi fe estará a la altura de tales
circunstancias- repuso ella que no tuvo reparos en admitir. –Según para qué
cosas soy bastante escéptica.
Sus
interlocutores se miraron, al parecer con desaprobación o al menos con
inquietud.
- Por lo menos lleva una cruz, eso es mejor que nada.
– Terció Ezequiel, añadiendo. - Nosotros tenemos un frasco de agua bendita que
ese hombre guardaba en uno de sus bolsillos, ojalá que les sirva –
Levantándose se dirigió a un armario, abrió un
cajón, sacó un pequeño recipiente de cristal y se lo entregó a Haruka.
- Gracias, pero prefiero que te lo quedes tú, Michiru.
- Le ofreció el frasquito a su compañera según comentaba. - Necesitarás llevar
algo para protegerte.
- Algo más referente al frasco de agua bendita. - Añadió
Ezequiel. - Cuando uno de esos maléficos seres esté cerca, el agua emitirá un
pálido destello azulado, utilícenlo como si fuera una brújula para saber donde
se hayan.
La
guerrera Neptuno escuchó con atención esas indicaciones y guardó el pequeño
frasco cuidadosamente en el bolso que traía colgado del brazo.
- Una cosa más. - Intervino el viejo - nunca le
digan sus nombres a ningún vampiro, ni le inviten a entrar en su casa. Eso
aumenta su poder sobre el domino de las mentes de los humanos.
- Lo recordaremos, gracias - dijo Michiru. -
- Llévense también esto. - Ezequiel les ofreció un
envoltorio de papeles que depositó sobre la mesa, desliando estos aparecieron
tres afiladas estacas de madera. - Es la forma más directa de matarlos, no
tengan vacilación. No escuchen sus súplicas ni se dejen convencer, sea lo que sea
que les digan o lo que parezcan, ya están muertos y sólo así pueden salvar sus
almas. Y salvarse ustedes de su sugestión.
- No se preocupe por eso. No nos temblará el pulso
cuando llegue el momento. – Le aseguró Haruka haciéndose con las estacas y
liándolas nuevamente entre los papeles. -
Tras
meterlas dentro de su mochila el anciano se levantó y les dio una última
advertencia.
- Nosotros ya les hemos dicho todo lo que sabíamos
para ayudarlas, ahora depende de ustedes. Si tienen éxito volverán aquí por la
mañana. Si no lo tienen, tratarán de volver de noche.
- ¿A qué se refiere? ...- inquirió Michiru. -
Sin embargo, tras unos instantes de silencio,
comprendió a lo que el anciano se refería. Sólo de pensarlo un escalofrío le
recorrió el cuerpo.
- Si eso nos ocurriera a alguna de nosotras la otra
le atravesará el corazón con una de las estacas. - Manifestó Haruka con total
convicción. – No tengan ninguna duda.
-Eso es muy fácil de decir, pero quiera Dios
todopoderoso que no se vean jamás en esa tesitura. - Les dijo Jeremiah. -
- ¿Acaso usted se vio en ella? - Inquirió Haruka con
curiosidad, más que otra cosa. -
-Yo no, pero mi padre sí, cuando tuvo que clavarle
una estaca a la que aseguraba que era su esposa, mi madre. - Le respondió dejando
heladas a ambas, más cuando les contó. - Yo no era más que un niño pero
recuerdo sus gritos. Lloraba y suplicaba, clamando ser su mujer y la autora de
mis días. Sin embargo, era media noche y ella había muerto siendo sepultada
horas antes. Mi padre y otros miembros de la congregación la habían encontrado
sin vida y con dos marcas de mordeduras en el cuello, totalmente pálida y sin
sangre en las venas. Fue hace muchos años, tuvimos que alejarnos del resto de
la comunidad, perseguidos por esa maldición.
Haruka y Michiru se miraron horrorizadas, sin saber
que responder a eso. Tras ese instante de silencio embarazoso, Ezequiel tomó la
palabra.
- Entonces debemos irnos ya, cada minuto de luz es
precioso.
- Si, ahora vamos - contestó Michiru levantándose al
unísono con su compañera. -
Ezequiel
salió del cuarto y las chicas le siguieron. Haruka se topó con la niña Amish que
la miraba algo asustada aún. La cría le preguntó con una voz tímida.
- ¿Sigues enfadada con nosotros todavía?...
La
interpelada se agachó y acarició el pelo de la pequeña dedicándole una sonrisa.
- No cielo, no estoy enfadada. Perdóname por mi tono
de antes, solamente estaba nerviosa. Eres una niña adorable. Anda, ve a jugar…
La
cría se la quedó mirando mientras Haruka se alejaba. Apretando el paso, la
guerrera alcanzó a sus compañeros de expedición y subió al coche. Michiru se
ofreció a conducir, su amiga lo había hecho para llegar hasta allí. Estaba algo
cansada y acariciaba el crucifijo con una de sus manos. Al hacerlo, su mente se
llenaba de recuerdos, recuerdos de su infancia, de los pocos ratos que pasó
junto a su padre, al que casi no conoció...
-Papá. Ojalá hubiéramos tenido más tiempo los dos…-Pensaba
con pesar, rememorando. -
La
pequeña Haruka, de tan sólo seis años, jugaba con unas pequeñas réplicas de las
naves de combate del milenio de Plata. Pronto llegaría su padre, destacado en
una de ellas. La cría soñaba con emularle cuando fuera mayor, quizás incluso llegar
a ser una guardiana de la reina Serenity y correr aventuras por el Espacio. Seguro
que ella acabaría con todos los enemigos de Cristal Tokio, incluidos esos
malvados del planeta Némesis a los que las naves de la flota de su padre vigilaban.
Un súbito ruido de la puerta automática de su cuarto la arrancó de sus
fantasías, al girarse su rostro infantil se iluminó de alegría ¡Era su padre y
estaba allí! Hablaba con su madre después de darla un beso.
- ¿Qué tal todo por el cuadrante externo, Oberón? -
Quiso saber su esposa. -
-Hay movimiento, Miranda. Hemos detectado un
incremento muy notorio de la energía en Némesis. Pero no sabemos a qué pueda
obedecer. -Replicó su esposo suspirando. - Y no podemos enviar naves más cerca
o podría provocarse una crisis diplomática…
-Los soberanos ya podrían enviar a otro, tú eres el príncipe
de este sector. - Replicó su esposa con visible malestar. -
-Y también soy oficial del Milenario de Plata y del
Reino de Neo Cristal Tokio. – Declaró él, posando sus manos sobre los hombros
de su mujer para añadir conciliador. - Tenemos un juramento de lealtad. Y un
deber. Lo sabes muy bien, cariño.
-Sí, lo sé. - Musitó Miranda bajando la cabeza y
agitando un poco sus cabellos de tono castaño claro. - Aunque desearía que pudiéramos pasar más tiempo
los tres juntos.- Remató observando a su esposo con esos ojos castaños tan
grandes que ella tenía.-
-Y yo, pero basta de hablar de eso. Ahora estoy en
casa al fin. - Sonrió dirigiéndose ahora a su hija que justamente había
caminado hacia él. - Hola Haruka.
Y se arrodilló para estar a la altura de su pequeña.
La niña había escuchado todo aquello y se sentía algo triste, sus papas no
parecían estar contentos de verse. Pero ahora sonreían al mirarla. Ella por su
parte se fijó en su padre. Llevaba ese uniforme blanco con charreteras doradas
que a la cría tanto le gustaba. Era el hombre más guapo del universo y solamente
se casaría con él, porque su mamá le había dicho que la gente que se quería
mucho hacía eso y se ponían vestidos y trajes blancos. Sin embargo, otro
detalle le llamó poderosamente la atención. Su papá traía además una pequeña
cajita consigo, la niña saltó hacia él y se abrazó con fuerza a su cuello.
- ¡Papá, papá, has venido! - Chillaba casi a punto
de llorar por la emoción. -
- Claro mi niña, ¡pero no me aprietes tan fuerte que
me ahogas! - Rio él y Haruka aflojó su
presión preocupada por hacerle daño a su padre, pero éste le acarició el pelo y
la besó en una mejilla para añadir con afecto. -Mi tesoro, no iba a perderme tu
fiesta de cumpleaños, te lo prometí y aquí estoy.
Tras
abrazar a su hija, el capitán Tenoh, alto, de rubio cabello y ojos azules, le
dio una cajita. Sonriente ante la expresión de sorpresa de su hija la invitó a
abrirla.
- Vamos, ¿a qué esperas? Es para ti, un adelanto de
tu regalo de cumpleaños.
- ¿Qué es? ...- preguntó la cría presa de la excitación
mientras trataba de abrirla. -
- ¡Ahora lo verás, ten un poco de paciencia! - rio
su padre. -
Haruka
abrió el paquete con gran emoción, una vez destapó la cajita vio una hermosa
cruz dorada que brillaba con los reflejos de la luz. En ella había una inscripción.
La niña la leyó con algo de dificultad pues aun era bastante pequeña para tener
soltura en descifrar aquellos arabescos que conformaban su caligrafía.
-"Siempre estaré contigo, con cariño,
papá" ¿Y qué es esto? - quiso saber curiosa. -
- Es una cruz de oro, hija. Forjada aquí en nuestro
reino milenario, es un símbolo del bien que te protegerá siempre. Te dará
suerte vayas donde vayas. Llévala siempre contigo y será como si estuviéramos
juntos.
- ¿Me ayudará a ser una Guerrera? - preguntó muy
ilusionada. -
- ¡Claro que sí, cariño! te guiará por el camino del
bien y la justicia, y si tienes fe, todo lo que desees lo realizarás. Nunca lo
olvides. - Le sonrió afectuosamente su padre. -
La
cría sonrió, se sentía muy contenta, su padre estaba allí, eso era lo más
importante, casi nunca le veía y su madre que también trabajaba para la Corte
del Milenio, tampoco pasaba mucho tiempo con ella. Sin embargo, ambos le habían
prometido que pronto las cosas cambiarían y estarían más tiempo todos juntos. Haruka
les había pedido un hermanito con quién jugar y sus padres, sonrientes, le
prometieron que así sería. Pero desgraciadamente todo se hundió. Su padre murió
pocos meses después en un accidente en el espacio. Al menos eso dijeron a su
madre que ya no volvió a ser la misma, se refugió en su trabajo y apenas sí la
veía. Haruka pasó gran parte de su infancia en colegios privados y al cumplir
los trece años descubrió que, efectivamente, sus sueños de la infancia no iban
desencaminados, había nacido para ser una guerrera. A los dieciséis fue enviada
al pasado, donde olvidó la naturaleza de su misión hasta que Michiru la
encontró. Ahora, mil años antes de que su padre se la regalase, esa cruz podría
salvarle la vida. O al menos eso esperaba ella.
- ¿En qué piensas, Haruka?,- quiso saber Michiru
mientras reducía la marcha al adentrarse en una zona más estrecha del camino. -
- Recuerdos. - Contestó con un hilo de voz queda
para añadir. -A veces se liberan en mi interior y no puedo hacer nada para frenarlos,
son como una marea que sepultase mis otros pensamientos. - Y en tanto decía aquello leyó mentalmente la
inscripción de su cruz y pensó. -Ahora te necesito más que nunca, papá. -
-A mí me sucede a veces. Me sorprendo a mí misma
pensando en mi familia. - Replicó su compañera que enseguida sabía lo que
pasaba por la cabeza de su pareja, solo tenía que mirarla a los ojos. - No fue
una vida todo lo feliz que me hubiera gustado. Mis padres se separaron siendo
yo muy joven.
-Al menos no perdiste al tuyo. - Suspiró su
interlocutora con tono más alicaído, aunque enseguida quiso animarlo para
añadir casi algo de desenfado teñido eso sí, de añoranza. - ¿Te he contado
alguna vez que estuve a punto de casarme?
- ¿Casarte? ¿Tú? - Se sorprendió Michiru. - ¿Con
quién?
-Con mi hombre ideal. - Sonrió su compañera. -
Desde
luego logró el efecto deseado, que su amiga abriera la boca y los ojos de modo
desmesurado.
- ¿Cómo? - Exclamó ésta sin dar crédito a lo que escuchaba.
- ¿Has dicho hombre?
Haruka
ya se estaba riendo, Michiru sospechando alguna clase de chanza de las que su
compañera solía gastarle, movió la cabeza añadiendo ya de un modo más comedido
y con retintín.
-Muy perfecto tendría que ser como para que tú
dieras ese paso… ¡Y además con un hombre! ¿No estarás refiriéndote a Blintz?
Aquel
era uno de los saiyajin que servían al rey Lornd, y a su amiga Setsuna. Era
como casi todos esos tipos, fuerte, alto, musculoso y en su caso, bastante
atractivo. Desde luego eso no podían negarlo. La propia Michiru lo admitía,
aunque a ella no le interesaban los hombres, al menos en ese aspecto. Pero sí
que comprobó que aquel individuo se fijó mucho en Haruka. Demasiado para su gusto.
Por supuesto su amiga le dio largas de un modo cortés, para terminar por decirle
que ya estaba comprometida. De modo que no tenía idea de a quién podría aludir.
- ¡No, no se trataba de él! - Rio una vez más su pareja.
-
- ¿Y de quien, si puede saberse? - la interrogó
Michiru con retintín. - ¿Cuándo tuviste semejante intención? Nunca me has
hablado de eso.
-Bueno. - Suspiró su interlocutora, confesando. - Es
que fue cuando tenía seis años, me imaginaba casándome con mi padre. Porque le
quería mucho y, además, es que tenía muchas ganas de ir vestida de blanco, que
era el color de su uniforme. Ya te conté que servía en la flota del reino de
Neo Cristal Tokio, destacada en el cuadrante del sistema solar exterior.
Ahora
Michiru no pudo evitar reírse. Aunque la muchacha enseguida dejó de hacerlo
para musitar.
-Aquello fue tan lejano, en realidad se trató de
otra vida. Muy distinta ésta.
-Sí, es verdad. - Convino Haruka más reflexivamente ahora.
-
Entre
tanto el coche iba reduciendo su velocidad según le salían al paso los primeros
obstáculos naturales y el ramaje que precedía al verdadero bosque. Ezequiel había
estado escuchando a ambas mujeres sin intervenir. Desde luego que le parecían muy
extrañas tanto por sus palabras como por sus actos y sus conductas privadas no
debían de ser demasiado cristianas. Pese a la cruz que una de ellas llevaba.
Quizás esas infancias tristes hubieran contribuido. Aunque no le parecían malas
personas. Pero, tal y como su padre le advirtiera antes de partir, en un
momento en el que hablaron a solas, no debía intervenir en asuntos ajenos ni juzgar
a los demás. Sencillamente tenía que limitarse a colaborar. Así que, muy de vez
en cuando, les indicaba que desvío debían tomar. Al fin, cuando el sendero se
complicó en exceso, les dijo que se detuvieran allí.
- Más allá de este punto el camino se hace intransitable
para su coche, deberán seguir a pie. Yo ya no puedo acompañarlas.
- No tema. - Le tranquilizó Haruka. - Nos las
arreglaremos bien.
- Pero ¿usted qué hará? - Le preguntó Michiru intranquila
por su seguridad. - ¿Nos esperará aquí?
- No, tardarían demasiado. Me volveré a mi casa a
pie, el camino es largo, pero tengo tiempo de sobra antes de que anochezca. Conozco
bien estos parajes, no se preocupe. Los peligros comienzan en el camino que van
a emprender ustedes. - Ofreció su mano a ambas que se la estrecharon a la par que
les deseaba. - Que Dios todopoderoso las acompañe y las proteja.
- Estaremos de vuelta mañana al amanecer. - Contestó
Haruka guiñando un ojo. -
Ezequiel
sorprendido por este gesto bajó del coche y emprendió su camino de vuelta sin
contestar, las dos mujeres le observaron alejarse y se miraron.
- ¿Estás preparada, Michiru? - le preguntó Haruka a
su compañera. -
- Si tú lo estás, - contestó ella a lo que su contertulia
asintió - entonces vamos.
Ambas
se internaron por aquella maraña de frondosidad vegetal. Ezequiel las observó
meterse en el bosque mientras andaba y deseó que ambas triunfasen sobre las
fuerzas del mal. Entonces sintió como algo aprisionaba su pierna y tiraba de él
hacia arriba, asustado trató de soltarse, pero no lo conseguía, ¡había caído en
una trampa de lazo corredizo! Suplicó al cielo el poder liberarse antes del anochecer,
pero el agarre era férreo y a él le fallaban las fuerzas para izarse.
- ¡Señor todopoderoso, asísteme! - Rezaba con
creciente temor. -
Y es que pese a intentarlo con todas sus fuerzas pasaron
las horas y nada podía hacer para soltarse de allí. Llegó el crepúsculo, el miedo
y la ansiedad le dominaban, en plena noche allí solo rezó una vez más para
ninguno de aquellos seres de pesadilla le encontrase. Pero sus súplicas no
fueron escuchadas, ¿o tal vez sí? pues dos siluetas se aproximaban a él,
¿serían las dos mujeres que volvían triunfantes? Deseó con toda su fe que así
fuera. Por desgracia, al llegarse ambas junto a él advirtió con horror que no se
trataba de ellas, sino de dos de esos horribles vampiros que le miraban con sus
ojos ambarinos sedientos de sangre. Lo que pasó después fue rápido. Sin darle
tiempo casi ni a gritar, le soltaron de su agarre dejándole caer al suelo.
Antes de que pudiera moverse le apresaron y mordieron su cuello chupándole
ávidamente su sangre. Ezequiel se desmayó adentrándose en la negrura…
Horas
antes, mientras su guía había pisado aquella trampa sin que ninguna fuera
consciente de ello, Haruka y Michiru se habían internado ya en el bosque
eludiendo como podían a su paso los cada vez más abundantes ramajes. Entorno a
ellas los reflejos de los rayos del sol brillaban en las hojas que resonaban
con la brisa y centelleaban con la luz, multitud de píos de pájaros las rodeaban.
Nadie diría que ese lugar, tan sólo unas horas más tarde, pudiera ser tan
peligroso e inspirar tanto temor. De hecho, las dos se mostraban escépticas.
-No creo que esto sea para tanto. Quizás todo obedezca
a la superstición y los miedos de estas gentes. - Comentó Michiru. -
-Puede ser. - Tuvo que admitir su pareja. - Sin
embargo, hay algo aquí que no me gusta. La brisa que corre es demasiado fría y
cortante.
-Estamos en la montaña, Ruka, y es invierno. En esta
época del año será lo habitual. - Conjeturó su interlocutora. -
-Sí, pero, es que no sé como explicarlo. Es un frio
extraño. Se te cuela hasta los huesos. Y es como si trajese el preludio de algo
siniestro. - Fue capaz de responder reflexionando sobre eso. -
Su acompañante la observó con extrañeza, ella no
percibía esa sensación. No obstante, Haruka era la guerrera del viento, a buen
seguro que sería más sensible a él. Aunque para matar el tiempo y no pensar en
ello ambas charlaban en tanto recorrían aquellos parajes. Michiru abordaba el
tema que habían dejado al bajar del coche.
- ¿Qué recuerdos eran esos, a parte de ese
interesante proyecto de boda? - Le inquirió a su amiga que caminaba ligeramente
adelantada, abriéndose camino entre aquella vegetación cada vez más envolvente.
-
- Pensaba en mis padres, siempre quise un hermanito,
me acordaba de cuando cumplí los seis años.
- Sé que a veces te duele pensar en ello- le dijo
Michiru con simpatía. - Estuviste muy poco tiempo con tu padre, ¿verdad?
- Casi ni me acuerdo de él. - Respondió Haruka con pesar
–pero, los escasos recuerdos que tengo son tan maravillosos que me aferro a
ellos con la esperanza de volverle a ver. Le quería muchísimo…
- Nunca se sabe, si volvemos al futuro podrías
pedirle a Setsuna que te abriese el portal antes de la muerte de tu padre.
- No creo que pudiera hacerlo, sería violar la
paradoja temporal. Además, ahora ya no tiene ese poder. – Guardó un significativo silencio y admitió.
– Bueno. Incluso con anterioridad a su renuncia de su puesto como guardiana y a
su matrimonio. Una vez se lo pedí, pero no pudo ayudarme. En fin - añadió tratando de desviar el tema. -
Háblame de ti, tú también serías niña alguna vez, ¿cómo te decidiste a ser una
guerrera?
- Ya te lo he contado varias veces, pero si te apetece
oírlo de nuevo. - Suspiró su pareja. -
- Si, por favor, hay cosas que desearía preguntarte -
respondió Haruka que parecía realmente interesada. -
- Pues de niña – le recordó Michiru - mi madre me hacía
estudiar violín y solfeo a todas horas, quería que fuera una gran solista…
- Creo que lo consiguió - sonrió su compañera. -
- Bueno, pero mi infancia fue muy dura, todo el día
tenía que estudiar y apenas jugaba con las chicas de mi edad. Tú por lo menos
tenías amigas con las que jugar.
- Si, pero yo prefería jugar con los chicos. ¡No
pienses mal! - agregó Haruka con humor.
- Ya sabes a lo que me refiero, las muñecas y esas cosas nunca me interesaron.
-A mí en cambio me habría gustado tanto que mi madre
no fuera tan estricta. A veces pensaba que ella no me quería, que sólo deseaba
una hija violinista. Alguien que fuera lo que ella no pudo, muchas veces no
parecían importarle mucho mis sentimientos. - Rememoró con pesar. - Al
principio siempre soñé también con ser una virtuosa del violín, pero cuando
cumplí los trece años, igual que tú, me di cuenta de que había nacido para ser
guerrera. Tuve que discutir con mi madre para que me dejase serlo. Menos mal
que mi padre sí me apoyaba.
-Una vez que somos conscientes de nuestra
naturaleza, no se puede evitar. Y más en el siglo XXX, allí oponerse a una
sailor en surgimiento sería algo a castigar. - Recordó Haruka. -
-Por eso, seguramente, mi madre terminó por aceptarlo.
- Afirmó Michiru para proseguir. - El ser una sailor me hizo madurar mucho. Yo
antes era muy tímida y retraída, pero cambié. Luego nos dieron esa misión de los
talismanes y fuimos al pasado. Tú sufriste ese accidente en la regresión temporal
y no recordabas tu verdadera misión. Además, habías perdido muchos otros de tus
recuerdos, incluso el de haberme conocido. Te confieso que hubo momentos en los
que creía que no podría convencerte.
- Fue fácil, - le contestó su pareja tomándola de
una mano para sentenciar. – Me bastó con ver tu sonrisa.
Su
contertulia le dedicó la mejor que tenía, incluso se ruborizó un poco. Haruka
no pudo resistir la tentación y le dio un profundo beso en los labios.
- Ahora no tenemos tiempo para eso, - respondió Michiru.
-
- Espero que más tarde, sí - replicó Haruka
mirándola cariñosamente. – De todos modos, has llevado a cabo ese anhelo
también. Das conciertos por todo el mundo.
-Recuerdo especialmente el del Carnegie Hall en
Nueva York. - Comentó su amiga. -
-Sí, ¡ja, ja! - Pudo reírse ahora Haruka,
rememorando a su vez. - Invitaste a Roy y a Bertie.
-Y cuando terminó, ¿te acuerdas de que me dijo si
eso se podía bailar?... ¡Era Mozart! Ja, ja…
-Y Bertie le puso una cara. ¡La pobre estaba
colorada!
-Es cierto. Y la guinda fue cuando le preguntaste si
le gustaba Chopin – Comentó Michiru entre risas. -
-Fue y me contestó que sí, ¡pero que con fideos! ¡La
Chopin de fideos! No sé de lo que me reí más, de la tontería en sí, o del
coscorrón que le propinó su mujer. ¡Ja, ja, ja! – Exclamó jocosamente Haruka. -
Michiru
se reía ahora con ella y hasta se pararon un momento con las lágrimas
saltándoseles en la cara. Ninguna de las dos, enfrascadas en la conversación,
se había percatado de que el bosque casi no dejaba ya pasar a los últimos rayos
de sol que se extinguían sobre las altas copas de los árboles. Ambas comenzaron
a sentir algo que las inquietaba en el ambiente. Lo cierto es que flotaba una
sensación de peligro que iba creciendo según cedía la luz.
-Ahora percibo algo extraño yo también. - Confesó
Michiru dejando ya las risas. - Es una sensación de intranquilidad. Un rumor
que me transmite desasosiego.
Vieron
un pequeño arroyo que fluía mansamente hacia abajo de la ladera que estaban
subiendo. La joven sailor Neptuno se quedó observando un poco para musitar.
-El agua está inquieta.
-Vaya, me sorprendes. Creía que tú únicamente
sentías la fuerza de los mares y los océanos. - Comentó su pareja. -
-No suelo percibir nada en masas de agua tan
pequeñas, pero lo que quiera que sea que hay aquí, la impregna de tal modo que
soy capaz de notarlo. Y eso no es nada bueno. - Afirmó Michiru, bastante más
preocupada ahora. -
Pese a todo no se detuvieron más. Recuperaron la
compostura y más serenas ya, prosiguieron avanzando.
- Según el mapa, aquí debemos torcer a la derecha y
encontraremos una cueva. - Comentó Haruka en tanto leía aquel plano. -
- Ya son más de las cuatro- informó Michiru con un
tono teñido de nerviosismo. - Nos hemos entretenido tanto hablando que se nos
ha ido el santo al cielo y dentro de una hora se ira la luz. Quizás sería mejor
volvernos y regresar al amanecer.
- Demasiado tarde - le respondió su compañera. - Tardaríamos
por lo menos eso en volver a la salida del bosque si es que no nos perdemos. Además,
no nos abrirían en ninguna casa, recuerda lo que nos dijeron.
- Lo sé - suspiró Michiru que confesó no sin un aire
de temor. - Pero a cada minuto que pasa noto como un maléfico ambiente nos
envuelve cada vez más. Aun es débil, pero es como si quisiera despertar y supiera
que estamos aquí. Y creo que únicamente la luz del sol es lo que le mantiene a
raya por ahora.
- Yo tengo esa misma sensación. - Le confirmó su interlocutora.
- Lo que hemos notado antes. Es comparable al sonido del viento o al rugir del
mar ¿recuerdas?
- Pero esto a mí se me antoja aún mucho más terrible.
- Añadió Michiru cada vez más desasosegada. – Son las tinieblas que se acercan.
Haruka
le dio la mano a su compañera y trató de reconfortarla.
- Cuando debamos luchar, lucharemos, mientras estemos
juntas nada malo nos ocurrirá. ¡Ten valor! No podemos desfallecer antes de empezar,
somos guerreras de la justicia.
- Tienes razón, gracias por impedir que desfallezca.
- Sonrió su amiga. -
- Tú has hecho lo mismo por mí muchas veces. - Le
contestó Haruka dirigiéndole una tierna mirada a su vez. -
Animada
por la determinación de su compañera, Michiru siguió adelante. Pensaba a su vez
en muchas cosas. Su vida junto a Haruka, el tiempo compartido con sus otras
camaradas guerreras. El cariño que sentía por todas, en especial por Setsuna y
Hotaru. Sin olvidar por supuesto la devoción hacia su soberana. De hecho,
habían pasado por muchas cosas todas juntas. Ahora quizás tenían que vivir sus
vidas separadas. Al menos hasta que llegase el momento de revelarse al mundo
tal cual eran.
-Un día nuestros reyes tendrán que salvar al mundo
de una terrible amenaza. Aunque ahora debemos centrarnos en ésta que también
parece muy seria. - Se dijo para concentrarse. -
Ya casi eran las cinco, el sol perdía fuerza a ojos
vistas sobre el horizonte, había comenzado a describir ya la inexorable curva
que le ocultaría de sus ojos privándolas de la protección de sus rayos. Al fin,
las chicas llegaron a la altura donde estaba señalada la cueva. Efectivamente,
hallaron una gruta que era lo bastante grande para entrar andando, sacaron las
linternas para aventurarse al interior.
- Debemos tener mucho cuidado. - Advirtió Haruka -
podrían estar aquí, ocultos del sol.
Michiru
asintió con suavidad, las dos avanzaron sigilosamente tratando de silenciar
cada paso que daban, aunque no tenían otro remedio que apuntar con sus
linternas para iluminar su recorrido. Aguzaron el oído a la espera de detectar
cualquier sonido, pero lo único que escucharon fue el insistente repiqueteo del
agua al gotear sobre la piedra, esa cueva parecía tener alguna corriente
subterránea. Por fortuna no parecía haber nada más, al fin lograron ganar el
final, la luminosidad creció hasta los tonos del atardecer. Salieron a un claro
rodeado por una hilera de piedras dispuestas en círculo. Observaron que el sol
ya se había puesto y lo único que le recordaba aun y durante unos breves instantes,
era el sonrosado tono del horizonte. Ambas contemplaron como se desvanecía este
último rescoldo de luz con un sentimiento de creciente angustia recorriéndoles
el estómago. Era una sensación comparable al respirar con dificultad. Para eliminarla
Haruka centró su atención en aquellas piedras.
- ¿Qué es esto? - se preguntó en voz alta. -
- Se parece a un lugar que me describió una vez Minako,
ella lo vio cuando estaba en Inglaterra. Era una especie de altar mágico o de
observatorio, no recuerdo bien. Stonehenge se llamaba. - Respondió Michiru que
fue cortada por su amiga con un gesto de sus manos. -
- Creo que he oído algo, - le susurró Haruka señalando
a unos matorrales próximos. - Será mejor que nos ocultemos.
Corrieron hacia unas rocas que las cubriesen, al poco
tiempo y entre las primeras sombras de la noche distinguieron varias figuras
que avanzaban, internándose en el círculo. Contaron siete u ocho. Otra figura
surgió después, parecía una mujer, pero no podían decirlo con seguridad, sólo
se fijaron en lo largo de sus oscuros cabellos ondeando a la fresca brisa
nocturna. Levantaba sus brazos al cielo y las demás la imitaban. Después, ante
el asombro de las chicas, la mujer y cuatro de ellos se elevaron por los aires
dejando el lugar.
- ¿Has visto eso?,- susurró Michiru. - Desde luego
no son humanos, de eso estoy convencida. Menos mal que no nos han visto.
- Yo no estaría tan segura, - respondió Haruka
mientras hacía reparar a su compañera en los otros cuatro que se dirigían hacia
ellas. -
Podían verlos
mejor ahora que se encontraban más cerca. Sus ojos brillaban de color ambarino.
Al iluminarles con la linterna descubrieron con horror personas que vestían
como cualquier habitante normal del pueblo pero que afeaban su semblante con
dos largos colmillos y una mirada malévola, torva y fija sobre ellas. Caminaban
lentamente alargando sus brazos para tratar de atraparlas. Las dos se vieron
obligadas a retroceder, pero aquellos seres las rodeaban, sólo les cabía una
salida.
- ¡Transformémonos Michiru!,- gritó Haruka a su
compañera. -
Cubriéndose
mutuamente espalda contra espalda sacaron sus transformadores invocando su
poder. Aparecieron, así como sailors, pero eso no parecía impresionar en
absoluto a sus enemigos. Uno de ellos incluso sujetó a Michiru de un brazo.
- ¡Suéltame! - chilló ésta frenética, golpeando al
vampiro en pleno rostro. -
El
monstruo no pareció acusar el golpe, Haruka quiso ir en auxilio de su compañera,
pero se vio rodeada por los otros tres seres.
- ¡Apartaos de mí, malditos! - les gritó observando
continuamente a cada uno de ellos tratando de este modo de anticiparse a cualquiera
que decidiera atacarla. -
La sailor no quiso esperar y lanzó su temblor de
Tierra para derribarlos. Presta acudió en ayuda de Michiru, pero ésta había
desaparecido bajo tres de estos seres que se habían unido a sus compañeros. Aquellos
individuos se agachaban sobre ella como carroñeros que quisieran despedazar los
restos de una presa.
- ¡Deep submerge attack! - Pudo escucharse entre los gruñidos animales que
emitían aquellas bestias. El ataque de Sailor Neptuno logró sacárselos de encima
dispersándoles. -
Tan
pronto se recobró se reunió con Haruka, pero los vampiros ya se habían
recobrado y volvían a rodearlas estrechando su cerco.
- ¿Te has dado cuenta?,- exclamó Michiru horrorizada
- a esa distancia nuestros ataques habrían matado a una persona normal.
- Pero ellos ya no son humanos, - contestó Haruka
también sobrecogida. - Debemos destruirles de otra manera, saca el agua...
Su
compañera se hizo con un bolso que llevaba y de él extrajo el frasquito de agua
bendita que ahora brillaba con un claro destello azul.
- ¿Con qué podríamos atacarles? - Preguntó Michiru
rebuscando entre sus cosas según sopesaba con temor - el agua no bastará para
todos.
- Con lo primero que tengamos a mano. - Respondió su
compañera. -
Y lo hizo de inmediato, recordando las instrucciones
de Jeremiah y arrancando una rama de árbol puntiaguda que lanzó contra el
primer vampiro que se le acercó atravesándole el pecho, éste cayó al suelo
entre terribles alaridos.
- ¡Has acabado con uno! - exclamó Michiru
esperanzada -
Pero
los demás seguían avanzando imperturbables, no les importaba en lo más mínimo
el destino de su compañero. Michiru imitó a su amiga y arrancó otra rama
atravesando con ella a una de las criaturas que amenazaba con echársele encima.
Haruka se revolvió contra dos que intentaban atraparla y consiguió rechazarles,
pero su compañera no tuvo tanta suerte. Otro logró sujetarla y el restante
clavó sus colmillos en el cuello de la chica que chilló de dolor, notando a
cada segundo como su sangre y su fuerza vital se perdían.
- ¡Michiru! - gritó Haruka luchando por escapar de
la persecución de sus atacantes. - Resiste, por lo que más quieras, ya voy.
Mostrando
su crucifijo logró hacer retroceder a aquellos seres, agarró una estaca de la
mochila y atravesó la espalda del que mordía a su amiga. Aquel ser despegó sus
colmillos de su víctima y profiriendo un horrible gruñido cayó al suelo. El
otro que la sostenía y un compañero se revolvieron contra la Guerrera Urano, pero
Michiru, aun estando malherida, les clavó dos ramas de árboles que había arrancado
casi con sus últimas fuerzas. Los vampiros cayeron al igual que Neptuno que se
desplomó semi inconsciente. Haruka acudió en su auxilio, pero se le olvidaba
que aun quedaba otro vampiro que la sujetó por la espalda, trataba de soltarse
pero no lo conseguía. Su captor estaba a punto de morderla. Michiru, al parecer
algo recobrada y sacando fuerzas de flaqueza, le roció con un poco de agua bendita,
el vampiro soltó a Haruka y comenzó a arder entre horribles chillidos. Urano pudo
al fin atender a su compañera que había caído de bruces al suelo, falta completamente
de fuerzas.
- ¡Michiru, Michiru! ¿Cómo estás? - Le preguntó
Haruka con gran preocupación. -
- Estoy muy mal- respondió ésta con un hilo de voz.
- La sangre me arde y la cabeza me da vueltas, apenas tengo fuerzas, no puedo
ni ponerme en pie.
- Ahora mismo nos iremos de aquí. - Aseguró su
compañera intentando animarla. - Ya hemos acabado con todos, ¡vamos aguanta!, te
lo suplico.
Haruka
levantó en brazos a su exhausta compañera y atravesó el bosque a trompicones
por un tortuoso recorrido solo iluminado por la luz de la luna que relucía con
un tinte sanguinolento. Tras un largo caminar que se le hizo eterno llegó por
fin hasta el coche, subió a su amiga y la acomodó lo mejor que pudo. Arrancó
sin perder un segundo rumbo a la casa de los Amish.
- Te pondrás bien. - Le repetía una y otra vez a
Michiru que se debatía presa de una gran calentura delirando febrilmente. - En
casa de esa familia te curarán, ya lo verás.
Su pareja
no le respondía, sólo musitaba cosas ininteligibles. Haruka estaba cada vez más
asustada, el estado de su compañera empeoraba por momentos. Finalmente, y para
su alivio llegaron ante la casa. Estaba débilmente iluminada en el interior,
podía verlo por las rendijas de las contraventanas. Bajó del coche y llamó con
golpes vehementes.
- ¡Abran la puerta, por favor! mi compañera está
herida, necesitamos su ayuda. - Repetía frenéticamente su ruego, pero nadie
parecía oírla. Entonces recordó con horror las palabras del anciano, si ellas
volvían durante la noche, nadie les abriría. Pensarían que habían entrado a
formar parte de aquellos horribles seres, que se habrían convertido en muertos
vivientes - ¡Oh mierda, mierda! - Escupió Haruka golpeando la puerta con
desesperación. – ¡Estamos bien, somos nosotras!
Pero
aquello era inútil. Estaba a punto de darse media vuelta y volver al coche
cuando escuchó el sonido de una risita infantil. Miró rápidamente tras de ella
y vio una pequeña silueta escabullirse tras la esquina de la casa, la siguió lo
más deprisa que pudo, pero no volvió a verla, en lugar de eso, se topó con
alguien que se abalanzó sobre ella. Cuando Haruka le iluminó con su linterna
advirtió con horror que se trataba de Ezequiel que estaba completamente
vampirizado. A duras penas pudo esquivarle y contraatacar con su temblor de
tierra. El que fuese su guía salió despedido a varios metros cayendo justo en
la valla que lo empaló. La sailor se acercó cautelosamente con la cruz en la
mano por si no hubiera terminado con él y su precaución estaba justificada, el
vampiro trató de levantarse como un resorte, la valla no había atravesado su
corazón. Haruka, por suerte, interpuso la cruz haciéndole recular aterrado. Sin
ningún tipo de miramientos ella aprovechó para atravesarlo con otro segmento de
valla que arrancó con todas sus fuerzas. Ahora ya no se movió. Sintiéndolo
hondamente por aquel desdichado, la sailor volvió a la cabaña. Con un par de
patadas logró derribarla entrando en la casa para descubrir un horrible
espectáculo. Todos parecían estar muertos, pero no era obra de los vampiros,
una extraña paz se dibujaba en los semblantes de la mujer y del niño al que abrazaba.
Ninguno tenía marcas de mordeduras. Haruka, visiblemente horrorizada, y
llevándose las manos a la cara, se dio media vuelta, pero la temblorosa voz del
anciano la detuvo. Aún estaba con vida. No obstante, su precario estado
indicaba que no por mucho tiempo.
- No pueden chuparles la sangre a los muertos, ni a
los envenenados, no les sirve, - musitó éste. -
- Por Dios, ¿qué ha ocurrido aquí? - Exclamó Haruka
casi con un balbuceo. -
- Gracias al cielo tú sigues siendo humana. - Repuso
el anciano que añadió débilmente. - Han sido ellos, convirtieron a mi hijo que
volvió de noche. Pese a sus ruegos no le dejamos entrar, pero en un momento de
descuido convenció a la pequeña Esther. Él la apresó llevándosela fuera
mientras varios de ellos entraban en la casa. Pude llamar a mi nuera y a mi
nieto y les obligué a tomar un veneno. La dosis de ellos fue mortal casi al
instante y la mía. Bueno, quedaba poco, así que tardaré algo más, pero así al
menos he salvado sus almas. Dios me perdone no tenía otra alternativa.
Haruka
era incapaz de pronunciar palabra, el horror y la incredulidad le habían
anulado por completo el habla, miraba los cuerpos sin vida de la mujer y el
niño y eso la estremecía. Pese a tener que luchar en numerosas ocasiones contra
el mal pocas veces había visto esa cara tan terrible. Pero Michiru estaba grave
y tenía que ayudarla, no podía dejarse llevar por aquel horror. Al fin se
sobrepuso lo bastante para querer saber.
- Mi compañera esta malherida, la han mordido, ¿qué
puedo hacer para salvarla?
- Matar al vampiro jefe, que es el origen de todo, o
darle a su amiga agua bendita de beber lavándole también la herida de la
mordedura. - Susurró el anciano. - Pero debe darse prisa, cada segundo que pasa
es fatal para ella...hágalo antes de que se convierta…o será…tarde…
Y el viejo ya no volvió a hablar, había
muerto, pese a los esfuerzos de Haruka por reanimarle nada se podía hacer. Ésta
comprendió que ya nada podía conseguir quedándose allí, salió corriendo. Fue
hacia el coche para escapar de allí con Michiru lo antes posible, debía
encontrar al vampiro jefe. Por fortuna tenia junto a ella aun bastante agua bendita,
la suficiente creyó. Agotada, abrió la puerta del vehículo para descubrir aterrada
que su compañera ya no estaba. En su lugar, una breve nota escrita en una bella
y gótica caligrafía roja y dirigida a ella con una siniestra invitación que
leyó entre perpleja y horrorizada.
-"Si deseas reunirte con tu amiga no tienes más
que venir a verme, gustosa te aguardo. Sarah".
Más
abajo indicaba una dirección en un mapa, no estaba demasiado lejos, atravesando
una parte del bosque el plano indicaba una mansión. La joven se afanó por calcular
la distancia aproximada, pero la tinta se le corría enseguida, o quedaba
formando grumos. No tardó en advertir con horror que era sangre, posiblemente
la de su pareja. Recorrida por un escalofrío arrancó el motor y condujo a toda
velocidad, los minutos eran vitales, ¡la vida y el alma de su amada se
encontraban en gravísimo peligro! Estaba muy cerca de la carretera que
discurría paralela al bosque cuando el coche comenzó a rodar a trompicones, fue
deteniéndose cada vez más. Haruka advirtió que el indicador de gasolina marcaba
cero, al igual que la reserva, el coche se detuvo negándose ya a avanzar ni un
metro más.
- No ahora no, ¡maldita sea!,- chilló desesperada
golpeando el volante con rabia y frustración. -
Pero
no tenía tiempo para lamentaciones, sacó la mochila con todo el equipo que le
quedaba y salió del coche, de lejos podía verse el tejado de un gran caserón. Calculó
que estaría a unos centenares de metros y corrió hacia él lo más deprisa que le
permitieron sus piernas. Pese a ser una gran atleta tardó unos diez minutos en llegar,
el terreno desigual le hacía trastabillarse una y otra vez. La densa oscuridad
que envolvía el paraje le dificultaba mucho el camino, incluso aquella luna
siniestra se negaba a cooperar ocultándose entre algunas negras nubes. Agotada,
llegó ante la puerta principal de aquella maldita casa, se concedió unos instantes
para recobrar el aliento, de nada le serviría entrar extenuada ¡Cómo echaba de
menos ahora las alubias que antes les traía Setsuna! Pero ahora no cabía más
que tratar de recuperar algunas energías, así que una vez que se sintió mejor
decidió probar fortuna con la puerta. Se preparó para la agotadora posibilidad
de que estuviera sólidamente cerrada, en su estado lanzar un world
shaking attack la dejaría sin fuerzas. No obstante, para su
sorpresa, la puerta estaba entreabierta. Sólo tuvo que empujarla ligeramente
para abrirla de par en par, al hacerlo ésta sonó con un chirrido digno de la
mejor película de terror.
- Esos bastardos me están invitando a entrar. Se
creen que me tienen a su merced. - Pensó muy alterada en tanto trataba de
descubrir cualquier cosa sospechosa en el interior. – Bien, cometéis un grave
error y como le hayáis hecho algo a Michiru os juro que os arrepentiréis…
Finalmente
entró, pensando solamente en el bienestar de su pareja y compañera.
Ésta
por su parte no lo había pasado nada bien. Un rato antes cuando Haruka la había
dejado en el interior del coche, Michiru se debatía entre los sudores que le
producía la fiebre. Se sentía morir, las venas le quemaban por dentro como si
alguien la hubiera inyectado agua hirviendo o peor, ácido corrosivo. Tanto le
dolía aquello que sus sentidos comenzaron a embotarse.
-Pobrecita, estas atravesando la peor fase. -
Escuchó decir a una voz femenina que le sonó muy seductora.-
Apenas si notó como la izaban en brazos y la sacaban
del coche elevándose con ella por los aires. Debió perder el conocimiento pues
al recobrarse se encontró tendida en un suave diván de seda. Abrió los ojos
para descubrir los de una bella mujer morena que la observaba fijamente.
- ¿Dónde estoy? - Pudo preguntar Michiru aún aturdida,
pero encontrándose mejor. Sus dolores habían desaparecido. Al menos de momento.
- Estás conmigo - le repuso aquella extraña con un
susurro para asegurar con regocijo. -Y vas a unirte a nuestra familia.
La
sailor reparó ahora en la presencia de dos hombres, o al menos eso parecían,
pues estaba claro que por sus ojos de color ámbar de pupilas dilatadas y sus
agudos colmillos no podían serlo. Enseguida comprendió a lo que aquella mujer
se refería.
- ¡No! - Exclamó Michiru tratando de levantarse sin
apenas fuerza. - ¡No lo permitiré!
- No debes luchar ni puedes hacerlo. - Sonrió su
interlocutora mostrando a su vez dos afilados colmillos en su boca para
asegurar incluso pareciendo que divertida. - Dentro de unos momentos tan sólo
me lo vas a agradecer.
Michiru
estaba muy débil, las piernas le fallaron cuando quiso levantarse y correr,
aquellos dos tipos la sujetaron de los brazos para evitar que se cayese y la
mujer que le hablaba se situó a su lado acariciándola descuidadamente el pelo y
la cara.
- Me llamo Sarah- le dijo - Y tú eres Michiru, lo sé,
escuché a tu compañera llamándote.
- Ella vendrá a por mí - balbuceó la sailor que
apenas podía ya pensar con claridad. - Debe estar en camino.
- Eso espero, le dejé una nota con mi dirección. Sería
muy descortés reusar mi invitación. - Sonrió Sarah relamiéndose con
libidinosidad para sentenciar. -Así podremos pasarlo muy bien las tres. ¿Sabes?
Por lo que he visto en ti sois dos mujeres muy especiales. Me gustará gozar con
vosotras.
Y
tomando de la barbilla a Michiru la atrajo hacia ella. Su víctima trató de resistirse,
pero no pudo evitar recibir un prolongado y voluptuoso beso en la boca.
- Tumbádla - ordenó Sarah a sus sicarios que
obedecieron con presteza desgarrando el uniforme de sailor de la chica para
dejar sus pechos al descubierto. -
- No - susurraba la joven que notaba como su cabeza
daba vueltas, estaba demasiado atontada como para intentar una resistencia
seria. – ¡No! ...dejadme…
- Vas a gozar como nunca en tu vida, - declaró Sarah
despojándose de sus ropas de gasa que dejaban entrever las estilizadas curvas
de su cuerpo. -
Situándose
sobre Michiru se fundió en un abrazo con ella y comenzó a besarla por todas las
partes erógenas de su cuerpo en sentido descendente. Los dos vampiros hicieron
lo propio recorriendo los pechos de su impotente presa. Michiru, en efecto, no
podía evitar gemir de placer a la vez que notaba como un profundo escalofrío
recorría su cuerpo. Entre neblina pudo ver a Sarah separarse de ella y gozar
con los dos hombres. Después, los miembros de ellos rozaron los labios de la
sailor en tanto Sarah los lamía con deleite a la vez que la besaba a ella.
- Ahora goza tú también - le susurró Sarah en tanto
Michiru sentía uno de aquellos atributos viriles introducirse en su boca. -
Casi de forma instintiva lo lamió y lo acarició con
su lengua hasta sentir un líquido que llenaba su garganta. Fue entonces cuando
Sarah la mordió uniendo el placer al dolor más agudo que pudo imaginar. Notaba
con la poca sangre que había en ella se perdería. Pero cuando creyó que iba a
morir la vampira indicó a sus dos sirvientes que se apartasen y le colocó uno
de sus senos sobre la boca.
- Adelante- la incitó - pruébame tú a mí. Debes
estar sedienta. Bebe. Hazlo y sé mi hija para siempre…
Y
Michiru obedeció, algo en su interior la impulsaba a desear hacerlo. Mordió el
pecho de su captora que gimió también de placer. La chica notó deslizarse ahora
el amargo sabor de la sangre entre las comisuras de su boca y descubrió que
aquello la excitaba y lograba calmar su sed. Aquellos tipos reaparecieron dejándose
morder también en el cuello por Michiru que experimentaba un ardiente frenesí
al hacerlo. Cuando se sació pudo palparse la boca sintiendo sobresalir de ella
un par de delgados incisivos. Sarah la miró con una amplia sonrisa y declaró
satisfecha.
- Ya está, casi eres de los nuestros.
- Quiero más, pero no de esta. - Pidió la muchacha
casi con un jadeo siseante. - Necesito sangre de los vivos.
- Eso es lo que necesitas para completar tu transformación,
tu cuerpo lo sabe. Por eso le indiqué a tu amiga donde estaríamos y la dejaré
llegar viva hasta aquí. En cuanto te sacies con ella serás por entero de los
nuestros…- Le respondió Sarah sonriendo. – Ya no la faltará mucho para llegar.
Michiru
esbozó también una maligna sonrisa mostrando ahora unos colmillos largos y
afilados y unos ojos color ámbar teñidos en sangre.
-Sí, ella vendrá. - Susurró con una voz entre
lasciva y seseante. -
Ajena
a que todo esto hubiera ocurrido, Haruka, ya dentro de la casa, anduvo por el
amplio porche de entrada y el Hall hasta llegar al pie de unas escaleras de
caracol que conducían al piso de arriba. Antes de subirlas dio un vistazo
descubriendo un par de puertas que debían de conducir a dos habitaciones. Dudó entre
si debía abrirlas o subir, pero escuchó de nuevo aquella risa infantil que había
oído antes al llegar a la casa de los Amish. Eso la decidió, se acercó despacio
hacia una de las puertas, la situada a la derecha. Con suma cautela se dirigió
hacia ella, la empujó abriéndola lentamente, esta vez no sonó ningún chirrido.
Entró en una habitación bien iluminada con abundantes velas y descubrió allí,
el sonriente rostro de Esther, la niña de los Amish.
- ¿Qué haces tú aquí, nena? - Le preguntó Haruka con
dulzura y asombro, aunque también con desconfianza. -
- ¡Chiis! - respondió la pequeña tapándose la boca
con un dedo. - Me he escapado de ellos, no quiero que sepan que estoy aquí.
- No tengas miedo, yo te protegeré - Respondió la guerrera
tratando de tranquilizarla. -
- Ven - le pidió la cría. - Tengo que enseñarte una
cosa.
La
sailor se acercó a ella, pero la niña la detuvo con un gesto.
- Esa cruz que llevas, - le indicó señalándole el
crucifijo que le colgaba del cuello. - Ponla en la puerta, así no podrán
entrar, es un truco que me enseñó mi abuelo.
Haruka
asintió e hizo lo que la cría le pedía, la colgó del marco, después volvió junto
a la niña.
- ¿Y qué querías enseñarme? - Le preguntó con
suavidad. -
- Mira, ahí está la puerta que conduce a su refugio -
indicó con la mano en dirección a una puerta que daba al otro lado de la
habitación. - Les he encerrado para que no puedan salir, pero me he hecho daño
en la pierna y no puedo correr, ¿me llevarás tú? - Le pidió Esther con un gesto
suplicante casi a punto de llorar. – No quiero que me atrapen, me harán cosas
terribles, como a papá.
- Claro que sí, bonita - sonrió Haruka acariciando
su largo y sedoso cabello asegurando. - Nos iremos ahora mismo de aquí.
Haruka
ni se paró a preguntarle a esa cría como había sido capaz de burlar a esos monstruos.
Quizás simplemente se escabulló debido a su pequeño tamaño. O se escondió.
-Tenemos que irnos deprisa. - La apremió Esther. – Son capaces de romper la puerta y
venir a por nosotras.
- ¿Cómo has
llegado hasta aquí? - Inquirió entonces Urano. –
-Una señora de
pelo oscuro y largo me trajo volando cuando se llevaron a tu amiga. - Le contó
la pequeña. – Están con ella ahora. A mí me dejaron para luego. ¡Vamos, nos
tenemos que ir! - Insistió la angustiada cría. -
Eso tenía sentido. Haruka asintió. De modo que tomando a la niña en brazos se dispuso a
salir de aquella estancia. No podía continuar con ella.
-Solamente me estorbaría, pero no puedo dejarla aquí,
a su suerte. - Se decía lamentando esa situación. -
Decidió que dejaría a la cría en un lugar seguro y
volvería para destruir a esos monstruos y liberar a Michiru. Pasaba despacio, con
la niña en sus brazos, cerca de la pared, rodeando con cuidado los restos de lo
que antaño habría sido un espejo. Algunos pedazos estaban aún clavados en la
pared. Casi se corta con ellos, no obstante, logró evitarlos, entonces dio un
respingo de horror. Sin embargo, la causa no se debía a haberse herido con los
cristales sino a verse reflejada en ellos. Al principio no le dio importancia
por juzgarlo natural, pero sólo tardó unas décimas de segundo en darse cuenta
de que la niña que llevaba con ella ¡no aparecía en el reflejo! Por unos
instantes se le cortó la respiración y sólo sus excepcionales reflejos pudieron
salvarla. Esther trató de clavar sus colmillos en la garganta de Haruka, pero
ella la soltó apartándose a tiempo. Espantada, ahora miraba cara a cara a uno
de esos horribles seres en aquel cuerpo de niña. Esos ojos ambarinos, con una
gatuna pupila y los largos colmillos no le dejaban lugar a la duda, pese a que
su mente no quisiera aceptarlo. La pequeña se acercó lentamente sin borrar una
siniestra sonrisa de su cara y dijo con un horrible siseo que desfiguraba horrorosamente
su suave voz infantil.
- Es una pena, casi te engaño. Pero da igual, de
todas formas, tendrás que ser de los nuestros.
Haruka
retrocedía espantada, ella, una sailor guerrera que había luchado cara a cara y
sin retroceder contra terribles enemigos, sentía pavor al ver aquello. Era un sentimiento
involuntario, por terrible que fuera el aspecto de ese ser, no dejaba de pensar
en que se trataba de una niña. Tanteó la puerta hasta que pudo hacerse con su
cruz. Tenía que recuperar el valor para luchar, intentaba decirse a sí misma
que ese monstruo que la acechaba dispuesto a beber su sangre no era Esther,
pero no podía aceptarlo, su corazón se negaba a ello.
- Ven, no tengas miedo, - le pidió la niña recuperando
una voz dulce y suave más acorde a su apariencia. - Te gustará. Sarah me ha dicho
que te lo hará pasar muy bien, igual que a tu amiga, las dos disfrutan mucho, yo
las he visto y a veces me dejan jugar con ellas, ¿sabes? Nos quitamos la ropa y Sarah me toca…
- ¡Basta! - chilló Haruka totalmente fuera de sí. - No
hables así de esas cosas, es una aberración, sólo eres una niña.
- ¿Por qué?, eso no importa - se burló la pequeña
acercándose cada vez más. - Dentro de poco seré mayor, bueno. Sarah me ha dicho
que ya no creceré más pero casi tengo pechos. ¿Quieres tocármelos? Me gusta
cuando tu amiga lo hace, y ella me ha dicho que a ti también.
- No, ¡es mentira! - Aulló Haruka descompuesta. - Michiru
nunca le haría eso a una niña, ¡jamás! No podría.
- ¡Claro que sí! - rio aquel ser - y tú también lo harás,
ya verás. Te unirá a nosotras, aunque sea pequeña he aprendido lo que les gusta
a las mujeres adultas. Sarah me ha prometido que tú y yo podremos jugar juntas.
Y me enseñarás más cosas…
- ¡Ya es suficiente! - Gritó Haruka temblando y
blandiendo su cruz ante la pequeña - ¡Aléjate de mí o lo lamentarás!
La
cría retrocedió emitiendo un agudo chillido. Su siguiente reacción no fue
aullar ni gritar, sólo se sentó en el suelo y comenzó a hacer pucheros.
- ¿Por qué eres tan mala conmigo?, yo no tengo la
culpa, ella me obliga a decirlo, - balbuceaba dejando caer lágrimas de sus ahora
preciosos ojos azules. - No quiero ser así, ¡sálvame por favor!
Pese
a toda su prevención Haruka no podía dejar de sentir compasión por la niña,
miraba su infantil rostro castigado por el sufrimiento y su corazón era incapaz
de soportarlo. Se sentía conmovida y llena de dudas, entonces fue bajando la
cruz. Aquella preciosa niñita se parecía tanto a Hotaru, tenía que ayudarla, llevársela
de allí. Estaba tan indefensa y era tan poco culpable de su terrible destino…
decididamente tenía que salvarlas a ella y a Michiru. Quizás si todavía no se
había convertido del todo habría esperanza para ella, ¡para las dos! Pensando
en eso Haruka se aproximó a la cría con prevención.
-Todo va a salir bien. Tienes que aguantar, pequeña.
- Le dijo tratando de sonar más tranquila y animosa.- Resiste a su influencia.
Aunque
la niña solo lloraba tapándose la cara con las manos y sorbía. Haruka se
aproximó un poco más, añadiendo.
-Pronto estaremos a salvo…Ya lo verás…
Estaba
ya casi a su lado y en un instante la pequeña vampiresa saltó a su cuello
mostrando otra vez sus sanguinarias intenciones. Pese a la diferencia de peso
derribó a Haruka que pudo sujetarla a duras penas. Lo cierto es que, aunque
estaba limitado por ese cuerpo de niña, el vampiro aun así tenía una fuerza sobrehumana.
Los colmillos de su pequeña boca trataban de alcanzar el cuello de su víctima,
incluso llegaron a rozarla. Esther sonreía con una terrible mueca de sadismo,
sacaba su lengua lamiendo el cuello de su presa. Haruka sólo tenía una
posibilidad. Echó una mano hacia atrás y logró hacerse con una estaca que
interpuso como barrera entre la niña y ella, después, de una patada logró
apartarla. El vampiro se lanzó nuevamente sobre su presa. Pero en esta ocasión
su contrincante estaba preparada. La guerrera colocó la estaca en punta y la
inercia hizo el resto. Esther se empaló a sí misma con su impulso y cayó a un lado,
la afilada estaca le atravesó el corazón y le salió por la espalda. Ahora
volvía a tener aquel aspecto angélical y miraba a Haruka con unos agónicos
ojos, azules como el cielo. Únicamente pudo balbucear con un susurro.
- Gracias. Ahora podré irme al cielo…- y ya no dijo
más, cerró los ojos esta vez para siempre. -
Contemplando
la escena en silencio, las lágrimas rodaron por las mejillas de Haruka, la
valiente guerrera Urano que tantas veces había luchado contra el mal sin
retroceder jamás se derrumbaba ahora por el llanto. Al mirar sus propias manos manchadas
con esa sangre y ver el cuerpo inerte de la niña, no podía pensar que hace unos
momentos había sido un vampiro deseoso de matarla y beber la suya. Sólo veía a
una pequeña indefensa ante su cruel destino. Lloró abrazando el cuerpo inerte
de Esther como no lo había hecho desde que murió su padre.
- ¡No! ¿Por qué? ¿Por qué?, ¡esto no es justo, por
Dios! - Gritaba sollozando por la rabia, la pena y la frustración que tenía. - ¡Malditos
monstruos, os destruiré a todos, aunque no haga ya otra cosa en mi vida!
Respirando
hondo se enjugó las lágrimas. Por penoso que fuese tenía que seguir, y rezar
porque a Michiru no le hubiera ocurrido lo mismo que a aquella desdichada
pequeña que yacía en la habitación. Haruka recogió su cruz colgándosela
nuevamente al cuello y salió de allí.
-Tengo que continuar- Se ordenaba a sí misma de modo
inflexible. - ¡Vamos estúpida, no es momento para dejar que te puedan las
emociones! Ellos no las tienen y estarás en desventaja si el sentimentalismo te
domina.
De
esta forma se centró tratando se pensar racionalmente. Registró el lugar en el
que estaba. Otra puerta que vio a su izquierda únicamente daba a un cuarto vacío,
pese a ello había algunas cosas que le serían de utilidad. Maderas desclavadas
de las ventanas que le servirían como estacas y algunos clavos, los guardó en
la mochila y salió de aquella habitación. Subió por la escalera de caracol, que
era el único camino que le quedaba. Progresó peldaño a peldaño lo más deprisa
que pudo. Al llegar al final se detuvo escuchando unos gemidos ahogados que
provenían de una de las habitaciones, harta como estaba de aquella situación
abrió la puerta de una patada dispuesta a enfrentar lo que fuera que allí hubiese,
pero nuevamente se encontró incapaz de arrostrar aquel espectáculo que no podía
ni imaginar.
- ¿Qué es esto?... ¡No, no puede ser! - Exclamó horrorizada.
-
Tumbadas
en un sofá de seda y completamente desnudas encontró a su compañera y a una hermosa
mujer morena y voluptuosa que le sonreía mientras lamía con suavidad el pubis
de su amiga. Michiru gemía presa del placer y la excitación. Haruka conocía
bien ese gemido. Frente a ella un fornido individuo introducía su miembro en la
boca de ella que lo lamía con un éxtasis casi místico sujetándolo con una de
sus manos. Otro individuo tan fornido como el anterior penetraba analmente a
aquella bella mujer. Haruka contuvo la respiración hasta que esa chica se
dirigió a ella entre jadeos.
- ¿No te gustaría unirte a nosotros? Te garantizo
cotas de placer que nunca has podido ni soñar. - La sailor seguía sin poder
pronunciar palabra y su interlocutora añadió con voz melosa. - Sé que los
hombres no llaman tu atención, pero entre tu amiga y yo seguro que podremos complacerte.
Mira como disfruta ella. ¿Y quién sabe?, incluso puede que el sexo masculino
acabe por gustarte como le ha gustado a Michiru.
Haruka,
espantada, no podía quitar la vista de su amiga que seguía introduciéndose el
pene de ese individuo en la boca como si su vida dependiera de ello. Al fin,
pese a la furia y el desconcierto que la invadía fue capaz de contestar.
- ¡No!, esa no es ella. Y voy a terminar contigo
para librarla de esta maldición. - Repuso mientras luchaba aun por reponerse de
aquella escena. -
- Es una lástima, pero eso no va a ser posible,
lamento que hayas rechazado mi oferta - rio burlonamente Sarah. -
La sailor se abalanzó sobre su enemiga con una
estaca en la mano, pero justo cuando creyó alcanzarla, la vampira se desvaneció.
Levantándose trabajosamente del suelo y observando ahora una habitación vacía,
Haruka cayó en la cuenta de que había sido objeto de una visión, ese ser era capaz
de crear alucinaciones y jugar con las mentes de sus enemigos. Debería tener
mucho cuidado a partir de ahora. Salió de aquella estancia tratando de
recobrarse de la impresión, pero tuvo escasos segundos para hacerlo, dos pares
de brillantes ojos amarillos se acercaban a ella. Inmediatamente buscó protección
en la pared y blandió una de las estacas en la mano izquierda, apuntando su
linterna hacia esos maléficos ojos con la derecha. Reconoció a esos dos
individuos que habían aparecido en la alucinación, pero ahora tenía el
presentimiento de que eran bien reales. Y desde luego no se equivocó. Uno de ellos
saltó tratando de apresarla. Haruka se apartó clavándole la estaca en el pecho,
el otro pareció desconcertado, lo que bastó a la sailor para aplastar su cruz
contra la frente de su enemigo. Soltando un alarido espantoso éste comenzó a
arder. Una vez eliminados ambos ella prosiguió su camino por el pasillo. Esta
vez no se iba a equivocar de puerta pues una que tenía en frente se abrió de
par en par y la voz de aquella mujer la invitó a acercarse.
- Pasa, pasa, tenía muchos deseos de conocerte.
Haruka
entró con cautela empuñando su crucifijo con toda su convicción. De nuevo la
escena no podía ser más escabrosa. Aquella mujer desnuda sostenía la cabeza de
Michiru entre sus piernas, ésta se afanaba en lamerla el pubis. A su vez la
mujer vampiro se agachaba sobre su víctima y lamía el vientre de esta dejando
unos arañazos ligeramente sangrantes con sus colmillos. Esta vez la escena no
afectó a Haruka que no quiso caer en una nueva alucinación.
- El mismo truco no te va a resultar dos veces
conmigo, - sonrió con desafío. -
- Sé que eres muy inteligente. - Declaró la vampira
a su vez agregando no sin regocijo - por eso no lo he intentado siquiera, -
para demostrarlo dejó a Michiru libre y ésta se levantó mirando a Haruka con
unos fríos ojos llenos de lujuria. - Ahí la tienes, es la persona que andabas
buscando, ¿verdad? Pero pierdes el tiempo, ya es mía, totalmente mía. - Se
sonrió la vampiresa. -
- ¡Mientes! - replicó Haruka - aun no es de los tuyos,
estoy segura de que puedo liberarla de ti.
- Si eso es lo que piensas, - rio Sarah exhibiendo
dos afilados colmillos bajo sus carnosos
labios a la vez que le ordenaba a su presa. - Michiru, demuestra a tu compañera
que ahora eres solamente mi esclava.
Como
un resorte la interpelada saltó sobre la que había sido su amiga y pareja
tratando de morderla con dos temibles colmillos. Haruka logró esquivar el
primer lance, pero no el segundo. La sailor fue sujetada por su compañera con
una tremenda fuerza. Estaba aterrada. Aquella especie de monstruo que trataba
de cerrar sus fauces sobre su cuello no podía ser Michiru. Ella la recordaba
con esa sonrisa y con su ternura de siempre. Tocando el violín de esa manera
tan virtuosa que llegaba a hacerla llorar o incluso jugando entre las sábanas.
La rubia guerrera no apartaba de su mente los besos que ambas se daban,
cálidos, suaves o apasionados, tampoco olvidaba las risas y la alegría cuando,
junto a sus amigas, compartían alguna velada hogareña. Sin embargo, tenía que
dejar aquello de lado y usar todas sus fuerzas para tratar de sujetar a aquella
bestia ávida por sorber su sangre.
- ¡Jamás te lo perdonaré, maldita!- Exclamó
dirigiéndose a esa vampira de cabellos morenos, en tanto peleaba por su vida.-
Sarah simplemente sonrió mostrando sus largos y
finos colmillos entre aquellos rojos y carnosos labios, se aproximó sin prisas hasta
su presa susurrándola según llegaba.
- Ahora te convertiremos, serás una de nosotras y te
unirás a nuestra orgía eterna.
- Jamás lo haré ¡Respondió Haruka a la par que
forcejeaba para librarse del agarre! -Nunca, ¡antes muerta!
- ¿Por qué te niegas? - Le inquirió Sarah con un
gesto de ligera contrariedad exponiendo con buen talante. - Tu amiga es feliz,
y tú lo serías también. Eres una mujer muy valiente, muy inteligente, valiosa y
muy atractiva también. Sé lo mucho que Michiru te desea, al igual que yo.
Déjame hacerte el amor de una forma que nunca has conocido. Uniendo nuestros
cuerpos y nuestras sangres. - Y según
remataba la frase abrió la boca acercándose hacia el cuello de Haruka. -
- Michiru, reacciona por favor- suplicó a su amiga.
- No dejes que te posea este poder demoniaco. ¡Lucha!, sé que tú aun estas ahí.
- ¡Es demasiado tarde!, - rio Sarah sentenciando. - Ya
nada puedes hacer por ella…piensa mejor en lo que va a sucederte a ti.
Y de hecho, su antigua compañera y amante ya estaba
a punto de morderla cuando Urano recurrió
a una última y desesperada carta.
- ¡Yo te invoco talismán del corazón puro, espada! -
Gritó. -
Al pronunciar estas palabras una larga espada curva
con mango enjoyado se materializó en una de sus manos, con ella deslumbró a
Michiru que aflojó su presión tapándose los ojos con las manos y aullando como si
se quemase, cayó al suelo retorciéndose de dolor. Por su parte Sarah retrocedió
cegada y sorprendida por aquella luz. Haruka lo aprovechó reuniendo las pocas
fuerzas que le quedaban. Se apartó rodando lejos de ambas y, ya en pie, sacó el
frasquito de agua bendita mientras la vampiresa, sobreponiéndose al instante de
desconcierto, le dijo con tono calmoso e incluso de superioridad.
- Ahora tienes dos opciones, querida. Una es matarme
a mí con esa agua y la otra es curar a tu amiga. Aun puedes hacerlo, pero
necesitarás toda la cantidad de la botellita. Puedes elegir. Ya está tan
vampirizada que ni acabando conmigo la liberarás.
De hecho,
su pareja se estaba incorporando. No tenía ni un instante que perder, antes de
que de seguro volviera a atacarla.
- Entonces la elección es bien sencilla, - contestó
Haruka sujetando del cuello a su compañera y vertiendo en su boca parte del
frasco. Hizo lo propio con el resto sobre su cuello aun horadado por las marcas
de los colmillos de Sarah. - ¡Vamos, Michiru aguanta!
Al momento
Neptuno comenzó a retorcerse entre horribles convulsiones, de su cuello salió
humo como si ardiera en una barbacoa. Gritaba de forma estremecedora. Su amiga
estaba sobrecogida y muy asustada solamente era capaz de musitar.
- ¡Michiru! Te lo suplico, resiste…
Y al fin Neptuno cayó inconsciente en el suelo.
Sarah prorrumpió en una larga carcajada incrementando la ira de Haruka.
- ¿Qué es lo que te hace tanta gracia, maldita zorra?,-
le gritó ésta furiosa, a la par que blandía su espada. –
Su
antagonista la observaba divertida, sonreía incluso de modo despectivo,
moviendo la cabeza para replicar.
- Ja, ja, ja. ¡Lo ilusa que eres! Eso me hace gracia. Me río de tu estupidez, y de tu ñoño
sentimentalismo. Debiste matarme a mí antes. Ahora, pese a que ella se recupere,
yo os convertiré a ambas en mis esclavas, sin esa agua no podrás vencerme. No
eres rival para mí.
- ¡Eso ya lo veremos! - replicó su oponente en tono
desafiante. – Ven aquí si te atreves. Vamos a comprobar si sabes hacer algo más
que comportarte como una puta barata.
- ¿Puta barata?,- repitió Sarah con incredulidad
espetando incluso con irritación. - ¡Estúpida!, yo enseñé a la reina Cleopatra
el arte de amar. Durante siglos he poseído a algunos de los hombres y mujeres
más famosos de la historia, ¿qué sabrás tú de todo eso? Hice el amor al Marqués
de Sade y me acostaba con Lucrecia Borgia, y ellos, te lo puedo asegurar, era
mucho más duros que tú.
- ¿Ah sí? Pues tendrás que comprobar cuan peligrosa
me vuelvo cuando me sacan de mis casillas. - Respondió Haruka sin temor, ni al
parecer impresionada por estas revelaciones. - ¡Vamos! Te estoy esperando…
Sarah
no respondió con palabras sino aumentando el tamaño de sus colmillos y
transformando su boca en unas fauces de expresión animal. Lanzó entonces contra
Haruka un manotazo que envió a esta contra la pared sin que pudiera darle
tiempo a esquivarlo siquiera.
- Esa espadita no te servirá conmigo. - Reía con un
sibilante gruñido para indicar a su enemiga.
-Mira, mira bien a tu alrededor y comprenderás que no tienes nada que
hacer...
Haruka
vio horrorizada como repugnantes ratas la cercaban por todas partes, además se
veía atrapada por raíces que surgían de la pared. Sarah reía de forma espantosa
y se acercaba parsimoniosamente hacia ella, con la seguridad del cazador que
sabe acorralada e indefensa a su presa.
- Ahora por fin vas a ser mía, mi nueva y más preciada
concubina. - Abrió sus fauces para darla el mordisco mortal, pero la voz de
Michiru se lo impidió. -
- No, no lo será, ¡nunca lo será!,- gritó
esforzándose trabajosamente por levantarse y repitiendo estas palabras. -Yo te
invoco talismán del Corazón puro, espejo...
Dicho
esto, un precioso espejo con brocados de oro apareció en sus manos, Michiru lo
dirigió contra las visiones que atormentaban a su amiga haciéndolas desaparecer,
ya no había ratas ni raíces que la retuvieran. Sarah se apartó ante aquel
objeto, era el único espejo que lograba reflejarla pues sólo le mostraba su
esencia de maldad, algo que atormentaba a cualquier ser, por pérfido que fuera.
Haruka aprovechó el momento para atravesarla el corazón con su espada.
- ¡Disfruta de esto, pécora inmunda! - Espetó la
guerrera removiendo su arma dentro de su enemiga. - Esto te pasa por meterte
con nosotras.
Sarah aulló de dolor, pero, pese a esta grave herida
que hubiera sido mortal para cualquier otro de sus camaradas y para asombro de
sus enemigas, ella logró sacarse la espada y retroceder. Trastabilló y pudo
llegarse a la ventana a trompicones. Abrió sus fauces mostrando ahora sus dos
colmillos que parecían haber aumentado de tamaño, aullando con expresión de
odio.
- ¡Os destrozaré! Esto que me habéis hecho no os lo
perdonaré…
-Ven por nosotras si te atreves. - La desafió
Michiru elevando ahora el espejo a duras penas.-
La
joven se sentía muy débil. La cabeza le daba vueltas y casi estaba a punto de
desmayarse. Apenas si recordaba nada de lo sucedido. Estaba sumida en una
nebulosa de confusión. No obstante, tenía que aguantar. Por desgracia, estaba
tan agotada que dobló una rodilla.
-Valor, resiste. - Le pidió Haruka a su compañera.
Aunque ella tampoco estaba mucho mejor. -
- ¡Ja, ja, ja! Patéticas mortales. No podéis ni
teneros en pie. - Siseó la vampira, añadiendo con regocijo. - En cambio yo me
estoy regenerando a cada segundo que pasa.
Sus adversarias vieron con creciente pavor como ese
boquete abierto por la espada de ese monstruo comenzaba a cerrarse de forma
lenta pero constante.
-Ahora es mi turno. - Sentenció Sarah que se irguió
para dar un paso hacia las humanas.-
Pero
Michiru levantó entonces el espejo. Había visto como los primeros rayos del sol
comenzaban a iluminar el horizonte y logró reflejar uno parcialmente dirigiéndolo
contra su enemiga. Al verse tocada por él Sarah aulló de dolor…
-Vas a tener un bonito bronceado, cortesía de la casa.
- Susurró Neptuno tratando de sonar sarcástica sin apenas conseguirlo. -
Ahora fue aquella terrible vampira quién, girando
rápidamente la cabeza, observó con horror que dentro de escasos momentos saldría
por completo el sol.
- Por esta vez me habéis vencido- sibiló con voz
entrecortada. - Pero volveré, podéis estar seguras de ello, aunque tarde
décadas para conseguirlo, comenzaré de nuevo mi reinado. El tiempo no existe
para mí.
Tras terminar esa frase se transformó en un gran murciélago
que salió volando por la ventana, pese a todos sus esfuerzos las chicas no
lograron darle alcance.
- ¡Maldición! - escupió Haruka lamentándose
impotente. - Ha escapado, la teníamos y la dejamos marchar.
- No te tortures, no pudiste hacer más, - contestó su
compañera con la dulzura que acostumbraba para consolar a su amiga y amante. –
Ni yo tampoco. Estamos demasiado débiles…Ha sido un milagro que estemos vivas…-
Pudo rematar a duras penas cayendo de rodillas al suelo. -
- ¡Michiru! - pudo responder Haruka ahora con voz
más suave y calmada, pero dominada por la emoción en tanto se arrodillaba para
abrazarla. - ¡Perdóname!, debí interesarme por tu estado, ¿estás bien? Me tenías
muy asustada, cuando te vi con ella creí...
- No, no temas nada, estoy bien, soy la misma de siempre.
- La tranquilizó ésta - y gracias a ti. Has salvado mi alma de un tormento
eterno. Además de evitar que condenase a la tuya. Sarah pretendía morderte ella
y que yo bebiese tu sangre y tú la mía para convertirnos a las dos. Y lo más
terrible de todo es que yo, en algunos momentos, sentía verdadero deseo de
hacerlo. Era una sensación tan extraña, como si hubiera sido un sueño. No
quiero ni recordarlo, te habría matado. - Añadió angustiada y llena de culpabilidad.
-
- Pero no lo hiciste. Y esa malvada no consiguió sus
propósitos, gracias a Dios, - respondió Haruka que esta vez lo dijo con pleno
convencimiento y reconocido alivio en esa frase. -
Ambas
se abrazaron sin refrenar sus ganas de llorar por la emoción. Poco a poco los
primeros rayos del nuevo día las bañaron por entero haciéndolas pensar que todo
había sido una pesadilla. Tras unas tres horas de caminar maltrechas, heridas y
extenuadas, llegaron al pueblo donde contaron todo lo ocurrido. Las gentes del
lugar no cabían en sí de gozo, les curaron las heridas y les dieron
alojamiento. El párroco de la población se deshizo en agradecimientos, pero
Haruka sólo le pidió un favor.
- Padre, cuando reposemos, deseo que me acompañe
para poder enterrar a esos desgraciados.
Después,
tanto ella como Michiru se desplomaron inconscientes. Al despertar era
nuevamente de día. Apenas fue capaz de abrir los ojos, Haruka preguntó, al
verse tumbada en una blanda cama.
- ¿Cuánto he dormido?
-Un par de días. - Respondió la solícita voz de su pareja.
-
Michiru
estaba junto a ella, tomándola de la mano. Le sonreía con expresión de alivio y
felicidad. Ahora sí que era verdaderamente esa joven dulce y de apariencia
delicada y tan hermosa. Al poco añadió.
-Me desperté hace unas horas ya. Casi de madrugada.
Por suerte todo está bien. Hemos podido con ellos. ¡Les hemos vencido! Ruka.
Haruka
asintió sonriendo con esa misma expresión feliz de su compañera. Cuando se levantó,
se dio un baño, luego desayunó con voracidad. Al fin, pudo reunirse con los
lugareños. Fue el párroco quién explicó a ambas.
-Fuimos hasta donde nos dijeron. En efecto,
recuperamos los cuerpos de la familia. Pero no nos atrevimos a ir hasta aquella
casa.
-Pues iremos ahora. Nosotras los acompañaremos y no teman.
- Aseguró Haruka. - Ya nada malo les sucederá.
El
cura y muchos voluntarios accedieron gustosos, aunque afligidos por esas
muertes. Empero, les alegraba saber que estaba seguros ahora, ya podían pasear
de nuevo al ponerse el sol sin miedo a esos seres infernales. Llegaron junto a
la mansión donde aún reposaban los restos de la niña que apenas si se habían
comenzado a degradar. Incluso aquella expresión angelical le adornaba todavía
el rostro. Todos los presentes miraban conmovidos como Haruka la tomaba delicadamente
en brazos depositándola cuidadosamente en un pequeño ataúd. Tras cavar una
tumba la enterraron. Una pequeña lápida señaló su nombre y el cura y todos los
presentes rezaron. Haruka y Michiru también lo hicieron y, aun de forma lejana,
creyeron escuchar una encantadora risa infantil. Parecía el sonido de un alma
dichosa que volara hacia su liberación.
- Descansa en paz Esther, pobre niña, - musitó
Haruka con los ojos cubiertos de lágrimas, pero a la vez feliz de haber liberado
para siempre el alma de la pequeña. -
También
emocionada y compadecida Michiru le dio la mano y ambas volvieron hacia el pueblo.
Tras ese duro día se acostaron enseguida, querían dormir unas cuantas horas más
para estar frescas la mañana siguiente. Llegada ésta las dos se dispusieron a
abandonar esos parajes. Todos los lugareños se dieron cita para despedirlas.
Haruka, sin mirar atrás, arrancó el coche y tomó veloz el camino hacia la
carretera principal. La alegría de ambas fue aumentando al recorrer paso a paso
el camino hacia casa, llegando a los familiares entornos de la ciudad.
- Espero que esta noche podremos celebrarlo -
susurró Michiru a su amiga. -
- Claro que sí, ya sabes que me encanta - le
respondió Haruka dándola un ligero beso - y mañana más tostadas con mucha
mermelada de arándanos.
- ¡Creo que te estoy empezando a malcriar!,- rio su
interlocutora que logró que su compañera la secundara. -
-Ojalá que estemos juntas para siempre. Pero siendo
como somos. - Pudo decir Haruka con un tono mucho más reflexivo y emocionado. -
Disfrutando del cariño de nuestros seres queridos y pudiendo devolvérselo.
Su
compañera asintió. Así, las dos enfilaron por fin el camino hacia casa,
contentas de haber dejado atrás con bien tan peligrosa aventura...Pero en algún
sombrío y apartado lugar esa maléfica criatura curaba lentamente sus heridas
preparando su retorno en un sitio nuevo donde sus malignas artes no fueran
conocidas y nadie reparase en su presencia. En las profundidades de la tierra,
en alguna caverna o fosa no explorada. Ese engendro del mal estaba colgado
cabeza abajo, como el murciélago en el que se había transformado para escapar. Se
mantenía en un estado similar al de la hibernación. Entonces algo le hizo
despertar. No supo cuánto tiempo habría transcurrido. Casi con voz gorgoteante
inquirió…
- ¿Quién está ahí?...
No
obtuvo respuesta, Aunque todavía estaba débil bajó recobrando su forma de
mujer. Si era algún incauto excursionista le serviría como alimento a fin de
acelerar su recuperación. Se dispuso a apresarlo caminando unos pocos pasos
entre la oscuridad. No obstante, no había nadie.
-Sé que estás aquí. - Insistió pese a todo. -
Y es que podía percibir una presencia.
Una muy fuerte. Y al fin la vio. Era una forma que se recortaba en la propia
negrura. Eso la sorprendió y no pudo evitar preguntar.
- ¿Quién eres tú? ¿Un ser de la noche como yo?
Nadie
le contestó, aunque un tenue resplandor azulado iluminó a aquel ser. Sarah no
tuvo que esforzarse mucho para percatarse de que ese extraño era mucho más
poderoso que ella. Su aura era terriblemente fuerte. Parecía una especie de
monje. ¡Quizás fuese el propio príncipe de las tinieblas en persona! Había oído
a su “madre” hablar de él alguna vez hacía mucho, muchísimo tiempo. De modo
que, sin dudar, dobló una rodilla inclinando sumisamente la cabeza ante él.
-Mi señor oscuro…estoy a tus órdenes.
Y tras unos instantes levantó la mirada. Aquel ser
se limitó a mostrarla un gran libro de tapas bermellón, y a apuntarla con una
manga del sayal negro que le recubría. La vampira llegó incluso a taparse el
rostro con las manos en actitud defensiva, pero tras unos instantes nada
ocurrió. Al retirarlas y atreverse a mirar constató que estaba sola. Eso sí,
totalmente recobrada. Incrédula se observó a sí misma musitando.
-Es imposible, ni siquiera con mi poder de
regeneración habría sido capaz de conseguir esto en tan poco tiempo…
Al poco su risa atronó con sus ecos aquella vacía
caverna. Estaba claro que ese poderoso desconocido la había auxiliado. Y en su
mente de hecho se dibujaba ahora un plan. No sería necesario vengarse de
aquellas dos patéticas humanas. Las que la habían humillado y dañado tanto. Eso
no era importante. Tenía otro cometido. Uno mucho más trascendente.
-Mi señor de la oscuridad, he comprendido...y
obedeceré. - Declaró al ser consciente de que aquel extraño ser le había
grabado aquellas instrucciones en su mente. - Se hará como tú deseas.
Debería aguardar para llevar a cabo esos planes, pero
no le preocupaba en absoluto. Sería incluso mejor. Pasarían décadas quizás y para
entonces, Haruka y Michiru no estarían ya para detenerla, la pregunta era,
¿habría alguien que lo consiguiera?...
-Esas dos pasarán como otros tantos han florecido y
marchitado a lo largo de mi existencia. – Se dijo. -
A miles de kilómetros de allí, sus enemigas
ignoraban todo esto. Ya estaban de vuelta a casa en Japón. Ambas tuvieron además
unas estupendas noticias que las ayudaron a olvidarse de aquel mal trago. Hotaru,
acompañada por su padre y Kaori, vinieron a verlas. En cuanto llegaron, Haruka
abrazó a la pequeña sin poder evitar que sus ojos se llenasen de lágrimas,
Suoichi dijo bastante sorprendido.
- Bueno, yo sabía que queríais mucho a mi hija, pero
tampoco ha sido para tanto, sólo ha estado fuera unos pocos meses.
- ¿Os ha ocurrido algo durante este tiempo? - Preguntó
Kaori de forma muy perspicaz. -
- Ya sabes como es la vida de las guerreras, - repuso
en voz baja Michiru añadiendo sin querer ser más explícita, al menos delante de
la cría que ahora bromeaba con Haruka. - Siempre hay maldad contra la que
luchar.
- Entiendo. - Contestó su interlocutora sin querer
ahondar más para cambiar de tema, preguntando con interés y amabilidad. - ¿Sabéis
algo nuevo de Setsuna?
- No, desde que se fue con Lornd y se convirtió en
reina, estuvimos en la ceremonia de coronación, pero eso ocurrió hace ya varios
meses. Desde entonces hemos estado ocupadas. - Respondió Haruka enjugándose las
lágrimas. -
- Te he echado de menos Haruka papá- dijo Hotaru - y
a ti también Michiru mamá- añadió - ¿Dónde está Setsuna mamá? ¿No ha vuelto a
veros del planeta de los saiyajin? Creía que vendría a visitarnos pronto. - Comentó
mirando en derredor suyo. -
- Verás- le contó afectuosamente Haruka. –Sabes que
Setsuna se ha ido lejos y que ahora tienen nuevas obligaciones, pero volverá a
vernos, no te preocupes, está muy contenta.
Hotaru
escuchó no muy convencida, pero al fin, dijo recobrando una alegría algo
infantil. Lo que a veces sorprendía a sus compañeras.
- ¿Me contaréis cómo os ha ido en este tiempo
Haruka- papá, Michiru- mamá?...
- Claro que sí, - respondió Urano de forma emotiva.
– Te contaré muchas cosas.
- Vaya- intervino Kaori. - Os envidio, yo no he
conseguido que me llame todavía Kaori mamá.
- Sí, es curioso, a mí sí me llama papá, ¡pero no Souichi
papa! - rio Tomoe. – En eso todavía no he podido igualaros.
Sus
interlocutoras esbozaron unas débiles sonrisas. Aquel hombre era una buena
persona. Una víctima involuntaria de ese malvado Germanoid, el daimon que lo poseyó,
obligándole a trabajar para las fuerzas del mal. Estuvo incluso a punto de morir,
pero gracias a la Guerrera Luna, sobre todo, pudo salvarse y volver a una vida
normal. No obstante, tuvo secuelas graves. Estuvo en una silla de ruedas
durante un tiempo hasta que se recobró y perdió la mayor parte de sus recuerdos
de entonces. Aunque aquello más bien supuso una bendición. Ignoraba por tanto
que su hija, a la que él creía simplemente una niña, fuera en realidad una
guerrera de la justicia. Y tampoco recordaba que su ahora esposa, Kaori Tomoe,
a la que él creyó conocer como Kaori Night, fuese su asistenta Kaorinite, y una
de las mayores enemigas de las sailors. Al menos hasta ser muerta por Mistress
Nine, el ente maligno que a su vez moraba entonces dentro de Hotaru. Después,
Kaorinite cayó a los infiernos y finalmente entre ellas, Esmeralda, Zafiro y, sobre
todo, Diamante, la sacaron de allí, trayéndola de nuevo a la vida. Aquella
mujer quien, muy arrepentida, seguía eso sí, enamorada del buen doctor. Con el
tiempo logró que él la correspondiera y se casaron. Sin embargo, eso no le
gustó nada a Hotaru que sí tenía todos los recuerdos de entonces, lo mismo que
la que era ahora su madrastra. Tanto Michiru como Haruka sabían que, delante de
Souichi, todas debían representar su papel. Por ello, y tratando de obviar la mirada
torva que su hijastra le lanzaba, Kaori reconoció, algo apurada.
- Si no os importa, hoy la dejamos con vosotras a
dormir. Souichi y yo íbamos a salir después de visitaros. Pero, si os molestamos
o interrumpimos algo que tuvierais planeado nos la llevaremos a casa. La verdad
es que teníamos que haberos llamado para decíroslo.
- No, en absoluto. Estaremos encantadas de tenerla
con nosotras. - Sonrió Michiru - ¡La hemos echado muchísimo de menos! ¡Da tanta
alegría a esta casa! Además, hoy nos apetece pasar una noche tranquila pegadas
a la televisión y contándole cosas a Hotaru. Y que ella también nos explique
que ha hecho en este tiempo.
- Os lo agradecemos mucho - terció el profesor Tomoe
que se agachó para besar a su hija recomendándola. – Ya sabes, pórtate bien y
obedece a todo lo que digan.
Hotaru
asintió y besó a su padre en una mejilla. A su madrastra se limitó a despedirla
con la mano. Tomoe y Kaori por su parte saludaron a las dos chicas y se fueron.
Haruka y Michiru se quedaron con la niña deseosas de darle su cariño y contarle
historias una vez más. Pero su compañera guerrera, en cuanto su padre y Kaori
se marcharon dejó salir su verdadera naturaleza. Enseguida las miró con una
expresión mucho más seria para decir con visible malestar.
- ¡Maldita estúpida! Nos la llevaremos a casa, dice.
-No debes hablar de ella así. - Le pidió Michiru con
tono suave. -
-Es cierto. Está haciendo muchos esfuerzos por ser
una amante esposa para tu padre y una buena madre para ti. - Completó Haruka. -
- ¡Nunca será mi madre! - Sentenció su ahora molesta
contertulia. -
-Por favor, Hotaru, no te enfades. - Terció
conciliatoriamente Michiru. - Nos hace mucha ilusión tenerte aquí. No te
imaginas cuanta.
-Es verdad. – Convino Haruka. - Eres una muchacha bondadosa.
No sigas tratando de mostrarte tan dura con esa mujer…Ya ha pagado de sobra por
lo que hizo.
-No estoy de acuerdo. Y aunque tengo que representar
el papel de hija delante de mi padre, eso no significa que haya olvidado los
terribles ratos que me hizo pasar. – Replicó la aludida añadiendo ahora con más
suavidad. - Por papá lo hago gustosa, porque sé que cree que se perdió toda mi
infancia y que me puso en peligro en ese accidente. Y el pobre se culpa sin
motivo. Ignora que dejé de ser una niña en cuanto desperté como la Guerrera de
la Destrucción y el Renacimiento. Sin embargo, únicamente por él trato de comportarme
como esperaría cualquiera de una hija de mi edad…
Sus
compañeras la miraban con gesto de circunstancias. Incluso apenadas.
- Algún día las cosas serán diferentes. Y espero que
llegues a darte cuenta de que ahora Kaori no es tu enemiga. - Deseó Michiru con
una expresión consternada. -
Sin
embargo, lejos ahora de molestarse por esas palabras, Hotaru la observó a ella
y a Haruka con sorpresa. Enseguida preguntó llena de un tono perspicaz.
- Os ha sucedido algo grave, ¿verdad? Os noto tristes.
Sus
interlocutoras se miraron con apuro, no tenía sentido ocultárselo a la
muchacha. Entonces decidieron contarle a Hotaru a grandes rasgos y omitiendo detalles
escabrosos, lo sucedido.
- ¡Es terrible! - Pudo decir su compañera queriendo saber.
- ¿Entonces no pudisteis acabar con ella?
-Con haber evitado que ella acabase con nosotras nos
conformamos. - Suspiró Haruka. -
-Tendremos que ser muy precavidas y vigilar desde
ahora para que ese monstruo no vuelva a sembrar el terror de nuevo. - Declaró Michiru.
-
La
que también era una guerrera, Sailor Saturno, asintió con gravedad. Sería otro
enemigo del que preocuparse. Aunque de momento poco podían hacer.
-Si vuelve a reaparecer contad conmigo. Ya veremos
si es tan dura ante la Lanza del Silencio. - Sentenció. -
Sus amigas se lo agradecieron sonriendo. Tras unas
horas de conversar ya más distendidamente y compartir novedades y recuerdos, Hotaru
se marchó a la cama dejando a sus dos compañeras charlando en el comedor.
- Hoy no tengo mucho sueño que digamos. - Le confesó
Haruka a su amiga al cabo de unos minutos. -
- Han sido muchas emociones en los últimos días. -
Suspiró Michiru cansinamente. - Pero yo sí que estoy agotada, si me perdonas me
iré a la cama.
- Sí, vete, te hace falta descansar- le aconsejó su
pareja, no sin prometer. - Yo iré enseguida, en cuanto aclare un poco mis ideas
y me entre el sueño.
Su
amiga sonrió y besó a Haruka deseándole buenas noches, sabía que cuando su
compañera decía eso valía la pena no esperarla. Ésta, efectivamente pasó la
noche en vela, recordando esos momentos no tan lejanos, cuando Hotaru y Setsuna
vivían junto a ellas...en una de esas tardes distendidas, en las que se
asemejaban a cualquier familia corriente. En el salón la niña jugaba al enredo,
ese era un juego por el que su padre sentía también gran afición. Haruka no
tenía muchas ganas de jugar, pero finalmente la insistencia de la cría la
convenció. Así que estaba con el pie izquierdo en el círculo rojo y la mano derecha
en el verde. Hotaru, giraba la rueda y ahora era Michiru la que debía situarse
debajo de Haruka con los dos pies en los círculos amarillos y la mano izquierda
sobre uno azul.
- ¡Vamos, Setsuna mamá! - Chilló alegremente la niña
en dirección a la cocina. - Ahora te toca a ti.
- Estoy ocupada haciendo la cena, cielo, ¿no te basta
con Haruka y Michiru?,- repuso afablemente ésta desde la distancia. -
- ¡Nooo!, ven por favor, ellas están ya ocupadas. Anda
ven - le insistió una vez más la pequeña con voz suplicante. -
- ¡Sí Setsuna, ven por favor! - Le pidió Michiru
riéndose mientras confesaba. - Casi no
aguanto más, esta postura es incomodísima.
- Ven anda. No seas aguafiestas. - Añadió Haruka en voz
alta. -
- Está bien, ahora voy...- cedió la aludida
objetando eso sí. - Pero no por mucho tiempo. Tengo la cena en el fuego.
La tan requerida joven de larga cabellera verde
oscura y unos hermosos ojos bermellón tardó unos segundos en llegar. Iba provista
de un delantal y llevaba un cuenco en el que estaba batiendo unos huevos, al
ver a sus compañeras en esa postura no pudo por menos que reír.
- No te rías tanto, que ahora te va a tocar a ti. - Le
advirtió Haruka. -
- Venga Hotaru, dale a la ruleta - le pidió Michiru
a la niña. -
La
pequeña lo hizo al punto y dijo con voz inmisericorde a Setsuna que tuvo que dejar
el cuenco sobre una mesa.
- Pie derecho en círculo azul y mano izquierda en el
rojo.
- Eso es muy difícil- protestó la requerida exponiendo
no sin rubor. - Tengo que ponerme entre Haruka y Michiru haciendo equilibrios a
la vez.
- ¡Oh vamos, Setsuna! - rio Haruka. - No irás a
amilanarte por esa pequeñez, seguro que tu amigo Lornd y tú adoptaréis posturas
más imaginativas.
La
aludida se enrojeció visiblemente provocando la hilaridad de sus compañeras.
- No hables de esas cosas delante de la niña. - Le
recriminó con un susurro a su compañera que se disculpó sonriendo. -
- Vamos mujer, ¡anímate!, será solo un momento.
Hotaru nos ha convencido a las dos y sólo quedas tú. Además, ya me estoy
empezando a cansar de esta postura, las piernas se me han dormido. Así que date
prisa – la urgió Michiru. -
Setsuna
a duras penas adoptó la posición, las tres estaban cómicas. Hotaru se reía
señalándolas con un dedo y giró la ruleta para sí.
- Pie derecho en el círculo amarillo y manos en los azules,
- dijo e inmediatamente se colocó en posición. -
Ahora
las cuatro se miraban aguantando la risa, temblaban pues la fatiga se hacía
notar.
- ¿Hasta cuándo tenemos que estar así? ¡Se va a
quemar la cena! - avisó Setsuna obviamente preocupadísima por esa posibilidad.
-
- Ya podemos dejarlo, ¿verdad Hotaru?,- preguntó
Haruka con el vivo deseo de que así fuera. -
- ¡Vale! - exclamó la niña añadiendo con entusiasmo.
- ¡Pero luego jugaremos otra!
- No sé si podré resistirlo, - terció Michiru
intentando incorporarse. - Se me están durmiendo las piernas.
Y debido
precisamente al cansancio Neptuno no calculó bien y movió a Haruka que perdió
el equilibrio, ambas cayeron provocando a su vez la caída de Setsuna que
arrastró consigo a la pequeña. Las cuatro quedaron tumbadas en el suelo, la
situación era de lo más cómica y tras un momento de silencio, no pudieron
evitar el echarse a reír...
- ¡Dios mío! - pensaba Haruka esbozando una tenue
sonrisa de nostalgia al volver de esos recuerdos. - Nos han ocurrido tantas
cosas, pero todo ha merecido la pena, con tal de estar junto a nuestros seres
más queridos.
Poco
a poco los ojos de Sailor Urano se cerraban, el cansancio en forma de sopor la
envolvía lentamente y ella decidió no luchar más. La joven entró dulcemente en
el mundo de los sueños, quedándose dormida en el sofá del salón. Dormiría para
levantarse al día siguiente, con el ánimo renovado y con ganas de vivir nuevas y
más apasionantes aventuras.
EPILOGO.
Unos cuantos años después las dos volvieron a
pasarse por Nueva York por motivos estrictamente laborales. Al terminar de
cumplir con estos, aunque era ya algo tarde, plena noche en realidad, visitaron
a sus amigos.
-Espero que no seamos muy intempestivas. - Comentó Michiru.
-
-Es que era una pena el irse de aquí sin verlos. -
Argumentó Haruka. - ¿No crees?
Su pareja asintió, en eso estaba de acuerdo. De modo
que se llegaron hasta la gran verja de entrada de ese chalé y tocaron el timbre.
Roy les abrió la puerta con visible sorpresa, pero alegre de verlas. Cuando
ellas recorrieron la distancia que las separaba de esa entrada al hall de la
casa las saludó.
- ¡Hola, chicas! -Exclamó con entusiasmo. - ¿Cómo
vosotras por aquí?...
-Michiru tenía otra de sus giras y yo estaba libre,
decidí acompañarla. - Respondió Haruka. -
-Pasad, por favor. - Les pidió él con tono amable. -
Mi esposa estaba acostando a los niños.
-A Leval y a Kerria, ¿verdad? - Recordó Michiru. - Deben de estar muy mayores.
-Pues mi hijo ya
tiene ocho años, y mi hija seis. - Les contó su interlocutor con un no
disimulado tinte de orgullo. -
-Parece mentira
como pasan los años. La última vez que estuvimos aquí, si mal no recuerdo, no
teníais hijos. - Se sonrió Haruka. -
-Así es. - Asintió
su anfitrión en tanto las guiaba al comedor. -
Las dos tomaron asiento en un sofá
que presidía la estancia. Roy les trajo algo de beber, ofreciéndoles, además.
-Todavía me queda
algo para prepararos una buena cena de las mías. Si tenéis hambre…
- ¡Oh no! ¡Por favor!
- Rehusó educadamente Michiru, algo azorada al señalar. - Hemos venido muy
tarde.
-Es cierto. No estábamos
seguras de si pasarnos por aquí, no queríamos molestaros, pero nos hacía ilusión
veros. - Añadió Haruka. -
-Vosotras nunca molestáis.
- Repuso afablemente Roy. -
En ese instante llegó Bertie, sonrió
al ver a las chicas y tras intercambiar saludos, se sentó junto a su marido y
sus invitadas. Tras una breve charla, las dos se pusieron más serias cuando abordaron
el tema de sus antiguas batallas.
-Precisamente, la
última vez que estuvimos por aquí, no fuimos del todo sinceras con vosotros. Y
eso nos pesa. - Confesó Haruka.-
-En realidad no
vinimos simplemente por unas vacaciones. Tuvimos que enfrentarnos a seres de
las tinieblas que nos pusieron la carne de gallina. - Añadió Michiru. -
-Eso es mucho
decir, viniendo de vosotras. - Afirmó Bertie. - Nos os achantáis ante nada.
Recuerdo cuando luchamos contra los demonios. O todos los combates contra esos
invasores del espacio. ¿Qué fue esta vez? - Inquirió. -
-Nos enfrentamos a
vampiros. – Les desveló Haruka. -
- ¿Vampiros? Eso sí
que no me lo esperaba. - Comentó un perplejo Roy. -
-Sí, hicimos frente
a su líder, una mujer llamada Sarah. Era realmente poderosa. Estuvo a un paso
de convertirme en uno de ellos. - Comentó Michiru, todavía con ciertos tintes
de congoja al recordarlo. -
Junto con su compañera les hizo un
breve resumen de aquella aventura a sus amigos. Bertie y Roy se miraron
atónitos, aunque en ese instante un ruido les distrajo a todos. Como si de un
suave golpe se tratase. Luego un sonido de pasos. Tras aquella historia que
habían escuchado se levantaron como resortes. Fue Haruka quien primero se
adelantó hacia la salida del salón. Allí, en el pasillo que daba a las escaleras
que conducían a la planta superior vio algo en el suelo. Era una especie de
osito de trapo. Sonrió levemente cuando lo tomó en su mano derecha, le
recordaba a Winnie de Poo. Enseguida escuchó una voz de niña que le pedía.
-Dame a Míster
Skipy, por favor.
Atónita miró hacia arriba de las
escaleras y descubrió el rostro de una cría de apenas seis años quizás. Su
expresión era de miedo y perplejidad en sus grandes ojos verdes.
-Hola. Tú eres
Kerria, ¿verdad? - Sonrió Haruka, ofreciéndole aquel peluche. - Toma.
La niña asintió despacio, su media
melenita de tono castaño sobre sus hombros se movía al ritmo de aquel gesto.
Tras unos instantes de indecisión, bajó tímidamente las escaleras y se llegó
ante Haruka que permanecía de rodillas sujetando al osito. Se lo alargó a la cría
quien estaba a punto de tomarlo cuando pudo oírse la voz admonitoria de Bertie dirigiéndose
a ella.
-Kerria Lorein,
¿se puede saber qué haces despierta a estas horas?
-Es que, tenía
ganas de hacer pis. - Se justificó la cría casi a punto de llorar. - Y Míster
Skipi se me cayó.
-Bueno, no pasa nada.
- Comentó conciliatoriamente su madre aproximándose a ella. - Anda tesoro, ven,
vamos a la cama.
Roy y Michiru llegaron también,
enseguida sonrieron a la niña. Aunque esta daba la impresión de estar muy asustada.
- ¿Qué te pasa, cariño?
Quiso saber su padre al constatar su estado. Aunque creyendo saber el motivo se
apresuró a intentar tranquilizarla. - No tengas miedo. Estas señoritas son
amigas nuestras. -
-Te he oído hablar
de que hay vampiros. - Pudo decir la cría, con visible temor en su carita. -
Roy se miró con su esposa y sus
invitadas, todos bajaron la vista consternados. Habían estado charlando de
cosas que una niña tan pequeña jamás debería haber escuchado. Por fortuna fue
Haruka quien, plena de inventiva, le comentó con tinte jovial y desenfadado.
- ¡Claro! Hablábamos
de Halloween. Les estábamos contando a tus papás que nos disfrazamos de vampiras.
¿Verdad Michiru? Con capas y unos colmillos muy grandes.
-Sí, eso es. -
Asintió la aludida. - No veas que miedo les dimos a todos los niños del
vecindario.
- ¡Imagina si les
asustamos que fueron ellos los que tuvieron que darnos caramelos a nosotras! -
Remachó su compañera con expresión divertida. -
- ¿Tú eres una chica?
- Inquirió la curiosa Kerria, señalando a Haruka con extrañeza para comentar. -
Es que vas vestida de chico.
Y es que Haruka llevaba una camisa
masculina y pantalón. Eso hizo que la sailor sonriera levemente para reforzar
más si cabía su explicación.
-Me gusta mucho llevar
ropa de chico. Es muy cómoda. Y también me encanta disfrazarme. Pero en Halloween
más todavía. Además de eso, decoramos toda la casa. ¿Sabes? teníamos una
calabaza enorme. Mi amiga Michiru, que es una gran artista, la hizo con un gesto
de bruja mala. - Añadió señalando a su compañera que esbozó una leve sonrisa. -
Aquello provocó que la niña sonriera
a su vez, más ampliamente ahora. Y siendo una cría no se recató de afirmar
convencida.
-Pues papá también
hizo unas calabazas de Halloween, las pusimos en el jardín y seguro que las
nuestras eran más grandes. Porque él dijo que eran las más grandes del mundo.
-Seguro que sí. - Concedió
Haruka con afabilidad. -
-Anda cielo, es
hora de irse a la camita. - Intervino Roy. -
- ¿Me llevas, papi?
- Le pidió la pequeña. -
-Por supuesto que
sí. A caballito. - Sonrió él. - ¿Quieres?
- ¡Sí! - Exclamó
alegremente la cría. -
-Dales las buenas
noches a nuestras invitadas. - Le indicó Bertie a su hija. -
-Buenas noches. -
Repitió Kerria, ya más animada preguntándole a su padre. - ¿El próximo Halloween
me podré disfrazar de vampira y ponerme colmillos grandotes?
- ¿Por qué no? -
Le contestó su padre en tanto subía las escaleras portándola sobre sus hombros.
- Aunque así no podrás comerte bien las galletas…
-Entonces sin colmillos.
- Optó la pequeña, haciendo sonreír a todos. -
Haruka y Michiru despidieron a esa
niña con un saludo de sus manos. Una vez Roy desapareció con la niña rumbo al
cuarto de esta, suspiraron aliviadas. Bertie enseguida se disculpó con
azoramiento.
-Lo siento, no me
podía imaginar que mi hija estaría despierta.
-No es culpa de nadie.
- Comentó Michiru. -
-Lo realmente
importante es que para ella todas estas historias no sean más que juegos de Halloween,
y que jamás tenga que enfrentarse con esos seres de pesadilla en el mundo real.
- Declaró una ya seria Haruka. -
Sus interlocutoras asintieron. ¡Qué
poco podía imaginarse ninguna de ellas el devenir de los acontecimientos! Y es
que, aquella pequeña y dulce Kerria, estaría destinada a crecer para
convertirse en una mujer fuerte e intrépida, que relevaría a su madre como justiciera
y que, en compañía de otras heroínas, reanudaría la batalla contra Sarah y sus
seres de las sombras. Pero esa será otra historia.
Est buenisima x fabor cige escribiend q yo la leere sin problems . Gracias🙌
ResponderEliminarMuchas gracias. Si lo deseas, puedes seguir leyendo el resto de las historias o la principal.
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