miércoles, 3 de junio de 2015

GWHC28. Lucha contra las sombras II. El Club Maldito. (Aventura de las Justicieras)


Las chicas acababan de terminar el curso académico, todas habían aprobado con excelentes notas. Bueno, Kerria había sacado algún que otro notable y dos aprobados raspados y Amatista había tenido algunos problemas en un par de asignaturas, pero al fin, con la ayuda de sus amigas y su propio tesón personal, las aprobó. La muchacha no hubiera querido estropear por nada del mundo los planes del grupo.

- ¡Menos mal que lo logré! No me lo hubiera perdonado. - Pensaba la francesa con alivio. -

Hubiese sido una enorme decepción. De haber suspendido a buen seguro que sus padres la habrían castigado a quedarse estudiando. Lo cierto es que las chicas habían pensado irse de vacaciones juntas. Fueron madurando la idea desde el verano anterior, y afianzándola durante el curso. Ya en Navidad, lo hablaron, Idina fue a ver a su prima Mimí. Kathy viajó a Irlanda para visitar a sus parientes de allí, y ver a su amiga Erin y Amatista fue a ver a su amiga Satory. Kerria a su vez estuvo conociendo a sus primos saiyajin, que estaban de visita en la Tierra. Empero, se mantuvieron en contacto, intercambiando impresiones sobre qué podrían hacer llegado el estío.

- ¿Qué os parece esto? - Les propuso Kathy a las tres en una de las video conferencias que mantuvieron. – Podríamos irnos de gira.
- ¿De gira? – Repitió Idina, con perplejidad. –
-Es una buena idea. Podríamos actuar en algunos locales. – Intervino Amatista. -
-Y no olvidéis que sin padres que nos vigilen. - Se sonrió Kerria, participando también en la conversación. –
-Bueno, no me parece mal. Si es para ir mejorando. – Convino Idina. -

Así que, los meses fueron pasando y las chicas trazaron un plan. Lo difícil fue convencer a sus progenitores en cuestión. Aunque las circunstancias no fuesen las mismas para las chicas. Kerria no tuvo realmente demasiados problemas. Había mejorado muchísimo su actitud, y tras el terrible trago que fue para toda su familia su transformación en Devilish Lady y su posterior lucha por sobrevivir de sus heridas en el hospital, tanto Roy como Bertie juzgaron que su hija había madurado y que merecía unas vacaciones con sus primas y amigas.

- ¿Con quién estaría mejor? - Les comentó la muchacha para terminar de convencer a sus padres, máximo cuando agregó. - Somos las nuevas justicieras. Y esto nos ayudará a conocernos más y coordinarnos.

            Tanto Roy como Bertie se miraron y asintieron. Estaban de acuerdo con eso. De modo que no solamente le dieron permiso a su hija, sino que la animaron.

-Seguro que serán unas vacaciones inolvidables para ti, cariño. - Afirmó Beruche. -
-Claro, solamente tened cuidado. Ya sabéis, hay mucho sinvergüenza por ahí. - Comentó Roy. -
-Papá. - Se sonrió su hija, sentenciando divertida. - Otra cosa no será, pero no creo que vaya a tener muchos problemas con los chicos.

            Aunque enseguida añadió, recordando a su vecino de al lado.

-Solamente hay uno con el que quiera salir.

Y con eso sus padres dieron el tema por zanjado. Por parte de Idina, tanto Tom como Cooan acogieron la idea con entusiasmo. La chica había demostrado ser muy responsable y supo apañárselas muy bien luchando contra el mal. Se la veía muy feliz con sus primas y su amiga Amatista. De modo que partió con todas sus bendiciones.

-Has demostrado ser muy responsable y capaz. Confiamos en ti, cielo. - Afirmó Tom. -
-Gracias papá, gracias, mamá. - Sonrió la muchacha, feliz de escuchar aquello. -
-Te lo has ganado, cariño. - Convino Cooan. -

En el caso de Katherine, tanto Mathew como Karaberasu veían algo complicado que la muchacha pasara tiempo con sus primas, dado que vivían muy lejos. Además, la chica fue insistente, les comentó que deseaba recuperar muchos años de relación.

- ¿Estás segura, hija? - Inquirió Mathew, cuando Kathy se lo pidió. –
-Claro que sí. Es una ocasión estupenda para recuperar tiempo con mis primas. -Afirmó la joven. –
-Y para irte por ahí de fiesta, supongo. - Terció agudamente su madre. -
- ¡Mamá! Iríamos las cuatro, Kerria, Idina, Amatista y yo.
- ¡Al menos, tus primas te vigilarán! - Se rio Kalie, añadiendo algo más seria. - ¿Y este año no irás a ver a Erin y a las primas?
-Las primas Suzanne y Bridget están cada día más raras. Apenas vienen a Irlanda ya. Y Erin, bueno..., ella tiene ya amigas y novio allá. No pasé mucho tiempo con ella la última vez. - Suspiró la muchacha. –
- ¿Y la tía Alannah? ¿Y la abuela Meg? - Intervino su padre. -
-Sí, claro…pero es que… me hacía mucha ilusión ir con las chicas. – Pudo decir Kathy, sollozando un poco. -

Finalmente, tras algo de ruegos y alguna que otra lágrima de cocodrilo, logró su objetivo. Quizás la que más dificultades tuvo, como de costumbre, en convencer a sus padres, fue Amatista. No obstante, ella les recordó que había estudiado muchísimo para recuperar y que en buena parte lo hizo porque estaba muy ilusionada en compartir esa experiencia con sus amigas. Les dijo que eran como unas hermanas. ¿Con quién iba a estar mejor?

-Me han apoyado muchísimo, y si ahora las dejase plantadas sería terrible y pensarían que soy una desagradecida. - S´il vous plait !

Finalmente, fingiendo ser persuadidos por esos argumentos, tanto Diamante como Esmeralda le dieron el visto bueno a su hija.

-Bueno, hija, no queremos que tus amigas piensen mal de ti. - Respondió sarcásticamente Esmeralda, concediendo así su permiso al sentenciar. - Puedes ir, pero sé muy responsable y ten mucho cuidado.
-Os lo prometo. - Aseguró ésta, realmente contenta. -

Así pues, las chicas prepararon sus maletas con alegría y decidieron marcharse. Sus familias las llevaron hasta la estación del tren que iban a tomar. Y allí se despidieron de ellas. El único que no podía ir era Granate. El muchacho estaba preparándose con tesón para ser admitido en la Academia militar, aunque teóricamente ese era un secreto. (Al menos para sus padres). A sus primas les apenó no tenerle allí, con ellas. Se lo hubieran pasado muy bien, pero. ¡Qué se le iba a hacer!

-Será un viaje únicamente de chicas. - Declaró Amista. -
-Tampoco necesitamos a un hombre para eso. - Comentó Kathy. -

Las otras se rieron, y la muchacha, brazos en jarras, les preguntó.

- ¿Se puede saber qué es lo que os hace tanta gracia?
- ¡Pues que hayas dicho eso! - Repuso una jocosa Idina. -
-Es verdad, tendría que haberlo dicho yo. - Añadió la asimismo risueña Kerria. -
-Me refería a ir de viaje y a valernos por nosotras mismas. - Aclaró la Katherine, agregando no sin humor. - ¿Qué os habéis creído? Iré a ligarme al primer chico guapo que vea.
-Te creemos capaz. - Afirmó Amatista, aun entre risas. -

Y se pusieron en marcha. Abordaron el tren y viajaron por el país cantando en algunos sitios que les habían recomendado hasta que llegaron a California. En la última parte de sus vacaciones se quedaron en los Ángeles buscando algún local para poder actuar y disfrutando de la playa de Venice.

- ¡Qué suerte que nuestros padres nos dejaran venir a todas! Al menos los míos estaban encantados de que nos reuniéramos en plan grupo de amigas. - Dijo Idina cómodamente tumbada al sol sobre su toalla. -
- Es cierto - sonrió Amatista esparciéndose algo de bronceador sobre su ombligo, recordando.  -No veas lo difícil que fue convencer a mis padres...sobre todo a mi madre.

            En realidad, tampoco fue para tanto, pero no quedaba mal echarse unas pocas flores. Al menos eso pensó la francesa.

- Para mí, en cambio fue fácil, - declaró Kerria con cierta despreocupación. - Mi hermano les aseguró que las cuatro juntas nos portaríamos bien. Ja, ja, ja, ¡pobre Leval!, siempre tan ingenuo.
- No entiendo como os puede haber costado tanto convencerles - intervino Katherine. - Mis padres al menos se fían bastante de mí. Siempre les he demostrado que era una chica responsable e independiente.
- ¡Vamos Kathy! -  Intervino Amatista sonriendo maliciosamente - que te escuchamos pedirles permiso por teléfono. Y eso de gimotear no creo que entre en los esquemas de una chica independiente. “Mama, papá, todas las chicas van a ir, buaa”. “En Irlanda me aburriré este año sin Erin” - Repuso imitando la voz de su amiga con sorna. -
- Bueno, quizás sí tuve que convencerles un poco, - reconoció la aludida poniéndose colorada. -

            Todas se rieron sin parar y estuvieron allí todo el día, al atardecer, cuando el sol se ponía ya sobre el horizonte, decidieron que habían tenido bastante playa.

- Volvamos al hotel, me muero de hambre - propuso Kerria. -
- Las vacaciones se están acabando deprisa, - suspiró Idina - sólo nos quedan ya dos semanas.
- ¡Pero lo hemos pasado genial! - repuso Amatista. - Así da gusto, tenías razón, kathy. No hemos necesitado a los chicos para nada.
- Claro- terció la aludida para devolverle lo de antes - a ti sólo te hace falta uno. Lo único que necesitas es que él se entere. - Añadió para hacer un jocoso comentario a costa de su amiga. -

            Amatista no dijo nada, aunque no pudo evitar ponerse colorada y tanto Kerria como Idina se sonrieron. La hermana de Leval se apresuró a decirle a su amiga.

- No te preocupes, tarde o temprano le pescarás. Te lo aseguro.

            Su amiga sonrió sintiéndose mejor, recogieron las toallas y las estaban doblando prestas a marcharse cuando escucharon una voz dirigirse a Kerria de forma cariñosamente familiar.

- ¿Será posible?, ¿qué haces tú aquí? ¡Con la cantidad de playas que hay y tenías que venirte a tostar en ésta!

            La aludida se giró hacia donde provenía la voz con un sólo nombre en su mente y una cara de gran sorpresa, y efectivamente, se trataba de la persona que había imaginado.

- ¿Debbie? ¡Eres tú! - exclamó corriendo a abrazarla. -

            En efecto, esa chica se llamaba Deborah Hunter y había sido su primera compañera sentimental. Después de aquel terrible episodio de su conversión en Devilish Lady y su posterior convalecencia, Kerria le perdió la pista, Debbie tuvo que marcharse de Nueva York a los Ángeles con sus padres por motivos de trabajo. Allí, en una megalópolis de tantos millones de habitantes y perdidas entre numerosas playas, había sido una enorme casualidad que volvieran a encontrarse. Ahora todas las compañeras de Kerria la observaban con interés y sorpresa. Aquella chica lucía un aspecto inmejorable, de largo pelo negro azabache, su cuerpo denotaba un estupendo estado físico, su bañador era negro y estaba dividido en dos piezas que hacían juego con unas gafas oscuras que llevaba dejando sus ojos a cubierto de las miradas ajenas. Kerria se la presentó a sus primas que no la conocían. Amatista qué sí tuvo esa ocasión, la saludó con alguna reserva, no olvidaba las circunstancias en las que la viese con su amiga. Aquella vez en las duchas del vestuario, en el instituto. Aunque debía de reconocer que cuando habló con ella para que visitara a Kerria al hospital, esa chica respondió de inmediato. Por otro lado, su antigua pareja le contó el motivo de su viaje. A parte de disfrutar del sol y el mar, estaban poniendo a punto sus talentos como cantantes.

- Pues aquí hay un club que está muy bien, tiene mucho estilo y siempre busca chicas, yo misma trabajo allí de gogó los fines de semana. Pagan muy generosamente. - Le informó Debbie. -
- ¿Trabajas en un club nocturno siendo menor? - Exclamó Idina totalmente perpleja. -
-Guárdame el secreto. - Le pidió Deborah, aunque lo hizo con tono distendido, más al agregar. - Tengo recomendación. Y es un sitio muy seguro y legal. No te preocupes.
-Pero, no será un sitio donde quieren que las chicas, ya me entiendes…- le dijo Idina algo preocupada. -
- No, en absoluto, - sonrió Deborah para añadir con un tono tranquilizador. - Sólo tenéis que bailar o cantar, según os contraten. Claro que, si luego tú quieres intimar con algún chico o alguna chica estás en tu derecho, pero nunca en horas de trabajo.

            Idina y Katherine se miraron atónitas al escuchar eso último, Amatista desde luego ya sabía de qué iba la historia. Kerria les explicó a sus primas.

- Veréis, Deborah fue la primera chica con la que estuve, salí con ella antes de hacerlo con Brian.
- ¡Ah!, así que por fin sales con él - Exclamó Deborah al parecer muy contenta. - Me alegro mucho, ya te dije que era un buen chico.
- Sí, lo es, pero para mí sólo es un amigo, - repuso Kerria con una media sonrisa algo alicaída, sin embargo, enseguida quiso rectificar y añadió. - Aunque nunca se sabe, desde que estoy con él no me he fijado en ninguna otra chica. Bueno, apenas…

Dicho eso miró ahora intensamente a Debbie esperando que ella le contase algo de su vida allí. La otra joven adivinó aquella intención y le comentó.

- Yo he estado con alguna chica, nada serio. Ahora estoy con una compañera que es estupenda, ya te la presentaré, bueno, os la presentaré. - Corrigió mirando a todas en conjunto. -
- No gracias - rehusó Kathy algo violenta, pero con educación. - No tenemos ese tipo de relaciones con otras chicas.
- No es por eso - sonrió Deborah que, haciéndose cargo, desdramatizó la situación. - Me refiero a que es una buena chica, no os preocupéis.
- ¡Vamos chicas!, el hecho de que nosotras seamos gais no implica que queramos que todo el mundo lo sea. - Las tranquilizó Kerria. -
- Claro, ¡también hay muchos chicos guapos! - rio Deborah intentando eliminar la tensión - y muy ricos, además.
- ¡Creo que Amatista solamente piensa en Leval! - rio la hermana del mencionado muchacho. - No podremos quitárselo de la mente por muchos chicos que le presentemos, ¡ja, ja!...
- Kerria, no digas eso. - Respondió Amatista bajando la cabeza avergonzada. –

            Las otras muchachas también acogieron el comentario con risas. Incluso la propia aludida se rio con ellas, admitiendo que así era. Finalmente, cuando pudo dejar de reír, Deborah dijo.

- Bueno, pues quedamos a las diez. Ahora debo irme.
- Espera, - le pidió Kerria ya con una mirada más seria. – Tengo que hablar un momento contigo.

            Las otras muchachas, conscientes de que eso iba hacia terrenos más íntimos, se distanciaron un poco charlando de otros asuntos. Deborah dio la impresión de haber esperado aquello y asintió. Aguardó un momento hasta que su antigua pareja recogió todas sus cosas y se dejó acompañar por ella hasta el término de la playa.

- Me ha sorprendido mucho volver a verte, - le comentó Kerria por fin, rompiendo un incómodo silencio que se había prolongado mientras ambas se alejaban a su vez de las otras chicas. - Desde que te fuiste no supe mucho de ti. Dejaste de contestar a mis mensajes...
- Recuerdo que, en alguno de ellos me hablabas de Brian y me preguntabas si sería buena idea salir con él, - respondió Debbie tratando de desviar el tema. -
- Es cierto, tú me animaste a ello y ahora salimos juntos, no sabes cuánto me alegro. - Afirmó su contertulia casi como si quisiera darle en las narices a su amiga con eso. -

Y esta debió de darse cuenta, pues mirándola directamente a los ojos le preguntó a bocajarro y sin rodeos.

- ¿Por qué estás enfadada conmigo, Kerria?

En un principio ésta no pareció saber que contestar, pero fiel a su forma de ser, quiso ser sincera. Conocía bien a Debbie y era una chica que iba directamente al grano. Ella no era distinta en eso.

- Dejaste de escribirme, te olvidaste por completo de mí, creía que lo nuestro había significado algo para ti. - Replicó exteriorizando ahora sus verdaderos sentimientos, a caballo entre la contrariedad y la tristeza. -

            Su contertulia suspiró. En eso no podía negarle la razón a su amiga y así respondió:

- Lo sé, y lo siento, pues claro que significaste muchísimo para mí, pero me ocurrieron bastantes cosas, conocí a varias chicas e incluso salí con algunas, - sonrió nerviosamente, añadiendo. - Y, creía que estabas muy bien saliendo con Brian y que querrías olvidarte de mí. Rehacer por completo tu vida sin ningún lastre del pasado.
- Yo nunca he querido olvidarte, Debbie, no nos separamos porque rompiéramos o porque acabásemos mal. ¡Te fuiste! - Respondió Kerria que se estaba empezando a emocionar al admitir. - Para mí supusiste tantas cosas que yo...

            La otra chica le puso un dedo en los labios con suavidad, sonrió y le dijo con afectuoso tono, casi maternal:

- Tuve que irme. Y yo no te convenía. Estoy acostumbrada a ir de acá para allá y posiblemente habría llegado el día en el que me hubiese cansado de estar allí. O incluso de estar contigo. Necesitabas a una persona más estable. Brian es un chico estupendo, seguro que está siempre junto a ti.
- Brian es mi amigo, Deborah - Le contestó Kerria que agregó con total sinceridad - y no sólo he necesitado amistad en este tiempo. Aunque, desde que salgo con él, no he querido relacionarme con ninguna otra mujer. No quiero traicionarle. Es un muchacho fantástico y me duele no ser capaz de ofrecerle más. Lo he intentado y lo sigo intentando. Muchas veces pido ser capaz de poder corresponderle como él se merecería…Sin embargo...por más que lo intento…Ya me comprendes. No es lo mismo que cuando estaba contigo, te he echado mucho de menos.

            Su antigua pareja asintió. Se hacía cargo de aquello. Pudo replicar con un tono más concernido.

-Si eso es así, ten mucho cuidado...y no solamente por ti. Debes pensar también en él. Es un buen muchacho. Le recuerdo como de los pocos que jamás me miraron por encima del hombro. Y te quiere de veras. Trata de no hacerle daño.
-Lo sé. - Suspiró su interlocutora, agregando con un tono entre triste y preocupado. - Es por eso por lo que me está resultando duro. Aunque no quiero que mis primas y, sobre todo, mi amiga Amatista, lo sepan. -
-Tu amiga.  ¡Menuda tía está hecha! ¿Seguro que solamente piensas en ella como amiga, Ky? - Sonrió ahora Debbie. -
-Perderías el tiempo con Tist. - Pudo sonreír Kerria a su vez, alegando algo apenada. - Siento que entre vosotras hay tirantez. Ya la había en el instituto. Ella me confesó que nos vio aquella vez cuando estábamos en los vestuarios. Y sé que desde entonces no me mira igual. A pesar de que todo aparentemente se haya solucionado. Amatista se esfuerza por darme esa impresión. Aunque en el fondo creo que se pone a la defensiva, sobre todo cuando estamos solas. Por eso, cuando me ve con Brian es como si eso la tranquilizase.  Y en cuanto a ti...
-Sí, me he dado cuenta de cómo me miraba. - Admitió Deborah con un talante más consternado. -
- Ojalá que eso se resuelva. -Deseo Kerria, sentenciando. - Las dos significáis mucho para mí, cada una de una manera diferente, pero igualmente importante.
-En el fondo no es una mala chica. Y se le nota enseguida lo que piensa o lo que siente. No es tan dura como trata de mostrarse. - Afirmó su interlocutora dejándola sorprendida. - Verás Ky. - Añadió Debbie para confesar. - Ella fue quién vino a hablar conmigo para que te visitase en el hospital. Cuando creía que no podría volver a verte, me dio la fuerza que necesitaba. Está claro que te quiere mucho…como amiga, claro está. - Se apresuró a matizar. -

            Eso sorprendió bastante a Kerria. Asintió despacio tratando de asimilarlo. Pese a todo su fuerte carácter y su impulsividad Amatista era una buena chica y sabía lo que era justo y lo que estaba bien. Sin embargo, tenía su forma de pensar y sus prejuicios, y era muy difícil que los variase de la noche a la mañana. Su antigua novia le dijo entonces, sacándola de esas reflexiones.

- Ahora que volvemos a estar juntas por unos días recordaremos viejos tiempos, podremos charlar y ya te contaré todo lo que me ocurrió desde que me fui.
- No quiero que lleguemos a nada más serio, - le pidió Kerria ahora algo inquieta.  -Para mí sería mucho más doloroso cuando tuviera que marcharme y ya te he dicho que no deseo traicionar a Brian. No se lo merece.
- Pierde cuidado. Yo también salgo con alguien, como os he contado antes. Una de mis compañeras, se llama Sarah y trabaja en ese mismo local como relaciones – Le recordó a su vez su amiga, añadiendo como si deseara justificarse. - Al igual que tú tenía que rehacer mi vida.
- Comprendo - musitó su interlocutora sintiéndose como una tonta. - Perdóname, no he querido ser tan ingenua. Casi pensaba que estarías libre. ¡Como si tuvieras la obligación de esperarme!
- No tienes por qué disculparte. Ahora somos amigas, y podemos ser las mejores amigas del mundo. -  Contestó Deborah que le acarició suavemente la mejilla y el pelo, como había hecho otras tantas veces para insistirla de forma conciliatoria.  -Tú vente con las otras chicas esta noche.
- No te preocupes por eso- repuso su contertulia más animada - allí estaremos.
- Eso sí, procurad venir elegantes, es un sitio de alto nivel, ya me comprendes. Nosotros los empleados no necesariamente, pero la gente lleva trajes de noche en su mayoría.
- Estamos preparadas para todo, - sonrió Kerria al fin. - Cuenta con eso, estaremos elegantísimas.
- No lo dudo, sois todas preciosas, estaréis radiantes, - aseveró besando a expareja en una mejilla con bastante candidez para tratarse de ella y despedirse con un esperanzador. - Os veré esta noche.

            Después Deborah se alejó perdiéndose entre la multitud que paseaba por los aledaños de la playa. Kerria se volvió junto a sus amigas. Las demás chicas habían terminado de recoger sus cosas y ya guardaban a su compañera, en tanto ésta se acercaba, las tres comentaban.

- Así que esa era la novia de Ky. - Dijo Kathy. -
- Pues me parece una buena chica, aunque eso de que trabaje en un sitio así, sin tener la edad, no me parece bien. - Opinó Idina. -
- No te fíes de las apariencias, esa tiene mucho mundo. - Le dijo Amatista con un claro matiz de desconfianza. -  Aunque admito que se portó muy bien con Kerria cuando estuvo en el hospital. Estaba claro que le importaba. Pero no fue una buena influencia para Ky.
- ¿No eres demasiado dura con ella? - Le preguntó Idina. -
- Puede ser, pero no puedo evitar pensar que si Kerria no la hubiera conocido quizás no habría llegado a ese extremo. - Musitó la interpelada. -
-Creo que te pasas un poco, Tist. - Intervino Katherine. - Esa chica ha tratado de ser amable con nosotras y de echarnos una mano.
-No digo que no, pero no me acabo de fiar...- Declaró la francesa. -
- ¿De qué? - Quiso saber Idina. -

            Empero, no pudo recibir respuesta, su prima había vuelto ya. Todas guardaron un incómodo y expectante silencio hasta que Amatista se decidió a romperlo.

- ¿Qué tal están las cosas con Debbie?,- le preguntó secundada por el visible interés de las demás. - Espero que sigáis siendo buenas amigas.
- Sí, lo seguimos siendo - contestó Kerria que sentenció. - Pero ya no seremos nada más, las cosas cambian. - Añadió casi adivinando los pensamientos de su compañera y amiga. -
- ¿Qué más podríais ser que buenas amigas? ¿Hay algo mejor? - Intervino Idina haciendo gala de su gran ingenuidad. -          

            Kathy le dio un ligero codazo en la espalda. La joven se giró sin comprender hasta que su prima le susurró.

- Kerria y Deborah salieron juntas en el instituto ¿Es que no te acuerdas de que nos lo acaba de contar?
- ¡Oh, perdón! - Se disculpó Idina colorada y tratando de justificar sus palabras. – Me refería a que la amistad es lo más… bueno ya me comprendéis. Mejor que sigáis siendo amigas.
- ¡No pasa nada y además tienes razón! - rio Kerria y con ella las demás. - Anda, vámonos al apartamento a prepararnos. Debemos estar arregladas para ir allí. - Les contó lo que Deborah le había dicho sobre el club remachando. - Ella vendrá a buscarnos.

            Las chicas asintieron entusiasmadas por encontrar un sitio de tanta categoría. A la hora de la cita estuvieron listas. Su anfitriona cumplió con su palabra y pasó a buscarlas llevándolas hasta allí. Lucía un atuendo espectacular, un traje ajustado de cuero negro escotado, a juego con unas botas de tacón de aguja y unos guantes del mismo material y color. Las chicas se quedaron sorprendidas hasta que recordaron que Debbie les dijo que trabajaba como gogo.

- Hola chicas, estáis todas preciosas. - Saludó calándose unas gafas oscuras poco apropiadas para esas horas nocturnas, pero que reforzaban mucho esa imagen tan sorprendente. - Vamos, no está demasiado lejos de aquí.
-Desde luego, has dejado totalmente de lado el estilo gótico. – Suspiró una atónita Kerria al verla ataviada de esa manera. –
-He ido madurando. - Sonrió su interlocutora, para indicarles ya a todas. - Anda, seguidme.

            Las demás así lo hicieron. Deborah las guio hacia una larga limusina de color blanco marfil. Todas intercambiaron miradas de sorpresa, pero ninguna hizo el menor comentario. Un individuo alto, de largo pelo recogido en una coleta y traje blanco, que llevaba el mismo tipo de gafas que Debbie, les abrió la puerta invitándolas a entrar con un artificioso ademán. Las chicas estaban recelosas pero su guía las tranquilizó con una sonrisa.

- Vamos entrad, no quiero llegar tarde.

            Las chicas hicieron caso pasando una detrás de la otra, ese coche era enorme, pues cabían todas cómodamente atrás, en asientos que se enfrentaban. Una vez instaladas las cinco, el hombre se subió al coche y arrancó. Kerria se fijó en Debbie ahora de forma más objetiva y se percató de un detalle, nimio en apariencia, que, sin embargo, le comentó a su amiga.

- Es curioso, con el tiempo que llevas por aquí, apenas se te nota morena.
- No suelo ir mucho por la playa - repuso Deborah que parecía incomodada, aunque recobrando un talante más jovial, agregó. - Y menos mal que se me ocurrió acercarme hoy, de lo contrario no os habría visto. Es que soy un ave nocturna y habitualmente duermo de día.
- ¡Pues yo no me cansaría de tomar el sol! - Suspiró Idina - con estas playas tan maravillosas. Y pensar que en cuando vuelva a casa me tocará volver a pasar frío.
- Mi trabajo es muy absorbente, - añadió Deborah. - Ya os digo, casi siempre duermo de día y vivo de noche.
- Te comprendo- intervino Amatista - debe ser muy duro bailar toda la noche.
- Además de eso, también soy relaciones públicas. -Les informó la joven. -
- ¡Vaya!, pues debes conocer a gente muy importante si ese club es tan selecto - Observó Katherine con admirado interés. -
- A algunos famosos sí que conozco - sonrió Debbie sin darle demasiada importancia. - Si vienen esta noche y queréis, os puedo presentar a alguno.
- ¿De verdad? ¡Qué bien! - Exclamó Idina batiendo palmas como una niña. - ¿Os dais cuenta chicas? Podremos conocer a gente famosa.
- Es encantadora - sonrió Deborah mirando a Kerria. -
- No te alegres tanto - dijo ésta a su prima interrumpiendo su entusiasmo infantil. - Ha dicho sólo si vienen. Además, nosotras tenemos que ir a lo nuestro. Hacerlo lo mejor posible esta noche para que algún mánager o productor se fije en nosotras.

            Todas asintieron a eso. Por su parte, Katherine le pidió a Deborah algo más de información.

- ¿Y cómo se llama ese club? ¿Y de que va exactamente?
- El Midnight Wicked- repuso Debbie que explicó. –Veréis, es un lugar de ambiente, una gran discoteca con varias plantas. Cuando lleguemos os presentaré al dueño, es un hombre guapo y muy interesante.
- ¡Pues para que digas tú eso tratándose de un tío! - Comentó Amatista remachando con voz marcadamente irónica. - Debe de ser alguien realmente fuera de común.

            La aludida ignoró aquel tono y quizás el posible intento de pulla y sonrió asintiendo, aunque Kerria se quedó mirando con desaprobación a su compañera de grupo, que justo estaba sentada en frente suya, sin que Amatista lo advirtiese. Al fin llegaron a la discoteca. La limusina se había detenido y no se podía ver nada pues los cristales estaban empañados, el chofer les abrió la puerta y salieron. Debbie les indicó que esperasen un momento. Se quedaron sorprendidas, otras muchas limusinas aparcaban aquí y allá desembarcando su carga de personas elegantemente vestidas. Se dirigían a la entrada de la macro discoteca, engalanada con el emblema de un murciélago repujado con intrincadas decoraciones. Deborah reapareció pidiendo a las chicas que la siguiesen. Atravesaron una puerta que tenía una gran valla de metal forjado rodeándola. Flanqueándola, dos individuos enormes y de apariencia hercúlea, pelo largo engominado recogido en coleta y vestidos de esmoquin, daban el alto a todo el que se acercaba y les obligaban a enseñar las invitaciones. Sin embargo, al llegar Deborah les franquearon el paso junto a las chicas sin siquiera preguntar. Las muchachas entraron por un largo pasillo que atravesaba un jardín con una iluminación indirecta de neones azules y amarillos que se reflejaba en el agua de varias fuentes diseminadas por allí. Eludieron una larga cola de acceso al interior desviándose por otra puerta más pequeña y de una decoración más modesta forjada en hierro, también custodiada por dos imponentes guardaespaldas. Aunque estos lucían un estilo de pelo más corto. En cuanto llegaron las chicas esos tipos consultaron un comunicador y asintieron abriendo la puerta y permitiéndolas el paso sin problemas. Entraron directamente en una enorme pista de baile con numerosas personas que alternaban, bailaban o simplemente observaban el ambiente. Deborah llamó la atención de una chica que iba vestida de apretado cuero como ella, rubia y alta.

- ¿Está Sarah?,- le inquirió en tanto aquella mujer observaba detenidamente al grupo que acompañaba a Debbie que le explicó. - Traigo a estas chicas para una prueba.
- Estará por ahí- señaló esta de forma indiferente, hacia el interior de la pista. -
- Gracias Eugene - repuso secamente Deborah y se adentró en esa dirección seguida por las demás. -

            En el centro de la pista dos chicas morenas vestidas como Deborah bailaban contorneándose de una forma espasmódica. Parecían hipnotizar a todo el mundo con sus movimientos. Debbie indicó a sus amigas que las ignorasen y por fin descubrió a la persona que buscaba, una mujer alta y morena, vestida también como ella. Se ajustaba descuidadamente sus altas botas de tacón de aguja en tanto que Deborah dejó un momento a las chicas y se acercó hasta ella llamándola.

- Hola Sarah - la saludó con una amplia sonrisa. - ¿Está el señor Ferak?...
- Pasa, está en su despacho - le dijo ésta con amabilidad. -
- Puedo ir con mis amigas, ¿verdad?,- le inquirió su compañera.  -
- Claro, si van contigo no hay problema...
- Te las presentaré - le dijo Debbie, aunque Sarah negó con un gesto y una sonrisa. -
- Estoy cansada de bailar, cariño, preferiría cambiarme para estar más presentable y, sobre todo, más cómoda. Si no te importa, preséntamelas después.

            Debbie asintió, pareciendo desconcertada, incluso algo apurada.

- Vale, nosotras vamos a ver al señor Ferak. Nos vemos allí. – Respondió al fin dándole un ligero beso en los labios que Sarah encajó impertérrita. -
- Te he dicho que no lo hagas en horas de trabajo. - Le amonestó ella con suavidad. -
- Lo siento, pero me es difícil resistirme - sonrió Debbie admitiendo el reproche. -
- Más tarde te lo compensaré - Le prometió Sarah que de paso la indicó.  - Ahora ve a llevarlas ante el jefe. Enseguida me reúno con vosotras.
- ¿No tardes, ¿eh? - Le pidió su pareja alejándose de allí. -

            Sarah asintió, entre tanto las muchachas habían estado observando a prudente distancia.

-Esa debe de ser su novia. - Conjeturó Kathy, afirmando sin rodeos. - La verdad, es muy guapa. Y tiene un cuerpazo.
-Siendo gogó debe de estar tan en forma como nosotras. - Declaró Idina. –
-Es una tía imponente, y para que yo lo admita. - Convino Amatista. -

            La única que esbozó una sonrisa apagada y no dijo nada fue Kerria, aunque no tuvo ocasión. Deborah se reunió de nuevo con ellas y les indicó que la siguieran, condujo a las chicas a través de otra gran pista de baile que exhibía un gran lleno. Estaba adornada con luces psicodélicas que parecían ralentizar todos los movimientos, la música era atronadora y repetitiva, disparaba la adrenalina al tiempo que desconcertaba. Multitud de jóvenes danzaban enfervorecidos, casi en estado de trance. Deborah caminaba deprisa ignorando todo aquello y a las chicas se les hacía difícil seguirla atravesando a aquella multitud. Tras unos minutos se abrieron paso hasta el otro lado de la gran pista, allí, una puerta de roble cerrada parecía la única comunicación con otra estancia. Debbie apretó un botón que estaba a un lado y tras unos segundos la puerta se abrió. Ante ellas apareció un despacho lujosa y recargadamente decorado con multitud de lo que parecían valiosísimas antigüedades. Entonces, un individuo de anchas espaldas y bien trajeado que montaba guardia allí, les pidió que aguardasen.

- El señor Ferak las atenderá enseguida. - Dijo educadamente saliendo del despacho. -

            Las chicas aguardaron nerviosas, sin decir nada. Pasaron unos minutos, no aparecía nadie y eso hacía que aumentase su expectación.

-Pues sí que son puntuales. - Susurró irónicamente Katherine a Amatista que asintió. –
-Siendo el propietario, debe de estar muy ocupado. - Conjeturó Idina. -

Diez minutos después la puerta se abrió, pero no era la persona que esperaban, sino una mujer morena, de peinado griego, alta y bastante hermosa. Lucía un vestido de seda negro y unos altos zapatos de tacón del mismo color.  Reconocieron a la individua que habían visto antes. Deborah se levantó presentándola a sus invitadas.

- Es Sarah, relaciones públicas principal y directora, ya veréis, es una mujer muy agradable. - Les susurró en voz baja a la par que se acercaba hacia esa mujer tomándola de la mano. - Chicas, ésta es Sarah - presentó ahora en voz alta. -
- Me gustaría saber a qué se referirá exactamente con eso de agradable, aunque creo tener una ligera idea de lo que harán las dos. - Le susurró de forma cómplice Amatista a Kathy, mientras observaban el escultural cuerpo de aquella mujer.

            Era efectivamente esa gogó a la que habían visto con Deborah. Desde luego se había dado prisa en cambiarse. A pesar de eso había llegado allí antes que ellas. Al menos eso pensó Kerria, pero supuso que tendría algún pasillo privado para acceder sin tener que pasar por la pista de baile, así que no le dio más importancia. Las que sí seguían cuchicheando eran Kathy y Amatista, y fue la primera quien le respondió, con un susurro.

- No seas injusta no siempre va a tratarse de eso.
- Me alegro de conoceros, - sonrió Sarah dirigiéndose a las chicas. - Lamento no haber ido a recibiros directamente pero mi trabajo me lo ha impedido hasta este momento.

            Estrechó la mano a todas, las chicas notaron que era fría y suave al tacto. Sarah las miró una por una y sonrió con aprobación. Desde luego era preciosa. Tenía algo en su mirada capaz de embriagar si se la mantenía en demasía y Kerria, no sin cierta dosis de celos, comenzó a comprender cómo y hasta qué punto su antigua compañera podía haberse sentido atraída por ella. Aunque al llegar a Idina, esa mujer se quedó perpleja, la observaba con una extraña mezcla de curiosidad e incredulidad.

-Perdona, ¿cómo dijiste que te llamabas? - Le inquirió con bastante amabilidad. -
-Idina Rodney, señora. - Respondió la muchacha. -
- ¡Por favor! No me llames señora. - Sonrió esa mujer, puntualizando. -Soy Sarah.
-Mi abuela se llama así. - Respondió su interlocutora con total naturalidad. -

Aunque tanto Kathy como Amatista y Kerria, se miraron con cara de circunstancias. ¡Vaya una manera de llamar vieja a esa individua! Y es que posiblemente fuera unos pocos años mayor que ellas, pero no era para tanto. Fue Katherine quien comentó con una mezcla de desenfado y apuro.

- ¡Vaya un ejemplo que has puesto, mona!

Fue entonces cuando Idina debió de percatarse de eso, y visiblemente colorada se apresuró a pedir perdón.

- ¡Lo siento! No quise decir...es que me vino a la cabeza que mi abuela se llama así...

Su apresurada disculpa fue interrumpida por la risa de Sarah. Esa mujer movía la cabeza divertida.

- Tranquila. Sé que lo comentaste con la mejor intención. Eres adorable. - Y dicho esto, tras el suspiro de alivio del resto, esa mujer añadió ya para dirigirse a todas. - Supongo que necesitaréis unos minutos para prepararos. Seguid a Debbie, ella os llevará a los camerinos.
- Pero ¿No esperamos al señor Ferak? - Le objetó la aludida. -
- No te preocupes. - Dijo Sarah en un tono condescendiente y amable. - Yo le diré que habéis venido a verle, no se perderá la actuación. Y luego podréis hablar con él, es que es un hombre muy ocupado, en su nombre os pido disculpas.
- No se preocupe - sonrió Idina - no importa.
- Tutéame querida, - sonrió Sarah quien volvió a mirarla fijamente como si creyese reconocerla de algún modo. Aunque enseguida disipó esa impresión cuando agregó de forma jovial. - De veras que no soy tan mayor...
- Claro, perdona. - Contestó la apurada interpelada tratando de sonreír, pues la mirada de aquella mujer le hacía sentir confusa. -

            Kerria también estaba desorientada, ahora se fijaba en aquella mujer, pero no de una forma corriente, no se trataba sólo de que fuera atractiva, ni mucho menos. Había algo que le inquietaba en ella, pero no podía decir qué. A todo esto, Sarah se despidió de las chicas y se marchó con unos andares muy provocativos. Cuando salió del despacho por otra puerta enfrentada a la de acceso Deborah les indicó a las chicas que la siguiesen. Salieron atravesando un laberinto de pasillos y llegaron a la sala de maquillaje.

-Tenéis unos treinta minutos. - Les informó Debbie. -

Y una vez a solas, fue Amatista quien de modo inmisericorde cargó jocosamente contra Idina.

- ¡Te ha faltado preguntarle en qué residencia vive! ¡Pero residencia de mayores! - Rio. -
-No fue mi intención. - Contestó la apurada chica. -
- Debes tener cuidado. - Le recomendó Kerria, agregando, divertida eso sí. - Eres demasiado bienintencionada y a veces no te das cuenta de que dices cosas que pueden interpretarse mal.
- ¡Idina es la inocencia en persona! - Proclamó Katherine, agregando con humor y ganas de soltar una de sus pullas a la aludida. - Tranquila primita, yo te defenderé de los chicos guapos. Me los llevaré por ahí a darles conversación. De los feos te defiendes tú solita
- ¡Qué graciosa! - Declaró la interpelada. -

Aunque una vez más, todas se rieron. Al fin se dieron prisa para prepararse. Se arreglaron en esa especie de camerino y después fueron guiadas de nuevo hasta la pista. Una tarima con micros y músicos estaba dispuesta. Amatista les entregó unas partituras con los temas que deberían tocar y ellas comenzaron a cantar. No habían tenido tiempo de calentar, pero, aun así, interpretaron la versión de un clásico del pop que era muy movido y bailable.

Diosa en la cima de una montaña
Ardiendo como una llama plateada
La cima de la belleza y el amor
Y Venus era su nombre

Ella lo tiene,
Sí, cariño. Ella lo tiene

Soy tu Venus, soy tu fuego
Y tu deseo

Soy tu Venus, soy tu fuego
Y tu deseo

Sus armas eran sus cristalinos ojos
Haciendo a cada hombre enloquecer
Negra como la noche oscura, era ella
Tenía lo que nadie más

Las cuatro fueron ahora cantando por turnos, bailando al ritmo de esa pegadiza tonada, y animando al público.

Woow

Amatista, guiñando un ojo y sonriendo, declamaba…

Ella lo tiene
Sí, cariño. Ella lo tiene

Soy tu Venus, soy tu fuego
Y tu deseo

Kerria tomaba el relevo, para sonreír, ladeando la cabeza hacia Debbie y repetir…

Venus

Ella lo tiene
Sí, cariño. Ella lo tiene

Soy tu Venus, soy tu fuego
Y tu deseo

Soy tu Venus, soy tu fuego
Y tu deseo.

De nuevo todas juntas…

Diosa en la cima de una montaña
Ardiendo como una llama plateada
La cima de la belleza y el amor
Y Venus era su nombre

El turno de Kathy, que observaba a cuantos chicos atractivo podía para sonreír de forma seductora y cantar…

Ella lo tiene
Sí, cariño. Ella lo tiene

Soy tu Venus, soy tu fuego
Y tu deseo

Soy tu Venus, soy tu fuego
Y tu deseo

Venus era su nombre… (cantaron todas)

E Idina que solamente estaba pendiente de cantar bien, remachó el estribillo con gesto alegre, divirtiéndose en tanto cantaba…

Ella lo tiene
Sí, cariño. Ella lo tiene

Ella lo tiene
Sí, cariño. Ella lo tiene

Las cuatro unidas una vez más, remataron la canción, sin dejar de bailar y ser coreadas por los asistentes…

Ella lo tiene
Sí, cariño. Ella lo tiene

Ella lo tiene
Sí, cariño. Ella lo tiene

Ella lo tiene
Sí, cariño. Ella lo tiene

(Venus. Bananarama, crédito al artista)

Al concluir su actuación fueron largamente ovacionadas. Sarah y Debbie se acercaron a ellas aplaudiendo también.

- ¡Estupendo chicas, habéis estado magníficas! - Las felicitó cordialmente Debbie. - Seguro que triunfaréis.
- Me habéis gustado mucho, - corroboró Sarah más moderadamente - y al señor Ferak también, me lo ha comentado durante vuestra actuación. Ha dicho que la parecéis realmente buenas. Quiere conoceros, seguidme.

            Todas se miraron con curiosidad. Al fin iban a conocer a ese tipo tan misterioso. Sarah las condujo hasta el despacho que anteriormente habían visitado. Su anfitriona tocó con los nudillos a la puerta de sólido roble y abrió. Ahora lo encontraron ocupado, había un hombre sentado en un sillón de cuero que antes había estado vacío, tras la mesa de caoba. El asiento se giró en la dirección de ellas y su ocupante se levantó. Era bastante alto y fornido, sobre todo al ir embutido en un jersey de cuello alto de color negro, que hacía el contrapunto a la chaqueta y los pantalones blancos que llevaba. Tenía una oscura perilla y largos cabellos morenos que cruzaban por su semblante pálido y duro. Sonrió, más que nada separando los labios en un ademán, y permaneció observando a las chicas, estático, hasta que Sarah le dijo.

- Señor Ferak, estas son las jóvenes de cuyo talento hemos tenido la oportunidad de disfrutar hace unos minutos...
- Es un placer- repuso el extraño individuo al fin con una voz grave pero sumamente cortés. - Me han gustado mucho sus canciones, señoritas. Espero tenerlas actuando aquí alguna noche más.
- Estaremos encantadas, muchas gracias. - Respondió Idina con una de sus inocentes y graciosas sonrisas. -
- Tiene usted un local impresionante. - Añadió Kathy admirada tanto por el sitio, como por la planta de aquel individuo. -
- Pues vayan a disfrutar de él - les invitó Ferak. - Y vuelvan mañana si lo desean. Ahora debo disculparme con ustedes, pero tengo varios asuntos que atender. Un negocio de la envergadura de éste requiere una ocupación permanente. Mi ayudante Sarah las conducirá a la pista de baile o a la barra del bar si desean tomar algo. Por supuesto, están invitadas.
- Encantadas de haberle conocido - se despidió Kerria. -
- Sí, seguro que volveremos mañana, muchas gracias - afirmó Amatista. -

            Sin más protocolos las chicas siguieron a Sarah hasta el bar, después de tomarse unas copitas se decidieron a bailar. Aunque la mayoría de las bebidas para ellas fueron, obviamente sin alcohol. No obstante, Katherine se las apañó para beber algo de champán ante los ojos de su escandalizada primita Idina.

-Pero. ¡Eres menor! No puedes beber eso. - Le dijo visiblemente apurada. -
-Anda, ¡no seas tonta! - Se rio su interlocutora, alegando. – No va a pasar nada por solamente un sorbito. Para que nos endulce la celebración.
-Tienes razón, Kat. - Convino Amatista consiguiendo una copa también. - En París yo he bebido en ocasiones como las Navidades y el día del catorce de Julio. No pasa nada.
-Ya, eso será en París. -  Repuso Kerria que, con algo de prevención añadió. - Aquí eso es ilegal. Estoy de acuerdo con Idina. No deberíamos beber alcohol, chicas.
-Mira que eres aguafiestas, Ky. - Se sonrió Katherine más que molestarse. -


            Aunque apuró la copa lo mismo que Amatista que, desde luego, no iba a ser menos, teniendo en cuenta además que esa bebida era de su país natal. Siguieron comentando los pormenores de su actuación y todas estaban satisfechas.

-Somos muy buenas, chicas. Si nos lo proponemos, podríamos incluso actuar aquí. - Las animó Katherine. -
-Estoy de acuerdo. - Afirmó Amatista. –
-Lo hemos hecho muy bien, pero actuar en un sitio como este con regularidad son palabras mayores. - Intervino Kerria. -
-Sí, creo que tienes razón, Ky. - Convino Idina. –
- ¡Anda ya! ¿Me vais a decir que si ese Ferak nos propusiera actuar en este sitio os lo ibais a pensar? - Las interrogó Kathy entre incrédula y algo contrariada. -
-Por supuesto. - Afirmó Kerria, recordándole a su prima. - Hemos venido de vacaciones, no a trabajar.
-Y eso de actuar en serio supondría tener que firmar un contrato. Y somos muy jóvenes para eso. - La secundó Idina. –
-No me lo puedo creer. - Suspiró Katherine, buscando apoyo en Amatista ala que preguntó. - Oye, no pensaba que estas dos fueran tan tiquis mikis.
-Ni yo, chica. Pero si no saben ver una buena oportunidad. – Repuso la francesa con tinte algo provocador. -
- ¡Oye! Claro que nos gustaría actuar en un sitio como este. ¡Podría ponernos de moda! Pero se deben de pensar las cosas con cuidado. – Replicó Kerria. -
- ¿Y cuándo lo vamos a pensar, cuando estemos de vuelta en casa? – Respondió Amatista con tono algo molesto, más para añadir. – Vale, entiendo que no te guste estar aquí, por Debbie.
-Debbie no tiene nada que ver en esto. Te diría lo mismo en cualquier otro sitio. - Contestó la ya también enfadada Kerria. –
-No sé yo…- Sentenció Amatista con retintín. –
- ¿Qué tratas de insinuar?, ¿eh? - Se enojó su interlocutora. –

            Amatista daba la impresión de ir a replicar de forma lapidaria, afortunadamente Idina se le adelantó con tinte conciliador tratando de mediar en esa discusión.

-Bueno chicas, dejadlo ya. - Les pidió con evidente preocupación. - Estamos pasándolo muy bien. No lo estropeemos.
-Es cierto. Tampoco es algo tan importante. - Intervino Katherine que notaba como el tono entre su prima Kerria y Tist estaba subiendo peligrosamente. –

            Sus dos compañeras asintieron. Tampoco querían enfadarse y arruinar esa noche tan magnifica que habían tenido hasta entonces.

-Lo siento Ky. - Suspiró Amatista. – Me he dejado llevar por el entusiasmo.

            Kerria asintió, aceptando de ese modo Aquella disculpa. Pasaron a conversar un poco sobre sus próximos planes, ir a la playa, de tiendas por Los Ángeles, etc. Al poco de estar charlando de eso Kathy le echó el ojo a un par de chicos que no estaban nada mal y animó a Idina a que la acompañase.

-Vamos Idina, no puedo ir yo sola. - Le pidió. -
-Es que yo…no sé qué voy a poder decirles, no los conozco de nada. - Pudo musitar tímidamente la chica. –
-Para eso ya estoy yo. Tú dame apoyo moral. - Sonrió pícaramente Kathy. -

            Su prima se encogió de hombros. Y Katherine se lo propuso a las otras.

-No gracias, yo paso. - Declinó Kerria. -
-Yo tampoco tengo ganas de ligar ahora. - Desestimó a su vez Amatista. –
- ¡Sois unas aburridas! - Sentenció Katherine quien tornó su mirada implorante a la pobre Idina. -
-Está bien. - Concedió a regañadientes ésta, advirtiendo a su intrépida interlocutora. - Pero nada de proponer cosas inapropiadas.
- ¿Cómo cuáles? - Quiso saber Katherine, fingiendo un tono y expresión inocentes. -
-Como… tú ya me entiendes. - Replicó Idina sin saber qué otra cosa decir. -

            Su prima la tomó de un brazo entonces y para allá que se fueron, las otras muchachas las vieron alejarse con gesto entre incrédulo y divertido, desde luego que no tenían ningún interés. Evidentemente ambas tenían ya sus compromisos sentimentales, y sobre todo en el caso de Kerria, los hombres no le interesaban de ese modo. Amatista por su parte solamente podía pensar en uno y no juzgaba apropiado que sus amigas la vieran flirteando con otros. De modo que, tanto ella como su amiga, se quedaron charlando en unos butacones al amparo del bullicio.

- ¡Esto es estupendo! - Le comentaba Amatista, que observaba el lugar llena de entusiasmo, volviendo al tema de polémica anterior, aunque enfocándolo de otro modo. - ¡El lugar perfecto para rematar nuestra gira de vacaciones!
- No sé, - contestó Kerria con expresión y voz algo seria para confesarle a su interlocutora con un tono algo más bajo. - La verdad. Hay algo que no me gusta de este sitio, no sé el qué. Pero me da cierta prevención.

Recordó las miradas de Sarah y de Ferak que también parecían estar examinándola. Pese a sus palabras amables, eran frías y extrañas. Definitivamente había algo que no le gustaba.

- Vamos, no estés tan a la defensiva, además, aquí trabaja Debbie, ¿qué más quieres, mujer? - Le dijo Amatista despreocupadamente mientras apuraba una copita más de champán y añadía. – Perdona lo de antes. No quise molestarte. Pero ahora en serio. Si para ti es un problema volver a ver a Debbie nos vamos y ya está.
-No, no es eso. Lo nuestro se terminó hace tiempo. Es que, no sé cómo explicarlo. - Pudo contestar la ahora desconcertada Kerria, para agregar con tono reflexivo. - La noto algo rara. Pero no tiene nada que ver con nuestra pasada relación. Es que, sencillamente, no me parece ella.
-Bueno, la gente cambia. - Afirmó despreocupadamente Amatista quien quiso a su vez cambiar de tema declarando animosa. - Te diré lo que haremos, nos tomamos una margarita y me cuentas lo que te inquieta. ¡A ver si consigo que me la sirvan! Ya me he tomado dos de mi bebida nacional - añadió con un tono bastante animado, demasiado influenciado ya por el alcohol. -
- ¿No has bebido ya bastante, Amatista? - Le advirtió Kerria dándose cuenta de esta circunstancia. -Mañana vas a tener una resaca horrorosa.
- Pues bueno - sonrió ésta encogiéndose de hombros con despreocupación, - dormiré todo el día...

            Kerria sonrió, no se preocupaba demasiado por eso, ella misma había bebido en bastantes ocasiones algo de más en alguna fiesta. Y por experiencia sabía que, si no se llegaba más lejos, lo peor que le sucedería a Amatista sería padecer un molestísimo dolor de cabeza al día siguiente, pero nada más. De todos modos, ella ya no deseaba dejarse llevar por aquello. Ya tuvo suficiente con su alocada adolescencia. Pero era otra cosa lo que la inquietaba, el ambiente que flotaba en ese sitio. Sus otras compañeras parecían ajenas a ello. Pensaba en esto cuando vio a Debbie dirigirse hacia la zona de reservados. Se levantó para seguirla, pero se detuvo al verla encontrarse con Sarah, ambas se tomaron de la mano y comenzaron a besarse con bastante ardor. Las vio sentarse tras las butacas. Algo más afectada de lo que ella misma quiso admitir, se sentó nuevamente en su sillón. Su compañera se había ido y la vio regresar con dos copas.

- ¡Vamos Ky, anima esa cara! - Le sonrió su amiga, aunque al verla de ese modo le inquirió más en serio. - ¿Qué te pasa?

            Amatista miró en la dirección en la que observaba su amiga y descubrió a la pareja formada por Deborah y Sarah.

- ¡Vamos chica, no sufras por eso! - le dijo amablemente tratando de animarla - ¿Se trata de Debbie y esa mujer, ¿verdad? Anda, a mí me lo puedes decir.
- No la culpo, esa tía está como un tren. - Repuso Kerria confiándose a su amiga. - Parece que arrasase por donde quiera que pasara. Pero, sin embargo, hay algo en ella que me preocupa.
- Tienes que darte tiempo - le sonrió Amatista apurando su copa con demasiada rapidez. Para agregar en tanto iba decayendo su tono. –Además, ahora tienes a Brian, tú por lo menos tienes novio, pero yo...
- Tranquila- respondió su amiga sintiéndose mejor y siendo ella ahora la que tomaba el papel de alentadora. - Mi hermano no tardará en fijarse en ti ¡Estoy segura!, pero mientras, puedes coquetear con algunos chicos de por aquí.
- No gracias - suspiró Amatista sintiéndose ligeramente mal. - Lo que necesito es encontrar el cuarto de baño. Espérame, ahora vuelvo. - Se alejó medio tambaleándose, dejando a Kerria sumida en sus pensamientos antes de que ésta se ofreciera ni tan siquiera a acompañarla. -

            Atravesando un concurrido grupo de gente, Amatista localizó al fin el aseo de las chicas. Entró corriendo, por suerte no había nadie. Después de aliviarse en el servicio, se lavó con abundante agua y respiró hondo.

- ¡Menuda castaña llevo! - pensó- la cabeza me da vueltas. Kerria tiene razón, me he pasado. Si mis padres me viesen me matarían.

            Se rio ella sola ante aquel pensamiento. Enseguida tanteó con la cara mojada en busca de una toalla. La alcanzó, pero alguien se la estaba ofreciendo. Al secarse vio a una chica de pelo moreno y corto, vestida como Deborah, le sonreía con un rictus ligeramente malicioso y sus ojos brillaban de forma extraña. Amatista no podía sustraerse a esa mirada. La chica, sin hablar, le indicó con un gesto que debía seguirla. Ella obedeció, esa individua la condujo fuera hacia un pasillo que desembocaba en una habitación. Amatista, algo mareada, se sentó en un sofá, único elemento que destacaba en esa estancia vacía.

- Me encuentro mal- susurró, preguntándole a esa muchacha. - ¿Podrías decirme donde está la pista? Quiero volver con mis amigas y marcharme al hotel.

            Aquella chica se limitó a acariciarla y sonrió. Amatista sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, al tiempo que notaba el frío contacto de aquellas manos. Trató de levantarse, pero estaba atontada, junto a ella se sentó otra joven idéntica a la que acariciaba su espalda que también la recorrió con las manos. Trató de protestar sonriendo.

- Os habéis equivocado de chica. Es mi amiga Kerria la que quizás agradecería estas cosas, pero yo no soy gay.

            Pero las misteriosas mujeres no decían nada, seguían acariciándola y Amatista sintió como besaban su cuello y sus mejillas. Progresivamente y sin apenas darse cuenta se abandonaba a esas caricias. En el baño, al ver a la primera de esas dos chicas, le pareció haber observado algo raro, pero no recordaba el que. Y entre tanto, los labios de esas mujeres rozaron su cuello y sintió un extraño placer que comenzaba a excitarla, seguido de un leve pinchazo que se tornó en un dolor agudo. No era capaz de quejarse, sólo de jadear sorprendida de sí misma. Estaba a punto de alcanzar un orgasmo siendo besada por dos mujeres. El cuello le ardía, sin poder evitarlo se entregó a ese placer devolviendo los besos a esas chicas. Notó gotearle algo desde el cuello hasta los pechos y creyó reconocer sangre, poco después perdió el conocimiento.

- ¿Dónde se habrá metido Tist? - Se preguntó Kerria. -

            Miró su teléfono móvil para ver la hora, habían pasado ya algunos minutos desde que Amatista se fue. Era tarde y esperaba la vuelta de su amiga con impaciencia.

- ¿Dónde te has metido? ¿estás bien? – Le preguntó por WhatsApp. –
            Aguardó la respuesta, pero tras un rato su amiga no dio muestras de haber leído el mensaje. Quizás Tist se encontrase mal por el alcohol, no estaba muy acostumbrada a beber tanto así que decidió ir a buscarla.

-Creo que fue al cuarto de baño. - Recordó la muchacha y hacia allí se encaminó. -

Entre tanto, Katherine y su prima Idina estuvieron charlando con aquel par de chicos, pero se aburrieron enseguida de sus miradas frías y su poca conversación. En cambio, parecían querer ir demasiado lejos, pues no cesaban de insistirlas en visitar los reservados. Parecían molestos de que ellas no aceptasen, las chicas les dejaron con pretextos más que manidos. Se situaron en la otra punta de la pista charlando entre ellas, riendo animadamente.

- ¿Has oído a esos tipos? - dijo Kathy imitando sus tonos. - " Venid con nosotros, vamos a disfrutar” … ¡ja, ja, ja! No me decían algo tan estúpido desde que estaba en el colegio.
- Y sobre todo la seguridad con la que lo decían, - añadió Idina - ¡Pobrecillos!, con ese método de ligar lo llevan claro. Eso sí, - observó algo más seria - no paraban de mirarnos a los ojos. Me estaban poniendo realmente nerviosa. Era muy desagradable.
- Y su mirada, era muy apagada - repuso Kathy dejando por un momento de reír. - Yo creía que el que hablaba conmigo hasta trataba de hipnotizarme.
- Pues van listos, mi padre me enseñó a evitar esa clase de trucos. - Declaró su prima. -
- Y mi hermano a mí - convino Kathy – No se fiaba de que alguien con esa habilidad pudiera tratar de controlarme, si un chico que es en parte demonio como él te enseña, ¿quién iba a poder hipnotizarte? De todas formas, espero que haya chicos más interesantes por aquí.
- No hay demasiados, pero existen. - Intervino un muchacho de pelo castaño que llevaba al cuello un crucifijo bien visible para añadir con seriedad - y haríais bien en marcharos.

            Las dos se quedaron atónitas por aquellas palabras, Idina rio desenfadadamente y repuso atónita.

- Esa es la mejor técnica que he escuchado. ¿Pretendes ligar con nosotras echándonos?
- Es verdad- admitió Kathy - esto es muy original, a mí me han entrado muchas veces, pero nunca de esta manera...
- No trato de ligar con vosotras- respondió el muchacho visiblemente nervioso para preguntar - ¿Sois nuevas?, nunca os he visto por aquí…
- Oye, eso está muy visto- dijo Idina decepcionada - con lo bien que habías empezado. A nosotras nos gustan los chicos imaginativos.
- ¡Cállate de una vez! - Le espetó el muchacho dejando a ambas sorprendidas más cuando agregó -Esto no es una broma, ni un juego, si seguís aquí vuestras vidas estarán en peligro.
- ¿Pero se puede saber qué estás diciendo? - Le inquirió Katherine más atónita que molesta por aquella respuesta. -
- Escuchad- contestó el muchacho que miraba a todas partes de la pista para asegurarse de que su conversación no era escuchada. - Sé que lo que os voy a contar suena increíble, que me tomaréis por loco, pero, os he visto desde hace un buen rato y me parecéis dos chicas normales.
- ¿Y eso es lo que te suena increíble? - Inquirió Idina cada vez más perdida. -.
- Me parece que así no vas a conseguir nada, muchacho, tendrías que haber dicho que éramos increíblemente guapas, y sería la verdad. – Sonrió burlonamente Katherine. -
- Está bien, escuchadme por favor y no me interrumpáis. Iré al grano. Este local no es lo que parece, se trata de una tapadera.
- ¿Tapadera? - Inquirió Kathy ahora con curiosidad - explícanos eso.
- Tienen tráfico de drogas o prostitución...- preguntó Idina que ahora sí se sentía muy alarmada. -
- Ojalá se tratase de algo así, - repuso el chico bastante nervioso - contra eso se podría luchar con más facilidad.
- Pero ¿nos dirás de una vez de lo que se trata?,- le preguntó Katherine que ya estaba perdiendo la paciencia. -


            El muchacho volvió a ojear a su alrededor por enésima vez y les hizo una seña de que se acercasen, ambas lo hicieron y él les susurró.

- Se trata de seres sobrenaturales, no están muertos y se alimentan de la sangre de sus víctimas.
- ¿Vampiros?,- creyó adivinar Idina elevando el tono por la sorpresa y la incredulidad. -
- ¡Chissss! - se apresuró a acallarla el chico. -Sí, de eso se trata.
- Mira tío ¡estás como una regadera! - Rio Kathy que pasó a ignorarle para dirigirse a su prima. -Anda Idina vámonos, se hace tarde y debemos encontrar a Ky y Tist.
- Debéis creerme, he hecho averiguaciones. ¿Por qué os creéis que llevo esta cruz al cuello? - Insistió él con un gesto y tono cada vez más nervioso. -
- Mira, de verdad nos eres simpático, pero mejor será que nos marchemos, es muy tarde ¿sabes? - Le respondió Idina reuniendo toda su paciencia para prometer a desgana, más por librarse de él que otra cosa. - Si vienes mañana ya hablaremos.
- Al menos prometer que iréis con cuidado. - Les pidió el muchacho visiblemente preocupado. - Por lo menos mañana vendrá un amigo mío experto en estos temas, él sabrá qué hacer.
- Descuida, ¡siempre lo hacemos! - rio Kathy que, con algo de curiosidad, le preguntó. - Por cierto ¿cómo te llamas?, aun no nos has dicho tu nombre…
- Me llamo Karl- Repuso secamente éste que miraba de nuevo en todas direcciones diríase que con creciente intranquilidad. -

            La joven se volvió hacia su prima e hizo ademán de presentarla. Idina estaba mirando distraídamente hacia otro sitio para tratar de aguantarse la risa.

- Bueno Karl, Me llamo Katherine, y ésta es mi prima Idi... - fue a decirle el nombre, pero al girarse el muchacho había desaparecido. -
- ¡Pues sí que nos ha dejado plantadas! - rio Idina. - Habrá ido a cazar vampiros, ¡Buuu! - Susurró al oído de su prima en tono burlón. -
- Será mejor que encontremos a estas dos y nos vayamos de aquí- La apremió Kathy que no tenía ganas de reírse precisamente.

Y es que eso de que la dejasen colgada de aquella manera no le hacía ninguna gracia.Solía ser ella quien se lo hacía a los chicos, pero le parecía increíble que hubiese sucedido al reves, de modo que, añadió con sequedad.

 – Anda vamos.

            Las dos primas se salieron de la pista dirigiéndose hacia los asientos que ocupaban sus compañeras, pero ni Amatista, ni Kerria estaban allí. Ésta última había ido al encuentro de su amiga. Entró en el baño, pero allí no había nadie. Salió tratando de mirar en la pista de baile y una mano se posó tras su hombro. Sobresaltada se giró, pero se tranquilizó enseguida al descubrir que era precisamente la persona que andaba buscando.

- ¿Te encuentras bien? - le preguntó Kerria. - Me tenías preocupada.
- Estoy bien, - sonrió su contertulia que añadió con un tono algo misterioso. - Ven conmigo, deseo enseñarte una cosa.
- ¿El qué?, es tarde y Kathy e Idina nos quizás nos estén buscando. - Objetó su amiga. -
- Es sólo un momento, - le insistió su interlocutora con una expresión algo extraña. - Sígueme…

            Kerria cedió acompañándola a través de unos intrincados pasillos, le parecía que su amiga estaba algo enigmática. Amatista lucía ahora su foulard alrededor del cuello y estaba más arreglada. Pero la notaba un poco pálida, quizás sería aquella mortecina luz que mal iluminaba el camino. Llegaron a una puertecita que su guía abrió, dando paso a una habitación provista tan sólo de un sofá...

- Siéntate un momento. - Le pidió Amatista. -

Sin comprender de qué iba aquello Kerria se sentó y su amiga se sentó con ella, muy pegada. Demasiado para lo que ella solía estilar.

- Me gustaría hablar contigo sobre una cosa. - Le susurró Amatista. -
- Tú dirás - le respondió su compañera cada vez más extrañada de esa actitud. -
- Quizás sea algo personal, pero, me gustaría que pudieras contestarme con sinceridad, Kerria…
- Pregúntamelo y veremos- dijo ésta realmente desconcertada. -
- ¿Cuándo te diste cuenta de que eras homosexual? - le soltó de pronto su amiga. -

            Kerria se quedó perpleja por esa pregunta lanzada tan a quemarropa, pero decidió contestarla con naturalidad.

- A los doce años comencé a darme cuenta de que me atraían algunas de mis compañeras, aunque entonces no le di importancia. Fue a los catorce cuando mis amigas ya estaban empezando a salir con chicos. En cambio, yo sólo deseaba estar con chicas, mi primer amor fue una chica dos años mayor que yo. Claro que fue algo platónico porque ella nunca lo supo. Yo la veía muchas veces en el vestuario y tenía que disimular para que no me sorprendiera mirándola al cambiarse cuando coincidíamos. Luego conocí a Debbie. - Sonrió fugazmente al acordarse y recobró la seriedad al preguntar -... ¿pero a qué viene eso?
- Tú has sido muy sincera y te lo agradezco. - Sonrió Amatista aferrándola de una mano. - Y ahora voy a serlo yo...sólo una pregunta más. ¿Crees posible que haya gente que pueda descubrir eso mismo con más edad?
- Sí, claro - repuso Kerria con seguridad, aunque se sentía cada vez más desorientada por la actitud de su amiga según añadía. - Incluso hay personas que han tenido varias relaciones con el otro sexo y un día descubren que tienen inclinaciones que no se habían atrevido a confesarse.
- Esta noche me ha ocurrido algo así, - le confesó Amatista mirando a los ojos de su amiga. -Cuando fui al servicio, me encontré con otra chica allí. Me miró, la miré y sin darnos cuenta nos estábamos besando. ¡Y he descubierto que me encanta!

            Su oyente se quedó perpleja por aquella revelación, ¡no podía creerlo!, conocía a su interlocutora y nunca le había dado esa impresión y eso que ella solía tener cierta experiencia en descubrir chicas con sus mismas inclinaciones sexuales.

- Has bebido mucho, Amatista - Le contestó con calma. - Eso te puede haber hecho perder la cabeza. No pasa nada, no significa que seas gay, ni mucho menos.
- Eso no es todo- le confesó ésta agregando. - Esa chica es lo de menos, sólo me ha abierto el camino. Dime una cosa Kerria, si tú y yo no fuéramos amigas. Si me encontrases un día en una discoteca como ésta ¿Te resultaría atractiva? Tengo que saberlo, o, mejor dicho, cuando nos conocimos ¿te sentiste atraída físicamente por mí?

            La interpelada guardó un embarazoso silencio, no sabía que decir ¿Y si Amatista la estuviera probando? ¿Y si fuera una broma? Pero la mirada que la notaba no parecía tener que ver con eso.

- Sé sincera por favor, somos amigas. - Le pidió su contertulia confesando visiblemente aturdida. -Estoy hecha un lío y es importante para mí.
- Bueno, si te digo la verdad, no pensé mucho en eso, yo entonces salía con Debbie. Y tú eres la hija de unos amigos de mis padres. Si te soy sincera, no lo pensé siquiera. - Añadió pese a que eso no era del todo cierto. -
- Pues dímelo ahora - le pidió Amatista apremiantemente. - ¿Crees que soy bonita?
- Sí, claro que sí, todos los chicos se mueren por ti. - La animó su contertulia juzgando que esa réplica era lo suficientemente diplomática. -
- Menos uno- repuso Amatista con el tono más alicaído. -


            Kerria sonrió aliviada, ¡ya sabía de lo que se trataba! Era por su hermano, Amatista pasaba por una crisis de auto estima, agravada por las copas de más que llevaba. Decidió tranquilizarla.

- ¡No seas tonta, mujer!, eres preciosa y tienes un cuerpo imponente, lo que ocurre es que mi hermano no se entera de nada, pero lo hará.
- ¿Tú te hubieses enrollado conmigo de haber sido una desconocida? - Le inquirió su amiga con visible interés. -
- Claro- sonrió Kerria que para desdramatizar añadió con fingida melosidad. - Estás muy buena. ¿Lo sabías?

            Pero lo que no imaginaba fue la respuesta de su amiga quien, tras dedicarle una extraña sonrisa, le propuso con un susurro dejándola pasmada.

- ¿Y por qué no lo probamos? Vamos, yo tengo mucha curiosidad, siempre la he tenido, pero no quería reconocerlo. Por favor Kerria, me resistí al principio con esa chica, pero luego me dejé llevar y fue maravilloso. Y seguro que contigo iba a serlo mucho más.
- Tist ¿qué estás diciendo? - rio forzadamente su amiga observándola incrédula -, es una broma ¿verdad?
- ¡Te lo suplico! - exclamó Amatista arrodillándose a su lado. Su compañera la miraba atónita, sintiéndose muy violenta y sin saber cómo actuar, mientras escuchaba cada vez más asombrada. - Hace mucho tiempo que te miro con deseo. No te has dado cuenta porque siempre he utilizado a tu hermano para desviar la atención. Tenía miedo y vergüenza, pero esta noche he conseguido superarlo. Esperé la ocasión de que estuviéramos a solas. - Mientras hablaba se había despojado de la parte superior del vestido dejando sus pechos al aire para preguntar con la voz entrecortada por los jadeos.  - Mírame bien Kerria. ¿Acaso no te gusto?

            La aludida, perpleja y bastante envarada, trataba de apartarse de allí pero su amiga no la dejaba.

- Esto ya ha ido muy lejos, por favor, Amatista, déjalo ya. - Le dijo tratando de ponerse seria. -
- Sé que te gusto Kerria, te he visto mirarme cuando estábamos desnudas y tú también me gustas a mí, por favor, probémoslo. Tú sabes hacérselo a otra mujer, yo me dejaré llevar. Hazlo por mí, no quiero tener esa experiencia con una desconocida, a ti te quiero, como amiga y como amante. -  Y dicho esto acercó sus labios a los de su amiga y los unió en un beso cálido y prolongado. -

            La muchacha estaba aturdida, no sabía cómo actuar, a ella le gustaba Amatista, incluso físicamente, pero no para hacer el amor con ella. Había demasiadas cosas que lo impedían, la consideraba casi como a una hermana. No obstante, se dejó besar, quizás con ese beso se le pasase aquello, pero la boca de ésta se abrió y su lengua buscó entre la boca de Kerria, casi sin darse cuenta estaban las dos una sobre otra en el sofá. Amatista acariciando ardorosamente los pechos de su amiga. Kerria notaba un placer extraño, muy sensual, no se parecía a nada que hubiese experimentado, pero a la vez sabía que eso que hacían no estaba bien. Su improvisada amante la besó en uno de los pezones y no pudo reprimir un jadeo.

- ¡Te quiero a ti y no a tu hermano! - repuso Amatista entre jadeos excitados. - Hagamos el amor aquí. ¡Nadie tendrá por qué saberlo, Kerria!
- Me gustas Amatista, y eso me asusta - Reconoció ésta con la voz entrecortada. - Por favor no sigas, no podré contenerme más.
- No lo hagas y dame placer- le pidió ésta con voz melosa en tanto lamía su cuello. - ¡Quiero tenerte!

            Kerria sintió algo que arañaba su cuello, se apartó, pero su compañera seguía intentando besarla con insistencia. En ese instante sintió algo desagradable, como si despertase de un sueño cálido y maravilloso encontrándose en un camastro incómodo y helado.


- ¡Basta ya! Esto ha ido demasiado lejos, Amatista - Exclamó incorporándose del sofá, apenas siendo capaz de balbucear. - Estamos cometiendo un grave error, tú estás confundida y yo.- Pero entonces se le heló la expresión en la cara al ver a su amiga mirarla con los ojos enrojecidos y un par de finos colmillos sobresaliendo de su boca. -
- Tú no lo entiendes - le susurró Amatista con un desagradable gorgoteo - Te necesito, Kerria. –

Amatista trató entonces de abrazarla, pero su amiga saltó del sofá levantándose como un resorte.

- ¡Esto no tiene ninguna gracia! - le chilló bastante asustada. - ¡Basta ya!
- ¡Ja, ja, ja, ja! – y esa risa acompañada de una estruendosa carcajada fue la única respuesta de su interlocutora. -

            Su compañera se sentía violentísima ¿Qué demonios significaba todo eso? había estado a punto de dejarse llevar por la pasión y el deseo sexual con la que creía era su mejor amiga y todo había resultado ser una broma de pésimo gusto. Miró a Amatista de nuevo y no había ni rastro de colmillos, ni de enrojecimiento en los ojos. Pero su voz parecía tomada por el alcohol.

- Vamos Kerria, era una broma, mujer. ¿No te ha hecho gracia? Creía que tenías sentido del humor.
- ¿Cómo has podido hacerme algo así? - Le chilló la joven completamente histérica. - ¿Qué pretendías con esto?
- Nada, tan sólo divertirme un rato, tonta, - replicó Amatista sin poder parar de reír, añadiendo con tinte de burla. - Si te hubieras visto la cara cuando te he dicho, ¡me gustas Kerria!, ¡ja, ja, ja! No dirás que no soy buena actriz. ¡Te lo has tragado! Admítelo.

            Visiblemente furiosa, la interpelada abofeteó a su compañera con fuerza cruzándola la cara y chillándole muy alterada.

- ¡No tolero que nadie, me oyes, nadie, se burle de mí así!
- Perdóname mujer. - Respondió Amatista ya de forma seria, tapándose la cara que ahora tenía enrojecida. - No creí que fuera a molestarte tanto. Me he pasado un poco, eso es todo. En mi internado una vez le hice algo parecido a otra chica que era como tú. Lo cierto es que se me da bien, ¿qué le voy a hacer si tengo gancho con las lesbianas?
- ¿Y me lo dices así? Tan tranquila - balbuceó su interlocutora a punto de llorar para sentenciar entre sollozos.  - ¡No te lo perdonaré nunca!

Kerria salió corriendo de la estancia sintiéndose muy humillada y Amatista la siguió, estaba mareada, pero con todo y con eso le dio alcance pues su amiga no sabía salir de ese laberinto de pasillos.

- Vamos, no seas niña. Mañana te reirás de esto.
- ¡No vuelvas a hablarme! - Le espetó ésta muy enfadada, sentenciando. - Mañana mismo me vuelvo a mi casa.
           
            Logró por fin salir a la pista de baile, su interlocutora la siguió y le dio alcance justo cuando llegaba a sus sillones, allí esperaban Kathy e Idina que se sorprendieron por como llegaba Kerria. Lloraba al borde del histerismo, Amatista llegó inmediatamente después agarrándola de un brazo.

- Bueno, ya te he pedido perdón, no seas estúpida.
- ¡Suéltame! - Le chilló Kerria girándose al tiempo que apartaba el brazo de su otrora amiga con agresividad. -No vuelvas a tocarme o te parto la cara.
- ¿Pero que os pasa? - Terció Katherine atónita. -
- ¿Tú a mí? - Rio Amatista con desdén ignorando aquella pregunta - me gustaría ver si te atreves...- Añadió en tono desafiante. -
- Ya basta por favor, - intervino Idina interponiéndose entre ambas - ¿Qué os ha pasado?
- ¡Sólo quiero salir de aquí y volverme a mi casa! - Sollozó Kerria. -
- Pero mañana tenemos que volver para cantar. - Le objetó Kathy entre nerviosa sorprendida y asustada por lo que oía. -
- ¡Yo no, no quiero saber nada más del grupo, ni de ella! - Señaló a Amatista que estaba siendo sujetada por Idina. -
- Pues vete, ¿quién te necesita? - Respondió la joven francesa con desdén escupiendo casi con regocijo. - ¡Maldita tortillera del demonio! ¡Vuélvete con la zorra de Debbie!

            Idina y Kathy se quedaron petrificadas, no sabían que estaba ocurriendo, pero jamás habían visto a ninguna comportarse de ese modo. Apenas pudieron evitar que su prima, hecha una furia, saltase como un resorte golpeando a Amatista en la cara, ésta retrocedió por el impacto teniendo que sujetarse a una columna para no caer. Se rehízo enseguida casi sin acusar el golpe y trató de agarrar a Kerria para devolverle el puñetazo, pero tanto Idina como Kathy lo impidieron sujetándola.

- ¡Ya basta por el amor de Dios! ¿Os habéis vuelto locas? - Gritó Idina usando todas sus fuerzas para contener a Amatista que parecía estar fuera de sí. -
- Si esto es una broma vuestra no tiene ninguna gracia, - añadió Kathy pensando por el contrario que, desgraciadamente, se trataba de algo muy serio. -

            El altercado atrajo a Deborah que llegó corriendo hasta allí para serenar los ánimos, tras ella venía Sarah.

- ¿Qué está ocurriendo aquí? - Preguntó Debbie a Kerria que no respondió. -

            Las chicas se detuvieron, Amatista pareció calmase también en tanto que Sarah se dirigió a ellas con un tono entre admonitorio y amenazador.

- Este club es para gente civilizada, no sé qué pasa entre vosotras, pero no admitimos peleas de nadie, os debo rogar que os marchéis. Mañana, si estáis más calmadas, volved. Debbie, llévalas a su hotel.
- Sí, claro Sarah. - Asintió ésta con cara de circunstancias para pedirle al grupo. – Haced el favor de seguidme.

            Las chicas obedecieron, las dos protagonistas del altercado tratando de evitarse y Kathy e Idina asustadas y muy avergonzadas por aquella situación poniéndose en medio de ambas. Deborah las llevó en la limusina de vuelta a su apartamento y se despidió lo más amablemente que pudo. Las chicas subieron a su piso y Kerria sacó sus cosas de la habitación que compartía con Amatista.

- Idina, ¿puedes dejarme dormir con Kathy esta noche?,- le pidió a su prima. -
- Sí, claro- repuso ésta sin saber qué otra cosa hacer. - Llevaré mis cosas a la otra habitación.

            Hicieron el cambio e Idina pasó a compartir habitación con Amatista, sin más explicaciones se fueron a la cama. En la habitación de las dos muchachas, la francesa se acostó sin mediar palabra. Su amiga le preguntó tímidamente.

- ¿Qué ha ocurrido?...
- No sabe aguantar una broma- repuso secamente su contertulia justificándose. - Le pedí disculpas, pero mira cómo ha reaccionado.
- Yo sólo te he oído insultarla, Amatista – Respondió su compañera que insistió ahora de forma más seria. - ¿Qué le has hecho para que se ponga sí?

            La interpelada, se sonrió y le hizo un breve resumen, omitiendo algún que otro detalle desagradable. Pero aun así se ganó la reprobación de Idina.

- Pero ¿cómo se te ocurrió hacerle algo así? Es una broma muy cruel. No, no es una broma, es una maldad. ¿Por qué le has hecho eso? Creía que erais muy buenas amigas.
- Y yo también lo creía. – Se sonrió Amatista alegando con sorna. - ¿No presume siempre de estar abierta a todo? Mira que lo sabía. Por más que ha dicho que solamente éramos amigas, y que ahora está con Brian. Pero es mentira. En el fondo tenía ganas de que le propusiera algo así, ahora sé que no puedo fiarme de ella. Y vosotras tampoco deberíais, quién no nos dice que no está metida en la misma cama que Katherine con el cuento de que quiere que alguien la consuele. Kathy es una chica muy guapa, está muy buena y puede que Kerria no sepa resistir la tentación. - Añadió con palpable mala intención. -
- ¿Cómo puedes decir una cosa así? ¡Somos primas! - Se escandalizó Idina. – Ky jamás haría algo como eso.
- Déjame dormir- repuso su interlocutora sin más. - Me duele mucho la cabeza y no me siento bien…
- Pero Amatista, no puedes dejar las cosas así. Tenéis que aclarar las cosas. - Insistió su amiga atónita por lo que escuchaba -....
- Ya están muy claras. Hasta mañana. - Rezongó ésta que ya no quiso charlar más. -

            En el otro cuarto y entre lloros Kerria también le contó a Kathy lo ocurrido. Ésta se quedó muda de espanto. Pudo reaccionar para abrazar a su prima que lloraba sin poder parar.

- ¡Nunca lo habría creído de ella, y decía que era mi amiga! - Sollozaba desconsolada. -
- Ha bebido mucho, no está acostumbrada, no sabía lo que hacía, estoy segura. - Le respondió Kathy tratando de calmarla. - Verás cómo mañana se arrepiente de todo y te pide perdón.
- No es tan sencillo- balbuceó Kerria moviendo la cabeza entre lágrimas. - No podré olvidar lo que me ha hecho.
- Todo se arreglará mañana. - Le susurró su prima con suavidad - ahora intenta dormirte. -

Y tras un rato más su compañera de cuarto lo intentó conciliando el sueño casi al alba. A la mañana siguiente las chicas se levantaron tarde, Kathy e Idina fueron las primeras, Kerria lo hizo casi a las dos y Amatista aún seguía encerrada en su cuarto.

- Estuvo muy rara ayer noche - Les contó Idina con evidente inquietud. - Me despertó varias veces, sudaba mucho y murmuraba en sueños. Debe de tener fiebre pues la frente le ardía cuando se la toqué, no quise despertarla por si dormir le hacía bien
- Algo le pasa y no es normal- intervino Kathy. - Aguardaremos a que se despierte.

            Esperaron un par de horas más, por fin, a las cuatro, su compañera se levantó. Estaba muy desmejorada, pálida y arrastraba los pies de forma lastimosa. Se sentó en la mesa dejándose caer como si fuera un fardo. Idina le preguntó muy preocupada.

- ¿Estás mejor que ayer?
- ¿Ayer? - musitó Amatista con la mirada perdida -, me siento como si me hubiera pasado un ejército por encima.
- Tienes que comer algo. - Le dijo una también concernida Kathy alejándose hacia la cocina. - Ahora te traigo un poco de comida.

            Ésta asintió débilmente, miraba a sus compañeras que tenían esbozada la preocupación en el rostro. Miró a Kerria que no le dirigió la palabra, sólo le devolvió una expresión llena de enfado, se levantó y salió de la habitación. Amatista estaba confusa, creyó recordar un sueño que tuvo con ella ayer. Kathy entre tanto regresó con algo de comida. Amatista dio varios bocados a un pedazo de pan con queso y le supieron acartonados. Hizo un esfuerzo por tragarlos, pero se sintió mal. Corrió al servicio y devolvió. Las chicas se miraron preocupadas.

- Convendría llamar a un médico. O llevarla a urgencias. - Opinó Idina. -
- Sí, estoy de acuerdo, ¿qué opinas tú, Ky? - Le inquirió Kathy a su prima, que había vuelto a entrar en la habitación. -

Pero no respondió, y Katherine enseguida le insistió con tono conciliador.
- Vamos mujer, no es momento para eso ahora. Cuando Amatista se encuentre mejor lo hablaremos todas.
- ¡No hay nada de qué hablar! - Replicó secamente la aludida, sentenciando. - Me voy a ir en el próximo tren para casa.
- No, por favor, no te vayas. - Le pidió Idina. - No ahora, danos un poco de tiempo para ver si lo de Amatista es algo serio.
- Me es exactamente igual. - Respondió Kerria en tono desabrido. - Además sois dos, podréis cuidarla, yo no quiero saber nada más de ella.
- No piensas lo que dices - le respondió Kathy moviendo la cabeza con reprobación. -
- ¿Queréis dejarme en paz de una vez?,- estalló su prima que se metió en su habitación dando un sonoro portazo. -

            Tanto Idina como Kathy se miraron visiblemente preocupadas sin saber qué hacer, en eso Amatista regresó del baño.

- ¿Estás mejor? - Le inquirió Katherine con tono suave. -
- Necesito acostarme un rato – murmuró su amiga. -
- ¿Quieres que llamemos al médico? - le preguntó Kathy -.
- No, gracias, sólo quiero descansar un rato más.
- ¿Y comer algo? - Le ofreció Idina. - Puedo prepararte alguna cosa ligera, una sopa.
- No, no tengo hambre - contestó Amatista a desgana, pidiéndoles casi con un susurro. - Dejadme por favor.

            Se metió en su cuarto y cerró la puerta. Media hora después Kerria salía del suyo con su maleta hecha, Idina se apresuró a detenerla.

- Por favor, te ruego que lo reconsideres.
- ¡Déjame pasar o perderé el tren! - Le espetó ésta con cara de pocos amigos. -
- Nos conocemos desde niñas. Nunca te he pedido nada, sólo hazme este favor. - Insistió la joven interponiéndose en la puerta. -
- ¡He dicho que te apartes!,- chilló su interlocutora quitándola de en medio con un empujón que dio con Idina en el suelo. -

Kathy corrió a ayudarla a levantarse en tanto que Kerria se quedó paralizada. Sus primas la observaban entre perplejas y consternadas. Ella se sintió avergonzada. Había sido un ataque de rabia repentino del que se había arrepentido al instante y se disculpó enseguida.

-Perdóname Idina, ¿te he hecho daño?
- No pasa nada, estoy bien - trató de decir ésta aparentando normalidad, aunque parecía resentirse un poco de la cadera. -
- Lo siento de veras, estoy furiosa necesito pensar. - Balbuceó su prima rompiendo a llorar. - 

Kerria se sentía terriblemente mal por ese acto irreflexivo fruto de su rabia, ahora su conciencia tomaba el control nuevamente, lo suficiente como para pensar que el comportamiento de Amatista no era en absoluto normal. Tan absurdo y reprobable como el suyo propio al hacer a su pobre prima el blanco de su enfado. Dejó la maleta en el suelo y se tapó la cara con las manos, sin poder parar de llorar. Idina y Kathy abrazaron confortadoramente a su prima y ésta se desahogó sintiéndose mejor.

- ¿Cómo está Amatista? - pudo preguntar al fin.  -
- Se acostó hace ya un rato y está encerrada en la habitación. No quiere comer, me preocupa mucho, - reconoció Idina a la que ya se le había pasado el dolor del golpe más concernida por su prima y por su amiga que por ella misma, pues añadió. – No sé qué le pueda pasar. Tengo miedo de que sea algo serio.
- Quizás ayer alguien le pudo dar alguna droga y por eso haya actuado así contigo. - Conjeturó Katherine no menos inquieta. -
- Es posible- admitió Kerria recordando además que su compañera bebió mucho. - Esperaremos a que se levante, quizás esté mejor.
- Tenemos que estar unidas. - Le pidió Idina animando a sus compañeras con resolución - de cosas peores hemos salido, chicas.

            Las dos asintieron, Kerria, más calmada, llevó sus cosas de nuevo a la habitación. Las jóvenes esperaron, nerviosas. Las horas pasaron y llegó el atardecer. Y por fin Amatista salió de su cuarto.

- Hola- musitó. -
- ¿Estás mejor?,- le preguntó Idina con un claro gesto de preocupación. -
- Sí, claro, - sonrió Amatista que desde luego parecía estar en bastantes mejores condiciones. -
- ¿Tienes hambre? - le inquirió Kathy con interés. -
- No, no tengo, pero estoy bien, de verdad. - Insistió la muchacha que dejó nuevamente perplejas a todas con lo siguiente que dijo. - Me gustaría volver al club esta noche.
- Pero ¿qué dices? - intervino Kerria hablándola por fin. - ¿No tuviste suficiente con lo de ayer? - Añadió molesta. -
- ¿Ayer? - Amatista la miró extrañada y la inquirió - ¿qué pasó ayer?
- Me vas a decir que no lo recuerdas - contestó su contertulia con una sonrisa irónica. -
- ¿Si no recuerdo el qué? Sólo me acuerdo de que fui al servicio porque me sentía mal, tenías razón, Ky. No debí beber tantas copas. - Respondió su contertulia aparentemente sin recordar nada en absoluto. -

            Kerria la miraba confusa, su interlocutora se dirigía a ella como si nada hubiera pasado entre las dos, dudaba de si eso era una actuación o si realmente Amatista no recordaba nada. Quizás sería más fácil dejar las cosas así. Idina pronto intervino para apaciguar definitivamente las cosas.

- Tist está confusa, bebió más de la cuenta ayer y le sentó muy mal, no sabe ni lo que hizo. Vamos Kerria, déjalo estar.
- ¿Qué tienes que dejar estar? - Le interrogó Amatista que ahora comenzaba a preocuparse queriendo saber. - ¿Hice algo malo ayer?
- Malo no es la palabra- repuso Kerria casi con un susurro para convenir con tono serio y resignado. - Idina tiene razón, mejor vamos a olvidarlo.
- No comprendo nada- dijo su amiga completamente perdida en tanto se atusaba el pelo. -
- ¿Qué te ha pasado ahí?,- le inquirió Kathy fijándose en su cuello. - Tienes una herida.

            La muchacha se acercó a ella y descubrió dos señales de marcas en el cuello se miró con Idina que también se acercó a verlas, pero Amatista se apartó, molesta.

- ¿Qué te ha ocurrido en el cuello?,- le preguntó Idina -
- Nada, habrá sido algún mosquito- repuso la muchacha deseosa de cambiar de tema. – Bueno, ¿os venís a la discoteca o no? Yo voy a ir.
- Esto no me gusta nada. Su comportamiento no es normal. No conviene que la dejemos sola, - les susurró una cada vez más preocupada Kerria a sus primas para luego añadir en voz alta. - Nosotras vamos también.

            Éstas asintieron a su vez, las cuatro se arreglaron y tomaron un taxi. Ese vehículo las llevó al club, ya eran las diez y acababan de abrir. Pasaron sin siquiera pagar entrada pues Deborah las esperaba en la puerta.

- Me alegro de que hayáis vuelto- sonrió - ¿Está todo mejor que ayer?
- Sí, claro- respondió Amatista mirándola intensamente para aseverar. - Todo está bien.
- Estupendo - respondió Debbie mirándola fijamente también según las invitaba. – Pasad, Sarah quiere veros...

            Las guio hasta los camerinos. Aquella hermosa mujer aguardaba ataviada con un traje rojo muy ajustado. Sonreía clavando en las chicas esa mirada fría. Debbie parecía tener su misma expresión.

- Tuvisteis mucho éxito ayer, si os parece bien, podríais repetir la actuación. - Les propuso esa imponente morena con mucha amabilidad. -

Las muchachas guardaron un envarado silencio, Idina hizo ademán de disculparse por lo de la noche pasada, pero Kathy se adelantó respondiendo a la pregunta.

- Sí, claro, ¿por qué no? ¿Qué opináis vosotras? - inquirió al resto de las chicas. -

            Las demás asintieron, Amatista intervino dirigiéndose a Sarah.

- Tengo hambre, no he comido nada en todo el día.
- Ve con Debbie, ella te llevará al bar, allí te darán algo. Las demás si queréis preparaos para la actuación.
- No tardes, Tist. - Le pidió Idina aliviada de que su amiga tuviera ganas de tomar algo por fin. -

            Ésta asintió y siguió a Deborah que la llevó por los corredores hasta una pequeña habitación que recordaba vagamente.

- Esta no es el bar - objetó la joven visiblemente confusa. -
- Pero tú has dicho que tenías hambre, ¿no es así? - Sonrió Deborah susurrándola de forma insinuante. -Yo sé cómo saciar tu apetito, Amatista.

            Y sin pronunciar más palabras la hizo sentarse en el sofá y se puso a horcajadas sobre ella.

- ¿Qué estás haciendo?,- le preguntó la muchacha que se sentía extraña -.
- Darte de comer- repuso Debbie bajándose el traje y descubriendo sus pechos para invitar a su interlocutora. - Bebe de mí. Vamos, sáciate conmigo.

            Entonces Deborah se hizo una pequeña herida con las uñas de la que manó un hilillo de sangre. Amatista quiso resistirse a ello, pero algo le obligaba a llevarse uno de los pezones de Debbie a la boca. Sin poderlo evitar succionó con avidez. Deborah jadeó excitada y besó el cuello de Amatista. Ésta clavó sus dientes en el pezón de ella haciendo que un hilo de sangre cayese por el pecho y bebió. Entre tanto, dos mujeres más habían entrado en la sala, eran morenas y de pelo corto. Miraban a las otras dos chicas con una expresión de deseo, sus ojos lucían ambarinos y dos colmillos las sobresalían de sus bocas. Separándose, las muchachas se unieron a cada una de ellas en una orgiástica celebración. Amatista accedió a los pechos de su pareja bebiendo igual que con Deborah, entre tanto sentía un agudo pinchazo en el cuello. Deborah experimentó la misma sensación nutriéndose de idéntica manera. Terminada aquella especie de ceremonia Tanto Amatista como Debbie se arreglaron y volvieron hacia el camerino.

-Ya estamos listas. - Sonrió malévolamente Deborah. -
-Así es, y ya solamente falta que mis amigas lo estén también. - Afirmó Amatista con idéntica expresión. -

            Habían pasado casi cuarenta y cinco minutos. Las chicas tuvieron que salir al escenario sin Amatista.

- ¿Dónde se habrá metido? - Dijo Kathy preocupada. -
- Tendremos que actuar sin ella. - Terció Kerria visiblemente inquieta a su vez. – Supongo que estará con Debbie cenando algo. Ya la buscaremos más tarde.

            Aunque le sorprendió ver la aparente buena sintonía que había entre ellas dos.
- ¡Qué remedio nos queda! - Suspiró Idina, sacándola de esas reflexiones. -

            El público estaba congregado ya, con aplausos las instaron a comenzar. Las chicas cantaron lo mejor que pudieron para suplir la ausencia de su compañera. No se les dio mal, aunque no fue lo mismo sin su compañera. Pese a todo cosecharon muchos aplausos. Al término del concierto volvieron al camerino y allí las esperaba Amatista.

- ¿Dónde te habías metido? - La recriminó Kathy visiblemente molesta. - Hemos tenido que cantar sin ti.
- Lo siento. Tenía mucha hambre. - Respondió la aludida sonriendo sin parecer preocupada por su ausencia. -Ya estoy mucho mejor.
- Me alegro- intervino Idina tratando de calmar las cosas - espero que todo vuelva a la normalidad.
- Sí. Esperémoslo, - añadió Kerria deseosa de mostrarse conciliadora. - Anda, vamos a tomar algo al bar, pero esta vez sin alcohol.
- Prometido- sonrió Amatista añadiendo convencida, - hay cosas mejores para pasárselo bien. Me he dado cuenta de eso.

            Su contertulia sonrió aliviada, parecía que su amiga había aprendido al fin la lección. Las cuatro fueron hasta el bar y pidieron unos zumos. Sin embargo, Amatista no probaba el suyo. Kerria trató de limar las asperezas que pudieran quedar.

- ¡Vamos mujer!, tampoco hay que ser tan radical, un zumo te vendrá bien.

            Su amiga asintió dándole un pequeño sorbo. Idina entre tanto vio al muchacho de la otra noche bailando despreocupadamente y se lo dijo a Kathy.

- Vamos a verle- sonrió ésta. - Tengo ganas de reírme un poco, veremos que se le ocurre hoy.
- No os peleéis ¿eh?, chicas. - Sonrió Idina dirigiéndose a Kerria y Amatista como si de dos niñas se tratasen. -
- Descuida- repuso Amatista devolviéndole la sonrisa, aunque su mirada estaba extrañamente apagada y fría. -

            Idina no se dio cuenta de eso y siguió a Katherine que ya se había alejado hacia el chico, llegaron ambas y le preguntaron conteniendo las sonrisas.

- ¿Te has encontrado muchos vampiros esta noche, Karl? - Inquirió Kathy por saludo. -

            No obstante, el muchacho la miró con un extraño gesto, su mirada parecía perdida y ya no llevaba aquella cruz al cuello.

- ¿Vampiros? ¡Qué tontería! - pudo replicar con tono algo frío, más cuando quiso saber. - ¿Vosotras quienes sois?

            Las dos muchachas se miraron sorprendidas. Fue Idina quién le recordó.

- Somos las chicas de ayer ¿No nos recuerdas?, te acercaste para contarnos que esto estaba lleno de vampiros.
- Me estaréis confundiendo con otro- repuso secamente. - Disculpadme por favor.

            Le vieron alejarse y entablar conversación con uno de los porteros, parecía que estaba hablando de ellas puesto que ese gorila las miró con una expresión bastante hostil alejándose después.

- Aquí está ocurriendo algo muy raro, y no me gusta nada. - Declaró Kathy ahora con gesto preocupado. -
- ¿Pero el qué?,- le preguntó Idina con gesto desconcertado, para admitir con idéntica inquietud. - Yo tengo esa misma sensación y no entiendo el por qué.

            Entre tanto Amatista charlaba con Kerria en un tono muy amable. Ésta se alegraba de que las cosas hubieran vuelto a su cauce. Deborah se unió a ellas, parecía incluso que las relaciones entre las dos chicas habían mejorado, eso alegró aún más a su amiga.

- Podemos ir a la sala de dentro, hay unas personas que desean conoceros. - Propuso jovialmente Debbie. -
- Por mí está bien. ¿Son promotores? - inquirió Amatista con sumo interés. -
- Algo por el estilo- respondió la morena muchacha. -
- Voy a avisar a las chicas- les dijo Kerria - así iremos todas.
- Vente tú conmigo y que las llame Amatista - Le pidió Deborah que al ver la cara de extrañeza de Kerria le susurró. - Me gustaría hablar contigo un momento. Es importante.

            La joven asintió, efectivamente la otra componente del grupo se ofreció a buscar a las demás. Así, ambas chicas entraron por el corredor, Deborah iba a buen paso.

- Espera Debbie. ¿No querías hablar de algo?
- Cuando estemos lejos de la pista. - Le contestó Deborah. -

            Kerria decidió seguirla pues tenía curiosidad, su guía se detuvo ante una puerta y entonces se volvió hacia ella.

- Lo que tenía que decirte es que, detrás de esta puerta tenéis la oportunidad de vuestras vidas, Kerria. Quería venir contigo a solas, porque esta gente que nos aguarda son personas muy influyentes y poderosas.
- ¿Son magnates discográficos o algo así? - inquirió Kerria, con una mezcla de emoción y nerviosismo en su voz. -
- Digamos que pueden hacer casi cualquier cosa. - Le susurró Deborah aconsejándola. - Ante todo debes estar tranquila y no preocuparte. Te ofrecerán unirte a su club, que es muy selecto...
- ¿Que club?,- preguntó la chica cada vez más intrigada. -
- Ahora lo verás. Tú vente conmigo, - la animó jovialmente su amiga abriendo la puerta e invitándola a pasar. -

            Kerria entró en una sala más amplia que las otras que había visitado anteriormente. Allí esperaban dos chicas morenas con el pelo corto que la observaron con miradas inquisitivas. Estaba también el señor Ferak, con una planta imponente y llevando una larga capa negra, su miraba paralizaba. Deborah cerró la puerta tras ellas. Kerria estaba un poco intimidada, pero trató de conservar la calma. En eso le habló aquel tipo.

- Me alegro de que haya aceptado nuestra invitación. Imagino que Deborah le habrá hablado ya de nuestra oferta.
- Sí, algo me ha adelantado, pero no me ha dado detalles, - Sonrió Kerria que vio acercarse a ella a las dos chicas morenas que parecían gemelas por su semejanza, mientras preguntaba. - ¿En qué consiste exactamente?
- En el poder más absoluto que pueda existir- repuso Ferak. -
- ¿Cómo?,- sonrió Kerria sin comprender. -
- ¿No te gustaría ser eternamente joven y bonita? Cantar durante innumerables años teniendo como fans decenas de generaciones…- Le preguntó a su vez aquel tipo. -

Sin embargo, y para sorpresa de ese hombre, su interlocutora se rio y creyó comprender de lo que se trataba.

- ¿Quieren hacernos una grabación holográfica? ¡Eso ya está más que inventado, señor Ferak! Pero por mí, no hay ningún inconveniente. Y seguro que a mis compañeras también les agradará la idea.

            Ese tipo también sonrió, pero su sonrisa era tan siniestra que a Kerria se le borró la suya. Sin que casi lo hubiese advertido aquellas dos chicas estaban junto a ella sujetándole de las muñecas con suavidad.

-No es eso exactamente, querida. - Dijo finalmente él, con un tinte algo siniestro. -
- ¿A qué se refiere usted?,- preguntó tratando de soltarse con disimulo y creciente inquietud. -
- Me refiero a la vida eterna. - Explicó Ferak. -
- Escúcheme, si está usted de broma lamento decirle que no tengo tiempo que perder. - Respondió la joven tratando de marcharse.

Pero era incapaz de hacerlo, las dos chicas se aferraron a ella con una tremenda fuerza y sonriendo lascivamente.

- Nuestra oferta no se puede rechazar tan fácilmente. - Sonrió Ferak mostrando entonces unos colmillos enormes en su boca. -

            Kerria se quedó petrificada, además de eso, el color de los ojos de aquel hombre había pasado del castaño al amarillo sin que lo hubiera notado. Trató de soltarse, pero no podía, mirando de soslayo a ambas chicas descubrió horrorizada el mismo cambio.

- Debbie, ¿qué ocurre aquí? - gritó aterrorizada -
No quería creer que eso estuviera sucediendo. Posiblemente era alguna clase de broma pesada. Así que miró a Debbie, que estaba apartada a unos pocos metros, sin haber tomado parte en todo aquello. Aunque su exnovia se limitaba a mirar como si aquello le pareciera lo más normal del mundo Y le preguntó.

- ¿Qué clase de broma es ésta?
- No es ninguna broma Kerria, cariño - sonrió ella mostrando sus colmillos. -

Ahora sí que quedó petrificada por el pavor, solamente era capaz de chillar, cada vez más aterrada.

- ¡No, soltadme!

            Ferak hizo un gesto y las dos mujeres vampiro obedecieron de mala gana. Empujando a Kerria al centro de la habitación, ésta se veía rodeada por un grupo de seres de pesadilla. Trataba de buscar el momento más adecuado para escapar por la puerta. Incluso iba a invocar su poder de justiciera. Pero lo pensó mejor. Intentaría no descubrirse si no le era absolutamente imprescindible. Finalmente, se aprovechó de un momento de distracción de Deborah, que custodiaba la puerta, saltó sobre ella y abrió para encontrarse de bruces con Amatista.

- ¡Tist, gracias a Dios! - sollozó Kerria advirtiéndole a su amiga. - Aquí está pasando algo muy extraño y terrible.
- ¿De verdad? - sonrió aviesamente ésta empujándola con una fuerza tremenda. -

 La atónita chica se dio contra la pared opuesta y vio, paralizada por el terror, como su amiga enseñaba esos mismos colmillos mientras sus ojos tornaban a un color ambarino.

- ¡Vamos Kerria, ma chérie! - Le siseó casi con jovialidad - Únete a nosotros. Serás joven y hermosa por siempre.
- No, ¿qué clase de monstruos sois todos vosotros?,- preguntó balbuceando por el terror que la embargaba. -
- Somos vampiros- repuso Debbie que se unió a Amatista en su avance hacia ella. - No tengas miedo, no te dolerá. Además, este es tu sueño hecho realidad. Las mujeres que más has deseado poseer estamos dispuestas a gozar contigo y a darte un placer que jamás has podido experimentar y será un goce eterno.
- ¡No, basta! - chillaba Kerria tapándose la cara con las manos, apenas pudiendo balbucear. - Dejadme en paz.

            Reuniendo todas sus fuerzas se levantó como una centella apartando de su camino a Amatista y a Deborah, pero fue cazada por las otras dos mujeres que la sujetaron de ambos brazos. No podía transformarse, se sentía paralizada. Y solamente podía contemplar con horror como las que habían sido sus amigas se acercaron sin prisa, pero sin pausa, relamiéndose con las miradas puestas en el cuello de su víctima...

- ¡Nooo!- Chilló Kerria tratando de defenderse en vano. -

            Ajenas a esa situación tan crítica Idina y Kathy comentaban lo extraño que ese lugar les estaba pareciendo, la gente se marchaba, pues desde la megafonía del local se había dicho que cerraban por causas técnicas. Las luces en efecto habían perdido intensidad y la música había cesado. La gente, aburrida, desfilaba rumbo a la salida. Únicamente algunos permanecían en la pista de baile y otros seguían sentados distraídamente en sus sillones.

- Deberíamos irnos. - Propuso Kathy, aunque enseguida se objetó, - pero tenemos que encontrar a Ky y a Tist.
- Pues no las veo, - repuso Idina conjeturando. - Quizás hayan salido ya...
- No lo creo - afirmó su prima -...Será mejor que las busquemos.

            En eso un muchacho moreno y de mediana estatura se acercó a ellas. Era atractivo, de ojos azules y también portaba una cruz, aunque más pequeña que la que había llevado Karl. Sujetó a Idina de un brazo y susurró a ambas chicas.

- Si no escapáis inmediatamente estaréis en peligro.
- ¿Quién eres tú? - Le inquirió Kathy. - Eres el segundo que nos ha dicho eso desde ayer.
- Pero el que nos advirtió ayer, - añadió Idina - hoy no sabía de qué le estábamos hablando. Era un tal…
- Karl. - Se anticipó el muchacho, desvelando con resignado horror - él también ha caído en su poder. – Guardó un leve instante de silencio para proseguir con más dinamismo. - Me llamo Kyle, y no tenemos tiempo que perder. Voy a incendiar este lugar maldito para acabar con todos los vampiros que se cobijan aquí. Salid ahora que podéis hacerlo todavía.
- Pero nuestras amigas están aquí- objetó Idina. -
- Pues si no han salido ya y siguen dentro deben de haberse unido a ellos. - Contestó el chico con pesar. -
- Yo no me voy a ir sin ellas, - le advirtió Kathy con un tono lleno de resolución. -
- Ni yo- declaró solidariamente Idina - Las buscaremos por esos pasillos. -

Señaló la salida de la pista. La mayor parte de la gente se había ido ya, y algunos de los que quedaban comenzaban a mirarlos con extrañas expresiones.

- Muy bien, os acompañaré, pero daos prisa. Pues cuando no quede nadie estos monstruos enseñarán su verdadero rostro.
- ¿Qué tonterías son esas de que son vampiros? - Le inquirió Idina sin poder creerlo. -
- ¿No os habéis fijado que aquí no hay espejos? ¿Por qué creéis que podrá ser?,- les preguntó el chico con algo de sorna. -
- Yo tengo una polvera con espejo, si eso sirve, - recordó Idina. -
- Déjamela. - Le pidió su interlocutor arrebatándosela premiosamente de las manos. La abrió y reflejó las caras de ambas muchachas, así como la suya para comentar. - ¿Lo veis? funciona.
- Claro, refleja las imágenes de la gente, - intervino Kathy con evidente sarcasmo, sentenciando - ¡Menuda una tontería!
- ¿A sí?, ¿Te crees que es una tontería? Pues trata de ver con ella a cualquiera de los que están sentados - le indicó Kyle disimuladamente. -

            Kathy apuntó hacia los sillones y miró, ¡el corazón casi le da un vuelco al ver que estos se hallaban vacíos, pero había al menos cuatro chicos y tres chicas sentados ahí!

- ¡Dios mío! - Musitó espantada y todavía incrédula. - ¡No puedo verlos! ¡No se reflejan!

            Al observar lo mismo Idina se quedó también sobrecogida y preguntó con un susurro.

- ¿Qué vamos a hacer?, son demasiados.
- Salid, deprisa. Pero no mostréis temor en vuestras caras o se darán cuenta. - Les pidió nuevamente Kyle. -
- No podemos dejar a nuestras amigas. - Objetó no obstante Kathy que se había quedado pálida. -
- Entonces vamos, disimulad. – Les indicó el muchacho guardándose la cruz bajo su cazadora. - No nos conocen, creerán que somos de los suyos.

            Siguiendo a Kyle caminaron despacio, sin apresurarse, como si fuese lo más natural. Lograron que ninguno de los que allí quedaban reparasen más en ellos. Los tres entraron por los pasillos, anduvieron sin rumbo entre los intrincados corredores hasta que Kyle sacó una pequeña botella con agua que se iluminó azulada, emitiendo un poderoso destello.

- Es agua bendita - Les explicó - actúa como una brújula para detectar vampiros. Hacia allí, - señaló un corredor a su izquierda apremiándolas -, ¡vamos!...

            Llegaron ante una puerta y el muchacho estaba a punto de abrirla para lanzar un cóctel molotov cuando escucharon un grito de horror. Las chicas reconocieron la voz de Kerria y decidieron entrar. De una patada de kárate Idina abrió para descubrir horrorizada a su compañera apresada por dos de aquellos horribles seres. Y lo más terrible de todo fue ver a Amatista y a Deborah transformadas en esos monstruos. Kerria pataleaba desesperada y al ver a sus amigas chilló.

- ¡Por favor, vosotras también no!...

            Kyle, sin dar tiempo a reaccionar a aquellos seres que los miraban sorprendidos, destapó el frasquito de agua bendita y esparció su contenido sobre las dos mujeres que sujetaban a Kerria, el efecto fue inmediato, ambas ardieron entre terribles chillidos. De ser hermosas pasaron a una fealdad grotesca en tanto se consumían. La horrorizada Kerria se vio libre y corrió hacia la puerta. Ni Amatista, ni Deborah salieron en su persecución al temer los efectos del agua.

- ¡Vamos, salgamos de aquí! - les pidió el chico. -
- ¿Y Amatista y Debbie?,- preguntó Idina mientras corrían hacia la salida. -
- ¡Es tarde, son parte de ellos! - respondió Kerria entre sollozos. -

            Pero la discoteca estaba ya cerrada, al verlos retornar a la carrera, los que quedaban dentro clavó en ellos sus miradas. Kerria, Idina, Kathy y Kyle se detuvieron. No sabían que hacer. Para su horror escucharon la voz de Ferak que salía junto con Amatista y Deborah. Y aquel individuo, a la manera de un maestro de ceremonias, declaró con tono gutural que casi parecía animal.

-Este es el principio.
-Este, es el principio. - Repitieron al unísono todos los presentes, incluidas Debbie y Amatista. -

El tono entre grave y seseante de algunos, y la frialdad con la que pronunciaban esas palabras, dejó helados a los cuatro.

- ¡Oh, Dios mío! - Musitó Idina. -

Sobre todo, cuando miraba a Amatista y a Deborah y le parecía que ya no eran las muchachas que conocía.

-Tenemos que prepararnos. - Les indicó Kyle con un susurro. - Buscad una pared, algo para que no puedan atacarnos por la espalda y estad listas...

Así lo hicieron, tratando de protegerse mutuamente, y echándose atrás ante el avance de todos aquellos jóvenes que ahora iban confluyendo hacia su posición.

- ¡Ataque progresivo! - Gritó ese tipo señalando al cuarteto con un dedo acusador. –

Todos los chicos y chicas de la pista de baile, en apenas una décima de segundo, mutaron su apariencia de personas normales en la de esos terribles seres.

- ¡No nos queda más remedio que transformarnos! - Gritó Kathy a sus primas. -

            Idina y Kerria asintieron, las tres dieron sus gritos respectivos y tras una zarabanda de luces que desconcertó a los vampiros aparecieron como Justicieras, Kyle estaba atónito.

- ¿Vosotras sois las Justicieras? - Pudo preguntar sin dar aún crédito a lo que veía. -
- Es evidente ¿no? - Le respondió Kathy secamente para sentenciar.  - Luego hablaremos de eso, ahora nos estamos jugando cosas más importantes que nuestras identidades.

            El chico convino en ello. De modo que las tres chicas y su aliado avanzaron algo más confiados y se pusieron espalda contra espalda, dispuestos a rechazar los ataques del enemigo. Sin embargo, estos no atacaron. Ferak levantó una mano y ninguno se movió. Fue la propia Amatista la única que se acercó hacia ellos, ahora con su aspecto normal.

- Chicas, sigo siendo yo. – Aseguró sonriendo de una forma aparentemente inocente. - Esto no es tan terrible como puede parecer, aquí somos razonables. No queremos haceros daño, todo lo contrario.
- No hagáis caso. - Susurró Kyle a Kathy ignorando aquel intento de persuasión –
-Está claro que no es ella. - Convino Kerria. -
-Pero ¿qué podemos hacer? - Quiso saber la angustiada Idina. -
 - Directamente nada. Son por lo menos veinte, y cada uno tiene fuerza sobrehumana y una enorme rapidez. - Les explicó Kyle, agregando, eso sí, con un tinte más esperanzado. -Pero si creáis una maniobra de distracción podremos salir de aquí y buscar refugio...tenemos que ganar tiempo.

            A todo eso, Amatista permanecía quieta casi como una estatua a unos pocos metros de distancia. Fue Debbie la que se le unió, declarando con tono conciliador, en tanto avanzaba hacia ellas luciendo también su apariencia normal.

- Vamos chicas. Tist tiene razón. Será mejor si no os resistís...
- Debbie, Amatista - Las llamó Idina, tratando de alentarlas. - Debéis luchar contra eso. Podréis volver a ser humanas.
- ¿Y quién quiere ser humana? - Le contestó su antigua compañera de grupo ahora con un despectivo tono. - ¡Ser débil y mortal, que estupidez! Nosotras no envejeceremos nunca.
- Estamos perdiendo el tiempo con esos seres inferiores. - Siseó ahora Debbie, mostrando sus colmillos. -

            Idina le cuchicheó algo a Kyle que asintió. Fue Katherine quien quiso ganar algo de tiempo, preguntando.

- ¿Os dolió mucho? Quiero decir, cuando os mordieron.

            Daba la impresión de que el cambio de humor de Deborah iba a persuadir a Ferak de ordenar un ataque, aunque al escuchar esa cuestión, Amatista levantó a su vez una mano y nadie se movió. Fue la francesa quien, sonriendo amablemente a su otrora compañera, le aseguró.

-Al principio es como un pinchazo, imagina que te ponen una inyección. Pero luego es muy placentero Kathy. Te lo digo yo, alcanzas incluso varios orgasmos. - Declaró con un tono meloso e incitador. -
-En ese caso, puede que me lo piense. - Dijo la Dama del Trueno, agregando con tintes que parecían hasta libidinosos para solicitar. – Pero muérdeme tú. No me fiaría de nadie más.
-Claro Kat. - Convino una afable Amatista aproximándose más y añadiendo complacida. – Me alegro de que seas razonable.

            Desde arriba en su atalaya, Ferak observaba, cuando la voz de una mujer que sonaba asimismo gutural, le indicó.

-Haz lo que quieras con todos menos con esa…

            Ese tipo asintió, por su parte, Amatista avanzó, en tanto que era Keria la que le pedía a Deborah.

-Si tenemos que convertirnos como vosotros, yo quisiera que fueses tú la que me mordiera, Debbie. Así estaremos juntas. Pero que ninguno de esos se acerque.
-Será un placer, Ky. No temas. Nadie te hará ningún daño. - Afirmó ésta, aproximándose también. -

            Tanto Idina como Kyle estaban callados, parapetados tras sus compañeras. Y justo cuando Amatista y Debbie estaban apenas a un metro, Kyle gritó.

- ¡Vamos, ahora!!

            A su señal Idina materializó su arco disparando flechas que incendiaron la pista. Los vampiros se dispersaron temerosos del fuego. Kerria apartó a Amatista y a Debbie con una lluvia de cristales helados que las dejaron parcialmente congeladas, en tanto que Kathy lanzaba rayos de energía contra los restantes de aquellos seres. Aprovechando la confusión, corrieron dentro de la discoteca.

- Tenemos que buscar otra salida o esperar al amanecer, entonces estarán indefensos - Les informó Kyle. -

            En su carrera entraron en una habitación que contenía numerosos ataúdes. El chico sonrió.

- Es una suerte. Hemos encontrado su refugio. Si destruimos esto no podrán descansar durante el día. -

 Sin perder ni un segundo, sacó una pequeña lata de parafina de su abrigo con la que los roció después la Dama del Fuego lanzó una flecha y todos los ataúdes ardieron.

- Salgamos de aquí, - repuso la Dama del Hielo que, afortunadamente, ya estaba recuperada del shock que había padecido estando en poder de los vampiros. -

            Siguieron buscando una salida, pero convergieron a otra sala muy amplia, al entrar en ella y querer volverse el grupo descubrió que Amatista y Deborah junto a tres vampiros más, les cortaban el paso. Esta vez no quisieron convencerlas de palabra, sino que les atacaron con furia. Eran rapidísimos, tiraron al suelo a la Dama del Fuego y Amatista la levantó en vilo mirándola a los ojos.

- ¡No, no la mires! - le gritó Kyle. -

            Pero ya era demasiado tarde, Idina parecía hipnotizada por aquellas pupilas amarillas. Amatista se aproximó a su cuello para morderla. Estaba a punto de hacerlo, aunque de pronto se detuvo en seco, como si hubiera escuchado una orden inaudible para el resto. Su presa aprovechó ese momento y reaccionó, sacando un papel que colocó en la frente de su amiga. Ésta aulló de dolor y desprendió un humo blanquecino.

- ¡Espíritu impuro aléjate de ella! - Invocó Idina en tanto Amatista caía al suelo presa de violentos espasmos. -

            Entre tanto Kerria bombardeaba a los otros tres vampiros con sus ataques congelantes. Había logrado detenerlos momentáneamente lo que aprovechó Kathy para enroscarle el látigo a Deborah que luchaba con una terrible fuerza.

- ¡Idina, ponle otro! - Gritó Kyle señalando a Debbie que, pese al agarre de la Dama del Trueno, estaba a punto de soltarse. -

            La Dama del Fuego fue rápida y repitió la operación con el mismo resultado. Kyle se acercó a las dos chicas vampirizadas y derramó sobre sus bocas y las heridas de sus cuellos un poco de agua bendita. Los aullidos de ambas se hicieron insoportables y por fin, cayeron desmayadas.

- Quizás hay esperanzas para ellas - declaró el muchacho. - Como sospechaba sus transformaciones aun no son completas, como les pasa a los vampiros que arden al contacto con el agua bendita.
- ¡Tenemos que salvarlas como sea! - Repuso Idina añadiendo esperanzada. – Todavía podemos lograrlo. Entre el agua y mis rituales estarán quietas por ahora.
- Pero si viene su vampiro jefe las volverá a dominar- añadió su interlocutor. - ¡Tenemos que destruirlo!

            Los otros tres vampiros se habían apartado evitando el agua y no se libraron del ataque de la Dama del Hielo que atravesó a uno con su espada haciéndole estallar. Los otros dos se precipitaban hacia ella, pero fueron liquidados con sendas estacas que Kyle había disparado con una ballesta portátil.

- Vamos, - indicó el chico. - Cerremos las puertas, tenemos que bloquearlas con todo cuanto podamos. Nos haremos fuertes aquí hasta que amanezca.

            Las chicas se apresuraron a ayudarle, atrancaron las puertas moviendo los muebles que encontraron a mano. Después pudieron dedicar su atención a Amatista y Debbie que se removían inquietas presas de una alta fiebre.

- ¿Qué podemos hacer por ellas? - Preguntó Kathy preocupadísima y muy asustada. -
- Por el momento sólo tratar de mantenerlas en el lado de los humanos, - repuso Kyle que sacó de sus bolsillos unas pequeñas ristras de ajos para pedirles a las chicas. - Ponedles esto al cuello.
           
            Kerria y Kathy colgaron las ristras a sus amigas. Amatista entonces despertó, respiraba trabajosamente y sólo balbuceaba.

- ¡Quitadme esto, me vais a matar!
- Es por tu propio bien- Le dijo Idina sujetándola de una mano para impedir que se lo quitara ella. -
- ¡No puedo respirar! - gemía su amiga con desesperación, clavando en ella una mirada de temor con sus ojos ahora de su habitual color violeta. - ¡Os lo suplico!

            Idina dudaba, le preocupaba el estado de su pobre compañera. Movida por la conmiseración estaba a punto de liberar a su amiga de aquella terrible carga para ella, pero Kyle se lo impidió sujetándola de un brazo.

- ¡No, es un truco!, eso la mantendrá de nuestro lado, el ajo les repele, es como una especie de alergia. Para combatirla sus rasgos vampíricos se atenuarán, no debes quitárselo.

            Y no lo hizo, pese a ver como su compañera sollozaba y suplicaba.

-Pobrecilla. – Podía musitar Idina entre lágrimas. –
-No debes dejarte engañar por eso, está intentando jugar con tus emociones. - La previno Kyle. -
-Es verdad. - Suspiró una resignada Kathy. – Por más que nos pese, tenemos que ignorar sus ruegos.

Kerria asintió, enjugándose algunas lágrimas. Y es que aquello hacía sufrir a sus amigas, pero sabían que era lo correcto. Tras un rato Amatista dejó de luchar, parecía haber recobrado el dominio de sí misma y se incorporó lentamente. Las chicas la apoyaron sobre una pared, parecía respirar mejor ahora...

- Chicas, - pudo decir con la voz entrecortada y una mirada cargada de angustia. - No dejéis que me dominen, ¡por favor!
- Tist. ¿Estás bien? - Intervino Kerria corriendo junto a ella para exclamar visiblemente emocionada. - ¡Cuanto me alegro de que por fin seas tú!

            Kathy se dio cuenta de que Deborah también se había despertado. Al igual que la otra muchacha trataba de quitarse el collar de ajos, pero Kyle se lo impedía...

- Estamos intentando luchar, - musitó Amatista temblando, abrazándose a sí misma presa de grandes escalofríos mientras explicaba a duras penas. - Pero esto es mucho más fuerte que nosotras. Se nos ha metido en la sangre y trata de poseernos.
- Tienes que ser fuerte- Le pidió Kerria a punto de llorar. - Piensa en tus padres, en mi hermano, tienes que volver a ser la de antes para salir con él.

            La interpelada sonrió apretando la mano de su amiga como si quisiera obtener las fuerzas que le faltaban.

- Si caigo definitivamente en su poder- dijo trabajosamente casi a modo de última voluntad - por favor, acaba conmigo. Prefiero morir a ser uno de ellos. Y diles a mis padres que los quiero…y a Leval también…
- ¡No, no vas a morir, ni caerás en sus garras, te lo prometo, yo lo impediré, te lo prometo! - Sollozaba su interlocutora. -
- Kerria- intervino Deborah con la voz muy débil- tienes que acabar con ellos. ¡Oh!, Dios mío. - Jadeaba estremeciéndose en todo su cuerpo mientras chillaba - ¡Necesito beber sangre, la mía me hierve, es insoportable!
- Yo también, me lo pide el cuerpo para seguir viva, o al menos poder continuar existiendo de algún modo. - Añadió Amatista de igual manera. -
- No, eso es precisamente lo que no debéis hacer - Les rebatió el muchacho que agregó manteniendo el aplomo. – Estáis experimentando algo similar al síndrome de abstinencia. Solo que mucho peor. Si bebierais más sangre os transformaríais irreversiblemente en vampiros. -

Entonces abrió una mochila que llevaba y se hizo con unos rollos de cinta aislante y unas cuerdas. Ató a las dos chicas contra una barra de metal próxima. Después sacó varios frascos con líquidos de colores diversos, vertió parte de cada uno en un vaso y lo removió en tanto les contaba.

-Voy a daros un preparado en forma de poción que os ayudará a superar los efectos de la hemo dependencia. Lo vais a pasar muy mal al beberla, pero es vuestra única posibilidad.

            Y mirando a Kathy, Kerria e Idina, les hizo un gesto para que sujetaran a sus compañeras.

- ¡No, no quiero! - Siseó Debbie que recayó repentinamente volviendo sus ojos de color amarillo - Eso es un veneno, no lo tomaré, ¡quieres matarme, maldito!
- No, no es verdad. Solamente quiere ayudarte. - Le rebatió Idina sujetándola trabajosamente, auxiliada por Kerria. -

            De la boca de Deborah sobresalían nuevamente los colmillos, pero el chico no se dejó amedrentar por eso y empuñando el vaso hizo señas a Kathy de que la sujetase también. Ésta se unió a sus primas.

- Esta chica está peor - declaró él. - Tiene su estado de transformación más avanzado, casi lo ha completado. ¡Si queremos salvarla no hay tiempo que perder!

            A la fuerza y entre tres lograron hacerla beber, Deborah tosió y jadeó tratando de encontrar aire, parecía que fuese a vomitar, pero Kyle le tapó la boca para impedírselo. Tras mover la cabeza, dar la impresión de atragantarse y agitarse como una posesa, lentamente se fue calmando. Poco a poco su estado fue mejorando. Abrió sus ojos con el color azul normal en ellos, sus colmillos habían desaparecido.

- Dame algo a mí también, ¡por favor! - Le suplicó Amatista. -
- Toma, bébetelo, - le pidió Kerria sosteniendo a su amiga de la cabeza con suavidad y llevándole a la boca el vaso. – Vamos…

 Ésta apuró el resto de la poción y tras amagar también con un intento de vómito que también fue evitado por el muchacho, cayó sin sentido.

- ¡Tist! ¿Qué te ocurre? - Le chilló Kerria asustada. -
- Déjala, se ha dormido. - Le explicó Kyle. - Es mejor así, su cuerpo tiene que librar una durísima batalla interna contra esa enfermedad que lo carcome y precisará de todas sus energías para vencer.
- ¡Tenemos que matar enseguida a ese vampiro jefe! - arengó Idina - para que nuestras amigas puedan volver a la normalidad.
- Sí, acabemos con ese tal Ferak…- añadió Kathy enarbolando un puño. -
- No- gimió Deborah invadida por el sopor - ...él no...
- ¿Qué? - inquirió Kerria acercándose a ella. -
- Que él...estoy muy cansada, - pudo decir la muchacha deslizándose hacia la cálida oscuridad del sueño. -
- No sé qué querría decirnos, - comentó Kerria. - No he logrado escucharla.
- ¡Vamos a terminar con esos malditos! - Exclamó Katherine - ¡Van a pagar por lo que les han hecho a las chicas!
- Tened mucho cuidado - les pidió Kyle - queda poco para el amanecer. Cada segundo de tiempo que pasa nos favorece. Será mejor aguardar, cuando salga el sol serán vulnerables.
-Parece que sabes mucho sobre estos seres. - Le dijo Kathy. -
-Sí. - Le comentó el muchacho con tono más serio añadiendo con cierto toque de amargura. - Tuve que aprender deprisa.

            La joven se aproximó a él con semblante curioso en tanto Idina y Kerria se ocupaban de velar a Debbie y Amatista.

- ¿Estás bien? - Le preguntó Katherine al chico. -
-He recordado cosas que no me son nada agradables. - Suspiró él confesando a la muchacha. - Mis padres y yo fuimos atacados por vampiros. Vivíamos en una granja. Yo apenas era un niño. Tendría cinco o seis años. Pero no puedo olvidar esas horribles caras, esos ojos y esos colmillos. Cada vez que cierro los ojos los veo.
- ¿Pero pudisteis escapar? ¿Verdad? - Le comentó la muchacha observándole con simpatía y algo de lástima. -
-Un hombre nos salvó. - Replicó él, recordando. - Se llamaba Anthony. Al menos a mí me protegió. Me dejó al cuidado de unos amigos suyos y trató de ayudar a mis padres.


            Y como el muchacho guardó silencio, Kathy, llena de curiosidad y sin reflexionar mucho, le inquirió.

- ¿Y lo logró?...
-Desgraciadamente no. - Pudo responder él con gesto sombrío. - Mis padres murieron. Al menos evitó que se convirtieran en esos monstruos. Luego, el propio Anthony perdió la vida luchando contra ellos. Eso me lo contaron años después las personas que me criaron. ¡Por eso, tengo muchas cuentas que saldar con estos malditos chupasangres! ¡He consagrado mi vida entera a acabar con todos cuantos pueda! - Remachó apretando los dientes con expresión de rabia. -

            Katherine apoyó una mano sobre el hombro derecho de su interlocutor. En un claro gesto de simpatía. La chica entonces le prometió.

-Nosotras también, te lo aseguro. Desde ahora cuenta con las Justicieras…entre todos les haremos…

            Sin embargo, no había terminado la frase cuando la puerta recibió un golpe desde el exterior, pese a los refuerzos que la parapetaban comenzó a abrirse.

- ¡Ya vienen! - Anunció la Dama del Fuego apuntando con su arco. -
- Les daremos nada más entrar- repuso la Dama del Hielo. -

            Todos aguardaban con el pulso acelerado, la puerta cedía cada vez más hasta reventar sus goznes y hacer saltar las sillas y tablones que habían interpuesto para asegurarla. Finalmente se vino abajo y un grupo de siete vampiros entró a la carrera, aullando hacia ellas. Idina disparó sobre dos de ellos que ardieron en el acto. Kathy mantuvo a otros dos a raya con su látigo y Kerria luchó contra otro con la espada. Kyle, por su parte atacó con ajos para alejar a los restantes de las chicas.

- ¡Vais a morir! - aullaban los vampiros con los rostros desencajados. -
- Seguro que mucho después que vosotros, chupasangres asquerosos. – Contestó la Dama del Hielo con tono desafiante, cortando a uno con un mandoble. -

            Empero, la herida que le produjo al vampiro se cerró en pocos segundos, lo que dejó a su enemiga sorprendida, el no muerto aprovechó para derribarla al suelo tratando de morderla. Buscaba su cuello con la misma insistencia que Kerria se lo negaba.

- ¡Déjala maldito! - Le gritó Kyle clavándole una estaca que atravesó su espalda. -
           
            El vampiro aulló de dolor y su cuerpo comenzó a descomponerse con rapidez. Kerria, asqueada, se lo quitó como pudo de encima viendo cómo se disolvía en unos segundos.

- ¡Vamos, tenemos que eliminar a los demás! - Le arengó el muchacho sacándola de su ensimismamiento. -

            Idina había consumido a tres vampiros con sus flechas y ayudó a Kathy que se las arreglaba para luchar contra los otros. Sus compañeros se unieron a ellas logrando terminar con esos seres. Agotados y tratando de recobrar las fuerzas, se aprestaron en cerrar nuevamente lo que quedaba de la puerta, colocar cuantos enseres y muebles pudieron para taparla y se sentaron a descansar.

- No podemos dormirnos- Les advirtió Kyle - aún quedan vampiros.
- Y tenemos que cazar al vampiro jefe. - Recordó Idina suspirando agotada. -
- Sí, ¡a ese maldito Ferak! - Añadió Kerria declarando con patente tono de ira - es el responsable de todo esto.
- ¿Preguntabais por mí? - se escuchó la voz del aludido que retumbó por toda la sala. -
Todos se levantaron poniéndose en guardia. Dirigiendo sus miradas hacia el techo localizaron al vampiro. Estaba colgado de él y reía macabramente mostrando sus colmillos.

- Venga, venid por mí...si os atrevéis - Les retó bajando al suelo. -

            Idina le atacó con varias flechas que él esquivó con enorme rapidez. La Dama del Trueno le lanzó el látigo, pero Ferak lo agarró al vuelo tirando de él.

- ¡Cuidado Kathy! - gritó Kerria -.

            Aunque la chica no pudo hacer nada, Ferak la apresó enroscándola con su propia arma. Sonriendo divertido el vampiro se dispuso a clavarle sus colmillos en el cuello. Kyle se lanzó contra él siendo apartado de un manotazo contra la pared.

- ¿Qué hacemos? - preguntó Kerria sin atreverse a lanzar sus cristales helados por miedo a herir a su compañera. -
- Déjamelo a mí - repuso Idina que tiró contra él un papel de conjuro anti-espíritus. -
- ¡Eso no te servirá de nada conmigo! - rio Ferak -

            Pero se equivocaba porque al intentar morder a Kathy, el papel arrojado por la Dama del Fuego que se había quedado unido a ella emitió una energía de rechazo. En ese intervalo de décimas de segundo, la Dama del Trueno pudo agacharse para que Kerria atacase. La andanada de cristales apartó a Ferak, clavándose en él y produciéndole heridas que manaron sangre por todo su cuerpo. Kathy fue librada de su látigo por sus compañeras, pero entre tanto el vampiro se había regenerado completamente.

- Vuestro poder es insignificante comparado con el mío - Se burló él. - Seréis todas mías…- sentenció dirigiendo su mirada a Amatista y Debbie que dormían tranquilamente, produciendo que ambas comenzasen a agitarse en sueños. -...

            Amatista estaba en la guardería, el primer día de internado, sus padres la despedían detrás de la verja.

- ¡Papá, mamá, no quiero quedarme!,- les rogaba haciendo pucheros - quiero ir a casa con vosotros.
- Mi niña, tienes que quedarte aquí para que puedas aprender muchas cosas. - Le decía su madre con una sonrisa. -
- Tienes que ser una chica valiente - La animaba su padre sonriente también. -

            Sin embargo, ella notaba mucho frío, alguien se acercaba hacia donde estaba y sus padres precisamente señalaban a su espalda.

- Hala hija ve con tu señorita. - Le indicó su madre. -

            Pero cuando la chica se giró sólo vio el rostro desencajado de Ferak que amenazaba con clavarle sus colmillos mirándola fijamente con sus pupilas ambarinas. Amatista comenzó a gritar pidiendo socorro.

- ¡Ayudadme, papá, mamá, por favor! - Suplicaba agarrándose a la verja con todas sus fuerzas. -
- No seas traviesa, hija- respondía Diamante que no parecía darse cuenta de nada de lo que sucedía puesto que añadía con tono entre suave y conciliador. - Papá vendrá a buscarte luego y nos tomaremos un helado...te lo prometo.
- ¡Quiero salir de aquí, auxilio, no quiero convertirme en uno de ellos!,- gritaba y chillaba desesperadamente en tanto que el vampiro avanzaba hacia ella. -
- Adiós cielo- se despedía Esmeralda con la mano -...
- ¡No, no me dejéis sola, por favor!,- chillaba Amatista convertida ahora en adulta y dándose cuenta de que ya no se sujetaba a la verja de su guardería sino a la valla oxidada de un cementerio. -

            El vampiro reía histéricamente alargando sus brazos rematados en unas largas uñas para sujetarla. Amatista trataba de salir, pero esa valla no cedía. Entonces, una voz dentro de su cabeza le dijo.

-Tienes que luchar, piensa en mí...en lo que vendrá…y pon todo tu corazón en ello.
- No puedo hacer nada contra él, es muy poderoso. - Objetaba llena de desesperación. -
- Tú lo eres mucho más… ¡recházale! - le ordenaba aquella extraña y suave voz cuyo sexo no podía precisar pero que, por alguna extraña razón, la llenaba de paz y de confianza. -

            Amatista se giró reuniendo todo su valor y enfrentó la mirada del vampiro con todas sus fuerzas.

- ¡Aléjate de mí!, no quiero nada con los seres de tu especie, - gritó y una potente luz blanca emergió de ella rechazando la imagen de Ferak que se disipó entre una bruma. La visión del cementerio desapareció también y abrió los ojos.
- ¡Esta vez no! - exclamó recobrando sus fuerzas al ver como el vampiro estaba luchando contra sus amigas - ¡No lo permitiré…- y levantándose como pudo Amatista gritó - ¡Corazón puro del Viento dame el poder!

            Transformándose en Justiciera lanzó contra Ferak su bumerán. Pero el vampiro lo apartó de un manotazo.

- Será mejor que no te resistas, - sonrió el vampiro clavando sus ojos en Amatista. - Tu cuerpo ya tiene el ansia por la sangre. No lo podrás evitar.
- Ya lo veremos. - Replicó audazmente ella poniéndose en guardia, al tiempo que recuperaba su arma. -
- ¡Vamos!, ataquémosle todas juntas - propuso Idina apuntándole con su arco. -
- Bien, todas a por él - secundó Kathy -…primero yo - se ofreció lanzando sus rayos de energía contra el vampiro. -

            Su enemigo los esquivó, pero no pudo evitar la andanada de cristales de Kerria que sirvieron para desequilibrarle, Idina le remató con un par de flechas de fuego haciéndole arder.

- ¡Malditas! - aullaba Ferak revolcándose en el suelo para apagarse el fuego que le envolvía. -
- ¡Es mi turno! - Exclamó Kyle clavándole una estaca en el pecho al vampiro en cuanto éste había logrado extinguir las llamas. -

            Ferak chilló frenéticamente, pero la estaca se había clavado profundamente en él. Amatista lo remató definitivamente lanzando su búmeran de nuevo, éste ahora le cortó limpiamente la cabeza. Aunque incluso tras habérsela cortado pudo todavía musitar.

-Amadís…
- ¡Por fin! - Exclamó eufóricamente el chico. - ¡Lo hemos conseguido!...

            Idina miró para otro lado, no soportaba semejante espectáculo, aunque el decapitado cuerpo pronto se redujo a cenizas. Lo mismo hizo Kerria apartando la vista de aquella dantesca imagen. Por su parte Kathy fue al encuentro de Amatista que apenas podía tenerse en pie.

- ¿Estás mejor? - le preguntó ayudándola a sostenerse. -
- Estoy muy cansada- respondió la joven con la voz muy débil. - Sólo quiero dormir un poco.
- Gracias al cielo que se acabó. Hemos terminado con el vampiro jefe…- declaró Kerria aliviada. -


            No obstante, como si de una respuesta a esa afirmación se tratase, una súbita ráfaga de viento helado atravesó la sala derribando lo que quedaba de la puerta y los obstáculos que habían dispuesto. Tras ella entró levitando una figura envuelta en una larga capa de seda negra y luciendo un vestido del mismo color. Sonreía y las miró a todas con una expresión maliciosa y de infinita superioridad.

- ¿De veras lo crees?,- dijo aquella mujer que no era otra sino. -
- ¡Sarah! - Exclamó Kathy. -
- Sí, soy yo…- asintió la vampira avanzando tranquilamente hacia las chicas. -

            Como si hubiera sido movida por un resorte Deborah se había despertado justo cuando Sarah entró en la habitación. Pudo musitar en el momento de verla.

- Es ella, la vampira jefa...es ella…es la reina…

            Todos se quedaron paralizados por el terror. Sarah rio macabramente al tiempo que sus ojos brillaron anaranjados convocando con una voz templada y maliciosa.

- Y ahora, venid a mí, os lo ordeno.

            Kathy estaba mirando a la vampira, aterrada. No pudo reaccionar cuando Amatista la sujetó del cuello levantándola en vilo. Su compañera había vuelto a cambiar, sus ojos eran amarillos y volvía a tener los dos colmillos, lo mismo le ocurría a Deborah que se acercó a su jefa. La Dama del Viento, dejando caer al suelo a Kathy, hizo lo propio. Las dos se arrodillaron frente a Sarah que se había posado suavemente en el suelo y cada una le besó una mano ante la impotencia y el horror de las chicas y de Kyle.

- Ahora hijas mías, beberéis mi propia sangre para completar el cambio - Declaró Sarah, mirándolas con orgullo, efectivamente como si de su propia madre se tratara. -
- ¡No, jamás lo permitiremos! - chilló Kerria empuñando su espada. - Cúbreme Idina. - Le pidió a su compañera que apuntó con arco a la vampira. -

            La Dama del Hielo se lanzó al ataque, pero tanto Deborah como Amatista se levantaron interponiéndose. No sabiendo que hacer se detuvo en tanto que sus dos amigas avanzaban hacia ella extendiendo los brazos, como si quisieran estrecharla en ellos.

- Es gracioso - repuso Sarah - tú también me atacas con una espada, la última vez que me ocurrió algo así fue hace veinte años. Entonces luché contra dos guerreras mucho más expertas y poderosas que vosotras y tampoco lograron vencerme ¡ja, ja, ja!

            Kerria se quedó perpleja, recordaba ahora, siendo ella muy pequeña, la visita de dos amigas de sus padres. Era ya muy tarde y su madre la mandó a la cama. Pero tenía mucha curiosidad y tras hacer pis se acercó a escuchar de lo que hablaban. Entonces oyó como las dos contaban a sus padres una batalla contra seres sobrenaturales. A la entonces niña le entró tanto miedo que soltó el osito de peluche que llevaba y los adultos la descubrieron allí. Recordó que la tranquilizaron diciéndole que todo eso era cosa de Halloween. Su propio padre la llevó a dormir en brazos y la arropó. A pesar de eso se metió bajo las sábanas de su cama y apenas pudo dormir por las pesadillas.

- ¡Eras tú! - musitó saliendo de sus pensamientos. - Siendo niña recuerdo que oí hablar de ti…
- ¿Acaso eres la hija de alguna de esas guerreras? - le inquirió Sarah, divertida. - Parece que fue ayer cuando luché contra ellas, veinte años no son nada para mí, ¡ja, ja!
- No, no soy hija de ninguna, pero las conozco. - Admitió Kerria. -
- Vamos Ky, únete a nosotras, - le pidió Amatista situándose junto a ella asegurando con una media sonrisa que apenas ocultaba sus colmillos. - Seremos felices por siempre junto a Sarah. Y yo seré tuya.
- No, de eso nada- contestó su interlocutora, que se sentía clavada en el suelo, casi sin poder moverse. Pese a todo agregó con determinación. – Sois vosotras las que debéis liberaros, estáis dominadas por ella, despertaos...
- ¡Apártate de ahí, Kerria! - le advirtió la Dama del Trueno que lanzó su látigo contra Debbie para evitar que la capturase. -

            La Dama del Hielo reaccionó entonces y saltó hacia atrás se unió a sus compañeras.

- Gracias Kathy- repuso aliviada. -
- ¡Tenemos que acabar con ellas!,- exclamó Kyle. - Atrás demonios - añadió empuñando un gran crucifijo de plata que hizo retroceder a ambas. -
- Eso no te servirá contra mí- espetó Sarah. – Tú no tienes fe suficiente.
- Pero esto puede que sí…- respondió Idina apuntando con su arco al techo y disparando varias saetas. -

            La bóveda del techo fue atravesada en varios puntos y unos delgados rayos de luz penetraron en la sala, el rostro de Sarah cambió por completo y de la confianza en su superioridad, pasó a contraerse por el terror y la sorpresa.

- Ya ha amanecido, estamos salvados - Afirmó el muchacho acercándose con su cruz hacia Amatista y Debbie que perdían terreno. - Idina, - Le pidió con premura. - ¿Puedes hacer más grandes los agujeros?
- Sí, claro- confirmó ésta disparando más flechas. -

            Entre Kathy y Kerria con ráfagas de rayos de energía la ayudaron a destrozar el techo. La horrorizada Sarah huyó de la sala dejando atrás a sus dos pupilas. Tanto Amatista como Deborah cayeron desmayadas.

- Sigámosla. Hay que evitar que encuentre refugio. – Les indicó Kyle asegurando. - Vuestras amigas estarán a salvo aquí.

            Obedeciendo sus instrucciones todos corrieron tras Sarah que se había metido por los pasillos. Allí no llegaba la luz del sol. El chico precedía la marcha exhibiendo el crucifijo en alto pero la mano de la vampira surgió entre las sombras aferrándole del cuello.

- ¡Ahora serás mío, pobre estúpido!
- ¡Aléjate monstruo! - gritó él mostrándole la cruz. -


            Sin embargo, Sarah rio, ignorándole por completo.

-Pobre infeliz.  Ya te lo he dicho. Tú no tienes fe suficiente para hacerme daño. ¡Ja, ja, ja! - Declaró confiadamente arrebatándole la cruz con un golpe para remachar con regocijo. - ¡Ahora prepárate! – Exclamó con sádico placer abriendo su boca y dejando aflorar sus colmillos. -
- ¡Déjale en paz! - Gritó Idina que se enfrentó a la vampira.

            Sorprendida, Sarah la miró soltando a Kyle y retrocediendo aterrada. Esa chica sostenía la cruz en sus manos, era pura y tenía fe. Y además… era…

-Sí, es ella. - Balbució la vampira. -

            Y cegada por un súbito resplandor y golpeada por una fuerza invisible no tuvo otro remedio que huir a través de una habitación que las chicas no habían visto anteriormente. La puerta de ésta se cerró tras ella.

- Aquí debe de estar su guarida - supuso el muchacho dejándose caer aliviado al suelo -, gracias Idina. - Añadió dirigiéndose a ésta que le seguía en primer lugar. -
- No hay de qué. ¿Qué haremos ahora para entrar? - Inquirió la muchacha. -
- Derribemos la puerta - propuso Kathy - será fácil con un par de patadas.
- Vale, me ofrezco voluntaria. - Intervino Kerria lanzándole un rayo a la puerta que estalló en tanto la muchacha les indicaba a sus amigas. - ¡Adentro chicas!

Todos entraron en guardia, las justicieras con sus armas prestas para atacar, pero su sorpresa fue mayúscula al descubrir que la estancia estaba vacía.

- No ha podido salir de aquí- afirmó Kathy incrédula. -
- Por supuesto que no- convino Kyle conjeturando de inmediato - debe de existir una puerta secreta en alguna parte.
- Pues tenemos que buscar - les dijo Kerria tanteando la pared. -

            Las chicas y Kyle buscaban alguna fisura, pero sin éxito. Por fin a él se le ocurrió sacar un frasquito de agua bendita que le quedaba. Éste se iluminó con un potente destello de luz azulado que aumentaba o disminuía según se aproximaban a la pared del fondo de la sala.

- Tiene que estar ahí detrás. - Señaló Idina. -
- Vamos a averiguarlo- susurró Kerria tocando la pared, pero no encontrando nada. - No lo comprendo. - Dijo contrariada. -

            Alguien entró entonces en la sala. Todos se giraron en guardia, pero eran Deborah y Amatista, estas, al ver a sus amigas apuntándolas con sus armas, se apresuraron a decir.

- Estamos bien, de día ella pierde la mayor parte de su poder sobre nosotras. - Aclaró Debbie. -
- Os hemos seguido hasta aquí, queremos deciros donde está la cámara secreta de Sarah. - Añadió Amatista bajando un candelabro que estaba sujeto a la pared. -

            De inmediato una compuerta se deslizó lentamente hacia abajo. Ante la mirada atónita de las chicas apareció un túnel.

- Si esto es igual a las películas antiguas que veía a veces con mi hermano. - Dijo Kerria, resignada y molesta por su propio despiste. - ¿Será posible que no lo hayamos visto antes?

Sus dos primas convinieron en ello con leves asentimientos de cabeza.

- No tenemos tiempo que perder- les instó Kyle – ¡vamos, pasad!

            Todas entraron en una gran cámara. Frente a ellos, a unos pocos metros, de pie y observándoles sin dar ninguna muestra de miedo, estaba Sarah.

- Habéis venido por mí, no puedo culparos por ello. - Sonrió con una dulce expresión que no cuadraba para nada con su anterior rostro para agregar. - ¿Podríais darme la paz? ¿Alguna de vosotras lo haría? -  Y se fijó en Idina que la observaba sorprendida. - Tú, eres la que tiene el corazón más puro. Ayúdame, llevo tantos siglos perdida entre tinieblas.
- No te fíes- le advirtió Kyle con patente desconfianza - seguramente es un truco.
- ¿Un truco? - repitió Sarah con gesto incrédulo, arguyendo con tono resignado - ¿Qué puedo hacer ya? Me tenéis atrapada, de día y con una muchacha de corazón puro que tiene fe y una cruz, no puedo defenderme.
- ¡En eso tienes razón! - le espetó Kerria ofertando. - Libera a nuestras amigas definitivamente y quizás te perdonemos…
- ¿Estás loca? - intervino Kyle que informó al grupo. - Eso no funciona así, para que vuestras amigas se vean verdaderamente libres de ella debemos destruirla.
- Yo estoy cansada de vagabundear durante dos mil años, sin familia, sin amor y sin esperanza, sin alma - repuso Sarah con un tono que incluso movía a la compasión, añadiendo. - Sólo tú puedes ayudarme. - Le tendió la mano a Idina que dudaba. –
-Tiene que haber otra manera. Quizás, si ella lo desea pueda liberar a Debbie y a Tist. - Dijo Idina. -
- No te acerques a ella - le advirtió también Kathy - no me fío un pelo.
- Por favor- suplicaba Sarah arrodillándose delante de la atónita muchacha. - Sólo quiero que me lleves a la luz del sol, así todo habrá terminado.

            La interpelada no pudo evitar extender su brazo y dar su mano a Sarah. Era una muchacha pura e inocente, demasiado, era fácil que se dejase engañar por ese poder de sugestión. La reacción de la vampira no se hizo esperar. Con una celeridad increíble agarró a Idina del cuello usándola como parapeto para salir.

- ¡No tratéis de seguirme o ella morirá! - amenazó con un siseo. -
- ¡Maldita sea! - Aulló Kyle preguntando a nadie en particular - ¿cómo ha podido confiar en ella?

            Sarah sonrió con una mueca de triunfo y salió levitando con su rehén aferrada entre sus brazos. Perseguida por el resto. Pero la vampira fue capaz de despistarles al conocer muy bien todos los recovecos y pasillos del lugar. Por su parte Idina apenas podía moverse pues la vampira la paralizaba tocando puntos vitales de su cuerpo. Entraron en otra habitación, cerrada por gruesas persianas. Tras atrancar una puerta Sarah arrojó a su prisionera sobre un sofá.

- Hice mal en confiar en ti. Soy tonta, siempre me lo dicen. ¿Qué quieres hacer conmigo?,- le preguntó la joven que recuperó sus movimientos y se levantó poniéndose a la defensiva para agregar en tanto materializaba su arco de fuego. -Te advierto que lucharé.

            Sin embargo, la vampira no se movió, incluso la observó con una mirada de simpatía, limitándose a sonreír de nuevo.

- Pobre niña, - repuso de modo condescendiente e incluso amable. – No eres tonta. Eres muy inocente, demasiado inocente. Me recuerdas a como fui yo misma una vez…
- ¿Tú? - exclamó Idina incrédula para sentenciar. -  Ahórrate tus mentiras, ahora no pienso hacerte caso.
- ¿Por qué habría de mentirte ahora? - respondió Sarah para desvelarle. - Te he traído hasta mi habitación secreta. Ni siquiera tus amigas a las que tengo bajo mi influencia saben dónde está. Ni como entrar. Aquí estoy a salvo hasta que anochezca.

 Y en tanto hablaba Sarah se acercó a la joven, ésta no podía moverse ni hacer ademán de resistencia. Sostenía su arco, pero era incapaz de disparar

 - Eres tan pura y bonita - Le susurró la vampira con suavidad acariciándole una de sus mejillas. -

            Idina estaba muy asustada, creía que en cualquier momento la vampira sacaría sus colmillos y la mordería. Aunque para su sorpresa su interlocutora no hizo nada de eso, sólo acercó sus labios a los de ella y le dio un largo y cálido beso...

- ¿Quieres acostarte conmigo?,- le propuso Sarah acariciándola el pelo. - Hará la espera más agradable. Te lo puedo asegurar...
- No, no gracias - respondió Idina con la voz entrecortada a la par que enrojecía visiblemente, para replicar. No soy como mi prima Kerria.  A mí no me gustan las mujeres. Y que conste que no pienso que eso sea nada malo. No se ofenda, señora. Bueno señorita, aunque con los años que tiene, en fin. - añadió ruborizada tratando de disculparse al recordar cuando fueron presentadas. - No quería decir eso, no se lo tome a mal. Se conserva muy bien.


            Sarah la miró con expresión atónita y se sentó en el sofá, se reía, y se reía, pero no con aquel tono histérico y maligno de otras ocasiones. Ahora en cambio parecía una risa sincera y divertida. Idina estaba anonadada.

- ¿De qué te ríes? - Le preguntó desorientada. -
- De ti, no temas, ¡era una broma! -Declaró Sarah mirándola con una sonrisa y un gesto más relajado, le preguntó diríase que hasta interesada en la respuesta. - Dime. ¿Qué te gustaría a ti hacer con tu vida?
- Me gustaría haber acabado mi carrera, ser maestra de niños y un día tener los míos. Pero ya no podré hacerlo - contestó Idina visiblemente abatida. -
- ¿De dónde eres, niña? - Quiso saber la vampira con inusitada curiosidad. -
- Soy de Portland, bueno, de un pueblo de las afueras.
- Ya veo - repuso Sarah pensativa y preguntando nuevamente, aunque con un tono más apagado. - ¿Crees que me gusta ser como soy?
- Yo creía que sí- respondió Idina - lo has estado diciendo todo el rato…Lo bien que se está siendo joven por siempre y todo eso.
- Dices que quieres tener hijos. - Contestó su interlocutora levantándose y paseando por la habitación. - Eso es bonito, pero ¿sabes lo que es ver nacer, crecer, envejecer y morir a decenas de generaciones? ¿Presenciar cómo van envejeciendo y marchitándose hasta desaparecer? Padres, hermanos, sobrinos… ¿Puedes ni tan siquiera imaginar lo que es no poder amar de verdad a nadie por estar dominado por el instinto y la sed de sangre?
- Lo que dijiste antes no era del todo mentira - adivinó la sorprendida muchacha. -
- No, era la verdad. Por eso logré que me creyeses, tienes un corazón muy puro, capaz de descubrir la verdad. Hasta en seres de mi especie. Por eso te confesé mis verdaderos sentimientos. Pero hay algo más, en cuanto te vi supe que te conocía de algún modo. En tus ojos se ve el brillo de la ilusión por la vida y la esperanza, me recuerdas mucho a una de mis hermanas pequeñas. Ella también era así, aunque murió muy joven. Yo la quería mucho, ambas estábamos muy unidas. Pudiera ser incluso que su alma se hubiera reencarnado en ti. Igual que la mía deberá estar vagando ahora o quizás, con suerte, reencarnada en alguien mejor que yo. No tengas miedo, no voy a destruir tu vida convirtiéndote en lo que yo soy. - Sarah guardó unos segundos de silencio en tanto su interlocutora la observaba sorprendida, después la vampira añadió con un tono de mucha confidencialidad. - ¿Sabes? yo era de Judea.
- ¿De dónde era Jesús? - Inquirió Idina asombrada. -
- Si, bueno, él nació en Belén creo que unos noventa años después que yo. Ha pasado tanto tiempo que no me acuerdo bien. - Repuso Sarah con una pálida sonrisa ahora, tratando de recordar. -
- ¿Y le conociste? ¿Era verdad todo lo que se cuenta? - Quiso saber Idina muy intrigada.

Tanto que, por unos instantes, su innata curiosidad y su comunicatividad le habían hecho olvidar con quien estaba hablando y su situación tan apurada.

- No, no le conocí - Negó Sarah moviendo la cabeza para confesar con pesar. - Me habría gustado hacerlo pues él perdonaba incluso a los que son como yo.
-Claro. - La animó su interlocutora tomándole de una mano para asombro de la vampira. - Más si cabe cuando la joven agregó casi con ilusión infantil. Si de veras te arrepientes te perdonará. Estoy segura. Mi madre siempre me lo decía cuando era pequeña.
- ¡Oh…mi niña! Ojalá pudiera creer que eso fuera verdad. Ahora quizás entiendo lo que ese extraño ser me dijo. - Declaró Sarah que parecía incluso emocionarse. -
- ¿Extraño ser? - Inquirió su contertulia. -
-Verás. -Le desveló Sarah. - No fue una casualidad que Deborah os encontrase en la playa. Yo la envié. Y lo hice porque un individuo muy raro, cubierto con una capucha negra y un sayal, que portaba un gran libro de color granate se me apareció hace unos veinte años.

            La vampira recordaba cómo, tras su huida de aquella batalla contra esas dos guerreras en la que casi fue destruía hacía más de dos décadas, buscó refugio en una gruta. Se mantenía en un estado similar al de la hibernación. Entonces algo le hizo despertar. No supo cuánto tiempo habría transcurrido. Casi con voz gorgoteante inquirió…

- ¿Quién está ahí?...

            No obtuvo respuesta, Aunque todavía estaba débil bajó recobrando su forma de mujer. Si era algún incauto excursionista le serviría como alimento a fin de acelerar su recuperación. Se dispuso a apresarlo caminando unos pocos pasos entre la oscuridad. No obstante, no había nadie.

-Sé que estás aquí. - Insistió pese a todo. -

            Y es que podía percibir una presencia. Una muy fuerte. Y al fin la vio. Era una forma que se recortaba en la propia negrura. Eso la sorprendió y no pudo evitar preguntar.

- ¿Quién eres tú? ¿Un ser de la noche como yo?

            Nadie le contestó, aunque un tenue resplandor azulado iluminó a aquel ser. Sarah no tuvo que esforzarse mucho para percatarse de que ese extraño era mucho más poderoso que ella. Su aura era terriblemente fuerte. Parecía una especie de monje. ¡Quizás fuese el propio príncipe de las tinieblas en persona! Había oído a su “madre” hablar de él alguna vez hacía mucho, muchísimo tiempo. De modo que, sin dudar, dobló una rodilla inclinando sumisamente la cabeza ante él.

-Mi señor oscuro…estoy a tus órdenes.

Y tras unos instantes levantó la mirada. Aquel ser se limitó a mostrarla un gran libro de tapas bermellón, y a apuntarla con una manga del sayal negro que le recubría. La vampira llegó incluso a taparse el rostro con las manos en actitud defensiva, pero tras unos instantes nada ocurrió. Al retirarlas y atreverse a mirar constató que estaba sola. Eso sí, totalmente recobrada. Incrédula se observó a sí misma musitando.

-Es imposible, ni siquiera con mi poder de regeneración habría sido capaz de conseguir esto en tan poco tiempo…

Al poco su risa atronó con sus ecos aquella vacía caverna. Estaba claro que ese poderoso desconocido la había auxiliado. Y en su mente de hecho se dibujaba ahora un plan. No sería necesario vengarse de aquellas dos patéticas humanas. Las que la habían humillado y dañado tanto. Eso no era importante. Tenía otro cometido. Uno mucho más trascendente.

-Mi señor de la oscuridad, he comprendido...y obedeceré. - Declaró al ser consciente de que aquel extraño ser le había grabado aquellas instrucciones en su mente. - Se hará como tú deseas

No tardó en regenerarse y subsistir a expensas de la sangre de algunos animales de la zona. Al poco fue capaz de aventurarse fuera de esa cueva a la caza de incautos que se adentrasen en los bosques. Sin embargo, una noche de luna llena, cuando se disponía a salir una voz grave que retumbó en la caverna, la detuvo.

-De modo que la reina de los vampiros se esconde como una alimaña. - Oyó decir. -
- ¿Quién eres? - Siseó mostrando sus colmillos y sus ojos ambarinos para amedrentar al posible intruso, en tanto trataba de localizarle sin éxito-

            Aunque la única réplica que recibió fue una estruendosa risa. Incluso ella tuvo que taparse los oídos hasta que la misma cesó. Al poco escuchó la contestación.

-Soy alguien muy por encima de ti. A quién no puedes tocar siquiera. Pero no soy enemigo tuyo. Muy al contrario, tengo un encargo para ti.
- ¿Un encargo? ¿Quién te has creído que eres? - Le espetó la no muerta elevando la mirada en su infructuoso intento de localizar a quien quiera que fuese. -


            No obstante, no tuvo que molestarse más en hacerlo. Ante ella apareció una figura no muy alta, enfundada en una especie de hábito de monje de color negro, que portaba un grueso libro entreabierto. Ese extraño ser pareció consultarlo brevemente y lo cerró con estrépito que retumbó, obligando a la vampira a taparse los oídos de nuevo.

- ¿Quién eres tú? ¿El Señor Oscuro? - Quiso saber Sarah que, por más que se esforzaba no lograba percibir ningún signo de vida en aquella aparición. -
-No soy quien tú crees, mi identidad no está a tu alcance el conocerla. – Repuso aquella figura que, sin embargo, le contó. – Pero olvídate de eso, tu destino no es el de quedarte aquí, encerrada. Deberás viajar lejos. Yo te indicaré donde. Y localizar a unas personas. Tienes un importante papel que jugar.
-Supongamos que obedezco tus instrucciones. ¿A cambio de qué? - Le interrogó la vampira. -
- ¿Qué te parecería a cambio de recibir la paz que tanto anhelas, Sarah? - Replicó él. -
-Yo solo anhelo dominar a los humanos y saciarme con su sangre. - Sonrió su interlocutora mostrando nuevamente sus largos colmillos. -

            Aunque ese ser no parecía en absoluto impresionado y sí que sentenció.

-No trates de engañarte a ti misma con eso. Tras más de dos mil años sabes perfectamente que no tiene sentido. Es más, no te queda elección. Harás lo que te he dicho.
- ¡Oblígame a ello! - Espetó su interlocutora lanzándose contra ese ente. -

            Pero cuando Sarah quiso darse cuenta aquel ser no estaba allí. Pero sí que escuchó su voz que con un tinte enigmático le preguntó de modo retórico.

- ¿Y si te dijera que, obedeciendo mis órdenes volverás a ver a tu querida hermana Raquel?
- ¿Qué? – Exclamó la perpleja Sarah, preguntando de inmediato. - ¿Cómo sabes tú eso?
-Lo sé, eso deberá bastarte. - Sentenció su interlocutor, para remachar. – Podrás sentir su alma cuando estés cerca de ella. Y solamente lo lograrás aceptando hacer lo que te diga.

            Tras meditarlo unos segundos, Sarah finalmente asintió para acordar.

-Está bien…Si es cierto lo que dices, haré cuanto me pidas.

Y no supo lo que pasó, pero al instante siguiente se descubrió a sí misma en medio de una ciudad. Era de noche, no se veía a nadie por la calle. Además, sentía algo muy extraño, en su mente se agolpaban una serie de conocimientos y de ideas que no recordaba haber tenido antes. Los nombres de personas y lugares a los que debía conocer…

-Entre ellos vuestros nombres, este sitio…- Le explicó a su atónita oyente. - Es muy extraño. Ese ser es realmente poderoso. Ni yo, la reina de los vampiros pude hacer nada por siquiera tocarle. Y desconozco quién pueda ser. Ni si es verdaderamente malvado o no. Pero sé que, para él, vosotras sois muy importantes. De algún modo tenía que cerrar una especie de círculo. También creo recordar que me dijo que, si contaba esto a alguna de vosotras, tarde o temprano lo olvidaríais hasta que llegase el momento.
- ¿Qué momento? - Le preguntó la joven que ahora incluso se sentó a su lado. -
-No lo sé. - Replicó la vampira. - No sé nada más de eso. Solamente he cumplido con lo que me pidió. Y espero que él haga honor a su parte del trato. Tenía razón respecto a mí. Tras más de dos mil años ya estoy hastiada de existir así. - Sentenció con amargura. -

            Ninguna dijo nada durante unos instantes. Entonces fue Idina la que retomó la conversación, como si hubiera recordado algo, o más bien le asaltara la curiosidad.

- ¿Cómo llegaste a ser una vampira? - Le preguntó añadiendo con toda la seriedad del mundo. - En esa época no había discotecas.

            Sarah se volvió a reír, esa muchacha tenía la facultad de conseguirlo, ¡hacía las preguntas de una manera! cuando se dominó, ya más seria, respondió.

-Eres tan pura e inocente de corazón que de algún modo me haces recordar cosas que creí haber olvidado para siempre.
-Mi madre me contó una vez que, cuando ella fue sanada por Guerrero Luna con el poder del Cristal de Plata, algo de eso pudo pasar a mí. -  Comentó la chica. -
- ¿El Cristal de Plata? - Musitó la vampira atónita para preguntar a su vez. - Dices que tu madre…
           
            Idina contó a grandes rasgos a su contertulia la historia de cómo su madre y sus tías fueron salvadas por la famosa Guerrero Luna, que no era otra sino la reina Serenity. Sarah la escuchó con muchísima atención. Cuando su joven interlocutora terminó, la vampira declaró.

-Ahora lo entiendo. ¡Es ser se refería a eso! Tú y tus compañeras sois unas muchachas muy especiales. Con almas llenas de luz. Haréis grandes cosas, no me cabe ninguna duda.
- ¿Es que puedes ver el futuro también? - Quiso saber su anonadada contertulia. -
-No- le sonrió ésta moviendo la cabeza. - Pero por lo que me desveló ese encapuchado y, sobre todo, tras tantos siglos de existencia, he aprendido a juzgar bien a las personas.
- ¿Podrías contarme entonces como llegaste a ser la reina de las vampiras? Porque al principio creíamos que el jefe era Ferak. - Insistió la chica con curiosidad. -
-Ferak era un vampiro muy viejo, es verdad. Pero no se podía comparar conmigo. Fui yo quien le hice, hace muchos siglos. Él era un caballero que regresaba de la Cruzadas, Valdemarus Ferak, era su auténtico nombre.
- ¡Vaya un nombre más raro!, no me extraña que dijera llamarse señor Ferak a secas. - Exclamó Idina. -

            Una vez más Sarah se rio moviendo la cabeza. Le contó a la muchacha como, antes de que Deborah llegase con ella y las otras chicas, advirtió a ese bruto.

-Haz lo que quieras con ellas, salvo con una. Esa será solamente para mí.
- ¿Con cuál? – Quiso saber ese tipo. –
-Todavía no lo sé. - Admitió Sarah, añadiendo. - Por ello, no se convertirá ni matará a ninguna de ellas, hasta que lo averigüe…

            Entonces, en tanto Idina la miraba atónita, la vampira agregó.

-Y al verte lo supe de inmediato. ¡Eras tú!
- ¡Yo!, ¿quién? ...- Inquirió Idina. -
-Mi pequeña Raquel. - Sonrió la no muerta para suspirar con voz queda. – A la que tanto he echado de menos, durante todos estos siglos…
- ¿Cómo fue entonces que te convertiste en esto que eres? Ibas a contármelo. - Le recordó su contertulia. -

            Sarah asintió, pareció meditar durante unos instantes antes de comenzar a narrarle a su joven oyente.

- Yo era la mayor de cinco hermanas y cuidaba los rebaños de mis padres. Al no tener hijos varones eso me correspondía a mí. Salía con ellos hasta bien entrada la tarde. ¿Sabes? A pesar de que han transcurrido tantos siglos cuando cierro los ojos todavía recuerdo los verdes prados y el límite con las arenas del desierto. El olor de la brisa cuando traía la humedad del mar. Incluso a veces sueño con todo ello.
- ¿Los vampiros podéis soñar? - Le preguntó su joven interlocutora visiblemente asombrada, para agregar. - Pensaba que unos seres sin alma no serían capaces de ello.

            Idina entonces se percató de la mirada de su interlocutora, parecía triste, y se apresuró a disculparse.

-Perdón, no quise ofenderte.
- No lo has hecho. Lo que has dicho es cierto. No sé si puedo llamarlos sueños, quizás sean meras visiones de mi pasado, de mi tierra - Suspiró Sarah describiendo con lo que parecía una sincera nostalgia. - Los ecos del mercado, la música, los gritos de los niños, y también la quietud de mi rebaño al amanecer, la brisa en la piel, la calidez del sol de la mañana y la belleza del rocío.

            Idina escuchaba absorta y a la tenue luz eléctrica de aquella estancia creyó ver que los ojos de su contertulia hacían aguas, aunque esta impresión pasó enseguida. No obstante, la chica preguntó con sorpresa teñida de admiración.

- ¡Tú verdaderamente sientes todo eso! Sé que no me engañas, de alguna manera puedo saberlo.

            La vampira le dedicó una agradecida mirada, asintió despacio y repuso.

- Es por lo que te he dicho antes, posees una pureza y una bondad capaz de adentrarse en otras almas, de comprenderlas. Incluso en el interior de seres de la oscuridad como yo. Es una virtud difícil de encontrar. Apenas si he visto a nadie así en los siglos que tengo. - Sarah hizo un pequeño alto, suspiró y le pidió a la muchacha con amabilidad. - ¿Podrías cerrar los ojos un momento? Por favor.

            Su prisionera se temió lo peor, quizás así la vampira deseaba eliminar la posible traba que la mirada que Idina ejercía sobre ella y de esta forma poder morderla y poseerla para convertirla en vampiro. Aunque su interlocutora pareció leer su mente y enseguida agregó, casi a modo de ruego.

- ¡Jamás haría eso! No contigo, no ahora, es más, necesito de tu pureza tal y como es. Para mí esto es algo mucho más importante que la sangre o que la misma supervivencia. Nada de eso me importa ya realmente, te lo suplico, únicamente cierra los ojos por unos instantes.

            La joven se conmovió al escuchar ese tono y accedió, entonces la voz de Sarah, entre suave y susurrante, evocadora y llena de curiosidad, le pidió.

- Trata de sentir, de ver, de escuchar en las profundidades de tu alma y dime lo que hay allí, quizás puedas ver lo mismo que yo...

            E Idina se dejó llevar por el arrullo de la voz de su captora, y su mente viajó lejos, muy lejos. Realmente se sentía en otro lugar, podía percibir algunos lejanos ecos de tiempos olvidados, el murmullo de las gentes, el sonido de flautas y canciones en un idioma que no comprendía. Una canción resonaba también en su cabeza. Aunque fuera de la época actual, de algún modo tenía sentido en medio de todo aquello.

¿Te conozco de algún lado?
¿Por qué me dejas queriendo más?
¿Por qué hago todas las cosas que digo?
¿Suena como las cosas estúpidas que dije antes?
(Pon tu mano sobre mi piel)
(Pon tu mano sobre mi piel)
(Pon tu mano sobre mi piel)

Y la propia Idina cantaba, casi como si esa melodía la poseyera…

Bésame, me muero
Pon tu mano sobre mi piel
cierro mis ojos
Necesito hacer una conexión
Estoy caminando sobre una delgada línea
cierro mis ojos
cierro mis ojos

            Incluso Sarah se unió a ella y las dos cantaron…

¿Te conozco de algún lado?
¿Por qué me dejas queriendo más?
¿Por qué hago todas las cosas que digo?
¿Suena como las cosas estúpidas que dije antes?

            Entonces Idina musitó, sin dejar de escuchar esa música en su mente, así como algunas lejanas fanfarrias.

Tócame, lo estoy intentando
Para ver el interior de tu alma
Tengo esta cosa
Quiero hacer una corrección
No soy así todo el tiempo

Tienes esta cosa
Tienes esta cosa

Y una vez más, las dos cantaron el estribillo, aunque en una lengua muerta hacía ya muchos siglos.

¿Te conozco de algún lado?
¿Por qué me dejas queriendo más?
¿Por qué hago todas las cosas que digo?
¿Suena como las cosas estúpidas que dije antes?

Bésame, me muero
Pon tu mano sobre mi piel
cierro mis ojos
Necesito tener tu protección
cierro mis ojos
Cierro tus ojos
(Bésame, besa, besa, bésame)

¿Te conozco de algún lado?
¿Por qué me dejas queriendo más?
¿Por qué hago todas las cosas que digo?
¿Suena como las cosas estúpidas que dije antes?

            Y ya no eran solamente la música y las fanfarrias, sino el aroma del pan caliente que se hacía de mañana, el tacto de algunos suaves mantos de lana, o la brisa acariciando su cara, lo que Idina podía sentir…

¿Te conozco de algún lado?
¿Por qué me dejas queriendo más?
¿Por qué hago todas las cosas que digo?
¿Suena como las cosas estúpidas que dije antes?

[Outro]
Bésame, me muero
Tócame, lo estoy intentando, oh

Sarah entonces le aferró las manos con las suyas y le susurró.

- Aquel día de mercado, tú y yo juntas, ¿recuerdas? Aquella gargantilla...
- Me gustaba mucho. - Musitó Idina con emoción, añadiendo casi en estado de trance. - Hermana, quisiera que algún día me la regalases.

No soy así todo el tiempo
No soy así todo el tiempo
Pon tu mano sobre mi piel
Pon tu mano sobre mi piel
Pon tu mano sobre mi piel

Tócame, lo estoy intentando, oh

Pon tu mano sobre mi piel
Pon tu mano sobre mi piel

No soy así todo el tiempo
No soy así todo el tiempo
No soy así todo el tiempo

Pon tu mano sobre mi piel
Pon tu mano sobre mi piel [se desvanecen]

(Madonna. Skin. Credito al artista)

            La chica estaba atónita, aquello se desvaneció, aunque no lo bastante deprisa como para que sus propias palabras no quedasen retenidas en su memoria y entonces oyó a una sollozante Sarah llamarla.

- Raquel. ¡Mi pequeña oveja! ...por fin te he encontrado.

            Idina abrió los ojos para descubrir que los tenía empapados en lágrimas sin saber por qué. La vampira se separó entonces de ella y dirigiéndose hacia una mesita cercana abrió un cajón sacando una especie de estuche forrado de piel, de éste extrajo una cajita tallada en piedra que debía de ser antiquísima y abriendo ésta mostró a la muchacha una herrumbrosa gargantilla de color anaranjado que apenas si estaba entera.

- La he guardado durante tantos siglos… esperando para dártela.

            Idina alargó una mano temblorosa para recoger aquella caja, apenas lo hizo pudo preguntar con tono emocionado.

- ¿Qué te pasó?

            Sarah se giró andando durante unos instantes por el cuarto hasta detenerse, enfrentar su mirada a la de la chica y responder:

- Éramos pobres, bueno, no demasiado pobres, pero si lo bastante como para no poder permitirnos demasiados gastos. Tú estabas enferma, de siempre fuiste muy delicada. Yo te quería mucho, eras la más pequeña de todas y con mi madre entregada a las tareas de la casa y al trabajo del campo fui yo la que te crie. Nuestro padre tenía algunas ovejas y yo le ayudaba a pastorearlas. Era una muchacha muy alta y fuerte para los usos de mi pueblo y mi época. Por eso no encontré pretendientes pues a ninguno le complacía una esposa que les sacase una cabeza, era una sociedad muy machista – sonrió fugazmente la vampira, añadiendo. - Luego supe el motivo, pero esa parte viene después, el caso es que tuve que trabajar duro para ayudar a la familia.


 Sarah realmente era tan alta como la propia Idina, incluso un poquito más. En esa época de seguro que habría sido una gigante, eso pensaba la muchacha cuando la vampira prosiguió su relato.

- Pues hacía ese mismo trabajo además para otros hombres más ricos. Un día fuimos al mercado del pueblo y tú viste esta gargantilla, te encantó, pero era demasiado cara para nosotras. Yo quería comprarla para ti, siempre te vi sufrir por tu debilidad y las recaídas que te afectaban dejándote postrada en la cama. Nada podía hacer para curarte, pero en cambio, sí que creí poder aliviar tu tristeza. - Sarah se interrumpió y sonrió agregando - a pesar de que nunca querías exteriorizarla yo la notaba. Así que, esa misma tarde, cuando regresamos, fui a pastorear un rebaño más, quizás así pudiera sacar unas monedas que bastasen para poder comprarte esa gargantilla. Repetí aquello durante días, siempre volvía cuando el sol apuntaba al ocaso, pero una vez se me hizo tarde pues una oveja del rebaño se atrapó la pata entre unas peñas. Tuve que sacarla, de lo contrario el dueño me habría exigido su pago, pero se me hizo de noche. Tenía miedo, en mi aldea se oían historias de pastores que habían perdido muchas ovejas, animales que habían muerto desangrados en los últimos meses. Yo pensaba que se deberían a las alimañas que merodeaban por allí. Y nuestros padres nos habían advertido que nunca, en ninguna circunstancia, estuviéramos fuera de casa al caer la noche. Pero aquel día anochecía pronto, era en esa época del año en la que los días son más cortos.

- ¿Te atacó algún vampiro? - Le inquirió Idina. -
- Así fue. Pero no fue un ataque como puedas pensar. – Le matizó su narradora, para explicar. - Cerca de donde yo estaba y una vez saqué a la oveja descubrí una luz. Anduve hacia ella con la esperanza de hallar cobijo para la noche y al llegar descubrí una rica tienda. Me topé con dos esclavos que la custodiaban y les conté que me encontraba perdida. Uno de ellos entró en la tienda y al cabo de unos minutos me invitó a hacer lo mismo a mí...

            Y Sarah cerró los ojos como si reviviera aquel instante y relató...

- Mi señora desea verte, - fue lo que dijo aquel fornido esclavo de color. -

            La muchacha entró descubriendo a una bella mujer de tez pálida y pelo rubio recostada entre cojines de seda. Ésta le sonrió de forma muy amable, invitándola a sentarse con ella.

- Te lo agradezco - le dijo Sarah tomando asiento a su lado. - Me he perdido en estos parajes y de noche no sé encontrar el camino de vuelta a mi casa.
- Pues no temas nada ya - le respondió aquella mujer con un dulce tono de voz. - Estarás cansada, cena y duerme conmigo esta noche, mañana podrás volverte. ¿Cómo te llamas?
- Sarah, hija de Caleb y te quedo muy reconocida. - Sonrió confesando agradecida. - Estoy agotada.
- Yo soy Mirtiam. Ven, - le pidió aquella mujer levantándose y tomándola de ambas manos con las suyas. - Un buen baño te hará bien.

            Sarah aceptó encantada, así podría quitarse el polvo del camino, pasaron a otra estancia oculta tras unas suaves cortinas de seda. Allí, la mujer despojó a Sarah de su túnica y su manto e hizo lo mismo con sus propias vestiduras.

- Báñate conmigo - la invitó señalando una gran bañera de porcelana con extraños dibujos de hombres agarrados a unas enormes astas de toro. -

            Sarah se introdujo en ese baño mientras su anfitriona daba unas palmadas. Al punto los dos esclavos entraron, la joven se cubrió inmediatamente muy avergonzada.

- No temas, - le dijo Mirtiam con un suave tono de voz. - Ellos no importan. Tú relájate.


            Con otra indicación de sus manos ambos esclavos desaparecieron volviendo a entrar con dos grandes jarras de agua humeante. Mirtiam se metió junto a Sarah en la bañera e indicó a sus dos servidores que echasen el agua. Sarah sintió el calor de ésta y las suaves manos de Mirtiam recorrerla.

 - Yo te frotaré - se ofreció su anfitriona. -

            Sarah, sin saber qué decir, se abandonó a aquellas caricias. Lo cierto es que era muy agradable. Vio sin embargo como Mirtiam hacía otra señal y como los criados se despojaban también de sus ropas.

- ¿Son eunucos? - pudo preguntar Sarah con un no disimulado pudor. -
- No precisamente- sonrió su anfitriona. -

            Para convencerla de ello el de color se acercó a la bañera dejando su miembro al alcance de la boca de Mirtiam que lo lamió con avidez. Sarah estaba escandalizada en tanto decía.

- ¡Yo soy virgen! ¡No puedo perder mi virtud!
- ¿Y quién te ha dicho que vaya a ser así?,- le respondió su interlocutora dejando a su esclavo para rodearla con sus brazos. - Yo me ocuparé de ti, no ellos, al menos todavía no.

            La mirada de Mirtiam tenía algo que la paralizaba, la joven pastora se dejó besar en los labios de una forma suave y dulce al principio, más después esa mujer introdujo su lengua en la boca de ella, mientras los esclavos acariciaban la espalda y los senos de Sarah que era incapaz de negarse a ello. Las dos salieron de la bañera, aún empapadas. Mirtiam la condujo hasta su lecho y la tumbó acostándose sobre ella. Recorriendo el cuerpo de Sarah con su boca le llegó hasta las partes más íntimas que saboreó arrancando de su invitada gemidos de satisfacción. Los dos esclavos se acercaron y Mirtiam volvió a saborear el sexo del hombre de color, invitando a la muchacha a hacer lo mismo con el otro.

- Te gustará, vamos, bebe Sarah. - Le ofreció sujetando aquel miembro viril con una mano ofreciéndoselo a su huésped. -

La joven dudó unos instantes, pero se decantó por acariciar aquella parte masculina que nunca había visto antes. Poco a poco imitó a esa mujer, se la introdujo en la boca y pasó su lengua por ella. Mirtiam terminó a su vez y se unió a ella, ambas se turnaron en aquella tarea con el otro esclavo. Pero, una vez que Sarah sintió la cálida eyaculación en su garganta notó a su vez un agudo dolor en el cuello. Su anfitriona la había mordido y sorbía con avidez. Incapaz de reaccionar la chica se dejó hacer cayendo sobre los blandos cojines. Los minutos se arrastraron lentos privándola de su esencia vital hasta que Mirtiam, satisfecha, se separó de ella mostrando unos largos colmillos teñidos en sangre y una mirada de pupilas ambarinas.

- ¿Quién eres? - susurró Sarah a punto de perder el sentido. -
- Soy un ser de la noche y tú lo serás también. Me gustas mucho Sarah, tienes algo especial, algo que no he visto desde hace muchos siglos, y deseo que seas mi compañera por toda la eternidad.
- Pero… ¿cómo es posible eso? - Le inquirió ésta casi sin capaz de articular palabra, ya que estaba muy mareada por la pérdida de sangre. -
- Bebe de mí y sé cómo yo. Tendrás belleza y poder por siempre. - Dicho esto se rasgó una de sus muñecas de la que manó un hilillo de líquido color rubí, alegando. - Tienes que hacerlo, o morirás. Has perdido ya mucha sangre para poder salvarte.

            Sarah estaba remisa, quería pensar en su familia, pero no podía sustraerse a unas extrañas y nuevas sensaciones. Mirtiam le acercó el brazo y dejó caer algo de su sangre por las comisuras de los labios de la chica. Ésta notó como un repentino deseo se abría paso en ella. Bebió cada vez más compulsivamente y en tanto lo hacía se sentía morir y disfrutar a un tiempo. Su mentora se hirió en uno de sus pezones y la animó.

- Vamos sáciate aquí. Sé mi hija, Sarah.

            Y ésta bebió lamiendo cada gota que resbalaba de aquellos blancos pechos. Después cayó retorciéndose en el suelo presa de un dolor insoportable hasta que paró quedándose inmóvil, no podía hablar ni notaba nada. Pero escuchó decir a su mentora.

- Ahora y para todos los que te conocieron has muerto. Pronto amanecerá, mis esclavos nos esconderán en una gruta hasta que se ponga el sol, pues, desde ahora el momento del amanecer será la perdición para ti. Y cuando sea de noche saldremos y habrás despertado a una nueva vida.

            Así fue, Sarah sintió como su corazón ya no latía. Luego perdió el sentido. Al recobrarlo estaba recostada sobre aquellos cojines y pensó que había sido un sueño. Sin embargo, Mirtiam se encontraba junto a ella y le dijo.

- Ya es de noche, podemos salir.
- Tengo hambre - respondió Sarah. -
- Pues sáciate. - Le indicó su mentora señalando a uno de sus esclavos al que hirió con una de sus largas uñas en el cuello dejándole manar un hilo de sangre que cayó recorriendo su pecho. -
           
            La joven se volvió loca, sus ojos refulgieron del color ámbar y de su boca sintió aflorar dos largos colmillos. Sin pensar se abalanzó sobre aquel hombre al que mordió con avidez desangrándole por completo. El esclavo cayó al suelo sin vida. Sarah respiraba agitada o eso creyó ella, aunque no parecía tomar aire. Pudo decir cuando se recobró lo bastante de aquella impresión salvaje.

- ¡Lo siento, Dios mío!, ¡le he matado!, no quería hacerlo.
- No tiene importancia, aun eres inexperta, deberás aprender a controlarte, pero tranquila. - Sonrió Mirtiam acercándose a ella. - Sólo era un esclavo. Ahora tú y yo nos divertiremos.

            Besó apasionadamente a Sarah que le devolvió el beso. Ambas se amaron durante varias horas, el esclavo de color restante también se unió a ellas desflorando a la muchacha físicamente tanto por delante como por detrás. Después abandonaron aquel lugar. La vampira retornaba ahora al momento presente para relatarle a su interlocutora.

- Me dieron por muerta, todos pensaron que había sido devorada por perros salvajes o por esos espíritus.
- Quisiera recordar – sollozó Idina que apenas pudo añadir. - Pero no puedo. Lo siento.

            Su contertulia le sonrió maternalmente y acarició el pelo de la muchacha. Enseguida le respondió con tono afectuoso.

- No te preocupes. No es culpa tuya. Es natural que no recuerdes nada de eso. Para ti ya pasó. Porque cuando moriste tu alma estaba en paz y partió libre para reencarnarse en otra vida mejor. - Le respondió Sarah plantando las manos cariñosamente sobre los hombros de su interlocutora. –Yo, a pesar de convertirme en un ser de tinieblas, traté de no perder vuestra pista, de saber cómo estabais. Hablé con Mirtiam de ti y me propuso convertirte, pero me negué. – Suspiró la vampira añadiendo con pesar. - Ella me aseguró que así podría evitarte el dolor y hacerte inmortal, pero algo muy dentro de mí me dijo que eso sería mucho peor y no me equivoqué. Siempre recordaré que la misma Mirtiam, al escuchar mi negativa asintió levemente y no insistió más. Ella lo comprendía demasiado bien, tuvo muchos siglos para hacerlo. Igual que ahora lo entiendo yo. Fue como si me lo hubiera propuesto por compromiso. Pero a cambio, cuando supo lo de la gargantilla, mandó a uno de sus esclavos guardianes a comprarla. Lo malo fue que, para cuando la tuve en mi poder, tú ya habías muerto. – Pudo decir ahora entre sollozos. - Según descubrí, la pena por mi pérdida y el saber que no eras realmente mi hermana te trastornó tanto que dejaste de comer y la debilidad te venció. Guardé la gargantilla para no olvidarte nunca y seguí mi camino.
- ¿No era tu hermana? - Inquirió Idina con asombro. -
- Al que yo llamaba padre me recogió de entre los supervivientes de una caravana que cruzaba el desierto. Era algo que mantuvo siempre en secreto, pero que cuando todo el mundo estuvo convencido de mi muerte, os lo contó. Pero eso es algo insignificante, realmente vosotros fuisteis mi familia.
- ¿Y qué pasó después? - Quiso saber Idina con sumo interés. - ¿Quién eras realmente?
- Nunca llegué a saberlo, y créeme. Durante siglos quise averiguarlo. Después ya no me importó más. A fin de cuenta quien quiera que hubiese sido había muerto cuando me convertí. - Suspiró su interlocutora. -
- ¿Qué hicisteis después? …quiero decir, cuando mi encarnación pasada murió. - Quiso saber la muchacha. -
- Viajamos por toda la Tierra conocida - explicó Sarah a la asombrada Idina. - Mirtiam fue mi maestra durante decenas de años, yo la llegué a amar verdaderamente. Me contó que provenía de la Isla de Lesbos y me llevó también allí. Fuimos inseparables y me enseñó casi todo lo que sé hasta que fue destruida por algunos hombres de entonces emergente secta cristiana. Como su hija a los ojos de los de nuestra especie heredé sus bienes que eran muy cuantiosos y también su influencia. Desde entonces he sobrevivido a través de las edades tomando muchos amantes, tanto hombres como mujeres. Uno de ellos, como ya te he dicho, fue Ferak, al que conocí en Francia, cuando era un noble recién llegado de las Cruzadas.

            La vampira recordó, como ella, ataviada como una dama del siglo trece, observaba a aquel caballero que había llegado cabalgando junto con algunos otros soldados, hasta la torre en la que ella habitaba, junto con algunos de sus esclavos no muertos. No dudó en salir a recibirle, pues el sol había descrito la curva del ocaso y sus rayos eran ya incapaces de dañarla.

-Bienvenidos, valientes cruzados. – Dijo con voz insinuante. –
- ¿Quién sois, señora? - Inquirió aquel caballero tan corpulento, de lagos cabellos lacios morenos y espesa barba. –
-Soy la dueña de esta torre. - Le respondió ella, con una incitadora mirada. - Será un honor para mí, que vos y vuestros valerosos soldados descanséis y cenéis aquí.

            Todos los hombres que estaban junto a ese caballero se congratularon por esa invitación. Éste saludó reconocido desmontando para presentarse.

-Soy el caballero Valdemarus Ferak, al servicio de su majestad el emperador Conrado III.
- ¿Y qué nuevas traéis? - Quiso saber Sarah. -
-Malas nuevas, señora. Fuimos derrotados por los infieles y tuvimos que dejar Tierra Santa. Pero en cuanto podamos reunir un nuevo ejército marcharemos otra vez a imponer la cruz a esos sarracenos del demonio.
-Lamento oír eso. Al parecer el Señor no os fue propicio. - Comentó ella. -
-Quizás hayamos pecado mucho. - Se sonrió su interlocutor. -  

            Pasaron a la Torre y tras atravesar un largo pasillo entraron en un gran salón, que tenía una larga mesa de sólida madera, repleta de platos con viandas, y copas de vino llenas.  Sarah la señaló con una de sus manos, invitando a sus huéspedes.

-Comed y bebed cuanto queráis, es lo menos que podemos hacer por los defensores de la fe verdadera.

            Varios individuos, ataviados como criados, estaban de pie, cargados con grandes jarras que contenían más vino. También había al menos unas cuantas damas, realmente hermosas. Los hombres estaban encantados, sin ceremonias se arrojaron literalmente sobre la comida y la bebida, dando buena cuenta de ella. Aunque eran unos quince, todos pudieron llenarse. El único que comió y bebió con más moderación fue precisamente Ferak. Y en tanto degustaban aquellos manjares, las bellas damas se iban aproximando a cada uno de los cruzados para hacerles gozar de otras delicias. Todos se abandonaron a los juegos amorosos con ellas tras la cena.

- ¿No participáis? - Le preguntó Sarah con tono lascivo, en tanto se bajaba un poco el vestido por el hombro derecho.
-Esto es extraño. - Respondió su interlocutor. -
- ¿Extraño? - Repitió ella algo sorprendida de que sus encantos no funcionasen en aquel tipo. –
           
            No tardó en darse cuenta de que otro más de los cruzados no se había involucrado en esos encuentros amorosos. Entonces Sarah sonrió.

-Podríais usar mi alcoba, tu compañero y tú. Seguro que la encontraréis confortable. - Les sugirió. –

            Aquel individuo, un joven de cabello rubio y apuesto, miró dubitativamente a Ferak, aunque este tardó en asentir. Sarah señaló la entrada a su habitación y ambos cerraron una gruesa puerta de madera tras de ellos. La vampira interrumpió su relato observando divertida a una escandalizada Idina.

-Me parece que tú no has conocido el amor carnal todavía.
-Me habría gustado reservarme para alguien especial. - Musitó la chica que añadió atónita. - ¿Entonces, Ferak y ese caballero?
-Pues sí. - Le confirmó Sarah, explicándole. - Por eso, mis dotes de seducción no funcionaron con ellos. Pero no me hicieron ninguna falta. -Sentenció para proseguir su relato. -

Al concluir ese ágape y la posterior orgía, sus hombres, llenos y bastante bebidos, descansaban tumbados en el suelo o reclinados sobre las sillas. Al poco rato, tanto Ferak como ese muchacho rubio, salieron de la alcoba visiblemente satisfechos.

-Muchas gracias por vuestra hospitalidad, Señora. – Agradeció Ferak. – Dormiremos aquí y proseguiremos camino al alba.

            Empero, ella sonrió divertida, moviendo la cabeza para replicar.

- ¡Oh!, mucho me temo, señor, que podréis dormir, pero no continuaréis camino.

            El cruzado iba a contestar, pero tanto él como su compañero se quedaron con la boca abierta y el gesto demudado por el horror. Aquellos presuntos sirvientes y las hasta ese instante hermosas doncellas que les habían agasajado, mutaron sus rostros suaves y bellos por los de una especie de monstruos de pesadilla, con ojos ambarinos y largos colmillos sobresaliendo de sus bocas.

- ¡Por los clavos de Cristo! - Exclamó Ferak aferrando el pomo de su espada. –
-Esto es cosa del demonio. - Convino su joven compañero haciendo lo propio. -

            Más rápidos de lo que pudo seguirles con la vista, esos seres se abalanzaron sobre sus hombres que no pudieron reaccionar cuando fueron mordidos en el cuello, los brazos o las piernas. Sin que fuesen capaces de resistir aquellas criaturas infernales les drenaron hasta la última gota de sangre acabando con ellos en el acto. Ahora los dos únicos caballeros supervivientes habían desenvainado sus espadas y estaban dispuesto a vender caras sus vidas.

- ¡Ahora veréis! – Exclamó Ese joven rubio cortando limpiamente la cabeza de uno de esos monstruos que se había descuidado. –

            Para asombro de ese chico y de Ferak, el cuerpo decapitado y la cabeza se redujeron rápidamente a cenizas. Pero el muchacho fue rápidamente atacado por otros dos que le derribaron. Ferak acudió en su auxilio atravesando a uno de esos seres por la espalda, aunque para su asombro, eso no apreció hacerle mella. Él mismo se vio rodeado por tres de esas doncellas, que lucían aquellos colmillos y ojos color amarillento.

           

¡Vamos, engendros de satanás! - Les retó Valdemarus elevando su espada para sentenciar. – Haré la obra de Dios de un modo u otro.

            Sin embargo, ninguno le atacó. Soltaron incluso a su acompañante cuando Sarah ordenó con tono enérgico.

- ¡Quietos!

            Ferak aprovechó para ayudar a su joven camarada y amante a levantarse, este maltrecho y sangrando ya por varias mordeduras se tambaleaba.

- ¿Estás bien Amadis?- Le preguntó él con inquietud.-
-Me noto muy débil, pudo musitar el chico. –

Fue Sarah quien, aproximándose hasta él en su apariencia humana, sonrió y le replicó.

-Pierdes el tiempo, valeroso caballero.  No tienes ninguna posibilidad. Y tu compañero morirá, sus heridas y la pérdida de sangre son ya muy grandes.
-Pues los dos moriremos luchando. - Repuso bravamente él al tiempo que exhibía una cruz ante esos seres. –

            Aunque la vampira se rio, dejándole desconcertado para declarar.

- ¿Y de qué te serviría eso?...

            Y sin dejar de acercarse a él a la par que contoneaba sus caderas, ella añadió.

-Siento que no tienes fe suficiente. Ni tan siquiera la posees. Quizás ahora hayas cambiado de idea. Pero es tarde. Tu dios no te ayudará.
-Si muero peleando en su nombre, mis pecados me serán perdonados. - Afirmó Ferak. -
- ¿Tú crees? - Rebatió ella, alegando divertida. - Al parecer han debido de ser muchos. Empezando por el que has cometido con tu compañero en mi alcoba.
-Es verdad. - Pudo balbucir Amadís. - Por eso nos condenaremos al Infierno, la sodomía es una abominación a los ojos de Dios.
- ¡Calla! -Le pidió Ferak. –
-Pero tiene razón. - Intervino Sarah, declarando. - Pero no tiene porqué ser así. Decidme. Caso de salir vivos de esta, ¿qué os aguardaría?...

            Y tras unos instantes de pausa, en la que ninguno de sus interlocutores replicó, ella misma contestó a la pregunta.

-Volver a luchar contra el infiel, en la vana esperanza de que Dios perdone vuestros pecados y no os arroje a las llamas eternas del infierno, o esconderos del resto del mundo. Aun así, iríais envejeciendo y debilitándoos. Al final deberéis rendir cuentas igualmente.
- ¿Qué alternativa hay sino? - Exclamó Valdemarus con una mezcla de rabia e impotencia. –

            Y la vampira, sonrió mostrando sus colmillos ahora para contestar de forma lapidaria.

-Una muy sencilla, uniros a mí…

            Ferak miró a su amante que había perdido el conocimiento y luego devolvió una perpleja mirada a Sarah, ella le indicó.

-Si muere antes de que pueda convertirle, morirá para siempre y le perderás…Debes decidir rápido. La vida eterna conmigo o la muerte para él y la vejez para ti. Si es que no te matan antes.

            El cruzado miró a su amante y luego suspiró. Asintió despacio y sentenció.

-Sea. Prefiero que compartamos la vida eterna o que perezcamos y vayamos al Infierno.

            Sarah sonrió una vez más mostrando sus colmillos. Se aproximó a esos dos humanos y tras hacerse un arañazo en su muñeca izquierda, dejó que unas gotas de sangre cayesen en las comisuras de los labios de ese tal Amadís.

- ¿Eso le hará cambiar? - Quiso saber Valdemarus con un tino entre el temor y la esperanza. -
-Lo hará. Está prácticamente muerto, cuando su corazón de detenga, mi sangre le reanimará. Y lo mismo hará contigo…- Respondió ella. –
-Pues entonces, no pierdas más tiempo y hazlo. Muérdeme. - Casi le exigió él. –

            Empero, Sarah se apartó un par de metros y le contestó con tono de advertencia.

-Serás mi esclavo y me obedecerás por siempre. ¿Estás seguro de que eso es lo que quieres?
-Si puedo disfrutar con Amadís de una vida…-Aunque se detuvo a mitad de la frase y rectificó, afirmando. - De una existencia sin final, sí. Es lo que quiero. - Remachó. -

            Sarah entonces saltó sobre él y le mordió en el cuello para succionar prácticamente toda su sangre. Cuando Ferak cayó como un fardo, ella repitió la operación que había hecho antes con el otro joven.

-Muy bien, cruzado. Ahora tú y tu amante seréis míos. - Se sonrió ella. –

            Ahora Idina, la observó con estupor y apenas sí pudo preguntar.

- ¿Y fue así? ¿Al menos estuvieron juntos?
-Lo estuvieron. Durante algunas décadas. - Asintió Sarah, agregando. – No obstante, Ferak demostró adaptarme mejor a su papel de vampiro. Le gustaba controlar y poseer a los vivos. Por el contrario, Amadís, únicamente atacaba a los humanos cuando debía alimentarse. Y tras unos, no sé, doscientos años, dejaron de estar tan unidos. Amadís le dejó allá por el siglo catorce, tras la Gran Plaga no supimos más de él.
- ¿La Gran Plaga? - Inquirió Idina sin comprender. -
-La Peste Negra de mil trescientos cuarenta y ocho. - Sonrió la vampira para añadir con humor. - Olvidaba lo joven que eres, niña.
-Bueno, por lo menos, les concediste ese deseo. - Dijo la chica. -

            Aunque ahora el gesto de Sarah se tornó sombrío y apenas suspiró para sentenciar.

-Hay que tener mucho cuidado con lo que se desea. La vida eterna puede resultar la peor sentencia que puedas imaginar.
- ¡Es algo tan increíble!, desde luego que no puedo imaginarlo y a fin de cuentas, a ti no te dieron alternativa. - Le respondió Idina. -
- No, alguna vez hablé con Mirtiam de ello, y muchas veces se disculpó. Pese a todo lo que pueda parecer esta existencia a veces es muy amarga. Por eso me dijo que, en el fondo, comprendía bien el que no quisiera convertirte y es que, aunque quizás no me creas, al cabo de los años volví varias veces a mi aldea. Eso sí, de noche, para ver como seguía mi familia. Nuestras otras hermanas se casaron, tuvieron hijos, se hicieron ancianas y murieron, al igual que sus hijos y los hijos de sus hijos. Una noche incluso me encontré cara a cara con uno de mis sobrinos – nietos, que era pastor al igual que yo.
- ¿Y le mordiste? - Inquirió Idina alarmada. -
- No, - contestó Sarah. - Me recordaba mucho a ti, y después de verlo supe que no debía volver más por allí. Me marché lejos, muy lejos, a la Roma Imperial, donde fui testigo del mandato de muchos emperadores. Me acosté con varios de ellos y con algunas de sus mujeres también. - Confesó preguntando a la chica. - ¿Te suena Mesalina?
- ¿No era la esposa del emperador Claudio? - Dijo Idina atónita haciendo memoria histórica. - ¿Con ella también?
- Sí, también con ella, disfrutamos mucho y su pobre marido no se enteraba de nada. Incluso la muy golfa quiso que la convirtiese, pero me negué. Si viva y siendo únicamente una humana mortal era como era. ¡Cualquiera la hubiera controlado una vez transformada en inmortal! - Se permitió una breve sonrisa para luego continuar ya con gesto serio. - Después pasé a Europa, allí sucedió lo que te he contado sobre Ferak y Amadís, y más tarde a América. Pero dejemos eso. Sólo te diré algo, he visto muchas edades y conocido a muchas personas y esto es lo más importante que he aprendido. No importa la gloria o el poder terrenal que llegues a tener, ambas cosas son efímeras y desaparecen. Los valores que siempre perduran son el amor y la amistad verdaderos. Nada más importa realmente, el amor es todo lo que tenemos. Y si tienes un alma pura cuando mueras ésta se elevará hacia el Creador y serás por siempre dichosa. Tú tienes un alma así. Pasarás muchas pruebas, algunas muy difíciles durante tu vida. No dejes que nunca nadie te la corrompa.
- ¿Y eres precisamente tú la que me da ese consejo? - Se sorprendió Idina - ¡No puedo creerlo!
- Precisamente porque una vez yo tuve un alma como la tuya y la perdí. Y no merece la pena. Créeme. - Musitó la vampira con verdadero pesar. -
- ¿Quién comenzó todo esto? - Quiso saber Idina entre atónita y llena de curiosidad - ¿Quién fue el primer vampiro?
- Eso no lo sé. - Confesó Sarah. -
- Pero ¡si tú tienes más de dos mil años y no lo sabes!, entonces, ¿quién? – Exclamó Idina – afirmando. - Debes ser la más vieja de todos los vampiros. Además, ahora que lo pienso, ya te dije que hasta te llamas como mi abuela. No lo tomes a mal no quise decir entonces que fueras una vieja. Claro, no sabía lo que sé ahora…- Rectificó algo envarada. -

            Sarah le sonrió tiernamente, como lo haría una madre ante cualquier cándida pregunta de una hija pequeña.

- No te preocupes Raquel, puedo llamarte así, ¿verdad? - Idina asintió con una amable sonrisa y su contertulia añadió. - Es lo más bonito que me han dicho en siglos, desde luego, y no exagero, cariño. Seguro que tu abuela es una mujer estupenda. - Repuso la vampira acariciándole una mejilla - Respecto a tú pregunta, no lo sé, ni siquiera mi madre Mirtiam, que nació en la época esplendorosa del reino Cretense, lo sabía. Ni su madre, ni el padre de su madre. Es algo que se pierde más allá de la noche de los tiempos. No sé cómo empezó ni quién lo puso sobre la tierra, quizás el propio Creador lo hiciera para castigar la veleidad de la raza humana y su deseo de ser inmortal como él.
- ¿Inmortal? - Inquirió Idina. - Es cierto, el ser humano siempre ha querido la eterna juventud. La ha buscado siempre. No morir nunca.
- Pudo ser así, quizás algún hombre o mujer lo quiso con tanta fuerza que lo lograse. Te daré un consejo, como ya te he dicho antes, ten mucho cuidado con lo que deseas, porque puede que lo consigas. Inmortalidad, ¡pero a qué precio! ...- Y tras unos instantes de silencio, con una mirada de profunda tristeza Sarah señaló hacia la pared y sentenció. - La persiana está ahí, si la levantas la luz del sol entrará.
- ¡Pero sabes que eso te matará! - repuso Idina sin poder creer lo que estaba oyendo. -
- Yo llevo muerta desde hace más de dos mil años, pequeña. ¿O acaso te creías que vivía? Hace mucho tiempo que dejé este mundo. Pero mi alma aún no ha encontrado la paz. Abre y me liberarás. Ahora lo comprendo, -musitó casi para sí. - Tenía que verte, tenías que ser tú la que me librase de esta maldición. Eso es lo que aquel ser me prometió.

            Su interlocutora estaba perpleja, sin poderse decidir. Entonces Sarah se deslizó tras ella y abrió la puerta.

- Puedes marcharte si quieres. - Le dijo la vampira indicándole la salida. - Te deseo una vida feliz y plena y que siempre mantengas tu corazón tan puro como ahora. Aprovecha tu tiempo en este mundo. Y cuando llegue tu momento de partir despídete con alegría por los años que hayas vivido, sean muchos o pocos. Sólo te pido que reces por mi alma. Así, puede que, algún día, yo tenga otra oportunidad de vivir. Al menos eso me prometió aquel ser. Y gracias, gracias por escucharme con tanto afecto. Nadie en tanto tiempo lo había hecho. He podido abrirte mi corazón y has logrado hacerme sentir de nuevo como un ser humano. Te estoy muy agradecida por tu compasión y tu bondad.
- ¡Espera! Le pidió Idina, a la que se le había ocurrido una idea. - ¿Y si te quedases aquí sin abrir la persiana? Podrías cambiar y ayudar a la gente. Con todo lo que sabes.
-No niña. – Rebatió su contertulia. – Es demasiado tarde para eso.
-Pero las personas pueden cambiar. Mi propia madre era malvada, pero lo hizo. La ayudaron mi madrina y la Guerrera de la Luna.
-Otra vez esa extraña guerrera. - Dijo una reflexiva Sarah, añadiendo. - Recuerdo que Mirtiam me dijo una vez. Es mejor salir en las noches sin luna. Cuando esta aparece en el cielo, ella te vigila. La verdad, nunca entendí que quería decir ese aviso.
-Quizás Sailor Moon pudiera purificarte. - Le insistió la apenada joven. –

            Ante tal demostración de bondad, la vampira incluso sonrió, acariciando el rostro de esa muchacha humana y sentenciando.

- ¿Una vampira buena? No es posible. Al menos no para mí. Es mejor desaparecer. Te agradezco mucho tus palabras, que sé son sinceras. Puedo percibirlo. Y por eso, te repito. Los humanos vivís apenas un instante. Aprovecha el tuyo para ser feliz.
- Lo haré - Sollozó Idina. -

La chica se quedó mirando a esa pobre criatura de la noche con una mezcla de pena y de piedad, Sarah pareció adivinarlo y agregó sentidamente.

- ¿Estás llorando por mí? - Pudo decir la vampira, que sollozaba también, añadiendo. - ¿Sabes?, realmente no fueron la cruz y la fe que demostraste lo que me espantó. Fue el verte a ti y reconocer el alma de mi querida Raquel. Ella era tan dulce y buena como tú. Fue la vergüenza al imaginarme que habría pensado ella si hubiese contemplado el monstruo en el que me he convertido lo que más me afectó. Te aseguro que saber a ciencia cierta lo que siempre supe y me ocultaba a mí misma, ha sido lo peor.  Me he visto a través de tus ojos, como si de mi pequeña hermana se tratase. Eso es lo que me dio tanto miedo y bochorno, por ello hoy más que nunca deseo terminar con mi agonía.

            Su interlocutora seguía sin poder moverse, pero no porque Sarah lo impidiera con sus poderes. Era porque el pesar y la compasión por aquella infeliz la dominaban.  En ese instante escuchó pasos y los gritos de sus amigas que se llegaron hasta la puerta.

- Idina ¿estás bien?,- le preguntó Kerria llegándose hasta ella. -
- Menos mal que hemos llegado a tiempo, acabaremos con ese monstruo ahora. - Intervino Kathy. -
- ¡Esperad! - les pidió su compañera interponiéndose entre sus primas y la vampira que ahora les daba la espalda - ¡Dejadla, por favor!
- ¿Te has vuelto loca o es que te ha mordido a ti también? - Le inquirió Amatista visiblemente asustada. -
- Miradla como realmente es y apiadaros de su sufrimiento - Les rogó Idina. -

            Todos se quedaron perplejos al escuchar estas palabras y aún más cuando Sarah comenzó a izar la persiana lentamente.

- ¿Qué está haciendo? ¡Eso es un suicidio para un vampiro! - Exclamó Kyle que no podía creer lo que veía. -
- Ella está harta de seguir así. - Les explicó Idina remachando llena de conmiseración. – No me engañaba. Lo decía de verdad.
- Lo noto- musitó Debbie con gesto de sorpresa. - Siento que su influencia se disipa en mí...
- Y en mí - corroboró Amatista con igual expresión de asombro. -

            Sarah comenzó a recibir los rayos del sol, su cuerpo no tardó en empezar a echar humo, mientras ella aun podía decir con la voz ahora y desgastada ronca, como si hubiese envejecido mil años de repente.

- ¡Mira Raquel, el sol!, hacía tanto tiempo que no podía contemplar su luz...ni sentir su calor… ¡y es tan hermoso!
- Si hermana, lo veo. – Musitó afectuosamente Idina, acariciando una mano de la vampira sin contener sus lágrimas, ante el asombro de los demás. -

            Sarah todavía pudo sonreír cuando los rayos la bañaron progresivamente y su cuerpo empezó a decaer. En apenas unos segundos sus negros y sedosos cabellos pasaron a blancos y estropajosos, su clara y suave piel se llenó de manchas y se arrugó, envejeciendo a ojos vistas.

- Es muy hermoso Raquel ¿puedes verlo tú? ...- fue lo último que pudo decir antes de disolverse en polvo. -

            Todos se habían quedado petrificados contemplando aquella escena, a Idina le corrían las lágrimas en un llanto silencioso y a la vez alegre por Sarah. Con sumo cuidado recogió los fragmentos de aquella gargantilla, que, al ser sacados de la protección de aquella caja, se deshicieron en polvo al igual que su infortunada dueña. Durante unos largos instantes nadie dijo nada y sólo cuando salieron de allí Kerria, con un tono entre curioso y asombrado, le preguntó a su prima.

- ¿Qué ha sucedido entre vosotras dos ahí dentro?
- Antes de que llegaseis pude hablar con ella un poco. Quiso tener un último detalle de humanidad conmigo, me desveló como se sentía. Estaba muy atormentada y me pidió que rezase por ella. - Le contestó escuetamente Idina. -

Aunque no quiso desvelar la verdad, de todos modos, había comenzado a olvidarse de muchas cosas que su sobrenatural interlocutora le contase. Además, algo le decía que no era la hermana perdida de Sarah. Seguramente la vampira volcó sus propios recuerdos en ella, transmitiéndoselos a Idina para descargar su conciencia y lavar su alma. Todo aquello fue como una especie de secreto de confesión y un último perdón y lo respetaría, pues debía de ser algo sagrado, incluso para un ser de las tinieblas ya que, por muy malvada que hubiese sido, al menos una vez fue humana.

- Supongo que esto es el final de todo. - Intervino Katherine sacándola de esas meditaciones.  -
- Así es, ella sí que era la vampiro jefe - corroboró Kyle - ¿Qué tal estáis?,- les inquirió a Amatista y Deborah. -
- Yo me muero de hambre- sonrió la francesa tratando de desdramatizar -, tengo tantas ganas de comer algo…

            Pero Kerria no podía aguantar más sus emociones, abrazó a su amiga entre sollozos, Amatista la estrechó musitándole también a punto de llorar.

- ¡Lo siento mucho!, todo lo que te haya hecho o dicho. Lo que fuera. ¡Nunca quise hacerte daño!
- Lo importante es que ya estás bien. - Respondió su amiga igualmente emocionada. -

            Deborah se unió al abrazo y el resto de las chicas también. Sin perder ya más tiempo salieron de allí. Estaban hartos de ese local maldito. Ahora por fortuna el sol brillaba sobre el horizonte. Les hería los ojos hasta que pudieron acostumbrarse a él.

- Os propongo pasar por una cafetería y tomar algo - ofreció Kyle. -
- Si tú invitas - sonrió Deborah añadiendo mientras se encogía de hombros. - Porque yo no llevo nada.
- ¡A nosotras no nos mires! - rio Amatista para desdramatizar - estamos sin blanca. Como nos invitaban en el club no trajimos dinero.
- Bueno, si pasamos por el hotel creo que nos quedarán algunos dólares. - Propuso Kathy. -
- Yo pienso que sería mejor preparar las maletas y volver a casa – Sugirió Kerria recordándoles a sus compañeras. - Esta tarde sale el autobús…
- Entonces nos despedimos así - le preguntó Debbie entristecida. -
- Creo que será lo mejor. Me he alegrado mucho de volver a verte, aunque haya sido en estas circunstancias. - Respondió cariñosamente su antigua pareja. -

            La aludida asintió con los ojos llorosos y ambas se dieron un abrazo. Amatista se unió a ellas para despedirse también de Deborah y disculparse.

- Te he juzgado mal todos estos años, perdóname.
- Ya somos amigas, eso es lo que importa. - Respondió la interpelada dándole una mano que Amatista aceptó encantada. -
- Mucha suerte - las deseó Kyle también. -

            Idina y Kathy se despidieron igualmente de ellos. Aunque la última mantuvo todavía una breve conversación con el chico.

-De modo que te dedicas a cazar vampiros. Aunque supongo que tras esto todo habrá terminado.
-No lo creas. - Le rebatió el muchacho afirmando. - Hay muchos más por ahí. Más de los que te imaginas. Y otros seres de las tinieblas contra los que hay que luchar.
-Vaya, suena apasionante. – Repuso la chica que le comentó en tanto le anotaba sus señas y su teléfono en un papel. - Si alguna vez pasas por San Diego ven a verme.
-Nunca sé a dónde me llevarán mis pasos, pero lo pensaré. - Le sonrió el muchacho guardándose esa nota como si de un tesoro se tratase. -

Finalmente se dijeron adiós. Las cuatro chicas volvieron a su hotel deseosas de regresar a casa. Decidieron no contar a sus padres ni a sus hermanos aquella aventura, sería su secreto. Desde lejos Debbie y Kyle las vieron alejarse, cuando las perdieron de vista él rompió el emocionado silencio y la invitó a desayunar. Deborah aceptó agradecida, aquello fue el principio de una buena amistad que quizás con el tiempo llegase a ser algo más. Por lo pronto Kyle le ofreció unirse a él. Le dijo que tenía otros camaradas que deseaba presentarle. La muchacha aceptó. A fin de cuentas, no tenía otra cosa mejor en mente. A parte de volver a ver a sus padres y a su hermana mayor. A los que añoraba más que a nada tras esta experiencia. Así, los dos jóvenes, junto a otros destacados individuos, formarían un gran equipo. Estuvieron en principio dedicados a erradicar del mundo el mal de los vampiros y otros seres malignos. Después conocieron (o en el caso de Debbie, volvió a ver) a alguien que les encomendó la misión de sus vidas. Y mientras tanto, tal y como aquel misterioso y ya olvidado ser le prometiese, el alma de Sarah al fin pudo volar libre, quizás hacia la eternidad, hacia Raquel, o pudiera ser que hacia la oportunidad de una nueva existencia. En cualquier caso, esa sería otra historia…

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