Las chicas
acababan de terminar el curso académico, todas habían aprobado con excelentes
notas. Bueno, Kerria había sacado algún que otro notable y dos aprobados
raspados y Amatista había tenido algunos problemas en un par de asignaturas,
pero al fin, con la ayuda de sus amigas y su propio tesón personal, las aprobó.
La muchacha no hubiera querido estropear por nada del mundo los planes del
grupo.
- ¡Menos mal que
lo logré! No me lo hubiera perdonado. - Pensaba la francesa con alivio. -
Hubiese sido una enorme decepción. De haber suspendido a
buen seguro que sus padres la habrían castigado a quedarse estudiando. Lo
cierto es que las chicas habían pensado irse de vacaciones juntas. Fueron
madurando la idea desde el verano anterior, y afianzándola durante el curso. Ya
en Navidad, lo hablaron, Idina fue a ver a su prima Mimí. Kathy viajó a Irlanda
para visitar a sus parientes de allí, y ver a su amiga Erin y Amatista fue a
ver a su amiga Satory. Kerria a su vez estuvo conociendo a sus primos saiyajin,
que estaban de visita en la Tierra. Empero, se mantuvieron en contacto,
intercambiando impresiones sobre qué podrían hacer llegado el estío.
- ¿Qué os parece
esto? - Les propuso Kathy a las tres en una de las video conferencias que
mantuvieron. – Podríamos irnos de gira.
- ¿De gira? –
Repitió Idina, con perplejidad. –
-Es una buena
idea. Podríamos actuar en algunos locales. – Intervino Amatista. -
-Y no olvidéis que
sin padres que nos vigilen. - Se sonrió Kerria, participando también en la
conversación. –
-Bueno, no me
parece mal. Si es para ir mejorando. – Convino Idina. -
Así que, los meses fueron pasando y las chicas trazaron
un plan. Lo difícil fue convencer a sus progenitores en cuestión. Aunque las
circunstancias no fuesen las mismas para las chicas. Kerria no tuvo realmente
demasiados problemas. Había mejorado muchísimo su actitud, y tras el terrible
trago que fue para toda su familia su transformación en Devilish Lady y su posterior
lucha por sobrevivir de sus heridas en el hospital, tanto Roy como Bertie
juzgaron que su hija había madurado y que merecía unas vacaciones con sus
primas y amigas.
- ¿Con quién
estaría mejor? - Les comentó la muchacha para terminar de convencer a sus
padres, máximo cuando agregó. - Somos las nuevas justicieras. Y esto nos ayudará
a conocernos más y coordinarnos.
Tanto Roy como Bertie se miraron y asintieron. Estaban de
acuerdo con eso. De modo que no solamente le dieron permiso a su hija, sino que
la animaron.
-Seguro que serán
unas vacaciones inolvidables para ti, cariño. - Afirmó Beruche. -
-Claro, solamente
tened cuidado. Ya sabéis, hay mucho sinvergüenza por ahí. - Comentó Roy. -
-Papá. - Se sonrió
su hija, sentenciando divertida. - Otra cosa no será, pero no creo que vaya a
tener muchos problemas con los chicos.
Aunque enseguida añadió, recordando a su vecino de al
lado.
-Solamente hay uno
con el que quiera salir.
Y con eso sus padres dieron el tema por zanjado. Por
parte de Idina, tanto Tom como Cooan acogieron la idea con entusiasmo. La chica
había demostrado ser muy responsable y supo apañárselas muy bien luchando
contra el mal. Se la veía muy feliz con sus primas y su amiga Amatista. De modo
que partió con todas sus bendiciones.
-Has demostrado
ser muy responsable y capaz. Confiamos en ti, cielo. - Afirmó Tom. -
-Gracias papá,
gracias, mamá. - Sonrió la muchacha, feliz de escuchar aquello. -
-Te lo has ganado,
cariño. - Convino Cooan. -
En el caso de Katherine, tanto Mathew como Karaberasu
veían algo complicado que la muchacha pasara tiempo con sus primas, dado que
vivían muy lejos. Además, la chica fue insistente, les comentó que deseaba
recuperar muchos años de relación.
- ¿Estás segura,
hija? - Inquirió Mathew, cuando Kathy se lo pidió. –
-Claro que sí. Es
una ocasión estupenda para recuperar tiempo con mis primas. -Afirmó la joven. –
-Y para irte por
ahí de fiesta, supongo. - Terció agudamente su madre. -
- ¡Mamá! Iríamos
las cuatro, Kerria, Idina, Amatista y yo.
- ¡Al menos, tus
primas te vigilarán! - Se rio Kalie, añadiendo algo más seria. - ¿Y este año no
irás a ver a Erin y a las primas?
-Las primas
Suzanne y Bridget están cada día más raras. Apenas vienen a Irlanda ya. Y Erin,
bueno..., ella tiene ya amigas y novio allá. No pasé mucho tiempo con ella la
última vez. - Suspiró la muchacha. –
- ¿Y la tía
Alannah? ¿Y la abuela Meg? - Intervino su padre. -
-Sí, claro…pero es
que… me hacía mucha ilusión ir con las chicas. – Pudo decir Kathy, sollozando
un poco. -
Finalmente, tras algo de ruegos y alguna que otra lágrima
de cocodrilo, logró su objetivo. Quizás la que más dificultades tuvo, como de
costumbre, en convencer a sus padres, fue Amatista. No obstante, ella les
recordó que había estudiado muchísimo para recuperar y que en buena parte lo
hizo porque estaba muy ilusionada en compartir esa experiencia con sus amigas.
Les dijo que eran como unas hermanas. ¿Con quién iba a estar mejor?
-Me han apoyado
muchísimo, y si ahora las dejase plantadas sería terrible y pensarían que soy
una desagradecida. - S´il vous plait !
Finalmente, fingiendo ser persuadidos por esos
argumentos, tanto Diamante como Esmeralda le dieron el visto bueno a su hija.
-Bueno, hija, no
queremos que tus amigas piensen mal de ti. - Respondió sarcásticamente
Esmeralda, concediendo así su permiso al sentenciar. - Puedes ir, pero sé muy
responsable y ten mucho cuidado.
-Os lo prometo. -
Aseguró ésta, realmente contenta. -
Así pues, las chicas prepararon sus maletas con alegría y
decidieron marcharse. Sus familias las llevaron hasta la estación del tren que
iban a tomar. Y allí se despidieron de ellas. El único que no podía ir era
Granate. El muchacho estaba preparándose con tesón para ser admitido en la
Academia militar, aunque teóricamente ese era un secreto. (Al menos para sus
padres). A sus primas les apenó no tenerle allí, con ellas. Se lo hubieran
pasado muy bien, pero. ¡Qué se le iba a hacer!
-Será un viaje
únicamente de chicas. - Declaró Amista. -
-Tampoco
necesitamos a un hombre para eso. - Comentó Kathy. -
Las otras se rieron, y la muchacha, brazos en jarras, les
preguntó.
- ¿Se puede saber
qué es lo que os hace tanta gracia?
- ¡Pues que hayas
dicho eso! - Repuso una jocosa Idina. -
-Es verdad, tendría
que haberlo dicho yo. - Añadió la asimismo risueña Kerria. -
-Me refería a ir
de viaje y a valernos por nosotras mismas. - Aclaró la Katherine, agregando no
sin humor. - ¿Qué os habéis creído? Iré a ligarme al primer chico guapo que
vea.
-Te creemos capaz.
- Afirmó Amatista, aun entre risas. -
Y se pusieron en marcha. Abordaron el tren y viajaron por
el país cantando en algunos sitios que les habían recomendado hasta que
llegaron a California. En la última parte de sus vacaciones se quedaron en los
Ángeles buscando algún local para poder actuar y disfrutando de la playa de
Venice.
- ¡Qué suerte que
nuestros padres nos dejaran venir a todas! Al menos los míos estaban encantados
de que nos reuniéramos en plan grupo de amigas. - Dijo Idina cómodamente tumbada
al sol sobre su toalla. -
- Es cierto -
sonrió Amatista esparciéndose algo de bronceador sobre su ombligo,
recordando. -No veas lo difícil que fue
convencer a mis padres...sobre todo a mi madre.
En realidad, tampoco fue para tanto, pero no quedaba mal
echarse unas pocas flores. Al menos eso pensó la francesa.
- Para mí, en
cambio fue fácil, - declaró Kerria con cierta despreocupación. - Mi hermano les
aseguró que las cuatro juntas nos portaríamos bien. Ja, ja, ja, ¡pobre Leval!,
siempre tan ingenuo.
- No entiendo como
os puede haber costado tanto convencerles - intervino Katherine. - Mis padres
al menos se fían bastante de mí. Siempre les he demostrado que era una chica
responsable e independiente.
- ¡Vamos Kathy!
- Intervino Amatista sonriendo maliciosamente
- que te escuchamos pedirles permiso por teléfono. Y eso de gimotear no creo
que entre en los esquemas de una chica independiente. “Mama, papá, todas las
chicas van a ir, buaa”. “En Irlanda me aburriré este año sin Erin” - Repuso
imitando la voz de su amiga con sorna. -
- Bueno, quizás sí
tuve que convencerles un poco, - reconoció la aludida poniéndose colorada. -
Todas se rieron sin parar y estuvieron allí todo el día,
al atardecer, cuando el sol se ponía ya sobre el horizonte, decidieron que
habían tenido bastante playa.
- Volvamos al
hotel, me muero de hambre - propuso Kerria. -
- Las vacaciones
se están acabando deprisa, - suspiró Idina - sólo nos quedan ya dos semanas.
- ¡Pero lo hemos
pasado genial! - repuso Amatista. - Así da gusto, tenías razón, kathy. No hemos
necesitado a los chicos para nada.
- Claro- terció la
aludida para devolverle lo de antes - a ti sólo te hace falta uno. Lo único que
necesitas es que él se entere. - Añadió para hacer un jocoso comentario a costa
de su amiga. -
Amatista no dijo nada, aunque no pudo evitar ponerse
colorada y tanto Kerria como Idina se sonrieron. La hermana de Leval se
apresuró a decirle a su amiga.
- No te preocupes,
tarde o temprano le pescarás. Te lo aseguro.
Su amiga sonrió sintiéndose mejor, recogieron las toallas
y las estaban doblando prestas a marcharse cuando escucharon una voz dirigirse
a Kerria de forma cariñosamente familiar.
- ¿Será
posible?, ¿qué haces tú aquí? ¡Con la cantidad de
playas que hay y tenías que venirte a tostar en ésta!
La aludida se giró hacia donde provenía la voz con un
sólo nombre en su mente y una cara de gran sorpresa, y efectivamente, se
trataba de la persona que había imaginado.
- ¿Debbie? ¡Eres
tú! - exclamó corriendo a abrazarla. -
En efecto, esa chica se llamaba Deborah Hunter y había
sido su primera compañera sentimental. Después de aquel terrible episodio de su
conversión en Devilish Lady y su posterior convalecencia, Kerria le perdió la
pista, Debbie tuvo que marcharse de Nueva York a los Ángeles con sus padres por
motivos de trabajo. Allí, en una megalópolis de tantos millones de habitantes y
perdidas entre numerosas playas, había sido una enorme casualidad que volvieran
a encontrarse. Ahora todas las compañeras de Kerria la observaban con interés y
sorpresa. Aquella chica lucía un aspecto inmejorable, de largo pelo negro
azabache, su cuerpo denotaba un estupendo estado físico, su bañador era negro y
estaba dividido en dos piezas que hacían juego con unas gafas oscuras que
llevaba dejando sus ojos a cubierto de las miradas ajenas. Kerria se la presentó
a sus primas que no la conocían. Amatista qué sí tuvo esa ocasión, la saludó
con alguna reserva, no olvidaba las circunstancias en las que la viese con su
amiga. Aquella vez en las duchas del vestuario, en el instituto. Aunque debía
de reconocer que cuando habló con ella para que visitara a Kerria al hospital,
esa chica respondió de inmediato. Por otro lado, su antigua pareja le contó el
motivo de su viaje. A parte de disfrutar del sol y el mar, estaban poniendo a
punto sus talentos como cantantes.
- Pues aquí hay un
club que está muy bien, tiene mucho estilo y siempre busca chicas, yo misma
trabajo allí de gogó los fines de semana. Pagan muy generosamente. - Le informó
Debbie. -
- ¿Trabajas en un
club nocturno siendo menor? - Exclamó Idina totalmente perpleja. -
-Guárdame el
secreto. - Le pidió Deborah, aunque lo hizo con tono distendido, más al
agregar. - Tengo recomendación. Y es un sitio muy seguro y legal. No te
preocupes.
-Pero, no será un
sitio donde quieren que las chicas, ya me entiendes…- le dijo Idina algo
preocupada. -
- No, en absoluto,
- sonrió Deborah para añadir con un tono tranquilizador. - Sólo tenéis que
bailar o cantar, según os contraten. Claro que, si luego tú quieres intimar con
algún chico o alguna chica estás en tu derecho, pero nunca en horas de trabajo.
Idina y Katherine se miraron atónitas al escuchar eso
último, Amatista desde luego ya sabía de qué iba la historia. Kerria les
explicó a sus primas.
- Veréis, Deborah
fue la primera chica con la que estuve, salí con ella antes de hacerlo con
Brian.
- ¡Ah!, así que
por fin sales con él - Exclamó Deborah al parecer muy contenta. - Me alegro
mucho, ya te dije que era un buen chico.
- Sí, lo es, pero
para mí sólo es un amigo, - repuso Kerria con una media sonrisa algo alicaída,
sin embargo, enseguida quiso rectificar y añadió. - Aunque nunca se sabe, desde
que estoy con él no me he fijado en ninguna otra chica. Bueno, apenas…
Dicho eso miró ahora intensamente a Debbie esperando que
ella le contase algo de su vida allí. La otra joven adivinó aquella intención y
le comentó.
- Yo he estado con
alguna chica, nada serio. Ahora estoy con una compañera que es estupenda, ya te
la presentaré, bueno, os la presentaré. - Corrigió mirando a todas en conjunto.
-
- No gracias -
rehusó Kathy algo violenta, pero con educación. - No tenemos ese tipo de
relaciones con otras chicas.
- No es por eso -
sonrió Deborah que, haciéndose cargo, desdramatizó la situación. - Me refiero a
que es una buena chica, no os preocupéis.
- ¡Vamos chicas!,
el hecho de que nosotras seamos gais no implica que queramos que todo el mundo
lo sea. - Las tranquilizó Kerria. -
- Claro, ¡también
hay muchos chicos guapos! - rio Deborah intentando eliminar la tensión - y muy
ricos, además.
- ¡Creo que
Amatista solamente piensa en Leval! - rio la hermana del mencionado muchacho. -
No podremos quitárselo de la mente por muchos chicos que le presentemos, ¡ja,
ja!...
- Kerria, no digas
eso. - Respondió Amatista bajando la cabeza avergonzada. –
Las otras muchachas también acogieron el comentario con
risas. Incluso la propia aludida se rio con ellas, admitiendo que así era.
Finalmente, cuando pudo dejar de reír, Deborah dijo.
- Bueno, pues
quedamos a las diez. Ahora debo irme.
- Espera, - le
pidió Kerria ya con una mirada más seria. – Tengo que hablar un momento
contigo.
Las otras muchachas, conscientes de que eso iba hacia
terrenos más íntimos, se distanciaron un poco charlando de otros asuntos. Deborah
dio la impresión de haber esperado aquello y asintió. Aguardó un momento hasta que
su antigua pareja recogió todas sus cosas y se dejó acompañar por ella hasta el
término de la playa.
- Me ha
sorprendido mucho volver a verte, - le comentó Kerria por fin, rompiendo un
incómodo silencio que se había prolongado mientras ambas se alejaban a su vez
de las otras chicas. - Desde que te fuiste no supe mucho de ti. Dejaste de
contestar a mis mensajes...
- Recuerdo que, en
alguno de ellos me hablabas de Brian y me preguntabas si sería buena idea salir
con él, - respondió Debbie tratando de desviar el tema. -
- Es cierto, tú me
animaste a ello y ahora salimos juntos, no sabes cuánto me alegro. - Afirmó su
contertulia casi como si quisiera darle en las narices a su amiga con eso. -
Y esta debió de darse cuenta, pues mirándola directamente
a los ojos le preguntó a bocajarro y sin rodeos.
- ¿Por qué estás
enfadada conmigo, Kerria?
En un principio ésta no pareció saber que contestar, pero
fiel a su forma de ser, quiso ser sincera. Conocía bien a Debbie y era una
chica que iba directamente al grano. Ella no era distinta en eso.
- Dejaste de
escribirme, te olvidaste por completo de mí, creía que lo nuestro había
significado algo para ti. - Replicó exteriorizando ahora sus verdaderos
sentimientos, a caballo entre la contrariedad y la tristeza. -
Su contertulia suspiró. En eso no podía negarle la razón
a su amiga y así respondió:
- Lo sé, y lo
siento, pues claro que significaste muchísimo para mí, pero me ocurrieron
bastantes cosas, conocí a varias chicas e incluso salí con algunas, - sonrió nerviosamente,
añadiendo. - Y, creía que estabas muy bien saliendo con Brian y que querrías
olvidarte de mí. Rehacer por completo tu vida sin ningún lastre del pasado.
- Yo nunca he
querido olvidarte, Debbie, no nos separamos porque rompiéramos o porque acabásemos
mal. ¡Te fuiste! - Respondió Kerria que se estaba empezando a emocionar al
admitir. - Para mí supusiste tantas cosas que yo...
La otra chica le puso un dedo en los labios con suavidad,
sonrió y le dijo con afectuoso tono, casi maternal:
- Tuve que irme. Y
yo no te convenía. Estoy acostumbrada a ir de acá para allá y posiblemente
habría llegado el día en el que me hubiese cansado de estar allí. O incluso de
estar contigo. Necesitabas a una persona más estable. Brian es un chico
estupendo, seguro que está siempre junto a ti.
- Brian es mi
amigo, Deborah - Le contestó Kerria que agregó con total sinceridad - y no sólo
he necesitado amistad en este tiempo. Aunque, desde que salgo con él, no he
querido relacionarme con ninguna otra mujer. No quiero traicionarle. Es un
muchacho fantástico y me duele no ser capaz de ofrecerle más. Lo he intentado y
lo sigo intentando. Muchas veces pido ser capaz de poder corresponderle como él
se merecería…Sin embargo...por más que lo intento…Ya me comprendes. No es lo
mismo que cuando estaba contigo, te he echado mucho de menos.
Su antigua pareja asintió. Se hacía cargo de aquello.
Pudo replicar con un tono más concernido.
-Si eso es así,
ten mucho cuidado...y no solamente por ti. Debes pensar también en él. Es un buen
muchacho. Le recuerdo como de los pocos que jamás me miraron por encima del
hombro. Y te quiere de veras. Trata de no hacerle daño.
-Lo sé. - Suspiró
su interlocutora, agregando con un tono entre triste y preocupado. - Es por eso
por lo que me está resultando duro. Aunque no quiero que mis primas y, sobre
todo, mi amiga Amatista, lo sepan. -
-Tu amiga. ¡Menuda tía está hecha! ¿Seguro que solamente
piensas en ella como amiga, Ky? - Sonrió ahora Debbie. -
-Perderías el
tiempo con Tist. - Pudo sonreír Kerria a su vez, alegando algo apenada. -
Siento que entre vosotras hay tirantez. Ya la había en el instituto. Ella me
confesó que nos vio aquella vez cuando estábamos en los vestuarios. Y sé que
desde entonces no me mira igual. A pesar de que todo aparentemente se haya solucionado.
Amatista se esfuerza por darme esa impresión. Aunque en el fondo creo que se
pone a la defensiva, sobre todo cuando estamos solas. Por eso, cuando me ve con
Brian es como si eso la tranquilizase. Y
en cuanto a ti...
-Sí, me he dado
cuenta de cómo me miraba. - Admitió Deborah con un talante más consternado. -
- Ojalá que eso se resuelva. -Deseo Kerria,
sentenciando. - Las dos significáis mucho para mí, cada una de una manera
diferente, pero igualmente importante.
-En el fondo no es
una mala chica. Y se le nota enseguida lo que piensa o lo que siente. No es tan
dura como trata de mostrarse. - Afirmó su interlocutora dejándola sorprendida.
- Verás Ky. - Añadió Debbie para confesar. - Ella fue quién vino a hablar
conmigo para que te visitase en el hospital. Cuando creía que no podría volver
a verte, me dio la fuerza que necesitaba. Está claro que te quiere mucho…como
amiga, claro está. - Se apresuró a matizar. -
Eso sorprendió bastante a Kerria. Asintió despacio
tratando de asimilarlo. Pese a todo su fuerte carácter y su impulsividad
Amatista era una buena chica y sabía lo que era justo y lo que estaba bien. Sin
embargo, tenía su forma de pensar y sus prejuicios, y era muy difícil que los
variase de la noche a la mañana. Su antigua novia le dijo entonces, sacándola
de esas reflexiones.
- Ahora que
volvemos a estar juntas por unos días recordaremos viejos tiempos, podremos
charlar y ya te contaré todo lo que me ocurrió desde que me fui.
- No quiero que
lleguemos a nada más serio, - le pidió Kerria ahora algo inquieta. -Para mí sería mucho más doloroso cuando
tuviera que marcharme y ya te he dicho que no deseo traicionar a Brian. No se
lo merece.
- Pierde cuidado.
Yo también salgo con alguien, como os he contado antes. Una de mis compañeras,
se llama Sarah y trabaja en ese mismo local como relaciones – Le recordó a su
vez su amiga, añadiendo como si deseara justificarse. - Al igual que tú tenía
que rehacer mi vida.
- Comprendo -
musitó su interlocutora sintiéndose como una tonta. - Perdóname, no he querido
ser tan ingenua. Casi pensaba que estarías libre. ¡Como si tuvieras la
obligación de esperarme!
- No tienes por
qué disculparte. Ahora somos amigas, y podemos ser las mejores amigas del
mundo. - Contestó Deborah que le acarició
suavemente la mejilla y el pelo, como había hecho otras tantas veces para
insistirla de forma conciliatoria. -Tú
vente con las otras chicas esta noche.
- No te preocupes
por eso- repuso su contertulia más animada - allí estaremos.
- Eso sí, procurad
venir elegantes, es un sitio de alto nivel, ya me comprendes. Nosotros los
empleados no necesariamente, pero la gente lleva trajes de noche en su mayoría.
- Estamos
preparadas para todo, - sonrió Kerria al fin. - Cuenta con eso, estaremos
elegantísimas.
- No lo dudo, sois
todas preciosas, estaréis radiantes, - aseveró besando a expareja en una
mejilla con bastante candidez para tratarse de ella y despedirse con un
esperanzador. - Os veré esta noche.
Después Deborah se alejó perdiéndose entre la multitud que
paseaba por los aledaños de la playa. Kerria se volvió junto a sus amigas. Las
demás chicas habían terminado de recoger sus cosas y ya guardaban a su
compañera, en tanto ésta se acercaba, las tres comentaban.
- Así que esa era
la novia de Ky. - Dijo Kathy. -
- Pues me parece una
buena chica, aunque eso de que trabaje en un sitio así, sin tener la edad, no
me parece bien. - Opinó Idina. -
- No te fíes de
las apariencias, esa tiene mucho mundo. - Le dijo Amatista con un claro matiz
de desconfianza. - Aunque admito que se
portó muy bien con Kerria cuando estuvo en el hospital. Estaba claro que le
importaba. Pero no fue una buena influencia para Ky.
- ¿No eres
demasiado dura con ella? - Le preguntó Idina. -
- Puede ser, pero
no puedo evitar pensar que si Kerria no la hubiera conocido quizás no habría
llegado a ese extremo. - Musitó la interpelada. -
-Creo que te pasas
un poco, Tist. - Intervino Katherine. - Esa chica ha tratado de ser amable con
nosotras y de echarnos una mano.
-No digo que no,
pero no me acabo de fiar...- Declaró la francesa. -
- ¿De qué? - Quiso
saber Idina. -
Empero, no pudo recibir respuesta, su prima había vuelto
ya. Todas guardaron un incómodo y expectante silencio hasta que Amatista se
decidió a romperlo.
- ¿Qué tal están
las cosas con Debbie?,- le preguntó secundada por el visible interés de las
demás. - Espero que sigáis siendo buenas amigas.
- Sí, lo seguimos
siendo - contestó Kerria que sentenció. - Pero ya no seremos nada más, las
cosas cambian. - Añadió casi adivinando los pensamientos de su compañera y
amiga. -
- ¿Qué más
podríais ser que buenas amigas? ¿Hay algo mejor? - Intervino Idina haciendo
gala de su gran ingenuidad. -
Kathy le dio un ligero codazo en la espalda. La joven se
giró sin comprender hasta que su prima le susurró.
- Kerria y Deborah
salieron juntas en el instituto ¿Es que no te acuerdas de que nos lo acaba de
contar?
- ¡Oh, perdón! -
Se disculpó Idina colorada y tratando de justificar sus palabras. – Me refería
a que la amistad es lo más… bueno ya me comprendéis. Mejor que sigáis siendo
amigas.
- ¡No pasa nada y
además tienes razón! - rio Kerria y con ella las demás. - Anda, vámonos al
apartamento a prepararnos. Debemos estar arregladas para ir allí. - Les contó
lo que Deborah le había dicho sobre el club remachando. - Ella vendrá a
buscarnos.
Las chicas asintieron entusiasmadas por encontrar un
sitio de tanta categoría. A la hora de la cita estuvieron listas. Su anfitriona
cumplió con su palabra y pasó a buscarlas llevándolas hasta allí. Lucía un
atuendo espectacular, un traje ajustado de cuero negro escotado, a juego con
unas botas de tacón de aguja y unos guantes del mismo material y color. Las
chicas se quedaron sorprendidas hasta que recordaron que Debbie les dijo que
trabajaba como gogo.
- Hola chicas,
estáis todas preciosas. - Saludó calándose unas gafas oscuras poco apropiadas
para esas horas nocturnas, pero que reforzaban mucho esa imagen tan
sorprendente. - Vamos, no está demasiado lejos de aquí.
-Desde luego, has
dejado totalmente de lado el estilo gótico. – Suspiró una atónita Kerria al
verla ataviada de esa manera. –
-He ido madurando.
- Sonrió su interlocutora, para indicarles ya a todas. - Anda, seguidme.
Las demás así lo hicieron. Deborah las guio hacia una
larga limusina de color blanco marfil. Todas intercambiaron miradas de sorpresa,
pero ninguna hizo el menor comentario. Un individuo alto, de largo pelo
recogido en una coleta y traje blanco, que llevaba el mismo tipo de gafas que Debbie,
les abrió la puerta invitándolas a entrar con un artificioso ademán. Las chicas
estaban recelosas pero su guía las tranquilizó con una sonrisa.
- Vamos entrad, no
quiero llegar tarde.
Las chicas hicieron caso pasando una detrás de la otra,
ese coche era enorme, pues cabían todas cómodamente atrás, en asientos que se
enfrentaban. Una vez instaladas las cinco, el hombre se subió al coche y
arrancó. Kerria se fijó en Debbie ahora de forma más objetiva y se percató de
un detalle, nimio en apariencia, que, sin embargo, le comentó a su amiga.
- Es curioso, con
el tiempo que llevas por aquí, apenas se te nota morena.
- No suelo ir
mucho por la playa - repuso Deborah que parecía incomodada, aunque recobrando
un talante más jovial, agregó. - Y menos mal que se me ocurrió acercarme hoy,
de lo contrario no os habría visto. Es que soy un ave nocturna y habitualmente
duermo de día.
- ¡Pues yo no me
cansaría de tomar el sol! - Suspiró Idina - con estas playas tan maravillosas.
Y pensar que en cuando vuelva a casa me tocará volver a pasar frío.
- Mi trabajo es
muy absorbente, - añadió Deborah. - Ya os digo, casi siempre duermo de día y
vivo de noche.
- Te comprendo-
intervino Amatista - debe ser muy duro bailar toda la noche.
- Además de eso,
también soy relaciones públicas. -Les informó la joven. -
- ¡Vaya!, pues
debes conocer a gente muy importante si ese club es tan selecto - Observó
Katherine con admirado interés. -
- A algunos
famosos sí que conozco - sonrió Debbie sin darle demasiada importancia. - Si
vienen esta noche y queréis, os puedo presentar a alguno.
- ¿De verdad? ¡Qué
bien! - Exclamó Idina batiendo palmas como una niña. - ¿Os dais cuenta chicas?
Podremos conocer a gente famosa.
- Es encantadora -
sonrió Deborah mirando a Kerria. -
- No te alegres
tanto - dijo ésta a su prima interrumpiendo su entusiasmo infantil. - Ha dicho
sólo si vienen. Además, nosotras tenemos que ir a lo nuestro. Hacerlo lo mejor
posible esta noche para que algún mánager o productor se fije en nosotras.
Todas asintieron a eso. Por su parte, Katherine le pidió
a Deborah algo más de información.
- ¿Y cómo se llama
ese club? ¿Y de que va exactamente?
- El Midnight
Wicked- repuso Debbie que explicó. –Veréis, es un lugar de ambiente, una gran
discoteca con varias plantas. Cuando lleguemos os presentaré al dueño, es un
hombre guapo y muy interesante.
- ¡Pues para que
digas tú eso tratándose de un tío! - Comentó Amatista remachando con voz
marcadamente irónica. - Debe de ser alguien realmente fuera de común.
La aludida ignoró aquel tono y quizás el posible intento
de pulla y sonrió asintiendo, aunque Kerria se quedó mirando con desaprobación
a su compañera de grupo, que justo estaba sentada en frente suya, sin que Amatista
lo advirtiese. Al fin llegaron a la discoteca. La limusina se había detenido y
no se podía ver nada pues los cristales estaban empañados, el chofer les abrió
la puerta y salieron. Debbie les indicó que esperasen un momento. Se quedaron
sorprendidas, otras muchas limusinas aparcaban aquí y allá desembarcando su
carga de personas elegantemente vestidas. Se dirigían a la entrada de la macro
discoteca, engalanada con el emblema de un murciélago repujado con intrincadas
decoraciones. Deborah reapareció pidiendo a las chicas que la siguiesen.
Atravesaron una puerta que tenía una gran valla de metal forjado rodeándola. Flanqueándola,
dos individuos enormes y de apariencia hercúlea, pelo largo engominado recogido
en coleta y vestidos de esmoquin, daban el alto a todo el que se acercaba y les
obligaban a enseñar las invitaciones. Sin embargo, al llegar Deborah les
franquearon el paso junto a las chicas sin siquiera preguntar. Las muchachas
entraron por un largo pasillo que atravesaba un jardín con una iluminación
indirecta de neones azules y amarillos que se reflejaba en el agua de varias
fuentes diseminadas por allí. Eludieron una larga cola de acceso al interior
desviándose por otra puerta más pequeña y de una decoración más modesta forjada
en hierro, también custodiada por dos imponentes guardaespaldas. Aunque estos
lucían un estilo de pelo más corto. En cuanto llegaron las chicas esos tipos
consultaron un comunicador y asintieron abriendo la puerta y permitiéndolas el
paso sin problemas. Entraron directamente en una enorme pista de baile con
numerosas personas que alternaban, bailaban o simplemente observaban el
ambiente. Deborah llamó la atención de una chica que iba vestida de apretado cuero
como ella, rubia y alta.
- ¿Está Sarah?,-
le inquirió en tanto aquella mujer observaba detenidamente al grupo que
acompañaba a Debbie que le explicó. - Traigo a estas chicas para una prueba.
- Estará por ahí-
señaló esta de forma indiferente, hacia el interior de la pista. -
- Gracias Eugene -
repuso secamente Deborah y se adentró en esa dirección seguida por las demás. -
En el centro de la pista dos chicas morenas vestidas como
Deborah bailaban contorneándose de una forma espasmódica. Parecían hipnotizar a
todo el mundo con sus movimientos. Debbie indicó a sus amigas que las ignorasen
y por fin descubrió a la persona que buscaba, una mujer alta y morena, vestida
también como ella. Se ajustaba descuidadamente sus altas botas de tacón de
aguja en tanto que Deborah dejó un momento a las chicas y se acercó hasta ella
llamándola.
- Hola Sarah - la
saludó con una amplia sonrisa. - ¿Está el señor Ferak?...
- Pasa, está en su
despacho - le dijo ésta con amabilidad. -
- Puedo ir con mis
amigas, ¿verdad?,- le inquirió su compañera.
-
- Claro, si van
contigo no hay problema...
- Te las
presentaré - le dijo Debbie, aunque Sarah negó con un gesto y una sonrisa. -
- Estoy cansada de
bailar, cariño, preferiría cambiarme para estar más presentable y, sobre todo,
más cómoda. Si no te importa, preséntamelas después.
Debbie asintió, pareciendo desconcertada, incluso algo
apurada.
- Vale, nosotras
vamos a ver al señor Ferak. Nos vemos allí. – Respondió al fin dándole un
ligero beso en los labios que Sarah encajó impertérrita. -
- Te he dicho que
no lo hagas en horas de trabajo. - Le amonestó ella con suavidad. -
- Lo siento, pero
me es difícil resistirme - sonrió Debbie admitiendo el reproche. -
- Más tarde te lo
compensaré - Le prometió Sarah que de paso la indicó. - Ahora ve a llevarlas ante el jefe.
Enseguida me reúno con vosotras.
- ¿No tardes, ¿eh?
- Le pidió su pareja alejándose de allí. -
Sarah asintió, entre tanto las muchachas habían estado
observando a prudente distancia.
-Esa debe de ser
su novia. - Conjeturó Kathy, afirmando sin rodeos. - La verdad, es muy guapa. Y
tiene un cuerpazo.
-Siendo gogó debe
de estar tan en forma como nosotras. - Declaró Idina. –
-Es una tía
imponente, y para que yo lo admita. - Convino Amatista. -
La única que esbozó una sonrisa apagada y no dijo nada
fue Kerria, aunque no tuvo ocasión. Deborah se reunió de nuevo con ellas y les
indicó que la siguieran, condujo a las chicas a través de otra gran pista de baile
que exhibía un gran lleno. Estaba adornada con luces psicodélicas que parecían
ralentizar todos los movimientos, la música era atronadora y repetitiva, disparaba
la adrenalina al tiempo que desconcertaba. Multitud de jóvenes danzaban
enfervorecidos, casi en estado de trance. Deborah caminaba deprisa ignorando
todo aquello y a las chicas se les hacía difícil seguirla atravesando a aquella
multitud. Tras unos minutos se abrieron paso hasta el otro lado de la gran pista,
allí, una puerta de roble cerrada parecía la única comunicación con otra
estancia. Debbie apretó un botón que estaba a un lado y tras unos segundos la
puerta se abrió. Ante ellas apareció un despacho lujosa y recargadamente
decorado con multitud de lo que parecían valiosísimas antigüedades. Entonces,
un individuo de anchas espaldas y bien trajeado que montaba guardia allí, les
pidió que aguardasen.
- El señor Ferak
las atenderá enseguida. - Dijo educadamente saliendo del despacho. -
Las chicas aguardaron nerviosas, sin decir nada. Pasaron
unos minutos, no aparecía nadie y eso hacía que aumentase su expectación.
-Pues sí que son
puntuales. - Susurró irónicamente Katherine a Amatista que asintió. –
-Siendo el
propietario, debe de estar muy ocupado. - Conjeturó Idina. -
Diez minutos después la puerta se abrió, pero no era la persona
que esperaban, sino una mujer morena, de peinado griego, alta y bastante
hermosa. Lucía un vestido de seda negro y unos altos zapatos de tacón del mismo
color. Reconocieron a la individua que
habían visto antes. Deborah se levantó presentándola a sus invitadas.
- Es Sarah,
relaciones públicas principal y directora, ya veréis, es una mujer muy
agradable. - Les susurró en voz baja a la par que se acercaba hacia esa mujer
tomándola de la mano. - Chicas, ésta es Sarah - presentó ahora en voz alta. -
- Me gustaría
saber a qué se referirá exactamente con eso de agradable, aunque creo tener una
ligera idea de lo que harán las dos. - Le susurró de forma cómplice Amatista a
Kathy, mientras observaban el escultural cuerpo de aquella mujer.
Era efectivamente esa gogó a la que habían visto con
Deborah. Desde luego se había dado prisa en cambiarse. A pesar de eso había
llegado allí antes que ellas. Al menos eso pensó Kerria, pero supuso que
tendría algún pasillo privado para acceder sin tener que pasar por la pista de
baile, así que no le dio más importancia. Las que sí seguían cuchicheando eran
Kathy y Amatista, y fue la primera quien le respondió, con un susurro.
- No seas injusta
no siempre va a tratarse de eso.
- Me alegro de
conoceros, - sonrió Sarah dirigiéndose a las chicas. - Lamento no haber ido a
recibiros directamente pero mi trabajo me lo ha impedido hasta este momento.
Estrechó la mano a todas, las chicas notaron que era fría
y suave al tacto. Sarah las miró una por una y sonrió con aprobación. Desde
luego era preciosa. Tenía algo en su mirada capaz de embriagar si se la
mantenía en demasía y Kerria, no sin cierta dosis de celos, comenzó a
comprender cómo y hasta qué punto su antigua compañera podía haberse sentido
atraída por ella. Aunque al llegar a Idina, esa mujer se quedó perpleja, la
observaba con una extraña mezcla de curiosidad e incredulidad.
-Perdona, ¿cómo
dijiste que te llamabas? - Le inquirió con bastante amabilidad. -
-Idina Rodney,
señora. - Respondió la muchacha. -
- ¡Por favor! No
me llames señora. - Sonrió esa mujer, puntualizando. -Soy Sarah.
-Mi abuela se
llama así. - Respondió su interlocutora con total naturalidad. -
Aunque tanto Kathy como Amatista y Kerria, se miraron con
cara de circunstancias. ¡Vaya una manera de llamar vieja a esa individua! Y es
que posiblemente fuera unos pocos años mayor que ellas, pero no era para tanto.
Fue Katherine quien comentó con una mezcla de desenfado y apuro.
- ¡Vaya un ejemplo
que has puesto, mona!
Fue entonces cuando Idina debió de percatarse de eso, y
visiblemente colorada se apresuró a pedir perdón.
- ¡Lo siento! No
quise decir...es que me vino a la cabeza que mi abuela se llama así...
Su apresurada disculpa fue interrumpida por la risa de
Sarah. Esa mujer movía la cabeza divertida.
- Tranquila. Sé
que lo comentaste con la mejor intención. Eres adorable. - Y dicho esto, tras
el suspiro de alivio del resto, esa mujer añadió ya para dirigirse a todas. -
Supongo que necesitaréis unos minutos para prepararos. Seguid a Debbie, ella os
llevará a los camerinos.
- Pero ¿No
esperamos al señor Ferak? - Le objetó la aludida. -
- No te preocupes.
- Dijo Sarah en un tono condescendiente y amable. - Yo le diré que habéis
venido a verle, no se perderá la actuación. Y luego podréis hablar con él, es que
es un hombre muy ocupado, en su nombre os pido disculpas.
- No se preocupe -
sonrió Idina - no importa.
- Tutéame querida,
- sonrió Sarah quien volvió a mirarla fijamente como si creyese reconocerla de
algún modo. Aunque enseguida disipó esa impresión cuando agregó de forma
jovial. - De veras que no soy tan mayor...
- Claro, perdona.
- Contestó la apurada interpelada tratando de sonreír, pues la mirada de
aquella mujer le hacía sentir confusa. -
Kerria también estaba desorientada, ahora se fijaba en aquella
mujer, pero no de una forma corriente, no se trataba sólo de que fuera atractiva,
ni mucho menos. Había algo que le inquietaba en ella, pero no podía decir qué.
A todo esto, Sarah se despidió de las chicas y se marchó con unos andares muy
provocativos. Cuando salió del despacho por otra puerta enfrentada a la de
acceso Deborah les indicó a las chicas que la siguiesen. Salieron atravesando
un laberinto de pasillos y llegaron a la sala de maquillaje.
-Tenéis unos
treinta minutos. - Les informó Debbie. -
Y una vez a solas, fue Amatista quien de modo
inmisericorde cargó jocosamente contra Idina.
- ¡Te ha faltado
preguntarle en qué residencia vive! ¡Pero residencia de mayores! - Rio. -
-No fue mi intención.
- Contestó la apurada chica. -
- Debes tener cuidado.
- Le recomendó Kerria, agregando, divertida eso sí. - Eres demasiado
bienintencionada y a veces no te das cuenta de que dices cosas que pueden
interpretarse mal.
- ¡Idina es la
inocencia en persona! - Proclamó Katherine, agregando con humor y ganas de
soltar una de sus pullas a la aludida. - Tranquila primita, yo te defenderé de
los chicos guapos. Me los llevaré por ahí a darles conversación. De los feos te
defiendes tú solita
- ¡Qué graciosa! -
Declaró la interpelada. -
Aunque una vez más, todas se rieron. Al fin se dieron
prisa para prepararse. Se arreglaron en esa especie de camerino y después
fueron guiadas de nuevo hasta la pista. Una tarima con micros y músicos estaba
dispuesta. Amatista les entregó unas partituras con los temas que deberían tocar
y ellas comenzaron a cantar. No habían tenido tiempo de calentar, pero, aun
así, interpretaron la versión de un clásico del pop que era muy movido y
bailable.
Diosa en la cima
de una montaña
Ardiendo como una
llama plateada
La cima de la
belleza y el amor
Y Venus era su
nombre
Ella lo tiene,
Sí, cariño. Ella
lo tiene
Soy tu Venus, soy
tu fuego
Y tu deseo
Soy tu Venus, soy
tu fuego
Y tu deseo
Sus armas eran sus
cristalinos ojos
Haciendo a cada
hombre enloquecer
Negra como la
noche oscura, era ella
Tenía lo que nadie
más
Las cuatro fueron ahora cantando por turnos, bailando al
ritmo de esa pegadiza tonada, y animando al público.
Woow
Amatista, guiñando
un ojo y sonriendo, declamaba…
Ella lo tiene
Sí, cariño. Ella
lo tiene
Soy tu Venus, soy
tu fuego
Y tu deseo
Kerria tomaba el
relevo, para sonreír, ladeando la cabeza hacia Debbie y repetir…
Venus
Ella lo tiene
Sí, cariño. Ella
lo tiene
Soy tu Venus, soy
tu fuego
Y tu deseo
Soy tu Venus, soy
tu fuego
Y tu deseo.
De nuevo todas
juntas…
Diosa en la cima
de una montaña
Ardiendo como una
llama plateada
La cima de la
belleza y el amor
Y Venus era su
nombre
El turno de Kathy, que observaba a cuantos chicos atractivo
podía para sonreír de forma seductora y cantar…
Ella lo tiene
Sí, cariño. Ella lo
tiene
Soy tu Venus, soy
tu fuego
Y tu deseo
Soy tu Venus, soy
tu fuego
Y tu deseo
Venus era su
nombre… (cantaron todas)
E Idina que solamente estaba pendiente de cantar bien,
remachó el estribillo con gesto alegre, divirtiéndose en tanto cantaba…
Ella lo tiene
Sí, cariño. Ella
lo tiene
Ella lo tiene
Sí, cariño. Ella
lo tiene
Las cuatro unidas una vez más, remataron la canción, sin
dejar de bailar y ser coreadas por los asistentes…
Ella lo tiene
Sí, cariño. Ella
lo tiene
Ella lo tiene
Sí, cariño. Ella
lo tiene
Ella lo tiene
Sí, cariño. Ella
lo tiene
(Venus.
Bananarama, crédito al artista)
Al concluir su actuación fueron largamente ovacionadas.
Sarah y Debbie se acercaron a ellas aplaudiendo también.
- ¡Estupendo
chicas, habéis estado magníficas! - Las felicitó cordialmente Debbie. - Seguro
que triunfaréis.
- Me habéis
gustado mucho, - corroboró Sarah más moderadamente - y al señor Ferak también,
me lo ha comentado durante vuestra actuación. Ha dicho que la parecéis
realmente buenas. Quiere conoceros, seguidme.
Todas se miraron con curiosidad. Al fin iban a conocer a
ese tipo tan misterioso. Sarah las condujo hasta el despacho que anteriormente
habían visitado. Su anfitriona tocó con los nudillos a la puerta de sólido
roble y abrió. Ahora lo encontraron ocupado, había un hombre sentado en un
sillón de cuero que antes había estado vacío, tras la mesa de caoba. El asiento
se giró en la dirección de ellas y su ocupante se levantó. Era bastante alto y
fornido, sobre todo al ir embutido en un jersey de cuello alto de color negro,
que hacía el contrapunto a la chaqueta y los pantalones blancos que llevaba.
Tenía una oscura perilla y largos cabellos morenos que cruzaban por su
semblante pálido y duro. Sonrió, más que nada separando los labios en un ademán,
y permaneció observando a las chicas, estático, hasta que Sarah le dijo.
- Señor Ferak,
estas son las jóvenes de cuyo talento hemos tenido la oportunidad de disfrutar
hace unos minutos...
- Es un placer-
repuso el extraño individuo al fin con una voz grave pero sumamente cortés. -
Me han gustado mucho sus canciones, señoritas. Espero tenerlas actuando aquí
alguna noche más.
- Estaremos
encantadas, muchas gracias. - Respondió Idina con una de sus inocentes y
graciosas sonrisas. -
- Tiene usted un
local impresionante. - Añadió Kathy admirada tanto por el sitio, como por la
planta de aquel individuo. -
- Pues vayan a
disfrutar de él - les invitó Ferak. - Y vuelvan mañana si lo desean. Ahora debo
disculparme con ustedes, pero tengo varios asuntos que atender. Un negocio de
la envergadura de éste requiere una ocupación permanente. Mi ayudante Sarah las
conducirá a la pista de baile o a la barra del bar si desean tomar algo. Por
supuesto, están invitadas.
- Encantadas de
haberle conocido - se despidió Kerria. -
- Sí, seguro que volveremos
mañana, muchas gracias - afirmó Amatista. -
Sin más protocolos las chicas siguieron a Sarah hasta el bar,
después de tomarse unas copitas se decidieron a bailar. Aunque la mayoría de
las bebidas para ellas fueron, obviamente sin alcohol. No obstante, Katherine
se las apañó para beber algo de champán ante los ojos de su escandalizada
primita Idina.
-Pero. ¡Eres
menor! No puedes beber eso. - Le dijo visiblemente apurada. -
-Anda, ¡no seas tonta!
- Se rio su interlocutora, alegando. – No va a pasar nada por solamente un
sorbito. Para que nos endulce la celebración.
-Tienes razón,
Kat. - Convino Amatista consiguiendo una copa también. - En París yo he bebido
en ocasiones como las Navidades y el día del catorce de Julio. No pasa nada.
-Ya, eso será en París.
- Repuso Kerria que, con algo de
prevención añadió. - Aquí eso es ilegal. Estoy de acuerdo con Idina. No
deberíamos beber alcohol, chicas.
-Mira que eres aguafiestas,
Ky. - Se sonrió Katherine más que molestarse. -
Aunque apuró la copa lo mismo que Amatista que, desde
luego, no iba a ser menos, teniendo en cuenta además que esa bebida era de su
país natal. Siguieron comentando los pormenores de su actuación y todas estaban
satisfechas.
-Somos muy buenas,
chicas. Si nos lo proponemos, podríamos incluso actuar aquí. - Las animó
Katherine. -
-Estoy de acuerdo.
- Afirmó Amatista. –
-Lo hemos hecho
muy bien, pero actuar en un sitio como este con regularidad son palabras
mayores. - Intervino Kerria. -
-Sí, creo que
tienes razón, Ky. - Convino Idina. –
- ¡Anda ya! ¿Me
vais a decir que si ese Ferak nos propusiera actuar en este sitio os lo ibais a
pensar? - Las interrogó Kathy entre incrédula y algo contrariada. -
-Por supuesto. -
Afirmó Kerria, recordándole a su prima. - Hemos venido de vacaciones, no a
trabajar.
-Y eso de actuar
en serio supondría tener que firmar un contrato. Y somos muy jóvenes para eso.
- La secundó Idina. –
-No me lo puedo
creer. - Suspiró Katherine, buscando apoyo en Amatista ala que preguntó. - Oye,
no pensaba que estas dos fueran tan tiquis mikis.
-Ni yo, chica.
Pero si no saben ver una buena oportunidad. – Repuso la francesa con tinte algo
provocador. -
- ¡Oye! Claro que
nos gustaría actuar en un sitio como este. ¡Podría ponernos de moda! Pero se
deben de pensar las cosas con cuidado. – Replicó Kerria. -
- ¿Y cuándo lo
vamos a pensar, cuando estemos de vuelta en casa? – Respondió Amatista con tono
algo molesto, más para añadir. – Vale, entiendo que no te guste estar aquí, por
Debbie.
-Debbie no tiene
nada que ver en esto. Te diría lo mismo en cualquier otro sitio. - Contestó la
ya también enfadada Kerria. –
-No sé yo…-
Sentenció Amatista con retintín. –
- ¿Qué tratas de
insinuar?, ¿eh? - Se enojó su interlocutora. –
Amatista daba la impresión de ir a
replicar de forma lapidaria, afortunadamente Idina se le adelantó con tinte
conciliador tratando de mediar en esa discusión.
-Bueno chicas, dejadlo
ya. - Les pidió con evidente preocupación. - Estamos pasándolo muy bien. No lo
estropeemos.
-Es cierto.
Tampoco es algo tan importante. - Intervino Katherine que notaba como el tono
entre su prima Kerria y Tist estaba subiendo peligrosamente. –
Sus dos compañeras asintieron.
Tampoco querían enfadarse y arruinar esa noche tan magnifica que habían tenido
hasta entonces.
-Lo siento Ky. -
Suspiró Amatista. – Me he dejado llevar por el entusiasmo.
Kerria asintió, aceptando de ese
modo Aquella disculpa. Pasaron a conversar un poco sobre sus próximos planes,
ir a la playa, de tiendas por Los Ángeles, etc. Al poco de estar charlando de
eso Kathy le echó el ojo a un par de chicos que no estaban nada mal y animó a
Idina a que la acompañase.
-Vamos Idina, no
puedo ir yo sola. - Le pidió. -
-Es que yo…no sé
qué voy a poder decirles, no los conozco de nada. - Pudo musitar tímidamente la
chica. –
-Para eso ya estoy
yo. Tú dame apoyo moral. - Sonrió pícaramente Kathy. -
Su prima se encogió de hombros. Y
Katherine se lo propuso a las otras.
-No gracias, yo
paso. - Declinó Kerria. -
-Yo tampoco tengo
ganas de ligar ahora. - Desestimó a su vez Amatista. –
- ¡Sois unas
aburridas! - Sentenció Katherine quien tornó su mirada implorante a la pobre Idina.
-
-Está bien. - Concedió
a regañadientes ésta, advirtiendo a su intrépida interlocutora. - Pero nada de
proponer cosas inapropiadas.
- ¿Cómo cuáles? -
Quiso saber Katherine, fingiendo un tono y expresión inocentes. -
-Como… tú ya me
entiendes. - Replicó Idina sin saber qué otra cosa decir. -
Su prima la tomó de un brazo
entonces y para allá que se fueron, las otras muchachas las vieron alejarse con
gesto entre incrédulo y divertido, desde luego que no tenían ningún interés.
Evidentemente ambas tenían ya sus compromisos sentimentales, y sobre todo en el
caso de Kerria, los hombres no le interesaban de ese modo. Amatista por su parte
solamente podía pensar en uno y no juzgaba apropiado que sus amigas la vieran
flirteando con otros. De modo que, tanto ella como su amiga, se quedaron
charlando en unos butacones al amparo del bullicio.
- ¡Esto es
estupendo! - Le comentaba Amatista, que observaba el lugar llena de entusiasmo,
volviendo al tema de polémica anterior, aunque enfocándolo de otro modo. - ¡El
lugar perfecto para rematar nuestra gira de vacaciones!
- No sé, -
contestó Kerria con expresión y voz algo seria para confesarle a su
interlocutora con un tono algo más bajo. - La verdad. Hay algo que no me gusta
de este sitio, no sé el qué. Pero me da cierta prevención.
Recordó las miradas de Sarah y de Ferak que también
parecían estar examinándola. Pese a sus palabras amables, eran frías y
extrañas. Definitivamente había algo que no le gustaba.
- Vamos, no estés
tan a la defensiva, además, aquí trabaja Debbie, ¿qué más quieres, mujer? - Le
dijo Amatista despreocupadamente mientras apuraba una copita más de champán y
añadía. – Perdona lo de antes. No quise molestarte. Pero ahora en serio. Si
para ti es un problema volver a ver a Debbie nos vamos y ya está.
-No, no es eso. Lo
nuestro se terminó hace tiempo. Es que, no sé cómo explicarlo. - Pudo contestar
la ahora desconcertada Kerria, para agregar con tono reflexivo. - La noto algo
rara. Pero no tiene nada que ver con nuestra pasada relación. Es que,
sencillamente, no me parece ella.
-Bueno, la gente
cambia. - Afirmó despreocupadamente Amatista quien quiso a su vez cambiar de
tema declarando animosa. - Te diré lo que haremos, nos tomamos una margarita y
me cuentas lo que te inquieta. ¡A ver si consigo que me la sirvan! Ya me he
tomado dos de mi bebida nacional - añadió con un tono bastante animado,
demasiado influenciado ya por el alcohol. -
- ¿No has bebido
ya bastante, Amatista? - Le advirtió Kerria dándose cuenta de esta
circunstancia. -Mañana vas a tener una resaca horrorosa.
- Pues bueno -
sonrió ésta encogiéndose de hombros con despreocupación, - dormiré todo el
día...
Kerria sonrió, no se preocupaba demasiado por eso, ella
misma había bebido en bastantes ocasiones algo de más en alguna fiesta. Y por
experiencia sabía que, si no se llegaba más lejos, lo peor que le sucedería a
Amatista sería padecer un molestísimo dolor de cabeza al día siguiente, pero
nada más. De todos modos, ella ya no deseaba dejarse llevar por aquello. Ya
tuvo suficiente con su alocada adolescencia. Pero era otra cosa lo que la
inquietaba, el ambiente que flotaba en ese sitio. Sus otras compañeras parecían
ajenas a ello. Pensaba en esto cuando vio a Debbie dirigirse hacia la zona de
reservados. Se levantó para seguirla, pero se detuvo al verla encontrarse con
Sarah, ambas se tomaron de la mano y comenzaron a besarse con bastante ardor. Las
vio sentarse tras las butacas. Algo más afectada de lo que ella misma quiso
admitir, se sentó nuevamente en su sillón. Su compañera se había ido y la vio
regresar con dos copas.
- ¡Vamos Ky, anima
esa cara! - Le sonrió su amiga, aunque al verla de ese modo le inquirió más en serio.
- ¿Qué te pasa?
Amatista miró en la dirección en la que observaba su
amiga y descubrió a la pareja formada por Deborah y Sarah.
- ¡Vamos chica, no
sufras por eso! - le dijo amablemente tratando de animarla - ¿Se trata de
Debbie y esa mujer, ¿verdad? Anda, a mí me lo puedes decir.
- No la culpo, esa
tía está como un tren. - Repuso Kerria confiándose a su amiga. - Parece que
arrasase por donde quiera que pasara. Pero, sin embargo, hay algo en ella que
me preocupa.
- Tienes que darte
tiempo - le sonrió Amatista apurando su copa con demasiada rapidez. Para
agregar en tanto iba decayendo su tono. –Además, ahora tienes a Brian, tú por
lo menos tienes novio, pero yo...
- Tranquila-
respondió su amiga sintiéndose mejor y siendo ella ahora la que tomaba el papel
de alentadora. - Mi hermano no tardará en fijarse en ti ¡Estoy segura!, pero
mientras, puedes coquetear con algunos chicos de por aquí.
- No gracias -
suspiró Amatista sintiéndose ligeramente mal. - Lo que necesito es encontrar el
cuarto de baño. Espérame, ahora vuelvo. - Se alejó medio tambaleándose, dejando
a Kerria sumida en sus pensamientos antes de que ésta se ofreciera ni tan
siquiera a acompañarla. -
Atravesando un concurrido grupo de gente, Amatista
localizó al fin el aseo de las chicas. Entró corriendo, por suerte no había
nadie. Después de aliviarse en el servicio, se lavó con abundante agua y
respiró hondo.
- ¡Menuda castaña llevo!
- pensó- la cabeza me da vueltas. Kerria tiene razón, me he pasado. Si mis
padres me viesen me matarían.
Se rio ella sola ante aquel pensamiento. Enseguida tanteó
con la cara mojada en busca de una toalla. La alcanzó, pero alguien se la
estaba ofreciendo. Al secarse vio a una chica de pelo moreno y corto, vestida
como Deborah, le sonreía con un rictus ligeramente malicioso y sus ojos
brillaban de forma extraña. Amatista no podía sustraerse a esa mirada. La chica,
sin hablar, le indicó con un gesto que debía seguirla. Ella obedeció, esa
individua la condujo fuera hacia un pasillo que desembocaba en una habitación. Amatista,
algo mareada, se sentó en un sofá, único elemento que destacaba en esa estancia
vacía.
- Me encuentro
mal- susurró, preguntándole a esa muchacha. - ¿Podrías decirme donde está la
pista? Quiero volver con mis amigas y marcharme al hotel.
Aquella chica se limitó a acariciarla y sonrió. Amatista
sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, al tiempo que notaba el frío contacto
de aquellas manos. Trató de levantarse, pero estaba atontada, junto a ella se
sentó otra joven idéntica a la que acariciaba su espalda que también la
recorrió con las manos. Trató de protestar sonriendo.
- Os habéis
equivocado de chica. Es mi amiga Kerria la que quizás agradecería estas cosas,
pero yo no soy gay.
Pero las misteriosas mujeres no decían nada, seguían
acariciándola y Amatista sintió como besaban su cuello y sus mejillas. Progresivamente
y sin apenas darse cuenta se abandonaba a esas caricias. En el baño, al ver a
la primera de esas dos chicas, le pareció haber observado algo raro, pero no
recordaba el que. Y entre tanto, los labios de esas mujeres rozaron su cuello y
sintió un extraño placer que comenzaba a excitarla, seguido de un leve pinchazo
que se tornó en un dolor agudo. No era capaz de quejarse, sólo de jadear
sorprendida de sí misma. Estaba a punto de alcanzar un orgasmo siendo besada
por dos mujeres. El cuello le ardía, sin poder evitarlo se entregó a ese placer
devolviendo los besos a esas chicas. Notó gotearle algo desde el cuello hasta
los pechos y creyó reconocer sangre, poco después perdió el conocimiento.
- ¿Dónde se habrá
metido Tist? - Se preguntó Kerria. -
Miró su teléfono móvil para ver la hora, habían pasado ya
algunos minutos desde que Amatista se fue. Era tarde y esperaba la vuelta de su
amiga con impaciencia.
- ¿Dónde te has
metido? ¿estás bien? – Le preguntó por WhatsApp. –
Aguardó la respuesta, pero tras un
rato su amiga no dio muestras de haber leído el mensaje. Quizás Tist se
encontrase mal por el alcohol, no estaba muy acostumbrada a beber tanto así que
decidió ir a buscarla.
-Creo que fue al
cuarto de baño. - Recordó la muchacha y hacia allí se encaminó. -
Entre tanto, Katherine y su prima Idina estuvieron
charlando con aquel par de chicos, pero se aburrieron enseguida de sus miradas
frías y su poca conversación. En cambio, parecían querer ir demasiado lejos,
pues no cesaban de insistirlas en visitar los reservados. Parecían molestos de
que ellas no aceptasen, las chicas les dejaron con pretextos más que manidos.
Se situaron en la otra punta de la pista charlando entre ellas, riendo
animadamente.
- ¿Has oído a esos
tipos? - dijo Kathy imitando sus tonos. - " Venid con nosotros, vamos a disfrutar”
… ¡ja, ja, ja! No me decían algo tan estúpido desde que estaba en el colegio.
- Y sobre todo la
seguridad con la que lo decían, - añadió Idina - ¡Pobrecillos!, con ese método
de ligar lo llevan claro. Eso sí, - observó algo más seria - no paraban de
mirarnos a los ojos. Me estaban poniendo realmente nerviosa. Era muy
desagradable.
- Y su mirada, era
muy apagada - repuso Kathy dejando por un momento de reír. - Yo creía que el
que hablaba conmigo hasta trataba de hipnotizarme.
- Pues van listos,
mi padre me enseñó a evitar esa clase de trucos. - Declaró su prima. -
- Y mi hermano a
mí - convino Kathy – No se fiaba de que alguien con esa habilidad pudiera
tratar de controlarme, si un chico que es en parte demonio como él te enseña,
¿quién iba a poder hipnotizarte? De todas formas, espero que haya chicos más
interesantes por aquí.
- No hay
demasiados, pero existen. - Intervino un muchacho de pelo castaño que llevaba
al cuello un crucifijo bien visible para añadir con seriedad - y haríais bien
en marcharos.
Las dos se quedaron atónitas por aquellas palabras, Idina
rio desenfadadamente y repuso atónita.
- Esa es la mejor
técnica que he escuchado. ¿Pretendes ligar con nosotras echándonos?
- Es verdad-
admitió Kathy - esto es muy original, a mí me han entrado muchas veces, pero
nunca de esta manera...
- No trato de
ligar con vosotras- respondió el muchacho visiblemente nervioso para preguntar -
¿Sois nuevas?, nunca os he visto por aquí…
- Oye, eso está
muy visto- dijo Idina decepcionada - con lo bien que habías empezado. A
nosotras nos gustan los chicos imaginativos.
- ¡Cállate de una
vez! - Le espetó el muchacho dejando a ambas sorprendidas más cuando agregó
-Esto no es una broma, ni un juego, si seguís aquí vuestras vidas estarán en
peligro.
- ¿Pero se puede
saber qué estás diciendo? - Le inquirió Katherine más atónita que molesta por
aquella respuesta. -
- Escuchad-
contestó el muchacho que miraba a todas partes de la pista para asegurarse de
que su conversación no era escuchada. - Sé que lo que os voy a contar suena
increíble, que me tomaréis por loco, pero, os he visto desde hace un buen rato
y me parecéis dos chicas normales.
- ¿Y eso es lo que
te suena increíble? - Inquirió Idina cada vez más perdida. -.
- Me parece que
así no vas a conseguir nada, muchacho, tendrías que haber dicho que éramos
increíblemente guapas, y sería la verdad. – Sonrió burlonamente Katherine. -
- Está bien, escuchadme
por favor y no me interrumpáis. Iré al grano. Este local no es lo que parece,
se trata de una tapadera.
- ¿Tapadera? -
Inquirió Kathy ahora con curiosidad - explícanos eso.
- Tienen tráfico
de drogas o prostitución...- preguntó Idina que ahora sí se sentía muy
alarmada. -
- Ojalá se tratase
de algo así, - repuso el chico bastante nervioso - contra eso se podría luchar
con más facilidad.
- Pero ¿nos dirás
de una vez de lo que se trata?,- le preguntó Katherine que ya estaba perdiendo
la paciencia. -
El muchacho volvió a ojear a su alrededor por enésima vez
y les hizo una seña de que se acercasen, ambas lo hicieron y él les susurró.
- Se trata de
seres sobrenaturales, no están muertos y se alimentan de la sangre de sus
víctimas.
- ¿Vampiros?,-
creyó adivinar Idina elevando el tono por la sorpresa y la incredulidad. -
- ¡Chissss! - se
apresuró a acallarla el chico. -Sí, de eso se trata.
- Mira tío ¡estás
como una regadera! - Rio Kathy que pasó a ignorarle para dirigirse a su prima.
-Anda Idina vámonos, se hace tarde y debemos encontrar a Ky y Tist.
- Debéis creerme,
he hecho averiguaciones. ¿Por qué os creéis que llevo esta cruz al cuello? -
Insistió él con un gesto y tono cada vez más nervioso. -
- Mira, de verdad
nos eres simpático, pero mejor será que nos marchemos, es muy tarde ¿sabes? -
Le respondió Idina reuniendo toda su paciencia para prometer a desgana, más por
librarse de él que otra cosa. - Si vienes mañana ya hablaremos.
- Al menos
prometer que iréis con cuidado. - Les pidió el muchacho visiblemente
preocupado. - Por lo menos mañana vendrá un amigo mío experto en estos temas,
él sabrá qué hacer.
- Descuida,
¡siempre lo hacemos! - rio Kathy que, con algo de curiosidad, le preguntó. -
Por cierto ¿cómo te llamas?, aun no nos has dicho tu nombre…
- Me llamo Karl- Repuso
secamente éste que miraba de nuevo en todas direcciones diríase que con
creciente intranquilidad. -
La joven se volvió hacia su prima e hizo ademán de presentarla.
Idina estaba mirando distraídamente hacia otro sitio para tratar de aguantarse
la risa.
- Bueno Karl, Me
llamo Katherine, y ésta es mi prima Idi... - fue a decirle el nombre, pero al
girarse el muchacho había desaparecido. -
- ¡Pues sí que nos
ha dejado plantadas! - rio Idina. - Habrá ido a cazar vampiros, ¡Buuu! - Susurró
al oído de su prima en tono burlón. -
- Será mejor que
encontremos a estas dos y nos vayamos de aquí- La apremió Kathy que no tenía
ganas de reírse precisamente.
Y es que eso de que la dejasen colgada de aquella manera
no le hacía ninguna gracia.Solía ser ella quien se lo hacía a los chicos, pero
le parecía increíble que hubiese sucedido al reves, de modo que, añadió con
sequedad.
– Anda vamos.
Las dos primas se salieron de la pista dirigiéndose hacia
los asientos que ocupaban sus compañeras, pero ni Amatista, ni Kerria estaban allí.
Ésta última había ido al encuentro de su amiga. Entró en el baño, pero allí no
había nadie. Salió tratando de mirar en la pista de baile y una mano se posó
tras su hombro. Sobresaltada se giró, pero se tranquilizó enseguida al descubrir
que era precisamente la persona que andaba buscando.
- ¿Te encuentras bien?
- le preguntó Kerria. - Me tenías preocupada.
- Estoy bien, -
sonrió su contertulia que añadió con un tono algo misterioso. - Ven conmigo,
deseo enseñarte una cosa.
- ¿El qué?, es
tarde y Kathy e Idina nos quizás nos estén buscando. - Objetó su amiga. -
- Es sólo un momento,
- le insistió su interlocutora con una expresión algo extraña. - Sígueme…
Kerria cedió acompañándola a través de unos intrincados pasillos,
le parecía que su amiga estaba algo enigmática. Amatista lucía ahora su foulard
alrededor del cuello y estaba más arreglada. Pero la notaba un poco pálida,
quizás sería aquella mortecina luz que mal iluminaba el camino. Llegaron a una
puertecita que su guía abrió, dando paso a una habitación provista tan sólo de
un sofá...
- Siéntate un
momento. - Le pidió Amatista. -
Sin comprender de
qué iba aquello Kerria se sentó y su amiga se sentó con ella, muy pegada.
Demasiado para lo que ella solía estilar.
- Me gustaría
hablar contigo sobre una cosa. - Le susurró Amatista. -
- Tú dirás - le
respondió su compañera cada vez más extrañada de esa actitud. -
- Quizás sea algo
personal, pero, me gustaría que pudieras contestarme con sinceridad, Kerria…
- Pregúntamelo y veremos-
dijo ésta realmente desconcertada. -
- ¿Cuándo te diste
cuenta de que eras homosexual? - le soltó de pronto su amiga. -
Kerria se quedó perpleja por esa pregunta lanzada tan a quemarropa,
pero decidió contestarla con naturalidad.
- A los doce años
comencé a darme cuenta de que me atraían algunas de mis compañeras, aunque
entonces no le di importancia. Fue a los catorce cuando mis amigas ya estaban
empezando a salir con chicos. En cambio, yo sólo deseaba estar con chicas, mi
primer amor fue una chica dos años mayor que yo. Claro que fue algo platónico
porque ella nunca lo supo. Yo la veía muchas veces en el vestuario y tenía que
disimular para que no me sorprendiera mirándola al cambiarse cuando
coincidíamos. Luego conocí a Debbie. - Sonrió fugazmente al acordarse y recobró
la seriedad al preguntar -... ¿pero a qué viene eso?
- Tú has sido muy
sincera y te lo agradezco. - Sonrió Amatista aferrándola de una mano. - Y ahora
voy a serlo yo...sólo una pregunta más. ¿Crees posible que haya gente que pueda
descubrir eso mismo con más edad?
- Sí, claro -
repuso Kerria con seguridad, aunque se sentía cada vez más desorientada por la
actitud de su amiga según añadía. - Incluso hay personas que han tenido varias
relaciones con el otro sexo y un día descubren que tienen inclinaciones que no
se habían atrevido a confesarse.
- Esta noche me ha
ocurrido algo así, - le confesó Amatista mirando a los ojos de su amiga.
-Cuando fui al servicio, me encontré con otra chica allí. Me miró, la miré y
sin darnos cuenta nos estábamos besando. ¡Y he descubierto que me encanta!
Su oyente se quedó perpleja por aquella revelación, ¡no
podía creerlo!, conocía a su interlocutora y nunca le había dado esa impresión
y eso que ella solía tener cierta experiencia en descubrir chicas con sus
mismas inclinaciones sexuales.
- Has bebido mucho,
Amatista - Le contestó con calma. - Eso te puede haber hecho perder la cabeza.
No pasa nada, no significa que seas gay, ni mucho menos.
- Eso no es todo-
le confesó ésta agregando. - Esa chica es lo de menos, sólo me ha abierto el
camino. Dime una cosa Kerria, si tú y yo no fuéramos amigas. Si me encontrases
un día en una discoteca como ésta ¿Te resultaría atractiva? Tengo que saberlo, o,
mejor dicho, cuando nos conocimos ¿te sentiste atraída físicamente por mí?
La interpelada guardó un embarazoso silencio, no sabía
que decir ¿Y si Amatista la estuviera probando? ¿Y si fuera una broma? Pero la
mirada que la notaba no parecía tener que ver con eso.
- Sé sincera por
favor, somos amigas. - Le pidió su contertulia confesando visiblemente
aturdida. -Estoy hecha un lío y es importante para mí.
- Bueno, si te
digo la verdad, no pensé mucho en eso, yo entonces salía con Debbie. Y tú eres
la hija de unos amigos de mis padres. Si te soy sincera, no lo pensé siquiera.
- Añadió pese a que eso no era del todo cierto. -
- Pues dímelo
ahora - le pidió Amatista apremiantemente. - ¿Crees que soy bonita?
- Sí, claro que
sí, todos los chicos se mueren por ti. - La animó su contertulia juzgando que
esa réplica era lo suficientemente diplomática. -
- Menos uno-
repuso Amatista con el tono más alicaído. -
Kerria sonrió aliviada, ¡ya sabía de lo que se trataba! Era
por su hermano, Amatista pasaba por una crisis de auto estima, agravada por las
copas de más que llevaba. Decidió tranquilizarla.
- ¡No seas tonta,
mujer!, eres preciosa y tienes un cuerpo imponente, lo que ocurre es que mi
hermano no se entera de nada, pero lo hará.
- ¿Tú te hubieses
enrollado conmigo de haber sido una desconocida? - Le inquirió su amiga con
visible interés. -
- Claro- sonrió
Kerria que para desdramatizar añadió con fingida melosidad. - Estás muy buena.
¿Lo sabías?
Pero lo que no imaginaba fue la
respuesta de su amiga quien, tras dedicarle una extraña sonrisa, le propuso con
un susurro dejándola pasmada.
- ¿Y por qué no lo
probamos? Vamos, yo tengo mucha curiosidad, siempre la he tenido, pero no
quería reconocerlo. Por favor Kerria, me resistí al principio con esa chica,
pero luego me dejé llevar y fue maravilloso. Y seguro que contigo iba a serlo
mucho más.
- Tist ¿qué estás
diciendo? - rio forzadamente su amiga observándola incrédula -, es una broma ¿verdad?
- ¡Te lo suplico!
- exclamó Amatista arrodillándose a su lado. Su compañera la miraba atónita,
sintiéndose muy violenta y sin saber cómo actuar, mientras escuchaba cada vez
más asombrada. - Hace mucho tiempo que te miro con deseo. No te has dado cuenta
porque siempre he utilizado a tu hermano para desviar la atención. Tenía miedo
y vergüenza, pero esta noche he conseguido superarlo. Esperé la ocasión de que
estuviéramos a solas. - Mientras hablaba se había despojado de la parte
superior del vestido dejando sus pechos al aire para preguntar con la voz
entrecortada por los jadeos. - Mírame
bien Kerria. ¿Acaso no te gusto?
La aludida, perpleja y bastante envarada, trataba de
apartarse de allí pero su amiga no la dejaba.
- Esto ya ha ido
muy lejos, por favor, Amatista, déjalo ya. - Le dijo tratando de ponerse seria.
-
- Sé que te gusto
Kerria, te he visto mirarme cuando estábamos desnudas y tú también me gustas a
mí, por favor, probémoslo. Tú sabes hacérselo a otra mujer, yo me dejaré
llevar. Hazlo por mí, no quiero tener esa experiencia con una desconocida, a ti
te quiero, como amiga y como amante. - Y
dicho esto acercó sus labios a los de su amiga y los unió en un beso cálido y
prolongado. -
La muchacha estaba aturdida, no sabía cómo actuar, a ella
le gustaba Amatista, incluso físicamente, pero no para hacer el amor con ella.
Había demasiadas cosas que lo impedían, la consideraba casi como a una hermana.
No obstante, se dejó besar, quizás con ese beso se le pasase aquello, pero la
boca de ésta se abrió y su lengua buscó entre la boca de Kerria, casi sin darse
cuenta estaban las dos una sobre otra en el sofá. Amatista acariciando ardorosamente
los pechos de su amiga. Kerria notaba un placer extraño, muy sensual, no se
parecía a nada que hubiese experimentado, pero a la vez sabía que eso que hacían
no estaba bien. Su improvisada amante la besó en uno de los pezones y no pudo
reprimir un jadeo.
- ¡Te quiero a ti
y no a tu hermano! - repuso Amatista entre jadeos excitados. - Hagamos el amor
aquí. ¡Nadie tendrá por qué saberlo, Kerria!
- Me gustas
Amatista, y eso me asusta - Reconoció ésta con la voz entrecortada. - Por favor
no sigas, no podré contenerme más.
- No lo hagas y
dame placer- le pidió ésta con voz melosa en tanto lamía su cuello. - ¡Quiero
tenerte!
Kerria sintió algo que arañaba su cuello, se apartó, pero
su compañera seguía intentando besarla con insistencia. En ese instante sintió
algo desagradable, como si despertase de un sueño cálido y maravilloso
encontrándose en un camastro incómodo y helado.
- ¡Basta ya! Esto
ha ido demasiado lejos, Amatista - Exclamó incorporándose del sofá, apenas
siendo capaz de balbucear. - Estamos cometiendo un grave error, tú estás
confundida y yo.- Pero entonces se le heló la expresión en la cara al ver a su
amiga mirarla con los ojos enrojecidos y un par de finos colmillos
sobresaliendo de su boca. -
- Tú no lo
entiendes - le susurró Amatista con un desagradable gorgoteo - Te necesito, Kerria.
–
Amatista trató entonces de abrazarla, pero su amiga saltó
del sofá levantándose como un resorte.
- ¡Esto no tiene
ninguna gracia! - le chilló bastante asustada. - ¡Basta ya!
- ¡Ja, ja, ja, ja!
– y esa risa acompañada de una estruendosa carcajada fue la única respuesta de
su interlocutora. -
Su compañera se sentía violentísima ¿Qué demonios
significaba todo eso? había estado a punto de dejarse llevar por la pasión y el
deseo sexual con la que creía era su mejor amiga y todo había resultado ser una
broma de pésimo gusto. Miró a Amatista de nuevo y no había ni rastro de
colmillos, ni de enrojecimiento en los ojos. Pero su voz parecía tomada por el
alcohol.
- Vamos Kerria,
era una broma, mujer. ¿No te ha hecho gracia? Creía que tenías sentido del
humor.
- ¿Cómo has podido
hacerme algo así? - Le chilló la joven completamente histérica. - ¿Qué
pretendías con esto?
- Nada, tan sólo
divertirme un rato, tonta, - replicó Amatista sin poder parar de reír, añadiendo
con tinte de burla. - Si te hubieras visto la cara cuando te he dicho, ¡me
gustas Kerria!, ¡ja, ja, ja! No dirás que no soy buena actriz. ¡Te lo has
tragado! Admítelo.
Visiblemente furiosa, la interpelada abofeteó a su
compañera con fuerza cruzándola la cara y chillándole muy alterada.
- ¡No tolero que
nadie, me oyes, nadie, se burle de mí así!
- Perdóname mujer.
- Respondió Amatista ya de forma seria, tapándose la cara que ahora tenía
enrojecida. - No creí que fuera a molestarte tanto. Me he pasado un poco, eso
es todo. En mi internado una vez le hice algo parecido a otra chica que era
como tú. Lo cierto es que se me da bien, ¿qué le voy a hacer si tengo gancho
con las lesbianas?
- ¿Y me lo dices
así? Tan tranquila - balbuceó su interlocutora a punto de llorar para
sentenciar entre sollozos. - ¡No te lo
perdonaré nunca!
Kerria salió corriendo de la estancia sintiéndose muy
humillada y Amatista la siguió, estaba mareada, pero con todo y con eso le dio
alcance pues su amiga no sabía salir de ese laberinto de pasillos.
- Vamos, no seas
niña. Mañana te reirás de esto.
- ¡No vuelvas a hablarme!
- Le espetó ésta muy enfadada, sentenciando. - Mañana mismo me vuelvo a mi
casa.
Logró por fin salir a la pista de baile, su interlocutora
la siguió y le dio alcance justo cuando llegaba a sus sillones, allí esperaban
Kathy e Idina que se sorprendieron por como llegaba Kerria. Lloraba al borde
del histerismo, Amatista llegó inmediatamente después agarrándola de un brazo.
- Bueno, ya te he
pedido perdón, no seas estúpida.
- ¡Suéltame! - Le
chilló Kerria girándose al tiempo que apartaba el brazo de su otrora amiga con
agresividad. -No vuelvas a tocarme o te parto la cara.
- ¿Pero que os pasa?
- Terció Katherine atónita. -
- ¿Tú a mí? - Rio
Amatista con desdén ignorando aquella pregunta - me gustaría ver si te
atreves...- Añadió en tono desafiante. -
- Ya basta por favor,
- intervino Idina interponiéndose entre ambas - ¿Qué os ha pasado?
- ¡Sólo quiero salir de aquí y volverme
a mi casa! - Sollozó Kerria. -
- Pero mañana
tenemos que volver para cantar. - Le objetó Kathy entre nerviosa sorprendida y
asustada por lo que oía. -
- ¡Yo no, no
quiero saber nada más del grupo, ni de ella! - Señaló a Amatista que estaba
siendo sujetada por Idina. -
- Pues vete,
¿quién te necesita? - Respondió la joven francesa con desdén escupiendo casi
con regocijo. - ¡Maldita tortillera del demonio! ¡Vuélvete con la zorra de
Debbie!
Idina y Kathy se quedaron petrificadas, no sabían que
estaba ocurriendo, pero jamás habían visto a ninguna comportarse de ese modo. Apenas
pudieron evitar que su prima, hecha una furia, saltase como un resorte golpeando
a Amatista en la cara, ésta retrocedió por el impacto teniendo que sujetarse a
una columna para no caer. Se rehízo enseguida casi sin acusar el golpe y trató
de agarrar a Kerria para devolverle el puñetazo, pero tanto Idina como Kathy lo
impidieron sujetándola.
- ¡Ya basta por el
amor de Dios! ¿Os habéis vuelto locas? - Gritó Idina usando todas sus fuerzas
para contener a Amatista que parecía estar fuera de sí. -
- Si esto es una
broma vuestra no tiene ninguna gracia, - añadió Kathy pensando por el contrario
que, desgraciadamente, se trataba de algo muy serio. -
El altercado atrajo a Deborah que llegó corriendo hasta
allí para serenar los ánimos, tras ella venía Sarah.
- ¿Qué está
ocurriendo aquí? - Preguntó Debbie a Kerria que no respondió. -
Las chicas se detuvieron, Amatista pareció calmase
también en tanto que Sarah se dirigió a ellas con un tono entre admonitorio y
amenazador.
- Este club es
para gente civilizada, no sé qué pasa entre vosotras, pero no admitimos peleas
de nadie, os debo rogar que os marchéis. Mañana, si estáis más calmadas,
volved. Debbie, llévalas a su hotel.
- Sí, claro Sarah.
- Asintió ésta con cara de circunstancias para pedirle al grupo. – Haced el
favor de seguidme.
Las chicas obedecieron, las dos protagonistas del
altercado tratando de evitarse y Kathy e Idina asustadas y muy avergonzadas por
aquella situación poniéndose en medio de ambas. Deborah las llevó en la
limusina de vuelta a su apartamento y se despidió lo más amablemente que pudo.
Las chicas subieron a su piso y Kerria sacó sus cosas de la habitación que
compartía con Amatista.
- Idina, ¿puedes
dejarme dormir con Kathy esta noche?,- le pidió a su prima. -
- Sí, claro-
repuso ésta sin saber qué otra cosa hacer. - Llevaré mis cosas a la otra
habitación.
Hicieron el cambio e Idina pasó a compartir habitación
con Amatista, sin más explicaciones se fueron a la cama. En la habitación de las
dos muchachas, la francesa se acostó sin mediar palabra. Su amiga le preguntó
tímidamente.
- ¿Qué ha
ocurrido?...
- No sabe aguantar
una broma- repuso secamente su contertulia justificándose. - Le pedí disculpas,
pero mira cómo ha reaccionado.
- Yo sólo te he
oído insultarla, Amatista – Respondió su compañera que insistió ahora de forma
más seria. - ¿Qué le has hecho para que se ponga sí?
La interpelada, se sonrió y le hizo un breve resumen,
omitiendo algún que otro detalle desagradable. Pero aun así se ganó la
reprobación de Idina.
- Pero ¿cómo se te
ocurrió hacerle algo así? Es una broma muy cruel. No, no es una broma, es una
maldad. ¿Por qué le has hecho eso? Creía que erais muy buenas amigas.
- Y yo también lo
creía. – Se sonrió Amatista alegando con sorna. - ¿No presume siempre de estar
abierta a todo? Mira que lo sabía. Por más que ha dicho que solamente éramos
amigas, y que ahora está con Brian. Pero es mentira. En el fondo tenía ganas de
que le propusiera algo así, ahora sé que no puedo fiarme de ella. Y vosotras tampoco
deberíais, quién no nos dice que no está metida en la misma cama que Katherine
con el cuento de que quiere que alguien la consuele. Kathy es una chica muy
guapa, está muy buena y puede que Kerria no sepa resistir la tentación. -
Añadió con palpable mala intención. -
- ¿Cómo puedes
decir una cosa así? ¡Somos primas! - Se escandalizó Idina. – Ky jamás haría
algo como eso.
- Déjame dormir-
repuso su interlocutora sin más. - Me duele mucho la cabeza y no me siento
bien…
- Pero Amatista,
no puedes dejar las cosas así. Tenéis que aclarar las cosas. - Insistió su
amiga atónita por lo que escuchaba -....
- Ya están muy
claras. Hasta mañana. - Rezongó ésta que ya no quiso charlar más. -
En el otro cuarto y entre lloros Kerria también le contó
a Kathy lo ocurrido. Ésta se quedó muda de espanto. Pudo reaccionar para
abrazar a su prima que lloraba sin poder parar.
- ¡Nunca lo habría
creído de ella, y decía que era mi amiga! - Sollozaba desconsolada. -
- Ha bebido mucho,
no está acostumbrada, no sabía lo que hacía, estoy segura. - Le respondió Kathy
tratando de calmarla. - Verás cómo mañana se arrepiente de todo y te pide
perdón.
- No es tan
sencillo- balbuceó Kerria moviendo la cabeza entre lágrimas. - No podré olvidar
lo que me ha hecho.
- Todo se
arreglará mañana. - Le susurró su prima con suavidad - ahora intenta dormirte.
-
Y tras un rato más su compañera de cuarto lo intentó
conciliando el sueño casi al alba. A la mañana siguiente las chicas se
levantaron tarde, Kathy e Idina fueron las primeras, Kerria lo hizo casi a las
dos y Amatista aún seguía encerrada en su cuarto.
- Estuvo muy rara
ayer noche - Les contó Idina con evidente inquietud. - Me despertó varias
veces, sudaba mucho y murmuraba en sueños. Debe de tener fiebre pues la frente
le ardía cuando se la toqué, no quise despertarla por si dormir le hacía bien
- Algo le pasa y
no es normal- intervino Kathy. - Aguardaremos a que se despierte.
Esperaron un par de horas más, por fin, a las cuatro, su
compañera se levantó. Estaba muy desmejorada, pálida y arrastraba los pies de
forma lastimosa. Se sentó en la mesa dejándose caer como si fuera un fardo.
Idina le preguntó muy preocupada.
- ¿Estás mejor que
ayer?
- ¿Ayer? - musitó
Amatista con la mirada perdida -, me siento como si me hubiera pasado un ejército
por encima.
- Tienes que comer
algo. - Le dijo una también concernida Kathy alejándose hacia la cocina. -
Ahora te traigo un poco de comida.
Ésta asintió débilmente, miraba a sus compañeras que
tenían esbozada la preocupación en el rostro. Miró a Kerria que no le dirigió
la palabra, sólo le devolvió una expresión llena de enfado, se levantó y salió
de la habitación. Amatista estaba confusa, creyó recordar un sueño que tuvo con
ella ayer. Kathy entre tanto regresó con algo de comida. Amatista dio varios
bocados a un pedazo de pan con queso y le supieron acartonados. Hizo un
esfuerzo por tragarlos, pero se sintió mal. Corrió al servicio y devolvió. Las
chicas se miraron preocupadas.
- Convendría
llamar a un médico. O llevarla a urgencias. - Opinó Idina. -
- Sí, estoy de
acuerdo, ¿qué opinas tú, Ky? - Le inquirió Kathy a su prima, que había vuelto a
entrar en la habitación. -
Pero no respondió, y Katherine enseguida le insistió con
tono conciliador.
- Vamos mujer, no
es momento para eso ahora. Cuando Amatista se encuentre mejor lo hablaremos
todas.
- ¡No hay nada de qué
hablar! - Replicó secamente la aludida, sentenciando. - Me voy a ir en el
próximo tren para casa.
- No, por favor,
no te vayas. - Le pidió Idina. - No ahora, danos un poco de tiempo para ver si
lo de Amatista es algo serio.
- Me es
exactamente igual. - Respondió Kerria en tono desabrido. - Además sois dos,
podréis cuidarla, yo no quiero saber nada más de ella.
- No piensas lo
que dices - le respondió Kathy moviendo la cabeza con reprobación. -
- ¿Queréis dejarme
en paz de una vez?,- estalló su prima que se metió en su habitación dando un
sonoro portazo. -
Tanto Idina como Kathy se miraron visiblemente preocupadas
sin saber qué hacer, en eso Amatista regresó del baño.
- ¿Estás mejor? - Le
inquirió Katherine con tono suave. -
- Necesito
acostarme un rato – murmuró su amiga. -
- ¿Quieres que
llamemos al médico? - le preguntó Kathy -.
- No, gracias,
sólo quiero descansar un rato más.
- ¿Y comer algo? -
Le ofreció Idina. - Puedo prepararte alguna cosa ligera, una sopa.
- No, no tengo
hambre - contestó Amatista a desgana, pidiéndoles casi con un susurro. - Dejadme
por favor.
Se metió en su cuarto y cerró la puerta. Media hora
después Kerria salía del suyo con su maleta hecha, Idina se apresuró a
detenerla.
- Por favor, te
ruego que lo reconsideres.
- ¡Déjame pasar o
perderé el tren! - Le espetó ésta con cara de pocos amigos. -
- Nos conocemos
desde niñas. Nunca te he pedido nada, sólo hazme este favor. - Insistió la
joven interponiéndose en la puerta. -
- ¡He dicho que te
apartes!,- chilló su interlocutora quitándola de en medio con un empujón que
dio con Idina en el suelo. -
Kathy corrió a ayudarla a levantarse en tanto que Kerria
se quedó paralizada. Sus primas la observaban entre perplejas y consternadas.
Ella se sintió avergonzada. Había sido un ataque de rabia repentino del que se
había arrepentido al instante y se disculpó enseguida.
-Perdóname Idina,
¿te he hecho daño?
- No pasa nada,
estoy bien - trató de decir ésta aparentando normalidad, aunque parecía
resentirse un poco de la cadera. -
- Lo siento de
veras, estoy furiosa necesito pensar. - Balbuceó su prima rompiendo a llorar. -
Kerria se sentía terriblemente mal por ese acto
irreflexivo fruto de su rabia, ahora su conciencia tomaba el control
nuevamente, lo suficiente como para pensar que el comportamiento de Amatista no
era en absoluto normal. Tan absurdo y reprobable como el suyo propio al hacer a
su pobre prima el blanco de su enfado. Dejó la maleta en el suelo y se tapó la
cara con las manos, sin poder parar de llorar. Idina y Kathy abrazaron confortadoramente
a su prima y ésta se desahogó sintiéndose mejor.
- ¿Cómo está Amatista?
- pudo preguntar al fin. -
- Se acostó hace
ya un rato y está encerrada en la habitación. No quiere comer, me preocupa mucho,
- reconoció Idina a la que ya se le había pasado el dolor del golpe más
concernida por su prima y por su amiga que por ella misma, pues añadió. – No sé
qué le pueda pasar. Tengo miedo de que sea algo serio.
- Quizás ayer alguien
le pudo dar alguna droga y por eso haya actuado así contigo. - Conjeturó
Katherine no menos inquieta. -
- Es posible-
admitió Kerria recordando además que su compañera bebió mucho. - Esperaremos a
que se levante, quizás esté mejor.
- Tenemos que
estar unidas. - Le pidió Idina animando a sus compañeras con resolución - de
cosas peores hemos salido, chicas.
Las dos asintieron, Kerria, más calmada, llevó sus cosas
de nuevo a la habitación. Las jóvenes esperaron, nerviosas. Las horas pasaron y
llegó el atardecer. Y por fin Amatista salió de su cuarto.
- Hola- musitó. -
- ¿Estás mejor?,-
le preguntó Idina con un claro gesto de preocupación. -
- Sí, claro, -
sonrió Amatista que desde luego parecía estar en bastantes mejores condiciones.
-
- ¿Tienes hambre?
- le inquirió Kathy con interés. -
- No, no tengo,
pero estoy bien, de verdad. - Insistió la muchacha que dejó nuevamente
perplejas a todas con lo siguiente que dijo. - Me gustaría volver al club esta
noche.
- Pero ¿qué dices?
- intervino Kerria hablándola por fin. - ¿No tuviste suficiente con lo de ayer?
- Añadió molesta. -
- ¿Ayer? -
Amatista la miró extrañada y la inquirió - ¿qué pasó ayer?
- Me vas a decir
que no lo recuerdas - contestó su contertulia con una sonrisa irónica. -
- ¿Si no recuerdo
el qué? Sólo me acuerdo de que fui al servicio porque me sentía mal, tenías
razón, Ky. No debí beber tantas copas. - Respondió su contertulia aparentemente
sin recordar nada en absoluto. -
Kerria la miraba confusa, su interlocutora se dirigía a
ella como si nada hubiera pasado entre las dos, dudaba de si eso era una
actuación o si realmente Amatista no recordaba nada. Quizás sería más fácil
dejar las cosas así. Idina pronto intervino para apaciguar definitivamente las
cosas.
- Tist está
confusa, bebió más de la cuenta ayer y le sentó muy mal, no sabe ni lo que
hizo. Vamos Kerria, déjalo estar.
- ¿Qué tienes que
dejar estar? - Le interrogó Amatista que ahora comenzaba a preocuparse
queriendo saber. - ¿Hice algo malo ayer?
- Malo no es la
palabra- repuso Kerria casi con un susurro para convenir con tono serio y
resignado. - Idina tiene razón, mejor vamos a olvidarlo.
- No comprendo
nada- dijo su amiga completamente perdida en tanto se atusaba el pelo. -
- ¿Qué te ha
pasado ahí?,- le inquirió Kathy fijándose en su cuello. - Tienes una herida.
La muchacha se acercó a ella y descubrió dos señales de
marcas en el cuello se miró con Idina que también se acercó a verlas, pero
Amatista se apartó, molesta.
- ¿Qué te ha
ocurrido en el cuello?,- le preguntó Idina -
- Nada, habrá sido
algún mosquito- repuso la muchacha deseosa de cambiar de tema. – Bueno, ¿os
venís a la discoteca o no? Yo voy a ir.
- Esto no me gusta
nada. Su comportamiento no es normal. No conviene que la dejemos sola, - les
susurró una cada vez más preocupada Kerria a sus primas para luego añadir en
voz alta. - Nosotras vamos también.
Éstas asintieron a su vez, las cuatro se arreglaron y
tomaron un taxi. Ese vehículo las llevó al club, ya eran las diez y acababan de
abrir. Pasaron sin siquiera pagar entrada pues Deborah las esperaba en la puerta.
- Me alegro de que
hayáis vuelto- sonrió - ¿Está todo mejor que ayer?
- Sí, claro-
respondió Amatista mirándola intensamente para aseverar. - Todo está bien.
- Estupendo -
respondió Debbie mirándola fijamente también según las invitaba. – Pasad, Sarah
quiere veros...
Las guio hasta los camerinos. Aquella hermosa mujer aguardaba
ataviada con un traje rojo muy ajustado. Sonreía clavando en las chicas esa
mirada fría. Debbie parecía tener su misma expresión.
- Tuvisteis mucho
éxito ayer, si os parece bien, podríais repetir la actuación. - Les propuso esa
imponente morena con mucha amabilidad. -
Las muchachas guardaron un envarado silencio, Idina hizo
ademán de disculparse por lo de la noche pasada, pero Kathy se adelantó
respondiendo a la pregunta.
- Sí, claro, ¿por
qué no? ¿Qué opináis vosotras? - inquirió al resto de las chicas. -
Las demás asintieron, Amatista intervino dirigiéndose a
Sarah.
- Tengo hambre, no
he comido nada en todo el día.
- Ve con Debbie,
ella te llevará al bar, allí te darán algo. Las demás si queréis preparaos para
la actuación.
- No tardes, Tist.
- Le pidió Idina aliviada de que su amiga tuviera ganas de tomar algo por fin.
-
Ésta asintió y siguió a Deborah que la llevó por los
corredores hasta una pequeña habitación que recordaba vagamente.
- Esta no es el
bar - objetó la joven visiblemente confusa. -
- Pero tú has
dicho que tenías hambre, ¿no es así? - Sonrió Deborah susurrándola de forma
insinuante. -Yo sé cómo saciar tu apetito, Amatista.
Y sin pronunciar más palabras la hizo sentarse en el sofá
y se puso a horcajadas sobre ella.
- ¿Qué estás
haciendo?,- le preguntó la muchacha que se sentía extraña -.
- Darte de comer-
repuso Debbie bajándose el traje y descubriendo sus pechos para invitar a su
interlocutora. - Bebe de mí. Vamos, sáciate conmigo.
Entonces Deborah se hizo una pequeña herida con las uñas
de la que manó un hilillo de sangre. Amatista quiso resistirse a ello, pero
algo le obligaba a llevarse uno de los pezones de Debbie a la boca. Sin poderlo
evitar succionó con avidez. Deborah jadeó excitada y besó el cuello de
Amatista. Ésta clavó sus dientes en el pezón de ella haciendo que un hilo de
sangre cayese por el pecho y bebió. Entre tanto, dos mujeres más habían entrado
en la sala, eran morenas y de pelo corto. Miraban a las otras dos chicas con
una expresión de deseo, sus ojos lucían ambarinos y dos colmillos las
sobresalían de sus bocas. Separándose, las muchachas se unieron a cada una de
ellas en una orgiástica celebración. Amatista accedió a los pechos de su pareja
bebiendo igual que con Deborah, entre tanto sentía un agudo pinchazo en el
cuello. Deborah experimentó la misma sensación nutriéndose de idéntica manera.
Terminada aquella especie de ceremonia Tanto Amatista como Debbie se arreglaron
y volvieron hacia el camerino.
-Ya estamos
listas. - Sonrió malévolamente Deborah. -
-Así es, y ya
solamente falta que mis amigas lo estén también. - Afirmó Amatista con idéntica
expresión. -
Habían pasado casi cuarenta y cinco minutos. Las chicas
tuvieron que salir al escenario sin Amatista.
- ¿Dónde se habrá metido?
- Dijo Kathy preocupada. -
- Tendremos que
actuar sin ella. - Terció Kerria visiblemente inquieta a su vez. – Supongo que
estará con Debbie cenando algo. Ya la buscaremos más tarde.
Aunque le sorprendió ver la aparente
buena sintonía que había entre ellas dos.
- ¡Qué remedio nos
queda! - Suspiró Idina, sacándola de esas reflexiones. -
El público estaba congregado ya, con aplausos las
instaron a comenzar. Las chicas cantaron lo mejor que pudieron para suplir la
ausencia de su compañera. No se les dio mal, aunque no fue lo mismo sin su
compañera. Pese a todo cosecharon muchos aplausos. Al término del concierto
volvieron al camerino y allí las esperaba Amatista.
- ¿Dónde te habías
metido? - La recriminó Kathy visiblemente molesta. - Hemos tenido que cantar
sin ti.
- Lo siento. Tenía
mucha hambre. - Respondió la aludida sonriendo sin parecer preocupada por su
ausencia. -Ya estoy mucho mejor.
- Me alegro-
intervino Idina tratando de calmar las cosas - espero que todo vuelva a la
normalidad.
- Sí. Esperémoslo,
- añadió Kerria deseosa de mostrarse conciliadora. - Anda, vamos a tomar algo al
bar, pero esta vez sin alcohol.
- Prometido-
sonrió Amatista añadiendo convencida, - hay cosas mejores para pasárselo bien.
Me he dado cuenta de eso.
Su contertulia sonrió aliviada, parecía que su amiga había
aprendido al fin la lección. Las cuatro fueron hasta el bar y pidieron unos
zumos. Sin embargo, Amatista no probaba el suyo. Kerria trató de limar las
asperezas que pudieran quedar.
- ¡Vamos mujer!,
tampoco hay que ser tan radical, un zumo te vendrá bien.
Su amiga asintió dándole un pequeño sorbo. Idina entre
tanto vio al muchacho de la otra noche bailando despreocupadamente y se lo dijo
a Kathy.
- Vamos a verle-
sonrió ésta. - Tengo ganas de reírme un poco, veremos que se le ocurre hoy.
- No os peleéis
¿eh?, chicas. - Sonrió Idina dirigiéndose a Kerria y Amatista como si de dos
niñas se tratasen. -
- Descuida- repuso
Amatista devolviéndole la sonrisa, aunque su mirada estaba extrañamente apagada
y fría. -
Idina no se dio cuenta de eso y siguió a Katherine que ya
se había alejado hacia el chico, llegaron ambas y le preguntaron conteniendo
las sonrisas.
- ¿Te has encontrado
muchos vampiros esta noche, Karl? - Inquirió Kathy por saludo. -
No obstante, el muchacho la miró con un extraño gesto, su
mirada parecía perdida y ya no llevaba aquella cruz al cuello.
- ¿Vampiros? ¡Qué tontería!
- pudo replicar con tono algo frío, más cuando quiso saber. - ¿Vosotras quienes
sois?
Las dos muchachas se miraron sorprendidas. Fue Idina
quién le recordó.
- Somos las chicas
de ayer ¿No nos recuerdas?, te acercaste para contarnos que esto estaba lleno
de vampiros.
- Me estaréis
confundiendo con otro- repuso secamente. - Disculpadme por favor.
Le vieron alejarse y entablar conversación con uno de los
porteros, parecía que estaba hablando de ellas puesto que ese gorila las miró
con una expresión bastante hostil alejándose después.
- Aquí está
ocurriendo algo muy raro, y no me gusta nada. - Declaró Kathy ahora con gesto
preocupado. -
- ¿Pero el qué?,-
le preguntó Idina con gesto desconcertado, para admitir con idéntica inquietud.
- Yo tengo esa misma sensación y no entiendo el por qué.
Entre tanto Amatista charlaba con Kerria en un tono muy
amable. Ésta se alegraba de que las cosas hubieran vuelto a su cauce. Deborah
se unió a ellas, parecía incluso que las relaciones entre las dos chicas habían
mejorado, eso alegró aún más a su amiga.
- Podemos ir a la
sala de dentro, hay unas personas que desean conoceros. - Propuso jovialmente
Debbie. -
- Por mí está
bien. ¿Son promotores? - inquirió Amatista con sumo interés. -
- Algo por el
estilo- respondió la morena muchacha. -
- Voy a avisar a las
chicas- les dijo Kerria - así iremos todas.
- Vente tú conmigo
y que las llame Amatista - Le pidió Deborah que al ver la cara de extrañeza de
Kerria le susurró. - Me gustaría hablar contigo un momento. Es importante.
La joven asintió, efectivamente la otra componente del
grupo se ofreció a buscar a las demás. Así, ambas chicas entraron por el
corredor, Deborah iba a buen paso.
- Espera Debbie.
¿No querías hablar de algo?
- Cuando estemos
lejos de la pista. - Le contestó Deborah. -
Kerria decidió seguirla pues tenía curiosidad, su guía se
detuvo ante una puerta y entonces se volvió hacia ella.
- Lo que tenía que
decirte es que, detrás de esta puerta tenéis la oportunidad de vuestras vidas,
Kerria. Quería venir contigo a solas, porque esta gente que nos aguarda son
personas muy influyentes y poderosas.
- ¿Son magnates
discográficos o algo así? - inquirió Kerria, con una mezcla de emoción y
nerviosismo en su voz. -
- Digamos que
pueden hacer casi cualquier cosa. - Le susurró Deborah aconsejándola. - Ante
todo debes estar tranquila y no preocuparte. Te ofrecerán unirte a su club, que
es muy selecto...
- ¿Que club?,-
preguntó la chica cada vez más intrigada. -
- Ahora lo verás.
Tú vente conmigo, - la animó jovialmente su amiga abriendo la puerta e invitándola
a pasar. -
Kerria entró en una sala más amplia que las otras que
había visitado anteriormente. Allí esperaban dos chicas morenas con el pelo
corto que la observaron con miradas inquisitivas. Estaba también el señor
Ferak, con una planta imponente y llevando una larga capa negra, su miraba
paralizaba. Deborah cerró la puerta tras ellas. Kerria estaba un poco
intimidada, pero trató de conservar la calma. En eso le habló aquel tipo.
- Me alegro de que
haya aceptado nuestra invitación. Imagino que Deborah le habrá hablado ya de
nuestra oferta.
- Sí, algo me ha
adelantado, pero no me ha dado detalles, - Sonrió Kerria que vio acercarse a
ella a las dos chicas morenas que parecían gemelas por su semejanza, mientras
preguntaba. - ¿En qué consiste exactamente?
- En el poder más
absoluto que pueda existir- repuso Ferak. -
- ¿Cómo?,- sonrió
Kerria sin comprender. -
- ¿No te gustaría
ser eternamente joven y bonita? Cantar durante innumerables años teniendo como fans
decenas de generaciones…- Le preguntó a su vez aquel tipo. -
Sin embargo, y para sorpresa de ese hombre, su
interlocutora se rio y creyó comprender de lo que se trataba.
- ¿Quieren
hacernos una grabación holográfica? ¡Eso ya está más que inventado, señor
Ferak! Pero por mí, no hay ningún inconveniente. Y seguro que a mis compañeras
también les agradará la idea.
Ese tipo también sonrió, pero su sonrisa era tan
siniestra que a Kerria se le borró la suya. Sin que casi lo hubiese advertido
aquellas dos chicas estaban junto a ella sujetándole de las muñecas con
suavidad.
-No es eso
exactamente, querida. - Dijo finalmente él, con un tinte algo siniestro. -
- ¿A qué se
refiere usted?,- preguntó tratando de soltarse con disimulo y creciente
inquietud. -
- Me refiero a la
vida eterna. - Explicó Ferak. -
- Escúcheme, si
está usted de broma lamento decirle que no tengo tiempo que perder. - Respondió
la joven tratando de marcharse.
Pero era incapaz de hacerlo, las dos chicas se aferraron
a ella con una tremenda fuerza y sonriendo lascivamente.
- Nuestra oferta
no se puede rechazar tan fácilmente. - Sonrió Ferak mostrando entonces unos
colmillos enormes en su boca. -
Kerria se quedó petrificada, además de eso, el color de
los ojos de aquel hombre había pasado del castaño al amarillo sin que lo
hubiera notado. Trató de soltarse, pero no podía, mirando de soslayo a ambas
chicas descubrió horrorizada el mismo cambio.
- Debbie, ¿qué
ocurre aquí? - gritó aterrorizada -
No quería creer que eso estuviera sucediendo.
Posiblemente era alguna clase de broma pesada. Así que miró a Debbie, que
estaba apartada a unos pocos metros, sin haber tomado parte en todo aquello.
Aunque su exnovia se limitaba a mirar como si aquello le pareciera lo más
normal del mundo Y le preguntó.
- ¿Qué clase de
broma es ésta?
- No es ninguna broma
Kerria, cariño - sonrió ella mostrando sus colmillos. -
Ahora sí que quedó petrificada por el pavor, solamente
era capaz de chillar, cada vez más aterrada.
- ¡No, soltadme!
Ferak hizo un gesto y las dos mujeres vampiro obedecieron
de mala gana. Empujando a Kerria al centro de la habitación, ésta se veía
rodeada por un grupo de seres de pesadilla. Trataba de buscar el momento más
adecuado para escapar por la puerta. Incluso iba a invocar su poder de
justiciera. Pero lo pensó mejor. Intentaría no descubrirse si no le era
absolutamente imprescindible. Finalmente, se aprovechó de un momento de
distracción de Deborah, que custodiaba la puerta, saltó sobre ella y abrió para
encontrarse de bruces con Amatista.
- ¡Tist, gracias a
Dios! - sollozó Kerria advirtiéndole a su amiga. - Aquí está pasando algo muy
extraño y terrible.
- ¿De verdad? -
sonrió aviesamente ésta empujándola con una fuerza tremenda. -
La atónita chica
se dio contra la pared opuesta y vio, paralizada por el terror, como su amiga
enseñaba esos mismos colmillos mientras sus ojos tornaban a un color ambarino.
- ¡Vamos Kerria, ma
chérie! - Le siseó casi con jovialidad - Únete a nosotros. Serás joven y
hermosa por siempre.
- No, ¿qué clase
de monstruos sois todos vosotros?,- preguntó balbuceando por el terror que la
embargaba. -
- Somos vampiros-
repuso Debbie que se unió a Amatista en su avance hacia ella. - No tengas
miedo, no te dolerá. Además, este es tu sueño hecho realidad. Las mujeres que
más has deseado poseer estamos dispuestas a gozar contigo y a darte un placer
que jamás has podido experimentar y será un goce eterno.
- ¡No, basta! - chillaba
Kerria tapándose la cara con las manos, apenas pudiendo balbucear. - Dejadme en
paz.
Reuniendo todas sus fuerzas se levantó como una centella apartando
de su camino a Amatista y a Deborah, pero fue cazada por las otras dos mujeres
que la sujetaron de ambos brazos. No podía transformarse, se sentía paralizada.
Y solamente podía contemplar con horror como las que habían sido sus amigas se
acercaron sin prisa, pero sin pausa, relamiéndose con las miradas puestas en el
cuello de su víctima...
- ¡Nooo!- Chilló
Kerria tratando de defenderse en vano. -
Ajenas a esa situación tan crítica Idina y Kathy
comentaban lo extraño que ese lugar les estaba pareciendo, la gente se
marchaba, pues desde la megafonía del local se había dicho que cerraban por
causas técnicas. Las luces en efecto habían perdido intensidad y la música
había cesado. La gente, aburrida, desfilaba rumbo a la salida. Únicamente
algunos permanecían en la pista de baile y otros seguían sentados
distraídamente en sus sillones.
- Deberíamos
irnos. - Propuso Kathy, aunque enseguida se objetó, - pero tenemos que
encontrar a Ky y a Tist.
- Pues no las veo,
- repuso Idina conjeturando. - Quizás hayan salido ya...
- No lo creo -
afirmó su prima -...Será mejor que las busquemos.
En eso un muchacho moreno y de mediana estatura se acercó
a ellas. Era atractivo, de ojos azules y también portaba una cruz, aunque más
pequeña que la que había llevado Karl. Sujetó a Idina de un brazo y susurró a
ambas chicas.
- Si no escapáis
inmediatamente estaréis en peligro.
- ¿Quién eres tú?
- Le inquirió Kathy. - Eres el segundo que nos ha dicho eso desde ayer.
- Pero el que nos
advirtió ayer, - añadió Idina - hoy no sabía de qué le estábamos hablando. Era
un tal…
- Karl. - Se
anticipó el muchacho, desvelando con resignado horror - él también ha caído en
su poder. – Guardó un leve instante de silencio para proseguir con más
dinamismo. - Me llamo Kyle, y no tenemos tiempo que perder. Voy a incendiar
este lugar maldito para acabar con todos los vampiros que se cobijan aquí.
Salid ahora que podéis hacerlo todavía.
- Pero nuestras
amigas están aquí- objetó Idina. -
- Pues si no han
salido ya y siguen dentro deben de haberse unido a ellos. - Contestó el chico
con pesar. -
- Yo no me voy a
ir sin ellas, - le advirtió Kathy con un tono lleno de resolución. -
- Ni yo- declaró
solidariamente Idina - Las buscaremos por esos pasillos. -
Señaló la salida de la pista. La mayor parte de la gente
se había ido ya, y algunos de los que quedaban comenzaban a mirarlos con
extrañas expresiones.
- Muy bien, os
acompañaré, pero daos prisa. Pues cuando no quede nadie estos monstruos
enseñarán su verdadero rostro.
- ¿Qué tonterías
son esas de que son vampiros? - Le inquirió Idina sin poder creerlo. -
- ¿No os habéis
fijado que aquí no hay espejos? ¿Por qué creéis que podrá ser?,- les preguntó
el chico con algo de sorna. -
- Yo tengo una
polvera con espejo, si eso sirve, - recordó Idina. -
- Déjamela. - Le
pidió su interlocutor arrebatándosela premiosamente de las manos. La abrió y
reflejó las caras de ambas muchachas, así como la suya para comentar. - ¿Lo
veis? funciona.
- Claro, refleja
las imágenes de la gente, - intervino Kathy con evidente sarcasmo, sentenciando
- ¡Menuda una tontería!
- ¿A sí?, ¿Te
crees que es una tontería? Pues trata de ver con ella a cualquiera de los que
están sentados - le indicó Kyle disimuladamente. -
Kathy apuntó hacia los sillones y miró, ¡el corazón casi
le da un vuelco al ver que estos se hallaban vacíos, pero había al menos cuatro
chicos y tres chicas sentados ahí!
- ¡Dios mío! - Musitó espantada y
todavía incrédula. - ¡No puedo verlos! ¡No se reflejan!
Al observar lo mismo Idina se quedó también sobrecogida y
preguntó con un susurro.
- ¿Qué vamos a
hacer?, son demasiados.
- Salid, deprisa.
Pero no mostréis temor en vuestras caras o se darán cuenta. - Les pidió
nuevamente Kyle. -
- No podemos dejar
a nuestras amigas. - Objetó no obstante Kathy que se había quedado pálida. -
- Entonces vamos,
disimulad. – Les indicó el muchacho guardándose la cruz bajo su cazadora. - No
nos conocen, creerán que somos de los suyos.
Siguiendo a Kyle caminaron despacio, sin apresurarse,
como si fuese lo más natural. Lograron que ninguno de los que allí quedaban
reparasen más en ellos. Los tres entraron por los pasillos, anduvieron sin
rumbo entre los intrincados corredores hasta que Kyle sacó una pequeña botella
con agua que se iluminó azulada, emitiendo un poderoso destello.
- Es agua bendita
- Les explicó - actúa como una brújula para detectar vampiros. Hacia allí, -
señaló un corredor a su izquierda apremiándolas -, ¡vamos!...
Llegaron ante una puerta y el muchacho estaba a punto de
abrirla para lanzar un cóctel molotov cuando escucharon un grito de horror. Las
chicas reconocieron la voz de Kerria y decidieron entrar. De una patada de
kárate Idina abrió para descubrir horrorizada a su compañera apresada por dos
de aquellos horribles seres. Y lo más terrible de todo fue ver a Amatista y a
Deborah transformadas en esos monstruos. Kerria pataleaba desesperada y al ver
a sus amigas chilló.
- ¡Por favor,
vosotras también no!...
Kyle, sin dar tiempo a reaccionar a aquellos seres que
los miraban sorprendidos, destapó el frasquito de agua bendita y esparció su
contenido sobre las dos mujeres que sujetaban a Kerria, el efecto fue
inmediato, ambas ardieron entre terribles chillidos. De ser hermosas pasaron a
una fealdad grotesca en tanto se consumían. La horrorizada Kerria se vio libre
y corrió hacia la puerta. Ni Amatista, ni Deborah salieron en su persecución al
temer los efectos del agua.
- ¡Vamos, salgamos
de aquí! - les pidió el chico. -
- ¿Y Amatista y
Debbie?,- preguntó Idina mientras corrían hacia la salida. -
- ¡Es tarde, son
parte de ellos! - respondió Kerria entre sollozos. -
Pero la discoteca estaba ya cerrada, al verlos retornar a
la carrera, los que quedaban dentro clavó en ellos sus miradas. Kerria, Idina,
Kathy y Kyle se detuvieron. No sabían que hacer. Para su horror escucharon la
voz de Ferak que salía junto con Amatista y Deborah. Y aquel individuo, a la
manera de un maestro de ceremonias, declaró con tono gutural que casi parecía
animal.
-Este es el
principio.
-Este, es el
principio. - Repitieron al unísono todos los presentes, incluidas Debbie y
Amatista. -
El tono entre grave y seseante de algunos, y la frialdad
con la que pronunciaban esas palabras, dejó helados a los cuatro.
- ¡Oh, Dios mío! -
Musitó Idina. -
Sobre todo, cuando miraba a Amatista y a Deborah y le
parecía que ya no eran las muchachas que conocía.
-Tenemos que
prepararnos. - Les indicó Kyle con un susurro. - Buscad una pared, algo para
que no puedan atacarnos por la espalda y estad listas...
Así lo hicieron, tratando de protegerse mutuamente, y
echándose atrás ante el avance de todos aquellos jóvenes que ahora iban
confluyendo hacia su posición.
- ¡Ataque
progresivo! - Gritó ese tipo señalando al cuarteto con un dedo acusador. –
Todos los chicos y chicas de la pista de baile, en apenas
una décima de segundo, mutaron su apariencia de personas normales en la de esos
terribles seres.
- ¡No nos queda más remedio que
transformarnos! - Gritó Kathy a sus primas. -
Idina y Kerria asintieron, las tres dieron sus gritos
respectivos y tras una zarabanda de luces que desconcertó a los vampiros aparecieron
como Justicieras, Kyle estaba atónito.
- ¿Vosotras sois
las Justicieras? - Pudo preguntar sin dar aún crédito a lo que veía. -
- Es evidente ¿no?
- Le respondió Kathy secamente para sentenciar.
- Luego hablaremos de eso, ahora nos estamos jugando cosas más
importantes que nuestras identidades.
El chico convino en ello. De modo que las tres chicas y
su aliado avanzaron algo más confiados y se pusieron espalda contra espalda, dispuestos
a rechazar los ataques del enemigo. Sin embargo, estos no atacaron. Ferak
levantó una mano y ninguno se movió. Fue la propia Amatista la única que se
acercó hacia ellos, ahora con su aspecto normal.
- Chicas, sigo
siendo yo. – Aseguró sonriendo de una forma aparentemente inocente. - Esto no
es tan terrible como puede parecer, aquí somos razonables. No queremos haceros
daño, todo lo contrario.
- No hagáis caso. -
Susurró Kyle a Kathy ignorando aquel intento de persuasión –
-Está claro que no
es ella. - Convino Kerria. -
-Pero ¿qué podemos
hacer? - Quiso saber la angustiada Idina. -
- Directamente nada. Son por lo menos veinte,
y cada uno tiene fuerza sobrehumana y una enorme rapidez. - Les explicó Kyle,
agregando, eso sí, con un tinte más esperanzado. -Pero si creáis una maniobra
de distracción podremos salir de aquí y buscar refugio...tenemos que ganar
tiempo.
A todo eso, Amatista permanecía
quieta casi como una estatua a unos pocos metros de distancia. Fue Debbie la
que se le unió, declarando con tono conciliador, en tanto avanzaba hacia ellas
luciendo también su apariencia normal.
- Vamos chicas.
Tist tiene razón. Será mejor si no os resistís...
- Debbie, Amatista
- Las llamó Idina, tratando de alentarlas. - Debéis luchar contra eso. Podréis
volver a ser humanas.
- ¿Y quién quiere
ser humana? - Le contestó su antigua compañera de grupo ahora con un despectivo
tono. - ¡Ser débil y mortal, que estupidez! Nosotras no envejeceremos nunca.
- Estamos
perdiendo el tiempo con esos seres inferiores. - Siseó ahora Debbie, mostrando
sus colmillos. -
Idina le cuchicheó algo a Kyle que
asintió. Fue Katherine quien quiso ganar algo de tiempo, preguntando.
- ¿Os dolió mucho?
Quiero decir, cuando os mordieron.
Daba la impresión de que el cambio
de humor de Deborah iba a persuadir a Ferak de ordenar un ataque, aunque al
escuchar esa cuestión, Amatista levantó a su vez una mano y nadie se movió. Fue
la francesa quien, sonriendo amablemente a su otrora compañera, le aseguró.
-Al principio es
como un pinchazo, imagina que te ponen una inyección. Pero luego es muy
placentero Kathy. Te lo digo yo, alcanzas incluso varios orgasmos. - Declaró
con un tono meloso e incitador. -
-En ese caso,
puede que me lo piense. - Dijo la Dama del Trueno, agregando con tintes que
parecían hasta libidinosos para solicitar. – Pero muérdeme tú. No me fiaría de
nadie más.
-Claro Kat. -
Convino una afable Amatista aproximándose más y añadiendo complacida. – Me
alegro de que seas razonable.
Desde arriba en su atalaya, Ferak
observaba, cuando la voz de una mujer que sonaba asimismo gutural, le indicó.
-Haz lo que
quieras con todos menos con esa…
Ese tipo asintió, por su parte,
Amatista avanzó, en tanto que era Keria la que le pedía a Deborah.
-Si tenemos que
convertirnos como vosotros, yo quisiera que fueses tú la que me mordiera,
Debbie. Así estaremos juntas. Pero que ninguno de esos se acerque.
-Será un placer,
Ky. No temas. Nadie te hará ningún daño. - Afirmó ésta, aproximándose también.
-
Tanto Idina como Kyle estaban
callados, parapetados tras sus compañeras. Y justo cuando Amatista y Debbie
estaban apenas a un metro, Kyle gritó.
- ¡Vamos, ahora!!
A su señal Idina materializó su arco disparando flechas
que incendiaron la pista. Los vampiros se dispersaron temerosos del fuego.
Kerria apartó a Amatista y a Debbie con una lluvia de cristales helados que las
dejaron parcialmente congeladas, en tanto que Kathy lanzaba rayos de energía
contra los restantes de aquellos seres. Aprovechando la confusión, corrieron
dentro de la discoteca.
- Tenemos que buscar
otra salida o esperar al amanecer, entonces estarán indefensos - Les informó
Kyle. -
En su carrera entraron en una habitación que contenía
numerosos ataúdes. El chico sonrió.
- Es una suerte. Hemos encontrado su
refugio. Si destruimos esto no podrán descansar durante el día. -
Sin perder ni un segundo, sacó una pequeña
lata de parafina de su abrigo con la que los roció después la Dama del Fuego
lanzó una flecha y todos los ataúdes ardieron.
- Salgamos de
aquí, - repuso la Dama del Hielo que, afortunadamente, ya estaba recuperada del
shock que había padecido estando en poder de los vampiros. -
Siguieron buscando una salida, pero convergieron a otra
sala muy amplia, al entrar en ella y querer volverse el grupo descubrió que
Amatista y Deborah junto a tres vampiros más, les cortaban el paso. Esta vez no
quisieron convencerlas de palabra, sino que les atacaron con furia. Eran rapidísimos,
tiraron al suelo a la Dama del Fuego y Amatista la levantó en vilo mirándola a
los ojos.
- ¡No, no la
mires! - le gritó Kyle. -
Pero ya era demasiado tarde, Idina parecía hipnotizada
por aquellas pupilas amarillas. Amatista se aproximó a su cuello para morderla.
Estaba a punto de hacerlo, aunque de pronto se detuvo en seco, como si hubiera
escuchado una orden inaudible para el resto. Su presa aprovechó ese momento y
reaccionó, sacando un papel que colocó en la frente de su amiga. Ésta aulló de
dolor y desprendió un humo blanquecino.
- ¡Espíritu impuro
aléjate de ella! - Invocó Idina en tanto Amatista caía al suelo presa de
violentos espasmos. -
Entre tanto Kerria bombardeaba a los otros tres vampiros
con sus ataques congelantes. Había logrado detenerlos momentáneamente lo que
aprovechó Kathy para enroscarle el látigo a Deborah que luchaba con una
terrible fuerza.
- ¡Idina, ponle
otro! - Gritó Kyle señalando a Debbie que, pese al agarre de la Dama del
Trueno, estaba a punto de soltarse. -
La Dama del Fuego fue rápida y repitió la operación con
el mismo resultado. Kyle se acercó a las dos chicas vampirizadas y derramó
sobre sus bocas y las heridas de sus cuellos un poco de agua bendita. Los
aullidos de ambas se hicieron insoportables y por fin, cayeron desmayadas.
- Quizás hay
esperanzas para ellas - declaró el muchacho. - Como sospechaba sus
transformaciones aun no son completas, como les pasa a los vampiros que arden
al contacto con el agua bendita.
- ¡Tenemos que
salvarlas como sea! - Repuso Idina añadiendo esperanzada. – Todavía podemos
lograrlo. Entre el agua y mis rituales estarán quietas por ahora.
- Pero si viene su
vampiro jefe las volverá a dominar- añadió su interlocutor. - ¡Tenemos que
destruirlo!
Los otros tres vampiros se habían apartado evitando el
agua y no se libraron del ataque de la Dama del Hielo que atravesó a uno con su
espada haciéndole estallar. Los otros dos se precipitaban hacia ella, pero
fueron liquidados con sendas estacas que Kyle había disparado con una ballesta
portátil.
- Vamos, - indicó
el chico. - Cerremos las puertas, tenemos que bloquearlas con todo cuanto
podamos. Nos haremos fuertes aquí hasta que amanezca.
Las chicas se apresuraron a ayudarle, atrancaron las
puertas moviendo los muebles que encontraron a mano. Después pudieron dedicar
su atención a Amatista y Debbie que se removían inquietas presas de una alta
fiebre.
- ¿Qué podemos
hacer por ellas? - Preguntó Kathy preocupadísima y muy asustada. -
- Por el momento
sólo tratar de mantenerlas en el lado de los humanos, - repuso Kyle que sacó de
sus bolsillos unas pequeñas ristras de ajos para pedirles a las chicas. - Ponedles
esto al cuello.
Kerria y Kathy colgaron las ristras a sus amigas. Amatista
entonces despertó, respiraba trabajosamente y sólo balbuceaba.
- ¡Quitadme esto,
me vais a matar!
- Es por tu propio
bien- Le dijo Idina sujetándola de una mano para impedir que se lo quitara
ella. -
- ¡No puedo
respirar! - gemía su amiga con desesperación, clavando en ella una mirada de
temor con sus ojos ahora de su habitual color violeta. - ¡Os lo suplico!
Idina dudaba, le preocupaba el estado de su pobre
compañera. Movida por la conmiseración estaba a punto de liberar a su amiga de aquella
terrible carga para ella, pero Kyle se lo impidió sujetándola de un brazo.
- ¡No, es un truco!,
eso la mantendrá de nuestro lado, el ajo les repele, es como una especie de
alergia. Para combatirla sus rasgos vampíricos se atenuarán, no debes
quitárselo.
Y no lo hizo, pese a ver como su compañera sollozaba y
suplicaba.
-Pobrecilla. –
Podía musitar Idina entre lágrimas. –
-No debes dejarte
engañar por eso, está intentando jugar con tus emociones. - La previno Kyle. -
-Es verdad. -
Suspiró una resignada Kathy. – Por más que nos pese, tenemos que ignorar sus
ruegos.
Kerria asintió, enjugándose algunas lágrimas. Y es que aquello
hacía sufrir a sus amigas, pero sabían que era lo correcto. Tras un rato Amatista
dejó de luchar, parecía haber recobrado el dominio de sí misma y se incorporó
lentamente. Las chicas la apoyaron sobre una pared, parecía respirar mejor
ahora...
- Chicas, - pudo
decir con la voz entrecortada y una mirada cargada de angustia. - No dejéis que
me dominen, ¡por favor!
- Tist. ¿Estás
bien? - Intervino Kerria corriendo junto a ella para exclamar visiblemente
emocionada. - ¡Cuanto me alegro de que por fin seas tú!
Kathy se dio cuenta de que Deborah también se había despertado.
Al igual que la otra muchacha trataba de quitarse el collar de ajos, pero Kyle
se lo impedía...
- Estamos
intentando luchar, - musitó Amatista temblando, abrazándose a sí misma presa de
grandes escalofríos mientras explicaba a duras penas. - Pero esto es mucho más
fuerte que nosotras. Se nos ha metido en la sangre y trata de poseernos.
- Tienes que ser
fuerte- Le pidió Kerria a punto de llorar. - Piensa en tus padres, en mi
hermano, tienes que volver a ser la de antes para salir con él.
La interpelada sonrió apretando la mano de su amiga como
si quisiera obtener las fuerzas que le faltaban.
- Si caigo definitivamente
en su poder- dijo trabajosamente casi a modo de última voluntad - por favor,
acaba conmigo. Prefiero morir a ser uno de ellos. Y diles a mis padres que los
quiero…y a Leval también…
- ¡No, no vas a
morir, ni caerás en sus garras, te lo prometo, yo lo impediré, te lo prometo! -
Sollozaba su interlocutora. -
- Kerria-
intervino Deborah con la voz muy débil- tienes que acabar con ellos. ¡Oh!, Dios
mío. - Jadeaba estremeciéndose en todo su cuerpo mientras chillaba - ¡Necesito
beber sangre, la mía me hierve, es insoportable!
- Yo también, me
lo pide el cuerpo para seguir viva, o al menos poder continuar existiendo de
algún modo. - Añadió Amatista de igual manera. -
- No, eso es
precisamente lo que no debéis hacer - Les rebatió el muchacho que agregó
manteniendo el aplomo. – Estáis experimentando algo similar al síndrome de
abstinencia. Solo que mucho peor. Si bebierais más sangre os transformaríais
irreversiblemente en vampiros. -
Entonces abrió una mochila que llevaba y se hizo con unos
rollos de cinta aislante y unas cuerdas. Ató a las dos chicas contra una barra
de metal próxima. Después sacó varios frascos con líquidos de colores diversos,
vertió parte de cada uno en un vaso y lo removió en tanto les contaba.
-Voy a daros un
preparado en forma de poción que os ayudará a superar los efectos de la hemo
dependencia. Lo vais a pasar muy mal al beberla, pero es vuestra única
posibilidad.
Y mirando a Kathy, Kerria e Idina, les hizo un gesto para
que sujetaran a sus compañeras.
- ¡No, no quiero! -
Siseó Debbie que recayó repentinamente volviendo sus ojos de color amarillo -
Eso es un veneno, no lo tomaré, ¡quieres matarme, maldito!
- No, no es verdad.
Solamente quiere ayudarte. - Le rebatió Idina sujetándola trabajosamente,
auxiliada por Kerria. -
De la boca de Deborah sobresalían nuevamente los colmillos,
pero el chico no se dejó amedrentar por eso y empuñando el vaso hizo señas a
Kathy de que la sujetase también. Ésta se unió a sus primas.
- Esta chica está
peor - declaró él. - Tiene su estado de transformación más avanzado, casi lo ha
completado. ¡Si queremos salvarla no hay tiempo que perder!
A la fuerza y entre tres lograron hacerla beber, Deborah
tosió y jadeó tratando de encontrar aire, parecía que fuese a vomitar, pero
Kyle le tapó la boca para impedírselo. Tras mover la cabeza, dar la impresión
de atragantarse y agitarse como una posesa, lentamente se fue calmando. Poco a
poco su estado fue mejorando. Abrió sus ojos con el color azul normal en ellos,
sus colmillos habían desaparecido.
- Dame algo a mí
también, ¡por favor! - Le suplicó Amatista. -
- Toma, bébetelo,
- le pidió Kerria sosteniendo a su amiga de la cabeza con suavidad y llevándole
a la boca el vaso. – Vamos…
Ésta apuró el
resto de la poción y tras amagar también con un intento de vómito que también
fue evitado por el muchacho, cayó sin sentido.
- ¡Tist! ¿Qué te
ocurre? - Le chilló Kerria asustada. -
- Déjala, se ha
dormido. - Le explicó Kyle. - Es mejor así, su cuerpo tiene que librar una
durísima batalla interna contra esa enfermedad que lo carcome y precisará de
todas sus energías para vencer.
- ¡Tenemos que
matar enseguida a ese vampiro jefe! - arengó Idina - para que nuestras amigas
puedan volver a la normalidad.
- Sí, acabemos con
ese tal Ferak…- añadió Kathy enarbolando un puño. -
- No- gimió
Deborah invadida por el sopor - ...él no...
- ¿Qué? - inquirió
Kerria acercándose a ella. -
- Que él...estoy
muy cansada, - pudo decir la muchacha deslizándose hacia la cálida oscuridad
del sueño. -
- No sé qué
querría decirnos, - comentó Kerria. - No he logrado escucharla.
- ¡Vamos a
terminar con esos malditos! - Exclamó Katherine - ¡Van a pagar por lo que les
han hecho a las chicas!
- Tened mucho
cuidado - les pidió Kyle - queda poco para el amanecer. Cada segundo de tiempo
que pasa nos favorece. Será mejor aguardar, cuando salga el sol serán
vulnerables.
-Parece que sabes
mucho sobre estos seres. - Le dijo Kathy. -
-Sí. - Le comentó
el muchacho con tono más serio añadiendo con cierto toque de amargura. - Tuve
que aprender deprisa.
La joven se aproximó a él con semblante curioso en tanto
Idina y Kerria se ocupaban de velar a Debbie y Amatista.
- ¿Estás bien? -
Le preguntó Katherine al chico. -
-He recordado
cosas que no me son nada agradables. - Suspiró él confesando a la muchacha. -
Mis padres y yo fuimos atacados por vampiros. Vivíamos en una granja. Yo apenas
era un niño. Tendría cinco o seis años. Pero no puedo olvidar esas horribles
caras, esos ojos y esos colmillos. Cada vez que cierro los ojos los veo.
- ¿Pero pudisteis
escapar? ¿Verdad? - Le comentó la muchacha observándole con simpatía y algo de lástima.
-
-Un hombre nos salvó.
- Replicó él, recordando. - Se llamaba Anthony. Al menos a mí me protegió. Me
dejó al cuidado de unos amigos suyos y trató de ayudar a mis padres.
Y como el muchacho guardó silencio, Kathy, llena de
curiosidad y sin reflexionar mucho, le inquirió.
- ¿Y lo logró?...
-Desgraciadamente no.
- Pudo responder él con gesto sombrío. - Mis padres murieron. Al menos evitó
que se convirtieran en esos monstruos. Luego, el propio Anthony perdió la vida
luchando contra ellos. Eso me lo contaron años después las personas que me
criaron. ¡Por eso, tengo muchas cuentas que saldar con estos malditos chupasangres!
¡He consagrado mi vida entera a acabar con todos cuantos pueda! - Remachó
apretando los dientes con expresión de rabia. -
Katherine apoyó una mano sobre el hombro derecho de su
interlocutor. En un claro gesto de simpatía. La chica entonces le prometió.
-Nosotras también,
te lo aseguro. Desde ahora cuenta con las Justicieras…entre todos les haremos…
Sin embargo, no había terminado la frase cuando la puerta
recibió un golpe desde el exterior, pese a los refuerzos que la parapetaban
comenzó a abrirse.
- ¡Ya vienen! - Anunció
la Dama del Fuego apuntando con su arco. -
- Les daremos nada
más entrar- repuso la Dama del Hielo. -
Todos aguardaban con el pulso acelerado, la puerta cedía
cada vez más hasta reventar sus goznes y hacer saltar las sillas y tablones que
habían interpuesto para asegurarla. Finalmente se vino abajo y un grupo de
siete vampiros entró a la carrera, aullando hacia ellas. Idina disparó sobre
dos de ellos que ardieron en el acto. Kathy mantuvo a otros dos a raya con su
látigo y Kerria luchó contra otro con la espada. Kyle, por su parte atacó con
ajos para alejar a los restantes de las chicas.
- ¡Vais a morir! -
aullaban los vampiros con los rostros desencajados. -
- Seguro que mucho
después que vosotros, chupasangres asquerosos. – Contestó la Dama del Hielo con
tono desafiante, cortando a uno con un mandoble. -
Empero,
la herida que le produjo al vampiro se cerró en pocos segundos,
lo que dejó a su enemiga sorprendida, el no muerto aprovechó para derribarla al
suelo tratando de morderla. Buscaba su cuello con la misma insistencia que
Kerria se lo negaba.
- ¡Déjala maldito!
- Le gritó Kyle clavándole una estaca que atravesó su espalda. -
El vampiro aulló de dolor y su cuerpo comenzó a
descomponerse con rapidez. Kerria, asqueada, se lo quitó como pudo de encima
viendo cómo se disolvía en unos segundos.
- ¡Vamos, tenemos
que eliminar a los demás! - Le arengó el muchacho sacándola de su
ensimismamiento. -
Idina había consumido a tres vampiros con sus flechas y
ayudó a Kathy que se las arreglaba para luchar contra los otros. Sus compañeros
se unieron a ellas logrando terminar con esos seres. Agotados y tratando de
recobrar las fuerzas, se aprestaron en cerrar nuevamente lo que quedaba de la
puerta, colocar cuantos enseres y muebles pudieron para taparla y se sentaron a
descansar.
- No podemos
dormirnos- Les advirtió Kyle - aún quedan vampiros.
- Y tenemos que
cazar al vampiro jefe. - Recordó Idina suspirando agotada. -
- Sí, ¡a ese
maldito Ferak! - Añadió Kerria declarando con patente tono de ira - es el
responsable de todo esto.
- ¿Preguntabais
por mí? - se escuchó la voz del aludido que retumbó por toda la sala. -
Todos se levantaron
poniéndose en guardia. Dirigiendo sus miradas hacia el techo localizaron al
vampiro. Estaba colgado de él y reía macabramente mostrando sus colmillos.
- Venga, venid por
mí...si os atrevéis - Les retó bajando al suelo. -
Idina le atacó con varias flechas que él esquivó con
enorme rapidez. La Dama del Trueno le lanzó el látigo, pero Ferak lo agarró al
vuelo tirando de él.
- ¡Cuidado Kathy!
- gritó Kerria -.
Aunque la chica no pudo hacer nada, Ferak la apresó
enroscándola con su propia arma. Sonriendo divertido el vampiro se dispuso a
clavarle sus colmillos en el cuello. Kyle se lanzó contra él siendo apartado de
un manotazo contra la pared.
- ¿Qué hacemos? -
preguntó Kerria sin atreverse a lanzar sus cristales helados por miedo a herir
a su compañera. -
- Déjamelo a mí -
repuso Idina que tiró contra él un papel de conjuro anti-espíritus. -
- ¡Eso no te
servirá de nada conmigo! - rio Ferak -
Pero se equivocaba porque al intentar morder a Kathy, el
papel arrojado por la Dama del Fuego que se había quedado unido a ella emitió
una energía de rechazo. En ese intervalo de décimas de segundo, la Dama del
Trueno pudo agacharse para que Kerria atacase. La andanada de cristales apartó
a Ferak, clavándose en él y produciéndole heridas que manaron sangre por todo
su cuerpo. Kathy fue librada de su látigo por sus compañeras, pero entre tanto
el vampiro se había regenerado completamente.
- Vuestro poder es
insignificante comparado con el mío - Se burló él. - Seréis todas mías…-
sentenció dirigiendo su mirada a Amatista y Debbie que dormían tranquilamente,
produciendo que ambas comenzasen a agitarse en sueños. -...
Amatista estaba en la guardería, el primer día de internado,
sus padres la despedían detrás de la verja.
- ¡Papá, mamá, no
quiero quedarme!,- les rogaba haciendo pucheros - quiero ir a casa con
vosotros.
- Mi niña, tienes
que quedarte aquí para que puedas aprender muchas cosas. - Le decía su madre
con una sonrisa. -
- Tienes que ser
una chica valiente - La animaba su padre sonriente también. -
Sin embargo, ella notaba mucho frío, alguien se acercaba
hacia donde estaba y sus padres precisamente señalaban a su espalda.
- Hala hija ve con
tu señorita. - Le indicó su madre. -
Pero cuando la chica se giró sólo vio el rostro
desencajado de Ferak que amenazaba con clavarle sus colmillos mirándola fijamente
con sus pupilas ambarinas. Amatista comenzó a gritar pidiendo socorro.
- ¡Ayudadme, papá,
mamá, por favor! - Suplicaba agarrándose a la verja con todas sus fuerzas. -
- No seas traviesa,
hija- respondía Diamante que no parecía darse cuenta de nada de lo que sucedía
puesto que añadía con tono entre suave y conciliador. - Papá vendrá a buscarte
luego y nos tomaremos un helado...te lo prometo.
- ¡Quiero salir de
aquí, auxilio, no quiero convertirme en uno de ellos!,- gritaba y chillaba
desesperadamente en tanto que el vampiro avanzaba hacia ella. -
- Adiós cielo- se
despedía Esmeralda con la mano -...
- ¡No, no me
dejéis sola, por favor!,- chillaba Amatista convertida ahora en adulta y
dándose cuenta de que ya no se sujetaba a la verja de su guardería sino a la
valla oxidada de un cementerio. -
El vampiro reía histéricamente alargando sus brazos
rematados en unas largas uñas para sujetarla. Amatista trataba de salir, pero
esa valla no cedía. Entonces, una voz dentro de su cabeza le dijo.
-Tienes que
luchar, piensa en mí...en lo que vendrá…y pon todo tu corazón en ello.
- No puedo hacer
nada contra él, es muy poderoso. - Objetaba llena de desesperación. -
- Tú lo eres mucho
más… ¡recházale! - le ordenaba aquella extraña y suave voz cuyo sexo no podía
precisar pero que, por alguna extraña razón, la llenaba de paz y de confianza.
-
Amatista se giró reuniendo todo su valor y enfrentó la
mirada del vampiro con todas sus fuerzas.
- ¡Aléjate de mí!,
no quiero nada con los seres de tu especie, - gritó y una potente luz blanca
emergió de ella rechazando la imagen de Ferak que se disipó entre una bruma. La
visión del cementerio desapareció también y abrió los ojos.
- ¡Esta vez no! -
exclamó recobrando sus fuerzas al ver como el vampiro estaba luchando contra
sus amigas - ¡No lo permitiré…- y levantándose como pudo Amatista gritó -
¡Corazón puro del Viento dame el poder!
Transformándose en Justiciera lanzó contra Ferak su bumerán.
Pero el vampiro lo apartó de un manotazo.
- Será mejor que
no te resistas, - sonrió el vampiro clavando sus ojos en Amatista. - Tu cuerpo
ya tiene el ansia por la sangre. No lo podrás evitar.
- Ya lo veremos. -
Replicó audazmente ella poniéndose en guardia, al tiempo que recuperaba su
arma. -
- ¡Vamos!,
ataquémosle todas juntas - propuso Idina apuntándole con su arco. -
- Bien, todas a
por él - secundó Kathy -…primero yo - se ofreció lanzando sus rayos de energía
contra el vampiro. -
Su enemigo los esquivó, pero no pudo evitar la andanada
de cristales de Kerria que sirvieron para desequilibrarle, Idina le remató con
un par de flechas de fuego haciéndole arder.
- ¡Malditas! -
aullaba Ferak revolcándose en el suelo para apagarse el fuego que le envolvía.
-
- ¡Es mi turno! - Exclamó
Kyle clavándole una estaca en el pecho al vampiro en cuanto éste había logrado extinguir
las llamas. -
Ferak chilló frenéticamente, pero la estaca se había
clavado profundamente en él. Amatista lo remató definitivamente lanzando su búmeran
de nuevo, éste ahora le cortó limpiamente la cabeza. Aunque incluso tras
habérsela cortado pudo todavía musitar.
-Amadís…
- ¡Por fin! - Exclamó
eufóricamente el chico. - ¡Lo hemos conseguido!...
Idina miró para otro lado, no soportaba semejante
espectáculo, aunque el decapitado cuerpo pronto se redujo a cenizas. Lo mismo
hizo Kerria apartando la vista de aquella dantesca imagen. Por su parte Kathy
fue al encuentro de Amatista que apenas podía tenerse en pie.
- ¿Estás mejor? -
le preguntó ayudándola a sostenerse. -
- Estoy muy
cansada- respondió la joven con la voz muy débil. - Sólo quiero dormir un poco.
- Gracias al cielo
que se acabó. Hemos terminado con el vampiro jefe…- declaró Kerria aliviada. -
No obstante, como si de una respuesta a esa afirmación se
tratase, una súbita ráfaga de viento helado atravesó la sala derribando lo que
quedaba de la puerta y los obstáculos que habían dispuesto. Tras ella entró levitando
una figura envuelta en una larga capa de seda negra y luciendo un vestido del
mismo color. Sonreía y las miró a todas con una expresión maliciosa y de
infinita superioridad.
- ¿De veras lo
crees?,- dijo aquella mujer que no era otra sino. -
- ¡Sarah! -
Exclamó Kathy. -
- Sí, soy yo…-
asintió la vampira avanzando tranquilamente hacia las chicas. -
Como si hubiera sido movida por un resorte Deborah se
había despertado justo cuando Sarah entró en la habitación. Pudo musitar en el
momento de verla.
- Es ella, la vampira
jefa...es ella…es la reina…
Todos se quedaron paralizados por el terror. Sarah rio
macabramente al tiempo que sus ojos brillaron anaranjados convocando con una
voz templada y maliciosa.
- Y ahora, venid a
mí, os lo ordeno.
Kathy estaba mirando a la vampira, aterrada. No pudo
reaccionar cuando Amatista la sujetó del cuello levantándola en vilo. Su
compañera había vuelto a cambiar, sus ojos eran amarillos y volvía a tener los
dos colmillos, lo mismo le ocurría a Deborah que se acercó a su jefa. La Dama
del Viento, dejando caer al suelo a Kathy, hizo lo propio. Las dos se
arrodillaron frente a Sarah que se había posado suavemente en el suelo y cada
una le besó una mano ante la impotencia y el horror de las chicas y de Kyle.
- Ahora hijas
mías, beberéis mi propia sangre para completar el cambio - Declaró Sarah,
mirándolas con orgullo, efectivamente como si de su propia madre se tratara. -
- ¡No, jamás lo permitiremos!
- chilló Kerria empuñando su espada. - Cúbreme Idina. - Le pidió a su compañera
que apuntó con arco a la vampira. -
La Dama del Hielo se lanzó al ataque, pero tanto Deborah
como Amatista se levantaron interponiéndose. No sabiendo que hacer se detuvo en
tanto que sus dos amigas avanzaban hacia ella extendiendo los brazos, como si
quisieran estrecharla en ellos.
- Es gracioso -
repuso Sarah - tú también me atacas con una espada, la última vez que me
ocurrió algo así fue hace veinte años. Entonces luché contra dos guerreras
mucho más expertas y poderosas que vosotras y tampoco lograron vencerme ¡ja,
ja, ja!
Kerria se quedó perpleja, recordaba ahora, siendo ella
muy pequeña, la visita de dos amigas de sus padres. Era ya muy tarde y su madre
la mandó a la cama. Pero tenía mucha curiosidad y tras hacer pis se acercó a
escuchar de lo que hablaban. Entonces oyó como las dos contaban a sus padres
una batalla contra seres sobrenaturales. A la entonces niña le entró tanto
miedo que soltó el osito de peluche que llevaba y los adultos la descubrieron
allí. Recordó que la tranquilizaron diciéndole que todo eso era cosa de
Halloween. Su propio padre la llevó a dormir en brazos y la arropó. A pesar de
eso se metió bajo las sábanas de su cama y apenas pudo dormir por las
pesadillas.
- ¡Eras tú! -
musitó saliendo de sus pensamientos. - Siendo niña recuerdo que oí hablar de
ti…
- ¿Acaso eres la
hija de alguna de esas guerreras? - le inquirió Sarah, divertida. - Parece que
fue ayer cuando luché contra ellas, veinte años no son nada para mí, ¡ja, ja!
- No, no soy hija
de ninguna, pero las conozco. - Admitió Kerria. -
- Vamos Ky, únete
a nosotras, - le pidió Amatista situándose junto a ella asegurando con una
media sonrisa que apenas ocultaba sus colmillos. - Seremos felices por siempre
junto a Sarah. Y yo seré tuya.
- No, de eso nada-
contestó su interlocutora, que se sentía clavada en el suelo, casi sin poder
moverse. Pese a todo agregó con determinación. – Sois vosotras las que debéis
liberaros, estáis dominadas por ella, despertaos...
- ¡Apártate de ahí,
Kerria! - le advirtió la Dama del Trueno que lanzó su látigo contra Debbie para
evitar que la capturase. -
La Dama del Hielo reaccionó entonces y saltó hacia atrás
se unió a sus compañeras.
- Gracias Kathy-
repuso aliviada. -
- ¡Tenemos que
acabar con ellas!,- exclamó Kyle. - Atrás demonios - añadió empuñando un gran
crucifijo de plata que hizo retroceder a ambas. -
- Eso no te
servirá contra mí- espetó Sarah. – Tú no tienes fe suficiente.
- Pero esto puede
que sí…- respondió Idina apuntando con su arco al techo y disparando varias
saetas. -
La bóveda del techo fue atravesada en varios puntos y
unos delgados rayos de luz penetraron en la sala, el rostro de Sarah cambió por
completo y de la confianza en su superioridad, pasó a contraerse por el terror
y la sorpresa.
- Ya ha amanecido,
estamos salvados - Afirmó el muchacho acercándose con su cruz hacia Amatista y
Debbie que perdían terreno. - Idina, - Le pidió con premura. - ¿Puedes hacer
más grandes los agujeros?
- Sí, claro-
confirmó ésta disparando más flechas. -
Entre Kathy y Kerria con ráfagas de rayos de energía la
ayudaron a destrozar el techo. La horrorizada Sarah huyó de la sala dejando
atrás a sus dos pupilas. Tanto Amatista como Deborah cayeron desmayadas.
- Sigámosla. Hay
que evitar que encuentre refugio. – Les indicó Kyle asegurando. - Vuestras
amigas estarán a salvo aquí.
Obedeciendo sus instrucciones todos corrieron tras Sarah
que se había metido por los pasillos. Allí no llegaba la luz del sol. El chico
precedía la marcha exhibiendo el crucifijo en alto pero la mano de la vampira surgió
entre las sombras aferrándole del cuello.
- ¡Ahora serás
mío, pobre estúpido!
- ¡Aléjate monstruo!
- gritó él mostrándole la cruz. -
Sin embargo, Sarah rio, ignorándole por completo.
-Pobre
infeliz. Ya te lo he dicho. Tú no tienes
fe suficiente para hacerme daño. ¡Ja, ja, ja! - Declaró confiadamente
arrebatándole la cruz con un golpe para remachar con regocijo. - ¡Ahora
prepárate! – Exclamó con sádico placer abriendo su boca y dejando aflorar sus
colmillos. -
- ¡Déjale en paz!
- Gritó Idina que se enfrentó a la vampira.
Sorprendida, Sarah la miró soltando a Kyle y
retrocediendo aterrada. Esa chica sostenía la cruz en sus manos, era pura y
tenía fe. Y además… era…
-Sí, es ella. -
Balbució la vampira. -
Y
cegada por un súbito resplandor y golpeada por una fuerza invisible no tuvo
otro remedio que huir a través de una habitación que las chicas no habían visto
anteriormente. La puerta de ésta se cerró tras ella.
- Aquí debe de estar
su guarida - supuso el muchacho dejándose caer aliviado al suelo -, gracias
Idina. - Añadió dirigiéndose a ésta que le seguía en primer lugar. -
- No hay de qué.
¿Qué haremos ahora para entrar? - Inquirió la muchacha. -
- Derribemos la
puerta - propuso Kathy - será fácil con un par de patadas.
- Vale, me ofrezco
voluntaria. - Intervino Kerria lanzándole un rayo a la puerta que estalló en
tanto la muchacha les indicaba a sus amigas. - ¡Adentro chicas!
Todos entraron en guardia, las justicieras con sus armas
prestas para atacar, pero su sorpresa fue mayúscula al descubrir que la
estancia estaba vacía.
- No ha podido
salir de aquí- afirmó Kathy incrédula. -
- Por supuesto que
no- convino Kyle conjeturando de inmediato - debe de existir una puerta secreta
en alguna parte.
- Pues tenemos que
buscar - les dijo Kerria tanteando la pared. -
Las chicas y Kyle buscaban alguna fisura, pero sin éxito.
Por fin a él se le ocurrió sacar un frasquito de agua bendita que le quedaba. Éste
se iluminó con un potente destello de luz azulado que aumentaba o disminuía
según se aproximaban a la pared del fondo de la sala.
- Tiene que estar
ahí detrás. - Señaló Idina. -
- Vamos a
averiguarlo- susurró Kerria tocando la pared, pero no encontrando nada. - No lo
comprendo. - Dijo contrariada. -
Alguien entró entonces en la sala. Todos se giraron en guardia,
pero eran Deborah y Amatista, estas, al ver a sus amigas apuntándolas con sus
armas, se apresuraron a decir.
- Estamos bien, de
día ella pierde la mayor parte de su poder sobre nosotras. - Aclaró Debbie. -
- Os hemos seguido
hasta aquí, queremos deciros donde está la cámara secreta de Sarah. - Añadió
Amatista bajando un candelabro que estaba sujeto a la pared. -
De inmediato una compuerta se deslizó lentamente hacia
abajo. Ante la mirada atónita de las chicas apareció un túnel.
- Si esto es igual
a las películas antiguas que veía a veces con mi hermano. - Dijo Kerria,
resignada y molesta por su propio despiste. - ¿Será posible que no lo hayamos
visto antes?
Sus dos primas convinieron en ello con leves
asentimientos de cabeza.
- No tenemos
tiempo que perder- les instó Kyle – ¡vamos, pasad!
Todas entraron en una gran cámara. Frente a ellos, a unos
pocos metros, de pie y observándoles sin dar ninguna muestra de miedo, estaba
Sarah.
- Habéis venido
por mí, no puedo culparos por ello. - Sonrió con una dulce expresión que no
cuadraba para nada con su anterior rostro para agregar. - ¿Podríais darme la
paz? ¿Alguna de vosotras lo haría? - Y
se fijó en Idina que la observaba sorprendida. - Tú, eres la que tiene el
corazón más puro. Ayúdame, llevo tantos siglos perdida entre tinieblas.
- No te fíes- le
advirtió Kyle con patente desconfianza - seguramente es un truco.
- ¿Un truco? -
repitió Sarah con gesto incrédulo, arguyendo con tono resignado - ¿Qué puedo
hacer ya? Me tenéis atrapada, de día y con una muchacha de corazón puro que
tiene fe y una cruz, no puedo defenderme.
- ¡En eso tienes razón!
- le espetó Kerria ofertando. - Libera a nuestras amigas definitivamente y
quizás te perdonemos…
- ¿Estás loca? -
intervino Kyle que informó al grupo. - Eso no funciona así, para que vuestras
amigas se vean verdaderamente libres de ella debemos destruirla.
- Yo estoy cansada
de vagabundear durante dos mil años, sin familia, sin amor y sin esperanza, sin
alma - repuso Sarah con un tono que incluso movía a la compasión, añadiendo. -
Sólo tú puedes ayudarme. - Le tendió la mano a Idina que dudaba. –
-Tiene que haber
otra manera. Quizás, si ella lo desea pueda liberar a Debbie y a Tist. - Dijo
Idina. -
- No te acerques a
ella - le advirtió también Kathy - no me fío un pelo.
- Por favor-
suplicaba Sarah arrodillándose delante de la atónita muchacha. - Sólo quiero
que me lleves a la luz del sol, así todo habrá terminado.
La interpelada no pudo evitar extender su brazo y dar su
mano a Sarah. Era una muchacha pura e inocente, demasiado, era fácil que se
dejase engañar por ese poder de sugestión. La reacción de la vampira no se hizo
esperar. Con una celeridad increíble agarró a Idina del cuello usándola como
parapeto para salir.
- ¡No tratéis de
seguirme o ella morirá! - amenazó con un siseo. -
- ¡Maldita sea! - Aulló Kyle
preguntando a nadie en particular - ¿cómo ha podido confiar en ella?
Sarah sonrió con una mueca de triunfo y salió levitando con
su rehén aferrada entre sus brazos. Perseguida por el resto. Pero la vampira
fue capaz de despistarles al conocer muy bien todos los recovecos y pasillos
del lugar. Por su parte Idina apenas podía moverse pues la vampira la paralizaba
tocando puntos vitales de su cuerpo. Entraron en otra habitación, cerrada por
gruesas persianas. Tras atrancar una puerta Sarah arrojó a su prisionera sobre
un sofá.
- Hice mal en
confiar en ti. Soy tonta, siempre me lo dicen. ¿Qué quieres hacer conmigo?,- le
preguntó la joven que recuperó sus movimientos y se levantó poniéndose a la
defensiva para agregar en tanto materializaba su arco de fuego. -Te advierto
que lucharé.
Sin embargo, la vampira no se movió, incluso la observó
con una mirada de simpatía, limitándose a sonreír de nuevo.
- Pobre niña, -
repuso de modo condescendiente e incluso amable. – No eres tonta. Eres muy
inocente, demasiado inocente. Me recuerdas a como fui yo misma una vez…
- ¿Tú? - exclamó
Idina incrédula para sentenciar. - Ahórrate
tus mentiras, ahora no pienso hacerte caso.
- ¿Por qué habría
de mentirte ahora? - respondió Sarah para desvelarle. - Te he traído hasta mi
habitación secreta. Ni siquiera tus amigas a las que tengo bajo mi influencia
saben dónde está. Ni como entrar. Aquí estoy a salvo hasta que anochezca.
Y en tanto hablaba
Sarah se acercó a la joven, ésta no podía moverse ni hacer ademán de
resistencia. Sostenía su arco, pero era incapaz de disparar
- Eres tan pura y bonita - Le susurró la
vampira con suavidad acariciándole una de sus mejillas. -
Idina estaba muy asustada, creía que en cualquier momento
la vampira sacaría sus colmillos y la mordería. Aunque para su sorpresa su
interlocutora no hizo nada de eso, sólo acercó sus labios a los de ella y le dio
un largo y cálido beso...
- ¿Quieres
acostarte conmigo?,- le propuso Sarah acariciándola el pelo. - Hará la espera
más agradable. Te lo puedo asegurar...
- No, no gracias -
respondió Idina con la voz entrecortada a la par que enrojecía visiblemente,
para replicar. No soy como mi prima Kerria.
A mí no me gustan las mujeres. Y que conste que no pienso que eso sea
nada malo. No se ofenda, señora. Bueno señorita, aunque con los años que tiene,
en fin. - añadió ruborizada tratando de disculparse al recordar cuando fueron
presentadas. - No quería decir eso, no se lo tome a mal. Se conserva muy bien.
Sarah la miró con expresión atónita y se sentó en el
sofá, se reía, y se reía, pero no con aquel tono histérico y maligno de otras
ocasiones. Ahora en cambio parecía una risa sincera y divertida. Idina estaba anonadada.
- ¿De qué te ríes?
- Le preguntó desorientada. -
- De ti, no temas,
¡era una broma! -Declaró Sarah mirándola con una sonrisa y un gesto más
relajado, le preguntó diríase que hasta interesada en la respuesta. - Dime.
¿Qué te gustaría a ti hacer con tu vida?
- Me gustaría
haber acabado mi carrera, ser maestra de niños y un día tener los míos. Pero ya
no podré hacerlo - contestó Idina visiblemente abatida. -
- ¿De dónde eres,
niña? - Quiso saber la vampira con inusitada curiosidad. -
- Soy de Portland,
bueno, de un pueblo de las afueras.
- Ya veo - repuso
Sarah pensativa y preguntando nuevamente, aunque con un tono más apagado. - ¿Crees
que me gusta ser como soy?
- Yo creía que sí-
respondió Idina - lo has estado diciendo todo el rato…Lo bien que se está
siendo joven por siempre y todo eso.
- Dices que
quieres tener hijos. - Contestó su interlocutora levantándose y paseando por la
habitación. - Eso es bonito, pero ¿sabes lo que es ver nacer, crecer, envejecer
y morir a decenas de generaciones? ¿Presenciar cómo van envejeciendo y
marchitándose hasta desaparecer? Padres, hermanos, sobrinos… ¿Puedes ni tan
siquiera imaginar lo que es no poder amar de verdad a nadie por estar dominado
por el instinto y la sed de sangre?
- Lo que dijiste
antes no era del todo mentira - adivinó la sorprendida muchacha. -
- No, era la
verdad. Por eso logré que me creyeses, tienes un corazón muy puro, capaz de
descubrir la verdad. Hasta en seres de mi especie. Por eso te confesé mis
verdaderos sentimientos. Pero hay algo más, en cuanto te vi supe que te conocía
de algún modo. En tus ojos se ve el brillo de la ilusión por la vida y la
esperanza, me recuerdas mucho a una de mis hermanas pequeñas. Ella también era
así, aunque murió muy joven. Yo la quería mucho, ambas estábamos muy unidas.
Pudiera ser incluso que su alma se hubiera reencarnado en ti. Igual que la mía
deberá estar vagando ahora o quizás, con suerte, reencarnada en alguien mejor
que yo. No tengas miedo, no voy a destruir tu vida convirtiéndote en lo que yo
soy. - Sarah guardó unos segundos de silencio en tanto su interlocutora la
observaba sorprendida, después la vampira añadió con un tono de mucha
confidencialidad. - ¿Sabes? yo era de Judea.
- ¿De dónde era
Jesús? - Inquirió Idina asombrada. -
- Si, bueno, él
nació en Belén creo que unos noventa años después que yo. Ha pasado tanto
tiempo que no me acuerdo bien. - Repuso Sarah con una pálida sonrisa ahora,
tratando de recordar. -
- ¿Y le conociste?
¿Era verdad todo lo que se cuenta? - Quiso saber Idina muy intrigada.
Tanto que, por unos instantes, su innata curiosidad y su
comunicatividad le habían hecho olvidar con quien estaba hablando y su
situación tan apurada.
- No, no le conocí
- Negó Sarah moviendo la cabeza para confesar con pesar. - Me habría gustado
hacerlo pues él perdonaba incluso a los que son como yo.
-Claro. - La animó
su interlocutora tomándole de una mano para asombro de la vampira. - Más si
cabe cuando la joven agregó casi con ilusión infantil. Si de veras te
arrepientes te perdonará. Estoy segura. Mi madre siempre me lo decía cuando era
pequeña.
- ¡Oh…mi niña!
Ojalá pudiera creer que eso fuera verdad. Ahora quizás entiendo lo que ese
extraño ser me dijo. - Declaró Sarah que parecía incluso emocionarse. -
- ¿Extraño ser? -
Inquirió su contertulia. -
-Verás. -Le
desveló Sarah. - No fue una casualidad que Deborah os encontrase en la playa.
Yo la envié. Y lo hice porque un individuo muy raro, cubierto con una capucha
negra y un sayal, que portaba un gran libro de color granate se me apareció
hace unos veinte años.
La vampira recordaba cómo, tras su huida de aquella
batalla contra esas dos guerreras en la que casi fue destruía hacía más de dos
décadas, buscó refugio en una gruta. Se mantenía en un estado similar al de la
hibernación. Entonces algo le hizo despertar. No supo cuánto tiempo habría
transcurrido. Casi con voz gorgoteante inquirió…
- ¿Quién está ahí?...
No
obtuvo respuesta, Aunque todavía estaba débil bajó recobrando su forma de
mujer. Si era algún incauto excursionista le serviría como alimento a fin de
acelerar su recuperación. Se dispuso a apresarlo caminando unos pocos pasos
entre la oscuridad. No obstante, no había nadie.
-Sé que estás aquí. - Insistió pese a todo. -
Y es que podía percibir una
presencia. Una muy fuerte. Y al fin la vio. Era una forma que se recortaba en
la propia negrura. Eso la sorprendió y no pudo evitar preguntar.
- ¿Quién eres tú? ¿Un ser de la noche como yo?
Nadie
le contestó, aunque un tenue resplandor azulado iluminó a aquel ser. Sarah no
tuvo que esforzarse mucho para percatarse de que ese extraño era mucho más
poderoso que ella. Su aura era terriblemente fuerte. Parecía una especie de
monje. ¡Quizás fuese el propio príncipe de las tinieblas en persona! Había oído
a su “madre” hablar de él alguna vez hacía mucho, muchísimo tiempo. De modo
que, sin dudar, dobló una rodilla inclinando sumisamente la cabeza ante él.
-Mi señor oscuro…estoy a tus órdenes.
Y tras unos instantes levantó la mirada. Aquel ser
se limitó a mostrarla un gran libro de tapas bermellón, y a apuntarla con una manga
del sayal negro que le recubría. La vampira llegó incluso a taparse el rostro
con las manos en actitud defensiva, pero tras unos instantes nada ocurrió. Al
retirarlas y atreverse a mirar constató que estaba sola. Eso sí, totalmente
recobrada. Incrédula se observó a sí misma musitando.
-Es imposible, ni siquiera con mi poder de
regeneración habría sido capaz de conseguir esto en tan poco tiempo…
Al poco su risa atronó con sus ecos aquella vacía
caverna. Estaba claro que ese poderoso desconocido la había auxiliado. Y en su
mente de hecho se dibujaba ahora un plan. No sería necesario vengarse de
aquellas dos patéticas humanas. Las que la habían humillado y dañado tanto. Eso
no era importante. Tenía otro cometido. Uno mucho más trascendente.
-Mi señor de la oscuridad, he comprendido...y
obedeceré. - Declaró al ser consciente de que aquel extraño ser le había
grabado aquellas instrucciones en su mente. - Se hará como tú deseas
No tardó en regenerarse y subsistir a expensas de la
sangre de algunos animales de la zona. Al poco fue capaz de aventurarse fuera
de esa cueva a la caza de incautos que se adentrasen en los bosques. Sin
embargo, una noche de luna llena, cuando se disponía a salir una voz grave que
retumbó en la caverna, la detuvo.
-De modo que la
reina de los vampiros se esconde como una alimaña. - Oyó decir. -
- ¿Quién eres? -
Siseó mostrando sus colmillos y sus ojos ambarinos para amedrentar al posible
intruso, en tanto trataba de localizarle sin éxito-
Aunque la única réplica que recibió fue una estruendosa
risa. Incluso ella tuvo que taparse los oídos hasta que la misma cesó. Al poco
escuchó la contestación.
-Soy alguien muy
por encima de ti. A quién no puedes tocar siquiera. Pero no soy enemigo tuyo.
Muy al contrario, tengo un encargo para ti.
- ¿Un encargo?
¿Quién te has creído que eres? - Le espetó la no muerta elevando la mirada en
su infructuoso intento de localizar a quien quiera que fuese. -
No obstante, no tuvo que molestarse más en hacerlo. Ante
ella apareció una figura no muy alta, enfundada en una especie de hábito de
monje de color negro, que portaba un grueso libro entreabierto. Ese extraño ser
pareció consultarlo brevemente y lo cerró con estrépito que retumbó, obligando
a la vampira a taparse los oídos de nuevo.
- ¿Quién eres tú?
¿El Señor Oscuro? - Quiso saber Sarah que, por más que se esforzaba no lograba
percibir ningún signo de vida en aquella aparición. -
-No soy quien tú
crees, mi identidad no está a tu alcance el conocerla. – Repuso aquella figura
que, sin embargo, le contó. – Pero olvídate de eso, tu destino no es el de
quedarte aquí, encerrada. Deberás viajar lejos. Yo te indicaré donde. Y
localizar a unas personas. Tienes un importante papel que jugar.
-Supongamos que
obedezco tus instrucciones. ¿A cambio de qué? - Le interrogó la vampira. -
- ¿Qué te
parecería a cambio de recibir la paz que tanto anhelas, Sarah? - Replicó él. -
-Yo solo anhelo
dominar a los humanos y saciarme con su sangre. - Sonrió su interlocutora
mostrando nuevamente sus largos colmillos. -
Aunque ese ser no parecía en absoluto impresionado y sí
que sentenció.
-No trates de
engañarte a ti misma con eso. Tras más de dos mil años sabes perfectamente que
no tiene sentido. Es más, no te queda elección. Harás lo que te he dicho.
- ¡Oblígame a
ello! - Espetó su interlocutora lanzándose contra ese ente. -
Pero cuando Sarah quiso darse cuenta aquel ser no estaba
allí. Pero sí que escuchó su voz que con un tinte enigmático le preguntó de
modo retórico.
- ¿Y si te dijera
que, obedeciendo mis órdenes volverás a ver a tu querida hermana Raquel?
- ¿Qué? – Exclamó
la perpleja Sarah, preguntando de inmediato. - ¿Cómo sabes tú eso?
-Lo sé, eso deberá
bastarte. - Sentenció su interlocutor, para remachar. – Podrás sentir su alma
cuando estés cerca de ella. Y solamente lo lograrás aceptando hacer lo que te
diga.
Tras meditarlo unos segundos, Sarah
finalmente asintió para acordar.
-Está bien…Si es
cierto lo que dices, haré cuanto me pidas.
Y no supo lo que pasó, pero al instante siguiente se
descubrió a sí misma en medio de una ciudad. Era de noche, no se veía a nadie
por la calle. Además, sentía algo muy extraño, en su mente se agolpaban una
serie de conocimientos y de ideas que no recordaba haber tenido antes. Los
nombres de personas y lugares a los que debía conocer…
-Entre ellos
vuestros nombres, este sitio…- Le explicó a su atónita oyente. - Es muy
extraño. Ese ser es realmente poderoso. Ni yo, la reina de los vampiros pude
hacer nada por siquiera tocarle. Y desconozco quién pueda ser. Ni si es verdaderamente
malvado o no. Pero sé que, para él, vosotras sois muy importantes. De algún
modo tenía que cerrar una especie de círculo. También creo recordar que me dijo
que, si contaba esto a alguna de vosotras, tarde o temprano lo olvidaríais
hasta que llegase el momento.
- ¿Qué momento? -
Le preguntó la joven que ahora incluso se sentó a su lado. -
-No lo sé. -
Replicó la vampira. - No sé nada más de eso. Solamente he cumplido con lo que
me pidió. Y espero que él haga honor a su parte del trato. Tenía razón respecto
a mí. Tras más de dos mil años ya estoy hastiada de existir así. - Sentenció
con amargura. -
Ninguna dijo nada durante unos instantes. Entonces fue
Idina la que retomó la conversación, como si hubiera recordado algo, o más bien
le asaltara la curiosidad.
- ¿Cómo llegaste a
ser una vampira? - Le preguntó añadiendo con toda la seriedad del mundo. - En
esa época no había discotecas.
Sarah se volvió a reír, esa muchacha tenía la facultad de
conseguirlo, ¡hacía las preguntas de una manera! cuando se dominó, ya más seria,
respondió.
-Eres tan pura e
inocente de corazón que de algún modo me haces recordar cosas que creí haber
olvidado para siempre.
-Mi madre me contó
una vez que, cuando ella fue sanada por Guerrero Luna con el poder del Cristal
de Plata, algo de eso pudo pasar a mí. -
Comentó la chica. -
- ¿El Cristal de Plata?
- Musitó la vampira atónita para preguntar a su vez. - Dices que tu madre…
Idina contó a grandes rasgos a su contertulia la historia
de cómo su madre y sus tías fueron salvadas por la famosa Guerrero Luna, que no
era otra sino la reina Serenity. Sarah la escuchó con muchísima atención.
Cuando su joven interlocutora terminó, la vampira declaró.
-Ahora lo entiendo.
¡Es ser se refería a eso! Tú y tus compañeras sois unas muchachas muy
especiales. Con almas llenas de luz. Haréis grandes cosas, no me cabe ninguna
duda.
- ¿Es que puedes
ver el futuro también? - Quiso saber su anonadada contertulia. -
-No- le sonrió ésta
moviendo la cabeza. - Pero por lo que me desveló ese encapuchado y, sobre todo,
tras tantos siglos de existencia, he aprendido a juzgar bien a las personas.
- ¿Podrías
contarme entonces como llegaste a ser la reina de las vampiras? Porque al
principio creíamos que el jefe era Ferak. - Insistió la chica con curiosidad. -
-Ferak era un
vampiro muy viejo, es verdad. Pero no se podía comparar conmigo. Fui yo quien
le hice, hace muchos siglos. Él era un caballero que regresaba de la Cruzadas,
Valdemarus Ferak, era su auténtico nombre.
- ¡Vaya un nombre
más raro!, no me extraña que dijera llamarse señor Ferak a secas. - Exclamó
Idina. -
Una vez más Sarah se rio moviendo la
cabeza. Le contó a la muchacha como, antes de que Deborah llegase con ella y
las otras chicas, advirtió a ese bruto.
-Haz lo que
quieras con ellas, salvo con una. Esa será solamente para mí.
- ¿Con cuál? –
Quiso saber ese tipo. –
-Todavía no lo sé.
- Admitió Sarah, añadiendo. - Por ello, no se convertirá ni matará a ninguna de
ellas, hasta que lo averigüe…
Entonces, en tanto Idina la miraba
atónita, la vampira agregó.
-Y al verte lo
supe de inmediato. ¡Eras tú!
- ¡Yo!, ¿quién?
...- Inquirió Idina. -
-Mi pequeña
Raquel. - Sonrió la no muerta para suspirar con voz queda. – A la que tanto he
echado de menos, durante todos estos siglos…
- ¿Cómo fue
entonces que te convertiste en esto que eres? Ibas a contármelo. - Le recordó
su contertulia. -
Sarah asintió, pareció meditar durante unos instantes
antes de comenzar a narrarle a su joven oyente.
- Yo era la mayor
de cinco hermanas y cuidaba los rebaños de mis padres. Al no tener hijos
varones eso me correspondía a mí. Salía con ellos hasta bien entrada la tarde.
¿Sabes? A pesar de que han transcurrido tantos siglos cuando cierro los ojos
todavía recuerdo los verdes prados y el límite con las arenas del desierto. El
olor de la brisa cuando traía la humedad del mar. Incluso a veces sueño con
todo ello.
- ¿Los vampiros
podéis soñar? - Le preguntó su joven interlocutora visiblemente asombrada, para
agregar. - Pensaba que unos seres sin alma no serían capaces de ello.
Idina entonces se percató de la mirada de su
interlocutora, parecía triste, y se apresuró a disculparse.
-Perdón, no quise
ofenderte.
- No lo has hecho.
Lo que has dicho es cierto. No sé si puedo llamarlos sueños, quizás sean meras
visiones de mi pasado, de mi tierra - Suspiró Sarah describiendo con lo que
parecía una sincera nostalgia. - Los ecos del mercado, la música, los gritos de
los niños, y también la quietud de mi rebaño al amanecer, la brisa en la piel,
la calidez del sol de la mañana y la belleza del rocío.
Idina escuchaba absorta y a la tenue luz eléctrica de
aquella estancia creyó ver que los ojos de su contertulia hacían aguas, aunque esta
impresión pasó enseguida. No obstante, la chica preguntó con sorpresa teñida de
admiración.
- ¡Tú
verdaderamente sientes todo eso! Sé que no me engañas, de alguna manera puedo
saberlo.
La vampira le dedicó una agradecida mirada, asintió
despacio y repuso.
- Es por lo que te
he dicho antes, posees una pureza y una bondad capaz de adentrarse en otras
almas, de comprenderlas. Incluso en el interior de seres de la oscuridad como
yo. Es una virtud difícil de encontrar. Apenas si he visto a nadie así en los
siglos que tengo. - Sarah hizo un pequeño alto, suspiró y le pidió a la
muchacha con amabilidad. - ¿Podrías cerrar los ojos un momento? Por favor.
Su prisionera se temió lo peor, quizás así la vampira
deseaba eliminar la posible traba que la mirada que Idina ejercía sobre ella y
de esta forma poder morderla y poseerla para convertirla en vampiro. Aunque su
interlocutora pareció leer su mente y enseguida agregó, casi a modo de ruego.
- ¡Jamás haría
eso! No contigo, no ahora, es más, necesito de tu pureza tal y como es. Para mí
esto es algo mucho más importante que la sangre o que la misma supervivencia.
Nada de eso me importa ya realmente, te lo suplico, únicamente cierra los ojos por
unos instantes.
La joven se conmovió al escuchar ese tono y accedió,
entonces la voz de Sarah, entre suave y susurrante, evocadora y llena de
curiosidad, le pidió.
- Trata de sentir,
de ver, de escuchar en las profundidades de tu alma y dime lo que hay allí,
quizás puedas ver lo mismo que yo...
E Idina se dejó llevar por el arrullo de la voz de su captora,
y su mente viajó lejos, muy lejos. Realmente se sentía en otro lugar, podía
percibir algunos lejanos ecos de tiempos olvidados, el murmullo de las gentes,
el sonido de flautas y canciones en un idioma que no comprendía. Una canción
resonaba también en su cabeza. Aunque fuera de la época actual, de algún modo
tenía sentido en medio de todo aquello.
¿Te conozco de algún
lado?
¿Por qué me dejas
queriendo más?
¿Por qué hago todas las
cosas que digo?
¿Suena como las cosas
estúpidas que dije antes?
(Pon tu mano sobre mi
piel)
(Pon tu mano sobre mi
piel)
(Pon tu mano sobre mi
piel)
Y la propia Idina cantaba, casi como si esa melodía la poseyera…
Bésame, me muero
Pon tu mano sobre mi piel
cierro mis ojos
Necesito hacer una
conexión
Estoy caminando sobre una
delgada línea
cierro mis ojos
cierro mis ojos
Incluso Sarah se unió a ella y las dos cantaron…
¿Te conozco de algún
lado?
¿Por qué me dejas
queriendo más?
¿Por qué hago todas las
cosas que digo?
¿Suena como las cosas
estúpidas que dije antes?
Entonces Idina musitó, sin dejar de escuchar esa música
en su mente, así como algunas lejanas fanfarrias.
Tócame, lo estoy
intentando
Para ver el interior de
tu alma
Tengo esta cosa
Quiero hacer una
corrección
No soy así todo el tiempo
Tienes esta cosa
Tienes esta cosa
Y una vez más, las dos cantaron el estribillo, aunque en una lengua muerta
hacía ya muchos siglos.
¿Te conozco de algún lado?
¿Por qué me dejas
queriendo más?
¿Por qué hago todas las
cosas que digo?
¿Suena como las cosas
estúpidas que dije antes?
Bésame, me muero
Pon tu mano sobre mi piel
cierro mis ojos
Necesito tener tu
protección
cierro mis ojos
Cierro tus ojos
(Bésame, besa, besa,
bésame)
¿Te conozco de algún
lado?
¿Por qué me dejas
queriendo más?
¿Por qué hago todas las
cosas que digo?
¿Suena como las cosas
estúpidas que dije antes?
Y ya no eran solamente la
música y las fanfarrias, sino el aroma del pan caliente que se hacía de mañana,
el tacto de algunos suaves mantos de lana, o la brisa acariciando su cara, lo
que Idina podía sentir…
¿Te conozco de algún
lado?
¿Por qué me dejas
queriendo más?
¿Por qué hago todas las
cosas que digo?
¿Suena como las cosas
estúpidas que dije antes?
[Outro]
Bésame, me muero
Tócame, lo estoy
intentando, oh
Sarah entonces le
aferró las manos con las suyas y le susurró.
- Aquel día de
mercado, tú y yo juntas, ¿recuerdas? Aquella gargantilla...
- Me gustaba
mucho. - Musitó Idina con emoción, añadiendo casi en estado de trance. -
Hermana, quisiera que algún día me la regalases.
No soy así todo el tiempo
No soy así todo el tiempo
Pon tu mano sobre mi piel
Pon tu mano sobre mi piel
Pon tu mano sobre mi piel
Tócame, lo estoy intentando,
oh
Pon tu mano sobre mi piel
Pon tu mano sobre mi piel
No soy así todo el tiempo
No soy así todo el tiempo
No soy así todo el tiempo
Pon tu mano sobre mi piel
Pon tu mano sobre mi piel
[se desvanecen]
(Madonna. Skin.
Credito al artista)
La chica estaba atónita, aquello se desvaneció, aunque no
lo bastante deprisa como para que sus propias palabras no quedasen retenidas en
su memoria y entonces oyó a una sollozante Sarah llamarla.
- Raquel. ¡Mi
pequeña oveja! ...por fin te he encontrado.
Idina abrió los ojos para descubrir que los tenía
empapados en lágrimas sin saber por qué. La vampira se separó entonces de ella
y dirigiéndose hacia una mesita cercana abrió un cajón sacando una especie de
estuche forrado de piel, de éste extrajo una cajita tallada en piedra que debía
de ser antiquísima y abriendo ésta mostró a la muchacha una herrumbrosa gargantilla
de color anaranjado que apenas si estaba entera.
- La he guardado
durante tantos siglos… esperando para dártela.
Idina alargó una mano temblorosa para recoger aquella
caja, apenas lo hizo pudo preguntar con tono emocionado.
- ¿Qué te pasó?
Sarah se giró andando durante unos instantes por el
cuarto hasta detenerse, enfrentar su mirada a la de la chica y responder:
- Éramos pobres,
bueno, no demasiado pobres, pero si lo bastante como para no poder permitirnos
demasiados gastos. Tú estabas enferma, de siempre fuiste muy delicada. Yo te
quería mucho, eras la más pequeña de todas y con mi madre entregada a las
tareas de la casa y al trabajo del campo fui yo la que te crie. Nuestro padre
tenía algunas ovejas y yo le ayudaba a pastorearlas. Era una muchacha muy alta
y fuerte para los usos de mi pueblo y mi época. Por eso no encontré
pretendientes pues a ninguno le complacía una esposa que les sacase una cabeza,
era una sociedad muy machista – sonrió fugazmente la vampira, añadiendo. -
Luego supe el motivo, pero esa parte viene después, el caso es que tuve que
trabajar duro para ayudar a la familia.
Sarah realmente
era tan alta como la propia Idina, incluso un poquito más. En esa época de
seguro que habría sido una gigante, eso pensaba la muchacha cuando la vampira
prosiguió su relato.
- Pues hacía ese
mismo trabajo además para otros hombres más ricos. Un día fuimos al mercado del
pueblo y tú viste esta gargantilla, te encantó, pero era demasiado cara para
nosotras. Yo quería comprarla para ti, siempre te vi sufrir por tu debilidad y
las recaídas que te afectaban dejándote postrada en la cama. Nada podía hacer
para curarte, pero en cambio, sí que creí poder aliviar tu tristeza. - Sarah se
interrumpió y sonrió agregando - a pesar de que nunca querías exteriorizarla yo
la notaba. Así que, esa misma tarde, cuando regresamos, fui a pastorear un
rebaño más, quizás así pudiera sacar unas monedas que bastasen para poder
comprarte esa gargantilla. Repetí aquello durante días, siempre volvía cuando
el sol apuntaba al ocaso, pero una vez se me hizo tarde pues una oveja del
rebaño se atrapó la pata entre unas peñas. Tuve que sacarla, de lo contrario el
dueño me habría exigido su pago, pero se me hizo de noche. Tenía miedo, en mi
aldea se oían historias de pastores que habían perdido muchas ovejas, animales
que habían muerto desangrados en los últimos meses. Yo pensaba que se deberían
a las alimañas que merodeaban por allí. Y nuestros padres nos habían advertido
que nunca, en ninguna circunstancia, estuviéramos fuera de casa al caer la
noche. Pero aquel día anochecía pronto, era en esa época del año en la que los
días son más cortos.
- ¿Te atacó algún
vampiro? - Le inquirió Idina. -
- Así fue. Pero no
fue un ataque como puedas pensar. – Le matizó su narradora, para explicar. - Cerca
de donde yo estaba y una vez saqué a la oveja descubrí una luz. Anduve hacia
ella con la esperanza de hallar cobijo para la noche y al llegar descubrí una
rica tienda. Me topé con dos esclavos que la custodiaban y les conté que me
encontraba perdida. Uno de ellos entró en la tienda y al cabo de unos minutos
me invitó a hacer lo mismo a mí...
Y Sarah cerró los ojos como si reviviera aquel instante y
relató...
- Mi señora desea
verte, - fue lo que dijo aquel fornido esclavo de color. -
La muchacha entró descubriendo a una bella mujer de tez
pálida y pelo rubio recostada entre cojines de seda. Ésta le sonrió de forma
muy amable, invitándola a sentarse con ella.
- Te lo agradezco
- le dijo Sarah tomando asiento a su lado. - Me he perdido en estos parajes y
de noche no sé encontrar el camino de vuelta a mi casa.
- Pues no temas nada
ya - le respondió aquella mujer con un dulce tono de voz. - Estarás cansada,
cena y duerme conmigo esta noche, mañana podrás volverte. ¿Cómo te llamas?
- Sarah, hija de
Caleb y te quedo muy reconocida. - Sonrió confesando agradecida. - Estoy
agotada.
- Yo soy Mirtiam. Ven,
- le pidió aquella mujer levantándose y tomándola de ambas manos con las suyas.
- Un buen baño te hará bien.
Sarah aceptó encantada, así podría quitarse el polvo del camino,
pasaron a otra estancia oculta tras unas suaves cortinas de seda. Allí, la
mujer despojó a Sarah de su túnica y su manto e hizo lo mismo con sus propias
vestiduras.
- Báñate conmigo -
la invitó señalando una gran bañera de porcelana con extraños dibujos de
hombres agarrados a unas enormes astas de toro. -
Sarah se introdujo en ese baño mientras su anfitriona
daba unas palmadas. Al punto los dos esclavos entraron, la joven se cubrió
inmediatamente muy avergonzada.
- No temas, - le
dijo Mirtiam con un suave tono de voz. - Ellos no importan. Tú relájate.
Con otra indicación de sus manos ambos esclavos
desaparecieron volviendo a entrar con dos grandes jarras de agua humeante.
Mirtiam se metió junto a Sarah en la bañera e indicó a sus dos servidores que
echasen el agua. Sarah sintió el calor de ésta y las suaves manos de Mirtiam
recorrerla.
- Yo te frotaré - se ofreció su anfitriona. -
Sarah, sin saber qué decir, se abandonó a aquellas
caricias. Lo cierto es que era muy agradable. Vio sin embargo como Mirtiam
hacía otra señal y como los criados se despojaban también de sus ropas.
- ¿Son eunucos? - pudo
preguntar Sarah con un no disimulado pudor. -
- No precisamente-
sonrió su anfitriona. -
Para convencerla de ello el de color se acercó a la bañera
dejando su miembro al alcance de la boca de Mirtiam que lo lamió con avidez.
Sarah estaba escandalizada en tanto decía.
- ¡Yo soy virgen!
¡No puedo perder mi virtud!
- ¿Y quién te ha
dicho que vaya a ser así?,- le respondió su interlocutora dejando a su esclavo
para rodearla con sus brazos. - Yo me ocuparé de ti, no ellos, al menos todavía
no.
La mirada de Mirtiam tenía algo que la paralizaba, la
joven pastora se dejó besar en los labios de una forma suave y dulce al
principio, más después esa mujer introdujo su lengua en la boca de ella,
mientras los esclavos acariciaban la espalda y los senos de Sarah que era
incapaz de negarse a ello. Las dos salieron de la bañera, aún empapadas. Mirtiam
la condujo hasta su lecho y la tumbó acostándose sobre ella. Recorriendo el
cuerpo de Sarah con su boca le llegó hasta las partes más íntimas que saboreó
arrancando de su invitada gemidos de satisfacción. Los dos esclavos se
acercaron y Mirtiam volvió a saborear el sexo del hombre de color, invitando a
la muchacha a hacer lo mismo con el otro.
- Te gustará,
vamos, bebe Sarah. - Le ofreció sujetando aquel miembro viril con una mano
ofreciéndoselo a su huésped. -
La joven dudó unos instantes, pero se decantó por
acariciar aquella parte masculina que nunca había visto antes. Poco a poco
imitó a esa mujer, se la introdujo en la boca y pasó su lengua por ella.
Mirtiam terminó a su vez y se unió a ella, ambas se turnaron en aquella tarea
con el otro esclavo. Pero, una vez que Sarah sintió la cálida eyaculación en su
garganta notó a su vez un agudo dolor en el cuello. Su anfitriona la había
mordido y sorbía con avidez. Incapaz de reaccionar la chica se dejó hacer
cayendo sobre los blandos cojines. Los minutos se arrastraron lentos privándola
de su esencia vital hasta que Mirtiam, satisfecha, se separó de ella mostrando
unos largos colmillos teñidos en sangre y una mirada de pupilas ambarinas.
- ¿Quién eres? -
susurró Sarah a punto de perder el sentido. -
- Soy un ser de la
noche y tú lo serás también. Me gustas mucho Sarah, tienes algo especial, algo
que no he visto desde hace muchos siglos, y deseo que seas mi compañera por
toda la eternidad.
- Pero… ¿cómo es
posible eso? - Le inquirió ésta casi sin capaz de articular palabra, ya que
estaba muy mareada por la pérdida de sangre. -
- Bebe de mí y sé cómo
yo. Tendrás belleza y poder por siempre. - Dicho esto se rasgó una de sus
muñecas de la que manó un hilillo de líquido color rubí, alegando. - Tienes que
hacerlo, o morirás. Has perdido ya mucha sangre para poder salvarte.
Sarah estaba remisa, quería pensar en su familia, pero no
podía sustraerse a unas extrañas y nuevas sensaciones. Mirtiam le acercó el
brazo y dejó caer algo de su sangre por las comisuras de los labios de la
chica. Ésta notó como un repentino deseo se abría paso en ella. Bebió cada vez
más compulsivamente y en tanto lo hacía se sentía morir y disfrutar a un tiempo.
Su mentora se hirió en uno de sus pezones y la animó.
- Vamos sáciate
aquí. Sé mi hija, Sarah.
Y ésta bebió lamiendo cada gota que resbalaba de aquellos
blancos pechos. Después cayó retorciéndose en el suelo presa de un dolor
insoportable hasta que paró quedándose inmóvil, no podía hablar ni notaba nada.
Pero escuchó decir a su mentora.
- Ahora y para
todos los que te conocieron has muerto. Pronto amanecerá, mis esclavos nos
esconderán en una gruta hasta que se ponga el sol, pues, desde ahora el momento
del amanecer será la perdición para ti. Y cuando sea de noche saldremos y
habrás despertado a una nueva vida.
Así fue, Sarah sintió como su corazón ya no latía. Luego
perdió el sentido. Al recobrarlo estaba recostada sobre aquellos cojines y
pensó que había sido un sueño. Sin embargo, Mirtiam se encontraba junto a ella
y le dijo.
- Ya es de noche,
podemos salir.
- Tengo hambre -
respondió Sarah. -
- Pues sáciate. -
Le indicó su mentora señalando a uno de sus esclavos al que hirió con una de
sus largas uñas en el cuello dejándole manar un hilo de sangre que cayó
recorriendo su pecho. -
La joven se volvió loca, sus ojos refulgieron del color ámbar
y de su boca sintió aflorar dos largos colmillos. Sin pensar se abalanzó sobre
aquel hombre al que mordió con avidez desangrándole por completo. El esclavo
cayó al suelo sin vida. Sarah respiraba agitada o eso creyó ella, aunque no
parecía tomar aire. Pudo decir cuando se recobró lo bastante de aquella
impresión salvaje.
- ¡Lo siento, Dios
mío!, ¡le he matado!, no quería hacerlo.
- No tiene
importancia, aun eres inexperta, deberás aprender a controlarte, pero tranquila.
- Sonrió Mirtiam acercándose a ella. - Sólo era un esclavo. Ahora tú y yo nos
divertiremos.
Besó apasionadamente a Sarah que le devolvió el beso.
Ambas se amaron durante varias horas, el esclavo de color restante también se unió
a ellas desflorando a la muchacha físicamente tanto por delante como por
detrás. Después abandonaron aquel lugar. La vampira retornaba ahora al momento
presente para relatarle a su interlocutora.
- Me dieron por
muerta, todos pensaron que había sido devorada por perros salvajes o por esos
espíritus.
- Quisiera
recordar – sollozó Idina que apenas pudo añadir. - Pero no puedo. Lo siento.
Su contertulia le sonrió maternalmente y acarició el pelo
de la muchacha. Enseguida le respondió con tono afectuoso.
- No te preocupes.
No es culpa tuya. Es natural que no recuerdes nada de eso. Para ti ya pasó.
Porque cuando moriste tu alma estaba en paz y partió libre para reencarnarse en
otra vida mejor. - Le respondió Sarah plantando las manos cariñosamente sobre
los hombros de su interlocutora. –Yo, a pesar de convertirme en un ser de
tinieblas, traté de no perder vuestra pista, de saber cómo estabais. Hablé con
Mirtiam de ti y me propuso convertirte, pero me negué. – Suspiró la vampira
añadiendo con pesar. - Ella me aseguró que así podría evitarte el dolor y
hacerte inmortal, pero algo muy dentro de mí me dijo que eso sería mucho peor y
no me equivoqué. Siempre recordaré que la misma Mirtiam, al escuchar mi
negativa asintió levemente y no insistió más. Ella lo comprendía demasiado
bien, tuvo muchos siglos para hacerlo. Igual que ahora lo entiendo yo. Fue como
si me lo hubiera propuesto por compromiso. Pero a cambio, cuando supo lo de la
gargantilla, mandó a uno de sus esclavos guardianes a comprarla. Lo malo fue
que, para cuando la tuve en mi poder, tú ya habías muerto. – Pudo decir ahora
entre sollozos. - Según descubrí, la pena por mi pérdida y el saber que no eras
realmente mi hermana te trastornó tanto que dejaste de comer y la debilidad te
venció. Guardé la gargantilla para no olvidarte nunca y seguí mi camino.
- ¿No era tu hermana?
- Inquirió Idina con asombro. -
- Al que yo
llamaba padre me recogió de entre los supervivientes de una caravana que
cruzaba el desierto. Era algo que mantuvo siempre en secreto, pero que cuando
todo el mundo estuvo convencido de mi muerte, os lo contó. Pero eso es algo
insignificante, realmente vosotros fuisteis mi familia.
- ¿Y qué pasó
después? - Quiso saber Idina con sumo interés. - ¿Quién eras realmente?
- Nunca llegué a
saberlo, y créeme. Durante siglos quise averiguarlo. Después ya no me importó
más. A fin de cuenta quien quiera que hubiese sido había muerto cuando me convertí.
- Suspiró su interlocutora. -
- ¿Qué hicisteis después?
…quiero decir, cuando mi encarnación pasada murió. - Quiso saber la muchacha. -
- Viajamos por
toda la Tierra conocida - explicó Sarah a la asombrada Idina. - Mirtiam fue mi
maestra durante decenas de años, yo la llegué a amar verdaderamente. Me contó
que provenía de la Isla de Lesbos y me llevó también allí. Fuimos inseparables
y me enseñó casi todo lo que sé hasta que fue destruida por algunos hombres de entonces
emergente secta cristiana. Como su hija a los ojos de los de nuestra especie
heredé sus bienes que eran muy cuantiosos y también su influencia. Desde
entonces he sobrevivido a través de las edades tomando muchos amantes, tanto
hombres como mujeres. Uno de ellos, como ya te he dicho, fue Ferak, al que
conocí en Francia, cuando era un noble recién llegado de las Cruzadas.
La vampira recordó, como ella,
ataviada como una dama del siglo trece, observaba a aquel caballero que había
llegado cabalgando junto con algunos otros soldados, hasta la torre en la que
ella habitaba, junto con algunos de sus esclavos no muertos. No dudó en salir a
recibirle, pues el sol había descrito la curva del ocaso y sus rayos eran ya
incapaces de dañarla.
-Bienvenidos,
valientes cruzados. – Dijo con voz insinuante. –
- ¿Quién sois,
señora? - Inquirió aquel caballero tan corpulento, de lagos cabellos lacios
morenos y espesa barba. –
-Soy la dueña de
esta torre. - Le respondió ella, con una incitadora mirada. - Será un honor
para mí, que vos y vuestros valerosos soldados descanséis y cenéis aquí.
Todos los hombres que estaban junto
a ese caballero se congratularon por esa invitación. Éste saludó reconocido
desmontando para presentarse.
-Soy el caballero
Valdemarus Ferak, al servicio de su majestad el emperador Conrado III.
- ¿Y qué nuevas
traéis? - Quiso saber Sarah. -
-Malas nuevas,
señora. Fuimos derrotados por los infieles y tuvimos que dejar Tierra Santa.
Pero en cuanto podamos reunir un nuevo ejército marcharemos otra vez a imponer
la cruz a esos sarracenos del demonio.
-Lamento oír eso.
Al parecer el Señor no os fue propicio. - Comentó ella. -
-Quizás hayamos
pecado mucho. - Se sonrió su interlocutor. -
Pasaron a la Torre y tras atravesar
un largo pasillo entraron en un gran salón, que tenía una larga mesa de sólida
madera, repleta de platos con viandas, y copas de vino llenas. Sarah la señaló con una de sus manos,
invitando a sus huéspedes.
-Comed y bebed
cuanto queráis, es lo menos que podemos hacer por los defensores de la fe
verdadera.
Varios individuos, ataviados como
criados, estaban de pie, cargados con grandes jarras que contenían más vino. También
había al menos unas cuantas damas, realmente hermosas. Los hombres estaban
encantados, sin ceremonias se arrojaron literalmente sobre la comida y la
bebida, dando buena cuenta de ella. Aunque eran unos quince, todos pudieron
llenarse. El único que comió y bebió con más moderación fue precisamente Ferak.
Y en tanto degustaban aquellos manjares, las bellas damas se iban aproximando a
cada uno de los cruzados para hacerles gozar de otras delicias. Todos se
abandonaron a los juegos amorosos con ellas tras la cena.
- ¿No participáis?
- Le preguntó Sarah con tono lascivo, en tanto se bajaba un poco el vestido por
el hombro derecho.
-Esto es extraño.
- Respondió su interlocutor. -
- ¿Extraño? -
Repitió ella algo sorprendida de que sus encantos no funcionasen en aquel tipo.
–
No tardó en darse cuenta de que otro
más de los cruzados no se había involucrado en esos encuentros amorosos.
Entonces Sarah sonrió.
-Podríais usar mi
alcoba, tu compañero y tú. Seguro que la encontraréis confortable. - Les sugirió.
–
Aquel individuo, un joven de cabello
rubio y apuesto, miró dubitativamente a Ferak, aunque este tardó en asentir.
Sarah señaló la entrada a su habitación y ambos cerraron una gruesa puerta de
madera tras de ellos. La vampira interrumpió su relato observando divertida a
una escandalizada Idina.
-Me parece que tú
no has conocido el amor carnal todavía.
-Me habría gustado
reservarme para alguien especial. - Musitó la chica que añadió atónita. - ¿Entonces,
Ferak y ese caballero?
-Pues sí. - Le
confirmó Sarah, explicándole. - Por eso, mis dotes de seducción no funcionaron
con ellos. Pero no me hicieron ninguna falta. -Sentenció para proseguir su relato.
-
Al concluir ese ágape y la posterior orgía, sus hombres,
llenos y bastante bebidos, descansaban tumbados en el suelo o reclinados sobre
las sillas. Al poco rato, tanto Ferak como ese muchacho rubio, salieron de la
alcoba visiblemente satisfechos.
-Muchas gracias
por vuestra hospitalidad, Señora. – Agradeció Ferak. – Dormiremos aquí y proseguiremos
camino al alba.
Empero, ella sonrió divertida,
moviendo la cabeza para replicar.
- ¡Oh!, mucho me
temo, señor, que podréis dormir, pero no continuaréis camino.
El cruzado iba a contestar, pero
tanto él como su compañero se quedaron con la boca abierta y el gesto demudado
por el horror. Aquellos presuntos sirvientes y las hasta ese instante hermosas
doncellas que les habían agasajado, mutaron sus rostros suaves y bellos por los
de una especie de monstruos de pesadilla, con ojos ambarinos y largos colmillos
sobresaliendo de sus bocas.
- ¡Por los clavos
de Cristo! - Exclamó Ferak aferrando el pomo de su espada. –
-Esto es cosa del demonio.
- Convino su joven compañero haciendo lo propio. -
Más rápidos de lo que pudo seguirles
con la vista, esos seres se abalanzaron sobre sus hombres que no pudieron
reaccionar cuando fueron mordidos en el cuello, los brazos o las piernas. Sin
que fuesen capaces de resistir aquellas criaturas infernales les drenaron hasta
la última gota de sangre acabando con ellos en el acto. Ahora los dos únicos
caballeros supervivientes habían desenvainado sus espadas y estaban dispuesto a
vender caras sus vidas.
- ¡Ahora veréis! –
Exclamó Ese joven rubio cortando limpiamente la cabeza de uno de esos monstruos
que se había descuidado. –
Para asombro de ese chico y de Ferak,
el cuerpo decapitado y la cabeza se redujeron rápidamente a cenizas. Pero el muchacho
fue rápidamente atacado por otros dos que le derribaron. Ferak acudió en su auxilio
atravesando a uno de esos seres por la espalda, aunque para su asombro, eso no
apreció hacerle mella. Él mismo se vio rodeado por tres de esas doncellas, que
lucían aquellos colmillos y ojos color amarillento.
¡Vamos, engendros
de satanás! - Les retó Valdemarus elevando su espada para sentenciar. – Haré la
obra de Dios de un modo u otro.
Sin embargo, ninguno le atacó. Soltaron
incluso a su acompañante cuando Sarah ordenó con tono enérgico.
- ¡Quietos!
Ferak aprovechó para ayudar a su
joven camarada y amante a levantarse, este maltrecho y sangrando ya por varias
mordeduras se tambaleaba.
- ¿Estás bien Amadis?-
Le preguntó él con inquietud.-
-Me noto muy
débil, pudo musitar el chico. –
Fue Sarah quien, aproximándose hasta él en su apariencia
humana, sonrió y le replicó.
-Pierdes el
tiempo, valeroso caballero. No tienes
ninguna posibilidad. Y tu compañero morirá, sus heridas y la pérdida de sangre
son ya muy grandes.
-Pues los dos moriremos
luchando. - Repuso bravamente él al tiempo que exhibía una cruz ante esos seres.
–
Aunque la vampira se rio, dejándole
desconcertado para declarar.
- ¿Y de qué te
serviría eso?...
Y sin dejar de acercarse a él a la
par que contoneaba sus caderas, ella añadió.
-Siento que no
tienes fe suficiente. Ni tan siquiera la posees. Quizás ahora hayas cambiado de
idea. Pero es tarde. Tu dios no te ayudará.
-Si muero peleando
en su nombre, mis pecados me serán perdonados. - Afirmó Ferak. -
- ¿Tú crees? -
Rebatió ella, alegando divertida. - Al parecer han debido de ser muchos.
Empezando por el que has cometido con tu compañero en mi alcoba.
-Es verdad. - Pudo
balbucir Amadís. - Por eso nos condenaremos al Infierno, la sodomía es una
abominación a los ojos de Dios.
- ¡Calla! -Le
pidió Ferak. –
-Pero tiene razón.
- Intervino Sarah, declarando. - Pero no tiene porqué ser así. Decidme. Caso de
salir vivos de esta, ¿qué os aguardaría?...
Y tras unos instantes de pausa, en
la que ninguno de sus interlocutores replicó, ella misma contestó a la
pregunta.
-Volver a luchar
contra el infiel, en la vana esperanza de que Dios perdone vuestros pecados y
no os arroje a las llamas eternas del infierno, o esconderos del resto del
mundo. Aun así, iríais envejeciendo y debilitándoos. Al final deberéis rendir
cuentas igualmente.
- ¿Qué alternativa
hay sino? - Exclamó Valdemarus con una mezcla de rabia e impotencia. –
Y la vampira, sonrió mostrando sus
colmillos ahora para contestar de forma lapidaria.
-Una muy sencilla,
uniros a mí…
Ferak miró a su amante que había
perdido el conocimiento y luego devolvió una perpleja mirada a Sarah, ella le
indicó.
-Si muere antes de
que pueda convertirle, morirá para siempre y le perderás…Debes decidir rápido.
La vida eterna conmigo o la muerte para él y la vejez para ti. Si es que no te
matan antes.
El cruzado miró a su amante y luego
suspiró. Asintió despacio y sentenció.
-Sea. Prefiero que
compartamos la vida eterna o que perezcamos y vayamos al Infierno.
Sarah sonrió una vez más mostrando
sus colmillos. Se aproximó a esos dos humanos y tras hacerse un arañazo en su
muñeca izquierda, dejó que unas gotas de sangre cayesen en las comisuras de los
labios de ese tal Amadís.
- ¿Eso le hará cambiar?
- Quiso saber Valdemarus con un tino entre el temor y la esperanza. -
-Lo hará. Está
prácticamente muerto, cuando su corazón de detenga, mi sangre le reanimará. Y
lo mismo hará contigo…- Respondió ella. –
-Pues entonces, no
pierdas más tiempo y hazlo. Muérdeme. - Casi le exigió él. –
Empero, Sarah se apartó un par de metros
y le contestó con tono de advertencia.
-Serás mi esclavo
y me obedecerás por siempre. ¿Estás seguro de que eso es lo que quieres?
-Si puedo
disfrutar con Amadís de una vida…-Aunque se detuvo a mitad de la frase y
rectificó, afirmando. - De una existencia sin final, sí. Es lo que quiero. - Remachó.
-
Sarah entonces saltó sobre él y le
mordió en el cuello para succionar prácticamente toda su sangre. Cuando Ferak
cayó como un fardo, ella repitió la operación que había hecho antes con el otro
joven.
-Muy bien, cruzado.
Ahora tú y tu amante seréis míos. - Se sonrió ella. –
Ahora Idina, la observó con estupor
y apenas sí pudo preguntar.
- ¿Y fue así? ¿Al
menos estuvieron juntos?
-Lo estuvieron.
Durante algunas décadas. - Asintió Sarah, agregando. – No obstante, Ferak
demostró adaptarme mejor a su papel de vampiro. Le gustaba controlar y poseer a
los vivos. Por el contrario, Amadís, únicamente atacaba a los humanos cuando
debía alimentarse. Y tras unos, no sé, doscientos años, dejaron de estar tan
unidos. Amadís le dejó allá por el siglo catorce, tras la Gran Plaga no supimos
más de él.
- ¿La Gran Plaga?
- Inquirió Idina sin comprender. -
-La Peste Negra de
mil trescientos cuarenta y ocho. - Sonrió la vampira para añadir con humor. -
Olvidaba lo joven que eres, niña.
-Bueno, por lo
menos, les concediste ese deseo. - Dijo la chica. -
Aunque ahora el gesto de Sarah se
tornó sombrío y apenas suspiró para sentenciar.
-Hay que tener
mucho cuidado con lo que se desea. La vida eterna puede resultar la peor
sentencia que puedas imaginar.
- ¡Es algo tan
increíble!, desde luego que no puedo imaginarlo y a fin de cuentas, a ti no te
dieron alternativa. - Le respondió Idina. -
- No, alguna vez
hablé con Mirtiam de ello, y muchas veces se disculpó. Pese a todo lo que pueda
parecer esta existencia a veces es muy amarga. Por eso me dijo que, en el
fondo, comprendía bien el que no quisiera convertirte y es que, aunque quizás
no me creas, al cabo de los años volví varias veces a mi aldea. Eso sí, de
noche, para ver como seguía mi familia. Nuestras otras hermanas se casaron,
tuvieron hijos, se hicieron ancianas y murieron, al igual que sus hijos y los
hijos de sus hijos. Una noche incluso me encontré cara a cara con uno de mis sobrinos
– nietos, que era pastor al igual que yo.
- ¿Y le mordiste?
- Inquirió Idina alarmada. -
- No, - contestó
Sarah. - Me recordaba mucho a ti, y después de verlo supe que no debía volver
más por allí. Me marché lejos, muy lejos, a la Roma Imperial, donde fui testigo
del mandato de muchos emperadores. Me acosté con varios de ellos y con algunas
de sus mujeres también. - Confesó preguntando a la chica. - ¿Te suena Mesalina?
- ¿No era la
esposa del emperador Claudio? - Dijo Idina atónita haciendo memoria histórica. -
¿Con ella también?
- Sí, también con
ella, disfrutamos mucho y su pobre marido no se enteraba de nada. Incluso la
muy golfa quiso que la convirtiese, pero me negué. Si viva y siendo únicamente
una humana mortal era como era. ¡Cualquiera la hubiera controlado una vez
transformada en inmortal! - Se permitió una breve sonrisa para luego continuar
ya con gesto serio. - Después pasé a Europa, allí sucedió lo que te he contado sobre
Ferak y Amadís, y más tarde a América. Pero dejemos eso. Sólo te diré algo, he
visto muchas edades y conocido a muchas personas y esto es lo más importante
que he aprendido. No importa la gloria o el poder terrenal que llegues a tener,
ambas cosas son efímeras y desaparecen. Los valores que siempre perduran son el
amor y la amistad verdaderos. Nada más importa realmente, el amor es todo lo
que tenemos. Y si tienes un alma pura cuando mueras ésta se elevará hacia el
Creador y serás por siempre dichosa. Tú tienes un alma así. Pasarás muchas
pruebas, algunas muy difíciles durante tu vida. No dejes que nunca nadie te la
corrompa.
- ¿Y eres
precisamente tú la que me da ese consejo? - Se sorprendió Idina - ¡No puedo
creerlo!
- Precisamente
porque una vez yo tuve un alma como la tuya y la perdí. Y no merece la pena. Créeme.
- Musitó la vampira con verdadero pesar. -
- ¿Quién comenzó
todo esto? - Quiso saber Idina entre atónita y llena de curiosidad - ¿Quién fue
el primer vampiro?
- Eso no lo sé. - Confesó
Sarah. -
- Pero ¡si tú
tienes más de dos mil años y no lo sabes!, entonces, ¿quién? – Exclamó Idina –
afirmando. - Debes ser la más vieja de todos los vampiros. Además, ahora que lo
pienso, ya te dije que hasta te llamas como mi abuela. No lo tomes a mal no
quise decir entonces que fueras una vieja. Claro, no sabía lo que sé ahora…-
Rectificó algo envarada. -
Sarah le sonrió tiernamente, como lo haría una madre ante
cualquier cándida pregunta de una hija pequeña.
- No te preocupes
Raquel, puedo llamarte así, ¿verdad? - Idina asintió con una amable sonrisa y
su contertulia añadió. - Es lo más bonito que me han dicho en siglos, desde
luego, y no exagero, cariño. Seguro que tu abuela es una mujer estupenda. -
Repuso la vampira acariciándole una mejilla - Respecto a tú pregunta, no lo sé,
ni siquiera mi madre Mirtiam, que nació en la época esplendorosa del reino
Cretense, lo sabía. Ni su madre, ni el padre de su madre. Es algo que se pierde
más allá de la noche de los tiempos. No sé cómo empezó ni quién lo puso sobre
la tierra, quizás el propio Creador lo hiciera para castigar la veleidad de la
raza humana y su deseo de ser inmortal como él.
- ¿Inmortal? -
Inquirió Idina. - Es cierto, el ser humano siempre ha querido la eterna
juventud. La ha buscado siempre. No morir nunca.
- Pudo ser así,
quizás algún hombre o mujer lo quiso con tanta fuerza que lo lograse. Te daré
un consejo, como ya te he dicho antes, ten mucho cuidado con lo que deseas,
porque puede que lo consigas. Inmortalidad, ¡pero a qué precio! ...- Y tras
unos instantes de silencio, con una mirada de profunda tristeza Sarah señaló
hacia la pared y sentenció. - La persiana está ahí, si la levantas la luz del
sol entrará.
- ¡Pero sabes que
eso te matará! - repuso Idina sin poder creer lo que estaba oyendo. -
- Yo llevo muerta
desde hace más de dos mil años, pequeña. ¿O acaso te creías que vivía? Hace
mucho tiempo que dejé este mundo. Pero mi alma aún no ha encontrado la paz.
Abre y me liberarás. Ahora lo comprendo, -musitó casi para sí. - Tenía que
verte, tenías que ser tú la que me librase de esta maldición. Eso es lo que
aquel ser me prometió.
Su interlocutora estaba perpleja, sin poderse decidir.
Entonces Sarah se deslizó tras ella y abrió la puerta.
- Puedes marcharte
si quieres. - Le dijo la vampira indicándole la salida. - Te deseo una vida
feliz y plena y que siempre mantengas tu corazón tan puro como ahora. Aprovecha
tu tiempo en este mundo. Y cuando llegue tu momento de partir despídete con
alegría por los años que hayas vivido, sean muchos o pocos. Sólo te pido que
reces por mi alma. Así, puede que, algún día, yo tenga otra oportunidad de
vivir. Al menos eso me prometió aquel ser. Y gracias, gracias por escucharme
con tanto afecto. Nadie en tanto tiempo lo había hecho. He podido abrirte mi
corazón y has logrado hacerme sentir de nuevo como un ser humano. Te estoy muy
agradecida por tu compasión y tu bondad.
- ¡Espera! Le
pidió Idina, a la que se le había ocurrido una idea. - ¿Y si te quedases aquí
sin abrir la persiana? Podrías cambiar y ayudar a la gente. Con todo lo que
sabes.
-No niña. –
Rebatió su contertulia. – Es demasiado tarde para eso.
-Pero las personas
pueden cambiar. Mi propia madre era malvada, pero lo hizo. La ayudaron mi
madrina y la Guerrera de la Luna.
-Otra vez esa
extraña guerrera. - Dijo una reflexiva Sarah, añadiendo. - Recuerdo que Mirtiam
me dijo una vez. Es mejor salir en las noches sin luna. Cuando esta aparece en
el cielo, ella te vigila. La verdad, nunca entendí que quería decir ese aviso.
-Quizás Sailor
Moon pudiera purificarte. - Le insistió la apenada joven. –
Ante tal demostración de bondad, la
vampira incluso sonrió, acariciando el rostro de esa muchacha humana y
sentenciando.
- ¿Una vampira
buena? No es posible. Al menos no para mí. Es mejor desaparecer. Te agradezco
mucho tus palabras, que sé son sinceras. Puedo percibirlo. Y por eso, te
repito. Los humanos vivís apenas un instante. Aprovecha el tuyo para ser feliz.
- Lo haré -
Sollozó Idina. -
La chica se quedó mirando a esa pobre criatura de la
noche con una mezcla de pena y de piedad, Sarah pareció adivinarlo y agregó
sentidamente.
- ¿Estás llorando
por mí? - Pudo decir la vampira, que sollozaba también, añadiendo. - ¿Sabes?,
realmente no fueron la cruz y la fe que demostraste lo que me espantó. Fue el
verte a ti y reconocer el alma de mi querida Raquel. Ella era tan dulce y buena
como tú. Fue la vergüenza al imaginarme que habría pensado ella si hubiese
contemplado el monstruo en el que me he convertido lo que más me afectó. Te
aseguro que saber a ciencia cierta lo que siempre supe y me ocultaba a mí misma,
ha sido lo peor. Me he visto a través de
tus ojos, como si de mi pequeña hermana se tratase. Eso es lo que me dio tanto
miedo y bochorno, por ello hoy más que nunca deseo terminar con mi agonía.
Su interlocutora seguía sin poder moverse, pero no porque
Sarah lo impidiera con sus poderes. Era porque el pesar y la compasión por aquella
infeliz la dominaban. En ese instante
escuchó pasos y los gritos de sus amigas que se llegaron hasta la puerta.
- Idina ¿estás
bien?,- le preguntó Kerria llegándose hasta ella. -
- Menos mal que
hemos llegado a tiempo, acabaremos con ese monstruo ahora. - Intervino Kathy. -
- ¡Esperad! - les
pidió su compañera interponiéndose entre sus primas y la vampira que ahora les
daba la espalda - ¡Dejadla, por favor!
- ¿Te has vuelto
loca o es que te ha mordido a ti también? - Le inquirió Amatista visiblemente
asustada. -
- Miradla como
realmente es y apiadaros de su sufrimiento - Les rogó Idina. -
Todos se quedaron perplejos al escuchar estas palabras y aún
más cuando Sarah comenzó a izar la persiana lentamente.
- ¿Qué está
haciendo? ¡Eso es un suicidio para un vampiro! - Exclamó Kyle que no podía
creer lo que veía. -
- Ella está harta
de seguir así. - Les explicó Idina remachando llena de conmiseración. – No me
engañaba. Lo decía de verdad.
- Lo noto- musitó
Debbie con gesto de sorpresa. - Siento que su influencia se disipa en mí...
- Y en mí -
corroboró Amatista con igual expresión de asombro. -
Sarah comenzó a recibir los rayos del sol, su cuerpo no
tardó en empezar a echar humo, mientras ella aun podía decir con la voz ahora y
desgastada ronca, como si hubiese envejecido mil años de repente.
- ¡Mira Raquel, el
sol!, hacía tanto tiempo que no podía contemplar su luz...ni sentir su calor…
¡y es tan hermoso!
- Si hermana, lo veo.
– Musitó afectuosamente Idina, acariciando una mano de la vampira sin contener
sus lágrimas, ante el asombro de los demás. -
Sarah todavía pudo sonreír cuando los rayos la bañaron
progresivamente y su cuerpo empezó a decaer. En apenas unos segundos sus negros
y sedosos cabellos pasaron a blancos y estropajosos, su clara y suave piel se llenó
de manchas y se arrugó, envejeciendo a ojos vistas.
- Es muy hermoso
Raquel ¿puedes verlo tú? ...- fue lo último que pudo decir antes de disolverse
en polvo. -
Todos se habían quedado petrificados contemplando aquella
escena, a Idina le corrían las lágrimas en un llanto silencioso y a la vez
alegre por Sarah. Con sumo cuidado recogió los fragmentos de aquella
gargantilla, que, al ser sacados de la protección de aquella caja, se
deshicieron en polvo al igual que su infortunada dueña. Durante unos largos
instantes nadie dijo nada y sólo cuando salieron de allí Kerria, con un tono
entre curioso y asombrado, le preguntó a su prima.
- ¿Qué ha sucedido
entre vosotras dos ahí dentro?
- Antes de que
llegaseis pude hablar con ella un poco. Quiso tener un último detalle de
humanidad conmigo, me desveló como se sentía. Estaba muy atormentada y me pidió
que rezase por ella. - Le contestó escuetamente Idina. -
Aunque no quiso desvelar la verdad, de todos modos, había
comenzado a olvidarse de muchas cosas que su sobrenatural interlocutora le
contase. Además, algo le decía que no era la hermana perdida de Sarah.
Seguramente la vampira volcó sus propios recuerdos en ella, transmitiéndoselos
a Idina para descargar su conciencia y lavar su alma. Todo aquello fue como una
especie de secreto de confesión y un último perdón y lo respetaría, pues debía
de ser algo sagrado, incluso para un ser de las tinieblas ya que, por muy
malvada que hubiese sido, al menos una vez fue humana.
- Supongo que esto
es el final de todo. - Intervino Katherine sacándola de esas meditaciones. -
- Así es, ella sí
que era la vampiro jefe - corroboró Kyle - ¿Qué tal estáis?,- les inquirió a
Amatista y Deborah. -
- Yo me muero de
hambre- sonrió la francesa tratando de desdramatizar -, tengo tantas ganas de
comer algo…
Pero Kerria no podía aguantar más sus emociones, abrazó a
su amiga entre sollozos, Amatista la estrechó musitándole también a punto de
llorar.
- ¡Lo siento mucho!,
todo lo que te haya hecho o dicho. Lo que fuera. ¡Nunca quise hacerte daño!
- Lo importante es
que ya estás bien. - Respondió su amiga igualmente emocionada. -
Deborah se unió al abrazo y el resto de las chicas
también. Sin perder ya más tiempo salieron de allí. Estaban hartos de ese local
maldito. Ahora por fortuna el sol brillaba sobre el horizonte. Les hería los
ojos hasta que pudieron acostumbrarse a él.
- Os propongo
pasar por una cafetería y tomar algo - ofreció Kyle. -
- Si tú invitas -
sonrió Deborah añadiendo mientras se encogía de hombros. - Porque yo no llevo
nada.
- ¡A nosotras no
nos mires! - rio Amatista para desdramatizar - estamos sin blanca. Como nos
invitaban en el club no trajimos dinero.
- Bueno, si pasamos
por el hotel creo que nos quedarán algunos dólares. - Propuso Kathy. -
- Yo pienso que
sería mejor preparar las maletas y volver a casa – Sugirió Kerria recordándoles
a sus compañeras. - Esta tarde sale el autobús…
- Entonces nos
despedimos así - le preguntó Debbie entristecida. -
- Creo que será lo
mejor. Me he alegrado mucho de volver a verte, aunque haya sido en estas circunstancias.
- Respondió cariñosamente su antigua pareja. -
La aludida asintió con los ojos llorosos y ambas se
dieron un abrazo. Amatista se unió a ellas para despedirse también de Deborah y
disculparse.
- Te he juzgado
mal todos estos años, perdóname.
- Ya somos amigas,
eso es lo que importa. - Respondió la interpelada dándole una mano que Amatista
aceptó encantada. -
- Mucha suerte -
las deseó Kyle también. -
Idina y Kathy se despidieron igualmente de ellos. Aunque
la última mantuvo todavía una breve conversación con el chico.
-De modo que te
dedicas a cazar vampiros. Aunque supongo que tras esto todo habrá terminado.
-No lo creas. - Le
rebatió el muchacho afirmando. - Hay muchos más por ahí. Más de los que te
imaginas. Y otros seres de las tinieblas contra los que hay que luchar.
-Vaya, suena
apasionante. – Repuso la chica que le comentó en tanto le anotaba sus señas y
su teléfono en un papel. - Si alguna vez pasas por San Diego ven a verme.
-Nunca sé a dónde
me llevarán mis pasos, pero lo pensaré. - Le sonrió el muchacho guardándose esa
nota como si de un tesoro se tratase. -
Finalmente se dijeron adiós. Las cuatro chicas volvieron
a su hotel deseosas de regresar a casa. Decidieron no contar a sus padres ni a
sus hermanos aquella aventura, sería su secreto. Desde lejos Debbie y Kyle las
vieron alejarse, cuando las perdieron de vista él rompió el emocionado silencio
y la invitó a desayunar. Deborah aceptó agradecida, aquello fue el principio de
una buena amistad que quizás con el tiempo llegase a ser algo más. Por lo
pronto Kyle le ofreció unirse a él. Le dijo que tenía otros camaradas que
deseaba presentarle. La muchacha aceptó. A fin de cuentas, no tenía otra cosa
mejor en mente. A parte de volver a ver a sus padres y a su hermana mayor. A
los que añoraba más que a nada tras esta experiencia. Así, los dos jóvenes,
junto a otros destacados individuos, formarían un gran equipo. Estuvieron en
principio dedicados a erradicar del mundo el mal de los vampiros y otros seres
malignos. Después conocieron (o en el caso de Debbie, volvió a ver) a alguien
que les encomendó la misión de sus vidas. Y mientras tanto, tal y como aquel
misterioso y ya olvidado ser le prometiese, el alma de Sarah al fin pudo volar
libre, quizás hacia la eternidad, hacia Raquel, o pudiera ser que hacia la
oportunidad de una nueva existencia. En cualquier caso, esa sería otra
historia…
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