miércoles, 17 de agosto de 2016

GWHC36 Los Años desconocidos del Liceo


Cuando recobró el conocimiento y abrió sus preciosos ojos verdes, Michelle se encontró tumbada en una camilla del gabinete médico rodeada por las expectantes  caras del propio médico, la enfermera y sus compañeras de clase ¿Cómo había llegado ella allí? No lo recordaba con claridad. Es más, ahora que poco a poco le volvía el sentido, creyó haber tenido una pesadilla.

-¿Estás bien? ¿Cómo te encuentras, Michelle? - Le inquirió el doctor  en tanto le observaba las pupilas con una pequeña linterna.-

            La muchacha no respondió, poco a poco iba volviendo a la dura realidad y se daba cuenta de que aquello no había sido un mal sueño. Lo supo con certeza en cuanto vio el ansioso rostro de Amatista allí, observándola asustada. Su memoria no quería pero Michelle iba recordando lo ocurrido. El médico la oscultaba en el pecho con el frío estetoscopio pero eso no la afectaba. Su corazón ya estaba lo bastante roto como para no sentir nada.

-¿Qué le ha ocurrido? - Quiso saber el médico dirigiéndose al corro de chicas que estaban allí entre curiosas y asustadas, observando a su compañera. -

            Al principio ninguna quiso contestar guardando un embarazoso silencio  y cruzando miradas nerviosas, por fin, Maxime, una de las compañeras de clase de Michelle, dijo con tono apurado.

- Se cayó, estaba  en la ducha y debió resbalar con el jabón.
- Si, eso fue, luego le entraron convulsiones.- Añadió rápidamente Amatista. –
-¿Visteis si se golpeó en la cabeza?
           
            Las chicas negaron nerviosas, pero el médico, sin comprender a qué obedecía esa negativa, insistió.

-¿Lo visteis o no?
-No, no nos lo pareció.- Declaró Maxime.-
- Muy bien,- Afirmó el médico, más tranquilo. – Si no ha sufrido un golpe en la cabeza, quizás únicamente haya sido un ataque epiléptico.- Concluyó para dirigirse a la paciente.- Dime, Michelle ¿habías sufrido esto anteriormente?
- No señor.- Pudo musitar esta por fin. -
- Pues nada, en cuanto descanses y te vigilemos un rato ese golpe podrás volver a clase.- Le dijo el facultativo que no obstante se percató de un detalle. - Lo que no entiendo es que hacías tú con la ropa puesta dentro de la ducha, porque tu falda y tu blusa están empapadas.- Subrayó mirando acusatoriamente al resto de las chicas que se habían quedado pálidas. -
- Suelo preparar el jabón y poner la toalla antes de ducharme.- Contestó Michelle para alivio de todas. -  Debí de resbalar con el jabón y me agarré al grifo de la ducha para no caer.
- Bueno, sí tú lo dices- replicó el doctor que obviamente no estaba nada convencido de ello. - Lo importante es que no te ha pasado nada más que el susto. Bueno, las demás volved a vuestras clases. Vuestra compañera irá en cuanto descanse un poco.

            Todas las chicas fueron saliendo una a una del gabinete dedicándole a esa muchacha una última mirada. Especialmente Amatista. Cuando sólo quedaron ella el médico y la enfermera éste le volvió a preguntar. Entre tanto Michelle se peinaba su media melena rubia ceniza.

- Bueno, ahora cuéntame que es lo que pasó de verdad. No pensarás que me voy a tragar esa historia.- Declaró él con tono más serio. -

            La interpelada guardó un envarado silencio, la enfermera que estaba a su lado, una mujer ya algo mayor y bastante amable, le insistió con suavidad.

- Vamos niña, nadie se va a enfadar contigo, y no hace falta que encubras a ninguna de tus compañeras. Si ha sido alguna clase de broma…
- No, ha sido como les he dicho, ¡por favor! - Repitió trémulamente Michelle en cuya expresión podía leerse la angustia. – Ha sucedido así.
- Está bien, si insistes en ello dejaremos el tema. - Concedió a desgana el doctor aunque objetando. - Pero tendré que notificárselo a tus padres. Si lo que nos has contado fuera cierto sería más conveniente que te mirasen en el hospital. Podrías tener alguna lesión. Esa caída no debe tomarse a la ligera. Hay que seguir un protocolo. Si experimentas mareos o pierdes el equilibrio, tienes que notificárnoslo inmediatamente. De cualquier manera será mejor que no asistas a las clases hoy y que guardes absoluto reposo. ¿De acuerdo?

            Michelle asintió despacio con expresión ida. No dijo nada, sólo deseaba salir de allí, no sólo de aquel gabinete sino del liceo, no quería volver nunca más. Todavía pensaba en Amatista ¿Cómo podía haberle hecho algo así?...

-No lo entiendo.- Pensaba totalmente hundida.- Al menos creía que eras mi amiga.

Entre tanto Amatista estaba junto a sus compañeras en el patio de recreo. Las clases aun no habían comenzado, llorosa les decía a las demás también dominadas por el remordimiento y el miedo.

- No debimos habérselo hecho, no estuvo bien…
- Ninguna quería que ocurriera lo que ha pasado, Amatista.- Contestó Anne Marie, una chica morena de largo pelo ondulado y ojos negros. -
- Nadie lo sabrá, lo guardaremos en secreto, díselo a Michelle.- Intervino Darlette, una rubia de media melena y ojos claros. -
- No puedo, no me atrevo a hablar con ella. – Musitó su contertulia con palpable inquietud. -
- Pues dentro de poco volverá a clase y tú te sientas al lado,- repuso Maxime, de pelo castaño corto y ojos azules. -
- No iré a clase, ¡hoy no!, no me siento con fuerzas.- Respondió Amatista visiblemente desasosegada. -
- Si no vas te pondrán falta y eso irá en tu notificación semanal. Si tus padres se enterasen de esto sería muchísimo peor. - Le previno Darlette para tratar de añadir con más ánimo - ¡Vamos Amatista! , tienes que enfrentarte a lo que ha pasado, todas debemos.
-¿Podréis mirarla a los ojos?- Le chilló su furiosa interlocutora para sorpresa de sus compañeras -¿Dirigirle la palabra como si nada? ¡Pues yo no puedo! al menos por el momento. Estoy demasiado avergonzada como para hacerlo, y creo que ella lo estará también.

            Ninguna supo que responder a eso sin embargo, Anne Marie sugirió.

- Mi compañera no ha venido hoy, estaba enferma, siéntate conmigo.
- No quiero huir de esa manera.- Se negó Amatista moderando ahora su tono de voz. -
- No estarás huyendo, le estás dejando a ella la oportunidad de no pasarlo mal a tu lado.- Le rebatió Maxime quien tratando de sonar conciliadora, agregó. - No es tan mala idea, piénsalo.

            Ésta asintió despacio, el timbre había sonado en ese instante y las reclamaba a enfrentarse con las consecuencias de su broma. Por mal que pensaran de Michelle, eso no había estado justificado, ahora lo sabían. Sin embargo, la muchacha en cuestión solo fue unos fugaces momentos a  clase. Caminaba despacio y además llegó acompañada por la enfermera. El señor Laconte, el profesor de Ciencias, estaba empezando cuando tocaron a la puerta.

-¡Pasen! – Indició.
-Disculpe Monsieur Laconte.- Dijo la enfermera.- Michelle Arnau tiene que recoger sus cosas y marcharse. Ha sufrido un pequeño accidente y tenemos que avisar a sus padres.-
-Muy bien, proceda usted señorita Arnau. Espero que se recobre pronto.- Le deseó el profesor con un gesto de su mano.—Gracias señor.- Musitó ella.-


            La chica anduvo despacio hacia su taquilla. De allí sacó algunas cosas en medio de las silenciosas miradas de sus compañeros. Algunos simplemente la observaban curiosos, nada sabían de lo sucedido. No obstante, casi todas las chicas estaban envaradas. Sobre todo Amatista que casi no se atrevía ni a mirarla. Por su parte la protagonista de todo aquello se esforzaba para centrarse únicamente en sus pertenencias y su mochila, sin querer desviar la vista hacia sus condiscípulos.  Tras unos pocos minutos que le parecieron una terrible eternidad salió del aula y volvió al gabinete médico. Allí el médico avisó al director que a su vez llamó a sus padres, Pierre Arnau y Claire Rogers. El padre de la muchacha se personó allí al cabo de una hora. Llegó preocupado y sólo se tranquilizó tras charlar brevemente con el médico y al ver a su hija vestida ya con ropa seca, aguardándole en el despacho del director.

- Hija, ¿cómo estás? - Le preguntó visiblemente nervioso. - ¿Te duele todavía?
- Estoy bien, papá. Solamente resbalé.- Pudo responder Michelle con un tono que trataba de ser tranquilizador. – Ya estoy mucho mejor.
 - El doctor me aconsejado que permanezcas en observación al menos por hoy. Te llevaremos al hospital para que te hagan pruebas, hay que estar seguro.- Le dijo su padre aun con bastante inquietud. – Esas cosas pueden ser peligrosas.

             La muchacha asintió dejándose conducir dócilmente por su padre que se despidió del director agradeciéndole que le hubiera llamado tan rápido. Era su única hija y la quería más que a nada en el mundo. Igual que su madre, Claire se reunió con ellos en el hospital.

-¿Cómo estás, Michelle? - Se apresuró a preguntarle a su hija nada más la vio en la sala de espera. -
- Estoy bien, mamá.- Contestó ésta con un tono ya bastante más calmado. - Ya me han hecho radiografías y no han visto nada anormal.
- Por fortuna solo tiene una leve contusión. Ha sido un  buen susto - añadió el padre, también más tranquilo, agregando ahora con un leve tinte de reprimenda. - La próxima vez no te dejes el jabón en la ducha ¿Eh, hija?
- No, no lo haré, descuida.- Prometió Michelle, aliviada de que para sus padres todo quedara ahí. – Nunca más.

            Los tres volvieron a casa, era viernes y no habría que volver al Liceo hasta pasado el fin de semana. Esos dos días Michelle no pudo apenas dormir, le consumía la incertidumbre de lo que pasaría a su regreso. Estaba decidida a no cruzar palabra con ninguna de ellas y menos aun con Amatista.

-¿Pour quoi? – Se decía una y otra vez.- ¿Por qué me has hecho esto, Améthyste?

Sintiéndose profundamente herida, todavía recordaba el primer día que se conocieron, justo al comienzo del curso. Michelle estaba sentada en su pupitre, ojeaba distraídamente una revista de modas aguardando que llegase el profesor de la primera clase cuando entonces vio a una chica bastante alta y muy atractiva dirigirse hacia ella.

-¿Es ésta la clase B?- Le preguntó la extraña en un dubitativo tono. -
- Si, ésta es - sonrió Michelle que dejó la revista abierta sobre su mesa. -
- Gracias - respondió la muchacha devolviéndole la sonrisa. - Es que soy nueva. Vengo de otro liceo, me he matriculado hoy mismo, me llamo Améthyste Lassart. O Amatista, como prefieras.
- Encantada, yo soy Michelle Mary Arnau.- Saludó ésta a su vez ofreciéndole con amabilidad. - Si no conoces a nadie siéntate conmigo si quieres.

Bastante agradecida, Amatista se sentó junto a Michelle. No pudo por menos que ver la revista que su compañera tenía y le dedicó una atenta mirada para decir con ironía.

- Es gracioso, la veo mucho más en fotografías que en persona.
-¿A quién?- inquirió Michelle sin comprender. -
- A mi madre, - contestó Amatista señalando la foto de la mujer que aparecía en las páginas centrales. -
-¡Tu madre es Émeraude Deveraux! - Exclamó Michelle sin poderlo creer - ¿La diseñadora de modas?
-Sí,- admitió resignadamente su contertulia, explicando. - Como tenía una gira pendiente por Italia me ha matriculado en este Liceo de interna. Ella y mi padre siempre están muy ocupados. Pero como ganan tanto dinero me han podido colocar en este sitio tan exclusivo.- Declaró con tono sarcástico al añadir - ¡Qué contenta estoy de ser tan pija!

            Aunque observando la expresión perpleja de Michelle, esa joven debió de pensárselo dos veces y se apresuró a añadir algo azorada.

-Perdona, no quise decir…bueno, no pienses que he querido menospreciarte a ti ni a nadie de aquí…
- No te preocupes. Esto no está nada mal. - La animó ella. – Yo entré el curso pasado. Tenemos unas instalaciones muy buenas y hacemos excursiones, en fin. Te divertirás.
-¿Tenéis un buen gimnasio?  Quiso saber Amatista ahora con bastante más interés. -
- Muy bueno,- convino Michelle  que le preguntó intrigada. - ¿Te gusta hacer deporte?
-¡Es lo que más me gusta! - Sonrió entusiásticamente Amatista añadiendo con humor. – Bueno, eso y los chicos.

            Michelle la miró atónita, estaba claro que esa chica decía todo lo que le pasaba por la cabeza. Desde luego que tendría ocasión a posteriori de comprobar que así era. Empero, entonces se rio, añadiendo.

- Puedes estar tranquila. De eso también tenemos, este Liceo es mixto.
- Pues entonces creo que lo pasaré bien.- Aseveró Amatista que, desde luego, ahora parecía mucho más animada. -
- Si te apetece, después de las clases puedo enseñarte las instalaciones.- Se ofreció Michelle. -
- Gracias, me encantaría- asintió su compañera quien le preguntó con interés. - ¿Eres medio pensionista o duermes aquí?
-Depende del momento del año. Ahora mismo sí que tengo una habitación.- La contestó sinceramente Michelle.-

            Sus padres pasaban bastante tiempo en el extranjero, a caballo entre París y Londres. Por eso la solían dejar una temporada a jornada completa y otra sin embargo podía ir a dormir a la casa de sus progenitores en París. Amatista asintió, al parecer se alegraba de ello.

-Me han colocado aquí por unas semanas. Tendré que dormir en este sitio, pero no sé si me habrán asignado ya habitación. Tengo que ir a mirar en recepción.
-Yo no tengo compañera.- Le dijo Michelle, con evidente alegría.-
-Pues si es posible, solicitaré compartir la estancia contigo. Y si ya me han dado una la cambiaré. ¿Te parece?- Inquirió esa alta joven.-

            Ella por supuesto asintió con entusiasmo. La cosa prometía, Amatista parecía simpática y agradable, y además ¡era hija de la señora Deveraux!

-En ese momento eso era casi lo que más me llamaba la atención de ella.- Recordaba Michelle tumbada en su cama ahora, en tanto se enjugaba unas lágrimas.- Todavía ni se me habían pasado por la imaginación el fijarme en Amatista de otra forma.

Y rememoró que así fue, enseñó todo el colegio a la recién llegada. Y hasta tuvieron suerte y tras una solicitud pudieron cambiar la asignación de Amatista para que las dos compartieran cuarto.

-Es muy grande, con una enorme ventana, hay mucha luz y un baño enorme.- Sonreía Michelle en tanto le describía la estancia a su nueva compañera.-
-Genial.- Convino esta sin parecer muy impresionada.-
            Llegaron enseguida al pabellón de residencia femenina. Ese liceo era muy prestigioso y caro, y las instalaciones estaban acorde con ello. Tanto que esa habitación de estudiantes podría ser tan grande como el apartamento de una familia corriente. Contaba con una habitación con dos camas individuales, un cuarto de baño con ducha y bañera, e incluso un gran armario para guardar bastante ropa. Además, tal y como le había adelantado a su nueva compañera, una gran ventana proveía de mucha luz a la estancia, sobre todo a la mesa que servía como lugar de estudio y de ocio. La pared tenía conexión para internet y en un mueble cercano hasta había una pequeña televisión de unas veinte pulgadas.

-Tenemos hasta una mini nevera.- Le desveló Michelle, llena de entusiasmo.-
-Se pueden hacer hasta fiestas.- Se rio Amatista al oír aquello.-

            Aunque al entrar en la habitación la recién llegada asintió con aprobación. Era un sitio realmente muy acogedor. ¡No en vano era tan caro!

-NI mi padrino Ian podría mejorar esto.- Se sonrió.-
-¿Tú padrino?- Inquirió Michelle sin comprender.-
-Sí, es un hombre realmente muy rico, y amigo de mis padres desde hace muchos años. Antes de que yo naciera. Tiene una hija unos años mayor que yo, Satory, es como mi hermana mayor.
-¡Vaya! – Pudo responder Michelle, sin saber qué más añadir.-
-Es una pena que la tenga siempre tan vigilada. ¿Sabes? Viven en una enorme isla en medio del océano y la pobre Satory ha crecido siendo educada por un montón de institutrices aburridas. Solamente la veo en vacaciones.- Le relató su interlocutora.-
-Lo siento por ella.- Pudo agregar Michelle.-
-La verdad, ahora que me fijo, tú me recuerdas mucho a Satory.- Le comentó Amatista mientras se sentaba en su cama y rebotaba un poco para probarla.- Eres muy amable y pareces tímida.
-Sí, es cierto.  -Musitó la azorada interpelada.-
-Y ella es rubia y de ojos azules, como tú.
-Yo los tengo verdes.- La rectificó Michelle.-
-¡Ah, sí, es verdad!- Se sonrió la apurada Amatista quien inasequible al desaliento añadió.-Hasta seréis más o menos de la misma estatura.-
-Debo de ser un clon suyo.- Sonrió a su vez Michelle.-
-Bueno, ella lleva gafas y siempre se pone coleta. Tú vas más sofisticada.- Concedió su compañera, suspirando para alegar.- ¡Mira que se lo tengo dicho! Debería ponerse lentillas. Y soltarse el pelo, en todos los aspectos…mira que va a cumplir los diecisiete y que yo sepa todavía no ha salido con ningún chico.

            Michelle le dedicó una mirada perpleja a su compañera. Ellas tenían trece años y Amatista hablaba de esas cosas como si tuviese veinte por lo menos. No pudo evitar preguntar.

-¿Tú ya has tenido novio?
-Bueno,- Se ruborizó su interlocutora desviando la mirada.- Novio de verdad, no. Pero me han gustado varios chicos muy guapos. Pero claro, mayores.- Suspiró desencantada para sentenciar.- De los que ni me miran.
-Pues prueba con alguno de nuestra edad.- Se permitió aconsejarla Michelle.-

            Aunque Amatista negó fervientemente con la cabeza para declarar.

-Pas du tout! Son unos inmaduros que se pasan el día jugando a la pelota o con muñecos. Yo quiero un novio que sepa mucho más que yo, para que cuando llegue el momento, ya me entiendes.
-No.- Pudo responder sinceramente ella.-

            Su contertulia se puso más colorada si cabía y fue capa de musitar, como si no desease que nadie más la oyera,  pese a que estaban las dos solas.

-Me refiero, a eso… ya sabes…cuando un chico y una chica…
-¡Ah, claro! -Comprendió enseguida Michelle, ruborizándose a su vez y afirmando con vergüenza .- Yo esas cosas, todavía no.
-¡Yo tampoco! No vayas a pensar.- Repuso su contertulia.-

            Se miraron fijamente durante unos segundos y enseguida rompieron a reír. Era bastante liberador. Así, una vez pasaron esas carcajadas, Amatista añadió.

-Eso sí, mi amiga Satory es inteligentísima. Una verdadera eminencia, se pasa la vida hablando de cosas rarísimas, que si agujeros negros, positrones, y ¡qué sé yo! A veces no entiendo nada de lo que me dice. ¡Y eso que hablamos en francés! A ella le encanta practicar nuestro idioma. Yo podría hablar con ella en inglés, porque mis padres me han hecho aprenderlo desde que era pequeña…aunque cuando me pongo nerviosa me trabo y me salen palabras en francés…

            Michelle asintió escuchando divertida toda aquella perorata. De hecho las dos eran francesas pero ella también dominaba el inglés bastante bien. No en vano su propia madre era inglesa y le había dado una educación bilingüe desde que nació. En el liceo en el que estaban además, se seguía ese mismo sistema.

-Veo que quieres mucho a esa amiga tuya.- Afirmó con una sonrisa.-
-Sí, ya te digo que para mí es como una hermana mayor, eso de ser hija única a veces es duro. Bueno, sobre todo cuando tus padres apenas te ven.- Suspiró Amatista ahora.-
-Es verdad. Yo tampoco tengo hermanos ni hermanas.- Convino Michelle.-
-Me alegra mucho haberte conocido, creo que vamos a ser muy buenas amigas.- Afirmó Amatista con recobrado entusiasmo.-

 Y así fue. Pasaron los días y los meses que fueron muy buenos, recordaba Michelle. Amatista y ella en efecto se hicieron muy buenas amigas. Más que eso, amigas íntimas y no se guardaban secretos. Bueno, casi ninguno. Michelle recordaba aun la primera vez que vio a Amatista desnuda. Curiosamente fue en el gimnasio y no en su habitación. Era por la tarde y las chicas se disponían a cambiarse tras haber dado la clase de educación física. Michelle se despojaba meticulosamente de su ropa en tanto su amiga lo hacía de forma rápida.

- Me muero de ganas por ducharme ya - decía Amatista una vez se desnudó. – Oye Michelle ¿no tendrás un poco de champú?  El mío se me ha terminado.
- Cla, claro- Pudo decir ésta que se encontró de pronto con los senos de su amiga a la altura de la cara. – En mi jabonera…

            Michelle se separó lo suficiente de ellos como para no darse de narices y le ofreció a su amiga su frasco de champú.

- Utiliza lo que quieras, tengo otro para empezar en mi taquilla.
- Gracias, te debo una,- sonrió reconocidamente Amatista -

            Su compañera sonrió también pero por alguna razón no podía apartar la vista. Su amiga estaba desde luego  muy bien formada, sus senos grandes y blancos apuntando al frente, su estómago moldeado por la influencia de las abdominales, sus caderas redondeadas terminando en aquellas nalgas duras e incitantes, y sus brazos y sus largas piernas marcadas también por el trabajo físico aunque no en exceso. No le sorprendía el éxito que tenía Amatista con los chicos y probablemente con cualquiera persona que se propusiera. Era además tan enérgica y confiada en sus posibilidades, nunca se arrugaba ante nada o ante nadie y tenía una rebeldía que atraía a Michelle que de siempre había sido tímida y apocada.

-Me gustaría ser como ella, desde luego.- Pensó en aquella ocasión, no dándose cuenta ni ella misma de lo que realmente comenzaba a sentir.-

Su amiga se metió en la ducha y ella observaba su silueta a través de la mampara frotándose con el jabón por todas y cada una de las partes del cuerpo. Amatista era la chica más impresionante que había visto nunca. A Michelle se le hacía un nudo en el estómago al contemplarla, por fin se decidió a ducharse ella y no pudo evitar recorrerse intensamente con las manos, aun pensando en su amiga.

-Eres realmente preciosa… pero, no sé por qué estoy pensando esto, no está bien.- Meditaba tras terminar de ducharse y secarse.- Ante todo eres mi amiga…aunque quizás… si tú...pero no, sé que tú podrías sentir lo mismo que yo. O al menos eso creo.

Todo eso había ocurrido hace ya algunos meses, Michelle lo recordaba ahora en su cuarto y lloraba en silencio. Ella nunca quiso hacerle ningún mal a su amiga, la había querido demasiado para eso. Incluso fue incapaz de darse cuenta al principio. Poco a poco se fue sintiendo cada vez más atraída por ella y llegó a enamorarse. Pero eso se había roto de golpe tras aquella horrible broma. Aunque ahora era odio lo que sentía, odio y rabia, ¡deseaba matarla, vengarse de alguna manera de Amatista y de las otras!  Pero no, ella no era capaz de hacer algo así, se horrorizaba solamente con que la idea le cruzara por la cabeza.

-Soy un monstruo. Quizás sea eso.- Pensaba con horror y pesar.- Puede que me lo haya merecido después de todo.

            Los días pasaron y tuvo que volver al Liceo. Y a cada minuto que pasaba su incertidumbre y su ansiedad aumentaban.

-No puedo seguir en la misma habitación que ella.- Se decía con una mezcla de temor y malestar.-

Por fortuna ahora estaba en jornada de medio pensionista. Tras ese susto sus padres insistieron en ello y Michelle aceptó de buena gana. Pero pese a todo tendría que compartir espacio en clase con Amatista y las otras.

-Ya veré qué hago cuando llegue el momento.- Se dijo tratando de animarse.-

Al fin entró en el colegio y cuando lo hizo notó a la mayoría de sus compañeros tratarla de un modo extraño. Alguno sí que era amable y le preguntaba si estaba bien, otros le dedicaban miradas curiosas y los más parecían ignorarla u observarla con desdén. Michelle, tratando de actuar con normalidad, ocupó su mesa para descubrir entre aliviada y aún más entristecida que Amatista ya no se sentaba allí. Estaba junto con Anne Marie y ambas parecían reír de algo. Pero nada más verla a ella las sonrisas desaparecieron de sus caras y sus rostros se tornaron tristes, sobre todo el de Amatista que enseguida desvió la mirada y cuchicheó algo con Anne.

-Seguro que estarán hablando de mí. Hasta se ha cambiado de sitio. No se lo puedo reprochar. – Pensaba la entristecida muchacha.- ¿Qué estarán comentando?

Sin embargo, Michelle no pudo ni tratar de conjeturar sobre lo que estaban diciendo, llegó el profesor y la clase dio comienzo. Terminada ésta salió al pasillo a descansar. Darlette entró en el aula pasando junto a  ella y haciendo como si no la hubiese visto. Se reunió con Amatista y Anne Maríe, así como con Maxime que también se había aproximado desde su sitio.

- Está ahí- señaló Darlette con evidente malestar cuando quiso saber - ¿Quién ha ido contando lo ocurrido?
- Bueno.- Susurró culpablemente Maxime que parecía nerviosa. - Yo sólo le conté un poco a Constance.
-¡Prometimos no decir nada a nadie! - le recriminó Amatista visiblemente contrariada. -
- Pero es mi amiga y ella no lo contará - se apresuró a responder Maxime. -
-¿Y cómo es que me han preguntado esta mañana? - Le inquirió Anne Marie aclarando con evidente malestar. -Y no ha sido Constance, han sido los chicos de la clase de al lado…Uno de ellos era precisamente el novio de tu amiguita la chismosa.

Máxime guardó un incómodo silencio, las demás viendo que se terminaba el descanso decidieron posponer la conversación para la hora de comer. Michelle salió de clase sin hablar con nadie. Cuando llegó la hora del almuerzo se dirigió al bufé y se sirvió un poco de cada cosa, tampoco tenía mucha hambre pero así por lo menos estaría entretenida. En eso que Gaston, un chico de la clase de al lado, que no gozaba precisamente de sus simpatías, se acercó a ella y la abordó con una insólita proposición.

- Hola Michelle. ¿Te apetecería salir conmigo esta noche?
-¿A qué viene eso, Gaston? - le inquirió entre abrupta y sorprendida ella pues él sabía de sobra que no le caía bien. -
- No seas tan antipática,- rio burlonamente éste añadiendo con un falso tono insinuador, (¿o quizás no era tan falso?) -Mira, tengo una prima que está muy buena, podríamos pasarlo bien los tres.
-¿Pero qué dices?- Le respondió Michelle con cara de repulsa, añadiendo con desdén. - ¡Eres un vicioso, chaval!
- ¡No me vengas con esas! - se burló el chico también con manifiesto desprecio. - Seguro que si te dejo a solas con ella no dirías que no.- Puso voz fingidamente melosa para añadir con regocijo - ¿A que no?  No veas que melones tiene. ¿Te gustan las que tienen tetas grandes no? Además,  con que me dejéis mirar como os lo montáis  me conformo. ¡Ja, ja, ja!…

            Michelle se quedó de piedra, ese chico sabía algo, estaba segura ¿Cómo era posible? ¡Esas zorras, no contentas con lo que le habían hecho y ahora lo divulgaban a los cuatro vientos!

-¡Déjame en paz!- Le chilló indignada, atrayendo la atención de los chicos y chicas de al lado -¡Eres un bastardo!
- Pero por lo menos no soy gay.- Le replicó el chico con tono recriminatorio, escupiendo de seguido - ¡Vete al infierno, Michelle!, no te necesito para nada, hay mucha tías buenas por aquí que son normales. Por eso no creo que ninguna quiera enrollarse contigo.

            Como un resorte, la chica soltó la bandeja y le dio una bofetada dejándole marcada la mano, los demás intervinieron sujetando a Gaston que ahora estaba furioso y dispuesto a devolver el golpe.

-¡Te voy a  partir la cara! ¡ tú no eres una chica de verdad, tortillera  asquerosa!

            Michelle salió corriendo de allí llorando antes de que ningún profesor llegase a tratar de aclarar las cosas. ¡Lo sabía todo el Liceo, que iba a hacer, se moriría de vergüenza! ¡Tenía que salir de allí! El colmo de todo fue llegar a su taquilla y encontrarla abierta, alguien le había dejado una revista “playboy” llena de chicas desnudas y una cruel nota. ”Que las disfrutes Michelle” La pobre chica se dejó caer al suelo entre sollozos de desesperación, a partir de ahora ¡su vida allí iba a ser imposible!

-¡Quiero salir de aquí!- Musitaba con la voz entrecortada por el llanto, dejándose caer frente a su taquilla.- ¡Quiero salir!…

Amatista entre tanto se había enterado de lo ocurrido y furiosa fue en busca de ese Gaston. Lo encontró conversando con algunos amigos de lo ocurrido, incluso ufanándose divertido de aquello y sin mediar palabra le agarró de la camisa por las solapas y arrastrándole lo empujó contra la pared.

-¿Qué le has hecho a Michelle? ¡Maldito cabrón!  - Le espetó llena de ira. -
- Yo no le he hecho nada - Se defendió éste sorprendido y bastante acongojado pues Amatista era buena luchadora de karate y varios centímetros más alta que él. -
- Eso no es lo que yo he escuchado.- Rebatió ésta fulminándole con la mirada a la par de apretarle más del cuello.-
- Ya basta, Amatista. - Terció tajantemente Ronald, un compañero de Gaston añadiendo después con una mezcla de reprobatoria serenidad y conciliación en su tono. - Él se ha pasado con esa chica, vale, pero más os pasasteis vosotras. ¿Te crees que no sabemos la broma tan cruel que le hicisteis?


            Amatista muy a su pesar, tuvo que reconocer que ese chico llevaba razón y soltó a Gaston que añadió visiblemente furioso.

- Además, fuiste tú quien tuvo esa idea, ahora no te hagas la amiga preocupada.
-Sí, no eres más que una hipócrita.- Denunció otro de los chicos.-

La aludida se giró hacia él con los ojos encendidos. Ese muchacho dio incluso dos pasos hacia atrás. Todos conocían el pronto de su compañera y no era cosa de hacerla enfadar. Aunque el propio Roland, que también gozaba de prestigio entre sus condiscípulos, se interpuso entre ella y ese otro muchacho y con tono más calmado le dijo, eso sí, siendo totalmente sincero.

-No tiene sentido que te pongas a defenderla ahora. Aquí, por mucho que se comente no le hemos hecho nada. El hecho de que vayas pegando a alguno no va a aliviar tu mala conciencia. Y lo sabes.

            La muchacha apretó los dientes tratando de reprimir su furia. De haber sido otra situación hubiera roto la cara a más de uno, pero sabía que su compañero llevaba razón. Se calmó lo suficiente como para admitir.

- Hicimos mal, yo la primera. Lo reconozco. ¡Pero ya basta! ¿No creéis?,- les replicó elevando el tono, que ahora pretendía ser más conciliador y compasivo al agregar. - La pobre chica está destrozada, hay que terminar con esto.
- Me parece que llegas un poco tarde, Amatista. - Intervino Darlette que se acercó corriendo hasta allí con el semblante preocupado. - Michelle se ha ido.

            La cara de la joven era un poema, el mundo se le venía encima, ella era la que había comenzado aquella terrible bola que había sepultado a la que había sido su mejor amiga allí. La misma que la había recibido con los brazos abiertos y presentado a las demás. Incluso había hecho de mediadora para que pudiera salir con Paul el capitán del equipo de fútbol. Y todo eso estando enamorada de ella en secreto. Recordaba aquello con tristeza, culpable amargura e incluso un poco de nostalgia.

- ¡Mira, mira! - Le decía una eufórica Amatista a una atónita Michelle. - He abierto un agujero en esta parte del vestuario y se ven a todos los chicos. ¡Fíjate  como la tienen algunos!
- Pero Amatista.- Balbuceó Michelle que estaba roja. - ¿Cómo se te ocurre hacer eso? ¿Y si ellos se enterasen?
- ¡Eso les iba a poner todavía más a tono! - rio su contertulia invitándola con jovialidad - ¡Anda Michelle, da un vistazo a ver que te parece!
- No, yo…, no creo que esté bien.- Objetó apuradamente ésta. -
-¡Anda ya! ¡No seas tan puritana! - le replicó con sorna Amatista, casi llevándola a empujones hasta allí. -Vamos, mira y dime si no merece la pena el espectáculo.

            Michelle, obligada, miró por aquel agujero y sí, vio a varios de los chicos del equipo de fútbol que salían de la ducha y se secaban, estaban desnudos por completo y se les veía con mucha claridad. Incluso vio a Paul, el capitán y el más codiciado por las chicas, aunque eso a ella no le importaba en absoluto. Sin embargo, fingió esbozando una sonrisa y dijo.

- No están nada mal, sobre todo Paul.

            Al oír esto su amiga se apresuró a apartarla para mirar y enseguida declaró.

-¡Cómo está ese tío, y lo que tiene ahí!,  lo que daría yo por animárselo un poco.
- Pero Amatista - pudo decir Michelle que parecía escandalizada - ¿Qué dices?
- Venga Michelle - le contestó esta divertida.- Si está para que le hagan un favor. Me encantaría conocerle mejor, incluso salir con él.
- Si quieres salir con él, yo podría ayudarte. Si tú quieres.- Musitó tímidamente. -
-¿Podrías?- exclamó Amatista que la miraba sorprendida. -
- Bueno, es que conozco a Paul, del año pasado, le ayudé a aprobar matemáticas. Me debe un favor.
-¿Y no se lo cobraste todavía?- sonrió pícaramente su interlocutora. -

            La cara que le dedicó Michelle dejó a Amatista de piedra, había metido la pata hasta el fondo.

-¿Cómo puedes pensar eso?,- le inquirió ésta que parecía molesta. -
- Lo siento,- suspiró Amatista palmeando suavemente la espalda de su amiga creyendo adivinar mientras se disculpaba. -  No debí decirte eso. ¿Tú le quieres, verdad Michelle? Por eso te ha molestado lo que he dicho. Oye si es por eso, entonces olvídalo todo. Ya saldré con otros chicos.
- No, no es eso, de verdad.- Se apresuró a negar esta que agregó. - Yo te ayudaré, es sólo que no me gusta que pienses siempre en lo mismo. No quiero que salgas con él para que te abra de piernas y se te cepille y luego no quiera saber nada de ti.
- No te preocupes,- la tranquilizó Amatista. - Sé cuidarme. Y no voy a ir tan deprisa. Gracias por ser tan buena amiga y preocuparte por mí, Michelle.- Añadió dándole un cariñoso beso en la mejilla lo que enrojeció a su interlocutora visiblemente. -

Y Michelle cumplió su palabra, presentó a Paul a su amiga y ambos salieron durante unas semanas. Lo dejaron porque en efecto aquel chico hubiera querido llegar más lejos de lo que Amatista le dejaría. Ahora con ese culpable recuerdo, sólo podía pensar en que Michelle no hubiera hecho ninguna tontería. Pero Darlette la tranquilizó cuando añadió.

- Sus padres vinieron a buscarla, por lo que sé, esta historia ha llegado a oídos de algunos profesores y estos informaron al director...
- ¡Pobrecilla! - Pudo decir Amatista con un sollozo. - Y todo ha sido por mi culpa.

            Michelle fue encontrada en el suelo del vestuario y llorando por una profesora. Ésta informó al propio director. Una vez calmada fue a la oficina de éste quien le informó de que sus padres irían a buscarla. Cuando estos llegaron y el director les comentó lo que había escuchado, lo primero que hizo el padre de Michelle fue preguntarle a su hija.

-¿Es eso verdad? ¿Estas enamorada de una compañera?

            La joven no dijo nada, entre las lágrimas sólo asintió débilmente, pues aun la quería a pesar de todo, el amor y el odio libraban en su interior una batalla muy intensa pero al parecer condenada a mantenerse durante mucho tiempo.

-¿De quién?- Inquirió su padre.-

            Sin embargo, Michelle no quiso responder a eso. Sus padres conocían aunque poco a los de Amatista. No deseaba una polémica todavía mayor.

- Hija.- Pudo decir su madre abrazándola con cariño. - Sea lo que sea que haya ocurrido debes contárnoslo a nosotros.
- Solo quiero irme de aquí- balbuceó la chica. – Solamente quiero que esto se termine.

            Sus progenitores se miraron muy preocupados, desde luego que no iban a tolerar que aquello continuase. Y su padre finalmente asintió y dijo.

- Nos iremos, te cambiaremos de colegio. Mira, en Inglaterra hay uno muy bueno. Te enviaré allí, tu tío Steve vive cerca. Y nosotros estábamos pensando ir a vivir allí de todas formas. Adelantaremos tu marcha. ¿De acuerdo?


-Sí claro, cariño.- Añadió su madre quien más cariñosamente la acarició en la mejilla para susurrarle.- Debes calmarte. Verás, lo que te pasa es natural. Ésta es solo una fase. No te preocupes. No es tan raro que sientas esto por otra chica.
-¿Ah no?- Replicó la muchacha que realmente no hubiera esperado oír esas palabras, afirmó entonces con franca sorpresa.- Pensé que os ibais a enfadar mucho conmigo.
-No cielo.- Añadió su padre.- Eres muy joven todavía. Y lo más probable es que hayas confundido amor con admiración. Pero eso pasa igual tratándose de chicas o de chicos.
-Es verdad.- Convino la madre de la chica.- Tú eres muy reservada. Y te cuesta hacer amigos. Si has conectado con alguna de esas compañeras tuyas no es nada raro que, a tu edad, se confundan los sentimientos…

            La chica escuchaba a sus padres entre perpleja y confusa. Ella sentía algo por Amatista, creía desde luego que era amor. Aunque quizás, podría ser verdad lo que le estaban diciendo. Su compañera era una muchacha realmente espectacular. No solamente en su físico sino en su capacidad de liderazgo y su destreza en los deportes. Además era extrovertida y no se achantaba ante nada. ¿Acaso ella deseaba ser así también? De hecho, al principio de conocerla lo pensó. ¿Y si en lugar de estar enamorada de Amatista en realidad era el modelo de chica en el que quería convertirse? Aquello terminó por quedársele grabado cuando su padre añadió con tintes afables pese a todo.

-Cariño, cuando conozcas a un chico que de veras te guste te olvidarás de todo eso. Entonces tú misma te sorprenderás y hasta te reirás de lo que crees ahora.
-Claro, mi amor.- Añadió Claire.- Solo tienes que dejar que el tiempo pase.

            Michelle únicamente pudo asentir abrazada a su madre, no estaba demasiado convencida de eso pero deseaba creerlo. Y sobre todo estaba más animada ahora y deseando partir de cero. Así pues no regresó a clase y pasó por su habitación aprovechando que estaría vacía a recoger sus cosas.

-Al menos, no dejé muchas de mis pertenencias aquí cuando me fui a casa tras el accidente.- Pensó aliviada.- No tendré que tardar mucho, ni coincidir con ella.

Y con la ayuda de su madre terminó de llevarse ropa y algunos útiles personales y se marcharon sin despedirse. De este modo permaneció en casa unos días que sus padres le dieron para que pudiera serenarse y aclarar sus ideas. Al fin, tras darse de baja del Liceo fue inscrita en un prestigioso colegio británico. Viajó allí sola, pues sus padres tardarían en llegar al tener que ocuparse de solucionar algunos asuntos pendientes. Ella fue recibida por sus tíos que ignoraban aquella historia. Sus padres le pidieron que no lo dijera porque no deseaban extender el escándalo. Desde luego que Michelle tampoco. Cuando bajó del avión llegando a la terminal de vuelo vio a sus tíos que se acercaron hacia ella con una gran sonrisa.

- Hola Michelle, cariño. ¡Qué alegría!  – Exclamó Steve. -
- Me alegro mucho de verte, tesoro. – Añadió su tía Lorna. -

            La muchacha se abrazó a ambos, contenta de verles y aliviada de estar en un sitio donde podría empezar de nuevo. Sus tíos no tenían hijos y la querían y mimaban como si ella misma lo fuera, la llevaron a su casa y se instaló  con ellos hasta poder hacerlo en su nuevo colegio. Al día siguiente Michelle fue conducida allí, la presentaron en clase a sus nuevos compañeros y fue bastante bien recibida. Incluso atrajo las miradas interesadas de un par de muchachos. Uno de ellos, vecino de sus tíos. Sin embargo, los ojos de la muchacha volaban enseguida hacia otras jóvenes. Su culpabilidad aumentaba cuando en días que siguieron estando en los vestuarios se sorprendía a sí misma mirando a veces a alguna de sus compañeras más atractivas.

-No, eso no está nada bien. Yo soy normal. ¡Quiero ser normal! - Se decía casi con desesperación.- No soy una enferma.

Y trataba de enfocar sus intereses hacia esos muchachos de los que todas hablaban. Los “tíos buenos” del colegio. No obstante, pese a que trataba de interesarse por ellos no sentía realmente ningún tipo de atracción.  Eso la hundió en una depresión, no levantaba el ánimo y sufría constantes pesadillas de las que se despertaba gritando y llorando.  Aquello preocupó mucho a sus tíos que no lograban que la chica les contase que le sucedía y aún más a sus padres que  llegaron unas  semanas después. Una vez reunidos charlaron con ella junto a un psicólogo que les habían recomendado.

- Hija,- le pidió su padre. - Sé que para ti será difícil pero, por favor, cuida de que no se repita lo de París.
- Lo intentaré papá,- musitó ella. -
- Ante todo - le pidió el psicólogo con afabilidad. - Sé sincera y no tengas miedo de expresar tus verdaderos sentimientos. Aquí todos te quieren y están para ayudarte.
- Lo haré.- Afirmó la chica. – Gracias.
- Muy bien, hija. - Le sonrió animosamente su madre. – Recuerda que lo hablamos allí.
- He leído el informe de mi colega de París. Sabemos que tú sentías por algo aquella chica,- añadió el psicólogo que precisó - algo hermoso sin duda, pero que seguramente obedece a que eres joven e inexperta.
- Yo la quería de verdad - afirmó Michelle. -
-¿Te hubiera gustado mantener relaciones sexuales con esa chica? - Le inquirió el psicólogo que añadió con talante cordial. - No temas responder con sinceridad.  

            Michelle callaba visiblemente avergonzada. Su madre intervino.

- No tengas miedo cariño. Y di la verdad.
- Sí, me hubiera gustado, abrazarla y darle algún beso. - Musitó Michelle escondiendo la cabeza entre las manos para musitar un culpable. - Lo siento…
- No, no debes disculparte - le dijo el psicólogo con voz  amable para afirmar con tinte decidido. -No es algo malo, Michelle.

            El padre de ella quiso replicar, en eso no estaba en absoluto de acuerdo, pero el psicólogo le detuvo con un gesto y añadió

- Lo pasado está pasado, debes mirar al futuro con optimismo. Vamos, ¡ten ánimo!
- Sí, señor - repuso ésta no muy convencida. -
- Tienes el cariño de tus padres y el de toda tu familia, y empiezas en un sitio nuevo, a salvo de cualquiera que haga comentarios malintencionados, no tengas miedo de ser como eres. Aunque, quizás no seas del todo como tú piensas, Michelle. - Remachó ese hombre con tono misterioso. -
- No le comprendo - dijo la chica que ahora se sentía confusa. -
- Verás, tú has dado por supuesto que podrías ser homosexual. Eso no tiene por que ser así. Si lo fueras no sería nada malo ni deshonroso, pero creo que no es tu caso.
-¿Qué podría ser sino? - Quiso saber la madre de Michelle con tono esperanzado. - ¿Admiración? Nosotros ya le dijimos eso en París.

            El facultativo asintió. Ahora se arrellanaba en su sillón de cuero y tardó unos segundos en tomar la palabra. Una vez que todos le observaban con atención lo hizo.

- Así es, señora Arnau. Su hija es muy joven, tienes catorce años, ¿verdad?- Le inquirió el psicólogo a Michelle que asintió en tanto éste proseguía. -Y aquella amiga, esa chica que tanto querías ¿cómo era?  Descríbemela físicamente.
- Era, bueno, es muy alta, y muy fuerte. Muy buena deportista, - aseveró Michelle. -
- Con un carácter fuerte y seguro. ¿A que sí? - Añadió el psicólogo con tono perspicaz. -
- Sí señor. Era así. Y muy bonita.- Añadió ella sin poderlo dejar pasar. -

            El psicólogo asintió con aprobación, en su rostro parecían reflejarse las respuestas al problema. Declaró con bastante tranquilidad.

- No te preocupes Michelle, estoy convencido de que lo que te ocurrió con esa chica obedece a otras cuestiones muy distintas.
-¿A cuales?- inquirió la muchacha que ahora estaba hecha un verdadero lío. -
- Verás Michelle, verán señores Arnau. En mi opinión estaban ustedes en lo cierto. - Replicó dirigiéndose ahora más a los padres  como si quisiera diagnosticar. - Su hija verdaderamente quería a esa muchacha. Era su amiga, su compañera de confidencias y sobre todo un modelo para ella. Enérgica, fuerte, segura de sí, todo lo que a ti te gustaría ser ¿Verdad Michelle? Tú eres tímida y quizás desearías parecerte a ella. Dependías mucho de ella y eso te hizo llegar a imaginar una relación que no existía. Como tú no podías admitir esa fantasía, tenías remordimientos y sufrías por ello, cuando salía con un chico no es que estuvieras celosa. O sí que lo estabas pero no de esa manera que pensabas. Lo que te sucedía es que tenías miedo de perder su amistad o de que te dejase en un segundo plano.
- Eso debe ser - intervino el padre de Michelle visiblemente aliviado. - Está muy claro, ¿verdad hija?

            Michelle no decía nada, no estaba segura de que fuera eso, pero por no prolongar más aquello asintió casi imperceptiblemente ante la cara de satisfacción de su padre que le aseguró de forma jovial.

-¡Ya verás como todo se va a arreglar! Como te dijimos en París, aquí conocerás a algún chico estupendo y te olvidarás de esto bien pronto.
- Muchas gracias, doctor.- Le dijo  Claire con un gesto aliviado y alegre. -
- Ha sido un placer, pásate por aquí dentro de algún tiempo y hablaremos, ¿eh Michelle? - Le propuso el doctor. -
- Claro- respondió quedamente ella sin ninguna intención de hacerlo en realidad. -

            Cumplida aquella visita los tres volvieron a casa. Michelle se retiró pronto a su habitación, se excusó diciendo que estaba cansada y sus padres lo entendieron. Ella no tenía ganas de hablar ahora. No comprendía del todo la razón pero sentía que lo que ese psicólogo le había dicho eran un montón de tonterías. Recordaba bien algunos momentos con su antigua amiga, la vez que su clase fue de excursión a la playa de Niza. Como de costumbre, las dos compartían habitación. Amatista deshacía sus maletas con muchas ganas. Michelle hacía lo propio aunque más tranquilamente, escuchando a su amiga.

- Niza, la playa, el sol, los chicos guapos en bañador pegándose por nosotras. ¡Cómo nos lo vamos a pasar!
-¡Espera a que bajemos a la playa! - rió Michelle divertida siempre por el ímpetu que mostraba su compañera. -
- Y tendré que comprarme algún bikini. - Suspiró Amatista ahora más desencantada. – No caí en la cuenta antes de venir. Tengo aquí dos, espero que me valgan, son del año pasado. Mejor me los pruebo ahora. No quisiera hacer el ridículo.

            Ni corta ni perezosa esa muhacha corrió al cajón de su armario donde había puesto los bikinis y los sacó. Después se desnudó presurosa exhibiendo los trajes de baño, uno en cada mano. Michelle no podía apartar la vista del escultural cuerpo de su amiga.

-¿Cuál me quedará mejor?- le preguntó Amatista. -

            Pero la pobre Michelle estaba ida observando aquellos pechos, ¡lo que daría por acariciarlos o incluso poder besarlos! Trataba de quitarse esa idea terrible de la cabeza. ¡Eso no podía ser!

- ¡Michelle! - insistió Amatista con tono impaciente. - El rosa o el amarillo limón.
-¡Eh! creo que el amarillo - repuso dubitativamente ésta con lo primero que se le pasó por la cabeza. -

            Amatista hizo los honores y se lo puso, el bikini aún le daba más morbo a su aspecto pues los grandes senos empujaban como si pugnasen por salir. Aquella pequeña pieza de tela era claramente desbordada por ellos, pues tan sólo tapaba la aureola del pezón y unos pocos centímetros más de circunferencia.

- Lo sabía - se lamentó Amatista al mirarse al espejo. - Me han crecido otra vez.
-¿El qué?- le preguntó Michelle fingiendo no saber a qué se refería. -
- ¡Las tetas! - respondió su amiga con desencanto para sentenciar. – Es horrible. A este paso no voy a tener ni un solo traje de baño de mi talla.
- No seas exagerada. - Le contestó animosamente Michelle. - Si estás muy bien. Los chicos se quedan pasmados cuando te ven. Y también yo – pensó esto último con un tinte de culpabilidad. -
- No es verdad,- se quejó Amatista oponiendo. - Lo único que se dicen es, ¡mira, ahí va Amatista, la vaca lechera! Sé que algunos se ríen de mí y me llaman eso. ¡Y también Amatetas!- Exclamó herida.-  
-Bueno mujer, tampoco es para tanto.- Quiso animarla ella.-

            Pero su amiga ya había entrado en esa espiral de creerse una auténtica freak por ese motivo y ni corta ni perezosa le pidió.

-A ver Michelle enséñame las tuyas. Ya verás a lo que me refiero.
-¿Qué?- exclamó ella poniéndose colorada. -
- Que me dejes ver tus tetas. - Le insistió Amatista con toda naturalidad. -Ya verás.

            En un principio Michelle no supo ni cómo reaccionar, pero su amiga la observaba expectante así que, aunque de forma cohibida, se despojó de la parte superior de su vestido mostrando sus senos, respiraba agitada y su corazón se había disparado a ni se sabía las pulsaciones.

-¿Lo ves?- le indicó Amatista señalándola hacia el espejo. - Mira, tú las tienes bonitas y bien proporcionadas. Yo en cambio parece que tuviera dos balones.
-No mujer, de verdad que no hay para tanto. - Pudo sonreír Michelle que resolvió aparentando toda la jovialidad que pudo. Te compras una talla más y ya está.
-A mi madre le pasa igual, las tiene muy grandes, pero yo aún la supero. - Se lamentó Amatista que confesó apurada. - Me da vergüenza salir así, cuando voy a nadar a la piscina del liceo todavía lo disimulo con el bañador de competición que es de una pieza, pero con bikini...Y eso que dicen que con la natación disminuyen - suspiró obviamente desencantada. –¡Menos mal que me encanta nadar!…

            Michelle estaba atónita, su mejor amiga, la chica más fuerte y segura de sí que conocía y que era la envidia de casi todas las demás, tenía un gran complejo por sus senos. Visto objetivamente la verdad es que los tenía muy grandes, pero eran muy bonitos, ¡qué se lo dijeran a ella que no paraba de recrearse en ellos y en la visión de sus pezones!

- No dramatices así. - Le pidió Michelle afirmando.  - No creo que haya nadie a quién no le gustase estar en tu lugar.
-¿A ti te gustaría tener que usar una talla tan grande como ésta? - Le inquirió su compañera con expresión incrédula. - ¡Anda ya! Mira, - Amatista se rodeó uno de sus senos con la mano ¡casi no podía abarcarlo! Luego, a Michelle le dio un vuelco al corazón y no pudo reprimir una exclamación de sorpresa e incluso de irreprimible placer, cuando su amiga hizo lo propio con uno de los suyos. -
- No me interpretes mal. - Se apresuró a añadir su contertulia que pensó que su amiga se había asustado, para aclarar. - Fíjate, a ti te lo abarco sin ningún problema.
- Amatista… - pudo insistir Michelle que respiraba agitada. - No es para tanto…
- Prueba tú y ya verás.- La invitó tomando una mano de su amiga y posándola sobre uno de sus grandes senos. -

            Al contacto con él Michelle pudo sentir la suavidad de su piel y el calorcito que desprendía. Sin darse cuenta y llevada por un impulso superior a ella,  sostuvo también el otro seno con la mano y lo acarició. Por fortuna para ella su amiga no pensó mal de aquello.

-¿Te das cuenta?- Le comentó Amatista sacándola del trance en que estaba sumida su compañera. - No puedes casi ni doblar las manos para abarcármelos.
- Son muy grandes, sí - concedió Michelle - y muy suaves - declaró de forma involuntaria. -
- Gracias, lo malo es que la suavidad no se ve desde lejos, pero el tamaño sí.- Adujo Amatista creyendo que su amiga sólo trataba de animarla. -
- No te lamentes más por eso. - Le pidió Michelle tratando de dominar el creciente impulso de abrazarse contra aquellos senos y recorrerlos con su boca, agregando.  - Tú tienes mucho éxito con los chicos y no sólo por esto.
- Gracias, eres una buena amiga - sonrió Amatista que, no obstante rebatió.- Pero yo sé lo que ellos comentan de mi. “Esa tía que buena está, tiene un cuerpo impresionante, me gustaría tirármela o que me hiciera”, ya sabes. Y yo no soy solamente un cuerpo.
- Claro que no - se apresuró a convenir Michelle. - Tienes muchas cualidades, eres inteligente, simpática y una buena persona.
- Pero eso no lo ven,- se lamentó su interlocutora. - Todos los chicos con los que he salido al principio eran muy amables conmigo, pero luego sólo buscaban una cosa. Y aunque yo esté todo el día alardeando de lo que haría con alguno que otro, en el fondo, desearía que fuera de otra manera.
- Ya te entiendo, más romántico, ¿verdad? - Conjeturó Michelle que pensó en eso mismo para calmar su propio deseo. -
- Sí, y bonito y dulce, pero no como me decían algunos.- Añadió fingiendo una voz más grave de chico con tono chabacano. -”Vamos nena quítate la blusa, que te va a encantar, déjame saborear esas peras tan estupendas que tienes”.
-¿Eso te han dicho? - Se escandalizó Michelle aunque por otro lado comprendía aquel deseo demasiado bien. - ¡Qué horror!

            Y es que ella misma soñaba con abrazarse a su amiga acariciarla y aspirar el aroma de su cabello. Besarla en los labios y abandonarse a sus caricias. Pero sabía que eso no era posible. Estaba enfrascada en esos pensamientos cuando su interlocutora añadió.

- Tendrías que ver lo zafios que son algunos. Desde luego no te los recomendaría.  - Suspiró Amatista. - Bueno - añadió cambiando su tono por otro más animado. - Está claro que debo comprarme unos bikinis un par de tallas mayores. Si quieres, quédate tú con estos. A ti te valdrán. Están nuevos, de verdad.
- Muchas gracias - sonrió Michelle. - Aunque a mí no me va enseñar tanto.- Añadió en tanto sacaba uno de sus trajes de baño, bastante más recatado y extenso. -
- Como tú quieras, yo te los regalo, pero hazme caso, estarías muy bien con ellos. De hecho eres muy guapa, los chicos no te iban a dejar ni a sol ni a sombra. Cuando bajemos a la playa ya lo verás. ¡Hasta puede que ligues más que yo!

            Su amiga meneó la cabeza con una sonrisa.

- Eres incorregible - le dijo a Amatista que se rió y Michelle con ella. -

            Ahora, en la penumbra de su habitación recordaba aquellos momentos tan íntimos, no en el plano sexual, pero sí el humano. Amatista le confesaba sus miedos y sus inseguridades y ella sólo la escuchaba y trataba de animarla. Pero, ¿quién estaba allí para comprenderla a ella? Fueron muchas las veces que había deseado confesarle a Amatista lo que sentía. La angustia de tenerla tan próxima y a la vez tan distante, pero viendo lo que había pasado hizo bien en no decírselo antes. Aunque ahora tenía la duda de que si quizás lo hubiera dicho a solas Amatista se habría enfadado con ella o la habría desengañado, haciéndole ver que no tenía esperanzas, pero no le hubiera gastado aquella broma tan cruel. Y sobre todo, habría dejado a las otras fuera de esto. Lo cierto es que Michelle no pudo decirle lo que más la atenazaba y Amatista si que se desahogaba siempre con ella. Fue de lo más injusto.

-No debo permitir que eso me vuelva  suceder. ¡Jamás! - Decidió.- Debo salir con chicos, solamente con chicos.

            Y así se mentalizó. Al día siguiente Michelle volvió al colegio. Estaba decidida a olvidarse de todo aquello y empezar otra vez. Incluso trató de darle crédito a las palabras de su psicólogo. Y fiel a sus  “buenos propósitos” seguí considerando aquella idea. ¿Por qué no probar a salir con un chico? Eso es lo que le aconsejó su padre, y quizás le sacase de dudas sobre si realmente era homosexual. Maduró la idea durante varios días, y fue conociendo poco a poco a Don, ese chico vecino suyo, pues siempre volvían a casa juntos. Era atractivo, moreno, de unos profundos ojos azules y dos años mayor que ella. El muchacho se interesó enseguida por Michelle.

-De modo que vienes de Francia.- Le preguntó uno de los primeros días tras conocerse.-
-Sí.- Admitió ella.- Soy francesa. De París.
-Yo nací en Londres.- Afirmó su interlocutor.- Francia es muy bonita, he ido un par de veces.
-Pues yo nunca había estado en Inglaterra durante tanto tiempo. Aunque vine de vez en cuando siendo pequeña.- Confesó la joven.-
-Es un país muy bonito.- Declaró Don.- Quizás pueda enseñarte algunos sitios.
-Me gustaría.- Sonrió tímidamente Michelle.-

            Al menos ese joven parecía ser muy amable. Aquello no tenía por qué significar nada más. Y sin embargo, al hilo de un acontecimiento social que iba a producirse en su casa, la muchacha le ofreció.

-Mis padres dicen que como voy a cumplir los quince años van a celebrar mi puesta de largo, como se hace tradicionalmente en la familia. ¿Te gustaría asistir?

            Don le dedicó una encantadora sonrisa que contribuía a hacerle todavía más atractivo para asentir y responder.

-Será un placer para mí. Señorita Arnau.

            Y así fue.  Al poco de que sus padres se mudasen definitivamente tras comprar una magnífica casa, se dio una gran fiesta en la que Michelle fue la protagonista. Celebraba su décimo quinto cumpleaños y lucía preciosa con un vestido de raso blanco. Casi parecía una novia. Por su parte Don vino vestido con un smoking que le daba un aire de adulto irresistible para muchas de las invitadas. Algunas chicas allí presentes eran las nuevas compañeras de Michelle. Todos comentaron lo guapa que estaba la homenajeada quien oficialmente fue así presentada en sociedad. Algunas de las mejores familias de la comarca asistieron. Tras cumplimentar a los invitados importantes y ya casi al final del evento, la madre de la muchacha le dijo con visible satisfacción.

-¡Qué orgullosa estoy de ti! Ya eres toda una mujer, cariño.
-Gracias mamá.- Se ruborizó ella.-
-¿Y ese chico?- Inquirió la señora Arnau al fijarse en Don que se aproximaba.-
-Un amigo, le invité yo...- Apenas pudo balbucir la jovencita.-

            Claire sonrió. Desde luego que era un muchacho apuesto. Al fin, tal y como ella había esperado, su hija se centraba. ¡Y no tenía mal gusto! Ese joven se llegó hasta ellas y tras besar protocolariamente las manos de ambas se presentó.

-Donald Huntington. Aunque todos me llaman Don.
-¿Eres el hijo de Lornd Huntington?- Se sorprendió Claire.-
-Su sobrino.- Corrigió el muchacho.- Pero apenas sí le veo, señora Arnau.

            Pese a todo, ese muchacho era de una de las mejores familias de la zona. La madre de Michelle ya empezaba a pensar que, con un poco de suerte, su hija podría frecuentar la compañía de aquel joven.

-Bienvenido a nuestra casa.- Le sonrió.-
-Es un honor para mí haber sido invitado.- Repuso el interpelado quién comentó para asombro de Michelle y satisfacción de la madre de ésta.- Señora Arnau, con su permiso. Me gustaría invitar a su hija a dar un paseo por el jardín.
-¡Claro que sí!- Convino la anfitriona.- Anda hija, cumplimenta  a nuestro invitado. Los demás están ya a punto de marcharse. Entre tu padre y yo les despediremos.
-Claro.- Asintió la muchacha.-

            Don le ofreció su brazo y ella no dudó en tomarlo. Además se aseguró de que eso fuera visto por alguna de sus compañeras que ya se estaban despidiendo. Alguna incluso cuchicheó. Satisfecha por ello Michelle se dejó conducir hacia la salida.

-Hace una noche realmente preciosa.- Musitó la joven mirando hacia las estrellas que habían comenzado a hacerse visibles.-
-No tanto como lo eres tú.- La cumplimentó Don.-

            La chica se ruborizó, desde luego ese muchacho no se recataba en hacer piropos. Así él añadió.

-Nos conocemos solo por unas pocas semanas pero creo que realmente eres una chica muy especial.
-No, no lo creo.- Pudo decir ella con modestia.-
-Eres guapa, inteligente…y de hecho me gustas mucho.- Le confesó él cuando ambos se detuvieron entre unos cuidados arbustos.-

            Don se plantó a pocos centímetros de ella. Michelle se sentía muy nerviosa, jamás había estado así con ningún chico. Y lo que vino después ni se lo esperaba. Su acompañante se agachó ligeramente para plantarla un cálido beso en los labios. El corazón de la joven latía ahora desordenadamente.

-Yo…no sé qué hacer...- Pudo musitar ella con voz temblorosa.-
-Pues salir conmigo. Me gustaría que fuéramos novios.- Le pidió su interlocutor afirmando convencido.- Tus padres seguro que no se opondrán.

            Ella estaba de acuerdo en eso. Únicamente tuvo que mirar la cara de su madre cuando Don se presentó. Seguramente que esa relación les daría mucho prestigio y, sobre todo, acallaría cualquier posible habladuría sobre ella que pudiera cruzar el charco. Michelle quería ser respetada, y sobre todo aceptada. Ahora parecía poder comenzar de nuevo. Sonrió con amplitud.

-Sí.- Asintió.- Me gustaría mucho.

            Su pareja sonrió a su vez y la besó de nuevo. La muchacha se dejó hacer. Aquello no era del todo desagradable pero tampoco le provocaba ninguna reacción más allá de la sorpresa y una cierta inquietud. Por eso, al separase le pidió a su interlocutor.

-Pero, por favor, vayamos despacio. Yo nunca…
-No temas.-  La cortó él posando un dedo sobre los labios de la joven.- Iremos paso a paso.

            Y efectivamente así fue en un principio. Salieron juntos y eso enseguida se propagó por el colegio. Michelle había logrado conquistar el corazón de uno de los muchachos más deseados. Alguna de sus amigas realmente la felicitaron, otras se morían de envidia. Y para alegría de la muchacha nadie desde luego se paró a considerar nada sobre su orientación sexual. De hecho, la propia Michelle se decía que a ella le gustaba Don. Era atractivo, elegante y buen deportista. Parecía la perfección hecha hombre. Y él, cumpliendo su palabra, se comportó muy correctamente. Michelle realmente se sentía a gusto con él, habían tomado confianza y casi podían hablar de todo. Bueno, desde luego ella no iba a decirle que era lesbiana. O que creía serlo. Ni deseaba que aquel muchacho supiera que le estaba usando para auto probarse. En sucesivas ocasiones Michelle se dejó besar e incluso acariciar por él de formas más intensas. Era una sensación extraña, no del todo desagradable, pero que le parecía incompleta. De hecho, a ella no le hacía sentir nada especial. Quizás eso fue lo más extraño. Pensó que le repelería de modo insoportable aunque tampoco fue para tanto. Pero una noche,  algunas semanas después de que salieran juntos, la cosa iba a cambiar. Don la invitó a su domicilio. Una mansión de considerables dimensiones.

- Mis padres se han ido de viaje. - Le explicó con tono desenfadado para proponerla. - ¿Por qué no vemos una película en casa?
-¿Una película?- Inquirió Michelle que no parecía estar muy segura de aceptar. - ¿Solos?
-Claro- repuso Don mirándola algo desconcertado para inquirir. -¿De qué te extrañas? Ya hemos ido al cine, al parque y a otros sitios y muchas veces no había nadie.

            Bueno, pensó Michelle, era verdad y Don nunca se había propasado con ella. Si en alguna ocasión la muchacha se había mostrado reacia él siempre respetó aquello. Aunque ella no lo sabía entonces pero esa noche las cosas iban a ser bien distintas. La chica por fin aceptó y se dejó llevar a la casa de su amigo que disponía de un televisor y un vídeo en su cuarto. Se sentaron sobre la cama. Al principio estuvieron separados por un metro, pero ésta distancia fue menguando enseguida, recortada por Don. Él le trajo a Michelle un poco de champán y la velada no estaba nada mal. La chica bebió dos copas sin acusarlo siquiera, pero Don sí parecía más contento de lo habitual, tanto que de improviso abrazo a Michelle tumbándose sobre ella en la cama y la besó en la boca con ansiedad. La muchacha se desembarazó de él al cabo de unos segundos y le espetó entre sorprendida, asustada y nerviosa.

-¿Qué haces?
- Vamos no seas así - sonrió él. - Somos novios desde hace algún tiempo, no te hagas la estrecha. Hoy tenemos la ocasión perfecta para hacerlo.
-¿Qué dices?- Exclamó ella tratando de levantarse para sentenciar con indignación - ¡Ya está bien, me voy a mi casa!
- ¡No por favor, Michelle! - le pidió él sujetándola por los hombros. -Yo te quiero, venga mujer, no te enfades. Es que me gustas mucho.

            Michelle estaba nerviosa y también dudaba, aquella era la ocasión para descubrir realmente si sus padres tenías razón o no, pero tampoco a ellos les gustaría que se dejara seducir así. Una cosa era probarse a sí misma que era heterosexual y otra muy distinta era acostarse con el primero que se lo propusiera. Por muy novios que fueran. Don  por su parte acariciaba ahora tímidamente el cuello de la chica y su mano iba bajando lenta pero seguramente hacia sus pechos. La besó en los labios con más suavidad mientras le susurraba.

- Ves como te gusta Michelle, cierra los ojos y será mejor.

            Ella obedeció, lo cierto es que la mano de aquel chico había descendido hasta abarcarle uno de sus pechos, y con los ojos cerrados la imaginación de Michelle volaba, rememorando la ocasión en la que Amatista hizo eso mismo. La chica no pudo evitar soltar un jadeo y se dejó recostar sobre la cama. Don, viendo que eso funcionaba, siguió acariciándole los senos. Michelle se quiso abandonar a aquellas caricias y comenzó a sentir placer, aunque en su cabeza sólo aparecía la imagen de Amatista. También quiso acariciarla y dirigió sus manos al cuerpo que tenía junto a ella, pero Don las sujetó con las suyas y redirigió éstas hacia otros puntos más interesantes de su anatomía. Michelle sintió que tocaba algo con lo que no estaba familiarizada. Además de notar como su vestido se abría y le abandonaba su ropa interior, retirada por el muchacho. Cuando ella abrió los ojos se encontró nuevamente en la cruda realidad, con un cuerpo masculino desnudo sobre el de ella protegido únicamente por su vestido a medio quitar.

- No, no puedo seguir- le dijo implorantemente a Don - ¡Por favor, no  puedo!
- ¡Michelle, no seas tonta! - le respondió él que respiraba agitado por la excitación  - ¡Mira como estoy, no me puedes dejar así ahora!
- ¡No quiero, no quiero! - repetía  la muchacha una y otra vez tratando de zafarse, pero era inútil, el chico pesaba demasiado para las limitadas fuerzas de ella. – Te lo suplico…
- Hagamos una cosa, tómate esto. - Le ofreció él sacando una bolsita de plástico de un cajón asegurándole. -Te hará pasarlo muy bien…
-Dime ¿Qué es eso?- quiso saber Michelle observando una pequeña pastilla que él tenía en su mano – ¿No será droga?
- Es la pastilla del deleite - comentó el chico.- Te hace sentir genial.
- Yo ya estoy bien - respondió Michelle. - No necesito ninguna pastilla, sólo quiero irme a mi casa, – sollozó. -
- Michelle- le susurró él con un tono conciliador y sorprendido.  - ¿Qué te ocurre? Las chicas con las que he salido nunca se han comportado así. Y ya llevamos un tiempo los dos juntos. Ya va siendo hora, ¿no crees?
- Yo no soy como las demás.- Pudo decir ella conteniendo el llanto a duras penas. -
- Eres demasiado puritana - suspiró Don -pero confía en mí, te encantará, mira.- Se puso a horcajadas sobre ella y Michelle pudo contemplar aquel órgano masculino en el apogeo de su erección mientras escuchaba. - Tengo condones si eso es lo que te preocupa. Me los pondré.
- No, por favor- le suplicó ella. - No quiero hacerlo. Ni con condones, ni sin ellos.
- No me hagas esto, por favor - le pidió el chico a su vez. - No estoy en condiciones de dejarlo ahora.
- Tú no lo entiendes, ¡no puedo hacerlo contigo! - Le dijo  la joven con desesperación -
-¿Por qué conmigo no?- replicó el muchacho visiblemente enfadado ahora cuando quiso saber -¿Y con cualquier otro sí?
- No, no es solamente por ti. A mí no me gustan los chicos. - Confesó Michelle remachando casi con un susurro. -Soy gay.

            Don al principio se quedó callado, parecía atónito, pero enseguida se rio desconcertándola.

- Esa es la excusa más tonta que he oído nunca Michelle, ¡si eres virgen, dilo! Te prometo que tendré mucho cuidado.
- No, no es por eso. Es verdad, soy lesbiana. Me vine aquí...- suspiró y ya que estaba se decidió a desvelarle todo, no tenía sentido callar más. -Vine a Inglaterra porque no podía seguir en mi Liceo. Estaba enamorada de otra chica y todavía lo estoy. Es inútil que trate de negarlo.

            Y así era, por mucho que se había tratado de mentalizar, por muchas veces que se censuraba diciéndose que debía ser normal. Que tenía la oportunidad de ser una muchacha como las demás, con un novio tan magnífico como ese, no podía hacerlo. De hecho, continuaba espiando furtivamente a alguna de sus compañeras del colegio. Sobre todo a algunas que eran muy atractivas. Su amiga Karen por ejemplo. Una escultural morena de casi metro ochenta. Muy guapa y muy agradable, pero totalmente heterosexual. Y esa misma chica le había confesado en más de una ocasión que la envidiaba por la suerte que tenía. Por tener un novio como Don. Recordaba alguna conversación con ella.

-Chica, realmente eres muy afortunada.- Le decía Karen mientras ambas paseaban llevando el uniforme del colegio, de vuelta  a casa.- Tienes un novio que está como un tren, es familia de un  aristócrata y encima está loco por ti.
- Tú eres una chica muy guapa. Seguro que hay muchos detrás de ti.- Sonrió Michelle.-
-Sí, y le tengo echado el ojo a alguno, pero no me decido.- Afirmó su interlocutora.-  La verdad, ninguno le llega al tuyo a la suela de los zapatos…

            Su contertulia escuchaba aquello pero no era feliz por esas palabras. ¿Cómo decirle a Karen que hubiese preferido tenerla a ella como novia antes que a Don? Luego se sentía culpable de sus propios pensamientos. Era una desagradecida. La vida le había dado otra oportunidad. Tenía que aprovecharla. Al fin sí que contestó tratando de sonar jovial.

-Es verdad. Tengo mucha suerte, soy muy feliz con él.
-¡Qué rastrera y que imbécil es la gente a veces! - Declaró su amiga dejándola sorprendida.- Cuanta envidia.
-¿Por qué dices eso?- Quiso saber Michelle.-


            Ahora pareció ser Karen la que se puso colorada, incluso evitaba la mirada de Michelle. Apenas sí replicó musitando.

-Déjalo, cosas mías. Rumores malintencionados y tonterías.

            Y cambió de conversación de forma radical. Las dos charlaron sobre modas, (pese a que sacar a colación el nombre Deveraux le traía a Michelle malos recuerdos por razones obvias) algún cotilleo y luego se despidieron yendo cada una para su casa. Luego supo que algunos de esos rumores se referían a ella misma. Algunos se hacía eco de lo que le pasó en el liceo. ¿Qué mejor modo de acallarlos para siempre que seguir saliendo con Don? Durante esas semanas juntos cualquier habladuría hubiera quedado totalmente desmentida. Y las cosas iban bien así. Sin verse obligada a  cruzar según qué línea. Pero claro, los hombres, ya se sabe. No esperan eternamente para según qué cosas. Ahora estaba en esa encrucijada, y por más que su cabeza le decía que sería mejor si se plegaba a eso, su corazón y el resto de su cuerpo se negaban a ello. Estaba absorta en esa lucha interna cuando escuchó a su pareja.

- Pero seguro que eres todavía virgen. - Añadió el muchacho que no parecía haberle prestado mucha atención a lo otro que ella había dicho, era como si sólo le preocupase confirmar aquel punto. - ¿No es verdad?
- Sí, claro que lo soy.- Contestó Michelle. - Nunca he salido en serio con ninguna chica y menos con ningún chico, bueno sólo una vez, y nada más que fuimos a tomar unos helados.
- Si no lo has probado nunca, ¿cómo sabes que no te va a gustar?- Le respondió Don con un tono muy suave y amable para conjeturar. - A lo mejor dices que eres gay porque nunca has tenido relaciones con un chico y crees que no te gustan.
- Es que no me gustan, no siento nada. - Se defendió ella casi pidiendo perdón. – Ni cuando les miro ni cuando estoy cerca de ellos. Lo siento. Ni siquiera cuando estoy contigo.

            Aunque Don sonrió moviendo la cabeza con incredulidad.

- Hace un momento jadeabas y tienes los pezones excitados Michelle, no niegues lo que tu cuerpo está diciendo.- Opuso él que parecía hablar con mucho conocimiento de causa. – Mira, yo ya he tenido relaciones con chicas y sé lo que os gusta que os hagan.

            Ella no sabía que responder, pudiera ser verdad, o únicamente ser debido a que se había acordado de Amatista. Sin embargo ahora venían a la cabeza las palabras de su padre. Si lo probaba, quizás si hacía aquel esfuerzo, supiera al fin lo que sentía. Deseaba ser una hija perfecta y no decepcionar a su familia. Quería ser considerada una persona normal. Y por ello si se negaba a hacerlo con Don seguramente él se lo diría a sus amigos del colegio y la misma terrible pesadilla empezaría otra vez. No podría pasar de nuevo por aquello, sobre todo a la vista de lo que andaba en juego. No solamente por ella, sino por su familia.

-¿Con esa pastilla lo pasaré mejor? - Inquirió aun dubitativa -
- Claro.- Afirmó Don alegrándose de aquel repentino cambio en el tono de la chica y no dejando pasar la ocasión de animarla - ¡Tómatela y te sentirás mejor que nunca!
-Por favor, toma precauciones.- Le pidió ella con voz trémula.-
-Por supuesto. No te preocupes, ninguno queremos que pase nada inapropiado. ¿No es así?- Le preguntó él.-

            Michelle asintió y su novio la dejó incorporarse, le ofreció la pastilla y un poco de champán, ella dudó unos instantes contemplando esa pequeña y blanca píldora sobre la superficie de su mano pero al fin la tragó bebiendo un sorbo de la copa que dejó caer al suelo. Don no le dio importancia a eso y le dijo.

- Espera unos minutos y ya verás.- Dicho esto se entregó a la tarea de recorrer a besos el cuerpo de Michelle.- Yo me ocuparé de que disfrutes mientras tanto.


            Ella jadeó pues el muchacho en eso no mentía, sabía bien como hacerla sentir placer. Quitándola el vestido por completo se ocupó de llegar hasta las partes íntimas de Michelle que sentía como si se elevase. Poco a poco el efecto de la pastilla combinado con el alcohol la hizo caer en la ensoñación. Veía la rubia cabellera de su amiga Amatista y los labios de ésta recorrerle el pubis.

-¡Oh!… sigue por favor.- Pudo jadear ella.- Ma cherie…

            Al cabo de unos minutos Don dio por terminado aquello y acercó su miembro a la boca dela joven, ella la tenía entreabierta. Sin embargo, él se ocupó de hacer el espacio adecuado con sus dedos, introduciéndola lentamente, le susurró entre jadeos.

-¡Chúpala, Michelle!

            Ella escuchaba la voz deseosa de Amatista y accedió como si de los pezones de su amiga se tratasen, durante unos largos segundos recorrió aquello con su lengua y sus labios hasta que Don, más que satisfecho, la retiró. La chica sintió como le separaban las piernas y después de eso, un dolor agudo entre ellas. Ella sólo se abrazó a Don creyéndole otra persona y musitando sin parar.

- Amatista, te quiero ma cherie

            Eso lejos de enfadar a Don le excitó aún más y tras empujar durante unos minutos acabó por desahogarse dentro de Michelle. Por suerte se había provisto de preservativo, tal y como dijo, pues tampoco estaba interesado en que hubiera ningún contratiempo. No sería la primera vez que una muchacha del colegio se quedase embarazada. Ahora, la chica parecía dormida y él se tumbó junto a ella para tratar de descansar

-Lo ves.- La susurró al oído en tanto la abrazaba.- Te ha encantado…

            No obstante su pareja no replicó. Se había quedado dormida. Al cabo de dos horas, aun aturdida por el efecto de esa pastilla, Michelle se despertó y se vio allí, desnuda junto aquel muchacho que estaba en la misma situación. Comenzó a sentirse mal, no podía recordar casi nada. Sólo su sueño con Amatista. Hubiera jurado que estuvo con ella haciendo el amor pero ahora se daba cuenta de que no había sido así. Don también se despertó y ambos se miraron a los ojos, él le sonrió entonces de modo cómplice para afirmar.

- No estuvo tan mal, ¿a qué no?

            La interpelada no respondió, le miraba con una expresión desconcertada, llena de pudor e incluso temor. En ese momento, el muchacho al ver esa cara de ella, le dijo con tono más serio e incluso sorprendido dándose cuenta de la realidad.

- Eres gay de verdad, ¿no es así?

            Michelle asintió, al principio en tono dubitativo pero luego afirmó con seguridad.

- Sí. Lo soy.
- Te escuché llamar a una tal Amatista mientras lo hacíamos.- Le confesó él. - ¿Esa era tu novia?
- ¡Por favor, te lo suplico, Don! - Le pidió ella con visible angustia. - Has conseguido lo que querías, no se lo cuentes a nadie, por favor. Seguiré saliendo contigo. Pero si quieres dejarme lo comprenderé.

Él negó con la cabeza despacio, aunque esbozó una media sonrisa que no le gustó nada a la chica y replicó.

- No tengo ningún interés en hacerlo. Al contrario, pero ya sabes Michelle, favor por favor.
-¿A qué te refieres?- le inquirió ella. -
- Sabiendo como eres me gustaría que conocieras a una amiga. - Le comentó él desvelándole sin reparo. - A ella le gusta acostarse tanto con hombres, como con mujeres. Eres tan guapa que se volverá loca contigo y a mí me gustaría hacerlo con vosotras dos a la vez. La convenceré si tú te unes a nosotros.

            Michelle se quedó muda, ¡así que después de todo ese mal nacido iba a hacerle chantaje!

-¿Cómo me puedes pedir una cosa así?- Se indignó tratando de levantarse y marcharse.-

            Aunque el chico la sujetó de una muñeca y sonriendo ahora con lascivia replicó incluso con regocijo.

-¡Vamos! Si te voy a hacer un favor. Así podrás acostarte al fin con una chica. Y los tres lo pasaremos muy bien. Te guardo el secreto y ella podría presentarte a más como tú. ¿Qué tienes que perder? De cara a la galería seguiremos siendo la pareja del año.
-¡Mi dignidad! - Espetó ella visiblemente furiosa.- Eso perdería…
-No seas tonta.- Replicó el chico ahora con un tono más amenazador.- No creo que a tus padres les gustara oír de nuevo esas historias sobre ti. Entonces sí que ibas a perder tu dignidad y la de ellos.
- Ni a los tuyos les gustaría escuchar que me has violado en su casa.- Replicó la muchacha.-

            Eso le hizo meditar al muchacho. Quizás en eso ella sí que pudiera perjudicarle. Aunque enseguida se ocupó de sonreír negando con la cabeza.

-Tú les conoces y no creo que quieras darles ese disgusto. Además, sería mi palabra contra la tuya. Hemos tomado precauciones, has bebido. ¿Quién te iba a creer? Piénsalo bien. Saldrías tanto o más perjudicada que yo. Y todo por negarte a repetir lo de esta noche que no te ha debido de disgustar tanto. Al menos acorde con tus jadeos. Y encima teniendo la ocasión de probar con otras chicas. Sin riesgos y con tu secreto a salvo…

A la joven no le gustaba nada aquella idea, pero si lo pensaba fríamente ¿qué podía hacer salvo aceptar? De ese modo quizás Don fuera quién más ganase, pero ella misma  tendría la oportunidad de relacionarse con otras chicas y sin peligro. Por lo menos de cara a su familia y a los demás. Así, al poco de cumplir quince años entró en una espiral de orgías, durante los siguientes meses en efecto conoció a esa chica que se llamaba Alice y que tal y como le dijo Don, no tenía reparos en acostarse con ambos. Incluso salieron juntas y tuvieron relaciones íntimas a solas. Michelle ya no tuvo dudas sobre su homosexualidad. Aunque también consintió en volver a hacer el amor con Don  para que él no  se chivase de nada. A fin de cuentas habían hecho un pacto. Una vez, tras hacer el amor con Alice, que era una muchacha morena de pechos generosos, algo más alta que ella y dos años mayor, su amante le comentó estando aun tumbadas en la cama.

-Michelle, tú no eres como yo. A mí me gusta mucho el sexo, y me dan igual chicos que chicas. Bueno, si te digo la verdad disfruto más contigo que con ese engreído. Pero con él lo hago por placer, porque me invita a bebida y a otras cosas y sobre todo, porque me ha presentado a alguien como tú.
Gracias, pero lo convine así con él. Y si rompo el acuerdo lo contará todo.- Repuso su pareja con resignación.-
-Ni se le pasaría por la cabeza.- Repuso la otra muchacha.- Tendría muchísimo que perder. Su imagen de chico perfecto y caballeroso se arruinaría.
-Pero eso a mí no me serviría de nada. También me arruinaría la vida a mí y a mis padres. Y cree lo que te digo. Yo tuve bastante con una vez.- Suspiró ella tapándose ahora los senos con la almohada.- Y por poco probable que sea no me puedo arriesgar a que suceda. Quizás dentro de poco se cansará de mí y me dejará en paz.
-Es lo único bueno que tiene, que le gusta variar.- Confirmó Alice quien pese a todo la avisó.- Pero ten mucho cuidado con esas pastillas. Cuando estamos los tres veo que a veces las tomas.
-Es la única manera de poder acostarme con él. Sobre todo cuando tú no estás.- Confesó la abatida Michelle.- No te preocupes, tendré cuidado.

 Su interlocutora asintió aunque no pareció quedar muy convencida por eso. En efecto Michelle tuvo que  recurrir  a tomar aquella pastilla que fue enganchándola progresivamente.  Más aun cuando Alice se mudó a otro condado y ya dejaron de verse. A pesar de que Don la insistía que tenía que conocer a otras muchas chicas. Lo cierto es que, pese a todo, Michelle había llegado quizás a enamorarse de esa muchacha. Disfrutaban juntas y pensó que eso podría ir más allá. La propia Alice le había dicho que la quería, aunque ahora eso parecía no ser más que la típica charla de almohada. La prueba fue que perdió el contacto con esa joven que con el tiempo dejó de devolverle las llamadas.

-¿Lo ves?- Le comentaba Dan, haciéndola sentir aun peor al remachar.- Alice solo va a por el sexo. No le preocupa mucho con quién lo haga. Pero tú me gustas de verdad. No seas tonta. Y por si fuera poco, nadie en el colegio te mira mal. Todos creen que somos novios.

            Y al hilo de eso, le propuso algo que dejó helada a la joven.

-Esa amiga tuya. ¿Karen, verdad? Es muy guapa y está pero que muy buena. ¿Sabes si hay alguna posibilidad de que se nos uniera?
-¿Karen?- Exclamó una alarmada Michelle.- No, ella es heterosexual. No la metas en esto.
-Bueno, pero si la convencemos de hacer un trio. Ella conmigo y luego…una vez que esté caliente seguro que se lo haría contigo. Vamos. ¿Te crees que no he visto como la miras? A ti te gusta. Y por lo que circula por ahí, sé que yo le gusto a ella también.  ¿A que no sabías que a veces me ha venido a saludar cuando no estabas? No temas.- Quiso tranquilizarla con una media sonrisa llena de cinismo.- No ha pasado de eso. Todavía.

Sin embargo eso era la gota que colmaba el vaso. Michelle sacudió la cabeza sollozando y enérgicamente se negó.

-¡No! La quiero de veras. Es una amiga. Tú solamente quieres tirártela.
-¿Y a ti que más te da?- Replicó el joven ahora con tono más irritado.- Es más… sé que te encantaría tenerla en la cama. Y no te preocupes. Ella nunca sospecharía de ti. Podrías vendérselo como un capricho mío.
-No aceptaría jamás.- Opuso Michelle.- Y no quiero poner en peligro nuestra amistad. Ya aprendí la lección hace años.

            Le sorprendió ver a su novio reírse divertido. Moviendo la cabeza y replicando con sorna.

-Sigues siendo una puritana. Y estás en la inopia. Tú no sabes lo que se dice de tu amiguita Karen. Y es más, estoy dispuesto a hacer una apuesta contigo.- Le dijo Don con tono de misterio.-
-¿Apuesta? ¿Qué clase de apuesta?- Quiso saber ella.-

            Y tras una pausa dramática el muchacho le dijo casi al oído con un susurro.

-Pídele que se nos una. Si te dice que no y es como tú crees, rompemos lo nuestro y yo guardo silencio sobre tu secretito para siempre. De lo contrario tú aceptas el trio y lo que te proponga desde ahora sin protestar.

            Michelle se quedó pensativa, ella conocía a Karen, desde luego aquella era una propuesta llovida del cielo, de modo que asintió. Quedó convenido y tras un par de días al fin tuvo la ocasión propia, Karen y ella regresaban a casa tras el final de las clases, como siempre. Su amiga iba charlando de cosas intrascendentes hasta que Michelle, tras tomar aire se detuvo, posó una mano sobre las de su compañera y le dijo.

-Tengo algo importante que proponerte. No sé cómo te lo tomarás.

            Karen la observó sorprendida, parecía visiblemente interesada en lo que su amiguita tuviera que decirle.

-Verás. Mi novio… ya sabes. Me ha pedido que lo hagamos y todo eso.
-¿Lo habéis hecho ya?- Quiso saber la otra joven que tomándolo por un cotilleo entre amigas la animó.- Cuenta, cuenta.
-Sí, lo hemos hecho varias veces. Y en alguna ocasión hasta con otras personas.- Pudo confesar Michelle.-

            La cara de su amiga palideció. Estaba con la boca abierta. Michelle trató de justificar aquello hablando de modo atropellado.

-Es que a él le ponen mucho esas cosas. Me propuso que lo hiciéramos con otra chica.
-¿Y a ti no te importa?- Inquirió su amiga sin salir de su asombro.-
-Bueno, yo le quiero, y haría lo que fuera por él.- Mintió la interpelada que decidiéndose al fin se la jugó al agregar.- Y Don me ha preguntado, en fin…me ha dicho si a ti te gustaría estar con nosotros.

            Karen se quedó quieta y sin hablar, obsequiando a su amiga con una mirada de estupefacción. Michelle ya suspiraba resignada. ¡Lo sabía! Al menos había ganado la apuesta, y así lo creyó cuando Karen al fin salió de su mutismo para preguntar.

-¿Bromeas, verdad?
-No, me temo que no.- Musitó su apurada interlocutora.-

            Pero la réplica de Karen fue la que sí la dejó totalmente asombrada y descolocada…

-Vale.- Asintió la chica.- ¿Dónde lo haremos?...
-¿Aceptas?- Exclamó una atónita Michelle.-
-Es que tu novio está muy bueno. Perdóname pero siempre me ha gustado.- Se disculpó su contertulia para añadir.- Y a muchos tíos les pone eso. Ver a dos chicas enrolladas. Pero no te preocupes, con que nos demos unos besos  bastará. Seguro que él se empalmará enseguida. Luego, si no te parece mal, nos lo tiramos las dos por turnos.
-¡No, no puedo creer que digas eso! - Balbuceó Michelle incapaz de evitar las lágrimas.-

            Karen la miró ahora con pesar e incluso temor. Se apresuró a  contestar enseguida.

-Bueno, si para ti eso es duro, déjalo. Entiendo que no te guste compartirle conmigo. Pero somos amigas. Solamente sería para pasarlo bien. Si estáis de acuerdo. Además, has sido tú quien me lo ha propuesto. Y no tendríamos que juntarnos mucho tú y yo. Si es solamente para satisfacer a tu novio, yo estoy dispuesta, piénsalo.

            Michelle desde luego lo había pensado. Creyó que su amiga era de otra manera. No es que aprobase esa forma de ser. Independientemente de la inclinación sexual se sentía defraudada. ¿Y si ella hubiera sido heterosexual? Karen no tenía reparos en hacérselo con su novio delante de ella. Después de todo Don había tenido razón. Le tocaba aceptar y cumplir su parte. Además, cualquier sentimiento de culpabilidad por Karen había quedado borrado.

-Muy bien. - Suspiró.- Hagámoslo…

            Y cuando el momento llegó quedaron en la casa de Don. Sus padres estaban una vez más de viaje.  Karen llegó vestida con un sugerente conjunto de minifalda, camiseta ajustada y botas hasta las rodillas. Don lucía un atuendo de sport y Michelle iba con un vestido de una pieza cuya falda llegaba hasta las rodillas. Cuando su amiga llegó la saludó con fría cortesía. Don en cambio lucía una gran sonrisa que fue enseguida contestada por otra de Karen. Tras tomar algo y sobre todo beber un poco comenzaron los preliminares. Don enseguida besó a esa chica ante la mirada entre atónita y molesta de Michelle. Al menos hasta que él, jugando con las dos, le propuso a su novia.

-Ahora vosotras.

            Karen pareció dudar, acarició el rostro de Michelle despacio y bajó con una mano hasta los pechos de la chica. En cambio ésta llevada por un irrefrenable deseo enseguida sujetó la cara de su amiga con ambas manos y la besó en la boca. Tras separarse, Karen la miró con incredulidad. Don entonces intervino riendo para afirmar.

-A mi novia le pones un montón. ¿Sabes que en realidad es lesbiana perdida?
-¿Qué?- Pudo decir Karen sin poderlo creer.-
-Es cierto, lo soy.- Le confesó Michelle quien jadeando a causa de la excitación le susurró al oído.- Y quiero hacérmelo contigo.
-Espera cariño.- Terció Don.- Primero me toca a mí…

            Y a eso la invitada parecía bastante más dispuesta. Se entrelazó con ese chico e hicieron el amor. Aunque Michelle no tardó en unirse para besar a placer a su compañera y cuando el muchacho terminó fue ella la que bajó a las partes íntimas de su ahora amante y las estimuló con su lengua. Karen jadeaba y gemía de placer. Cuando Don se recuperó un poco volvió con ella. Al final Michelle se sintió satisfecha y observó como esos dos consumaban el acto por segunda vez. Al terminar y vestirse el chico les preguntó.

-¿Qué tal ha ido?
-Ha estado muy bien.- Concedió Karen, sonriendo a Michelle y declarando para sorpresa de su amiga.- Nunca me hubiera imaginado esto de ti. Así que eso que contaban sobre tu marcha de París era cierto.
-¿Qué contaban?- Inquirió su interlocutora ahora con visible inquietud.-
-Que te echaron de allí por querer enrollarte con tu mejor amiga. ¡Vaya, Don tenía razón!- Rio divertida.-
-¿De qué estás hablando?- La interrogó Michelle.-
-¿No lo sabías?- Declaró Karen haciéndose la sorprendida cuando explicó.- Don y yo hicimos una apuesta. Me dijo que estabas loca por acostarte conmigo. Yo le dije que eso era imposible. Que tú le querías. Pero insistió, me comentó que, con la excusa de hacer un trío con él, tú me lo propondrías. Insistió, aunque yo, incrédula, repetí, mi amiga es normal, nunca haría eso. ¡Ja, ja! y él me ofreció diez mil libras si yo tenía razón.

            Ahora fue turno de Michelle de abrir la boca ¿Cómo era eso posible?...Movía la cabeza queriendo negar aquello… pero aun fue peor cuando la que había creído su amiga le soltó.

-Casi prefiero haber perdido, porque tenía muchas ganas de acostarme con él. Aunque admito que tú tampoco lo haces nada mal. Pero no te equivoques, ¿eh? ¡Ja, ja!, no me gustan las bolleras.
-¡No, solo eres una puta! - Estalló Michelle.-
-¿Pero cómo te atreves, tortillera?- Replicó una enfurecida Karen a su vez.- Da gracias a que no diga lo que eres.
-¿Y qué es lo que eres tú, eh?- Repuso su interlocutora con indignación.-  Que aceptaste acostarte con el novio de tu mejor amiga. Al menos eso pensé que eras, mi amiga. Yo le dije a Don que jamás aceptarías. Y en todo caso, sino por deseos de enrollarte con él, ibas a aceptar su dinero.
-No todos tenemos unos papás millonarios como tú.- Le echó en cara a su vez la otra jovencita.-
-Chicas, chicas.- Intervino conciliatoriamente Don.- A ninguno nos interesa ir aireando nuestros asuntos,  llamémosles privados… Pensad que ésta ha sido una asociación muy provechosa. No hay porqué romperla.
-¡Jamás!- Replicó Michelle.- Nunca volveré a acostarme con esta zorra, ni contigo.
-No me haces falta para nada, bollera.- Contestó Karen con desdén.-

            Aunque una vez más, haciendo gala de la famosa flema británica, el chico declaró.

-No seáis niñas. Ha sido un malentendido. Y te recuerdo Michelle, mon amour, que has perdido la apuesta. Tendrás que acostarte con quién te proponga en mis tríos. Por suerte para ti a mí no me van los tíos.  Pero tengo algún amigo al que le gustas, y…a cambio de otros favores…podrías pasar un ratito con alguno. Mientras, yo tendré que consolarme con la pobre Karen.

No pudo aguantarlo más, Michelle se vistió deprisa y salió de allí. No quería hablar con ninguno de esos dos sinvergüenzas en una buena temporada. Lo de Don era enfermizo pero lo de su amiga fue incluso peor. Al menos su novio no disimulaba sus aficiones y se lo había propuesto dándole a elegir. Y en su defensa, le advirtió desde un principio sobre la que ella había creído que era su amiga. Michelle tenía que darle la razón en eso. Aquella asociación era beneficiosa para los tres. Ella no tenía problemas relativos a que sus compañeros cuchicheasen sobre su condición. Viendo las caras de satisfacción de sus padres que pensaban que Don era un chico estupendo, no tenía valor para terminar con esa farsa.  Llegó un momento en el que para seguir teniendo sexo con él e incluso con algunos de sus amigos, se lanzó a probar cosas más fuertes. Eso se dejó apreciar en sus notas y en su físico, en ese año fue perdiendo peso  hasta presentar un aspecto lamentable. Desgraciadamente sus padres sí que lo percibieron. Una tarde la hicieron sentarse con ellos para tener una conversación.

-Hija mía, estamos muy preocupados.- Le decía Claire.-
-¿Por qué, mamá?- Musitó ella con pretendida candidez.-
-Te vemos muy desmejorada.- Afirmó su padre.-
-He tenido muchos exámenes últimamente y algunas materias no se me han bien.- Mintió la muchacha.-
-¿Ha sido por Don?- Se inquietó su madre.- Fue una pena que lo dejaseis.

            Así había sido, en cuanto Michelle comenzó a presentar esos síntomas y a desmejorarse fue el chico quién quiso acabar con la relación. De todos modos ya tenía otras muchachas muy complacientes quienes, atraídas por su dinero, se prestaban a cualquier cosa. Y la nueva novia de ese malnacido era... ¡Sorpresa!, Karen Fulhan, su ex amiga. No obstante, lejos de enfadarse para Michelle eso fue una liberación. Desgraciadamente lo único que le quedaba de su relación con ese individuo era la adicción a las pastillas. Por eso musitó.

-Me costará, mamá. Pero superaré lo de Don. Quiero hacerlo más de lo que te imaginas.
-Eso esperamos, cariño.- Repuso una muy preocupada Claire.-

 Pero la joven no era capaz de dejar las drogas. Para su desgracia había pasado a la parte más terrible, la de inyectarse cocaína.  Al fin sus padres lo descubrieron y angustiados le dieron un ultimátum. O dejaba esa vida y se iba a una granja de desintoxicación, o no querrían saber más de ella. Michelle se sentía hastiada de todo, no quería prolongar más aquella agonía. Sus propios compañeros la rehuían y ella faltaba cada vez más a las clases, o simplemente hacía novillos. Se sentía totalmente vacía, y sus hasta entonces únicos sostenes, sus padres, amenazaban con que iban a dejarla. No podía más. Una noche salió de su casa arrastrando los pies. Tomó un bus nocturno y se plantó en la última parada de éste, un puente que cruzaba un río encajonado entre dos colinas. Escuchaba una canción de un grupo de rock que parecía irle perfecta a ella.

Rumbo a la gran evasión
La partida para el delirio
Rumbo a las vacaciones permanentes
La partida para el viaje de invierno 


Rumbo a una digna partida
En dirección a la carretera
Adiós a todo
Rumbo a la sobrecarga automática 

De pie en el bote
De pie en el columpio
Esperando el sonido y la luz brillante 

-Sería sencillo, saltar y terminar con todo.- Se decía, mirando hipnotizada hacia las aguas del rio que fluía debajo.-

A la espera de ser reconocidos
Con un simple aplauso
Te bañan con flores cuando te entierren 

Te contienes
Te contienes
¡Te contienes!

Justo cuando pensaba que había visto lo último de ti
Vienes aquí arañando mi puerta
El dolor y la ira gritando en la oscuridad
De cada corredor que camino 

Así que  cuéntame más
Sobre el amor que rechazaste
Quiero saber más sobre la confianza a la que faltaste al respeto 

Yo todavía no sé
¿Por qué has herido al único ser?
¿Por qué has herido al único ser que deberías haber protegido?

Rumbo a la gran evasión
La partida para el delirio
Rumbo a las vacaciones permanentes

La partida para el viaje de invierno 
Rumbo a la novena nube
Al séptimo cielo
Rumbo al eterno adiós.

-Sí, el eterno adiós, - Musitaba, dejando caer algunas lágrimas.- Adiós a esta vida miserable…

Desdoblar los dedos que me sostienen
Invocar la fuerza para soltarme
Fuera de este mundo cansado
Fuera de este malestar
Hacia la puesta de sol

            Y esa letra se metía en su cabeza, repitiéndose una y otra vez, de manera que le iba encontrando más y más sentido… ¿Por qué no?. A fin de cuentas así terminaría con todos sus pesares y su calvario. Solamente con dejarse caer…y entonces, mirando al cielo, vio una gran media luna, que parecía darle esa señal, dado que la canción continuaba…

Caída de la Luna
No me preguntes por qué estoy haciendo esto
No lo entenderías 

Estás haciendo las preguntas equivocadas
No podrías entender
Un puente no es un lugar  alto para caer
En la planta 52a
Ícaro sabría que…

Una montaña no es un lugar alto para caer
Cuando has caído de la luna 
De la luna

Soy cenizas en el agua ahora
A lo lejos
He caído 

Caído
De la luna
La caída de...

(The Great Scape. Marilion. Crédito al autor)

-Sí, escapar de todo.- Se dijo una vez más tratando de decidirse.- Terminar con esto…caer y caer…y no sentir nada más…

Estaba alto y ella se asomó a la barandilla, a esas horas no había tráfico, ni se veía un alma. Allí estaba la solución a todos sus problemas. Únicamente tendría que armarse de valor durante un par de segundos y saltar. Y estaba dispuesta. Con cuidado iba a pasar un pie por la barandilla cuando escuchó decir tras de sí.

- Michelle ¿Qué quieres hacer?

            Era una voz muy suave y parecía de chico, ella se giró para descubrir a un muchacho que la observaba interesado. Era muy alto, y tenía una larga melena de color castaño que le caía hasta los hombros. Estaba tan ensimismada en su idea que ni le había visto llegar. Michelle juraría que el chico desprendía luz propia, o eso o sería el reflejo de sus ropas con los faroles del puente.

-¿Quién eres?- Le preguntó ella que temblaba a causa de la brisa nocturna. -
- Sólo soy alguien que no desea verte hacer lo que pensabas.
- Iba a tomar el aire,- se defendió Michelle. - Eso no es nada malo.

            Ahora ella se dio cuenta de que no había pasado ningún autobús, ni veía ningún coche aparcado allí. ¿De dónde habría salido ese tipo?

-¿Qué quieres, Michelle? - Le inquirió aquel misterioso chico con esa voz tan suave que la confundía. -
-¿Qué quiero?...¿A qué te refieres con eso? ¿Quién eres? - Replicó ella a la defensiva y con un tono brusco, para espetar. - Y ¿por qué no me dejas en paz?
- No te dejaría en paz, si permitiese que hicieras lo que tenías pensado, esa no sería tu salvación, sino el comienzo de un sufrimiento mucho mayor.- Declaró el chico cuyo pelo parecía elevarse sólo pues la brisa no tenía la suficiente fuerza como para hacerlo en tanto sentenciaba. – Sería una condena para toda la eternidad.
-¿Qué sabrás tú sobre lo que es una condena?- Le espetó Michelle furiosa y frustrada - ¡No tienes ni idea de lo que he tenido que pasar! ¡Eso sí que ha sido una condena a perpetuidad! ¡Ésta es la única manera de terminar con todo! ¡De salir de mi prisión!

            Empero, aquel joven la miraba de una manera tal que ella se detuvo paralizada, esbozando una expresión de asombro. Y ese chico repuso con tono amable e incluso alentador.

- Tu vida no debe terminar así. Aun te quedan muchas cosas buenas por hacer, gente que conocer y personas que reencontrar. Debes comenzar a desandar el mal camino que has andado. Michelle. Él te da otra oportunidad, no la desaproveches.
-¿Quién es él? ¿Quién eres tú? Sabes mi nombre y yo no te lo he dicho. ¿Te envían mis padres? - Inquirió ella ahora sorprendida. -
- Me envía tu Padre, y  el mío, el Padre de todo lo que existe. - Le contestó aquel muchacho levantando sus brazos, entonces Michelle se quedó de piedra al verle flotar en el cielo y oírle decir en tanto sus cabellos refulgían ahora de un color albino ondeando en la brisa. - Vuelve a casa y comienza una nueva vida. Mira con otros ojos, más allá de tus padecimientos y vive.

            Aquel chico se acercó a ella y la rodeó con sus brazos, Michelle sintió algo que jamás había experimentado, estaba en paz con todo y se sentía muy bien. Se dejó elevar cerrando los ojos, al abrirlos se encontró acostada en su cama. Estaba en su habitación ¡No podía creerlo! Habría sido sólo un sueño sin duda pero se levantó vestida ¡y el billete de autobús estaba en su bolsillo! ¿Qué había ocurrido? ¿Sería cierto que alguien le daba otra oportunidad? Los rayos del sol mañanero iluminaban su habitación dándole un aspecto más bonito de lo que ella recordaba. Se levantó con más fuerzas de lo que era habitual y bajó. Sus padres estaban sentados a la mesa y la observaron preocupados.

- Y bien ¿Has tomado tu decisión? - Quiso saber su padre con gesto ansioso y voz que en vano se esforzaba por sonar calmada. -

            Ella les miró en silencio, su madre también aguardaba una respuesta y en su rostro podía leerse la ansiedad y el temor. Hasta entonces Michelle no se había percatado de eso. Sus padres sufrían mucho por ella. No era ya por las apariencias, ni los convencionalismos. Era algo mucho más importante y doloroso. La propia muchacha pudo verse ante un espejo y casi no se reconoció.

- Sí - dijo convencida -, iré a ese lugar. Quiero cambiar, quiero curarme.
-¡Oh hija, gracias a Dios!- Sollozó su madre que no podía contener más su emociones. -

            Michelle se abrazó a ella y ambas lloraron, incluso su padre se unió a las dos perdiendo su fingida seriedad.

- Verás como te pones bien - Le repetía su padre una y otra vez llevado por la emoción. - Te curarás y volverás a ser la de antes. Aunque será duro.
- No importa, lo soportaré,- le aseguró su hija afirmando realmente convencida. - Quiero recuperar el tiempo que he perdido. Quiero que mi vida tenga un sentido.

            Pensaba una vez más en el apoyo y el cariño de sus padres. Y lo agradeció. Sin saber por qué el recuerdo de Amatista volvió a ella. En esta ocasión fue a remontarse a la primera vez que su entonces amiga la invitó a su casa. Un día de vacaciones en el Liceo. Las dos llegaban de montar a caballo.

-Estoy muy contenta.- Le decía Amatista realmente animada cuando caminaban hacia la puerta de su casa.- Dentro de tres días tenemos competición y las dos estamos seleccionadas.
-Bueno, fue una suerte.- Comentó ella con modestia.-
-No digas tonterías. Tú montas muy bien. Eres la única que puede igualar mis registros en las pruebas de obstáculos.- La alabó su amiga.-

            Michelle sonrió tímidamente e incluso se puso colorada. Que su compañera le dijera eso a alguien suponía que le valoraba mucho. Amatista no era humilde precisamente. Desde luego era muy buena en casi todos los deportes y lo sabía. La mejor del Liceo en natación, kárate y equitación. Y hasta buena jugadora de baloncesto. Ella en cambio sí que montaba porque desde pequeña sus padres la apuntaron a clases. Le gustaba pero no lo hacía por ganar ningún título, ni demostrar nada a nadie.

-No es para tanto, a ti no hay quien te gane.- Sonrió Michelle.-

            En eso llegaron a la casa de los Lassart. Amatista abrió con sus llaves. Al parecer sus padres, no estaban. La joven suspiró comentándole a su amiga.

-No hay nadie, para variar. Cuando no estamos internas en el Liceo me paso la vida aquí sola. Desde que cumplí los doce años me dejan sin canguro. Dicen que confían mucho en mí.
-A mí, que acabo de cumplir catorce, todavía me ponen a alguien para que me cuide.-  Afirmó resignadamente Michelle.-
- ¡Pues ya somos mayorcitas! - Se rio su interlocutora ofreciéndole divertida. - Anda pasa…

            Michelle así lo hizo. La casa de su amiga era grande y estaba muy exquisitamente decorada. No en vano la madre de su compañera era Esmeralda Deveraux. Pudo ver también unas fotos colgadas en la pared. Era esa elegante mujer, saliendo muy joven, en sus días de modelo. Otras posando con algunas compañeras. Y algunas más que debían ser de carácter más íntimo. Aparecían los padres de su amiga con otros dos adultos. La propia Amatista salía sonriente. No debería tener más de seis años. Junto a  ella dos críos de más o menos su edad.

-Mis tíos Zafiro y Petz y mis primos Coraíon y Granate.- Le comentó de pasada en tanto la guiaba a su habitación.- Viven en Japón. Les veo bastante poco.

            Al fin recorrieron un largo pasillo y antes de llegar al cuarto de Amatista vieron luz en otra estancia. La anfitriona miró perpleja.

-¿Mamá? - Llamó con tono dubitativo.- ¿Estás en casa?

            Al poco unos pasos suavizados por zapatillas de felpa se aproximaron. Michelle contempló a esa mujer, la propia señora Lassart. Alta, aunque no tanto como su hija, con un color de cabello entre rubio y verdoso casi tirando a lima difícil de precisar y unos ojos de color castaño que translucían seguridad.  Enseguida se llegó hasta ellas y les sonrió.

-Chérie. ¿Ya has llegado de montar?
-Sí, tuvimos entrenamiento para el campeonato.- Le contó la chica, quien quiso saber a su vez.- ¿Cómo es que estás aquí?
-Tenía que revisar algunos bocetos. Los había traído a casa y estoy más tranquila. Dime. ¿Quién es tu amiga?

            Ahora Michelle sintió sobre ella esa escrutadora mirada y se ruborizó. Esa mujer sonrió entonces con simpatía.

- Se llama Michelle Arnau. Os he hablado de ella. Es mi amiga del Liceo, mi compañera de habitación.- Sonrió a su vez Amatista.-
-Encantada de conocerla, señora.- Pudo decir la azorada aludida.-
-De modo que tú eres la famosa Michelle.- Asintió esa mujer con aprobación.- Mi hija nos ha hablado mucho de ti. De veras que te aprecia. Eres su mejor amiga, ¿verdad?

            Ahora pareció ser Amatista quien se puso colorada. Michelle lo advirtió no sin satisfacción.

-No te pases, mamá. No soy una cursi.

            Esmeralda no respondió a eso aunque mirando hacia los pies de su hija la hizo notar con un tinte algo admonitorio.

-No debes entrar con esas horribles botas. Vas a poner perdida la casa.
-Lo siento mamá, vinimos directamente sin cambiarnos.- Se excusó Amatista.-
-Lo siento, señora Lassart.- Añadió Michelle dándose cuenta de que ella misma las llevaba también.-
-No es tu culpa.- Sonrió Esmeralda agregando con más jovialidad. - Mi hija debió avisarte. Tenéis zapatillas a la entrada.

            Obedientemente las dos se giraron saliendo de nuevo. Sentándose en una silla del hall, se ayudaron mutuamente a quitarse esas botas de montar. Amatista le prestó unas zapatillas que a Michelle le estaban algo grandes. Sus pies quedaban bastante holgados en ellas. Su amiga enseguida se llevó la mano al cogote y musitó avergonzada.

-Es que ya calzo un cuarenta y dos.
- Yo me quedé solamente en un treinta y ocho.- Confesó apuradamente Michelle.-
-No te preocupes, lo tuyo es normal. Soy yo la que parezco el “Big Foot” - Suspiró con resignación su amiga.-
-Es que eres muy alta.- Le comentó Michelle.-  Estarás proporcionada, eso es todo.
-Sí, ya mido un metro setenta y ocho y sigo creciendo.- Declaró su amiga.- He pasado a mi madre. Menos mal que tengo ya catorce años y no creo que vaya a crecer mucho más. Es algo realmente molesto.
-Al contrario.- Trató de animarla Michelle.- Podrás ser modelo como ella.
-¡No me fastidies! Esa es la última cosa que querría hacer en la vida.- Sentenció su interlocutora.-
- Pues a mí me gustaría.- Comentó la invitada, alegando.- Ser famosa, guapa y con dinero, viajar…
-Sí, ya… todos los días probándose cosas, nerviosa perdida para cambiarse rápido. Con un control de la comida bestial, sin parar quieta en ningún sitio. Vamos, ¡genial!- Completó sarcásticamente Amatista para agregar.- Siendo pequeña, mi madre a veces me llevaba. Al principio me gustaba todo eso, por los trajes y por lo simpáticas que eran las modelos. Pero luego fui viendo todos los contras. Además de ser una especie de florero para que babeen los tíos. No gracias.

            En eso estaban cuando ya calzadas con esas cómodas zapatillas (no tanto para Michelle a la que casi se le salían cada vez que daba un paso) retornaron a la habitación de Amatista.

-¿Te apetece comer algo?- Le ofreció amablemente su amiga en tanto se tumbaba sobre su cama sin ceremonias, tras despojarse también de su chaqueta de montar, la blusa y de esos ajustados pantalones blancos de entrenamiento que había llevado. – Algo habrá en la cocina…

            Lo cierto es que Michelle no le iba a decir lo que le hubiera apetecido comer precisamente. La tenía ahí, en ropa interior. Apenas si era capaz de mirarla directamente. Y para mayor sobresalto tocaron a la puerta.

-¿Sí?- Inquirió Amatista que estaba tumbada boca arriba y con las piernas encogidas y las manos sobre su plano vientre.-
-Soy mamá.- Se anunció Esmeralda.- ¿Se puede pasar?
-Claro.- Concedió su hija.-

            La diseñadora entró cautamente. Aunque una vez más no pudo evitar fruncir el ceño ante aquella escena. Su hija tumbada de aquella forma en tanto que su pobre amiga estaba en pie casi sin querer mirarla.

-¡Pero, hija mía!- Suspiró.- ¿Qué haces así?...
- Me acabo de quitar la ropa, mamá. Ahora iba a ver si me daba una ducha. ¿Quieres ducharte Michelle?- Quiso saber con total naturalidad.-

            Al oír esa pregunta la interpelada sintió como los colores le subían hasta las mejillas. Éstas le ardían. Y sus ojos se abrían de par en par. Solamente de pensar en su amiga con el cuerpo desnudo y el agua cayéndole por según que partes de su anatomía. Aunque una vez más a su auxilio acudió la señora de la casa, que tomando esa reacción por algo bien distinto, aseveró con tinte admonitorio.

-¡Por Dios, chérie! Deja de ponerte en evidencia. Tu pobre amiga pensará que no tienes modales.
-Michelle ya me conoce, mamá. Somos muy amigas. Hay confianza.- Replicó despreocupadamente Amatista.-
-No hagas caso, querida.- Le pidió amablemente Esmeralda a esa tímida jovencita.-  Es que no hago carrera de ella.
-Hablando de eso.- Repuso su hija incorporándose de la cama.- Mamá. Acuérdate que el concurso hípico es el próximo martes.
-¿El próximo martes?- Repitió la diseñadora con tono pensativo para oponer.- Lo lamento, ma chère. Me será imposible asistir, tengo reunión con los diseñadores.
-¿Qué?- Exclamó una atónita Amatista recriminando a su madre.- Me lo prometiste. Dijiste, sí, esta vez no me lo perderé.

            Hubo un incómodo silencio. Michelle realmente se sentía violenta. No era agradable presenciar una riña familiar, sobre todo cuando no era de la suya. Al fin fue la señora de la casa quién, con tono comedido dijo.

-Ya te he dicho que lo lamento. Las cosas no son tan sencillas. He tenido que alterar algunos compromisos en mi agenda.
-Claro.- Sonrió sarcásticamente Amatista para sentenciar.- Puedes alterar cualquier compromiso para tus cosas. Pero no para verme a mí.
-Hija, eso es injusto.- Se defendió Esmeralda.-
-¡Tú sí que eres injusta! - Replicó airadamente la chica.- Me lo habías prometido.

            Su madre no contestó a eso, solamente respiró hondo y dedicándole una apurada mirada a Michelle salió de la habitación.

-Eso, haz siempre lo mismo.- Recriminó Amatista tras verla salir.- Nada de lo que hago yo le importa.- Añadió con rabia ahora, desahogándose con su perpleja y envarada amiga.-
- Seguro que si pudiera le encantaría ir a verte.- Trató de animarla su apurada interlocutora.-

            Pero Amatista estalló entre incontrolados sollozos.

-¡Si pudiera! Llevo años escuchando la misma canción. ¡Claro que podría, pero no le intereso lo más mínimo! Siempre prefiere dedicarse a su trabajo. Se ha perdido casi todos mis cumpleaños y mis momentos más importantes. Te juro que si algún día llego a tener hijos no les haré pasar por esto.

            Una compadecida Michelle abrazó a su amiga tratando de confortarla. Era una sensación extraña. Le gustaba estar tan cerca de ella, y tener contacto físico, pero no de esta forma. Sobre todo cuando la veía sufrir. Al menos en eso ella no debía inquietarse. Sus padres sí que solían ir a verla montar o a las obras del colegio. Y habían sido los primeros en prepararle fiestas de cumpleaños o llevarla al parque de atracciones. Al parecer su amiga no tuvo esa fortuna. Ahora podía entender lo independiente que era para muchas cosas. Desgraciadamente tras aquello esa tarde se estropeó irremisiblemente. Aunque se ducharon cada una por turnos, eso sí, y Amatista le dejó algo de ropa suya que le quedaba ya pequeña. Al cabo de un rato a la anfitriona el berrinche se le había pasado pero tenía una mirada taciturna.

-Lo grabaremos.- Se le ocurrió a Michelle.- Mis padres tienen cámara de vídeo. Así tu madre podrá verte.
-¡Ni hablar! Si no viene que se fastidie.- Rechazó orgullosamente su interlocutora.- O que ponga el canal moda, a ver si lo dan ahí.

            Al poco tocaron una vez más a la puerta y una voz masculina hizo al fin sonreír a Amatista.

-Hola hija. ¿Puedo pasar?
-¡Papá! – Exclamó la muchacha yendo a abrir como una exhalación.-

Desde luego Michelle se fijó en el recién llegado. El padre de su compañera lucía como un hombre realmente alto y fornido, de cabellos blancos aunque era todavía joven, adornando su rostro con una cuidada perilla.  Vestía traje y corbata. Enseguida estrechó a su hija entre los brazos. Ella incluso saltó a agarrase del cuello de su progenitor. Tan grande era ese hombre que hasta Amatista parecía ahora una niña pequeña en comparación. Al fin, tras concluir esas muestras de impulsivo afecto, la joven se separó de su padre y le presentó.

-Mi amiga del liceo, Michelle Arnau.
-Encantado de conocerte.- Saludó amablemente aquel individuo ofreciendo la mano derecha.- Soy Diamante Lassart.

            La invitada se la estrechó rápida y suavemente. De veras que estaba impresionada ante la planta de ese hombre. Ahora podía entender por qué su amiga era así de alta y de atlética. Pero no pudo seguir meditando mucho sobre eso. Se sorprendió al oír a Amatista con un tono entre quejumbroso y casi infantil.

-Papá, lo ha vuelto a hacer…
-¿Hacer qué?.. ¿A quién te refieres?- Inquirió Diamante con extrañeza.-
-A mamá. Ahora me dice que no podrá ir a mi concurso hípico.- Se lamentó la muchacha.-
-Bueno cariño, será por algún motivo importante. – Repuso su padre con tono conciliador.-
-Siempre es lo mismo, siempre tiene algún motivo importante.- Repitió la joven con desconsuelo, aunque no con el genio anterior.- Cualquier cosa es para ella más importante que yo.

            Su padre la contempló no sin pesar, y le dijo.

-No, cariño. Tu madre te adora, pero su trabajo es muy complicado, tiene muchas obligaciones.
-Tú también, pero casi siempre te las apañas para estar conmigo.- Afirmó la chica.-

            Diamante sonrió ligeramente y asintió, para decir con afectuoso e incluso jovial tono lleno de humor.

-Entonces, ¿te sirvo yo? Me encanta ver como saltas con tus ponis…

            Ahora fue Amatista quien alegró su expresión. Sonrió exclamando con visible contento.

-¿Podrías venir?
-Claro, cariño. Hablaré con tu padrino Ian.- Afirmó Diamante.-

            La chica volvió a abrazarse a su padre quién rio ante tal reacción.

-¡Ojalá que él y que Satory pudieran venir!, -repuso la muchacha que ahora, dirigiéndose a Michelle, le explicó.- Mi padrino Ian es dueño de las empresas Masters Corporation.  Satory es su hija, te he hablado alguna vez de ella. ¿Te acuerdas? Es como mi hermana mayor.

 Michelle asintió con una sonrisa. Le alegraba ver a su amiga tan feliz. Tras aquello el padre de Amatista las dejó durante un rato. No pasó mucho tiempo sin que al ir un momento al baño pudiera escucharse lo que daba la impresión de ser una discusión. Al parecer la señora Lassart estaba enfadada. Decía entre sollozos.

-Diamante, tú sabes perfectamente que me encantaría ir a verla… Pero tengo mis obligaciones….
-Lo sé, cariño. Lo sé.- Le decía él con tintes comprensivos.-
-No es nada fácil, tener que ser madre, empresaria y además… ya sabes…tengo una obligación. Como las hermanas.
-Sí, no tienes que darme explicaciones. Anda, no te preocupes más. Iré yo…- Le comentaba su marido.-
-Una vez más su padre acude al rescate.- Remachó la señora Deveraux con amargura.- Soy yo la mala, la que nunca está ahí para ella.
-Eso no es verdad, mi amor. Algún día Amatista lo comprenderá. Y podrás hablar con ella y explicarle las cosas…
-Preferiría que ese momento no llegase nunca.- Sollozó la diseñadora.- Y si éste es el precio que tengo que pagar…que me odie mi propia hija…pues tendré que soportarlo…
-No te odia.- Trató de confortarla Diamante.- Vamos, tranquilízate.

 Michelle se sintió muy violenta, y entristecida por esa mujer. Sobre todo al escuchar el sonido de su llanto. Enseguida regresó del cuarto de baño a la habitación de su amiga. Por supuesto que no dijo nada de aquello a Amatista. Al poco y deseando dejar a esa familia para que atendieran sus asuntos privados, la invitada se despidió de los Lassart cuando pudo.

-Encantada de conocerles.- Dijo Michelle con amabilidad.-
-Eres una buena chica. Vuelve cuando quieras.- La despidió Esmeralda que parecía tener una mirada triste ahora, pese a su sonrisa de cortesía.-

            Y el día del concurso hípico Diamante cumplió su palabra yendo a ver a su hija. Amatista obtuvo un meritorio tercer puesto y la propia Michelle quedó sexta. Fueron buenos tiempos. Ahora volvía de aquellos recuerdos.

-Mi vida se ha ido al infierno.- Sollozaba con rabia aunque también con determinación.-  Y todo empezó con ella…pero no. Saldré de esto.

            Y así fue, durante un año que se le hizo eterno, Michelle fue a una granja de desintoxicación, allí conoció a un muchacho muy simpático llamado Timothy. Como ella estuvo enganchado a aquellas pastillas pero supo cortar a tiempo, la ayudó mucho en sus primeros meses.

-Verás.- Le aconsejaba el muchacho.- Ante todo tienes que ser honesta contigo misma.
-Sí, de eso me he dado cuenta.- Admitió ella.-
-La solución a nuestros problemas no está en esas pastillas, ellas son el auténtico problema. Pero, a su vez, son la consecuencia de algo más profundo que quisimos enterrar en nuestro interior. - La instruía aquel muchacho.-

            Y gracias a él entre otros la joven fue dejando esa dependencia y cortando de modo radical con las drogas. Sin embargo, no todo fue bonito. Timothy se había enamorado de ella y dándose cuenta de ello, Michelle tuvo que confesarle sus propias inclinaciones.

-Bueno.- Suspiró resignadamente él.- Tenía que pasarme. Lo siento, no quise violentarte.
-No, tú no podías saberlo. No es culpa tuya.- Repuso Michelle con verdadero pesar y agregando con total sinceridad.- Si te digo la verdad, ahora ni tan siquiera me interesan las chicas. No quiero nada que no sea recuperarme por completo y volver a dirigir mi vida.
-Lo entiendo.- Afirmó el muchacho que tras sonreír débilmente acarició con suavidad una mejilla de su interlocutora.- Al menos podremos ser amigos.
-Eso siempre.- Le sonrió más alentadoramente la joven.-

Así dieron por zanjado aquello, luego él se fue, terminada su rehabilitación. Michelle le echó mucho de menos, pero contó también con la ayuda de una psiquiatra muy amable, aunque joven y bonita, llamada Madison Hall. Creyó incluso que sería muy difícil admitir ante ella que era homosexual, pero aquella chica le ayudó mucho a superar esos temores y le aconsejó que nunca tuviera miedo de asomarse a su verdadero ser.

- No se trata de enfrentarte o de negarte a aceptar lo que eres - Le dijo ésta. - Sino de ser como eres y vivir bien contigo misma. Así lograrás vivir bien con todo lo que te rodea. El primer paso para que te acepten los demás es que tú misma lo hagas.

Michelle también le habló de Amatista y de todo lo que sentía contra y por ella. De lo que Don le hizo pasar. De la traición de Karen. Su psiquiatra le dijo que debería sacar todo aquello a la luz. Y quien sabe, si alguna vez volvía a verla lo mejor sería decírselo todo, sin ningún tipo de temor. Así, gracias a estos y otros trabajos y consejos logró dejar las drogas, su aspecto mejoró hasta ser el de antes. Recuperó su peso y trabajó durante un tiempo allí, ayudando a su vez a otros en su misma situación. Estaba recobrada de aquello y quiso retomar sus estudios. Volvió a un nuevo colegio y se reincorporó a las clases. No quiso intimar con nadie, ni tan siquiera con alguna chica que conoció y que daba la impresión de ser amable y accesible.

-No volveré a cometer ese error.- Se decía de forma inflexible.- Voy a centrarme en lograr mi título, para que papá y mamá se sientan orgullosos.

Así terminó aquel curso que logró sacar con buenas notas, y tras el siguiente, en el cual aun evidenció más su mejoría, terminando el bachillerato con muy buenas calificaciones, sus padres le ofrecieron la posibilidad de ir de vacaciones a París.

- Si es algo que te haga revivir lo que pasó, iremos a otro sitio - Le ofreció su madre preocupada por aquella posibilidad. -
- No, deseo ir.- Afirmó Michelle convencida para sentenciar. - Es hora de que supere aquello de una vez. Y me siento preparada para ello.

            Lo decía pero en el fondo tenía aquella espina clavada en lo más profundo del alma. ¡Quien sabe lo que sería de sus antiguos compañeros! Posiblemente habrían terminado los estudios. Habían pasado ya más de cuatro años. ¿Qué habría sido de Amatista? Michelle no lo sabía, de lo último que se enteró es que ella salía con un tal Francoise y que iban a hacer un grupo. Comenzó a verse con ese chico justo al romper con Paul. Recordaba todavía cuando en la intimidad del vestuario de las chicas Amatista le contara.

- Paul es un chico estupendo, nos lo hemos pasado muy bien, fuimos al cine y ya sabes.
-¿Qué película visteis? - Preguntó Michelle con candidez. -
-¡Ja, ja, de ver nada! – Se rio Amatista que explicó. - En la última fila, estabamos dándonos el lote cuando él me dijo.” Amatista, mon amour, te importaría ayudar a que me relaje un poco”. Y mientras me lo decía se bajaba la bragueta...

            Michelle escuchaba atónita, no podía creer que se lo estuviera contando así. Pero Amatista no paró en eso.

- Yo claro, metí la mano ¡y no veas! Te aseguro que Paul se quedó muy relajado, aunque tuve que usar varias servilletas después.
- ¡No te entiendo!- Estalló  su oyente que parecía fuera de sí según recriminaba. -Me dijiste, Michelle preséntamelo, quiero que sea algo romántico ¿Y te dedicas a hacer esas guarradas con él? ¿Qué más le has hecho?

            Amatista se puso pálida, desde luego no se esperaba aquello, se defendió lo mejor que pudo.

- No es para que te pongas así, los dos queríamos que pasara y pasó. No tiene que ver, lo demás sí que fue romántico. Te prometo que fue a lo más que llegamos.- Michelle seguía mirándola con una expresión reprobatoria y Amatista añadió tratando de desdramatizar. -¡Vamos mujer!, el hecho de que le haga una paja no quiere decir nada. Todas las chicas lo hacen, bueno, casi todas.- Corrigió al mirar a su amiga que parecía querer llorar y le preguntó entre atónita y preocupada. - Pero, ¿por qué te lo tomas así?
- A mí me da igual. - Pudo decir Michelle cuando se controló lo bastante para simplemente sollozar. - Es por ti, no quiero que te tomen por una cualquiera. Me preocupa lo que Paul pueda contar.
- No seas tonta - rebatió Amatista tratando de tranquilizarla. - Para empezar, no es el primer chico con el que salgo y supongo que no será el último. Además, él también ha salido con algunas de aquí que le han hecho lo mismo o más.- Amatista cuchicheó ahora con un tono de complicidad. - ¿Sabes quién es Ivonne? La chica de la clase de último curso. Esa de pelo moreno y largo.
- Sí- asintió Michelle aunque solamente la conocía de vista. -
- ¡Pues esa se la ha chupado! - Se sonrió Amatista que agregó - y alguna que otra más lo ha hecho también, incluso se han acostado con él y con otros.
- Eso a mí no me parece bien. - Replicó Michelle con gesto de contrariedad. – Todavía somos muy jóvenes. Pero cada una que haga lo que quiera, ellas no son mis amigas, tú sí.
- Te lo agradezco, de verdad - declaró Amatista dedicándole una tierna sonrisa. - Tú eres una buena chica, te preocupas por mí y eso es muy bonito. Eres mi mejor amiga y te quiero mucho. - Dicho eso besó a Michelle en una mejilla, ésta se quedó paralizada, ¡el deseo de devolverle el beso era tan fuerte!, se conformó con abrazarse a ella casi a punto de llorar. -
- Tú también eres mi mejor amiga - Pudo decir Michelle con palpable emotividad. – Y también te quiero mucho…

            Desde luego eso para ella era como declararse. Sin embargo, su interlocutora lo tomó en un concepto bien distinto.

- Ya lo sé, tonta. Y perdona los malos ratos que te hago pasar. Te lo pagaré - sonrió la enternecida Amatista dándole ánimos. - Si hay algún chico que te guste, dímelo y te ayudaré, ¿vale? Alguno debe haber, aunque tú nunca me hayas hablado de eso. Cualquiera diría que no te interesan. ¡Ja, ja! Claro, te pasas la vida haciéndome de niñera.

            Michelle se quedó de piedra, ¿Y si Amatista comenzaba a plantearse aquello en serio? Ella nunca le había dicho nada sobre eso porque, efectivamente, los chicos no le interesaban para nada en realidad. Pero eso era muy sospechoso y no quería que su amiga comenzase a atar cabos. Tuvo que improvisar.

- Salí con uno hace un mes.- Declaró con un susurro. -
-¿Y por qué no me lo dijiste?- Le preguntó Amatista sonriendo divertida y exclamando. - ¡Vaya con Michelle! Que calladito te lo tenías. ¿Cómo se llamaba?
- Armán - fue el primer nombre que se le pasó por la cabeza y matizó para evitar cualquier posible problema. - Pero no era de aquí, estaba de paso.
-¿Y de dónde era?- Quiso saber Amatista dominada por la curiosidad. -
- De Bélgica- contestó su interlocutora casi sin pensar. -
- ¡Mira que no contármelo! - Se burló Amatista con tono de complicidad. – A saber lo que habréis hecho…sinvergonzona. ¡Hipocritilla, y te pones tan mojigata cuando te cuento lo mío!
- No, no hicimos nada de especial. Es que me da mucha vergüenza hablar de eso - Sonrió Michelle a su vez, sintiéndose aliviada. -
-¿Y ahora?- le preguntó Amatista. - ¿Te gusta algún otro o sales con algún chico sin que yo lo sepa, pillina? ¡Vamos!, somos amigas, te prometo que no trataré de robarte el novio. Por muy bueno que esté.
- Bueno, Armán y yo no terminamos demasiado bien,- discurrió Michelle. - Ahora estoy en un momento de....- no sabía que decir.- De…

            Por suerte Amatista vino involuntariamente en su ayuda sacándola de aquel atolladero  al creer adivinar.

- En un momento de espera, te entiendo bien. Cuando una relación sale mal, lo mejor es tomarse un tiempo para pensar. Pero no te pases ¿Eh? – Rio sonando afectuosa y tratando de  animar a su amiga. -Y recuerda que si necesitas ayuda aquí me tienes para lo que haga falta  ¡ja, ja!...

            Aquellas palabras resonaban todavía en su cabeza, quien iba a decir que sólo unos días después se desencadenaría todo aquello.

-Y ahora voy a cerrar ese círculo.- Se dijo la joven.-

Y más que dispuesta a ello Michelle viajó por fin a París. Se reinstaló en su antigua casa y dedicó una tarde a rememorar los mejores momentos que pasara allí siendo niña, cuando esa mala experiencia del liceo aún no se había producido. Al rato, casi por inercia, puso la televisión para abstraerse de sus malos recuerdos. No obstante estos parecían perseguirla pues lo que vio y escuchó la dejó nuevamente perpleja.

- ¡Sí, chicos y chicas!, las populares Justices actuarán en París. Dentro de una semana. - Anunciaba la voz de un presentador.- Las cuatro jovencitas y el muchacho que componen el grupo están en su gira  triunfal por el mundo…

            Michelle pudo ver imágenes de aquellas chicas, eran muy buenas cantantes y no estaban nada mal. En efecto, también había un muchacho bastante apuesto. A ella eso no le interesaba pero lo que no había sabido hasta entonces es que una de las componentes era Amatista Lassart. ¡Su ex amiga Améthyste!, realmente no podría ni haberse imaginado que llegase tan lejos en su vocación musical. Recordaba que una vez, de camino a clase, Amatista charlaba con ella animadamente acerca de sus proyectos. Acababa de cortar con Paul y ya se había fijado en un tal Françoise, en opinión de Michelle un idiota, pero sobre gustos...

- De verdad, es un chico muy atractivo y misterioso. – Le aseguraba Amatista. - Y le encanta la música. Incluso creo que compone.
- No me cae demasiado bien.- Repuso Michelle con poco interés.  -
- Porque no le conoces, ni siquiera has hablado con él,- objetó su amiga. -
-¿Y tú sí?- le inquirió Michelle. -
- Bueno, no todavía no,- sonrió Amatista que añadió con jovialidad. - Pero, ya sabes lo que se dice. Como en esa antigua canción. El Mundo todavía gira, las estrellas aun brillan y tú serás mío algún día...- canturreó para sorpresa de su amiga. -
- Cantas muy bien - alabó ésta. - Podrías dedicarte a ello.
-¿Yo? - Amatista se señaló a sí misma con incredulidad moviendo la cabeza para oponer. - No creo. Además, a mí me gustaría cantar sobre temas románticos y con mi físico no me pega.
- No digas tonterías, mujer - rebatió Michelle. - Eso no tiene que ver.

            Su contertulia suspiró, con una mirada soñadora, y entonces, en un gesto típico de ella, exclamó con entusiasmo casi infantil.

- ¿Sabes? Me gustaría grabar un disco algún día. ¿Quién sabe? O eso o comprarme una moto, ¡creo que prefiero la moto! ¡ja, ja!…

            Michelle negó con la cabeza sonriendo, ¡su amiga estaba loca!, saltaba de una cosa a otra con ese ímpetu arrollador que no parecía detenerse a considerar nada con profundidad. Pero le encantaba tal y como era, quizás por eso estaba tan enamorada de ella. Y aparte de todo, su voz era preciosa y tan romántica. ¡Lastima no poder caer en sus brazos! Por lo que pudo saber después, Amatista y Françoise salieron juntos y formaron un grupo con los chicos del liceo  que no prosperó. Después ya no supo más de su antigua compañera, únicamente lo que algunos de los pocos amigos que conservaba en París le habían comentado, que se fue a vivir a América. Había perdido la esperanza de volverla a ver, muchas veces habría imaginado tenerla delante y poder decirle todo lo que había sufrido por su culpa, ajustarle las cuentas, tal y como le aconsejara la psiquiatra y como ella misma deseaba. Ahora quizás tendría una ocasión. Una que podría no volver a repetirse. Animada por ello salió de casa y  consultó por internet una guía de espectáculos, allí venían el horario y el lugar, nada menos que en el Parque de los Príncipes y a las nueve de la noche. Tenía que ir como fuera. Por suerte, su padre era muy amigo del empresario que organizaba aquello. Únicamente tuvo que fingir un gran interés, decirle que ella era una fan del grupo y que le encantaría pedirles unos autógrafos a esas chicas, para que su padre llamase por teléfono. El empresario le dijo que las entradas estaban agotadas pero que, siendo para Michelle, podría estar entre bastidores y tener la oportunidad de charlar con sus admiradas cantantes. Ella por supuesto dijo que sí, aunque lo que menos le importaba era conocer al resto del grupo, sólo tenía una cuenta personal que saldar con una de sus integrantes.

-Améthyste, ma chère. Ni te imaginas las ganas que tengo de verte actuar.- Se decía con sarcástica amargura.-

            La semana pasó muy deprisa y Michelle se entrenó haciendo ejercicio como nunca. Quería que su ex compañera la viese en un perfecto estado de forma y, desde luego, Amatista era muy fuerte y muy grande, además de experta en artes marciales. A decir verdad no tendría muchas oportunidades si se enfrentaba con ella. Pero le daba igual, ¡nada podría quitarle la satisfacción de darla un buen golpe en los morros! Y al fin llegó el ansiado día. Vestida informalmente con una blusa y unos vaqueros recortados por encima de las rodillas, Michelle asistió como otra fan más. Escuchó a la propia Amatista haciendo una presentación en francés que fue muy aplaudida. Durante el concierto tuvo que admitir que su ex amiga cantaba muy bien y seguía moviéndose de maravilla. Los años le habían estilizado aún más la figura y su voz parecía más reposada. Las demás tampoco le iban a la zaga, casi tan altas como ella e igual de atractivas. Desde luego no le sorprendió que causaran furor entre los chicos y entre muchísimas chicas también. Le habrían encantado a ella misma de no tener aquella amarga cuenta pendiente. Más aún cuando escuchó aquella canción, versionada por su propia ex compañera quien paradójicamente le daba la respuesta.

¡Oh, oh, oh!
¡Oh, wah oh!
¡Oh, oh, oh!

Si hubiera una oportunidad
Para salvar nuestro roto romance
La dejaría pasar

Porque ahora sé.
Que la vida no termina
Puedes empezar de nuevo

No todo se ha ido
Solo sigue adelante
Sé tu propia mejor amiga

Es fácil sobrevivir. Uuuh
Ahora que al fin me he dado cuenta de eso

El mundo todavía gira
Las estrellas todavía brillan
En la forma en la que lo hacían cuando eras mío

Un corazón roto, es una lección aprendida
Aunque estemos separados, cariño.
El mundo todavía gira

No podía creer
Que fueras a marcharte
Sin preocuparte
Yendo hacia otra parte, otro lugar

¡Ooh! mi doliente corazón
Nunca pensó que nos separaríamos
Que podía hacer, mi amor por ti
Fui honesta desde el principio

El tiempo quita el dolor
Y el sol brillará de nuevo porque

El mundo todavía gira
Las estrellas todavía brillan
En la forma en la que lo hacían cuando eras mío

Un corazón roto es una lección aprendida
Aunque estemos separados, cariño.
El mundo todavía gira

Es fácil sobrevivir
Ahora que al fin me he dado cuenta de eso

El mundo todavía gira
Las estrellas todavía brillan
En la forma en la que lo hacían cuando eras mío

Un corazón roto, es una lección aprendida
Aunque estemos separados
El mundo todavía gira.

El mundo todavía gira
Las estrellas todavía brillan
En la forma en la que lo hacían cuando eras mío

Un corazón roto, es una lección aprendida
Aunque estemos separados
El mundo todavía gira.

El mundo todavía gira
Las estrellas todavía brillan
En la forma en la que lo hacían cuando eras mío

Un corazón roto, es una lección aprendida
Aunque estemos separados
El mundo todavía gira.

(The World still turns. Kylie Minogue. Crédito a la artista)

            Y entre esa y otras canciones, las dos horas del concierto le pasaron volando. Derrochando simpatía y complicidad con el público, las Justices hicieron unos bises y fueron despedidas por una cerrada ovación. Había llegado el momento y Michelle las siguió sin ser vista por éstas cuando se retiraron al camerino. En cambio, a ella sí le pareció reconocer a unos antiguos compañeros, Ivette y Jean Luck. Eran buenos chicos, estaban en su clase con Amatista y fueron de los pocos que siguieron en contacto con ella y mandándole “E- Mails”. Michelle nunca quiso meterse en redes sociales, sobre todo por los años tan duros que tuvo que soportar. Aunque por sus antiguos compañeros supo que Amatista se había ido a América, pero eso ocurrió al menos haría ya dos años. Ya hacía mucho que no sabía nada de ninguno. Sin querer darse a ver por ellos les siguió hasta la puerta del camerino de las Justices y escuchó como llamaban. Al poco una de las chicas les abrió la puerta, creyó que una tal Idina, pues había tenido que aprenderse los nombres de las otras, aparte claro, del que ya sabía. Escuchó un poco y les oyó, exclamaciones de alegría y felicitaciones para Amatista ¡Felicitaciones, tenía gracia!. El destino, tan caprichoso e injusto, había querido que durante aquellos años ella sufriera un tormento mientras esa zorra triunfaba en todo el mundo. Pero luego le llegaría su propio turno de visita y no la iba a felicitar precisamente.

-Al final la justicia nos llega a todos. En particular a ti, que te haces llamar justiciera. ¡Maldita cínica!

            Ese nombre, por lo poco que leyó sobre el grupo para documentarse venía precisamente de un grupo de mujeres ataviadas con curiosos uniformes de marineros que luchaban contra el crimen y las injusticias. Estuvieron en el candelero hacía ya muchos años, pero la propia Michelle apenas había oído hablar de ellas, salvo las historias que sus padres u otras personas mayores le habían contado de niña.

-En cualquier caso, eso no me interesa.- pensó, eso sí, sonriendo con malicia.- Si esas mujeres estuvieran todavía en activo podrían ir a darle una lección a mi querida Améthyste, que parecer ser tan fan suya.

            Y es que deseaba entrar ya a por ella, pero no debía impacientarse y cometer un error que estropease su plan. Aguardó unos minutos que se le hicieron larguísimos. En no pocas ocasiones le asaltó el temor, e incluso la duda, planteándose el salir corriendo de allí sin volver la vista atrás y dejar las cosas como estaban. Pero enseguida su mente se negaba a ello. Primero, no iba a dejar pasar esa ocasión, un momento que llevaban esperando durante esos cuatro terribles años. Segundo, si no era capaz de enfrentarse a ella, su conciencia no la dejaría vivir tranquila durante el resto de su vida. De modo que se ancló allí con férrea determinación.

-Esperaré, cueste lo que cueste tengo que hacerlo. No he pasado por todo este infierno para rendirme ahora. - Se arengaba.-

Por fin su paciencia se vio recompensa y observó a Ivette y Jean Luck salir, sonriendo y abrazados. Se dieron un beso y bajaron de la mano por las escaleras que conducían a una de las salidas. Así que esos dos eran novios o algo parecido. Se alegró por ellos y les deseó en silencio que fueran muy felices, después se dispuso a cumplir con el propósito que le había traído hasta allí.

-Voy a saludar a la artista.- Se dijo con sarcasmo.-

 Pero también con amargura y un sentimiento de culpabilidad. ¡Cómo se acordaba ahora de lo estúpida que fue! ¡Lo que idolatraba a esa maldita cabrona!  Incluso cuando conoció a Geneva Bourdeu, una chica homosexual como ella y con la que mantuvo una corta relación en París. Se conocieron un mes antes de que sucediera todo, en una fiesta en casa de una amiga común, compañera del Liceo. Una buena chica, otra de las pocas amigas que mantenía aun. Lo importante es que una tarde, en un bar de ambiente gay, no muy alejado de su Liceo, quedaron a petición de Geneva. Michelle acudió a la cita y se encontró a ésta muy bonita, vestía una falda corta y una chaquetilla que dejaba al descubierto sus brazos. Su pelo moreno estaba recogido en una cola de caballo y sus ojos oscuros escrutaban el local buscando a Michelle. Ésta no la había visto así de arreglada desde la fiesta hacía tres semanas. Lo cierto es que todo fue muy rápido, ambas se cruzaron miradas muy inquisitivas nada más conocerse y se enrollaron aquella misma noche en la intimidad del cuarto de los padres de su otra amiga. Y es que entonces todo lo que Michelle deseaba era olvidarse de Amatista, quitársela de la cabeza para poder seguir siendo su amiga y Geneva le llegó llovida del cielo. Era bonita y agradable y parecía estar realmente interesada en ella. Sin embargo, pese a todo, no podía apartar a Amatista de su mente. Tras la fiesta se vieron más veces y hasta se acostaron juntas en la casa de los padres de esa muchacha cuando estos no estaban por trabajo. Geneva incluso le pidió salir en firme. Al oír eso Michelle  no supo que contestar. Le atraía pero no sentía por ella lo mismo que por Amatista. Tampoco quiso hacerla daño y se escudó en un ambiguo “lo pensaré”. Geneva, sospechando la situación, le dio un par de días y le propuso esta cita para que le dijera la respuesta. Para Michelle era difícil pero no podía seguir dándole falsas esperanzas por más tiempo.

- Me alegro de que estés aquí - La saludó Geneva besándola ligeramente en los labios. -
- Hola Gen - repuso amablemente Michelle -... ¿cómo estás?
- Bien – apenas pudo musitar ésta que parecía nerviosa y que no tardó en querer saber. - ¿Te lo has pensado?
- Sí, lo he pensado.- Pudo decir la interpelada que prosiguió con pesar. - Geneva, eres una chica estupenda, bonita e inteligente…
- Pero  no puede ser, ¿verdad? - Adivinó su contertulia visiblemente entristecida. -
- Tengo a alguien que ocupa mis pensamientos. - Le explicó Michelle. -
-¿Ese alguien es otra chica?- quiso saber Geneva. -
- Así es. - Admitió  Michelle con un susurro y bajando la cabeza. – Lo siento.
- Debe ser muy especial si estás tan enamorada - conjeturó Geneva con un hilo de voz. -
- Sí, es mi mejor amiga. - Le confesó Michelle. - La quiero y la deseo tanto.
- ¿Tu mejor amiga? Entonces, ¡ella no es!...- Dedujo su contertulia visiblemente sorprendida. -
- No, no es homosexual.- Reconoció Michelle también apenada. -
- Pero entonces, no lo entiendo, ¡si ella nunca podrá corresponderte! - Exclamó Geneva que parecía desconcertada y muy dolida. -¿Por qué?
- No pierdo la esperanza. - Le contestó Michelle acariciando la cara de su interlocutora con suavidad en tanto proseguía con tono afectuoso y sincero. - Pero sería mucho peor si te utilizase para tener lo que no puedo con ella. Te aseguro que deseaba llegar a amarte a ti en su lugar, pero no puede ser. Lo comprendí después de acostarnos. No me guardes rencor por ello, por favor.
- Al menos has sido sincera.- Dijo Geneva con lágrimas en los ojos  para añadir tratando de mantenerse digna. - No te preocupes, no te molestaré más. ¿Cómo se llama ella? Si no es indiscreción.
- Se llama Amatista y es una chica maravillosa, por lo menos tanto como tú, de veras.- Aseguró Michelle sintiéndose realmente mal por aquella pobre chica, ya que podía entender por lo que estaba pasando. – Y no quiero que por culpa de su sombra tú sufras. No podría corresponder a tu amor como mereces.
- Es un bonito nombre, te deseo de veras que algún día, ella sepa lo que sientes hacia ella y te corresponda. Adiós, Michelle… mon amour. - Replicó su entristecida interlocutora con voz queda girándose para marcharse. -
- Gen, espera por favor. - Le pidió  ésta con tinte cariñoso,  conciliador y lleno de buenas intenciones. -Podemos ser buenas amigas.

            Geneva le dio otro beso en los labios, ahora un poco más largo, pero cuando se separó de ella, le dijo consternada.

- No podría, al menos por ahora. Ojalá tengas suerte con esa chica, Michelle. Te lo deseo de todo corazón. – Y de este modo y sin querer mirar atrás, aquella jovencita salió del bar y de su vida, dejándola muy apenada…-
-¡Lo siento mucho!- Musitó ella viéndola marcharse.- No te mereces tener que sufrir por mi culpa.

Por suerte, al cabo de un tiempo, pudo contactar con Gen. Aunque ella era ahora feliz en una relación con otra chica. De todas formas quedaron en verse un día y hablar de los viejos tiempos.

-Sería bonito, cuando termine con esto.- Se dijo.-

Así Michelle volvió a la realidad al llegarse a la puerta y tocar. Se haría pasar por una fan más, deseosa de obtener un recuerdo. Los instantes anteriores a que ésta se abriera fueron muy tensos. ¿Y si era la propia Amatista la que abría? ¿La reconocería siquiera? ¿Qué le diría? ¿Sería ella quién tomase la iniciativa? Tenía en mente un montón de cosas que quería decir a modo de frase impactante. Sin embargo temía que, a la hora de la verdad, le fallase el valor.  Pero sus temores se disiparon cuando vio a una chica de largo cabello moreno y con expresión sonriente y dulce abrir la puerta.

- Hola - le saludó con amabilidad para preguntarle. - Dime, ¿Qué querías?
-Hola. Me gustagía que me figmarais un autógafó. Pof favor. - Respondió Michelle fingiendo extremadamente el acento francés. -
- Claro.- Sonrió su interlocutora que quiso saber con mucha cordialidad. - ¿Cómo te llamas para que te lo dedique?
- Me llamo Michelle y tú eges ¿Idiná?

            Ésta asintió sonriendo divertida, al parecer le hacía gracia aquella pronunciación de su nombre.

- Muy bien, para Michelle con cariño de Idina,- declaró según lo escribía. -Ya está.
-¿Y gas demgas?- inquirió Michelle fingiendo muy bien la expresión esperanzada y alegre que exhibía en su rostro, pues deseaba pasar para encontrarse con su objetivo.-
- Claro, espera, ahora las llamo. Anda pasa y así te firmarán mis compañeras. - Le pidió la cantante con mucha amabilidad. -

            Tímidamente Michelle siguió a aquella chica, sentía tener que utilizarla, parecía muy agradable y simpática además de bonita. Aunque también Amatista lo parecía al principio. En eso pensaba para darse valor, cuando dos muchachas más se acercaron, una de pelo castaño cobrizo y ojos azules que le firmó como Katheleen y la otra, que le dedicó una intensa mirada, de pelo castaño claro  con unos grandes y hermosos ojos verdes, que se presentó como Kerria. Michelle sintió algo especial al devolverle la mirada mientras le firmaba. Pero, ¿dónde estaba Amatista? Precisamente la que más le interesaba era quien no estaba presente. Idina le pidió a esa tal Kerria que fuera a llamarla, ésta se alejó entrando en el cuarto de baño y Michelle pudo escucharla decir.

- Amatista, ven aquí cuando puedas, hay una chica que quiere nuestros autógrafos y sólo le faltas tú.
-¡La última, como siempre! - Se rio Katherine O´Brian, la pelirroja, haciendo que sus amigas se sonrieran divertidas.-
- Estoy en la ducha - se la oyó responder a Amatista. - Ahora voy.

Y a los pocos instantes salió con una toalla anudada a su cintura mostrando sus pechos, total, entre las chicas no había problemas. Todavía no había abierto la puerta del baño, ni visto a esa fan que aguardaba al otro lado y ya sonreía preguntándole.

-¿Cómo te llamas para que te lo pueda firmar?
-¿Te dice algo elg nombgre de Michelle Arnau? - Respondió ésta clavando sus verdes ojos en ella tan pronto se encontraron sus miradas al entrar la cantante en el camerino. -

            Amatista se quedó pálida. Kerria la miraba extrañada.  Internamente Michelle se regocijó por el impacto que había logrado causar.  Mucho mejor que en sus más optimistas previsiones. Sin querer perder la ventaja por ello  le dijo, ahora en francés...

-¿Te sorprende encontrarme otra vez, verdad? Creíste que después de que me humillaras en el Liceo ya no volverías a verme nunca. Claro, muy propio de ti...ma Chère,-  espetó con sarcasmo y desprecio. -

           La acusada apenas pudo abrir la boca para replicar, las palabras parecía que se le hubiesen apagado en la garganta hasta que pudo defenderse.

- Yo era sólo una niña, no sabía que lo que estaba haciendo pudiera dañarte tanto. Fue algo que no me esperaba y no pude comprender su alcance hasta que sucedió. Por favor.- Le suplicó también en francés, visiblemente afectada. - ¡Pardonne-moi!, je t´en prie. ¡J´ai honte!
-¿Qué está pasando aquí? - Intervino Kerria que sólo podía comprender algunas palabras sueltas.- ¿Vosotras ya os conocíais? –

            Michelle estaba disfrutando con aquello, no únicamente había dejado sin palabras a esa zorra, ahora sus amigas podrían comprobar cómo era en realidad. A buen seguro que desconocerían esa parte de su vida. Pues bien, era hora de que, por una vez, fuese ella quien hiciera salir de “ aquel armario” a su antigua amiga. Así, envalentonada, Michelle le ordenó a Amatista en su idioma materno.

-¡Adelante! ¡Cuéntaselo!....quizás se ría igual que tú y las otras.
- No, no se reirá, te lo aseguro. - Repuso la envarada muchacha. - Verás Ky. - Le explicó a ésta en un tembloroso inglés. - Esta chica se llama Michelle Arnau, era compañera mía en el Liceo y ella era…
- Y soy lesbiana, cariño. Todo el mundo lo sabe - Le interrumpió la susodicha con sorna. - Amatista se encargó de publicitarlo a los cuatro vientos. Sí, vuestra querida amiga y compañera de grupo…

Ante la atónita mirada de Kerria que estaba con la boca abierta, Michelle, en bastante mejor inglés del que había pretendido fingir anteriormente, narró lo ocurrido…

-Me acuerdo de ello como si hubiera sucedido ayer.- Sentenció para comenzar.-

            Estaban en los vestuarios del Liceo, Michelle se sentía nerviosa. Sabía que no era como las demás, a ella no le interesaban los chicos. Nunca se había preocupado de intercambiar miradas con ellos ni de tratar de verles desnudos como hacían muchas de sus compañeras. Ella tenía más suerte, podía ver a la persona de la que estaba enamorada sin tener que hacer ningún agujero, pero declararse sería otra cosa. ¿Cómo poder hacerlo? ¿Cómo podría decirle a ella lo que sentía? Casi le dio un vuelco al corazón cuando la vio entrar.

-¡Hola, Michelle!,- saludó jovialmente Amatista entrando rauda al vestuario. -
- Ho, hola Amatista, ¿qué tal? - Saludó tímidamente ésta a su vez. -
- Como siempre,- le respondió su compañera desnudándose rápidamente. - Las clases un rollo, pero ahora toca natación, así que a relajarse.
- Sí, entiendo lo que quieres decir - repuso ella sin poder dejar de escrutar a su compañera que estaba poniéndose el bañador. -

            Michelle la recorría de arriba abajo con la mirada y se deleitaba al hacerlo. Amatista era preciosa, sus senos eran perfectos, muy bien formados y grandes, sobre todo para su edad, y parecían tan suaves. ¡Cómo le gustaría comprobarlo! Sus caderas redondeadas y muy insinuantes. Cuanto daría por poder abrazarse a ella, desnudas las dos y cubrirla de besos. Además, su compañera era tan enérgica y tan fuerte. Eso la atraía irresistiblemente pero había un gran problema. Michelle sabía que ella no compartiría sus gustos, nunca lo haría. Para darle la razón en estos pensamientos su compañera, que ya se había puesto el traje de baño, le dijo en tono de confidencial complicidad.

- Tenemos un nuevo agujero y los chicos del tercer grado tienen fútbol hoy, si estamos atentas podemos cazar  a Paul mientras se cambia.
- No sé, no creo que esté bien.- Musitó Michelle que casi se había puesto pálida. -
-¡Pero si Paul está buenísimo!,- rebatió su interlocutora que al verla tomó su lividez por otra cosa ajena a los sentimientos de su compañera. - No seas tan vergonzosa, ¡ja, ja!
- No, me refiero a lo que hacemos. Los chicos sí que se sentirían avergonzados si lo supieran.- Pudo pretextar con visible azoramiento. -
-¡Qué va!, a  muchos incluso se les empinaría.- Rio Amatista tratando de imaginárselo. - ¡Anda tonta!  Echa un vistazo.

            Casi obligada, Michelle miró por el agujero que tenían hecho las chicas en una de las duchas. Sí, allí estaban algunos muchachos. Dos de ellos desnudos, pero eso a ella no le interesaba en absoluto, tuvo que fingir exclamando como Amatista.

-¡Vaya!, hay uno que no está nada mal.
- Deja, deja - Le pidió ésta casi arrollándola - ¡Uy! , que grande la tiene ese.- Sonrió la chica poniendo voz melosa - ¡Me voy a masturbar! - rio tocándose un pecho a modo de chanza y añadiendo jocosa. - Como se la agarrase yo, iba a saber lo que es bueno.
-¿Harías eso?- le inquirió Michelle con voz trémula. -

            Su amiga la miró divertida y movió la cabeza, declarando con tono desenfadado e incluso condescendiente.

- Ya lo he hecho alguna que otra vez. ¿Qué te creías, que he nacido ayer? ¡Vamos Michelle no seas tan puritana! - Y cortó su perorata para añadir de inmediato con otra exclamación. -¡Oye, ahí está Paul! ,¡huum tío bueno, lo que tienes colgando ahí.!- Susurró con voz melosa. - La de cosas que te haría en este momento si pudiera...

            Al escuchar eso Michelle sentía como si un escalofrío recorriera su cuerpo. La chica que ella deseaba estaba tan excitada y sexy como tantas veces se la había imaginado. Lo malo es que lo hacía por un chico, uno de esos estúpidos de la clase de al lado. Y además le había confirmado lo que ella ya suponía, aunque se negaba realmente a aceptar que Amatista ya hubiese tenido experiencias con el otro sexo y que eso la encantaba. Su compañera seguía acariciándose los senos y profiriendo algún que otro jadeo mitad en broma, mitad en serio. Menos mal que tenía prisa y dejó de hacer eso, si no Michelle no creía que hubiera sido capaz de dominarse para no besarla. Cuando su amiga se detuvo, dedicó a la atónita chica una jovial sonrisa, le guiñó un ojo de forma cómplice y se despidió.

- Creo que tendré que hablar un poco con Paul, quien sabe si después de las clases podamos conocernos un poco mejor, ¡ji, ji! – Y  se alejó hacia la salida, aunque antes de cruzar la puerta se despidió con un. - Hasta luego, y no te aproveches ahora que te dejo sola ¿eh? Paul es solo para mí, aunque seas mi amiga ¡eso no se comparte! ¡Ja, ja!


La joven salió del vestuario y Michelle se quedó sola apoyada en su taquilla y con ganas de llorar. ¡Cómo hubiera deseado estar en el lugar de ese Paul! Pasaron varias semanas después de aquello, ella siempre estaba pendiente de Amatista. Se ofrecía a dejarle los apuntes e incluso la invitaba a tomar algún refresco. En eso que su ex compañera interrumpió los recuerdos tratando de justificarse.

- Creía que eras mi mejor amiga. Que sólo me apreciabas, ¡nada más!, igual que yo a ti! Nos contábamos confidencias, incluso te conté el rollo que me ayudaste a tener después con el propio Paul y tú me confiaste también una aventura con un chico de otro curso o de otro país. No recuerdo bien. El caso es que yo no sospechaba nada hasta que las otras me lo advirtieron. Y no quise creerlo al principio. Más bien pensé en una broma. Pero te vieron en un bar gay de esos, fuera del Liceo. Fue en un fin de semana que teníamos libre, estabas dándote un beso con otra chica. Tú le habías hablado de mí  y mis compañeras lo averiguaron cuando os escucharon. Después me lo contaron y yo tracé un plan. Seguía pensando que tú y ellas intentabais gastarme una broma y decidí anticiparme. – Hizo una leve pausa e insistió aun con más énfasis. – ¡Te juro que pensé que no era cierto y que sólo te molestarías conmigo un poco si yo fingía que me gustabas! Iba a ser una broma tonta.
- Pero era verdad - repuso Michelle mordiendo las palabras con rabia. -
-¿Cómo iba a poder creerlo?- Trató de justificarse su apurada contertulia. - Me decías que te gustaban los chicos.
-¿Y qué querías que hiciera?,- le reprochó su interlocutora con amargura y un tinte de desesperación. - Decirte, Amatista cariño ¿Nos enrollamos? ¿Los tíos me dan asco pero tú me excitas? ¿Estoy enamorada de ti y no soporto que salgas con ningún chico y menos aún que me  cuentes las cosas que haces con él?
animar a su amiga. -Y recuerda que si necesitas ayuda aquí me tienes para lo que haga falta  ¡ja, ja!...

            Aquellas palabras resonaban todavía en su cabeza, quien iba a decir que sólo unos días después se desencadenaría todo aquello.

-Y ahora voy a cerrar ese círculo.- Se dijo la joven.-

Y más que dispuesta a ello Michelle viajó por fin a París. Se reinstaló en su antigua casa y dedicó una tarde a rememorar los mejores momentos que pasara allí siendo niña, cuando esa mala experiencia del liceo aún no se había producido. Al rato, casi por inercia, puso la televisión para abstraerse de sus malos recuerdos. No obstante estos parecían perseguirla pues lo que vio y escuchó la dejó nuevamente perpleja.

- ¡Sí, chicos y chicas!, las populares Justices actuarán en París. Dentro de una semana. - Anunciaba la voz de un presentador.- Las cuatro jovencitas y el muchacho que componen el grupo están en su gira  triunfal por el mundo…

            Michelle pudo ver imágenes de aquellas chicas, eran muy buenas cantantes y no estaban nada mal. En efecto, también había un muchacho bastante apuesto. A ella eso no le interesaba pero lo que no había sabido hasta entonces es que una de las componentes era Amatista Lassart. ¡Su ex amiga Améthyste!, realmente no podría ni haberse imaginado que llegase tan lejos en su vocación musical. Recordaba que una vez, de camino a clase, Amatista charlaba con ella animadamente acerca de sus proyectos. Acababa de cortar con Paul y ya se había fijado en un tal Françoise, en opinión de Michelle un idiota, pero sobre gustos...

- De verdad, es un chico muy atractivo y misterioso. – Le aseguraba Amatista. - Y le encanta la música. Incluso creo que compone.
- No me cae demasiado bien.- Repuso Michelle con poco interés.  -
- Porque no le conoces, ni siquiera has hablado con él,- objetó su amiga. -
-¿Y tú sí?- le inquirió Michelle. -
- Bueno, no todavía no,- sonrió Amatista que añadió con jovialidad. - Pero, ya sabes lo que se dice. Como en esa antigua canción. El Mundo todavía gira, las estrellas aun brillan y tú serás mío algún día...- canturreó para sorpresa de su amiga. -
- Cantas muy bien - alabó ésta. - Podrías dedicarte a ello.
-¿Yo? - Amatista se señaló a sí misma con incredulidad moviendo la cabeza para oponer. - No creo. Además, a mí me gustaría cantar sobre temas románticos y con mi físico no me pega.
- No digas tonterías, mujer - rebatió Michelle. - Eso no tiene que ver.

            Su contertulia suspiró, con una mirada soñadora, y entonces, en un gesto típico de ella, exclamó con entusiasmo casi infantil.

- ¿Sabes? Me gustaría grabar un disco algún día. ¿Quién sabe? O eso o comprarme una moto, ¡creo que prefiero la moto! ¡ja, ja!…

            Michelle negó con la cabeza sonriendo, ¡su amiga estaba loca!, saltaba de una cosa a otra con ese ímpetu arrollador que no parecía detenerse a considerar nada con profundidad. Pero le encantaba tal y como era, quizás por eso estaba tan enamorada de ella. Y aparte de todo, su voz era preciosa y tan romántica. ¡Lastima no poder caer en sus brazos! Por lo que pudo saber después, Amatista y Françoise salieron juntos y formaron un grupo con los chicos del liceo  que no prosperó. Después ya no supo más de su antigua compañera, únicamente lo que algunos de los pocos amigos que conservaba en París le habían comentado, que se fue a vivir a América. Había perdido la esperanza de volverla a ver, muchas veces habría imaginado tenerla delante y poder decirle todo lo que había sufrido por su culpa, ajustarle las cuentas, tal y como le aconsejara la psiquiatra y como ella misma deseaba. Ahora quizás tendría una ocasión. Una que podría no volver a repetirse. Animada por ello salió de casa y  consultó por internet una guía de espectáculos, allí venían el horario y el lugar, nada menos que en el Parque de los Príncipes y a las nueve de la noche. Tenía que ir como fuera. Por suerte, su padre era muy amigo del empresario que organizaba aquello. Únicamente tuvo que fingir un gran interés, decirle que ella era una fan del grupo y que le encantaría pedirles unos autógrafos a esas chicas, para que su padre llamase por teléfono. El empresario le dijo que las entradas estaban agotadas pero que, siendo para Michelle, podría estar entre bastidores y tener la oportunidad de charlar con sus admiradas cantantes. Ella por supuesto dijo que sí, aunque lo que menos le importaba era conocer al resto del grupo, sólo tenía una cuenta personal que saldar con una de sus integrantes.

-Améthyste, ma chère. Ni te imaginas las ganas que tengo de verte actuar.- Se decía con sarcástica amargura.-

            La semana pasó muy deprisa y Michelle se entrenó haciendo ejercicio como nunca. Quería que su ex compañera la viese en un perfecto estado de forma y, desde luego, Amatista era muy fuerte y muy grande, además de experta en artes marciales. A decir verdad no tendría muchas oportunidades si se enfrentaba con ella. Pero le daba igual, ¡nada podría quitarle la satisfacción de darla un buen golpe en los morros! Y al fin llegó el ansiado día. Vestida informalmente con una blusa y unos vaqueros recortados por encima de las rodillas, Michelle asistió como otra fan más. Escuchó a la propia Amatista haciendo una presentación en francés que fue muy aplaudida. Durante el concierto tuvo que admitir que su ex amiga cantaba muy bien y seguía moviéndose de maravilla. Los años le habían estilizado aún más la figura y su voz parecía más reposada. Las demás tampoco le iban a la zaga, casi tan altas como ella e igual de atractivas. Desde luego no le sorprendió que causaran furor entre los chicos y entre muchísimas chicas también. Le habrían encantado a ella misma de no tener aquella amarga cuenta pendiente. Más aún cuando escuchó aquella canción, versionada por su propia ex compañera quien paradójicamente le daba la respuesta.

¡Oh, oh, oh!
¡Oh, wah oh!
¡Oh, oh, oh!

Si hubiera una oportunidad
Para salvar nuestro roto romance
La dejaría pasar

Porque ahora sé.
Que la vida no termina
Puedes empezar de nuevo

No todo se ha ido
Solo sigue adelante
Sé tu propia mejor amiga

Es fácil sobrevivir. Uuuh
Ahora que al fin me he dado cuenta de eso

El mundo todavía gira
Las estrellas todavía brillan
En la forma en la que lo hacían cuando eras mío

Un corazón roto, es una lección aprendida
Aunque estemos separados, cariño.
El mundo todavía gira

No podía creer
Que fueras a marcharte
Sin preocuparte
Yendo hacia otra parte, otro lugar

¡Ooh! mi doliente corazón
Nunca pensó que nos separaríamos
Que podía hacer, mi amor por ti
Fui honesta desde el principio

El tiempo quita el dolor
Y el sol brillará de nuevo porque

El mundo todavía gira
Las estrellas todavía brillan
En la forma en la que lo hacían cuando eras mío

Un corazón roto es una lección aprendida
Aunque estemos separados, cariño.
El mundo todavía gira

Es fácil sobrevivir
Ahora que al fin me he dado cuenta de eso

El mundo todavía gira
Las estrellas todavía brillan
En la forma en la que lo hacían cuando eras mío

Un corazón roto, es una lección aprendida
Aunque estemos separados
El mundo todavía gira.

El mundo todavía gira
Las estrellas todavía brillan
En la forma en la que lo hacían cuando eras mío

Un corazón roto, es una lección aprendida
Aunque estemos separados
El mundo todavía gira.

El mundo todavía gira
Las estrellas todavía brillan
En la forma en la que lo hacían cuando eras mío

Un corazón roto, es una lección aprendida
Aunque estemos separados
El mundo todavía gira.

(The World still turns. Kylie Minogue. Crédito a la artista)

            Y entre esa y otras canciones, las dos horas del concierto le pasaron volando. Derrochando simpatía y complicidad con el público, las Justices hicieron unos bises y fueron despedidas por una cerrada ovación. Había llegado el momento y Michelle las siguió sin ser vista por éstas cuando se retiraron al camerino. En cambio, a ella sí le pareció reconocer a unos antiguos compañeros, Ivette y Jean Luck. Eran buenos chicos, estaban en su clase con Amatista y fueron de los pocos que siguieron en contacto con ella y mandándole “E- Mails”. Michelle nunca quiso meterse en redes sociales, sobre todo por los años tan duros que tuvo que soportar. Aunque por sus antiguos compañeros supo que Amatista se había ido a América, pero eso ocurrió al menos haría ya dos años. Ya hacía mucho que no sabía nada de ninguno. Sin querer darse a ver por ellos les siguió hasta la puerta del camerino de las Justices y escuchó como llamaban. Al poco una de las chicas les abrió la puerta, creyó que una tal Idina, pues había tenido que aprenderse los nombres de las otras, aparte claro, del que ya sabía. Escuchó un poco y les oyó, exclamaciones de alegría y felicitaciones para Amatista ¡Felicitaciones, tenía gracia!. El destino, tan caprichoso e injusto, había querido que durante aquellos años ella sufriera un tormento mientras esa zorra triunfaba en todo el mundo. Pero luego le llegaría su propio turno de visita y no la iba a felicitar precisamente.

-Al final la justicia nos llega a todos. En particular a ti, que te haces llamar justiciera. ¡Maldita cínica!

            Ese nombre, por lo poco que leyó sobre el grupo para documentarse venía precisamente de un grupo de mujeres ataviadas con curiosos uniformes de marineros que luchaban contra el crimen y las injusticias. Estuvieron en el candelero hacía ya muchos años, pero la propia Michelle apenas había oído hablar de ellas, salvo las historias que sus padres u otras personas mayores le habían contado de niña.

-En cualquier caso, eso no me interesa.- pensó, eso sí, sonriendo con malicia.- Si esas mujeres estuvieran todavía en activo podrían ir a darle una lección a mi querida Améthyste, que parecer ser tan fan suya.

            Y es que deseaba entrar ya a por ella, pero no debía impacientarse y cometer un error que estropease su plan. Aguardó unos minutos que se le hicieron larguísimos. En no pocas ocasiones le asaltó el temor, e incluso la duda, planteándose el salir corriendo de allí sin volver la vista atrás y dejar las cosas como estaban. Pero enseguida su mente se negaba a ello. Primero, no iba a dejar pasar esa ocasión, un momento que llevaban esperando durante esos cuatro terribles años. Segundo, si no era capaz de enfrentarse a ella, su conciencia no la dejaría vivir tranquila durante el resto de su vida. De modo que se ancló allí con férrea determinación.

-Esperaré, cueste lo que cueste tengo que hacerlo. No he pasado por todo este infierno para rendirme ahora. - Se arengaba.-

Por fin su paciencia se vio recompensa y observó a Ivette y Jean Luck salir, sonriendo y abrazados. Se dieron un beso y bajaron de la mano por las escaleras que conducían a una de las salidas. Así que esos dos eran novios o algo parecido. Se alegró por ellos y les deseó en silencio que fueran muy felices, después se dispuso a cumplir con el propósito que le había traído hasta allí.

-Voy a saludar a la artista.- Se dijo con sarcasmo.-

 Pero también con amargura y un sentimiento de culpabilidad. ¡Cómo se acordaba ahora de lo estúpida que fue! ¡Lo que idolatraba a esa maldita cabrona!  Incluso cuando conoció a Geneva Bourdeu, una chica homosexual como ella y con la que mantuvo una corta relación en París. Se conocieron un mes antes de que sucediera todo, en una fiesta en casa de una amiga común, compañera del Liceo. Una buena chica, otra de las pocas amigas que mantenía aun. Lo importante es que una tarde, en un bar de ambiente gay, no muy alejado de su Liceo, quedaron a petición de Geneva. Michelle acudió a la cita y se encontró a ésta muy bonita, vestía una falda corta y una chaquetilla que dejaba al descubierto sus brazos. Su pelo moreno estaba recogido en una cola de caballo y sus ojos oscuros escrutaban el local buscando a Michelle. Ésta no la había visto así de arreglada desde la fiesta hacía tres semanas. Lo cierto es que todo fue muy rápido, ambas se cruzaron miradas muy inquisitivas nada más conocerse y se enrollaron aquella misma noche en la intimidad del cuarto de los padres de su otra amiga. Y es que entonces todo lo que Michelle deseaba era olvidarse de Amatista, quitársela de la cabeza para poder seguir siendo su amiga y Geneva le llegó llovida del cielo. Era bonita y agradable y parecía estar realmente interesada en ella. Sin embargo, pese a todo, no podía apartar a Amatista de su mente. Tras la fiesta se vieron más veces y hasta se acostaron juntas en la casa de los padres de esa muchacha cuando estos no estaban por trabajo. Geneva incluso le pidió salir en firme. Al oír eso Michelle  no supo que contestar. Le atraía pero no sentía por ella lo mismo que por Amatista. Tampoco quiso hacerla daño y se escudó en un ambiguo “lo pensaré”. Geneva, sospechando la situación, le dio un par de días y le propuso esta cita para que le dijera la respuesta. Para Michelle era difícil pero no podía seguir dándole falsas esperanzas por más tiempo.

- Me alegro de que estés aquí - La saludó Geneva besándola ligeramente en los labios. -
- Hola Gen - repuso amablemente Michelle -... ¿cómo estás?
- Bien – apenas pudo musitar ésta que parecía nerviosa y que no tardó en querer saber. - ¿Te lo has pensado?
- Sí, lo he pensado.- Pudo decir la interpelada que prosiguió con pesar. - Geneva, eres una chica estupenda, bonita e inteligente…
- Pero  no puede ser, ¿verdad? - Adivinó su contertulia visiblemente entristecida. -
- Tengo a alguien que ocupa mis pensamientos. - Le explicó Michelle. -
-¿Ese alguien es otra chica?- quiso saber Geneva. -
- Así es. - Admitió  Michelle con un susurro y bajando la cabeza. – Lo siento.
- Debe ser muy especial si estás tan enamorada - conjeturó Geneva con un hilo de voz. -
- Sí, es mi mejor amiga. - Le confesó Michelle. - La quiero y la deseo tanto.
- ¿Tu mejor amiga? Entonces, ¡ella no es!...- Dedujo su contertulia visiblemente sorprendida. -
- No, no es homosexual.- Reconoció Michelle también apenada. -
- Pero entonces, no lo entiendo, ¡si ella nunca podrá corresponderte! - Exclamó Geneva que parecía desconcertada y muy dolida. -¿Por qué?
- No pierdo la esperanza. - Le contestó Michelle acariciando la cara de su interlocutora con suavidad en tanto proseguía con tono afectuoso y sincero. - Pero sería mucho peor si te utilizase para tener lo que no puedo con ella. Te aseguro que deseaba llegar a amarte a ti en su lugar, pero no puede ser. Lo comprendí después de acostarnos. No me guardes rencor por ello, por favor.
- Al menos has sido sincera.- Dijo Geneva con lágrimas en los ojos  para añadir tratando de mantenerse digna. - No te preocupes, no te molestaré más. ¿Cómo se llama ella? Si no es indiscreción.
- Se llama Amatista y es una chica maravillosa, por lo menos tanto como tú, de veras.- Aseguró Michelle sintiéndose realmente mal por aquella pobre chica, ya que podía entender por lo que estaba pasando. – Y no quiero que por culpa de su sombra tú sufras. No podría corresponder a tu amor como mereces.
- Es un bonito nombre, te deseo de veras que algún día, ella sepa lo que sientes hacia ella y te corresponda. Adiós, Michelle… mon amour. - Replicó su entristecida interlocutora con voz queda girándose para marcharse. -
- Gen, espera por favor. - Le pidió  ésta con tinte cariñoso,  conciliador y lleno de buenas intenciones. -Podemos ser buenas amigas.

            Geneva le dio otro beso en los labios, ahora un poco más largo, pero cuando se separó de ella, le dijo consternada.

- No podría, al menos por ahora. Ojalá tengas suerte con esa chica, Michelle. Te lo deseo de todo corazón. – Y de este modo y sin querer mirar atrás, aquella jovencita salió del bar y de su vida, dejándola muy apenada…-
-¡Lo siento mucho!- Musitó ella viéndola marcharse.- No te mereces tener que sufrir por mi culpa.

Por suerte, al cabo de un tiempo, pudo contactar con Gen. Aunque ella era ahora feliz en una relación con otra chica. De todas formas quedaron en verse un día y hablar de los viejos tiempos.

-Sería bonito, cuando termine con esto.- Se dijo.-

Así Michelle volvió a la realidad al llegarse a la puerta y tocar. Se haría pasar por una fan más, deseosa de obtener un recuerdo. Los instantes anteriores a que ésta se abriera fueron muy tensos. ¿Y si era la propia Amatista la que abría? ¿La reconocería siquiera? ¿Qué le diría? ¿Sería ella quién tomase la iniciativa? Tenía en mente un montón de cosas que quería decir a modo de frase impactante. Sin embargo temía que, a la hora de la verdad, le fallase el valor.  Pero sus temores se disiparon cuando vio a una chica de largo cabello moreno y con expresión sonriente y dulce abrir la puerta.

- Hola - le saludó con amabilidad para preguntarle. - Dime, ¿Qué querías?
-Hola. Me gustagía que me figmarais un autógafó. Pof favor. - Respondió Michelle fingiendo extremadamente el acento francés. -
- Claro.- Sonrió su interlocutora que quiso saber con mucha cordialidad. - ¿Cómo te llamas para que te lo dedique?
- Me llamo Michelle y tú eges ¿Idiná?

            Ésta asintió sonriendo divertida, al parecer le hacía gracia aquella pronunciación de su nombre.

- Muy bien, para Michelle con cariño de Idina,- declaró según lo escribía. -Ya está.
-¿Y gas demgas?- inquirió Michelle fingiendo muy bien la expresión esperanzada y alegre que exhibía en su rostro, pues deseaba pasar para encontrarse con su objetivo.-
- Claro, espera, ahora las llamo. Anda pasa y así te firmarán mis compañeras. - Le pidió la cantante con mucha amabilidad. -

            Tímidamente Michelle siguió a aquella chica, sentía tener que utilizarla, parecía muy agradable y simpática además de bonita. Aunque también Amatista lo parecía al principio. En eso pensaba para darse valor, cuando dos muchachas más se acercaron, una de pelo castaño cobrizo y ojos azules que le firmó como Katheleen y la otra, que le dedicó una intensa mirada, de pelo castaño claro  con unos grandes y hermosos ojos verdes, que se presentó como Kerria. Michelle sintió algo especial al devolverle la mirada mientras le firmaba. Pero, ¿dónde estaba Amatista? Precisamente la que más le interesaba era quien no estaba presente. Idina le pidió a esa tal Kerria que fuera a llamarla, ésta se alejó entrando en el cuarto de baño y Michelle pudo escucharla decir.

- Amatista, ven aquí cuando puedas, hay una chica que quiere nuestros autógrafos y sólo le faltas tú.
-¡La última, como siempre! - Se rio Katherine O´Brian, la pelirroja, haciendo que sus amigas se sonrieran divertidas.-
- Estoy en la ducha - se la oyó responder a Amatista. - Ahora voy.

Y a los pocos instantes salió con una toalla anudada a su cintura mostrando sus pechos, total, entre las chicas no había problemas. Todavía no había abierto la puerta del baño, ni visto a esa fan que aguardaba al otro lado y ya sonreía preguntándole.

-¿Cómo te llamas para que te lo pueda firmar?
-¿Te dice algo elg nombgre de Michelle Arnau? - Respondió ésta clavando sus verdes ojos en ella tan pronto se encontraron sus miradas al entrar la cantante en el camerino. -

            Amatista se quedó pálida. Kerria la miraba extrañada.  Internamente Michelle se regocijó por el impacto que había logrado causar.  Mucho mejor que en sus más optimistas previsiones. Sin querer perder la ventaja por ello  le dijo, ahora en francés...

-¿Te sorprende encontrarme otra vez, verdad? Creíste que después de que me humillaras en el Liceo ya no volverías a verme nunca. Claro, muy propio de ti...ma Chère,-  espetó con sarcasmo y desprecio. -

           La acusada apenas pudo abrir la boca para replicar, las palabras parecía que se le hubiesen apagado en la garganta hasta que pudo defenderse.

- Yo era sólo una niña, no sabía que lo que estaba haciendo pudiera dañarte tanto. Fue algo que no me esperaba y no pude comprender su alcance hasta que sucedió. Por favor.- Le suplicó también en francés, visiblemente afectada. - ¡Pardonne-moi!, je t´en prie. ¡J´ai honte!
-¿Qué está pasando aquí? - Intervino Kerria que sólo podía comprender algunas palabras sueltas.- ¿Vosotras ya os conocíais? –

            Michelle estaba disfrutando con aquello, no únicamente había dejado sin palabras a esa zorra, ahora sus amigas podrían comprobar cómo era en realidad. A buen seguro que desconocerían esa parte de su vida. Pues bien, era hora de que, por una vez, fuese ella quien hiciera salir de “ aquel armario” a su antigua amiga. Así, envalentonada, Michelle le ordenó a Amatista en su idioma materno.

-¡Adelante! ¡Cuéntaselo!....quizás se ría igual que tú y las otras.
- No, no se reirá, te lo aseguro. - Repuso la envarada muchacha. - Verás Ky. - Le explicó a ésta en un tembloroso inglés. - Esta chica se llama Michelle Arnau, era compañera mía en el Liceo y ella era…
- Y soy lesbiana, cariño. Todo el mundo lo sabe - Le interrumpió la susodicha con sorna. - Amatista se encargó de publicitarlo a los cuatro vientos. Sí, vuestra querida amiga y compañera de grupo…

Ante la atónita mirada de Kerria que estaba con la boca abierta, Michelle, en bastante mejor inglés del que había pretendido fingir anteriormente, narró lo ocurrido…

-Me acuerdo de ello como si hubiera sucedido ayer.- Sentenció para comenzar.-

            Estaban en los vestuarios del Liceo, Michelle se sentía nerviosa. Sabía que no era como las demás, a ella no le interesaban los chicos. Nunca se había preocupado de intercambiar miradas con ellos ni de tratar de verles desnudos como hacían muchas de sus compañeras. Ella tenía más suerte, podía ver a la persona de la que estaba enamorada sin tener que hacer ningún agujero, pero declararse sería otra cosa. ¿Cómo poder hacerlo? ¿Cómo podría decirle a ella lo que sentía? Casi le dio un vuelco al corazón cuando la vio entrar.

-¡Hola, Michelle!,- saludó jovialmente Amatista entrando rauda al vestuario. -
- Ho, hola Amatista, ¿qué tal? - Saludó tímidamente ésta a su vez. -
- Como siempre,- le respondió su compañera desnudándose rápidamente. - Las clases un rollo, pero ahora toca natación, así que a relajarse.
- Sí, entiendo lo que quieres decir - repuso ella sin poder dejar de escrutar a su compañera que estaba poniéndose el bañador. -

            Michelle la recorría de arriba abajo con la mirada y se deleitaba al hacerlo. Amatista era preciosa, sus senos eran perfectos, muy bien formados y grandes, sobre todo para su edad, y parecían tan suaves. ¡Cómo le gustaría comprobarlo! Sus caderas redondeadas y muy insinuantes. Cuanto daría por poder abrazarse a ella, desnudas las dos y cubrirla de besos. Además, su compañera era tan enérgica y tan fuerte. Eso la atraía irresistiblemente pero había un gran problema. Michelle sabía que ella no compartiría sus gustos, nunca lo haría. Para darle la razón en estos pensamientos su compañera, que ya se había puesto el traje de baño, le dijo en tono de confidencial complicidad.

- Tenemos un nuevo agujero y los chicos del tercer grado tienen fútbol hoy, si estamos atentas podemos cazar  a Paul mientras se cambia.
- No sé, no creo que esté bien.- Musitó Michelle que casi se había puesto pálida. -
-¡Pero si Paul está buenísimo!,- rebatió su interlocutora que al verla tomó su lividez por otra cosa ajena a los sentimientos de su compañera. - No seas tan vergonzosa, ¡ja, ja!
- No, me refiero a lo que hacemos. Los chicos sí que se sentirían avergonzados si lo supieran.- Pudo pretextar con visible azoramiento. -
-¡Qué va!, a  muchos incluso se les empinaría.- Rio Amatista tratando de imaginárselo. - ¡Anda tonta!  Echa un vistazo.

            Casi obligada, Michelle miró por el agujero que tenían hecho las chicas en una de las duchas. Sí, allí estaban algunos muchachos. Dos de ellos desnudos, pero eso a ella no le interesaba en absoluto, tuvo que fingir exclamando como Amatista.

-¡Vaya!, hay uno que no está nada mal.
- Deja, deja - Le pidió ésta casi arrollándola - ¡Uy! , que grande la tiene ese.- Sonrió la chica poniendo voz melosa - ¡Me voy a masturbar! - rio tocándose un pecho a modo de chanza y añadiendo jocosa. - Como se la agarrase yo, iba a saber lo que es bueno.
-¿Harías eso?- le inquirió Michelle con voz trémula. -

            Su amiga la miró divertida y movió la cabeza, declarando con tono desenfadado e incluso condescendiente.

- Ya lo he hecho alguna que otra vez. ¿Qué te creías, que he nacido ayer? ¡Vamos Michelle no seas tan puritana! - Y cortó su perorata para añadir de inmediato con otra exclamación. -¡Oye, ahí está Paul! ,¡huum tío bueno, lo que tienes colgando ahí.!- Susurró con voz melosa. - La de cosas que te haría en este momento si pudiera...

            Al escuchar eso Michelle sentía como si un escalofrío recorriera su cuerpo. La chica que ella deseaba estaba tan excitada y sexy como tantas veces se la había imaginado. Lo malo es que lo hacía por un chico, uno de esos estúpidos de la clase de al lado. Y además le había confirmado lo que ella ya suponía, aunque se negaba realmente a aceptar que Amatista ya hubiese tenido experiencias con el otro sexo y que eso la encantaba. Su compañera seguía acariciándose los senos y profiriendo algún que otro jadeo mitad en broma, mitad en serio. Menos mal que tenía prisa y dejó de hacer eso, si no Michelle no creía que hubiera sido capaz de dominarse para no besarla. Cuando su amiga se detuvo, dedicó a la atónita chica una jovial sonrisa, le guiñó un ojo de forma cómplice y se despidió.

- Creo que tendré que hablar un poco con Paul, quien sabe si después de las clases podamos conocernos un poco mejor, ¡ji, ji! – Y  se alejó hacia la salida, aunque antes de cruzar la puerta se despidió con un. - Hasta luego, y no te aproveches ahora que te dejo sola ¿eh? Paul es solo para mí, aunque seas mi amiga ¡eso no se comparte! ¡Ja, ja!


La joven salió del vestuario y Michelle se quedó sola apoyada en su taquilla y con ganas de llorar. ¡Cómo hubiera deseado estar en el lugar de ese Paul! Pasaron varias semanas después de aquello, ella siempre estaba pendiente de Amatista. Se ofrecía a dejarle los apuntes e incluso la invitaba a tomar algún refresco. En eso que su ex compañera interrumpió los recuerdos tratando de justificarse.

- Creía que eras mi mejor amiga. Que sólo me apreciabas, ¡nada más!, igual que yo a ti! Nos contábamos confidencias, incluso te conté el rollo que me ayudaste a tener después con el propio Paul y tú me confiaste también una aventura con un chico de otro curso o de otro país. No recuerdo bien. El caso es que yo no sospechaba nada hasta que las otras me lo advirtieron. Y no quise creerlo al principio. Más bien pensé en una broma. Pero te vieron en un bar gay de esos, fuera del Liceo. Fue en un fin de semana que teníamos libre, estabas dándote un beso con otra chica. Tú le habías hablado de mí  y mis compañeras lo averiguaron cuando os escucharon. Después me lo contaron y yo tracé un plan. Seguía pensando que tú y ellas intentabais gastarme una broma y decidí anticiparme. – Hizo una leve pausa e insistió aun con más énfasis. – ¡Te juro que pensé que no era cierto y que sólo te molestarías conmigo un poco si yo fingía que me gustabas! Iba a ser una broma tonta.
- Pero era verdad - repuso Michelle mordiendo las palabras con rabia. -
-¿Cómo iba a poder creerlo?- Trató de justificarse su apurada contertulia. - Me decías que te gustaban los chicos.
-¿Y qué querías que hiciera?,- le reprochó su interlocutora con amargura y un tinte de desesperación. - Decirte, Amatista cariño ¿Nos enrollamos? ¿Los tíos me dan asco pero tú me excitas? ¿Estoy enamorada de ti y no soporto que salgas con ningún chico y menos aún que me  cuentes las cosas que haces con él?

- ¿Qué ocurrió exactamente para que hayáis acabado así?- Intervino Kerria con genuina curiosidad.-

       Michelle no dijo nada, solo fulminaba a Amatista con la mirada. Ésta, encajando el reproche con visible aprehensión, contestó tímidamente y con la voz quebrada a medida que iba reviviendo en su mente aquello.

- Verás. Mis amigas y yo quedamos en los vestuarios una hora antes de que llegase Michelle y lo preparamos todo...
           
            Amatista reunía en corrillo a sus amigas y les ordenaba con entusiasmo.

- Tú Darlette tráete la cámara de vídeo, lo grabaremos en directo para el canal porno del Liceo.- Se reía con sólo pensarlo y añadió. – Tú, Máxime, asegúrate de que estemos solas y de que las chicas se esconden bien tras la puerta. Las demás, en cuanto la veáis, decidle que necesito verla, que estoy en el vestuario.
-¡Va a ser una superproducción! - reía Máxime. -
- Oye Amatista - dijo otra de nombre Anne con sorna. - ¿Por qué no lo pruebas? A lo mejor te gusta como lo hace Michelle ja, ja.
- No digas tonterías. - Sonrió ella moviendo la cabeza con incredulidad.- Además, estoy segura de que os equivocáis y todo esto queda en una broma graciosa. Se pondrá colorada todo lo más y se enfadará un poco. Si no es que ella misma pretendía  liarme a mí. De todas formas, si no es así, con disculparnos luego ya está.
- Ya verás como no nos equivocamos - repuso Darlette  ahora con voz más seria y teñida por el desprecio. - Yo misma la vi, ¡menuda tortillera está hecha!

            A Amatista no le gustó ese comentario, pero decidió dejarlo pasar, dentro de poco les demostraría a todas que debió de tratarse de un error y tendrían que pedirle perdón a su amiga. Es más, por un instante estuvo tentada de hablar con Michelle a solas y de explicarle la situación para que ambas se rieran de las otras, pero ya no había tiempo. Además, estaba segura de que esas sospechas eran infundadas o que todo se trataba de una mala pasada.

-¡Lo pasaremos muy bien! - Exclamó Anne entre tanto, asegurando con regocijo - y le daremos una lección.

            Todas convinieron en ello con risitas maliciosas. Así comenzó la comedia. Una de las chicas localizó a esa muchacha y le informó de que Amatista quería verla. Ésta no tardó en presentarse en el vestuario y su amiga dio comienzo a la representación.

-¿Querías verme? - Preguntó sorprendida Michelle. -
- Tengo que hablar contigo muy seriamente,- le comentó su amiga simulando un nervioso tono de voz. -
-¿De qué?,- pudo decir su contertulia que temblaba de miedo e intriga. -
- Tengo una cosa que confesarte.- Le dijo su amiga que estaba a medio desvestir.- Anda, ayúdame con esta falda que se me ha enganchado. - Le pidió a lo que Michelle accedió gustosa- quizás no me comprendas - continuó su interlocutora. - Pero, cada vez que me encuentro aquí, mirando por el vestuario me entran unas ganas locas de masturbarme.
- Comprendo que los chicos del otro lado te pongan a cien. Algunos están muy buenos.- Dijo su amiga esbozando una sonrisa forzada. –

            Amatista sonrió complacida, ¡ya lo sabía! Estaba claro que pensaba igual que ella. ¡Lo acababa de decir! Le gustaban los chicos, aunque no quiso rendirse tan pronto y decidió continuar su representación, de modo que, clavó sus ojos en los de la muchacha y le susurró.

- Te diré un secreto. No son los chicos, eso lo digo para disimular. Son las chicas. Y particularmente tú.

            Michelle se puso roja, no podía dar crédito a lo que oía, si era un sueño no quería despertarse. Amatista ya se recorría los pechos con una mano.

- No puedo más Michelle, ¡me gustas! - Afirmó con la voz entrecortada esperando de un momento a otro escuchar el grito o la bronca de su amiga. -
- Amatista,- le dijo ésta que vio su oportunidad de declararse. - Tú también me gustas mucho, de veras.
-¿Yo? ¿Gustarte a ti?-  Sonrió ella fingiendo incredulidad.-

            Esa declaración le cayó como un jarro de agua fría, ¿entonces era cierto? Aunque pudiera ser que Michelle le estuviera siguiendo la broma. ¡Claro!, desde luego su amiga no era tonta y seguro que alguna se habría chivado. ¿Quién sabía si en el fondo todo esto no era una broma de sus compañeras contra ella? Así que iba a ser una especie de guerra, a ver cuál de las dos era más convincente y aceptó el reto al añadir fingiéndose apurada.

-.Seguro que lo dices para que me sienta mejor.
- Es cierto, desde hace tiempo que estoy enamorada de ti. - Le confesó Michelle con una media sonrisa. - Pero no creí que tú, bueno. Compartieras esos sentimientos. No podía imaginar que tú fueras como yo. Con lo que hablas de los chicos.
- Ya te digo que sólo es una farsa. Tengo que guardar las apariencias. Además, lo mío va más allá,- le susurró Amatista entre un jadeo, decidida a probar de una vez por todas que ella era más persistente en la actuación que Michelle.- Soy muy pasional y me gustaría que tú y yo hiciéramos  el amor. Eso es lo que más me excita. Pero tú eres tan puritana. Sé que no es algo  tan fácil pero quiero verte excitada, te lo pido como un favor. Si hicieras eso me acostaría contigo aquí mismo.

            Sintiéndose muy confusa su compañera dudó pero, viendo el semblante suplicante de su amiga accedió a todo con tal de complacer a la chica a la que amaba. Se tocó, incluso se masturbó jadeando mientras pronunciaba el nombre de Amatista. Ésta se quedó helada aunque sólo por unos momentos, no podía evitar el asco que le daba todo aquello, pero trató de mantenerse firme. ¡Esa jodía Michelle era mejor actriz de lo que ella pudo imaginar! A decir verdad pensó en terminar con eso, era demasiado para ella.

- Bueno. - Sonrió Amatista tratando de eliminar ese ambiente tan cargado para declarar. - Debo admitir que no esperaba que llegásemos tan lejos. Me rindo.

            Michelle la miró extrañada y sonrió, para preguntar.

-¿De veras?

Su compañera sonrió ahora de modo más amplio y asintió. Había que reconocer la derrota. Aunque no le gustase admitirlo Michelle había llegado a asustarla. Ahora estaba dispuesta a soportar las risas de todas y sobre todo las de su amiga. Pensando escucharla decir algo como. “¡A mí me la ibas a dar”, soy mejor actriz que tú!”. O, has picado, ¡menuda broma te hemos gastado!, ¿eh?

Pero la otra chica no hizo nada de eso, por el contrario, cuando su compañera bajó la cabeza relajada para soportar la presunta burla, rodeó su cuello con ambos brazos y unió sus labios a los de ella en un largo beso con lengua incluida. Amatista quedó atónita y paralizada por la sorpresa. Solo tras unos segundos pudo reaccionar quitándose de encima a su compañera  y jadeando presa de la agitación, exclamó.

-¿Pero qué haces?, ¿estás loca? ¡He dicho que me has ganado! Se acabó esta absurda representación.
    
            La que estaba ahora visiblemente confundida era Michelle, que no comprendía aquel cambio y solo pudo responder.

- Creía que tú querías que nosotras. Bueno, lo hiciéramos aquí. - Afirmó bajándose los tirantes de su uniforme a la par que añadía de modo más conciliador. - Pero, si lo prefieres, podemos ir a nuestra habitación o quedar en mi casa. Cuando mis padres no estén.

Amatista estaba pálida como la cera. En aquel momento ya no sabía si su compañera quería hacerle pasar un verdadero mal rato o si todo eso era cierto. Y fiel a su carácter decidió ser directa. Se puso seria, irguiéndose a una prudente distancia y reconoció con creciente irritación e inquietud.

- Oye Michelle, como broma es suficiente. Admito que fui yo la que quiso ponerte en un aprieto, te pido perdón ¿vale? Pero no sigas con esto.

            Su interlocutora sólo pudo mirarla con una mezcla de sorpresa, miedo y desconcierto. Su amiga reparó en ello y una de dos. O esa muchacha que estaba a medio desvestir y respirando tan entrecortadamente como ella, aunque por un motivo bien diferente al suyo, era la mejor actriz del mundo, o todo esto era una maldita pesadilla. Amatista se negaba a admitir que fuera real. ¡Aquello no podía ser verdad! Pero le llegó el último mazazo cuando Michelle quebró su voz añadiendo con un incipiente sollozo. Quizás porque comenzaba a darse cuenta de que su amiga sí que había estado actuando.

- No es mentira, y te quiero, no puedo evitarlo. Me gustas mucho y deseaba tanto oírte decir que tú sentías lo mismo que yo. ¡Porque es así!, ¿verdad?- Inquirió con una voz trémula y no demasiado esperanzada aproximándose a su compañera. -

Pero Amatista no respondía, clavando en ella una mirada llena de conmoción, incredulidad y reproche. ¡Su mejor amiga, la que había estado tantas veces con ella en la intimidad del vestuario, compartiendo habitación! ¡Incluso a veces en casa! ¡A saber qué clase de cosas se le habrían pasado a Michelle por la cabeza cuando la veía desnuda! Sobre todo con aquella familiaridad que tenían la una con la otra. Ahora se sentía defraudada, engañada e incluso utilizada, sus ojos despedían chispas y de un empujón hizo retroceder a su compañera.

-¿Por quién demonios me has tomado, pervertida? ¡Apártate!


            Michelle apenas pudo abrir la boca entre atónita y asustada. Deseaba poder explicarse de algún modo, quizás tratar de aclarar lo imposible pero fue nuevamente tomada por sorpresa. En ese instante, las puertas del vestuario se abrieron y entró un tropel de chicas que reían y se burlaban.

-¡Muy bien, Michelle! Es una interpretación para el óscar. - Le dijo Máxime -
- ¡Si es que a las lesbianas les dan de esas cosas! Espera sí, alguna que otra lo tiene. Se hacen pasar por chicas normales. - Rio la otra de nombre Anne Mary. -
-¡Un poco más y se te cepilla, Amatista! - Se burló Darlette - Menos mal que hemos entrado a tiempo. ¡Mírala! - apuntó a la paralizada chica con un dedo acusador agregando con una falsa voz, entre melosa y burlona. - Si se le cae la baba con sólo mirarte, ¡ja, ja, ja!.

            La pobre Michelle no sabía dónde esconderse. Quiso ir hacia Amatista pero ella se apartó. Espetándola entre falsas sonrisas, con un tono de manifiesto desprecio.

-¡Quita guarra! ¿Qué te proponías, violarme?
-¡Nooo!,- chilló la aludida sintiéndose acorralada, humillada y lo peor de todo traicionada por la persona en quien había puesto su confianza para contarle su más íntimo secreto que ahora todo el mundo conocía y del que se burlaba de forma cruel. - Por favor, ¡dejadme salir! - Pedía desesperada y llorando, pero sus compañeras se lo impedían empujándola hacia una ducha. -
- Esto te enfriará tus malos instintos,- reía otra muchacha que abrió el agua fría una vez la metieron a empellones dentro de una.  -

            Michelle gritaba y lloraba presa de la desesperación. Intentaba con todas sus fuerzas salir, pero no se lo permitían, lo último que vio fue la mirada dura e indiferente de la que había sido su mejor amiga, ésta no se reía. ¡Ojalá lo hubiera hecho! La atormentada muchacha podía sentir claramente el odio y el desprecio que brillaban en los ojos de Amatista. Entonces al contacto con un repentino chorro de agua fría la visión se le nubló y al instante todo se le volvió negro. Sufrió un ataque de nervios con convulsiones. Incluso le brotó espuma por la boca. Máxime fue la primera en verlo quedándose espantada.

-¡Dios mío! ¿Qué le pasa?
-¡Tenemos que sacarla de ahí enseguida! - Añadió Darlette que temblaba de miedo. -

            Las risas se convirtieron en un pesado silencio apenas mitigado por gritos de pánico y gestos de sorpresa y horror. Habían sacado a su compañera de la ducha pero ésta yacía en el suelo agitándose entre espasmos, por fin se quedó rígida y sin moverse. Amatista la miraba ahora con horror, y en décimas de segundo se dio cuenta del alcance de aquello.

-¡Dejadme!, - intervino  apartando a las demás y levantando a su compañera en brazos para pedirle entre gritos llenos de desesperación. - ¡Vamos Michelle, sólo era una broma! ¡Despierta, por favor! - Trató de zarandearla, la tumbó sobre un banco e incluso le dio dos bofetadas para reanimarla. - ¡Despierta, te lo suplico!

            Pero la muchacha no respondía, tenía los ojos en blanco. Las chicas, horrorizadas, corrieron a envolverla con una toalla y Amatista la sacó de allí aterrada y visiblemente arrepentida ¿Por qué había sido tan dura con ella? ¿Y si Michelle se moría o entraba en coma? Pensaba entre culpables sollozos. A todo correr con ella en brazos se dirigió al gabinete médico. Ahora lloraba amargamente recordando aquello. Como pudo, entre lágrimas, terminó de explicar.

- Dijimos que te caíste en la ducha y que sufriste un ataque. ¡Sólo fue una broma!, nunca imaginamos que fuera a afectarte tanto. Ya te digo que en un principio yo no creí a las demás. Y después me sentí muy violenta, no podía asimilarlo. Luego me di cuenta de que no debí actuar así. Me precipité, tengo mucho carácter. Pero era tarde. Aunque destruimos la cinta y nadie la vio, ¡te lo juro!


            Pero su indignada interlocutora, lejos de admitir sus excusas, estalló gritando fuera de sí.

-¡Maldita perra! Tú y tus amiguitas ¡destrozasteis mi vida! Después de eso, tuve que dejar el Liceo y andar en tratamiento con varios psicólogos y psiquiatras. ¡Todavía tengo pesadillas!

          Entre tanto,  Idina y Kathy, que aguardaban ya impacientes, oyeron los gritos y corrieron al otro cuarto a reunirse con ellas.

-¿Qué ocurre? - Preguntó la atónita Idina intentando interponerse entre ambas al ver ese terrible panorama. -
-¡Calla! - Le ordenó enérgicamente Kerria sujetándola de un brazo y apartándola de allí. - Es algo que deben resolver entre ellas.
- Yo también lo he recordado,- se defendió Amatista con expresión desolada y arrepentida. -Muchas veces me asaltan los remordimientos. Entonces era una cría, pero ahora sé lo equivocada que estaba, y lo estúpida que fui al no comprender lo que sentías. Michelle, te suplico que me perdones. Sé que pese a lo que sufriste no nos delataste y eso demuestra mucha nobleza. Comprendo que me odies. Si quieres pegarme para sentirte mejor puedes hacerlo.

            Su antigua compañera la observó con desprecio y se giró, dándole la espalda. ¿Acaso se creía que era tonta? ¿Pensaba que con esa declaración bastaría para engañarla? Michelle hervían de ira cuando aquellas imágenes volvían a su cabeza una y otra vez. La vergüenza, la desesperación, el dolor. Todo el dramático vuelco que experimentó su vida. Hasta ese fatídico  día ella había sido una chica ejemplar en todos los aspectos, buena estudiante, con amigos, un entorno agradable en casa. Y eso saltó en pedazos solamente porque esa zorra quiso gastarle una broma, burlándose cruelmente de sus sentimientos hacia ella. Meditaba sobre eso aun dándole la espalda  a su interlocutora, apretando los puños con rabia. Por su parte Amatista miró hacia el suelo abatida, pero cuando menos lo esperaba ninguna de las chicas Michelle volvió a girarse cruzando la cara de su antigua amiga de un enorme bofetón que casi la derriba. Rematándola con otro en sentido contrario que esta vez sí que dio con ella en el suelo. Idina y Kerria, muy asustadas, sujetaron entonces a la furibunda chica en tanto su compañera se levantaba trabajosamente temblando, mirándola sin poder pronunciar palabra y tapándose la nariz que le sangraba. Las otras se interpusieron entre ella y la agresora que apretaba los puños, al parecer aun deseosa de continuar.

-¡Esa chica está loca!,- exclamó Katherine.-

No en vano Amatista era unos quince centímetros más alta, y karateka experta. Posiblemente en cuanto se repusiera de aquello la destrozaría de un puñetazo, pero Michelle estaba lista. Ya no le importaba ninguna consecuencia. Ni recibir una paliza ni ser denunciada. Pero su ex amiga, lejos de hacer algo así, cayó de rodillas llorando.

- ¿Qué ocurre aquí? - Pudo balbucear Kathy O´Brian, atónita por lo que veía. -
- Es una historia muy larga. - Le explicó Kerria que intervino con tono conciliador pero firme. -Michelle, por favor, ya basta. Yo sé muy bien cómo te sientes. Lo que Amatista dice es cierto. Ha cambiado. Lo sé por experiencia.
-¿Qué puedes saber tú de algo así? - Le espetó la muchacha con expresión iracunda y una mirada cargada de odio. -
- Más de lo que tú crees,- replicó Kerria.-

La joven enseguida se interpuso entre la iracunda visitante y Amatista que seguía llorosa, con la cabeza gacha en actitud sumisa, como si estuviese dispuesta a dejarse golpear mucho más.

-¡Aun no he terminado con ella!- Escupió Michelle cargando con rabia  cada una de sus palabras. - Al menos un buen golpe por cada año que he pasado sufriendo por tu culpa. ¡Eso es lo que te mereces!


            Entonces Kerria, creyendo que ya era suficiente, la sujetó del brazo cuando la chica iba a descargar otro puñetazo contra su inerme presa y se encaró con Michelle.

-¡He dicho que ya basta! - Espetó con fría dureza para añadir con autoridad. - Vas a escucharme por las buenas o te obligaré a ello, yo no me voy a dejar pegar.

Kathy e Idina ahora sí, se interpusieron entre Amatista y su agresora. Ésta no tuvo más remedio que ceder y aunque de mala gana, tomó asiento en una de las butacas del camerino a indicación de Kerria. Entonces ella le contó su propia historia que era realmente impresionante. Estaba claro que esa chica había sufrido tanto como ella. Empero, su forzada interlocutora la oyó, al principio sin interés, después, su furia dio paso a una escéptica curiosidad. Desde luego que casi no podía creerla pero después el tono sincero de Kerria y la forma de llorar de Amatista, amén de la intercesión de Katherine y la propia Idina, la convencieron. Tras una pausa que siguió al final, Michelle enfrentó su mirada con la de Kerria para desviarla acto seguido hacia la derrumbada Amatista y confesó al fin más calmada pero con la voz llena de resentimiento y escepticismo, en la que mezclaba también la amargura y la tristeza.

-¡Qué bien! ¿Y eso que demuestra? ¿Que ella ha cambiado? ¡Cuánto me alegro por vosotras! Pero te olvidas de un pequeño detalle. ¿Quién me devuelve a  mí, mi vida? Los años tan horribles llenos de traumas que he soportado. Ahora tengo miedo, no sólo de los hombres, que no me atraen y que se aprovecharon de mí cuanto pudieron, sino de conocer a ninguna mujer. Por mucho que ella llore, a mí jamás se me podrá borrar eso.
- Si yo pudiera hacer algo. - Se atrevió a balbucear la consternada Amatista auténticamente dolida y arrepentida. - Lo que sea...lo siento tanto...Je meurs de honte! - Remachó en su idioma natal. -

            Michelle sonrió cínicamente y movió la cabeza con una condescendencia fingida para lapidar con creciente rabia y amargura en su tono de voz, cada vez más elevado a medida que recordaba.

- No te preocupes, ya hiciste bastante. ¿Sabes lo que es arrastrarse ante las miradas de desprecio de todos? ¿Te crees que me callé para protegeros? Yo no dije nada de lo que me hicisteis porque la vergüenza era mayor de lo que podía soportar. Pero aun así alguna de tus amiguitas o puede que tú misma, propagasteis el rumor. Mis padres me mandaron interna a un colegio en Inglaterra para evitar el escándalo y protegerme de las habladurías. Yo pensaba entonces que tenía una especie de enfermedad. ¡Que era una degenerada! ¡Un bicho raro! Solo quería ser como las demás. Por eso me forcé incluso a salir con algunos chicos. No te puedes ni imaginar lo que pasé fingiendo con ellos. Especialmente con alguno que no tenía escrúpulos, incluso llegando hasta el final y haciendo sufrir a personas de buen corazón que de verdad me querían, ¡lo perdí todo! Para hacer de tripas corazón incluso me metí en las drogas y estas casi acabaron conmigo. Tú no sabes lo difícil que resulta salir de ese pozo. ¿Y pretendes arreglarlo todo con un, lo siento? ¿Piensas que tu actitud de víctima me impresiona en lo más mínimo? ¡Santa Amatista que perdona mis pecados con su martirio! - Escupió con sorna y desprecio. – A estas podrás engañarlas pero yo te conozco muy bien. Sí… ¡Eres patética! Lo único que deseo es que tengas la misma tortura que tuve yo, ¡maldita zorra!

            El blanco de los insultos ni se atrevió a levantar la vista. Estaba abrumada, por tanto odio y rabia, por toda la frustración que Michelle había debido acumular contra ella durante todos esos años. Y lo que más le dolía llegando a romperla el corazón era que esa chica no fue así. La conoció siendo una muchacha buena, dulce y amable, que seguramente la quería de verdad. Pero ella fue lo bastante estúpida e intolerante como para apartarla de su lado de esa manera tan cruel. Ahora pensaba que Michelle tenía gran parte de razón. Ella merecía sufrir, y ya estaba pagándolo muy caro. La propia Michelle no lo supo entonces pero Amatista estaba sufriendo mucho por lo que la hizo y por sus propios recuerdos. El karma comenzó a golpearla al poco tiempo con François y después con el propio fracaso de su amor hacia un tal Leval. Pero estos no habían sido sino los primeros plazos y ahora llegaba el remate final. En cierto modo, había convertido a Michelle en una especie de monstruo. Al igual que ayudó a hacerlo con Kerria, con la que demostró no haber aprendido nada. Y ahora, ¿qué podría hacer? ¿Qué podría decir? Nada, solo caía de rodillas gimiendo y enterrando la cabeza entre sus manos. Por fortuna, fue precisamente Kerria quién tomó la palabra saliendo en su defensa.

- Esa no es la solución. - Le rebatió tan afectada como el resto de las otras chicas a la furiosa  Michelle. Y tratando ahora con voz conciliadora y suave de calmarla, explicó con el poso de sabiduría que da la propia experiencia.  - Una vez también fui manipulada por el odio, pero eso sólo engendra más odio y dolor, para los demás y para ti misma. Al principio no lo notas, piensas que tienes la razón de tu parte, y te dejas llevar. Pero al hacerlo pierdes el control y la espiral sube y sube, no se puede detener tan fácilmente una vez la has puesto en marcha. Después, tanto si logras vengarte cómo si no, llega un momento en el que descubres que tú misma te has convertido en un monstruo matando tus mejores cualidades. Incluso puedes perder tu humanidad. Créeme, nada te compensa de eso. Ya no tienes descanso, ni paz, ni un lugar al que ir. Sé que ahora no puedes verlo con claridad, y que no estarás dispuesta admitir lo que te digo, pero es la verdad. Michelle, si de veras deseas ser feliz libérate de este ansia de venganza, perdónala. Si quieres descansar, olvida.
- Perdiste varios años de tu vida, es verdad.- Añadió Idina de forma dulce y sensible - , pero Kerria tiene razón. No desperdicies los que te quedan odiando y sufriendo por cosas que son ya irreparables. Hemos visto varios casos de eso y al final es verdad que pierdes tu propia alma. Tu humanidad…
- Vamos, ten valor, dale a Amatista una oportunidad y sobre todo dátela a ti misma. -Le pidió también Kathy. De verdad, no sé cómo pudo ser antes. Pero ahora no es la misma de entonces.

            Efectivamente, para Amatista, todos y cada uno de esos reproches fueron como cuchillas de hielo que se le clavasen en el alma. Sabía que Michelle tenía toda la razón, no se atrevía ni a mirarla a los ojos cuando ambas quedaron cara a cara. Su antigua compañera dudaba tratando de contener su rabia. Había sufrido y pasado un terrible calvario, pero siempre, en el fondo de su alma, lo que realmente le dolía era ese amor no correspondido, ese desprecio injusto y la terrible tristeza y desesperación que le produjo perder la amistad y la confianza de su compañera. Amatista entonces intentó abrazarla. Pero Michelle la golpeó en los costados y en los hombros con los puños. Propinándole alguna que otra torta más en la cara al blanco de su ira que resistía los golpes sin quejarse. Pero finalmente no pudo más y por fin la abrazó, quería librarse de ese odio que la había dirigido, deseaba enterrar el pasado y ser libre, pero para eso sabía que tenía que perdonar y eso costaba mucho. Olvidar cada uno de los momentos en los que sólo había vivido para vengarse no era nada fácil. Pero ahora, abrazada a su compañera, a su amor, algo parecía romperse dentro de ella. Sintiendo el calor de Amatista y su desolación, el hielo que quedaba en su corazón se quebró. Y esa agua escapó por los ojos de ella, al igual que  le sucedía a su amiga.

- Yo te quería de veras,- lloraba y gemía Michelle desahogando su tristeza y su frustración. - ¿Por qué? ¿Cómo pudiste hacerme eso? ¡Me rompiste el corazón y la vida!
- Lo siento - Musitaba la abatida Amatista que no era capaz de repetir otra cosa. - Lo siento, perdóname. Je suis navrée...

            Durante mucho tiempo estuvieron así, hasta que el resto de las conmovidas chicas las dejaron a solas. Hablaron un buen rato, en respuesta a los sufrimientos de Michelle, Amatista le contó que había aprendido y sufrido también durante este tiempo, que jamás olvidó lo que le hizo y que realmente no sabía cómo enmendarlo.

-Te hice sufrir a ti, y he hecho daño a otras personas. He sido una estúpida, pero créeme, también he pagado un precio por ello. Mi vida ha cambiado mucho desde entonces.
- Solamente quisiera que las cosas hubieran sido distintas.- Pudo decir finalmente Michelle algo más calmada para sentenciar.- Comprendo que tú no pudieras compartir mis sentimientos. Pero al menos podrías haberlos respetado.
-Tienes razón.- Asintió su interlocutora sin atreverse a mirarla a los ojos.- Pero fue por mi estúpido orgullo. Quizás de haber sido algo entre tú y yo a solas, hubiese reaccionado de modo distinto. Ya sé que no es excusa. Debí protegerte de esas estúpidas. Te juro que no ha pasado un solo día sin que me arrepintiera de mi forma de actuar. Deseando otra oportunidad para haber hecho las cosas mejor.
-Desgraciadamente no puede darse marcha atrás.- Suspiró Michelle.-
-Y lo lamento muchísimo. – Afirmó Amatista a su vez.- ¡Ojalá pudiera hacerlo!

Y según la escuchaba, su antigua compañera supo que todo ello era cierto. Su interlocutora lo decía de corazón y así sintió como los últimos restos de rencor se disolvían, entonces decidió irse. No sin antes dar las gracias al resto del grupo por quitarle un enorme peso de encima que la anclaba.

- Por favor, vive tu vida sin más rencor. - Le pidió encarecidamente Idina. -
- Podrás ser feliz, te lo digo yo que comprendo perfectamente tu situación. ¡He vivido lo mismo! - Intervino Kerria con un talante conciliador e incluso afectuoso.  -
- Lo intentaré. - Le prometió emocionadamente Michelle aun enjugándose las lágrimas. - ¡Gracias, sois todas muy buenas chicas! Has tenido mucha suerte, Amatista. - Añadió ahora mucho más serena y sinceramente. - Ojalá encontrase yo a unas amigas así.
- Sí - convino ésta a su vez con mucho más sosiego. - Lo sé, gracias a ellas he podido ver las cosas de otra forma.
- Ahora sólo me resta una cosa por hacer, algo que quise tener ocasión de llevar a cabo durante mucho tiempo.- Declaró Michelle mirando fijamente a su interlocutora. -

            La aludida se quedó petrificada, si era otro golpe más estaría preparada, se lo merecía. Pero para su asombro y el de las demás, Michelle la sujetó de la nuca y le hizo agachar la cabeza hasta ponerla a su altura, sus labios se unieron a los de ella en un beso, suave en un primer momento y más pasional y cálido tras unos dubitativos instantes. Amatista al principio tuvo el impulso de apartarse pero finalmente se dejó llevar notando la lengua de Michelle dentro de su boca, jugando con la suya de forma pausada. Comprendió entonces que aquello no era motivado por la lujuria, ni por ningún ansia sexual, era la manifestación del amor, puro y simple. Y aceptó aquel beso incluso participando activamente de él en tanto abrazaba a esa joven. Al fin su antigua compañera concluyó aquello separándose lentamente y mordisqueándole un labio.

- Ahora, he podido expresarte cuanto te quería Amatista. Lo que no pude hacer aquella vez. También  te he demostrado antes cuanto llegué a odiarte. Ya me siento realmente en paz.

            Todas las chicas estaban tan sorprendidas e impresionadas que ninguna podía articular palabra. La aludida sólo se tocaba los labios atónita todavía, pero sin expresar disgusto ninguno. Incluso parecía sentirse emocionada cuando esbozó una afectuosa sonrisa con sus ojos haciendo aguas. Entonces Michelle al mirarla intervino de nuevo, y lo hizo con aprobación y un tono más amable y animoso.

- Veo que realmente has cambiado mucho. Ojalá que nunca tengas que pasar por lo mismo que pasé yo.
- Nunca te olvidaré, Michelle.- Sollozó Amatista abrazándose otra vez a ella con ternura. - Deseo de corazón que logres recuperar la felicidad que yo te destruí.
- Lo haré. Como decís en una de vuestras canciones. Un corazón roto es una lección aprendida. Pero el mundo sigue girando. - Asintió ella sentenciando convencida. - Puedes apostar por ello.

            Se separó del abrazo de su amiga y se dirigió hacia la puerta. Lanzó una última mirada plena de esperanza en su propio destino, llena también de alivio y sentida libertad y se despidió.

- Adieu. Ma Chère amie.


  
            Y Michelle se despidió de Amatista y salió de allí .Se sentía liberada, como si un gran peso que la lastraba desde lo que ocurrió se hubiera desvanecido, pero ¿Qué iba a hacer ahora? Al fin sus pensamientos no girarían entorno a ese trauma. Pero tal y como misma ¡dijo, citando esa canción, el mundo seguía girando. Y eso la incluía a ella. Estudiaría  para acabar el año de clases que le quedaba y después podría ir a la universidad. Eso sería lo mejor.

- Espera por favor.- Escuchó Michelle que se giró cuando estaba a medio camino de las escaleras y descubrió a esa tal Kerria que la llamaba. -
- Dime, ¿qué quieres?- se extrañó la muchacha. -
-Toma.- La cantante se llegó a su lado y le entregó una tarjeta diciéndole amistosamente.  -Si algún día viajas a Nueva York, esta es la dirección de algunos clubes de allí. En ellos te sentirás más cómoda.
- Ya te entiendo, son clubes gais ¿no? - Inquirió Michelle con perspicacia a lo que Kerria asintió para sorpresa de su interlocutora que añadió. -Así que es verdad, no lo dijiste por defender a Amatista. Tú también eres lesbiana.
- Sí, lo soy - admitió Kerria, añadiendo con solidaridad. -Te comprendo muy bien, a mí me ocurrió una cosa parecida a la tuya, ya te lo dije.
- Pero tú al menos tenías un hermano allí en el que refugiarte y Amatista no te gastó esa broma tan cruel. - Le rebatió Michelle sentenciando con pesar y no sin envidia. - No es lo mismo.
- Sé que lo tuyo en ese aspecto fue aun peor- reconoció Kerria que aun así aclaró. - Aunque se pasa muy mal de todas maneras. Yo también sufrí lo mío por esa y otras causas y te comprendo. Por favor, escúchame Michelle, te quiero dar este consejo, no tengas miedo de abrirte a conocer nuevas personas y enamorarte.
- Desde que me sucedió eso con Amatista he tenido miedo de conocer a alguna otra chica que me gustase y que sucediera lo mismo. Había una en mi colegio de Inglaterra que me atraía, y que me atrae, pero no creo que sea homosexual. Y me aterra confesárselo y que todo vuelva a ocurrir.
- Si la quieres y confías en ella es mejor que tú misma se lo digas. - Le aconsejó Kerria para añadir. - Porque Amatista no lo sabía y eso le dolió, pensó que tú la habías engañado fingiendo una amistad para poder aprovecharte.
- Tiene gracia - sonrió Michelle de forma irónica. -Tú la conoces ¿verdad? ¿Qué habría pasado de decírselo? Ella no soporta a las que son como nosotras.
- No sé como sería con catorce años, pero ya has visto que ha cambiado.- La defendió Kerria que en cambio admitió de forma comprensiva. - Supongo que tienes razón y que por aquel entonces no pudiste hacer otra cosa. Pero ahora eres mayor y más madura y puedes afrontar la situación de mejor forma.
-Ya veo.- Repuso su interlocutora para inquirir con tacto en su tono.- ¿Puedo preguntarte algo? ¿Algo personal?
-Bueno, depende de lo que sea.- Sonrió trémulamente su interlocutora.-
-No lo tomes a mal, pero ¿Tú estás enamorada de ella? - Le inquirió Michelle mirando fijamente a su contertulia, que se sorprendió por aquella pregunta. -

            Kerria bajó la cabeza, parecía dar a entender una réplica afirmativa de ese modo tan implícito, pero sus siguientes palabras y la mirada de sus ojos, revocaron de inmediato la impresión.

- No, no la quiero como mujer si estás refiriéndote a eso. - Repuso al fin para reconocer ahora con una leve sonrisa. – En fin, mentiría si no admitiera que físicamente me gusta mucho. Pero sólo la quiero como a una buena amiga. Nada más. Para mí es como otra prima. Incluso casi como una hermana.
- Eso pensaba yo - musitó Michelle agregando con preocupación – y  mira lo que me ocurrió. Ten cuidado, por favor, creo que eres una buena chica y no me gustaría que te pasase lo mismo.
- No te preocupes - La tranquilizó Kerria desvelándole. - Yo salía con una chica hasta hace poco y ahora lo hago con un chico.- Michelle la miró atónita y su interlocutora añadió. - Puede que pienses que soy bisexual, yo misma a veces no lo tengo demasiado claro. Aunque el muchacho con el que estoy es un caso muy especial para mí. Es una historia muy larga, quizás, si algún día volvemos a vernos, te la cuente con tiempo.
- Sería un placer que pudiéramos charlar con calma. Muchas gracias por las direcciones. - Sonrió Michelle realmente intrigada por aquella revelación, aunque volviendo al tema que más le interesaba agregó con afabilidad y el deseo de que así fuera le ofreció a su vez la suya a esa chica. - ¡Ojalá volvamos a vernos pronto! y Kerria, hazme un favor, ¡cuídala bien! Aunque parezca tan fuerte en el fondo es una chiquilla llena de temores y con algunas inseguridades.

            Su interlocutora sonrió asintiendo despacio, estaba claro que ambas conocían bien a Amatista, y dándole la mano a Michelle se volvió hacia su camerino. Desde luego su antiguo amor tenía motivos para ser feliz, esas chicas eran unas estupendas amigas y la apreciaban de verdad. Pero ahora que todo estaba ya saldado, para Michelle debía de comenzar un largo camino. Efectivamente acabó su etapa en el Colegio y siguiendo el consejo de Kerria reunió el suficiente valor. Quedó para dar un paseo a caballo con Ingrid, pues así se llamaba la chica que le gustaba. Era danesa y también muy alta y atractiva, de largo pelo rubio claro y ojos azules. Quizás por eso le gustaba tanto porque en muchos aspectos le recordaba a Amatista, aunque era desde luego mucho más reposada y tranquila. Michelle le propuso que desmontaran  a la altura de un bonito remanso de un arroyo para ver el atardecer. A solas las dos y durante ese bonito momento, Michelle la tomó de la mano y le pidió que se sentara en una piedra. Su amiga a su vez le propuso.

- Metamos los pies en el agua, así descansaremos. Anda, ayúdame a quitarme las botas.

Michelle la ayudó y su amiga hizo lo propio con ella, así, ambas se relajaron lo bastante, al menos en el caso de Michelle cuyo corazón latía más apresuradamente y respiraba de manera más honda y pausada para poder ser capaz de confesar.


- Ingrid - le susurró con la voz trémula. - No sé lo que pensarás de mí cuando te diga esto, no sé si querrás seguir siendo mi amiga o siquiera podrás hablarme, pero tengo que confesártelo.
-¿El qué?- sonrió ésta mirándola sin comprender. -
- Te quiero. – Declaró tajantemente Michelle mirándola a los ojos. -

            Ingrid sonrió, al parecer sin darle demasiada importancia a aquello y respondió.

- Yo también te quiero Michelle. Eres mi amiga.
- Pero no me refiero a eso, Ingrid - añadió la azorada muchacha cuyo valor inicial se evaporaba por segundos. Tendría que hacerse comprender antes de que no se sintiese capaz de hacerlo, ahora tenía dos opciones, o rectificar y dejarlo así, de lo que se podría arrepentir durante el resto de su vida, o ser más directa y arriesgarse a cualquier cosa y al fin su agitado corazón ganó la batalla  decidiéndola a declarar.  – La verdad es que yo estoy enamorada de ti.

            Y sin dejar a su compañera contestar reunió el valor suficiente para abrazarla y darle un beso. Juntó sus labios a los de Ingrid durante unos segundos en tanto la acariciaba el pelo, largo y rubio, ese beso era algo inequívoco y no se podría interpretar como un mero gesto de afecto. Había pasión en él. Michelle se preparaba así para despedirse de ella, por lo menos si Ingrid la rechazaba enfadada no tendría que esperar años para poder besarla. No obstante, comenzó a percatarse de que ésta no daba muestras de querer zafarse del beso y lejos de apartarla de su lado la abrazó a su vez, abriendo su boca para unir su lengua a la de Michelle. Estuvieron unidas en aquel beso durante unos largos segundos y cuando se separaron lentamente Ingrid le confesó no sin sorpresa y alegría.

- No creí que tú compartieses mis sentimientos. Yo te amo desde hace mucho. Pero no pensaba que tú fueras así. Creía que eras muy tímida y andarías tras alguno de los chicos, pero sin atreverte a reconocerlo.

            Michelle abrazó a su amiga, esta vez sintiéndose muy feliz y emocionada. Ahora lo entendía, desde que se conocieran e hiciesen amigas, el tema de los chicos casi nunca había salido a la luz, Ingrid nunca hablaba de eso. No como Amatista que se pasaba todo el día mirándoles. Eso podría no tener que ver, pero ahora con la perspectiva de esa confesión, hubiera sido una pista evidente. Aun así se la había jugado, Ingrid podía haber sido tímida y estar enamorada en secreto de un chico. Tal y como había pensado de ella. Pero las cosas habían salido bien, tan bien como ni la propia Michelle en sus mejores sueños podría haber imaginado y ahora no había ni cámaras, ni rincones en los que otras chicas malintencionadas pudieran esconderse. Eran las dos a solas ante aquella maravillosa puesta de sol.

-¡Cuánto me alegro de haber seguido tu consejo, Kerria!- Pensó muy agradecida. - No se cómo podrá resultar.- Le dijo ahora a Ingrid - Pero me gustaría intentarlo.
- Lo intentaremos.- Le sonrió animosamente ésta, acariciándole las mejillas para asegurar - y te prometo que será estupendo, Michelle.

            La aludida asintió y volvió a besarla, tras las botas se desprendieron de todo lo demás y mantuvieron un ardiente, romántico e inolvidable encuentro bajo las primeras estrellas del cielo nocturno. Michelle descansó su cabeza entre los pechos de su amiga, suaves y cálidos, besándolos con suavidad y esta le correspondió besándole la mano con ternura, se vistieron despacio, parando  numerosas veces para darse besos apasionados y después volvieron a sus casas, listas para emprender esa nueva relación. Y desde luego no fue mal, Michelle e Ingrid formaron pareja.

-Espero que tus padres lo vean bien.- Le comentó Ingrid unas semanas más tarde cuando Michelle iba a presentársela a sus padres.-
-Ellos saben cómo soy, y lo que he sufrido por negármelo. No te preocupes, te aceptarán.- Aseveró ella convencida.-

            Ese gran momento llegó y efectivamente los padres de Michelle no solamente recibieron a  esa joven rubia, alta y atractiva con los brazos abiertos sino que además quisieron organizar una fiesta por todo lo alto.

-¡No, no, no! – Insistimos.- Decía Claire dirigiéndose a la apurada Ingrid, cuando le comentó a esta y a Michelle durante la cena de bienvenida que les ofrecieron a ambas.- Queremos presentarte en sociedad como la pareja de nuestra hija.
-Yo…les aseguro que se lo agradezco muchísimo, pero no es necesario.- Dijo la joven danesa.-
-Los padres de Ingrid están de viaje en Copenhague. Seguro que les gustaría venir.- Intervino Michelle.-

            Pretendía ganar algo de tiempo puesto que ni ella misma hubiera esperado semejante entusiasmo por parte de sus padres. Eso le agradaba mucho, pero también era todo un papelón. ¡Sobre todo para su novia!

-Es cierto.- Dijo Pierre quien enseguida pareció dar con la solución pidiéndole a su invitada.- Llámales, organizar una fiesta en condiciones llevará unos días. Pueden venir aquí y ser nuestros huéspedes.
-Es una idea fabulosa.- Convino Claire.-

            Aunque las dos chicas se miraron con cara de circunstancias. Al fin, Michelle pudo decir algo azorada.

-Mamá, papá. De veras, yo… no sé qué decir. Muchas gracias por ser tan comprensivos y por aceptar de esta forma a Ingrid, pero, es que nos gustaría ir poco a poco. Tener algo más de tiempo…
-Bueno hija, si es lo que queréis, por nosotros no hay ningún inconveniente.- Declaró su padre.-
-comprendednos, por favor, es que estamos muy felices por vosotras.- Añadió Claire.-
-Son ustedes realmente amables. Muchísimas gracias.- Afirmó Ingrid.-

            Y tras un breve uy algo incómodo silencio, más bien porque a nadie se le ocurría nada que decir, fue la madre de Michelle quien se aventuró a preguntar a su invitada.

-Y dinos, querida. ¿Estudias lo mismo que nuestra hija?
-Sí, bueno, yo me especializo más en la rama de la psicología forense.- Contestó la joven danesa.-
-¿Y eras de Copenhague, verdad?- Creyó recordar Claire.-
-No, soy de Alborg.- Corrigió la interpelada, explicando.- Pero tenemos familia en la capital. Por eso mis padres han ido allí, a visitar a mis tíos.
-Supongo que estudias psicología por una motivación parecida a la de nuestra hija. ¿No es así?- Quiso saber Pierre.-
-Supongo que sí.- Dijo Ingrid que no estaba muy segura de ello, aunque añadió.- Me fascina la mente humana y el comportamiento de las personas.
-Yo en cambio quisiera ser capaz de ayudar a quienes estén en la misma situación que he atravesado yo.- Terció Michelle.- Hay mucha gente que sufre rechazos, traumas y necesita hablar, ser comprendida.

            Y también tenía una espina clavada, sobre todo con esos psicólogos que la atendieron a ella siendo apenas una cría. Desde luego que no tenían ni idea y sus consejos fueron totalmente erróneos. Por ello, siendo psicóloga quizás se centrase en personas con problemas de aceptación sobre su propia orientación sexual. O que también sean rechazadas por otros. Así pensaba cuando su madre sonrió, poniendo su mano derecha sobre la de Michelle y asintiendo para afirmar.

-Eso es muy bonito hija. Estamos muy orgullosos de ti.
-Gracias mamá.- Musitó la aludida casi a punto de llorar.-

            Ingrid le tomó de la otra mano y la miró animosa. Aunque no se atrevió a aumentar sus muestras de afecto. Pese a esa acogida tan extraordinaria no quería violentar de ningún modo a los padres de su novia. Y así, al poco se fueron a dormir, subieron al piso e arriba de aquella gran casa. No obstante, enseguida la madre de Michelle le comentó a la pareja de su hija.

-Te hemos preparado una habitación en el piso de abajo, confío en que sea de tu agrado.
-Muchas gracias.- Respondió ésta.-

            Y las dos jóvenes se miraron algo turbadas, e incluso cohibidas. Sus pensamientos había sido los de compartir la habitación y acostarse juntas. Aunque claro, era una cuestión que sonaba algo violenta y ninguna se atrevió ni a plantearla.

-Yo se la mostraré, mamá.- Se ofreció Michelle quien sonriendo algo forzadamente, añadió.- Papá y tú estaréis cansados.
-Buenas noches.- Les deseó Pierre entre tanto.-
-Buenas noches, papá, mamá.- Contestó Michelle.-

            Ingrid respondió a su vez del mismo modo y los señores Arnau se fueron a su dormitorio. Las dos chicas quedaron a solas en el pasillo del piso de arriba, en donde Michelle tenía su habitación.

-Lamento que no podamos dormir, juntas… ya me entiendes.- Le susurró Michelle.-
-Bueno, casi lo prefiero así. Estando en la casa de tus padres yo, no sé…no me sentiría cómoda, si nosotras, tú también me entiendes.- Le confesó a su vez Ingrid.-

            Y su novia tuvo que asentir concediendo aquello.

-Pero estoy encantada con tus padres, nos han acogido de maravilla.- Añadió la danesa.-
-Sí, sí es. Creo que incluso demasiado bien.- Le respondió Michelle.-
-Bueno, tú misma dijiste que aceptarían nuestra relación sin problemas.- Le recordó Ingrid.-
-Es cierto, lo dije, pero esto es demasiado perfecto para ser verdad.- Contestó reflexivamente su novia, agregando.- Me parece que intentan disimular. Verás, ya te conté que cuando era una niña y se supo lo que sentía por mi compañera Amatista.
-La cantante. ¿Verdad?- Creyó recordar Ingrid.-
-Sí, ella. – Convino su interlocutora para continuar.- Recuerdo lo preocupados que estaban, el temor al escándalo, los psicoanálisis a los que me sometieron para demostrarme que yo no era gay.
-Pero ha pasado el tiempo y tus padres han visto que lo eres. Dales una oportunidad. Estoy segura de que se alegran por nosotras.- Le dijo su novia.-

            Michelle suspiró una vez más. No estaba del todo segura, y agregó con un poso de tristeza.

-Más bien creo que tienen miedo, mucho miedo de que yo pudiera recaer en esas conductas tan autodestructivas que seguí cuando quería forzarme a ser heterosexual. Sí, vieron como quedé y debe de aterrarles que algo así se repita.

            Ingrid la escuchaba ahora con preocupación. Posó ambas manos en los hombros de su pareja y aproximándose a ella le susurró con afecto.

-No seas tan negativa. Quédate con lo bueno. Tus padres, sea por lo que sea, están contentos. ¡Han aceptado nuestra relación e incluso nos quieren montar una fiesta! Y eso sí que me da a miedo a mí.- Se rio la danesa.-

            Michelle sonrió al escucharla, quizás Ingrid tenía razón y no merecía la pena darle más vueltas. Le había costado mucho llegar hasta aquí y ser feliz. Tenía a esa maravillosa chica y el apoyo de sus padres. ¿A qué buscarle objeciones?.

-¿Sabes una cosa? Cuando hablé con Kerria Malden ella me contó algo parecido.
-¿La otra cantante?- Inquirió su pareja, añadiendo entre perpleja y divertida.- ¡Desde luego, vaya unos bombones con los que te juntabas!. Kerria Malden, tu antigua compañera. Todas guapísimas y artistas de éxito. Estoy empezando a pensar que te fijaste en mí porque te recordaba a Amatista Lassart.
-No os parecéis en nada.- Replicó secamente Michelle.-

            Ingrid la miró ahora con gesto de sorpresa y algo preocupado, su contertulia se apresuró a disculparse.

-Lo siento. No quise decir eso.
-Sí, sí que quisiste.- Respondió Ingrid con tono incluso acusador.-
-Perdóname.- Le pidió Michelle.- He sido una tonta por contestar así. Verás, puede que os parezcáis un poco en el exterior. Para empezar sí que eres tan alta como ella, o casi.
-Mido metro setenta y nueve.- Le desveló Ingrid.- Desde luego esa chica tiene que ser muy alta para superarme.
-Sí, y también eres rubia como ella, aunque su cabello tira a un tono algo más tostado.-Sonrió ahora Michelle, para añadir, con tinte más serio.- Pero realmente en cuanto a vuestro carácter sois muy distintas. Tú eres mucho más reflexiva y tranquila. Ella era un torbellino. Siempre tenía que estar demostrando lo buena que era en todo.
-Eso me suena a un tipo de sobrecompensación negativa.- Declaró la danesa.-
-Sí, eso mismo pienso yo. En el fondo era insegura en muchas cosas, e intentaba reforzarse haciendo lo que se le daba bien. Era muy buena en deportes, natación, kárate y  también montaba de maravilla a caballo, igual que tú. Pero Améthyste no lo hacía sencillamente para dar largos paseos y disfrutar de la brisa en la cara o ver la puesta de sol. Ella tenía que ganar una carrera o saltar obstáculos mejor que nadie. ¿Comprendes? Por eso te dije que no os parecéis.

            Ingrid asintió. Estaba claro que su novia, pese a todo, todavía tenía a esa joven muy presente en su corazón y en su memoria. Pero nada podía hacer ella por evitarlo. Michelle entonces le dedicó una apurada mirada y posiblemente adivinando esos pensamientos, añadió.

-Perdona mi brusquedad de antes, no quiero que creas que, de algún modo, la estoy sustituyendo contigo. Por eso, yo…
-Tranquila, cariño. - Sonrió su pareja aproximándose para darle un suave beso en los labios y después agregar.- Lo sé, pero no quiero que te castigues. Lo pasado, pasado está. Y tú misma me contaste que era hetero y que había encontrado novio. Supongo que habéis seguido en contacto como amigas. Eso está bien.
-En realidad, fue Kerria quien me lo contó.- Le confesó Michelle.- No he vuelto a ver, ni a hablar con Amatista desde ese día en el que entré en su camerino, durante el concierto que dieron en París. Pero esa otra chica fue muy amable. Me contó que ella era también lesbiana, y que me comprendía perfectamente. Esas sensaciones de ser despreciada y apartada. Esa rabia. También la sintió. Atravesó por unos momentos muy malos en los que llegó incluso a perder el rumbo. Y a horrorizarse cuando se vio al espejo y se dio cuenta de en qué se había convertido. Eso me dijo. -Rememoró.-

            Y es que las dos habían seguido en un esporádico contacto. Kerria le ponía al día de cómo le iba a Amatista e incluso le desveló que su amiga había partido en esa enorme nave espacial. La SSP-1, creyó recordar Michelle que se llamaba, rumbo a las estrellas. Por eso el grupo de las Justices se había disuelto. Al poco tiempo eso se vio confirmado en una entrevista en el programa de Al Mats, un show muy popular en los Estados Unidos, y allí Kerria desveló su condición sexual. Aquello tuvo repercusión mundial y si bien la mayor parte de la gente lo aceptó con naturalidad e incluso alabando su valentía, también hubo un alto porcentaje que la vituperó. Haciendo memoria de ello, se lo comentó a Ingrid y remachó.

-Por eso tengo miedo. Los padres de Kerria la aceptaron, aunque ella misma me dijo que, al principio, su padre lo tuvo muy difícil. Pero que después del tormento por el que ella pasó y estar casi a punto de morir, él cambió de actitud radicalmente. Se dio cuenta de lo mucho que la quería.
-Pues eso es bueno.- La alentó su contertulia.-
-Aparentemente sí.- Suspiró Michelle, quien con voz queda, sentenció.- Aunque no significa que su padre haya aceptado su orientación sexual, simplemente quiere decir que su miedo a perderla superó al rechazo que eso le ocasionaba. ¡Y yo!…- Suspiró amagando un sollozo.- Yo tengo miedo de que con mis padres ocurra lo mismo.

            Ingrid fue al rescate tomándola entre sus brazos y tras besarla varias veces, ahora en la mejilla y la frente, se apresuró a rebatir.

-¿Por qué quieres ponerte en lo peor? Quédate con la parte positiva. Tus padres te quieren y sea por lo que sea, te aceptan. En mi caso, los míos lo aceptaron inmediatamente nada más se lo confesé a los quince años. Pero porque en Dinamarca eso se ve mucho más cotidiano y corriente. Lo bueno es que el mundo va cambiando y ya quedan cada vez menos que nos rechacen. Por eso no tengas miedo de ser tú misma, ni mucho menos temas ser feliz.

Y Michelle asintió reconfortada por esas palabras, tras besarla en los labios dio las buenas noches a su novia resignándose a dormir sola. Se acostó y no tardó en sumirse en un sueño. Por alguna razón volvió a ver a ese chico alto de largo cabello castaño que se tornó blanco. Y le vio precisamente junto a Amatista. fijándose en ambos incluso pensó que guardaban cierto parecido. Ella estaba como si de una observadora inadvertida por ambos se tratase. Y se sorprendió también cuando de pronto vio a su antigua compañera del liceo con unos cabellos tan blancos como los de aquel muchacho, que ahora no estaba allí. Aunque algo sorprendió a Michelle, enseguida vio que el vientre de Amatista estaba muy hinchado, como si estuviera a punto de dar a luz. Y fue precisamente eso, la aparición de una luz cegadora que envolvió a su antigua amiga, lo que la despertó. Abrió los ojos y todavía algo desconcertada y aturdida se fue despabilando.

-Un sueño muy raro.- Se dijo, tratando de recordarlo, aunque apenas sí le quedaban retazos.- Mejor no se lo cuento a Ingrid o me psicoanalizará.- Se sonrió.-

            Posiblemente el haber hablado de Amatista la noche anterior llevase a su mente a eso. Pero. ¿Y ese muchacho? Juraría que soñó con él en otra ocasión cuando, en su angustia, a punto estuvo de cometer una barbaridad. ¿O no fue un sueño? Todavía habían muchas cosas que no le encajaban.

-Quizás ese billete de autobús fue de un día anterior.- Se dijo desde que aquello ocurrió, en un intento por buscar la lógica de todo.-

Mejor no pensar más en ello. Ahora estaba feliz, con una novia estupenda y en casa de sus padres que se habían volcado con las dos desde que llegaron.

-Sí, a ver qué clase de fiesta nos preparan.- Pensó ilusionada.-

            Y sus expectativas no fueron defraudadas, incluso se quedó corta en su imaginación. Días más tarde, a esa celebración además de los anfitriones, claro está,  asistieron los padres de Ingrid, recién llegados de Dinamarca y cerca de cincuenta personas de lo mejor de la sociedad. Los más las felicitaron cordialmente, declarando su alegría por ver a dos jóvenes mujeres mostrar su amor sin complejos. Sin embargo, en algunos casos Michelle pudo detectar reacciones que fueron desde la perplejidad hasta la desaprobación, eso sí, disimulada con falsas sonrisas o caras de circunstancias. También hubo algunos miembros de la comunidad quienes, al conocer el motivo de esa fiesta, declinaron la invitación con algún tipo de pretexto. Incluso dos de ellos no se recataron en denunciar que jamás asistirían al intento de normalizar ese tipo de relación antinatural.

-Al menos esos son totalmente sinceros, aunque no nos guste.- Dijo Ingrid al día siguiente de celebrado aquel evento en alusión a quienes se habían negado tajantemente a acudir.-
-Pues estoy de acuerdo, los prefiero a quienes nos obsequiaron con algún que otro sarcasmo o con sonrisas impostadas.- Convino Michelle.-

            Y es que ella, lo mismo que el resto de la sociedad, no era ajena a ese aumento de los partidarios de la vuelta a costumbre más “tradicionales” como las llamaron. Aunque ella y su novia se sentían alegres de poder compartir su amor y ser apreciadas en su entorno. Los padres de Ingrid, eran desde luego amables y muy abiertos.  Lo cual era algo maravilloso.

-De modo que esta es la chica que te ha conquistado al fin. -Comentaba la madre de su pareja.-
-Sí, mamá.- Admitía Ingrid.-

 Y hay estaban las dos tomadas de la mano mientras la joven danesa presentaba a su pareja a sus padres, cuando ambas fueron a recogerles al aeropuerto de Heathrow, un día antes de la fiesta.

-Encantada de conocerles, señor y señora Hansen.- Saludó Michelle.-
-Llámanos Aneka y Van.- Respondió el padre de su novia, un hombre robusto, alto y de cabellos entre grises y rubios.-
-Nuestra Inga nos ha hablado mucho de ti, Michelle.- Celebro conocerte.- Añadió Aneka.-

            Michelle miró a su novia y algo sorprendida, pudo decir con tono inquisitivo.

-¿Inga?...
-Sí, es la versión danesa de mi nombre.- Sonrió su pareja.- En realidad me llamo Inga Hansen, pero cuando me matriculé usé el nombre de Ingrid. Me gustó más. Por Ingrid Berman. Ya sabes, la actriz.
-¿Quién?- Se sorprendió su interlocutora que no era muy ducha en temas de cine.-

            Los padres de su novia se rieron divertidos. Fue Van quien comentó.

-Nuestra hija es muy aficionada al cine clásico.
-Sí, alguna película me ha puesto.- Convino Michelle.- Es también una fan de ¿Greta Garbo, verdad?- Quiso recordar deseando no equivocarse.-

            Menos mal que Ingrid asintió con aprobación, confirmando ese nombre. Tras sonreír todos por aquella divertida situación, se dirigieron a la casa de sus anfitriones. Los padres de ambas se cayeron bastante bien y todo fue perfecto. Días más tarde los señores Hansen volvieron a Dinamarca no sin antes invitar a Michelle a su vez para que fuese a su casa y conociese el país. La joven francesa estuvo encantada de aceptar la invitación. Así se sucedieron los meses. Las dos continuaron su relación y en efecto visitaron a Aneka y Van. Posteriormente comenzaron a pensar que ejercer cuando terminasen sus carreras. Inga le propuso a su novia.

-¿Y porque no montamos un consultorio?
-¿Las dos? ¿de psicología?- Inquirió Michelle con una mezcla de sorpresa e interés.-
-Claro. Es lo que queríamos ¿no? Poner en práctica lo que estamos aprendiendo en la carrera ayudando a otras personas.- Contestó una resulta Ingrid.-
-Me encanta la idea. Les pedirá a mis padres que nos echen una mano.- Convino su interlocutora.-

            Por supuesto que los señores Arnau estuvieron más que dispuestos a prestarles el dinero necesario para poner el negocio. Así pasaron cuatro años en los que concluyeron sus estudios y hasta hicieron algún máster. Y al fin tras colegiarse en París, las dos instalaron una lujosa oficina. Todo había cambiado mucho en la Tierra. Y para ellas particularmente las cosas iban muy bien. Michelle no obstante, recordó algunos azarosos momentos del pasado. Pensaba en sucesos acecidos de una enorme importancia para toda la humanidad. Empezando con las noticias de la SSP-1. Esa nave se perdió. Michelle sabía perfectamente que su antigua compañera Amatista viajaba allí y se sintió muy preocupada. Temía por ella, por los señores Lassart e incluso por Kerria, quien también había perdido a su propio hermano y a unos primos. De hecho, tuvo ocasión de hablar con esa joven a través de una vídeo conferencia cuando la cantante y ahora abogada en ciernes la llamó.

-No sé qué hacer. Mi madre está muy deprimida.- Le contaba esa muchacha con tono muy alicaído.-
-Debes estar a su lado y hacerle ver que todavía existe esperanza. Esa nave puede haber desaparecido, pero eso no tiene por qué significar lo peor.- La animó Michelle.-
-Algunos dicen que se metió por un agujero negro y que eso destruiría cualquier cosa. Otros creen que fue por un agujero de gusano. E incluso hay expertos que piensan que sencillamente hemos perdido la conexión porque esté atravesando algún campo electromagnético muy fuerte, puede que cerca de Júpiter. No lo sé, no tengo ni idea solamente sé que quiero que vuelvan.- Sollozó Kerria.-

            Michelle la dejó desahogarse un poco. Luego tomó la palabra.

-Lo importante es que tú mantengas el optimismo. Precisamente por todas esas posibles hipótesis, no debes darles por perdidos, de ese modo, se lo transmitirás a tu madre.
-Sí, tienes razón. Incluso llamé a mi madrina Ami, es una mujer excepcional. Ayudó a mi madre a traernos al mundo a Leval y a mí, me salvó la vida operándome cuando estuve a punto de morir. Pero incluso ella no ha sido capaz de animarla.- Suspiró la consternada joven.-
-A veces, ese ánimo tiene que brotar de nuestro interior. No podemos implantarlo en otros. Tu madre debe ser capaz de creer por sí misma que todo saldrá bien. Y no es cuestión de que únicamente te oiga decírselo, tiene que notar que tú realmente lo sientes así. – Le aconsejó Michelle.-

Así, durante unos minutos, y usando lo que estaba aprendiendo entonces en la facultad de psicología, le dio unas pautas para alentar a su madre y recobrarse también ella misma. Kerria sonrió agradecida para responder.

-Muchas gracias.
-No es nada. Tú hiciste lo mismo por mí hace tiempo. Tenías razón. Hay que seguir viviendo y luchando día a día por ser feliz y sentirte bien, ayudando a los demás.

            Aunque ahora Kerria suspiró, confesándole de paso algunos de sus propios problemas.

-Mi vida ha sido una montaña rusa últimamente. Mi ruptura con Brian, mi relación con Maggie, eso terminó, tuve que confesar abiertamente mi homosexualidad. Pero lo peor ha sido la muerte de mi primo Granate y la pérdida de mi hermano, Tist, Mazoui y los demás en el espacio.
-Pero también habrás tenido cosas buenas.- Le comentó su oyente.-
-Es cierto. Mi relación con Samantha, mi entrada en el bufete de Sebastian y Pedro. Mi carrera musical que, pese a todo, ha seguido con algunos éxitos. Pero es que siento como si estuviera lanzada en un cohete y no fuera capaz de frenar. Los acontecimientos me sobrepasan.- Sentenció con tono inquieto.-
- Has vivido muchas cosas en poco tiempo. Y han sido todas importantes. Cada uno de esos acontecimientos hubiera marcado a cualquiera. Pero tú eres una mujer muy fuerte y con carácter. – Le dijo Michelle.- Saldrás adelante para aprender de todo ello. Tienes esa zozobra por tus seres queridos que han desaparecido, pero eso en parte es bueno, dado que también hay esperanza en que regresen.
-Para algunos sería raro, para otros incluso ofensivo, pero además de lesbiana soy católica. Y rezo todas las noches antes de dormir para que mi hermano, Tist y los demás vuelvan.
-Es positivo tener fe. Nos ayuda a superar los malos momentos.- repuso cautamente Michelle.-

Ella no era creyente, aunque respetaba eso. Estaba claro que la religión en sí no era mala, sino el uso que de ella hacían las personas. En el caso de Kerria, era algo bueno que podía ayudarla. No como esos otros fanáticos que la empleaban como pretexto para odiar a todo el que no se ajustase a sus dogmas. Y quizás, quien sabe, alguien les escuchó, tiempo después la nave reapareció, y no solamente eso, sino que se anunció el descubrimiento y la colonización de un planeta llamado Bios.

-¿Has visto la holotele?- Comentó Ingrid una noche cuando salía de la ducha y estaba secándose el pelo, delante de Michelle, quien se sentaba ya en ropa interior sobre la cama.- ¡Es increíble! Un nuevo mundo. Y además se ha descubierto vida inteligente mucho más allá de nuestro sistema solar.
-Es asombroso sí. Y quizás nos venga muy bien cuando acabemos la carrera. Habrá mucha gente que venga a consulta después de esto.- Comentó Michelle, a medio camino entre la broma y el análisis objetivo.-
-Bueno, tu antigua compañera estuvo allí, ¿no?.- Le recordó la danesa.-
-Sí, y lo que más feliz me hace es que tanto ella como los demás, volvieran.- Declaró su interlocutora, agregando con una sonrisa y más tintes de felicidad.- Cuando Kerria me lo dijo a través de un WhatsApp, me alegré de veras. Ella y su familia han sufrido mucho.
-Son buena gente. Kerria Malden y sus compañeras de grupo. Han seguido cantando y haciendo muchas obras benéficas.- Apuntó Ingrid, quien estaba al corriente de las noticias de sociedad.-

            Michelle asintió, comentándole a su pareja.

-Y ahora al parecer, otra nave va a partir, quizás a buscar otro planeta. No sé a dónde iremos a parar. Parece que la humanidad se expande al fin, fuera de la Tierra.
-Sí, y ya tienes a un grupo cada vez mayor que se opone a eso. Aducen a que bastantes problemas tenemos ya para atraernos enemigos. De hecho, se comenta en algunos sitios que la SSP-1 fue atacada antes de que desapareciera por invasores de fuera del sistema solar. Que , en realidad, esa nave no iba a colonizar sino a montar una línea de defensa. Y que la SSP-2 va a contraatacar.
-Vaya, te veo muy informada.- Comentó Michelle.-
-Sí, algunos compañeros en la facultad han escuchado hablar a unos catedráticos que estuvieron trabajando para la Masters Corporation en selección de personal para la SSP-2. Han mantenido en secreto la mayor parte de las cosas pero siempre hay filtraciones.
-No sé, ya sabes que los rumores se expanden mucho antes que la verdad.- Replicó Michelle sin darle demasiada importancia a eso.-
-¿Y que tenemos una base en la Luna?- Sonrió Ingrid, divertida.- Se rumorea que allí hay una reina que es aliada de las Naciones Unidas y que ayudó a la primera nave cuando esta partió, o algo así.
-No lo sé. La gente habla de muchas cosas y se inventa cantidad de tonterías.- Bostezó su contertulia.-

            Su novia se rio, viéndola tan cansada estaba claro que Michelle no tenía ganas de charlar de esas cosas. Se fueron a dormir aunque para asombro de las dos, algunos meses más tarde, esos rumores fueron ganando credibilidad. Y un día, noticias alarmantes se propagaron con rapidez por todo el planeta. La propia Ingrid se lo contó. La danesa estaba pálida cuando sin apenas poder hablar, llegó de sus clases.

-Mira esto, Michelle.- Le pidió con voz y manos temblorosas.-
-¿Qué te pasa?- Quiso saber su alarmada pareja.-

            Ingrid le dejó la Tablet que llevaba. A decir verdad, en ese día libre que ella tenía en la facultad, Michelle estaba leyendo un libro encuadernado en papel. Le gustaba relajarse así y no había entrado ni en redes sociales, ni puesto la televisión desde que se levantó. Aunque cuando vio las noticias en el aparato de su novia, miró a esta con expresión de eprplejidad y preguntó.

-¿Esto es una broma. ¿Verdad?

            Podían verse enormes agujeros negros que iban creciendo en los cielos de todo el planeta. Ingrid movió la cabeza dejando caer algunas lágrimas, en tanto apenas acertaba a decir dominada por la angustia.

-Son agujeros negros, o algo así. Algunos científicos dicen que devorarán la Tierra en cuestión de horas. ¡Es el fin, Michelle!

            Las dos se abrazaron. Impactadas como estaban solamente pensaban en no poder despedirse de sus familias y amigos. Incluso se asomaron a la terraza de su apartamento en parís, deseando que en efecto, todo fuera una gigantesca y macabra broma, pero para su  horror, lo vieron, allí estaba un enorme agujero que iba creciendo lentamente ante sus ojos. Lo único que pudieron hacer fue abrazarse llenas de congoja y consternación.

-Vamos dentro, cariño.- Le pidió Michelle añadiendo.- ¿Sabes? Lo único de lo que me arrepiento es de que o nos hayamos casado.
-Para mí ya lo estamos. No hacen falta ceremonias.- Le sonrió Ingrid.-

            Aun así se tomaron de las manos y dijeron unos improvisados votos. Incluso se cambiaron y arreglaron poniéndose dos bonitos vestidos blancos que reservaban para ocasiones especiales. Y cuando la danesa tomó su Tablet para grabar aquel momento y quizás enviárselo a sus padres antes del final, un aviso de última hora saltó.

-Noticias impactantes. ¡Llegan los salvadores!- leyó la perpleja Ingrid.-

            Michelle la interrogó con la mirada. Enseguida su pareja puso la holo tele y  en todos los canales podía verse exactamente lo mismo. Tres figuras femeninas, con unos largos y hermosos vestidos, de colores, blanco, rosa y violeta, se elevaban al cielo, y no solamente eso. Dos individuos cuyos cabellos brillaban con tonos dorados sostenían sendas enormes bolas de energía.

-¿Qué es eso?- Exclamó Ingrid.-
-Nuestra última esperanza.- Musitó Michelle.-

            Pero había más, un grupo de hombres y mujeres parecían transmitir energía a esos dos individuos. Y todo se desarrollaba con la explicación  de un sombrado comentarista, que transmitía para el canal que ambas estaban viendo.

-Señoras y señores, ¡Es increíble! Los guerreros dorados y esas misteriosas mujeres están reuniendo al parecer una ingente cantidad de energía.

            Y ante los asombrados ojos de ellas y del resto del mundo, esas dos bolas fueron arrojadas contra aquellos agujeros, convergiendo en una esfera gigantescas que a su vez fue potenciadas por unas descargas de energía de aquellas tres mujeres quienes gritaron algo así como

-Moon Healing Halation, total power!

            Después un gran fulgor cegó la pantalla y las admiradas chicas pudieron observar como una enorme claridad meridiana recorría los cielos  cuando miraron a través de la ventana. Al mismo tiempo en sus mentes resonó la voz de una mujer entonando un canto entre poderoso y armonioso, lleno de autoridad y belleza.

-¿Améthyste?- Musitó la anonadada Michelle, pues pese a todo reconoció aquella voz.-

Tras aquel increíble prodigio esos agujeros negros habían desaparecido. Ingrid y Michelle se abrazaron y rieron, lloraron y cantaron llenas de dicha. Lo mismo debieron de hacer cuantos, en todas partes del planeta, pudieron presenciar en directo aquello.

-Y fue llamado el Día de la Salvación. – Recordó Michelle, sonriendo ahora.- Luego la reina Serenity y el rey Endimión se presentaron en las Naciones Unidas, siendo reconocidos como soberanos de la Tierra. Sí, todo ha cambiado mucho.

            Desde luego, Ingrid tuvo razón con esos rumores que le había contado. Por ejemplo, acerca de esa misteriosa reina de la Luna, llamada Neherenia, quien fue otra de las mujeres que ayudó a salvar el mundo. Junto con la princesa Usagi Chiba, la hija de Serenity y Endimión. Esas fueron las informaciones confidenciales que le dieron a su novia. Y la propia Michelle pudo constatarlo cuando habló con Kerria. Esta le dio además, muchas otras novedades.

-Amatista se ha casado con mi hermano y está esperando un bebé. Y no me digas cómo, pero sé que ella ha tenido también que ver con este milagro. Estaba en Bios, pero aun así, pude sentirla.
-Me alegro muchísimo por ella. De verdad.- Afirmó Michelle siendo totalmente sincera.-
-Sé que para ella, comprender lo que te hizo y arrepentirse, fue una de las cosas que la impulsaron a ser mucho mejor persona y a preocuparse por todos.- Le respondió Kerria.-
-¿Y tú, qué tal estás?- Quiso saber su interlocutora.-
-Ahora muy bien, gracias. Mi novia Samantha y yo celebrando que tenemos una nueva oportunidad. Lo mismo que todos, de vivir. Y estoy deseando ir a Bios a ver a Tist y a mi hermano.- Le contó su contertulia.-
-Dale recuerdos de nuestra parte cuando vayas.- Le pidió Michelle.-

            Así se despidieron, el tiempo siguió pasando. Luego fue Kerria quien tuvo un hijo. Por lo que le explicó, el padre era su ex novio, un chico llamado Brian. Y eso a punto estuvo de costarle a Ky romper con Samantha. Al parecer Kerria se acostó con él para tenerlo a la “ manera tradicional”, cosa que sorprendió a Michelle.

-Bueno, siempre que hemos hablado de ese muchacho ella ha demostrado quererle mucho. Y me imagino que, por una parte, pensaba que se lo debía. Tiene toda la pinta de ser una especie de compensación por haberle dejado. No podía compartir su vida con él, porque no le amaba de esa forma, pero sí podía hacerle partícipe de algo tan importante como un hijo. Es algo difícil, sí. Al menos nosotras no tenemos ese problema.

            Y es que, tanto ella como Ingrid estaban bien así, y eran jóvenes todavía. El pensar en tener niños ni se les había pasado por la cabeza. Ahora demás, Michelle estaba ganando prestigio como psicóloga en París.

-¡Ingrid dice que hasta nos vamos a poder permitir comprar vestidos de la firma Deveraux!- Se sonrió al recordar aquello.-

            Su novia de hecho estaba trabajando para la policía como psicóloga forense. Las cosas les iban bien y ya estaban pensando en llevar a la practica ese deseo que expresaron en voz alta cuando creyeron que había llegado el fin. Michelle recibió la sorpresa cuando, a los postres en un céntrico restaurante, Ingrid se arrodilló frente a ella sacando un precioso anillo de compromiso.

-Michelle, te amo como nunca jamás creí que pudiera querer a alguien. ¿Quieres ser mi esposa y que pasemos toda la vida juntas?- Le preguntó la emocionada danesa.-

            La interpelada al principio no pudo articular palabra. Asintió y cuando su novia se levantó las dos se besaron apasionadamente. Escucharon bastantes aplausos de la mayor parte de los comensales. Aunque desgraciadamente hubo algún que otro grito furibundo e indignado.

-¡Qué vergüenza! Vaya un espectáculo.
-¡Depravadas, invertidas!- Aulló otro.-

            Las dos se separaron mirando hacia las fuentes de esas voces con expresiones entre indignadas y preocupadas. Aunque no tuvieron que molestarse en replicar. Los propios clientes en su mayoría llamaron la atención a esos energúmenos. Incluso uno de los camareros se acercó a ellas y les aconsejó.

-Denúncienlo señoritas. Es un delito.
-No, se lo agradecemos, pero hoy es una noche muy especial y no queremos enturbiarla de ese modo.- Le contestó Michelle.-
-Y por fortuna, se ve que cada vez quedan menos de esos individuos. Vamos avanzando. Más tras del día de la Salvación.- Añadió Ingrid.-
-Bueno, no crean.- Musitó el camarero.-

            Ese comentario sorprendió a ambas pero antes de que pudieran preguntarle sobre eso aquel tipo se alejó a atender a un cliente. Por suerte las cosas pronto volvieron a su cauce, los autores de esos insultos fueron “ invitados” a marcharse del local. Aunque un postrer comentario de uno de ellos las enfureció y entristeció, al tiempo que sembró el desasosiego en ellas.

-¡Vaya una sociedad decadente! Que tengamos que irnos las personas decentes antes que los viciosos. Pero un día la Congregación será capaz de cambiar esto.

            Tras unos minutos para volver a recobrar la calma y terminar de cenar apropiadamente se fueron de vuelta a casa, conduciendo iba Ingrid quien le recordó aquello a su pareja.

-¿Qué habrá querido decir ese camarero?
-No lo sé. Puede que él vea a mucha gente diferente en su trabajo. Quizás haya presenciado algún otro caso.- Elucubró Michelle, a mí me preocupa más lo que dijo aquel tipo cuando se marchaba.-
-Sí.- Asintió Ingrid quien admitió.- Ese nombre que pronunció. La Congregación. Me suena de algo.
-También yo creo haberlo escuchado en las noticias. Pero no logro recordar.- Convino Michelle quien, deseando dejar atrás ese enojoso tema, sonrió musitando.- Hoy me has hecho la chica más feliz del mundo. Tendré que compensártelo en casa.

            Ingrid le dedicó una amplia sonrisa. Al fin llegaron a su hogar y pese a no querer tenerlo en cuenta, ese incidente había deslucido aquel momento tan importante para las dos. Se besaron con ardor y se desnudaron, hicieron el amor y al concluir no obstante Ingrid seguía con aire pensativo.

-¿Qué te sucede?- Quiso saber Michelle que se abrazaba a ella recostándose sobre su pecho.-
-Ese nombre…ya sé dónde lo escuché. El otro día en la comisaría donde trabajo. Parece que se les investiga porque se piensa que puedan estar detrás de agresiones a personas del colectivo LGTBI.
-Puede que mi amiga Kerria sepa algo. Ella está metida en el mundo del derecho.- Le recordó Michelle a su prometida.-

            Aunque si mal no recordaba, Kerria estaría en Bios. Quedaba poco para la Navidad y ese año desde luego iba a ser muy especial. De hecho las dos comenzaron a planear la ceremonia de sus esponsales. Invitaron a sus familias por supuesto y a un grupo de amigos. Y cuando estaban confeccionando la lista, Ingrid le propuso a Michelle.

-¿Y por qué no invitas a esa antigua amiga tuya, Améthyste?

            Su novia la miró con la boca abierta. Michelle realmente ni se lo había planteado. Pero ya no era por motivo de algún viejo resentimiento. No. Sencillamente se trataba de que Amatista vivía en Bios. No sabía si le sería posible venir. Por lo que Kerria le comentó vía WhatsApp cuando retornó de ese planeta, era un mundo precioso y su recién nacido sobrino Asthel, una maravilla.

-Sí, como te lo cuento.—Le escribía.- Tist se puso de parto en la cena de Nochebuena. Y dio a luz justo el día de Navidad. ¡Hasta pude ayudar y todo! Amatista y el bebé están bien. Pero supongo que tendrá que quedarse en casa con él hasta que pase un tiempo, para cuidarle.

            Michelle se sonrió, no imaginaba a su amiga de la adolescencia en el papel de madre. Pero podía suponer la gran carga emocional que eso representaba y el temor a que pudiera sucederle cualquier cosa a su bebé. Hacer un viaje tan largo podría ser arriesgado, quizás no para el niño, pero sí para poner a prueba a su madre. No quería que Amatista se viera obligada a asistir aun temiendo llevar al niño. Y eso hizo que desistirá de invitarla.

-Posiblemente tenga mucho trabajo con su bebé y es un viaje muy largo, no deseo ponerla en tal compromiso. Espero que Kerria sí pueda venir.

            Y En efecto, Kerria sí que fue. Cuando concluyó la ceremonia que fue realmente bonita, con ambas novias de blanco y brindando juntas, tras besarse entre los aplausos de todos los asistentes, Michelle pudo departir un poco con la ex cantante. O al menos eso le comentó su contertulia, matizándolo.

-Hemos dejado de cantar de forma regular. Kathy se ha dedicado al periodismo, Idina cursó magisterio y también se ha ido a vivir a Bios, con Tist. Y ella…
-Sí, me lo comentaste. Es madre, esposa y científica…¡Quién lo iba a decir! Con lo que se atascaba en ciencias en el liceo.- Se sonrió Michelle.-

            Se acordaba de que tuvo que explicarle a su antigua compañera algunas cosas sobre física  en más de una ocasión. Kerria se rio desvelándole divertida.

-También mi hermano Leval le di clases. Aunque sospecho que el verdadero interés de Tist era él, y no la asignatura.
-Y logró que tu hermano se interesase a su vez, está claro.- Afirmó una sonriente Michelle.-
-Desde luego, ella siempre es muy insistente cuando quiere algo.- Convino su interlocutora.-
-Sí, y algo bruta.- Se rio Michelle.-

            Aunque le sorprendió ver que su interlocutora no reía ahora con ella, más bien la miró con un gesto entre sorprendido y emocionado para responder con voz queda.

-Ha cambiado mucho, no sé. La veo con su bebé y noto un sentimiento de paz y armonía a su alrededor que jamás había experimentado. Bueno, quizás una vez, cuando estuve a punto de morir y volví a la vida…

            Michelle escuchó con mucha atención. Kerria le habló alguna vez de ello, aunque de pasada. Ese desde luego sería un tema que estaría dispuesta a tratar de modo profesional. Sin embargo, su contertulia se lo estaba contando en confianza, como amiga, no como si de una paciente se tratase. Estuvieron charlando un rato, hasta que Ingrid, junto con dos amigos más, se aproximaron.

-Cariño, mira quienes han venido.- La abordó su esposa.-
-Hola. ¿Qué tal?- Sonrió Michelle, apresurándose a añadir.- Disculpadme. Ahora estoy con vosotros.

            Lo cierto es que le daba algo de apuro, había estado tan centrada escuchando a su invitada que había dejado de lado a otros invitados de la boda y eso no era de buena educación. Por ello, se despidió de Kerria y atendió al resto. Luego ya no pudo hablar más con ella.  De hecho no se vieron en bastante tiempo. Los años pasaron y Michelle siguió entregada a su profesión, haciéndose un nombre como psicóloga. Era muy feliz con Ingrid y en su trabajo, sobre todo cuando ayudaba a muchas personas a superar traumas, miedos y ansiedades. Y fue pasado un tiempo cuando, quedando muy consternada, supo que Kerria tuvo que ir a juicio para justificarse como madre. Su amiga había tenido un hijo y esos individuos de la Congregación, que cada día daban la impresión de ser más influyentes, pusieron en tela de juicio su capacidad para criar a un niño, junto con su pareja, otra mujer, llamada Samantha.

-¡Pobrecillas! - Comentaba Ingrid cuando las dos estaban cenando en casa.- Esos canallas les niegan hasta lo más básico para un ser humano. La capacidad de amar a su propio hijo.
-Kerria ha debido de pasarlo muy mal. Quise contactar con ella pero me fue imposible. Incluso me he ofrecido para testificar a su favor.- Respondió Michelle.-
-Si te responde ve. -La animó su esposa.- Con tu prestigio serías un gran apoyo para ella.

            Y por fortuna todo salió bien. Kerria y Samantha salieron airosas de esa dura prueba. Aunque fue duro para Sam quien perdió el contacto con su familia. Desafortunadamente su padre era pastor evangélico, muy próximo a las ideas de la Congregación para la fe. Al enterarse de eso, Michelle le ofreció a esa pobre mujer su ayuda profesional, aunque Samantha la declinó. Dijo sentirse apoyada y querida en la familia de Kerria y que eso le bastaba.

-Desde luego que esas pobres han sufrido mucho. Incluso más que yo misma.- Se decía la psicóloga.-

            Y aquello no daba visos de concluir, pasado un tiempo otro nubarrón apareció. Esta vez con la forma de una mujer realmente perversa. La propia Michelle tuvo ocasión de conocerla y sintió escalofríos. Todo empezó un día en su consulta, su secretaria le pasó una llamada.

-Señora Arnau. Tiene una vídeo conferencia desde los Estados Unidos. Del bufete Köen y Zerol.- Le informó esa joven que trabajaba para ella.-
-Gracias Mariette.- Respondió Michelle.-

            Dándose cuentas de inmediato de que aquel era el despacho legal en el que Kerria trabajaba se puso al momento conectando la trasmisión en la pantalla de su ordenador.

-¿Diga?..
-Hola Michelle, soy yo, Kerria.- La saludó esta con tono amable aunque teñido de inquietud.-

            La abogada vestía un pulcro blazer de color gris perla y llevaba su característica trenza. Seguía estando muy hermosa aunque su rostro era serio.

-Me alegro mucho de oírte. ¿Qué puedo hacer por ti?- Saludó Michelle.-
-Verás. iré al grano porque es algo muy importante.- Le contestó su amiga para explicarle.- Hay una mujer que ha sido detenida y acusada de bastantes crímenes. Está a la espera de juicio. Pidió ayuda a mi bufete para representarla. Alega que su condición de mujer y lesbiana la han hecho acreedora a una especie de persecución. En cuanto supe quién era me negué rotundamente a defenderla. No obstante, por una cuestión de buena praxis profesional debo ir a entrevistarme con ella, dado que requirió la ayuda de mi bufete. Por eso, me gustaría pedirte un favor. Sé que es mucho, pero eres la persona en quien más puedo confiar para esto. Si pudieras ir a verla para hacerle una evaluación psicológica y ver qué perfil da. Eso me vendría bien para buscar argumentos legales.
-No entiendo, si no quieres defenderla puedes renunciar alegando conflicto de intereses, ¿no es así?- Inquirió Michelle.-
-Así es. -Matizó Kerria quien entonces le comentó con tono de complicidad.- No deseo defenderla, pero no he dicho que no vaya a ocuparme de ella.
-Entiendo.- Musitó su contertulia.-

            Podía detectar un tono de manifiesta hostilidad de Kerria hacia esa individua. A buen seguro la abogada tenía sus razones. Eso la hizo llenarse de curiosidad. Esa tal…

-¿Cómo se llama esa mujer?- Quiso saber Michelle.-
-Marla Sorel. Es de lo más mezquino y malvado que puedas encontrarte, si aceptas ir a verla, ten cuidado.- La previno Kerria.-

Ella asintió y quedó en ir a visitar a aquella mujer. Y en efecto, Kerria no solamente no se equivoca en su valoración, ¡se quedó muy corta!. En todos sus años de profesión Michelle jamás había visto nada igual. Cuando tras pasar algunos controles de seguridad se plantó en esa celda descubrió a una mujer vestida con un mono naranja que estaba esposada en la silla. Una mampara de vidrio la separaba. Al principio aquello le pareció excesivo, pero se dijo que, si esas medidas de seguridad estaban así dispuestas, existirían razones para ello. Y el caso es que objetivamente hablando aquella individua era hermosa. Tenía el cabello largo y negro, y unos bellos ojos azules de expresión fría y acerada. Nada más entrar Michelle juraría que esos ojos la observaron con un destello de lujuria. Por supuesto que, sin dejarse afectar por ello y  haciendo gala de su profesionalidad, saludó con un tono neutro.

-Me llamo Michelle Arnau. Señorita Sorel, soy psicóloga. Estoy aquí para…
-Ver si estoy loca.- Le cortó con tono lapidario, remachando jocosamente.- ¡Ya se lo adelanto, pensará que lo estoy!
-No, no es eso. Quiero tratar de ayudarla.- Afirmó esa chica.-

            Y en eso era sincera. SI el caso de esa mujer era tan grave trataría de hacer cuanto estuviera en su mano por mitigar sus patologías. Marla le dedicó una mirada más intensa. Como si a su vez hubiera tenido la impresión de que Michelle la había valorado con la vista al entrar. Y no simplemente porque fuera una profesional yendo a hablar con una paciente. Enseguida se sonrió, afirmando sin pudor.

-Está usted muy buena, señorita psicóloga. ¿O es señora?
-¿Perdón?- Se sobresaltó su interlocutora dedicándole una perpleja mirada.-
-¿Acaso le sorprende que una mujer le diga eso?- Comentó jovialmente la prisionera, sentenciando.- Si yo no estuviera esposada le aseguro que ya la habría desnudado. Y por la forma de observarme cuando ha entrado creo que eso le hubiera gustado. ¿No es así?
-No sé a qué se refiere.- Repuso una confusa Michelle, queriendo contratacar de un modo más profesional, preguntando por su parte.- ¿Acaso es una fantasía que tiene con las mujeres?
-No con todas, solamente con las que me gustan, como tú. Porque puedo tutearte, ¿verdad cariño? -Repuso ella, recreándose en la confusa expresión de su contertulia.-

            La psicóloga bajó la vista y sacó una Tablet de su bolso. Tecleó algo y tras leer durante unos segundos, replicó tratando de sonar calmada.

-Ha sido usted detenida acusada de chantaje, estafa, agresión y otros cargos muy serios.
-Es cierto. Me han detenido acusada de eso.- Admitió Marla como si nada.- ¿Y qué?
 -¿No quiere hablar de ello?. Es decir, seguro que desea defenderse de esas acusaciones.- Contestó la psicóloga.-
-Bueno, en un mundo de hombres y con un juez que seguramente será un hombre. ¿ De qué me serviría?- Le respondió con escepticismo, remachando.- Nací mujer, esa es mi culpa.
-La justicia no condena a nadie por su sexo. Sino por sus actos. - Le rebatió Michelle.-
-La justicia dictada por machos no es justicia.- Repuso ella.-
-¿Por qué odia tanto a los hombres?- Quiso saber su interlocutora.-

            Desde luego, tras leer el dossier de esa individua se le habían puesto los pelos de punta. La tal Marla había declarado sin ningún tipo de recato que, de ser por ella, exterminaría a todos los machos para crear un mundo perfecto, únicamente poblado por mujeres. Y que ya se reproducirían in vitro o algo así. Al mirarla entonces la prisionera se sonrió. Asintió y dijo con voz suave.

-Quid pro quo. Si quieres que te conteste a tus preguntas tendrás que responder antes a las mías.
-¿Qué tipo de preguntas?- Quiso saber la  psicóloga.-
-Por ejemplo.- Contestó su interlocutora, inquiriendo con voz melosa.- ¿Te gustan los hombres, Michelle?

            Hubo un breve e incómodo silencio, y la interpelada respondió incluso tratando de ser ingeniosa.

-No les conozco a todos. Sería imposible responder a eso.
-No quieras jugar conmigo. O no te contestaré.- Fingió molestarse Marla, para matizar.- Ya sabes a lo que me refiero. ¿Te gusta acostarte con hombres? Y sé sincera, si me mientes lo sabré.

            Por la cara que puso su interlocutora, supo la respuesta antes de que ésta despegase los labios. Tras unos momentos de duda, la psicóloga confesó con envaramiento.

-No, no me gusta.
-Y sin embargo, lo has hecho.- Se sonrió agudamente Marla.-
-¿Por qué cree eso?- Inquirió Michelle.-
-No podrías haberlo dicho con ese sentimiento de asco tan real de no haberlo probado nunca.- Se regocijó su interlocutora, concediéndole.- Ahora te contestaré. ¿Sabes por qué odio a los hombres? Muy sencillo, porque creen que somos de su propiedad, que pueden hacer lo que deseen de nosotras.
-No todos son así.- La contradijo su contertulia.-
-¡Oh!, sí que lo son, cariño. O creen que deben protegerte o que deben dominarte, en cualquier caso lo hacen desde su perspectiva de superioridad. Y luego te quieren llevar a la cama, como si debieras pagarles una deuda de gratitud por ese tipo de comportamiento machista. Dime, ¿acaso te acostaste libremente con alguno o fuiste obligada?
-Lo hice libremente.- Pudo responder con poca convicción.-
-Mientes.- Se sonrió Marla.- O fuiste forzada o tuviste que hacerlo para evitar algo que te asustaba y además tuviste que hacer algo para soportarlo. ¿A que no me equivoco?

            Su interlocutora no se atrevía a enfrentar su mirada con la de ella. Apenas fue capaz de balbucir, tratando infructuosamente de retomar el control de la conversación.

-No estamos aquí para hablar de mí…
-Recuerda.- La cortó esa individua una vez más.- O aceptas mi propuesta o no hablaré más. Y tengo información que te interesará saber.

            Era increíble. Como si esa mujer pudiera leer su mente. ¡Jamás había experimentado algo así! Le daba la impresión de estar desnuda frente a ella. Pero había aceptado ese reto y no podía volverse atrás si quería respuestas. De modo que tras un embarazoso silencio, Michelle, asintió. Admitiendo.

-Sí, me obligué a ello. Tuve que beber…
-Ya. ¿Y qué más?- La acosó Marla.-
-Y…tuve que drogarme.- Sollozó Michelle.-

            El mero recuerdo de esos amargos días, pese a toda la terapia que había hecho y el tiempo transcurrido lograba despertar en ella otra vez esos sentimientos de culpabilidad, desprecio hacia sí misma y tristeza. Michelle tuvo que hacer un esfuerzo para domirase.

-Pobrecita.- Suspiró su interlocutora con un tono de meloso regocijo, para replicar.- Pues yo no tuve que hacer nada parecido. Sencillamente nunca busqué la aprobación de nadie. Porque tú buscabas eso. ¿Verdad? En este mundo dominado por los machos, tu papel era el de hembra sumisa, dispuesta a satisfacerles. Por eso sufriste, porque te educaron así y tus deseos iban en contra de esa educación. Y por eso, yo y otras como yo, luchamos por ti. Y por todas las mujeres, para librarlas de esa tiranía. A tal fin, cualquier cosa es lícita. ¿Lo entiendes ahora?
-No todos los hombres son malos. Además, también hay mujeres perversas. Como tú.- Contratacó Michelle tratando de rehacerse para asegurar.- Estoy convencida de que tuviste que sufrir un trauma terrible. Ahora te toca decirme la verdad.

            Y su contertulia asintió, con expresión resignada, para declarar.

-Es cierto. Tú has cumplido, y de mujer a mujer te lo contaré. Verás. Mi madre era una puta y no estaba bien de la cabeza. Y no lo digo para insultarla. Es que se prostituía y además tenía doble personalidad. Tuvo un accidente con algún cabrón que no usó la protección adecuada y se quedó embarazada de mí. Seguramente quiso abortar, pero al final me tuvo. Y yo crecí viendo como los hombres la explotaban. La pobre hasta estuvo enamorada de uno de sus chulos. Por desgracia para ella, él era como cualquier otro macho, la usaba a su conveniencia. Y hasta quiso usarme a mí cuando cumplí los doce años. Entonces mi madre hizo lo que debió hacer desde el principio. Apuñaló a ese cerdo. Por desgracia no lo mató. Tuvimos que irnos, claro. Y escondernos. Así pasé los siguientes tres años hasta que ella, que seguía haciendo la calle para mantenernos, murió de una sobredosis. Bueno, solamente una parte de ella, la que quedó con vida fue peor. Pasaron algunas cosas más, pero no las creerías.- Se sonrió de modo sardónico.-
-Prueba a ver.- Le pidió Michelle.-
-Antes, te toca a ti. Dime.- Preguntó Marla.- ¿Quién fue tu primer amor?
-Una chica de mi liceo.- Contestó la psicóloga.-
-Ya, pero quiero saber su nombre…
-Amatista.- Suspiró la interpelada.-
-El nombre completo.- Insistió su inquisidora.-
-Amatista Lassart.- Completó, pronunciando aquellas palabras con tono melancólico.-
-Me suena ese nombre.- Afirmó Marla.- Aunque no recuerdo ahora. Pero eso no terminó bien, supongo. Seguro que no te correspondió. O bien tuvisteis que dejarlo a tu pesar. Tienes un tono triste que lo delata.
-Ella no es lesbiana.- Afirmó Michelle.- No sentía eso por mí.
-¡Vaya! ¡Qué interesante!- Se sonrió su interrogadora, apuntando con agudeza.- Si hablas de ella en presente es que todavía la sigues viendo. O al menos mantienes el contacto. Cuéntame. ¿Esa chica tiene novio?
-¡Basta!- Exclamó una molesta Michelle, tratando enseguida de controlarse para añadir con un tono más calmado.- Yo ahora tengo pareja, es una chica estupenda.- Eso pasó hace mucho y lo superé, no sacarás nada preguntándome sobre ello.
-Muy bien.- Concedió Marla, contándole a su vez.- Cuando mi madre murió, o eso pensé, me dediqué a acostarme con mujeres mayores, la mayoría casadas e incluso con hijos. Las típicas víctimas del hetero patriarcado hipócrita. Casadas a la fuerza para ocultar lo que eran en realidad. Algo parecido a lo que te sucedió a ti. Pero ellas eran tan culpables como los machos que las oprimían. No hay nada peor que una hembra sumisa.- Remachó, añadiendo con tono divertido.- De modo que, además de pasar unos buenos ratos  con ellas y cobrar generosamente por mis servicios, las grababa en video cuando podía y luego las chantajeaba.

            Michelle la observó con un apenas disimulado malestar. Pudo reprocharle con tintes reprobatorios.

-Esas pobres mujeres hacían eso para evadirse de su situación. No es tan sencillo como tú crees. Muchas tendrían que ceder ante la presión de sus familias. No eran cómplices, eran víctimas. Tanto que te jactas de defendernos, no entiendo como no lo veías.
-Te equivocas.- Rebatió su contertulia moviendo la cabeza.- Una víctima hubiese pedido ayuda, para separarse o para eliminar al macho que la oprimía. Esas zorras disfrutaban, según ellas, de una familia o tenían hijitos. Pues bien. Yo hubiera podido liberarla exponiendo la verdad ante sus machos. Pero ellas no querían. ¡No!- Fingió un tono de voz aterrado, parafraseando el de alguna de sus víctimas.- ¡No lo cuentes, por favor!. Tengo dos hijos…mi familia es tradicional…incluso alguna decía querer a su marido. Patético. ¿No crees?...Pues yo sencillamente las hacía pasar por caja. Y luego, me iba.
-Al menos no revelaste nada.- Afirmó una aliviada Michelle.-
-¡En algunos casos, sí! - Se rio Marla.- Aunque la mayoría de las veces no hubiese sido bueno para el negocio. Si una chantajista como yo cobra por no hablar y después lo hace, las siguientes clientas, de enterarse, jamás hubiesen pagado. Esa jugada se la hice solamente a las que insistían en que amaban a sus machos. Si tanto les querían, seguro que ellos lo entenderían. Fíjate que la mayoría no lo hicieron. Una hasta se suicidó cuando su maridito le pidió el divorcio y le quitó a sus hijos. ¡Pobre idiota!
-¡Es terrible! - Pudo comentar la perpleja y horrorizada psicóloga.- ¿Cómo puedes burlarte de algo así?
-Una sumisa menos.- Se sonrió aviesamente Marla.- Para que sirva de lección a las demás.

            Entonces el tiempo de las visitas terminó.  La aliviada psicóloga se levantaba ya para irse, cuando su interlocutora le susurró.

-Y eso no es nada. He hecho cosas mucho peores…y he tratado con seres muy oscuros. Pobrecita Michelle, tú crees haber pasado por momentos terribles, ¿no es así? Pues no tienes ni idea de lo que hay ahí fuera…puedes preguntarle a tu amiguita Kerria. Ella te lo dirá…

            Michelle estaba lívida, Marla se regocijó observando el temor que translucía en su mirada. Aunque la psicóloga no le respondió y se apresuró a  salir de allí. Nada más hacerlo ni pudo reprimir algunas lágrimas.

-¡Es un monstruo!- Musitó horrorizada.-

            Y eso se vio confirmado en el juicio que Michelle siguió con mucha atención. Al fin, tal y como ella sospechaba, Kerria quiso involucrarse en el caso, pero como fiscal. La abogada logró que condenasen a esa mujer a una pena de cuarenta años. La abogada de Marla apeló consiguiendo que fuera desterrada a un planeta alejado, de nombre Némesis, en donde se habían afincado algunos de los más extremistas de esa Congregación para la fe y otros muchos, que se hacían llamar Luna Negra. De este modo Marla veía que su condena se podría reducir a la mitad. Aunque cuando pudo ejercer su derecho a la última palabra heló la sangre en las venas de todos al proclamar totalmente enajenada.

-Yo volveré, y otras muchas como yo también. Nunca envejeceré. ¡Jamás podréis libraros de mí! Por siempre joven y hermosa. ¡Ja, ja, ja!

            Años más tarde la propia Kerria volvería a llamarla pidiéndole un favor muy personal, la ayuda de Michelle, para la persona que más amaba en el mundo, su hijo Brian. Se lo rogó alegando que su hijo necesitaba a  alguien que supiera lo que significaba sufrir la crueldad de un desengaño. Michelle aceptó verle a él y a la hermanastra del muchacho, una chica llamada Cindy Rice. Tuvo ocasión de tratar a ambos cuando a requerimiento de Kerria fue a Estados Unidos al poco de estallar sus crisis. En esencia eran hermanos por parte de padre y desconocedores de ese parentesco, habían comenzado una relación incestuosa. Pero para asombro de Michelle ahí había mucho más. Citó a ambos. La muchacha llegó primero y la psicóloga la recibió con una amplia sonrisa a la par que la invitaba a sentarse saludándola.

-¿Cómo estás Cindy? Me han dicho que un poco más triste.

            La joven se  quedó lívida. Michelle supo que, en efecto algo no iba bien pero dejó que la muchacha le contase…

- Ayer salí con Brian, nos fuimos a tomar algo y a  charlar, luego él me propuso entrar en una discoteca....
-¿Y? - Se interesó la psicóloga. -
- Bueno, lo pasamos bien, bailamos y todo eso pero, al llegar a mi casa y despedirnos nos besamos.- Añadió culpablemente. – En los labios…
-¡Oh ma chère! - Sonrió Michelle distendidamente. - Ya veo, ¿es eso lo que te preocupa?

            Cindy no respondió aunque su interlocutora siguió hablando sin esperar a que lo hiciera.

- Tus sentimientos por Brian están confusos ahora, de verle como una posible pareja has pasado de golpe a tener que relacionarte con un hermano. Eso no se consigue de la noche a la mañana, aun tienes que aceptarlo. De hecho, tanto él como tú deberéis hacerlo y daros tiempo, sin prisas, ni remordimientos. Si os dais un beso o dos o tres no es malo. Os queréis, aunque tenéis que adaptaros mutuamente y reconducir ese amor. Por cierto...- iba a añadir Michelle cuando Cindy la cortó. -
- No es eso lo único que me preocupa.- Confesó la muchacha. - Cada vez pienso más en lo que quise hacer contra su madre y no puedo soportarlo. ¡Intenté matarla!
- Ya veo- asintió Michelle. – En el fondo eso es lo que más temes. ¿Verdad, cariño? Que algún día él descubra esa verdad.
- No podría vivir si él lo supiera- sollozó Cindy. - Me odiaría.
- Claro, te sientes culpable por eso, pero no debes hacerlo- le respondió su interlocutora. - No eras tú la que actuaba así sino tus miedos y esas malas influencias.
- Pero hice lo que hice- respondió la chica llena de amargo pesar. –No dejaba de ser yo.
- Debes tranquilizarte, Cindy- le pidió Michelle. -Y sobre todo dejar de sufrir más por eso. Nadie te lo reprocha ya.
- Nadie que lo sepa- contestó ella para lanzar una inquietante pregunta - ¿Y si Brian se enterase?

            Michelle la escuchó muy atentamente, en su mente se fraguaba una idea, aunque podría ser arriesgado pero quizás era lo único que resolvería esa cuestión.

- Vaya, se me ha ido el santo al cielo, chérie - sonrió mirando su reloj. - Tengo otro paciente en dos minutos, pero como tu caso es importante. ¿Te importa si le veo un momento y aplazo la cita? Luego seguimos tú y yo.
- Sí, como tú quieras- concedió la chica levantándose del sillón. -

            En tanto acompañaba a Cindy fuera Michelle rezó porque Brian no hubiera llegado aún. Tuvo suerte y llamó enseguida a los padres de la muchacha. Fue Rebecca la que se puso y Michelle le explicó la situación concluyendo con un tajante.

- Lo mejor para ella es confesarle a Brian que intentó matar a su madre.
-¿Pero estás loca? - Exclamó Rebecca entre atónita, contrariada y asustada - ¿Cómo va a hacer eso?
- Debe ser así, de lo contrario ese remordimiento la angustiará para el resto de su vida. Y no te preocupes por la reacción de Brian, yo me encargaré de prepararle.- La tranquilizó la psicóloga. -Confía en mí.

            Rebecca aceptó aunque no sin reservas, estaba muy preocupada. Michelle llamó también a Kerria y le explicó lo mismo.

- No creo que mi hijo esté preparado.- Expresó ella también con temor. -
- La situación de Cindy empeora y quizás no baste mi ayuda,- le confesó Michelle afirmando. – Para ella, su hermano es la clave de todo.
- Está bien, confío en ti, Michelle- respondió Kerria pese a todo con resignación y no sin angustia. Aunque entonces se le ocurrió.- Quizás mi madre pueda ayudar. Ella sabe muy bien lo que es pasar por algo semejante, como yo…Pero es más comedida de lo que yo podría serlo, mi hijo la adora y siempre la escucha…

            La psicóloga se despidió pensativa, a pesar de la seguridad que había tratado de transmitir, eso conllevaba un terrible peligro. Para empezar, ¿cómo lo haría? ¿Realmente era lo adecuado? Aquello podría saltarle como una bomba, pero pensaba que podía correr el riesgo. Pensó en la propuesta de Kerria. De hecho, Bertie se prestó enseguida a ello cuando su hija se lo pidió. Michelle conocía poco a la señora Malden pero confiaba en su capacidad para poder hacerle comprender todo a su nieto. Pese a todo no las tenías todas consigo. Aunque ya no tendría mucho tiempo para pensárselo más, pues llamaron a la puerta.

- Adelante- indicó la psicóloga. -

            La puerta se abrió y pasó un apuesto y alto muchacho de ojos azules y pelo castaño.

-¿Eres Brian, verdad? - Saludó la psicóloga que no pudo dejar de pensar en cuan parecido era a su madre. -
- Sí, señora- asintió él saludando con un educado - ¿Cómo está usted?
-¡No me llames señora por favor! - rio ella. - Me llamo Michelle Arnau. Pero llámame solo Michelle. Siéntate anda.

            Brian tomó asiento en el sillón que antes ocupara su hermanastra, Michelle tras tantearle unos instantes para constatar su estado de ánimo, quiso ir al grano y le informó.

- Tu hermana Cindy viene también a verme, ella se siente triste y muy angustiada.
- Lo comprendo- asintió él. - Es duro superarlo, pero entre los dos seguro que lo conseguimos.
- Ya, eso es muy loable Brian, pero tu hermana sufre por otra causa aún más profunda. - Le reveló Michelle. -
-¿Qué causa?,- quiso saber el chico mirándola atónito. -
- Antes de decírtelo debes comprender bien una cosa.- Le pidió su interlocutora con gesto serio -Tu hermana estaba trastornada, no sabía lo que hacía, ni era dueña de sus actos. Además, fue controlada por influencias ajenas del todo a ella. Ahora eso terminó, pero precisamente al entender lo que trató de hacer, se siente muy mal consigo misma y tiene mucho miedo de lo que tú puedas pensar. Tanto que podría hacer cualquier cosa contra sí misma para castigarse. Y digo cualquier cosa.- Resaltó dejando aquella frase flotando en el ambiente con un eco teñido por la gravedad.-
-¿Sobre qué? - Quiso saber él cada vez más inquieto y mirando a su interlocutora con los ojos muy abiertos por el asombro y el temor. - ¡Dígamelo por favor! Si puedo ayudarla haré lo que sea.

            Michelle asintió despacio y le dijo.

- Lo que ella necesitará es tu comprensión y sobre todo tu perdón. Es la primera arrepentida  y aunque esto no es nada agradable debe decírtelo y que ambos aclaréis las cosas, o Cindy tendrá esa carga durante el resto de su vida.
- ¿Pero qué sucede? ¿Qué tengo que perdonarle yo?- Inquirió el muchacho realmente alarmado ahora. -
- Tu hermana intentó matar a tu madre, Brian,- le contó Michelle dejándole petrificado. -
- ¿Qué? No puede ser- balbuceó el muchacho. -
- Ten en cuenta que eso pasó cuando Cindy estaba trastornada.- Le repitió ella que enseguida le preguntó con voz serena -.Dime cómo te sientes.
-¿Qué cómo me siento?,- exclamó él con una sonrisa nerviosa y todavía incrédula para querer saber a su vez - ¿Cómo se sentiría usted?
-¿Odias a Cindy, Brian? - Le inquirió pausadamente la psicóloga. -
-¿Odiarla? ¡No sé ni lo que siento en estos momentos! - Contestó de forma agitada. -
- Haremos una cosa.- Le propuso Michelle con tono conciliador. -Sé que es pedirte mucho, pero sería bueno que escuchases a tu hermana.
-No creo que pueda hacer eso ahora.- Replicó el chico.-
-No tienes por qué hacerlo cara a cara. Ella volverá ahora y seguiremos hablando, tú puedes aguardar en la salita adyacente. Cuando quieras intervenir sal de la habitación. Si no deseas mostrarte no pasará nada, ella desconoce que estás aquí. – Le confió Michelle señalando una puerta a sus espaldas. -

            El chico no parecía dispuesto a ello hasta que la psicóloga le insistió.

- Hazlo Brian y te aseguro que tanto tú como Cindy lo agradeceréis el resto de vuestras vidas. Y no temas, tanto tu madre, como la suya saben esto. Tu madre hace mucho que perdonó a tu hermana, consciente de sus circunstancias. Y te aseguro que si oyes a Cindy expresar lo que realmente siente, también lo harás.

            El muchacho escuchaba esto atónito y aun mostrando una dura pugna de emociones, pero finalmente aceptó y se metió en la habitación. En ese momento y por la otra puerta. Alguien más entró.

-¡Abuela! ¿Qué haces tú aquí?- Se sorprendió el joven.-
-Te lo diré luego.- Repuso cariñosamente la aludida.- Ahora debes prestar atención…

Michelle salió entonces hasta el pasillo y de allí fue a la estancia hacia donde había enviado a Cindy llamándola nuevamente.

- Perdona por el retraso, vamos, ya he resuelto mi otro caso.

            La joven  siguió a la psicóloga hasta su despacho, allí se sentó y su interlocutora le inquirió.

- Has pensado en lo que te angustia, Cindy.
- No dejo de hacerlo- convino ella  para sentenciar. -Cada vez que pienso en ello me siento más culpable.
-¿Lo sientes por Brian, verdad? - Aseveró Michelle.-
-No, lo que intenté hacer, ya sabe… contra su madre.- Pudo replicar la apurada chica bajando la cabeza.-

Sin embargo, la psicóloga le propuso para sorpresa de la muchacha.

- ¿Por qué no se lo dices? Dejarías de sufrir.
- No puedo, ¿cómo se lo tomaría? Le haría mucho daño. No me lo perdonaría nunca.- Sollozaba ella. - Yo le quiero y no podría soportar perderle. ¡Es mi único hermano! ¡Es parte de mi familia!

            Brian escuchaba conmovido por aquellas palabras. También lloraba al darse cuenta del sufrimiento que padecía su hermana. Su abuela le sujetaba una mano con firmeza. No se atrevía a salir y aparecer ante ella en esos momentos, pero, por otra parte, deseaba hacerlo para terminar con aquella situación. Entonces escuchó algo que le hizo decidirse.

- Si pudiera conocerle de nuevo y borrar todo aquello.- Se lamentaba Cindy. –Ahora preferiría morir a actuar como hice entonces.
-No sé qué hacer.- Musitó Brian.-

            Su abuela le miró con ternura y repuso también con un susurro.

-Debes hacer el mayor ejercicio de generosidad y amor posible hacia tu hermana. Ella lo necesita. Y sobre todo, darle una oportunidad.
-¿Estás segura?- Quiso saber el atribulado joven.-
-Nunca he estado más segura de algo, cariño.- Le sonrió su abuela, afirmando.- Y lo estoy porque una vez alguien me mostró esa misma generosidad. Y eso cambió mi vida para siempre. Por eso te pido que confíes en mí. ¿Lo harás?

            El muchacho asintió despacio. En aquel instante la puerta que estaba situada tras Michelle se abrió y Cindy descubrió con horror  como su hermano salía por ella. Se quedó paralizada. Brian mismo iba a decir algo pero tampoco podía articular palabra. La muchacha se levantó como un resorte del sillón.

-¿Qué hace aquí?- exclamó horrorizada - ¿Me ha estado escuchando, verdad?- recriminó a Michelle fuera de sí. -¡Me has engañado!
- Tranquilízate.- Le pidió la psicóloga pero Cindy negaba vehementemente con la cabeza. -
-¡No, no puedo soportarlo!- chilló ésta completamente  desquiciada.-
- Cindy escúchame… - le pidió Brian logrando captar su atención para sentenciar. - Lo sé todo…
- ¡Dios mío, por favor…no!- musitaba Cindy dejando caer las lágrimas y derrumbándose en el suelo. -
- Levántate. - Le pidió Brian arrodillándose junto a ella. -

            La chica no quería encontrar la mirada de su hermano que le insistió con un tono amable y dulce.

- Lo comprendo todo Cindy, tú no sabías lo que hacías. Pero ahora es diferente, creíste haber perdido una familia pero no ha sido así y además ahora tienes un hermano que te quiere. Eres mi hermana pequeña y debo cuidar de ti. Siempre cuidaré de ti.

            Cindy no supo que decir, por fin sus ojos encontraron los de Brian y se abrazó a él rompiendo a llorar.

- Perdóname- podía decir la chica con la voz tomada por el llanto. – Te lo suplico…
- Sí, sí, no sufras más por eso,- contesto él emocionado también- no dejemos que nos haga sufrir a ninguno, nunca más....

            Y los dos se mantuvieron en un largo y prolongado abrazo, llorando para desahogar todo aquel caudal de sentimientos tan complejos ante mirada aliviada y emocionada también de la psicóloga. Al final la propia Beruche salió con lágrimas en los ojos pero luciendo una gran sonrisa…

-Fue de las cosas más hermosas que he visto. Si bien los humanos somos capaces de mucha crueldad y odio, también tenemos una capacidad inmensa para amar y perdonar.- Recordó que dijo Bertie.-

            Y el tiempo pasó. El hijo de Kerria tuvo que irse a un extraño viaje y esta habló a veces con Michelle quien trató de animarla desde el punto de vista personal y profesional cuando la vio en Nueva York.

-Bueno.- Le decía su amiga.- Samantha y yo hemos perdido a Brian. Y  mi hermano y Amatista han perdido a sus dos hijos. Asthel y Maray se han marchado también. A una especie de misión que dijeron era vital para todos.

            Y entonces Michelle abrió la boca sin poder evitar una exclamación. Fue cuando Kerria le mostró una holo foto de su hijo junto a sus dos primos. A la chica no la conocía más que por la holo tele. Era una hermosa y cotizada modelo y cantante. Pero en cuanto vio a ese muchacho no tuvo dudas. ¡Era él! Aquella presencia que se le apareciese tantos años atrás cuando, desesperada y hundida fue hasta aquel puente para saltar y quitarse la vida. Él lo impidió dándole ánimos y consuelo al tiempo que le desveló las cosas tan maravillosas que aún tendría por vivir.

-¿Te encuentras bien?- Le preguntó su amiga sorprendida.-
-Sí.- Musitó ella sin dejar de contemplar la imagen de ese muchacho.- Estoy realmente bien. Y ahora sé que, de algún modo, todos lo estaremos.

            Así fue, tras despedirse de Kerria volvió a París. Su esposa Ingrid la esperaba. Los años habían transcurrido y no eran esas dos jovencitas que se conocieron en la facultad. Pero a sus ojos su esposa seguía siendo muy hermosa. No tuvieron hijos pero no lo lamentaban. Las dos habían sido felices juntas. Pese a ese resurgimiento de antiguos conflictos e intolerancia. Pero con el correr del tiempo Michelle perdió a sus padres, eso le produjo una honda tristeza pero se dijo que era ley de vida. Entonces, poco a poco, igual que sucediera años atrás, las cosas parecían ir desvaneciéndose. Y en esta ocasión no daba la impresión de que ningún milagro fuera a salvar el mundo. Abrazadas las dos sobre la cama, Ingrid le susurró con afecto.

-Creo que al fin  ha llegado el momento.
-Así es, algo me dice que nuestra historia va a terminar. - Asintió ella.-
-Ha sido muy bonita, y soy dichosa de haber formado parte de ella.- Suspiró la danesa.-
-Sí, ha merecido la pena.- Convino Michelle.-

            Y tanto para ella como para el resto de los seres del universo así fue. Hasta que la llegada de esos nueve emisarios inició la Trascendencia. Luego no recordó más que sumirse en un profundo sueño. Tras algún tiempo despertaron, Ingrid y ella decidieron quedarse y concluir su etapa vital. Aun disfrutaron de bastantes años juntas tras jubilarse. Al fin, primero se marchó la danesa, y la ya anciana Michelle, suspirando sentada en una mecedora regalo de Kerria, repasaba así su vida.

-Amatista decidió irse con su esposo y sus hijos, lo mismo que sus padres cuando ese gran Sueño llegó. Kerria me lo contó todo, la nuestra ha sido una maravillosa historia. La mía comenzó en ese liceo, con aquellos años perdidos que luego pude compensar de esta forma tan hermosa. Pero como todo, también yo debo terminar.

            Y cansada como estaba se durmió para no despertar en este plano de existencia, sino junto con su amada Ingrid y sus demás seres queridos.





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