Cuando recobró el conocimiento y abrió
sus preciosos ojos verdes, Michelle se encontró tumbada en una camilla del
gabinete médico rodeada por las expectantes
caras del propio médico, la enfermera y sus compañeras de clase ¿Cómo
había llegado ella allí? No lo recordaba con claridad. Es más, ahora que poco a
poco le volvía el sentido, creyó haber tenido una pesadilla.
-¿Estás bien? ¿Cómo te encuentras, Michelle?
- Le inquirió el doctor en tanto le
observaba las pupilas con una pequeña linterna.-
La
muchacha no respondió, poco a poco iba volviendo a la dura realidad y se daba
cuenta de que aquello no había sido un mal sueño. Lo supo con certeza en cuanto
vio el ansioso rostro de Amatista allí, observándola asustada. Su memoria no
quería pero Michelle iba recordando lo ocurrido. El médico la oscultaba en el
pecho con el frío estetoscopio pero eso no la afectaba. Su corazón ya estaba lo
bastante roto como para no sentir nada.
-¿Qué le ha ocurrido? - Quiso saber el médico
dirigiéndose al corro de chicas que estaban allí entre curiosas y asustadas,
observando a su compañera. -
Al
principio ninguna quiso contestar guardando un embarazoso silencio y cruzando miradas nerviosas, por fin,
Maxime, una de las compañeras de clase de Michelle, dijo con tono apurado.
- Se cayó, estaba en la ducha y debió resbalar con el jabón.
- Si, eso fue, luego le entraron convulsiones.-
Añadió rápidamente Amatista. –
-¿Visteis si se golpeó en la cabeza?
Las
chicas negaron nerviosas, pero el médico, sin comprender a qué obedecía esa
negativa, insistió.
-¿Lo visteis o no?
-No, no nos lo pareció.- Declaró Maxime.-
- Muy bien,- Afirmó el médico, más tranquilo.
– Si no ha sufrido un golpe en la cabeza, quizás únicamente haya sido un ataque
epiléptico.- Concluyó para dirigirse a la paciente.- Dime, Michelle ¿habías
sufrido esto anteriormente?
- No señor.- Pudo musitar esta por fin. -
- Pues nada, en cuanto descanses y te
vigilemos un rato ese golpe podrás volver a clase.- Le dijo el facultativo que no
obstante se percató de un detalle. - Lo que no entiendo es que hacías tú con la
ropa puesta dentro de la ducha, porque tu falda y tu blusa están empapadas.-
Subrayó mirando acusatoriamente al resto de las chicas que se habían quedado
pálidas. -
- Suelo preparar el jabón y poner la toalla
antes de ducharme.- Contestó Michelle para alivio de todas. - Debí de resbalar con el jabón y me agarré al
grifo de la ducha para no caer.
- Bueno, sí tú lo dices- replicó el doctor
que obviamente no estaba nada convencido de ello. - Lo importante es que no te
ha pasado nada más que el susto. Bueno, las demás volved a vuestras clases.
Vuestra compañera irá en cuanto descanse un poco.
Todas
las chicas fueron saliendo una a una del gabinete dedicándole a esa muchacha
una última mirada. Especialmente Amatista. Cuando sólo quedaron ella el médico
y la enfermera éste le volvió a preguntar. Entre tanto Michelle se peinaba su
media melena rubia ceniza.
- Bueno, ahora cuéntame que es lo que pasó de
verdad. No pensarás que me voy a tragar esa historia.- Declaró él con tono más
serio. -
La
interpelada guardó un envarado silencio, la enfermera que estaba a su lado, una
mujer ya algo mayor y bastante amable, le insistió con suavidad.
- Vamos niña, nadie se va a enfadar contigo, y
no hace falta que encubras a ninguna de tus compañeras. Si ha sido alguna clase
de broma…
- No, ha sido como les he dicho, ¡por favor! -
Repitió trémulamente Michelle en cuya expresión podía leerse la angustia. – Ha
sucedido así.
- Está bien, si insistes en ello dejaremos el
tema. - Concedió a desgana el doctor aunque objetando. - Pero tendré que
notificárselo a tus padres. Si lo que nos has contado fuera cierto sería más
conveniente que te mirasen en el hospital. Podrías tener alguna lesión. Esa
caída no debe tomarse a la ligera. Hay que seguir un protocolo. Si experimentas
mareos o pierdes el equilibrio, tienes que notificárnoslo inmediatamente. De
cualquier manera será mejor que no asistas a las clases hoy y que guardes
absoluto reposo. ¿De acuerdo?
Michelle
asintió despacio con expresión ida. No dijo nada, sólo deseaba salir de allí,
no sólo de aquel gabinete sino del liceo, no quería volver nunca más. Todavía
pensaba en Amatista ¿Cómo podía haberle hecho algo así?...
-No lo entiendo.- Pensaba totalmente
hundida.- Al menos creía que eras mi amiga.
Entre tanto Amatista estaba
junto a sus compañeras en el patio de recreo. Las clases aun no habían
comenzado, llorosa les decía a las demás también dominadas por el remordimiento
y el miedo.
- No debimos habérselo hecho, no estuvo bien…
- Ninguna quería que ocurriera lo que ha
pasado, Amatista.- Contestó Anne Marie, una chica morena de largo pelo ondulado
y ojos negros. -
- Nadie lo sabrá, lo guardaremos en secreto,
díselo a Michelle.- Intervino Darlette, una rubia de media melena y ojos
claros. -
- No puedo, no me atrevo a hablar con ella. –
Musitó su contertulia con palpable inquietud. -
- Pues dentro de poco volverá a clase y tú te
sientas al lado,- repuso Maxime, de pelo castaño corto y ojos azules. -
- No iré a clase, ¡hoy no!, no me siento con
fuerzas.- Respondió Amatista visiblemente desasosegada. -
- Si no vas te pondrán falta y eso irá en tu
notificación semanal. Si tus padres se enterasen de esto sería muchísimo peor. -
Le previno Darlette para tratar de añadir con más ánimo - ¡Vamos Amatista! ,
tienes que enfrentarte a lo que ha pasado, todas debemos.
-¿Podréis mirarla a los ojos?- Le chilló su furiosa
interlocutora para sorpresa de sus compañeras -¿Dirigirle la palabra como si
nada? ¡Pues yo no puedo! al menos por el momento. Estoy demasiado avergonzada
como para hacerlo, y creo que ella lo estará también.
Ninguna
supo que responder a eso sin embargo, Anne Marie sugirió.
- Mi compañera no ha venido hoy, estaba
enferma, siéntate conmigo.
- No quiero huir de esa manera.- Se negó
Amatista moderando ahora su tono de voz. -
- No estarás huyendo, le estás dejando a ella
la oportunidad de no pasarlo mal a tu lado.- Le rebatió Maxime quien tratando
de sonar conciliadora, agregó. - No es tan mala idea, piénsalo.
Ésta
asintió despacio, el timbre había sonado en ese instante y las reclamaba a
enfrentarse con las consecuencias de su broma. Por mal que pensaran de Michelle,
eso no había estado justificado, ahora lo sabían. Sin embargo, la muchacha en cuestión
solo fue unos fugaces momentos a clase. Caminaba
despacio y además llegó acompañada por la enfermera. El señor Laconte, el profesor
de Ciencias, estaba empezando cuando tocaron a la puerta.
-¡Pasen! – Indició.
-Disculpe Monsieur Laconte.- Dijo la enfermera.-
Michelle Arnau tiene que recoger sus cosas y marcharse. Ha sufrido un pequeño
accidente y tenemos que avisar a sus padres.-
-Muy bien, proceda usted señorita Arnau.
Espero que se recobre pronto.- Le deseó el profesor con un gesto de su
mano.—Gracias señor.- Musitó ella.-
La
chica anduvo despacio hacia su taquilla. De allí sacó algunas cosas en medio de
las silenciosas miradas de sus compañeros. Algunos simplemente la observaban
curiosos, nada sabían de lo sucedido. No obstante, casi todas las chicas
estaban envaradas. Sobre todo Amatista que casi no se atrevía ni a mirarla. Por
su parte la protagonista de todo aquello se esforzaba para centrarse únicamente
en sus pertenencias y su mochila, sin querer desviar la vista hacia sus
condiscípulos. Tras unos pocos minutos
que le parecieron una terrible eternidad salió del aula y volvió al gabinete
médico. Allí el médico avisó al director que a su vez llamó a sus padres, Pierre
Arnau y Claire Rogers. El padre de la muchacha se personó allí al cabo de una hora.
Llegó preocupado y sólo se tranquilizó tras charlar brevemente con el médico y al
ver a su hija vestida ya con ropa seca, aguardándole en el despacho del
director.
- Hija, ¿cómo estás? - Le preguntó visiblemente
nervioso. - ¿Te duele todavía?
- Estoy bien, papá. Solamente resbalé.- Pudo
responder Michelle con un tono que trataba de ser tranquilizador. – Ya estoy
mucho mejor.
- El
doctor me aconsejado que permanezcas en observación al menos por hoy. Te
llevaremos al hospital para que te hagan pruebas, hay que estar seguro.- Le dijo
su padre aun con bastante inquietud. – Esas cosas pueden ser peligrosas.
La muchacha asintió dejándose conducir
dócilmente por su padre que se despidió del director agradeciéndole que le
hubiera llamado tan rápido. Era su única hija y la quería más que a nada en el
mundo. Igual que su madre, Claire se reunió con ellos en el hospital.
-¿Cómo estás, Michelle? - Se apresuró a
preguntarle a su hija nada más la vio en la sala de espera. -
- Estoy bien, mamá.- Contestó ésta con un
tono ya bastante más calmado. - Ya me han hecho radiografías y no han visto
nada anormal.
- Por fortuna solo tiene una leve contusión. Ha
sido un buen susto - añadió el padre,
también más tranquilo, agregando ahora con un leve tinte de reprimenda. - La próxima
vez no te dejes el jabón en la ducha ¿Eh, hija?
- No, no lo haré, descuida.- Prometió Michelle,
aliviada de que para sus padres todo quedara ahí. – Nunca más.
Los
tres volvieron a casa, era viernes y no habría que volver al Liceo hasta pasado
el fin de semana. Esos dos días Michelle no pudo apenas dormir, le consumía la
incertidumbre de lo que pasaría a su regreso. Estaba decidida a no cruzar
palabra con ninguna de ellas y menos aun con Amatista.
-¿Pour quoi? – Se decía una y otra vez.- ¿Por qué me has hecho esto, Améthyste?
Sintiéndose profundamente
herida, todavía recordaba el primer día que se conocieron, justo al comienzo
del curso. Michelle estaba sentada en su pupitre, ojeaba distraídamente una
revista de modas aguardando que llegase el profesor de la primera clase cuando
entonces vio a una chica bastante alta y muy atractiva dirigirse hacia ella.
-¿Es ésta la clase B?- Le preguntó la extraña
en un dubitativo tono. -
- Si, ésta es - sonrió Michelle que dejó la revista
abierta sobre su mesa. -
- Gracias - respondió la muchacha
devolviéndole la sonrisa. - Es que soy nueva. Vengo de otro liceo, me he
matriculado hoy mismo, me llamo Améthyste
Lassart. O Amatista, como prefieras.
- Encantada, yo soy Michelle Mary Arnau.- Saludó
ésta a su vez ofreciéndole con amabilidad. - Si no conoces a nadie siéntate
conmigo si quieres.
Bastante agradecida, Amatista se
sentó junto a Michelle. No pudo por menos que ver la revista que su compañera
tenía y le dedicó una atenta mirada para decir con ironía.
- Es gracioso, la veo mucho más en
fotografías que en persona.
-¿A quién?- inquirió Michelle sin comprender.
-
- A mi madre, - contestó Amatista señalando
la foto de la mujer que aparecía en las páginas centrales. -
-¡Tu madre es Émeraude Deveraux! - Exclamó Michelle
sin poderlo creer - ¿La diseñadora de modas?
-Sí,- admitió resignadamente su contertulia,
explicando. - Como tenía una gira pendiente por Italia me ha matriculado en
este Liceo de interna. Ella y mi padre siempre están muy ocupados. Pero como
ganan tanto dinero me han podido colocar en este sitio tan exclusivo.- Declaró con
tono sarcástico al añadir - ¡Qué contenta estoy de ser tan pija!
Aunque
observando la expresión perpleja de Michelle, esa joven debió de pensárselo dos
veces y se apresuró a añadir algo azorada.
-Perdona, no quise decir…bueno, no pienses
que he querido menospreciarte a ti ni a nadie de aquí…
- No te preocupes. Esto no está nada mal. - La
animó ella. – Yo entré el curso pasado. Tenemos unas instalaciones muy buenas y
hacemos excursiones, en fin. Te divertirás.
-¿Tenéis un buen gimnasio? Quiso saber Amatista ahora con bastante más
interés. -
- Muy bueno,- convino Michelle que le preguntó intrigada. - ¿Te gusta hacer
deporte?
-¡Es lo que más me gusta! - Sonrió
entusiásticamente Amatista añadiendo con humor. – Bueno, eso y los chicos.
Michelle
la miró atónita, estaba claro que esa chica decía todo lo que le pasaba por la cabeza.
Desde luego que tendría ocasión a posteriori de comprobar que así era. Empero,
entonces se rio, añadiendo.
- Puedes estar tranquila. De eso también tenemos,
este Liceo es mixto.
- Pues entonces creo que lo pasaré bien.-
Aseveró Amatista que, desde luego, ahora parecía mucho más animada. -
- Si te apetece, después de las clases puedo
enseñarte las instalaciones.- Se ofreció Michelle. -
- Gracias, me encantaría- asintió su compañera
quien le preguntó con interés. - ¿Eres medio pensionista o duermes aquí?
-Depende del momento del año. Ahora mismo sí
que tengo una habitación.- La contestó sinceramente Michelle.-
Sus
padres pasaban bastante tiempo en el extranjero, a caballo entre París y Londres.
Por eso la solían dejar una temporada a jornada completa y otra sin embargo
podía ir a dormir a la casa de sus progenitores en París. Amatista asintió, al parecer
se alegraba de ello.
-Me han colocado aquí por unas semanas. Tendré
que dormir en este sitio, pero no sé si me habrán asignado ya habitación. Tengo
que ir a mirar en recepción.
-Yo no tengo compañera.- Le dijo
Michelle, con evidente alegría.-
-Pues si es posible, solicitaré
compartir la estancia contigo. Y si ya me han dado una la cambiaré. ¿Te
parece?- Inquirió esa alta joven.-
Ella
por supuesto asintió con entusiasmo. La cosa prometía, Amatista parecía
simpática y agradable, y además ¡era hija de la señora Deveraux!
-En ese momento eso era casi lo
que más me llamaba la atención de ella.- Recordaba Michelle tumbada en su cama
ahora, en tanto se enjugaba unas lágrimas.- Todavía ni se me habían pasado por
la imaginación el fijarme en Amatista de otra forma.
Y rememoró que así fue, enseñó
todo el colegio a la recién llegada. Y hasta tuvieron suerte y tras una
solicitud pudieron cambiar la asignación de Amatista para que las dos
compartieran cuarto.
-Es muy grande, con una enorme ventana, hay
mucha luz y un baño enorme.- Sonreía Michelle en tanto le describía la estancia
a su nueva compañera.-
-Genial.- Convino esta sin parecer muy
impresionada.-
Llegaron
enseguida al pabellón de residencia femenina. Ese liceo era muy prestigioso y
caro, y las instalaciones estaban acorde con ello. Tanto que esa habitación de
estudiantes podría ser tan grande como el apartamento de una familia corriente.
Contaba con una habitación con dos camas individuales, un cuarto de baño con
ducha y bañera, e incluso un gran armario para guardar bastante ropa. Además,
tal y como le había adelantado a su nueva compañera, una gran ventana proveía
de mucha luz a la estancia, sobre todo a la mesa que servía como lugar de
estudio y de ocio. La pared tenía conexión para internet y en un mueble cercano
hasta había una pequeña televisión de unas veinte pulgadas.
-Tenemos hasta una mini nevera.- Le desveló
Michelle, llena de entusiasmo.-
-Se pueden hacer hasta fiestas.- Se rio
Amatista al oír aquello.-
Aunque
al entrar en la habitación la recién llegada asintió con aprobación. Era un
sitio realmente muy acogedor. ¡No en vano era tan caro!
-NI mi padrino Ian podría mejorar esto.- Se
sonrió.-
-¿Tú padrino?- Inquirió Michelle sin
comprender.-
-Sí, es un hombre realmente muy rico, y amigo
de mis padres desde hace muchos años. Antes de que yo naciera. Tiene una hija
unos años mayor que yo, Satory, es como mi hermana mayor.
-¡Vaya! – Pudo responder Michelle, sin saber
qué más añadir.-
-Es una pena que la tenga siempre tan
vigilada. ¿Sabes? Viven en una enorme isla en medio del océano y la pobre
Satory ha crecido siendo educada por un montón de institutrices aburridas.
Solamente la veo en vacaciones.- Le relató su interlocutora.-
-Lo siento por ella.- Pudo agregar Michelle.-
-La verdad, ahora que me fijo, tú me
recuerdas mucho a Satory.- Le comentó Amatista mientras se sentaba en su cama y
rebotaba un poco para probarla.- Eres muy amable y pareces tímida.
-Sí, es cierto. -Musitó la azorada interpelada.-
-Y ella es rubia y de ojos azules, como tú.
-Yo los tengo verdes.- La rectificó
Michelle.-
-¡Ah, sí, es verdad!- Se sonrió la apurada
Amatista quien inasequible al desaliento añadió.-Hasta seréis más o menos de la
misma estatura.-
-Debo de ser un clon suyo.- Sonrió a su vez
Michelle.-
-Bueno, ella lleva gafas y siempre se pone
coleta. Tú vas más sofisticada.- Concedió su compañera, suspirando para
alegar.- ¡Mira que se lo tengo dicho! Debería ponerse lentillas. Y soltarse el
pelo, en todos los aspectos…mira que va a cumplir los diecisiete y que yo sepa todavía
no ha salido con ningún chico.
Michelle
le dedicó una mirada perpleja a su compañera. Ellas tenían trece años y
Amatista hablaba de esas cosas como si tuviese veinte por lo menos. No pudo
evitar preguntar.
-¿Tú ya has tenido novio?
-Bueno,- Se ruborizó su
interlocutora desviando la mirada.- Novio de verdad, no. Pero me han gustado
varios chicos muy guapos. Pero claro, mayores.- Suspiró desencantada para
sentenciar.- De los que ni me miran.
-Pues prueba con alguno de
nuestra edad.- Se permitió aconsejarla Michelle.-
Aunque
Amatista negó fervientemente con la cabeza para declarar.
-Pas du tout! Son unos inmaduros que se pasan el día jugando a la pelota
o con muñecos. Yo quiero un novio que sepa mucho más que yo, para que cuando
llegue el momento, ya me entiendes.
-No.- Pudo responder sinceramente
ella.-
Su
contertulia se puso más colorada si cabía y fue capa de musitar, como si no
desease que nadie más la oyera, pese a
que estaban las dos solas.
-Me refiero, a eso… ya sabes…cuando
un chico y una chica…
-¡Ah, claro! -Comprendió
enseguida Michelle, ruborizándose a su vez y afirmando con vergüenza .- Yo esas
cosas, todavía no.
-¡Yo tampoco! No vayas a pensar.-
Repuso su contertulia.-
Se
miraron fijamente durante unos segundos y enseguida rompieron a reír. Era
bastante liberador. Así, una vez pasaron esas carcajadas, Amatista añadió.
-Eso sí, mi amiga Satory es inteligentísima.
Una verdadera eminencia, se pasa la vida hablando de cosas rarísimas, que si
agujeros negros, positrones, y ¡qué sé yo! A veces no entiendo nada de lo que
me dice. ¡Y eso que hablamos en francés! A ella le encanta practicar nuestro
idioma. Yo podría hablar con ella en inglés, porque mis padres me han hecho
aprenderlo desde que era pequeña…aunque cuando me pongo nerviosa me trabo y me
salen palabras en francés…
Michelle
asintió escuchando divertida toda aquella perorata. De hecho las dos eran
francesas pero ella también dominaba el inglés bastante bien. No en vano su
propia madre era inglesa y le había dado una educación bilingüe desde que nació.
En el liceo en el que estaban además, se seguía ese mismo sistema.
-Veo que quieres mucho a esa amiga
tuya.- Afirmó con una sonrisa.-
-Sí, ya te digo que para mí es
como una hermana mayor, eso de ser hija única a veces es duro. Bueno, sobre
todo cuando tus padres apenas te ven.- Suspiró Amatista ahora.-
-Es verdad. Yo tampoco tengo
hermanos ni hermanas.- Convino Michelle.-
-Me alegra mucho haberte
conocido, creo que vamos a ser muy buenas amigas.- Afirmó Amatista con
recobrado entusiasmo.-
Y así fue. Pasaron los días y los meses que fueron muy
buenos, recordaba Michelle. Amatista y ella en efecto se hicieron muy buenas
amigas. Más que eso, amigas íntimas y no se guardaban secretos. Bueno, casi
ninguno. Michelle recordaba aun la primera vez que vio a Amatista desnuda.
Curiosamente fue en el gimnasio y no en su habitación. Era por la tarde y las
chicas se disponían a cambiarse tras haber dado la clase de educación física. Michelle
se despojaba meticulosamente de su ropa en tanto su amiga lo hacía de forma
rápida.
- Me muero de ganas por ducharme ya - decía
Amatista una vez se desnudó. – Oye Michelle ¿no tendrás un poco de champú? El mío se me ha terminado.
- Cla, claro- Pudo decir ésta que se encontró
de pronto con los senos de su amiga a la altura de la cara. – En mi jabonera…
Michelle
se separó lo suficiente de ellos como para no darse de narices y le ofreció a
su amiga su frasco de champú.
- Utiliza lo que quieras, tengo otro para
empezar en mi taquilla.
- Gracias, te debo una,- sonrió
reconocidamente Amatista -
Su
compañera sonrió también pero por alguna razón no podía apartar la vista. Su
amiga estaba desde luego muy bien
formada, sus senos grandes y blancos apuntando al frente, su estómago moldeado
por la influencia de las abdominales, sus caderas redondeadas terminando en
aquellas nalgas duras e incitantes, y sus brazos y sus largas piernas marcadas
también por el trabajo físico aunque no en exceso. No le sorprendía el éxito
que tenía Amatista con los chicos y probablemente con cualquiera persona que se
propusiera. Era además tan enérgica y confiada en sus posibilidades, nunca se
arrugaba ante nada o ante nadie y tenía una rebeldía que atraía a Michelle que
de siempre había sido tímida y apocada.
-Me gustaría ser como ella, desde luego.- Pensó
en aquella ocasión, no dándose cuenta ni ella misma de lo que realmente
comenzaba a sentir.-
Su amiga se metió en la ducha y
ella observaba su silueta a través de la mampara frotándose con el jabón por
todas y cada una de las partes del cuerpo. Amatista era la chica más
impresionante que había visto nunca. A Michelle se le hacía un nudo en el
estómago al contemplarla, por fin se decidió a ducharse ella y no pudo evitar
recorrerse intensamente con las manos, aun pensando en su amiga.
-Eres realmente preciosa… pero, no sé por qué
estoy pensando esto, no está bien.- Meditaba tras terminar de ducharse y
secarse.- Ante todo eres mi amiga…aunque quizás… si tú...pero no, sé que tú podrías
sentir lo mismo que yo. O al menos eso creo.
Todo eso había ocurrido hace ya
algunos meses, Michelle lo recordaba ahora en su cuarto y lloraba en silencio. Ella
nunca quiso hacerle ningún mal a su amiga, la había querido demasiado para eso.
Incluso fue incapaz de darse cuenta al principio. Poco a poco se fue sintiendo
cada vez más atraída por ella y llegó a enamorarse. Pero eso se había roto de
golpe tras aquella horrible broma. Aunque ahora era odio lo que sentía, odio y rabia,
¡deseaba matarla, vengarse de alguna manera de Amatista y de las otras! Pero no, ella no era capaz de hacer algo así,
se horrorizaba solamente con que la idea le cruzara por la cabeza.
-Soy un monstruo. Quizás sea eso.- Pensaba
con horror y pesar.- Puede que me lo haya merecido después de todo.
Los
días pasaron y tuvo que volver al Liceo. Y a cada minuto que pasaba su
incertidumbre y su ansiedad aumentaban.
-No puedo seguir en la misma habitación que
ella.- Se decía con una mezcla de temor y malestar.-
Por fortuna ahora estaba en
jornada de medio pensionista. Tras ese susto sus padres insistieron en ello y
Michelle aceptó de buena gana. Pero pese a todo tendría que compartir espacio
en clase con Amatista y las otras.
-Ya veré qué hago cuando llegue el momento.-
Se dijo tratando de animarse.-
Al fin entró en el colegio y cuando
lo hizo notó a la mayoría de sus compañeros tratarla de un modo extraño. Alguno
sí que era amable y le preguntaba si estaba bien, otros le dedicaban miradas
curiosas y los más parecían ignorarla u observarla con desdén. Michelle,
tratando de actuar con normalidad, ocupó su mesa para descubrir entre aliviada
y aún más entristecida que Amatista ya no se sentaba allí. Estaba junto con
Anne Marie y ambas parecían reír de algo. Pero nada más verla a ella las
sonrisas desaparecieron de sus caras y sus rostros se tornaron tristes, sobre
todo el de Amatista que enseguida desvió la mirada y cuchicheó algo con Anne.
-Seguro que estarán hablando de mí. Hasta se
ha cambiado de sitio. No se lo puedo reprochar. – Pensaba la entristecida
muchacha.- ¿Qué estarán comentando?
Sin embargo, Michelle no pudo ni
tratar de conjeturar sobre lo que estaban diciendo, llegó el profesor y la
clase dio comienzo. Terminada ésta salió al pasillo a descansar. Darlette entró
en el aula pasando junto a ella y
haciendo como si no la hubiese visto. Se reunió con Amatista y Anne Maríe, así
como con Maxime que también se había aproximado desde su sitio.
- Está ahí- señaló Darlette con evidente
malestar cuando quiso saber - ¿Quién ha ido contando lo ocurrido?
- Bueno.- Susurró culpablemente Maxime que
parecía nerviosa. - Yo sólo le conté un poco a Constance.
-¡Prometimos no decir nada a nadie! - le
recriminó Amatista visiblemente contrariada. -
- Pero es mi amiga y ella no lo contará - se
apresuró a responder Maxime. -
-¿Y cómo es que me han preguntado esta
mañana? - Le inquirió Anne Marie aclarando con evidente malestar. -Y no ha sido
Constance, han sido los chicos de la clase de al lado…Uno de ellos era
precisamente el novio de tu amiguita la chismosa.
Máxime guardó un incómodo silencio,
las demás viendo que se terminaba el descanso decidieron posponer la conversación
para la hora de comer. Michelle salió de clase sin hablar con nadie. Cuando
llegó la hora del almuerzo se dirigió al bufé y se sirvió un poco de cada cosa,
tampoco tenía mucha hambre pero así por lo menos estaría entretenida. En eso
que Gaston, un chico de la clase de al lado, que no gozaba precisamente de sus simpatías,
se acercó a ella y la abordó con una insólita proposición.
- Hola Michelle. ¿Te apetecería salir conmigo
esta noche?
-¿A qué viene eso, Gaston? - le inquirió entre
abrupta y sorprendida ella pues él sabía de sobra que no le caía bien. -
- No seas tan antipática,- rio burlonamente éste
añadiendo con un falso tono insinuador, (¿o quizás no era tan falso?) -Mira, tengo
una prima que está muy buena, podríamos pasarlo bien los tres.
-¿Pero qué dices?- Le respondió Michelle con
cara de repulsa, añadiendo con desdén. - ¡Eres un vicioso, chaval!
- ¡No me vengas con esas! - se burló el chico
también con manifiesto desprecio. - Seguro que si te dejo a solas con ella no
dirías que no.- Puso voz fingidamente melosa para añadir con regocijo - ¿A que
no? No veas que melones tiene. ¿Te
gustan las que tienen tetas grandes no? Además, con que me dejéis mirar como os lo montáis me conformo. ¡Ja, ja, ja!…
Michelle
se quedó de piedra, ese chico sabía algo, estaba segura ¿Cómo era posible? ¡Esas
zorras, no contentas con lo que le habían hecho y ahora lo divulgaban a los
cuatro vientos!
-¡Déjame en paz!- Le chilló indignada, atrayendo
la atención de los chicos y chicas de al lado -¡Eres un bastardo!
- Pero por lo menos no soy gay.- Le replicó
el chico con tono recriminatorio, escupiendo de seguido - ¡Vete al infierno,
Michelle!, no te necesito para nada, hay mucha tías buenas por aquí que son
normales. Por eso no creo que ninguna quiera enrollarse contigo.
Como
un resorte, la chica soltó la bandeja y le dio una bofetada dejándole marcada
la mano, los demás intervinieron sujetando a Gaston que ahora estaba furioso y
dispuesto a devolver el golpe.
-¡Te voy a
partir la cara! ¡ tú no eres una chica de verdad, tortillera asquerosa!
Michelle
salió corriendo de allí llorando antes de que ningún profesor llegase a tratar
de aclarar las cosas. ¡Lo sabía todo el Liceo, que iba a hacer, se moriría de
vergüenza! ¡Tenía que salir de allí! El colmo de todo fue llegar a su taquilla
y encontrarla abierta, alguien le había dejado una revista “playboy” llena de
chicas desnudas y una cruel nota. ”Que las disfrutes Michelle” La pobre chica
se dejó caer al suelo entre sollozos de desesperación, a partir de ahora ¡su
vida allí iba a ser imposible!
-¡Quiero salir de aquí!- Musitaba con la voz
entrecortada por el llanto, dejándose caer frente a su taquilla.- ¡Quiero
salir!…
Amatista entre tanto se había
enterado de lo ocurrido y furiosa fue en busca de ese Gaston. Lo encontró
conversando con algunos amigos de lo ocurrido, incluso ufanándose divertido de
aquello y sin mediar palabra le agarró de la camisa por las solapas y
arrastrándole lo empujó contra la pared.
-¿Qué le has hecho a Michelle? ¡Maldito
cabrón! - Le espetó llena de ira. -
- Yo no le he hecho nada - Se defendió éste
sorprendido y bastante acongojado pues Amatista era buena luchadora de karate y
varios centímetros más alta que él. -
- Eso no es lo que yo he escuchado.- Rebatió
ésta fulminándole con la mirada a la par de apretarle más del cuello.-
- Ya basta, Amatista. - Terció tajantemente
Ronald, un compañero de Gaston añadiendo después con una mezcla de reprobatoria
serenidad y conciliación en su tono. - Él se ha pasado con esa chica, vale,
pero más os pasasteis vosotras. ¿Te crees que no sabemos la broma tan cruel que
le hicisteis?
Amatista
muy a su pesar, tuvo que reconocer que ese chico llevaba razón y soltó a Gaston
que añadió visiblemente furioso.
- Además, fuiste tú quien tuvo esa idea,
ahora no te hagas la amiga preocupada.
-Sí, no eres más que una hipócrita.- Denunció
otro de los chicos.-
La aludida se giró hacia él con
los ojos encendidos. Ese muchacho dio incluso dos pasos hacia atrás. Todos
conocían el pronto de su compañera y no era cosa de hacerla enfadar. Aunque el
propio Roland, que también gozaba de prestigio entre sus condiscípulos, se
interpuso entre ella y ese otro muchacho y con tono más calmado le dijo, eso
sí, siendo totalmente sincero.
-No tiene sentido que te pongas a defenderla
ahora. Aquí, por mucho que se comente no le hemos hecho nada. El hecho de que
vayas pegando a alguno no va a aliviar tu mala conciencia. Y lo sabes.
La
muchacha apretó los dientes tratando de reprimir su furia. De haber sido otra
situación hubiera roto la cara a más de uno, pero sabía que su compañero
llevaba razón. Se calmó lo suficiente como para admitir.
- Hicimos mal, yo la primera. Lo reconozco.
¡Pero ya basta! ¿No creéis?,- les replicó elevando el tono, que ahora pretendía
ser más conciliador y compasivo al agregar. - La pobre chica está destrozada,
hay que terminar con esto.
- Me parece que llegas un poco tarde,
Amatista. - Intervino Darlette que se acercó corriendo hasta allí con el
semblante preocupado. - Michelle se ha ido.
La
cara de la joven era un poema, el mundo se le venía encima, ella era la que
había comenzado aquella terrible bola que había sepultado a la que había sido
su mejor amiga allí. La misma que la había recibido con los brazos abiertos y
presentado a las demás. Incluso había hecho de mediadora para que pudiera salir
con Paul el capitán del equipo de fútbol. Y todo eso estando enamorada de ella
en secreto. Recordaba aquello con tristeza, culpable amargura e incluso un poco
de nostalgia.
- ¡Mira, mira! - Le decía una eufórica
Amatista a una atónita Michelle. - He abierto un agujero en esta parte del
vestuario y se ven a todos los chicos. ¡Fíjate
como la tienen algunos!
- Pero Amatista.- Balbuceó Michelle que estaba
roja. - ¿Cómo se te ocurre hacer eso? ¿Y si ellos se enterasen?
- ¡Eso les iba a poner todavía más a tono! -
rio su contertulia invitándola con jovialidad - ¡Anda Michelle, da un vistazo a
ver que te parece!
- No, yo…, no creo que esté bien.- Objetó apuradamente
ésta. -
-¡Anda ya! ¡No seas tan puritana! - le
replicó con sorna Amatista, casi llevándola a empujones hasta allí. -Vamos,
mira y dime si no merece la pena el espectáculo.
Michelle,
obligada, miró por aquel agujero y sí, vio a varios de los chicos del equipo de
fútbol que salían de la ducha y se secaban, estaban desnudos por completo y se
les veía con mucha claridad. Incluso vio a Paul, el capitán y el más codiciado
por las chicas, aunque eso a ella no le importaba en absoluto. Sin embargo, fingió
esbozando una sonrisa y dijo.
- No están nada mal, sobre todo Paul.
Al
oír esto su amiga se apresuró a apartarla para mirar y enseguida declaró.
-¡Cómo está ese tío, y lo que tiene
ahí!, lo que daría yo por animárselo un
poco.
- Pero Amatista - pudo decir Michelle que
parecía escandalizada - ¿Qué dices?
- Venga Michelle - le contestó esta
divertida.- Si está para que le hagan un favor. Me encantaría conocerle mejor,
incluso salir con él.
- Si quieres salir con él, yo podría
ayudarte. Si tú quieres.- Musitó tímidamente. -
-¿Podrías?- exclamó Amatista que la miraba
sorprendida. -
- Bueno, es que conozco a Paul, del año pasado,
le ayudé a aprobar matemáticas. Me debe un favor.
-¿Y no se lo cobraste todavía?- sonrió
pícaramente su interlocutora. -
La
cara que le dedicó Michelle dejó a Amatista de piedra, había metido la pata
hasta el fondo.
-¿Cómo puedes pensar eso?,- le inquirió ésta
que parecía molesta. -
- Lo siento,- suspiró Amatista palmeando
suavemente la espalda de su amiga creyendo adivinar mientras se disculpaba.
- No debí decirte eso. ¿Tú le quieres,
verdad Michelle? Por eso te ha molestado lo que he dicho. Oye si es por eso,
entonces olvídalo todo. Ya saldré con otros chicos.
- No, no es eso, de verdad.- Se apresuró a
negar esta que agregó. - Yo te ayudaré, es sólo que no me gusta que pienses
siempre en lo mismo. No quiero que salgas con él para que te abra de piernas y
se te cepille y luego no quiera saber nada de ti.
- No te preocupes,- la tranquilizó Amatista.
- Sé cuidarme. Y no voy a ir tan deprisa. Gracias por ser tan buena amiga y
preocuparte por mí, Michelle.- Añadió dándole un cariñoso beso en la mejilla lo
que enrojeció a su interlocutora visiblemente. -
Y Michelle cumplió su palabra,
presentó a Paul a su amiga y ambos salieron durante unas semanas. Lo dejaron
porque en efecto aquel chico hubiera querido llegar más lejos de lo que
Amatista le dejaría. Ahora con ese culpable recuerdo, sólo podía pensar en que
Michelle no hubiera hecho ninguna tontería. Pero Darlette la tranquilizó cuando
añadió.
- Sus padres vinieron a buscarla, por lo que
sé, esta historia ha llegado a oídos de algunos profesores y estos informaron
al director...
- ¡Pobrecilla! - Pudo decir Amatista con un
sollozo. - Y todo ha sido por mi culpa.
Michelle
fue encontrada en el suelo del vestuario y llorando por una profesora. Ésta
informó al propio director. Una vez calmada fue a la oficina de éste quien le
informó de que sus padres irían a buscarla. Cuando estos llegaron y el director
les comentó lo que había escuchado, lo primero que hizo el padre de Michelle
fue preguntarle a su hija.
-¿Es eso verdad? ¿Estas enamorada de una
compañera?
La
joven no dijo nada, entre las lágrimas sólo asintió débilmente, pues aun la
quería a pesar de todo, el amor y el odio libraban en su interior una batalla
muy intensa pero al parecer condenada a mantenerse durante mucho tiempo.
-¿De quién?- Inquirió su padre.-
Sin
embargo, Michelle no quiso responder a eso. Sus padres conocían aunque poco a
los de Amatista. No deseaba una polémica todavía mayor.
- Hija.- Pudo decir su madre abrazándola con
cariño. - Sea lo que sea que haya ocurrido debes contárnoslo a nosotros.
- Solo quiero irme de aquí- balbuceó la
chica. – Solamente quiero que esto se termine.
Sus
progenitores se miraron muy preocupados, desde luego que no iban a tolerar que
aquello continuase. Y su padre finalmente asintió y dijo.
- Nos iremos, te cambiaremos de colegio. Mira,
en Inglaterra hay uno muy bueno. Te enviaré allí, tu tío Steve vive cerca. Y
nosotros estábamos pensando ir a vivir allí de todas formas. Adelantaremos tu
marcha. ¿De acuerdo?
-Sí claro, cariño.- Añadió su madre quien más
cariñosamente la acarició en la mejilla para susurrarle.- Debes calmarte. Verás,
lo que te pasa es natural. Ésta es solo una fase. No te preocupes. No es tan
raro que sientas esto por otra chica.
-¿Ah no?- Replicó la muchacha que realmente
no hubiera esperado oír esas palabras, afirmó entonces con franca sorpresa.-
Pensé que os ibais a enfadar mucho conmigo.
-No cielo.- Añadió su padre.- Eres muy joven
todavía. Y lo más probable es que hayas confundido amor con admiración. Pero
eso pasa igual tratándose de chicas o de chicos.
-Es verdad.- Convino la madre de la chica.-
Tú eres muy reservada. Y te cuesta hacer amigos. Si has conectado con alguna de
esas compañeras tuyas no es nada raro que, a tu edad, se confundan los
sentimientos…
La
chica escuchaba a sus padres entre perpleja y confusa. Ella sentía algo por
Amatista, creía desde luego que era amor. Aunque quizás, podría ser verdad lo
que le estaban diciendo. Su compañera era una muchacha realmente espectacular.
No solamente en su físico sino en su capacidad de liderazgo y su destreza en
los deportes. Además era extrovertida y no se achantaba ante nada. ¿Acaso ella
deseaba ser así también? De hecho, al principio de conocerla lo pensó. ¿Y si en
lugar de estar enamorada de Amatista en realidad era el modelo de chica en el
que quería convertirse? Aquello terminó por quedársele grabado cuando su padre
añadió con tintes afables pese a todo.
-Cariño, cuando conozcas a un chico que de
veras te guste te olvidarás de todo eso. Entonces tú misma te sorprenderás y
hasta te reirás de lo que crees ahora.
-Claro, mi amor.- Añadió Claire.- Solo tienes
que dejar que el tiempo pase.
Michelle
únicamente pudo asentir abrazada a su madre, no estaba demasiado convencida de
eso pero deseaba creerlo. Y sobre todo estaba más animada ahora y deseando
partir de cero. Así pues no regresó a clase y pasó por su habitación
aprovechando que estaría vacía a recoger sus cosas.
-Al menos, no dejé muchas de mis pertenencias
aquí cuando me fui a casa tras el accidente.- Pensó aliviada.- No tendré que tardar
mucho, ni coincidir con ella.
Y con la ayuda de su madre
terminó de llevarse ropa y algunos útiles personales y se marcharon sin
despedirse. De este modo permaneció en casa unos días que sus padres le dieron
para que pudiera serenarse y aclarar sus ideas. Al fin, tras darse de baja del
Liceo fue inscrita en un prestigioso colegio británico. Viajó allí sola, pues sus
padres tardarían en llegar al tener que ocuparse de solucionar algunos asuntos
pendientes. Ella fue recibida por sus tíos que ignoraban aquella historia. Sus
padres le pidieron que no lo dijera porque no deseaban extender el escándalo.
Desde luego que Michelle tampoco. Cuando bajó del avión llegando a la terminal
de vuelo vio a sus tíos que se acercaron hacia ella con una gran sonrisa.
- Hola Michelle, cariño. ¡Qué alegría! – Exclamó Steve. -
- Me alegro mucho de verte, tesoro. – Añadió
su tía Lorna. -
La
muchacha se abrazó a ambos, contenta de verles y aliviada de estar en un sitio
donde podría empezar de nuevo. Sus tíos no tenían hijos y la querían y mimaban
como si ella misma lo fuera, la llevaron a su casa y se instaló con ellos hasta poder hacerlo en su nuevo
colegio. Al día siguiente Michelle fue conducida allí, la presentaron en clase
a sus nuevos compañeros y fue bastante bien recibida. Incluso atrajo las
miradas interesadas de un par de muchachos. Uno de ellos, vecino de sus tíos. Sin
embargo, los ojos de la muchacha volaban enseguida hacia otras jóvenes. Su
culpabilidad aumentaba cuando en días que siguieron estando en los vestuarios
se sorprendía a sí misma mirando a veces a alguna de sus compañeras más
atractivas.
-No, eso no está nada bien. Yo soy normal. ¡Quiero
ser normal! - Se decía casi con desesperación.- No soy una enferma.
Y trataba de enfocar sus
intereses hacia esos muchachos de los que todas hablaban. Los “tíos buenos” del
colegio. No obstante, pese a que trataba de interesarse por ellos no sentía
realmente ningún tipo de atracción. Eso
la hundió en una depresión, no levantaba el ánimo y sufría constantes
pesadillas de las que se despertaba gritando y llorando. Aquello preocupó mucho a sus tíos que no
lograban que la chica les contase que le sucedía y aún más a sus padres que llegaron unas
semanas después. Una vez reunidos charlaron con ella junto a un
psicólogo que les habían recomendado.
- Hija,- le pidió su padre. - Sé que para ti
será difícil pero, por favor, cuida de que no se repita lo de París.
- Lo intentaré papá,- musitó ella. -
- Ante todo - le pidió el psicólogo con
afabilidad. - Sé sincera y no tengas miedo de expresar tus verdaderos
sentimientos. Aquí todos te quieren y están para ayudarte.
- Lo haré.- Afirmó la chica. – Gracias.
- Muy bien, hija. - Le sonrió animosamente su
madre. – Recuerda que lo hablamos allí.
- He leído el informe de mi colega de París. Sabemos
que tú sentías por algo aquella chica,- añadió el psicólogo que precisó - algo
hermoso sin duda, pero que seguramente obedece a que eres joven e inexperta.
- Yo la quería de verdad - afirmó Michelle. -
-¿Te hubiera gustado mantener relaciones
sexuales con esa chica? - Le inquirió el psicólogo que añadió con talante
cordial. - No temas responder con sinceridad.
Michelle
callaba visiblemente avergonzada. Su madre intervino.
- No tengas miedo cariño. Y di la verdad.
- Sí, me hubiera gustado, abrazarla y darle
algún beso. - Musitó Michelle escondiendo la cabeza entre las manos para
musitar un culpable. - Lo siento…
- No, no debes disculparte - le dijo el
psicólogo con voz amable para afirmar
con tinte decidido. -No es algo malo, Michelle.
El
padre de ella quiso replicar, en eso no estaba en absoluto de acuerdo, pero el
psicólogo le detuvo con un gesto y añadió
- Lo pasado está pasado, debes mirar al
futuro con optimismo. Vamos, ¡ten ánimo!
- Sí, señor - repuso ésta no muy convencida.
-
- Tienes el cariño de tus padres y el de toda
tu familia, y empiezas en un sitio nuevo, a salvo de cualquiera que haga
comentarios malintencionados, no tengas miedo de ser como eres. Aunque, quizás
no seas del todo como tú piensas, Michelle. - Remachó ese hombre con tono
misterioso. -
- No le comprendo - dijo la chica que ahora
se sentía confusa. -
- Verás, tú has dado por supuesto que podrías
ser homosexual. Eso no tiene por que ser así. Si lo fueras no sería nada malo
ni deshonroso, pero creo que no es tu caso.
-¿Qué podría ser sino? - Quiso saber la madre
de Michelle con tono esperanzado. - ¿Admiración? Nosotros ya le dijimos eso en
París.
El
facultativo asintió. Ahora se arrellanaba en su sillón de cuero y tardó unos
segundos en tomar la palabra. Una vez que todos le observaban con atención lo
hizo.
- Así es, señora Arnau. Su hija es muy joven,
tienes catorce años, ¿verdad?- Le inquirió el psicólogo a Michelle que asintió
en tanto éste proseguía. -Y aquella amiga, esa chica que tanto querías ¿cómo
era? Descríbemela físicamente.
- Era, bueno, es muy alta, y muy fuerte. Muy
buena deportista, - aseveró Michelle. -
- Con un carácter fuerte y seguro. ¿A que sí?
- Añadió el psicólogo con tono perspicaz. -
- Sí señor. Era así. Y muy bonita.- Añadió
ella sin poderlo dejar pasar. -
El
psicólogo asintió con aprobación, en su rostro parecían reflejarse las
respuestas al problema. Declaró con bastante tranquilidad.
- No te preocupes Michelle, estoy convencido
de que lo que te ocurrió con esa chica obedece a otras cuestiones muy
distintas.
-¿A cuales?- inquirió la muchacha que ahora
estaba hecha un verdadero lío. -
- Verás Michelle, verán señores Arnau. En mi
opinión estaban ustedes en lo cierto. - Replicó dirigiéndose ahora más a los
padres como si quisiera diagnosticar. -
Su hija verdaderamente quería a esa muchacha. Era su amiga, su compañera de
confidencias y sobre todo un modelo para ella. Enérgica, fuerte, segura de sí,
todo lo que a ti te gustaría ser ¿Verdad Michelle? Tú eres tímida y quizás
desearías parecerte a ella. Dependías mucho de ella y eso te hizo llegar a
imaginar una relación que no existía. Como tú no podías admitir esa fantasía,
tenías remordimientos y sufrías por ello, cuando salía con un chico no es que
estuvieras celosa. O sí que lo estabas pero no de esa manera que pensabas. Lo
que te sucedía es que tenías miedo de perder su amistad o de que te dejase en
un segundo plano.
- Eso debe ser - intervino el padre de
Michelle visiblemente aliviado. - Está muy claro, ¿verdad hija?
Michelle
no decía nada, no estaba segura de que fuera eso, pero por no prolongar más
aquello asintió casi imperceptiblemente ante la cara de satisfacción de su
padre que le aseguró de forma jovial.
-¡Ya verás como todo se va a arreglar! Como
te dijimos en París, aquí conocerás a algún chico estupendo y te olvidarás de
esto bien pronto.
- Muchas gracias, doctor.- Le dijo Claire con un gesto aliviado y alegre. -
- Ha sido un placer, pásate por aquí dentro
de algún tiempo y hablaremos, ¿eh Michelle? - Le propuso el doctor. -
- Claro- respondió quedamente ella sin
ninguna intención de hacerlo en realidad. -
Cumplida
aquella visita los tres volvieron a casa. Michelle se retiró pronto a su
habitación, se excusó diciendo que estaba cansada y sus padres lo entendieron. Ella
no tenía ganas de hablar ahora. No comprendía del todo la razón pero sentía que
lo que ese psicólogo le había dicho eran un montón de tonterías. Recordaba bien
algunos momentos con su antigua amiga, la vez que su clase fue de excursión a
la playa de Niza. Como de costumbre, las dos compartían habitación. Amatista
deshacía sus maletas con muchas ganas. Michelle hacía lo propio aunque más
tranquilamente, escuchando a su amiga.
- Niza, la playa, el sol, los chicos guapos
en bañador pegándose por nosotras. ¡Cómo nos lo vamos a pasar!
-¡Espera a que bajemos a la playa! - rió
Michelle divertida siempre por el ímpetu que mostraba su compañera. -
- Y tendré que comprarme algún bikini. - Suspiró
Amatista ahora más desencantada. – No caí en la cuenta antes de venir. Tengo
aquí dos, espero que me valgan, son del año pasado. Mejor me los pruebo ahora.
No quisiera hacer el ridículo.
Ni
corta ni perezosa esa muhacha corrió al cajón de su armario donde había puesto
los bikinis y los sacó. Después se desnudó presurosa exhibiendo los trajes de
baño, uno en cada mano. Michelle no podía apartar la vista del escultural
cuerpo de su amiga.
-¿Cuál me quedará mejor?- le preguntó
Amatista. -
Pero
la pobre Michelle estaba ida observando aquellos pechos, ¡lo que daría por
acariciarlos o incluso poder besarlos! Trataba de quitarse esa idea terrible de
la cabeza. ¡Eso no podía ser!
- ¡Michelle! - insistió Amatista con tono
impaciente. - El rosa o el amarillo limón.
-¡Eh! creo que el amarillo - repuso
dubitativamente ésta con lo primero que se le pasó por la cabeza. -
Amatista
hizo los honores y se lo puso, el bikini aún le daba más morbo a su aspecto
pues los grandes senos empujaban como si pugnasen por salir. Aquella pequeña
pieza de tela era claramente desbordada por ellos, pues tan sólo tapaba la
aureola del pezón y unos pocos centímetros más de circunferencia.
- Lo sabía - se lamentó Amatista al mirarse
al espejo. - Me han crecido otra vez.
-¿El qué?- le preguntó Michelle fingiendo no
saber a qué se refería. -
- ¡Las tetas! - respondió su amiga con
desencanto para sentenciar. – Es horrible. A este paso no voy a tener ni un
solo traje de baño de mi talla.
- No seas exagerada. - Le contestó animosamente
Michelle. - Si estás muy bien. Los chicos se quedan pasmados cuando te ven. Y
también yo – pensó esto último con un tinte de culpabilidad. -
- No es verdad,- se quejó Amatista oponiendo.
- Lo único que se dicen es, ¡mira, ahí va Amatista, la vaca lechera! Sé que
algunos se ríen de mí y me llaman eso. ¡Y también Amatetas!- Exclamó herida.-
-Bueno mujer, tampoco es para tanto.- Quiso
animarla ella.-
Pero
su amiga ya había entrado en esa espiral de creerse una auténtica freak por ese
motivo y ni corta ni perezosa le pidió.
-A ver Michelle enséñame las tuyas. Ya verás
a lo que me refiero.
-¿Qué?- exclamó ella poniéndose colorada. -
- Que me dejes ver tus tetas. - Le insistió Amatista
con toda naturalidad. -Ya verás.
En
un principio Michelle no supo ni cómo reaccionar, pero su amiga la observaba
expectante así que, aunque de forma cohibida, se despojó de la parte superior
de su vestido mostrando sus senos, respiraba agitada y su corazón se había disparado
a ni se sabía las pulsaciones.
-¿Lo ves?- le indicó Amatista señalándola
hacia el espejo. - Mira, tú las tienes bonitas y bien proporcionadas. Yo en
cambio parece que tuviera dos balones.
-No mujer, de verdad que no hay para tanto. -
Pudo sonreír Michelle que resolvió aparentando toda la jovialidad que pudo. Te
compras una talla más y ya está.
-A mi madre le pasa igual, las tiene muy
grandes, pero yo aún la supero. - Se lamentó Amatista que confesó apurada. - Me
da vergüenza salir así, cuando voy a nadar a la piscina del liceo todavía lo
disimulo con el bañador de competición que es de una pieza, pero con bikini...Y
eso que dicen que con la natación disminuyen - suspiró obviamente desencantada.
–¡Menos mal que me encanta nadar!…
Michelle
estaba atónita, su mejor amiga, la chica más fuerte y segura de sí que conocía
y que era la envidia de casi todas las demás, tenía un gran complejo por sus
senos. Visto objetivamente la verdad es que los tenía muy grandes, pero eran
muy bonitos, ¡qué se lo dijeran a ella que no paraba de recrearse en ellos y en
la visión de sus pezones!
- No dramatices así. - Le pidió Michelle
afirmando. - No creo que haya nadie a
quién no le gustase estar en tu lugar.
-¿A ti te gustaría tener que usar una talla
tan grande como ésta? - Le inquirió su compañera con expresión incrédula. - ¡Anda
ya! Mira, - Amatista se rodeó uno de sus senos con la mano ¡casi no podía
abarcarlo! Luego, a Michelle le dio un vuelco al corazón y no pudo reprimir una
exclamación de sorpresa e incluso de irreprimible placer, cuando su amiga hizo
lo propio con uno de los suyos. -
- No me interpretes mal. - Se apresuró a
añadir su contertulia que pensó que su amiga se había asustado, para aclarar. -
Fíjate, a ti te lo abarco sin ningún problema.
- Amatista… - pudo insistir Michelle que respiraba
agitada. - No es para tanto…
- Prueba tú y ya verás.- La invitó tomando
una mano de su amiga y posándola sobre uno de sus grandes senos. -
Al
contacto con él Michelle pudo sentir la suavidad de su piel y el calorcito que
desprendía. Sin darse cuenta y llevada por un impulso superior a ella, sostuvo también el otro seno con la mano y lo
acarició. Por fortuna para ella su amiga no pensó mal de aquello.
-¿Te das cuenta?- Le comentó Amatista
sacándola del trance en que estaba sumida su compañera. - No puedes casi ni
doblar las manos para abarcármelos.
- Son muy grandes, sí - concedió Michelle - y
muy suaves - declaró de forma involuntaria. -
- Gracias, lo malo es que la suavidad no se
ve desde lejos, pero el tamaño sí.- Adujo Amatista creyendo que su amiga sólo
trataba de animarla. -
- No te lamentes más por eso. - Le pidió
Michelle tratando de dominar el creciente impulso de abrazarse contra aquellos
senos y recorrerlos con su boca, agregando.
- Tú tienes mucho éxito con los chicos y no sólo por esto.
- Gracias, eres una buena amiga - sonrió Amatista
que, no obstante rebatió.- Pero yo sé lo que ellos comentan de mi. “Esa tía que
buena está, tiene un cuerpo impresionante, me gustaría tirármela o que me
hiciera”, ya sabes. Y yo no soy solamente un cuerpo.
- Claro que no - se apresuró a convenir
Michelle. - Tienes muchas cualidades, eres inteligente, simpática y una buena
persona.
- Pero eso no lo ven,- se lamentó su
interlocutora. - Todos los chicos con los que he salido al principio eran muy
amables conmigo, pero luego sólo buscaban una cosa. Y aunque yo esté todo el
día alardeando de lo que haría con alguno que otro, en el fondo, desearía que
fuera de otra manera.
- Ya te entiendo, más romántico, ¿verdad? - Conjeturó
Michelle que pensó en eso mismo para calmar su propio deseo. -
- Sí, y bonito y dulce, pero no como me
decían algunos.- Añadió fingiendo una voz más grave de chico con tono
chabacano. -”Vamos nena quítate la blusa, que te va a encantar, déjame saborear
esas peras tan estupendas que tienes”.
-¿Eso te han dicho? - Se escandalizó Michelle
aunque por otro lado comprendía aquel deseo demasiado bien. - ¡Qué horror!
Y
es que ella misma soñaba con abrazarse a su amiga acariciarla y aspirar el
aroma de su cabello. Besarla en los labios y abandonarse a sus caricias. Pero
sabía que eso no era posible. Estaba enfrascada en esos pensamientos cuando su
interlocutora añadió.
- Tendrías que ver lo zafios que son algunos.
Desde luego no te los recomendaría. - Suspiró
Amatista. - Bueno - añadió cambiando su tono por otro más animado. - Está claro
que debo comprarme unos bikinis un par de tallas mayores. Si quieres, quédate
tú con estos. A ti te valdrán. Están nuevos, de verdad.
- Muchas gracias - sonrió Michelle. - Aunque
a mí no me va enseñar tanto.- Añadió en tanto sacaba uno de sus trajes de baño,
bastante más recatado y extenso. -
- Como tú quieras, yo te los regalo, pero
hazme caso, estarías muy bien con ellos. De hecho eres muy guapa, los chicos no
te iban a dejar ni a sol ni a sombra. Cuando bajemos a la playa ya lo verás.
¡Hasta puede que ligues más que yo!
Su
amiga meneó la cabeza con una sonrisa.
- Eres incorregible - le dijo a Amatista que
se rió y Michelle con ella. -
Ahora,
en la penumbra de su habitación recordaba aquellos momentos tan íntimos, no en
el plano sexual, pero sí el humano. Amatista le confesaba sus miedos y sus
inseguridades y ella sólo la escuchaba y trataba de animarla. Pero, ¿quién
estaba allí para comprenderla a ella? Fueron muchas las veces que había deseado
confesarle a Amatista lo que sentía. La angustia de tenerla tan próxima y a la
vez tan distante, pero viendo lo que había pasado hizo bien en no decírselo
antes. Aunque ahora tenía la duda de que si quizás lo hubiera dicho a solas
Amatista se habría enfadado con ella o la habría desengañado, haciéndole ver
que no tenía esperanzas, pero no le hubiera gastado aquella broma tan cruel. Y
sobre todo, habría dejado a las otras fuera de esto. Lo cierto es que Michelle
no pudo decirle lo que más la atenazaba y Amatista si que se desahogaba siempre
con ella. Fue de lo más injusto.
-No debo permitir que eso me vuelva suceder. ¡Jamás! - Decidió.- Debo salir con
chicos, solamente con chicos.
Y
así se mentalizó. Al día siguiente Michelle volvió al colegio. Estaba decidida
a olvidarse de todo aquello y empezar otra vez. Incluso trató de darle crédito
a las palabras de su psicólogo. Y fiel a sus
“buenos propósitos” seguí considerando aquella idea. ¿Por qué no probar
a salir con un chico? Eso es lo que le aconsejó su padre, y quizás le sacase de
dudas sobre si realmente era homosexual. Maduró la idea durante varios días, y
fue conociendo poco a poco a Don, ese chico vecino suyo, pues siempre volvían a
casa juntos. Era atractivo, moreno, de unos profundos ojos azules y dos años
mayor que ella. El muchacho se interesó enseguida por Michelle.
-De modo que vienes de Francia.- Le preguntó
uno de los primeros días tras conocerse.-
-Sí.- Admitió ella.- Soy francesa. De París.
-Yo nací en Londres.- Afirmó su interlocutor.-
Francia es muy bonita, he ido un par de veces.
-Pues yo nunca había estado en Inglaterra
durante tanto tiempo. Aunque vine de vez en cuando siendo pequeña.- Confesó la
joven.-
-Es un país muy bonito.- Declaró Don.- Quizás
pueda enseñarte algunos sitios.
-Me gustaría.- Sonrió tímidamente Michelle.-
Al
menos ese joven parecía ser muy amable. Aquello no tenía por qué significar
nada más. Y sin embargo, al hilo de un acontecimiento social que iba a
producirse en su casa, la muchacha le ofreció.
-Mis padres dicen que como voy a cumplir los
quince años van a celebrar mi puesta de largo, como se hace tradicionalmente en
la familia. ¿Te gustaría asistir?
Don
le dedicó una encantadora sonrisa que contribuía a hacerle todavía más
atractivo para asentir y responder.
-Será un placer para mí. Señorita Arnau.
Y
así fue. Al poco de que sus padres se
mudasen definitivamente tras comprar una magnífica casa, se dio una gran fiesta
en la que Michelle fue la protagonista. Celebraba su décimo quinto cumpleaños y
lucía preciosa con un vestido de raso blanco. Casi parecía una novia. Por su
parte Don vino vestido con un smoking que le daba un aire de adulto
irresistible para muchas de las invitadas. Algunas chicas allí presentes eran
las nuevas compañeras de Michelle. Todos comentaron lo guapa que estaba la
homenajeada quien oficialmente fue así presentada en sociedad. Algunas de las
mejores familias de la comarca asistieron. Tras cumplimentar a los invitados
importantes y ya casi al final del evento, la madre de la muchacha le dijo con
visible satisfacción.
-¡Qué orgullosa estoy de ti! Ya eres toda una
mujer, cariño.
-Gracias mamá.- Se ruborizó ella.-
-¿Y ese chico?- Inquirió la señora Arnau al
fijarse en Don que se aproximaba.-
-Un amigo, le invité yo...- Apenas pudo
balbucir la jovencita.-
Claire
sonrió. Desde luego que era un muchacho apuesto. Al fin, tal y como ella había esperado,
su hija se centraba. ¡Y no tenía mal gusto! Ese joven se llegó hasta ellas y
tras besar protocolariamente las manos de ambas se presentó.
-Donald Huntington. Aunque todos me llaman
Don.
-¿Eres el hijo de Lornd Huntington?- Se
sorprendió Claire.-
-Su sobrino.- Corrigió el muchacho.- Pero
apenas sí le veo, señora Arnau.
Pese
a todo, ese muchacho era de una de las mejores familias de la zona. La madre de
Michelle ya empezaba a pensar que, con un poco de suerte, su hija podría
frecuentar la compañía de aquel joven.
-Bienvenido a nuestra casa.- Le sonrió.-
-Es un honor para mí haber sido invitado.-
Repuso el interpelado quién comentó para asombro de Michelle y satisfacción de
la madre de ésta.- Señora Arnau, con su permiso. Me gustaría invitar a su hija
a dar un paseo por el jardín.
-¡Claro que sí!- Convino la anfitriona.- Anda
hija, cumplimenta a nuestro invitado.
Los demás están ya a punto de marcharse. Entre tu padre y yo les despediremos.
-Claro.- Asintió la muchacha.-
Don le ofreció su brazo y ella no
dudó en tomarlo. Además se aseguró de que eso fuera visto por alguna de sus
compañeras que ya se estaban despidiendo. Alguna incluso cuchicheó. Satisfecha
por ello Michelle se dejó conducir hacia la salida.
-Hace una noche realmente preciosa.- Musitó
la joven mirando hacia las estrellas que habían comenzado a hacerse visibles.-
-No tanto como lo eres tú.- La cumplimentó
Don.-
La
chica se ruborizó, desde luego ese muchacho no se recataba en hacer piropos.
Así él añadió.
-Nos conocemos solo por unas pocas semanas
pero creo que realmente eres una chica muy especial.
-No, no lo creo.- Pudo decir ella con
modestia.-
-Eres guapa, inteligente…y de hecho me gustas
mucho.- Le confesó él cuando ambos se detuvieron entre unos cuidados arbustos.-
Don
se plantó a pocos centímetros de ella. Michelle se sentía muy nerviosa, jamás
había estado así con ningún chico. Y lo que vino después ni se lo esperaba. Su
acompañante se agachó ligeramente para plantarla un cálido beso en los labios.
El corazón de la joven latía ahora desordenadamente.
-Yo…no sé qué hacer...- Pudo musitar ella con
voz temblorosa.-
-Pues salir conmigo. Me gustaría que fuéramos
novios.- Le pidió su interlocutor afirmando convencido.- Tus padres seguro que
no se opondrán.
Ella
estaba de acuerdo en eso. Únicamente tuvo que mirar la cara de su madre cuando
Don se presentó. Seguramente que esa relación les daría mucho prestigio y,
sobre todo, acallaría cualquier posible habladuría sobre ella que pudiera
cruzar el charco. Michelle quería ser respetada, y sobre todo aceptada. Ahora
parecía poder comenzar de nuevo. Sonrió con amplitud.
-Sí.- Asintió.- Me gustaría mucho.
Su
pareja sonrió a su vez y la besó de nuevo. La muchacha se dejó hacer. Aquello
no era del todo desagradable pero tampoco le provocaba ninguna reacción más
allá de la sorpresa y una cierta inquietud. Por eso, al separase le pidió a su
interlocutor.
-Pero, por favor, vayamos despacio. Yo nunca…
-No temas.-
La cortó él posando un dedo sobre los labios de la joven.- Iremos paso a
paso.
Y efectivamente así fue en un
principio. Salieron juntos y eso enseguida se propagó por el colegio. Michelle
había logrado conquistar el corazón de uno de los muchachos más deseados.
Alguna de sus amigas realmente la felicitaron, otras se morían de envidia. Y
para alegría de la muchacha nadie desde luego se paró a considerar nada sobre
su orientación sexual. De hecho, la propia Michelle se decía que a ella le
gustaba Don. Era atractivo, elegante y buen deportista. Parecía la perfección
hecha hombre. Y él, cumpliendo su palabra, se comportó muy correctamente. Michelle
realmente se sentía a gusto con él, habían tomado confianza y casi podían
hablar de todo. Bueno, desde luego ella no iba a decirle que era lesbiana. O
que creía serlo. Ni deseaba que aquel muchacho supiera que le estaba usando
para auto probarse. En sucesivas ocasiones Michelle se dejó besar e incluso
acariciar por él de formas más intensas. Era una sensación extraña, no del todo
desagradable, pero que le parecía incompleta. De hecho, a ella no le hacía
sentir nada especial. Quizás eso fue lo más extraño. Pensó que le repelería de
modo insoportable aunque tampoco fue para tanto. Pero una noche, algunas semanas después de que salieran
juntos, la cosa iba a cambiar. Don la invitó a su domicilio. Una mansión de
considerables dimensiones.
- Mis padres se han ido de viaje. - Le
explicó con tono desenfadado para proponerla. - ¿Por qué no vemos una película
en casa?
-¿Una película?- Inquirió Michelle que no
parecía estar muy segura de aceptar. - ¿Solos?
-Claro- repuso Don mirándola algo
desconcertado para inquirir. -¿De qué te extrañas? Ya hemos ido al cine, al
parque y a otros sitios y muchas veces no había nadie.
Bueno,
pensó Michelle, era verdad y Don nunca se había propasado con ella. Si en
alguna ocasión la muchacha se había mostrado reacia él siempre respetó aquello.
Aunque ella no lo sabía entonces pero esa noche las cosas iban a ser bien
distintas. La chica por fin aceptó y se dejó llevar a la casa de su amigo que
disponía de un televisor y un vídeo en su cuarto. Se sentaron sobre la cama. Al
principio estuvieron separados por un metro, pero ésta distancia fue menguando enseguida,
recortada por Don. Él le trajo a Michelle un poco de champán y la velada no
estaba nada mal. La chica bebió dos copas sin acusarlo siquiera, pero Don sí
parecía más contento de lo habitual, tanto que de improviso abrazo a Michelle
tumbándose sobre ella en la cama y la besó en la boca con ansiedad. La muchacha
se desembarazó de él al cabo de unos segundos y le espetó entre sorprendida,
asustada y nerviosa.
-¿Qué haces?
- Vamos no seas así - sonrió él. - Somos
novios desde hace algún tiempo, no te hagas la estrecha. Hoy tenemos la ocasión
perfecta para hacerlo.
-¿Qué dices?- Exclamó ella tratando de
levantarse para sentenciar con indignación - ¡Ya está bien, me voy a mi casa!
- ¡No por favor, Michelle! - le pidió él
sujetándola por los hombros. -Yo te quiero, venga mujer, no te enfades. Es que
me gustas mucho.
Michelle
estaba nerviosa y también dudaba, aquella era la ocasión para descubrir
realmente si sus padres tenías razón o no, pero tampoco a ellos les gustaría
que se dejara seducir así. Una cosa era probarse a sí misma que era
heterosexual y otra muy distinta era acostarse con el primero que se lo
propusiera. Por muy novios que fueran. Don
por su parte acariciaba ahora tímidamente el cuello de la chica y su
mano iba bajando lenta pero seguramente hacia sus pechos. La besó en los labios
con más suavidad mientras le susurraba.
- Ves como te gusta Michelle, cierra los ojos
y será mejor.
Ella
obedeció, lo cierto es que la mano de aquel chico había descendido hasta
abarcarle uno de sus pechos, y con los ojos cerrados la imaginación de Michelle
volaba, rememorando la ocasión en la que Amatista hizo eso mismo. La chica no
pudo evitar soltar un jadeo y se dejó recostar sobre la cama. Don, viendo que
eso funcionaba, siguió acariciándole los senos. Michelle se quiso abandonar a
aquellas caricias y comenzó a sentir placer, aunque en su cabeza sólo aparecía
la imagen de Amatista. También quiso acariciarla y dirigió sus manos al cuerpo
que tenía junto a ella, pero Don las sujetó con las suyas y redirigió éstas
hacia otros puntos más interesantes de su anatomía. Michelle sintió que tocaba
algo con lo que no estaba familiarizada. Además de notar como su vestido se
abría y le abandonaba su ropa interior, retirada por el muchacho. Cuando ella
abrió los ojos se encontró nuevamente en la cruda realidad, con un cuerpo
masculino desnudo sobre el de ella protegido únicamente por su vestido a medio
quitar.
- No, no puedo seguir- le dijo
implorantemente a Don - ¡Por favor, no
puedo!
- ¡Michelle, no seas tonta! - le respondió él
que respiraba agitado por la excitación
- ¡Mira como estoy, no me puedes dejar así ahora!
- ¡No quiero, no quiero! - repetía la muchacha una y otra vez tratando de zafarse,
pero era inútil, el chico pesaba demasiado para las limitadas fuerzas de ella. –
Te lo suplico…
- Hagamos una cosa, tómate esto. - Le ofreció
él sacando una bolsita de plástico de un cajón asegurándole. -Te hará pasarlo
muy bien…
-Dime ¿Qué es eso?- quiso saber Michelle
observando una pequeña pastilla que él tenía en su mano – ¿No será droga?
- Es la pastilla del deleite - comentó el
chico.- Te hace sentir genial.
- Yo ya estoy bien - respondió Michelle. - No
necesito ninguna pastilla, sólo quiero irme a mi casa, – sollozó. -
- Michelle- le susurró él con un tono
conciliador y sorprendido. - ¿Qué te
ocurre? Las chicas con las que he salido nunca se han comportado así. Y ya
llevamos un tiempo los dos juntos. Ya va siendo hora, ¿no crees?
- Yo no soy como las demás.- Pudo decir ella
conteniendo el llanto a duras penas. -
- Eres demasiado puritana - suspiró Don -pero
confía en mí, te encantará, mira.- Se puso a horcajadas sobre ella y Michelle
pudo contemplar aquel órgano masculino en el apogeo de su erección mientras
escuchaba. - Tengo condones si eso es lo que te preocupa. Me los pondré.
- No, por favor- le suplicó ella. - No quiero
hacerlo. Ni con condones, ni sin ellos.
- No me hagas esto, por favor - le pidió el
chico a su vez. - No estoy en condiciones de dejarlo ahora.
- Tú no lo entiendes, ¡no puedo hacerlo
contigo! - Le dijo la joven con
desesperación -
-¿Por qué conmigo no?- replicó el muchacho
visiblemente enfadado ahora cuando quiso saber -¿Y con cualquier otro sí?
- No, no es solamente por ti. A mí no me
gustan los chicos. - Confesó Michelle remachando casi con un susurro. -Soy gay.
Don
al principio se quedó callado, parecía atónito, pero enseguida se rio desconcertándola.
- Esa es la excusa más tonta que he oído
nunca Michelle, ¡si eres virgen, dilo! Te prometo que tendré mucho cuidado.
- No, no es por eso. Es verdad, soy lesbiana.
Me vine aquí...- suspiró y ya que estaba se decidió a desvelarle todo, no tenía
sentido callar más. -Vine a Inglaterra porque no podía seguir en mi Liceo.
Estaba enamorada de otra chica y todavía lo estoy. Es inútil que trate de negarlo.
Y
así era, por mucho que se había tratado de mentalizar, por muchas veces que se
censuraba diciéndose que debía ser normal. Que tenía la oportunidad de ser una
muchacha como las demás, con un novio tan magnífico como ese, no podía hacerlo.
De hecho, continuaba espiando furtivamente a alguna de sus compañeras del
colegio. Sobre todo a algunas que eran muy atractivas. Su amiga Karen por
ejemplo. Una escultural morena de casi metro ochenta. Muy guapa y muy
agradable, pero totalmente heterosexual. Y esa misma chica le había confesado
en más de una ocasión que la envidiaba por la suerte que tenía. Por tener un
novio como Don. Recordaba alguna conversación con ella.
-Chica, realmente eres muy afortunada.- Le
decía Karen mientras ambas paseaban llevando el uniforme del colegio, de
vuelta a casa.- Tienes un novio que está
como un tren, es familia de un
aristócrata y encima está loco por ti.
- Tú eres una chica muy guapa. Seguro que hay
muchos detrás de ti.- Sonrió Michelle.-
-Sí, y le tengo echado el ojo a alguno, pero
no me decido.- Afirmó su interlocutora.- La verdad, ninguno le llega al tuyo a la suela
de los zapatos…
Su
contertulia escuchaba aquello pero no era feliz por esas palabras. ¿Cómo
decirle a Karen que hubiese preferido tenerla a ella como novia antes que a
Don? Luego se sentía culpable de sus propios pensamientos. Era una desagradecida.
La vida le había dado otra oportunidad. Tenía que aprovecharla. Al fin sí que
contestó tratando de sonar jovial.
-Es verdad. Tengo mucha suerte, soy muy feliz
con él.
-¡Qué rastrera y que imbécil es la gente a
veces! - Declaró su amiga dejándola sorprendida.- Cuanta envidia.
-¿Por qué dices eso?- Quiso saber Michelle.-
Ahora
pareció ser Karen la que se puso colorada, incluso evitaba la mirada de
Michelle. Apenas sí replicó musitando.
-Déjalo, cosas mías. Rumores malintencionados
y tonterías.
Y
cambió de conversación de forma radical. Las dos charlaron sobre modas, (pese a
que sacar a colación el nombre Deveraux le traía a Michelle malos recuerdos por
razones obvias) algún cotilleo y luego se despidieron yendo cada una para su
casa. Luego supo que algunos de esos rumores se referían a ella misma. Algunos
se hacía eco de lo que le pasó en el liceo. ¿Qué mejor modo de acallarlos para
siempre que seguir saliendo con Don? Durante esas semanas juntos cualquier
habladuría hubiera quedado totalmente desmentida. Y las cosas iban bien así.
Sin verse obligada a cruzar según qué línea.
Pero claro, los hombres, ya se sabe. No esperan eternamente para según qué
cosas. Ahora estaba en esa encrucijada, y por más que su cabeza le decía que
sería mejor si se plegaba a eso, su corazón y el resto de su cuerpo se negaban
a ello. Estaba absorta en esa lucha interna cuando escuchó a su pareja.
- Pero seguro que eres todavía virgen. - Añadió
el muchacho que no parecía haberle prestado mucha atención a lo otro que ella
había dicho, era como si sólo le preocupase confirmar aquel punto. - ¿No es
verdad?
- Sí, claro que lo soy.- Contestó Michelle. -
Nunca he salido en serio con ninguna chica y menos con ningún chico, bueno sólo
una vez, y nada más que fuimos a tomar unos helados.
- Si no lo has probado nunca, ¿cómo sabes que
no te va a gustar?- Le respondió Don con un tono muy suave y amable para
conjeturar. - A lo mejor dices que eres gay porque nunca has tenido relaciones
con un chico y crees que no te gustan.
- Es que no me gustan, no siento nada. - Se
defendió ella casi pidiendo perdón. – Ni cuando les miro ni cuando estoy cerca
de ellos. Lo siento. Ni siquiera cuando estoy contigo.
Aunque
Don sonrió moviendo la cabeza con incredulidad.
- Hace un momento jadeabas y tienes los
pezones excitados Michelle, no niegues lo que tu cuerpo está diciendo.- Opuso
él que parecía hablar con mucho conocimiento de causa. – Mira, yo ya he tenido relaciones
con chicas y sé lo que os gusta que os hagan.
Ella
no sabía que responder, pudiera ser verdad, o únicamente ser debido a que se
había acordado de Amatista. Sin embargo ahora venían a la cabeza las palabras
de su padre. Si lo probaba, quizás si hacía aquel esfuerzo, supiera al fin lo
que sentía. Deseaba ser una hija perfecta y no decepcionar a su familia. Quería
ser considerada una persona normal. Y por ello si se negaba a hacerlo con Don
seguramente él se lo diría a sus amigos del colegio y la misma terrible pesadilla
empezaría otra vez. No podría pasar de nuevo por aquello, sobre todo a la vista
de lo que andaba en juego. No solamente por ella, sino por su familia.
-¿Con esa pastilla lo pasaré mejor? -
Inquirió aun dubitativa -
- Claro.- Afirmó Don alegrándose de aquel
repentino cambio en el tono de la chica y no dejando pasar la ocasión de animarla
- ¡Tómatela y te sentirás mejor que nunca!
-Por favor, toma precauciones.- Le pidió ella
con voz trémula.-
-Por supuesto. No te preocupes, ninguno queremos
que pase nada inapropiado. ¿No es así?- Le preguntó él.-
Michelle
asintió y su novio la dejó incorporarse, le ofreció la pastilla y un poco de
champán, ella dudó unos instantes contemplando esa pequeña y blanca píldora
sobre la superficie de su mano pero al fin la tragó bebiendo un sorbo de la
copa que dejó caer al suelo. Don no le dio importancia a eso y le dijo.
- Espera unos minutos y ya verás.- Dicho esto
se entregó a la tarea de recorrer a besos el cuerpo de Michelle.- Yo me ocuparé
de que disfrutes mientras tanto.
Ella
jadeó pues el muchacho en eso no mentía, sabía bien como hacerla sentir placer.
Quitándola el vestido por completo se ocupó de llegar hasta las partes íntimas
de Michelle que sentía como si se elevase. Poco a poco el efecto de la pastilla
combinado con el alcohol la hizo caer en la ensoñación. Veía la rubia cabellera
de su amiga Amatista y los labios de ésta recorrerle el pubis.
-¡Oh!… sigue por favor.- Pudo jadear ella.-
Ma cherie…
Al
cabo de unos minutos Don dio por terminado aquello y acercó su miembro a la
boca dela joven, ella la tenía entreabierta. Sin embargo, él se ocupó de hacer
el espacio adecuado con sus dedos, introduciéndola lentamente, le susurró entre
jadeos.
-¡Chúpala, Michelle!
Ella
escuchaba la voz deseosa de Amatista y accedió como si de los pezones de su
amiga se tratasen, durante unos largos segundos recorrió aquello con su lengua
y sus labios hasta que Don, más que satisfecho, la retiró. La chica sintió como
le separaban las piernas y después de eso, un dolor agudo entre ellas. Ella
sólo se abrazó a Don creyéndole otra persona y musitando sin parar.
- Amatista, te quiero ma cherie
Eso
lejos de enfadar a Don le excitó aún más y tras empujar durante unos minutos acabó
por desahogarse dentro de Michelle. Por suerte se había provisto de
preservativo, tal y como dijo, pues tampoco estaba interesado en que hubiera
ningún contratiempo. No sería la primera vez que una muchacha del colegio se
quedase embarazada. Ahora, la chica parecía dormida y él se tumbó junto a ella
para tratar de descansar
-Lo ves.- La susurró al oído en tanto la
abrazaba.- Te ha encantado…
No
obstante su pareja no replicó. Se había quedado dormida. Al cabo de dos horas,
aun aturdida por el efecto de esa pastilla, Michelle se despertó y se vio allí,
desnuda junto aquel muchacho que estaba en la misma situación. Comenzó a
sentirse mal, no podía recordar casi nada. Sólo su sueño con Amatista. Hubiera
jurado que estuvo con ella haciendo el amor pero ahora se daba cuenta de que no
había sido así. Don también se despertó y ambos se miraron a los ojos, él le
sonrió entonces de modo cómplice para afirmar.
- No estuvo tan mal, ¿a qué no?
La
interpelada no respondió, le miraba con una expresión desconcertada, llena de
pudor e incluso temor. En ese momento, el muchacho al ver esa cara de ella, le
dijo con tono más serio e incluso sorprendido dándose cuenta de la realidad.
- Eres gay de verdad, ¿no es así?
Michelle
asintió, al principio en tono dubitativo pero luego afirmó con seguridad.
- Sí. Lo soy.
- Te escuché llamar a una tal Amatista
mientras lo hacíamos.- Le confesó él. - ¿Esa era tu novia?
- ¡Por favor, te lo suplico, Don! - Le pidió
ella con visible angustia. - Has conseguido lo que querías, no se lo cuentes a
nadie, por favor. Seguiré saliendo contigo. Pero si quieres dejarme lo
comprenderé.
Él negó con la cabeza despacio,
aunque esbozó una media sonrisa que no le gustó nada a la chica y replicó.
- No tengo ningún interés en hacerlo. Al
contrario, pero ya sabes Michelle, favor por favor.
-¿A qué te refieres?- le inquirió ella. -
- Sabiendo como eres me gustaría que
conocieras a una amiga. - Le comentó él desvelándole sin reparo. - A ella le
gusta acostarse tanto con hombres, como con mujeres. Eres tan guapa que se
volverá loca contigo y a mí me gustaría hacerlo con vosotras dos a la vez. La
convenceré si tú te unes a nosotros.
Michelle
se quedó muda, ¡así que después de todo ese mal nacido iba a hacerle chantaje!
-¿Cómo me puedes pedir una cosa así?- Se
indignó tratando de levantarse y marcharse.-
Aunque
el chico la sujetó de una muñeca y sonriendo ahora con lascivia replicó incluso
con regocijo.
-¡Vamos! Si te voy a hacer un favor. Así
podrás acostarte al fin con una chica. Y los tres lo pasaremos muy bien. Te
guardo el secreto y ella podría presentarte a más como tú. ¿Qué tienes que
perder? De cara a la galería seguiremos siendo la pareja del año.
-¡Mi dignidad! - Espetó ella visiblemente
furiosa.- Eso perdería…
-No seas tonta.- Replicó el chico ahora con
un tono más amenazador.- No creo que a tus padres les gustara oír de nuevo esas
historias sobre ti. Entonces sí que ibas a perder tu dignidad y la de ellos.
- Ni a los tuyos les gustaría escuchar que me
has violado en su casa.- Replicó la muchacha.-
Eso
le hizo meditar al muchacho. Quizás en eso ella sí que pudiera perjudicarle.
Aunque enseguida se ocupó de sonreír negando con la cabeza.
-Tú les conoces y no creo que quieras darles
ese disgusto. Además, sería mi palabra contra la tuya. Hemos tomado
precauciones, has bebido. ¿Quién te iba a creer? Piénsalo bien. Saldrías tanto
o más perjudicada que yo. Y todo por negarte a repetir lo de esta noche que no
te ha debido de disgustar tanto. Al menos acorde con tus jadeos. Y encima
teniendo la ocasión de probar con otras chicas. Sin riesgos y con tu secreto a
salvo…
A la joven no le gustaba nada
aquella idea, pero si lo pensaba fríamente ¿qué podía hacer salvo aceptar? De
ese modo quizás Don fuera quién más ganase, pero ella misma tendría la oportunidad de relacionarse con otras
chicas y sin peligro. Por lo menos de cara a su familia y a los demás. Así, al
poco de cumplir quince años entró en una espiral de orgías, durante los
siguientes meses en efecto conoció a esa chica que se llamaba Alice y que tal y
como le dijo Don, no tenía reparos en acostarse con ambos. Incluso salieron
juntas y tuvieron relaciones íntimas a solas. Michelle ya no tuvo dudas sobre
su homosexualidad. Aunque también consintió en volver a hacer el amor con Don para que él no
se chivase de nada. A fin de cuentas habían hecho un pacto. Una vez,
tras hacer el amor con Alice, que era una muchacha morena de pechos generosos,
algo más alta que ella y dos años mayor, su amante le comentó estando aun
tumbadas en la cama.
-Michelle, tú no eres como yo. A mí me gusta
mucho el sexo, y me dan igual chicos que chicas. Bueno, si te digo la verdad
disfruto más contigo que con ese engreído. Pero con él lo hago por placer,
porque me invita a bebida y a otras cosas y sobre todo, porque me ha presentado
a alguien como tú.
Gracias, pero lo convine así con él. Y si
rompo el acuerdo lo contará todo.- Repuso su pareja con resignación.-
-Ni se le pasaría por la cabeza.- Repuso la
otra muchacha.- Tendría muchísimo que perder. Su imagen de chico perfecto y
caballeroso se arruinaría.
-Pero eso a mí no me serviría de nada.
También me arruinaría la vida a mí y a mis padres. Y cree lo que te digo. Yo
tuve bastante con una vez.- Suspiró ella tapándose ahora los senos con la
almohada.- Y por poco probable que sea no me puedo arriesgar a que suceda.
Quizás dentro de poco se cansará de mí y me dejará en paz.
-Es lo único bueno que tiene, que le gusta
variar.- Confirmó Alice quien pese a todo la avisó.- Pero ten mucho cuidado con
esas pastillas. Cuando estamos los tres veo que a veces las tomas.
-Es la única manera de poder acostarme con
él. Sobre todo cuando tú no estás.- Confesó la abatida Michelle.- No te
preocupes, tendré cuidado.
Su interlocutora asintió aunque no pareció
quedar muy convencida por eso. En efecto Michelle tuvo que recurrir
a tomar aquella pastilla que fue enganchándola progresivamente. Más aun cuando Alice se mudó a otro condado y
ya dejaron de verse. A pesar de que Don la insistía que tenía que conocer a
otras muchas chicas. Lo cierto es que, pese a todo, Michelle había llegado
quizás a enamorarse de esa muchacha. Disfrutaban juntas y pensó que eso podría
ir más allá. La propia Alice le había dicho que la quería, aunque ahora eso
parecía no ser más que la típica charla de almohada. La prueba fue que perdió
el contacto con esa joven que con el tiempo dejó de devolverle las llamadas.
-¿Lo ves?- Le comentaba Dan, haciéndola
sentir aun peor al remachar.- Alice solo va a por el sexo. No le preocupa mucho
con quién lo haga. Pero tú me gustas de verdad. No seas tonta. Y por si fuera
poco, nadie en el colegio te mira mal. Todos creen que somos novios.
Y
al hilo de eso, le propuso algo que dejó helada a la joven.
-Esa amiga tuya. ¿Karen, verdad? Es muy guapa
y está pero que muy buena. ¿Sabes si hay alguna posibilidad de que se nos
uniera?
-¿Karen?- Exclamó una alarmada Michelle.- No,
ella es heterosexual. No la metas en esto.
-Bueno, pero si la convencemos de hacer un
trio. Ella conmigo y luego…una vez que esté caliente seguro que se lo haría
contigo. Vamos. ¿Te crees que no he visto como la miras? A ti te gusta. Y por
lo que circula por ahí, sé que yo le gusto a ella también. ¿A que no sabías que a veces me ha venido a
saludar cuando no estabas? No temas.- Quiso tranquilizarla con una media
sonrisa llena de cinismo.- No ha pasado de eso. Todavía.
Sin embargo eso era la gota que
colmaba el vaso. Michelle sacudió la cabeza sollozando y enérgicamente se negó.
-¡No! La quiero de veras. Es una amiga. Tú
solamente quieres tirártela.
-¿Y a ti que más te da?- Replicó el joven ahora
con tono más irritado.- Es más… sé que te encantaría tenerla en la cama. Y no
te preocupes. Ella nunca sospecharía de ti. Podrías vendérselo como un capricho
mío.
-No aceptaría jamás.- Opuso Michelle.- Y no
quiero poner en peligro nuestra amistad. Ya aprendí la lección hace años.
Le
sorprendió ver a su novio reírse divertido. Moviendo la cabeza y replicando con
sorna.
-Sigues siendo una puritana. Y estás en la
inopia. Tú no sabes lo que se dice de tu amiguita Karen. Y es más, estoy
dispuesto a hacer una apuesta contigo.- Le dijo Don con tono de misterio.-
-¿Apuesta? ¿Qué clase de apuesta?- Quiso
saber ella.-
Y
tras una pausa dramática el muchacho le dijo casi al oído con un susurro.
-Pídele que se nos una. Si te dice que no y
es como tú crees, rompemos lo nuestro y yo guardo silencio sobre tu secretito
para siempre. De lo contrario tú aceptas el trio y lo que te proponga desde
ahora sin protestar.
Michelle
se quedó pensativa, ella conocía a Karen, desde luego aquella era una propuesta
llovida del cielo, de modo que asintió. Quedó convenido y tras un par de días
al fin tuvo la ocasión propia, Karen y ella regresaban a casa tras el final de
las clases, como siempre. Su amiga iba charlando de cosas intrascendentes hasta
que Michelle, tras tomar aire se detuvo, posó una mano sobre las de su
compañera y le dijo.
-Tengo algo importante que proponerte. No sé
cómo te lo tomarás.
Karen
la observó sorprendida, parecía visiblemente interesada en lo que su amiguita
tuviera que decirle.
-Verás. Mi novio… ya sabes. Me ha pedido que
lo hagamos y todo eso.
-¿Lo habéis hecho ya?- Quiso saber la otra
joven que tomándolo por un cotilleo entre amigas la animó.- Cuenta, cuenta.
-Sí, lo hemos hecho varias veces. Y en alguna
ocasión hasta con otras personas.- Pudo confesar Michelle.-
La
cara de su amiga palideció. Estaba con la boca abierta. Michelle trató de
justificar aquello hablando de modo atropellado.
-Es que a él le ponen mucho esas cosas. Me
propuso que lo hiciéramos con otra chica.
-¿Y a ti no te importa?- Inquirió su amiga
sin salir de su asombro.-
-Bueno, yo le quiero, y haría lo que fuera
por él.- Mintió la interpelada que decidiéndose al fin se la jugó al agregar.-
Y Don me ha preguntado, en fin…me ha dicho si a ti te gustaría estar con
nosotros.
Karen
se quedó quieta y sin hablar, obsequiando a su amiga con una mirada de
estupefacción. Michelle ya suspiraba resignada. ¡Lo sabía! Al menos había
ganado la apuesta, y así lo creyó cuando Karen al fin salió de su mutismo para
preguntar.
-¿Bromeas, verdad?
-No, me temo que no.- Musitó su apurada
interlocutora.-
Pero
la réplica de Karen fue la que sí la dejó totalmente asombrada y descolocada…
-Vale.- Asintió la chica.- ¿Dónde lo
haremos?...
-¿Aceptas?- Exclamó una atónita Michelle.-
-Es que tu novio está muy bueno. Perdóname
pero siempre me ha gustado.- Se disculpó su contertulia para añadir.- Y a
muchos tíos les pone eso. Ver a dos chicas enrolladas. Pero no te preocupes,
con que nos demos unos besos bastará.
Seguro que él se empalmará enseguida. Luego, si no te parece mal, nos lo
tiramos las dos por turnos.
-¡No, no puedo creer que digas eso! - Balbuceó
Michelle incapaz de evitar las lágrimas.-
Karen
la miró ahora con pesar e incluso temor. Se apresuró a contestar enseguida.
-Bueno, si para ti eso es duro, déjalo.
Entiendo que no te guste compartirle conmigo. Pero somos amigas. Solamente
sería para pasarlo bien. Si estáis de acuerdo. Además, has sido tú quien me lo
ha propuesto. Y no tendríamos que juntarnos mucho tú y yo. Si es solamente para
satisfacer a tu novio, yo estoy dispuesta, piénsalo.
Michelle
desde luego lo había pensado. Creyó que su amiga era de otra manera. No es que
aprobase esa forma de ser. Independientemente de la inclinación sexual se
sentía defraudada. ¿Y si ella hubiera sido heterosexual? Karen no tenía reparos
en hacérselo con su novio delante de ella. Después de todo Don había tenido
razón. Le tocaba aceptar y cumplir su parte. Además, cualquier sentimiento de
culpabilidad por Karen había quedado borrado.
-Muy bien. - Suspiró.- Hagámoslo…
-Ahora vosotras.
Karen
pareció dudar, acarició el rostro de Michelle despacio y bajó con una mano
hasta los pechos de la chica. En cambio ésta llevada por un irrefrenable deseo
enseguida sujetó la cara de su amiga con ambas manos y la besó en la boca. Tras
separarse, Karen la miró con incredulidad. Don entonces intervino riendo para afirmar.
-A mi novia le pones un montón. ¿Sabes que en
realidad es lesbiana perdida?
-¿Qué?- Pudo decir Karen sin poderlo creer.-
-Es cierto, lo soy.- Le confesó Michelle quien
jadeando a causa de la excitación le susurró al oído.- Y quiero hacérmelo contigo.
-Espera cariño.- Terció Don.- Primero me toca
a mí…
Y
a eso la invitada parecía bastante más dispuesta. Se entrelazó con ese chico e
hicieron el amor. Aunque Michelle no tardó en unirse para besar a placer a su
compañera y cuando el muchacho terminó fue ella la que bajó a las partes
íntimas de su ahora amante y las estimuló con su lengua. Karen jadeaba y gemía
de placer. Cuando Don se recuperó un poco volvió con ella. Al final Michelle se
sintió satisfecha y observó como esos dos consumaban el acto por segunda vez.
Al terminar y vestirse el chico les preguntó.
-¿Qué tal ha ido?
-Ha estado muy bien.- Concedió Karen,
sonriendo a Michelle y declarando para sorpresa de su amiga.- Nunca me hubiera
imaginado esto de ti. Así que eso que contaban sobre tu marcha de París era
cierto.
-¿Qué contaban?- Inquirió su interlocutora
ahora con visible inquietud.-
-Que te echaron de allí por querer enrollarte
con tu mejor amiga. ¡Vaya, Don tenía razón!- Rio divertida.-
-¿De qué estás hablando?- La interrogó
Michelle.-
-¿No lo sabías?- Declaró Karen haciéndose la
sorprendida cuando explicó.- Don y yo hicimos una apuesta. Me dijo que estabas
loca por acostarte conmigo. Yo le dije que eso era imposible. Que tú le
querías. Pero insistió, me comentó que, con la excusa de hacer un trío con él,
tú me lo propondrías. Insistió, aunque yo, incrédula, repetí, mi amiga es
normal, nunca haría eso. ¡Ja, ja! y él me ofreció diez mil libras si yo tenía
razón.
Ahora
fue turno de Michelle de abrir la boca ¿Cómo era eso posible?...Movía la cabeza
queriendo negar aquello… pero aun fue peor cuando la que había creído su amiga
le soltó.
-Casi prefiero haber perdido, porque tenía
muchas ganas de acostarme con él. Aunque admito que tú tampoco lo haces nada
mal. Pero no te equivoques, ¿eh? ¡Ja, ja!, no me gustan las bolleras.
-¡No, solo eres una puta! - Estalló
Michelle.-
-¿Pero cómo te atreves, tortillera?- Replicó
una enfurecida Karen a su vez.- Da gracias a que no diga lo que eres.
-¿Y qué es lo que eres tú, eh?- Repuso su
interlocutora con indignación.- Que aceptaste
acostarte con el novio de tu mejor amiga. Al menos eso pensé que eras, mi amiga.
Yo le dije a Don que jamás aceptarías. Y en todo caso, sino por deseos de enrollarte
con él, ibas a aceptar su dinero.
-No todos tenemos unos papás millonarios como
tú.- Le echó en cara a su vez la otra jovencita.-
-Chicas, chicas.- Intervino
conciliatoriamente Don.- A ninguno nos interesa ir aireando nuestros
asuntos, llamémosles privados… Pensad
que ésta ha sido una asociación muy provechosa. No hay porqué romperla.
-¡Jamás!- Replicó Michelle.- Nunca volveré a
acostarme con esta zorra, ni contigo.
-No me haces falta para nada, bollera.-
Contestó Karen con desdén.-
Aunque
una vez más, haciendo gala de la famosa flema británica, el chico declaró.
-No seáis niñas. Ha sido un malentendido. Y
te recuerdo Michelle, mon amour, que has perdido la apuesta. Tendrás que
acostarte con quién te proponga en mis tríos. Por suerte para ti a mí no me van
los tíos. Pero tengo algún amigo al que
le gustas, y…a cambio de otros favores…podrías pasar un ratito con alguno.
Mientras, yo tendré que consolarme con la pobre Karen.
No pudo aguantarlo más, Michelle
se vistió deprisa y salió de allí. No quería hablar con ninguno de esos dos
sinvergüenzas en una buena temporada. Lo de Don era enfermizo pero lo de su
amiga fue incluso peor. Al menos su novio no disimulaba sus aficiones y se lo
había propuesto dándole a elegir. Y en su defensa, le advirtió desde un principio
sobre la que ella había creído que era su amiga. Michelle tenía que darle la
razón en eso. Aquella asociación era beneficiosa para los tres. Ella no tenía
problemas relativos a que sus compañeros cuchicheasen sobre su condición.
Viendo las caras de satisfacción de sus padres que pensaban que Don era un
chico estupendo, no tenía valor para terminar con esa farsa. Llegó un momento en el que para seguir teniendo
sexo con él e incluso con algunos de sus amigos, se lanzó a probar cosas más
fuertes. Eso se dejó apreciar en sus notas y en su físico, en ese año fue
perdiendo peso hasta presentar un
aspecto lamentable. Desgraciadamente sus padres sí que lo percibieron. Una
tarde la hicieron sentarse con ellos para tener una conversación.
-Hija mía, estamos muy preocupados.- Le decía
Claire.-
-¿Por qué, mamá?- Musitó ella con pretendida
candidez.-
-Te vemos muy desmejorada.- Afirmó su padre.-
-He tenido muchos exámenes últimamente y
algunas materias no se me han bien.- Mintió la muchacha.-
-¿Ha sido por Don?- Se inquietó su madre.-
Fue una pena que lo dejaseis.
Así
había sido, en cuanto Michelle comenzó a presentar esos síntomas y a
desmejorarse fue el chico quién quiso acabar con la relación. De todos modos ya
tenía otras muchachas muy complacientes quienes, atraídas por su dinero, se
prestaban a cualquier cosa. Y la nueva novia de ese malnacido era...
¡Sorpresa!, Karen Fulhan, su ex amiga. No obstante, lejos de enfadarse para
Michelle eso fue una liberación. Desgraciadamente lo único que le quedaba de su
relación con ese individuo era la adicción a las pastillas. Por eso musitó.
-Me costará, mamá. Pero superaré lo de Don.
Quiero hacerlo más de lo que te imaginas.
-Eso esperamos, cariño.- Repuso una muy
preocupada Claire.-
Pero la joven no era capaz de dejar las
drogas. Para su desgracia había pasado a la parte más terrible, la de
inyectarse cocaína. Al fin sus padres lo
descubrieron y angustiados le dieron un ultimátum. O dejaba esa vida y se iba a
una granja de desintoxicación, o no querrían saber más de ella. Michelle se
sentía hastiada de todo, no quería prolongar más aquella agonía. Sus propios
compañeros la rehuían y ella faltaba cada vez más a las clases, o simplemente
hacía novillos. Se sentía totalmente vacía, y sus hasta entonces únicos
sostenes, sus padres, amenazaban con que iban a dejarla. No podía más. Una noche
salió de su casa arrastrando los pies. Tomó un bus nocturno y se plantó en la
última parada de éste, un puente que cruzaba un río encajonado entre dos
colinas. Escuchaba una canción de un grupo de rock que parecía irle perfecta a
ella.
Rumbo a la gran evasión
La partida para el delirio
Rumbo a las vacaciones permanentes
La partida para el viaje de invierno
La partida para el delirio
Rumbo a las vacaciones permanentes
La partida para el viaje de invierno
Rumbo a una digna partida
En dirección a la carretera
Adiós a todo
Rumbo a la sobrecarga automática
De pie en el bote
De pie en el columpio
Esperando el sonido y la luz brillante
-Sería sencillo, saltar y terminar
con todo.- Se decía, mirando hipnotizada hacia las aguas del rio que fluía debajo.-
A la espera de ser reconocidos
Con un simple aplauso
Te bañan con flores cuando te entierren
Te contienes
Te contienes
¡Te contienes!
¡Te contienes!
Justo cuando pensaba que había visto lo último de ti
Vienes aquí arañando mi puerta
El dolor y la ira gritando en la oscuridad
De cada corredor que camino
Así que cuéntame más
Sobre el amor que rechazaste
Quiero saber más sobre la confianza a la que faltaste al respeto
Yo todavía no sé
¿Por qué has herido al único ser?
¿Por qué has herido al único ser que deberías haber protegido?
Rumbo a la gran evasión
La partida para el delirio
Rumbo a las vacaciones permanentes
La partida para el delirio
Rumbo a las vacaciones permanentes
La partida para el viaje de invierno
Rumbo a la novena nube
Al séptimo cielo
Rumbo al eterno adiós.
-Sí, el eterno adiós, - Musitaba,
dejando caer algunas lágrimas.- Adiós a esta vida miserable…
Desdoblar los dedos que me
sostienen
Invocar la fuerza para soltarme
Fuera de este mundo cansado
Fuera de este malestar
Hacia la puesta de sol
Y esa letra se metía en su cabeza, repitiéndose
una y otra vez, de manera que le iba encontrando más y más sentido… ¿Por qué
no?. A fin de cuentas así terminaría con todos sus pesares y su calvario. Solamente
con dejarse caer…y entonces, mirando al cielo, vio una gran media luna, que
parecía darle esa señal, dado que la canción continuaba…
Caída de la Luna
No me preguntes por qué estoy haciendo esto
No lo entenderías
No me preguntes por qué estoy haciendo esto
No lo entenderías
Estás haciendo las preguntas equivocadas
No podrías entender
Un puente no es un lugar alto para caer
En la planta 52a
Ícaro sabría que…
Una montaña no es un lugar alto para caer
Cuando has caído de la luna
De la luna
Soy cenizas en el agua ahora
A lo lejos
He caído
Soy cenizas en el agua ahora
A lo lejos
He caído
Caído
De la luna
La caída de...
(The Great Scape. Marilion. Crédito al autor)
-Sí, escapar de todo.- Se dijo una vez más tratando
de decidirse.- Terminar con esto…caer y caer…y no sentir nada más…
Estaba alto y ella se asomó a la
barandilla, a esas horas no había tráfico, ni se veía un alma. Allí estaba la
solución a todos sus problemas. Únicamente tendría que armarse de valor durante
un par de segundos y saltar. Y estaba dispuesta. Con cuidado iba a pasar un pie
por la barandilla cuando escuchó decir tras de sí.
- Michelle ¿Qué quieres hacer?
Era
una voz muy suave y parecía de chico, ella se giró para descubrir a un muchacho
que la observaba interesado. Era muy alto, y tenía una larga melena de color
castaño que le caía hasta los hombros. Estaba tan ensimismada en su idea que ni
le había visto llegar. Michelle juraría que el chico desprendía luz propia, o
eso o sería el reflejo de sus ropas con los faroles del puente.
-¿Quién eres?- Le preguntó ella que temblaba
a causa de la brisa nocturna. -
- Sólo soy alguien que no desea verte hacer
lo que pensabas.
- Iba a tomar el aire,- se defendió Michelle.
- Eso no es nada malo.
Ahora
ella se dio cuenta de que no había pasado ningún autobús, ni veía ningún coche
aparcado allí. ¿De dónde habría salido ese tipo?
-¿Qué quieres, Michelle? - Le inquirió aquel
misterioso chico con esa voz tan suave que la confundía. -
-¿Qué quiero?...¿A qué te refieres con eso?
¿Quién eres? - Replicó ella a la defensiva y con un tono brusco, para espetar.
- Y ¿por qué no me dejas en paz?
- No te dejaría en paz, si permitiese que
hicieras lo que tenías pensado, esa no sería tu salvación, sino el comienzo de
un sufrimiento mucho mayor.- Declaró el chico cuyo pelo parecía elevarse sólo
pues la brisa no tenía la suficiente fuerza como para hacerlo en tanto
sentenciaba. – Sería una condena para toda la eternidad.
-¿Qué sabrás tú sobre lo que es una condena?-
Le espetó Michelle furiosa y frustrada - ¡No tienes ni idea de lo que he tenido
que pasar! ¡Eso sí que ha sido una condena a perpetuidad! ¡Ésta es la única
manera de terminar con todo! ¡De salir de mi prisión!
Empero,
aquel joven la miraba de una manera tal que ella se detuvo paralizada, esbozando
una expresión de asombro. Y ese chico repuso con tono amable e incluso
alentador.
- Tu vida no debe terminar así. Aun te quedan
muchas cosas buenas por hacer, gente que conocer y personas que reencontrar.
Debes comenzar a desandar el mal camino que has andado. Michelle. Él te da otra
oportunidad, no la desaproveches.
-¿Quién es él? ¿Quién eres tú? Sabes mi
nombre y yo no te lo he dicho. ¿Te envían mis padres? - Inquirió ella ahora
sorprendida. -
- Me envía tu Padre, y el mío, el Padre de todo lo que existe. - Le
contestó aquel muchacho levantando sus brazos, entonces Michelle se quedó de
piedra al verle flotar en el cielo y oírle decir en tanto sus cabellos
refulgían ahora de un color albino ondeando en la brisa. - Vuelve a casa y
comienza una nueva vida. Mira con otros ojos, más allá de tus padecimientos y
vive.
Aquel
chico se acercó a ella y la rodeó con sus brazos, Michelle sintió algo que
jamás había experimentado, estaba en paz con todo y se sentía muy bien. Se dejó
elevar cerrando los ojos, al abrirlos se encontró acostada en su cama. Estaba
en su habitación ¡No podía creerlo! Habría sido sólo un sueño sin duda pero se
levantó vestida ¡y el billete de autobús estaba en su bolsillo! ¿Qué había
ocurrido? ¿Sería cierto que alguien le daba otra oportunidad? Los rayos del sol
mañanero iluminaban su habitación dándole un aspecto más bonito de lo que ella recordaba.
Se levantó con más fuerzas de lo que era habitual y bajó. Sus padres estaban
sentados a la mesa y la observaron preocupados.
- Y bien ¿Has tomado tu decisión? - Quiso
saber su padre con gesto ansioso y voz que en vano se esforzaba por sonar
calmada. -
Ella
les miró en silencio, su madre también aguardaba una respuesta y en su rostro
podía leerse la ansiedad y el temor. Hasta entonces Michelle no se había
percatado de eso. Sus padres sufrían mucho por ella. No era ya por las
apariencias, ni los convencionalismos. Era algo mucho más importante y
doloroso. La propia muchacha pudo verse ante un espejo y casi no se reconoció.
- Sí - dijo convencida -, iré a ese lugar.
Quiero cambiar, quiero curarme.
-¡Oh hija, gracias a Dios!- Sollozó su madre
que no podía contener más su emociones. -
Michelle
se abrazó a ella y ambas lloraron, incluso su padre se unió a las dos perdiendo
su fingida seriedad.
- Verás como te pones bien - Le repetía su
padre una y otra vez llevado por la emoción. - Te curarás y volverás a ser la
de antes. Aunque será duro.
- No importa, lo soportaré,- le aseguró su
hija afirmando realmente convencida. - Quiero recuperar el tiempo que he
perdido. Quiero que mi vida tenga un sentido.
Pensaba
una vez más en el apoyo y el cariño de sus padres. Y lo agradeció. Sin saber
por qué el recuerdo de Amatista volvió a ella. En esta ocasión fue a remontarse
a la primera vez que su entonces amiga la invitó a su casa. Un día de
vacaciones en el Liceo. Las dos llegaban de montar a caballo.
-Estoy muy contenta.- Le decía Amatista realmente
animada cuando caminaban hacia la puerta de su casa.- Dentro de tres días
tenemos competición y las dos estamos seleccionadas.
-Bueno, fue una suerte.- Comentó ella con
modestia.-
-No digas tonterías. Tú montas muy bien. Eres
la única que puede igualar mis registros en las pruebas de obstáculos.- La
alabó su amiga.-
Michelle
sonrió tímidamente e incluso se puso colorada. Que su compañera le dijera eso a
alguien suponía que le valoraba mucho. Amatista no era humilde precisamente.
Desde luego era muy buena en casi todos los deportes y lo sabía. La mejor del
Liceo en natación, kárate y equitación. Y hasta buena jugadora de baloncesto.
Ella en cambio sí que montaba porque desde pequeña sus padres la apuntaron a
clases. Le gustaba pero no lo hacía por ganar ningún título, ni demostrar nada
a nadie.
-No es para tanto, a ti no hay quien te gane.-
Sonrió Michelle.-
En
eso llegaron a la casa de los Lassart. Amatista abrió con sus llaves. Al parecer
sus padres, no estaban. La joven suspiró comentándole a su amiga.
-No hay nadie, para variar. Cuando no estamos
internas en el Liceo me paso la vida aquí sola. Desde que cumplí los doce años
me dejan sin canguro. Dicen que confían mucho en mí.
-A mí, que acabo de cumplir catorce, todavía
me ponen a alguien para que me cuide.-
Afirmó resignadamente Michelle.-
- ¡Pues ya somos mayorcitas! - Se rio su
interlocutora ofreciéndole divertida. - Anda pasa…
Michelle
así lo hizo. La casa de su amiga era grande y estaba muy exquisitamente
decorada. No en vano la madre de su compañera era Esmeralda Deveraux. Pudo ver
también unas fotos colgadas en la pared. Era esa elegante mujer, saliendo muy
joven, en sus días de modelo. Otras posando con algunas compañeras. Y algunas
más que debían ser de carácter más íntimo. Aparecían los padres de su amiga con
otros dos adultos. La propia Amatista salía sonriente. No debería tener más de
seis años. Junto a ella dos críos de más
o menos su edad.
-Mis tíos Zafiro y Petz y mis primos Coraíon
y Granate.- Le comentó de pasada en tanto la guiaba a su habitación.- Viven en
Japón. Les veo bastante poco.
Al
fin recorrieron un largo pasillo y antes de llegar al cuarto de Amatista vieron
luz en otra estancia. La anfitriona miró perpleja.
-¿Mamá? - Llamó con tono dubitativo.- ¿Estás
en casa?
Al
poco unos pasos suavizados por zapatillas de felpa se aproximaron. Michelle
contempló a esa mujer, la propia señora Lassart. Alta, aunque no tanto como su
hija, con un color de cabello entre rubio y verdoso casi tirando a lima difícil
de precisar y unos ojos de color castaño que translucían seguridad. Enseguida se llegó hasta ellas y les sonrió.
-Chérie. ¿Ya has
llegado de montar?
-Sí, tuvimos entrenamiento para el
campeonato.- Le contó la chica, quien quiso saber a su vez.- ¿Cómo es que estás
aquí?
-Tenía que revisar algunos bocetos. Los había
traído a casa y estoy más tranquila. Dime. ¿Quién es tu amiga?
Ahora
Michelle sintió sobre ella esa escrutadora mirada y se ruborizó. Esa mujer
sonrió entonces con simpatía.
- Se llama Michelle Arnau. Os he
hablado de ella. Es mi amiga del Liceo, mi compañera de habitación.- Sonrió a
su vez Amatista.-
-Encantada de conocerla, señora.-
Pudo decir la azorada aludida.-
-De modo que tú eres la famosa
Michelle.- Asintió esa mujer con aprobación.- Mi hija nos ha hablado mucho de
ti. De veras que te aprecia. Eres su mejor amiga, ¿verdad?
Ahora
pareció ser Amatista quien se puso colorada. Michelle lo advirtió no sin
satisfacción.
-No te pases, mamá. No soy una
cursi.
Esmeralda
no respondió a eso aunque mirando hacia los pies de su hija la hizo notar con
un tinte algo admonitorio.
-No debes entrar con esas
horribles botas. Vas a poner perdida la casa.
-Lo siento mamá, vinimos
directamente sin cambiarnos.- Se excusó Amatista.-
-Lo siento, señora Lassart.-
Añadió Michelle dándose cuenta de que ella misma las llevaba también.-
-No es tu culpa.- Sonrió
Esmeralda agregando con más jovialidad. - Mi hija debió avisarte. Tenéis zapatillas
a la entrada.
Obedientemente
las dos se giraron saliendo de nuevo. Sentándose en una silla del hall, se
ayudaron mutuamente a quitarse esas botas de montar. Amatista le prestó unas
zapatillas que a Michelle le estaban algo grandes. Sus pies quedaban bastante holgados
en ellas. Su amiga enseguida se llevó la mano al cogote y musitó avergonzada.
-Es que ya calzo un cuarenta y
dos.
- Yo me quedé solamente en un
treinta y ocho.- Confesó apuradamente Michelle.-
-No te preocupes, lo tuyo es
normal. Soy yo la que parezco el “Big Foot” - Suspiró con resignación su amiga.-
-Es que eres muy alta.- Le comentó
Michelle.- Estarás proporcionada, eso es
todo.
-Sí, ya mido un metro setenta y
ocho y sigo creciendo.- Declaró su amiga.- He pasado a mi madre. Menos mal que
tengo ya catorce años y no creo que vaya a crecer mucho más. Es algo realmente
molesto.
-Al contrario.- Trató de animarla
Michelle.- Podrás ser modelo como ella.
-¡No me fastidies! Esa es la
última cosa que querría hacer en la vida.- Sentenció su interlocutora.-
- Pues a mí me gustaría.- Comentó
la invitada, alegando.- Ser famosa, guapa y con dinero, viajar…
-Sí, ya… todos los días
probándose cosas, nerviosa perdida para cambiarse rápido. Con un control de la
comida bestial, sin parar quieta en ningún sitio. Vamos, ¡genial!- Completó
sarcásticamente Amatista para agregar.- Siendo pequeña, mi madre a veces me
llevaba. Al principio me gustaba todo eso, por los trajes y por lo simpáticas
que eran las modelos. Pero luego fui viendo todos los contras. Además de ser
una especie de florero para que babeen los tíos. No gracias.
En
eso estaban cuando ya calzadas con esas cómodas zapatillas (no tanto para
Michelle a la que casi se le salían cada vez que daba un paso) retornaron a la
habitación de Amatista.
-¿Te apetece comer algo?- Le
ofreció amablemente su amiga en tanto se tumbaba sobre su cama sin ceremonias,
tras despojarse también de su chaqueta de montar, la blusa y de esos ajustados
pantalones blancos de entrenamiento que había llevado. – Algo habrá en la
cocina…
Lo
cierto es que Michelle no le iba a decir lo que le hubiera apetecido comer
precisamente. La tenía ahí, en ropa interior. Apenas si era capaz de mirarla
directamente. Y para mayor sobresalto tocaron a la puerta.
-¿Sí?- Inquirió Amatista que
estaba tumbada boca arriba y con las piernas encogidas y las manos sobre su
plano vientre.-
-Soy mamá.- Se anunció
Esmeralda.- ¿Se puede pasar?
-Claro.- Concedió su hija.-
La
diseñadora entró cautamente. Aunque una vez más no pudo evitar fruncir el ceño
ante aquella escena. Su hija tumbada de aquella forma en tanto que su pobre
amiga estaba en pie casi sin querer mirarla.
-¡Pero, hija mía!- Suspiró.- ¿Qué
haces así?...
- Me acabo de quitar la ropa,
mamá. Ahora iba a ver si me daba una ducha. ¿Quieres ducharte Michelle?- Quiso
saber con total naturalidad.-
Al
oír esa pregunta la interpelada sintió como los colores le subían hasta las
mejillas. Éstas le ardían. Y sus ojos se abrían de par en par. Solamente de
pensar en su amiga con el cuerpo desnudo y el agua cayéndole por según que
partes de su anatomía. Aunque una vez más a su auxilio acudió la señora de la
casa, que tomando esa reacción por algo bien distinto, aseveró con tinte
admonitorio.
-¡Por Dios, chérie! Deja de ponerte en evidencia. Tu
pobre amiga pensará que no tienes modales.
-Michelle ya me conoce, mamá.
Somos muy amigas. Hay confianza.- Replicó despreocupadamente Amatista.-
-No hagas caso, querida.- Le pidió
amablemente Esmeralda a esa tímida jovencita.- Es que no hago carrera de ella.
-Hablando de eso.- Repuso su hija
incorporándose de la cama.- Mamá. Acuérdate que el concurso hípico es el
próximo martes.
-¿El próximo martes?- Repitió la
diseñadora con tono pensativo para oponer.- Lo lamento, ma chère. Me será imposible asistir, tengo
reunión con los diseñadores.
-¿Qué?- Exclamó una atónita
Amatista recriminando a su madre.- Me lo prometiste. Dijiste, sí, esta vez no
me lo perderé.
Hubo
un incómodo silencio. Michelle realmente se sentía violenta. No era agradable
presenciar una riña familiar, sobre todo cuando no era de la suya. Al fin fue
la señora de la casa quién, con tono comedido dijo.
-Ya te he dicho que lo lamento.
Las cosas no son tan sencillas. He tenido que alterar algunos compromisos en mi
agenda.
-Claro.- Sonrió sarcásticamente
Amatista para sentenciar.- Puedes alterar cualquier compromiso para tus cosas.
Pero no para verme a mí.
-Hija, eso es injusto.- Se
defendió Esmeralda.-
-¡Tú sí que eres injusta! -
Replicó airadamente la chica.- Me lo habías prometido.
Su
madre no contestó a eso, solamente respiró hondo y dedicándole una apurada
mirada a Michelle salió de la habitación.
-Eso, haz siempre lo mismo.-
Recriminó Amatista tras verla salir.- Nada de lo que hago yo le importa.- Añadió
con rabia ahora, desahogándose con su perpleja y envarada amiga.-
- Seguro que si pudiera le
encantaría ir a verte.- Trató de animarla su apurada interlocutora.-
Pero
Amatista estalló entre incontrolados sollozos.
-¡Si pudiera! Llevo años
escuchando la misma canción. ¡Claro que podría, pero no le intereso lo más
mínimo! Siempre prefiere dedicarse a su trabajo. Se ha perdido casi todos mis
cumpleaños y mis momentos más importantes. Te juro que si algún día llego a
tener hijos no les haré pasar por esto.
Una
compadecida Michelle abrazó a su amiga tratando de confortarla. Era una
sensación extraña. Le gustaba estar tan cerca de ella, y tener contacto físico,
pero no de esta forma. Sobre todo cuando la veía sufrir. Al menos en eso ella
no debía inquietarse. Sus padres sí que solían ir a verla montar o a las obras
del colegio. Y habían sido los primeros en prepararle fiestas de cumpleaños o
llevarla al parque de atracciones. Al parecer su amiga no tuvo esa fortuna.
Ahora podía entender lo independiente que era para muchas cosas. Desgraciadamente
tras aquello esa tarde se estropeó irremisiblemente. Aunque se ducharon cada
una por turnos, eso sí, y Amatista le dejó algo de ropa suya que le quedaba ya
pequeña. Al cabo de un rato a la anfitriona el berrinche se le había pasado
pero tenía una mirada taciturna.
-Lo grabaremos.- Se le ocurrió a
Michelle.- Mis padres tienen cámara de vídeo. Así tu madre podrá verte.
-¡Ni hablar! Si no viene que se
fastidie.- Rechazó orgullosamente su interlocutora.- O que ponga el canal moda,
a ver si lo dan ahí.
Al
poco tocaron una vez más a la puerta y una voz masculina hizo al fin sonreír a
Amatista.
-Hola hija. ¿Puedo pasar?
-¡Papá! – Exclamó la muchacha
yendo a abrir como una exhalación.-
Desde luego
Michelle se fijó en el recién llegado. El padre de su compañera lucía como un hombre
realmente alto y fornido, de cabellos blancos aunque era todavía joven,
adornando su rostro con una cuidada perilla.
Vestía traje y corbata. Enseguida estrechó a su hija entre los brazos.
Ella incluso saltó a agarrase del cuello de su progenitor. Tan grande era ese
hombre que hasta Amatista parecía ahora una niña pequeña en comparación. Al
fin, tras concluir esas muestras de impulsivo afecto, la joven se separó de su
padre y le presentó.
-Mi amiga del liceo, Michelle Arnau.
-Encantado de conocerte.- Saludó
amablemente aquel individuo ofreciendo la mano derecha.- Soy Diamante Lassart.
La
invitada se la estrechó rápida y suavemente. De veras que estaba impresionada
ante la planta de ese hombre. Ahora podía entender por qué su amiga era así de
alta y de atlética. Pero no pudo seguir meditando mucho sobre eso. Se
sorprendió al oír a Amatista con un tono entre quejumbroso y casi infantil.
-Papá, lo ha vuelto a hacer…
-¿Hacer qué?.. ¿A quién te
refieres?- Inquirió Diamante con extrañeza.-
-A mamá. Ahora me dice que no
podrá ir a mi concurso hípico.- Se lamentó la muchacha.-
-Bueno cariño, será por algún
motivo importante. – Repuso su padre con tono conciliador.-
-Siempre es lo mismo, siempre
tiene algún motivo importante.- Repitió la joven con desconsuelo, aunque no con
el genio anterior.- Cualquier cosa es para ella más importante que yo.
Su
padre la contempló no sin pesar, y le dijo.
-No, cariño. Tu madre te adora,
pero su trabajo es muy complicado, tiene muchas obligaciones.
-Tú también, pero casi siempre te
las apañas para estar conmigo.- Afirmó la chica.-
Diamante
sonrió ligeramente y asintió, para decir con afectuoso e incluso jovial tono
lleno de humor.
-Entonces, ¿te sirvo yo? Me
encanta ver como saltas con tus ponis…
Ahora
fue Amatista quien alegró su expresión. Sonrió exclamando con visible contento.
-¿Podrías venir?
-Claro, cariño. Hablaré con tu
padrino Ian.- Afirmó Diamante.-
La
chica volvió a abrazarse a su padre quién rio ante tal reacción.
-¡Ojalá que él y que Satory
pudieran venir!, -repuso la muchacha que ahora, dirigiéndose a Michelle, le
explicó.- Mi padrino Ian es dueño de las empresas Masters Corporation. Satory es su hija, te he hablado alguna vez
de ella. ¿Te acuerdas? Es como mi hermana mayor.
Michelle asintió con una sonrisa. Le alegraba
ver a su amiga tan feliz. Tras aquello el padre de Amatista las dejó durante un
rato. No pasó mucho tiempo sin que al ir un momento al baño pudiera escucharse
lo que daba la impresión de ser una discusión. Al parecer la señora Lassart
estaba enfadada. Decía entre sollozos.
-Diamante, tú sabes perfectamente
que me encantaría ir a verla… Pero tengo mis obligaciones….
-Lo sé, cariño. Lo sé.- Le decía
él con tintes comprensivos.-
-No es nada fácil, tener que ser
madre, empresaria y además… ya sabes…tengo una obligación. Como las hermanas.
-Sí, no tienes que darme
explicaciones. Anda, no te preocupes más. Iré yo…- Le comentaba su marido.-
-Una vez más su padre acude al
rescate.- Remachó la señora Deveraux con amargura.- Soy yo la mala, la que
nunca está ahí para ella.
-Eso no es verdad, mi amor. Algún
día Amatista lo comprenderá. Y podrás hablar con ella y explicarle las cosas…
-Preferiría que ese momento no
llegase nunca.- Sollozó la diseñadora.- Y si éste es el precio que tengo que
pagar…que me odie mi propia hija…pues tendré que soportarlo…
-No te odia.- Trató de
confortarla Diamante.- Vamos, tranquilízate.
Michelle se sintió muy violenta, y
entristecida por esa mujer. Sobre todo al escuchar el sonido de su llanto. Enseguida
regresó del cuarto de baño a la habitación de su amiga. Por supuesto que no
dijo nada de aquello a Amatista. Al poco y deseando dejar a esa familia para
que atendieran sus asuntos privados, la invitada se despidió de los Lassart
cuando pudo.
-Encantada de conocerles.- Dijo
Michelle con amabilidad.-
-Eres una buena chica. Vuelve
cuando quieras.- La despidió Esmeralda que parecía tener una mirada triste
ahora, pese a su sonrisa de cortesía.-
Y
el día del concurso hípico Diamante cumplió su palabra yendo a ver a su hija.
Amatista obtuvo un meritorio tercer puesto y la propia Michelle quedó sexta.
Fueron buenos tiempos. Ahora volvía de aquellos recuerdos.
-Mi vida se ha ido al infierno.-
Sollozaba con rabia aunque también con determinación.- Y todo empezó con ella…pero no. Saldré de
esto.
Y así fue, durante un año que se
le hizo eterno, Michelle fue a una granja de desintoxicación, allí conoció a un
muchacho muy simpático llamado Timothy. Como ella estuvo enganchado a aquellas
pastillas pero supo cortar a tiempo, la ayudó mucho en sus primeros meses.
-Verás.- Le aconsejaba el muchacho.- Ante
todo tienes que ser honesta contigo misma.
-Sí, de eso me he dado cuenta.- Admitió
ella.-
-La solución a nuestros problemas no está en
esas pastillas, ellas son el auténtico problema. Pero, a su vez, son la
consecuencia de algo más profundo que quisimos enterrar en nuestro interior. -
La instruía aquel muchacho.-
Y
gracias a él entre otros la joven fue dejando esa dependencia y cortando de modo
radical con las drogas. Sin embargo, no todo fue bonito. Timothy se había
enamorado de ella y dándose cuenta de ello, Michelle tuvo que confesarle sus
propias inclinaciones.
-Bueno.- Suspiró resignadamente él.- Tenía
que pasarme. Lo siento, no quise violentarte.
-No, tú no podías saberlo. No es culpa tuya.-
Repuso Michelle con verdadero pesar y agregando con total sinceridad.- Si te
digo la verdad, ahora ni tan siquiera me interesan las chicas. No quiero nada
que no sea recuperarme por completo y volver a dirigir mi vida.
-Lo entiendo.- Afirmó el muchacho que tras
sonreír débilmente acarició con suavidad una mejilla de su interlocutora.- Al
menos podremos ser amigos.
-Eso siempre.- Le sonrió más alentadoramente
la joven.-
Así dieron por zanjado aquello, luego
él se fue, terminada su rehabilitación. Michelle le echó mucho de menos, pero
contó también con la ayuda de una psiquiatra muy amable, aunque joven y bonita,
llamada Madison Hall. Creyó incluso que sería muy difícil admitir ante ella que
era homosexual, pero aquella chica le ayudó mucho a superar esos temores y le
aconsejó que nunca tuviera miedo de asomarse a su verdadero ser.
- No se trata de enfrentarte o de negarte a
aceptar lo que eres - Le dijo ésta. - Sino de ser como eres y vivir bien contigo
misma. Así lograrás vivir bien con todo lo que te rodea. El primer paso para
que te acepten los demás es que tú misma lo hagas.
Michelle también le habló de
Amatista y de todo lo que sentía contra y por ella. De lo que Don le hizo
pasar. De la traición de Karen. Su psiquiatra le dijo que debería sacar todo
aquello a la luz. Y quien sabe, si alguna vez volvía a verla lo mejor sería
decírselo todo, sin ningún tipo de temor. Así, gracias a estos y otros trabajos
y consejos logró dejar las drogas, su aspecto mejoró hasta ser el de antes.
Recuperó su peso y trabajó durante un tiempo allí, ayudando a su vez a otros en
su misma situación. Estaba recobrada de aquello y quiso retomar sus estudios. Volvió
a un nuevo colegio y se reincorporó a las clases. No quiso intimar con nadie,
ni tan siquiera con alguna chica que conoció y que daba la impresión de ser
amable y accesible.
-No volveré a cometer ese error.- Se decía de
forma inflexible.- Voy a centrarme en lograr mi título, para que papá y mamá se
sientan orgullosos.
Así terminó aquel curso que
logró sacar con buenas notas, y tras el siguiente, en el cual aun evidenció más
su mejoría, terminando el bachillerato con muy buenas calificaciones, sus
padres le ofrecieron la posibilidad de ir de vacaciones a París.
- Si es algo que te haga revivir lo que pasó,
iremos a otro sitio - Le ofreció su madre preocupada por aquella posibilidad. -
- No, deseo ir.- Afirmó Michelle convencida
para sentenciar. - Es hora de que supere aquello de una vez. Y me siento
preparada para ello.
Lo
decía pero en el fondo tenía aquella espina clavada en lo más profundo del
alma. ¡Quien sabe lo que sería de sus antiguos compañeros! Posiblemente habrían
terminado los estudios. Habían pasado ya más de cuatro años. ¿Qué habría sido
de Amatista? Michelle no lo sabía, de lo último que se enteró es que ella salía
con un tal Francoise y que iban a hacer un grupo. Comenzó a verse con ese chico
justo al romper con Paul. Recordaba todavía cuando en la intimidad del
vestuario de las chicas Amatista le contara.
- Paul es un chico estupendo, nos lo hemos
pasado muy bien, fuimos al cine y ya sabes.
-¿Qué película visteis? - Preguntó Michelle
con candidez. -
-¡Ja, ja, de ver nada! – Se rio Amatista que
explicó. - En la última fila, estabamos dándonos el lote cuando él me dijo.” Amatista,
mon amour, te importaría ayudar a que me relaje un poco”. Y mientras me lo
decía se bajaba la bragueta...
Michelle
escuchaba atónita, no podía creer que se lo estuviera contando así. Pero
Amatista no paró en eso.
- Yo claro, metí la mano ¡y no veas! Te
aseguro que Paul se quedó muy relajado, aunque tuve que usar varias servilletas
después.
- ¡No te entiendo!- Estalló su oyente que parecía fuera de sí según
recriminaba. -Me dijiste, Michelle preséntamelo, quiero que sea algo romántico ¿Y
te dedicas a hacer esas guarradas con él? ¿Qué más le has hecho?
Amatista
se puso pálida, desde luego no se esperaba aquello, se defendió lo mejor que
pudo.
- No es para que te pongas así, los dos
queríamos que pasara y pasó. No tiene que ver, lo demás sí que fue romántico. Te
prometo que fue a lo más que llegamos.- Michelle seguía mirándola con una
expresión reprobatoria y Amatista añadió tratando de desdramatizar. -¡Vamos
mujer!, el hecho de que le haga una paja no quiere decir nada. Todas las chicas
lo hacen, bueno, casi todas.- Corrigió al mirar a su amiga que parecía querer
llorar y le preguntó entre atónita y preocupada. - Pero, ¿por qué te lo tomas
así?
- A mí me da igual. - Pudo decir Michelle
cuando se controló lo bastante para simplemente sollozar. - Es por ti, no
quiero que te tomen por una cualquiera. Me preocupa lo que Paul pueda contar.
- No seas tonta - rebatió Amatista tratando
de tranquilizarla. - Para empezar, no es el primer chico con el que salgo y
supongo que no será el último. Además, él también ha salido con algunas de aquí
que le han hecho lo mismo o más.- Amatista cuchicheó ahora con un tono de
complicidad. - ¿Sabes quién es Ivonne? La chica de la clase de último curso.
Esa de pelo moreno y largo.
- Sí- asintió Michelle aunque solamente la
conocía de vista. -
- ¡Pues esa se la ha chupado! - Se sonrió
Amatista que agregó - y alguna que otra más lo ha hecho también, incluso se han
acostado con él y con otros.
- Eso a mí no me parece bien. - Replicó
Michelle con gesto de contrariedad. – Todavía somos muy jóvenes. Pero cada una que
haga lo que quiera, ellas no son mis amigas, tú sí.
- Te lo agradezco, de verdad - declaró
Amatista dedicándole una tierna sonrisa. - Tú eres una buena chica, te
preocupas por mí y eso es muy bonito. Eres mi mejor amiga y te quiero mucho. - Dicho
eso besó a Michelle en una mejilla, ésta se quedó paralizada, ¡el deseo de
devolverle el beso era tan fuerte!, se conformó con abrazarse a ella casi a
punto de llorar. -
- Tú también eres mi mejor amiga - Pudo decir
Michelle con palpable emotividad. – Y también te quiero mucho…
Desde
luego eso para ella era como declararse. Sin embargo, su interlocutora lo tomó
en un concepto bien distinto.
- Ya lo sé, tonta. Y perdona los malos ratos
que te hago pasar. Te lo pagaré - sonrió la enternecida Amatista dándole ánimos.
- Si hay algún chico que te guste, dímelo y te ayudaré, ¿vale? Alguno debe haber,
aunque tú nunca me hayas hablado de eso. Cualquiera diría que no te interesan.
¡Ja, ja! Claro, te pasas la vida haciéndome de niñera.
Michelle
se quedó de piedra, ¿Y si Amatista comenzaba a plantearse aquello en serio?
Ella nunca le había dicho nada sobre eso porque, efectivamente, los chicos no
le interesaban para nada en realidad. Pero eso era muy sospechoso y no quería
que su amiga comenzase a atar cabos. Tuvo que improvisar.
- Salí con uno hace un mes.- Declaró con un
susurro. -
-¿Y por qué no me lo dijiste?- Le preguntó Amatista
sonriendo divertida y exclamando. - ¡Vaya con Michelle! Que calladito te lo tenías.
¿Cómo se llamaba?
- Armán - fue el primer nombre que se le pasó
por la cabeza y matizó para evitar cualquier posible problema. - Pero no era de
aquí, estaba de paso.
-¿Y de dónde era?- Quiso saber Amatista
dominada por la curiosidad. -
- De Bélgica- contestó su interlocutora casi
sin pensar. -
- ¡Mira que no contármelo! - Se burló Amatista
con tono de complicidad. – A saber lo que habréis hecho…sinvergonzona. ¡Hipocritilla,
y te pones tan mojigata cuando te cuento lo mío!
- No, no hicimos nada de especial. Es que me
da mucha vergüenza hablar de eso - Sonrió Michelle a su vez, sintiéndose
aliviada. -
-¿Y ahora?- le preguntó Amatista. - ¿Te gusta
algún otro o sales con algún chico sin que yo lo sepa, pillina? ¡Vamos!, somos amigas,
te prometo que no trataré de robarte el novio. Por muy bueno que esté.
- Bueno, Armán y yo no terminamos demasiado
bien,- discurrió Michelle. - Ahora estoy en un momento de....- no sabía que decir.-
De…
Por suerte Amatista vino
involuntariamente en su ayuda sacándola de aquel atolladero al creer adivinar.
Aquellas
palabras resonaban todavía en su cabeza, quien iba a decir que sólo unos días
después se desencadenaría todo aquello.
-Y ahora voy a cerrar ese círculo.- Se dijo
la joven.-
Y más que dispuesta a ello Michelle
viajó por fin a París. Se reinstaló en su antigua casa y dedicó una tarde a
rememorar los mejores momentos que pasara allí siendo niña, cuando esa mala experiencia
del liceo aún no se había producido. Al rato, casi por inercia, puso la
televisión para abstraerse de sus malos recuerdos. No obstante estos parecían
perseguirla pues lo que vio y escuchó la dejó nuevamente perpleja.
- ¡Sí, chicos y chicas!, las populares
Justices actuarán en París. Dentro de una semana. - Anunciaba la voz de un
presentador.- Las cuatro jovencitas y el muchacho que componen el grupo están
en su gira triunfal por el mundo…
Michelle
pudo ver imágenes de aquellas chicas, eran muy buenas cantantes y no estaban
nada mal. En efecto, también había un muchacho bastante apuesto. A ella eso no
le interesaba pero lo que no había sabido hasta entonces es que una de las
componentes era Amatista Lassart. ¡Su ex amiga Améthyste!, realmente no podría ni haberse imaginado
que llegase tan lejos en su vocación musical. Recordaba que una vez, de camino
a clase, Amatista charlaba con ella animadamente acerca de sus proyectos.
Acababa de cortar con Paul y ya se había fijado en un tal Françoise, en opinión
de Michelle un idiota, pero sobre gustos...
- De verdad, es un chico muy atractivo y misterioso.
– Le aseguraba Amatista. - Y le encanta la música. Incluso creo que compone.
- No me cae demasiado bien.- Repuso Michelle
con poco interés. -
- Porque no le conoces, ni siquiera has hablado
con él,- objetó su amiga. -
-¿Y tú sí?- le inquirió Michelle. -
- Bueno, no todavía no,- sonrió Amatista que
añadió con jovialidad. - Pero, ya sabes lo que se dice. Como en esa antigua
canción. El Mundo todavía gira, las estrellas aun brillan y tú serás mío algún
día...- canturreó para sorpresa de su amiga. -
- Cantas muy bien - alabó ésta. - Podrías
dedicarte a ello.
-¿Yo? - Amatista se señaló a sí misma con
incredulidad moviendo la cabeza para oponer. - No creo. Además, a mí me gustaría
cantar sobre temas románticos y con mi físico no me pega.
- No digas tonterías, mujer - rebatió Michelle.
- Eso no tiene que ver.
Su
contertulia suspiró, con una mirada soñadora, y entonces, en un gesto típico de
ella, exclamó con entusiasmo casi infantil.
- ¿Sabes? Me gustaría grabar un disco algún
día. ¿Quién sabe? O eso o comprarme una moto, ¡creo que prefiero la moto! ¡ja, ja!…
Michelle
negó con la cabeza sonriendo, ¡su amiga estaba loca!, saltaba de una cosa a
otra con ese ímpetu arrollador que no parecía detenerse a considerar nada con
profundidad. Pero le encantaba tal y como era, quizás por eso estaba tan
enamorada de ella. Y aparte de todo, su voz era preciosa y tan romántica.
¡Lastima no poder caer en sus brazos! Por lo que pudo saber después, Amatista y
Françoise salieron juntos y formaron un grupo con los chicos del liceo que no prosperó. Después ya no supo más de su
antigua compañera, únicamente lo que algunos de los pocos amigos que conservaba
en París le habían comentado, que se fue a vivir a América. Había perdido la
esperanza de volverla a ver, muchas veces habría imaginado tenerla delante y
poder decirle todo lo que había sufrido por su culpa, ajustarle las cuentas,
tal y como le aconsejara la psiquiatra y como ella misma deseaba. Ahora quizás
tendría una ocasión. Una que podría no volver a repetirse. Animada por ello salió
de casa y consultó por internet una guía
de espectáculos, allí venían el horario y el lugar, nada menos que en el Parque
de los Príncipes y a las nueve de la noche. Tenía que ir como fuera. Por
suerte, su padre era muy amigo del empresario que organizaba aquello. Únicamente
tuvo que fingir un gran interés, decirle que ella era una fan del grupo y que
le encantaría pedirles unos autógrafos a esas chicas, para que su padre llamase
por teléfono. El empresario le dijo que las entradas estaban agotadas pero que,
siendo para Michelle, podría estar entre bastidores y tener la oportunidad de
charlar con sus admiradas cantantes. Ella por supuesto dijo que sí, aunque lo que
menos le importaba era conocer al resto del grupo, sólo tenía una cuenta
personal que saldar con una de sus integrantes.
-Améthyste, ma chère. Ni te imaginas las ganas que tengo de verte
actuar.- Se decía con sarcástica amargura.-
La
semana pasó muy deprisa y Michelle se entrenó haciendo ejercicio como nunca.
Quería que su ex compañera la viese en un perfecto estado de forma y, desde
luego, Amatista era muy fuerte y muy grande, además de experta en artes marciales.
A decir verdad no tendría muchas oportunidades si se enfrentaba con ella. Pero
le daba igual, ¡nada podría quitarle la satisfacción de darla un buen golpe en
los morros! Y al fin llegó el ansiado día. Vestida informalmente con una blusa
y unos vaqueros recortados por encima de las rodillas, Michelle asistió como
otra fan más. Escuchó a la propia Amatista haciendo una presentación en francés
que fue muy aplaudida. Durante el concierto tuvo que admitir que su ex amiga
cantaba muy bien y seguía moviéndose de maravilla. Los años le habían
estilizado aún más la figura y su voz parecía más reposada. Las demás tampoco
le iban a la zaga, casi tan altas como ella e igual de atractivas. Desde luego
no le sorprendió que causaran furor entre los chicos y entre muchísimas chicas
también. Le habrían encantado a ella misma de no tener aquella amarga cuenta
pendiente. Más aún cuando escuchó aquella canción, versionada por su propia ex
compañera quien paradójicamente le daba la respuesta.
¡Oh, oh, oh!
¡Oh, wah oh!
¡Oh, oh, oh!
Si hubiera una oportunidad
Para salvar nuestro roto romance
La dejaría pasar
Porque ahora sé.
Que la vida no termina
Puedes empezar de nuevo
No todo se ha ido
Solo sigue adelante
Sé tu propia mejor amiga
Es fácil sobrevivir. Uuuh
Ahora que al fin me he dado cuenta
de eso
El mundo todavía gira
Las estrellas todavía brillan
En la forma en la que lo hacían
cuando eras mío
Un corazón roto, es una lección
aprendida
Aunque estemos separados, cariño.
El mundo todavía gira
No podía creer
Que fueras a marcharte
Sin preocuparte
Yendo hacia otra parte, otro
lugar
¡Ooh! mi doliente corazón
Nunca pensó que nos separaríamos
Que podía hacer, mi amor por ti
Fui honesta desde el principio
El tiempo quita el dolor
Y el sol brillará de nuevo porque
El mundo todavía gira
Las estrellas todavía brillan
En la forma en la que lo hacían
cuando eras mío
Un corazón roto es una lección aprendida
Aunque estemos separados, cariño.
El mundo todavía gira
Es fácil sobrevivir
Ahora que al fin me he dado
cuenta de eso
El mundo todavía gira
Las estrellas todavía brillan
En la forma en la que lo hacían
cuando eras mío
Un corazón roto, es una lección
aprendida
Aunque estemos separados
El mundo todavía gira.
El mundo todavía gira
Las estrellas todavía brillan
En la forma en la que lo hacían
cuando eras mío
Un corazón roto, es una lección
aprendida
Aunque estemos separados
El mundo todavía gira.
El mundo todavía gira
Las estrellas todavía brillan
En la forma en la que lo hacían
cuando eras mío
Un corazón roto, es una lección
aprendida
Aunque estemos separados
El mundo todavía gira.
(The World still turns. Kylie Minogue. Crédito
a la artista)
Y
entre esa y otras canciones, las
dos horas del concierto le pasaron volando. Derrochando simpatía y complicidad
con el público, las Justices hicieron unos bises y fueron despedidas por una
cerrada ovación. Había llegado el momento y Michelle las siguió sin ser vista
por éstas cuando se retiraron al camerino. En cambio, a ella sí le pareció
reconocer a unos antiguos compañeros, Ivette y Jean Luck. Eran buenos chicos,
estaban en su clase con Amatista y fueron de los pocos que siguieron en
contacto con ella y mandándole “E- Mails”. Michelle nunca quiso meterse en
redes sociales, sobre todo por los años tan duros que tuvo que soportar. Aunque
por sus antiguos compañeros supo que Amatista se había ido a América, pero eso
ocurrió al menos haría ya dos años. Ya hacía mucho que no sabía nada de
ninguno. Sin querer darse a ver por ellos les siguió hasta la puerta del
camerino de las Justices y escuchó como llamaban. Al poco una de las chicas les
abrió la puerta, creyó que una tal Idina, pues había tenido que aprenderse los
nombres de las otras, aparte claro, del que ya sabía. Escuchó un poco y les
oyó, exclamaciones de alegría y felicitaciones para Amatista ¡Felicitaciones, tenía
gracia!. El destino, tan caprichoso e injusto, había querido que durante
aquellos años ella sufriera un tormento mientras esa zorra triunfaba en todo el
mundo. Pero luego le llegaría su propio turno de visita y no la iba a felicitar
precisamente.
-Al final la justicia nos llega a todos. En particular
a ti, que te haces llamar justiciera. ¡Maldita cínica!
Ese
nombre, por lo poco que leyó sobre el grupo para documentarse venía
precisamente de un grupo de mujeres ataviadas con curiosos uniformes de
marineros que luchaban contra el crimen y las injusticias. Estuvieron en el
candelero hacía ya muchos años, pero la propia Michelle apenas había oído hablar
de ellas, salvo las historias que sus padres u otras personas mayores le habían
contado de niña.
-En cualquier caso, eso no me interesa.-
pensó, eso sí, sonriendo con malicia.- Si esas mujeres estuvieran todavía en
activo podrían ir a darle una lección a mi querida Améthyste, que parecer ser
tan fan suya.
Y
es que deseaba entrar ya a por ella, pero no debía impacientarse y cometer un
error que estropease su plan. Aguardó unos minutos que se le hicieron
larguísimos. En no pocas ocasiones le asaltó el temor, e incluso la duda,
planteándose el salir corriendo de allí sin volver la vista atrás y dejar las
cosas como estaban. Pero enseguida su mente se negaba a ello. Primero, no iba a
dejar pasar esa ocasión, un momento que llevaban esperando durante esos cuatro
terribles años. Segundo, si no era capaz de enfrentarse a ella, su conciencia
no la dejaría vivir tranquila durante el resto de su vida. De modo que se ancló
allí con férrea determinación.
-Esperaré, cueste lo que cueste tengo que
hacerlo. No he pasado por todo este infierno para rendirme ahora. - Se
arengaba.-
Por fin su paciencia se vio
recompensa y observó a Ivette y Jean Luck salir, sonriendo y abrazados. Se dieron
un beso y bajaron de la mano por las escaleras que conducían a una de las
salidas. Así que esos dos eran novios o algo parecido. Se alegró por ellos y
les deseó en silencio que fueran muy felices, después se dispuso a cumplir con
el propósito que le había traído hasta allí.
-Voy a saludar a la artista.- Se dijo con
sarcasmo.-
Pero también con amargura y un sentimiento de
culpabilidad. ¡Cómo se acordaba ahora de lo estúpida que fue! ¡Lo que idolatraba
a esa maldita cabrona! Incluso cuando
conoció a Geneva Bourdeu, una chica homosexual como ella y con la que
mantuvo una corta relación en París. Se conocieron un mes antes de que
sucediera todo, en una fiesta en casa de una amiga común, compañera del Liceo. Una
buena chica, otra de las pocas amigas que mantenía aun. Lo importante es que
una tarde, en un bar de ambiente gay, no muy alejado de su Liceo, quedaron a
petición de Geneva. Michelle acudió a la cita y se encontró a ésta muy bonita,
vestía una falda corta y una chaquetilla que dejaba al descubierto sus brazos.
Su pelo moreno estaba recogido en una cola de caballo y sus ojos oscuros
escrutaban el local buscando a Michelle. Ésta no la había visto así de
arreglada desde la fiesta hacía tres semanas. Lo cierto es que todo fue muy
rápido, ambas se cruzaron miradas muy inquisitivas nada más conocerse y se enrollaron
aquella misma noche en la intimidad del cuarto de los padres de su otra amiga.
Y es que entonces todo lo que Michelle deseaba era olvidarse de Amatista,
quitársela de la cabeza para poder seguir siendo su amiga y Geneva le llegó
llovida del cielo. Era bonita y agradable y parecía estar realmente interesada
en ella. Sin embargo, pese a todo, no podía apartar a Amatista de su mente.
Tras la fiesta se vieron más veces y hasta se acostaron juntas en la casa de
los padres de esa muchacha cuando estos no estaban por trabajo. Geneva incluso
le pidió salir en firme. Al oír eso Michelle
no supo que contestar. Le atraía pero no sentía por ella lo mismo que
por Amatista. Tampoco quiso hacerla daño y se escudó en un ambiguo “lo
pensaré”. Geneva, sospechando la situación, le dio un par de días y le propuso
esta cita para que le dijera la respuesta. Para Michelle era difícil pero no podía
seguir dándole falsas esperanzas por más tiempo.
- Me alegro de que estés aquí - La saludó Geneva
besándola ligeramente en los labios. -
- Hola Gen - repuso amablemente Michelle -...
¿cómo estás?
- Bien – apenas pudo musitar ésta que parecía
nerviosa y que no tardó en querer saber. - ¿Te lo has pensado?
- Sí, lo he pensado.- Pudo decir la
interpelada que prosiguió con pesar. - Geneva, eres una chica estupenda, bonita
e inteligente…
- Pero
no puede ser, ¿verdad? - Adivinó su contertulia visiblemente entristecida.
-
- Tengo a alguien que ocupa mis pensamientos.
- Le explicó Michelle. -
-¿Ese alguien es otra chica?- quiso saber Geneva.
-
- Así es. - Admitió Michelle con un susurro y bajando la cabeza.
– Lo siento.
- Debe ser muy especial si estás tan enamorada
- conjeturó Geneva con un hilo de voz. -
- Sí, es mi mejor amiga. - Le confesó
Michelle. - La quiero y la deseo tanto.
- ¿Tu mejor amiga? Entonces, ¡ella no es!...-
Dedujo su contertulia visiblemente sorprendida. -
- No, no es homosexual.- Reconoció Michelle
también apenada. -
- Pero entonces, no lo entiendo, ¡si ella
nunca podrá corresponderte! - Exclamó Geneva que parecía desconcertada y muy
dolida. -¿Por qué?
- No pierdo la esperanza. - Le contestó
Michelle acariciando la cara de su interlocutora con suavidad en tanto proseguía
con tono afectuoso y sincero. - Pero sería mucho peor si te utilizase para
tener lo que no puedo con ella. Te aseguro que deseaba llegar a amarte a ti en
su lugar, pero no puede ser. Lo comprendí después de acostarnos. No me guardes
rencor por ello, por favor.
- Al menos has sido sincera.- Dijo Geneva con
lágrimas en los ojos para añadir
tratando de mantenerse digna. - No te preocupes, no te molestaré más. ¿Cómo se
llama ella? Si no es indiscreción.
- Se llama Amatista y es una chica maravillosa,
por lo menos tanto como tú, de veras.- Aseguró Michelle sintiéndose realmente
mal por aquella pobre chica, ya que podía entender por lo que estaba pasando. –
Y no quiero que por culpa de su sombra tú sufras. No podría corresponder a tu
amor como mereces.
- Es un bonito nombre, te deseo de veras que
algún día, ella sepa lo que sientes hacia ella y te corresponda. Adiós,
Michelle… mon amour. - Replicó su entristecida
interlocutora con voz queda girándose para marcharse. -
- Gen, espera por favor. - Le pidió ésta con tinte cariñoso, conciliador y lleno de buenas intenciones. -Podemos
ser buenas amigas.
Geneva
le dio otro beso en los labios, ahora un poco más largo, pero cuando se separó
de ella, le dijo consternada.
- No podría, al menos por ahora. Ojalá tengas
suerte con esa chica, Michelle. Te lo deseo de todo corazón. – Y de este modo y
sin querer mirar atrás, aquella jovencita salió del bar y de su vida, dejándola
muy apenada…-
-¡Lo siento mucho!- Musitó ella viéndola
marcharse.- No te mereces tener que sufrir por mi culpa.
Por suerte, al cabo de un tiempo,
pudo contactar con Gen. Aunque ella era ahora feliz en una relación con otra
chica. De todas formas quedaron en verse un día y hablar de los viejos tiempos.
-Sería bonito, cuando termine con esto.- Se
dijo.-
Así Michelle volvió a la
realidad al llegarse a la puerta y tocar. Se haría pasar por una fan más,
deseosa de obtener un recuerdo. Los instantes anteriores a que ésta se abriera
fueron muy tensos. ¿Y si era la propia Amatista la que abría? ¿La reconocería
siquiera? ¿Qué le diría? ¿Sería ella quién tomase la iniciativa? Tenía en mente
un montón de cosas que quería decir a modo de frase impactante. Sin embargo
temía que, a la hora de la verdad, le fallase el valor. Pero sus temores se disiparon cuando vio a una
chica de largo cabello moreno y con expresión sonriente y dulce abrir la
puerta.
- Hola - le saludó con amabilidad para
preguntarle. - Dime, ¿Qué querías?
-Hola. Me gustagía que me figmarais un
autógafó. Pof favor. - Respondió Michelle fingiendo extremadamente el acento francés.
-
- Claro.- Sonrió su interlocutora que quiso
saber con mucha cordialidad. - ¿Cómo te llamas para que te lo dedique?
- Me llamo Michelle y tú eges ¿Idiná?
Ésta
asintió sonriendo divertida, al parecer le hacía gracia aquella pronunciación
de su nombre.
- Muy bien, para Michelle con cariño de Idina,-
declaró según lo escribía. -Ya está.
-¿Y gas demgas?- inquirió Michelle fingiendo
muy bien la expresión esperanzada y alegre que exhibía en su rostro, pues
deseaba pasar para encontrarse con su objetivo.-
- Claro, espera, ahora las llamo. Anda pasa y
así te firmarán mis compañeras. - Le pidió la cantante con mucha amabilidad. -
Tímidamente
Michelle siguió a aquella chica, sentía tener que utilizarla, parecía muy
agradable y simpática además de bonita. Aunque también Amatista lo parecía al
principio. En eso pensaba para darse valor, cuando dos muchachas más se
acercaron, una de pelo castaño cobrizo y ojos azules que le firmó como
Katheleen y la otra, que le dedicó una intensa mirada, de pelo castaño claro con unos grandes y hermosos ojos verdes, que
se presentó como Kerria. Michelle sintió algo especial al devolverle la mirada
mientras le firmaba. Pero, ¿dónde estaba Amatista? Precisamente la que más le interesaba
era quien no estaba presente. Idina le pidió a esa tal Kerria que fuera a
llamarla, ésta se alejó entrando en el cuarto de baño y Michelle pudo
escucharla decir.
- Amatista, ven aquí cuando puedas, hay una
chica que quiere nuestros autógrafos y sólo le faltas tú.
-¡La última, como siempre! - Se rio Katherine
O´Brian, la pelirroja, haciendo que sus amigas se sonrieran divertidas.-
- Estoy en la ducha - se la oyó responder a
Amatista. - Ahora voy.
Y a los pocos instantes salió con una toalla anudada
a su cintura mostrando sus pechos, total, entre las chicas no había problemas.
Todavía no había abierto la puerta del baño, ni visto a esa fan que
aguardaba al otro lado y ya sonreía preguntándole.
-¿Cómo te llamas para que te lo pueda firmar?
-¿Te dice algo elg nombgre de Michelle Arnau? -
Respondió ésta clavando sus verdes ojos en ella tan pronto se encontraron sus
miradas al entrar la cantante en el camerino. -
Amatista se quedó pálida. Kerria la miraba extrañada. Internamente Michelle se regocijó por el
impacto que había logrado causar. Mucho
mejor que en sus más optimistas previsiones. Sin querer perder la ventaja por
ello le dijo, ahora en francés...
-¿Te sorprende encontrarme otra vez, verdad? Creíste
que después de que me humillaras en el Liceo ya no volverías a verme nunca.
Claro, muy propio de ti...ma Chère,- espetó con sarcasmo y
desprecio. -
La acusada apenas pudo abrir la boca para replicar, las palabras parecía que se
le hubiesen apagado en la garganta hasta que pudo defenderse.
- Yo era sólo una niña, no sabía que lo que estaba
haciendo pudiera dañarte tanto. Fue algo que no me esperaba y no pude
comprender su alcance hasta que sucedió. Por favor.- Le suplicó también en
francés, visiblemente afectada. - ¡Pardonne-moi!, je t´en prie. ¡J´ai
honte!
-¿Qué está pasando aquí? - Intervino Kerria que sólo
podía comprender algunas palabras sueltas.- ¿Vosotras ya os conocíais? –
Michelle
estaba disfrutando con aquello, no únicamente había dejado sin palabras a esa zorra,
ahora sus amigas podrían comprobar cómo era en realidad. A buen seguro que
desconocerían esa parte de su vida. Pues bien, era hora de que, por una vez,
fuese ella quien hiciera salir de “ aquel armario” a su antigua amiga. Así,
envalentonada, Michelle le ordenó a Amatista en su idioma materno.
-¡Adelante! ¡Cuéntaselo!....quizás se ría igual que
tú y las otras.
- No, no se reirá, te lo aseguro. - Repuso la
envarada muchacha. - Verás Ky. - Le explicó a ésta en un tembloroso inglés. - Esta
chica se llama Michelle Arnau, era compañera mía en el Liceo y ella era…
- Y soy lesbiana, cariño. Todo el mundo lo sabe - Le
interrumpió la susodicha con sorna. - Amatista se encargó de publicitarlo a los
cuatro vientos. Sí, vuestra querida amiga y compañera de grupo…
Ante la atónita mirada de Kerria que estaba con la
boca abierta, Michelle, en bastante mejor inglés del que había pretendido
fingir anteriormente, narró lo ocurrido…
-Me acuerdo de ello como si hubiera sucedido ayer.-
Sentenció para comenzar.-
Estaban en los vestuarios del Liceo, Michelle se sentía nerviosa. Sabía que no
era como las demás, a ella no le interesaban los chicos. Nunca se había
preocupado de intercambiar miradas con ellos ni de tratar de verles desnudos
como hacían muchas de sus compañeras. Ella tenía más suerte, podía ver a la
persona de la que estaba enamorada sin tener que hacer ningún agujero, pero declararse
sería otra cosa. ¿Cómo poder hacerlo? ¿Cómo podría decirle a ella lo que
sentía? Casi le dio un vuelco al corazón cuando la vio entrar.
-¡Hola, Michelle!,- saludó jovialmente Amatista entrando
rauda al vestuario. -
- Ho, hola Amatista, ¿qué tal? - Saludó tímidamente
ésta a su vez. -
- Como siempre,- le respondió su compañera
desnudándose rápidamente. - Las clases un rollo, pero ahora toca natación, así
que a relajarse.
- Sí, entiendo lo que quieres decir - repuso ella
sin poder dejar de escrutar a su compañera que estaba poniéndose el bañador. -
Michelle la recorría de arriba abajo con la mirada y se deleitaba al hacerlo.
Amatista era preciosa, sus senos eran perfectos, muy bien formados y grandes,
sobre todo para su edad, y parecían tan suaves. ¡Cómo le gustaría comprobarlo!
Sus caderas redondeadas y muy insinuantes. Cuanto daría por poder abrazarse a
ella, desnudas las dos y cubrirla de besos. Además, su compañera era tan enérgica
y tan fuerte. Eso la atraía irresistiblemente pero había un gran problema.
Michelle sabía que ella no compartiría sus gustos, nunca lo haría. Para darle
la razón en estos pensamientos su compañera, que ya se había puesto el traje de
baño, le dijo en tono de confidencial complicidad.
- Tenemos un nuevo agujero y los chicos del tercer
grado tienen fútbol hoy, si estamos atentas podemos cazar a Paul mientras
se cambia.
- No sé, no creo que esté bien.- Musitó Michelle que
casi se había puesto pálida. -
-¡Pero si Paul está buenísimo!,- rebatió su
interlocutora que al verla tomó su lividez por otra cosa ajena a los sentimientos
de su compañera. - No seas tan vergonzosa, ¡ja, ja!
- No, me refiero a lo que hacemos. Los chicos sí que
se sentirían avergonzados si lo supieran.- Pudo pretextar con visible
azoramiento. -
-¡Qué va!, a muchos incluso se les empinaría.-
Rio Amatista tratando de imaginárselo. - ¡Anda tonta! Echa un vistazo.
Casi obligada, Michelle miró por el agujero que tenían hecho las chicas en una
de las duchas. Sí, allí estaban algunos muchachos. Dos de ellos desnudos, pero
eso a ella no le interesaba en absoluto, tuvo que fingir exclamando como
Amatista.
-¡Vaya!, hay uno que no está nada mal.
- Deja, deja - Le pidió ésta casi arrollándola -
¡Uy! , que grande la tiene ese.- Sonrió la chica poniendo voz melosa - ¡Me voy
a masturbar! - rio tocándose un pecho a modo de chanza y añadiendo jocosa. -
Como se la agarrase yo, iba a saber lo que es bueno.
-¿Harías eso?- le inquirió Michelle con voz trémula.
-
Su amiga la miró divertida y movió la cabeza, declarando con tono desenfadado e
incluso condescendiente.
- Ya lo he hecho alguna que otra vez. ¿Qué te creías,
que he nacido ayer? ¡Vamos Michelle no seas tan puritana! - Y cortó su perorata
para añadir de inmediato con otra exclamación. -¡Oye, ahí está Paul! ,¡huum tío
bueno, lo que tienes colgando ahí.!- Susurró con voz melosa. - La de cosas que
te haría en este momento si pudiera...
Al escuchar eso Michelle sentía como si un escalofrío recorriera su cuerpo. La
chica que ella deseaba estaba tan excitada y sexy como tantas veces se la había
imaginado. Lo malo es que lo hacía por un chico, uno de esos estúpidos de la
clase de al lado. Y además le había confirmado lo que ella ya suponía, aunque
se negaba realmente a aceptar que Amatista ya hubiese tenido experiencias con
el otro sexo y que eso la encantaba. Su compañera seguía acariciándose los senos
y profiriendo algún que otro jadeo mitad en broma, mitad en serio. Menos mal
que tenía prisa y dejó de hacer eso, si no Michelle no creía que hubiera sido
capaz de dominarse para no besarla. Cuando su amiga se detuvo, dedicó a la
atónita chica una jovial sonrisa, le guiñó un ojo de forma cómplice y se
despidió.
- Creo que tendré que hablar un poco con Paul, quien
sabe si después de las clases podamos conocernos un poco mejor, ¡ji, ji! –
Y se alejó hacia la salida, aunque antes de cruzar la puerta se despidió
con un. - Hasta luego, y no te aproveches ahora que te dejo sola ¿eh? Paul es
solo para mí, aunque seas mi amiga ¡eso no se comparte! ¡Ja, ja!
La joven salió del vestuario y Michelle se quedó
sola apoyada en su taquilla y con ganas de llorar. ¡Cómo hubiera deseado estar
en el lugar de ese Paul! Pasaron varias semanas después de aquello, ella siempre estaba
pendiente de Amatista. Se ofrecía a dejarle los apuntes e incluso la invitaba a
tomar algún refresco. En eso que su ex compañera interrumpió los recuerdos
tratando de justificarse.
- Creía que eras mi mejor amiga. Que sólo me
apreciabas, ¡nada más!, igual que yo a ti! Nos contábamos confidencias, incluso
te conté el rollo que me ayudaste a tener después con el propio Paul y tú me
confiaste también una aventura con un chico de otro curso o de otro país. No
recuerdo bien. El caso es que yo no sospechaba nada hasta que las otras me lo
advirtieron. Y no quise creerlo al principio. Más bien pensé en una broma. Pero
te vieron en un bar gay de esos, fuera del Liceo. Fue en un fin de semana que
teníamos libre, estabas dándote un beso con otra chica. Tú le habías hablado de
mí y mis compañeras lo averiguaron cuando os escucharon. Después me lo
contaron y yo tracé un plan. Seguía pensando que tú y ellas intentabais
gastarme una broma y decidí anticiparme. – Hizo una leve pausa e insistió aun
con más énfasis. – ¡Te juro que pensé que no era cierto y que sólo te
molestarías conmigo un poco si yo fingía que me gustabas! Iba a ser una broma
tonta.
- Pero era verdad - repuso Michelle mordiendo las
palabras con rabia. -
-¿Cómo iba a poder creerlo?- Trató de justificarse
su apurada contertulia. - Me decías que te gustaban los chicos.
-¿Y qué querías que hiciera?,- le reprochó su
interlocutora con amargura y un tinte de desesperación. - Decirte, Amatista
cariño ¿Nos enrollamos? ¿Los tíos me dan asco pero tú me excitas? ¿Estoy
enamorada de ti y no soporto que salgas con ningún chico y menos aún que
me cuentes las cosas que haces con él?
animar a su amiga. -Y recuerda que si necesitas
ayuda aquí me tienes para lo que haga falta
¡ja, ja!...
Aquellas
palabras resonaban todavía en su cabeza, quien iba a decir que sólo unos días
después se desencadenaría todo aquello.
-Y ahora voy a cerrar ese círculo.- Se dijo
la joven.-
Y más que dispuesta a ello Michelle
viajó por fin a París. Se reinstaló en su antigua casa y dedicó una tarde a
rememorar los mejores momentos que pasara allí siendo niña, cuando esa mala experiencia
del liceo aún no se había producido. Al rato, casi por inercia, puso la
televisión para abstraerse de sus malos recuerdos. No obstante estos parecían
perseguirla pues lo que vio y escuchó la dejó nuevamente perpleja.
- ¡Sí, chicos y chicas!, las populares
Justices actuarán en París. Dentro de una semana. - Anunciaba la voz de un
presentador.- Las cuatro jovencitas y el muchacho que componen el grupo están
en su gira triunfal por el mundo…
Michelle
pudo ver imágenes de aquellas chicas, eran muy buenas cantantes y no estaban
nada mal. En efecto, también había un muchacho bastante apuesto. A ella eso no
le interesaba pero lo que no había sabido hasta entonces es que una de las
componentes era Amatista Lassart. ¡Su ex amiga Améthyste!, realmente no podría ni haberse imaginado
que llegase tan lejos en su vocación musical. Recordaba que una vez, de camino
a clase, Amatista charlaba con ella animadamente acerca de sus proyectos.
Acababa de cortar con Paul y ya se había fijado en un tal Françoise, en opinión
de Michelle un idiota, pero sobre gustos...
- De verdad, es un chico muy atractivo y misterioso.
– Le aseguraba Amatista. - Y le encanta la música. Incluso creo que compone.
- No me cae demasiado bien.- Repuso Michelle
con poco interés. -
- Porque no le conoces, ni siquiera has hablado
con él,- objetó su amiga. -
-¿Y tú sí?- le inquirió Michelle. -
- Bueno, no todavía no,- sonrió Amatista que
añadió con jovialidad. - Pero, ya sabes lo que se dice. Como en esa antigua
canción. El Mundo todavía gira, las estrellas aun brillan y tú serás mío algún
día...- canturreó para sorpresa de su amiga. -
- Cantas muy bien - alabó ésta. - Podrías
dedicarte a ello.
-¿Yo? - Amatista se señaló a sí misma con
incredulidad moviendo la cabeza para oponer. - No creo. Además, a mí me gustaría
cantar sobre temas románticos y con mi físico no me pega.
- No digas tonterías, mujer - rebatió Michelle.
- Eso no tiene que ver.
Su
contertulia suspiró, con una mirada soñadora, y entonces, en un gesto típico de
ella, exclamó con entusiasmo casi infantil.
- ¿Sabes? Me gustaría grabar un disco algún
día. ¿Quién sabe? O eso o comprarme una moto, ¡creo que prefiero la moto! ¡ja, ja!…
Michelle
negó con la cabeza sonriendo, ¡su amiga estaba loca!, saltaba de una cosa a
otra con ese ímpetu arrollador que no parecía detenerse a considerar nada con
profundidad. Pero le encantaba tal y como era, quizás por eso estaba tan
enamorada de ella. Y aparte de todo, su voz era preciosa y tan romántica.
¡Lastima no poder caer en sus brazos! Por lo que pudo saber después, Amatista y
Françoise salieron juntos y formaron un grupo con los chicos del liceo que no prosperó. Después ya no supo más de su
antigua compañera, únicamente lo que algunos de los pocos amigos que conservaba
en París le habían comentado, que se fue a vivir a América. Había perdido la
esperanza de volverla a ver, muchas veces habría imaginado tenerla delante y
poder decirle todo lo que había sufrido por su culpa, ajustarle las cuentas,
tal y como le aconsejara la psiquiatra y como ella misma deseaba. Ahora quizás
tendría una ocasión. Una que podría no volver a repetirse. Animada por ello salió
de casa y consultó por internet una guía
de espectáculos, allí venían el horario y el lugar, nada menos que en el Parque
de los Príncipes y a las nueve de la noche. Tenía que ir como fuera. Por
suerte, su padre era muy amigo del empresario que organizaba aquello. Únicamente
tuvo que fingir un gran interés, decirle que ella era una fan del grupo y que
le encantaría pedirles unos autógrafos a esas chicas, para que su padre llamase
por teléfono. El empresario le dijo que las entradas estaban agotadas pero que,
siendo para Michelle, podría estar entre bastidores y tener la oportunidad de
charlar con sus admiradas cantantes. Ella por supuesto dijo que sí, aunque lo que
menos le importaba era conocer al resto del grupo, sólo tenía una cuenta
personal que saldar con una de sus integrantes.
-Améthyste, ma chère. Ni te imaginas las ganas que tengo de verte
actuar.- Se decía con sarcástica amargura.-
La
semana pasó muy deprisa y Michelle se entrenó haciendo ejercicio como nunca.
Quería que su ex compañera la viese en un perfecto estado de forma y, desde
luego, Amatista era muy fuerte y muy grande, además de experta en artes marciales.
A decir verdad no tendría muchas oportunidades si se enfrentaba con ella. Pero
le daba igual, ¡nada podría quitarle la satisfacción de darla un buen golpe en
los morros! Y al fin llegó el ansiado día. Vestida informalmente con una blusa
y unos vaqueros recortados por encima de las rodillas, Michelle asistió como
otra fan más. Escuchó a la propia Amatista haciendo una presentación en francés
que fue muy aplaudida. Durante el concierto tuvo que admitir que su ex amiga
cantaba muy bien y seguía moviéndose de maravilla. Los años le habían
estilizado aún más la figura y su voz parecía más reposada. Las demás tampoco
le iban a la zaga, casi tan altas como ella e igual de atractivas. Desde luego
no le sorprendió que causaran furor entre los chicos y entre muchísimas chicas
también. Le habrían encantado a ella misma de no tener aquella amarga cuenta
pendiente. Más aún cuando escuchó aquella canción, versionada por su propia ex
compañera quien paradójicamente le daba la respuesta.
¡Oh, oh, oh!
¡Oh, wah oh!
¡Oh, oh, oh!
Si hubiera una oportunidad
Para salvar nuestro roto romance
La dejaría pasar
Porque ahora sé.
Que la vida no termina
Puedes empezar de nuevo
No todo se ha ido
Solo sigue adelante
Sé tu propia mejor amiga
Es fácil sobrevivir. Uuuh
Ahora que al fin me he dado cuenta
de eso
El mundo todavía gira
Las estrellas todavía brillan
En la forma en la que lo hacían
cuando eras mío
Un corazón roto, es una lección
aprendida
Aunque estemos separados, cariño.
El mundo todavía gira
No podía creer
Que fueras a marcharte
Sin preocuparte
Yendo hacia otra parte, otro
lugar
¡Ooh! mi doliente corazón
Nunca pensó que nos separaríamos
Que podía hacer, mi amor por ti
Fui honesta desde el principio
El tiempo quita el dolor
Y el sol brillará de nuevo porque
El mundo todavía gira
Las estrellas todavía brillan
En la forma en la que lo hacían
cuando eras mío
Un corazón roto es una lección aprendida
Aunque estemos separados, cariño.
El mundo todavía gira
Es fácil sobrevivir
Ahora que al fin me he dado
cuenta de eso
El mundo todavía gira
Las estrellas todavía brillan
En la forma en la que lo hacían
cuando eras mío
Un corazón roto, es una lección
aprendida
Aunque estemos separados
El mundo todavía gira.
El mundo todavía gira
Las estrellas todavía brillan
En la forma en la que lo hacían
cuando eras mío
Un corazón roto, es una lección
aprendida
Aunque estemos separados
El mundo todavía gira.
El mundo todavía gira
Las estrellas todavía brillan
En la forma en la que lo hacían
cuando eras mío
Un corazón roto, es una lección
aprendida
Aunque estemos separados
El mundo todavía gira.
(The World still turns. Kylie Minogue. Crédito
a la artista)
Y
entre esa y otras canciones, las
dos horas del concierto le pasaron volando. Derrochando simpatía y complicidad
con el público, las Justices hicieron unos bises y fueron despedidas por una
cerrada ovación. Había llegado el momento y Michelle las siguió sin ser vista
por éstas cuando se retiraron al camerino. En cambio, a ella sí le pareció
reconocer a unos antiguos compañeros, Ivette y Jean Luck. Eran buenos chicos,
estaban en su clase con Amatista y fueron de los pocos que siguieron en
contacto con ella y mandándole “E- Mails”. Michelle nunca quiso meterse en
redes sociales, sobre todo por los años tan duros que tuvo que soportar. Aunque
por sus antiguos compañeros supo que Amatista se había ido a América, pero eso
ocurrió al menos haría ya dos años. Ya hacía mucho que no sabía nada de
ninguno. Sin querer darse a ver por ellos les siguió hasta la puerta del
camerino de las Justices y escuchó como llamaban. Al poco una de las chicas les
abrió la puerta, creyó que una tal Idina, pues había tenido que aprenderse los
nombres de las otras, aparte claro, del que ya sabía. Escuchó un poco y les
oyó, exclamaciones de alegría y felicitaciones para Amatista ¡Felicitaciones, tenía
gracia!. El destino, tan caprichoso e injusto, había querido que durante
aquellos años ella sufriera un tormento mientras esa zorra triunfaba en todo el
mundo. Pero luego le llegaría su propio turno de visita y no la iba a felicitar
precisamente.
-Al final la justicia nos llega a todos. En particular
a ti, que te haces llamar justiciera. ¡Maldita cínica!
Ese
nombre, por lo poco que leyó sobre el grupo para documentarse venía
precisamente de un grupo de mujeres ataviadas con curiosos uniformes de
marineros que luchaban contra el crimen y las injusticias. Estuvieron en el
candelero hacía ya muchos años, pero la propia Michelle apenas había oído hablar
de ellas, salvo las historias que sus padres u otras personas mayores le habían
contado de niña.
-En cualquier caso, eso no me interesa.-
pensó, eso sí, sonriendo con malicia.- Si esas mujeres estuvieran todavía en
activo podrían ir a darle una lección a mi querida Améthyste, que parecer ser
tan fan suya.
Y
es que deseaba entrar ya a por ella, pero no debía impacientarse y cometer un
error que estropease su plan. Aguardó unos minutos que se le hicieron
larguísimos. En no pocas ocasiones le asaltó el temor, e incluso la duda,
planteándose el salir corriendo de allí sin volver la vista atrás y dejar las
cosas como estaban. Pero enseguida su mente se negaba a ello. Primero, no iba a
dejar pasar esa ocasión, un momento que llevaban esperando durante esos cuatro
terribles años. Segundo, si no era capaz de enfrentarse a ella, su conciencia
no la dejaría vivir tranquila durante el resto de su vida. De modo que se ancló
allí con férrea determinación.
-Esperaré, cueste lo que cueste tengo que
hacerlo. No he pasado por todo este infierno para rendirme ahora. - Se
arengaba.-
Por fin su paciencia se vio
recompensa y observó a Ivette y Jean Luck salir, sonriendo y abrazados. Se dieron
un beso y bajaron de la mano por las escaleras que conducían a una de las
salidas. Así que esos dos eran novios o algo parecido. Se alegró por ellos y
les deseó en silencio que fueran muy felices, después se dispuso a cumplir con
el propósito que le había traído hasta allí.
-Voy a saludar a la artista.- Se dijo con
sarcasmo.-
Pero también con amargura y un sentimiento de
culpabilidad. ¡Cómo se acordaba ahora de lo estúpida que fue! ¡Lo que idolatraba
a esa maldita cabrona! Incluso cuando
conoció a Geneva Bourdeu, una chica homosexual como ella y con la que
mantuvo una corta relación en París. Se conocieron un mes antes de que
sucediera todo, en una fiesta en casa de una amiga común, compañera del Liceo. Una
buena chica, otra de las pocas amigas que mantenía aun. Lo importante es que
una tarde, en un bar de ambiente gay, no muy alejado de su Liceo, quedaron a
petición de Geneva. Michelle acudió a la cita y se encontró a ésta muy bonita,
vestía una falda corta y una chaquetilla que dejaba al descubierto sus brazos.
Su pelo moreno estaba recogido en una cola de caballo y sus ojos oscuros
escrutaban el local buscando a Michelle. Ésta no la había visto así de
arreglada desde la fiesta hacía tres semanas. Lo cierto es que todo fue muy
rápido, ambas se cruzaron miradas muy inquisitivas nada más conocerse y se enrollaron
aquella misma noche en la intimidad del cuarto de los padres de su otra amiga.
Y es que entonces todo lo que Michelle deseaba era olvidarse de Amatista,
quitársela de la cabeza para poder seguir siendo su amiga y Geneva le llegó
llovida del cielo. Era bonita y agradable y parecía estar realmente interesada
en ella. Sin embargo, pese a todo, no podía apartar a Amatista de su mente.
Tras la fiesta se vieron más veces y hasta se acostaron juntas en la casa de
los padres de esa muchacha cuando estos no estaban por trabajo. Geneva incluso
le pidió salir en firme. Al oír eso Michelle
no supo que contestar. Le atraía pero no sentía por ella lo mismo que
por Amatista. Tampoco quiso hacerla daño y se escudó en un ambiguo “lo
pensaré”. Geneva, sospechando la situación, le dio un par de días y le propuso
esta cita para que le dijera la respuesta. Para Michelle era difícil pero no podía
seguir dándole falsas esperanzas por más tiempo.
- Me alegro de que estés aquí - La saludó Geneva
besándola ligeramente en los labios. -
- Hola Gen - repuso amablemente Michelle -...
¿cómo estás?
- Bien – apenas pudo musitar ésta que parecía
nerviosa y que no tardó en querer saber. - ¿Te lo has pensado?
- Sí, lo he pensado.- Pudo decir la
interpelada que prosiguió con pesar. - Geneva, eres una chica estupenda, bonita
e inteligente…
- Pero
no puede ser, ¿verdad? - Adivinó su contertulia visiblemente entristecida.
-
- Tengo a alguien que ocupa mis pensamientos.
- Le explicó Michelle. -
-¿Ese alguien es otra chica?- quiso saber Geneva.
-
- Así es. - Admitió Michelle con un susurro y bajando la cabeza.
– Lo siento.
- Debe ser muy especial si estás tan enamorada
- conjeturó Geneva con un hilo de voz. -
- Sí, es mi mejor amiga. - Le confesó
Michelle. - La quiero y la deseo tanto.
- ¿Tu mejor amiga? Entonces, ¡ella no es!...-
Dedujo su contertulia visiblemente sorprendida. -
- No, no es homosexual.- Reconoció Michelle
también apenada. -
- Pero entonces, no lo entiendo, ¡si ella
nunca podrá corresponderte! - Exclamó Geneva que parecía desconcertada y muy
dolida. -¿Por qué?
- No pierdo la esperanza. - Le contestó
Michelle acariciando la cara de su interlocutora con suavidad en tanto proseguía
con tono afectuoso y sincero. - Pero sería mucho peor si te utilizase para
tener lo que no puedo con ella. Te aseguro que deseaba llegar a amarte a ti en
su lugar, pero no puede ser. Lo comprendí después de acostarnos. No me guardes
rencor por ello, por favor.
- Al menos has sido sincera.- Dijo Geneva con
lágrimas en los ojos para añadir
tratando de mantenerse digna. - No te preocupes, no te molestaré más. ¿Cómo se
llama ella? Si no es indiscreción.
- Se llama Amatista y es una chica maravillosa,
por lo menos tanto como tú, de veras.- Aseguró Michelle sintiéndose realmente
mal por aquella pobre chica, ya que podía entender por lo que estaba pasando. –
Y no quiero que por culpa de su sombra tú sufras. No podría corresponder a tu
amor como mereces.
- Es un bonito nombre, te deseo de veras que
algún día, ella sepa lo que sientes hacia ella y te corresponda. Adiós,
Michelle… mon amour. - Replicó su entristecida
interlocutora con voz queda girándose para marcharse. -
- Gen, espera por favor. - Le pidió ésta con tinte cariñoso, conciliador y lleno de buenas intenciones. -Podemos
ser buenas amigas.
Geneva
le dio otro beso en los labios, ahora un poco más largo, pero cuando se separó
de ella, le dijo consternada.
- No podría, al menos por ahora. Ojalá tengas
suerte con esa chica, Michelle. Te lo deseo de todo corazón. – Y de este modo y
sin querer mirar atrás, aquella jovencita salió del bar y de su vida, dejándola
muy apenada…-
-¡Lo siento mucho!- Musitó ella viéndola
marcharse.- No te mereces tener que sufrir por mi culpa.
Por suerte, al cabo de un tiempo,
pudo contactar con Gen. Aunque ella era ahora feliz en una relación con otra
chica. De todas formas quedaron en verse un día y hablar de los viejos tiempos.
-Sería bonito, cuando termine con esto.- Se
dijo.-
Así Michelle volvió a la
realidad al llegarse a la puerta y tocar. Se haría pasar por una fan más,
deseosa de obtener un recuerdo. Los instantes anteriores a que ésta se abriera
fueron muy tensos. ¿Y si era la propia Amatista la que abría? ¿La reconocería
siquiera? ¿Qué le diría? ¿Sería ella quién tomase la iniciativa? Tenía en mente
un montón de cosas que quería decir a modo de frase impactante. Sin embargo
temía que, a la hora de la verdad, le fallase el valor. Pero sus temores se disiparon cuando vio a una
chica de largo cabello moreno y con expresión sonriente y dulce abrir la
puerta.
- Hola - le saludó con amabilidad para
preguntarle. - Dime, ¿Qué querías?
-Hola. Me gustagía que me figmarais un
autógafó. Pof favor. - Respondió Michelle fingiendo extremadamente el acento francés.
-
- Claro.- Sonrió su interlocutora que quiso
saber con mucha cordialidad. - ¿Cómo te llamas para que te lo dedique?
- Me llamo Michelle y tú eges ¿Idiná?
Ésta
asintió sonriendo divertida, al parecer le hacía gracia aquella pronunciación
de su nombre.
- Muy bien, para Michelle con cariño de Idina,-
declaró según lo escribía. -Ya está.
-¿Y gas demgas?- inquirió Michelle fingiendo
muy bien la expresión esperanzada y alegre que exhibía en su rostro, pues
deseaba pasar para encontrarse con su objetivo.-
- Claro, espera, ahora las llamo. Anda pasa y
así te firmarán mis compañeras. - Le pidió la cantante con mucha amabilidad. -
Tímidamente
Michelle siguió a aquella chica, sentía tener que utilizarla, parecía muy
agradable y simpática además de bonita. Aunque también Amatista lo parecía al
principio. En eso pensaba para darse valor, cuando dos muchachas más se
acercaron, una de pelo castaño cobrizo y ojos azules que le firmó como
Katheleen y la otra, que le dedicó una intensa mirada, de pelo castaño claro con unos grandes y hermosos ojos verdes, que
se presentó como Kerria. Michelle sintió algo especial al devolverle la mirada
mientras le firmaba. Pero, ¿dónde estaba Amatista? Precisamente la que más le interesaba
era quien no estaba presente. Idina le pidió a esa tal Kerria que fuera a
llamarla, ésta se alejó entrando en el cuarto de baño y Michelle pudo
escucharla decir.
- Amatista, ven aquí cuando puedas, hay una
chica que quiere nuestros autógrafos y sólo le faltas tú.
-¡La última, como siempre! - Se rio Katherine
O´Brian, la pelirroja, haciendo que sus amigas se sonrieran divertidas.-
- Estoy en la ducha - se la oyó responder a
Amatista. - Ahora voy.
Y a los pocos instantes salió con una toalla anudada
a su cintura mostrando sus pechos, total, entre las chicas no había problemas.
Todavía no había abierto la puerta del baño, ni visto a esa fan que
aguardaba al otro lado y ya sonreía preguntándole.
-¿Cómo te llamas para que te lo pueda firmar?
-¿Te dice algo elg nombgre de Michelle Arnau? -
Respondió ésta clavando sus verdes ojos en ella tan pronto se encontraron sus
miradas al entrar la cantante en el camerino. -
Amatista se quedó pálida. Kerria la miraba extrañada. Internamente Michelle se regocijó por el
impacto que había logrado causar. Mucho
mejor que en sus más optimistas previsiones. Sin querer perder la ventaja por
ello le dijo, ahora en francés...
-¿Te sorprende encontrarme otra vez, verdad? Creíste
que después de que me humillaras en el Liceo ya no volverías a verme nunca.
Claro, muy propio de ti...ma Chère,- espetó con sarcasmo y
desprecio. -
La acusada apenas pudo abrir la boca para replicar, las palabras parecía que se
le hubiesen apagado en la garganta hasta que pudo defenderse.
- Yo era sólo una niña, no sabía que lo que estaba
haciendo pudiera dañarte tanto. Fue algo que no me esperaba y no pude
comprender su alcance hasta que sucedió. Por favor.- Le suplicó también en
francés, visiblemente afectada. - ¡Pardonne-moi!, je t´en prie. ¡J´ai
honte!
-¿Qué está pasando aquí? - Intervino Kerria que sólo
podía comprender algunas palabras sueltas.- ¿Vosotras ya os conocíais? –
Michelle
estaba disfrutando con aquello, no únicamente había dejado sin palabras a esa zorra,
ahora sus amigas podrían comprobar cómo era en realidad. A buen seguro que
desconocerían esa parte de su vida. Pues bien, era hora de que, por una vez,
fuese ella quien hiciera salir de “ aquel armario” a su antigua amiga. Así,
envalentonada, Michelle le ordenó a Amatista en su idioma materno.
-¡Adelante! ¡Cuéntaselo!....quizás se ría igual que
tú y las otras.
- No, no se reirá, te lo aseguro. - Repuso la
envarada muchacha. - Verás Ky. - Le explicó a ésta en un tembloroso inglés. - Esta
chica se llama Michelle Arnau, era compañera mía en el Liceo y ella era…
- Y soy lesbiana, cariño. Todo el mundo lo sabe - Le
interrumpió la susodicha con sorna. - Amatista se encargó de publicitarlo a los
cuatro vientos. Sí, vuestra querida amiga y compañera de grupo…
Ante la atónita mirada de Kerria que estaba con la
boca abierta, Michelle, en bastante mejor inglés del que había pretendido
fingir anteriormente, narró lo ocurrido…
-Me acuerdo de ello como si hubiera sucedido ayer.-
Sentenció para comenzar.-
Estaban en los vestuarios del Liceo, Michelle se sentía nerviosa. Sabía que no
era como las demás, a ella no le interesaban los chicos. Nunca se había
preocupado de intercambiar miradas con ellos ni de tratar de verles desnudos
como hacían muchas de sus compañeras. Ella tenía más suerte, podía ver a la
persona de la que estaba enamorada sin tener que hacer ningún agujero, pero declararse
sería otra cosa. ¿Cómo poder hacerlo? ¿Cómo podría decirle a ella lo que
sentía? Casi le dio un vuelco al corazón cuando la vio entrar.
-¡Hola, Michelle!,- saludó jovialmente Amatista entrando
rauda al vestuario. -
- Ho, hola Amatista, ¿qué tal? - Saludó tímidamente
ésta a su vez. -
- Como siempre,- le respondió su compañera
desnudándose rápidamente. - Las clases un rollo, pero ahora toca natación, así
que a relajarse.
- Sí, entiendo lo que quieres decir - repuso ella
sin poder dejar de escrutar a su compañera que estaba poniéndose el bañador. -
Michelle la recorría de arriba abajo con la mirada y se deleitaba al hacerlo.
Amatista era preciosa, sus senos eran perfectos, muy bien formados y grandes,
sobre todo para su edad, y parecían tan suaves. ¡Cómo le gustaría comprobarlo!
Sus caderas redondeadas y muy insinuantes. Cuanto daría por poder abrazarse a
ella, desnudas las dos y cubrirla de besos. Además, su compañera era tan enérgica
y tan fuerte. Eso la atraía irresistiblemente pero había un gran problema.
Michelle sabía que ella no compartiría sus gustos, nunca lo haría. Para darle
la razón en estos pensamientos su compañera, que ya se había puesto el traje de
baño, le dijo en tono de confidencial complicidad.
- Tenemos un nuevo agujero y los chicos del tercer
grado tienen fútbol hoy, si estamos atentas podemos cazar a Paul mientras
se cambia.
- No sé, no creo que esté bien.- Musitó Michelle que
casi se había puesto pálida. -
-¡Pero si Paul está buenísimo!,- rebatió su
interlocutora que al verla tomó su lividez por otra cosa ajena a los sentimientos
de su compañera. - No seas tan vergonzosa, ¡ja, ja!
- No, me refiero a lo que hacemos. Los chicos sí que
se sentirían avergonzados si lo supieran.- Pudo pretextar con visible
azoramiento. -
-¡Qué va!, a muchos incluso se les empinaría.-
Rio Amatista tratando de imaginárselo. - ¡Anda tonta! Echa un vistazo.
Casi obligada, Michelle miró por el agujero que tenían hecho las chicas en una
de las duchas. Sí, allí estaban algunos muchachos. Dos de ellos desnudos, pero
eso a ella no le interesaba en absoluto, tuvo que fingir exclamando como
Amatista.
-¡Vaya!, hay uno que no está nada mal.
- Deja, deja - Le pidió ésta casi arrollándola -
¡Uy! , que grande la tiene ese.- Sonrió la chica poniendo voz melosa - ¡Me voy
a masturbar! - rio tocándose un pecho a modo de chanza y añadiendo jocosa. -
Como se la agarrase yo, iba a saber lo que es bueno.
-¿Harías eso?- le inquirió Michelle con voz trémula.
-
Su amiga la miró divertida y movió la cabeza, declarando con tono desenfadado e
incluso condescendiente.
- Ya lo he hecho alguna que otra vez. ¿Qué te creías,
que he nacido ayer? ¡Vamos Michelle no seas tan puritana! - Y cortó su perorata
para añadir de inmediato con otra exclamación. -¡Oye, ahí está Paul! ,¡huum tío
bueno, lo que tienes colgando ahí.!- Susurró con voz melosa. - La de cosas que
te haría en este momento si pudiera...
Al escuchar eso Michelle sentía como si un escalofrío recorriera su cuerpo. La
chica que ella deseaba estaba tan excitada y sexy como tantas veces se la había
imaginado. Lo malo es que lo hacía por un chico, uno de esos estúpidos de la
clase de al lado. Y además le había confirmado lo que ella ya suponía, aunque
se negaba realmente a aceptar que Amatista ya hubiese tenido experiencias con
el otro sexo y que eso la encantaba. Su compañera seguía acariciándose los senos
y profiriendo algún que otro jadeo mitad en broma, mitad en serio. Menos mal
que tenía prisa y dejó de hacer eso, si no Michelle no creía que hubiera sido
capaz de dominarse para no besarla. Cuando su amiga se detuvo, dedicó a la
atónita chica una jovial sonrisa, le guiñó un ojo de forma cómplice y se
despidió.
- Creo que tendré que hablar un poco con Paul, quien
sabe si después de las clases podamos conocernos un poco mejor, ¡ji, ji! –
Y se alejó hacia la salida, aunque antes de cruzar la puerta se despidió
con un. - Hasta luego, y no te aproveches ahora que te dejo sola ¿eh? Paul es
solo para mí, aunque seas mi amiga ¡eso no se comparte! ¡Ja, ja!
La joven salió del vestuario y Michelle se quedó
sola apoyada en su taquilla y con ganas de llorar. ¡Cómo hubiera deseado estar
en el lugar de ese Paul! Pasaron varias semanas después de aquello, ella siempre estaba
pendiente de Amatista. Se ofrecía a dejarle los apuntes e incluso la invitaba a
tomar algún refresco. En eso que su ex compañera interrumpió los recuerdos
tratando de justificarse.
- Creía que eras mi mejor amiga. Que sólo me
apreciabas, ¡nada más!, igual que yo a ti! Nos contábamos confidencias, incluso
te conté el rollo que me ayudaste a tener después con el propio Paul y tú me
confiaste también una aventura con un chico de otro curso o de otro país. No
recuerdo bien. El caso es que yo no sospechaba nada hasta que las otras me lo
advirtieron. Y no quise creerlo al principio. Más bien pensé en una broma. Pero
te vieron en un bar gay de esos, fuera del Liceo. Fue en un fin de semana que
teníamos libre, estabas dándote un beso con otra chica. Tú le habías hablado de
mí y mis compañeras lo averiguaron cuando os escucharon. Después me lo
contaron y yo tracé un plan. Seguía pensando que tú y ellas intentabais
gastarme una broma y decidí anticiparme. – Hizo una leve pausa e insistió aun
con más énfasis. – ¡Te juro que pensé que no era cierto y que sólo te
molestarías conmigo un poco si yo fingía que me gustabas! Iba a ser una broma
tonta.
- Pero era verdad - repuso Michelle mordiendo las
palabras con rabia. -
-¿Cómo iba a poder creerlo?- Trató de justificarse
su apurada contertulia. - Me decías que te gustaban los chicos.
-¿Y qué querías que hiciera?,- le reprochó su
interlocutora con amargura y un tinte de desesperación. - Decirte, Amatista
cariño ¿Nos enrollamos? ¿Los tíos me dan asco pero tú me excitas? ¿Estoy
enamorada de ti y no soporto que salgas con ningún chico y menos aún que
me cuentes las cosas que haces con él?
- ¿Qué ocurrió exactamente para que hayáis acabado
así?- Intervino Kerria con genuina curiosidad.-
Michelle no
dijo nada, solo fulminaba a Amatista con la mirada. Ésta, encajando el reproche
con visible aprehensión, contestó tímidamente y con la voz quebrada a medida
que iba reviviendo en su mente aquello.
- Verás. Mis amigas y yo quedamos en los vestuarios
una hora antes de que llegase Michelle y lo preparamos todo...
Amatista reunía en corrillo a sus amigas y les ordenaba con entusiasmo.
- Tú Darlette tráete la cámara de vídeo, lo
grabaremos en directo para el canal porno del Liceo.- Se reía con sólo pensarlo
y añadió. – Tú, Máxime, asegúrate de que estemos solas y de que las chicas se
esconden bien tras la puerta. Las demás, en cuanto la veáis, decidle que
necesito verla, que estoy en el vestuario.
-¡Va a ser una superproducción! - reía Máxime. -
- Oye Amatista - dijo otra de nombre Anne con sorna.
- ¿Por qué no lo pruebas? A lo mejor te gusta como lo hace Michelle ja, ja.
- No digas tonterías. - Sonrió ella moviendo la
cabeza con incredulidad.- Además, estoy segura de que os equivocáis y todo esto
queda en una broma graciosa. Se pondrá colorada todo lo más y se enfadará un
poco. Si no es que ella misma pretendía liarme a mí. De todas formas, si
no es así, con disculparnos luego ya está.
- Ya verás como no nos equivocamos - repuso
Darlette ahora con voz más seria y teñida por el desprecio. - Yo misma la
vi, ¡menuda tortillera está hecha!
A Amatista no le gustó ese comentario, pero decidió dejarlo pasar, dentro de
poco les demostraría a todas que debió de tratarse de un error y tendrían que
pedirle perdón a su amiga. Es más, por un instante estuvo tentada de hablar con
Michelle a solas y de explicarle la situación para que ambas se rieran de las
otras, pero ya no había tiempo. Además, estaba segura de que esas sospechas
eran infundadas o que todo se trataba de una mala pasada.
-¡Lo pasaremos muy bien! - Exclamó Anne entre tanto,
asegurando con regocijo - y le daremos una lección.
Todas convinieron en ello con risitas maliciosas. Así comenzó la comedia. Una
de las chicas localizó a esa muchacha y le informó de que Amatista quería
verla. Ésta no tardó en presentarse en el vestuario y su amiga dio comienzo a
la representación.
-¿Querías verme? - Preguntó sorprendida Michelle. -
- Tengo que hablar contigo muy seriamente,- le
comentó su amiga simulando un nervioso tono de voz. -
-¿De qué?,- pudo decir su contertulia que temblaba
de miedo e intriga. -
- Tengo una cosa que confesarte.- Le dijo su amiga
que estaba a medio desvestir.- Anda, ayúdame con esta falda que se me ha
enganchado. - Le pidió a lo que Michelle accedió gustosa- quizás no me comprendas
- continuó su interlocutora. - Pero, cada vez que me encuentro aquí, mirando
por el vestuario me entran unas ganas locas de masturbarme.
- Comprendo que los chicos del otro lado te pongan a
cien. Algunos están muy buenos.- Dijo su amiga esbozando una sonrisa forzada. –
Amatista sonrió complacida, ¡ya lo sabía! Estaba claro que pensaba igual que
ella. ¡Lo acababa de decir! Le gustaban los chicos, aunque no quiso rendirse
tan pronto y decidió continuar su representación, de modo que, clavó sus ojos
en los de la muchacha y le susurró.
- Te diré un secreto. No son los chicos, eso lo digo
para disimular. Son las chicas. Y particularmente tú.
Michelle se puso roja, no podía dar crédito a lo que oía, si era un sueño no
quería despertarse. Amatista ya se recorría los pechos con una mano.
- No puedo más Michelle, ¡me gustas! - Afirmó
con la voz entrecortada esperando de un momento a otro escuchar el grito o
la bronca de su amiga. -
- Amatista,- le dijo ésta que vio su oportunidad de
declararse. - Tú también me gustas mucho, de veras.
-¿Yo? ¿Gustarte a ti?- Sonrió ella fingiendo
incredulidad.-
Esa declaración le cayó como un jarro de agua fría, ¿entonces era cierto?
Aunque pudiera ser que Michelle le estuviera siguiendo la broma. ¡Claro!, desde
luego su amiga no era tonta y seguro que alguna se habría chivado. ¿Quién sabía
si en el fondo todo esto no era una broma de sus compañeras contra ella? Así
que iba a ser una especie de guerra, a ver cuál de las dos era más convincente
y aceptó el reto al añadir fingiéndose apurada.
-.Seguro que lo dices para que me sienta mejor.
- Es cierto, desde hace tiempo que estoy enamorada
de ti. - Le confesó Michelle con una media sonrisa. - Pero no creí que tú,
bueno. Compartieras esos sentimientos. No podía imaginar que tú fueras como yo.
Con lo que hablas de los chicos.
- Ya te digo que sólo es una farsa. Tengo que
guardar las apariencias. Además, lo mío va más allá,- le susurró Amatista entre
un jadeo, decidida a probar de una vez por todas que ella era más persistente
en la actuación que Michelle.- Soy muy pasional y me gustaría que tú y yo
hiciéramos el amor. Eso es lo que más me excita. Pero tú eres tan
puritana. Sé que no es algo tan fácil pero quiero verte excitada, te lo
pido como un favor. Si hicieras eso me acostaría contigo aquí mismo.
Sintiéndose muy confusa su compañera dudó pero, viendo el semblante suplicante
de su amiga accedió a todo con tal de complacer a la chica a la que amaba. Se
tocó, incluso se masturbó jadeando mientras pronunciaba el nombre de Amatista.
Ésta se quedó helada aunque sólo por unos momentos, no podía evitar el asco que
le daba todo aquello, pero trató de mantenerse firme. ¡Esa jodía Michelle era
mejor actriz de lo que ella pudo imaginar! A decir verdad pensó en terminar con
eso, era demasiado para ella.
- Bueno. - Sonrió Amatista tratando de eliminar ese
ambiente tan cargado para declarar. - Debo admitir que no esperaba que
llegásemos tan lejos. Me rindo.
Michelle la miró extrañada y sonrió, para preguntar.
-¿De veras?
Su compañera sonrió ahora de modo más amplio y asintió.
Había que reconocer la derrota. Aunque no le gustase admitirlo Michelle había
llegado a asustarla. Ahora estaba dispuesta a soportar las risas de todas y
sobre todo las de su amiga. Pensando escucharla decir algo como. “¡A mí me la
ibas a dar”, soy mejor actriz que tú!”. O, has picado, ¡menuda broma te hemos
gastado!, ¿eh?
Pero la otra chica no hizo nada de eso, por el contrario,
cuando su compañera bajó la cabeza relajada para soportar la presunta burla,
rodeó su cuello con ambos brazos y unió sus labios a los de ella en un largo
beso con lengua incluida. Amatista quedó atónita y paralizada por la sorpresa.
Solo tras unos segundos pudo reaccionar quitándose de encima a su
compañera y jadeando presa de la agitación, exclamó.
-¿Pero qué haces?, ¿estás loca? ¡He dicho que me has
ganado! Se acabó esta absurda representación.
La que estaba ahora visiblemente confundida era Michelle, que no comprendía
aquel cambio y solo pudo responder.
- Creía que tú querías que nosotras. Bueno, lo hiciéramos
aquí. - Afirmó bajándose los tirantes de su uniforme a la par que añadía de
modo más conciliador. - Pero, si lo prefieres, podemos ir a nuestra habitación o
quedar en mi casa. Cuando mis padres no estén.
Amatista estaba pálida como la cera. En aquel
momento ya no sabía si su compañera quería hacerle pasar un verdadero mal rato
o si todo eso era cierto. Y fiel a su carácter decidió ser directa. Se puso
seria, irguiéndose a una prudente distancia y reconoció con creciente
irritación e inquietud.
- Oye Michelle, como broma es suficiente. Admito que
fui yo la que quiso ponerte en un aprieto, te pido perdón ¿vale? Pero no sigas
con esto.
Su interlocutora sólo pudo mirarla con una mezcla de sorpresa, miedo y
desconcierto. Su amiga reparó en ello y una de dos. O esa muchacha que estaba a
medio desvestir y respirando tan entrecortadamente como ella, aunque por un
motivo bien diferente al suyo, era la mejor actriz del mundo, o todo esto era
una maldita pesadilla. Amatista se negaba a admitir que fuera real. ¡Aquello no
podía ser verdad! Pero le llegó el último mazazo cuando Michelle quebró su voz
añadiendo con un incipiente sollozo. Quizás porque comenzaba a darse cuenta de
que su amiga sí que había estado actuando.
- No es mentira, y te quiero, no puedo evitarlo. Me
gustas mucho y deseaba tanto oírte decir que tú sentías lo mismo que yo.
¡Porque es así!, ¿verdad?- Inquirió con una voz trémula y no demasiado
esperanzada aproximándose a su compañera. -
Pero Amatista no respondía, clavando en ella una
mirada llena de conmoción, incredulidad y reproche. ¡Su mejor amiga, la que
había estado tantas veces con ella en la intimidad del vestuario, compartiendo
habitación! ¡Incluso a veces en casa! ¡A saber qué clase de cosas se le habrían
pasado a Michelle por la cabeza cuando la veía desnuda! Sobre todo con aquella
familiaridad que tenían la una con la otra. Ahora se sentía defraudada,
engañada e incluso utilizada, sus ojos despedían chispas y de un empujón hizo
retroceder a su compañera.
-¿Por quién demonios me has tomado, pervertida?
¡Apártate!
Michelle apenas pudo abrir la boca entre atónita y asustada. Deseaba poder
explicarse de algún modo, quizás tratar de aclarar lo imposible pero fue
nuevamente tomada por sorpresa. En ese instante, las puertas del vestuario se
abrieron y entró un tropel de chicas que reían y se burlaban.
-¡Muy bien, Michelle! Es una interpretación para el
óscar. - Le dijo Máxime -
- ¡Si es que a las lesbianas les dan de esas cosas!
Espera sí, alguna que otra lo tiene. Se hacen pasar por chicas normales. - Rio
la otra de nombre Anne Mary. -
-¡Un poco más y se te cepilla, Amatista! - Se burló
Darlette - Menos mal que hemos entrado a tiempo. ¡Mírala! - apuntó a la
paralizada chica con un dedo acusador agregando con una falsa voz, entre melosa
y burlona. - Si se le cae la baba con sólo mirarte, ¡ja, ja, ja!.
La pobre Michelle no sabía dónde esconderse. Quiso ir hacia Amatista pero ella
se apartó. Espetándola entre falsas sonrisas, con un tono de manifiesto desprecio.
-¡Quita guarra! ¿Qué te proponías, violarme?
-¡Nooo!,- chilló la aludida sintiéndose acorralada,
humillada y lo peor de todo traicionada por la persona en quien había puesto su
confianza para contarle su más íntimo secreto que ahora todo el mundo conocía y
del que se burlaba de forma cruel. - Por favor, ¡dejadme salir! - Pedía
desesperada y llorando, pero sus compañeras se lo impedían empujándola hacia
una ducha. -
- Esto te enfriará tus malos instintos,- reía otra
muchacha que abrió el agua fría una vez la metieron a empellones dentro de una.
-
Michelle gritaba y lloraba presa de la desesperación. Intentaba con todas sus
fuerzas salir, pero no se lo permitían, lo último que vio fue la mirada dura e
indiferente de la que había sido su mejor amiga, ésta no se reía. ¡Ojalá lo
hubiera hecho! La atormentada muchacha podía sentir claramente el odio y el
desprecio que brillaban en los ojos de Amatista. Entonces al contacto con un
repentino chorro de agua fría la visión se le nubló y al instante todo se le
volvió negro. Sufrió un ataque de nervios con convulsiones. Incluso le brotó
espuma por la boca. Máxime fue la primera en verlo quedándose espantada.
-¡Dios mío! ¿Qué le pasa?
-¡Tenemos que sacarla de ahí enseguida! - Añadió
Darlette que temblaba de miedo. -
Las risas se convirtieron en un pesado silencio apenas mitigado por gritos de
pánico y gestos de sorpresa y horror. Habían sacado a su compañera de la ducha
pero ésta yacía en el suelo agitándose entre espasmos, por fin se quedó rígida
y sin moverse. Amatista la miraba ahora con horror, y en décimas de segundo se
dio cuenta del alcance de aquello.
-¡Dejadme!, - intervino apartando a las demás
y levantando a su compañera en brazos para pedirle entre gritos llenos de
desesperación. - ¡Vamos Michelle, sólo era una broma! ¡Despierta, por favor! - Trató
de zarandearla, la tumbó sobre un banco e incluso le dio dos bofetadas
para reanimarla. - ¡Despierta, te lo suplico!
Pero la muchacha no respondía, tenía los ojos en blanco. Las chicas,
horrorizadas, corrieron a envolverla con una toalla y Amatista la sacó de allí
aterrada y visiblemente arrepentida ¿Por qué había sido tan dura con ella? ¿Y
si Michelle se moría o entraba en coma? Pensaba entre culpables sollozos. A
todo correr con ella en brazos se dirigió al gabinete médico. Ahora lloraba
amargamente recordando aquello. Como pudo, entre lágrimas, terminó de explicar.
- Dijimos que te caíste en la ducha y que sufriste
un ataque. ¡Sólo fue una broma!, nunca imaginamos que fuera a afectarte tanto.
Ya te digo que en un principio yo no creí a las demás. Y después me sentí muy violenta,
no podía asimilarlo. Luego me di cuenta de que no debí actuar así. Me precipité,
tengo mucho carácter. Pero era tarde. Aunque destruimos la cinta y nadie la
vio, ¡te lo juro!
Pero su indignada interlocutora, lejos de admitir sus excusas, estalló gritando
fuera de sí.
-¡Maldita perra! Tú y tus amiguitas ¡destrozasteis
mi vida! Después de eso, tuve que dejar el Liceo y andar en tratamiento con
varios psicólogos y psiquiatras. ¡Todavía tengo pesadillas!
Entre
tanto, Idina y Kathy, que aguardaban ya impacientes, oyeron los gritos y corrieron
al otro cuarto a reunirse con ellas.
-¿Qué ocurre? - Preguntó la atónita Idina intentando
interponerse entre ambas al ver ese terrible panorama. -
-¡Calla! - Le ordenó enérgicamente Kerria
sujetándola de un brazo y apartándola de allí. - Es algo que deben resolver
entre ellas.
- Yo también lo he recordado,- se defendió Amatista
con expresión desolada y arrepentida. -Muchas veces me asaltan los
remordimientos. Entonces era una cría, pero ahora sé lo equivocada que estaba,
y lo estúpida que fui al no comprender lo que sentías. Michelle, te suplico que
me perdones. Sé que pese a lo que sufriste no nos delataste y eso demuestra
mucha nobleza. Comprendo que me odies. Si quieres pegarme para sentirte mejor
puedes hacerlo.
Su antigua compañera la observó con desprecio y se giró, dándole la espalda. ¿Acaso
se creía que era tonta? ¿Pensaba que con esa declaración bastaría para
engañarla? Michelle hervían de ira cuando aquellas imágenes volvían a su cabeza
una y otra vez. La vergüenza, la desesperación, el dolor. Todo el dramático
vuelco que experimentó su vida. Hasta ese fatídico día ella había sido una chica ejemplar en
todos los aspectos, buena estudiante, con amigos, un entorno agradable en casa.
Y eso saltó en pedazos solamente porque esa zorra quiso gastarle una broma,
burlándose cruelmente de sus sentimientos hacia ella. Meditaba sobre eso aun
dándole la espalda a su interlocutora,
apretando los puños con rabia. Por su parte Amatista miró hacia el suelo
abatida, pero cuando menos lo esperaba ninguna de las chicas Michelle volvió a
girarse cruzando la cara de su antigua amiga de un enorme bofetón que casi la
derriba. Rematándola con otro en sentido contrario que esta vez sí que dio con
ella en el suelo. Idina y Kerria, muy asustadas, sujetaron entonces a la
furibunda chica en tanto su compañera se levantaba trabajosamente temblando,
mirándola sin poder pronunciar palabra y tapándose la nariz que le sangraba.
Las otras se interpusieron entre ella y la agresora que apretaba los puños, al
parecer aun deseosa de continuar.
-¡Esa chica está loca!,- exclamó Katherine.-
No en vano Amatista era unos quince centímetros más
alta, y karateka experta. Posiblemente en cuanto se repusiera de aquello la
destrozaría de un puñetazo, pero Michelle estaba lista. Ya no le importaba
ninguna consecuencia. Ni recibir una paliza ni ser denunciada. Pero su ex amiga,
lejos de hacer algo así, cayó de rodillas llorando.
- ¿Qué ocurre aquí? - Pudo balbucear Kathy O´Brian,
atónita por lo que veía. -
- Es una historia muy larga. - Le explicó Kerria que
intervino con tono conciliador pero firme. -Michelle, por favor, ya basta. Yo
sé muy bien cómo te sientes. Lo que Amatista dice es cierto. Ha cambiado. Lo sé
por experiencia.
-¿Qué puedes saber tú de algo así? - Le espetó la
muchacha con expresión iracunda y una mirada cargada de odio. -
- Más de lo que tú crees,- replicó Kerria.-
La joven enseguida se interpuso entre la iracunda visitante
y Amatista que seguía llorosa, con la cabeza gacha en actitud sumisa, como si
estuviese dispuesta a dejarse golpear mucho más.
-¡Aun no he terminado con ella!- Escupió Michelle
cargando con rabia cada una de sus palabras. - Al menos un buen golpe por
cada año que he pasado sufriendo por tu culpa. ¡Eso es lo que te mereces!
Entonces Kerria, creyendo que ya era suficiente, la sujetó del brazo cuando la
chica iba a descargar otro puñetazo contra su inerme presa y se encaró con
Michelle.
-¡He dicho que ya basta! - Espetó con fría dureza
para añadir con autoridad. - Vas a escucharme por las buenas o te obligaré a
ello, yo no me voy a dejar pegar.
Kathy e Idina ahora sí, se interpusieron entre
Amatista y su agresora. Ésta no tuvo más remedio que ceder y aunque de mala
gana, tomó asiento en una de las butacas del camerino a indicación de Kerria.
Entonces ella le contó su propia historia que era realmente impresionante. Estaba
claro que esa chica había sufrido tanto como ella. Empero, su forzada
interlocutora la oyó, al principio sin interés, después, su furia dio paso a
una escéptica curiosidad. Desde luego que casi no podía creerla pero después el
tono sincero de Kerria y la forma de llorar de Amatista, amén de la intercesión
de Katherine y la propia Idina, la convencieron. Tras una pausa que siguió al
final, Michelle enfrentó su mirada con la de Kerria para desviarla acto seguido
hacia la derrumbada Amatista y confesó al fin más calmada pero con la voz llena
de resentimiento y escepticismo, en la que mezclaba también la amargura y la
tristeza.
-¡Qué bien! ¿Y eso que demuestra? ¿Que ella ha
cambiado? ¡Cuánto me alegro por vosotras! Pero te olvidas de un pequeño
detalle. ¿Quién me devuelve a mí, mi vida? Los años tan horribles llenos
de traumas que he soportado. Ahora tengo miedo, no sólo de los hombres, que no
me atraen y que se aprovecharon de mí cuanto pudieron, sino de conocer a
ninguna mujer. Por mucho que ella llore, a mí jamás se me podrá borrar eso.
- Si yo pudiera hacer algo. - Se atrevió a balbucear
la consternada Amatista auténticamente dolida y arrepentida. - Lo que sea...lo
siento tanto...Je meurs de honte! - Remachó en su idioma natal. -
Michelle sonrió cínicamente y movió la cabeza con una condescendencia fingida
para lapidar con creciente rabia y amargura en su tono de voz, cada vez más
elevado a medida que recordaba.
- No te preocupes, ya hiciste bastante. ¿Sabes lo
que es arrastrarse ante las miradas de desprecio de todos? ¿Te crees que me
callé para protegeros? Yo no dije nada de lo que me hicisteis porque la
vergüenza era mayor de lo que podía soportar. Pero aun así alguna de tus
amiguitas o puede que tú misma, propagasteis el rumor. Mis padres me mandaron
interna a un colegio en Inglaterra para evitar el escándalo y protegerme de las
habladurías. Yo pensaba entonces que tenía una especie de enfermedad. ¡Que era
una degenerada! ¡Un bicho raro! Solo quería ser como las demás. Por eso me
forcé incluso a salir con algunos chicos. No te puedes ni imaginar lo que pasé
fingiendo con ellos. Especialmente con alguno que no tenía escrúpulos, incluso
llegando hasta el final y haciendo sufrir a personas de buen corazón que de
verdad me querían, ¡lo perdí todo! Para hacer de tripas corazón incluso me metí
en las drogas y estas casi acabaron conmigo. Tú no sabes lo difícil que resulta
salir de ese pozo. ¿Y pretendes arreglarlo todo con un, lo siento? ¿Piensas que
tu actitud de víctima me impresiona en lo más mínimo? ¡Santa Amatista que
perdona mis pecados con su martirio! - Escupió con sorna y desprecio. – A estas
podrás engañarlas pero yo te conozco muy bien. Sí… ¡Eres patética! Lo único que
deseo es que tengas la misma tortura que tuve yo, ¡maldita zorra!
El blanco de los insultos ni se atrevió a levantar la vista. Estaba abrumada,
por tanto odio y rabia, por toda la frustración que Michelle había debido
acumular contra ella durante todos esos años. Y lo que más le dolía llegando a
romperla el corazón era que esa chica no fue así. La conoció siendo una
muchacha buena, dulce y amable, que seguramente la quería de verdad. Pero ella
fue lo bastante estúpida e intolerante como para apartarla de su lado de esa
manera tan cruel. Ahora pensaba que Michelle tenía gran parte de razón. Ella
merecía sufrir, y ya estaba pagándolo muy caro. La propia Michelle no lo supo
entonces pero Amatista estaba sufriendo mucho por lo que la hizo y por sus
propios recuerdos. El karma comenzó a golpearla al poco tiempo con François y
después con el propio fracaso de su amor hacia un tal Leval. Pero estos no
habían sido sino los primeros plazos y ahora llegaba el remate final. En cierto
modo, había convertido a Michelle en una especie de monstruo. Al igual que
ayudó a hacerlo con Kerria, con la que demostró no haber aprendido nada. Y
ahora, ¿qué podría hacer? ¿Qué podría decir? Nada, solo caía de rodillas
gimiendo y enterrando la cabeza entre sus manos. Por fortuna, fue precisamente
Kerria quién tomó la palabra saliendo en su defensa.
- Esa no es la solución. - Le rebatió tan afectada
como el resto de las otras chicas a la furiosa Michelle. Y tratando ahora con voz
conciliadora y suave de calmarla, explicó con el poso de sabiduría que da la
propia experiencia. - Una vez también fui manipulada por el odio, pero
eso sólo engendra más odio y dolor, para los demás y para ti misma. Al principio
no lo notas, piensas que tienes la razón de tu parte, y te dejas llevar. Pero
al hacerlo pierdes el control y la espiral sube y sube, no se puede detener tan
fácilmente una vez la has puesto en marcha. Después, tanto si logras vengarte
cómo si no, llega un momento en el que descubres que tú misma te has convertido
en un monstruo matando tus mejores cualidades. Incluso puedes perder tu humanidad.
Créeme, nada te compensa de eso. Ya no tienes descanso, ni paz, ni un lugar al
que ir. Sé que ahora no puedes verlo con claridad, y que no estarás dispuesta
admitir lo que te digo, pero es la verdad. Michelle, si de veras deseas ser
feliz libérate de este ansia de venganza, perdónala. Si quieres descansar,
olvida.
- Perdiste varios años de tu vida, es verdad.- Añadió
Idina de forma dulce y sensible - , pero Kerria tiene razón. No desperdicies
los que te quedan odiando y sufriendo por cosas que son ya irreparables. Hemos
visto varios casos de eso y al final es verdad que pierdes tu propia alma. Tu
humanidad…
- Vamos, ten valor, dale a Amatista una oportunidad
y sobre todo dátela a ti misma. -Le pidió también Kathy. De verdad, no sé cómo
pudo ser antes. Pero ahora no es la misma de entonces.
Efectivamente, para Amatista, todos y cada uno de esos reproches fueron como
cuchillas de hielo que se le clavasen en el alma. Sabía que Michelle tenía toda
la razón, no se atrevía ni a mirarla a los ojos cuando ambas quedaron cara a
cara. Su antigua compañera dudaba tratando de contener su rabia. Había sufrido
y pasado un terrible calvario, pero siempre, en el fondo de su alma, lo que
realmente le dolía era ese amor no correspondido, ese desprecio injusto y la
terrible tristeza y desesperación que le produjo perder la amistad y la
confianza de su compañera. Amatista entonces intentó abrazarla. Pero Michelle
la golpeó en los costados y en los hombros con los puños. Propinándole alguna
que otra torta más en la cara al blanco de su ira que resistía los golpes sin
quejarse. Pero finalmente no pudo más y por fin la abrazó, quería librarse de
ese odio que la había dirigido, deseaba enterrar el pasado y ser libre, pero
para eso sabía que tenía que perdonar y eso costaba mucho. Olvidar cada uno de
los momentos en los que sólo había vivido para vengarse no era nada fácil. Pero
ahora, abrazada a su compañera, a su amor, algo parecía romperse dentro de
ella. Sintiendo el calor de Amatista y su desolación, el hielo que quedaba en
su corazón se quebró. Y esa agua escapó por los ojos de ella, al igual
que le sucedía a su amiga.
- Yo te quería de veras,- lloraba y gemía Michelle
desahogando su tristeza y su frustración. - ¿Por qué? ¿Cómo pudiste hacerme
eso? ¡Me rompiste el corazón y la vida!
- Lo siento - Musitaba la abatida Amatista que no
era capaz de repetir otra cosa. - Lo siento, perdóname. Je suis navrée...
Durante mucho tiempo estuvieron así, hasta que el resto de las conmovidas
chicas las dejaron a solas. Hablaron un buen rato, en respuesta a los
sufrimientos de Michelle, Amatista le contó que había aprendido y sufrido
también durante este tiempo, que jamás olvidó lo que le hizo y que realmente no
sabía cómo enmendarlo.
-Te hice sufrir a ti, y he hecho daño a otras
personas. He sido una estúpida, pero créeme, también he pagado un precio por
ello. Mi vida ha cambiado mucho desde entonces.
- Solamente quisiera que las cosas hubieran sido
distintas.- Pudo decir finalmente Michelle algo más calmada para sentenciar.-
Comprendo que tú no pudieras compartir mis sentimientos. Pero al menos podrías
haberlos respetado.
-Tienes razón.- Asintió su interlocutora sin
atreverse a mirarla a los ojos.- Pero fue por mi estúpido orgullo. Quizás de
haber sido algo entre tú y yo a solas, hubiese reaccionado de modo distinto. Ya
sé que no es excusa. Debí protegerte de esas estúpidas. Te juro que no ha
pasado un solo día sin que me arrepintiera de mi forma de actuar. Deseando otra
oportunidad para haber hecho las cosas mejor.
-Desgraciadamente no puede darse marcha atrás.-
Suspiró Michelle.-
-Y lo lamento muchísimo. – Afirmó Amatista a su
vez.- ¡Ojalá pudiera hacerlo!
Y según la escuchaba, su antigua compañera supo que
todo ello era cierto. Su interlocutora lo decía de corazón y así sintió como
los últimos restos de rencor se disolvían, entonces decidió irse. No sin antes
dar las gracias al resto del grupo por quitarle un enorme peso de encima que la
anclaba.
- Por favor, vive tu vida sin más rencor. - Le pidió
encarecidamente Idina. -
- Podrás ser feliz, te lo digo yo que comprendo
perfectamente tu situación. ¡He vivido lo mismo! - Intervino Kerria con un
talante conciliador e incluso afectuoso. -
- Lo intentaré. - Le prometió emocionadamente
Michelle aun enjugándose las lágrimas. - ¡Gracias, sois todas muy buenas chicas!
Has tenido mucha suerte, Amatista. - Añadió ahora mucho más serena y
sinceramente. - Ojalá encontrase yo a unas amigas así.
- Sí - convino ésta a su vez con mucho más sosiego.
- Lo sé, gracias a ellas he podido ver las cosas de otra forma.
- Ahora sólo me resta una cosa por hacer, algo que
quise tener ocasión de llevar a cabo durante mucho tiempo.- Declaró Michelle
mirando fijamente a su interlocutora. -
La aludida se quedó petrificada, si era otro golpe más estaría preparada, se lo
merecía. Pero para su asombro y el de las demás, Michelle la sujetó de la nuca
y le hizo agachar la cabeza hasta ponerla a su altura, sus labios se unieron a
los de ella en un beso, suave en un primer momento y más pasional y cálido tras
unos dubitativos instantes. Amatista al principio tuvo el impulso de apartarse
pero finalmente se dejó llevar notando la lengua de Michelle dentro de su boca,
jugando con la suya de forma pausada. Comprendió entonces que aquello no era
motivado por la lujuria, ni por ningún ansia sexual, era la manifestación del
amor, puro y simple. Y aceptó aquel beso incluso participando activamente de él
en tanto abrazaba a esa joven. Al fin su antigua compañera concluyó aquello
separándose lentamente y mordisqueándole un labio.
- Ahora, he podido expresarte cuanto te quería
Amatista. Lo que no pude hacer aquella vez. También te he demostrado
antes cuanto llegué a odiarte. Ya me siento realmente en paz.
Todas las chicas estaban tan sorprendidas e impresionadas que ninguna podía
articular palabra. La aludida sólo se tocaba los labios atónita todavía, pero
sin expresar disgusto ninguno. Incluso parecía sentirse emocionada cuando
esbozó una afectuosa sonrisa con sus ojos haciendo aguas. Entonces Michelle al
mirarla intervino de nuevo, y lo hizo con aprobación y un tono más amable y
animoso.
- Veo que realmente has cambiado mucho. Ojalá que
nunca tengas que pasar por lo mismo que pasé yo.
- Nunca te olvidaré, Michelle.- Sollozó Amatista abrazándose
otra vez a ella con ternura. - Deseo de corazón que logres recuperar la
felicidad que yo te destruí.
- Lo haré. Como decís en una de vuestras canciones. Un
corazón roto es una lección aprendida. Pero el mundo sigue girando. - Asintió
ella sentenciando convencida. - Puedes apostar por ello.
Se separó del abrazo de su amiga y se dirigió hacia la puerta. Lanzó una última
mirada plena de esperanza en su propio destino, llena también de alivio y
sentida libertad y se despidió.
- Adieu. Ma
Chère amie.
Y
Michelle se despidió de Amatista y salió de allí .Se sentía liberada, como si
un gran peso que la lastraba desde lo que ocurrió se hubiera desvanecido, pero
¿Qué iba a hacer ahora? Al fin sus pensamientos no girarían entorno a ese trauma.
Pero tal y como misma ¡dijo, citando esa canción, el mundo seguía girando. Y
eso la incluía a ella. Estudiaría para
acabar el año de clases que le quedaba y después podría ir a la universidad.
Eso sería lo mejor.
- Espera por favor.- Escuchó Michelle que se
giró cuando estaba a medio camino de las escaleras y descubrió a esa tal Kerria
que la llamaba. -
- Dime, ¿qué quieres?- se extrañó la
muchacha. -
-Toma.- La cantante se llegó a su lado y le
entregó una tarjeta diciéndole amistosamente.
-Si algún día viajas a Nueva York, esta es la dirección de algunos
clubes de allí. En ellos te sentirás más cómoda.
- Ya te entiendo, son clubes gais ¿no? -
Inquirió Michelle con perspicacia a lo que Kerria asintió para sorpresa de su
interlocutora que añadió. -Así que es verdad, no lo dijiste por defender a
Amatista. Tú también eres lesbiana.
- Sí, lo soy - admitió Kerria, añadiendo con
solidaridad. -Te comprendo muy bien, a mí me ocurrió una cosa parecida a la
tuya, ya te lo dije.
- Pero tú al menos tenías un hermano allí en
el que refugiarte y Amatista no te gastó esa broma tan cruel. - Le rebatió
Michelle sentenciando con pesar y no sin envidia. - No es lo mismo.
- Sé que lo tuyo en ese aspecto fue aun peor-
reconoció Kerria que aun así aclaró. - Aunque se pasa muy mal de todas maneras.
Yo también sufrí lo mío por esa y otras causas y te comprendo. Por favor,
escúchame Michelle, te quiero dar este consejo, no tengas miedo de abrirte a
conocer nuevas personas y enamorarte.
- Desde que me sucedió eso con Amatista he tenido
miedo de conocer a alguna otra chica que me gustase y que sucediera lo mismo.
Había una en mi colegio de Inglaterra que me atraía, y que me atrae, pero no
creo que sea homosexual. Y me aterra confesárselo y que todo vuelva a ocurrir.
- Si la quieres y confías en ella es mejor
que tú misma se lo digas. - Le aconsejó Kerria para añadir. - Porque Amatista
no lo sabía y eso le dolió, pensó que tú la habías engañado fingiendo una
amistad para poder aprovecharte.
- Tiene gracia - sonrió Michelle de forma irónica.
-Tú la conoces ¿verdad? ¿Qué habría pasado de decírselo? Ella no soporta a las
que son como nosotras.
- No sé como sería con catorce años, pero ya
has visto que ha cambiado.- La defendió Kerria que en cambio admitió de forma
comprensiva. - Supongo que tienes razón y que por aquel entonces no pudiste
hacer otra cosa. Pero ahora eres mayor y más madura y puedes afrontar la
situación de mejor forma.
-Ya veo.- Repuso su interlocutora para
inquirir con tacto en su tono.- ¿Puedo preguntarte algo? ¿Algo personal?
-Bueno, depende de lo que sea.- Sonrió
trémulamente su interlocutora.-
-No lo tomes a mal, pero ¿Tú estás enamorada
de ella? - Le inquirió Michelle mirando fijamente a su contertulia, que se sorprendió
por aquella pregunta. -
Kerria
bajó la cabeza, parecía dar a entender una réplica afirmativa de ese modo tan
implícito, pero sus siguientes palabras y la mirada de sus ojos, revocaron de
inmediato la impresión.
- No, no la quiero como mujer si estás
refiriéndote a eso. - Repuso al fin para reconocer ahora con una leve sonrisa.
– En fin, mentiría si no admitiera que físicamente me gusta mucho. Pero sólo la
quiero como a una buena amiga. Nada más. Para mí es como otra prima. Incluso
casi como una hermana.
- Eso pensaba yo - musitó Michelle agregando
con preocupación – y mira lo que me
ocurrió. Ten cuidado, por favor, creo que eres una buena chica y no me gustaría
que te pasase lo mismo.
- No te preocupes - La tranquilizó Kerria
desvelándole. - Yo salía con una chica hasta hace poco y ahora lo hago con un
chico.- Michelle la miró atónita y su interlocutora añadió. - Puede que pienses
que soy bisexual, yo misma a veces no lo tengo demasiado claro. Aunque el
muchacho con el que estoy es un caso muy especial para mí. Es una historia muy
larga, quizás, si algún día volvemos a vernos, te la cuente con tiempo.
- Sería un placer que pudiéramos charlar con
calma. Muchas gracias por las direcciones. - Sonrió Michelle realmente
intrigada por aquella revelación, aunque volviendo al tema que más le
interesaba agregó con afabilidad y el deseo de que así fuera le ofreció a su
vez la suya a esa chica. - ¡Ojalá volvamos a vernos pronto! y Kerria, hazme un
favor, ¡cuídala bien! Aunque parezca tan fuerte en el fondo es una chiquilla
llena de temores y con algunas inseguridades.
Su
interlocutora sonrió asintiendo despacio, estaba claro que ambas conocían bien
a Amatista, y dándole la mano a Michelle se volvió hacia su camerino. Desde
luego su antiguo amor tenía motivos para ser feliz, esas chicas eran unas
estupendas amigas y la apreciaban de verdad. Pero ahora que todo estaba ya saldado,
para Michelle debía de comenzar un largo camino. Efectivamente acabó su etapa
en el Colegio y siguiendo el consejo de Kerria reunió el suficiente valor.
Quedó para dar un paseo a caballo con Ingrid, pues así se llamaba la chica que
le gustaba. Era danesa y también muy alta y atractiva, de largo pelo rubio
claro y ojos azules. Quizás por eso le gustaba tanto porque en muchos aspectos
le recordaba a Amatista, aunque era desde luego mucho más reposada y tranquila.
Michelle le propuso que desmontaran a la
altura de un bonito remanso de un arroyo para ver el atardecer. A solas las dos
y durante ese bonito momento, Michelle la tomó de la mano y le pidió que se
sentara en una piedra. Su amiga a su vez le propuso.
- Metamos los pies en el agua, así descansaremos.
Anda, ayúdame a quitarme las botas.
Michelle la ayudó y su amiga hizo lo propio
con ella, así, ambas se relajaron lo bastante, al menos en el caso de Michelle
cuyo corazón latía más apresuradamente y respiraba de manera más honda y
pausada para poder ser capaz de confesar.
- Ingrid - le susurró con la voz trémula. - No
sé lo que pensarás de mí cuando te diga esto, no sé si querrás seguir siendo mi
amiga o siquiera podrás hablarme, pero tengo que confesártelo.
-¿El qué?- sonrió ésta mirándola sin
comprender. -
- Te quiero. – Declaró tajantemente Michelle
mirándola a los ojos. -
Ingrid
sonrió, al parecer sin darle demasiada importancia a aquello y respondió.
- Yo también te quiero Michelle. Eres mi
amiga.
- Pero no me refiero a eso, Ingrid - añadió
la azorada muchacha cuyo valor inicial se evaporaba por segundos. Tendría que
hacerse comprender antes de que no se sintiese capaz de hacerlo, ahora tenía
dos opciones, o rectificar y dejarlo así, de lo que se podría arrepentir
durante el resto de su vida, o ser más directa y arriesgarse a cualquier cosa y
al fin su agitado corazón ganó la batalla
decidiéndola a declarar. – La
verdad es que yo estoy enamorada de ti.
Y
sin dejar a su compañera contestar reunió el valor suficiente para abrazarla y
darle un beso. Juntó sus labios a los de Ingrid durante unos segundos en tanto
la acariciaba el pelo, largo y rubio, ese beso era algo inequívoco y no se
podría interpretar como un mero gesto de afecto. Había pasión en él. Michelle
se preparaba así para despedirse de ella, por lo menos si Ingrid la rechazaba
enfadada no tendría que esperar años para poder besarla. No obstante, comenzó a
percatarse de que ésta no daba muestras de querer zafarse del beso y lejos de
apartarla de su lado la abrazó a su vez, abriendo su boca para unir su lengua a
la de Michelle. Estuvieron unidas en aquel beso durante unos largos segundos y
cuando se separaron lentamente Ingrid le confesó no sin sorpresa y alegría.
- No creí que tú compartieses mis
sentimientos. Yo te amo desde hace mucho. Pero no pensaba que tú fueras así.
Creía que eras muy tímida y andarías tras alguno de los chicos, pero sin
atreverte a reconocerlo.
Michelle
abrazó a su amiga, esta vez sintiéndose muy feliz y emocionada. Ahora lo
entendía, desde que se conocieran e hiciesen amigas, el tema de los chicos casi
nunca había salido a la luz, Ingrid nunca hablaba de eso. No como Amatista que
se pasaba todo el día mirándoles. Eso podría no tener que ver, pero ahora con
la perspectiva de esa confesión, hubiera sido una pista evidente. Aun así se la
había jugado, Ingrid podía haber sido tímida y estar enamorada en secreto de un
chico. Tal y como había pensado de ella. Pero las cosas habían salido bien, tan
bien como ni la propia Michelle en sus mejores sueños podría haber imaginado y
ahora no había ni cámaras, ni rincones en los que otras chicas malintencionadas
pudieran esconderse. Eran las dos a solas ante aquella maravillosa puesta de
sol.
-¡Cuánto me alegro de haber seguido tu
consejo, Kerria!- Pensó muy agradecida. - No se cómo podrá resultar.- Le dijo
ahora a Ingrid - Pero me gustaría intentarlo.
- Lo intentaremos.- Le sonrió animosamente ésta,
acariciándole las mejillas para asegurar - y te prometo que será estupendo,
Michelle.
La
aludida asintió y volvió a besarla, tras las botas se desprendieron de todo lo
demás y mantuvieron un ardiente, romántico e inolvidable encuentro bajo las
primeras estrellas del cielo nocturno. Michelle descansó su cabeza entre los
pechos de su amiga, suaves y cálidos, besándolos con suavidad y esta le
correspondió besándole la mano con ternura, se vistieron despacio, parando numerosas veces para darse besos apasionados
y después volvieron a sus casas, listas para emprender esa nueva relación. Y
desde luego no fue mal, Michelle e Ingrid formaron pareja.
-Espero que tus padres lo vean bien.- Le
comentó Ingrid unas semanas más tarde cuando Michelle iba a presentársela a sus
padres.-
-Ellos saben cómo soy, y lo que he sufrido
por negármelo. No te preocupes, te aceptarán.- Aseveró ella convencida.-
Ese
gran momento llegó y efectivamente los padres de Michelle no solamente
recibieron a esa joven rubia, alta y
atractiva con los brazos abiertos sino que además quisieron organizar una
fiesta por todo lo alto.
-¡No, no, no! – Insistimos.- Decía Claire dirigiéndose
a la apurada Ingrid, cuando le comentó a esta y a Michelle durante la cena de
bienvenida que les ofrecieron a ambas.- Queremos presentarte en sociedad como
la pareja de nuestra hija.
-Yo…les aseguro que se lo agradezco
muchísimo, pero no es necesario.- Dijo la joven danesa.-
-Los padres de Ingrid están de viaje en Copenhague.
Seguro que les gustaría venir.- Intervino Michelle.-
Pretendía
ganar algo de tiempo puesto que ni ella misma hubiera esperado semejante entusiasmo
por parte de sus padres. Eso le agradaba mucho, pero también era todo un
papelón. ¡Sobre todo para su novia!
-Es cierto.- Dijo Pierre quien enseguida
pareció dar con la solución pidiéndole a su invitada.- Llámales, organizar una
fiesta en condiciones llevará unos días. Pueden venir aquí y ser nuestros huéspedes.
-Es una idea fabulosa.- Convino Claire.-
Aunque
las dos chicas se miraron con cara de circunstancias. Al fin, Michelle
pudo decir algo azorada.
-Mamá, papá. De veras, yo… no sé
qué decir. Muchas gracias por ser tan comprensivos y por aceptar de esta forma
a Ingrid, pero, es que nos gustaría ir poco a poco. Tener algo más de tiempo…
-Bueno hija, si es lo que
queréis, por nosotros no hay ningún inconveniente.- Declaró su padre.-
-comprendednos, por favor, es que
estamos muy felices por vosotras.- Añadió Claire.-
-Son ustedes realmente amables.
Muchísimas gracias.- Afirmó Ingrid.-
Y
tras un breve uy algo incómodo silencio, más bien porque a nadie se le ocurría
nada que decir, fue la madre de Michelle quien se aventuró a preguntar a su invitada.
-Y dinos, querida. ¿Estudias lo
mismo que nuestra hija?
-Sí, bueno, yo me especializo más
en la rama de la psicología forense.- Contestó la joven danesa.-
-¿Y eras de Copenhague, verdad?-
Creyó recordar Claire.-
-No, soy de Alborg.- Corrigió la
interpelada, explicando.- Pero tenemos familia en la capital. Por eso mis
padres han ido allí, a visitar a mis tíos.
-Supongo que estudias psicología
por una motivación parecida a la de nuestra hija. ¿No es así?- Quiso saber
Pierre.-
-Supongo que sí.- Dijo Ingrid que
no estaba muy segura de ello, aunque añadió.- Me fascina la mente humana y el
comportamiento de las personas.
-Yo en cambio quisiera ser capaz
de ayudar a quienes estén en la misma situación que he atravesado yo.- Terció
Michelle.- Hay mucha gente que sufre rechazos, traumas y necesita hablar, ser
comprendida.
Y
también tenía una espina clavada, sobre todo con esos psicólogos que la
atendieron a ella siendo apenas una cría. Desde luego que no tenían ni idea y
sus consejos fueron totalmente erróneos. Por ello, siendo psicóloga quizás se
centrase en personas con problemas de aceptación sobre su propia orientación sexual.
O que también sean rechazadas por otros. Así pensaba cuando su madre sonrió,
poniendo su mano derecha sobre la de Michelle y asintiendo para afirmar.
-Eso es muy bonito hija. Estamos
muy orgullosos de ti.
-Gracias mamá.- Musitó la aludida
casi a punto de llorar.-
Ingrid
le tomó de la otra mano y la miró animosa. Aunque no se atrevió a aumentar sus
muestras de afecto. Pese a esa acogida tan extraordinaria no quería violentar
de ningún modo a los padres de su novia. Y así, al poco se fueron a dormir,
subieron al piso e arriba de aquella gran casa. No obstante, enseguida la madre
de Michelle le comentó a la pareja de su hija.
-Te hemos preparado una habitación
en el piso de abajo, confío en que sea de tu agrado.
-Muchas gracias.- Respondió
ésta.-
Y
las dos jóvenes se miraron algo turbadas, e incluso cohibidas. Sus pensamientos
había sido los de compartir la habitación y acostarse juntas. Aunque claro, era
una cuestión que sonaba algo violenta y ninguna se atrevió ni a plantearla.
-Yo se la mostraré, mamá.- Se ofreció
Michelle quien sonriendo algo forzadamente, añadió.- Papá y tú estaréis cansados.
-Buenas noches.- Les deseó Pierre
entre tanto.-
-Buenas noches, papá, mamá.-
Contestó Michelle.-
Ingrid
respondió a su vez del mismo modo y los señores Arnau se fueron a su dormitorio.
Las dos chicas quedaron a solas en el pasillo del piso de arriba, en donde
Michelle tenía su habitación.
-Lamento que no podamos dormir,
juntas… ya me entiendes.- Le susurró Michelle.-
-Bueno, casi lo prefiero así.
Estando en la casa de tus padres yo, no sé…no me sentiría cómoda, si nosotras, tú
también me entiendes.- Le confesó a su vez Ingrid.-
Y
su novia tuvo que asentir concediendo aquello.
-Pero estoy encantada con tus
padres, nos han acogido de maravilla.- Añadió la danesa.-
-Sí, sí es. Creo que incluso
demasiado bien.- Le respondió Michelle.-
-Bueno, tú misma dijiste que
aceptarían nuestra relación sin problemas.- Le recordó Ingrid.-
-Es cierto, lo dije, pero esto es
demasiado perfecto para ser verdad.- Contestó reflexivamente su novia,
agregando.- Me parece que intentan disimular. Verás, ya te conté que cuando era
una niña y se supo lo que sentía por mi compañera Amatista.
-La cantante. ¿Verdad?- Creyó
recordar Ingrid.-
-Sí, ella. – Convino su
interlocutora para continuar.- Recuerdo lo preocupados que estaban, el temor al
escándalo, los psicoanálisis a los que me sometieron para demostrarme que yo no
era gay.
-Pero ha pasado el tiempo y tus
padres han visto que lo eres. Dales una oportunidad. Estoy segura de que se alegran
por nosotras.- Le dijo su novia.-
Michelle
suspiró una vez más. No estaba del todo segura, y agregó con un poso de
tristeza.
-Más bien creo que tienen miedo,
mucho miedo de que yo pudiera recaer en esas conductas tan autodestructivas que
seguí cuando quería forzarme a ser heterosexual. Sí, vieron como quedé y debe
de aterrarles que algo así se repita.
Ingrid
la escuchaba ahora con preocupación. Posó ambas manos en los hombros de su
pareja y aproximándose a ella le susurró con afecto.
-No seas tan negativa. Quédate
con lo bueno. Tus padres, sea por lo que sea, están contentos. ¡Han aceptado
nuestra relación e incluso nos quieren montar una fiesta! Y eso sí que me da a
miedo a mí.- Se rio la danesa.-
Michelle
sonrió al escucharla, quizás Ingrid tenía razón y no merecía la pena darle más
vueltas. Le había costado mucho llegar hasta aquí y ser feliz. Tenía a esa maravillosa
chica y el apoyo de sus padres. ¿A qué buscarle objeciones?.
-¿Sabes una cosa? Cuando hablé
con Kerria Malden ella me contó algo parecido.
-¿La otra cantante?- Inquirió su
pareja, añadiendo entre perpleja y divertida.- ¡Desde luego, vaya unos bombones
con los que te juntabas!. Kerria Malden, tu antigua compañera. Todas guapísimas
y artistas de éxito. Estoy empezando a pensar que te fijaste en mí porque te
recordaba a Amatista Lassart.
-No os parecéis en nada.- Replicó
secamente Michelle.-
Ingrid
la miró ahora con gesto de sorpresa y algo preocupado, su contertulia se apresuró
a disculparse.
-Lo siento. No quise decir eso.
-Sí, sí que quisiste.- Respondió
Ingrid con tono incluso acusador.-
-Perdóname.- Le
pidió Michelle.- He sido una tonta por contestar así. Verás, puede que os parezcáis
un poco en el exterior. Para empezar sí que eres tan alta como ella, o casi.
-Mido metro setenta y nueve.- Le
desveló Ingrid.- Desde luego esa chica tiene que ser muy alta para superarme.
-Sí, y también eres rubia como
ella, aunque su cabello tira a un tono algo más tostado.-Sonrió ahora Michelle,
para añadir, con tinte más serio.- Pero realmente en cuanto a vuestro carácter sois
muy distintas. Tú eres mucho más reflexiva y tranquila. Ella era un torbellino.
Siempre tenía que estar demostrando lo buena que era en todo.
-Eso me suena a un tipo de sobrecompensación
negativa.- Declaró la danesa.-
-Sí, eso mismo pienso yo. En el
fondo era insegura en muchas cosas, e intentaba reforzarse haciendo lo que se
le daba bien. Era muy buena en deportes, natación, kárate y también montaba de maravilla a caballo, igual
que tú. Pero Améthyste no lo hacía sencillamente para dar largos paseos y
disfrutar de la brisa en la cara o ver la puesta de sol. Ella tenía que ganar
una carrera o saltar obstáculos mejor que nadie. ¿Comprendes? Por eso te dije
que no os parecéis.
Ingrid
asintió. Estaba claro que su novia, pese a todo, todavía tenía a esa joven muy
presente en su corazón y en su memoria. Pero nada podía hacer ella por evitarlo.
Michelle entonces le dedicó una apurada mirada y posiblemente adivinando esos
pensamientos, añadió.
-Perdona mi brusquedad de antes,
no quiero que creas que, de algún modo, la estoy sustituyendo contigo. Por eso,
yo…
-Tranquila, cariño. - Sonrió su
pareja aproximándose para darle un suave beso en los labios y después agregar.-
Lo sé, pero no quiero que te castigues. Lo pasado, pasado está. Y tú misma me
contaste que era hetero y que había encontrado novio. Supongo que habéis
seguido en contacto como amigas. Eso está bien.
-En realidad, fue Kerria quien me
lo contó.- Le confesó Michelle.- No he vuelto a ver, ni a hablar con Amatista
desde ese día en el que entré en su camerino, durante el concierto que dieron
en París. Pero esa otra chica fue muy amable. Me contó que ella era también
lesbiana, y que me comprendía perfectamente. Esas sensaciones de ser
despreciada y apartada. Esa rabia. También la sintió. Atravesó por unos
momentos muy malos en los que llegó incluso a perder el rumbo. Y a horrorizarse
cuando se vio al espejo y se dio cuenta de en qué se había convertido. Eso me dijo.
-Rememoró.-
Y
es que las dos habían seguido en un esporádico contacto. Kerria le ponía al día
de cómo le iba a Amatista e incluso le desveló que su amiga había partido en esa
enorme nave espacial. La SSP-1, creyó recordar Michelle que se llamaba, rumbo a
las estrellas. Por eso el grupo de las Justices se había disuelto. Al poco
tiempo eso se vio confirmado en una entrevista en el programa de Al Mats, un
show muy popular en los Estados Unidos, y allí Kerria desveló su condición sexual.
Aquello tuvo repercusión mundial y si bien la mayor parte de la gente lo aceptó
con naturalidad e incluso alabando su valentía, también hubo un alto porcentaje
que la vituperó. Haciendo memoria de ello, se lo comentó a Ingrid y remachó.
-Por eso tengo miedo. Los padres
de Kerria la aceptaron, aunque ella misma me dijo que, al principio, su padre lo
tuvo muy difícil. Pero que después del tormento por el que ella pasó y estar
casi a punto de morir, él cambió de actitud radicalmente. Se dio cuenta de lo
mucho que la quería.
-Pues eso es bueno.- La alentó su
contertulia.-
-Aparentemente sí.- Suspiró
Michelle, quien con voz queda, sentenció.- Aunque no significa que su padre haya
aceptado su orientación sexual, simplemente quiere decir que su miedo a
perderla superó al rechazo que eso le ocasionaba. ¡Y yo!…- Suspiró amagando un
sollozo.- Yo tengo miedo de que con mis padres ocurra lo mismo.
Ingrid
fue al rescate tomándola entre sus brazos y tras besarla varias veces, ahora en
la mejilla y la frente, se apresuró a rebatir.
-¿Por qué quieres ponerte en lo
peor? Quédate con la parte positiva. Tus padres te quieren y sea por lo que sea,
te aceptan. En mi caso, los míos lo aceptaron inmediatamente nada más se lo confesé
a los quince años. Pero porque en Dinamarca eso se ve mucho más cotidiano y
corriente. Lo bueno es que el mundo va cambiando y ya quedan cada vez menos que
nos rechacen. Por eso no tengas miedo de ser tú misma, ni mucho menos temas ser
feliz.
Y Michelle asintió reconfortada
por esas palabras, tras besarla en los labios dio las buenas noches a su novia resignándose
a dormir sola. Se acostó y no tardó en sumirse en un sueño. Por alguna razón
volvió a ver a ese chico alto de largo cabello castaño que se tornó blanco. Y
le vio precisamente junto a Amatista. fijándose en ambos incluso pensó que guardaban
cierto parecido. Ella estaba como si de una observadora inadvertida por ambos
se tratase. Y se sorprendió también cuando de pronto vio a su antigua compañera
del liceo con unos cabellos tan blancos como los de aquel muchacho, que ahora
no estaba allí. Aunque algo sorprendió a Michelle, enseguida vio que el vientre
de Amatista estaba muy hinchado, como si estuviera a punto de dar a luz. Y fue
precisamente eso, la aparición de una luz cegadora que envolvió a su antigua
amiga, lo que la despertó. Abrió los ojos y todavía algo desconcertada y
aturdida se fue despabilando.
-Un sueño muy raro.- Se dijo, tratando de
recordarlo, aunque apenas sí le quedaban retazos.- Mejor no se lo cuento a
Ingrid o me psicoanalizará.- Se sonrió.-
Posiblemente
el haber hablado de Amatista la noche anterior llevase a su mente a eso. Pero.
¿Y ese muchacho? Juraría que soñó con él en otra ocasión cuando, en su angustia,
a punto estuvo de cometer una barbaridad. ¿O no fue un sueño? Todavía habían
muchas cosas que no le encajaban.
-Quizás ese billete de autobús fue de un día
anterior.- Se dijo desde que aquello ocurrió, en un intento por buscar la
lógica de todo.-
Mejor no pensar más en ello.
Ahora estaba feliz, con una novia estupenda y en casa de sus padres que se
habían volcado con las dos desde que llegaron.
-Sí, a ver qué clase de fiesta nos preparan.-
Pensó ilusionada.-
Y
sus expectativas no fueron defraudadas, incluso se quedó corta en su
imaginación. Días más tarde, a esa celebración además de los anfitriones, claro
está, asistieron los padres de Ingrid, recién
llegados de Dinamarca y cerca de cincuenta personas de lo mejor de la sociedad.
Los más las felicitaron cordialmente, declarando su alegría por ver a dos
jóvenes mujeres mostrar su amor sin complejos. Sin embargo, en algunos casos
Michelle pudo detectar reacciones que fueron desde la perplejidad hasta la
desaprobación, eso sí, disimulada con falsas sonrisas o caras de
circunstancias. También hubo algunos miembros de la comunidad quienes, al
conocer el motivo de esa fiesta, declinaron la invitación con algún tipo de
pretexto. Incluso dos de ellos no se recataron en denunciar que jamás
asistirían al intento de normalizar ese tipo de relación antinatural.
-Al menos esos son totalmente sinceros,
aunque no nos guste.- Dijo Ingrid al día siguiente de celebrado aquel evento en
alusión a quienes se habían negado tajantemente a acudir.-
-Pues estoy de acuerdo, los prefiero a
quienes nos obsequiaron con algún que otro sarcasmo o con sonrisas impostadas.-
Convino Michelle.-
Y
es que ella, lo mismo que el resto de la sociedad, no era ajena a ese aumento de
los partidarios de la vuelta a costumbre más “tradicionales” como las llamaron.
Aunque ella y su novia se sentían alegres de poder compartir su amor y ser
apreciadas en su entorno. Los padres de Ingrid, eran desde luego amables y muy
abiertos. Lo cual era algo maravilloso.
-De modo que esta es la chica que te ha conquistado
al fin. -Comentaba la madre de su pareja.-
-Sí, mamá.- Admitía Ingrid.-
Y hay estaban las dos tomadas de la mano
mientras la joven danesa presentaba a su pareja a sus padres, cuando ambas
fueron a recogerles al aeropuerto de Heathrow, un día antes de la fiesta.
-Encantada de conocerles, señor y señora
Hansen.- Saludó Michelle.-
-Llámanos Aneka y Van.- Respondió el padre de
su novia, un hombre robusto, alto y de cabellos entre grises y rubios.-
-Nuestra Inga nos ha hablado mucho de ti,
Michelle.- Celebro conocerte.- Añadió Aneka.-
Michelle
miró a su novia y algo sorprendida, pudo decir con tono inquisitivo.
-¿Inga?...
-Sí, es la versión danesa de mi nombre.-
Sonrió su pareja.- En realidad me llamo Inga Hansen, pero cuando me matriculé
usé el nombre de Ingrid. Me gustó más. Por Ingrid Berman. Ya sabes, la actriz.
-¿Quién?- Se sorprendió su interlocutora
que no era muy ducha en temas de cine.-
Los
padres de su novia se rieron divertidos. Fue Van quien comentó.
-Nuestra hija es muy aficionada
al cine clásico.
-Sí, alguna película me ha
puesto.- Convino Michelle.- Es también una fan de ¿Greta Garbo, verdad?- Quiso
recordar deseando no equivocarse.-
Menos
mal que Ingrid asintió con aprobación, confirmando ese nombre. Tras sonreír todos
por aquella divertida situación, se dirigieron a la casa de sus anfitriones.
Los padres de ambas se cayeron bastante bien y todo fue perfecto. Días más
tarde los señores Hansen volvieron a Dinamarca no sin antes invitar a Michelle
a su vez para que fuese a su casa y conociese el país. La joven francesa estuvo
encantada de aceptar la invitación. Así se sucedieron los meses. Las dos
continuaron su relación y en efecto visitaron a Aneka y Van. Posteriormente
comenzaron a pensar que ejercer cuando terminasen sus carreras. Inga le propuso
a su novia.
-¿Y porque no montamos un
consultorio?
-¿Las dos? ¿de psicología?-
Inquirió Michelle con una mezcla de sorpresa e interés.-
-Claro. Es lo que queríamos ¿no? Poner
en práctica lo que estamos aprendiendo en la carrera ayudando a otras personas.-
Contestó una resulta Ingrid.-
-Me encanta la idea. Les pedirá a
mis padres que nos echen una mano.- Convino su interlocutora.-
Por
supuesto que los señores Arnau estuvieron más que dispuestos a prestarles el
dinero necesario para poner el negocio. Así pasaron cuatro años en los que
concluyeron sus estudios y hasta hicieron algún máster. Y al fin tras
colegiarse en París, las dos instalaron una lujosa oficina. Todo había cambiado
mucho en la Tierra. Y para ellas particularmente las cosas iban muy bien.
Michelle no obstante, recordó algunos azarosos momentos del pasado. Pensaba en
sucesos acecidos de una enorme importancia para toda la humanidad. Empezando
con las noticias de la SSP-1. Esa nave se perdió. Michelle sabía perfectamente
que su antigua compañera Amatista viajaba allí y se sintió muy preocupada. Temía
por ella, por los señores Lassart e incluso por Kerria, quien también había
perdido a su propio hermano y a unos primos. De hecho, tuvo ocasión de hablar
con esa joven a través de una vídeo conferencia cuando la cantante y ahora abogada
en ciernes la llamó.
-No sé qué hacer. Mi madre está
muy deprimida.- Le contaba esa muchacha con tono muy alicaído.-
-Debes estar a su lado y hacerle
ver que todavía existe esperanza. Esa nave puede haber desaparecido, pero eso
no tiene por qué significar lo peor.- La animó Michelle.-
-Algunos dicen que se metió por
un agujero negro y que eso destruiría cualquier cosa. Otros creen que fue por
un agujero de gusano. E incluso hay expertos que piensan que sencillamente
hemos perdido la conexión porque esté atravesando algún campo electromagnético
muy fuerte, puede que cerca de Júpiter. No lo sé, no tengo ni idea solamente sé
que quiero que vuelvan.- Sollozó Kerria.-
Michelle
la dejó desahogarse un poco. Luego tomó la palabra.
-Lo importante es que tú
mantengas el optimismo. Precisamente por todas esas posibles hipótesis, no debes
darles por perdidos, de ese modo, se lo transmitirás a tu madre.
-Sí, tienes razón. Incluso llamé
a mi madrina Ami, es una mujer excepcional. Ayudó a mi madre a traernos al
mundo a Leval y a mí, me salvó la vida operándome cuando estuve a punto de
morir. Pero incluso ella no ha sido capaz de animarla.- Suspiró la consternada joven.-
-A veces, ese ánimo tiene que
brotar de nuestro interior. No podemos implantarlo en otros. Tu madre debe ser
capaz de creer por sí misma que todo saldrá bien. Y no es cuestión de que únicamente
te oiga decírselo, tiene que notar que tú realmente lo sientes así. – Le aconsejó
Michelle.-
Así, durante
unos minutos, y usando lo que estaba aprendiendo entonces en la facultad de
psicología, le dio unas pautas para alentar a su madre y recobrarse también
ella misma. Kerria sonrió agradecida para responder.
-Muchas gracias.
-No es nada. Tú hiciste lo mismo
por mí hace tiempo. Tenías razón. Hay que seguir viviendo y luchando día a día
por ser feliz y sentirte bien, ayudando a los demás.
Aunque
ahora Kerria suspiró, confesándole de paso algunos de sus propios problemas.
-Mi vida ha sido una montaña rusa
últimamente. Mi ruptura con Brian, mi relación con Maggie, eso terminó, tuve
que confesar abiertamente mi homosexualidad. Pero lo peor ha sido la muerte de
mi primo Granate y la pérdida de mi hermano, Tist, Mazoui y los demás en el espacio.
-Pero también habrás tenido cosas
buenas.- Le comentó su oyente.-
-Es cierto. Mi relación con
Samantha, mi entrada en el bufete de Sebastian y Pedro. Mi carrera musical que,
pese a todo, ha seguido con algunos éxitos. Pero es que siento como si estuviera
lanzada en un cohete y no fuera capaz de frenar. Los acontecimientos me
sobrepasan.- Sentenció con tono inquieto.-
- Has vivido muchas cosas en poco
tiempo. Y han sido todas importantes. Cada uno de esos acontecimientos hubiera
marcado a cualquiera. Pero tú eres una mujer muy fuerte y con carácter. – Le dijo
Michelle.- Saldrás adelante para aprender de todo ello. Tienes esa zozobra por
tus seres queridos que han desaparecido, pero eso en parte es bueno, dado que
también hay esperanza en que regresen.
-Para algunos sería raro, para
otros incluso ofensivo, pero además de lesbiana soy católica. Y rezo todas las
noches antes de dormir para que mi hermano, Tist y los demás vuelvan.
-Es positivo tener fe. Nos ayuda
a superar los malos momentos.- repuso cautamente Michelle.-
Ella no era creyente, aunque respetaba
eso. Estaba claro que la religión en sí no era mala, sino el uso que de ella
hacían las personas. En el caso de Kerria, era algo bueno que podía ayudarla.
No como esos otros fanáticos que la empleaban como pretexto para odiar a todo
el que no se ajustase a sus dogmas. Y quizás, quien sabe, alguien les escuchó,
tiempo después la nave reapareció, y no solamente eso, sino que se anunció el
descubrimiento y la colonización de un planeta llamado Bios.
-¿Has visto la holotele?- Comentó
Ingrid una noche cuando salía de la ducha y estaba secándose el pelo, delante
de Michelle, quien se sentaba ya en ropa interior sobre la cama.- ¡Es
increíble! Un nuevo mundo. Y además se ha descubierto vida inteligente mucho
más allá de nuestro sistema solar.
-Es asombroso sí. Y quizás nos
venga muy bien cuando acabemos la carrera. Habrá mucha gente que venga a
consulta después de esto.- Comentó Michelle, a medio camino entre la broma y el
análisis objetivo.-
-Bueno, tu antigua compañera
estuvo allí, ¿no?.- Le recordó la danesa.-
-Sí, y lo que más feliz me hace
es que tanto ella como los demás, volvieran.- Declaró su interlocutora,
agregando con una sonrisa y más tintes de felicidad.- Cuando Kerria me lo dijo
a través de un WhatsApp, me alegré de veras. Ella y su familia han sufrido
mucho.
-Son buena gente. Kerria Malden y
sus compañeras de grupo. Han seguido cantando y haciendo muchas obras
benéficas.- Apuntó Ingrid, quien estaba al corriente de las noticias de
sociedad.-
Michelle
asintió, comentándole a su pareja.
-Y ahora al parecer, otra nave va
a partir, quizás a buscar otro planeta. No sé a dónde iremos a parar. Parece
que la humanidad se expande al fin, fuera de la Tierra.
-Sí, y ya tienes a un grupo cada
vez mayor que se opone a eso. Aducen a que bastantes problemas tenemos ya para
atraernos enemigos. De hecho, se comenta en algunos sitios que la SSP-1 fue
atacada antes de que desapareciera por invasores de fuera del sistema solar.
Que , en realidad, esa nave no iba a colonizar sino a montar una línea de
defensa. Y que la SSP-2 va a contraatacar.
-Vaya, te veo muy informada.- Comentó
Michelle.-
-Sí, algunos compañeros en la
facultad han escuchado hablar a unos catedráticos que estuvieron trabajando para
la Masters Corporation en selección de personal para la SSP-2. Han mantenido en
secreto la mayor parte de las cosas pero siempre hay filtraciones.
-No sé, ya sabes que los rumores
se expanden mucho antes que la verdad.- Replicó Michelle sin darle demasiada
importancia a eso.-
-¿Y que tenemos una base en la Luna?-
Sonrió Ingrid, divertida.- Se rumorea que allí hay una reina que es aliada de
las Naciones Unidas y que ayudó a la primera nave cuando esta partió, o algo
así.
-No lo sé. La gente habla de
muchas cosas y se inventa cantidad de tonterías.- Bostezó su contertulia.-
Su
novia se rio, viéndola tan cansada estaba claro que Michelle no tenía ganas de
charlar de esas cosas. Se fueron a dormir aunque para asombro de las dos,
algunos meses más tarde, esos rumores fueron ganando credibilidad. Y un día, noticias
alarmantes se propagaron con rapidez por todo el planeta. La propia Ingrid se
lo contó. La danesa estaba pálida cuando sin apenas poder hablar, llegó de sus
clases.
-Mira esto, Michelle.- Le pidió
con voz y manos temblorosas.-
-¿Qué te pasa?- Quiso saber su
alarmada pareja.-
Ingrid
le dejó la Tablet que llevaba. A decir verdad, en ese día libre que ella tenía
en la facultad, Michelle estaba leyendo un libro encuadernado en papel. Le
gustaba relajarse así y no había entrado ni en redes sociales, ni puesto la
televisión desde que se levantó. Aunque cuando vio las noticias en el aparato
de su novia, miró a esta con expresión de eprplejidad y preguntó.
-¿Esto es una broma. ¿Verdad?
Podían
verse enormes agujeros negros que iban creciendo en los cielos de todo el
planeta. Ingrid movió la cabeza dejando caer algunas lágrimas, en tanto apenas
acertaba a decir dominada por la angustia.
-Son agujeros negros, o algo así.
Algunos científicos dicen que devorarán la Tierra en cuestión de horas. ¡Es el
fin, Michelle!
Las
dos se abrazaron. Impactadas como estaban solamente pensaban en no poder
despedirse de sus familias y amigos. Incluso se asomaron a la terraza de su
apartamento en parís, deseando que en efecto, todo fuera una gigantesca y
macabra broma, pero para su horror, lo
vieron, allí estaba un enorme agujero que iba creciendo lentamente ante sus
ojos. Lo único que pudieron hacer fue abrazarse llenas de congoja y
consternación.
-Vamos dentro, cariño.- Le pidió
Michelle añadiendo.- ¿Sabes? Lo único de lo que me arrepiento es de que o nos
hayamos casado.
-Para mí ya lo estamos. No hacen
falta ceremonias.- Le sonrió Ingrid.-
Aun
así se tomaron de las manos y dijeron unos improvisados votos. Incluso se
cambiaron y arreglaron poniéndose dos bonitos vestidos blancos que reservaban
para ocasiones especiales. Y cuando la danesa tomó su Tablet para grabar aquel
momento y quizás enviárselo a sus padres antes del final, un aviso de última
hora saltó.
-Noticias impactantes. ¡Llegan
los salvadores!- leyó la perpleja Ingrid.-
Michelle
la interrogó con la mirada. Enseguida su pareja puso la holo tele y en todos los canales podía verse exactamente
lo mismo. Tres figuras femeninas, con unos largos y hermosos vestidos, de
colores, blanco, rosa y violeta, se elevaban al cielo, y no solamente eso. Dos
individuos cuyos cabellos brillaban con tonos dorados sostenían sendas enormes
bolas de energía.
-¿Qué es eso?- Exclamó Ingrid.-
-Nuestra última esperanza.-
Musitó Michelle.-
Pero
había más, un grupo de hombres y mujeres parecían transmitir energía a esos dos
individuos. Y todo se desarrollaba con la explicación de un sombrado comentarista, que transmitía
para el canal que ambas estaban viendo.
-Señoras y señores, ¡Es increíble!
Los guerreros dorados y esas misteriosas mujeres están reuniendo al parecer una
ingente cantidad de energía.
Y
ante los asombrados ojos de ellas y del resto del mundo, esas dos bolas fueron
arrojadas contra aquellos agujeros, convergiendo en una esfera gigantescas que
a su vez fue potenciadas por unas descargas de energía de aquellas tres mujeres
quienes gritaron algo así como
-Moon Healing Halation, total power!
Después
un gran fulgor cegó la pantalla y las admiradas chicas pudieron observar como
una enorme claridad meridiana recorría los cielos cuando miraron a través de la ventana. Al
mismo tiempo en sus mentes resonó la voz de una mujer entonando un canto entre
poderoso y armonioso, lleno de autoridad y belleza.
-¿Améthyste?- Musitó la anonadada
Michelle, pues pese a todo reconoció aquella voz.-
Tras aquel increíble prodigio
esos agujeros negros habían desaparecido. Ingrid y Michelle se abrazaron y
rieron, lloraron y cantaron llenas de dicha. Lo mismo debieron de hacer cuantos,
en todas partes del planeta, pudieron presenciar en directo aquello.
-Y fue llamado el Día de la
Salvación. – Recordó Michelle, sonriendo ahora.- Luego la reina Serenity y el
rey Endimión se presentaron en las Naciones Unidas, siendo reconocidos como
soberanos de la Tierra. Sí, todo ha cambiado mucho.
Desde
luego, Ingrid tuvo razón con esos rumores que le había contado. Por ejemplo,
acerca de esa misteriosa reina de la Luna, llamada Neherenia, quien fue otra de
las mujeres que ayudó a salvar el mundo. Junto con la princesa Usagi Chiba, la
hija de Serenity y Endimión. Esas fueron las informaciones confidenciales que
le dieron a su novia. Y la propia Michelle pudo constatarlo cuando habló con Kerria.
Esta le dio además, muchas otras novedades.
-Amatista se ha casado con mi
hermano y está esperando un bebé. Y no me digas cómo, pero sé que ella ha
tenido también que ver con este milagro. Estaba en Bios, pero aun así, pude
sentirla.
-Me alegro muchísimo por ella. De
verdad.- Afirmó Michelle siendo totalmente sincera.-
-Sé que para ella, comprender lo
que te hizo y arrepentirse, fue una de las cosas que la impulsaron a ser mucho
mejor persona y a preocuparse por todos.- Le respondió Kerria.-
-¿Y tú, qué tal estás?- Quiso
saber su interlocutora.-
-Ahora muy bien, gracias. Mi
novia Samantha y yo celebrando que tenemos una nueva oportunidad. Lo mismo que
todos, de vivir. Y estoy deseando ir a Bios a ver a Tist y a mi hermano.- Le
contó su contertulia.-
-Dale recuerdos de nuestra parte cuando
vayas.- Le pidió Michelle.-
Así
se despidieron, el tiempo siguió pasando. Luego fue Kerria quien tuvo un hijo.
Por lo que le explicó, el padre era su ex novio, un chico llamado Brian. Y eso
a punto estuvo de costarle a Ky romper con Samantha. Al parecer Kerria se
acostó con él para tenerlo a la “ manera tradicional”, cosa que sorprendió a
Michelle.
-Bueno, siempre que hemos hablado
de ese muchacho ella ha demostrado quererle mucho. Y me imagino que, por una
parte, pensaba que se lo debía. Tiene toda la pinta de ser una especie de
compensación por haberle dejado. No podía compartir su vida con él, porque no
le amaba de esa forma, pero sí podía hacerle partícipe de algo tan importante
como un hijo. Es algo difícil, sí. Al menos nosotras no tenemos ese problema.
Y
es que, tanto ella como Ingrid estaban bien así, y eran jóvenes todavía. El
pensar en tener niños ni se les había pasado por la cabeza. Ahora demás,
Michelle estaba ganando prestigio como psicóloga en París.
-¡Ingrid dice que hasta nos vamos
a poder permitir comprar vestidos de la firma Deveraux!- Se sonrió al recordar
aquello.-
Su
novia de hecho estaba trabajando para la policía como psicóloga forense. Las cosas
les iban bien y ya estaban pensando en llevar a la practica ese deseo que expresaron
en voz alta cuando creyeron que había llegado el fin. Michelle recibió la
sorpresa cuando, a los postres en un céntrico restaurante, Ingrid se arrodilló
frente a ella sacando un precioso anillo de compromiso.
-Michelle, te amo como nunca jamás
creí que pudiera querer a alguien. ¿Quieres ser mi esposa y que pasemos toda la
vida juntas?- Le preguntó la emocionada danesa.-
La
interpelada al principio no pudo articular palabra. Asintió y cuando su novia
se levantó las dos se besaron apasionadamente. Escucharon bastantes aplausos de
la mayor parte de los comensales. Aunque desgraciadamente hubo algún que otro
grito furibundo e indignado.
-¡Qué vergüenza! Vaya un espectáculo.
-¡Depravadas, invertidas!- Aulló
otro.-
Las
dos se separaron mirando hacia las fuentes de esas voces con expresiones entre
indignadas y preocupadas. Aunque no tuvieron que molestarse en replicar. Los
propios clientes en su mayoría llamaron la atención a esos energúmenos. Incluso
uno de los camareros se acercó a ellas y les aconsejó.
-Denúncienlo señoritas. Es un
delito.
-No, se lo agradecemos, pero hoy es
una noche muy especial y no queremos enturbiarla de ese modo.- Le contestó
Michelle.-
-Y por fortuna, se ve que cada
vez quedan menos de esos individuos. Vamos avanzando. Más tras del día de la
Salvación.- Añadió Ingrid.-
-Bueno, no crean.- Musitó el camarero.-
Ese
comentario sorprendió a ambas pero antes de que pudieran preguntarle sobre eso
aquel tipo se alejó a atender a un cliente. Por suerte las cosas pronto volvieron
a su cauce, los autores de esos insultos fueron “ invitados” a marcharse del
local. Aunque un postrer comentario de uno de ellos las enfureció y
entristeció, al tiempo que sembró el desasosiego en ellas.
-¡Vaya una sociedad decadente!
Que tengamos que irnos las personas decentes antes que los viciosos. Pero un
día la Congregación será capaz de cambiar esto.
Tras
unos minutos para volver a recobrar la calma y terminar de cenar apropiadamente
se fueron de vuelta a casa, conduciendo iba Ingrid quien le recordó aquello a
su pareja.
-¿Qué habrá querido decir ese
camarero?
-No lo sé. Puede que él vea a
mucha gente diferente en su trabajo. Quizás haya presenciado algún otro caso.-
Elucubró Michelle, a mí me preocupa más lo que dijo aquel tipo cuando se
marchaba.-
-Sí.- Asintió Ingrid quien
admitió.- Ese nombre que pronunció. La Congregación. Me suena de algo.
-También yo creo haberlo
escuchado en las noticias. Pero no logro recordar.- Convino Michelle quien, deseando
dejar atrás ese enojoso tema, sonrió musitando.- Hoy me has hecho la chica más
feliz del mundo. Tendré que compensártelo en casa.
Ingrid
le dedicó una amplia sonrisa. Al fin llegaron a su hogar y pese a no querer
tenerlo en cuenta, ese incidente había deslucido aquel momento tan importante
para las dos. Se besaron con ardor y se desnudaron, hicieron el amor y al
concluir no obstante Ingrid seguía con aire pensativo.
-¿Qué te sucede?- Quiso saber
Michelle que se abrazaba a ella recostándose sobre su pecho.-
-Ese nombre…ya sé dónde lo escuché.
El otro día en la comisaría donde trabajo. Parece que se les investiga porque
se piensa que puedan estar detrás de agresiones a personas del colectivo LGTBI.
-Puede que mi amiga Kerria sepa
algo. Ella está metida en el mundo del derecho.- Le recordó Michelle a su
prometida.-
Aunque
si mal no recordaba, Kerria estaría en Bios. Quedaba poco para la Navidad y ese
año desde luego iba a ser muy especial. De hecho las dos comenzaron a planear
la ceremonia de sus esponsales. Invitaron a sus familias por supuesto y a un
grupo de amigos. Y cuando estaban confeccionando la lista, Ingrid le propuso a
Michelle.
-¿Y por qué no invitas a esa
antigua amiga tuya, Améthyste?
Su
novia la miró con la boca abierta. Michelle realmente ni se lo había planteado.
Pero ya no era por motivo de algún viejo resentimiento. No. Sencillamente se
trataba de que Amatista vivía en Bios. No sabía si le sería posible venir. Por
lo que Kerria le comentó vía WhatsApp cuando retornó de ese planeta, era un
mundo precioso y su recién nacido sobrino Asthel, una maravilla.
-Sí, como te lo cuento.—Le escribía.-
Tist se puso de parto en la cena de Nochebuena. Y dio a luz justo el día de
Navidad. ¡Hasta pude ayudar y todo! Amatista y el bebé están bien. Pero supongo
que tendrá que quedarse en casa con él hasta que pase un tiempo, para cuidarle.
Michelle
se sonrió, no imaginaba a su amiga de la adolescencia en el papel de madre. Pero
podía suponer la gran carga emocional que eso representaba y el temor a que
pudiera sucederle cualquier cosa a su bebé. Hacer un viaje tan largo podría ser
arriesgado, quizás no para el niño, pero sí para poner a prueba a su madre. No
quería que Amatista se viera obligada a asistir aun temiendo llevar al niño. Y
eso hizo que desistirá de invitarla.
-Posiblemente tenga mucho trabajo
con su bebé y es un viaje muy largo, no deseo ponerla en tal compromiso. Espero
que Kerria sí pueda venir.
Y
En efecto, Kerria sí que fue. Cuando concluyó la ceremonia que fue realmente
bonita, con ambas novias de blanco y brindando juntas, tras besarse entre los
aplausos de todos los asistentes, Michelle pudo departir un poco con la ex cantante.
O al menos eso le comentó su contertulia, matizándolo.
-Hemos dejado de cantar de forma
regular. Kathy se ha dedicado al periodismo, Idina cursó magisterio y también se
ha ido a vivir a Bios, con Tist. Y ella…
-Sí, me lo comentaste. Es madre,
esposa y científica…¡Quién lo iba a decir! Con lo que se atascaba en ciencias
en el liceo.- Se sonrió Michelle.-
Se
acordaba de que tuvo que explicarle a su antigua compañera algunas cosas sobre
física en más de una ocasión. Kerria se
rio desvelándole divertida.
-También mi hermano Leval le di
clases. Aunque sospecho que el verdadero interés de Tist era él, y no la asignatura.
-Y logró que tu hermano se
interesase a su vez, está claro.- Afirmó una sonriente Michelle.-
-Desde luego, ella siempre es muy
insistente cuando quiere algo.- Convino su interlocutora.-
-Sí, y algo bruta.- Se rio
Michelle.-
Aunque
le sorprendió ver que su interlocutora no reía ahora con ella, más bien la miró
con un gesto entre sorprendido y emocionado para responder con voz queda.
-Ha cambiado mucho, no sé. La veo
con su bebé y noto un sentimiento de paz y armonía a su alrededor que jamás
había experimentado. Bueno, quizás una vez, cuando estuve a punto de morir y
volví a la vida…
Michelle
escuchó con mucha atención. Kerria le habló alguna vez de ello, aunque de
pasada. Ese desde luego sería un tema que estaría dispuesta a tratar de modo
profesional. Sin embargo, su contertulia se lo estaba contando en confianza,
como amiga, no como si de una paciente se tratase. Estuvieron charlando un
rato, hasta que Ingrid, junto con dos amigos más, se aproximaron.
-Cariño, mira quienes han
venido.- La abordó su esposa.-
-Hola. ¿Qué tal?- Sonrió Michelle,
apresurándose a añadir.- Disculpadme. Ahora estoy con vosotros.
Lo
cierto es que le daba algo de apuro, había estado tan centrada escuchando a su
invitada que había dejado de lado a otros invitados de la boda y eso no era de
buena educación. Por ello, se despidió de Kerria y atendió al resto. Luego ya
no pudo hablar más con ella. De hecho no
se vieron en bastante tiempo. Los años pasaron y Michelle siguió entregada a su
profesión, haciéndose un nombre como psicóloga. Era muy feliz con Ingrid y en
su trabajo, sobre todo cuando ayudaba a muchas personas a superar traumas,
miedos y ansiedades. Y fue pasado un tiempo cuando, quedando muy consternada,
supo que Kerria tuvo que ir a juicio para justificarse como madre. Su amiga
había tenido un hijo y esos individuos de la Congregación, que cada día daban
la impresión de ser más influyentes, pusieron en tela de juicio su capacidad
para criar a un niño, junto con su pareja, otra mujer, llamada Samantha.
-¡Pobrecillas! - Comentaba Ingrid
cuando las dos estaban cenando en casa.- Esos canallas les niegan hasta lo más
básico para un ser humano. La capacidad de amar a su propio hijo.
-Kerria ha debido de pasarlo muy
mal. Quise contactar con ella pero me fue imposible. Incluso me he ofrecido para
testificar a su favor.- Respondió Michelle.-
-Si te responde ve. -La animó su
esposa.- Con tu prestigio serías un gran apoyo para ella.
Y
por fortuna todo salió bien. Kerria y Samantha salieron airosas de esa dura
prueba. Aunque fue duro para Sam quien perdió el contacto con su familia.
Desafortunadamente su padre era pastor evangélico, muy próximo a las ideas de
la Congregación para la fe. Al enterarse de eso, Michelle le ofreció a esa
pobre mujer su ayuda profesional, aunque Samantha la declinó. Dijo sentirse
apoyada y querida en la familia de Kerria y que eso le bastaba.
-Desde luego que esas pobres han
sufrido mucho. Incluso más que yo misma.- Se decía la psicóloga.-
Y
aquello no daba visos de concluir, pasado un tiempo otro nubarrón apareció.
Esta vez con la forma de una mujer realmente perversa. La propia Michelle tuvo
ocasión de conocerla y sintió escalofríos. Todo empezó un día en su consulta,
su secretaria le pasó una llamada.
-Señora Arnau. Tiene una vídeo conferencia
desde los Estados Unidos. Del bufete Köen y Zerol.- Le informó esa joven que
trabajaba para ella.-
-Gracias Mariette.- Respondió
Michelle.-
Dándose
cuentas de inmediato de que aquel era el despacho legal en el que Kerria
trabajaba se puso al momento conectando la trasmisión en la pantalla de su ordenador.
-¿Diga?..
-Hola Michelle, soy yo, Kerria.-
La saludó esta con tono amable aunque teñido de inquietud.-
La
abogada vestía un pulcro blazer de color gris perla y llevaba su característica
trenza. Seguía estando muy hermosa aunque su rostro era serio.
-Me alegro mucho de oírte. ¿Qué
puedo hacer por ti?- Saludó Michelle.-
-Verás. iré al grano porque es
algo muy importante.- Le contestó su amiga para explicarle.- Hay una mujer que
ha sido detenida y acusada de bastantes crímenes. Está a la espera de juicio.
Pidió ayuda a mi bufete para representarla. Alega que su condición de mujer y
lesbiana la han hecho acreedora a una especie de persecución. En cuanto supe quién
era me negué rotundamente a defenderla. No obstante, por una cuestión de buena praxis
profesional debo ir a entrevistarme con ella, dado que requirió la ayuda de mi bufete.
Por eso, me gustaría pedirte un favor. Sé que es mucho, pero eres la persona en
quien más puedo confiar para esto. Si pudieras ir a verla para hacerle una
evaluación psicológica y ver qué perfil da. Eso me vendría bien para buscar argumentos
legales.
-No entiendo, si no quieres
defenderla puedes renunciar alegando conflicto de intereses, ¿no es así?-
Inquirió Michelle.-
-Así es. -Matizó Kerria quien
entonces le comentó con tono de complicidad.- No deseo defenderla, pero no he
dicho que no vaya a ocuparme de ella.
-Entiendo.- Musitó su
contertulia.-
Podía
detectar un tono de manifiesta hostilidad de Kerria hacia esa individua. A buen
seguro la abogada tenía sus razones. Eso la hizo llenarse de curiosidad. Esa
tal…
-¿Cómo se llama esa mujer?- Quiso
saber Michelle.-
-Marla Sorel. Es de lo más
mezquino y malvado que puedas encontrarte, si aceptas ir a verla, ten cuidado.-
La previno Kerria.-
Ella asintió y
quedó en ir a visitar a aquella mujer. Y en efecto, Kerria no solamente no se
equivoca en su valoración, ¡se quedó muy corta!. En todos sus años de profesión
Michelle jamás había visto nada igual. Cuando tras pasar algunos controles de
seguridad se plantó en esa celda descubrió a una mujer vestida con un mono naranja
que estaba esposada en la silla. Una mampara de vidrio la separaba. Al
principio aquello le pareció excesivo, pero se dijo que, si esas medidas de
seguridad estaban así dispuestas, existirían razones para ello. Y el caso es
que objetivamente hablando aquella individua era hermosa. Tenía el cabello
largo y negro, y unos bellos ojos azules de expresión fría y acerada. Nada más
entrar Michelle juraría que esos ojos la observaron con un destello de lujuria.
Por supuesto que, sin dejarse afectar por ello y haciendo gala de su profesionalidad, saludó
con un tono neutro.
-Me llamo Michelle Arnau. Señorita
Sorel, soy psicóloga. Estoy aquí para…
-Ver si estoy loca.- Le cortó con
tono lapidario, remachando jocosamente.- ¡Ya se lo adelanto, pensará que lo
estoy!
-No, no es eso. Quiero tratar de
ayudarla.- Afirmó esa chica.-
Y
en eso era sincera. SI el caso de esa mujer era tan grave trataría de hacer
cuanto estuviera en su mano por mitigar sus patologías. Marla le dedicó una
mirada más intensa. Como si a su vez hubiera tenido la impresión de que Michelle
la había valorado con la vista al entrar. Y no simplemente porque fuera una
profesional yendo a hablar con una paciente. Enseguida se sonrió, afirmando sin
pudor.
-Está usted muy buena, señorita
psicóloga. ¿O es señora?
-¿Perdón?- Se sobresaltó su
interlocutora dedicándole una perpleja mirada.-
-¿Acaso le sorprende que una
mujer le diga eso?- Comentó jovialmente la prisionera, sentenciando.- Si yo no
estuviera esposada le aseguro que ya la habría desnudado. Y por la forma de
observarme cuando ha entrado creo que eso le hubiera gustado. ¿No es así?
-No sé a qué se refiere.- Repuso
una confusa Michelle, queriendo contratacar de un modo más profesional,
preguntando por su parte.- ¿Acaso es una fantasía que tiene con las mujeres?
-No con todas, solamente con las
que me gustan, como tú. Porque puedo tutearte, ¿verdad cariño? -Repuso ella,
recreándose en la confusa expresión de su contertulia.-
La
psicóloga bajó la vista y sacó una Tablet de su bolso. Tecleó algo y tras leer
durante unos segundos, replicó tratando de sonar calmada.
-Ha sido usted detenida acusada
de chantaje, estafa, agresión y otros cargos muy serios.
-Es cierto. Me han detenido
acusada de eso.- Admitió Marla como si nada.- ¿Y qué?
-¿No quiere hablar de ello?. Es decir, seguro
que desea defenderse de esas acusaciones.- Contestó la psicóloga.-
-Bueno, en un mundo de hombres y
con un juez que seguramente será un hombre. ¿ De qué me serviría?- Le respondió
con escepticismo, remachando.- Nací mujer, esa es mi culpa.
-La justicia no condena a nadie
por su sexo. Sino por sus actos. - Le rebatió Michelle.-
-La justicia dictada por machos
no es justicia.- Repuso ella.-
-¿Por qué odia tanto a los
hombres?- Quiso saber su interlocutora.-
Desde
luego, tras leer el dossier de esa individua se le habían puesto los pelos de
punta. La tal Marla había declarado sin ningún tipo de recato que, de ser por
ella, exterminaría a todos los machos para crear un mundo perfecto, únicamente
poblado por mujeres. Y que ya se reproducirían in vitro o algo así. Al mirarla entonces
la prisionera se sonrió. Asintió y dijo con voz suave.
-Quid pro quo. Si quieres que te
conteste a tus preguntas tendrás que responder antes a las mías.
-¿Qué tipo de preguntas?- Quiso
saber la psicóloga.-
-Por ejemplo.- Contestó su interlocutora,
inquiriendo con voz melosa.- ¿Te gustan los hombres, Michelle?
Hubo
un breve e incómodo silencio, y la interpelada respondió incluso tratando de
ser ingeniosa.
-No les conozco a todos. Sería
imposible responder a eso.
-No quieras jugar conmigo. O no
te contestaré.- Fingió molestarse Marla, para matizar.- Ya sabes a lo que me
refiero. ¿Te gusta acostarte con hombres? Y sé sincera, si me mientes lo sabré.
Por
la cara que puso su interlocutora, supo la respuesta antes de que ésta
despegase los labios. Tras unos momentos de duda, la psicóloga confesó con
envaramiento.
-No, no me gusta.
-Y sin embargo, lo has hecho.- Se
sonrió agudamente Marla.-
-¿Por qué cree eso?- Inquirió
Michelle.-
-No podrías haberlo dicho con ese
sentimiento de asco tan real de no haberlo probado nunca.- Se regocijó su
interlocutora, concediéndole.- Ahora te contestaré. ¿Sabes por qué odio a los
hombres? Muy sencillo, porque creen que somos de su propiedad, que pueden hacer
lo que deseen de nosotras.
-No todos son así.- La contradijo
su contertulia.-
-¡Oh!, sí que lo son, cariño. O
creen que deben protegerte o que deben dominarte, en cualquier caso lo hacen
desde su perspectiva de superioridad. Y luego te quieren llevar a la cama, como
si debieras pagarles una deuda de gratitud por ese tipo de comportamiento
machista. Dime, ¿acaso te acostaste libremente con alguno o fuiste obligada?
-Lo hice libremente.- Pudo
responder con poca convicción.-
-Mientes.- Se sonrió Marla.- O
fuiste forzada o tuviste que hacerlo para evitar algo que te asustaba y además
tuviste que hacer algo para soportarlo. ¿A que no me equivoco?
Su
interlocutora no se atrevía a enfrentar su mirada con la de ella. Apenas fue
capaz de balbucir, tratando infructuosamente de retomar el control de la
conversación.
-No estamos aquí para hablar de
mí…
-Recuerda.- La cortó esa
individua una vez más.- O aceptas mi propuesta o no hablaré más. Y tengo
información que te interesará saber.
Era
increíble. Como si esa mujer pudiera leer su mente. ¡Jamás había experimentado
algo así! Le daba la impresión de estar desnuda frente a ella. Pero había
aceptado ese reto y no podía volverse atrás si quería respuestas. De modo que tras
un embarazoso silencio, Michelle, asintió. Admitiendo.
-Sí, me obligué a ello. Tuve que
beber…
-Ya. ¿Y qué más?- La acosó
Marla.-
-Y…tuve que drogarme.- Sollozó
Michelle.-
El
mero recuerdo de esos amargos días, pese a toda la terapia que había hecho y el
tiempo transcurrido lograba despertar en ella otra vez esos sentimientos de
culpabilidad, desprecio hacia sí misma y tristeza. Michelle tuvo que hacer un
esfuerzo para domirase.
-Pobrecita.- Suspiró su
interlocutora con un tono de meloso regocijo, para replicar.- Pues yo no tuve
que hacer nada parecido. Sencillamente nunca busqué la aprobación de nadie.
Porque tú buscabas eso. ¿Verdad? En este mundo dominado por los machos, tu
papel era el de hembra sumisa, dispuesta a satisfacerles. Por eso sufriste,
porque te educaron así y tus deseos iban en contra de esa educación. Y por eso,
yo y otras como yo, luchamos por ti. Y por todas las mujeres, para librarlas de
esa tiranía. A tal fin, cualquier cosa es lícita. ¿Lo entiendes ahora?
-No todos los hombres son malos. Además,
también hay mujeres perversas. Como tú.- Contratacó Michelle tratando de
rehacerse para asegurar.- Estoy convencida de que tuviste que sufrir un trauma
terrible. Ahora te toca decirme la verdad.
Y
su contertulia asintió, con expresión resignada, para declarar.
-Es cierto. Tú has cumplido, y de
mujer a mujer te lo contaré. Verás. Mi madre era una puta y no estaba bien de
la cabeza. Y no lo digo para insultarla. Es que se prostituía y además tenía
doble personalidad. Tuvo un accidente con algún cabrón que no usó la protección
adecuada y se quedó embarazada de mí. Seguramente quiso abortar, pero al final
me tuvo. Y yo crecí viendo como los hombres la explotaban. La pobre hasta
estuvo enamorada de uno de sus chulos. Por desgracia para ella, él era como
cualquier otro macho, la usaba a su conveniencia. Y hasta quiso usarme a mí
cuando cumplí los doce años. Entonces mi madre hizo lo que debió hacer desde el
principio. Apuñaló a ese cerdo. Por desgracia no lo mató. Tuvimos que irnos,
claro. Y escondernos. Así pasé los siguientes tres años hasta que ella, que
seguía haciendo la calle para mantenernos, murió de una sobredosis. Bueno, solamente
una parte de ella, la que quedó con vida fue peor. Pasaron algunas cosas más,
pero no las creerías.- Se sonrió de modo sardónico.-
-Prueba a ver.- Le pidió
Michelle.-
-Antes, te toca a ti. Dime.-
Preguntó Marla.- ¿Quién fue tu primer amor?
-Una chica de mi liceo.- Contestó
la psicóloga.-
-Ya, pero quiero saber su nombre…
-Amatista.- Suspiró la
interpelada.-
-El nombre completo.- Insistió su
inquisidora.-
-Amatista Lassart.- Completó,
pronunciando aquellas palabras con tono melancólico.-
-Me suena ese nombre.- Afirmó
Marla.- Aunque no recuerdo ahora. Pero eso no terminó bien, supongo. Seguro que
no te correspondió. O bien tuvisteis que dejarlo a tu pesar. Tienes un tono
triste que lo delata.
-Ella no es lesbiana.- Afirmó
Michelle.- No sentía eso por mí.
-¡Vaya! ¡Qué interesante!- Se
sonrió su interrogadora, apuntando con agudeza.- Si hablas de ella en presente
es que todavía la sigues viendo. O al menos mantienes el contacto. Cuéntame.
¿Esa chica tiene novio?
-¡Basta!- Exclamó una molesta
Michelle, tratando enseguida de controlarse para añadir con un tono más
calmado.- Yo ahora tengo pareja, es una chica estupenda.- Eso pasó hace mucho y
lo superé, no sacarás nada preguntándome sobre ello.
-Muy bien.- Concedió Marla,
contándole a su vez.- Cuando mi madre murió, o eso pensé, me dediqué a
acostarme con mujeres mayores, la mayoría casadas e incluso con hijos. Las
típicas víctimas del hetero patriarcado hipócrita. Casadas a la fuerza para
ocultar lo que eran en realidad. Algo parecido a lo que te sucedió a ti. Pero
ellas eran tan culpables como los machos que las oprimían. No hay nada peor que
una hembra sumisa.- Remachó, añadiendo con tono divertido.- De modo que, además
de pasar unos buenos ratos con ellas y
cobrar generosamente por mis servicios, las grababa en video cuando podía y
luego las chantajeaba.
Michelle
la observó con un apenas disimulado malestar. Pudo reprocharle con tintes
reprobatorios.
-Esas pobres mujeres hacían eso
para evadirse de su situación. No es tan sencillo como tú crees. Muchas
tendrían que ceder ante la presión de sus familias. No eran cómplices, eran
víctimas. Tanto que te jactas de defendernos, no entiendo como no lo veías.
-Te equivocas.- Rebatió su
contertulia moviendo la cabeza.- Una víctima hubiese pedido ayuda, para
separarse o para eliminar al macho que la oprimía. Esas zorras disfrutaban,
según ellas, de una familia o tenían hijitos. Pues bien. Yo hubiera podido
liberarla exponiendo la verdad ante sus machos. Pero ellas no querían. ¡No!-
Fingió un tono de voz aterrado, parafraseando el de alguna de sus víctimas.-
¡No lo cuentes, por favor!. Tengo dos hijos…mi familia es tradicional…incluso
alguna decía querer a su marido. Patético. ¿No crees?...Pues yo sencillamente
las hacía pasar por caja. Y luego, me iba.
-Al menos no revelaste nada.-
Afirmó una aliviada Michelle.-
-¡En algunos casos, sí! - Se rio
Marla.- Aunque la mayoría de las veces no hubiese sido bueno para el negocio.
Si una chantajista como yo cobra por no hablar y después lo hace, las
siguientes clientas, de enterarse, jamás hubiesen pagado. Esa jugada se la hice
solamente a las que insistían en que amaban a sus machos. Si tanto les querían,
seguro que ellos lo entenderían. Fíjate que la mayoría no lo hicieron. Una hasta
se suicidó cuando su maridito le pidió el divorcio y le quitó a sus hijos.
¡Pobre idiota!
-¡Es terrible! - Pudo comentar la
perpleja y horrorizada psicóloga.- ¿Cómo puedes burlarte de algo así?
-Una sumisa menos.- Se sonrió
aviesamente Marla.- Para que sirva de lección a las demás.
Entonces
el tiempo de las visitas terminó. La aliviada
psicóloga se levantaba ya para irse, cuando su interlocutora le susurró.
-Y eso no es nada. He hecho cosas
mucho peores…y he tratado con seres muy oscuros. Pobrecita Michelle, tú crees
haber pasado por momentos terribles, ¿no es así? Pues no tienes ni idea de lo
que hay ahí fuera…puedes preguntarle a tu amiguita Kerria. Ella te lo dirá…
Michelle
estaba lívida, Marla se regocijó observando el temor que translucía en su
mirada. Aunque la psicóloga no le respondió y se apresuró a salir de allí. Nada más hacerlo ni pudo
reprimir algunas lágrimas.
-¡Es un monstruo!- Musitó
horrorizada.-
Y
eso se vio confirmado en el juicio que Michelle siguió con mucha atención. Al
fin, tal y como ella sospechaba, Kerria quiso involucrarse en el caso, pero
como fiscal. La abogada logró que condenasen a esa mujer a una pena de cuarenta
años. La abogada de Marla apeló consiguiendo que fuera desterrada a un planeta
alejado, de nombre Némesis, en donde se habían afincado algunos de los más
extremistas de esa Congregación para la fe y otros muchos, que se hacían llamar
Luna Negra. De este modo Marla veía que su condena se podría reducir a la
mitad. Aunque cuando pudo ejercer su derecho a la última palabra heló la sangre
en las venas de todos al proclamar totalmente enajenada.
-Yo volveré, y otras muchas como
yo también. Nunca envejeceré. ¡Jamás podréis libraros de mí! Por siempre joven
y hermosa. ¡Ja, ja, ja!
Años más tarde la propia Kerria
volvería a llamarla pidiéndole un favor muy personal, la ayuda de Michelle,
para la persona que más amaba en el mundo, su hijo Brian. Se lo rogó alegando
que su hijo necesitaba a alguien que
supiera lo que significaba sufrir la crueldad de un desengaño. Michelle aceptó
verle a él y a la hermanastra del muchacho, una chica llamada Cindy Rice. Tuvo
ocasión de tratar a ambos cuando a requerimiento de Kerria fue a Estados Unidos
al poco de estallar sus crisis. En esencia eran hermanos por parte de padre y desconocedores
de ese parentesco, habían comenzado una relación incestuosa. Pero para asombro
de Michelle ahí había mucho más. Citó a ambos. La muchacha llegó primero y la
psicóloga la recibió con una amplia sonrisa a la par que la invitaba a sentarse
saludándola.
-¿Cómo estás Cindy? Me han dicho que un poco
más triste.
La
joven se quedó lívida. Michelle supo que,
en efecto algo no iba bien pero dejó que la muchacha le contase…
- Ayer salí con Brian, nos fuimos a tomar
algo y a charlar, luego él me propuso
entrar en una discoteca....
-¿Y? - Se interesó la psicóloga. -
- Bueno, lo pasamos bien, bailamos y todo eso
pero, al llegar a mi casa y despedirnos nos besamos.- Añadió culpablemente. –
En los labios…
-¡Oh ma chère! -
Sonrió Michelle distendidamente. - Ya veo, ¿es eso lo que te preocupa?
Cindy
no respondió aunque su interlocutora siguió hablando sin esperar a que lo
hiciera.
- Tus sentimientos por Brian están confusos
ahora, de verle como una posible pareja has pasado de golpe a tener que
relacionarte con un hermano. Eso no se consigue de la noche a la mañana, aun
tienes que aceptarlo. De hecho, tanto él como tú deberéis hacerlo y daros
tiempo, sin prisas, ni remordimientos. Si os dais un beso o dos o tres no es
malo. Os queréis, aunque tenéis que adaptaros mutuamente y reconducir ese amor.
Por cierto...- iba a añadir Michelle cuando Cindy la cortó. -
- No es eso lo único que me preocupa.- Confesó
la muchacha. - Cada vez pienso más en lo que quise hacer contra su madre y no
puedo soportarlo. ¡Intenté matarla!
- Ya veo- asintió Michelle. – En el fondo eso
es lo que más temes. ¿Verdad, cariño? Que algún día él descubra esa verdad.
- No podría vivir si él lo supiera- sollozó
Cindy. - Me odiaría.
- Claro, te sientes culpable por eso, pero no
debes hacerlo- le respondió su interlocutora. - No eras tú la que actuaba así
sino tus miedos y esas malas influencias.
- Pero hice lo que hice- respondió la chica
llena de amargo pesar. –No dejaba de ser yo.
- Debes tranquilizarte, Cindy- le pidió
Michelle. -Y sobre todo dejar de sufrir más por eso. Nadie te lo reprocha ya.
- Nadie que lo sepa- contestó ella para
lanzar una inquietante pregunta - ¿Y si Brian se enterase?
Michelle
la escuchó muy atentamente, en su mente se fraguaba una idea, aunque podría ser
arriesgado pero quizás era lo único que resolvería esa cuestión.
- Vaya, se me ha ido el santo al cielo, chérie - sonrió mirando su reloj. -
Tengo otro paciente en dos minutos, pero como tu caso es importante. ¿Te
importa si le veo un momento y aplazo la cita? Luego seguimos tú y yo.
- Sí, como tú quieras- concedió la chica
levantándose del sillón. -
En
tanto acompañaba a Cindy fuera Michelle rezó porque Brian no hubiera llegado
aún. Tuvo suerte y llamó enseguida a los padres de la muchacha. Fue Rebecca la
que se puso y Michelle le explicó la situación concluyendo con un tajante.
- Lo mejor para ella es confesarle a Brian
que intentó matar a su madre.
-¿Pero estás loca? - Exclamó Rebecca entre
atónita, contrariada y asustada - ¿Cómo va a hacer eso?
- Debe ser así, de lo contrario ese
remordimiento la angustiará para el resto de su vida. Y no te preocupes por la
reacción de Brian, yo me encargaré de prepararle.- La tranquilizó la psicóloga.
-Confía en mí.
Rebecca
aceptó aunque no sin reservas, estaba muy preocupada. Michelle llamó también a
Kerria y le explicó lo mismo.
- No creo que mi hijo esté preparado.- Expresó
ella también con temor. -
- La situación de Cindy empeora y quizás no
baste mi ayuda,- le confesó Michelle afirmando. – Para ella, su hermano es la clave
de todo.
- Está bien, confío en ti, Michelle-
respondió Kerria pese a todo con resignación y no sin angustia. Aunque entonces
se le ocurrió.- Quizás mi madre pueda ayudar. Ella sabe muy bien lo que es
pasar por algo semejante, como yo…Pero es más comedida de lo que yo podría
serlo, mi hijo la adora y siempre la escucha…
La
psicóloga se despidió pensativa, a pesar de la seguridad que había tratado de
transmitir, eso conllevaba un terrible peligro. Para empezar, ¿cómo lo haría?
¿Realmente era lo adecuado? Aquello podría saltarle como una bomba, pero
pensaba que podía correr el riesgo. Pensó en la propuesta de Kerria. De hecho,
Bertie se prestó enseguida a ello cuando su hija se lo pidió. Michelle conocía
poco a la señora Malden pero confiaba en su capacidad para poder hacerle
comprender todo a su nieto. Pese a todo no las tenías todas consigo. Aunque ya
no tendría mucho tiempo para pensárselo más, pues llamaron a la puerta.
- Adelante- indicó la psicóloga. -
La
puerta se abrió y pasó un apuesto y alto muchacho de ojos azules y pelo castaño.
-¿Eres Brian, verdad? - Saludó la psicóloga
que no pudo dejar de pensar en cuan parecido era a su madre. -
- Sí, señora- asintió él saludando con un
educado - ¿Cómo está usted?
-¡No me llames señora por favor! - rio ella.
- Me llamo Michelle Arnau. Pero llámame solo Michelle. Siéntate anda.
Brian
tomó asiento en el sillón que antes ocupara su hermanastra, Michelle tras
tantearle unos instantes para constatar su estado de ánimo, quiso ir al grano y
le informó.
- Tu hermana Cindy viene también a verme,
ella se siente triste y muy angustiada.
- Lo comprendo- asintió él. - Es duro
superarlo, pero entre los dos seguro que lo conseguimos.
- Ya, eso es muy loable Brian, pero tu
hermana sufre por otra causa aún más profunda. - Le reveló Michelle. -
-¿Qué causa?,- quiso saber el chico mirándola
atónito. -
- Antes de decírtelo debes comprender bien
una cosa.- Le pidió su interlocutora con gesto serio -Tu hermana estaba
trastornada, no sabía lo que hacía, ni era dueña de sus actos. Además, fue
controlada por influencias ajenas del todo a ella. Ahora eso terminó, pero
precisamente al entender lo que trató de hacer, se siente muy mal consigo misma
y tiene mucho miedo de lo que tú puedas pensar. Tanto que podría hacer
cualquier cosa contra sí misma para castigarse. Y digo cualquier cosa.- Resaltó
dejando aquella frase flotando en el ambiente con un eco teñido por la
gravedad.-
-¿Sobre qué? - Quiso saber él cada vez más
inquieto y mirando a su interlocutora con los ojos muy abiertos por el asombro
y el temor. - ¡Dígamelo por favor! Si puedo ayudarla haré lo que sea.
Michelle
asintió despacio y le dijo.
- Lo que ella necesitará es tu comprensión y
sobre todo tu perdón. Es la primera arrepentida
y aunque esto no es nada agradable debe decírtelo y que ambos aclaréis
las cosas, o Cindy tendrá esa carga durante el resto de su vida.
- ¿Pero qué sucede? ¿Qué tengo que perdonarle
yo?- Inquirió el muchacho realmente alarmado ahora. -
- Tu hermana intentó matar a tu madre, Brian,-
le contó Michelle dejándole petrificado. -
- ¿Qué? No puede ser- balbuceó el muchacho. -
- Ten en cuenta que eso pasó cuando Cindy
estaba trastornada.- Le repitió ella que enseguida le preguntó con voz serena
-.Dime cómo te sientes.
-¿Qué cómo me siento?,- exclamó él con una
sonrisa nerviosa y todavía incrédula para querer saber a su vez - ¿Cómo se
sentiría usted?
-¿Odias a Cindy, Brian? - Le inquirió
pausadamente la psicóloga. -
-¿Odiarla? ¡No sé ni lo que siento en estos
momentos! - Contestó de forma agitada. -
- Haremos una cosa.- Le propuso Michelle con
tono conciliador. -Sé que es pedirte mucho, pero sería bueno que escuchases a
tu hermana.
-No creo que pueda hacer eso ahora.- Replicó
el chico.-
-No tienes por qué hacerlo cara a cara. Ella
volverá ahora y seguiremos hablando, tú puedes aguardar en la salita adyacente.
Cuando quieras intervenir sal de la habitación. Si no deseas mostrarte no
pasará nada, ella desconoce que estás aquí. – Le confió Michelle señalando una
puerta a sus espaldas. -
El
chico no parecía dispuesto a ello hasta que la psicóloga le insistió.
- Hazlo Brian y te aseguro que tanto tú como
Cindy lo agradeceréis el resto de vuestras vidas. Y no temas, tanto tu madre,
como la suya saben esto. Tu madre hace mucho que perdonó a tu hermana, consciente
de sus circunstancias. Y te aseguro que si oyes a Cindy expresar lo que
realmente siente, también lo harás.
El
muchacho escuchaba esto atónito y aun mostrando una dura pugna de emociones,
pero finalmente aceptó y se metió en la habitación. En ese momento y por la
otra puerta. Alguien más entró.
-¡Abuela! ¿Qué haces tú aquí?- Se sorprendió
el joven.-
-Te lo diré luego.- Repuso cariñosamente la
aludida.- Ahora debes prestar atención…
Michelle salió entonces hasta el
pasillo y de allí fue a la estancia hacia donde había enviado a Cindy
llamándola nuevamente.
- Perdona por el retraso, vamos, ya he
resuelto mi otro caso.
La
joven siguió a la psicóloga hasta su
despacho, allí se sentó y su interlocutora le inquirió.
- Has pensado en lo que te angustia, Cindy.
- No dejo de hacerlo- convino ella para sentenciar. -Cada vez que pienso en ello
me siento más culpable.
-¿Lo sientes por Brian, verdad? - Aseveró
Michelle.-
-No, lo que intenté hacer, ya sabe… contra su
madre.- Pudo replicar la apurada chica bajando la cabeza.-
Sin embargo, la psicóloga le
propuso para sorpresa de la muchacha.
- ¿Por qué no se lo dices? Dejarías de
sufrir.
- No puedo, ¿cómo se lo tomaría? Le haría
mucho daño. No me lo perdonaría nunca.- Sollozaba ella. - Yo le quiero y no podría
soportar perderle. ¡Es mi único hermano! ¡Es parte de mi familia!
Brian
escuchaba conmovido por aquellas palabras. También lloraba al darse cuenta del
sufrimiento que padecía su hermana. Su abuela le sujetaba una mano con firmeza.
No se atrevía a salir y aparecer ante ella en esos momentos, pero, por otra
parte, deseaba hacerlo para terminar con aquella situación. Entonces escuchó
algo que le hizo decidirse.
- Si pudiera conocerle de nuevo y borrar todo
aquello.- Se lamentaba Cindy. –Ahora preferiría morir a actuar como hice
entonces.
-No sé qué hacer.- Musitó Brian.-
Su
abuela le miró con ternura y repuso también con un susurro.
-Debes hacer el mayor ejercicio de
generosidad y amor posible hacia tu hermana. Ella lo necesita. Y sobre todo, darle
una oportunidad.
-¿Estás segura?- Quiso saber el atribulado
joven.-
-Nunca he estado más segura de algo, cariño.-
Le sonrió su abuela, afirmando.- Y lo estoy porque una vez alguien me mostró
esa misma generosidad. Y eso cambió mi vida para siempre. Por eso te pido que
confíes en mí. ¿Lo harás?
El
muchacho asintió despacio. En aquel instante la puerta que estaba situada tras
Michelle se abrió y Cindy descubrió con horror
como su hermano salía por ella. Se quedó paralizada. Brian mismo iba a
decir algo pero tampoco podía articular palabra. La muchacha se levantó como un
resorte del sillón.
-¿Qué hace aquí?- exclamó horrorizada - ¿Me
ha estado escuchando, verdad?- recriminó a Michelle fuera de sí. -¡Me has
engañado!
- Tranquilízate.- Le pidió la psicóloga pero
Cindy negaba vehementemente con la cabeza. -
-¡No, no puedo soportarlo!- chilló ésta
completamente desquiciada.-
- Cindy escúchame… - le pidió Brian logrando
captar su atención para sentenciar. - Lo sé todo…
- ¡Dios mío, por favor…no!- musitaba Cindy
dejando caer las lágrimas y derrumbándose en el suelo. -
- Levántate. - Le pidió Brian arrodillándose
junto a ella. -
La
chica no quería encontrar la mirada de su hermano que le insistió con un tono
amable y dulce.
- Lo comprendo todo Cindy, tú no sabías lo
que hacías. Pero ahora es diferente, creíste haber perdido una familia pero no
ha sido así y además ahora tienes un hermano que te quiere. Eres mi hermana
pequeña y debo cuidar de ti. Siempre cuidaré de ti.
Cindy
no supo que decir, por fin sus ojos encontraron los de Brian y se abrazó a él
rompiendo a llorar.
- Perdóname- podía decir la chica con la voz
tomada por el llanto. – Te lo suplico…
- Sí, sí, no sufras más por eso,- contesto él
emocionado también- no dejemos que nos haga sufrir a ninguno, nunca más....
Y
los dos se mantuvieron en un largo y prolongado abrazo, llorando para desahogar
todo aquel caudal de sentimientos tan complejos ante mirada aliviada y
emocionada también de la psicóloga. Al final la propia Beruche salió con
lágrimas en los ojos pero luciendo una gran sonrisa…
-Fue de las cosas más hermosas que he visto.
Si bien los humanos somos capaces de mucha crueldad y odio, también tenemos una
capacidad inmensa para amar y perdonar.- Recordó que dijo Bertie.-
Y
el tiempo pasó. El hijo de Kerria tuvo que irse a un extraño viaje y esta habló
a veces con Michelle quien trató de animarla desde el punto de vista personal y
profesional cuando la vio en Nueva York.
-Bueno.- Le decía su amiga.- Samantha y yo hemos
perdido a Brian. Y mi hermano y Amatista
han perdido a sus dos hijos. Asthel y Maray se han marchado también. A una
especie de misión que dijeron era vital para todos.
Y
entonces Michelle abrió la boca sin poder evitar una exclamación. Fue cuando Kerria
le mostró una holo foto de su hijo junto a sus dos primos. A la chica no la
conocía más que por la holo tele. Era una hermosa y cotizada modelo y cantante.
Pero en cuanto vio a ese muchacho no tuvo dudas. ¡Era él! Aquella presencia que
se le apareciese tantos años atrás cuando, desesperada y hundida fue hasta
aquel puente para saltar y quitarse la vida. Él lo impidió dándole ánimos y
consuelo al tiempo que le desveló las cosas tan maravillosas que aún tendría
por vivir.
-¿Te encuentras bien?- Le preguntó
su amiga sorprendida.-
-Sí.- Musitó ella sin dejar de
contemplar la imagen de ese muchacho.- Estoy realmente bien. Y ahora sé que, de
algún modo, todos lo estaremos.
Así
fue, tras despedirse de Kerria volvió a París. Su esposa Ingrid la esperaba.
Los años habían transcurrido y no eran esas dos jovencitas que se conocieron en
la facultad. Pero a sus ojos su esposa seguía siendo muy hermosa. No tuvieron
hijos pero no lo lamentaban. Las dos habían sido felices juntas. Pese a ese
resurgimiento de antiguos conflictos e intolerancia. Pero con el correr del
tiempo Michelle perdió a sus padres, eso le produjo una honda tristeza pero se
dijo que era ley de vida. Entonces, poco a poco, igual que sucediera años
atrás, las cosas parecían ir desvaneciéndose. Y en esta ocasión no daba la impresión
de que ningún milagro fuera a salvar el mundo. Abrazadas las dos sobre la cama,
Ingrid le susurró con afecto.
-Creo que al fin ha llegado el momento.
-Así es, algo me dice que nuestra
historia va a terminar. - Asintió ella.-
-Ha sido muy bonita, y soy
dichosa de haber formado parte de ella.- Suspiró la danesa.-
-Sí, ha merecido la pena.- Convino
Michelle.-
Y
tanto para ella como para el resto de los seres del universo así fue. Hasta que
la llegada de esos nueve emisarios inició la Trascendencia. Luego no recordó
más que sumirse en un profundo sueño. Tras algún tiempo despertaron, Ingrid y
ella decidieron quedarse y concluir su etapa vital. Aun disfrutaron de bastantes
años juntas tras jubilarse. Al fin, primero se marchó la danesa, y la ya
anciana Michelle, suspirando sentada en una mecedora regalo de Kerria, repasaba
así su vida.
-Amatista decidió irse con su
esposo y sus hijos, lo mismo que sus padres cuando ese gran Sueño llegó. Kerria
me lo contó todo, la nuestra ha sido una maravillosa historia. La mía comenzó
en ese liceo, con aquellos años perdidos que luego pude compensar de esta forma
tan hermosa. Pero como todo, también yo debo terminar.
Y
cansada como estaba se durmió para no despertar en este plano de existencia,
sino junto con su amada Ingrid y sus demás seres queridos.
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