Tras el sepelio Esmeralda tuvo que hacerse cargo
inmediatamente de la firma. Su anciana mentora había fallecido dejándole
bastantes responsabilidades. La modelo y diseñadora tenía además que cuidar de
su pequeña. Amatista estaba aún en el jardín de infancia pero era una cría muy
vivaracha y curiosa, que demandaba continua atención. Y ella sufría al no poder
dedicar a la pequeña todo el tiempo que le gustaría.
-¡Y encima está esa zorra de Monique! - Suspiraba Esmeralda
en tanto rebuscaba por los archivos en el despacho de su fallecida jefa.- El
cuerpo de madame Deveraux no estaba frío aun cuando ya pretendía hacerse cargo
de todo.
Así había
sido, Monique se creía la delfín de Alexandra Deveraux, llevaba más de diez
años en la firma y de ser una cotizada modelo pasó a hacerse cargo de las
finanzas y las relaciones de la casa a nivel nacional. Durante los primeros años de Esmeralda allí,
desde luego se ocupó de hacerle la vida imposible. Al principio con un muy duro
entrenamiento y con esa formación tan exigente para ser la perfecta modelo. En
eso al menos la esposa de Diamante no podía quejarse, le vino muy bien para
convertirse en una de las más cotizadas mujeres sobre la pasarela. Tanto fue
así que incluso delante de la señora Deveraux, Monique llegaba a alabar las
destrezas de la entonces aspirante a
modelo. Después, eso sí, aquella pécora mostró su peor cara. Siempre que pudo
trató de bloquear las ideas y los diseños que Esmeralda hacía, y por supuesto,
impedir que se los mostrase a la dueña de la firma. Su lógica era muy simple,
recordaba las palabras de esa idiota como si se las hubiese dicho ayer. Y
hacían ya más de cinco años de aquello.
-Tú eres modelo, no diseñadora. Deja eso a los
profesionales.
Por suerte
no le hizo el menor caso y le enseñaba todo cuando podía a la jefa.
Afortunadamente la opinión de madame Deveraux difería de la de Monique. Por
desgracia, hacía dos años la salud de la fundadora de la firma comenzó a
debilitarse. En varias ocasiones tuvo que ser ingresada y la señorita Lacrosse
se hizo cargo de la dirección en su ausencia. Esmeralda se encontró teniendo
que ir a desfilar a cualquier parte del mundo, con tal de que fuera distante.
Siéndole encomendada además la misión de ser el rostro de la firma en aquellos
lejanos países. Eso tuvo su parte buena, por supuesto. Contribuyó a hacerla muy
famosa en todas partes y a ganar bastantes admiradores. Aunque su vida familiar
se resentía. Sobre todo por la falta de tiempo material que pasar con su hija.
-¡Eso no se lo perdonaré jamás! Tenía a otras muchas modelos para hacer esos
trabajos. Y con tal de apartarme del lado de la señora Deveraux, me enviaba a mí.
Y de paso me impedía estar con Amatista y con mi marido. - Pensaba no sin
malestar.-
Sin
embargo, también pensaba no sin culpabilidad que ella podría haberse negado a
ir a algunos. Aunque su voluntad de no fallar y demostrar que era totalmente
digna de la confianza de su mentora la hizo aceptar. Poco a poco espació sus
momentos con su pequeña. Y comenzó a notar que ésta le ponía malas caras cuando
volvía. De eso solamente ella era responsable.
-No, no puedo culpar a esa pécora de eso. Ni siquiera a ella.
– Se dijo con pesar.- Pude haber elegido otra cosa…
Mientras se censuraba eso rebuscaba
entre los archivos personales de la difunta. Antes de morir ésta había delegado
en ella mediante un poder notarial. Posiblemente Madame Deveraux siempre supo
de la inquina que Monique le tenía.
-La señora siempre fue muy inteligente. Supongo que tras
toda una vida de evitar conspiraciones y ataques de traidores. Siempre me dijo
que jamás perdonase una traición. ¡Ojalá la hubiéramos tenido como consejera en
Némesis!- Suspiró.- Habría calado al maldito Sabio enseguida.
Decidió
dejar de lado aquello. Felizmente ya no pasaba de ser un mal recuerdo. Tuvo
mucho que sufrir y enmendar para superarlo. De hecho, y dejando a un lado todo
ese trajín de su profesión Esmeralda era ahora muy feliz. A pesar de estas
circunstancias. Se había convertido en diseñadora de éxito internacional y
seguía siendo modelo, aunque se prodigaba cada vez menos sobre las pasarelas y solamente
lo hacía en desfiles muy especiales. También se ocupaba de adiestrar a sus
futuras sucesoras en esas lides. A todo ello se le unía su condición de esposa
y madre. Siempre que podía trataba de pasar tiempo junto a su marido y sobre
todo su pequeña. Aunque ya en más de una ocasión como pensaba culpablemente se
había perdido algún cumpleaños de la cría. Por suerte, Diamante tenía un
trabajo mucho más flexible y siempre estaba junto a la hija de ambos para
compensar aquello.
-Teniendo en cuenta que el padrino de nuestra hija es el
jefe de mí marido.- Se sonrió.- Eso hace
las cosas mucho más fáciles. Y él nos comprende bien. El pobre Ian se desvive
por Satory. Sobre todo desde que Jenny murió.
Esos recuerdos la entristecieron. Aunque
debía de esforzar por dejar eso aparcado. Estaba buscando el testamento de Madame
Deveraux. Vino a su mente el
momento en el que ésta la nombró su sucesora. Fue una tarde de hacía pocos días
en la que ella estaba visitando a la anciana en el hospital. La salud de la
veterana modista estaba ya muy deteriorada. Esmeralda entró en aquella lujosa
habitación privada de hospital y se sentó en una cómoda butaca, junto al lecho
de la anciana. Madame Deveraux permanecía con su camisón de la clínica aunque
bien arreglada de maquillaje y peluquería, y por supuesto, insistiendo en que
debían hacerle la manicura. Antes muerta que desaliñada, decía la anciana. Así
se lo comentó a su joven aprendiz.
-Hijita. Me alegra
verte. –Le susurró con la voz ya bastante apagada. –
-¿Cómo se encuentra,
señora?- Le preguntó la muchacha con patente cariño y respeto. –
-He tenido mejores
días. – Replicó su interlocutora para agregar con cierto tinte de reprobación.
– Espero que no hayas dejado el trabajo para venir a verme.
-Lo siento, sé que no
se debe hacer, pero me he saltado un pase. - Pudo disculparse la chica que sin
embargo afirmó con rotundidad. – Es que quería verla.
La
señora movió un poco la cabeza tratando de aparentar contrariedad, pero
enseguida sonrió. Tomando una de las manos de Esmeralda entre las suyas para
declarar con pretendido enfado.
-Si no fueras tú y yo
no estuviera enferma te habría echado una buena bronca y lo sabes. Lo primero
es la obligación. Te lo he dicho cientos de veces. Olvídate de todo lo que no
sea la pasarela. Pero la verdad es que me alegra que estés aquí, niña. Siempre
he tenido debilidad por ti.
Su
contertulia sonrió visiblemente contenta y algo emocionada. Entonces Madame
Deveraux fue al grano y le desveló dejándola atónita e impactada.
-En mi testamento te
nombro a ti mi sucesora. Tú serás quien se ocupe de mantener el prestigio y el
glamour de esta casa.
-¿Yo?- Exclamó
Esmeralda sin podérselo creer e incluso objetando. – Pero Monique y Marie son
mucho más veteranas que yo… y conocen mejor el mundillo.
Sin
embargo la anciana negó con la cabeza y sentenció.
-Ninguna de las dos
tienen ni el talento, ni la pasión suficientes por esto. Tú si posees ambas
cosas. Ellas solamente buscarán el dinero. Pero estoy segura de que tú, mi
niña, buscarás el estilo y el saber hacer las cosas a la manera Deveraux. Yo
misma te he instruido. Sé que no me fallarás.
Dejó
de hablar dado que sufrió un repentino ataque de tos. Una preocupada Esmeralda
la ayudó a incorporarse y le acercó un vaso con agua del que la enferma bebió
apenas un sorbo para proseguir…
-Ninguna es ni la
mitad de buena que tú. Y recuerda que, el día de mañana, deberás buscar lo
mismo en las chicas a las que elijas. Que tengan talento, que tengan pasión,
pero sobre todo, que amen este mundo.- Y suspirando para tomar un poco de aire,
Deveraux le preguntó cambiando de tema. - ¿Qué tal está tu esposo el?….
¿Qué cristal era?
-Diamante, señora. – Sonrió
Esmeralda puesto que la anciana solía hacerle siempre ese tipo de broma. – Muy
bien, trabajando mucho.
-¿Y esa pequeña
hijita tuya? - Quiso saber la mujer. –
-Amatista está en la
guardería ahora. Es una niña muy alegre y está preciosa.- Declaró su madre con
patente orgullo, para disculparse. – Me habría gustado traerla, pero los niños,
ya se sabe, alborotan mucho…y en el hospital…
-Tu pequeña es
encantadora. – Afirmó la señora Deveraux que, con algo de humor, expresó de
forma suave. – ¡Pero qué manía tenéis con poneros nombres de piedras!… bueno,
quizás un día cuando crezca, te tome el relevo al frente de esta casa.
-Sería maravilloso,
aunque eso tendrá que depender de ella. – Repuso Esmeralda que tampoco deseaba
engañar a su mentora. – No quisiera obligarla si ese no fuera su deseo.
-Sí, claro. Como ya
te he dicho tantas y tantas veces, querida niña, ante todo, esto es vocación. -
Convino ésta para aseverar ahora más seria e incluso con cierto pesar. – Yo
empecé a trabajar en esto durante la guerra, siendo una chiquilla que hacía de
correo de la resistencia. Después puse mi primera tienda de modas y trabajé muy
duro. Nunca me casé, nunca tuve hijos. Quizás sea lo único de lo que pueda
arrepentirme. Aunque si volviera a vivir otra vez, posiblemente haría lo mismo.
Soy incorregible en eso. No creo que hubiese sido capaz de apartarme ni tan
siquiera un poco de mi pasión por la moda. Pero tú, tú tienes una niña
estupenda y un magnifico marido. ¡Cuídalos bien! Esmeralda, ma chère, el trabajo es muy importante pero aún
lo es más tu familia. No dejes que se repita en ti lo que a mí me ocurrió.
-Sí, señora.- Asintió
su joven interlocutora asegurando con emotivo tono. – Le prometo que no la
defraudaré.
-Nunca lo hiciste
querida, no veo porqué ibas a comenzar ahora, - le sonrió débilmente la mujer
que parecía estar muy fatigada, y así lo expresó. – Anda, deja ya de escuchar
los lamentos de una vieja tonta y vuelve al trabajo. Hasta que no me dejen
salir de aquí tienes mucho que hacer… – remachó en tanto pasaba una de sus
temblorosas manos por la mejilla de la chica. – Y tienes que hacerlo muy bien,
ahora más que nunca. La gente tiene que
empezar a asociar el estilo Deveraux contigo.
La
joven sostuvo esa frágil mano con las suyas, apoyada en su mejilla derecha.
Alguna lágrima le caía pero se esforzó por que la anciana no se percatase.
Después, dejando la mano de la enferma sobre la cama se levantó, y tras darle
un beso en la frente se despidió con tono suave y agradecido.
-Que descanse Madame
Deveraux. Muchas gracias por todo. No se preocupe, siempre seguiré sus
consejos.
-Sé que lo harás, mi
querida niña. Sé que lo harás…en ti confío. - Susurró la anciana tratando de
reposar.-
Y
aquella fue su despedida definitiva. Esmeralda volvió al trabajo y a los dos
días le comunicaron desde el hospital el fallecimiento de la anciana. Lloró
mucho su pérdida pero fue fiel a su palabra y se las arregló para desfilar e
incluso sonreír ese mismo día. Sabía que, desde su nueva pasarela en la
Eternidad, la señora Deveraux asentiría con aprobación. Y es que para ella fue
una mentora y casi una madre.
-Y después el funeral. Ahora no sé por dónde demonios
continuar. Al menos espero ver aquí algo que me ayude.- Se decía no sin algo de
agobio.-
Hasta ahora había encontrado algunos
documentos en relación a las fundaciones para obras benéficas que la anciana
tenía. Pensaba asimismo en el entierro. Tras presentar sus respetos, vestida de
luto riguroso, junto a su marido.
-Sé que esa mujer ha sido como una madre para ti desde que
regresaste.- Le comentó Diamante que le prestaba el brazo en donde se
agarraba.-
-Sí, lo ha sido. Como tu propia madre la reina Amatista
Nairía lo fue. - Suspiró ella intentando evitar más lágrimas.- Madame Deveraux
me dio una oportunidad, creyó en mí. Hasta me permitió usar su apellido.
-Vio el talento que tienes y lo bueno que hay en ti.-
Repuso su esposo dedicándole una animosa sonrisa.- Eso desde luego, no era
difícil. Eres una mujer realmente excepcional, cariño.
-Gracias.- Musitó ella no sin emotividad.- Ella sí que era
una gran mujer. Y lo único que deseo es ser digna de haber merecido su
confianza.
Diamante
asintió dando por supuesto que así sería. Fue entonces cuando dos amigas se
aproximaron. Una con una vestía un traje negro de caballero, con camisa blanca
y corbata negra. Además de un brazalete blanco. La otra llevaba un vestido
negro, similar al de la propia Esmeralda. Nada más verlas, la modelo las saludó
aunque con una alegría bastante moderaba habida cuenta de la situación.
-Haruka, Michiru. Me alegra veros.
-A nosotras también. Ojalá que hubiera sido en otras
circunstancias.- Respondió una consternada Michiru moviendo su media melena
verdemar.-
-Madame Deveraux era una magnífica mujer.- Terció Haruka
con marcado respeto en su voz teñida además por el pesar.- Lamentamos mucho su
pérdida.
Desde
luego no era muy corriente escuchar hablar así a la Guerrera Urano. Aquella
rubia de la estatura de Esmeralda solía ser bastante más ácida y
sarcástica. Famosa por no doblegarse
ante los convencionalismos sociales, ni ante nadie. Solo aquellas personas a
las que admiraban lograban sacar esa parte suya tan protocolaria y llena de
admiración y sentimiento.
-Todavía recuerdo cuando vosotras me la presentasteis.-
Sonrió levemente la modelo que agregó eso sí, con genuina curiosidad.- Aunque
nunca me contasteis como la conocisteis. Y ahora que lo pienso, ella tampoco me
dijo nada sobre el tema.
-Su vida era muy ajetreada.- Comentó Michiru, aproximándose
hacia su interlocutora para añadir.- Posiblemente no tuvo tiempo, ni oportunidad
de hablar contigo sobre eso.
Esmeralda
miraba con atención a su contertulia, la Guerrera Neptuno, Michiru Kaioh. Una
mujer llena de elegancia y sofisticación. Una pena que no fuera tan alta como
ella misma o Haruka. Podría haber sido la mejor modelo de la casa Deveraux. Aunque
con su inmenso talento para la música y la pintura no necesitaba nada más.
-Creo que mencionasteis una vez que asistía a tus
conciertos de violín, Michiru.- Intervino Diamante.- Por lo que mi esposa me ha
dicho nunca quería perderse ninguno por muy ocupada que estuviese. Te admiraba
muchísimo.
-Sí, le gustaba venir a escucharme y para mí era un honor.-
Aseveró la interpelada quien suspiró para añadir con un poso de tristeza.- La
echaremos mucho de menos.
-Lástima que Setsuna no haya podido venir.- Comentó
Esmeralda.-
-Ya sabes, ahora está en Nuevo Vegeta. Ella y Lornd tienen
bastantes tareas que hacer allí.- Contestó Haruka.- Pero seguro que le habría
gustado estar aquí. También la apreciaba mucho.
La modelo
asintió, era verdad. De hecho, la ahora reina de los saiyajin había llegado a
engañar a la señora Deveraux cuando hizo pasar por suyos unos diseños de la
propia Esmeralda. Aquello fue una simple broma que más bien estuvo orientada a
captar la atención de la dueña de esa prestigiosa firma. En cuanto vio esos
bocetos de inmediato alabó a la entonces todavía Guerrera Plutón. Ésta no tardó
en confesarle la verdad. Y Alexandra Deveraux pidió ver a esa jovencita tan
talentosa. Fue de ese modo como Esmeralda fue invitada a entrar al despacho de
la anciana y contratada en ese mismo momento.
-Jamás olvidaré lo que hicisteis por mí.- Sonrió ahora con
reconocimiento.-
-No fue nada y además, tú has demostrado ser totalmente
acreedora de la confianza que Alexandra depositó en ti.- Repuso Michiru quien
no obstante agregó, ahora con un tono más bajo y extrañamente misterioso.- Y deberás seguir siéndolo. Tienes que impedir
a toda costa que su firma y los secretos que custodia caigan en malas manos.
Esmeralda
asintió. Recordaba que en ese instante lo tomó por lo que parecía. Esos
secretos de patrones de moda, colecciones y vestidos. El estilo Deveraux que,
tras el encargo de su maestra, ella se había prometido mantener y transmitir a
las siguientes generaciones. No en vano, como le había recordado a su esposo,
ella misma adoptó ese apellido. Aunque su nombre de nacimiento en Némesis era
Emeraude de Green. Cuando volvió a la vida lo mantuvo y después entró a
trabajar con esa mujer tan notable. Al cabo de unos años, la señora Deveraux se
lo propuso, lo recordaba muy bien. Estando en el despacho de su jefa y mentora,
la anciana, sentada tras la mesa de su despacho, con porte elegante y rezumando
sabiduría y un aura de respetabilidad difícil de igualar, la perforaba con esos
ojos azules claros tan inquisitivos como los de un halcón cuando le comentaba,
tras haberla hecho llamar.
-Dime niña. ¿Estás contenta trabajando aquí?
-Sí, por supuesto, señora.- Se apresuró a responder ella
que permanecía de pie.-
-Haz el favor de sentarte, estar de pie sin moverse con los
tacones que llevas es muy perjudicial para tu espalda.- Le indicó.-
Esmeralda
así lo hizo, tomó asiento en una de esas butacas forradas de tafetán tan
estilosas que tenía su jefa. Y casi no había terminado de acomodarse cuando una
pregunta le llegó casi a bocajarro.
-¿Sabes lo que significa apellidarse Deveraux?
-Supongo que tener mucha responsabilidad y trabajar muy
duro.- Contestó con lo primero que le vino a la mente.-
-Muy cierto. Pero no solamente es eso.- Comentó su
interlocutora afirmando con determinación.- Significa ser custodia de muchos
secretos. Ser alguien que no se doblegue ante la adversidad y que se mantenga
digna pase lo que pase. Ya lo sabes, cabeza alta y andar erguida en todos los
sentidos. Y lo más importante, quiere decir ser una superviviente, capaz de
adaptarse a los cambios y de ver las motivaciones de los demás.
-Es algo realmente muy complicado.- Sonrió la joven.-
-Lo es.- Convino su mentora, añadiendo entonces para
sorpresa y hasta inquietud de la modelo.- Y te he estado observando desde que
entraste a trabajar para mí. He visto tus cualidades y también la forma que
tienes de tratar de agradarme continuamente.
-Es que significa mucho para mí, que usted me diera la
oportunidad en entrar en su casa. No quiero que piense que se equivocó.- Pudo
replicar la azorada joven.-
-No me equivoqué contigo, querida. Eso lo supe desde el
mismo instante en que te vi.- Sentenció Madame Deveraux, declarando de forma
rotunda.- Creo que has tenido que pasar por muchas dificultades en la vida y
que piensas que tienes un pasado que enmendar. Únicamente las personas que han
sufrido y han cometido actos reprobables y se arrepienten, actúan así. Piensan
que deben compensar al mundo para hacerse perdonar y normalmente son ellas mismas
las que no se han perdonado todavía.
La
muchacha no pudo evitar que un estremecimiento la recorriera. ¿Y si su jefa
hubiera averiguado la verdad sobre ella? Apenas sí pudo componer el gesto que
le había palidecido y tratar de justificarse.
-Le aseguro que yo jamás haría nada que pudiera
perjudicarla, ni a usted ni a la firma. Y yo…
No se
atrevía a proseguir hablando. Ni sabía que decir para explicarse. Aunque no fue
necesario. Su interlocutora tomó la palabra para eximirla de eso.
-No soy quien para juzgarte, te lo aseguro. Al contrario.
Empatizo contigo más de lo que crees. Además, lo que quiera que pudieras haber
hecho o haber sido antes de llegar aquí no tiene importancia. Para mí naciste
cuando entraste por la puerta de mi despacho hará ya cuatro años. Y sé que
ahora mismo eres sincera y leal. Y lo has sido desde que empezaste a trabajar
para mí. Por eso quiero ofrecerte algo. Una cosa que, de aceptarla, marcará el
resto de tu vida. Tal y como ha marcado la mía. Por eso deberás meditarlo con sumo
cuidado antes de darme tu respuesta.
Y
Esmeralda abrió la boca llena de asombro y curiosidad. Con timidez se atrevió a
preguntar.
-¿Qué es, señora?
-Mi apellido.- Sentenció la anciana dejándola atónita.-
Ahora sí
que la muchacha estaba estupefacta, casi sintió vértigo al oír aquello y entre
balbuceos apenas sí fue capaz de alegar
-Pero yo… no creo que sea digna de eso…señora Deveraux.
Además…ahora yo…
La anciana
la cortó con un gesto de su mano y declaró con su mordaz sarcasmo habitual,
camuflado con un tono de suave resignación.
-Sí…no hace falta que me lo recuerdes, querida. Cuando te
casaste con Cristalino, o como sea que se llame ese marido tuyo, adoptaste
oficialmente su apellido. Este mundo machista es así. No nos permite a las
mujeres brillar por nosotras mismas, o si lo hace, exige unos peajes muy duros,
chérie. Una cosa al menos diré a su favor, el chico es guapo y parece buena
persona. Bueno, ya he dicho dos cosas a su favor. Me he excedido…
La joven
se quedó perpleja. Lo cierto es que nunca le había escuchado a Madame Deveraux
dedicarle demasiados piropos a ningún hombre. Había llegado a pensar que su
jefa sería homosexual. Quizás lo fuera pero ese no era su problema. Pero la
alusión a antes novio y ahora esposo sí. Y se vio obligada a abogar por él.
-No se limita a ser guapo o buena persona. Me sacó del
infierno en el que estaba.- Confesó desde luego con total sinceridad.- Gracias
a su amor estoy aquí, y nunca renunciaría a eso.- Declaró con entereza y
valor.- Sencillamente no podría, es una parte de mí.
La anciana
se tomó unos segundos para sopesar esas palabras y al fin, afirmó con
rotundidad.
-Es lo que pensaba. Por eso te he elegido, querida niña.
Porque tienes mucha dignidad y principios. Eres leal y también sabes valorar a
las personas. No te preocupes. En tu vida privada podrás ser la señora de ese
caballero. Pero cuando estés aquí serás Esmeralda Deveraux. Si aceptas mi propuesta,
el mundo entero te conocerá por ese apellido. Una vez más te aconsejo que reflexiones
ante de aceptar, si es que aceptas, porque significará una gran
responsabilidad. Te harás muchos enemigos y tendrás que estar siempre alerta. ¿Qué
me dices?...
En esta
ocasión le tocó a Esmeralda el turno de meditar durante unos instantes que
parecieron eternos. Aunque su mentora no la apremió. Comprendía de sobra lo
importante de esa decisión. Finalmente la joven miró a los ojos a su jefa y
asintió para decir con emoción.
-Será un grandísimo honor para mí. Y le doy mi palabra de
que nunca la decepcionaré.
-Eso lo sé, querida.- Declaró aquella notable mujer.-
Y ahora en
la soledad del despacho, ocupando ese mismo sillón en el que su mentora se
sentase entonces, en medio de un silencio total que casi amenazaba con
asfixiarla, Esmeralda se reafirmó en aquella promesa.
-Puede estar tranquila. Nunca le fallaré…
La alarma
de su reloj de pulsera sonó. Suspiró. ¡Se le había pasado completamente! Tenía
que ir a recoger a Amatista al colegio. Su hijita había cumplido los cinco años haría algo más
de un par de meses. Y era sin lugar a dudas lo más importante de su vida, junto
a su marido.
-Tendré que dejar esto para la tarde. Se dijo apremiada ya
por la prisa.- O quizás para mañana…sí, será mejor descansar hoy en casa y
relajarme un poco, han sido muchas emociones.
De modo que
salió del despacho y tras cerrarlo con llave abandonó el edificio. Al salir fue
saludada por alguna de las nuevas modelos que la tenían en un pedestal. Para
esas chicas recién llegadas era la imagen de todo lo que deseaban alcanzar.
Portada en revistas internacionales, mujer empresaria, con carisma y una
familia feliz. ¡Si ellas supieran lo complicado que era mantener todo eso! Y
además, había otra cosa fundamental de la que ninguna tenía ni la menor idea.
Ni siquiera la aguda Madame Deveraux lo supo jamás. Y es que Esmeralda era ni
más ni menos que la Dama del Viento, una de las luchadoras justicieras.
-Otra enorme responsabilidad. A veces creo que ni siendo la
reina en Némesis habría tenido tanto trabajo.- Meditaba.-
Y es que
tanto la madre de Diamante, Amatista Nairía, como la propia Madame Deveraux le
había mostrado lo exigente que era ocupar tales puestos. Siendo joven y
estúpida, Esmeralda había anhelado reinar junto con Diamante. Quizás esas
fantasías de cuentos de hadas fueran corrompidas por el Sabio, pero lo que ese
maligno encapuchado jamás le imbuyó fue esa ingenuidad de creer que ser reina o
tener mucho poder, equivalía a hacer lo que uno quisiera.
-No, esa fui yo solita.- Recordaba con admonición hacia sí
misma, aunque también excusándose al evocar.- Fui educada entre solícitas
droidas que obedecían cada uno de mis requerimientos, por tontos y superfluos
que fuesen.
Y es que
no pudo evitar sonreír, recordándose de niña cuando empezó a dibujar sus
primeros diseños de vestidos y a pedirles a Num y a otras de sus droidas que
los fabricasen y se los probasen.
-Al menos entonces, era feliz e inocente. -Suspiró ahora.-
En esos pensamientos estaba, caminando
hacia la calle principal. Al llegar a la misma pidió un taxi. Enseguida llegó
un coche y se subió. Le dio la dirección al conductor y el vehículo se perdió
entre el complicado tráfico parisino. Aunque al poco rato algo les hizo parar.
-¿Qué sucede?- Inquirió ella al conductor.-
-Al parecer, un atasco, Madame.- Le respondió él.-
-Tengo a mi hija esperando en el colegio. Voy a llegar
tarde.- Repuso ella.-
-Je suis desolé.- Fue la contestación.- No puedo hacer más, señora.
Mirando su
reloj con nerviosismo Esmeralda aguardó, aunque los minutos pasaban y apenas sí
hacían avances. Al poco, cansada de eso, le preguntó al taxista.
-¿Cuánto le debo?
-Pero madame, estamos en medio del tráfico.- Objetó él.-
-Usted dígame cuanto.- Insistió Esmeralda.-
-Unos veinte siete euros.- Fue la réplica.
-Tome, quédese el cambio.- Contestó la modelo entregándole
un billete de cincuenta.-
-¡Merci, Madame! - Exclamó el encantado taxista que
enseguida se ofreció.- Si necesita alguna cosa… ¿quiere que vaya a esperarla a
esta dirección en cuanto el atasco termine?
-No será necesario, muchas gracias.- Sonrió ella.-
Y salió
del vehículo, dándose prisa en atravesar la carretera inundada de vehículos que
pitaban y cuyos conductores maldecían soltando improperios nada apropiados de
oír. Aunque, ignorando aquello, la modelo enseguida llegó a una calle nada concurrida
a esas horas. Tras asegurarse mirando a todos los lados elevó una mano en tanto
con la otra sujetaba una verde piedra que llevaba colgada de su cuello e
invocaba.
-¡Pure Cœur du vent
donne-moi le pouvoir !
Y tras girar sobre sí misma inundada de
una luz verde clara su apariencia exterior fue cambiando, el caro vestido de
diseño que llevaba y sus zapatos de tacón fueron sustituidos por un corpiño
blanco, falda verde oscura y botas verde claras hasta las rodillas. Un lazo
igualmente verde pálido y una diadema en la frente. Rematando el conjunto, un
antifaz ocultaba parte de su rostro.
-Esto está mejor.- Se dijo con aprobación, aunque añadiendo
no sin cierto sentimiento de culpabilidad.- Sé que no debería emplear mis
poderes para esto, aunque no sea una emergencia. Bueno, para mí, mi hija es lo
más importante. Así que podría considerar que lo es.
Y de un
salto realmente prodigioso subió a los tejados. Fue pasando de uno a otro
logrando avanzar muchísimo más rápido que en coche. Esperaba no haber sido
vista, pero si ese fuera el caso le daba igual. La Dama del Viento ya era bien
conocida y celebrada en París. Al fin, tras descender en un parquecito
solitario, al menos a esas horas, se ocultó por si acaso entre los arbustos y
revirtió su transformación. Una vez ataviada como civil, caminó sin prisas
hasta la escuela infantil en donde tenía a su hija. Llegó unos minutos después
tras haber recuperado mucho del tiempo perdido. Pese a todo una de las maestras
tenía a la pequeña de la mano y aguardaba desde hacía ya un rato.
-¡Je suis desolé! - Se apresuró a disculparse Esmeralda.- Había un tremendo
atasco.- Pudo decir sonando desde luego muy sincera.- Hola cariño.- Sonrió afectuosamente
a la niña.-
-¡Mami!- Chilló la pequeña que corrió a abrazarse a ella.-
Esmeralda
se agachó para que su hija pudiera alcanzar a su cuello. La niña, rubita de
pelo rizado y unos grandes ojos violetas, estaba muy contenta de estar al fin
con su mamá. Durante un ratito
estuvieron abrazadas, entre tanto la maestra le comentaba.
-Sí, al parecer una falsa alarma de atentado ha hecho que
la policía acordonase algunas calles, después de lo que pasó en Londres la
semana pasada y hace un año en Madrid, no me sorprende.
-¡Es terrible! - Convino ella, que ya se había puesto en
pie tomando de la mano a su pequeña.- Ojalá que eso no suceda aquí. Otra cosa.
- Comentó cambiando de tema.- Supongo que cerrarán ustedes mañana, ¿verdad?
-Sí, señora Lassart. Es la fiesta Nacional.- Replicó su
interlocutora.-
-Vaya.- Suspiró la modelo.- Bien, muchas gracias.
Se despidió
de esa maestra y llevando de la mano a su niña le preguntó.
-¿Qué tal lo has pasado hoy, cielo?
-Muy bien, mami.- Sonrió la niña.- Hemos dibujado muchas
cosas. Yo he pintado nuestra casa y vestidos bonitos como haces tú.
-¡Qué bien!- Afirmó su interlocutora declarando con
divertida aprobación.- Así cuando seas mayor, me ayudarás.
La cría
asintió con entusiasmo. Pasaron cerca de un puesto de globos y Amatista se
encaprichó de uno.
-¡Mira mami, quiero un globito!- Insistió.-
-Bueno.- Concedió ella.-
Y es que eso de llegar tarde y dejar a
su pobre hija aguardándola siempre le hacía sentir culpable. De modo que compró para su pequeña el globo
con la cara de un conejito que ésta había elegido. Una vez atado a uno de los
deditos de la niña prosiguieron el paseo. Amatista encantada
con su globo miraba a su mamá hacia arriba. Esmeralda era muy alta y además
llevaba zapatos de apreciable tacón. La
cría se fijó en que casi todos los hombres se giraban al verlas pasar y también
en que emitían silbidos y exclamaciones dirigidas a su madre. Ella sonreía a
veces y las más, hacía que no las escuchaba. Pero la pequeña, con la
naturalidad y el descaro propio de una niña de cinco años, le preguntó.
- Mami ¿Por qué todos los hombres te miran?
En
un primer instante, Esmeralda no llegó a asimilar bien la pregunta, ¿qué podría
responder a eso?, aunque enseguida pudo replicar.
- Bueno hija, miran a mamá. - Le explicó ésta con
suave y cariñoso tono, no exento de satisfacción. - Porque soy famosa y me ven
por la televisión y a la gente le gusta mirar a los famosos ¿Sabes? - La niña
asintió mirándola embelesada en tanto
Esmeralda le preguntaba a su vez, aludiendo a uno de los dibujos
favoritos de la cría. - ¿A que si tú vieses al ratón “Mickey” por la calle
también le mirarías?
La
pequeña asintió de nuevo pero dijo algo que dejó sorprendida a su madre.
- Sí, pero no haría ruidos raros. Yo creo que te
miran porque eres muy guapa. Seguro que ellos no tienen una mamá tan guapa y
les da envidia, por eso te miran.- Dedujo con absoluta convicción,
pensando alegremente en que había
resuelto una cosa que ni siquiera su mamá sabía. -
Esmeralda
se rio de esa ocurrencia y abrazó tiernamente a su pequeña. Al regresar a casa
le contó a Diamante lo sucedido. Éste también se rio divertido por esa teoría y
levantando en brazos a la cría la sentó sobre sus rodillas queriendo saber con
un tono dulce dirigido a su hija.
- Bueno Amatista, cuéntale a papá como te ha ido en
el colegio hoy.
-¡Hemos hecho un dibujo de nuestras casas! - Explicó
la pequeña entusiasmada relatando con voz atropellada. - Le he puesto una
chimenea y un sol y muchos arbolitos.
-¡Qué bien! - Sonrió su padre, quien de inmediato
quiso saber. - ¿Y dónde está?..
- Lo hemos pegado en la pared de clase.- La niña
señaló a la pared de su casa donde podían verse algunos cuadros de prestigiosos
artistas abstractos. - Los míos son más bonitos que esos. Papi. Los niños que
han hecho esos cuadros no saben dibujar,- aseveró convencida haciendo reír a
sus padres de nuevo. -
- Desde luego que no, hija. - Convino Diamante que
añadió dirigiéndose a su también risueña mujer - ¿Lo ves, Esmeralda? Amatista
tiene mejor gusto que los de Christie´s...
- Muchas veces lo creo yo también.- Respondió ella
sin poder evitar reír con su estruendosa carcajada que dejaba atónita a la
misma cría. Aunque de seguido la pequeña reía con su madre, eso sí, de forma
mucho más musical y suave. – Sería mejor llevar alguno suyo a las subastas…
Y
tras este comentario, tomando a la niña en brazos, Esmeralda que había
aprovechado para cambiarse en ropa más cómoda durante esa graciosa
conversación, la llevó a la cocina y le dijo con ternura.
- Ahora mamá te va a dar la cena.
- Pero quiero cenar con mi cuchara de elefantes.-
Reclamó Amatista aludiendo a su cubierto favorito, una cuchara que tenía
grabados unos dibujos de esos animales. -
- Claro mi vida. - Concedió solícitamente Esmeralda.
- Ya la tengo ahí.
Diamante
decidió ir junto a su mujer y su hija para compartir aquellos escasos minutos
de los que disponían para estar juntos. El príncipe nunca hubiera podido
imaginar cuan maravillosa le iba a resultar la vida hogareña con su esposa y su
hija. Cuando la niña terminó la cena la acostaron, al poco rato sin embargo la
cría le pidió a su padre.
-¿Me lees un cuento?
-Ya es un poco tarde, cariño.- Objetó Diamante.-
-¡Por favor…papi!- Le pidió la niña con un tonillo
entre triste y suplicante.-
-Vale, pero solo uno y cortito.- Aceptó el
interpelado.-
-¡Sii! – Aplaudió la cría haciéndole sonreír.-
Desde
luego que el antaño orgulloso príncipe, que no se arredraba ante nadie, no era
capaz de negarse ahora a nada de lo que su niñita le pidiera. La adoraba. Así
que allí estaban los tres. Él sentado en la postura del loto sobre la alfombra
que tapizaba la habitación, con la cría sobre sus rodillas y Esmeralda
arrodillada a su lado. El solícito papá
abría ese libro de cuentos con dibujos y grandes letras y comenzaba.
-Había una vez una niña muy guapa y muy buena…
-Sí…como yo.- Dijo Amatista.-
-¡Claro que sí!- Convino su madre con expresión
amorosa.-
La pequeña era
incluso capaz de leer muchas de las palabras para solaz de sus progenitores. Al
fin el cuento concluyó y hubo que ir a dormir. Por supuesto que pese a los
ruegos de la niña para escuchar otro más. Sin embargo, esta vez fue Esmeralda
la que la metió en la cama y la arropó, negándose a leerle otro con un tono cariñoso pero
firme.
-Cielo, papá te ha contado un cuento, que era lo
acordado. Ahora tú tienes que dormir, que mañana hay que levantarse tempranito
para ir al cole.
La
niña asintió dándose por vencida. Y además ya se le abría la boquita. Sus
padres la besaron en la frente y la dejaron descansar apagando la luz.
-Buenas noches, ma chérie.-
Le deseó Diamante.-
-Que duermas bien, mi vida.- Secundó su esposa.-
Al rato volvieron y
ambos se quedaron observándola dormir durante unos minutos, apoyados en el
quicio de la puerta y entre la penumbra de la cenital luz del pasillo que
apenas dejaba ver el semblante apacible de la niña.
-Apenas sí puedo creerlo, – suspiró él sujetando a su esposa por detrás a la altura
de la cintura. – Todo lo que hemos vivido ha merecido la pena cada vez que miro
a Amatista. Es tan bonita y tan inocente. Habría cambiado Némesis entero por
tenerla entonces.
- Es verdad, - convino su interlocutora con una
amplia sonrisa. – No hay nada en este mundo que me haga más feliz que estar con
ella. Lástima que tengamos tan poco tiempo para pasarlo juntos los tres.
- Cuando tengamos vacaciones podremos disfrutar más
de nuestra hija. – La animó Diamante. – Ya tengo ganas de que podamos hacer un
viaje los tres. Para ver a algunos de nuestros amigos.
- Ian me ha dicho que estáis trabajando muy duro. El
otro día hablé con él y con Satory, también es una cría muy espabilada y muy
lista. – Le comentó su esposa – Y eso que la pobrecita tiene que criarse sin su
madre.
- Es cierto – replicó su marido, ahora algo más
apenado. – Ese pobre hombre quedó destrozado cuando Jenny murió. Te puedo
confesar que cualquier resentimiento que pudiera guardarle después de esa
especie de juego al que nos obligó a participar, desapareció entonces. En el
fondo no es mala persona.
Su
esposa sonrió acariciando el rostro de su interlocutor replicando con un susurro lleno de afecto.
-Me alegra ver que al final te diste cuenta. Mi
príncipe.
-Siempre estuve muy ciego para percibir lo que
realmente sucedía en nuestro planeta. Pero ya no.- Sentenció él.- La familia y
los amigos, eso es lo fundamental en esta vida o en cualquier otra. Gracias a
todos ellos que pude comprenderlo.
-Sobre todo gracias a Roy y a tu hermano Zafiro.- Comentó su mujer.-
Lástima que les veamos tan poco.
-Ahora estamos desbordados por el trabajo, mi
hermano tampoco tiene apenas tiempo de estar en familia estos días. Ni su
colega y compañero Souichi tampoco. En fin, supongo que todo no se puede tener.
Ian por ejemplo está deseando pasar cuantos más ratos pueda, mejor, con su
hija.
-Espero que dentro de poco podamos ir para que
Amatista y ella se conozcan.- Declaró su esposa.- Podrían jugar juntas, aunque
Satory sea mayor.
-Las dos son todavía muy pequeñas, seguro que
congeniarían bien.- Sonrió su marido, imaginando aquello para añadir con voz
queda. - Sería bonito que se hicieran buenas amigas. Nuestra hija tiene que
crecer rodeada de gente que la quiera. Por experiencia sé que eso es
fundamental. La capacidad de amar a otros puede llegar a redimirnos, como la
Guerrera Luna y las demás nos demostraron.
- Sí, cariño. Por eso lo principal es que siempre
que sea posible, estemos junto a ella y que nuestra hija sea feliz y nunca deba
preocuparse por cosas como las que nosotros tuvimos que vivir y superar. – Declaró
Esmeralda. – Ese es mi deseo para ella.
Su
interlocutor asintió, esperando también que así fuera. De todas las recompensas
que había tenido desde que resucitó y ayudó a derrotar al mal ésta era la mejor
de todas. El príncipe de Némesis pensaba en su mujer y en su hija y agradecía
su buena fortuna. Recordaba también a sus otros amigos y compañeros, a veces
les echaba de menos, era difícil verse. Quizás con su hermano y con Nephrite lo
tenía más fácil, pero Ail hacía tiempo que se fue de la Tierra, y tanto Roy
como Tom estaban muy ocupados. Aunque al gamberro de su amigo neoyorquino le
veía bastante por televisión, en los partidos de su equipo. De todos
modos trataba de mantenerse al tanto de cómo le iban las cosas a los demás.
Entonces le comentó a su esposa.
-Nephrite me llamó la
semana pasada. Ya sabes, por esos atentados en Londres.
-Sí, lo he estado
comentando con la maestra de nuestra hija.- Convino Esmeralda quién preguntó.-
¿Saben algo él o Amanda?
-Son atentados de
radicales islamistas. Nada que ver con lo que ellos hacen.- Declaró Diamante.-
Están tan atados como nosotros. Y eso realmente me enfada bastante.- Sentenció
con visible malestar.- Ser impotente para hacer nada.
-Sí, me sucede lo
mismo, pero firmamos un acuerdo. No podemos intervenir en asuntos graves de
este planeta que sean debidos a las circunstancias internas del mismo.- Repuso
su esposa no sin resignación aunque agregó con mejor talante.- Y por cierto que
ya tengo bastantes cosas de las que encargarme.
-¿Cómo van los
papeles de tu jefa?- Quiso saber él cambiando de tema.-
-De momento no he
encontrado nada de interés. Tuve que dejarlo para ir a recoger a la niña.- Le
comentó Esmeralda que de pronto recordó.- ¡Oh! Le dije a Amatista que mañana
hay colegio. ¡Y estará cerrado por la fiesta Nacional! Lo olvidé.
-La Toma de la Bastilla.-
Recordó su esposo.- Claro, mañana es catorce de julio
-¡Y no tengo con
quién dejarla! - Se lamentó ella.- Es tarde para llamar a nadie ya. Tendremos
que esperar hasta mañana.
Eso les hizo pensar a los dos, ¿Qué
podrían hacer? Diamante tendría que viajar a la sede de su empresa y allí no
podía llevar a la cría. Quizás la mejor opción sería esa, llamar a una canguro. Y aunque les cobrase mucho por
ser horario festivo…en fin. El dinero no les importaba, tenían de sobra. Lo que
sí les preocupaba era encontrar a alguien con referencias.
-¿Conoces a alguien que pudiera venir mañana?- Le preguntó
Esmeralda a su esposo.-
-La verdad no.- Respondió éste tan perdido como ella en
esos asuntos.-
-No sé, quizás podría llevármela al trabajo.- Discurrió la
modelo.- Tenemos un cuarto dedicado a los hijos del personal. Podría dejarla
allí.
-Tal y como están las cosas, creo que es buena idea.-
Convino Diamante.- Al menos es la mejor alternativa.
Su mujer
asintió y se fueron a dormir con esa idea. A la mañana siguiente, le tocó al
príncipe despertar a su hija.
-Vamos Cherie. Es hora de levantarse…
-Tengo sueño.- Protestó la pequeña frotándose los ojos con
una vocecita lastimera.-
Diamante
suspiró resignado. Era capaz de hacer muchas cosas, incluyendo el luchar contra
amenazas provenientes del espacio exterior, pero levantar a la pequeña Amatista
cuando le ponía aquella carita y ese tono de voz no se contaba entre ellas. De
modo que, animoso, le dijo a la cría.
-Voy a ir preparándote el baño. Así que mientras tanto te
despiertas tú solita, ¿eh?
Aunque la
niña no respondió, ya volvía a estar dormida. Encogiéndose de hombros, el
príncipe se dirigió hacia el cuarto de baño, presto a llenar la bañera y
echarle gel, dado que a su hija le encantaban las burbujas que éste formaba. Al
cabo de cinco minutos se acercó una vez más tratando de despertar a la pequeña
durmiente, con idéntico resultado. Salió de la habitación de la niña y se topó
con su esposa que salía a su vez de otro baño, con una toalla blanca
envolviendo su cuerpo y otra la cabeza.
-Ya me he duchado. ¿Está lista Amatista?- Le inquirió.-
-Bueno.- Pudo decir el azorado Diamante llevándose una mano
al cogote, casi imitando a la perfección los modos de su amigo Roy para esas
eventualidades al decir.- Depende de cómo lo mires, el baño está preparado…ella
no tanto…
Y
temiéndose lo acostumbrado Esmeralda movió la cabeza ante ese gesto de su
esposo para reprenderle con cierta
condescendencia.
-Siempre te pasa lo mismo. No lo comprendo. Eres incapaz de
despertarla.
-Lo sé, pero no puedo evitarlo, cada vez que me pone esa
carita.- Alegó él.-
Esmeralda suspiró con resignación y en
cuanto se vistió fue directa al dormitorio de la niña.
-¡Vamos Amatista!- Le pidió con tono cariñoso pero firme.-
Arriba.
-¡Jo, mami! Tengo sueño. - Musitó la cría con los ojos aun
cerrados y agarrándose enternecedoramente a su conejito de trapo.-
No
obstante, esa táctica no le funcionó con su madre. Esmeralda la incorporó en la
cama y la hizo ponerse en pie, bajándola al suelo para llevarla de la mano y
colocarla ante el espejo del baño, subida eso sí, a un taburete.
-Ahora a lavarte la cara como las señoritas. Y a bañarte.- Ordenó.- Que hoy te vas a venir con
mamá a su trabajo.
-¿De verdad?- Exclamó la niña que pareció despabilarse de
golpe.- ¡Qué bien, mami! ¿Podré hacer dibujos?
-Claro, los que tú quieras, ma chère.- Se sonrió Esmeralda
para insistir.- Pero solo si te das prisa en darte tu baño…no debemos llegar
tarde.
La cría
obedeció de inmediato dejándose quitar el pijama. Su madre la metió en la
bañera y Amatista pudo jugar con esas pompas del gel que tanto le gustaban. O
al menos las que quedaban…
-¡Jo, no quedan pompitas! - Protestó señalando esa misma
circunstancia.-
-Pues haberte levantado antes, había muchas más.- La
amonestó indiferentemente su madre.-
Por suerte
la cría estaba más pendiente de lo que Esmeralda le había dicho. Ir con su
madre a ese lugar tan mágico donde todas las chicas mayores llevaban estupendos
vestidos le entusiasmaba, de modo que por esa vez no se entretuvo mucho en la
bañera. Su madre la sacó, le puso un pequeño albornoz blanco y una toallita en
el pelo. Tras secarla bien y peinarla, ayudada por una pequeña dosis de
secador, (Esmeralda consideraba que ese aire tan caliente era malo para el
cabello) la vistió. La cría iba muy mona con un algodonoso e inmaculado
modelito veraniego de mangas cortas que su madre le había diseñado. Combinaba
falda y blusa en una pieza. Se podía quitar y poner directamente por la cabeza.
Así, con calcetines a juego y unos zapatitos negros, la cría estuvo lista. Tras
eso, su mamá le colocó una gran servilleta en previsión de males mayores y la
llevó a la cocina.
-¡A desayunar! - Le dijo animosa.-
Puesta en
su sillita, Amatista enseguida reclamó la comida. Sus padres la iban a
acompañar en el desayuno. Solía ser norma de la casa, al menos al principio del
día, el desayunar en familia. Esto era debido sobre todo a que luego ninguno de
los dos sabía cuándo iban a terminar en sus trabajos. Por ello pocas veces más
coincidían los tres salvo en la noche. Ahora la familia estaba reunida y
Diamante, que servía las tortitas que acababa de hacer, no pudo evitar sonreír
cuando su esposa le colocaba los cubiertos a la pequeña en tanto la
aleccionaba.
-Acuérdate de empuñarlos como mamá te ha dicho.
Y
voluntariosamente Amatista se esforzaba en hacerlo en tanto su padre le traía
su jarrita decorada con dibujos llena de leche. La cría tenía hambre y tras
tomarse una tortita con mermelada de fresa, y el contenido de la jarra,
acompañada de un poco de jamón de york y una manzana, estuvieron listos. Los
adultos tomaron café y un zumo de melocotón, para acompañar a las tortitas.
-Mañana para desayunar zumo de naranja y galletas, con
chocolate.- Le prometió Diamante lo que hizo que su hija aplaudiera muy
contenta.-
Esmeralda
iba a mover la cabeza una vez más. Su marido era demasiado complaciente con la
niña, pero no pudo evitar sonreír a la vista de esa escena.
-Habrá que darle las gracias a Roy por enseñarte a preparar estas cosas.-
Declaró la modelo.-
-Sí, debo admitir que ese tarambana sería el canguro
perfecto, la pena es que vive muy lejos.- Bromeó el príncipe de Némesis a su
vez.-
-Ya sabes que si le llamas, él puede venir en un instante.-
Le recordó Esmeralda también con jovialidad.-
-Eso si Bertie no le arranca las orejas cuando lo
descubra.- Le susurró él a su esposa quien asintió.-
Y es que ambos
sabían que usar sus poderes estaba prohibido cuando vivían sus vidas normales.
En fin, esas bromas siempre estaban ahí.
-Anda, dile adiós a papá.- Le pidió la modelo a su hija en
cuanto concluyeron el desayuno.-
La cría obsequió la mejilla de Diamante
con un beso bastante cariñoso aunque
también pegajoso a su vez. De modo que tocó ir de nuevo al baño. Y después de lavarse un poco algún que otro
churrete y completar según qué necesidades fisiológicas, madre e hija se
despidieron del príncipe. Esmeralda
había llamado a un coche de la agencia y éste las esperaba ya. Tras subir con
su hija en la parte trasera y ajustarla en una sillita especial le indicó al
chofer que arrancara.
-A las oficinas centrales de Modas Deveraux, por favor.
El coche
se puso en marcha. Aunque tardaba más de lo normal en llegar. Incluso tomó una
ruta diferente. Esmeralda comenzó a alarmarse. Enseguida quiso saber.
-¿Por qué ha tomado este itinerario?
-Lo lamento, señora Deveraux.- Repuso el Chofer,
argumentando.- Las autoridades han cortado varias calles para acordonar zonas
de riesgo potencial por amenaza terrorista.
Su
interlocutora no había escuchado nada semejante aunque asintió. Tampoco estuvo
muy pendiente esa mañana de las noticias. De modo que después de lo sucedido el
día anterior así lo dio por hecho. Pero ese tipo seguía tomando rutas que para
nada coincidían con el camino. Esmeralda comenzó a tener miedo. No por ella,
sabía cómo defenderse y era toda una justiciera. De haber estado sola no le
hubiera preocupado, pero su hija estaba ahí. Al fin, el coche llegó a un
callejón apartado de todo.
-¿Dónde estamos? ¿Por qué nos ha traído aquí?- Quiso saber
Esmeralda.-
-Solamente cumplo órdenes, señora Deveraux.- Repuso
lacónicamente el conductor agregando.- Ahora puede bajar.
Eso la
tomó por sorpresa. ¿Qué significaba eso? No la estaba tomando prisionera. ¿O es
que acaso había alguien más allí, aguardando para hacerles daño?
-¡Por favor, dejen a mi hija fuera de esto! - Le pidió a
ese hombre con patente temor.-
-No se preocupe por eso, y descienda del vehículo.- Le
insistió aquel tipo saliendo del coche para abrirle la puerta.- Su hija no
sufrirá ningún daño. Se lo aseguro.
Sin tener
mucho donde elegir, Esmeralda obedeció, por suerte Amatista se había quedado
dormida durante ese largo trayecto y no se daba cuenta de nada. Al salir el
chofer le indicó que debía seguirle. De forma bastante renuente ella lo hizo,
eso sí, sin dejar de girar la cabeza hacia el coche en donde estaba su hija.
Aunque tras una esquina de la calle escuchó una voz de mujer. Mirando en esa
dirección vio de inmediato de quién se trataba. La conocía bien. Andaría en la
treintena, metro setenta, media melena rubia, ojos azules inquisitivos y un
cuerpo en forma pese a haber tenido un par de embarazos. La modelo se
sorprendió exclamando.
-¡Amanda!
-Perdona la manera de citarte aquí, Esmeralda.- Sonrió la
interpelada moviendo ligeramente su rubia media melena.- Pero debíamos de ser
discretos.
-Tengo a mi hija en el coche, ¡me habéis dado un buen
susto! - La recriminó la enfadada modelo.-
-Lo siento.- Pudo decir su interlocutora mirando de reojo
al conductor quien ahora se encogió de hombros.- No tenía ni idea de eso.
-Las órdenes eran traerla aquí. No se especificó nada sobre
que viniera sola.- Se justificó aquel individuo.-
-Lo lamento mucho. De verdad. Te pido disculpas. De haber
sabido que traías a Amatista habría contacto contigo de otra manera.- Pudo
decir la apurada Amanda.-
Esmeralda
relajó el gesto, esa mujer nunca dejaba de sorprenderla. Era la esposa del gran
amigo de Diamante, el famoso anticuario Nephrite Saint Join. Aunque esa era su
tapadera. Casados estaban, eso sí. Y hasta eran padres de dos hijos, un chico y
una chica. No obstante, ella sabía que el antiguo compañero de entrenamientos y
batallas de su esposo trabajaba en los servicios secretos. Y que esa mujer,
asimismo era agente del Foreign Office, además de periodista. Tampoco se le
había olvidado que fue ella quien le dio la oportunidad de actuar como Dama del
Viento en una de sus primeras intervenciones, cuando le robó una carpeta de
diseños. Así pues, no se recató en lanzarle a bocajarro una cuestión en la que
todavía se palpaba su enojo.
-¿Qué es lo que quieres ahora? ¿Otra carpeta con mis
diseños para la colección de otoño-invierno de esta temporada? Te podrías haber
ahorrado toda esta representación y pedírmela sin más.
Amanda se
limitó a suspirar, indicándole al chofer.
-Por favor. Vaya a ver cómo está la niña y quédese allí
hasta que terminemos.
Aquel tipo
obedeció alejándose de las dos mujeres. La modelo y diseñadora por su parte
seguía interrogando a la rubia británica con la mirada, en la que se adivinaba
también el persistente malestar.
-Está bien. Ya te he dicho que lo siento, Esmeralda.
También yo tengo hijos. Te comprendo, estaría tan enfadada como tú. Y ya me
disculpé por lo de entonces. Pero es que no tuvimos otra opción.- Se excusó una
vez más la resignada mujer.-
-Sí, lo recuerdo. Me comentasteis que sospechabais de
Goldpier. – Contestó su interlocutora que, en efecto, se acordaba muy bien de
aquello.- Me hiciste correr mucho por las azoteas. Aunque admito que luchas
bastante bien. Para ser una humana corriente.
-Tú también eres una humana corriente.- Sonrió Amanda que
ahora parecía divertida.-
-Tal vez, pero estaba convertida en justiciera.- Alegó
Esmeralda, quien relajó su semblante ahora para querer saber.- Supongo que será
algo tan importante y secreto que no habríais podido llamarme a casa y
proponerme quedar para tomar algo, ¿no es así?.
-Exactamente.- Admitió su interlocutora.- En pocas palabras
y yendo al grano. Entre los documentos de Alexandra Deveraux hay unos papeles
muy importantes y algo que necesitamos tener controlado. Por eso, al no estar
seguros de lo que pasará entre tú y la señorita Lacrosse, hemos tenido que
tomar cartas en el asunto. De hecho ya buscábamos eso anteriormente. Fue aquella
vez en la que me sorprendiste robando tus diseños. No te lo tomes como nada
personal, pero no andaba tras los bocetos de tus vestidos. Aunque reconozco que
tampoco me hubiera importado que me regalaras alguno una vez confeccionado.-
Sonrió más ampliamente la joven para admitir de seguido.- Y tampoco nos vino
mal robar otros diseños tuyos para fabricar nuestra tapadera.
-Ya. Esos que ese tipejo de Goldpier se apropió e hizo
pasar como suyos. – Repuso Esmeralda con visible malestar, dado que recordaba perfectamente
aquello.- Bueno…Entonces ¿Qué se supone que estabais buscando?- Quiso saber su
contertulia con evidente curiosidad ahora, para añadir no sin sarcasmo.- Y no
me digas eso tan típico de, que si me lo cuentas, tendrías que matarme.
-No hace falta ser tan melodramática.- Afirmo Amanda que se
rio afirmando.- ¡Con borrarte la memoria bastaría!
Su
interlocutora no estaba muy segura de sí eso era broma o iba en serio.
Conociendo los niveles de secretismo que esa mujer manejaba nunca podía fiarse
del tono de sus palabras. Al fin, queriendo acabar con eso cuanto antes, le
respondió tajantemente.
-Dime de una vez qué es lo que quieres que haga y lo haré.
-De momento nada de particular. Tú solamente busca unos
papeles que te parezcan extraños.
-¿Cómo de extraños?- Inquirió la diseñadora.-
-Cuando los veas lo sabrás.- Sentenció Amanda.- No puedo
darte más información. Entre otras cosas porque desconozco lo que puedan ser. Pero
estoy segura de que a alguien tan observadora e inteligente como tú, no se le pasarán
por alto.
-¿Y por qué no te vienes tú misma a mi despacho y miras lo
que quieras?- Propuso Esmeralda.-
-Me gustaría, pero oficialmente no estoy aquí. ¿Me
comprendes?- Le hizo ver Amanda.-
-Sí.- Suspiró la diseñadora que le preguntó.- ¿Cómo te
informaré entonces?
-No hará falta. Lo sabré. Solo debes evitar que esos
papeles y la información que contengan caigan en malas manos…- Le contestó la
espía dejándola perpleja.-
-Muy bien.- Asintió Esmeralda para preguntar, ya de un modo
más cordial, variando de tema.- ¿Qué tal están Nephrite y los niños?
-Bien, gracias por preguntar. Él está muy atareado ahora
comprando antigüedades. Menos mal que Peggy le ayuda mucho en eso. En cuanto a
los niños, Paul tiene la edad de tu hija y Samantha tres años ya. Les tengo en
una guardería muy buena, cerca de Oxford. ¡Chica, es una lata!, con tanto
trabajo apenas sí les veo.- Remachó con fastidio y pesar.-
-Te comprendo. Por eso mismo me traía hoy conmigo a
Amatista. Siendo la Fiesta Nacional casi nadie trabaja hoy. – Aclaró la
modelo.-
-Siento de veras el haberte asustado. Sobre todo por tu
hija, dale un beso de mi parte y de la de Nephrite. Y saluda a Diamante.
-Lo haré.- Asintió Esmeralda que se giró para irse.-
-Una cosa más.- Oyó la voz de Amanda a sus espaldas.- Si
encuentras lo que creo que puedes hallar, no te impliques demasiado.
-Lo intentaré.- Repuso Esmeralda pensando que, a buen
seguro, su amiga se refería temas relacionados con el espionaje.- Bueno, pues a
ver si…
Aunque no
terminó la frase, al girarse una vez más para despedirse de su interlocutora ya
no vio a nadie. Ese callejón estaba desierto. Suspirando resignada retornó al
vehículo. El chofer tampoco estaba allí. En su lugar otro tipo, uniformado a su
vez como conductor de la empresa, la aguardaba.
-Madame, excuse moi.- Le dijo apurado.- Me llamaron para
venir aquí. Al parecer un compañero tuvo una dolencia grave y tuvo que aparcar
en esta calle. Han debido de llevárselo porque no había nadie cuando llegué. Yo
la llevaré a la oficina.
-Muy bien.- Asintió Esmeralda que enseguida se había
asomado a la ventanilla del coche para respirar tranquila, viendo que su hijita
continuaba dormida.- Vámonos pues.
Se montó
en el vehículo y al fin éste se puso en marcha llevándolas a ambas a la sede de
la firma Deveraux sin más contratiempos. Nada más llegar, Esmeralda despertó a
su hija y como Amatista aún estaba muy soñolienta la cargó entre sus brazos con
sumo cuidado y entró así con ella. Enseguida la llevó a la guardería que tenían
allí.
-Cuando se despierte del todo que juegue un poco.- Le pidió
a las empleadas que atendían a los críos.- Vendré a recogerla en cuanto pueda.
-Muy bien, señora Deveraux.- Asintió una chica de color
bastante simpática que se llamaba Simone.-
Tras despedirse de su hijita con un
besito en la frente, Esmeralda se encaminó hacia el que ahora era su despacho. A
pesar del tiempo transcurrido todavía le seguía pareciendo extraño que la llamasen
por el apellido de su mentora. Pero ahora lo que más le preocupaba era el ver
si podía dar con esos documentos a los que Amanda se había referido. Nada más
abrir la puerta de esa habitación y entrar volvió a cerrar con llave. No quería
ser molestada por nadie, y de hecho, usó el interfono del despacho para comentarle
eso a su asistente. Después se dirigió hacia el cajón de la mesa de caoba de
madame Deveraux.
-Vamos a ver.- Se dijo.- Creo que la combinación de su caja
fuerte estaba por aquí…
Ojeó unos
papeles que tenía en uno de los cajones de aquella gran y robusta mesa. En
efecto, su difunta jefa solía anotar allí las contraseñas de la caja, pero
siempre de modo que nadie pudiera entenderlas. No hace mucho tiempo y en privado, madame Deveraux le contó cómo
interpretar esos números aparentemente
tan sin sentido.
-Deberás sumar y restar alternativamente el número siete a
cada uno.- Le desveló.-
A parte de
eso, aquella precavida mujer siempre cambiaba los códigos diariamente, aunque tras su muerte nadie se había
aproximado a esa caja. Habían pasado cuatro días ya.
-Vamos a ver entonces.- Suspiró Esmeralda consultando la
última anotación de su mentora.-
Eran nada
menos que cinco cifras las que había que colocar correctamente y cada una con
al menos dos dígitos e incluso tres. La diseñadora leyó en los papeles
-Veinticinco, trece, setenta y siete, doce, ciento catorce.
Bien, sumaré y restaré siete a cada una.
Así lo
hizo y funcionó. Pudo abrir esa gruesa caja de caudales que debía ser bastante
antigua pero absolutamente fiable. Dentro encontró unas joyas realmente
exquisitas, unos bonos del tesoro, y alguna que otra cosa que detallaba
inversiones y propiedades. Sumaba mucho dinero aunque nada de eso le importaba
a Esmeralda en realidad. Lo que sí encontró fue una copia del testamento que
les leyera el albacea el mismo día del fallecimiento de la anciana.
-Yo, Alexandra Annette Deveraux Iribe, en pleno uso de mis
facultades físicas y mentales establezco que…- Leyó para repasar lo que ya sabía.-
A la señora Esmeralda Lassart antes llamada Esmeralda Green, le cedo mi
apellido y el control de mis acciones de la empresa Modas Deveraux S.A, para
que la dirija conforme al criterio que considere más oportuno. A excepción de
unas cantidades en metálico que dono a la señoritas Monique Lacrosse y Marie Deneuve.
Así como…
Detallaba
después otra serie de legados de mayor a menor cuantía a algunos empleados,
familiares lejanos y antiguos amigos. Incluso y ésta era la parte que la
intrigó, Esmeralda pudo leer.
-Y a unas señoritas cuya identidad debe permanecer en el
anonimato, excepción hecha de un codicilo que adjunto aparte de este
testamento, les hago entrega de unas joyas muy preciadas para mí, indicando el
lugar en las que he custodiado hasta el día de hoy…vaya. ¿Dónde estará ese
codicilo? – Se preguntó Esmeralda revolviendo algunos de aquellos documentos
que encontró en la caja fuerte.-
Algo le
dijo que ahí podría estar eso a lo que Amanda había hecho referencia. Pero pese
a que buscó por todo el despacho, no encontró nada por ahí. Decidió seguir
leyendo, dado que Madame Deveraux era muy aficionada a dar pistas de una manera
u otra.
-Para el viento y el mar, que siguen inmutables a través
del tiempo.- Musitó en tanto leía.- Esos tres elementos me han protegido siempre…a ellos les encargo la
misma salvaguarda de esas joyas y de una en particular…que solamente quienes
tengan el poder de esos elementos comprenderán…
Tuvo que
dejar esas reflexionas puesto que sonó el intercomunicador. Era su asistente.
-¿Qué sucede, Edith? Dije que no quería ser molestada.-
Inquirió entre irritada y resignadamente.-
-Lo lamento Madame, pero es la señorita Lacrosse. Está aquí
e insiste en verla.- Pudo responder la apurada secretaria.-
-Está bien.- Suspiró Esmeralda.- Dile que espere un
momento. Enseguida voy.
Se aprestó
a esconder todo aquello y cerrar de nuevo la caja, con una combinación puesta
por ella misma que garabateó en un papel. A los pocos minutos salió rumbo a la
salita que su mentora solía emplear para recibir a la gente con la que no
deseaba perder el tiempo. Una vez allí, llamó de nuevo a su secretaria.
-Edith, dile a la señorita Lacrosse que la aguardo en el
salón de reuniones.
-Sí, señora Deveraux.- Repuso su interlocutora.-
Al poco la
puerta se abrió, vestida con un caro traje de la casa entró una mujer de pelo
castaño claro, unos pocos años mayor que ella y más o menos de su estatura. Era
bella aún y se adivinaba en su andar que había sido modelo. Venía acompañada de
un individuo de traje caro también, no demasiado mayor.
-Buenos días, Monique.- Saludó Esmeralda con fría
cortesía.- ¿Qué te trae por aquí?
La
interpelada ni se dignó contestar, fue ese tipo quien habló.
-Mi cliente, la señorita Lacrosse se comunicará a través
mío. Soy Henry Lafarge, su abogado.
-Muy bien, como quiera. ¿Serán tan amables de sentarse o
tendrá que discutirlo primero con usted?- Replicó la diseñadora con evidente sarcasmo.-
Sus dos
visitantes tomaron asiento en unas sillas que adornaban aquel salón. Entorno a
una larga mesa ovalada de cristal. Esmeralda hizo lo propio en la que la
presidía, a un par de metros de distancia.
-Le escucho Monsieur Lafarge.- Declaró Esmeralda.-
Y, tras
carraspear un poco para aclarar la voz, el tipo aquel dijo.
-Mi cliente aquí presente va a impugnar el testamento en
base a que la voluntad de la señora Deveraux pudo ser alterada. Los últimos
días de su convalecencia, especialmente tras marcharse usted, señora Lassart,
la difunta en cuestión expresó su deseo de redactar un documento sin testigos y
estando en un momento de salud muy precaria que antecedió a su muerte en pocas
horas.
-Eso no tiene ningún sentido. Acorde a lo que el notario
declaró, el testamento legal que nos leyó a todos los beneficiarios y herederos
tenía al menos dos años de antigüedad.- Desestimó Esmeralda.- No hubo cambio
alguno.
-Lo tiene, la señora Deveraux ya tenía un testamento
anterior y hace apenas dos años, como usted dice, lo alteró. Antes de morir
quizás debió de arrepentirse y emitió un
nuevo pliego que lo anulaba. La existencia de ese documento hace
necesaria una comprobación de sus últimas voluntades.- Declaró el abogado.- De
modo que, señora Lassart, hemos pedido una suspensión de la ejecución del mismo
al haber ciertas partes del documento que no cuadran.
-Aquí y para ustedes, soy la señora Deveraux.- Les recordó
la interpelada.-
-¡Qué más quisieras tú!- Intervino entonces una indignada Monique.-
-Creía que no te ibas a dignar hablar, querida.- Se sonrió
Esmeralda agregando con determinación.-
Y no es que lo quiera, lo soy, por expreso deseo de la jefa. Y por
muchos trucos que quieras emplear eso no va a cambiar. A ver, ¿qué partes son
esas que, según tu abogado no cuadran?...
- Las partes en las que me designaba a mí como su
sucesora.- Intervino Monique.- En su testamento previo repartía la Casa
Deveraux entre Marie y yo, junto con algún que otro empleado de confianza. ¡Y
tú no figurabas en esa lista!
-Me sorprende que estuvieras tan al corriente de sus
últimas voluntades. No creo que nunca hablase de eso. ¿Acaso te lo comentó? -
Objetó Esmeralda.-
-Quizás no habló de eso contigo.- Se sonrió aviesamente su
interlocutora.- Estaba muy claro que confiaba únicamente en Marie y en mí.
-Pues debió de cambiar de opinión, habida cuenta de lo que
dejó indicado.- Replicó Esmeralda añadiendo con seguridad y desconfianza.- Y te
lo vuelvo a preguntar. ¿Cómo sabes tú lo que ponía en ese otro presunto
testamento?
-Eso a ti no te
importa.- Espetó su interlocutora.-
-Pero al juez sí.- Afirmó la modelo alegando.- Es, como poco
sospechoso, que saques a relucir un documento del que nadie conoce su
existencia salvo tú, a quien curiosamente, según tus palabras, te favorece. No
podía esperar menos de ti, siempre haciendo trampas.
-¡Sé de sobra que eres una hipócrita! - La acusó Monique
perdiendo su pretendida calma.- Te la ganaste con zalamerías y porque venías
bien recomendada.
-Pues también sabrás de sobra que Madame Deveraux no se
dejaba influenciar ni por una cosa, ni por la otra.- Replicó dignamente
Esmeralda que pasó a recriminarla a su vez.- Lo que te pasa es que tienes
celos. En tu vida fuiste capaz de tener una idea propia. ¡Y bien que trataste
de hacerte con las mías!
Monique se
levantó de la silla fulminándola con la mirada. Su polemista no se arredró e
hizo lo propio, a la par que se
levantaba a su vez.
-Señoras, por favor.- Trató de mediar el visiblemente
incómodo abogado.- Estamos aquí para discutir sobre términos legales, no para
enfrentamientos de índole personal.
-Muy bien.- Espetó Monique declarando.- Te ofrezco una
conciliación. Antes de ir a juicio y paralizar la empresa.
-Eso es un chantaje, no tienes nada y lo sabes.- Replicó
Esmeralda.-
-Piensa lo que quieras pero antes de ver como tú te haces
con la herencia de la Señora Deveraux soy capaz de dinamitar la casa.- Amenazó
su interlocutora.-
-¡Eso ya lo veremos! - Estalló la diseñadora ordenando a
sus dos contertulios con visible enojo.- Ahora ¡fuera de aquí!
Con
patente enfado Monique se alejó de ella saliendo por la puerta, su
desconcertado abogado la siguió. Esmeralda respiró hondo varias veces hasta que
pudo tranquilizarse.
-¡Maldita zorra! No permitiré que destruyas el legado de
Madame Deveraux.- Comentó aunque nadie más pudiera oírla.-
Y, sin
querer dedicar ni un segundo más de su tiempo a pensar en esa arpía, Esmeralda
volvió al despacho. Abrió la caja fuerte y sacó los documentos. Excitada
todavía como estaba por ese altercado tiró una gruesa carpeta al suelo.
-¡Maldita sea!- Exclamó enojada viendo como todos los
documentos que contenía se desparramaron en el suelo.-
Enseguida
fue a recogerlos, aunque algo llamó entonces su atención. Tomó un pequeño
librito de tapas negras, bastante fino.
Algo sobresalía de él. Lo abrió descubriendo una vieja foto en blanco y negro.
En ella reconoció a unas amigas suyas muy particulares, con una jovencita que
le era familiar. A su memoria vino algo que había leído antes.
-¡Claro!... Para el viento y el mar, que siguen inmutables
a través del tiempo.- Repitió con estupor.- Son Haruka, Michiru y Setsuna…y
esta muchacha es… ¡Madame Deveraux! - Se sorprendió.-
Allí
estaban las cuatro, delante del trio de sailors, la joven Alexandra Deveraux
sonreía, lo mismo hacía las guerreras, que vestían abrigos gruesos y gorros invernales.
La ropa era de estilo militar.
-¿Qué significa esto?- Se preguntó Esmeralda.- ¿Cómo es
posible que ellas?
Miró el reverso de esa foto, y lo único
que aparecía era un número. No tuvo que
esforzarse demasiado para darse cuenta de que se correspondía a una fecha.
-Mil novecientos cuarenta y uno.- Musitó estupefacta.-
¡Pero!...
A su memoria acudió aquel día, cuando
ella misma conoció a Madame Deveraux.
Aguardaba nerviosa en la salita de espera hasta que Michiru salió diciéndole
que podía entrar. Tocó a la puerta y la autorizaron a pasar. Esmeralda entró posando sus ojos
enseguida en aquella anciana que estaba flanqueada por Setsuna y Haruka. Madame
Deveraux también se fijó enseguida en ella y sin más rodeos le preguntó en
francés.
-Vous êtes qui a fait les
dessins ?
Aunque
viendo el gesto atónito de la pobre chica, fue rápidamente Haruka la que le
explicó a Madame Deveraux.
-Nuestra amiga no habla francés todavía, pero sí inglés.
Aquella anciana sonrió para repetir su pregunta
y entablar conversación en un correcto inglés que curiosamente Esmeralda sí que
hablaba y entendía desde su vuelta al mundo de los vivos, al igual que el
japonés. Seguramente sería así dado que ambos fueron sus idiomas de unión a
este mundo y que en Némesis la mayor parte de sus ancestros hablaban esas
lenguas.
-De modo que eres tú
la autora de esos bocetos, niña.
-Sí, sí señora. –
Pudo casi musitar ella, visiblemente nerviosa. -
-Por lo que veo te
gusta diseñar. También eres bastante alta.- Valoró su interlocutora que, con
interés profesional, le preguntó -. ¿Cuánto mides?
-Metro setenta y
seis. Creo. - Pudo replicar Esmeralda que mantenía la cabeza un poco gacha,
sintiéndose algo amedrentada. – Más o menos como mi amiga Setsuna.
-¡No, no, no! - Sonrió
divertida la señora Deveraux que le dijo a aquella tímida joven, en tanto se
levantaba y con suavidad empujaba con un dedo el mentón de la chica ligeramente
hacia arriba. - La cabeza siempre alta, muchacha. ¡Nunca lo olvides! Esa será
tu primera lección.
Esmeralda
no sabía que replicar. Sus amigas entre tanto observaban divertidas. Esa a veces poco ortodoxa gurú de la moda también
dio un repaso al traje que la joven lucía, era un modelo que la misma Esmeralda
se había hecho. Aprovechó cuando tuvo unos días tras la llegada de ella y
Diamante a París. Recordaba bastante al vestido que llevaba cuando formaba
parte del clan de la Luna Negra, pero en colores verdes algo más brillantes y
claros y sin esos largos guantes.
-¿Dónde compraste
este vestido? - Quiso saber la anciana, que valoró casi a bocajarro. - La tela es burda, pero el diseño
es bueno.
-Me lo hice yo misma,
– confesó la azorada muchacha casi disculpándose. - No tenía mucho dinero para
comprar tela.
-Ma
chérie, eso no será
problema a partir de ahora. – Sonrió ampliamente esa mujer que parecía estar
visiblemente satisfecha, sentenciando para alborozo de su interlocutora y
alegría compartida de sus amigas. - Te quiero aquí mañana a las ocho en punto.
Tienes muchas cosas que aprender todavía pero veo que talento no te falta. Y no
voy a dejar que ese rastrero de Goldpier te abduzca.- Concluyó usando un tono
de disgusto en clara alusión a su más encarnizado rival. -
A la muchacha le dio un vuelco al corazón. Sonreía
de forma luminosa.
-¡Se lo agradezco
muchísimo, señora! – Fue capaz de decir, casi con las lágrimas a punto de
saltársele. -
-Agradécemelo
haciendo más como estos. – Le replicó la anciana sujetando con una mano los
bocetos en tanto que añadía - Además, creo que tienes madera de modelo. Cuando
te he visto entrar, tu forma de andar es muy. ¿Cómo lo diría? Aristocrática. Es
curioso. Me gustaría que aparte de diseñar fueras modelo de tus propias
creaciones. Créeme, si tú te las pruebas podrás sentir si son buenas o no.
Recuerda siempre esto. La moda existe para que la mujer se sienta siempre bella
y feliz. Y para que pueda soñar.
-Haré todo lo que
usted me diga. Estoy deseando aprender. – Afirmó la chica visiblemente
emocionada. -
-Muy bien, arreglado
pues. Ahora niña, siéntate con nosotras y toma un poco de té. A partir de
mañana a trabajar duro y a estudiar francés. C´est le langage de la mode! - Exclamó aquella mujer con gesto
desenfadado. –
-Muchas gracias.-
Replicó la muchacha.-
-Dáselas a tus
amigas.- Afirmó su interlocutora declarando.- Normalmente no gusto de dejarme
aconsejar, ni influir para seleccionar a mis modelos. Y menos a mis
diseñadoras. Pero viniendo de ellas es otra historia.
-Siempre fuiste muy
testaruda.- Sonrió Michiru hablándole de pronto a aquella anciana con la afabilidad y confianza
de un camarada.-
La aludida
sonrió asintiendo. Y contratacó con jovialidad a su vez.
-Vosotras no os quedáis atrás en eso. ¡Cualquiera no os
toma en cuenta!
-Así es, vieja amiga.- Sonrió Cariñosamente Setsuna.-
-Sí, pasamos por mucho...- Suspiró la anciana afirmando
casi con un tinte de nostalgia.- Pese a todo fueron buenos tiempos.
Esmeralda
entonces no se atrevió a preguntar nada acerca de esos comentarios. Por
supuesto que no sospechó nada anormal en esa conversación. Ahora por el
contrario, observando esa fotografía comenzaba a darse cuenta…
-Siguen inmutables a través del tiempo. ¡Claro, debieron de
viajar en el tiempo por alguna razón! Y la conocieron entonces…
Y ávida de
saber más sobre eso comenzó a leer aquella especie de diario, porque a la vista
de lo que aparecía escrito esa pinta tenía. Estaba en francés evidentemente
pero eso no le representaba ya ningún problema. Fiel a la palabra que le diera
a su jefa entonces aprendió el idioma en poco tiempo. Ahora traducía.
“A punto de entrar en el invierno de mil novecientos
cuarenta y uno. Desde que los nazis ocuparon mi amado país he tenido que correr
para esconderme. Al fin pude unirme a la Resistencia. Ya casi han llegado las Navidades y la cosa no tiene buen cariz.
Al menos me han aceptado y podré llevar mensajes desde Paris hasta Grenoble.
Unos tíos míos vivían allí. Puedo utilizar su enorme casa como base. Es zona
libre, espero poder pasar sin que las SS o la Gestapo me intercepten. Tendré
que ir sola. No es desde luego la mejor manera de festejar mi décimo sexto
cumpleaños”
-¡Vaya!- Se dijo Esmeralda en voz alta sonriendo con
nostalgia sin poderlo evitar.- Nunca quiso decirme cuando era su cumpleaños, ni
cuantos años tenía.
Recordó
con nostalgia e incluso alguna lágrima, que Madame Deveraux celebraba su
cumpleaños siempre un día distinto cada año.
-Es una costumbre que adquirí de joven, querida.- Le contó
cierta vez la anciana.- Mejor sorprender tú a que te sorprendan los demás.
-¿Por qué?. Es bonito recibir sorpresas.- Se atrevió a
replicar Esmeralda entonces.-
Aunque el
gesto de la anciana se ensombreció y la muchacha comenzó a preocuparse. Con lo
extravagante que era su mentora eso podría haberla ofendido. Por suerte no dio
la impresión de ser así y esa mujer le contestó con un tono que parecía
entristecido.
-No siempre, chérie, no todas las sorpresas lo son. Cuando
vivas tanto como yo te darás cuenta.
Ahora
Esmeralda meditaba sobre eso. Y admitió que la anciana tenía razón. Por lo
menos en base a su propia experiencia.
-Era una cría sin duda, cuando tuvo que pasar por algo tan
terrible como una guerra. La puedo comprender. –Suspiró ahora con pesar.- Yo debía
de tener la misma edad cuando llegué a la Corte del rey Coraíon y toda la
locura en Némesis comenzó.
Pero
prosiguió la lectura, muy interesada en lo que esas páginas contaban.
“Tuve suerte, pude llegar a Grenoble sin ser detenida.
Aunque me llevé un susto cuando llegué al palacete. De todos modos mi familia
ya no estaba. Mis tíos Marc y Jeanne pudieron huir antes de que ese loco de
Hitler nos invadiera. Siempre lo vieron venir, y nadie quiso escucharles. Pero
me dejaron algo. Al menos en la carta que enviaron a mi casa hace unos meses me
lo decían. No sé el qué ni dónde deberé buscarlo. Sin embargo, ahora mi
prioridad es ayudar a la Resistencia”.
-Tengo que ponerme en contacto con Haruka y Michiru.- Se
dijo Esmeralda.- Esto es importante. Quizás tenga que ver con lo que Amanda me
contó. Ya la avisaré a ella también cuando lo tenga más claro.
Aunque ya
se le hacía tarde. Era hora de volver a casa. Con sumo cuidado guardó todo en
la caja a excepción de ese librito que quiso llevarse consigo. Luego fue a por
su hija. Al llegar a la zona de guardería sonrió. Su pequeña estaba jugando
animadamente con otros críos y con bastantes juguetes alrededor.
-Tenemos que irnos, cariño.- Le dijo con tono afable a la
niña.-
-¡Jo, mami! – Protestó la niña.- Me quiero quedar a jugar
con Ivette y con Jeannette.
-Es tarde ya.- Insistió pacientemente su madre.-
La niña no
tuvo más remedio que resignarse. Sabía que su mamá era bastante clara siempre y,
para su pesar, no se dejaba convencer tan fácilmente como su padre. Saludó con
la manita a sus nuevos amiguitos y a las solícitas cuidadoras que se
despidieron a su vez de ella y de
Esmeralda. Una vez la diseñadora tomó a
la cría de la mano salieron. Justo para encontrarse con un par de modelos que
las saludaron sonrientes.
-¡Qué cría más preciosa! - Alabó esa joven alta y rubia.-
-Es una monada.- Añadió la otra, de cabellos más oscuros, y
de pareja estatura a su acompañante.-
-Gracias Doutzen, gracias Giselle. - Sonrió la orgullosa
mamá a su vez dirigiéndose a Amatista para decirle con tono jovial.- ¿Ves cielo? Tienes que comer muy bien y
cuidarte mucho para llegar a ser una chica tan guapa y tan elegante como ellas.
-Sí.- Asintió la niña mirando hacia arriba a esas chicas
tan altas, incluso más que su propia mamá y afirmar.- Yo también seré muy alta.
-Seguro que sí.- Sonrió la muchacha rubia despidiéndose.-
Ya nos veremos, Esmeralda. Y gracias por llamarnos.
-De nada, sois unas chicas con mucho futuro. Ya me lo decía
la Jefa.
-Siento mucho que muriera.- Comentó más seria la otra joven
de pelo más oscuro con el asentimiento de su compañera.- Era insuperable.
-Sí que lo era. Por desgracia es ley de vida. Sin embargo,
todo en la Casa Deveraux continuará tal y como ella lo hubiera querido.-
Remachó con determinación su sucesora.- Me esforzaré por ser capaz al menos de
mantener su nivel de exigencia.
Las dos
jóvenes modelos se miraron asintiendo. Doutzen sentenció.
-Contigo al cargo, estamos seguras de eso.
-Adiós, te deseamos mucha suerte.- Convino Giselle.- Aquí
estamos para lo que necesites.
-Gracias chicas, que os vaya bien.- Respondió la aludida.-
Y prosiguió
caminando con su hija hasta llegar al coche de la empresa. Una vez subidas en
él, llegaron a casa sin más contratiempos. Tras ese día tan agotador enseguida
cambió a la niña y ella misma hizo lo propio. Un confortable pijama de gatitos
y unas zapatillas de conejitos para cada una.
-¡Ja, ja! Esta Usagi
es única enviando regalos.- Pensó divertida.-
Agradecía
mucho a la futura soberana de Cristal Toko esas deferencias. Aunque ella
también le había cosido y diseñado algunos vestidos. Aun recordaba esa vez en la que le preparó
uno para la ceremonia de su mayoría de edad. Pensaba en aquello, tenía a Usagi
subida a una especie de tarima en tanto
ella, su antigua enemiga, le colocaba alfileres para tomarle los bajos.
-Ante todo no te muevas, Usa-chan.- Le pedía a esa
muchacha.-
-Eso quiero, pero me ponen nerviosa los alfileres.- Le confesó
la chica.-
-Eres la futura reina de la Tierra y de la Luna. Has
derrotado a las mayores amenazas del Universo y ¿te asustan unos alfileres? -
Se sorprendió su interlocutora.-
-Sí…bueno... Tú no conoces a mi amigo Son Goku. Él peleó
contra los más terribles enemigos en su dimensión. Murió y resucitó varias
veces y hace unos entrenamientos terriblemente duros. Eso sí, no le hables ni
en broma de ponerse una inyección…-Replicó con tono a medio camino entre el
nerviosismo y la chanza.-
Y entre tanto miraba con aprehensión
como su contertulia iba colocando esos finos y afilados elementos entre el
dobladillo de la ropa.
-Por lo que Diamante me contó, ese maestro suyo era de lo
más peculiar, sí. - Concedió Esmeralda
divertida, para insistir.- ¡Pero estate quieta!…Así no hay quién calcule bien
el bajo…
Aunque le
costó lo suyo, porque Usagi no paraba de reírse cuando la abnegada Esmeralda le
estaba tomando medias. Finalmente la joven se mantuvo lo más estática que pudo.
Por fin su sastre de lujo asintió con aprobación.
-Estupendo. Tengo tus medidas. En cuanto pueda te arreglaré
uno de los vestidos que estoy diseñando para la próxima temporada. Creo que te
sentará de maravilla.
-¡Muchas gracias! - Exclamó la muchacha realmente
encantada.-
-Gracias a ti. Majestad.- Sonrió su interlocutora haciendo
una inclinación.-
-¡Oh, dejad eso ya! No quiero que me llaméis Majestad.-
Protestó jocosamente la chica.- Aquí solamente soy Usagi Tsukino…
Su
contertulia asintió para tomar la palabra en tanto ambas se sentaban alrededor
de una mesa.
-Lo único que sé es que gracias a ti Diamante y yo podemos
estar juntos. Y somos muy felices.
-Bueno, fuisteis vosotros quienes lograsteis volver con
mucho esfuerzo. No tuve que ver en eso.- Se apresuró a replicar la interpelada.-
-Tuviste todo que ver porque nos inspiraste con tu bondad.-
Declaró una emocionada Esmeralda ahora.- Me hiciste recordar lo bueno que había
en mí. Los recuerdos de la madre de Diamante y lo que ella quiso para todos los
habitantes de Némesis una vez. La unión y la paz con la Tierra y la Luna. Te
prometo que nunca lo olvidaré.
-Estoy convencida de que no lo harás.- Sonrió
afectuosamente la muchacha quién por unos instantes retomó su papel como
Serenity para sentenciar.- Y tanto tú como tu esposo seréis muy importantes en
el devenir de las cosas. Vuestra contribución será fundamental para alcanzar la
paz definitivamente.
-¿Qué debemos hacer?
Tú solo dínoslo. Estaremos a tu servicio sin dudarlo. - Se ofreció su
interlocutora.-
-Por ahora disfrutad de la vida que tenéis y ¿quién sabe?
Puede que dentro de poco decidáis aumentar la familia….
Eso hizo
que Esmeralda se ruborizase visiblemente. Apenas sí pudo contestar.
-Creemos que todavía…es un poco pronto…con todo el trabajo…
-Tomaos el tiempo que preciséis.- Sonrió afectuosamente su
contertulia añadiendo a modo de particular confesión.- Mamo- chan y yo hemos
pensado en hacer eso mismo. Hay muchas obligaciones que debemos atender antes
que ser padres.
-Pero, la Pequeña Dama…- Objetó Esmeralda, alegando.- Ella
tiene que nacer.
-A su debido tiempo la Pequeña Dama vendrá a este mundo.
Por ahora lo hace desde el futuro. Es más. A ver si puede venir a mi fiesta de
mayoría de edad.- Casi musitó para sí.-
-Lamentablemente nosotros no podremos asistir. Tengo la
semana de la moda de Milán y Diamante debe acudir a su trabajo.- Se lamentó su
interlocutora, quien no obstante agregó más animosamente.- Pero te deseamos lo
mejor.
-Os lo agradezco de corazón, amiga mía.- Repuso Usagi
posando una mano sobre las de su contertulia para añadir.- Y recuerda siempre
esto. Todavía hay muchas cosas por hacer, y misterios por descubrir.
Esmeralda
asintió e inopinadamente, esa voz serena y casi ceremonial de Serenity cambió a
aquel tono desenfadado y curioso de Usagi.
-¿Y hablando de obligaciones? ¿Qué tal te trata tu jefa?
-¿La señora Deveraux?. Muy bien.- Tuvo que responder ella.-
-Me alegro mucho, parece ser una buena mujer. A pesar de su
fama de dura.- Afirmó su interlocutora.-
-Lo es, una cosa no quita la otra. En cierto modo me
recuerda a ti, eres buena y amable, pero fuerte cuando debes serlo.- La halagó
Esmeralda.-
-Gracias, pero tu jefa es realmente una mujer fuera de lo
común. Al menos eso me han contado Haruka, Michiru y Setsuna. Siempre fueron
muy amigas suyas.- Sentenció la muchacha.-
En ese momento, más ocupada como
estaba de preparar ese vestido y de otros pensamientos más urgentes, aquel
comentario de Usagi le pasó inadvertido. Ahora tras darle vueltas se dio cuenta
de que su amiga nunca decía nada que no encerrase algún sentido.
-Como de costumbre, Majestad, algo sabías.- Se sonrió
levemente ahora.-
Dejó eso por el momento y se aprestó a
dar de cenar a su hija. Al poco su esposo retornó. También un largo día, al
menos por su expresión.
-Hola chicas.- Sonrió al ver a ambas en la cocina.-
-¡Hola papi! - Saludó una alegre Amatista.-
-¿Qué tal vuestro día?- Quiso saber él.-
Aunque el
gesto de su esposa le sorprendió, más aun cuando ella le dijo en voz baja
señalando a la niña con la mirada.
-Ya te contaré luego.
Su marido
asintió, estaba claro que era un tema que Amatista no debía escuchar. Tuvieron
que esperar un rato hasta acostar a la niña. Una vez estuvieron a solas,
Esmeralda le relató lo sucedido para perplejidad del príncipe de Némesis.
-¿Qué? ¡Amanda!... Y luego esa individua. Eso sí que es
tener un día ajetreado. ¿Y dices que has traído el diario aquí?
-Sí, lo tengo en mi bolso.- Repuso su mujer.-
No tardó
en ir a buscarlo. Le enseñó asimismo aquella fotografía a su esposo que no dudó
en recomendar lo que ella ya había pensado.
-Llámalas. Si están por París todavía, espero que puedan
venir.
Esmeralda
así lo hizo utilizando su comunicador especial de justiciera. Aquella línea era
segura y sus amigas podrían captarla. Además, si las avisaba por medio de aquel
aparato sabrían que la razón debía ser seria. De modo que no tardaron en
responder.
-Dinos Esmeralda. ¿Qué ocurre?- Le preguntó Michiru.-
Y con apenas
un breve resumen de la situación ambas
sailors se miraron mutuamente y asintieron. Fue Haruka quién dijo.
-Nos veremos mañana. Pero tendrá que ser fuera de París.
Estaremos en otro sitio. Te enviamos la dirección. No te olvides de llevar ese
diario.
-Muy bien. – Convino Esmeralda.- Allí estaré.
Tras
despedir la comunicación, su esposo le comentó.
-Me ocuparé de llevar al colegio a nuestra hija. No te
preocupes y resuelve este asunto.
-Gracias, cariño.- Sonrió ella dándole un beso.-
-Pero al menos, leamos lo que dice en ese diario. Si es que
puedo conocerlo.- Le pidió él.-
-Supongo que sí, a Madame Deveraux ya no le importará.-
Convino su contertulia.-
Y abriendo
ese pequeño libro Esmeralda leyó con la atención de su esposo puesta en sus palabras.
“Hoy es catorce de diciembre de mil novecientos cuarenta y
uno. He regresado del palacete de los tíos de Grenoble. Aquí en París las cosas
son mucho más difíciles. Debo andar con mucho cuidado. Mi tapadera es también
mi trabajo como costurera y diseñadora. Muchos nazis vienen a la tienda y me
toca arreglarles los uniformes. Por la calle nos miran a todos como si fueran
basura, pero en la tienda como les gusta mi trabajo son amables. ¡Malditos
puercos! ¡Lástima que no pueda ponerles una granada cosida en el forro a cada
uno!”
-¡Vaya!- Se sonrió Diamante comentando.- Tu jefa tenía
carácter ya de jovencita.
-Desde luego.- Afirmó Esmeralda con una mezcla de orgullo y
nostalgia.- Aunque no era tan explícita al menos cuando yo la conocí. Supongo
que iría dominando eso con la edad.
No
obstante prosiguió con la lectura para sorprenderse tanto como su esposo.
“Aunque tendré que volver pronto. Me han dado una nota en
la que detallan unas extrañas claves. Tengo que encontrar algo muy valioso,
aunque no sé qué pueda ser. Lo cierto es que retornar a Grenoble no estará tan
mal. Allí los alemanes están más limitados en cuanto a sus movimientos por el
armisticio y la rendición. Es la zona libre pero, aun así, hay uno de esos
nazis que me pone realmente muy nerviosa, es muy atractivo pero sus ojos son
fríos, inquietantes. Parecería que pudiera leer
lo que estoy pensando. Ese Herr
Zois… no sé qué más. Es un nombre raro hasta para ser alemán. No sé por qué
pero me dan escalofríos solo con estar cerca de él.
-Debió de ser un tipo realmente peligroso.- Valoró
Diamante.-
-Sí.- Asintió su mujer.- Desde luego nunca vi a madame Deveraux mostrar miedo hacia nada o
hacia nadie. Bueno. - Sonrió ahora divertida recordando.- Sí que lo tenía a no
estar bien peinada.
-Anda, sigue leyendo.- La animó su marido que también
sentía curiosidad.-
Esmeralda
convino en eso. Prosiguió entonces con atención al siguiente párrafo. Habían
pasado unos días.
“En cuanto a esas mujeres tan extrañas que me sorprendieron
esa noche, han resultado ser aliadas. Al menos eso me ha demostrado su forma de
actuar. No sé cómo lo hicieron pero lograron evitar que los de las SS nos
descubrieran” A una incluso le gusta mucho diseñar ropa, como a mí. ¡Ja, ja!
Cuando todo esto termine me ha animado a poner mi propio establecimiento.
¡Ojalá pudiera hacerlo!
-Esa debió de ser Setsuna.- Le comentó la modelo a su
atento marido.- Siempre le ha encantado diseñar ropa. Aún recuerdo cuando se
trajo a su guardiana saiyajin, esa Seira, y le estuvimos probando vestidos.-
Sonrió moviendo la cabeza.-
Diamante
asintió, recordaba bien a la guardiana de la ahora reina de los saiyajin, una
guerrera realmente poderosa, incluso más fuerte que él mismo. Por no hablar ya
del rey, el hermano mayor de su amigo
Roy. Ese tal Lornd. De la clase de tipos que a uno alegra tener de su parte y
no en su contra. Pensaba en eso cuando su esposa siguió leyendo.
“Estas mujeres me han pedido ayuda para una tarea especial,
dicen que es algo tan importante que, de no impedirlo, podría darles a los
nazis la victoria en esta guerra. Básicamente se trata de evitar que se
apoderen de una cosa. Sin embargo, no quieren decirme exactamente qué clase de
objeto es. Alto secreto responden siempre que pregunto. Quizás sea lo mismo que
tengo que encontrar.
-Eso suena interesante.- Comentó la propia Esmeralda.-
Espero que nuestras amigas puedan decirnos de que se trataba.
-Sí, pero ya se ha hecho tarde. Tendremos que irnos a la
cama.- Repuso Diamante.-
-¿Para dormir?- Se sonrió pícaramente su interlocutora.-
-Quizás tengamos tiempo para alguna cosita antes.- Afirmó
él devolviéndole esa sonrisa.-
Y en
efecto, tuvieron un rato para alguna que otra situación que requería
manifestarse su muto afecto. Al fin, cansados se durmieron. Al día siguiente
tocaba llevar a Amatista al colegio. Fiel a su palabra Diamante se ocupó de
ello. Esta vez logró levantar a su hija que parecía más dispuesta, creyendo
quizás que iría otra vez con su mamá a ese sitio lleno de chicas tan altas y
guapas como ella quería ser y que además tenía tantos juguetes. Esmeralda
aprovechó para prepararse y acudir a la cita convenida.
-Tendré que llamar para decir que no puedo ir.- Pensó algo
apurada.-
Aunque de
pronto se sorprendió a sí misma sonriendo. ¡Ahora la Jefa era ella, ante quién
se iba a tener que justificar!
-Me llevará un tiempo acostumbrarme a esto.-. Se dijo.-
Lo que hizo fue llamar a su asistente y
ponerle al corriente de que no iría a la sede de Modas Deveraux ese día, alegando
asuntos importantes. Dejó ocupada de todo a una muchacha de su confianza y en
taxi llegó a la Gare de Lyon, allí tomó un tren de alta velocidad . En poco más
de un par de horas llegó a su destino. En la estación la aguardaban Haruka y
Michiru. La primera con una camisa y pantalón largo, la segunda con un vestido
vaporoso de color agua marina y un sombrero que parecía ser de paja y algo
rústico, pero que en ella quedaba realmente muy estiloso.
-Desde luego, chicas. Os debería contratar como modelos.-
Las halagó Esmeralda nada más verlas.- Siempre lucís unos vestuarios geniales.
-Llegas un poco tarde.- La amonestó suavemente Haruka
mirando su reloj de pulsera.-
-Lo siento, es que hasta que me pude despedir de mi hija… -
Suspiró.- La pobre pensaba que iba a venir conmigo otra vez… ¡No veáis que
berrinche tenía! Al fin Diamante pudo hacerse cargo de ella para llevarla a la
guardería.
Sus
interlocutoras se miraron brevemente esbozando una leves sonrisas, aunque
dejaron eso de lado enseguida. Michiru le indicó entonces a la recién llegada.
-Anda, ven con nosotras.
Y la
guiaron hasta la salida de la estación. Allí aguardaba el deportivo amarillo de
Haruka. Subieron y Sailor Urano guió el vehículo por las carreteras secundarias
de esa región. Antes de llegar a la ciudad de Grenoble tomó un desvío. Iba
camino hacia un pueblo llamado Faverges de la Tour. Tras recorrer unos pocos
kilómetros a la vista de todas apareció la figura de un palacete de apreciables
dimensiones.
-Bonito lugar.- Comentó Esmeralda.-
Sus
compañeras de viaje no dijeron nada, tras unos minutos Haruka estacionó el
coche y descendieron. Al caminar acercándose a la puerta se podía observar que
aquel sitio estaba deteriorado por el tiempo. Pese a todo impresionaba a la
vista, esa especie de palacete renacentista con hermosas tejas de pizarra azul
que remataban sus tejanos. Y esas
paredes de piedra con varias filas de grandes ventanas superpuestas.
-¡Es una maravilla! - Dijo la admirada modelo.-
-Los dueños no lo han ocupado en años. De hecho, es una
especie de museo familiar. Casi nunca
acude nadie cerca de aquí. Pero creo que iban a venir precisamente
mañana a limpiar el lugar. Eso nos da al menos el día de hoy.
-¿El día de hoy, para qué?- Quiso saber Esmeralda.-
-¿Acaso no leíste el diario entero? - Le preguntó a su vez
Haruka.-
-No, bueno, Diamante y yo estábamos cansados y nos fuimos a
la cama.
-Me imagino que a dormir.- Se sonrió la Guerrera Neptuno.-
Como su
amiga se puso algo colorada, Haruka se rio afirmando divertida.
-¡Vaya, vaya!... Parece que no os va mal. Pero si algún día
quieres probar cosas nuevas…
Eso hizo
que la modelo enrojeciera todavía más, aunque conocía de sobra la clase de bromas
que Urano gastaba. Aunque, claro…no estaba muy segura a veces de si le hablaba
en broma o no.
-¡Déjalo ya! Siempre estás con lo mismo.- Intervino Michiru
moviendo la cabeza con resignación, para añadir ya más seria.- Tenemos poco
tiempo para bromas. Hay que explicarle a Esmeralda lo sucedido.
Y su
compañera, con gesto serio también asintió. Dejando las chanzas a un lado. Le
contó a la modelo.
-Verás. Todo esto tiene que ver con una misión que llevamos
a cabo. Las tres tuvimos que retroceder
en el tiempo para evitar algo que podría haber sido muy grave para el destino
de todos nosotros.
-¿Qué sucedió? ¿Fue algo similar a lo que nosotros
intentamos cuando vinimos desde el siglo Treinta?- Quiso saber su
interlocutora.-
-Algo parecido, sí.- Asintió Michiru.- Solo que aquí, el
mal deseaba cambiar el futuro y anticipar su llegada. Antes de que ninguna de
las guerreras interiores hubieran podido despertar. De hecho, ni tan siquiera
habían nacido.
-Lo intentaron en dos frentes distintos. Cuando este fracasó,
probaron suerte cerca de Japón. En la isla de Iwo Jima. Supongo que Roy y
Bertie os contarían algo.- Añadió Haruka.-
-Es verdad.- Repuso Esmeralda quedándose pensativa
ahora.- Algo creo recordar. Se lo
contaron a Petz y a Zafiro y ellos a nosotros. Fue hace unos años. Dijeron que
Ami estaba con ellos. Algo de unos abuelos…no me acuerdo.
-Así es.- Declaró Michiru.- Por suerte para todos, ese
intento fracasó también. Pero únicamente trataron de llevarlo a cabo porque el
de aquí había sido frustrado antes.
-Entonces no comprendo. Si eso ya sucedió. ¿Qué problema
podría haber ahora?- Inquirió la modelo.-
-Uno bastante serio si no lo corregimos.- Le respondió
Haruka que con tono serio le desveló.- verás. El manipular el tiempo es como el
destejer un tapiz. Se deshacen muchos hilos entrelazados que afectan a lugares
que ni te podrías imaginar.
-Y por una razón o por otra, eso ha sucedido ya en
demasiadas ocasiones.- Añadió una asimismo inquieta Michiru.- Si no lo
reparamos corremos el riesgo de que la cosa empeore. Es algo tan terrible que
ni siquiera las propias fuerzas del mal que lo provocaron estaban al corriente
de su poder y consecuencias. Y tampoco querrían sufrirlas, créeme.
Eso dejó
atónita a Esmeralda. Sus compañeras entonces le indicaron que tenían que
entrar. No fue problema. Tenían unas llaves que abrían sin ningún esfuerzo,
pese a que la cerradura estaba vieja. El manojo de ese modelo antiguo de
llaves, por el contrario, parecía mucho mejor conservado. Accedieron al
interior moviendo la gruesa puerta de madera de la entrada que chirrió
protestando, quizás por haber visto alterada una paz que debía de haber durado
muchos años. Al entrar, los pasos de los tacones de las chicas resonaron en un
suelo de piedra.
-Tenemos que ponernos a buscar inmediatamente.- Le dijo
Haruka a Esmeralda en tanto le pedía.- Saca el diario.
La aludida
así lo hizo. Tomando ese librito de duras tapas negras entre sus manos.
-Mira en la parte de atrás.- Le indicó Michiru.- Lee lo que
ponga. Seguramente habrá alguna pista.
-Muy bien.- Convino la diseñadora.-
“En esta gran mansión, que perteneció a
mis tíos, es donde pudimos escondernos de los nazis. Por mucho que la
registrase la Gestapo o las SS jamás estuvieron al corriente de todos los
pasadizos y puertas secretas que contiene. Sin embargo, aquí hay una lista de
corredores y de las marcas en donde están situados dichos accesos”
-Esto sí que es interesante.- Comentó Esmeralda al terminar
ese párrafo y añadir.- Hay una correlación de lugares dentro de la casa. Como
si cada puerta llevara a un sitio. Puede que a algún refugio o salida secreta
para evitar ser detectados.
-Sí, eso es.- Afirmó Michiru quien para asombro de la
modelo agregó.- Pero no solamente hacia algún lugar en el espacio, sino en el
tiempo mismo. Al menos una de esas entradas. Y tenemos que averiguar cuál.
-Pero, en esta foto aparecíais con madame Deveraux.- Les
comentó Esmeralda mostrándoles esa misma instantánea.- Supongo que de viajar en
el tiempo lo haríais por esa misma entrada.
-Sí, recuerdo esta foto.- Sonrió Haruka tomándola de las
manos de su interlocutora.- La tomamos un poco antes de partir de regreso.
-Alexandra siempre fue una chica realmente decidida y
maravillosa.- Añadió Michiru.-
-Me sorprende que Haruka no tratase de conquistarla.- Sonrió
ahora Esmeralda.-
-¡Oh, lo intenté!, no te quepa duda.- Se rio ésta ante la
mirada resignada de su compañera guerrera.- Pero ella ya tenía un amor.-
Remachó con un tono más entristecido e incluso compasivo.-
Ahora sí
que la modelo la miró entre atónita y llena de curiosidad. Jamás supo nada
sobre la vida sentimental de su mentora. Incluso llegó a pensar que podría
haber sido homosexual. Pero tampoco tuvo evidencia de eso. En fin. Esa pregunta
tendría que quedar para más tarde, dado que fue Michiru la que se adelantó…
-Te contaremos lo que pasó entonces. Es algo que comenzó
precisamente con la llegada del hijo de Roy y de Bertie del futuro.
-¿Leval?- Se sorprendió Esmeralda nuevamente.- ¿Qué tiene
todo esto que ver con él?
-Al principio no lo sabíamos, pero todas esas alteraciones
espacio temporales producidas al viajar del pasado al futuro y viceversa dañan
el equilibrio entre las dimensiones.- Le explicó la guerrera Neptuno.- Setsuna
nos lo advirtió. Entonces ella fue a informar a los soberanos. Bueno a Usagi y
a Mamoru. –Se corrigió para dar una mayor sensación de familiaridad.- A la
vuelta recibió unas instrucciones muy precisas. Nos reunimos y…
En medio
de un bosque desierto a esas horas avanzadas de la noche las tres sailors del
sistema solar exterior debatían el curso de las acciones a seguir. Llevaban
sendas mochilas equipadas con unos uniformes militares que a todas luces daban
la impresión de ser muy anticuados, así como otro tipo de material que tampoco
era precisamente moderno. Ellas discutían sobre algo que era realmente muy
serio.
-Puede que nuestro porvenir esté a salvo de esos androides.
Y que incluso el del Leval del futuro pueda ser salvado por ese muchacho. Sin
embargo, eso no elimina el problema de fondo.- Les contó la Guardiana del Tiempo.-
-¿Y qué podemos hacer entonces?- Quiso saber Haruka.-
-No nos queda más remedio que una incursión en el pasado
para solventar la anomalía que ha desencadenado esto.- Les respondió Setsuna.-
-Pero, ¿no es eso un tabú?- Inquirió Michiru cuya expresión
mostraba alarma e incluso temor.- Siempre nos has dicho que no se debe tratar
de alterar el pasado.
-Sí, lo sé.- Afirmó su interlocutora matizando de
inmediato.- Salvo cuando alguien lo haya alterado antes. En tal caso lo que
tenemos que hacer es volver a dejarlo fluir en su sentido original.
-¿Y a dónde tendríamos que ir?- Quiso saber Haruka que
también rectificó, precisando.- Mejor dicho, ¿a cuándo?
Su
compañera se tomó unos instantes para pensar en la respuesta y al fin les
contestó.
-Según mis estimaciones una energía muy potente alteró el
flujo espacio temporal hará unos cincuenta y cinco años más o menos. Y tiene
dos fuentes. Una en Europa, otra posterior cerca de Japón.
-¿A cuál vamos pues?- Inquirió Haruka.-
-Debemos ocuparnos de la primera de ellas, en Europa.
Cerrando esa quizás evitemos que la otra surja. Y además, cuando le planteé
esto mismo a los soberanos, me comentaron que no me preocupase demasiado por la
que estaba próxima a Japón. Que alguien más se ocuparía de eso. No es misión
nuestra.
-¿Te dijeron quién?- Quiso saber Michiru.-
-No, me dijeron que no necesitaba conocer esa información.-
Repuso la interpelada.- Al menos todavía.
-Entendido. Si no es de nuestra incumbencia lo dejaremos
estar por ahora.- Afirmó Haruka deseando centrarse en su objetivo.- Dinos. ¿Qué
tenemos que hacer?
-Usaré mi orbe granate para convocar un pasillo espacio-
temporal. Vosotras tendréis que invocar vuestros talismanes para uniros a mí y
que podamos generar el poder suficiente.
-Supongo que Hotaru se quedará fuera de esto.- Afirmó
Michiru.-
-Así es. No le corresponde participar en esta misión. Y
tiene que pasar tiempo con su padre.- Comentó Setsuna.-
Sus
compañeras asintieron, estaban de acuerdo en eso. Así pues no tardaron en
invocar sus respectivos talismanes. Al momento, la energía combinada de esos
poderosos objetos las arrastró, en tanto Setsuna pronunciaba unas palabras…
-¡Padre Cronos guíanos en nuestro viaje y protégenos!...
Esmeralda
interrumpió aquel relato para preguntar.
-¿Y así fue como os transportasteis?
-Sí.- Respondió Haruka en tanto las tres recorrían aquel
enorme palacete.- Reaparecimos en otro bosque, pero ya en Francia.
-Gracias a que nuestros detectores de posición tiene
frecuencias que son capaces de ubicarnos con tecnología del siglo Treinta.-
Intervino Michiru.-
-Eso por no hablar de los letreros en francés que pudimos
leer.- Sonrió su compañera.- Nos fueron bastante útiles para lograr saber en
dónde estábamos.
-Pues ahora, entre la poca luz que hay aquí y lo grande de
esta casa, no sé si seremos capaces de decir lo mismo.- Replicó con humor
Neptuno.-
Las tres
chicas iban en sus uniformes de guerreras y justiciera respectivamente. Con
ayuda de unas linternas escrutaban esos interminables pasillos. Habían
transitado por unas enormes salas que desde luego parecían estar dispuestas
como salas de museo, con bastantes objetos de valor, tapices, candelabros,
muebles, etc. Aquello debía de ser muestra del pretérito poder e influencia de
los propietarios. Le extrañaba que nadie hubiera reclamado todo eso o que
simplemente ningún ladrón lo hubiera tratado de saquear. No obstante, la
preocupación del grupo se centraba en otros temas. Esmeralda llevaba el libro
abierto por la página que correspondía a las indicaciones que mostraban en
dónde se hallaban las puertas y pasadizos secretos.
-Espero que vengan pronto a limpiar esto.- Comentó a la
vista de todo el polvo y las telarañas que cubrían casi todo el lugar. Una vez
salían de las salas más próximas a la entrada.- ¡Qué asco! – Protestó cuando
tuvo que despegarse una del pelo.
-Mañana comenzarán. Y para entonces tendremos que haber
acabado con esto.- Le recordó Michiru.-
Continuaron
tanteando paredes y avanzando por ese entramado de pasillos que daban a grandes
habitaciones vacías y oscuras. Así durante varios minutos. Al fin, Esmeralda
pidió a sus amigas.
-Por favor, seguid contando vuestra historia…
-Muy bien.- Convino Haruka.- Nada más reaparecer en ese
lugar, que por suerte estaba desierto, nos pusimos los uniformes que habíamos
traído con nosotras.
A toda
prisa se vistieron. Eran uniformes de camuflaje, color caqui, que no mostraban
insignias ni divisas de ningún ejército en concreto.
-Tenemos que llegar lo antes posible a esa casa.- Les
indicó Setsuna.- Habrá que atravesar parte de este bosque.
-Vamos pues.- Afirmó Haruka.-
Se
pusieron en marcha con cuidado de no hacerse notar demasiado. Por fortuna esos
parajes estaban desiertos, solo ruidos de animales rompían el silencio de la
noche. Una pálida luna en cuarto creciente les alumbraba. Al fin, llegaron a
las puertas de esa gran casa.
-Está cerrada con llave.- Comentó Neptuno.-
-Nada que no podamos solucionar.- Declaró su compañera
Urano sacando un juego de ganzúas.-
Sin
embargo, no era tan sencillo abrir aquello. Y para sorpresa de la sailor esa
cerradura parecía estar a prueba de ser forzada.
-¡Maldita sea! ¿Quién haría este cerrojo?- Se preguntó en
voz alta Haruka.- No hay forma de abrirlo. ¡Ganas me dan de usar mi world
shaking!
-Quizás no nos venga mal. Tendremos que forzar la puerta.-
Comentó Michiru.-
-No es conveniente, no podemos destruirla, alteraríamos aún
más el curso de los acontecimientos.- Terció su compañera la Guerrera Plutón.-
Un ruido
las distrajo entonces. Al unísono miraron hacia su procedencia. Algunos arbustos
cercanos se movían.
-Quizás sea un animal.- Conjeturó Michiru.-
-No me lo parece.- Comentó una desconfiada Haruka.-
Estarían a
unos cuantos metros tan solo y esas ramas se agitaron nuevamente, Urano apuntó
con una linterna y algo reaccionó alejándose de allí.
-Podría ser algún espía.- Les dijo Setsuna.-
-Vamos a por él.- Convino Michiru.-.
Con
rápidos saltos y una gran velocidad a la par que ejecutando una maniobra de
envolvimiento, las sailors enseguida dieron alcance a una figura encorvada que
se guarecía bajo un capote. Michiru se colocó justo delante cortándole el paso
al tiempo que su compañera la atrapaba aferrándola con ambos brazos por la
cintura e impidiendo que se moviese.
-Laissez-moi, s’il vous
plait. Je ne fais rien mauvaise ! J’étais en trance de faire à promenade !
-Tranquila.- Le pidió Haruka al percatarse de que esa voz
pertenecía a una chica joven.- No te haremos daño.
-Nous ne te ferons mal.- Aseguró Neptuno en francés.- Calmé
toi.
En efecto
aquella muchacha pareció calmarse, Urano la soltó aunque entonces, recibió una
especie de coz en la espinilla que la hizo ver las estrellas, en tanto aquella
chica trataba de escabullirse.
-¡Será…!- Masculló Haruka frotándose todavía en el lugar
del golpe.- Ya verás cuando te agarre.
Pero fue
Setsuna quién la derribó con un empujón apareciendo a su costado. La chica
pareció dolerse pero no se atrevió a moverse más, estaba rodeada por esas tres
extrañas.
-¡Da la cara! - Le ordenó bruscamente Haruka.-
Y la
aludida pareció entender bien el inglés, dado que fue en ese idioma en el que
Urano se había dirigido a ella. Se levantó la capucha mostrando un rostro
juvenil, pálido y de ojos azules. Sus cabellos eran de un tono castaño claro,
casi tirando a rubio.
-Por favor, no me hagan daño. Solamente soy una humilde campesina.-
Les dijo con tinte de súplica en esa misma lengua anglosajona.-
-Una humilde campesina que habla inglés muy bien.- Comentó
Haruka con su tan clásica ironía remachando.- Como si se hubiera educado en
Oxford.
-No tengas miedo.- Sonrió Michiru mostrándose más cordial
que su todavía molesta compañera.- No somos tus enemigas.
-¿Cómo te llamas, muchacha?- Quiso saber Setsuna.-
-Alexandra…- Musitó la todavía asustada jovencita.-
-¿Así que eres de por aquí? - Inquirió una más calmada Urano.-
-Sí, señora. – Replicó la chica con tono sumiso mientras se
ponía de pie.-
Era algo
más alta que Michiru, aunque no tanto como Haruka. Parecía estar buscando algo
entre sus ropas, pero Setsuna se la adelantó con un rápido movimiento sujetándola
de una mano.
-Ni lo intentes.- Le ordenó con severidad en tanto la
derribaba de nuevo.-
-¿Cómo ha hecho eso?- Pudo preguntar la atónita chica.-
Ignorando
la pregunta, Plutón metió su propia mano entre los pliegues de la ropa de esa
jovencita que se ruborizó. Aunque la sailor enseguida sacó una pistola de entre
ellos.
-¡Vaya con la niña!- Se sonrió Haruka con sarcasmo.-
-Te he dicho que no somos tus enemigas.- Le insistió
Michiru tratando de mostrase conciliadora.-
-¿Y yo debería creerlas sin más? Lo siento pero no soy tan
ingenua.- Replicó ahora con mayor audacia esa chiquilla.-
-Lo que debes es ser de la resistencia, ¿verdad?- Concluyó
Setsuna mirando distraídamente esa pistola.-
-Si van a ejecutarme háganlo ya.- Declaró valerosamente la
muchacha poniéndose en pie.- Pero no hablaré.
-Ni lo vamos a hacer ya, ni te vamos a ejecutar, pequeña
cabezota.- Contestó Haruka tratando de ser paciente.- Eso sí, reconozco que
valor, tienes. Tanto como testarudez.
-Venimos a luchar contra los nazis.- Afirmó Setsuna dejando
caer la pistola al suelo.- Ya te hemos dicho que no somos tus enemigas.
La joven
observó con estupor, ¡le habían dejado el arma a su alcance! Posiblemente fuera
un truco. Quizás querían sonsacarle información. Pero no hablaría.
-Esto es un ardid psicológico de alguna clase.- Denunció.-
Los de la Gestapo son muy buenos en eso. ¡Pero no voy a decirles nada! – Se
reafirmó con rotundidad.-
-Bueno, pues no nos digas nada.- Se sonrió Michiru.-
-Quizás, un gracias, o un lo siento, bastarían.- Añadió
Haruka frotándose aun su espinilla.-
-No perdamos más el tiempo. Vámonos.- Indicó Setsuna a sus compañeras.-
Alexandra
las vio alejarse con estupor. Le dejaban ahí la pistola y la ignoraban por completo.
Ahora sí que tenía dudas. Tras haberse recorrido tantos kilómetros eludiendo a
los controles de los alemanes no confiaba en prácticamente nadie. Cualquier
podría ser un delator colaboracionista. De modo que, con decisión, empuñó la
pistola y apuntando hacia esas extrañas les ordenó.
-¡Quietas ahí!
Sin
embargo esas tres prosiguieron su caminar, sin prisa pero sin pausa.
-¡Dispararé!- Las amenazó.-
No obtuvo
la menor respuesta. Temblando y llena ahora de dudas bajó el arma suspirando.
-Bueno, si se marchan, no me darán más problemas. Y si hubiesen
querido matarme ya lo hubieran hecho.- Se dijo tratando de racionalizar
aquello.-
No había
tiempo que perder, la joven corrió al palacete una vez se aseguró de que esas
extrañas habían desaparecido.
-Pero no desaparecisteis. ¿Verdad?- Sonrió Esmeralda
interrumpiendo esa historia.-
-No, estábamos ocultas, subidas en algunos árboles.- Afirmó
Michiru.-
-Queríamos saber si esa muchacha tenía las llaves del
palacete. Y resultó que, efectivamente, las tenía.- Añadió Haruka.-
-Y esa muchachita era ella. Madame Deveraux. - Sonrió
Esmeralda.-
-Así es.- Convino Haruka.- Y nos impresionó, demostró tener
agallas desde luego, para ser únicamente una cría.
-Pese a todo era todavía muy inexperta. La engañamos fácilmente
y solo tuvimos que esperar a que fuese a abrirnos.- Se sonrió Michiru.-
También, aprovechando el modo en que la interceptamos, Setsuna le había puesto
un transmisor.
-Bueno, en realidad, tan ingenua no era.- Sonrió Haruka que
viendo la expresión curiosa de Esmeralda prosiguió la narración.-
La jovencita,
aparentemente confiada al no ver a nadie, entró
con alguna vacilación tratando de mostrarse precavida. Aunque tan
preocupada estaba de lo que pudiera haber dentro que ni se preocupó de cerrar
la puerta. Por si fuera poco, algo en ese interior la sobresaltó. Una súbita
corriente de aire derribó algunas cosas.
-¿Pero qué?- Exclamó apuntando con la pistola.-
Aunque
suspiró aliviada al ver a un mochuelo volar derecho hasta una de las vigas que sostenían
la techumbre.
-Déjalo, Alexandra Annette.- Se ordenó a sí misma tratando
de calmarse.- No te pongas paranoica. ¡Céntrate!
Y es que estaba deseosa de encontrar
aquello que le indicaban sus tíos en una carta que la enviaron antes de que se
produjera la ocupación. De modo que, sin más titubeos, pasó al interior. Las
tres sailors al verla desaparecer dentro de esa gran casa descendieron de sus
atalayas de observación y caminaron con sigilo hacia allí.
-Perfecto.- Asintió Setsuna al ver abierta la puerta.-
-Adelante.- Añadió Haruka.-
No
tardaron en entrar despacio, tratando de hacer el menor ruido posible.
Empezaron a recorrer esa gran casa. Estaban casi a oscuras con la única ayuda
de la débil luz de la Luna que se filtraba a través de las ventanas.
-¿Dónde podrá estar?- Inquirió Michiru.-
-Acorde con lo que sabemos, en una de las entradas
secretas.- Les respondió Setsuna.-
-Tenemos que localizarla y anularla.- Afirmó Haruka
añadiendo con algo de fastidio.- Pero no veo nada.
-¿Y si usamos el poder de los talismanes?- Propuso
Michiru.- Quizás nos den la indicación.
-No creo que sea prudente, con esa chica por aquí.- Declaró
Setsuna.-
No
obstante, no tuvieron tiempo de pensar en otra cosa. Algunas luces se
encendieron entonces, eran bombillas peladas colgando de algunas vigas. Y fue
esa chica precisamente quién las conectó. Ahora las apuntaba con la pistola
para declarar.
-Lo sabía. Me habíais estado siguiendo. ¿Quiénes sois,
espías alemanas?
-No. - Afirmó Michiru quien, junto a sus compañeras habían
levantado las manos esta vez.- Somos amigas, no debes preocuparte.
-Ya te lo demostramos antes.- Añadió Haruka tratando de
sonar convincente.-
-¿Os creéis que soy tonta?- Se sonrió Alexandra para
rebatir.- Lo que queríais era entrar aquí. Me dejasteis con vida para que os
facilitase la entrada. Pero cometisteis un grave error al devolverme el arma.
Aunque
para su sorpresa fue Setsuna la que se sonrió ahora bajando las manos para
declarar.
-No somos tan estúpidas. ¿Te crees que no me ocupé de quitarle
las balas a la pistola cuando te la arrebaté?
-¿Qué?- Exclamó la muchacha mirado su revolver con
incredulidad.-
-¡Claro! - Se rio Haruka ahora.- No nos gusta correr
riesgos innecesarios.
-¡Maldita sea! – Espetó la joven dejando de apuntarlas.-
-De verdad, no queremos hacerte ningún daño, ni trabajamos
para los alemanes.- Insistió Michiru.-
-¿Entonces, para quién?- Inquirió Alexandra todavía con
gesto desconfiado y volviendo a encañonar a Plutón.-
-Los aliados.- Repuso Setsuna en tanto se aproximaba a
ella.- Estamos preparando la infraestructura adecuada para poder detener a los
nazis. Te aseguro que eso es lo fundamental.
-Entonces, estamos en el mismo bando.- Suspiró la aliviada
joven bajando el arma definitivamente.-
-Claro, eso no lo dudes.- Añadió Haruka quien se interesó
por aquella pistola.- Bonita arma ¿me la dejas ver?
-Total, estando descargada.- Suspiró la chica.-
Se la
cedió a Urano quien la observó tomándola para apuntar a una lámpara del techo.
-Lo mío no son esta clase de cosas, prefiero pelear por mis
propios medios.
-Eres una chica dura entonces.- Declaró Alexandra con tono
entre sorprendido y hasta admirado.-
A lo que
su interlocutora guiñándola un ojo, le respondió.
-No siempre tesoro, tengo mi lado dulce. ¿Verdad Michiru?
Su
compañera movió al cabeza con un suspiro de resignada paciencia en tanto
Alexandra se ruborizaba. Setsuna hizo como si no hubiese escuchado nada. En
tanto Haruka apuntando a aquella lámpara declaró.
-Lástima que no tenga balas, podría hacer un poco tiro al…
-¡BANG!-
Sonó el disparo cuando la guerrera Urano
apretó el gatillo. Desde luego el estampido casi las dejó sordas. Aturdiéndolas
primero. Cuando pudieron reaccionar, Setsuna le recriminó a su compañera.
-¿Se puede saber por qué has disparado?
-¿Qué por qué?- Replicó ésta entre estupefacta y hasta
enfadada para remarcar.- ¿No dijiste que le habías quitado las balas?
-¿Y cómo querías que hiciera eso sí apenas tuve tiempo de
quitarle el arma? – Se defendió la aludida.-
-Esta vez Haruka tiene razón. ¿Se puede saber en qué
estabas pensando, Setsuna?- Intervino Michiru a su vez, señalando ahora a la
perpleja Alexandra.- Casi nos deja como coladores.
-¿Qué queríais que hiciera? Tuve que discurrir algo y
rápidamente.- Se justificó la interpelada.- Y ha salido bien. Al menos hasta
que a ti te ha dado por jugar a los vaqueros.- Remachó molesta mirando a
Haruka.-
Ésta iba a
replicar a eso pero tanto ella como sus compañeras guardaron silencio al oír la
risa de esa muchacha. Alexandra estaba sentada y al parecer, pasándoselo en
grande.
-¡Vaya unas espías que sois! Ahora sí que me creo que no
sois alemanas. Ellos jamás habrían hecho una tontería como ésta.
-Gracias, creo.- Suspiró Setsuna.-
Aunque sus
dos amigas se miraron comenzando a reírse también. Al final, la propia
guardiana del Tiempo las imitó, en tanto Urano afirmaba con humor.
-¡Bueno, de situaciones peores hemos salido, compañeras!
Y como si
el destino quisiera darle la razón escucharon de pronto ruido de motores. Las
chicas enseguida miraron por la ventana para descubrir un camión alemán.
-¡Maldita sea! ¿Qué hacen esos aquí?- Se preguntó Haruka.-
-Tenemos que escondernos.- Afirmó Michiru.- No deben
vernos.
-Seguidme.- Les indicó Alexandra que consultó algo en una
carta arrugada que había sacado de un bolsillo de su capote.- ¡Rápido!
Corrieron
a una de las largas galerías a modo de pasillo que esa casa tan grande tenía.
Se metieron con rapidez en un cuarto. Ya oían gritos en alemán y pasos
retumbando cada vez más cercanos.
-Si nos encuentran aquí vamos a tener problemas.- Comentó
Setsuna.-
-Desde luego que sois optimistas.- Afirmó Alexandra con
sarcasmo para sentenciar.- Si a que nos ametrallen lo llamáis solamente
problemas.
La joven
consultó algo en la carta, luego palpó una de las paredes, al fin tocó en una
esquina. Para sorpresa e incluso alivio de las sailors, al accionar una
palanquita oculta parte de esa pared se movió. Las tres pudieron pasar, al otro
lado, otro mecanismo cerró el muro tras de ellas.
-Solo espero que los alemanes vayan con prisas.- Comentó
Michiru.- Y no reparen en esto.
Guardaron
silencio y tras un rato de escuchar a su vez ruidos de más pasos y sonidos de
objetos al caer. Haruka musitó.
-¿Y tú, porqué estás aquí y como es que conoces esta casa
tan bien?
-Porque es de mis abuelos.- Respondió la joven.- Ellos no
están aquí ahora, y mis tíos se fueron de Francia antes de la invasión. Venía a
por unas cosas. ¿Y vosotras, qué hacéis aquí?
-También veníamos a por algo.- Le respondió Setsuna.- Algo
muy importante para el futuro de todos.
-Espero que ese algo vuestro sea capaz de echar de aquí a
los alemanes.- Susurró la chica.-
Todas
callaron de nuevo, escucharon voces cercanas. Una sobre todo que les dio un
escalofrío. Parecía de hombre joven pero con un tono entre frustrado y maligno.
-Deberían estar aquí. Lo presiento.
-Herr Zoisite, no hemos encontrado nada.- Replicó otra de
las voces.-
-¡Vámonos entonces! - Exclamó aquel tipo.- Tengo que hablar
con sus superiores.
-Jawohl.- Contestó su interlocutor.-
Los pasos
se alejaron de allí y la casa fue quedándose en silencio. Al poco escucharon un
ruido de motores. Tras unos minutos Michiru comentó.
-Seguramente se habrán ido ya.
-Yo no me confiaría. Los alemanes son muy listos. Les he
visto hacer ese truco antes. Fingen marcharse por si algún fugitivo se confía y
se esconden para atraparlo.
-Chica lista.- Asintió Haruka con aprobación para objetar.-
La pregunta es. ¿Cuánto tiempo tendremos que estar aquí?
-Quizás varias horas.- Especuló Alexandra.-
-¿Varias horas?- Exclamó Michiru que ante los gestos de sus
compañeras enseguida bajó la voz.- Bueno, pero… es que tenemos que darnos
prisa. Los dueños enviarán a limpiar a alguien mañana y no pueden encontrarnos
aquí.- Improvisó con lo primero que se le ocurrió.-
-Por eso no hay problema. Soy la nieta de los dueños. Ya os
lo he dicho.
-¿Tiene tus abuelos ascendencia nobiliaria?- Inquirió
Setsuna.- Lo digo porque he visto algún blasón en la pared de la casa.
-Sí, - contestó la aludida sin darle demasiada
importancia.- Mi madre, Valeríe Iribe, era la heredera del título. Qué habría
pasado a mi hermano Jean Luck.- Suspiró moviendo la cabeza para dejar el tema.-
Bueno, eso no va a suceder, y es una
larga historia.
Las
guerreras se miraron, ahora Haruka recordaba esas palabras en tanto contaban la
historia. Esmeralda se quedó perpleja.
-Jamás me dijo que tuviera sangre noble.
-Digamos que Alexandra solamente se interesó por lo que fue
capaz de lograr por sus propios méritos. Ella achacaba su nacimiento en el seno
de una familia noble a un mero accidente.- Repuso Michiru.-
-Y yo pensando lo asombrada que habría estado de saber que
yo era duquesa y princesa de Némesis.- Se sonrió la modelo.- Así era Madame
Deveraux, todavía sigue dándome lecciones, hasta después de muerta. Ahora una
de humildad. Lo recordaré. Por cierto, le dijisteis a ella lo mismo que a mí,
que sus parientes vendrían a limpiar al día siguiente.
-Somos muy malas inventando excusas.- Sonrió Michiru.-
Así
charlaban mientras seguían mirando por esas salas. Durante el relato habían
recorrido algunas con poco éxito. Al fin, tanto Haruka como Michiru decidieron
probar otra cosa e invocaron sus respectivos talismanes.
-Nos falta el orbe de Setsuna pero quizás si tú unes el
poder de tu piedra de la justicia podamos lograr algo.- Le dijo Haruka a
Esmeralda.-
-Por intentarlo no se pierde nada.- Convino Michiru.-
La Dama
del Viento asintió, concentrando el poder de su piedra lo unió al de los
talismanes. Entonces una luz bastante potente mezcla de los tonos verde
esmeralda, verde mar y dorado de esos tres elementos de poder se derramó por la
sala.
-No surte efecto.- Comentó sin embargo Haruka.-
Aunque al
poco rato y para su sorpresa un brillo de color azul pálido, casi blanco
iluminó una parte alejada de una galería que tenían a su derecha.
-¡O puede que sí! - Exclamó Michiru con tono entre
entusiasta y lleno de asombro.- Fijaos en eso. No tenemos poder para crear una
puerta en el tiempo, pero sí para hacer reaccionar a la piedra de Cronos.
-¿La piedra de Cronos?- Inquirió Esmeralda sin comprender.-
-Vamos a por ella y te lo explicaremos.- Respondió Haruka
con recobrado optimismo.-
Se encaminaron
en la dirección en la que brillaba aquella luz. Al aproximarse vieron que
surgía de entre las grietas de una pared. Haruka no tardó en romper con cuidado
ese muro y allí estaba. Una especie de diamante que refulgía con una intensidad
tal que casi las cegaba.
-¡Aquí está!- Afirmó Michiru.-
-¿Qué es esto?- Quiso saber Esmeralda una vez más.-
-Esta piedra, es un poderoso medio para alterar el espacio
dimensional.- Le explicó Haruka.- Se llama la piedra de Cronos porque con ella
puedes contemplar las dimensiones del tiempo pasado. O al menos eso nos explicó
Setsuna una vez.
-Sí, es fundamental que no se la combine con el cetro
Granate que ella tiene, o abriría una brecha dimensional que sembraría el
caos.- Añadió Michiru con tono preocupado para sentenciar.- No es conveniente
hacerlo. Te lo decimos por experiencia.
-Entonces, ¿Qué sucedió cuando viajasteis al pasado? ¿La
encontrasteis?- Quiso saber la Dama del Viento.
-Ahora podrás verlo tú misma.- Le contó Haruka tras tomar
la piedra entre sus manos.- Esta joya es más poderosa incluso que las piedras
Yalmutud.
-¿Las piedras Yalmutud? Eso me suena de algo.- Comentó
Esmeralda quien entonces recordó.- ¡Eran aquellas piedras que Roy, Diamante, Zafiro
y el resto les arrebatasteis a los demonios!
-Sí, tuvimos que hacerlo porque estando juntas podían abrir
un pasaje dimensional que conectase el bajo astral con este mundo.- Le contó
Michiru.-
-Sin embargo, ésta piedra es más poderosa que cualquiera de
las Yalmutud por separado. Aunque no tanto
como todas juntas. Cualquier piedra Yalmutud puede servir de canal para
ver el pasado, pero precisa de algún objeto o fuerza externa muy poderosa para
activarla. Sin embargo, la piedra de Cronos por sí sola, nos permitirá ver lo
que pasó entonces.-Explicó Haruka.- Vamos a un sitio más amplio y lo verás.
Así lo
hicieron. Las sailors y la justiciera retornaron al salón principal. La
guerrera Urano dejó la piedra aquella sobre una mesa. Seguía brillando con ese tono
casi inmaculado y poco a poco fue como si la decoración de esa sala cambiase.
Ahora podían ver a un grupo de soldados alemanes registrando aquello.
-Presiento que está aquí.- Decía uno de ellos, abrigado con
una gabardina de cuero.-
-Herr Zoisite, no hemos encontrado nada por más que hemos
buscado.- Le respondió un oficial.-
-Y sin embargo, noto mucha energía.- Insistió aquel tipo
que, tras quitarse una gorra de plato militar reveló una larga cabellera
castaña que le caía atada con una cola de caballo.-
Las chicas
le veían claramente ahora, sus ojos eran azules y hermosos pero estaban
impregnados de una sombra de malignidad. Pudieron escucharle asimismo decir con
tono bastante amenazador.
-Informaré directamente a Herr Himmler de esto. Es mucho más
importante que ese presunto Grial que se ha empeñado en ir a buscar en España.
– Añadió alegando contrariado.- Si no hubiera muerto Rahn, él me habría
comprendido.
-Pero, señor, ¿Dirigirse en persona a Herr Himmler?- Pudo
replicar otro oficial que parecía temblar con el mero hecho de pronunciar ese
nombre.- No tolera los fracasos, ya lo sabe.
-Él me escuchará porque sabe lo importante que soy.- Se
sonrió malévolamente su interlocutor.- ¡Vamos! Continúen buscando.
-¿Y en cuanto a esos miembros de la resistencia que venían
hacia aquí?- Quiso saber su contertulio.-
-Mayor, no me importan en absoluto. Hagan lo que quieran,
sigan aquí o busquen por el bosque.- Repuso despectivamente.- Por lo que a mí
respecta son cucarachas.
Haruka y
Michiru se miraron con estupor en tanto la segunda decía.
-¡Se estaban refiriendo a nosotras! Y a Setsuna y
Alexandra.
-Por fortuna no pudieron encontrarnos…
-¿Cuánto tuvisteis que esperar?- Quiso saber Esmeralda.-
-La verdad, nos dormimos allí.- Sonrió Haruka recordando.-
Todas se
tumbaron envolviéndose en sus capotes, con aquella humedad que las rodeaba no
estaban nada cómodas pero no tuvieron más remedio. Ni tan siquiera se atrevían
a encender un fuego por temor a alertar
a los alemanes de su presencia. Ella y Michiru, por supuesto, durmieron juntas
y abrazadas. En ese contexto estaba claro que, antes que cualquier otra cosa,
se estaban procurando dar mutuo calor. Incluso Setsuna hizo lo propio con la
joven Alexandra. Al principio les costó pero después sí lograron conciliar el
sueño. Al despertar no estaban demasiado seguras de sí sería de día. Fue la
guardiana del Tiempo quién se incorporó en primer lugar, consultando su medidor
de tiempo universal asintió.
-Las siete y media de la mañana, en esta época del año
estará amaneciendo.- Calculó.-
Michiru y Haruka despertaron poco después. Todavía destempladas. Fue Urano
quién, con su sorna habitual, comentó.
-No volveré a reservar habitación aquí, estoy descontenta
con el servicio.
-¿En esa queja está incluido el mío?- Se sonrió Michiru.-
-No, eso ha sido lo único bueno esta noche.- Aseveró su
compañera devolviéndole una pícara sonrisa.-
No
tuvieron tiempo para más intercambios de comentarios de esa índole. La muchacha
que las acompañaba también despertó. Al fin Alexandra les comentó, tras dar los
buenos días.
-Tenemos que salir de aquí. Antes de que nadie más venga.
Iremos por un pasadizo que me indicaban en la carta. Seguidme.
Así lo
hicieron y tras unos minutos fueron a
dar a una salida a través de otra pared. Desembocaron en una gran sala
donde, a juzgar por la luminosidad, el sol habría salido haría ya un rato.
Aunque eran tonos demasiado inmaculados…
-Las vidrieras de esta casa son realmente grandes, permiten
mucho el paso de la luz.- Comentó Michiru.-
-Es extraño.- Declaró Setsuna.- Pero mucha de esa luz
parece provenir de aquí mismo. Del interior.
-Quizás tenga relación con lo que estamos buscando.-
Especuló Haruka.-
Muchos
años después, la guerrera Urano pudo verse
a sí misma en ese lejano pasado. Atónita le comentó a sus acompañantes.
-¿Acaso estábamos viendo el brillo que esta misma piedra
está emitiendo ahora?
-Podría ser.- Comentó Michiru tan sorprendida como su
pareja.-
-Entonces no sabíamos lo que sabemos ahora.- Se lamentó Haruka.-
Todo habría sido distinto.
Esmeralda
vio entonces a Setsuna, y junto a ella a esa jovencita, la misma de la foto
¡era ella!
-¡Madame Deveraux!- Exclamó con asombro y emoción.-
En aquel
año de mil novecientos cuarenta y uno, un eco de voz femenina se repitió por
toda la casa. Las cuatro miraron en todas direcciones sin saber a ciencia
cierta de dónde provenía, pero las palabras habían estado claras…
-¿Madame Deveraux? ¿Quién es?- Inquirió Haruka.-
-No lo sé. – Afirmó Setsuna.- Quizás estén buscando a
alguien desde fuera. Tengamos cuidado. Podrían ser los alemanes.
-Mi padre se apellida así.- Les contó Alexandra.- No lo sé.
Podrían ser algunos miembros de la resistencia. Pero no me llamarían madame ni
en broma. ¡Ja, ja!, solamente tengo dieciséis años. Allí todos me llaman Alex o
Annette, es más corto…
En el
futuro, las tres mujeres se miraron perplejas. Michiru le susurró a la aun
impactada Esmeralda.
-Ya te hemos dicho que esta joya tiene mucho poder. Al
haber gritado el nombre de la señora Deveraux acompañado de esa carga emocional
has conseguido atravesar la membrana dimensional que nos separa.
-¿Qué hacemos entonces?- Quiso saber la desconcertada Dama
del Viento.-
-Lo mejor será guardar esta piedra, para evitar problemas.-
Intervino Haruka.- Ahora que recuerdo nos llevamos aquel sobresalto pero luego
todo volvió a la normalidad.
Y
cubriendo la joya con un pañuelo la guardaron en una mochila. Eso causó un
efecto notable. Al menos en el pasado ese misterioso tono de luz tan blanco desapareció
siendo reemplazado por la luminosidad normal del día.
-¿Qué habrá sido esa luz?- Se preguntaba Alexandra en voz
alta.-
-Quizás algún foco de los alemanes.- Conjeturó Setsuna.-
Ahora no importa, debemos seguir buscando.
-¿Sabes de algún objeto o pieza de valor especial?- Le
preguntó Michiru a la joven.-
- Mis abuelos tienen bastantes, cuando mis tíos se fueron
se llevaron algunos consigo. Pero mi abuelo quiso mantener la mayoría aquí. Es
muy terco. Según él, es un verdadero francés y ningún enemigo invasor le echará
de su patria. Siempre ha dicho que la familia lleva aquí generaciones y que ni
en los tiempos de la Revolución tuvieron que huir. Ahora está con mi abuela en
París. No sé si habrán ido al fin a visitar a mis padres.- Concluyó con
tristeza.-
-No parece que se lleven muy bien.- Observó Michiru.-
-No, al menos durante muchos años mi abuelo no quiso saber
nada de mi madre. Ella era la hija mayor, pero se enamoró de mi padre, un
modesto sastre, Armand Deveraux. Mi abuelo no aprobó esa relación y mucho menos
cuando mis padres se casaron sin su consentimiento. De modo que desheredó a mi
madre.
-Entonces tú, ¿les conoces? - Se interesó Haruka.-
-Sí, porque siendo muy pequeña, mi abuela insistió en ver a
mis padres. Al final él claudicó. Creo que debí de enternecerle porque aceptó
perdonar a mi madre, aunque fuera un poco. Siguió sin aceptarla como heredera
de sus bienes pero comenzó a mandarle dinero. Según dijo, para que me diera una
buena educación. Por eso, entre otras cosas, hablo inglés. En eso teníais parte
de razón. – Admitió la jovencita al contarles.- Cuando tenía doce años me
enviaron a un internado de Londres, estudié allí hasta los catorce. Volví un año antes del comienzo de la guerra.
-Vaya, tu vida y la de tu familia parecen sacadas de una
novela romántica.- Sonrió Michiru.-
-Sí, ¡ojalá!- Suspiró la jovencita añadiendo con
desencanto.- Creedme, no tiene nada de romántico. Más bien de incómodo. Cuando
fui creciendo mis abuelos insistieron en que fuera a verles de vez en cuando. Mis padres
aceptaron creyendo que así al menos podrían incluirme en el testamento a mí.
Dado que mi abuelo siempre me ha dicho que, pasase lo que pasase, sigo siendo
una Iribe. Sin embargo, lo que a mí me gusta de verdad es diseñar ropa. Cuando
esta maldita guerra acabe y ganemos quiero poner una tienda en París. Diseños
Deveraux. O Moda Deveraux, no lo tengo decidido todavía.- Remachó con un tono
que denotaba una gran ilusión.- Pero seguro que será con mi padre.
Las tres
sailors la escucharon con simpatía. Traspasando esa fachada de endurecida combatiente
Alexandra era la típica jovencita con sus sueños y esperanzas, aunque por
desgracia metida de lleno en ese horror de conflagración. Fue Michiru quien le
sonrió animosamente mientras proseguían con su búsqueda para preguntarle.
-¿Tienes a alguien especial? Ya sabes… A alguna persona por
la que pierdas a veces el sueño.
-Bueno.- Pudo musitar la ahora sonrojada jovencita.- Sí,
hay una…
-Vaya. ¿Y es chico o chica?- Se interesó Haruka.-
Aunque la
muchacha la miró como si Urano estuviera tratando de tomarle el pelo y replicó
con total resolución.
-Pues chico, por supuesto. ¿Cómo iba a ser una chica?
Haruka
pareció querer responder algo, pero fue Setsuna quien le susurró.
-Estamos en mil novecientos cuarenta y uno. No en mi
novecientos noventa y ocho.
-Es cierto.- Asintió ésta dejando el tema.- Siempre se me
olvida.
-Hay algunas de esas en París.- Comentó sin embargo
Alexandra.- Personalmente no tengo nada en contra, cada cual que elija a quien
quiera para enamorarse. Aunque a mis padres y a mis abuelos ese tipo de
relaciones les parecen escandalosas. ¡Ja, ja! debe ser de las pocas cosas en
las que están de acuerdo. Hasta mi madre me ha llegado a decir alguna vez.
Hija, si descubriese algo así sobre ti, me moriría.
Michiru y
Haruka cruzaron miradas de tristeza. Era lamentable pero en esa época esos
prejuicios existían de un modo muy notable. Bastantes décadas más adelante
incluso, todavía subsistían en las mentes de muchas personas. Fue ahora Setsuna
quien animosamente comentó.
-Al menos tú no compartes eso.
-No, no lo hago.- Afirmó la joven Alexandra.- He conocido a
chicos y chicas que son así. Y no han hecho nunca nada malo. Bueno, menos esa colaboracionista
de Violette Morris. Se dice que nos
vendió, les dio información a los
alemanes sobre nuestra línea Maginot. ¡Perra traidora! ¡Si pudiera la mataría!-
Escupió con rabia.-
-No, ¡por favor!, no desees matar a nadie.- Le pidió
Setsuna contemplándola ahora con pesar.- Eso no es bueno para el alma.
-¡Ella sí que no es buena para Francia!- Escupió Alexandra
añadiendo casi con tintes proféticos.- Pero algún día se llevará su merecido,
estoy segura.
Las demás
no pronunciaron palabra al oír aquello. Sencillamente continuaron la búsqueda. De
vuelta en el presente, Haruka recordaba aquello añadiendo.
-Y así fue, unos tres años más tarde esa colaboracionista
fue tiroteada…
Esmeralda
se quedó pálida al oír eso y apenas sí pudo musitar la pregunta que le rondaba
en la cabeza.
-¿Y fue ella? ¿Fue Madame Deveraux?
-No, no lo creo.- Contestó Michiru.- Era impulsiva,
entusiasta en esos años, pero siempre fue muy noble.
-Se ve que la edad la calmó. Siempre me decía que antes de
vengarse primero había que sopesar todos los pros y los contras.- Comentó la
modelo.- Y que una venganza que nos dañase a nosotros no era una auténtica
venganza. Por eso no me lo recomendaba.
-Salvo una en la que salgamos triunfantes y sea el otro
quién se torture con nuestro éxito.- Completó Haruka que había oído eso antes.-
-¿Y qué hicisteis después? - Quiso saber Esmeralda.-
Michiru tomó
en esta ocasión el revelo de la narración, afirmando en tanto las jóvenes se
disponían a salir de la casa…
-Pues Alexandra nos condujo hasta la base de la resistencia
local. Era un grupo entrenado por unos tipos que se hacían llamar maquis.
Algunos habían venido huyendo de España. Tras perder una guerra civil allí.
Así fue,
tras asegurarse de que no había ya nadie en las inmediaciones de la mansión las
chicas salieron campo a través. Entraron por los bosques y siguiendo unas
indicaciones que la joven Deveraux llevaba llegaron al cabo de dos horas a las
inmediaciones de una estribación montañosa…
-Hace frío por aquí.- Comentó Haruka, arrebujándose en su
capote militar.-
-Los Alpes no quedan lejos.- Le indicó Michiru consultando
un mapa.-
-Ahora tendremos que movernos con cuidado.- Les advirtió su
guía.-
Sus
interlocutoras asintieron. Alexandra continuó encabezando la marcha recorriendo
un angosto sendero entre roquedos cada vez más abruptos. Aunque al poco de
pasar una vereda una voz de hombre les ordenó que se detuvieran.
-No hagáis nada.- Les pidió la joven francesa.- Ni habléis, dejadme a mí.
Casi no
había terminado de decirlo cuando tres tipos armados con escopetas e incluso y
una ametralladora alemana surgieron de entre los peñascos apuntando a las
cuatro mujeres. Todas levantaron los brazos. Entonces uno de ellos, corpulento
y de quizás unos cuarenta y tantos años, preguntó.
-¿Cómo ustedes por aquí? ¿Todavía no hay nieve en la cima
para esquiar?
Haruka
tentada estuvo de replicar con algún sarcasmo, por fortuna recordó el aviso de
esa muchacha y optó por guardar silencio. Fue Alexandra la que contestó con
extraña familiaridad.
-Y sin embargo, París está tan aburrido en ésta época del
año…
Al oír
eso, los individuos bajaron las armas. El que había preguntado, se presentó
como Raymond y la saludó.
-¿Eres la que ha venido desde París?
-Sí.- Repuso la chica.-
-¿Qué tal todo por allí?
-No demasiado bien.- Comentó la joven.- Los nazis lo
controlan todo. En la ciudad es casi imposible moverse. Aquí al menos estamos
en la zona libre. Eso está mejor.
-No te creas.- Añadió otro que sonrió como si la
conociera.- Algunos pensábamos que esto estaba muy triste sin una chica tan
guapa.
Y para
sorpresa de las guerreras, Alexandra sonrió corriendo a abrazarse a él.
-¡Pierre! - Exclamó llena de alegría.- ¿Qué haces aquí?
-Vine hará un par de meses, escapando de la Gestapo.-
Contestó él.-
Y para no
dejar dudas sobre la relación que les unía, se fundieron en un apasionado beso
en los labios. Ahora era Haruka la que miraba atónita a sus compañeras. Y
Michiru se sonrió para decirle a su compañera no sin cierta sorna.
-¿Y tú querías darle lecciones de amor a esa chica?
-¡Pero si es una niña!- Objetó Urano que no salía de su
asombro ante tal demostración afectiva.-
-Pues tiene la misma edad que teníamos nosotras cuando
empezamos.- Rebatió su pareja con tinte divertido.-
-No es lo mismo.- Se apresuró a replicar Haruka.-
-¿Estás celosa?- Se rio Michiru.-
-Podría ser.- Contratacó su interlocutora con aquel característico
tono de chanza y complicidad que existía entre ellas.-
Sin
embargo, el líder de la resistencia local intervino haciendo que la joven
pareja cesase esas espontáneas y entusiastas muestras de amor.
-Con ese traidor de Pétain no podemos fiarnos. Técnicamente
ésta es la parte libre de Francia, pero los alemanes van y vienen por donde
quieren y detienen a quien les place. Esto está infestado de espías de la
Gestapo y no faltan delatores y colaboracionistas. De modo que hay que ser muy
cautos.
-Sin ir más lejos, un grupo de alemanes casi nos echan el
guante.- Confirmó Alexandra.-
-¿Y en cuanto a estas tres? ¿Quiénes son?- Preguntó
entonces Pierre con gesto desconfiado.-
-No te preocupes, me han demostrado que están de nuestro
lado. Son espías británicas.- Afirmó la muchacha.-
-Eso tendremos que decidirlo nosotros.- Comentó el líder
añadiendo.- Comenzando por registrarlas.
Eso no le
hizo mucha gracia a Haruka que enseguida replicó con tono altivo e incluso
amenazador.
-Si alguno de esos brutos me toca le partiré la cara. ¡A mí
no me mete mano ningún tío!
Y por
extraño que pudiera parecer el grupo de los guerrilleros se rio. Hasta Pierre
le comentó por lo bajo a Alexandra.
-¡Tus amigas tienen mucho carácter!
-Sí, eso desde luego.- Convino la muchacha.-
-¡Pues tú verás! - Replicó otro tipo, con un frondoso
bigote y algo entrado en kilos.- Nena, o te dejas por las buenas o vas a tener
problemas.
-Yo que tú no estaría tan seguro de quién los va a tener.-
Añadió Michiru en apoyo de su compañera.-
-¡Ya basta de tonterías! – Terció autoritariamente Setsuna
abriendo su capote de par en par para dejar ver sus ropas de civil.- Mirad, no
llevamos armas.
-Regístrala, Gastón.- Le ordenó el cabecilla a uno de los
suyos.-
Un joven
barbilampiño se aproximó a Setsuna sin dejar de apuntarla. La sailor se dejó
hacer hasta que, cuando ese tipo iba a tocarla en zonas más delicadas miró a
sus compañeras y asintió despacio. En ese instante y más rápidas de lo que
ninguno de los componentes de ese grupo de guerrilleros pudieron ver, Setsuna
arrebató el fusil a ese muchacho y le tomó de rehén. Lo mismo hizo Haruka con
Pierre y Michiru con el jefe, respectivamente.
-¿Qué significa esto?- Exclamó un atónito y enfurecido Raymond.-
-Ya te dije que si alguno de los tuyos trataba de tocarme
le partiría la cara.- Le respondió Haruka que tenía bien sujeto a su prisionero
con una llave de una de sus manos en tanto le apuntaba con su propia arma con
la otra.- Que conste que te lo advertí.
-¿Quiénes sois? ¿De la Gestapo, de las SS?- Pudo preguntar
un atemorizado Pierre.-
-Ni de unos, ni de otros. Ya os lo ha dicho Alexandra.-
Repuso cansinamente Michiru.- Deberíais haberla escuchado.
Y tras
volver a mirarse entre ellas, al punto soltaron a sus prisioneros y tiraron las
armas. Los miembros de la resistencia no reaccionaron al principio, sin
embargo, a los pocos segundos, se apresuraron a recuperar sus fusiles y
pistolas para volver a encañonarlas.
-Ya os lo hemos dicho. No somos enemigas vuestras. De
haberlo sido estaríais muertos.- Afirmó Setsuna sin parecer en absoluto
asustada.-
Hubo unos
momentos de silencio, y fue Alexandra quién intervino en favor de las mujeres
al añadir.
-Eso hicieron conmigo. Me demostraron que estaban de mi
parte. ¡No seáis idiotas! Es cierto, podrían haberos matado sin dificultad.
Y ese
alegato pareció persuadir al líder de los guerrilleros quien tras unos agónicos
segundos ordenó a los suyos.
-Bajad las armas. Creo que son de fiar. Y muy buenas
luchadoras por cierto.- Admitió el tipo del bigote que se presentó como
Fabrice.- Nos vendrán muy bien.
-Nos fiaremos entonces.- Suspiró Pierre dirigiéndose a
Haruka para añadir entre atónito y hasta parecía que admirado.- ¿Dónde ha aprendido una chica tan bonita a pelear
así?
Aunque por
la cara de celos que puso Alexandra al escuchar eso, Urano decidió que mejor no
responder a la cuestión. Se limitó a ir junto con Michiru y Setsuna. Mientras
tanto, Raymond les decía.
-Seguidnos. No es mucho, pero algo de pan y queso con vino
sí que os podremos ofrecer.
-A estas horas me muero de hambre.- Convino la joven
Deveraux.-
Y las
chicas siguieron a esos combatientes al interior de una gruta mal iluminada por
un generador eléctrico y unas pocas bombillas. Aunque dentro había un lugar
espacioso en el que cabían una mesa de madera grande, algunas sillas y
armarios. Junto con un arsenal de armas y municiones compuesto en su mayoría
por anticuadas y rústicas escopetas de caza y varias pistolas. También vieron
un armario que hacía las veces de despensa, De allí, Alain, otro de los
miembros del grupo, sacó unos quesos y algo de pan que fue repartiendo, junto
con vasos en donde sirvió algo de vino.
-El vino de esta región es bueno.- Alabó Haruka.-
-Sí que lo es.- Convino Michiru añadiendo con precaución.-
Aunque se sube rápidamente a la cabeza…
Su pareja
se dio por enterada. Por su parte Alexandra devoraba un trozo de queso
acompañado de un cacho de baguette…
-De modo que la señora Deveraux no mostraba demasiados
modales a la mesa entonces.-Se sonrió Esmeralda interviniendo divertida para
interrumpir ese relato una vez más.-
-¡Si la hubieses visto! - Suspiró Haruka moviendo la mano,
para reírse a su vez.- Estaba muerta de hambre la pobre. Nos comentó que
llevaba sin probar bocado casi dos días enteros.
-Había estado comiendo algunos frutos que encontró en el
bosque y poco más.- Apuntó Michiru.-
-Siempre fue maestra en salir adelante. Pese a cualquier
adversidad. Pero jamás pude haber imaginado esto. - Admitió Esmeralda con
admiración.-
-Sí y debió de comenzar a aprender en aquellos días.-
Repuso Haruka retomando el relato.-
El grupo
comió algo antes de empezar a hablar sobre el tema que les preocupaba.
-No sabemos la razón. Lo cierto es que, desde hace un par
de días, las patrullas alemanas se están intensificando. Parece que estuvieran
buscando a alguien o algo con mucha urgencia. Y alrededor del palacete de los
Iribe.
Las tres
guerreras se miraron pensando seguramente lo mismo. De algún modo los alemanes
y sobre todo, ese tal Herr Zoisite, sabían algo.
-El caso es que ese nombre me suena. Pero ahora no logro
recordar de qué.- Comentó Michiru.-
Setsuna la
miró asintiendo, le pasaba lo mismo. Aunque su memoria tampoco cooperaba.
-Sea lo que sea, tendremos que adelantarnos a ellos.-
Intervino Haruka.-
Raymond asintió,
eso estaba claro, pero la siguiente objeción fue inevitable y el líder de la
resistencia no tardó en exponerla.
-Si supiéramos lo que quieren. Pero no tenemos ni la menor
idea. ¿Acaso vosotras sí?
-No del todo, pero quizás tengamos alguna pista. Por eso
mismo estamos aquí.- Les desveló Setsuna, agregando.- Vamos a necesitar vuestra
ayuda para evitar que los Nazis ganen definitivamente esta guerra.-
-Si es para eso, contad con ella sin dudarlo.- Afirmó Raymond.-
Los otros
guerrilleros asintieron de inmediato. Fue Pierre el que, tomando la palabra,
quiso saber evidenciando mucho interés.
-¿Y qué pensáis que es? Eso que buscan.
-No podemos decirnos, nada, lo siento.- Contestó Michiru.-
-¡Vamos, somos aliados! Estamos juntos en esto.- Insistió
el muchacho que pareció molesto por aquella contestación.-
-No insistas, no podemos hablar de eso. - Sentenció
Haruka.-
-Seguro que sabéis más de lo que dais a entender. No
queréis confiar en nosotros pero nosotros debemos hacerlo en vosotras y ayudaros.
¿No?- Replicó el ahora indignado joven.-
-¡Basta!- Espetó Setsuna mirándole a los ojos con severidad
para replicar.- Es mejor para ti y los demás no saber nada.
-¡Pues claro, tarugo!- Le dijo Fabrice mesándose su
mostacho para aclararle al impulsivo chico.- ¿Y si capturan a alguno de
nosotros y le interrogan? Te puedo asegurar que en las SS y la Gestapo no se
andan con tonterías a la hora de sonsacar información. Si no sabemos nada, nada
les podremos decir. Hagan lo que hagan. Así evitaremos comprometer cualquier tipo
de operación aliada.
Las
mujeres asintieron con aprobación. Aliviadas de la oportuna intervención de ese
hombre que, desde luego, al tener mayor edad tenía más experiencia en la vida.
Al menos les evitó el tener que discurrir una disculpa y por ende era mucho
mejor que uno de los propios miembros de ese grupo se la proporcionara.
-Tenéis razón. Perdonadme.- Les pidió Pierre rebajando ya
el tono.-
-No pasa nada.- Respondió Michiru con tinte conciliador.-
Sabemos que es duro, pero es lo mejor para todos. Y lo más seguro.
Así
afortunadamente se zanjó esa disputa. Ahora fue la propia Michiru quien
interrumpió la narración comentando con un tinte de pesar.
-Y menos mal que lo hicimos así. Aunque pasaron unos días y
pudimos ir conociendo mejor a todo el grupo. Incluso nos invitaron a celebrar
las fiestas navideñas con ellos.
-Sí. Es verdad. Aunque era ya día veintisiete de
diciembre.- Sonrió ahora Haruka al evocar aquello.- A pesar de la guerra y de
la situación, la gente no perdía el buen humor y celebraba las fiestas. Sobre
todo la Navidad. Incluso nos hicieron participar en un improvisado coro de
villancicos.
Así fue,
Fabrice, Gastón y algunos aldeanos más, junto con unos niños y Alexandra se
reunieron en la plaza. Algunos llevaban instrumentos improvisados y les
deleitaron con canciones tradicionales francesas de esas fechas.
-Vamos, chicas. Uníos a nosotros.- Les ofreció una animada
Alex, que, de la mano de su novio también se arrancó a cantar.-
Les cloches du Hameau
Chantent dans la campagne
Chantent dans la campagne
Le son du Chalumeau
Égaye la montagne
On entend, on entend
Les bergers les bergers
Les bergers les bergers
Chanter dans les prairies
Ces refrains si légers
Qui charment leurs amies
Y además, algunos músicos improvisados, con acordeones y algún violín
acompañaban el villancico. Los críos también estaban muy contentos correteando
por allí. Hasta Alexandra acariciaba las mejillas de alguno y sonreía en tanto
cantaba…
Tra la la tra la la la la la
Tra la la la la la la la la la la
Tra la la tra la la la la la
Tra la la la la la la la la la la
Tra la la la la la la la la la la
Tra la la tra la la la la la
Tra la la la la la la la la la la
C'est l'heure do
retour
Et la jeune bergère
Voyant la fin du jour
Regagne sa chaumière
Et la jeune bergère
Voyant la fin du jour
Regagne sa chaumière
On entend, on entend
Les bergers, les bergers
Chanter dans les prairies
Ces refrains si légers
Qui charment leurs amies
Les bergers, les bergers
Chanter dans les prairies
Ces refrains si légers
Qui charment leurs amies
Al final hasta las sailors tuvieron que unirse
al estribillo, ese al menos era fácil de recordar.
Tra la la, tra la la la la la
Tra la la la la la la la la la la
Tra la la, tra la la la la la
Tra la la la la la la la la la la
Tra la la la la la la la la la la
Tra la la, tra la la la la la
Tra la la la la la la la la la la
Lorsque dans le
rocher
La tempête tourmente
Autour du vieux foyer
Joyeusement l'on chante
La tempête tourmente
Autour du vieux foyer
Joyeusement l'on chante
On entend, on entend
Les bergers, les bergers
Chanter dans les prairies
Ces refrains si légers
Qui charment leurs amies
Les bergers, les bergers
Chanter dans les prairies
Ces refrains si légers
Qui charment leurs amies
Tra la la, tra la la la la la
Tra la la la la la la la la la la
Tra la la, tra la la la la la
Tra la la la la la la la la la la
Tra la la la la la la la la la la
Tra la la, tra la la la la la
Tra la la la la la la la la la la
(Les cloches du Hameau. Celine Dion, crédito al artista)
-¡Bravo!- Aplaudió Haruka-
-Ha estado genial.- Convino Setsuna que, dirigiéndose a su
compañera Michiru, le propuso.- Oye, tienen al menos un violín que yo haya
visto. Podrías tocar algo.
-Bueno, no sé.- Dudó la interpelada.-
-Vamos, ¡anímate! - Le pidió su propia pareja.- Me
encantaría escucharte.
-Está bien.- Sonrió Michiru asintiendo.-
Entonces
pidió a uno de los músicos si le podía prestar su violín. Era desde luego un
instrumento de gran calidad. La propia Michiru lo reconoció quedando perpleja.
-Es nada menos que un Stradivarius.- Pudo decir
visiblemente impresionada.-
-Un recuerdo familiar.- Le contó aquel hombre que estaría
en los cuarenta años, añadiendo con algo de temor.- Por favor, señorita, cuídelo.
-No tema. Como oro en paño.- Afirmó la muchacha.-
-Gracias señor Goldpier, es usted muy amable.- Intervino
Alexandra.-
En ese
momento Esmeralda interrumpió esa anécdota exclamado con estupor.
-¡Goldpier! ¿No será?...
-Se llamaba Eugene, Eugene Goldpier. Era un judío que tuvo
que huir con su familia y las pertenencias que pudo recoger, de la zona
ocupada. – Le aclaró Haruka.-
-El acérrimo rival que Alexandra tenía y que has heredado
tú, era su hijo, Roger.
La
diseñadora se quedó sin palabras. ¿Cómo era posible? Aunque ahora recordaba
algo que su mentora le había dicho en algunas ocasiones con una no disimulada
amargura.
-Puedes perdonar un error, pero jamás una traición, niña.
Recuérdalo.- Musitó repitiendo aquellas palabras.-
-No conocemos toda la historia. Pero muchos años después
Alexandra nos contó que ella se hizo amiga de la familia y que cuando las
autoridades francesas de la zona libre, colaborando con los nazis, deportaron a
muchos judíos a los campos de exterminio, ella se quedó con el pequeño Roger.
-Sí, sus padres fueron detenidos y deportados. Al menos
ella pudo salvar a ese crío.- Apuntó Michiru.-
-Jamás me contó nada de eso.- Pudo decir la todavía
impactada Esmeralda.- No lo entiendo. Si ella le salvó. Yo…sí que sabía que
Goldpier comenzó su carrera como modisto en la Casa Deveraux. ¿Por qué la traicionó?
-Eso tendrías que preguntárselo a él.- Suspiró Haruka que
quiso retomar la narración, afirmando.- Al menos en esa mañana todos
disfrutamos del talento de Michiru.
-No fue para tanto.- Repuso modestamente ella.- Apenas sí
pude ejecutar unas pocas piezas y sin apenas preparación.
-Alexandra quedó encantada. Recuerda lo que dijo, que jamás
había oído nada tan hermoso. Igual que sus compañeros. ¡Fabrice te quería hasta
fichar para la banda municipal cuando terminara la guerra!- Rio Haruka.-
-Ahora comprendo por qué Madame Deveraux jamás se perdía
ninguno de tus conciertos cuando actuabas en Paris.- Sonrió Esmeralda.- Y decía
que tú eras genial hasta tocando en un pajar. Siempre lo interpreté como una de
sus ocurrencias.
-Pues no, eso fue literal.- Sonrió Haruka recordando.-
Michiru tocó dentro de un pajar enorme para los habitantes del pueblo.
-¡Y me agradecieron con leche, queso y con madalenas! – Se rio la artista, remachando con algo de
emoción.- ¡Jamás viandas algunas me han
sabido tan bien! Eran unas personas realmente maravillosas.
- Sí. Eran buena gente, no perdían la esperanza ni la ilusión,
a pesar de lo duro que era aquello. Y querían a su patria y a los suyos. –
Añadió Haruka con el mismo sentimiento al evocar.- Ninguno había sido militar,
ni soldado antes de la guerra. Y desde luego, hicieron todo lo posible por
protegernos y ocultarnos. Incluso a
veces, por seguridad, nos trasladaban alojándonos en distintas casas de los
pueblos cercanos.
-Sí, nos tocó estar juntas a Michiru y a mí. Y a Setsuna
pues…, la pusieron con Alexandra.- Añadió Haruka.-
-¿Me estáis diciendo que Setsuna estuvo más tiempo que
vosotras con madame Deveraux?- Inquirió la atónita Esmeralda.-
-Sí, de hecho hicieron una muy buena amistad.- Sonrió la
guerrera Neptuno.- Y a Alexandra le vino muy bien. Ya sabes cómo es Setsuna, al
principio parece algo desapegada y muy seria, pero en cuanto la conoces.
Esmeralda
asintió. Y podía entender mejor ahora por qué su mentora siempre había estimado
mucho a la Guerrera de Plutón. Cuando ella le comunicó que había contraído
matrimonio y viajado a un remoto lugar, (evidentemente no le especificó que a
otro mundo) la anciana suspiró, mirando por la ventana de su despacho. Se
acordaba de eso, cuando Madame Deveraux le dijo.
-Eso sí que no podía ni imaginarlo. Setsuna nunca fue una
de esas de las que se casan. Ha debido de ser alguien muy especial. Dime.
¿Hombre o mujer?
-¿Hombre o mujer?- Se sorprendió Esmeralda quien enseguida
comentó.- Por lo que yo sé, a ella solamente le gustaban los hombres, señora.
-Claro.- Convino su interlocutora con voz suave.- Es
verdad. Son las otras dos las que tienen esa relación entre ambas.
-¿Lo ve usted mal?- Se atrevió a preguntar su discípula.-
La señora
Deveraux se giró entonces mirando a Esmeralda con esos profundos ojos celestes
enmarcados en unas arrugas que ahora se marcaron más cuando la mujer los
entornó y repuso.
-Niña, te voy a dar otro de mis consejos. Te sugiero que
siempre lo recuerdes. Aunque creo que tú ya lo aplicas. Y es éste. Nunca midas
a las personas por esa clase de cosas. Tus sentimientos o el tipo de atracción o amor que sientas o hacia
quién lo sientas, no condicionan tu valía o tu bondad.
-Sí, Madame Deveraux. Eso lo sé. Lo sé muy bien.- Convino
ella con tono humilde.-
-Estoy segura de eso, puesto que debiste de aprenderlo con
la experiencia, igual que lo hice yo. Todos tenemos pecados, y momentos de nuestras
vidas con algunas personas que desearíamos cambiar. Anda, deja sola a esta
vieja que tiene que pensar en muchas cosas y vuelve al trabajo.
- Sí, señora.- Asintió Esmeralda que en efecto iba a dejar
a su jefa allí, centrada en sus reflexiones.- Si no manda nada más.
Y su
mentora no replicó. Entendiendo que podía irse, así lo hizo. Ahora lo
recordaba. En aquel instante ni se atrevió a preguntarle a Madame Deveraux si
ella habría tenido algún tipo de amor. Ahora, por mor de la historia que le
estaban contando, lo supo. Pero se arrepentía de no haber tenido el valor
suficiente como para haberle formulado esa cuestión a la anciana. Quizás no le
hubiera respondido, guardando uno de esos silencios tan incómodos que prodigaba
a cualquiera que la irritase o simplemente le molestase de alguna forma. O
pudiera ser que le hubiese contestado que eso no era de su incumbencia. O
quizás y solo quizás. Podría habérselo dicho.
-No le pregunte.- Se sonrió ella hablando ahora en voz alta
para dirigirse a sus amigas.- Nunca me atreví a preguntarle a Madame Deveraux
por su vida sentimental. Para mí era mi mentora, casi como una madre, y no
pensé en que también era un ser humano con sentimientos. Al menos en esa
faceta.
-Pues te puedo asegurar que de jovencita los tenía, ¡y vaya
si los tenía! - Sonrió Haruka.-
-Sí, aparte de ese saludo, la descubrimos en alguna que
otra situación con ese tal Pierre.- Convino Michiru con picardía en su voz.-
-¿Y qué sucedió? Porque ella nunca se casó. Al menos eso me
dijo. –Quiso saber Esmeralda.-
-Bueno, el caso es que ese chico, Pierre, murió.- Declaró
Haruka con más seriedad e incluso pesar.-
-Debieron de descubrirle y le mataron.- Añadió Michiru.-
-Sí, Alexandra nunca volvió a ser la misma desde entonces.-
Remachó Urano no sin pesar.-
-¡Dios mío!- Musitó Esmeralda, realmente entristecida por
su mentora.-
-A veces la vida es injusta.- Sentenció Haruka.-
Y
aprovechó para volver a ese relato. Tras un par de días ella y Michiru
decidieron ir en busca de aquel objeto.
-Debemos ser rápidas y encontrarlo. Iremos de noche, para
evitar ser detectadas.
-Sí, debe de estar en esa mansión.- Convino Michiru.- O eso
o los alemanes no buscarían tanto allí.
-Vamos primero a ver a Setsuna, luego decidiremos.- Afirmó
su compañera.-
Llegaron a la casa en la que su amiga y
Alex se alojaban. Habían empezado a llamarla así. Igual que el resto de los
miembros de la resistencia. Encontraron a ambas desayunando unos croissants y
algo de café, con mantequilla, mermelada casera y unas manzanas.
-¡Qué bien os cuidáis!- Se rio Haruka al verlas devorar aquello.-
-Si queréis acompañarnos.- Les propuso Alexandra.-
-No diremos que no.- Sonrió Michiru.-
Y sentadas
a la mesa las cuatro terminaron de desayunar. Desde luego tenían hambre. Aunque
fue la guerrera Plutón quién comentó divertida.
-Vamos a tener que hacer mucho ejercicio o nuestras
siluetas lo notarán.
-Pues yo como mucho y no engordo nada.- Afirmó Alexandra.-
-Eres muy joven todavía.- Se rio Haruka.-
-Y vosotras también.- Repuso la muchacha.-
-No te creas.- Sonrió enigmáticamente Michiru, sentenciando.-
Tenemos más años de los que aparentamos.
-Pues os conserváis muy bien, y hasta podríais ser
maniquíes. – Declaró la impresionada chica, al añadir.- Sobre todo vosotras
dos.- Precisó señalando a Haruka y Setsuna.-
Sois muy altas. Y tú Michiru, eres muy elegante, hasta llevando ropa
montaraz. Eso se te nota.
-Muchas gracias.- Se ruborizó incluso Neptuno, añadiendo a
su vez.- Desde luego parece que sabes mucho de eso.
-Ya os lo dije. Quiero ser una gran diseñadora. Como mi
amigo Christian. Él tiene grandes proyectos…como yo, está decidido a poner una
gran casa de modas cuando termine la guerra. Quizás podríamos hacerlo juntos.
-¿Christian?- Inquirió Haruka.-
-Sí, es amigo de mis padres. Su empresa familiar fue a la
bancarrota y lo pasó bastante mal, pero mi madre le ayudó. Es un hombre
realmente genial. Hace unos diseños preciosos.
-¿No se apellidará Dior?- Exclamó Michiru mirándola con
perplejidad.-
-Sí, eso es.- Afirmó la chica.- ¿Cómo lo sabes? ¿Le
conoces?
-Casualidad. Algo escuchamos una vez que estuvimos por
París.- Terció Haruka para dejar de lado aquello.-
-Sí, bueno, vamos a lo que nos ocupa.- Declaró asimismo
Setsuna deseosa de cambiar de tema.- Tenemos que volver a la casa de tus
abuelos. Es muy importante. Hay algo allí que debemos impedir que caiga en
manos de los alemanes.
-Vale. Os acompañaré.- Afirmó la joven.-
-Sería mejor que no vinieras. Podría ser peligroso.- Dijo
Haruka.-
-Estoy acostumbrada al peligro.- Repuso la muchacha con
seguridad.-
-En serio. Son cosas que van más allá de a lo que estás
acostumbrada.- Intervino Setsuna.-
-¿Y cómo sabes tú a qué cosas estoy yo acostumbrada o no? -
Replicó la joven con cierta dosis de descaro, para agregar.- Además, si queréis
entrar ahí y buscar en la casa, soy yo quien tiene las llaves y la carta con
las anotaciones. Me necesitáis.
Las tres
guerreras se miraron y al fin, fue Michiru quien con un resignado suspiro
cedió.
-Está bien…Como tú quieras…
Alexandra
sonrió satisfecha, no era ya una niña y quería probarlo. Había visto muchas
cosas y pasado por grandes penalidades. Esas tres no tenían ni idea. Pero no
podía culparlas por eso, al contrario, eran buenas chicas y deseaban
protegerla. De modo que esperaba poder ayudarlas a cumplir con su misión para
que vieran hasta qué punto podían contar con ella. Pensaba en ello cuando la
voz de Pierre la llamó.
-¡Alex, cheríe!
La joven
se levantó corriendo y, saliendo de la casa, no tardó en precipitarse en los
brazos de aquel chico. Enseguida estaban besándose ante las críticas miradas de
la gente que caminaba por la calle.
-Hay que ver, la juventud de hoy.- Musita una anciana a
otra en tanto les observaban.
-Si, ya no se respetan los valores, será por culpa de esta
guerra.- Convenía su interlocutora.-
Haruka,
Setsuna y Michiru no pudieron evitar sonreír al escuchar eso.
-¡Está visto que en todas las época es igual!- Se rio la
guerrera Urano.-
-Eso parece. Aunque al menos, el amor existe también en
todos los tiempos.- Suspiró Michiru, alegre al ver a esos dos jovencitos
abrazase y sonreír.-
Les
observaron charlando animadamente hasta que en un momento dado el muchacho pareció ponerse más serio y ella
también. De hecho, como no pudieron evitar la curiosidad Setsuna apuntó un
micrófono direccional de los que llevaba en su equipo para escuchar, y oyeron.
-No me parece adecuado. Debes tener cuidado. Esas tres van
por libre. No sabemos lo que pretenden, ni lo que buscan.
-No pasará nada. Sé cuidarme sola.- Replicó ella.- Y creo
que se puede confiar en ellas.
-Hasta ahora reconozco que no han hecho nada malo, pero
tampoco nos han ayudado.- Declaró el joven.-
Alexandra
se separó de él con un gesto entristecido, aunque el animoso Pierre no tardó en
hacerla sonreír de nuevo al añadir.
-Perdona. Es que no quiero que te suceda nada. Eres la
chica con la que quiero pasar el resto de mi vida.
-¿Incluso cuando termine la guerra y vaya a fundar mi casa
de modas?- Inquirió al jovencita dejándose abrazar otra vez.-
-Claro que sí. Y yo trabajaré contigo. Podrás usarme de
modelo. ¡Y de más cosas! - Rio.- Te prometo que me dejaré.
La chica
se rio también, la verdad ese muchacho, quizás algo delgado, era guapo, moreno
y con ojos azules, cercano al metro ochenta.
-Son una parejita muy mona.- Admitió Haruka.-
-Aunque él no se fie de nosotras.- Comentó Setsuna con
cierta prevención.-
-Se figurará que Ruka le quiere quitar la novia.- Lanzó
Michiru con su típico tono bromista e irónico.-
-No debes preocuparte por eso, Sabes que tú eres la única
para mí.- Afirmó su compañera.-
-Vamos a inspeccionar la zona.- Les indicó Plutón corriendo
un tupido velo sobre aquello.-
Las tres
salieron con unos pantalones de montaña y chaquetas que abrigaban bastante del frio tiempo que hacía ya por esa
época del año. Se percataron que Pierre les dedicó una mirada entre curiosa y
algo desaprobatoria aunque enseguida volvió a centrar su interés en su novia.
-Sí, les dejamos a su aire y nos fuimos a mirar por los
alrededores, para asegurarnos de que no hubieran patrullas alemanas.- Le contó
Michiru a Esmeralda saliendo de aquellos recuerdos.-
-Y entonces, unas horas más tarde tras regresar, esperamos a la caída de la noche y fuimos
junto con Alex a la casa.- Añadió Haruka.-
Las cuatro
llegaron una vez más a ese gran palacete y la joven francesa abrió. Pasaron con
rapidez y Alexandra consultó unas notas que llevaba en aquella carta de su
abuelo y que pasó a leer en voz alta.
-Dice que, en el ala noroeste de la casa, siempre se han
depositado las obras más valiosas de la familia. Aunque añade que hay algo muy
especial, que no se puede ver a simple vista pero que, con el tiempo, si se
puede contemplar. Me suena a acertijo. La verdad, lo he leído muchas veces pero
nunca lo he comprendido.
Aunque al
parecer Setsuna sí que parecía entender su significado. Para asombro de la
joven francesa miró a sus compañeras y les comentó.
-Sin duda es lo que creo que es.
-Lo que andábamos buscando.- Convino Haruka.-
Todas se
encaminaron hacia aquella ala. Fue cuando Michiru comentó.
-Será difícil encontrarlo. A no ser que…
-Sí, a no ser que utilicemos nuestra energía.- Musitó
Setsuna.-
-No tenemos otra opción salvo. Ya sabéis.- Declaró Haruka
mirando de reojo a Alexandra que a su vez las observaba sin comprender nada de
lo que hablaban.- Tendremos que transformarnos.
-¿En qué idioma estáis hablando?- Quiso saber la chica con
perplejidad.-
Y es que
las tres se habían puesto a conversar en
japonés para no ser comprendidas. Quizás eso fuera perjudicial dado que su
amiga estaba mirándolas con gesto entre la sospecha y el asombro. No tardó en
sacar su pistola y decir en tanto las apuntaba.
-Esta vez sé que está cargada. No me digáis que eso es
inglés o ninguna lengua europea. No soy tan estúpida.
-Está bien, es japonés.- Confesó Michiru.-
-¿Japonés? ¡Esos son aliados de los alemanes! - Exclamó una
ahora desconfiada Alexandra.- Pierre tenía razón. Nos habéis engañado.-
Sentenció apuntándolas con más decisión.-
-No, escucha.- Le pidió Setsuna.- No es lo que tú crees.
-¡Cállate!- Replicó la ahora airada joven.- No debí confiar
en vosotras. Supiste aprovecharte bien de mí y de mi deseo por ser modista.
Reconozco que sabes mucho de eso, pero únicamente era para ganarte mi
confianza.- Acusó a Plutón.-
-No es así.- Insistió la aludida.- Te puedo asegurar que
estás en un error.
-Y encima ya habían atacado Pearl Harbor.- Susurró Haruka a
su compañera.-
-¿Qué? ¿A qué te refieres con eso de Pearl Harbor?-
Inquirió Alexandra para interrogarlas amartillando el arma…- ¿Es que preparáis
algo parecido? Habla. ¿Sois espías, verdad? ¿Dónde van a atacarnos ahora?
Setsuna miró
a su compañera con severidad. No tendría
que hacer esos comentarios, Haruka se encogió de hombros limitándose a decir
con tranquilidad.
-Ya da igual. Deberíamos decirle quienes somos en realidad
y lo que buscamos. Creo que esta chica se lo ha ganado.
-¿De qué estáis hablando?- Se sorprendió una vez más la francesa.-
-Nosotras no somos inglesas, ni americanas, ni tan siquiera
japonesas.- Le dijo Michiru.-
-Es más, no somos ni terrícolas. Aunque nos reencarnásemos
aquí.- Apuntó Haruka.-
-¿Estáis tratando de burlaros de mí?- Espetó la chica que
acercó peligrosamente su pistola a la sien de Michiru.-
-Nos pediste que te dijéramos la verdad. Y acabamos de
hacerlo. Si quieres pruebas te las daremos. Pero no debes asustarte. Sobre todo
con esa pistola en la mano.- Le pidió conciliatoriamente Setsuna.-
-Muy bien, a ver qué pruebas son esas.- Quiso saber la
aludida que había tomado a Michiru como rehén sujetándola por la cintura y
colocándose tras de ella, en tanto no dejaba de apuntarla a la cabeza.- Y esta
vez, por rápidas que seáis yo dispararé antes.-Advirtió.-
-No, por favor.- Le rogó Haruka levantando las manos.-
Confía en Setsuna. Debes dejarla que te lo muestre, te advierto que podrías
sobresaltarte pero te suplico que no dispares.
-Me apartaré para que veas que no quiero hacerte daño. E
invocaré mis poderes, me verás cambiar, pero no te asustes ni le hagas nada
malo a Michiru.- Le dijo también Setsuna.-
-Es un buen espectáculo de luz y te gustará. Sobre todo
sabiendo lo que sientes por el mundo de la moda.- Se atrevió a decir Neptuno
tratando de sonar jovial.-
-Muy bien, te prometo que no dispararé salvo que intentes
atacarme.- Aseguró Alexandra quien también tenía curiosidad.-
Setsuna
asintió apartándose unos metros, entonces despacio levantó un brazo y una mano
apuntando hacia el techo y exclamó.
-¡Planeta Plutón, dame el poder!
Y
Alexandra tuvo que reconocer que no habían exagerado. Al cabo de apenas décimas
de segundo vio aquellas luces increíblemente hermosas y a esa mujer girando en
una especie de remolino del que salió con un vestuario totalmente diferente y
asombroso. Una especie de corsé con un lazo en el pecho, falda verde oscura
cortísima y botas a juego desde las rodillas y con tacón bastante elevado. Tan
asombrada estaba que hasta soltó a Michiru. Esta vez, las guerreras no hicieron
nada contra ella.
-Ahora es mi turno.- Sonrió Haruka, dejándola perpleja a su
vez cuando invocó.- ¡Planeta Urano, dame el poder!
Al momento
reapareció vestida de similar modo, pero con otros colores y unos botines hasta
los tobillos.
-Me toca a mí.- Sonrió Michiru.- ¡Planeta Neptuno, dame el
poder!
Espectáculo
similar y atuendo parecido. Llevaba zapatos color aguamarina anudados a los
tobillos por una especie de cordones. Al fin, la impactada Alexandra pudo
musitar.
-Pero… ¿Quiénes sois?...
-Somos las guerreras guardianas del sistema solar
exterior.- Le desveló Haruka.-
-Protegemos la Tierra y la Luna contra la maldad y los
invasores de los confines del universo.- Añadió Michiru.-
-Aunque tuvimos que intervenir por culpa de una grave
crisis en la Tierra.- Completó Plutón, revelando a la atónita joven.- Para eso
hemos venido desde tu futuro.
-Esto es asombroso, no puede estar sucediendo.- Apenas si
balbuceó la joven.-
-Ya te lo advertimos, te dijimos que no estarías
acostumbrada a ver esto.- Sonrió Haruka con un talante más jovial.-
La
jovencita tuvo que admitir eso asintiendo despacio. Aquello era increíble pero
lo había visto con sus propios ojos.
-Buscamos una piedra muy poderosa que permite precisamente eso,
atravesar el tiempo y las dimensiones. Si los nazis se hicieran con ella sería
un desastre para la Humanidad.- Le contó Michiru.-
-Aunque hay seres todavía peores y más peligrosos que
ellos. Son esos los que realmente nos preocupan.- Sentenció Haruka, ahora con
un tono y gesto mucho más serios.-
La atónita
muchachita terminó por bajar su arma y asintió. Pudo decir todavía sobrepasada
por el asombro.
-¿Y cómo puedo ayudaros?
-Pues buscando la piedra de Cronos con nosotras.-Le comentó
Setsuna que tras ablandar su expresión severa con una sonrisa, le confió.- ¡Ah,
y otra cosa! Todo lo que te conté sobre mí era verdad. Te considero una amiga y
me encanta la moda. De no ser guerrera, mi sueño sería poder trabajar como
modista.
-Bueno.- Repuso una azorada Alexandra ahora.- Y, ¿puedo
preguntaros qué pasará conmigo en ese futuro? ¿Lo lograré?
-Puedes preguntarlo, pero no podemos decírtelo, va contra
las normas.- Le respondió Michiru.-
-Además, no sería justo.- Añadió Setsuna.-
-Esa pregunta tendrás que responderla tú misma en los
próximos años.- La alentó sin embargo Haruka.-
-Entonces no moriré en la guerra.- Suspiró la chica con
visible alivio.-
Una vez
más, tanto Michiru como Setsuna fulminaron a
su compañera con la mirada. ¡Había vuelto a decir demasiado! Haruka se
dio cuenta limitándose a sonreír de forma algo tonta y encogerse de hombros. El
caso es que Alexandra pareció animarse tras oír eso y preguntó una vez más en
esta ocasión con un tinte de apuro.
-Y otra cosa…
-No podemos revelarte detalles del futuro, lo siento.-
Sentenció tajantemente Plutón.-
-No, no es eso. Bueno, es solamente una curiosidad.- Quiso
saber la chica para preguntar entre atónita y algo avergonzada.- ¿De verdad
salís a la calle vestidas así? Vais enseñando casi todo. Es poco, en fin…es
poco decoroso.
Y fue el
turno de las sailors de mirarse con incredulidad y estupor, aunque no tardaron
en echarse a reír dejando perpleja a la francesa.
-Por fortuna las cosas cambiarán mucho para las mujeres.-
Pudo decir al fin Haruka entre risas.- Y
será para bien.
-Sí, y ahora podrás ser una adelantada a tu tiempo.- Añadió
Michiru guiñándola un ojo con complicidad.-
-¡Ni en sueños voy a ponerme algo como eso! - Aseguró una
ruborizada Alexandra.-
-Seguro que a tu novio le gustaría.- Sonrió Setsuna.-
La atónita
chica no sabía a donde mirar, roja de vergüenza y escuchando además las risas
de esas extrañas mujeres. Al fin cuando las cosas se calmaron un poco,
prosiguieron con la búsqueda. En este momento Haruka interrumpió el relato. Su
semblante no parecía estar animado pese a recordar aquellos momentos tan
divertidos.
-¿Qué sucedió entonces?- Quiso saber Esmeralda.-
Sin
embargo un súbito brillo en la piedra que tenían tapada las alertó, pese a estar
envuelta y metida en una mochila podía verse la claridad a través de la tela de
ésta.
-¿Qué estará pasando?- Se preguntó Michiru cuando abrió
para mirar.-
La esfera
brillaba con tonos celestes pasando a blancos. Al sacarla su luz aumentó aún
más.
-¿Pero qué demonios ocurre?- Inquirió Haruka a su vez.-
-Mejor ni les nombres.- Le pidió cautelosamente Esmeralda.-
Ya tuvimos bastante de eso. ¿No crees?
Sus
interlocutoras asintieron, aunque no se explicaban aquello. Se movieron un poco
por esa gran sala de la casa en la que estaban y para su sorpresa la piedra
emitía un destello más fuerte a medida que se acercaban a…
-La parte del ala noroeste.- Comentó Michiru.- Esto me es
familiar
-Sí.- Afirmó Haruka.- Vamos a ver.
Y
corrieron hacia allí seguidas por Esmeralda que no tenía ni idea de lo que
sucedía.
-¿Me vais a contar lo que está pasando aquí?- Les pidió
cuando llegaron a la altura de un enorme retrato dieciochesco.-
-Escucha.- Le pidió Michiru que retomó la narración
mientras contemplaba aquel cuadro.- Nosotras entonces…
Paralelamente a eso, en el pasado, las cuatro
vieron como un gran brillo de tono inmaculado surgía una vez más, precisamente
en dirección hacia aquella zona de la casa.
-¡Vamos!- Les indicó Setsuna.-
-Es por aquí.- La corrigió Alexandra tras consultar un
fragmento de sus notas.- Dice que tras el retrato familiar se encuentra la
clave.
Y señaló
un cuadro de un tipo ataviado a la manera del siglo dieciocho. Las chicas no
tardaron en quitar ese retrato y descubrieron tras él una pequeña palanquita.
Tirando de ella un panel en esa pared se abrió. Allí dentro el resplandor era
tan potente que hasta tuvieron que entrecerrar los ojos.
-¡Está aquí!- Anunció una entusiasmada Haruka.- ¡La Piedra
de Cronos!
Las
mujeres corrieron al fondo de esa pequeña galería en donde se originaba ese
punto de luz. Al llegar éste se fue haciendo menos intenso. Vieron al fin una
especie de esfera esmerilada que brillaba con gran belleza.
-¡Es preciosa!- Declaró Alexandra.- ¿Y esta joya es de mi
familia?
-No realmente, es un objeto muy poderoso que existe desde
casi el principio de los tiempos.- Le explicó Setsuna.- Como guardiana de la
puerta espacio – temporal mi deber es impedir que caiga en malas manos. Porque,
de hacerlo, se podría crear una abertura interdimensional permitiendo el acceso
de seres de todo tipo a este mundo.
-¿De veras?- Escucharon entonces a una burlona voz de
hombre.- Eso es muy interesante.
Se giraron
a la vez para descubrir a ese individuo, vestido con aquella gabardina negra y
sombrero, y acompañado de varios soldados con ametralladoras que las apuntaban
mirándolas también con sorpresa y en algunos casos, una no disimulada
admiración hacia aquellos cuerpos. En un acto reflejo Alexandra quiso sacar la
pistola pero Haruka la sujetó del brazo moviendo la cabeza.
-Muy bien, inteligente decisión.- Afirmó ese tipo que
comentó entre atónito y divertido para dirigirse ahora a Alexandra.- ¡Vaya,
vaya, vaya! ¡Si es la modistilla de París!
Admito que no imaginé que fueras de la Resistencia francesa. Y en cuanto
a vosotras, no os recuerdo. ¿Qué clase de guardianas del Milenario de Plata
sois?...
-¿Cómo es que sabes quiénes somos?- Se extrañó Haruka -
¿Quién eres?
-Aquí me llaman herr Zoisite. Pero mi cargo auténtico es
general de los ejércitos de la reina Beryl.
-¡La reina Beryl!- Exclamó Setsuna.-
-Claro, ahora recuerdo quién es este tipo.- Añadió
Michiru.-
-Uno de los Shintennou.- Remató Haruka.-
-Muy bien.- Sonrió pérfidamente su interlocutor.- Soy uno
de los príncipes de los cuatro cielos.
Las chicas
se miraron entre horrorizadas y estupefactas. ¡Eso sí que no lo habían
esperado!. La propia Alexandra las observó con desconcierto. Por sus caras la
cosa parecía ser mucho peor de lo que ya de por sí era.
-¿Qué hacemos con ellas, señor?- Le preguntó entonces un
oficial de las SS a ese tipo.-
-Lleváoslas y encerradlas.- Ordenó el interpelado.- Por el
momento las quiero vivas.
-De eso nada.- Replicó Michiru que enseguida invocó.- ¡Deep
submerged attack!
Y antes de
que los atónitos soldados de las SS pudieran reaccionar una bola de intensidad
enorme y con tonos aguamarinas les llevó por delante con la fuerza de una
tremenda ola.
-¡Vamonos!- Exclamó Haruka.-
Consultando
sus notas con rapidez Alexandra las indicó que avanzaran. Acorde a las
anotaciones a pocos metros había un mecanismo oculto que abría una salida. La
joven francesa llegó la primera accionándolo. Pero los alemanes ya se rehacían.
Sobre todo aquel tal Zoisite que, habiendo proyectado una especie de barrera,
se protegió a sí mismo y a otro grupo de soldados. Pese a las instrucciones de
su comandante estos no tardaron en disparar. Setsuna hizo aparecer un largo
báculo que giró a gran velocidad creando una especie de escudo que repelía las
balas.
-¡Rápido, salid!- Les pidió a las demás.-
-De eso nada.- Replicó Haruka colocándose a su lado.- No
vamos a dejarte sola.
-Tranquila. –Añadió Michiru para urgir a Alexandra.-
Llévate la piedra de Cronos, y huye. ¡Rápido! Nos ocuparemos de ellos.
La joven
quiso oponerse a abandonarlas pero Neptuno le entregó aquella joya empujándola
hacia la salida afirmando.
-Unas simples balas no pueden hacernos nada. Debes escapar
y poner la piedra a salvo.
Alexandra asintió. Se dio cuenta
entonces de que quizás toda la misión dependiera de ella. No tardó en correr,
no sin antes mirarlas con admiración y decir.
-Bon chance, mes amies.
Y huyó de
allí entre una zarabanda de ruido de disparos de ametralladora y los gritos de
sus compañeras que invocaron nuevos ataques.
-¿Qué os sucedió?- Quiso saber Esmeralda entonces, realmente
preocupada.-
Aunque
enseguida se censuró por tonta, sus amigas estaban ahí, contándole la historia,
luego tuvieron que salir con bien de aquello.
-No fue difícil quitarnos de encima a los soldados, pero
con aquel tipo fue una cosa bien distinta.- Le respondió Michiru.-
- Al final caímos en la cuenta de quién era. Usagi y las
demás nos hablaron de ellos. Fueron sus primeros enemigos cuando se
reencarnaron como sailors. Los generales del ejército de la Oscuridad.
-¡Espera un momento!- Le pidió la diseñadora, al recordar.-
Me parece que Nephrite formaba parte de ellos. Al menos eso le contó a Diamante,
cuando se hicieron amigos entrenando en el Rincón del Alma y del Tiempo.
-Pero en este momento, cuando viajó al pasado, todo aquello
no había sucedido aún. De hecho, como ya te dijimos, esos tipos planeaban
adelantarse a la reencarnación de las guerreras. El poder maligno de Metalia,
un hijo de Caos, tuvo conocimiento de esas aberturas dimensionales y quiso
enviar a alguno de sus vasallos para que le franqueara el paso.
-¡Claro, ya lo entiendo!- Musitó Esmeralda.- Es algo
similar a lo que el Sabio hizo aquí. Tanto él como ese otro encapuchado del que
las hermanas nos hablaron, se enfrentaron a él en su lucha contra los demonios.
Debieron de utilizar unas brechas similares. Pero. ¿Por qué se han creado esas
anomalías?- Se preguntó en voz alta.-
-No tenemos ni la menor idea.- Confesó Michiru.- Ahí es
donde entra tu amiga Amanda. Ella y su grupo especial se ocupan de luchar
contra ese tipo de fenómenos.
-Sí, Torch…cómo que sea que se llamen, nunca me acuerdo.-
Completó Haruka.- Aunque ahora se denominan los Guardianes. Nuestra misión era
recobrar esta piedra y dejarla bajo su custodia. Ellos se ocuparán de impedir que cree nuevos
problemas.
-¿Los Guardianes?- Repitió Esmeralda afirmando.- Algo he
escuchado pero no lo relacionaba con ella. Pensé que era una agente del Foreing
Office.
-Eso también.- Le respondió Michiru.-
-Cuando vuelvas a verla, y le entregues la piedra, podrás
preguntarle.- Le sugirió Haruka.-
-Vaya si lo haré.- Les prometió Esmeralda.-
Y la
piedra en cuestión seguía brillando. Entonces, para asombro de las tres, una
especie de ventana se abrió en medio de la nada en el aire y pudieron ver a
través. Era esa misma sala y Alexandra corría por ella.
-¡Es Alex!- Exclamó Haruka explicándole a la también
perpleja Esmeralda.- Cuando salió corriendo de la sala mientras la cubríamos no
sabemos lo que le pasó. Aunque después, cuando la encontramos… no estaba nada
bien. Fue terrible para ella. Pero no quiso decirnos qué le sucedió.
-Mirad.- Les señaló Michiru a sus amigas.-
Pudieron ver a Alexandra que corría con toda la rapidez que le
permitían sus delgadas piernas. Al fin, jadeando agotada se vio en la entrada
del palacete. Se apoyó durante unos instantes para recuperar el aliento. Iba a
salir cuando alguien entró por la puerta principal. Al principio iba a sacar su
pistola pero luego suspiró aliviada.
-¡Eres tú, Pierre!- Sonrió al verle allí.-
Se
abrazaron durante unos instantes y tras darse un apasionado beso el muchacho la
urgió.
-¡Vamos, no tenemos tiempo que perder! Los alemanes están por todas partes.
-Pero, ¡las chicas! - Pudo decirle con angustia.-
-No podemos hacer nada por ellas, y si nos atrapan estaremos
perdidos.- Insistió él arengándola.- Ante todo está la misión.
-De acuerdo.- Tuvo que transigir la joven.-
Sin
embargo, antes de salir, Pierre le preguntó con interés.
-¿Tuvisteis éxito en lo que vinisteis a hacer aquí? Porque
los nuestros hubieron de escapar del pueblo. Se han visto a muchos alemanes.
-Sí, todo está bien. Me lo han confiado a mí.- Asintió triunfalmente la chica.-
Y para
asombro de su novio, la joven le mostró aquella piedra que seguía brillando de
ese tono inmaculado. Pierre la contempló con una mezcla de fascinación y estupor.
Apenas sí pudo decir.
-No comprendo nada. Tanto jaleo solamente por un pedrusco
que brilla.
-No es solamente eso.- Le contestó la muchacha.- Me han
dicho que puede hacer cosas increíbles…y yo las creo, ellas mismas son
igualmente impresionantes.
Oyeron
entonces ruidos de gritos. Al parecer los alemanes estaban regresando a través
del pasadizo. Quizás esas pobres mujeres hubieran sido asesinadas ya por ellos.
-¡Corramos! - Urgió ahora Alexandra a su pareja.-
Sin
embargo él no se movió y para asombro de la chica la sujetó de un brazo en
tanto con el otro le quitaba esa piedra.
-Esta vez no, ma chere. Creo que tu huida termina aquí.
Sin poder
dar crédito a lo que escuchaba, Alexandra le miró con estupor.
-¿Qué estás diciendo?
-Que esta piedra es lo que Herr Zoisite estaba buscando. Se
la daré y me recompensara.- Declaró con tono triunfal.-
-¿Cómo? ¡Eres un traidor!- Exclamó la chica con horror.-
-Solo soy alguien que quiere tener un futuro. ¡Vamos Alex!
No seas tonta. Le diré a Herr Zoisite que trabajabas conmigo y podrás beneficiarte.
Tendrás tu casa de modas en París, no después de la Guerra, sino ya mismo. Y
tus clientes serán los miembros más destacados del partido Nazi. ¡Quizás hasta
el propio Fürher venga a encargarte sus trajes!
La incredulidad
y el asombro dieron paso al asco y la ira en Alexandra. Apenas podía creer que
su novio, aquel chico al que conoció cuando entró en la Resistencia, del que se
enamoró y con quién creyó haber encontrado a su alma gemela, fuera un traidor
miserable. Moviendo la cabeza y fulminándole con la mirada se apartó de él.
-¡Eso jamás! Nunca me sometería a los nazis. ¡Eres un
malnacido colaboracionista! - Le acusó con rabia.-
-¡Ya basta de tonterías! - Espetó ahora el aludido a su vez,
con malos modos.- Si crees que la Resistencia o los aliados van a ganar la guerra es que eres una estúpida
ingenua. ¿Acaso no has visto como nuestras tropas fueron derrotadas? ¿Cómo
echaron a los ingleses al mar? ¿Y de qué manera han destruido los japoneses a
la flota norteamericana en su base de Pearl Harbour? Ahora, solo queda el golpe
final. Cuando Hitler ordene invadir de nuevo Inglaterra todo habrá acabado. Esta
vez los ingleses no podrán resistir. Con esta piedra Herr Zoisite nos ha
asegurado que la victoria será total. Podrá crear una especie de camino por el
que sus tropas acudirán a reforzar a los alemanes. ¿Quieres estar en el bando
perdedor cuando ese momento llegue? ¿O saludar la victoria con los ganadores? Podrías
ser mi mujer y vivir en la abundancia.
-Prefiero morir a ser una rata traidora a su patria y a los
suyos.- Sentenció Alexandra sacando su pistola y apuntando a su ya ex novio
para ella.- ¡Devuélveme la piedra y vete de aquí o te mataré! - Amenazó con
toda la contundencia de la que fue capaz.-
A la vista
del arma el chico se tranquilizó. Pudo responder de mucho mejor talante.
-Ma cherie. Tú no me dispararás. Sabes que me amas, como yo
a ti. ¡Vamos! Se lista, como siempre lo has sido. ¡Tus padres, tus abuelos,
todos serán bien tratados!
-¡Me has engañado, me has utilizado! - Sollozó la muchacha
ahora, con el pulso tembloroso.-
-No…bueno, quizás al principio. Pero luego me he enamorado
de ti. ¡Te lo juro!
-¡No quiero escuchar ninguna más de tus mentiras! –Escupió ella.-
-Es la verdad. Mi amor por ti es real. Por eso te estoy
ofreciendo una vida maravillosa a mi lado. ¿Es que no te das cuenta? – Aseguró conciliatoriamente
el chico que mantenía las manos levantadas portando la piedra en una de ellas.-
Las voces
de los alemanes estaban sonando cada vez más próximas. Alexandra continuaba
petrificada por aquella terrible verdad. ¡No sabía qué hacer!, aunque entonces
Pierre cometió un error fatal.
-Herr Zoisite, ¡tengo la piedra está aquí!- Gritó bajando
las manos.-
Sonaron
dos disparos. El arma de Alexandra humeaba ahora. El joven la perforó con
una mirada de incredulidad antes de caer
al suelo y apenas poder gemir en agonía.
-Yo te…
No dijo
más. La muchacha, llorando sin poder parar, lanzó un grito terrible. Aquella
esfera había caído rodando. Pese a todo, por unos instantes aquello no le
importó…y testigos de eso, varias décadas en el futuro, ninguna de las tres
mujeres pudo articular palabra.
-¡Dios mío!- Musitó una impactada Haruka.-
-Por eso estaba así.- Sollozó Michiru.-
Esmeralda
no pudo contener las lágrimas. Movía la cabeza apesadumbrada y sintiendo mucha
pena por su mentora.
-¡Madame Deveraux!..-Pudo musitar.- Alexandra. Cuanto lo
siento, cómo debiste sufrir. ¡Ahora lo entiendo!…
En ese
instante la esfera refulgió con ese tono inmaculado y para asombro de la diseñadora ésta pudo ver a su entonces joven
mentora. La propia Alexandra, pasado ese primer instante de dolor y amargura se
aproximó al cadáver de su ex novio y
sollozó.
-Lo, lo siento… no...No me dejaste otra opción…
Le cerró
los ojos con una mano y, aunque involuntariamente, posó otra en el pecho del
joven que enseguida se manchó con su sangre. Eso la horrorizó. Quería sacudirse
aquello, limpiar tanto la mancha, como su propia conciencia. Entonces chilló
una vez más llena de dolor y de rabia, fue cuando escuchó esa voz femenina que,
entre sollozos, le aconsejaba con emotividad y afecto.
-Tranquilízate…por favor, no pudiste hacer otra cosa.
Mantén tu cabeza alta, siempre, y pase lo que pase, camina erguida y con pasos
firmes, niña. Por favor, recuérdalo.
La joven francesa quedó perpleja. Ahora,
mirando hacia la esfera vio una especie de ventana hacia otro lugar y a través
de la misma un rostro femenino. ¿Quién era esa joven mujer de pelo extrañamente
verde que la contemplaba con lágrimas?
-¿Quién eres?- Pudo apenas balbucir.-
Haruka y
Michiru estaban pasmadas. Urano le susurró a su compañera.
-¡Han abierto un canal! El poder combinado de ambas
esferas…
-Tienes que cerrarlo, ¡rápido, Esmeralda, corta la conexión!
- Le pidió Michiru.-
Aquellas
palabras llegaron también a oídos de Alexandra quien musitó agradecida.
-Esmeralda, gracias…lo recordaré, te lo prometo. Ahora
tengo que irme.
Y esta
vez, tomó la bola y la guardó entre los pliegues de su chaqueta. Al fin ese
canal dimensional se desvaneció.
-¡He hablado con ella!
- Repetía la llorosa y emocionada modelo.- He podido hablar con ella,
otra vez…
Las
sailors se miraron asombradas, ahora les cuadraban muchas cosas. Michiru
recordó.
-Nosotras entre tanto estábamos luchando contra ese tipo.
Nos costó mucho vencerle.
-Gracias a que Setsuna invocó su poder junto a los
nuestros.- Añadió Haruka.-
Su
interlocutora al fin se calmó un poco, lo bastante como para querer saber qué les
había pasado a ellas entre tanto.
-Pues esto fue lo que ocurrió.- Repuso Haruka.-
Las tres
guerreras habían rechazado una lluvia de balas con sus campos de energía. Los
atónitos soldados no podían dar crédito a lo que acababan de presenciar. Aunque
su jefe les ordenó de inmediato.
-¡Idiotas! Id a por la que ha huido, yo me ocuparé de
éstas.
Y los
asombrados militares obedecieron replegándose a voz en grito. Quizás fue eso lo
que Alexandra escuchó. Aunque en ese momento las guerreras bastante tenían con
frenar el rayo de energía que su rival les lanzó al grito de.
-¡Poder de la Oscuridad, acaba con mis enemigos!
A duras
penas bloquearon aquello con la suma de sus poderes. Setsuna entonces les dijo.
-¡Tenemos que contratacar, dadme un momento y crearé un
vórtice para enviarle de regreso a su tiempo!
-¿Igual al que hicimos para venir?- Inquirió Michiru
jadeando por el esfuerzo.-
Su
compañera asintió, todavía tratando de frenar la energía del enemigo. Al cabo
de unos momentos, fue el propio Zoisite quien tuvo que parar para recobrar
fuerzas, no sin antes espetar.
-Me da igual que tipo de guerreras de la Luna seáis, ni de
donde hayáis salido. ¡Acabaré con vosotras!
Por si
acaso, para darle trabajo, Haruka lanzó su ataque.
-¡World Shaking!
Eso hizo
que aquel tipo tuviera que replegarse y ponerse a cubierto de la subsiguiente
explosión dándoles un tiempo precioso a las chicas para concentrar energías.
Setsuna pudo entonces apuntar con su cetro al enemigo y cuando éste trataba de
reunir fuerzas para un nuevo ataque, gritó.
-¡Oh padre Cronos, devuélvele al momento y lugar que le
corresponden!
Y una
ráfaga de colores entre bermellón, dorado y verde rodearon al desconcertado
Zoisite quien únicamente pudo gritar cuando aquel vertiginoso remolino le hizo
girar sobre sí mismo cada vez más rápido hasta que se desvaneció. Las chicas
contemplaron aquello entre agotadas y aliviadas. Solamente al cabo de unos tensos minutos y de
no oír nada, Michiru les recordó.
-¡Alexandra! Tenemos que ir por ella.
Y
corrieron con toda la rapidez que les permitían sus ya menguadas fuerzas. Al
salir hubieron de vérselas una vez más con ese pelotón de las SS
-Deténganse.- Les ordenó el oficial apuntándolas con una
lugger.-
-¡Estoy harta de estupideces! - Replicó Haruka que sin
darles tiempo a nada a sus oponentes volvió a lanzar su ataque.- ¡World
Shaking!
Eso
desbarató una vez más al enemigo. Para rematar Michiru insistió con otro “Deep
submerged attack” y Setsuna remató con su “Chronos Typhoon” Aunque eso sí, con
potencia atenuada para no matar a nadie y cambiar el curso de los
acontecimientos. De modo que, al terminar aquello en apenas unos segundos, esos
soldados y su oficial al mando yacían inconscientes.
-¡Vámonos de aquí!- Las instó Setsuna-
Aunque a
la salida vieron el cuerpo sin vida de Pierre. Eso las dejó impactadas.
-¿Qué hacía aquí?- Se preguntó Michiru.-
-Posiblemente viniera por Alexandra, tendría miedo de que
algo le pasara.- Suspiró Haruka, sentenciando.- Pobre chico.
-Y pobre Alex.- Añadió Setsuna con pesar.-
Salieron
deprisa, y entonces la vieron, sentada
en un tocón de árbol, a pocos metros de la casa.
-¡Alexandra! ¿Estás bien?- Le preguntó Michiru con
inquietud.-
-¿Te han herido?- Quiso saber Haruka con la misma
preocupación.-
La joven
no respondió, pero solo con ver su rostro surcado por las lágrimas todas se
dieron cuenta de que ella lo sabía.
-Lo sentimos muchísimo.- Le susurró cariñosamente Setsuna
al oído.-
Abrazó a esa
pobre chica que se desahogó llorando durante unos instantes. Todo ante las
conmovidas miradas de Haruka y Michiru. Neptuno sin embargo tuvo que
interrumpir ese triste momento para recordarles a sus compañeras.
-Los alemanes no tardarán en despertar. Debemos irnos.
A duras
penas Setsuna se separó del abrazo de la muchacha. Se alejaron de la mansión en
dirección al bosque. Allí, cerca de una cueva estaba otra de las bases
clandestinas de la Resistencia. A esas horas no había nadie y pudieron entrar.
No hablaron durante el trayecto, aunque las guerreras observaban a la muchacha
con pesar. Una vez a salvo Haruka tomó el relevo de sus compañeras para consolar
a su amiga, posando sus manos sobre los hombros de Alexandra y decirle con
afecto y compasión.
-Sabemos lo que debes de estar sufriendo y es injusto y
duro que te lo diga así. Pero tienes que olvidarlo ahora. Hay otras prioridades.
Lo comprendes, ¿verdad?
-Sí.- Afirmó la joven mostrándose ya más entera a la par
que sentenció.- No os preocupéis por mí. No lloraré más. Mantendré la cabeza
alta y marcharé erguida, siempre. Es un magnifico consejo que me han dado y no
lo olvidaré.
Las sailor
se quedaron sorprendidas, dedicándole a
esa chiquilla unas miradas plenas de admiración. En tanto Haruka sentenciaba.
-Eres una muchacha, no. - Se corrigió con una débil
sonrisa.- Una mujer realmente excepcional, Alexandra Annette Deveraux Iribe.
Nunca te podremos olvidar.
-Esperamos volver a verte.- Añadió afectuosamente Michiru.-
Aunque pasen unos cuantos años.
-Ahora debemos irnos.- Le dijo Setsuna asimismo con cariño
en su voz.- Cuídate mucho y ten fe en que todo saldrá bien. Eres una luchadora
y si te lo propones, nada ni nadie te detendrá para poder realizar tu sueño.
La chica
asintió despacio y tomó la palabra para declarar a su vez.
-Yo también espero volver a veros. Aunque no sé lo que
durará esta maldita guerra, ni a cuantas personas más perderemos. ¡Ojalá que
todo el sacrifico que está haciendo Francia merezca la pena!
-Al menos hemos derrotado a ese tal Herr Zoisite y le
enviamos de regreso a su lugar.- La tranquilizó Haruka.- En eso, debes sentirte
contenta. Gracias también a ti, un peligro más terrible aún que el de los nazis
ha sido conjurado.
-El resto os lo dejamos a vosotros.- Afirmó Michiru.-
-¿Y no podríais quedaros y luchar a nuestro lado?- Les
pidió la joven.- Con vuestros poderes la guerra terminaría enseguida.
-No podemos influir en el destino de esa manera. Vinimos
del futuro, ya te lo dijimos.- Declaró Setsuna para justificar.- Para nosotras
todo ha sucedido ya, y no podemos alterarlo. Si viajamos hasta este momento fue
para evitar a su vez que otros alterasen el devenir de los acontecimientos.
-¡Ojalá pudierais decirme como termina todo!- Suspiró
resignadamente la muchacha.-
-Lo verás tú misma. Confía en ello.- Añadió Haruka
guiñándole un ojo, y afirmando con jovialidad.- ¡Y al cuerno con los tabúes!,
le puedo decir eso. Se lo ha ganado.
-Es verdad.- Convino Setsuna con una sonrisa.- Y se lo
ganará.
-Solo una cosa. – Agregó Michiru con simpatía y afecto.- Si
dentro de muchos años te has convertido
en alguien muy importante y un grupo de mujeres viene a verte siendo una de ellas artista, otra piloto de
carreras y la tercera modista aficionada…
-Las recibiré de inmediato.- Sonrió ahora la chica.-
Las tres
guerreras asintieron y entonces Haruka tuvo una idea.
-Poneos unos abrigos. Dejemos este momento para que perdure
en el tiempo.
-¿Qué quieres decir?- Quiso saber su pareja.-
Urano
señaló hacia un lugar en la cueva, había una estantería y en ella una vieja
cámara. Enseguida comprendieron. Entre ella y Setsuna hicieron algunos ajustes
para poder tomarse una fotografía y salir las cuatro. Conectando el disparador
a un cable. Así, las guerreras rodearon a
una ahora sonriente Alexandra.
-¿Preparadas?- Les preguntó Haruka:- ¡Allá vamos!
Y tras
darle al disparador hicieron varias fotos. Al terminar fue Setsuna quien le
dijo a la muchacha.
-No olvides revelarlas. En nuestro tiempo hay cámaras que las
sacan al instante, pero no se han inventado todavía.
-¿Al instante? Vaya, eso sería muy interesante para
aplicarlo a la moda.- Comentó la chica.-
-Lo será.- Convino Setsuna que se dirigió ya más seriamente
a sus compañeras para indicarles.- Ahora tenemos que marcharnos.
Y las tres
se abrazaron una tras otra a Alexandra. Tras quitarse los abrigos y alejarse de
su amiga concentraron una vez más sus poderes. Entonces la joven recordó.
¡Parecía imposible! pero se les había olvidado a todos y antes de que se fueran
les preguntó, sacando de entre sus ropas esa esfera que brillaba ahora de forma
tenue.
-¿Y qué hago yo con esto?
-Escóndelo bien. Quizás en esa misma mansión. Ahora ya no
podrán usarlo para nada malo.- Le respondió Setsuna.-
- Así es, puede que un día, en el futuro, debamos encontrarlo
de nuevo.- Afirmó Michiru.-
-¿Por qué no os lo
lleváis entonces?- Quiso saber la desconcertada chica.-
-Porque así ha de ser.- Declaró la Guardiana del Tiempo.- No
podemos arriesgarnos a que la misma piedra se encuentre en dos momentos a la
vez o a que sea detectada por las fuerzas del mal. Tiene que seguir escondida.
Consulta esa lista tuya. Y guárdala bien.
-Lo haré, os lo juro. Además, llevo un diario en el que
escribiré algunas cosas. Nada que pueda exponer quienes sois de verdad. Pero
será para mí un recuerdo de lo que tengo que hacer en la vida.- Declaró
Alexandra.-
-Adiós. Ha sido un placer conocerte. Señora Deveraux.- Sonrió
Michiru inclinando la cabeza con respeto.-
-Lo mismo digo.- Añadió Haruka secundándola.-
Y entonces
fue Setsuna la que remató.
-Algún día tendrás una discípula a la altura de tu talento
y tu valor. Una buena muchacha que aprenderá mucho de ti. Cuídala como a una
hija.
-¿Y cómo sabré quién es?- Inquirió la muchacha.-
-No te preocupes, lo sabrás.- Le aseguró su interlocutora,
añadiendo con afecto.- Tú vela entonces por ella.
-Lo haré.- Sonrió la joven.- Lo prometo.
Y las tres guerreras le devolvieron la sonrisa
a esa magnífica muchacha que, asombrada, vio como invocaban sus poderes una vez
más. En ese instante una gran luz de colores surgió, alimentando el brillo de
la piedra de Cronos y entonces Alexandra se alejó con ella saliendo de la
cueva. Al fin, la esfera redujo su iluminación y en ese instante un flash de
luz se produjo dentro de la cueva…
-Así retornamos.- Comentó Haruka a una asombrada y
emocionada Esmeralda, quien a duras penas pudo decir entre lágrimas.-
-Le hablasteis a Madame Deveraux de mí. Por eso siempre me
trató como a una hija.- Afirmó la joven.-
-No le hablamos de ti.- Corrigió Haruka.- Sino de que,
algún día, llegaría esa discípula merecedora de tomar su relevo. Y ella no
tardó en ver que esa muchacha eras tú.
-Ahora debemos irnos.- Afirmó Michiru tomando la piedra.-
Hay que darle esto a Amanda. No te preocupes, en vez de encargarte tú, creo que
será mejor si nosotras nos ocupamos de ello. Tú vuelve a casa, con Diamante y
Amatista. Y lucha por mantener Modas Deveraux en la forma en la que Alexandra
hubiera querido.
-Sí, lo haré.- Aseveró la interpelada.- Se lo prometí a
ella y ahora lo juro por su memoria. No permitiré que esa pécora de Monique se
interponga.
Sus amigas
sonrieron confiando en que así sería. Después salieron de la mansión, llevaron
a Esmeralda hasta la estación del tren y allí la despidieron. La modelo y
diseñadora las vio alejarse en aquel deportivo amarillo a toda velocidad.
-Es hora de regresar a casa.- Se dijo suspirando.-
Al cabo de
algunas horas había vuelto. Su marido la aguardaba cuando al fin entró por la
puerta agotada.
-¿Qué tal os fue?- Quiso saber el príncipe de Némesis.-
-Fue algo…No sé cómo describirlo.- Musitó la aludida.-
Diamante se
levantó del sofá en el que estaba y abrazó a su esposa. Ella apoyó su cabeza en
el pecho de su marido y sin saber por qué rompió a llorar, aunque de un modo
suave y silencioso.
-¡Eh, tranquila!- Le susurró él.- Anda, vamos a tomar una
copa de vino y me cuentas todo lo que ha pasado.
La mujer
asintió tras enjugarse las lágrimas. Se sentaron y tras descorchar una botella
Esmeralda le contó lo ocurrido. Diamante también quedó perplejo.
-Es una especie de causa efecto que se ha retroalimentado.-
Comentó el atónito príncipe sopesando.- Quizás tu mentora aprendió cosas de ti
que luego te enseñó. Realmente complicado.
-No lo sé. Lo único que sé es que ahora puedo comprenderla
muchísimo mejor. Por qué consagró su vida a su sueño. Por qué no se casó nunca
y sobre todo, porque era tan difícil ganar su confianza y en cambio a mí, me
aceptó de inmediato. Quizás sea eso lo que realmente más le ha molestado
siempre a Monique.- Suspiró reflexionando sobre aquello.-
-¿Y en cuanto a su familia? ¿Acaso nadie ha reclamado
dirigir la Casa Deveraux aparte de esa tal Monique?- Inquirió su esposo.-
-Nadie. Ella dejó en su testamento algunas cantidades de
dinero, e incluso propiedades suyas para sus descendientes. Bueno, para los
descendientes de su familia. Pero la mayoría son bastante lejanos ya.
-Pues ahora te toca continuar con su legado. Y sé que lo
harás muy bien. Lo mismo que ella lo sabía.- La animó Diamante.-
-Eso espero. Y también tengo muchas preguntas y quizás
algún día, algunas personas puedan respondérmelas. En fin.- Suspiró.- Estoy
agotada, ha sido un día duro y difícil. Me voy a dar un baño y después me iré a
la cama.
-No tardaré.- Le dijo su esposo.-
Tras darle
un beso en los labios Esmeralda se pasó primero por la habitación de su hija.
Amatista llevaba ya dormida al menos unas cuantas horas. Con esos ojitos
cerrados y su expresión de paz en aquella angelical carita, la cría estaba
tumbada sobre un costado. Su madre se
arrodilló junto a su cama y le acarició suavemente el pelo y una mejilla para
susurrarle con cariño y ternura.
-Chérie. En mi vida lo más importante eres tú. Quizás no te
pueda ver tanto como quisiera, pero algún día sé que lo entenderás. Pero pase
lo que pase, tu madre siempre estará a tu lado cuando de verdad lo necesites.
Te lo prometo, mi amor.
Y tras
besar suavemente a la cría en esa mejilla redondita y suave se fue a su
habitación. Puso un poco de agua en la bañera y se sumergió al menos unos
minutos en esa relajante agua caliente con espuma en tanto meditaba.
-La primera persona con la que desearía charlar es con
Setsuna. Estoy segura que ella sabe más cosas que Haruka y Michiru. Después,
puede que hable con Goldpier. Necesito saber qué sucedió. Y luego, no me
vendría mal que Amanda me aclarase algunas cosas…
Y tras reflexionar sobre eso al fin salió de la
bañera, se puso el albornoz y una toalla y se secó. No tardó en meterse en la
cama. Su esposo llegó justo entonces e hizo lo propio, así abrazados, ella le
musitó.
-Tengo muchas cosas por hacer todavía, y quiero hacerlas
muy bien.
-Las harás. – Le aseguró él.-
-Y la primera es conseguir que tanto Amatista como tú seáis
muy felices.
-Eso ya lo logras todos los días.- Repuso él.-
Aunque la
mujer quedó en silencio durante unos instantes y al fin preguntó con voz queda.
-Diamante. ¿Tú crees que el sentimiento de culpa por lo
malo que hicimos se nos podrá borrar alguna vez?
En esta
ocasión fue su esposo quién, dejando pasar unos instantes, finalmente replicó
del mismo modo, al tiempo que le acariciaba una mejilla.
-No lo sé. Yo lo tengo ahí, quizás encerrado tras unas
paredes gruesas, y ese grosor aumenta con cada cosa buena que hago. Con cada
minuto que estoy junto a ti y nuestra hija. O cuando me reúno con los amigos. Y
tengo la impresión de que a ellos les sucede lo mismo. O por lo menos algo
similar. Pero desaparecer. No… lo que una vez fue hecho, no puede deshacerse.
Quizás ni viajando atrás en el tiempo.
-El tabú que mencionaba Setsuna.- Afirmó su interlocutora.-
-Sí. Y después de lo que hicimos creo que he llegado a
entender el motivo para que ese tabú exista.- Afirmó él, explicando.- Todo lo
que ha sucedido ha tenido que suceder. No seríamos quienes somos de no haber
vivido todas esas experiencias. Por eso, ir al pasado a tratar de cambiar algo
que ya aconteció haría que el futuro fuese algo radicalmente diferente. Y
pudiera ser que incluso peor.
-Sí, el caso del hijo de Roy y de Bertie. Aunque, ¿y si era
eso lo que estaba destinado a suceder? ¿Cómo podríamos empeorar algo así?
-Quizás puede que eso no fuera lo que tenía que pasar.-
Conjeturó Diamante recordándole a la muchacha lo que le habían dicho sus
amigas.- Y posiblemente por eso logramos alterarlo.
Y tras un
breve instante de silencio, fue ella quien tomó la palabra confesando con un
bostezo.
-Estoy demasiado cansada para pensar en algo tan profundo.
-Hasta mañana entonces. Mi princesa de Némesis.- Susurró su
marido.-
-Hasta mañana, mi príncipe.- Correspondió ella tras
sonreír.-
Y al fin
los dos guardaron silencio para sumergirse en el mundo de los sueños. No supo a
ciencia cierta si fue su propia mente o su mentora quien se le apareció en
ellos. Lo cierto es que vio a la señora Deveraux, pero tal y como fue en aquellos
días lejanos de la guerra. Esa muchacha
de apenas dieciséis años, tan bregada ya en la lucha. Le sonreía y le dijo.
-Querida niña. Gracias por darme fuerzas y valor. Y gracias
por ser lo más cercano a una hija que he tenido. Espero haber sido para ti algo
próximo, sino a una madre, a una tía de esas solteronas y malhumoradas pero de
buen corazón…
-Madame Deveraux..- Pudo musitar ella, que se veía ahora
vestida de justiciera, delante de su interlocutora.-
En su
sueño, pensaba que debía explicar el porqué de ese uniforme. Aunque esa
muchacha sonriendo una vez más, le dijo.
-Siempre supe quien eras en realidad. Y no únicamente
porque tus amigas fueran las guerreras de Urano, Neptuno y Plutón. Hay otras
personas que trabajan para proteger el mundo de terribles amenazas, tal y como
tu esposo y tú, y vuestros amigos, hacéis. Pero su trabajo debe quedar en las
sombras. Sería peligroso que se relevasen. Y tienes una amiga que pertenece a
ese mismo grupo.
-¿Los guardianes?- Inquirió Esmeralda.- He oído hablar de
ellos, pero no sé exactamente quienes son y lo que hacen.
-Tu amiga te lo dirá.- Le aseguró la joven.- Confía en
ella.
-¿Se refiere a Amanda, señora Deveraux?- Inquirió su
contertulia.-
Esa chica
no respondió a eso, sencillamente volvió a sonreír y la corrigió.
-Llámame Alex, ahora soy únicamente esa muchachita que
soñaba con llegar a ser una gran modista antes de la guerra.
-Y lo logró, vaya si lo hizo.- Fue capaz de musitar la
emocionada Esmeralda.- Muchas gracias por todo lo que hizo por mí.
-Ahora serás tú quien dirija Modas Deveraux y sé que lo
harás muy bien.- Afirmó esa mujer que a los ojos de su interlocutora había
vuelto a ser esa anciana que ella había conocido y apreciado tanto y que
sentenció.- Pero recuerda siempre que nada hay más importante que tu familia,
tu esposo y tu hija. Esa pequeña tendrá un papel muy importante en el futuro.
Y pese a
que hubiera querido preguntar muchas más cosas a su mentora, ésta se desvaneció
con un último deseo.
-Sé muy feliz, chérie…y mantén siempre tu cabeza alta y la
postura erguida.
Esmeralda abrió entonces los ojos,
estaba a punto de amanecer y su esposo dormía plácidamente a su lado. Todavía
era capaz de recordar algo de su sueño y suspiró.
-¡Ojalá haya sido usted la que me haya dicho todas esas
cosas!
Se levantó
y se dio una ducha. Con eso se quitó el aturdimiento. Luego se preparó un café.
No tardó en hacerse con su teléfono móvil y teclear un mensaje para Amanda.
-Me da igual lo ocupada que estés, quiero verte esta
mañana. A las siete en punto. Sé que estarás despierta. Tenemos algunas cosas
de qué hablar. Quedamos donde el otro día.
Y hecho
esto, desayunó un poco de ese café con algo de jamón de york, fruta y una
tostada y se preparó para salir. Tras dar sendos besos a su esposo e hija que
aun dormían llamó un taxi. Este no tardó en llegar. Aquel taxista, un tipo de
cabellos canos y bigote, le preguntó.
-¿A dónde, madame?...
-Ya sabe usted a donde.- Respondió ella, esbozando una leve
sonrisa.-
Y por
sorprendente que pudiera parecer, ese hombre se limitó a abrirle la puerta.
Ella entró y aquel tipo cerró, luego subió a su lugar y arrancó. El trayecto se
desarrolló en silencio. Cuando llegaron ella descendió del vehículo que
permaneció allí con el motor en marcha y a la espera. En esta ocasión Esmeralda
no quiso que aquel taxi se marchase.
-Que lo paguen ellos.- Pensó divertida.-
Anduvo
unos metros a la luz del saliente sol y vio una figura femenina que la
aguardaba. Lucía un vestido rojo con una pamela blanca y zapatos a juego.
-Buenos días, Amanda. Llevas un buen conjunto. Desde luego,
si no estuvieses tan ocupada te contrataría.- Saludó la diseñadora.-
-Dime, Esmeralda.- Replicó su contertulia, pasando por alto
ese comentario.- ¿A qué se debe tanta urgencia?
-¿Ya tienes lo que buscabas?- Quiso saber la interpelada.-
Amanda se
limitó a asentir, entonces fue la diseñadora quien tomó la palabra.
-Estupendo. Así podrás responder a algunas preguntas.
-¿Qué clase de preguntas? Y por cierto. ¿Cómo sabías que
iba a estar aquí?- Inquirió la británica a su vez.-
-Ahora soy yo quien se va a hacer la misteriosa.- Sonrió
Esmeralda, añadiendo con más seriedad.- Y ya va siendo hora de que me cuentes
algunas cosas.
-¿Cómo por ejemplo?...
-¿Qué pasó con Madame Deveraux? ¿Acaso ella sabía quién era
yo en realidad? ¿Formaba parte de tu grupo?- La ametralló la diseñadora.-
-Espera un momento. Eso es materia clasificada.- Objetó la
británica.-
Esmeralda
había caminado hasta ponerse apenas a un metro de ella, y la fulminó con la
mirada, Amanda se la sostuvo aunque eso no impresionó a su interlocutora quien
exclamó.
-¡Al cuerno lo clasificado! Me lo debes, Amanda.
-No es tan sencillo. Y quizás no sea seguro para ti
saberlo, ni para nosotros que lo sepas. - Repitió esta, con tono y gesto
imperturbables.-
-Ya veo.- Replicó Esmeralda que endureció su tono para
sentenciar.- Si a estas alturas no confiáis ya ni en Diamante, ni en mí, no os
molestéis en volver a pedirnos nada.
Y se giró
indignada, dispuesta a irse y olvidarse para siempre de esos individuos. Aunque
tras haber dado un par de pasos, para su satisfacción, escuchó la voz de su
contertulia, pedirle con tinte conciliador.
-Espera. Está bien.
Esmeralda
se detuvo esperando unos instantes. Al fin se giró para enfrentar su mirada
nuevamente con la de su interlocutora. Ésta, suspirando resignada asintió para
declarar.
-Te diré lo que deseas saber, pero puede que no te guste oír
algunas cosas.
-Lo supongo, pero tendré que arriesgarme.- Admitió Esmeralda.-
Amanda se
aproximó a ella, y esbozando una conciliadora sonrisa le indicó.
-Demos un paseo.
Las dos
mujeres comenzaron a caminar. Según paseaban hacia un parquecito próximo la británica
relató.
-Madame Deveraux fue una de los nuestros. Una guardiana. Sé
que las sailors del sistema solar exterior te han contado algo de eso.
-Así es.- Corroboró su interlocutora.-
-Pues tu Jefa fue siempre una mujer muy notable, no
solamente por lo que tú misma has podido ver, cuando leíste su diario y la
viste en el pasado. Tras la guerra y en tanto levantaba Modas Deveraux, ella
fue contactada por algunos de mis antecesores. Sin ir más lejos, mi jefe, Sir
Charles. Él era entonces un joven oficial del servicio de inteligencia británico,
que fue a su vez reclutado.
-¿Por quién?- Quiso saber Esmeralda.-
-Eso no viene al caso. Digamos que he aceptado hablarte
únicamente de Madame Deveraux.- Replicó contundentemente Amanda.-
-Está bien.- Convino su contertulia, pidiendo a su vez.- Háblame
de ella pues.
Amanda
asintió para proseguir.
-Durante unos años Alexandra Deveraux vivió dedicada a su
negocio. Fue posteriormente, cuando conoció a Drew Masters, cuando nuestra
organización contactó a ambos.
-¿Drew Masters, el padre de Ian?- Se sorprendió Esmeralda.-
-Así es.- Contestó Amanda que siguió el relato.- La Masters
Corporation es una empresa dedicada a muchas cosas, pero que curiosamente
también comenzó como una tienda dedicada a ropa y otros complementos. Pero su
fundador, Drew, tenía como Alexandra, mucha visión de futuro. Y aunque no era
un santo, tampoco era un mal tipo. Tuvo problemas con la mafia y otras
organizaciones.
-Algo sé por Ian de eso.- Admitió Esmeralda.-
-Pero Drew también estaba en contacto con un grupo anterior
al nuestro. Siendo de origen escocés le habían contactado ya en Gran Bretaña.
Cuando emigró a los Estados Unidos y empezó a expandir su negocio se convirtió
también en un guardián. Y lo hizo porque se le mostraron evidencias de visitas
de razas alienígenas a este mundo.- Remachó Amanda.-
-¿Ya entonces?- Se sorprendió su interlocutora.-
-Desde el incidente de Roswell los contactos se multiplicaron. En los años
sesenta y principios de los setenta hubo muchos avistamientos. Entre ellos, se detectó
la llegada de Roy a la Tierra. Por eso, y dándose cuenta de lo importante de
esto, Drew aceptó ayudarnos. A cambio obtuvo bastantes apoyos para expandir sus
negocios. Luego fue asesinado. Unos dicen que por la mafia, otros que por
agentes de la oscuridad. La verdad, no hemos logrado saberlo. -Comentó Amanda
que enseguida quiso cambiar de tema.- Pero volvamos a Alexandra Deveraux. Ella
conoció a Drew y se hicieron amigos. Al poco él comenzó a revelarle cosas. Para
asombro del padre de Ian, esa mujer no se sorprendió, y le confesó a su vez que
había tenido contactos con visitantes extraterrestres, que tenía forma humana y
que la ayudaron durante la guerra.
-Claro, Haruka, Michiru y Setsuna.- Musitó la atónita
Esmeralda.-
-Después, como ya has podido constatar tú misma, Madame Deveraux
te estuvo esperando. Sabiendo quién eras.- Le contó a su perpleja oyente, aunque
enseguida matizó.- No me refiero a tu verdadera procedencia, ni a que vinieses
del futuro. Ella solamente sabía que eras especial, una luchadora por el bien,
y que debía ayudarte. También recordaba haber visto tu rostro y el ánimo que le
brindaste en un momento muy difícil para ella.
-Sí.- Suspiró la emocionada Esmeralda.-
Ahora
Amanda se detuvo y la tomó de una mano, tras sonreír afablemente le confesó.
-Cuando me sorprendiste aquella vez tratando de robarte los
diseños, todo formaba parte de un plan. Ya te comenté entonces que yo buscaba
otras cosas. Incluido ese diario que tu Jefa guardaba en su caja fuerte. Aunque
eso no era todo. La misma Madame Deveraux me interceptó antes de que pudiera
hacerme con él…
Amanda
recordó cómo un hora antes de su enfrentamiento con Esmeralda había entrado en
el despacho de esa Madame Deveraux por una ventana, tras descolgarse de un fino
cable de acero y anular previamente las alarmas. Un juego de niños creyó.
Aunque nada más entrar y encender la luz casi dio un respingo bajo su
pasamontañas. Sentada en un cómodo butacón y apuntándola con una pistola estaba
esa anciana quien tras sonreír levemente, le dijo.
-Buenos días, te aguardaba.
La intrusa
levantó las manos aunque Madame Deveraux enseguida la excusó de hacerlo.
-No te preocupes, hijita, puedes bajar los brazos. Vamos a
tener una conversación entre dos damas. Eso, si lo deseas, dado que tienes otra
opción. Puedes sentarte y oír lo que tengo que decirte o probar a ver si eres
más rápida que mis balas.
Por
supuesto Amanda se sentó frente a esa individua. Sopesó las posibilidades que
tenía de desarmarla aunque para su sorpresa, ésta se rio declarando.
-Yo de ti ni lo pensaría siquiera. Luché en la Resistencia
y aunque ya no soy tan joven, experiencia en apuntar a alguien no me falta. Tengo
un dedo en el gatillo y lo apretaría más rápido de lo que tardaras tú en
moverte del sillón. Anda, quítate esa capucha, quiero ver tu linda cara.
Perpleja y
sin saber qué oponer a eso, Amanda obedeció. Su interlocutora asintió con
satisfacción. Y no dudó en afirmar.
-En efecto, tienes una cara muy bonita. Eres una de las
agentes de sir Charles. ¿Me equivoco?
-No señora, no se equivoca.- Admitió ella al fin.-
-Supongo que has venido a llevarte algo. Puedes decirle a
ese viejo truhan que lo tengo a buen recaudo, pero no aquí. Y que ahora no es
el momento. Si tiene alguna duda que me llame y lo discutiremos.
-¿Es todo?- Quiso saber la espía haciendo ademán de
levantarse.-
-No, no es todo. No seas tan impaciente, niña.- Le
respondió aquella anciana, para agregar con tintes misteriosos.- Quiero que
hagas algo por mí.
Esmeralda
había escuchado estupefacta, y terció entonces…
-¿Te pidió que robaras mis bocetos?
-Así es.- Admitió Amanda.- Y no solamente eso, sino que me
dejara ver por ti. Ella deseaba comprobar hasta que punto eras de fiar y lo
preparada que estabas para enfrentar cualquier tipo de amenaza. Reconozco que
al principio me dejó desconcertada. Aunque luego lo entendí. Era su manera de
entrenarte, por así decirlo. Cuando le informé de lo sucedido en esa azotea, y
de cómo peleamos, sonrió y dio su aprobación.
-Entonces no fue Monique, yo llegué a sospechar de ella. Pero
hay algo que no entiendo. ¿Por qué le dio mis diseños a su mayor rival?-
Preguntó Esmeralda en voz alta.-
-Eso no lo sé. Tendría sus razones, supongo que para
provocarte de algún modo. Para que dieras lo mejor de ti. – Conjeturó Amanda.-
Hubo unos
instantes de silencio y Esmeralda tuvo que enjugarse alguna lágrima. Desde
luego, eso tenía todo el sentido tratándose de su mentora. Su contertulia la
observó comprensiva, dándole unos momentos para encajar aquello. Al fin, la
diseñadora suspiró y tomando la palabra dijo.
-Gracias Amanda. Ahora todo tiene sentido para mí.
-Si te sirve de algo, no creas que te otorgó su favoritismo
únicamente por esta razón. Llegó a decirme que tu trabajo era excelente y que
tenías mucho talento. Es más, deseaba apartarte en lo posible de esas actividades
tan arriesgadas.- Le desveló la británica.- Te quiso como a la hija que nunca
tuvo. Y buscó protegerte a ti y a tu familia.
La llorosa
Esmeralda se abrazó a su amiga y tras un rato fue Amanda quien dijo.
-Ahora tengo que irme de vuelta a casa. Hace días que no
veo a Nephrite y a los niños.
-Bueno, cuando tengáis algunos días libres podríais venir a
vernos.- Le ofreció la diseñadora.- A Diamante le encantará ver a tu esposo.
-Por supuesto. Y lo mismo os digo. Venid a visitarnos
cuando tengáis un hueco en vuestras apretadas agendas. Como aquella vez cuando
fuimos a recorrer Londres. – Sonrió Amanda.-
Las dos volvieron
por el mismo recorrido, Esmeralda se dirigió hacia ese taxi que todavía al
aguardaba, aunque su amiga se apartó un poco antes de llegar para despedirse.
-Nuestros caminos se separan aquí.- Le dijo Amanda.-
-Hasta la vista y gracias.- Se despidió Esmeralda.-
Su amiga
asintió, y la diseñadora se giró para proseguir su marcha. A los pocos metros
miró atrás y la británica ya no estaba allí. Sonrió.
-Esta chica nunca cambiará. Todavía le quedan bastantes cosas
que contarme. Pero quizás, tiene razón. Puede que no me interese saberlas
todas. Bastantes asuntos de los que ocuparme tengo ya…y Madame Deveraux como
siempre, tenía razón. Cuanto más me aparte de este tipo de vida, mucho mejor.
Y así abordó el taxi, indicándole al
conductor.
-A modas Deveraux, por favor.
El vehículo arrancó dirigiéndose hacia
ese destino. Esmeralda se dispuso ya a centrarse en su trabajo. Desde luego
tuvo que hacer frente a muchos retos y dificultades pero salió adelante y supo
dirigir muy bien los destinos de la casa de Modas Deveraux, tal y como
prometió. Aunque aquellas otras preguntas que aún se hacía siguieron en su mente
y con el paso de los años fue poco a poco desvelando sus respuestas. No obstante,
eso forma parte de otras historias y otros instantes en el tiempo. Que, como la
Guerrera Plutón solía decir, sería tabú desvelar en estos momentos.
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