miércoles, 11 de enero de 2017

GWHC38 Lazos desde el pasado II


Tras el sepelio Esmeralda tuvo que hacerse cargo inmediatamente de la firma. Su anciana mentora había fallecido dejándole bastantes responsabilidades. La modelo y diseñadora tenía además que cuidar de su pequeña. Amatista estaba aún en el jardín de infancia pero era una cría muy vivaracha y curiosa, que demandaba continua atención. Y ella sufría al no poder dedicar a la pequeña todo el tiempo que le gustaría.

-¡Y encima está esa zorra de Monique! - Suspiraba Esmeralda en tanto rebuscaba por los archivos en el despacho de su fallecida jefa.- El cuerpo de madame Deveraux no estaba frío aun cuando ya pretendía hacerse cargo de todo.

            Así había sido, Monique se creía la delfín de Alexandra Deveraux, llevaba más de diez años en la firma y de ser una cotizada modelo pasó a hacerse cargo de las finanzas y las relaciones de la casa a nivel nacional.  Durante los primeros años de Esmeralda allí, desde luego se ocupó de hacerle la vida imposible. Al principio con un muy duro entrenamiento y con esa formación tan exigente para ser la perfecta modelo. En eso al menos la esposa de Diamante no podía quejarse, le vino muy bien para convertirse en una de las más cotizadas mujeres sobre la pasarela. Tanto fue así que incluso delante de la señora Deveraux, Monique llegaba a alabar las destrezas de  la entonces aspirante a modelo. Después, eso sí, aquella pécora mostró su peor cara. Siempre que pudo trató de bloquear las ideas y los diseños que Esmeralda hacía, y por supuesto, impedir que se los mostrase a la dueña de la firma. Su lógica era muy simple, recordaba las palabras de esa idiota como si se las hubiese dicho ayer. Y hacían ya más de cinco años de aquello.

-Tú eres modelo, no diseñadora. Deja eso a los profesionales.

            Por suerte no le hizo el menor caso y le enseñaba todo cuando podía a la jefa. Afortunadamente la opinión de madame Deveraux difería de la de Monique. Por desgracia, hacía dos años la salud de la fundadora de la firma comenzó a debilitarse. En varias ocasiones tuvo que ser ingresada y la señorita Lacrosse se hizo cargo de la dirección en su ausencia. Esmeralda se encontró teniendo que ir a desfilar a cualquier parte del mundo, con tal de que fuera distante. Siéndole encomendada además la misión de ser el rostro de la firma en aquellos lejanos países. Eso tuvo su parte buena, por supuesto. Contribuyó a hacerla muy famosa en todas partes y a ganar bastantes admiradores. Aunque su vida familiar se resentía. Sobre todo por la falta de tiempo material que pasar con su hija.

-¡Eso no se lo perdonaré jamás!  Tenía a otras muchas modelos para hacer esos trabajos. Y con tal de apartarme del lado de la señora Deveraux, me enviaba a mí. Y de paso me impedía estar con Amatista y con mi marido. - Pensaba no sin malestar.-

            Sin embargo, también pensaba no sin culpabilidad que ella podría haberse negado a ir a algunos. Aunque su voluntad de no fallar y demostrar que era totalmente digna de la confianza de su mentora la hizo aceptar. Poco a poco espació sus momentos con su pequeña. Y comenzó a notar que ésta le ponía malas caras cuando volvía. De eso solamente ella era responsable.

-No, no puedo culpar a esa pécora de eso. Ni siquiera a ella. – Se dijo con pesar.- Pude haber elegido otra cosa…

Mientras se censuraba eso rebuscaba entre los archivos personales de la difunta. Antes de morir ésta había delegado en ella mediante un poder notarial. Posiblemente Madame Deveraux siempre supo de la inquina que Monique le tenía.

-La señora siempre fue muy inteligente. Supongo que tras toda una vida de evitar conspiraciones y ataques de traidores. Siempre me dijo que jamás perdonase una traición. ¡Ojalá la hubiéramos tenido como consejera en Némesis!- Suspiró.- Habría calado al maldito Sabio enseguida.


            Decidió dejar de lado aquello. Felizmente ya no pasaba de ser un mal recuerdo. Tuvo mucho que sufrir y enmendar para superarlo. De hecho, y dejando a un lado todo ese trajín de su profesión Esmeralda era ahora muy feliz. A pesar de estas circunstancias. Se había convertido en diseñadora de éxito internacional y seguía siendo modelo, aunque se prodigaba cada vez menos sobre las pasarelas y solamente lo hacía en desfiles muy especiales. También se ocupaba de adiestrar a sus futuras sucesoras en esas lides. A todo ello se le unía su condición de esposa y madre. Siempre que podía trataba de pasar tiempo junto a su marido y sobre todo su pequeña. Aunque ya en más de una ocasión como pensaba culpablemente se había perdido algún cumpleaños de la cría. Por suerte, Diamante tenía un trabajo mucho más flexible y siempre estaba junto a la hija de ambos para compensar aquello.

-Teniendo en cuenta que el padrino de nuestra hija es el jefe de mí marido.- Se sonrió.-  Eso hace las cosas mucho más fáciles. Y él nos comprende bien. El pobre Ian se desvive por Satory. Sobre todo desde que Jenny murió.

Esos recuerdos la entristecieron. Aunque debía de esforzar por dejar eso aparcado. Estaba buscando el testamento de Madame Deveraux. Vino a su mente el momento en el que ésta la nombró su sucesora. Fue una tarde de hacía pocos días en la que ella estaba visitando a la anciana en el hospital. La salud de la veterana modista estaba ya muy deteriorada. Esmeralda entró en aquella lujosa habitación privada de hospital y se sentó en una cómoda butaca, junto al lecho de la anciana. Madame Deveraux permanecía con su camisón de la clínica aunque bien arreglada de maquillaje y peluquería, y por supuesto, insistiendo en que debían hacerle la manicura. Antes muerta que desaliñada, decía la anciana. Así se lo comentó a su joven aprendiz.

-Hijita. Me alegra verte. –Le susurró con la voz ya bastante apagada. –
-¿Cómo se encuentra, señora?- Le preguntó la muchacha con patente cariño y respeto. –
-He tenido mejores días. – Replicó su interlocutora para agregar con cierto tinte de reprobación. – Espero que no hayas dejado el trabajo para venir a verme.
-Lo siento, sé que no se debe hacer, pero me he saltado un pase. - Pudo disculparse la chica que sin embargo afirmó con rotundidad. – Es que quería verla.

La señora movió un poco la cabeza tratando de aparentar contrariedad, pero enseguida sonrió. Tomando una de las manos de Esmeralda entre las suyas para declarar con pretendido enfado.

-Si no fueras tú y yo no estuviera enferma te habría echado una buena bronca y lo sabes. Lo primero es la obligación. Te lo he dicho cientos de veces. Olvídate de todo lo que no sea la pasarela. Pero la verdad es que me alegra que estés aquí, niña. Siempre he tenido debilidad por ti.

Su contertulia sonrió visiblemente contenta y algo emocionada. Entonces Madame Deveraux fue al grano y le desveló dejándola atónita e impactada.

-En mi testamento te nombro a ti mi sucesora. Tú serás quien se ocupe de mantener el prestigio y el glamour de esta casa.
-¿Yo?- Exclamó Esmeralda sin podérselo creer e incluso objetando. – Pero Monique y Marie son mucho más veteranas que yo… y conocen mejor el mundillo.

Sin embargo la anciana negó con la cabeza y sentenció.

-Ninguna de las dos tienen ni el talento, ni la pasión suficientes por esto. Tú si posees ambas cosas. Ellas solamente buscarán el dinero. Pero estoy segura de que tú, mi niña, buscarás el estilo y el saber hacer las cosas a la manera Deveraux. Yo misma te he instruido. Sé que no me fallarás.

Dejó de hablar dado que sufrió un repentino ataque de tos. Una preocupada Esmeralda la ayudó a incorporarse y le acercó un vaso con agua del que la enferma bebió apenas un sorbo para proseguir…

-Ninguna es ni la mitad de buena que tú. Y recuerda que, el día de mañana, deberás buscar lo mismo en las chicas a las que elijas. Que tengan talento, que tengan pasión, pero sobre todo, que amen este mundo.- Y suspirando para tomar un poco de aire, Deveraux le preguntó cambiando de tema. - ¿Qué tal está tu esposo el?…. ¿Qué  cristal era?
-Diamante, señora. – Sonrió Esmeralda puesto que la anciana solía hacerle siempre ese tipo de broma. – Muy bien, trabajando mucho.
-¿Y esa pequeña hijita tuya? - Quiso saber la mujer. –
-Amatista está en la guardería ahora. Es una niña muy alegre y está preciosa.- Declaró su madre con patente orgullo, para disculparse. – Me habría gustado traerla, pero los niños, ya se sabe, alborotan mucho…y en el hospital…
-Tu pequeña es encantadora. – Afirmó la señora Deveraux que, con algo de humor, expresó de forma suave. – ¡Pero qué manía tenéis con poneros nombres de piedras!… bueno, quizás un día cuando crezca, te tome el relevo al frente de esta casa.
-Sería maravilloso, aunque eso tendrá que depender de ella. – Repuso Esmeralda que tampoco deseaba engañar a su mentora. – No quisiera obligarla si ese no fuera su deseo.
-Sí, claro. Como ya te he dicho tantas y tantas veces, querida niña, ante todo, esto es vocación. - Convino ésta para aseverar ahora más seria e incluso con cierto pesar. – Yo empecé a trabajar en esto durante la guerra, siendo una chiquilla que hacía de correo de la resistencia. Después puse mi primera tienda de modas y trabajé muy duro. Nunca me casé, nunca tuve hijos. Quizás sea lo único de lo que pueda arrepentirme. Aunque si volviera a vivir otra vez, posiblemente haría lo mismo. Soy incorregible en eso. No creo que hubiese sido capaz de apartarme ni tan siquiera un poco de mi pasión por la moda. Pero tú, tú tienes una niña estupenda y un magnifico marido. ¡Cuídalos bien! Esmeralda, ma chère, el trabajo es muy importante pero aún lo es más tu familia. No dejes que se repita en ti lo que a mí me ocurrió.
-Sí, señora.- Asintió su joven interlocutora asegurando con emotivo tono. – Le prometo que no la defraudaré.
-Nunca lo hiciste querida, no veo porqué ibas a comenzar ahora, - le sonrió débilmente la mujer que parecía estar muy fatigada, y así lo expresó. – Anda, deja ya de escuchar los lamentos de una vieja tonta y vuelve al trabajo. Hasta que no me dejen salir de aquí tienes mucho que hacer… – remachó en tanto pasaba una de sus temblorosas manos por la mejilla de la chica. – Y tienes que hacerlo muy bien, ahora más que nunca. La gente tiene  que empezar a asociar el estilo Deveraux contigo.

La joven sostuvo esa frágil mano con las suyas, apoyada en su mejilla derecha. Alguna lágrima le caía pero se esforzó por que la anciana no se percatase. Después, dejando la mano de la enferma sobre la cama se levantó, y tras darle un beso en la frente se despidió con tono suave y agradecido.

-Que descanse Madame Deveraux. Muchas gracias por todo. No se preocupe, siempre seguiré sus consejos.
-Sé que lo harás, mi querida niña. Sé que lo harás…en ti confío. - Susurró la anciana tratando de reposar.-

Y aquella fue su despedida definitiva. Esmeralda volvió al trabajo y a los dos días le comunicaron desde el hospital el fallecimiento de la anciana. Lloró mucho su pérdida pero fue fiel a su palabra y se las arregló para desfilar e incluso sonreír ese mismo día. Sabía que, desde su nueva pasarela en la Eternidad, la señora Deveraux asentiría con aprobación. Y es que para ella fue una mentora y casi una madre.

-Y después el funeral. Ahora no sé por dónde demonios continuar. Al menos espero ver aquí algo que me ayude.- Se decía no sin algo de agobio.-

Hasta ahora había encontrado algunos documentos en relación a las fundaciones para obras benéficas que la anciana tenía. Pensaba asimismo en el entierro. Tras presentar sus respetos, vestida de luto riguroso, junto a su marido.

-Sé que esa mujer ha sido como una madre para ti desde que regresaste.- Le comentó Diamante que le prestaba el brazo en donde se agarraba.-
-Sí, lo ha sido. Como tu propia madre la reina Amatista Nairía lo fue. - Suspiró ella intentando evitar más lágrimas.- Madame Deveraux me dio una oportunidad, creyó en mí. Hasta me permitió usar su apellido.
-Vio el talento que tienes y lo bueno que hay en ti.- Repuso su esposo dedicándole una animosa sonrisa.- Eso desde luego, no era difícil. Eres una mujer realmente excepcional, cariño.
-Gracias.- Musitó ella no sin emotividad.- Ella sí que era una gran mujer. Y lo único que deseo es ser digna de haber merecido su confianza.

            Diamante asintió dando por supuesto que así sería. Fue entonces cuando dos amigas se aproximaron. Una con una vestía un traje negro de caballero, con camisa blanca y corbata negra. Además de un brazalete blanco. La otra llevaba un vestido negro, similar al de la propia Esmeralda. Nada más verlas, la modelo las saludó aunque con una alegría bastante moderaba habida cuenta de la situación.

-Haruka, Michiru. Me alegra veros.
-A nosotras también. Ojalá que hubiera sido en otras circunstancias.- Respondió una consternada Michiru moviendo su media melena verdemar.-
-Madame Deveraux era una magnífica mujer.- Terció Haruka con marcado respeto en su voz teñida además por el pesar.- Lamentamos mucho su pérdida.

            Desde luego no era muy corriente escuchar hablar así a la Guerrera Urano. Aquella rubia de la estatura de Esmeralda solía ser bastante más ácida y sarcástica.  Famosa por no doblegarse ante los convencionalismos sociales, ni ante nadie. Solo aquellas personas a las que admiraban lograban sacar esa parte suya tan protocolaria y llena de admiración y sentimiento.

-Todavía recuerdo cuando vosotras me la presentasteis.- Sonrió levemente la modelo que agregó eso sí, con genuina curiosidad.- Aunque nunca me contasteis como la conocisteis. Y ahora que lo pienso, ella tampoco me dijo nada sobre el tema.
-Su vida era muy ajetreada.- Comentó Michiru, aproximándose hacia su interlocutora para añadir.- Posiblemente no tuvo tiempo, ni oportunidad de hablar contigo sobre eso.

            Esmeralda miraba con atención a su contertulia, la Guerrera Neptuno, Michiru Kaioh. Una mujer llena de elegancia y sofisticación. Una pena que no fuera tan alta como ella misma o Haruka. Podría haber sido la mejor modelo de la casa Deveraux. Aunque con su inmenso talento para la música y la pintura no necesitaba nada más.

-Creo que mencionasteis una vez que asistía a tus conciertos de violín, Michiru.- Intervino Diamante.- Por lo que mi esposa me ha dicho nunca quería perderse ninguno por muy ocupada que estuviese. Te admiraba muchísimo.
-Sí, le gustaba venir a escucharme y para mí era un honor.- Aseveró la interpelada quien suspiró para añadir con un poso de tristeza.- La echaremos mucho de menos.
-Lástima que Setsuna no haya podido venir.- Comentó Esmeralda.-
-Ya sabes, ahora está en Nuevo Vegeta. Ella y Lornd tienen bastantes tareas que hacer allí.- Contestó Haruka.- Pero seguro que le habría gustado estar aquí. También la apreciaba mucho.

            La modelo asintió, era verdad. De hecho, la ahora reina de los saiyajin había llegado a engañar a la señora Deveraux cuando hizo pasar por suyos unos diseños de la propia Esmeralda. Aquello fue una simple broma que más bien estuvo orientada a captar la atención de la dueña de esa prestigiosa firma. En cuanto vio esos bocetos de inmediato alabó a la entonces todavía Guerrera Plutón. Ésta no tardó en confesarle la verdad. Y Alexandra Deveraux pidió ver a esa jovencita tan talentosa. Fue de ese modo como Esmeralda fue invitada a entrar al despacho de la anciana y contratada en ese mismo momento.

-Jamás olvidaré lo que hicisteis por mí.- Sonrió ahora con reconocimiento.-
-No fue nada y además, tú has demostrado ser totalmente acreedora de la confianza que Alexandra depositó en ti.- Repuso Michiru quien no obstante agregó, ahora con un tono más bajo y extrañamente misterioso.-  Y deberás seguir siéndolo. Tienes que impedir a toda costa que su firma y los secretos que custodia caigan en malas manos.


            Esmeralda asintió. Recordaba que en ese instante lo tomó por lo que parecía. Esos secretos de patrones de moda, colecciones y vestidos. El estilo Deveraux que, tras el encargo de su maestra, ella se había prometido mantener y transmitir a las siguientes generaciones. No en vano, como le había recordado a su esposo, ella misma adoptó ese apellido. Aunque su nombre de nacimiento en Némesis era Emeraude de Green. Cuando volvió a la vida lo mantuvo y después entró a trabajar con esa mujer tan notable. Al cabo de unos años, la señora Deveraux se lo propuso, lo recordaba muy bien. Estando en el despacho de su jefa y mentora, la anciana, sentada tras la mesa de su despacho, con porte elegante y rezumando sabiduría y un aura de respetabilidad difícil de igualar, la perforaba con esos ojos azules claros tan inquisitivos como los de un halcón cuando le comentaba, tras haberla hecho llamar.

-Dime niña. ¿Estás contenta trabajando aquí?
-Sí, por supuesto, señora.- Se apresuró a responder ella que permanecía de pie.-
-Haz el favor de sentarte, estar de pie sin moverse con los tacones que llevas es muy perjudicial para tu espalda.- Le indicó.-

            Esmeralda así lo hizo, tomó asiento en una de esas butacas forradas de tafetán tan estilosas que tenía su jefa. Y casi no había terminado de acomodarse cuando una pregunta le llegó casi a  bocajarro.

-¿Sabes lo que significa apellidarse Deveraux?
-Supongo que tener mucha responsabilidad y trabajar muy duro.- Contestó con lo primero que le vino a la mente.-
-Muy cierto. Pero no solamente es eso.- Comentó su interlocutora afirmando con determinación.- Significa ser custodia de muchos secretos. Ser alguien que no se doblegue ante la adversidad y que se mantenga digna pase lo que pase. Ya lo sabes, cabeza alta y andar erguida en todos los sentidos. Y lo más importante, quiere decir ser una superviviente, capaz de adaptarse a los cambios y de ver las motivaciones de los demás.
-Es algo realmente muy complicado.- Sonrió la joven.-
-Lo es.- Convino su mentora, añadiendo entonces para sorpresa y hasta inquietud de la modelo.- Y te he estado observando desde que entraste a trabajar para mí. He visto tus cualidades y también la forma que tienes de tratar de agradarme continuamente.
-Es que significa mucho para mí, que usted me diera la oportunidad en entrar en su casa. No quiero que piense que se equivocó.- Pudo replicar la azorada joven.-
-No me equivoqué contigo, querida. Eso lo supe desde el mismo instante en que te vi.- Sentenció Madame Deveraux, declarando de forma rotunda.- Creo que has tenido que pasar por muchas dificultades en la vida y que piensas que tienes un pasado que enmendar. Únicamente las personas que han sufrido y han cometido actos reprobables y se arrepienten, actúan así. Piensan que deben compensar al mundo para hacerse perdonar y normalmente son ellas mismas las que no se han perdonado todavía.

            La muchacha no pudo evitar que un estremecimiento la recorriera. ¿Y si su jefa hubiera averiguado la verdad sobre ella? Apenas sí pudo componer el gesto que le había palidecido y tratar de justificarse.

-Le aseguro que yo jamás haría nada que pudiera perjudicarla, ni a usted ni a la firma. Y yo…

            No se atrevía a proseguir hablando. Ni sabía que decir para explicarse. Aunque no fue necesario. Su interlocutora tomó la palabra para eximirla de eso.

-No soy quien para juzgarte, te lo aseguro. Al contrario. Empatizo contigo más de lo que crees. Además, lo que quiera que pudieras haber hecho o haber sido antes de llegar aquí no tiene importancia. Para mí naciste cuando entraste por la puerta de mi despacho hará ya cuatro años. Y sé que ahora mismo eres sincera y leal. Y lo has sido desde que empezaste a trabajar para mí. Por eso quiero ofrecerte algo. Una cosa que, de aceptarla, marcará el resto de tu vida. Tal y como ha marcado la mía. Por eso deberás meditarlo con sumo cuidado antes de darme tu respuesta.


            Y Esmeralda abrió la boca llena de asombro y curiosidad. Con timidez se atrevió a preguntar.

-¿Qué es, señora?
-Mi apellido.- Sentenció la anciana dejándola atónita.-

            Ahora sí que la muchacha estaba estupefacta, casi sintió vértigo al oír aquello y entre balbuceos apenas sí fue capaz de alegar

-Pero yo… no creo que sea digna de eso…señora Deveraux. Además…ahora yo…

            La anciana la cortó con un gesto de su mano y declaró con su mordaz sarcasmo habitual, camuflado con un tono de suave resignación.

-Sí…no hace falta que me lo recuerdes, querida. Cuando te casaste con Cristalino, o como sea que se llame ese marido tuyo, adoptaste oficialmente su apellido. Este mundo machista es así. No nos permite a las mujeres brillar por nosotras mismas, o si lo hace, exige unos peajes muy duros, chérie. Una cosa al menos diré a su favor, el chico es guapo y parece buena persona. Bueno, ya he dicho dos cosas a su favor. Me he excedido…

            La joven se quedó perpleja. Lo cierto es que nunca le había escuchado a Madame Deveraux dedicarle demasiados piropos a ningún hombre. Había llegado a pensar que su jefa sería homosexual. Quizás lo fuera pero ese no era su problema. Pero la alusión a antes novio y ahora esposo sí. Y se vio obligada a abogar por él.

-No se limita a ser guapo o buena persona. Me sacó del infierno en el que estaba.- Confesó desde luego con total sinceridad.- Gracias a su amor estoy aquí, y nunca renunciaría a eso.- Declaró con entereza y valor.- Sencillamente no podría, es una parte de mí.

            La anciana se tomó unos segundos para sopesar esas palabras y al fin, afirmó con rotundidad.

-Es lo que pensaba. Por eso te he elegido, querida niña. Porque tienes mucha dignidad y principios. Eres leal y también sabes valorar a las personas. No te preocupes. En tu vida privada podrás ser la señora de ese caballero. Pero cuando estés aquí serás Esmeralda Deveraux. Si aceptas mi propuesta, el mundo entero te conocerá por ese apellido. Una vez más te aconsejo que reflexiones ante de aceptar, si es que aceptas, porque significará una gran responsabilidad. Te harás muchos enemigos y tendrás que estar siempre alerta. ¿Qué me dices?...

            En esta ocasión le tocó a Esmeralda el turno de meditar durante unos instantes que parecieron eternos. Aunque su mentora no la apremió. Comprendía de sobra lo importante de esa decisión. Finalmente la joven miró a los ojos a su jefa y asintió para decir con emoción.

-Será un grandísimo honor para mí. Y le doy mi palabra de que nunca la decepcionaré.
-Eso lo sé, querida.- Declaró aquella notable mujer.-

            Y ahora en la soledad del despacho, ocupando ese mismo sillón en el que su mentora se sentase entonces, en medio de un silencio total que casi amenazaba con asfixiarla, Esmeralda se reafirmó en aquella promesa.

-Puede estar tranquila. Nunca le fallaré…

            La alarma de su reloj de pulsera sonó. Suspiró. ¡Se le había pasado completamente! Tenía que ir a recoger a Amatista al colegio. Su hijita  había cumplido los cinco años haría algo más de un par de meses. Y era sin lugar a dudas lo más importante de su vida, junto a su marido.

-Tendré que dejar esto para la tarde. Se dijo apremiada ya por la prisa.- O quizás para mañana…sí, será mejor descansar hoy en casa y relajarme un poco, han sido muchas emociones.


            De modo que salió del despacho y tras cerrarlo con llave abandonó el edificio. Al salir fue saludada por alguna de las nuevas modelos que la tenían en un pedestal. Para esas chicas recién llegadas era la imagen de todo lo que deseaban alcanzar. Portada en revistas internacionales, mujer empresaria, con carisma y una familia feliz. ¡Si ellas supieran lo complicado que era mantener todo eso! Y además, había otra cosa fundamental de la que ninguna tenía ni la menor idea. Ni siquiera la aguda Madame Deveraux lo supo jamás. Y es que Esmeralda era ni más ni menos que la Dama del Viento, una de las luchadoras justicieras.

-Otra enorme responsabilidad. A veces creo que ni siendo la reina en Némesis habría tenido tanto trabajo.- Meditaba.- 

            Y es que tanto la madre de Diamante, Amatista Nairía, como la propia Madame Deveraux le había mostrado lo exigente que era ocupar tales puestos. Siendo joven y estúpida, Esmeralda había anhelado reinar junto con Diamante. Quizás esas fantasías de cuentos de hadas fueran corrompidas por el Sabio, pero lo que ese maligno encapuchado jamás le imbuyó fue esa ingenuidad de creer que ser reina o tener mucho poder, equivalía a hacer lo que uno quisiera.

-No, esa fui yo solita.- Recordaba con admonición hacia sí misma, aunque también excusándose al evocar.- Fui educada entre solícitas droidas que obedecían cada uno de mis requerimientos, por tontos y superfluos que fuesen.

            Y es que no pudo evitar sonreír, recordándose de niña cuando empezó a dibujar sus primeros diseños de vestidos y a pedirles a Num y a otras de sus droidas que los fabricasen y se los probasen.

-Al menos entonces, era feliz e inocente. -Suspiró ahora.-

            En esos pensamientos estaba, caminando hacia la calle principal. Al llegar a la misma pidió un taxi. Enseguida llegó un coche y se subió. Le dio la dirección al conductor y el vehículo se perdió entre el complicado tráfico parisino. Aunque al poco rato algo les hizo parar.

-¿Qué sucede?- Inquirió ella al conductor.-
-Al parecer, un atasco, Madame.- Le respondió él.-
-Tengo a mi hija esperando en el colegio. Voy a llegar tarde.- Repuso ella.-
-Je suis desolé.- Fue la contestación.- No  puedo hacer más, señora.

            Mirando su reloj con nerviosismo Esmeralda aguardó, aunque los minutos pasaban y apenas sí hacían avances. Al poco, cansada de eso, le preguntó al taxista.

-¿Cuánto le debo?
-Pero madame, estamos en medio del tráfico.- Objetó él.-
-Usted dígame cuanto.- Insistió Esmeralda.-
-Unos veinte siete euros.- Fue la réplica.
-Tome, quédese el cambio.- Contestó la modelo entregándole un billete de cincuenta.-
-¡Merci, Madame! - Exclamó el encantado taxista que enseguida se ofreció.- Si necesita alguna cosa… ¿quiere que vaya a esperarla a esta dirección en cuanto el atasco termine?
-No será necesario, muchas gracias.- Sonrió ella.-

            Y salió del vehículo, dándose prisa en atravesar la carretera inundada de vehículos que pitaban y cuyos conductores maldecían soltando improperios nada apropiados de oír. Aunque, ignorando aquello, la modelo enseguida llegó a una calle nada concurrida a esas horas. Tras asegurarse mirando a todos los lados elevó una mano en tanto con la otra sujetaba una verde piedra que llevaba colgada de su cuello e invocaba.

-¡Pure Cœur du vent donne-moi le pouvoir !

            Y tras girar sobre sí misma inundada de una luz verde clara su apariencia exterior fue cambiando, el caro vestido de diseño que llevaba y sus zapatos de tacón fueron sustituidos por un corpiño blanco, falda verde oscura y botas verde claras hasta las rodillas. Un lazo igualmente verde pálido y una diadema en la frente. Rematando el conjunto, un antifaz ocultaba parte de su rostro.

-Esto está mejor.- Se dijo con aprobación, aunque añadiendo no sin cierto sentimiento de culpabilidad.- Sé que no debería emplear mis poderes para esto, aunque no sea una emergencia. Bueno, para mí, mi hija es lo más importante. Así que podría considerar que lo es.

            Y de un salto realmente prodigioso subió a los tejados. Fue pasando de uno a otro logrando avanzar muchísimo más rápido que en coche. Esperaba no haber sido vista, pero si ese fuera el caso le daba igual. La Dama del Viento ya era bien conocida y celebrada en París. Al fin, tras descender en un parquecito solitario, al menos a esas horas, se ocultó por si acaso entre los arbustos y revirtió su transformación. Una vez ataviada como civil, caminó sin prisas hasta la escuela infantil en donde tenía a su hija. Llegó unos minutos después tras haber recuperado mucho del tiempo perdido. Pese a todo una de las maestras tenía a la pequeña de la mano y aguardaba desde hacía ya un rato.

-¡Je suis desolé! - Se apresuró a  disculparse Esmeralda.- Había un tremendo atasco.- Pudo decir sonando desde luego muy sincera.- Hola cariño.- Sonrió afectuosamente a la niña.-
-¡Mami!- Chilló la pequeña que corrió a abrazarse a ella.-

            Esmeralda se agachó para que su hija pudiera alcanzar a su cuello. La niña, rubita de pelo rizado y unos grandes ojos violetas, estaba muy contenta de estar al fin con su mamá.  Durante un ratito estuvieron abrazadas, entre tanto la maestra le comentaba.

-Sí, al parecer una falsa alarma de atentado ha hecho que la policía acordonase algunas calles, después de lo que pasó en Londres la semana pasada y hace un año en Madrid, no me sorprende.
-¡Es terrible! - Convino ella, que ya se había puesto en pie tomando de la mano a su pequeña.- Ojalá que eso no suceda aquí. Otra cosa. - Comentó cambiando de tema.- Supongo que cerrarán ustedes mañana, ¿verdad?
-Sí, señora Lassart. Es la fiesta Nacional.- Replicó su interlocutora.-
-Vaya.- Suspiró la modelo.- Bien, muchas gracias.

            Se despidió de esa maestra y llevando de la mano a su niña le preguntó.

-¿Qué tal lo has pasado hoy, cielo?
-Muy bien, mami.- Sonrió la niña.- Hemos dibujado muchas cosas. Yo he pintado nuestra casa y vestidos bonitos como haces tú.
-¡Qué bien!- Afirmó su interlocutora declarando con divertida aprobación.- Así cuando seas mayor, me ayudarás.

            La cría asintió con entusiasmo. Pasaron cerca de un puesto de globos y Amatista se encaprichó de uno.

-¡Mira mami, quiero un globito!- Insistió.-
-Bueno.- Concedió ella.-

Y es que eso de llegar tarde y dejar a su pobre hija aguardándola siempre le hacía sentir culpable.  De modo que compró para su pequeña el globo con la cara de un conejito que ésta había elegido. Una vez atado a uno de los deditos de la niña prosiguieron el paseo. Amatista encantada con su globo miraba a su mamá hacia arriba. Esmeralda era muy alta y además llevaba  zapatos de apreciable tacón. La cría se fijó en que casi todos los hombres se giraban al verlas pasar y también en que emitían silbidos y exclamaciones dirigidas a su madre. Ella sonreía a veces y las más, hacía que no las escuchaba. Pero la pequeña, con la naturalidad y el descaro propio de una niña de cinco años, le preguntó.

- Mami ¿Por qué todos los hombres te miran?


            En un primer instante, Esmeralda no llegó a asimilar bien la pregunta, ¿qué podría responder a eso?, aunque enseguida pudo replicar.

- Bueno hija, miran a mamá. - Le explicó ésta con suave y cariñoso tono, no exento de satisfacción. - Porque soy famosa y me ven por la televisión y a la gente le gusta mirar a los famosos ¿Sabes? - La niña asintió mirándola embelesada en tanto  Esmeralda le preguntaba a su vez, aludiendo a uno de los dibujos favoritos de la cría. - ¿A que si tú vieses al ratón “Mickey” por la calle también le mirarías?

            La pequeña asintió de nuevo pero dijo algo que dejó sorprendida a su madre.

- Sí, pero no haría ruidos raros. Yo creo que te miran porque eres muy guapa. Seguro que ellos no tienen una mamá tan guapa y les da envidia, por eso te miran.- Dedujo con absoluta convicción, pensando  alegremente en que había resuelto una cosa que ni siquiera su mamá sabía. -

            Esmeralda se rio de esa ocurrencia y abrazó tiernamente a su pequeña. Al regresar a casa le contó a Diamante lo sucedido. Éste también se rio divertido por esa teoría y levantando en brazos a la cría la sentó sobre sus rodillas queriendo saber con un tono dulce dirigido a su hija.

- Bueno Amatista, cuéntale a papá como te ha ido en el colegio hoy.
-¡Hemos hecho un dibujo de nuestras casas! - Explicó la pequeña entusiasmada relatando con voz atropellada. - Le he puesto una chimenea y un sol y muchos arbolitos.
-¡Qué bien! - Sonrió su padre, quien de inmediato quiso saber.  - ¿Y dónde está?..
- Lo hemos pegado en la pared de clase.- La niña señaló a la pared de su casa donde podían verse algunos cuadros de prestigiosos artistas abstractos. - Los míos son más bonitos que esos. Papi. Los niños que han hecho esos cuadros no saben dibujar,- aseveró convencida haciendo reír a sus padres de nuevo. -
- Desde luego que no, hija. - Convino Diamante que añadió dirigiéndose a su también risueña mujer - ¿Lo ves, Esmeralda? Amatista tiene mejor gusto que los de Christie´s...
- Muchas veces lo creo yo también.- Respondió ella sin poder evitar reír con su estruendosa carcajada que dejaba atónita a la misma cría. Aunque de seguido la pequeña reía con su madre, eso sí, de forma mucho más musical y suave. – Sería mejor llevar alguno suyo a las subastas…

            Y tras este comentario, tomando a la niña en brazos, Esmeralda que había aprovechado para cambiarse en ropa más cómoda durante esa graciosa conversación, la llevó a la cocina y le dijo con ternura.

- Ahora mamá te va a dar la cena.
- Pero quiero cenar con mi cuchara de elefantes.- Reclamó Amatista aludiendo a su cubierto favorito, una cuchara que tenía grabados unos dibujos de esos animales. -
- Claro mi vida. - Concedió solícitamente Esmeralda. - Ya la tengo ahí.

            Diamante decidió ir junto a su mujer y su hija para compartir aquellos escasos minutos de los que disponían para estar juntos. El príncipe nunca hubiera podido imaginar cuan maravillosa le iba a resultar la vida hogareña con su esposa y su hija. Cuando la niña terminó la cena la acostaron, al poco rato sin embargo la cría le pidió a su padre.

-¿Me lees un cuento?
-Ya es un poco tarde, cariño.- Objetó Diamante.-
-¡Por favor…papi!- Le pidió la niña con un tonillo entre triste y suplicante.-
-Vale, pero solo uno y cortito.- Aceptó el interpelado.-
-¡Sii! – Aplaudió la cría haciéndole sonreír.-

            Desde luego que el antaño orgulloso príncipe, que no se arredraba ante nadie, no era capaz de negarse ahora a nada de lo que su niñita le pidiera. La adoraba. Así que allí estaban los tres. Él sentado en la postura del loto sobre la alfombra que tapizaba la habitación, con la cría sobre sus rodillas y Esmeralda arrodillada  a su lado. El solícito papá abría ese libro de cuentos con dibujos y grandes letras y comenzaba.

-Había una vez una niña muy guapa y muy  buena…
-Sí…como yo.- Dijo Amatista.-
-¡Claro que sí!- Convino su madre con expresión amorosa.-

La pequeña era incluso capaz de leer muchas de las palabras para solaz de sus progenitores. Al fin el cuento concluyó y hubo que ir a dormir. Por supuesto que pese a los ruegos de la niña para escuchar otro más. Sin embargo, esta vez fue Esmeralda la que la metió en la cama y la arropó, negándose  a leerle otro con un tono cariñoso pero firme.

-Cielo, papá te ha contado un cuento, que era lo acordado. Ahora tú tienes que dormir, que mañana hay que levantarse tempranito para ir al cole.

            La niña asintió dándose por vencida. Y además ya se le abría la boquita. Sus padres la besaron en la frente y la dejaron descansar apagando la luz.

-Buenas noches, ma chérie.- Le deseó Diamante.-
-Que duermas bien, mi vida.- Secundó su esposa.-

Al rato volvieron y ambos se quedaron observándola dormir durante unos minutos, apoyados en el quicio de la puerta y entre la penumbra de la cenital luz del pasillo que apenas dejaba ver el semblante apacible de la niña.

-Apenas sí puedo creerlo, – suspiró él  sujetando a su esposa por detrás a la altura de la cintura. – Todo lo que hemos vivido ha merecido la pena cada vez que miro a Amatista. Es tan bonita y tan inocente. Habría cambiado Némesis entero por tenerla entonces.
- Es verdad, - convino su interlocutora con una amplia sonrisa. – No hay nada en este mundo que me haga más feliz que estar con ella. Lástima que tengamos tan poco tiempo para pasarlo juntos los tres.
- Cuando tengamos vacaciones podremos disfrutar más de nuestra hija. – La animó Diamante. – Ya tengo ganas de que podamos hacer un viaje los tres. Para ver a algunos de nuestros amigos.
- Ian me ha dicho que estáis trabajando muy duro. El otro día hablé con él y con Satory, también es una cría muy espabilada y muy lista. – Le comentó su esposa – Y eso que la pobrecita tiene que criarse sin su madre.
- Es cierto – replicó su marido, ahora algo más apenado. – Ese pobre hombre quedó destrozado cuando Jenny murió. Te puedo confesar que cualquier resentimiento que pudiera guardarle después de esa especie de juego al que nos obligó a participar, desapareció entonces. En el fondo no es mala persona.

            Su esposa sonrió acariciando el rostro de su interlocutor  replicando con un susurro lleno de afecto.

-Me alegra ver que al final te diste cuenta. Mi príncipe.
-Siempre estuve muy ciego para percibir lo que realmente sucedía en nuestro planeta. Pero ya no.- Sentenció él.- La familia y los amigos, eso es lo fundamental en esta vida o en cualquier otra. Gracias a todos ellos que pude comprenderlo.
-Sobre todo gracias a Roy  y a tu hermano Zafiro.- Comentó su mujer.- Lástima que les veamos tan poco.
-Ahora estamos desbordados por el trabajo, mi hermano tampoco tiene apenas tiempo de estar en familia estos días. Ni su colega y compañero Souichi tampoco. En fin, supongo que todo no se puede tener. Ian por ejemplo está deseando pasar cuantos más ratos pueda, mejor, con su hija.
-Espero que dentro de poco podamos ir para que Amatista y ella se conozcan.- Declaró su esposa.- Podrían jugar juntas, aunque Satory sea mayor.
-Las dos son todavía muy pequeñas, seguro que congeniarían bien.- Sonrió su marido, imaginando aquello para añadir con voz queda. - Sería bonito que se hicieran buenas amigas. Nuestra hija tiene que crecer rodeada de gente que la quiera. Por experiencia sé que eso es fundamental. La capacidad de amar a otros puede llegar a redimirnos, como la Guerrera Luna y las demás nos demostraron.
- Sí, cariño. Por eso lo principal es que siempre que sea posible, estemos junto a ella y que nuestra hija sea feliz y nunca deba preocuparse por cosas como las que nosotros tuvimos que vivir y superar. – Declaró Esmeralda. – Ese es mi deseo para ella.

            Su interlocutor asintió, esperando también que así fuera. De todas las recompensas que había tenido desde que resucitó y ayudó a derrotar al mal ésta era la mejor de todas. El príncipe de Némesis pensaba en su mujer y en su hija y agradecía su buena fortuna. Recordaba también a sus otros amigos y compañeros, a veces les echaba de menos, era difícil verse. Quizás con su hermano y con Nephrite lo tenía más fácil, pero Ail hacía tiempo que se fue de la Tierra, y tanto Roy como Tom estaban muy ocupados. Aunque al gamberro de su amigo neoyorquino le veía bastante por televisión, en los partidos de su equipo. De todos modos trataba de mantenerse al tanto de cómo le iban las cosas a los demás. Entonces le comentó a su esposa.

-Nephrite me llamó la semana pasada. Ya sabes, por esos atentados en Londres.
-Sí, lo he estado comentando con la maestra de nuestra hija.- Convino Esmeralda quién preguntó.- ¿Saben algo él o Amanda?
-Son atentados de radicales islamistas. Nada que ver con lo que ellos hacen.- Declaró Diamante.- Están tan atados como nosotros. Y eso realmente me enfada bastante.- Sentenció con visible malestar.- Ser impotente para hacer nada.
-Sí, me sucede lo mismo, pero firmamos un acuerdo. No podemos intervenir en asuntos graves de este planeta que sean debidos a las circunstancias internas del mismo.- Repuso su esposa no sin resignación aunque agregó con mejor talante.- Y por cierto que ya tengo bastantes cosas de las que encargarme.
-¿Cómo van los papeles de tu jefa?- Quiso saber él cambiando de tema.-
-De momento no he encontrado nada de interés. Tuve que dejarlo para ir a recoger a la niña.- Le comentó Esmeralda que de pronto recordó.- ¡Oh! Le dije a Amatista que mañana hay colegio. ¡Y estará cerrado por la fiesta Nacional! Lo olvidé.
-La Toma de la Bastilla.- Recordó su esposo.- Claro, mañana es catorce de julio
-¡Y no tengo con quién dejarla! - Se lamentó ella.- Es tarde para llamar a nadie ya. Tendremos que esperar hasta mañana.

            Eso les hizo pensar a los dos, ¿Qué podrían hacer? Diamante tendría que viajar a la sede de su empresa y allí no podía llevar a la cría. Quizás la mejor opción sería esa, llamar  a una canguro. Y aunque les cobrase mucho por ser horario festivo…en fin. El dinero no les importaba, tenían de sobra. Lo que sí les preocupaba era encontrar a alguien con referencias.

-¿Conoces a alguien que pudiera venir mañana?- Le preguntó Esmeralda a su esposo.-
-La verdad no.- Respondió éste tan perdido como ella en esos asuntos.-
-No sé, quizás podría llevármela al trabajo.- Discurrió la modelo.- Tenemos un cuarto dedicado a los hijos del personal. Podría dejarla allí.
-Tal y como están las cosas, creo que es buena idea.- Convino Diamante.- Al menos es la mejor alternativa.

            Su mujer asintió y se fueron a dormir con esa idea. A la mañana siguiente, le tocó al príncipe despertar a su hija.

-Vamos Cherie. Es hora de levantarse…
-Tengo sueño.- Protestó la pequeña frotándose los ojos con una vocecita lastimera.-

            Diamante suspiró resignado. Era capaz de hacer muchas cosas, incluyendo el luchar contra amenazas provenientes del espacio exterior, pero levantar a la pequeña Amatista cuando le ponía aquella carita y ese tono de voz no se contaba entre ellas. De modo que, animoso, le dijo a la cría.

-Voy a ir preparándote el baño. Así que mientras tanto te despiertas tú solita, ¿eh?

            Aunque la niña no respondió, ya volvía a estar dormida. Encogiéndose de hombros, el príncipe se dirigió hacia el cuarto de baño, presto a llenar la bañera y echarle gel, dado que a su hija le encantaban las burbujas que éste formaba. Al cabo de cinco minutos se acercó una vez más tratando de despertar a la pequeña durmiente, con idéntico resultado. Salió de la habitación de la niña y se topó con su esposa que salía a su vez de otro baño, con una toalla blanca envolviendo su cuerpo y otra la cabeza.

-Ya me he duchado. ¿Está lista Amatista?- Le inquirió.-
-Bueno.- Pudo decir el azorado Diamante llevándose una mano al cogote, casi imitando a la perfección los modos de su amigo Roy para esas eventualidades al decir.- Depende de cómo lo mires, el baño está preparado…ella no tanto…

            Y temiéndose lo acostumbrado Esmeralda movió la cabeza ante ese gesto de su esposo  para reprenderle con cierta condescendencia.

-Siempre te pasa lo mismo. No lo comprendo. Eres incapaz de despertarla.
-Lo sé, pero no puedo evitarlo, cada vez que me pone esa carita.- Alegó él.-

Esmeralda suspiró con resignación y en cuanto se vistió fue directa al dormitorio de la niña.

-¡Vamos Amatista!- Le pidió con tono cariñoso pero firme.- Arriba.
-¡Jo, mami! Tengo sueño. - Musitó la cría con los ojos aun cerrados y agarrándose enternecedoramente a su conejito de trapo.-

            No obstante, esa táctica no le funcionó con su madre. Esmeralda la incorporó en la cama y la hizo ponerse en pie, bajándola al suelo para llevarla de la mano y colocarla ante el espejo del baño, subida eso sí, a un taburete.

-Ahora a lavarte la cara como las señoritas. Y a  bañarte.- Ordenó.- Que hoy te vas a venir con mamá a su trabajo.
-¿De verdad?- Exclamó la niña que pareció despabilarse de golpe.- ¡Qué bien, mami! ¿Podré hacer dibujos?
-Claro, los que tú quieras, ma chère.- Se sonrió Esmeralda para insistir.- Pero solo si te das prisa en darte tu baño…no debemos llegar tarde.

            La cría obedeció de inmediato dejándose quitar el pijama. Su madre la metió en la bañera y Amatista pudo jugar con esas pompas del gel que tanto le gustaban. O al menos las que quedaban…

-¡Jo, no quedan pompitas! - Protestó señalando esa misma circunstancia.-
-Pues haberte levantado antes, había muchas más.- La amonestó indiferentemente su madre.-

            Por suerte la cría estaba más pendiente de lo que Esmeralda le había dicho. Ir con su madre a ese lugar tan mágico donde todas las chicas mayores llevaban estupendos vestidos le entusiasmaba, de modo que por esa vez no se entretuvo mucho en la bañera. Su madre la sacó, le puso un pequeño albornoz blanco y una toallita en el pelo. Tras secarla bien y peinarla, ayudada por una pequeña dosis de secador, (Esmeralda consideraba que ese aire tan caliente era malo para el cabello) la vistió. La cría iba muy mona con un algodonoso e inmaculado modelito veraniego de mangas cortas que su madre le había diseñado. Combinaba falda y blusa en una pieza. Se podía quitar y poner directamente por la cabeza. Así, con calcetines a juego y unos zapatitos negros, la cría estuvo lista. Tras eso, su mamá le colocó una gran servilleta en previsión de males mayores y la llevó a la cocina.

-¡A desayunar! - Le dijo animosa.-

            Puesta en su sillita, Amatista enseguida reclamó la comida. Sus padres la iban a acompañar en el desayuno. Solía ser norma de la casa, al menos al principio del día, el desayunar en familia. Esto era debido sobre todo a que luego ninguno de los dos sabía cuándo iban a terminar en sus trabajos. Por ello pocas veces más coincidían los tres salvo en la noche. Ahora la familia estaba reunida y Diamante, que servía las tortitas que acababa de hacer, no pudo evitar sonreír cuando su esposa le colocaba los cubiertos a la pequeña en tanto la aleccionaba.

-Acuérdate de empuñarlos como mamá te ha dicho.

            Y voluntariosamente Amatista se esforzaba en hacerlo en tanto su padre le traía su jarrita decorada con dibujos llena de leche. La cría tenía hambre y tras tomarse una tortita con mermelada de fresa, y el contenido de la jarra, acompañada de un poco de jamón de york y una manzana, estuvieron listos. Los adultos tomaron café y un zumo de melocotón, para acompañar a las tortitas.

-Mañana para desayunar zumo de naranja y galletas, con chocolate.- Le prometió Diamante lo que hizo que su hija aplaudiera muy contenta.-

            Esmeralda iba a mover la cabeza una vez más. Su marido era demasiado complaciente con la niña, pero no pudo evitar sonreír a la vista de esa escena.

-Habrá que darle las gracias  a Roy por enseñarte a preparar estas cosas.- Declaró la modelo.-
-Sí, debo admitir que ese tarambana sería el canguro perfecto, la pena es que vive muy lejos.- Bromeó el príncipe de Némesis a su vez.-
-Ya sabes que si le llamas, él puede venir en un instante.- Le recordó Esmeralda también con jovialidad.-
-Eso si Bertie no le arranca las orejas cuando lo descubra.- Le susurró él a su esposa quien asintió.-

            Y es que ambos sabían que usar sus poderes estaba prohibido cuando vivían sus vidas normales. En fin, esas bromas siempre estaban ahí.

-Anda, dile adiós a papá.- Le pidió la modelo a su hija en cuanto concluyeron el desayuno.-

La cría obsequió la mejilla de Diamante con un beso bastante cariñoso aunque  también pegajoso a su vez. De modo que tocó ir de nuevo al baño.  Y después de lavarse un poco algún que otro churrete y completar según qué necesidades fisiológicas, madre e hija se despidieron  del príncipe. Esmeralda había llamado a un coche de la agencia y éste las esperaba ya. Tras subir con su hija en la parte trasera y ajustarla en una sillita especial le indicó al chofer que arrancara.

-A las oficinas centrales de Modas Deveraux, por favor.

            El coche se puso en marcha. Aunque tardaba más de lo normal en llegar. Incluso tomó una ruta diferente. Esmeralda comenzó a alarmarse. Enseguida quiso saber.

-¿Por qué ha tomado este itinerario?
-Lo lamento, señora Deveraux.- Repuso el Chofer, argumentando.- Las autoridades han cortado varias calles para acordonar zonas de riesgo potencial por amenaza terrorista.

            Su interlocutora no había escuchado nada semejante aunque asintió. Tampoco estuvo muy pendiente esa mañana de las noticias. De modo que después de lo sucedido el día anterior así lo dio por hecho. Pero ese tipo seguía tomando rutas que para nada coincidían con el camino. Esmeralda comenzó a tener miedo. No por ella, sabía cómo defenderse y era toda una justiciera. De haber estado sola no le hubiera preocupado, pero su hija estaba ahí. Al fin, el coche llegó a un callejón apartado de todo.

-¿Dónde estamos? ¿Por qué nos ha traído aquí?- Quiso saber Esmeralda.-
-Solamente cumplo órdenes, señora Deveraux.- Repuso lacónicamente el conductor agregando.- Ahora puede bajar.

            Eso la tomó por sorpresa. ¿Qué significaba eso? No la estaba tomando prisionera. ¿O es que acaso había alguien más allí, aguardando para hacerles daño?

-¡Por favor, dejen a mi hija fuera de esto! - Le pidió a ese hombre con patente temor.-
-No se preocupe por eso, y descienda del vehículo.- Le insistió aquel tipo saliendo del coche para abrirle la puerta.- Su hija no sufrirá ningún daño. Se lo aseguro.


            Sin tener mucho donde elegir, Esmeralda obedeció, por suerte Amatista se había quedado dormida durante ese largo trayecto y no se daba cuenta de nada. Al salir el chofer le indicó que debía seguirle. De forma bastante renuente ella lo hizo, eso sí, sin dejar de girar la cabeza hacia el coche en donde estaba su hija. Aunque tras una esquina de la calle escuchó una voz de mujer. Mirando en esa dirección vio de inmediato de quién se trataba. La conocía bien. Andaría en la treintena, metro setenta, media melena rubia, ojos azules inquisitivos y un cuerpo en forma pese a haber tenido un par de embarazos. La modelo se sorprendió exclamando.

-¡Amanda!
-Perdona la manera de citarte aquí, Esmeralda.- Sonrió la interpelada moviendo ligeramente su rubia media melena.- Pero debíamos de ser discretos.
-Tengo a mi hija en el coche, ¡me habéis dado un buen susto! - La recriminó la enfadada modelo.-
-Lo siento.- Pudo decir su interlocutora mirando de reojo al conductor quien ahora se encogió de hombros.- No tenía ni idea de eso.
-Las órdenes eran traerla aquí. No se especificó nada sobre que viniera sola.- Se justificó aquel individuo.-
-Lo lamento mucho. De verdad. Te pido disculpas. De haber sabido que traías a Amatista habría contacto contigo de otra manera.- Pudo decir la apurada Amanda.-

            Esmeralda relajó el gesto, esa mujer nunca dejaba de sorprenderla. Era la esposa del gran amigo de Diamante, el famoso anticuario Nephrite Saint Join. Aunque esa era su tapadera. Casados estaban, eso sí. Y hasta eran padres de dos hijos, un chico y una chica. No obstante, ella sabía que el antiguo compañero de entrenamientos y batallas de su esposo trabajaba en los servicios secretos. Y que esa mujer, asimismo era agente del Foreign Office, además de periodista. Tampoco se le había olvidado que fue ella quien le dio la oportunidad de actuar como Dama del Viento en una de sus primeras intervenciones, cuando le robó una carpeta de diseños. Así pues, no se recató en lanzarle a bocajarro una cuestión en la que todavía se palpaba su enojo.

-¿Qué es lo que quieres ahora? ¿Otra carpeta con mis diseños para la colección de otoño-invierno de esta temporada? Te podrías haber ahorrado toda esta representación y pedírmela sin más.

            Amanda se limitó a suspirar, indicándole al chofer.

-Por favor. Vaya a ver cómo está la niña y quédese allí hasta que terminemos.

            Aquel tipo obedeció alejándose de las dos mujeres. La modelo y diseñadora por su parte seguía interrogando a la rubia británica con la mirada, en la que se adivinaba también el persistente malestar.

-Está bien. Ya te he dicho que lo siento, Esmeralda. También yo tengo hijos. Te comprendo, estaría tan enfadada como tú. Y ya me disculpé por lo de entonces. Pero es que no tuvimos otra opción.- Se excusó una vez más la resignada mujer.-
-Sí, lo recuerdo. Me comentasteis que sospechabais de Goldpier. – Contestó su interlocutora que, en efecto, se acordaba muy bien de aquello.- Me hiciste correr mucho por las azoteas. Aunque admito que luchas bastante bien. Para ser una humana corriente.
-Tú también eres una humana corriente.- Sonrió Amanda que ahora parecía divertida.-
-Tal vez, pero estaba convertida en justiciera.- Alegó Esmeralda, quien relajó su semblante ahora para querer saber.- Supongo que será algo tan importante y secreto que no habríais podido llamarme a casa y proponerme quedar para tomar algo, ¿no es así?.
-Exactamente.- Admitió su interlocutora.- En pocas palabras y yendo al grano. Entre los documentos de Alexandra Deveraux hay unos papeles muy importantes y algo que necesitamos tener controlado. Por eso, al no estar seguros de lo que pasará entre tú y la señorita Lacrosse, hemos tenido que tomar cartas en el asunto. De hecho ya buscábamos eso anteriormente. Fue aquella vez en la que me sorprendiste robando tus diseños. No te lo tomes como nada personal, pero no andaba tras los bocetos de tus vestidos. Aunque reconozco que tampoco me hubiera importado que me regalaras alguno una vez confeccionado.- Sonrió más ampliamente la joven para admitir de seguido.- Y tampoco nos vino mal robar otros diseños tuyos para fabricar nuestra tapadera.
-Ya. Esos que ese tipejo de Goldpier se apropió e hizo pasar como suyos. – Repuso Esmeralda con visible malestar, dado que recordaba perfectamente aquello.- Bueno…Entonces ¿Qué se supone que estabais buscando?- Quiso saber su contertulia con evidente curiosidad ahora, para añadir no sin sarcasmo.- Y no me digas eso tan típico de, que si me lo cuentas, tendrías que matarme.
-No hace falta ser tan melodramática.- Afirmo Amanda que se rio afirmando.- ¡Con borrarte la memoria bastaría!

            Su interlocutora no estaba muy segura de sí eso era broma o iba en serio. Conociendo los niveles de secretismo que esa mujer manejaba nunca podía fiarse del tono de sus palabras. Al fin, queriendo acabar con eso cuanto antes, le respondió tajantemente.

-Dime de una vez qué es lo que quieres que haga y lo haré.
-De momento nada de particular. Tú solamente busca unos papeles que te parezcan extraños.
-¿Cómo de extraños?- Inquirió la diseñadora.-
-Cuando los veas lo sabrás.- Sentenció Amanda.- No puedo darte más información. Entre otras cosas porque desconozco lo que puedan ser. Pero estoy segura de que a alguien tan observadora e inteligente como tú, no se le pasarán por alto.
-¿Y por qué no te vienes tú misma a mi despacho y miras lo que quieras?- Propuso Esmeralda.-
-Me gustaría, pero oficialmente no estoy aquí. ¿Me comprendes?- Le hizo ver Amanda.-
-Sí.- Suspiró la diseñadora que le preguntó.- ¿Cómo te informaré entonces?
-No hará falta. Lo sabré. Solo debes evitar que esos papeles y la información que contengan caigan en malas manos…- Le contestó la espía dejándola perpleja.-
-Muy bien.- Asintió Esmeralda para preguntar, ya de un modo más cordial, variando de tema.- ¿Qué tal están Nephrite y los niños?
-Bien, gracias por preguntar. Él está muy atareado ahora comprando antigüedades. Menos mal que Peggy le ayuda mucho en eso. En cuanto a los niños, Paul tiene la edad de tu hija y Samantha tres años ya. Les tengo en una guardería muy buena, cerca de Oxford. ¡Chica, es una lata!, con tanto trabajo apenas sí les veo.- Remachó con fastidio y pesar.-
-Te comprendo. Por eso mismo me traía hoy conmigo a Amatista. Siendo la Fiesta Nacional casi nadie trabaja hoy. – Aclaró la modelo.-
-Siento de veras el haberte asustado. Sobre todo por tu hija, dale un beso de mi parte y de la de Nephrite. Y saluda a Diamante.
-Lo haré.- Asintió Esmeralda que se giró para irse.-
-Una cosa más.- Oyó la voz de Amanda a sus espaldas.- Si encuentras lo que creo que puedes hallar, no te impliques demasiado.
-Lo intentaré.- Repuso Esmeralda pensando que, a buen seguro, su amiga se refería temas relacionados con el espionaje.- Bueno, pues a ver si…

            Aunque no terminó la frase, al girarse una vez más para despedirse de su interlocutora ya no vio a nadie. Ese callejón estaba desierto. Suspirando resignada retornó al vehículo. El chofer tampoco estaba allí. En su lugar otro tipo, uniformado a su vez como conductor de la empresa, la aguardaba.

-Madame, excuse moi.- Le dijo apurado.- Me llamaron para venir aquí. Al parecer un compañero tuvo una dolencia grave y tuvo que aparcar en esta calle. Han debido de llevárselo porque no había nadie cuando llegué. Yo la llevaré a la oficina.
-Muy bien.- Asintió Esmeralda que enseguida se había asomado a la ventanilla del coche para respirar tranquila, viendo que su hijita continuaba dormida.- Vámonos pues.

            Se montó en el vehículo y al fin éste se puso en marcha llevándolas a ambas a la sede de la firma Deveraux sin más contratiempos. Nada más llegar, Esmeralda despertó a su hija y como Amatista aún estaba muy soñolienta la cargó entre sus brazos con sumo cuidado y entró así con ella. Enseguida la llevó a la guardería que tenían allí.

-Cuando se despierte del todo que juegue un poco.- Le pidió a las empleadas que atendían a los críos.- Vendré a recogerla en cuanto pueda.
-Muy bien, señora Deveraux.- Asintió una chica de color bastante simpática que se llamaba Simone.-

Tras despedirse de su hijita con un besito en la frente, Esmeralda se encaminó hacia el que ahora era su despacho. A pesar del tiempo transcurrido todavía le seguía pareciendo extraño que la llamasen por el apellido de su mentora. Pero ahora lo que más le preocupaba era el ver si podía dar con esos documentos a los que Amanda se había referido. Nada más abrir la puerta de esa habitación y entrar volvió a cerrar con llave. No quería ser molestada por nadie, y de hecho, usó el interfono del despacho para comentarle eso a su asistente. Después se dirigió hacia el cajón de la mesa de caoba de madame Deveraux.

-Vamos a ver.- Se dijo.- Creo que la combinación de su caja fuerte estaba por aquí…

            Ojeó unos papeles que tenía en uno de los cajones de aquella gran y robusta mesa. En efecto, su difunta jefa solía anotar allí las contraseñas de la caja, pero siempre de modo que nadie pudiera entenderlas. No hace mucho tiempo  y en privado, madame Deveraux le contó cómo interpretar esos números aparentemente  tan sin sentido.

-Deberás sumar y restar alternativamente el número siete a cada uno.- Le desveló.-

            A parte de eso, aquella precavida mujer siempre cambiaba los códigos diariamente,  aunque tras su muerte nadie se había aproximado a esa caja. Habían pasado cuatro días ya.

-Vamos a ver entonces.- Suspiró Esmeralda consultando la última anotación de su mentora.-

            Eran nada menos que cinco cifras las que había que colocar correctamente y cada una con al menos dos dígitos e incluso tres. La diseñadora leyó en los papeles

-Veinticinco, trece, setenta y siete, doce, ciento catorce. Bien, sumaré y restaré siete a cada una.

            Así lo hizo y funcionó. Pudo abrir esa gruesa caja de caudales que debía ser bastante antigua pero absolutamente fiable. Dentro encontró unas joyas realmente exquisitas, unos bonos del tesoro, y alguna que otra cosa que detallaba inversiones y propiedades. Sumaba mucho dinero aunque nada de eso le importaba a Esmeralda en realidad. Lo que sí encontró fue una copia del testamento que les leyera el albacea el mismo día del fallecimiento de la anciana.

-Yo, Alexandra Annette Deveraux Iribe, en pleno uso de mis facultades físicas y mentales establezco que…- Leyó para repasar lo que ya sabía.- A la señora Esmeralda Lassart antes llamada Esmeralda Green, le cedo mi apellido y el control de mis acciones de la empresa Modas Deveraux S.A, para que la dirija conforme al criterio que considere más oportuno. A excepción de unas cantidades en metálico que dono a la señoritas Monique Lacrosse y Marie Deneuve. Así como…

            Detallaba después otra serie de legados de mayor a menor cuantía a algunos empleados, familiares lejanos y antiguos amigos. Incluso y ésta era la parte que la intrigó, Esmeralda pudo leer.

-Y a unas señoritas cuya identidad debe permanecer en el anonimato, excepción hecha de un codicilo que adjunto aparte de este testamento, les hago entrega de unas joyas muy preciadas para mí, indicando el lugar en las que he custodiado hasta el día de hoy…vaya. ¿Dónde estará ese codicilo? – Se preguntó Esmeralda revolviendo algunos de aquellos documentos que encontró en la caja fuerte.-

            Algo le dijo que ahí podría estar eso a lo que Amanda había hecho referencia. Pero pese a que buscó por todo el despacho, no encontró nada por ahí. Decidió seguir leyendo, dado que Madame Deveraux era muy aficionada a dar pistas de una manera u otra.

-Para el viento y el mar, que siguen inmutables a través del tiempo.- Musitó en tanto leía.- Esos tres elementos me han  protegido siempre…a ellos les encargo la misma salvaguarda de esas joyas y de una en particular…que solamente quienes tengan el poder de esos elementos comprenderán…

            Tuvo que dejar esas reflexionas puesto que sonó el intercomunicador. Era su asistente.

-¿Qué sucede, Edith? Dije que no quería ser molestada.- Inquirió entre irritada y resignadamente.-
-Lo lamento Madame, pero es la señorita Lacrosse. Está aquí e insiste en verla.- Pudo responder la apurada secretaria.-
-Está bien.- Suspiró Esmeralda.- Dile que espere un momento. Enseguida voy.

            Se aprestó a esconder todo aquello y cerrar de nuevo la caja, con una combinación puesta por ella misma que garabateó en un papel. A los pocos minutos salió rumbo a la salita que su mentora solía emplear para recibir a la gente con la que no deseaba perder el tiempo. Una vez allí, llamó de nuevo a su secretaria.

-Edith, dile a la señorita Lacrosse que la aguardo en el salón de reuniones.
-Sí, señora Deveraux.- Repuso su interlocutora.-

            Al poco la puerta se abrió, vestida con un caro traje de la casa entró una mujer de pelo castaño claro, unos pocos años mayor que ella y más o menos de su estatura. Era bella aún y se adivinaba en su andar que había sido modelo. Venía acompañada de un individuo de traje caro también, no demasiado mayor.

-Buenos días, Monique.- Saludó Esmeralda con fría cortesía.- ¿Qué te trae por aquí?

            La interpelada ni se dignó contestar, fue ese tipo quien habló.

-Mi cliente, la señorita Lacrosse se comunicará a través mío. Soy Henry Lafarge, su abogado.
-Muy bien, como quiera. ¿Serán tan amables de sentarse o tendrá que discutirlo primero con usted?- Replicó la diseñadora con evidente sarcasmo.-

            Sus dos visitantes tomaron asiento en unas sillas que adornaban aquel salón. Entorno a una larga mesa ovalada de cristal. Esmeralda hizo lo propio en la que la presidía, a un par de metros de distancia.

-Le escucho Monsieur Lafarge.- Declaró Esmeralda.-

            Y, tras carraspear un poco para aclarar la voz, el tipo aquel dijo.

-Mi cliente aquí presente va a impugnar el testamento en base a que la voluntad de la señora Deveraux pudo ser alterada. Los últimos días de su convalecencia, especialmente tras marcharse usted, señora Lassart, la difunta en cuestión expresó su deseo de redactar un documento sin testigos y estando en un momento de salud muy precaria que antecedió a su muerte en pocas horas.
-Eso no tiene ningún sentido. Acorde a lo que el notario declaró, el testamento legal que nos leyó a todos los beneficiarios y herederos tenía al menos dos años de antigüedad.- Desestimó Esmeralda.- No hubo cambio alguno.
-Lo tiene, la señora Deveraux ya tenía un testamento anterior y hace apenas dos años, como usted dice, lo alteró. Antes de morir quizás debió de arrepentirse y emitió un  nuevo pliego que lo anulaba. La existencia de ese documento hace necesaria una comprobación de sus últimas voluntades.- Declaró el abogado.- De modo que, señora Lassart, hemos pedido una suspensión de la ejecución del mismo al haber ciertas partes del documento que no cuadran.
-Aquí y para ustedes, soy la señora Deveraux.- Les recordó la interpelada.-
-¡Qué más quisieras tú!- Intervino entonces una indignada Monique.-
-Creía que no te ibas a dignar hablar, querida.- Se sonrió Esmeralda agregando con determinación.-  Y no es que lo quiera, lo soy, por expreso deseo de la jefa. Y por muchos trucos que quieras emplear eso no va a cambiar. A ver, ¿qué partes son esas que, según tu abogado no cuadran?...
- Las partes en las que me designaba a mí como su sucesora.- Intervino Monique.- En su testamento previo repartía la Casa Deveraux entre Marie y yo, junto con algún que otro empleado de confianza. ¡Y tú no figurabas en esa lista!
-Me sorprende que estuvieras tan al corriente de sus últimas voluntades. No creo que nunca hablase de eso. ¿Acaso te lo comentó? - Objetó Esmeralda.-
-Quizás no habló de eso contigo.- Se sonrió aviesamente su interlocutora.- Estaba muy claro que confiaba únicamente en Marie y en mí.
-Pues debió de cambiar de opinión, habida cuenta de lo que dejó indicado.- Replicó Esmeralda añadiendo con seguridad y desconfianza.- Y te lo vuelvo a preguntar. ¿Cómo sabes tú lo que ponía en ese otro presunto testamento?
-Eso a  ti no te importa.- Espetó su interlocutora.-
-Pero al juez sí.- Afirmó la modelo alegando.- Es, como poco sospechoso, que saques a relucir un documento del que nadie conoce su existencia salvo tú, a quien curiosamente, según tus palabras, te favorece. No podía esperar menos de ti, siempre haciendo trampas.
-¡Sé de sobra que eres una hipócrita! - La acusó Monique perdiendo su pretendida calma.- Te la ganaste con zalamerías y porque venías bien recomendada.
-Pues también sabrás de sobra que Madame Deveraux no se dejaba influenciar ni por una cosa, ni por la otra.- Replicó dignamente Esmeralda que pasó a recriminarla a su vez.- Lo que te pasa es que tienes celos. En tu vida fuiste capaz de tener una idea propia. ¡Y bien que trataste de hacerte con las mías!

            Monique se levantó de la silla fulminándola con la mirada. Su polemista no se arredró e hizo lo propio, a la par que  se levantaba a su vez.

-Señoras, por favor.- Trató de mediar el visiblemente incómodo abogado.- Estamos aquí para discutir sobre términos legales, no para enfrentamientos de índole personal.
-Muy bien.- Espetó Monique declarando.- Te ofrezco una conciliación. Antes de ir a juicio y paralizar la empresa.
-Eso es un chantaje, no tienes nada y lo sabes.- Replicó Esmeralda.-
-Piensa lo que quieras pero antes de ver como tú te haces con la herencia de la Señora Deveraux soy capaz de dinamitar la casa.- Amenazó su interlocutora.-
-¡Eso ya lo veremos! - Estalló la diseñadora ordenando a sus dos contertulios con visible enojo.- Ahora ¡fuera de aquí!

            Con patente enfado Monique se alejó de ella saliendo por la puerta, su desconcertado abogado la siguió. Esmeralda respiró hondo varias veces hasta que pudo tranquilizarse.

-¡Maldita zorra! No permitiré que destruyas el legado de Madame Deveraux.- Comentó aunque nadie más pudiera oírla.-

            Y, sin querer dedicar ni un segundo más de su tiempo a pensar en esa arpía, Esmeralda volvió al despacho. Abrió la caja fuerte y sacó los documentos. Excitada todavía como estaba por ese altercado tiró una gruesa carpeta al suelo.

-¡Maldita sea!- Exclamó enojada viendo como todos los documentos que contenía se desparramaron en el suelo.-

            Enseguida fue a recogerlos, aunque algo llamó entonces su atención. Tomó un pequeño librito  de tapas negras, bastante fino. Algo sobresalía de él. Lo abrió descubriendo una vieja foto en blanco y negro. En ella reconoció a unas amigas suyas muy particulares, con una jovencita que le era familiar. A su memoria vino algo que había leído antes.

-¡Claro!... Para el viento y el mar, que siguen inmutables a través del tiempo.- Repitió con estupor.- Son Haruka, Michiru y Setsuna…y esta muchacha es… ¡Madame Deveraux! - Se sorprendió.-

            Allí estaban las cuatro, delante del trio de sailors, la joven Alexandra Deveraux sonreía, lo mismo hacía las guerreras, que vestían abrigos gruesos y gorros invernales. La ropa era de estilo militar.

-¿Qué significa esto?- Se preguntó Esmeralda.- ¿Cómo es posible que ellas?

Miró el reverso de esa foto, y lo único que aparecía era un  número. No tuvo que esforzarse demasiado para darse cuenta de que se correspondía a una fecha.

-Mil novecientos cuarenta y uno.- Musitó estupefacta.- ¡Pero!...

A su memoria acudió aquel día, cuando ella misma conoció a  Madame Deveraux. Aguardaba nerviosa en la salita de espera hasta que Michiru salió diciéndole que podía entrar. Tocó a la puerta y la autorizaron a pasar. Esmeralda entró posando sus ojos enseguida en aquella anciana que estaba flanqueada por Setsuna y Haruka. Madame Deveraux también se fijó enseguida en ella y sin más rodeos le preguntó en francés.

-Vous êtes qui a fait les dessins ?

            Aunque viendo el gesto atónito de la pobre chica, fue rápidamente Haruka la que le explicó a Madame Deveraux.

-Nuestra amiga no habla francés todavía, pero sí inglés.

Aquella anciana sonrió para repetir su pregunta y entablar conversación en un correcto inglés que curiosamente Esmeralda sí que hablaba y entendía desde su vuelta al mundo de los vivos, al igual que el japonés. Seguramente sería así dado que ambos fueron sus idiomas de unión a este mundo y que en Némesis la mayor parte de sus ancestros hablaban esas lenguas.

-De modo que eres tú la autora de esos bocetos, niña.
-Sí, sí señora. – Pudo casi musitar ella, visiblemente nerviosa. -
-Por lo que veo te gusta diseñar. También eres bastante alta.- Valoró su interlocutora que, con interés profesional, le preguntó -. ¿Cuánto mides?
-Metro setenta y seis. Creo. - Pudo replicar Esmeralda que mantenía la cabeza un poco gacha, sintiéndose algo amedrentada. – Más o menos como mi amiga Setsuna.
-¡No, no, no! - Sonrió divertida la señora Deveraux que le dijo a aquella tímida joven, en tanto se levantaba y con suavidad empujaba con un dedo el mentón de la chica ligeramente hacia arriba. - La cabeza siempre alta, muchacha. ¡Nunca lo olvides! Esa será tu primera lección.

Esmeralda no sabía que replicar. Sus amigas entre tanto observaban divertidas. Esa  a veces poco ortodoxa gurú de la moda también dio un repaso al traje que la joven lucía, era un modelo que la misma Esmeralda se había hecho. Aprovechó cuando tuvo unos días tras la llegada de ella y Diamante a París. Recordaba bastante al vestido que llevaba cuando formaba parte del clan de la Luna Negra, pero en colores verdes algo más brillantes y claros y sin esos largos guantes.

-¿Dónde compraste este vestido? - Quiso saber la anciana, que valoró casi a  bocajarro. - La tela es burda, pero el diseño es bueno.
-Me lo hice yo misma, – confesó la azorada muchacha casi disculpándose. - No tenía mucho dinero para comprar tela.
-Ma chérie, eso no será problema a partir de ahora. – Sonrió ampliamente esa mujer que parecía estar visiblemente satisfecha, sentenciando para alborozo de su interlocutora y alegría compartida de sus amigas. - Te quiero aquí mañana a las ocho en punto. Tienes muchas cosas que aprender todavía pero veo que talento no te falta. Y no voy a dejar que ese rastrero de Goldpier te abduzca.- Concluyó usando un tono de disgusto en clara alusión a su más encarnizado rival. -

A la muchacha le dio un vuelco al corazón. Sonreía de forma luminosa.

-¡Se lo agradezco muchísimo, señora! – Fue capaz de decir, casi con las lágrimas a punto de saltársele. -
-Agradécemelo haciendo más como estos. – Le replicó la anciana sujetando con una mano los bocetos en tanto que añadía - Además, creo que tienes madera de modelo. Cuando te he visto entrar, tu forma de andar es muy. ¿Cómo lo diría? Aristocrática. Es curioso. Me gustaría que aparte de diseñar fueras modelo de tus propias creaciones. Créeme, si tú te las pruebas podrás sentir si son buenas o no. Recuerda siempre esto. La moda existe para que la mujer se sienta siempre bella y feliz. Y para que pueda soñar.
-Haré todo lo que usted me diga. Estoy deseando aprender. – Afirmó la chica visiblemente emocionada. -
-Muy bien, arreglado pues. Ahora niña, siéntate con nosotras y toma un poco de té. A partir de mañana a trabajar duro y a estudiar francés. C´est le langage de la mode! - Exclamó aquella mujer con gesto desenfadado. –
-Muchas gracias.- Replicó la muchacha.-
-Dáselas a tus amigas.- Afirmó su interlocutora declarando.- Normalmente no gusto de dejarme aconsejar, ni influir para seleccionar a mis modelos. Y menos a mis diseñadoras. Pero viniendo de ellas es otra historia.
-Siempre fuiste muy testaruda.- Sonrió Michiru hablándole de pronto a  aquella anciana con la afabilidad y confianza de un camarada.-

            La aludida sonrió asintiendo. Y contratacó con jovialidad a su vez.

-Vosotras no os quedáis atrás en eso. ¡Cualquiera no os toma en cuenta!
-Así es, vieja amiga.- Sonrió Cariñosamente Setsuna.-
-Sí, pasamos por mucho...- Suspiró la anciana afirmando casi con un tinte de nostalgia.- Pese a todo fueron buenos tiempos.

            Esmeralda entonces no se atrevió a preguntar nada acerca de esos comentarios. Por supuesto que no sospechó nada anormal en esa conversación. Ahora por el contrario, observando esa fotografía comenzaba a darse cuenta…

-Siguen inmutables a través del tiempo. ¡Claro, debieron de viajar en el tiempo por alguna razón! Y la conocieron entonces…

            Y ávida de saber más sobre eso comenzó a leer aquella especie de diario, porque a la vista de lo que aparecía escrito esa pinta tenía. Estaba en francés evidentemente pero eso no le representaba ya ningún problema. Fiel a la palabra que le diera a su jefa entonces aprendió el idioma en poco tiempo. Ahora traducía.

“A punto de entrar en el invierno de mil novecientos cuarenta y uno. Desde que los nazis ocuparon mi amado país he tenido que correr para esconderme. Al fin pude unirme a la Resistencia. Ya casi han  llegado las Navidades y la cosa no tiene buen cariz. Al menos me han aceptado y podré llevar mensajes desde Paris hasta Grenoble. Unos tíos míos vivían allí. Puedo utilizar su enorme casa como base. Es zona libre, espero poder pasar sin que las SS o la Gestapo me intercepten. Tendré que ir sola. No es desde luego la mejor manera de festejar mi décimo sexto cumpleaños”
-¡Vaya!- Se dijo Esmeralda en voz alta sonriendo con nostalgia sin poderlo evitar.- Nunca quiso decirme cuando era su cumpleaños, ni cuantos años tenía.

            Recordó con nostalgia e incluso alguna lágrima, que Madame Deveraux celebraba su cumpleaños siempre un día distinto cada año.

-Es una costumbre que adquirí de joven, querida.- Le contó cierta vez la anciana.- Mejor sorprender tú a que te sorprendan los demás.
-¿Por qué?. Es bonito recibir sorpresas.- Se atrevió a replicar Esmeralda entonces.-

            Aunque el gesto de la anciana se ensombreció y la muchacha comenzó a preocuparse. Con lo extravagante que era su mentora eso podría haberla ofendido. Por suerte no dio la impresión de ser así y esa mujer le contestó con un tono que parecía entristecido.

-No siempre, chérie, no todas las sorpresas lo son. Cuando vivas tanto como yo te darás cuenta.

            Ahora Esmeralda meditaba sobre eso. Y admitió que la anciana tenía razón. Por lo menos en base a su propia experiencia.
-Era una cría sin duda, cuando tuvo que pasar por algo tan terrible como una guerra. La puedo comprender. –Suspiró ahora con pesar.- Yo debía de tener la misma edad cuando llegué a la Corte del rey Coraíon y toda la locura en Némesis comenzó.

            Pero prosiguió la lectura, muy interesada en lo que esas páginas contaban.

“Tuve suerte, pude llegar a Grenoble sin ser detenida. Aunque me llevé un susto cuando llegué al palacete. De todos modos mi familia ya no estaba. Mis tíos Marc y Jeanne pudieron huir antes de que ese loco de Hitler nos invadiera. Siempre lo vieron venir, y nadie quiso escucharles. Pero me dejaron algo. Al menos en la carta que enviaron a mi casa hace unos meses me lo decían. No sé el qué ni dónde deberé buscarlo. Sin embargo, ahora mi prioridad es ayudar a la Resistencia”.

-Tengo que ponerme en contacto con Haruka y Michiru.- Se dijo Esmeralda.- Esto es importante. Quizás tenga que ver con lo que Amanda me contó. Ya la avisaré a ella también cuando lo tenga más claro.

            Aunque ya se le hacía tarde. Era hora de volver a casa. Con sumo cuidado guardó todo en la caja a excepción de ese librito que quiso llevarse consigo. Luego fue a por su hija. Al llegar a la zona de guardería sonrió. Su pequeña estaba jugando animadamente con otros críos y con bastantes juguetes alrededor.

-Tenemos que irnos, cariño.- Le dijo con tono afable a la niña.-
-¡Jo, mami! – Protestó la niña.- Me quiero quedar a jugar con Ivette y con Jeannette.
-Es tarde ya.- Insistió pacientemente su madre.-

            La niña no tuvo más remedio que resignarse. Sabía que su mamá era bastante clara siempre y, para su pesar, no se dejaba convencer tan fácilmente como su padre. Saludó con la manita a sus nuevos amiguitos y a las solícitas cuidadoras que se despidieron a  su vez de ella y de Esmeralda. Una vez la diseñadora  tomó  a la cría de la mano salieron. Justo para encontrarse con un par de modelos que las saludaron sonrientes.

-¡Qué cría más preciosa! - Alabó esa joven alta y rubia.-
-Es una monada.- Añadió la otra, de cabellos más oscuros, y de pareja estatura a su acompañante.-
-Gracias Doutzen, gracias Giselle. - Sonrió la orgullosa mamá a su vez dirigiéndose a Amatista para decirle con tono jovial.-  ¿Ves cielo? Tienes que comer muy bien y cuidarte mucho para llegar a ser una chica tan guapa y tan elegante como ellas.
-Sí.- Asintió la niña mirando hacia arriba a esas chicas tan altas, incluso más que su propia mamá y afirmar.- Yo también seré muy alta.
-Seguro que sí.- Sonrió la muchacha rubia despidiéndose.- Ya nos veremos, Esmeralda. Y gracias por llamarnos.
-De nada, sois unas chicas con mucho futuro. Ya me lo decía la Jefa.
-Siento mucho que muriera.- Comentó más seria la otra joven de pelo más oscuro con el asentimiento de su compañera.- Era insuperable.
-Sí que lo era. Por desgracia es ley de vida. Sin embargo, todo en la Casa Deveraux continuará tal y como ella lo hubiera querido.- Remachó con determinación su sucesora.- Me esforzaré por ser capaz al menos de mantener su nivel de exigencia.

            Las dos jóvenes modelos se miraron asintiendo. Doutzen sentenció.

-Contigo al cargo, estamos seguras de eso.
-Adiós, te deseamos mucha suerte.- Convino Giselle.- Aquí estamos para lo que necesites.
-Gracias chicas, que os vaya bien.- Respondió la aludida.-

            Y prosiguió caminando con su hija hasta llegar al coche de la empresa. Una vez subidas en él, llegaron a casa sin más contratiempos. Tras ese día tan agotador enseguida cambió a la niña y ella misma hizo lo propio. Un confortable pijama de gatitos y unas zapatillas de conejitos para cada una.

-¡Ja, ja!  Esta Usagi es única enviando regalos.- Pensó divertida.-

            Agradecía mucho a la futura soberana de Cristal Toko esas deferencias. Aunque ella también le había cosido y diseñado algunos vestidos.  Aun recordaba esa vez en la que le preparó uno para la ceremonia de su mayoría de edad. Pensaba en aquello, tenía a Usagi subida  a una especie de tarima en tanto ella, su antigua enemiga, le colocaba alfileres para tomarle los bajos.

-Ante todo no te muevas, Usa-chan.- Le pedía a esa muchacha.-
-Eso quiero, pero me ponen nerviosa los alfileres.- Le confesó la chica.-
-Eres la futura reina de la Tierra y de la Luna. Has derrotado a las mayores amenazas del Universo y ¿te asustan unos alfileres? - Se sorprendió su interlocutora.-
-Sí…bueno... Tú no conoces a mi amigo Son Goku. Él peleó contra los más terribles enemigos en su dimensión. Murió y resucitó varias veces y hace unos entrenamientos terriblemente duros. Eso sí, no le hables ni en broma de ponerse una inyección…-Replicó con tono a medio camino entre el nerviosismo y la chanza.-

Y entre tanto miraba con aprehensión como su contertulia iba colocando esos finos y afilados elementos entre el dobladillo de la ropa.

-Por lo que Diamante me contó, ese maestro suyo era de lo más peculiar, sí. - Concedió  Esmeralda divertida, para insistir.- ¡Pero estate quieta!…Así no hay quién calcule bien el bajo…

            Aunque le costó lo suyo, porque Usagi no paraba de reírse cuando la abnegada Esmeralda le estaba tomando medias. Finalmente la joven se mantuvo lo más estática que pudo. Por fin su sastre de lujo asintió con aprobación.

-Estupendo. Tengo tus medidas. En cuanto pueda te arreglaré uno de los vestidos que estoy diseñando para la próxima temporada. Creo que te sentará de maravilla.
-¡Muchas gracias! - Exclamó la muchacha realmente encantada.-
-Gracias a ti. Majestad.- Sonrió su interlocutora haciendo una inclinación.-
-¡Oh, dejad eso ya! No quiero que me llaméis Majestad.- Protestó jocosamente la chica.- Aquí solamente soy Usagi Tsukino…

            Su contertulia asintió para tomar la palabra en tanto ambas se sentaban alrededor de una mesa.

-Lo único que sé es que gracias a ti Diamante y yo podemos estar juntos. Y somos muy felices.
-Bueno, fuisteis vosotros quienes lograsteis volver con mucho esfuerzo. No tuve que ver en eso.- Se apresuró a  replicar la interpelada.-
-Tuviste todo que ver porque nos inspiraste con tu bondad.- Declaró una emocionada Esmeralda ahora.- Me hiciste recordar lo bueno que había en mí. Los recuerdos de la madre de Diamante y lo que ella quiso para todos los habitantes de Némesis una vez. La unión y la paz con la Tierra y la Luna. Te prometo que nunca lo olvidaré.
-Estoy convencida de que no lo harás.- Sonrió afectuosamente la muchacha quién por unos instantes retomó su papel como Serenity para sentenciar.- Y tanto tú como tu esposo seréis muy importantes en el devenir de las cosas. Vuestra contribución será fundamental para alcanzar la paz definitivamente.
-¿Qué debemos hacer?  Tú solo dínoslo. Estaremos a tu servicio sin dudarlo. - Se ofreció su interlocutora.-
-Por ahora disfrutad de la vida que tenéis y ¿quién sabe? Puede que dentro de poco decidáis aumentar la familia….

            Eso hizo que Esmeralda se ruborizase visiblemente. Apenas sí pudo contestar.

-Creemos que todavía…es un poco pronto…con todo el trabajo…
-Tomaos el tiempo que preciséis.- Sonrió afectuosamente su contertulia añadiendo a modo de particular confesión.- Mamo- chan y yo hemos pensado en hacer eso mismo. Hay muchas obligaciones que debemos atender antes que ser padres.
-Pero, la Pequeña Dama…- Objetó Esmeralda, alegando.- Ella tiene que nacer.
-A su debido tiempo la Pequeña Dama vendrá a este mundo. Por ahora lo hace desde el futuro. Es más. A ver si puede venir a mi fiesta de mayoría de edad.- Casi musitó para sí.-
-Lamentablemente nosotros no podremos asistir. Tengo la semana de la moda de Milán y Diamante debe acudir a su trabajo.- Se lamentó su interlocutora, quien no obstante agregó más animosamente.- Pero te deseamos lo mejor.
-Os lo agradezco de corazón, amiga mía.- Repuso Usagi posando una mano sobre las de su contertulia para añadir.- Y recuerda siempre esto. Todavía hay muchas cosas por hacer, y misterios por descubrir.

            Esmeralda asintió e inopinadamente, esa voz serena y casi ceremonial de Serenity cambió a aquel tono desenfadado y curioso de Usagi.

-¿Y hablando de obligaciones? ¿Qué tal te trata tu jefa?
-¿La señora Deveraux?. Muy bien.- Tuvo que responder ella.-
-Me alegro mucho, parece ser una buena mujer. A pesar de su fama de dura.- Afirmó su interlocutora.-
-Lo es, una cosa no quita la otra. En cierto modo me recuerda a ti, eres buena y amable, pero fuerte cuando debes serlo.- La halagó Esmeralda.-
-Gracias, pero tu jefa es realmente una mujer fuera de lo común. Al menos eso me han contado Haruka, Michiru y Setsuna. Siempre fueron muy amigas suyas.- Sentenció la muchacha.-

            En ese momento, más ocupada como estaba de preparar ese vestido y de otros pensamientos más urgentes, aquel comentario de Usagi le pasó inadvertido. Ahora tras darle vueltas se dio cuenta de que su amiga nunca decía nada que no encerrase algún sentido.

-Como de costumbre, Majestad, algo sabías.- Se sonrió levemente ahora.-

Dejó eso por el momento y se aprestó a dar de cenar a su hija. Al poco su esposo retornó. También un largo día, al menos por su expresión.

-Hola chicas.- Sonrió al ver a ambas en la cocina.-
-¡Hola papi! - Saludó una alegre Amatista.-
-¿Qué tal vuestro día?- Quiso saber él.-

            Aunque el gesto de su esposa le sorprendió, más aun cuando ella le dijo en voz baja señalando a la niña con la mirada.

-Ya te contaré luego.

            Su marido asintió, estaba claro que era un tema que Amatista no debía escuchar. Tuvieron que esperar un rato hasta acostar a la niña. Una vez estuvieron a solas, Esmeralda le relató lo sucedido para perplejidad del príncipe de Némesis.

-¿Qué? ¡Amanda!... Y luego esa individua. Eso sí que es tener un día ajetreado. ¿Y dices que has traído el diario aquí?
-Sí, lo tengo en mi bolso.- Repuso su mujer.-

            No tardó en ir a buscarlo. Le enseñó asimismo aquella fotografía a su esposo que no dudó en recomendar lo que ella ya había pensado.

-Llámalas. Si están por París todavía, espero que puedan venir.

            Esmeralda así lo hizo utilizando su comunicador especial de justiciera. Aquella línea era segura y sus amigas podrían captarla. Además, si las avisaba por medio de aquel aparato sabrían que la razón debía ser seria. De modo que no tardaron en responder.

-Dinos Esmeralda. ¿Qué ocurre?- Le preguntó Michiru.-


            Y con apenas un breve resumen de la situación  ambas sailors se miraron mutuamente y asintieron. Fue Haruka quién dijo.

-Nos veremos mañana. Pero tendrá que ser fuera de París. Estaremos en otro sitio. Te enviamos la dirección. No te olvides de llevar ese diario.
-Muy bien. – Convino Esmeralda.- Allí estaré.

            Tras despedir la comunicación, su esposo le comentó.

-Me ocuparé de llevar al colegio a nuestra hija. No te preocupes y resuelve este asunto.
-Gracias, cariño.- Sonrió ella dándole un beso.-
-Pero al menos, leamos lo que dice en ese diario. Si es que puedo conocerlo.- Le pidió él.-
-Supongo que sí, a Madame Deveraux ya no le importará.- Convino su contertulia.-

            Y abriendo ese pequeño libro Esmeralda leyó con la atención de su esposo puesta en sus palabras.

“Hoy es catorce de diciembre de mil novecientos cuarenta y uno. He regresado del palacete de los tíos de Grenoble. Aquí en París las cosas son mucho más difíciles. Debo andar con mucho cuidado. Mi tapadera es también mi trabajo como costurera y diseñadora. Muchos nazis vienen a la tienda y me toca arreglarles los uniformes. Por la calle nos miran a todos como si fueran basura, pero en la tienda como les gusta mi trabajo son amables. ¡Malditos puercos! ¡Lástima que no pueda ponerles una granada cosida en el forro a cada uno!”

-¡Vaya!- Se sonrió Diamante comentando.- Tu jefa tenía carácter ya de jovencita.
-Desde luego.- Afirmó Esmeralda con una mezcla de orgullo y nostalgia.- Aunque no era tan explícita al menos cuando yo la conocí. Supongo que iría dominando eso con la edad.

            No obstante prosiguió con la lectura para sorprenderse tanto como su esposo.

“Aunque tendré que volver pronto. Me han dado una nota en la que detallan unas extrañas claves. Tengo que encontrar algo muy valioso, aunque no sé qué pueda ser. Lo cierto es que retornar a Grenoble no estará tan mal. Allí los alemanes están más limitados en cuanto a sus movimientos por el armisticio y la rendición. Es la zona libre pero, aun así, hay uno de esos nazis que me pone realmente muy nerviosa, es muy atractivo pero sus ojos son fríos, inquietantes. Parecería que pudiera leer  lo que estoy pensando. Ese  Herr Zois… no sé qué más. Es un nombre raro hasta para ser alemán. No sé por qué pero me dan escalofríos solo con estar cerca de él.
-Debió de ser un tipo realmente peligroso.- Valoró Diamante.-
-Sí.- Asintió su mujer.- Desde luego nunca vi a  madame Deveraux mostrar miedo hacia nada o hacia nadie. Bueno. - Sonrió ahora divertida recordando.- Sí que lo tenía a no estar bien peinada.
-Anda, sigue leyendo.- La animó su marido que también sentía curiosidad.-

            Esmeralda convino en eso. Prosiguió entonces con atención al siguiente párrafo. Habían pasado unos días.

“En cuanto a esas mujeres tan extrañas que me sorprendieron esa noche, han resultado ser aliadas. Al menos eso me ha demostrado su forma de actuar. No sé cómo lo hicieron pero lograron evitar que los de las SS nos descubrieran” A una incluso le gusta mucho diseñar ropa, como a mí. ¡Ja, ja! Cuando todo esto termine me ha animado a poner mi propio establecimiento. ¡Ojalá pudiera hacerlo!

-Esa debió de ser Setsuna.- Le comentó la modelo a su atento marido.- Siempre le ha encantado diseñar ropa. Aún recuerdo cuando se trajo a su guardiana saiyajin, esa Seira, y le estuvimos probando vestidos.- Sonrió moviendo la cabeza.-

            Diamante asintió, recordaba bien a la guardiana de la ahora reina de los saiyajin, una guerrera realmente poderosa, incluso más fuerte que él mismo. Por no hablar ya del rey, el  hermano mayor de su amigo Roy. Ese tal Lornd. De la clase de tipos que a uno alegra tener de su parte y no en su contra. Pensaba en eso cuando su esposa siguió leyendo.

“Estas mujeres me han pedido ayuda para una tarea especial, dicen que es algo tan importante que, de no impedirlo, podría darles a los nazis la victoria en esta guerra. Básicamente se trata de evitar que se apoderen de una cosa. Sin embargo, no quieren decirme exactamente qué clase de objeto es. Alto secreto responden siempre que pregunto. Quizás sea lo mismo que tengo que encontrar.

-Eso suena interesante.- Comentó la propia Esmeralda.- Espero que nuestras amigas puedan decirnos de que se trataba.
-Sí, pero ya se ha hecho tarde. Tendremos que irnos a la cama.- Repuso Diamante.-
-¿Para dormir?- Se sonrió pícaramente su interlocutora.-
-Quizás tengamos tiempo para alguna cosita antes.- Afirmó él devolviéndole esa sonrisa.-

            Y en efecto, tuvieron un rato para alguna que otra situación que requería manifestarse su muto afecto. Al fin, cansados se durmieron. Al día siguiente tocaba llevar a Amatista al colegio. Fiel a su palabra Diamante se ocupó de ello. Esta vez logró levantar a su hija que parecía más dispuesta, creyendo quizás que iría otra vez con su mamá a ese sitio lleno de chicas tan altas y guapas como ella quería ser y que además tenía tantos juguetes. Esmeralda aprovechó para prepararse y acudir a la cita convenida.

-Tendré que llamar para decir que no puedo ir.- Pensó algo apurada.-

            Aunque de pronto se sorprendió a sí misma sonriendo. ¡Ahora la Jefa era ella, ante quién se iba a tener que justificar!

-Me llevará un tiempo acostumbrarme a esto.-. Se dijo.-

Lo que hizo fue llamar a su asistente y ponerle al corriente de que no iría a la sede de Modas Deveraux ese día, alegando asuntos importantes. Dejó ocupada de todo a una muchacha de su confianza y en taxi llegó a la Gare de Lyon, allí tomó un tren de alta velocidad . En poco más de un par de horas llegó a su destino. En la estación la aguardaban Haruka y Michiru. La primera con una camisa y pantalón largo, la segunda con un vestido vaporoso de color agua marina y un sombrero que parecía ser de paja y algo rústico, pero que en ella quedaba realmente muy estiloso.

-Desde luego, chicas. Os debería contratar como modelos.- Las halagó Esmeralda nada más verlas.- Siempre lucís unos vestuarios geniales.
-Llegas un poco tarde.- La amonestó suavemente Haruka mirando su reloj de pulsera.-
-Lo siento, es que hasta que me pude despedir de mi hija… - Suspiró.- La pobre pensaba que iba a venir conmigo otra vez… ¡No veáis que berrinche tenía! Al fin Diamante pudo hacerse cargo de ella para llevarla a la guardería.

            Sus interlocutoras se miraron brevemente esbozando una leves sonrisas, aunque dejaron eso de lado enseguida. Michiru le indicó entonces a la recién llegada.

-Anda, ven con nosotras.

            Y la guiaron hasta la salida de la estación. Allí aguardaba el deportivo amarillo de Haruka. Subieron y Sailor Urano guió el vehículo por las carreteras secundarias de esa región. Antes de llegar a la ciudad de Grenoble tomó un desvío. Iba camino hacia un pueblo llamado Faverges de la Tour. Tras recorrer unos pocos kilómetros a la vista de todas apareció la figura de un palacete de apreciables dimensiones.

-Bonito lugar.- Comentó Esmeralda.-

            Sus compañeras de viaje no dijeron nada, tras unos minutos Haruka estacionó el coche y descendieron. Al caminar acercándose a la puerta se podía observar que aquel sitio estaba deteriorado por el tiempo. Pese a todo impresionaba a la vista, esa especie de palacete renacentista con hermosas tejas de pizarra azul que remataban  sus tejanos. Y esas paredes de piedra con varias filas de grandes ventanas superpuestas.

-¡Es una maravilla! - Dijo la admirada modelo.-
-Los dueños no lo han ocupado en años. De hecho, es una especie de museo familiar. Casi nunca  acude nadie cerca de aquí. Pero creo que iban a venir precisamente mañana a limpiar el lugar. Eso nos da al menos el día de hoy.
-¿El día de hoy, para qué?- Quiso saber Esmeralda.-
-¿Acaso no leíste el diario entero? - Le preguntó a su vez Haruka.-
-No, bueno, Diamante y yo estábamos cansados y nos fuimos a la cama.
-Me imagino que a dormir.- Se sonrió la Guerrera Neptuno.-

            Como su amiga se puso algo colorada, Haruka se rio afirmando divertida.

-¡Vaya, vaya!... Parece que no os va mal. Pero si algún día quieres probar cosas nuevas…

            Eso hizo que la modelo enrojeciera todavía más, aunque conocía de sobra la clase de bromas que Urano gastaba. Aunque, claro…no estaba muy segura a veces de si le hablaba en broma o no.

-¡Déjalo ya! Siempre estás con lo mismo.- Intervino Michiru moviendo la cabeza con resignación, para añadir ya más seria.- Tenemos poco tiempo para bromas. Hay que explicarle a Esmeralda lo sucedido.

            Y su compañera, con gesto serio también asintió. Dejando las chanzas a un lado. Le contó a la modelo.

-Verás. Todo esto tiene que ver con una misión que llevamos a cabo.  Las tres tuvimos que retroceder en el tiempo para evitar algo que podría haber sido muy grave para el destino de todos nosotros.
-¿Qué sucedió? ¿Fue algo similar a lo que nosotros intentamos cuando vinimos desde el siglo Treinta?- Quiso saber su interlocutora.-
-Algo parecido, sí.- Asintió Michiru.- Solo que aquí, el mal deseaba cambiar el futuro y anticipar su llegada. Antes de que ninguna de las guerreras interiores hubieran podido despertar. De hecho, ni tan siquiera habían nacido.
-Lo intentaron en dos frentes distintos. Cuando este fracasó, probaron suerte cerca de Japón. En la isla de Iwo Jima. Supongo que Roy y Bertie os contarían algo.- Añadió Haruka.-
-Es verdad.- Repuso Esmeralda quedándose pensativa ahora.-  Algo creo recordar. Se lo contaron a Petz y a Zafiro y ellos a nosotros. Fue hace unos años. Dijeron que Ami estaba con ellos. Algo de unos abuelos…no me acuerdo.
-Así es.- Declaró Michiru.- Por suerte para todos, ese intento fracasó también. Pero únicamente trataron de llevarlo a cabo porque el de aquí había sido frustrado antes.
-Entonces no comprendo. Si eso ya sucedió. ¿Qué problema podría haber ahora?- Inquirió la modelo.-
-Uno bastante serio si no lo corregimos.- Le respondió Haruka que con tono serio le desveló.- verás. El manipular el tiempo es como el destejer un tapiz. Se deshacen muchos hilos entrelazados que afectan a lugares que ni te podrías imaginar.
-Y por una razón o por otra, eso ha sucedido ya en demasiadas ocasiones.- Añadió una asimismo inquieta Michiru.- Si no lo reparamos corremos el riesgo de que la cosa empeore. Es algo tan terrible que ni siquiera las propias fuerzas del mal que lo provocaron estaban al corriente de su poder y consecuencias. Y tampoco querrían sufrirlas, créeme.

            Eso dejó atónita a Esmeralda. Sus compañeras entonces le indicaron que tenían que entrar. No fue problema. Tenían unas llaves que abrían sin ningún esfuerzo, pese a que la cerradura estaba vieja. El manojo de ese modelo antiguo de llaves, por el contrario, parecía mucho mejor conservado. Accedieron al interior moviendo la gruesa puerta de madera de la entrada que chirrió protestando, quizás por haber visto alterada una paz que debía de haber durado muchos años. Al entrar, los pasos de los tacones de las chicas resonaron en un suelo de piedra.

-Tenemos que ponernos a buscar inmediatamente.- Le dijo Haruka a Esmeralda en tanto le pedía.- Saca el diario.


            La aludida así lo hizo. Tomando ese librito de duras tapas negras entre sus manos.

-Mira en la parte de atrás.- Le indicó Michiru.- Lee lo que ponga. Seguramente habrá alguna pista.
-Muy bien.- Convino la diseñadora.-

“En esta gran mansión, que perteneció a mis tíos, es donde pudimos escondernos de los nazis. Por mucho que la registrase la Gestapo o las SS jamás estuvieron al corriente de todos los pasadizos y puertas secretas que contiene. Sin embargo, aquí hay una lista de corredores y de las marcas en donde están situados dichos accesos”

-Esto sí que es interesante.- Comentó Esmeralda al terminar ese párrafo y añadir.- Hay una correlación de lugares dentro de la casa. Como si cada puerta llevara a un sitio. Puede que a algún refugio o salida secreta para evitar ser detectados.
-Sí, eso es.- Afirmó Michiru quien para asombro de la modelo agregó.- Pero no solamente hacia algún lugar en el espacio, sino en el tiempo mismo. Al menos una de esas entradas. Y tenemos que averiguar cuál.
-Pero, en esta foto aparecíais con madame Deveraux.- Les comentó Esmeralda mostrándoles esa misma instantánea.- Supongo que de viajar en el tiempo lo haríais por esa misma entrada.
-Sí, recuerdo esta foto.- Sonrió Haruka tomándola de las manos de su interlocutora.- La tomamos un poco antes de partir de regreso.
-Alexandra siempre fue una chica realmente decidida y maravillosa.- Añadió Michiru.-
-Me sorprende que Haruka no tratase de conquistarla.- Sonrió ahora Esmeralda.-
-¡Oh, lo intenté!, no te quepa duda.- Se rio ésta ante la mirada resignada de su compañera guerrera.- Pero ella ya tenía un amor.- Remachó con un tono más entristecido e incluso compasivo.-

            Ahora sí que la modelo la miró entre atónita y llena de curiosidad. Jamás supo nada sobre la vida sentimental de su mentora. Incluso llegó a pensar que podría haber sido homosexual. Pero tampoco tuvo evidencia de eso. En fin. Esa pregunta tendría que quedar para más tarde, dado que fue Michiru la que se adelantó…

-Te contaremos lo que pasó entonces. Es algo que comenzó precisamente con la llegada del hijo de Roy y de Bertie del futuro.
-¿Leval?- Se sorprendió Esmeralda nuevamente.- ¿Qué tiene todo esto que ver con él?
-Al principio no lo sabíamos, pero todas esas alteraciones espacio temporales producidas al viajar del pasado al futuro y viceversa dañan el equilibrio entre las dimensiones.- Le explicó la guerrera Neptuno.- Setsuna nos lo advirtió. Entonces ella fue a informar a los soberanos. Bueno a Usagi y a Mamoru. –Se corrigió para dar una mayor sensación de familiaridad.- A la vuelta recibió unas instrucciones muy precisas. Nos reunimos y…

            En medio de un bosque desierto a esas horas avanzadas de la noche las tres sailors del sistema solar exterior debatían el curso de las acciones a seguir. Llevaban sendas mochilas equipadas con unos uniformes militares que a todas luces daban la impresión de ser muy anticuados, así como otro tipo de material que tampoco era precisamente moderno. Ellas discutían sobre algo que era realmente muy serio.

-Puede que nuestro porvenir esté a salvo de esos androides. Y que incluso el del Leval del futuro pueda ser salvado por ese muchacho. Sin embargo, eso no elimina el problema de fondo.- Les contó la Guardiana del Tiempo.-
-¿Y qué podemos hacer entonces?- Quiso saber Haruka.-
-No nos queda más remedio que una incursión en el pasado para solventar la anomalía que ha desencadenado esto.- Les respondió Setsuna.-
-Pero, ¿no es eso un tabú?- Inquirió Michiru cuya expresión mostraba alarma e incluso temor.- Siempre nos has dicho que no se debe tratar de alterar el pasado.
-Sí, lo sé.- Afirmó su interlocutora matizando de inmediato.- Salvo cuando alguien lo haya alterado antes. En tal caso lo que tenemos que hacer es volver a dejarlo fluir en su sentido original.
-¿Y a dónde tendríamos que ir?- Quiso saber Haruka que también rectificó, precisando.- Mejor dicho, ¿a cuándo?

            Su compañera se tomó unos instantes para pensar en la respuesta y al fin les contestó.

-Según mis estimaciones una energía muy potente alteró el flujo espacio temporal hará unos cincuenta y cinco años más o menos. Y tiene dos fuentes. Una en Europa, otra posterior cerca de Japón.
-¿A cuál vamos pues?- Inquirió Haruka.-
-Debemos ocuparnos de la primera de ellas, en Europa. Cerrando esa quizás evitemos que la otra surja. Y además, cuando le planteé esto mismo a los soberanos, me comentaron que no me preocupase demasiado por la que estaba próxima a Japón. Que alguien más se ocuparía de eso. No es misión nuestra.
-¿Te dijeron quién?- Quiso saber Michiru.-
-No, me dijeron que no necesitaba conocer esa información.- Repuso la interpelada.- Al menos todavía.
-Entendido. Si no es de nuestra incumbencia lo dejaremos estar por ahora.- Afirmó Haruka deseando centrarse en su objetivo.- Dinos. ¿Qué tenemos que hacer?
-Usaré mi orbe granate para convocar un pasillo espacio- temporal. Vosotras tendréis que invocar vuestros talismanes para uniros a mí y que podamos generar el poder suficiente.
-Supongo que Hotaru se quedará fuera de esto.- Afirmó Michiru.-
-Así es. No le corresponde participar en esta misión. Y tiene que pasar tiempo con su padre.- Comentó Setsuna.-

            Sus compañeras asintieron, estaban de acuerdo en eso. Así pues no tardaron en invocar sus respectivos talismanes. Al momento, la energía combinada de esos poderosos objetos las arrastró, en tanto Setsuna pronunciaba unas palabras…

-¡Padre Cronos guíanos en nuestro viaje y protégenos!...

            Esmeralda interrumpió aquel relato para preguntar.

-¿Y así fue como os transportasteis?
-Sí.- Respondió Haruka en tanto las tres recorrían aquel enorme palacete.- Reaparecimos en otro bosque, pero ya en Francia.
-Gracias a que nuestros detectores de posición tiene frecuencias que son capaces de ubicarnos con tecnología del siglo Treinta.- Intervino Michiru.-
-Eso por no hablar de los letreros en francés que pudimos leer.- Sonrió su compañera.- Nos fueron bastante útiles para lograr saber en dónde estábamos.
-Pues ahora, entre la poca luz que hay aquí y lo grande de esta casa, no sé si seremos capaces de decir lo mismo.- Replicó con humor Neptuno.-

            Las tres chicas iban en sus uniformes de guerreras y justiciera respectivamente. Con ayuda de unas linternas escrutaban esos interminables pasillos. Habían transitado por unas enormes salas que desde luego parecían estar dispuestas como salas de museo, con bastantes objetos de valor, tapices, candelabros, muebles, etc. Aquello debía de ser muestra del pretérito poder e influencia de los propietarios. Le extrañaba que nadie hubiera reclamado todo eso o que simplemente ningún ladrón lo hubiera tratado de saquear. No obstante, la preocupación del grupo se centraba en otros temas. Esmeralda llevaba el libro abierto por la página que correspondía a las indicaciones que mostraban en dónde se hallaban las puertas y pasadizos secretos.

-Espero que vengan pronto a limpiar esto.- Comentó a la vista de todo el polvo y las telarañas que cubrían casi todo el lugar. Una vez salían de las salas más próximas a la entrada.- ¡Qué asco! – Protestó cuando tuvo que despegarse una del pelo.
-Mañana comenzarán. Y para entonces tendremos que haber acabado con esto.- Le recordó Michiru.-


            Continuaron tanteando paredes y avanzando por ese entramado de pasillos que daban a grandes habitaciones vacías y oscuras. Así durante varios minutos. Al fin, Esmeralda pidió a sus amigas.

-Por favor, seguid contando vuestra historia…
-Muy bien.- Convino Haruka.- Nada más reaparecer en ese lugar, que por suerte estaba desierto, nos pusimos los uniformes que habíamos traído con nosotras.

            A toda prisa se vistieron. Eran uniformes de camuflaje, color caqui, que no mostraban insignias ni divisas de ningún ejército en concreto.

-Tenemos que llegar lo antes posible a esa casa.- Les indicó Setsuna.- Habrá que atravesar parte de este bosque.
-Vamos pues.- Afirmó Haruka.-

            Se pusieron en marcha con cuidado de no hacerse notar demasiado. Por fortuna esos parajes estaban desiertos, solo ruidos de animales rompían el silencio de la noche. Una pálida luna en cuarto creciente les alumbraba. Al fin, llegaron a las puertas de esa gran casa.

-Está cerrada con llave.- Comentó Neptuno.-
-Nada que no podamos solucionar.- Declaró su compañera Urano sacando un juego de ganzúas.-

            Sin embargo, no era tan sencillo abrir aquello. Y para sorpresa de la sailor esa cerradura parecía estar a prueba de ser forzada.

-¡Maldita sea! ¿Quién haría este cerrojo?- Se preguntó en voz alta Haruka.- No hay forma de abrirlo. ¡Ganas me dan de usar mi world shaking!
-Quizás no nos venga mal. Tendremos que forzar la puerta.- Comentó Michiru.-
-No es conveniente, no podemos destruirla, alteraríamos aún más el curso de los acontecimientos.- Terció su compañera la Guerrera Plutón.-

            Un ruido las distrajo entonces. Al unísono miraron hacia su procedencia. Algunos arbustos cercanos se movían.

-Quizás sea un animal.- Conjeturó Michiru.-
-No me lo parece.- Comentó una desconfiada Haruka.-

            Estarían a unos cuantos metros tan solo y esas ramas se agitaron nuevamente, Urano apuntó con una linterna y algo reaccionó alejándose de allí.

-Podría ser algún espía.- Les dijo Setsuna.-
-Vamos a por él.- Convino Michiru.-.

            Con rápidos saltos y una gran velocidad a la par que ejecutando una maniobra de envolvimiento, las sailors enseguida dieron alcance a una figura encorvada que se guarecía bajo un capote. Michiru se colocó justo delante cortándole el paso al tiempo que su compañera la atrapaba aferrándola con ambos brazos por la cintura e impidiendo que se moviese.

-Laissez-moi, s’il vous plait. Je ne fais rien mauvaise ! J’étais en trance de faire à promenade !
-Tranquila.- Le pidió Haruka al percatarse de que esa voz pertenecía a una chica joven.- No te haremos daño.
-Nous ne te ferons mal.- Aseguró Neptuno en francés.- Calmé toi. 

            En efecto aquella muchacha pareció calmarse, Urano la soltó aunque entonces, recibió una especie de coz en la espinilla que la hizo ver las estrellas, en tanto aquella chica trataba de escabullirse.

-¡Será…!- Masculló Haruka frotándose todavía en el lugar del golpe.- Ya verás cuando te agarre.


            Pero fue Setsuna quién la derribó con un empujón apareciendo a su costado. La chica pareció dolerse pero no se atrevió a moverse más, estaba rodeada por esas tres extrañas.

-¡Da la cara! - Le ordenó bruscamente Haruka.-

            Y la aludida pareció entender bien el inglés, dado que fue en ese idioma en el que Urano se había dirigido a ella. Se levantó la capucha mostrando un rostro juvenil, pálido y de ojos azules. Sus cabellos eran de un tono castaño claro, casi tirando a rubio.

-Por favor, no me hagan daño. Solamente soy una humilde campesina.- Les dijo con tinte de súplica en esa misma lengua anglosajona.-
-Una humilde campesina que habla inglés muy bien.- Comentó Haruka con su tan clásica ironía remachando.- Como si se hubiera educado en Oxford.
-No tengas miedo.- Sonrió Michiru mostrándose más cordial que su todavía molesta compañera.- No somos tus enemigas.
-¿Cómo te llamas, muchacha?- Quiso saber Setsuna.-
-Alexandra…- Musitó la todavía asustada jovencita.-
-¿Así que eres de por aquí? - Inquirió una más calmada Urano.-
-Sí, señora. – Replicó la chica con tono sumiso mientras se ponía de pie.-

            Era algo más alta que Michiru, aunque no tanto como Haruka. Parecía estar buscando algo entre sus ropas, pero Setsuna se la adelantó con un rápido movimiento sujetándola de una mano.

-Ni lo intentes.- Le ordenó con severidad en tanto la derribaba de nuevo.-
-¿Cómo ha hecho eso?- Pudo preguntar la atónita chica.-

            Ignorando la pregunta, Plutón metió su propia mano entre los pliegues de la ropa de esa jovencita que se ruborizó. Aunque la sailor enseguida sacó una pistola de entre ellos.

-¡Vaya con la niña!- Se sonrió Haruka con sarcasmo.-
-Te he dicho que no somos tus enemigas.- Le insistió Michiru tratando de mostrase conciliadora.-
-¿Y yo debería creerlas sin más? Lo siento pero no soy tan ingenua.- Replicó ahora con mayor audacia esa chiquilla.-
-Lo que debes es ser de la resistencia, ¿verdad?- Concluyó Setsuna mirando distraídamente esa pistola.-
-Si van a ejecutarme háganlo ya.- Declaró valerosamente la muchacha poniéndose en pie.- Pero no hablaré.
-Ni lo vamos a hacer ya, ni te vamos a ejecutar, pequeña cabezota.- Contestó Haruka tratando de ser paciente.- Eso sí, reconozco que valor, tienes. Tanto como testarudez.
-Venimos a luchar contra los nazis.- Afirmó Setsuna dejando caer la pistola al suelo.- Ya te hemos dicho que no somos tus enemigas.

            La joven observó con estupor, ¡le habían dejado el arma a su alcance! Posiblemente fuera un truco. Quizás querían sonsacarle información. Pero no hablaría.

-Esto es un ardid psicológico de alguna clase.- Denunció.- Los de la Gestapo son muy buenos en eso. ¡Pero no voy a decirles nada! – Se reafirmó con rotundidad.-
-Bueno, pues no nos digas nada.- Se sonrió Michiru.-
-Quizás, un gracias, o un lo siento, bastarían.- Añadió Haruka frotándose aun su espinilla.-
-No perdamos más el tiempo. Vámonos.- Indicó Setsuna a  sus compañeras.-

            Alexandra las vio alejarse con estupor. Le dejaban ahí la pistola y la ignoraban por completo. Ahora sí que tenía dudas. Tras haberse recorrido tantos kilómetros eludiendo a los controles de los alemanes no confiaba en prácticamente nadie. Cualquier podría ser un delator colaboracionista. De modo que, con decisión, empuñó la pistola y apuntando hacia esas extrañas les ordenó.

-¡Quietas ahí!


            Sin embargo esas tres prosiguieron su caminar, sin prisa pero sin pausa.

-¡Dispararé!- Las amenazó.-

            No obtuvo la menor respuesta. Temblando y llena ahora de dudas bajó el arma suspirando.

-Bueno, si se marchan, no me darán más problemas. Y si hubiesen querido matarme ya lo hubieran hecho.- Se dijo tratando de racionalizar aquello.-

            No había tiempo que perder, la joven corrió al palacete una vez se aseguró de que esas extrañas habían desaparecido.

-Pero no desaparecisteis. ¿Verdad?- Sonrió Esmeralda interrumpiendo esa historia.-
-No, estábamos ocultas, subidas en algunos árboles.- Afirmó Michiru.-
-Queríamos saber si esa muchacha tenía las llaves del palacete. Y resultó que, efectivamente, las tenía.- Añadió Haruka.-
-Y esa muchachita era ella. Madame Deveraux. - Sonrió Esmeralda.-
-Así es.- Convino Haruka.- Y nos impresionó, demostró tener agallas desde luego, para ser únicamente una cría.
-Pese a todo era todavía muy inexperta. La engañamos fácilmente y solo tuvimos que esperar a que fuese a abrirnos.- Se sonrió Michiru.- También, aprovechando el modo en que la interceptamos, Setsuna le había puesto un transmisor.
-Bueno, en realidad, tan ingenua no era.- Sonrió Haruka que viendo la expresión curiosa de Esmeralda prosiguió la narración.-

            La jovencita, aparentemente confiada al no ver a nadie, entró  con alguna vacilación tratando de mostrarse precavida. Aunque tan preocupada estaba de lo que pudiera haber dentro que ni se preocupó de cerrar la puerta. Por si fuera poco, algo en ese interior la sobresaltó. Una súbita corriente de aire derribó algunas cosas.

-¿Pero qué?- Exclamó apuntando con la pistola.-

            Aunque suspiró aliviada al ver a un mochuelo volar derecho hasta una de las vigas que sostenían la techumbre.

-Déjalo, Alexandra Annette.- Se ordenó a sí misma tratando de calmarse.- No te pongas paranoica. ¡Céntrate!

Y es que estaba deseosa de encontrar aquello que le indicaban sus tíos en una carta que la enviaron antes de que se produjera la ocupación. De modo que, sin más titubeos, pasó al interior. Las tres sailors al verla desaparecer dentro de esa gran casa descendieron de sus atalayas de observación y caminaron con sigilo hacia allí.

-Perfecto.- Asintió Setsuna al ver abierta la puerta.-
-Adelante.- Añadió Haruka.-

            No tardaron en entrar despacio, tratando de hacer el menor ruido posible. Empezaron a recorrer esa gran casa. Estaban casi a oscuras con la única ayuda de la débil luz de la Luna que se filtraba a través de las ventanas.

-¿Dónde podrá estar?- Inquirió Michiru.-
-Acorde con lo que sabemos, en una de las entradas secretas.- Les respondió Setsuna.-
-Tenemos que localizarla y anularla.- Afirmó Haruka añadiendo con algo de fastidio.- Pero no veo nada.
-¿Y si usamos el poder de los talismanes?- Propuso Michiru.- Quizás nos den la indicación.
-No creo que sea prudente, con esa chica por aquí.- Declaró Setsuna.-


            No obstante, no tuvieron tiempo de pensar en otra cosa. Algunas luces se encendieron entonces, eran bombillas peladas colgando de algunas vigas. Y fue esa chica precisamente quién las conectó. Ahora las apuntaba con la pistola para declarar.

-Lo sabía. Me habíais estado siguiendo. ¿Quiénes sois, espías alemanas?
-No. - Afirmó Michiru quien, junto a sus compañeras habían levantado las manos esta vez.- Somos amigas, no debes preocuparte.
-Ya te lo demostramos antes.- Añadió Haruka tratando de sonar convincente.-
-¿Os creéis que soy tonta?- Se sonrió Alexandra para rebatir.- Lo que queríais era entrar aquí. Me dejasteis con vida para que os facilitase la entrada. Pero cometisteis un grave error al devolverme el arma.

            Aunque para su sorpresa fue Setsuna la que se sonrió ahora bajando las manos para declarar.

-No somos tan estúpidas. ¿Te crees que no me ocupé de quitarle las balas a la pistola cuando te la arrebaté?
-¿Qué?- Exclamó la muchacha mirado su revolver con incredulidad.-
-¡Claro! - Se rio Haruka ahora.- No nos gusta correr riesgos innecesarios.
-¡Maldita sea! – Espetó la joven dejando de apuntarlas.-
-De verdad, no queremos hacerte ningún daño, ni trabajamos para los alemanes.- Insistió Michiru.-
-¿Entonces, para quién?- Inquirió Alexandra todavía con gesto desconfiado y volviendo a encañonar a Plutón.-
-Los aliados.- Repuso Setsuna en tanto se aproximaba a ella.- Estamos preparando la infraestructura adecuada para poder detener a los nazis. Te aseguro que eso es lo fundamental.
-Entonces, estamos en el mismo bando.- Suspiró la aliviada joven bajando el arma definitivamente.-
-Claro, eso no lo dudes.- Añadió Haruka quien se interesó por aquella pistola.- Bonita arma ¿me la dejas ver?
-Total, estando descargada.- Suspiró la chica.-

            Se la cedió a Urano quien la observó tomándola para apuntar a una lámpara del techo.

-Lo mío no son esta clase de cosas, prefiero pelear por mis propios medios.
-Eres una chica dura entonces.- Declaró Alexandra con tono entre sorprendido y hasta admirado.-

            A lo que su interlocutora guiñándola un ojo, le respondió.

-No siempre tesoro, tengo mi lado dulce. ¿Verdad Michiru?

            Su compañera movió al cabeza con un suspiro de resignada paciencia en tanto Alexandra se ruborizaba. Setsuna hizo como si no hubiese escuchado nada. En tanto Haruka apuntando a aquella lámpara declaró.

-Lástima que no tenga balas, podría hacer un poco tiro al…

-¡BANG!-

Sonó el disparo cuando la guerrera Urano apretó el gatillo. Desde luego el estampido casi las dejó sordas. Aturdiéndolas primero. Cuando pudieron reaccionar, Setsuna le recriminó a su compañera.

-¿Se puede saber por qué has disparado?
-¿Qué por qué?- Replicó ésta entre estupefacta y hasta enfadada para remarcar.- ¿No dijiste que le habías quitado las balas?
-¿Y cómo querías que hiciera eso sí apenas tuve tiempo de quitarle el arma? – Se defendió la aludida.-



-Esta vez Haruka tiene razón. ¿Se puede saber en qué estabas pensando, Setsuna?- Intervino Michiru a su vez, señalando ahora a la perpleja Alexandra.- Casi nos deja como coladores.
-¿Qué queríais que hiciera? Tuve que discurrir algo y rápidamente.- Se justificó la interpelada.- Y ha salido bien. Al menos hasta que a ti te ha dado por jugar a los vaqueros.- Remachó molesta mirando a Haruka.-

            Ésta iba a replicar a eso pero tanto ella como sus compañeras guardaron silencio al oír la risa de esa muchacha. Alexandra estaba sentada y al parecer, pasándoselo en grande.

-¡Vaya unas espías que sois! Ahora sí que me creo que no sois alemanas. Ellos jamás habrían hecho una tontería como ésta.
-Gracias, creo.- Suspiró Setsuna.-

            Aunque sus dos amigas se miraron comenzando a reírse también. Al final, la propia guardiana del Tiempo las imitó, en tanto Urano afirmaba con humor.

-¡Bueno, de situaciones peores hemos salido, compañeras!

            Y como si el destino quisiera darle la razón escucharon de pronto ruido de motores. Las chicas enseguida miraron por la ventana para descubrir un camión alemán.

-¡Maldita sea! ¿Qué hacen esos aquí?- Se preguntó Haruka.-
-Tenemos que escondernos.- Afirmó Michiru.- No deben vernos.
-Seguidme.- Les indicó Alexandra que consultó algo en una carta arrugada que había sacado de un bolsillo de su capote.- ¡Rápido!

            Corrieron a una de las largas galerías a modo de pasillo que esa casa tan grande tenía. Se metieron con rapidez en un cuarto. Ya oían gritos en alemán y pasos retumbando  cada vez más cercanos.

-Si nos encuentran aquí vamos a tener problemas.- Comentó Setsuna.-
-Desde luego que sois optimistas.- Afirmó Alexandra con sarcasmo para sentenciar.- Si a que nos ametrallen lo llamáis solamente problemas.

            La joven consultó algo en la carta, luego palpó una de las paredes, al fin tocó en una esquina. Para sorpresa e incluso alivio de las sailors, al accionar una palanquita oculta parte de esa pared se movió. Las tres pudieron pasar, al otro lado, otro mecanismo cerró el muro tras de ellas.

-Solo espero que los alemanes vayan con prisas.- Comentó Michiru.- Y no reparen en esto.

            Guardaron silencio y tras un rato de escuchar a su vez ruidos de más pasos y sonidos de objetos al caer. Haruka musitó.

-¿Y tú, porqué estás aquí y como es que conoces esta casa tan bien?
-Porque es de mis abuelos.- Respondió la joven.- Ellos no están aquí ahora, y mis tíos se fueron de Francia antes de la invasión. Venía a por unas cosas. ¿Y vosotras, qué hacéis aquí?
-También veníamos a por algo.- Le respondió Setsuna.- Algo muy importante para el futuro de todos.
-Espero que ese algo vuestro sea capaz de echar de aquí a los alemanes.- Susurró la chica.-

            Todas callaron de nuevo, escucharon voces cercanas. Una sobre todo que les dio un escalofrío. Parecía de hombre joven pero con un tono entre frustrado y maligno.

-Deberían estar aquí. Lo presiento.
-Herr Zoisite, no hemos encontrado nada.- Replicó otra de las voces.-
-¡Vámonos entonces! - Exclamó aquel tipo.- Tengo que hablar con sus superiores.
-Jawohl.- Contestó su interlocutor.-

            Los pasos se alejaron de allí y la casa fue quedándose en silencio. Al poco escucharon un ruido de motores. Tras unos minutos Michiru comentó.

-Seguramente se habrán ido ya.
-Yo no me confiaría. Los alemanes son muy listos. Les he visto hacer ese truco antes. Fingen marcharse por si algún fugitivo se confía y se esconden para atraparlo.
-Chica lista.- Asintió Haruka con aprobación para objetar.- La pregunta es. ¿Cuánto tiempo tendremos que estar aquí?
-Quizás varias horas.- Especuló Alexandra.-
-¿Varias horas?- Exclamó Michiru que ante los gestos de sus compañeras enseguida bajó la voz.- Bueno, pero… es que tenemos que darnos prisa. Los dueños enviarán a limpiar a alguien mañana y no pueden encontrarnos aquí.- Improvisó con lo primero que se le ocurrió.-
-Por eso no hay problema. Soy la nieta de los dueños. Ya os lo he dicho.
-¿Tiene tus abuelos ascendencia nobiliaria?- Inquirió Setsuna.- Lo digo porque he visto algún blasón en la pared de la casa.
-Sí, - contestó la aludida sin darle demasiada importancia.- Mi madre, Valeríe Iribe, era la heredera del título. Qué habría pasado a mi hermano Jean Luck.- Suspiró moviendo la cabeza para dejar el tema.-  Bueno, eso no va a suceder, y es una larga historia.

            Las guerreras se miraron, ahora Haruka recordaba esas palabras en tanto contaban la historia. Esmeralda se quedó perpleja.

-Jamás me dijo que tuviera sangre noble.
-Digamos que Alexandra solamente se interesó por lo que fue capaz de lograr por sus propios méritos. Ella achacaba su nacimiento en el seno de una familia noble a un mero accidente.- Repuso Michiru.-
-Y yo pensando lo asombrada que habría estado de saber que yo era duquesa y princesa de Némesis.- Se sonrió la modelo.- Así era Madame Deveraux, todavía sigue dándome lecciones, hasta después de muerta. Ahora una de humildad. Lo recordaré. Por cierto, le dijisteis a ella lo mismo que a mí, que sus parientes vendrían a limpiar al día siguiente.
-Somos muy malas inventando excusas.- Sonrió Michiru.-

            Así charlaban mientras seguían mirando por esas salas. Durante el relato habían recorrido algunas con poco éxito. Al fin, tanto Haruka como Michiru decidieron probar otra cosa e invocaron sus respectivos talismanes.

-Nos falta el orbe de Setsuna pero quizás si tú unes el poder de tu piedra de la justicia podamos lograr algo.- Le dijo Haruka a Esmeralda.-
-Por intentarlo no se pierde nada.- Convino Michiru.-

            La Dama del Viento asintió, concentrando el poder de su piedra lo unió al de los talismanes. Entonces una luz bastante potente mezcla de los tonos verde esmeralda, verde mar y dorado de esos tres elementos de poder se derramó por la sala.

-No surte efecto.- Comentó sin embargo Haruka.-

            Aunque al poco rato y para su sorpresa un brillo de color azul pálido, casi blanco iluminó una parte alejada de una galería que tenían a su derecha.

-¡O puede que sí! - Exclamó Michiru con tono entre entusiasta y lleno de asombro.- Fijaos en eso. No tenemos poder para crear una puerta en el tiempo, pero sí para hacer reaccionar a la piedra de Cronos.
-¿La piedra de Cronos?- Inquirió Esmeralda sin comprender.-
-Vamos a por ella y te lo explicaremos.- Respondió Haruka con recobrado optimismo.-

            Se encaminaron en la dirección en la que brillaba aquella luz. Al aproximarse vieron que surgía de entre las grietas de una pared. Haruka no tardó en romper con cuidado ese muro y allí estaba. Una especie de diamante que refulgía con una intensidad tal que casi las cegaba.

-¡Aquí está!- Afirmó Michiru.-
-¿Qué es esto?- Quiso saber Esmeralda una vez más.-
-Esta piedra, es un poderoso medio para alterar el espacio dimensional.- Le explicó Haruka.- Se llama la piedra de Cronos porque con ella puedes contemplar las dimensiones del tiempo pasado. O al menos eso nos explicó Setsuna una vez.
-Sí, es fundamental que no se la combine con el cetro Granate que ella tiene, o abriría una brecha dimensional que sembraría el caos.- Añadió Michiru con tono preocupado para sentenciar.- No es conveniente hacerlo. Te lo decimos por experiencia.
-Entonces, ¿Qué sucedió cuando viajasteis al pasado? ¿La encontrasteis?- Quiso saber la Dama del Viento.
-Ahora podrás verlo tú misma.- Le contó Haruka tras tomar la piedra entre sus manos.- Esta joya es más poderosa incluso que las piedras Yalmutud.
-¿Las piedras Yalmutud? Eso me suena de algo.- Comentó Esmeralda quien entonces recordó.- ¡Eran aquellas piedras que Roy, Diamante, Zafiro y el resto les arrebatasteis a los demonios!
-Sí, tuvimos que hacerlo porque estando juntas podían abrir un pasaje dimensional que conectase el bajo astral con este mundo.- Le contó Michiru.-
-Sin embargo, ésta piedra es más poderosa que cualquiera de las Yalmutud por separado. Aunque no tanto  como todas juntas. Cualquier piedra Yalmutud puede servir de canal para ver el pasado, pero precisa de algún objeto o fuerza externa muy poderosa para activarla. Sin embargo, la piedra de Cronos por sí sola, nos permitirá ver lo que pasó entonces.-Explicó Haruka.- Vamos a un sitio más amplio y lo verás.

            Así lo hicieron. Las sailors y la justiciera retornaron al salón principal. La guerrera Urano dejó la piedra aquella sobre una mesa. Seguía brillando con ese tono casi inmaculado y poco a poco fue como si la decoración de esa sala cambiase. Ahora podían ver a un grupo de soldados alemanes registrando aquello.

-Presiento que está aquí.- Decía uno de ellos, abrigado con una gabardina de cuero.-
-Herr Zoisite, no hemos encontrado nada por más que hemos buscado.- Le respondió un oficial.-
-Y sin embargo, noto mucha energía.- Insistió aquel tipo que, tras quitarse una gorra de plato militar reveló una larga cabellera castaña que le caía atada con una cola de caballo.-

            Las chicas le veían claramente ahora, sus ojos eran azules y hermosos pero estaban impregnados de una sombra de malignidad. Pudieron escucharle asimismo decir con tono bastante amenazador.

-Informaré directamente a Herr Himmler de esto. Es mucho más importante que ese presunto Grial que se ha empeñado en ir a buscar en España. – Añadió alegando contrariado.- Si no hubiera muerto Rahn, él me habría comprendido.
-Pero, señor, ¿Dirigirse en persona a Herr Himmler?- Pudo replicar otro oficial que parecía temblar con el mero hecho de pronunciar ese nombre.- No tolera los fracasos, ya lo sabe.
-Él me escuchará porque sabe lo importante que soy.- Se sonrió malévolamente su interlocutor.- ¡Vamos! Continúen buscando.
-¿Y en cuanto a esos miembros de la resistencia que venían hacia aquí?- Quiso saber su contertulio.-
-Mayor, no me importan en absoluto. Hagan lo que quieran, sigan aquí o busquen por el bosque.- Repuso despectivamente.- Por lo que a mí respecta son cucarachas.

            Haruka y Michiru se miraron con estupor en tanto la segunda decía.

-¡Se estaban refiriendo a nosotras! Y a Setsuna y Alexandra.
-Por fortuna no pudieron encontrarnos…
-¿Cuánto tuvisteis que esperar?- Quiso saber Esmeralda.-
-La verdad, nos dormimos allí.- Sonrió Haruka recordando.-

            Todas se tumbaron envolviéndose en sus capotes, con aquella humedad que las rodeaba no estaban nada cómodas pero no tuvieron más remedio. Ni tan siquiera se atrevían a  encender un fuego por temor a alertar a los alemanes de su presencia. Ella y Michiru, por supuesto, durmieron juntas y abrazadas. En ese contexto estaba claro que, antes que cualquier otra cosa, se estaban procurando dar mutuo calor. Incluso Setsuna hizo lo propio con la joven Alexandra. Al principio les costó pero después sí lograron conciliar el sueño. Al despertar no estaban demasiado seguras de sí sería de día. Fue la guardiana del Tiempo quién se incorporó en primer lugar, consultando su medidor de tiempo universal asintió.

-Las siete y media de la mañana, en esta época del año estará amaneciendo.- Calculó.-

Michiru y Haruka despertaron poco  después. Todavía destempladas. Fue Urano quién, con su sorna habitual, comentó.

-No volveré a reservar habitación aquí, estoy descontenta con el servicio.
-¿En esa queja está incluido el mío?- Se sonrió Michiru.-
-No, eso ha sido lo único bueno esta noche.- Aseveró su compañera devolviéndole una pícara sonrisa.-

            No tuvieron tiempo para más intercambios de comentarios de esa índole. La muchacha que las acompañaba también despertó. Al fin Alexandra les comentó, tras dar los buenos días.

-Tenemos que salir de aquí. Antes de que nadie más venga. Iremos por un pasadizo que me indicaban en la carta. Seguidme.

            Así lo hicieron y tras unos minutos fueron a  dar a una salida a través de otra pared. Desembocaron en una gran sala donde, a juzgar por la luminosidad, el sol habría salido haría ya un rato. Aunque eran tonos demasiado inmaculados…

-Las vidrieras de esta casa son realmente grandes, permiten mucho el paso de la luz.- Comentó Michiru.-
-Es extraño.- Declaró Setsuna.- Pero mucha de esa luz parece provenir de aquí mismo. Del interior.
-Quizás tenga relación con lo que estamos buscando.- Especuló Haruka.-

            Muchos años después, la guerrera Urano pudo verse  a sí misma en ese lejano pasado. Atónita le comentó a sus acompañantes.

-¿Acaso estábamos viendo el brillo que esta misma piedra está emitiendo ahora?
-Podría ser.- Comentó Michiru tan sorprendida como su pareja.-
-Entonces no sabíamos lo que sabemos ahora.- Se lamentó Haruka.- Todo habría sido distinto.

            Esmeralda vio entonces a Setsuna, y junto a ella a esa jovencita, la misma de la foto ¡era ella!

-¡Madame Deveraux!- Exclamó con asombro y emoción.-

            En aquel año de mil novecientos cuarenta y uno, un eco de voz femenina se repitió por toda la casa. Las cuatro miraron en todas direcciones sin saber a ciencia cierta de dónde provenía, pero las palabras habían estado claras…

-¿Madame Deveraux? ¿Quién es?- Inquirió Haruka.-
-No lo sé. – Afirmó Setsuna.- Quizás estén buscando a alguien desde fuera. Tengamos cuidado. Podrían ser los alemanes.
-Mi padre se apellida así.- Les contó Alexandra.- No lo sé. Podrían ser algunos miembros de la resistencia. Pero no me llamarían madame ni en broma. ¡Ja, ja!, solamente tengo dieciséis años. Allí todos me llaman Alex o Annette, es más corto…

            En el futuro, las tres mujeres se miraron perplejas. Michiru le susurró a la aun impactada Esmeralda.

-Ya te hemos dicho que esta joya tiene mucho poder. Al haber gritado el nombre de la señora Deveraux acompañado de esa carga emocional has conseguido atravesar la membrana dimensional que nos separa.
-¿Qué hacemos entonces?- Quiso saber la desconcertada Dama del Viento.-
-Lo mejor será guardar esta piedra, para evitar problemas.- Intervino Haruka.- Ahora que recuerdo nos llevamos aquel sobresalto pero luego todo volvió a la normalidad.

            Y cubriendo la joya con un pañuelo la guardaron en una mochila. Eso causó un efecto notable. Al menos en el pasado ese misterioso tono de luz tan blanco desapareció siendo reemplazado por la luminosidad normal del día.

-¿Qué habrá sido esa luz?- Se preguntaba Alexandra en voz alta.-
-Quizás algún foco de los alemanes.- Conjeturó Setsuna.- Ahora no importa, debemos seguir buscando.
-¿Sabes de algún objeto o pieza de valor especial?- Le preguntó Michiru a la joven.-
- Mis abuelos tienen bastantes, cuando mis tíos se fueron se llevaron algunos consigo. Pero mi abuelo quiso mantener la mayoría aquí. Es muy terco. Según él, es un verdadero francés y ningún enemigo invasor le echará de su patria. Siempre ha dicho que la familia lleva aquí generaciones y que ni en los tiempos de la Revolución tuvieron que huir. Ahora está con mi abuela en París. No sé si habrán ido al fin a visitar a mis padres.- Concluyó con tristeza.-
-No parece que se lleven muy bien.- Observó Michiru.-
-No, al menos durante muchos años mi abuelo no quiso saber nada de mi madre. Ella era la hija mayor, pero se enamoró de mi padre, un modesto sastre, Armand Deveraux. Mi abuelo no aprobó esa relación y mucho menos cuando mis padres se casaron sin su consentimiento. De modo que desheredó a mi madre.
-Entonces tú, ¿les conoces? - Se interesó Haruka.-
-Sí, porque siendo muy pequeña, mi abuela insistió en ver a mis padres. Al final él claudicó. Creo que debí de enternecerle porque aceptó perdonar a mi madre, aunque fuera un poco. Siguió sin aceptarla como heredera de sus bienes pero comenzó a mandarle dinero. Según dijo, para que me diera una buena educación. Por eso, entre otras cosas, hablo inglés. En eso teníais parte de razón. – Admitió la jovencita al contarles.- Cuando tenía doce años me enviaron a un internado de Londres, estudié allí hasta los catorce.  Volví un año antes del comienzo de la guerra.
-Vaya, tu vida y la de tu familia parecen sacadas de una novela romántica.- Sonrió Michiru.-
-Sí, ¡ojalá!- Suspiró la jovencita añadiendo con desencanto.- Creedme, no tiene nada de romántico. Más bien de incómodo. Cuando fui creciendo mis abuelos insistieron en que fuera  a verles de vez en cuando. Mis padres aceptaron creyendo que así al menos podrían incluirme en el testamento a mí. Dado que mi abuelo siempre me ha dicho que, pasase lo que pasase, sigo siendo una Iribe. Sin embargo, lo que a mí me gusta de verdad es diseñar ropa. Cuando esta maldita guerra acabe y ganemos quiero poner una tienda en París. Diseños Deveraux. O Moda Deveraux, no lo tengo decidido todavía.- Remachó con un tono que denotaba una gran ilusión.- Pero seguro que será con mi padre.

            Las tres sailors la escucharon con simpatía. Traspasando esa fachada de endurecida combatiente Alexandra era la típica jovencita con sus sueños y esperanzas, aunque por desgracia metida de lleno en ese horror de conflagración. Fue Michiru quien le sonrió animosamente mientras proseguían con su búsqueda para preguntarle.

-¿Tienes a alguien especial? Ya sabes… A alguna persona por la que pierdas a veces el sueño.
-Bueno.- Pudo musitar la ahora sonrojada jovencita.- Sí, hay una…
-Vaya. ¿Y es chico o chica?- Se interesó Haruka.-

            Aunque la muchacha la miró como si Urano estuviera tratando de tomarle el pelo y replicó con total resolución.

-Pues chico, por supuesto. ¿Cómo iba a ser una chica?

            Haruka pareció querer responder algo, pero fue Setsuna quien le susurró.

-Estamos en mil novecientos cuarenta y uno. No en mi novecientos noventa y ocho.
-Es cierto.- Asintió ésta dejando el tema.- Siempre se me olvida.
-Hay algunas de esas en París.- Comentó sin embargo Alexandra.- Personalmente no tengo nada en contra, cada cual que elija a quien quiera para enamorarse. Aunque a mis padres y a mis abuelos ese tipo de relaciones les parecen escandalosas. ¡Ja, ja! debe ser de las pocas cosas en las que están de acuerdo. Hasta mi madre me ha llegado a decir alguna vez. Hija, si descubriese algo así sobre ti, me moriría.

            Michiru y Haruka cruzaron miradas de tristeza. Era lamentable pero en esa época esos prejuicios existían de un modo muy notable. Bastantes décadas más adelante incluso, todavía subsistían en las mentes de muchas personas. Fue ahora Setsuna quien animosamente comentó.

-Al menos tú no compartes eso.
-No, no lo hago.- Afirmó la joven Alexandra.- He conocido a chicos y chicas que son así. Y no han hecho nunca nada malo. Bueno, menos esa colaboracionista de  Violette Morris. Se dice que nos vendió, les dio información a  los alemanes sobre nuestra línea Maginot. ¡Perra traidora! ¡Si pudiera la mataría!- Escupió con rabia.-
-No, ¡por favor!, no desees matar a nadie.- Le pidió Setsuna contemplándola ahora con pesar.- Eso no es bueno para el alma.
-¡Ella sí que no es buena para Francia!- Escupió Alexandra añadiendo casi con tintes proféticos.- Pero algún día se llevará su merecido, estoy segura.

            Las demás no pronunciaron palabra al oír aquello. Sencillamente continuaron la búsqueda. De vuelta en el presente, Haruka recordaba aquello añadiendo.

-Y así fue, unos tres años más tarde esa colaboracionista fue tiroteada…

            Esmeralda se quedó pálida al oír eso y apenas sí pudo musitar la pregunta que le rondaba en la cabeza.

-¿Y fue ella? ¿Fue Madame Deveraux?
-No, no lo creo.- Contestó Michiru.- Era impulsiva, entusiasta en esos años, pero siempre fue muy noble.
-Se ve que la edad la calmó. Siempre me decía que antes de vengarse primero había que sopesar todos los pros y los contras.- Comentó la modelo.- Y que una venganza que nos dañase a nosotros no era una auténtica venganza. Por eso no me lo recomendaba.
-Salvo una en la que salgamos triunfantes y sea el otro quién se torture con nuestro éxito.- Completó Haruka que había oído eso antes.-
-¿Y qué hicisteis después? - Quiso saber Esmeralda.-

            Michiru tomó en esta ocasión el revelo de la narración, afirmando en tanto las jóvenes se disponían a salir de la casa…

-Pues Alexandra nos condujo hasta la base de la resistencia local. Era un grupo entrenado por unos tipos que se hacían llamar maquis. Algunos habían venido huyendo de España. Tras perder una guerra civil allí.

            Así fue, tras asegurarse de que no había ya nadie en las inmediaciones de la mansión las chicas salieron campo a través. Entraron por los bosques y siguiendo unas indicaciones que la joven Deveraux llevaba llegaron al cabo de dos horas a las inmediaciones de una estribación montañosa…

-Hace frío por aquí.- Comentó Haruka, arrebujándose en su capote militar.-
-Los Alpes no quedan lejos.- Le indicó Michiru consultando un mapa.-
-Ahora tendremos que movernos con cuidado.- Les advirtió su guía.-

            Sus interlocutoras asintieron. Alexandra continuó encabezando la marcha recorriendo un angosto sendero entre roquedos cada vez más abruptos. Aunque al poco de pasar una vereda una voz de hombre les ordenó que se detuvieran.

-No hagáis nada.- Les pidió la joven francesa.-  Ni habléis, dejadme a mí.


            Casi no había terminado de decirlo cuando tres tipos armados con escopetas e incluso y una ametralladora alemana surgieron de entre los peñascos apuntando a las cuatro mujeres. Todas levantaron los brazos. Entonces uno de ellos, corpulento y de quizás unos cuarenta y tantos años, preguntó.

-¿Cómo ustedes por aquí? ¿Todavía no hay nieve en la cima para esquiar?

            Haruka tentada estuvo de replicar con algún sarcasmo, por fortuna recordó el aviso de esa muchacha y optó por guardar silencio. Fue Alexandra la que contestó con extraña familiaridad.

-Y sin embargo, París está tan aburrido en ésta época del año…

            Al oír eso, los individuos bajaron las armas. El que había preguntado, se presentó como Raymond y la saludó.

-¿Eres la que ha venido desde París?
-Sí.- Repuso la chica.-
-¿Qué tal todo por allí?
-No demasiado bien.- Comentó la joven.- Los nazis lo controlan todo. En la ciudad es casi imposible moverse. Aquí al menos estamos en la zona libre. Eso está mejor.
-No te creas.- Añadió otro que sonrió como si la conociera.- Algunos pensábamos que esto estaba muy triste sin una chica tan guapa.

            Y para sorpresa de las guerreras, Alexandra sonrió corriendo a abrazarse a él.

-¡Pierre! - Exclamó llena de alegría.- ¿Qué haces aquí?
-Vine hará un par de meses, escapando de la Gestapo.- Contestó él.-

            Y para no dejar dudas sobre la relación que les unía, se fundieron en un apasionado beso en los labios. Ahora era Haruka la que miraba atónita a sus compañeras. Y Michiru se sonrió para decirle a su compañera no sin cierta sorna.

-¿Y tú querías darle lecciones de amor a esa chica?
-¡Pero si es una niña!- Objetó Urano que no salía de su asombro ante tal demostración afectiva.-
-Pues tiene la misma edad que teníamos nosotras cuando empezamos.- Rebatió su pareja con tinte divertido.-
-No es lo mismo.- Se apresuró a replicar Haruka.-
-¿Estás celosa?- Se rio Michiru.-
-Podría ser.- Contratacó su interlocutora con aquel característico tono de chanza y complicidad que existía entre ellas.-

            Sin embargo, el líder de la resistencia local intervino haciendo que la joven pareja cesase esas espontáneas y entusiastas muestras de amor.

-Con ese traidor de Pétain no podemos fiarnos. Técnicamente ésta es la parte libre de Francia, pero los alemanes van y vienen por donde quieren y detienen a quien les place. Esto está infestado de espías de la Gestapo y no faltan delatores y colaboracionistas. De modo que hay que ser muy cautos.
-Sin ir más lejos, un grupo de alemanes casi nos echan el guante.- Confirmó Alexandra.-
-¿Y en cuanto a estas tres? ¿Quiénes son?- Preguntó entonces Pierre con gesto desconfiado.-
-No te preocupes, me han demostrado que están de nuestro lado. Son espías británicas.- Afirmó la muchacha.-
-Eso tendremos que decidirlo nosotros.- Comentó el líder añadiendo.- Comenzando por registrarlas.

            Eso no le hizo mucha gracia a Haruka que enseguida replicó con tono altivo e incluso amenazador.

-Si alguno de esos brutos me toca le partiré la cara. ¡A mí no me mete mano ningún tío!


            Y por extraño que pudiera parecer el grupo de los guerrilleros se rio. Hasta Pierre le comentó por lo bajo a Alexandra.

-¡Tus amigas tienen mucho carácter!
-Sí, eso desde luego.- Convino la muchacha.-
-¡Pues tú verás! - Replicó otro tipo, con un frondoso bigote y algo entrado en kilos.- Nena, o te dejas por las buenas o vas a tener problemas.
-Yo que tú no estaría tan seguro de quién los va a tener.- Añadió Michiru en apoyo de su compañera.-
-¡Ya basta de tonterías! – Terció autoritariamente Setsuna abriendo su capote de par en par para dejar ver sus ropas de civil.- Mirad, no llevamos armas.
-Regístrala, Gastón.- Le ordenó el cabecilla a uno de los suyos.-

            Un joven barbilampiño se aproximó a Setsuna sin dejar de apuntarla. La sailor se dejó hacer hasta que, cuando ese tipo iba a tocarla en zonas más delicadas miró a sus compañeras y asintió despacio. En ese instante y más rápidas de lo que ninguno de los componentes de ese grupo de guerrilleros pudieron ver, Setsuna arrebató el fusil a ese muchacho y le tomó de rehén. Lo mismo hizo Haruka con Pierre y Michiru con el jefe, respectivamente.

-¿Qué significa esto?- Exclamó un atónito y enfurecido Raymond.-
-Ya te dije que si alguno de los tuyos trataba de tocarme le partiría la cara.- Le respondió Haruka que tenía bien sujeto a su prisionero con una llave de una de sus manos en tanto le apuntaba con su propia arma con la otra.- Que conste que te lo advertí.
-¿Quiénes sois? ¿De la Gestapo, de las SS?- Pudo preguntar un atemorizado Pierre.-
-Ni de unos, ni de otros. Ya os lo ha dicho Alexandra.- Repuso cansinamente Michiru.- Deberíais haberla escuchado.

            Y tras volver a mirarse entre ellas, al punto soltaron a sus prisioneros y tiraron las armas. Los miembros de la resistencia no reaccionaron al principio, sin embargo, a los pocos segundos, se apresuraron a recuperar sus fusiles y pistolas para volver a encañonarlas.

-Ya os lo hemos dicho. No somos enemigas vuestras. De haberlo sido estaríais muertos.- Afirmó Setsuna sin parecer en absoluto asustada.-

            Hubo unos momentos de silencio, y fue Alexandra quién intervino en favor de las mujeres al añadir.

-Eso hicieron conmigo. Me demostraron que estaban de mi parte. ¡No seáis idiotas! Es cierto, podrían haberos matado sin dificultad.

            Y ese alegato pareció persuadir al líder de los guerrilleros quien tras unos agónicos segundos ordenó a los suyos.

-Bajad las armas. Creo que son de fiar. Y muy buenas luchadoras por cierto.- Admitió el tipo del bigote que se presentó como Fabrice.- Nos vendrán muy bien.
-Nos fiaremos entonces.- Suspiró Pierre dirigiéndose a Haruka para añadir entre atónito y hasta parecía que admirado.- ¿Dónde  ha aprendido una chica tan bonita a pelear así?

            Aunque por la cara de celos que puso Alexandra al escuchar eso, Urano decidió que mejor no responder a la cuestión. Se limitó a ir junto con Michiru y Setsuna. Mientras tanto, Raymond les decía.

-Seguidnos. No es mucho, pero algo de pan y queso con vino sí que os podremos ofrecer.
-A estas horas me muero de hambre.- Convino la joven Deveraux.-

            Y las chicas siguieron a esos combatientes al interior de una gruta mal iluminada por un generador eléctrico y unas pocas bombillas. Aunque dentro había un lugar espacioso en el que cabían una mesa de madera grande, algunas sillas y armarios. Junto con un arsenal de armas y municiones compuesto en su mayoría por anticuadas y rústicas escopetas de caza y varias pistolas. También vieron un armario que hacía las veces de despensa, De allí, Alain, otro de los miembros del grupo, sacó unos quesos y algo de pan que fue repartiendo, junto con vasos en donde sirvió algo de vino.

-El vino de esta región es bueno.- Alabó Haruka.-
-Sí que lo es.- Convino Michiru añadiendo con precaución.- Aunque se sube rápidamente a la cabeza…

            Su pareja se dio por enterada. Por su parte Alexandra devoraba un trozo de queso acompañado de un cacho de baguette…

-De modo que la señora Deveraux no mostraba demasiados modales a la mesa entonces.-Se sonrió Esmeralda interviniendo divertida para interrumpir ese relato una vez más.-
-¡Si la hubieses visto! - Suspiró Haruka moviendo la mano, para reírse a su vez.- Estaba muerta de hambre la pobre. Nos comentó que llevaba sin probar bocado casi dos días enteros.
-Había estado comiendo algunos frutos que encontró en el bosque y poco más.- Apuntó Michiru.-
-Siempre fue maestra en salir adelante. Pese a cualquier adversidad. Pero jamás pude haber imaginado esto. - Admitió Esmeralda con admiración.-
-Sí y debió de comenzar a aprender en aquellos días.- Repuso Haruka retomando el relato.-

            El grupo comió algo antes de empezar a hablar sobre el tema que les preocupaba.

-No sabemos la razón. Lo cierto es que, desde hace un par de días, las patrullas alemanas se están intensificando. Parece que estuvieran buscando a alguien o algo con mucha urgencia. Y alrededor del palacete de los Iribe.

            Las tres guerreras se miraron pensando seguramente lo mismo. De algún modo los alemanes y sobre todo, ese tal Herr Zoisite, sabían algo.

-El caso es que ese nombre me suena. Pero ahora no logro recordar de qué.- Comentó Michiru.-

            Setsuna la miró asintiendo, le pasaba lo mismo. Aunque su memoria tampoco cooperaba.

-Sea lo que sea, tendremos que adelantarnos a ellos.- Intervino Haruka.-

            Raymond asintió, eso estaba claro, pero la siguiente objeción fue inevitable y el líder de la resistencia no tardó en exponerla.

-Si supiéramos lo que quieren. Pero no tenemos ni la menor idea. ¿Acaso vosotras sí?
-No del todo, pero quizás tengamos alguna pista. Por eso mismo estamos aquí.- Les desveló Setsuna, agregando.- Vamos a necesitar vuestra ayuda para evitar que los Nazis ganen definitivamente esta guerra.-
-Si es para eso, contad con ella sin dudarlo.- Afirmó Raymond.-

            Los otros guerrilleros asintieron de inmediato. Fue Pierre el que, tomando la palabra, quiso saber evidenciando mucho interés.

-¿Y qué pensáis que es? Eso que buscan.
-No podemos decirnos, nada, lo siento.- Contestó Michiru.-
-¡Vamos, somos aliados! Estamos juntos en esto.- Insistió el muchacho que pareció molesto por aquella contestación.-
-No insistas, no podemos hablar de eso. - Sentenció Haruka.-
-Seguro que sabéis más de lo que dais a entender. No queréis confiar en nosotros pero nosotros debemos hacerlo en vosotras y ayudaros. ¿No?- Replicó el ahora indignado joven.-
-¡Basta!- Espetó Setsuna mirándole a los ojos con severidad para replicar.- Es mejor para ti y los demás no saber nada.
-¡Pues claro, tarugo!- Le dijo Fabrice mesándose su mostacho para aclararle al impulsivo chico.- ¿Y si capturan a alguno de nosotros y le interrogan? Te puedo asegurar que en las SS y la Gestapo no se andan con tonterías a la hora de sonsacar información. Si no sabemos nada, nada les podremos decir. Hagan lo que hagan. Así evitaremos comprometer cualquier tipo de operación aliada.

            Las mujeres asintieron con aprobación. Aliviadas de la oportuna intervención de ese hombre que, desde luego, al tener mayor edad tenía más experiencia en la vida. Al menos les evitó el tener que discurrir una disculpa y por ende era mucho mejor que uno de los propios miembros de ese grupo se la proporcionara.

-Tenéis razón. Perdonadme.- Les pidió Pierre rebajando ya el tono.-
-No pasa nada.- Respondió Michiru con tinte conciliador.- Sabemos que es duro, pero es lo mejor para todos. Y lo más seguro.

            Así afortunadamente se zanjó esa disputa. Ahora fue la propia Michiru quien interrumpió la narración comentando con un tinte de pesar.

-Y menos mal que lo hicimos así. Aunque pasaron unos días y pudimos ir conociendo mejor a todo el grupo. Incluso nos invitaron a celebrar las fiestas navideñas con ellos.
-Sí. Es verdad. Aunque era ya día veintisiete de diciembre.- Sonrió ahora Haruka al evocar aquello.- A pesar de la guerra y de la situación, la gente no perdía el buen humor y celebraba las fiestas. Sobre todo la Navidad. Incluso nos hicieron participar en un improvisado coro de villancicos.

            Así fue, Fabrice, Gastón y algunos aldeanos más, junto con unos niños y Alexandra se reunieron en la plaza. Algunos llevaban instrumentos improvisados y les deleitaron con canciones tradicionales francesas de esas fechas.

-Vamos, chicas. Uníos a nosotros.- Les ofreció una animada Alex, que, de la mano de su novio también se arrancó a cantar.-

Les cloches du Hameau
Chantent dans la campagne

Le son du Chalumeau
Égaye la montagne

On entend, on entend
Les bergers les bergers

Chanter dans les prairies
Ces refrains si légers
Qui charment leurs amies
Y además, algunos músicos improvisados, con acordeones y algún violín acompañaban el villancico. Los críos también estaban muy contentos correteando por allí. Hasta Alexandra acariciaba las mejillas de alguno y sonreía en tanto cantaba…
Tra la la tra la la la la la
Tra la la la la la la la la la la
Tra la la tra la la la la la
Tra la la la la la la la la la la
C'est l'heure do retour
Et la jeune bergère
Voyant la fin du jour
Regagne sa chaumière
On entend, on entend
Les bergers, les bergers
Chanter dans les prairies
Ces refrains si légers
Qui charment leurs amies
Al final hasta las sailors tuvieron que unirse al estribillo, ese al menos era fácil de recordar.
Tra la la, tra la la la la la
Tra la la la la la la la la la la
Tra la la, tra la la la la la
Tra la la la la la la la la la la
Lorsque dans le rocher
La tempête tourmente
Autour du vieux foyer
Joyeusement l'on chante
On entend, on entend
Les bergers, les bergers
Chanter dans les prairies
Ces refrains si légers
Qui charment leurs amies
Tra la la, tra la la la la la
Tra la la la la la la la la la la
Tra la la, tra la la la la la
Tra la la la la la la la la la la

(Les cloches du Hameau. Celine Dion, crédito al artista)

-¡Bravo!- Aplaudió Haruka-
-Ha estado genial.- Convino Setsuna que, dirigiéndose a su compañera Michiru, le propuso.- Oye, tienen al menos un violín que yo haya visto. Podrías tocar algo.
-Bueno, no sé.- Dudó la interpelada.-
-Vamos, ¡anímate! - Le pidió su propia pareja.- Me encantaría escucharte.
-Está bien.- Sonrió Michiru asintiendo.-

            Entonces pidió a uno de los músicos si le podía prestar su violín. Era desde luego un instrumento de gran calidad. La propia Michiru lo reconoció quedando perpleja.

-Es nada menos que un Stradivarius.- Pudo decir visiblemente impresionada.-
-Un recuerdo familiar.- Le contó aquel hombre que estaría en los cuarenta años, añadiendo con algo de temor.- Por favor, señorita, cuídelo.
-No tema. Como oro en paño.- Afirmó la muchacha.-
-Gracias señor Goldpier, es usted muy amable.- Intervino Alexandra.-

            En ese momento Esmeralda interrumpió esa anécdota exclamado con estupor.

-¡Goldpier! ¿No será?...
-Se llamaba Eugene, Eugene Goldpier. Era un judío que tuvo que huir con su familia y las pertenencias que pudo recoger, de la zona ocupada. – Le aclaró Haruka.-
-El acérrimo rival que Alexandra tenía y que has heredado tú, era su hijo, Roger.

            La diseñadora se quedó sin palabras. ¿Cómo era posible? Aunque ahora recordaba algo que su mentora le había dicho en algunas ocasiones con una no disimulada amargura.

-Puedes perdonar un error, pero jamás una traición, niña. Recuérdalo.- Musitó repitiendo aquellas palabras.-
-No conocemos toda la historia. Pero muchos años después Alexandra nos contó que ella se hizo amiga de la familia y que cuando las autoridades francesas de la zona libre, colaborando con los nazis, deportaron a muchos judíos a los campos de exterminio, ella se quedó con el pequeño Roger.
-Sí, sus padres fueron detenidos y deportados. Al menos ella pudo salvar a ese crío.- Apuntó Michiru.-
-Jamás me contó nada de eso.- Pudo decir la todavía impactada Esmeralda.- No lo entiendo. Si ella le salvó. Yo…sí que sabía que Goldpier comenzó su carrera como modisto en la Casa Deveraux.  ¿Por qué la traicionó?
-Eso tendrías que preguntárselo a él.- Suspiró Haruka que quiso retomar la narración, afirmando.- Al menos en esa mañana todos disfrutamos del talento de Michiru.
-No fue para tanto.- Repuso modestamente ella.- Apenas sí pude ejecutar unas pocas piezas y sin apenas preparación.
-Alexandra quedó encantada. Recuerda lo que dijo, que jamás había oído nada tan hermoso. Igual que sus compañeros. ¡Fabrice te quería hasta fichar para la banda municipal cuando terminara la guerra!- Rio Haruka.-
-Ahora comprendo por qué Madame Deveraux jamás se perdía ninguno de tus conciertos cuando actuabas en Paris.- Sonrió Esmeralda.- Y decía que tú eras genial hasta tocando en un pajar. Siempre lo interpreté como una de sus ocurrencias.
-Pues no, eso fue literal.- Sonrió Haruka recordando.- Michiru tocó dentro de un pajar enorme para los  habitantes del pueblo.
-¡Y me agradecieron con leche, queso y con madalenas!  – Se rio la artista, remachando con algo de emoción.-  ¡Jamás viandas algunas me han sabido tan bien! Eran unas personas realmente maravillosas.
- Sí. Eran buena gente, no perdían la esperanza ni la ilusión, a pesar de lo duro que era aquello. Y querían a su patria y a los suyos. – Añadió Haruka con el mismo sentimiento al evocar.- Ninguno había sido militar, ni soldado antes de la guerra. Y desde luego, hicieron todo lo posible por protegernos y ocultarnos.  Incluso a veces, por seguridad, nos trasladaban alojándonos en distintas casas de los pueblos cercanos.
-Sí, nos tocó estar juntas a Michiru y a mí. Y a Setsuna pues…, la pusieron con Alexandra.- Añadió Haruka.-
-¿Me estáis diciendo que Setsuna estuvo más tiempo que vosotras con madame Deveraux?- Inquirió la atónita Esmeralda.-
-Sí, de hecho hicieron una muy buena amistad.- Sonrió la guerrera Neptuno.- Y a Alexandra le vino muy bien. Ya sabes cómo es Setsuna, al principio parece algo desapegada y muy seria, pero en cuanto la conoces.

            Esmeralda asintió. Y podía entender mejor ahora por qué su mentora siempre había estimado mucho a la Guerrera de Plutón. Cuando ella le comunicó que había contraído matrimonio y viajado a un remoto lugar, (evidentemente no le especificó que a otro mundo) la anciana suspiró, mirando por la ventana de su despacho. Se acordaba de eso, cuando Madame Deveraux le dijo.

-Eso sí que no podía ni imaginarlo. Setsuna nunca fue una de esas de las que se casan. Ha debido de ser alguien muy especial. Dime. ¿Hombre o mujer?
-¿Hombre o mujer?- Se sorprendió Esmeralda quien enseguida comentó.- Por lo que yo sé, a ella solamente le gustaban los hombres, señora.
-Claro.- Convino su interlocutora con voz suave.- Es verdad. Son las otras dos las que tienen esa relación entre ambas.
-¿Lo ve usted mal?- Se atrevió a preguntar su discípula.-

            La señora Deveraux se giró entonces mirando a Esmeralda con esos profundos ojos celestes enmarcados en unas arrugas que ahora se marcaron más cuando la mujer los entornó y repuso.

-Niña, te voy a dar otro de mis consejos. Te sugiero que siempre lo recuerdes. Aunque creo que tú ya lo aplicas. Y es éste. Nunca midas a las personas por esa clase de cosas. Tus sentimientos o el  tipo de atracción o amor que sientas o hacia quién lo sientas, no condicionan tu valía o tu bondad.
-Sí, Madame Deveraux. Eso lo sé. Lo sé muy bien.- Convino ella con tono humilde.-

-Estoy segura de eso, puesto que debiste de aprenderlo con la experiencia, igual que lo hice yo.  Todos tenemos pecados, y momentos de nuestras vidas con algunas personas que desearíamos cambiar. Anda, deja sola a esta vieja que tiene que pensar en muchas cosas y vuelve al trabajo.
- Sí, señora.- Asintió Esmeralda que en efecto iba a dejar a su jefa allí, centrada en sus reflexiones.- Si no manda nada más.

            Y su mentora no replicó. Entendiendo que podía irse, así lo hizo. Ahora lo recordaba. En aquel instante ni se atrevió a preguntarle a Madame Deveraux si ella habría tenido algún tipo de amor. Ahora, por mor de la historia que le estaban contando, lo supo. Pero se arrepentía de no haber tenido el valor suficiente como para haberle formulado esa cuestión a la anciana. Quizás no le hubiera respondido, guardando uno de esos silencios tan incómodos que prodigaba a cualquiera que la irritase o simplemente le molestase de alguna forma. O pudiera ser que le hubiese contestado que eso no era de su incumbencia. O quizás y solo quizás. Podría habérselo dicho.

-No le pregunte.- Se sonrió ella hablando ahora en voz alta para dirigirse a sus amigas.- Nunca me atreví a preguntarle a Madame Deveraux por su vida sentimental. Para mí era mi mentora, casi como una madre, y no pensé en que también era un ser humano con sentimientos. Al menos en esa faceta.
-Pues te puedo asegurar que de jovencita los tenía, ¡y vaya si los tenía! - Sonrió Haruka.-
-Sí, aparte de ese saludo, la descubrimos en alguna que otra situación con ese tal Pierre.- Convino Michiru con picardía en su voz.-
-¿Y qué sucedió? Porque ella nunca se casó. Al menos eso me dijo. –Quiso saber Esmeralda.-
-Bueno, el caso es que ese chico, Pierre, murió.- Declaró Haruka con más seriedad e incluso pesar.-
-Debieron de descubrirle y le mataron.- Añadió Michiru.-
-Sí, Alexandra nunca volvió a ser la misma desde entonces.- Remachó Urano no sin pesar.-
-¡Dios mío!- Musitó Esmeralda, realmente entristecida por su mentora.-
-A veces la vida es injusta.- Sentenció Haruka.-

            Y aprovechó para volver a ese relato. Tras un par de días ella y Michiru decidieron ir en busca de aquel objeto.

-Debemos ser rápidas y encontrarlo. Iremos de noche, para evitar ser detectadas.
-Sí, debe de estar en esa mansión.- Convino Michiru.- O eso o los alemanes no buscarían tanto allí.
-Vamos primero a ver a Setsuna, luego decidiremos.- Afirmó su compañera.-
           
Llegaron a la casa en la que su amiga y Alex se alojaban. Habían empezado a llamarla así. Igual que el resto de los miembros de la resistencia. Encontraron a ambas desayunando unos croissants y algo de café, con mantequilla, mermelada casera y unas manzanas.

-¡Qué bien os cuidáis!- Se rio Haruka al verlas devorar aquello.-
-Si queréis acompañarnos.- Les propuso Alexandra.-
-No diremos que no.- Sonrió Michiru.-

            Y sentadas a la mesa las cuatro terminaron de desayunar. Desde luego tenían hambre. Aunque fue la guerrera Plutón quién comentó divertida.

-Vamos a tener que hacer mucho ejercicio o nuestras siluetas lo notarán.
-Pues yo como mucho y no engordo nada.- Afirmó Alexandra.-
-Eres muy joven todavía.- Se rio Haruka.-
-Y vosotras también.- Repuso la muchacha.-
-No te creas.- Sonrió enigmáticamente Michiru, sentenciando.- Tenemos más años de los que aparentamos.
-Pues os conserváis muy bien, y hasta podríais ser maniquíes. – Declaró la impresionada chica, al añadir.- Sobre todo vosotras dos.- Precisó señalando a Haruka y Setsuna.-  Sois muy altas. Y tú Michiru, eres muy elegante, hasta llevando ropa montaraz. Eso se te nota.
-Muchas gracias.- Se ruborizó incluso Neptuno, añadiendo a su vez.- Desde luego parece que sabes mucho de eso.
-Ya os lo dije. Quiero ser una gran diseñadora. Como mi amigo Christian. Él tiene grandes proyectos…como yo, está decidido a poner una gran casa de modas cuando termine la guerra. Quizás podríamos hacerlo juntos.
-¿Christian?- Inquirió Haruka.-
-Sí, es amigo de mis padres. Su empresa familiar fue a la bancarrota y lo pasó bastante mal, pero mi madre le ayudó. Es un hombre realmente genial. Hace unos diseños preciosos.
-¿No se apellidará Dior?- Exclamó Michiru mirándola con perplejidad.-
-Sí, eso es.- Afirmó la chica.- ¿Cómo lo sabes? ¿Le conoces?
-Casualidad. Algo escuchamos una vez que estuvimos por París.- Terció Haruka para dejar de lado aquello.-
-Sí, bueno, vamos a lo que nos ocupa.- Declaró asimismo Setsuna deseosa de cambiar de tema.- Tenemos que volver a la casa de tus abuelos. Es muy importante. Hay algo allí que debemos impedir que caiga en manos de los alemanes.
-Vale. Os acompañaré.- Afirmó la joven.-
-Sería mejor que no vinieras. Podría ser peligroso.- Dijo Haruka.-
-Estoy acostumbrada al peligro.- Repuso la muchacha con seguridad.-
-En serio. Son cosas que van más allá de a lo que estás acostumbrada.- Intervino Setsuna.-
-¿Y cómo sabes tú a qué cosas estoy yo acostumbrada o no? - Replicó la joven con cierta dosis de descaro, para agregar.- Además, si queréis entrar ahí y buscar en la casa, soy yo quien tiene las llaves y la carta con las anotaciones. Me necesitáis.

            Las tres guerreras se miraron y al fin, fue Michiru quien con un resignado suspiro cedió.

-Está bien…Como tú quieras…

            Alexandra sonrió satisfecha, no era ya una niña y quería probarlo. Había visto muchas cosas y pasado por grandes penalidades. Esas tres no tenían ni idea. Pero no podía culparlas por eso, al contrario, eran buenas chicas y deseaban protegerla. De modo que esperaba poder ayudarlas a cumplir con su misión para que vieran hasta qué punto podían contar con ella. Pensaba en ello cuando la voz de Pierre la llamó.

-¡Alex, cheríe!

            La joven se levantó corriendo y, saliendo de la casa, no tardó en precipitarse en los brazos de aquel chico. Enseguida estaban besándose ante las críticas miradas de la gente que caminaba por la calle.

-Hay que ver, la juventud de hoy.- Musita una anciana a otra en tanto les observaban.
-Si, ya no se respetan los valores, será por culpa de esta guerra.- Convenía su interlocutora.-

            Haruka, Setsuna y Michiru no pudieron evitar sonreír al escuchar eso.

-¡Está visto que en todas las época es igual!- Se rio la guerrera Urano.-
-Eso parece. Aunque al menos, el amor existe también en todos los tiempos.- Suspiró Michiru, alegre al ver a esos dos jovencitos abrazase y sonreír.-

            Les observaron charlando animadamente hasta que en un momento dado  el muchacho pareció ponerse más serio y ella también. De hecho, como no pudieron evitar la curiosidad Setsuna apuntó un micrófono direccional de los que llevaba en su equipo para escuchar, y oyeron.

-No me parece adecuado. Debes tener cuidado. Esas tres van por libre. No sabemos lo que pretenden, ni lo que buscan.
-No pasará nada. Sé cuidarme sola.- Replicó ella.- Y creo que se puede confiar en ellas.
-Hasta ahora reconozco que no han hecho nada malo, pero tampoco nos han ayudado.- Declaró el joven.-

            Alexandra se separó de él con un gesto entristecido, aunque el animoso Pierre no tardó en hacerla sonreír de nuevo al añadir.

-Perdona. Es que no quiero que te suceda nada. Eres la chica con la que quiero pasar el resto de mi vida.
-¿Incluso cuando termine la guerra y vaya a fundar mi casa de modas?- Inquirió al jovencita dejándose abrazar otra vez.-
-Claro que sí. Y yo trabajaré contigo. Podrás usarme de modelo. ¡Y de más cosas! - Rio.- Te prometo que me dejaré.

            La chica se rio también, la verdad ese muchacho, quizás algo delgado, era guapo, moreno y con ojos azules, cercano al metro ochenta.

-Son una parejita muy mona.- Admitió Haruka.-
-Aunque él no se fie de nosotras.- Comentó Setsuna con cierta prevención.-
-Se figurará que Ruka le quiere quitar la novia.- Lanzó Michiru con su típico tono bromista e irónico.-
-No debes preocuparte por eso, Sabes que tú eres la única para mí.- Afirmó su compañera.-
-Vamos a inspeccionar la zona.- Les indicó Plutón corriendo un tupido velo sobre aquello.-

            Las tres salieron con unos pantalones de montaña y chaquetas que abrigaban  bastante del frio tiempo que hacía ya por esa época del año. Se percataron que Pierre les dedicó una mirada entre curiosa y algo desaprobatoria aunque enseguida volvió a centrar su interés en su novia.

-Sí, les dejamos a su aire y nos fuimos a mirar por los alrededores, para asegurarnos de que no hubieran patrullas alemanas.- Le contó Michiru a Esmeralda saliendo de aquellos recuerdos.-
-Y entonces, unas horas más tarde tras regresar,  esperamos a la caída de la noche y fuimos junto con Alex a la casa.- Añadió Haruka.-

            Las cuatro llegaron una vez más a ese gran palacete y la joven francesa abrió. Pasaron con rapidez y Alexandra consultó unas notas que llevaba en aquella carta de su abuelo y que pasó a leer en voz alta.

-Dice que, en el ala noroeste de la casa, siempre se han depositado las obras más valiosas de la familia. Aunque añade que hay algo muy especial, que no se puede ver a simple vista pero que, con el tiempo, si se puede contemplar. Me suena a acertijo. La verdad, lo he leído muchas veces pero nunca lo he comprendido.

            Aunque al parecer Setsuna sí que parecía entender su significado. Para asombro de la joven francesa miró a sus compañeras y les comentó.

-Sin duda es lo que creo que es.
-Lo que andábamos buscando.- Convino Haruka.-

            Todas se encaminaron hacia aquella ala. Fue cuando Michiru comentó.

-Será difícil encontrarlo. A no ser que…
-Sí, a no ser que utilicemos nuestra energía.- Musitó Setsuna.-
-No tenemos otra opción salvo. Ya sabéis.- Declaró Haruka mirando de reojo a Alexandra que a su vez las observaba sin comprender nada de lo que hablaban.- Tendremos que transformarnos.
-¿En qué idioma estáis hablando?- Quiso saber la chica con perplejidad.-

            Y es que las tres se habían puesto a  conversar en japonés para no ser comprendidas. Quizás eso fuera perjudicial dado que su amiga estaba mirándolas con gesto entre la sospecha y el asombro. No tardó en sacar su pistola y decir en tanto las apuntaba.

-Esta vez sé que está cargada. No me digáis que eso es inglés o ninguna lengua europea. No soy tan estúpida.
-Está bien, es japonés.- Confesó Michiru.-
-¿Japonés? ¡Esos son aliados de los alemanes! - Exclamó una ahora desconfiada Alexandra.- Pierre tenía razón. Nos habéis engañado.- Sentenció apuntándolas con más decisión.-
-No, escucha.- Le pidió Setsuna.- No es lo que tú crees.
-¡Cállate!- Replicó la ahora airada joven.- No debí confiar en vosotras. Supiste aprovecharte bien de mí y de mi deseo por ser modista. Reconozco que sabes mucho de eso, pero únicamente era para ganarte mi confianza.- Acusó a Plutón.-
-No es así.- Insistió la aludida.- Te puedo asegurar que estás en un error.
-Y encima ya habían atacado Pearl Harbor.- Susurró Haruka a su compañera.-
-¿Qué? ¿A qué te refieres con eso de Pearl Harbor?- Inquirió Alexandra para interrogarlas amartillando el arma…- ¿Es que preparáis algo parecido? Habla. ¿Sois espías, verdad? ¿Dónde van a atacarnos ahora?

            Setsuna miró a  su compañera con severidad. No tendría que hacer esos comentarios, Haruka se encogió de hombros limitándose a decir con tranquilidad.

-Ya da igual. Deberíamos decirle quienes somos en realidad y lo que buscamos. Creo que esta chica se lo ha ganado.
-¿De qué estáis hablando?- Se sorprendió una vez más la francesa.-
-Nosotras no somos inglesas, ni americanas, ni tan siquiera japonesas.- Le dijo Michiru.-
-Es más, no somos ni terrícolas. Aunque nos reencarnásemos aquí.- Apuntó Haruka.-
-¿Estáis tratando de burlaros de mí?- Espetó la chica que acercó peligrosamente su pistola a la sien de Michiru.-
-Nos pediste que te dijéramos la verdad. Y acabamos de hacerlo. Si quieres pruebas te las daremos. Pero no debes asustarte. Sobre todo con esa pistola en la mano.- Le pidió conciliatoriamente Setsuna.-
-Muy bien, a ver qué pruebas son esas.- Quiso saber la aludida que había tomado a Michiru como rehén sujetándola por la cintura y colocándose tras de ella, en tanto no dejaba de apuntarla a la cabeza.- Y esta vez, por rápidas que seáis yo dispararé antes.-Advirtió.-
-No, por favor.- Le rogó Haruka levantando las manos.- Confía en Setsuna. Debes dejarla que te lo muestre, te advierto que podrías sobresaltarte pero te suplico que no dispares.
-Me apartaré para que veas que no quiero hacerte daño. E invocaré mis poderes, me verás cambiar, pero no te asustes ni le hagas nada malo a Michiru.- Le dijo también Setsuna.-
-Es un buen espectáculo de luz y te gustará. Sobre todo sabiendo lo que sientes por el mundo de la moda.- Se atrevió a decir Neptuno tratando de sonar jovial.-
-Muy bien, te prometo que no dispararé salvo que intentes atacarme.- Aseguró Alexandra quien también tenía curiosidad.-

            Setsuna asintió apartándose unos metros, entonces despacio levantó un brazo y una mano apuntando hacia el techo y exclamó.

-¡Planeta Plutón, dame el poder! 

            Y Alexandra tuvo que reconocer que no habían exagerado. Al cabo de apenas décimas de segundo vio aquellas luces increíblemente hermosas y a esa mujer girando en una especie de remolino del que salió con un vestuario totalmente diferente y asombroso. Una especie de corsé con un lazo en el pecho, falda verde oscura cortísima y botas a juego desde las rodillas y con tacón bastante elevado. Tan asombrada estaba que hasta soltó a Michiru. Esta vez, las guerreras no hicieron nada contra ella.

-Ahora es mi turno.- Sonrió Haruka, dejándola perpleja a su vez cuando invocó.- ¡Planeta Urano, dame el poder!

            Al momento reapareció vestida de similar modo, pero con otros colores y unos botines hasta los tobillos.

-Me toca a mí.- Sonrió Michiru.- ¡Planeta Neptuno, dame el poder!

            Espectáculo similar y atuendo parecido. Llevaba zapatos color aguamarina anudados a los tobillos por una especie de cordones. Al fin, la impactada Alexandra pudo musitar.

-Pero… ¿Quiénes sois?...
-Somos las guerreras guardianas del sistema solar exterior.- Le desveló Haruka.-
-Protegemos la Tierra y la Luna contra la maldad y los invasores de los confines del universo.- Añadió Michiru.-
-Aunque tuvimos que intervenir por culpa de una grave crisis en la Tierra.- Completó Plutón, revelando a la atónita joven.- Para eso hemos venido desde tu futuro.
-Esto es asombroso, no puede estar sucediendo.- Apenas si balbuceó la joven.-
-Ya te lo advertimos, te dijimos que no estarías acostumbrada a ver esto.- Sonrió Haruka con un talante más jovial.-

            La jovencita tuvo que admitir eso asintiendo despacio. Aquello era increíble pero lo había visto con sus propios ojos.

-Buscamos una piedra muy poderosa que permite precisamente eso, atravesar el tiempo y las dimensiones. Si los nazis se hicieran con ella sería un desastre para la Humanidad.- Le contó Michiru.-
-Aunque hay seres todavía peores y más peligrosos que ellos. Son esos los que realmente nos preocupan.- Sentenció Haruka, ahora con un tono y gesto mucho más serios.-

            La atónita muchachita terminó por bajar su arma y asintió. Pudo decir todavía sobrepasada por el asombro.

-¿Y cómo puedo ayudaros?
-Pues buscando la piedra de Cronos con nosotras.-Le comentó Setsuna que tras ablandar su expresión severa con una sonrisa, le confió.- ¡Ah, y otra cosa! Todo lo que te conté sobre mí era verdad. Te considero una amiga y me encanta la moda. De no ser guerrera, mi sueño sería poder trabajar como modista.
-Bueno.- Repuso una azorada Alexandra ahora.- Y, ¿puedo preguntaros qué pasará conmigo en ese futuro? ¿Lo lograré?
-Puedes preguntarlo, pero no podemos decírtelo, va contra las normas.- Le respondió Michiru.-
-Además, no sería justo.- Añadió Setsuna.-
-Esa pregunta tendrás que responderla tú misma en los próximos años.- La alentó sin embargo Haruka.-
-Entonces no moriré en la guerra.- Suspiró la chica con visible alivio.-

            Una vez más, tanto Michiru como Setsuna fulminaron a  su compañera con la mirada. ¡Había vuelto a decir demasiado! Haruka se dio cuenta limitándose a sonreír de forma algo tonta y encogerse de hombros. El caso es que Alexandra pareció animarse tras oír eso y preguntó una vez más en esta ocasión con un tinte de apuro.

-Y otra cosa…
-No podemos revelarte detalles del futuro, lo siento.- Sentenció tajantemente Plutón.-
-No, no es eso. Bueno, es solamente una curiosidad.- Quiso saber la chica para preguntar entre atónita y algo avergonzada.- ¿De verdad salís a la calle vestidas así? Vais enseñando casi todo. Es poco, en fin…es poco decoroso.

            Y fue el turno de las sailors de mirarse con incredulidad y estupor, aunque no tardaron en echarse a reír dejando perpleja a la francesa.

-Por fortuna las cosas cambiarán mucho para las mujeres.- Pudo decir al fin Haruka entre risas.-  Y será para bien.
-Sí, y ahora podrás ser una adelantada a tu tiempo.- Añadió Michiru guiñándola un ojo con complicidad.-
-¡Ni en sueños voy a ponerme algo como eso! - Aseguró una ruborizada Alexandra.-
-Seguro que a tu novio le gustaría.- Sonrió Setsuna.-

            La atónita chica no sabía a donde mirar, roja de vergüenza y escuchando además las risas de esas extrañas mujeres. Al fin cuando las cosas se calmaron un poco, prosiguieron con la búsqueda. En este momento Haruka interrumpió el relato. Su semblante no parecía estar animado pese a recordar aquellos momentos tan divertidos.

-¿Qué sucedió entonces?- Quiso saber Esmeralda.-


            Sin embargo un súbito brillo en la piedra que tenían tapada las alertó, pese a estar envuelta y metida en una mochila podía verse la claridad a través de la tela de ésta.

-¿Qué estará pasando?- Se preguntó Michiru cuando abrió para mirar.-

            La esfera brillaba con tonos celestes pasando a blancos. Al sacarla su luz aumentó aún más.

-¿Pero qué demonios ocurre?- Inquirió Haruka a su vez.-
-Mejor ni les nombres.- Le pidió cautelosamente Esmeralda.- Ya tuvimos bastante de eso. ¿No crees?

            Sus interlocutoras asintieron, aunque no se explicaban aquello. Se movieron un poco por esa gran sala de la casa en la que estaban y para su sorpresa la piedra emitía un destello más fuerte a medida que se acercaban a…

-La parte del ala noroeste.- Comentó Michiru.- Esto me es familiar
-Sí.- Afirmó Haruka.- Vamos a ver.

            Y corrieron hacia allí seguidas por Esmeralda que no tenía ni idea de lo que sucedía.

-¿Me vais a contar lo que está pasando aquí?- Les pidió cuando llegaron a la altura de un enorme retrato dieciochesco.-
-Escucha.- Le pidió Michiru que retomó la narración mientras contemplaba aquel cuadro.- Nosotras entonces…

 Paralelamente a eso, en el pasado, las cuatro vieron como un gran brillo de tono inmaculado surgía una vez más, precisamente en dirección hacia aquella zona de la casa.

-¡Vamos!- Les indicó Setsuna.-
-Es por aquí.- La corrigió Alexandra tras consultar un fragmento de sus notas.- Dice que tras el retrato familiar se encuentra la clave.

            Y señaló un cuadro de un tipo ataviado a la manera del siglo dieciocho. Las chicas no tardaron en quitar ese retrato y descubrieron tras él una pequeña palanquita. Tirando de ella un panel en esa pared se abrió. Allí dentro el resplandor era tan potente que hasta tuvieron que entrecerrar los ojos.

-¡Está aquí!- Anunció una entusiasmada Haruka.- ¡La Piedra de Cronos!

            Las mujeres corrieron al fondo de esa pequeña galería en donde se originaba ese punto de luz. Al llegar éste se fue haciendo menos intenso. Vieron al fin una especie de esfera esmerilada que brillaba con gran belleza.

-¡Es preciosa!- Declaró Alexandra.- ¿Y esta joya es de mi familia?
-No realmente, es un objeto muy poderoso que existe desde casi el principio de los tiempos.- Le explicó Setsuna.- Como guardiana de la puerta espacio – temporal mi deber es impedir que caiga en malas manos. Porque, de hacerlo, se podría crear una abertura interdimensional permitiendo el acceso de seres de todo tipo a este mundo.
-¿De veras?- Escucharon entonces a una burlona voz de hombre.- Eso es muy interesante.

            Se giraron a la vez para descubrir a ese individuo, vestido con aquella gabardina negra y sombrero, y acompañado de varios soldados con ametralladoras que las apuntaban mirándolas también con sorpresa y en algunos casos, una no disimulada admiración hacia aquellos cuerpos. En un acto reflejo Alexandra quiso sacar la pistola pero Haruka la sujetó del brazo moviendo la cabeza.

-Muy bien, inteligente decisión.- Afirmó ese tipo que comentó entre atónito y divertido para dirigirse ahora a Alexandra.- ¡Vaya, vaya, vaya! ¡Si es la modistilla de París!  Admito que no imaginé que fueras de la Resistencia francesa. Y en cuanto a vosotras, no os recuerdo. ¿Qué clase de guardianas del Milenario de Plata sois?...
-¿Cómo es que sabes quiénes somos?- Se extrañó Haruka - ¿Quién eres?
-Aquí me llaman herr Zoisite. Pero mi cargo auténtico es general de los ejércitos de la reina Beryl.
-¡La reina Beryl!- Exclamó Setsuna.-
-Claro, ahora recuerdo quién es este tipo.- Añadió Michiru.-
-Uno de los Shintennou.- Remató Haruka.-
-Muy bien.- Sonrió pérfidamente su interlocutor.- Soy uno de los príncipes de los cuatro cielos.

            Las chicas se miraron entre horrorizadas y estupefactas. ¡Eso sí que no lo habían esperado!. La propia Alexandra las observó con desconcierto. Por sus caras la cosa parecía ser mucho peor de lo que ya de por sí era.

-¿Qué hacemos con ellas, señor?- Le preguntó entonces un oficial de las SS a ese tipo.-
-Lleváoslas y encerradlas.- Ordenó el interpelado.- Por el momento las quiero vivas.
-De eso nada.- Replicó Michiru que enseguida invocó.- ¡Deep submerged attack!

            Y antes de que los atónitos soldados de las SS pudieran reaccionar una bola de intensidad enorme y con tonos aguamarinas les llevó por delante con la fuerza de una tremenda ola.

-¡Vamonos!- Exclamó Haruka.-

            Consultando sus notas con rapidez Alexandra las indicó que avanzaran. Acorde a las anotaciones a pocos metros había un mecanismo oculto que abría una salida. La joven francesa llegó la primera accionándolo. Pero los alemanes ya se rehacían. Sobre todo aquel tal Zoisite que, habiendo proyectado una especie de barrera, se protegió a sí mismo y a otro grupo de soldados. Pese a las instrucciones de su comandante estos no tardaron en disparar. Setsuna hizo aparecer un largo báculo que giró a gran velocidad creando una especie de escudo que repelía las balas.

-¡Rápido, salid!- Les pidió a las demás.-
-De eso nada.- Replicó Haruka colocándose a su lado.- No vamos a dejarte sola.
-Tranquila. –Añadió Michiru para urgir a Alexandra.- Llévate la piedra de Cronos, y huye. ¡Rápido! Nos ocuparemos de ellos.

            La joven quiso oponerse a abandonarlas pero Neptuno le entregó aquella joya empujándola hacia la salida afirmando.

-Unas simples balas no pueden hacernos nada. Debes escapar y poner la piedra a salvo.

            Alexandra asintió. Se dio cuenta entonces de que quizás toda la misión dependiera de ella. No tardó en correr, no sin antes mirarlas con admiración y decir.

-Bon chance, mes amies.

            Y huyó de allí entre una zarabanda de ruido de disparos de ametralladora y los gritos de sus compañeras que invocaron nuevos ataques.

-¿Qué os sucedió?- Quiso saber Esmeralda entonces, realmente preocupada.-

            Aunque enseguida se censuró por tonta, sus amigas estaban ahí, contándole la historia, luego tuvieron que salir con bien de aquello.

-No fue difícil quitarnos de encima a los soldados, pero con aquel tipo fue una cosa bien distinta.- Le respondió Michiru.-
- Al final caímos en la cuenta de quién era. Usagi y las demás nos hablaron de ellos. Fueron sus primeros enemigos cuando se reencarnaron como sailors. Los generales del ejército de la Oscuridad.
-¡Espera un momento!- Le pidió la diseñadora, al recordar.- Me parece que Nephrite formaba parte de ellos. Al menos eso le contó a Diamante, cuando se hicieron amigos entrenando en el Rincón del Alma y del Tiempo.
-Pero en este momento, cuando viajó al pasado, todo aquello no había sucedido aún. De hecho, como ya te dijimos, esos tipos planeaban adelantarse a la reencarnación de las guerreras. El poder maligno de Metalia, un hijo de Caos, tuvo conocimiento de esas aberturas dimensionales y quiso enviar a alguno de sus vasallos para que le franqueara el paso.
-¡Claro, ya lo entiendo!- Musitó Esmeralda.- Es algo similar a lo que el Sabio hizo aquí. Tanto él como ese otro encapuchado del que las hermanas nos hablaron, se enfrentaron a él en su lucha contra los demonios. Debieron de utilizar unas brechas similares. Pero. ¿Por qué se han creado esas anomalías?- Se preguntó en voz alta.-
-No tenemos ni la menor idea.- Confesó Michiru.- Ahí es donde entra tu amiga Amanda. Ella y su grupo especial se ocupan de luchar contra ese tipo de fenómenos.
-Sí, Torch…cómo que sea que se llamen, nunca me acuerdo.- Completó Haruka.- Aunque ahora se denominan los Guardianes. Nuestra misión era recobrar esta piedra y dejarla bajo su custodia.  Ellos se ocuparán de impedir que cree nuevos problemas.
-¿Los Guardianes?- Repitió Esmeralda afirmando.- Algo he escuchado pero no lo relacionaba con ella. Pensé que era una agente del Foreing Office.
-Eso también.- Le respondió Michiru.-
-Cuando vuelvas a verla, y le entregues la piedra, podrás preguntarle.- Le sugirió Haruka.-
-Vaya si lo haré.- Les prometió Esmeralda.-

            Y la piedra en cuestión seguía brillando. Entonces, para asombro de las tres, una especie de ventana se abrió en medio de la nada en el aire y pudieron ver a través. Era esa misma sala y Alexandra corría por ella.

-¡Es Alex!- Exclamó Haruka explicándole a la también perpleja Esmeralda.- Cuando salió corriendo de la sala mientras la cubríamos no sabemos lo que le pasó. Aunque después, cuando la encontramos… no estaba nada bien. Fue terrible para ella. Pero no quiso decirnos qué le sucedió.
-Mirad.- Les señaló Michiru a sus amigas.-

Pudieron ver a Alexandra  que corría con toda la rapidez que le permitían sus delgadas piernas. Al fin, jadeando agotada se vio en la entrada del palacete. Se apoyó durante unos instantes para recuperar el aliento. Iba a salir cuando alguien entró por la puerta principal. Al principio iba a sacar su pistola pero luego suspiró aliviada.

-¡Eres tú, Pierre!- Sonrió al verle allí.-

            Se abrazaron durante unos instantes y tras darse un apasionado beso el muchacho la urgió.

-¡Vamos, no tenemos tiempo que perder!  Los alemanes están por todas partes.
-Pero, ¡las chicas! - Pudo decirle con angustia.-
-No podemos hacer nada por ellas, y si nos atrapan estaremos perdidos.- Insistió él arengándola.- Ante todo está la misión.
-De acuerdo.- Tuvo que transigir la joven.-

            Sin embargo, antes de salir, Pierre le preguntó con interés.

-¿Tuvisteis éxito en lo que vinisteis a hacer aquí? Porque los nuestros hubieron de escapar del pueblo. Se han visto a muchos alemanes.
-Sí, todo está bien. Me lo han confiado a  mí.- Asintió triunfalmente la chica.-

            Y para asombro de su novio, la joven le mostró aquella piedra que seguía brillando de ese tono inmaculado. Pierre la contempló con una mezcla de fascinación y estupor. Apenas sí pudo decir.

-No comprendo nada. Tanto jaleo solamente por un pedrusco que brilla.
-No es solamente eso.- Le contestó la muchacha.- Me han dicho que puede hacer cosas increíbles…y yo las creo, ellas mismas son igualmente impresionantes.

            Oyeron entonces ruidos de gritos. Al parecer los alemanes estaban regresando a través del pasadizo. Quizás esas pobres mujeres hubieran sido asesinadas ya por ellos.

-¡Corramos! - Urgió ahora Alexandra a su pareja.-

            Sin embargo él no se movió y para asombro de la chica la sujetó de un brazo en tanto con el otro le quitaba esa piedra.

-Esta vez no, ma chere. Creo que tu huida termina aquí.

            Sin poder dar crédito a lo que escuchaba, Alexandra le miró con estupor.

-¿Qué estás diciendo?
-Que esta piedra es lo que Herr Zoisite estaba buscando. Se la daré y me recompensara.- Declaró con tono triunfal.-
-¿Cómo? ¡Eres un traidor!- Exclamó la chica con horror.-
-Solo soy alguien que quiere tener un futuro. ¡Vamos Alex! No seas tonta. Le diré a Herr Zoisite que trabajabas conmigo y podrás beneficiarte. Tendrás tu casa de modas en París, no después de la Guerra, sino ya mismo. Y tus clientes serán los miembros más destacados del partido Nazi. ¡Quizás hasta el propio Fürher venga a encargarte sus trajes!

            La incredulidad y el asombro dieron paso al asco y la ira en Alexandra. Apenas podía creer que su novio, aquel chico al que conoció cuando entró en la Resistencia, del que se enamoró y con quién creyó haber encontrado a su alma gemela, fuera un traidor miserable. Moviendo la cabeza y fulminándole con la mirada se apartó de él.

-¡Eso jamás! Nunca me sometería a los nazis. ¡Eres un malnacido colaboracionista! - Le acusó con rabia.-
-¡Ya basta de tonterías! - Espetó ahora el aludido a su vez, con malos modos.- Si crees que la Resistencia o los aliados van a  ganar la guerra es que eres una estúpida ingenua. ¿Acaso no has visto como nuestras tropas fueron derrotadas? ¿Cómo echaron a los ingleses al mar? ¿Y de qué manera han destruido los japoneses a la flota norteamericana en su base de Pearl Harbour? Ahora, solo queda el golpe final. Cuando Hitler ordene invadir de nuevo Inglaterra todo habrá acabado. Esta vez los ingleses no podrán resistir. Con esta piedra Herr Zoisite nos ha asegurado que la victoria será total. Podrá crear una especie de camino por el que sus tropas acudirán a reforzar a los alemanes. ¿Quieres estar en el bando perdedor cuando ese momento llegue? ¿O saludar la victoria con los ganadores? Podrías ser mi mujer y vivir en la abundancia.
-Prefiero morir a ser una rata traidora a su patria y a los suyos.- Sentenció Alexandra sacando su pistola y apuntando a su ya ex novio para ella.- ¡Devuélveme la piedra y vete de aquí o te mataré! - Amenazó con toda la contundencia de la que fue capaz.-

            A la vista del arma el chico se tranquilizó. Pudo responder de mucho mejor talante.

-Ma cherie. Tú no me dispararás. Sabes que me amas, como yo a ti. ¡Vamos! Se lista, como siempre lo has sido. ¡Tus padres, tus abuelos, todos serán bien tratados!
-¡Me has engañado, me has utilizado! - Sollozó la muchacha ahora, con el pulso tembloroso.-
-No…bueno, quizás al principio. Pero luego me he enamorado de ti. ¡Te lo juro!
-¡No quiero escuchar ninguna más de tus mentiras!  –Escupió ella.-
-Es la verdad. Mi amor por ti es real. Por eso te estoy ofreciendo una vida maravillosa a mi lado. ¿Es que no te das cuenta? – Aseguró conciliatoriamente el chico que mantenía las manos levantadas portando la piedra en una de ellas.-

            Las voces de los alemanes estaban sonando cada vez más próximas. Alexandra continuaba petrificada por aquella terrible verdad. ¡No sabía qué hacer!, aunque entonces Pierre cometió un error fatal.

-Herr Zoisite, ¡tengo la piedra está aquí!- Gritó bajando las manos.-

            Sonaron dos disparos. El arma de Alexandra humeaba ahora. El joven la perforó con una  mirada de incredulidad antes de caer al suelo y apenas poder gemir en agonía.

-Yo te…

            No dijo más. La muchacha, llorando sin poder parar, lanzó un grito terrible. Aquella esfera había caído rodando. Pese a todo, por unos instantes aquello no le importó…y testigos de eso, varias décadas en el futuro, ninguna de las tres mujeres pudo articular palabra.

-¡Dios mío!- Musitó una impactada Haruka.-
-Por eso estaba así.- Sollozó Michiru.-

            Esmeralda no pudo contener las lágrimas. Movía la cabeza apesadumbrada y sintiendo mucha pena por su mentora.

-¡Madame Deveraux!..-Pudo musitar.- Alexandra. Cuanto lo siento, cómo debiste sufrir. ¡Ahora lo entiendo!…

            En ese instante la esfera refulgió con ese tono inmaculado y para asombro de la  diseñadora ésta pudo ver a su entonces joven mentora. La propia Alexandra, pasado ese primer instante de dolor y amargura se aproximó al cadáver de su  ex novio y sollozó.

-Lo, lo siento… no...No me dejaste otra opción…

            Le cerró los ojos con una mano y, aunque involuntariamente, posó otra en el pecho del joven que enseguida se manchó con su sangre. Eso la horrorizó. Quería sacudirse aquello, limpiar tanto la mancha, como su propia conciencia. Entonces chilló una vez más llena de dolor y de rabia, fue cuando escuchó esa voz femenina que, entre sollozos, le aconsejaba con emotividad y afecto.

-Tranquilízate…por favor, no pudiste hacer otra cosa. Mantén tu cabeza alta, siempre, y pase lo que pase, camina erguida y con pasos firmes, niña. Por favor, recuérdalo.

La joven francesa quedó perpleja. Ahora, mirando hacia la esfera vio una especie de ventana hacia otro lugar y a través de la misma un rostro femenino. ¿Quién era esa joven mujer de pelo extrañamente verde que la contemplaba con lágrimas?

-¿Quién eres?- Pudo apenas balbucir.-

            Haruka y Michiru estaban pasmadas. Urano le susurró a su compañera.

-¡Han abierto un canal! El poder combinado de ambas esferas…
-Tienes que cerrarlo, ¡rápido, Esmeralda, corta la conexión! - Le pidió Michiru.-

            Aquellas palabras llegaron también a oídos de Alexandra quien musitó agradecida.

-Esmeralda, gracias…lo recordaré, te lo prometo. Ahora tengo que irme.

            Y esta vez, tomó la bola y la guardó entre los pliegues de su chaqueta. Al fin ese canal dimensional se desvaneció.

-¡He hablado con ella!  - Repetía la llorosa y emocionada modelo.- He podido hablar con ella, otra vez…

            Las sailors se miraron asombradas, ahora les cuadraban muchas cosas. Michiru recordó.


-Nosotras entre tanto estábamos luchando contra ese tipo. Nos costó mucho vencerle.
-Gracias a que Setsuna invocó su poder junto a los nuestros.- Añadió Haruka.-

            Su interlocutora al fin se calmó un poco, lo bastante como para querer saber qué les había pasado a ellas entre tanto.

-Pues esto fue lo que ocurrió.- Repuso Haruka.-

            Las tres guerreras habían rechazado una lluvia de balas con sus campos de energía. Los atónitos soldados no podían dar crédito a lo que acababan de presenciar. Aunque su jefe les ordenó de inmediato.

-¡Idiotas! Id a por la que ha huido, yo me ocuparé de éstas.

            Y los asombrados militares obedecieron replegándose a voz en grito. Quizás fue eso lo que Alexandra escuchó. Aunque en ese momento las guerreras bastante tenían con frenar el rayo de energía que su rival les lanzó al grito de.

-¡Poder de la Oscuridad, acaba con mis enemigos!

            A duras penas bloquearon aquello con la suma de sus poderes. Setsuna entonces les dijo.

-¡Tenemos que contratacar, dadme un momento y crearé un vórtice para enviarle de regreso a su tiempo!
-¿Igual al que hicimos para venir?- Inquirió Michiru jadeando por el esfuerzo.-

            Su compañera asintió, todavía tratando de frenar la energía del enemigo. Al cabo de unos momentos, fue el propio Zoisite quien tuvo que parar para recobrar fuerzas, no sin antes espetar.

-Me da igual que tipo de guerreras de la Luna seáis, ni de donde hayáis salido. ¡Acabaré con vosotras!

            Por si acaso, para darle trabajo, Haruka lanzó su ataque.

-¡World Shaking!

            Eso hizo que aquel tipo tuviera que replegarse y ponerse a cubierto de la subsiguiente explosión dándoles un tiempo precioso a las chicas para concentrar energías. Setsuna pudo entonces apuntar con su cetro al enemigo y cuando éste trataba de reunir fuerzas para un nuevo ataque, gritó.

-¡Oh padre Cronos, devuélvele al momento y lugar que le corresponden!

            Y una ráfaga de colores entre bermellón, dorado y verde rodearon al desconcertado Zoisite quien únicamente pudo gritar cuando aquel vertiginoso remolino le hizo girar sobre sí mismo cada vez más rápido hasta que se desvaneció. Las chicas contemplaron aquello entre agotadas y aliviadas.  Solamente al cabo de unos tensos minutos y de no oír nada, Michiru les recordó.

-¡Alexandra! Tenemos que ir por ella.

            Y corrieron con toda la rapidez que les permitían sus ya menguadas fuerzas. Al salir hubieron de vérselas una vez más con ese pelotón de las SS

-Deténganse.- Les ordenó el oficial apuntándolas con una lugger.-
-¡Estoy harta de estupideces! - Replicó Haruka que sin darles tiempo a nada a sus oponentes volvió a lanzar su ataque.- ¡World Shaking!


            Eso desbarató una vez más al enemigo. Para rematar Michiru insistió con otro “Deep submerged attack” y Setsuna remató con su “Chronos Typhoon” Aunque eso sí, con potencia atenuada para no matar a nadie y cambiar el curso de los acontecimientos. De modo que, al terminar aquello en apenas unos segundos, esos soldados y su oficial al mando yacían inconscientes.

-¡Vámonos de aquí!- Las instó Setsuna-

            Aunque a la salida vieron el cuerpo sin vida de Pierre. Eso las dejó impactadas.

-¿Qué hacía aquí?- Se preguntó Michiru.-
-Posiblemente viniera por Alexandra, tendría miedo de que algo le pasara.- Suspiró Haruka, sentenciando.- Pobre chico.
-Y pobre Alex.- Añadió Setsuna con pesar.-

            Salieron deprisa, y  entonces la vieron, sentada en un tocón de árbol, a pocos metros de la casa.

-¡Alexandra! ¿Estás bien?- Le preguntó Michiru con inquietud.-
-¿Te han herido?- Quiso saber Haruka con la misma preocupación.-

            La joven no respondió, pero solo con ver su rostro surcado por las lágrimas todas se dieron cuenta de que ella lo sabía.

-Lo sentimos muchísimo.- Le susurró cariñosamente Setsuna al oído.-

            Abrazó a esa pobre chica que se desahogó llorando durante unos instantes. Todo ante las conmovidas miradas de Haruka y Michiru. Neptuno sin embargo tuvo que interrumpir ese triste momento para recordarles a sus compañeras.

-Los alemanes no tardarán en despertar. Debemos irnos.

            A duras penas Setsuna se separó del abrazo de la muchacha. Se alejaron de la mansión en dirección al bosque. Allí, cerca de una cueva estaba otra de las bases clandestinas de la Resistencia. A esas horas no había nadie y pudieron entrar. No hablaron durante el trayecto, aunque las guerreras observaban a la muchacha con pesar. Una vez a salvo Haruka tomó el relevo de sus compañeras para consolar a su amiga, posando sus manos sobre los hombros de Alexandra y decirle con afecto y compasión.

-Sabemos lo que debes de estar sufriendo y es injusto y duro que te lo diga así. Pero tienes que olvidarlo ahora. Hay otras prioridades. Lo comprendes, ¿verdad?
-Sí.- Afirmó la joven mostrándose ya más entera a la par que sentenció.- No os preocupéis por mí. No lloraré más. Mantendré la cabeza alta y marcharé erguida, siempre. Es un magnifico consejo que me han dado y no lo olvidaré.

            Las sailor  se quedaron sorprendidas, dedicándole a esa chiquilla unas miradas plenas de admiración. En tanto Haruka sentenciaba.

-Eres una muchacha, no. - Se corrigió con una débil sonrisa.- Una mujer realmente excepcional, Alexandra Annette Deveraux Iribe. Nunca te podremos olvidar.
-Esperamos volver a verte.- Añadió afectuosamente Michiru.- Aunque pasen unos cuantos años.
-Ahora debemos irnos.- Le dijo Setsuna asimismo con cariño en su voz.- Cuídate mucho y ten fe en que todo saldrá bien. Eres una luchadora y si te lo propones, nada ni nadie te detendrá para poder realizar tu sueño.

            La chica asintió despacio y tomó la palabra para declarar a su vez.

-Yo también espero volver a veros. Aunque no sé lo que durará esta maldita guerra, ni a cuantas personas más perderemos. ¡Ojalá que todo el sacrifico que está haciendo Francia merezca la pena!
-Al menos hemos derrotado a ese tal Herr Zoisite y le enviamos de regreso a su lugar.- La tranquilizó Haruka.- En eso, debes sentirte contenta. Gracias también a ti, un peligro más terrible aún que el de los nazis ha sido conjurado.
-El resto os lo dejamos a vosotros.- Afirmó Michiru.-
-¿Y no podríais quedaros y luchar a nuestro lado?- Les pidió la joven.- Con vuestros poderes la guerra terminaría enseguida.
-No podemos influir en el destino de esa manera. Vinimos del futuro, ya te lo dijimos.- Declaró Setsuna para justificar.- Para nosotras todo ha sucedido ya, y no podemos alterarlo. Si viajamos hasta este momento fue para evitar a su vez que otros alterasen el devenir de los acontecimientos.
-¡Ojalá pudierais decirme como termina todo!- Suspiró resignadamente la muchacha.-
-Lo verás tú misma. Confía en ello.- Añadió Haruka guiñándole un ojo, y afirmando con jovialidad.- ¡Y al cuerno con los tabúes!, le puedo decir eso. Se lo ha ganado.
-Es verdad.- Convino Setsuna con una sonrisa.- Y se lo ganará.
-Solo una cosa. – Agregó Michiru con simpatía y afecto.- Si dentro de  muchos años te has convertido en alguien muy importante y un grupo de mujeres viene a verte  siendo una de ellas artista, otra piloto de carreras y la tercera modista aficionada…
-Las recibiré de inmediato.- Sonrió ahora la chica.-

            Las tres guerreras asintieron y entonces Haruka tuvo una idea.

-Poneos unos abrigos. Dejemos este momento para que perdure en el tiempo.
-¿Qué quieres decir?- Quiso saber su pareja.-

            Urano señaló hacia un lugar en la cueva, había una estantería y en ella una vieja cámara. Enseguida comprendieron. Entre ella y Setsuna hicieron algunos ajustes para poder tomarse una fotografía y salir las cuatro. Conectando el disparador a un cable. Así, las guerreras rodearon a  una ahora sonriente Alexandra.

-¿Preparadas?- Les preguntó Haruka:- ¡Allá vamos!

            Y tras darle al disparador hicieron varias fotos. Al terminar fue Setsuna quien le dijo a la muchacha.

-No olvides revelarlas. En nuestro tiempo hay cámaras que las sacan al instante, pero no se han inventado todavía.
-¿Al instante? Vaya, eso sería muy interesante para aplicarlo a la moda.- Comentó la chica.-
-Lo será.- Convino Setsuna que se dirigió ya más seriamente a sus compañeras para indicarles.- Ahora tenemos que marcharnos.

            Y las tres se abrazaron una tras otra a Alexandra. Tras quitarse los abrigos y alejarse de su amiga concentraron una vez más sus poderes. Entonces la joven recordó. ¡Parecía imposible! pero se les había olvidado a todos y antes de que se fueran les preguntó, sacando de entre sus ropas esa esfera que brillaba ahora de forma tenue.

-¿Y qué hago yo con esto?
-Escóndelo bien. Quizás en esa misma mansión. Ahora ya no podrán usarlo para nada malo.- Le respondió Setsuna.-
- Así es, puede que un día, en el futuro, debamos encontrarlo de nuevo.- Afirmó Michiru.-
 -¿Por qué no os lo lleváis entonces?- Quiso saber la desconcertada chica.-
-Porque así ha de ser.- Declaró la Guardiana del Tiempo.- No podemos arriesgarnos a que la misma piedra se encuentre en dos momentos a la vez o a que sea detectada por las fuerzas del mal. Tiene que seguir escondida. Consulta esa lista tuya. Y guárdala bien.
-Lo haré, os lo juro. Además, llevo un diario en el que escribiré algunas cosas. Nada que pueda exponer quienes sois de verdad. Pero será para mí un recuerdo de lo que tengo que hacer en la vida.- Declaró Alexandra.-
-Adiós. Ha sido un placer conocerte. Señora Deveraux.- Sonrió Michiru inclinando la cabeza con respeto.-
-Lo mismo digo.- Añadió Haruka secundándola.-

            Y entonces fue Setsuna la que remató.

-Algún día tendrás una discípula a la altura de tu talento y tu valor. Una buena muchacha que aprenderá mucho de ti. Cuídala como a una hija.
-¿Y cómo sabré quién es?- Inquirió la muchacha.-
-No te preocupes, lo sabrás.- Le aseguró su interlocutora, añadiendo con afecto.- Tú vela entonces por ella.
-Lo haré.- Sonrió la joven.- Lo prometo.

Y las tres guerreras le devolvieron la sonrisa a esa magnífica muchacha que, asombrada, vio como invocaban sus poderes una vez más. En ese instante una gran luz de colores surgió, alimentando el brillo de la piedra de Cronos y entonces Alexandra se alejó con ella saliendo de la cueva. Al fin, la esfera redujo su iluminación y en ese instante un flash de luz se produjo dentro de la cueva…

-Así retornamos.- Comentó Haruka a una asombrada y emocionada Esmeralda, quien a duras penas pudo decir entre lágrimas.-
-Le hablasteis a Madame Deveraux de mí. Por eso siempre me trató como a una hija.- Afirmó la joven.-
-No le hablamos de ti.- Corrigió Haruka.- Sino de que, algún día, llegaría esa discípula merecedora de tomar su relevo. Y ella no tardó en ver que esa muchacha eras tú.
-Ahora debemos irnos.- Afirmó Michiru tomando la piedra.- Hay que darle esto a Amanda. No te preocupes, en vez de encargarte tú, creo que será mejor si nosotras nos ocupamos de ello. Tú vuelve a casa, con Diamante y Amatista. Y lucha por mantener Modas Deveraux en la forma en la que Alexandra hubiera querido.
-Sí, lo haré.- Aseveró la interpelada.- Se lo prometí a ella y ahora lo juro por su memoria. No permitiré que esa pécora de Monique se interponga.

            Sus amigas sonrieron confiando en que así sería. Después salieron de la mansión, llevaron a Esmeralda hasta la estación del tren y allí la despidieron. La modelo y diseñadora las vio alejarse en aquel deportivo amarillo a toda velocidad.

-Es hora de regresar a casa.- Se dijo suspirando.-

            Al cabo de algunas horas había vuelto. Su marido la aguardaba cuando al fin entró por la puerta agotada.

-¿Qué tal os fue?- Quiso saber el príncipe de Némesis.-
-Fue algo…No sé cómo describirlo.- Musitó la aludida.-

            Diamante se levantó del sofá en el que estaba y abrazó a su esposa. Ella apoyó su cabeza en el pecho de su marido y sin saber por qué rompió a llorar, aunque de un modo suave y silencioso.

-¡Eh, tranquila!- Le susurró él.- Anda, vamos a tomar una copa de vino y me cuentas todo lo que ha pasado.

            La mujer asintió tras enjugarse las lágrimas. Se sentaron y tras descorchar una botella Esmeralda le contó lo ocurrido. Diamante también quedó perplejo.

-Es una especie de causa efecto que se ha retroalimentado.- Comentó el atónito príncipe sopesando.- Quizás tu mentora aprendió cosas de ti que luego te enseñó. Realmente complicado.
-No lo sé. Lo único que sé es que ahora puedo comprenderla muchísimo mejor. Por qué consagró su vida a su sueño. Por qué no se casó nunca y sobre todo, porque era tan difícil ganar su confianza y en cambio a mí, me aceptó de inmediato. Quizás sea eso lo que realmente más le ha molestado siempre a Monique.- Suspiró reflexionando sobre aquello.-
-¿Y en cuanto a su familia? ¿Acaso nadie ha reclamado dirigir la Casa Deveraux aparte de esa tal Monique?- Inquirió su esposo.-
-Nadie. Ella dejó en su testamento algunas cantidades de dinero, e incluso propiedades suyas para sus descendientes. Bueno, para los descendientes de su familia. Pero la mayoría son bastante lejanos ya.
-Pues ahora te toca continuar con su legado. Y sé que lo harás muy bien. Lo mismo que ella lo sabía.- La animó Diamante.-
-Eso espero. Y también tengo muchas preguntas y quizás algún día, algunas personas puedan respondérmelas. En fin.- Suspiró.- Estoy agotada, ha sido un día duro y difícil. Me voy a dar un baño y después me iré a la cama.
-No tardaré.- Le dijo su esposo.-

            Tras darle un beso en los labios Esmeralda se pasó primero por la habitación de su hija. Amatista llevaba ya dormida al menos unas cuantas horas. Con esos ojitos cerrados y su expresión de paz en aquella angelical carita, la cría estaba tumbada  sobre un costado. Su madre se arrodilló junto a su cama y le acarició suavemente el pelo y una mejilla para susurrarle con cariño y ternura.

-Chérie. En mi vida lo más importante eres tú. Quizás no te pueda ver tanto como quisiera, pero algún día sé que lo entenderás. Pero pase lo que pase, tu madre siempre estará a tu lado cuando de verdad lo necesites. Te lo prometo, mi amor.

            Y tras besar suavemente a la cría en esa mejilla redondita y suave se fue a su habitación. Puso un poco de agua en la bañera y se sumergió al menos unos minutos en esa relajante agua caliente con espuma en tanto meditaba.

-La primera persona con la que desearía charlar es con Setsuna. Estoy segura que ella sabe más cosas que Haruka y Michiru. Después, puede que hable con Goldpier. Necesito saber qué sucedió. Y luego, no me vendría mal que Amanda me aclarase algunas cosas…

            Y tras  reflexionar sobre eso al fin salió de la bañera, se puso el albornoz y una toalla y se secó. No tardó en meterse en la cama. Su esposo llegó justo entonces e hizo lo propio, así abrazados, ella le musitó.

-Tengo muchas cosas por hacer todavía, y quiero hacerlas muy bien.
-Las harás. – Le aseguró él.-
-Y la primera es conseguir que tanto Amatista como tú seáis muy felices.
-Eso ya lo logras todos los días.- Repuso él.-

            Aunque la mujer quedó en silencio durante unos instantes y al fin preguntó con voz queda.

-Diamante. ¿Tú crees que el sentimiento de culpa por lo malo que hicimos se nos podrá borrar alguna vez?

            En esta ocasión fue su esposo quién, dejando pasar unos instantes, finalmente replicó del mismo modo, al tiempo que le acariciaba una mejilla.

-No lo sé. Yo lo tengo ahí, quizás encerrado tras unas paredes gruesas, y ese grosor aumenta con cada cosa buena que hago. Con cada minuto que estoy junto a ti y nuestra hija. O cuando me reúno con los amigos. Y tengo la impresión de que a ellos les sucede lo mismo. O por lo menos algo similar. Pero desaparecer. No… lo que una vez fue hecho, no puede deshacerse. Quizás ni viajando atrás en el tiempo.
-El tabú que mencionaba Setsuna.- Afirmó su interlocutora.-
-Sí. Y después de lo que hicimos creo que he llegado a entender el motivo para que ese tabú exista.- Afirmó él, explicando.- Todo lo que ha sucedido ha tenido que suceder. No seríamos quienes somos de no haber vivido todas esas experiencias. Por eso, ir al pasado a tratar de cambiar algo que ya aconteció haría que el futuro fuese algo radicalmente diferente. Y pudiera ser que incluso peor.
-Sí, el caso del hijo de Roy y de Bertie. Aunque, ¿y si era eso lo que estaba destinado a suceder? ¿Cómo podríamos empeorar algo así?
-Quizás puede que eso no fuera lo que tenía que pasar.- Conjeturó Diamante recordándole a la muchacha lo que le habían dicho sus amigas.- Y posiblemente por eso logramos alterarlo.

            Y tras un breve instante de silencio, fue ella quien tomó la palabra confesando con un bostezo.

-Estoy demasiado cansada para pensar en algo tan profundo.
-Hasta mañana entonces. Mi princesa de Némesis.- Susurró su marido.-
-Hasta mañana, mi príncipe.- Correspondió ella tras sonreír.-

            Y al fin los dos guardaron silencio para sumergirse en el mundo de los sueños. No supo a ciencia cierta si fue su propia mente o su mentora quien se le apareció en ellos. Lo cierto es que vio a la señora Deveraux, pero tal y como fue en aquellos días  lejanos de la guerra. Esa muchacha de apenas dieciséis años, tan bregada ya en la lucha. Le sonreía y le dijo.

-Querida niña. Gracias por darme fuerzas y valor. Y gracias por ser lo más cercano a una hija que he tenido. Espero haber sido para ti algo próximo, sino a una madre, a una tía de esas solteronas y malhumoradas pero de buen corazón…
-Madame Deveraux..- Pudo musitar ella, que se veía ahora vestida de justiciera, delante de su interlocutora.-

            En su sueño, pensaba que debía explicar el porqué de ese uniforme. Aunque esa muchacha sonriendo una vez más, le dijo.

-Siempre supe quien eras en realidad. Y no únicamente porque tus amigas fueran las guerreras de Urano, Neptuno y Plutón. Hay otras personas que trabajan para proteger el mundo de terribles amenazas, tal y como tu esposo y tú, y vuestros amigos, hacéis. Pero su trabajo debe quedar en las sombras. Sería peligroso que se relevasen. Y tienes una amiga que pertenece a ese mismo grupo.
-¿Los guardianes?- Inquirió Esmeralda.- He oído hablar de ellos, pero no sé exactamente quienes son y lo que hacen.
-Tu amiga te lo dirá.- Le aseguró la joven.- Confía en ella.
-¿Se refiere a Amanda, señora Deveraux?- Inquirió su contertulia.-

            Esa chica no respondió a eso, sencillamente volvió a sonreír y la corrigió.

-Llámame Alex, ahora soy únicamente esa muchachita que soñaba con llegar a ser una gran modista antes de la guerra.
-Y lo logró, vaya si lo hizo.- Fue capaz de musitar la emocionada Esmeralda.- Muchas gracias por todo lo que hizo por mí.
-Ahora serás tú quien dirija Modas Deveraux y sé que lo harás muy bien.- Afirmó esa mujer que a los ojos de su interlocutora había vuelto a ser esa anciana que ella había conocido y apreciado tanto y que sentenció.- Pero recuerda siempre que nada hay más importante que tu familia, tu esposo y tu hija. Esa pequeña tendrá un papel muy importante en el futuro.

            Y pese a que hubiera querido preguntar muchas más cosas a su mentora, ésta se desvaneció con un último deseo.

-Sé muy feliz, chérie…y mantén siempre tu cabeza alta y la postura erguida.
           
            Esmeralda abrió entonces los ojos, estaba a punto de amanecer y su esposo dormía plácidamente a su lado. Todavía era capaz de recordar algo de su sueño y suspiró.

-¡Ojalá haya sido usted la que me haya dicho todas esas cosas!

            Se levantó y se dio una ducha. Con eso se quitó el aturdimiento. Luego se preparó un café. No tardó en hacerse con su teléfono móvil y teclear un mensaje para Amanda.

-Me da igual lo ocupada que estés, quiero verte esta mañana. A las siete en punto. Sé que estarás despierta. Tenemos algunas cosas de qué hablar. Quedamos donde el otro día.

            Y hecho esto, desayunó un poco de ese café con algo de jamón de york, fruta y una tostada y se preparó para salir. Tras dar sendos besos a su esposo e hija que aun dormían llamó un taxi. Este no tardó en llegar. Aquel taxista, un tipo de cabellos canos y bigote, le preguntó.

-¿A dónde, madame?...
-Ya sabe usted a donde.- Respondió ella, esbozando una leve sonrisa.-

            Y por sorprendente que pudiera parecer, ese hombre se limitó a abrirle la puerta. Ella entró y aquel tipo cerró, luego subió a su lugar y arrancó. El trayecto se desarrolló en silencio. Cuando llegaron ella descendió del vehículo que permaneció allí con el motor en marcha y a la espera. En esta ocasión Esmeralda no quiso que aquel taxi se marchase.

-Que lo paguen ellos.- Pensó divertida.-

            Anduvo unos metros a la luz del saliente sol y vio una figura femenina que la aguardaba. Lucía un vestido rojo con una pamela blanca y zapatos a juego.

-Buenos días, Amanda. Llevas un buen conjunto. Desde luego, si no estuvieses tan ocupada te contrataría.- Saludó la diseñadora.-
-Dime, Esmeralda.- Replicó su contertulia, pasando por alto ese comentario.- ¿A qué se debe tanta urgencia?
-¿Ya tienes lo que buscabas?- Quiso saber la interpelada.-

            Amanda se limitó a asentir, entonces fue la diseñadora quien tomó la palabra.

-Estupendo. Así podrás responder a algunas preguntas.
-¿Qué clase de preguntas? Y por cierto. ¿Cómo sabías que iba a estar aquí?- Inquirió la británica a su vez.-
-Ahora soy yo quien se va a hacer la misteriosa.- Sonrió Esmeralda, añadiendo con más seriedad.- Y ya va siendo hora de que me cuentes algunas cosas.
-¿Cómo por ejemplo?...
-¿Qué pasó con Madame Deveraux? ¿Acaso ella sabía quién era yo en realidad? ¿Formaba parte de tu grupo?- La ametralló la diseñadora.-
-Espera un momento. Eso es materia clasificada.- Objetó la británica.-

            Esmeralda había caminado hasta ponerse apenas a un metro de ella, y la fulminó con la mirada, Amanda se la sostuvo aunque eso no impresionó a su interlocutora quien exclamó.

-¡Al cuerno lo clasificado! Me lo debes, Amanda.
-No es tan sencillo. Y quizás no sea seguro para ti saberlo, ni para nosotros que lo sepas. - Repitió esta, con tono y gesto imperturbables.-
-Ya veo.- Replicó Esmeralda que endureció su tono para sentenciar.- Si a estas alturas no confiáis ya ni en Diamante, ni en mí, no os molestéis en volver a pedirnos nada.

            Y se giró indignada, dispuesta a irse y olvidarse para siempre de esos individuos. Aunque tras haber dado un par de pasos, para su satisfacción, escuchó la voz de su contertulia, pedirle con tinte conciliador.

-Espera. Está bien.

            Esmeralda se detuvo esperando unos instantes. Al fin se giró para enfrentar su mirada nuevamente con la de su interlocutora. Ésta, suspirando resignada asintió para declarar.

-Te diré lo que deseas saber, pero puede que no te guste oír algunas cosas.
-Lo supongo, pero tendré que arriesgarme.- Admitió Esmeralda.-

            Amanda se aproximó a ella, y esbozando una conciliadora sonrisa le indicó.

-Demos un paseo.

            Las dos mujeres comenzaron a caminar. Según paseaban hacia un parquecito próximo la británica relató.

-Madame Deveraux fue una de los nuestros. Una guardiana. Sé que las sailors del sistema solar exterior te han contado algo de eso.
-Así es.- Corroboró su interlocutora.-
-Pues tu Jefa fue siempre una mujer muy notable, no solamente por lo que tú misma has podido ver, cuando leíste su diario y la viste en el pasado. Tras la guerra y en tanto levantaba Modas Deveraux, ella fue contactada por algunos de mis antecesores. Sin ir más lejos, mi jefe, Sir Charles. Él era entonces un joven oficial del servicio de inteligencia británico, que fue a su vez reclutado.
-¿Por quién?- Quiso saber Esmeralda.-
-Eso no viene al caso. Digamos que he aceptado hablarte únicamente de Madame Deveraux.- Replicó contundentemente Amanda.-
-Está bien.- Convino su contertulia, pidiendo a su vez.- Háblame de ella pues.

            Amanda asintió para proseguir.

-Durante unos años Alexandra Deveraux vivió dedicada a su negocio. Fue posteriormente, cuando conoció a Drew Masters, cuando nuestra organización contactó a ambos.
-¿Drew Masters, el padre de Ian?- Se sorprendió Esmeralda.-
-Así es.- Contestó Amanda que siguió el relato.- La Masters Corporation es una empresa dedicada a muchas cosas, pero que curiosamente también comenzó como una tienda dedicada a ropa y otros complementos. Pero su fundador, Drew, tenía como Alexandra, mucha visión de futuro. Y aunque no era un santo, tampoco era un mal tipo. Tuvo problemas con la mafia y otras organizaciones.
-Algo sé por Ian de eso.- Admitió Esmeralda.-
-Pero Drew también estaba en contacto con un grupo anterior al nuestro. Siendo de origen escocés le habían contactado ya en Gran Bretaña. Cuando emigró a los Estados Unidos y empezó a expandir su negocio se convirtió también en un guardián. Y lo hizo porque se le mostraron evidencias de visitas de razas alienígenas a este mundo.- Remachó Amanda.-
-¿Ya entonces?- Se sorprendió su interlocutora.-
-Desde el incidente de Roswell  los contactos se multiplicaron. En los años sesenta y principios de los setenta hubo muchos avistamientos. Entre ellos, se detectó la llegada de Roy a la Tierra. Por eso, y dándose cuenta de lo importante de esto, Drew aceptó ayudarnos. A cambio obtuvo bastantes apoyos para expandir sus negocios. Luego fue asesinado. Unos dicen que por la mafia, otros que por agentes de la oscuridad. La verdad, no hemos logrado saberlo. -Comentó Amanda que enseguida quiso cambiar de tema.- Pero volvamos a Alexandra Deveraux. Ella conoció a Drew y se hicieron amigos. Al poco él comenzó a revelarle cosas. Para asombro del padre de Ian, esa mujer no se sorprendió, y le confesó a su vez que había tenido contactos con visitantes extraterrestres, que tenía forma humana y que la ayudaron durante la guerra.
-Claro, Haruka, Michiru y Setsuna.- Musitó la atónita Esmeralda.-
-Después, como ya has podido constatar tú misma, Madame Deveraux te estuvo esperando. Sabiendo quién eras.- Le contó a su perpleja oyente, aunque enseguida matizó.- No me refiero a tu verdadera procedencia, ni a que vinieses del futuro. Ella solamente sabía que eras especial, una luchadora por el bien, y que debía ayudarte. También recordaba haber visto tu rostro y el ánimo que le brindaste en un momento muy difícil para ella.
-Sí.- Suspiró la emocionada Esmeralda.-

            Ahora Amanda se detuvo y la tomó de una mano, tras sonreír afablemente le confesó.

-Cuando me sorprendiste aquella vez tratando de robarte los diseños, todo formaba parte de un plan. Ya te comenté entonces que yo buscaba otras cosas. Incluido ese diario que tu Jefa guardaba en su caja fuerte. Aunque eso no era todo. La misma Madame Deveraux me interceptó antes de que pudiera hacerme con él…

            Amanda recordó cómo un hora antes de su enfrentamiento con Esmeralda había entrado en el despacho de esa Madame Deveraux por una ventana, tras descolgarse de un fino cable de acero y anular previamente las alarmas. Un juego de niños creyó. Aunque nada más entrar y encender la luz casi dio un respingo bajo su pasamontañas. Sentada en un cómodo butacón y apuntándola con una pistola estaba esa anciana quien tras sonreír levemente, le dijo.

-Buenos días, te aguardaba.

            La intrusa levantó las manos aunque Madame Deveraux enseguida la excusó de hacerlo.

-No te preocupes, hijita, puedes bajar los brazos. Vamos a tener una conversación entre dos damas. Eso, si lo deseas, dado que tienes otra opción. Puedes sentarte y oír lo que tengo que decirte o probar a ver si eres más rápida que mis balas.

            Por supuesto Amanda se sentó frente a esa individua. Sopesó las posibilidades que tenía de desarmarla aunque para su sorpresa, ésta se rio declarando.

-Yo de ti ni lo pensaría siquiera. Luché en la Resistencia y aunque ya no soy tan joven, experiencia en apuntar a alguien no me falta. Tengo un dedo en el gatillo y lo apretaría más rápido de lo que tardaras tú en moverte del sillón. Anda, quítate esa capucha, quiero ver tu linda cara.

            Perpleja y sin saber qué oponer a eso, Amanda obedeció. Su interlocutora asintió con satisfacción. Y no dudó en afirmar.

-En efecto, tienes una cara muy bonita. Eres una de las agentes de sir Charles. ¿Me equivoco?
-No señora, no se equivoca.- Admitió ella al fin.-
-Supongo que has venido a llevarte algo. Puedes decirle a ese viejo truhan que lo tengo a buen recaudo, pero no aquí. Y que ahora no es el momento. Si tiene alguna duda que me llame y lo discutiremos.
-¿Es todo?- Quiso saber la espía haciendo ademán de levantarse.-
-No, no es todo. No seas tan impaciente, niña.- Le respondió aquella anciana, para agregar con tintes misteriosos.- Quiero que hagas algo por mí.

            Esmeralda había escuchado estupefacta, y terció entonces…

-¿Te pidió que robaras mis bocetos?
-Así es.- Admitió Amanda.- Y no solamente eso, sino que me dejara ver por ti. Ella deseaba comprobar hasta que punto eras de fiar y lo preparada que estabas para enfrentar cualquier tipo de amenaza. Reconozco que al principio me dejó desconcertada. Aunque luego lo entendí. Era su manera de entrenarte, por así decirlo. Cuando le informé de lo sucedido en esa azotea, y de cómo peleamos, sonrió y dio su aprobación.
-Entonces no fue Monique, yo llegué a sospechar de ella. Pero hay algo que no entiendo. ¿Por qué le dio mis diseños a su mayor rival?- Preguntó Esmeralda en voz alta.-
-Eso no lo sé. Tendría sus razones, supongo que para provocarte de algún modo. Para que dieras lo mejor de ti. – Conjeturó Amanda.-

            Hubo unos instantes de silencio y Esmeralda tuvo que enjugarse alguna lágrima. Desde luego, eso tenía todo el sentido tratándose de su mentora. Su contertulia la observó comprensiva, dándole unos momentos para encajar aquello. Al fin, la diseñadora suspiró y tomando la palabra dijo.

-Gracias Amanda. Ahora todo tiene sentido para mí.
-Si te sirve de algo, no creas que te otorgó su favoritismo únicamente por esta razón. Llegó a decirme que tu trabajo era excelente y que tenías mucho talento. Es más, deseaba apartarte en lo posible de esas actividades tan arriesgadas.- Le desveló la británica.- Te quiso como a la hija que nunca tuvo. Y buscó protegerte a ti y a tu familia.

            La llorosa Esmeralda se abrazó a su amiga y tras un rato fue Amanda quien dijo.

-Ahora tengo que irme de vuelta a casa. Hace días que no veo a Nephrite y a los niños.
-Bueno, cuando tengáis algunos días libres podríais venir a vernos.- Le ofreció la diseñadora.- A Diamante le encantará ver a tu esposo.
-Por supuesto. Y lo mismo os digo. Venid a visitarnos cuando tengáis un hueco en vuestras apretadas agendas. Como aquella vez cuando fuimos a recorrer Londres. – Sonrió Amanda.-

            Las dos volvieron por el mismo recorrido, Esmeralda se dirigió hacia ese taxi que todavía al aguardaba, aunque su amiga se apartó un poco antes de llegar para despedirse.

-Nuestros caminos se separan aquí.- Le dijo Amanda.-
-Hasta la vista y gracias.- Se despidió Esmeralda.-

            Su amiga asintió, y la diseñadora se giró para proseguir su marcha. A los pocos metros miró atrás y la británica ya no estaba allí. Sonrió.

-Esta chica nunca cambiará. Todavía le quedan bastantes cosas que contarme. Pero quizás, tiene razón. Puede que no me interese saberlas todas. Bastantes asuntos de los que ocuparme tengo ya…y Madame Deveraux como siempre, tenía razón. Cuanto más me aparte de este tipo de vida, mucho mejor.

Y así abordó el taxi, indicándole al conductor.

-A modas Deveraux, por favor.

El vehículo arrancó dirigiéndose hacia ese destino. Esmeralda se dispuso ya a centrarse en su trabajo. Desde luego tuvo que hacer frente a muchos retos y dificultades pero salió adelante y supo dirigir muy bien los destinos de la casa de Modas Deveraux, tal y como prometió. Aunque aquellas otras preguntas que aún se hacía siguieron en su mente y con el paso de los años fue poco a poco desvelando sus respuestas. No obstante, eso forma parte de otras historias y otros instantes en el tiempo. Que, como la Guerrera Plutón solía decir, sería tabú desvelar en estos momentos.



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