Keiko
y Penélope terminaron su jornada. Las primeras pruebas y experimentos se habían
revelado muy interesantes. Habían
avanzado más de lo que podían haber previsto en un principio. Animadas por
aquello las dos se marcharon del laboratorio, una vez concluida su jornada
laboral, en dirección a las taquillas.
-Ese
compuesto bacteriano que habéis desarrollado parece muy prometedor.- Comentó
Keiko.-
-Sí.
Tus padres y yo estuvimos perfilándolo en estos últimos meses.- Replicó
Penélope en tanto se quitaba la bata y se ponía su chaqueta.- Y hasta Mimí y su
novio nos ayudaron para diseñar un contenedor que lo aísle de un modo más
eficaz. Ahora su vida media se ha doblado gracias a ello.
Una oleada de tristeza invadió a
Keiko al escuchar aquellos nombres, sonrió pese a todo y le ofreció a su colega
con tono informal.
-¿Te
vienes a la cafetería?...
-Estoy
algo cansada.- Suspiró la doctora Winters.-
-Te
comprendo, ha sido un día muy largo.- Asintió su interlocutora.- Según has
llegado te has puesto a trabajar.
-Es
mi obligación, como directora, debo dar ejemplo.- Contestó la doctora Winters.-
-Sí,
es verdad. Pero no creo que haga falta llegar a tanto.- Dijo Keiko entre
sorprendida y divertida, agregando.- No sé si te habrás parado a comer.
-Bueno,
eso es verdad.- Repuso Penélope reconsiderando aquello.- Apenas tomé nada y ya
tengo hambre. Un café no me vendría mal. Y echo de menos las tartas de Ginger.
Creo que ha puesto un negocio aquí. ¿No es así?
-¿Ginger?,
sí, es una chica muy simpática. Tiene la única cafetería repostería de la
nave.- Sonrió Keiko de mejor talante ahora para añadir.- Solemos ir al acabar
la jornada. Allí precisamente te estaba proponiendo que fuéramos. La verdad, es
como nuestro segundo laboratorio. Creo que casi pasamos más tiempo allí que
aquí.
Las dos se rieron de eso. Lo cierto
es que el hecho de poder reunirse de un modo más distendido les vendría muy
bien. Al principio, la doctora Winters no había sido muy partidaria de esas
prácticas. De siempre fue una estudiante modélica y muy centrada en su objetivo
de hacer carrera en el mundo de la ciencia. Tanto que llegó a dejar de lado
casi todo lo demás. Después, cuando la enviaron como directora del grupo de las
“Fairy Five” del SSP-1 su modo de ser se hizo todavía más estricto. La
responsabilidad que tenía por alcanzar el éxito en esa misión era tan grande
que llegó a abrumarla. Sin embargo, tras su primer viaje, se dio cuenta que el
grupo se había fortalecido y llegado a ser una piña gracias muchas veces a ese
tipo de quedadas informales y de ir poco a poco consiguiendo un ambiente más
distendido, propiciado por la amistad surgida, sobre todo, en eventos tan
cordiales y mundanos como esos.
-Sí.-
Convino ahora Penélope.- Iba por su cafetería en la SSP-1, con Amatista, Sandy
y Satory. Y con los chicos también. Eran muy buenos ratos los que pasábamos
allí.
-¡Satory!
- Repitió Keiko con una sonrisa plena de afecto y nostalgia.- ¿Qué tal le va?
-La
última vez que la vi estaba muy feliz, con su novio y haciendo planes.- Le
contó su contertulia.- Por ahora seguían en la SSP-1 pero ya estaban
planteándose ir a la Tierra.
Keiko recordaba a esa joven, unos pocos años
mayor que ella. De siempre fue una chica tímida y apocada. Aunque según le
contaba Penélope había cambiado mucho para mejor en ese aspecto. Por lo que
parecía ahora era muy feliz y se alegraba mucho de eso.
-Me
hubiera gustado mucho tenerla aquí. Además de una magnífica amiga es una
científica muy brillante y muy inteligente.- Alabó la joven pelirroja.-
-Desde
luego que sí.- Convino la mujer del cabello castaño, evocando con algo de
nostalgia.- Éramos un gran equipo. – Aunque enseguida añadió de un modo más
animado.- Pero estoy segura que aquí formaremos otro al menos igual de bueno.
Mira, creo que tienes razón. ¿Por qué no vamos a tomar un café y me hablas de
esa doctora Chang y de esa tal Drummont?
Su interlocutora asintió y ambas
mujeres se pusieron en camino hacia la cafetería de Ginger en tanto seguían con
la conversación. No tardaron en llegar. Por suerte ya había sitio. A esa hora
la gente comenzaba a irse.
-Vamos
a sentarnos aquí.- Indicó Penélope.-
Las dos lo hicieron, en una de las
mesas del lateral de aquel local. Era un sitio con una bonita decoración, Holo
fotos y algunas pinturas de paisajes terrestres adornaban las paredes. Keiko las
recorrió un rato con la mirada. Por su parte, Penélope suspiró recordando
algunos momentos pasados con sus antiguas compañeras aunque no le dio tiempo a
hacerlo por más que unos segundos. Enseguida se aproximó una chica rubia de
unos veinticinco años.
-Hola.
¿Qué desean tomar?
-Hola,
¿no está Gin?- Quiso saber Keiko.-
-¡Oh!,
está en la trastienda con su hijo, dándole de merendar. El niño acaba de volver de la guardería.-
Sonrió la muchacha.- Yo soy Clarisa, estaré encantada de atenderlas.
La doctora Winters creyó
reconocerla. Había viajado también en la SSP-1. Y así se lo comentó.
-Es
cierto.- Admitió esa chica.- Es verdad. Usted venía por la cafetería de esa
nave. Junto con sus compañeras.
-Me
alegra ver que tenéis otra aquí.- Sonrió Penélope.-
-Pues
si quiere, aviso a Ginger para que la salude.- Le ofreció Clarisa.-
-Si
está con su hijo, mejor que no la molestemos.- Replicó su interlocutora que
enseguida le encargó a la joven camarera.- Un té verde y una porción de tarta
Sandy, por favor.
-Para
mí lo mismo.- Añadió Keiko.-
Clarisa asintió, sonrió ligeramente
y fue en busca del pedido. En la trastienda Ginger trataba en efecto de darle
la merienda a su hijo. Le tenía sentadito en una pequeña silla, con un babero
cuidadosamente anudado al cuello. El crío jugaba con un muñequito en tanto su
paciente mamá tomaba una cuchara y le decía con dulzura.
-Venga
tesoro. Tienes que tomarte la papilla de galletas y luego la fruta. Después te
daré un poco de pastel.
El niño no le hacía demasiado caso y
Gin tuvo que armarse de paciencia… Lo cierto es que le mimaba demasiado. Ella
lo sabía pero no podía evitarlo. Desde que lo adoptó tras ese terrible ataque.
-Cariño,
te quiero mucho, cielo.- Suspiró cuando al fin el pequeño empezó a comer con
apetito esa papilla.-
Y es que Dean quedó huérfano con
apenas dos años y medio. Perdió a sus padres y tampoco tenía más familia que le
reclamase. Cuando le vio en el hospital mientras ella misma se rehabilitaba
Ginger quiso a toda costa llegar a ser su madre.
-Todos
te abandonaron, hijo. Pero yo jamás lo haré.- Le prometió en silencio en tanto
se deleitaba viéndole comer a dos carrillos.- Muy bien, cariño. - Le sonrió
ahora cuando el crío terminó su plato.- Ahora la fruta…
En
otra parte las que estaban disfrutando a su vez de una cena temprana eran
Maggie y Mei Ling. Tras ir a un restaurante japonés estaban esperando pedir,
aprovecharon para charlar un poco. Aunque la científica parecía algo molesta
pese a todo.
-Vamos,
cariño. Te dije que me retrasé por culpa del nuevo doctor. Bueno, no fue
realmente culpa suya…
-Sí,
fue culpa del idiota de tu compañero.- Repitió su interlocutora con tono algo
cansado.- Ya me lo dijiste. Pero es que siempre te hace lo mismo. El otro día
te esperé durante media hora. Hoy han sido veinte minutos.
-Te
lo compensaré.- Le prometió Maggie guiñándole un ojo de modo cómplice.- Ya lo
verás…
La otra joven al fin se permitió el
lujo de sonreír un poco. Eso le sonaba muy bien. Y sabía que su pareja no
hablaba en vano. Al menos en lo tocante a esos temas.
-¿Y
es guapo?- Se interesó Mei Ling.-
-¿Quién?
¿El idiota de Jim?- Contestó Maggie con una mezcla de hastío e incredulidad.-
-No,
¡tonta!- Se rio su pareja.- El nuevo médico.
-Bueno
pues, no está mal.- Tuvo que admitir, añadiendo de inmediato.- Si me gustasen
los hombres, claro.
-Bromas
aparte. Espero que no tenga intención de ligar contigo.- Comentó Mei Ling,
imprimiendo un leve toque de prevención en su voz. --Algunos de esos médicos se
creen con derecho a más cosas que una relación profesional.
-No
me parece el caso con el doctor Ginga.- Desestimó Maggie.- Y tranquila. Me sé
de una que a buen seguro me tomará la delantera y con la que no pienso
competir. Al menos en eso. -Remachó con una sonrisa de sarcástico desprecio.-
Mei Ling asintió, incluso sonriendo
levemente. Aunque su rostro se demudó al instante siguiente y esa sonrisa se le
quedó congelada en los labios. De pronto miró hacia la entrada del restaurante
con expresión asustada.
-¿Qué
te pasa? - Quiso saber Maggie al observarla en aquel estado.-
-¡Oh,
no!- Exclamó tratando de bajar la voz al momento.- ¡No puede ser él!…
-¿Él?
¿A quién te refieres, Mei?- Inquirió su pareja.-
La joven oriental agachaba la cabeza
como si deseara con todas sus fuerzas pasar inadvertida. Sin embargo, el objeto
de sus temores pareció haberlas visto a ambas puesto que se acercó directamente
hacia ellas.
-Buenas
noches, señorita.- Saludó aquel tipo, de rasgos asiáticos, estatura media y con
uniforme militar.- Me presentaré, soy el teniente Tang Zhao.
-Pues
encantada… señor Zhao.- Pudo decir la atónita Maggie con expresión apurada.-
El interpelado sonrió como si
aquello le divirtiera y corrigió a su interlocutora.
-Solemos
decir nuestro apellido al principio. Sería señor Tang. Por cierto, veo que
usted conoce a mi prima, Chang Mei Ling.
-¿Su
prima?- Repitió la enfermera mirando a la aludida que estaba lívida.-
-Sí,
así es. Mi prima pequeña. Es la hija de la hermana menor de mi padre. – Reveló
el oficial dirigiéndose ahora a la envarada aludida.- Debo decir que es un
placer volverte a encontrar aquí. Y cenando en tan grata compañía. ¿Es esta
señorita una compañera de trabajo, quizás?
-No.
Bueno, es una amiga.- Musitó ella añadiendo no sin envaramiento en la voz.-
Margaret Kendall, Maggie, te presento a mi primo.
-Bueno,
sí, ya lo hizo él por ti.- Sonrió su “amiga” con expresión de circunstancias
para preguntar a ese recién llegado.- ¿Es usted piloto quizás?
-No,
pertenezco a la división de operaciones y navegación.- Respondió él.- Me
embarqué en esta nave hace unos días pero no sabía que mi prima hubiese venido
también. – Añadió dirigiéndose a la envarada Mei Ling.- Creía que trabajabas en
los Estados Unidos. Eso fue lo que dijiste en tu último mensaje a casa.-
Apostilló con un tono condescendiente que, sin embargo, no enmascaraba una
evidente sensación de reproche.-
-Sí,
estaba allí, pero me hicieron esta oferta y me fue imposible rechazarla.- Pudo
replicar la aludida que parecía ponerse nerviosa por momentos.- Era una gran
oportunidad.
-Comprendo.-
Replicó el joven sin alterar su expresión seria pero educada.-
Mei Ling parecía realmente inquieta
y apurada. Así lo vieron sus interlocutores. El teniente Tang entonces sonrió
de modo sardónico y tras tomar una mano de su intimidada pariente se la besó
con suavidad. Después hizo lo propio con la anonadada Maggie.
-Ya
he importunado bastante. Que disfruten de la cena. Un placer, señorita. Espero
volver a verla pronto. Y a ti, querida prima… también tengo muchas ganas de
verte para que charlemos de la familia…
Mei Ling no replicó, parecía haber
perdido el habla. Su primo se alejó de ellas y salió del restaurante. Margaret
miró a su pareja con expresión inquisitiva, aguardando una explicación de
aquello.
-Mejor
cenemos…- Pudo a duras penas sonreír la muchacha oriental.-
-No
parece que te hayas alegrado mucho de ver a tu primo.- Comentó Maggie quien
algo suspicazmente remachó.- Porque será eso, ¿verdad? un primo tuyo y nada
más.
-Sí,
sí, te aseguro que es mi primo.- Afirmó de inmediato la otra joven.- Y no tenía
ni idea de que estuviera aquí, por eso me ha sorprendido.
Maggie la observó con incredulidad.
¿Qué le había sorprendido? ¡Asustado diría ella! No obstante, no quiso seguir
por ahí, estaban juntas a punto de cenar y luego deseaba pasar la noche con su
pareja. Mejor no sacar un tema que pudiera arruinar la velada. Por fortuna las
cosas parecieron distenderse y tras el primer plato prosiguieron sin mayor novedad
aunque el ambiente se había enfriado bastante…Entre tanto Melissa, el profesor
Adams y Caroline, se encaminaban hacia
la cafetería de Ginger.
-Llegamos
en buena hora, el sitio está más despejado.- Comentó Caroline.-
-La
verdad, este local tiene mucho éxito.- Convino el profesor.-
-Y
por lo que sé bien merecido.- Afirmó la doctora Prentis.-
Entraron ocupando una mesa. No
tardaron mucho en descubrir allí a Penélope y a Keiko. Enseguida se saludaron.
-Vamos
a juntar las mesas.- Propuso Melissa.-
De modo rápido y coordinado, entre
Adams y Caroline, se ocuparon de aproximar un par de mesitas cuadradas para
formar una mayor. Así los cinco pudieron acomodarse.
-Éste
es el local de moda.- Sonrió Penélope afirmando con jovialidad.- Y parece que
oficialmente, el nuevo cuartel general del Fairy Five.
La verdad, el sitio era bastante
grande, al menos una veintena de mesas aparte de la zona de mostrador con las
cámaras refrigeradas que exhibían los dulces más solicitados del
establecimiento. Además de una parte hacia el fondo del local donde se
instalaba una especie de tarima con un karaoke y unos micrófonos.
-Me
recuerda mucho al local en el que trabajaba Ginger en la SSP-1, pero éste es
bastante más grande.- Observó Penélope.-
-Y
ya estamos las Fairy- Five aquí.- Afirmó Keiko.-
-Nos
falta Mei Ling.- Observó Melissa.-
-Ya
sabes cómo es, irá a lo suyo, como de costumbre.- Repuso Drummont con tono
desaprobatorio.-
-Mujer,
no seas así, tiene otras amistades.- La defendió Keiko.-
-Sí,
¡menudas amistades tiene!- Resopló la informática con una pícara sonrisa.-
Desde luego no sé si nos cuenta entre ellas. Aunque claro está que, con ese
tipo de amigas suyas, no me identifico.
Sus contertulios la observaron con
gestos de extrañeza. Sin embargo, al estar el doctor Adams presente, Caroline
optó por no añadir nada más a ese comentario. Sus compañeras corrieron a su vez
un tupido velo. Al menos Melissa. Lo cierto es que Keiko no comprendió esa
observación, menos aún lo hizo Penélope que acababa de llegar. Desde luego,
aquella mujer le recordaba a veces a Tracer. Pensó entonces en él y sus
chanzas. Debería de estar en su base.
¡A
ver cuándo podría tener permiso para quedar con ella!
-Bueno.-
Se oyó la voz de Clarisa sacando a Penélope de esos pensamientos.- Aquí está lo
que habéis pedido.-
-Muchas
gracias.- Sonrió Keiko alabando aquellos dulces.- ¡Qué buena pinta tiene todo!
-Nos
tocará quemarlo luego. A base de ejercicio.- Suspiró Penélope.-
-¡Bah!-
Se rio Caroline que estaba algo entrada en kilos.- No seáis bobas y disfrutad
de la vida. Además, esto es glucosa, para nuestros privilegiados cerebros es
energía pura.
Se rieron todas, no en vano sus
cocientes intelectuales pasaban en algunos casos de ciento setenta. No eran lo
que en términos coloquiales podría describirse como tontas. Comentaron algo
sobre aquello en tono de humor, con el mismísimo profesor Adams entrando
divertido en esas bromas. Al poco Ginger también llegó, llevando en una mano un
plato con más porciones de tarta y de la otra a su hijo.
-Di
hola, Dean.- Le pidió cariñosamente al crío.-
-Hola.-
Saludó el niño moviendo una manita.-
Todos le devolvieron el saludo con
una sonrisa. El niño se escondió tímido tras las rodillas de su madre.
-¡Mira
que chico tan guapo! - Le alabó Melissa sonriendo con amplitud.-
Y al parecer la doctora Prentis
sabía cómo ganárselo, el crío se rio mirándola con interés. Melissa le guiñó un
ojo y le acarició la mejilla. No tardó en tenerle sentado en sus rodillas.
-¡Tienes
el pelo rojo! - Se reía el niño tomando sin reparos algo de la cabellera de la
ingeniera que le sonreía.-
-Dean,
no hagas eso.- Le pidió su azorada madre.- Vas a hacer daño a Melissa.
-No
pasa nada, ¿verdad que no me vas a hacer pupa, tesoro?- Le susurró dulcemente
la doctora Prentis al crío.-
Éste negó con la cabeza y soltó
enseguida esos cabellos. Aquello dejó atónitos al resto. Ese niño tan revoltoso
estaba manso como una ovejita junto a Melissa.
-Se
te dan muy bien los niños.- Se admiró Penélope.-
-Antes
de trabajar para la Masters fui maestra de infantil.- Les desveló la aludida a
los presentes que no lo sabían.-
Keiko sonrió. Recordaba bien la llegada de
aquella mujer al laboratorio y el cariño que Mimí le tenía. La doctora Prentis
cuidó a la hija de Mimette y Daniel cuando ésta era pequeña. Y le contaron que,
además, ayudó a salvarla de un secuestro. Miraba a esa mujer y veía que
realmente le gustaban los críos. Aunque, que la hija de Tomoe supiera, nunca se
había casado ni tenía hijos. Pensaba en eso y el resto estaba celebrando las
monerías del pequeño cuando fue Caroline quién vio venir a otra conocida.
-Es
Mei Ling.-Le anunció al grupo.- Y parece que viene acompañada…
Así era. Y es que, nada más salir
del restaurante, Maggie le había dado un cálido beso en los labios a su pareja
habiéndola invitado con tono meloso.
-¿Vamos
a mi apartamento?.. Allí te daré un buen postre…
Pero para sorpresa y desconcierto de
la joven, su novia movió la cabeza y apenas si musitó.
-No
tengo muchas ganas de eso…quisiera descansar…
-La
noche es joven.- Opuso Margaret.- Aun tenemos un rato para pasarlo bien…
Sin embargo, viendo la cara de su
pareja decidió cambiar de táctica. Más comprensivamente le sugirió.
-¿Tomamos
un café y hablamos?
-No
tengo ganas de hablar.- Repuso secamente ésta.-
Eso molestó a Maggie, ahora su tono
jovial se trastocó por otro de evidente enfado.
-No
sé qué te pasa. Estoy segura de que es culpa de ese primo tuyo. Pero ahora no
está aquí… ¿De qué tienes miedo?
-No
es eso. No tiene que ver con él.- Se defendió su interlocutora.-
-Mira,
¡no me mientas, Mei Ling! - Se exasperó su pareja.- Pude verte la cara cuando
se acercó a saludarnos. ¡Estabas asustada!
-¡Déjame
en paz!- Sollozó la joven que, sin dar tiempo a Maggie ni para exclamar, salió
corriendo en tanto remachaba.- Tú no lo entiendes…
-¡Espera!...-
Le pidió ésta cuando pudo recobrarse al fin.-
Corrió tras ella y la dio alcance a
unos pocos metros, la muchacha estaba enjugándose algunas lágrimas. Maggie posó
ambas manos sobre los hombros de su novia y le pidió con tono más inquieto e
incluso arrepentido.
-Perdóname,
me he pasado. ¿Vamos a olvidarlo, vale? Si no quieres hablar está bien, lo
respeto. Pero me tienes preocupada.
-Lo
lamento, ha sido culpa mía.- Pudo responder esa chica sobreponiéndose un poco
para conceder.- Quizás sea buena idea que tomemos un café y te lo cuente.
Maggie se alegró por ello. Además, a
poca distancia estaba esa cafetería en la que había estado antes con el doctor
Ginga y así se lo hizo ver a su contertulia.
-¿Te
parece si entramos?... Ahora hay más sitio que hace un par de horas.
-Sí.
Es un buen lugar. Las chicas del laboratorio venimos a veces.- Le contó su
pareja.-
-Vaya.
¿No me estarás engañando con ninguna, eh?- Se rio Maggie tratando de rebajar
aquel tenso ambiente.-
Y según parecía lo logró. Su
compañera esbozó una tenue sonrisa, negó con la cabeza y de la mano se fueron
para allá. Aunque antes de entrar Mei Ling se soltó de una forma algo brusca.
Maggie se extrañó aunque no quiso darle importancia. De hecho, esa chica era un
poco peculiar. Estaba claro que le gustaban las mujeres pero de cara al resto
del mundo parecía querer actuar como si eso no fuera así. Quizás oficialmente
no hubiese salido del armario todavía. En fin, eso era un tema de cada cual y
no sería ella quien la obligara. Tuvo malas experiencias en el pasado con casos
similares y eso al final no solía acabar bien. Cuando su novia estuviera lista
ya daría ese paso por sí misma. Ahora estaba más interesada en que le contara
qué le estaba sucediendo con ese tipo. No obstante, al acceder al interior del
local vio como Mei Ling era saludada por un grupo de personas. La oriental se
giró hacia ella con cara de circunstancias y le musitó apurada.
-Son
mis compañeras. No pensé que a estas horas iban a estar aquí.
-Bueno,
así al menos me las presentarás.- Suspiró Maggie temiéndose que aquella
interesante conversación que iban a haber tenido ya no se produciría.- Si es
posible.
-Claro.-
Musitó su pareja.-
Y las dos se dirigieron dócilmente
hacia ese grupo de gente…Durante aquel tiempo y en otra parte de la nave, tras
haber ido a un lugar más apartado, aquel capitán Harris le explicó a Kiros lo
que sucedía.
-Tenemos
una fuga en el circuito de refrigeración. No nos está siendo posible repararla.
Para hacerlo nos veríamos obligados a detener del todo la propulsión y
tardaríamos mucho en volver a activarla. Son motores enormes y que deben
alcanzar la temperatura adecuada. Por desgracia, al no apagar los propulsores,
el calor dentro de la sala de contención del reactor está subiendo sin control.
Tendríamos que entrar para abrir la compuerta que da al exterior y que escapase
el exceso de temperatura.
-Esa
misión es muy arriesgada, señor.- Comentó el saiyajin.-
-Así
es. – Convino su superior para informarle.- Habíamos pensado hacerlo con dos
varitech que, desde el exterior, abrieran un agujero. Pero es complicado, el
grosor del asteroide virtualmente impide atravesarlo, salvo que utilizásemos
una gran potencia de fuego y eso podría ser muy peligroso para la estructura y
causar graves daños colaterales.
Kiros se tomó unos instantes para
meditar sobre ese problema. Al fin declaró.
-Mi
capitán, creo que, con el debido equipamiento yo podría hacerlo.
-¿Entrar
ahí?... ¿Está seguro, mayor?
Aquel oficial le miraba perplejo y
de un modo bastante inquieto. Al fin le confesó.
-Verá.
El contralmirante me ordenó que le llamase, me dijo que usted era capaz de
hacer cosas que nadie más podría llevar a cabo en esta nave. Pero eso… por
capacitado que usted esté…
-Eso
se lo dijo el contralmirante porque soy un saiyajin, señor.- Admitió su
interlocutor.- Mi raza es mucho más fuerte y resistente que la de los
humanos. Él también habló conmigo cuando
llegué.
El guerrero del espacio recordaba su
primer día a bordo. Fue el propio contralmirante Hazzar quién le recibió.
-Descanse,
mayor.- Le pidió el veterano militar a ese joven saiyajin que estaba en
posición de firme.- Siéntese por favor.
-Se
presenta el mayor Kiros Derail, contralmirante. Estoy a sus órdenes.- Replicó
el interpelado tomando asiento.-
-Sea
usted bienvenido. Me llegó una comunicación directa de sus soberanos. Por
valija diplomática me enviaron instrucciones para usted. – Comentó entregando
al guerrero un sobre lacrado.-
-Gracias,
en cuanto pueda las leeré.- Afirmó el joven añadiendo con solemnidad.- Salvo
que digan lo contrario debo ponerme a su disposición. Para mí, cuando usted o
el resto de mis oficiales superiores me den una orden, será como si mis propios
reyes lo hicieran.
-Le
agradezco mucho su buena disposición. – Convino Hazzar que enseguida le
preguntó.- ¿Está al corriente de la
naturaleza de esta misión?
-Únicamente
en parte.- Repuso Kiros.- Al menos en la que más me afecta. Sé que también
llevan colonos para poblar un nuevo mundo.
-Sí,
esa es una parte muy importante de nuestro cometido. Pero hay otra que incluso
lo es más. Tiene que ver con lo que usted conoce. Como aliados debemos cooperar
en lo posible para llevarla a cabo con éxito.
-En
lo que esté en mi mano, cuente con mi total colaboración, señor.- Sentenció el
saiyajin.- Además, será un placer y un honor para mí tomar parte en ello.
Hazzar asintió complacido, declaró
entonces tras levantarse de su sillón.
-En
un viaje anterior, conté también con la presencia de un oficial descendiente de
su pueblo. Un joven muy valioso quien, junto a un primo que servía con él, se
convirtió en un gran activo para el éxito final de nuestra misión. Para ambos
se diseñaron una serie de trajes muy especiales…Supongo que a usted le servirán
igualmente.
Kiros asintió escuchando con
atención lo que el contralmirante le comentó a renglón seguido. Ahora pensaba
en eso cuando le dijo al capitán Harris.
-Debo
ponerme el equipamiento especial. De ese modo creo que podré llevar a cabo esta
tarea.
Su superior le autorizó de
inmediato, aunque pese a ello le comentó con preocupación.
-Las
temperaturas ahí dentro superan ya los mil grados y siguen aumentando, no sé si
podrá acercarse, pese a que lleve un traje especial o incluso espacial.
-Podré.
Al menos el tiempo preciso para llevar a cabo mi cometido.- Aseguró el muchacho
que añadió de modo perspicaz.- Sin embargo, quizás no tenga que entrar ahí,
sino todo lo contrario.
Pese a no comprender del todo esas
palabras su superior le autorizó a ello. De este modo corrió a ponerse uno de
esos trajes. Éstos habían sido diseñados y concebidos durante el viaje de la
SSP-1 dando muy buenos resultados. Una vez llegó a la sección de ingeniería,
uno de los técnicos le ayudó a colocárselo.
-¿No
está el doctor Adams?- quiso saber Kiros.- Me dijeron que era el responsable de
haber diseñado esta equipación.
-Lo
siento, mayor. Acabó su turno y se fue con dos de las componentes de las Fairy
Five.- Le informó su interlocutor.-
-¿Fairy
Five?- Se sorprendió el oficial.- ¿Quiénes son?
-El
grupo de científicas de la nave.- Le aclaró su contertulio.-
El saiyajin se encogió de hombros,
quería haber hablado con ese hombre sobre las características de ese traje.
Apenas si se lo había probado un par de veces para practicar con él desde que
llegó.
-No
pasa nada.- Sentenció.- Ya me ocuparé de esto yo mismo.
Y así lo hizo. Una vez estuvo listo
se trasladó hacia uno de los hangares cercanos a la zona de propulsión. Allí,
tras obtener permiso, le abrieron una compuerta especial que le dio acceso a
una sala con una escotilla que podía abrir para salir al espacio. Una vez se
encontró fuera se centró en su objetivo con un pensamiento en su mente.
-Espero
que esto sea tan bueno como me han dicho que es.- Deseó por su propio bien y el
éxito de su tarea.-
Y tras aproximarse utilizando unos
anclajes magnéticos en las botas del traje el guerrero del espacio concentró
poder. De ambas palmas de sus manos partieron sendos rayos que enfocó para
hacer coincidir en un punto determinado de la estructura en el casco de la
nave. Enseguida vio como ésta iba abriendo un orificio.
-Esto
debería ser suficiente como para liberar el calor, cuando el vacío del espacio
absorba el oxígeno además apagará cualquier tipo de combustión.- Pensó.-
No tardó en ver confirmada su
teoría. De pronto una gran cantidad de calor surgió por ese agujero. Kiros se
apartó enseguida para que su traje no se viera afectado. Comunicó por radio con
el capitán.
-Aquí
el mayor Kiros. He abierto un orificio de escape para el calor, ya está
saliendo. Les pido que verifiquen si la temperatura ha comenzado a descender,
corto.
-En
efecto, mayor. Ahora podremos acceder a la sala con los operarios para poder
reparar la avería, gracias. Regrese ya al interior de la nave.
-A
la orden.- Repuso éste.-
Al menos parecía que todo se iba a
solucionar enseguida. Afortunadamente esa zona de propulsión no incluía el reactor de fisión atómica con
lo que no había riesgo de radiación. Además, la fuente de energía se había
blindado especialmente en esta nave para aumentar la seguridad y la estabilidad
del núcleo del reactor. Eso creía en tanto retornaba al interior. Una vez
reingresado pudo quitarse el traje y volver a la entrada de esa sala. Las
puertas se abrieron y un grupo de técnicos pasó al interior. Efectivamente, la
temperatura iba bajando a niveles tolerables. Fue entonces cuando taparon el
agujero por donde se escapaba el aire y los encargados de reparar la avería se
pusieron a ello. Kiros estaba junto al capitán Harris, ambos entraron en
aquella sala cuando uno de los oficiales al cargo de los arreglos se aproximó,
tras saludar militarmente informó con tono sorprendido y preocupado.
-Mi
capitán. No hay ninguna avería.
-¿Cómo
dice, teniente?- Inquirió éste con idéntica sorpresa.-
-No
señor, parece como si hubieran desactivado las conexiones del aparato
refrigerador. Por eso no funcionaba.
-Un
momento.- Terció Kiros.- ¿Está diciendo que podría ser un sabotaje?
El interpelado no tuvo tiempo de
contestar, súbitamente una gran explosión atronó en el interior de la sala. Fue
tan grande que incluso hizo tambalear ligeramente la nave, dado que estaba muy
cercana a uno de los motores de propulsión. El saiyajin salió despedido junto
con el resto de los allí presentes aunque salvo por algunas magulladuras y
heridas sin importancia estaba bien. No podía decirse lo mismo de los humanos.
Varios habían muerto, otros gemían y gritaban heridos de consideración. Y lo
que era peor, un incendio considerable se había desatado. Kiros tuvo tiempo de
sacar a todos los que pudo ver con vida. Entre tanto, y por el hilo musical de
la nave escuchaba una canción que llamó su atención. Al menos decidió usarla
como acicate para darse más prisa y tratar de extinguir ese incendio. Por otra
parte algunos oficiales y dotación que no fueron afectados informaron de
inmediato. El propio saiyajin le ordenó a un sargento.
-Avisen
al alto mando. Que envíen dotaciones de bomberos a ésta zona. Y equipo médico
urgente.
-Sí
señor.- Repuso el suboficial apresurándose a obedecer.-
El saiyajin entonces utilizó su
energía para crear una especie de campo de fuerza que contuviera las llamas. Su
estrategia pareció funcionar pues logró desplazar parte del oxígeno.
-Salgan
todos, creo que puedo apagar esto.- Les ordenó a los atónitos militares que
andaban por allí tratando de ayudar.-
-Pero
mayor, ¿Cómo piensa hacerlo? La compuerta es hidráulica y ha quedado dañada por
la explosión. No funciona el cierre y pesa más de una tonelada.
-No
se preocupen por eso y obedezcan.- Insistió de modo contundente.- ¡Vamos,
evacúen ya!
Los soldados y resto de oficiales
abandonaron de inmediato aquel recinto. Aparte de ser su superior no se iban a
poner a discutir sobre eso. Y de hecho, para asombro de todos, Kiros se limitó
a sujetar la compuerta con ambas manos y a tirar hacia él para cerrarla.
Ninguno de los que allí estaban podía creer la fuerza que ese tipo tenía ¡Fue
capaz de mover esa enorme puerta circular de titanio reforzado, cuyo grosor superaba
el medio metro! Al fin, el saiyajin la clausuró haciendo retumbar los
alrededores con el eco metálico que produjo el choque al cerrarla contra la pared quedando aislado
del resto. Al menos esa canción seguía sonando, la voz de aquella chica que la
entonaba le daba moral. Hablando de no huir y de luchar.
-Ese
es el lema de cualquier saiyajin que se precie. Me gustaría conocer a esa
cantante.- Pensó esbozando una leve sonrisa.-
Y es que las mujeres terrestres eran, en
general, bastante débiles e insulsas. Sin embargo, tenía que reconocer que
existían notables excepciones. Como la propia reina Meioh. Hembras fuertes,
seguras de sí, con determinación y que no retrocedían ante nada para proteger a
los suyos, ganándose el respeto, e incluso eso llamado por los humanos amor,
hasta del mismísimo rey Lornd. Desde luego, su soberana era una mujer
excepcional ¡Ojalá encontrase alguna que se la pudiera comparar! De hecho, él
apenas si había tenido tiempo para fijarse en el sexo opuesto. Eran joven aún y
la responsabilidad de casarse y tener herederos
no le inquietaba todavía. En cuanto a eso del amor, en fin, tonterías
humanas. Pero no había que desdeñar aquello. Incluso la noble Seira le había
dicho que era una fuerza muy poderosa. Debía serlo dado que su propio primo
Doran, el hijo de su mentora, parecía estar totalmente controlado por dicho
poder. Solamente había que oírle hablar de la reina de la Luna Nueva.
-No
comprendo eso.- Se decía en modo reflexivo.- Quizás sea útil para emparejarse y
tener descendencia poderosa. Pero no le veo otra utilidad…
Aunque
enseguida dejó esos pensamientos de lado y dedicó su atención al agujero que él
mismo hiciera para refrigerar aquello y que ahora estaba tapado. Se limitó a
elevarse en el aire y con un rayo de energía saltó el panel que lo había
sellado. Una vez más el espacio succionó el aire llevándose el oxígeno y con él
apagando las llamas. Kiros tuvo la precaución de tomar aire en la reserva de su
traje antes de hacerlo. Una vez se extinguieron las flamas taponó de nuevo esa
brecha fundiendo el metal circundante con unos rayos de energía que lanzó desde
sus dedos. Al terminar fue capaz de abrir de nuevo esa enorme puerta, esta vez
con algo más de esfuerzo.
-¿Cómo
lo ha hecho?- Exclamó un joven cabo que tenía los ojos desmesuradamente
abiertos, como el resto.-
-¡Es
increíble!- Afirmó una técnica de operaciones.-
-Atiendan
a los heridos hasta que llegue el servicio médico. ¿Han informado ya al
contralmirante?- Quiso saber Kiros, sin darle ninguna importancia a su actuación.-
-Sí
señor.- Reaccionó un teniente, tan perplejo por lo que acababa de presenciar,
como el resto.- ¿Cómo está el capitán Harris?- Se interesó el saiyajin.-
-Grave
pero parece que vivirá.- Le respondió una oficial.-
En ese momento dos enormes robots
varitech provistos con grandes extintores llegaron. Aunque su concurso no era
ya necesario. No obstante, pudieron retirar los escombros y daños. También el
servicio médico con varias ambulancias deslizadoras se presentaron allí para
evacuar a los heridos. El saiyajin, una vez controladas las cosas en esa zona,
acompañó al malherido capitán. Éste iba en una camilla, siendo atendido por
algunos enfermeros. Kiros estaba a su lado y Harris, sujetando con fuerza una
de las muñecas del saiyajin le pidió con voz entrecortada por el dolor y la
debilidad.
-Averigüe
quién ha sido…
El interpelado se limitó a sentir
para sentenciar lapidariamente.
-Lo
haré, señor…
En el puente de mando enseguida llegaron las
noticias. Hazzar se preocupó, pero no por ese accidente. En la pantalla del
radar se visualizaban numerosos puntos en aproximación a la nave.
-Ordene
zafarrancho de combate y alerta general a todos los pilotos.- Exclamó para
musitar acto seguido no sin furia.- Esta vez no nos vais a tomar por sorpresa,
¡malditos! - Y agregó con determinación.- Varitech listos para despegar.
-A
la orden.- Replicó un comandante que se apresuró a transmitir esas órdenes.-
Escuadrillas Granate uno y dos advertidas.
Entre tanto, un rato antes y ajenos a aquello
el grupo de científicas y sus acompañantes estaban terminando de tomar algo en
la cafetería de Ginger. Charlaban ahora un poco con las recién llegadas.
-Mei
Ling, ¡Qué alegría verte por aquí!- Exclamó Melissa.-
-Sí,
teníamos un poco de tiempo y nos hemos dado un paseo, mi amiga y yo.- Repuso
apuradamente la aludida en tanto presentaba.- Su nombre es Margaret Kendall.
-Así
que te llamas Margaret.- Comentó Caroline mirando con una mezcla de interés y
divertida afabilidad a esa joven.- Encantada de conocerte.
-Lo
mismo digo, pero pueden llamarme Maggie.- Afirmó la joven tratando de sonar
distendida.-
-¿A
qué te dedicas?- Quiso saber Melissa.-
-Soy
enfermera.- Respondió ésta.- Trabajo en el centro de salud tres.
-El
mismo en donde está Giaal.- Comentó Penélope.- ¡Qué coincidencia!
-¿El
doctor Ginga, verdad?- Creyó recordar Keiko.-
-¿Conocen
al doctor?- Se sorprendió Maggie.-
-Por
supuesto.- Afirmó la pelirroja muchacha, añadiendo con una bella sonrisa.- Y
además, mi hermana mayor también es enfermera. ¡Qué casualidad!
-Lo
es.- Convino Maggie sin dejar de mirarla. Esa chica era realmente bonita y
parecía encantadora.- La vida está llena de casualidades. Yo misma he conocido
al doctor hoy. Creo que llegó esta mañana.
-Igual
que yo, vine con él.- Repuso la doctora Winters.- Es cierto. Hemos llegado hoy
mismo. Con otros amigos.
-¡Y
más que amigos! - Sonrió Melissa al recordarle.- Viniste con tu novio. El
apuesto piloto.
Penélope asintió algo azorada.
Maggie la miró sonriendo levemente, sí. Esa joven era claramente del tipo de las
que a ella no le encajaban. No sabía por qué
pero tenía una especie de radar para presentir a qué mujeres podría
“atacar” y a cuáles no. Generalmente le bastaba ver cómo le devolvían la mirada
o fijarse en su lenguaje corporal. Y allí, desde luego, no estaba la cosa
demasiado interesante para ella. No obstante, esa otra, la que se presentó como
Drummont, engañaba. Al principio parecía mirarla de aquella forma, pero no. Más
bien era una forma de camuflar una sensación de malestar o desaprobación. Como si
le estuviera dando a entrever que era una especie de intrusa y que la estaba
tolerando. La otra mujer pelirroja algo mayor, en cambio, la observaba con
benevolencia pero nada más. Luego estaba esa chica que sonreía con cara de
circunstancias, era la dueña del local, que estaba ahora sujetando a ese crio
que trataba de corretear entre ellas. Maggie no pudo reprimir una sonrisa al
mirar al niño. Aunque volviendo una vez más en las mujeres que la rodeaban,
centró su interés otra vez en esa jovencita pelirroja. Ella también observaba
sonriente al crio, entonces las miradas de ambas se cruzaron…Maggie notó una
extraña sensación. Era como si su corazón se hubiera agitado un poco al
contemplar esos ojos grisáceos con tonos violetas y esa sonrisa. No obstante
aquella jovencita enseguida adoptó un gesto más azorado y desvió los ojos. La
enfermera se fijó en su novia. Afortunadamente Mei Ling no se había percatado
de ese intercambio de miradas. Bastante ocupada parecía estar tratando de
disimular la relación de ambas delante de sus compañeras. Aquello molestaba
mucho a Maggie. ¿Por qué demonios tenía que esconder lo que sentían? En fin. El
viejo problema otra vez. A pesar de los avances en la sociedad y de que las
relaciones entre personas del mismo sexo
estaban ya muy aceptadas, todavía quedaban rescoldos de desaprobación.
-Ahora
no es tan molo antaño. Parece que fuera casi como si hubieras cometido un acto
de mala educación, o hecho alguna torpeza que te pusiera en evidencia.- Pensó
la enfermera.- Sea como sea, pese a que para mucha gente no sea natural que dos
hombres o dos mujeres expresen su amor de manera libre y desinhibida, ese no
debería ser nuestro problema.
Y desde luego que por ella misma no le hubiera
importado. En el pasado no se recató en besar a alguna de sus ex novias delante
de la gente. Pese, eso sí, a ganarse en ocasiones miradas reprobatorias o algún
que otro comentario homófobo que ella incluso llegaba a responder. Llego casi
hasta a ser agredida.
-Aunque
tampoco puedo decidir yo por ella.- Suspiró.-
Y si su pareja actuaba así supuso que tendría
sus razones. Ella jamás quiso poner a
ninguna de sus relaciones en un compromiso. Por eso decidió hablar con Mei Ling
de eso en otro momento. Aunque los pensamientos de la propia Maggie se vieron
interrumpidos cuando la mujer de pelo rojizo, que dijo llamarse Melissa, comentó.
-Está
bien reunirse aquí. Es un bonito lugar. ¡Y tiene hasta karaoke! Echo de menos
las jornadas en las Fairy Five de la Tierra. Cuando cantábamos algo.
-Sí,
es verdad.- Sonrió Penélope.- Mimette, su marido y su hija era muy buenos en
eso.
-Y
Keiko es todavía mejor.- Afirmó la doctora Prentis.-
-¿Yo?-
Se señaló ésta posando su propia mano derecha sobre el pecho, para apresurarse
a negar.- ¡Qué va!
-¿Cómo
qué no?- Se rio Melissa.- Si eres toda una artista. Hasta tu hermana Hotaru
decía que eras capaz de hacerla bailar o llorar. Según te apeteciera o el tema
que eligieras. Y te puedo asegurar que no es de las que se dejan impresionar
fácilmente.
-No
es para tanto.- Se avergonzó la interpelada.-
-Vamos
Keiko, canta algo.- Le pidió Penélope.- Además, Gin te lo ha puesto fácil.
¡Menuda instalación ha hecho!
-Sí,
he puesto esta parte del local acondicionada como karaoke.- Terció la propia
Ginger rememorando con nostalgia mientras tomaba al fin de la mano a Dean.-
Amatista siempre me decía que sería estupendo que tuviera uno. ¡Ojalá lo
hubiera hecho entonces! Ella habría podido cantar en mi cafetería.
-Pues
esta jovencita no la desmerece nada.- Afirmó Melissa casi empujando a la
atónita hija del doctor Tomoe y de Kaori.- Te lo puedo asegurar.
-No,
¿yo?…Amatista es una cantante de éxito mundial y yo solamente soy una
aficionada.- Pudo resistirse ella con apuro.- ¿Cómo me voy a comparar con ella?
-¡Anda,
no seas tan remilgada! - Exclamó Caroline.-
Como me ponga a cantar yo, entonces seguro que ponen la nave en estado
de alerta. Y no por haber pasado un campo gravitatorio precisamente.
Ese comentario provocó algunas risas
entre ellas. Exceptuando a Mei Ling quien solamente observaba con la cabeza
parecía que en otra parte y de Maggie que valoraba con la mirada una vez más a
aquella en apariencia tímida muchacha. Y por supuesto, la protagonista de toda
aquella divertida conversación, que ahora tenía el rubor subido a la cara.
-Anda,
hazlo por nosotras.- Le insistió Melissa.-
-Sí,
por favor.- Se unió Ginger.- Sería como rememorar los viejos tiempos en la
SSP-1. ¡Cómo recuerdo a Amatista cantando! Nos subía a todos la moral. Nos dio
muchísima esperanza. Cuando la escuchábamos era como estar en casa.
-Es
verdad.- Convino Adams.- Esa chica tenía un gran talento. Todos nos animábamos
mucho con sus canciones.
-Anda
Keiko, después de estas comparaciones no tienes más remedio que darnos ese
capricho.- Le pidió maternalmente Melissa.-
-Bueno,
está bien.- Aceptó finalmente la joven que tras dar un largo suspiro para
quitarse los nervios comentó.- Pero no sé cuál canción cantar.
-¿Qué
te parece ésta?- le sugirió entonces Maggie que al parecer había encontrado una
de su gusto entre las que tenía ese aparato memorizadas.-
-
La conozco, me gusta mucho.- Convino Keiko remachando.- No es demasiado antigua
y tiene ritmo.-
-Yo
diría que es muy apropiada para los que estamos aquí.- Afirmó su contertulia.-
La pelirroja asintió. Al parecer
opinaba igual que esa joven. Sin querer la miró a esos intensos ojos avellana
que parecían querer decirle algo, sin embargo también se fijó como Mei Ling
aferraba una de las manos de esa chica. Dejó pues de observarlas y se dirigió
hacia la tarima del karaoke. Entonces Ginger puso el aparato en marcha, y como
siempre que se sentía en su elemento y desataba su pasión, una transformación
se operó en aquella normalmente apocada y tranquila muchacha. Inopinadamente,
tras escuchar el ruido de las campanillas de la puerta del local, seguidos de
los primeros acordes de la música, comenzó a cantar con tono rotundo, poderoso
y lleno de calor.
Hola,
hola Sr. Luchador,
mira,
allá vamos otra vez...
Los
triunfadores no abandonan (go-getter),
nunca
se compadecen por su destino.
Más
de un millar de millas hasta el final,
nunca
sabremos qué es lo que está por venir,
solo
tenemos el hoy,
para
aprender de nuestro ayer.
Me
siento viva -poniendo en juego-
toda
mi vida -yendo hasta el final-.
Todavía
estoy viva -y doy la espalda-
a
los espejos rotos.
Me
siento viva cuando me atrevo a decir
que
quiero pelear,
no
lo arreglaré corriendo, corriendo, corriendo...
-Di
sí, sí, sí- (yay)
Ven
y alza tu grito de guerra,
tú
eres el que nunca muere.
¡Hurra!
Cántalo, la la la.
Adelante,
cántalo, la, la, la.
Sigues
escalando colinas,
justo
ahora, estás persiguiendo tus sueños.
¡Hurra!
Cántalo, la la la.
¡Hurra!
Di
sí, sí, sí-
-Di
sí, sí, sí-
¡Hurra!
Di
sí, sí, sí-
Di
sí, sí, sí-
Una sacudida brusca de todo el local les hizo mirarse
a todos sorprendidos. La música se había parado en seco. No obstante, volvió
como si nada hubiera pasado y Keiko prosiguió todavía con más intensidad
cantando…
Hola,
hola Sr. Peligro,
no
hay necesidad de sentirse asustado,
me
conozco de memoria mis sombras,
Llevo
la luz entre mis grietas (por mis grietas sale luz).
Más
de un millar de heridas sobre mis manos
de
todas las veces que las combatí cara a cara.
Repasamos,
pasamos por, nuestros errores
para
encontrar el camino directo hacia atrás.
Me
siento viva -no voy a caer-.
Toda
mi vida -una y otra vez-.
Todavía
estoy viva -no voy a ceder en el intento-
Me
siento viva -no voy a correr-.
Quiero
pelear,
no
lo arreglaré corriendo,
no,
no, no lo arreglaré corriendo.
Ven
y alza tu grito de guerra,
tú
eres el que nunca muere.
¡Hurra!
Cántalo, la, la, la.
Adelante,
cántalo, la, la, la.
Sigues
escalando colinas,
justo
ahora, estás persiguiendo tus sueños.
¡Hurra!
Cántalo, la, la, la.
¡Hurra!
-Di
sí, sí, sí-
¡Hurra!
¡Hurra!
Cántalo, la, la, la.
¡Hurra!
-Di
sí, sí, sí-
¡Hurra!
-Di
sí, sí, sí-
¡Hurra!
-Di
sí, sí, sí-
¡Hurra!
(Say
Ye. Barei. Crédito al autor)
Y cuando concluyó de interpretar aquella
canción una gran ovación atronó la sala junto con gritos a modo de vítores. Y
no partían en exclusiva de su grupo de amigos sino de todos los asistentes que
aplaudían entusiasmados a la ahora ruborizadísima Keiko. La propia Penélope
estaba con la boca abierta. Lo mismo podía aplicárseles a Mei Ling y sobre todo
a Maggie. La enfermera pensaba que esa chica tenía una manera de cantar que le
recordaba muchísimo a esa antigua novia suya. Aunque tenían también marcadas
diferencias. Su ex pareja era como un volcán en erupción. Podía ver a través de
sus verdes ojos que rezumaban toda aquella pasión que luego desataba en sus
canciones. Esta muchacha por el contrario era tranquila y hasta tímida a la
vista de esas pupilas grisáceas de brillos violetas. Y parecía que solamente
era capaz de sacar esos sentimientos delante de un micrófono. Pese a todo, era
tan buena cantando como cualquiera de las componentes de las Justices. Y
Margaret, tras su ruptura desde luego con aquella antigua miembro de ese grupo,
tuvo tiempo de escucharlas a todas.
-¡Hasta
me dedicó una canción!- Recordaba moviendo la cabeza.- Y pese a lo que me decía
en la letra estaba claro que le hice daño. Bueno, si te sirve de consuelo, yo
también lo pasé mal durante bastante tiempo.- Se dijo en su interior.- Sobre
todo al darme cuenta de lo que dejé escapar. Y lo sentí mucho, de veras que lo
lamenté. Todavía lo sigo haciendo.
No obstante el resto, ajeno a esas
amargas reflexiones, seguía felicitando a la improvisada intérprete. Sobre todo
Caroline
-¡Eso
es cantar y lo demás es hacer ruidos! Creo que hasta fuiste capaz de detener la
órbita del asteroide…Ja, ja…
-Por
cierto.- Se preguntó Melissa al hilo de aquello.- ¿Qué habrá sido eso? Pareció una sacudida en toda la nave.
-Posiblemente
como dijo antes Caroline, habremos topado con algún campo de atracción electro
magnética.- Especuló Penélope.-
Los demás asintieron, aunque una muy
entusiasmada Ginger terció entonces comentando para más vergüenza si cabía de
la pobre Keiko.
-¡Ha
sido fabuloso! Hasta lo hemos retransmitido desde aquí. Se habrá escuchado por
el hilo musical de toda la nave.
Sin embargo, el ruido de sirenas y
el paso de unas cuantas ambulancias deslizadoras enseguida llamaron la atención
de todos. En ese mismo instante el móvil de Maggie comenzó a parpadear.
-¿Si?-
Respondió extrañada.-
-Soy
el doctor Lester. Es una emergencia, preséntese junto con el resto del personal
en el sector ocho, parte de popa. Ha habido un accidente grave. Hay muertos y
bastantes heridos entre el personal militar y algunos técnicos de
mantenimiento.
-Enseguida
voy, doctor.- Pudo responder todavía tomada por la sorpresa -¡Oh, Dios mío!
-¿Qué
sucede?- Quiso saber Mei Ling.-
Margaret se lo contó, siendo
escuchada también por el resto. La enfermera entonces concluyó.
-Quizás
se necesiten donantes de sangre.
-¡Vamos
entonces, no hay ni un segundo que perder! - Arengó Penélope.- Sé lo que pasa
en estos casos. Por desgracia, en la SSP-1, ya tuvimos unas cuantas
experiencias así.
Ginger se estremeció al oír aquello.
Demasiado bien sabía ella lo que significaba ser herida de gravedad. No tardó
en asentir llamando a su compañera.
-Clarisa,
por favor. ¿Podrías llevarte a Dean a casa? Quiero ir con los demás para ver si
puedo ayudar.
-Claro,
no te preocupes.- Afirmó su interlocutora.- Ven cariño.- Le pidió dulcemente al
crío.-
El pequeño, que la conocía bien, no
dudo en seguirla. Después Ginger anunció a los clientes que cerraban por esa
noche. Tras escucharse por algunos altavoces el cierre de varios puntos de las
carreteras y rutas de deslizadores la gente se apresuró a marcharse. Algunos a
sus casas, otros a tratar de ayudar y no pocos por desgracia, a limitarse a
tratar de ver, por mera curiosidad, qué había sucedido. Asimismo sonó la alerta
en los alojamientos de la tropa. Con una voz que les indicaba.
-A
todos los pilotos, preséntense inmediatamente en sus escuadrillas.
Al oír aquello Susan y Olivia salieron de sus
respectivas habitaciones con sus pijamas puestos.
-¿Qué
ocurre?- Preguntó la mejicana en voz alta. -
-Es
la alarma. Podría ser un ataque.- Conjeturó Susan.-
-¡Oh
Dios mío! No puede ser...- Exclamó la alférez.-
-Créeme.
He pasado por situaciones parecidas. Podría ser perfectamente. Vamos,
pongámonos el uniforme y vayamos.- Le ordenó a su compañera de piso.-
Ambas se aprestaron a ello con
celeridad. Tracer actuó de idéntico modo. El sonido de la emergencia le
despertó en el sofá. Se había quedado dormido durante la proyección de esa
película. Ahora bostezaba y musitó.
-¡Oh
no! Esta sensación me es demasiado familiar…
Aunque no tardó en despejarse y
vestirse con rapidez para acudir a recibir órdenes. Lo mismo le sucedió a
Giaal. El médico en cambio no tuvo necesidad de ser despertado. Una especie de
sexto sentido le dijo que algo no iba bien. Salió rápidamente justo a tiempo
para confirmar sus sospechas al ver pasar a las ambulancias deslizadoras…
-Ya
estamos otra vez.- Suspiró resignado y visiblemente preocupado.- Es una
desgracia lo poco que dura la paz.
Y lo mismo que el resto de sus
amigos se dio prisa para acudir a donde pudieran necesitarle…
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