domingo, 11 de diciembre de 2016

GWDN 03 Alerta temprana


Keiko y Penélope terminaron su jornada. Las primeras pruebas y experimentos se habían revelado muy interesantes.  Habían avanzado más de lo que podían haber previsto en un principio. Animadas por aquello las dos se marcharon del laboratorio, una vez concluida su jornada laboral, en dirección a las taquillas.



-Ese compuesto bacteriano que habéis desarrollado parece muy prometedor.- Comentó Keiko.-

-Sí. Tus padres y yo estuvimos perfilándolo en estos últimos meses.- Replicó Penélope en tanto se quitaba la bata y se ponía su chaqueta.- Y hasta Mimí y su novio nos ayudaron para diseñar un contenedor que lo aísle de un modo más eficaz. Ahora su vida media se ha doblado gracias a ello.



            Una oleada de tristeza invadió a Keiko al escuchar aquellos nombres, sonrió pese a todo y le ofreció a su colega con tono informal.



-¿Te vienes a la cafetería?...

-Estoy algo cansada.- Suspiró la doctora Winters.-

-Te comprendo, ha sido un día muy largo.- Asintió su interlocutora.- Según has llegado te has puesto a trabajar.

-Es mi obligación, como directora, debo dar ejemplo.- Contestó la doctora Winters.-

-Sí, es verdad. Pero no creo que haga falta llegar a tanto.- Dijo Keiko entre sorprendida y divertida, agregando.- No sé si te habrás parado a comer.

-Bueno, eso es verdad.- Repuso Penélope reconsiderando aquello.- Apenas tomé nada y ya tengo hambre. Un café no me vendría mal. Y echo de menos las tartas de Ginger. Creo que ha puesto un negocio aquí. ¿No es así?

-¿Ginger?, sí, es una chica muy simpática. Tiene la única cafetería repostería de la nave.- Sonrió Keiko de mejor talante ahora para añadir.- Solemos ir al acabar la jornada. Allí precisamente te estaba proponiendo que fuéramos. La verdad, es como nuestro segundo laboratorio. Creo que casi pasamos más tiempo allí que aquí.



            Las dos se rieron de eso. Lo cierto es que el hecho de poder reunirse de un modo más distendido les vendría muy bien. Al principio, la doctora Winters no había sido muy partidaria de esas prácticas. De siempre fue una estudiante modélica y muy centrada en su objetivo de hacer carrera en el mundo de la ciencia. Tanto que llegó a dejar de lado casi todo lo demás. Después, cuando la enviaron como directora del grupo de las “Fairy Five” del SSP-1 su modo de ser se hizo todavía más estricto. La responsabilidad que tenía por alcanzar el éxito en esa misión era tan grande que llegó a abrumarla. Sin embargo, tras su primer viaje, se dio cuenta que el grupo se había fortalecido y llegado a ser una piña gracias muchas veces a ese tipo de quedadas informales y de ir poco a poco consiguiendo un ambiente más distendido, propiciado por la amistad surgida, sobre todo, en eventos tan cordiales y mundanos como esos.



-Sí.- Convino ahora Penélope.- Iba por su cafetería en la SSP-1, con Amatista, Sandy y Satory. Y con los chicos también. Eran muy buenos ratos los que pasábamos allí.

-¡Satory! - Repitió Keiko con una sonrisa plena de afecto y nostalgia.- ¿Qué tal le va?

-La última vez que la vi estaba muy feliz, con su novio y haciendo planes.- Le contó su contertulia.- Por ahora seguían en la SSP-1 pero ya estaban planteándose ir a la Tierra.



Keiko recordaba a esa joven, unos pocos años mayor que ella. De siempre fue una chica tímida y apocada. Aunque según le contaba Penélope había cambiado mucho para mejor en ese aspecto. Por lo que parecía ahora era muy feliz y se alegraba mucho de eso.



-Me hubiera gustado mucho tenerla aquí. Además de una magnífica amiga es una científica muy brillante y muy inteligente.- Alabó la joven pelirroja.-

-Desde luego que sí.- Convino la mujer del cabello castaño, evocando con algo de nostalgia.- Éramos un gran equipo. – Aunque enseguida añadió de un modo más animado.- Pero estoy segura que aquí formaremos otro al menos igual de bueno. Mira, creo que tienes razón. ¿Por qué no vamos a tomar un café y me hablas de esa doctora Chang y de esa tal Drummont?



            Su interlocutora asintió y ambas mujeres se pusieron en camino hacia la cafetería de Ginger en tanto seguían con la conversación. No tardaron en llegar. Por suerte ya había sitio. A esa hora la gente comenzaba  a irse.



-Vamos a sentarnos aquí.- Indicó Penélope.-



            Las dos lo hicieron, en una de las mesas del lateral de aquel local. Era un sitio con una bonita decoración, Holo fotos y algunas pinturas de paisajes terrestres adornaban las paredes. Keiko las recorrió un rato con la mirada. Por su parte, Penélope suspiró recordando algunos momentos pasados con sus antiguas compañeras aunque no le dio tiempo a hacerlo por más que unos segundos. Enseguida se aproximó una chica rubia de unos veinticinco años.



-Hola. ¿Qué desean tomar?

-Hola, ¿no está Gin?- Quiso saber Keiko.-

-¡Oh!, está en la trastienda con su hijo, dándole de merendar.  El niño acaba de volver de la guardería.- Sonrió la muchacha.- Yo soy Clarisa, estaré encantada de atenderlas.



            La doctora Winters creyó reconocerla. Había viajado también en la SSP-1. Y así se lo comentó.



-Es cierto.- Admitió esa chica.- Es verdad. Usted venía por la cafetería de esa nave. Junto con sus compañeras.

-Me alegra ver que tenéis otra aquí.- Sonrió Penélope.-

-Pues si quiere, aviso a Ginger para que la salude.- Le ofreció Clarisa.-

-Si está con su hijo, mejor que no la molestemos.- Replicó su interlocutora que enseguida le encargó a la joven camarera.- Un té verde y una porción de tarta Sandy, por favor.

-Para mí lo mismo.- Añadió Keiko.-



            Clarisa asintió, sonrió ligeramente y fue en busca del pedido. En la trastienda Ginger trataba en efecto de darle la merienda a su hijo. Le tenía sentadito en una pequeña silla, con un babero cuidadosamente anudado al cuello. El crío jugaba con un muñequito en tanto su paciente mamá tomaba una cuchara y le decía con dulzura.



-Venga tesoro. Tienes que tomarte la papilla de galletas y luego la fruta. Después te daré un poco de pastel.



            El niño no le hacía demasiado caso y Gin tuvo que armarse de paciencia… Lo cierto es que le mimaba demasiado. Ella lo sabía pero no podía evitarlo. Desde que lo adoptó tras ese terrible ataque.



-Cariño, te quiero mucho, cielo.- Suspiró cuando al fin el pequeño empezó a comer con apetito esa papilla.-



            Y es que Dean quedó huérfano con apenas dos años y medio. Perdió a sus padres y tampoco tenía más familia que le reclamase. Cuando le vio en el hospital mientras ella misma se rehabilitaba Ginger quiso a toda costa llegar a ser su madre.



-Todos te abandonaron, hijo. Pero yo jamás lo haré.- Le prometió en silencio en tanto se deleitaba viéndole comer a dos carrillos.- Muy bien, cariño. - Le sonrió ahora cuando el crío terminó su plato.- Ahora la fruta…



            En otra parte las que estaban disfrutando a su vez de una cena temprana eran Maggie y Mei Ling. Tras ir a un restaurante japonés estaban esperando pedir, aprovecharon para charlar un poco. Aunque la científica parecía algo molesta pese a todo.



-Vamos, cariño. Te dije que me retrasé por culpa del nuevo doctor. Bueno, no fue realmente culpa suya…

-Sí, fue culpa del idiota de tu compañero.- Repitió su interlocutora con tono algo cansado.- Ya me lo dijiste. Pero es que siempre te hace lo mismo. El otro día te esperé durante media hora. Hoy han sido veinte minutos.

-Te lo compensaré.- Le prometió Maggie guiñándole un ojo de modo cómplice.- Ya lo verás…



            La otra joven al fin se permitió el lujo de sonreír un poco. Eso le sonaba muy bien. Y sabía que su pareja no hablaba en vano. Al menos en lo tocante a esos temas. 



-¿Y es guapo?- Se interesó Mei Ling.-

-¿Quién? ¿El idiota de Jim?- Contestó Maggie con una mezcla de hastío e incredulidad.-

-No, ¡tonta!- Se rio su pareja.- El nuevo médico.

-Bueno pues, no está mal.- Tuvo que admitir, añadiendo de inmediato.- Si me gustasen los hombres, claro.

-Bromas aparte. Espero que no tenga intención de ligar contigo.- Comentó Mei Ling, imprimiendo un leve toque de prevención en su voz. --Algunos de esos médicos se creen con derecho a más cosas que una relación profesional.

-No me parece el caso con el doctor Ginga.- Desestimó Maggie.- Y tranquila. Me sé de una que a buen seguro me tomará la delantera y con la que no pienso competir. Al menos en eso. -Remachó con una sonrisa de sarcástico desprecio.-



            Mei Ling asintió, incluso sonriendo levemente. Aunque su rostro se demudó al instante siguiente y esa sonrisa se le quedó congelada en los labios. De pronto miró hacia la entrada del restaurante con expresión asustada.



-¿Qué te pasa? - Quiso saber Maggie al observarla en aquel estado.-

-¡Oh, no!- Exclamó tratando de bajar la voz al momento.- ¡No puede ser él!…

-¿Él? ¿A quién te refieres, Mei?- Inquirió su pareja.-



            La joven oriental agachaba la cabeza como si deseara con todas sus fuerzas pasar inadvertida. Sin embargo, el objeto de sus temores pareció haberlas visto a ambas puesto que se acercó directamente hacia ellas.



-Buenas noches, señorita.- Saludó aquel tipo, de rasgos asiáticos, estatura media y con uniforme militar.- Me presentaré, soy el teniente Tang Zhao.

-Pues encantada… señor Zhao.- Pudo decir la atónita Maggie con expresión apurada.-



            El interpelado sonrió como si aquello le divirtiera y corrigió a su interlocutora.



-Solemos decir nuestro apellido al principio. Sería señor Tang. Por cierto, veo que usted conoce a mi prima, Chang Mei Ling.

-¿Su prima?- Repitió la enfermera mirando a la aludida que estaba lívida.-

-Sí, así es. Mi prima pequeña. Es la hija de la hermana menor de mi padre. – Reveló el oficial dirigiéndose ahora a la envarada aludida.- Debo decir que es un placer volverte a encontrar aquí. Y cenando en tan grata compañía. ¿Es esta señorita una compañera de trabajo, quizás?

-No. Bueno, es una amiga.- Musitó ella añadiendo no sin envaramiento en la voz.- Margaret Kendall, Maggie, te presento a mi primo.

-Bueno, sí, ya lo hizo él por ti.- Sonrió su “amiga” con expresión de circunstancias para preguntar a ese recién llegado.- ¿Es usted piloto quizás?

-No, pertenezco a la división de operaciones y navegación.- Respondió él.- Me embarqué en esta nave hace unos días pero no sabía que mi prima hubiese venido también. – Añadió dirigiéndose a la envarada Mei Ling.- Creía que trabajabas en los Estados Unidos. Eso fue lo que dijiste en tu último mensaje a casa.- Apostilló con un tono condescendiente que, sin embargo, no enmascaraba una evidente sensación de reproche.-

-Sí, estaba allí, pero me hicieron esta oferta y me fue imposible rechazarla.- Pudo replicar la aludida que parecía ponerse nerviosa por momentos.- Era una gran oportunidad.

-Comprendo.- Replicó el joven sin alterar su expresión seria pero educada.-



            Mei Ling parecía realmente inquieta y apurada. Así lo vieron sus interlocutores. El teniente Tang entonces sonrió de modo sardónico y tras tomar una mano de su intimidada pariente se la besó con suavidad. Después hizo lo propio con la anonadada Maggie.



-Ya he importunado bastante. Que disfruten de la cena. Un placer, señorita. Espero volver a verla pronto. Y a ti, querida prima… también tengo muchas ganas de verte para que charlemos de la familia…



            Mei Ling no replicó, parecía haber perdido el habla. Su primo se alejó de ellas y salió del restaurante. Margaret miró a su pareja con expresión inquisitiva, aguardando una explicación de aquello.



-Mejor cenemos…- Pudo a duras penas sonreír la muchacha oriental.-

-No parece que te hayas alegrado mucho de ver a tu primo.- Comentó Maggie quien algo suspicazmente remachó.- Porque será eso, ¿verdad? un primo tuyo y nada más.

-Sí, sí, te aseguro que es mi primo.- Afirmó de inmediato la otra joven.- Y no tenía ni idea de que estuviera aquí, por eso me ha sorprendido.



            Maggie la observó con incredulidad. ¿Qué le había sorprendido? ¡Asustado diría ella! No obstante, no quiso seguir por ahí, estaban juntas a punto de cenar y luego deseaba pasar la noche con su pareja. Mejor no sacar un tema que pudiera arruinar la velada. Por fortuna las cosas parecieron distenderse y tras el primer plato prosiguieron sin mayor novedad aunque el ambiente se había enfriado bastante…Entre tanto Melissa, el profesor Adams y Caroline,  se encaminaban hacia la cafetería de Ginger.



-Llegamos en buena hora, el sitio está más despejado.- Comentó Caroline.-

-La verdad, este local tiene mucho éxito.- Convino el profesor.-

-Y por lo que sé bien merecido.- Afirmó la doctora Prentis.-



            Entraron ocupando una mesa. No tardaron mucho en descubrir allí a Penélope y a Keiko. Enseguida se saludaron.



-Vamos a juntar las mesas.- Propuso Melissa.-



            De modo rápido y coordinado, entre Adams y Caroline, se ocuparon de aproximar un par de mesitas cuadradas para formar una mayor. Así los cinco pudieron acomodarse.



-Éste es el local de moda.- Sonrió Penélope afirmando con jovialidad.- Y parece que oficialmente, el nuevo cuartel general del Fairy Five.



            La verdad, el sitio era bastante grande, al menos una veintena de mesas aparte de la zona de mostrador con las cámaras refrigeradas que exhibían los dulces más solicitados del establecimiento. Además de una parte hacia el fondo del local donde se instalaba una especie de tarima con un karaoke y unos micrófonos.



-Me recuerda mucho al local en el que trabajaba Ginger en la SSP-1, pero éste es bastante más grande.- Observó Penélope.-

-Y ya estamos las Fairy- Five aquí.- Afirmó Keiko.-

-Nos falta Mei Ling.- Observó Melissa.-

-Ya sabes cómo es, irá a lo suyo, como de costumbre.- Repuso Drummont con tono desaprobatorio.-

-Mujer, no seas así, tiene otras amistades.- La defendió Keiko.-

-Sí, ¡menudas amistades tiene!- Resopló la informática con una pícara sonrisa.- Desde luego no sé si nos cuenta entre ellas. Aunque claro está que, con ese tipo de amigas suyas, no me identifico.



            Sus contertulios la observaron con gestos de extrañeza. Sin embargo, al estar el doctor Adams presente, Caroline optó por no añadir nada más a ese comentario. Sus compañeras corrieron a su vez un tupido velo. Al menos Melissa. Lo cierto es que Keiko no comprendió esa observación, menos aún lo hizo Penélope que acababa de llegar. Desde luego, aquella mujer le recordaba a veces a Tracer. Pensó entonces en él y sus chanzas. Debería de estar en su base.

¡A ver cuándo podría tener permiso para quedar con ella!



-Bueno.- Se oyó la voz de Clarisa sacando a Penélope de esos pensamientos.- Aquí está lo que habéis pedido.-

-Muchas gracias.- Sonrió Keiko alabando aquellos dulces.- ¡Qué buena pinta tiene todo!

-Nos tocará quemarlo luego. A base de ejercicio.- Suspiró Penélope.-

-¡Bah!- Se rio Caroline que estaba algo entrada en kilos.- No seáis bobas y disfrutad de la vida. Además, esto es glucosa, para nuestros privilegiados cerebros es energía pura.



            Se rieron todas, no en vano sus cocientes intelectuales pasaban en algunos casos de ciento setenta. No eran lo que en términos coloquiales podría describirse como tontas. Comentaron algo sobre aquello en tono de humor, con el mismísimo profesor Adams entrando divertido en esas bromas. Al poco Ginger también llegó, llevando en una mano un plato con más porciones de tarta y de la otra a su hijo.



-Di hola, Dean.- Le pidió cariñosamente al crío.-

-Hola.- Saludó el niño moviendo una manita.-



            Todos le devolvieron el saludo con una sonrisa. El niño se escondió tímido tras las rodillas de su madre.



-¡Mira que chico tan guapo! - Le alabó Melissa sonriendo con amplitud.-



            Y al parecer la doctora Prentis sabía cómo ganárselo, el crío se rio mirándola con interés. Melissa le guiñó un ojo y le acarició la mejilla. No tardó en tenerle sentado en sus rodillas.



-¡Tienes el pelo rojo! - Se reía el niño tomando sin reparos algo de la cabellera de la ingeniera que le sonreía.-

-Dean, no hagas eso.- Le pidió su azorada madre.- Vas a hacer daño a Melissa.

-No pasa nada, ¿verdad que no me vas a hacer pupa, tesoro?- Le susurró dulcemente la doctora Prentis al crío.-



            Éste negó con la cabeza y soltó enseguida esos cabellos. Aquello dejó atónitos al resto. Ese niño tan revoltoso estaba manso como una ovejita junto a Melissa.



-Se te dan muy bien los niños.- Se admiró Penélope.-

-Antes de trabajar para la Masters fui maestra de infantil.- Les desveló la aludida a los presentes que no lo sabían.-



Keiko sonrió. Recordaba bien la llegada de aquella mujer al laboratorio y el cariño que Mimí le tenía. La doctora Prentis cuidó a la hija de Mimette y Daniel cuando ésta era pequeña. Y le contaron que, además, ayudó a salvarla de un secuestro. Miraba a esa mujer y veía que realmente le gustaban los críos. Aunque, que la hija de Tomoe supiera, nunca se había casado ni tenía hijos. Pensaba en eso y el resto estaba celebrando las monerías del pequeño cuando fue Caroline quién vio venir a otra conocida.



-Es Mei Ling.-Le anunció al grupo.- Y parece que viene acompañada…



            Así era. Y es que, nada más salir del restaurante, Maggie le había dado un cálido beso en los labios a su pareja habiéndola invitado con tono meloso.



-¿Vamos a mi apartamento?.. Allí te daré un buen postre…



            Pero para sorpresa y desconcierto de la joven, su novia movió la cabeza y apenas si musitó.



-No tengo muchas ganas de eso…quisiera descansar…

-La noche es joven.- Opuso Margaret.- Aun tenemos un rato para pasarlo bien…



            Sin embargo, viendo la cara de su pareja decidió cambiar de táctica. Más comprensivamente le sugirió.



-¿Tomamos un café y hablamos?

-No tengo ganas de hablar.- Repuso secamente ésta.-



            Eso molestó a Maggie, ahora su tono jovial se trastocó por otro de evidente enfado.



-No sé qué te pasa. Estoy segura de que es culpa de ese primo tuyo. Pero ahora no está aquí… ¿De qué tienes miedo?

-No es eso. No tiene que ver con él.- Se defendió su interlocutora.-

-Mira, ¡no me mientas, Mei Ling! - Se exasperó su pareja.- Pude verte la cara cuando se acercó a saludarnos. ¡Estabas asustada!

-¡Déjame en paz!- Sollozó la joven que, sin dar tiempo a Maggie ni para exclamar, salió corriendo en tanto remachaba.- Tú no lo entiendes…

-¡Espera!...- Le pidió ésta cuando pudo recobrarse al fin.-



            Corrió tras ella y la dio alcance a unos pocos metros, la muchacha estaba enjugándose algunas lágrimas. Maggie posó ambas manos sobre los hombros de su novia y le pidió con tono más inquieto e incluso arrepentido.



-Perdóname, me he pasado. ¿Vamos a olvidarlo, vale? Si no quieres hablar está bien, lo respeto. Pero me tienes preocupada.

-Lo lamento, ha sido culpa mía.- Pudo responder esa chica sobreponiéndose un poco para conceder.- Quizás sea buena idea que tomemos un café y te lo cuente.



            Maggie se alegró por ello. Además, a poca distancia estaba esa cafetería en la que había estado antes con el doctor Ginga y así se lo hizo ver a su contertulia.



-¿Te parece si entramos?... Ahora hay más sitio que hace un par de horas.

-Sí. Es un buen lugar. Las chicas del laboratorio venimos a veces.- Le contó su pareja.-

-Vaya. ¿No me estarás engañando con ninguna, eh?- Se rio Maggie tratando de rebajar aquel tenso ambiente.-



            Y según parecía lo logró. Su compañera esbozó una tenue sonrisa, negó con la cabeza y de la mano se fueron para allá. Aunque antes de entrar Mei Ling se soltó de una forma algo brusca. Maggie se extrañó aunque no quiso darle importancia. De hecho, esa chica era un poco peculiar. Estaba claro que le gustaban las mujeres pero de cara al resto del mundo parecía querer actuar como si eso no fuera así. Quizás oficialmente no hubiese salido del armario todavía. En fin, eso era un tema de cada cual y no sería ella quien la obligara. Tuvo malas experiencias en el pasado con casos similares y eso al final no solía acabar bien. Cuando su novia estuviera lista ya daría ese paso por sí misma. Ahora estaba más interesada en que le contara qué le estaba sucediendo con ese tipo. No obstante, al acceder al interior del local vio como Mei Ling era saludada por un grupo de personas. La oriental se giró hacia ella con cara de circunstancias y le musitó apurada.



-Son mis compañeras. No pensé que a estas horas iban a estar aquí.

-Bueno, así al menos me las presentarás.- Suspiró Maggie temiéndose que aquella interesante conversación que iban a haber tenido ya no se produciría.- Si es posible.

-Claro.- Musitó su pareja.-



            Y las dos se dirigieron dócilmente hacia ese grupo de gente…Durante aquel tiempo y en otra parte de la nave, tras haber ido a un lugar más apartado, aquel capitán Harris le explicó a Kiros lo que sucedía.



-Tenemos una fuga en el circuito de refrigeración. No nos está siendo posible repararla. Para hacerlo nos veríamos obligados a detener del todo la propulsión y tardaríamos mucho en volver a activarla. Son motores enormes y que deben alcanzar la temperatura adecuada. Por desgracia, al no apagar los propulsores, el calor dentro de la sala de contención del reactor está subiendo sin control. Tendríamos que entrar para abrir la compuerta que da al exterior y que escapase el exceso de temperatura.

-Esa misión es muy arriesgada, señor.- Comentó el saiyajin.-

-Así es. – Convino su superior para informarle.- Habíamos pensado hacerlo con dos varitech que, desde el exterior, abrieran un agujero. Pero es complicado, el grosor del asteroide virtualmente impide atravesarlo, salvo que utilizásemos una gran potencia de fuego y eso podría ser muy peligroso para la estructura y causar graves daños colaterales.



            Kiros se tomó unos instantes para meditar sobre ese problema. Al fin declaró.



-Mi capitán, creo que, con el debido equipamiento yo podría hacerlo.

-¿Entrar ahí?... ¿Está seguro, mayor?



            Aquel oficial le miraba perplejo y de un modo bastante inquieto. Al fin le confesó.



-Verá. El contralmirante me ordenó que le llamase, me dijo que usted era capaz de hacer cosas que nadie más podría llevar a cabo en esta nave. Pero eso… por capacitado que usted esté…

-Eso se lo dijo el contralmirante porque soy un saiyajin, señor.- Admitió su interlocutor.- Mi raza es mucho más fuerte y resistente que la de los humanos.  Él también habló conmigo cuando llegué.



            El guerrero del espacio recordaba su primer día a bordo. Fue el propio contralmirante Hazzar quién  le recibió.



-Descanse, mayor.- Le pidió el veterano militar a ese joven saiyajin que estaba en posición de firme.- Siéntese por favor.

-Se presenta el mayor Kiros Derail, contralmirante. Estoy a sus órdenes.- Replicó el interpelado tomando asiento.-

-Sea usted bienvenido. Me llegó una comunicación directa de sus soberanos. Por valija diplomática me enviaron instrucciones para usted. – Comentó entregando al guerrero un sobre lacrado.-

-Gracias, en cuanto pueda las leeré.- Afirmó el joven añadiendo con solemnidad.- Salvo que digan lo contrario debo ponerme a su disposición. Para mí, cuando usted o el resto de mis oficiales superiores me den una orden, será como si mis propios reyes lo hicieran.

-Le agradezco mucho su buena disposición. – Convino Hazzar que enseguida le preguntó.- ¿Está al corriente de la  naturaleza de esta misión?

-Únicamente en parte.- Repuso Kiros.- Al menos en la que más me afecta. Sé que también llevan colonos para poblar un nuevo mundo.

-Sí, esa es una parte muy importante de nuestro cometido. Pero hay otra que incluso lo es más. Tiene que ver con lo que usted conoce. Como aliados debemos cooperar en lo posible para llevarla a cabo con éxito.

-En lo que esté en mi mano, cuente con mi total colaboración, señor.- Sentenció el saiyajin.- Además, será un placer y un honor para mí tomar parte en ello.



            Hazzar asintió complacido, declaró entonces tras levantarse de su sillón.



-En un viaje anterior, conté también con la presencia de un oficial descendiente de su pueblo. Un joven muy valioso quien, junto a un primo que servía con él, se convirtió en un gran activo para el éxito final de nuestra misión. Para ambos se diseñaron una serie de trajes muy especiales…Supongo que a usted le servirán igualmente.



            Kiros asintió escuchando con atención lo que el contralmirante le comentó a renglón seguido. Ahora pensaba en eso cuando le dijo al capitán Harris.



-Debo ponerme el equipamiento especial. De ese modo creo que podré llevar a cabo esta tarea.



            Su superior le autorizó de inmediato, aunque pese a ello le comentó con preocupación.



-Las temperaturas ahí dentro superan ya los mil grados y siguen aumentando, no sé si podrá acercarse, pese a que lleve un traje especial o incluso espacial.

-Podré. Al menos el tiempo preciso para llevar a cabo mi cometido.- Aseguró el muchacho que añadió de modo perspicaz.- Sin embargo, quizás no tenga que entrar ahí, sino todo lo contrario.



            Pese a no comprender del todo esas palabras su superior le autorizó a ello. De este modo corrió a ponerse uno de esos trajes. Éstos habían sido diseñados y concebidos durante el viaje de la SSP-1 dando muy buenos resultados. Una vez llegó a la sección de ingeniería, uno de los técnicos le ayudó a colocárselo.



-¿No está el doctor Adams?- quiso saber Kiros.- Me dijeron que era el responsable de haber diseñado esta equipación.

-Lo siento, mayor. Acabó su turno y se fue con dos de las componentes de las Fairy Five.- Le informó su interlocutor.-

-¿Fairy Five?- Se sorprendió el oficial.- ¿Quiénes son?

-El grupo de científicas de la nave.- Le aclaró su contertulio.-



            El saiyajin se encogió de hombros, quería haber hablado con ese hombre sobre las características de ese traje. Apenas si se lo había probado un par de veces para practicar con él desde que llegó.



-No pasa nada.- Sentenció.- Ya me ocuparé de esto yo mismo.



            Y así lo hizo. Una vez estuvo listo se trasladó hacia uno de los hangares cercanos a la zona de propulsión. Allí, tras obtener permiso, le abrieron una compuerta especial que le dio acceso a una sala con una escotilla que podía abrir para salir al espacio. Una vez se encontró fuera se centró en su objetivo con un pensamiento en su mente.



-Espero que esto sea tan bueno como me han dicho que es.- Deseó por su propio bien y el éxito de su tarea.-



            Y tras aproximarse utilizando unos anclajes magnéticos en las botas del traje el guerrero del espacio concentró poder. De ambas palmas de sus manos partieron sendos rayos que enfocó para hacer coincidir en un punto determinado de la estructura en el casco de la nave. Enseguida vio como ésta iba abriendo un orificio.



-Esto debería ser suficiente como para liberar el calor, cuando el vacío del espacio absorba el oxígeno además apagará cualquier tipo de combustión.- Pensó.-



            No tardó en ver confirmada su teoría. De pronto una gran cantidad de calor surgió por ese agujero. Kiros se apartó enseguida para que su traje no se viera afectado. Comunicó por radio con el capitán.



-Aquí el mayor Kiros. He abierto un orificio de escape para el calor, ya está saliendo. Les pido que verifiquen si la temperatura ha comenzado a descender, corto.

-En efecto, mayor. Ahora podremos acceder a la sala con los operarios para poder reparar la avería, gracias. Regrese ya al interior de la nave.

-A la orden.- Repuso éste.-



            Al menos parecía que todo se iba a solucionar enseguida. Afortunadamente esa zona de propulsión  no incluía el reactor de fisión atómica con lo que no había riesgo de radiación. Además, la fuente de energía se había blindado especialmente en esta nave para aumentar la seguridad y la estabilidad del núcleo del reactor. Eso creía en tanto retornaba al interior. Una vez reingresado pudo quitarse el traje y volver a la entrada de esa sala. Las puertas se abrieron y un grupo de técnicos pasó al interior. Efectivamente, la temperatura iba bajando a niveles tolerables. Fue entonces cuando taparon el agujero por donde se escapaba el aire y los encargados de reparar la avería se pusieron a ello. Kiros estaba junto al capitán Harris, ambos entraron en aquella sala cuando uno de los oficiales al cargo de los arreglos se aproximó, tras saludar militarmente informó con tono sorprendido y preocupado.



-Mi capitán. No hay ninguna avería.

-¿Cómo dice, teniente?- Inquirió éste con idéntica sorpresa.-

-No señor, parece como si hubieran desactivado las conexiones del aparato refrigerador. Por eso no funcionaba.

-Un momento.- Terció Kiros.- ¿Está diciendo que podría ser un sabotaje?



            El interpelado no tuvo tiempo de contestar, súbitamente una gran explosión atronó en el interior de la sala. Fue tan grande que incluso hizo tambalear ligeramente la nave, dado que estaba muy cercana a uno de los motores de propulsión. El saiyajin salió despedido junto con el resto de los allí presentes aunque salvo por algunas magulladuras y heridas sin importancia estaba bien. No podía decirse lo mismo de los humanos. Varios habían muerto, otros gemían y gritaban heridos de consideración. Y lo que era peor, un incendio considerable se había desatado. Kiros tuvo tiempo de sacar a todos los que pudo ver con vida. Entre tanto, y por el hilo musical de la nave escuchaba una canción que llamó su atención. Al menos decidió usarla como acicate para darse más prisa y tratar de extinguir ese incendio. Por otra parte algunos oficiales y dotación que no fueron afectados informaron de inmediato. El propio saiyajin le ordenó a un sargento.



-Avisen al alto mando. Que envíen dotaciones de bomberos a ésta zona. Y equipo médico urgente.

-Sí señor.- Repuso el suboficial apresurándose a obedecer.-



            El saiyajin entonces utilizó su energía para crear una especie de campo de fuerza que contuviera las llamas. Su estrategia pareció funcionar pues logró desplazar parte del oxígeno.



-Salgan todos, creo que puedo apagar esto.- Les ordenó a los atónitos militares que andaban por allí tratando de ayudar.-

-Pero mayor, ¿Cómo piensa hacerlo? La compuerta es hidráulica y ha quedado dañada por la explosión. No funciona el cierre y pesa más de una tonelada.

-No se preocupen por eso y obedezcan.- Insistió de modo contundente.- ¡Vamos, evacúen ya!



            Los soldados y resto de oficiales abandonaron de inmediato aquel recinto. Aparte de ser su superior no se iban a poner a discutir sobre eso. Y de hecho, para asombro de todos, Kiros se limitó a sujetar la compuerta con ambas manos y a tirar hacia él para cerrarla. Ninguno de los que allí estaban podía creer la fuerza que ese tipo tenía ¡Fue capaz de mover esa enorme puerta circular de titanio reforzado, cuyo grosor superaba el medio metro! Al fin, el saiyajin la clausuró haciendo retumbar los alrededores con el eco metálico que produjo el choque  al cerrarla contra la pared quedando aislado del resto. Al menos esa canción seguía sonando, la voz de aquella chica que la entonaba le daba moral. Hablando de no huir y de luchar.



-Ese es el lema de cualquier saiyajin que se precie. Me gustaría conocer a esa cantante.- Pensó esbozando una leve sonrisa.-



Y es que las mujeres terrestres eran, en general, bastante débiles e insulsas. Sin embargo, tenía que reconocer que existían notables excepciones. Como la propia reina Meioh. Hembras fuertes, seguras de sí, con determinación y que no retrocedían ante nada para proteger a los suyos, ganándose el respeto, e incluso eso llamado por los humanos amor, hasta del mismísimo rey Lornd. Desde luego, su soberana era una mujer excepcional ¡Ojalá encontrase alguna que se la pudiera comparar! De hecho, él apenas si había tenido tiempo para fijarse en el sexo opuesto. Eran joven aún y la responsabilidad de casarse y tener herederos  no le inquietaba todavía. En cuanto a eso del amor, en fin, tonterías humanas. Pero no había que desdeñar aquello. Incluso la noble Seira le había dicho que era una fuerza muy poderosa. Debía serlo dado que su propio primo Doran, el hijo de su mentora, parecía estar totalmente controlado por dicho poder. Solamente había que oírle hablar de la reina de la Luna Nueva.



-No comprendo eso.- Se decía en modo reflexivo.- Quizás sea útil para emparejarse y tener descendencia poderosa. Pero no le veo otra utilidad…



            Aunque enseguida dejó esos pensamientos de lado y dedicó su atención al agujero que él mismo hiciera para refrigerar aquello y que ahora estaba tapado. Se limitó a elevarse en el aire y con un rayo de energía saltó el panel que lo había sellado. Una vez más el espacio succionó el aire llevándose el oxígeno y con él apagando las llamas. Kiros tuvo la precaución de tomar aire en la reserva de su traje antes de hacerlo. Una vez se extinguieron las flamas taponó de nuevo esa brecha fundiendo el metal circundante con unos rayos de energía que lanzó desde sus dedos. Al terminar fue capaz de abrir de nuevo esa enorme puerta, esta vez con algo más de esfuerzo.



-¿Cómo lo ha hecho?- Exclamó un joven cabo que tenía los ojos desmesuradamente abiertos, como el resto.-

-¡Es increíble!- Afirmó una técnica de operaciones.-

-Atiendan a los heridos hasta que llegue el servicio médico. ¿Han informado ya al contralmirante?- Quiso saber Kiros, sin darle ninguna importancia a su actuación.-

-Sí señor.- Reaccionó un teniente, tan perplejo por lo que acababa de presenciar, como el resto.- ¿Cómo está el capitán Harris?- Se interesó el saiyajin.-

-Grave pero parece que vivirá.- Le respondió una oficial.-



            En ese momento dos enormes robots varitech provistos con grandes extintores llegaron. Aunque su concurso no era ya necesario. No obstante, pudieron retirar los escombros y daños. También el servicio médico con varias ambulancias deslizadoras se presentaron allí para evacuar a los heridos. El saiyajin, una vez controladas las cosas en esa zona, acompañó al malherido capitán. Éste iba en una camilla, siendo atendido por algunos enfermeros. Kiros estaba a su lado y Harris, sujetando con fuerza una de las muñecas del saiyajin le pidió con voz entrecortada por el dolor y la debilidad.



-Averigüe quién ha sido…



            El interpelado se limitó a sentir para sentenciar lapidariamente.



-Lo haré, señor…



En el puente de mando enseguida llegaron las noticias. Hazzar se preocupó, pero no por ese accidente. En la pantalla del radar se visualizaban numerosos puntos en aproximación a la nave.



-Ordene zafarrancho de combate y alerta general a todos los pilotos.- Exclamó para musitar acto seguido no sin furia.- Esta vez no nos vais a tomar por sorpresa, ¡malditos! - Y agregó con determinación.- Varitech listos para despegar.

-A la orden.- Replicó un comandante que se apresuró a transmitir esas órdenes.- Escuadrillas Granate uno y dos advertidas.



Entre tanto, un rato antes y ajenos a aquello el grupo de científicas y sus acompañantes estaban terminando de tomar algo en la cafetería de Ginger. Charlaban ahora un poco con las recién llegadas.



-Mei Ling, ¡Qué alegría verte por aquí!- Exclamó Melissa.-

-Sí, teníamos un poco de tiempo y nos hemos dado un paseo, mi amiga y yo.- Repuso apuradamente la aludida en tanto presentaba.- Su nombre es Margaret Kendall.

-Así que te llamas Margaret.- Comentó Caroline mirando con una mezcla de interés y divertida afabilidad a esa joven.- Encantada de conocerte.

-Lo mismo digo, pero pueden llamarme Maggie.- Afirmó la joven tratando de sonar distendida.-

-¿A qué te dedicas?- Quiso saber Melissa.-

-Soy enfermera.- Respondió ésta.- Trabajo en el centro de salud tres.

-El mismo en donde está Giaal.- Comentó Penélope.- ¡Qué coincidencia!

-¿El doctor Ginga, verdad?- Creyó recordar Keiko.-

-¿Conocen al doctor?- Se sorprendió Maggie.-

-Por supuesto.- Afirmó la pelirroja muchacha, añadiendo con una bella sonrisa.- Y además, mi hermana mayor también es enfermera. ¡Qué casualidad!

-Lo es.- Convino Maggie sin dejar de mirarla. Esa chica era realmente bonita y parecía encantadora.- La vida está llena de casualidades. Yo misma he conocido al doctor hoy. Creo que llegó esta mañana.

-Igual que yo, vine con él.- Repuso la doctora Winters.- Es cierto. Hemos llegado hoy mismo. Con otros amigos.

-¡Y más que amigos! - Sonrió Melissa al recordarle.- Viniste con tu novio. El apuesto piloto.



            Penélope asintió algo azorada. Maggie la miró sonriendo levemente, sí. Esa joven era claramente del tipo de las que a ella no le encajaban. No sabía por qué  pero tenía una especie de radar para presentir a qué mujeres podría “atacar” y a cuáles no. Generalmente le bastaba ver cómo le devolvían la mirada o fijarse en su lenguaje corporal. Y allí, desde luego, no estaba la cosa demasiado interesante para ella. No obstante, esa otra, la que se presentó como Drummont, engañaba. Al principio parecía mirarla de aquella forma, pero no. Más bien era una forma de camuflar una sensación de malestar o desaprobación. Como si le estuviera dando a entrever que era una especie de intrusa y que la estaba tolerando. La otra mujer pelirroja algo mayor, en cambio, la observaba con benevolencia pero nada más. Luego estaba esa chica que sonreía con cara de circunstancias, era la dueña del local, que estaba ahora sujetando a ese crio que trataba de corretear entre ellas. Maggie no pudo reprimir una sonrisa al mirar al niño. Aunque volviendo una vez más en las mujeres que la rodeaban, centró su interés otra vez en esa jovencita pelirroja. Ella también observaba sonriente al crio, entonces las miradas de ambas se cruzaron…Maggie notó una extraña sensación. Era como si su corazón se hubiera agitado un poco al contemplar esos ojos grisáceos con tonos violetas y esa sonrisa. No obstante aquella jovencita enseguida adoptó un gesto más azorado y desvió los ojos. La enfermera se fijó en su novia. Afortunadamente Mei Ling no se había percatado de ese intercambio de miradas. Bastante ocupada parecía estar tratando de disimular la relación de ambas delante de sus compañeras. Aquello molestaba mucho a Maggie. ¿Por qué demonios tenía que esconder lo que sentían? En fin. El viejo problema otra vez. A pesar de los avances en la sociedad y de que las relaciones entre  personas del mismo sexo estaban ya muy aceptadas, todavía quedaban rescoldos de desaprobación.



-Ahora no es tan molo antaño. Parece que fuera casi como si hubieras cometido un acto de mala educación, o hecho alguna torpeza que te pusiera en evidencia.- Pensó la enfermera.- Sea como sea, pese a que para mucha gente no sea natural que dos hombres o dos mujeres expresen su amor de manera libre y desinhibida, ese no debería ser nuestro problema.



Y desde luego que por ella misma no le hubiera importado. En el pasado no se recató en besar a alguna de sus ex novias delante de la gente. Pese, eso sí, a ganarse en ocasiones miradas reprobatorias o algún que otro comentario homófobo que ella incluso llegaba a responder. Llego casi hasta a ser agredida.



-Aunque tampoco puedo decidir yo por ella.- Suspiró.-



Y si su pareja actuaba así supuso que tendría sus razones.  Ella jamás quiso poner a ninguna de sus relaciones en un compromiso. Por eso decidió hablar con Mei Ling de eso en otro momento. Aunque los pensamientos de la propia Maggie se vieron interrumpidos cuando la mujer de pelo rojizo, que dijo llamarse Melissa,  comentó.



-Está bien reunirse aquí. Es un bonito lugar. ¡Y tiene hasta karaoke! Echo de menos las jornadas en las Fairy Five de la Tierra. Cuando cantábamos algo.

-Sí, es verdad.- Sonrió Penélope.- Mimette, su marido y su hija era muy buenos en eso.

-Y Keiko es todavía mejor.- Afirmó la doctora Prentis.-

-¿Yo?- Se señaló ésta posando su propia mano derecha sobre el pecho, para apresurarse a negar.- ¡Qué va!

-¿Cómo qué no?- Se rio Melissa.- Si eres toda una artista. Hasta tu hermana Hotaru decía que eras capaz de hacerla bailar o llorar. Según te apeteciera o el tema que eligieras. Y te puedo asegurar que no es de las que se dejan impresionar fácilmente.

-No es para tanto.- Se avergonzó la interpelada.-

-Vamos Keiko, canta algo.- Le pidió Penélope.- Además, Gin te lo ha puesto fácil. ¡Menuda instalación ha hecho!

-Sí, he puesto esta parte del local acondicionada como karaoke.- Terció la propia Ginger rememorando con nostalgia mientras tomaba al fin de la mano a Dean.- Amatista siempre me decía que sería estupendo que tuviera uno. ¡Ojalá lo hubiera hecho entonces! Ella habría podido cantar en mi cafetería.

-Pues esta jovencita no la desmerece nada.- Afirmó Melissa casi empujando a la atónita hija del doctor Tomoe y de Kaori.- Te lo puedo asegurar.

-No, ¿yo?…Amatista es una cantante de éxito mundial y yo solamente soy una aficionada.- Pudo resistirse ella con apuro.- ¿Cómo me voy a comparar con ella?

-¡Anda, no seas tan remilgada! - Exclamó Caroline.-  Como me ponga a cantar yo, entonces seguro que ponen la nave en estado de alerta. Y no por haber pasado un campo gravitatorio precisamente.



            Ese comentario provocó algunas risas entre ellas. Exceptuando a Mei Ling quien solamente observaba con la cabeza parecía que en otra parte y de Maggie que valoraba con la mirada una vez más a aquella en apariencia tímida muchacha. Y por supuesto, la protagonista de toda aquella divertida conversación, que ahora tenía el rubor subido a la cara.



-Anda, hazlo por nosotras.- Le insistió Melissa.-

-Sí, por favor.- Se unió Ginger.- Sería como rememorar los viejos tiempos en la SSP-1. ¡Cómo recuerdo a Amatista cantando! Nos subía a todos la moral. Nos dio muchísima esperanza. Cuando la escuchábamos era como estar en casa.

-Es verdad.- Convino Adams.- Esa chica tenía un gran talento. Todos nos animábamos mucho con sus canciones.

-Anda Keiko, después de estas comparaciones no tienes más remedio que darnos ese capricho.- Le pidió maternalmente Melissa.-

-Bueno, está bien.- Aceptó finalmente la joven que tras dar un largo suspiro para quitarse los nervios comentó.- Pero no sé cuál canción cantar.

-¿Qué te parece ésta?- le sugirió entonces Maggie que al parecer había encontrado una de su gusto entre las que tenía ese aparato memorizadas.-

- La conozco, me gusta mucho.- Convino Keiko remachando.- No es demasiado antigua y tiene ritmo.-

-Yo diría que es muy apropiada para los que estamos aquí.- Afirmó su contertulia.-



            La pelirroja asintió. Al parecer opinaba igual que esa joven. Sin querer la miró a esos intensos ojos avellana que parecían querer decirle algo, sin embargo también se fijó como Mei Ling aferraba una de las manos de esa chica. Dejó pues de observarlas y se dirigió hacia la tarima del karaoke. Entonces Ginger puso el aparato en marcha, y como siempre que se sentía en su elemento y desataba su pasión, una transformación se operó en aquella normalmente apocada y tranquila muchacha. Inopinadamente, tras escuchar el ruido de las campanillas de la puerta del local, seguidos de los primeros acordes de la música, comenzó a cantar con tono rotundo, poderoso y lleno de calor.



Hola, hola Sr. Luchador,

mira, allá vamos otra vez...

Los triunfadores no abandonan (go-getter),

nunca se compadecen por su destino.



Más de un millar de millas hasta el final,

nunca sabremos qué es lo que está por venir,

solo tenemos el hoy,

para aprender de nuestro ayer.



Me siento viva -poniendo en juego-

toda mi vida -yendo hasta el final-.

Todavía estoy viva -y doy la espalda-

a los espejos rotos.



Me siento viva cuando me atrevo a decir

que quiero pelear,

no lo arreglaré corriendo, corriendo, corriendo...



-Di sí, sí, sí- (yay)

Ven y alza tu grito de guerra,

tú eres el que nunca muere.

¡Hurra! Cántalo, la la la.

Adelante, cántalo, la, la, la.



Sigues escalando colinas,

justo ahora, estás persiguiendo tus sueños. 

¡Hurra! Cántalo, la la la.

¡Hurra!



Di sí, sí, sí- 

-Di sí, sí, sí- 

¡Hurra!

Di sí, sí, sí- 

Di sí, sí, sí- 



Una sacudida brusca de todo el local les hizo mirarse a todos sorprendidos. La música se había parado en seco. No obstante, volvió como si nada hubiera pasado y Keiko prosiguió todavía con más intensidad cantando…



Hola, hola Sr. Peligro,

no hay necesidad de sentirse asustado,

me conozco de memoria mis sombras,



Llevo la luz entre mis grietas (por mis grietas sale luz).

Más de un millar de heridas sobre mis manos

de todas las veces que las combatí cara a cara. 



Repasamos, pasamos por, nuestros errores

para encontrar el camino directo hacia atrás.



Me siento viva -no voy a caer-.

Toda mi vida -una y otra vez-.

Todavía estoy viva -no voy a ceder en el intento-



Me siento viva -no voy a correr-. 

Quiero pelear,

no lo arreglaré corriendo,

no, no, no lo arreglaré corriendo.

Ven y alza tu grito de guerra,

tú eres el que nunca muere.



¡Hurra! Cántalo, la, la, la.

Adelante, cántalo, la, la, la.

Sigues escalando colinas,

justo ahora, estás persiguiendo tus sueños. 



¡Hurra! Cántalo, la, la, la.

¡Hurra!

-Di sí, sí, sí- 

¡Hurra!



¡Hurra! Cántalo, la, la, la.

¡Hurra!

-Di sí, sí, sí- 

¡Hurra!

-Di sí, sí, sí- 

¡Hurra!

-Di sí, sí, sí- 

¡Hurra!



(Say Ye. Barei. Crédito al autor)



Y cuando concluyó de interpretar aquella canción una gran ovación atronó la sala junto con gritos a modo de vítores. Y no partían en exclusiva de su grupo de amigos sino de todos los asistentes que aplaudían entusiasmados a la ahora ruborizadísima Keiko. La propia Penélope estaba con la boca abierta. Lo mismo podía aplicárseles a Mei Ling y sobre todo a Maggie. La enfermera pensaba que esa chica tenía una manera de cantar que le recordaba muchísimo a esa antigua novia suya. Aunque tenían también marcadas diferencias. Su ex pareja era como un volcán en erupción. Podía ver a través de sus verdes ojos que rezumaban toda aquella pasión que luego desataba en sus canciones. Esta muchacha por el contrario era tranquila y hasta tímida a la vista de esas pupilas grisáceas de brillos violetas. Y parecía que solamente era capaz de sacar esos sentimientos delante de un micrófono. Pese a todo, era tan buena cantando como cualquiera de las componentes de las Justices. Y Margaret, tras su ruptura desde luego con aquella antigua miembro de ese grupo, tuvo tiempo de escucharlas a todas.



-¡Hasta me dedicó una canción!- Recordaba moviendo la cabeza.- Y pese a lo que me decía en la letra estaba claro que le hice daño. Bueno, si te sirve de consuelo, yo también lo pasé mal durante bastante tiempo.- Se dijo en su interior.- Sobre todo al darme cuenta de lo que dejé escapar. Y lo sentí mucho, de veras que lo lamenté. Todavía lo sigo haciendo.



            No obstante el resto, ajeno a esas amargas reflexiones, seguía felicitando a la improvisada intérprete. Sobre todo Caroline



-¡Eso es cantar y lo demás es hacer ruidos! Creo que hasta fuiste capaz de detener la órbita del asteroide…Ja, ja…

-Por cierto.- Se preguntó Melissa al hilo de aquello.- ¿Qué habrá sido eso?  Pareció una sacudida en toda la nave.

-Posiblemente como dijo antes Caroline, habremos topado con algún campo de atracción electro magnética.- Especuló Penélope.-



            Los demás asintieron, aunque una muy entusiasmada Ginger terció entonces comentando para más vergüenza si cabía de la pobre Keiko.



-¡Ha sido fabuloso! Hasta lo hemos retransmitido desde aquí. Se habrá escuchado por el hilo musical de toda la nave.



            Sin embargo, el ruido de sirenas y el paso de unas cuantas ambulancias deslizadoras enseguida llamaron la atención de todos. En ese mismo instante el móvil de Maggie comenzó a parpadear.



-¿Si?- Respondió extrañada.-

-Soy el doctor Lester. Es una emergencia, preséntese junto con el resto del personal en el sector ocho, parte de popa. Ha habido un accidente grave. Hay muertos y bastantes heridos entre el personal militar y algunos técnicos de mantenimiento.

-Enseguida voy, doctor.- Pudo responder todavía tomada por la sorpresa -¡Oh, Dios mío!

-¿Qué sucede?- Quiso saber Mei Ling.-



            Margaret se lo contó, siendo escuchada también por el resto. La enfermera entonces concluyó.



-Quizás se necesiten donantes de sangre.

-¡Vamos entonces, no hay ni un segundo que perder! - Arengó Penélope.- Sé lo que pasa en estos casos. Por desgracia, en la SSP-1, ya tuvimos unas cuantas experiencias así.



            Ginger se estremeció al oír aquello. Demasiado bien sabía ella lo que significaba ser herida de gravedad. No tardó en asentir llamando a su compañera.



-Clarisa, por favor. ¿Podrías llevarte a Dean a casa? Quiero ir con los demás para ver si puedo ayudar.

-Claro, no te preocupes.- Afirmó su interlocutora.- Ven cariño.- Le pidió dulcemente al crío.-



            El pequeño, que la conocía bien, no dudo en seguirla. Después Ginger anunció a los clientes que cerraban por esa noche. Tras escucharse por algunos altavoces el cierre de varios puntos de las carreteras y rutas de deslizadores la gente se apresuró a marcharse. Algunos a sus casas, otros a tratar de ayudar y no pocos por desgracia, a limitarse a tratar de ver, por mera curiosidad, qué había sucedido. Asimismo sonó la alerta en los alojamientos de la tropa. Con una voz que les indicaba.



-A todos los pilotos, preséntense inmediatamente en sus escuadrillas.



Al oír aquello Susan y Olivia salieron de sus respectivas habitaciones con sus pijamas puestos.



-¿Qué ocurre?- Preguntó la mejicana en voz alta. -

-Es la alarma. Podría ser un ataque.- Conjeturó Susan.-

-¡Oh Dios mío! No puede ser...- Exclamó la alférez.-

-Créeme. He pasado por situaciones parecidas. Podría ser perfectamente. Vamos, pongámonos el uniforme y vayamos.- Le ordenó a su compañera de piso.-



            Ambas se aprestaron a ello con celeridad. Tracer actuó de idéntico modo. El sonido de la emergencia le despertó en el sofá. Se había quedado dormido durante la proyección de esa película. Ahora bostezaba y musitó.



-¡Oh no! Esta sensación me es demasiado familiar…



            Aunque no tardó en despejarse y vestirse con rapidez para acudir a recibir órdenes. Lo mismo le sucedió a Giaal. El médico en cambio no tuvo necesidad de ser despertado. Una especie de sexto sentido le dijo que algo no iba bien. Salió rápidamente justo a tiempo para confirmar sus sospechas al ver pasar a las ambulancias deslizadoras…



-Ya estamos otra vez.- Suspiró resignado y visiblemente preocupado.- Es una desgracia lo poco que dura la paz.



            Y lo mismo que el resto de sus amigos se dio prisa para acudir a donde pudieran necesitarle…




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