lunes, 12 de diciembre de 2016

GWDN 04 Investigación


En cuanto se aseguró de que Harris sobreviviría, Kiros retornó al lugar del siniestro. Sus palabras fueron interrumpidas por aquella horrísona explosión, pero en su mente un pensamiento estaba claro. Aquello no había sido ningún accidente.



-Algún miserable traidor y cobarde anda suelto.- Masculló con ira.- Le atraparé como sea.



Pero debía conservar la calma. Ahora el enfado no le ayudaría. No estaba en medio de un combate en el que tuviera que aumentar su energía. Así pues trató de serenarse y pensar. Se miraba el uniforme hecho girones en algunas partes y la sangre que lo manchaba. La mayor parte de ella era suya debido a algunas heridas. Debía admitir que esa explosión le tomó por sorpresa. Se censuraba a sí mismo aquello. De haber reaccionado antes hubiese podido proteger a sus compañeros generando una barrera de energía.



-No es tiempo de pensar en lo que no fui capaz de hacer sino en lo que tengo que hacer desde ahora.- Se dijo rememorando una de las sentencias de su tía y mentora.- A ver qué he aprendido de la derrota.



            Y es que la noble Seira fue siempre una gran maestra para él, inflexible cuando debía serlo. No obstante, también sabía comprender los errores. Es más, le decía que nadie estaba libre de cometerlos y que lo importante no era incurrir en ellos, sino repararlos tras haberlos entendido y analizado. Otra de las cosas que les inculcó a sus compañeros de adiestramiento, Doran, Seren y Bralen, lo mismo que a él, fue que nadie podía vencer siempre. Sin embargo, se podía y se debía aprender de las derrotas. En este caso, Kiros se sentía derrotado. Fue incapaz de anticiparse a ese ataque. No lo vio venir. Eso no volvería a suceder. Se lo prometió a sí mismo cuando en la distancia oyó los ruidos de las sirenas, las ambulancias llegaban con rapidez para hacerse cargo de los heridos. Los primeros en aparecer fueron Maggie y Giaal junto con el doctor Lester, el médico jefe de a bordo. Era un hombre de pelo blanco que rondaría los setenta años, estatura media y complexión normal. Tomó enseguida la batuta de todo aquello distribuyendo al personal sanitario que le acompañaba con tono de mando, pericia y contundencia.



-Doctor Ginga, ocúpese usted de los heridos más graves. Instálelos en la parte de la derecha, valórelos y atiéndales de urgencia si es necesario antes de mandarles al hospital.

-Muy bien,- convino Giaal.-

-Rogers, García.- Les indicó a dos enfermeros.- Ustedes vayan transportando a los heridos, usen las camillas droido.-

-Lo que usted diga, doctor.-Respondió uno de ellos, de piel morena.-

-Kendall, Marek.- Les indicó a Maggie y a otra chica rubia de pelo rizado cortado hasta la base del cuello.- Vayan a socorrer a los que presenten un cuadro menos grave.

-Sí, doctor.- Se apresuró a responder la otra muchacha, arengando de seguido a su compañera con tinte admonitorio.- Vamos Kendall, ¡espabila! ¿Es que te has quedado dormida?...



            Lo cierto es que Maggie había estado observando desde que llegó con estupor y pesar. Casi estaba paralizada por el horror de semejante espectáculo. ¡Ella que tenía tantas cosas en la cabeza! Ahora se daba cuenta de que aquello sí que era realmente terrible. Y por si fuera poco, tenía que soportar la recriminación de esa estúpida. De todos modos ese no era momento ni lugar para andarse con antipatías personales. Y encima Marek tenía razón. Asintió y rehaciéndose de inmediato fue derecha hacia un oficial militar que tenía abundantes manchas de sangre en el uniforme…



-Deje que le ayude.- Le pidió a ese chico de pelo negro y algo largo.-



            Kiros se giró al escuchar la voz de esa mujer. Aquella joven humana venía a tratar de curarle. No es que estuviera herido de consideración y además deseaba poder esclarecer aquello cuanto antes. Por eso no deseaba perder el tiempo dejándose atender. Sin embargo, antes de poder ni responder, esa enfermera le pidió amablemente.



-Vamos. Déjeme ver si puede quitarse la chaqueta. A ver si tiene alguna herida.



            El saiyajin la miró con gesto de incredulidad, pero obedeció, a fin de cuentas la humana pensaba en ayudarle. No sería educado rehusar. Y tenía instrucciones de, en lo posible, no desairar a sus aliados.



-Parece que tiene fragmentos de algo incrustado. No se la quite sí…



            Pero Maggie no tuvo tiempo de concluir la frase. Ese tipo ya se la había quitado sin ceremonias.

-¿Qué ha hecho? Ha podido agravar sus heridas.- Le recriminó ella entre sorprendida y enojada.-



            Aunque enseguida respiró hondo y se maldijo. No podía hablarle así a ese hombre. Quizás estuviera traumatizado. Así pues, suavizando su tono se ofreció solícita.



-Mire, lo siento. Déjeme hacer a mí, ¿eh?...



Kiros la miró impávido. No comprendía porque esa humana se había puesto tan nerviosa. Decidió dejarla actuar tal y como le había pedido. Una vez se liberó de su chaqueta bastantes heridas y cortes con fragmentos de metal incrustados quedaron al descubierto en sus brazos y su torso. Una especie de metralla que la onda expansiva de la explosión había arrojado.



-Si la noble Seira viera esto, me maldeciría por no haberlo esquivado. Me estoy descuidando mucho desde que vivo entre humanos. - Pensó con cierto tinte de culpabilidad. -

-Espere, siéntese por favor.- Le pidió mientras tanto Maggie echando mano de un tono de calmada profesionalidad en cuanto  unos auxiliares médicos trajeron algunas banquetas.- Le extraeré esos restos de metal y le limpiaré.



            La joven tuvo que reprimir una exclamación. Ese chico tenía heridas que harían gritar de dolor a cualquiera. Sin embargo, ahí estaba, hierático, dejándose curar con docilidad. Quizás, tal y como Maggie había supuesto, estuviera aun en shock por lo sucedido. En cualquier caso la obligación de ella misma era atenderle sin provocarle más temor o malestar del que a buen seguro ya tendría. Así que improvisó una animosa sonrisa y tras hacer venir a un droido médico la joven sacó de éste un botiquín.



-Si le hago daño, por favor, avíseme.- Le susurró.-



Ese tipo no replicó limitándose a asentir casi imperceptiblemente. Suspirando y provista con unas tenacillas y todo el cuidado del que fue capaz, Maggie fue tratando de sacar algunos pequeños restos de material clavados en los musculosos brazos y el torso de ese individuo. A decir verdad, Kiros había sentido algún ligero dolor pero fiel a su naturaleza de saiyajin no emitió lamento alguno. La enfermera sonrió mirando al adusto rostro de ese oficial y le dijo tratando de distender ese ambiente.



-Puede quejarse si quiere, eso no será ninguna amenaza a su masculinidad.

-No preciso quejarme por algo como esto.- Respondió él de modo imperturbable.-



            Y lo asombroso del caso es que a la enfermera le pareció que ese tipo lo decía de veras y no simplemente por fanfarronería o tratando de parecer una especie de machote estereotipado para ganar puntos delante de ella. La verdad era que hasta la propia Maggie estaba impresionada a la vista de semejante ejemplar. Ese individuo era realmente un portento físico. Su cuerpo parecía estar tallado como el de una escultura definiendo casi todos los músculos en unas proporciones no demasiado exageradas pero aun así espectaculares.  ¡Menos mal que a ella los hombres no le atraían lo más mínimo! Por un lado, eso era una ventaja para concentrarse en su trabajo. Al menos en ese caso. Y además, anatómicamente hablando, le parecía estar consultando un manual. Eso sí la fascinaba. Y más aún, aquello le ayudaba a saber cómo proceder con la mayor eficiencia.



-¿Ha terminado ya?- Inquirió ese individuo sin parecer inmutarse incluso cuando ella le sacó un resto de metal casi a costa de removerlo haciendo brotar más sangre. – Debo reincorporarme.

-No puede hacer eso, mayor.- Sonrió la enfermera al percatarse de las líneas que cruzaban las mangas de esa ensangrentada chaqueta que descansaba sobre el suelo.- Tiene que ir a que le pongan la vacuna del tétanos y que le venden apropiadamente.- Remachó en tanto le enjugaba la sangre con un algodón y una gasa que tenía entre sus manos enguantadas de látex.- Aguarde y no se mueva, por favor, le haré un vendaje provisional.



            A Kiros aquello le parecía una tontería. Heridas peores se había hecho entrenando. Sin embargo, si aquella era la costumbre de los terráqueos tendría que hacerlo. Con una alubia se habría repuesto de inmediato, pero olvidó llevarlas.



-Otro estúpido error. Desde ahora estaré siempre en guardia.- Se prometió, anotando esa nueva negligencia en su lista mental.-



Ya pasaría a su habitación a tomar una más tarde.  Empero, bien mirado, si le curaban aunque fuera de este modo tan primitivo, no le haría falta desperdiciar una. En eso pensaba cuando la voz de otra chica de pelo pelirrojo se escuchó en tanto se aproximaba hacia ellos.



-¿Puedo ayudar? Me dijeron que podríamos donar sangre para los heridos.



            El guerrero del espacio la miró con sorpresa, ese tono le resultaba familiar…aunque no lograba recordar en dónde lo había escuchado.



-Tienes que ir al otro lado.- Le respondió cordialmente Maggie al reconocer a esa jovencita.- A tu izquierda a unos cuantos metros han instalado una unidad para los donantes de sangre.



            Keiko asintió sin poder dejar de mirar a ese chico que estaba siendo atendido por la amiga de Mei Ling. ¡Así que ciertamente era enfermera! Y parecía ser bastante competente. Además de bonita y amable. No entendía el porqué de los ácidos comentarios que Caroline había hecho contra las amistades de su mutua compañera. Pero, dejando eso a un lado, sobre todo se fijó en el muchacho al que trataba. Estaba realmente en forma y… bueno… ¡era muy guapo! ¡y con un cuerpo! Pero lo que más llamaba su atención era que no profería ni la más mínima queja, incluso ahora él le devolvía la mirada con una expresión extraña, parecía querer decirle algo. La muchacha le sonrió amablemente para interesarse por su estado.



-¿Qué le ha sucedido?

-La explosión me alcanzó.- Declaró lacónicamente él.-

-¿Explosión?- Repitió la muchacha.-

-Hubo un accidente en el cuarto de propulsores.- Repuso el oficial.-



            A la mente de Keiko vino ese instante en el que estaba cantando y el suelo tembló. Hasta la música paró. Así comentó.



-Tuvo que ser muy fuerte. La sentimos hasta en el karaoke cuando estábamos en la cafetería de Ginger.

-Las vibraciones de la onda expansiva debieron rebotar por toda la nave.- Conjeturó el saiyajin.-

-Sí, es verdad, estabas a media canción.- Recordó a su vez Maggie, alabándola de seguido.- Pero pese a todo, continuaste como una autentica profesional. Como si no hubiese pasado nada.

-¿Era usted la que cantaba?- Terció Kiros con gesto sorprendido a su vez.- Esa canción era realmente hermosa. Pude oírla aquí. Cuando estaba tratando de reparar la avería. Era como si aumentase mi fuerza al escucharla. Canta realmente bien, señorita.



            Keiko se ruborizó y no pudo evitar sonreír con cara de circunstancias. Así que lo que dijo Ginger era cierto. Se había transmitido a toda la nave. ¡Se quería morir de vergüenza!



-Gracias.- Musitó bajando la mirada.- No es para tanto.

-Sí lo es. En mi pueblo tenemos canciones e intérpretes muy buenos, pero muy pocas veces escuché nada parecido.- La halagó él con un tono tan claro como sincero.-

-¿Su pueblo?- Inquirió una ruborizada Keiko.-

-Bueno, en mi familia. Tenemos costumbre de cantar a veces.- Se evadió él, recordando que tenía instrucciones de no revelarle a todo el mundo que era un saiyajin.- En ocasiones especiales.

           

Al menos no debía desvelarlo al personal civil. Su compañero de cuarto y de armas, así como sus superiores sí podrían tener acceso a esa información. Recordó las instrucciones recibidas y se censuró. A punto había estado de hablar más de la cuenta. Quizás los ojos grisáceos con ese toque lavanda de aquella pelirroja tan atractiva le hubieran distraído. Y es que Kiros debía admitir que su interlocutora  era hermosa. Y pese a ser humana poseía una gran fuerza, al menos en su voz. El normalmente estoico guerrero había sentido algo especial al escucharla y ahora en cambio su forma de hablar y su tono parecían totalmente distintos. Era una voz suave y hasta dulce y al tiempo reposada. Por momentos le recordaba a la de su soberana, la reina Meioh, cuando él era un niño. Eso contribuía a hacer a esa joven incluso más atractiva. El saiyajin sentía que su corazón latía algo más aprisa, pese a que no estaba haciendo ningún esfuerzo, movió ligeramente la cabeza y se preguntó.



-¡Qué me está pasando!



            Las dos chicas advirtieron algo extraño en él. Fue la enfermera la que mirándole con cierta preocupación o quizás podría parecer que hasta incomodidad, le preguntó.



-¿Se encuentra bien? Debería ir a que le viera un médico.

-No lo necesito.- Sentenció recobrando su aplomo y pulsaciones habituales.-

-Debe cuidarse.- Le aconsejó también Keiko.- Maggie tiene razón.

-¡Vaya!, recuerdas mi nombre.- Sonrió la enfermera visiblemente agradada por aquello.-

-Sí, claro. ¿Por qué no habría de hacerlo? Y supongo que tú el mío.- Repuso su confiada interlocutora.-

-No sé, ¡ja, ja!  - Se  burló su contertulia que de sobra lo recordaba para fingir con tono jovial.- Me han presentado a tantas chicas hoy…



Parecía que esa jovencita no era indiferente al tono y la forma de hablar que Maggie estaba empleando. Quizás podría estar interesada, lo mismo que su contertulia, en que ambas se conocieran mejor. Eso confirmaba la impresión que de ella tuvo en la cafetería. En ese momento además la pelirroja sonreía más ampliamente e iba a decir algo pero la voz del doctor Lester se adelantó sacándolas de aquella charla. El médico se aproximó a ellos seguido de esa otra enfermera.



-Acompáñenos, tenemos más heridos aquí.- Le indicó a Maggie.- Salvo que tenga que atender todavía al mayor.

-No es necesario.- Replicó él.-



            A desgana pues, la joven enfermera se separó de Keiko. La verdad es que observándola tan de cerca le pareció todavía más hermosa. Sin embargo, se censuró ella misma por pensar así. ¡Ya tenía pareja! Estaba con Mei Ling. Y esa chica además era compañera de trabajo de su novia. Lester se alejó entonces y Marek no perdió oportunidad de soltarle a bocajarro a su colega.



-¡Vaya! Qué bien sabes elegir a los pacientes. ¿Les has dado ya tu número?

-Esa chica vino a donar sangre.- Respondió Maggie pensando que se refería a la muchacha.-

-¿La chica?- se rio su interlocutora con sarcasmo.- ¡Anda ya! No trates de tomarme el pelo, mona. Te has pasado un buen rato con ese tío. Y no parece que esté tan mal de salud. Desde luego, lo que está es muy bueno…Sabes elegir bien a quién atiendes.

-¡Oye!- Reaccionó su contertulia encarándose con ella.- ¿Qué problema tienes, eh? Estaba herido de consideración, tuve que sacarle bastantes esquirlas de metal.

-Ya, claro. Por eso se va caminando tan tranquilo.- Replicó su colega en tanto se daba media vuelta para ir a atender a más heridos y remachaba.- Pues lo dicho, llámale para seguir curándole.

-¡Zorra!- masculló su interlocutora sin ser oída.-



            Esa Marek, de nombre Erika si mal no recordaba, era una idiota. Al principio de conocerla le dedicó la misma atención que a cualquier otra mujer hermosa. No obstante, enseguida vio que sus inclinaciones no eran compartidas por esa presuntuosa. Pero no era ese el problema. Lo cierto es que esa chica era una lameculos que seguía a Lester por donde quiera que éste fuese. Y desde luego la antipatía era mutua. Siempre que le era posible aquella estúpida se metía con ella. ¡Y sin que supiera las inclinaciones que tenía!



-Si averigua que soy lesbiana seguro que será todavía más impertinente.- Se dijo moviendo la cabeza.-



Pensando en eso y tragándose el enfado, Maggie se ocupó a su vez de otros afectados. Entre tanto y ajena a aquella discusión de las enfermeras, Keiko quiso despedirse de ese militar.



-Bueno, ha sido un placer…

-Mayor Kiros Derail.- Se presentó él levantándose al punto y haciendo una leve inclinación de cabeza.- Señorita…

-Keiko Tomoe.- Encantada.- Respondió ella ofreciéndole una mano.-



            El muchacho dudó un instante y después se la estrechó con suavidad. Creyó recordar que esa era una costumbre humana. La joven le observaba perpleja. Parecía un tipo algo peculiar, educado aunque con un aire algo misterioso. Como si escondiera algo. Era también alto aparte de fornido. Y  eso que ella no era precisamente bajita. Medía metro setenta y dos y eso sin zapatos, pero ese hombre le sacaba casi la cabeza…



-Siga usted cantando así.- Le pidió amablemente él mientras se marchaba interrumpiendo esa reflexión.-



            La joven se le quedó mirando durante unos momentos, después se dirigió hacia el centro de donación de sangre. Allí estaban ya Melissa, Caroline, Penélope y el doctor Adams, lo mismo que Ginger que, tras un rato, había venido desde su cafetería con un robot droido exprés. Dentro de él llevaba café y algunos bollos.



-Para todos los que donen y para los afectados.- Comentó a sus atónitos amigos.- La casa invita.

-Es todo un detalle, Gin.- Sonrió Penélope.- Muchas gracias.



            Los demás convinieron en eso. Algunos de los heridos menos graves y bastantes donantes pudieron reponer fuerzas dado que la muchacha colocó un improvisado puesto y enseguida contó con el beneplácito general al repartir raciones de bollería y vasos de café. Al menos el de casi todos. Al cabo de un rato un enojado doctor Lester se aproximó para reconvenirla.



-Señorita, ésta es una zona de urgencia sanitaria, no un stand de feria para degustaciones. Le ruego que recoja sus cosas y se vaya.

-Pero, yo… solamente lo hacía para tratar de ayudar.- Pudo justificarse la joven.-

- Retírese o tendré que llamar a las autoridades…- Replicó de modo inflexible el doctor.- ¡Aquí no se viene a hacer negocio!



            Bastante desanimada y hasta ofendida por ese injusto comentario, Ginger se dispuso a hacerlo. No obstante, cuando terminó de donar sangre, Melissa se unió a ella.



-No te preocupes, lo pondremos fuera de la zona de atención a los heridos e invitaremos a quien quiera a venir.

-Sí, es una buena idea.- Sonrió la joven ya más animada aunque dolida cuando afirmó.- No vayas a creer que he venido aquí para hacer negocios a costa de esta desgracia.

-¡Claro que no!- La secundó Melissa.- Olvida a ese estúpido, todos te ayudaremos.



            Y así fue, en cuanto los demás cumplieron con su deber cívico fueron para allá uniéndose a ellas. Otro droido que trasportaba sillas llegó para que todos cuantos quisieran pudieran sentarse allí a tomar algo.



-Está demostrado que tras dar sangre hay que reponer energías.- Comentó Ginger más feliz ahora que ese antipático doctor no podría expulsarla de allí.- Y creo que esto es lo que debo hacer.

-Así es.- Convino Penélope.- Y todos te estamos muy agradecidos, Gin.



            Y el resto convino en ello. En ese momento, no muy lejos de allí, Giaal atendía a los heridos más graves. Trataba de estabilizarles antes de ser trasladados al hospital. Algunos incluso habían sufrido amputaciones traumáticas de alguna mano o brazo. El alien logró mantener con vida a todos y fue embarcándoles en las ambulancias por orden de gravedad. Era realmente duro ver algunas escenas, pese a los calmantes los gritos de dolor se hacían oír. Para el resto de las personas allí congregadas era algo terrible. Fue cuando la propia Ginger se percató tras escuchar a algunos y después mirando con horror a un pobre muchacho al que le había desaparecido un brazo a la altura del codo. No dudó en acercarse y aferrar la mano que le quedaba con las dos suyas. Mientras aquel desgraciado sollozaba y gemía de dolor ella, con el tono más confortador que pudo, le animó.



-Confía en el doctor Ginga, él te ayudará. Ya verás… ¡hace milagros! A mí me ayudó.



            El médico no tardó en administrar otro calmante a ese chico que miró agradecido y emocionado a Gin antes de perder el sentido. La muchacha no pudo evitar derramar algunas lágrimas. El resto, tan pronto como pudo, se acercó a apoyarla a ella y al resto.



-Gracias Ginger.- Dijo Giaal.- Has sido muy amable, pero no soy un dios.



Y desde luego que así era. Él había tenido oportunidad de ver en acción a alguno e incluso de plantarles cara en Bios. Si hubiese contado con la ayuda de  esos seres a buen seguro que todos los heridos se habrían sanado de manera instantánea. Pero claro, eso no se lo iba a decir a aquella encantadora joven.



-Aquí únicamente contamos con nosotros y nuestra pericia.- Pensó el Alien dirigiéndose a su contertulia para añadir.- Eres muy amable por tenerme en tan alto concepto. Pero no soy perfecto.

-Para mí, sí que lo es, doctor.- Musitó la muchacha mirándose sus propias piernas.- Jamás podré agradecerle lo que hizo por mí.

-¿Cómo qué no? Lo haces todos los días, simplemente por ser como eres.- Sonrió el interpelado.- Con esa bondad tuya nos llenas de felicidad a todos. Ir a tu cafetería es como estar en casa.  Y te aseguro que es una sensación que realmente apreciamos.



            La chica sonrió sintiéndose agradecida. Enseguida quiso preguntar.



-¿Podrá hacer con ellos lo que hizo conmigo?...

-Lo intentaré.- Suspiró el médico.- Aunque no siempre surte efecto. Dependerá de su constitución y la compatibilidad. No te engañaré, en tu caso tuvimos mucha suerte.

-Estoy convencida de que usted podrá lograrlo.- Le animó la muchacha.-



Giaal asintió reconocido por aquellos cumplidos que sabía del todo sinceros. ¡Ya quisiera él que resultase tan sencillo! Pero continuaría esforzándose por mejorar ese tratamiento. Las palabras de Ginger le había alentado a hacerlo más de lo que la joven pudiera imaginar.



-Por ti, y otras muchas buenas personas inocentes, merece la pena seguir investigando.- Le dijo.-

-Yo…no merezco tanto.- Fue capaz de responder la ruborizada chica.-



No obstante, dejaron enseguida de conversar puesto que en lontananza se veía aproximarse al doctor Lester que había estado tratando a su vez a algunos pacientes. Ginger no quiso que volviera a llamarle la atención. De modo que se volvió rauda a su puesto. Pasado un rato y al ver que los heridos estaban ya casi evacuados, los componentes del grupo decidieron retornar a sus casas. Había sido un largo día y el siguiente podría serlo también. Sin embargo, estaban lejos de saber lo que sucedía en la zona militar de la nave. Tracer, Susan, Olivia y muchos pilotos más habían sido requeridos por sus respectivos jefes de escuadrilla. El mayor Jensen enseguida se hizo cargo de la suya. Aprestándose a despegar tras ocupar su caza.



-Aquí líder Granate uno, solicito permiso para despegar.- Pidió por radio.-

-Afirmativo, luz verde.- Le fue respondido por el control.-



            Y focalizando ahora toda su atención en la misión que tenía, Tracer despegó. Ese avión nuevo era realmente potente. Apenas acelerando ya salía disparado como una flecha. En breves instantes cruzó los cientos de metros de la zona de lanzamiento y surcó el espacio. Ahora su radar detectaba algunas decenas de puntos luminosos en aproximación. Aguardó un poco para tener refuerzos  y una vez que los miembros de su escuadrilla estuvieron en el aire les indicó.



-Formación Jack cuatro. Misión de scramble. Vamos a por ellos. Y premio a quién derribe más. –Declaró aunque añadiendo ya en serio.- Pero no se arriesguen de modo innecesario. Recuerden, apoyen al compañero y busquen superioridad en el enfrentamiento.

-Recibido.- Contestaron sus pilotos uno tras otro.-



            En la zona de abordaje mientras tanto la teniente Hunter y la alférez Aguirre, junto a otra chica alta y rubia de pelo rizado no demasiado largo, estaban allí aguardando instrucciones. No tardaron mucho en ver llegar a su superior el mayor Shulth acompañado por otros oficiales.



-Señor, se presenta la segundo teniente Susan Hunter.- Saludó ésta en posición de firmes al igual que las otras dos.-

-Descanse, teniente. – Repuso aquel tipo con desidia.-

-Aguardamos órdenes, mayor.- Repuso la muchacha.-

-Ahora estoy muy ocupado, ¿no ve que estamos en alerta de despegue?- Contestó aquel tipo mirándola con reprobación.-

-Sí señor, por eso esperamos sus instrucciones para abordar nuestros aparatos.- Le explicó Susan.-

-¿Sus aparatos?- Se sonrió el mayor para agregar con tono entre sarcástico y molesto.- Mire teniente. No tenemos tiempo ahora para hacer prácticas. Permanezcan aquí y no interfieran.

-Pero señor. Nosotras… – Intentó responder la atónita joven.-

-¡Ya me ha oído! Esas son sus órdenes.- Espetó su oficial superior, añadiendo.- Usted, que es la de mayor rango, asegúrese que esas dos no se metan en líos y que no entorpezcan a los pilotos.



            Susan se quedó helada, incapaz de decir nada más contemplaba alternativamente a Olivia que le devolvía una mirada de apenas disimulado malestar y a esa otra joven que en cambio parecía resignada. Otros de sus compañeros pasaron raudos entre ellas, muchos sin siquiera molestarse en mirarlas. Alguno incluso esbozando una divertida sonrisita. Aunque también hubo otros que parecieron solidarizarse con su situación. El caso es que las tres se quedaron allí, solas, en tanto los demás componentes de su escuadrilla iban despegando uno por uno…



-Esperemos que todo vaya bien.- Suspiró la muchacha rubia.-

-¡Walsh!- Exclamó Olivia, llamando la atención de la interpelada que no le había respondido.- Celia. Ésta es la teniente Hunter. Acaba de llegar. Le he contado…

-¿Qué es lo que le has contado?- Replicó aquella chica entonces con un tono mezcla de inquietud y reprobación.-



            Olivia no respondió, fue la teniente Hunter la que tomó la palabra con tono conciliador.



-Tranquilícese, alférez. Estoy aquí para ayudarla.

-Lo va a tener difícil, señora.- Suspiró ésta con manifiesta incredulidad.-



            Susan miró a esa chica con un gesto de extrañeza. ¿Qué se suponía que le pasaba? Estaba de su lado. ¡Y acababa de verse postergada lo mismo que ella y que Olivia! Pero fiel a su entrenamiento y disciplina replicó de modo más serio y tajante, al tiempo que tratando de analizar lo sucedido.



-No sé a qué ha sido debido esto. Puede ser porque no me he presentado todavía ante el mayor. Si él no tiene aun oficialmente los documentos de mi traslado no puede autorizarme a volar. En cuanto a ustedes dos son alféreces inexpertas y no cuentan con las necesarias horas de prácticas todavía. De modo que no saquemos conclusiones precipitadas. ¿Está claro?

-Cristalino, mi teniente.- Replicó Walsh con tono entre irónico y desanimado.-

-Le aseguro que puede confiar en mí.- Añadió su superiora que pasó a dirigirse a ambas cuando les ordenó.- Ahora, vamos hacia la zona de observación.



            Se refería a un cuarto provisto de pantallas de seguimiento. Cada base de pilotos tenía uno que se coordinaba con el puente principal de mando. Allí y en ese momento, Susan era la oficial de mayor grado. Se ocupó pues de hacer de enlace con el alto mando y los pilotos. Entre tanto se dirigió a esa joven.



-Si hay algo de lo que quiera hablar conmigo aquí me tiene.- Le ofreció.-

-Muchas gracias, puede que le pregunte acerca de qué tipo de pinta labios queda mejor con el uniforme.- Sonrió sarcásticamente la aludida.-

-Celia, por favor, quiere ayudarte.- Insistió Olivia.-



            La interpelada movió la cabeza y aunque ahora evitó el cinismo respondió con tono apagado e incrédulo.



-Una teniente segunda frente a un mayor que es el jefe de su escuadrilla. Perdone señora, pero no creo que pueda usted servir de mucho.

-No dé nada por supuesto, alférez.- Contestó Susan a quién no le gustaba nada ese tono tan pesimista y tratando de alentar a esa chica, sentenció.- Lo importante es que no está usted sola en esto. Hable conmigo, confíe en mí. No lo lamentará.



Walsh pareció querer decir algo pero se lo pensó mejor. Además, sus compañeros estaban a punto de entablar contacto con el enemigo.  Y eso hizo que todas centraran su atención en las noticias que les llegaban. En efecto, la escuadrilla de Tracer fue la primera en hacerlo con él dando las indicaciones pertinentes.



-Aquí líder. Despliéguense y ataquen.- Ordenó.- ¡Fuego!



            Sus pilotos no tardaron en acatar esa orden de muy buen grado. Una andanada de misiles surcó el espacio haciendo blanco en varios de esos objetos cuya forma ovalada recordó a Rick a esos viejos enemigos de su anterior viaje. No le cabía duda. Eran ellos.



-¡Malditos cabrones! – Pensó lleno de enfado y sorpresa.- Creía que les habíamos destruido. ¡A discreción! - Indicó a los suyos.-



            Los cazas de su escuadrilla maniobraron con gracilidad atacando a los oponentes desde varios ángulos. Éstos replicaron con rayos de energía que únicamente alcanzaron a un avión. Aunque por fortuna no le destruyeron.



-Modo varitech.- Ordenó Tracer.- Vamos a ver como lucen estas monadas…



            A su mandato, sus pilotos convirtieron los cazas en aquellos enormes robots que ahora estaban provistos de fusiles de los que surgieron incontables ráfagas láser. Casi era un concurso de tiro al blanco y el adversario, tomado totalmente por sorpresa, y sin capacidad de respuesta, fue diezmado con rapidez. Los cazas del mayor Shulth llegaron entonces en apoyo de sus compañeros disparando por la retaguardia. En cuestión de minutos casi el ochenta por ciento de los atacantes fueron eliminados.



-¡No dejen ni uno de esos cabrones sin destruir! – Ordenó Shulth a los suyos.-  No les daremos tiempo de replegarse e informar.



            Tracer sonrió satisfecho. Al menos en esta ocasión los sorprendidos fueron esos bastardos. Ahora las tornas parecían haberse invertido. Eran los terrestres quienes tenían la ventaja tecnológica. Esos robots tan magníficos incluso eran capaces de generar una especie de escudo energético alrededor de sus brazos izquierdos que repelía los disparos del enemigo.



-Aquí líder escuadrilla Granate uno.- Informó con satisfacción.- Hemos puesto al enemigo en retirada, solicitamos permiso para perseguirlo y destruirlo por completo.

-Negativo. Regresen a la base.- Fue la orden.-

-Pero señor. Habla el líder de la escuadrilla Granate dos. Estamos a punto de acabar con todos ellos.- Arguyó Shulth.-

-Ya han escuchado la orden.- Replicó en esta ocasión la voz de una mujer.-Regresen.

-Lo lamento, pero la autoridad para dar esa orden es la del comandante Karl Enset.- Replicó Shulth.-

- Mayor, vuelvan inmediatamente o afrontarán cargos por desobediencia.- Le amenazó aquella oficial.-

-Con el debido respeto.- Intervino Tracer.- Señora. ¿Podríamos obtener confirmación del comandante Enset o saber al menos quién es usted? No podemos acatar órdenes de nadie que no esté debidamente identificado.

-A lo primero no es posible por ahora, mayor, lo lamento. - Contestó tajantemente su interlocutora.- Su comandante está ahora reunido con el capitán Deloin y el contralmirante Hazzar. En su lugar soy yo, la comandante Elisabeth Simmons, quién da las órdenes. Regresen a la base de inmediato. Después pidan cuantas confirmaciones deseen, corto.

-A la orden.- Contestó Rick a desgana dirigiéndose después a los suyos.- Escuadrilla, volvemos a la base.

-A sus órdenes, comandante.- Escupió Shulth entre dientes, indicándoles lo mismo a los suyos.-



            Para consuelo de los pilotos apenas un puñado de enemigos logró escapar. Los cazas fueron aterrizando uno a uno. Los que habían adoptado forma de robots retomaron su configuración de aviones para poder entrar al modo convencional. Una vez se posaron y los pilotos salieron de las carlingas, el mayor Shulth se dirigió a su colega con indignación.



-¿Lo ha oído? Regresen a la base. ¿Pero quién se habrá creído que es esa individua?

-Nuestro oficial superior.- Repuso Tracer con una mezcla de malestar y resignación.- Y ante eso, no podemos hacer nada. Si nos han dicho que volvamos tendrán alguna razón.

-Sí, ¡la sensiblería femenina que tanto daño nos está haciendo! - Espetó su interlocutor.- A la hora de la verdad prefieren no terminar las cosas.



            Rick le miró atónito aunque no respondió a eso. Estaba cansado y deseoso de darse una ducha y dormir. Pero antes intentaría contactar con Pennie.



-Me parece bastante extraño. No se detectaban más aparatos enemigos ni naves nodriza. No había riesgo de emboscada. Además, estaríamos seguros con estos aviones. ¡Son fantásticos!, incluso al recibir un impacto de láser han resistido.- Pensó acordándose del aparato del teniente Phillips que, aunque dañado en un ala y parte del fuselaje, pudo retornar a su piloto sano y salvo a la base.- Y esos escudos en modo varitech, ojalá hubiésemos tenido esto antes. Bueno, llamaré a mi chica y mañana intentaré hablar con Enset.



            Y precisamente su comandante estaba reunido junto con el contralmirante Hazzar, el capitán Pierre Deloin y el mayor Derail. Kiros había acudido a la llamada de sus superiores y entre los cuatro analizaron la situación tras atender al informe del saiyajin.



-Entonces, mayor, ¿cree usted que la explosión fue debida a un acto de sabotaje?- Inquirió el atónito capitán.-

-Sí, señor. Estoy seguro de eso.- Afirmó rotundamente el interpelado que repitió.- Justo antes de producirse la misma iba a comentárselo al capitán Harris que estaba al mando del sector.

-Por cierto, contralmirante.- Terció Enset.- ¿Cómo se encuentra el capitán?

-Por lo que nos han informado desde el hospital sigue grave pero estable.- Respondió el propio Hazzar dirigiéndose a todos ellos ahora con tono entre grave y preocupado, pero firme al tiempo.- Señores. Esto demuestra que el peor enemigo que afrontamos no es el que se esconde en algún lugar del espacio. Sino el que está aquí dentro, oculto en nuestra propia nave. Estando a bordo de la SSP-1 ya sucedió algo similar. Había topos y traidores. Ahora pensábamos que ese riesgo ya no existía. De hecho, para prevenirlo se tomaron muchas precauciones y la seguridad se reforzó. Se investigó hasta la saciedad a cualquiera que fuera a embarcarse. Pese a ello, es evidente que alguien o quizás un grupo, porque podría tratase de más de una persona, han logrado infiltrarse. Nuestra prioridad fundamental es dar con quien quiera que sea o sean.- Y recalcó mucho la última palabra para proseguir.- Y voy  a necesitar de su total colaboración.

-Estamos a sus órdenes, señor, para lo que sea necesario.- Repuso Deloin con su acento francés.-

-Pero cualquier acción que pudiéramos emprender  tendría que hacerse con discreción.- Terció Enset.-

-En efecto, comandante. No nos conviene sembrar la duda entre los tripulantes ni advertir a los posibles conspiradores que estamos tras ellos.- Convino Hazzar.- Al contrario, la moral debe permanecer alta en todo momento. Así que la versión oficial informará de un accidente por fallo en una tobera de energía. Lamentablemente no nos queda otra solución que ocultar los hechos.

-En relación a eso.- Comentó Deloin.- Contralmirante, me gustaría investigar con discreción. Como usted ha puesto de manifiesto la gente tiene que estar centrada en los deberes cotidianos que tenga y no preocupada por ataques de índole terrorista.

-Muy bien, capitán.- Aprobó su interlocutor.- ¿Alguna cosa más?

-Sí, señor- Intervino Kiros.- Creo que usted ha dicho que la moral es importante. Y tengo una idea para potenciarla.

-Muy bien, tiene toda nuestra atención.- Concedió Hazzar.-



            El saiyajin asintió pasando a exponer.



-Mientras trataba de reparar aquel fallo escuché una canción realmente buena. Luego conocí a la intérprete cuando fue a donar sangre y me estaban haciendo unas curas.  Si no me equivoco ustedes tenían una cantante en la otra nave que les ayudó mucho a mantener el ánimo de la tripulación.

- Es cierto- recordó el contralmirante acordándose de Amatista Lassart.-  Me parece una buena idea. Si puede entablar contacto con esa intérprete hágaselo saber. Desde aquí haremos cualquier cosa que sirva para dar moral y esperanza a todos los miembros de esta nave. Bastantes complicaciones tenemos ya y desgraciadamente muchas más quedarán todavía por afrontar.



            Hubo un reflexivo y prolongado silencio hasta que Enset, dirigiéndose al saiyajin, le preguntó.



-¿Dónde dice que oyó esa canción?

-La artista me dijo que la interpretó en un karaoke que estaba en una cafetería, señor.- Repuso Kiros que lo recordaba bien.-

-Pásese por allí e indague. Nos vendrá muy bien además para que la gente no se alarme en demasía por lo sucedido.- Añadió el capitán Deloin.- Si puede, trate de convencerla para que venga a vernos y se lo pidamos oficialmente, si es que no logra convencerla usted.



            El saiyajin asintió complacido. Le gustaría volver a escuchar a esa joven otra vez. Se acordaba del valor que sus mayores le daban a ese tipo de cosas.



-A sus órdenes.- Saludó Kiros.-

-Muy bien.- Dijo Hazzar tomando la palabra.- Eso es todo, pueden retirarse caballeros.



            Así lo hicieron. Todos listos para actuar lo antes posible y desenmascarar a los traidores. En ese mismo momento y en otra parte de la nave, Mei Ling había llegado a su piso. La muchacha lamentaba el giro de los acontecimientos. Si bien es verdad que la inesperada visita de su primo la afectó, todavía fue mucho peor ver a tantos muertos y heridos. Ahora suspiraba. A su cabeza vino la imagen de Maggie charlando con Keiko. Parecían estar demasiado compenetradas. Incluso mirarse de ese modo cómplice previo a algo más serio. Se sonrió. Estaba siendo una tonta paranoica. Esas dos acababan de conocerse esa misma tarde y todo había sucedido muy rápido. Su compañera de laboratorio era buena chica y había ido a donar sangre, nada más. No tenía por qué compartir sus inclinaciones. A eso se le unía que Margaret estaba ocupándose de ese oficial y simplemente charlaron. Seguro que Keiko había estado más interesada contemplando a ese hombretón que a la enfermera que lo atendía.



-La pobre Maggie lo tendría difícil con semejante competencia.- Sonrió ahora.- Tengo que hablar con ella…aunque no me hace gracia decirle lo que pasa…



            Eso volvió a traer a su mente el incidente protagonizado con su primo. Sencillamente no podía creer que se tratara de una casualidad.



-Tuvo que venir siguiéndome. No encuentro otra explicación. Lo que no sé es como se enteraría. Apenas dije nada a nadie de que me embarcaría cuando me seleccionaron.



            De hecho desde que abandonó su país natal siempre estuvo tratando de justificar sus prolongadas ausencias. Apenas volvió un par de veces a visitar a los suyos. Mei Ling sabía que sus padres no solamente se preocupaban de  ella sino también del honor familiar. Y no ignoraba que, con su forma de actuar, les había puesto en su serio apuro.



-Perdonadme, os lo suplico.- Reflexionaba no sin remordimientos ni amargura.- Se perfectamente todos los sacrificios que hicisteis. Y lo que se espera de mí.  Es que sencillamente no puedo…y ahora, con Zhao aquí…es cuestión de tiempo que él lo descubra…



            Y trató por todos los medios de olvidarse de aquellos pensamientos. Se preparó un té suave y al poco se acostó. Al día siguiente tocaba trabajar. Al menos en el laboratorio era en donde más cómoda se sentía. Excepción claro está, de cuando estaba con Maggie. Eso la hizo recordar cómo se conocieron. Fue nada más llegar. Ella iba perdida mirando en su tablet en busca de la dirección de su alojamiento. Pasó por un centro médico y sin pensarlo dos veces entró. Por fortuna no había nadie salvo una mujer que parecía ser la que atendía el lugar. Esa joven de pelo castaño largo, ojos avellana y una amplia sonrisa, la saludó.



-Buenos días. ¿Puedo hacer algo por usted?

-Verá, es que me he perdido, soy nueva aquí.- Pudo explicar observando azorada a esa chica.- Le agradecería si pudiera indicarme dónde está este bloque de apartamentos.

-Claro, si no tiene prisa termino mi turno en unos minutos.- Replicó su interlocutora.-

-No sabe cuánto se lo agradezco.- Repuso Mei Ling haciendo una leve inclinación en tanto se presentaba.- Encantada de conocerla



            Aquella joven hizo lo propio, le dijo que era enfermera, aunque claro, eso era evidente dado el sitio en el que estaba, su bata blanca y su uniforme.



-Tuteémonos.- Sonrió la muchacha.-

-Muy bien, Margaret.- Convino Mei Ling.-

-Llámame Maggie, por favor, no me gusta mucho mi nombre.

-¿Por qué? Es muy lindo. Nombre de flor.- Valoró Mei.-

-Sí, bueno. Y el tuyo ¿Qué significa? ¿Acaso es el de otra planta?

-No, no es eso.- Se ruborizó la interpelada al desvelar.- Quiere decir bonita y delicada.

-No me puedo imaginar un nombre mejor para ti.- Sonrió Maggie.- Eres realmente muy bonita.



            Su interlocutora la observó con gesto de asombro. Quizás esa chica fuera como ella. Aunque la enfermera pareció dar marcha atrás y con algo de apuro pudo añadir.



-Lo siento, no quisiera parecerte, bueno…



            A Mei Ling no le dio tiempo a decir nada, vio llegar a un chico de mediana estatura y pelo moreno que entró con rapidez.



-Ya llegó tu relevo, Maggie.- Anunció.-

-Tarde como siempre.- Le amonestó su compañera.-

-Bueno, han sido solamente cinco minutos.- Sonrió él quitándole importancia, aunque al fijarse en esa muchacha oriental enseguida quiso saber.- ¿Una paciente? ¿Necesitaba algo, señorita?

-No, yo… solo me había perdido.- Fue capaz de responder Mei Ling.-

-Le indicaré el camino.- Terció su contertulia.-



            Y sin siquiera despedirse de su relevo Maggie salió abriéndole la puerta a su nueva amiga. Ambas caminaron durante un rato charlando un poco. La enfermera le contó que venía de los Estados Unidos, acababa de sacarse el título y vio la oportunidad de viajar y conocer nuevos mundos.



-Por eso me embarqué.- Concluyó.- ¿Y qué me dices de ti?

-Bueno, mi historia es muy parecida a la tuya. Yo nací en China y me marché a América con una beca de estudios. Luego gané una plaza para esta nave…



            Al fin llegaron a las señas que indicaba la tablet de Mei Ling. Ésta invitó a su cicerone a subir.



-¿Quieres tomar algo?- Le ofreció con un tono algo dubitativo, que trataba de esconder su nerviosismo.- Al menos para agradecerte las molestias de venir hasta aquí. Si es que hay algo que tomar. – Sonrió apurada.-

-Estaré encantada.- Le contestó su contertulia devolviéndole la sonrisa.-



Ambas subieron viendo que el apartamento estaba muy bien. Tras recorrer las habitaciones llegaron al dormitorio.



-Hasta con la cama hecha.- Sonrió Maggie quien invitó enseguida a la dueña del piso.- Anda, sentémonos. Después de tantas horas de pie estoy muy cansada.

-Podría darte un masaje en los pies, domino algunas de esas técnicas.- Le propuso la oriental con buena disposición.-

-¿De veras?- Se rio Margaret que enseguida declinó.- Debería ducharme antes, no creo que sea muy agradable el tocármelos ahora ni el resto de mi cuerpo tampoco.



            Dio la impresión de dejar caer ese comentario como si esperase algún tipo de señal. Y Mei Ling no dudó en dársela.



-Si el baño está tan bien provisto como la habitación, por mí no hay inconveniente.- Le sonrió a esa atractiva enfermera.-



            Juraría que la mirada de su interlocutora se iluminó cuando le dijo aquello. Margaret en efecto no tardó en empezar a quitarse la ropa. Al ver el gesto atónito de la oriental, se limitó a sonreír diciendo divertida.



-No pasa nada, a fin de cuentas las dos somos mujeres, ¿verdad?



            Su contertulia asintió y para sorpresa de la otra chica ella misma comenzó a desnudarse. Entonces fue su turno de decir a la sorprendida Maggie.



-Podríamos ducharnos juntas. También me siento fatigada del viaje. Así…aprovechamos el agua.

-¿Por qué no?- Comentó melosamente la otra joven, proponiendo con tono incitador.- Tu frotas mi espalda y yo la tuya.



            Mei Ling asintió, decidiendo que ya era suficiente conversación para romper el hielo. Siendo sensiblemente más baja que su interlocutora se aproximó hasta ella tras quitarse los zapatos y se puso de puntillas. Aunque su pareja adivinó el gesto y la abrazó obsequiándola con un beso en los labios, al principio suave, luego más pasional. Cuando quisieron darse cuenta estaban metidas en la ducha dando rienda suelta a sus deseos. Entre jadeos y caricias, Maggie le susurró al oído.



-Espero con impaciencia ese masaje en los pies…



            Y no faltó lo que solicitaba acompañado después de algunas otras cosas que hicieron que ambas disfrutasen mucho de su recíproca compañía. Tanto que tuvieron que ducharse una vez más. Aunque ahora ya se limitaron a quitarse el sudor y a relajarse del todo tras esa intensa actividad física. Desde entonces comenzaron a  salir como pareja.  Mei Ling lo recordaba ahora esbozando una sonrisa en tanto se quedaba dormida…



-Al menos te encontré a ti. Es lo mejor que me ha pasado en este tiempo.- Meditaba antes de que la venciera definitivamente el sopor del sueño.-



            La que no podía dormir mucho era Celia. La joven se debatía entre el temor  a su superior y los deseos que tenía de desahogar toda la frustración y su angustia. Recordaba al poco de embarcar, siendo una oficial recién salida de la academia. Entonces se las prometía muy felices. Había estado entrenando y sus calificaciones eran buenas. A buen seguro que tendría una plaza en la escuadrilla de combate más prestigiosa de la nave. Le contaron que llevaba el nombre de uno de los pilotos muertos en combate durante el viaje de la SSP-1. No obstante, nada más llegar se presentó ante el oficial al mando, el mayor Shulth. Él la hizo pasar. La chica iba de uniforme por supuesto.  Nada más entrar se puso firme y saludó. Aquel hombre de mediana edad, bigote fino y pelo moreno con algunas claras en la cabeza, la observó con detenimiento sentado en su sillón antes de hablar.



-Descanse, alférez.- Le ordenó finalmente.-

-Señor, se presenta la alférez Celia Walsh en su nuevo destino. Espero sus instrucciones.



            Aquel tipo se levantó, aproximándose a ella. Al hacerlo esbozó una leve sonrisa que no le gustó nada a la chica y preguntó.



-¿Cuánto mide usted?  Es muy alta.

-Un metro setenta y ocho, señor.- Replicó ella.-



            De hecho, era un poco más alta que el mismo mayor. Aquel asintió declarando para sorpresa de ella.



-Me parece demasiado para pilotar un caza. ¿No estará incómoda quizás?

-Con el debido respeto.- Pudo decir ella.- Tengo compañeros mucho más altos que yo que lo hacen sin problemas.

-Supongo que podremos arreglar eso.- Susurró él en tanto pasaba descuidadamente, o al menos eso parecía querer aparentar, una de sus manos por el trasero de Celia en tanto sentenciaba.- Ya lo creo que sí.



            A la muchacha casi se le cortó la respiración. Quería creer que aquello fue un roce fortuito. Un instante de incomodo silencio se sucedió hasta que al fin fue capaz de preguntarle a su superior.



-Señor. ¿Cuál será mi destino?

-Por el momento instálese en su barracón. Luego ya veremos.- Comentó él que para alivio de la joven se alejó para sentarse nuevamente tras su escritorio.- Ahora retírese.



            Y lo hizo sin perder ni un segundo tras el preceptivo saludo a un superior. Salió de allí con el pulso acelerado y sintiéndose realmente mal. ¿Qué podría decir? Aquello tuvo toda la pinta de ser un tocamiento en zona no autorizada. Pero. ¿Cómo iba a denunciar al jefe de su escuadrilla en su primer día y nada más presentarse a recibir órdenes?



-Habrá sido un accidente.- Se dijo una y otra vez.-



Aunque los días siguientes le demostraron que no había sido así. Cuando coincidía con el mayor éste siempre se las apañaba de un modo u otro para estrechar la distancia entre ambos. Una vez aprovechó que ella estaba agachándose a recoger un objeto que se le había caído cuando ese individuo se plantó tras de ella frotándose la entrepierna con su trasero al pasar. Pudo sentir aquella parte de ese hombre, dura contra sus nalgas. Y para más humillación, el teniente primero Pavel Kovac, el ayudante y segundo de Shulth, estaba en ese mismo despacho y actuó como si nada hubiera ocurrido.



-Seguro que no lo vio.- Quería creer ella.- De ser así me hubiese dicho algo. No se habría quedado callado.



            O pudiera ser que sí y lo hubiese ignorado  adrede. Después de todo. ¿Qué iba a ganar Kovac hablando en contra de su superior inmediato? Aunque, de cara a ella, siempre era un tipo amable y hasta comprensivo, no daba muestras de estar al tanto de nada. Al menos en lo relativo a esas embarazosas situaciones. Desde luego que Celia no se atrevía a contárselo, así que,  entre intranquila y temerosa de las consecuencias de denunciar aquello, optó por guardar silencio una vez más. Después llegó Olivia. Con ella al parecer Shulth no cometió tal tipo de abusos. Pero un día tras salir del gimnasio de la base la propia mejicana llegó a decirle en confianza que ese tipejo la miraba como si deseara desnudarla con la vista. Fue entonces cuando Celia se armó de valor y se lo contó. La otra chica enseguida la creyó pero ¿Qué iban a poder hacer?  Solamente eran dos alféreces recién llegadas. Las únicas mujeres en una escuadrilla de hombres. Y ese oficial tenía años de experiencia y unas cuantas condecoraciones al mérito a sus espaldas. Asimismo estaba secundado por su segundo al mando que le era totalmente leal. Olivia sin embargo trató de animarla. Le dijo que tendrían que reunir pruebas y denunciarlo. Buscar la ayuda de algún compañero. No obstante, ella era escéptica ante eso. Ninguno querría jugarse su futuro apoyándolas.



-Desengáñate. Eso no va a pasar, Olivia.- Le respondió entonces con visible desánimo.- Los que pudieran creernos están demasiado asustados para dar el paso.-



Además, lo de las pruebas era a su vez, más fácil decirlo que lograrlo. Que Celia supiera nadie había visto actuar así al mayor con ella. En público se cuidaba mucho de hacer nada que resultase sospechoso. Entonces, ayer mismo, su ya amiga la alférez Aguirre, le contó que una oficial más había llegado para unirse a ellas. ¡Y era teniente! Al parecer sirvió en la SSP-1. Aun así la alférez Walsh no quería hacerse muchas ilusiones. Y tras ver como ese cerdo machista las había relegado a todas se desanimó por completo. ¡Y pensar que ella había criticado la profesión a la que su hermana Brenda quería dedicarse!



-¡Quizás la acosen a ella menos que a mí, y eso que quiere ser modelo! – Suspiró diciéndose con resignación. -Mejor será irme a dormir. Quizás Shulth ya no la tome conmigo tras la llegada de esa teniente.- Quiso consolarse para admitir.- Para su desgracia es muy guapa.



 Entre tanto y en otra parte de la nave, Deloin regresó a su despacho. A los pocos minutos le informaron de la presencia de alguien. Asintió, a esa persona la había citado él mismo en el más absoluto de los secretos.



-Que pase.- Ordenó.-



Tocaron a la puerta y autorizó el paso. El capitán observó a quien acababa de entrar y le dijo.



-Descanse teniente y siéntese. Tengo que encargarle un trabajo urgente…






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