En
cuanto se aseguró de que Harris sobreviviría, Kiros retornó al lugar del
siniestro. Sus palabras fueron interrumpidas por aquella horrísona explosión,
pero en su mente un pensamiento estaba claro. Aquello no había sido ningún
accidente.
-Algún
miserable traidor y cobarde anda suelto.- Masculló con ira.- Le atraparé como
sea.
Pero debía conservar la calma. Ahora el enfado
no le ayudaría. No estaba en medio de un combate en el que tuviera que aumentar
su energía. Así pues trató de serenarse y pensar. Se miraba el uniforme hecho
girones en algunas partes y la sangre que lo manchaba. La mayor parte de ella
era suya debido a algunas heridas. Debía admitir que esa explosión le tomó por
sorpresa. Se censuraba a sí mismo aquello. De haber reaccionado antes hubiese
podido proteger a sus compañeros generando una barrera de energía.
-No
es tiempo de pensar en lo que no fui capaz de hacer sino en lo que tengo que
hacer desde ahora.- Se dijo rememorando una de las sentencias de su tía y
mentora.- A ver qué he aprendido de la derrota.
Y es que la noble Seira fue siempre
una gran maestra para él, inflexible cuando debía serlo. No obstante, también
sabía comprender los errores. Es más, le decía que nadie estaba libre de
cometerlos y que lo importante no era incurrir en ellos, sino repararlos tras
haberlos entendido y analizado. Otra de las cosas que les inculcó a sus
compañeros de adiestramiento, Doran, Seren y Bralen, lo mismo que a él, fue que
nadie podía vencer siempre. Sin embargo, se podía y se debía aprender de las
derrotas. En este caso, Kiros se sentía derrotado. Fue incapaz de anticiparse a
ese ataque. No lo vio venir. Eso no volvería a suceder. Se lo prometió a sí
mismo cuando en la distancia oyó los ruidos de las sirenas, las ambulancias
llegaban con rapidez para hacerse cargo de los heridos. Los primeros en
aparecer fueron Maggie y Giaal junto con el doctor Lester, el médico jefe de a
bordo. Era un hombre de pelo blanco que rondaría los setenta años, estatura
media y complexión normal. Tomó enseguida la batuta de todo aquello distribuyendo
al personal sanitario que le acompañaba con tono de mando, pericia y
contundencia.
-Doctor
Ginga, ocúpese usted de los heridos más graves. Instálelos en la parte de la
derecha, valórelos y atiéndales de urgencia si es necesario antes de mandarles
al hospital.
-Muy
bien,- convino Giaal.-
-Rogers,
García.- Les indicó a dos enfermeros.- Ustedes vayan transportando a los
heridos, usen las camillas droido.-
-Lo
que usted diga, doctor.-Respondió uno de ellos, de piel morena.-
-Kendall,
Marek.- Les indicó a Maggie y a otra chica rubia de pelo rizado cortado hasta
la base del cuello.- Vayan a socorrer a los que presenten un cuadro menos
grave.
-Sí,
doctor.- Se apresuró a responder la otra muchacha, arengando de seguido a su
compañera con tinte admonitorio.- Vamos Kendall, ¡espabila! ¿Es que te has
quedado dormida?...
Lo cierto es que Maggie había estado
observando desde que llegó con estupor y pesar. Casi estaba paralizada por el
horror de semejante espectáculo. ¡Ella que tenía tantas cosas en la cabeza!
Ahora se daba cuenta de que aquello sí que era realmente terrible. Y por si
fuera poco, tenía que soportar la recriminación de esa estúpida. De todos modos
ese no era momento ni lugar para andarse con antipatías personales. Y encima
Marek tenía razón. Asintió y rehaciéndose de inmediato fue derecha hacia un
oficial militar que tenía abundantes manchas de sangre en el uniforme…
-Deje
que le ayude.- Le pidió a ese chico de pelo negro y algo largo.-
Kiros se giró al escuchar la voz de
esa mujer. Aquella joven humana venía a tratar de curarle. No es que estuviera
herido de consideración y además deseaba poder esclarecer aquello cuanto antes.
Por eso no deseaba perder el tiempo dejándose atender. Sin embargo, antes de
poder ni responder, esa enfermera le pidió amablemente.
-Vamos.
Déjeme ver si puede quitarse la chaqueta. A ver si tiene alguna herida.
El saiyajin la miró con gesto de
incredulidad, pero obedeció, a fin de cuentas la humana pensaba en ayudarle. No
sería educado rehusar. Y tenía instrucciones de, en lo posible, no desairar a
sus aliados.
-Parece
que tiene fragmentos de algo incrustado. No se la quite sí…
Pero Maggie no tuvo tiempo de
concluir la frase. Ese tipo ya se la había quitado sin ceremonias.
-¿Qué
ha hecho? Ha podido agravar sus heridas.- Le recriminó ella entre sorprendida y
enojada.-
Aunque enseguida respiró hondo y se
maldijo. No podía hablarle así a ese hombre. Quizás estuviera traumatizado. Así
pues, suavizando su tono se ofreció solícita.
-Mire,
lo siento. Déjeme hacer a mí, ¿eh?...
Kiros la miró impávido. No comprendía porque
esa humana se había puesto tan nerviosa. Decidió dejarla actuar tal y como le
había pedido. Una vez se liberó de su chaqueta bastantes heridas y cortes con
fragmentos de metal incrustados quedaron al descubierto en sus brazos y su
torso. Una especie de metralla que la onda expansiva de la explosión había
arrojado.
-Si
la noble Seira viera esto, me maldeciría por no haberlo esquivado. Me estoy
descuidando mucho desde que vivo entre humanos. - Pensó con cierto tinte de
culpabilidad. -
-Espere,
siéntese por favor.- Le pidió mientras tanto Maggie echando mano de un tono de
calmada profesionalidad en cuanto unos
auxiliares médicos trajeron algunas banquetas.- Le extraeré esos restos de
metal y le limpiaré.
La joven tuvo que reprimir una
exclamación. Ese chico tenía heridas que harían gritar de dolor a cualquiera.
Sin embargo, ahí estaba, hierático, dejándose curar con docilidad. Quizás, tal
y como Maggie había supuesto, estuviera aun en shock por lo sucedido. En
cualquier caso la obligación de ella misma era atenderle sin provocarle más
temor o malestar del que a buen seguro ya tendría. Así que improvisó una
animosa sonrisa y tras hacer venir a un droido médico la joven sacó de éste un
botiquín.
-Si
le hago daño, por favor, avíseme.- Le susurró.-
Ese tipo no replicó limitándose a asentir casi
imperceptiblemente. Suspirando y provista con unas tenacillas y todo el cuidado
del que fue capaz, Maggie fue tratando de sacar algunos pequeños restos de
material clavados en los musculosos brazos y el torso de ese individuo. A decir
verdad, Kiros había sentido algún ligero dolor pero fiel a su naturaleza de
saiyajin no emitió lamento alguno. La enfermera sonrió mirando al adusto rostro
de ese oficial y le dijo tratando de distender ese ambiente.
-Puede
quejarse si quiere, eso no será ninguna amenaza a su masculinidad.
-No
preciso quejarme por algo como esto.- Respondió él de modo imperturbable.-
Y lo asombroso del caso es que a la
enfermera le pareció que ese tipo lo decía de veras y no simplemente por
fanfarronería o tratando de parecer una especie de machote estereotipado para
ganar puntos delante de ella. La verdad era que hasta la propia Maggie estaba
impresionada a la vista de semejante ejemplar. Ese individuo era realmente un
portento físico. Su cuerpo parecía estar tallado como el de una escultura
definiendo casi todos los músculos en unas proporciones no demasiado exageradas
pero aun así espectaculares. ¡Menos mal
que a ella los hombres no le atraían lo más mínimo! Por un lado, eso era una
ventaja para concentrarse en su trabajo. Al menos en ese caso. Y además,
anatómicamente hablando, le parecía estar consultando un manual. Eso sí la
fascinaba. Y más aún, aquello le ayudaba a saber cómo proceder con la mayor
eficiencia.
-¿Ha
terminado ya?- Inquirió ese individuo sin parecer inmutarse incluso cuando ella
le sacó un resto de metal casi a costa de removerlo haciendo brotar más sangre.
– Debo reincorporarme.
-No
puede hacer eso, mayor.- Sonrió la enfermera al percatarse de las líneas que
cruzaban las mangas de esa ensangrentada chaqueta que descansaba sobre el
suelo.- Tiene que ir a que le pongan la vacuna del tétanos y que le venden
apropiadamente.- Remachó en tanto le enjugaba la sangre con un algodón y una
gasa que tenía entre sus manos enguantadas de látex.- Aguarde y no se mueva,
por favor, le haré un vendaje provisional.
A Kiros aquello le parecía una
tontería. Heridas peores se había hecho entrenando. Sin embargo, si aquella era
la costumbre de los terráqueos tendría que hacerlo. Con una alubia se habría
repuesto de inmediato, pero olvidó llevarlas.
-Otro
estúpido error. Desde ahora estaré siempre en guardia.- Se prometió, anotando
esa nueva negligencia en su lista mental.-
Ya pasaría a su habitación a tomar una más
tarde. Empero, bien mirado, si le
curaban aunque fuera de este modo tan primitivo, no le haría falta desperdiciar
una. En eso pensaba cuando la voz de otra chica de pelo pelirrojo se escuchó en
tanto se aproximaba hacia ellos.
-¿Puedo
ayudar? Me dijeron que podríamos donar sangre para los heridos.
El guerrero del espacio la miró con
sorpresa, ese tono le resultaba familiar…aunque no lograba recordar en dónde lo
había escuchado.
-Tienes
que ir al otro lado.- Le respondió cordialmente Maggie al reconocer a esa
jovencita.- A tu izquierda a unos cuantos metros han instalado una unidad para
los donantes de sangre.
Keiko asintió sin poder dejar de
mirar a ese chico que estaba siendo atendido por la amiga de Mei Ling. ¡Así que
ciertamente era enfermera! Y parecía ser bastante competente. Además de bonita
y amable. No entendía el porqué de los ácidos comentarios que Caroline había
hecho contra las amistades de su mutua compañera. Pero, dejando eso a un lado,
sobre todo se fijó en el muchacho al que trataba. Estaba realmente en forma y…
bueno… ¡era muy guapo! ¡y con un cuerpo! Pero lo que más llamaba su atención
era que no profería ni la más mínima queja, incluso ahora él le devolvía la
mirada con una expresión extraña, parecía querer decirle algo. La muchacha le
sonrió amablemente para interesarse por su estado.
-¿Qué
le ha sucedido?
-La
explosión me alcanzó.- Declaró lacónicamente él.-
-¿Explosión?-
Repitió la muchacha.-
-Hubo
un accidente en el cuarto de propulsores.- Repuso el oficial.-
A la mente de Keiko vino ese
instante en el que estaba cantando y el suelo tembló. Hasta la música paró. Así
comentó.
-Tuvo
que ser muy fuerte. La sentimos hasta en el karaoke cuando estábamos en la
cafetería de Ginger.
-Las
vibraciones de la onda expansiva debieron rebotar por toda la nave.- Conjeturó
el saiyajin.-
-Sí,
es verdad, estabas a media canción.- Recordó a su vez Maggie, alabándola de
seguido.- Pero pese a todo, continuaste como una autentica profesional. Como si
no hubiese pasado nada.
-¿Era
usted la que cantaba?- Terció Kiros con gesto sorprendido a su vez.- Esa
canción era realmente hermosa. Pude oírla aquí. Cuando estaba tratando de
reparar la avería. Era como si aumentase mi fuerza al escucharla. Canta
realmente bien, señorita.
Keiko se ruborizó y no pudo evitar
sonreír con cara de circunstancias. Así que lo que dijo Ginger era cierto. Se
había transmitido a toda la nave. ¡Se quería morir de vergüenza!
-Gracias.-
Musitó bajando la mirada.- No es para tanto.
-Sí
lo es. En mi pueblo tenemos canciones e intérpretes muy buenos, pero muy pocas
veces escuché nada parecido.- La halagó él con un tono tan claro como sincero.-
-¿Su
pueblo?- Inquirió una ruborizada Keiko.-
-Bueno,
en mi familia. Tenemos costumbre de cantar a veces.- Se evadió él, recordando
que tenía instrucciones de no revelarle a todo el mundo que era un saiyajin.-
En ocasiones especiales.
Al menos no debía desvelarlo al personal civil.
Su compañero de cuarto y de armas, así como sus superiores sí podrían tener
acceso a esa información. Recordó las instrucciones recibidas y se censuró. A
punto había estado de hablar más de la cuenta. Quizás los ojos grisáceos con ese
toque lavanda de aquella pelirroja tan atractiva le hubieran distraído. Y es
que Kiros debía admitir que su interlocutora
era hermosa. Y pese a ser humana poseía una gran fuerza, al menos en su
voz. El normalmente estoico guerrero había sentido algo especial al escucharla
y ahora en cambio su forma de hablar y su tono parecían totalmente distintos.
Era una voz suave y hasta dulce y al tiempo reposada. Por momentos le recordaba
a la de su soberana, la reina Meioh, cuando él era un niño. Eso contribuía a hacer
a esa joven incluso más atractiva. El saiyajin sentía que su corazón latía algo
más aprisa, pese a que no estaba haciendo ningún esfuerzo, movió ligeramente la
cabeza y se preguntó.
-¡Qué
me está pasando!
Las dos chicas advirtieron algo
extraño en él. Fue la enfermera la que mirándole con cierta preocupación o
quizás podría parecer que hasta incomodidad, le preguntó.
-¿Se
encuentra bien? Debería ir a que le viera un médico.
-No
lo necesito.- Sentenció recobrando su aplomo y pulsaciones habituales.-
-Debe
cuidarse.- Le aconsejó también Keiko.- Maggie tiene razón.
-¡Vaya!,
recuerdas mi nombre.- Sonrió la enfermera visiblemente agradada por aquello.-
-Sí,
claro. ¿Por qué no habría de hacerlo? Y supongo que tú el mío.- Repuso su
confiada interlocutora.-
-No
sé, ¡ja, ja! - Se burló su contertulia que de sobra lo
recordaba para fingir con tono jovial.- Me han presentado a tantas chicas hoy…
Parecía que esa jovencita no era indiferente al
tono y la forma de hablar que Maggie estaba empleando. Quizás podría estar
interesada, lo mismo que su contertulia, en que ambas se conocieran mejor. Eso
confirmaba la impresión que de ella tuvo en la cafetería. En ese momento además
la pelirroja sonreía más ampliamente e iba a decir algo pero la voz del doctor
Lester se adelantó sacándolas de aquella charla. El médico se aproximó a ellos
seguido de esa otra enfermera.
-Acompáñenos,
tenemos más heridos aquí.- Le indicó a Maggie.- Salvo que tenga que atender
todavía al mayor.
-No
es necesario.- Replicó él.-
A desgana pues, la joven enfermera
se separó de Keiko. La verdad es que observándola tan de cerca le pareció
todavía más hermosa. Sin embargo, se censuró ella misma por pensar así. ¡Ya
tenía pareja! Estaba con Mei Ling. Y esa chica además era compañera de trabajo
de su novia. Lester se alejó entonces y Marek no perdió oportunidad de soltarle
a bocajarro a su colega.
-¡Vaya!
Qué bien sabes elegir a los pacientes. ¿Les has dado ya tu número?
-Esa
chica vino a donar sangre.- Respondió Maggie pensando que se refería a la
muchacha.-
-¿La
chica?- se rio su interlocutora con sarcasmo.- ¡Anda ya! No trates de tomarme
el pelo, mona. Te has pasado un buen rato con ese tío. Y no parece que esté tan
mal de salud. Desde luego, lo que está es muy bueno…Sabes elegir bien a quién
atiendes.
-¡Oye!-
Reaccionó su contertulia encarándose con ella.- ¿Qué problema tienes, eh?
Estaba herido de consideración, tuve que sacarle bastantes esquirlas de metal.
-Ya,
claro. Por eso se va caminando tan tranquilo.- Replicó su colega en tanto se
daba media vuelta para ir a atender a más heridos y remachaba.- Pues lo dicho,
llámale para seguir curándole.
-¡Zorra!-
masculló su interlocutora sin ser oída.-
Esa Marek, de nombre Erika si mal no
recordaba, era una idiota. Al principio de conocerla le dedicó la misma
atención que a cualquier otra mujer hermosa. No obstante, enseguida vio que sus
inclinaciones no eran compartidas por esa presuntuosa. Pero no era ese el
problema. Lo cierto es que esa chica era una lameculos que seguía a Lester por
donde quiera que éste fuese. Y desde luego la antipatía era mutua. Siempre que
le era posible aquella estúpida se metía con ella. ¡Y sin que supiera las
inclinaciones que tenía!
-Si
averigua que soy lesbiana seguro que será todavía más impertinente.- Se dijo
moviendo la cabeza.-
Pensando en eso y tragándose el enfado, Maggie
se ocupó a su vez de otros afectados. Entre tanto y ajena a aquella discusión
de las enfermeras, Keiko quiso despedirse de ese militar.
-Bueno,
ha sido un placer…
-Mayor
Kiros Derail.- Se presentó él levantándose al punto y haciendo una leve
inclinación de cabeza.- Señorita…
-Keiko
Tomoe.- Encantada.- Respondió ella ofreciéndole una mano.-
El muchacho dudó un instante y
después se la estrechó con suavidad. Creyó recordar que esa era una costumbre
humana. La joven le observaba perpleja. Parecía un tipo algo peculiar, educado
aunque con un aire algo misterioso. Como si escondiera algo. Era también alto
aparte de fornido. Y eso que ella no era
precisamente bajita. Medía metro setenta y dos y eso sin zapatos, pero ese
hombre le sacaba casi la cabeza…
-Siga
usted cantando así.- Le pidió amablemente él mientras se marchaba
interrumpiendo esa reflexión.-
La joven se le quedó mirando durante
unos momentos, después se dirigió hacia el centro de donación de sangre. Allí
estaban ya Melissa, Caroline, Penélope y el doctor Adams, lo mismo que Ginger
que, tras un rato, había venido desde su cafetería con un robot droido exprés.
Dentro de él llevaba café y algunos bollos.
-Para
todos los que donen y para los afectados.- Comentó a sus atónitos amigos.- La
casa invita.
-Es
todo un detalle, Gin.- Sonrió Penélope.- Muchas gracias.
Los demás convinieron en eso. Algunos
de los heridos menos graves y bastantes donantes pudieron reponer fuerzas dado
que la muchacha colocó un improvisado puesto y enseguida contó con el
beneplácito general al repartir raciones de bollería y vasos de café. Al menos
el de casi todos. Al cabo de un rato un enojado doctor Lester se aproximó para
reconvenirla.
-Señorita,
ésta es una zona de urgencia sanitaria, no un stand de feria para degustaciones.
Le ruego que recoja sus cosas y se vaya.
-Pero,
yo… solamente lo hacía para tratar de ayudar.- Pudo justificarse la joven.-
-
Retírese o tendré que llamar a las autoridades…- Replicó de modo inflexible el
doctor.- ¡Aquí no se viene a hacer negocio!
Bastante desanimada y hasta ofendida
por ese injusto comentario, Ginger se dispuso a hacerlo. No obstante, cuando
terminó de donar sangre, Melissa se unió a ella.
-No
te preocupes, lo pondremos fuera de la zona de atención a los heridos e
invitaremos a quien quiera a venir.
-Sí,
es una buena idea.- Sonrió la joven ya más animada aunque dolida cuando
afirmó.- No vayas a creer que he venido aquí para hacer negocios a costa de
esta desgracia.
-¡Claro
que no!- La secundó Melissa.- Olvida a ese estúpido, todos te ayudaremos.
Y así fue, en cuanto los demás
cumplieron con su deber cívico fueron para allá uniéndose a ellas. Otro droido
que trasportaba sillas llegó para que todos cuantos quisieran pudieran sentarse
allí a tomar algo.
-Está
demostrado que tras dar sangre hay que reponer energías.- Comentó Ginger más
feliz ahora que ese antipático doctor no podría expulsarla de allí.- Y creo que
esto es lo que debo hacer.
-Así
es.- Convino Penélope.- Y todos te estamos muy agradecidos, Gin.
Y el resto convino en ello. En ese momento,
no muy lejos de allí, Giaal atendía a los heridos más graves. Trataba de
estabilizarles antes de ser trasladados al hospital. Algunos incluso habían
sufrido amputaciones traumáticas de alguna mano o brazo. El alien logró
mantener con vida a todos y fue embarcándoles en las ambulancias por orden de
gravedad. Era realmente duro ver algunas escenas, pese a los calmantes los
gritos de dolor se hacían oír. Para el resto de las personas allí congregadas
era algo terrible. Fue cuando la propia Ginger se percató tras escuchar a
algunos y después mirando con horror a un pobre muchacho al que le había
desaparecido un brazo a la altura del codo. No dudó en acercarse y aferrar la
mano que le quedaba con las dos suyas. Mientras aquel desgraciado sollozaba y
gemía de dolor ella, con el tono más confortador que pudo, le animó.
-Confía
en el doctor Ginga, él te ayudará. Ya verás… ¡hace milagros! A mí me ayudó.
El médico no tardó en administrar
otro calmante a ese chico que miró agradecido y emocionado a Gin antes de
perder el sentido. La muchacha no pudo evitar derramar algunas lágrimas. El
resto, tan pronto como pudo, se acercó a apoyarla a ella y al resto.
-Gracias
Ginger.- Dijo Giaal.- Has sido muy amable, pero no soy un dios.
Y desde luego que así era. Él había tenido
oportunidad de ver en acción a alguno e incluso de plantarles cara en Bios. Si
hubiese contado con la ayuda de esos seres
a buen seguro que todos los heridos se habrían sanado de manera instantánea. Pero
claro, eso no se lo iba a decir a aquella encantadora joven.
-Aquí
únicamente contamos con nosotros y nuestra pericia.- Pensó el Alien dirigiéndose
a su contertulia para añadir.- Eres muy amable por tenerme en tan alto
concepto. Pero no soy perfecto.
-Para
mí, sí que lo es, doctor.- Musitó la muchacha mirándose sus propias piernas.-
Jamás podré agradecerle lo que hizo por mí.
-¿Cómo
qué no? Lo haces todos los días, simplemente por ser como eres.- Sonrió el
interpelado.- Con esa bondad tuya nos llenas de felicidad a todos. Ir a tu
cafetería es como estar en casa. Y te
aseguro que es una sensación que realmente apreciamos.
La chica sonrió sintiéndose
agradecida. Enseguida quiso preguntar.
-¿Podrá
hacer con ellos lo que hizo conmigo?...
-Lo
intentaré.- Suspiró el médico.- Aunque no siempre surte efecto. Dependerá de su
constitución y la compatibilidad. No te engañaré, en tu caso tuvimos mucha
suerte.
-Estoy
convencida de que usted podrá lograrlo.- Le animó la muchacha.-
Giaal asintió reconocido por aquellos cumplidos
que sabía del todo sinceros. ¡Ya quisiera él que resultase tan sencillo! Pero
continuaría esforzándose por mejorar ese tratamiento. Las palabras de Ginger le
había alentado a hacerlo más de lo que la joven pudiera imaginar.
-Por
ti, y otras muchas buenas personas inocentes, merece la pena seguir
investigando.- Le dijo.-
-Yo…no
merezco tanto.- Fue capaz de responder la ruborizada chica.-
No obstante, dejaron enseguida de conversar
puesto que en lontananza se veía aproximarse al doctor Lester que había estado
tratando a su vez a algunos pacientes. Ginger no quiso que volviera a llamarle
la atención. De modo que se volvió rauda a su puesto. Pasado un rato y al ver
que los heridos estaban ya casi evacuados, los componentes del grupo decidieron
retornar a sus casas. Había sido un largo día y el siguiente podría serlo
también. Sin embargo, estaban lejos de saber lo que sucedía en la zona militar
de la nave. Tracer, Susan, Olivia y muchos pilotos más habían sido requeridos
por sus respectivos jefes de escuadrilla. El mayor Jensen enseguida se hizo
cargo de la suya. Aprestándose a despegar tras ocupar su caza.
-Aquí
líder Granate uno, solicito permiso para despegar.- Pidió por radio.-
-Afirmativo,
luz verde.- Le fue respondido por el control.-
Y focalizando ahora toda su atención
en la misión que tenía, Tracer despegó. Ese avión nuevo era realmente potente.
Apenas acelerando ya salía disparado como una flecha. En breves instantes cruzó
los cientos de metros de la zona de lanzamiento y surcó el espacio. Ahora su
radar detectaba algunas decenas de puntos luminosos en aproximación. Aguardó un
poco para tener refuerzos y una vez que
los miembros de su escuadrilla estuvieron en el aire les indicó.
-Formación
Jack cuatro. Misión de scramble. Vamos a por ellos. Y premio a quién derribe
más. –Declaró aunque añadiendo ya en serio.- Pero no se arriesguen de modo
innecesario. Recuerden, apoyen al compañero y busquen superioridad en el
enfrentamiento.
-Recibido.-
Contestaron sus pilotos uno tras otro.-
En la zona de abordaje mientras
tanto la teniente Hunter y la alférez Aguirre, junto a otra chica alta y rubia
de pelo rizado no demasiado largo, estaban allí aguardando instrucciones. No
tardaron mucho en ver llegar a su superior el mayor Shulth acompañado por otros
oficiales.
-Señor,
se presenta la segundo teniente Susan Hunter.- Saludó ésta en posición de
firmes al igual que las otras dos.-
-Descanse,
teniente. – Repuso aquel tipo con desidia.-
-Aguardamos
órdenes, mayor.- Repuso la muchacha.-
-Ahora
estoy muy ocupado, ¿no ve que estamos en alerta de despegue?- Contestó aquel
tipo mirándola con reprobación.-
-Sí
señor, por eso esperamos sus instrucciones para abordar nuestros aparatos.- Le
explicó Susan.-
-¿Sus
aparatos?- Se sonrió el mayor para agregar con tono entre sarcástico y
molesto.- Mire teniente. No tenemos tiempo ahora para hacer prácticas. Permanezcan
aquí y no interfieran.
-Pero
señor. Nosotras… – Intentó responder la atónita joven.-
-¡Ya
me ha oído! Esas son sus órdenes.- Espetó su oficial superior, añadiendo.-
Usted, que es la de mayor rango, asegúrese que esas dos no se metan en líos y
que no entorpezcan a los pilotos.
Susan se quedó helada, incapaz de
decir nada más contemplaba alternativamente a Olivia que le devolvía una mirada
de apenas disimulado malestar y a esa otra joven que en cambio parecía
resignada. Otros de sus compañeros pasaron raudos entre ellas, muchos sin
siquiera molestarse en mirarlas. Alguno incluso esbozando una divertida
sonrisita. Aunque también hubo otros que parecieron solidarizarse con su
situación. El caso es que las tres se quedaron allí, solas, en tanto los demás
componentes de su escuadrilla iban despegando uno por uno…
-Esperemos
que todo vaya bien.- Suspiró la muchacha rubia.-
-¡Walsh!-
Exclamó Olivia, llamando la atención de la interpelada que no le había
respondido.- Celia. Ésta es la teniente Hunter. Acaba de llegar. Le he contado…
-¿Qué
es lo que le has contado?- Replicó aquella chica entonces con un tono mezcla de
inquietud y reprobación.-
Olivia no respondió, fue la teniente
Hunter la que tomó la palabra con tono conciliador.
-Tranquilícese,
alférez. Estoy aquí para ayudarla.
-Lo
va a tener difícil, señora.- Suspiró ésta con manifiesta incredulidad.-
Susan miró a esa chica con un gesto
de extrañeza. ¿Qué se suponía que le pasaba? Estaba de su lado. ¡Y acababa de
verse postergada lo mismo que ella y que Olivia! Pero fiel a su entrenamiento y
disciplina replicó de modo más serio y tajante, al tiempo que tratando de
analizar lo sucedido.
-No
sé a qué ha sido debido esto. Puede ser porque no me he presentado todavía ante
el mayor. Si él no tiene aun oficialmente los documentos de mi traslado no
puede autorizarme a volar. En cuanto a ustedes dos son alféreces inexpertas y
no cuentan con las necesarias horas de prácticas todavía. De modo que no
saquemos conclusiones precipitadas. ¿Está claro?
-Cristalino,
mi teniente.- Replicó Walsh con tono entre irónico y desanimado.-
-Le
aseguro que puede confiar en mí.- Añadió su superiora que pasó a dirigirse a
ambas cuando les ordenó.- Ahora, vamos hacia la zona de observación.
Se refería a un cuarto provisto de
pantallas de seguimiento. Cada base de pilotos tenía uno que se coordinaba con
el puente principal de mando. Allí y en ese momento, Susan era la oficial de
mayor grado. Se ocupó pues de hacer de enlace con el alto mando y los pilotos.
Entre tanto se dirigió a esa joven.
-Si
hay algo de lo que quiera hablar conmigo aquí me tiene.- Le ofreció.-
-Muchas
gracias, puede que le pregunte acerca de qué tipo de pinta labios queda mejor
con el uniforme.- Sonrió sarcásticamente la aludida.-
-Celia,
por favor, quiere ayudarte.- Insistió Olivia.-
La interpelada movió la cabeza y
aunque ahora evitó el cinismo respondió con tono apagado e incrédulo.
-Una
teniente segunda frente a un mayor que es el jefe de su escuadrilla. Perdone
señora, pero no creo que pueda usted servir de mucho.
-No
dé nada por supuesto, alférez.- Contestó Susan a quién no le gustaba nada ese
tono tan pesimista y tratando de alentar a esa chica, sentenció.- Lo importante
es que no está usted sola en esto. Hable conmigo, confíe en mí. No lo
lamentará.
Walsh pareció querer decir algo pero se lo
pensó mejor. Además, sus compañeros estaban a punto de entablar contacto con el
enemigo. Y eso hizo que todas centraran
su atención en las noticias que les llegaban. En efecto, la escuadrilla de
Tracer fue la primera en hacerlo con él dando las indicaciones pertinentes.
-Aquí
líder. Despliéguense y ataquen.- Ordenó.- ¡Fuego!
Sus pilotos no tardaron en acatar
esa orden de muy buen grado. Una andanada de misiles surcó el espacio haciendo
blanco en varios de esos objetos cuya forma ovalada recordó a Rick a esos
viejos enemigos de su anterior viaje. No le cabía duda. Eran ellos.
-¡Malditos
cabrones! – Pensó lleno de enfado y sorpresa.- Creía que les habíamos
destruido. ¡A discreción! - Indicó a los suyos.-
Los cazas de su escuadrilla
maniobraron con gracilidad atacando a los oponentes desde varios ángulos. Éstos
replicaron con rayos de energía que únicamente alcanzaron a un avión. Aunque
por fortuna no le destruyeron.
-Modo
varitech.- Ordenó Tracer.- Vamos a ver como lucen estas monadas…
A su mandato, sus pilotos
convirtieron los cazas en aquellos enormes robots que ahora estaban provistos
de fusiles de los que surgieron incontables ráfagas láser. Casi era un concurso
de tiro al blanco y el adversario, tomado totalmente por sorpresa, y sin
capacidad de respuesta, fue diezmado con rapidez. Los cazas del mayor Shulth
llegaron entonces en apoyo de sus compañeros disparando por la retaguardia. En
cuestión de minutos casi el ochenta por ciento de los atacantes fueron eliminados.
-¡No
dejen ni uno de esos cabrones sin destruir! – Ordenó Shulth a los suyos.- No les daremos tiempo de replegarse e
informar.
Tracer sonrió satisfecho. Al menos
en esta ocasión los sorprendidos fueron esos bastardos. Ahora las tornas
parecían haberse invertido. Eran los terrestres quienes tenían la ventaja
tecnológica. Esos robots tan magníficos incluso eran capaces de generar una
especie de escudo energético alrededor de sus brazos izquierdos que repelía los
disparos del enemigo.
-Aquí
líder escuadrilla Granate uno.- Informó con satisfacción.- Hemos puesto al
enemigo en retirada, solicitamos permiso para perseguirlo y destruirlo por
completo.
-Negativo.
Regresen a la base.- Fue la orden.-
-Pero
señor. Habla el líder de la escuadrilla Granate dos. Estamos a punto de acabar
con todos ellos.- Arguyó Shulth.-
-Ya
han escuchado la orden.- Replicó en esta ocasión la voz de una mujer.-Regresen.
-Lo
lamento, pero la autoridad para dar esa orden es la del comandante Karl Enset.-
Replicó Shulth.-
-
Mayor, vuelvan inmediatamente o afrontarán cargos por desobediencia.- Le
amenazó aquella oficial.-
-Con
el debido respeto.- Intervino Tracer.- Señora. ¿Podríamos obtener confirmación
del comandante Enset o saber al menos quién es usted? No podemos acatar órdenes
de nadie que no esté debidamente identificado.
-A
lo primero no es posible por ahora, mayor, lo lamento. - Contestó tajantemente
su interlocutora.- Su comandante está ahora reunido con el capitán Deloin y el
contralmirante Hazzar. En su lugar soy yo, la comandante Elisabeth Simmons,
quién da las órdenes. Regresen a la base de inmediato. Después pidan cuantas
confirmaciones deseen, corto.
-A
la orden.- Contestó Rick a desgana dirigiéndose después a los suyos.-
Escuadrilla, volvemos a la base.
-A
sus órdenes, comandante.- Escupió Shulth entre dientes, indicándoles lo mismo a
los suyos.-
Para consuelo de los pilotos apenas
un puñado de enemigos logró escapar. Los cazas fueron aterrizando uno a uno.
Los que habían adoptado forma de robots retomaron su configuración de aviones
para poder entrar al modo convencional. Una vez se posaron y los pilotos
salieron de las carlingas, el mayor Shulth se dirigió a su colega con
indignación.
-¿Lo
ha oído? Regresen a la base. ¿Pero quién se habrá creído que es esa individua?
-Nuestro
oficial superior.- Repuso Tracer con una mezcla de malestar y resignación.- Y
ante eso, no podemos hacer nada. Si nos han dicho que volvamos tendrán alguna
razón.
-Sí,
¡la sensiblería femenina que tanto daño nos está haciendo! - Espetó su
interlocutor.- A la hora de la verdad prefieren no terminar las cosas.
Rick le miró atónito aunque no
respondió a eso. Estaba cansado y deseoso de darse una ducha y dormir. Pero
antes intentaría contactar con Pennie.
-Me
parece bastante extraño. No se detectaban más aparatos enemigos ni naves
nodriza. No había riesgo de emboscada. Además, estaríamos seguros con estos
aviones. ¡Son fantásticos!, incluso al recibir un impacto de láser han
resistido.- Pensó acordándose del aparato del teniente Phillips que, aunque
dañado en un ala y parte del fuselaje, pudo retornar a su piloto sano y salvo a
la base.- Y esos escudos en modo varitech, ojalá hubiésemos tenido esto antes.
Bueno, llamaré a mi chica y mañana intentaré hablar con Enset.
Y precisamente su comandante estaba
reunido junto con el contralmirante Hazzar, el capitán Pierre Deloin y el mayor
Derail. Kiros había acudido a la llamada de sus superiores y entre los cuatro
analizaron la situación tras atender al informe del saiyajin.
-Entonces,
mayor, ¿cree usted que la explosión fue debida a un acto de sabotaje?- Inquirió
el atónito capitán.-
-Sí,
señor. Estoy seguro de eso.- Afirmó rotundamente el interpelado que repitió.-
Justo antes de producirse la misma iba a comentárselo al capitán Harris que
estaba al mando del sector.
-Por
cierto, contralmirante.- Terció Enset.- ¿Cómo se encuentra el capitán?
-Por
lo que nos han informado desde el hospital sigue grave pero estable.- Respondió
el propio Hazzar dirigiéndose a todos ellos ahora con tono entre grave y
preocupado, pero firme al tiempo.- Señores. Esto demuestra que el peor enemigo
que afrontamos no es el que se esconde en algún lugar del espacio. Sino el que
está aquí dentro, oculto en nuestra propia nave. Estando a bordo de la SSP-1 ya
sucedió algo similar. Había topos y traidores. Ahora pensábamos que ese riesgo
ya no existía. De hecho, para prevenirlo se tomaron muchas precauciones y la
seguridad se reforzó. Se investigó hasta la saciedad a cualquiera que fuera a
embarcarse. Pese a ello, es evidente que alguien o quizás un grupo, porque
podría tratase de más de una persona, han logrado infiltrarse. Nuestra
prioridad fundamental es dar con quien quiera que sea o sean.- Y recalcó mucho
la última palabra para proseguir.- Y voy
a necesitar de su total colaboración.
-Estamos
a sus órdenes, señor, para lo que sea necesario.- Repuso Deloin con su acento
francés.-
-Pero
cualquier acción que pudiéramos emprender
tendría que hacerse con discreción.- Terció Enset.-
-En
efecto, comandante. No nos conviene sembrar la duda entre los tripulantes ni
advertir a los posibles conspiradores que estamos tras ellos.- Convino Hazzar.-
Al contrario, la moral debe permanecer alta en todo momento. Así que la versión
oficial informará de un accidente por fallo en una tobera de energía.
Lamentablemente no nos queda otra solución que ocultar los hechos.
-En
relación a eso.- Comentó Deloin.- Contralmirante, me gustaría investigar con
discreción. Como usted ha puesto de manifiesto la gente tiene que estar
centrada en los deberes cotidianos que tenga y no preocupada por ataques de
índole terrorista.
-Muy
bien, capitán.- Aprobó su interlocutor.- ¿Alguna cosa más?
-Sí,
señor- Intervino Kiros.- Creo que usted ha dicho que la moral es importante. Y
tengo una idea para potenciarla.
-Muy
bien, tiene toda nuestra atención.- Concedió Hazzar.-
El saiyajin asintió pasando a
exponer.
-Mientras
trataba de reparar aquel fallo escuché una canción realmente buena. Luego conocí
a la intérprete cuando fue a donar sangre y me estaban haciendo unas
curas. Si no me equivoco ustedes tenían
una cantante en la otra nave que les ayudó mucho a mantener el ánimo de la
tripulación.
-
Es cierto- recordó el contralmirante acordándose de Amatista Lassart.- Me parece una buena idea. Si puede entablar
contacto con esa intérprete hágaselo saber. Desde aquí haremos cualquier cosa
que sirva para dar moral y esperanza a todos los miembros de esta nave. Bastantes
complicaciones tenemos ya y desgraciadamente muchas más quedarán todavía por
afrontar.
Hubo un reflexivo y prolongado
silencio hasta que Enset, dirigiéndose al saiyajin, le preguntó.
-¿Dónde
dice que oyó esa canción?
-La
artista me dijo que la interpretó en un karaoke que estaba en una cafetería,
señor.- Repuso Kiros que lo recordaba bien.-
-Pásese
por allí e indague. Nos vendrá muy bien además para que la gente no se alarme
en demasía por lo sucedido.- Añadió el capitán Deloin.- Si puede, trate de
convencerla para que venga a vernos y se lo pidamos oficialmente, si es que no
logra convencerla usted.
El saiyajin asintió complacido. Le
gustaría volver a escuchar a esa joven otra vez. Se acordaba del valor que sus
mayores le daban a ese tipo de cosas.
-A
sus órdenes.- Saludó Kiros.-
-Muy
bien.- Dijo Hazzar tomando la palabra.- Eso es todo, pueden retirarse
caballeros.
Así lo hicieron. Todos listos para
actuar lo antes posible y desenmascarar a los traidores. En ese mismo momento y
en otra parte de la nave, Mei Ling había llegado a su piso. La muchacha
lamentaba el giro de los acontecimientos. Si bien es verdad que la inesperada
visita de su primo la afectó, todavía fue mucho peor ver a tantos muertos y
heridos. Ahora suspiraba. A su cabeza vino la imagen de Maggie charlando con
Keiko. Parecían estar demasiado compenetradas. Incluso mirarse de ese modo
cómplice previo a algo más serio. Se sonrió. Estaba siendo una tonta paranoica.
Esas dos acababan de conocerse esa misma tarde y todo había sucedido muy
rápido. Su compañera de laboratorio era buena chica y había ido a donar sangre,
nada más. No tenía por qué compartir sus inclinaciones. A eso se le unía que
Margaret estaba ocupándose de ese oficial y simplemente charlaron. Seguro que
Keiko había estado más interesada contemplando a ese hombretón que a la
enfermera que lo atendía.
-La
pobre Maggie lo tendría difícil con semejante competencia.- Sonrió ahora.-
Tengo que hablar con ella…aunque no me hace gracia decirle lo que pasa…
Eso volvió a traer a su mente el
incidente protagonizado con su primo. Sencillamente no podía creer que se
tratara de una casualidad.
-Tuvo
que venir siguiéndome. No encuentro otra explicación. Lo que no sé es como se
enteraría. Apenas dije nada a nadie de que me embarcaría cuando me
seleccionaron.
De hecho desde que abandonó su país
natal siempre estuvo tratando de justificar sus prolongadas ausencias. Apenas
volvió un par de veces a visitar a los suyos. Mei Ling sabía que sus padres no
solamente se preocupaban de ella sino
también del honor familiar. Y no ignoraba que, con su forma de actuar, les
había puesto en su serio apuro.
-Perdonadme,
os lo suplico.- Reflexionaba no sin remordimientos ni amargura.- Se
perfectamente todos los sacrificios que hicisteis. Y lo que se espera de
mí. Es que sencillamente no puedo…y
ahora, con Zhao aquí…es cuestión de tiempo que él lo descubra…
Y trató por todos los medios de
olvidarse de aquellos pensamientos. Se preparó un té suave y al poco se acostó.
Al día siguiente tocaba trabajar. Al menos en el laboratorio era en donde más
cómoda se sentía. Excepción claro está, de cuando estaba con Maggie. Eso la
hizo recordar cómo se conocieron. Fue nada más llegar. Ella iba perdida mirando
en su tablet en busca de la dirección de su alojamiento. Pasó por un centro
médico y sin pensarlo dos veces entró. Por fortuna no había nadie salvo una
mujer que parecía ser la que atendía el lugar. Esa joven de pelo castaño largo,
ojos avellana y una amplia sonrisa, la saludó.
-Buenos
días. ¿Puedo hacer algo por usted?
-Verá,
es que me he perdido, soy nueva aquí.- Pudo explicar observando azorada a esa
chica.- Le agradecería si pudiera indicarme dónde está este bloque de
apartamentos.
-Claro,
si no tiene prisa termino mi turno en unos minutos.- Replicó su interlocutora.-
-No
sabe cuánto se lo agradezco.- Repuso Mei Ling haciendo una leve inclinación en
tanto se presentaba.- Encantada de conocerla
Aquella joven hizo lo propio, le
dijo que era enfermera, aunque claro, eso era evidente dado el sitio en el que
estaba, su bata blanca y su uniforme.
-Tuteémonos.-
Sonrió la muchacha.-
-Muy
bien, Margaret.- Convino Mei Ling.-
-Llámame
Maggie, por favor, no me gusta mucho mi nombre.
-¿Por
qué? Es muy lindo. Nombre de flor.- Valoró Mei.-
-Sí,
bueno. Y el tuyo ¿Qué significa? ¿Acaso es el de otra planta?
-No,
no es eso.- Se ruborizó la interpelada al desvelar.- Quiere decir bonita y
delicada.
-No
me puedo imaginar un nombre mejor para ti.- Sonrió Maggie.- Eres realmente muy
bonita.
Su interlocutora la observó con
gesto de asombro. Quizás esa chica fuera como ella. Aunque la enfermera pareció
dar marcha atrás y con algo de apuro pudo añadir.
-Lo
siento, no quisiera parecerte, bueno…
A Mei Ling no le dio tiempo a decir
nada, vio llegar a un chico de mediana estatura y pelo moreno que entró con
rapidez.
-Ya
llegó tu relevo, Maggie.- Anunció.-
-Tarde
como siempre.- Le amonestó su compañera.-
-Bueno,
han sido solamente cinco minutos.- Sonrió él quitándole importancia, aunque al
fijarse en esa muchacha oriental enseguida quiso saber.- ¿Una paciente?
¿Necesitaba algo, señorita?
-No,
yo… solo me había perdido.- Fue capaz de responder Mei Ling.-
-Le
indicaré el camino.- Terció su contertulia.-
Y sin siquiera despedirse de su
relevo Maggie salió abriéndole la puerta a su nueva amiga. Ambas caminaron
durante un rato charlando un poco. La enfermera le contó que venía de los
Estados Unidos, acababa de sacarse el título y vio la oportunidad de viajar y
conocer nuevos mundos.
-Por
eso me embarqué.- Concluyó.- ¿Y qué me dices de ti?
-Bueno,
mi historia es muy parecida a la tuya. Yo nací en China y me marché a América
con una beca de estudios. Luego gané una plaza para esta nave…
Al fin llegaron a las señas que
indicaba la tablet de Mei Ling. Ésta invitó a su cicerone a subir.
-¿Quieres
tomar algo?- Le ofreció con un tono algo dubitativo, que trataba de esconder su
nerviosismo.- Al menos para agradecerte las molestias de venir hasta aquí. Si
es que hay algo que tomar. – Sonrió apurada.-
-Estaré
encantada.- Le contestó su contertulia devolviéndole la sonrisa.-
Ambas subieron viendo que el apartamento estaba
muy bien. Tras recorrer las habitaciones llegaron al dormitorio.
-Hasta
con la cama hecha.- Sonrió Maggie quien invitó enseguida a la dueña del piso.-
Anda, sentémonos. Después de tantas horas de pie estoy muy cansada.
-Podría
darte un masaje en los pies, domino algunas de esas técnicas.- Le propuso la
oriental con buena disposición.-
-¿De
veras?- Se rio Margaret que enseguida declinó.- Debería ducharme antes, no creo
que sea muy agradable el tocármelos ahora ni el resto de mi cuerpo tampoco.
Dio la impresión de dejar caer ese
comentario como si esperase algún tipo de señal. Y Mei Ling no dudó en dársela.
-Si
el baño está tan bien provisto como la habitación, por mí no hay inconveniente.-
Le sonrió a esa atractiva enfermera.-
Juraría que la mirada de su
interlocutora se iluminó cuando le dijo aquello. Margaret en efecto no tardó en
empezar a quitarse la ropa. Al ver el gesto atónito de la oriental, se limitó a
sonreír diciendo divertida.
-No
pasa nada, a fin de cuentas las dos somos mujeres, ¿verdad?
Su contertulia asintió y para
sorpresa de la otra chica ella misma comenzó a desnudarse. Entonces fue su
turno de decir a la sorprendida Maggie.
-Podríamos
ducharnos juntas. También me siento fatigada del viaje. Así…aprovechamos el
agua.
-¿Por
qué no?- Comentó melosamente la otra joven, proponiendo con tono incitador.- Tu
frotas mi espalda y yo la tuya.
Mei Ling asintió, decidiendo que ya
era suficiente conversación para romper el hielo. Siendo sensiblemente más baja
que su interlocutora se aproximó hasta ella tras quitarse los zapatos y se puso
de puntillas. Aunque su pareja adivinó el gesto y la abrazó obsequiándola con
un beso en los labios, al principio suave, luego más pasional. Cuando quisieron
darse cuenta estaban metidas en la ducha dando rienda suelta a sus deseos.
Entre jadeos y caricias, Maggie le susurró al oído.
-Espero
con impaciencia ese masaje en los pies…
Y no faltó lo que solicitaba
acompañado después de algunas otras cosas que hicieron que ambas disfrutasen
mucho de su recíproca compañía. Tanto que tuvieron que ducharse una vez más. Aunque
ahora ya se limitaron a quitarse el sudor y a relajarse del todo tras esa
intensa actividad física. Desde entonces comenzaron a salir como pareja. Mei Ling lo recordaba ahora esbozando una
sonrisa en tanto se quedaba dormida…
-Al
menos te encontré a ti. Es lo mejor que me ha pasado en este tiempo.- Meditaba
antes de que la venciera definitivamente el sopor del sueño.-
La que no podía dormir mucho era
Celia. La joven se debatía entre el temor
a su superior y los deseos que tenía de desahogar toda la frustración y
su angustia. Recordaba al poco de embarcar, siendo una oficial recién salida de
la academia. Entonces se las prometía muy felices. Había estado entrenando y
sus calificaciones eran buenas. A buen seguro que tendría una plaza en la
escuadrilla de combate más prestigiosa de la nave. Le contaron que llevaba el
nombre de uno de los pilotos muertos en combate durante el viaje de la SSP-1.
No obstante, nada más llegar se presentó ante el oficial al mando, el mayor
Shulth. Él la hizo pasar. La chica iba de uniforme por supuesto. Nada más entrar se puso firme y saludó. Aquel
hombre de mediana edad, bigote fino y pelo moreno con algunas claras en la
cabeza, la observó con detenimiento sentado en su sillón antes de hablar.
-Descanse,
alférez.- Le ordenó finalmente.-
-Señor,
se presenta la alférez Celia Walsh en su nuevo destino. Espero sus
instrucciones.
Aquel tipo se levantó, aproximándose
a ella. Al hacerlo esbozó una leve sonrisa que no le gustó nada a la chica y
preguntó.
-¿Cuánto
mide usted? Es muy alta.
-Un
metro setenta y ocho, señor.- Replicó ella.-
De hecho, era un poco más alta que
el mismo mayor. Aquel asintió declarando para sorpresa de ella.
-Me
parece demasiado para pilotar un caza. ¿No estará incómoda quizás?
-Con
el debido respeto.- Pudo decir ella.- Tengo compañeros mucho más altos que yo
que lo hacen sin problemas.
-Supongo
que podremos arreglar eso.- Susurró él en tanto pasaba descuidadamente, o al
menos eso parecía querer aparentar, una de sus manos por el trasero de Celia en
tanto sentenciaba.- Ya lo creo que sí.
A la muchacha casi se le cortó la
respiración. Quería creer que aquello fue un roce fortuito. Un instante de
incomodo silencio se sucedió hasta que al fin fue capaz de preguntarle a su
superior.
-Señor.
¿Cuál será mi destino?
-Por
el momento instálese en su barracón. Luego ya veremos.- Comentó él que para
alivio de la joven se alejó para sentarse nuevamente tras su escritorio.- Ahora
retírese.
Y lo hizo sin perder ni un segundo
tras el preceptivo saludo a un superior. Salió de allí con el pulso acelerado y
sintiéndose realmente mal. ¿Qué podría decir? Aquello tuvo toda la pinta de ser
un tocamiento en zona no autorizada. Pero. ¿Cómo iba a denunciar al jefe de su
escuadrilla en su primer día y nada más presentarse a recibir órdenes?
-Habrá
sido un accidente.- Se dijo una y otra vez.-
Aunque los días siguientes le demostraron que
no había sido así. Cuando coincidía con el mayor éste siempre se las apañaba de
un modo u otro para estrechar la distancia entre ambos. Una vez aprovechó que
ella estaba agachándose a recoger un objeto que se le había caído cuando ese
individuo se plantó tras de ella frotándose la entrepierna con su trasero al
pasar. Pudo sentir aquella parte de ese hombre, dura contra sus nalgas. Y para
más humillación, el teniente primero Pavel Kovac, el ayudante y segundo de
Shulth, estaba en ese mismo despacho y actuó como si nada hubiera ocurrido.
-Seguro
que no lo vio.- Quería creer ella.- De ser así me hubiese dicho algo. No se
habría quedado callado.
O pudiera ser que sí y lo hubiese
ignorado adrede. Después de todo. ¿Qué
iba a ganar Kovac hablando en contra de su superior inmediato? Aunque, de cara
a ella, siempre era un tipo amable y hasta comprensivo, no daba muestras de
estar al tanto de nada. Al menos en lo relativo a esas embarazosas situaciones.
Desde luego que Celia no se atrevía a contárselo, así que, entre intranquila y temerosa de las
consecuencias de denunciar aquello, optó por guardar silencio una vez más.
Después llegó Olivia. Con ella al parecer Shulth no cometió tal tipo de abusos.
Pero un día tras salir del gimnasio de la base la propia mejicana llegó a
decirle en confianza que ese tipejo la miraba como si deseara desnudarla con la
vista. Fue entonces cuando Celia se armó de valor y se lo contó. La otra chica
enseguida la creyó pero ¿Qué iban a poder hacer? Solamente eran dos alféreces recién llegadas.
Las únicas mujeres en una escuadrilla de hombres. Y ese oficial tenía años de
experiencia y unas cuantas condecoraciones al mérito a sus espaldas. Asimismo
estaba secundado por su segundo al mando que le era totalmente leal. Olivia sin
embargo trató de animarla. Le dijo que tendrían que reunir pruebas y
denunciarlo. Buscar la ayuda de algún compañero. No obstante, ella era escéptica
ante eso. Ninguno querría jugarse su futuro apoyándolas.
-Desengáñate.
Eso no va a pasar, Olivia.- Le respondió entonces con visible desánimo.- Los
que pudieran creernos están demasiado asustados para dar el paso.-
Además, lo de las pruebas era a su vez, más
fácil decirlo que lograrlo. Que Celia supiera nadie había visto actuar así al
mayor con ella. En público se cuidaba mucho de hacer nada que resultase
sospechoso. Entonces, ayer mismo, su ya amiga la alférez Aguirre, le contó que
una oficial más había llegado para unirse a ellas. ¡Y era teniente! Al parecer
sirvió en la SSP-1. Aun así la alférez Walsh no quería hacerse muchas
ilusiones. Y tras ver como ese cerdo machista las había relegado a todas se
desanimó por completo. ¡Y pensar que ella había criticado la profesión a la que
su hermana Brenda quería dedicarse!
-¡Quizás
la acosen a ella menos que a mí, y eso que quiere ser modelo! – Suspiró diciéndose
con resignación. -Mejor será irme a dormir. Quizás Shulth ya no la tome conmigo
tras la llegada de esa teniente.- Quiso consolarse para admitir.- Para su
desgracia es muy guapa.
Entre
tanto y en otra parte de la nave, Deloin regresó a su despacho. A los pocos
minutos le informaron de la presencia de alguien. Asintió, a esa persona la
había citado él mismo en el más absoluto de los secretos.
-Que
pase.- Ordenó.-
Tocaron a la puerta y autorizó el paso. El
capitán observó a quien acababa de entrar y le dijo.
-Descanse
teniente y siéntese. Tengo que encargarle un trabajo urgente…
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, si sois tan amables y no os es molestia, comentar vuestras impresiones sobre lo que habéis leído. Me vendría muy bien para mejorar y conocer vuestras opiniones sobre mis historias. Muchas gracias. ;)