Como cada mañana, Martin y Daphne habían ido al
trabajo. Se despidieron tras su desayuno y su viaje en el deslizador. Cada cual
fue a su respectiva aula. Ahora, en una pausa entre las clases, el chico seguía
dándole vueltas a la cabeza.
-Tengo que ser capaz de decírselo. ¡Ya no puedo más!
Y es
que cada vez que estaba junto
a ella el corazón se le aceleraba. Sobre todo cuando la veía
sonreír. Y últimamente ella lo hacía mucho, parecía estar muy contenta. Seguro
que la chica también se sentía a gusto a su lado. Esa misma mañana sin ir más
lejos, él bromeaba y ella no paraba de reír, mirándole de esa manera tan
luminosa.
-Quizás está esperando a que le diga algo, y yo...¡estúpido
de mí!,
únicamente la miro como un pasmarote.
Y
justo pensaba en eso la vio acercarse, por supuesto lucía una cara risueña tras
abrazar a un par de críos de su clase que correteaban por el patio.
-Hola. – Sonrió Martin al verla llegar.-
-¡Hola!- Respondió afablemente ella.-
-Hace un buen día hoy. Para sacar a los niños al
patio. - Dijo él sin saber con qué empezar esa conversación.-
-Sí, sol y cielo despejado.- Afirmó la muchacha,
declarando.- Me encanta pasear por el parque en un día así.
Quizás
eso significase algo
y la propia chica le estuviese abriendo el camino. El
caso es que Martin creyó llegada la oportunidad y le propuso.
-¿Y por qué no vamos esta tarde allí? Podríamos pasear
un poco.
No
obstante, su interlocutora le devolvió una mirada de sorpresa. Seguramente no
había esperado aquella proposición, aunque sonrió como de costumbre para
afirmar.
-Me gustaría, pero tengo cosas que hacer.
-Es una lástima.- Suspiró él chico, añadiendo de
seguido con un tono desenfadado que no quería dejar translucir su interés.-
Mira, mañana estrenan una holo peli muy buena que acaba de llegar de la Tierra.
Una de esas comedias románticas que tanto te gustan. ¿Te apetecería ir a verla
conmigo?
Daphne
pareció desconcertada, aquel chico estaba siendo más insistente de lo que
solía. Sin embargo ya habían ido a veces a ver alguna película cuando trabajan
en la cafetería de Ginger y Clarisa y nunca pasó nada fuera de lo normal.
Además, recordó que Sabra posiblemente estaría en su base. Tras despedirse de
ella le avisó que tardaría algunos días en regresar. Tenía que hacer
maniobras o vete a saber qué en su jerga militar. Entre tanto no había nada de malo en quedar
con un amigo.
-Claro que sí.- Sonrió entonces ella.- Espero que sea
buena.
Martin
sonrió a su vez con visible alegría, enseguida dijo.
-Seguro, he leído muy buenas críticas. Ya lo verás,
¡lo pasaremos genial!
La
joven asintió deseando que así fuera. Ahora estaba más tranquila. Ese
entusiasmo de Martin era el que siempre mostraba por esas cosas. A veces era
algo infantil, pero quizás por eso se le daban tan bien los niños.
-Es muy buen chico, algún día encontrará a la muchacha
apropiada para él. Si es que se decide a decirle algo a alguna porque, pese a
las apariencias, el pobre es bastante tímido. - Pensó en tanto sonreía.-
Y por su parte su interlocutor estaba
encantado al verla tan feliz. De seguro que había aceptado esa propuesta para
ir al cine con interés. Bueno, habría que hacer que esa tarde fuera muy
especial. Y ya tenía algo pensado.
Aunque iba a precisa de ayuda.
-Seguro que colaborarán conmigo.- Se dijo
esperanzado.-
Una tonada musical
les anunció el final del recreo y la vuelta a sus respectivas clases. El
chico se despidió en tanto pensaba lleno de entusiasmo.
-Puede que entonces sea el momento perfecto. Me pondré
de acuerdo con Ginger. Compraré unas flores y las dejaré en la cafetería, luego
le pido que tomemos algo allí cuando la película termine. Entonces se las
regalaré y le diré lo que siento. Esta vez no me pasará como con Maggie.
A su
vez, Daphne retornó a su clase sin darle más importancia a aquello. Aunque
ahora comenzó a meditar sobre otra cosa. Martin era su mejor amigo, le
apreciaba mucho. ¿Por qué no contárselo a él? Seguro que la respaldaría. Y
sobre todo, su secreto estaría a salvo. De hecho, no podía más. Tenía que
confiar en alguien.
-No puedo decirles esto ni a mis hermanos, ni a mis
padres. Menos a nadie de aquí. Y hace mucho que no veo a mis amigos de la
facultad. Laura por ejemplo lo comprendería. Y seguro que Rob y hasta Greg,
también. Son buena gente pero otros y otras son unos chismosos o directamente me
condenarían por eso. Pero Martin es distinto, sí, él lo
entenderá. Hace años que nos conocemos.
Quizás hoy después de ver esa película, sea el momento de sincerarme y salir
del armario con él. Sabra tiene razón. Debo ser valiente.
Y
sintiéndose aliviada e incluso animada por aquel propósito. volvió con sus
peques. Entre ellos le tocaba clase con la hija de la señora Derail.
-Muy bien, niños y niñas, vamos a pintar un poco.- Les
indicó con dulzura.-
Todos
obedecieron al instante, ella se iba pasando por los grupitos que estaban
sentados alrededor de algunas mesas alabando sus trabajos o dándoles consejos.
Entonces su teléfono sonó, había recibido un mensaje…
-Luego lo miraré.- Se dijo puesto que estaba ocupada
ayudando a una cría a pintar y no salirse de los bordes.-
En su
propia escuela Nelly repasaba sus apuntes antes del examen. No era demasiado
difícil, tocaba historia y eso le gustaba. Aunque en cuanto el profesor que iba
a examinarles llegó no lo hizo solo, junto a
él venía el director y traía un rostro serio. Para su sorpresa se
dirigió a ella.
-Señorita Connors, por favor, acompáñeme a mi
despacho.- Le pidió con tinte grave.-
-Pero, señor Derrick, el examen va a empezar.- Fue
capaz de oponer.-
-No se preocupe por eso, su profesor se lo hará otro
día.- Afirmó el director con el asentimiento del maestro que lucía asimismo una
expresión de pesar al mirarla.-
Nelly
notó como su corazón daba un vuelco. Algo estaba pasando y no debía ser bueno. Ante
la indiferencia de la mayor parte de sus compañeros, más absortos en los
últimos repasos que otra cosa, recogió su mochila y su tablet. Solamente Dean
la observó con gesto inquieto, pero el chico tenía también sus propios
problemas y prefirió centrarse en ese control. Nelly, sin decir nada más,
siguió al director hasta su despacho. Para su extrañeza y mayor inquietud vio a
su hermano Orix allí. El crío tenía lágrimas en los ojos.
-¿Qué ha pasado? ¿Te han hecho algo?- Quiso saber con
manifiesta preocupación.-
Posiblemente
alguno de los mayores se hubiera metido con Orix, era demasiado bueno y
tranquilo. No sería la primera vez. Como hermana mayor seguro que la habían
llamado para eso. No obstante, su hermano enseguida la dejó helada cuando entre
sollozos, le contó.
-¡Mamá está muy mal! La han llevado al hospital.
-Vuestro padre ha llamado. Quiere que vayáis con él a
visitar a vuestra madre inmediatamente.- Intervino el cariacontecido director.-
Si queréis puedo llevaros yo mismo.-
Nelly
tardó unos segundos en recomponerse tras aquella terrible noticia. Apenas si
pudo musitar en cuanto lo hizo.
-No, no se preocupe, sabemos ir.
Sin
apenas decir más, ambos niños salieron del despacho. Orix seguía llorando, su
hermana mayor, tratando de ser más entera pese a tener lágrimas también,
intentó animarle.
-Ya verás como no será nada. Se pondrá bien. Enseguida
la veremos.
Y así
se encaminaron de inmediato a la parada del deslizador. Una hora antes, en el
hospital, Aurora había ingresado de urgencia. Estaba en la cama, sola, puesto
que su esposo había ido a trabajar. Se notó mal, la mujer respiraba con
dificultad y apenas sí podía entreabrir los ojos, sudaba copiosamente como si
hubiera estado corriendo. Ella sabía por el doctor Ginga que ese tipo de
síntomas podrían ser la antesala de algo muchísimo peor. Sin dudar tocó el
botón de emergencia que tenía en su teléfono. Estaba conectado al despacho del
propio Giaal. Al verlo el médico activó de inmediato el protocolo de
emergencia. Llamó a una ambulancia y la envió a casa de Aurora, luego avisó al
esposo de ésta. En cuanto la trajeron los enfermeros Giaal corrió a realizar
comprobaciones del estado de Aurora.. Tal y como se temía la condición de esa
pobre mujer había empeorado sensiblemente. Quizás no le quedaran meses sino
solamente semanas o incluso días. Ella trató de hablar en cuanto pudo verle de
modo borroso, incluso se aferró con poca fuerza a una de sus mangas.
-No te esfuerces ahora, Aurora.- Le pidió gentilmente
él.-
Giaal
no precisaba de mucha telepatía para sentir el tremendo sentimiento de angustia
y miedo de aquella infeliz. Pero incluso más que por ella misma era por sus
hijos. Aquello le impresionó. Sin perder ni un segundo la estabilizó con suero
y con aquel medicamento en el que estaba trabajando junto a su hermana Naya.
Ésta también llegó con rapidez al ser avisada.
-¿Qué tal está?-Quiso saber la facultativa.-
-Constantes vitales muy deterioradas. Tenemos que
actuar rápido.- Le informó su hermano.-
-Entonces. ¿Quieres probarlo?- Preguntó la joven
doctora con gesto lleno de preocupación, recordándole de ese mismo modo.- Aun
ni lo hemos testado.
-No tenemos otra opción.- Suspiró su interlocutor.- O
eso…
A la
vista de la condición de su paciente no tuvo que decir más. Naya asintió
despacio. Le daba mucha pena aquella situación.
Entre ella y su hermano enseguida administraron a esa desdichada una
especie de fármaco experimental que estaban desarrollando. Por fortuna, tras
hacerlo y llevar a la enferma a una habitación, aquella apuesta dio la
impresión de funcionar. Muchos de los síntomas de Aurora fueron remitiendo. La
mujer incluso notó aclarar su vista y pudo musitar al ver a Naya.
-¿Es el final, verdad?
-No, no lo es, tranquila.- Sonrió animosamente ésta
aferrando una de las manos de la paciente entre las suyas.-
Se
había quedado a solas con ella en tanto Giaal iba a recibir al alarmado marido.
Edgar no tardó en llegar. Tras ser informado por el doctor Ginga en el despacho
de éste se limitó a mirar hacia la pared sin replicar.
-Lo lamento mucho, señor Connors.- Pudo decir Giaal.-
Su esposa ha empeorado. Su mal avanza muy rápidamente. Apenas sí podemos
contenerlo. Hemos probado una medicina que estamos desarrollando. Quizás eso le
suponga ganar unos días y mejorar en algo su calidad de vida. Pero me temo que
eso será todo.
-¿Qué quiere que haga?- Musitó el abatido hombre al
fin.-
-Quizás sería bueno que sus hijos vinieran a verla. Ya
no tiene sentido ocultárselo.- Contestó el consternado Giaal.-
El
afligido individuo asintió. Al poco llamó al colegio y le explicó lo que
sucedía al director. Éste no tardó en decirselo a su vez a los profesores de
Nelly y de Orix. Y mientras iba a buscar a la chica con éste último, el otro se
ocupó de llevar al niño a su despacho. Ahora ambos críos llegaron al hospital.
Fue la propia Naya quien salió a buscarles a la puerta, no sin antes llamar a
Maggie.
-¿Te importaría quedarte un momento con Aurora?- Le
pidió.-
-Claro que no.- Sonrió la enfermera.-
De
hecho estaba feliz y radiante pese a aquella terrible situación. No tardó en
entrar en la habitación y en cuanto la paciente la vio le hizo una seña para
que se aproximase.
-Por favor.- Le pidió con voz débil y entrecortada.-
Cuida de mis niños.
-Dios no les desamparará. Ahora estoy más segura que
nunca.- Le sonrió su interlocutora.-
-No lo sé.- Musitó una llorosa Aurora.- Tengo miedo
por ellos, cuando se queden solos. Tú sabes que Edgar nunca llegó a aceptar del
todo a Nelly después de que ella volvió. ¿Qué ocurrirá cuando yo no esté?
-Se hará la voluntad de Dios. Lo de Nelly fue otro de
sus milagros. - Trató de calmarla Maggie, alegando.- Tu esposo sabrá quererla a
ella y a Orix. Es un buen hombre.
-Ojalá que así sea.- Pudo susurrar la agotada
paciente.-
-Ahora descansa, rezaré por ti, lo haré por todos. Y
sé que mis plegarias serán escuchadas.- Afirmó rotundamente la enfermera.-
Eso
hizo que en el demacrado rostro de Aurora se dibujase una sonrisa. Su cuidadora
le dio la mano y de este modo la mujer se deslizó en un ligero sueño. Maggie la
observó pensando realmente que todo iría bien.
-Yo misma he sido bendecida. Y más con lo que sucedió
esta mañana.
Y así
era. Un poco antes de ir al trabajo llevó a su hija al colegio junto con el
pequeño Alex. Como de costumbre coincidió en el deslizador con Martin y Daphne.
¡Qué estupendos chicos! Se alegraba que fueran los maestros de Gloria. Los dos
parecían también estar contentos. Y a su modo de ver hacían una magnífica
pareja. Aunque eso no era de su incumbencia, pero le gustaría verles juntos.
Tras esa reflexión dejó a los pequeños en compañía de sus profesores al llegar
a la parada y luego volvió a casa. Estaba inquieta todavía por lo que pasaría
con ese gran problema que acuciaba a su marido. Y no solo a él, o a Nature,
sino a todos los planetas. Pero hizo lo que siempre solía hacer, rezó de
rodillas.
-¡Oh Señor!, cuida de todos nosotros, no permitas que
nada malo nos suceda…Perdona mis dudas y haznos ver que te tenemos ahí.
Justo
había terminado de pronunciar esas palabras cuando alguien llamó a la puerta de
su casa. Tras levantarse fue a abrir. Al mirar por la cámara vio la silueta de
una mujer rubia. Su rostro estaba parcialmente oculto por un sombrero.
-Sí. ¿Qué desea?- Preguntó.-
-Hablar contigo, por favor.- Fue la réplica de una voz
que conocía demasiado bien.-
Se
apresuró a abrir. Ante ella estaba esa mujer. Maggie abrió la boca entre
incrédula y emocionada. ¡Era Erika! Pero. ¿Qué hacía ella a la puerta de su
casa tras tantos años? No pudo ni preguntárselo puesto que, para mayor asombro
de Maggie, su antigua colega y enemiga se abrazó a ella. Lloraba incluso. Tras
unos instantes en las que ninguna pudo hablar, Margaret se atrevió a preguntar.
-¿Qué haces aquí? ¿Qué sucede?
-¡La he visto!- Apenas pudo replicar su emocionada
interlocutora con la voz entrecortada.- ¡La he visto, Maggie!
-¿A quién?- Inquirió la atónita enfermera.-
-A ella, a mi hermana. ¡A Gloria! - Fue la impactante
réplica.-
-Pasa por favor.- Le pidió la dueña de la casa entre
asombrada y realmente preocupada.-
Quizás
esa pobre chica se hubiera vuelto loca. Y lo peor es que no podía evitar pensar
que era por su culpa. Pero, lejos de mostrarse desquiciada Erika parecía estar
muy feliz, tanto que incluso tomó las manos de Maggie entre las suyas y le
comentó.
-Los milagros existen. Era verdad. Mi hermana… pude
verla, la vi cuando era una niña.
-Te ruego que me cuentes con detalle lo que pasó. Yo
también la vi, y para mí fue horrible.- Le desveló su contertulia.- Fue cuando
mi hija nació. Hará unos seis años. Estuve a punto de morir. No, en realidad
morí, y pude retornar, desde entonces soy una mujer totalmente distinta.
Erika
se percató de eso. Vio a su antaño odiada enemiga llevando una cruz al cuello y
vestida de un modo bastante recatado para lo que solía. Tenía muchas cosas que
contarle aunque también le impactó oír aquello.
-Te ruego que primero me cuentes tu historia.-
Solicitó Erika.-
Maggie
así lo hizo y tras terminar y para su sorpresa su oyente sonrió con visible
alegría para declarar.
-La buena noticia que te traigo es que mi hermana no
está ya en ese terrible lugar. ¡Fue liberada! Todo sucedió hace algunas
Navidades. Yo trabajaba en un hospital infantil, con niños enfermos de cáncer…
Y le
contó a Maggie la más maravillosa historia que ésta hubiera nunca escuchado,
tanto que las dos terminaron llorando emocionadas.
-¡Gracias al Señor! Todo es posible.- Exclamó la
enfermera rubia.-
-Sí, Él es toda bondad y misericordia. Si ha perdonado
a tu hermana y ella está en el Cielo es otra señal. Al fin hicimos las cosas
bien.- Repuso su contertulia.-
-Así es. – Asintió la joven.- Ahora me voy…eso era lo
que quería decirte. Al principio me costó reunir el valor. Sé que te traté muy
mal. Te pido perdón por ello. Estaba llena de odio y de rabia. Pero luego me di
cuenta que no fue por tu culpa, Maggie.
-No, sí que tuve culpa, aunque no fuera toda.- Le
rebatió suavemente su contertulia.- Fui egoísta, quise tenerla para mí. No me
paré a pensar en lo que podría ocurrir. Era una cría entonces, sí. Pero después
hice daño a más personas. Gracias al Cielo me dieron otra oportunidad y ahora
soy feliz, sobre todo sabiendo que no he vuelto a dañar a nadie más.
Su
interlocutora la observó no sin asombro. Realmente Maggie había cambiado mucho.
Entonces, llena de orgullo, la dueña de la casa le mostró una Holo foto de una
pequeña cría morena de ojos violetas.
-Esta es mi hija, Gloria Elua se llama. Como ves,
mantuve mi promesa. Para mí, junto con mi esposo y mis padres, es lo más
importante de mi vida y fue la llave de mi redención.
-Es muy guapa.- Sonrió Erika aunque pensando que, al
menos físicamente, esa niña nada tenía que ver con su difunta hermana.- De
verdad, me alegro muchísimo por ti.
-Ella cambió mi vida, igual que lo hizo tu hermana. Y
ahora tú me has dado la felicidad completa.- Suspiró una emocionada Maggie.- Sé
que todo va a ir bien. Si tenía alguna duda ya la he disipado.
-Me alegra oír eso, ahora tengo que irme. Solamente
vine a Nature a decirte esto. Pero he conseguido trabajo en Bios. Como jefa de
planta de enfermería y tengo que marcharme enseguida allí.
-¿Jefa de planta? yo también lo soy aquí, en Nature.-
Le contó su interlocutora.-
-Parece que nuestras vidas se han ido pareciendo.-
Afirmó Erika quien tras levantarse se despidió.- Adiós, que seáis muy felices,
y te lo digo de corazón, Maggie.
-Que Dios te bendiga, Erika.- Sonrió ésta.-
De
este modo, su antigua rival se marchó dejándola con esa sensación de alegría
inmensa.
-Gracias por responder, Señor. Has vuelto a dignarte
contestar a esta pecadora y a tener la magnanimidad de perdonar mis ofensas y
mis dudas. Me esforzaré aún más si cabe por seguir tus caminos. Ayudaré a los
demás a que también lo hagan y entonces todo irá bien.
Así
lo creía, ahora contemplaba a la pobre Aurora dormida y musitó.
-Irás al Cielo, siempre fuiste una buena mujer. Rezaré
por ti y por los tuyos.
A su
vez,
Naya vio venir a los niños. Los dos corrían con los ojos llorosos y llenos de
inquietud. La doctora abrazó a ambos y tratando de sonar cordial, les dijo.
-Ahora vuestra madre descansa, está estable. Tenéis
que esperar un poquito.
Y con
mucha dulzura les condujo a sentarse en unas sillas de plástico de la sala de
espera.
-¿Qué le va a pasar a mamá?- Se preguntaba Orix con
visible angustia.-
-Seguro que todo irá bien.- Insistió Nelly aparentando
seguridad.-
Lo
decía más para sí misma que para su interlocutor. Por desgracia llevaba tiempo
presintiendo que algo no iba nada bien.
Eso pensaba con gran tristeza cuando vieron llegar a Maggie. Los críos
enseguida se levantaron esperanzados. La enfermera pasó a saludarles y sonrió.
-¿Qué tal está nuestra madre?- Demandó saber Orix.-
-Ahora duerme un poco. Pero está mejor.- Les confirmó
su interlocutora.-
Edgar
llegó entonces, Orix corrió a abrazarse a él y el hombre le recibió con los
brazos abiertos. Nelly en cambio permaneció sentada tras mirarle y ver como los
ojos de su padre se desviaban de ella.
-Todo irá bien.- Prometió el abatido esposo y padre.-
-Rezaremos todos por tu esposa.- Dijo Maggie.-Voy a
ver como sigue.
La
enfermera se alejó hacia la habitación, entró despacio y pudo ver a la paciente
que entreabría los ojos, apenas sí había podido descansar unos minutos. Con
suavidad Maggie la informó.
-Tus hijos están aquí.
-Por favor, que pasen...- Pidió casi con un susurro.- Solamente ellos.
La
enfermera fue a llamarles y ambos entraron sin perder ni un momento. Aurora
sonrió débilmente al verles.
-Hola mamá.- Saludó Orix con el tono algo apagado.-
-Mis pequeños, venid aquí.- Les pidió la debilitada
mujer.-
-Te pondrás bien, ya verás.- Decía el pequeño en tanto
Nelly permanecía en silencio.-
-Os quiero mucho.- Pudo susurrar Aurora.- Para mí
siempre seréis mis niños, os he querido como a mis hijos. De verdad que lo he
hecho.
Nelly
escuchó entre emocionada, apesadumbrada y también algo sorprendida. ¿Cómo a sus
hijos? ¿Acaso no lo eran? Quizás su madre lo decía porque adoptó a Orix, pero
ella era su hija natural. Y se quedó aún si cabe más perpleja todavía cuando
Aurora elevó con esfuerzo uno de sus brazos para acariciarle la cara en tanto
le decía con una sonrisa.
-Eres como mi Nelly. Te has convertido en una preciosa
chica. ¡Es un milagro!
-¡Mamá!- Sollozó al fin sin poder contener más sus
emociones.-
-Habéis sido lo mejor que la vida me ha dado.- Dijo la
mujer, en tanto alguna lágrima le resbalaba según trataba de añadir.- Cuidados
siempre el uno al otro. Juntos…
Algún
aparato de soporte vital comenzó a pitar, ambos críos se asustaron, su madre
había dejado caer laxamente el brazo y tenía los ojos cerrados. Enseguida
entraron Giaal y Naya. Maggie estaba en un segundo plano, la enfermera fue
quién tuvo que sacar a los niños de allí dado que no paraban de llorar
queriendo aferrarse a su madre.
-Tenéis que dejar a los doctores trabajar.- Les pidió
la apenada Maggie.- Por favor…
Y aun
estando segura que Dios velaría por ellos no podía evitar la tristeza, esos
pobres críos estaban sufriendo mucho.
-Señor, por favor, te pido que alivies en lo posible
su mal momento.- Pensó a modo de silenciosa plegaria.-
Aunque
ahora tocaba aguardar, tanto Giaal como Naya se esforzaban para tratar de
mantener a la paciente con vida. Lamentablemente sabían que esa batalla, tarde
o temprano, estaría perdida.
-Vamos a administrarla una dosis mayor.- Indicó Giaal
a su hermana.-
-Es algo muy arriesgado.- Objetó Naya.-
-No podemos hacer otra cosa.- Suspiró su
interlocutor.-
La
doctora Rodney sabía que así era. Tratando de calcular la cantidad exacta le
administraron algo más de ese fármaco a Aurora. Al cabo de unos instantes las
constantes vitales de la mujer comenzaron a remontar, sin embargo, permanecía
inconsciente.
-No podemos hacer más, únicamente esperar.- Sentenció
Giaal, agregando con tristeza.- Ni siquiera sé si podrá despertar.
-Voy a informar a su esposo y a sus hijos.- Dijo Naya
con visible pesar.-
La
doctora salió. Pensaba lo duro que sería para esa familia. Desde luego no
querría estar en su lugar, temblaba de horror solo de imaginar que algo así
pudiera sucederle a Alan o la pequeña Fiora.
-Y eso que nuestra hija nos dio un buen susto el
último fin de semana.- Recordó esbozando pese a todo una débil sonrisa.- Le
gusta tanto la naturaleza y es tan niña aún, que no se da cuenta de los
peligros potenciales que encierra.
Naya
pensó entonces en aquello, su mundo, más pequeño que el otro planeta
anteriormente transformado en habitable, ya estaba casi totalmente adaptado a
los humanos. La mayor parte de él lo constituía una extensión de grandes
bosques y entornos naturales. De ahí su nombre, de la pretensión de hacer un
nuevo paraíso para la naturaleza. Alan y ella misma le habían inculcado a su
hija desde siempre el amor hacia todos los seres vivos y el respeto por cada
una de las criaturas que existían. Le contaban a la pequeña que los animales no
eran malos, simplemente tenían su propio modo de vivir. De todos modos, tampoco
había demasiadas especies que pudieran juzgarse como peligrosas, y las que sí
podían llegar a serlo, estaban confinadas en partes más alejadas. Con todo, en
esa ocasión de aquel fin de semana pasado, la familia visitó un entorno semi
salvaje en el que les advirtieron que debían llevar cuidado. La fauna del lugar
comprendía lobos y estos, aunque generalmente no se acercaban mucho a la zona
en la que estaban, podían aparecer en cualquier momento atraídos por olores de
comida. Aunque sus padres le advirtieron que no se alejase demasiado de ellos.
No obstante Fiora, embelesada en la contemplación de los árboles y las
mariposas, así como de alguna que otra ardilla esquiva, fue adentrándose en el
bosque. Cuando Alan y Naya, preocupados por la niña, corrieron a buscarla, la
encontraron en un hoyo. La pequeña se había metido dentro y abrazaba algo con mucho
cuidado.
-
¿Hija estás bien?- Le preguntó Naya con visible inquietud. -
-
Sí, mamá. - Replicó Fiora añadiendo algo inquieta. – Pero este cachorrito no.
Para sorpresa de sus padres, la niña
abrazaba tiernamente a un pequeño cachorro de lobo. Según les dijo la cría,
andaba por allí cuando escuchó gemidos que le llevaron hasta ese agujero,
entonces descubrió a ese perrito. (Como ella lo calificó en un principio).
Debía de tener la pata rota pues gemía con tono dolorido y se lamía sin cesar
la extremidad delantera derecha. La niña no se lo pensó y bajó corriendo para
salvarle. Ahora, mirando a sus padres con gesto convencido y suplicante, les
pidió.
-
Tenemos que curar al perrito.
-
Pero hija, eso no es un perrito, es un cachorro de lobo.- Le explicó
pacientemente Alan que agregó no sin inquietud. -Posiblemente su jauría le
estará buscando.
-
Y podrían enfadarse si nos ven con él, cariño. – Añadió su madre mesándose
preocupada su pelo castaño, pues estaba con su apariencia humana. – Tenemos que
marcharnos.
La niña les miró sin parecer
comprender y aseguró.
-
No se van a enfadar, quiero curar a su cachorro.
-
Pero los animales no entienden como las personas. Tesoro. - Le quiso explicar
Naya que veía con creciente preocupación que la mañana había transcurrido
buscando a su hija y que ahora la pequeña debía de salir de allí antes de que
comenzase a oscurecer. – Debemos dejarles tranquilos.
Por fortuna el hoyo no era demasiado
profundo, todo lo más de metro y medio por dos de diámetro. Alan enseguida bajó
a por su hija, pero ella se empeñó en sacar también al pequeño lobo. Su padre
tuvo que transigir con tal de poder rescatarla a ella. Una vez fuera, ante los
ruegos de la niña, ambos se llevaron al cachorro de vuelta hacia su caravana,
le vendaron y entablillaron la pata rota. Afortunadamente Naya había estudiado
medicina de múltiples especies y no tuvo problemas en recolocar la fractura. El
paciente se quejó por unos instantes del dolor al serle colocados los huesos,
pero al poco parecía sentirse mucho mejor. Fiora le dio de comer un poco de
leche que el animal sorbió con avidez, estaba claro que aún era lactante y que
había pasado hambre. La encantada niña le acarició la cabecita con una gran sonrisa
preguntándoles a sus progenitores. Más concretamente a su padre.
-
¿Me lo puedo llevar a casa? Así sería mi perrito. Como los que teníais tú, la
tía Idina y el tío Lance con los abuelos Tom y Connie en la Tierra.
Pero
Alan, moviendo su cabeza, al tiempo que se repeinaba su moreno cabello, negó
con suavidad.
-
Hija, este animal no es como las mascotas. Está acostumbrado a vivir libre. No
puedes meterlo en una casa. Por muy grande que sea. Además, sus papás deben
estarle buscando con mucha preocupación.
La niña empezó a hacer pucheros,
visiblemente entristecida, el lobito lamía ahora sus mejillas como si quisiera
secarle las lágrimas y Naya le susurró con cariñoso tono confortador.
-
Aquí él es mucho más feliz. Tiene campo y a sus otros amigos. ¿Y tú no querrás
que se vea solo y triste lejos de su casa y de su familia, verdad?
La pequeña negó con la cabeza, a
pesar de su corta edad se daba cuenta de que
lobito, como empezó entonces a llamarle, podría sentirse perdido y solo,
lejos de su hogar. De todos modos, sus padres apenas le prestaron atención, enmudecieron
cuando alrededor de su vehículo contaron al menos a seis enormes lobos grises.
Alan, sin perder ni un instante, sujetó a Fiora. Con la cría de lobo en brazos
él y Naya se aproximaron a la puerta de la caravana, así tendrían las espaldas
cubiertas. La niña en cambio no mostró el menor signo de temor. Y lo que
sucedió después, fue algo visto y no visto, una gran loba gris de orejas
blancas se aproximó pausadamente al cachorro, al principio olisqueó
desconfiada. Alan y Naya se mantenían a distancia sujetando a su hija y el
cachorro quedó libre. De este modo, la loba, más confiada, se llegó a él y
comenzó a olerle. La cría movió la cola y su madre le lamió satisfecha. Fiora
entonces le dijo con visible emoción.
-
¡Adiós lobito! Me alegro de que te haya encontrado tu mamá.
Y
para sorpresa de Alan y Naya, el pequeño cachorro se acercó a la niña y le
lamió las rodillas, ella se agachó acunándole en sus brazos y riendo contenta,
el lobo lamió sus mejillas y la niña acarició la cabeza y el lomo del animal.
La propia loba blanca se acercó, y antes de que los padres de Fiora pudieran ni
reaccionar agitó la cola en lo que parecía una señal de gratitud. Había visto
el vendaje en la pata de su cría y también olido la leche que había tomado.
Fiora entonces, en un descuido de su horrorizado padre, se acercó con total
seguridad a la gran loba y le acarició entre las orejas. Para sorpresa de los
adultos ésta ni se movió, es más, humilló la cabeza ante la pequeña para
dejarse rascar. Después se alejó junto con su cachorro que obsequió a la niña
con una última mirada sacando la lengua y jadeando feliz. El resto de la jauría
ni se acercó, retirándose enseguida al bosque. Desde la distancia, y otra vez
sujeta por sus impresionados y todavía incrédulos padres, Fiora se despidió con
un agudo gritito.
-
¡Adiós lobito, vendré a verte de vez en cuando!
Los animales se perdieron por entre
la densa vegetación que había más allá del claro en el que estaba la caravana.
A pesar del tremendo susto que tenían encima, ni Naya, ni Alan fueron capaces
de regañar a la pequeña. ¡Cómo advertirle de lo peligrosos que pueden ser esos
animales después de lo que habían visto! Incluso la cría se permitió el lujo de
decir con total entusiasmo.
-¿Verdad
que vendremos por aquí para ver a lobito?
-
Claro, hija. - Tuvo que susurrar Alan que apenas sí era capaz de pensar en otro
argumento. -
-
Pero debes tener más cuidado y no alejarte nunca de nosotros. - Pudo indicarle
Naya aun con voz trémula. – No todos son tan simpáticos como esos lobos ¿vale?
Y la niña asintió con energía,
conviniendo en ello. Naya casi se dejó caer al suelo tras tanta tensión.
Después, una vez acostaron a la cría en la caravana hablaron de aquello.
-Todavía
no puedo creerlo.- Suspiraba un atónito Alan.- ¡Hemos tenido mucha suerte!
-Sí,
esos animales podrían habernos hecho pedazos.- Afirmó su esposa quien ahora
adoptaba su apariencia alienígena.-
-Quizás
sintieron tu energía y la de nuestra hija.- Elucubró su interlocutor.-
-No,
no lo creo. Es más. Casi mejor que no fuera así, podrían haberlo tomado como
una amenaza.- Afirmó Naya.-
-En
fin, otra aventura más.- Declaró el chico con más jovialidad ahora.- Demos
gracias por salir tan bien librados.
-
Sí, ahora tenemos que dormir, mañana vuelvo al hospital.- Comentó la joven.-
-
Y a mí me tocará llevar el informe de toda esta zona.- Repuso su esposo.-
Bonito sitio para visitar pero con cuidado. Aconsejaré que se instalen sistemas
de seguridad y detección, por si otra vez los lobos no están tan de buen humor.
-Queda
mucho por hacer todavía, pero este mundo es realmente precioso.- Admitió Naya.-
Hicimos bien en mudarnos.
-Sí,
aunque por lo que he estado escuchando de un tiempo a esta parte mucha más
gente ha venido. Y algunos no son
demasiado tolerantes que digamos.
-Por
eso no cambio de apariencia excepto en momentos como este. Cuando estoy segura
de que nadie nos ve.- Le confesó su mujer.-
Alan la abrazó por detrás enterrando
su cara en aquella larga cabellera de tonos entre azules y rosados de ella.
Entonces tras emerger una vez más sonrió girando a su esposa para enfrentar su
mirada a la de ella y aseverar.
-Ellos
se lo pierden. Tu belleza será toda para mí.
Naya sonrió, aunque con un deje de
amargura. Era una lástima que muchas personas tuvieran miedo de lo que
sencillamente desconocían. Que ella fuera incapaz de poder pasear por las
calles con su forma original. Por eso comentó no sin alivio.
-Al
menos nuestra hija no parece poder adoptar mi forma natural. Habrá heredado tus
genes en eso.
-Sería
una niña preciosa también en esa forma, como lo es en la humana.- Comentó él.-
No le dieron ya más importancia a
aquello y fueron a dormir. Al día siguiente regresaron a Sagan City sin más
incidentes, eso sí, con Fiora hablando sin parar sobre su amigo el Lobito. Ahora
Naya volvió a la realidad, tenía que confortar a unos pobres niños que no eran
tan afortunados como su hija. Al llegar ella a la sala de espera los tres se
levantaron de donde estaban sentados mirándola con una mezcla de ansiedad,
temor y esperanza.
-Por
ahora está descansando.- Pudo decir la doctora Rodney sin querer ser más
explícita delante de los críos.- Lo mejor es que hagan lo mismo. – Añadió con
tinte cariñoso dirigiéndose a los críos.- Sobre todo vosotros, Orix, Nelly, id
a casa a dormir.
-Sí.-
Convino Edgar.- Idos a casa. Yo me quedaré un rato más.
Ambos niños miraron a su padre y
luego a la doctora que, forzando una sonrisa, asintió. Así pues tomaron un
deslizador y en tanto volvían Orix comentó a su hermana.
-No
me apetece mucho irme a casa ahora. ¿Podríamos pasar a ver a Ginger y a Dean?
-Bueno.-
Concedió su interlocutora. – Pero luego debemos regresar pronto a casa.
Aunque no imaginaban que en la
cafetería tenían sus propios problemas. Dean había vuelto ya del colegio. Aquel
examen no le fue muy bien, bueno, como la mayoría de los que hacía. De hecho
los estudios no le interesaban. Sin embargo, no quería disgustar a su madre y
menos todavía darle un pretexto a ese idiota de Gus para que lo castigase.
Aquello era algo que le enfurecía. ¿Quién se había creído ese tipejo que era?
Solo por estar con su madre se pensaba que tenía derecho a darle órdenes y a
obligarle a hacer cosas que no quería. Por ejemplo, tras el colegio tenía que
ir a la cafetería a ayudar. Cuando ya había gente trabajando de sobra allí. Y
lo peor es que su madre no decía nada, hasta le parecía bien aquello y defendía
a ese asqueroso.
-¡Vamos
chaval, espabila!- Le espetó precisamente Gus, indicándole con manifiesto
disgusto. – Que esas estanterías no se van a limpiar solas.
Dedicándole una mirada de pocos
amigos el chico fue hacia allí, eso sí, sin decir nada. Cada vez que aquel
idiota le ladraba una orden maldecía el día en el que su madre le conoció.
Estaba limpiando una de esas baldas en donde se dejaban algunos platos cuando
fue precisamente Ginger la que llegó de casa para entrar en su turno.
-Hola
cielo, ¿qué tal la escuela?- Quiso saber.-
-Normal.-
Repuso el chico sin interés.-
La mujer asintió, no quiso
preguntarle más a su hijo de momento. Enseguida fue hacia Clarisa que se
preparaba para irse al término de su jornada.
-Bueno,
todo tuyo.- Declaró la rubia copropietaria.-
-Que
pases buena tarde.- Le deseó su amiga y compañera.-
-Voy
a buscar a Franklin. Su padre le apuntó a ese curso intensivo de introducción a
la informática y no hay quien lo saque de ahí.- Se sonrió.-
-Tu
hijo es realmente muy inteligente para su edad.- La alabó Ginger.- Habéis hecho
un gran trabajo.
-Sobre
todo Scott. Yo no entiendo mucho de esas cosas de las que hablan.- Afirmó su
amiga para poner un ejemplo.- El otro día decían no sé qué de vectores,
sistemas o cosas que me suenan a chino.- Incluso se rio cuando recordó.-
Hablando de chinos, hasta la propia Mei Ling se quedó de piedra cuando escuchó
a nuestro hijo hablar. Comentó que le parecía increíble que fuera tan listo y
supiera tanto con esa poca edad. ¡Y eso que es una de las Fairy Five!
-Es
una suerte que tengáis un niño tan deseoso de aprender.- Suspiró Ginger,
mirando de reojo a su propio hijo limpiar con evidente disgusto aquellas
estanterías.-
Clarisa se percató de aquello y
rebajó su tono optimista y su sonrisa para animar a su compañera.
-Es
una edad difícil, ya nos tocará a nosotros con Franklin. Dean es un muchacho
muy despierto. Cuando haga lo que le guste seguro que será muy feliz.
-Sí,
eso quiero pensar. Pero, ya sabes…-confesó con evidente preocupación y
tristeza.- La situación que tiene con mi novio, no se lleva nada bien con él.
Me consta que Gus intenta ser como un padre. Que a veces es demasiado duro…es
cierto. Pero lo hace por su bien. Yo siempre le he consentido demasiado. Ahora,
no sé qué hacer. Si apoyo a mi pareja, Dean se enfada y si le desautorizo,
luego discuto con Gus.
-Tienes
que darles tiempo a los dos.- Le aconsejó Clarisa en tanto se ponía su chaqueta
para salir.-
-Ojalá
que tengas razón.- Deseó su amiga.-
Clarisa se marchó tras darle ánimos
una vez más. De hecho, ella misma estaba preocupada. No era extraño que a veces
Gus la emprendiera a voces con el crío incluso dentro del establecimiento, lo
cual atraía no pocas miradas y provocaba las críticas de muchos clientes. Y eso
había hecho mella en la asistencia. El antaño repleto local comenzaba a no
estar tan concurrido. Además de una franquicia de su gran competidor, Flowers
& Flavours, otros lugares se estaban poniendo de moda y, por si fuera poco,
esa sensación de sitio tranquilo, y hogareño, casi de lugar de reunión de
amigos, había desaparecido.
-Al
menos Scott tiene un buen trabajo, por si el mío peligrase.- Se decía la
copropietaria del negocio.-
Siguió su camino hacia la academia
en la que estudiaba su hijo. Con apenas cinco años recién cumplidos el crío era
una especie de genio. Ya tecleaba en el ordenador conociendo perfectamente las
letras y hablaba con su padre de cosas extrañísimas para Clarisa, con la mayor
naturalidad.
-Estoy
orgullosísima de él, el día de mañana será un gran hombre de ciencia.- Pensaba
no sin gran satisfacción.-
Abordó un deslizador y coincidió con
una clienta habitual, rubia como ella que vestía de forma discreta. Creyó
recordar que se trataba de Sharon, una de las Fairy Five.
-Hola.-
La saludó.-
-¿Qué
tal, Clarisa?- Sonrió ésta.-
Se sentaron juntas, en efecto, era Sharon que acababa de terminar
su turno y volvía a casa. Clarisa le
contó que iba a recoger a su hijo.
-Vaya,
¡qué mayor está ya!- Sonrió la científica cuando la orgullosa mamá le mostró
una holo foto.-Y qué guapo es.
Y es que el crío tenía un pelo
rubito rizado y unos grandes ojos azules muy inquisitivos. Adornando su carita
además con esos mofletes sonrosados y regordetes.
-Sí,
es mi mayor alegría.- Confesó la madre.-
-Bueno,
algún día quizás me anime yo a tener uno como el tuyo. Antes de que se me pase
el tiempo. - Se rio Sharon.-
-Todavía
eres joven. ¿Acaso tienes algún novio en perspectiva?- Quiso saber su
interlocutora.-
-No
por el momento. ¿Sabes? Estoy muy acostumbrada a vivir sola. He salido con
algunos chicos pero no he terminado de congeniar con ninguno.- Confesó Sharon
añadiendo.- Y estando tan volcada en el trabajo…
-Ahora
más, ¿verdad? Al menos hasta que Penélope se reincorpore.- Dijo su
contertulia.-
-
Así es. -Admitió Sharon, añadiendo ahora con cierta incomodidad.- Mira Clarisa,
te conozco hace algunos años ya, y creo que eres de confianza. Por eso. ¿Puedo
contarte algo y que quede entre tú y yo?
Por supuesto, la aludida asintió,
deseando saber de qué podría tratarse. La cosa desde luego daba la impresión de
ser interesante.
-Verás.
– Comenzó su interlocutora.- En el trabajo las cosas cada vez están más
crispadas. No lo digo ni por Penélope, ni por Mei Ling. Se trata de Emma y de
Shania. No sé qué les pasa. Al menos a Emma. Nunca se han llevado bien. Pero es
que ahora ni se hablan. Y siendo solamente
cuatro, tras la baja de Penélope, tienen que coincidir bastante a menudo. Ahora
mismo hemos redistribuido las horas. Yo
tengo turno con Shania y Mei Ling se queda con Emma.
-Vaya,
pues eso es un problema. Si en el trabajo no os lleváis bien, las cosas luego
no salen como deberían.- Comentó Clarisa.-
-Para
mí trabajar con Shania está bien. Es una chica agradable y profesional. Y con
Emma, bueno, ya la conozco desde hace años y sé cómo tratarla.
Clarisa escuchaba con atención. De
hecho conocía poco a esas otras dos. La tal Emma nunca fue demasiado simpática.
Era muy despegada y no iba mucho por su negocio. La otra, Shania, sí que daba
la impresión de ser más sociable. De tez canela y muy sonriente. Aunque hablaba
poco. Alguna vez sí que acompañó a la propia Sharon a tomar algo.
-Espero
que podáis resolver eso.- Le deseó sinceramente sin saber qué otra cosa decir.
Tampoco era algo de su incumbencia.-
Sharon asintió. Aunque ella temía
también que podría suceder cuando su jefa retornase y supiera que ella… en fin.
Mejor dejar eso de lado por el momento. Llegó su parada y se despidió de la
dueña de aquella agradable cafetería. Luego bajó. Tras caminar un poco saludó a
su vez a la doctora Julieth Sullivan, quien paseaba por el parque cercano.
Su embarazo se le notaba ya bastante.
-¿Cómo estás?- quiso saber Sharon al verla.-
-Bien, gracias. Dando una vuelta, esto de tener baja
de maternidad a veces es aburrido.- Le contestó con una sonrisa.-
La
científica se rio. ¡Aquello parecía una epidemia, Penélope hacía poco, la
doctora Sullivan estaba a punto! De hecho, muchas mujeres estaban encinta o
habían dado a luz recientemente en Nature. Aquello era bueno sin duda para el
planeta, pero casi parecía una especie de virus que las fuera contagiando.
-Disculpa, no me reía de ti.- Le dijo contándole
aquellas reflexiones.-
La
doctora se rio también. ¡Así era! Y siendo ella pediatra, lo podía atestiguar
también a nivel profesional.
-Al parecer muchas parejas jóvenes se han instalado en
este mundo tan hermoso y rodeados de naturaleza, pues… ya se sabe. La
naturaleza nos llama en muchos sentidos. - Sonrió.-
-Sí. Y a este paso un día de estos me veré con una
tripita parecida.- Sonrió Sharon.- Bueno, aunque todavía no tengo ni tan
siquiera novio.
-Tampoco lo tenía yo hará un par de años, y luego
conocí al que es hoy mi esposo, Frank.- Le comentó la facultativa.- Y ahora, fíjate, estoy a muy poco de que mi
pequeña Helen venga al mundo. Así que no pierdas la esperanza, si es lo que
realmente quieres.
-Es un nombre muy bonito.- Opinó su contertulia
añadiendo acerca del otro comentario.- Y en fin, soy joven todavía.
-Claro.- Convino Julieth.- Tienes unos cuantos años
por delante. Para echarte novio, casarte y tener hijos.
-Supongo que tu marido estará muy contento.- Afirmó la
científica al hilo de aquellas palabras.-
-¡Oh sí!, por supuesto.- Pudo decir la doctora como si
aquella pregunta le hubiera tomado por sorpresa, aunque finalmente añadió.- Él
está en Bios. Es técnico allí… Técnico de mantenimiento…espero que, en cuanto
le sea posible, pedirá el traslado a Nature.
-¡Vaya! Mira que debe de ser difícil una relación a
tanta distancia.- Se sorprendió Sharon.-
-Lo es, pero lo vamos llevando.- Repuso Julieth que
parecía algo apurada ahora.-
La
rubia científica asintió, quizás eso le parecía bastante extraño, ¿acaso no
había podido la doctora trasladarse allí?
-Bueno, eso no es asunto mío.- Decidió mentalmente.-
Siguió
andando con la doctora Sullivan durante unos momentos más hasta que ambas
mujeres se despidieron. Sharon iba con cierta prisa, tenía su particular cita a
distancia precisamente con un hombre bastante atractivo. Uno que conocía desde
hacía tiempo. Aunque por fortuna para ella, éste estaba más cerca que el remoto
esposo de la doctora Sullivan.
-Espero que haya podido llegar.- Se dijo con el deseo
de que así fuera.-
Llegó
finalmente a casa y conectó el transmisor. Aguardó hasta que la imagen se
aclaró. Al fin pudo verle.
-¿Qué tal todo?- Le preguntó ansiosa.-
-Bien, tranquila, - sonrió él.- Hemos tenido un buen
viaje.
-Estaba algo preocupada.- Le confesó Sharon.-
-Sin novedad. Este será un buen negocio. He llevado
bastantes cosas y la comisión es muy buena. Cuando regrese lo celebraremos tú y
yo, ¿eh?- Sonrió su interlocutor.-
-Claro. Estoy deseando verte…en persona.- Añadió
anticipándose a alguna broma de las que ese chico solía hacer gala.-
Charlaron
durante unos minutos más hasta que él le dijo.
-Tengo que dejarte, controles rutinarios de la aduana.
Pronto estaré de vuelta. Un beso.
Sharon le tiró otro y así se
despidieron con la joven sintiéndose más aliviada y tranquila.
-Unos
días más y estaremos juntos otra vez.- Pensó mientras se iba a dormir.-
En el espacio, además del novio de
Sharon, había bastante actividad. La escuadrilla liderada por la mayor Hunter
había despegado en dirección a su objetivo. Junto con ella sus pilotos de más
confianza.
-Despliéguense
en formación kilo siete y manténganse alerta.- Ordenó.-
-Recibido-.-
Repitió Olivia.- Escuadrilla Fighter Ladies en posición.-
Sabra estaba atenta a las órdenes
aunque debía concentrarse para que sus pensamientos no volaran demasiado. ¿Qué
estaría haciendo Daphne ahora? Se sonrió, posiblemente cuidando de sus pequeños
alumnos en clase. Y con ese pesado de compañero suyo al lado. ¡En fin! Pese a
que su pareja le insistía en que simplemente era un amigo ella se percató
rápidamente de cómo la miraba. Y eso nada más salir del servicio y echarle un
vistazo de pasada. Todo fue tal y como la israelí había supuesto. Cuando la
rubia salió ese chico solo tuvo ojos para ella. Un escuadrón Arcoily entero con
sus naves podría haber pasado a su lado y no se hubiera dado cuenta. Sabra
entonces salió de la cafetería aunque estuvo observándoles un rato antes de
irse.
-Ese
tipo está coladito por ti, Daphne. No sé si tú eres consciente o no de ello.
Pero tarde o temprano tendrás que decirle la verdad.- Pensaba.-
Pero su novia no quería y eso le
molestaba. Eso de trabajar en un centro tan religioso y con esa moral
retrograda la maniataba. Tampoco Sabra, a pesar del malestar que le producía el
tener que esconder su relación, podía obligarla a dar ese paso. Aquello era
tema de cada cual. Esas reflexiones se vieron interrumpidas cuando su radar, al
igual que el del resto de la escuadrilla, detectó naves posiblemente enemigas
en rumbo de aproximación…
-Atención,
listos para el combate.- Anunció la mayor Hunter, siendo repetido el aviso por
la teniente Aguirre.- Todos los varitech en posición.
Y allí fueron, un grupo de naves
Arcoily había hecho su aparición, justo cortándoles el paso hasta la zona de
asteroides.
-¡Vamos
allá!- Se arengó Sabra quien, junto con Ludmila y Elisa, formaban en rombo
dejando la punta a Olivia. - ¡A por ellos!
En Nature por su parte, Penélope
acunaba a su bebé. El pequeño James que apenas sí contaba con un par de meses.
-Muy
bien, cariño.- Le susurraba con dulzura.- Ahora duérmete y deja que mamá duerma
un poco también…
Aquello le parecía más complicado
que cualquier experimento que hubiera realizado anteriormente. Pero al fin
estaba tranquila. Y no solamente porque el niño hubiera dejado de llorar y
pareciera estar durmiéndose al fin. Si pasaba revista a los acontecimientos de
los últimos años de su vida, esa calma era ahora mucho más notoria.
-Lo
sentí mucho por ti Rick, por nosotros. Pero la vida es así.- Meditaba.-
Las cosas comenzaron a ir mal poco
después de su vuelta de la Tierra. Al menos su familia estaba mejor. Rick le
prometió que su padre les ayudaría. El senador Jensen desde luego era muy
influyente. Al poco de esa promesa las deudas de su hermano se cancelaron
misteriosamente. Y Mark incluso aceptó
ingresar en una clínica para tratarle de su ludopatía. No obstante, era Rick
quién más la preocupaba. Tras su baja del ejército el chico iba y venía sin sentido aparente. Ante las
preguntas de ella, él nunca hablaba claro. Discutieron en ocasiones. Sin
embargo lo peor fue cierta vez, cuando uno de sus compañeros, el doctor Kramer,
llegó desde la Tierra. Al principio era un colega más, con el encargo de
coordinar a los diferentes departamentos científicos que existían en Nature.
Como responsable de las Fairy Five, Penélope tuvo que reunirse con él en muchas
ocasiones. Era un hombre joven, simpático y con una visión interesante de la
ciencia y el progreso del planeta. Cuando Penélope quiso darse cuenta se sintió
atraída por él. Al principio quiso negárselo, pero ese cabello castaño claro y
esos ojos verdes producían en ella una gratísima impresión. Además, Jonathan,
como se llamaba, hizo asimismo amistad con Scott. Éste enseguida le llevó a la
cafetería de Ginger y Clarisa. Lugar de quedada tradicional para las chicas de
Penélope. Todas, hasta casi Mei Ling, se quedaron realmente cautivadas por el
encanto de ese hombre. Incluso Emma sonreía más de lo habitual cuando él estaba
cerca. Llegando hasta a coquetear con ese apuesto científico, quien, eso sí,
evitó aquel flirteo muy cortésmente. Pese a ello, eso llegó a molestar
realmente a Penélope, fue cuando se dio cuenta.
-¡Dios
Mío!- Pensó la jefa de las Fairy Five.- No he podido evitarlo, creo que me he
enamorado de él.
Y una tarde, otra en las que Rick la
daba plantón, ella se acercó a la cafetería. Estaba inquieta y desasosegada.
Quería haber hablado con su novio para intentar salir de aquel atolladero. Ella
le seguía queriendo pero no estaba segura de en qué forma. Necesitaba tenerle
junto a ella para ver si lo de Jonathan era un mero capricho, o atracción
pasajera. Se sentó y le pidió a Ginger un té. La camarera enseguida se lo
trajo. Aguardó y él no llegaba. Estaba lista para marcharse cuando una voz la
saludó.
-¡Vaya!
No sabía que anduvieras por aquí.
Al mirar el corazón le dio un
vuelco. ¡Era Jonathan! ¿Cómo la había descubierto allí? Aunque fue el propio
científico quién le desveló.
-Fui
a buscarte al laboratorio. Mei Ling me dijo que tenías libre y supuse que,
bueno, no sé por qué, pero que estarías aquí.
-Había
quedado.- Musitó ella.-
-No
es mi intención inmiscuirme en una cita.- Afirmó el científico con gesto algo
decepcionado.-
-No,
no lo haces.- Se apresuró en cambio a replicar ella.- No ha venido todavía.
Quizás esté muy ocupado.
-No
comprendo eso de estar tan ocupado teniendo a alguien como tú a la espera.-
Alegó él acercándose más y preguntando en tanto apartaba una silla.- ¿Puedo?
Penélope asintió casi incapaz de
hablar. Por una parte no lo veía nada apropiado, aunque de otra…sí, quería
compartir ese rato con alguien y sobre todo, si era él. Jonathan había
demostrado ser un hombre calmado, sin idas y venidas, siempre puntual y del que
se podía esperar que escuchase. Además, hablaban el lenguaje científico y les
interesaban las mismas cosas. Sin embargo, con Rick podía esperar lo inesperado
y ser más espontánea. Quizás en una circunstancia normal no habría color y
elegiría siempre a su actual novio. No obstante, él no estaba ahí y últimamente
cada vez se mostraba más críptico y apartado de ella.
-¿Qué
es lo mejor de aquí? Aparte de ti, claro.- Sonrió él.-
-Hacen
una tarta muy buena.- Fue capaz de comentar la chica tras ruborizarse.-
Jonathan hizo caso a la sugerencia y
pidió una ración de esa tarta Sandy que era tan renombrada por allí, acompañada
de un café. Ginger la trajo enseguida aunque en el rostro de la camarera se
pudo ver la sorpresa al darse cuenta de que ese tipo no era Tracer. Penélope le
dirigió una mirada suplicante, Gin se limitó a sonreír y a alejarse de allí.
-Es
cierto, está muy buena.- Admitió Jonathan tras probarla, ofreciéndole un poco a
Penélope.- ¿Quieres un poco?
-No,
gracias.- Musitó ella tímidamente.-
-Vamos,
no soy contagioso, - insistió él aproximando una pequeña porción pinchada en su
tenedor.-
La científica dudó durante unos
momentos, pese a mostrarse remisa en un principio finalmente aceptó tomar
aquella pequeña parte. Sonrió tras degustarla.
-No
me puedo resistir a esta tarta.- Acabó por reconocer.-
-Ese
es un vicio confesable.- Rio su interlocutor.-
-Sí,
lo es.- Convino la muchacha mirándole con intensidad.-
-Sé
que otros no lo son tanto.- Sonrió su contertulio.-
Se acercó levemente a ella a una
distancia en la que sus labios se hallaban peligrosamente cerca. Penélope
reaccionó como un resorte apartándose y apenas si pudo musitar.
-Ya
es tarde, debo irme.
-Bueno,
te acompaño.- Se ofreció el chico.-
-Mejor
no.- Afirmó con poca convicción.-
Ante el gesto extrañado de su
contertulio, ella se apresuró a disculparse.
-Lo
siento, no sé qué me sucede. Vine a pensar un poco, eso es todo, y… y bueno. A
hablar con alguien.
-Pues
si te sirvo yo. Hablemos entonces.- Repuso él.-
No pudo o no quiso negarse. Lo
cierto es que salieron a la calle tras pagar la consumición y despedirse de
Ginger. Caminaron un poco hasta el parque. Tras detenerse a la sombra de un
árbol, él le comentó.
-Te
pido perdón si soy el causante de alguna de tus preocupaciones.
-No,
no tienes que disculparte por nada.- Repuso tímidamente Penélope.- Soy yo quien
no debería haberse puesto en esta situación.
Y tras una inquisitiva mirada de su
acompañante ella no pudo evitar poner sus ojos sobre los de él y confesar.
-Creo
que siento por ti algo que no debería. Que no está bien y tendría que olvidar…
-Sí.-
Convino Jonathan asintiendo para admitir a su vez.- Pues es un grave problema
el que tenemos porque me sucede exactamente lo mismo.
Y sin que ella hiciera amago de
resistencia él tomó su rostro entre las manos, lo acercó al suyo y la besó en
los labios, con ternura y despacio al principio. Sin embargo, al concluir ese
beso, le siguió otro más apasionado. Apenas se separaron del segundo cuando
sucedió lo que ni en la peor de sus pesadillas le hubiera gustado vivir a
Penélope.
-¡Eh
tú! ¿Qué se supone que estás haciendo con mi novia, eh?
Se quedó helada al ver la furibunda
expresión de Rick. El chico había llegado al fin, entró en la cafetería
buscando a su pareja y Ginger le comentó que acababa de salir. No tardó en ir
tras sus pasos y la vio, eso sí, acompañada de ese tipo que había llegado de la
Tierra. Estaban hablando. Sin preocuparse de eso fue acortando la distancia
para alcanzarles. Entonces les vio pararse bajo un árbol y se quedó petrificado
cuando él la besó. Sin embargo, fue peor darse cuenta que Penélope no solamente
no lo rechazaba sino que se unía a aquel beso con idéntica pasión.
-Ya
veo que, después de todo, no era tan importante para ti quedar conmigo.-
Declaró él con enfado y sarcástica sorna.-
-Espera
Rick, déjame que te explique.- Fue apenas capaz de musitar ella.-
-No
ha sido culpa suya.- Se apresuró a intervenir Jonathan.-
-¡Tú
cierra la boca y piérdete amigo, sino
quieres que te la parta! - Le amenazó su interlocutor.-
Jonathan desde luego no se iba a
dejar intimidar de esa manera. Aunque era más bajo que su oponente tampoco
estaba tan mal físicamente. Por desgracia para él, Tracer estaba entrenado en
técnicas de lucha y al llegarse ante el científico que no se movió del sitio,
sin más palabras le dio un puñetazo en el rostro derribándole.
-¡Basta
Rick!- Chilló Penélope intentando contener a su novio.-
Pero éste la apartó sin miramientos
y cuando ese tipo intentó responder a su ataque le bloqueó un torpe intento de
puñetazo para seguidamente atizarle otro al estómago que dejó doblado a su
rival. Luego una patada de barrido que lo tiró al suelo. Al momento estaba
encima de él descargándole una lluvia de golpes de la que el apurado científico
trataba de cubrirse como podía. Y entre tanto la angustiada Penélope intentaba
separarles sin éxito.
-Basta
ya, ¡le vas a matar!- Sollozaba la chica.- Por favor, ¡te lo suplico!
La cara de Jonathan era casi
irreconocible cubierta de sangre y con los hematomas que empezaban a
manifestarse. Tracer finalmente cedió a los ruegos de su novia y se levantó,
dejando a ese individuo ahí tirado. Al fin sentenció, todavía hirviendo de ira.
-La
próxima vez que te cruces en mi camino ni ella, ni un escuadrón de varitech me
impedirán hacerte pedazos. ¿Está claro?
Dicho lo cual se alejó de allí tras
dedicar una hosca mirada a su todavía novia.
-Espera,
¡por favor! Le pidió la joven.
Pero pensó que debía ayudar al pobre
joven que estaba ahí tendido por su causa. De este modo Rick se marchó en tanto
la asustada Penélope llamaba a una ambulancia. Sin embargo, Jonathan pudo
levantarse por su propio pie.
-No,
no te preocupes.- Pudo decir entre jadeos, sujetándose la mandíbula y la nariz
que aún le sangraba. – No estoy tan mal como parezco.
-Lo,
siento mucho…yo. - Intentó excusarse la llorosa y angustiada Penélope.-
-Puedo
entenderle bien.- Concedió el chico trastabillándose un poco al andar.- Con una
novia como tú, cualquiera pelearía. Aunque no es lo mío como has podido
observar.
-¡No
quiero a alguien que se comporte así! - Sollozó su interlocutora que le ayudó a
ganar la puerta de la cafetería de Ginger y Clarisa, en tanto agregaba.- Esto
no tiene justificación.
Ginger sonrió cuando vio a Penélope
volver, en un principio pensó que quizás Tracer la hubiera visto y que ambos
volvían a charlar. Sin embargo, se quedó helada al ver aquel lamentable cuadro.
-¡Santo
Dios! ¿Qué ha pasado?- Preguntó atónita en tanto les ayudaba a entrar.-
Aunque un vistazo al lloroso rostro
de Penélope hizo que enseguida atase cabos y dejase las preguntas a un lado.
Enseguida echó una mano para que ese chico se acomodase en una apartada silla
del local y fue a por vendas y algo de desinfectante, mientras algunos clientes
miraban entre curiosos y amedrentados, ese triste espectáculo.
-¿Estás
mejor?- Quiso saber Penélope con un tinte de voz más suave y solícita, a la par
que más tranquila.-
Su contertulio asintió, tapándose
también su ojo derecho que empezaba a amoratarse. La científica fue a la
trastienda junto con Ginger. La camarera estaba buscando algunas gasas.
-No
te preocupes, ya lo haré yo.- Le dijo con agradecimiento.-
-Yo,
espero que se mejore pronto.- Pudo decir su interlocutora quien, pese a todo,
se atrevió a musitar.- ¿Te ha encontrado Tracer? Vino aquí y fue a buscarte.
-No
me ha encontrado, me ha perdido.- Sentenció Penélope ensombreciendo su gesto y
su tono.- Jamás le perdonaré por esto.
-No
sé lo que ha pasado, y no es asunto mío, pero quizás sería bueno que lo
hablaseis con calma.- Le aconsejó tímidamente su contertulia.-
La científica no respondió, Ginger
salió con las al fin halladas gasas. Penélope se hizo con algunos algodones y
antiséptico y entre ambas curaron a Jonathan. Después él se despidió dejándola
allí, sin saber qué hacer. Tardó dos días en volver a ver a Rick, quedaron en
el parque. Él trató de disculparse aunque ella se mostró fría.
-Lo
lamento, sé que me pasé. Pero es que no pude creerlo cuando te vi con él.
-No
fue algo que yo pretendiese que pasara.- Replicó la joven.- Y estaba dispuesta
a pedirte perdón y a que lo hablásemos como personas civilizadas. Pero lo que
hiciste me ha hecho cambiar de opinión. Jamás creí que pudieras llegar a
comportarte así.
-¿Y
ya está?- Exclamó él con evidente indignación.- ¿Te olvidas por todo lo que
hemos pasado? ¿Qué siempre he estado ahí para ti? ¿Dónde estaba ese tipo cuando
tu hermano necesitó ayuda, eh? ¿Dónde demonios estaba cuando nos enfrentamos a
todos los peligros del viaje en la SSP-1 y en la SSP-2?
Penélope aguantó en silencio toda
aquella retahíla de recriminaciones, lo que hizo que su determinación incluso
aumentase. Cualquier recuerdo con Rick que valorase y que pudiera hacer más
difícil su decisión estaba siendo borrado o neutralizado por el mismo chico,
quien una vez más parecía perder el control de sí mismo. Al fin, cuando él
pareció concluir, ella tomó la palabra.
-No
negaré que hemos pasado muchas cosas los dos juntos. Y sí, estuviste ahí. Eso
es cierto. Pero me preocupa y me asusta ver en lo que te estás convirtiendo.
Desapareces, vas de acá para allá y luego llegas a reclamarme como si fuera una
posesión tuya. Lo siento. Ya no reconozco al chico amable y que demostraba su
buen humor sin importar la circunstancia.
De él fue de quien me enamoré. Pero ahora pienso en qué clase de vida
tendría a tu lado, me pregunto cómo sería y ya no me gusta la respuesta.
Rick guardó silencio, al poco
asintió despacio. Finalmente respondió, ya no airado pero sí herido.
-Yo
jamás miré a otra chica estando contigo. Al menos podrías haber esperado a
romper conmigo. ¿Era mucho pedir?
Fue el turno de Penélope de bajar la
mirada. En eso él llevaba razón. No pudo por menos que replicar con tono sereno
y apenado.
-Lo
siento mucho. De verdad que no fue mi intención. No había planeado esto.
Solamente quiero que nos separemos como amigos.
-¿Amigos?-
sonrió sarcásticamente él.- Ya tengo muchos amigos. Y tú también los tienes,
¡no necesitamos más!
Y de ese modo Rick dio por concluida
la conversación y su relación con ella. Penélope lo dejo ir, al menos que le
quedase el orgullo de haberse alejado él. Después, no supo nada del joven. Por
amigos comunes se enteró que se había ido al espacio tras fundar una compañía
de transportes y que viajaba de un sitio a otro entre Nature y Kinmoku. Ella
entonces tuvo el camino libre para salir con Jonathan, los dos congeniaban a la
perfección. Al poco se casaron y quedó embarazada. Le apenó eso sí, que Rick ni
asistiera a la boda, pese a que trató de invitarle para hacer las paces, ni le
felicitase por su embarazo o el posterior alumbramiento de su hijo James.
-Solo
deseo que hayas encontrado la felicidad. Que el tiempo cure tus heridas.-
Suspiró entristecida.- Y que quizás algún día podamos ser buenos amigos…
Y en el espacio, la escuadrilla de
Susan se agrupaba para caer sobre el grueso del enemigo.
-A
las diez, a las siete.- Advirtió Olivia a
sus compañeras.-
-Maniobra
delta cuatro. Aquí Granate siete. - Repuso Elisa.- Estoy en posición.
-Fighter
ladies preparadas.- Declaró la mejicana.-
-A
por ellos y cuídense.- Ordenó Susan.- Secciones dos y tres, modo varitech.
Tras una ráfaga de disparos los
aparatos hicieron otro barrido diezmando a las naves enemigas. Los Arcoily
respondieron a su vez lanzando su ataque. Por suerte los escudos de energía de
algunos aviones transformados en robots resistieron las andanadas rivales.
Sabra era una de las que había mutado su caza en uno de aquellos poderosos
colosos de metal. Aunque la israelí tuvo problemas con su motor de babor.
-¡Maldita
sea!, avería. - Espetó.-
Para colmo de males recibió un
disparo que afectó la parte derecha de su aparato. Humo y algunas chispas
saltaron. Al menos pudo manejar el escudo del brazo derecho para cubrirse y
evitar otro ataque.
-¡May
- day! - Informó a sus compañeras.- Me han dado.
-Aquí
Granate uno, vamos en tu ayuda.- Replicó Susan haciendo una pasada con su
caza.- Seguidme Granate dos y ocho.- Ordenó a Olivia y a Ludmila.-
Sus subordinadas obedecieron
disparando a su vez contra el enemigo. Otra nave Arcoily fue destruida y el
resto se replegó. Estaba claro que los varitech dominaban táctica y
técnicamente a sus rivales.
-¡Bien!-
Exclamó Elisa que, junto a dos compañeros más, se ocupó de rematar al
adversario con una andanada de misiles.-
Sabra luchaba a su vez contra los
daños de su aparato. No tenía miedo, más bien estaba disgustada por no ser de
ninguna utilidad a sus compañeras. Afortunadamente el equipo de extinción de
incendios funcionó aislando esa parte del oxígeno y fuel necesario para la
combustión. Apagadas esas llamas no era, en cambio, capaz de activar la
propulsión.
-¡Maldición!,
estoy inmóvil.- Informó.- Me tienen a su merced si vuelven. Solamente soy un
estorbo para vosotras.
-Tranquila
Granate nueve, te llevaremos a casa.- Repuso Susan.-
Junto con Olivia transformó su caza
en robot y ambas sujetaron al de su compañera para llevarle hacia el planeta
Nature. De camino la mayor Hunter le comentó animosamente a la israelí.
-Míralo
por el lado bueno, hasta que reparen tu avión vas a tener permiso por haber
sido alcanzada en combate.
-No
me gusta dejarles solas, señora.- Suspiró Sabra, sintiéndose impotente.-
Su sentido del deber era grande.
Sabía que la escuadrilla se basaba en el todas para una y una para todas, como
el lema de los Tres Mosqueteros. Y le pesaba e incluso avergonzaba poner el
riesgo a las demás.
-Lamento
ser una carga.- Repitió con frustración en su tono.-
-Anda
manita, no digas tonterías. Somos hermanas de armas. Y pierde cuidado. Creo que
nos apañaremos sin ti durante unos días.- Terció la mejicana.- Tú procura
divertirte mientras en Sagan City, que luego ya iremos nosotras.
-Y
eso último es una orden, alférez. Disfrute de su permiso. - Intervino Susan con
tono jovial.-
La israelí sonrió. Al menos ya sabía
a dónde ir y con quién ocuparía su recién ganado tiempo libre.
-Puedo
prometer que lo haré. Esas son las clases de órdenes que a una le encanta
obedecer.- Repuso con mejor humor.-
Así, y afortunadamente sin más
novedades, tras un par de horas, la israelí pudo llegar a la base y descansar.
No tardó en escribir a su chica…
-Vuelvo
mañana, tú y yo… quedamos en este sitio.- Añadió indicando la dirección de un
disco-pub bastante conocido en Sagan-City.
A punto de concluir las clases
Daphne recibió un mensaje. No lo consultó de inmediato puesto que estaba con
sus pequeños alumnos. Precisamente comentaba un dibujo de Gloria.
-¿Y
estos quiénes son?- Sonrió al ver unos monigotes que tenían dibujadas unas
especies de capas.-
-Los
papás de mi papi.- Le contó la cría.- Son muy fuertes y ponen su pelo de color
amarillo.
Habida cuenta de que era la hija del
embajador Kiros Derail, un poderosos saiyajin, la maestra asintió.
-Muy
bonito, cielo. Llévaselo a tus papás. Les gustará mucho.
Gloria sonrió visiblemente contenta,
Daphne le dio un cariñoso beso en la frente y continuó pasando entre las mesitas
de sus alumnos. Al fin, cuando la clase terminó y los niños se fueron, se quedó
recogiendo un rato. Antes de salir vio el mensaje de Sabra.
-Allí
estaré.- Pensó.-
Sin embargo, tenía otro mensaje más.
Era de Martin. Sorprendida lo leyó, no era usual que él le enviase ninguno a
esas horas. Sobre todo cuando tenían la oportunidad de hablar en persona.
-Me
han escrito algunos antiguos compañeros de la universidad, Rob, Greg y Laura.
Esta noche he quedado con ellos para
cenar y tomar algo por ahí. ¿Te apuntas?
Pese a que le hubiese gustado verles, no
quería dejar de salir con Sabra. Hacía mucho que tenían oportunidad y nunca se
sabía cuándo podrían citarse de nuevo. Pensó en cómo negarse a la invitación de
Martin, aunque antes le escribió a su pareja informándole de aquello.
-No
sé cómo eludirlo.- Le decía.-
Y estaba algo inquieta, después de
lo sucedido la vez anterior, cuando fue al cine con ese chico. Las cosas habían
cambiado sin lugar a dudas. Todavía no había tenido el valor suficiente como
para contárselo a Sabra. Decidió que esa noche, cuando se viesen, lo haría. Por
unos instantes pensó en escribírselo por el WhatsApp, pero decidió que no sería
apropiado.
-Eso
tengo que decírselo en persona. Es algo serio. Y me siento atrapada
Aunque
no tardó en recibir la respuesta a su comentario anterior, su novia le
aconsejaba.
-Finge
un catarro. Di que estás cansada. Eso siempre funciona. Bueno, casi siempre,
¡no te servirá para mí, ja, ja!
La joven se sonrió. Ahora guardó su teléfono
puesto que oyó la voz de Martin.
-¿Daphne?-
Inquirió a la entrada del aula.-
-Sí,
estoy aquí.- Repuso ella yendo a su encuentro.-
-¿Leíste
mi mensaje?- Quiso saber él.-
-Sí,
lo siento.- Pudo replicar en tanto se llevaba un pañuelo a la nariz y la boca.-
Es que creo que estoy incubando un resfriado, me noto cansada y con malestar.
Creo que tengo hasta fiebre. Hoy me quedaré en casa descansando.
-¡Qué
lástima! Al grupo le hubiera encantado saludarte. Habríamos hablado de los
viejos tiempos y les podríamos decir, ya sabes...que tú y yo…
-De
veras que lo lamento.- Le interrumpió ella, haciendo un amago de estornudar.-
El
chico la miró no sin algo de fastidio. Aunque no quería que la pobre empeorase.
Desde luego, podría haber pedido el día, pero era una excelente profesora y no
quería faltar nunca. Así se lo comentó.
-Tienes
que cuidarte. Espero que te mejores.- Le deseó resignadamente él.-
Quiso aproximarse con gesto cariñoso
para medir su temperatura con la palma de la mano puesta en su frente, aunque
ella se apartó un poco para pretextar un poco atropelladamente.
-No
quiero contagiarte. Me sentiría culpable si te lo pego.
-Claro.-
Asintió el chico.-
De este modo y caminando algo
separados se dirigieron hacia el deslizador. Los padres y madres habían
recogido ya a los niños. Tras decirle hasta mañana a algunos de sus propios
compañeros se fueron. La chica se bajó primero dado que su casa estaba una parada
antes. Martin le sonrió saludando con la mano desde el deslizador en tanto éste
arrancaba y se alejaba. Daphne correspondió del mismo modo, aunque amagando otro
fingido estornudo. Al fin, cuando perdió de vista a su compañero suspiró
aliviada. Tomó su móvil y leyó otro mensaje de su novia.
-Vístete
sexy, mi amor. Tras tantos días de ayuno tengo mucha hambre y tú vas a ser mi
plato principal.
Y tras sonreír complacida no dudó en
contestar.
-Te
gustaré…
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, si sois tan amables y no os es molestia, comentar vuestras impresiones sobre lo que habéis leído. Me vendría muy bien para mejorar y conocer vuestras opiniones sobre mis historias. Muchas gracias. ;)