Mirando los violetas ojos de su hija que
pronto se cerrando vencidos por el sueño, Maggie recordaba.
-Sí, un viaje realmente azaroso. Y muy
instructivo, aprendí muchas cosas…
Y
es que, volviendo la vista atrás, cuando apenas tenía un año de vida, la
pequeña Gloria fue junto con sus padres a conocer el mundo de sus antepasados.
Fue un trayecto largo. La primera etapa la culminaron tras tomar una nave que
les llevó desde Nature hasta Kinmoku. Allí, nada menos que la mismísima
princesa Kakyuu, les recibió en audiencia. Maggie se recordaba a sí misma algo
nerviosa, no era cosa de todos los días ser recibida por la realeza de un
mundo.
-Nunca imaginé que iba a llegar a tanto.- le
susurró a su esposo, poniéndole al corriente de ese pensamiento.-
-Te mereces esto y mucho más.- La animó
Kiros, sentenciando.- No importa el nacimiento, sino la valía que se demuestra.
Y tú has demostrado mucha, Maggie.
Ella sonrió
sintiéndose mejor. Su esposo siempre conseguía hacerla sentir segura y
apreciada. Quizás por eso comenzó a enamorarse de él. Incluso cuando se
disputaban el amor de Keiko.
-Eso ahora me parece tan lejano e irreal que
es como si jamás hubiese sucedido.- Meditó.-
Al poco les
invitaron a entrar a una amplia estancia. Se trataba de la sala de visitantes.
Allí aguardaron durante unos momentos. Al poco, una mujer alta, peinada con
una larga cola de caballo morena,
embutida en cuero y con botas por encima de la rodilla del mismo material,
salió a llamarles.
-¿Embajador y señora Derail? - Quiso saber con tono inquisitivo aunque
educado.-
-Sí, somos nosotros.- Repuso Kiros.-
-Soy una de las guardianas de su Alteza la
princesa Kakyuu. Mi nombre es Sailor Star Maker. Les ruego que tengan la
amabilidad de seguirme. Nuestra soberana les recibirá enseguida.
Los
aludidos enseguida atendieron a ese requerimiento. Maggie portaba a su bebé en
brazos y se adelantó, Maker sonrió al ver a la pequeña y pasó a encabezar la
marcha. Una vez llegaron al final de un largo corredor ante ellos se abrió una
puerta de color bermellón. Trasponiéndola se hallaron ante el salón de recepciones,
Kakyuu, de largos cabellos pelirrojos, casi como el color del fuego, estaba
sentada en un sofá rodeada de sus otras dos guardianas. Nada más verla Kiros
hizo una inclinación leve pero educada y Maggie le imitó algo más torpemente en
tanto sostenía a su hija.
-Por favor, eso no es necesario.- Sonrió la
princesa , agregando con tono informal.- Pasad y sentaos.
La
pareja tomó asiento en dos cómodos sillones forrados de tafetán ocre. Al rato
la pequeña Gloria comenzó a moverse un poco.
-Podemos traerte algo para que dejes a la
niña.- Le ofreció Kakyuu mirando divertida como la apurada madre trataba de
acomodar a la cría entre sus brazos.-
-No deseo ser una molestia,- pretextó una
azorada Maggie.-
-En absoluto, Healer, haz el favor y acerca
ese sillón de ahí.- Le pidió la princesa a una de sus guardianas, de cabellos
entre albinos y levemente azulados.-
A
la aludida no pareció caerle muy bien esa demanda, sin embargo obedeció de
inmediato sin pronunciar palabra. Una vez aproximó el mueble, Maggie pudo dejar
a su hija sobre él. Debía de ser muy cómodo puesto que el bebé enseguida cerró
los ojos y quedó sumido en un profundo sueño.
-Decidnos. ¿Qué tal el viaje hasta aquí?-
Sonrió la princesa tras dedicar una afectuosa mirada a la cría.-
-Muy bien, Alteza. Como sabéis estamos de
camino hacia Nuevo Vegeta.- Le explicó Kiros.-
-Por eso mismo me alegra tener la oportunidad
de hablar con vosotros.- Repuso su interlocutora.- Quería veros para desearos
un buen viaje y daros mis saludos a los soberanos de vuestro mundo, embajador.
-Será para mí un placer y un honor el
transmitírselos a mis reyes.- Convino éste.-
Otra
de las guardianas, Fighter, se aproximó a su princesa y le entregó un pequeño
dispositivo. Kakyuu lo tomó cuidadosamente en una mano y se lo entregó a
Maggie.
-¿Qué es esto, Alteza?- Quiso saber la
enfermera.-
-Unas palabras de amistad y saludo para los
soberanos de Nuevo Vegeta.- Contestó su contertulia.- Espero que todo siga bien
por allí. Y hablando de seguir bien.- Añadió con un tono más jovial.- Vuestra
hija está realmente preciosa.
-Gracias.- Sonrió ampliamente Maggie.- Sí, se
cría muy bien. Debe de ser su genética saiyajin. ¡Come casi a todas horas!
-¡También Fighter y no es saiyajin!- Rio
Kakyuu.-
-Alteza, por favor.- Pudo decir la aludida
enrojeciendo visiblemente.-
Sus
compañeras se rieron sin tapujos de aquel comentario y la afectada se lo tomó
asimismo con humor.
-Cuando queráis estáis todas invitadas a mi
mundo para probar nuestra comida.- Les ofreció Kiros con gesto divertido a su
vez.-
-Os lo agradecemos mucho, señor embajador.- Terció
Maker.-
Maggie
se rio mucho con esas mujeres, aunque la pequeña Gloria despertó y sus lloros lograron
atraer la atención de todos. Las atónitas Sailor observaron a la niña con gesto
sorprendido.
-Buenos pulmones desde luego tiene.- Comentó
Healer.-
-Es hora de comer, precisamente.- Declaró una
azorada Maggie.- Y aquí no tengo el biberón, debo darle…ya sabe.- Remachó
ruborizándose un poco.-
-¡Oh!, entiendo.- Convino Kakyuu, agregando.-
Fighter, ¿serías tan amable de acompañar a nuestra invitada a la salita de
reposo?
-Por supuesto, Alteza.- Sonrió la interpelada
que se levantó para indicar a Maggie con un amable ademán de su mano.- Es por
aquí, sígame por favor.
Mirando
a su esposo que asintió y después de tomar en brazos a la pequeña, Maggie fue
tras de aquella guerrera. Seiya la hizo pasar a una acogedora salita en donde
pudo sentarse con su hija. Por mor de la cortesía la Sailor miró hacia otro
lado en tanto su huésped se desabotonaba la blusa y liberaba uno de sus pechos.
Al poco, la cría estaba tomando su ración de leche materna.
-Son ustedes muy amables.- Agradeció Maggie.-
Su
contertulia al fin la miró, sonriendo para responder.
-No merecen ustedes menos. Del embajador
Derail primero oímos hablar y después,
al conocerle, confirmamos nuestras favorables impresiones. Es un valeroso
guerrero. Y por lo que sabemos, usted no le desmerece en nada.
-Yo no soy ninguna guerrera. Únicamente soy
una mujer normal y corriente.- Repuso humildemente la enfermera, para
remachar.- Mi único deseo es cuidar de mi hija y que sea feliz en un mundo en
paz.
Seiya
asintió y enseguida comentó a su vez.
-Por eso mismo, por ser una mujer normal, al
carecer de poderes especiales, es usted un ejemplo. No nos es desconocido que ha
salvado a bastantes personas y se ha interesado por ayudar a muchas otras. Desde luego en eso no es usted
nada corriente, créame. Se lo digo por experiencia, porque he tenido la
oportunidad de conocer a mujeres realmente maravillosas que a la vez, eran unas
chicas perfectamente normales, al menos tiempo atrás.
Las
últimas palabras de Fighter estuvieron teñidas de una melancolía que no se
había molestado en ocultar. Maggie enseguida se dio cuenta de eso. A renglón
seguido, algo inquietada, pudo preguntar.
-¿Va todo bien? Quiero decir, en el espacio.
Bueno, no sé cómo decirlo técnicamente. Mi marido siempre habla con lenguaje
muy militar.
-La comprendo. Y por ahora no tiene por qué
preocuparse, las cosas están tranquilas.- Declaró Seiya con mejor ánimo.-
A
todo eso la pequeña Gloria había terminado, al menos con un pecho. Una vez más
la guardiana de Kakyuu se giró educadamente en tanto su interlocutora cambiaba
de lado a la niña.
-Me alegra saberlo.- Dijo entonces Maggie,
añadiendo con tono algo nervioso.- Tengo ganas de llegar a Nuevo Vegeta y ver
como son las cosas allí. Aunque, por otra parte, muchas veces añoro mi planeta
y a mis padres.
-Sí, la entiendo muy bien. La Tierra es un
lugar muy bello. También tuve que pasar una temporada fuera de mi mundo y
recalé allí junto con mis compañeras. Fueron tiempos duros, pero conocimos a magníficas personas.- Repuso reflexivamente
Seiya al sentenciar.- En ocasiones, de la mayor adversidad se pueden extraer
las más útiles enseñanzas y encontrar a los mejores amigos. Incluso algo más…
Su
contertulia meditó sobre esas palabras en tanto su hija se saciaba al fin.
Gentilmente, una vez más, Fighter se dio la vuelta permitiéndola la suficiente
intimidad como para colocarse la ropa tras abotonarse su blusa. Después las dos
retornaron junto al resto. La cría iba tranquila en los brazos de su madre.
-¿Todo bien?- Quiso saber la princesa tan
pronto las observó regresar.-
-Sí, gracias.- Asintió Maggie en tanto se
sentaba acunando a la pequeña.-
Ahora
la niña lucía muy plácida, durmiendo en el regazo de su madre. Kakyuu se
levantó de su sofá para verla más de cerca.
-Es una monada, ¿puedo?- Pidió con algo de
prevención y mucha amabilidad.-
-Claro.- Sonrió Maggie dejando que la
princesa tomara en brazos a la niña.-
Su
anfitriona se hizo cuidadosamente con la cría que seguía dormida. Kakyuu esbozó
una sonrisa de ternura viéndola con esos ojos cerrados. Sin embargo e
inopinadamente la niña los abrió, mirando fijamente a su portadora. La princesa
palideció, parecía haber visto un fantasma. Casi dio un respingo lo que movió
de inmediato a la sorpresa e inquietud de sus escoltas.
-¿Estáis bien, Alteza?- Se preocupó Star
Healer.-
-Sí, no ha sido nada.- Sonrió trémulamente
Kakyuu contestando casi con un susurro en tanto devolvía la cría a los brazos
de su extrañada madre.- Todo está bien. Quizás estoy algo cansada.
-Sentaos, por favor.- Le pidió Star Maker a
su soberana.-
La
princesa así lo hizo, fue Star Fighter quien, de forma preocupada y solícita,
quiso saber.
-¿Estáis mejor, mi Señora? No deberíais
trabajar tanto.
-No es nada, Fighter.- Aseguró la aludida.-
De verdad.
-Quizás sea buena idea dejaros descansar.-
Intervino Kiros, tan extrañado como el resto.-
Kakyuu
asintió despacio al fin. En esta ocasión fue Star Fighter quien acompañó a los
invitados de su princesa hasta la salida.
-Lamento que la audiencia haya tenido que
terminar tan súbitamente.- Dijo la Sailor.-
-Espero que la princesa se recobre pronto. Ha
sido un verdadero placer conocerla, y a vosotras también.- Le agradeció
cordialmente Maggie.- Os estamos muy reconocidos por vuestra acogida.
-Lo mismo digo, son ustedes dos personas
realmente excepcionales, bueno tres.- Repuso su interlocutora en tanto miraba
afablemente a la pequeña Gloria y sentenciaba.- Ha sido un honor que nos hayan
visitado.
-Gracias, el honor ha sido nuestro, espero
que volvamos a vernos pronto.- Remachó Kiros.-
Al
fin, tras decir adiós a su acompañante se fueron en dirección a la nave que les
llevaría a su destino final.
-Espero que la princesa no tenga nada serio.-
Comentó Maggie que ya llevaba a su hija dormida en su cochecito.-
-Debe ser como sus guardianas dijeron.
Trabajó demasiado y estaría agotada.- Concluyó su marido si darle mayor
importancia.-
Aunque
sin saber por qué Maggie presentía que aquella no era la razón, temiendo que
aquello, de algún modo, estuviese relacionado con su hija. No obstante, lo dejó
estar. Todavía quedaban algunos días de viaje hasta alcanzar Nuevo Vegeta.
-¿Cómo crees que nos recibirán?- Le preguntó
a su esposo.-
-Pues muy bien, como corresponde a nuestro
rango.- Sonrió confiadamente él.-
Y
el resto del viaje lo ocuparon en charlar recordando los viejos tiempos, pensar
en sus amigos y finalmente Kiros la instruyó un poco en ciertas costumbres y
protocolos de los saiyajin.
-Recuerda esto.- Le enfatizó él.- Eres la
madre de una saiyajin de gran fuerza de combate potencial. Nuestra hija
desciende de un linaje elevado y siempre se ha dicho que la mezcla de nuestra
especie con los humanos produce individuos más fuertes. Por lo tanto, no te
dejes intimidar.
-¿Intimidar?- Sonrió nerviosamente ella,
alegando no sin algo de prevención.- No me digas eso. Ya estoy bastante
nerviosa por conocer a tus padres…
Su
marido le dedicó una amable mirada deseando tranquilizarla cuando replicó.
-Mi padre no te juzgará. No le resultarás
extraña. Ha conocido ya a bastantes humanos. Mi madre será otra cosa. Pero no
me estaba refiriendo a ellos ahora. Si en ciertas ocasiones quedas a solas con
alguna de nuestras mujeres lo normal será que se muestren amables contigo en
atención a tu posición. Sin embargo, podría haber guerreras más chapadas a la
antigua a las que no les gustan los humanos. A esas me refiero. Pero tampoco
osarían ofenderte. Los hombres por lo general no dirán nada. Estarán más
pendientes de mí.
-Muy bien.- Convino Maggie no sin cierta
preocupación, añadiendo.- Con tal de que no molesten a nuestra hija…
-Ninguno se atrevería a hacer eso.- Sentenció
Kiros con rotundidad.-
A
su esposa le gustó aquello, su marido era un hombre amable e incluso atento.
Mucho más de lo que los saiyajin corrientes tenían costumbre según había
sabido. También tenía sus cosas, era
obstinado y brusco en ocasiones. Pero eso iba con su idiosincrasia como
guerrero del espacio. Y ella misma también tenía su carácter. Bueno, al menos
antes era mucho más explosivo. Desde que dio a luz a su hija y tuvo aquella
experiencia se había suavizado bastante, y más tras atender a las prédicas del
reverendo Waters y otros clérigos que le habían mostrado el camino de Dios.
-No temas por mí, como tampoco lo haré yo por
Gloria. Sé que desde lo alto velan por nosotras. - Sonrió recobrando su
confianza ahora.-
Kiros
sonrió, quizás malinterpretó aquello pensando que ella aludía a los soberanos
de Nuevo Vegeta. No obstante, Maggie pensaba en una entidad muchísimo más
poderosa que, sin ninguna duda, velaría por su bienestar y el de su hija. Así
llegó el momento. La nave entró en la órbita de aquel planeta entre verdoso y
brumoso, con tintes azulados. Tras recibir el preceptivo permiso y la
bienvenida de los controladores de vuelo, la familia Derail abordó una
lanzadera que les llevó a la superficie del mundo de los saiyajin.
-¡Al fin!, después de tanto tiempo.- Declaró
Kiros.-
-Ya tengo ganas de pisar tu planeta.- Convino
Maggie tomando en brazos a su pequeña.-
Y
en pocos minutos su deseo finalmente se hizo realidad. Tras aterrizar
descendieron de la lanzadera. A ambos lados de la alfombra que había sido
colocada a sus pies se alineaban
saiyajin con armaduras ceremoniales de gala. La enfermera se sorprendió por
aquel recibimiento que excedía sus pensamientos más formalistas. Incluso Kiros
quedó realmente asombrado.
-¿Es esto normal? -Le susurró su perpleja
esposa.-
-En absoluto.- Admitió él declarando
atónito.- Son casi honores reales.
Y
para mayor sorpresa, junto a su padre el Canciller Blinz y la madre de Kiros,
Elua, estaban los soberanos, ¡los mismísimos reyes en persona!. Todos ataviados
con idénticas armaduras y llevando capas de colores diferentes entre sí.
Maggie se giró hacia su esposo,
interrogándole con la mirada, pero este se hallaba igualmente perplejo.
-Vamos.- Le susurró él.-
Kiros
comenzó a caminar de forma pausada y solemne. Ella le siguió. No tardaron más
que unos segundos pese a todo en llegar ante la presencia de los soberanos, al
hacerlo el joven dobló una rodilla bajando la cabeza.
-Levantad, embajador Derail.- Le pidió el monarca.-
Hemos querido veros aquí en lugar de en el salón del trono, para no tener que
supeditarnos en exceso a las formalidades.
El
joven obedeció de inmediato. Fue la reina quien, amablemente, le preguntó.
-Y ésta será tu familia.
-Sí, Majestad.- Respondió él presentándoles
de seguido con patente orgullo.- Mi esposa Margaret Kendall y mi hija Gloria
Elua, De la estirpe Derail.
Los
monarcas asintieron sonrientes en tanto la apurada Maggie apenas sí musitó
ensayando una torpe reverencia.
-Es un honor, Majestades.
-Eso no es preciso, querida.- Sonrió la reina
Meioh, declarando con afabilidad.- Se bienvenida como nuestra invitada a este
planeta.
-Ante todo, mi Señor, debo daros esto de
parte de la princesa Kakyuu. Unas palabras de salutación, me dijo, para
vuestras reales personas.-Terció Kiros.-
Y
dicho eso, le entregó a Lornd ese dispositivo que el rey observó durante unos
instantes para dejarlo reposar entre su mano cerrada.
-Gracias embajador.- Repuso Lornd, obviando
aquello enseguida para añadir con tintes más informales.- Ahora dejemos las
obligaciones diplomáticas por el momento…tenéis a otras personas a las que
saludar después de tanto tiempo.
Y
tras esas palabras ambos soberanos se apartaron un momento para quedar en un
segundo plano. De este modo y con el permiso de los monarcas, Kiros cumplimentó
a sus progenitores aludiendo a Maggie y Gloria.
-Padre, madre…ellas son mi mujer y mi hija…
-Que
sean muy bienvenidas a nuestro planeta que es también el suyo.- Respondió
afablemente Blinz.-
Maggie
sonrió agradecida. La verdad, todos esos individuos impresionaban, tanto
hombres como mujeres. Aparte de sus generalmente elevadas estaturas y su potencia
física, era como si irradiaran una enorme fuerza. Aunque la que más le impactó
fue precisamente la de una altura pareja a la suya, la madre de su marido. Y es
que, aparte de su espléndido cuerpo, parecía tan joven como su propio hijo. A
su vez Elua, se adelantó con pasos firmes y tras dedicar una mirada a su nuera
recorriéndola de arriba abajo como si la analizase, preguntó con tono neutro.
-Entonces esa niña es mi nieta, ¿puedo?-
Solicitó en tanto extendía sus brazos.-
-Claro…- convino la enfermera entregándole a
la pequeña.-
Elua
tomó al bebé entre sus poderosos brazos y le dedicó una mirada que parecía más
inquisitiva que curiosa. Daba la impresión de estar valorándola como si de una
pieza de colección se tratara. Fue entonces cuando la cría le devolvió la
mirada con esos ojos violetas profundos. Ante la sorpresa de todos Elua no pudo
evitar abrir la boca con expresión atónita. Después fue realmente increíble, al
menos para los otros saiyajin. La guerrera se apresuró a entregar a la pequeña
a su madre y se inclinó casi como si estuviera ante sus reyes para confesar
dirigiéndose a Maggie.
-Debo reconocer que me equivoqué. Te pido
perdón. Es un honor para mí el acogerte en nuestra familia.
Blinz
la miró con expresión de total asombro. Incluso Setsuna y Lornd en la distancia
parecieron mirarse, aunque no con incredulidad, sino más bien parecían
confirmar una impresión. Fue Kiros quien rompió ese extraño ambiente para decir
con patente contento.
-Muchas gracias madre, significa mucho para
nosotros.
-Estaréis cansados.- Intervino Setsuna
aproximándose en tanto el Canciller y Elua hacían una inclinación ante su
paso.-
Maggie
sonrió agradecida. Ahora que veía a esa mujer más de cerca creyó reconocerla de
algún sitio. Al fin, se percató. ¡Claro! ¿Cómo pudo haberlo olvidado? ¡Era la
madre de la princesa Seren! De hecho, ambas eran muy parecidas. Y pese a que la
reina Meioh no era tan alta como su hija, seguí siendo de imponente estatura.
Además, su semblante, entre armonioso, agradable y ya algo maduro, translucía
una gran sabiduría y bondad. Esas impresiones golpearon la mente de la
enfermera en tanto subían a un deslizador con los soberanos y se dirigían hacia
el palacio. Entonces, la invitada humana sin casi poderlo evitar, comentó.
-Os lo agradecemos mucho, Señora. Se puede
percibir que estáis tocada por la Gracia de Dios.
-Y yo os agradezco ese cumplido tan
magnífico.- Sonrió la soberana.- Pero solo soy alguien que trata de cumplir con
sus deberes lo mejor que sabe.
-Mi Señora.- Intervino Kiros con patente
respeto e incluso reverencia en su tono.- Que vos y su Majestad, el rey, hayáis
venido a recibirnos personalmente es un honor mucho mayor del que merecemos.
-Creedme. Lo merecéis. Todos estamos en deuda
con vosotros.- Afirmó la reina Meioh.-
Efectivamente,
tras llegar a su destino y descender del deslizador en esta ocasión fue el
monarca quien se aproximó en tanto sus súbditos se inclinaban nuevamente con
gran respeto, para responder.
-Esto no es nada que un héroe del pueblo
saiyajin no merezca. Hasta ahora apenas pudimos darte las gracias y honrarte
como merecías. Tú terminaste con los rebeldes y con el peor enemigo de nuestro
mundo, ese tirano de oprobioso nombre que no merece ser mencionado en nuestro
planeta para no mancillar nuestro sagrado suelo. Pero el tuyo sí que perdurará,
ya que hiciste lo que ni yo mismo pude lograr. Por ello tu nombre será
recordado con honor por siempre.
Maggie
escuchaba con mucho orgullo. Su esposo desde luego era muy valeroso y noble. Y
es que siempre lo demostró, desde que le conoció, curándole aquellas terribles
heridas que él soportó sin pestañear.
Todo por salvar las vidas de otros aun a riesgo de la suya.
-¡Y pensar que entonces creí que era un
típico presuntuoso que iba de macho! ¡Qué equivocada estaba!
Miró también a
los padres de Kiros. Blinz sonreía tras los reyes con una evidente expresión de
orgullo que no podía ni quería contener. Incluso Elua, quien tenía fama de muy
severa y dura, al menos acorde a las historias que su esposo le contase,
observaba con aparente interés y satisfacción. Y de hecho, el joven guerrero
del espacio así lo reconoció alegando con humildad.
-He podido hacer eso porque tuve la fortuna
de estar en el lugar apropiado y porque tuve unos grandes maestros en mis
padres. Ellos me educaron como a un saiyajin y siempre quise ser digno de mi
estirpe.
-Y nada me complace más que ver que esa
educación te ha convertido en un héroe para nuestro pueblo.- Afirmó Elua
añadiendo no sin orgullo a su vez...- Eres todo lo que siempre soñé que podrías
llegar a ser y más. Si muriese ahora mismo lo haría dichosa. Una madre saiyajin
no puede aspirar a mayor gloria que haber engendrado y criado a alguien tan
digno de su raza. Y no satisfecho con eso, nos has dado una nieta con un
potencial increíble.
Maggie
escuchó aquello no sin estupor, e incluso algo de inquietud. ¿A qué se
referiría esa mujer? De todos modos no iba a preguntar ahora. Alí nadie hablaba
en ese momento. Así pasó un rato y tras un emocionado silencio y la gran
sonrisa de Kiros, fue una vez más Setsuna la que declaró.
-El rey y yo nos retiramos y os dejamos en
familia. Tomaos vuestro tiempo para poneos al día y descansad. Mañana tendrá
lugar la celebración oficial.
-Sí, ya habrá ocasión para que, como
embajador, nos des nuevas de Nature y nuestros otros aliados.- Agregó Lornd
contemplando aquel dispositivo que el joven le entregase al llegar.-
Dicho
esto y ante las reverencias de Blinz, Elua y Kiros y la inclinación leve de
Maggie, que portaba a su hija en brazos una vez más, Lornd y Setsuna se
retiraron. Y en tanto Blinz tomaba aparte a su hijo para preguntarle sobre Nature,
Elua hizo lo propio con su nuera. La saiyajin le pidió con un tono que era
desde luego muy gentil, tratándose de ella.
-¿Paseamos?
La
interpelada asintió, deseando agradar en lo posible a esa mujer. Pese a todo,
no la veía tan fiera como Kiros se la había descrito. Aunque pronto tuvo
ocasión de darse cuenta que su marido no exageraba. Dado que, tras andar unos
metros, su suegra le comentó con total rotundidad, exenta de tacto.
-Maldije muchas veces a los de tu especie.
Siempre pensé que los humanos erais débiles y cobardes. Indignos de uniros a un
saiyajin. Por ello no me gustó la idea de que mi hijo quisiera desposarte.
Y
tras la atónita y envarada mirada de la joven, que no tenía ni idea de que
podría responder a eso, esa mujer tan ruda sonrió levemente y suavizando sus
rasgos añadió, ya con tintes más conciliadores.
-Pero tras conocer durante años a la reina
Meioh, ya no estuve tan segura. Cuando llegó el momento de la verdad, se portó
como cualquiera de las hembras de mi especie. Y ahora, al sentir el aura de mi
nieta… tu hija, he visto por mí misma que era cierto lo que las leyendas contaban
de los híbridos humanos y los saiyajin.
-Mi hija salvó mi vida.- Le confesó entonces
Maggie, con tono suave pero firme, al agregar.- Me trajo de vuelta del
mismísimo Infierno. Sé que fue el instrumento de Dios.
-No sé a qué Dios adorarás, pero merece sin
duda ser glorificado si un mero instrumento suyo tiene esa energía.- Aseveró la
saiyajin.-
-Él me dio otra oportunidad de vivir y
enmendar mis errores.- Musitó la joven.-
-Eso es loable. – Afirmó Elua declarando.-
Los de mi raza tenemos un proverbio. No hay vergüenza en ser derrotados, la hay
en no mejorar para buscar la revancha. Y dime.- Quiso saber ahora con más
interés.- ¿Cómo os emparejasteis mi hijo y tú?
-Nos enamoramos cuando viajábamos a bordo de
la SSP-2- Le contó Maggie.-
-Eso del amor es un sentimiento poderoso sin
duda.- Admitió la guerra quién no obstante, no tuvo reparos en confesar.- Sin
embargo, yo jamás amé al padre de Kiros.
-¿Cómo se casó con él entonces? - Inquirió
Maggie no sin asombro.-
-Porque era el hombre con más fuerza de
combate al que podía aspirar.- Repuso la imperturbable saiyajin.- Lo importante
para nosotros es engendrar a los descendientes más poderosos posibles.
-¿Es que aquí la gente no se une por amor?-
Se sorprendió la enfermera.-
-Algunos lo hacen. Desde que nuestros reyes
llegaron al poder. Trajeron esa moda humana. - Comentó Elua que no parecía muy
contenta con eso.-
-Sin embargo, vuestros reyes son muy poderosos
por lo que parece.- Afirmó la joven.- En su caso la cosa fue bien.
-No niego que no pueda funcionar. Está claro
que, en el caso de mi hijo contigo, así ha sido también.- Reconoció Elua
sentenciando.- Únicamente un necio negaría la evidencia. Pero a veces eso del
amor únicamente ciega el verdadero deber.
-Ya.- Suspiró Maggie mirando ahora a su
interlocutora con mayor confianza en tanto acunaba a su pequeña y queriendo
saber.- ¿De veras me dirá que jamás amó a nadie de los suyos?
Elua
pareció ser tomada por sorpresa ante esa cuestión. Observó a su contertulia con
estupor. Finalmente, recobrando su adusto gesto, aseveró.
-Mi único amor es Nuevo Vegeta. Por mi
planeta y mi raza siempre estuve dispuesta a
morir.
-También a entregar su vida.- Completó
Maggie.-
-¿Acaso no es lo mismo?- Inquirió la
saiyajin.-
-No, no lo es.- Rebatió la muchacha para
explicar. - Quizás morir sea más sencillo. Todo termina en este mundo con la
muerte. Y de ese modo se puede afrontar lo que venga después en otro plano de
existencia. No obstante, entregar la vida requiere un mayor nivel de
sacrificio. Hay que permanecer aquí y arrostrar las consecuencias de nuestras
decisiones.
La
guerrera volvió a guardar silencio. Su semblante reflejaba una clara reflexión.
Al fin se permitió esbozar una leve sonrisa.
-No me interpretes mal. Amo a mi hijo y soy
la madre más orgullosa y feliz de este mundo. Volvería a desposar a Blinz sin
dudarlo, puede que no le quiera al modo humano, pero le respeto y admiro. Con
eso es más que suficiente.
-Se ha de hacer lo que es correcto, pese a
que no nos guste en ocasiones. Ese es el verdadero amor. Cuando somos capaces
de renunciar a nuestra propia felicidad por el bien de otros. - Ratificó
Maggie.-
Su contertulia
la observó con visible respeto y al poco sentenció.
-Empiezo a darme cuenta de lo que mi hijo vio
en ti. Si todos los humanos son como tú, entonces no he podido estar más
equivocada. Os he juzgado mal como especie y pido perdón por ello.
-No lo sé. No todos somos iguales, pero le
agradezco sus palabras.
-Trátame con más confianza, como vosotros
decís.- Le pidió Elua y cuéntame cómo conociste a mi hijo.-
Maggie
accedió gustosa y ambas mujeres tomaron asiento en un banco cercano de aquella
calle por la que caminaban. Padre e hijo debían de estar hablando también con
mucha animación. Tanto que, tras casi una hora, las dos decidieron ir en su
busca.
-Tu historia es muy interesante.- Comentaba
la saiyajin recordando lo que Maggie le había contado.- ¿Dices que os
conocisteis cuando competíais por el amor de una mujer? No lo comprendo. Tú
eres una mujer también.
-Sí, en mi mundo hay personas que se sienten
atraídas e incluso se enamoran de otras de su mismo sexo. ¿Acaso no sucede
aquí?- Quiso saber con genuina curiosidad, puesto que, si mal no recordaba,
Kiros le dijo que así pasaba también en su planeta.-
-Ocurre.- Admitió Elua que, no obstante,
añadió con evidente disgusto.- Pero es algo realmente contraproducente. No
tiene ningún sentido.
-Quizás yo misma descubrí al conocer a Kiros
que mi vida no iba bien orientada. Pero el amor es incontrolable. Surge. Jamás
creí posible enamorarme de un hombre y así fue.
-Una hembra que solamente desea estar con
otras hembras mal puede concebir herederos.- Sentenció Elua añadiendo.- Algunas
hay, lo mismo que varones con varones.- Suspiró ahora con lo que parecía ser
pesar remachando.- ¡Es un desperdicio!
Eso
puso los pelos de punta a Maggie, recordaba a aquella cruel Zura decirle
exactamente lo mismo. Así se lo hizo saber a su suegra. Tras pensar sobre eso,
Elua respondió.
-Zura era una traidora, bien muerta está al
rebelarse contra sus legítimos reyes, pero en eso tenía razón. Aquí, la mayor
parte de las hembras desean una prole poderosa. Incluso aquellas que no gustan
de estar con varones. Hoy es sencillo, pueden ser inseminadas. Después, con
quién críen a sus hijos e hijas, es cosa suya. Pero en los tiempos antiguos
aceptaban copular con los machos de nuestro pueblo con tal de poder ofrecer a
nuestra raza una digna descendencia.
-Es algo similar a lo que sucedía en la Tierra.-
Comentó Maggie no sin desaprobación.- Las mujeres eran vistas muchas veces como
seres insignificantes, únicamente aptas para la reproducción.
-Los terrícolas no eran muy sabios entonces.-
Valoró Elua.- Las hembras saiyajin al menos pueden ser grandes guerreras.
Ningún hombre de aquí despreciaría a ninguna que lo fuera. Es más, buscan a las
más fuertes a su vez, guiados por el mismo deseo de tener vástagos poderosos.
Maggie
fue quien se quedó pensativa ahora y, tras unos instantes mirando a su hija que volvía a dormir, declaró.
-Gloria me abrió los ojos. La llamé así en
memoria a la primera mujer a la que realmente amé. Y esa misma mujer me advirtió…
-¿Desde el infierno?- Se sorprendió Elua.-
-Sí, mi conducta no fue la apropiada. Por
eso, cuando se me dio otra oportunidad para vivir y criar a mi hija y volver
junto a mi esposo, decidí que eso sería lo fundamental, junto con mi trabajo de
enfermera y la palabra de Dios.
-Trasmites mucha confianza en lo que dices.
Respeto eso.- Afirmó su suegra quien, sin embargo, comentó.- Aunque debo
preguntarte. He oído que a los humanos no les suelen gustar nuestras
costumbres. Espero que no tengas nada en contra de que tu hija, mi nieta, pueda
aprenderlas.
-Nunca negaría a mi hija una parte de su
herencia.- Sentenció Maggie.- Debe de poder conocer el legado de sus abuelos,
tanto los terrestres como los saiyajin. Después, que sea ella quien elija su
camino.
Eso
dio la impresión de satisfacer mucho a Elua, la saiyajin se levantó asintiendo
y no dudó en alabar a su nuera.
-Dices muy bien. Por eso, cuando la niña sea
lo bastante mayor, tráela una vez más. Yo misma la adiestraré como hice con mi
propio hijo.
-Cuando llegue el momento, así será.- Convino
Maggie.-
La
saiyajin volvió a asentir, incluso mostrando una amplia sonrisa. Al fin las dos
retornaron junto a los hombres. La enfermera recordaba aquello como también
tenía en su mente el día siguiente. Cuando su marido fue honrado por su pueblo.
-Y esa fue otra revelación para mí.- Sonrió
rememorando esos momentos.-
Al
amanecer tuvieron que levantarse. Eso no fue problema. La pequeña Gloria ya
había actuado de involuntario despertador una hora antes al reclamar su
alimento. Eso les dio tiempo para prepararse. Kiros tendría que vestir su
armadura ceremonial. Maggie podía llevar un vestido largo y poco escotado, con
ornamentos saiyajin que la distinguían como condesa y duquesa heredera. Hasta
la niña llevaba un trajecito muy mono de color bermellón, regalo de la
mismísima reina Meioh. Tras prepararse y salir de sus habitaciones, la pareja
iba charlando en tanto Maggie portaba a la niña en un carrito.
-¿Estás nervioso?- Le preguntaba a su
marido.-
-Algo sí. - Admitió él.- Esto es mucho más de
lo que esperaba.
-Bueno, si te sirve de algo, yo también lo
estoy.- Sonrió Maggie quien, mirando a
su hija dormir ahora de modo plácido, sonrió permitiéndose añadir con
humor.- Gloria es la que está más tranquila de los tres.
No
tuvieron ocasión de charlar mucho más dado que enseguida se les unieron unos
cuantos saiyajin, elegantemente uniformados con armadura ceremonial, para
escoltarles hasta la entrada de palacio. Al fin, llegaron ante el canciller
Blinz y su hermano Calix, alto dignatario del gobierno, que estaba al lado de
la guardiana de la reina, Seira. Los dos lucían atuendos similares a los
guardianes, aunque añadiendo capas de color azul índigo. Maggie aprendió que
los colores eran distintivos del rango. Según le comentó Kiros después, el
verde era para guerreros que se distinguieran en la batalla o miembros de
nobleza inferior. El azul oscuro daba fe
de un elevado estatus nobiliario. Únicamente los miembros de la realeza, que
estaban por encima, podían llevar capas de color carmesí. Maggie recordó
entonces un detalle, si bien el padre de su marido portaba una capa azul y los
soberanos la llevaban efectivamente roja, Elua la lucía de color verde.
-Me alegra verte, sobrino.- Le saludó Calix.-
-Enhorabuena por tu paternidad.- Añadió
Seira, declarando ya para dirigirse también a Maggie.- Disculpadnos por no
venir a recibiros ayer, pero tuvimos que atender algunos asuntos.
-No hay porqué excusarse, tía.- Sonrió el
joven que presentó a su esposa de inmediato.-
Maggie
miró con sorpresa a esa alta guerrera, fornida y morena, aunque peinando ya
alguna cana. Era desde luego una mujer imponente, más incluso que la madre de
su esposo. Y por lo que Kiros le contó fue ella quien terminó de adiestrarle en
el combate tras la iniciación que tuvo a manos de Elua.
-Seira y Calix, son los padres de mi primo
Doran. Y también de mi prima Aiona. – Le recordó él.-
-Lo que es motivo de gran orgullo para
nosotros, como ser tus tíos.- Afirmó Calix.-
-Ahora debemos comenzar.- Le indicó Seira.- Sed
tan amables de seguirnos.
Kiros
y Maggie asintieron, dejándose guiar por los saiyajin pronto llegaron ante una
especie de palco en el que tomaron asiento. Junto a ellos, los propios Seira y Calix, a los que
se unieron Blinz y Elua. Al poco, dos saiyajin jóvenes, muy altos y
elegantemente vestidos también con esas armaduras hicieron acto de presencia.
Los guardianes que se alineaban a lo largo del camino que recorrían se
inclinaron a su paso. El varón era muy alto también, de cabellos castaños hasta
la altura de la base del cuello. Llevaba una capa de color rojo, la joven que
lo acompañaba, de cabellos morenos hasta sus hombros, la lucía de idéntico tono.
-Son el príncipe Bralen y su esposa, mi prima
Aiona. La hermana mayor de Doran.- Le apuntó Kiros a su mujer con un susurro.-
Al
llegarse hasta ellos fueron recibidos con una leve inclinación por parte de
todos, excepto Maggie que los miraba impresionada. Ese hombre era bastante
alto, sensiblemente más que su propio esposo. Y la joven casi tanto como la
propia Seira.
-Enhorabuena. Es un honor para nosotros
tenerte aquí, primo.- Declaró precisamente Aiona.-
-Soy yo quien se siente muy honrado.- Replicó
de inmediato el aludido que enseguida preguntó con interés.- ¿Y vuestro hijo?
-El pequeño Diaval duerme su siesta ahora. Le
amamanté antes de venir. - Sonrió la madre del bebé aludido.- Tendrá unos tres
o cuatro meses menos que vuestra hija.
-Mis augustos padres nos dieron permiso ayer
para estar a su lado en tanto nos ocupábamos de los asuntos de palacio en su
ausencia, cuando fueron a recibiros.- Explicó Bralen.-
Maggie
escuchaba con atención, aunque sin saber por qué creyó notar un poso de
tristeza en los ojos de ese príncipe. Tampoco la prima de Kiros parecía
mostrarse demasiado feliz, aunque sonreía quizás acorde al protocolo. Decidió
dejar estar aquello, posiblemente estuviera equivocada o esos dos tuvieran
muchos asuntos de Estado de los que ocuparse. Así pues, tras ese intercambio de
saludos, tomaron asiento. Esperaban junto con otros saiyajin de familias
prominentes.
-¿Qué aguardamos?- quiso saber Maggie.-
-La llegada de sus Majestades.- Le explicó su
esposo.-
Y
no hubieron de esperar mucho. Al fin, y de la mano, Lornd y Setsuna llegaron.
Tras recibir unas marcadas inclinaciones de sus súbditos tomaron asiento en
sendos tronos que estaban dispuestos en la parte más alta del palco. Justo en
el centro del grupo. Entonces se hizo el más absoluto silencio y fue el
soberano quién, levantándose, se dirigió a todos los allí presentes.
-Hoy es un día muy especial, estamos reunidos
para honrar como se merece a un digno hijo de nuestro pueblo cuyas valerosas
hazañas nos han conducido a la victoria sobre el mayor enemigo al que nos hemos
enfrentado en esta era. Además de proteger a nuestros aliados y salvaguardar el
honor de los saiyajin, luchando codo con codo con nuestros aliados. Por ello te
pido, Kiros Derail, que acudas ante la presencia de tus soberanos.
Tras
oír esto el requerido se levantó dirigiéndose hacia el trono para doblar
respetuosamente una rodilla ante los monarcas. Los propios reyes se levantaron
entonces y, flanqueando al joven, se dirigieron hacia un lugar sito en una gran
explanada que alojaba el cementerio de los antepasados, en donde se erigía una
especie de altar. Sobre el mismo reposaban dos dagas doradas cruzadas una sobre
la otra. Kiros siguió a sus soberanos y tras llegar hasta ese lugar, Lornd tomó
aquellas armas ceremoniales y se las entregó a su súbdito declarando.
-El símbolo de nuestra mayor estima al valor
y al cumplimiento del deber. Ahora es tuyo, al igual que los títulos de Conde -
Duque saiyajin que distinguirá a los de tu linaje por siempre. Kiros Derail,
hijo de Blinz y Elua.
Tras
aquellas palabras del rey, los soberanos se retiraron dejando solo a Kiros. El
joven dobló una rodilla ante las tumbas de los antepasados de su pueblo y con
el sonido de fondo de una orquesta saiyajin entonó una canción. Aunque antes de
que comenzara, Blinz le susurró a su nuera con patente orgullo en su voz.
-A mi hijo le ha sido concedido el grandísimo
honor de cantar esta tonada ante nuestros ancestros. Es un privilegio que
normalmente se les reserva solamente a los de sangre real. O a héroes fuera de
lo común. Y tú debes acudir a su lado puesto que ese ha sido su deseo…
Y
ante el estupor y la admiración de Maggie, los propios reyes asintieron
invitándola a ir con Kiros. La joven se llegó tímidamente hasta él y este la
tomó de la mano. Así, la muchacha pudo escuchar a su marido cantar con tono
firme y poderoso.
“El
hombre sabio dijo, camina de esta manera
Al amanecer de la luz
El viento soplará en tu rostro
Mientras que los años pasan
Escucha esta voz en el interior
Es la llamada de tu corazón
Cierra los ojos y encontrarás
La salida de la oscuridad
Al amanecer de la luz
El viento soplará en tu rostro
Mientras que los años pasan
Escucha esta voz en el interior
Es la llamada de tu corazón
Cierra los ojos y encontrarás
La salida de la oscuridad
Desde luego Maggie estaba impresionada. Si había pensado que su
esposo era un gran cantante cuando interpretó alguna canción en Nature o en la
SSP-2, aquello palidecía en comparación con esta.
Aquí estoy
¿Me enviarás un ángel?
Aquí que estoy
En la tierra de la estrella de la mañana
Y la
enfermera se estremeció, sin saber si fue por una súbita ráfaga de viento o por
encontrarse con los ojos de su marido cuando entonó esa estrofa en la que pedía
por un ángel en tanto se mantenía de rodillas junto a ella
El hombre sabio dijo, solo encuentra tu lugar
En el ojo de la tormenta
Busca las rosas a lo largo del camino
Solo ten cuidado con las espinas
Aquí estoy
¿Me enviarás un ángel?
Aquí que estoy
En la tierra de la estrella de la mañana
El hombre sabio dijo, solo levanta tu mano
Y busca el conjuro
Encuentra la puerta a la tierra prometida
Solo confía en ti mismo
Maggie solamente
podía mirarle con orgullo y amor. Aquella canción sonaba realmente como música
celestial. Y entonces pensó que quizás era una señal. Un signo más de que
estaba en la dirección correcta. Desde luego, si era capaz de inspirar esos
sentimientos tan profundos de amor y entrega a alguien tan bondadoso y puro, entonces
su vida tenía sentido.
Escucha esta voz en el interior
Es la llamada de tu corazón
Cierra los ojos y encontrarás
La salida de la oscuridad
Aquí estoy
¿Me enviarás un ángel?
Aquí estoy
En la tierra de la estrella de la mañana
Aquí estoy
¿Me enviarás un ángel?
Aquí estoy
En la tierra de la estrella de la mañana
Aquí estoy
En la tierra de la estrella de la mañana
En la tierra de la estrella de la mañana
Aquí estoy
En la tierra de la estrella de la mañana
En la tierra de la estrella de la mañana
Aquí estoy
En la tierra de la estrella de la mañana
En la tierra de la estrella de la mañana
¿Me
enviarás un ángel?
En la tierra de la estrella de la mañana”
En la tierra de la estrella de la mañana”
(Send me an
Angel. Scorpions, crédito al autor)
Y al
concluir no hubo ningún aplauso, los saiyajin no acostumbraban a hacer eso. Al
contrario, honraban al cantante con un respetuoso silencio. El que sí sonrió
tras levantarse y abrazar a su esposa fue Kiros, quién le susurró con afecto.
-Y mi plegaria me fue concedida incluso antes
de elevarla, cuando me enviaron a ti y a Gloria Elua a formar parte de mi vida.
Maggie
enrojeció de apuro, aunque sonrió a su vez, los dos se besaron para retornar
enseguida con el grupo de autoridades. La propia reina se aproximó para
felicitar al muchacho declarando.
-Desde hoy Kiros Derail formas parte de la
gloriosa tradición de este planeta. Cuando tus días terminen tendrás el
derecho, si así lo desearas, de ser sepultado en el panteón de los grandes
héroes de este mundo.
-Os doy mis humildes gracias, Majestad. -Respondió
modestamente el interpelado.-
Después
recibió los parabienes del resto de los presentes. El propio Soberano se lo
llevó aparte para intercambiar impresiones. Maggie entre tanto quedó junto a
los príncipes.
-Desde luego, Kiros os ama muchísimo.-
Declaró Aiona.- Dijo que quería tenerte presente junto a él cuando cantara ante
los antepasados. Y ese es uno de los mayores honores que nadie en nuestro
pueblo puede tributar. Sobre todo a una extranjera.
-Así es. Ni tan siquiera mi padre lo hizo con
mi madre.- Añadió Bralen.-
-Soy muy afortunada de tenerle como esposo.-
Afirmó la enfermera agregando con el patente deseo de que así fuera.- Ustedes
también parecen felices.
-Somos los herederos al trono, debemos
estarlo por nuestra buena fortuna.- Sonrió débilmente Bralen agregando a
continuación con un tono más serio.- Sin embargo, es una gran responsabilidad.
-Al menos, hemos tenido un heredero que
perpetuará el linaje real. Eso es lo que debíamos hacer y lo hemos hecho. -
Añadió Aiona con un tinte de voz más cargado de algo similar a la ironía.-
Su
marido no pareció estar muy complacido por eso y no replicó, aunque la princesa
entonces sí que pareció mostrarse muy interesada al preguntar a Maggie.
-Espero no importunaros con mi pregunta. Y si
os resulta incómoda no me respondáis. Pero…creo que habéis comentado que antes
no os gustaban los hombres…
Maggie
recibió aquella cuestión con naturalidad, casi parecía que era el príncipe
quién estaba más violento con aquello. Y dado que su esposo le comentó que la
sinceridad era muy apreciada por su pueblo no tuvo reparo en contestar.
-Así es. Antes solamente me había relacionado
con mujeres. Y solo había amado a mujeres.
-¿Y qué os hizo cambiar?- Quiso saber
entonces Aiona.-
-Pues conocí a Kiros.- Contestó ella
añadiendo.- Al principio le vi como un rival para ganar el corazón de una
chica, pero poco a poco…no sé, me fui sintiendo atraída por él.
-Los hombres saiyajin tienen esa capacidad
con las hembras.- Sonrió algo sardónicamente la princesa para afirmar.- Sus hormonas
masculinas nos pueden volver literalmente locas. Es una técnica para asegurar
la reproducción. Cuanto más poderosos son generalmente más fuerte es esa
atracción.
Maggie
miró perpleja a su interlocutora. ¿Estaba dándole a entender que la historia de
su amor por Kiros se debía meramente a un coctel de hormonas desatadas?. Sin
embargo, la saiyajin enseguida puntualizó.
-Aunque eso no siempre se cumple. Os puedo
asegurar que hay guerreros increíblemente poderosos por los que yo jamás he
sentido, ni sentiría ninguna atracción.
-Así es.- Convino entonces la enfermera.- Se
deben tener en cuenta otras cosas. Mi esposo es bueno, valiente y generoso.
Siempre supo lo que yo sentía por otras mujeres y me quiso a pesar de todo. Me
aceptó por cómo era. Incluso llegó a decirme que, si la otra muchacha me elegía
a mí, él respetaría eso. Incluso me animó en una ocasión a ir por el amor de
ella, cuando yo misma no creía en mí. Quizás fuera eso lo que me hizo darme
cuenta…Y luego, tras el parto de nuestra hija…
Suspirando
les refirió brevemente aquella experiencia. Ahora tanto Bralen como Aiona se
miraron con asombro. En esta ocasión fue el príncipe heredero saiyajin quien
dijo.
-Vuestro esposo y vos misma sois un ejemplo
de que el amor supera todas las barreras. Pero a veces eso no basta y debe
imponerse el sentido del deber.
-Y más en personas de elevada posición y
responsabilidad.- Apuntó Aiona casi como si golpease a su marido con esas
palabras.-
-Sí, a veces el destino nos elige.- Musitó
Bralen, añadiendo casi consternado.- Se suponía que yo no habría debido ser el
heredero. Sin embargo, esa responsabilidad recayó sobre mí.
Y
tras unos instantes de silencio, fue Aiona quien, con tono más entristecido y
resignado, le confesó a la sorprendida Maggie.
-Habéis sido muy sincera con nosotros.
Deseamos corresponder a eso. Si mi marido está conforme.
-Pueden tutearme, como decimos en la Tierra.-
Sonrió la enfermera.-
-Haz lo mismo con nosotros, por favor.-
Convino Bralen quien tomó la palabra para revelar.- Mi mujer tiene razón, es lo
más honorable. Seremos sinceros pues, porque sabemos que podemos confiar en ti
y en Kiros. Aunque es un secreto a voces aquí.- Y tragando saliva añadió tras
un largo suspiro.- Mi caso es muy parecido al tuyo. Yo siento mayor atracción
por los de mi propio sexo. No es que las hembras no me gusten del todo. Pero me
complace más la compañía de un hombre. Y así era antes de que mi hermano Eron
se revelase cayendo en desgracia. Él podría haber sido el futuro rey…
-Y haberme desposado a mí.- Intervino Aiona
con expresión triste, narrando a su vez.- Eron siempre fue el más fuerte, pero
su corazón se ennegreció. Nadie sabe a ciencia cierta el porqué. Fue muy duro
pero finalmente le derrotamos. Los reyes sufrieron mucho pero cumplieron con su
deber y le desterraron encerrándole en una prisión dimensional. Allí estará por
siempre, por sus muchos crímenes contra inocentes y por sublevarse contra la
legitimidad de nuestro mundo. Él sin embargo me deseaba como esposa, pero yo
siempre me negué. Incluso llegó a amenazar la vida de mis padres.- Pudo decir
ahora bajando la vista.- Gracias a que Bralen se enfrentó a él por mí.. eso no
sucedió. Pero a pesar de la valentía de mi esposo al salir en mi defensa, yo sé
que él no me ama…
-Claro que te quiero.- Se apresuró a afirmar
el joven.- Eres la mujer saiyajin ideal, noble, valerosa, fiel y me has dado un
hijo maravilloso.
Aunque
Aiona sonrió con un deje de amargura y mirando a la impresionada Maggie le
comentó.
-Tú siendo humana lo comprenderás. El amor
entendido por un saiyajin no es igual al que los de tu raza sienten.
-Es verdad.- Convino la enfermera
explicándole a Bralen.- El amor no es solamente cumplir con un cometido. Debes
querer estar con esa persona por quien es, no por una obligación.
-Sin embargo, mi deber era ese. Mi hermana
Seren ya estaba comprometida con la causa de ser una sailor al servicio de
Serenity y Endimión. Haberla hecho romper este juramento estando yo en
condiciones de ser el heredero hubiera significado una división todavía más
profunda entre los míos. Eso era algo que no podíamos permitirnos.
-Eron pudo ser encerrado, pero muchos de sus
partidarios huyeron. Y, a día de hoy, todavía quedan saiyajin que secretamente
le daban la razón.- Musitó Aiona.-
Maggie
asintió. Ella supo de primera mano hasta donde podían llegar los seguidores de
ese individuo. Y si Zura y los suyos habían sido capaces de tales atrocidades
no quería ni imaginar qué hubiera hecho aquel tipo. ¡Si hasta su propio esposo
temblaba de ira y de miedo solo con recordar su nombre!
-Por eso, entre otros motivos, acepté a
Aiona. Nos casamos y al poco tiempo ella dio a luz a Diaval. Eso hizo callar a
los que todavía pudieran estar descontentos desde los tiempos de la llegada al
trono de mis padres.
-Has de saber.- Le informó Aiona a la
perpleja Maggie.- Que tu suegra Elua pasó por un trance similar al mío, solo
que ella no fue tan afortunada. Al menos en mi caso estoy con el hombre al que
amo, pese a que él no me corresponda del mismo modo.
Bralen
pareció sentirse culpable y pasó un brazo por los hombros de su mujer. Entre
tanto Maggie les preguntó con expresión desconcertada.
-¿A qué te refieres con que el trance de Elua
y el tuyo son similares?
-Veras. Ignoro si ella te lo haya dicho.
Quizás no debería contártelo, pero podrías enterarte de otros modos peores…lo
cierto es que tu suegra siempre ha dicho que el amor era algo inútil y
perjudicial. No obstante, ella sí que amó al menos una vez… estuvo enamorada de
mi tío Dariel. Él era el hombre más poderoso de Nuevo Vegeta hasta que el rey
Lornd volvió. Incluso encabezaba a los retadores para la prueba del aspirante
al trono.
-¿Prueba?- Inquirió Maggie.-
-Es largo de contar.- Intervino Bralen,
reseñando.- En tiempos no había rey en Nueva Vegeta, se dispuso que se
celebrase un combate de cualquier aspirante al trono contra los tres guerreros
más poderosos de este planeta al mismo tiempo. Si era capaz de vencerles sería
sin duda digno de ser proclamado rey. Mi padre lo consiguió, obtuvo la
victoria.
-Y entonces mi madre, Seira, que despreciaba
al rey Lornd por haber traído a una humana como consorte, reclamó sin embargo el
derecho de ser su esposa, para producir el heredero más fuerte posible.- Añadió
Aiona.- Pero la reina Meioh se enfrentó con ella y la derrotó. Mi madre siempre
habla de aquello con admiración. Ella me dijo que menospreciaba a los humanos
por débiles y cobardes, pero que la soberana hizo que se diese cuenta de cuan
equivocada había estado.
Maggie
asentía asombrada a esas explicaciones, en efecto, su suegra dijo estar también
muy equivocada cuando juzgó a los humanos.
-Mi madre tuvo que dejar a los suyos, a sus
amigos y también abandonar sus deberes como Sailor Plutón.- Agregó Bralen.-
Seira pasó a ser su guardiana, y se desposó con mi padre, Calix, quien también
fue capaz de vencerla para probarla que era digno de ella.
-¡Vaya! -pudo decir una atónita enfermera
tratando de distender un poco el ambiente.- Aquí parece que todo se resuelve a
tortas!
No
obstante, fracasó en su intento de hacer sonreír a sus interlocutores, de
inmediato Bralen afirmó con pesar.
-No todo, no siempre. Hay cosas que duelen
muchísimo más que cualquier golpe. Al poco, Dariel, que fue elevado al rango de
canciller, admitió que a él solamente le gustaban los hombres. No quiso
desposar a ninguna hembra y pidió la venia de los reyes para dimitir de su
puesto e irse a un planetoide alejado con su amante, otro guerrero saiyajin.
Elua, que era la mujer que había vencido a cualquiera que había intentado
unirse a él, y estaba presta a pedir que la desposase, quedó destrozada.
-Sí, la madre de tu marido luchó bravamente
contra cualquier otra que le disputase el derecho a casarse con el canciller.
Pero, pese a que siempre decía que era por emparentar con alguien de tan
elevado linaje y darle poderosos descendientes, ella le amaba. Cuando mi tío
hizo público aquello muchos le acusaron de traidor. No por estar interesado en
otros hombres, eso aquí no tiene importancia.- Le aclaró Aiona a su asombrada
oyente, añadiendo.- Sino por dejar de cumplir con sus obligaciones. Mi propia
madre se sintió muy mal. Desde niña le había tenido en un pedestal. Fue una
amarga decepción para ella. Pero lo de Elua fue muchísimo peor. Los que la
conocían entonces dicen que se volvió mucho más inmisericorde y se cerró a
cualquier sentimiento. Se juró que desposaría a quien quiera que fuera elegido
en lugar de Dariel para ser el nuevo canciller. El resto de las mujeres
saiyajin ni se atrevieron a enfrentarse contra ella. Así, al poco, el padre de
tu esposo, Blinz, fue nombrado por el rey Lornd. A él sí que le gustaba Elua.
No sé si estaba enamorado de ella o no, pero se alegró cuando ésta se ofreció a
él.
-Aunque, en honor a la verdad, Elua nunca le
engañó.- Comentó Bralen.- Incluso ante
testigos le dijo a Blinz que únicamente le movía el interés por asegurar el
futuro de nuestro planeta y poblarlo con grandes guerreros. Fue algo muy
comentado. Cuando ambos finalmente se desposaron, al año nació Kiros.
-¡Hasta mi propia madre decía que lo de Elua
era sobrepasar el deber de cualquier saiyajin!- Apuntó Aiona.- Y la madre de tu
marido la criticó por haberse ablandado. ¡A mi madre! -Sonrió ahora la
princesa.-
Y
tras esas palabras otro silencio en el que todos parecían meditar sobre lo
dicho. Al fin fue turno de Maggie para tomar la palabra y aseverar con tintes
de reflexión.
-Todos habéis sufrido y renunciado. Pero
quizás eso haya contribuido a salvar muchísimas vidas. Hablé de eso con Elua.
Ahora entiendo su expresión.
Y
les explicó a qué se refería con esas palabras, a lo que Bralen, asintiendo,
añadió.
-Sí, así es. Mis padres y otros muchos
siempre estuvieron dispuestos a dar las suyas por el resto. Y mi hermana
renunció a su vida aquí. Debo decir que lo mío no es un sacrificio real. Estoy
con una mujer maravillosa que me ha dado un hijo magnífico al que amo de veras.
Aiona
sonrió ahora con genuina alegría. Mientras Maggie respondió.
-Quizás pueda parecer cruel pero Dios siempre
tiene un plan. Si os ha hecho caminar por esta senda creed que habrá sido para
bien. Un bien mayor. El mero hecho de haber salvado miles de vidas inocentes da
sentido a vuestros sacrificios y renuncias. Ahora comprendo el porque me mostró
aquello cuando estuve muerta. Gloria y yo solamente pensamos en nosotras
mismas. No en los demás. Y ahora me doy cuenta de que mi destino era este, ser
madre de mi pequeña.
-Tu hija es una niña dotada de un altísimo
poder según me han dicho mis padres.- Declaró Bralen agregando en confianza.-
Estaban impresionados y créeme, no acostumbran a estarlo con facilidad.
Maggie
asintió despacio. Todo en su mente iba encajando. Había sucedido lo que debía
de ocurrir. Pensando en eso, aun mantuvo una charla de varios minutos con esos
dos príncipes tan imponentes. Después se despidió de ellos. Se reunió una vez
más con su esposo y el resto de la familia. Tras varios días más de recibir
homenajes y parabienes, acompañados de grandes banquetes, dijeron adiós y emprendieron
el regreso a su planeta. En esta ocasión su escala en Kinmoku fue breve. No
pudieron ser recibidos por la princesa Kakyuu. Fue Sailor Star Healer quien se
hizo cargo de un mensaje que Kiros le trajo a la soberana de ese planeta como
respuesta al que ella le diera para los reyes de Nuevo Vegeta.
-Para mantener la paz y la felicidad de
muchos se requiere el sacrificio de algunos.- Meditaba una vez más, acariciando
el sedoso pelo negro de su pequeña y musitando, no sin tristeza.- Y dentro de
poco, cariño, tendré que cumplir la promesa que le hice a tu abuela. Irás a conocer
tu cultura y tus raíces saiyajin.
Quizás dentro
de un año, quizás en dos. ¡Ojalá pudiera retrasarlo! O mejor aún, que Elua se
olvidara de ello. Pero en su interior sabía que eso no iba a pasar.
-Alguien como ella jamás olvidaría esa clase
de pacto.- Se dijo con pesar.-
Por ello, mirando
a su hija dormir el alma se le encogía. A sus ojos de madre no era más que una
cría indefensa, pese a que Kiros había estado empezando a entrenar un poco a su
hija con el pretexto de jugar con ella. Por ahora solamente ejercicios para
potenciar la velocidad innata de la cría y sus reflejos. Apenas algunas
posiciones básicas de combate y sencillos movimientos que la pequeña Gloria en
su inocencia identificaba como posturas para bailar. Sin embargo, su esposo ya
se lo había dicho en alguna ocasión. Él comenzó a ser entrenado por Elua a esa
misma edad.
-Y mi madre enseguida querrá tener a su nieta
a su lado, para enseñarla a ser una auténtica guerrera saiyajin.
-No me gusta esa idea.- Suspiró Maggie cuando
él le comentara aquello, tan solo haría un par de semanas.-
-Mi madre no le hará ningún daño.- Trató de
tranquilizarla Kiros.- Nuestra hija es fuerte.
-Sí, pero por fuerte que sea, es solamente
una niña. No quiero que pierda su infancia. Sé que lo prometí, pero ahora me
pesa haberlo hecho.- Afirmó casi a punto de llorar.-
-Por desgracia, una vez dada tu palabra, no
puedes volverte atrás. Y menos con alguien como mi madre.
-¡No podría soportar separarme de nuestra
hija!- Sollozó Maggie.-
-Será poco tiempo. Luego yo mismo me haré
cargo de su entrenamiento aquí.- Aseveró su esposo quien, con tinte teñido de
algo más de temor , remachó.- Y no
sabemos que pueda ocurrir. Quizás en el futuro y por desgracia, precisemos de
todos los guerreros saiyajin para defender nuestro planeta y el resto de los
mundos aliados.
Eso le recordó
a Maggie la amenaza aquella que su esposo tanto había temido. Ahora, tras los
años transcurridos, estaba asustada pensando en que ese individuo tan peligroso
en consonancia con los Arcoily aquellos, pusiera en peligro la paz, no solo del
mundo de los saiyajin, o de Nature, sino de todo el universo. Sin embargo, se
sintió más tranquila al recordar sus propias reflexiones.
-Dios tendrá un plan. No es posible que,
habiendo preparado todo esto con tanto sufrimiento y renuncia, ahora no vaya a
servir para nada.
Y
siguió rogándole al Señor que su marido volviera pronto con buenas noticias. De
hecho, éste tendría nuevas de lo acaecido en su planeta. Y cuando Kiros supo lo
que había sucedido apenas sí pudo creerlo. Una vez más su mujer tenía razón y
de un modo en el que ni siquiera ella podría haber imaginado.
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