miércoles, 12 de abril de 2017

GWTN09. Relaciones complicadas.


Tras despedirse de Martin, una apurada Daphne llegó a su casa. Sabía que ya era tarde. A buen seguro que su cita la estaba esperando desde hacía un buen rato, pero no pudo dejar antes a ese muchacho tan amable y agradable como insistente. Además, tuvo que pasar por su casa. Tras saludar a sus hermanos y a sus padres se dio una ducha y se cambió enseguida. Estando en su habitación, su hermana Stephanie entró.

-¿Vas a salir, Dap?
-Sí, he quedado con unos amigos.- Respondió ésta.-
-Pues te estás poniendo muy guapa.- Sonrió la niña.-
-Lo normal.- Respondió la joven, devolviéndole una leve sonrisa.-

            Aunque le resultaba incómodo. Su hermana siempre tenía que estar haciéndole ese tipo de preguntas. No quiso darle importancia, Steph estaba en la edad de empezar a preocuparse por esas cosas. Y su insistente hermanita era muy curiosa. No tardó en volver a la carga.

-¿No habrás quedado con el señor Martin?- Comentó divertida, con un tonillo malicioso.-
-No estamos juntos a todas horas. Yo tengo más amigos.- Pudo responder Daphne con impostada jovialidad.-

            Al fin terminó, y dirigiéndose a ver a sus padres, les comentó.

-Volveré pronto.
-Muy bien, hija.- Asintió su padre, que estaba viendo la holo tele.-

            Su madre no estaba en el salón, tanto mejor. Solía ser la más inquisitiva de los dos. Byron debía de andar por su cuarto y, para alivio de Daphne, Stephanie se fue al suyo. La joven pudo salir de casa y apresurarse a recorrer la distancia que la separaba de su cita. Tomó un deslizador , tras tres paradas se bajó y caminó hacia un calle adyacente poco concurrida.

-¡Al fin! - Suspiró.- Espero que no se haya ido…

Pero sus temores resultaron infundados. Allí, a la puerta de la misma, le aguardaba alguien. Nada más verla esa persona sonrió.

-¿Dónde te metes?- Quiso saber con voz cálida e incitadora.-
-Estaba con un amigo. Luego tuve que pasar por casa. - Pudo responder la aludida.-
-Vaya, ¿dándome celos con tu amigo?- Sonrió quien la contemplaba con una mezcla de impaciencia y deseo.-
-No, no de esa manera. Es solo un compañero de trabajo. - Afirmó una divertida Daphne mirando a su vez a la otra persona.-

            A su parecer esa guapa morena de ojos azules era realmente hermosa. Aprovechando la intimidad que les brindaba esa calle ya en penumbra aproximó sus labios a los suyos fundiéndolos en un apasionado beso.

-Mi apartamento no está lejos.- Le susurró a esa muchacha al oído.-

            Las dos se dirigieron hasta allí. Con bastante precaución subieron separadas por unos minutos. Primero fue ella. Al poco llegó su pareja. Luego Daphne abrió la puerta de casa invitándola a pasar, ambas lo hicieron en tanto comenzaban a despojarse de sus ropas cerrando tras de ellas. Después, tras explorarse mutuamente hicieron el amor con gran apasionamiento. Una vez se sintieron satisfechas descansaron abrazadas y sonrientes. Aquella joven de cabello moreno declaró con un tono de marcado acento en su inglés.

-Se hizo esperar, pero valió la pena.
-Siempre vale la pena cuando estoy contigo.- Sonrió  Daphne besándola con suavidad en los labios.-

            Y es que tras unos meses las cosas estaban cada vez mejor. Había conocido a esa chica en una de sus salidas.

- Pero muchas veces pienso que esto no está bien.- Le susurró a su pareja, en tanto permanecían desnudas y abrazadas en la cama.-
-¿El qué no está bien?- Quiso saber esta.-
-Venir aquí, hacer esto...- Pudo decir con tono envarado.-
-Si quieres, alquilamos una habitación.- Le propuso su amante.-
-No, yo…no es solamente eso.- Suspiró la muchacha añadiendo con un hilo de voz.- Verás Sabra...

            La aludida se separó de su abrazo, cambió de postura colocándose de medio lado y mirando a los verdes ojos de su pareja con los azules suyos para declarar.

-Mira Dap, sé cómo te sientes. Para ti no es fácil aceptarte...quiero decir, tú tienes una educación muy conservadora. Y te comprendo, mi familia es judía. Por suerte no ultraortodoxa.- Sonrió ahora, para añadir ya más seria.- Pero no creas que les hizo mucha gracia cuando salí del armario. Y además tenía dieciséis años. Lo primero que me dijeron es que se trataba de una fase. Que estaba desorientada. ¡Y mírame ahora! Tan desorientada no estaría si soy piloto de cazas y estoy con la chica más hermosa de Nature.

            Su novia sonrió, Sabra siempre sabía como animarla. Pero tenía miedo, de ser descubierta, de ser rechazada por sus seres queridos, de perder a muchas de sus amistades o incluso de ser despedida. Al mismo tiempo, no podía renunciar a esa chica morena tan atractiva y decidida de la que estaba muy enamorada.

-Y todo comenzó del modo en el que menos me pude imaginar.- Recordó.-

            Daphne había ido una tarde más a un local en el que se ponía esa música proscrita en su casa. Se deleitaba escuchándola y tomando algo. Tampoco podía evitar lanzar algunas miradas a ciertas chicas que iban y venían, sin atreverse, por supuesto a decirles nada. Ella misma de hecho se censuraba. ¿Cómo podía estar fijándose en otras mujeres? Eso no estaba bien. Sin embargo, no podía evitarlo. Las curvas de otras féminas, sus labios, sus piernas...a veces tenía incluso que esforzarse para no mirar.

-No sé qué me pasa.- Pensaba con zozobra.-

            Por supuesto que también dedicaba su atención a los chicos, pero eso nacía más bien de un impulso consciente. Podría decir que en ocasiones hasta se esforzaba por mirar a alguno para mantener las apariencias, sobre todo cuando estaba acompañada de algunos amigos o amigas. Eso le pasó en la universidad con Sven. Estando con Laura y con Doris, dos chicas con las que se llevaba bastante bien y por las que no se sentía atraída más que por su amistad. Fue Doris, una muchacha regordeta y bajita, la que vio a ese tío alto y rubio y comentó.

-¡Vaya un tiarrón! ¡Quién le pillara!.

            Ahora pensaba, no sin complejo de culpabilidad, que esa táctica suya para actuar como era "propio de una chica" fue lo que atrajo a ese tipo hacia ella.

-Me le quedé mirando como una idiota y él se dio cuenta. Me sonrió, le sonreí, y vino a hablar conmigo.- Le explicó a Sabra.-
-Tenías que habérmelo dicho. Lo hubiera resuelto enseguida.  -Se sonrió la israelí, quien a su vez le comentó.- ¿No te acuerdas de cómo nos conocimos? -

            Su interlocutora asintió, estaba en ese local, oyendo la música y bebiendo una soda. Observando a algunas chicas guapas. Algunas incluso le habían devuelto la mirada con unas leves sonrisas. Al darse cuenta de eso, Daphne bajó la suya de inmediato sintiéndose avergonzada. Para su horror, la voz de un chico la hizo mirar de nuevo.

-Hola , ¿bonita música, eh?...

            Era un tipo de cabeza bastante despoblada de pelo y con perilla. Desde luego, no era su ideal. Encima daba la impresión de haber bebido.

-¿Estás aquí sola, preciosa?¿Quieres compañía? Te invito a lo que quieras.
-No gracias, estoy bien así.- Fue capaz de responder apurada.-
-Anda, sé simpática conmigo. Así no estarás sin compañía.- Insistió aquel tipo aproximándose a ella.-

            A Daphne no le gustaba que alguien no invitado recortase así su espacio personal. Menos ese individuo que además de oler a alcohol no le resultaba precisamente atractivo. Y aunque lo hubiera sido, no tenía ganas de intimar con ningún hombre.

-Déjame en paz, por favor.- Le pidió con voz trémula.-

            Pero ese tipejo no tenía intención de hacer eso, al contrario, quiso acercar su boca a la de ella para besarla. Daphne se apartó mirándole entre atónita y asustada.

-Vamos cariño, dime. ¿Cuánto quieres? -Jadeó ese individuo.-
-Quiere que te largues y la dejes en paz.- Sonó una voz de mujer a la espalda de ese  tipo.-
           
            Este se giró, al principio con expresión hosca, pero al contemplar a esa belleza de cabello moreno suelto, que lucía una camiseta que marcaba claramente sus encantos y una falda corta, sonrió respondiendo burlón.

-¿Y tú quién eres?¿Su novia?
-Podría ser, seguro que tendría más éxito que tú. ¡Ahora piérdete, baboso! - Le espetó con poca amabilidad.-

            Eso enojó al tipo, trocó su tono meloso y juguetón por otro agresivo y contestó.

-¡Métete en tus asuntos, zorra!

            Quiso apartarla de un manotazo pero esa joven le sujetó aplicándole una llave de jiu jit su que dio con la cabeza de ese individuo sobre la barra. Ejerciendo presión sobre el brazo y la muñeca de su oponente, la joven le arrancó un par de gritos de dolor ante las miradas perplejas de Daphne y otras personas allí presentes.

-¿Algún problema?- Quiso saber el dueño del local, acercándose hasta allí.-
-Este tipo estaba molestando a mi amiga.- Contestó la muchacha de cabellera morena.-

            Le soltó entonces y aquel idiota quiso revolverse contra ella, pero se contuvo al verse rodeado por varias personas.

-¿Es eso cierto?- Quiso saber el dueño, dirigiéndose a la apurada Daphne.-

            Normalmente le hubiera quitado importancia a eso, no deseando meterse en problemas. Pero la presencia de esa joven que la había defendido la hizo envalentonarse para decir la verdad.

-Yo estaba aquí tranquila, y él vino a hacerme proposiciones, le dije que no...
-Muy bien.- Asintió el dueño, agarrando a ese tipo del pescuezo.- ¡Fuera de aquí, sinvergüenza!- Exclamó sacándolo del local.-
           
            Los demás asintieron con aprobación, alguno corroboró lo que Daphne había dicho. Al fin, la gente volvió a sus cosas, pero esa chica se quedó a su lado y le preguntó con tono amable.

-¿Estás bien?
-Sí, gracias a ti.- Sonrió Daphne.-

            No se recató de mirarla con detenimiento, ¡era realmente guapa! A su vez, su contertulia hizo lo mismo, sonrió y le dijo.

-Acabo de llegar a este planeta y ya me estoy metiendo en lios. Pero ha merecido mucho la pena. Me llamo Sabra.

            Le ofreció la mano y Dap se la estrechó, presentándose a su vez. Charlaron un poco entre el ruido de la música. Aunque apenas sí podían oír nada. Sencillamente comentaron sus gustos por esas canciones tan magníficas, lamentando que la estrechez de miras de muchos las confinase a tener que ir a disfrutarlas a ese lugar.

-Bueno, tengo que irme. -Dijo Daphne.-
-Espero verte de nuevo.- Contestó su contertulia.-
-Suelo venir mucho por aquí.- Le dijo la rubia muchacha.-

            Su interlocutora asintió, Daphne le dedicó una última mirada y se marchó de vuelta a casa antes de que fuese tarde. Aquella vez no pasó nada, volvió a la noche siguiente a ese garito, quizás dispuesta a intimar algo más, pero Sabra no estaba allí.

-Y no volví a verte hasta esa tarde en el Clargin.- Le recordó Daphne tras darle un suave beso en los labios.-

            De hecho, fue precisamente estando con Martin, tomándose algo en la cafetería de Ginger y Clarisa. Una tarde en las que ambos se sentaban bebiendo sendos batidos tras el día de escuela. Se acordaba de que su compañero le estaba contando algo sobre los críos de su clase y ella reía, no obstante, al mirar por la ventana, la vio. Sabra sonrió, Daphne entonces le hizo un gesto de que aguardase. Por fortuna Martin no se dio cuenta, en ese momento estaba mirando el mostrador para pedir algo. Cuando el chico volvió ella le dijo que tenía que ir al baño.

-Perdona, vuelvo enseguida, - se disculpó. -

            Entró rápidamente, no era uno de esos días del mes tan incómodo y que además la obsequiaban con ese dolor tan lacerante como embarazoso. Pero usó ese pretexto, lo primero que se le ocurrió, ¡qué se le iba a hacer! Una desventaja más de ser mujer convertida en una inesperada ayuda en esta ocasión. Al menos entró rauda para ver con alivio que el servicio estaba vacío. O esa fue la primera impresión. Aprovechó con todo para ir al baño. Al salir al fin, ya sintiéndose mucho mejor, la vio. Esa muchacha de cabellos negros y ojos azules, que había entrado justo detrás de ella, la observó con interés.

-¿Te encuentras bien?- Le preguntó con su acento extranjero bastante evidente.-
-Sí, gracias, es que…le dije a Martin que era uno de esos días.- Pudo sonreír ella.-
-Comprendo.- Asintió la otra joven devolviendo la sonrisa para añadir.- Me fijé en que tu novio no parecía darse cuenta de nada cuando me hiciste la señal.
-No es mi novio.- Contestó enseguida Daphne.- Solamente es un compañero…
-Él no te mira de esa forma. Si no te importa que te lo diga. - Se sonrió Sabra.-
-Dime. ¿Dónde te metiste?- Quiso saber con una mezcla de interés y algo de reprobación.-
-Sabes que soy una mujer piloto. ¿O no te lo dije?- Respondió su contertulia quien realmente no se acordaba.-
-¡Vaya! Una mujer piloto.- Sonrió su interlocutora presentándose a su vez en tanto que la miraba con creciente interés.-  ¿Estás destinada aquí?
-Pertenezco  a la escuadrilla de las Fighter Ladies.- Le contó.- Estoy aquí por unos días, cuando
tengo algún permiso. Pero debo volver a mi base que está bastante lejos de aquí.
-Vaya, no lo sabía.- Admitió su interlocutora, quedando impresionada.- Disculpa. No quise parecerte
maleducada.

            Sabra se rio, movió enseguida la cabeza.

-Tranquila. No pasa nada, tampoco te lo había dicho. Y me gusta ver que te preocupabas por mí.
-Es natural, tú me ayudaste.- Pudo pretextar una ruborizada Daphne quien enseguida varió de tema para decir.- Yo conozco a la mujer que os manda. Se llama Susan, ¿verdad?- Inquirió su contertulia.-
-Sí, la teniente Hunter.- Corroboró Sabra quien pareció impresionada queriendo saber enseguida.-¿Y de qué la conoces si te lo puedo preguntar?
-Soy maestra en la escuela de la Fe. Doy clase a su hijo.- Repuso la muchacha.-

            Aunque fue pronunciar ese nombre y ver cambiar la expresión de su interlocutora. Casi juraría que ésta palideció. La oficial enseguida añadió con tono algo más apurado.

-Vaya, no quise molestarte.
-En absoluto, no lo has hecho.- Aseguró la joven rubia.-
-Siendo judía, no comparto muchos de esos postulados.- Le desveló aquella chica, añadiendo.- Soy de Israel. Aunque no demasiado religiosa pese a todo.
-Bueno, yo trabajo allí, pero aunque soy católica, eso tampoco significa que sea devota.- Confesó Daphne a su vez, suspirando para añadir con tinte más íntimo y algo apurado.- Y tampoco puedo evidenciar otras cosas. No sé si me entiendes.

            De hecho esa chica morena le atraía mucho. Ahora confirmaba la impresión que tuvo en ese local, donde la escasa luz y la aglomeración de gente no le habían permitido verla todo lo bien que le hubiera gustado. Era realmente guapa y parecía muy en forma. Sin los tacones que llevaba el otro día, era algo más baja que ella pero aun así la fascinaba puesto que daba la sensación de no arredrarse ante nada a juzgar por esa mirada tan profunda que tenía. Y lo demostró dándole una lección a ese tipejo que la acosó.  Pero lo que era mejor, ella parecía haberle causado la misma impresión, puesto que esa muchacha sonrió más ampliamente ahora y dio muestras de comprender aquello, dado que le propuso con tono de complicidad.

Algo imaginé, al encontrarte en ese lugar. Allí, además de esas canciones, van personas que no
pueden mostrar abiertamente lo que sienten. Ya me comprendes.

            Daphne no supo que replicar. A pesar de todo, no quería admitir eso en voz alta. Sin embargo asintió levemente. Animada por ese gesto, la israelí le ofreció

Apunta mi número si quieres, nos llamamos y hablamos con más calma. Ese chico estará
preguntándose si te pasa algo. Y no le podría culpar.
  
            Daphne se lo dio y a su vez anotó en su teléfono el de aquella muchacha. El corazón le latía más deprisa, sobre todo cuando su interlocutora le ofreció la mano. Sabra se la tomó con suavidad, acariciándole la palma con sus dedos, la rubia sintió un ligero escalofrío. Al fin, tras  el saludo, la israelí sonrió despidiéndose.

-Ha sido un placer, Daphne. Ahora será mejor que tú salgas primero.
-¿Por qué yo?- Se extrañó ella.-
-Tu compañero te estará aguardando con impaciencia. Si salgo primero yo se fijará en mí y luego te verá salir a ti. Llevamos bastante rato aquí. Puede que piense cosas raras. Los hombres son así.
-No hemos hecho nada malo.- Pudo decir la joven maestra con estupor.-

            Y para sorpresa de la rubia, su interlocutora se aproximó decididamente a ella y la rodeó el cuello con sus brazos para darle un cálido y sensual beso en los labios. Al poco se separó de la asombrada Daphne y le susurró.

-Ahora sí… Por eso, si tú sales antes, él ya no se fijará más que en mí. Hazme caso. Ahora tengo tu número, te llamaré.

            La rubia asintió ruborizada, ahora sí que su corazón palpitaba sin freno. Tentada estuvo de corresponder a ese beso con otro más profundo y dejarse llevar. Empero, fue capaz de controlarse, sin volver a mirar a Sabra se marchó. En efecto, Martin miraba en dirección al servicio con expresión inquieta y cuando la vio reaparecer relajó su semblante.

-¿Te encuentras bien?- Inquirió con gesto preocupado.-
-Sí, ya estoy mucho mejor, ya sabes, esas cosas de chicas.- Sonrió apuradamente ella.-

            El muchacho le devolvió una comprensiva sonrisa y no ahondó más en el tema. Evidentemente consciente de que aquello era algo embarazoso para su compañera. Daphne por su parte estaba nerviosa. Deseaba ver salir a Sabra, pero la israelí tardaba. Le costó pero aparentó naturalidad y mantuvo una conversación intrascendente con su amigo, con un ojo puesto en el servicio de señoras. Al fin, tras unos pocos minutos, esa morena salió pasando al lado de ambos como si no la conociera. La rubia ni tan siquiera se atrevió a seguirla con la mirada. Notaba como si una especie de mariposas le revoloteasen por el estómago. Sin embargo, Martin la sacó de aquellos pensamientos.

-Bueno. ¿Te pido algo más?
-No, no gracias. No me apetece. Hoy, bueno, ya sabes…- Pretextó algo apurada.-

            Daphne creyó que su amigo iba a advertir de un momento a otro lo que le pasaba. Era como si creyera que él pudiera leerle el pensamiento. Afortunadamente, nada más lejos de la realidad. El chico asintió comprensivo para ofrecerla.

-Claro, con eso que te ha pasado tendrás el estómago revuelto. No te preocupes, te acompaño si quieres hasta tu casa. Te vendrá bien descansar. Mañana tenemos clase.

            Pese a que se encontraba bien ella aceptó. De hecho, casi podría decir que en verdad, comenzaba a sentirse indispuesta por la tensión y los nervios. Mejor no levantar sospechas, aunque por otro lado, ¿sospechas de qué? Se sentía como una tonta, parecía haber vuelto a sus días de adolescente cuando tonteaba con algún chico al salir del colegio de las monjas y no quería que sus padres se enterasen. Bueno, luego empezó a fijarse más en las chicas. Y claro, por supuesto eso era mucho peor para una familia como la suya.  Por ello se cuidaba mucho de que no se notara y de mantenerlo en secreto.

-Mis padres siempre han dicho que no tienen nada en contra de los gais, pero desde que vinimos aquí, y acuden a la Iglesia de la Fe, se han radicalizado en su contra. Si supieran que a mí me gustan más las mujeres que los hombres…- Pensó no sin temor.- No, no lo entenderían.

            De hecho, la prueba la tenía en esa prohibición de escuchar esas canciones en casa. ¡Qué ironía! Gracias a eso había conocido a Sabra. Pero sus padres no podían saberlo. Ni ellos, ni el resto de su familia y muchísimo menos sus jefes. Eso de trabajar en un colegio religioso, y además, uno fundado en Nature por aquel movimiento neoconservador. Ahora que lo pensaba, a la hora de entrar a trabajar allí,  tuvo la suerte de tener precisamente una familia que había contribuido incluso con donativos a ese grupo. Sus padres estaban muy bien considerados y ella misma era intachable desde cualquier punto de vista. Por ello fue recibida con los brazos abiertos. Tenía fama de ser amable y dulce con los niños y muy sensata. Lo único malo es que le tocaba asistir con regularidad a ceremonias religiosas con toda la familia. Personalmente a Daphne eso no le gustaba demasiado, aunque era preciso para mantener una buena imagen ante sus superiores y por otro lado tenía que admitir que tampoco eran tan terribles como muchos les pintaban.

-Nunca les he oído predicar de modo radical contra homosexuales, más bien desaprueban esas conductas. Ni tampoco dicen cosas terribles contra los reyes de la Tierra. Aunque eso me da más igual.- Reflexionaba.- Realmente esos soberanos no se meten en la vida de nadie.
-Bueno, vámonos cuando quieras.- Le propuso Martin sacándola de esas tribulaciones.-

            Al levantarse, despedirse de Clarisa que estaba atendiendo ese turno y salir, el muchacho hizo un torpe intento de tomarla por el brazo, aunque ella lo rechazó con suavidad. Enseguida sonrió para asegurarle, como si creyera que había intentado aquella maniobra por esa razón.

-De verdad, tranquilo, me encuentro bien.

            Si al joven le sentó mal ese desplante desde luego que no lo evidenció. Casi pareció estar más bien aliviado. Sin embargo, a Daphne eso le pareció un intento de aproximarse a ella en un modo más íntimo. Sobre todo tras las palabras que Sabra le había dicho en el baño. No obstante, le vino bien que Martin la acompañara. Pese a todo se conocían durante años y ese chico siempre se había mostrado amable con ella y portado como un buen amigo y compañero. Primero en la facultad, luego trabajando en el Clargin, y ahora en el colegio. Podía contar con él para cualquier cosa que necesitara.

-Quizás soy yo la que ve cosas que no hay.- Pensó más tranquila, casi sintiéndose culpable por el pobre Martin.- Él solamente está preocupado por si estoy bien.

               Aunque desde que le conocía él no había salido con ninguna chica. Al menos eso creía recordar Daphne. Sabía, eso sí, que Martin había mantenido una relación con una tal Gretchen. Según el propio chico le explicó, lo dejaron de mutuo acuerdo un poco después de que comenzase la universidad. Ella por su lado solo le contó que había salido con un par de muchachos, pero que no fue nada serio. Pese a conocerle de años y tenerle bastante aprecio, no se había atrevido ni tan siquiera a insinuar que solamente prestaba atención a otras mujeres. La familia de su compañero también era bastante religiosa y, a pesar de la confianza que había entre ellos, Daphne prefería mantener eso en secreto. Tanto era así que no había probado suerte con ninguna chica  y con las pocas con las que tuvo algo, solo se limitó a un par de noches de jugueteo con miradas en ese recóndito club de alterne en las zonas más “permisivas” de las afueras de la ciudad. Siempre asegurándose de no destacar. Al menos, eso fue así hasta conocer a Sabra por la que comenzaba a sentir un deseo muy difícil de controlar.

-Eres muy amable. Gracias por acompañarme. - Le sonrió ella cuando llegaron ante la puerta de la casa de sus padres.-
-Es lo menos que puedo hacer. Asegurarme de que llegues a casa para que mañana vayas a trabajar. No quisiera tener que ocuparme de tu clase y la mía. ¡Ja, ja! - Se rio él con un claro tinte de broma.-

            Daphne asintió, también entre risas. ¡Desde luego eso sería toda una prueba! Con tanto niño bullicioso en solamente un aula, tener que ocuparse de dos habría sido realmente complicado.

-No temas, no te haría algo tan terrible.- Sonrió ella una vez más, para darle un afectuoso beso en una mejilla.-
-Bueno…hasta mañana entonces.- Pudo decir él que daba la impresión de haberse puesto colorado, agregando de forma algo torpe.- Dales recuerdos a tus padres y saludos a tus hermanos.

            Ella asintió. De este modo se despidieron a la puerta de casa de ella y el joven se fue tras quedar ambos en la cafetería para desayunar al día siguiente, como era su costumbre. Meditando sobre lo ocurrido tras esos meses, se vio nuevamente en la cama del apartamento que sus padres tenían en el centro, junto con Sabra. Sacándola de esos pensamientos, la israelí le comentó con tinte entre inquisitivo y jovial.

-Estás muy introspectiva esta noche. Rememorando todas esas cosas.
-Es que verás.- Le confesó a su vez.- Esto ha sido maravilloso pero supongo que pronto te irás.
-Debo ir a mi base de destino. Sé que nuestros encuentros en estos últimos meses han sido… bueno, muy irregulares. - Le explicó su amante como intentando disculparse por ello, tras suspirar.- Pero no te preocupes. Estaremos allí desplegadas por poco tiempo más. Sagan City está cerca, vendré a menudo y podremos vernos. O, si tienes algún día libre, podrías venirte tú. Bueno.- Pareció rectificar tras pensarlo mejor y agregó.- Quizás sería mejor que venga yo. No quisiera que te dieras ese viaje y me hubiesen enviado a patrullar.
-No sé.- Musitó su contertulia levantándose de la cama, para insistir en sus temores.- No estoy segura de que esta relación sea una buena  idea.
-¿Por qué dices eso?- Se sorprendió Sabra quien, con más inquietud, le preguntó.- ¿He hecho o dicho algo que te haya molestado? Te aseguro que nos vamos a ver con frecuencia, y más adelante podré hasta pedir un cambio de destino y quedarme aquí.

            Y es que en esos meses las cosas habían ido muy rápidas aunque de forma intermitente. Cuando Sabra podía tener un permiso lo bastante largo iba a Sagan City y ahí se veían. Siempre, eso sí, a escondidas de cualquiera que pudiera conocer a la maestra. Al principio, de hecho, lo tomaron con mucha calma. No es que comenzasen a acostarse al segundo día, ni tan siquiera al tercero, ni en las primeras semanas. Antes quedaron tal y como Sabra le propuso, como amigas. Tras aquel episodio del cuarto de baño, a los pocos días Daphne recibió la llamada de la piloto. Al principio charlaron de sus vidas y de cómo habían ido a parar a Nature. En la primera cita que tuvieron, al inicio de conocerse, la maestra le contó que ella se mudó allí casi al principio de la terraformación, junto a sus padres y hermanos menores.

-Así que tienes hermanos.- Sonrió su contertulia.-
-Sí, mi hermano Byron tiene quince años y mi hermana Stephanie está a punto de cumplir catorce.- Les adoro, son muy buenos niños. Casi hago de madre con ellos. Van al mismo colegio en el que trabajo…
-Entiendo.- Suspiró Sabra que añadió con tono más jovial.- También tengo hermanos, uno mayor llamado David que tiene treinta años y otro más pequeño de nombre Ezequiel de quince.
-¿Y tú cuantos años tienes?- quiso saber la maestra.-
-¡Eso no se le pregunta a una señorita! - Rio Sabra.-

            Las dos rieron por aquello, aunque al fin la israelí respondió a la cuestión.

-He cumplido veintitrés. Soy alférez y espero poder ascender pronto a segundo teniente.
-Yo tengo veinticinco, quizás sea demasiado mayor para ti.- Bromeó Daphne.-

            Y tras algunas risas más concluyeron esa primera cita tomándose algo y mirando algunas tiendas. A las dos les gustaba la ropa, aunque Sabra tenía gustos más deportivos. Daphne adoraba sin embargo los modelos de la colección Deveraux. Tanto los que podía permitirse como, sobre todo, los que no. Visitaron incluso la primera franquicia de esta marca que se puso en Nature. Vieron a alguna de las modelos entrando y saliendo algo ajetreadas. La piloto, entre risas, incluso le susurró a su todavía meramente amiga.

-Parece una pastelería. ¡Anda que no hay bombones reunidos!

            Sobre todo esa tal Brenda que era la responsable del lugar. Junto a  ella otra chica que parecía muy simpática y que también era bastante guapa, a la que Daphne reconoció como una de las modelos más cotizadas de Nature.

-¿Cómo se llama esa?- Quiso saber Sabra al ver a aquella muchacha de pelo castaño claro largo y ojos entre castaños y verdes. Quien sin embargo, no era excesivamente alta para ser una “top model” – Es muy bonita.
-Se llama Sonia Calderón. Es española. Ganó un certamen en la Tierra para jóvenes talentos. Creo que la señora Deveraux la envió aquí para formarse.- Le contó Daphne.-
-¡Pues sí que estás puesta en esto, si te lo había dicho en broma! - Comentó la sorprendida Sabra.-
-Me gusta mucho el mundo de la moda.- Replicó su acompañante.-
-¿Por las modelos o por la ropa?- Sonrió pícaramente la israelí.-
-¡Por ambas!- Se rio su contertulia.- Bueno, y porque a mi hermanita Steph le encanta. ¿Sabes? Quiere ser modelo. Y siempre me anda contando todos los cotilleos sobre el mundillo de las pasarelas.
-¡Vaya!- sonrió Sabra.- Eso es muy interesante, si es la mitad de hermosa que su hermana mayor será una de las más cotizadas.

            La maestra se sonrió algo ruborizada, al fin dejaron ese tema y se despidieron al poco. Tras un par de citas más quedaron en un parque y simplemente pasearon juntas. Nadie podría ver mal eso. En esa ocasión Daphne ya le advirtió con aire inquieto.

-Mira, creo que me gustas. ¡No, sé que me gustas! - Rectificó algo azorada para agregar con más seriedad.- Pero teniendo en cuenta donde trabajo y el círculo de personas que me rodean, debo tener mucho cuidado.
-¡Qué se vayan al infierno!- Repuso despreocupadamente Sabra para alegar.- Eres una mujer adulta y no estás ligada a nadie. Y si alguien te molesta yo me ocuparé de él o de ella. No sabes lo bien que se me dan las artes marciales. En Israel aprendí de los mejores. Bueno, o sí que lo sabes. Ya viste lo que le hice al tipo aquel. Y únicamente me limité a inmovilizarle.
-Preferiría que no, ¡por favor! - Le pidió su interlocutora no sin un tinte de temor.-

            Sabra la observó con inquietud. Aquella afirmación suya había sido en broma. Bueno, quizás a medio camino entre la chanza y la verdad. Sin embargo, la cara de su pareja evidenciaba un claro miedo a que esa posibilidad se produjera. De modo que la israelí trató de sonar más conciliadora al tomar la palabra.

-Muy bien, como tú quieras.- Replicó resignadamente y tras caminar un poco y viendo que el lugar estaba desierto de gente en ese momento se aproximó a su pareja dándole un beso en los labios para sentenciar. – Haremos lo que prefieras…

            Daphne sonrió entonces y, mirándola con verdadero interés, le sugirió.

-Pues prefiero que estemos a solas con total seguridad. La casa de mis padres no está lejos. Podríamos estar más tranquilas allí.
-¿La casa de tus padres?- Se sorprendió la israelí, alegando atónita.- Pensé que dijiste que ellos no aceptaban esta clase de cosas.
-Bueno, me refiero a un piso que tienen en la ciudad.- Le aclaró su interlocutora contándole entonces.- Uno además de la casa en la que vivimos todos. Lo compraron al inicio de la terraformación. Pero no es demasiado grande. Suelen tenerlo alquilado pero ahora no hay inquilino. Allí no van nunca. -Sentenció la rubia maestra aseverando con un toque de poco disimulado deseo.- Estaremos cómodas y tranquilas.

            Por supuesto que su acompañante aceptó esa propuesta. Las dos llegaron con calma, entraron y tras sentarse un rato en un sofá, charlaron. No tenían prisa, era más grato disfrutar del momento. Daphne se puso algo más cómodo, sirvió dos copas y bebieron. Entonces fue la maestra quien, desabotonándose la camisa de algodón que ahora llevaba, le susurró a su pareja.

-Tengo mucha curiosidad. Hasta ahora nunca había salido en serio con una chica.
-¿Y con un chico?- Quiso saber su interlocutora.-
-Tampoco.- Confesó la joven.- Entre mi familia, mis estudios y el trabajo, no me sentí hasta ahora atraída por nadie lo bastante como para pasar de un coqueteo esporádico.
-Ni siquiera con ese muchacho ¿Martin?- Creyó recordar la israelí, admitiendo no sin un leve tono de celos.- Alguna vez te he visto con él…no solo cuando nos conocimos. Y parece que estáis muy unidos.
-Ya te lo dije, solamente es un buen amigo y compañero de trabajo. Le aprecio mucho pero eso es todo. - Contestó Daphne ahora con un tinte de voz más excitado.- Cuando estoy con él no siento lo mismo que contigo. Sí, cuando estoy a tu lado es distinto…deseo entregarme a ti. De veras que lo deseo.

            Sabra no esperó a que se lo repitiera, tomando con suavidad el rostro de su interlocutora con ambas manos la besó en los labios. Tras separarse, ésta le devolvió el beso, así continuaron hasta que la cosa se fue calentando progresivamente. La israelí comenzó a desnudar a la rubia. Después hizo lo propio con ella misma y le enseñó a su nueva amante algunas de sus artes en el amor. Al terminar, Daphne suspiró declarando con satisfacción.

-Ha sido maravilloso. Como lo había imaginado.
-Y más que lo será.- Le prometió su amante aseverando.- Iremos poco a poco, y ya verás como dentro de nada serás capaz de decirle al mundo entero qué y quien te gusta. Sin importarte lo que digan.
-Si, como hizo Kerria Malden, la cantante de las Justices.- Recordó Daphne.-
-Me suena de algo. Pero ahora mismo no sé quién es. - Admitió Sabra que no parecía conocer demasiado de aquel mundillo musical.-
-Es una mujer realmente valiente. Se enfrentó a la sociedad admitiendo que era gay durante un programa de máxima audiencia en la holo tele.- Le contó Daphne.- Pero yo no sé si tendré ese valor…Al menos por el momento.

            Y ahora ese tema volvía una vez más, su novia la observaba aguardando una réplica. Daphne no quería molestarla de modo que asintió débilmente y musitó con poca convicción.

-Sí, eso sería estupendo. Espero que sea pronto. Aunque no puedo pensar solamente en mí. Mi familia…
-Un poco de paciencia.- Sonrió Sabra posando un dedo sobre los labios de su pareja.- Ya te lo he dicho, todo llegará.

            Y de este modo se despidieron, la piloto debía volver a su acuartelamiento. Había recibido un mensaje de su superiora y segunda al mando de la escuadrilla, la teniente Olivia Aguirre.  Daphne la despidió con un pasional beso y el deseo de verla muy pronto. Por otro lado y afortunadamente para él, ajeno a eso por completo, Martin llegó a su casa también. Tras ese agotador día de colegio. Pero el exhausto maestro pensaba en otra cosa.

-Tengo que decidirme pronto o a este paso un buen día la veré colgada del brazo de otro. ¿Quién sabe? Lo mismo me dice que sí.- Sonrió imaginando casi como en una ensoñación.- Y si nos casamos y tenemos hijos podríamos llevarles al mismo centro donde trabajamos. Bueno, mejor será que no corra tanto...- Se dijo casi avergonzándose él solo.-

            Aunque tras esos esperanzadores pensamientos se dedicó a otras cosas, como ordenar un poco el piso en dónde vivía de alquiler y llamar a sus padres para ver que tal su día. Lo mismo que él, aunque por otros motivos y estando aun en su despacho, se hallaba Brenda. Aquella modelo tan prometedora se estaba quedando estancada allí, en ese planetucho. Desde que su jefa la nombrase responsable de la cadena Deveraux en Nature. Lo que empezó siendo únicamente un viaje para buscar un local e instalar la franquicia terminó con el cargo que la jefa le asignó. ¡Y cualquier le hubiese dicho que no! Quizás para otras pazguatas aquello hubiese sido el culmen de sus carreras, pero ella no estaba dispuesta a conformarse.

-Todavía soy joven, desfilo y todos me admiran aquí. Pero eso no es bastante, quiero volver a la Tierra. Triunfar allí. Aquí estoy malgastando mi vida y las posibilidades de subir en mi carrera, en tanto otras como Mirna suben como la espuma. - Se decía no sin malestar.- Pero claro, ¿cómo proponerlo a la bruja sin que  se moleste?

            Y es que sabía que la señora Deveraux no se tomaba bien ese tipo de cosas. Aquella individua creía estar dotada de un infalible sentido de lo que era mejor para todas sus empleadas. Por eso, Brenda no deseaba arriesgarse. Si por pedir un traslado esa vieja le tomaba manía su carrera estaría acabada. Aunque siempre existían otras posibilidades. Si la casa Deveraux no la tomaba lo suficientemente en serio…

-Perdona Brenda.- Oyó la voz de una de sus modelos a la par que un suave golpeteo de nudillos en la puerta.-
-¿Si?- Repuso la aludida levantando la vista de su mesa y saliendo de esas conjeturas.- Ah, ¿eres tú, Sonia?- Dijo aunque ya la estaba viendo ante sí.-

            La joven española asintió, ¡evidentemente que era ella! Había llegado hacía tan solo unos meses a Nature, tras ganar ese certamen en París. La propia Esmeralda Deveraux había alabado su buen hacer. Sin embargo, le pidió que aceptara un traslado a Nature para potenciar la franquicia de allí.

-Bajo la dirección de Brenda Walsh aprenderás a desfilar muy bien.- Le aseguró la dueña de la prestigiosa casa de modas añadiendo comprensiva.- Sé que echarás de menos tu casa, pero cada cierto tiempo podrás tomarte un permiso y regresar.
-Muchísimas gracias Madame Deveraux, no la decepcionaré.- Le prometió entusiasmada pese a todo.-
-Hija, Madame Deveraux solamente hubo una.- Sonrió Esmeralda explicando a la atónita joven.- Y fue la fundadora de esta casa. Yo soy solamente la señora Deveraux en este negocio.

            Y aunque no captaba aquella diferencia de matiz, Sonia asintió. Si su jefa lo decía sería por algo. Aquella mujer nunca daba puntadas sin hilo, como se decía en la tierra natal de la joven modelo. Bueno, ahora le tocaba prepararse para ese viaje, si bien por un lado le parecía una aventura muy interesante y prometedora, de otro algo traumático sí que sería. Tendría que dejar a su pareja durante un tiempo. Pero se lo contaría y ésta lo entendería.

-Pero no lo entendió.- Suspiró la muchacha.- Rafa siempre fue muy posesivo. Ya le dije que no era suya, ni de nadie.

            Aquello acabó mal. Su novio era el típico tío con una mentalidad bastante antigua, que la mujer debía estar donde vaya su hombre y no al revés. Incluso que debía quedarse en casa tras casarse. Ella desde luego no estaba por la labor de sucumbir ante una relación tan machista. Así que lo dejaron. Por guapo que fuera él, aquello no merecía la pena. Por fortuna conoció a alguien en Nature. De modo que, precisamente ahora, estaba ante su jefa para solicitar.

-¿Puedo irme ya? Aquí no queda nada más por hacer.
-Sí, anda vete.- Rezongó Brenda que estaba evidentemente con la cabeza puesta en otras cosas.- Hasta mañana, y llega puntual.
-Sí, claro.- Afirmó Sonia tomada por sorpresa ante aquel comentario.- Siempre lo hago.

            Su encargada ni se dignó responder a eso. Sonia se marchó no sin sentirse molesta. Esa Brenda era una completa idiota. Demasiado orgullosa y pagada de sí misma. Miraba a las demás modelos como si a todas les quedase mucho por aprender para ser como ella.

-¿De qué va esta tía?- Casi musitó llevada por la irritación.- Nunca he llegado tarde.

            Mejor dejarlo estar. Por suerte tomó un deslizador y llegó a tiempo a su cita. Allí estaba, pelo moreno largo, ojos oscuros y realmente….atractiva pese a ser mayor que ella. Aquella persona que la esperaba sentada ya a la mesa de un acogedor restaurante se apresuró a darle un beso en los labios y decir sonriente.

-¿Qué tal hoy?
-¡Imagínate!, Brenda y sus tonterías.- Suspiró Sonia moviendo la cabeza.-

            Mei Ling escuchó a su pareja con interés. Podía dar fe que esa jefa de las modelos de Nature era todo fachada. Sin embargo, hubo de admitir que hacía años incluso se encaprichó de ella. No obstante, le bastó hablar un par de veces con esa borde para percatarse de cómo era en realidad. Aunque por fortuna lo hizo y al poco conoció a Sonia. Esa chica que venía de la Tierra, más concretamente de España, era muy locuaz y simpática. Aunque  a veces con un carácter muy explosivo y evidente. Al menos en sus reacciones.  Ahora por ejemplo no podía ocultar que venía molesta. Sin embargo, con esa jefa que tenía no era de extrañar.

-Bueno, dejemos de hablar de esa boba. Es una amargada.- Sentenció Sonia para querer saber a su vez.- ¿Y tú qué tal?
-Mucho trabajo, deseando que mi directora se reincorpore.- Le contó Mei Ling.-
-¿Qué tal está? ¿Se llama Penélope, verdad?- Inquirió su interlocutora.- Esa sí que es buena jefa, por lo que me has contado.
-Sí, lo es. Está muy bien, la llamé el otro día. Muy contenta con su hijo.- Sonrió la oriental.- Pero deseando dormir algo por las noches y no cambiar tantos pañales.

            Eso hizo reír a su contertulia. Después entrelazó una mano con las de su novia por encima de la mesa. Aquello le seguía resultando algo raro. Ella nunca había mirado así a otra mujer. De hecho, siempre salió con hombres. Aunque era aún muy joven, con solo veintiún años ya había tenido varios novios. La mayoría estando en el colegio y el instituto. El último y más duradero fue ese tal Rafa. Pero fue conocer a Mei Ling, justo un día que la científica se pasó por la sede de la Casa Deveraux, y sentir algo especial. La oriental fue precisamente a saludar a Brenda con quien, pese a todo, charlaba ocasionalmente. La jefa de la franquicia le tenía más consideración que a otras mujeres, quizás porque no era modelo y por tanto, no suponía ninguna competencia. Además, era una mente brillante. Sonia misma no había estudiado gran cosa. Siempre se centró en la moda. Aunque en la casa Deveraux la obligaron a cursar al menos el bachillerato completo y a estudiar idiomas. En eso se sonreía al pensar en la señora Deveraux, más que una jefa era como una madre exigente.

-Brenda no parece sentir mucha simpatía por la Jefa. Pero yo creo que a pesar de su severidad y su exigencia en el fondo es una buena mujer y se preocupa por nuestro porvenir. Ya lo decía mi abuela Claudia, quien bien te quiere, te hará llorar.

Justo reflexionaba sobre eso cuando corría por un pasillo de la zona de modelos y se topó a la que sería su pareja quién, por casualidad, estaba doblando la esquina de aquel corredor. Tras el encontronazo comenzaron a charlar.

-Perdone.- Le dijo a modo de excusa puesto que iba andando con paso rápido y chocaron las dos casi cayéndose.-
-No pasa nada.- Sonrió la oriental mirándola con detenimiento.-

            Luciendo ese escotado vestido y aquellos tacones que daban el justo remate a sus estilizadas y bonitas piernas, Sonia sonrió. Iba corriendo tras terminar un pase de modelos.

-Lo siento, es que mi jefa me dijo que, en cuanto acabase, debía acudir a cambiarme y pasar a verla su despacho.
-¿Su jefa es Brenda Walsh?- Inquirió la oriental.-
-Así es.- Afirmó la joven.-
-Pues allí no está. Acabo de venir de buscarla.- Le contó esa mujer.-
-¡Vaya, tanto correr para nada!- Suspiró la muchacha.-
-Tiene muchas cosas que hacer, es normal.- Concluyó Mei Ling.-
-Pues en ese caso iré a tomar algo, me muero de hambre. Voy a la habitación de catering de modelos, ¿Quieres acompañarme?- Le ofreció con total naturalidad y bastante confianza.-
-Es usted muy amable.- Repuso su interlocutora que parecía desde luego más rígida en el tratamiento.-
-¡No me llames de usted! - Sonrió Sonia.- No soy nada mayor. Solo tengo veintiún años.
-Bueno, yo tengo alguno más.- Se rio su interlocutora.-
-¿Seguro?- Te veo muy guapa y muy joven.
-Muchas gracias.- Pudo decir la sonrojada aludida.-
 -Las asiáticas tenéis un cutis precioso.- Declaró esa muchacha.- Yo seguro que, en pocos años, tendré que estar con cremas a todas horas.
-No lo creo. Eres muy bonita.- Valoró Mei Ling quien casi sin darse cuenta estaba poniendo un tono bastante más insinuador del que hubiera pretendido.-

            Turno de Sonia de ponerse colorada. Aunque pasaron de puntillas sobre eso y se dirigieron a aquella sala en donde había un servicio de buffet. A esas horas no estaba nada concurrida de modo que ambas mujeres charlaron y se cayeron bastante bien. Mei se ofreció a mostrarle Sagan City y otras partes del planeta y ella aceptó encantada. Terminaron por despedirse tras darse sus números de teléfono. Al poco Mei Ling la llamó. Quedaron de nuevo y, tras dos o tres veces, la oriental aprovechó cierto día para decirle, en tanto se sentaban precisamente en aquel restaurante.

-¿Sabes una cosa, Sonia? Hasta ahora no te lo dije, porque, no sé cómo te lo ibas a tomar, pero…

            Y guardo un culpable silencio, a lo que la española, con evidente curiosidad, inquirió.

-¿Pero qué?...
-Verás. Yo soy…- Y tras mirar a los ojos a su contertulia y adoptar mayor decisión en su tono le confesó.- Soy lesbiana.
-Bueno, vale, no pasa nada.- Sonrió Sonia sin apartar su mirada.- Eso no tiene que ver para que seamos amigas.
-Es que creo que me estoy enamorando de ti.- Musitó la oriental alegando con tintes consternados.- Y no quiero que…en fin…no deseo que eso te suponga ningún inconveniente, por eso, si piensas que tenemos que dejar de vernos, lo comprenderé.
-¿Por qué?- Preguntó la chica tomando una mano de la oriental entre las suyas.- A mí también me gustas. Quiero decir, me caes muy bien, eres una mujer agradable, inteligente y guapa. Y…
La propia Sonia no sabía qué estaba diciendo, sin embargo, se sorprendió a sí misma confesando a su también al parecer atónita interlocutora.
-Nunca he salido con mujeres de ese modo. Pero contigo no me importaría probar.
           
Mei Ling sonrió aunque enseguida adoptó un gesto más serio para responder.

-No suelo salir con una persona a la ligera. Cuando le confieso esto a alguien es que me importa y me gusta mucho. Por favor, no quisiera que estuvieras conmigo solo por curiosidad.
-Dame tiempo.- Le pidió Sonia.- Vayamos despacio. Primero como amigas, después…Ya veremos.

            Su contertulia asintió. Así lo hicieron, después quedaron más asiduamente y llegaron los primeros besos. Luego, un día, Mei Ling la invitó a su casa, allí cenaron y tras los postres la oriental le descubrió todo un mundo nuevo de placeres. Primero uno de esos masajes que sabía hacer tan bien. Más tarde la recorrió entera con sus labios e hicieron el amor. A Sonia le encantó aquella experiencia. Ahora se daba cuenta. Estaba también muy enganchada con su pareja. Incluso podría decir que enamorada. Y eso recordaba mientras seguían mirándose con las manos entrelazadas y acercaron sus labios para besarse despacio en aquella mesa de restaurante que ocupaban. Sin embargo, una burda voz masculina cortó aquel momento. Era un hombre entrado en años acompañado de otra mujer, también mayor, que se dirigió a ellas despóticamente.

-¡Ya está bien! Vayan a hacer esas cosas a su casa.
-¡Oiga!- Contestó Sonia con evidente malestar.- ¿A usted que le importa?
-Me importa que están en un sitio público y que aquí vienen niños.- Espetó aquel tipo.-
-¿A estas horas?- Rebatió la española añadiendo como si tal cosa.- ¿Y qué si vienen? No estamos haciendo nada malo.

            Aquel tipo la fulminó con la mirada, pareció querer responder airadamente pero su acompañante lo impidió sujetándole de una manga de su chaqueta.

-Anda Jerry, déjalo estar.- Le pedía su apurada mujer.-
-¡Qué poca vergüenza, qué asco!- Rezongó el hombre alejándose de allí con su esposa en tanto sentenciaba.- ¡Qué razón tienen los de la congregación! Este mundo es cada vez más parecido a la Tierra. ¡Depravación y gentuza!

            Ahora fue la española quien se levantó furiosa de la silla dispuesta a no dejar pasar aquello, sin embargo Mei Ling la detuvo. Por suerte esos dos se marcharon al momento. En el resto de la sala nadie intervino, algunos murmullos pudieron escucharse, unos en favor de ellas, otros por contra, solidarizándose con las tesis de aquel individuo. Por fortuna, al cabo de un par de minutos la cosa se calmó y todo volvió a la normalidad. Pese a todo, Sonia todavía respiraba agitadamente en tanto su pareja intentaba calmarla.

-Déjales. No vale la pena. - Le pidió la apurada oriental.-
-¡Es que me ponen enferma! - Masculló la española.- ¿Qué le importará a ese viejo lo que hagamos nosotras? Esto es inaudito, en mi país estas cosas ya se veían mal hacía años. Me refiero a la gente que te molestaba o insultaba por tu orientación sexual. ¡Es incluso delito de odio!
-Puede ser que en tu país se califique de ese modo, pero esto es Nature.- Suspiró su interlocutora, comentando.- Y en estos últimos años no sé qué está pasando pero me da la impresión de que las cosas están retrocediendo. Y creo que en la Tierra está pasando igual. Me recuerda a mi patria tiempo atrás.
-Es ese reverendo Waters, con sus mensajes religiosos. Y el Imán, Salam o Salim o como se llame, y otros muchos que hacen causa común. ¡Esa Congregación de homófobos y trogloditas que citó el estúpido ese!- Espetó Sonia con visible enfado aun.-
-Sí, son ellos. Es cierto.- Concedió apagadamente su pareja que lucía ahora un semblante más inquieto.-

            Y es que motivos para la preocupación no le faltaban a Mei Ling. Esos tipos de la Congregación, como se solían llamar a sí mismos, estaban ganando cada día más simpatizantes. Por increíble que pareciera muchos creyentes en distintas religiones se habían agrupado bajo una causa común tras el “día de la Salvación”, cuando los soberanos libraron  a  la Tierra y otros mundos de una gran amenaza. Alegaban que la raza humana se estaba corrompiendo.

-Pero en lugar de darse cuenta de que todos somos iguales independientemente de nuestra raza , creencias u orientación sexual, eso les sirvió como coartada para levantar de nuevo esos muros y radicalizarse.- Meditó una apenada Mei Ling.-

            Y es que, pasados los primeros meses de euforia, tras la entronización de Serenity y Endimión, y las formas tan libres de pensar que estos tenían, aquellos fanáticos se volvieron contra ellos y empezaron a criticarles cada vez más abiertamente. Primero por esa vida antinatural que poseían los soberanos del Milenio de Plata y que estaba “contagiando” acorde con sus palabras, a los humanos. Las personas cada vez tenían una mayor esperanza de vida, pero eso, lejos de agradarles, les horrorizaba. Aducían que cada vez había más población en la Tierra. Que se estaba destruyendo el natural devenir de las cosas y que millones de personas morirían de hambre o por guerras. Que la manifestación del estilo de vida pecaminoso y desordenado tan solo era un síntoma más. Una versión actualizada y ampliada de Sodoma y Gomorra, llegaban incluso a predicar.

-Y los autoproclamados reyes de la Tierra nada hacen para arreglar eso.- Repitió Mei Ling en tanto le comentaba a su novia.- Ya escuchaba todas esas tonterías cuando salí de la Tierra en la SSP-2.
-También dicen que, dentro de poco, no nacerán más niños y que el extender la homosexualidad es un plan que tienen los Soberanos para acabar con la Humanidad o al menos para sojuzgarla.
¡Es una estupidez! - Exclamó Sonia elevando los brazos.- ¡Como si no hubieran existido personas gais y lesbianas antes del día de la Salvación!¡Y luego están esos de la Luna Negra! Que abogan por lo mismo. Diciendo que los reyes son una especie de tiranos. ¡Eso es estúpido! Yo te lo puedo decir, mi jefa, la señora Deveraux, es muy amiga de ellos y de muchas princesas planetarias. Yo vi a alguna cuando gané un concurso en París.
-¿Ah sí?- Inquirió Mei Ling con curiosidad queriendo saber.- ¿Es verdad lo que se cuenta de ellas?
-Son realmente muy hermosas, nobles y muy sabias.- Le contó Sonia quien volvió a indignarse ahora para sentenciar.- Únicamente se dedican a ayudar a los demás, sin juzgar a nadie. ¡Y esos canallas no dejan de difamarlas!

            Una vez más atrajo sobre ambas las miradas de muchos comensales, algunas tan reprobatorias como la de ese viejo. Por fortuna nadie dijo nada. Prudentemente Mei Ling se limitó a susurrarle.

-Es mejor no llamar la atención.
-Tienes razón, lo siento, pero estas cosas me enfadan muchísimo.- Suspiró la joven modelo intentando serenarse.-
-Lo mejor será que terminemos de cenar y nos vayamos.- Le aconsejó la oriental quien no se sentía cómoda siendo el blanco de alguna que otra mirada condenatoria o con todavía peores y más hostiles intenciones.-

            Y es que no sabía que le resultaba más desagradable, si los que miraban de manera acusadora o los que las observaban con lascivia. Desgraciadamente eso era común.

-Con ver a dos mujeres que era pareja ya estarían pensando en una especie de película para adultos. -Pensó la científica.-

            Por su lado, Sonia siguió la sugerencia de su novia, pudo calmarse y dejar de lado ese tema. Tras cenar y pagar la cuenta salieron al fin a la calle. Era de noche en Nature y la difusa luz artificial creaba una atmósfera misteriosa pero agradable. Ambas miraron un poco a los alrededores y luego pasearon de la mano por la avenida en la que se encontraban.

-Lástima de incidente. Había sido una velada estupenda.- Se lamentó la española.-
-Olvida eso…- Sonrió Mei Ling.-
-Es muy tarde, mañana tengo que madrugar, es una pena...- Afirmó Sonia.-
-Sí, me pasa lo mismo, te acompañaré hasta el deslizador.- Le propuso su novia.-

            La aludida asintió, paseaban tranquilas respirando la brisa de la noche. Por desgracia la paz les duró poco. Vieron acercarse un grupo de tres individuos. Iban hacia ellas. Al principio optaron por no hacer caso. A buen seguro serían gente que volvía a sus casas lo mismo que ellas. Aunque desafortunadamente se dirigieron a su encuentro. Dos chicos, quizás de veintipocos años, aspecto no demasiado llamativo y estatura media y otro tipo algo mayor y con poco pelo. Uno de los muchachos hasta se acercó a Sonia que ahora se sentía nerviosa y algo atemorizada, cuando el tipo en cuestión la saludó.

-Hola guapa. ¿No te he visto antes?...
-No, no creo.- Pudo musitar.-
-Sí.- Agregó otro, de pelo rubio y estatura pareja a la de la española.- Esta chica es modelo. ¡Tía, que buena estas!
-Si sois tan amables, tenemos prisa.- Terció Mei Ling.-
-¡Uh, uh!- Se rio el chico de pelo castaño corto que fuera el primero en abordarlas.- Tú tampoco estás mal, chinita. Qué, ¿volvéis de fiesta las dos solitas?

            Aquellos tipos, luciendo unas lascivas sonrisas, no las dejaban sitio para retirarse. Pese a todo el tercer individuo permanecía al margen de aquello. Estaba en la penumbra, en una zona no iluminada, y precisamente la luz de las farolas que se proyectaba delante de él impedía poder ver su rostro. Eso extrañó a Mei Ling. Quizás fuera el padre de esos dos o alguien que se limitaba a pasar por ahí, pero no se iba y no intervenía, ni a favor, ni en contra de ellas. Posiblemente fuese un curioso. Sin embargo, ahora tenía otras cosas más urgentes de las que ocuparse.

-¡Por favor!- Pidió Sonia con un tono trémulo que mal ocultaba su miedo.- Dejadnos marchar. Es muy tarde.
-Sí, claro que es tarde, preciosa.- Se sonrió el rubio, aproximándose a la modelo para pedirle de modo descaradamente grosero.- ¿Por qué no me das un besito y a cambio te acompaño a casa?
-¡Calla hombre!, que ya va con la chinita.- Se rio a su vez el de pelo castaño.- ¿Qué pasa, cielo? ¿No sabes hablar bien nuestra lengua?- Le inquirió a Mei Ling en tanto alargaba una mano para tocar un trozo de la falda que ésta llevaba.-
-Les aconsejo que nos dejen en paz.- Repuso entonces la oriental con tono moderado pero firme apartándose de él.-
-¿O si no, qué?- Se burló el rubio quien, sin pudor, pasó la palma de la mano por el trasero de la ya bastante asustada Sonia.- ¿Qué pasa?- Preguntó con tinte chulesco y desafiante encarándose entonces a Mei Ling -¿Es que eres su novia?
-Pues sí, soy su novia.- Contestó la interpelada, añadiendo con tono desafiante.- ¿Tienes algún problema con eso?
-¡Joer! Dos lesbianas.- Exclamó el de pelo castaño sentenciando divertido.- Nuestra noche de suerte, están buenísimas las dos.

            Y dejando helada a Sonia e indignada a Mei Ling, el tipo las propuso sin reparos

-¿Cuántos créditos queréis por montároslo con mi amigo y conmigo? Podéis empezar vosotras y luego vamos él y yo por turnos.
-¡Tú estás enfermo! - Espetó la oriental.-
-¡Venga ya!- Rio el rubio afirmando con patente insolencia.- Lo que pasa es que no os han dado una buena ración de rabo. A ti sobre todo te debe de faltar mucho. Pero verás, primero empezamos con tu amiga y luego te damos a ti.

            Y cuando el tipo de pelo castaño trató de agarrar a la aterrada Sonia para besarla Mei Ling vio desbordado el vaso de su paciencia. Sin mediar más palabras giró sobre sí misma alargando su pierna para alcanzar la cabeza de ese tipejo y derribarle de una fulminante patada. El otro, apenas recobrado de esa sorpresa, se lanzó hacia ella al grito de.

-¡Maldita puta amarilla! Vas a ver…

            Trató de alcanzarla con un puñetazo pero la oriental lo desvió con el canto de su mano acompañado de un movimiento lateral de su brazo y cintura. Su contrataque fue tan eficaz como veloz, con un golpe de la palma de su otra mano en el plexo solar de aquel tipo seguido de una patada en sus partes bajas que ya estaban demasiado abultadas. A los pocos segundos y ante una Sonia que abría la boca alucinada por tal exhibición, esos dos individuos estaban en el suelo doliéndose e incapaces de moverse. Mei Ling buscó entonces con la mirada al tercer hombre pero éste sencillamente ya no estaba allí. Aquello le daba muy mala espina. Quizás ese asalto no fuera tan casual como parecía.

-¡Vámonos, rápido! - Urgió a su pareja.-

            Desde luego que la española no se hizo de rogar. Las dos corrieron de la mano hasta llegar a la parada. Por suerte nadie las siguió y pudieron montar en el deslizador. Al fin, recobrada de aquello, Sonia alabó a su novia.

-¡No tenía ni idea de que fueras tan buena luchadora!
-Aprendí algo de kung fu de niña.- Replicó modestamente su interlocutora añadiendo.- A veces practico para mantenerme en forma.
-¡Peleas mejor que un saiyajin de esos! - Declaró la ahora entusiasmada Sonia.-
-No, de eso nada.- Sonrió modestamente Mei Ling.- Te puedo asegurar que conozco a algunos y los humanos no nos podemos comparar con ellos.
-De todos modos, me gustaría que me enseñases alguno de esos movimientos.- Le pidió su pareja.- Por si algún idiota vuelve a tratar de molestarme y tú no estás.
-Claro.- Convino la oriental.- Cuando quieras.

            Tras charlar un poco más de eso y quedarse más tranquilas llegaron al piso de la modelo. Era tarde para cualquier otra cosa y a su pesar Mei Ling tuvo que conformarse con unos cuantos besos apasionados, luego deseó buenas noches a su novia y tomó otro deslizador hacia su casa. Ahora seguía dándole vueltas a la cabeza. Ese ataque pareció estar preparado. Aunque menos mal que ella pudo repeler a los agresores. ¿Qué hubiera sucedido si no?

-¡Ojalá Kiros o Tracer o Susan estuvieran aquí! - Se dijo lamentando que no fuera el caso.- Podrían investigar esto. No sé, últimamente están pasando cosas muy extrañas.

            Pero todos sus amigos tenían sus propios asuntos de los que ocuparse. Tracer, sin ir más lejos, recorría el espacio entre Nature y Kinmoku. El joven había conseguido levantar un próspero negocio de transportes. Ahora estaba agotado de tanto pilotar y solo quería llegar a casa a dormir.

-Esto no es un caza varitech.- Suspiraba.- Las cosas han cambiado mucho en estos años. Sí, desde luego que lo han hecho.

            Pensaba a menudo en el radical giro que habían dado para él los acontecimientos. Lo primero fue dejar el ejército. Cada día que pasaba estaba menos motivado y más aburrido de tantas patrullas rutinarias. Pero esa no fue la razón. Sucedió cuando llegó esa orden de interceptar a cualquier nave que tratase de entrar en el espacio de Nature sin identificarse como era preceptivo. Al principio a él le pareció algo correcto. No obstante, el comandante Enset le dio otra orden cierto día cuando le citó en su despacho. Rick entró como de costumbre, saludó en posición de firmes, declarando.

-El mayor Jensen se presenta tal y como le fue ordenado, señor.
-Descanse.- Le indicó su superior señalando el sillón vacío que reposaba frente a su mesa.- Tome asiento, por favor.

            Rick lo hizo y su interlocutor añadió.

-Iré directo al grano, mayor. Debe usted patrullar por el sector Alfa uno y evitar a toda costa que cualquier nave no autorizada atraviese ese sector.
-¿Alfa uno?- Se sorprendió Tracer.- Es la zona que nos comunica con la ruta hacia Bios.
-Así es. – Admitió su superior.- Se unirá a la escuadrilla verde uno al mando del mayor Kurt Michaels. Se pondrá a sus órdenes porque él es más antiguo.
-Muy bien, señor.- Repuso el joven.-

            Se retiró saludando y fue al encuentro de sus pilotos. Una vez llegó a la zona de despegue, allí se encontró con ese mayor, era un tipo algo más bajo que él, de cabello rubio ceniza, que le dedicó una mirada bastante seria al verlo llegar.

-¿Mayor Michaels? Soy el mayor Jensen.- Se presentó Rick, tras saludar.
-Supongo que el comandante Enset le habrá explicado nuestro cometido.- Repuso su interlocutor.-
-Así es.- Admitió Tracer.-
-En tal caso, no perdamos tiempo, reúna a sus pilotos y partamos.
-Muy bien.- Respondió Rick.-

            Lo hizo con rapidez mientras pensaba en Pennie. Hacía unos días que apenas sí se veían. Él estaba de continuo yendo de una misión a otra y los pocos momentos que tenía libres solían coincidir con horarios de trabajo de ella. Además, la joven científica estaba últimamente muy embebida en su trabajo, o más bien con sus nuevas compañías.

-Me gustaba más cuando solamente se ocupaba de las Fairy Five.- Pensaba Rick no sin cierto malestar.-

            Y es que a Penélope la habían ascendido a directora técnica de las investigaciones de Nature y tenía que coordinarse ahora con otros colegas de distintos departamentos. Sobre todo, parecía hacerlo a la perfección con un tipo recién llegado, experto en el campo de la física teórica. Tenía además un cargo importante en la ONU. Según Pennie le contó, ese individuo había venido a supervisar todo el proceso de terraformación.

-Y me parece que también la supervisa mucho a ella, demasiado.- Meditaba en tanto se aprestaba a despegar.-

            Al fin partió junto con su escuadrilla. El viaje hasta el sector alfa uno fue corto. A decir verdad, no comprendía aquellas órdenes demasiado bien. Esa ruta era una zona muy transitada, el eslabón entre Nature y Bios. Quizás hubiera habido rumores sobre un posible ataque enemigo. Los Arcoily les habían dado problemas en algunas escaramuzas previas. Por desgracia perdieron a algunos pilotos, un par de ellos pertenecían a su propia escuadrilla. Siempre era duro pasar por un trance como ese y Rick ya no tenía ninguna gana de repetir esas terribles experiencias. Escribir a los familiares o incluso presentarse de uniforme de gala para darles tan aciagas noticias.

-No, cada día me gustan menos ese tipo de obligaciones. Si es que eso es posible, puesto que nunca me gustaron. - Pensaba.-

            Quizás un día diera el paso y montase algo por su cuenta. De hecho, había estado haciendo averiguaciones sobre una línea de transporte de pasajeros y mercancías que se había creado hacía poco entre Kinmoku y Nature. Estaban demandando pilotos veteranos y con disponibilidad. Pese a toda la carga de trabajo que eso conllevaría, tendría un horario más cómodo y muy buen sueldo, mejor que en el ejército. Posiblemente pudiera hasta asentarse de una vez y proponerle algo serio a Pennie.

-Seguro que eso le iba a gustar más. Horario fijo, sueldo bueno y más tiempo para estar juntos.- Pensó animándose.-

No obstante, tuvo que dejar de pensar en eso. Uno de sus pilotos le informó.

-Mayor, hemos detectado una aproximación no autorizada. Cuadrante veintiocho c.
-Muy bien, vamos a marcar curso de intercepción.- Ordenó él.-

            Junto con su escuadrilla se dirigieron hacia allí. En efecto, una nave que parecía comercial se aproximaba. Fiel a sus órdenes trató de establecer contacto.

-Aquí patrulla del UNISON, fuerzas de Nature. Nave desconocida. No tienen permiso para transitar por esta zona, por favor, identifíquense.

            No hubo respuesta. Al poco el mayor Michaels se le unió .

-Mayor Jensen, dé un último aviso a esa nave.- Le ordenó.-

            Tracer obedeció, repitiendo una vez más con tono pausado.

-Aquí patrulla del UNISON, de las fuerzas del planeta Nature. Nave no identificada, deben indicar procedencia y verificar permiso de tránsito. Es el último aviso.

            No obstante, aquellos misteriosos tripulantes continuaron sin responder. Fue uno de los tenientes de la escuadrilla verde quien inquirió.

-Señor, ¿hacemos disparos de advertencia?
-Ya se les ha advertido.- Afirmó Michaels, ordenando con rotundidad.- La orden es evitar a toda costa que crucen. Prepárense para abrir fuego contra nave hostil.

            Rick se quedó helado, aquello era tan innecesario como desproporcionado.

-No creo que eso venga al caso, mayor. Deberíamos al menos hacer señales visuales.
-Ya se ha intentado la comunicación.- Replicó su colega.-
-Pero, podrían tener la radio averiada o mil cosas que les impidieran la recepción de nuestro mensaje.- Objetó el atónito Tracer.-

            Sin embargo, el impertérrito Michaels replicó dirigiéndose a la escuadrilla de Tracer.

-Granate uno, envíen dos cazas varitech a interceptar y destruir el blanco.
-Granate uno, ignoren esa orden.- Intervino Tracer.-
-Yo estoy al mando.- Le recordó el otro oficial.-
-Esa es una orden que viola las disposiciones del UNISON.- Declaró a su vez Rick.- Ninguna vida puede ser puesta en riesgo. No sabemos quiénes podrían viajar a bordo.
-Usted lo ha dicho, desde espías hasta Arcoily listos para atacar nuestro planeta. Mayor, hay una cosa que usted no sabe.- Le refirió para cambiar de frecuencia.-

            Tracer entonces le escuchó por una línea segura que solo los mandos empleaban, el mayor Michaels agregó.

-Hace pocos días un par de naves suicidas fueron interceptadas en curso de colisión contra Nature. No sabemos si eran un ataque Arcoily o provenían de parte de esos fanáticos de la Luna Negra o de otros grupos terroristas. Por suerte pudimos destruirlas mucho antes de que se estrellasen. Su trayectoria las llevaba justo hasta Sagan City. Ambas llegaron desde esta ruta. Por eso el comandante Enset le ordenó patrullar e interceptar cualquier aeronave que no cumpliera con los requisitos necesarios.

            Eso dejó perplejo a Rick. Sin embargo, aquello no le parecía de por sí suficiente e insistió.

-Queda mucho todavía hasta llegar a nuestro mundo, podemos tratar de comunicarnos una vez más.
-Las órdenes son claras. De no identificarse positivamente en, al menos dos intentos, se procederá a su eliminación.- Repitió Michaels.- Podrían adoptar otra estrategia y disparar misiles u otra arma oculta si se aproximan lo bastante al planeta. No se pueden correr esa clase de riesgos.

            Rick suspiró largamente dentro de su casco. Entendía eso desde un punto de vista militar pero no desde el humano. Sabía además que lo que iba a decir podría acabar con su carrera y sin embargo no pudo evitar decirlo.

-Con todo respeto, me niego a participar en esto.
-Le pido que lo reconsidere, su negativa a obedecer una orden directa puede tener como consecuencia un consejo de guerra, mayor Jensen.- Le advirtió su interlocutor.-
-Lo sé y sigo sin poder tomar parte en algo así. En esa nave podrían viajar personas inocentes.- Insistió Rick.-
-Muy bien.- Repuso su ya poco paciente jefe, abriendo las frecuencias normales de comunicación.- Teniente Stephenson, teniente Kim, ocúpense de la nave sin identificar.- Escuadrilla Granate Uno, repliéguense a la zona de control bravo.- Remachó.-

            Algunos de los pilotos de la escuadrilla se sorprendieron, aunque antes que ninguno tratase de confirmar esa indicación con su superior inmediato fue el propio Rick quien les dijo.

-Obedezcan.

            De este modo dos cazas varitech se aproximaron hacia el presunto enemigo que, al tenerles tan cerca, trató de evadirse.

-¡Abran fuego!- Ordenó el mayor Michaels.-

            Sus pilotos obedecieron disparando varias ráfagas láser que dañaron aquella nave de modo significativo. Pese a todo, ésta seguía sin dar señales.

-Destruyan el objetivo.- Les ordenó el oficial al mando.

            Esta vez varios misiles disparados desde los cazas hicieron estallar la nave no identificada.

-Aquí el teniente Kim, señor. Misión cumplida.- Declaró subrayando lo que todos habían podido ver.-
-Mayor Jensen vuelva a la base.- Le ordenó Michaels.-
-A la orden.- Repuso él, reprimiendo a duras penas su rabia y malestar.-

            Rick sabía de las consecuencias de su negativa a obedecer. De todos modos ya había tenido más que suficiente, no iba a esperar al consejo de Guerra. Nada más retornar se presentó en el despacho del comandante Enset. Su oficial al mando le recibió con sorpresa.

-¿Qué hace usted aquí?- Quiso saber.- Se supone que debería estar con Michaels en la zona de tránsito a Bios.
-Sí, señor, pero el mayor me ha ordenado volver.- Le respondió Rick explicándole.- He desobedecido una orden directa suya de atacar y destruir una nave mercante que no se identificó.

            Enset movió la cabeza y tras suspirar contestó con tono calmado.

-Quizás haya sido culpa mía por no haberle puesto a usted al corriente.
-El mayor Michaels ya lo ha hecho, señor. Me ha explicado el motivo de esa orden. A pesar de eso, de acuerdo a mi conciencia, no podía ordenar un ataque, ni destruir una nave que quizás estuviera averiada y llevase pasajeros civiles a bordo.
-Si ha desobedecido a sabiendas eso es grave, su superior le puede denunciar y formarle consejo de guerra.- Le recordó Enset ahora con un tono más severo.-
-Lo sé, mi comandante. Y tendría razón.- Admitió Tracer.-

            Y tras unos segundos sin hablar, el joven vio llegado el momento, tras quitarse despacio su insignia de vuelo declaró para perplejidad de su superior.

-Es por ello que desde ahora mismo le presento a usted mi renuncia.
-¿Cómo?- Exclamó Enset, quien una vez repuesto de la sorpresa, trató de disuadirle.- Espere, no haga algo así de un modo tan precipitado. Seguro que todo ha venido a causa de un malentendido. Cuando Michaels regrese ya hablaré con él.
-No es necesario, señor. Además, siendo sincero, llevaba tiempo meditándolo.- Reconoció Rick.- Deseo apartarme de esto y no quiero tener que disparar contra nadie nunca más.

            Ahora fue Enset quien se mantuvo en silencio durante unos instantes, al fin se levantó ofreciendo su mano a Tracer. Éste la estrechó en tanto el otro oficial le decía.

-Lamento que se vaya de esta manera. Hablaré con Michaels, no creo que él quisiera esto. Todo lo más habría sido una sanción administrativa o unos pocos días de arresto en sus dependencias. Ha sido usted un buen oficial, siempre dispuesto a ayudar a sus compañeros y valeroso en acción. Será difícil reemplazarle.
-Le agradezco sus palabras, señor.- Pudo sonreír ligeramente Tracer tras soltar la mano de su ya ex superior.- Ahora le pido permiso para retirarme.
-Concedido.- Repuso Enset, quien antes de que ese joven se marchase añadió.- Buena suerte.

            Rick asintió agradeciendo aquellas palabras, el comandante Enset siempre fue un buen superior, preocupado por los suyos y justo. De modo que, antes de irse aún le dijo.

-Ha sido un honor servir bajo su mando, señor y si me permite una sugerencia más. Le propongo a la teniente Hunter para sustituirme al mando de la escuadrilla Granate Uno. Al menos cuando regrese de su permiso se alegrará recibir de usted una noticia así.
-Tendré que consultarlo con la capitana Simmons y esperar algún tiempo por si nos envían a alguien desde la Tierra o Bios. Pero anoto su sugerencia y la estimo en lo mucho que vale.- Repuso Enset.-

            Y ya sí, Rick salió del despacho de su superior. A los pocos días era oficialmente un civil. Pese a todo el propio Michaels habló con él no deseando haber sido la causa de aquello. Vino a decirle lo mismo que el comandante. Aunque Tracer le tranquilizó. Lo malo es que, merced a una parte de la normativa, tendría que aguardar al menos un año hasta poder entrar al servicio de una compañía civil. Eso le importaba menos, lo que sí le preocupaba era como encarar las cosas con Penélope.

-Eso fue lo peor de todo.- Suspiraba ahora con pesar e incluso algo de malestar, a los mandos de su nave de transporte, viendo aproximarse la forma del planeta Kinmoku hacia el que iba.- Primero lo de su hermano, luego ese científico.

            Y es que aparte de su desagrado por los combates o tener que destruir naves, estaba la situación de su entonces novia. Penélope seguía con su brillante carrera pero tuvo que pedir un permiso. Desde la Tierra le llegaron noticias preocupantes. Su hermano Mark estaba en el hospital. Según las primeras nuevas debido a un accidente. El recién retirado del servicio Rick se ofreció a ir con ella cuando la preocupada chica tuvo que pedir un permiso para ir a su mundo natal.

-No me gusta, no me gusta nada.- Decía Penélope una y otra vez.- El mensaje que envió mi padre no me ha dejado nada tranquila.
-Bueno, iremos allí y veremos que sucede.- Trataba de calmarla Rick.-
-Tendré que pedirle a Mei Ling que se haga cargo de todo. ¡Y tenemos tanto por hacer!- Suspiró entre angustiada y nerviosa.-
-Ya sabes que puedes confiar en ella.- Afirmó su novio.- Ahora dedícate a tu familia.

            Penélope aceptó esa sugerencia, es más, no podía hacer otra cosa. Al fin solicitó una excedencia de unos meses y viajó a la Tierra. Tracer la acompañó esperando poder ayudar. Al poco de llegar su hermano ya había sido dado de alta. La pareja se personó en el restaurante familiar. Allí, la primera a la que encontraron fue a la madre de la científica.

-¿Qué tal está Mark?- Quiso saber Pennie nada más verla.-
-Hace dos días que salió del hospital. Sigue en casa recuperándose.- Le contó su madre que lucía bastante desmejorada.-
-¿Qué le pasó? ¿Un accidente de tráfico?- Se interesó Rick.-

            Pero la mujer no respondió, Penélope la miró de modo inquisitivo. Tracer se dio cuenta de algo enseguida. Estaba claro que ahí pasaba algo que no era apropiado tratar con alguien ajeno a la familia, presente. Y pese a que su novia confiaba en él, su madre no tenía por qué hacer lo mismo.

-Iré a saludar a tu padre, Pennie. Señora Winters, un placer volver a verla.- Dijo cortésmente el muchacho para darles un poco de intimidad a la madre y la hija.-

            Las dos asintieron con agradecimiento. Él buscó a Richard. El hombre se ocupaba una vez más del restaurante hasta que su hijo estuviera repuesto del todo. Al verlo Rick le saludó con amabilidad.

-¿Cómo está usted, señor Winters?- Se interesó.-
-Muy ocupado como puedes ver.- Contestó lacónicamente el hombre que portaba una bandeja repleta de comandas.-  Me alegra verte, disculpa que no pueda atenderte ahora.

            Tracer asintió, optó sencillamente por salir a dar un paseo. Ahora que estaba en la Tierra pensó que, lo más apropiado sería ver a sus padres. Ese sería otro problema. La última vez no se despidió de su progenitor en demasiados buenos términos.

-Quizás ahora hayan cambiado las cosas.- Pensó tratando de animarse.-

            Una vez caminó un rato por la “Gran Manzana” retornó al local. Allí, Linda estaba ahora ayudando a su esposo con los pedidos. Penélope estaba sentada y con la barbilla apoyada sobre ambas manos. Al acercarse a ella Rick vio de inmediato que había estado llorando.

-¿Qué ha pasado, Pennie?- Quiso saber con inquietud.-

            Aunque en un principio ella no respondió, no tardó mucho en revelar con manifiesta angustia.

-Mi hermano Mark, no ha sufrido un accidente, Rick. Ha sido cosa de… bueno. Tenía unas deudas de juego y… y el prestamista perdió la paciencia. Mis padres tuvieron que avalarle hipotecando su casa.
-¡Cuánto lamento oír eso!- Suspiró el joven tomando de las manos a su pareja.-
-No puedo dejarse así, en este estado.- Musitó la muchacha.-
-¿Y qué puedes hacer sino?- Comentó Rick.- Tienes tu vida en Nature. Además, supongo que ya habrán pagado la deuda de tu hermano.
-Los intereses eran muy altos. A pesar de todo aún queda por pagar.- Sollozó Penélope.- Quizás tengan que hipotecar el restaurante también.
-De eso nada. Si ese tipo que le ha prestado a Mark es un usurero de mierda puedo ocuparme de él.- Afirmó Rick.-
-¡No digas disparates!, esa gente es de la mafia.- Le advirtió una asustada Pennie.-
-¿La mafia?- Rio despectivamente él para recordarle a su pareja.- Nos las hemos tenido que ver con extraterrestres super poderosos, naves espaciales enemigas y amenazas dignas de películas de ciencia ficción. ¿Me vas a decir ahora que unos gánsteres de pacotilla te van a dar miedo?
-¡Esos gánsteres de pacotilla como tú los llamas le han dado una paliza de muerte a mi hermano!- Exclamó la alteradísima chica atrayendo algunas miradas.-

            Eso la hizo reflexionar y guardó un avergonzado silencio. Rick suspiró una vez más. En eso su novia  estaba en lo cierto. Y, por si fuera poco, él ya no formaba parte de las fuerzas del UNISON. Y aunque hubiera seguido estando en el ejército y ser capaz de utilizar influencias para darles un escarmiento a esos criminales, los padres de Penélope seguirían viviendo allí en cuanto ellos se marchasen. Cualquier tipo de actuación que condujera al enfrentamiento con esos indeseables podría producir una venganza por su parte contra la familia de su novia. Y al parecer, era capaces de cualquier cosa. No desmereciendo en eso al mismísimo Gralas o a las Arcoily.

-Sí, tienes razón, lo siento.- Se disculpó él tras meditar aquello.-

            Y tuvieron que ser muy cuidadosos. Aquellos días no fueron demasiado agradables, una vez que los hermanos se vieron pasaron en poco tiempo de la preocupación a los reproches de Penélope. Eso no le sentó nada bien a Mark. Rick tuvo que mediar aunque a veces se llevó recriminaciones por ambas partes. Al fin, el chico, bastante harto de aquello, dejó a su novia y a su familia por un par de días yendo a visitar a sus padres. Esta vez llegó sin anunciarse. Precisamente el senador Jensen estaba de gira por el Estado. Las elecciones tendrían lugar en pocas semanas.

-Es una lástima que hayas venido sin avisar, seguro que a tu padre le hubiera encantado llevarte consigo.- Le contó su madre.-
-Ya sabes que a mí no me interesa la política, mamá.- Replicó pacientemente Tracer.-
-El caso es que, además de hacer campaña, quería reunirse con algunos militares.- Le desveló Sophie.- Le llamaré para decirle que has venido.
-He dejado el ejército.- Le desveló el joven.-

            Su madre quedó perpleja. Apenas sí podía creer aquello. Al cabo de unos instantes fue capaz de decirle.

-Creía que eso era lo que más te gustaba, hijo.
-Lo que siempre quise fue tener libertad y conocer nuevos sitios. También demostrar que podía hacer las cosas por mí mismo, sin el apoyo del apellido familiar.- Declaró el muchacho.-  En el ejército pude hacerlo. Pero ya he tenido bastante, no quiero luchar más.
-En cualquier caso. ¿Qué piensas hacer ahora?.- Quiso saber su progenitora.-
-No lo sé. Quizás trabaje para una compañía de vuelos interplanetarios.- Comentó él.-
-Mejor será que hables con tu padre. Hijo, hazme caso.- Le pidió ella casi con tono suplicante.-

            Rick no tenía muchos deseos de hacerlo pero, viendo a su madre tan preocupada, aceptó. Cuando Sophie llamó a su esposo pudo contactarle de camino al Capitolio. Tras una breve conversación la mujer del senador se despidió para pedirle a su hijo.

-Tu padre quiere que te reúnas con él en Washington.
-Vine con Penélope, mamá. No puedo dejarla plantada.- Alegó el chico.-
-Me ha dicho que te interesará estar junto a él cuando se reúna con sus contactos allí. Seguro que tu novia lo entenderá.- Insistió Sophie.- Por favor, Ricky, hazlo esta vez aunque solamente sea por mí.

            El aludido tuvo que suspirar con paciencia y asentir, entre que no le gustaba nada que lo llamasen con ese apodo de la infancia y los pocos deseos que tenía de complacer aquella petición, tuvo que armarse de paciencia y resignación para decir que sí. Llamó a Pennie y le comentó que, de pasada, podría recogerla si así lo deseaba. Sin embargo, ella optó por quedarse un poco más con su familia. De este modo, aliviado en parte por no arrastrar a su novia a tener que soportar vete a saber qué tejemanejes políticos, partieron. Al poco Perkins, el chófer, le llevaba en un lujoso coche hacia la capital del Estado. Tomaron la autopista I-95. Atravesando ciudades como New Haven, Bridgeport, Nueva York o Filadelfia, en las que pararon brevemente a descansar. Recorrieron los algo más de setecientos kilómetros en  casi diez horas. Durante aquel trayecto, el chico bromeaba con el chófer.

-Amigo Perkins, tantos años al servicio de la familia y siempre de acá para allá. Lamento que tengas que darte este viaje por mi causa. Si al menos fuera para ir de fiesta…
-Es un placer poder llevarle, señorito Rick.- Respondió el interpelado sin apartar la vista de la carretera.-
-A mí también me gusta viajar, pero cuando puedo ir libremente a donde quiero.- Comentó el joven.-
-Lástima que esa señorita no haya podido acompañarle.- Comentó el chófer.-
-Sí, ella tiene sus propios asuntos familiares que atender.- Suspiró el chico.-

            Entonces tuvo una idea. Al menos era algo factible. ¿Cómo no se le había ocurrido antes? Bueno, no le hacía gracia pedir ese tipo de favores pero , pensándolo mejor, él ya le estaba haciendo uno. Así que sonrió.

-Quizás no sea tan mala cosa ir a ver a mi padre.- Comentó de modo reflexivo.-

            Perkins no replicó a eso. Después sí cruzaron alguna que otra palabra sobre temas más intrascendentes. Al fin, tras esas diez horas, el chófer le dejaba cerca del mismismo Capitolio, tras mostrar una acreditación especial a los miembros del servicio secreto que custodiaban la zona.

-¿El mayor Rick Jensen?- Le preguntó uno de esos fornidos tipos, abordándole tras exhibir una placa del servicio secreto.-

            Iba vestido de traje y corbata negros con camisa blanca, auricular al oído y gafas de sol puestas para ocultar sus facciones. Tras darle un vistazo el interpelado asintió para replicar.

-Sí, soy yo.

            Mostró su acreditación militar de la que todavía no se había desprendido. Tampoco iba a contarle a ese tipo su situación actual. De ese modo le haría todavía más preguntas. Por suerte no pareció serle necesario, junto con otro individuo ataviado de idéntico modo, su interlocutor le guió hacia el interior de un edificio cercano perteneciente al gobierno.

-Su padre vendrá enseguida. Si hace el favor de aguardar aquí.- Le pidió amablemente aquel miembro del servicio de seguridad.-

            Sin otra cosa que hacer asintió. Al cabo de un rato, en efecto, apareció su padre. Venía charlando con un par de asesores de campaña pero tan pronto vio a Rick terminó aquella conversación dirigiéndose hacia su hijo a solas.

-Me alegra ver que has venido.- Le saludó más afablemente de lo que solía.-
-Mamá insistió mucho.- Confesó él.-
-Demos un paseo.- Le pidió su progenitor.-

            Rick convino en eso, aunque le pareció extraño que su padre tuviera ganas de caminar tanto. Salieron de ese edificio sin cruzar palabra y anduvieron hacia el Capitolio, llegaron incluso a pasar al lado de la gran estatua del presidente Lincoln.

-Aquí está, uno de los padres de la patria.- Subrayó al fin el senador.-
-Bueno, no fue uno de los fundadores precisamente.- Le recordó su hijo.-
-No, pero en cierto modo la refundó. Gracias a su victoria en la Guerra Civil.- Afirmó John.- En fin. Ahora quiero que veas a alguien, puesto que no creo que necesite presentártelo.- Le comentó enigmáticamente a su interlocutor.-

            El joven estaba a punto de preguntar de quién podría tratarse cuando tuvo la respuesta de inmediato. Nada más verle aparecer, de pelo castaño, ojos color miel y bastante alto, aunque no vistiendo el uniforme, sino con un traje crema con camisa blanca y corbata azul oscuro.

-¡Mazoui!- Exclamó el atónito muchacho.- ¿Qué demonios haces aquí?

            El interpelado esbozó una sonrisa de circunstancias. Tracer enseguida se dio cuenta de lo poco apropiado de su expresión. Optó por no decir nada dado que su padre estaba presente. Solamente añadió.

-Olvida lo que he dicho. Me alegro de verte.
-Yo también.- Convino su antiguo compañero de armas.-

            Los dos se dieron incluso un abrazo. John intervino entonces para comentar.

-Sabía que te iba a gustar volver a ver al señor O´ Brian. Cuando tu madre me dijo que habías firmado tu renuncia al ejército y aprovechando que tenía que verle para asuntos de campaña, me puse en contacto con él de inmediato y quedamos aquí. Aunque no estaba seguro de que al final fueras a venir.
-Por suerte lo hice.- Admitió Tracer.-
-Tenemos mucho de qué hablar. Y bastantes cosas que contarnos.- Declaró Mazoui.-
-Eso ya será cosa vuestra.- Comentó John, añadiendo eso sí, con más seriedad.- Ahora hay temas importantes que debemos tratar.

            Y charlaron sobre algunos asuntos realmente serios. Entre otras cosas, cuando Tracer les puso al corriente de su intención de trabajar en una compañía de transportes entre Kinmoku y Nature, Mazoui enseguida le ofreció.

-Ahora me dedico a llevar las empresas de mi suegro. Él está delicado de salud. Después de lo de mi esposa, su estado decayó bastante.

            Ante la mirada sorprendida de Rick,  su antiguo compañero le relató la terrible enfermedad que Satory había padecido años atrás. Afortunadamente se salvó. Pero al chico le quedó la impresión de que su amigo no le contaba todo. Más cuando Mazoui añadió de un modo algo críptico.

-Ya te lo contaré con más detalle cuando tengamos ocasión.
-Por mí, hablad cuanto queráis.- Dijo el padre de Rick tras haber tratado los temas que a él le interesaban.- Ahora debo dejaros.
-En tal caso te invito a comer, Tracer, ¡para que no me andes llamando tacaño! - Rio Mazoui.-
-Mira, no te diré que no.- Sonrió éste recordando los buenos tiempos a bordo de la SSP-1. -
-Hijo, espero que vuelvas a pasar por casa antes de irte.- Le pidió John.-
-Sí, lo haré.- Le prometió éste, dándole las gracias.-

            El senador se despidió de ellos entonces  y tras darle saludos los dos se encaminaron hacia un próximo restaurante. Para sorpresa de Tracer tenían ya mesa reservada y alguien más se sentaba allí leyendo un gran tomo de color burdeos.

-Ese tipo ha debido equivocarse de lugar.- Le susurró Rick a su amigo, añadiendo en homenaje a su tradicional sentido del humor.- O eso o quiere comer a tu costa.    

            Sin embargo, Mazoui movió la cabeza sonriendo y enseguida le presentó en cuanto ambos se llegaron hasta allí. Aquel chico guardó ese gran libro dentro de un maletín y se levantó para saludarles.

-Éste es mi primo Lance.
-Sí, me suena. Creo que estuvo en Nature hace algún tiempo.- Comentó Tracer tras saludarle, y recordando también.- ¿No eres el hermano de Alan?
-Así es. Encantado de conocerte, al menos oficialmente. Porque he oído y leído mucho sobre ti.- Sonrió.-
-Espero que cosas buenas.- Repuso el interpelado.-

            Lance no respondió a eso y sí que inquirió con tono todavía desenfadado.

- ¿Qué tal les va a mi hermano y a su esposa e  hija?
-Bastante bien, por lo que yo sé.- Respondió amablemente Rick.-
-Bueno, ahora te contaré lo de mi mujer con más detalle.- Intervino Mazoui con más seriedad.-

            Y tras hacerlo, Tracer le observó atónito. Al poco pudo decir.

-¿Estaba muerta?¿Seguro? ¿Y dices que volvió a la vida?
-Así es. Alguien la trajo de regreso.- Sentenció su contertulio.-
-Y creo que eso ya lo has visto antes, ¿no es así, Tracer?- Inquirió agudamente Lance.-

            ¡Y tanto que lo vio! Cuando la hija de Maggie nació. Por eso su cara de asombro era evidente.

-¿Qué está pasando?- Quiso saber con patente estupor.-
-Hay fuerzas muy poderosas en juego.- Le contó Lance, eso sí, matizando.- Sin embargo, todavía queda mucho para que se manifiesten. A su debido tiempo lo harán. Por ahora tenemos otros problemas más urgentes.
-La situación tanto en Bios, como en Nature y la misma Tierra, está empezando a deteriorarse.- Intervino Mazoui.- No sé si lo sabrás pero cada vez más gente critica a los soberanos. Tenemos movimientos ultra religiosos que abogan por una vuelta a la moralidad más victoriana.
-Y luego hay otros, que son lo contrario. Movimientos que defienden el feminismo radical o la ruptura de las normas sociales.- Añadió Lance.- Están cada vez más organizados. Pero mucho peores que cualquiera de los otros son los representantes de la llamada Luna Negra.
-¿Luna Negra?- Repitió Tracer admitiendo con extrañeza.- Nunca oí hablar de ellos.
-Son los que lideran la oposición a los soberanos. Paradójicamente dicen que Serenity y Endimión han potenciado las malas costumbres y que eso es parte de su plan para someter la Tierra y al resto de los planetas.- Le explicó Mazoui.-
-Es la cosa más estúpida que he escuchado nunca.- Desestimó su interlocutor.-
-Lo es. Pero no les impide ir ganando cada vez más fuerza.- Comentó un preocupado Mazoui, añadiendo.- Leval en Bios está teniendo ya problemas con movimientos de pros y anti aperturas , unos son partidarios de una inmigración mayor al planeta e incluso sin restricciones. Los otros se oponen a que vaya más gente.
-Ocurre algo parecido en Nature.- Dijo Tracer.- Aunque son pocos los que hablan de eso. Nuestro planeta ha sido terraformado más recientemente.
-Sin embargo, es bastante más pequeño que Bios.- Afirmó Lance.- Y su capacidad es mucho menor. No te sorprendas si muy pronto esas voces se multiplican.
-¿Y qué queréis que haga yo al respecto?- Inquirió Rick pues algo de eso imaginaba al añadir.- Tengo la impresión de que todo esto estaba preparado para que me reuniera con vosotros.
-Ya te lo dije.- Sonrió Mazoui guiñándole un cómplice ojo a su primo que sonrió al oír.- Es un tipo muy gracioso, hace mucho el payaso, pero no es tonto.

            Y tras sonreír divertidos fue Lance quién le comentó a Tracer.

-Ya sabemos que renunciaste a tu puesto en el ejército. Eso incluso puede favorecernos ahora.
-Sí, escucha con atención lo que te vamos a pedir.- Añadió Mazoui, ya más seriamente.-

            Y Rick les escuchó, hablaron de bastantes asuntos importantes y en concreto le hicieron una propuesta. Él estuvo de acuerdo. Gracias a eso, el suegro de su ex compañero invertiría en esa compañía que deseaba crear. Ahora, seguía de camino a Kinmoku dispuesto a llevar a cabo su cometido.

-En esto no me puedo quejar, con Pennie la cosa fue peor. Ahí no podían ayudarme.- Suspiró aunque enseguida se animó pensando.- Bueno, pero luego la conocí a ella.

            Continuó su viaje centrándose ya en su objetivo. Tendría que aterrizar en una zona poco concurrida de Kinmoku. Estaba a punto de llegar cuando fue a avisar a sus pasajeras.
-Es la hora.

            Las aludidas asintieron, ataviadas con sus uniformes de faena. Listas para pasar a la acción.






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