Tras despedirse de Martin, una apurada Daphne llegó a su casa.
Sabía que ya era tarde. A buen seguro que su cita la estaba esperando desde
hacía un buen rato, pero no pudo dejar antes a ese muchacho tan amable y
agradable como insistente. Además, tuvo que pasar por su casa. Tras saludar a
sus hermanos y a sus padres se dio una ducha y se cambió enseguida. Estando en
su habitación, su hermana Stephanie entró.
-¿Vas
a salir, Dap?
-Sí,
he quedado con unos amigos.- Respondió ésta.-
-Pues
te estás poniendo muy guapa.- Sonrió la niña.-
-Lo
normal.- Respondió la joven, devolviéndole una leve sonrisa.-
Aunque le resultaba incómodo. Su
hermana siempre tenía que estar haciéndole ese tipo de preguntas. No quiso
darle importancia, Steph estaba en la edad de empezar a preocuparse por esas
cosas. Y su insistente hermanita era muy curiosa. No tardó en volver a la
carga.
-¿No
habrás quedado con el señor Martin?- Comentó divertida, con un tonillo
malicioso.-
-No
estamos juntos a todas horas. Yo tengo más amigos.- Pudo responder Daphne con
impostada jovialidad.-
Al fin terminó, y dirigiéndose a ver
a sus padres, les comentó.
-Volveré
pronto.
-Muy
bien, hija.- Asintió su padre, que estaba viendo la holo tele.-
Su madre no estaba en el salón,
tanto mejor. Solía ser la más inquisitiva de los dos. Byron debía de andar por
su cuarto y, para alivio de Daphne, Stephanie se fue al suyo. La joven pudo
salir de casa y apresurarse a recorrer la distancia que la separaba de su cita.
Tomó un deslizador , tras tres paradas se bajó y caminó hacia un calle
adyacente poco concurrida.
-¡Al
fin! - Suspiró.- Espero que no se haya ido…
Pero
sus temores resultaron infundados. Allí, a la puerta de la misma, le aguardaba
alguien. Nada más verla esa persona sonrió.
-¿Dónde
te metes?- Quiso saber con voz cálida e incitadora.-
-Estaba
con un amigo. Luego tuve que pasar por casa. - Pudo responder la aludida.-
-Vaya,
¿dándome celos con tu amigo?- Sonrió quien la contemplaba con una mezcla de
impaciencia y deseo.-
-No,
no de esa manera. Es solo un compañero de trabajo. - Afirmó una divertida
Daphne mirando a su vez a la otra persona.-
A su parecer esa guapa morena de
ojos azules era realmente hermosa. Aprovechando la intimidad que les brindaba
esa calle ya en penumbra aproximó sus labios a los suyos fundiéndolos en un
apasionado beso.
-Mi
apartamento no está lejos.- Le susurró a esa muchacha al oído.-
Las dos se dirigieron hasta allí.
Con bastante precaución subieron separadas por unos minutos. Primero fue ella.
Al poco llegó su pareja. Luego Daphne abrió la puerta de casa invitándola a
pasar, ambas lo hicieron en tanto comenzaban a despojarse de sus ropas cerrando
tras de ellas. Después, tras explorarse mutuamente hicieron el amor con gran
apasionamiento. Una vez se sintieron satisfechas descansaron abrazadas y
sonrientes. Aquella joven de cabello moreno declaró con un tono de marcado
acento en su inglés.
-Se
hizo esperar, pero valió la pena.
-Siempre
vale la pena cuando estoy contigo.- Sonrió
Daphne besándola con suavidad en los labios.-
Y es que tras
unos meses las cosas estaban cada vez mejor. Había conocido a esa chica en una
de sus salidas.
-
Pero muchas veces pienso que esto no está bien.- Le susurró a su pareja, en
tanto permanecían desnudas y abrazadas en la cama.-
-¿El
qué no está bien?- Quiso saber esta.-
-Venir
aquí, hacer esto...- Pudo decir con tono envarado.-
-Si
quieres, alquilamos una habitación.- Le propuso su amante.-
-No,
yo…no es solamente eso.- Suspiró la muchacha añadiendo con un hilo de voz.-
Verás Sabra...
La aludida se separó de su abrazo,
cambió de postura colocándose de medio lado y mirando a los verdes ojos de su
pareja con los azules suyos para declarar.
-Mira
Dap, sé cómo te sientes. Para ti no es fácil aceptarte...quiero decir, tú
tienes una educación muy conservadora. Y te comprendo, mi familia es judía. Por
suerte no ultraortodoxa.- Sonrió ahora, para añadir ya más seria.- Pero no
creas que les hizo mucha gracia cuando salí del armario. Y además tenía
dieciséis años. Lo primero que me dijeron es que se trataba de una fase. Que
estaba desorientada. ¡Y mírame ahora! Tan desorientada no estaría si soy piloto
de cazas y estoy con la chica más hermosa de Nature.
Su novia sonrió, Sabra siempre sabía
como animarla. Pero tenía miedo, de ser descubierta, de ser rechazada por sus
seres queridos, de perder a muchas de sus amistades o incluso de ser despedida.
Al mismo tiempo, no podía renunciar a esa chica morena tan atractiva y decidida
de la que estaba muy enamorada.
-Y
todo comenzó del modo en el que menos me pude imaginar.- Recordó.-
Daphne había ido una tarde más a un
local en el que se ponía esa música proscrita en su casa. Se deleitaba
escuchándola y tomando algo. Tampoco podía evitar lanzar algunas miradas a
ciertas chicas que iban y venían, sin atreverse, por supuesto a decirles nada.
Ella misma de hecho se censuraba. ¿Cómo podía estar fijándose en otras mujeres?
Eso no estaba bien. Sin embargo, no podía evitarlo. Las curvas de otras
féminas, sus labios, sus piernas...a veces tenía incluso que esforzarse para no
mirar.
-No
sé qué me pasa.- Pensaba con zozobra.-
Por supuesto que también dedicaba su
atención a los chicos, pero eso nacía más bien de un impulso consciente. Podría
decir que en ocasiones hasta se esforzaba por mirar a alguno para mantener las
apariencias, sobre todo cuando estaba acompañada de algunos amigos o amigas.
Eso le pasó en la universidad con Sven. Estando con Laura y con Doris, dos
chicas con las que se llevaba bastante bien y por las que no se sentía atraída
más que por su amistad. Fue Doris, una muchacha regordeta y bajita, la que vio
a ese tío alto y rubio y comentó.
-¡Vaya
un tiarrón! ¡Quién le pillara!.
Ahora pensaba, no sin complejo de
culpabilidad, que esa táctica suya para actuar como era "propio de una
chica" fue lo que atrajo a ese tipo hacia ella.
-Me
le quedé mirando como una idiota y él se dio cuenta. Me sonrió, le sonreí, y
vino a hablar conmigo.- Le explicó a Sabra.-
-Tenías
que habérmelo dicho. Lo hubiera resuelto enseguida. -Se sonrió la israelí, quien a su vez le
comentó.- ¿No te acuerdas de cómo nos conocimos? -
Su interlocutora asintió, estaba en
ese local, oyendo la música y bebiendo una soda. Observando a algunas chicas
guapas. Algunas incluso le habían devuelto la mirada con unas leves sonrisas.
Al darse cuenta de eso, Daphne bajó la suya de inmediato sintiéndose
avergonzada. Para su horror, la voz de un chico la hizo mirar de nuevo.
-Hola
, ¿bonita música, eh?...
Era un tipo de cabeza bastante
despoblada de pelo y con perilla. Desde luego, no era su ideal. Encima daba la
impresión de haber bebido.
-¿Estás
aquí sola, preciosa?¿Quieres compañía? Te invito a lo que quieras.
-No
gracias, estoy bien así.- Fue capaz de responder apurada.-
-Anda,
sé simpática conmigo. Así no estarás sin compañía.- Insistió aquel tipo
aproximándose a ella.-
A Daphne no le gustaba que alguien
no invitado recortase así su espacio personal. Menos ese individuo que además
de oler a alcohol no le resultaba precisamente atractivo. Y aunque lo hubiera
sido, no tenía ganas de intimar con ningún hombre.
-Déjame
en paz, por favor.- Le pidió con voz trémula.-
Pero ese tipejo no tenía intención
de hacer eso, al contrario, quiso acercar su boca a la de ella para besarla.
Daphne se apartó mirándole entre atónita y asustada.
-Vamos
cariño, dime. ¿Cuánto quieres? -Jadeó ese individuo.-
-Quiere
que te largues y la dejes en paz.- Sonó una voz de mujer a la espalda de
ese tipo.-
Este se giró, al principio con
expresión hosca, pero al contemplar a esa belleza de cabello moreno suelto, que
lucía una camiseta que marcaba claramente sus encantos y una falda corta,
sonrió respondiendo burlón.
-¿Y
tú quién eres?¿Su novia?
-Podría
ser, seguro que tendría más éxito que tú. ¡Ahora piérdete, baboso! - Le espetó
con poca amabilidad.-
Eso enojó al tipo, trocó su tono
meloso y juguetón por otro agresivo y contestó.
-¡Métete
en tus asuntos, zorra!
Quiso apartarla de un manotazo pero
esa joven le sujetó aplicándole una llave de jiu jit su que dio con la cabeza
de ese individuo sobre la barra. Ejerciendo presión sobre el brazo y la muñeca
de su oponente, la joven le arrancó un par de gritos de dolor ante las miradas
perplejas de Daphne y otras personas allí presentes.
-¿Algún
problema?- Quiso saber el dueño del local, acercándose hasta allí.-
-Este
tipo estaba molestando a mi amiga.- Contestó la muchacha de cabellera morena.-
Le soltó entonces y aquel idiota
quiso revolverse contra ella, pero se contuvo al verse rodeado por varias
personas.
-¿Es
eso cierto?- Quiso saber el dueño, dirigiéndose a la apurada Daphne.-
Normalmente le hubiera quitado
importancia a eso, no deseando meterse en problemas. Pero la presencia de esa
joven que la había defendido la hizo envalentonarse para decir la verdad.
-Yo
estaba aquí tranquila, y él vino a hacerme proposiciones, le dije que no...
-Muy
bien.- Asintió el dueño, agarrando a ese tipo del pescuezo.- ¡Fuera de aquí,
sinvergüenza!- Exclamó sacándolo del local.-
Los demás asintieron con aprobación,
alguno corroboró lo que Daphne había dicho. Al fin, la gente volvió a sus
cosas, pero esa chica se quedó a su lado y le preguntó con tono amable.
-¿Estás
bien?
-Sí,
gracias a ti.- Sonrió Daphne.-
No se recató de mirarla con
detenimiento, ¡era realmente guapa! A su vez, su contertulia hizo lo mismo,
sonrió y le dijo.
-Acabo
de llegar a este planeta y ya me estoy metiendo en lios. Pero ha merecido mucho
la pena. Me llamo Sabra.
Le ofreció la mano y Dap se la
estrechó, presentándose a su vez. Charlaron un poco entre el ruido de la
música. Aunque apenas sí podían oír nada. Sencillamente comentaron sus gustos
por esas canciones tan magníficas, lamentando que la estrechez de miras de
muchos las confinase a tener que ir a disfrutarlas a ese lugar.
-Bueno,
tengo que irme. -Dijo Daphne.-
-Espero
verte de nuevo.- Contestó su contertulia.-
-Suelo
venir mucho por aquí.- Le dijo la rubia muchacha.-
Su interlocutora asintió, Daphne le
dedicó una última mirada y se marchó de vuelta a casa antes de que fuese tarde.
Aquella vez no pasó nada, volvió a la noche siguiente a ese garito, quizás
dispuesta a intimar algo más, pero Sabra no estaba allí.
-Y
no volví a verte hasta esa tarde en el Clargin.- Le recordó Daphne tras darle
un suave beso en los labios.-
De hecho, fue precisamente estando
con Martin, tomándose algo en la cafetería de Ginger y Clarisa. Una tarde en
las que ambos se sentaban bebiendo sendos batidos tras el día de escuela. Se
acordaba de que su compañero le estaba contando algo sobre los críos de su
clase y ella reía, no obstante, al mirar por la ventana, la vio. Sabra sonrió,
Daphne entonces le hizo un gesto de que aguardase. Por fortuna Martin no se dio
cuenta, en ese momento estaba mirando el mostrador para pedir algo. Cuando el
chico volvió ella le dijo que tenía que ir al baño.
-Perdona,
vuelvo enseguida, - se disculpó. -
Entró rápidamente, no era uno de esos
días del mes tan incómodo y que además la obsequiaban con ese dolor tan
lacerante como embarazoso. Pero usó ese pretexto, lo primero que se le ocurrió,
¡qué se le iba a hacer! Una desventaja más de ser mujer convertida en una
inesperada ayuda en esta ocasión. Al menos entró rauda para ver con alivio que
el servicio estaba vacío. O esa fue la primera impresión. Aprovechó con todo
para ir al baño. Al salir al fin, ya sintiéndose mucho mejor, la vio. Esa
muchacha de cabellos negros y ojos azules, que había entrado justo detrás de
ella, la observó con interés.
-¿Te
encuentras bien?- Le preguntó con su acento extranjero bastante evidente.-
-Sí,
gracias, es que…le dije a Martin que era uno de esos días.- Pudo sonreír ella.-
-Comprendo.-
Asintió la otra joven devolviendo la sonrisa para añadir.- Me fijé en que tu
novio no parecía darse cuenta de nada cuando me hiciste la señal.
-No
es mi novio.- Contestó enseguida Daphne.- Solamente es un compañero…
-Él
no te mira de esa forma. Si no te importa que te lo diga. - Se sonrió Sabra.-
-Dime.
¿Dónde te metiste?- Quiso saber con una mezcla de interés y algo de
reprobación.-
-Sabes
que soy una mujer piloto. ¿O no te lo dije?- Respondió su contertulia quien
realmente no se acordaba.-
-¡Vaya! Una mujer piloto.- Sonrió su interlocutora presentándose
a su vez en tanto que la miraba con creciente interés.- ¿Estás destinada aquí?
-Pertenezco a la escuadrilla de las Fighter Ladies.- Le
contó.- Estoy aquí por unos días, cuando
tengo
algún permiso. Pero debo volver a mi base que está bastante lejos de aquí.
-Vaya, no
lo sabía.- Admitió su interlocutora, quedando impresionada.- Disculpa. No quise
parecerte
maleducada.
Sabra se rio,
movió enseguida la cabeza.
-Tranquila.
No pasa nada, tampoco te lo había dicho. Y me gusta ver que te preocupabas por
mí.
-Es
natural, tú me ayudaste.- Pudo pretextar una ruborizada Daphne quien enseguida
varió de tema para decir.- Yo conozco a la mujer que os manda. Se llama Susan,
¿verdad?- Inquirió su contertulia.-
-Sí,
la teniente Hunter.- Corroboró Sabra quien pareció impresionada queriendo saber
enseguida.-¿Y de qué la conoces si te lo puedo preguntar?
-Soy
maestra en la escuela de la Fe. Doy clase a su hijo.- Repuso la muchacha.-
Aunque fue pronunciar ese nombre y
ver cambiar la expresión de su interlocutora. Casi juraría que ésta palideció.
La oficial enseguida añadió con tono algo más apurado.
-Vaya,
no quise molestarte.
-En
absoluto, no lo has hecho.- Aseguró la joven rubia.-
-Siendo
judía, no comparto muchos de esos postulados.- Le desveló aquella chica,
añadiendo.- Soy de Israel. Aunque no demasiado religiosa pese a todo.
-Bueno,
yo trabajo allí, pero aunque soy católica, eso tampoco significa que sea
devota.- Confesó Daphne a su vez, suspirando para añadir con tinte más íntimo y
algo apurado.- Y tampoco puedo evidenciar otras cosas. No sé si me entiendes.
De hecho esa chica morena le atraía
mucho. Ahora confirmaba la impresión que tuvo en ese local, donde la escasa luz
y la aglomeración de gente no le habían permitido verla todo lo bien que le
hubiera gustado. Era realmente guapa y parecía muy en forma. Sin los tacones
que llevaba el otro día, era algo más baja que ella pero aun así la fascinaba
puesto que daba la sensación de no arredrarse ante nada a juzgar por esa mirada
tan profunda que tenía. Y lo demostró dándole una lección a ese tipejo que la
acosó. Pero lo que era mejor, ella
parecía haberle causado la misma impresión, puesto que esa muchacha sonrió más
ampliamente ahora y dio muestras de comprender aquello, dado que le propuso con
tono de complicidad.
–Algo imaginé, al encontrarte en ese lugar.
Allí, además de esas canciones, van personas que no
pueden
mostrar abiertamente lo que sienten. Ya me comprendes.
Daphne no supo que replicar. A pesar
de todo, no quería admitir eso en voz alta. Sin embargo asintió levemente.
Animada por ese gesto, la israelí le ofreció
–Apunta mi número si quieres, nos llamamos y
hablamos con más calma. Ese chico estará
preguntándose
si te pasa algo. Y no le podría culpar.
Daphne se lo
dio y a su vez anotó en su teléfono el de aquella muchacha. El corazón le latía
más deprisa, sobre todo cuando su interlocutora le ofreció la mano. Sabra se la
tomó con suavidad, acariciándole la palma con sus dedos, la rubia sintió un
ligero escalofrío. Al fin, tras el
saludo, la israelí sonrió despidiéndose.
-Ha
sido un placer, Daphne. Ahora será mejor que tú salgas primero.
-¿Por
qué yo?- Se extrañó ella.-
-Tu
compañero te estará aguardando con impaciencia. Si salgo primero yo se fijará
en mí y luego te verá salir a ti. Llevamos bastante rato aquí. Puede que piense
cosas raras. Los hombres son así.
-No
hemos hecho nada malo.- Pudo decir la joven maestra con estupor.-
Y para sorpresa
de la rubia, su interlocutora se aproximó decididamente a ella y la rodeó el
cuello con sus brazos para darle un cálido y sensual beso en los labios. Al
poco se separó de la asombrada Daphne y le susurró.
-Ahora
sí… Por eso, si tú sales antes, él ya no se fijará más que en mí. Hazme caso.
Ahora tengo tu número, te llamaré.
La rubia
asintió ruborizada, ahora sí que su corazón palpitaba sin freno. Tentada estuvo
de corresponder a ese beso con otro más profundo y dejarse llevar. Empero, fue
capaz de controlarse, sin volver a mirar a Sabra se marchó. En efecto, Martin
miraba en dirección al servicio con expresión inquieta y cuando la vio
reaparecer relajó su semblante.
-¿Te
encuentras bien?- Inquirió con gesto preocupado.-
-Sí,
ya estoy mucho mejor, ya sabes, esas cosas de chicas.- Sonrió apuradamente
ella.-
El muchacho le
devolvió una comprensiva sonrisa y no ahondó más en el tema. Evidentemente
consciente de que aquello era algo embarazoso para su compañera. Daphne por su
parte estaba nerviosa. Deseaba ver salir a Sabra, pero la israelí tardaba. Le
costó pero aparentó naturalidad y mantuvo una conversación intrascendente con
su amigo, con un ojo puesto en el servicio de señoras. Al fin, tras unos pocos
minutos, esa morena salió pasando al lado de ambos como si no la conociera. La
rubia ni tan siquiera se atrevió a seguirla con la mirada. Notaba como si una
especie de mariposas le revoloteasen por el estómago. Sin embargo, Martin la
sacó de aquellos pensamientos.
-Bueno.
¿Te pido algo más?
-No,
no gracias. No me apetece. Hoy, bueno, ya sabes…- Pretextó algo apurada.-
Daphne creyó
que su amigo iba a advertir de un momento a otro lo que le pasaba. Era como si
creyera que él pudiera leerle el pensamiento. Afortunadamente, nada más lejos
de la realidad. El chico asintió comprensivo para ofrecerla.
-Claro,
con eso que te ha pasado tendrás el estómago revuelto. No te preocupes, te
acompaño si quieres hasta tu casa. Te vendrá bien descansar. Mañana tenemos
clase.
Pese a que se
encontraba bien ella aceptó. De hecho, casi podría decir que en verdad,
comenzaba a sentirse indispuesta por la tensión y los nervios. Mejor no
levantar sospechas, aunque por otro lado, ¿sospechas de qué? Se sentía como una
tonta, parecía haber vuelto a sus días de adolescente cuando tonteaba con algún
chico al salir del colegio de las monjas y no quería que sus padres se
enterasen. Bueno, luego empezó a fijarse más en las chicas. Y claro, por
supuesto eso era mucho peor para una familia como la suya. Por ello se cuidaba mucho de que no se notara
y de mantenerlo en secreto.
-Mis
padres siempre han dicho que no tienen nada en contra de los gais, pero desde
que vinimos aquí, y acuden a la Iglesia de la Fe, se han radicalizado en su
contra. Si supieran que a mí me gustan más las mujeres que los hombres…- Pensó
no sin temor.- No, no lo entenderían.
De hecho, la
prueba la tenía en esa prohibición de escuchar esas canciones en casa. ¡Qué
ironía! Gracias a eso había conocido a Sabra. Pero sus padres no podían
saberlo. Ni ellos, ni el resto de su familia y muchísimo menos sus jefes. Eso
de trabajar en un colegio religioso, y además, uno fundado en Nature por aquel
movimiento neoconservador. Ahora que lo pensaba, a la hora de entrar a trabajar
allí, tuvo la suerte de tener
precisamente una familia que había contribuido incluso con donativos a ese
grupo. Sus padres estaban muy bien considerados y ella misma era intachable
desde cualquier punto de vista. Por ello fue recibida con los brazos abiertos.
Tenía fama de ser amable y dulce con los niños y muy sensata. Lo único malo es
que le tocaba asistir con regularidad a ceremonias religiosas con toda la
familia. Personalmente a Daphne eso no le gustaba demasiado, aunque era preciso
para mantener una buena imagen ante sus superiores y por otro lado tenía que
admitir que tampoco eran tan terribles como muchos les pintaban.
-Nunca
les he oído predicar de modo radical contra homosexuales, más bien desaprueban
esas conductas. Ni tampoco dicen cosas terribles contra los reyes de la Tierra.
Aunque eso me da más igual.- Reflexionaba.- Realmente esos soberanos no se
meten en la vida de nadie.
-Bueno,
vámonos cuando quieras.- Le propuso Martin sacándola de esas tribulaciones.-
Al levantarse,
despedirse de Clarisa que estaba atendiendo ese turno y salir, el muchacho hizo
un torpe intento de tomarla por el brazo, aunque ella lo rechazó con suavidad.
Enseguida sonrió para asegurarle, como si creyera que había intentado aquella
maniobra por esa razón.
-De
verdad, tranquilo, me encuentro bien.
Si al joven le
sentó mal ese desplante desde luego que no lo evidenció. Casi pareció estar más
bien aliviado. Sin embargo, a Daphne eso le pareció un intento de aproximarse a
ella en un modo más íntimo. Sobre todo tras las palabras que Sabra le había
dicho en el baño. No obstante, le vino bien que Martin la acompañara. Pese a
todo se conocían durante años y ese chico siempre se había mostrado amable con
ella y portado como un buen amigo y compañero. Primero en la facultad, luego
trabajando en el Clargin, y ahora en el colegio. Podía contar con él para
cualquier cosa que necesitara.
-Quizás
soy yo la que ve cosas que no hay.- Pensó más tranquila, casi sintiéndose
culpable por el pobre Martin.- Él solamente está preocupado por si estoy bien.
Aunque desde que le
conocía él no había salido con ninguna chica. Al menos eso creía recordar
Daphne. Sabía, eso sí, que Martin había mantenido una relación con una tal Gretchen.
Según el propio chico le explicó, lo dejaron de mutuo acuerdo un poco después
de que comenzase la universidad. Ella por su lado solo le contó que había
salido con un par de muchachos, pero que no fue nada serio. Pese a conocerle de
años y tenerle bastante aprecio, no se había atrevido ni tan siquiera a
insinuar que solamente prestaba atención a otras mujeres. La familia de su
compañero también era bastante religiosa y, a pesar de la confianza que había
entre ellos, Daphne prefería mantener eso en secreto. Tanto era así que no
había probado suerte con ninguna chica y
con las pocas con las que tuvo algo, solo se limitó a un par de noches de
jugueteo con miradas en ese recóndito club de alterne en las zonas más
“permisivas” de las afueras de la ciudad. Siempre asegurándose de no destacar.
Al menos, eso fue así hasta conocer a Sabra por la que comenzaba a sentir un deseo
muy difícil de controlar.
-Eres
muy amable. Gracias por acompañarme. - Le sonrió ella cuando llegaron ante la
puerta de la casa de sus padres.-
-Es
lo menos que puedo hacer. Asegurarme de que llegues a casa para que mañana
vayas a trabajar. No quisiera tener que ocuparme de tu clase y la mía. ¡Ja, ja!
- Se rio él con un claro tinte de broma.-
Daphne asintió,
también entre risas. ¡Desde luego eso sería toda una prueba! Con tanto niño
bullicioso en solamente un aula, tener que ocuparse de dos habría sido
realmente complicado.
-No
temas, no te haría algo tan terrible.- Sonrió ella una vez más, para darle un
afectuoso beso en una mejilla.-
-Bueno…hasta
mañana entonces.- Pudo decir él que daba la impresión de haberse puesto
colorado, agregando de forma algo torpe.- Dales recuerdos a tus padres y
saludos a tus hermanos.
Ella asintió. De este modo se
despidieron a la puerta de casa de ella y el joven se fue tras quedar ambos en
la cafetería para desayunar al día siguiente, como era su costumbre. Meditando
sobre lo ocurrido tras esos meses, se vio nuevamente en la cama del apartamento
que sus padres tenían en el centro, junto con Sabra. Sacándola de esos
pensamientos, la israelí le comentó con tinte entre inquisitivo y jovial.
-Estás
muy introspectiva esta noche. Rememorando todas esas cosas.
-Es
que verás.- Le confesó a su vez.- Esto ha sido maravilloso pero supongo que
pronto te irás.
-Debo
ir a mi base de destino. Sé que nuestros encuentros en estos últimos meses han
sido… bueno, muy irregulares. - Le explicó su amante como intentando
disculparse por ello, tras suspirar.- Pero no te preocupes. Estaremos allí
desplegadas por poco tiempo más. Sagan City está cerca, vendré a menudo y
podremos vernos. O, si tienes algún día libre, podrías venirte tú. Bueno.- Pareció
rectificar tras pensarlo mejor y agregó.- Quizás sería mejor que venga yo. No
quisiera que te dieras ese viaje y me hubiesen enviado a patrullar.
-No
sé.- Musitó su contertulia levantándose de la cama, para insistir en sus
temores.- No estoy segura de que esta relación sea una buena idea.
-¿Por
qué dices eso?- Se sorprendió Sabra quien, con más inquietud, le preguntó.- ¿He
hecho o dicho algo que te haya molestado? Te aseguro que nos vamos a ver con
frecuencia, y más adelante podré hasta pedir un cambio de destino y quedarme
aquí.
Y es que en
esos meses las cosas habían ido muy rápidas aunque de forma intermitente.
Cuando Sabra podía tener un permiso lo bastante largo iba a Sagan City y ahí se
veían. Siempre, eso sí, a escondidas de cualquiera que pudiera conocer a la
maestra. Al principio, de hecho, lo tomaron con mucha calma. No es que
comenzasen a acostarse al segundo día, ni tan siquiera al tercero, ni en las
primeras semanas. Antes quedaron tal y como Sabra le propuso, como amigas. Tras
aquel episodio del cuarto de baño, a los pocos días Daphne recibió la llamada
de la piloto. Al principio charlaron de sus vidas y de cómo habían ido a parar
a Nature. En la primera cita que tuvieron, al inicio de conocerse, la maestra
le contó que ella se mudó allí casi al principio de la terraformación, junto a
sus padres y hermanos menores.
-Así
que tienes hermanos.- Sonrió su contertulia.-
-Sí,
mi hermano Byron tiene quince años y mi hermana Stephanie está a punto de
cumplir catorce.- Les adoro, son muy buenos niños. Casi hago de madre con
ellos. Van al mismo colegio en el que trabajo…
-Entiendo.-
Suspiró Sabra que añadió con tono más jovial.- También tengo hermanos, uno
mayor llamado David que tiene treinta años y otro más pequeño de nombre
Ezequiel de quince.
-¿Y
tú cuantos años tienes?- quiso saber la maestra.-
-¡Eso
no se le pregunta a una señorita! - Rio Sabra.-
Las dos rieron
por aquello, aunque al fin la israelí respondió a la cuestión.
-He
cumplido veintitrés. Soy alférez y espero poder ascender pronto a segundo
teniente.
-Yo
tengo veinticinco, quizás sea demasiado mayor para ti.- Bromeó Daphne.-
Y tras algunas
risas más concluyeron esa primera cita tomándose algo y mirando algunas
tiendas. A las dos les gustaba la ropa, aunque Sabra tenía gustos más
deportivos. Daphne adoraba sin embargo los modelos de la colección Deveraux.
Tanto los que podía permitirse como, sobre todo, los que no. Visitaron incluso
la primera franquicia de esta marca que se puso en Nature. Vieron a alguna de
las modelos entrando y saliendo algo ajetreadas. La piloto, entre risas,
incluso le susurró a su todavía meramente amiga.
-Parece
una pastelería. ¡Anda que no hay bombones reunidos!
Sobre todo esa
tal Brenda que era la responsable del lugar. Junto a ella otra chica que parecía muy simpática y
que también era bastante guapa, a la que Daphne reconoció como una de las
modelos más cotizadas de Nature.
-¿Cómo
se llama esa?- Quiso saber Sabra al ver a aquella muchacha de pelo castaño
claro largo y ojos entre castaños y verdes. Quien sin embargo, no era
excesivamente alta para ser una “top model” – Es muy bonita.
-Se
llama Sonia Calderón. Es española. Ganó un certamen en la Tierra para jóvenes
talentos. Creo que la señora Deveraux la envió aquí para formarse.- Le contó
Daphne.-
-¡Pues
sí que estás puesta en esto, si te lo había dicho en broma! - Comentó la
sorprendida Sabra.-
-Me
gusta mucho el mundo de la moda.- Replicó su acompañante.-
-¿Por
las modelos o por la ropa?- Sonrió pícaramente la israelí.-
-¡Por
ambas!- Se rio su contertulia.- Bueno, y porque a mi hermanita Steph le
encanta. ¿Sabes? Quiere ser modelo. Y siempre me anda contando todos los
cotilleos sobre el mundillo de las pasarelas.
-¡Vaya!-
sonrió Sabra.- Eso es muy interesante, si es la mitad de hermosa que su hermana
mayor será una de las más cotizadas.
La maestra se
sonrió algo ruborizada, al fin dejaron ese tema y se despidieron al poco. Tras
un par de citas más quedaron en un parque y simplemente pasearon juntas. Nadie
podría ver mal eso. En esa ocasión Daphne ya le advirtió con aire inquieto.
-Mira,
creo que me gustas. ¡No, sé que me gustas! - Rectificó algo azorada para
agregar con más seriedad.- Pero teniendo en cuenta donde trabajo y el círculo
de personas que me rodean, debo tener mucho cuidado.
-¡Qué
se vayan al infierno!- Repuso despreocupadamente Sabra para alegar.- Eres una
mujer adulta y no estás ligada a nadie. Y si alguien te molesta yo me ocuparé
de él o de ella. No sabes lo bien que se me dan las artes marciales. En Israel
aprendí de los mejores. Bueno, o sí que lo sabes. Ya viste lo que le hice al
tipo aquel. Y únicamente me limité a inmovilizarle.
-Preferiría
que no, ¡por favor! - Le pidió su interlocutora no sin un tinte de temor.-
Sabra la
observó con inquietud. Aquella afirmación suya había sido en broma. Bueno,
quizás a medio camino entre la chanza y la verdad. Sin embargo, la cara de su
pareja evidenciaba un claro miedo a que esa posibilidad se produjera. De modo
que la israelí trató de sonar más conciliadora al tomar la palabra.
-Muy
bien, como tú quieras.- Replicó resignadamente y tras caminar un poco y viendo
que el lugar estaba desierto de gente en ese momento se aproximó a su pareja
dándole un beso en los labios para sentenciar. – Haremos lo que prefieras…
Daphne sonrió
entonces y, mirándola con verdadero interés, le sugirió.
-Pues
prefiero que estemos a solas con total seguridad. La casa de mis padres no está
lejos. Podríamos estar más tranquilas allí.
-¿La
casa de tus padres?- Se sorprendió la israelí, alegando atónita.- Pensé que
dijiste que ellos no aceptaban esta clase de cosas.
-Bueno,
me refiero a un piso que tienen en la ciudad.- Le aclaró su interlocutora
contándole entonces.- Uno además de la casa en la que vivimos todos. Lo
compraron al inicio de la terraformación. Pero no es demasiado grande. Suelen
tenerlo alquilado pero ahora no hay inquilino. Allí no van nunca. -Sentenció la
rubia maestra aseverando con un toque de poco disimulado deseo.- Estaremos
cómodas y tranquilas.
Por supuesto
que su acompañante aceptó esa propuesta. Las dos llegaron con calma, entraron y
tras sentarse un rato en un sofá, charlaron. No tenían prisa, era más grato
disfrutar del momento. Daphne se puso algo más cómodo, sirvió dos copas y
bebieron. Entonces fue la maestra quien, desabotonándose la camisa de algodón
que ahora llevaba, le susurró a su pareja.
-Tengo
mucha curiosidad. Hasta ahora nunca había salido en serio con una chica.
-¿Y
con un chico?- Quiso saber su interlocutora.-
-Tampoco.-
Confesó la joven.- Entre mi familia, mis estudios y el trabajo, no me sentí
hasta ahora atraída por nadie lo bastante como para pasar de un coqueteo
esporádico.
-Ni
siquiera con ese muchacho ¿Martin?- Creyó recordar la israelí, admitiendo no
sin un leve tono de celos.- Alguna vez te he visto con él…no solo cuando nos
conocimos. Y parece que estáis muy unidos.
-Ya
te lo dije, solamente es un buen amigo y compañero de trabajo. Le aprecio mucho
pero eso es todo. - Contestó Daphne ahora con un tinte de voz más excitado.-
Cuando estoy con él no siento lo mismo que contigo. Sí, cuando estoy a tu lado
es distinto…deseo entregarme a ti. De veras que lo deseo.
Sabra no esperó
a que se lo repitiera, tomando con suavidad el rostro de su interlocutora con
ambas manos la besó en los labios. Tras separarse, ésta le devolvió el beso,
así continuaron hasta que la cosa se fue calentando progresivamente. La israelí
comenzó a desnudar a la rubia. Después hizo lo propio con ella misma y le
enseñó a su nueva amante algunas de sus artes en el amor. Al terminar, Daphne
suspiró declarando con satisfacción.
-Ha
sido maravilloso. Como lo había imaginado.
-Y
más que lo será.- Le prometió su amante aseverando.- Iremos poco a poco, y ya
verás como dentro de nada serás capaz de decirle al mundo entero qué y quien te
gusta. Sin importarte lo que digan.
-Si,
como hizo Kerria Malden, la cantante de las Justices.- Recordó Daphne.-
-Me
suena de algo. Pero ahora mismo no sé quién es. - Admitió Sabra que no parecía
conocer demasiado de aquel mundillo musical.-
-Es
una mujer realmente valiente. Se enfrentó a la sociedad admitiendo que era gay
durante un programa de máxima audiencia en la holo tele.- Le contó Daphne.-
Pero yo no sé si tendré ese valor…Al menos por el momento.
Y ahora ese
tema volvía una vez más, su novia la observaba aguardando una réplica. Daphne
no quería molestarla de modo que asintió débilmente y musitó con poca
convicción.
-Sí,
eso sería estupendo. Espero que sea pronto. Aunque no puedo pensar solamente en
mí. Mi familia…
-Un
poco de paciencia.- Sonrió Sabra posando un dedo sobre los labios de su
pareja.- Ya te lo he dicho, todo llegará.
Y de este modo
se despidieron, la piloto debía volver a su acuartelamiento. Había recibido un
mensaje de su superiora y segunda al mando de la escuadrilla, la teniente
Olivia Aguirre. Daphne la despidió con
un pasional beso y el deseo de verla muy pronto. Por otro lado y
afortunadamente para él, ajeno a eso por completo, Martin llegó a su casa
también. Tras ese agotador día de colegio. Pero el exhausto maestro pensaba en
otra cosa.
-Tengo
que decidirme pronto o a este paso un buen día la veré colgada del brazo de
otro. ¿Quién sabe? Lo mismo me dice que sí.- Sonrió imaginando casi como en una
ensoñación.- Y si nos casamos y tenemos hijos podríamos llevarles al mismo
centro donde trabajamos. Bueno, mejor será que no corra tanto...- Se dijo casi
avergonzándose él solo.-
Aunque tras
esos esperanzadores pensamientos se dedicó a otras cosas, como ordenar un poco el
piso en dónde vivía de alquiler y llamar a sus padres para ver que tal su día.
Lo mismo que él, aunque por otros motivos y estando aun en su despacho, se
hallaba Brenda. Aquella modelo tan prometedora se estaba quedando estancada
allí, en ese planetucho. Desde que su jefa la nombrase responsable de la cadena
Deveraux en Nature. Lo que empezó siendo únicamente un viaje para buscar un
local e instalar la franquicia terminó con el cargo que la jefa le asignó. ¡Y
cualquier le hubiese dicho que no! Quizás para otras pazguatas aquello hubiese
sido el culmen de sus carreras, pero ella no estaba dispuesta a conformarse.
-Todavía
soy joven, desfilo y todos me admiran aquí. Pero eso no es bastante, quiero
volver a la Tierra. Triunfar allí. Aquí estoy malgastando mi vida y las
posibilidades de subir en mi carrera, en tanto otras como Mirna suben como la
espuma. - Se decía no sin malestar.- Pero claro, ¿cómo proponerlo a la bruja
sin que se moleste?
Y es que sabía
que la señora Deveraux no se tomaba bien ese tipo de cosas. Aquella individua
creía estar dotada de un infalible sentido de lo que era mejor para todas sus
empleadas. Por eso, Brenda no deseaba arriesgarse. Si por pedir un traslado esa
vieja le tomaba manía su carrera estaría acabada. Aunque siempre existían otras
posibilidades. Si la casa Deveraux no la tomaba lo suficientemente en serio…
-Perdona
Brenda.- Oyó la voz de una de sus modelos a la par que un suave golpeteo de
nudillos en la puerta.-
-¿Si?-
Repuso la aludida levantando la vista de su mesa y saliendo de esas
conjeturas.- Ah, ¿eres tú, Sonia?- Dijo aunque ya la estaba viendo ante sí.-
La joven española asintió,
¡evidentemente que era ella! Había llegado hacía tan solo unos meses a Nature,
tras ganar ese certamen en París. La propia Esmeralda Deveraux había alabado su
buen hacer. Sin embargo, le pidió que aceptara un traslado a Nature para
potenciar la franquicia de allí.
-Bajo
la dirección de Brenda Walsh aprenderás a desfilar muy bien.- Le aseguró la
dueña de la prestigiosa casa de modas añadiendo comprensiva.- Sé que echarás de
menos tu casa, pero cada cierto tiempo podrás tomarte un permiso y regresar.
-Muchísimas
gracias Madame Deveraux, no la decepcionaré.- Le prometió entusiasmada pese a
todo.-
-Hija,
Madame Deveraux solamente hubo una.- Sonrió Esmeralda explicando a la atónita
joven.- Y fue la fundadora de esta casa. Yo soy solamente la señora Deveraux en
este negocio.
Y aunque no
captaba aquella diferencia de matiz, Sonia asintió. Si su jefa lo decía sería
por algo. Aquella mujer nunca daba puntadas sin hilo, como se decía en la
tierra natal de la joven modelo. Bueno, ahora le tocaba prepararse para ese
viaje, si bien por un lado le parecía una aventura muy interesante y
prometedora, de otro algo traumático sí que sería. Tendría que dejar a su
pareja durante un tiempo. Pero se lo contaría y ésta lo entendería.
-Pero
no lo entendió.- Suspiró la muchacha.- Rafa siempre fue muy posesivo. Ya le
dije que no era suya, ni de nadie.
Aquello acabó
mal. Su novio era el típico tío con una mentalidad bastante antigua, que la
mujer debía estar donde vaya su hombre y no al revés. Incluso que debía
quedarse en casa tras casarse. Ella desde luego no estaba por la labor de
sucumbir ante una relación tan machista. Así que lo dejaron. Por guapo que
fuera él, aquello no merecía la pena. Por fortuna conoció a alguien en Nature.
De modo que, precisamente ahora, estaba ante su jefa para solicitar.
-¿Puedo
irme ya? Aquí no queda nada más por hacer.
-Sí,
anda vete.- Rezongó Brenda que estaba evidentemente con la cabeza puesta en
otras cosas.- Hasta mañana, y llega puntual.
-Sí,
claro.- Afirmó Sonia tomada por sorpresa ante aquel comentario.- Siempre lo
hago.
Su encargada ni
se dignó responder a eso. Sonia se marchó no sin sentirse molesta. Esa Brenda
era una completa idiota. Demasiado orgullosa y pagada de sí misma. Miraba a las
demás modelos como si a todas les quedase mucho por aprender para ser como
ella.
-¿De
qué va esta tía?- Casi musitó llevada por la irritación.- Nunca he llegado
tarde.
Mejor dejarlo
estar. Por suerte tomó un deslizador y llegó a tiempo a su cita. Allí estaba,
pelo moreno largo, ojos oscuros y realmente….atractiva pese a ser mayor que
ella. Aquella persona que la esperaba sentada ya a la mesa de un acogedor
restaurante se apresuró a darle un beso en los labios y decir sonriente.
-¿Qué
tal hoy?
-¡Imagínate!,
Brenda y sus tonterías.- Suspiró Sonia moviendo la cabeza.-
Mei Ling
escuchó a su pareja con interés. Podía dar fe que esa jefa de las modelos de
Nature era todo fachada. Sin embargo, hubo de admitir que hacía años incluso se
encaprichó de ella. No obstante, le bastó hablar un par de veces con esa borde
para percatarse de cómo era en realidad. Aunque por fortuna lo hizo y al poco
conoció a Sonia. Esa chica que venía de la Tierra, más concretamente de España,
era muy locuaz y simpática. Aunque a
veces con un carácter muy explosivo y evidente. Al menos en sus reacciones. Ahora por ejemplo no podía ocultar que venía
molesta. Sin embargo, con esa jefa que tenía no era de extrañar.
-Bueno,
dejemos de hablar de esa boba. Es una amargada.- Sentenció Sonia para querer
saber a su vez.- ¿Y tú qué tal?
-Mucho
trabajo, deseando que mi directora se reincorpore.- Le contó Mei Ling.-
-¿Qué
tal está? ¿Se llama Penélope, verdad?- Inquirió su interlocutora.- Esa sí que
es buena jefa, por lo que me has contado.
-Sí,
lo es. Está muy bien, la llamé el otro día. Muy contenta con su hijo.- Sonrió
la oriental.- Pero deseando dormir algo por las noches y no cambiar tantos
pañales.
Eso hizo reír a
su contertulia. Después entrelazó una mano con las de su novia por encima de la
mesa. Aquello le seguía resultando algo raro. Ella nunca había mirado así a
otra mujer. De hecho, siempre salió con hombres. Aunque era aún muy joven, con
solo veintiún años ya había tenido varios novios. La mayoría estando en el
colegio y el instituto. El último y más duradero fue ese tal Rafa. Pero fue
conocer a Mei Ling, justo un día que la científica se pasó por la sede de la
Casa Deveraux, y sentir algo especial. La oriental fue precisamente a saludar a
Brenda con quien, pese a todo, charlaba ocasionalmente. La jefa de la
franquicia le tenía más consideración que a otras mujeres, quizás porque no era
modelo y por tanto, no suponía ninguna competencia. Además, era una mente
brillante. Sonia misma no había estudiado gran cosa. Siempre se centró en la
moda. Aunque en la casa Deveraux la obligaron a cursar al menos el bachillerato
completo y a estudiar idiomas. En eso se sonreía al pensar en la señora
Deveraux, más que una jefa era como una madre exigente.
-Brenda
no parece sentir mucha simpatía por la Jefa. Pero yo creo que a pesar de su
severidad y su exigencia en el fondo es una buena mujer y se preocupa por
nuestro porvenir. Ya lo decía mi abuela Claudia, quien bien te quiere, te hará
llorar.
Justo
reflexionaba sobre eso cuando corría por un pasillo de la zona de modelos y se
topó a la que sería su pareja quién, por casualidad, estaba doblando la esquina
de aquel corredor. Tras el encontronazo comenzaron a charlar.
-Perdone.-
Le dijo a modo de excusa puesto que iba andando con paso rápido y chocaron las
dos casi cayéndose.-
-No
pasa nada.- Sonrió la oriental mirándola con detenimiento.-
Luciendo ese
escotado vestido y aquellos tacones que daban el justo remate a sus estilizadas
y bonitas piernas, Sonia sonrió. Iba corriendo tras terminar un pase de
modelos.
-Lo
siento, es que mi jefa me dijo que, en cuanto acabase, debía acudir a cambiarme
y pasar a verla su despacho.
-¿Su
jefa es Brenda Walsh?- Inquirió la oriental.-
-Así
es.- Afirmó la joven.-
-Pues
allí no está. Acabo de venir de buscarla.- Le contó esa mujer.-
-¡Vaya,
tanto correr para nada!- Suspiró la muchacha.-
-Tiene
muchas cosas que hacer, es normal.- Concluyó Mei Ling.-
-Pues
en ese caso iré a tomar algo, me muero de hambre. Voy a la habitación de
catering de modelos, ¿Quieres acompañarme?- Le ofreció con total naturalidad y
bastante confianza.-
-Es
usted muy amable.- Repuso su interlocutora que parecía desde luego más rígida
en el tratamiento.-
-¡No
me llames de usted! - Sonrió Sonia.- No soy nada mayor. Solo tengo veintiún
años.
-Bueno,
yo tengo alguno más.- Se rio su interlocutora.-
-¿Seguro?-
Te veo muy guapa y muy joven.
-Muchas
gracias.- Pudo decir la sonrojada aludida.-
-Las asiáticas tenéis un
cutis precioso.- Declaró esa muchacha.- Yo seguro que, en pocos años, tendré
que estar con cremas a todas horas.
-No lo creo. Eres muy bonita.- Valoró Mei Ling quien casi sin
darse cuenta estaba poniendo un tono bastante más insinuador del que hubiera
pretendido.-
Turno de Sonia de ponerse colorada.
Aunque pasaron de puntillas sobre eso y se dirigieron a aquella sala en donde
había un servicio de buffet. A esas horas no estaba nada concurrida de modo que
ambas mujeres charlaron y se cayeron bastante bien. Mei se ofreció a mostrarle
Sagan City y otras partes del planeta y ella aceptó encantada. Terminaron por
despedirse tras darse sus números de teléfono. Al poco Mei Ling la llamó.
Quedaron de nuevo y, tras dos o tres veces, la oriental aprovechó cierto día
para decirle, en tanto se sentaban precisamente en aquel restaurante.
-¿Sabes
una cosa, Sonia? Hasta ahora no te lo dije, porque, no sé cómo te lo ibas a
tomar, pero…
Y guardo un culpable silencio, a lo
que la española, con evidente curiosidad, inquirió.
-¿Pero
qué?...
-Verás.
Yo soy…- Y tras mirar a los ojos a su contertulia y adoptar mayor decisión en
su tono le confesó.- Soy lesbiana.
-Bueno,
vale, no pasa nada.- Sonrió Sonia sin apartar su mirada.- Eso no tiene que ver
para que seamos amigas.
-Es
que creo que me estoy enamorando de ti.- Musitó la oriental alegando con tintes
consternados.- Y no quiero que…en fin…no deseo que eso te suponga ningún
inconveniente, por eso, si piensas que tenemos que dejar de vernos, lo
comprenderé.
-¿Por
qué?- Preguntó la chica tomando una mano de la oriental entre las suyas.- A mí
también me gustas. Quiero decir, me caes muy bien, eres una mujer agradable,
inteligente y guapa. Y…
La
propia Sonia no sabía qué estaba diciendo, sin embargo, se sorprendió a sí
misma confesando a su también al parecer atónita interlocutora.
-Nunca
he salido con mujeres de ese modo. Pero contigo no me importaría probar.
Mei
Ling sonrió aunque enseguida adoptó un gesto más serio para responder.
-No
suelo salir con una persona a la ligera. Cuando le confieso esto a alguien es
que me importa y me gusta mucho. Por favor, no quisiera que estuvieras conmigo
solo por curiosidad.
-Dame
tiempo.- Le pidió Sonia.- Vayamos despacio. Primero como amigas, después…Ya
veremos.
Su contertulia asintió. Así lo
hicieron, después quedaron más asiduamente y llegaron los primeros besos.
Luego, un día, Mei Ling la invitó a su casa, allí cenaron y tras los postres la
oriental le descubrió todo un mundo nuevo de placeres. Primero uno de esos
masajes que sabía hacer tan bien. Más tarde la recorrió entera con sus labios e
hicieron el amor. A Sonia le encantó aquella experiencia. Ahora se daba cuenta.
Estaba también muy enganchada con su pareja. Incluso podría decir que
enamorada. Y eso recordaba mientras seguían mirándose con las manos
entrelazadas y acercaron sus labios para besarse despacio en aquella mesa de
restaurante que ocupaban. Sin embargo, una burda voz masculina cortó aquel
momento. Era un hombre entrado en años acompañado de otra mujer, también mayor,
que se dirigió a ellas despóticamente.
-¡Ya
está bien! Vayan a hacer esas cosas a su casa.
-¡Oiga!-
Contestó Sonia con evidente malestar.- ¿A usted que le importa?
-Me
importa que están en un sitio público y que aquí vienen niños.- Espetó aquel
tipo.-
-¿A
estas horas?- Rebatió la española añadiendo como si tal cosa.- ¿Y qué si
vienen? No estamos haciendo nada malo.
Aquel tipo la fulminó con la mirada,
pareció querer responder airadamente pero su acompañante lo impidió sujetándole
de una manga de su chaqueta.
-Anda
Jerry, déjalo estar.- Le pedía su apurada mujer.-
-¡Qué
poca vergüenza, qué asco!- Rezongó el hombre alejándose de allí con su esposa
en tanto sentenciaba.- ¡Qué razón tienen los de la congregación! Este mundo es
cada vez más parecido a la Tierra. ¡Depravación y gentuza!
Ahora fue la española quien se
levantó furiosa de la silla dispuesta a no dejar pasar aquello, sin embargo Mei
Ling la detuvo. Por suerte esos dos se marcharon al momento. En el resto de la
sala nadie intervino, algunos murmullos pudieron escucharse, unos en favor de
ellas, otros por contra, solidarizándose con las tesis de aquel individuo. Por
fortuna, al cabo de un par de minutos la cosa se calmó y todo volvió a la
normalidad. Pese a todo, Sonia todavía respiraba agitadamente en tanto su
pareja intentaba calmarla.
-Déjales.
No vale la pena. - Le pidió la apurada oriental.-
-¡Es
que me ponen enferma! - Masculló la española.- ¿Qué le importará a ese viejo lo
que hagamos nosotras? Esto es inaudito, en mi país estas cosas ya se veían mal
hacía años. Me refiero a la gente que te molestaba o insultaba por tu
orientación sexual. ¡Es incluso delito de odio!
-Puede
ser que en tu país se califique de ese modo, pero esto es Nature.- Suspiró su
interlocutora, comentando.- Y en estos últimos años no sé qué está pasando pero
me da la impresión de que las cosas están retrocediendo. Y creo que en la Tierra
está pasando igual. Me recuerda a mi patria tiempo atrás.
-Es
ese reverendo Waters, con sus mensajes religiosos. Y el Imán, Salam o Salim o
como se llame, y otros muchos que hacen causa común. ¡Esa Congregación de
homófobos y trogloditas que citó el estúpido ese!- Espetó Sonia con visible
enfado aun.-
-Sí,
son ellos. Es cierto.- Concedió apagadamente su pareja que lucía ahora un
semblante más inquieto.-
Y es que motivos para la
preocupación no le faltaban a Mei Ling. Esos tipos de la Congregación, como se
solían llamar a sí mismos, estaban ganando cada día más simpatizantes. Por
increíble que pareciera muchos creyentes en distintas religiones se habían
agrupado bajo una causa común tras el “día de la Salvación”, cuando los
soberanos libraron a la Tierra y otros mundos de una gran amenaza.
Alegaban que la raza humana se estaba corrompiendo.
-Pero
en lugar de darse cuenta de que todos somos iguales independientemente de
nuestra raza , creencias u orientación sexual, eso les sirvió como coartada
para levantar de nuevo esos muros y radicalizarse.- Meditó una apenada Mei
Ling.-
Y es que, pasados los primeros meses
de euforia, tras la entronización de Serenity y Endimión, y las formas tan
libres de pensar que estos tenían, aquellos fanáticos se volvieron contra ellos
y empezaron a criticarles cada vez más abiertamente. Primero por esa vida
antinatural que poseían los soberanos del Milenio de Plata y que estaba
“contagiando” acorde con sus palabras, a los humanos. Las personas cada vez
tenían una mayor esperanza de vida, pero eso, lejos de agradarles, les
horrorizaba. Aducían que cada vez había más población en la Tierra. Que se
estaba destruyendo el natural devenir de las cosas y que millones de personas
morirían de hambre o por guerras. Que la manifestación del estilo de vida
pecaminoso y desordenado tan solo era un síntoma más. Una versión actualizada y
ampliada de Sodoma y Gomorra, llegaban incluso a predicar.
-Y
los autoproclamados reyes de la Tierra nada hacen para arreglar eso.- Repitió
Mei Ling en tanto le comentaba a su novia.- Ya escuchaba todas esas tonterías
cuando salí de la Tierra en la SSP-2.
-También
dicen que, dentro de poco, no nacerán más niños y que el extender la
homosexualidad es un plan que tienen los Soberanos para acabar con la Humanidad
o al menos para sojuzgarla.
¡Es
una estupidez! - Exclamó Sonia elevando los brazos.- ¡Como si no hubieran
existido personas gais y lesbianas antes del día de la Salvación!¡Y luego están
esos de la Luna Negra! Que abogan por lo mismo. Diciendo que los reyes son una
especie de tiranos. ¡Eso es estúpido! Yo te lo puedo decir, mi jefa, la señora
Deveraux, es muy amiga de ellos y de muchas princesas planetarias. Yo vi a
alguna cuando gané un concurso en París.
-¿Ah
sí?- Inquirió Mei Ling con curiosidad queriendo saber.- ¿Es verdad lo que se
cuenta de ellas?
-Son
realmente muy hermosas, nobles y muy sabias.- Le contó Sonia quien volvió a
indignarse ahora para sentenciar.- Únicamente se dedican a ayudar a los demás,
sin juzgar a nadie. ¡Y esos canallas no dejan de difamarlas!
Una vez más atrajo sobre ambas las
miradas de muchos comensales, algunas tan reprobatorias como la de ese viejo.
Por fortuna nadie dijo nada. Prudentemente Mei Ling se limitó a susurrarle.
-Es
mejor no llamar la atención.
-Tienes razón, lo siento, pero estas cosas me enfadan
muchísimo.- Suspiró la joven modelo intentando serenarse.-
-Lo
mejor será que terminemos de cenar y nos vayamos.- Le aconsejó la oriental
quien no se sentía cómoda siendo el blanco de alguna que otra mirada
condenatoria o con todavía peores y más hostiles intenciones.-
Y es que no sabía que le resultaba
más desagradable, si los que miraban de manera acusadora o los que las
observaban con lascivia. Desgraciadamente eso era común.
-Con
ver a dos mujeres que era pareja ya estarían pensando en una especie de
película para adultos. -Pensó la científica.-
Por su lado, Sonia siguió la
sugerencia de su novia, pudo calmarse y dejar de lado ese tema. Tras cenar y
pagar la cuenta salieron al fin a la calle. Era de noche en Nature y la difusa
luz artificial creaba una atmósfera misteriosa pero agradable. Ambas miraron un
poco a los alrededores y luego pasearon de la mano por la avenida en la que se
encontraban.
-Lástima
de incidente. Había sido una velada estupenda.- Se lamentó la española.-
-Olvida
eso…- Sonrió Mei Ling.-
-Es
muy tarde, mañana tengo que madrugar, es una pena...- Afirmó Sonia.-
-Sí,
me pasa lo mismo, te acompañaré hasta el deslizador.- Le propuso su novia.-
La aludida asintió, paseaban
tranquilas respirando la brisa de la noche. Por desgracia la paz les duró poco.
Vieron acercarse un grupo de tres individuos. Iban hacia ellas. Al principio
optaron por no hacer caso. A buen seguro serían gente que volvía a sus casas lo
mismo que ellas. Aunque desafortunadamente se dirigieron a su encuentro. Dos
chicos, quizás de veintipocos años, aspecto no demasiado llamativo y estatura
media y otro tipo algo mayor y con poco pelo. Uno de los muchachos hasta se
acercó a Sonia que ahora se sentía nerviosa y algo atemorizada, cuando el tipo
en cuestión la saludó.
-Hola
guapa. ¿No te he visto antes?...
-No,
no creo.- Pudo musitar.-
-Sí.-
Agregó otro, de pelo rubio y estatura pareja a la de la española.- Esta chica
es modelo. ¡Tía, que buena estas!
-Si
sois tan amables, tenemos prisa.- Terció Mei Ling.-
-¡Uh,
uh!- Se rio el chico de pelo castaño corto que fuera el primero en abordarlas.-
Tú tampoco estás mal, chinita. Qué, ¿volvéis de fiesta las dos solitas?
Aquellos tipos,
luciendo unas lascivas sonrisas, no las dejaban sitio para retirarse. Pese a
todo el tercer individuo permanecía al margen de aquello. Estaba en la
penumbra, en una zona no iluminada, y precisamente la luz de las farolas que se
proyectaba delante de él impedía poder ver su rostro. Eso extrañó a Mei Ling.
Quizás fuera el padre de esos dos o alguien que se limitaba a pasar por ahí,
pero no se iba y no intervenía, ni a favor, ni en contra de ellas. Posiblemente
fuese un curioso. Sin embargo, ahora tenía otras cosas más urgentes de las que
ocuparse.
-¡Por
favor!- Pidió Sonia con un tono trémulo que mal ocultaba su miedo.- Dejadnos
marchar. Es muy tarde.
-Sí,
claro que es tarde, preciosa.- Se sonrió el rubio, aproximándose a la modelo
para pedirle de modo descaradamente grosero.- ¿Por qué no me das un besito y a
cambio te acompaño a casa?
-¡Calla
hombre!, que ya va con la chinita.- Se rio a su vez el de pelo castaño.- ¿Qué
pasa, cielo? ¿No sabes hablar bien nuestra lengua?- Le inquirió a Mei Ling en
tanto alargaba una mano para tocar un trozo de la falda que ésta llevaba.-
-Les
aconsejo que nos dejen en paz.- Repuso entonces la oriental con tono moderado
pero firme apartándose de él.-
-¿O
si no, qué?- Se burló el rubio quien, sin pudor, pasó la palma de la mano por
el trasero de la ya bastante asustada Sonia.- ¿Qué pasa?- Preguntó con tinte
chulesco y desafiante encarándose entonces a Mei Ling -¿Es que eres su novia?
-Pues
sí, soy su novia.- Contestó la interpelada, añadiendo con tono desafiante.-
¿Tienes algún problema con eso?
-¡Joer!
Dos lesbianas.- Exclamó el de pelo castaño sentenciando divertido.- Nuestra
noche de suerte, están buenísimas las dos.
Y dejando helada a Sonia e indignada
a Mei Ling, el tipo las propuso sin reparos
-¿Cuántos
créditos queréis por montároslo con mi amigo y conmigo? Podéis empezar vosotras
y luego vamos él y yo por turnos.
-¡Tú
estás enfermo! - Espetó la oriental.-
-¡Venga
ya!- Rio el rubio afirmando con patente insolencia.- Lo que pasa es que no os
han dado una buena ración de rabo. A ti sobre todo te debe de faltar mucho.
Pero verás, primero empezamos con tu amiga y luego te damos a ti.
Y cuando el tipo de pelo castaño
trató de agarrar a la aterrada Sonia para besarla Mei Ling vio desbordado el
vaso de su paciencia. Sin mediar más palabras giró sobre sí misma alargando su
pierna para alcanzar la cabeza de ese tipejo y derribarle de una fulminante
patada. El otro, apenas recobrado de esa sorpresa, se lanzó hacia ella al grito
de.
-¡Maldita
puta amarilla! Vas a ver…
Trató de alcanzarla con un puñetazo
pero la oriental lo desvió con el canto de su mano acompañado de un movimiento
lateral de su brazo y cintura. Su contrataque fue tan eficaz como veloz, con un
golpe de la palma de su otra mano en el plexo solar de aquel tipo seguido de
una patada en sus partes bajas que ya estaban demasiado abultadas. A los pocos
segundos y ante una Sonia que abría la boca alucinada por tal exhibición, esos
dos individuos estaban en el suelo doliéndose e incapaces de moverse. Mei Ling
buscó entonces con la mirada al tercer hombre pero éste sencillamente ya no
estaba allí. Aquello le daba muy mala espina. Quizás ese asalto no fuera tan
casual como parecía.
-¡Vámonos,
rápido! - Urgió a su pareja.-
Desde luego que la española no se
hizo de rogar. Las dos corrieron de la mano hasta llegar a la parada. Por
suerte nadie las siguió y pudieron montar en el deslizador. Al fin, recobrada
de aquello, Sonia alabó a su novia.
-¡No
tenía ni idea de que fueras tan buena luchadora!
-Aprendí
algo de kung fu de niña.- Replicó modestamente su interlocutora añadiendo.- A
veces practico para mantenerme en forma.
-¡Peleas
mejor que un saiyajin de esos! - Declaró la ahora entusiasmada Sonia.-
-No,
de eso nada.- Sonrió modestamente Mei Ling.- Te puedo asegurar que conozco a
algunos y los humanos no nos podemos comparar con ellos.
-De
todos modos, me gustaría que me enseñases alguno de esos movimientos.- Le pidió
su pareja.- Por si algún idiota vuelve a tratar de molestarme y tú no estás.
-Claro.-
Convino la oriental.- Cuando quieras.
Tras charlar un poco más de eso y
quedarse más tranquilas llegaron al piso de la modelo. Era tarde para cualquier
otra cosa y a su pesar Mei Ling tuvo que conformarse con unos cuantos besos
apasionados, luego deseó buenas noches a su novia y tomó otro deslizador hacia
su casa. Ahora seguía dándole vueltas a la cabeza. Ese ataque pareció estar
preparado. Aunque menos mal que ella pudo repeler a los agresores. ¿Qué hubiera
sucedido si no?
-¡Ojalá
Kiros o Tracer o Susan estuvieran aquí! - Se dijo lamentando que no fuera el
caso.- Podrían investigar esto. No sé, últimamente están pasando cosas muy
extrañas.
Pero todos sus amigos tenían sus
propios asuntos de los que ocuparse. Tracer, sin ir más lejos, recorría el
espacio entre Nature y Kinmoku. El joven había conseguido levantar un próspero
negocio de transportes. Ahora estaba agotado de tanto pilotar y solo quería
llegar a casa a dormir.
-Esto
no es un caza varitech.- Suspiraba.- Las cosas han cambiado mucho en estos
años. Sí, desde luego que lo han hecho.
Pensaba a menudo en el radical giro
que habían dado para él los acontecimientos. Lo primero fue dejar el ejército.
Cada día que pasaba estaba menos motivado y más aburrido de tantas patrullas
rutinarias. Pero esa no fue la razón. Sucedió cuando llegó esa orden de
interceptar a cualquier nave que tratase de entrar en el espacio de Nature sin
identificarse como era preceptivo. Al principio a él le pareció algo correcto.
No obstante, el comandante Enset le dio otra orden cierto día cuando le citó en
su despacho. Rick entró como de costumbre, saludó en posición de firmes,
declarando.
-El
mayor Jensen se presenta tal y como le fue ordenado, señor.
-Descanse.-
Le indicó su superior señalando el sillón vacío que reposaba frente a su mesa.-
Tome asiento, por favor.
Rick lo hizo y su interlocutor
añadió.
-Iré
directo al grano, mayor. Debe usted patrullar por el sector Alfa uno y evitar a
toda costa que cualquier nave no autorizada atraviese ese sector.
-¿Alfa
uno?- Se sorprendió Tracer.- Es la zona que nos comunica con la ruta hacia
Bios.
-Así
es. – Admitió su superior.- Se unirá a la escuadrilla verde uno al mando del
mayor Kurt Michaels. Se pondrá a sus órdenes porque él es más antiguo.
-Muy
bien, señor.- Repuso el joven.-
Se retiró saludando y fue al
encuentro de sus pilotos. Una vez llegó a la zona de despegue, allí se encontró
con ese mayor, era un tipo algo más bajo que él, de cabello rubio ceniza, que
le dedicó una mirada bastante seria al verlo llegar.
-¿Mayor
Michaels? Soy el mayor Jensen.- Se presentó Rick, tras saludar.
-Supongo
que el comandante Enset le habrá explicado nuestro cometido.- Repuso su
interlocutor.-
-Así
es.- Admitió Tracer.-
-En
tal caso, no perdamos tiempo, reúna a sus pilotos y partamos.
-Muy
bien.- Respondió Rick.-
Lo hizo con rapidez mientras pensaba
en Pennie. Hacía unos días que apenas sí se veían. Él estaba de continuo yendo
de una misión a otra y los pocos momentos que tenía libres solían coincidir con
horarios de trabajo de ella. Además, la joven científica estaba últimamente muy
embebida en su trabajo, o más bien con sus nuevas compañías.
-Me
gustaba más cuando solamente se ocupaba de las Fairy Five.- Pensaba Rick no sin
cierto malestar.-
Y es que a Penélope la habían
ascendido a directora técnica de las investigaciones de Nature y tenía que
coordinarse ahora con otros colegas de distintos departamentos. Sobre todo,
parecía hacerlo a la perfección con un tipo recién llegado, experto en el campo
de la física teórica. Tenía además un cargo importante en la ONU. Según Pennie
le contó, ese individuo había venido a supervisar todo el proceso de terraformación.
-Y
me parece que también la supervisa mucho a ella, demasiado.- Meditaba en tanto
se aprestaba a despegar.-
Al fin partió junto con su
escuadrilla. El viaje hasta el sector alfa uno fue corto. A decir verdad, no
comprendía aquellas órdenes demasiado bien. Esa ruta era una zona muy
transitada, el eslabón entre Nature y Bios. Quizás hubiera habido rumores sobre
un posible ataque enemigo. Los Arcoily les habían dado problemas en algunas
escaramuzas previas. Por desgracia perdieron a algunos pilotos, un par de ellos
pertenecían a su propia escuadrilla. Siempre era duro pasar por un trance como
ese y Rick ya no tenía ninguna gana de repetir esas terribles experiencias.
Escribir a los familiares o incluso presentarse de uniforme de gala para darles
tan aciagas noticias.
-No,
cada día me gustan menos ese tipo de obligaciones. Si es que eso es posible,
puesto que nunca me gustaron. - Pensaba.-
Quizás un día diera el paso y
montase algo por su cuenta. De hecho, había estado haciendo averiguaciones sobre
una línea de transporte de pasajeros y mercancías que se había creado hacía
poco entre Kinmoku y Nature. Estaban demandando pilotos veteranos y con
disponibilidad. Pese a toda la carga de trabajo que eso conllevaría, tendría un
horario más cómodo y muy buen sueldo, mejor que en el ejército. Posiblemente
pudiera hasta asentarse de una vez y proponerle algo serio a Pennie.
-Seguro
que eso le iba a gustar más. Horario fijo, sueldo bueno y más tiempo para estar
juntos.- Pensó animándose.-
No
obstante, tuvo que dejar de pensar en eso. Uno de sus pilotos le informó.
-Mayor,
hemos detectado una aproximación no autorizada. Cuadrante veintiocho c.
-Muy
bien, vamos a marcar curso de intercepción.- Ordenó él.-
Junto con su escuadrilla se
dirigieron hacia allí. En efecto, una nave que parecía comercial se aproximaba.
Fiel a sus órdenes trató de establecer contacto.
-Aquí
patrulla del UNISON, fuerzas de Nature. Nave desconocida. No tienen permiso
para transitar por esta zona, por favor, identifíquense.
No hubo respuesta. Al poco el mayor
Michaels se le unió .
-Mayor
Jensen, dé un último aviso a esa nave.- Le ordenó.-
Tracer obedeció, repitiendo una vez
más con tono pausado.
-Aquí
patrulla del UNISON, de las fuerzas del planeta Nature. Nave no identificada,
deben indicar procedencia y verificar permiso de tránsito. Es el último aviso.
No obstante, aquellos misteriosos
tripulantes continuaron sin responder. Fue uno de los tenientes de la
escuadrilla verde quien inquirió.
-Señor,
¿hacemos disparos de advertencia?
-Ya
se les ha advertido.- Afirmó Michaels, ordenando con rotundidad.- La orden es
evitar a toda costa que crucen. Prepárense para abrir fuego contra nave hostil.
Rick se quedó helado, aquello era
tan innecesario como desproporcionado.
-No
creo que eso venga al caso, mayor. Deberíamos al menos hacer señales visuales.
-Ya
se ha intentado la comunicación.- Replicó su colega.-
-Pero,
podrían tener la radio averiada o mil cosas que les impidieran la recepción de
nuestro mensaje.- Objetó el atónito Tracer.-
Sin embargo, el impertérrito
Michaels replicó dirigiéndose a la escuadrilla de Tracer.
-Granate
uno, envíen dos cazas varitech a interceptar y destruir el blanco.
-Granate
uno, ignoren esa orden.- Intervino Tracer.-
-Yo
estoy al mando.- Le recordó el otro oficial.-
-Esa
es una orden que viola las disposiciones del UNISON.- Declaró a su vez Rick.-
Ninguna vida puede ser puesta en riesgo. No sabemos quiénes podrían viajar a
bordo.
-Usted
lo ha dicho, desde espías hasta Arcoily listos para atacar nuestro planeta.
Mayor, hay una cosa que usted no sabe.- Le refirió para cambiar de frecuencia.-
Tracer entonces le escuchó por una
línea segura que solo los mandos empleaban, el mayor Michaels agregó.
-Hace
pocos días un par de naves suicidas fueron interceptadas en curso de colisión
contra Nature. No sabemos si eran un ataque Arcoily o provenían de parte de
esos fanáticos de la Luna Negra o de otros grupos terroristas. Por suerte
pudimos destruirlas mucho antes de que se estrellasen. Su trayectoria las
llevaba justo hasta Sagan City. Ambas llegaron desde esta ruta. Por eso el
comandante Enset le ordenó patrullar e interceptar cualquier aeronave que no
cumpliera con los requisitos necesarios.
Eso dejó perplejo a Rick. Sin
embargo, aquello no le parecía de por sí suficiente e insistió.
-Queda
mucho todavía hasta llegar a nuestro mundo, podemos tratar de comunicarnos una
vez más.
-Las
órdenes son claras. De no identificarse positivamente en, al menos dos
intentos, se procederá a su eliminación.- Repitió Michaels.- Podrían adoptar
otra estrategia y disparar misiles u otra arma oculta si se aproximan lo
bastante al planeta. No se pueden correr esa clase de riesgos.
Rick suspiró largamente dentro de su
casco. Entendía eso desde un punto de vista militar pero no desde el humano.
Sabía además que lo que iba a decir podría acabar con su carrera y sin embargo
no pudo evitar decirlo.
-Con
todo respeto, me niego a participar en esto.
-Le
pido que lo reconsidere, su negativa a obedecer una orden directa puede tener
como consecuencia un consejo de guerra, mayor Jensen.- Le advirtió su
interlocutor.-
-Lo
sé y sigo sin poder tomar parte en algo así. En esa nave podrían viajar
personas inocentes.- Insistió Rick.-
-Muy
bien.- Repuso su ya poco paciente jefe, abriendo las frecuencias normales de
comunicación.- Teniente Stephenson, teniente Kim, ocúpense de la nave sin
identificar.- Escuadrilla Granate Uno, repliéguense a la zona de control
bravo.- Remachó.-
Algunos de los pilotos de la
escuadrilla se sorprendieron, aunque antes que ninguno tratase de confirmar esa
indicación con su superior inmediato fue el propio Rick quien les dijo.
-Obedezcan.
De este modo
dos cazas varitech se aproximaron hacia el presunto enemigo que, al tenerles
tan cerca, trató de evadirse.
-¡Abran
fuego!- Ordenó el mayor Michaels.-
Sus pilotos obedecieron disparando
varias ráfagas láser que dañaron aquella nave de modo significativo. Pese a
todo, ésta seguía sin dar señales.
-Destruyan
el objetivo.- Les ordenó el oficial al mando.
Esta vez varios misiles disparados
desde los cazas hicieron estallar la nave no identificada.
-Aquí
el teniente Kim, señor. Misión cumplida.- Declaró subrayando lo que todos
habían podido ver.-
-Mayor
Jensen vuelva a la base.- Le ordenó Michaels.-
-A
la orden.- Repuso él, reprimiendo a duras penas su rabia y malestar.-
Rick sabía de las consecuencias de
su negativa a obedecer. De todos modos ya había tenido más que suficiente, no
iba a esperar al consejo de Guerra. Nada más retornar se presentó en el
despacho del comandante Enset. Su oficial al mando le recibió con sorpresa.
-¿Qué
hace usted aquí?- Quiso saber.- Se supone que debería estar con Michaels en la
zona de tránsito a Bios.
-Sí,
señor, pero el mayor me ha ordenado volver.- Le respondió Rick explicándole.-
He desobedecido una orden directa suya de atacar y destruir una nave mercante
que no se identificó.
Enset movió la cabeza y tras
suspirar contestó con tono calmado.
-Quizás
haya sido culpa mía por no haberle puesto a usted al corriente.
-El
mayor Michaels ya lo ha hecho, señor. Me ha explicado el motivo de esa orden. A
pesar de eso, de acuerdo a mi conciencia, no podía ordenar un ataque, ni
destruir una nave que quizás estuviera averiada y llevase pasajeros civiles a
bordo.
-Si
ha desobedecido a sabiendas eso es grave, su superior le puede denunciar y
formarle consejo de guerra.- Le recordó Enset ahora con un tono más severo.-
-Lo
sé, mi comandante. Y tendría razón.- Admitió Tracer.-
Y tras unos segundos sin hablar, el
joven vio llegado el momento, tras quitarse despacio su insignia de vuelo
declaró para perplejidad de su superior.
-Es
por ello que desde ahora mismo le presento a usted mi renuncia.
-¿Cómo?-
Exclamó Enset, quien una vez repuesto de la sorpresa, trató de disuadirle.-
Espere, no haga algo así de un modo tan precipitado. Seguro que todo ha venido
a causa de un malentendido. Cuando Michaels regrese ya hablaré con él.
-No
es necesario, señor. Además, siendo sincero, llevaba tiempo meditándolo.-
Reconoció Rick.- Deseo apartarme de esto y no quiero tener que disparar contra
nadie nunca más.
Ahora fue Enset quien se mantuvo en
silencio durante unos instantes, al fin se levantó ofreciendo su mano a Tracer.
Éste la estrechó en tanto el otro oficial le decía.
-Lamento
que se vaya de esta manera. Hablaré con Michaels, no creo que él quisiera esto.
Todo lo más habría sido una sanción administrativa o unos pocos días de arresto
en sus dependencias. Ha sido usted un buen oficial, siempre dispuesto a ayudar
a sus compañeros y valeroso en acción. Será difícil reemplazarle.
-Le
agradezco sus palabras, señor.- Pudo sonreír ligeramente Tracer tras soltar la
mano de su ya ex superior.- Ahora le pido permiso para retirarme.
-Concedido.-
Repuso Enset, quien antes de que ese joven se marchase añadió.- Buena suerte.
Rick asintió agradeciendo aquellas
palabras, el comandante Enset siempre fue un buen superior, preocupado por los
suyos y justo. De modo que, antes de irse aún le dijo.
-Ha
sido un honor servir bajo su mando, señor y si me permite una sugerencia más.
Le propongo a la teniente Hunter para sustituirme al mando de la escuadrilla
Granate Uno. Al menos cuando regrese de su permiso se alegrará recibir de usted
una noticia así.
-Tendré
que consultarlo con la capitana Simmons y esperar algún tiempo por si nos
envían a alguien desde la Tierra o Bios. Pero anoto su sugerencia y la estimo
en lo mucho que vale.- Repuso Enset.-
Y ya sí, Rick salió del despacho de
su superior. A los pocos días era oficialmente un civil. Pese a todo el propio
Michaels habló con él no deseando haber sido la causa de aquello. Vino a
decirle lo mismo que el comandante. Aunque Tracer le tranquilizó. Lo malo es
que, merced a una parte de la normativa, tendría que aguardar al menos un año
hasta poder entrar al servicio de una compañía civil. Eso le importaba menos,
lo que sí le preocupaba era como encarar las cosas con Penélope.
-Eso
fue lo peor de todo.- Suspiraba ahora con pesar e incluso algo de malestar, a
los mandos de su nave de transporte, viendo aproximarse la forma del planeta
Kinmoku hacia el que iba.- Primero lo de su hermano, luego ese científico.
Y es que aparte de su desagrado por
los combates o tener que destruir naves, estaba la situación de su entonces
novia. Penélope seguía con su brillante carrera pero tuvo que pedir un permiso.
Desde la Tierra le llegaron noticias preocupantes. Su hermano Mark estaba en el
hospital. Según las primeras nuevas debido a un accidente. El recién retirado
del servicio Rick se ofreció a ir con ella cuando la preocupada chica tuvo que
pedir un permiso para ir a su mundo natal.
-No
me gusta, no me gusta nada.- Decía Penélope una y otra vez.- El mensaje que
envió mi padre no me ha dejado nada tranquila.
-Bueno,
iremos allí y veremos que sucede.- Trataba de calmarla Rick.-
-Tendré
que pedirle a Mei Ling que se haga cargo de todo. ¡Y tenemos tanto por hacer!-
Suspiró entre angustiada y nerviosa.-
-Ya
sabes que puedes confiar en ella.- Afirmó su novio.- Ahora dedícate a tu
familia.
Penélope aceptó esa sugerencia, es
más, no podía hacer otra cosa. Al fin solicitó una excedencia de unos meses y
viajó a la Tierra. Tracer la acompañó esperando poder ayudar. Al poco de llegar
su hermano ya había sido dado de alta. La pareja se personó en el restaurante
familiar. Allí, la primera a la que encontraron fue a la madre de la
científica.
-¿Qué
tal está Mark?- Quiso saber Pennie nada más verla.-
-Hace
dos días que salió del hospital. Sigue en casa recuperándose.- Le contó su
madre que lucía bastante desmejorada.-
-¿Qué
le pasó? ¿Un accidente de tráfico?- Se interesó Rick.-
Pero la mujer no respondió, Penélope
la miró de modo inquisitivo. Tracer se dio cuenta de algo enseguida. Estaba
claro que ahí pasaba algo que no era apropiado tratar con alguien ajeno a la
familia, presente. Y pese a que su novia confiaba en él, su madre no tenía por
qué hacer lo mismo.
-Iré
a saludar a tu padre, Pennie. Señora Winters, un placer volver a verla.- Dijo
cortésmente el muchacho para darles un poco de intimidad a la madre y la hija.-
Las dos asintieron con
agradecimiento. Él buscó a Richard. El hombre se ocupaba una vez más del
restaurante hasta que su hijo estuviera repuesto del todo. Al verlo Rick le
saludó con amabilidad.
-¿Cómo
está usted, señor Winters?- Se interesó.-
-Muy
ocupado como puedes ver.- Contestó lacónicamente el hombre que portaba una
bandeja repleta de comandas.- Me alegra
verte, disculpa que no pueda atenderte ahora.
Tracer asintió, optó sencillamente
por salir a dar un paseo. Ahora que estaba en la Tierra pensó que, lo más
apropiado sería ver a sus padres. Ese sería otro problema. La última vez no se
despidió de su progenitor en demasiados buenos términos.
-Quizás
ahora hayan cambiado las cosas.- Pensó tratando de animarse.-
Una vez caminó un rato por la “Gran
Manzana” retornó al local. Allí, Linda estaba ahora ayudando a su esposo con
los pedidos. Penélope estaba sentada y con la barbilla apoyada sobre ambas
manos. Al acercarse a ella Rick vio de inmediato que había estado llorando.
-¿Qué
ha pasado, Pennie?- Quiso saber con inquietud.-
Aunque en un principio ella no
respondió, no tardó mucho en revelar con manifiesta angustia.
-Mi
hermano Mark, no ha sufrido un accidente, Rick. Ha sido cosa de… bueno. Tenía
unas deudas de juego y… y el prestamista perdió la paciencia. Mis padres
tuvieron que avalarle hipotecando su casa.
-¡Cuánto
lamento oír eso!- Suspiró el joven tomando de las manos a su pareja.-
-No
puedo dejarse así, en este estado.- Musitó la muchacha.-
-¿Y
qué puedes hacer sino?- Comentó Rick.- Tienes tu vida en Nature. Además,
supongo que ya habrán pagado la deuda de tu hermano.
-Los
intereses eran muy altos. A pesar de todo aún queda por pagar.- Sollozó
Penélope.- Quizás tengan que hipotecar el restaurante también.
-De
eso nada. Si ese tipo que le ha prestado a Mark es un usurero de mierda puedo
ocuparme de él.- Afirmó Rick.-
-¡No
digas disparates!, esa gente es de la mafia.- Le advirtió una asustada Pennie.-
-¿La
mafia?- Rio despectivamente él para recordarle a su pareja.- Nos las hemos
tenido que ver con extraterrestres super poderosos, naves espaciales enemigas y
amenazas dignas de películas de ciencia ficción. ¿Me vas a decir ahora que unos
gánsteres de pacotilla te van a dar miedo?
-¡Esos
gánsteres de pacotilla como tú los llamas le han dado una paliza de muerte a mi
hermano!- Exclamó la alteradísima chica atrayendo algunas miradas.-
Eso la hizo
reflexionar y guardó un avergonzado silencio. Rick suspiró una vez más. En eso
su novia estaba en lo cierto. Y, por si
fuera poco, él ya no formaba parte de las fuerzas del UNISON. Y aunque hubiera
seguido estando en el ejército y ser capaz de utilizar influencias para darles
un escarmiento a esos criminales, los padres de Penélope seguirían viviendo
allí en cuanto ellos se marchasen. Cualquier tipo de actuación que condujera al
enfrentamiento con esos indeseables podría producir una venganza por su parte
contra la familia de su novia. Y al parecer, era capaces de cualquier cosa. No
desmereciendo en eso al mismísimo Gralas o a las Arcoily.
-Sí,
tienes razón, lo siento.- Se disculpó él tras meditar aquello.-
Y tuvieron que ser muy cuidadosos.
Aquellos días no fueron demasiado agradables, una vez que los hermanos se vieron
pasaron en poco tiempo de la preocupación a los reproches de Penélope. Eso no
le sentó nada bien a Mark. Rick tuvo que mediar aunque a veces se llevó
recriminaciones por ambas partes. Al fin, el chico, bastante harto de aquello,
dejó a su novia y a su familia por un par de días yendo a visitar a sus padres.
Esta vez llegó sin anunciarse. Precisamente el senador Jensen estaba de gira
por el Estado. Las elecciones tendrían lugar en pocas semanas.
-Es
una lástima que hayas venido sin avisar, seguro que a tu padre le hubiera
encantado llevarte consigo.- Le contó su madre.-
-Ya
sabes que a mí no me interesa la política, mamá.- Replicó pacientemente
Tracer.-
-El
caso es que, además de hacer campaña, quería reunirse con algunos militares.-
Le desveló Sophie.- Le llamaré para decirle que has venido.
-He
dejado el ejército.- Le desveló el joven.-
Su madre quedó perpleja. Apenas sí
podía creer aquello. Al cabo de unos instantes fue capaz de decirle.
-Creía
que eso era lo que más te gustaba, hijo.
-Lo
que siempre quise fue tener libertad y conocer nuevos sitios. También demostrar
que podía hacer las cosas por mí mismo, sin el apoyo del apellido familiar.-
Declaró el muchacho.- En el ejército
pude hacerlo. Pero ya he tenido bastante, no quiero luchar más.
-En
cualquier caso. ¿Qué piensas hacer ahora?.- Quiso saber su progenitora.-
-No
lo sé. Quizás trabaje para una compañía de vuelos interplanetarios.- Comentó
él.-
-Mejor
será que hables con tu padre. Hijo, hazme caso.- Le pidió ella casi con tono
suplicante.-
Rick no tenía
muchos deseos de hacerlo pero, viendo a su madre tan preocupada, aceptó. Cuando
Sophie llamó a su esposo pudo contactarle de camino al Capitolio. Tras una
breve conversación la mujer del senador se despidió para pedirle a su hijo.
-Tu
padre quiere que te reúnas con él en Washington.
-Vine
con Penélope, mamá. No puedo dejarla plantada.- Alegó el chico.-
-Me
ha dicho que te interesará estar junto a él cuando se reúna con sus contactos
allí. Seguro que tu novia lo entenderá.- Insistió Sophie.- Por favor, Ricky,
hazlo esta vez aunque solamente sea por mí.
El aludido tuvo que suspirar con
paciencia y asentir, entre que no le gustaba nada que lo llamasen con ese apodo
de la infancia y los pocos deseos que tenía de complacer aquella petición, tuvo
que armarse de paciencia y resignación para decir que sí. Llamó a Pennie y le
comentó que, de pasada, podría recogerla si así lo deseaba. Sin embargo, ella
optó por quedarse un poco más con su familia. De este modo, aliviado en parte
por no arrastrar a su novia a tener que soportar vete a saber qué tejemanejes
políticos, partieron. Al poco Perkins, el chófer, le llevaba en un lujoso coche
hacia la capital del Estado. Tomaron la autopista I-95. Atravesando ciudades
como New Haven, Bridgeport, Nueva York o Filadelfia, en las que pararon
brevemente a descansar. Recorrieron los algo más de setecientos kilómetros
en casi diez horas. Durante aquel
trayecto, el chico bromeaba con el chófer.
-Amigo
Perkins, tantos años al servicio de la familia y siempre de acá para allá.
Lamento que tengas que darte este viaje por mi causa. Si al menos fuera para ir
de fiesta…
-Es
un placer poder llevarle, señorito Rick.- Respondió el interpelado sin apartar la
vista de la carretera.-
-A
mí también me gusta viajar, pero cuando puedo ir libremente a donde quiero.-
Comentó el joven.-
-Lástima
que esa señorita no haya podido acompañarle.- Comentó el chófer.-
-Sí,
ella tiene sus propios asuntos familiares que atender.- Suspiró el chico.-
Entonces tuvo una idea. Al menos era
algo factible. ¿Cómo no se le había ocurrido antes? Bueno, no le hacía gracia
pedir ese tipo de favores pero , pensándolo mejor, él ya le estaba haciendo
uno. Así que sonrió.
-Quizás
no sea tan mala cosa ir a ver a mi padre.- Comentó de modo reflexivo.-
Perkins no replicó a eso. Después sí
cruzaron alguna que otra palabra sobre temas más intrascendentes. Al fin, tras
esas diez horas, el chófer le dejaba cerca del mismismo Capitolio, tras mostrar
una acreditación especial a los miembros del servicio secreto que custodiaban
la zona.
-¿El
mayor Rick Jensen?- Le preguntó uno de esos fornidos tipos, abordándole tras
exhibir una placa del servicio secreto.-
Iba vestido de traje y corbata
negros con camisa blanca, auricular al oído y gafas de sol puestas para ocultar
sus facciones. Tras darle un vistazo el interpelado asintió para replicar.
-Sí,
soy yo.
Mostró su acreditación militar de la
que todavía no se había desprendido. Tampoco iba a contarle a ese tipo su
situación actual. De ese modo le haría todavía más preguntas. Por suerte no
pareció serle necesario, junto con otro individuo ataviado de idéntico modo, su
interlocutor le guió hacia el interior de un edificio cercano perteneciente al gobierno.
-Su
padre vendrá enseguida. Si hace el favor de aguardar aquí.- Le pidió
amablemente aquel miembro del servicio de seguridad.-
Sin otra cosa que hacer asintió. Al
cabo de un rato, en efecto, apareció su padre. Venía charlando con un par de
asesores de campaña pero tan pronto vio a Rick terminó aquella conversación
dirigiéndose hacia su hijo a solas.
-Me
alegra ver que has venido.- Le saludó más afablemente de lo que solía.-
-Mamá
insistió mucho.- Confesó él.-
-Demos
un paseo.- Le pidió su progenitor.-
Rick convino en eso, aunque le
pareció extraño que su padre tuviera ganas de caminar tanto. Salieron de ese
edificio sin cruzar palabra y anduvieron hacia el Capitolio, llegaron incluso a
pasar al lado de la gran estatua del presidente Lincoln.
-Aquí
está, uno de los padres de la patria.- Subrayó al fin el senador.-
-Bueno,
no fue uno de los fundadores precisamente.- Le recordó su hijo.-
-No,
pero en cierto modo la refundó. Gracias a su victoria en la Guerra Civil.-
Afirmó John.- En fin. Ahora quiero que veas a alguien, puesto que no creo que
necesite presentártelo.- Le comentó enigmáticamente a su interlocutor.-
El joven estaba
a punto de preguntar de quién podría tratarse cuando tuvo la respuesta de
inmediato. Nada más verle aparecer, de pelo castaño, ojos color miel y bastante
alto, aunque no vistiendo el uniforme, sino con un traje crema con camisa
blanca y corbata azul oscuro.
-¡Mazoui!-
Exclamó el atónito muchacho.- ¿Qué demonios haces aquí?
El interpelado esbozó una sonrisa de
circunstancias. Tracer enseguida se dio cuenta de lo poco apropiado de su expresión.
Optó por no decir nada dado que su padre estaba presente. Solamente añadió.
-Olvida
lo que he dicho. Me alegro de verte.
-Yo
también.- Convino su antiguo compañero de armas.-
Los dos se dieron incluso un abrazo.
John intervino entonces para comentar.
-Sabía
que te iba a gustar volver a ver al señor O´ Brian. Cuando tu madre me dijo que
habías firmado tu renuncia al ejército y aprovechando que tenía que verle para
asuntos de campaña, me puse en contacto con él de inmediato y quedamos aquí.
Aunque no estaba seguro de que al final fueras a venir.
-Por
suerte lo hice.- Admitió Tracer.-
-Tenemos
mucho de qué hablar. Y bastantes cosas que contarnos.- Declaró Mazoui.-
-Eso
ya será cosa vuestra.- Comentó John, añadiendo eso sí, con más seriedad.- Ahora
hay temas importantes que debemos tratar.
Y charlaron sobre algunos asuntos
realmente serios. Entre otras cosas, cuando Tracer les puso al corriente de su
intención de trabajar en una compañía de transportes entre Kinmoku y Nature,
Mazoui enseguida le ofreció.
-Ahora
me dedico a llevar las empresas de mi suegro. Él está delicado de salud.
Después de lo de mi esposa, su estado decayó bastante.
Ante la mirada
sorprendida de Rick, su antiguo
compañero le relató la terrible enfermedad que Satory había padecido años
atrás. Afortunadamente se salvó. Pero al chico le quedó la impresión de que su
amigo no le contaba todo. Más cuando Mazoui añadió de un modo algo críptico.
-Ya
te lo contaré con más detalle cuando tengamos ocasión.
-Por
mí, hablad cuanto queráis.- Dijo el padre de Rick tras haber tratado los temas
que a él le interesaban.- Ahora debo dejaros.
-En
tal caso te invito a comer, Tracer, ¡para que no me andes llamando tacaño! -
Rio Mazoui.-
-Mira,
no te diré que no.- Sonrió éste recordando los buenos tiempos a bordo de la
SSP-1. -
-Hijo,
espero que vuelvas a pasar por casa antes de irte.- Le pidió John.-
-Sí,
lo haré.- Le prometió éste, dándole las gracias.-
El senador se despidió de ellos
entonces y tras darle saludos los dos se
encaminaron hacia un próximo restaurante. Para sorpresa de Tracer tenían ya
mesa reservada y alguien más se sentaba allí leyendo un gran tomo de color
burdeos.
-Ese
tipo ha debido equivocarse de lugar.- Le susurró Rick a su amigo, añadiendo en
homenaje a su tradicional sentido del humor.- O eso o quiere comer a tu costa.
Sin embargo, Mazoui movió la cabeza
sonriendo y enseguida le presentó en cuanto ambos se llegaron hasta allí. Aquel
chico guardó ese gran libro dentro de un maletín y se levantó para saludarles.
-Éste
es mi primo Lance.
-Sí,
me suena. Creo que estuvo en Nature hace algún tiempo.- Comentó Tracer tras
saludarle, y recordando también.- ¿No eres el hermano de Alan?
-Así
es. Encantado de conocerte, al menos oficialmente. Porque he oído y leído mucho
sobre ti.- Sonrió.-
-Espero
que cosas buenas.- Repuso el interpelado.-
Lance no respondió a eso y sí que
inquirió con tono todavía desenfadado.
-
¿Qué tal les va a mi hermano y a su esposa e
hija?
-Bastante
bien, por lo que yo sé.- Respondió amablemente Rick.-
-Bueno,
ahora te contaré lo de mi mujer con más detalle.- Intervino Mazoui con más
seriedad.-
Y tras hacerlo, Tracer le observó
atónito. Al poco pudo decir.
-¿Estaba
muerta?¿Seguro? ¿Y dices que volvió a la vida?
-Así
es. Alguien la trajo de regreso.- Sentenció su contertulio.-
-Y
creo que eso ya lo has visto antes, ¿no es así, Tracer?- Inquirió agudamente
Lance.-
¡Y tanto que lo vio! Cuando la hija
de Maggie nació. Por eso su cara de asombro era evidente.
-¿Qué
está pasando?- Quiso saber con patente estupor.-
-Hay
fuerzas muy poderosas en juego.- Le contó Lance, eso sí, matizando.- Sin
embargo, todavía queda mucho para que se manifiesten. A su debido tiempo lo
harán. Por ahora tenemos otros problemas más urgentes.
-La
situación tanto en Bios, como en Nature y la misma Tierra, está empezando a
deteriorarse.- Intervino Mazoui.- No sé si lo sabrás pero cada vez más gente
critica a los soberanos. Tenemos movimientos ultra religiosos que abogan por
una vuelta a la moralidad más victoriana.
-Y
luego hay otros, que son lo contrario. Movimientos que defienden el feminismo
radical o la ruptura de las normas sociales.- Añadió Lance.- Están cada vez más
organizados. Pero mucho peores que cualquiera de los otros son los
representantes de la llamada Luna Negra.
-¿Luna
Negra?- Repitió Tracer admitiendo con extrañeza.- Nunca oí hablar de ellos.
-Son
los que lideran la oposición a los soberanos. Paradójicamente dicen que Serenity
y Endimión han potenciado las malas costumbres y que eso es parte de su plan
para someter la Tierra y al resto de los planetas.- Le explicó Mazoui.-
-Es
la cosa más estúpida que he escuchado nunca.- Desestimó su interlocutor.-
-Lo
es. Pero no les impide ir ganando cada vez más fuerza.- Comentó un preocupado
Mazoui, añadiendo.- Leval en Bios está teniendo ya problemas con movimientos de
pros y anti aperturas , unos son partidarios de una inmigración mayor al
planeta e incluso sin restricciones. Los otros se oponen a que vaya más gente.
-Ocurre
algo parecido en Nature.- Dijo Tracer.- Aunque son pocos los que hablan de eso.
Nuestro planeta ha sido terraformado más recientemente.
-Sin
embargo, es bastante más pequeño que Bios.- Afirmó Lance.- Y su capacidad es
mucho menor. No te sorprendas si muy pronto esas voces se multiplican.
-¿Y
qué queréis que haga yo al respecto?- Inquirió Rick pues algo de eso imaginaba
al añadir.- Tengo la impresión de que todo esto estaba preparado para que me
reuniera con vosotros.
-Ya
te lo dije.- Sonrió Mazoui guiñándole un cómplice ojo a su primo que sonrió al
oír.- Es un tipo muy gracioso, hace mucho el payaso, pero no es tonto.
Y tras sonreír divertidos fue Lance
quién le comentó a Tracer.
-Ya
sabemos que renunciaste a tu puesto en el ejército. Eso incluso puede
favorecernos ahora.
-Sí,
escucha con atención lo que te vamos a pedir.- Añadió Mazoui, ya más
seriamente.-
Y Rick les escuchó, hablaron de
bastantes asuntos importantes y en concreto le hicieron una propuesta. Él estuvo
de acuerdo. Gracias a eso, el suegro de su ex compañero invertiría en esa
compañía que deseaba crear. Ahora, seguía de camino a Kinmoku dispuesto a
llevar a cabo su cometido.
-En
esto no me puedo quejar, con Pennie la cosa fue peor. Ahí no podían ayudarme.-
Suspiró aunque enseguida se animó pensando.- Bueno, pero luego la conocí a
ella.
Continuó su viaje centrándose ya en
su objetivo. Tendría que aterrizar en una zona poco concurrida de Kinmoku.
Estaba a punto de llegar cuando fue a avisar a sus pasajeras.
-Es
la hora.
Las aludidas
asintieron, ataviadas con sus uniformes de faena. Listas para pasar a la
acción.
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