martes, 28 de marzo de 2017

GWTN07 Nuevos actores a escena


 -No olvides tus cosas, cielo.- Sonó la voz algo cansina de su madre.-

-No mamá.- Repuso ella con su paciencia habitual.- Nunca lo hago.



            Siempre era lo mismo. Parecía que fuera una cría pequeña. Pero su madre era así. Aunque teniendo en cuenta que no estaba demasiado bien, tendría que ser paciente, de este modo Nelly suspiró, tras hacerse con su Tablet y su mochila estaba lista para salir. Otro día más para ir al instituto. Con sus ya quince años lucía como una adolescente atractiva y desenvuelta. Al menos para su edad. Ese pelo negro a la altura del cuello y sus ojos celestes atraían ya el interés de muchos compañeros. Sin pensar en eso aguardó. Su hermano Orix que ya tenía trece años, se unió a ella enseguida, igualmente pertrechado y tras oír las mismas indicaciones de su madre. Despidiéndose de nuevo ambos salieron a  la calle caminando hacia la parada del deslizador. Hacía un día bonito, no demasiado calor y el cielo azul índigo del planeta apenas iluminado por el amanecer de su rojiza estrella, les daba la bienvenida a esas tempranas horas de la mañana.



-Mamá siempre tan pesada.- Comentó el niño no sin algo de fastidio.-

-Las madres son así. Insistirnos en hacer cosas es uno de sus cometidos esenciales. - Sentenció Nelly añadiendo eso sí, con más pesar.- Y no está demasiado bien. Por eso no debemos tenerle en cuenta que a veces sea un poco insistente. En el fondo se preocupa por nosotros.

-Es verdad.- Musitó el chico, arrepentido de ese comentario. Por lo que enseguida quiso cambiar de tema. - Mira, se puede ver la Luna. - Señaló Orix, apuntando con uno de sus dedos al cielo.-



            Su hermana asintió, esa Luna era la SSP-2 que estaba en órbita alrededor del planeta. Se decidió dejarla allí puesto que no iba a emprender más viajes y a la mayoría de los habitantes de Nature les gustaba la idea de tener su propio satélite. Aunque no pudiera competir con la belleza del terrestre, ni tan siquiera del de Bios, aparecido de ninguna parte hacía ya unos cuantos años. No obstante, esa forma fusiforme del asteroide era muy querida por las personas que poblaban el nuevo mundo naturiano.



-Dentro de poco, cuando el sol la ilumine de forma directa, brillará.- Sonrió Nelly.-

-Vamos a buscar a Dean.- Repuso su hermano dejando ese tema.-

-Hoy no venía, creo que estaba malo.- Le recordó la jovencita.-

-Sí, es cierto. El pobre se pone enfermo muy a menudo últimamente.- Comentó Orix.-



            Nelly asintió. Quizás era simplemente una mala racha. Aunque aquel niño le preocupaba. Desde que su madre, Ginger, comenzó a salir con ese tipo, Gus, haría aproximadamente un año, no veía al chaval demasiado feliz. Hacía un par de semanas que su amiguito había cumplido los doce años pero apenas si lo celebró. Hubo una fiesta sí, pero alejada de la alegría de otros años  y a la que asistieron muy pocos niños. Desde entonces apenas sí le habían visto puesto que no había aparecido casi por el colegio.



-Algo en esa casa no va bien.- Pensaba la muchacha.-

-¿Tendremos luego que ir al cumpleaños de Fiora?- Quiso saber su hermano sacándola de sus pensamientos.-

-Supongo que sí.- Afirmó Nelly.- Imagino que a Gloria y Franklin también les llevarán.

-¡Qué rollo! Son unos niños muy pequeños.- Se lamentó Orix.-

-Bueno, Gloria tiene seis años, Alex y Franklin cuatro. Pero son divertidos.- Opinó su hermana.-

-Pues yo me aburro, no saben jugar a nada interesante.- Rebatió el chaval.-

-Son hijos de los amigos de nuestros padres, no tenemos opción.- Le recordó Nelly.-

-La última vez, en el cumpleaños de Gloria, fue un rollo. Su madre se empeñó en bendecir la mesa y rezar y todas esas cosas tan aburridas.- Señaló un molesto muchacho.- Y venga a hablar de ese reverendo que vino aquí…

-Sí, están ganando muchos adeptos.- Opinó su interlocutora que pareció velar su tono con algo de inquietud.- Cada día más.



            Lo cierto es que Margaret, como quería ahora que la llamasen casi todos, a excepción de sus más allegados conocidos, se había volcado en la educación de su hija y en su fervor religioso además de en su trabajo. Éste se vio potenciado por la llegada a Nature de muchos seguidores del reverendo Waters, una figura emergente de la Tierra en tales menesteres. Su mensaje era que todos los habitantes de los distintos planetas debían volverse hacia Dios y evitar caer en la autocomplacencia y las malas costumbres. Incluso hablaba de que, aquella vez en la que el universo entero estuvo a punto de desaparecer, no fue más que un aviso. No era partidario de agradecer la “Salvación” a los reyes de la Tierra ni a ninguno de sus aliados. Aunque sí les consideraba instrumentos de la misma. Nelly había leído sobre él, tuvo que documentarse últimamente para hacer un trabajo en la escuela. Y no le agradaba demasiado la forma que ese tipo tenía de predicar. No obstante, Maggie le adoraba. Por eso no decía lo que pensaba, no deseaba que, la ahora jefa de enfermeras del hospital de Nature, se disgustase. Pese a todo la apreciaba mucho.



-Pues espero que no nos hagan rezar a todas horas.- Suspiró Orix.- Como tiene que hacer Gloria. A ella la llevan a uno de esos colegios…

-No te preocupes. Eso es cosa de cada uno. – Le tranquilizó su hermana.-



            Y es que en Nature, entre otras cosas, los partidarios de la corriente neo religiosa, habían logrado el permiso para construir iglesias, mezquitas, sinagogas e incluso escuelas. Aquello a Nelly no le parecía mal, cada persona era libre de tener sus propias ideas o creencias. Sin embargo, viendo a la pequeña Gloria con ese uniforme gris tan soso y teniendo que rezar a todas horas, casi le daba pena por ella.



-En fin. Vaya un rollo de cumpleaños nos aguarda.- Sentenció Orix, sacándola una vez más de sus reflexiones.-

-¡Pero anímate! Creo que Wina también vendrá.- Sonrió la muchacha ahora.-

-¿De verdad?- Exclamó el chaval lleno de expectación, queriendo saber.- ¿Ha vuelto ya de la Tierra?

-Sí, el otro día hablamos por el video teléfono.- Le contó Nelly.- Sus padres finalmente han conseguido una plaza para trabajar aquí, en Nature. Ella tenía que acabar el curso en la Tierra y por eso han esperado. Allí las clases han terminado ya, hace una semana que han llegado pero anduvieron muy liados instalándose y matriculando a Wina para el próximo curso. Estoy muy contenta porque puede que venga a mi clase el año que viene. Si la matriculan en nuestro colegio.

-¡Qué suerte tiene al haber terminado ya! – Declaró Orix.- Aquí nos falta aún un mes. ¡Y con todos los exámenes finales!

-Haber estudiado más.- Se sonrió maliciosamente su hermana.-



            Llegaron a la parada y aguardaron un poco hasta que el deslizador llegó. Subieron a él y nada más acomodarse en sendos asientos, fueron saludados por una voz familiar.



-Hola chicos, ¿ya para el cole?

-¡Hola Mei Ling! - Respondió animadamente Orix.-



            La asiática sonrió, esos críos eran agradables. Muchas veces se los encontraba cuando iba de camino al trabajo. Ahora que Penélope tenía la baja por maternidad debía ir todos los días al laboratorio a ocuparse de las investigaciones. De hecho, era ella quien estaba al cargo. Desde luego ¿quién le hubiera dicho a la doctora Winters que, finalmente, se iba a convertir en madre? Y eso sí, la propia Mei Ling se sorprendió mucho cuando, tras su ruptura con Tracer, su jefa se había enamorado y casado casi en tiempo record con Jonathan, aquel científico que había llegado tan solo un par de años antes a Nature. No era mal tipo pero sí bastante serio. Lo contrario del mayor Jensen. Bueno, ahora ex mayor. Rick había dejado el ejército y montó una empresa de transporte de pasajeros y mercancías entre Nature y Kinmoku.



-Al menos a los dos les va bien. Y yo tampoco puedo quejarme.- Se dijo con una media sonrisa.-



            Y es que al margen de su éxito laboral había conocido a alguien hacía poco. Era unos años menor que ella pero se compenetraban bien, lo malo es que debían ir con cuidado. Las cosas en los últimos años se estaban poniendo bastante complicadas por culpa de tanto retrógrado que estaban exportando a Nature bastantes de esas costumbres desfasadas y sus prejuicios sobre como deberían ser las familias y las relaciones amorosas entre las personas. En fin, todo no podía ser perfecto. Ahora era ella quien deseaba que su pareja se decidiera a salir del armario, como se seguía diciendo.



-Bueno adiós.- Se despidió Nelly cuando ambos críos se dispusieron a bajar.-



            Mei Ling les saludó con la mano y siguió con sus pensamientos. Los niños por su parte se dirigieron al colegio con paso lento y poco deseosos de llegar. La científica les vio desde la ventana del deslizador. Al poco le tocó el turno a ella de bajar.



-Vamos a comenzar la jornada.- Se dijo.-



            Allí estaba ya Sharon. La muchacha lucía contenta al parecer.



-Buenos días.- Saludó su jefa en funciones.-

-Hola.  Buenos días.- Sonrió la aludida.-

-¿Qué tal tus padres? ¿Les gustó Nature?- Quiso saber Mei Ling.-

-¡Oh sí!, están encantados.- Le aseguró su compañera comentando sin rubor.- Les he enseñado la zona de parques de la ciudad y no podían creerlo. Pues les he contado que el bosque natural es muchísimo más grande y hermoso. Ya estamos planeando ir este fin de semana, tienen que verlo antes de regresar a la Tierra.



            Su oyente sonrió. Esa muchacha había demostrado ser una buena chica. Guapa, inteligente y trabajadora. Le estaba sirviendo de mucho apoyo además en todas las tareas que debían repartirse en tanto Penélope estuviese ausente. Y estaba realmente feliz, tras algunos años de intentarlo logró persuadir a sus padres para que fuese a verla a Nature. Y ambos quedaron visiblemente impresionados...



-Muy bien, Sharon.- Intervino la adusta voz de Emma, sonando cada vez más próxima en tanto ésta se acercaba.- Un plan realmente divertido para el fin de semana.



            En esta ocasión Mei Ling torció el gesto. ¡Ahí estaba esa estúpida! Cada día más desapegada de sus compañeras y mostrando mayor desdén. Hasta alguien tan objetiva y fría a veces en el trabajo como Penélope, no se molestaba en ocultar su antipatía hacia ella. Sin embargo, era buena en su especialidad y ser antipática no podía considerarse un crimen o una falta profesional. Por ello no se molestó en decir nada. Fue Sharon la que replicó sin parecer molesta.



-Estoy muy contenta de tener a mis padres aquí.

-Disfruta con ellos pues, yo espero tener más emoción con André.- Añadió en alusión a un tipo que había conocido unos meses atrás.-



            En esta ocasión sí que intervino Mei Ling para preguntar.



-¿Cómo van las pruebas del compuesto  treinta y uno?

-Bien.- Respondió Sharon.- Con algo de suerte servirá para potenciar la fertilidad del suelo en muy poco tiempo.



            Mei Ling iba a añadir algo a eso cuando la muchacha que faltaba para completar el equipo hizo su aparición.



-Lamento llegar tarde.- Afirmó en tanto entraba por la puerta del laboratorio.-

-Recuerda que sin Penélope aquí tenemos que estar todas a la hora.- Le comentó Mei Ling.-

-Sí, jefa.- Sonrió esa muchacha.-



            Era de piel canela y lacios cabellos castaños. Shaila Devi se llamaba. Su carácter era afable y casi siempre sonreía ante todo. Al menos era simpática pero bastante desorganizada. Penélope a veces le había comentado  a Mei Ling que le recordaba mucho a una tal Amatista Lassart, que trabajase con ella en la SSP-1. Al menos en ese particular caos -ordenado que tenía en su zona del laboratorio, y en las ocasiones en las que se le pegaban las sábanas.



-¡Qué bien, Sheila! Con un poco de suerte mañana llegarás a tu hora.- Terció Emma, con su mordacidad habitual sin que se supiera a ciencia cierta si erraba en el nombre de su compañera de forma premeditada o por puro desinterés.-



            Aunque eso no dio la impresión de molestar a la aludida. Ésta, tras hacer el saludo hindú, se limitó a ponerse su bata de laboratorio e incorporarse a sus quehaceres.



-Definitivamente no es fácil estar al cargo.- Pensó la oriental.- Estoy contando las horas para ver a Penélope de regreso otra vez…y también deseo ver a mi pareja…



            Y tras esa mínima concesión a sus sentimientos se dispuso a trabajar como las demás. Entre tanto Orix y Nelly bajaron del deslizador. Su colegio estaba próximo. Pasaron cerca de la cafetería de Ginger. Al hacerlo coincidieron con Martin. Aquel chico, ya licenciado de la universidad, seguía yendo a desayunar. Era una costumbre adquirida tras haber trabajado unos años allí. De hecho, en tanto estudió la carrera se mantuvo en su puesto a media jornada. Ginger contrató también a una compañera suya de facultad, Daphne, una chica rubia muy mona y agradable. Ahora Nelly sonrió. Hasta ellos veían muy claro que Martin estaba colado por ella. Y lo que era más divertido todavía. Los dos eran profesores. Pero en ese colegio religioso que estaba a pocas calles del instituto en donde ella y su hermano estudiaban. Todo eso vino a su cabeza en tanto le saludaba



-Hola Martin.

-Hola chicos.- Replicó amablemente él queriendo saber.- ¿Venís a buscar a Dean?

-Estaba malo.- Respondió Orix. -

-Preguntaré a Ginger por él. Iba a desayunar. ¿Os apetece tomar algo?- Les ofreció con gentileza.-

-No, muchas gracias, ya llegamos tarde.- Declinó Nelly.-

-Como queráis chicos, pasad un buen día.- Les deseó su interlocutor.-



            Y en tanto los dos niños se alejaban Martin entró en el local. Le gustaba ir allí, aunque de un tiempo a esta parte notaba algo rara a Ginger, más apagada de lo normal. A esas horas además ya tendría que estar allí, sin embargo era Clarisa la que se ocupaba de atender. No es que hubiese demasiado problema. Todavía era temprano y no había más que un par de clientes.



-Buenos días.- Saludó él.-

-¿Qué tal?- Sonrió la muchacha.-

-¿No llevas a Franklin al colegio hoy?- Se sorprendió Martin.-

-Le lleva su padre. Gin me llamó ayer, me pidió que me hiciera cargo de abrir.- Le explicó su contertulia informándole también.- Al parecer Dean está enfermo. Ella se ha quedado con él. Luego vendrá Gus.



            El joven asintió, lamentaba también que sus amigos no llevasen a su hijo al colegio en el que él mismo trabajaba. Sin embargo, cuando se lo propuso Scott le comentó que ellos no eran religiosos y que preferían una educación laica. No era desde luego por dinero, el negocio de Clarisa y Ginger no iba mal y el propio Scott era un reputado científico que ganaba bastante. Al menos Ginger sí apuntó a su hijo al colegio “De la Fe” como se llamaba su centro.



-Bueno, es estupendo que Maggie y Kiros también lleven a su hija a nuestro colegio, igual que Susan y Giaal al suyo. Y sobre todo, Daphne trabaja allí. -Sonrió ahora.-



            Y es que su compañera de profesión estaría a punto de llegar. Siempre quedaban a tomar algo antes de comenzar las clases. Charlaban, se ponían al corriente de los últimos cotilleos del colegio y de sus conocidos y, sobre todo, él aguardaba la ocasión para declararse. Quizás  hoy fuera el día adecuado. Al menos tendría que intentarlo, puesto que últimamente su amiga y compañera quedaba con menos frecuencia.



-No lo entiendo.- Se decía entre confuso y hasta enfadado consigo mismo.- La conozco hace ya seis años, trabajamos e incluso estudiamos juntos. Somos buenos amigos y nunca la he visto salir con nadie. ¿Será que ha empezado a citarse con alguno de esos pilotos que vienen a veces por aquí?  No me parece probable. Tampoco la he visto con ninguno. Además, sé que le caigo muy bien, está a gusto conmigo, pero no me atrevo a pedirle salir.



            Quizás fuera precisamente por eso. El atribulado chico temía perder esa amistad si trataba de adentrarse en aguas más profundas.



-Hola Martin.- Sonó una voz femenina sacándole de aquellas reflexiones.-



            Justo se trataba de ella. El joven la vio justo allí, con unos vaqueros, zapatillas y jersey de color naranja. Como siempre jovial y sonriente.



-Buenos días, Daphne.- Pudo decir casi atragantándose con las palabras.-

-¡Ja, ja!, perdona, parece que te he dado un susto.- Se rio la muchacha, tomando su desconcertado azoramiento por algo bien distinto a lo que de verdad era.-

-Estaba pensando.- Comentó él sonriendo a su vez.-

-Supongo que en el trabajo.- Comentó la joven.- Te pasas la vida hablando de tus clases.



            En eso tenía razón, el muchacho estaba muy contento enseñando a los chicos de primaria. Eso le gustaba y nunca dejaba de sorprenderse con ellos. Además, era un tema con el que se sentía cómodo y que compartía con ella. Y por si fuera poco este curso tenía a la hija de Maggie en su clase. La pequeña Gloria desde luego era curiosa y despierta. A eso se añadía que él, siendo amigo de la familia, la conocía desde que nació.



-Tienes razón.- Le respondió a su interlocutora.-  Pero ahora tengo más hambre que otra cosa.

-Pues vamos a desayunar tranquilos, que tenemos tiempo.- Propuso Daphne, alegando casi diríase que aliviada.- Ya no tengo que llevar a mis hermanos al colegio.

-Parece mentira lo deprisa que han crecido.- Comentó su interlocutor.-



            Daphne podía dar fe de eso. De ser una críos habían pasado a convertirse en adolescentes, ¡con todo lo que aquello conllevaba! En fin, tenía bastantes ganas de tomar algo y así lo volvió a manifestar, mirando los apetitosos dulces y bollos que había tras el mostrador. Martin le tomó la palabra y ambos pidieron. Tras conversar un poco con el dependiente que atendía, y entre ellos, sobre temas de su escuela, terminaron ese desayuno en una media hora y se encaminaron hacia su colegio tomando un deslizador. Allí se encontraron precisamente con Maggie que llevaba a su hija. La enfermera enseguida les saludó.



-¡Buenos días!- Dijo con voz animada, dirigiéndose a su pequeña.- Gloria, diles buenos días a tus maestros.

-Buenos días.- Dijo la alegre cría con su vocecita.-

-Hola Cielo. -Sonrió Daphne.-

-¿Con ganas de ir al cole?- Intervino Martin.-



            La niña asintió con una leve sonrisa. Le gustaba mucho dar clase con sus maestros, sobre todo con el señor Martin y la señorita Daphne que eran muy simpáticos. Además, su mamá siempre le decía que debía ser una niña aplicada y buena y rezar mucho.



-Así que vais juntos al trabajo.- Les comentaba Maggie entre tanto a esos dos jóvenes profesores.-

-Sí, -sonrió un azorado Martin.- Tenemos la costumbre de quedar para desayunar juntos. Lo hacemos desde que trabajábamos con Ginger y Clarisa.

-Es verdad.- Convino Daphne.-



            En aquellos días en los que sus turnos coincidían adoptaron esa curiosa costumbre. Cada uno pagando en días alternos. Únicamente las veces en las que no les tocaba trabajar al mismo tiempo, o en las vacaciones de cada uno, se rompía aquello. Y a veces, cuando no era desayunar, era tomarse algo por la tarde.



-Hemos hablado de tantas y tantas cosas durante estos desayunos, e incluso repasado para los exámenes del trimestre. Pero jamás me atreví a decirle nada a ella de lo que siento.- Pensaba Martin.-



            Y es que, día tras día y mes tras mes, fue dándose cuenta de lo maravillosa que era su compañera. Al principio, con la decepción de su ex novia Gretchen presente, no quiso dejarse llevar. Pero, poco a poco, esos recelos fueron desapareciendo. No fue fácil pese a todo, coincidir con Daphne, ni quedar con ella. Pese a que fueron al cine alguna que otra vez como amigos, e incluso conocieron a la familia del otro. Y la pregunta más clásica de los padres de Martin hacia él, cada vez que saludaban a esa jovencita tan guapa y simpática en su opinión, era.



-¿Cuando vais a salir en serio? Creo que a esa chica le gustas.No sabemos a qué estás esperando, hijo.



            El mismo chico pensó en eso. De hecho últimamente casi no pensaba en otra cosa. Ya había transcurrido mucho tiempo y si Dap, como a veces la llamaba cariñosamente, no estaba a estas alturas comprometida con ningún muchacho, es que pudiera ser que aguardarse alguna propuesta suya. Tampoco es que fuera una monja. La vio quedando alguna vez con otros chicos durante esos años. Pero jamás en una actitud que pudiera interpretarse como de novios. Él mismo había tonteado con otras chicas, pero jamás llegó a nada serio.



-Sus padres son muy religiosos y estrictos. Ella también es bastante conservadora en esa materia. Cuando ha salido el tema de pasada ha mencionado el matrimonio. Y reservarse para cuando se case.- Pensaba él.-



            Evidentemente no estaba por la labor de comprometerse tan en serio todavía. Pero le gustaría ver si ambos podrían tener un futuro juntos.



-Tengo que decidirme a preguntarle si quiere salir en serio conmigo.- Volvió a instarse.-

           

            Ahora, en el deslizador, la miró esbozando una sonrisa. Ella le correspondió. Aunque también andaba perdida en sus propios pensamientos. Lo cierto era que, pese a las apariencias, la vida de Daphne había dado un vuelco radical en los últimos meses. Aparentemente seguía siendo esa chica agradable, reservada y tímida, que compaginaba su trabajo con echar un ojo a sus hermanos de vez en cuando y quedar con Martin. Sin embargo, había otra parte en ella que, poco a poco, había ido creciendo con los años. Y esa misma parte la llevó a una situación realmente complicada de mantener. Fue precisamente su gusto por la música de las Justices y de otros artistas antiguos la que, paradójicamente , lo empezó todo. Y es que sus padres, seguidores del reverendo Waters y del movimiento de este que se había asentado en Nature, no veían con buenos ojos que su hija escuchase música de según qué intérpretes.



-Esos degenerados e invertidos. No digo que no hagan buena música, digo que son un terrible ejemplo. Por eso, cariño, no quiero que pongas eso en esta casa. Tus hermanos no deben verse influenciados por semejante gente.- Le dijo un día su madre.-



            Daphne suspiró sin tener valor para replicar. Su progenitora hacía referencia a muchos cantantes de esos que eran gays y no se recataban de mostrarlo. La misma Kerria fue un claro exponente. Esa mujer lo admitió en público haría unos años. Cuando sus padres lo supieron evidentemente encuadraron a esa cantante en su lista negra. Pero había otros más, muchos, a los que ella gustaba de escuchar. Por eso, le encantaba trabajar en la cafetería de Ginger y Clarisa, en la antigua o en la que se inauguró en Nature, haría unos pocos años. Lo malo es que cuando terminó sus estudios y entró en el colegio de la Fe a trabajar como maestra, esa oportunidad le quedó también vedada. Por eso, empezó a recorrer algunos lugares cuando salía por la tarde y por la noche. Al principio con su compañera Laura, otra fan de ese tipo de música. Luego, esta se fue a trabajar a otra parte del planeta. Ella entonces siguió yendo aunque, en este caso, no con Martin. El muchacho podía compartir sus gustos por la música pero no por algunos de los garitos en los que ella estuvo interesada en ir. En particular había uno en el que se ponía sobre todo esa música. Y allí fue donde conoció a esa persona.



-Jamás imaginé que las cosas iban a resultar así.- Pensaba ahora con una extraña mezcla de temor y felicidad.-



            Así era, puesto que ese era su gran y oscuro secreto. La hija ejemplar, la magnífica hermana y muchacha estudiosa y trabajadora, a los ojos de sus padres, no podía ser la misma que esa que acudía a ese lugar. Y mucho menos la que mantenía ese tipo de relación.



-Esto no está bien, tiene que terminarse.- Se decía muchas veces, cuando le entraba el pánico a que aquello se supiera.-



            Empero, cuando estaba allí junto con esa persona, deseaba que eso nunca terminase. Comenzó por negárselo a sí misma, luego por probar y ceder a su deseo. Más tarde, ya era algo que le resultaba tan necesario como respirar. Lo único que contribuía a tranquilizarla es que no podían verse muy a menudo. Por motivos de trabajo, esa pareja clandestina suya, no pasaba mucho tiempo en Sagan City.



-Aunque vendrá pronto. Y cuento los días para que así sea.- Meditaba.-



            Justo en ese momento el deslizador se detuvo nuevamente. Más personas lo abordaban, con alegría vieron subirse a él a Giaal quien llevaba de la mano a su hijo Alex y su sobrina Fiora.



-¿Cómo estáis?- Se interesó el alien.-

-Muy bien, ¡vaya Alex, Fiora!, ya vais al cole como los niños mayores, ¿eh?- les inquirió afablemente Maggie.-

-Sí.- Musitó tímidamente el crío. En tanto la niña sonreía asintiendo con su cabecita.-

-Van a estar en mi clase.- Afirmó Daphne con tono alegre.- Lo pasaremos muy bien.

-¿Qué tal Susan?- Quiso saber Martin.-

-Pues muy liada. Acaban de ascenderla a mayor y tiene que dirigir su escuadrilla.- Les contó Giaal.- Lamenta mucho no poder pasar más tiempo con nuestro hijo. Aunque espero que en breve le den un permiso largo.



            Los jóvenes profesores y Maggie escuchaban atentamente a su contertulio. Aunque poco tiempo más tuvieron de hacerlo. Al fin el deslizador llegó a la parada en la que todos se bajaban. Maggie y Giaal acompañaron a los niños hasta la puerta, una vez allí les dejaron al cuidado de sus maestros tras decirles que se portaran bien y desearles un buen día. Después retornaron al deslizador para dirigirse al hospital. El gesto risueño de Maggie varió entonces para mostrar preocupación.



-¿Qué sucede?- Se interesó Giaal al verla en ese estado.-

-Estoy muy asustada.- Le confesó ella.- Rezo para que ocurra un milagro.

-¿Qué es lo que pasa?- Quiso saber el alien con gesto preocupado a su vez.-

-Tuve una charla con mi marido. Acaba de volver de hablar con su primo Doran en la Luna. Estaba muy preocupado. - Le contó su interlocutora, rememorando.-



            Hacía un par de días que Kiros retornó. Vino realmente agitado, asustado incluso. Y es que las nuevas que traía no eran para menos. Al llegar a casa fue, como de costumbre, alegremente recibido por su esposa que enseguida se abrazó a él, pero tras separarse  Maggie enseguida le observó extrañada.



-¿Qué te pasa? ¿Ha sucedido algo?- quiso saber ella apagando su sonrisa.-

-Sí, algo realmente terrible.- Repuso gravemente él, pasando a relatar.- Acabo de llegar de la Luna, de ver a mi primo Doran. Me ha informado de un suceso muy serio.



            Y ante la atenta mirada de su mujer los dos caminaron hasta el gran salón de su casa de Nature. Sentándose juntos él le explicó que justo había llegado tras venir de la Tierra, los soberanos le despidieron con unas amables palabras, aunque creyó percibir preocupación en sus rostros y en el de las princesas planetarias, aunque nadie le comentó nada allí. Fue cuando llegó al reino de Neherenia. Solo una frase de Serenity le hizo pensar antes de eso en que algo no iba bien.



-Vais a ver a vuestro primo y su esposa, ¿verdad?

-Sí, Majestad. Aprovecharé este largo viaje para verles.- Admitió él.-

-Espero que ellos os puedan dar cumplida información de las novedades de vuestro mundo. Hace una semana que la princesa Plutón partió hacia allí.



            Kiros se percató entonces de que su Alteza la princesa Seren no se hallaba entre sus compañeras. Posiblemente fuese una de esas visitas que, de tanto en tanto, realizaba a su mundo natal. Por eso no se había extrañado. Aunque ahora, esas palabras pronunciadas con excesiva seriedad por parte de la reina, le hicieron sospechar que algo raro ocurría.



-¿No sabéis vos el propósito de su viaje, Majestad?- Inquirió él.-

-Era de carácter personal pero también relacionado con vuestro planeta, no os  podemos ser de más utilidad.- Replicó su interlocutora con cara de circunstancias.-

-Esperamos que todo vaya bien en Nuevo Vegeta y asimismo os deseamos un buen viaje a la Luna y un rápido y seguro retorno a vuestro hogar en Nature.- Terció el rey Endimión con tono muy protocolario.-



            Kiros asintió, inclinándose de nuevo. Con esas palabras estaba claro que los soberanos terrestres daban por concluida la audiencia. No le dio más importancia dado que pensaba ir a la Luna de inmediato. Así lo hizo. El anciano canciller de la Lune, siempre en su puesto, fue el primero en recibirle. Aunque se mostró más lacónico y presuroso que de costumbre.



-Señor embajador, sed bienvenido. Os ruego que vayáis al salón de audiencias, su Majestad, Nuestra bella y gentil reina Neherenia, os aguarda.



            Le pareció extraño que no nombrase a Doran, pero acudió enseguida. En efecto fue recibido en audiencia de inmediato. Aquello no le sorprendió en demasía, siendo el primo del rey consorte siempre le atendían con rapidez. Tal y como el caballero Gillard de la Lune le anticipó, la propia reina estaba allí, aguardando para cumplimentarle. Tras ser hecho pasar al salón de audiencia él hizo una leve inclinación. Neherenia se levantó de su trono enseguida y más agitada de lo que solía mostrarse le indicó.



-Haz el favor de venir a nuestras estancias privadas, Tenemos que hablar contigo.



            Sin querer evidenciar demasiado su sorpresa, se dejó tomar de una mano por la reina y la siguió dócilmente. Tras entrar pudo ver a su primo Doran. Aunque éste tenía el rostro descompuesto por el temor. Kiros no tuvo que preguntar, bastó una lapidaria frase de Doran para que lo comprendiera…



-¡Está libre, él está libre!…

-¡Te!, ¿te refieres a?....- Pudo apenas balbucir.-

-Sí, se ha liberado, nadie sabe como pero, por los informes que nos han llegado, escapó de su prisión dimensional. Ha arrasado puestos de vigilancia enteros sin que nadie pudiera detenerle.- Le contó un muy preocupado Doran.-

-¿Hacia dónde se dirige?- Inquirió Kiros.-

-No estaban seguros, aquellos que pudieron escapar dicen que les dejó vivir para que transmitieran el mensaje. -Y tras un espeso silencio, el rey de la Luna Nueva remachó.- Reclamará lo que es suyo.

-Entonces a buen seguro que irá a Nuevo Vegeta.- Conjeturó su interlocutor.- Hay que detenerle.

-Lo sé. Pero mi puesto está aquí, en la Luna.- Declaró Doran.- En caso de que ese loco quisiera venir hacia la Tierra, tengo que estar dispuesto a detenerle.

-¡Eso sería terrible! - Terció una asimismo aterrorizada Neherenia.- Nuestros súbditos y sobre todo nuestra hija, estarían en un gravísimo peligro.



            Casi como si hubiera escuchado a su angustiada madre una cría de alrededor de seis años, de largo pelo moreno ensortijado, entró en la sala. Lucía un vestidito de tonos pastel con una gargantilla de oro.



-Mamá. ¿Qué pasa?- Pudo preguntar algo desconcertada.-



            Y es que Neherenia había olvidado que su hija se encontraba en la habitación anexa, repasando algunas lecciones con sus tutores. Estaba en compañía de la hija de la que fuera su doncella personal, Anaris. Desde que ésta se casó con un noble de la Luna ya no estaba a su servicio directo, no obstante, Neherenia se complacía en recibirla de visita. La hija de su antigua dama, de nombre Briseida, rubia como su madre y de larga cabellera lisa, estaba ahora detrás de su amiguita.



-No pasa nada, cielo. - Sonrió trémulamente su madre al explicar.- Es que ha venido tu tío Kiros y me ha dado una sorpresa.

-¡Ah! - Contestó la pequeña añadiendo con un tono más concernido.- Brise y yo hemos terminado las tareas. ¿Podemos ir a jugar?

-Claro que sí.- Asintió la madre de aquella cría.-

-Sí, id a jugar al salón azul.- Les indicó Doran templando también sus nervios para añadir.- Pero estad dispuestas para la cena.

-Sí, papá.- Contestó Alice quien, muy contenta tomó de la mano a su amiguita guiándola hacia allá al gritito de.- ¡Vamos! Te enseñaré mi casa de muñecas nueva.



            Neherenia se quedó mirando a las crías con una sonrisa que enseguida se le congeló en los labios. Al verlo Kiros declaró.



-No temas nada. Entre Doran y yo nos enfrentaremos a él si tiene la osadía de acercarse hasta aquí. Y no estamos solos. Hay más saiyajin en la Tierra.



            Aunque lejos de parecer tranquilizarse por eso, la soberana suspiró rebatiendo.



-Roy está mayor ya. No sería rival para él. Su hijo Leval está en Bios. Y por lo que Doran me ha contado acerca de ese hombre, los demás guerreros que quedan en el planeta jamás podrían vencerle. Y aunque pudieran, el caos y la destrucción que se producirían en el caso de una batalla…todas las víctimas inocentes que provocaría. - Movió al cabeza ahora para bajar la vista y suspirando una vez más musitó.- No, no quiero ni tan siquiera pensar en ello.

-Y sin embargo tenemos la obligación de pensar en todas las posibilidades. Por fortuna para nosotros y desgraciadamente para ti, primo, mucho me temo que, por el momento, Nature sería para él un objetivo mucho más accesible y cercano a Nuevo Vegeta.- Intervino Doran.-



            El horrorizado Kiros asintió. Eso era cierto. Estratégicamente, de dar el primer golpe podría hacerlo mucho más fácilmente allí. Nature no podría resistir demasiado. Y eso a pesar de contar con la ayuda del planeta Kinmoku o de las Starlight y las ánimamates. Incluso con el concurso de los cazas varitech y otras defensas. No obstante, por desgracia, nada de eso sería rival para aquella bestia. En especial si, por cualquier razón, se aliara con los arcoily. De modo que no tardó en decir.



-En tal caso, y si me perdonáis tengo que regresar allí. Mi mujer y mi hija viven en Nature, junto con muchas personas inocentes a las que he jurado proteger.

-Sí, debes volver.- Convino la soberana de la Luna Nueva, reconociendo no sin pesar.-  Te necesitan más en Nature.



            De modo que, tras despedirse de su primo y la mujer de éste, no tardó en regresar. Al llegar le contó lo ocurrido a su esposa. Maggie le escuchó atentamente y tras unos instantes de silencio, respondió con tinte más animoso.



-Debes tener fe. El Señor no permitirá que nada malo nos suceda.

-Espero que el Señor tenga una fuerza de combate realmente poderosa.- Suspiró algo irónicamente su interlocutor.-

-Su fuerza es infinita.- Alegó Maggie con total convicción, para subrayar.- Dios es mi peñasco, en él confiaré; mi escudo, y el cuerno de mi salud; mi fortaleza, y mi refugio; mi salvador, que me librarás de violencia. 



            Kiros la escuchaba perplejo, no sabía realmente de dónde sacaba su mujer tanta seguridad. Contestó casi con un susurro.



-Escucha, le he visto en acción, sé de lo que es capaz. Entonces yo era más débil, pero aun así, podía convertirme en súper saiyajin. Llegué a golpearle con todas mis fuerzas y ni se movió. ¡Tenía un poder terrible! Solamente con sentirlo me hacía temblar.

-Eso es lo que él cree.- Sonrió ahora su esposa aseverando.- Pero estoy convencida que nada podrá contra nosotros sí confiamos en el Señor.

-Nada me gustaría más que comprobar que tengas razón.- Suspiró Kiros.- Reza todo lo que puedas. Yo tendré que informar a las autoridades militares de este planeta. Partiré enseguida a su base septentrional.

-¿Tardarás mucho?- Quiso saber su mujer.-

-No lo creo. Volveré en cuanto pueda para estar contigo y con Gloria Elua.- Le prometió el joven.-



            Maggie concluyó de contarle eso a Giaal, el alíen la observó algo confuso para declarar.



-Y sin embargo, pese a tu fe, te noto inquieta.

-Sí, es verdad.- Admitió ella.- Soy humana, tengo miedos y dudas. El reverendo Waters siempre lo dice. Somos imperfectos, falibles e inconstantes. Por eso, pese a saber que el Señor está con nosotros, muchas veces sentimos desesperanza y temor. Hasta el propio Jesús lo sintió antes de su pasión y muerte. Posiblemente para mostrarnos que se puede vacilar, que lo importante es aceptar la voluntad de Dios y esperar lo mejor.

-Pues, además de aceptar eso, tendremos que estar preparados para lo peor.- Añadió Giaal.-

-Claro que sí, Dios dijo “ayúdate y te ayudaré”.- Matizó su interlocutora.-  Debemos luchar nuestras propias batallas. Muchas veces las cosas no son fáciles, de serlas no tendría ningún mérito para nosotros entonces. Él no nos lo puede allanar todo.



            Giaal oía con patente sorpresa las palabras de su compañera de trabajo y amiga. Desde hacía años, tras ese agónico parto, cambió radicalmente de modo de ver la vida. Quizás porque hasta llegó a perderla y retornó de un modo que todavía era inexplicable para el alien.  Aunque no hubo tiempo para más consideraciones. Ambos estaban llegando ya al hospital. Al fin bajaron en la parada y caminaron hacia el interior del recinto. Al poco vieron venir a la hermana del doctor Ginga.



-Hola Naya.- La saludó él.-

-Hermano, Maggie.- Sonrió la joven de cabellos castaños claros y ojos aguamarina.-



            Vestía su bata blanca de doctora y portaba una Tablet en la que parecía haber estado repasando los informes de algún paciente. Aunque lo que dijo fue.



-Habéis tardado poco en dejar a los niños.

-Sí, nos encontramos con Martin y Daphne en el deslizador, ellos les llevaron ya al colegio en cuanto bajamos.- La informó Maggie.-



            Aunque ni ella, ni Giaal, le contaron a esa agradable joven el tema de su conversación. Naya era una muchacha muy afable y tranquila de carácter. Amaba la naturaleza y sentía gran cariño por los animales. También, por supuesto, le gustaba mucho su trabajo porque ayudaba a la gente. Por ello ninguno de sus contertulios podía imaginar algo que la aterrase o disgustase más que una posible guerra. Y además, ¿para qué asustarla sin necesidad? Todavía no había sucedido nada y posiblemente no ocurriera. Así pues, Maggie alegró su gesto para preguntar.



-¿Y tu marido?

-Pues trabajando también.- Sonrió la interpelada.- Alan está ocupadísimo. Con todos los avances en la colonización de Nature y la instalación de sistemas inteligentes casi no da abasto el pobre.  Dentro de poco tiene que ir al gran bosque meridional a comprobar los sistemas robotizados antiincendios. Por suerte, Scott le está ayudando mucho con la programación. Pero también hay que verificar sobre el terreno las sondas y los droidos.

-Es una buena ocasión para hacer una excursión familiar.- Apuntó Giaal, que conocía bien a su hermana.-

-Es verdad. - Admitió ésta.- Hemos pensado ir con Fiora. A mi hija le gustan los animalitos tanto como a mí. Y adora el campo, como su padre.- Rio y con ella sus contertulios, mientras agregaba.- Desde luego, ¡cómo crece de rápido! Oye Giaal. ¿Por qué no os animáis Susan y tú y venís con Alex? Sería divertido.

-Me gustaría pero mi esposa sigue con sus maniobras o con vete a saber qué.- Suspiró él.- Y ya quedé en llevar a nuestro hijo a verla. Por motivos de trabajo ha sido trasladada temporalmente a la base del sector norte.

-¿No puede venir desde allí?- Inquirió Naya.-

-No, tiene que estar movilizada con su escuadrilla.- Repuso Giaal.- Por eso iremos a verla Alex y yo.

-Salúdala de mi parte.- Intervino Maggie.-



            El doctor Ginga asintió y tras aquello dejaron la conversación para dedicarse cada uno a sus pacientes. Entre tanto, la mencionada Susan estaba instruyendo a sus pilotos en una sala de reuniones. Ella también pensaba en su hijo. Aquellos últimos años habían sido buenos, pese a algunas escaramuzas en el sector de los asteroides contra los arcoily. Sin embargo, junto con las Starlight, las Sailor Animamates y sus propias chicas entre otros miembros de las fuerzas militares de Nature, se las habían apañado bien para salir airosos contra tan formidables adversarios. Lo único que lamentaba era que el mayor Tracer se hubiera marchado del ejército. Las cosas se complicaron mucho cuando su antiguo superior comenzó a cuestionar la estrategia de alto mando denunciando el peligro de algunas acciones militares. Tras un tiempo presentó su renuncia. Después, Susan solo supo que había estado viajando entre Nature y Kinmoku. Pero lo que más lástima le dio fue la ruptura de Rick y Penélope.



-Te deseo lo mejor, siempre fuiste un gran jefe de escuadrilla y sobre todo un magnífico compañero y amigo.- Pensaba al acordarse de Tracer.-



            Y por si fuera poco, el mayor Mullins y el teniente Marcus lograron al fin su ansiado traslado a la Tierra. Se habían casado poco tiempo antes y pudieron disfrutar de su Luna de Miel ya allí. Susan también les deseaba que fueran felices. Para ella y sin pretenderlo, eso fue asimismo una oportunidad. Tras todas esas ausencias, con la capitana Simmons al mando y el comandante Enset al cargo de coordinar las escuadrillas, faltaban oficiales para dirigir muchas de éstas.  Sus dos superiores la recomendaron para ese ascenso. Ahora ya era teniente mayor. Aunque eso tenía un precio. Ya no solo tenía que dirigir a las Fighter Ladies, sino además, al resto de los grupos aéreos que componían la escuadrilla Granate. Es más, ahora delegaba en su subalterna, la ya segunda teniente Olivia Aguirre, para que se ocupase de su sección de mujeres pilotos.



-Muy bien.- Comentaba estas novedades en voz alta a sus subalternas.- Como sabéis, tras mi ascenso, debo encargarme de toda la escuadrilla. Olivia se hará cargo del mando directo de las Fighter ladies. Quiero que sepáis que para mí ha sido un honor dirigiros. Hemos pasado muchas cosas juntas, buenas y malas. Y aunque esto suena a despedida, estaré siempre a vuestra disposición para ayudaros en lo que necesitéis.



            Las aludidas asintieron, también lamentaban que su equipo se rompiera, habían forjado lazos de camaradería muy especiales. Oliva sobre todo tenía una mezcla de sentimientos encontrados. Alegría por su ascenso, orgullo por asumir el mando del grupo y, a la vez, mucha responsabilidad y pena porque su superiora ya no volaría junto a ellas. O por lo menos no lo haría con tanta asiduidad. La ahora mayor Hunter era una magnífica piloto, la mejor de todas. Tuvieron la oportunidad de comprobarlo ya en la SSP-2, después en algunas escaramuzas contra los arcoily. Sin embargo, las cosas ya no serían las mismas. Sobre todo cuando, la ahora jefa de la escuadrilla Granate, añadió no sin algo de emoción.



-He sido muy feliz volando con vosotras, luchando a vuestro lado. Ahora, entre mi ascenso y mi familia he tenido que tomar una decisión difícil. Seré la oficial al mando pero rara vez saldré de patrulla.

-Perdón, Señora, ¿Y eso?- Quiso saber Ludmila.-



            La rusa seguía tan directa y brusca como de costumbre. En eso y en beber vodka estando libre de servicio era insuperable. Susan sonrió, a veces esa chica no entendía bien el idioma o sencillamente no prestaba demasiada atención. Hasta tal punto que fue su compañera Elisa la que le aclaró.



-La mayor Hunter tiene un hijo. Es natural que desee verle crecer.

-Sí.- Admitió la aludida, matizando sin embargo.- Pero no es solamente eso. Como oficial ejecutiva tengo ahora muchas obligaciones de burocracia. ¡El papeleo!- Rio y con ella las demás.- Ya sabéis lo poco que me entusiasma, pero no hay más remedio. Y en cuanto a mi hijo…es verdad. Hace ya unos días que no le veo. Y le echo mucho de menos, a él y a mi marido. Espero que vendrán a verme pronto.



            Las demás asintieron solidariamente, eran todas solteras pero tenían familia a la que hacía tiempo que tampoco veían. Por eso podían comprender bien a su superiora. Ésta incluso les había enseñado algunas holofotos del pequeño Alex y era una monada. Elisa recordaba cuando hicieron una colecta para regalarle al crío una mantita y un peluche que su madre agradeció visiblemente emocionada. En fin, las cosas cambiaban…



-Es una pena que no nos dirija ya en la batalla.- Intervino una chica llamada Sabra Leví, de Israel, que estaba recientemente incorporada a la unidad.-  No he tenido mucho tiempo para verla en acción, pero por lo que he visto es usted realmente buena. Si me permite que se lo diga. Señora.

-¡Te lo permito! - Rio Susan y con ella, una vez más, el resto de sus más antiguas subordinadas.-



            Y tras esas concesiones a la familiaridad, la mayor Hunter volvió a ponerse más protocolaria para darles los detalles de la nueva distribución de turnos y salidas a realizar. Al concluir y despedirse de las chicas se dirigió al despacho de la capitana Simmons que la había citado allí. Al entrar saludó militarmente como era preceptivo, y su superiora, con mayor familiaridad, le comentó.



-Siéntate Susan. Y antes de nada, enhorabuena por tu ascenso.

-Gracias Señora, debo darle las gracias a usted.- Repuso la interpelada.-

-Solo te recomendé mandando un informe a la Tierra. Junto con mi firma iba la del comandante Enset. Eres una oficial muy valiosa y espero que seguirás siéndolo en el futuro. Tengo mucha confianza en ti.

-Le agradezco sus palabras, capitana Simmons.- Replicó la complacida muchacha.-

-Bien, ahora dejemos eso y centrémonos en los asuntos urgentes.- Comentó su superiora.- Como sabes, las cosas han estado tranquilas últimamente pero hemos recibido un mensaje de Nuevo Vegeta. Prioridad alfa- bravo.

-¿Alfa-bravo?- Inquirió la joven casi levantándose del sillón que ocupaba.- Eso es alerta máxima. ¿Qué sucede?

-El enemigo está concentrando fuerzas. Eso nos ha sido informado desde Kinmoku por uno de nuestros agentes.- Le explicó su jefa que agregó con evidente preocupación.- No es algo a lo que no nos hayamos enfrentado anteriormente, pero hay otro peligro. Y ese es el que ha sido puesto en nuestro conocimiento por los soberanos del planeta de los saiyajin. Antes de nada, he convocado a una reunión de urgencia. Tenemos que ir a la sala de conferencias en apenas diez minutos.

-A la orden.- Asintió su contertulia.-



            Simmons se levantó y su subalterna hizo lo propio, ambas salieron del despacho de la capitana para ir directamente a esa sala. Allí, ya les aguardaban algunas personas más. Estaba el comandante Enset y, junto a él, dos mujeres vestidas de civil.



-No sé si se conocen, mayor.- Comentó Simmons haciendo las presentaciones.- Las señoritas Reiko Aya y Akane Karasuma. Enviadas de Sailor Galaxia. Han venido recientemente de ver a su superiora y de visitar Kinmoku.



            Susan asintió dedicando su atención a esas dos, una era pelirroja con tez color canela clara, la otra de cutis más blanco, tenía una ondulada melena casi entre azulada y albina, las dos asintieron cuando la capitana les dijo.



-La mayor Hunter, líder de las Fighter Ladies y nueva comandante de la escuadrilla Granate Uno.



            Después se dirigió hacia un individuo de corta estatura y pelo castaño, vestía de uniforme aunque no era del UNISON. Más bien norteamericano.



-El capitán Enzo Cortés, nuestro enlace en Kinmoku.- Declaró Simmons.-

-Un placer, mayor.- Afirmó ese individuo con voz suave y no demasiado grave.-

-Lo mismo digo, capitán.- Repuso Susan.-



            Hechas las presentaciones, fue Enset quien tomó la palabra cuando todos se sentaron alrededor de una espaciosa mesa de metal.



-Informes que nos ha proporcionado el capitán Cortés indican que el enemigo se aproxima. Las fuerzas de Kinmoku, encabezadas por las Starlight, han salido ya a su encuentro.

-Así es.- Intervino el mencionado capitán.- La princesa Kakyuu me encargó a mí para representarla. Se da la circunstancia de que hace poco llegué a su planeta. En parte por asuntos personales que no vienen ahora al caso, pero, por otro lado, con la misión de coordinar las actuaciones a desarrollar ante un posible ataque por parte de esos Arcoily. Bien, sabemos que han desencadenado una ofensiva a gran escala, y eso es porque han recibido apoyo de un poderoso individuo.



            En ese instante una voz grave interrumpió al capitán. Todos se giraron en dirección al lugar del que procedía. Susan reconoció de inmediato al embajador Derail que añadió, al hilo del comentario de Cortés.



-Sí, y ese individuo es el renegado Eron Deveget, que fuera príncipe saiyajin. Mis soberanos de entonces, el rey Lornd y la reina Setsuna, lograron apresarle en una zona dimensional paralela pero de algún modo se ha liberado. Ahora el rey Bralen y la reina Aiona han recibido informes de sus desmanes. Por el rastro de destrucción que va dejando a su paso se dirige a Nuevo Vegeta.

-Ha debido coordinarse con los Arcoily.- Señaló Simmons.- Mientras él ataca su mundo de origen impide al mismo tiempo que nos vengan refuerzos desde allí.

-Estamos en el ojo del huracán, junto con Kinmoku.- Añadió Enset.- No sabemos a cuál de los dos planetas atacarán primero.

-Pese a que las Starlight han salido a su encuentro, no tenemos informes claros sobre el número de atacantes.- Comentó Cortés.-

-¿Cree que podría tratarse de una maniobra de diversión?- Intervino Susan.-

-Posiblemente. Si atraen la atención de las sailor Starlight y de Sailor Galaxia y las animamates hacia un lugar lo bastante alejado de aquí como para que no tengan tiempo de venir en nuestro auxilio, podríamos pasarlo muy mal.- Intervino la mujer pelirroja de nombre Akane.-

-Bueno, estamos nosotras dos. - Añadió más esperanzadamente su compañera Reiko Aya, rematando ya con menos entusiasmo.- Aunque no sé si podríamos hacer gran cosa.

-Tenemos dos escuadrones de cazas varitech protegiendo el planeta, más otros dos que todavía están en la SSP-2, orbitando Nature.- Les informó Enset valorando.- Deberían ser suficientes para asegurar la protección de este mundo.

-La cuestión es.- Declaró la capitana Simmons.- ¿Desplegar todos los aparatos? ¿Enviar alguna escuadrilla de avanzada hacia el campo de asteroides a tomar posiciones?

-Ese es un lugar clave por sus riquezas en minerales y demás recursos. Y un lugar estratégicamente perfecto para lanzar ataques contra Nature y obligarnos a dividir fuerzas. - Intervino Kiros afirmando categóricamente.- Si yo fuera Arcoily es el primer lugar que me aseguraría de conquistar.



            Aquellas palabras provocaron un reflexivo silencio entre los presentes. Ahora las miradas se dirigieron hacia Elisabeth. Ella se dio cuenta enseguida, como jefa militar de Nature tenía una importante decisión que tomar. Y de hecho, pese a que no le agradase demasiado hacerlo, tuvo que decir, aludiendo a Susan.



-Lamento aguarle el ascenso tan deprisa, mayor, pero solamente su escuadrilla puede movilizarse lo suficientemente rápido como para llegar lo antes posible a ese sector. La Granate Uno deberá partir totalmente pertrechada de inmediato.

-¿Y la Granate Dos? Inquirió Enset.-

-No veo prudente poner en juego a todo el escuadrón Granate. La escuadrilla dos se quedará en Nature, protegiendo el sector septentrional. El escuadrón Azul está en remodelación y todavía se están adaptando a sus nuevos mandos. El verde y el amarillo siguen en la SSP-2 que quizás deba partir en ayuda de nuestros aliados si así nos lo requieren. O incluso podría ser necesario en Bios, si el enemigo es capaz de llegar hasta allá.

-¿A Bios? No creo que sean capaces de tanto.- Intervino un incrédulo Kiros.-

-Nunca se sabe, embajador.- Afirmó Cortés alegando.- También entre nosotros hay enemigos y espías que les informan.

-Pero en Bios tienen sus propias fuerzas de defensa, y el mayor Malden está allí.- Recordó Susan afirmando.- También es un saiyajin.

-Trataremos de contactar con su superior, el general Strips.- Repuso Simmons.- Aunque me parece que allí tienen también sus propios problemas.

-Déjenme eso a mí. Puedo hablar con la Tierra.- Propuso el capitán Cortés.-



            Dicho esto Simmons levantó la sesión y los allí presentes se fueron retirando rumbo a sus respectivos hogares y ocupaciones.



-Mayor Hunter, prepárese para la acción y ordene a su escuadrilla que esté lista lo antes posible.- Le mandó Enset. -

-A la orden.- Repuso la oficial tras levantarse y cuadrarse.-



            Con la venia de su capitana, Susan salió de allí, no sin antes permitirse un momento para comentar con Kiros, llena de pesarosa resignación.



-Por favor. ¿Podrías explicarle a mi esposo lo ocurrido?  Iba a venir a verme con nuestro hijo.

-No te preocupes, enseguida le pondré al corriente. Regreso de inmediato a Sagan City.



            La joven asintió y, no sin cierto reparo, metió una mano en un bolsillo de su uniforme y extrajo un aparato similar a un pequeño USB. Se lo entregó a su interlocutor agregando casi con un susurro.



-Y dale esto, por si acaso yo no pudiera…

-¡No digas tonterías! - La cortó Kiros con tono firme.- En cuanto vuelvas podrás decirle lo quieras a Giaal. Y darle un abrazo a tu hijo. Pero lo guardaré hasta que regreses para devolvértelo. Así tu marido no se preocupará por nada.



            Susan guardó un instante de silencio, luego sonrió agradecida, asintió y al fin se marchó deprisa. Directa a cumplir con su deber. Había entregado aquel pendrive con su despedida grabada. Desde hacía años, siempre que tenía alguna misión que considerase más arriesgada de lo normal se acostumbró a grabar un mensaje, con el tiempo lo fue incrementando y agregando cosas.



-Por si no volviese, que mi hijo pueda al menos saber que su madre le quería más que a nada.- Pensaba con una mezcla de orgullo y zozobra en tanto se encaminaba a reunirse con sus pilotos.-



            El saiyajin por su parte le deseó suerte. Paralelamente a eso, en la capital, la jornada iba terminando. Los críos salían de colegio, tanto Orix como Nelly ya estaban caminando hacia la parada del deslizador que les llevaría de vuelta a casa.



-¿Podemos ir un momento a la cafetería de Gin y Clarisa a tomarnos algo?- Preguntó Orix.-

-Bueno, creo que sí.- Respondió su hermana.-



            Y dicho y hecho, Nelly tomó su móvil y llamó a su madre. Pidió permiso para llegar algo más tarde. Aurora, sabiendo que iba a esa cafetería, no tuvo problema. Al fin los dos niños llegaron. Al entrar, vieron un instante a Dean, algo raro parecía pasar porque el chico nada más cruzar su mirada con ellos se escabulló dentro de la trastienda.



-Hola.- Saludó Nelly nada más entrar al ver a Ginger.- ¿Qué tal está Dean? Acabamos de verle entrar en la cocina.

-Bueno, no se encuentra muy bien, quizás haya ido al baño.- Respondió secamente la dueña que parecía estar algo nerviosa. Aunque trató de no mostrarlo en demasía al añadir con tinte más jovial y amable.- ¿Queréis tomar algo?

-Sí, un trozo de tarta y un batido, por favor.- Pidió Orix con gesto expectante.-



            Nelly pidió lo mismo aunque no tenía el entusiasmo de su hermano. Orix parecía haberse olvidado de Dean, ella sin embargo presentía que algo no iba bien. Y no era por causa de que su amigo estuviera enfermo. De hecho, siendo niña, había tenido un instinto muy agudizado para notar cosas. No obstante, sentía que lo iba perdiendo a medida que se hacía mayor. De todos modos, la cara de Dean era lo bastante expresiva como para que cualquiera pudiese advertir que algo raro le ocurría. Aunque Nelly no quiso insistir en preguntar, sería de mala educación. Al poco la misma Ginger les sirvió lo que habían pedido. Estaban disfrutando de la tarta Sandy cuando llegó Gus. Ese hombre, con un poco de barriga ya, estatura media y pelo oscuro, se acercó a saludarles.



-¿Qué tal chicos? ¿Bien en el cole?

-Sí, gracias.- Respondió Orix.-

-¿Qué tal las notas?- quiso saber con tono entre exageradamente cordial y despreocupado.-

-Muy bien. Eso dicen nuestros profesores. - Afirmó Nelly con tono neutro pero educado.-

- ¡A ver si ese haragán aprende! - Declaró entonces Gus que parecía mostrar algo de disgusto ahora.-

-¿Está Dean enfermo?- Inquirió Orix con patente ingenuidad.-

-Se va a curar enseguida, os lo digo yo.- Espetó su interlocutor quien, al ver de lejos la expresión desaprobatoria de Ginger agregó de inmediato.- Bueno, me alegro de veros.



            Dicho lo cual se alejó hacia el interior de la cocina. Su pareja le siguió y cerró la puerta, Los críos creyeron oír voces dentro, parecía una discusión, aunque fieles a las normas de comportamiento que habían aprendido decidieron que no era asunto suyo. Al fin, Nelly le dijo a su hermano que debían volver a casa. Una agitada Ginger salió entonces de la cocina, no era normal verla en ese estado, pese a que se esforzase en tratar de disimularlo. Nelly pese a todo le comentó.



-Muchas gracias, mi madre te lo pagará mañana. Nos vamos ya. Saludos a Dean y que se mejore.

-Gracias.- Pudo decir la interpelada de modo algo cortante.- Adiós, niños.



            Y la muchacha y su hermano se fueron rumbo a casa. Tenían algunos deberes que hacer. Orix iba satisfecho por la merienda aunque, al igual que Nelly, se percató de lo tenso del ambiente en esa cafetería.



-¿Crees que Dean tendrá problemas en casa? - Le preguntó a su hermana.-

-No lo sé, aunque me parece que sí.- Admitió ésta añadiendo animosa.- Cuando vuelva al cole ya hablaremos con él, para ver si podemos ayudarle.



            Y animado por esas palabras de su hermana, Orix dejó el tema. Cuando ambos retornaron fueron recibidos por su padre. Edgar parecía no estar de buen humor. No le dijo nada al niño pero detuvo un instante a Nelly y le recriminó.



-¿Se puede saber qué horas son estas?

-Pedí permiso a mamá.- Respondió ella.-

-Tu madre no anda bien de salud, ya lo sabes. Y yo estoy trabajando. No podemos dejarla sola tanto tiempo. - La abroncó su padre.-

-Lo siento.- Musitó la cría bajando la cabeza.-

-Sentirlo no es suficiente.- Sentenció Edgar dejándola ya para irse al salón.-



            Nelly entró, suspirando se pasó a ver a su madre. Aurora estaba tumbada en la cama, quizás descansaba del largo día.



-¿Qué tal todo, cariño?- Quiso saber nada más ver entrar a su hija.-

-Bien mamá, pasamos por la cafetería para preguntar por Dean, como no ha venido al colegio últimamente pensamos que estaría enfermo.

-¿Y está mejor? ¿Has hablado con él o con su madre?- Se interesó la mujer.-

-Bueno, con su madre sí. Y con Gus, nos ha dicho que seguro que se curará pronto.- Repuso la muchacha, no deseando contarle de veras lo que presenció.-



            Bastante tenía su madre con su propia enfermedad. Aunque ahora estaba algo mejor, el doctor Ginga la trataba personalmente y se notaba. Nelly le quería mucho,  era el mejor médico de Nature. ¡Y posiblemente del universo entero! También la cuidó a ella misma cuando sufrió ese accidente que no recordaba siendo pequeña.



-Bueno hija, ahora vete a descansar, se está haciendo tarde.- Le aconsejó su madre.-

-Enseguida, en cuanto haga unos deberes.- Sonrió débilmente la chica.-

-¿Y tu hermano, ha merendado bien?- Inquirió Aurora con tono algo apagado.-

-Sí, tanto que creo que no va a tener que cenar nada. - Afirmó su interlocutora con gesto divertido.-



            Y tras dar un beso a su madre se fue a su cuarto a estudiar un poco. Aurora la vio marchar tratando de contener su pena. Recordaba bien la última visita que le hiciera al doctor Ginga haría poco más de dos semanas. Fue a recoger el resultado de unas pruebas rutinarias para el tratamiento de su enfermedad. No habían tardado mucho en analizarlas, o eso pensó. Estaba sentada en la salita de espera cuando una funcionaria la llamó.



-Señora, es su turno.



            Entró tras levantarse al despacho del doctor. Allí, éste le dedicó una mirada muy inquisitiva y triste. Fue Giaal quien, con un tono suave aunque decaído, le dijo.



-Siéntate Aurora, por favor.

-Bueno, usted dirá.- Suspiró ella con expresión y tono nervioso.-



            Sin embargo, por alguna extraña razón, enseguida notó que algo no iba bien. La cara del doctor Ginga, normalmente tan animada y optimista, lucía bastante pesarosa. Él, poco propenso a dar rodeos, le confesó.



-He visto tus análisis y todas las pruebas. Las he mirado varias veces incluso, quería estar muy seguro. Por desgracia lo estoy, y me temo que no son buenas noticias.



            Y tras un breve silencio, la mujer asintió tratando de mantener su entereza para aseverar.



-Dígame lo que sea, estoy lista para cualquier cosa.



            Aunque a Giaal parecía costarle trabajo hablar y lo hizo con voz llena de tristeza para anunciarle la fatídica noticia.



-Tu mal progresa muy rápidamente, es algo que no podemos combatir. Ya está muy extendido…lo siento mucho.

-Bueno.- Sonrió sardónicamente la mujer, queriendo saber con un tinte de patente angustia.- Dígame. ¿Cuánto me queda?

-Estoy trabajando en algo para ayudarte, al menos a que tu calidad de vida no se resienta más de lo debido. Es el equivalente a la quimioterapia terrestre pero mucho menos agresivo…Así por lo menos podrás hacer una vida relativamente normal, eso sí, alternando con muchos periodos de reposo.



            Aurora asintió despacio bajando la mirada. Al menos no vino ni con su esposo, ni con ninguno de sus hijos. Así podría llorar sola y después recomponerse para mirarles a los ojos con un gesto de fingida esperanza. Levantó la vista al fin con alguna lágrima resbalando por sus mejillas e insistió.



-¿Cuánto doctor?...

-Quizás unos meses. Un año a lo sumo.- Suspiró Giaal.- Lo siento mucho.



            Esa situación era desde luego muy dura y dramática. El propio Alien estaba muy afectado. Tener que dar esa clase de noticias era terrible. No obstante, Aurora quiso descargarle aquel peso y tras sonreír ahora con más amplitud le dirigió unas amables palabras.



-No debe sentirlo. Al contrario, gracias a usted recuperé a mi hija. Ella y Orix, junto con mi esposo, son toda mi vida. Lo que más me importa. La único que lamentaré dejar.

-Pasa todo tu tiempo lo más cerca posible de ellos.- Le aconsejó su interlocutor.-

-No quisiera que ninguno supiese el alcance real de mi enfermedad.- Le pidió ella.- Prefiero hacerles creer que, en fin… que estoy mal pero que me están tratando y que, un día, me recobraré. Si se enterasen les haría muy desgraciados. Es mejor que, cuando me vaya, sea algo inesperado. En lugar de que estén sufriendo por mi causa día tras día. ¿No lo cree usted así?.

-Esa es tu decisión.- Pudo decir Giaal añadiendo en un intento por tratar de sonar algo más optimista, sin lograrlo.- Pero seguimos investigando. Entre mi hermana y yo nos estamos ocupando de tu caso. Por ver si, de alguna manera…

-Gracias.- Le cortó afablemente Aurora.- Sé que lo dice de corazón. No se preocupe. Y una vez más, no sabe cuánto aprecio lo que hizo por mí y por mi familia.



            Y tras estas palabras se levantó. El propio doctor Ginga la escoltó hasta la salida y se despidió de ella. Por supuesto tendría que seguir acudiendo de vez en cuando al hospital para seguir el tratamiento. Ahora, tumbada en su cama, se enjugaba alguna lágrima musitando.



-Cariño…Nelly, ¡por favor!, trata de llevarte bien con tu padre. Os necesitaréis más que nunca cuando yo no esté. Y sobre todo cuídate y cuida de tu hermano…



            Y la aludida, ajena por completo a esas reflexiones de su madre, ya estaba en su habitación. Pese a toda esa situación familiar se sentía más animada de lo que debería, no solamente ella despertaba el interés de los muchachos, había alguno que también provocaba el suyo. Sobre todo un chico llamado Stefano, alto, rubio y de ojos claros. Sus padres y él vinieron de la Tierra hacía unos cuantos meses, le conoció el curso pasado y ahora eran compañeros en clase. Suspiró y trató de concentrarse en los problemas de matemáticas que debía resolver.



-Al menos le veré otra vez mañana.- Se decía para poder ponerse con las ecuaciones.-



Por su parte, tras despedir a los niños, Martin y Daphne junto con sus compañeros, salían ya del colegio. El padre Michael, su director, les deseó buenas tardes.



-Bien, mañana será otro día, que descansen.

-Gracias padre.- Asintió Martin.-



Y el sacerdote se marchó por otro corredor, entre tanto ambos jóvenes salían y el muchacho, sintiéndose animado, le propuso a su compañera.



-¿Quieres tomar algo? Hoy no tengo muchas ganas de volver pronto a casa.

-No tengo demasiada hambre, ni aun para una tarta Sandy.- Sonrió su interlocutora.-

-Me refería a ir a otro sitio, a beber dos cervezas.- Matizó él.-

-Bueno, estoy algo cansada.- Repuso Daphne.-

-Vale, otro día pues.- Sonrió débilmente él.-



            Y es que ese intento solapado de cita había fracasado estrepitosamente. Martin nunca fue demasiado decidido y cuando al fin reunía algo de coraje tenía siempre que proponer las cosas de un modo precipitado y que hasta parecía brusco a veces. Esperaba que su amiga no se hubiera dado cuenta. Por fortuna, no pareció ser el caso porque, para su alivio e incluso alegría, ella convino.



-Sí, otro día. Ahora quiero darme un baño e irme a la cama enseguida. Estos críos son agotadores.

-Sí, es cierto.- Convino él, contento por aparcar aquel embarazoso tema.- Tenemos que recuperarnos.



De este modo abordaron el deslizador que les llevó a sus domicilios. La primera en bajarse fue Daphne que vivía una parada antes. Se dieron las buenas noches y así, Martin quedó sumido en sus pensamientos.



-La próxima vez lo haré mejor.- Se prometió a sí mismo, tras dedicarle una última mirada a su compañera que ya caminaba alejándose de la parada. Aunque el chico no vio que en la línea de enfrente, una mujer morena bajaba de otro deslizador antes de que él prosiguiera su viaje.-



Daphne caminó tranquilamente hasta su casa. Se cruzó en efecto con una individua rubia de ojos acerados y más baja que ella. La extraña le dedicó una mirada muy intensa pero no dijo nada. Eso la hizo sentirse extraña. Eligió ignorar eso y continuó. Justo antes de llegar a su portal, recibió un par de WhatsApp.



-Vaya, eres tú.- Se dijo esbozando una sonrisa.-



            Aunque no eran noticias muy halagüeñas. Su pareja no podría ir a verla esa semana. Respondió de inmediato, sin comprometerse demasiado con las palabras que ponía. En cualquier caso, el nombre de ese interlocutor estaba escondido tras un pseudónimo y tampoco aparecía foto alguna.



-Me dio ese consejo, cuando le pedí que lo nuestro fuera discreto.- Recordó ella.-



Ya habían tenido algunas citas e incluso llegado a mantener relaciones. Una vez incluso en el piso que sus padres poseían en otra parte de la ciudad. Ahora lo tenían alquilado, pero en el ínterin entre la marcha del último inquilino y el encontrar otro, Daphne a veces les pedía quedarse allí a pasar la noche. Alegaba que en algunas ocasiones, cuanto tenía reuniones o alguna actividad extraescolar, le venía bien para ir al colegio. (Era cierto no quedaba lejos) No obstante, únicamente hacia eso cuando su misteriosa pareja y ella quedaban. El resto del tiempo decía estar mejor y más   entre tanto, en su casa, con la familia.



-No me gusta tener que mentir, sé que no está nada bien. Pero la alternativa es muchísimo peor.- Suspiró entrando en su portal.-



            A veces, cuando le miedo y la duda la invadía, se imaginaba a su madre o a su padre yendo allí por sorpresa para verla y sorprendiéndola con su pareja en situaciones realmente escabrosas. Movió la cabeza no deseando pensar más en eso. Al fin, tras subir en el ascensor, Abrió la puerta.



-Hola Dap.- La saludó su hermano Byron.-

-¡Hola, guapetón! Desde luego que hermano más guapo tengo. Todas las chicas del colegio deben de hacer fila para quedar contigo.- Sonrió ella, logrando como siempre que el pobre se pusiera colorado.-



Su hermanito había crecido mucho desde luego, ya era más alto que ella y eso que Daphne no era precisamente baja. También era atractivo para un adolescente. En eso, tanto él como Steph estaban cortados por el mismo patrón.



-Si supieran que eso a veces puede ser una maldición.- Pensó ella reviviendo su zozobra.-



Pero se las arregló para no evidenciarlo. Así los dos pasaron al salón, él repuesto de su rubor y ella manteniendo esa cálida sonrisa para saludar al resto de su familia.



-Buenas tardes, papá, mamá…Steph.- Les saludó como solía hacer.-



 Entre tanto, en otra parte de la ciudad, Maggie estaba dando de cenar a su hija. Más bien la niña comía a dos carrillos y ella la contemplaba embobada.



-Únicamente espero que Kiros regrese pronto.- Pensaba. Aunque enseguida sonrió a su hija y le preguntó.- ¿Qué tal el día, cariño?

-Muy bien, mami.- Sonrió la pequeña.-



            Su madre no podía dejar de mirarla. Se sentía muy orgullosa y la quería muchísimo. Esa cría era muy especial. Y no solamente por el hecho de ser su hija. Maggie sabía que fue ella quien la trajo de retorno a la vida. Y esa impresión se confirmó cuando hace unos años viajó junto con su marido y Gloria al planeta Nuevo Vegeta. Allí pudo conocer, entre otros saiyajines importantes, a los padres de Kiros.



-Aquel viaje fue muy interesante desde luego.- Recordaba.- Y bastante emotivo y revelador.



            Y su mente viajó una vez más allí, trayendo esos recuerdos de vuelta…

 


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