viernes, 26 de mayo de 2017

GWTN20. Algunas intuiciones y pesquisas


Al día siguiente todo estaba ya preparado. Kerria se levantó pronto y se reunió de inmediato con su cliente. Sabra había salido al fin de la base, escoltada por Susan. Ambas vestían de paisano. En esta ocasión y atendiendo a los consejos recibidos, pese a su desagrado, la israelí llevaba un modesto atuendo compuesto por falda azul celeste hasta las rodillas, zapatos negros de poco tacón y una blusa blanca. Desde luego, daba la apariencia de chica joven totalmente corriente. Quién la viese tendría difícil creerla capaz de haber cometido el delito que la imputaban.



-Creo que parezco lo suficientemente desvalida. Así que, vamos allá.- Suspiró la acusada en cuanto abordó un deslizador junto con su superiora.-

-Todo irá bien. Kerria es la mejor abogada que podrías tener.- La animó su interlocutora.-



            Aunque la israelí asintiera, deseando que así fuese, sabía que su caso era difícil de defender. Renunció a ningún tipo de acuerdo y ahora tendría que afrontar las consecuencias.



-Quizás no haya hecho bien. Puede que sea demasiado orgullosa.- Le confesó a Susan.-

-Tienes todo el derecho a ser como tú quieras ser. Y si te sirve de algo, pase lo que pase, me tendrás a tu lado.- Le aseguró su oficial al mando.-

-Muchas gracias, señora.- Sonrió tenuemente la joven.- Lo crea o no, eso significa muchísimo para mí.

-Una Fighter Lady, jamás pelea sola.- Aseveró Susan, repitiendo el slogan de su escuadrilla a la par que  tomándole de una mano a su subordinada.-



            Sabra asintió, en verdad le estaba muy agradecida a la mayor Hunter. Le daba el coraje y la fuerza suficiente para afrontar esa difícil situación.



-Hice mal, me dejé llevar. Pero ya es tarde para lamentaciones.- Meditaba.- Ahora debo mantenerme digna. Y, sobre todo, no pediré perdón por amar a Daphne.



Pensando en eso el tiempo le pasó lento y los escasos kilómetros que había desde la base de Sagan City en la que había estado retenida hasta los juzgados se le antojaron eternos. Afortunadamente llegaron y nada más bajar vio a su abogada defensora esperando en pie ante la puerta.



-¿Cómo estás?- La saludó la letrada con tono animoso.-

-Preferiría estar a punto de salir de misión de scramble con mi varitech.- Le confesó su representada.-  

-Quizás fuera menos arriesgado.- Sonrió la mayor Hunter, quien no obstante, añadió animosa.- Confía en Kerria.

-Lo hago.- Repuso la joven piloto que quiso saber una vez más.- Me lo explicaste antes, pero no me puedo declarar inocente. Y dijiste que estaba claro que era culpable.

-No exactamente.- Rebatió Kerria para afirmar.- Te declararás no culpable.

-En ese caso es lo mismo que inocente, ¿no?- Inquirió la sorprendida Sabra.-

-No, no lo es.- Le explicó su abogada. – Verás. Si eres inocente es que, en efecto, no has cometido ningún delito y así queda probado. En este caso es muy obvio que le lanzaste contra la barra del bar. Sin embargo, el segundo supuesto se aplica cuando, aun existiendo evidencias que apuntan que el acusado podría ser culpable del delito, no existen suficientes pruebas que lo demuestren, éstas se han conseguido de un modo ilegal o bien se cometió el delito bajo cualquier atenuante, por ejemplo, un cuadro psicótico, enajenación mental transitoria, provocación manifiesta o interés por proteger a terceros, etc. Por lo que hay que declararlo como no culpable. Esta última será la baza que jugaremos

-¿Y crees que el jurado lo creerá?- Volvió a preguntar una inquieta Sabra.-



            No hubo respuesta a eso. Al fin, las tres mujeres se encaminaron con paso firme al interior. Kerria lucía un conjunto de blazer con pantalón que le aportaba mucha seriedad. Susan iba con un vestido largo verde manzana que le sentaba bastante bien. No obstante, se mostraba poco comunicativa, iba pensando en sus propios problemas. El día anterior su esposo salió de casa empeñado en encontrar a Nelly.



-Ten cuidado.- Le pidió.-

-Tranquila.- Afirmó él.- No me pasará nada.



            Susan sabía de sobra lo poderoso que era su marido. Aunque su inquietud no se refería al plano físico. En realidad no quería que él se implicase demasiado desde el punto de vista emocional. Y sobre todo, que no hiciera ninguna tontería. Y es que aquella situación parecía hacerle perder su habitual calma y capacidad de análisis. Solamente le restaba confiar en él pese a todo. Seguro que haría lo correcto.



-Mayor.- La llamó Sabra sacándola de aquellas tribulaciones.- Sea cual sea el resultado, le agradezco todo lo que está haciendo por mí.

-Te lo dije antes. Eres una de mis Fighter Ladies.- Sonrió la interpelada.- Y ya sabes. No abandonamos a una compañera. En ninguna batalla.

-Sí señora.- Convino su interlocutora, siendo capaz de sonreír.-

-Pues adelante, señoritas.- Las instó Kerria.-



            De este modo, las tres entraron en la sala donde iba a llevarse a cabo el juicio. Tras identificarse y ser admitidas por el personal de seguridad, gracias a los contactos de la capitana Simmons, Sabra no tuvo que ser acompañada por alguaciles, ni policías. Por supuesto había dado su palabra de comportarse. Y sus superiores la creyeron, dando la cara por ella ante las autoridades civiles.



-Sé que tengo todo su apoyo, sea lo que sea lo que me depare este juicio, me quedaré con eso.- Se decía en un intento por confortarse.-



Al menos eso le daba un mínimo consuelo. Tomaron asiento por fin. Esa estancia estaba todavía vacía. Aunque no tardaron en ir llegando los representantes de la acusación. Junto con Hastings llegó Martin. El chico se permitió mirar furtivamente a su agresora  aunque también observó con sorpresa y malestar a Kerria. Al fin, sí que hizo un leve gesto saludando a Susan que le correspondió. Por mor de las circunstancias no tuvieron oportunidad de intercambiar ninguna palabra. Al fin apareció el jurado cuyos miembros se fueron sentando en sus lugares. Kerria observó a estos últimos y comentó a sus acompañantes.



-Traté de elegir a los que me dieron mejores vibraciones, pero el fiscal lo tenía mejor. La mayor parte eran personas de edad superior a los cuarenta años. Solamente dos de los siete tienen menos de treinta.



            De hecho era un jurado reducido, acorde a las leyes de Nature, amparadas en muchas de Kinmoku, para este tipo de procesos sin crimen grave de por medio, con ese número bastaba. La abogada explicó a su defendida y a la mayor.



-Creo que lo hablamos ya. Pero voy a recordarlo. Acorde al convenio de autonomía firmado con Kinmoku tenemos algunas diferencias respecto de su legislación y la terrestre. Este tipo de juicios son algo raros, tuve que documentarme mientras venía. Veréis. -Les relató a sus sorprendidas oyentes.- Los miembros del jurado tendrán que elegir entre varias sentencias. El fiscal intentará que se queden con la más alta y yo, por supuesto, con la más benévola para ti, Sabra. Será el juez quien les facilitará un sobre cerrado con al menos tres de estas opciones posibles cuando vaya a concluir el proceso. Por eso era tan importante la impresión visual.- Remachó aludiendo al atuendo de la procesada.-  Para empezar estamos rebajando tu perfil de amenaza ante el jurado.



            Y en tanto explicaba esto a sus interlocutoras todas miraron hacia donde estaban aquellas personas encargadas de tomar esa decisión. Eran cuatro hombres y tres mujeres. Un chico y una chica jóvenes, quizás de la edad de la propia Sabra, un par de hombres de al menos cincuenta años, otro varón de unos treinta y dos mujeres que andarían quizás por los cuarenta.



-No me da demasiada buena espina.- Susurró la israelí.-

-Pues si vieras a algunos que descarté.- Suspiró Kerria.- Aunque por desgracia debo basarme en mi instinto. Nunca se sabe, tras la agradable cara de una jovencita podría esconderse una fanática religiosa. O detrás de un señor anciano, un homosexual. Por ello, las apariencias pueden engañar. Así que hacemos algunas preguntas a los aspirantes a jurado antes de decidir recusarles o no. Tenemos derecho a descartar cada uno a tres de ellos. Y en esta ocasión, tanto el fiscal como yo misma, ejercimos nuestro derecho en las tres oportunidades. Podría decirse que, si estas personas son un reflejo de la sociedad de Nature, la balanza estaría muy equilibrada.

-Es como un estudio sociológico.- Terció Susan.- En este proceso estamos  juzgando también la moral y la sociedad de nuestro planeta…



            Sus interlocutoras asintieron, sin embargo la mayor no les prestó demasiada atención. También pensaba en sus propias cosas. Eso sí, había escuchado a Kerria con visible interés. Todo eso era fascinante sin duda. Aunque su mente seguía volviendo al tema de su esposo tratando de encontrar a Nelly. Ella misma hizo memoria, cuando su propio hijo Alex les comentó eso tan extraño de que la muchacha y otros chicos estaban bajo tierra. En una especie de casas. Al principio le pareció algo sin sentido, típica fantasía de un crío de corta edad. No obstante, no quiso dejar cabos sueltos, en cuanto pudo trató de investigarlo. Se acordaba ahora de cuando fue al despacho de su superior inmediato, el comandante Enset.



-¿Puedo pasar, señor?- Inquirió tras tocar a la puerta.-

-Por supuesto, mayor.- Asintió el oficial.-  Dígame, ¿qué se le ofrece?

-Verá, tengo una duda y me gustaría saber si usted podría ayudarme a resolverla. Ahora que se ocupa también de la seguridad interna de Nature.



            Así era desde hacía un par de años. Enset tenía mucho trabajo y por ello dejó de dirigir la escuadrilla con base en el planeta. Aunque nominalmente fuera su comandante, en la práctica eran tanto Susan, como otros tenientes mayores, los que se ocupaban de ello.



-Bien, pues usted dirá.- Repuso su superior.-

-Verá.- Se atrevió a decir de modo dubitativo.-  Puede ser una tontería, pero estando el otro día con mi hijo en el parque…



            Le contó a Enset aquello, aunque sin dar detalles acerca de la identidad de los niños en cuestión. Y tras unos segundos de reflexivo silencio, su comandante la sorprendió al afirmar.



-Podría tener sentido. Existen refugios subterráneos de los primeros días de Nature, justo cuando comenzó el proceso de Terraformación. Los primeros técnicos y científicos en bajar los utilizaban para poder permanecer días en el planeta sin tener que estar regresando continuamente a la SSP-2 por culpa de la radiación de nuestra estrella.

-En tal caso, señor. ¿No sabría usted dónde localizar esos refugios?

-Creo que tenemos algunos mapas.- Repuso su interlocutor.- Miraré en la base de datos.



            Usó una tablet que conectó vía bluetooth a una pantalla que tenía en la pared del despacho. Al momento aparecieron unos archivos informáticos. El comandante buscó hasta finalmente hallar algo que coincidía.



-Aquí está.- Declaró él, leyendo.- Red de búnkeres subterráneos de Nature. Algunos están en uso. Son zonas construidas para eventuales ataques enemigos. Otros, por el contrario, se abandonaron. Hay bastantes bajo Sagan- City. Aunque, acorde a algunos informes de la policía y el control fronterizo, en varios podrían ocultarse inmigrantes irregulares y hasta algunos delincuentes muy buscados.



            Susan se quedó perpleja. ¡Aquello tenía todo el sentido! Su hijo lo sabía, pero. ¿Cómo era posible que un niño de apenas cinco años fuera capaz de estar al tanto de aquello? Trató de recordar, Alex mencionó algo de un gran libro. Cuando le llevó de regreso del parque aquella tarde el crío no volvió a comentar nada sobre eso. Tampoco ella insistió, al no darle demasiada importancia al asunto.



-Ahora ni sé cómo planteárselo. Mi hijo se habrá olvidado o quizás esto no sea más que un juego para él.- Se decía para añadir dirigiéndose a su superior.- Señor, ¿no se podría hacer nada? Quiero decir. Si tenemos constancia de la presencia de delincuentes e inmigrantes irregulares. ¿Por qué la policía no interviene?

-Problemas burocráticos, de competencias, activistas que denuncian discriminación y malos tratos, politiqueos…- enumeró Enset a desgana.-  Por lo que sé, en Bios suceden cosas parecidas. No tienen esos búnkeres. Bueno, alguno sí,  pero no tantos y tan interconectados como aquí. Sin embargo, el mayor Malden sufre los mismos inconvenientes por la frontera espacial. Al pobre le tienen como una especie de policía de patrulla exterior. Le está costando mantener el espacio aéreo de su planeta a salvo de incursiones de naves no autorizadas. Al menos, no debe preocuparse por ataques de potencias enemigas.

-Últimamente aquí tampoco, señor.- Observó la joven oficial.- Parece que los Arcoily se hayan evaporado.

-Así es.- Convino su superior, aunque agregando con tintes reflexivos.- Y eso mismo me preocupa. Ningún enemigo, y menos uno tan persistente como ellos, se rinde de la noche a la mañana.



            Eso le sonó a Susan como si el comandante Enset se guardase algo. Aunque por supuesto, no le preguntó. Empero, comentó dando la impresión de estar aliviada.



-Sí, señor. Sea cual sea la causa de ello, esperemos que dure mucho tiempo. Quisiera ver crecer a mi hijo en paz.



            Su contertulio asintió a eso, después ella se retiró. No sin lograr que el comandante le facilitase una copia de los planos de esos búnkeres, eso sí, tras decirle.



-Confío en usted, mayor. No le facilitaría estos documentos sino.



            Susan sonrió agradecida. Al menos ahora tendrían algo sólido con lo que empezar la búsqueda en la que su esposo se había empeñado. Así lo creyó Giaal cuando le dio esos mapas. El alien no pudo dejar de obsequiarla con un largo beso en los labios y admitir.



-Gracias. Esto me será de mucha utilidad.

-Eso espero.- Dijo suavemente ella.-

-Muchas gracias por apoyarme.- Repuso muy reconocidamente él.-



            Y habiendo pedido unos días libres, Giaal se ocupó de comenzar la búsqueda por aquellos misteriosos refugios. Aunque no iría solo. La propia Susan hubiera querido acompañarle pero le había prometido a Sabra que estaría con ella en el juicio. Por suerte, alguien se brindó a ayudarle. Esa persona no tenía las mismas capacidades militares de ella, pero las suplía con creces con otras que podrían ser incluso más útiles en esta situación. Ahora la oficial quiso dejar eso a un lado y centrarse en el juicio. Y allí estaban, aguardando a que empezase. Al fin, el juez, la honorable Sienna Olivier, entró en la sala. Todos los presentes se pusieron en pie.



-La fiesta va a comenzar.- Les susurró Kerria a las dos mujeres que la acompañaban.-

-¿Quién sabe? A lo mejor la juez es lesbiana como yo.- Comentó Sabra a medio camino entre el sarcasmo y la esperanza.-

-Lo sea o no, tiene que interpretar la ley y acatar la sentencia del jurado.- Le respondió Kerria en voz baja.-



            En otra parte de la ciudad, en casa de los Derail, Maggie seguía pensando en lo sucedido el día anterior. Entonces volvió a casa con su hija y saludó a su esposo. Aunque no quiso decirle ni una palabra de aquel desagradable reencuentro. Tras hacer un esfuerzo por apartar aquello de su mente cenaron en familia como acostumbraban. Kiros parecía estar pensando también en sus propios problemas. Una vez que acostaron a Gloria, su mujer le preguntó.



-Te noto preocupado. Dime. ¿Qué te pasa?

-Bueno, muchas cosas son complicadas. Ser embajador requiere a veces una capacidad de hilar muy fino. Y no soy demasiado bueno en eso.- Le confesó su esposo.-

-¿Es algo que me puedas contar?- Le preguntó ella con tono comprensivo y suave.-

-No es nada concreto. Son varias cosas. Ya sabes, protocolo, reuniones. Recibir a los saiyajin que tenemos de viaje por la galaxia y que hacen escala aquí...- Suspiró él, que entonces sí que comentó.- Entre ellos, mi madre. Hace poco me mandó un mensaje. Vendrá en unos días.

-Bueno, es… es una noticia estupenda. Ella no conoce Nature. Seguro que le gustará.- Afirmó Maggie.-



            Aunque la expresión de su esposo no parecía demasiado feliz, ella se temía que había algo más. Y efectivamente, fiel a su poca afición a andarse con rodeos, él le confesó.



-Mi madre tiene poca paciencia, como saiyajin que es. Me ha requerido muchas veces la presencia de Gloria en Nuevo Vegeta, para comenzar a entrenarla acorde a nuestras costumbres. Hasta ahora le di largas, asegurando que ya nos ocuparíamos de enviarla allí. Pero ahora que nuestra hija ha cumplido seis años.

-¡Un momento! - Exclamó entonces Maggie entre atónita y alarmada.- ¿Me estás queriendo decir que viene a llevarse a mi hija?

-Solamente viene a asegurarse que nuestra hija está lista para eso.- Replicó Kiros, añadiendo.- Al verla a buen seguro que comprobará que no.

-¡Me da igual lo que tu madre crea! - Estalló Maggie.- Es mi hija y no va a ir a ninguna parte. Y menos ahora…es demasiado pequeña.

-Prometiste que también sería educada acorde a las costumbre de mi pueblo. -Le recordó su marido con incipiente enojo a su vez.-

- Pero cuando tenga edad para ello. – Replicó ella, remachando con amargura y emotividad.- No quiero que la separen de mi lado. Es mi hija. ¿Es que no lo entiendes?

-Soy su padre, claro que lo comprendo.- Contestó él, con tono pesaroso y molesto a su vez, alegando.- Pero Gloria está alcanzando la edad a la que comenzamos nuestro entrenamiento básico. Aquí he tratado de enseñarle algunas cosas jugando y con mucha suavidad. Sin embargo, eso no puede continuar así para siempre.

-¿Y por qué no?- Inquirió su esposa.- ¿Qué necesidad tiene de convertirse en una guerrera?

-Ya has visto el poder latente que tiene.- Respondió Kiros, no sin inquietud ahora.- Si el príncipe Eron y Lady Galaxia en persona estuvieron aquí para testarlo, nosotros no podemos ignorarlo.

-Pues si nuestra hija es tan poderosa, no le hace ninguna falta que nadie la enseñe a serlo aún más.- Sentenció Maggie.-

-Al contrario. Deben enseñarla a saber contenerse y aprovechar ese poder.- Rebatió su esposo.- Y eso no podemos hacerlo aquí.

-Hasta ahora no lo hemos hecho tan mal.- Alegó Margaret.- Es una niña buena y obediente. Si va a Nuevo Vegeta y se entrena del modo en que tú me contaste que tu madre te adiestró, se volverá una salvaje.

-¿Acaso yo soy un salvaje?- Se molestó su interlocutor.- ¿Eso es lo que crees?

-Tú eres un adulto.- Contestó ahora su mujer, tratando de remediar ese desliz con un poco más de tacto al aseverar.- Puedes dominarte.

-Porque me enseñaron a hacerlo.- Insistió él, agregando en un intento por suavizar ese ambiente tan tenso.- Confía en mi madre. Nunca le haría daño a su nieta. Lo único que quiere es hacer de ella una buena saiyajin y guiarla como nosotros, por el camino de la luz.

-El problema es cómo hacerlo.- Sollozo Maggie ahora, derrumbándose.- No sé qué hacer. ¿Y si queremos educarla para el bien y nos equivocamos? ¿No ves que me siento totalmente perdida? Me despierto cada día sin saber qué debo hacer, si las decisiones que tome con ella la condicionarán para bien o para mal. ¡Es una carga terrible! Yo… yo solo quiero que sea mi hija, nada más…



            Un apenado Kiros abrazó a su llorosa esposa. En eso no podía responder. Era algo muy complicado y no podía adivinar el futuro.



-Haremos lo que creamos mejor. No somos dioses. Nadie puede pedirnos más. Y tú no debes temer. Eres una madre fantástica, amas a nuestra pequeña más que a nada. Ella lo sabe, también te adora. Pase lo que pase serás siempre su madre.- Le aseguró con tono más afectuoso.-



            Agradecida por esas palabras de aliento, Maggie se dejó consolar. Esa noche apenas sí durmió pensando en qué podría ser mejor para su hija. Al menos, si iba a Nuevo Vegeta perdería de vista a Marla. Esa odiosa individua no podría acercarse a la niña.



-Quizás Elua haya llegado en el momento oportuno.- Pensó tratando de ver el lado positivo de aquello.- Nunca se sabe. Puede ser la voluntad de Dios.



            Ahora esperaba la llegada de su suegra con una mezcla de ansiedad y temor. Aunque también con una ligera dosis de esperanza.



-Sea lo que sea lo que tenga que pasar, siempre estaré ahí para ti, tesoro.- Pensaba mirando amorosamente a su hija en tanto esta dormía.-



            Después la despertó. Como de costumbre preparándola para llevarla al colegio.



-Vamos cariño. Es hora de ir al cole.- Le susurró con toda la dulzura que pudo mientras la cría se desperezaba.-

-Mami, déjame un poquito más…

-Venga cielo. Te tienes que levantar.- Insistió suavemente su madre dándole un beso en la mejilla.- Que el señor Martin y la señorita Daphne te esperan…



            Al fin logró desperezar a la cría y prepararla. Aunque ese día su profesor favorito no iba a estar. Martin tenía que estar presente en el juicio como testigo y víctima de la agresión. Por su parte, Daphne daría sus clases a la espera de ser llamada. Al menos existía tal posibilidad. El padre Michael le dijo que no se preocupase. En caso de tener que acudir al juzgado, le garantizaban el permiso, además, claro está, de ser algo imperativo por ley.



-¡Ojalá no me llamen!- Se decía con visible temor.- No sé si seré capaz de mentir…o incluso de controlarme cuando la vuelva a ver. Pero es necesario… ¡Señor, dame fuerzas y perdóname!...



            Por fortuna para ella, la llegada de sus pequeños pupilos la distrajo de esos angustiosos pensamientos. Podía irles abrazando uno por uno, sonriéndoles cariñosa y preguntándoles qué tal estaban esa mañana. La mayoría sonreían a su vez y decían que muy bien. Al fin llegó Maggie llevando de la mano a su hija. Gloria sin embargo miró extrañada a su maestra.



-¿Estás triste, seño?- Inquirió de pronto.-

           

Ambas adultas quedaron visiblemente sorprendidas.  Daphne pudo rehacerse por fin y esbozar una amplia sonrisa para afirmar con impostada jovialidad.



-Nada de eso cariño, y menos ahora que has llegado tú. Anda, pasa con tus compañeros, pero dile antes adiós a mamá.



            Gloria así lo hizo, tras besar a su madre entró en el aula. Esto sirvió para dejar a solas a las dos mujeres durante algunos segundos. Maggie observó el rostro de esa joven, tenso ahora y comentó.



-No te preocupes, todo irá bien. Dentro de poco Martin y tú os quitaréis un gran peso de encima.

-¿De veras lo crees?- Musitó su contertulia.-



            Margaret sostuvo una mano de la chica entre las suyas y asintió para sentenciar.



-Sigue el camino recto, Daphne, no te desvíes de él. Al principio será duro pero estoy convencida de que la vida te premiará. Ya lo verás. Hazlo por todos los que te quieren. Te lo dice alguien que pasó por lo mismo una vez, y que todavía se arrepiente de su pasado y lo sigue pagando…no cometas el mismo error que yo… estás a tiempo de evitarlo.



            Y sin que su atónita oyente pudiera preguntarle al hilo de esas últimas palabras, la enfermera se despidió marchándose a su propio trabajo.



-Solamente deseo que esto acabe pronto.- Suspiró Daphne, quien, armándose de valor entró para tratar de brindar la mejor de sus sonrisas a sus pequeños alumnos.-



            En la corte mientras tanto, la jueza golpeó ceremonialmente con su mazo para que se hiciera el silencio total y la gente se levantase respetuosamente. Ya con la atención de todo el mundo puesta en ella, declaró.



-Se abre este proceso. El juicio por agresión. Los demandantes, la familia Carson, contra la señorita Sabra Leví. Por favor, señores letrados, acérquense.- Les indicó.-



            Kerria se dirigió hacia el estrado junto con el fiscal. Los dos abogados aguardaron a que la jueza les preguntara.



-¿Han alcanzado ustedes algún tipo de acuerdo previo?

-No, señoría.- Replicó Hastings.-

-No, señoría.- Repitió Kerria.-

-Muy bien.- Afirmó entonces Olivier preguntando a la abogada defensora.- ¿Cómo se declararía su cliente?

-No culpable, señoría.

-En tal caso, tiene la palabra el abogado de la acusación, para exponer los hechos y los cargos.- Sentenció la jueza.-



            Kerria tomó asiento, y junto con su defendida y Susan, se dispuso a escuchar a su colega en tanto se preparaba para tomar notas. Hastings no tardó en comenzar.



-Señoría, honorables miembros del jurado, damas y caballeros. Estamos aquí para hacer que la justicia prevalezca y que un acto de agresión no quede impune. -Miró a su cliente y agregó ya con algo más de teatralidad.- Este joven, pilar de la sociedad, excelente maestro de muchos de nuestros niños y niñas, fue brutalmente agredido por esa mujer.- Subrayó mirando ahora hacia Sabra que sostuvo su acusatoria mirada sin inmutarse.- Una individua celosa por algo que solo existe en su mente. Algunos lo llamarán celos, otros motivos pasionales. En cualquier caso, es algo que no está en absoluto justificado, ni debe ser tolerado por una sociedad que aspira a disfrutar de paz y armonía. Sí, señoras y señores del jurado. La acusada atacó a ese pobre muchacho sirviéndose de sus técnicas de combate. No dejen que su inocente apariencia les engañe. Es una militar entrenada en tácticas de comando y de lucha. Para ella no es problema acabar con cualquier adversario. Y por desgracia para el señor Carson, le eligió a él como objetivo. Su tarea hoy como jurados es la de mostrar a las buenas gentes de Nature que nadie está por encima de la ley y que ese abuso de poder no debe permitirse. Gracias.



            Tras su alegación tomó asiento. Fue turno de Kerria para estrenarse. Y lo hizo levantándose con tranquilidad y dirigiéndose hacia el jurado para afirmar.



-Honor, sacrificio, valor, lealtad, entrega…eso es lo único que escucharán si preguntan a cualquier compañero de la señorita Leví y les piden que valoren la trayectoria de mi defendida. Nadie que la conozca la ha catalogado jamás como violenta. Está acostumbrada a situaciones límite sí, pero poniendo en juego su propia vida por salvar las de otros. A luchar teniendo que matar o morir, sí, pero para protegerles a todos ustedes. Sin embargo, nadie es perfecto, ella podría haber venido de uniforme y luciendo todas las medallas y menciones que atesora, que son muchas, y en cambio viene con humildad, como una persona más, sin querer ningún tipo de trato especial, ni privilegio. -Declaró con tono conciliador para trocarlo entonces en otro más reivindicativo al sentenciar.- Aunque tampoco desea ser prejuzgada ni demonizada. Mi cliente jamás quiso hacer daño al demandante. Todo sucedió en el contexto de un desafortunado accidente. Demostraremos además que tuvo motivos más que suficientes para sufrir un ofuscamiento pasajero que derivó en ese lamentable incidente. Gracias.



            Tras concluir se sentó. Ahora fue turno de la juez de intervenir.



-Muy bien, los hechos aquí juzgados son los siguientes. Acorde con la versión de la acusación. La noche del pasado mes de noviembre, el demandante estaba tomando algo con su novia en el bar Natural, y cuando se aproximó a la barra para pedir una cerveza fue asaltado por la acusada. Ésta le recriminó que estuviera saliendo con una señorita de la que dijo ser pareja. El señor Carson negó ese punto, alegando que esa joven era su propia novia. Tras lo que, en un arranque de celos injustificados y desmedidos, la acusada le arrojó el contenido de una jarra de cerveza a la cara. El demandante quiso entonces apartarla de sí y la señorita Leví replicó aplicándole una llave de artes marciales que lo lanzó contra la barra del bar, haciendo que la cabeza del señor Carson se golpease en dicha barra, hecho que le produjo una conmoción y la pérdida del conocimiento. La defensa sostiene en cambio que fue el demandante quién se dirigió en primer lugar a la señorita Leví, desafiándola y mostrándole algo muy perturbador, cosa que enfureció a su cliente y provocó que le arrojase la ya mencionada cerveza al rostro. El señor Carson trató entonces de golpearla y ella se defendió instintivamente proyectándole con una llave de yudo, con tan mala fortuna que la cabeza del demandante se golpeó en esa barra. Bien, estas son las dos versiones. Ahora los representantes de las partes las argumentarán y solicitarán la sentencia que desean. Tiene la palabra el ministerio fiscal.



            Una vez más, Hastings se levantó y tras agradecer a la jueza el uso de la palabra, comenzó.



-Muy bien, señoras y señores del jurado. Analicemos los hechos. Esa noche, mi cliente acude con su novia, la señorita Daphne Kensington, al mencionado bar. Dicha señorita no presenció los hechos, por lo tanto no ha sido llamada a declarar, debido a que mi cliente la dejó por unos instantes mientras fue a buscar unas bebidas. Entonces, esta mujer, que se hallaba allí con unas compañeras, militares como ella, le asaltó amenazándole para que, según ella, “dejase en paz a su pareja”. Mi cliente no la abordó, lo único que hizo fue pedirle, por favor, que le dejara pasar para hacerse con su bebida. ¿Por qué tuvo que hacer eso? Porque la acusada le bloqueó el paso adrede.  Estaba claro que de este modo buscaba una confrontación. Solo tienen que mirarla. Es joven, es hermosa, es una mujer…

-Protesto Señoría.- Terció Kerria.- El fiscal está empleando unos términos que podrían interpretarse como propios de un enfoque machista.

-Se acepta. Tenga cuidado, señor fiscal.- Le pidió la jueza.-



            Sabra se sonrió ligeramente, su abogada había estado muy oportuna, y teniendo en cuenta que el juez era otra mujer, quizás eso les ayudara. Sin embargo, Hastings no tardó en darle la vuelta.



-Mis disculpas, pero es que eso era precisamente la clave del asunto. Y me explico. Quería darles a entender que esa mujer, vestida de un modo tan, llamémosle elegante y femenino, cosa que no creo que sea constitutiva de injuria machista, contaba con un prejuicio, sí, pero uno que la favorecería…

-Protesto.- Repitió Kerria.- El fiscal se empecina en el mismo sesgo discriminatorio contra mi defendida.



            Aunque esta vez Olivier miró intrigada al fiscal para pedirle.



-Señor Hastings, explíquese…

-Con mucho gusto.- Concedió éste que comentó.- En opinión de la acusación era la acusada quien buscó esa confrontación. Partía de la premisa de que, cualquier persona que les observase sin conocimiento de causa, simpatizaría de inmediato con una joven atractiva que fuera increpada o incluso posiblemente agredida por un hombre. ¿Verdad? El problema para la acusada es que el señor Carson no cayó en esa burda treta y supo mantener la calma. Por eso ella le arrojó esa cerveza a la cara. Sabía que mi cliente tendría el impulso de apartarla de sí, como mecanismo puramente defensivo y que eso, quizás podría dar una impresión completamente opuesta a los ojos de alguien que no supiera lo que estaba sucediendo.

-Protesto. Eso es totalmente especulativo.- Denunció Kerria.-

-Se acepta.- Convino Olivier avisando al fiscal.- No saque conclusiones, señor Hastings. Esa es labor mía y del jurado. Usted debe ceñirse a los hechos.

-Muy bien, señoría.- Aceptó él.- A los hechos me ceñiré pues. La acusada atacó a mi cliente lanzándole contra la barra del bar. Le dejó sin sentido y a punto estuvo de dejarle sin vida. Esos son los hechos.



            Tras esa contundente aseveración finalmente fue el turno de réplica de Kerria. Una vez más se levantó sin prisa pero sin pausa, dando una apariencia de total confianza y tranquilidad para dirigirse al jurado.



-Señoras y señores, Señoría. Demostraremos que mi cliente actuó impelida por una situación que ejerce como atenuante y que explica ese comportamiento. Ella, lejos de ser la agresora fue la agredida, en su intimidad, en su libertad y en su honor. Sabra Leví es una mujer íntegra y que, lejos de pretender dañar al demandante, fue la primera en atenderle y tratar de ayudarle a que recobrase la consciencia. Demostrando que el arrepentimiento por su enajenación transitoria fue inmediato. Eso representa ya de por sí un atenuante. Y prueba que lo sucedido no pasó de ser un desgraciado accidente…uno que todos, comenzando por mi representada, lamentamos profundamente.



            Y es que Kerria tuvo que morderse la lengua. De momento no quiso mencionar a Daphne. Pese a que había sido nombrada de pasada por el fiscal, si bien éste enseguida se aseguró de matizar que no había estado presente en los hechos que se juzgaban. Eso la maniataba. De ser ella quien la llamase tendría que hacerlo en función de la relación que la joven maestra había mantenido (y Kerria estaba segura de que aun deseaba mantener) con su defendida.



-Pero si hago eso, la estaré exponiendo.- Pensaba con pesar.- Y ese tiene que ser el último recurso.



            Recordaba una de las conversaciones que mantuviera con Sabra en el cuartel, cuando preparaban el juicio. La israelí estuvo convencida al principio de recurrir a Daphne, puesto que confiaba en el amor de esa chica. Sin embargo, Kerria tuvo que advertirla.



-Ten cuidado. La estarías obligando a elegir entre su familia, su vida actual y respaldarte.

-Esa sería la verdad.- Esgrimió su cliente sentenciando.- No debe tener miedo, estaré a su lado siempre.

-No lo niego.- Suspiró la abogada objetando de seguido.- Pero no es tan sencillo. Ella te ama, eso lo he visto. Sin embargo, también quiere a su familia, y esto posiblemente le costaría romper con ellos. Y, quizás no, pero puede que inconscientemente te culpase a ti por eso. Sería duro, muy duro para vuestra relación. ¿De veras quieres ponerla ante ese dilema? Créeme, sé muy bien de lo que hablo. Mi esposa tuvo que hacerlo por mí. Y algunas veces la he sorprendido a solas, mirando algunas fotos de sus padres y su hermana y llorando. Pese a que ella me lo haya negado. Sé lo que todavía le duele. - Suspiró con evidente consternación.- Piénsalo muy bien, porque, si lo hiciéramos, ya no habría vuelta atrás para Daphne.



            La piloto guardó silencio entonces, meditando aquellas palabras. Al fin, tras unos instantes fue capaz de responder, ya con un tono más apagado.



-No quiero hacerle eso. No puedo forzarla. Debe ser ella quien desee testificar en mi favor. Tienes razón, sé muy bien lo que quiere a sus padres y a sus hermanos. No me lo perdonaría si el confesar lo nuestro le rompiese el corazón y la alejara de ellos por mi causa.



            Así pues, la abogada tenía ahora que refrenarse. A pesar de estar convencida de que, si jugaban esa carta, a buen seguro que ganarían. Al menos el veredicto de no culpabilidad.



-Tendré que lograrlo de otro modo.- Se decía Kerria tratando de ver cómo sería aquello posible ante el alud de evidencias adversas para su representada.-



            Entre tanto, la jueza volvió a otorgar el turno de palabra al abogado de la acusación. Éste no tardó en hacer subir al estrado a Martin. El muchacho juró decir la verdad y se dispuso a responder las preguntas de su abogado.



-Señor Carson. ¿La pasada noche del veintiuno de noviembre, según el calendario estándar de la Tierra que se aplica en Nature, estuvo usted con la señorita Kensington en el bar Natural?...

-Sí, estuve.- Admitió el chico.-

- Fue usted a pedir unas bebidas y entonces esa mujer.- Comentó el letrado en tanto señalaba a Sabra.- Se interpuso en su camino. ¿Verdad?

-Sí, le pedí que me dejase pasar.

-Pero ella reaccionó confrontándole, ¿no es así?

-Así fue. Me dijo que Daphne, bueno, la señorita Kensington, era su novia y que no me acercase a ella. Yo le contesté que eso no era cierto. Que ella salía conmigo. Incluso le mostré una foto que nos acabábamos de tomar allí mismo, para que lo comprobase.

-Y eso no le gustó nada a la señorita Leví, ¿verdad?

-Me tiró la cerveza que tenía a la cara.- Denunció el joven.-

-Usted quiso apartarse instintivamente y ella lo aprovechó para proyectarle contra la barra del bar...- Relató el abogado esperando la segura confirmación del testigo.-

-Así fue, después me di un golpe en la cabeza y ya no recuerdo nada más hasta que desperté en el hospital, con Daphne a mi lado.- Pudo suspirar el chico.-

-Muchas gracias, señor Carson.- Repuso Hastings para concluir.- No hay más preguntas.



            Aunque ahora le tocaba el turno a Kerria. Ella se levantó dirigiéndose hacia aquel chico. Sonriendo con naturalidad, lo primero que hizo fue interesarse por su estado.



-¿Cómo se encuentra ahora, señor Carson?

-Bien, gracias.- Contestó secamente él.-

-Celebro ver que no le han quedado secuelas, ni tiene ninguna complicación.- Afirmó agudamente la letrada quien, dejando de lado ya la cortesía, inició su propio interrogatorio.- Entonces, usted y la señorita Kensington estuvieron en ese bar aquella noche. ¿Correcto?

-Sí, correcto.- Admitió Martin.-

-¿Había estado usted antes allí?.- Quiso saber Kerria.-

-Sí, con unos amigos, celebrando un reencuentro de antiguos compañeros de la facultad.

-¿Y sabe usted si la señorita a la que usted considera su novia estuvo previamente?- Preguntó la abogada.-

-Sí, creo que estuvo, me contó que su amiga… esa mujer.- Indicó haciendo referencia a la acusada.- La había invitado.

-¿Su amiga?- Inquirió Kerria con cierto tono de ironía.-

-Sí, eso me dijo. Ella y esa mujer eran amigas. De ahí nace todo este malentendido que nos ha llevado a esta situación.



            La abogada se sorprendió al oírle decir aquello. Sin embargo, era una oportunidad que no quiso desperdiciar.



-De modo que usted mismo admite que fue un malentendido.- Comentó Kerria.-

-Sí.- Convino Martin quien no obstante, matizó de inmediato.- El que llevó a que esa mujer me agrediera.

-¿Quizás mi cliente pudo pensar que usted estaba acosando a su amiga?- Preguntó la abogada.-

-No sé lo que ella pudo pensar, solamente sé lo que me hizo.- Sentenció el chico, ahora con un tinte de indignación mal contenida.-



            Kerria suspiró levemente. No quería dar la impresión al jurado de sentirse derrotada. Sin embargo, aquello era muy difícil. Y siempre volvía a la misma conclusión. Si no llamaba a declarar a Daphne no tendría nada. Pese a todo trató de buscar otro ángulo para interrogar al testigo.



-Por favor, díganos, señor Carson. Cuando usted se encontró con mi defendida. ¿Acaso no le dijo nada? Acorde con algún testigo ustedes parecieron mantener una conversación durante al menos algunos segundos.

-No recuerdo con demasiada claridad.- Repuso el chico pareciendo más cauto ahora.-

-¿Acaso no reivindicó usted su relación con la amiga de mi clienta en una actitud realmente exacerbada, señor Carson?- Le preguntó Kerria con un tinte de voz más agresivo ahora.- ¿No tenía usted una prueba que quiso mostrar que era más que contundente?

-Sí, le mostré una foto.- Aseveró el chico.-

-¿Una foto y nada más?- Pretendió extrañarse Kerria casi exclamando.- ¡Qué raro que por una simple foto, tomadas allí, la señorita Leví se enfadase de esa manera!-

-Protesto, Señoría.- Intervino Hastings.- La abogada defensora está dando su propia y subjetiva interpretación de los hechos. Su clienta reaccionó del modo en que todos sabemos y eso es innegable. Por qué y la forma en que se vio afectada en su mente por esa fotografía, solamente puede saberlo la misma agresora.

-Se acepta. Vaya con tiento, abogada.- Le indicó la jueza a la esforzada defensora.-

-Bien, lo expondré de otro modo.- Concedió Kerria para volver a dirigirse a Martin una vez más.- ¿No pudo haber existido algún tipo de responsabilidad por su parte, señor Carson? ¿Está usted tratando de decirnos que mi clienta le atacó sin más, en medio de un sitio público, ante numerosos testigos y con sus propias compañeras allí presentes? Quizás algo de lo que usted le dijo o hizo le molestó en extremo.

-Salía con una muchacha por la que ella estaba interesada. Sencillamente eso.- Contestó él de modo imperturbable al remachar.- Existen personas muy celosas. Algunas no se pueden controlar.



            Kerria tuvo que admitir que esa réplica fue buena. Casi se arrepentía de haberle hecho esa pregunta. Por desgracia tenía poco margen para seguir con su interrogatorio y lo veía cada vez más complicado, aunque tiró de un detalle que casi había olvidado, cuando alegó.



-Entonces, explíquenos una cosa. Acorde con la descripción de mi cliente, le mostró imágenes de la señorita Daphne Kensington con usted. Vistiendo exactamente de la misma forma en la que estuvo con mi defendida días antes, en ese mismo local…

-Señoría, protesto otra vez.- Intervino Hastings.- ¿Qué tiene eso que ver? ¿Acaso el guardarropa de esa señorita es relevante en el caso? Eso, aunque fuese así, es pura coincidencia.

-¿Coincidencia, o un intento por parte de su cliente de demostrar quién poseía a la dicha señorita?...-Replicó Kerria a modo de desafiante cuestión.- ¿No pudo ocurrir que, el señor Carson las viera juntas anteriormente, y la señorita Kensington hubiera lucido ese mismo look? ¿Acaso de este modo él se reivindicara ante mi cliente y le dijese precisamente eso? ¿Qué quisiera anular por completo cualquier posible relación existente entre ambas? Yo a eso lo denominaría acoso. O podría entenderlo de esa manera. No será de extrañar que mi defendida así lo hubiera percibido, temiendo por la señorita Kensington…

-Aclárenos un poco eso, señora Malden, ha sonado algo confuso.- Le pidió la jueza.-



            La propia Kerria se sentía sorprendida de sí misma. ¿De dónde había sacado esa idea?. Era como si le hubiera venido a la cabeza de repente. Sin embargo, parecía haber dado en el blanco porque el rostro del testigo estaba lívido ahora. Así pues, decidió tratar de ordenar sus ideas y explicó al hilo de aquella inspiración.



-Quise decir Señoría, que sería algo obvio. Un individuo celoso, enamorado de una chica, la sorprende con otra mujer, se fija en su vestuario y luego, coaccionándola de alguna forma, la hace vestirse exactamente del mismo modo. Sería una manera de “ apoderarse de ella” de robársela a la otra persona. Quizás de eliminar ese recuerdo negativo sustituyéndolo por otro agradable. El de ser él quien la poseía en lugar de su rival…



            Un silencio espeso se extendió por la sala. Casi ni la propia Kerria se había dado cuenta de cómo había llegado a esa conclusión, pero ahora le parecía realmente lógica. De hecho, estuvo dándole vueltas a la cabeza acerca de esa idea desde que Sabra el comentase aquello. Trató incluso de documentarse leyendo algunos ensayos sobre patologías psiquiátricas. Sin embargo, no lo había visto tan claro hasta aquel mismo momento.



-Sí, aquí hay algo más.- Pensó sorprendida incluso.- Algo muy extraño. Pero no tengo ni la menor idea de qué.



            Aunque al fin, fue el fiscal quien rompió ese tenso silencio para responder con tono entre despectivo e incrédulo, adelantándose a cualquier respuesta de Martin.



-Señoría. ¡Esto es ridículo! La abogada quiere colarnos ahora una inverosímil teoría de conspiranoia. No sé de dónde saca tanta imaginación, pero desde luego que podría ganarse la vida como guionista de tramas para películas baratas.

-No creo que le parezca tan ridícula más adelante.- Contestó la aludida.-

-Lo va a tener difícil.- Se sonrió Emmanuel.-

-Ya lo veremos.- Replicó Kerria.-

-¡Orden! - Terció Olivier reprendiendo a  ambos. - Letrados, esto no es un intercambio de pareceres entre ustedes. Cíñanse a su papel. ¿Desea usted continuar señora Malden?- Le preguntó entonces a la defensora.-

-Simplemente deseo que el testigo responda. ¿Intentó usted coaccionar a la señorita Kensington para que luciese idéntico vestuario?

-Jamás la coaccioné para que hiciera tal cosa.- Replicó él con ofendido tono.-



            Y el hecho es que eso era estrictamente cierto. No tuvo que coaccionarla, al contrario, logró convencerla. Por eso suspiró aliviado, dado que técnicamente no estaba mintiendo. Al fin, eso pareció funcionar, dado que la abogada declaró al parecer resignada.



-Por ahora no tengo más preguntas para este testigo, señoría.



            De modo que, tanto Martin como ella, retornaron a sus respectivos lugares. El chico casi la fulminó con la mirada al retirarse. No obstante, Hastings le comentó.



-No te preocupes, solo tiene humo y fuegos de artificio. La conozco bien. Me he informado sobre ella. Trata de provocarte para que digas algo inconveniente. Intentará enojarte para que te traiciones y sacar ventaja. Únicamente le queda esa remota posibilidad.  Si permaneces sereno y contestas sin tomarlo como algo personal, como ahora, la desarmarás. Desde luego, has respondido de maravilla. Y ahora soy yo quien va a contratacar…



            El chico asintió con aprobación. No en vano ese era el abogado más caro de Nature. Sus padres habían gastado bastante en contratar sus servicios, y aquello había merecido la pena. Ni tan siquiera la temible Kerria Malden había podido penetrar en la estructura de caso que Hastings había montado. Y ahora iban a pasar a la ofensiva, dado que el letrado se levantó dirigiéndose a la jueza.



-Con la venia, señoría. Llamamos a testificar a la acusada. La señorita Leví.

-Protesto.- Intervino Kerria aduciendo.- Mi defendida , siendo la acusada, no tiene la obligación de responder a preguntas de la acusación. Y puede ejercitar su derecho a guardar silencio.  

-Lo cual demuestra que no tiene interés por aclarar su situación, ni deshacer cualquier posible confusión.- Remachó Hastings no sin una sonrisa de satisfacción.-

-Señoría, eso no demuestra nada. Repito que mi cliente se  puede acoger a su derecho legal de no declarar. Ahora es el fiscal quien saca conclusiones subjetivas.- Repuso de un modo casi indignado la abogada.-

-Se acepta.- Convino la jueza.- Tiene el derecho a no declarar si así lo desea.



            Aunque Sabra enseguida llamó la atención de Kerria susurrándole.



-¿Por qué no? Quiero testificar. Decir la verdad.

-No te conviene.- Le advirtió su abogada.- Hay que mantenerte fuera de esa silla a toda costa.- Sentenció refiriéndose al estrado.-

-¿Y dar la impresión de no querer colaborar o de que tengo algo que esconder? - Rebatió la israelí para aseverar.- No le tengo miedo a ese tipo.

-Ese es precisamente el problema.- Suspiró su interlocutora avisando una vez más a su defendida.- Hay que tener mucho cuidado con él, puede volver tus mejores cualidades en tu contra, Sabra.

-Tendré cuidado.- Prometió ésta.- Pero no puedo soportar que me calumnien, tengo derecho a dar mi versión…-Afirmó la piloto de forma contundente.-

-Muy bien, tú eres la que decide.- Convino Kerria, insistiendo con preocupación.- Yo solamente puedo aconsejarte, y mi consejo es que no lo hagas.

-Creo que si demuestro mis verdaderos sentimientos y soy honesta, eso me beneficiará.- Declaró la israelí.-



            Sin embargo, la abogada consideraba eso un error, por lo menos luego tendría la ocasión de ser ella quien interrogase a su defendida. Al fin, cedió a los deseos de su defendida y se levantó para dirigirse a la jueza.



-Señoría, mi cliente está dispuesta a testificar.

-Muy bien. Si el abogado de la acusación desea interrogarla, puede proceder.- Repuso Olivier.-

-Así es, Señoría, la acusación quiere llamar a la señorita Leví al estrado.- Confirmó Hastings.-



            Tiempo antes, en la casa de modas Deveraux, las chicas habían escuchado la decisión de Esmeralda. Dos de ellas saltaron de alegría tomándose de las manos, otra apenas pudo ocultar su decepción y la cuarta no dejó entrever sus emociones.



-Enhorabuena a las escogidas.- Declaró Brenda que estaba junto a su jefa, y ante la aprobación de ésta, agregó.- Y las demás, tranquilas, ya tendréis otra oportunidad.

-Brenda tiene razón.- Aseguró Esmeralda.- A buen seguro, dentro de un año. Será cuando os llamaré para que vengáis a la Tierra. Seguid trabajando con tesón y mantened la ilusión. Ahora quisiera tener unas palabras con las señoritas que he elegido.



            Las dos pasaron junto a ella a un despacho anexo. Tanto Debra como Keisha estaban realmente contentas. ¡Iban a ir como modelos principales a los desfiles Deveraux de esa temporada! Ese era un gran espaldarazo. Las chicas que solían actuar a ese nivel ganaban fama y fortuna muy rápidamente. Pero, sobre todo, aquella oportunidad acercaba más a sus sueños a ambas. Sin embargo, la otra cara de la moneda lucía semblantes totalmente distintos. Renata solo podía quejarse con visible malestar.



-¡Porca miseria! - Sentenciaba en su italiano natal.- ¿En qué se ha basado para no elegirnos?

-Supongo que en su capricho.- Le susurró Brenda que no dejaba entrever si aquello la divertía o la enojaba cuando le comentó en voz baja a la italiana.- Imagino que tus compañeras acertaron con lo que deseaba oír.



            Aunque Bai Chen se limitaba a observar la puerta de ese despacho en el que sus  colegas más afortunadas habían entrado con su jefa. La  muchacha continuaba sin decir nada. Fue su compañera quien le comentó todavía molesta.



-¿Y tú te quedas callada?

-¿Qué quieres que diga?- Inquirió la oriental a su vez.-

-No sé. Al menos, algo. ¡Es nuestro futuro el que acabar de irse a la basura! - Espetó la racial italiana.-

-No lo creo así.- Sentenció su interlocutora, rebatiendo.- Yo lo veo como una oportunidad…



            Su contertulia movió la cabeza, aunque fue Brenda quien replicó, ahora sí, con divertido sarcasmo.



-Que no se diga que no ves el vaso medio lleno. En fin. La vida sigue, chicas. Tenéis que volver al trabajo. Venid conmigo, ahora os tocará hacer más pases, al menos hasta que las nuevas se vayan espabilando.



            Y las dos siguieron a su vez a Brenda hasta su despacho. La encargada de la filial de Nature se sonrió divertida. Pudiera ser que Bai, con su característica expresión de póker, no quisiera admitir su decepción. Sin embargo, Renata era todo un filón. Esa chica al menos tenía carácter. No se comportaba como las otras a las que solamente les faltaba arrodillarse a besar el suelo por donde Esmeralda pisaba.



-Quizás haya encontrado en ella una aliada.- Se dijo.- El tiempo lo dirá. Aunque no creo que sea tan buena como mi nueva amiga…



            Por su parte, Esmeralda invitó a las dos elegidas a sentarse. Las chicas estaban eufóricas, conteniendo a duras penas su alegría.



-Bien.- Les dijo entonces su jefa.- Debéis saber que esto es una gran responsabilidad. Vais a ser el emblema de la nueva colección en la Tierra. De vosotras dependerá en gran medida que sea un éxito o no.

-No la decepcionaremos, señora Deveraux. ¡Se lo aseguro!- Terció una entusiasta Debra.-

-Gracias por darnos esta oportunidad.- Añadió Keisha algo más moderadamente.-

-Eso es lo que espero. Ahora deberéis daros prisa, chicas. Mi nave saldrá mañana. Tendréis que preparaos y estar listas en unas pocas horas. Equipaje y demás. Aprovechad a despediros de amigos y compañeros. Una vez lleguemos iremos directas a París. Allí recibiréis las instrucciones y se os mostrarán los modelos de la colección que tendréis que pasar. Luego vendrán las campañas de promoción. Más os valdrá descansar todo lo que podáis. El ritmo en la Tierra es mucho más frenético que aquí. -Las aconsejó con tono casi maternal.-



            Y tras darles estas consignas las chicas abandonaron el despacho. Esmeralda entonces quiso ocuparse del tema que tenía pendiente.



-Ahora, me queda una pequeña charla con Brenda. Confío en que pueda explicarme algunas cosas sobre las cuentas que me envió…



            La diseñadora salió pues directa al despacho de su subordinada. Allí estaba la encargada, sentada y repasando algunas cosas en su tablet. Esmeralda tocó a la puerta.



-¿Puedo pasar, querida?

-Por supuesto, Señora Deveraux.- Replicó forzando un tono lo más agradable posible.-



            La aludida entró con su caminar firme y seguro de siempre. Sin dejar de sonreír, Brenda se levantó enseguida y preguntó.



-¿Qué tal las chicas? Supongo que muy ilusionadas. Le deben de estar muy reconocidas por darles esa oportunidad.  Si me permite que se lo diga, ha escogido usted muy bien. Debra y Keisha están mucho más rodadas.  Y su forma física les permitirá soportar mucho mejor unas giras tan exigentes…

-Gracias, eso creo.- Convino su jefa que ahora mostró un semblante más serio para declarar.- Pero dejemos eso ahora. Tengo que hablar contigo de otros temas, y son muy importantes…



            Y tras tomar asiento ambas en los sillones del despacho, Brenda la miró aparentando estupor para añadir de forma solícita.



-Por supuesto, usted dirá…¿De qué se trata?

-Verás.- Comenzó Esmeralda.- He detectado algunas…



            Aunque de pronto la diseñadora guardó silencio. Su rostro expresaba confusión. Se llevó una mano a la frente como si tratara de acordarse de algo. Era como si, de repente, ignorase el porqué estaba ahí. Su interlocutora enseguida lo percibió, preguntando con algo de preocupación.



-¿Se encuentra mal?¿Quiere un poco de agua?

-No, gracias, estoy bien…- Afirmó la diseñadora, quien preguntó algo aturdida aun.- ¿Qué estaba diciendo?

-Algo sobre las chicas.- Respondió rápidamente Brenda.-

-Sí, eso.- Convino su interlocutora afirmando.- Me iré mañana. Confío en que te ocuparás de las que se quedan. Espero que no se desanimen. Dentro de poco tendrán también su oportunidad…

-Por supuesto, señora Deveraux. Deje eso en mis manos.- Sonrió solícitamente su contertulia.-



            Y tras esas palabras su jefa asintió y se despidió de ella. Tenía otras cosas que hacer. A la salida Esmeralda iba sin embargo tratando de recordar. Se sentía confusa. Era como si supiera que estaba olvidándose de algo, de algo importante, pero no caía en la cuenta de qué pudiera ser.



-Cuanto más me esfuerce peor será. Ahora comienzo a entender a Madame Deveraux. Eso de hacerse vieja es una mala cosa, hijita, sobre todo para tu memoria.- Sonrió citando a su anciana y desaparecida mentora.- En fin, ya lo recordaré.- Se dijo dejando eso de lado.- Tengo mucho que preparar para la vuelta…



            En otra parte del planeta y tras una mañana de duro trabajo, Nelly había conseguido dejar su habitación bastante más presentable. Ayudó el hecho de conseguir algunos objetos decorativos que compró con su parte en las últimas “cacerías”. Aunque no había visto a Dean durante todo el día.  Caía la tarde cuando el chico apareció, estaba serio, sin el tono animoso y amable de otras veces. Se limitó a decirle.



-Vamos, nos toca ir de caza esta noche.



            La chica asintió, ya no se paró a preguntar nada. Dean salió raudo, parecía tener prisa. Nelly no vio a Pierce, quizás ese otro chico estuviera también “ de caza”. Lo cierto es que él iba con Bonnie. Pancho se ocupaba de salir por su cuenta. Al latino le gustaba ir a su aire, o al menos eso decía. Sin embargo, eso no preocupaba mucho a la muchacha, ahora solamente pensaba en ese atractivo chico que la había besado.



-Tendrás que hacerlo tú hoy.- Le comentó Dean, sacándola de esos pensamientos.-

-¿Hacerlo yo?- Repitió ella algo desorientada.-

-Sí, esta vez debes ser tú quien le quite la tarjeta electrónica al siguiente objetivo.- Sonrió ladinamente su interlocutor alabando ahora con sinceridad y un poso de amargura.- Eres muy guapa, los tíos mayores solo se fijan en eso. Si coqueteas con alguno en un bar de alterne seguro que te invita a algo, sacará la tarjeta y podrás quitársela y salir corriendo.

-Pero soy menor, no me dejarán entrar en un bar de esos.- Opuso Nelly.-

-Te dejarán si te vistes bien. Como una chica mayor.- Rebatió el muchacho.-

-¿Y de dónde saco la ropa?- Quiso saber ella.-

-Ven conmigo, conozco gente que nos puede ayudar.- Le contó él.-



            La atónita Nelly, sin nada que objetar, siguió a su compañero. Ella no era demasiado buena en quitarle cosas a la gente. Aunque, si lo podía hacer de este modo quizás no le resultase tan difícil como forzar un encontronazo. Así pensaba cuando llegaron a una modesta tienda de ropa que hacía esquina en una calle, no parecía haber clientes. El muchacho la indicó que entrase con él. Ella obedeció. A los pocos instantes, una mujer de edad madura, salió. Sonriendo entre su pelo rubio canoso desvencijado, saludó al chico.



-Hola Dean. ¿Qué me traes?

-Mi amiga tiene que ponerse muy guapa, estamos planeando ir de discotecas. Seguro que podrá conocer a tíos con buenas tarjetas de crédito.- Le contó el chaval.-

-Sí, buena idea.  - Asintió esa individua mirando a la azorada jovencita de arriba abajo.- Estoy segura de que tengo algo de su talla. Ven conmigo muchacha.



            La interpelada parecía reacia aunque su compañero la animó.



-Confía en Ruby. Ella te vestirá bien.

-Luego quiero una buena propina, ya me entiendes.- Repuso esa mujer.-

-Como siempre.- Asintió Dean que ya había tratado con ella anteriormente.-



            Y es que esa mujer regentaba un lucrativo negocio de vestuario y tapaderas para muchos actos delictivos. Tenía demás ojos y oídos en muchos sitios y podía “acoger” a algunos delincuentes en apuros a cambios de sumas razonables. Era la clásica individua a la que convenía tener a favor. Por su parte la vieja asintió, parecía confiar en la palabra del chico. Nelly la siguió con paso vacilante hasta una habitación apartada. Allí, aquella individua le pidió que se desnudase. Avergonzada, la chica se quitó los pantalones que llevaba y su chaqueta, después la camiseta, quedándose en ropa interior. Al verla, su interlocutora asintió con aprobación.



-Tienes un buen futuro en esto si sabes usar la cabeza, niña. Te daré un consejo. Primera regla. No intimes nunca con los objetivos. Y a ser posible, tampoco con tus compinches.- Añadió con tono entre admonitorio y algo divertido incluso.-

-No, no hay nada entre Dean y yo, es mi amigo.- Repuso la azorada muchacha.-



            Esa individua se sonrió aviesamente. Salió para ir a buscar unos cuantos vestidos. Al poco se los trajo a Nelly que se los probó. Luego se fue a buscar los complementos adecuados. Finalmente, la chica apareció ante los asombrados ojos de Dean, luciendo una falda corta con medias, zapatos de tacón de color negro y un top, en color rojo. Además, la dueña de la tienda la había maquillado con bastante gusto, los labios de la jovencita eran ahora rojos e insinuantes y sus pómulos y mejillas estaban muy bien contrastadas, dándole un aire de chica algo mayor. Lo justo como para aparentar la mayoría de edad.



-¡Estás preciosa!- Pudo decir el asombrado chico sin poder apartar la mirada de ella.-

-Gracias.- Se sonrojó la aludida.-

-Muy bien, ya estás equipada. Recuerda mi consejo.- Le pidió la anciana.-



            La chica asintió, al fin se marchó junto con Dean. Ya había anochecido. Al salir, el muchacho le preguntó.



-¿Qué consejo te ha dado?

-Que tenga mucho cuidado con los tíos de esos bares.- Le respondió su interlocutora.-



            Su amigo asintió con aprobación, Por su parte tampoco quería que ninguno de esos cerdos tocase a Nelly, no podía evitar sentirse cada vez más atraído hacia ella. Ya le gustaba desde hacía tiempo. Sin embargo, esto era aún más intenso. Por desgracia la vio dándose ese beso con aquel sinvergüenza de Pierce. ¡Ese maldito ligón barato! Ya hablaría con él. No obstante ahora había que centrarse en el trabajo. Y es que era mirar a su acompañante y eso se le hacía difícil. Nunca la había visto vestida así. Estaba realmente impresionante, sus pechos se notaban con mucha claridad bajo ese top, su trasero era asimismo redondo y bien definido con esa falda y sus piernas parecían más largas y esbeltas  tras calzarse esos zapatos. Aunque eso sí, la pobre tenía que ir con cuidado, no estaba acostumbrada a los tacones. Sus andares no eran demasiado gráciles. No obstante, cuando entrase en una de esas discotecas, podría sentarse enseguida en la barra del bar.



-Ahora debes ir sola.- Le indicó el chico cuando llegaron ante la puerta de uno de esos garitos.- Yo no puedo acompañarte.

-Estoy nerviosa.- Suspiró la muchacha.-

-Todo irá bien.- Le aseguró Dean, recordándole mecánicamente.- Recuerda que solo tienes que hablar con esos tipos, sonreír mucho. Darles largas y hacerte con sus carteras o tarjetas.

-Sí, gracias. Espérame, no tardaré demasiado.- Declaró Nelly con la esperanza de que así fuera.-



            Al fin llegó el momento, ataviada de esa forma tan provocativa la chica se dirigió allí. El tipo que estaba de portero a la entrada sencillamente la miró con interés pero no le pidió ningún tipo de documento de identidad. Si un bombón así entraba en la discoteca eso era bueno para el negocio.



-¡Por favor,…que salga bien!… Mamá.- Pensó entristecida y no sin vergüenza, dirigiendo una furtiva mirada hacia lo alto. -¡Perdóname! Tengo que hacer esto por todos mis nuevos compañeros y por mí…



            Y respirando hondo caminó algo insegura hasta la barra del bar. Se sentía extraña, nerviosa y avergonzada. Aunque trató de dominar sus emociones y mostrar un semblante risueño. En cuanto pudo se sentó en un taburete cruzando sus piernas. Se dio cuenta enseguida que algunos hombres la estaban mirando con evidente interés. No tuvo que esperar demasiado. Un tipo bastante mayor que ella, algo calvo, se aproximó sentándose cerca.



-Hola.- La saludó con tono exageradamente amable.- ¿No tomas nada, guapa?

-Hola.- Musitó ella casi sin querer mirarle.- Por ahora no.

-¿Me dejas que te invite?

-Bueno.- Pudo decir con tono algo tímido.-



            Eso pareció encandilar todavía más a ese hombre, dado que sonrió avisando al barman.



-Ponme un whisky y, a esta preciosidad, lo que ella quiera.

-Un, un zumo de naranja.- Pudo decir.-

-¿Un zumo?- Se rio aquel individuo.-

-No me gusta beber.- Afirmó Nelly.-

           

            Aquel tipo la miró un poco más de cerca, a pesar de la tenue iluminación, pareció sorprenderse y le preguntó en voz baja.



-¿Cuántos años tienes?

-Dieciocho.- Mintió la chica.-

-Ya.- Se sonrió él alegando divertido. - Bueno, muñeca, si tú lo dices…mira. Al fondo hay unas escaleras y subiéndolas hay un reservado. Podría alquilar una habitación allí y tú y yo tendríamos tiempo de charlar más tranquilamente. ¿Te apetece?

-Podemos hablar aquí.- Repuso la joven que no parecía demasiado feliz al oír eso.-



            El tipo sacó entonces una tarjeta de crédito y, tras esbozar una aviesa sonrisa, se la mostró para contestar a su vez.



-Dame tu número de cuenta, ¿qué te parecerían mil créditos ahora y otros dos mil cuando terminemos de “charlar” arriba?

-Bueno…-Replicó ella sin apenas saber qué más podría decir, aunque al final agregó con tono desconfiado.- ¿Y si me engañas?

-Palabra.- Se apresuró a responder ese tipo.- Te aseguro que si me das un número de cuenta ahora mismo te hago un ingreso, dos mil ahora y otros dos mil después.- Corrigió su anterior oferta al alza, con un tono cada vez más excitado.-



            Nelly lo pensó objetivamente, eso era mejor incluso que robar la tarjeta. Sería ese tipo quién le pusiera voluntariamente créditos en su cuenta. Sin nada que perder le dio su número. Ella lo comprobaría de inmediato usando su teléfono. Así, aquel individuo se apresuró a sacar su propio móvil para hacer el pago. A los pocos segundos la joven comprobó que, en efecto, esa cantidad había sido abonada.



-¿Te lo crees ahora?- Sonrió el individuo.-



            Tras asentir despacio ella se dejó guiar. ¿Qué otra cosa podía hacer? Había aceptado el trato. Aquel hombre la tomó de una mano. Se levantaron y fueron directos hacia un pasillo de aquel local…



-¿Qué hago ahora?- Se dijo la cada vez más angustiada chica.-



            Entre tanto, Dean se impacientaba. Nelly llevaba más de media hora allí dentro y se hacía tarde. Era hora de irse. Pero él no quería dejarla allí de ningún modo.



-¡Maldita sea! - Se dijo impotente y frustrado.- No puedo entrar ahí dentro…



            Aunque para su sorpresa y alivio quizás no fuera necesario. De pronto pudo oír, sonando cada vez más cercanos, los sonidos de sirenas. Parecían deslizadores de la policía. Sin esperar acontecimientos corrió a esconderse en una calle adyacente más pequeña y con menos gente. Desde allí espió la llegada de aquellos vehículos que iban aparcando a la puerta de esa discoteca.



-¡Maldita sea! La van a pillar..- Se dijo.-



            Sin embargo, lo pensó mejor. Quizás si capturaban a Nelly eso la apartaría de aquel cerdo de Pierce. Le había visto tontear con algunas otras chicas y siempre era lo mismo. Seguro que querría beneficiarse a su amiga y luego, si te he visto no me acuerdo. Por otra parte, esa vida quizás no fuera la más adecuada para ella.



-Estaría mejor en su casa. A pesar de todo tiene un padre y un hermano, y es buena estudiante. Yo prefiero ir a mi aire. Aquí estoy bien.- Se dijo tratando de convencerse pese a no poder evitar pensar con tristeza en su madre.- La echo muchísimo de menos, pero mientras siga con ese cabrón no volveré.- Se reafirmó.-



            Entonces vio a alguien que le resultó familiar. Mejor dicho a dos personas. Una era una chica. Ese largo cabello casi rubio y los ojos aguamarina la delataban como.



-¡Wina!- Pensó sorprendido.-



            Pero se asombró más al ver al propio doctor Ginga que iba con ella. Con presteza se escondió.



-¿No has notado algo?- Inquirió Giaal dirigiéndose a la chica.-

-Me pareció percibir a alguien conocido.- Admitió la joven.- Aunque ahora, con este jaleo, no me puedo concentrar.- Replicó aludiendo al ruido de las sirenas.-



            A Giaal le sucedía lo mismo. Su capacidad telepática estaba bloqueada y también sentía algo que provenía del interior de ese local. Al fin, sus esfuerzos se habían visto recompensados.



-Al menos, esa chica no mentía.- Pensó con alivio.-



            Y es que tras salir de casa provisto de los mapas que su esposa le consiguiera pudo rastrear algunos de aquellos búnkeres. Avisó a Wina que pidió permiso antes a sus padres. Tanto Melissa como Clyde se mostraron inquietos pero decidieron que podían confiar en su hija, más si iba junto a Giaal. Además, el doctor les pidió encarecidamente que le permitieran a esa chica acompañarle.



-Sus capacidades telepáticas podrán combinarse con las mías. Tendremos más probabilidades de éxito.- Les argumentó.- Sobre todo ahora que estoy preocupado por los chicos. Por Dean y por Nelly, mis sentimientos interfieren con mi concentración. Wina será mucho más certera que yo. ¡Por favor!...



            Y tras mirarse con sorpresa e inquietud, los padres adoptivos de la joven asintieron. Fue Melissa quien les pidió.



-Id con mucho cuidado.

-Buena suerte.- Añadió el doctor Adams, pidiendo a su interlocutor.- Cuida de ella.

-No temáis, por supuesto que lo haré. Muchas gracias amigos, estoy en deuda con vosotros.- Sonrió Giaal.-

-No te preocupes por eso. No nos debes nada, sino al contrario. - Repuso Melissa devolviéndole la sonrisa a su vez para rematar.- Espero que podáis encontrarles y devolverles a sus casas sanos y salvos…



De este modo se despidieron del matrimonio y Wina pudo ir con él. Tras recorrer algunas calles de la ciudad la suerte se alió con ellos, sorprendiendo a una pareja de muchachos, un chico y una chica de unos quince años aproximadamente. Al verles esos muchachos salieron corriendo, pero Giaal fue mucho más rápido. Ayudado por su gran velocidad enseguida les bloqueó el paso a la entrada de lo que parecía ser su guarida.



-Oye tío, ¡no te hemos hecho nada! - Protestó aquel joven.-

-Sí, ¡déjanos en paz! - Añadió más agresivamente esa muchacha.-

-No estoy interesado en vosotros.- Repuso calmadamente Giaal, agregando en tanto sacaba su teléfono y les mostraba unas fotos de Nelly y de Dean.- Estoy buscando a estos dos.

-No, no me suenan.- Repuso el muchacho con rapidez.-

-Miente.- Sentenció Wina que llegaba entonces a la carrera.- Sabe perfectamente quienes son.



            Giaal endureció su gesto, perdiendo su precaria paciencia agarró de la camiseta a aquel chico y le levantó con un solo brazo aseverando con un rotundo tinte de amenaza.



-Escucha mocoso, no tengo tiempo de juegos, ni estoy para escuchar mentiras. ¡Dime donde están o!…

-¡Vale, vale!... Salieron hará un par de horas.- Respondió el asustado individuo.-

-Habrán ido a cazar. Bueno, me refiero a que iban a robar algunas tarjetas de crédito. Creo que estarán por la zona de discotecas.- Elucubró una también intimidada Bonnie.-



            Y es que ella había hablado por la mañana con el propio Dean, y le comentó entre sarcástica y celosa.



-Tu amiguita es muy mona. Podría hacerlo muy bien en algún bar de contactos.

-¡No quiero que se convierta en una cualquiera! - Espetó el chico.-

-Vale, está claro que te gusta.- Sonrió su interlocutora, que añadió con sincera crueldad.- Pero ella no te mira así. Está coladita por Pierce. Hazme caso. Tampoco tiene porqué acostarse con nadie todavía. Puede servirse de sus encantos para robar alguna tarjeta cuando esté dentro de alguna discoteca y salir antes de que la descubran.

-Pero es menor.- Objetó Dean.-

-Ve a donde Ruby, le podrá dejar ropa y arreglarla. Esa vieja zorra sabe bien cómo hacerlo.- Le aconsejó Bonnie.-



            Y tras confesar eso, Giaal se volvió hacia ella preguntando con tono severo.



-¿Dónde podemos encontrar a esa tal Ruby?

-Si te digo la dirección, no le cuentes que he sido yo.- Musitó la asustada chica.-

-Ya te lo he dicho, no me interesáis.- Sentenció el doctor Ginga para acto seguido amenazar.- Pero si no colaboráis me aseguraré de que los servicios sociales os encuentren.

-Vale.- Terció Pierce que era aquel chico, con evidente temor, para solicitar.- Danos tu palabra y te lo diremos.

-Si tratas de engañarme lo sabré.- Afirmó el doctor.-



            Aquel muchacho pareció creerle. Desde luego que esa otra chica le había calado al vuelo. Aunque fue Bonnie quien se adelantó, dándoles la dirección.



-Gracias.- Repuso Giaal, sentenciando.- Tenéis mi palabra de que no avisaré a los servicios sociales.



            Dicho esto se alejó, Wina, tomada por sorpresa en un principio, dedicó una compasiva mirada a esos dos poco antes de seguirle. Al fin, tras correr un poco, le dio alcance.



-Esto no está bien.- Censuró.- Deberíamos informar a las autoridades sobre ellos. ¡Están viviendo en la calle!

-Muy bien. - Convino su interlocutor quien ahora sonrió para declarar.- Di mi palabra de que yo no llamaría. Pero no dije nada de ti. Avísales tú.



            Ahora Wina sí que sonrió. El doctor había sido muy astuto. Claro que ella llamaría en cuanto pudiera. De momento, dejaron de lado aquello y los dos prosiguieron la marcha hasta llegar a esa tienda. Entrando sin dudar al llegar. La dueña, esa mujer entrada en años y en algún kilo, de pelo rubio canoso deshilachado, salió a atenderles. Sin embargo, la sonrisa que lucía se le borró de inmediato cuando le preguntaron por esos jovencitos.



-¡Lárguense de aquí! No sé nada de ningunos críos.- Espetó con malos modos.-



            No obstante, Giaal sentía claramente que mentía. Con indignación comenzó a acumular energía hasta hacer temblar las paredes. Aquella mujer pasó rápidamente de la bravuconería al temor.



-¡O me dice donde han ido o se le va a caer la tienda encima!- Amenazó Giaal.-

-¿Está loco? Moriremos todos.- Afirmó esa individua, manteniendo una cara de póker para sentenciar.- Incluido usted y su amiga. No será capaz.

-Lo hará. - Susurró una temblorosa Wina pretextando con fingido horror.- Es uno de esos guerreros tan poderosos que luchan contra enemigos espaciales. Un derrumbe como este no le hará nada y me protegerá a mí.

-¿Y los inocentes que hay arriba?- Inquirió esa mujer.-

-Eso no lo sé. ¡Estoy muy asustada! - Chilló Wina, agregando entre sollozos.- Una de los que busca es su hija… Nunca le había visto así. No sé de lo que es capaz…los saiyajin son muy violentos cuando se enfadan y pueden llegar a perder el control…



            Y por suerte, su interpretación pareció convencer a esa individua que se apresuró a contestar al fin.



-¡Está bien! Mire, no quiero líos. Eso dos han ido a una discoteca. Le dejé ropa a la chica, quería entrar ahí. Le avisé que tuviera cuidado.

-Es verdad.- Confirmó Wina.-



            Y una vez aquella individua les dio una dirección salieron a toda prisa.



-¿Un saiyajin, yo?- Se sonrió Giaal ahora.-

-Tuve que improvisar algo que esa mujer entendiera. Creo que, de haberle dicho un hijo del Makaiju, no hubiera resultado igual de efectivo.

-No, claro que no.- Convino su contertulio, elogiando a la muchacha con aprobación.- ¿Sabes que eres una buena actriz?

-Gracias, hago teatro en el colegio.- Sonrió Wina.-

-Mi madre también lo hacía. Al menos eso nos contó a mi hermana Naya y a mí. Quizás las mujeres de nuestra raza tienen gusto por la representación.- Declaró él.-



Su contertulia asintió. Empero, dejaron esa charla tan relajada y se dispusieron a entrar en acción. Antes llamaron a la policía denunciando aquellas situaciones. Un inspector con el que contactaron les aseguró que enviaría patrullas, incluso a la discoteca.



-Si han permitido el acceso a una menor ya es motivo suficiente como para intervenir.- Sentenció el agente de la ley, tras atender la llamada de Wina.-



            Y ahora estaban dispuestos a entrar junto a la policía para proceder al reconocimiento de Nelly.



-¡Ojalá que esté bien! - Pensaba un inquietado Giaal mientras , junto con su acompañante, se aproximaba a la entrada de aquella discoteca en medio del ruido de las sirenas.- Espero poder encontrarla…

-Siento que está ahí. - Afirmó Wina.- Y que está pasando un mal rato…



            Desde luego, esa percepción era muy fuerte. Y lo que podía sentir no quedaba ahí. Empero, era tan desagradable y embarazoso que la muchacha no deseaba seguir indagando.



-No te preocupes. Yo me ocuparé. Tú ya has hecho bastante, gracias.

-Está en peligro. Sácala de ahí. - Le pidió la concernida Wina.-



Eso hizo que el doctor Ginga entrase a la carrera, y la propia muchacha, sin dudar pese a todo, le siguió a toda velocidad adentrándose en aquel garito…





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