Al
día siguiente todo estaba ya preparado. Kerria se levantó pronto y se reunió de
inmediato con su cliente. Sabra había salido al fin de la base, escoltada por
Susan. Ambas vestían de paisano. En esta ocasión y atendiendo a los consejos
recibidos, pese a su desagrado, la israelí llevaba un modesto atuendo compuesto
por falda azul celeste hasta las rodillas, zapatos negros de poco tacón y una
blusa blanca. Desde luego, daba la apariencia de chica joven totalmente
corriente. Quién la viese tendría difícil creerla capaz de haber cometido el
delito que la imputaban.
-Creo
que parezco lo suficientemente desvalida. Así que, vamos allá.- Suspiró la
acusada en cuanto abordó un deslizador junto con su superiora.-
-Todo
irá bien. Kerria es la mejor abogada que podrías tener.- La animó su
interlocutora.-
Aunque la israelí asintiera,
deseando que así fuese, sabía que su caso era difícil de defender. Renunció a
ningún tipo de acuerdo y ahora tendría que afrontar las consecuencias.
-Quizás
no haya hecho bien. Puede que sea demasiado orgullosa.- Le confesó a Susan.-
-Tienes
todo el derecho a ser como tú quieras ser. Y si te sirve de algo, pase lo que
pase, me tendrás a tu lado.- Le aseguró su oficial al mando.-
-Muchas
gracias, señora.- Sonrió tenuemente la joven.- Lo crea o no, eso significa
muchísimo para mí.
-Una
Fighter Lady, jamás pelea sola.- Aseveró Susan, repitiendo el slogan de su
escuadrilla a la par que tomándole de
una mano a su subordinada.-
Sabra asintió, en verdad le estaba
muy agradecida a la mayor Hunter. Le daba el coraje y la fuerza suficiente para
afrontar esa difícil situación.
-Hice
mal, me dejé llevar. Pero ya es tarde para lamentaciones.- Meditaba.- Ahora
debo mantenerme digna. Y, sobre todo, no pediré perdón por amar a Daphne.
Pensando en eso el tiempo le pasó lento y los
escasos kilómetros que había desde la base de Sagan City en la que había estado
retenida hasta los juzgados se le antojaron eternos. Afortunadamente llegaron y
nada más bajar vio a su abogada defensora esperando en pie ante la puerta.
-¿Cómo
estás?- La saludó la letrada con tono animoso.-
-Preferiría
estar a punto de salir de misión de scramble con mi varitech.- Le confesó su
representada.-
-Quizás
fuera menos arriesgado.- Sonrió la mayor Hunter, quien no obstante, añadió
animosa.- Confía en Kerria.
-Lo
hago.- Repuso la joven piloto que quiso saber una vez más.- Me lo explicaste
antes, pero no me puedo declarar inocente. Y dijiste que estaba claro que era
culpable.
-No
exactamente.- Rebatió Kerria para afirmar.- Te declararás no culpable.
-En
ese caso es lo mismo que inocente, ¿no?- Inquirió la sorprendida Sabra.-
-No,
no lo es.- Le explicó su abogada. – Verás. Si eres inocente es que, en efecto,
no has cometido ningún delito y así queda probado. En este caso es muy obvio
que le lanzaste contra la barra del bar. Sin embargo, el segundo supuesto se
aplica cuando, aun existiendo evidencias que apuntan que el acusado podría ser culpable del delito, no existen suficientes pruebas que lo
demuestren, éstas se han conseguido de un modo ilegal o bien se cometió el delito
bajo cualquier atenuante, por ejemplo, un cuadro psicótico, enajenación mental
transitoria, provocación manifiesta o interés por proteger a terceros, etc. Por
lo que hay que declararlo como no culpable. Esta
última será la baza que jugaremos
-¿Y crees que el jurado lo creerá?-
Volvió a preguntar una inquieta Sabra.-
No hubo respuesta a eso. Al fin, las
tres mujeres se encaminaron con paso firme al interior. Kerria lucía un
conjunto de blazer con pantalón que le aportaba mucha seriedad. Susan iba con
un vestido largo verde manzana que le sentaba bastante bien. No obstante, se
mostraba poco comunicativa, iba pensando en sus propios problemas. El día
anterior su esposo salió de casa empeñado en encontrar a Nelly.
-Ten
cuidado.- Le pidió.-
-Tranquila.-
Afirmó él.- No me pasará nada.
Susan sabía de sobra lo poderoso que
era su marido. Aunque su inquietud no se refería al plano físico. En realidad
no quería que él se implicase demasiado desde el punto de vista emocional. Y
sobre todo, que no hiciera ninguna tontería. Y es que aquella situación parecía
hacerle perder su habitual calma y capacidad de análisis. Solamente le restaba
confiar en él pese a todo. Seguro que haría lo correcto.
-Mayor.-
La llamó Sabra sacándola de aquellas tribulaciones.- Sea cual sea el resultado,
le agradezco todo lo que está haciendo por mí.
-Te
lo dije antes. Eres una de mis Fighter Ladies.- Sonrió la interpelada.- Y ya
sabes. No abandonamos a una compañera. En ninguna batalla.
-Sí
señora.- Convino su interlocutora, siendo capaz de sonreír.-
-Pues
adelante, señoritas.- Las instó Kerria.-
De este modo, las tres entraron en
la sala donde iba a llevarse a cabo el juicio. Tras identificarse y ser
admitidas por el personal de seguridad, gracias a los contactos de la capitana
Simmons, Sabra no tuvo que ser acompañada por alguaciles, ni policías. Por
supuesto había dado su palabra de comportarse. Y sus superiores la creyeron,
dando la cara por ella ante las autoridades civiles.
-Sé
que tengo todo su apoyo, sea lo que sea lo que me depare este juicio, me
quedaré con eso.- Se decía en un intento por confortarse.-
Al menos eso le daba un mínimo consuelo.
Tomaron asiento por fin. Esa estancia estaba todavía vacía. Aunque no tardaron
en ir llegando los representantes de la acusación. Junto con Hastings llegó
Martin. El chico se permitió mirar furtivamente a su agresora aunque también observó con sorpresa y
malestar a Kerria. Al fin, sí que hizo un leve gesto saludando a Susan que le
correspondió. Por mor de las circunstancias no tuvieron oportunidad de
intercambiar ninguna palabra. Al fin apareció el jurado cuyos miembros se
fueron sentando en sus lugares. Kerria observó a estos últimos y comentó a sus
acompañantes.
-Traté
de elegir a los que me dieron mejores vibraciones, pero el fiscal lo tenía
mejor. La mayor parte eran personas de edad superior a los cuarenta años. Solamente
dos de los siete tienen menos de treinta.
De hecho era un jurado reducido,
acorde a las leyes de Nature, amparadas en muchas de Kinmoku, para este tipo de
procesos sin crimen grave de por medio, con ese número bastaba. La abogada
explicó a su defendida y a la mayor.
-Creo
que lo hablamos ya. Pero voy a recordarlo. Acorde al convenio de autonomía
firmado con Kinmoku tenemos algunas diferencias respecto de su legislación y la
terrestre. Este tipo de juicios son algo raros, tuve que documentarme mientras
venía. Veréis. -Les relató a sus sorprendidas oyentes.- Los miembros del jurado
tendrán que elegir entre varias sentencias. El fiscal intentará que se queden
con la más alta y yo, por supuesto, con la más benévola para ti, Sabra. Será el
juez quien les facilitará un sobre cerrado con al menos tres de estas opciones
posibles cuando vaya a concluir el proceso. Por eso era tan importante la
impresión visual.- Remachó aludiendo al atuendo de la procesada.- Para empezar estamos rebajando tu perfil de
amenaza ante el jurado.
Y en tanto explicaba esto a sus
interlocutoras todas miraron hacia donde estaban aquellas personas encargadas
de tomar esa decisión. Eran cuatro hombres y tres mujeres. Un chico y una chica
jóvenes, quizás de la edad de la propia Sabra, un par de hombres de al menos
cincuenta años, otro varón de unos treinta y dos mujeres que andarían quizás
por los cuarenta.
-No
me da demasiada buena espina.- Susurró la israelí.-
-Pues
si vieras a algunos que descarté.- Suspiró Kerria.- Aunque por desgracia debo
basarme en mi instinto. Nunca se sabe, tras la agradable cara de una jovencita
podría esconderse una fanática religiosa. O detrás de un señor anciano, un
homosexual. Por ello, las apariencias pueden engañar. Así que hacemos algunas
preguntas a los aspirantes a jurado antes de decidir recusarles o no. Tenemos
derecho a descartar cada uno a tres de ellos. Y en esta ocasión, tanto el
fiscal como yo misma, ejercimos nuestro derecho en las tres oportunidades.
Podría decirse que, si estas personas son un reflejo de la sociedad de Nature,
la balanza estaría muy equilibrada.
-Es
como un estudio sociológico.- Terció Susan.- En este proceso estamos juzgando también la moral y la sociedad de
nuestro planeta…
Sus interlocutoras asintieron, sin
embargo la mayor no les prestó demasiada atención. También pensaba en sus
propias cosas. Eso sí, había escuchado a Kerria con visible interés. Todo eso
era fascinante sin duda. Aunque su mente seguía volviendo al tema de su esposo
tratando de encontrar a Nelly. Ella misma hizo memoria, cuando su propio hijo
Alex les comentó eso tan extraño de que la muchacha y otros chicos estaban bajo
tierra. En una especie de casas. Al principio le pareció algo sin sentido,
típica fantasía de un crío de corta edad. No obstante, no quiso dejar cabos
sueltos, en cuanto pudo trató de investigarlo. Se acordaba ahora de cuando fue
al despacho de su superior inmediato, el comandante Enset.
-¿Puedo
pasar, señor?- Inquirió tras tocar a la puerta.-
-Por
supuesto, mayor.- Asintió el oficial.- Dígame, ¿qué se le ofrece?
-Verá,
tengo una duda y me gustaría saber si usted podría ayudarme a resolverla. Ahora
que se ocupa también de la seguridad interna de Nature.
Así era desde hacía un par de años.
Enset tenía mucho trabajo y por ello dejó de dirigir la escuadrilla con base en
el planeta. Aunque nominalmente fuera su comandante, en la práctica eran tanto
Susan, como otros tenientes mayores, los que se ocupaban de ello.
-Bien,
pues usted dirá.- Repuso su superior.-
-Verá.-
Se atrevió a decir de modo dubitativo.-
Puede ser una tontería, pero estando el otro día con mi hijo en el
parque…
Le contó a Enset aquello, aunque sin
dar detalles acerca de la identidad de los niños en cuestión. Y tras unos
segundos de reflexivo silencio, su comandante la sorprendió al afirmar.
-Podría
tener sentido. Existen refugios subterráneos de los primeros días de Nature,
justo cuando comenzó el proceso de Terraformación. Los primeros técnicos y
científicos en bajar los utilizaban para poder permanecer días en el planeta
sin tener que estar regresando continuamente a la SSP-2 por culpa de la
radiación de nuestra estrella.
-En
tal caso, señor. ¿No sabría usted dónde localizar esos refugios?
-Creo
que tenemos algunos mapas.- Repuso su interlocutor.- Miraré en la base de
datos.
Usó una tablet que conectó vía
bluetooth a una pantalla que tenía en la pared del despacho. Al momento
aparecieron unos archivos informáticos. El comandante buscó hasta finalmente
hallar algo que coincidía.
-Aquí
está.- Declaró él, leyendo.- Red de búnkeres subterráneos de Nature. Algunos
están en uso. Son zonas construidas para eventuales ataques enemigos. Otros,
por el contrario, se abandonaron. Hay bastantes bajo Sagan- City. Aunque,
acorde a algunos informes de la policía y el control fronterizo, en varios
podrían ocultarse inmigrantes irregulares y hasta algunos delincuentes muy buscados.
Susan se quedó perpleja. ¡Aquello
tenía todo el sentido! Su hijo lo sabía, pero. ¿Cómo era posible que un niño de
apenas cinco años fuera capaz de estar al tanto de aquello? Trató de recordar,
Alex mencionó algo de un gran libro. Cuando le llevó de regreso del parque
aquella tarde el crío no volvió a comentar nada sobre eso. Tampoco ella insistió,
al no darle demasiada importancia al asunto.
-Ahora
ni sé cómo planteárselo. Mi hijo se habrá olvidado o quizás esto no sea más que
un juego para él.- Se decía para añadir dirigiéndose a su superior.- Señor, ¿no
se podría hacer nada? Quiero decir. Si tenemos constancia de la presencia de
delincuentes e inmigrantes irregulares. ¿Por qué la policía no interviene?
-Problemas
burocráticos, de competencias, activistas que denuncian discriminación y malos
tratos, politiqueos…- enumeró Enset a desgana.- Por lo que sé, en Bios suceden cosas
parecidas. No tienen esos búnkeres. Bueno, alguno sí, pero no tantos y tan interconectados como
aquí. Sin embargo, el mayor Malden sufre los mismos inconvenientes por la
frontera espacial. Al pobre le tienen como una especie de policía de patrulla
exterior. Le está costando mantener el espacio aéreo de su planeta a salvo de
incursiones de naves no autorizadas. Al menos, no debe preocuparse por ataques
de potencias enemigas.
-Últimamente
aquí tampoco, señor.- Observó la joven oficial.- Parece que los Arcoily se
hayan evaporado.
-Así
es.- Convino su superior, aunque agregando con tintes reflexivos.- Y eso mismo
me preocupa. Ningún enemigo, y menos uno tan persistente como ellos, se rinde
de la noche a la mañana.
Eso le sonó a Susan como si el
comandante Enset se guardase algo. Aunque por supuesto, no le preguntó. Empero,
comentó dando la impresión de estar aliviada.
-Sí,
señor. Sea cual sea la causa de ello, esperemos que dure mucho tiempo. Quisiera
ver crecer a mi hijo en paz.
Su contertulio asintió a eso,
después ella se retiró. No sin lograr que el comandante le facilitase una copia
de los planos de esos búnkeres, eso sí, tras decirle.
-Confío
en usted, mayor. No le facilitaría estos documentos sino.
Susan sonrió agradecida. Al menos
ahora tendrían algo sólido con lo que empezar la búsqueda en la que su esposo
se había empeñado. Así lo creyó Giaal cuando le dio esos mapas. El alien no
pudo dejar de obsequiarla con un largo beso en los labios y admitir.
-Gracias.
Esto me será de mucha utilidad.
-Eso
espero.- Dijo suavemente ella.-
-Muchas
gracias por apoyarme.- Repuso muy reconocidamente él.-
Y habiendo pedido unos días libres,
Giaal se ocupó de comenzar la búsqueda por aquellos misteriosos refugios. Aunque
no iría solo. La propia Susan hubiera querido acompañarle pero le había
prometido a Sabra que estaría con ella en el juicio. Por suerte, alguien se
brindó a ayudarle. Esa persona no tenía las mismas capacidades militares de
ella, pero las suplía con creces con otras que podrían ser incluso más útiles
en esta situación. Ahora la oficial quiso dejar eso a un lado y centrarse en el
juicio. Y allí estaban, aguardando a que empezase. Al fin, el juez, la
honorable Sienna Olivier, entró en la sala. Todos los presentes se pusieron en
pie.
-La
fiesta va a comenzar.- Les susurró Kerria a las dos mujeres que la
acompañaban.-
-¿Quién
sabe? A lo mejor la juez es lesbiana como yo.- Comentó Sabra a medio camino
entre el sarcasmo y la esperanza.-
-Lo
sea o no, tiene que interpretar la ley y acatar la sentencia del jurado.- Le
respondió Kerria en voz baja.-
En otra parte de la ciudad, en casa
de los Derail, Maggie seguía pensando en lo sucedido el día anterior. Entonces
volvió a casa con su hija y saludó a su esposo. Aunque no quiso decirle ni una
palabra de aquel desagradable reencuentro. Tras hacer un esfuerzo por apartar
aquello de su mente cenaron en familia como acostumbraban. Kiros parecía estar
pensando también en sus propios problemas. Una vez que acostaron a Gloria, su
mujer le preguntó.
-Te
noto preocupado. Dime. ¿Qué te pasa?
-Bueno,
muchas cosas son complicadas. Ser embajador requiere a veces una capacidad de
hilar muy fino. Y no soy demasiado bueno en eso.- Le confesó su esposo.-
-¿Es
algo que me puedas contar?- Le preguntó ella con tono comprensivo y suave.-
-No
es nada concreto. Son varias cosas. Ya sabes, protocolo, reuniones. Recibir a
los saiyajin que tenemos de viaje por la galaxia y que hacen escala aquí...-
Suspiró él, que entonces sí que comentó.- Entre ellos, mi madre. Hace poco me
mandó un mensaje. Vendrá en unos días.
-Bueno,
es… es una noticia estupenda. Ella no conoce Nature. Seguro que le gustará.-
Afirmó Maggie.-
Aunque la expresión de su esposo no
parecía demasiado feliz, ella se temía que había algo más. Y efectivamente,
fiel a su poca afición a andarse con rodeos, él le confesó.
-Mi
madre tiene poca paciencia, como saiyajin que es. Me ha requerido muchas veces
la presencia de Gloria en Nuevo Vegeta, para comenzar a entrenarla acorde a
nuestras costumbres. Hasta ahora le di largas, asegurando que ya nos
ocuparíamos de enviarla allí. Pero ahora que nuestra hija ha cumplido seis
años.
-¡Un
momento! - Exclamó entonces Maggie entre atónita y alarmada.- ¿Me estás
queriendo decir que viene a llevarse a mi hija?
-Solamente
viene a asegurarse que nuestra hija está lista para eso.- Replicó Kiros,
añadiendo.- Al verla a buen seguro que comprobará que no.
-¡Me
da igual lo que tu madre crea! - Estalló Maggie.- Es mi hija y no va a ir a
ninguna parte. Y menos ahora…es demasiado pequeña.
-Prometiste
que también sería educada acorde a las costumbre de mi pueblo. -Le recordó su
marido con incipiente enojo a su vez.-
-
Pero cuando tenga edad para ello. – Replicó ella, remachando con amargura y
emotividad.- No quiero que la separen de mi lado. Es mi hija. ¿Es que no lo
entiendes?
-Soy
su padre, claro que lo comprendo.- Contestó él, con tono pesaroso y molesto a
su vez, alegando.- Pero Gloria está alcanzando la edad a la que comenzamos
nuestro entrenamiento básico. Aquí he tratado de enseñarle algunas cosas
jugando y con mucha suavidad. Sin embargo, eso no puede continuar así para
siempre.
-¿Y
por qué no?- Inquirió su esposa.- ¿Qué necesidad tiene de convertirse en una
guerrera?
-Ya
has visto el poder latente que tiene.- Respondió Kiros, no sin inquietud
ahora.- Si el príncipe Eron y Lady Galaxia en persona estuvieron aquí para
testarlo, nosotros no podemos ignorarlo.
-Pues
si nuestra hija es tan poderosa, no le hace ninguna falta que nadie la enseñe a
serlo aún más.- Sentenció Maggie.-
-Al
contrario. Deben enseñarla a saber contenerse y aprovechar ese poder.- Rebatió
su esposo.- Y eso no podemos hacerlo aquí.
-Hasta
ahora no lo hemos hecho tan mal.- Alegó Margaret.- Es una niña buena y
obediente. Si va a Nuevo Vegeta y se entrena del modo en que tú me contaste que
tu madre te adiestró, se volverá una salvaje.
-¿Acaso
yo soy un salvaje?- Se molestó su interlocutor.- ¿Eso es lo que crees?
-Tú
eres un adulto.- Contestó ahora su mujer, tratando de remediar ese desliz con
un poco más de tacto al aseverar.- Puedes dominarte.
-Porque
me enseñaron a hacerlo.- Insistió él, agregando en un intento por suavizar ese
ambiente tan tenso.- Confía en mi madre. Nunca le haría daño a su nieta. Lo
único que quiere es hacer de ella una buena saiyajin y guiarla como nosotros,
por el camino de la luz.
-El
problema es cómo hacerlo.- Sollozo Maggie ahora, derrumbándose.- No sé qué
hacer. ¿Y si queremos educarla para el bien y nos equivocamos? ¿No ves que me
siento totalmente perdida? Me despierto cada día sin saber qué debo hacer, si
las decisiones que tome con ella la condicionarán para bien o para mal. ¡Es una
carga terrible! Yo… yo solo quiero que sea mi hija, nada más…
Un apenado Kiros abrazó a su llorosa
esposa. En eso no podía responder. Era algo muy complicado y no podía adivinar
el futuro.
-Haremos
lo que creamos mejor. No somos dioses. Nadie puede pedirnos más. Y tú no debes
temer. Eres una madre fantástica, amas a nuestra pequeña más que a nada. Ella
lo sabe, también te adora. Pase lo que pase serás siempre su madre.- Le aseguró
con tono más afectuoso.-
Agradecida por esas palabras de
aliento, Maggie se dejó consolar. Esa noche apenas sí durmió pensando en qué
podría ser mejor para su hija. Al menos, si iba a Nuevo Vegeta perdería de
vista a Marla. Esa odiosa individua no podría acercarse a la niña.
-Quizás
Elua haya llegado en el momento oportuno.- Pensó tratando de ver el lado
positivo de aquello.- Nunca se sabe. Puede ser la voluntad de Dios.
Ahora esperaba la llegada de su
suegra con una mezcla de ansiedad y temor. Aunque también con una ligera dosis
de esperanza.
-Sea
lo que sea lo que tenga que pasar, siempre estaré ahí para ti, tesoro.- Pensaba
mirando amorosamente a su hija en tanto esta dormía.-
Después la despertó. Como de
costumbre preparándola para llevarla al colegio.
-Vamos
cariño. Es hora de ir al cole.- Le susurró con toda la dulzura que pudo
mientras la cría se desperezaba.-
-Mami,
déjame un poquito más…
-Venga
cielo. Te tienes que levantar.- Insistió suavemente su madre dándole un beso en
la mejilla.- Que el señor Martin y la señorita Daphne te esperan…
Al fin logró desperezar a la cría y
prepararla. Aunque ese día su profesor favorito no iba a estar. Martin tenía
que estar presente en el juicio como testigo y víctima de la agresión. Por su
parte, Daphne daría sus clases a la espera de ser llamada. Al menos existía tal
posibilidad. El padre Michael le dijo que no se preocupase. En caso de tener
que acudir al juzgado, le garantizaban el permiso, además, claro está, de ser
algo imperativo por ley.
-¡Ojalá
no me llamen!- Se decía con visible temor.- No sé si seré capaz de mentir…o
incluso de controlarme cuando la vuelva a ver. Pero es necesario… ¡Señor, dame
fuerzas y perdóname!...
Por fortuna para ella, la llegada de
sus pequeños pupilos la distrajo de esos angustiosos pensamientos. Podía irles
abrazando uno por uno, sonriéndoles cariñosa y preguntándoles qué tal estaban
esa mañana. La mayoría sonreían a su vez y decían que muy bien. Al fin llegó
Maggie llevando de la mano a su hija. Gloria sin embargo miró extrañada a su
maestra.
-¿Estás
triste, seño?- Inquirió de pronto.-
Ambas adultas quedaron visiblemente
sorprendidas. Daphne pudo rehacerse por
fin y esbozar una amplia sonrisa para afirmar con impostada jovialidad.
-Nada
de eso cariño, y menos ahora que has llegado tú. Anda, pasa con tus compañeros,
pero dile antes adiós a mamá.
Gloria así lo hizo, tras besar a su
madre entró en el aula. Esto sirvió para dejar a solas a las dos mujeres
durante algunos segundos. Maggie observó el rostro de esa joven, tenso ahora y
comentó.
-No
te preocupes, todo irá bien. Dentro de poco Martin y tú os quitaréis un gran
peso de encima.
-¿De
veras lo crees?- Musitó su contertulia.-
Margaret sostuvo una mano de la
chica entre las suyas y asintió para sentenciar.
-Sigue
el camino recto, Daphne, no te desvíes de él. Al principio será duro pero estoy
convencida de que la vida te premiará. Ya lo verás. Hazlo por todos los que te
quieren. Te lo dice alguien que pasó por lo mismo una vez, y que todavía se
arrepiente de su pasado y lo sigue pagando…no cometas el mismo error que yo…
estás a tiempo de evitarlo.
Y sin que su atónita oyente pudiera
preguntarle al hilo de esas últimas palabras, la enfermera se despidió
marchándose a su propio trabajo.
-Solamente
deseo que esto acabe pronto.- Suspiró Daphne, quien, armándose de valor entró
para tratar de brindar la mejor de sus sonrisas a sus pequeños alumnos.-
En la corte mientras tanto, la jueza
golpeó ceremonialmente con su mazo para que se hiciera el silencio total y la
gente se levantase respetuosamente. Ya con la atención de todo el mundo puesta
en ella, declaró.
-Se
abre este proceso. El juicio por agresión. Los demandantes, la familia Carson,
contra la señorita Sabra Leví. Por favor, señores letrados, acérquense.- Les
indicó.-
Kerria se dirigió hacia el estrado
junto con el fiscal. Los dos abogados aguardaron a que la jueza les preguntara.
-¿Han
alcanzado ustedes algún tipo de acuerdo previo?
-No,
señoría.- Replicó Hastings.-
-No,
señoría.- Repitió Kerria.-
-Muy
bien.- Afirmó entonces Olivier preguntando a la abogada defensora.- ¿Cómo se
declararía su cliente?
-No
culpable, señoría.
-En
tal caso, tiene la palabra el abogado de la acusación, para exponer los hechos
y los cargos.- Sentenció la jueza.-
Kerria tomó asiento, y junto con su
defendida y Susan, se dispuso a escuchar a su colega en tanto se preparaba para
tomar notas. Hastings no tardó en comenzar.
-Señoría,
honorables miembros del jurado, damas y caballeros. Estamos aquí para hacer que
la justicia prevalezca y que un acto de agresión no quede impune. -Miró a su
cliente y agregó ya con algo más de teatralidad.- Este joven, pilar de la
sociedad, excelente maestro de muchos de nuestros niños y niñas, fue
brutalmente agredido por esa mujer.- Subrayó mirando ahora hacia Sabra que
sostuvo su acusatoria mirada sin inmutarse.- Una individua celosa por algo que
solo existe en su mente. Algunos lo llamarán celos, otros motivos pasionales.
En cualquier caso, es algo que no está en absoluto justificado, ni debe ser
tolerado por una sociedad que aspira a disfrutar de paz y armonía. Sí, señoras
y señores del jurado. La acusada atacó a ese pobre muchacho sirviéndose de sus
técnicas de combate. No dejen que su inocente apariencia les engañe. Es una
militar entrenada en tácticas de comando y de lucha. Para ella no es problema
acabar con cualquier adversario. Y por desgracia para el señor Carson, le
eligió a él como objetivo. Su tarea hoy como jurados es la de mostrar a las
buenas gentes de Nature que nadie está por encima de la ley y que ese abuso de
poder no debe permitirse. Gracias.
Tras su alegación tomó asiento. Fue
turno de Kerria para estrenarse. Y lo hizo levantándose con tranquilidad y
dirigiéndose hacia el jurado para afirmar.
-Honor,
sacrificio, valor, lealtad, entrega…eso es lo único que escucharán si preguntan
a cualquier compañero de la señorita Leví y les piden que valoren la
trayectoria de mi defendida. Nadie que la conozca la ha catalogado jamás como
violenta. Está acostumbrada a situaciones límite sí, pero poniendo en juego su
propia vida por salvar las de otros. A luchar teniendo que matar o morir, sí,
pero para protegerles a todos ustedes. Sin embargo, nadie es perfecto, ella
podría haber venido de uniforme y luciendo todas las medallas y menciones que
atesora, que son muchas, y en cambio viene con humildad, como una persona más,
sin querer ningún tipo de trato especial, ni privilegio. -Declaró con tono
conciliador para trocarlo entonces en otro más reivindicativo al sentenciar.-
Aunque tampoco desea ser prejuzgada ni demonizada. Mi cliente jamás quiso hacer
daño al demandante. Todo sucedió en el contexto de un desafortunado accidente.
Demostraremos además que tuvo motivos más que suficientes para sufrir un
ofuscamiento pasajero que derivó en ese lamentable incidente. Gracias.
Tras concluir se sentó. Ahora fue
turno de la juez de intervenir.
-Muy
bien, los hechos aquí juzgados son los siguientes. Acorde con la versión de la
acusación. La noche del pasado mes de noviembre, el demandante estaba tomando
algo con su novia en el bar Natural, y cuando se aproximó a la barra para pedir
una cerveza fue asaltado por la acusada. Ésta le recriminó que estuviera
saliendo con una señorita de la que dijo ser pareja. El señor Carson negó ese punto,
alegando que esa joven era su propia novia. Tras lo que, en un arranque de
celos injustificados y desmedidos, la acusada le arrojó el contenido de una
jarra de cerveza a la cara. El demandante quiso entonces apartarla de sí y la
señorita Leví replicó aplicándole una llave de artes marciales que lo lanzó
contra la barra del bar, haciendo que la cabeza del señor Carson se golpease en
dicha barra, hecho que le produjo una conmoción y la pérdida del conocimiento.
La defensa sostiene en cambio que fue el demandante quién se dirigió en primer
lugar a la señorita Leví, desafiándola y mostrándole algo muy perturbador, cosa
que enfureció a su cliente y provocó que le arrojase la ya mencionada cerveza
al rostro. El señor Carson trató entonces de golpearla y ella se defendió
instintivamente proyectándole con una llave de yudo, con tan mala fortuna que
la cabeza del demandante se golpeó en esa barra. Bien, estas son las dos
versiones. Ahora los representantes de las partes las argumentarán y
solicitarán la sentencia que desean. Tiene la palabra el ministerio fiscal.
Una vez más, Hastings se levantó y
tras agradecer a la jueza el uso de la palabra, comenzó.
-Muy
bien, señoras y señores del jurado. Analicemos los hechos. Esa noche, mi
cliente acude con su novia, la señorita Daphne Kensington, al mencionado bar. Dicha
señorita no presenció los hechos, por lo tanto no ha sido llamada a declarar,
debido a que mi cliente la dejó por unos instantes mientras fue a buscar unas
bebidas. Entonces, esta mujer, que se hallaba allí con unas compañeras, militares
como ella, le asaltó amenazándole para que, según ella, “dejase en paz a su
pareja”. Mi cliente no la abordó, lo único que hizo fue pedirle, por favor, que
le dejara pasar para hacerse con su bebida. ¿Por qué tuvo que hacer eso? Porque
la acusada le bloqueó el paso adrede.
Estaba claro que de este modo buscaba una confrontación. Solo tienen que
mirarla. Es joven, es hermosa, es una mujer…
-Protesto
Señoría.- Terció Kerria.- El fiscal está empleando unos términos que podrían
interpretarse como propios de un enfoque machista.
-Se
acepta. Tenga cuidado, señor fiscal.- Le pidió la jueza.-
Sabra se sonrió ligeramente, su
abogada había estado muy oportuna, y teniendo en cuenta que el juez era otra
mujer, quizás eso les ayudara. Sin embargo, Hastings no tardó en darle la
vuelta.
-Mis
disculpas, pero es que eso era precisamente la clave del asunto. Y me explico.
Quería darles a entender que esa mujer, vestida de un modo tan, llamémosle
elegante y femenino, cosa que no creo que sea constitutiva de injuria machista,
contaba con un prejuicio, sí, pero uno que la favorecería…
-Protesto.-
Repitió Kerria.- El fiscal se empecina en el mismo sesgo discriminatorio contra
mi defendida.
Aunque esta vez Olivier miró
intrigada al fiscal para pedirle.
-Señor
Hastings, explíquese…
-Con
mucho gusto.- Concedió éste que comentó.- En opinión de la acusación era la
acusada quien buscó esa confrontación. Partía de la premisa de que, cualquier
persona que les observase sin conocimiento de causa, simpatizaría de inmediato
con una joven atractiva que fuera increpada o incluso posiblemente agredida por
un hombre. ¿Verdad? El problema para la acusada es que el señor Carson no cayó
en esa burda treta y supo mantener la calma. Por eso ella le arrojó esa cerveza
a la cara. Sabía que mi cliente tendría el impulso de apartarla de sí, como
mecanismo puramente defensivo y que eso, quizás podría dar una impresión
completamente opuesta a los ojos de alguien que no supiera lo que estaba
sucediendo.
-Protesto.
Eso es totalmente especulativo.- Denunció Kerria.-
-Se
acepta.- Convino Olivier avisando al fiscal.- No saque conclusiones, señor
Hastings. Esa es labor mía y del jurado. Usted debe ceñirse a los hechos.
-Muy
bien, señoría.- Aceptó él.- A los hechos me ceñiré pues. La acusada atacó a mi
cliente lanzándole contra la barra del bar. Le dejó sin sentido y a punto
estuvo de dejarle sin vida. Esos son los hechos.
Tras esa contundente aseveración
finalmente fue el turno de réplica de Kerria. Una vez más se levantó sin prisa
pero sin pausa, dando una apariencia de total confianza y tranquilidad para
dirigirse al jurado.
-Señoras
y señores, Señoría. Demostraremos que mi cliente actuó impelida por una
situación que ejerce como atenuante y que explica ese comportamiento. Ella,
lejos de ser la agresora fue la agredida, en su intimidad, en su libertad y en
su honor. Sabra Leví es una mujer íntegra y que, lejos de pretender dañar al
demandante, fue la primera en atenderle y tratar de ayudarle a que recobrase la
consciencia. Demostrando que el arrepentimiento por su enajenación transitoria
fue inmediato. Eso representa ya de por sí un atenuante. Y prueba que lo
sucedido no pasó de ser un desgraciado accidente…uno que todos, comenzando por
mi representada, lamentamos profundamente.
Y es que Kerria tuvo que morderse la
lengua. De momento no quiso mencionar a Daphne. Pese a que había sido nombrada
de pasada por el fiscal, si bien éste enseguida se aseguró de matizar que no
había estado presente en los hechos que se juzgaban. Eso la maniataba. De ser
ella quien la llamase tendría que hacerlo en función de la relación que la
joven maestra había mantenido (y Kerria estaba segura de que aun deseaba
mantener) con su defendida.
-Pero
si hago eso, la estaré exponiendo.- Pensaba con pesar.- Y ese tiene que ser el
último recurso.
Recordaba una de las conversaciones
que mantuviera con Sabra en el cuartel, cuando preparaban el juicio. La israelí
estuvo convencida al principio de recurrir a Daphne, puesto que confiaba en el
amor de esa chica. Sin embargo, Kerria tuvo que advertirla.
-Ten
cuidado. La estarías obligando a elegir entre su familia, su vida actual y
respaldarte.
-Esa
sería la verdad.- Esgrimió su cliente sentenciando.- No debe tener miedo,
estaré a su lado siempre.
-No
lo niego.- Suspiró la abogada objetando de seguido.- Pero no es tan sencillo.
Ella te ama, eso lo he visto. Sin embargo, también quiere a su familia, y esto
posiblemente le costaría romper con ellos. Y, quizás no, pero puede que
inconscientemente te culpase a ti por eso. Sería duro, muy duro para vuestra
relación. ¿De veras quieres ponerla ante ese dilema? Créeme, sé muy bien de lo
que hablo. Mi esposa tuvo que hacerlo por mí. Y algunas veces la he sorprendido
a solas, mirando algunas fotos de sus padres y su hermana y llorando. Pese a
que ella me lo haya negado. Sé lo que todavía le duele. - Suspiró con evidente
consternación.- Piénsalo muy bien, porque, si lo hiciéramos, ya no habría
vuelta atrás para Daphne.
La piloto guardó silencio entonces,
meditando aquellas palabras. Al fin, tras unos instantes fue capaz de
responder, ya con un tono más apagado.
-No
quiero hacerle eso. No puedo forzarla. Debe ser ella quien desee testificar en
mi favor. Tienes razón, sé muy bien lo que quiere a sus padres y a sus
hermanos. No me lo perdonaría si el confesar lo nuestro le rompiese el corazón
y la alejara de ellos por mi causa.
Así pues, la abogada tenía ahora que
refrenarse. A pesar de estar convencida de que, si jugaban esa carta, a buen
seguro que ganarían. Al menos el veredicto de no culpabilidad.
-Tendré
que lograrlo de otro modo.- Se decía Kerria tratando de ver cómo sería aquello
posible ante el alud de evidencias adversas para su representada.-
Entre tanto, la jueza volvió a
otorgar el turno de palabra al abogado de la acusación. Éste no tardó en hacer
subir al estrado a Martin. El muchacho juró decir la verdad y se dispuso a
responder las preguntas de su abogado.
-Señor
Carson. ¿La pasada noche del veintiuno de noviembre, según el calendario estándar
de la Tierra que se aplica en Nature, estuvo usted con la señorita Kensington
en el bar Natural?...
-Sí,
estuve.- Admitió el chico.-
-
Fue usted a pedir unas bebidas y entonces esa mujer.- Comentó el letrado en
tanto señalaba a Sabra.- Se interpuso en su camino. ¿Verdad?
-Sí,
le pedí que me dejase pasar.
-Pero
ella reaccionó confrontándole, ¿no es así?
-Así
fue. Me dijo que Daphne, bueno, la señorita Kensington, era su novia y que no me
acercase a ella. Yo le contesté que eso no era cierto. Que ella salía conmigo.
Incluso le mostré una foto que nos acabábamos de tomar allí mismo, para que lo
comprobase.
-Y
eso no le gustó nada a la señorita Leví, ¿verdad?
-Me
tiró la cerveza que tenía a la cara.- Denunció el joven.-
-Usted
quiso apartarse instintivamente y ella lo aprovechó para proyectarle contra la
barra del bar...- Relató el abogado esperando la segura confirmación del
testigo.-
-Así
fue, después me di un golpe en la cabeza y ya no recuerdo nada más hasta que
desperté en el hospital, con Daphne a mi lado.- Pudo suspirar el chico.-
-Muchas
gracias, señor Carson.- Repuso Hastings para concluir.- No hay más preguntas.
Aunque ahora le tocaba el turno a
Kerria. Ella se levantó dirigiéndose hacia aquel chico. Sonriendo con
naturalidad, lo primero que hizo fue interesarse por su estado.
-¿Cómo
se encuentra ahora, señor Carson?
-Bien,
gracias.- Contestó secamente él.-
-Celebro
ver que no le han quedado secuelas, ni tiene ninguna complicación.- Afirmó agudamente
la letrada quien, dejando de lado ya la cortesía, inició su propio
interrogatorio.- Entonces, usted y la señorita Kensington estuvieron en ese bar
aquella noche. ¿Correcto?
-Sí,
correcto.- Admitió Martin.-
-¿Había
estado usted antes allí?.- Quiso saber Kerria.-
-Sí,
con unos amigos, celebrando un reencuentro de antiguos compañeros de la
facultad.
-¿Y
sabe usted si la señorita a la que usted considera su novia estuvo
previamente?- Preguntó la abogada.-
-Sí,
creo que estuvo, me contó que su amiga… esa mujer.- Indicó haciendo referencia
a la acusada.- La había invitado.
-¿Su
amiga?- Inquirió Kerria con cierto tono de ironía.-
-Sí,
eso me dijo. Ella y esa mujer eran amigas. De ahí nace todo este malentendido
que nos ha llevado a esta situación.
La abogada se sorprendió al oírle
decir aquello. Sin embargo, era una oportunidad que no quiso desperdiciar.
-De
modo que usted mismo admite que fue un malentendido.- Comentó Kerria.-
-Sí.-
Convino Martin quien no obstante, matizó de inmediato.- El que llevó a que esa
mujer me agrediera.
-¿Quizás
mi cliente pudo pensar que usted estaba acosando a su amiga?- Preguntó la
abogada.-
-No
sé lo que ella pudo pensar, solamente sé lo que me hizo.- Sentenció el chico,
ahora con un tinte de indignación mal contenida.-
Kerria suspiró levemente. No quería
dar la impresión al jurado de sentirse derrotada. Sin embargo, aquello era muy
difícil. Y siempre volvía a la misma conclusión. Si no llamaba a declarar a
Daphne no tendría nada. Pese a todo trató de buscar otro ángulo para interrogar
al testigo.
-Por
favor, díganos, señor Carson. Cuando usted se encontró con mi defendida. ¿Acaso
no le dijo nada? Acorde con algún testigo ustedes parecieron mantener una
conversación durante al menos algunos segundos.
-No
recuerdo con demasiada claridad.- Repuso el chico pareciendo más cauto ahora.-
-¿Acaso
no reivindicó usted su relación con la amiga de mi clienta en una actitud
realmente exacerbada, señor Carson?- Le preguntó Kerria con un tinte de voz más
agresivo ahora.- ¿No tenía usted una prueba que quiso mostrar que era más que
contundente?
-Sí,
le mostré una foto.- Aseveró el chico.-
-¿Una
foto y nada más?- Pretendió extrañarse Kerria casi exclamando.- ¡Qué raro que
por una simple foto, tomadas allí, la señorita Leví se enfadase de esa manera!-
-Protesto,
Señoría.- Intervino Hastings.- La abogada defensora está dando su propia y
subjetiva interpretación de los hechos. Su clienta reaccionó del modo en que
todos sabemos y eso es innegable. Por qué y la forma en que se vio afectada en
su mente por esa fotografía, solamente puede saberlo la misma agresora.
-Se
acepta. Vaya con tiento, abogada.- Le indicó la jueza a la esforzada
defensora.-
-Bien,
lo expondré de otro modo.- Concedió Kerria para volver a dirigirse a Martin una
vez más.- ¿No pudo haber existido algún tipo de responsabilidad por su parte,
señor Carson? ¿Está usted tratando de decirnos que mi clienta le atacó sin más,
en medio de un sitio público, ante numerosos testigos y con sus propias
compañeras allí presentes? Quizás algo de lo que usted le dijo o hizo le
molestó en extremo.
-Salía
con una muchacha por la que ella estaba interesada. Sencillamente eso.- Contestó
él de modo imperturbable al remachar.- Existen personas muy celosas. Algunas no
se pueden controlar.
Kerria tuvo que admitir que esa
réplica fue buena. Casi se arrepentía de haberle hecho esa pregunta. Por
desgracia tenía poco margen para seguir con su interrogatorio y lo veía cada
vez más complicado, aunque tiró de un detalle que casi había olvidado, cuando
alegó.
-Entonces,
explíquenos una cosa. Acorde con la descripción de mi cliente, le mostró
imágenes de la señorita Daphne Kensington con usted. Vistiendo exactamente de
la misma forma en la que estuvo con mi defendida días antes, en ese mismo
local…
-Señoría,
protesto otra vez.- Intervino Hastings.- ¿Qué tiene eso que ver? ¿Acaso el
guardarropa de esa señorita es relevante en el caso? Eso, aunque fuese así, es
pura coincidencia.
-¿Coincidencia,
o un intento por parte de su cliente de demostrar quién poseía a la dicha
señorita?...-Replicó Kerria a modo de desafiante cuestión.- ¿No pudo ocurrir
que, el señor Carson las viera juntas anteriormente, y la señorita Kensington
hubiera lucido ese mismo look? ¿Acaso de este modo él se reivindicara ante mi
cliente y le dijese precisamente eso? ¿Qué quisiera anular por completo
cualquier posible relación existente entre ambas? Yo a eso lo denominaría
acoso. O podría entenderlo de esa manera. No será de extrañar que mi defendida
así lo hubiera percibido, temiendo por la señorita Kensington…
-Aclárenos
un poco eso, señora Malden, ha sonado algo confuso.- Le pidió la jueza.-
La propia Kerria se sentía
sorprendida de sí misma. ¿De dónde había sacado esa idea?. Era como si le
hubiera venido a la cabeza de repente. Sin embargo, parecía haber dado en el
blanco porque el rostro del testigo estaba lívido ahora. Así pues, decidió
tratar de ordenar sus ideas y explicó al hilo de aquella inspiración.
-Quise
decir Señoría, que sería algo obvio. Un individuo celoso, enamorado de una
chica, la sorprende con otra mujer, se fija en su vestuario y luego,
coaccionándola de alguna forma, la hace vestirse exactamente del mismo modo.
Sería una manera de “ apoderarse de ella” de robársela a la otra persona.
Quizás de eliminar ese recuerdo negativo sustituyéndolo por otro agradable. El
de ser él quien la poseía en lugar de su rival…
Un silencio espeso se extendió por
la sala. Casi ni la propia Kerria se había dado cuenta de cómo había llegado a
esa conclusión, pero ahora le parecía realmente lógica. De hecho, estuvo
dándole vueltas a la cabeza acerca de esa idea desde que Sabra el comentase
aquello. Trató incluso de documentarse leyendo algunos ensayos sobre patologías
psiquiátricas. Sin embargo, no lo había visto tan claro hasta aquel mismo
momento.
-Sí,
aquí hay algo más.- Pensó sorprendida incluso.- Algo muy extraño. Pero no tengo
ni la menor idea de qué.
Aunque al fin, fue el fiscal quien
rompió ese tenso silencio para responder con tono entre despectivo e incrédulo,
adelantándose a cualquier respuesta de Martin.
-Señoría.
¡Esto es ridículo! La abogada quiere colarnos ahora una inverosímil teoría de
conspiranoia. No sé de dónde saca tanta imaginación, pero desde luego que
podría ganarse la vida como guionista de tramas para películas baratas.
-No
creo que le parezca tan ridícula más adelante.- Contestó la aludida.-
-Lo
va a tener difícil.- Se sonrió Emmanuel.-
-Ya
lo veremos.- Replicó Kerria.-
-¡Orden!
- Terció Olivier reprendiendo a ambos. -
Letrados, esto no es un intercambio de pareceres entre ustedes. Cíñanse a su
papel. ¿Desea usted continuar señora Malden?- Le preguntó entonces a la
defensora.-
-Simplemente
deseo que el testigo responda. ¿Intentó usted coaccionar a la señorita
Kensington para que luciese idéntico vestuario?
-Jamás
la coaccioné para que hiciera tal cosa.- Replicó él con ofendido tono.-
Y el hecho es que eso era estrictamente
cierto. No tuvo que coaccionarla, al contrario, logró convencerla. Por eso
suspiró aliviado, dado que técnicamente no estaba mintiendo. Al fin, eso
pareció funcionar, dado que la abogada declaró al parecer resignada.
-Por
ahora no tengo más preguntas para este testigo, señoría.
De modo que, tanto Martin como ella,
retornaron a sus respectivos lugares. El chico casi la fulminó con la mirada al
retirarse. No obstante, Hastings le comentó.
-No
te preocupes, solo tiene humo y fuegos de artificio. La conozco bien. Me he
informado sobre ella. Trata de provocarte para que digas algo inconveniente.
Intentará enojarte para que te traiciones y sacar ventaja. Únicamente le queda
esa remota posibilidad. Si permaneces sereno
y contestas sin tomarlo como algo personal, como ahora, la desarmarás. Desde
luego, has respondido de maravilla. Y ahora soy yo quien va a contratacar…
El chico asintió con aprobación. No
en vano ese era el abogado más caro de Nature. Sus padres habían gastado
bastante en contratar sus servicios, y aquello había merecido la pena. Ni tan
siquiera la temible Kerria Malden había podido penetrar en la estructura de
caso que Hastings había montado. Y ahora iban a pasar a la ofensiva, dado que
el letrado se levantó dirigiéndose a la jueza.
-Con
la venia, señoría. Llamamos a testificar a la acusada. La señorita Leví.
-Protesto.-
Intervino Kerria aduciendo.- Mi defendida , siendo la acusada, no tiene la
obligación de responder a preguntas de la acusación. Y puede ejercitar su
derecho a guardar silencio.
-Lo
cual demuestra que no tiene interés por aclarar su situación, ni deshacer
cualquier posible confusión.- Remachó Hastings no sin una sonrisa de
satisfacción.-
-Señoría,
eso no demuestra nada. Repito que mi cliente se puede acoger a su derecho legal de no
declarar. Ahora es el fiscal quien saca conclusiones subjetivas.- Repuso de un
modo casi indignado la abogada.-
-Se
acepta.- Convino la jueza.- Tiene el derecho a no declarar si así lo desea.
Aunque Sabra enseguida llamó la
atención de Kerria susurrándole.
-¿Por
qué no? Quiero testificar. Decir la verdad.
-No
te conviene.- Le advirtió su abogada.- Hay que mantenerte fuera de esa silla a
toda costa.- Sentenció refiriéndose al estrado.-
-¿Y
dar la impresión de no querer colaborar o de que tengo algo que esconder? -
Rebatió la israelí para aseverar.- No le tengo miedo a ese tipo.
-Ese
es precisamente el problema.- Suspiró su interlocutora avisando una vez más a
su defendida.- Hay que tener mucho cuidado con él, puede volver tus mejores
cualidades en tu contra, Sabra.
-Tendré
cuidado.- Prometió ésta.- Pero no puedo soportar que me calumnien, tengo
derecho a dar mi versión…-Afirmó la piloto de forma contundente.-
-Muy
bien, tú eres la que decide.- Convino Kerria, insistiendo con preocupación.- Yo
solamente puedo aconsejarte, y mi consejo es que no lo hagas.
-Creo
que si demuestro mis verdaderos sentimientos y soy honesta, eso me
beneficiará.- Declaró la israelí.-
Sin embargo, la abogada consideraba
eso un error, por lo menos luego tendría la ocasión de ser ella quien
interrogase a su defendida. Al fin, cedió a los deseos de su defendida y se
levantó para dirigirse a la jueza.
-Señoría,
mi cliente está dispuesta a testificar.
-Muy
bien. Si el abogado de la acusación desea interrogarla, puede proceder.- Repuso
Olivier.-
-Así
es, Señoría, la acusación quiere llamar a la señorita Leví al estrado.-
Confirmó Hastings.-
Tiempo antes, en la casa de modas
Deveraux, las chicas habían escuchado la decisión de Esmeralda. Dos de ellas
saltaron de alegría tomándose de las manos, otra apenas pudo ocultar su
decepción y la cuarta no dejó entrever sus emociones.
-Enhorabuena
a las escogidas.- Declaró Brenda que estaba junto a su jefa, y ante la aprobación
de ésta, agregó.- Y las demás, tranquilas, ya tendréis otra oportunidad.
-Brenda
tiene razón.- Aseguró Esmeralda.- A buen seguro, dentro de un año. Será cuando
os llamaré para que vengáis a la Tierra. Seguid trabajando con tesón y mantened
la ilusión. Ahora quisiera tener unas palabras con las señoritas que he
elegido.
Las dos pasaron junto a ella a un
despacho anexo. Tanto Debra como Keisha estaban realmente contentas. ¡Iban a ir
como modelos principales a los desfiles Deveraux de esa temporada! Ese era un
gran espaldarazo. Las chicas que solían actuar a ese nivel ganaban fama y
fortuna muy rápidamente. Pero, sobre todo, aquella oportunidad acercaba más a
sus sueños a ambas. Sin embargo, la otra cara de la moneda lucía semblantes
totalmente distintos. Renata solo podía quejarse con visible malestar.
-¡Porca
miseria! - Sentenciaba en su italiano natal.- ¿En qué se ha basado para no elegirnos?
-Supongo
que en su capricho.- Le susurró Brenda que no dejaba entrever si aquello la
divertía o la enojaba cuando le comentó en voz baja a la italiana.- Imagino que
tus compañeras acertaron con lo que deseaba oír.
Aunque Bai Chen se limitaba a
observar la puerta de ese despacho en el que sus colegas más afortunadas habían entrado con su
jefa. La muchacha continuaba sin decir
nada. Fue su compañera quien le comentó todavía molesta.
-¿Y
tú te quedas callada?
-¿Qué
quieres que diga?- Inquirió la oriental a su vez.-
-No
sé. Al menos, algo. ¡Es nuestro futuro el que acabar de irse a la basura! - Espetó
la racial italiana.-
-No
lo creo así.- Sentenció su interlocutora, rebatiendo.- Yo lo veo como una
oportunidad…
Su contertulia movió la cabeza,
aunque fue Brenda quien replicó, ahora sí, con divertido sarcasmo.
-Que
no se diga que no ves el vaso medio lleno. En fin. La vida sigue, chicas.
Tenéis que volver al trabajo. Venid conmigo, ahora os tocará hacer más pases,
al menos hasta que las nuevas se vayan espabilando.
Y las dos siguieron a su vez a
Brenda hasta su despacho. La encargada de la filial de Nature se sonrió
divertida. Pudiera ser que Bai, con su característica expresión de póker, no
quisiera admitir su decepción. Sin embargo, Renata era todo un filón. Esa chica
al menos tenía carácter. No se comportaba como las otras a las que solamente les
faltaba arrodillarse a besar el suelo por donde Esmeralda pisaba.
-Quizás
haya encontrado en ella una aliada.- Se dijo.- El tiempo lo dirá. Aunque no
creo que sea tan buena como mi nueva amiga…
Por su parte, Esmeralda invitó a las
dos elegidas a sentarse. Las chicas estaban eufóricas, conteniendo a duras
penas su alegría.
-Bien.-
Les dijo entonces su jefa.- Debéis saber que esto es una gran responsabilidad.
Vais a ser el emblema de la nueva colección en la Tierra. De vosotras dependerá
en gran medida que sea un éxito o no.
-No
la decepcionaremos, señora Deveraux. ¡Se lo aseguro!- Terció una entusiasta
Debra.-
-Gracias
por darnos esta oportunidad.- Añadió Keisha algo más moderadamente.-
-Eso
es lo que espero. Ahora deberéis daros prisa, chicas. Mi nave saldrá mañana.
Tendréis que preparaos y estar listas en unas pocas horas. Equipaje y demás.
Aprovechad a despediros de amigos y compañeros. Una vez lleguemos iremos
directas a París. Allí recibiréis las instrucciones y se os mostrarán los
modelos de la colección que tendréis que pasar. Luego vendrán las campañas de
promoción. Más os valdrá descansar todo lo que podáis. El ritmo en la Tierra es
mucho más frenético que aquí. -Las aconsejó con tono casi maternal.-
Y tras darles estas consignas las
chicas abandonaron el despacho. Esmeralda entonces quiso ocuparse del tema que
tenía pendiente.
-Ahora,
me queda una pequeña charla con Brenda. Confío en que pueda explicarme algunas
cosas sobre las cuentas que me envió…
La diseñadora salió pues directa al
despacho de su subordinada. Allí estaba la encargada, sentada y repasando
algunas cosas en su tablet. Esmeralda tocó a la puerta.
-¿Puedo
pasar, querida?
-Por
supuesto, Señora Deveraux.- Replicó forzando un tono lo más agradable posible.-
La aludida entró con su caminar
firme y seguro de siempre. Sin dejar de sonreír, Brenda se levantó enseguida y
preguntó.
-¿Qué
tal las chicas? Supongo que muy ilusionadas. Le deben de estar muy reconocidas
por darles esa oportunidad. Si me
permite que se lo diga, ha escogido usted muy bien. Debra y Keisha están mucho
más rodadas. Y su forma física les
permitirá soportar mucho mejor unas giras tan exigentes…
-Gracias,
eso creo.- Convino su jefa que ahora mostró un semblante más serio para
declarar.- Pero dejemos eso ahora. Tengo que hablar contigo de otros temas, y
son muy importantes…
Y tras tomar asiento ambas en los
sillones del despacho, Brenda la miró aparentando estupor para añadir de forma
solícita.
-Por
supuesto, usted dirá…¿De qué se trata?
-Verás.-
Comenzó Esmeralda.- He detectado algunas…
Aunque de pronto la diseñadora
guardó silencio. Su rostro expresaba confusión. Se llevó una mano a la frente
como si tratara de acordarse de algo. Era como si, de repente, ignorase el
porqué estaba ahí. Su interlocutora enseguida lo percibió, preguntando con algo
de preocupación.
-¿Se
encuentra mal?¿Quiere un poco de agua?
-No,
gracias, estoy bien…- Afirmó la diseñadora, quien preguntó algo aturdida aun.- ¿Qué
estaba diciendo?
-Algo
sobre las chicas.- Respondió rápidamente Brenda.-
-Sí,
eso.- Convino su interlocutora afirmando.- Me iré mañana. Confío en que te
ocuparás de las que se quedan. Espero que no se desanimen. Dentro de poco
tendrán también su oportunidad…
-Por
supuesto, señora Deveraux. Deje eso en mis manos.- Sonrió solícitamente su
contertulia.-
Y tras esas palabras su jefa asintió
y se despidió de ella. Tenía otras cosas que hacer. A la salida Esmeralda iba
sin embargo tratando de recordar. Se sentía confusa. Era como si supiera que
estaba olvidándose de algo, de algo importante, pero no caía en la cuenta de
qué pudiera ser.
-Cuanto
más me esfuerce peor será. Ahora comienzo a entender a Madame Deveraux. Eso de
hacerse vieja es una mala cosa, hijita, sobre todo para tu memoria.- Sonrió
citando a su anciana y desaparecida mentora.- En fin, ya lo recordaré.- Se dijo
dejando eso de lado.- Tengo mucho que preparar para la vuelta…
En otra parte del planeta y tras una
mañana de duro trabajo, Nelly había conseguido dejar su habitación bastante más
presentable. Ayudó el hecho de conseguir algunos objetos decorativos que compró
con su parte en las últimas “cacerías”. Aunque no había visto a Dean durante
todo el día. Caía la tarde cuando el
chico apareció, estaba serio, sin el tono animoso y amable de otras veces. Se
limitó a decirle.
-Vamos,
nos toca ir de caza esta noche.
La chica asintió, ya no se paró a
preguntar nada. Dean salió raudo, parecía tener prisa. Nelly no vio a Pierce,
quizás ese otro chico estuviera también “ de caza”. Lo cierto es que él iba con
Bonnie. Pancho se ocupaba de salir por su cuenta. Al latino le gustaba ir a su
aire, o al menos eso decía. Sin embargo, eso no preocupaba mucho a la muchacha,
ahora solamente pensaba en ese atractivo chico que la había besado.
-Tendrás
que hacerlo tú hoy.- Le comentó Dean, sacándola de esos pensamientos.-
-¿Hacerlo
yo?- Repitió ella algo desorientada.-
-Sí,
esta vez debes ser tú quien le quite la tarjeta electrónica al siguiente
objetivo.- Sonrió ladinamente su interlocutor alabando ahora con sinceridad y
un poso de amargura.- Eres muy guapa, los tíos mayores solo se fijan en eso. Si
coqueteas con alguno en un bar de alterne seguro que te invita a algo, sacará
la tarjeta y podrás quitársela y salir corriendo.
-Pero
soy menor, no me dejarán entrar en un bar de esos.- Opuso Nelly.-
-Te
dejarán si te vistes bien. Como una chica mayor.- Rebatió el muchacho.-
-¿Y
de dónde saco la ropa?- Quiso saber ella.-
-Ven
conmigo, conozco gente que nos puede ayudar.- Le contó él.-
La atónita Nelly, sin nada que
objetar, siguió a su compañero. Ella no era demasiado buena en quitarle cosas a
la gente. Aunque, si lo podía hacer de este modo quizás no le resultase tan
difícil como forzar un encontronazo. Así pensaba cuando llegaron a una modesta
tienda de ropa que hacía esquina en una calle, no parecía haber clientes. El
muchacho la indicó que entrase con él. Ella obedeció. A los pocos instantes,
una mujer de edad madura, salió. Sonriendo entre su pelo rubio canoso
desvencijado, saludó al chico.
-Hola
Dean. ¿Qué me traes?
-Mi
amiga tiene que ponerse muy guapa, estamos planeando ir de discotecas. Seguro
que podrá conocer a tíos con buenas tarjetas de crédito.- Le contó el chaval.-
-Sí,
buena idea. - Asintió esa individua
mirando a la azorada jovencita de arriba abajo.- Estoy segura de que tengo algo
de su talla. Ven conmigo muchacha.
La interpelada parecía reacia aunque
su compañero la animó.
-Confía
en Ruby. Ella te vestirá bien.
-Luego
quiero una buena propina, ya me entiendes.- Repuso esa mujer.-
-Como
siempre.- Asintió Dean que ya había tratado con ella anteriormente.-
Y es que esa mujer regentaba un
lucrativo negocio de vestuario y tapaderas para muchos actos delictivos. Tenía
demás ojos y oídos en muchos sitios y podía “acoger” a algunos delincuentes en
apuros a cambios de sumas razonables. Era la clásica individua a la que convenía
tener a favor. Por su parte la vieja asintió, parecía confiar en la palabra del
chico. Nelly la siguió con paso vacilante hasta una habitación apartada. Allí,
aquella individua le pidió que se desnudase. Avergonzada, la chica se quitó los
pantalones que llevaba y su chaqueta, después la camiseta, quedándose en ropa
interior. Al verla, su interlocutora asintió con aprobación.
-Tienes
un buen futuro en esto si sabes usar la cabeza, niña. Te daré un consejo.
Primera regla. No intimes nunca con los objetivos. Y a ser posible, tampoco con
tus compinches.- Añadió con tono entre admonitorio y algo divertido incluso.-
-No,
no hay nada entre Dean y yo, es mi amigo.- Repuso la azorada muchacha.-
Esa individua se sonrió aviesamente.
Salió para ir a buscar unos cuantos vestidos. Al poco se los trajo a Nelly que
se los probó. Luego se fue a buscar los complementos adecuados. Finalmente, la
chica apareció ante los asombrados ojos de Dean, luciendo una falda corta con
medias, zapatos de tacón de color negro y un top, en color rojo. Además, la
dueña de la tienda la había maquillado con bastante gusto, los labios de la
jovencita eran ahora rojos e insinuantes y sus pómulos y mejillas estaban muy
bien contrastadas, dándole un aire de chica algo mayor. Lo justo como para
aparentar la mayoría de edad.
-¡Estás
preciosa!- Pudo decir el asombrado chico sin poder apartar la mirada de ella.-
-Gracias.-
Se sonrojó la aludida.-
-Muy
bien, ya estás equipada. Recuerda mi consejo.- Le pidió la anciana.-
La chica asintió, al fin se marchó junto
con Dean. Ya había anochecido. Al salir, el muchacho le preguntó.
-¿Qué
consejo te ha dado?
-Que
tenga mucho cuidado con los tíos de esos bares.- Le respondió su
interlocutora.-
Su amigo asintió con aprobación, Por
su parte tampoco quería que ninguno de esos cerdos tocase a Nelly, no podía
evitar sentirse cada vez más atraído hacia ella. Ya le gustaba desde hacía
tiempo. Sin embargo, esto era aún más intenso. Por desgracia la vio dándose ese
beso con aquel sinvergüenza de Pierce. ¡Ese maldito ligón barato! Ya hablaría
con él. No obstante ahora había que centrarse en el trabajo. Y es que era mirar
a su acompañante y eso se le hacía difícil. Nunca la había visto vestida así.
Estaba realmente impresionante, sus pechos se notaban con mucha claridad bajo
ese top, su trasero era asimismo redondo y bien definido con esa falda y sus
piernas parecían más largas y esbeltas
tras calzarse esos zapatos. Aunque eso sí, la pobre tenía que ir con
cuidado, no estaba acostumbrada a los tacones. Sus andares no eran demasiado
gráciles. No obstante, cuando entrase en una de esas discotecas, podría
sentarse enseguida en la barra del bar.
-Ahora
debes ir sola.- Le indicó el chico cuando llegaron ante la puerta de uno de
esos garitos.- Yo no puedo acompañarte.
-Estoy
nerviosa.- Suspiró la muchacha.-
-Todo
irá bien.- Le aseguró Dean, recordándole mecánicamente.- Recuerda que solo
tienes que hablar con esos tipos, sonreír mucho. Darles largas y hacerte con
sus carteras o tarjetas.
-Sí,
gracias. Espérame, no tardaré demasiado.- Declaró Nelly con la esperanza de que
así fuera.-
Al fin llegó el momento, ataviada de
esa forma tan provocativa la chica se dirigió allí. El tipo que estaba de
portero a la entrada sencillamente la miró con interés pero no le pidió ningún
tipo de documento de identidad. Si un bombón así entraba en la discoteca eso
era bueno para el negocio.
-¡Por
favor,…que salga bien!… Mamá.- Pensó entristecida y no sin vergüenza,
dirigiendo una furtiva mirada hacia lo alto. -¡Perdóname! Tengo que hacer esto por
todos mis nuevos compañeros y por mí…
Y respirando hondo caminó algo
insegura hasta la barra del bar. Se sentía extraña, nerviosa y avergonzada.
Aunque trató de dominar sus emociones y mostrar un semblante risueño. En cuanto
pudo se sentó en un taburete cruzando sus piernas. Se dio cuenta enseguida que
algunos hombres la estaban mirando con evidente interés. No tuvo que esperar
demasiado. Un tipo bastante mayor que ella, algo calvo, se aproximó sentándose
cerca.
-Hola.-
La saludó con tono exageradamente amable.- ¿No tomas nada, guapa?
-Hola.-
Musitó ella casi sin querer mirarle.- Por ahora no.
-¿Me
dejas que te invite?
-Bueno.-
Pudo decir con tono algo tímido.-
Eso pareció encandilar todavía más a
ese hombre, dado que sonrió avisando al barman.
-Ponme
un whisky y, a esta preciosidad, lo que ella quiera.
-Un,
un zumo de naranja.- Pudo decir.-
-¿Un
zumo?- Se rio aquel individuo.-
-No
me gusta beber.- Afirmó Nelly.-
Aquel tipo la miró un poco más de
cerca, a pesar de la tenue iluminación, pareció sorprenderse y le preguntó en
voz baja.
-¿Cuántos
años tienes?
-Dieciocho.-
Mintió la chica.-
-Ya.-
Se sonrió él alegando divertido. - Bueno, muñeca, si tú lo dices…mira. Al fondo
hay unas escaleras y subiéndolas hay un reservado. Podría alquilar una
habitación allí y tú y yo tendríamos tiempo de charlar más tranquilamente. ¿Te apetece?
-Podemos
hablar aquí.- Repuso la joven que no parecía demasiado feliz al oír eso.-
El tipo sacó entonces una tarjeta de
crédito y, tras esbozar una aviesa sonrisa, se la mostró para contestar a su
vez.
-Dame
tu número de cuenta, ¿qué te parecerían mil créditos ahora y otros dos mil
cuando terminemos de “charlar” arriba?
-Bueno…-Replicó
ella sin apenas saber qué más podría decir, aunque al final agregó con tono
desconfiado.- ¿Y si me engañas?
-Palabra.-
Se apresuró a responder ese tipo.- Te aseguro que si me das un número de cuenta
ahora mismo te hago un ingreso, dos mil ahora y otros dos mil después.- Corrigió
su anterior oferta al alza, con un tono cada vez más excitado.-
Nelly lo pensó objetivamente, eso
era mejor incluso que robar la tarjeta. Sería ese tipo quién le pusiera
voluntariamente créditos en su cuenta. Sin nada que perder le dio su número.
Ella lo comprobaría de inmediato usando su teléfono. Así, aquel individuo se
apresuró a sacar su propio móvil para hacer el pago. A los pocos segundos la
joven comprobó que, en efecto, esa cantidad había sido abonada.
-¿Te
lo crees ahora?- Sonrió el individuo.-
Tras asentir despacio ella se dejó
guiar. ¿Qué otra cosa podía hacer? Había aceptado el trato. Aquel hombre la
tomó de una mano. Se levantaron y fueron directos hacia un pasillo de aquel
local…
-¿Qué
hago ahora?- Se dijo la cada vez más angustiada chica.-
Entre tanto, Dean se impacientaba.
Nelly llevaba más de media hora allí dentro y se hacía tarde. Era hora de irse.
Pero él no quería dejarla allí de ningún modo.
-¡Maldita
sea! - Se dijo impotente y frustrado.- No puedo entrar ahí dentro…
Aunque para su sorpresa y alivio
quizás no fuera necesario. De pronto pudo oír, sonando cada vez más cercanos,
los sonidos de sirenas. Parecían deslizadores de la policía. Sin esperar
acontecimientos corrió a esconderse en una calle adyacente más pequeña y con
menos gente. Desde allí espió la llegada de aquellos vehículos que iban
aparcando a la puerta de esa discoteca.
-¡Maldita
sea! La van a pillar..- Se dijo.-
Sin embargo, lo pensó mejor. Quizás
si capturaban a Nelly eso la apartaría de aquel cerdo de Pierce. Le había visto
tontear con algunas otras chicas y siempre era lo mismo. Seguro que querría
beneficiarse a su amiga y luego, si te he visto no me acuerdo. Por otra parte,
esa vida quizás no fuera la más adecuada para ella.
-Estaría
mejor en su casa. A pesar de todo tiene un padre y un hermano, y es buena
estudiante. Yo prefiero ir a mi aire. Aquí estoy bien.- Se dijo tratando de
convencerse pese a no poder evitar pensar con tristeza en su madre.- La echo muchísimo
de menos, pero mientras siga con ese cabrón no volveré.- Se reafirmó.-
Entonces vio a alguien que le
resultó familiar. Mejor dicho a dos personas. Una era una chica. Ese largo
cabello casi rubio y los ojos aguamarina la delataban como.
-¡Wina!-
Pensó sorprendido.-
Pero se asombró más al ver al propio
doctor Ginga que iba con ella. Con presteza se escondió.
-¿No
has notado algo?- Inquirió Giaal dirigiéndose a la chica.-
-Me
pareció percibir a alguien conocido.- Admitió la joven.- Aunque ahora, con este
jaleo, no me puedo concentrar.- Replicó aludiendo al ruido de las sirenas.-
A Giaal le sucedía lo mismo. Su
capacidad telepática estaba bloqueada y también sentía algo que provenía del
interior de ese local. Al fin, sus esfuerzos se habían visto recompensados.
-Al
menos, esa chica no mentía.- Pensó con alivio.-
Y es que tras salir de casa provisto
de los mapas que su esposa le consiguiera pudo rastrear algunos de aquellos
búnkeres. Avisó a Wina que pidió permiso antes a sus padres. Tanto Melissa como
Clyde se mostraron inquietos pero decidieron que podían confiar en su hija, más
si iba junto a Giaal. Además, el doctor les pidió encarecidamente que le
permitieran a esa chica acompañarle.
-Sus
capacidades telepáticas podrán combinarse con las mías. Tendremos más
probabilidades de éxito.- Les argumentó.- Sobre todo ahora que estoy preocupado
por los chicos. Por Dean y por Nelly, mis sentimientos interfieren con mi
concentración. Wina será mucho más certera que yo. ¡Por favor!...
Y tras mirarse con sorpresa e
inquietud, los padres adoptivos de la joven asintieron. Fue Melissa quien les
pidió.
-Id
con mucho cuidado.
-Buena
suerte.- Añadió el doctor Adams, pidiendo a su interlocutor.- Cuida de ella.
-No
temáis, por supuesto que lo haré. Muchas gracias amigos, estoy en deuda con
vosotros.- Sonrió Giaal.-
-No
te preocupes por eso. No nos debes nada, sino al contrario. - Repuso Melissa
devolviéndole la sonrisa a su vez para rematar.- Espero que podáis encontrarles
y devolverles a sus casas sanos y salvos…
De este modo se despidieron del matrimonio y
Wina pudo ir con él. Tras recorrer algunas calles de la ciudad la suerte se
alió con ellos, sorprendiendo a una pareja de muchachos, un chico y una chica
de unos quince años aproximadamente. Al verles esos muchachos salieron
corriendo, pero Giaal fue mucho más rápido. Ayudado por su gran velocidad enseguida
les bloqueó el paso a la entrada de lo que parecía ser su guarida.
-Oye
tío, ¡no te hemos hecho nada! - Protestó aquel joven.-
-Sí,
¡déjanos en paz! - Añadió más agresivamente esa muchacha.-
-No
estoy interesado en vosotros.- Repuso calmadamente Giaal, agregando en tanto
sacaba su teléfono y les mostraba unas fotos de Nelly y de Dean.- Estoy
buscando a estos dos.
-No,
no me suenan.- Repuso el muchacho con rapidez.-
-Miente.-
Sentenció Wina que llegaba entonces a la carrera.- Sabe perfectamente quienes
son.
Giaal endureció su gesto, perdiendo
su precaria paciencia agarró de la camiseta a aquel chico y le levantó con un
solo brazo aseverando con un rotundo tinte de amenaza.
-Escucha
mocoso, no tengo tiempo de juegos, ni estoy para escuchar mentiras. ¡Dime donde
están o!…
-¡Vale,
vale!... Salieron hará un par de horas.- Respondió el asustado individuo.-
-Habrán
ido a cazar. Bueno, me refiero a que iban a robar algunas tarjetas de crédito. Creo
que estarán por la zona de discotecas.- Elucubró una también intimidada
Bonnie.-
Y es que ella había hablado por la
mañana con el propio Dean, y le comentó entre sarcástica y celosa.
-Tu
amiguita es muy mona. Podría hacerlo muy bien en algún bar de contactos.
-¡No
quiero que se convierta en una cualquiera! - Espetó el chico.-
-Vale,
está claro que te gusta.- Sonrió su interlocutora, que añadió con sincera
crueldad.- Pero ella no te mira así. Está coladita por Pierce. Hazme caso.
Tampoco tiene porqué acostarse con nadie todavía. Puede servirse de sus
encantos para robar alguna tarjeta cuando esté dentro de alguna discoteca y
salir antes de que la descubran.
-Pero
es menor.- Objetó Dean.-
-Ve
a donde Ruby, le podrá dejar ropa y arreglarla. Esa vieja zorra sabe bien cómo
hacerlo.- Le aconsejó Bonnie.-
Y tras confesar eso, Giaal se volvió
hacia ella preguntando con tono severo.
-¿Dónde
podemos encontrar a esa tal Ruby?
-Si
te digo la dirección, no le cuentes que he sido yo.- Musitó la asustada chica.-
-Ya
te lo he dicho, no me interesáis.- Sentenció el doctor Ginga para acto seguido
amenazar.- Pero si no colaboráis me aseguraré de que los servicios sociales os
encuentren.
-Vale.-
Terció Pierce que era aquel chico, con evidente temor, para solicitar.- Danos
tu palabra y te lo diremos.
-Si
tratas de engañarme lo sabré.- Afirmó el doctor.-
Aquel muchacho pareció creerle.
Desde luego que esa otra chica le había calado al vuelo. Aunque fue Bonnie
quien se adelantó, dándoles la dirección.
-Gracias.-
Repuso Giaal, sentenciando.- Tenéis mi palabra de que no avisaré a los
servicios sociales.
Dicho esto se alejó, Wina, tomada
por sorpresa en un principio, dedicó una compasiva mirada a esos dos poco antes
de seguirle. Al fin, tras correr un poco, le dio alcance.
-Esto
no está bien.- Censuró.- Deberíamos informar a las autoridades sobre ellos.
¡Están viviendo en la calle!
-Muy
bien. - Convino su interlocutor quien ahora sonrió para declarar.- Di mi
palabra de que yo no llamaría. Pero no dije nada de ti. Avísales tú.
Ahora Wina sí que sonrió. El doctor
había sido muy astuto. Claro que ella llamaría en cuanto pudiera. De momento,
dejaron de lado aquello y los dos prosiguieron la marcha hasta llegar a esa
tienda. Entrando sin dudar al llegar. La dueña, esa mujer entrada en años y en
algún kilo, de pelo rubio canoso deshilachado, salió a atenderles. Sin embargo,
la sonrisa que lucía se le borró de inmediato cuando le preguntaron por esos
jovencitos.
-¡Lárguense
de aquí! No sé nada de ningunos críos.- Espetó con malos modos.-
No obstante, Giaal sentía claramente
que mentía. Con indignación comenzó a acumular energía hasta hacer temblar las
paredes. Aquella mujer pasó rápidamente de la bravuconería al temor.
-¡O
me dice donde han ido o se le va a caer la tienda encima!- Amenazó Giaal.-
-¿Está
loco? Moriremos todos.- Afirmó esa individua, manteniendo una cara de póker
para sentenciar.- Incluido usted y su amiga. No será capaz.
-Lo
hará. - Susurró una temblorosa Wina pretextando con fingido horror.- Es uno de
esos guerreros tan poderosos que luchan contra enemigos espaciales. Un derrumbe
como este no le hará nada y me protegerá a mí.
-¿Y
los inocentes que hay arriba?- Inquirió esa mujer.-
-Eso
no lo sé. ¡Estoy muy asustada! - Chilló Wina, agregando entre sollozos.- Una de
los que busca es su hija… Nunca le había visto así. No sé de lo que es capaz…los
saiyajin son muy violentos cuando se enfadan y pueden llegar a perder el
control…
Y por suerte, su interpretación
pareció convencer a esa individua que se apresuró a contestar al fin.
-¡Está
bien! Mire, no quiero líos. Eso dos han ido a una discoteca. Le dejé ropa a la
chica, quería entrar ahí. Le avisé que tuviera cuidado.
-Es
verdad.- Confirmó Wina.-
Y una vez aquella individua les dio
una dirección salieron a toda prisa.
-¿Un
saiyajin, yo?- Se sonrió Giaal ahora.-
-Tuve
que improvisar algo que esa mujer entendiera. Creo que, de haberle dicho un
hijo del Makaiju, no hubiera resultado igual de efectivo.
-No,
claro que no.- Convino su contertulio, elogiando a la muchacha con aprobación.-
¿Sabes que eres una buena actriz?
-Gracias,
hago teatro en el colegio.- Sonrió Wina.-
-Mi
madre también lo hacía. Al menos eso nos contó a mi hermana Naya y a mí. Quizás
las mujeres de nuestra raza tienen gusto por la representación.- Declaró él.-
Su contertulia asintió. Empero, dejaron esa
charla tan relajada y se dispusieron a entrar en acción. Antes llamaron a la
policía denunciando aquellas situaciones. Un inspector con el que contactaron
les aseguró que enviaría patrullas, incluso a la discoteca.
-Si
han permitido el acceso a una menor ya es motivo suficiente como para
intervenir.- Sentenció el agente de la ley, tras atender la llamada de Wina.-
Y ahora estaban dispuestos a entrar
junto a la policía para proceder al reconocimiento de Nelly.
-¡Ojalá
que esté bien! - Pensaba un inquietado Giaal mientras , junto con su
acompañante, se aproximaba a la entrada de aquella discoteca en medio del ruido
de las sirenas.- Espero poder encontrarla…
-Siento
que está ahí. - Afirmó Wina.- Y que está pasando un mal rato…
Desde luego, esa percepción era muy
fuerte. Y lo que podía sentir no quedaba ahí. Empero, era tan desagradable y
embarazoso que la muchacha no deseaba seguir indagando.
-No
te preocupes. Yo me ocuparé. Tú ya has hecho bastante, gracias.
-Está
en peligro. Sácala de ahí. - Le pidió la concernida Wina.-
Eso hizo que el doctor Ginga entrase a la
carrera, y la propia muchacha, sin dudar pese a todo, le siguió a toda
velocidad adentrándose en aquel garito…
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