lunes, 5 de marzo de 2018

GWTN52 El final de una larga historia

Tras varios años las cosas parecían haber vuelto a la normalidad en Nature. Al menos la mayor parte de sus habitantes regresaron a sus quehaceres diarios ignorando que el verdadero final no estaba demasiado lejano. Pero ese periodo de tiempo, entre la muerte de Gloria y de otros muchos que se sacrificaron por darle algo más de existencia a Nature, fue bien aprovechado. Se trató de un intervalo realmente convulso y lleno de cambios. Cuando al fin la amenaza de esos meteoritos y de la estrella de neutrones fue conjurada, no se tardó más que pocos meses en reabrir las rutas espaciales de comunicación con Bios y la Tierra. Con Kinmoku y Nuevo Vegeta fue imposible dado que, para sorpresa de los astrónomos y militares, las regiones del Universo donde esos planetas se situaban daban la impresión de haber desaparecido. Otro curiosamente ni lo percibieron. Nadie comprendía el porqué, salvo unos pocos. Por ejemplo, la capitana Hunter, quien, sabiendo perfectamente a que era debido, optó por mantener el orden en el planeta  y disfrutar en lo posible de su familia. Su hijo Alex, ya ascendido a mayor, viajó de vuelta a Nature para estar con ella por unas semanas. Reunidos un día en familia, charlaron sobre lo que se avecinaba.



-Papá, mamá. Me temo que el final no está lejos.- Les reveló Alex con pesar.-

-Sí, lo sabemos, hijo.- Repuso Giaal.- De algún modo lo hemos sabido desde hace ya algún tiempo.

-Cuando el peligro de la Nada fue vencido la primera vez, algo nos dijo que un día regresaría.- Le contó Susan a su vez.- Y nuestros amigos, Leval, Amatista y Mazoui, por ejemplo, también lo saben. Por eso sus propios hijos fueron a tratar de impedirlo.

-Ellos tienen una importantísima misión, es verdad.- Admitió Alex.- En realidad, cada uno de nosotros hemos tenido un cometido. Eso es algo que Asthel y sobre todo Maray, me enseñaron.- Suspiró recordando especialmente a su novia.-

-Sé que la querías mucho.- Afirmó Susan acariciando la mejilla de su hijo al tiempo que se apenaba por él.-

-Nos reencontraremos, algún día, en algún otro lugar y existencia.- Afirmó Alex con determinación.- Lo sé…

-Bueno.- Comentó su madre tratando de animar aquello.- Espero que puedas venir a ver a tus tíos Alan y Naya. Nos han invitado a cenar en su casa.

-Claro.- Afirmó el muchacho interesándose a su vez.- ¿Habéis sabido algo de los abuelos?.

-Están en la Tierra, me refiero a mis padres, claro.- Afirmó Susan.- Tu tía Debbie envió saludos, pasó con ellos las últimas fiestas. También me comentó que estaba pensando en retirarse, ya está cansada de tanto batallar contra los seres de las sombras. Al parecer, últimamente estos no están dando tantos problemas como antes.

-Presienten algo.- Afirmó entonces el chico sorprendiendo a sus padres.-  Pueden percibir que, de uno u otro modo, el final no está lejos. Y eso nos afecta a todos, buenos y malos, luz y oscuridad.

-Mis padres también enviaron un mensaje hace poco.- Intervino entonces Giaal.- Desean venir a estar a nuestro lado. Ellos también tienen alguna clase de intuición sobre lo que pasa. Sobre todo mi madre, que siempre ha podido leer las cartas del tarot.

-Estaremos todos juntos.- Añadió Alex suspirando para remachar.- ¡Ojalá la prima Fiora, Maray y el resto de nuestros amigos estuvieran aquí!, pero eso no depende de nosotros. Los acontecimientos tiene un devenir que ya no puede ser alterado, es una corriente demasiado fuerte, solo algunas pequeñas cosas podrán matizarse…



            Sus padres no dijeron nada, limitándose a reflexionar sobre esas palabras. El chico por su parte meditó sobre sus propias inquietudes. En efecto, ya faltaba muy poco pero todavía le restaban algunas cosas por hacer con la ayuda de algunas personas. Entre otras, debía resolver en lo posible todos los problemas creados por aquellos que fueron corrompidos por el poder del Libro.



-Quedan ya muy pocas páginas para corregir tanto. Al menos tengo una aliada y sé que puedo confiar en ella. Ha pasado por mucho y ha sido muy importante en esta parte de la historia. Me alegro de habérselo contado todo. - Pensó con alivio.-





 En otra parte del planeta Steph estaba muy ocupada. Tras la marcha de Sonia se había quedado como responsable única de la sede de modas Deveraux en Nature. Ahora tenía la ayuda de Claire. La joven modelo, tras su milagrosa curación y una vez la amenaza contra el planeta fue superada, decidió quedarse. Primero fue a Bios a ver a sus padres y consiguió que su novio Cristopher la acompañase de vuelta. Ahora ya no desfilaba apenas por la pasarela, estaba más volcada en echar una mano a Stephanie en la dirección y en sus obras apostólicas en la Congregación.



-Será maravilloso, le pediremos a Maggie que nos case.- Le comentaba a su novio.-

-Claro.- Convino él.- Por lo que me has contado de ella es una mujer admirable. Primero, el  sacrificio que hizo su hija y luego…

-Bueno, déjalo, no me gusta hablar de eso.- Suspiró la entristecida chica.-

-Jamás me lo has contado. – Opuso su interlocutor mirándola fijamente con sus azules ojos.-

-Me es muy desagradable y muy duro.- Suspiró Claire, quien no obstante, quiso añadir con decisión.- Pero te quiero, eres la persona con la que deseo estar hasta el final de mi vida. Creo que mereces saberlo todo.

-¿Tiene que ver con esa agresión?- Preguntó el chico.- Sé que te hirieron en la cara o algo así, pero luego te dejaron perfectamente. Al menos eso me contaron tus padres.



            La chica movió la cabeza suspirando una vez más. Dar a ese muchacho esa versión tan suave fue una cosa que sus padres y ella decidieron. ¿A qué alarmar más a Cris? Sobre todo cuando tras ese “milagro” ella quedó realmente como nueva.



-Me gustaría que la misma Maggie te lo contase. Para que no me tomes por una desequilibrada.- Se atrevió a sugerir.-

-¡Por favor, cariño! - Se apresuró a decir él tomándola afectuosamente de los hombros.- Jamás pensaría eso de ti.



            Pero como Claire insistió los dos se dirigieron hacia la Congregación del Amor Solidario, el nuevo nombre con el que se había rebautizado aquello. Al entrar caminaron despacio por el silencioso lugar, puesto que no era hora todavía de ninguna ceremonia. Allí, arrodillada y rezando, la vieron.



-Ilustrísima…- Sonrió Claire, agregando de un modo más familiar.- Maggie…perdona por molestarte.



            La mujer, algo más entrada en kilos, con el cabello encanecido y mostrando algunas arrugas, se levantó tras hacer una pequeña reverencia ante el altar y se giró sonriendo.



-Tú nunca me molestas, Claire. – Y añadió saludando al novio de la chica.- Me alegra verte a ti también, Cris. Decidme ¿Qué puedo hacer por vosotros?



            La joven le contó esa conversación que había mantenido con su pareja y su interlocutora asintió. Tras tomarse unos segundos les pidió.



-Vamos a sentarnos a mi despacho. Creo que será mejor.



            Los dos jóvenes la siguieron y una vez acomodados en unas butacas, Maggie comenzó a narrarles.



-Fue un poco antes de la llegada de esos meteoritos y de la estrella. Creo que tú, Claire, me pediste que hablase con el obispo o que le dijera algo sobre Sonia y su hijo, no recuerdo exactamente. El caso es que él había llegado un poco antes, yo me estaba marchando.

-Sí, eso lo recuerdo.- Convino Claire haciendo memoria.- Te vi justo a la salida…

-Pues entré de nuevo para hablar con él y le escuché rezar. O más bien dirigirse a una especie de señor oscuro…Me asusté y salí de allí. Decidí mirar en su despacho, y lo que encontré me sobrecogió.

-Fue aquello que denunciaste unos meses más tarde.- Intervino Claire.- Después de que me revelases lo que sucedió.

-Eso es. Tuve que disimular durante algún tiempo a fin de reunir evidencias incuestionables y recabé la ayuda de personas que sabían mucho de aquello. - Asintió su contertulia.- Y finalmente gracias a ti pude lograr que la gente lo viera.



            Como Cris las observaba sin dar la impresión de comprender aquello, Maggie enseguida le puso al corriente.



-A los tres meses de morir mi hija, cuando Gloria logró destruir esa estrella, la Congregación se reunió para dar gracias y homenajearla…



            Corbin estaba oficiando una ceremonia de agradecimiento e incluso de canonización. Ataviado con una vistosa túnica blanca rendía homenaje a Gloria Elua Derail. Una enorme pantalla mostraba imágenes de esa chica. Los fieles estaban reunidos en la gran sala de actos del Colegio de la fe, y presidiéndolo todo junto a él se encontraba Maggie junto con su esposo. Ambos visiblemente afligidos pero al tiempo orgullosos. También la capitana Susan Hunter, con el doctor Ginga, su esposo, Scott, Clarisa, Franklin e Hipatia y Claire, con Stephanie Kensington, junto con Martin, que había sido nombrado nuevo director del centro hacía apenas unas semanas, entre otros, asistían con una mezcla de emoción, tristeza y orgullo.



-Nuestra hermana en la fe, Gloria Elua Derail, demostró un valor y una generosidad fuera de toda duda cuando ofreció su vida para salvar a la de todos los habitantes de este planeta. Ya lo dijo el Señor, no hay un amor mayor del que da la vida por sus amigos. Y añado, y también por quienes no lo son. Fue una digna hija de sus padres. Siempre tendremos a Gloria como ejemplo de abnegación. Por eso, además de los homenajes públicos que se le han tributado en el planeta, como, por ejemplo, el bautizar una nueva ciudad con su nombre, quisiera elevarla a la categoría de mártir y santa en nuestra comunidad. A buen seguro ahora está a la diestra de nuestro Salvador, intercediendo por nosotros. Pero no soy yo el más indicado para hablar de ella aquí, sino su madre. Nuestra hermana y diácono, Margaret Derail,  fue ella la que le inculcó esos valores de entrega y amor hacia el prójimo a su amada hija y es quien debe honrar su memoria. Por tanto, la invito a subir al estrado y dirigirnos algunas palabras.



            Dicho esto, Corbin descendió dejando su puesto a Maggie. La emocionada mujer subió portando una tablet donde a buen seguro llevaba escrito su discurso. Aunque no recurrió a ella, se puso el micrófono cerca y mirando durante unos momentos al auditorio se mantuvo en silencio. Al fin, después de esos instantes de reflexión, comenzó a hablar con tono suave y controlado.



-Buenas tardes a todos, muchas gracias por venir. Sí, el Obispo lo ha dicho, soy diácono de este lugar, pero sobre todo soy madre de Gloria. Y digo soy porque ella sigue presente para mí. Está en todo lo que me rodea. Mi hija fue una mujer valiente que supo cumplir con el destino que tenía reservado. Lo hizo sin quejarse, ni rebelarse nunca contra él. Cumplió lo que entendía era su deber sin amargura, supo lo que era el valor del amor incondicional y tuvo un buen referente…



            Todos murmuraron con aprobación, aunque Margaret movió la cabeza esbozando una tímida sonrisa para añadir con tintes de auto reproche.



-Sé que estáis pensando en mí, pero no os engañéis. Yo no soy ese referente. Mi hija vivió durante años en Nuevo Vegeta y de la mano de su abuela Elua y de otros nobles saiyajin aprendió el significado de las palabras honor y dignidad. Tuvo también a un padre cariñoso y ejemplar en todos los sentidos. Un hombre que siempre ha estado a mi lado apoyándome y creyendo en mí, tanto cuando lo he merecido, como cuando no. Porque amigos míos, yo no he sido una mujer digna de mi hija.- Suspiró, confesando entre lágrimas ahora.-



            La mayoría de los allí reunidos la miraron con lástima. Otros, como los miembros de la congregación, creían saber a qué se estaba refiriendo Maggie y asintieron, no obstante y para su sorpresa, ella añadió.



-Muchos pensaréis que hablo de mi pasado, de mi antigua vida. Cuando en mi juventud me sentía atraída por otras mujeres. Yo misma lo pensaba hasta hace bien poco. Todos hemos abogado y predicado para que esas personas que dicen estar enamoradas de otras de su mismo sexo reflexionen y vean la luz.



            Hubo murmullos, muchos de aprobación, el propio Corbin asentía. Aquel parecía desde luego otro hermoso sermón de su diácono favorito. El obispo se regocijaba viendo el fruto de su trabajo. De como fue capaz de tornar a una desviada como esa en una mujer de fe. Aunque pronto quedó tan perplejo como el resto cuando Maggie, dirigiéndose particularmente a él, declaró, con un tono de creciente indignación.



-Pues se equivoca, Ilustrísima. ¡Usted mismo lo ha reconocido, mi hija salvó a todos los habitantes de este planeta, a los heterosexuales y homosexuales, a los creyentes y a  los ateos, a los buenos y a los malos y en estos últimos estamos los dos, usted y yo, incluidos!…



            Ahora se propagaron más murmullos pero de asombro y enfado. Alguna voz se alzó incluso gritando…



-¡Pero qué dices! ¿Es que te has vuelto loca?

-¿Cómo te atreves a insultar al obispo de esta manera tan descarada?



            Sin embargo, fue el propio Corbin quien, pensando en que este era un giro retórico más de Margaret, se levantó apaciguando a los fieles de su auditorio.



-Hermanos, no sé a donde quiere ir a parar nuestro diácono, pero en algo no se equivoca, todos somos pecadores, comenzando por mí mismo.

-Dice usted muy bien.- Repuso Maggie retomando la palabra.- Los dos hemos cometido pecados realmente terribles. El mío fue el de acallar mis propios sentimientos y atacar a personas cuyo único crimen fue no ajustarse a la idea que usted tenía del amor. De los suyos prefiero no hablar…al menos todavía. Es mejor cambiar de tema y predicar sobre el amor, la generosidad y la entrega. Como enfermera jamás miré quién era mi paciente, sencillamente traté de ayudarle. Como persona fracasé cuando comencé a dejar que los prejuicios y el odio se colasen en mi alma. Pero gracias a Dios y a mi hija, al fin he podido ver claro. Es irónico, creí ser yo quien tenía que hacer entender a Gloria lo que significaba el amor, llevarla al camino de la luz y fue ella la que me lo ha hecho comprender, fue mi hija quien, con su sacrificio, me ha sacado de las sombras. Se ama a los demás sin tener en cuenta lo que son o lo que sienten. Nuestro Señor jamás censuró a los que amaban, sino a los que odiaban. Por eso, ahora sí que creo que, más que nunca, soy merecedora del Infierno. Por eso quiero pedir perdón.  Y pedírselo a muchas personas, pero en particular, a Kerria Malden, a Mei Ling Chang, a Sonia Calderón, o a Daphne Carson, entre otras, ya que no supe comprenderlas. Cerré mi corazón y mi mente a sus problemas o sus palabras. Ellas tenían razón. Amar es hermoso y no depende del sexo que tengas. Ahora que al fin lo he comprendido, quiero renunciar a este cargo y tratar sencillamente de ser una persona mejor.



            Ahora los murmullos crecieron, algunos asintieron a sus palabras, sobre todo sus amigos y conocidos. No obstante, otros no tardaron en gritarle llenos de indignación.



-¡Traidora, desviada!

-¡Eres una hipócrita!

-¡Tú misma te has condenado, fuera de nuestra Iglesia!



            Sin embargo, Maggie no replicó a eso, se apartó del atril y su esposo enseguida se levantó para abrazarla. Por supuesto que, ante la mirada ofendida del saiyajin, la mayoría de los allí presentes guardaron un temeroso silencio. Más cuando Kiros declaró conteniendo en lo posible su ira.



-Quien quiera atacar a mi esposa se las verá antes conmigo. A ver, tal y como dijo vuestro Señor Jesús. ¿Quién tirará la primera piedra?





            Un silencio sepulcral siguió a ese abierto desafío. Estaba claro que nadie estaba tan loco como para provocar a un guerrero de tal poder. Y fue en ese instante cuando Claire, con tono calmo y suave, tomó la palabra.



-Señoras y señores, tengo aquí algo que les hará ver…No simplemente lo que Maggie dice, sino toda la verdad…



            Algunos de esos fanáticos asintieron entonces. Esa era una buena chica. A buen seguro que dejaría en mal lugar a esa traidora. Otros simplemente creían lo que Corbin comentó, interrumpiendo a la modelo.



-Nuestra hermana Maggie está trastornada por la pérdida de su amada hija. Eso es algo normal. No debéis mostrar ira, sino compasión hacia ella.



            Lo que no esperaba el obispo es que la joven a la que él sanó tan milagrosamente le rebatiera espetándole con enfado.



-¡Cállese ya, farsante!



            Y antes de que él pudiera replicar, la muchacha conectó la tablet que Maggie había dejado en el atril con la pantalla gigante del auditorio del colegio. Allí comenzaron a verse imágenes cuando menos que turbadoras. El propio Obispo abrió la boca siendo apenas capaz de musitar.



-Pero. ¿Cómo?...



            Fue terrible, pero sin ser capaz de saber cómo, vio aquel terrible momento, cuando su entonces novia Marianne le traicionó con Paulette. Y la terrible venganza que él llevó a cabo. No pudo imaginar quién fue capaz de grabar aquello. Aunque al fin lo supo.



-¡Ese tipo, fue él! - Se dijo maldiciéndole y preguntándose entre perplejo y espantado.- ¿Pero cómo ha llegado esto a manos de Maggie?



A su vez, la mayoría de la gente estaba perpleja y horrorizada. Tras eso, en otras imágenes, la misma Paulette salía con un rostro demacrado y expresión entre resignada y llena de dolor, declarando entre balbuceos.



-Si alguien algún día puede ver esto, que sepa que ese hombre, ese que se las da de justo y de enviado de Dios, es un terrible maniaco. A mí me destrozó la vida, y también acabó con la de mi amor… ¡Pobre Marianne, incluso ahora te compadezco a ti más que a mí misma! Lo mío fue terrible aunque al menos duró poco. Pero tú tienes una tortura infinitamente peor, obligada a vivir con él día tras día y a fingir que le amas…

-Estas imágenes las grabó esta pobre chica dos semanas antes de morir. Fue su último testimonio. – Intervino Maggie denunciando indignada.- Tuvo que deambular por las calles y prostituirse. ¿Por qué? Porque tras las terribles violaciones que sufrió, cometidas por los sicarios de su ”Ilustrísima,” se refugió en el Loten. Su familia intentó ayudarla a salir de ese infierno. Incluso la fundación contra las adicciones presidida por la princesa de Venus, junto con la cantante y reportera Katherine O´ Brian y la ex modelo Brenda Walsh, intentaron auxiliarla. Por desgracia, Paulette fue uno de esos casos en los que ya nada pudieron hacer. Al poco, una sobredosis la mató. Esta desdichada dejó algunas grabaciones más. Fue la señorita Walsh, la mujer que llegó a dirigir la sucursal de modas Deveraux aquí, en Nature, quien me las envió.



            Todos observaban con la boca abierta, Martin entre ellos, con el rostro demudado por el asombro y el horror. Comprendía bien aquello, pensaba en su esposa, pese a que él jamás había adoptado esos métodos. Aunque ahora, rememorando esa noche en la discoteca, cuando la vio con Sabra, pensó con arrepentida amargura.



-¡Dios mío! Estuve a punto de convertirme en alguien como Corbin.- ¿Y si a Daphne le hubiera dado por hacer algo así para escapar de esa terrible realidad que le impuse? De cualquier modo destrocé su vida, le privé de su verdadero amor…





            Aunque fue la propia Claire quien desveló para mayor estupefacción y repulsa del resto.



-Y el ataque que sufrí, no fue el fruto de unos simples canallas homófobos. ¡Estuvo orquestado! ¡Tenían que desfigurarme primero para que usted me curase!



            Ahora Corbin observaba a su alrededor enfrentando esas mirabas que le atravesaban con indignación y reproche en su inmensa mayoría. Más cuando en la pantalla aparecieron un grupo de tipejos, medio cubiertos con capuchas, que escuchaban las órdenes del imán Salim.



-Recordad, id a por la que está con esa desviada, será ejemplarizante para todos esos pervertidos. Y después, nuestro hermano Corbin se ocupará de todo. Haremos nuestro milagro para que él pueda hacer el suyo.



            A pesar de todas esas evidencias, algunas voces se alzaron todavía en defensa del obispo, y una preguntó.



-¿Y si eso es verdad? ¿Cómo pudo el obispo hacer esos milagros? ¿Acaso no prueba eso que Dios estaba con él y que aprobaba sus métodos?



            Aquello era mucho más complicado de explicar. Maggie lo sabía pero no ignoraba que la respuesta no podía ser difundida. De hecho, recordó cómo llegó ella a descubrirla. Tuvo después un interlocutor, quien, tras contactar con ella, le puso al corriente y le predijo que tendría confirmación de lo que le contaba. Así, al poco tiempo, paradójicamente recibió un mensaje desde Bios, uno enviado por la hija de la doctora Julieth Sullivan.



-Señora Derail. Soy Helen Sullivan, si no me equivoco usted habrá encontrado un cuaderno de tapas negras de cuero con cosas realmente extrañas escritas en él. No puedo decirle quien, pero alguien me ha contado lo que eso es. Es un elemento de mucho poder, capaz de alterar el destino, con una pluma especial se pueden realmente escribir acontecimientos que acaecerán. Le pido que, si también tiene esa pluma en sus manos, no escriba nada…Sé de muchas personas que han abusado de ese poder y al final se les volvió en contra. ¡Por favor!, tenga mucho cuidado. Al principio casi siempre se tienen buenas intenciones pero luego, de un modo u otro, eso te roba el alma y pervierte todo lo bueno que intentases hacer, provocando consecuencias tan inesperadas como terribles.



            Y ella creyó esas palabras a su vez tan extrañas como impactantes. De hecho, su sorprendente informador se lo había advertido antes. Aunque desde luego que, con ese librito y aquella pluma en sus manos, tentada estuvo de poner algo. Finalmente tuvo una idea mejor. ¿Quién sería más indicado para eso que alguien con inspiración literaria y un corazón puro? No lo dudó y un día fue al Clargin, allí habló con Hipatia. La joven la miró con gesto incrédulo y hasta divertido para afirmar tras escuchar aquello.



-Tiene usted una imaginación prodigiosa. Es una historia realmente buena.



            Lo cierto es que Maggie suspiró aliviada  al ver que esa chica no la creía. Entonces fue más astuta y le comentó.



-Vale, me has pillado, pero es que no sé cómo continuar, dime, ¿Qué escribirías tú si tuvieras apenas unas pocas líneas y quisieras ayudar a algunas personas y denunciar a otras?



            Y le contó a grandes rasgos lo que pretendía aunque sin dar nombres y camuflando eso como una simple historia de su invención. Al terminar de escucharla la muchacha se permitió meditar durante unos momentos y al fin respondió, tomando una Tablet que Margaret le había dejado.



-Pues... Pondría esto…





            Así le escribió algunas ideas que Maggie no tardó en emplear, comenzando por Corbin  a quién hizo olvidar que poseía ese mismo cuadernito que le había quitado. Después, escribió que deseaba conocer y poder demostrar la verdad. Y luego…por supuesto, tuvo la tentación más evidente  que una madre pudiera sufrir. Devolverle la vida a su hija. Sin embargo y por causas que no pudo comprender, la pluma no escribió eso. Era algo que sencillamente no podía hacer. Se acordó de las palabras de su informador en Nature, y de la propia Helen quien además le contó.



-Existen agendas capaces de obrar grandes prodigios y luego está el Libro de los Días. En él se puede anotar cualquier cosa, pero hay algunas que no pueden ser cambiadas. Es como si fueran hechos fijos, tan trascendentales que deben suceder. En tanto, otros eventos se pueden modificar. Sé que le sonará a locura, pero crea que lo he visto. He conocido a una persona que escribió en ese libro. Me pidió, me rogó que le enviara este mensaje puesto que leyó hace ya tiempo que esto sucedería. Fue quien le dio a Corbin este poder. Y lo hizo sencillamente para pasar el rato y también por despecho. Ahora lo lamenta y solamente desea enmendar el daño que causó.



            Margaret lloró llena de tristeza al acordarse de eso. Musitó en tanto tomaba aquella pluma.



-Cariño, no puedo volver a traerte, eso sería pecar del mismo egoísmo que poseyó a Corbin y  a otros,  pero al menos haré que algunas personas recuperen las vidas que debieron tener. Además, debo ayudarle a él, por algo confió en mí y esto es demasiado para uno solo.



            Y tras ojear los casos que mejor conocía, se dispuso a remediarlos en lo que pudiera. Sin ir más lejos, añadió algunas líneas en la historia de Paulette. Y aunque no pudiera evitar su muerte, al menos se las arregló para que no acabase tirada en medio de un callejón sino que tuviera un mínimo gesto de apoyo y humanidad en la fundación de la princesa de Venus contra las adicciones. Ahora, escuchando esas voces airadas que eran contestadas por otras no menos enfadadas, decidió que era suficiente, tomó el micrófono e intervino para hacerlas callar.



-No sé qué trucos pudo emplear el Obispo Corbin, pero lo que es seguro es que se valió de la credulidad y del dolor de personas inocentes para manipularlas. Por eso yo le acuso…ante nuestro Señor y ante los hombres. Ilustrísima, ¡Usted quiso jugar a ser Dios! ¡Su pecado fue el del mismísimo Lucifer!

-No me arrepiento de nada. ¿Lo oyes? - Exclamó airadamente él, una vez superada su sorpresa.- Hice la voluntad del Altísimo y lo volvería a hacer. ¡Las desviadas merecéis ir de cabeza al Infierno! Solo apliqué la justicia de Dios.



            Susan entre tanto había llamado a la policía, con las pruebas allí expuestas y seguramente las que faltaban por salir a la luz, bastaría para detener a aquel tipo. Las autoridades no tardaron en hacerlo. Los agentes de la ley tuvieron que crear un cordón para sacar de allí a su Ilustrísima, en parte por los deseos de muchos de lincharle, y por otra, por la encendida defensa que de él hicieron algunos. Tras muchos esfuerzos se evitó que aquello degenerase en una batalla campal. Ahora Cris estaba anonadado, apenas podía creer lo que escuchaba.



-¿Una especie de libro mágico? ¿Estáis de broma?...

-No, ¡ojalá fuera así!- Afirmó Claire aseverando.- Yo misma pude verlo, Maggie me lo enseñó y en él estaba escrita toda mi vida, e incluso parte de la tuya.

-Bueno, pues podríais escribir algunas cosas más.- Les sugirió el chico.-

-Ya no es posible, lo completé.- Afirmó Margaret aliviada al confesar aquello.- Y  por lo que Helen me contó, en ese gran Libro del que todo emana, se están quedando sin páginas.

-Bueno, pues comprad otro.- Se sonrió el chico moviendo la cabeza para sentenciar divertido.- Hay que admitir que tenéis mucha imaginación. A ver si lo adivino, has mencionado a la escritora, a Hipatia Gillian. ¿Verdad?

-Sí.- Admitió Maggie.-

-Imagino que será un nuevo libro que está preparando. Seguro que os ha pedido que vayáis contándolo por ahí, a ver si el argumento gusta.- Elucubró él.-

-Eso es. Lo has descubierto.- Concedió Margaret sonando con voz resignada. – Eres un chico muy listo…



            Y es que ella misma se aseguró de que Hipatia alcanzase su sueño, con apenas unas palabras, “esta chica será una escritora famosa y con talento”…quiso premiarla por su bondad. Y en tanto Cris y Claire se despedían de ella, pensó que, lamentablemente no pudo ayudar de igual modo a Sonia.



-Al menos Mei Ling pudo regresar para unirse a ella en la búsqueda de Richard, y más tarde lo han hecho Daphne y Sabra…- Recordó pensando en otra persona que poseía esa revelación, alguien que ella jamás hubiera ni tan siquiera imaginado.- Yo no puedo hacer más. Sonia, sólo puedo desearos lo mejor…



            Y es que la modelo pasó un tiempo muy angustiada buscando a su hijo. Eso fue antes incluso de que la amenaza de los asteroides y la estrella de neutrones alcanzase Nature. Después, pese a la alegría de la inmensa mayoría de la población por haberse salvado, Sonia estaba desconsolada. Lo único bueno fue que, un par de semanas más tarde, el tráfico de naves fue restaurado. La española tuvo que esperar todavía otros quince días más hasta que su esposa pudo volver. Al llegar Mei Ling  a la terminal de desembarco donde su cónyuge la esperaba, las dos se abrazaron, se besaron largamente y lloraron. No obstante, la alegría del reencuentro se vio ensombrecida cuando la modelo le contó en detalle.



-Como te dije por holo mensaje Rafa ha desaparecido y se ha llevado a nuestro hijo. He estado indagando aquí, buscando en cada refugio y preguntando a las autoridades de Nature si les han visto o localizado. Nadie sabe nada. Creo que lo más probable es que haya vuelto a la Tierra. La única que parece saber algo es Maggie. Ha tratado de ayudarme en todo lo que ha podido. Me dijo que tras, perder a su hija, no quiere que nadie tenga que pasar por lo mismo.

-¿Perder a su hija?¿Qué le ha pasado a Gloria?- Exclamó la anonadada y horrorizada a un tiempo, Mei Ling.-



            Su pareja no se lo había dicho. Estando tan centrada en su propio drama personal, ni pensó en ello. De modo que ahora Sonia le resumió brevemente lo sucedido, la oriental quedó tan perpleja como consternada. Pero desgraciadamente nada se podía hacer ya por esa valiente muchacha, así que se interesó por lo que fuera que la enfermera le desvelase a su pareja. La española entonces prosiguió.



-Me dijo que quizás el obispo Corbin le sugirió a mi ex que se llevase allí al niño. Mencionó un nombre, Némesis, no sé lo que eso es, quizás un planeta o un lugar en la Tierra. Maggie no pudo averiguar más. ¡Por favor, Mei Ling, vayamos allí! Tenemos que encontrar a Richard.

-Claro que sí.- Convino la oriental.- Iremos a la Tierra, pediremos ayuda a mi primo y al grupo de los guardianes, entre todos indagaremos y le encontraremos. Nuestras amigas nos ayudarán.

-Sí, eso espero.- Deseó la española, agregando con extrañeza.- Me dijiste que Daphne venía contigo…

-Al final no pudo ser. – Suspiró la oriental quien no parecía querer hablar de ello.-

-Pero. ¿Está bien?- Quiso saber Sonia mirando a su esposa con perplejidad y algo de inquietud, su expresión desde luego era de tristeza.-

-Tuvo problemas de salud. Ha tenido que quedarse en la Tierra para recuperarse. Pero seguro que vendrá pronto.- Afirmó Mei Ling tratando de recobrar la jovialidad sin conseguirlo.-

           

            Sonia asintió, no tenía caso seguir indagando sobre aquello, bastante tenía ya con pensar en su hijo. Sencillamente le deseó a la maestra lo mejor. Por su parte, Stephanie había atravesado también por un torbellino en su propia vida. Al poco de superar esa amenaza tanto ella como Trent dejaron su relación. Fue la propia mujer quien se dio cuenta de que ya no amaba a ese muchacho. Solamente podía pensar en Martin y en estar junto a sus sobrinos. Aunque para su sorpresa, cuando quedaron para hablar y tras atreverse a confesárselo, el joven replicó con resignación.



-Desde hacía un tiempo ya me di cuenta de que no me mirabas del mismo modo. Y que cada vez estabas más unida a tu familia.

-Lo siento mucho.- Musitó ella.- Sé que es duro, y que pensarás que soy una despreciable egoísta, yo…

-No.- Sonrió él, tomándola con suavidad de una mano para desvelarle a su vez.-  Podría hacerme el dolido o fingir estar enfadado. Pero no sería justo, ni sería verdad. Si te soy sincero, me ha sucedido algo parecido. He conocido a otra persona.



            Fue el turno de Steph de mirarle con perplejidad. Más cuando su ya ex novio le confesó de quien se trataba.



-¡No puedes estar hablando en serio!- Repuso ella casi con asombro a la par que incredulidad.- ¡Es una asesina, una criminal! Ni tan siquiera es humana.- Denunció indignada.-



            Trent guardó un embarazoso y culpable silencio, no podía desmentir eso, aunque finalmente admitió.



- Ni yo mismo lo entiendo. Es más, sabiendo lo que tú acabas de decir, cuando la conocí llegué a odiarla. Pero ha cambiado. Ahora es una mujer libre y ha colaborado en salvar este planeta. Su deuda está pagada y quiere comenzar una nueva vida. Formará parte del ejército de Nature y yo… bueno, le voy a proponer que se case conmigo. ¿Sabes Stephanie? No sé siquiera si me dirá que sí o simplemente se reirá en mi cara, pero tengo que intentarlo.



            Al fin, superada esa primera sorpresa e incluso indignación, la modelo suspiró afirmando con tono afectuoso.



-No tengo derecho a juzgar a  nadie, más siendo como tú dices.  Todos podemos cambiar y tenemos derecho a intentar ser felices. Te deseo lo mejor, bueno, a los dos, de todo corazón.



            Y de este modo se separaron, aunque no con tristeza, siempre tendrían todos los años que pasaron juntos como pareja. Por ello, su relación sería especial, la de dos buenos amigos. De modo que cuando Stephanie llegó a casa esa tarde, aguardó impacientemente a Martin.  Ya nada se interponía en su determinación. Deseaba decirle que le amaba y que quería compartir su vida con él.



-Quizás no me quiera de la misma forma. - Llegó a pensar.- Pero de todas formas estaré a su lado. Al menos cuidaré de mis sobrinos…



            Por otra parte, Trent fue de camino a la base militar, allí aguardó. Al poco una mujer de larga melena castaña y ojos azules vestida con uniforme militar de faena, salió, al verle sonrió. Se acercó a él pasándole los brazos por el cuello y le besó apasionadamente.



-Vaya, abogado.- Comentó ella con tono meloso.- ¿En qué lío estoy metida ahora?. Tu mensaje decía urgente.

-Quería verte. -Acertó a decir él.- Últimamente ha sido difícil.

-Desde que la capitana Hunter me puso al mando de la escuadrilla de las Figther Ladies con el grado de mayor, he estado muy ocupada.- Replicó Ángela afirmando ya con más seriedad.- No deja de ser una ironía, ahora lidero a aquellas contra las que un día luché.

-Veo que te gusta esa ironía.- Comentó agudamente él.-

-No me puedo quejar, tras salir con vida de esa misión suicida.- Repuso la mujer, admitiendo sin reservas.- La capitana tiene mucho valor. Se ha ganado mi respeto. Y bueno, si este planeta va a ser mi hogar para siempre, ¡qué menos que contribuya a defenderlo!

-Por eso mismo quería hablarte, ya que has decidido echar raíces aquí.- Pudo decir el chico, añadiendo con tono pretendidamente desenfadado.- Me gustaría invitarte a cenar esta noche, si es que puedes. Para charlar con más calma.

-¡Vaya! Invitarme a cenar ¿eh?- Se sonrió pícaramente ella, añadiendo divertida.- Seguro que luego querrás algo a cambio. No te preocupes, del postre me ocuparé yo…tengo un apartamento muy acogedor que mi antigua jefa me ha dejado. Supongo que para evitar que tomase represalias contra ella por testificar en mi contra.





            Ahí Trent torció el gesto, no le gustaba nada recordar esa parte de la vida de Ángela y se lo indicó, eso sí, con diplomacia.



-Cada uno hicimos lo que teníamos que hacer. Eso ya está en el pasado. Nelly es una buena mujer y ahora…

-Sí, lo sé.- Le cortó su interlocutora como si aquello no le resultase agradable, o incluso le pareciera aburrido, alegando diríase que con algo de malestar.- No sería tan estúpida después de haber obtenido mi libertad. No temas por ella, ni por Dean.  Si es de eso de lo que querías hablarme puedes ahorrarte la cena.

-Queda tranquila, es sobre otros temas. – Afirmó su contertulio quitándole importancia al asunto.-

-En ese caso, ¿ a qué hora quieres que quedemos?- Le preguntó ella.-

-¿Te parece a las siete en el restaurante del barrio viejo?- Propuso el joven.-

-Es un buen sitio, y caro.- Matizó Ángela con aprobación.-

-Gano mucho como abogado. Tengo unos honorarios importantes, entre otras cosas gracias a tu caso. Me lo puedo permitir.- Aseguró Trent añadiendo.-Es más, te pasaré a recoger aquí.

-Ahora estoy de permiso. Mejor ven a buscarme a mi apartamento. Te daré la dirección, luego tendrás que llevarme de vuelta. Ya sabes, para el postre. - Se sonrió la muchacha.-  



            En ello convinieron. Entre tanto, los aludidos en su conversación estaban en el Clargin. Dean mismo se ocupaba de atender a algunos clientes en tanto, sentada en  una  mesa de la esquina interior del local, Nelly daba de merendar a una niña de cabellos oscuros como los suyos y ojos azules que rondaría los seis años.



-Vamos Aurora. Tienes que tomarte la fruta.- Le insistía con tono amable aunque firme.-

-No quiero más, mami.- Musitaba la cría moviendo la cabeza.-

-Si eres buena y te la tomas toda, la abuela Gin te dará un poco de tarta Sandy.- Le prometió su sonriente madre.-

-¿De verdad?- Exclamó la niña con visible entusiasmo.-

-Claro que sí, cariño mío.- Intervino la aludida, sonriendo a la pequeña.-



            Eso pareció obrar el prodigio de hacer que la cría se comiera la manzana que le restaba. Su abuela asintió con aprobación.



-Enseguida voy por la tarta…¡Ay!- Suspiró Ginger entre nostálgica y divertida.- Eres igualita que tu madre cuando tenía tu edad.



            Nelly sonrió, ese era un bonito cumplido, significaba mucho más de lo que parecía. Y es que al fin, tras superarse esa catástrofe que se cernió sobre Nature, decidió vivir la vida y ser feliz. No dudó en aceptar la oferta de Dean, quiso formar parte de su familia y hacerlo en condiciones. Los dos se casaron, no ya solamente por ellos sino por darle una alegría a Ginger. Fue una hermosa boda, ella, pese a todo vestida de blanco, aunque por su profesión, no era precisamente muy pura. Pero fue curiosamente Maggie quien un día le comentó, un poco antes de la boda, cuando Nelly le expresó esa inquietud.



-La pureza, querida mía, está dentro del corazón y del alma, no en otras partes del cuerpo. Y tú siempre fuiste pura y buena. Ya es hora de que también seas feliz…



            Emocionada se abrazó a esa mujer que parecía haberse vuelto mucho más bondadosa y dulce, pese a que Nelly nunca tuvo queja de ella. Es más, siendo ahora la obispo de Nature hasta se brindó a casarles. Pero eso no fue todo. Antes de la ceremonia, tuvo otra maravillosa sorpresa. La misma Maggie, aproximándose a la novia,  le comentó justo antes de entrar en la iglesia.



-Hay una persona que desea ser invitada. Aunque no tiene acreditación. Pero dice conocerte.- Le contó.-





            Nelly se sorprendió, aunque cuando vio a ese hombre acercarse su corazón dio un vuelco. Era un tipo alto, de cabello castaño oscuro y ojos azul aguamarina. Nada más verla sonrió. La emocionada chica exclamó.



-¡Orix!...

-Hola hermanita.- Pudo  decir el interpelado dominando a duras penas sus propios sentimientos.-

-Creo que, en este caso, no quedaré mal si le cedo mi puesto como padrino en la ceremonia.- Sonrió Giaal, quien estaba ahora junto a su esposa.-



            Por supuesto que la novia sonrió entre lágrimas. ¡Estaría encantada de que su hermano la condujese al altar! Y también estaba Wina, que ejercería de madrina. La chica vino junto con sus padres especialmente desde la Tierra, a dónde se habían trasladado a vivir tras el episodio de la estrella. La familia estaba trabajando en la sede de la Masters Corporation en Nueva York. Y la amiga de la infancia de Nelly le contó que se había comprometido a su vez con un estupendo muchacho.



-Espero que vendréis a nuestra boda.- Le dijo con visible alegría y emoción.-

-Claro que si.- Sonrió su interlocutora.-



Y también asistió Keiko quien además cantó en la ceremonia. Una canción que la propia Nelly le solicitó dado que unía la desazón de su vida, tras ser primero repudiada y abusada por su padre y después la llegada de Dean que poco a poco, fue llenando ese vacío y esa tristeza en la que estuvo sumida.



Y todo lo que recuerdo es tu espalda
caminando hacia el aeropuerto dejándonos en tu pasado
viajé 1500 millas para verte
te rogué que me quisieras pero tú no quisiste

pero pieza por pieza él me recogió
del piso donde abandonas las cosas
y pieza por pieza él llenó los huecos
que dejaste en mí a mis seis años de edad y sabes


él nunca se aleja él nunca pide dinero
él me cuida él me ama
pieza por pieza él restauró mi fe
en que un hombre puede ser bueno y que un padre puede quedarse

y todas tus palabras quedan llanas
hice algo por mi cuenta y ahora quieres volver
pero tu amor no es gratuito se tiene que ganar
antes no tenía nada que quisieras así que yo no valía nada

pero pieza por pieza él me recogió
del piso donde abandonas las cosas
y pieza por pieza él llenó los huecos
que dejaste en mí a mis seis años de edad y sabes


él nunca se aleja él nunca pide dinero
él me cuida porque él me ama
pieza por pieza él restauró mi fe
en que un hombre puede ser bueno y que un padre puede quedarse

pieza por pieza

pieza por pieza

pieza por pieza

pieza por pieza

pieza por pieza

pieza por pieza

pieza por pieza caí lejos del árbol/no soy de tal palo tal astilla
yo nunca la dejaré como tú me dejaste
y ella nunca tendrá que preguntarse su valor
porque a diferencia de ti yo la antepondré y sabes


él nunca se alejará él nunca romperá su corazón
él cuidará de las cosas él la amará
pieza por pieza él restauró mi fe
en que un hombre puede ser bueno y que un padre debe ser grande

pieza por pieza

pieza por pieza

pieza por pieza



(Piece by Piece. Kelly Clarkson. Crédito al autor)



-Fue un día precioso e inolvidable.- Rememoró Nelly sonriendo todavía al pensar en él.-



Y a los dos años nació su hija. Como era evidente quiso llamarla Aurora, en recuerdo de  la mujer que fue su madre.



-Cariño, eres en verdad parte de ella. - Le susurró a su bebé cuando nació.- Y ahora empiezo a comprender el amor que mi madre tuvo por mí. Te prometo que siempre estaré contigo y que intentaré que nunca te sientas falta de afecto.



            Y mirando ahora a su hijita comer a dos carrillos la generosa porción de tarta que su abuela le sirvió, sonreía. Solamente lamentaba que su “ hermana” Kassandra se marchase, dijo querer encontrar a algún otro miembro de su especie. Y también le confesó que no se hacía a compartirla con su nueva familia.



-Te deseo toda la fortuna del mundo.- Le dijo Kassandra al despedirse de ella, poco después de la boda.- Cuida mucho a tu esposo y se feliz.

-Adiós, hermana.- Sonrió débilmente Nelly abrazándola para añadir con emoción.- Cuídate mucho…



            Y Kassandra se marchó camino de Kinmoku, allí esperaba encontrar alguna pista sobre otros seres parecidos a ellas dos. Tuvo la ayuda del ya coronel Enzo Cortés, quien, por otra parte, se comunicó con otras personas en Nature…



-¡Ojalá que tú también encuentres la paz y la felicidad.- Le deseó a Kassandra.-



Ajenos a todo eso, Nelly y su familia eran en efecto, dichosos. Ella no podía querer más a su hijita. Dean también las observaba muy feliz. Tras tantos años de sinsabores y vaivenes pudo redimirse y trabajar de modo honrado. No es que estuviera a tiempo completo en el local cuya propiedad compartían su madre y de su esposa, únicamente se pasaba de forma ocasional a echar una mano, de hecho tenía su propio empleo como técnico informático, encargado entre otras cosas, de la protección y seguridad de los códigos militares de Nature. ¿Quién mejor que él, un ex hacker, para ello? Y compartía responsabilidades con Franklin. Ese tipo era un auténtico genio y posiblemente se casara pronto. Si es que le hacía algo de caso a esa saiyajin…



-En los ordenadores es un genio, pero en la vida social… es casi peor que yo.- Se sonreía pensando en su colega y amigo.-



            Franklin desde luego había ido ganando atractivo con la edad. Atrás quedaba ese bisoño muchacho, que ya era todo un hombre. Sin embargo, se había ido centrando cada vez más en su trabajo, más aun tras esa terrible amenaza. De hecho, y aunque ni él mismo deseara admitirlo, jamás superó la muerte de Gloria. A su mente acudía aquel recuerdo del beso que ella le dio la última vez que la vio. Una tarde fue incluso al lugar en donde se había erigido un monumento a la saiyajin que hacía las veces de simbólica tumba. Allí, de pie y bajando la cabeza, más que rezar, la recordaba. No obstante, al cabo de un rato, una voz femenina le sacó de sus reflexiones.



-Era una guerrera sin igual, y mi maestra.- Escuchó decir con admiración y tristeza.-



            Al volverse hacia esa voz vio a una mujer de estatura media, cabellos  negros y cortos y ojos marrones.



-¿La conociste entonces?- Inquirió él.-

-Sí, y mi mayor deseo es llegar a ser al menos la mitad de buena saiyajin de lo que ella fue.- Replicó esa joven, para presentarse.- Me llamo Thalia Mardok.

-Franklin Gillian.- Repuso el joven a su vez.- Encantado…



            Charlaron durante un buen rato y él la invitó a tomar algo. Quizás se arrepintió dado que esa chica comía como un batallón entero. Ella debió de darse cuenta tras devorar tres raciones de tarta y beberse cuatro batidos.



-Lo siento, mi raza come mucho.- Se disculpó algo azorada.-

-Lo sé. Gloria era igual.- Sonrió el muchacho mirándola casi con ternura para confesar con voz queda.- Cuando te miro, por unos instantes me parece estar viéndola…



            Sin saber muy bien porqué Thalia sonrió. Ser comparada con su maestra, aunque fuera por una nimiedad como esa, le sonaba al mejor de los elogios. Y tampoco estaba acostumbrada a tratar con un varón humano en esos términos. Bien es cierto que llevaba años viviendo en Nature, aunque tras el cataclismo como algunos lo llamaban, había estado entrenándose con tesón. Absorta en cumplir la promesa que le hizo a su difunta mentora no tuvo tiempo de intimar ni tan siquiera con los pocos miembros de su propia raza que vivían en Nature. Y ahora miraba entre curiosa e interesada a ese hombre. No era nada fuerte, eso estaba claro, pero a pesar de eso le transmitía algo, una especie de aura de bondad y seguridad que la fascinaba. De hecho, tras esa improvisada cita vinieron más y la chica supo que deseaba que Franklin fuera su pareja. Comenzaron a salir al modo humano y él hasta la llevó a  su casa. Tanto Clarisa como Scott, los padres del joven, enseguida la tomaron afecto, e Hipatia lo hizo incluso en mayor medida. Las dos eran de la misma edad y compartían admiración y cariño por la fallecida Gloria…



-¡Y no, esta vez Hipatia no es lesbiana!  No surgirá esa clase de relación entre ellas. - Se sonrió Alex leyendo aquellas páginas.- Creo que, tras todo lo acaecido, el Demiurgo ha decidido no repetirse una vez más…



            El joven suspiró. También veía cuan pocas páginas quedaban ya…Muy escasas quizás para ir culminando los avatares de tantas personas que le habían llegado a ser muy queridas. Y es que desde que Asthel le confiara que él tendrá esa responsabilidad lo había hecho lo mejor que pudo. Demasiados sacrificios para todos, demasiadas penurias, pero eso contribuyó a que el gran volumen de tapas granates creciera.



-Esas agendas han ayudado a que la historia creciera, pero también nos han dado muchos quebraderos de cabeza. Por suerte, casi al final, pudimos resolverlo, entre Maggie y yo. Desgraciadamente, ese casi, les ha costado mucho dolor y sufrimiento a bastante gente. Pues pese a todo, quedan partes oscuras que no pudimos solventar…alguien se nos adelantó.- Suspiró resignadamente. -



            Y leyó algo más, sobre Trent y Ángela. En el restaurante, sentados alrededor de una lujosa mesa, los dos se miraban. Habían terminado de cenar y ella, sonriente, le propuso.



-Tras el postre vamos a mi apartamento. Quiero agradecerte esta velada.



            Así fue, Trent pagó y los dos se dirigieron hacia el piso que Ángela ocupaba. Era aquel en el que su compañera de profesión Mandy ejerciera. Aquella chica dejó eso hacía años y pudo terminar su carrera. Ahora trabajaba de psicóloga. Alguna vez se vio con la Arcoily y le confesó que, tras años en compañía de tantos clientes, eso le había enseñado mucha más psicología que sus estudios. No obstante, deseaba olvidar esa etapa de su vida. Ahora tenía novio y era feliz. Eso le comentó Ángela a Trent en tanto llegaban y entraban a la casa.



-La pobre únicamente teme que algún antiguo cliente la reconozca un día. Tiene miedo de que su pasado la alcance. Y la puedo comprender perfectamente. Me sucede lo mismo.- Admitió con un tinte más serio del que solía.-

-No tiene porqué ser así. Ya has pagado por tu pasado.- Quiso animarla Trent.-

-Siempre habrá gente que me reconozca y que no confíe en mí. La propia capitana Hunter no se fía del todo y no se lo puedo reprochar.- Sentenció la Arcoily con amargura.-

-Escucha.- Afirmó el joven posando sus manos sobre los hombros de ella.- Yo confío en ti. Y no solamente eso. Ángela…te quiero.- Le confesó dejándola perpleja.- Y me gustaría que.. bueno.



            Sin más palabras Trent dobló una rodilla ante la atónita piloto y de su bolsillo extrajo una cajita que entreabrió. Ángela vio entonces un hermoso anillo con un diamante, en tanto su pareja le preguntaba.



-¿Quieres casarte conmigo?...

-Por supuesto que no.- Fue la contundente y desmoralizadora respuesta de ella.-



            Y ante la boca abierta del joven y su mirada llena de decepción, la mujer añadió.



-Soy piloto militar, y una Arcoily, una cosa es pasar el rato con un humano y otra muy distinta enlazarme con él. Jamás podría hacer eso. Lo siento, no lo digo por ti. Deseo ser libre, al menos en lo posible y mientras pueda disfrutar de ello.

-Yo, lo siento, no quise ponerte en una situación incómoda.- Se justificó el abatido Trent.-

- Sé que tenías una novia a la que querías. Y nunca pretendí que eso cambiase.- Afirmó Ángela.-

-Ella también se ha enamorado de otra persona, pero eso no tiene que ver. -Musitó el chico.-

-Escucha.- Suspiró su interlocutora tratando de sonar conciliadora.- Nunca fui alguien que gustase de comprometerse. Mi único juramento de lealtad era para mi mundo de origen. Cuando allí se olvidaron de mí ya no me quedó nada. Agradezco tu ayuda en el juicio y esos sentimientos que dices me profesas, pero jamás podría sentir lo mismo y ya es hora de dejar de mentir. Siempre podremos vernos e incluso pasar algún buen rato. Sin embargo, eso será lo más que seré capaz de darte.

-Agradezco tu sinceridad.- Asintió el abatido joven dándose la vuelta para marcharse.-

-¿De verdad no quieres que nos acostemos?. Al menos puedo compensarte con eso.- Le ofreció la mujer.-

-Veo que efectivamente no comprendes a los humanos. No es culpa tuya.- Sentenció él, para remachar con tinte de despedida definitiva.- Adiós Ángela.



            La Arcoily le vio salir de la casa y cerró la puerta. Tras meditar por unos instantes se encogió de hombros y decidió descansar…



-Vaya, las cosas no siempre tienen un final feliz.- Se dijo Alex.- Hay personas que parecen predestinadas a la soledad y a la tragedia…



            Por ejemplo, pudo ojear el caso de Daphne. Al fin, años después de que Nature fuese salvado, fue capaz de retornar. Acompañada por Sabra las dos descansaban en un hotel tras su llegada al astropuerto. Aguardaban a verse con alguien. De todos modos, ninguna precisaba realmente dormir. La israelí miraba por la ventana observando desde la seguridad de esa habitación como el débil sol de ese planeta estaba a punto de ponerse.



-¿Has quedado con Stephanie aquí?- Le preguntó.-

-Al menos, eso me dijo cuando hablamos. Le di esta dirección.- Contestó su interlocutora.-

-Quizás sería mejor que os dejara a solas, para que podáis reencontraros como dos hermanas y hablar de vuestras cosas en privado.- Sugirió Sabra.-

-No es necesario. Ahora que estamos juntas quiero que sepa que eres parte de mí y de mi…



            Suspiró, iba a añadir vida, lo que sonaba algo irónico. Aunque su contertulia enseguida comprendió asintiendo.



-En ese caso me quedaré en la otra habitación.- Repuso la israelí que dedicó una mirada preocupada a su pareja, preguntándole.- ¿Te encuentras bien?

-Sí, ahora me tomaré la medicina.- Contestó Daphne sacando un frasco de pastillas de un bolso que tenía sobre la cama.-



            Así lo hizo y tras beber un poco de agua se tragó un par de píldoras rosadas que extrajo de aquel frasquito.



-Con esto aguantaré.- Sonrió trémulamente.-



            Sabra se limitó a  contemplarla con expresión entristecida sin decir nada. Al fin musitó con tono culpable.



-Lo siento, lo siento de verdad…Solo espero que puedas ver a tus hijos y que ellos…

-Eso deseo yo también.- La cortó su pareja.-



            Durante un rato no hablaron hasta que el teléfono de Dap sonó. Comprobó con alegría que era su hermana. Stephanie había llegado.



-¿Sí? Sí, estamos aquí. Sube, te abro.- Afirmó la ex maestra colgando al momento.-



            Aun tuvo que esperar un par de minutos hasta que la ex modelo subió. Al verse ambas hermanas se abrazaron y lloraron durante un buen rato. Daphne solo podía repetir entre sollozos en tanto le acariciaba la cara y las manos.



-¡Steph, Steph!

-¡Has vuelto!- Repetía su interlocutora del mismo modo.-



            Sabra se mantuvo a una prudente distancia, comprendía que ese era un momento solo para las dos hermanas. Aun estuvieron unos minutos así hasta que, más calmadas, se sentaron. Finalmente la israelí entro siendo saludada por Stephanie.



-Ha pasado mucho tiempo. Veo que esa niña se ha convertido en toda una hermosa mujer.- Afirmó Sabra, sin ningún tipo de doble intención.-

-Gracias.- Asintió la interpelada que así lo comprendió.-



            Después comenzaron a charlar. A preguntas de Daphne su contertulia le contó.



-¿Dap?. ¿Qué te sucedió?- Se interesó la que fuera modelo.-

-Es largo de contar, pero lo fundamental es que vine a ver a mis hijos y espero que a recuperar su cariño.- Contestó la interpelada.- Y esta vez, vengo con la persona a la que siempre amé.

-Os deseo mucha suerte, a las dos.- Afirmó Steph quien, dedicándoles una entristecida mirada, añadió dirigiéndose a su hermana.- Haré todo lo que pueda por ayudarte.

-Será muy difícil, más tras tanto tiempo…- Musitó Daphne con pesar.-

-No te rindas y ten valor.- Terció Sabra.- Recuerda a Mei Ling, ella vino hace años a reunirse con su esposa y las dos fueron a buscar a su hijo.

-¿Y lo encontraron?- Se interesó Stephanie.-

-No lo sabemos.- Le contestó su hermana.- Esperamos que sí…pero hace mucho que no sabemos nada de ellas. De hecho…



            No dijo más, fue Sabra quien tomó el relevo para querer saber.



-¿Cómo están las cosas por aquí?

-Mucho mejor, desde que Maggie tomó el control denunciando a Corbin, las personas que aman a otras de su mismo sexo ya no se esconden. Todavía quedan algunas facciones intolerantes pero ya no son las que dominan Nature.- Afirmó alentadoramente Steph.-

-No, en fin, eso está muy bien, pero me refería a ti y a tu familia.- Sonrió levemente la israelí.-



            Y Stephanie les contó todo lo sucedido, fue sincera incluso confesando su amor por Martin, apenas dijo esto miró con gesto suplicante a su hermana y le preguntó.



-¿Estás enojada conmigo por eso?

-No, ¿cómo podría estarlo?- Sonrió Dap posando una mano sobre las de su interlocutora para declarar.- Por lo menos tú has estado con él cuando le dejé, apoyándole y queriéndole. Martin siempre fue un buen hombre, no merecía esto. Yo le abandoné pero te tuvo a ti, ¡Ojalá que seáis muy felices!

-Gracias. Bueno, ahora tenemos que ir al parque. Hemos quedado allí. En realidad, he llamado a David.- Matizó.-



            Daphne no pudo reprimir una sonrisa esperanzada al oír el nombre de su hijo. Estaba deseando volver a verle y abrazarle. Tenía mucho que explicarle y quería pedirle perdón. Anhelaba de corazón que él se lo concediera. En eso pensaba cuando Sabra intervino.



-Id vosotras dos, yo no haría nada allí. Aguardaré aquí.



Y en esta ocasión, su pareja no trató de convencerla para que fuese. Ya sería complicado volver a ver a su hijo y tratar de hacerle comprender todo. Mejor si no tenía a Sabra delante para que fuese blanco de su posible hostilidad. Stephanie pareció convenir en eso.



-Debemos darnos prisa.- Insistió la ex modelo.-



Dap asintió, se levantó despacio, lucía un vestido azul claro casi hasta los tobillos y zapatos bajos, aptos para moverse con mayor comodidad. Su hermana iba más elegante, con unos zapatos de tacón y un vestido rojo de falda hasta las rodillas. Stephanie seguía siendo muy hermosa y estaba en la plenitud. Daphne se alegró por ella, lo merecía. Al menos que una de las Kensington pudiera ser feliz. Ella solamente se conformaba con poder abrazar a sus hijos y ser perdonada antes del final. Queriendo apartar eso de su mente siguió a Steph. Subieron al deslizador que ésta había traído. En pocos minutos llegaron. Ya era tarde, de hecho había anochecido del todo cuando entraron en el parque. Daphne  se sentía nerviosa y algo asustada pero también esperanzada. Habían pasado años sin poder ver a su hijo, ¡ojalá que las cosas fueran bien! Deseando eso, Steph la condujo hasta la parte más al norte del parque en tanto le explicaba a su hermana mayor.



-Le pedí a David que me esperase aquí. Le dije que alguien quería hablar con él. Una persona muy importante.

-¿No le dijiste que era yo?- Se sorprendió Daphne.-

-Era mejor que te viera sin saber de quien se trataba.- Musitó su hermana pareciendo estar algo incómoda, más al admitir.- Bueno, en realidad no quise arriesgarme…



            Eso no le sonó nada bien a Dap, le daba la impresión de que si su hijo hubiera sabido que se trataba de ella posiblemente no hubiese acudido. Ojalá que no fuera ese el caso, aunque enseguida lo sabría. Al fin, tras caminar un poco, un joven de metro ochenta y cinco aproximadamente, cabellos claros y ojos azules, las aguardaba en pie, junto a un banco, observándolas con frialdad.



-Hola David, cariño.- Le saludó Stephanie.- Mira, al fin ha llegado tu madre…

-Hijo mío. Tenía tantas ganas de volver a verte y hablar contigo en persona.- Dijo una ilusionada Daphne pese a todo.-

-No tengo nada que hablar contigo.- Sentenció el muchacho mirándola con una mezcla de desprecio y malestar.- Has esperado muchos años para hablar. Sin querer saber nada ni de mí, ni de mi hermana. Y menos aún de mi padre.



            En un principio esa cortante y glaciar réplica la dejó sin habla. No obstante, en el fondo de su corazón, Daphne la había esperado y al fin contestó.



-Siento mucho no haber estado, pero jamás os olvidé, enviaba muchos holo videos por vuestros cumpleaños, Navidad, año nuevo y…



            Aunque nunca obtuvo respuesta de su hijo. Y en muy pocas ocasiones de la pequeña Leah. Siempre se temió cual pudo ser la razón. Y esos temores le fueron confirmados abruptamente por David.



-¡Jamás los vi!- Replicó él dejándola helada.- Cada vez que la tía Steph intentaba ponerme uno yo salía corriendo de la habitación. Luego, siendo mayor, los borré.



            La dolida Daphne miró de reojo a su hermana que bajó la cabeza musitando.



-Lo siento Dap, nunca me atreví a decírtelo. No quería hacerte sufrir.

-Está bien.- Fue capaz de suspirar la afectada madre.- Entiendo que eras un niño y que posiblemente no entendieras qué había pasado. Pero ahora ya eres todo un hombre y sólo quiero explicarte...

-No necesito tus explicaciones. Ya sé lo que sucedió.- Contestó cortantemente él.-

-Al menos, escúchame, sigo siendo tu madre.- Le pidió ella.- ¡Por favor!



            El joven sonrió con sarcasmo, moviendo la cabeza para negar.



-Mi madre murió, la mató una zorra impúdica.- Escupió.- ¡Tú la mataste, desviada!…



Sintiéndose ultrajada y dolida en lo más profundo, la aludida lanzó su mano hacia la cara del chico en un movimiento reflejo. Aunque en esta ocasión él se la detuvo añadiendo con aversión.



-Este es el último recuerdo que guardo de ti. También me acuerdo vagamente de verte en la cama de mi padre revolcándote con otra desviada como tú. Ahora en cambio, no te lo permitiré. No volverás a hacerme daño, ni físico ni moral.



            Pensando en esas palabras Daphne sollozó dejando caer su mano una vez que David la soltó. Se acordaba perfectamente de aquella vez en el colegio, cuando el niño la llamó desviada y ella, tan dolida y ofendida como ahora, le pegó. No pudo dejar de llorar.



-Lo siento, perdóname, ¡Por favor!- Le suplicó.- Lo siento mucho…yo…



            Stephanie se aproximó horrorizada y llena de pesar por lo que había presenciado. Había querido juntarles en un momento de intimidad esperando que, tras tantos años, fueran capaces de hablar y arreglar las cosas, pero no pudo evitar oír lo que se dijeron, sobre todo por el tono que empleaba el joven. No tardó en abrazar a su hermana.



-¡Por el amor de Dios, David, es tu madre!- Le amonestó.- La hieres con unas palabras de una dureza cruel.

-¿Madre, qué madre?. Nuestra madre has sido tú tía Steph. Siempre has estado a nuestro lado.  Esta mujer sólo me trajo al mundo y lo hizo para guardar las apariencias. ¡Una auténtica madre nunca hubiese hecho lo que ella hizo, dejarnos abandonados a mi hermana y a mí! - Espetó el muchacho.- Ni tan siquiera vino a vernos cuando el tío By murió. Eso es lo que le ha importado su familia.



            Aunque ahora Daphne, recobrándose un poco, miró a su hijo furiosa a su vez y apenas si pudo replicar llena de indignación entre sus lágrimas.



-¡No te atrevas a hablar de mi hermano Byron! ¿Qué sabrás tú de lo que yo sentía por él? ¡Yo le crie! ¿Me oyes?...Igual que a tu tía Steph. No eres nadie para darme lecciones de nada…



            Sin embargo, eso distó de conmover o achantar al chico quien enseguida parecía encontrar las palabras justas para contestar, además de las más lacerantes.



-Puede que, hace muchos años, fueras una mujer como Dios manda. Pero decidiste romper con todo lo bueno y decente que hubiera en ti y lanzarte a un camino de perdición. Así que ahora no vengas a pedir nada, ni a tratar de dar lecciones. De ti únicamente quiero que le des el divorcio a mi padre y que te marches. Él y la tía Steph se quieren, pero por tu culpa, nunca han podido estar juntos como un matrimonio normal.

-¿Sólo quieres eso de mí?- Gimió la pobre mujer sin poder evitar llorar.- ¿Es esto lo que merezco tras tantos años de desear volver a verte?

-Todos recogemos lo que sembramos. Tú sembraste impudicia y pecado. Esta es pues tu cosecha.

-El obispo te enseñó bien.- Musitó irónicamente su madre con evidente dolor ahora, bajando la mirada.- Te ha convertido en alguien a su imagen….

-Y doy gracias al Señor por ello.- Afirmó David con tono lleno de orgullo ahora.- Porque, pese a que le denostaran por excederse en su celo, seguiré gustoso los pasos de su ilustrísima y también los del tío By. Y si hace falta me convertiré en un mártir como él. El tío Byron sí, tu propio hermano, asesinado por esos desviados y pervertidos a los que tanto amas y de los que elegiste formar parte. Solamente por eso ya no tienes perdón. Al menos, yo jamás te perdonaré por lo que nos hiciste.

-La misericordia de Dios es infinita.- Le rebatió su tía, recordándole con severo tono de reproche.- ¿Acaso no te han enseñado eso también? ¿O únicamente te quedas con las partes de los evangelios que más te convienen?

-Lo es para quienes se arrepienten verdaderamente de sus malos actos. La hermana Margaret,  la que ahora se hace llamar obispo por ejemplo, fue una vez así. Lo contó en numerosas ocasiones. Pero se arrepintió sinceramente y abjuró de esa vida llena de promiscuidad y degeneración. Por ello se hizo acreedora al perdón. Al menos eso fingió, nos engañó a todos durante bastante tiempo. Sin embargo, luego mostró su verdadera esencia volviéndose en contra del obispo.…quizás las impúdicas nunca puedan cambiar.

-¡Corbin sí que era el mal, un manipulador y un fanático! - Le reprobó Stephanie a su sobrino, añadiendo.- Maggie vio la luz en todos los sentidos. También nos ha enseñado a perdonar y a no juzgar. ¿Es que ni siquiera ahora, con todo lo que ha sucedido puedes hacerlo? ¿Es que no tienes ni un pequeño rincón en tu corazón para la compasión?- Le imploró la ex modelo en tanto que Daphne apenas si podía mirar en shock a su hijo. ¡Estuvimos a punto de desaparecer, David! Eso debería hacerte reconsiderar tu actitud.



            Y es que Stephanie sí que había hablado con Margaret. La nueva obispo de Nature le contó algo sobre lo que se avecinaba. Y le pidió encarecidamente que ayudase a su hermana.



-Dap está mal, muy mal. Pero con tu cariño y tu asistencia podrás endulzar la amargura que ha vivido durante tantos años.

-Gracias Maggie. Eso quiero hacer.- Convino ella.-

-De todas formas, suceda lo que suceda, dile que venga a verme. Tanto ella como Sabra serán bienvenidas.- Declaró amablemente su interlocutora.-



            Y recordando eso suspiró entristecida, más cuando su sobrino respondió.



-No tengo miedo a cuando llegue el final. Porque he vivido de modo recto.- Sentenció el chico, alegando en una soflama más.- Son aquellos como Serenity y Endimión, los protectores de todos los pecadores, quienes deberían temer el día del juicio final. En eso Corbin tenía razón. El Fantasma de la Muerte llegará, enviado por el Señor, precediéndole en el juicio como los cuatro jinetes del Apocalipsis. Pero no dañará a los justos. Sólo a los que se hayan condenado por su iniquidad. Tú, tía Steph eres grata a los ojos del Señor. Y eso es así puesto que siempre has vivido con amor a Él, guardando su ley y te has arrepentido de cualquier mala acción que hubieses cometido en el pasado. Si tu hermana hiciera lo mismo, el mismo perdón recibiría. No está ciega, Jesús dijo a los escribas y fariseos, los ciegos al menos tienen una excusa, pero como vosotros aseguráis que veis, vuestro pecado permanece. Ella, como aquellos levitas hipócritas, no sólo no se arrepiente sino que se vanagloria de vivir en pecado, ofendiendo a Dios con su lujuria contra natura y arguyendo que su forma de actuar es correcta. Por eso, en pecado morirá, y solo las penas del infierno le aguardarán el día del juicio…



            Dicho esto se dio media vuelta alejándose de allí dejando heladas a ambas mujeres.



-David, ¡por favor!.- Le llamó Steph aunque el joven fue insensible a sus ruegos.- Vuelve.



            Aunque tuvo que olvidarse pronto de su sobrino y sostener a su hermana que estaba a punto de desmayarse. Lo más rápido que pudo la ayudó a sentarse junto a un banco cercano.



-¿Te encuentras bien? ¿Quieres un vaso de agua?- Le ofreció.-

-No, Steph, sólo quiero irme de aquí.- Gimió su destrozada interlocutora.-

-Tranquila. Al menos podrás ver a Leah. Ya verás que guapa está, te he enviado holo fotos suyas. ¿Recuerdas?- Quiso animarla como pudo.-

-Sí.- Sollozó Daphne.- Solamente deseo que ella no me odie también…No podría soportar otro golpe así.

-No te preocupes. Leah es distinta. Me ocupé de que no pudieran influenciarla.- Aseveró Stephanie, agregando dolida. – Por desgracia con David no tuve esa suerte. A pesar de que lo intenté, incluso cuando Corbin fue descubierto por lo que realmente era, hay muchos que se negaron a verlo. Y desafortunadamente  tu hijo se cuenta entre ellos. Para él, ese hombre es una especie de mártir. Solo te pido que no le hagas caso, tu hijo está muy dolido y guarda mucho odio y rencor. Pero creo que, con el tiempo…

-No, Steph.- Suspiró su hermana llena de consternación. – Ya es tarde. Sé que jamás me lo perdonará. Y al menos en una cosa tiene razón, ya estoy sufriendo el Infierno. Ya estoy muerta…para todos los que una vez amé. -Musitó repitiendo con voz queda.- Sí. Ya estoy realmente muerta…

-No digas eso.- Quiso animarla Stephanie llena de conmiseración hacia ella.- No es verdad. Yo te quiero, eres mi hermanita sexy, ¿te acuerdas?- Intentó decir con tono más desenfadado, aunque lo único que le salió fue un sollozo.-



            De hecho miraba a su hermana mayor con preocupación e incluso temor. Daphne parecía estar muy débil ahora. Su rostro desde luego parecía muy desmejorado perdiendo color a ojos vistas. Seguramente por el impacto emocional que había sufrido. A duras penas pudo caminar ayudada por Steph hasta el deslizador. La ex modelo arrancó y llegaron a las afueras de aquel colegio de la fe en la que Dap enseñara. Aunque por supuesto no quiso entrar allí, sería reabrir más sus heridas.



-Aguarda un poco. Iré a buscar a Leah. Ya es tarde y con lo deprisa que oscurece aquí no se ve nada. Está en actividades extraescolares. ¿Sabes? Le encanta la gimnasia rítmica.- Le pidió Steph tratando de animar a su hermana con una sonrisa en tanto le comentaba.- Ensayan hasta bastante tarde, van a ser casi las nueve.

-Gracias.- Pudo replicar ésta intentando imitarla sin lograrlo.- Estoy deseando verla.



            Estuvo durante un rato a la espera, torturándose con ese odio tan terrible que había recibido por parte de su hijo. Aprovechó para tomar una dosis más de su medicación, era muy fuerte pero no debía olvidarse de ella. Desgraciadamente cada vez le hacía menos efecto. Ya se lo advirtieron, sin embargo no quiso rendirse. Si al menos le daba el tiempo necesario para estrechar a su hija entre sus brazos valdría la pena. Todavía era humana, al menos en apariencia, y lo iba a aprovechar. De hecho, gracias a esa medicina era aún capaz de llorar, aunque al fin, tras enjugarse las lágrimas que habían vuelto a brotar de sus ojos, vio con alegría y alivio a Stephanie acercándose, y de la mano llevaba a una preciosa chiquilla de aproximadamente unos diez años, pelo rubio y ojos azules como los de Martin.



-Cariño, ésta es tu mamá.- Le recordó Stephanie a la cría.-

-¿Mamá?- Pudo repetir Leah mirándola con curiosidad.- ¿Eres tú?

-Hola tesoro.- Sonrió ampliamente Daphne abrazándola al fin.- ¡Cuánto tiempo he soñado con verte!- Suspiró entre sollozos de alegría. -



            La niña no dijo nada, tras separarse de su abrazo siguió mirándola con gesto extrañado y le preguntó.



-¿De verdad que eres mi mamá?. Yo pensaba que mi mamá era la tía Steph.

-Y lo ha sido durante todo este tiempo, cariño.- Admitió su interlocutora.-

-Pero no puedo tener dos mamás, David dice que eso no está bien.- Objetó la cría.-



            Al parecer a pesar de todo el esfuerzo llevado a cabo por Maggie y otras muchas personas con la propia Stephanie, todavía existían gentes que predicaban la doctrina de Corbin. Un grupo cada vez más reducido, entre los que desgraciadamente, tal y como pudo comprobar, se hallaba su propio hijo. Se hacían llamar los “Auténticos”, y habían tachado a la nueva obispo de traidora y vendida a los desviados. El resto de la gentes les apodaban los “ Corbinistas”. Eso le había explicado Steph a su hermana cuando iban de camino, al hilo de lo sucedido con David. Ahora, Stephanie matizó afectuosamente a su sobrina.



-Bueno, yo te he cuidado y te quiero como si fuera tu madre, pero sabes que, en realidad, soy tu tía. Tu  autentica madre es Daphne, ella es mi hermana mayor.

-David dice que eres una pecadora y que no tengo que hablar contigo.- Repuso Leah con cara de apuro.-

-No, mi niña. Puedes hablar conmigo todo lo que quieras, y yo quiero, deseo contarte tantas cosas.- Pudo responder su consternada madre. – Porque supongo que querrás saber cosas acerca de mí…

-¿Por qué te fuiste? ¿Es que no nos querías?- Inquirió la cría con tono entristecido.-

-No  fue por eso mi amor, eso nunca. Yo siempre os he querido y os quiero muchísimo.- Replicó enseguida Daphne arrodillándose junto a la pequeña y tomándole las manos entre las suyas.-  Tuve que irme por otros motivos, pero ahora, lo único que deseo en el mundo es estar a vuestro lado…



            No pudo seguir hablando, se llevó una mano al pecho y apoyó la otra en el suelo. Leah la miró asustada, en tanto Steph, con visible temor pero controlándose mejor, enseguida le preguntó.



-¿Qué te sucede, Dap?

-Nada, estoy cansada.- Pudo musitar ésta intentando recobrarse.- Es sólo eso.

-¡Mami!- Exclamó la niña.-



            Daphne sonrió, esa era la mejor medicina para ella. Oír a su hija llamarla así. Aunque, para su inmensa decepción, la cría se estaba dirigiendo a su hermana, aferrándose a una de sus manos. Enseguida se hizo cargo. Eso era lo normal. Fue Stephanie quien crió y educó a la pequeña. La niña no conocía a otra madre más que a ella. Eso hizo que alguna lágrima le aflorase, sin embargo, enseguida se las enjugó al tiempo que era capaz de ponerse en pie y pretextar.



-Estoy bien, ha sido un viaje muy largo. El jet lag espacial…Ya sabes, Steph.

-Sí, claro.- Asintió ésta que, pese a no creerse aquella excusa, no quiso asustar a la niña proponiéndole a su hermana.- Será mejor que vengas a casa y descanses.

-No, prefiero ir  a mi hotel.- Contestó Daphne.-

-Como tú quieras.- Cedió su contertulia añadiendo.- Primero tengo que llevar a Leah a casa. Luego te acerco.



            Daphne asintió, al menos había podido ver a su pequeña y abrazarla, la niña no la odiaba aunque tampoco sentía ningún amor hacia ella. Era una completa desconocida. Aunque eso era lo lógico, la abandonó siendo apenas un bebé. Todo eso caía sobre su conciencia como una losa. No obstante, sería mejor despedirse de Leah así. Además, comenzaba a sentirse realmente extraña. Si era lo que estaba imaginando más valía que la cría no estuviese delante.



-Llamaré a Sabra, ella vendrá a buscarme, no te preocupes.- Pudo esbozar una sonrisa para acto seguido dirigirse a su hija y añadir, en tanto le acariciaba esa carita tan linda.- Cariño, me siento muy feliz de ver como has crecido. Te has convertido en una niña preciosa y si le haces caso a tu tía Steph en todo lo que te diga serás una gran mujer.



            La atónita Leah no dijo nada. Miraba a esa señora, la que se suponía que era su madre, con perplejidad. Al poco señaló hacia ella con temor musitando.



-Estás sangrando por la nariz…

-Es verdad, Dap.- Convino Stephanie inquietándose a su vez.-

-No, no es nada… a veces me sangra la nariz, sí.- Pudo decir ella que se temía que los daños iban a aparecer antes de lo que pensaba.- Alguna venita, pero se me pasa enseguida.



            Y tras unos segundos, ya sin dudar le escribió a Sabra un mensaje desde el teléfono, era lacónico y solamente le suplicaba.



-¡Sácame de aquí!, esto ha comenzado…estoy en…



            Apenas era capaz de mantenerse en pie, sus piernas se le estaban endureciendo como si dos barras de metal se tratasen, apoyada en el deslizador se esforzaba al límite por no asustar más todavía a su hermana y a su hija.



-¿Quieres que te lleve al hospital?. Allí el doctor Ginga y la doctora Rodney podrían atenderte.- Le propuso una inquieta Steph bajando el tono de voz.-



            Y aprovechando que la pequeña Leah había subido al vehículo, Daphne le  confesó a su hermana con un susurro de un tono entre triste e implorante…



-Estoy muy mal, Steph. Nada de lo que los doctores hagan podrá ayudarme ya. Ni siquiera el doctor Ginga. Sólo te pido que saques a Leah de aquí. No quiero que me vea así. Que no recuerde a su madre de esta manera. Me sentaré en un banco a esperar a Sabra. Vendrá enseguida.

-¿Qué?- Se alarmó la ex modelo con expresión de honda preocupación.- Pero, ¿de qué estás hablando? ¿Qué te pasa?

-Te lo suplico, no hay tiempo para explicaciones.- Contestó la destrozada Daphne con voz entrecortada.- Ayúdame a llegar hasta ese banco.- Le pidió a su contertulia señalando uno próximo que había en esa calle.- Luego, vete con mi hija. ¡Vete por favor!- Sollozó bajando la cabeza.- Quiero que la última imagen que tenga de mí sea mirándola con una sonrisa.



            Steph comenzó a llorar pero asintió. Sujetando a su hermana de la cintura la auxilió para que torpemente pudiera mover sus piernas hasta llegar al banco. A Daphne le costaba doblarlas  pero al fin lo consiguió. Sentada ya, pudo al menos sonreír musitando.



-Gracias por todo Stephanie. Gracias por ser mi hermana y mi amiga. Ahora solamente te suplico que me dejes aquí. Y que sigas amando a mis hijos y a Martin por mí.

-Volveré por ti. ¡No te dejaré sola! - Sollozó la ex modelo.- Ya verás como ahora que volvemos a estar juntas…



            Aunque su hermana mayor sencillamente tomó una mano de Steph con una suya y sonrió dirigiendo su mirada hacia el vehículo. Leah parecía estar a punto de salir para ver qué pasaba. La ex modelo comprendió y entonces se alejó de Daphne yendo con su sobrina. Al llegar a su lado abrió la puerta del conductor evitando que la niña saliera. Sin embargo, la cría preguntó entre curiosa y algo inquieta.



-¿Qué le pasa?

-Nada cielo, sólo está esperando a unos amigos. -Fue capaz de decir Steph.-

-¿Estabas llorando?- Se sorprendió Leah al ver el rostro de su tía, todavía con alguna lágrima.-

-Es que me ha hecho mucha ilusión ver a tu madre después de tanto tiempo.- ¿Sabes? La quiero muchísimo, pero estoy algo afónica ahora. Me gustaría que tú le gritases eso desde aquí. Repite conmigo, te quiero mucho…mamá.- Sonrió Steph tratando de dominar a duras penas sus deseos de llorar, al añadir.- Eso nos haría muy felices a las dos. ¿Lo harás por mí, cariño?.

-Claro, es muy fácil.- Asintió la pequeña quien, bajando una ventanilla, se asomó para gritar eso mismo hacia el banco en donde estaba sentada aquella mujer.-



            Al oír aquello Daphne sonrió muy reconocida. Esas palabras serían quizás lo último que escucharía.  Sin apenas fuerzas musitó.



-Y yo a ti, mi amor…



            Entonces el deslizador arrancó perdiéndose entre las calles. Daphne cerró los ojos…



            Entre tanto la israelí aguardaba nerviosa en el hotel. En cuanto leyó ese mensaje se apresuró a salir directamente por la ventana. Planeó como si flotase en el aire cayendo al suelo y corrió al deslizador que habían alquilado. Montó dirigiéndose deprisa hacia el punto de cita que su pareja le indicó.



-No debiste intentarlo, aunque puedo comprender lo que mucho que significaba para ti.- Pensaba con amargura.-



            Recordaba como había llegado Daphne a ese terrible estado. Todo empezó hacía años, cuando la amenaza que se cernía sobre Nature había interrumpido las rutas de transporte. Tras unas agónicas semanas de intentar buscar a alguien que estuviera lo suficientemente loco como para viajar hasta allí, finalmente Sabra logró algo.



-He hablado con Debbie. - Le contó a Daphne y a Mei Ling que todavía estaba con ellas.- Dice que quizás conozca a alguien. Pero que podría ser muy arriesgado. De hecho, no me lo recomienda.- Suspiró agregando.- Es más, al principio no quiso decirme de quien se trataba, pero luego, cuando le insistí a la vista de vuestra ansiedad, accedió a darme la información.

-Lo que sea, estoy dispuesta a cualquier cosa para volver a Nature.- Afirmó Daphne.-

-Estoy con vosotras, si Violette no quiere ayudarnos nos apañaremos solas.- Convino Mei Ling.-



            La pelirroja se había ido tras mantener una discusión con Sabra. La israelí recordó como salió tras ella. Su compañera era muy rápida pero pese a todo pudo verla. De hecho Violette estaba esperándola en un cercano callejón.



-¡Estáis locas!, no sabéis lo que decís.- Sentenció la pelirroja en cuanto la vio llegar.-

-Compréndelo, tienen a sus seres queridos allí. – Respondió conciliatoriamente Sabra.- Tú fuiste humana, aunque fuera hace tanto tiempo. Debes recordar lo que eso significa.

- Recuerdo el dolor de la pérdida.- Suspiró la mujer vampiro, añadiendo con tinte entre pesimista y resignado.- Y también que es inútil forzar una situación imposible. Tus amigas jamás podrán llegar allí a tiempo. Y aunque lo hicieran lo único que conseguirían es morir. ¿De veras deseas perder a Daphne tras haberla vuelto a encontrar después de todos estos años en los que jamás has dejado de pensar en ella?



            Su interlocutora bajó la cabeza, por unos instantes no supo que responder. Al fin, volviendo a mirar a Violette, declaró.



-Estaré con ella, y si el final tiene que llegar, que nos llegue a las dos juntas.

-Entiendo.- Contestó la vampiro para desvelarle.- Si eso es lo que deseas, tengo algunos colegas que, quizás, podrían ayudaros. Deborah Hunter les conoce.

-¿Podría hablar con ella? -Quiso saber la israelí, aseverando.- Seguro que Daphne estará interesada.-

-Es su cuello y tu decisión.- Repuso su interlocutora quien no obstante le advirtió.- Ahora, ten en cuenta que Hunter y su grupo preferirían acabar con todos nosotros a la menor oportunidad. Y esos antiguos compañeros míos son de los que prefieren alimentarse de humanos en lugar de bolsas de sangre. ¿Comprendes lo que eso quiere decir?

-Sí.- Musitó Sabra asintiendo despacio y bajando la cabeza.-

-Mantén a Daphne alejada de ellos, si es que quieres que siga siendo humana.- Le aconsejó Violette.-



            Entonces, sin mediar más palabra, se alejó caminando. La israelí la vio marchar, sabiendo que, posiblemente, jamás volverían a verse. De este modo retornó con Daphne y Mei Ling y les contó lo sucedido. La oriental prometió que intentaría hacer averiguaciones por su cuenta para ver si su primo Zhao tenía suerte.



-Quizás no necesites hablar con esos seres tan terribles después de todo. - Le dijo Mei Ling con tono esperanzado.-

-No hay problema, yo soy uno de ellos.- Repuso tranquilamente Sabra.- A mí me escucharán.

-Lo siento.- Se apresuró a  disculparse la apurada oriental.- No pretendía decir que…

-No te preocupes, lo sé.- Sonrió la israelí.-



            Y Mei Ling trató de contactar con su primo. Éste en efecto le dijo que podía haber alguna posibilidad. Al menos en una nave militar del UNISON que se aproximaría lo más posible para buscar supervivientes. No era mucho pero fue lo mejor que pudo decirles. Es más, la científica viajó una vez más a China para hablar con Zhao allí y luego a Japón, tratando de contactar con cuantas más personas influyentes, mejor. Desgraciadamente los días pasaron y Daphne se impacientaba. En el piso que ahora compartían, la ex maestra le pidió.



-Por favor, Sabra. Tienes que hablar con Debbie. Que te ponga en contacto con esos otros…

-No, es mejor aguardar a que Mei Ling nos diga algo.- Opuso ella.-

-Ya han pasado muchos días y si no actuamos deprisa no habrá ninguna posibilidad. ¡Te lo suplico!- Insistió Dap.-



            Sabra acarició el rostro de su amada. ¡En eso Violette tenía razón! A pesar de todo jamás pudo olvidarla. Ahora, con voz dulce, le susurró.



-Estaremos juntas, iré contigo a donde haga falta. Nunca te abandonaré.



            Daphne sonrió y la israelí besó sus labios sin ser capaz de resistirse. Al poco su pareja le devolvió el beso y las dos comenzaron a  desvestirse. Pese a su condición de vampiro Sabra aun podía experimentar el goce carnal y se ocupó también de proporcionárselo a su amante. Por su parte la maestra se sintió renacer, ¡hacía tanto tiempo que no disfrutaba de ese modo! Y para mayor ironía, en la holo televisión de fondo sonaba una canción que bien podrían aplicarse.



Vuelve a mis brazos otra vez
Y deja caer tu cuerpo
El ritmo de este corazón
Late como un tambor
Late para ti, Sangra Para ti
Y él sabe cómo suena 



Las dos retozaron sobre la cama explorándose mutuamente. Abandonadas al mutuo placer que se proporcionaban.


Por eso es el latido de latidos
Esta es la canción de canciones
Una vez tuve una extraña rosa
Esa fue azul
El crudo invierno la mató
Y robó mi flor 


Oh Soledad, Oh Esperanza
Para buscar el fin de los tiempos
Porque no hay en todo el mundo
Mejor amor que el mío 


Amor, Oh, Amor
La lluvia sigue cayendo, la Lluvia sigue cayendo
Oh amor, Oh amor 


Aún la noche sigue cayendo
Amor, Oh, Amor
Se mía para siempre. Sé mía para siempre
Oh amor. Oh Amor 



            Cuando al fin se saciaron en el aspecto erótico se quedaron allí, tumbadas y abrazadas, terminando de escuchar aquella canción. Sabra podía sentir el calor de su amante y como la sangre le fluía a través de sus arterias. Por fortuna había tomado un par de bolsas hacía poco.


Déjame ser el único
que te proteja del frío
Del piso tendido de frío
con las estrellas de brillante oro 


Brillan Para ti, Brillan para ti
Arden para verte
Volver a mis brazos
Y liberar mi espíritu…



(Annie Lennox. Love Song for a vampire, crédito al autor)



            Aunque Daphne le susurró cuando aquella hermosa balada concluyó…



-¿Por qué no quieres hacerme como tú?

-No sabes lo que estás pidiendo.- Replicó su interlocutora con voz queda.- De veras. No es nada hermoso ser como soy.

-Quisiera estar contigo para toda la eternidad. Bebería sangre en bolsas como tú. ¿Qué problema habría?- Inquirió Dap.-

-No es tan sencillo.- Contestó lacónicamente la israelí.- No siempre hay bolsas a las que recurrir…



            Daphne le dedicó ahora una atónita mirada. Incluso se incorporó de la cama en la que ambas estaban tumbadas.



-¿Quieres decir que?...

-No deseo hablar de ello.- La cortó Sabra con tono abatido.- Por favor, déjalo estar.



            Su amante la abrazó pese a todo con ternura, susurrándole al oído.



-Es que no quisiera tener que separarme nunca más de ti… ¡ojalá pudiéramos estar eternamente juntas!



            La israelí recordaba esa conversación cuando llegó al parque. Una vez allí, aun entre la penumbra por la débil iluminación del lugar, no tardó en verla.



-¡Daphne!- Exclamó Llegándose hasta ella.-



            Allí estaba con los ojos cerrados y su cuerpo cada vez más endurecido. Sin perder ni un segundo Sabra sacó un pequeño frasco de un bolsillo del pantalón vaquero que llevaba y lo destapó, abriéndolo deslizó el contenido por la comisura de los labios de su pareja. Tuvo que aguardar unos momentos que realmente se le hicieron eternos pero al fin, su novia abrió los ojos musitando con un tono apenas audible.



-¿Eres tú?...

-Sí, soy yo.- Replicó enseguida su interlocutora.- Tranquila, ya está…

-Lo siento.- Fue capaz de añadir Daphne con tinte compungido.- Siento mucho que tengas que cargar conmigo…

-No digas eso.- Le susurró afectuosamente su pareja abrazándola.- No es verdad.



            Después la tomó en brazos y la llevó hasta el deslizador. Allí Daphne añadió entre débiles balbuceos, una vez Sabra la sentó.



-Fue un grandísimo error…cometí un error terrible.



            Recordando el origen de aquel mal, la mujer pensó en cómo había intentado convertirse en vampiro al igual que Sabra. Es más, tuvo la oportunidad cuando su pareja al fin habló con Debbie. De hecho, la entrevista se produjo en su mismo apartamento, estando ella como mediadora. La hermana de la capitana Hunter llegó allí sola como convinieron, pero iba armada con una extraña especie de ballesta y unos frascos que parecían contener agua. Daphne la recibió, y al entrar en el apartamento, su invitada enseguida recorrió la estancia con la mirada.



-Sabra está en la otra habitación. No quiere hacerte ningún daño. ¡Mírame a mí! – le pidió con tono suplicante.- Ni siquiera quiere convertirme, pese a que le he implorado ser como ella para no separarnos jamás.

- No sabes lo que dices. - Replicó la cazadora con desaprobación.- Has debido de perder el juicio.



            Aquellas palabras dejaron perpleja a su interlocutora, aunque entonces escuchó la voz de Sabra…



-En eso estamos de acuerdo las dos, Dap. Es una completa locura.



            Deborah enseguida agarró esa ballesta apuntando con una enorme velocidad hacia la fuente del sonido. Por fortuna Daphne se interpuso y la israelí fue capaz de aproximarse con las manos levantadas y mostrando ambas palmas para asegurar.



-No quiero hacerte daño. Te llamé para pedirte un favor.



            La interpelada bajó el arma replicando con incredulidad.



-Ya me lo contó Violette. ¿Quieres que contacte con los vampiros rebeldes? ¿Para qué consigáis un pasaje hacia Nature? ¿Es que os habéis vuelto locas?



            Aunque fue Daphne la que, llevada por la desesperación, le contestó.



-Sé perfectamente lo que ocurre, pero compréndelo. Tengo allí a mi hermana, a mis padres, a mis hijos y a mi todavía esposo. ¡Tú tienes allí a tu propia hermana y a tu sobrino! ¿Es que no quieres salvarles? ¿O al menos poder abrazarles por última vez?

-¡Claro que sí!- Contestó Debbie con una mezcla de pesar y enfado, agregando.- Pero es imposible. Esos vampiros no son de fiar. Ninguno lo es. Y Sabra misma te lo dirá. Lo único que nos mantiene en estado de tregua es el temor a lo que está llegando...



            La interpelada bajó la mirada sin responder, Daphne la observó atónita y consternada. Al fin, la israelí admitió.



-Debbie tiene razón. Nunca te puedes fiar de ninguno de los nuestros. Yo misma tengo que beber sangre con regularidad o escaparía a todo control. Pero esos otros…- Suspiró para añadir incluso con un tinte de temor.- Ellos ni tan siquiera se preocupan por controlarse.

-Esos otros, como tú los llamas, cada vez están atreviéndose a atacar a más inocentes.- Denunció Deborah.- Parece que ya todo les diera igual.

-Presienten algo.- Musitó la israelí mirando de reojo a Daphne que no comprendía de qué hablaban.-

-Sé perfectamente de qué se trata.- Sentenció la cazadora de vampiros.-



            La maestra miraba alternativamente a una y a otra deseando saber de qué iba aquella críptica conversación. Estaba claro que esas dos sabían mucho más de lo que daban a entender…pero en cualquier caso era lo que menos le importaba.



-Yo solo quiero una oportunidad para volver a ver a mis hijos.- Gimió con desesperación.- Y haré cualquier cosa para tenerla.



            Y salió del piso a todo correr. Sabra y Debbie se miraron apenadas, olvidando por unos instantes lo que las separaba. Al fin fue la israelí quien fue tras Daphne.



-¡Por favor, espera! Tienes que entenderlo…



            No le fue difícil alcanzarla, aunque no estaba sola. Al menos dos individuos más estaban allí, en la calle. Sabra se estremeció, pudo sentir de inmediato lo que ambos eran. Y todavía peor, habían capturado a Daphne. Uno de ellos, alto y de cabello oscuro, con sus ambarinos ojos refulgiendo en la noche, dijo con sorna cuando la israelí llegó ante ellos.



-Al parecer queríais vernos. ¿No es así?...-Inquirió, para remachar entre sorprendido y burlón.- Llevábamos un rato aguardando para ir a saludaros. Lo que no imaginábamos es que esta humana tuviera tanto entusiasmo por encontrarnos.

-¡Soltadla! Ella no tiene nada que ver con esto.- Replicó Sabra poniéndose en guardia.-



            Al poco y para su alivio, Debbie se unió a ella para apoyarla con en los viejos tiempos. La cazadora apuntó a esos dos individuos con su ballesta amenazándoles con fría calma.



-Si no queréis que os disuelva en polvo, será mejor que hagáis lo que os han dicho.

-Lo vais a tener difícil.- Se sonrió el otro tipo, algo más bajo y de cabello rubio.-



            Apenas concluyó de hablar, tres o cuatro sombras más rodearon a Sabra y a Debbie. Y tras las mismas, una voz conocida, sobre todo por la israelí, declaró dejándolas heladas.



-Ella me llamó, le prometí que le conseguiría una entrevista con el vampiro. ¡Ja, ja!, como en la película.

-¡Violette!- Exclamó Sabra sin poder creerlo.-

-Ya dijiste tú misma.- Añadió Deborah con rabia y frustración.- Jamás te fíes de un vampiro.

-Al contrario.- Rebatió la pelirroja.- Yo he cumplido con lo que ella pidió. Ahora le toca a Daphne.

-Sí, es cierto.- Admitió la aludida.- Lo siento Sabra, lo siento mucho, pero estaba desesperada y no creí que Debbie pudiera hacer nada. Usé tu teléfono para marcar el número que tenías de Violette y le supliqué que me consiguiera un encuentro con sus iguales. Ellos tienen recursos para ir a Nature.

-Pero. ¿Qué has hecho?- Exclamó la israelí añadiendo con furia.- Y tú Violette, ¡jamás te perdonaré esto!

-Os lo advertí.- Replicó la pelirroja.- Y tu novia no quiso escucharme. Ahora las cosas han cambiado. Ella deseaba un pasaje para Nature. Podrá obtenerlo, pero hay una condición. Una Daphne, por propia voluntad, ha aceptado.

-¿Cuál?- Quiso saber una asustada Sabra.-

-Ser una de los nuestros…- Replicó el más alto de los vampiros.-

-¡Jamás, si puedo impedirlo!- Exclamó Deborah preparando su arma.-



            Aunque el rechinar de algunos colmillos la hizo detenerse. Si trataba de disparar al menos dos o tres vampiros se le echarían encima antes de poder ni tan siquiera apretar el gatillo de su ballesta. Sabra entonces le susurró.



-Te cubriré, interceptaré a cualquiera que trate de detenerte.

-Jamás podrías hacerlo. Son demasiados.- Negó Deborah moviendo la cabeza.-



            Por fortuna había previsto problemas y tanto Lawrence como Kyle y Edmund, otros de sus compañeros, aparecieron con sus armas prestas. Los vampiros tuvieron que dispersarse para evitar ser aniquilados lo que permitió a Debbie disparar. Alcanzó a uno de esos seres con una estaca. Al clavársela en el corazón el no muerto se disolvió en el polvo entre terribles aullidos. Sin embargo, el que había capturado a Dap, no se arredró, clavando los colmillos en su cuello.



-¡Daphne!- Chilló Sabra horrorizada en cuanto vio aquello.-



            Debbie quiso acabar con ese monstruo pero temía darle a la maestra por error. Además, Violette se interpuso en el camino de la israelí, quien, ciega de rabia la atacó. La lucha fue breve. A pesar de su fuerza y su entrenamiento en el combate Sabra no era rival para su mentora quien de un golpe certero se la quitó de en medio. Entonces uno de los vampiros abrió la tapa de una alcantarilla y a toda velocidad, tanto la pelirroja como el que mordía a Daphne desaparecieron por ella, llevándose a la maestra.



-¡Vamos a por ellos!- Arengó Sabra con desesperación.-

-Allí nos llevan toda la ventaja.- Rebatió Kyle.-



            Cayendo de rodillas la israelí aulló con rabia y dolor, golpeando el suelo con los puños. El resto la miró compadecido.



-Lo siento mucho.- Suspiró Debbie.- Ya no podemos hacer nada.

-¡Yo la encontraré! - Siseó Sabra haciendo brillar sus ojos de un color ambarino.- Acabaré con todos ellos si es necesario…

-Si no te alimentas pronto, serás la tú primera que morderá a Daphne.- Afirmó Deborah con tono calmado pero firme.-

-Es cierto, por eso, esto te vendrá bien.- Intervino Lawrence lanzándole un par de bolsas con sangre.-



            La israelí se hizo con ellas al vuelo y sin vacilar dio buena cuenta del contenido en apenas unos segundos. Sintiéndose más fuerte y renovada insistió.



-Voy a buscarla. Volveré con ella o no regresaremos. Y si lo hacemos…

-Os estaremos esperando.- Convino Debbie mostrando su ballesta.- Para bien o para mal. Ya me comprendes.



            Sabra asintió, sin decir más se introdujo por esa boca de alcantarilla. A todo correr siguió el rastro del calor corporal de su novia. Algunas ratas huyeron aterradas al sentirla acercarse pero eso le daba igual. No en pocas ocasiones tuvo que alimentarse de ellas cuando se había quedado sin suministro de sangre.



-Espero llegar a tiempo…- Se decía con temor.-



            Aunque en una sala cerrada, a buena distancia, Daphne estaba apenas consciente. Había perdido mucha sangre y esos vampiros se deleitaban viéndola a un paso de la muerte. Fue Violette quien le dijo.



-Morirás en breve, si quieres renacer solo debes beber mi sangre…

-Sí.- Musitó ella.-

-Aunque eso no es todo.- Añadió ese otro vampiro que la había mordido.- Ya sabes cuál era el trato completo. Servirás como voluntaria en un experimento. Uno que nos dará la posibilidad de vivir a plena luz del sol.



            Así era, Daphne se puso en contacto con Violette que a su vez habló con ese grupo. Ellos le contestaron que no habría problema siempre y cuando la humana aceptase.



-Solo tiene que tomar un compuesto que los científicos que nos ayudan han desarrollado durante estos últimos años. Se basaron en ese que usaba la tal Emma, la mujer resucitada. Según ellos puede anular los efectos nocivos del sol en nosotros y permitirnos vivir durante el día. Pero ninguno de los nuestros tiene muchas ganas de probarlo y arriesgarse.



            Ahora, rememoraba aquello, balbuciendo semiinconsciente con las escasas fuerzas que le quedaban.



-Y lo probé. Ese líquido…



            Sabra conducía a toda prisa. Iba a llevarla al hotel a descansar y a darle una dosis más potente, de las pocas que aún les quedaban.  También se acordaba de aquello. La encontró al fin, tras tres largos días de seguir su rastro, tendida en el suelo de un local en el extrarradio de la ciudad. A su lado estaba Violette. La ex militar, llena de ira, la abroncó.



-¿Cómo has permitido que le hicieran esto?- Gritó con rabia y frustración.-

-Fue el trato que la misma Daphne hizo.- Replicó la pelirroja, explicando a la israelí.- Ella aceptó probar un suero experimental. Después de ser mordida bebió mi sangre. Se convirtió en una de nosotras. Aunque luego, al beber el suero…

-¿Qué?- Quiso saber Sabra entre impaciente y asustada al ver a su amada allí tumbada y sin reaccionar.- ¿Murió definitivamente?

-No, todo lo contrario.- Replicó Violette quien parecía incluso asombrada al añadir.- Cualquier rasgo vampírico desapareció. No solamente fue capaz de salir a plena luz del día sin verse afectada. Tampoco necesitó beber sangre. Ahora está dormida.

-Entonces. ¿Han encontrado una cura?- Exclamó la perpleja y ahora entusiasmada Sabra.-

-No exactamente.- Suspiró la vampiro tornando su expresión ahora en otra llena de pesar.-

-¿A qué te refieres? ¡Habla!- Le conminó su interlocutora.-

-Verás. No es algo permanente. Quiero decir, no estoy muy segura, pero al segundo día los efectos de la dosis pasaron. Aunque ella no tornó a ser un vampiro.

-¿Qué le ocurrió entonces?- Inquirió Sabra.-



            Dejando pasar unos instantes Violette respondió y lo hizo con tinte envarado, como si aquellas palabras que  iba a pronunciar fueran algo ofensivo.



-Su cuerpo…empezó a decaer. Sus piernas, sus brazos, se amorataron, como si una especie de gangrena los degradase. Se puso rígida. No supimos que hacer, le dimos otra dosis. Entonces mejoró enseguida. Al fin, cuando los otros vampiros lograron contactar con esos científicos que habían preparado ese compuesto, supimos que algo había ido mal. Tras analizar muestras de su sangre concluyeron que deberá tomar el suero con regularidad. Aunque, cada vez en dosis más concentradas. Al final, llegará un momento en el que, posiblemente, ni siquiera este compuesto logre frenar su deterioro. Se convertirá en un cadáver andante.



            Sabra quedó horrorizada, incluso para un vampiro como era ella ahora aquello sonaba realmente terrible. SI las palabras de Violette eran ciertas. ¿Acaso su novia iba a descomponerse como si de una especie de zombi o de cadáver se tratase? Movió la cabeza una y otra vez y se aproximó a Daphne que parecía respirar débilmente.



-Al parecer hubo pruebas anteriores y estos síntomas se presentaron con mayor virulencia. Por eso ninguno de esos vampiros quiso ser el conejillo de indias.- Remachó Violette.-

-¿Cuánto tiempo le queda?- Quiso saber la israelí.-

-No lo sé.- Musitó su contertulia.- Aunque siguen trabajando y ahora iban a sintetizar el compuesto en pastillas muy concentradas y en líquidos más potentes. Deberías cuidar de ella hasta que obtengan resultados. Os harán llegar cuantas dosis preciséis. Quieren saber si son eficaces.

-¿Daphne estará condenada entonces a existir así?- Sollozó Sabra.-

-Quizás con suerte, algún día logren el antídoto definitivo. - La animó Violette.- No perdáis la esperanza…de hecho, muchos de nosotros deseamos que Daphne se recobre. Significaría que hay una forma de escapar a esta maldición.



            La israelí no respondió a eso, tomó en brazos a su pareja y se alejó. Violette no dijo ni hizo nada por detenerla. Así volvieron al apartamento. Una vez despierta, le contó todo a Daphne. La maestra parecía no sentirse tan pesimista como ella. De hecho, daba la impresión de estar bien. Aunque tuvo que renunciar a viajar a Nature, primero porque al poco tiempo supieron que, milagrosamente, esa amenaza tan terrible fue neutralizada. Después, por el deseo de curarse definitivamente. Quería volver a ser humana del todo, estar bien y tener la oportunidad de reunirse con sus hijos. Aunque por otro lado, ansiaba disfrutar de su retomada relación con Sabra. Cuando Mei Ling volvió de hecho de Nature con Sonia, las dos se alegraron mucho de verla. No obstante, tenían sus propios problemas. Estaban buscando incesantemente a Richard. Tanto Dap como Sabra se ofrecieron a ayudarlas y lo hicieron durante semanas, aunque no lograron nada. La pobre Sonia estaba realmente hundida. Se negaba a abandonar y sus desvelos se volvieron obsesión. Mei Ling no se apartó de ella y las dos continuaron recorriendo la Tierra.  Por su parte Daphne y Sabra pasaron juntas los siguientes años. Dap incluso daba clases de día. Las sucesivas muestras que le proporcionaban parecían que iban hasta mejorándola y rejuveneciéndola. Pese a todo estaba obligada a consumir una dosis diaria.



-Pero hace tan solo un par de meses todo cambió.  – Suspiró Sabra.- A pesar de tomar ese compuesto, su cuerpo…



            La maestra comenzó a acusar fatiga. Iba de mal en peor, los niños a veces se alarmaban al verla casi incapaz de caminar o le decían que estaba sangrando por la nariz o los labios. Al fin, tuvo que pedir la baja por enfermedad. Notaba como su cuerpo se iba quedando más rígido y como sus venas y arterias se tornaban de un inquietante color morado, y ese tono se extendía por su cuerpo. Normalmente al tomar su medicación eso remitía. Sin embargo, tuvo que comenzar a ingerirla dos veces al día, luego tres. Sintiéndose desesperada optó por viajar a Nature.



-Sabra.- Le dijo un día a su pareja.- Sé que me queda muy poco tiempo. Y desearía abrazar a mis hijos, y esposo, pedirles perdón y decirles cuanto les quiero. Y también disculparme con mi hermana, le debo mucho... y ya jamás se lo podré compensar.



            Y es que Steph había sido la auténtica madre de sus hijos. La ex modelo había enviado muchos vídeos de Leah y alguno de David que las dos veían sentadas en el sofá de su salón. Daphne casi siempre lloraba o sonreía mostrándose orgullosa de verlos crecer. Ella grababa mensajes también, pero solamente Stephanie los respondía. A veces sí, junto con Leah que de ser un bebé había pasado a convertirse en una preciosa cría rubia como su madre y de ojos azules como su padre, tal y como la viera en aquel fugaz y triste reencuentro.



-Lo que daría por abrazarla.- Le decía Daphne a su pareja con una mezcla de pesar y orgullo.-

-Ya lo has dado todo.- Contestaba afectuosamente Sabra, abrazándola compasivamente.- ¿Quién podría pedirte más?



            Ahora la israelí estaba llegando al hotel. Tomó en brazos a su novia que parecía rígida como una piedra. Subió con ella sin perder tiempo y ya en la habitación, le hizo tomar una doble dosis. Al poco de hacerlo, para su alivio y alegría, Daphne abrió los ojos.



-¿Cuánto tiempo he estado así?

-Apenas una hora.- Calculó Sabra.- ¿Cómo te sientes?

-Mejor, pero…verás.- Musitó su pareja.- He tenido un sueño.



            Y para asombro y emoción de su interlocutora Daphne se lo contó. Estaba en una especie de lugar inmaculado y allí vio a su hermano. Byron llegó caminando,  primero con la apariencia de un niño, luego creció hasta convertirse en un hombre ante sus ojos. Lucía una túnica blanca y la saludó.



-Hola Dap.

-¡By!- Exclamó ella sintiéndose inmensamente feliz.-



            Hasta pudo abrazarlo, y tras un tiempo que no supo precisar se separaron y él le dijo.



-Has sufrido mucho, hermanita. Nunca mereciste pasar por tanto, pero ahora vas a recibir tu justa recompensa.

-¿Acaso he muerto ya y estoy en el Cielo junto a ti?- Quiso saber ella.-

-No, no todavía. De hecho podrás vivir un poco más, como el resto del Universo. Verás, la Trascendencia Cósmica se acerca. El fin de toda la existencia conocida está a punto de llegar. Quedan pocas páginas en el Libro de los Días.

-¿El Libro de los Días?- Repitió Daphne sin comprender.-



            Su hermano se limitó a sonreír con dulzura y únicamente replicó.



-No hay tiempo para muchas explicaciones. Tú solo ve con Maggie. Ella te ayudará. El custodio del libro le ha dado poder para ello.

-No lo comprendo, pero haré lo que me dices.- Sonrió Daphne, llena de alegría al ver a su querido hermano otra vez, así pues, sentenció.- Confío en ti By y te quiero…



            Aunque de pronto él se fue transparentando hasta desaparecer, aquel sitio tan inmaculado se volvió oscuro y Dap sintió un extraño escalofrío. Cerró los ojos y al abrirlos vio allí a Sabra que la miraba con una mezcla de miedo y ansiedad, preguntándole con evidente preocupación.



-¿Estás mejor?...

-Tenemos que ir a ver a Maggie, ¡por favor! - Le pidió a la israelí.-



            Su compañera sentimental no lo dudó, algo en la mirada de Daphne la impulsó a obedecer con rapidez. Esa sensación de ser el último deseo de una moribunda. O por el contrario, el de alguien con una enorme esperanza. En cualquier caso, no iba a ser ella quien la decepcionase.



-Haré lo que tú quieras.- Le aseguró, tomándola en brazos tras envolverla con una manta y haberse pertrechado con las dos últimas dosis que le quedaban.- ¡Vamos!



            Por fortuna, Daphne tenía la dirección de Maggie, al menos le dijo que estaría en lo que fuera la sede de la Congregación para la fe, que la ahora obispo dirigía. Aunque a Sabra no le hacía mucha gracia ir allí se avino. De nuevo, ayudando a su pareja a subir al deslizador, partieron.



-¿Qué podrá hacer Maggie por ti?- Quiso saber con tono incrédulo.-

-Ni yo misma lo sé, pero Byron me lo ha dicho en mis sueños.- Suspiró la interpelada.- Y tengo confianza plena en él.



            Quizás Daphne se estuviera apagando ya, sólo eso podría explicar esas alucinaciones que tenía, con el recuerdo de su difunto hermano. Sabra la miró con una gran tristeza. De todos modos, si eso es lo que quería, no sería ella quien se lo negase.



-Muy bien, mi amor.- Le susurró con todo el cariño que pudo reunir, esforzándose para no llorar.- Iremos con Maggie.



            Y al fin llegaron hasta aquel lugar, Daphne apenas sí podía andar sola, Sabra pasó un brazo de su novia tras sus propios hombros y la auxilió como pudo. Al alcanzar la puerta llamó con desesperación.



-¡Por favor! ¡Maggie!, ¿estás aquí?...Daphne necesita verte…



            Los segundos se arrastraron en tanto la israelí notaba como el brazo de su amada se iba poniendo más y más duro, al mirar de reojo vio con horror como también su color se iba tornando morado.



-¡Oh, Dios mío, ayúdanos!- Musitó abatida y desesperanzada. – Te lo ruego, Daphne no se merece esto…



            Como si de una respuesta a esa plegaria se tratase la puerta se abrió tras escucharse un leve zumbido eléctrico. Sabra pasó ayudando a su exánime compañera. Una vez dentro atravesaron un pasillo y  al fin entraron en una gran sala con bancos y sillas, donde había un altar. La israelí ni se percató de las cruces. Eso no podía dañarla salvo que alguien con auténtica fe las emplease contra ella. Y la persona que hubiera sido capaz, estaba allí, rezando .



-¡Por favor! - Sollozó la israelí.- Maggie. Te suplico que hagas algo por Daphne…



            La interpelada se levantó despacio girándose hacia ellas. Sonrió. Enseguida repuso con tono amable y calmado.



-Ponla sobre uno de los bancos…



            Sabra así lo hizo. De entre los pliegues de una túnica blanca que portaba Margaret sacó una pequeña libreta de cuero negro. También algo parecido a una pluma y tras abrir esa especie de agenda anotó algo…



-Ya está, el final no se hará esperar mucho más.

-Si tiene que morir…que sea a mi lado.- Lloraba la israelí aferrándose a una de las manos de su pareja.-



            Daphne tenía ambos brazos entumecidos, los dos de color morado ya. Apenas si podía moverse ni articular palabra.



-Maggie.- Fue capaz de musitar.-

- Lo sé, lo sé Dap.- Sonrió ésta, declarando.- Byron te envió a mí. Pero yo únicamente soy una humilde intermediaria. Sin embargo, el custodio del Libro me ha dado poder, aunque ya solo puedo hacer un último truco de magia…ya no hay sitio en esta libreta para más.

-No comprendo de qué estáis hablando.- Pudo decir la confusa y consternada israelí.-

-Sí lo sabes.- Rebatió Maggie al replicar.- Supiste del Libro de los Días cuando Debbie te habló de él. Ella a su vez tenía instrucciones para que tú pudieras acercarte. Y todo lo sucedido, tu conversión en vampiro cuando te atraparon y lo que le ocurrió a Daphne, tenía como fin eso mismo.

-¿No pensarás que yo quería que la mujer que amo terminase así?- Se indignó su interlocutora.-

           

            No obstante, Margaret no alteró su tono amable e incluso afectuoso y contestó.



-Todos hemos hecho muchos sacrificios y vivido muchísimas peripecias sólo para acrecentar las páginas del libro. El custodio me lo dijo. Él a su vez fue encargado de concluir esta parte, y su mentor le habló del Demiurgo.

-¿Quién?- Inquirió Sabra totalmente perpleja.-



            Juraría haber oído ese nombre alguna vez. Quizás a Lance. Pero no era capaz de recordarlo. Sin embargo, eso no le interesó tanto como lo que Maggie dijo e hizo después. Y es que esa mujer, quitándose la túnica, cubrió a Daphne con ella. Y finalmente declaró.



-Ahora Dap, te has ganado el derecho a ser feliz. Tú has sufrido muchísimo y eso ha conmovido incluso al Demiurgo. Así pues, este es el final de mi magia…y el principio de tu vida…



            Y fue entonces cuando retiró la túnica, pasándola a su vez sobre el rostro de la israelí. Cuando ese ropaje fue apartado de la cara de Sabra, su novia reapareció ante ella. La ex militar abrió los ojos mirándola con asombro e incredulidad.



-¡Daphne!...



            Allí estaba su amada, tan joven y hermosa como cuando la vio por primera vez. Pero eso no era todo. La rubia se levantó enseguida observando también a su novia con asombro.



-Sabra… ¡Estás llorando!

-Sí.- Gimió ésta, que lo admitió, declarando.- Porque soy muy feliz…



            Aunque al principio no se percató de ello, pero su pecho se movía, muy suavemente, oscilando arriba y abajo. ¡Estaba respirando! ¿Cómo era posible? Daphne la tomó de las manos y sintió su calor…



-¡Estás viva!- Exclamó radiante de alegría.-



            Y también la israelí lucía bastante más rejuvenecida. Maggie las miraba muy feliz y simplemente sonreía. Finalmente intervino ante las dos asombradas y entusiasmadas chicas.



-Así es. Volvéis a tener la oportunidad de vivir juntas y disfrutar de vuestro amor. Tal y como debió ser. La historia se ha reescrito. Aunque solamente sea por este breve espacio de tiempo que nos queda.



            Sin prestar atención a eso último las dos se abrazaron besándose largamente en los labios. Tras unos instantes de pura alegría e intercambio de amor, atendieron a las palabras de su benefactora.



-¿Qué haremos ahora?- Se preguntó Daphne todavía abrazada a su pareja.-

-Id a recuperar a tu familia.- Sonrió la obispo.- Disfrutad al máximo de la vida, dar y recibir amor y sobre todo, sed felices…

-¡Gracias, muchas gracias! - Pudo balbucear una llorosa Sabra.- ¡Nos lo has devuelto todo!…



            Y tras darle dos sentidos abrazos ambas se fueron, deseosas de ver a Stephanie y el resto para contarles aquello. Maggie se quedó allí, a solas y esbozó una leve sonrisa. Después miró a esa agenda, repleta ya de palabras y al poco ésta se desvaneció como si jamás hubiera estado allí.



-Sí, es el fin de la magia. Ahora iré con mi esposo. Me necesita tanto como yo a él.



            En efecto, Kiros distaba mucho ya de ser ese gran guerrero saiyajin de antaño. Ahora atendía los asuntos de su mundo en Nature y, sobre todo, pasaba mucho tiempo meditando. El recuerdo de su amada hija seguía muy presente en él, llenándole al tiempo de orgullo y nostalgia. De hecho, cuando Maggie llegó a casa le encontró sentado en la postura del loto, con los ojos cerrados.



-Hola, cariño.- Saludó ella abrazándole por detrás.-

-Hola. Estaba tratando de sentir el aura de nuestra hija.- Le confesó él, afirmando esperanzado.- No lo he logrado todavía, pero estoy seguro que, algún día, seré capaz de hacerlo.

-Gloria está en un lugar mejor.- Afirmó su esposa.- Y nos aguarda. Algún día, no muy lejano, estaremos junto a ella. Ahora mientras tanto, debemos vivir dando  y recibiendo todo el amor que podamos.



            Kiros asintió despacio, se levantó abrazando a su mujer, ¡eso deseaba creer! Por su parte, Maggie sabía perfectamente lo que su marido sufría. Quizás hubiera tenido que ser ella la que más tuviese que haber llorado a su hija, pero no era así. Ahora estaba convencida de que Gloria siempre estaría con ellos y que jamás sería olvidada.



-Y esa es la verdadera llave a la inmortalidad.- Reflexionó en tanto se dejaba estrechar por los brazos de su esposo.- Por eso creo que, lo que Alex me contó, tiene muchísimo sentido…



            Pasaron un par de días, y tanto Daphne como Sabra se decidieron. Esperaron para comprobar si todo aquello no había sido un sueño y afortunadamente vieron que una vida nueva se abría ante ellas.



-Pero no deseo que estemos solas.- Le comentó Dap a su pareja.- Podemos ser muy felices estando todos juntos.

-Es verdad. Deseo que puedas recuperar el amor de tus hijos.- Convino la israelí.-



            Así lo decidieron, llamaron a  Stephanie y a Martin quedando en el hotel donde ambas residían. Al llegar a la cita el esposo de Daphne apenas sí pudo creerlo.



-¡Estás tan joven como cuando te conocí!- Exclamó tras saludarse de modo educado y afectuoso al tiempo.-

-Gracias, se lo debo a Maggie. Ella ha obrado este milagro.

-¿Milagro?- Se sorprendió Steph añadiendo entre perpleja y desconfiada.- No me digas que ahora también tú te has convertido a la fe gracias a eso.



            Sin embargo, su hermana movió la cabeza sonriendo, hasta diríase que divertida, para replicar.



-No, Maggie no me pidió que me convirtiera a nada. Al contrario, dijo que ella sólo era una mera intermediaria y que aprovechásemos el tiempo que nos queda.

-Sí, y debo admitir que lo creo porque me curó a mí también.- Reconoció Sabra.- Ahora sólo deseamos dos cosas, vivir juntas y felices pero, más que nada, zanjar los problemas que hubo entre nosotros.



            Y es que pese a los años transcurridos la orden de alejamiento que pesaba sobre la israelí respecto de Martin seguía en pie. Quizás fuera complicado anularla dado que fue dictada tras sentencia firme de un tribunal. Pudiera ser que ni el testimonio del propio protegido fuese capaz de variar eso. Aunque él enseguida asintió.



-Haré cuanto esté en mi mano para que revoquen esa orden absurda. También quiero pedirte perdón. No estuvo bien lo que hice.

-Todos cometimos errores, y ahora empiezo a pensar que posiblemente algo o alguien nos impulsara a ello. Pero no pretendo descargar mi propia responsabilidad. Tampoco supe controlarme y lo lamento.- Replicó su contertulia.-



            Y después de unos instantes de silencio, Martin le ofreció una mano que la israelí estrechó. El ahora director del Colegio de la fe, declaró incluso con tono emocionado.



-Ahora podremos ser una gran familia. Daphne sigue siendo la madre de mis hijos, Steph ha actuado como si lo fuera y tú has cuidado y protegido a Dap. Y está claro que la amas como yo quiero también a Stephanie…Por cierto, Leah me dijo que se alegró mucho de verte, Dap.



            La aludida sonrió visiblemente contenta por ese comentario. No tardó en abrazarse a su todavía marido. Aunque ni tan siquiera Martin se atrevió a nombrar a su hijo. Ese detalle no pasó desapercibido a nadie. Y fue la propia ex maestra quien lo sacó a  colación con pesar.



-Lo único que me entristece es que David no me perdonará. Mi propio hijo me odia. Y a Maggie no le quedan más milagros ya…

-El único milagro que hace falta es tu amor de madre. Poco a poco, estoy segura de que, entre todos, le haremos comprender.- Quiso animarla Steph.-

-Por mi parte no te preocupes. Cuando quieras firmaremos los papeles del divorcio. – Le ofreció Martin.-



            Su mujer asintió despacio, pero ella desearía que su hijo la perdonase, que la abrazara y le dijera que la quería. Quizás su felicidad no pudiera ser completa. Y temía que, si se divorciaba, eso ya supusiera el último golpe para David, a pesar de que el mismo chico se lo pidiera.



-Le conozco, estoy convencida. Dijo eso solamente porque está muy dolido. Eso es.- Suspiró pensando en algunas palabras que Maggie pronunció.-En el fondo sé que me quiere. Como yo a él. Solamente quisiera que apartase su resentimiento por un instante y que me escuchase.- Pensó consternada.- Quizás así, él lo comprendiera, únicamente entonces me sentiré capaz de seguir adelante.



            En otra parte, la familia Ginga estaba reunida. Ail y Ann llegaron para estar junto a sus hijos, tanto Naya, como Giaal y sus respectivas familias estaban disfrutando de la presencia de los patriarcas. Y tras los primeros días de compartir tantos recuerdos y vivencias, Alex les comentó a todos.



-Algo terrible se está acercando. Sé que esto os sonará extraño, pero en realidad se trata de la Nada.

-Hijo, yo la sentí una vez. Hace muchos años. - Recordó Susan aterrada para preguntar.- ¿Estás diciendo que ese horror vuelve de nuevo a amenazarnos?

-Así es, de hecho siempre estuvo ahí. – Suspiró el joven que les contó.- Cuando Asthel nació, su madre, alimentada por su espíritu, alejó la Nada y el olvido durante años. Después, al reunirse los nueve, entre los que están la querida prima Fiora, el propio Asthel y su hermana, mi novia Maray, lograron hacerla retroceder una vez más. Sin embargo, mucho me temo que, en esta ocasión, será definitivo.

-¿Cuánto calculas que nos queda?- Quiso saber Giaal.-

-No lo sé, puede que unas semanas, unos pocos meses a lo sumo, antes de que alcance Nature.- Estimó su hijo.-

-Leval y Mazoui lo saben también.- Admitió Susan.- Me han estado enviando algún mensaje indicando que algo muy grave se aproxima.

-Tanto ellos como sus familias se reunirán para pasar todo el tiempo posible juntos.- Intervino Ail.-

-Es por eso que nosotros quisimos venir aquí. Antes pasamos por la Tierra para despedirnos de nuestros amigos.- Añadió Ann.- Allí supimos que Keiko Tomoe regresó para reunirse con sus padres.



            Así era, Keiko decidió retornar, nada le ataba a Nature y quería volver a ver a los suyos. De camino pasó por Bios y allí vio a su amiga Mimí. Ésta no era ni la sombra de la mujer que fue, su pelo moreno ya estaba entrecano y su mirada alegre de antaño empañada y hasta perdida. Se pasaba el tiempo añorando a su hija, que también marchó con ese grupo de jóvenes a aquella misión tan trascendente. Keiko quiso animarla todo lo que estuvo en su mano. Una tarde paseando con ella por un parque de Bios, charlaban sobre su juventud y recordaban los buenos momentos. Aunque también algunos malos. Sentadas en un banco, Mimí suspiró.



-Perdí a mi hijo hace tantos años y después, cuando más lo necesitaba, el destino me dio a Mimet. Ahora la he perdido a ella también.

-Yo la quería muchísimo, para mí fue lo más parecido a una hija que he tenido.- Musitó Keiko tomando una mano de su amiga entre las suyas y atreviéndose a confesar.- La he amado tanto como te he amado a  ti.



            Tomando eso por un cumplido, Mimi sonrió, aunque su interlocutora le confesó finalmente.



-Te he querido como a una amiga, como a una hermana y...perdóname, pero me hubiese gustado amarte de un modo incluso mayor.



            Ahora su contertulia la observó, pero de un modo casi maternal, para musitar con voz queda.



-De algún modo siempre lo he sabido, Keiko. Y yo te he querido muchísimo también, pero como a una hermana.



            Fue la pelirroja, que tenía algunas canas ya, la que miró a su amiga con la boca abierta. Tardó un poco en replicar no sin envaramiento.



-Siempre había pensado que guardé bien el secreto…

-Tuvo que pasar algún tiempo pero, poco a poco, me percaté de como nos mirabas a Kenneth y a mí. Al principio pensé que era él quien te atraía. Luego, observándote junto a él me di cuenta de que no era el caso.

-Comprendo.- Suspiró Keiko admitiendo con algo de vergüenza y pesar.- Me siento como una idiota ahora.

-No , por favor, no quiero que esto te resulte embarazoso,- le pidió su amiga posando una de sus manos sobre la mano izquierda de la pelirroja.- Te agradezco mucho que sintieras eso por mí, pero yo jamás habría podido corresponderte. Por eso, fue mejor así.

-Sí, ahora al menos me he quitado un peso de encima. Siempre me torturé pensando qué hubiera podido pasar, de haber existido la más mínima posibilidad de que tú y yo…



            Mimí no la dejó terminar la frase, se acercó dándole un suave y cariñoso beso en la mejilla para sentenciar.



-Lo siento mucho, nunca quise que sufrieras por mi causa. Si te sirve de algo, siempre te eché de menos cuando te marchaste a Nature. Y jamás podré agradecerte lo bastante tu sacrificio y cómo has querido a mi hija. Ahora, espero que estés con nosotros disfrutando del tiempo que nos quede…

-Sí. - Asintió Keiko siendo capaz de sonreír levemente.- Recordaré con mucho afecto a los amigos que dejé atrás, en Nature, pero debo estar con vosotros, sois mi familia.



            Las dos mujeres se abrazaron y volvieron a casa. Tenían velada familiar, junto con sus respectivos padres y parientes. Mientras tanto, en Nature, las animamates se reunían llenas de preocupación.



-El fin está llegando ya. La Señora Galaxia nos ha informado, la Nada se aproxima. Es cuestión quizás de semanas que nos alcance.- Declaró Lead Crow con pesar.-

-Entonces, ya nada podemos hacer, ¿no es verdad?- Inquirió Tin Nyanko con idéntica consternación.-

-Hicimos todo lo que pudimos, dadas las circunstancias.- Replicó Aluminum Siren.-

-Ahora solo nos resta estar listas para el momento final.- Sentenció Iron Mouse.-

-Y Lady Galaxia, ¿qué hará?- Se interesó Nyanko.-

-Lo más probable es que se reúna con los reyes de la Tierra.- Contestó Crow.-

-¿Y que debemos hacer nosotras?- Preguntó Mouse.-

-Supongo que permanecer aquí animando a los habitantes del mundo que se nos confió proteger hasta el final.- Contestó Siren.-



            Todas asintieron conviniendo en ello. Así sería. Para bien o para mal su papel en esta historia había terminado… de ese modo algunos días se sucedieron con una creciente sensación por parte de los habitantes de Nature de que algo extraño ocurría. El cielo comenzó a adquirir una tonalidad cada vez más violácea y la oscuridad se alargaba de forma anormal. Junto con Thalia, Franklin miraba con perplejidad algunos informes proporcionados por los satélites de vigilancia.



-Esto es muy extraño,  hay partes del cielo que aparecen sin datos.- Comentó el joven.-

-Será una avería.- Especuló su interlocutora.-

-No, no lo es. Hemos recibido lecturas similares de varios receptores en órbita por todo el planeta y también desde la SSP-2- Rebatió el chico.-

-¿Qué significa entonces?- Preguntó la saiyajin.-



            Su interlocutor se limitó a suspirar largamente y enfrentando su mirada a la de ella, le desveló…



-El universo sencillamente está desapareciendo. Como si jamás hubiera existido. Y esa ola de obliteración se aproxima a Nature.



            Thalia le miró atónita, después asustada. Había pocas cosas que pudieran hacer ese efecto en una guerrera de su planeta. Incluso la posibilidad de morir se contemplaba de modo alegre si era en un buen combate, ¡pero desvanecerse sin más!



-No, no lo comprendo.- Musitó la joven.- ¿Cómo que desaparecer?...



            Franklin la tomó afectuosamente de una mano y entonces replicó con tono sereno.



-Será mejor que vayamos a ver a mi padre. Él te lo explicará.



            Llegaron pronto a casa. Scott estaba allí, junto con su esposa y su hija. Hipatia había venido a visitar a sus padres. La joven escritora vivía ya en su propia casa y había comenzado a salir con un antiguo compañero de la facultad de periodismo donde estudió. No obstante, esa tarde quería ver a su familia. La casualidad quiso que su hermano llegase entonces con Thalia.



-Hola, me alegro mucho de verte.- Sonrió Hipatia abrazándola enseguida.-



            Thalia siempre era algo más remisa a esas muestras de afecto humano. No obstante, se dejó hacer y simplemente sonrió. Aunque enseguida tornó su semblante risueño en otro más serio. Parecía imposible pero se daba cuenta de lo que sucedería. De seguir el avance de la nada estarían todos condenados a desaparecer. Así lo planteó fiel al estilo directo de su pueblo.



-Es algo inexorable.- Admitió Scott.- He hecho muchas simulaciones informáticas y los resultados siempre son los mismos. El Universo se está encogiendo. Y no sabemos por qué. Es como una especie de Big Crunch acelerado.

-Sea como sea, será el final de todo.- Suspiró Franklin.-

- O quizás el comienzo de algo nuevo.- Afirmó su hermana con sorprendente optimismo.-



            Y es que Hipatia había ido atando cabos. Desde que Maggie le contara aquellas cosas tan extrañas algo en ella se había despertado. Al principio le pareció que esas historias eran fruto de la imaginación de la enfermera, aunque luego, investigando un poco como hubieran hecho sus admiradas Kathy O ‘Brian o Tania Spencer, descubrió algunas cosas. Para empezar, las milagrosas curaciones de Claire, esa modelo que era la ayudante de Stephanie Kensington en la dirección de modas Deveraux en Nature. Después supo del caso de una investigadora llamada Emma. Todo eso la fue llevando como si de desenrollar una madeja se tratase, a la jefa de enfermeras y obispo de la congregación. Al fin, se dirigió hasta allí y habló con Maggie. Tras  exponerle sus hallazgos, llegó el momento de hacerle la gran pregunta.



-Entonces, lo que me contaste no fue una mera historia inventada por ti, ¿no es así?

-No, no lo fue.- Admitió su contertulia.-

-¿Y por qué confiaste en mí?- Quiso saber la chica.-

-Bueno, porque eres una buena escritora y siempre tuviste mucha imaginación. Con muchas menos palabras, fuiste capaz de lograr unas cosas que yo no podría haber resumido tan bien.



            Y tras esa confesión, Maggie le desveló lo que sabía. La perpleja Hipatia apenas pudo repetir.



-Entonces, ¿ese libro que se supone nos ha hecho existir se está quedando sin páginas?

-Así es. Al menos eso me contó Alex.

-¿Alex? ¿Te refieres al hijo del doctor Ginga y la capitana Hunter?- Exclamó la atónita joven.-

-Sí, a él me refiero. Le nombraron custodio del libro. Al menos que yo conozca, de la parte relativa a lo que debía de ocurrir en Nature.

-Pero si él no había nacido cuando este mundo fue terraformado.- Objetó la escritora.-

-Ese libro ha pasado de unas manos a otras. Durante mucho tiempo.- Le aclaró Maggie.- Muchas personas se han turnado para contribuir en él.

-Entonces ya lo comprendo.- Afirmó Hipatia convencida de ello, más al sentenciar.- Todo lo que nos ha ocurrido no ha hecho más que acrecentar sus páginas.

-Eso tengo entendido.

-Bueno, pues  a mí se me ha ocurrido una idea para que estas aumenten un poquito más, y tener un hermoso colofón cuando lleguemos a la última.



            Maggie le sonrió entonces para replicar.



-Soy toda oídos..



 Y entre tanto el joven custodio leía aquello y asentía con aprobación…



-Así es Hipatia. Esa es una hermosa idea. Lo único triste es que pronto la llevaremos a la práctica. Ya llega la hora.- Se dijo contando el puñado de páginas que quedaban aunque agregando con tono intrigado.- Sin embargo, todavía quedan algunas cosas interesantes…

           

            Y es que leyó que Sabra Leví acudió junto con Daphne y Martin al juzgado. El director del colegio retiró cualquier denuncia y testificó a favor de la israelí. Aunque esa no fue la única alegría que ésta se llevó. Quedó sorprendida al ver allí a la capitana Hunter. Susan no tardó en saludarla declarando.



-Te felicito. Desde ahora ya puedes aproximarte legalmente a Martin sin ser detenida.

-Sí, es un alivio.- Convino ésta.-

-Muchas gracias, Martin.- Terció Daphne besando a su esposo en una mejilla.-

-Bueno, al fin hice lo que debía. Pero cuando avisé a Susan y le pedí que viniese, ella me comentó que eso no iba a ser todo.- Sonrió el interpelado.-



            Y ante la mirada curiosa de Sabra, la capitana declaró con tono más formal.



-Sabra Leví, en vista de que todas las denuncias se han retirado y que ha cumplido cualquier tipo de sanción o condena que pudiera haberle sido impuesta, la reintegro oficialmente a su puesto de piloto en el UNISON. Y por ende, a su condición de miembro de las Fighter ladies. Si es que acepta, claro está.



            La israelí abrió la boca entre sorprendida y muy feliz. Apenas si pudo replicar.



-¡Oh, por supuesto que acepto!. Muchísimas gracias señora. ¡Vuelvo a ser la segunda teniente Leví!



            Sin embargo Susan sonrió, moviendo la cabeza para corregirla….



-Querrá usted decir, primer teniente Leví. Le debíamos al menos un ascenso. Será la segunda al mando de la escuadrilla.



            La perpleja Sabra apenas si pudo musitar.



-Muchas gracias, señora. Esto representa muchísimo para mí. No se imagina cuánto…



            No tardó Daphne en rodear el cuello de la israelí con sus brazos y besarla. Incluso Martin sonrió comentando entre tanto.



-Muchas felicidades. Te lo mereces. Ahora solo nos queda discutir otra cosa.



            Así era, tras despedirse de Susan que les prometió asistir junto con su esposo e hijo, los tres se fueron a reunir al local de Ginger y Nelly. Allí avisaron a Stephanie. Y después de charlar un poco la ex modelo y Martin les desvelaron.



-Estuve en el juzgado antes de acudir con Sabra, llevé los papeles del divorcio. Solo falta tu firma.- Le comentó Martin a  la que todavía era su esposa.-



            Y ante el asombro de Daphne y Sabra, el director del colegio le cedió unos documentos y un lumiboli… Al principio Daphne no supo que decir. Después rompió a llorar, aunque de emoción, para ser capaz de decir.



-Eres un buen hombre, el mejor que he conocido. Y lo siento, siento muchísimo que no estuviéramos destinados a estar juntos. Pero debes saber que siempre te querré. Eres el padre de mis hijos y has sido mi compañero durante muchos años. Eso jamás lo olvidaré…



            Martin posó una mano sobre las de su todavía esposa y sonrió, asegurando.



-Tú también formarás parte de mi vida para siempre, Dap. Nunca he dejado de amarte, créelo.  Igual que amo a Steph. Y si Sabra y tú aceptáis lo que os he propuesto, estaré muy feliz de ver aumentada mi familia.

-Sí, Dap. Será estupendo. – Convino Steph afirmando con deseo de que así fuera.- Hemos pensado que, cuando tú y Martin os hayáis divorciado podríamos casarnos todos. Me refiero a que él se case conmigo y que vosotras dos lo hagáis también, junto a nosotros, ese mismo día.



            Turno de Daphne y Sabra de mirarles boquiabiertas, la rubia apenas podía articular palabra, sobrepasada por la emoción, fue la israelí quien tuvo ocasión de replicar.



-Sería maravilloso, es una magnífica idea. Daphne, quiero proponerte que seas mi esposa.



            Y para sorpresa de Dap, La israelí se arrodilló sacando un anillo de oro de su bolsillo. Fue el turno de Martin para comentar.



-Le aconsejé a Sabra que te lo pidiera aquí. A mí al menos no me fue mal…

-Daphne Leví Kensington, me gusta cómo suena.

-A mí me gusta más Sabra Kensington Leví.- Sonrió su interlocutora, matizando, eso sí, con leve prevención aunque teñida de euforia. – Eso si me aceptas.



            Por supuesto, Daphne aceptó, tras besarse y abrazarse fueron ellas quienes asistieron a  la petición de Martin para Stephanie. Ésta como no pudo ser de otro modo, se emocionó a su vez, dado que nada imaginaba. Solamente sabía que el ya ex marido de su hermana le iba a llevar esos papeles del divorcio. No esperaba la petición de mano todavía. Igualmente asintió entre lágrimas a la propuesta de su hasta entonces oficialmente cuñado.



-Muchas felicidades, de verdad.- Sonrió Dap abrazándose a su hermana.-



            Fue entonces cuando Ginger se aproximó sonriente y les comentó.



-Enhorabuena a todos. Solo espero que queráis festejarlo aquí. Al menos pasaros a los postres después del banquete.

-Será un placer. ¿Verdad?- Preguntó Martin a las tres mujeres que se sentaban a su lado, obteniendo el parabién de todas.-

-Este lugar siempre ha sido un sitio maravilloso en el que me he sentido querida.- Declaró Daphne.- No puedo imaginar un entorno mejor.

-Sí, y además, Hipatia me ha propuesto que celebremos una fiesta.- Les contó Gin.- Va a venir mucha gente importante para mí y vosotros no podéis faltar.

-No faltaremos, te lo prometo.- Sonrió Martin.-



            Sin embargo, en tanto ellos se solazaban ante la perspectiva de esos matrimonios y la posterior celebración, la nada avanzaba veloz e impasible hacia el sistema solar naturiano. Y no solamente eso, algunos otros no eran tan felices. David enseguida se enteró de aquella noticia. No podía creerlo. Al menos, que su padre se divorciase y pudiera casarse con su tía le parecía muy bien. Pero no sería él quien asistiera a una burla al sagrado sacramento del matrimonio, entre su desviada madre y esa otra zorra sáfica. Así se lo anunció a sus consternados padre y tía antes de salir dando un portazo.



-Este lugar está podrido.- Pensaba con creciente ira.- ¡No voy a permitir que se convierta en un lodazal de impudicia, y menos en mi propia familia!



            Y ciego de rabia, acudió a pedir consejo a su idolatrado mentor. Corbin estaba en prisión, cumplía condena por alguno de sus delitos y recibió de buena gana la visita de ese joven. Una vez éste le expuso lo sucedido, Julius declaró con aprobación.



-Dices muy bien. No puedes permitir que una aberración así suceda. Desgraciadamente, eso ya no está en tu mano.

-¿Qué debo hacer entonces?- Quiso saber el joven.-

-Cumplir con tu destino.- Fue la respuesta.- Debes marchar de este lugar y unirte a aquellos a quienes les importan la decencia y el respeto al curso natural de las cosas.

-No voy a ninguna parte. ¡No pienso tolerar que mi madre mancille a nuestra familia! - Espetó el joven.-

-Nada tengo en contra de eso. Si realmente estás decidido a evitarlo, actúa como creas mejor. Una vez que lo hagas, si deseas realmente ayudar a la causa, sigue mi consejo, vete de aquí y únete a los miembros de la Luna Negra. Solamente ellos te ayudarán. Cuando te convenzas por ti mismo, lee esto, te indicará a dónde deberás ir.



            Y dicho esto le entregó un pequeño sobre al muchacho que lo tomó de inmediato, tras mirar su blanco envoltorio solamente ilustrado por una media luna negra con los cuernos hacia abajo, David lo guardó en uno de sus bolsillos y respondió.



-Gracias Ilustrísima. Le doy mi palabra de que mantendré la fe y haré que mi madre regrese al camino recto, de un modo u otro.

           

            El joven se marchó y Corbin, esbozando una media sonrisa, se dijo.



-Al menos daremos a esta historia un bonito final.



Así, decidido y lleno de determinación, fue a una dirección que había encontrado en la agenda electrónica de su padre. Allí estaban las señas del hotel en donde su madre se alojaba. No tardó en llegar, enseguida pidió en recepción que le pusieran en contacto.



-¿De parte de quién?- Quiso saber el encargado.-

-¡Dígale a Daphne Carson que su hijo David Carson está aquí! - Espetó.-



            Ese tipo marcó un número y comunicó esas palabras. Al cabo de unos instantes, recibió una respuesta por el teléfono y a su vez le dijo al chico.



-Planta segunda, habitación doscientos treinta. Puede subir.



            No dudó en hacerlo. Arriba Daphne aguardaba nerviosa y asustada.



-Es mi hijo.- Le confió a Sabra con una mirada suplicante y llena de esperanza.- Quizás quiera arreglar las cosas.



            Era su anhelo primordial ahora. Pudiera ser que, tras hablar con Stephanie y con Martin, el chico finalmente hubiera entendido que toda la familia podría llegar a estar unida y feliz.



-Esperaré en el otro cuarto para que podáis hablar a solas. Si me necesitas saldré.- Replicó la israelí, haciéndose cargo de lo importante que eso era para su prometida.-



            Su pareja asintió, Sabra se metió en una habitación anexa respirando hondo. Temía por Daphne.



-Lo siento, siempre has sido demasiado ingenua, esperando lo mejor de todos. Sé lo que te duele, pero no creo que tu hijo venga precisamente a darnos la enhorabuena.- Suspiró con tristeza e impotencia.-



            Pero sabía que esa era una situación que, al menos por el momento, su novia tenía que afrontar sola y darse cuenta por ella misma. Sabra sabía que presencia no ayudaría. Y es que Dap le rogó que no interviniese al principio. De hecho, otra persona le dijo eso mismo. Fue Maggie…y fue muy categórica a ese respecto.



-Quizás ahora comprenda lo que me quiso decir.- Suspiró.-



            Y es que, tras esa milagrosa curación, la que ahora era obispo la tomó en un breve aparte en tanto Dap se miraba atónita en un espejo cercano e iba al baño. Sabra sonrió, dado que su pareja hacía mucho que no tenía que usar el servicio. Aunque Maggie enseguida le susurró.



-No todo está arreglado aún. A Daphne todavía le queda el mayor escollo que superar, el de su propio hijo. Y no será nada fácil. Necesitará toda tu ayuda y que, llegado el momento, mantengas la calma y seas generosa y compasiva.

-Sé que será muy difícil para ella recuperar el amor de su hijo. Haré lo que sea por ayudarla.- Sentenció la israelí.-

-Muy bien, pues recuerda esto. Pase lo que pase, tendrás que demostrar una gran amplitud de miras y sobre todo, mucha capacidad de perdón.



            Ahora, en esa habitación trataba de imaginarse el porqué, anticiparse a lo que fuera a suceder… pero para su desgracia no tenía ni la menor idea de lo que sería…



-Sólo puedo rezar para que Dap pueda reconciliarse con su hijo…- Pensaba con el deseo de que así fuera.-



            Y en otro lugar, tras ojear su libro, Alex llamó a su padre. Giaal estaba en su consulta.



-Hola hijo, dime ¿Qué sucede?- Quiso saber con tono tranquilo.-

-Escucha, papá…- le pidió el joven con tono y gesto serio.-  Necesito que hagas una cosa…y no por mí…es muy importante.

-Muy bien, dime de qué se trata…- Inquirió su progenitor.-



            El ruido del timbre sobresaltó a Daphne. Respiraba agitada, ahora exhaló despacio intentando a toda costa serenarse, su hijo estaba ahí, al otro lado de la puerta. Tras unos instantes y volver a escuchar el timbre se armó de valor y abrió. En efecto, el joven estaba allí plantado y clavó en ella unos sorprendidos ojos para disculparse, musitando…



-Perdone, señorita. He debido de equivocarme de habitación.

-No, David. - Sonrió ella de forma trémula añadiendo con tono suave y tan lleno de afecto como pudo.- Soy yo, tu madre.

           

            Tuvieron que transcurrir unos segundos para que el muchacho se recuperase de su estupor. Ante él estaba esa escultural chica rubia, de ojos verdes preciosos, que parecía tener su misma edad. Apenas sí podía creerlo. Ahora que se percataba, le recordaba algunas antiguas holofotos que viera de su madre, siendo esta muy joven.



-No puede ser. ¿Qué burla es esta? – Se indignó él, alegando pese a todo.- Tú no puedes ser mi madre.

-David, por favor.- Le pidió la joven que tenía enfrente con gesto suplicante.- Pasa y te lo explicaré todo.



            Algo reacio pero lleno de curiosidad, el chico aceptó. Una vez dentro y tras cerrar la puerta, Daphne le desveló.



-Soy yo, soy la misma que te arropaba por la noche, ¿recuerdas? Te acurrucabas junto a mí y te leía cuentos. También te acariciaba el pelo y te  apretaba la nariz cuando eras pequeño, te reías mucho.- Suspiró tratando de no llorar al musitar.- ¡Mi niño, mi precioso hijo!



            Ahora David abría la boca mirándola de nuevo, sí, a pesar de estar tan joven finalmente la reconocía. Esa expresión era la misma de su madre…



-¿Cómo has podido rejuvenecer tanto? ¿Qué clase de brujería satánica es esta? ¿Es que no te bastaba con ser una invertida?

           

            Daphne encajó estoicamente esa andanada de insultos. Y enseguida le suplicó.



-No, es todo lo contrario, ha sido un milagro, veras hijo. Deja que te lo cuente todo. ¡Por favor! Lo que más ansío en este mundo es que sepas toda la verdad…



            Y aunque por una parte, David no quería escucharla, por la otra se sentía realmente intrigado. Al fin asintió.



-Te ruego que te sientes.- Le pidió ella.- ¿Qué quieres tomar? ¿Todavía te gusta la tarta de moras? Tengo algo aquí, la compré… bueno.- Suspiró entre triste y esperanzada.- Por si podíamos volver a vernos…

-No, gracias.- Rechazó él.- ¿Quieres contarme la verdad? Muy bien, pues aquí me tienes, cuéntamela. – Le exigió abruptamente.-



Su madre asintió resignada y pacientemente. Comenzó entonces por el principio.



-Conocí a tu padre cuando los dos estudiábamos en la universidad. Un día me quedé sin sitio y él me cedió el suyo. Hablamos y nos caímos bien. Después me propuso trabajar con él en el Clargin.- Sonrió entonces agregando al hilo de esos nostálgicos recuerdos.- Acepté, era muy joven y quería algo de dinero para mis gastos. Mis padres, bueno, tus abuelos por aquel entonces, no tenían demasiado de sobra y con By y Steph, pues…



            Tuvo que parar para enjugarse algunas lágrimas. Pensaba en su difunto hermano, quien se le apareció en sus sueños dándole ánimos. Y en Stephanie, aquella niña a la que ella prácticamente crió también, cuando su madre comenzó a trabajar como diseñadora de interiores. Paradojas del destino, después Steph le había devuelto con creces ese favor ocupándose de los propios hijos de Dap.



-¿Acaso no os enamorasteis entonces?- Quiso saber David.-

-No, en fin, al menos yo no. Siempre vi a tu padre como un estupendo amigo, pero nada más. Aunque entonces las cosas estaban muy complicadas. Desde que tenía catorce años me di cuenta de que me gustaban las chicas. -Le confesó a su interlocutor, añadiendo.- Aunque durante mis estudios no quise ni fijarme en ninguna porque estaba muy atareada. Empecé a quedar y a salir con tu padre, pero como amigos. Él debió de enamorarse de mí y creer que le correspondía. Fue al poco de terminar la carrera y empezar a trabajar como maestros en el Colegio de la Fe cuando conocí a Sabra en un bar de ambiente, a los que yo iba a escondidas. Fue un flechazo. Me enamoré de ella desde el primer momento.

-¿Es esa pervertida con la que estás viviendo en pecado?- Inquirió el chico con dureza y desprecio.- ¿Dónde está? Me gustaría decirle algunas cosas a la cara.



            En efecto, la israelí estaba en la otra estancia y al oír aquello tuvo que controlarse para no salir a replicar. Debía ser paciente. Dar la oportunidad a Daphne de razonar con ese fanático…



 -Te lo ruego, hijo. Ella no tiene la culpa. Nadie tiene culpa de esto. Sencillamente fue así. Comenzamos a salir y a conocernos, al principio como amigas. Después sí que pasamos a mantener una relación. Pero yo no podía hacerla pública. Había demasiadas cosas en juego. Mi familia, mi trabajo. Y después, tu padre se declaró…

-Y claro, no tuviste el valor de decirle la verdad.- Afirmó David.- Sé que después, esa zorra agredió a papá y casi le mató…Supongo que te daría vergüenza y que por eso…

-Fue algo mucho más complicado.- Arguyó su afligida madre.- Tuve unas visiones, cosas terribles que podían pasar si confesaba la verdad. Y yo… ¡lo lamento muchísimo! Jamás quise herir a nadie, y mucho menos a ti. Pero al final la realidad se impuso.

-¡Y te fuiste con ella! - Espetó él.- Nos dejaste a todos abandonados. No te importábamos nada.- Exclamó entre furioso y herido.-

-¡Eso no es cierto! - Sollozó Daphne tratando de justificarse.- Pasé por cosas terribles. Y estando en la Tierra únicamente pensaba en volver a veros. A ti y a Leah, en abrazaros y deciros lo mucho que os quería. Pero no podía regresar...



            Sin embargo, su hijo se giró dándole la espalda y moviendo la cabeza, sentenció.



-¡Jamás te perdonaré por lo que hiciste! Además, sólo tienes palabras, palabras vacías…palabras que no compensan todo el daño y la amargura que he pasado durante años.

-¿Qué otra cosa puedo hacer?- Gimió Daphne tratando de aferrarse a una de las manos del chico a la par que agregaba.- ¿Qué quieres que haga?...

-No vivir en pecado. – Replicó contundentemente el joven. Aunque, tras unos instantes, su tono se suavizó y habló con tintes más reflexivos al opinar.- Quizás tú no seas del todo culpable. Puede que esa amante tuya te embrujara. Viéndote así no me sorprendería. Estoy seguro que, en el fondo, eres aun esa mujer que nos quería. Te recuerdo siendo pequeño, abrazada a papá y a mí.- Pudo decir él tratando de impedir que le brotasen las lágrimas sin conseguirlo para estallar lleno de rabia y frustración mientras se soltaba del agarre de su destrozada madre.- ¡Maldita ramera, ella es la culpable de todo! ¡Si la tuviera delante se iba a enterar de quién soy yo! ¿Dónde está ahora, eh? ¡Dímelo e iré a buscarla para que me diga porqué te ha hecho esto!

-No será necesario que me busques, aquí estoy.- Intervino una cortante voz de mujer que le era desconocida.-



            Al mirar hacia la fuente de la misma el chico descubrió una puerta entreabierta y a una atractiva mujer morena de ojos azules que se clavaban en él entre escrutadores y desafiantes.



-Así que tú eres David.- Afirmó ella.-

-Sí, y tú eres esa impúdica que ha apartado a mi madre de nosotros. ¿Qué fue lo que le hiciste, eh?- Espetó enfrentando su airada mirada a la imperturbable expresión de esa mujer.-

-Hijo, te lo suplico. Por favor, ¡cálmate! - Le imploró Daphne interponiéndose entre ambos e intentando abrazar a David.-



            No obstante, el chico la apartó con pocos miramientos, amenazando de seguido a esa otra mujer.



-Yo no soy mi padre. Ni tengo porqué respetar a una desviada. ¡Te voy a hacer pagar lo que le has hecho a mi familia!



            Y trató en efecto de alcanzar a Sabra con una mano como si quisiera abofetearla, pero la israelí, ducha como era en artes marciales y defensa personal, tornó la situación a su favor de inmediato. Con una ágil llave retorció el brazo de ese impetuoso joven haciendo que se pusiera de rodillas, en tanto gritaba de dolor.



-En una cosa tienes toda la razón. Tú no eres tu padre. Él es mil veces mejor que tú. Y ha demostrado ser lo que tú no eres, un hombre de verdad. - Replicó Sabra con desdén.- ¡Mocoso miserable!



            Y tentada estaba de partirle la muñeca para darle una lección, pero las lágrimas y las súplicas de Daphne, tratando de que aflojase su llave, se lo impidieron.



-¡Te lo suplico! No sabe lo que hace. Es un niño todavía. ¡Por favor, Sabra, déjale!



            A desgana y tras unos instantes que se hicieron eternos, la israelí le soltó. Respirando agitada fue capaz de decir.



-Agradécele a tu madre que, a pesar de todo el dolor y la tristeza que le has causado, todavía te quiera. No tienes ni idea de lo que ha tenido que sufrir…



            El chico no replicó, insensible ante esas palabras, únicamente rumiaba su ira. Entonces lo vio, en una mesa cercana, junto con algún plato, dos tazas de té y cucharitas había un cuchillo. Posiblemente el que su madre habría usado para partir un poco de tarta, esa que le ofreciera. Sin embargo, él le daría un mejor uso. Aprovechando que esa impúdica morena le dio la espalda tras su declaración se levantó como un resorte, agarró el cuchillo y trató de clavárselo con saña.



-¡Muere zorra!- Exclamó enrabietado.-



            En apenas décimas de segundo Sabra se volvió una vez más, dispuesta a repeler esa agresión, por desgracia no tuvo tiempo de ello, el cuerpo de Daphne se interpuso. La horrorizada madre sí que pudo ver a David y enseguida se dio cuenta de su intención, al menos la fracción de tiempo necesaria para servir como escudo. Ahora el chico miraba con la boca abierta aquel cubierto clavado en el vientre de su propia madre, ella se llevó las manos a la cuchillada y estas se tiñeron rápidamente con su sangre.



-¡Daphne!- Gritó la horrorizada Sabra sujetándola con presteza antes de que se derrumbase.-



            Los ojos de la militar escupían odio hacia ese maldito bastardo. ¡Iba a atacarle, a romperle el cuello, pero los gemidos agónicos de su novia lo impidieron!.



-¡No!, te lo suplico…es mi hijo. Sabra, sólo…déjale ir…



            David miraba esa escena petrificado. Ahora se daba cuenta de lo que había hecho.



-¡Mamá! - Sollozó lleno de culpa y temor.-

-Está bien, mi niño.- Pudo susurrar ella, reclinada en el suelo mientras la israelí trataba de contener aquella hemorragia sin poder lograrlo.- No es culpa tuya…te… quiero, te quiero, hijo…me has…llamado, ma…ma…-Pudo añadir sin apenas fuerzas.- Eso me ha hecho feliz.- Sentenció dejando caer lágrimas para suspirar.- Sólo te pido que me perdones…¡te lo… suplico…!

-¡Basta, no hables, por favor!- Le pidió Sabra asustada y destrozada por aquello.- No es justo.- Gimió a modo de desesperada protesta.- Después de todo lo que has pasado, ¡no es justo!…



            Alargando su mano temblorosa, Daphne quiso asir la de su hijo. Sabra le miraba tratando de contenerse. ¡Deseaba matar a ese cabrón sin sentimientos! Pero no iba a ser eso lo último que viera su pareja.



-¡Llama a un médico!, miserable desgraciado. ¿A qué esperas?- Le gritó la israelí.-



            Tras unos momentos en shock, el chico obedeció, salió corriendo de allí gritando por el pasillo en demanda de ayuda… Al fin a solas, Daphne le susurró a su novia…



-Estaba escrito, tenía que ser de esta manera. Al final…por lo menos pudimos estar juntas….

-Aguanta.- Le suplicó la israelí con visible desesperación en el rictus de su semblante.- No te rindas ahora…



            El sonido de unos pasos la alertó. Quizás fuera ese maldito loco que volvía. Debía de controlarse, ¡tenía que hacerlo por Daphne! Además, se lo prometió a Maggie. Fue entonces cuando miró hacia el recién llegado y se sorprendió sobremanera. Delante de ella estaba una especie de ser de tez verdosa, con orejas puntiagudas y larga melena azulada y rojiza. Sus ojos aguamarina la miraron compasivamente y sonrió para decir con tono amable.



-Soy el doctor Giaal Ginga, el esposo de Susan, no se preocupe, yo me encargo de Daphne. Todo irá bien…



            Así fue. Giaal acudió lo más deprisa que pudo en cuanto su hijo se lo pidió. Aquel era el favor. Tenía que ir a esa dirección sin demora para salvar una vida. De modo que, ante la perpleja Sabra, el médico se agachó, extrajo ese cuchillo del vientre de Daphne y presionó con su mano la zona. De inmediato un aura azulada iluminó aquello. Pero eso no era todo, la herida se cerró pero las hemorragias internas no. Además, Daphne había perdido mucha sangre, fue cuando ese hombre, sacando una pequeña bolsita de cuero, le pidió a la militar urgiéndola.



-Dele una de las alubias que hay dentro. Que se la coma, ya.



            Asombrada como estaba Sabra asintió. Algo le decía que la vida de su amada dependía de eso. Obedeció enseguida. Introdujo aquella semilla en la boca de Dap quien masticó a indicación del doctor, estaba muy débil y a punto de perder el sentido, por fortuna, en cuestión de décimas de segundo, una vez tragó aquello, Daphne se sintió totalmente recobrada. Atónita se palpó en donde debería estar su herida sin encontrar nada más que las manchas de su propia sangre que ya comenzaba a secarse.



-¡Oh Dios mío!- Exclamó sin poder creerlo.-



            David tampoco lo creía. Había retornado arrepentido y desesperado, intentar pedirle perdón a  su progenitora antes de perderla para siempre, cuando presenció aquella increíble actuación de ese ser que no era otro que el doctor Ginga. Pero eso le daba igual. Solamente tenía ojos para su madre. Enseguida se precipitó hacia ella llorando y gimiendo.



-¡Lo siento, mamá .- Pudo sollozar abrazándose a ella.-¡Lo siento mucho!



            Daphne le acogió dejándose estrechar por él. Sonrió llena de felicidad, emocionada a su vez pudo replicar.



-Habría merecido la pena recibir mil cuchilladas sólo por este momento, hijo. ¡Te quiero!…

-Yo también te quiero mamá, ¡perdóname! - Contestó David realmente compungido.- No quise hacerte daño…



            Incluso Sabra lloró al presenciar aquello. Una vez recobrada su forma humana Giaal  posó una mano sobre el hombro de la israelí y le susurró.



-Vamos a dejarles un momento.



            Salieron eso sí, y la morena militar le preguntó.



-¿Cómo llegó tan rápido? David acababa de ir a llamar a un médico.

-Supe que tenía que venir aquí.- Sonrió Giaal, añadiendo con tono amable.- ¿Acaso importa?



            Sabra sonrió a su vez de forma luminosa, sintiéndose realmente feliz, negó con la cabeza y repuso.



-No, supongo que no. Gracias, muchísimas gracias.



            Entre tanto, madre e hijo seguían abrazados, Tras unos momentos sin hablar al fin se separaron y fue Daphne quién, acariciando el rostro lleno de lágrimas de su hijo, pudo decir emocionada.



-Ahora sí que soy completamente feliz. Hijo, perdóname, jamás quise hacerte daño.

-Sé que no. La tía Steph siempre me lo decía, pero no quería escucharla.- Confesó el compungido muchacho.- Fue muy duro para mí, te fuiste y pensé que no te importaba nada.

-No ha pasado ni un solo día sin que pensara en ti y en tu hermana.- Suspiró Daphne sintiéndose realmente mal por aquello.- Créeme, hice cuanto pude por volver lo antes posible a vuestro lado.



            Aunque pasados esos momentos de tensa emotividad, David se recompuso y recobró algo de su duro tono anterior para responder.



-Eres mi madre, me diste la vida. Honrar a tu padre y a tu madre es un mandamiento de la Ley de Dios. Eso es así y además te quiero… pero, no puedo aceptar esto. No puedo ver como vives con otra mujer, como si ella pudiera ocupar el lugar de mi padre.

-Eso jamás pasará, cariño.- Repuso Daphne tratando de ser lo más afectuosa y conciliatoria posible.- Tu padre es tu padre. Y somos una familia.

-Pero no le quieres.- Musitó él, moviendo la cabeza.-

-No es cierto, por supuesto que le quiero.- Se apresuró a rebatir ella, puntualizando, eso sí.- Aunque no es la misma clase de amor. Le quiero como puedo quererte a ti. Y te aseguro que daría mi vida por él, por ti y por tu hermana, igual que por la mía, tu tía Steph. Sin embargo, hay cosas que solamente siento estando con Sabra. Sólo te suplico que intentes ponerte en mi lugar. ¿Acaso no hay ninguna chica que te guste?

-Sí, me gusta una.- Confesó él con cierto envaramiento.-

-Pues verás como no podrás pensar en otra igual que piensas en ella. Y tampoco querrías estar con otra persona, y menos si tu entorno te lo impusiera.- Intentó hacerle comprender Dap.-

-No es lo mismo.- Negó él.- Mamá ¿es que no ves que es algo antinatural? Por ejemplo.  De haber estado con esa mujer en vez de con papá jamás nos habrías tenido.- Argumentó.-

-En esta época hay otras formas de quedarse embarazada, y tú lo sabes bien.- Contestó ella.- Con esto no quiero decir que no haya deseado teneros. Al contrario. Tu hermana y tú sois lo más importante y valioso de mi vida. Y nunca podré agradecerle a tu padre el regalo de vuestra existencia. Pero hay cosas que no se pueden acallar, ni se deben reprimir. Durante muchos años no pude ser completamente feliz, a veces me sentí muy desgraciada, y no fue culpa de tu padre.

-Incluso la hermana Margaret, que se apartó del camino del obispo Corbin, fue una vez así. Pero renegó de ello, se casó con un hombre y es feliz. Solamente me gustaría que tú pudieras serlo con papa , conmigo y con Leah.- Sollozó él.-

-Así también le harías daño a la tía Steph.- Quiso consolarle  Dap.- Ella ama a tu padre, lo sé. En el fondo creo que estaba enamorada de él desde que era una niña.- Sonrió ahora invadida por una oleada de nostalgia.- ¿Sabes? quizás ambos estaban destinados a unirse.



            Recordó entonces esas visiones que tuvo en el juicio contra Sabra, si se hubiera decidido a confesar entonces las cosas podrían haber sido así. De hecho, en esa especie de alucinación, Stephanie le gritó a Martin que ella sería su mujer. ¿Y si su verdadero destino hubiese sido ese?



-Ese libro.- Musitó como si se hubiera dado cuenta de un detalle.-

-¿De qué libro hablas?- Inquirió su hijo, mirándola sin comprender.-

-No es nada.- Sonrió ella deseando cambiar de tema.- Será mejor que vayamos con Sabra y el doctor.

            Aunque David movió la cabeza, declarando…



-Lo siento, yo no quiero estar cerca de esa mujer.  No te molestaré más, si esta es tu decisión, que así sea, pero no me pidas que la acepte.



            Daphne le miró entristecida, pero quizás tendría que resignarse a eso. Al menos volvía a tener el cariño de su hijo. Sin embargo, era tarde para hacerle cambiar en sus prejuicios. O puede ser que sencillamente necesitase más tiempo. La misma Steph cambió. Por ello asintió.



-Está bien. Si te pido comprensión para mi forma de sentir, no puedo exigirte que tú varíes la tuya, mi amor. No te impondré nada.

-Gracias, mamá. Te quiero y sólo deseo que seas feliz, pero no de este modo. Ahora tengo que irme. Adiós.- Sentenció él, quién, tras darle un beso en la mejilla salió de allí.-



            Y supo con claridad que el obispo Corbin tenía razón. Su única salida era el marcharse de ese planeta y unirse a esos tipos de la Luna Negra.



-Cumpliré con mi destino entonces.- Se dijo con decisión.-



Por su parte, ajena al auténtico significado de aquella despedida de su hijo, Daphne suspiró largamente enjugándose unas lágrimas de pesar. Aunque se dijo a sí misma que no se podía tener todo. Al menos, no de inmediato.



-Seré paciente, después de todo lo que he pasado las cosas ahora serán mucho más fáciles.- Se animó.-



            Entonces, recompuesta en su determinación fue en busca de su prometida y del doctor Ginga. Allí, le preguntó a Giaal.



-¿Vino usted tras leer algo en un libro acerca de nosotras?

-¿Te refieres al libro de los Días?- Intervino Sabra.-

-Creo que sí, al menos supongo que será eso.- Afirmó su pareja.-

-No, no leí nada en ningún libro, fue mi hijo quien me pidió que viniera.- Les confió finalmente el perplejo alien.-



             Alex sonrió en tanto leía aquello. Ante él aparecían unas pocas páginas que se iban llenando progresivamente de letras y frases. Incluyendo sus propios pensamientos.



-Bien.- Pensó al tiempo que podía leerlo.- Ya estamos terminando. Espero haber cumplido bien con tus instrucciones, Demiurgo. Me prometiste volver a ver a Maray en otra historia. Y eso es lo que más deseo, tanto como un bonito final para todos nosotros.



            Y lleno de interés e intriga siguió leyendo. A los pocos días se celebró la ceremonia de la doble boda. Todos los amigos y conocidos asistieron, excepto David que sólo se pasó al final y felicitó formalmente a su padre y a su nueva madrastra, su tía Stephanie. Aprovechó eso sí, un momento en el que su madre estaba separada de su nueva cónyuge para darle un beso y charlar con ella. Daphne al menos alegró su espíritu con ese consuelo. Después se puso en guardia  al ver como la tal Sabra se aproximaba mirándoles con intranquilidad.



-Daphne. ¿Va todo bien?.- Quiso saber la israelí.-



            La aludida no tuvo tiempo de responder, fue el chico quien le dijo a su madre, entre envarado y triste.



-Tengo que ir a un sitio. He quedado.

-¿Quizás con esa muchacha que te gusta?- Sonrió tímidamente Daphne.-

-Quizás.- Musitó él, agregando a duras penas, en tanto intentaba dominar sus emociones. – Espero que seas realmente muy feliz, mamá, a pesar de todo siempre te querré.

-Gracias cariño, significa muchísimo para mí el oírte decir eso.- Replicó una muy emocionada Daphne, abrazándose a él.-



            El chico se dejó hacer, sostuvo a su madre apretándola con fuerza entre sus brazos y finalmente se separó de ella y se alejó. Se giró saliendo de allí a grandes zancadas. Su madre hizo un breve amago de intentar decirle algo, pero él fue rápido perdiéndose entre las personas que asistían a esa fiesta nupcial. Cuando estuvo a una distancia segura, David se permitió buscarla con la mirada por última vez, Allí estaba, abrazada a esa maldita Sabra. Esa fue la última vez que la vio.  Y  le dio el empujón que necesitaba para tomar esa difícil determinación.



-Tengo que marcharme de este sitio.- Pensó.-



            Y lo hizo, le fue duro pero logró mantener su fachada de animación cuando estuvo junto a su padre, su tía (ahora madrastra) y su hermana pequeña. Se despidió quedando en verles más tarde. Lo que en verdad hizo fue acudir a un lugar que había concertado de antemano con unos individuos. Fue su maestro, el reverendo Corbin, quién le facilitó la dirección y le puso en contacto con ellos. Pese a estar en la cárcel ese hombre tenía recursos, también le facilitó bastante créditos, que junto a los que él había estado ahorrando, le servirían para empezar de nuevo. De modo que a la hora convenida le aguardaban en una gran planicie donde una lanzadera estaba lista para despegar. Un tipo alto, corpulento y de tez oscura, se presentó.



-Soy Basalto, de la Luna Negra. ¿Es usted David Carson?

-Sí, soy yo.- Asintió él.-

-Estamos preparados, si usted lo está.- Replicó aquel tipo, apremiándole.- No tenemos mucho tiempo.

-Nunca lo estuve más.- Afirmó.-



            Su interlocutor le guió a una pista de despegue en donde una pequeña nave aguardaba. La abordaron y esta enseguida despegó, alejándose del planeta. Durante el ascenso, el chico miró extrañado a través de una de las ventanillas, el color del firmamento estaba pasando de azul a añil, y más tarde a violeta oscuro hasta tornarse negro, cuando debería haber estado iluminado a esa hora y en esa zona…



-¡Qué raro!- Comentó.- No puedo ver nada más que oscuridad, y deberían verse estrellas o incluso nuestro sol…



            Su contertulio sentado junto a él no replicó, en tanto la nave se alejaba a gran velocidad de esa creciente zona de oscuro vacío que se iba aproximando de modo inexorable a Nature. En el planeta, el resto de los presentes en la doble boda, ajenos por el momento a aquellos acontecimientos, acudieron al local de Ginger y Nelly tras la ceremonia. Fue Hipatia, la autora de esa idea, quien utilizando el micrófono del karaoke se dirigió a todos los presentes.



-Queridos amigos, familia y todos los que habéis formado parte de esto durante tanto tiempo. Aquí estamos, celebrando la alegría estar juntos. Antes de nada deseo felicitar a Daphne y Sabra y a Martin y Stephanie, por sus respectivos enlaces…



            Aunque entonces algo extraño llamó la atención de todos, la tonalidad del cielo se estaba tornando violeta. Era extraño dado que todavía era pronto, ni siquiera medio día.



-¡Qué raro! - Comentó Ginger.-



            Scott y su hijo se miraron, intercambiando gestos de preocupación con Susan y Giaal. Fue en ese momento cuando Alex tomó la palabra, y tras sonreír a los allí presentes, declaró.



-Queridos amigos, tenemos que terminar.

-Pero si la fiesta acaba de comenzar, mami.- Musitó Leah  sin saber a ciencia cierta si se dirigía a Daphne o a Stephanie.-



            Fue su madre quién la abrazó emocionada. Podía comprender esas terribles palabras. Sabra las miró sin decir nada, con expresión triste…aquello fue lo que hacía tanto tiempo, antes de marcharse, le dijo Lance. En ese momento no lo entendió. Ahora era como si la luz se hubiese hecho en su memoria.



-El Libro de los Días. El tiempo llegará cuando sus páginas se agoten.- Musitó con voz queda.- Y entonces llegará el final, el fin de nuestros días.



            Recordó hacía ya años, cuando llegó a la Tierra, dolida aun tras el rechazo de Daphne y ese testimonio tan terrible que dio en su contra durante su juicio. Estaba amargada y sumida en una espiral depresiva. No obstante, Lance tuvo unas palabras con ella, aprovechando un momento en el que estaban a solas, antes de comenzar con una de sus misiones.



-Debes sobreponerte. -La animó el joven.-

-Lo haré, soy una chica dura.- Se sonrió sarcásticamente ella.-

-Sé que ahora no lo entenderás, pero todo obedece a un propósito.- Repuso él.-

-Ahora me dirás que es el plan de Dios. ¿Verdad?- Se burló ella ironizando con amargura.- No sabía que fueras tan religioso.

-Bueno, no es el plan de Dios, o al menos del Dios que tú crees, sino de alguien parecido, ignoro si llega a tal categoría pero todos somos meras piezas para él.

-¿A quién te refieres?- Preguntó ella con genuino desconcierto.-



            Sabía de sobra que Lance y su grupo se enfrentaban a seres sobrenaturales, antes no hubiese creído en esas cosas pero a su pesar pudo comprobar que eran ciertas.



-Me refiero al autor del Libro de los Días.- Repuso Lance con tinte totalmente serio en su voz, agregando a modo de misteriosa profecía.- El tiempo llegará cuando sus páginas se agoten. Y nuestra misión fundamental, por encima de todo lo demás, es hacer que esas páginas se incrementen. No importan los sacrificios y los pesares que debamos soportar.

-No comprendo de qué hablas.- Pudo replicar Sabra con visible desconcierto.-



            Sin embargo, Lance sólo le sonrió con gesto afable, mirándola casi paternalmente, para sentenciar.



-Algún día lo harás.



            Y ese día había llegado. Se aproximó tomando a Daphne de una mano y susurrándole, en tanto esta sujetaba a su hija con la otra.



-Todo ha merecido la pena, porque tendremos el mejor final posible, estamos juntas…



            Trent también miraba perplejo a su alrededor. Estaba allí con Ángela quien, pese a rechazar su propuesta de matrimonio, había aceptado salir con él e incluso acudir a esa celebración. Lo cierto es que la Arcoily admitió, poco antes de que llegasen.



-Reconozco que tanto tú, como tus amigos sois buenas personas. Si hubiera sabido esto cuando me ordenaron cumplir con mi misión…

-¿Te habrías negado quizás?- Aventuró él.-

-Como oficial militar no puedo desobedecer órdenes directas.- Repuso su contertulia, que, en cambio, añadió.- Aunque hubiera deseado no tener que hacerlo.



            Algo debió de llamar la atención de la Arcoily puesto que miró hacia el cielo con gesto de extrañeza…



-¡Qué raro!- Comentó.-

-¿El qué?- Quiso saber Trent.-

-A estas horas debería haber mucha más claridad, es como si el sol de este planeta hubiera perdido fuerza.- Estimó ella.-

-Quizás estés cansada o sea más tarde de lo que crees.- Conjeturó Trent.-

-No. - Rebatió la joven.- Soy piloto de combate y conozco bien las condiciones del cielo a estas horas y en esta estación. Hay algo que no está bien…Aunque no sé lo que es…

-Ya lo averiguarás. Vamos a la fiesta. -La animó su pareja.-



            Y ahora el chico observó a la Arcoily y ella, pareciendo adivinar lo que pensaba, le sonrió animosa para darle la mano y sentenciar.



-No te preocupes, pase lo que pase yo estoy contigo.



            Alex entonces comenzó a emitir una aura inmaculada, al tiempo que sus cabellos se tornaban de ese color, en tanto que sus ojos brillaban con destellos dorados para asombro de todos los allí congregados.



-No temáis nada. Todos estaremos juntos y pronto nos reuniremos con otros muchos más que han colaborado para que lleguemos tan lejos.

-No tenemos miedo.- Sonrió su madre mirándole emocionada.- Sólo tristeza por tener que despedirnos.

-Sí, ha sido toda una aventura.- Confirmó Giaal ante el asentimiento de sus padres.-

-Pues no nos iremos sin algo de música.- Afirmó Ginger, admirada a su vez al contemplar la luz que emitía ese muchacho.-



Y con una bonita canción en la hermosa voz de Keiko Tomoe, a la que todos recordaban, se dispusieron a afrontar el final.



Sólo abrázame ahora
Dice que va a quedarse para siempre
Dicen que el día nunca llegará
Sólo abrázame ahora sólo sostenme ahora.
Permanecer así para siempre 



            Maggie en efecto se abrazó a su esposo, los dos se miraron con amor y sonrieron.



-Ha sido un estupendo recorrido a tu lado.- Afirmó él.-

-Sí, no podría haberlo hecho con nadie mejor.- Convino ella.-



            Y para su asombro y alegría, la voz de Gloria se escuchó a su lado, en tanto una figura que respondía a la de esa joven, se materializaba junto a ellos.



-No os olvidéis de mí.



            Ninguno pudo pronunciar palabra, sólo se abrazaron a su retornada hija, aunque fuera durante esos escasos momentos que aún quedaban antes de que la Nada devorase todo lo que les rodeaba, pero eso no parecía importarle a nadie allí, dado que todos continuaban escuchando aquella canción, cada uno centrado en su propio grupo de seres queridos…


"Porque nos hemos hecho más que empezar

Dime, ¿por qué los amantes tienen que irse?
Sé que pasa todo el tiempo
Porque es tan triste esta vez es que tú y yo
Yo sé que te estoy perdiendo,

pero simplemente no puedo creer lo cariño


Y fue el turno de Nelly de ver aparecer a su madre ante sí. Aurora lucía el aspecto que ella recordaba siendo niña.



-¡Mamá!- Fue capaz de musitar entre lágrimas.-

-Mi pequeña.- Sonrió ésta abrazándola con ternura.-



            Tras unos instantes, Nelly enseguida se acercó a su hija y muy emocionada le contó.



-Mira, ¡es tu abuela!



            También Dean, Ginger y el resto se quedaron anonadados…



-No temáis.- Les dijo Aurora con voz dulce y cálida en tanto abrazaba ahora a su homónima nieta.- Porque no hay nada que temer.



Sólo abrázame ahora sólo, sostenme ahora.
Dice que va a quedarse para siempre
Dicen que el día nunca llegará
Sólo abrázame ahora sólo  sostenme ahora
Permanecer así para siempre
Porque nos hemos hecho más que empezar 


Después Stephanie como Daphne se emocionaron al ver también reaparecer a su hermano Byron. El chico sonreía radiante. Abrazándose a ellas les dijo a su vez con dulce y reconocido tono de voz.



-Muchas gracias a las dos. Por todo cuando habéis arrostrado…


Dime, ¿por qué los sentimientos tienen que cambiar?
¿Qué pasó con el amor que yo conocí?
Lo sentía desvanecerse un poco más cada día
Y por lo tanto te estoy perdiendo,

pero no puedo aceptar la verdad, cariño


Las sailor Animamates contemplaban aquello con una mezcla de emotividad, tristeza y reconocimiento. Ante sus ojos el cielo se iba tornando totalmente negro y enormes extensiones del mismo, así como del planeta, se desvanecían como si jamás hubieran existido…



-La Nada ya está aquí, es el final.- Suspiró Lead Crow.-

-Sí, ahora llegará el Olvido para todos.- Afirmó una triste Tin Nyanko.-

-Yo creo que no.- Rebatió una optimista Siren.- Puede que la historia haya llegado a su fin, pero creo que jamás caerá en el Olvido. Al menos, eso es lo que la Señora Galaxia nos prometió. Y ya sabéis que ella tiene muy buenas fuentes.

-Eso es verdad.- Convino Iron Mouse.-


Sólo abrázame ahora sólo  sostenme ahora
Dice que va a quedarse para siempre
Dicen que el día nunca llegará 


Sólo abrázame ahora sólo  sostenme ahora
Permanecer así para siempre
"Porque nos hemos hecho más que empezar 


            Y así fueron regresando muchos personajes entrañables que habían ido desapareciendo a lo largo del camino. Todos contemplaron entonces como aquella gran marea de oscuridad y silencio engullía el planeta, llegando al fin hasta el Clargin…


Dime, ¿por qué los amantes tienen que irse?
Sé que pasa todo el tiempo 


Porqué es tan triste esta vez es que tú y yo
Sé que te estoy perdiendo

pero simplemente no puedo creerlo, cariño.

Sólo abrázame no



(Tina Cousins. Forever. Crédito al autor)



-Es el final. – Sentenció entonces Alex, unos instantes antes de que aquello les alcanzase a todos.- Muchas gracias por vuestra colaboración, amigos. Y no perdáis la esperanza, ya que pronto nos volveremos a ver..



            Y así sería, aunque el definitivo final acontecería en otra parte de ese grueso volumen granate con letras doradas en su cubierta, dado que muchos personajes aun aguardan para despedirse. Nos vemos pues en el fin de la trascendencia…





                                    


                                                            FIN

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