Los primeros segundos tras la explosión
fueron de caos y pánico. La mayor parte de los clientes gritaban. Otros
salieron a todo correr tirando mesas y platos. Algunos se agazaparon bajo las
mesas y otros estaban paralizados por el horror. Sin embargo, el grupo de
Tracer, Susan, Giaal y Kiros, espoleado por su entrenamiento militar, no tardó
en reaccionar. Una vez salieron de la cafetería pusieron la vista en una
columna de humo que podía verse en el parque.
-¡Vamos a ver qué ha pasado!- Exhortó
Rick.-
-Tened cuidado.- Les pidió Penélope
alegando con evidente temor.- Podría haber otra explosión.
-Lo tendremos.- Le aseguró su novio.-
-Los demás quedaos aquí.- Les indicó
Giaal.-
-Es mejor que los civiles estén
apartados de esa zona.- Convino Kiros dirigiéndose ahora al médico.- Incluido
usted, doctor.
-Puedes dejar que venga. Te aseguro que,
además de sus conocimientos médicos, sabe cuidarse solo.- Repuso Tracer.-
El
saiyajin asintió, dedicando su atención a aquel médico pudo percibir algo. No
era en absoluto lo que parecía. Poseía desde luego una energía muy superior a
la media de cualquier humano. De modo que los cuatro corrieron hacia el lugar
del siniestro, a tan solo unas decenas de metros.
-¡Dios mío! – Pudo exclamar una
impactada Susan al contemplar aquello.-
La
detonación había arrasado un parque infantil. Por fortuna no había niños en ese
momento jugando en él. Sí vieron a algunos próximos al lugar de los hechos que lloraban llenos de
miedo y de dolor aquí y allá, abrazados a sus también aterrorizados padres.
Giaal se interesó de inmediato por ellos, comprobando que, por fortuna, la
mayoría solamente tenían heridas de levedad. Aunque los peor parados sufrían de
rotura de tímpanos y sangraban por los oídos.
-¡Malditos bastardos!- Espetó un enfurecido
y espantado Tracer a la vista de aquello.- ¿Cómo han podido? ¡Son niños!
Kiros
también estaba indignado., Aquello era de una tremenda cobardía. Los canallas
que hubieran hecho eso carecían por completo de honor. Tuvo que contener su
enfado dado que su energía comenzaba a elevar pequeñas piedras a su alrededor.
Aquello le recordaba demasiado bien a otros sucesos que preferiría olvidar. Sin
embargo, su reacción ahora no serviría nada más que para incrementar el pánico.
Así pues supo calmarse.
-Necesitamos más atención médica para
los heridos.- Dijo con tono lo suficientemente controlado.-
Susan
corrió de vuelta a la cafetería. Tras informar a las chicas éstas no lo
dudaron. Encabezadas por Maggie, que para eso era la enfermera. A su vez, Ginger
tomó el botiquín que había en su tienda y se dispusieron a ayudar en lo que
pudieran hasta que llegasen las asistencias. Por fortuna, enseguida se
escucharon algunas sirenas y droidos médicos acudieron. También lo hizo el doctor
Lester acompañado del enfermero de guardia.
-Ya está. No te preocupes, cariño.-
Susurró Maggie a una pequeña que lloraba desconsoladamente con los tímpanos
rotos ante la angustiada mirada de su madre.- No tema, se pondrá bien.- Le dijo
la enfermera a esa aterrada mujer.-
-Gracias.- Sollozó esa pobre madre que
abrazaba a su pequeña en tanto no paraba de preguntar a nadie en particular.-
¿Quién ha hecho esto? ¿Por qué?
Maggie
no supo que decir. Solo podía mirar entre horrorizada y llena de consternación
aquel terrible cuadro. Por lo menos la ayuda estaba llegando. Una tras otra las
ambulancias se acumulaban. Una vez más Lester se hizo cargo con profesionalidad.
Enseguida vio a Giaal y al resto.
-Me alegro de que estuvieran aquí.- Les
comentó.-
-Es nuestro deber.- Convino concisamente
el interpelado en tanto proseguía atendiendo a la gente.-
-Señorita Kendall.- Llamó el médico
jefe.- Venga un momento si es tan amable.
-Dígame doctor.- Se aproximó la chica.-
Esperaba
que ese tipo fuera a felicitarla aunque estuviera haciendo simplemente lo que
marcaba su código deontológico. No obstante, las palabras de su superior fueron
bien distintas.
-Que sea la última vez que se ausenta de
su turno hasta que no llegue su relevo. No me importa si el doctor Ginga le dio
permiso.- Sentenció Lester.- Ahora siga con lo que estaba haciendo. En ese
aspecto, como profesional, no tengo queja de usted.
-Sí, doctor.- Fue capaz de musitar ella
sintiéndose totalmente desconcertada y no poco abatida.-
Parecía
que, hiciera lo que hiciese, ese hombre siempre tenía que estar recriminándole
algo. Pero en el fondo sabía que llevaba
razón. Dejar un solo facultativo en el puesto, sin ayuda, era un riesgo que, a
la vista de lo que acababa de ocurrir, no podían permitirse. Y aunque Maggie se
sentía furiosa y frustrada, dado que, técnicamente la culpa era de James por
llegar tarde, recordó algunas palabras que le dijeron cuando estudiaba la
carrera de enfermería.
-Nos debemos a los pacientes, no a
nosotros.- Suspiró mentando aquello.-
Keiko también estaba
allí junto con Penélope, Mei Ling y Ginger. Junto con Kiros y Tracer, entre todos
auxiliaban a su vez lo mejor que podían a las personas envueltas en aquel
atentado.
-No hay víctimas mortales, gracias a
Dios.- Suspiró la doctora Winters.-
-Esta vez fue una explosión menor.-
Afirmó Kiros que oteaba el panorama como si quisiera encontrar alguna pista que
le condujera a los culpables de aquello.- Un artefacto de poca potencia. Parece
que estaba calculado para no matar pero provocar el pánico.
-Eso parece. Teniendo en cuenta que ha
estallado cuando no había nadie en los alrededores. - Convino un preocupado
Tracer que perspicazmente, agregó.- Para eso tendrían que estar observando este
lugar de cerca.
-Eso significa que aquí existe al menos
un saboteador infiltrado que se está tomando muchas molestias para llenar de
miedo a todos los que viajamos en la nave.- Repuso Mei Ling .-
-Y lo malo es que empieza a conseguirlo.-
Suspiró Keiko.-
-No mientras estemos aquí.- Intervino
Kiros mirándola con intensidad.-
-Así es. Cueste lo que cueste, vamos a
atrapar al canalla o canallas responsables de esto. - Convino Tracer.-
Ambos
oficiales asintieron y se miraron con determinación. Tendrían que informar a la
mayor brevedad posible. De hecho, alejándose un poco de las mujeres, Rick usó
su móvil para llamar a su superior, el comandante Enset, y ponerle al corriente
usando una video conferencia. Si es que la noticia no había llegado ya a sus
oídos. Cosa bastante improbable.
-Mi comandante.- Le comentó en cuanto
éste atendió la comunicación.- Hemos sufrido un atentado.
-¿Atentado?- Replicó Enset que enseguida
le corrigió.- Será un accidente, mayor. Ya conoce la versión oficial.
-Señor, me temo que, esta vez, esa versión va a ser muy complicada de
mantener. Ha sucedido en un parque infantil.-
-¿Esta vez?- Inquirió su contertulio.-
Por
toda réplica, Rick le enseñó imágenes en directo de la zona. Enset se quedó
perplejo. ¡Eso lo desconocía! Veía con horror y desconcierto que su subordinado
no se estaba refiriendo a lo ocurrido en esa sala de propulsión.
-Muy bien, hágase cargo de la situación
hasta que enviemos refuerzos. Lo comunicaré de inmediato al alto mando. A ver
como minimizan los daños.
-A la orden.- Contestó Rick.-
La
comunicación se cortó. Tracer le comentó a
su colega las instrucciones.
-Muy bien. Debemos comprobar toda la
zona. Por si hubieran colocado más bombas.- Declaró Kiros.-
-Eso es muy peligroso.- Opuso su
interlocutor.- Tendremos que esperar a un equipo de artificieros.
Sin
embargo, el saiyajin sonrió. Con un tinte más calmado e incluso jovial de lo
que podría corresponder a ese momento tan tenso, repuso.
-No se preocupe. Déjelo de mi cuenta.
Ocúpese de proteger a los civiles aquí.
Rick
no tenía nada más que objetar. Si ese tipo era como Leval bien podría dejarle a
él esa cuestión. Asintió tratando de poner un poco de orden en esa zona. Por su
parte, las chicas hacían lo que podían.
-Todos los que quieran que pasen a mi local.- Se ofreció Ginger.- Les daré
chocolate caliente y algo de comer. Sin ningún coste.- Se apresuró a matizar
viendo cerca a ese doctor tan cascarrabias.-
-Esto es terrible.- Comentó Mei Ling,
llevada por la compasión al ver a un aterrado niño que lloraba abrazado a un
muñeco.- Quien haya sido capaz de hacer esto no tiene sentimientos.
Sus
padres no parecían estar cerca y ella misma se ocupó de tratar de consolarle.
Al tiempo podía observar a su pareja cuidando a otros críos con cariño
maternal, interesándose por los preocupados padres y todo ello sin perder una
alentadora sonrisa. Esa era una Maggie que no había visto nunca. Aquella mujer de
carácter a veces arisco y difícil en apariencia, llena de pasión por el sexo y
con enfados teñidos de sarcasmo. Desde
luego que en este contexto tenía otra cara mucho más dulce y comprensiva. Quizás
si le contaba la verdad…
-No llores, todo va a salir bien.- Le
dijo animosamente Mei Ling a ese niño tanto como se lo decía a sí misma.- Todo
se va a arreglar.
Giaal
atendía a otros niños e incluso a un adulto que estaba mareado. Era normal tras
haber quedado expuesto a ese terrible estruendo. Con los tímpanos rotos el
vértigo era un síntoma lógico. Tras sentarle y hacerle cerrar los ojos, el
médico utilizó algunos puntos de presión para que ese individuo se sintiera
mejor. Otras personas presentaban hipoacusia o desorientación. Y muchos decían
oír zumbidos.
-Nada que no sea lo normal.- Les
tranquilizaba el doctor Ginga.- Se recuperarán.
Siguió
recorriendo la zona para atender a cuantas más víctimas pudiera, mejor. Ahora,
unidades militares estaban llegando prestas a acordonar la zona. Poco a poco se
fueron evacuando a los afectados. Muchos padres buscaban desesperados a sus
hijos con los que había perdido contacto. Entre toda aquella confusión llegó
Melissa. La mujer miraba en todas direcciones y pudo preguntar a sus
compañeras.
-¿Qué demonios ha pasado?
Y
es que la científica había estado trabajando con Scott en algunos programas.
Cuando terminaron se despidió del joven.
-Es usted realmente brillante.- Le
halagó ella.-
Lo
pensaba de veras. Aquel frágil muchacho podría haber trabajado perfectamente
para la Masters Corporation. El aludido a su vez sonrió agradeciendo el
cumplido y lo devolvió.
-Tampoco usted lo hace nada mal, doctora
Prentis.
-Tutéame y haré lo mismo. Por edad
podría ser tu madre.- Sonrió cordialmente ella.-
-No lo creo. Desde luego no lo parece.-
La halagó él.-
Melissa
sonrió agradecida a su vez. Ya era una mujer madura, ¿a qué negarlo? Y aunque se conservaba muy
bien, los años de juventud y belleza habían quedado atrás. Lástima no haberlos
aprovechado.
-Creo que por hoy ya hemos trabajado lo
suficiente.- Declaró ella.-
-Es cierto.- Convino el chico,
admitiendo.- Estoy algo cansado.
-¿Te encuentras bien?- Se interesó
Melissa viéndole pálido.-
-Sí, gracias. Mi salud no es
precisamente la mejor de mis cualidades.- Comentó el joven.-
-¿Quieres que te acompañe a casa?- Se
ofreció la mujer.-
-No te preocupes. Tengo a un droido que
me llevará.- Afirmó el muchacho.-
-No es demasiado tarde. Podrías venir
conmigo a la cafetería que hay en la zona del sector tres. Tomar algo te
vendría bien.
-Eres muy amable. Quizás en otra
ocasión.- Declinó su interlocutor.-
-Bueno, en ese caso me voy ya.- Pudo
decir Melissa que también se apenó de no ver al doctor Adams por allí.-
Se
despidió saliendo de aquel lugar. Por su parte Scott tuvo, en efecto, la ayuda
de un robot para transitar desde su silla de ruedas a un deslizador. El chico programó el vehículo hasta su casa.
Después, ese autómata volvió a tomarle en brazos depositándole en su silla una
vez más. De este modo, subiendo por una rampa de accesibilidad llegó a su
apartamento. Abrió con un mando a distancia y entró. Tras cerrarse la puerta
suspiró. Ese androide le ayudó a darse una ducha en su cuarto de baño
habilitado a tal efecto. Una vez se puso cómodo cenó y más tarde, ya en su
cama, ojeó una antigua carta. Era de una amiga muy querida para él y a la que
hacía mucho tiempo que no veía. Es más, se remontaba por lo menos dos años atrás.
Querido Scott. Sigo aquí, tratando de continuar mi vida. Como te puedes
imaginar las cosas no han sido nada fáciles para mí. Tú eres de los pocos que
saben lo que en realidad siento y me puede comprender. Es duro, a veces todo
parece estar en mi contra, pero luego saco fuerzas de donde no creía tenerlas.
Eso te lo debo en gran parte a ti. Siempre estuviste a mi lado para animarme.
Dentro de poco terminaré los estudios. Mi padre encontró trabajo por fin en un
laboratorio. Sé que lo ha pasado muy mal. Sin embargo, trata de que no me dé
cuenta. ¡Pobrecillo! Debería saber que con mis percepciones sé enseguida como
está. Incluso aunque fuese una muchacha normal lo notaría.
Ahora, lo único que me ilusiona es que tras tanto tiempo sin poder amar
a nadie, conocí a un chico estupendo. Se llama Glenn y nos hemos prometido. Me
quiere de verdad. Sin embargo, todavía no le he contado mi secreto. Ruego a
Dios porque sea tan comprensivo como tú. Scotty, has sido el mejor amigo que
nunca he tenido. Te echo muchísimo de menos. Espero que todo te esté yendo bien
en Alemania. No sé realmente qué más
poner. ¡Ja, ja! esta idea tuya de enviarnos cartas a la antigua usanza es
divertida pero no me es tan fácil como chatear por el WhatsApp o el Facebook.
Estoy acostumbrada a una réplica para, a mi vez, contestar. ¡Desde luego, mira
que eres tradicional! ¡Pero en el fondo me gusta! Me hace sentir que es algo
muy especial.
Bueno, poco más te puedo contar
de momento. Solo confesarte que tengo un poco de miedo. Ahora que las cosas
parece que empiezan a irme bien, no quisiera que fantasmas del pasado las
enturbiasen. Ya sabes a quién me refiero. Aunque hace años que, por suerte, no
he sabido nada de él. Te mando muchos besos, cuídate y no trabajes demasiado.
Eso solamente podemos hacerlo las diablesas, aunque yo lo sea solamente a
medias. Tengo facultades que no son
humanas como bien sabes. Aunque no pasa día en el que no piense en ti y
lamentar el no poder ayudarte. Si sigo progresando e incremento mis habilidades,
¿quién sabe? Por otro lado, eres tan inteligente que te creo capaz de inventar
algo para ti y otras muchas personas en tu misma situación. Eres sin duda el
chico más listo y más bueno que haya conocido nunca. Jamás olvides eso. Con
cariño de tu amiga, que lo será siempre.
Sandy.
Al terminar de leer
por enésima vez esa carta que ya se sabía de memoria plegó cuidadosamente el
papel de aquella misiva y lo guardó en el sobre. Se acordaba bien de la última
parte. Esa muchacha trató de usar sus dones para curar su parálisis pero eso
era imposible. Ni siquiera una criatura tan fabulosa como ella podía obrar esos
milagros. Aunque para él la cura hubiese sido mucho más simple. Si Sandy le
hubiera querido no solamente como amigo. Entonces todo habría sido maravilloso.
Él jamás se habría ido tan lejos para intentar olvidarla, sin por supuesto,
lograrlo.
-Si hubiera sido un chico como cualquier
otro.- Suspiró.- A mí no me importa quién fuese tu madre. O qué puedas ser tú.
Ojalá que ese tipo haya sido capaz de amarte por cómo eres. De lo contrario no
te merece.
Estaba
cansado y con esa oleada de nostalgia y ligera depresión terminó por dormirse.
Al día siguiente quería retornar al trabajo, a seguir en su proyecto personal.
Y como Sandy le decía en la carta. ¿Quién sabe? Junto al brillante doctor Adams
y a esa talentosa doctora Prentis, bien pudiera ser capaz de lograrlo.
-Me gustaría conseguirlo, desde luego, y
no únicamente por mí.- Pensó mientras se iba deslizando hacia el sopor del sueño.-
A todo eso, Melissa
aguardó un rato cerca del complejo donde trabajaba Adams, pero el profesor no
apareció. Al fin decidió ir al local de Ginger. Ya se había hecho tarde pero
todavía estaría abierto. En eso pensaba cuando oyó el ruido de sirenas y vio
pasar vehículos ambulancia. Entre atónita y preocupada las siguió. Al cabo de
unos minutos llegó a aquel lugar y contempló tan terrible panorama.
-¡Melissa! ¿Estás bien?- Le preguntó
Penélope que enseguida se acercó a ella.-
-Sí, acabo de llegar.- Repuso la aun
impactada mujer, repitiendo su pregunta.- ¿Qué ha sucedido aquí?
-Una explosión.- Le contó la doctora
Winters.- En la zona de recreo infantil.
La
cara de su interlocutora expresó claramente lo que pensaba. ¿Quién habría sido
capaz de cometer semejante atrocidad? A ella eso le resultaba incluso más
espantoso dada su experiencia con los críos. Jamás, ni tan siquiera en su
momento más malvado siendo Eudial, había puesto en semejante riesgo la vida de
unos niños. Aunque pensaba, no sin cargo de conciencia que, si entonces eso
hubiese servido a sus mezquinos propósitos no habría dudado en hacerlo.
-¡Es terrible!- Pudo decirse al fin.-
Eso me hace pensar en el horrible monstruo que una vez fui.
No
obstante, enseguida se rehízo ayudando en lo posible. Reunió a unos pocos niños
dispersos y les animó. Ahí se notó su oficio como antigua maestra. Entre tanto,
Tracer vio llegar al comandante Enset. Pero no venía solo. Tras él un par de
enormes robots se emplazaron a ambos lados de la carretera que cruzaba esa
zona. Al principio algunas personas los vieron llegar espantados. Sin embargo,
el oficial recién llegado les tranquilizó de inmediato.
-Señoras y señores, no tengan miedo.
Estos robots pertenecen a las fuerzas de defensa de la nave. Su misión es la de
hacer trabajos de reconstrucción y vigilancia.
La
gente se fue calmando, observando ahora con asombro y hasta admiración aquellas
poderosas máquinas. En efecto, uno de ellos retiró algunos escombros, que
debían de pesar algunas toneladas, con pasmosa facilidad.
-Vaya. Al parecer funcionan bien.-
Comentó Keiko dirigiéndose a Melisa.-
-Nuestro buen esfuerzo nos ha costado. Lástima
que Caroline no esté para verles tan de cerca en funcionamiento.- Comentó la
aludida con un leve poso de satisfacción, en tanto llevaba en brazos a un niño
que no dejaba de observar con la boca abierta a esos enormes robots.- En fin.
Me alegra ver que son útiles. Y no solamente para combatir. Para eso trabajamos
tanto.
Y
la verdad es que ambos ingenios mecánicos ayudaron a desescombrar y despejar
las calles con bastante eficacia. Ahora las cosas parecían estar volviendo a su
cauce. Las personas que todavía quedaban por allí recibieron algunos tés, cafés
o chocolates calientes que unas solicitas Ginger y Clarisa les servían con la
mejor de sus sonrisas. Susan asintió con aprobación, comentando a Giaal.
-Esas chicas son realmente buena gente.
-Lo son.- Asintió el alien suspirando
reflexivo.- Ojalá todos los humanos fueran así. Como ellas, siempre tratando de
consolar al que sufre y de dar ánimos al que se ha quedado sin esperanza. Mis
padres nos hablaron a Naya y a mí, de cómo las guerreras de la Luna hicieron
eso por ellos.
Susan
le escuchó con una mezcla de sorpresa y admiración. A veces Giaal le había
dicho algo de eso, de la historia de sus padres cuando llegaron a la Tierra por
vez primera, y sentía mucha curiosidad.
-Tienes que contarme eso con más
detalle, cuando todo esto se haya solucionado.- Le pidió.-
Su interlocutor
asintió. Entre tanto, Keiko, viendo los esfuerzos de esas dos amables camareras
se ofreció a echarlas una mano. El local volvía a estar lleno. Sobre todo de
niños que comenzaban a dejar de llorar mirando con ojos golosos los pasteles
del mostrador.
-Anda, toma.- Le sonrió Clarisa a una
niña que devolvió una sonrisa agradecida al recibir un plato con una porción de
tarta de fresa.- Que la disfrutes.
-Muchas gracias.- Pudo decirle a Maggie
una todavía emocionada madre, que sostenía a su pequeño en el regazo.- Gracias
señorita…
La
enfermera había terminado de vendarle los oídos tras poner unas gasas para que
absorbieran la sangre. El crío, que no debería tener más de cuatro años, había
llorado mucho por ese terrible dolor pero ahora estaba más tranquilo.
-Se va a recuperar enseguida, no se
preocupe usted.- La animó Maggie.- A estas edades todo sana con rapidez.
Esa
mujer asintió sonriendo esperanzada. Rondaría la treintena de años. Era de pelo
moreno y ojos azules. Bastante atractiva a decir verdad. Aunque al sorprenderse
en esos pensamientos la propia enfermera se censuró. ¿Cómo podía estar
fijándose en eso? Esa chica tenía un hijo y lo más seguro es que un marido que
estuviera muy preocupado por los dos.
-Quizás es que me estoy haciendo mayor.-
Suspiró reflexionando con autocensura, en tanto se alejaba tras terminar de
vendar al pequeño.- Eso antes nunca me importó.
De hecho, había
tenido muchas experiencias con mujeres. No pocas dijeron estar casadas y con
hijos. Maggie simplemente se sentía atraída por algunas de ellas. Es más,
incluso se relacionaba con muchas a través de páginas web, durante su trabajo
en aquellos grandes almacenes y en ocasiones hasta ejerciendo de “cortesana
para señoritas” Con la mayoría de las teóricamente heterosexuales al menos. Hasta
llegó a ganar algún dinero. Vale que era prostituirse, pero no lo veía del
mismo modo que si lo hubiese hecho con un hombre. Además, solamente aceptaba
las proposiciones de aquellas que consideraba atractivas. Si iba a mantener con
ellas relaciones sexuales de todos modos ¿por qué no sacar partido de ello?
Desde luego ese dinero le vino muy bien. Casi siempre sucedía igual, se
conocían, tomaban algo y terminaban en algún hotel, a veces incluso en la
propia casa de sus “conquistas” Luego,
tras algún contacto íntimo más o menos intenso, la mayoría lloraban sintiéndose
culpables. “Que si no sé qué me ha sucedido” “Mi marido no me presta atención” “No
me imaginé que fuera lesbiana” “Solo tenía curiosidad” “no podré volver a mirar
a mi familia a la cara” En fin. Maggie casi hubiera tenido que cobrarlas por
ser su psicóloga. Tras el sexo las escuchaba con amabilidad en esos desahogos,
y luego, si te he visto no me acuerdo. Pero jamás se aprovechó de ellas ni
trató ni por lo más remoto de chantajearlas.
-No como esa zorra de Marla. Debí
haberla pegado más fuerte.- Se dijo ahora todavía furiosa por su mero
recuerdo.-
De hecho, muy pocas
veces había pasado de la mera atracción sexual o física con ninguna. Sin
embargo, todavía recordaba una de ellas, la más importante de su vida hasta
entonces. Una a quien perdió precisamente por la intromisión de esa desalmada.
-Y eso no fue ningún negocio. – Suspiró
Maggie.-
Al contrario. Fue
ella misma quien la abordó. ¡Esa era una joven tan hermosa y llena de pasión! Tenía
unos enormes ojazos verdes que la cautivaron. Se fijó en semejante preciosidad
nada más verla en uno de esos bares de ambiente a los que solía ir para ligar.
Estaba sentada tomándose un refresco. Maggie se aproximó sonriendo y vestida
con un ceñido corpiño blanco, falda roja y medias rematadas en zapatos de tacón
igualmente rojos.
-¡Vaya!, ¿Cómo es posible? ¿una chica
tan bonita bebiendo sola? - La abordó con tono cordial.-
Esa
muchacha no pareció prestarle mucha atención, es más, se la notaba triste en su
mirada.
-¿Te encuentras bien?- Le preguntó ahora
Maggie con algo de preocupación.-
-Sí, gracias. Perdona.- Susurró esa
joven alegando.- Es que no soy una compañía muy agradable esta noche.
-Sobre eso permíteme que disienta.-
Sonrió su interlocutora.- Creo que eres la chica más agradable que hay por
aquí.
Eso
arrancó una leve sonrisa de aquella muchacha. Aquello era lo que necesitaba, el
pretexto para profundizar.
-Me llamo Margaret, pero mejor llámame
Maggie, Maggie Kendall.- Se presentó ofreciéndole una mano.-
-Kerria Malden.- Repuso aquella joven
estrechándosela.-
-Perdóname si te he parecido una vulgar
ligona.- Sonrió la recién llegada que le preguntó señalando un taburete.-
¿Puedo? Creo que podríamos hablar.
-Sí, claro. No me vendría mal charlar un
poco con alguien que pueda entenderme.- Convino esa chica.-
-¡Pues otra cosa no será, pero en este
bar entendemos todas!- rio Maggie divertida por aquello.-
Aquella
otra muchacha se rio también con ese juego de palabras. ¡Desde luego así era!
Aunque, tras unos instantes, retornó a su gesto más serio y matizó.
-Supongo que sí. Pero lo mío es más
complicado. Tengo un problema.
-No me digas que estás pensando en salir
del armario, pero que no sabes cómo hacerlo.- Quiso adivinar Maggie.- Eso es
muy común, hay muchas chicas que vienen aquí buscando resolver esa duda.
-No, ese no es el problema. Mi familia
lo sabe, mis amigos más íntimos también. Es por mi novio.- Suspiró.-
Ahora
sí que la había dejado totalmente estupefacta. Apenas si pudo repetir.
-¿Perdona? Entendí novio. Quizás con la
música…
En
efecto, en ese local había bastante ruido de fondo. Margaret le propuso con
desenfado a esa muchacha.
-Quizás, sentadas ahí atrás, no se oiga
tanto.
La
aludida asintió, tras hacerse con los vasos de refrescos que ambas tenían, no
tardaron en procurarse un lugar más alejado en el que conversar. Aunque poco se dijeron. Casi al mismo momento
de sentarse en un sofá de confortable cuero sus caras se acercaron. Maggie vio
aquellos profundos y grandes ojos verdes y fue como si un calambre la
recorriera. Se sintió irremisiblemente atraída y no pudo evitar darle un beso
en sus jugosos labios a aquella muchacha. Ella no lo rehuyó, incluso
correspondió con uno más intenso, casi parecía que desesperado. Así fueron
encadenando uno tras otro, Maggie la recorría diestramente con sus manos,
Kerria gemía haciendo lo propio. Sin embargo y de modo inopinado, esa joven
rompió el contacto alejándose.
-¡Lo siento! – Se disculpó visiblemente
agitada.- ¡No…no puedo, no puedo hacerlo!
Y
rompió a llorar tapándose la cara con ambas manos. Maggie la observaba
sorprendida e incluso apenada por ella. Cierto que esa noche había ido a ligar
sin más pretensiones que pasar un buen rato. Ni siquiera tenía pensado
acostarse con nadie. Al día siguiente entraba temprano a trabajar.
-Está bien, está bien.- Susurró con
delicadeza tratando de confortar a esa muchacha.- No te preocupes. Ha sido
culpa mía. Lo siento mucho. Me he lanzado sin pensar. Tú solo querías hablar.
Hablemos entonces...
-No quisiera hacerte perder el tiempo.-
Pudo sollozar esa joven derramando lágrimas sin poder parar.- No podría llegar
a nada más…
Sin
embargo, Margaret estaba clavada allí, esa chica la atraía como un imán, era
preciosa y además estaba en ese estado de vulnerabilidad que hasta inspiraba
ternura. Y por si fuera poco tenía curiosidad en escuchar su historia. ¿Qué le
estaría sucediendo para reaccionar así? Desde luego sus besos le habían
transmitido tanta pasión y deseo como pudiera tener ella misma. Solamente un
freno enorme podría contener a aquella especie de volcán a punto de entrar en
erupción, y quería saber cuál.
-Te prometo que te escucharé encantada.
¿Kerria, verdad?
-Sí…- Pudo sonreír la chica, afirmando
con tono entre emotivo y aliviado.- Es curioso, él me dijo lo mismo la primera
vez que nos vimos.
Y
observando el gesto de extrañeza de su oyente, la joven le aclaró.
-Repitió mi nombre como para estar
seguro que lo había recordado bien.
-Le puedo comprender. Es un nombre muy
bonito, y algo raro.- Confesó Maggie.-
-Mi nombre completo es Kerria Lorein. –
Le contó ésta.-
-Me suena más hermoso cada vez.- Susurró
Margaret-
Pero
acordándose de su promesa no atacó con otro beso que hubiese sido el paso más
obvio y acertado en ese instante. En otro momento, con cualquier otra chica de
por allí, aquello habría acabado en la cama. El caso es que no pudo evitar
comentar con desagrado.
-El mío no me gusta nada. Tengo un
nombre de lo más insulso.
-¿Por qué?- Quiso saber Kerria.- Lo
encuentro muy bonito.
-Margaret me suena a vieja solterona.-
Declaró la así llamada.- Por eso prefiero Maggie.
-Como tú quieras.- Convino su
interlocutora.-
-Anda, cuéntame. ¿Qué es lo que te tiene
así de triste?- Le pidió con visible interés.- ¿Es por ese novio tuyo, verdad?
Su
interlocutora asintió. Y comenzó a narrar su historia. Durante al menos una
hora Kerria se sinceró con ella. Y eso que entonces era una completa extraña.
Al terminar, Margaret reflexionó durante unos instantes para asimilar todo
aquello y trató de recapitular comentando.
-Si lo he entendido bien, dices que eres
lesbiana, no bisexual.
-Sí, así es.- Suspiró su nueva amiga.-
-Pero sales con un chico. Ese tal Brian,
que es tan maravilloso.- Afirmó con incredulidad.-
-Sí, es gentil, encantador, sé que me
quiere más que a nada y hasta me salvó la vida a riesgo de la suya una vez.- Le
resumió con un tono teñido de profundo afecto.-
-¡Vaya! Es la primera vez que oigo algo
semejante. –Admitió una atónita Maggie.- Lo único que tiene sentido para mí es
que salgas con él por agradecimiento. Eso de que te salven la vida obliga
mucho.- Pudo remachar con una leve sonrisa afirmando de seguido.- Yo también
soy lesbiana al ciento por ciento, pero si un chico así me salvase. No sé…a
pesar de todo no creo que fuera capaz de salir con él. Bueno, como amigos
únicamente, sí. Pero no hasta el punto de…- Y aquí se detuvo y con prevención
inquirió.- ¿Podría hacerte una pregunta muy íntima y bastante personal? Si no
me quieres contestar lo entenderé.
-Adelante.- La invitó Kerria.-
-¿Te has acostado con él? - Disparó su
interlocutora.-
Tras
unos instantes de silencio en los que Margaret temió que esa joven no
contestaría o que se violentara, ésta sí
respondió. Movió la cabeza despacio para finalmente admitir.
-No, nunca nos hemos acostado…
-Ahí tienes la prueba.- Afirmó Maggie
quien dijo casi parecía que presumiendo de ello.- Por ejemplo yo misma, soy una
Platino Star.
-¿Platino Star? ¿Qué es eso?- Se
sorprendió Kerria mirándola sin comprender.-
-Un código que algunas de nosotras
utilizamos. Significa que no hemos tenido contacto físico ni sexual alguno con
hombres.- Le explicó a su contertulia, agregando.- Ni siquiera he llegado a
besar a un tío. Me refiero en la boca, claro está. Besos sí que he dado aunque
fuera de niña, ¡ja, ja! Pero esos no
cuentan. - Se rio para querer saber.- Y tú ¿Te has acostado con algún otro hombre
alguna vez?
-No.- Declaró la interpelada,
añadiendo.- Pero sí que he besado a Brian y nos hemos acariciado…
-Eso te deja en la categoría Gold Star.-
Le informó Maggie.-
-No tenía ni idea de que existieran
categorías.- Confesó una atónita Kerria.-
-Es broma, eso a veces se dice pero son
muy pocas las que se toman en serio esas cosas. A mí me hace gracia. Porque es
una manera de resaltar mi identidad sexual. Simplemente no me gustan los
hombres y punto. Bueno, tengo amigos, aprecio a algunos como compañeros de
trabajo o de estudios. Pero nada más. En lo que al sexo y las relaciones
amorosas se refiere, solamente me gustan las mujeres.
-Me sucede lo mismo a mí también. Pero
es que Brian es muy especial. Y no únicamente por salvar mi vida. Siempre
estuvo a mi lado y me apoyó. Es muy difícil de explicar. – Comentó la joven que
parecía no hallar las palabras adecuadas.- Ahora es… como si fuera también un
hermano. El mío se marchó, en esa nave…ya sabes.
-¿La nave que salió en las noticias?- Se
asombró Margaret.-
-Esa.- Repuso su interlocutora.- Por eso
está siendo muy duro para mí. Ahora no sé qué debo hacer. O quizás sí que lo
sé…pero…no deseo hacerle daño. Sé que me quiere de verdad, que está muy
enamorado de mí. Lo ha dado todo por mi causa… y dejarle ahora sería… tan
egoísta. Pero no puedo dejar de pensar en hacerlo. ¡Soy despreciable!- Remachó
una vez más entre sollozos.-
-No, de eso nada. Solamente estás siendo
sincera contigo misma.- Se apresuró a rebatirla Maggie.- Escúchame. He conocido
a algunas chicas que tenían una situación parecida. Salían con su novio y, tras
descubrirse como realmente eran, tuvieron que romper con él. Pero al principio
a algunas les costaba hacerlo. Y cuanto más tardaban más sufrían ellas y más
hacían sufrir a esos muchachos. Ellos no tienen la culpa de nada. Pero tampoco
la tienes tú de ser como eres. Si de veras le quieres lo mejor es terminar.
Debes dejarle libre y liberarte a ti también de una mentira.
-Más personas me han dicho lo mismo.
Hasta mi propia madre. - Reconoció Kerria moviendo la cabeza ahora en tanto
miraba a sus manos entrelazadas sobre sus rodillas.- Sin embargo, tengo miedo
de romperle el corazón.
-Por desgracia, eso sucederá, tarde o
temprano.- Sentenció Maggie.- Si quieres mi consejo, mejor que sea pronto. Para
que los dos tengáis tiempo de rehacer vuestras vidas.
-Muchas gracias por escucharme.- Sonrió
trémulamente la chica que miró su teléfono móvil.- Ahora debo irme.
-¿Quieres que te acompañe?- Se ofreció
Maggie ocupándose de matizar de inmediato.- No es esa clase de proposición. Únicamente
hasta la salida.
Su
interlocutora sonrió asintiendo. Entonces le comentó ya más animadamente.
-Perdona, yo he estado hablando de mí
constantemente y ni siquiera te he preguntado. ¿Eres de aquí?
-Sí, nací en Nueva York. Mis padres
ahora viven en Filadelfia pero yo volví aquí. Me gusta esta ciudad.- Le
contestó sinceramente Maggie.-
-¿A qué te dedicas?
-Estudio para enfermera. Ahora estoy
trabajando también en unos grandes almacenes. Sección complementos ¡Es un
auténtico chollo! – Sonrió con picardía para confesar.- ¡Ni te imaginas la de
tías buenas que vienen a probarse cosas!
Eso
hizo reír a Kerria. Maggie se alegró de ello. Estaba aún mucho más guapa. Pocas
veces le había sucedido una cosa así. Era como si algo en su interior se
hubiera agitado. Su corazón había dado una especie de vuelco al conocer a esa
chica. Sin dudar sacó una tarjeta que tenía y con la ayuda de un bolígrafo que
llevaba en su bolso le escribió algo.
-Es mi número. Si necesitas otra vez a
alguien con quien hablar, llámame. Bueno, llámame para cualquier cosa que
necesites.- Añadió con voz suave, insistiendo con un tinte más meloso.- O
aunque no necesites nada.
La
aludida asintió, guardándose el papel en su propio bolso, luego la besó con
calidez, pero en la mejilla.
-Adiós, Maggie, ha sido un placer
conocerte…muchas gracias.
-Lo mismo digo. De veras que espero
volver a verte.- Se despidió ella.-
Y
Kerria se alejó. Ahora, tras recordar eso, la enfermera sonrió. ¡Y tanto que
volvieron a verse! Acabaron saliendo juntas y luego siendo novias. Pero ella
tuvo que estropearlo.
-Ahora tengo otra pareja. Esta vez haré
las cosas bien.- Se decía.-
Y
eso quería creer. Miró a Mei Ling y sonrió. La oriental le devolvió la sonrisa.
Quizás si hablaban todo pudiera aclararse. Fue entonces cuando Keiko se cruzó
en su camino. La joven llevaba un plato con tarta y caminaba distraída,
pendiente de su alrededor. Sin poderlo evitar chocó con la enfermera y le
plantó aquel postre en la blusa.
-¡Oh perdón, cuanto lo siento!- Se
disculpó la avergonzada muchacha.- No miraba hacia delante…es culpa mía.
Maggie
se vio aquello con estupor. ¡Vaya un desastre! Y era una de sus blusas
favoritas. No obstante, en una situación como aquella esas cosas no importaban.
Enseguida compuso una sonrisa.
-No te preocupes, no importa. Voy un
momento al baño, a ver si me puedo quitar la mancha.
-Te ayudaré, ¡de veras lo siento mucho! -
Insistió una apuradísima Keiko yendo tras ella.-
A
Mei Ling no le gustó aquello en absoluto. Desde su perspectiva las cosas
parecían diferentes. ¡Casi hubiera jurado que Maggie se abalanzó contra su compañera
adrede! Ahora las veía ir juntas al servicio. Eso no le hacía ninguna gracia.
En cuanto pudo trató de ir hacia allí. Sin embargo, para su mala suerte, una cría
se la adelantó.
-Bueno.- Suspiró más confiada.- Si una
niña entra no harán nada.
Luego
ella misma se censuró por esos pensamientos. ¡Estaba realmente celosa!
-Eres una estúpida.- Se dijo.-
Simplemente se ha manchado y Keiko se sentía mal por haberle tirado esa tarta
encima. ¿Cómo van a hacer nada ahí? Y menos en un momento como éste. Menos mal
que no he entrado…habría quedado en evidencia con las dos.
Movió
la cabeza riéndose de sus propias sospechas. Luego se alejó dispuesta a ayudar
un poco a las dueñas del local. Entre tanto, Maggie entró seguida por esa otra
chica, que enseguida mojó un pañuelo en el agua.
-Espero que salga la mancha, sino te
pagaré el tinte o lo que sea.- Pudo decir la azorada muchacha.-
-No te preocupes.- Sonrió Maggie
dejándose hacer.- No es tan grave…
Keiko
pasó ese húmedo pañuelo sobre la mancha, ésta no quedaba lejos de un pecho de
su interlocutora. La joven, seguramente que sin pretenderlo, extendió la
limpieza y rozó aquella parte. Maggie sintió un escalofrío. Ardía de
excitación. Sin darse cuenta esa chica la estaba estimulando…En ese momento no
pudo pensar con claridad. La tenía junto a ella, casi pegadas sus cabezas, el
roce suave de su mano sobre su seno…el recuerdo de Kerria y la pasión de la que
habían disfrutado juntas. Sin casi darse cuenta sujetó la muñeca de Keiko con
suavidad y la detuvo. Ella, sorprendida, elevó la vista para mirarla en un acto
reflejo y Maggie sin poder resistirlo más se lanzó a estrellar sus labios
contra los de aquella joven. La así asaltada pareció quedar paralizada pero no
se apartó. Al contrario, tras unos instantes de hieratismo correspondió
abriendo ligeramente su boca, la lengua de Maggie pudo penetrar y enlazarse con
la de su pareja. Ambas disfrutaron de ese apasionado beso.
-¿Qué hacéis?- Escucharon entonces
preguntar a una tímida vocecilla infantil.-
Keiko
se separó violentamente nada más oír aquello. Estaba totalmente roja. Las
mejillas le ardían y en apenas una fracción de segundo pasó de aquella
excitación a la sorpresa y el pudor más absoluto.
-¡Oh, Dios mío, qué vergüenza, yo…!
-¡Os estabais dando un beso en las
bocas! ¡Pero si sois dos chicas! –Se rio la niña.- Estabais jugando a los
novios.- Señaló entre acusatoria y divertida aquella mocosa que no tendría más
de seis años.- Ja, ja, ¡sois novias!…
-Sí, eso cariño, eso hacíamos. Solamente
era un juego. - Sonrió Maggie que como pudo añadió de forma más tranquila y
desenfadada pese a tener el corazón latiendo a mil por hora.- No se lo digas a
nadie, ¿eh? Es un secreto.
-Vale.- Asintió la niña que enseguida se
metió a hacer pipí en un compartimento del baño.-
Ahora
la enfermera miró intensamente a la otra
chica. Sin embargo ésta, profundamente avergonzada, apenas le devolvió la
mirada y salió a toda prisa.
-¡Espera!- Le pidió su interlocutora sin
lograr que se detuviese.- Tenemos que hablar… ¡Keiko!
No
obstante, decidió salir también antes de que esa niña lo hiciera. Mejor poner
tierra de por medio. Ahora por fortuna no pudo ver a Mei Ling. La buscó hasta
encontrarla. Estaba ayudando a servir unas tartas. El corazón de Maggie seguía
latiendo con desenfreno y desgraciadamente no era por la cercanía de su novia.
Más bien era al ver salir a Keiko de la cafetería sin dejar de correr. Por
fortuna, nadie pareció percatarse de eso más que ella.
-¡Dios mío!- Suspiró la enfermera.- Esto
era lo que me faltaba. No voy a aprender nunca…Pero no lo pude evitar. Keiko.
¿Qué me has hecho?...no puedo dejar de pensar en ti.
Aunque
entonces fue su pareja quién que la vio. Tras dejar unas tartas más a otros
hambrientos críos se fue hacia ella, y sonriendo le dijo.
-Tenemos que hablar.
-Sí, es verdad.- Convino Margaret,
dispuesta por una vez a hacer las cosas de forma correcta.- Debemos hacerlo.
Y
una vez las cosas estuvieron más calmadas la oriental le propuso salir un rato
al exterior, a fin de caminar y sentarse en algún banco cercano. Uno que no
hubiera sido dañado por la explosión. Ella aceptó. No sabía qué hacer. ¿Debía
confesarle a Mei Ling que, sin saber cómo ni porqué, se había enamorado de su
compañera de trabajo? Ahora se daba cuenta de un modo muy culpable. Su hasta
ahora novia simplemente fue una escala. Maggie estaba confusa, había atravesado
un periodo difícil desde su ruptura con Kerria. ¡Esa zorra de Marla tuvo la
culpa! Volvió a decirse.
-Eso me gustaría creer, pero sé que en
el fondo no es cierto.- Se censuró llena de culpabilidad.-
No, en realidad ella
sabía bien que fue la única responsable. Su lujuria y su deseo le pasaron factura.
Creyó poder tener a esas dos mujeres a un tiempo. Pero las cosas resultaron muy
distintas. Hizo daño a la chica a la que quería y se lo hizo a sí misma. Ahora
la historia estaba condenada a repetirse otra vez. Sin embargo, ella se dio
cuenta. No amaba a Mei Ling. Le gustaba como mujer, eso sí. Lo habían pasado
bien saliendo juntas y haciendo el amor. Pero solo fue una especie de cura para
su soledad y su amargura. No obstante, lo que sentía ahora mirando a esa
pelirroja era lo mismo que cuando conoció a Kerria. La cuestión era muy simple.
¿Tendría valor para confesarlo? Quizás en otras circunstancias la respuesta
hubiese sido un sí rotundo. Pero su todavía pareja parecía tener un gran
problema y si Maggie cortaba con ella de este modo no sabía que podría suceder.
-Sería algo cobarde y muy inhumano.-
Pensó.- No se lo merece…
Quiso respirar hondo
y calmarse. Lo mejor sería escuchar primero lo que Mei Ling tuviera que decir.
Así pues, cuando se sentaron en ese banco, la miró esbozando una sonrisa algo
forzada que trató de ser afectuosa y sentenció.
-Te escucho…
Entre tanto, el mayor
Kiros recorría la zona afectada tratando
de hallar algún indicio. Salvo algunos boquetes en el suelo y cráteres no veía
nada que le pudiera orientar. Por suerte
tampoco encontró más explosivos ni bombas.
-Debieron usar un explosivo de alta
potencia en cantidades muy pequeñas.- Elucubró.-
Y sacando un detector
de tecnología saiyajin examinó algunas zonas de la explosión. Al fin encontró
evidencias de una sustancia sospechosa. Con la ayuda de un pequeño estuche
recogió unas muestras. Extrajo del mismo un aparato en el que puso esos restos.
Enseguida éste procedió a un análisis.
-Acorde con los informes que me dieron
al venir aquí. Esto no es un explosivo humano. Me es muy familiar.- Se dijo.-
Pero
no pudo proseguir con sus deducciones. Enseguida vio a esa chica pelirroja
corriendo. Aquella cantante tan maravillosa. Aunque parecía conmocionada. Tanto
que no se daba cuenta. Iba directa hacia un hoyo apenas visible por los
escombros que quedaban a su alrededor. Kiros se movió con celeridad. Pudo
interponerse entre esa chica y el agujero cuando ésta ya perdía pie y estaba a
punto de caer. Keiko reaccionó entonces cuando sintió las manos de aquel
oficial sujetándola de la cintura.
-¡Cuidado!- Le previno. Ésta no es un
área segura. Tienen todavía que acordonarla.
-Gracias.- Repuso ella con tono apagado,
en tanto respiraba con agitación.- Me ha salvado de caer…
Kiros
la miró inquisitivamente, con esos ojos profundos azabache que tenía. Los entre
grisáceos y malvas de la chica le devolvieron la mirada. Pareció existir una
especie de conexión que apenas sí duró un instante.
-Es usted muy valiosa para todos. No me
perdonaría si algo malo le sucediera.- Sonrió ligeramente él.-
Eso
era lo que le faltaba en ese momento. Keiko no era capaz de enrojecer más. Tenía
las mejillas encendidas. El propio mayor se percató de eso.
-¿De verdad está bien?
-Sí, muchas gracias.- Pudo responder la
joven dominándose un poco.- Por favor, tutéeme, mayor.
-Kiros, es mi nombre.- Sonrió más
ampliamente él asintiendo.- Lo mismo te digo.
La chica asintió
entre agradecida y cautivada por aquel hombre. Ahora se notaba más calmada. Aunque
al caminar un poco hacia atrás trastabilló hiriéndose en un tobillo con algunos
escombros y pisando mal en las irregularidades del terreno. Tras dar una
exclamación ahogada a punto estuvo de caerse otra vez. Sin embargo, ese oficial
se aprestó a sujetarla una vez más.
-¿Estás bien?- Volvió a preguntar el
joven.-
Keiko
asintió con rapidez pero le dolía al posar el pie afectado en el suelo. Al
percatarse de ello su contertulio enseguida la tomó en brazos para sonrojo de la
chica.
-No te preocupes. Te llevaré a que te
vean.
-Gracias, pero no quiero ser una
molestia. Yo…
-No eres ninguna molestia en absoluto.-
Aseveró él con una mezcla de amabilidad y contundencia.- Nunca podrías serlo.
-Es que no me parece bien que tengas que
cargar conmigo.- Pudo musitar algo apurada.-
-No pesas nada.- Sonrió afablemente el
saiyajin.- Te lo aseguro.
La
muchacha asintió despacio, sin poder dejar de sentirse realmente envarada. Su
corazón latía más deprisa de lo habitual. Podía sentir lo compacto que estaba
aquel chico. Sus brazos estaban bastante musculados y su pecho era duro. Sería
debido a que los militares debían seguir un riguroso entrenamiento. Pero no era
solamente eso lo que la atraía. Ese semblante suyo era muy noble y parecía
ocultar una gran fortaleza, no solamente física sino interior. Pensaba en ello
y durante unos instantes ninguno habló. Kiros entre tanto se encaminó de
regreso a la cafetería.
-Ahora aviso a la enfermera para que te
atienda.- Le dijo él al fin portándola todavía en brazos.-
-No, no gracias, no es necesario. Estoy
bien.- Se apresuró a replicar la chica.-
Y
es que únicamente de pensar en Maggie y en aquel beso se le disparaban las
pulsaciones. No podía explicárselo a sí misma. Pero, de no haber sido cortadas
por aquella cría, no estaba segura de lo que hubiera podido pasar en ese cuarto
de baño. Realmente estaba muy confusa. Y para terminarlo de complicar ahora
aparecía ese gallardo oficial.
-Eres muy amable.- Pudo añadir no sin
azoramiento.- Ya estoy mejor, puedes dejarme aquí.
Kiros asintió. Si esa
joven así lo quería…él desde luego sabía que los humanos eran muy frágiles. Al
menos desde el punto de vista físico.
-Tan débiles como yo mismo lo fui.-
Pensaba sin poderlo evitar.- Para mi vergüenza.
-¿Ocurre algo? ¿Se encuentra bien?-
Quiso saber ahora ella con tono
inquieto.-
Y
es que el mayor tenía una expresión entre grave y hasta parecía que enfadada.
Él cayó en la cuenta de eso y suavizó sus rasgos con una sonrisa.
-Nada. Solo pensaba en quién habrá
podido hacer esto…
-Sí, es terrible.- Suspiró la chica.-
-Respecto a lo que hablamos.- Aprovechó
él para cambiar de tema.- ¿Aceptarás, verdad?
Keiko
observó ese gesto esperanzado de aquel oficial, pese a todo no respondió.
Aunque él añadió algo que casi le cortó la respiración a la chica.
-Si tengo que ir a luchar y a morir,
preferiría hacerlo con una de tus bellas
canciones de fondo. Para un guerrero, es la mejor manera de ir a cumplir con su
deber. Con una sonrisa y una hermosa voz de mujer que le conforte.
-Yo… no quiero que nadie muera...- Se
apresuró a replicar la envarada joven.- Y menos oyéndome cantar. No deseo
provocar eso. ¡No podría dormir, ni comer, ni vivir!…con algo así sobre mi
conciencia.- Remachó casi entre sollozos.-
Kiros
la miró en un principio sorprendido, después de modo comprensivo y matizó
aproximándose a ella, tras posar ambas manos sobre los hombros de la joven con
toda la delicadeza de la que fue capaz.
-Te ruego que me perdones. No quise
decir eso. No sería en absoluto culpa tuya. Si tenemos que luchar y morir
durante la batalla así será. Pero, por lo menos, oír una voz tan hermosa que
nos de valor a todos para afrontar nuestro destino…eso sería una enorme
contribución. He hablado con compañeros que sirvieron en la otra nave.
Significaba mucho para ellos cuando les levantaban la moral así. Antes no lo
comprendía pero desde que estoy aquí… bueno, he empezado a entender lo que
quieren decir. Te ruego que lo pienses.
La
interpelada asintió, cruzó su mirada con la de aquellos ojos azabache y apenas
si podía escapar de su embrujo. Al saiyajin le sucedió algo similar. ¿Qué era
esa especie de extraña sensación? Es como si deseara estar junto a esa chica sin importarle nada más. Ahora
podía comenzar a entender a su primo Doran. Y mira que se había burlado de él
cuando el hijo de sus tíos Seira y Calix le contaba cosas sobre esa reina
Neherenia…
-Maravillosa, dulce. Pero al tiempo
fuerte y llena de pasión. Es como si hubieras visto una especie de ángel. De
hecho, canta como ellos. Cada vez que estoy a su lado no sé lo que me pasa. ¡Podría
enfrentarme a quien fuera por ella! -
Le mencionaba aquel
joven a un Kiros que solamente le escuchaba con una mezcla de escepticismo y
sorna para replicar.
-¿Te estás oyendo?- Se sonreía él,
incrédulo.- Por bien que cante no creo que tenga una fuerza de combate que se
nos pueda aproximar ni de lejos. ¡Hasta un niño saiyajin la superaría!”
Aunque su primo entonces, adoptando
una expresión seria, e incluso reflexiva, replicó, dejándole sin palabras.
-Eso mismo le dijo mi madre, la noble
Seira, a la que después sería nuestra soberana, la reina Meioh.
-No es el mismo caso.- Pudo contestar
finalmente él.-
-Kiros, algún día puede que lo
descubras. La fuerza de combate no lo es todo. Incluso entre seres más débiles
que nosotros puede existir una enorme energía interior, que, cuando aflora, es
capaz de cambiarnos. Sí, eso creo que debe de ser lo que los humanos llaman
amor.
Aunque
en efecto, entonces no creyó absolutamente nada de eso, ahora comenzaba a
pensar que quizás Doran había tenido razón.
-Después de todo tendré que pedirte
perdón, primo. – Se decía ahora sin dejar de acercarse a aquella muchacha
humana.- No debí tomarme tus palabras a la ligera.
Y es que sus rostros
se aproximaron tanto que casi podían tocarse. Aunque aquel instante de magia se
desvaneció por la voz de Melissa.
-¿Estás bien, Keiko? Saliste corriendo
de la cafetería…
Aquella
mujer se acercaba y eso hizo que paradójicamente los dos jóvenes se alejasen.
Roto esa especie de encantamiento, Kiros apenas susurró casi con temor.
-¿Me permitirás verte de nuevo?
-Claro.- Afirmó ella pese a todo sintiéndose
bastante confundida.-
El
mayor esbozó una leve sonrisa y se alejó…
-Debo ser capaz de controlar esta
sensación.- Se decía. – Si Doran tenía razón y puede volverte mucho más fuerte,
podría ser lo que estaba buscando.
Entre tanto Melissa
llegó entonces hasta su compañera sonriendo a su vez, para comentar entre
divertida y algo azorada.
-¡Vaya! Parece que he interrumpido algo.
-No, no es eso. En fin, no lo sé.- Pudo
casi balbucear Keiko que estaba al borde de las lágrimas.-
-¿Te ocurre algo?- Se inquietó su contertulia
al verla en ese estado.-
La
aludida no estaba segura de querer contestar. Aunque, por otro lado, Melissa
era la persona con la que más confianza tenía a bordo de esa nave. La verdad,
necesitaba hablar con alguien para aclarar su confusión. Y es que todo se le venía encima de golpe. El
motivo principal de su viaje, lo sucedido esa tarde en el parque, en el baño de
la cafetería con Maggie y ahora con ese oficial. Era como si no fuera dueña de
sus actos o algo la arrastrara en una y otra dirección. Como una cometa a
merced del viento según éste soplara. Al fin asintió confesando.
-Estoy asustada, preocupada, intranquila
y a la vez emocionada. No sé cómo expresarlo.
Su
interlocutora asintió de modo comprensivo y le ofreció con tono amable y casi
maternal.
-Prueba, te escucho…
Y su amiga estaba
dispuesta a hacerlo, sin embargo las voces de Penélope y las otras se
aproximaron, lo mismo que sus dueñas, que salían de la cafetería. La mayor
parte de la gente se había ido a sus casas. Fue la doctora Winters quien se
digirió a sus compañeras para preguntarles.
-¿Nos echáis una mano? Vamos a ayudar a
Clarisa y a Gin a recoger un poco antes de irnos.
-Claro.- Convino una resignada Keiko.-
Y
de este modo se volvieron juntas al interior del local. Tras colaborar en poner
un poco de orden se separaron. Por esa jornada había pasado el momento de
hablar. Todos estaban cansados y decidieron ir a dormir. Los siguientes días
podrían ser muy duros.
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