viernes, 16 de diciembre de 2016

GWDN 07 Sospecha


Los primeros segundos tras la explosión fueron de caos y pánico. La mayor parte de los clientes gritaban. Otros salieron a todo correr tirando mesas y platos. Algunos se agazaparon bajo las mesas y otros estaban paralizados por el horror. Sin embargo, el grupo de Tracer, Susan, Giaal y Kiros, espoleado por su entrenamiento militar, no tardó en reaccionar. Una vez salieron de la cafetería pusieron la vista en una columna de humo que podía verse en el parque.



-¡Vamos a ver qué ha pasado!- Exhortó Rick.-

-Tened cuidado.- Les pidió Penélope alegando con evidente temor.- Podría haber otra explosión.

-Lo tendremos.- Le aseguró su novio.-

-Los demás quedaos aquí.- Les indicó Giaal.-

-Es mejor que los civiles estén apartados de esa zona.- Convino Kiros dirigiéndose ahora al médico.- Incluido usted, doctor.

-Puedes dejar que venga. Te aseguro que, además de sus conocimientos médicos, sabe cuidarse solo.- Repuso Tracer.-



            El saiyajin asintió, dedicando su atención a aquel médico pudo percibir algo. No era en absoluto lo que parecía. Poseía desde luego una energía muy superior a la media de cualquier humano. De modo que los cuatro corrieron hacia el lugar del siniestro, a tan solo unas decenas de metros.



-¡Dios mío! – Pudo exclamar una impactada Susan al contemplar aquello.-



            La detonación había arrasado un parque infantil. Por fortuna no había niños en ese momento jugando en él. Sí vieron a algunos próximos  al lugar de los hechos que lloraban llenos de miedo y de dolor aquí y allá, abrazados a sus también aterrorizados padres. Giaal se interesó de inmediato por ellos, comprobando que, por fortuna, la mayoría solamente tenían heridas de levedad. Aunque los peor parados sufrían de rotura de tímpanos y sangraban por los oídos.



-¡Malditos bastardos!- Espetó un enfurecido y espantado Tracer a la vista de aquello.- ¿Cómo han podido? ¡Son niños!



            Kiros también estaba indignado., Aquello era de una tremenda cobardía. Los canallas que hubieran hecho eso carecían por completo de honor. Tuvo que contener su enfado dado que su energía comenzaba a elevar pequeñas piedras a su alrededor. Aquello le recordaba demasiado bien a otros sucesos que preferiría olvidar. Sin embargo, su reacción ahora no serviría nada más que para incrementar el pánico. Así pues supo calmarse.



-Necesitamos más atención médica para los heridos.- Dijo con tono lo suficientemente controlado.-



            Susan corrió de vuelta a la cafetería. Tras informar a las chicas éstas no lo dudaron. Encabezadas por Maggie, que para eso era la enfermera. A su vez, Ginger tomó el botiquín que había en su tienda y se dispusieron a ayudar en lo que pudieran hasta que llegasen las asistencias. Por fortuna, enseguida se escucharon algunas sirenas y droidos médicos acudieron. También lo hizo el doctor Lester acompañado del enfermero de guardia.



-Ya está. No te preocupes, cariño.- Susurró Maggie a una pequeña que lloraba desconsoladamente con los tímpanos rotos ante la angustiada mirada de su madre.- No tema, se pondrá bien.- Le dijo la enfermera a esa aterrada mujer.-

-Gracias.- Sollozó esa pobre madre que abrazaba a su pequeña en tanto no paraba de preguntar a nadie en particular.- ¿Quién ha hecho esto? ¿Por qué?



            Maggie no supo que decir. Solo podía mirar entre horrorizada y llena de consternación aquel terrible cuadro. Por lo menos la ayuda estaba llegando. Una tras otra las ambulancias se acumulaban. Una vez más Lester se hizo cargo con profesionalidad. Enseguida vio a Giaal y al resto.



-Me alegro de que estuvieran aquí.- Les comentó.-

-Es nuestro deber.- Convino concisamente el interpelado en tanto proseguía atendiendo a la gente.-

-Señorita Kendall.- Llamó el médico jefe.- Venga un momento si es tan amable.

-Dígame doctor.- Se aproximó la chica.-



            Esperaba que ese tipo fuera a felicitarla aunque estuviera haciendo simplemente lo que marcaba su código deontológico. No obstante, las palabras de su superior fueron bien distintas.



-Que sea la última vez que se ausenta de su turno hasta que no llegue su relevo. No me importa si el doctor Ginga le dio permiso.- Sentenció Lester.- Ahora siga con lo que estaba haciendo. En ese aspecto, como profesional, no tengo queja de usted.

-Sí, doctor.- Fue capaz de musitar ella sintiéndose totalmente desconcertada y no poco abatida.-



            Parecía que, hiciera lo que hiciese, ese hombre siempre tenía que estar recriminándole algo.  Pero en el fondo sabía que llevaba razón. Dejar un solo facultativo en el puesto, sin ayuda, era un riesgo que, a la vista de lo que acababa de ocurrir, no podían permitirse. Y aunque Maggie se sentía furiosa y frustrada, dado que, técnicamente la culpa era de James por llegar tarde, recordó algunas palabras que le dijeron cuando estudiaba la carrera de enfermería.



-Nos debemos a los pacientes, no a nosotros.- Suspiró mentando aquello.-



Keiko también estaba allí junto con Penélope, Mei Ling y Ginger. Junto con Kiros y Tracer, entre todos auxiliaban a su vez lo mejor que podían a las personas envueltas en aquel atentado.



-No hay víctimas mortales, gracias a Dios.- Suspiró la doctora Winters.-

-Esta vez fue una explosión menor.- Afirmó Kiros que oteaba el panorama como si quisiera encontrar alguna pista que le condujera a los culpables de aquello.- Un artefacto de poca potencia. Parece que estaba calculado para no matar pero provocar el pánico.

-Eso parece. Teniendo en cuenta que ha estallado cuando no había nadie en los alrededores. - Convino un preocupado Tracer que perspicazmente, agregó.- Para eso tendrían que estar observando este lugar de cerca.

-Eso significa que aquí existe al menos un saboteador infiltrado que se está tomando muchas molestias para llenar de miedo a todos los que viajamos en la nave.- Repuso Mei Ling .-

-Y lo malo es que empieza a conseguirlo.- Suspiró Keiko.-

-No mientras estemos aquí.- Intervino Kiros mirándola con intensidad.-

-Así es. Cueste lo que cueste, vamos a atrapar al canalla o canallas responsables de esto. - Convino Tracer.-



            Ambos oficiales asintieron y se miraron con determinación. Tendrían que informar a la mayor brevedad posible. De hecho, alejándose un poco de las mujeres, Rick usó su móvil para llamar a su superior, el comandante Enset, y ponerle al corriente usando una video conferencia. Si es que la noticia no había llegado ya a sus oídos. Cosa bastante improbable.



-Mi comandante.- Le comentó en cuanto éste atendió la comunicación.- Hemos sufrido un atentado.

-¿Atentado?- Replicó Enset que enseguida le corrigió.- Será un accidente, mayor. Ya conoce la versión oficial.

-Señor, me temo que, esta vez,  esa versión va a ser muy complicada de mantener. Ha sucedido en un parque infantil.-

-¿Esta vez?- Inquirió su contertulio.-



            Por toda réplica, Rick le enseñó imágenes en directo de la zona. Enset se quedó perplejo. ¡Eso lo desconocía! Veía con horror y desconcierto que su subordinado no se estaba refiriendo a lo ocurrido en esa sala de propulsión.



-Muy bien, hágase cargo de la situación hasta que enviemos refuerzos. Lo comunicaré de inmediato al alto mando. A ver como minimizan los daños.

-A la orden.- Contestó Rick.-



            La comunicación se cortó. Tracer le comentó a  su colega las instrucciones.



-Muy bien. Debemos comprobar toda la zona. Por si hubieran colocado más bombas.- Declaró Kiros.-

-Eso es muy peligroso.- Opuso su interlocutor.- Tendremos que esperar a un equipo de artificieros.



            Sin embargo, el saiyajin sonrió. Con un tinte más calmado e incluso jovial de lo que podría corresponder a ese momento tan tenso, repuso.



-No se preocupe. Déjelo de mi cuenta. Ocúpese de proteger a los civiles aquí.



            Rick no tenía nada más que objetar. Si ese tipo era como Leval bien podría dejarle a él esa cuestión. Asintió tratando de poner un poco de orden en esa zona. Por su parte, las chicas hacían lo que podían.



-Todos los que quieran que pasen a  mi local.- Se ofreció Ginger.- Les daré chocolate caliente y algo de comer. Sin ningún coste.- Se apresuró a matizar viendo cerca a ese doctor tan cascarrabias.-

-Esto es terrible.- Comentó Mei Ling, llevada por la compasión al ver a un aterrado niño que lloraba abrazado a un muñeco.- Quien haya sido capaz de hacer esto no tiene sentimientos.



            Sus padres no parecían estar cerca y ella misma se ocupó de tratar de consolarle. Al tiempo podía observar a su pareja cuidando a otros críos con cariño maternal, interesándose por los preocupados padres y todo ello sin perder una alentadora sonrisa. Esa era una Maggie que no había visto nunca. Aquella mujer de carácter a veces arisco y difícil en apariencia, llena de pasión por el sexo y con enfados teñidos de sarcasmo.  Desde luego que en este contexto tenía otra cara mucho más dulce y comprensiva. Quizás si le contaba la verdad…



-No llores, todo va a salir bien.- Le dijo animosamente Mei Ling a ese niño tanto como se lo decía a sí misma.- Todo se va a arreglar.



            Giaal atendía a otros niños e incluso a un adulto que estaba mareado. Era normal tras haber quedado expuesto a ese terrible estruendo. Con los tímpanos rotos el vértigo era un síntoma lógico. Tras sentarle y hacerle cerrar los ojos, el médico utilizó algunos puntos de presión para que ese individuo se sintiera mejor. Otras personas presentaban hipoacusia o desorientación. Y muchos decían oír zumbidos.



-Nada que no sea lo normal.- Les tranquilizaba el doctor Ginga.- Se recuperarán.



            Siguió recorriendo la zona para atender a cuantas más víctimas pudiera, mejor. Ahora, unidades militares estaban llegando prestas a acordonar la zona. Poco a poco se fueron evacuando a los afectados. Muchos padres buscaban desesperados a sus hijos con los que había perdido contacto. Entre toda aquella confusión llegó Melissa. La mujer miraba en todas direcciones y pudo preguntar a sus compañeras.



-¿Qué demonios ha pasado?



            Y es que la científica había estado trabajando con Scott en algunos programas. Cuando terminaron se despidió del joven.



-Es usted realmente brillante.- Le halagó ella.-



            Lo pensaba de veras. Aquel frágil muchacho podría haber trabajado perfectamente para la Masters Corporation. El aludido a su vez sonrió agradeciendo el cumplido y lo devolvió.



-Tampoco usted lo hace nada mal, doctora Prentis.

-Tutéame y haré lo mismo. Por edad podría ser tu madre.- Sonrió cordialmente ella.-

-No lo creo. Desde luego no lo parece.- La halagó él.-



            Melissa sonrió agradecida a su vez. Ya era una mujer madura,  ¿a qué negarlo? Y aunque se conservaba muy bien, los años de juventud y belleza habían quedado atrás. Lástima no haberlos aprovechado.



-Creo que por hoy ya hemos trabajado lo suficiente.- Declaró ella.-

-Es cierto.- Convino el chico, admitiendo.- Estoy algo cansado.

-¿Te encuentras bien?- Se interesó Melissa viéndole pálido.-

-Sí, gracias. Mi salud no es precisamente la mejor de mis cualidades.- Comentó el joven.-

-¿Quieres que te acompañe a casa?- Se ofreció la mujer.-

-No te preocupes. Tengo a un droido que me llevará.- Afirmó el muchacho.-

-No es demasiado tarde. Podrías venir conmigo a la cafetería que hay en la zona del sector tres. Tomar algo te vendría bien.

-Eres muy amable. Quizás en otra ocasión.- Declinó su interlocutor.-

-Bueno, en ese caso me voy ya.- Pudo decir Melissa que también se apenó de no ver al doctor Adams por allí.-



            Se despidió saliendo de aquel lugar. Por su parte Scott tuvo, en efecto, la ayuda de un robot para transitar desde su silla de ruedas a un deslizador. El  chico programó el vehículo hasta su casa. Después, ese autómata volvió a tomarle en brazos depositándole en su silla una vez más. De este modo, subiendo por una rampa de accesibilidad llegó a su apartamento. Abrió con un mando a distancia y entró. Tras cerrarse la puerta suspiró. Ese androide le ayudó a darse una ducha en su cuarto de baño habilitado a tal efecto. Una vez se puso cómodo cenó y más tarde, ya en su cama, ojeó una antigua carta. Era de una amiga muy querida para él y a la que hacía mucho tiempo que no veía. Es más, se remontaba por lo menos dos años atrás.



Querido Scott. Sigo aquí, tratando de continuar mi vida. Como te puedes imaginar las cosas no han sido nada fáciles para mí. Tú eres de los pocos que saben lo que en realidad siento y me puede comprender. Es duro, a veces todo parece estar en mi contra, pero luego saco fuerzas de donde no creía tenerlas. Eso te lo debo en gran parte a ti. Siempre estuviste a mi lado para animarme. Dentro de poco terminaré los estudios. Mi padre encontró trabajo por fin en un laboratorio. Sé que lo ha pasado muy mal. Sin embargo, trata de que no me dé cuenta. ¡Pobrecillo! Debería saber que con mis percepciones sé enseguida como está. Incluso aunque fuese una muchacha normal lo notaría.



Ahora, lo único que me ilusiona es que tras tanto tiempo sin poder amar a nadie, conocí a un chico estupendo. Se llama Glenn y nos hemos prometido. Me quiere de verdad. Sin embargo, todavía no le he contado mi secreto. Ruego a Dios porque sea tan comprensivo como tú. Scotty, has sido el mejor amigo que nunca he tenido. Te echo muchísimo de menos. Espero que todo te esté yendo bien en Alemania.  No sé realmente qué más poner. ¡Ja, ja! esta idea tuya de enviarnos cartas a la antigua usanza es divertida pero no me es tan fácil como chatear por el WhatsApp o el Facebook. Estoy acostumbrada a una réplica para, a mi vez, contestar. ¡Desde luego, mira que eres tradicional! ¡Pero en el fondo me gusta! Me hace sentir que es algo muy especial.



                Bueno, poco más te puedo contar de momento. Solo confesarte que tengo un poco de miedo. Ahora que las cosas parece que empiezan a irme bien, no quisiera que fantasmas del pasado las enturbiasen. Ya sabes a quién me refiero. Aunque hace años que, por suerte, no he sabido nada de él. Te mando muchos besos, cuídate y no trabajes demasiado. Eso solamente podemos hacerlo las diablesas, aunque yo lo sea solamente a medias.  Tengo facultades que no son humanas como bien sabes. Aunque no pasa día en el que no piense en ti y lamentar el no poder ayudarte. Si sigo progresando e incremento mis habilidades, ¿quién sabe? Por otro lado, eres tan inteligente que te creo capaz de inventar algo para ti y otras muchas personas en tu misma situación. Eres sin duda el chico más listo y más bueno que haya conocido nunca. Jamás olvides eso. Con cariño de tu amiga, que lo será siempre.



                Sandy.



Al terminar de leer por enésima vez esa carta que ya se sabía de memoria plegó cuidadosamente el papel de aquella misiva y lo guardó en el sobre. Se acordaba bien de la última parte. Esa muchacha trató de usar sus dones para curar su parálisis pero eso era imposible. Ni siquiera una criatura tan fabulosa como ella podía obrar esos milagros. Aunque para él la cura hubiese sido mucho más simple. Si Sandy le hubiera querido no solamente como amigo. Entonces todo habría sido maravilloso. Él jamás se habría ido tan lejos para intentar olvidarla, sin por supuesto, lograrlo.



-Si hubiera sido un chico como cualquier otro.- Suspiró.- A mí no me importa quién fuese tu madre. O qué puedas ser tú. Ojalá que ese tipo haya sido capaz de amarte por cómo eres. De lo contrario no te merece.



            Estaba cansado y con esa oleada de nostalgia y ligera depresión terminó por dormirse. Al día siguiente quería retornar al trabajo, a seguir en su proyecto personal. Y como Sandy le decía en la carta. ¿Quién sabe? Junto al brillante doctor Adams y a esa talentosa doctora Prentis, bien pudiera ser capaz de lograrlo.



-Me gustaría conseguirlo, desde luego, y no únicamente por mí.- Pensó mientras se iba deslizando hacia el sopor del sueño.-



A todo eso, Melissa aguardó un rato cerca del complejo donde trabajaba Adams, pero el profesor no apareció. Al fin decidió ir al local de Ginger. Ya se había hecho tarde pero todavía estaría abierto. En eso pensaba cuando oyó el ruido de sirenas y vio pasar vehículos ambulancia. Entre atónita y preocupada las siguió. Al cabo de unos minutos llegó a aquel lugar y contempló tan terrible panorama.



-¡Melissa! ¿Estás bien?- Le preguntó Penélope que enseguida se acercó a ella.-

-Sí, acabo de llegar.- Repuso la aun impactada mujer, repitiendo su pregunta.- ¿Qué ha sucedido aquí?

-Una explosión.- Le contó la doctora Winters.- En la zona de recreo infantil.



            La cara de su interlocutora expresó claramente lo que pensaba. ¿Quién habría sido capaz de cometer semejante atrocidad? A ella eso le resultaba incluso más espantoso dada su experiencia con los críos. Jamás, ni tan siquiera en su momento más malvado siendo Eudial, había puesto en semejante riesgo la vida de unos niños. Aunque pensaba, no sin cargo de conciencia que, si entonces eso hubiese servido a sus mezquinos propósitos no habría dudado en hacerlo.



-¡Es terrible!- Pudo decirse al fin.- Eso me hace pensar en el horrible monstruo que una vez fui.



            No obstante, enseguida se rehízo ayudando en lo posible. Reunió a unos pocos niños dispersos y les animó. Ahí se notó su oficio como antigua maestra. Entre tanto, Tracer vio llegar al comandante Enset. Pero no venía solo. Tras él un par de enormes robots se emplazaron a ambos lados de la carretera que cruzaba esa zona. Al principio algunas personas los vieron llegar espantados. Sin embargo, el oficial recién llegado les tranquilizó de inmediato.



-Señoras y señores, no tengan miedo. Estos robots pertenecen a las fuerzas de defensa de la nave. Su misión es la de hacer trabajos de reconstrucción y vigilancia.



            La gente se fue calmando, observando ahora con asombro y hasta admiración aquellas poderosas máquinas. En efecto, uno de ellos retiró algunos escombros, que debían de pesar algunas toneladas, con pasmosa facilidad.



-Vaya. Al parecer funcionan bien.- Comentó Keiko dirigiéndose a Melisa.-

-Nuestro buen esfuerzo nos ha costado. Lástima que Caroline no esté para verles tan de cerca en funcionamiento.- Comentó la aludida con un leve poso de satisfacción, en tanto llevaba en brazos a un niño que no dejaba de observar con la boca abierta a esos enormes robots.- En fin. Me alegra ver que son útiles. Y no solamente para combatir. Para eso trabajamos tanto.



            Y la verdad es que ambos ingenios mecánicos ayudaron a desescombrar y despejar las calles con bastante eficacia. Ahora las cosas parecían estar volviendo a su cauce. Las personas que todavía quedaban por allí recibieron algunos tés, cafés o chocolates calientes que unas solicitas Ginger y Clarisa les servían con la mejor de sus sonrisas. Susan asintió con aprobación, comentando a Giaal.



-Esas chicas son realmente buena gente.

-Lo son.- Asintió el alien suspirando reflexivo.- Ojalá todos los humanos fueran así. Como ellas, siempre tratando de consolar al que sufre y de dar ánimos al que se ha quedado sin esperanza. Mis padres nos hablaron a Naya y a mí, de cómo las guerreras de la Luna hicieron eso por ellos.



            Susan le escuchó con una mezcla de sorpresa y admiración. A veces Giaal le había dicho algo de eso, de la historia de sus padres cuando llegaron a la Tierra por vez primera, y sentía mucha curiosidad.



-Tienes que contarme eso con más detalle, cuando todo esto se haya solucionado.- Le pidió.-



Su interlocutor asintió. Entre tanto, Keiko, viendo los esfuerzos de esas dos amables camareras se ofreció a echarlas una mano. El local volvía a estar lleno. Sobre todo de niños que comenzaban a dejar de llorar mirando con ojos golosos los pasteles del mostrador.



-Anda, toma.- Le sonrió Clarisa a una niña que devolvió una sonrisa agradecida al recibir un plato con una porción de tarta de fresa.- Que la disfrutes.

-Muchas gracias.- Pudo decirle a Maggie una todavía emocionada madre, que sostenía a su pequeño en el regazo.- Gracias señorita…



            La enfermera había terminado de vendarle los oídos tras poner unas gasas para que absorbieran la sangre. El crío, que no debería tener más de cuatro años, había llorado mucho por ese terrible dolor pero ahora estaba más tranquilo.



-Se va a recuperar enseguida, no se preocupe usted.- La animó Maggie.- A estas edades todo sana con rapidez.



            Esa mujer asintió sonriendo esperanzada. Rondaría la treintena de años. Era de pelo moreno y ojos azules. Bastante atractiva a decir verdad. Aunque al sorprenderse en esos pensamientos la propia enfermera se censuró. ¿Cómo podía estar fijándose en eso? Esa chica tenía un hijo y lo más seguro es que un marido que estuviera muy preocupado por los dos.



-Quizás es que me estoy haciendo mayor.- Suspiró reflexionando con autocensura, en tanto se alejaba tras terminar de vendar al pequeño.- Eso antes nunca me importó.



De hecho, había tenido muchas experiencias con mujeres. No pocas dijeron estar casadas y con hijos. Maggie simplemente se sentía atraída por algunas de ellas. Es más, incluso se relacionaba con muchas a través de páginas web, durante su trabajo en aquellos grandes almacenes y en ocasiones hasta ejerciendo de “cortesana para señoritas” Con la mayoría de las teóricamente heterosexuales al menos. Hasta llegó a ganar algún dinero. Vale que era prostituirse, pero no lo veía del mismo modo que si lo hubiese hecho con un hombre. Además, solamente aceptaba las proposiciones de aquellas que consideraba atractivas. Si iba a mantener con ellas relaciones sexuales de todos modos ¿por qué no sacar partido de ello? Desde luego ese dinero le vino muy bien. Casi siempre sucedía igual, se conocían, tomaban algo y terminaban en algún hotel, a veces incluso en la propia casa de sus “conquistas”  Luego, tras algún contacto íntimo más o menos intenso, la mayoría lloraban sintiéndose culpables. “Que si no sé qué me ha sucedido” “Mi marido no me presta atención” “No me imaginé que fuera lesbiana” “Solo tenía curiosidad” “no podré volver a mirar a mi familia a la cara” En fin. Maggie casi hubiera tenido que cobrarlas por ser su psicóloga. Tras el sexo las escuchaba con amabilidad en esos desahogos, y luego, si te he visto no me acuerdo. Pero jamás se aprovechó de ellas ni trató ni por lo más remoto de chantajearlas.



-No como esa zorra de Marla. Debí haberla pegado más fuerte.- Se dijo ahora todavía furiosa por su mero recuerdo.-



De hecho, muy pocas veces había pasado de la mera atracción sexual o física con ninguna. Sin embargo, todavía recordaba una de ellas, la más importante de su vida hasta entonces. Una a quien perdió precisamente por la intromisión de esa desalmada.



-Y eso no fue ningún negocio. – Suspiró Maggie.-



Al contrario. Fue ella misma quien la abordó. ¡Esa era una joven tan hermosa y llena de pasión! Tenía unos enormes ojazos verdes que la cautivaron. Se fijó en semejante preciosidad nada más verla en uno de esos bares de ambiente a los que solía ir para ligar. Estaba sentada tomándose un refresco. Maggie se aproximó sonriendo y vestida con un ceñido corpiño blanco, falda roja y medias rematadas en zapatos de tacón igualmente rojos.



-¡Vaya!, ¿Cómo es posible? ¿una chica tan bonita bebiendo sola? - La abordó con tono cordial.-



            Esa muchacha no pareció prestarle mucha atención, es más, se la notaba triste en su mirada.



-¿Te encuentras bien?- Le preguntó ahora Maggie con algo de preocupación.-

-Sí, gracias. Perdona.- Susurró esa joven alegando.- Es que no soy una compañía muy agradable esta noche.

-Sobre eso permíteme que disienta.- Sonrió su interlocutora.- Creo que eres la chica más agradable que hay por aquí.



            Eso arrancó una leve sonrisa de aquella muchacha. Aquello era lo que necesitaba, el pretexto para profundizar.



-Me llamo Margaret, pero mejor llámame Maggie, Maggie Kendall.- Se presentó ofreciéndole una mano.-

-Kerria Malden.- Repuso aquella joven estrechándosela.-

-Perdóname si te he parecido una vulgar ligona.- Sonrió la recién llegada que le preguntó señalando un taburete.- ¿Puedo? Creo que podríamos hablar.

-Sí, claro. No me vendría mal charlar un poco con alguien que pueda entenderme.- Convino esa chica.-

-¡Pues otra cosa no será, pero en este bar entendemos todas!- rio Maggie divertida por aquello.-



            Aquella otra muchacha se rio también con ese juego de palabras. ¡Desde luego así era! Aunque, tras unos instantes, retornó a su gesto más serio y matizó.



-Supongo que sí. Pero lo mío es más complicado. Tengo un problema.

-No me digas que estás pensando en salir del armario, pero que no sabes cómo hacerlo.- Quiso adivinar Maggie.- Eso es muy común, hay muchas chicas que vienen aquí buscando resolver esa duda.

-No, ese no es el problema. Mi familia lo sabe, mis amigos más íntimos también. Es por mi novio.- Suspiró.-



            Ahora sí que la había dejado totalmente estupefacta. Apenas si pudo repetir.



-¿Perdona? Entendí novio. Quizás con la música…



            En efecto, en ese local había bastante ruido de fondo. Margaret le propuso con desenfado a esa muchacha.



-Quizás, sentadas ahí atrás, no se oiga tanto.



            La aludida asintió, tras hacerse con los vasos de refrescos que ambas tenían, no tardaron en procurarse un lugar más alejado en el que conversar.  Aunque poco se dijeron. Casi al mismo momento de sentarse en un sofá de confortable cuero sus caras se acercaron. Maggie vio aquellos profundos y grandes ojos verdes y fue como si un calambre la recorriera. Se sintió irremisiblemente atraída y no pudo evitar darle un beso en sus jugosos labios a aquella muchacha. Ella no lo rehuyó, incluso correspondió con uno más intenso, casi parecía que desesperado. Así fueron encadenando uno tras otro, Maggie la recorría diestramente con sus manos, Kerria gemía haciendo lo propio. Sin embargo y de modo inopinado, esa joven rompió el contacto alejándose.



-¡Lo siento! – Se disculpó visiblemente agitada.- ¡No…no puedo, no puedo hacerlo!



            Y rompió a llorar tapándose la cara con ambas manos. Maggie la observaba sorprendida e incluso apenada por ella. Cierto que esa noche había ido a ligar sin más pretensiones que pasar un buen rato. Ni siquiera tenía pensado acostarse con nadie. Al día siguiente entraba temprano a trabajar.



-Está bien, está bien.- Susurró con delicadeza tratando de confortar a esa muchacha.- No te preocupes. Ha sido culpa mía. Lo siento mucho. Me he lanzado sin pensar. Tú solo querías hablar. Hablemos entonces...

-No quisiera hacerte perder el tiempo.- Pudo sollozar esa joven derramando lágrimas sin poder parar.- No podría llegar a nada más…



            Sin embargo, Margaret estaba clavada allí, esa chica la atraía como un imán, era preciosa y además estaba en ese estado de vulnerabilidad que hasta inspiraba ternura. Y por si fuera poco tenía curiosidad en escuchar su historia. ¿Qué le estaría sucediendo para reaccionar así? Desde luego sus besos le habían transmitido tanta pasión y deseo como pudiera tener ella misma. Solamente un freno enorme podría contener a aquella especie de volcán a punto de entrar en erupción, y quería saber cuál.



-Te prometo que te escucharé encantada. ¿Kerria, verdad?

-Sí…- Pudo sonreír la chica, afirmando con tono entre emotivo y aliviado.- Es curioso, él me dijo lo mismo la primera vez que nos vimos.



            Y observando el gesto de extrañeza de su oyente, la joven le aclaró.



-Repitió mi nombre como para estar seguro que lo había recordado bien.

-Le puedo comprender. Es un nombre muy bonito, y algo raro.- Confesó Maggie.-

-Mi nombre completo es Kerria Lorein. – Le contó ésta.-

-Me suena más hermoso cada vez.- Susurró Margaret-



            Pero acordándose de su promesa no atacó con otro beso que hubiese sido el paso más obvio y acertado en ese instante. En otro momento, con cualquier otra chica de por allí, aquello habría acabado en la cama. El caso es que no pudo evitar comentar con desagrado.



-El mío no me gusta nada. Tengo un nombre de lo más insulso.

-¿Por qué?- Quiso saber Kerria.- Lo encuentro muy bonito.

-Margaret me suena a vieja solterona.- Declaró la así llamada.- Por eso prefiero Maggie.

-Como tú quieras.- Convino su interlocutora.-

-Anda, cuéntame. ¿Qué es lo que te tiene así de triste?- Le pidió con visible interés.- ¿Es por ese novio tuyo, verdad?



            Su interlocutora asintió. Y comenzó a narrar su historia. Durante al menos una hora Kerria se sinceró con ella. Y eso que entonces era una completa extraña. Al terminar, Margaret reflexionó durante unos instantes para asimilar todo aquello y trató de recapitular comentando.



-Si lo he entendido bien, dices que eres lesbiana, no bisexual.

-Sí, así es.- Suspiró su nueva amiga.-

-Pero sales con un chico. Ese tal Brian, que es tan maravilloso.- Afirmó con incredulidad.-

-Sí, es gentil, encantador, sé que me quiere más que a nada y hasta me salvó la vida a riesgo de la suya una vez.- Le resumió con un tono teñido de profundo afecto.-

-¡Vaya! Es la primera vez que oigo algo semejante. –Admitió una atónita Maggie.- Lo único que tiene sentido para mí es que salgas con él por agradecimiento. Eso de que te salven la vida obliga mucho.- Pudo remachar con una leve sonrisa afirmando de seguido.- Yo también soy lesbiana al ciento por ciento, pero si un chico así me salvase. No sé…a pesar de todo no creo que fuera capaz de salir con él. Bueno, como amigos únicamente, sí. Pero no hasta el punto de…- Y aquí se detuvo y con prevención inquirió.- ¿Podría hacerte una pregunta muy íntima y bastante personal? Si no me quieres contestar lo entenderé.



-Adelante.- La invitó Kerria.-

-¿Te has acostado con él? - Disparó su interlocutora.-



            Tras unos instantes de silencio en los que Margaret temió que esa joven no contestaría o que se violentara,  ésta sí respondió. Movió la cabeza despacio para finalmente admitir.



-No, nunca nos hemos acostado…

-Ahí tienes la prueba.- Afirmó Maggie quien dijo casi parecía que presumiendo de ello.- Por ejemplo yo misma, soy una Platino Star.

-¿Platino Star? ¿Qué es eso?- Se sorprendió Kerria mirándola sin comprender.-

-Un código que algunas de nosotras utilizamos. Significa que no hemos tenido contacto físico ni sexual alguno con hombres.- Le explicó a su contertulia, agregando.- Ni siquiera he llegado a besar a un tío. Me refiero en la boca, claro está. Besos sí que he dado aunque fuera de niña, ¡ja, ja!  Pero esos no cuentan. - Se rio para querer saber.- Y tú ¿Te has acostado con algún otro hombre alguna vez?

-No.- Declaró la interpelada, añadiendo.- Pero sí que he besado a Brian y nos hemos acariciado…

-Eso te deja en la categoría Gold Star.- Le informó Maggie.-

-No tenía ni idea de que existieran categorías.- Confesó una atónita Kerria.-

-Es broma, eso a veces se dice pero son muy pocas las que se toman en serio esas cosas. A mí me hace gracia. Porque es una manera de resaltar mi identidad sexual. Simplemente no me gustan los hombres y punto. Bueno, tengo amigos, aprecio a algunos como compañeros de trabajo o de estudios. Pero nada más. En lo que al sexo y las relaciones amorosas se refiere, solamente me gustan las mujeres.

-Me sucede lo mismo a mí también. Pero es que Brian es muy especial. Y no únicamente por salvar mi vida. Siempre estuvo a mi lado y me apoyó. Es muy difícil de explicar. – Comentó la joven que parecía no hallar las palabras adecuadas.- Ahora es… como si fuera también un hermano. El mío se marchó, en esa nave…ya sabes.

-¿La nave que salió en las noticias?- Se asombró Margaret.-

-Esa.- Repuso su interlocutora.- Por eso está siendo muy duro para mí. Ahora no sé qué debo hacer. O quizás sí que lo sé…pero…no deseo hacerle daño. Sé que me quiere de verdad, que está muy enamorado de mí. Lo ha dado todo por mi causa… y dejarle ahora sería… tan egoísta. Pero no puedo dejar de pensar en hacerlo. ¡Soy despreciable!- Remachó una vez más entre sollozos.-

-No, de eso nada. Solamente estás siendo sincera contigo misma.- Se apresuró a rebatirla Maggie.- Escúchame. He conocido a algunas chicas que tenían una situación parecida. Salían con su novio y, tras descubrirse como realmente eran, tuvieron que romper con él. Pero al principio a algunas les costaba hacerlo. Y cuanto más tardaban más sufrían ellas y más hacían sufrir a esos muchachos. Ellos no tienen la culpa de nada. Pero tampoco la tienes tú de ser como eres. Si de veras le quieres lo mejor es terminar. Debes dejarle libre y liberarte a ti también de una mentira.

-Más personas me han dicho lo mismo. Hasta mi propia madre. - Reconoció Kerria moviendo la cabeza ahora en tanto miraba a sus manos entrelazadas sobre sus rodillas.- Sin embargo, tengo miedo de romperle el corazón.

-Por desgracia, eso sucederá, tarde o temprano.- Sentenció Maggie.- Si quieres mi consejo, mejor que sea pronto. Para que los dos tengáis tiempo de rehacer vuestras vidas.

-Muchas gracias por escucharme.- Sonrió trémulamente la chica que miró su teléfono móvil.- Ahora debo irme.

-¿Quieres que te acompañe?- Se ofreció Maggie ocupándose de matizar de inmediato.- No es esa clase de proposición. Únicamente hasta la salida.



            Su interlocutora sonrió asintiendo. Entonces le comentó ya más animadamente.



-Perdona, yo he estado hablando de mí constantemente y ni siquiera te he preguntado. ¿Eres de aquí?

-Sí, nací en Nueva York. Mis padres ahora viven en Filadelfia pero yo volví aquí. Me gusta esta ciudad.- Le contestó sinceramente Maggie.-

-¿A qué te dedicas?

-Estudio para enfermera. Ahora estoy trabajando también en unos grandes almacenes. Sección complementos ¡Es un auténtico chollo! – Sonrió con picardía para confesar.- ¡Ni te imaginas la de tías buenas que vienen a probarse cosas!



            Eso hizo reír a Kerria. Maggie se alegró de ello. Estaba aún mucho más guapa. Pocas veces le había sucedido una cosa así. Era como si algo en su interior se hubiera agitado. Su corazón había dado una especie de vuelco al conocer a esa chica. Sin dudar sacó una tarjeta que tenía y con la ayuda de un bolígrafo que llevaba en su bolso le escribió algo.



-Es mi número. Si necesitas otra vez a alguien con quien hablar, llámame. Bueno, llámame para cualquier cosa que necesites.- Añadió con voz suave, insistiendo con un tinte más meloso.- O aunque no necesites nada.

           

            La aludida asintió, guardándose el papel en su propio bolso, luego la besó con calidez, pero en la mejilla.



-Adiós, Maggie, ha sido un placer conocerte…muchas gracias.

-Lo mismo digo. De veras que espero volver a verte.- Se despidió ella.-



            Y Kerria se alejó. Ahora, tras recordar eso, la enfermera sonrió. ¡Y tanto que volvieron a verse! Acabaron saliendo juntas y luego siendo novias. Pero ella tuvo que estropearlo.



-Ahora tengo otra pareja. Esta vez haré las cosas bien.- Se decía.-



            Y eso quería creer. Miró a Mei Ling y sonrió. La oriental le devolvió la sonrisa. Quizás si hablaban todo pudiera aclararse. Fue entonces cuando Keiko se cruzó en su camino. La joven llevaba un plato con tarta y caminaba distraída, pendiente de su alrededor. Sin poderlo evitar chocó con la enfermera y le plantó aquel postre en la blusa.



-¡Oh perdón, cuanto lo siento!- Se disculpó la avergonzada muchacha.- No miraba hacia delante…es culpa mía.



            Maggie se vio aquello con estupor. ¡Vaya un desastre! Y era una de sus blusas favoritas. No obstante, en una situación como aquella esas cosas no importaban. Enseguida compuso una sonrisa.



-No te preocupes, no importa. Voy un momento al baño, a ver si me puedo quitar la mancha.

-Te ayudaré, ¡de veras lo siento mucho! - Insistió una apuradísima Keiko yendo tras ella.-



            A Mei Ling no le gustó aquello en absoluto. Desde su perspectiva las cosas parecían diferentes. ¡Casi hubiera jurado que Maggie se abalanzó contra su compañera adrede! Ahora las veía ir juntas al servicio. Eso no le hacía ninguna gracia. En cuanto pudo trató de ir hacia allí. Sin embargo, para su mala suerte, una cría se la adelantó.



-Bueno.- Suspiró más confiada.- Si una niña entra no harán nada.



            Luego ella misma se censuró por esos pensamientos. ¡Estaba realmente celosa!



-Eres una estúpida.- Se dijo.- Simplemente se ha manchado y Keiko se sentía mal por haberle tirado esa tarta encima. ¿Cómo van a hacer nada ahí? Y menos en un momento como éste. Menos mal que no he entrado…habría quedado en evidencia con las dos.



            Movió la cabeza riéndose de sus propias sospechas. Luego se alejó dispuesta a ayudar un poco a las dueñas del local. Entre tanto, Maggie entró seguida por esa otra chica, que enseguida mojó un pañuelo en el agua.



-Espero que salga la mancha, sino te pagaré el tinte o lo que sea.- Pudo decir la azorada muchacha.-

-No te preocupes.- Sonrió Maggie dejándose hacer.- No es tan grave…



            Keiko pasó ese húmedo pañuelo sobre la mancha, ésta no quedaba lejos de un pecho de su interlocutora. La joven, seguramente que sin pretenderlo, extendió la limpieza y rozó aquella parte. Maggie sintió un escalofrío. Ardía de excitación. Sin darse cuenta esa chica la estaba estimulando…En ese momento no pudo pensar con claridad. La tenía junto a ella, casi pegadas sus cabezas, el roce suave de su mano sobre su seno…el recuerdo de Kerria y la pasión de la que habían disfrutado juntas. Sin casi darse cuenta sujetó la muñeca de Keiko con suavidad y la detuvo. Ella, sorprendida, elevó la vista para mirarla en un acto reflejo y Maggie sin poder resistirlo más se lanzó a estrellar sus labios contra los de aquella joven. La así asaltada pareció quedar paralizada pero no se apartó. Al contrario, tras unos instantes de hieratismo correspondió abriendo ligeramente su boca, la lengua de Maggie pudo penetrar y enlazarse con la de su pareja. Ambas disfrutaron de ese apasionado beso.



-¿Qué hacéis?- Escucharon entonces preguntar a una tímida vocecilla infantil.-



            Keiko se separó violentamente nada más oír aquello. Estaba totalmente roja. Las mejillas le ardían y en apenas una fracción de segundo pasó de aquella excitación a la sorpresa y el pudor más absoluto.



-¡Oh, Dios mío, qué vergüenza, yo…!

-¡Os estabais dando un beso en las bocas! ¡Pero si sois dos chicas! –Se rio la niña.- Estabais jugando a los novios.- Señaló entre acusatoria y divertida aquella mocosa que no tendría más de seis años.- Ja, ja, ¡sois novias!…

-Sí, eso cariño, eso hacíamos. Solamente era un juego. - Sonrió Maggie que como pudo añadió de forma más tranquila y desenfadada pese a tener el corazón latiendo a mil por hora.- No se lo digas a nadie, ¿eh? Es un secreto.

-Vale.- Asintió la niña que enseguida se metió a hacer pipí en un compartimento del baño.-



            Ahora la enfermera miró intensamente a  la otra chica. Sin embargo ésta, profundamente avergonzada, apenas le devolvió la mirada y salió a toda prisa.



-¡Espera!- Le pidió su interlocutora sin lograr que se detuviese.- Tenemos que hablar… ¡Keiko!



            No obstante, decidió salir también antes de que esa niña lo hiciera. Mejor poner tierra de por medio. Ahora por fortuna no pudo ver a Mei Ling. La buscó hasta encontrarla. Estaba ayudando a servir unas tartas. El corazón de Maggie seguía latiendo con desenfreno y desgraciadamente no era por la cercanía de su novia. Más bien era al ver salir a Keiko de la cafetería sin dejar de correr. Por fortuna, nadie pareció percatarse de eso más que ella.



-¡Dios mío!- Suspiró la enfermera.- Esto era lo que me faltaba. No voy a aprender nunca…Pero no lo pude evitar. Keiko. ¿Qué me has hecho?...no puedo dejar de pensar en ti.



            Aunque entonces fue su pareja quién que la vio. Tras dejar unas tartas más a otros hambrientos críos se fue hacia ella, y sonriendo le dijo.



-Tenemos que hablar.

-Sí, es verdad.- Convino Margaret, dispuesta por una vez a hacer las cosas de forma correcta.- Debemos hacerlo.



            Y una vez las cosas estuvieron más calmadas la oriental le propuso salir un rato al exterior, a fin de caminar y sentarse en algún banco cercano. Uno que no hubiera sido dañado por la explosión. Ella aceptó. No sabía qué hacer. ¿Debía confesarle a Mei Ling que, sin saber cómo ni porqué, se había enamorado de su compañera de trabajo? Ahora se daba cuenta de un modo muy culpable. Su hasta ahora novia simplemente fue una escala. Maggie estaba confusa, había atravesado un periodo difícil desde su ruptura con Kerria. ¡Esa zorra de Marla tuvo la culpa! Volvió a decirse.

-Eso me gustaría creer, pero sé que en el fondo no es cierto.- Se censuró llena de culpabilidad.-



No, en realidad ella sabía bien que fue la única responsable. Su lujuria y su deseo le pasaron factura. Creyó poder tener a esas dos mujeres a un tiempo. Pero las cosas resultaron muy distintas. Hizo daño a la chica a la que quería y se lo hizo a sí misma. Ahora la historia estaba condenada a repetirse otra vez. Sin embargo, ella se dio cuenta. No amaba a Mei Ling. Le gustaba como mujer, eso sí. Lo habían pasado bien saliendo juntas y haciendo el amor. Pero solo fue una especie de cura para su soledad y su amargura. No obstante, lo que sentía ahora mirando a esa pelirroja era lo mismo que cuando conoció a Kerria. La cuestión era muy simple. ¿Tendría valor para confesarlo? Quizás en otras circunstancias la respuesta hubiese sido un sí rotundo. Pero su todavía pareja parecía tener un gran problema y si Maggie cortaba con ella de este modo no sabía que podría suceder.



-Sería algo cobarde y muy inhumano.- Pensó.- No se lo merece…



Quiso respirar hondo y calmarse. Lo mejor sería escuchar primero lo que Mei Ling tuviera que decir. Así pues, cuando se sentaron en ese banco, la miró esbozando una sonrisa algo forzada que trató de ser afectuosa y sentenció.



-Te escucho…



Entre tanto, el mayor Kiros  recorría la zona afectada tratando de hallar algún indicio. Salvo algunos boquetes en el suelo y cráteres no veía nada que le pudiera orientar. Por  suerte tampoco encontró más explosivos ni bombas.



-Debieron usar un explosivo de alta potencia en cantidades muy pequeñas.- Elucubró.-



Y sacando un detector de tecnología saiyajin examinó algunas zonas de la explosión. Al fin encontró evidencias de una sustancia sospechosa. Con la ayuda de un pequeño estuche recogió unas muestras. Extrajo del mismo un aparato en el que puso esos restos. Enseguida éste procedió a un análisis.



-Acorde con los informes que me dieron al venir aquí. Esto no es un explosivo humano. Me es muy familiar.- Se dijo.-



            Pero no pudo proseguir con sus deducciones. Enseguida vio a esa chica pelirroja corriendo. Aquella cantante tan maravillosa. Aunque parecía conmocionada. Tanto que no se daba cuenta. Iba directa hacia un hoyo apenas visible por los escombros que quedaban a su alrededor. Kiros se movió con celeridad. Pudo interponerse entre esa chica y el agujero cuando ésta ya perdía pie y estaba a punto de caer. Keiko reaccionó entonces cuando sintió las manos de aquel oficial sujetándola de la cintura.



-¡Cuidado!- Le previno. Ésta no es un área segura. Tienen todavía que acordonarla.

-Gracias.- Repuso ella con tono apagado, en tanto respiraba con agitación.- Me ha salvado de caer…



            Kiros la miró inquisitivamente, con esos ojos profundos azabache que tenía. Los entre grisáceos y malvas de la chica le devolvieron la mirada. Pareció existir una especie de conexión que apenas sí duró un instante.



-Es usted muy valiosa para todos. No me perdonaría si algo malo le sucediera.- Sonrió ligeramente él.-



            Eso era lo que le faltaba en ese momento. Keiko no era capaz de enrojecer más. Tenía las mejillas encendidas. El propio mayor se percató de eso.



-¿De verdad está bien?

-Sí, muchas gracias.- Pudo responder la joven dominándose un poco.- Por favor, tutéeme, mayor.

-Kiros, es mi nombre.- Sonrió más ampliamente él asintiendo.- Lo mismo te digo.



La chica asintió entre agradecida y cautivada por aquel hombre. Ahora se notaba más calmada. Aunque al caminar un poco hacia atrás trastabilló hiriéndose en un tobillo con algunos escombros y pisando mal en las irregularidades del terreno. Tras dar una exclamación ahogada a punto estuvo de caerse otra vez. Sin embargo, ese oficial se aprestó a sujetarla una vez más.



-¿Estás bien?- Volvió a preguntar el joven.-



            Keiko asintió con rapidez pero le dolía al posar el pie afectado en el suelo. Al percatarse de ello su contertulio enseguida la tomó en brazos para sonrojo de la chica.



-No te preocupes. Te llevaré a que te vean.

-Gracias, pero no quiero ser una molestia. Yo…

-No eres ninguna molestia en absoluto.- Aseveró él con una mezcla de amabilidad y contundencia.- Nunca podrías serlo.

-Es que no me parece bien que tengas que cargar conmigo.- Pudo musitar algo apurada.-

-No pesas nada.- Sonrió afablemente el saiyajin.- Te lo aseguro.



            La muchacha asintió despacio, sin poder dejar de sentirse realmente envarada. Su corazón latía más deprisa de lo habitual. Podía sentir lo compacto que estaba aquel chico. Sus brazos estaban bastante musculados y su pecho era duro. Sería debido a que los militares debían seguir un riguroso entrenamiento. Pero no era solamente eso lo que la atraía. Ese semblante suyo era muy noble y parecía ocultar una gran fortaleza, no solamente física sino interior. Pensaba en ello y durante unos instantes ninguno habló. Kiros entre tanto se encaminó de regreso a la cafetería.



-Ahora aviso a la enfermera para que te atienda.- Le dijo él al fin portándola todavía en brazos.-

-No, no gracias, no es necesario. Estoy bien.- Se apresuró a replicar la chica.-



            Y es que únicamente de pensar en Maggie y en aquel beso se le disparaban las pulsaciones. No podía explicárselo a sí misma. Pero, de no haber sido cortadas por aquella cría, no estaba segura de lo que hubiera podido pasar en ese cuarto de baño. Realmente estaba muy confusa. Y para terminarlo de complicar ahora aparecía ese gallardo oficial.



-Eres muy amable.- Pudo añadir no sin azoramiento.- Ya estoy mejor, puedes dejarme aquí.



Kiros asintió. Si esa joven así lo quería…él desde luego sabía que los humanos eran muy frágiles. Al menos desde el punto de vista físico.



-Tan débiles como yo mismo lo fui.- Pensaba sin poderlo evitar.- Para mi vergüenza. 

-¿Ocurre algo? ¿Se encuentra bien?- Quiso saber  ahora ella con tono inquieto.-



            Y es que el mayor tenía una expresión entre grave y hasta parecía que enfadada. Él cayó en la cuenta de eso y suavizó sus rasgos con una sonrisa.



-Nada. Solo pensaba en quién habrá podido hacer esto…

-Sí, es terrible.- Suspiró la chica.-

-Respecto a lo que hablamos.- Aprovechó él para cambiar de tema.- ¿Aceptarás, verdad?



            Keiko observó ese gesto esperanzado de aquel oficial, pese a todo no respondió. Aunque él añadió algo que casi le cortó la respiración a la chica.



-Si tengo que ir a luchar y a morir, preferiría hacerlo con una de tus  bellas canciones de fondo. Para un guerrero, es la mejor manera de ir a cumplir con su deber. Con una sonrisa y una hermosa voz de mujer que le conforte.

-Yo… no quiero que nadie muera...- Se apresuró a replicar la envarada joven.- Y menos oyéndome cantar. No deseo provocar eso. ¡No podría dormir, ni comer, ni vivir!…con algo así sobre mi conciencia.- Remachó casi entre sollozos.-



            Kiros la miró en un principio sorprendido, después de modo comprensivo y matizó aproximándose a ella, tras posar ambas manos sobre los hombros de la joven con toda la delicadeza de la que fue capaz.



-Te ruego que me perdones. No quise decir eso. No sería en absoluto culpa tuya. Si tenemos que luchar y morir durante la batalla así será. Pero, por lo menos, oír una voz tan hermosa que nos de valor a todos para afrontar nuestro destino…eso sería una enorme contribución. He hablado con compañeros que sirvieron en la otra nave. Significaba mucho para ellos cuando les levantaban la moral así. Antes no lo comprendía pero desde que estoy aquí… bueno, he empezado a entender lo que quieren decir. Te ruego que lo pienses.



            La interpelada asintió, cruzó su mirada con la de aquellos ojos azabache y apenas si podía escapar de su embrujo. Al saiyajin le sucedió algo similar. ¿Qué era esa especie de extraña sensación? Es como si deseara estar junto a  esa chica sin importarle nada más. Ahora podía comenzar a entender a su primo Doran. Y mira que se había burlado de él cuando el hijo de sus tíos Seira y Calix le contaba cosas sobre esa reina Neherenia…



-Maravillosa, dulce. Pero al tiempo fuerte y llena de pasión. Es como si hubieras visto una especie de ángel. De hecho, canta como ellos. Cada vez que estoy a su lado no sé lo que me pasa. ¡Podría enfrentarme a quien fuera por ella!  -



Le mencionaba aquel joven a un Kiros que solamente le escuchaba con una mezcla de escepticismo y sorna para replicar.



-¿Te estás oyendo?- Se sonreía él, incrédulo.- Por bien que cante no creo que tenga una fuerza de combate que se nos pueda aproximar ni de lejos. ¡Hasta un niño saiyajin la superaría!”



            Aunque su primo entonces, adoptando una expresión seria, e incluso reflexiva, replicó, dejándole sin palabras.



-Eso mismo le dijo mi madre, la noble Seira, a la que después sería nuestra soberana, la reina Meioh.

-No es el mismo caso.- Pudo contestar finalmente él.-

-Kiros, algún día puede que lo descubras. La fuerza de combate no lo es todo. Incluso entre seres más débiles que nosotros puede existir una enorme energía interior, que, cuando aflora, es capaz de cambiarnos. Sí, eso creo que debe de ser lo que los humanos llaman amor.



            Aunque en efecto, entonces no creyó absolutamente nada de eso, ahora comenzaba a pensar que quizás Doran había tenido razón.



-Después de todo tendré que pedirte perdón, primo. – Se decía ahora sin dejar de acercarse a aquella muchacha humana.- No debí tomarme tus palabras a la ligera.



Y es que sus rostros se aproximaron tanto que casi podían tocarse. Aunque aquel instante de magia se desvaneció por la voz de Melissa.



-¿Estás bien, Keiko? Saliste corriendo de la cafetería…



            Aquella mujer se acercaba y eso hizo que paradójicamente los dos jóvenes se alejasen. Roto esa especie de encantamiento, Kiros apenas susurró casi con temor.



-¿Me permitirás verte de nuevo?

-Claro.- Afirmó ella pese a todo sintiéndose bastante confundida.-



            El mayor esbozó una leve sonrisa y se alejó…



-Debo ser capaz de controlar esta sensación.- Se decía. – Si Doran tenía razón y puede volverte mucho más fuerte, podría ser lo que estaba buscando.



Entre tanto Melissa llegó entonces hasta su compañera sonriendo a su vez, para comentar entre divertida y algo azorada.



-¡Vaya! Parece que he interrumpido algo.

-No, no es eso. En fin, no lo sé.- Pudo casi balbucear Keiko que estaba al borde de las lágrimas.-

-¿Te ocurre algo?- Se inquietó su contertulia al verla en ese estado.-



            La aludida no estaba segura de querer contestar. Aunque, por otro lado, Melissa era la persona con la que más confianza tenía a bordo de esa nave. La verdad, necesitaba hablar con alguien para aclarar su confusión.  Y es que todo se le venía encima de golpe. El motivo principal de su viaje, lo sucedido esa tarde en el parque, en el baño de la cafetería con Maggie y ahora con ese oficial. Era como si no fuera dueña de sus actos o algo la arrastrara en una y otra dirección. Como una cometa a merced del viento según éste soplara. Al fin asintió confesando.



-Estoy asustada, preocupada, intranquila y a la vez emocionada. No sé cómo expresarlo.



            Su interlocutora asintió de modo comprensivo y le ofreció con tono amable y casi maternal.



-Prueba, te escucho…



Y su amiga estaba dispuesta a hacerlo, sin embargo las voces de Penélope y las otras se aproximaron, lo mismo que sus dueñas, que salían de la cafetería. La mayor parte de la gente se había ido a sus casas. Fue la doctora Winters quien se digirió a sus compañeras para preguntarles.



-¿Nos echáis una mano? Vamos a ayudar a Clarisa y a Gin a recoger un poco antes de irnos.

-Claro.- Convino una resignada Keiko.-



            Y de este modo se volvieron juntas al interior del local. Tras colaborar en poner un poco de orden se separaron. Por esa jornada había pasado el momento de hablar. Todos estaban cansados y decidieron ir a dormir. Los siguientes días podrían ser muy duros.


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