sábado, 17 de diciembre de 2016

GWDN 08 Demasiadas confesiones



Jane caminaba deprisa en tanto se abotonaba el uniforme. Aquella alerta repentina la había sacado de la cama lo mismo que a otros oficiales.



-¡Maldita sea! ¡Qué demonios estará sucediendo!- Se preguntaba tan desconcertada como el resto.-



Empero, no podía permitirse el lujo de mostrar duda o indecisión. En su sección, al faltar el mayor Jensen, era ella la que estaba al mando. Le había tocado guardia en los barracones. Ahora, tras terminar de colocarse la guerrera, avanzaba por el corredor que daba acceso a la sala de reuniones. Una vez llegó tomó su puesto como oficial de mayor graduación. Se mantuvo en pie, junto a un atril, en tanto sus subordinados se iban congregando en aquella estancia. A una indicación suya se sentaron. Dispuestos a escucharla.



-Mi teniente.- Preguntó un alférez.- ¿Qué hacemos? ¿Debemos presentarnos en la zona de despegue?

-No hay alerta en tal sentido.- Replicó ella.- Por el momento aguardaremos órdenes.



            No obstante, el comandante Enset había salido a su vez y no se encontraba presente en la base. Cuando la joven llamó a un superior en busca de indicaciones, solamente el mayor Shulth de la segunda escuadrilla respondió.



-Permanezcan en la sala de comandos. Enseguida iré a darles instrucciones.- Declaró el mayor.-

-A sus órdenes.- Respondió Jane.-



            Otra que acudió de inmediato a su base fue Susan. Tras despedirse de su novio dejándole atendiendo a los heridos, volvió.



-Nunca se sabe. Puede que este ataque interior, esté coordinado con otro en el exterior. Podrían necesitarme en mi escuadrilla.- Le comentó antes de irse.-

           

            En el barullo de esa situación, no dio con el mayor Jensen. De modo que decidió volverse sola. Tomó un deslizador en una zona que no había sido afectada por el cordón de seguridad que habían desplegado y retornó de inmediato a la base. No tardó en llegar a la sala de reuniones donde ya estaban el resto de los oficiales.



-¿Se ha sabido algo?-Inquirió a Olivia en cuanto la vio.-

-No, señora. – Contestó la mejicana informándola.- Creo que el mayor Shulth viene para acá y va a darnos órdenes.

-De ir a lavarle la ropa, supongo.- Musitó sarcásticamente Celia que estaba a su lado.-

-No adelantemos acontecimientos. A ver qué dice el mayor.- Le respondió Susan quien tampoco tenía mucha fe precisamente.-



No tardó éste en presentarse. Le seguían sus oficiales de confianza, Kovac, entre ellos. La teniente Gray y el resto enseguida saludaron al verle.



-Muchas gracias, teniente, por reunir a la primera escuadrilla.- Comentó Shulth dirigiéndose a Jane.-

-Señor. ¿Debemos movilizarnos?- Quiso saber ahora ella, con toda la atención de los demás puesta en la réplica.- ¿Tenemos alguna orden del Estado Mayor?

-Por ahora permanecer en estado de pre alerta.- Contestó su superior.- Algunos pilotos se prepararán para abordar los varitech.



            Y para sorpresa de algunas de sus subordinadas, anunció.



-Teniente Hunter, disponga a su grupo. Estén listas para salir.

-A la orden, señor.- Saludó ésta con una mezcla de sorpresa y satisfacción.-



            Tanto Olivia como Celia, que estaban en posición de firmes a su lado, no pudieron evitar alegrarse. ¡Al fin iban a participar en una misión real! En eso pensaban cuando más oficiales llegaron. El capitán Deloin y la comandante Simmons hicieron acto de presencia en la sala. Todos los demás se cuadraron al momento.



-Descansen, seré breve.- Dijo el capitán.- Su comandante ya está en la zona con dos varitech. La situación está bajo control. Pueden retirarse a sus habitaciones o guardias, o regresar a sus permisos, según estuvieran ustedes.



            Todos obedecieron, con alivio algunos, aunque con ligero fastidio los otros. Susan y sus subordinadas quedaron evidentemente desencantadas.



-Era demasiado bueno como para ser verdad.- Suspiró Olivia.-

-Me iré a la cama, estoy realmente cansada.- Añadió Celia.-

-Que durmáis bien.- Les deseó Susan que, sin embargo, tras su tarde libre tenía vigilancia esa noche. La joven suspiró, diciéndose con algo de contrariedad.- Si es que a lo que he tenido puede llamársele tarde libre.



            Desde luego, parecía estar gafada. Para una de las pocas veces que podía quedar con Giaal y los amigos de ambos sucedía aquello. Y encima, ahora le tocaba esa guardia.



-No debo quejarme.- Se dijo admonitoriamente.- Hay muchas personas que lo están pasando mucho peor. Inocentes sufriendo. Y mi deber es protegerles.



Y en tanto así meditaba, Hunter se dirigía hacia el cuarto de guardia cuando en su caminó se cruzó otra mujer morena. Era un poco más alta que ella y sus ojos lucían de un bonito color azul. De hecho, las dos tenían un cierto parecido. Casi podrían haber pasado por hermanas. No pudo evitar pensar en Debbie. ¡Ojalá estuviera bien! De todos modos dejó de lado esos pensamientos y saludó, dado que esa individua era superior en rango. Creyó reconocerla. Era esa nueva, la segunda del mayor Jensen, la oficial que les había reunido en la sala antes de la llegada de Shulth.



-Teniente.- Le pidió aquella chica.- ¿Sabe por dónde queda el centro de comunicación en esta base? Me acaban de trasladar.

-Sí, señora.- Replicó Susan.- Está saliendo de este pasillo y girando a la izquierda, la tercera puerta.

-Muchas gracias.- Repuso aquella oficial alejándose en aquella dirección.-



            La teniente Hunter la vio marchar y volvió a sus ocupaciones. Otras cosas más urgentes la reclamaban. Debía vigilar el perímetro de la base. Se sonrió, eso le traía recuerdos. Así conoció a Giaal. Lo cierto es que el muy sinvergüenza la hipnotizó. Aunque, para su crédito, no se aprovechó de ella. Susan pensaba no sin cierto toque de ironía y hasta sentido del humor, que su novio era un chico muy especial. ¡Tanto que ni siquiera era humano! De hecho, cuando ambos comenzaron a salir ella tuvo que irle indicando casi todo, al menos en ese tipo de situaciones propias de una pareja.



-Lo mío nunca fue salir con los chicos.- Se decía divertida.- No es que sea como Debbie, pero tampoco me he prodigado mucho.



            Pensaba otra vez en su hermana, ella era homosexual, desde luego los chicos no le interesaban nada. En eso no podrían ser más distintas. A Susan le gustaban los hombres atractivos, pero no había tenido mucha facilidad para salir con ellos. Había estado tan enfocada en su objetivo de ser oficial que todo lo demás estuvo en segundo plano. Luego, cuando por fin salía con alguno, la mayoría no se sentían cómodos con una novia o pareja tan centrada en su carrera. ¡Y menos en la carrera militar! Por fortuna, luego pudo conocer a su actual novio. Giaal lo reunía todo. ¡Era guapo y estaba muy bueno!, como humano y como alien. Pero, sobre todo, más que la apariencia misma estaba su forma de ser. La respetaba y aceptaba tal y como era, no se sentía amenazado, ni ponía en entredicho su masculinidad porque su pareja fuera militar. Además, era una persona generosa y siempre dispuesta a ayudar a los demás. Siendo médico estaba comprometido a salvar vidas. Y por si eso fuera poco podía llegar a ser un poderoso combatiente si la ocasión lo requería. Todavía recordaba aquellas batallas en la SSP-1 e incluso las que tuvieron contra esos dioses.



-¡Menos mal que nos dejaron tranquilos!- Se dijo la chica.- Contra ellos nadie podía hacer nada. Ni Giaal, ni el mayor O ‘Brian, ni el teniente Malden.



            Aunque meditando sobre aquellos extraños seres una especie de intuición el vino a la mente. ¿Podrían estar ellos relacionados con lo que había sucedido? Enseguida descartó esa idea. No era su estilo. Esos entes eran infinitamente poderosos. ¿Qué necesidad tendrían de irse escondiendo o de colocar bombas? No, esto le sonaba más bien a la firma de sus antiguos antagonistas. Los secuaces de esa especie de tirano galáctico.



-No recuerdo su nombre. Sé que Giaal, el teniente Malden y el mayor O ‘Brian lo dijeron muchas veces.- Se repetía a sí misma tratando de recordar.- ¡Maldita sea! ¿Cómo se llamaba?



            Pero, pese a todo, su memoria se negaba a cooperar. Prosiguió haciendo la ronda en el sector. Todo estaba tranquilo. Una vez más pensaba en Giaal. En esos momentos en los que estaban juntos como dos amantes. Aquel chico al principio no estaba muy ducho en las artes amatorias humanas. Pero aprendió con rapidez. Era buen alumno. Ella se acordaba de algún que otro momento que bastaba para sacarle los colores. Tras una de aquellas clases estaban los dos en la cama. Ella con su cabeza descansado sobre el pecho de él, contemplando su piel verdosa y su larga cabellera azulada con esos mechones de tono púrpura que tenía el chico cerca de sus puntiagudas orejas.



-Repíteme eso de que tus padres nacieron de un árbol.-Le pidió entre atónita y fascinada.-

-Bueno, ellos brotaron del Makaiyu.- Le explicó él.- Es una planta muy antigua. Nos dio la vida y quiso que tuviéramos conciencia propia. Siendo niño me lo contaron.

-¿Y ese planeta tuyo? - Quiso saber. ¿Vegetalia, no?

-No.- La corrigió el joven.- Ese mundo era el planeta madre de muchísimas especies vegetales que se diseminaron luego por el Cosmos. Incluida la del Makaiju. Pero no era nuestro mundo de origen. Llegué a él cuando viajaba por el universo. Verás, es largo de contar.

-Tenemos tiempo.- Le sonrió alentadoramente Susan.- Mi permiso dura cuarenta y ocho horas y acabamos de comenzar.

-Está bien.- Concedió él.- Mis padres fueron los únicos supervivientes del árbol. Hubo una vez, cuando el Makaiyu creció y adquirió conciencia de sí mismo, en la que se sintió solo. Creó entonces a los miembros de mi especie. Al principio estos fueron bondadosos y vivieron en armonía durante un tiempo. Pero luego, poco a poco, el deseo de poder y la envidia se fueron instalando entre ellos. Se produjeron guerras y matanzas. Únicamente mis padres sobrevivieron.

-Por lo que me has dicho, técnicamente tus padres eran hermanos.- Se sorprendió Susan.-

-Al haber sido creados ambos por el árbol podría decirse que sí.- Admitió Giaal que no obstante contra argumentó.- Pero acorde con muchas de vuestras religiones, los humanos fuiste creados por un dios. Lo que también os hace ser hermanos a todos. ¿No es así?

-Es cierto.- Tuvo que reconocer ella.- Aunque no soy demasiado religiosa. Es curioso, mi hermana Deborah cree en esas cosas mucho más que yo.

-Tú fuiste la científica de la familia, ¿no?- Sonrió ahora su novio.-

-Sí, Debbie siempre estuvo muy atraída por temas relacionados con lo oculto. Ya sabes. ¡Aparte de vestirse de gótica en ocasiones! - Se rio recordando algunas polémicas familiares a ese respecto.-

-La debes de echar mucho de menos.- Comentó él.-

-Así es. Siempre fue algo alocada pero en el fondo es una buena chica. Y cuando regresamos del viaje, la noté algo cambiada. Estaba mucho más madura y más seria. A veces incluso creo que me ocultaba algo.- Suspiró pensando en eso.-

-Todos tenemos nuestras vidas y cosas que debemos guardarnos.- Declaró el alien.-

-En tu caso creo que no tienes secretos conmigo.- Se sonrió Susan.-

-Al menos en lo que a mi naturaleza respecta, no.- Convino él.-  Y no creas que voy contando que soy un extraterrestre por ahí.



            Su contertulia asintió. Tras la llegada de Giaal a la SSP-1 y aquel juicio tan indignante al que sometieron al teniente Malden y al mayor O ‘Brian, en el que su novio tuvo que declarar admitiendo su origen alienígena, aquello pasó a segundo plano. Luego, trabajando como médico mantenía siempre su apariencia humana. Solamente cuando los dos estaban en la intimidad transformaba sus rasgos, y era mayormente porque ella misma se lo pedía. A decir verdad, Susan se excitaba mucho viéndole en su forma extraterrestre y haciendo así el amor con él. ¡Debía de tener algún fetichismo raro!



-¿De qué te ríes?- Le preguntó Giaal ahora.-



            La joven no pudo evitar una carcajada al hilo de sus propios pensamientos. Al fin dijo con tono divertido.



-Creo que soy muy rarita. Hasta mi hermana Debbie lo pensaría. ¡Y mira que ella tiene lo suyo! Ja, ja, ja…



            Le contó aquellas impresiones que le habían pasado por la cabeza, el alien también se rio.



-Al menos así nos ahorramos en preservativos.- Comentó con regocijo.-

-No sé.- Pudo alegar ella con cierta prevención ahora.- No es que me importara quedar embarazada ahora. Pero…

-No temas por eso.- La tranquilizó enseguida él.- Si copulo contigo en mi forma natural no sucederá. Eso únicamente es posible si lo hacemos estando en mi apariencia humana. Mis padres nos tuvieron a mí y a mi hermana Naya de ese modo. En nuestra constitución alien no podemos procrear al modo de tu especie.- Le explicó.-



            Bueno, ella esperaba que así sería. No en vano su pareja era el mejor médico que conocía. Y debía reconocer que en parte le mentía. Ella no quería un hijo en ese momento. Deseaba proseguir su carrera militar y era muy joven aún. No es que hubiera descartado ser madre algún día. Al contrario. Pero no era su objetivo a corto plazo. Pudiera ser que dentro de unos años, si había podido ascender y estabilizarse. Por otro lado, quizás sus especies al ser diferentes ni tan siquiera fueran compatibles. De eso no habían hablado aun.



-Es demasiado pronto.- Meditó la joven.- Ya tendremos ocasión.



En su mente recordaba eso y algunas cosas más de las que hablaron. Al fin, cuando concluyó su ronda regresó a la sala de guardia, algunos subordinados la saludaron cuadrándose militarmente y le dieron el parte al verla.



-Sin novedad en el puesto, mi teniente.- La saludó un sargento.-

-Muy bien.- Contestó ella.-



            Aunque una vez más tuvo que ponerse firme junto con el resto y saludar. Dos mujeres de superior rango al suyo entraron. Eran esa teniente morena acompañada de una comandante de pelo castaño oscuro recogido en un funcional moño y ojos azules. Una mujer que andaría por los cuarenta años y de facciones serias.



-A la orden.- Dijo Susan en tanto saludaba.-

-¿Alguna novedad?- Inquirió la oficial más madura.-

-No, señora. Todo en calma.- Repitió Susan quien fijándose en aquella oficial más joven preguntó con amabilidad.- Mi teniente, ¿encontró la sala de comunicaciones?



            Jane miró con extrañeza a esa chica. Movió la cabeza y replicó.



-¿A qué se refiere?



            Ahora fue Susan la que la observó sin comprender, enseguida le recordó.



-Me preguntó usted por su ubicación, señora.

-¿Yo?- Se señaló la aludida a sí misma con un dedo, negando.- Yo no he hablado con usted.





            La comandante Simmons terció entonces dedicando su atención a la atónita Susan y le preguntó.



-¿De qué está hablando, teniente? La primer teniente Gray ha estado conmigo desde hace dos horas.



            Jane asintió, por su parte recordaba a la perfección lo que había hecho. Tras salir de su habitación y vestirse apresuradamente casi por el camino llegó a esa sala. Allí tras reunir a sus subordinados vio llegar a aquellos oficiales. La comandante estaba al mando. Una vez llegaron noticias de que todo estaba bajo control iba a volver a su habitación lo mismo que muchos otros cuando esa oficial superior le ordenó.



-Teniente, venga un momento, por favor.

-A sus órdenes, mi comandante.- Saludó ella.-



            Simmons se alejó tras indicarle al mayor Shulth que podía retirarse. Éste saludó con expresión adusta y se fue. Lo mismo que otros militares bajo su mando. La comandante entonces le hizo una seña a Jane.



-Salgamos y demos una vuelta.- Le ordenó.-



            Su subordinada la siguió sin replicar. Una vez salieron de esa sala recorriendo el pasillo Simmons le comentó.



-Estoy al corriente de la razón por la que está aquí. Únicamente el contralmirante Hazzar, el capitán Harris y yo misma, estamos al corriente.

-Muy bien, señora.- Asintió la aludida.- ¿Desea que haga algo de particular?

-No por ahora, limítese a cumplir las órdenes que se le han dado.- Repuso su oficial superior.-



Jane asintió tras saludar. Ahora la comandante agregó.



-Es primordial que nadie descubra nada. Debemos ser muy cuidadosos. Aquí, en esta nave se han reforzado las medidas de seguridad respecto del primer viaje.

-Sí, señora.- Convino ella.-

-Nuestros esfuerzos serán baldíos si nos descubren. Tenga cuidado.- Le previno.- Es todo, puede retirarse.



            Y tras saludar una vez más, la muchacha se alejó, dejando que Simmons se perdiera por ese corredor. Suspiró. Su cometido era complicado, pero ella misma se lo había buscado. En cuanto a esa teniente segunda. ¿Qué demonios habría querido decir? Nunca la había visto antes. Bueno, un momento, juraría que su rostro le era algo familiar.



-No logro recordar cuando, pero puede ser que sí la haya visto.- Se decía tratando de hacer memoria sin conseguirlo.-



 De quien si se acordaba era de su antiguo novio de la Academia. Le vino a la mente cuando fue con el mayor Tracer a esa cafetería y vio su foto allí.



-No puedo evitar sentirme culpable cada vez que pienso en él. Y arrepentirme de perder lo que pudo ser mi vida a su lado. - Suspiró.-



Realmente fue romper con él y comenzar su ordalía. Tras aquella llamada en la que discutieron. Y todo fue por algo que ahora le parecía estúpido, sus notas. Sucedió que Jane había ido al despacho de uno de los profesores, el comandante Seil. Un tipo cincuentón, algo calvo y regordete. La chica no era ajena a cómo la miraba. No deseaba en absoluto tener que ir a hablar con él, no obstante, la nota que había sacado la impelía a ello. Así pues, tras respirar hondo se llegó ante la puerta y golpeó con los nudillos.



-Adelante.- Se escuchó.-



            Abriendo la puerta Jane saludó militarmente, ese individuo devolvió la cortesía con una media sonrisa.



-¿Qué deseaba, alférez?- Inquirió su superior con un tinte de perversa amabilidad.-

-Verá, señor, desearía revisar mi examen.- Afirmó ella con poca seguridad.-



El individuo asintió. De hecho era el horario de consultas y tutorías. Se levantó tras abotonarse el pantalón que parecía estarle demasiado apretado. Jane no pudo evitar una mirada de cierta repulsión. Aunque enseguida apartó la vista. Su superior sacó algunos exámenes del cajón.



-Vaya, aquí hay algunos muy buenos, Peters, Hens, Malden…estos son los mejores de la clase.- Alabó no sin malicia para decir a la atónita joven.- Es una lástima que no haya usted aprendido más del alférez Malden. Señorita.

-¿Señor?- Se sorprendió la muchacha.-

-Vamos, aquí las cosas se saben enseguida. Se les ha visto a ustedes dos muy juntitos últimamente.- Comentó jocosamente ese tipo.-



            Tentada estuvo de mandarle al infierno. O de decir que su vida privada fuera de la academia era ella quién la decidía. Desde luego que, durante el tiempo de la instrucción y el horario de clases, no hacían nada contrario al reglamento. Quedaba con Leval, salía con él, sí. Incluso se habían acostado juntos y no tenía ninguna queja a ese respecto. Era un buen  amante, realmente bien dotado, fuerte y guapo. Además de amable. Por si fuera poco, Jane aprovechaba para que su novio le explicase algunas dudas o conceptos que se le resistían.



-Mire.- Declaró Seil de modo paternalista.- Es muy duro aprobar aquí. Y más todavía hacerlo con notas brillantes. Usted no es mala estudiante, pero no alcanza cierto nivel que es el requerido para pasar el corte. ¿Sabe a lo que me refiero, verdad?



            Ella bajó la cabeza, pese a que su superior era un bastardo arrogante en eso tenía razón. Su nota había sido una B. No era mala, pero para poder optar a un buen destino y posibilidades de promoción al menos precisaría de una A. En otras materias alcanzaba como mucho la B+. Leval por el contrario siempre obtenía A+ o A al menos. En eso que Seil le entregó el examen, no sin antes acariciarle una mano. La chica sintió un vuelco en el corazón, más bien en el estómago. Ni se atrevía a enfrentar su mirada con la de él.



-Cómo puede usted comprobar. Ha cometido errores importantes. Si esto fuera el instituto o alguna universidad de poca monta, habría conseguido una A. Pero aquí no regalamos nada.

-¿Y no hay...? ¿No hay posibilidad de mejorar la calificación?- Inquirió ella ahora con tono entre débil y suplicante.-

-Tampoco es un drama.- Sonrió su profesor.- No ha suspendido. Con este resultado podrá pasar al siguiente curso. Aunque la cosa será más difícil, claro… pero graduarse como segundo teniente y ser destinada a oficinas es una opción cómoda.



            Jane se quedó horrorizada al escuchar aquello. Y era más que previsible que le sucediera. Para muchos no sería una opción tan mala. Vivir tranquilos, en un buen destino administrativo, o movilizados de vez en cuando para maniobras. Cobrar dietas y ascender quizás hasta comandante, si eran afortunados. Sin embargo, ella tenía energía, coraje y deseaba ser piloto. Sabía que podía hacerlo bien. Era muy buena en lo relativo a las pruebas físicas y a la pericia en el manejo del simulador. Pero eso no importaría si sus calificaciones no mejoraban. Y entonces cometió aquel fatal error. O mejor dicho, le puso a ese cerdo la cosa en bandeja de plata cuando, en un arranque desesperado, declaró.



-Señor, haré cualquier cosa. ¿No hay posibilidad de repetir el examen?- Insistió con el gesto demudado.-



            Seil se sonrió no sin perfidia. Se levantó de su sillón observando a esa jovencita tan desesperada. Su pantalón estaba en desorden otra vez, pero en esta ocasión marcaba claramente una parte de su cuerpo. Acercándose a la muchacha le susurró al oído en tanto sujetaba una muñeca de ella y le guiaba la mano hacia su entrepierna.



-Siempre hay algo que podrá usted hacer.



            Jane se quedó paralizada sin atreverse a reaccionar. Su mano derecha estaba ahora posada sobre aquellas partes de su interlocutor. En tanto éste tornaba su calmado tono anterior en otro más apasionado, afirmando entre jadeos.



-Sé de sobra que se estará tirando a Malden a cambio de ayuda. Pero debió pensarlo mejor. ¿Para qué acostarse con otro alumno pudiendo hacerlo con el profesor?



            La muchacha le miró entonces entre atónita, asustada y asqueada. Ganas le daban de salir corriendo de allí. De gritar e incluso de denunciar aquello. Pero, ¿qué probabilidades tendría de ser creída? Seil podría decir que ella se estaba tomando venganza por no haber logrado mejor nota.



-En el aula contigua nadie nos molestará.- Susurró él urgiéndola con premura.- ¡Vamos!, ¿Quiere tener alguna oportunidad? ¿Sí o no?

-Sí- pudo sollozar la joven.- Deseo tener una oportunidad, señor…



            Sin mediar más palabras Seil la indicó que se levantase, abrió la puerta de su despacho y caminó hacia la clase que estaba enfrente. A esas horas ya estaba cerrado. Seguramente por eso la citó aquel día y en ese momento. Lo que sucedió después Jane prefería olvidarlo. Tuvo que arrodillarse ante ese fofo tipo y chupar aquello. Pese al asco que le daba lo hizo de modo solicito. Después él la pidió que se desnudase. Ella lo hizo, tumbada sobre una de las mesas ese individuo, tras desvestirse a su vez, colocó sobre ella su grasoso cuerpo y la penetró en tanto le confesaba entre jadeos.



-¡Ah! ¡Cómo me gustas! Quería hacerte esto desde el primer día. ¡Qué bien lo vamos a pasar! ¡Vas a ser mi putita!



            Ella se limitó a moverse cuando ese cerdo se lo pidió, incluso a jadear para complacerle el ego. Después cerró los ojos hasta que aquel tipo la sacó. Encima la llenó de aquel viscoso fluido una vez terminó. Tras unos interminables momentos de silencio, el profesor pasó a vestirse como si nada hubiera pasado. Mucho más complacido, dijo con recobrado tono cordial y pausado.



-Siendo así de razonable creo que una A no estaría de más. Pásese por aquí en el próximo examen. Traiga una bolsa para la ropa, ya le diré lo que debe llevar puesto…



            Jane solamente pudo asentir en tanto se vestía. Al fin, sintiéndose sucia y vejada salió a todo correr. Pudo controlar a duras penas sus ganas de llorar. Necesitaba estar sola durante un rato. En cuanto llegó a la residencia de estudiantes se duchó y se lavó como si su vida dependiera de ello. Más tarde, y más calmada marcó el número de Leval. Quería estar con él. Olvidar a ese viejo fofo asqueroso. Entonces contestaron, era su novio. La joven sonrió al verle. Sin embargo, el chico la obsequió con una mirada de desprecio e ira. ¡Se había enterado! Jane no sabía como pero él estaba al tanto de lo que había sucedido entre su profesor y ella. Después de lo mal que lo pasó. De aquel trago terrible, su novio la estaba acusando de ser una puta. Y realmente lo era. Entonces estalló. Desahogó su enfado precisamente con él. Ese chico no lo comprendía, para los hombres era mucho más fácil. A ella le exigirían mucho más. Y encima no era tan brillante. De este modo terrible terminó la conversación y la relación que ambos habían mantenido. Tras cortar la comunicación Jane solamente pudo llorar. Así estuvo durante la tarde entera. Pero desde ese mismo instante se prometió ser dura, no tener escrúpulos con nada, ni con nadie. Quería llegar hasta el final. Y una vez comenzado ese arduo camino no lo desandaría. Si debía acostarse con todos los Seil de la academia para lograrlo eso haría. Si tenía que ligarse a otro alumno más brillante que ella lo conquistaría.



-Sí, eso hice.- Se decía entre suspiros de pesar y tristeza mientras rememoraba aquello.- Y lo volvería a hacer.



            Pero la pillaron. Un día una comisión de oficiales de alto rango, entre los que se encontraba un capitán, llegó a la academia. El curso estaba terminando y ella no había cruzado ni una sola palabra más con Leval. Le sorprendió que la llamasen al despacho del general director. Más todavía cuando, a pregunta suya del motivo, nadie quiso responderle. No tuvo más remedio que obedecer y acudió. Al tocar a la puerta y serle indicado que entrase vio que allí, además de su comandante en jefe estaban el citado capitán, de nombre Hillis y la entonces mayor Simmons.



-Descanse – le ordenó severamente el general.- Siéntese alférez.

-Sí, señor.- Obedeció ella tomando asiento en un butacón próximo.-

-El capitán Hillis y su grupo están efectuando una investigación en la Academia.- Le contó su superior.- Ha llegado a nuestro conocimiento que ciertas personas han estado llevando a cabo actividades cuando menos deshonrosas para el uniforme que visten. No me andaré con rodeos. Usted hasta ahora ha sido una buena cadete. Pero tenemos informes de que ha usado sus, digamos atributos femeninos, para obtener mejores calificaciones.

-Señor, yo…- Trató de justificarse con tono nervioso y atemorizado.- No sé de qué habla.

-Mentir no le va a ayudar.- Terció el capitán de navío Hillis, un tipo de pelo grisáceo y facciones duras.- Hemos descubierto que el comandante Nicholas Seil se ha estado aprovechando de algunas cadetes. Tenemos varias denuncias sobre la mesa y cuando le interrogamos se derrumbó confesándolo todo. Y una de las cadetes que él mencionó fue usted. Pero lo que más nos ha llamado la atención, no es su despreciable proceder, indigno de un oficial y de un profesor, lo curioso es que no tenemos ninguna denuncia suya, alférez.



            Jane se sintió atrapada. Solamente fue capaz de bajar la cabeza y sollozar. ¡Estaba acabada! Si al menos lo hubiera denunciado…pero ella aceptó las consecuencias y quiso utilizar aquello. No lo buscó, pero lo aceptó. Al fin, tras unos instantes en los que nadie habló, fue la mayor Simmons quién se dirigió a la desolada joven con un tinte más amable y comprensivo.



-Ser cadete no es fácil. Si se es mujer todo se complica más aún. Crea que lo sé perfectamente. Sin embargo, esto es algo muy grave. Alférez, ha sido víctima de abusos y estupro. Podría ser incluso que de violación. Pero usted no lo denunció.

-Te...tenía miedo.- Pudo balbucear ella sin saber qué más decir.-

-Sus compañeras también lo tenían.- Replicó con más dureza Hillis, sentenciando.- Y a pesar de todo hicieron lo correcto. Lo que debe esperarse de un alguien dispuesto a ser oficial.  Sufrieron  abusos en varias ocasiones pero se sobrepusieron y tuvieron el arrojo de contarlo. Ellas si han sido víctimas. Como a tales se las tratará, sin mancha ninguna en sus hojas de servicios. Al contrario, tendrán el reconocimiento al valor que han demostrado. Usted, en cambio, se avino a mantener relaciones sexuales con el comandante Seil. Él nos contó que cada vez que tenían un examen se acostaban juntos.

-¡No tuve otra salida!- Gemía ella con los ojos bañados en lágrimas.- Era eso o no poder promocionar.

-Sí la tuvo. Pudo venir al despacho del general e informarle. Como hicieron las demás.- Intervino la mayor Simmons ahora con menos consideración.-

-Desgraciadamente ahora es usted quien no nos deja otra salida.- Suspiró el general tomando la palabra en tanto se levantaba.- Será expedientada y expulsada de la academia. Lo mismo que Seil.

-¡Por favor, mi general!- balbució ella tratando de levantarse entre lágrimas.- ¡Se lo suplico!

-Si le sirve de consuelo, el comandante Seil será licenciado con deshonor y expulsado también del ejército. Independientemente del juicio y la más que probable condena a prisión que sufrirá.- Añadió Hillis.-



            La muchacha apenas si prestaba atención a esas palabras. Era como si estuviera muy lejos. Ya nada importaba. Aquel terrible sacrificio no le había servido para nada. Su sueño y su vida habían sido hechas pedazos en un instante. Fue entonces cuando el general agregó con un tinte menos duro y más conciliador.



-Esa es mi decisión sobre usted, salvo qué…



            Jane le miró entre sorprendida y expectante. Quizás el general esperaba la reacción que ella tuviera. La chica en efecto asintió apresurándose a decir con voz atropellada y suplicante.



-Haré lo que me pidan. ¡Lo que sea!

-¿Está segura de eso?- Inquirió la mayor Simmons.-

-Sí, señora.- Se reafirmó rotundamente la joven.- Lo estoy.



            Y tras mirarse durante unos momentos sus superiores parecieron estar de acuerdo en algo. Fue el capitán quién la hizo sentarse una vez más y le explicó.



-Muy bien. Entonces esto es lo que usted hará…



            Jane fue trasladada a la academia del UNISON en Los Ángeles. Allí pudo terminar y graduarse como segundo teniente con su expediente inmaculado. A cambio, pasó a desempeñar una serie de misiones de índole secreta. Supo de la partida de la SSP-1 ¡ojalá hubiera podido ir! Después se enteró de su desaparición y posterior regreso, además de ese mundo que habían descubierto y terraformado. Toda una aventura. Pero tuvo suerte. Al poco surgió el proyecto de la SSP-2. ¡Y ella fue elegida para ir! Además de ser ascendida a primer teniente por mor de ese traslado. Pero eso tenía un precio. Y ese era la misión que le encomendaron.



-Me guste o no debo seguir adelante con ello.- Pensaba mientras salía del pasillo acercándose a la zona de las habitaciones.- Mi propio padre nunca me quiso aquí. Para él éste no era mundo para mujeres. Quizás tuviera parte de razón. – Reflexionó con amargura.- No lo es porque algunos hacen lo posible por convertirlo en una pesadilla para nosotras. Tenemos que demostrar el doble que cualquier hombre para llegar a su misma posición.



            No tuvo ocasión de pensar mucho más en sus propias circunstancias. Una tremenda explosión sacudió el edificio. Jane se arrojó al suelo en un acto reflejo. A los pocos instantes se atrevió a ponerse en pie. Todo era un caos, ruidos de sirenas de alarma, gritos de soldados y oficiales, muchos corriendo de acá para allá en busca de instrucciones. Algunos droidos médicos y personal sanitario de la base se ocuparon de atender a los heridos. Por fortuna, tampoco hubo víctimas mortales.



-¡Ha sido en la sala de comunicaciones!- Exclamaba uno.-

-Rápido, hay que enviar un equipo de extinción y una ambulancia.- Gritaban otros.-



            Corrió a su vez tratando de enterarse mejor de lo sucedido. Aunque, para su sorpresa, dos soldados le salieron al paso. La comandante Simmons estaba allí junto con esa teniente segunda.



-¡A ella es a quién yo vi! Me preguntó por la sala.- Denunció Susan mirándola con inquina.-

-Llévensela.- Ordenó Simmons.-

-¿Qué significa esto?- Quiso saber la oficial.-



            No obtuvo respuesta, fue puesta en custodia y encerrada en una celda de otro edificio en tanto se sofocaban las llamas del barracón principal. El mayor Shulth y su segundo al mando el teniente Pavel Kovac, se unieron a los demás.



-¿Qué ha pasado?- Inquirió el jefe de escuadrilla.-

-Otro sabotaje, señor, pero hemos capturado a la sospechosa.- Le informó Susan.-

 -Informen de inmediato al capitán Deloin.- Le ordenó Simmons.-



            Shulth se aprestó a obedecer. Al poco, tanto el capitán como otras autoridades, se presentaron allí. También Olivia y Celia, junto con otros oficiales de menor rango, acudieron.



-Se ha montado una buena.- Comentó la mejicana con visible inquietud.-

-Otro ataque más.- Repuso una también preocupada Celia.- Aunque parece que han atrapado a alguien…



            Así fue, sin más explicaciones metieron a Jane en el calabozo. A la espera de ser llamada a declarar. La muchacha no podía creer lo que le estaba pasando. Y esa maldita zorra. ¿A cuento de qué la había acusado?



-Debe ser ella. ¡Lo ha orquestado todo! - Pensó.-



            Pero no pudo tener la oportunidad de hablar con nadie. Estuvo aislada sin recibir ninguna visita. Pasaron varias horas y finalmente el sueño la venció. Entre tanto, en otra parte de la nave y tras el atentado del parque, todos fueron a dormir. Fue al despertar al día siguiente cuando Tracer y los demás oficiales supieron del nuevo ataque y encima en su propia base. El alto mando no quiso avisar a nadie más. Parecía fundamental mantener el secreto. Incluso llevaron a los heridos a un complejo sanitario exclusivamente militar. Eso le comentó un oficial por orden de su superior, el comandante Enset, a Rick, que estaba en su residencia junto con el mayor Kiros. Allí recibieron una transmisión por vía interna



-¿Qué demonios ha pasado?- Exclamó Tracer.- ¿Quién ha hecho eso?

-No estamos del todo seguros, señor.- Replicó el oficial que comunicó con él.- De momento tienen en custodia a una teniente. Una tal Gray.

-¡No es posible!, esa es mi segunda al mando.- Repitió Rick entre incrédulo y anonadado.- Voy enseguida para allá.



            Kiros escuchaba desde el otro extremo del salón. Tras haberse despertado y tomar una ducha, había salido con una simple toalla cubriéndole por la cintura. Al parecer, otro atentado más había tenido lugar.



-¿Qué ha sucedido?- Preguntó a su compañero de piso en tanto éste se ponía el uniforme.-

-Tengo que ir al puesto siete. Una explosión. Ayer, un poco después de lo del parque en el sector tres.

-Voy con usted.- Repuso Kiros.-

-No hace falta.- Rechazó Tracer que no parecía estar de humor.- Esto no me gusta. Mejor que haya alguien que vigile esta zona. Y deja de llamarme de usted. Al menos aquí, ¡leche!



            El saiyajin asintió. Si eso es lo que quería su compañero. Reservaría ese trato para cuando estuvieran de servicio. Sin embargo, no comprendía para que querría leche ahora. Pero no le dio mucha importancia. Así él, como hoy tenía permiso, pasaría una vez más por esa cafetería. Al menos cuando acabase la jornada. Esperaba ver a esa hermosa chica pelirroja otra vez por allí. En ese momento, la citada jovencita estaba trabajando con sus compañeras. En el laboratorio había mucha actividad. Aunque al parecer, algunas componentes del equipo no estaban demasiado centradas.



-Acércame las muestras del experimento cinco.- Le pidió Penélope a Keiko.-



            La joven buscó aquel recipiente sin lograr verlo. La doctora Winters la observó con algo de impaciencia.



-Vamos, lo necesito enseguida o perderé el componente químico para la reacción.

-Aquí está, Penélope.- Se anticipó Melissa.-

-Lo siento, no lo veía.- Musitó la azorada chica.-

-Tranquila.- Repuso Penélope una vez llevó a cabo la prueba.-



Mei Ling por su parte sí que llevaba a cabo bien su tarea, pero la hacía de forma mecánica, ciñéndose a la rutina. Fiel a su costumbre no hablaba mucho durante el trabajo. Solo lo estrictamente necesario para llevarlo a cabo de modo eficiente. Lo contrario podría aplicársele a Caroline que no dejaba de charlar.



-¡Menos mal que todas estáis bien!- Exclamaba con su tono tejano más típico.- Cuando mi Ernie y yo nos enteramos de lo ocurrido nos preocupamos mucho. Llamé pero ninguna me contestaba.

-La explosión debió de dañar alguna estación de repetidores.- Conjeturó Melissa sin dejar de observar el semblante cariacontecido de Keiko.- Espero que lo hayan reparado.

-O nos tocará a nosotras.- Suspiró Caroline.- Aunque eso es lo de menos. Por suerte me comentasteis que ninguna persona salió herida.

-Cada vez que pienso en los niños que había allí.- Intervino Melissa llena de enfado ahora.- ¡Malditos canallas!

-Chicas, dejemos eso ahora y terminemos con las pruebas. Estos experimentos son importantes.- Intervino Penélope haciendo gala una vez más de su carácter más templado.-



            Ya no era tan cortante y fría como en el pasado. Desde entonces habían cambiado muchas cosas. Pese a ello la doctora Winters mantenía esa calma tan necesaria en situaciones de esa índole. Por supuesto que ella estuvo allí y pensaba igual que sus compañeras. Éstas, percatándose de ello, dejaron los comentarios hasta terminar. Cuando lo hicieron pararon a reponer fuerzas. Un breve almuerzo en el que cada una comió lo que se había traído de casa o bien sacó algo de las máquinas. Esa pausa no era demasiado larga y no deseaban parar en exceso su ritmo de trabajo. Prosiguieron luego hasta la tarde. Al fin concluyeron la jornada.



-¿Vamos a la cafetería de Gin?- Les propuso Caroline.-

-No sé si habrá abierto hoy.- Dudó Melissa.- Con todo el jaleo de ayer…

-Para esa chica su trabajo es como para nosotras el nuestro.- Sentenció Penélope afirmando convencida.- Habrá abierto, no te quepa la menor duda. Pero yo no voy. Quiero ver a Rick.

           

            Y la doctora les deseó que pasaran una buena tarde. Después se alejó.



-Yo ya he quedado.- Afirmó Mei Ling, quien por otra parte casi nunca se unía a ellas.- Hasta luego.



            La vieron marchar sin darle demasiada importancia. La oriental solía hacer eso. Keiko suspiró sin levantar mucho la vista. Caroline entonces se dirigió a esa muchacha con tono jovial.



-¡Vamos! ¡Anímate chica!...llevas mustia todo el día.



            La interpelada fracasó en un intento por sonreír. La tejana entonces, merced a su mayor edad y experiencia, cruzó una mirada con Melissa. Estaba claro que a esa jovencita le pasaba algo. Y debía de ser una cosa de la que no quería hablar estando ella delante. De modo que, con toda su cordialidad, añadió.



-Yo voy yendo a reservar sitio. Por si luego venís y queréis sentaros. ¡Ya sabéis que se pone, de bote en bote!



            La mujer se marchó tras recibir dos educadas inclinaciones de cabeza. Keiko suspiró entonces llevándose ambas manos al pecho. Bajando el mentón y cerrando los ojos.



-¿Qué te sucede?- Le preguntó amablemente Melissa.- Llevas así desde esta mañana.

-Tengo muchas cosas en las que pensar.- Musitó la chica.-

-Si en algo te ayuda hablar, aquí me tienes.-Le ofreció su amiga.-



            Keiko la miró diríase que con expresión de súplica. Por un lado deseaba desahogar todo lo que llevaba en su interior. De otro le daba incluso miedo el sincerarse con su compañera. No podía olvidar quién era. Aunque se decidió finalmente cuando su interlocutora le comentó en tanto salían del laboratorio y del edificio, para caminar por la calle.



-Todos tenemos cosas que nos preocupan, o nos avergüenzan. En mi caso mi pasado no fue todo lo digno y limpio que debió ser. Y todavía trato de enmendar las cosas. Sea lo que sea lo que te angustia no soy quién para juzgarte y nunca lo haré. Pero sí para escucharte y tratar de darte el consejo de una amiga.



            La muchacha entonces sonrió. Eso sí, con el rastro de alguna lágrima. Y poco a poco comenzó a confesar con voz queda cuando llegaron al parque y tomaron asiento en un banco algo apartado de la gente.



-Cuando supe de la existencia de esta nave y el viaje que iba a hacer, quise venir. Eso lo sabes. Pero no fui sincera en cuanto a los auténticos motivos. Es cierto que me apasionaba ir a otros mundos, conocer gente nueva. Pero sobre todo quería alejarme.

-¿Alejarte?- Se sorprendió Melissa.- ¿Alejarte de qué?

-Podría decirte que de la sombra de mis padres. O pretextar que deseaba hacerme una carrera como investigadora por mí misma…



            Su compañera la miraba ahora con gesto de sorpresa. Keiko apenas pudo sonreír levemente para remachar.



-Quizás también exista una parte de eso. Pero mentiría si te dijera que es lo fundamental.

-Entonces ¿qué es?.. – Quiso saber Melissa apuntando en lo que parecía la dirección correcta.- ¿Algún desengaño amoroso?

-Así es.- Suspiró la muchacha.- No quería que lo supiera nadie, nunca. ¡Pero no puedo soportarlo más! - Sollozó.-

-Tranquila.- Le pidió afectuosamente su oyente.- Te entiendo. Una vez también tuve el amor a mi alcance. En mi caso renuncié estúpidamente a él.

-En el mío nunca tuve posibilidad de alcanzarlo. Es más, hice lo que pude por alejarme. Por eso me vine.- Admitió finalmente la joven.- Porque no podía seguir allí, viéndoles juntos a ambos. Tantas veces a su lado. Conociéndonos desde siempre.- Balbucía ahora  entre el llanto.-

-Esas personas te son muy cercanas entonces. ¿No es así?...- Conjeturó Melissa acertando una vez más.-

-Sí, igual que lo son para ti. Yo…no me embarqué en esta nave para buscar aventuras, ni por mor de la investigación… ¡hui!… lo hice porque no podía estar más tiempo junto a ella y a su novio…cada vez que él la besaba, o que la abrazaba, era una tortura para mí…-Remachó entre sollozos.-



            Melissa abrió los ojos como platos y apenas sí pudo replicar.



-¡Estás hablando de Mimí y de Ken! ¿Se trata de ellos, verdad?



            Su contertulia a duras penas asintió unas cuantas veces tapándose la cara con ambas manos en tanto se inclinaba sobre su asiento sin dejar de llorar. Su compañera posó una amistosa mano sobre la espalda de la desolada chica. Enseguida creyó entender.



-Ese muchacho es realmente guapo, sí. Supongo que para ti sería duro enamorarte de él siendo el novio de Mimí. Las dos sois como hermanas. Hiciste lo que una verdadera hermana haría. Dejarla ser feliz con él y no interponerte.- Suspiró entre compresiva y llena de admiración.- Lo siento mucho, pero ya verás cómo aquí podrás conocer a algún otro muchacho que sea encantador. Así, poco a poco, olvidarás a Ken…



            La risa de Keiko la interrumpió. Era una carcajada sin embargo, amarga, combinada con ese llanto. Melissa la observó ahora incluso asustada. ¿Qué le habría dicho para que reaccionase así? Para su total asombro no tardó en descubrirlo, la propia joven, tomando una mano de su compañera entre las suyas, le desveló…



-No lo has entendido, Melissa. Yo no estaba enamorada de Ken. ¡A quien yo amo es a Mimí!



            Su interlocutora abrió la boca sobrepasada por el asombro más absoluto. La muchacha entonces añadió, una vez más con crecientes lágrimas y un tono que rayaba en la desesperación e incluso en la vergüenza.



-¿Me comprendes ahora? ¡Mi mejor amiga desde que éramos niñas! Siempre la quise como a una hermana. Y sé que ella a mí también. Pero, ¡no sé cómo me sucedió!…, lentamente me fui enamorando de ella. Quería estar a su lado, compartirlo todo. A veces tenía que refrenarme para no besarla. Y lo peor es que yo sé perfectamente que Mimí jamás compartirá ese sentimiento por mí. Luego comenzó a salir con Ken. Es un buen chico, y guapo, sí, tienes razón. Lo obvio habría sido pensar que me hubiera enamorado de él nada más conocerle y apartarme de ellos para no hacerle daño a mi amiga de toda la vida. Pero cada vez que les veía juntos, ¡abrazándose, besándose! Era como si me clavasen un puñal en el corazón. Él estaba ocupando el lugar que yo habría querido para mí. ¿Y qué podía hacer? salvo sonreír delante suya.

-¡Oh, Dios mío!- Suspiró Melissa llevaba por el pesar e incluso la compasión.- Ha tenido que ser terrible para ti, mi niña. ¡Cuánto lo siento!

-¿Cómo podría haberles explicado eso a mis padres, o a los de Mimí?- Gimió Keiko realmente atormentada por ese pensamiento.- Tenía tanto miedo de que lo descubrieran. ¡Sobre todo, ella!. No hubiese podido soportar que me odiase, o peor, que me despreciara y perder su amistad…me habría muerto de dolor y de vergüenza.



            Melissa la abrazó dejándola llorar.  Sin saber qué otra cosa hacer trató de consolar a esa pobre chica con palabras amables.



-Pero tú no tienes la culpa. No se elige de quién uno se enamora. Y el amor es un sentimiento bonito. Mimí jamás te hubiese despreciado. Solamente te habría dicho que no podía compartir eso. Además, todavía le da más valor a lo que has hecho. La quieres tanto que has sido capaz de renunciar a ella. Y puedo decirte lo mismo que antes. Si tu inclinación es esa, no desesperes. Hay muchas chicas a bordo, puede que alguna esté destinada para ti.

-Gracias Melissa. Aunque precisamente eso era lo que no estaba preparada para oír. Sí, puede que ella lo comprendiera, pero nuestra relación jamás hubiera sido ya la misma.- Pudo musitar Keiko limpiándose las lágrimas.- No podré volver a verla hasta que lo haya superado. Y no sé si alguna vez seré capaz de hacerlo. Quizás vuelva a enamorarme, sí. Puede que incluso lo haya hecho ya. Pero no es cuestión de que me decida por un hombre o una mujer. Realmente, eso no es lo importante. Yo, bueno…me siento atraída por la persona. No por su sexo.

-¿Eres bisexual?- Inquirió su contertulia.-

-Más bien pan sexual.- La corrigió la interpelada.- No miro el sexo, sino el alma de la gente. Me enamoro de sus sentimientos, de su personalidad… no sé cómo explicarlo.

-¿Y dices que puede que te hayas vuelto a enamorar? - Le recordó Melissa mirándola con curiosidad.- ¿Aquí?

 -Así es.- Admitió la aludida que entonces agregó algo más calmada, aunque todavía preocupada.- Es que ayer me pasó algo. Digamos que he conocido a dos personas en esta nave. Y me siento atraída por las dos. Una es un hombre, la otra una mujer. Y no sé qué hacer…



            Ante tamaña confesión la doctora Prentis tampoco sabía que responder. Tras meditar por unos instantes recurrió a lo más lógico y al tiempo socorrido en estos casos. Sugerir precisamente eso…



-Debes darte tiempo. Al final, seguramente que tu corazón se decantará por alguno de los dos. Pero no te angusties. Tienes que seguir adelante con tu vida. Hay mucho que hacer y también que disfrutar. Eres demasiado joven para vivir tan atormentada. Confía en mí, lo sé. - Remachó sonriéndole con verdadero afecto para ofrecerle.- Venga, te invito a algo de merendar. Eso siempre alegra, no sé si el alma, pero seguro que sí el estómago.



            Keiko la miró visiblemente agradecida y le dio un estrecho y fuerte abrazo. Así se mantuvieron un rato hasta que, al separarse, su confidente trató de animarla.



-Vamos a ver si Caroline nos ha reservado sitio. ¿Te apetece? Yo desde luego ya tengo hambre.

-Sí - sonrió más ampliamente su contertulia tras enjugarse las lágrimas.- Yo también. Y gracias, muchas gracias, Melissa. Por ser mi amiga y escucharme.

-No hay de qué.- Repuso afectuosamente ésta, repitiendo.- Anda, no lleguemos tarde…



            Y eso hicieron las dos levantándose de aquel banco y poniendo al fin rumbo hacia la cafetería. Por su parte Mei Ling quería ir a casa. Después aguardar a que su novia terminase el turno y quedar. Tenía mucho de qué hablar con ella. Aquella conversación había sido postergada por los acontecimientos. No deseaba que eso volviera a suceder. Aunque cuando estaba ya llegando a la entrada de su bloque de pisos el corazón casi se le paró. Allí estaba su ineludible primo Zhao.



-Buenas tardes, estimada prima.- Saludó él con tono neutro que no traicionaba su imperturbable semblante.- Ya empezaba a pensar que no vendrías.

-Por favor, te lo pido. ¡Déjame en paz! - Pudo replicar ella con tono tembloroso.-



            El interpelado caminó despacio al encuentro de su pariente, iba de paisano y guardaba las manos en los bolsillos de su pantalón. Entonces asintió rápidamente y de forma repetida para repetir en un tono de falsa reflexión.



-Que te deje en paz… bueno, no sé exactamente cómo interpretar eso. Verás, la paz es un concepto bastante metafísico, ¿no crees?...y me pregunto, ¿acaso puede pedirla para sí alguien que se la niega a otros?

-Esa nunca fue mi intención.- Se defendió la joven.-

-No sé si sería tu intención o no. El hecho es el que es. Mei Ling. Has deshonrado a nuestra familia.- Escupió ahora él con patente enojo.-



            La muchacha apartó la mirada de él. Sencillamente no podía enfrentarla. Por mucho que le doliera o que se negase a aceptar aquello, su primo tenía razón. Al menos desde el punto de vista de sus familiares y las costumbres tradicionales tan ancestralmente arraigadas todavía en su pueblo y su cultura.



-Tú conoces perfectamente cuál es tu deber.- Siguió acusándola su interlocutor.- Los sacrificios que tus padres hicieron por ti, su única hija. Tantos años de duro trabajo y esfuerzo para labrarse un porvenir y para hacer que tú pudieras estudiar. – Sentenció rebajando un poco ese tono tan duro y trocándolo en otro algo más condescendiente al añadir.- Y creo que esa fue una buena decisión. Siempre fuiste una joven inteligente y hermosa. Deseabas tener una carrera y dedicarte a la ciencia. Bien, tu madre y mi padre eran hermanos. Provenían de familias humildes. A buen seguro tendrían sus propios sueños y anhelos. Sin embargo, aceptaron sus deberes y se casaron ¡con quién debían!... Luego nacimos nosotros. Yo aún estoy por prometerme. Pero tú ya lo fuiste. ¡Y tuviste una gran suerte! Es un joven apuesto, de familia adinerada que no solo no quiso pedir la dote por ti, sino que se ofreció a pagar una. ¡Incluso han prometido perdonarles las deudas a tus padres! Y tú no ignoras que esas deudas tuvieron que adquirirlas, entre otras cosas, para costear tu exquisita educación, porque ni con tus becas podías pagarla. ¡Y todo eso fue posible porque él, tu prometido, te ama! Su familia os prestó el dinero, todo estaba apalabrado…y tú jamás dijiste nada en contra.



            Hubo un denso e incomodísimo silencio. Mei Ling no parecía querer contestar, finalmente se armó de valor y dignidad.



-Y a pesar de que tienes razón en todo lo que has dicho, yo no le amo a él.- Pudo musitar la muchacha al fin.- Sí, es un buen hombre y me quiere. Eso no lo puedo negar…Le conozco desde que éramos niños. Le aprecio mucho. Pero no tengo ningún sentimiento de amor hacia él.

-Tampoco mi padre o tu madre les amaban cuando se desposaron con mi madre o tu padre.- Replicó su ofendido primo.- Eso del amor se va adquiriendo con el tiempo. Precisa de paciencia y de comprensión.  Y él y su familia han dado ya muchas muestras de esa paciencia y comprensión. Diría yo que demasiadas. Respetaron tus deseos de ir a estudiar al extranjero y de trabajar un par de años en América. Después prometiste retornar y cumplir con tu deber. Y no obstante, aquí estas.- Remachó encogiéndose de hombros, para mirarla con incredulidad y preguntar.- Y bien… ¿Cómo puedes explicármelo? Ayúdame a entenderlo ¿Cómo se lo podríamos explicar a ellos?...



La chica escuchaba eso sin ser capaz de replicar. En cuanto supo de aquel compromiso sabía que no tenía opción. Solamente la angustia la impulsó a buscar una vía de escape. Primero pretextó poder terminar sus estudios. Luego viajar a América y más tarde se excusó diciendo que estaba trabajando en unos prestigiosos laboratorios. Eso era cierto pero en cuanto pudo y se enteró de la disponibilidad de plazas en la SSP-2 se apuntó. Logró ser seleccionada y huyó. No le gustaban los hombres y jamás habría podido casarse con uno. Su primo Zhao supo de su partida pero no del motivo real. Quizás pensase que ella anteponía su carrera a la obligación para con su familia. O que simplemente, tal y como le había confesado ahora, que no estaba enamorada de Chen Chang, que ya debería a estas alturas ser su esposo. Y con ese nombre, que vendría a significar algo así como tesoro próspero, y que hacía más que justicia a él y a su acaudalada familia, era algo que sencillamente, bajo la óptica de su cultura, no se podía comprender.



-De verdad que no te entiendo.- Seguía martilleándola el joven.- ¿Qué es tan importante para ti como para ofender y deshonrar de esta manera a tu propia sangre?



Para Zhao a buen seguro que su prima podría haberse enamorado de algún estudiante o compañero de trabajo. Pero tras investigar no vio que frecuentase la compañía de ninguno.



-No sé qué decir.- Musitó ella bajando la mirada.- Solamente te pido que me perdones.



            Pero esas palabras distaron mucho de calmar al chico que suspiró como si quisiera armarse de paciencia ante alguien que por enésima vez no hubiera entendido nada de lo que acababa de decir.



-No soy yo quien tiene que perdonarte, Mei Ling. ¿Es que no lo entiendes?- Resaltó su enojado primo.- Son tus padres y la familia de tu prometido los que deberían escuchar esa disculpa. ¿Qué te está pasando? De niña nunca fuiste así. Eras la hija ejemplar. Al menos lo fuiste hasta ahora… ¿por qué? ¿Por qué les estás haciendo tanto daño?



Ella sabía que así era. Lo cierto es que a los ojos de los suyos su comportamiento era realmente extraño, por no decir muy grosero y hasta desagradecido y ultrajante. Era faltar por completo a sus deberes y mostrarse no únicamente irrespetuosa con sus deberes y las tradiciones, sino terriblemente egoísta por despreciar así a su familia. Pero ella les quería, no en vano eran sus padres y sabía del tremendo sacrificio que significó para ellos costear su educación.  En eso pensaba en tanto su primo añadió, al esperar en vano una respuesta más clara.



-Realmente no te comprendo. Ahora nada se puede hacer. Al menos hasta que volvamos, si es que lo hacemos. Pero, si pese a todo podemos retornar a la Tierra, espero de ti que sepas al fin comportarte con decoro. Disculparte ante ellos y aceptar tu compromiso y tu obligación como buena hija.



            Y sin esperar ya una respuesta se alejó. Mei Ling solo pudo verle ir sin ser capaz todavía de reaccionar. ¿Qué iba a hacer? Suspiró entre lágrimas. Ahora solamente deseaba ver a Maggie y sincerarse. Si su pareja la apoyaba estaría dispuesta a cualquier cosa. Incluso a ser repudiada por su familia.



-Sería capaz incluso de algo tan terrible únicamente por ti.- Suspiró sin dejar de llorar en silencio.-



Precisamente su novia estaba acabando el turno. Tanto ella como Giaal aguardaban a sus relevos. Y estos por fin llegaron. Aunque en esta ocasión se trataba del doctor Luke Benson que vino acompañado por esa irritante enfermera, la tal Marek. Y ésta, como no, venía deshaciéndose en sonrisas con aquel atractivo médico, moreno, de estatura media y bastante educado. De hecho, nada más llegar les saludó con amabilidad.



-Buenas tardes, doctor Ginga, enfermera Kendall. Ya estamos aquí. Seguro que deseaban vernos.- Sonrió el facultativo.-



            Maggie le devolvió la sonrisa en tanto Giaal recogía un poco el instrumental. La muchacha pensó que éste al menos era educado y sobre todo, puntual. Lo malo es que esa idiota había venido pegadita a él. Seguro que estaba encantada de compartir turno con aquel hombre.



-La verdad es que ya son muchas horas de guardia.- Admitió entonces ella.- Y más tras lo de ayer.

-Sí, me enteré.- Comentó el cariacontecido médico.- Usted y el doctor Ginga hicieron una magnífica labor según me contó el doctor Lester.



            Aquello tomó por sorpresa a la enfermera. No hubiera esperado que ese seco y antipático facultativo la elogiase. Sonrió de forma amplia y sincera para declarar.



-Cualquiera de nosotros hubiéramos actuado igual. Tenemos un juramento y una vocación, para auxiliar a cualquier persona que lo precise.



            Ese apuesto doctor le sonrió igualmente sin dejar de mirarla. Asintió y se alejó un poco para comentar las incidencias del día con Giaal. Empero, Marek no desperdició aquellos breves momentos de las dos a solas para aproximarse a su colega y susúrrale con un tonillo de retintín.



-No seas tan avariciosa. Tú ya tienes a tu doctor. Deja al resto para las demás. ¿O que es eres inagotable?



            El gesto de la aludida se trocó en una apariencia de malestar apenas contenido. ¿Qué se pensaba esa estúpida? Esta vez, sin embargo, no se contuvo.



-No todas vamos tratando de ligar por ahí con el primer hombre que nos saluda, Marek. Deberías hacértelo mirar.



            Turno de su interlocutora para poner mala cara. Y de espetar



-¡Al menos yo no voy por ahí creando falsas expectativas a nadie! Soy honesta con quién me atrae.  Te dejas mirar mucho…y por mucha gente. Y eso te gusta, ¿verdad? ¡como a todas las busconas!



Su contertulia la miró entre atónita y enfadada. ¿Cómo se atrevía esa estúpida a meterse con ella así? Iba a soltarle una adecuada réplica pero por suerte aquello no llegó a más. Giaal se aproximó tras haber puesto al corriente a su relevo de cualquier incidencia acaecida.



-¿Te vienes? – Le ofreció a Maggie.-

-Encantada.- Replicó ella dedicándole una poco amistosa mirada a su colega enfermera añadiendo casi entre dientes.-Tengo unas enormes ganas de salir ya de aquí…



            Giaal se percató de que algo pasaba desde luego entre esas dos, pero no era asunto suyo y sería de muy mala educación ponerse a indagar mentalmente. De modo que no quiso concederle importancia, se limitó a salir de allí seguido por Maggie. Ambos se marcharon caminando sin prisa. Erika se quedó observando a su colega con una mirada intensa de desprecio. Aunque enseguida la apartó dado que el doctor Benson le comentó.



-Acaban de llamarme por una urgencia. Tendré que salir…

-Muy bien, doctor.- Asintió su interlocutora.-



El médico se dispuso a ir al lugar donde se le requería. Por su parte, Marek quedó sola encerrada en sus pensamientos.



-Tú disfruta mientras puedas, ¡zorra! Dentro de poco vas a saber quién soy yo…



Y sonrió para al fin darse la vuelta y ocuparse de la clínica. Entre tanto Maggie y Giaal caminaban ya por el parque ajenos todavía a lo que les esperaba durante esa tarde…



          
       
           
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