-¡Maldita sea! ¡Qué demonios estará
sucediendo!- Se preguntaba tan desconcertada como el resto.-
Empero, no podía
permitirse el lujo de mostrar duda o indecisión. En su sección, al faltar el
mayor Jensen, era ella la que estaba al mando. Le había tocado guardia en los
barracones. Ahora, tras terminar de colocarse la guerrera, avanzaba por el
corredor que daba acceso a la sala de reuniones. Una vez llegó tomó su puesto
como oficial de mayor graduación. Se mantuvo en pie, junto a un atril, en tanto
sus subordinados se iban congregando en aquella estancia. A una indicación suya
se sentaron. Dispuestos a escucharla.
-Mi teniente.- Preguntó un alférez.-
¿Qué hacemos? ¿Debemos presentarnos en la zona de despegue?
-No hay alerta en tal sentido.- Replicó
ella.- Por el momento aguardaremos órdenes.
No
obstante, el comandante Enset había salido a su vez y no se encontraba presente
en la base. Cuando la joven llamó a un superior en busca de indicaciones, solamente
el mayor Shulth de la segunda escuadrilla respondió.
-Permanezcan en la sala de comandos.
Enseguida iré a darles instrucciones.- Declaró el mayor.-
-A sus órdenes.- Respondió Jane.-
Otra
que acudió de inmediato a su base fue Susan. Tras despedirse de su novio
dejándole atendiendo a los heridos, volvió.
-Nunca se sabe. Puede que este ataque
interior, esté coordinado con otro en el exterior. Podrían necesitarme en mi
escuadrilla.- Le comentó antes de irse.-
En
el barullo de esa situación, no dio con el mayor Jensen. De modo que decidió
volverse sola. Tomó un deslizador en una zona que no había sido afectada por el
cordón de seguridad que habían desplegado y retornó de inmediato a la base. No
tardó en llegar a la sala de reuniones donde ya estaban el resto de los
oficiales.
-¿Se ha sabido algo?-Inquirió a Olivia
en cuanto la vio.-
-No, señora. – Contestó la mejicana
informándola.- Creo que el mayor Shulth viene para acá y va a darnos órdenes.
-De ir a lavarle la ropa, supongo.-
Musitó sarcásticamente Celia que estaba a su lado.-
-No adelantemos acontecimientos. A ver
qué dice el mayor.- Le respondió Susan quien tampoco tenía mucha fe
precisamente.-
No tardó éste en
presentarse. Le seguían sus oficiales de confianza, Kovac, entre ellos. La
teniente Gray y el resto enseguida saludaron al verle.
-Muchas gracias, teniente, por reunir a
la primera escuadrilla.- Comentó Shulth dirigiéndose a Jane.-
-Señor. ¿Debemos movilizarnos?- Quiso
saber ahora ella, con toda la atención de los demás puesta en la réplica.-
¿Tenemos alguna orden del Estado Mayor?
-Por ahora permanecer en estado de pre
alerta.- Contestó su superior.- Algunos pilotos se prepararán para abordar los
varitech.
Y
para sorpresa de algunas de sus subordinadas, anunció.
-Teniente Hunter, disponga a su grupo.
Estén listas para salir.
-A la orden, señor.- Saludó ésta con una
mezcla de sorpresa y satisfacción.-
Tanto
Olivia como Celia, que estaban en posición de firmes a su lado, no pudieron
evitar alegrarse. ¡Al fin iban a participar en una misión real! En eso pensaban
cuando más oficiales llegaron. El capitán Deloin y la comandante Simmons
hicieron acto de presencia en la sala. Todos los demás se cuadraron al momento.
-Descansen, seré breve.- Dijo el
capitán.- Su comandante ya está en la zona con dos varitech. La situación está
bajo control. Pueden retirarse a sus habitaciones o guardias, o regresar a sus
permisos, según estuvieran ustedes.
Todos
obedecieron, con alivio algunos, aunque con ligero fastidio los otros. Susan y
sus subordinadas quedaron evidentemente desencantadas.
-Era demasiado bueno como para ser
verdad.- Suspiró Olivia.-
-Me iré a la cama, estoy realmente
cansada.- Añadió Celia.-
-Que durmáis bien.- Les deseó Susan que,
sin embargo, tras su tarde libre tenía vigilancia esa noche. La joven suspiró,
diciéndose con algo de contrariedad.- Si es que a lo que he tenido puede
llamársele tarde libre.
Desde
luego, parecía estar gafada. Para una de las pocas veces que podía quedar con
Giaal y los amigos de ambos sucedía aquello. Y encima, ahora le tocaba esa
guardia.
-No debo quejarme.- Se dijo admonitoriamente.-
Hay muchas personas que lo están pasando mucho peor. Inocentes sufriendo. Y mi
deber es protegerles.
Y en tanto así
meditaba, Hunter se dirigía hacia el cuarto de guardia cuando en su caminó se
cruzó otra mujer morena. Era un poco más alta que ella y sus ojos lucían de un
bonito color azul. De hecho, las dos tenían un cierto parecido. Casi podrían
haber pasado por hermanas. No pudo evitar pensar en Debbie. ¡Ojalá estuviera
bien! De todos modos dejó de lado esos pensamientos y saludó, dado que esa
individua era superior en rango. Creyó reconocerla. Era esa nueva, la segunda
del mayor Jensen, la oficial que les había reunido en la sala antes de la
llegada de Shulth.
-Teniente.- Le pidió aquella chica.-
¿Sabe por dónde queda el centro de comunicación en esta base? Me acaban de
trasladar.
-Sí, señora.- Replicó Susan.- Está
saliendo de este pasillo y girando a la izquierda, la tercera puerta.
-Muchas gracias.- Repuso aquella oficial
alejándose en aquella dirección.-
La
teniente Hunter la vio marchar y volvió a sus ocupaciones. Otras cosas más
urgentes la reclamaban. Debía vigilar el perímetro de la base. Se sonrió, eso
le traía recuerdos. Así conoció a Giaal. Lo cierto es que el muy sinvergüenza
la hipnotizó. Aunque, para su crédito, no se aprovechó de ella. Susan pensaba
no sin cierto toque de ironía y hasta sentido del humor, que su novio era un
chico muy especial. ¡Tanto que ni siquiera era humano! De hecho, cuando ambos
comenzaron a salir ella tuvo que irle indicando casi todo, al menos en ese tipo
de situaciones propias de una pareja.
-Lo mío nunca fue salir con los chicos.-
Se decía divertida.- No es que sea como Debbie, pero tampoco me he prodigado
mucho.
Pensaba
otra vez en su hermana, ella era homosexual, desde luego los chicos no le
interesaban nada. En eso no podrían ser más distintas. A Susan le gustaban los
hombres atractivos, pero no había tenido mucha facilidad para salir con ellos.
Había estado tan enfocada en su objetivo de ser oficial que todo lo demás
estuvo en segundo plano. Luego, cuando por fin salía con alguno, la mayoría no
se sentían cómodos con una novia o pareja tan centrada en su carrera. ¡Y menos
en la carrera militar! Por fortuna, luego pudo conocer a su actual novio. Giaal
lo reunía todo. ¡Era guapo y estaba muy bueno!, como humano y como alien. Pero,
sobre todo, más que la apariencia misma estaba su forma de ser. La respetaba y
aceptaba tal y como era, no se sentía amenazado, ni ponía en entredicho su
masculinidad porque su pareja fuera militar. Además, era una persona generosa y
siempre dispuesta a ayudar a los demás. Siendo médico estaba comprometido a
salvar vidas. Y por si eso fuera poco podía llegar a ser un poderoso
combatiente si la ocasión lo requería. Todavía recordaba aquellas batallas en
la SSP-1 e incluso las que tuvieron contra esos dioses.
-¡Menos mal que nos dejaron tranquilos!-
Se dijo la chica.- Contra ellos nadie podía hacer nada. Ni Giaal, ni el mayor O
‘Brian, ni el teniente Malden.
Aunque
meditando sobre aquellos extraños seres una especie de intuición el vino a la
mente. ¿Podrían estar ellos relacionados con lo que había sucedido? Enseguida
descartó esa idea. No era su estilo. Esos entes eran infinitamente poderosos.
¿Qué necesidad tendrían de irse escondiendo o de colocar bombas? No, esto le
sonaba más bien a la firma de sus antiguos antagonistas. Los secuaces de esa
especie de tirano galáctico.
-No recuerdo su nombre. Sé que Giaal, el
teniente Malden y el mayor O ‘Brian lo dijeron muchas veces.- Se repetía a sí
misma tratando de recordar.- ¡Maldita sea! ¿Cómo se llamaba?
Pero,
pese a todo, su memoria se negaba a cooperar. Prosiguió haciendo la ronda en el
sector. Todo estaba tranquilo. Una vez más pensaba en Giaal. En esos momentos
en los que estaban juntos como dos amantes. Aquel chico al principio no estaba
muy ducho en las artes amatorias humanas. Pero aprendió con rapidez. Era buen
alumno. Ella se acordaba de algún que otro momento que bastaba para sacarle los
colores. Tras una de aquellas clases estaban los dos en la cama. Ella con su cabeza
descansado sobre el pecho de él, contemplando su piel verdosa y su larga
cabellera azulada con esos mechones de tono púrpura que tenía el chico cerca de
sus puntiagudas orejas.
-Repíteme eso de que tus padres nacieron
de un árbol.-Le pidió entre atónita y fascinada.-
-Bueno, ellos brotaron del Makaiyu.- Le
explicó él.- Es una planta muy antigua. Nos dio la vida y quiso que tuviéramos
conciencia propia. Siendo niño me lo contaron.
-¿Y ese planeta tuyo? - Quiso saber.
¿Vegetalia, no?
-No.- La corrigió el joven.- Ese mundo
era el planeta madre de muchísimas especies vegetales que se diseminaron luego
por el Cosmos. Incluida la del Makaiju. Pero no era nuestro mundo de origen. Llegué
a él cuando viajaba por el universo. Verás, es largo de contar.
-Tenemos tiempo.- Le sonrió
alentadoramente Susan.- Mi permiso dura cuarenta y ocho horas y acabamos de
comenzar.
-Está bien.- Concedió él.- Mis padres
fueron los únicos supervivientes del árbol. Hubo una vez, cuando el Makaiyu
creció y adquirió conciencia de sí mismo, en la que se sintió solo. Creó
entonces a los miembros de mi especie. Al principio estos fueron bondadosos y
vivieron en armonía durante un tiempo. Pero luego, poco a poco, el deseo de
poder y la envidia se fueron instalando entre ellos. Se produjeron guerras y
matanzas. Únicamente mis padres sobrevivieron.
-Por lo que me has dicho, técnicamente
tus padres eran hermanos.- Se sorprendió Susan.-
-Al haber sido creados ambos por el árbol
podría decirse que sí.- Admitió Giaal que no obstante contra argumentó.- Pero
acorde con muchas de vuestras religiones, los humanos fuiste creados por un
dios. Lo que también os hace ser hermanos a todos. ¿No es así?
-Es cierto.- Tuvo que reconocer ella.-
Aunque no soy demasiado religiosa. Es curioso, mi hermana Deborah cree en esas
cosas mucho más que yo.
-Tú fuiste la científica de la familia, ¿no?-
Sonrió ahora su novio.-
-Sí, Debbie siempre estuvo muy atraída
por temas relacionados con lo oculto. Ya sabes. ¡Aparte de vestirse de gótica
en ocasiones! - Se rio recordando algunas polémicas familiares a ese respecto.-
-La debes de echar mucho de menos.-
Comentó él.-
-Así es. Siempre fue algo alocada pero
en el fondo es una buena chica. Y cuando regresamos del viaje, la noté algo
cambiada. Estaba mucho más madura y más seria. A veces incluso creo que me
ocultaba algo.- Suspiró pensando en eso.-
-Todos tenemos nuestras vidas y cosas
que debemos guardarnos.- Declaró el alien.-
-En tu caso creo que no tienes secretos
conmigo.- Se sonrió Susan.-
-Al menos en lo que a mi naturaleza
respecta, no.- Convino él.- Y no creas
que voy contando que soy un extraterrestre por ahí.
Su
contertulia asintió. Tras la llegada de Giaal a la SSP-1 y aquel juicio tan
indignante al que sometieron al teniente Malden y al mayor O ‘Brian, en el que
su novio tuvo que declarar admitiendo su origen alienígena, aquello pasó a
segundo plano. Luego, trabajando como médico mantenía siempre su apariencia
humana. Solamente cuando los dos estaban en la intimidad transformaba sus
rasgos, y era mayormente porque ella misma se lo pedía. A decir verdad, Susan
se excitaba mucho viéndole en su forma extraterrestre y haciendo así el amor
con él. ¡Debía de tener algún fetichismo raro!
-¿De qué te ríes?- Le preguntó Giaal
ahora.-
La
joven no pudo evitar una carcajada al hilo de sus propios pensamientos. Al fin
dijo con tono divertido.
-Creo que soy muy rarita. Hasta mi hermana
Debbie lo pensaría. ¡Y mira que ella tiene lo suyo! Ja, ja, ja…
Le
contó aquellas impresiones que le habían pasado por la cabeza, el alien también
se rio.
-Al menos así nos ahorramos en
preservativos.- Comentó con regocijo.-
-No sé.- Pudo alegar ella con cierta
prevención ahora.- No es que me importara quedar embarazada ahora. Pero…
-No temas por eso.- La tranquilizó
enseguida él.- Si copulo contigo en mi forma natural no sucederá. Eso únicamente
es posible si lo hacemos estando en mi apariencia humana. Mis padres nos
tuvieron a mí y a mi hermana Naya de ese modo. En nuestra constitución alien no
podemos procrear al modo de tu especie.- Le explicó.-
Bueno,
ella esperaba que así sería. No en vano su pareja era el mejor médico que
conocía. Y debía reconocer que en parte le mentía. Ella no quería un hijo en
ese momento. Deseaba proseguir su carrera militar y era muy joven aún. No es
que hubiera descartado ser madre algún día. Al contrario. Pero no era su
objetivo a corto plazo. Pudiera ser que dentro de unos años, si había podido
ascender y estabilizarse. Por otro lado, quizás sus especies al ser diferentes
ni tan siquiera fueran compatibles. De eso no habían hablado aun.
-Es demasiado pronto.- Meditó la joven.-
Ya tendremos ocasión.
En su mente recordaba
eso y algunas cosas más de las que hablaron. Al fin, cuando concluyó su ronda
regresó a la sala de guardia, algunos subordinados la saludaron cuadrándose
militarmente y le dieron el parte al verla.
-Sin novedad en el puesto, mi teniente.-
La saludó un sargento.-
-Muy bien.- Contestó ella.-
Aunque
una vez más tuvo que ponerse firme junto con el resto y saludar. Dos mujeres de
superior rango al suyo entraron. Eran esa teniente morena acompañada de una
comandante de pelo castaño oscuro recogido en un funcional moño y ojos azules.
Una mujer que andaría por los cuarenta años y de facciones serias.
-A la orden.- Dijo Susan en tanto
saludaba.-
-¿Alguna novedad?- Inquirió la oficial
más madura.-
-No, señora. Todo en calma.- Repitió
Susan quien fijándose en aquella oficial más joven preguntó con amabilidad.- Mi
teniente, ¿encontró la sala de comunicaciones?
Jane
miró con extrañeza a esa chica. Movió la cabeza y replicó.
-¿A qué se refiere?
Ahora
fue Susan la que la observó sin comprender, enseguida le recordó.
-Me preguntó usted por su ubicación,
señora.
-¿Yo?- Se señaló la aludida a sí misma
con un dedo, negando.- Yo no he hablado con usted.
La
comandante Simmons terció entonces dedicando su atención a la atónita Susan y
le preguntó.
-¿De qué está hablando, teniente? La primer
teniente Gray ha estado conmigo desde hace dos horas.
Jane
asintió, por su parte recordaba a la perfección lo que había hecho. Tras salir
de su habitación y vestirse apresuradamente casi por el camino llegó a esa
sala. Allí tras reunir a sus subordinados vio llegar a aquellos oficiales. La
comandante estaba al mando. Una vez llegaron noticias de que todo estaba bajo
control iba a volver a su habitación lo mismo que muchos otros cuando esa oficial
superior le ordenó.
-Teniente, venga un momento, por favor.
-A sus órdenes, mi comandante.- Saludó
ella.-
Simmons
se alejó tras indicarle al mayor Shulth que podía retirarse. Éste saludó con
expresión adusta y se fue. Lo mismo que otros militares bajo su mando. La
comandante entonces le hizo una seña a Jane.
-Salgamos y demos una vuelta.- Le
ordenó.-
Su
subordinada la siguió sin replicar. Una vez salieron de esa sala recorriendo el
pasillo Simmons le comentó.
-Estoy al corriente de la razón por la
que está aquí. Únicamente el contralmirante Hazzar, el capitán Harris y yo
misma, estamos al corriente.
-Muy bien, señora.- Asintió la aludida.-
¿Desea que haga algo de particular?
-No por ahora, limítese a cumplir las
órdenes que se le han dado.- Repuso su oficial superior.-
Jane asintió tras
saludar. Ahora la comandante agregó.
-Es primordial que nadie descubra nada.
Debemos ser muy cuidadosos. Aquí, en esta nave se han reforzado las medidas de
seguridad respecto del primer viaje.
-Sí, señora.- Convino ella.-
-Nuestros esfuerzos serán baldíos si nos
descubren. Tenga cuidado.- Le previno.- Es todo, puede retirarse.
Y
tras saludar una vez más, la muchacha se alejó, dejando que Simmons se perdiera
por ese corredor. Suspiró. Su cometido era complicado, pero ella misma se lo
había buscado. En cuanto a esa teniente segunda. ¿Qué demonios habría querido
decir? Nunca la había visto antes. Bueno, un momento, juraría que su rostro le
era algo familiar.
-No logro recordar cuando, pero puede
ser que sí la haya visto.- Se decía tratando de hacer memoria sin conseguirlo.-
De quien si se acordaba era de su antiguo
novio de la Academia. Le vino a la mente cuando fue con el mayor Tracer a esa
cafetería y vio su foto allí.
-No puedo evitar sentirme culpable cada
vez que pienso en él. Y arrepentirme de perder lo que pudo ser mi vida a su
lado. - Suspiró.-
Realmente fue romper
con él y comenzar su ordalía. Tras aquella llamada en la que discutieron. Y
todo fue por algo que ahora le parecía estúpido, sus notas. Sucedió que Jane
había ido al despacho de uno de los profesores, el comandante Seil. Un tipo
cincuentón, algo calvo y regordete. La chica no era ajena a cómo la miraba. No
deseaba en absoluto tener que ir a hablar con él, no obstante, la nota que
había sacado la impelía a ello. Así pues, tras respirar hondo se llegó ante la
puerta y golpeó con los nudillos.
-Adelante.- Se escuchó.-
Abriendo
la puerta Jane saludó militarmente, ese individuo devolvió la cortesía con una
media sonrisa.
-¿Qué deseaba, alférez?- Inquirió su
superior con un tinte de perversa amabilidad.-
-Verá, señor, desearía revisar mi
examen.- Afirmó ella con poca seguridad.-
El individuo asintió.
De hecho era el horario de consultas y tutorías. Se levantó tras abotonarse el
pantalón que parecía estarle demasiado apretado. Jane no pudo evitar una mirada
de cierta repulsión. Aunque enseguida apartó la vista. Su superior sacó algunos
exámenes del cajón.
-Vaya, aquí hay algunos muy buenos,
Peters, Hens, Malden…estos son los mejores de la clase.- Alabó no sin malicia
para decir a la atónita joven.- Es una lástima que no haya usted aprendido más
del alférez Malden. Señorita.
-¿Señor?- Se sorprendió la muchacha.-
-Vamos, aquí las cosas se saben
enseguida. Se les ha visto a ustedes dos muy juntitos últimamente.- Comentó
jocosamente ese tipo.-
Tentada
estuvo de mandarle al infierno. O de decir que su vida privada fuera de la
academia era ella quién la decidía. Desde luego que, durante el tiempo de la
instrucción y el horario de clases, no hacían nada contrario al reglamento.
Quedaba con Leval, salía con él, sí. Incluso se habían acostado juntos y no
tenía ninguna queja a ese respecto. Era un buen
amante, realmente bien dotado, fuerte y guapo. Además de amable. Por si
fuera poco, Jane aprovechaba para que su novio le explicase algunas dudas o
conceptos que se le resistían.
-Mire.- Declaró Seil de modo
paternalista.- Es muy duro aprobar aquí. Y más todavía hacerlo con notas brillantes.
Usted no es mala estudiante, pero no alcanza cierto nivel que es el requerido
para pasar el corte. ¿Sabe a lo que me refiero, verdad?
Ella
bajó la cabeza, pese a que su superior era un bastardo arrogante en eso tenía
razón. Su nota había sido una B. No era mala, pero para poder optar a un buen
destino y posibilidades de promoción al menos precisaría de una A. En otras
materias alcanzaba como mucho la B+. Leval por el contrario siempre obtenía A+
o A al menos. En eso que Seil le entregó el examen, no sin antes acariciarle
una mano. La chica sintió un vuelco en el corazón, más bien en el estómago. Ni
se atrevía a enfrentar su mirada con la de él.
-Cómo puede usted comprobar. Ha cometido
errores importantes. Si esto fuera el instituto o alguna universidad de poca
monta, habría conseguido una A. Pero aquí no regalamos nada.
-¿Y no hay...? ¿No hay posibilidad de
mejorar la calificación?- Inquirió ella ahora con tono entre débil y
suplicante.-
-Tampoco es un drama.- Sonrió su
profesor.- No ha suspendido. Con este resultado podrá pasar al siguiente curso.
Aunque la cosa será más difícil, claro… pero graduarse como segundo teniente y
ser destinada a oficinas es una opción cómoda.
Jane
se quedó horrorizada al escuchar aquello. Y era más que previsible que le
sucediera. Para muchos no sería una opción tan mala. Vivir tranquilos, en un
buen destino administrativo, o movilizados de vez en cuando para maniobras.
Cobrar dietas y ascender quizás hasta comandante, si eran afortunados. Sin
embargo, ella tenía energía, coraje y deseaba ser piloto. Sabía que podía
hacerlo bien. Era muy buena en lo relativo a las pruebas físicas y a la pericia
en el manejo del simulador. Pero eso no importaría si sus calificaciones no
mejoraban. Y entonces cometió aquel fatal error. O mejor dicho, le puso a ese
cerdo la cosa en bandeja de plata cuando, en un arranque desesperado, declaró.
-Señor, haré cualquier cosa. ¿No hay
posibilidad de repetir el examen?- Insistió con el gesto demudado.-
Seil
se sonrió no sin perfidia. Se levantó de su sillón observando a esa jovencita
tan desesperada. Su pantalón estaba en desorden otra vez, pero en esta ocasión
marcaba claramente una parte de su cuerpo. Acercándose a la muchacha le susurró
al oído en tanto sujetaba una muñeca de ella y le guiaba la mano hacia su
entrepierna.
-Siempre hay algo que podrá usted hacer.
Jane
se quedó paralizada sin atreverse a reaccionar. Su mano derecha estaba ahora
posada sobre aquellas partes de su interlocutor. En tanto éste tornaba su
calmado tono anterior en otro más apasionado, afirmando entre jadeos.
-Sé de sobra que se estará tirando a
Malden a cambio de ayuda. Pero debió pensarlo mejor. ¿Para qué acostarse con
otro alumno pudiendo hacerlo con el profesor?
La
muchacha le miró entonces entre atónita, asustada y asqueada. Ganas le daban de
salir corriendo de allí. De gritar e incluso de denunciar aquello. Pero, ¿qué
probabilidades tendría de ser creída? Seil podría decir que ella se estaba
tomando venganza por no haber logrado mejor nota.
-En el aula contigua nadie nos
molestará.- Susurró él urgiéndola con premura.- ¡Vamos!, ¿Quiere tener alguna
oportunidad? ¿Sí o no?
-Sí- pudo sollozar la joven.- Deseo
tener una oportunidad, señor…
Sin
mediar más palabras Seil la indicó que se levantase, abrió la puerta de su
despacho y caminó hacia la clase que estaba enfrente. A esas horas ya estaba
cerrado. Seguramente por eso la citó aquel día y en ese momento. Lo que sucedió
después Jane prefería olvidarlo. Tuvo que arrodillarse ante ese fofo tipo y
chupar aquello. Pese al asco que le daba lo hizo de modo solicito. Después él
la pidió que se desnudase. Ella lo hizo, tumbada sobre una de las mesas ese
individuo, tras desvestirse a su vez, colocó sobre ella su grasoso cuerpo y la
penetró en tanto le confesaba entre jadeos.
-¡Ah! ¡Cómo me gustas! Quería hacerte
esto desde el primer día. ¡Qué bien lo vamos a pasar! ¡Vas a ser mi putita!
Ella
se limitó a moverse cuando ese cerdo se lo pidió, incluso a jadear para
complacerle el ego. Después cerró los ojos hasta que aquel tipo la sacó. Encima
la llenó de aquel viscoso fluido una vez terminó. Tras unos interminables
momentos de silencio, el profesor pasó a vestirse como si nada hubiera pasado.
Mucho más complacido, dijo con recobrado tono cordial y pausado.
-Siendo así de razonable creo que una A
no estaría de más. Pásese por aquí en el próximo examen. Traiga una bolsa para
la ropa, ya le diré lo que debe llevar puesto…
Jane
solamente pudo asentir en tanto se vestía. Al fin, sintiéndose sucia y vejada
salió a todo correr. Pudo controlar a duras penas sus ganas de llorar.
Necesitaba estar sola durante un rato. En cuanto llegó a la residencia de
estudiantes se duchó y se lavó como si su vida dependiera de ello. Más tarde, y
más calmada marcó el número de Leval. Quería estar con él. Olvidar a ese viejo
fofo asqueroso. Entonces contestaron, era su novio. La joven sonrió al verle.
Sin embargo, el chico la obsequió con una mirada de desprecio e ira. ¡Se había
enterado! Jane no sabía como pero él estaba al tanto de lo que había sucedido
entre su profesor y ella. Después de lo mal que lo pasó. De aquel trago
terrible, su novio la estaba acusando de ser una puta. Y realmente lo era.
Entonces estalló. Desahogó su enfado precisamente con él. Ese chico no lo
comprendía, para los hombres era mucho más fácil. A ella le exigirían mucho
más. Y encima no era tan brillante. De este modo terrible terminó la
conversación y la relación que ambos habían mantenido. Tras cortar la comunicación
Jane solamente pudo llorar. Así estuvo durante la tarde entera. Pero desde ese
mismo instante se prometió ser dura, no tener escrúpulos con nada, ni con
nadie. Quería llegar hasta el final. Y una vez comenzado ese arduo camino no lo
desandaría. Si debía acostarse con todos los Seil de la academia para lograrlo
eso haría. Si tenía que ligarse a otro alumno más brillante que ella lo
conquistaría.
-Sí, eso hice.- Se decía entre suspiros
de pesar y tristeza mientras rememoraba aquello.- Y lo volvería a hacer.
Pero
la pillaron. Un día una comisión de oficiales de alto rango, entre los que se
encontraba un capitán, llegó a la academia. El curso estaba terminando y ella
no había cruzado ni una sola palabra más con Leval. Le sorprendió que la
llamasen al despacho del general director. Más todavía cuando, a pregunta suya
del motivo, nadie quiso responderle. No tuvo más remedio que obedecer y acudió.
Al tocar a la puerta y serle indicado que entrase vio que allí, además de su
comandante en jefe estaban el citado capitán, de nombre Hillis y la entonces
mayor Simmons.
-Descanse – le ordenó severamente el
general.- Siéntese alférez.
-Sí, señor.- Obedeció ella tomando
asiento en un butacón próximo.-
-El capitán Hillis y su grupo están
efectuando una investigación en la Academia.- Le contó su superior.- Ha llegado
a nuestro conocimiento que ciertas personas han estado llevando a cabo
actividades cuando menos deshonrosas para el uniforme que visten. No me andaré
con rodeos. Usted hasta ahora ha sido una buena cadete. Pero tenemos informes
de que ha usado sus, digamos atributos femeninos, para obtener mejores
calificaciones.
-Señor, yo…- Trató de justificarse con
tono nervioso y atemorizado.- No sé de qué habla.
-Mentir no le va a ayudar.- Terció el
capitán de navío Hillis, un tipo de pelo grisáceo y facciones duras.- Hemos
descubierto que el comandante Nicholas Seil se ha estado aprovechando de
algunas cadetes. Tenemos varias denuncias sobre la mesa y cuando le interrogamos
se derrumbó confesándolo todo. Y una de las cadetes que él mencionó fue usted.
Pero lo que más nos ha llamado la atención, no es su despreciable proceder,
indigno de un oficial y de un profesor, lo curioso es que no tenemos ninguna
denuncia suya, alférez.
Jane
se sintió atrapada. Solamente fue capaz de bajar la cabeza y sollozar. ¡Estaba
acabada! Si al menos lo hubiera denunciado…pero ella aceptó las consecuencias y
quiso utilizar aquello. No lo buscó, pero lo aceptó. Al fin, tras unos instantes
en los que nadie habló, fue la mayor Simmons quién se dirigió a la desolada
joven con un tinte más amable y comprensivo.
-Ser cadete no es fácil. Si se es mujer
todo se complica más aún. Crea que lo sé perfectamente. Sin embargo, esto es
algo muy grave. Alférez, ha sido víctima de abusos y estupro. Podría ser
incluso que de violación. Pero usted no lo denunció.
-Te...tenía miedo.- Pudo balbucear ella
sin saber qué más decir.-
-Sus compañeras también lo tenían.-
Replicó con más dureza Hillis, sentenciando.- Y a pesar de todo hicieron lo
correcto. Lo que debe esperarse de un alguien dispuesto a ser oficial. Sufrieron abusos en varias ocasiones pero se
sobrepusieron y tuvieron el arrojo de contarlo. Ellas si han sido víctimas.
Como a tales se las tratará, sin mancha ninguna en sus hojas de servicios. Al
contrario, tendrán el reconocimiento al valor que han demostrado. Usted, en
cambio, se avino a mantener relaciones sexuales con el comandante Seil. Él nos
contó que cada vez que tenían un examen se acostaban juntos.
-¡No tuve otra salida!- Gemía ella con
los ojos bañados en lágrimas.- Era eso o no poder promocionar.
-Sí la tuvo. Pudo venir al despacho del
general e informarle. Como hicieron las demás.- Intervino la mayor Simmons
ahora con menos consideración.-
-Desgraciadamente ahora es usted quien
no nos deja otra salida.- Suspiró el general tomando la palabra en tanto se
levantaba.- Será expedientada y expulsada de la academia. Lo mismo que Seil.
-¡Por favor, mi general!- balbució ella
tratando de levantarse entre lágrimas.- ¡Se lo suplico!
-Si le sirve de consuelo, el comandante
Seil será licenciado con deshonor y expulsado también del ejército.
Independientemente del juicio y la más que probable condena a prisión que
sufrirá.- Añadió Hillis.-
La
muchacha apenas si prestaba atención a esas palabras. Era como si estuviera muy
lejos. Ya nada importaba. Aquel terrible sacrificio no le había servido para
nada. Su sueño y su vida habían sido hechas pedazos en un instante. Fue entonces
cuando el general agregó con un tinte menos duro y más conciliador.
-Esa es mi decisión sobre usted, salvo
qué…
Jane
le miró entre sorprendida y expectante. Quizás el general esperaba la reacción
que ella tuviera. La chica en efecto asintió apresurándose a decir con voz
atropellada y suplicante.
-Haré lo que me pidan. ¡Lo que sea!
-¿Está segura de eso?- Inquirió la mayor
Simmons.-
-Sí, señora.- Se reafirmó rotundamente
la joven.- Lo estoy.
Y
tras mirarse durante unos momentos sus superiores parecieron estar de acuerdo
en algo. Fue el capitán quién la hizo sentarse una vez más y le explicó.
-Muy bien. Entonces esto es lo que usted
hará…
Jane
fue trasladada a la academia del UNISON en Los Ángeles. Allí pudo terminar y graduarse
como segundo teniente con su expediente inmaculado. A cambio, pasó a desempeñar
una serie de misiones de índole secreta. Supo de la partida de la SSP-1 ¡ojalá
hubiera podido ir! Después se enteró de su desaparición y posterior regreso, además
de ese mundo que habían descubierto y terraformado. Toda una aventura. Pero
tuvo suerte. Al poco surgió el proyecto de la SSP-2. ¡Y ella fue elegida para
ir! Además de ser ascendida a primer teniente por mor de ese traslado. Pero eso
tenía un precio. Y ese era la misión que le encomendaron.
-Me guste o no debo seguir adelante con
ello.- Pensaba mientras salía del pasillo acercándose a la zona de las
habitaciones.- Mi propio padre nunca me quiso aquí. Para él éste no era mundo
para mujeres. Quizás tuviera parte de razón. – Reflexionó con amargura.- No lo
es porque algunos hacen lo posible por convertirlo en una pesadilla para
nosotras. Tenemos que demostrar el doble que cualquier hombre para llegar a su
misma posición.
No
tuvo ocasión de pensar mucho más en sus propias circunstancias. Una tremenda
explosión sacudió el edificio. Jane se arrojó al suelo en un acto reflejo. A
los pocos instantes se atrevió a ponerse en pie. Todo era un caos, ruidos de
sirenas de alarma, gritos de soldados y oficiales, muchos corriendo de acá para
allá en busca de instrucciones. Algunos droidos médicos y personal sanitario de
la base se ocuparon de atender a los heridos. Por fortuna, tampoco hubo
víctimas mortales.
-¡Ha sido en la sala de comunicaciones!-
Exclamaba uno.-
-Rápido, hay que enviar un equipo de
extinción y una ambulancia.- Gritaban otros.-
Corrió
a su vez tratando de enterarse mejor de lo sucedido. Aunque, para su sorpresa, dos
soldados le salieron al paso. La comandante Simmons estaba allí junto con esa
teniente segunda.
-¡A ella es a quién yo vi! Me preguntó
por la sala.- Denunció Susan mirándola con inquina.-
-Llévensela.- Ordenó Simmons.-
-¿Qué significa esto?- Quiso saber la
oficial.-
No
obtuvo respuesta, fue puesta en custodia y encerrada en una celda de otro
edificio en tanto se sofocaban las llamas del barracón principal. El mayor
Shulth y su segundo al mando el teniente Pavel Kovac, se unieron a los demás.
-¿Qué ha pasado?- Inquirió el jefe de
escuadrilla.-
-Otro sabotaje, señor, pero hemos capturado
a la sospechosa.- Le informó Susan.-
-Informen
de inmediato al capitán Deloin.- Le ordenó Simmons.-
Shulth
se aprestó a obedecer. Al poco, tanto el capitán como otras autoridades, se
presentaron allí. También Olivia y Celia, junto con otros oficiales de menor
rango, acudieron.
-Se ha montado una buena.- Comentó la
mejicana con visible inquietud.-
-Otro ataque más.- Repuso una también preocupada
Celia.- Aunque parece que han atrapado a alguien…
Así
fue, sin más explicaciones metieron a Jane en el calabozo. A la espera de ser
llamada a declarar. La muchacha no podía creer lo que le estaba pasando. Y esa
maldita zorra. ¿A cuento de qué la había acusado?
-Debe ser ella. ¡Lo ha orquestado todo! -
Pensó.-
Pero
no pudo tener la oportunidad de hablar con nadie. Estuvo aislada sin recibir
ninguna visita. Pasaron varias horas y finalmente el sueño la venció. Entre
tanto, en otra parte de la nave y tras el atentado del parque, todos fueron a
dormir. Fue al despertar al día siguiente cuando Tracer y los demás oficiales
supieron del nuevo ataque y encima en su propia base. El alto mando no quiso
avisar a nadie más. Parecía fundamental mantener el secreto. Incluso llevaron a
los heridos a un complejo sanitario exclusivamente militar. Eso le comentó un
oficial por orden de su superior, el comandante Enset, a Rick, que estaba en su
residencia junto con el mayor Kiros. Allí recibieron una transmisión por vía
interna
-¿Qué demonios ha pasado?- Exclamó
Tracer.- ¿Quién ha hecho eso?
-No estamos del todo seguros, señor.-
Replicó el oficial que comunicó con él.- De momento tienen en custodia a una
teniente. Una tal Gray.
-¡No es posible!, esa es mi segunda al
mando.- Repitió Rick entre incrédulo y anonadado.- Voy enseguida para allá.
Kiros
escuchaba desde el otro extremo del salón. Tras haberse despertado y tomar una
ducha, había salido con una simple toalla cubriéndole por la cintura. Al
parecer, otro atentado más había tenido lugar.
-¿Qué ha sucedido?- Preguntó a su compañero
de piso en tanto éste se ponía el uniforme.-
-Tengo que ir al puesto siete. Una
explosión. Ayer, un poco después de lo del parque en el sector tres.
-Voy con usted.- Repuso Kiros.-
-No hace falta.- Rechazó Tracer que no
parecía estar de humor.- Esto no me gusta. Mejor que haya alguien que vigile
esta zona. Y deja de llamarme de usted. Al menos aquí, ¡leche!
El
saiyajin asintió. Si eso es lo que quería su compañero. Reservaría ese trato
para cuando estuvieran de servicio. Sin embargo, no comprendía para que querría
leche ahora. Pero no le dio mucha importancia. Así él, como hoy tenía permiso,
pasaría una vez más por esa cafetería. Al menos cuando acabase la jornada.
Esperaba ver a esa hermosa chica pelirroja otra vez por allí. En ese momento,
la citada jovencita estaba trabajando con sus compañeras. En el laboratorio
había mucha actividad. Aunque al parecer, algunas componentes del equipo no
estaban demasiado centradas.
-Acércame las muestras del experimento
cinco.- Le pidió Penélope a Keiko.-
La
joven buscó aquel recipiente sin lograr verlo. La doctora Winters la observó
con algo de impaciencia.
-Vamos, lo necesito enseguida o perderé
el componente químico para la reacción.
-Aquí está, Penélope.- Se anticipó
Melissa.-
-Lo siento, no lo veía.- Musitó la
azorada chica.-
-Tranquila.- Repuso Penélope una vez
llevó a cabo la prueba.-
Mei Ling por su parte
sí que llevaba a cabo bien su tarea, pero la hacía de forma mecánica, ciñéndose
a la rutina. Fiel a su costumbre no hablaba mucho durante el trabajo. Solo lo
estrictamente necesario para llevarlo a cabo de modo eficiente. Lo contrario
podría aplicársele a Caroline que no dejaba de charlar.
-¡Menos mal que todas estáis bien!-
Exclamaba con su tono tejano más típico.- Cuando mi Ernie y yo nos enteramos de
lo ocurrido nos preocupamos mucho. Llamé pero ninguna me contestaba.
-La explosión debió de dañar alguna
estación de repetidores.- Conjeturó Melissa sin dejar de observar el semblante
cariacontecido de Keiko.- Espero que lo hayan reparado.
-O nos tocará a nosotras.- Suspiró
Caroline.- Aunque eso es lo de menos. Por suerte me comentasteis que ninguna
persona salió herida.
-Cada vez que pienso en los niños que
había allí.- Intervino Melissa llena de enfado ahora.- ¡Malditos canallas!
-Chicas, dejemos eso ahora y terminemos
con las pruebas. Estos experimentos son importantes.- Intervino Penélope
haciendo gala una vez más de su carácter más templado.-
Ya
no era tan cortante y fría como en el pasado. Desde entonces habían cambiado
muchas cosas. Pese a ello la doctora Winters mantenía esa calma tan necesaria
en situaciones de esa índole. Por supuesto que ella estuvo allí y pensaba igual
que sus compañeras. Éstas, percatándose de ello, dejaron los comentarios hasta
terminar. Cuando lo hicieron pararon a reponer fuerzas. Un breve almuerzo en el
que cada una comió lo que se había traído de casa o bien sacó algo de las
máquinas. Esa pausa no era demasiado larga y no deseaban parar en exceso su
ritmo de trabajo. Prosiguieron luego hasta la tarde. Al fin concluyeron la
jornada.
-¿Vamos a la cafetería de Gin?- Les
propuso Caroline.-
-No sé si habrá abierto hoy.- Dudó
Melissa.- Con todo el jaleo de ayer…
-Para esa chica su trabajo es como para
nosotras el nuestro.- Sentenció Penélope afirmando convencida.- Habrá abierto,
no te quepa la menor duda. Pero yo no voy. Quiero ver a Rick.
Y
la doctora les deseó que pasaran una buena tarde. Después se alejó.
-Yo ya he quedado.- Afirmó Mei Ling,
quien por otra parte casi nunca se unía a ellas.- Hasta luego.
La
vieron marchar sin darle demasiada importancia. La oriental solía hacer eso.
Keiko suspiró sin levantar mucho la vista. Caroline entonces se dirigió a esa
muchacha con tono jovial.
-¡Vamos! ¡Anímate chica!...llevas mustia
todo el día.
La
interpelada fracasó en un intento por sonreír. La tejana entonces, merced a su
mayor edad y experiencia, cruzó una mirada con Melissa. Estaba claro que a esa
jovencita le pasaba algo. Y debía de ser una cosa de la que no quería hablar
estando ella delante. De modo que, con toda su cordialidad, añadió.
-Yo voy yendo a reservar sitio. Por si
luego venís y queréis sentaros. ¡Ya sabéis que se pone, de bote en bote!
La
mujer se marchó tras recibir dos educadas inclinaciones de cabeza. Keiko
suspiró entonces llevándose ambas manos al pecho. Bajando el mentón y cerrando
los ojos.
-¿Qué te sucede?- Le preguntó
amablemente Melissa.- Llevas así desde esta mañana.
-Tengo muchas cosas en las que pensar.-
Musitó la chica.-
-Si en algo te ayuda hablar, aquí me
tienes.-Le ofreció su amiga.-
Keiko
la miró diríase que con expresión de súplica. Por un lado deseaba desahogar
todo lo que llevaba en su interior. De otro le daba incluso miedo el sincerarse
con su compañera. No podía olvidar quién era. Aunque se decidió finalmente
cuando su interlocutora le comentó en tanto salían del laboratorio y del
edificio, para caminar por la calle.
-Todos tenemos cosas que nos preocupan,
o nos avergüenzan. En mi caso mi pasado no fue todo lo digno y limpio que debió
ser. Y todavía trato de enmendar las cosas. Sea lo que sea lo que te angustia
no soy quién para juzgarte y nunca lo haré. Pero sí para escucharte y tratar de
darte el consejo de una amiga.
La
muchacha entonces sonrió. Eso sí, con el rastro de alguna lágrima. Y poco a
poco comenzó a confesar con voz queda cuando llegaron al parque y tomaron
asiento en un banco algo apartado de la gente.
-Cuando supe de la existencia de esta
nave y el viaje que iba a hacer, quise venir. Eso lo sabes. Pero no fui sincera
en cuanto a los auténticos motivos. Es cierto que me apasionaba ir a otros
mundos, conocer gente nueva. Pero sobre todo quería alejarme.
-¿Alejarte?- Se sorprendió Melissa.-
¿Alejarte de qué?
-Podría decirte que de la sombra de mis
padres. O pretextar que deseaba hacerme una carrera como investigadora por mí
misma…
Su
compañera la miraba ahora con gesto de sorpresa. Keiko apenas pudo sonreír
levemente para remachar.
-Quizás también exista una parte de eso.
Pero mentiría si te dijera que es lo fundamental.
-Entonces ¿qué es?.. – Quiso saber
Melissa apuntando en lo que parecía la dirección correcta.- ¿Algún desengaño
amoroso?
-Así es.- Suspiró la muchacha.- No
quería que lo supiera nadie, nunca. ¡Pero no puedo soportarlo más! - Sollozó.-
-Tranquila.- Le pidió afectuosamente su
oyente.- Te entiendo. Una vez también tuve el amor a mi alcance. En mi caso
renuncié estúpidamente a él.
-En el mío nunca tuve posibilidad de
alcanzarlo. Es más, hice lo que pude por alejarme. Por eso me vine.- Admitió
finalmente la joven.- Porque no podía seguir allí, viéndoles juntos a ambos.
Tantas veces a su lado. Conociéndonos desde siempre.- Balbucía ahora entre el llanto.-
-Esas personas te son muy cercanas
entonces. ¿No es así?...- Conjeturó Melissa acertando una vez más.-
-Sí, igual que lo son para ti. Yo…no me
embarqué en esta nave para buscar aventuras, ni por mor de la investigación… ¡hui!…
lo hice porque no podía estar más tiempo junto a ella y a su novio…cada vez que
él la besaba, o que la abrazaba, era una tortura para mí…-Remachó entre
sollozos.-
Melissa
abrió los ojos como platos y apenas sí pudo replicar.
-¡Estás hablando de Mimí y de Ken! ¿Se
trata de ellos, verdad?
Su
contertulia a duras penas asintió unas cuantas veces tapándose la cara con
ambas manos en tanto se inclinaba sobre su asiento sin dejar de llorar. Su
compañera posó una amistosa mano sobre la espalda de la desolada chica.
Enseguida creyó entender.
-Ese muchacho es realmente guapo, sí.
Supongo que para ti sería duro enamorarte de él siendo el novio de Mimí. Las
dos sois como hermanas. Hiciste lo que una verdadera hermana haría. Dejarla ser
feliz con él y no interponerte.- Suspiró entre compresiva y llena de
admiración.- Lo siento mucho, pero ya verás cómo aquí podrás conocer a algún otro
muchacho que sea encantador. Así, poco a poco, olvidarás a Ken…
La
risa de Keiko la interrumpió. Era una carcajada sin embargo, amarga, combinada
con ese llanto. Melissa la observó ahora incluso asustada. ¿Qué le habría dicho
para que reaccionase así? Para su total asombro no tardó en descubrirlo, la
propia joven, tomando una mano de su compañera entre las suyas, le desveló…
-No lo has entendido, Melissa. Yo no
estaba enamorada de Ken. ¡A quien yo amo es a Mimí!
Su
interlocutora abrió la boca sobrepasada por el asombro más absoluto. La
muchacha entonces añadió, una vez más con crecientes lágrimas y un tono que
rayaba en la desesperación e incluso en la vergüenza.
-¿Me comprendes ahora? ¡Mi mejor amiga
desde que éramos niñas! Siempre la quise como a una hermana. Y sé que ella a mí
también. Pero, ¡no sé cómo me sucedió!…, lentamente me fui enamorando de ella.
Quería estar a su lado, compartirlo todo. A veces tenía que refrenarme para no
besarla. Y lo peor es que yo sé perfectamente que Mimí jamás compartirá ese
sentimiento por mí. Luego comenzó a salir con Ken. Es un buen chico, y guapo, sí,
tienes razón. Lo obvio habría sido pensar que me hubiera enamorado de él nada
más conocerle y apartarme de ellos para no hacerle daño a mi amiga de toda la
vida. Pero cada vez que les veía juntos, ¡abrazándose, besándose! Era como si
me clavasen un puñal en el corazón. Él estaba ocupando el lugar que yo habría
querido para mí. ¿Y qué podía hacer? salvo sonreír delante suya.
-¡Oh, Dios mío!- Suspiró Melissa llevaba
por el pesar e incluso la compasión.- Ha tenido que ser terrible para ti, mi
niña. ¡Cuánto lo siento!
-¿Cómo podría haberles explicado eso a
mis padres, o a los de Mimí?- Gimió Keiko realmente atormentada por ese
pensamiento.- Tenía tanto miedo de que lo descubrieran. ¡Sobre todo, ella!. No
hubiese podido soportar que me odiase, o peor, que me despreciara y perder su
amistad…me habría muerto de dolor y de vergüenza.
Melissa
la abrazó dejándola llorar. Sin saber
qué otra cosa hacer trató de consolar a esa pobre chica con palabras amables.
-Pero tú no tienes la culpa. No se elige
de quién uno se enamora. Y el amor es un sentimiento bonito. Mimí jamás te
hubiese despreciado. Solamente te habría dicho que no podía compartir eso. Además,
todavía le da más valor a lo que has hecho. La quieres tanto que has sido capaz
de renunciar a ella. Y puedo decirte lo mismo que antes. Si tu inclinación es
esa, no desesperes. Hay muchas chicas a bordo, puede que alguna esté destinada
para ti.
-Gracias Melissa. Aunque precisamente eso
era lo que no estaba preparada para oír. Sí, puede que ella lo comprendiera,
pero nuestra relación jamás hubiera sido ya la misma.- Pudo musitar Keiko
limpiándose las lágrimas.- No podré volver a verla hasta que lo haya superado. Y
no sé si alguna vez seré capaz de hacerlo. Quizás vuelva a enamorarme, sí.
Puede que incluso lo haya hecho ya. Pero no es cuestión de que me decida por un
hombre o una mujer. Realmente, eso no es lo importante. Yo, bueno…me siento
atraída por la persona. No por su sexo.
-¿Eres bisexual?- Inquirió su
contertulia.-
-Más bien pan sexual.- La corrigió la
interpelada.- No miro el sexo, sino el alma de la gente. Me enamoro de sus
sentimientos, de su personalidad… no sé cómo explicarlo.
-¿Y dices que puede que te hayas vuelto
a enamorar? - Le recordó Melissa mirándola con curiosidad.- ¿Aquí?
-Así
es.- Admitió la aludida que entonces agregó algo más calmada, aunque todavía
preocupada.- Es que ayer me pasó algo. Digamos que he conocido a dos personas
en esta nave. Y me siento atraída por las dos. Una es un hombre, la otra una
mujer. Y no sé qué hacer…
Ante
tamaña confesión la doctora Prentis tampoco sabía que responder. Tras meditar
por unos instantes recurrió a lo más lógico y al tiempo socorrido en estos
casos. Sugerir precisamente eso…
-Debes darte tiempo. Al final,
seguramente que tu corazón se decantará por alguno de los dos. Pero no te
angusties. Tienes que seguir adelante con tu vida. Hay mucho que hacer y
también que disfrutar. Eres demasiado joven para vivir tan atormentada. Confía
en mí, lo sé. - Remachó sonriéndole con verdadero afecto para ofrecerle.-
Venga, te invito a algo de merendar. Eso siempre alegra, no sé si el alma, pero
seguro que sí el estómago.
Keiko
la miró visiblemente agradecida y le dio un estrecho y fuerte abrazo. Así se
mantuvieron un rato hasta que, al separarse, su confidente trató de animarla.
-Vamos a ver si Caroline nos ha
reservado sitio. ¿Te apetece? Yo desde luego ya tengo hambre.
-Sí - sonrió más ampliamente su
contertulia tras enjugarse las lágrimas.- Yo también. Y gracias, muchas gracias,
Melissa. Por ser mi amiga y escucharme.
-No hay de qué.- Repuso afectuosamente
ésta, repitiendo.- Anda, no lleguemos tarde…
Y
eso hicieron las dos levantándose de aquel banco y poniendo al fin rumbo hacia
la cafetería. Por su parte Mei Ling quería ir a casa. Después aguardar a que su
novia terminase el turno y quedar. Tenía mucho de qué hablar con ella. Aquella
conversación había sido postergada por los acontecimientos. No deseaba que eso
volviera a suceder. Aunque cuando estaba ya llegando a la entrada de su bloque
de pisos el corazón casi se le paró. Allí estaba su ineludible primo Zhao.
-Buenas tardes, estimada prima.- Saludó
él con tono neutro que no traicionaba su imperturbable semblante.- Ya empezaba
a pensar que no vendrías.
-Por favor, te lo pido. ¡Déjame en paz! -
Pudo replicar ella con tono tembloroso.-
El
interpelado caminó despacio al encuentro de su pariente, iba de paisano y
guardaba las manos en los bolsillos de su pantalón. Entonces asintió rápidamente
y de forma repetida para repetir en un tono de falsa reflexión.
-Que te deje en paz… bueno, no sé
exactamente cómo interpretar eso. Verás, la paz es un concepto bastante
metafísico, ¿no crees?...y me pregunto, ¿acaso puede pedirla para sí alguien
que se la niega a otros?
-Esa nunca fue mi intención.- Se
defendió la joven.-
-No sé si sería tu intención o no. El
hecho es el que es. Mei Ling. Has deshonrado a nuestra familia.- Escupió ahora
él con patente enojo.-
La
muchacha apartó la mirada de él. Sencillamente no podía enfrentarla. Por mucho
que le doliera o que se negase a aceptar aquello, su primo tenía razón. Al
menos desde el punto de vista de sus familiares y las costumbres tradicionales
tan ancestralmente arraigadas todavía en su pueblo y su cultura.
-Tú conoces perfectamente cuál es tu
deber.- Siguió acusándola su interlocutor.- Los sacrificios que tus padres
hicieron por ti, su única hija. Tantos años de duro trabajo y esfuerzo para
labrarse un porvenir y para hacer que tú pudieras estudiar. – Sentenció
rebajando un poco ese tono tan duro y trocándolo en otro algo más
condescendiente al añadir.- Y creo que esa fue una buena decisión. Siempre
fuiste una joven inteligente y hermosa. Deseabas tener una carrera y dedicarte
a la ciencia. Bien, tu madre y mi padre eran hermanos. Provenían de familias
humildes. A buen seguro tendrían sus propios sueños y anhelos. Sin embargo, aceptaron
sus deberes y se casaron ¡con quién debían!... Luego nacimos nosotros. Yo aún
estoy por prometerme. Pero tú ya lo fuiste. ¡Y tuviste una gran suerte! Es un
joven apuesto, de familia adinerada que no solo no quiso pedir la dote por ti,
sino que se ofreció a pagar una. ¡Incluso han prometido perdonarles las deudas
a tus padres! Y tú no ignoras que esas deudas tuvieron que adquirirlas, entre
otras cosas, para costear tu exquisita educación, porque ni con tus becas
podías pagarla. ¡Y todo eso fue posible porque él, tu prometido, te ama! Su
familia os prestó el dinero, todo estaba apalabrado…y tú jamás dijiste nada en
contra.
Hubo
un denso e incomodísimo silencio. Mei Ling no parecía querer contestar,
finalmente se armó de valor y dignidad.
-Y a pesar de que tienes razón en todo
lo que has dicho, yo no le amo a él.- Pudo musitar la muchacha al fin.- Sí, es
un buen hombre y me quiere. Eso no lo puedo negar…Le conozco desde que éramos
niños. Le aprecio mucho. Pero no tengo ningún sentimiento de amor hacia él.
-Tampoco mi padre o tu madre les amaban
cuando se desposaron con mi madre o tu padre.- Replicó su ofendido primo.- Eso
del amor se va adquiriendo con el tiempo. Precisa de paciencia y de
comprensión. Y él y su familia han dado
ya muchas muestras de esa paciencia y comprensión. Diría yo que demasiadas. Respetaron
tus deseos de ir a estudiar al extranjero y de trabajar un par de años en
América. Después prometiste retornar y cumplir con tu deber. Y no obstante,
aquí estas.- Remachó encogiéndose de hombros, para mirarla con incredulidad y
preguntar.- Y bien… ¿Cómo puedes explicármelo? Ayúdame a entenderlo ¿Cómo se lo
podríamos explicar a ellos?...
La chica escuchaba
eso sin ser capaz de replicar. En cuanto supo de aquel compromiso sabía que no
tenía opción. Solamente la angustia la impulsó a buscar una vía de escape.
Primero pretextó poder terminar sus estudios. Luego viajar a América y más
tarde se excusó diciendo que estaba trabajando en unos prestigiosos
laboratorios. Eso era cierto pero en cuanto pudo y se enteró de la
disponibilidad de plazas en la SSP-2 se apuntó. Logró ser seleccionada y huyó.
No le gustaban los hombres y jamás habría podido casarse con uno. Su primo Zhao
supo de su partida pero no del motivo real. Quizás pensase que ella anteponía
su carrera a la obligación para con su familia. O que simplemente, tal y como
le había confesado ahora, que no estaba enamorada de Chen Chang, que ya debería
a estas alturas ser su esposo. Y con ese nombre, que vendría a significar algo
así como tesoro próspero, y que hacía más que justicia a él y a su acaudalada
familia, era algo que sencillamente, bajo la óptica de su cultura, no se podía
comprender.
-De verdad que no te entiendo.- Seguía
martilleándola el joven.- ¿Qué es tan importante para ti como para ofender y
deshonrar de esta manera a tu propia sangre?
Para Zhao a buen
seguro que su prima podría haberse enamorado de algún estudiante o compañero de
trabajo. Pero tras investigar no vio que frecuentase la compañía de ninguno.
-No sé qué decir.- Musitó ella bajando
la mirada.- Solamente te pido que me perdones.
Pero
esas palabras distaron mucho de calmar al chico que suspiró como si quisiera
armarse de paciencia ante alguien que por enésima vez no hubiera entendido nada
de lo que acababa de decir.
-No soy yo quien tiene que perdonarte,
Mei Ling. ¿Es que no lo entiendes?- Resaltó su enojado primo.- Son tus padres y
la familia de tu prometido los que deberían escuchar esa disculpa. ¿Qué te está
pasando? De niña nunca fuiste así. Eras la hija ejemplar. Al menos lo fuiste hasta
ahora… ¿por qué? ¿Por qué les estás haciendo tanto daño?
Ella sabía que así
era. Lo cierto es que a los ojos de los suyos su comportamiento era realmente
extraño, por no decir muy grosero y hasta desagradecido y ultrajante. Era
faltar por completo a sus deberes y mostrarse no únicamente irrespetuosa con
sus deberes y las tradiciones, sino terriblemente egoísta por despreciar así a su
familia. Pero ella les quería, no en vano eran sus padres y sabía del tremendo
sacrificio que significó para ellos costear su educación. En eso pensaba en tanto su primo añadió, al
esperar en vano una respuesta más clara.
-Realmente no te comprendo. Ahora nada
se puede hacer. Al menos hasta que volvamos, si es que lo hacemos. Pero, si
pese a todo podemos retornar a la Tierra, espero de ti que sepas al fin
comportarte con decoro. Disculparte ante ellos y aceptar tu compromiso y tu
obligación como buena hija.
Y
sin esperar ya una respuesta se alejó. Mei Ling solo pudo verle ir sin ser
capaz todavía de reaccionar. ¿Qué iba a hacer? Suspiró entre lágrimas. Ahora
solamente deseaba ver a Maggie y sincerarse. Si su pareja la apoyaba estaría
dispuesta a cualquier cosa. Incluso a ser repudiada por su familia.
-Sería capaz incluso de algo tan
terrible únicamente por ti.- Suspiró sin dejar de llorar en silencio.-
Precisamente su novia
estaba acabando el turno. Tanto ella como Giaal aguardaban a sus relevos. Y
estos por fin llegaron. Aunque en esta ocasión se trataba del doctor Luke
Benson que vino acompañado por esa irritante enfermera, la tal Marek. Y ésta,
como no, venía deshaciéndose en sonrisas con aquel atractivo médico, moreno, de
estatura media y bastante educado. De hecho, nada más llegar les saludó con
amabilidad.
-Buenas tardes, doctor Ginga, enfermera
Kendall. Ya estamos aquí. Seguro que deseaban vernos.- Sonrió el facultativo.-
Maggie
le devolvió la sonrisa en tanto Giaal recogía un poco el instrumental. La
muchacha pensó que éste al menos era educado y sobre todo, puntual. Lo malo es
que esa idiota había venido pegadita a él. Seguro que estaba encantada de
compartir turno con aquel hombre.
-La verdad es que ya son muchas horas de
guardia.- Admitió entonces ella.- Y más tras lo de ayer.
-Sí, me enteré.- Comentó el
cariacontecido médico.- Usted y el doctor Ginga hicieron una magnífica labor
según me contó el doctor Lester.
Aquello
tomó por sorpresa a la enfermera. No hubiera esperado que ese seco y antipático
facultativo la elogiase. Sonrió de forma amplia y sincera para declarar.
-Cualquiera de nosotros hubiéramos
actuado igual. Tenemos un juramento y una vocación, para auxiliar a cualquier
persona que lo precise.
Ese
apuesto doctor le sonrió igualmente sin dejar de mirarla. Asintió y se alejó un
poco para comentar las incidencias del día con Giaal. Empero, Marek no
desperdició aquellos breves momentos de las dos a solas para aproximarse a su
colega y susúrrale con un tonillo de retintín.
-No seas tan avariciosa. Tú ya tienes a
tu doctor. Deja al resto para las demás. ¿O que es eres inagotable?
El
gesto de la aludida se trocó en una apariencia de malestar apenas contenido.
¿Qué se pensaba esa estúpida? Esta vez, sin embargo, no se contuvo.
-No todas vamos tratando de ligar por
ahí con el primer hombre que nos saluda, Marek. Deberías hacértelo mirar.
Turno
de su interlocutora para poner mala cara. Y de espetar
-¡Al menos yo no voy por ahí creando
falsas expectativas a nadie! Soy honesta con quién me atrae. Te dejas mirar mucho…y por mucha gente. Y eso
te gusta, ¿verdad? ¡como a todas las busconas!
Su contertulia la
miró entre atónita y enfadada. ¿Cómo se atrevía esa estúpida a meterse con ella
así? Iba a soltarle una adecuada réplica pero por suerte aquello no llegó a
más. Giaal se aproximó tras haber puesto al corriente a su relevo de cualquier
incidencia acaecida.
-¿Te vienes? – Le ofreció a Maggie.-
-Encantada.- Replicó ella dedicándole
una poco amistosa mirada a su colega enfermera añadiendo casi entre dientes.-Tengo
unas enormes ganas de salir ya de aquí…
Giaal
se percató de que algo pasaba desde luego entre esas dos, pero no era asunto
suyo y sería de muy mala educación ponerse a indagar mentalmente. De modo que
no quiso concederle importancia, se limitó a salir de allí seguido por Maggie.
Ambos se marcharon caminando sin prisa. Erika se quedó observando a su colega
con una mirada intensa de desprecio. Aunque enseguida la apartó dado que el
doctor Benson le comentó.
-Acaban de llamarme por una urgencia.
Tendré que salir…
-Muy bien, doctor.- Asintió su
interlocutora.-
El médico se dispuso
a ir al lugar donde se le requería. Por su parte, Marek quedó sola encerrada en
sus pensamientos.
-Tú disfruta mientras puedas, ¡zorra!
Dentro de poco vas a saber quién soy yo…
Y sonrió para al fin
darse la vuelta y ocuparse de la clínica. Entre tanto Maggie y Giaal caminaban
ya por el parque ajenos todavía a lo que les esperaba durante esa tarde…
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