miércoles, 21 de diciembre de 2016

GWDN 10 Maggie bucea en sus recuerdos

 

Paralelamente a las disquisiciones de los demás, Maggie paseaba por el parque junto con Giaal. Lo cierto es que el doctor Ginga era un tipo muy amable y comprensivo. Con una mirada especial. Ella no sabía por qué pero no le costaba abrirse a él. Y eso le sucedía con poquísimos hombres. Aunque fuera de un modo totalmente psicológico y amistoso. Así, exclamó con enfado apenas contenido una vez que perdieron de vista a Marek.



-¡Maldita estúpida! ¿Se puede saber qué demonios le he hecho para que me trate de esa manera?

-A veces algunas personas no se llevan bien entre sí. Cuestión de química.- Comentó su interlocutor.-

-Me alegra ver que eso no nos sucede a nosotros.- Pudo sonreír Maggie algo más animada ya, al tiempo que avergonzada de ese arrebato en presencia del doctor.- Lamento mi tono. Discúlpeme. Usted no tiene culpa de nada. Pero es que…

-¿Sí?- Inquirió su interlocutor al darse cuenta de cómo esa joven se quedaba parada a mitad de la frase.-

-Bueno, verá. Quizás sea cosa mía, pero creo que a esa chica, a Marek. Le caí mal desde el principio. Y créame. Yo no hice nada para merecerlo.

-Creo que tú sinceramente lo crees.- Repuso Giaal, añadiendo.- Puede que ella interpretase mal alguna cosa que hicieras o dijeses sin pretenderlo, cuando os conocisteis. Quizás no os vendría mal hablar de ello.

-Puede que tenga usted razón.- Asintió Maggie.-



            Aunque el alien si que había detectado algo en esa otra muchacha cuando estaba junto a la enfermera Kendall. Posiblemente él mismo lo hubiese interpretado mal, pero, cuando menos, sentía en Marek un gran enfado, casi rayando en el odio.



-Con todo lo que ha pasado últimamente quizás mis percepciones no estén tan afinadas como de costumbre.- Pensó Giaal.-



            Sus reflexiones se vieron interrumpidas por Maggie quien tomó la palabra una vez más para bromear, declarando con una agradecida sonrisa.



-Al menos le tengo a usted, que además de un estupendo médico es un magnífico psicólogo.



            Giaal sonrió a su vez aunque en ese momento tuvo una llamada. Era el mayor Jensen. Sorprendido y agradado contestó.



-Sí, dime. Me alegra que hayas llamado. ¿Quieres venirte a la cafetería de Ginger?...Iba hacia allí.



            Aunque entonces y para sorpresa de su acompañante, Giaal tornó su afable gesto en otro muy serio y hasta incrédulo y preocupado para exclamar.



-¿Qué ha hecho, qué?... ¿Está bien?.... ¿La otra qué…? Sí, enseguida voy para allá. Gracias por avisarme Tracer. Adiós.



            Cortó la comunicación y ante la atónita e inquisitiva mirada de la enfermera no tuvo más opción que replicar.



-Mi novia ha sufrido un percance. Bueno… lo lamento, pero tengo que ir a verla.

-¿Quiere que le acompañe?- Se ofreció la muchacha.-

-No, no es necesario, gracias.- Afirmó Giaal quien recobrando por unos instantes la sonrisa, le comentó con un susurro a la muchacha.- Además, creo que tienes un admirador que te aguarda cerca de aquí…



            Y dejando aún más sorprendida a su interlocutora el médico se despidió para ir hacia un deslizador. Maggie ni tan siquiera tuvo ocasión de pedirle que le aclarase aquello. De hecho, caminó durante unos metros más y enseguida supo a quién se había referido el doctor Ginga. Era aquel muchacho, Martin, el que venía sobre su skate.



-¡Oh, vaya! -Suspiró a medio camino entre la resignación y la incomodidad.-



Pero ese chico llevaba algo sujeto bajo el brazo. Iba hacia ella y parecía decidido. Maggie le vio llegar no sin un gesto de asombro y apuro. Más cuando el chico le ofreció ese paquete. ¡Era un ramo de rosas rojas! Y con tono tembloroso y lleno de pudor, apenas si fue capaz de dirigirse a ella para decir.



-Son para usted, muchas gracias por curarme tantas veces… yo…

-¡Pero…Martin!- Dijo ella entre atónita y desconcertada.- ¿Por qué me das esto? Además, deben de ser muy caras. No puedo aceptarlas.



            Eran naturales desde luego, y habida cuenta de lo preciosas que eran las plantas en esa nave, ese crío habría tenido que pagar una fortuna por ellas. Bueno, Maggie esperaba que no las hubiese tomado prestadas de algún jardín.



-Yo…por favor, quédeselas…aunque solo sea, bueno, para que tenga un recuerdo.- Pudo sonreír nerviosamente él.- Un recuerdo mío…



            Maggie sonrió a su vez pero de modo entre maternal y forzado. No era tonta. Se daba perfecta cuenta de lo que ese chico sentía hacia ella. No es que fuera algo malo, al contrario. Tenía mucha experiencia en la vida y se percataba de la pureza de las intenciones de ese pobre crío. Pero, por supuesto que no podía ser.  Pese a que eso le producía un sentimiento de ternura de una manera en la que no estaba acostumbrada a experimentar.



-¡Pobre muchacho!- Pensó.- No sabe en quién ha ido a poner sus ojos.



Y fiel a su carácter tajante no dudó en hacérselo saber. Aunque en este caso quiso ser todo lo delicada y amable que pudo. Cosa que no le era fácil.



-Mira, te lo agradezco de veras. No tenías por qué molestarte. Únicamente he cumplido con mi deber. Nada más. No merezco esto. Mejor dáselas a alguna chica que te guste.



            Martin bajó la mirada, o de lo contrario no habría sido capaz de responder, lleno de azoramiento y emoción.



-Eso es lo que estoy haciendo…dar estas flores a una chica buena y hermosa.



            Su interlocutora solamente podía mirarle conmovida. A fin de cuentas era el objeto de un enamoramiento adolescente, quizás del tipo de amor más puro que pudiera existir entre dos personas. O al menos de una hacia otra. Movió sin embargo la cabeza y le dijo ya con un tono algo más serio.



-Martin. Me siento muy halagada, créeme. Y eso, dicho por mí, significa mucho. No me sucede con cualquiera. Y muy pocas personas han logrado hacerme sentir así.



            Quizás el chico interpretó mal aquellas palabras porque la miró con una amplia sonrisa llena de esperanza y aunque le daba pena tener que quitarle aquella impresión ella añadió de modo lapidario.



-Pero eso no puede ser y nunca podrá ser.

-Ya, lo entiendo, tiene usted novio. ¿Verdad? Ese oficial...- Musitó el muchacho.-



            Aunque ahora ella se rio. Eso le dejó descolocado, Maggie le miró a los ojos posando sus manos sobre los hombros del más que ruborizado muchacho y le susurró en confianza…



-Escucha. Es mi vida privada, no tendría por qué darte explicaciones, pero quiero hacerlo. Porque pienso que no mereces sufrir en vano. No, ese hombre no es mi novio. Solamente le conozco, nada más. Y no me interesa en ese aspecto.

-¿No lo es?- Exclamó el chico atónito.- Entonces usted…aunque sea algo mayor que yo… puedo esperar…

- Esperarías para nada. A mí no me gustan los hombres.- Le cortó lapidariamente ella dejándole petrificado. Dándose cuenta de eso, Maggie prosiguió con tono amable pero rotundo. - Martin, yo ya tengo pareja, pero es otra mujer. No quiero hacerte daño, ni quiero que tú mismo te lo hagas pensando en mí. Te aseguro que no soy para nada como tú te crees, no me idealices, por favor. No lo merezco.



Esa fue realmente una situación embarazosa, aquel muchacho parecía que iba a romper a llorar en cualquier momento. Ese habría sido de seguro un tremendo desengaño para él. Quizás el primero de su vida.  Pero Maggie pese a todo creyó haber hecho lo correcto.



-No quiero hacer daño a nadie más. Ahora lo pasará mal, pero enseguida lo superará y se fijará en alguna otra chica. - Se decía ella, apenada pese a todo por aquel infeliz.-



Mientras tanto Martin se apartó un metro al menos y casi pudo musitar con incredulidad y pesar en tanto la miraba entre perplejo y alucinado.



-¿No le gusta ningún hombre?

-No.- Se reafirmó ella con seguridad.- Nunca para salir con él. Y menos para otras cosas más íntimas. Ya me comprendes. Por eso hazme caso. Seguro que habrá alguna chica estupenda y de tu edad a la que le gustarás. ¡Eres un chaval estupendo!



Objetivamente hablando era un muchacho agradable a la vista, no un adonis ni tampoco alto o fornido, pero Maggie no dudaba de que, en el instituto al que fuera, a buen seguro que tendría chicas con las que podría relacionarse. Aunque también debía admitir que había muy pocas a bordo. Los habitantes civiles no serían más de seis o siete mil personas.



-De esas, la mayor parte son o adultos que trabajan como tripulantes, militares o científicos y niños y niñas de corta edad que son sus hijos e hijas.- Se percató ella ahora.-



De hecho, esa nave era enorme y estaba muy despoblada.  No estaba muy segura de sí ese exiguo contingente podría poblar un planeta como al que se dirigían. Supuso que serían únicamente una especie de avanzadilla. Aquellas reflexiones cruzaron la mente de Maggie pero enseguida las apartó. Aquel chico estaba dejando caer algunas lágrimas.



-Lo lamento, de verdad que eres un buen muchacho. Y de veras que me siento muy halagada de que hayas pensado así en mí. - Quiso animarle ella.- Toma.- Añadió con tono casi maternal haciendo ademán de devolverle el ramo de rosas.- Guárdalas para alguna muchacha que sea más digna de ellas que yo.

-No, es un regalo.- Insistió el pese a todo, tratando de mantener sus restos de dignidad.- Para alguien especial…



            Maggie no pudo replicar, el chico simplemente se montó en su skate y se alejó a toda prisa de allí. La enfermera suspiró con pesar. Entonces, sin saber por qué, recordó a su antigua novia.



-Ahora puedo comenzar a entender lo que pasaste cuando tuviste que romper con ese novio tuyo, Kerria. Aunque no pudieras continuar a su lado te dolería mucho causarle ese sufrimiento. En cierto sentido, te parte el corazón hacerle algo así a alguien cuando es a una buena persona, inocente y puro, como este chico. En fin. -Se dijo con amargura.- En romper corazones y hacer daño a gente que no lo merece, ya voy teniendo experiencia.



Y es que su mente volaba a aquel entonces. Después de conocerla y despedirse, dándole su número, Kerria finalmente la llamó. Maggie recordaba bien aquella llamada, tras algunos días de conocerse. A decir verdad no tenía eso en mente en ese momento. Ella estaba en casa al haber terminado su turno en el trabajo, entonces el teléfono sonó. Tardó en contestar al principio.



- ¿Diga?- preguntó con curiosidad.-

- Maggie, soy Kerria, ¿me recuerdas? nos conocimos en el bar Moi. – La saludó ésta con cierto temblor en la voz. –



            Sonrió, por supuesto que no había olvidado a esa hermosa joven. Aunque ya casi había perdido las esperanzas de que la llamase alguna vez.



- Sí, claro, hola Kerria ¿cómo estás? - Repuso con un tinte más desenfadado y alegre. -

- Bien gracias, me gustaría verte, si es que puedes.- Le pidió de forma trémula. -

- Podemos quedar esta noche a las diez si te viene bien, no tengo nada que hacer. –Le ofreció su interlocutora que supo captar perfectamente ese matiz de voz. Aunque enseguida quiso saber con algo de prevención.- ¿Quieres hablar?

-Sí, me gustará.- Admitió su contertulia.-

-¿De tu novio el señor encantador? - Inquirió Maggie sin disimular un toque irónico.-

-No, él… ya no…ya no estamos juntos.- Suspiró Kerria.-

-Entiendo que quieras charlar un poco, nos vemos entonces. -  Se despidió ella con más consideración.-



            Y se arregló a conciencia, contaba los minutos hasta la hora. También estaba algo nerviosa. ¿Y si esa chica se rajaba al final y no iba? No, no pensó que fuera a hacer eso. Le debió de costar mucho llamarla. Desde luego parecía una joven formal y dio muestras de ello cuando en su encuentro anterior no quiso proseguir más allá de aquellos besos y caricias pese a estar deseándolo. Entonces la frenó el tener novio. Sin embargo, ahora le había confesado que ya no estaba con él. Maggie sonrió, dejó bien arreglado su apartamento. Por si acaso.



-Tampoco quiero aprovecharme mucho. Puede que se sienta muy vulnerable…bueno…es un bombón, quizás si me aprovecharé algo.- Se decía con creciente excitación.-



Al fin se fue rumbo al Moi. Aunque había tráfico y ya eran más de las diez cuando pudo llegar. Entró en el local y se dirigió hacia la barra. Tras unos agónicos segundos, en el que no distinguía a nadie parecida a esa chica, temió que Kerria se hubiese cansado de esperarla o incluso que le hubiese entrado miedo. No obstante, y para su alivio y alegría al fin la vio.  Sonriente se aproximó despacio. Maggie llevaba un vestido ajustado, de color rojo y unas medias negras de seda, terminados en zapatos a juego de alto tacón. Su cita vestía un suéter ceñido, una falda corta y zapatos de tacón mediano.



- Lamento haber tardado, el tráfico estaba imposible.- Se disculpó sentándose en un taburete de al lado. - ¿Cómo te va? No parecías muy contenta cuando hablamos por teléfono. - Inquirió a la vez que la besaba en una mejilla. -

- Tenía ganas de verte- le confesó Kerria. - Necesito charlar un rato. Si no te importa.

-¿Y a mí porque me habría de importar?- sonrió Maggie añadiendo con desenfado. - Tú dirás, cuéntame ¿Qué ha pasado con ese chico?

- Es difícil para mí- repuso su contertulia añadiendo - quizás me he precipitado demasiado, lo cierto es que hoy he roto con  él.

- Así que te ha tratado como hacen todos ¿no es así? - Comentó la otra tiñendo de desencanto su voz. -

- ¡No, no! - Se apresuró a rebatir su interlocutora. - Él...es maravilloso, pero yo no puedo corresponderle, ya me entiendes. Con él no me es posible y sin embargo, llevo mucho tiempo sin nadie.

- Comprendo,- musitó Maggie acariciándola el mentón en tanto le susurraba al oído. - Necesitas que alguien te bese así.- Acercó a sus labios a los de su interlocutora y los rozó con suavidad, dando otra pasada los juntó abriendo su boca. -

           

           Notó como a esa chica el pulso se le aceleraba. Maggie se la trabajó como ella sabía y su pareja se dejó hacer, separando sus labios también y uniendo su lengua  a la de ella. Tras un beso bastante ardiente la asió de una mano proponiéndola con un tono bastante incitador.



- Vamos atrás, esto está demasiado concurrido.



            Pese a que el local estaba lleno de personas de sus mismas inclinaciones y a nadie le iba a sorprender aquello, ambas deseaban algo de intimidad. Kerria se dejó llevar a través de una sala de baile y  su guía la condujo hasta la zona de reservados, iluminada solamente por una débil luz rojiza. Se sentaron en un sofá de cuero que se hundió bajo su peso dejándolas casi sepultadas en él. Ahora, a salvo de cualquier mirada, Maggie le susurró al oído.



-¿Estás segura de querer continuar?..

- Sí…sí - añadió ella con la voz entrecortada por la excitación, y abrazando a  su pareja para besarla de idéntica manera. – Lo deseo mucho…



            Las dos se acariciaron largamente, besó a Kerria en el cuello  y rebuscó con las manos hasta subirle el suéter y acariciarle los pechos. Ésta correspondió llevando una mano al trasero de su compañera. Ya tumbadas una sobre otra, completaron la faena, terminaron sólo satisfechas en parte. Maggie le propuso a su pareja.



- Mañana ven a mi casa, allí estaremos solas.



            Y su nueva conquista así lo hizo, llegó vestida de modo informal. Aunque Maggie tampoco llevaba demasiado encima. Eso sí, tras volver del trabajo se preocupó de cocinar algo. Eso no se le daba nada mal. Dejó todo listo casi en el límite del tiempo. Al poco llamaban a la puerta. Observó por la mirilla y su rostro se iluminó. Allí estaba esa chica con un gesto marcado por la expectación y quizás el nerviosismo. No tardó en abrirla. La recibió vestida con un bonito traje de noche de gasas dejando entrever sus encantos.

- Buenas noches.- Saludó su anfitriona dándole un ligero beso en los labios según la  indicaba. - Pasa, la cena está lista.

-¿La cena?- preguntó la sorprendida muchacha sin esperarse que la invitación de Maggie incluyese tal  cosa. -



            Efectivamente Kerria entró al salón donde la aguardaba una mesa iluminada por dos velas esperaba bastante bien servida. Dos platos con sus cubiertos, una cubitera con champán y unas cazoletas tapadas. Maggie se deleitó observando la expresión atónita de su invitada.



-Siéntate, por favor.- Le pidió a la par que destapó las cazoletas, sirviendo una fina pasta italiana, con salsa.-

- Esto tiene buena pinta- sonrió Kerria empuñando el tenedor para confesar con agrado. - No lo esperaba.

- Una cena íntima es lo mejor para abrir el apetito- repuso su contertulia. -

- Pero después de esto ¿quién podría tener hambre?...- objetó su invitada que no había parecido entender aquel mensaje. -

- Yo...- sonrió su interlocutora lanzándole una mirada muy insinuante. - Ya lo verás.



            Las dos cenaron sin prisas y Maggie sirvió el postre, dos piñas coladas. Al terminar se levantó acercándose a su invitada.



- Ahora vamos a pasar al plato fuerte. - Le propuso a la vez que la acariciaba suavemente desde las mejillas hasta los pechos. -



            Kerria se levantó y dándole la mano a esa chica se dejó llevar hasta la cama. Desde luego que el apetito de su compañera se había incrementado. El siguiente plato fue la propia invitada. Maggie se la comió de principio a fin. Saboreándola intensamente, cada pequeño bocado que le daba y cada lengüetada sumían a su pareja en el más absoluto de los placeres. Ella también se sirvió ración completa, devolviendo a Maggie cada una de sus degustaciones. Cuando terminaron de paladearse y acariciarse cada centímetro de sus cuerpos reposaron sobre la cama, abrazadas la una a la otra.



- Eres muy pasional, Kerria - susurró Maggie al oído de su amante - y me encanta tu fuerza.

-¡Vaya!- sonrió ésta divertida – Será que tenía mucha de ella guardada.

-Como un tapón de champán - comentó su interlocutora. –

-Sí, desde que salía con mi ex no me sentía así.- Confesó la interpelada abrazándose a su amante.-

-¿Con tu ex novio?- Inquirió Maggie.-

- No, fue con otra mujer…- respondió riendo ligeramente. -



            Su pareja se separó un tanto de ella y la observó con cara de sorpresa. Pero Kerria se apresuró a calmar la inquietud que le notaba en el semblante.



- Una chica con la que salí en el instituto. Fue la que me hizo comprender como era yo en realidad…gracias a ella descubrí mi orientación sexual. No pongas esa cara de boba.

-¿Y era guapa?- preguntó Maggie visiblemente interesada. -

- Pues sí, una morenaza que tenía tanta pasión como tú, ¡aunque no preparaba unas cenas tan deliciosas! - rio Kerria con ganas. -



            Su pareja al principio se quedó atónita pero acabó riendo con su compañera. Desde luego que había aludido a esa otra muchacha con tono evocador. Seguramente por lo que le había contado, porque fue quien la hizo descubrir su sexualidad verdadera. Podía comprenderlo, ella también tuvo a alguien así en el instituto. Aunque la cosa terminó bastante peor. Mejor no recordarlo. No quería empañar el momento. Ahora se abrazaban las dos en la cama disfrutando del calor de sus cuerpos y de su contacto. Aunque al cabo de un buen rato Kerria suspiró mirando el reloj. Era ya tarde, bastante tarde y llamó a sus padres diciéndoles solamente que pasaba la noche en casa de una amiga y esa persona en cuestión la miraba con ojos llenos de deseo y sonreía susurrándole al oído.



-Esto no es nada, ya verás las cosas que sé hacer…

-¿Cosas? ¿Qué cosas?..- Quiso saber Kerria.-



            Por toda réplica, Maggie volvió a sonreír y se metió debajo de las sábanas…



-¿Qué haces?- se rio su pareja.-



            No tardó mucho en averiguarlo, Maggie sabía cómo estimular ciertas zonas delicadas con ayuda de diversas partes de su cuerpo. Kerria se descubrió a sí misma gimiendo y jadeando como nunca lo había hecho en su vida, al menos así se lo confesó luego. Ella se esmeró en darle todo el placer que pudo. Cuando terminó la dejó totalmente relajada. Fue entonces cuando emergió de debajo de la sábana y tras besar a su amante largamente en los labios le volvió a susurrar en una oreja.



-Ya te lo dije…esto solo es el comienzo…ya te enseñaré…Y te advierto que me gusta ir aumentando en intensidad…



            Y desde luego que así era. Ella misma empezó ya en el instituto a relacionarse con otras chicas. Siempre eludiendo a los muchachos que trataban como fuera de ligársela. Aquello por suerte para ella, no preocupó a su familia. Sus padres tenían un talante abierto. Cuando a los catorce años les confesó que no le gustaban los chicos lo comprendieron. Pese a todo, las cosas no fueron fáciles. En su instituto no todos eran de mentalidad tan abierta. Tuvo que soportar algunas burlas y desprecios, pero no le dio mucha importancia. Ella tenía su grupo de amigos y amigas. Y después sus parejas. Aunque lo que sí le censuraron fue ese feo asunto que tan malos recuerdos le traía, aquel que involucró a su profesora de literatura. Una mujer joven, de menos de treinta años, que la introdujo seriamente en el mundo del sexo, cuando ella tenía dieciséis. Lo cierto es que no solamente fue eso, las dos se enamoraron. Margaret no supo como pero en su instituto se enteraron. Ella, como menor de edad, fue consideraba víctima, pero a esa pobre chica, de nombre Gloria, la expulsaron. Incluso fue a la cárcel pese a la propia Maggie  testificó en su favor. Por lo que supo después la ya ex profesora cumplió dos años de prisión y salió por buena conducta, pero ya no la volvió a ver, ni supo de ella. Podría decir que fue su primer auténtico amor.



-Lo siento mucho, Gloria.- Se decía ahora moviendo la cabeza con tristeza al recordar esa última mirada de tristeza e impotencia que su primera amante le dedicó durante el juicio.- Parece que destrozo las vidas de todas las chicas que se me acercan…



            Aunque enseguida se sacudió esos pensamientos tan poco halagüeños de su mente. Recordó como eso comenzó a abrir una brecha entre ella y su hasta entonces comprensiva familia. Su padre le recriminó el estar complicada con una mujer mayor. De hecho, Maggie sabía que, de haberse tratado de un hombre, sus progenitores hubieran relacionado igual. Ahora con la perspectiva de los años lo entendía. No fue por su orientación sexual, sino por su poca edad y experiencia.



-Hice lo que siempre he hecho, me alejé en cuanto pude. Primero con el pretexto de estudiar.- Suspiró mientras caminaba por el parque.- Pero ahora no puedo huir. No se puede escapar de esta nave.- Meditó.-



            Por ello aun le dolía más el rememorar como terminó con Kerria, a la que de verdad amaba. Y lo supo con seguridad tras haberla perdido. Lo peor de todo fue que la cosa comenzó con algunas mentiras que ella misma inventó. Como por ejemplo un día en el que habían quedado. Kerria se retrasaba. Maggie ya miraba su reloj con impaciencia.



-¡Vaya! Creía que no ibas a venir.- Le soltó casi a bocajarro.-

-Lo siento, cariño.- Se disculpó  la recién llegada dándole un beso en los labios que su pareja encajó de modo casi estoico.- Perdóname. Tuve que ir a la discográfica y luego volver a casa… los exámenes.- Enumeró con creciente estrés.-

-Vale, vale.- Sonrió al fin Maggie.- No te preocupes.

-Te prometo que te lo compensaré.- Afirmó su interlocutora.-

-¿Sí? ¿De veras?- Se sonrió su pareja que ya jugueteaba con la trenza de Kerria mientras posaba sus labios en los de ella.-



            Y tras besarse con ardor durante un rato, las dos tomaron algo y charlaron. Maggie le comentó entonces.



-Estos próximos días estaré también algo liada. Mi jefa está dando la lata con los inventarios.- Comentó con visible fastidio.-

-Es que trabajas en unos almacenes realmente muy grandes.- Comentó Kerria.-

-Sí, espero poder terminar la carrera pronto.- Suspiró Maggie.- Me gustaría ejercer ya como enfermera en lugar de estar vendiendo trapos.

-Serás una enfermera muy sexy.- Sonrió pícaramente su novia.- Sobre todo estando en la sección de lencería.

-Lo bueno es que tengo la suerte de poder ver a muchas chicas guapas probándose el género.- Se sonrió con expresión pícara su contertulia.- Y no veas qué bien lo paso cuando ayudo a alguna bella clienta a ponerse las medias o los sostenes.

-Me vas a poner muy celosa.- Afirmó una divertida Kerria añadiendo con humor.- Casi prefiero que termines los estudios y empieces a ejercer tu carrera.

-Pues espero que no te pongas mala solo para venir a verme.- Replicó la aludida con voz melosa.-



            Y tras volver a besarse decidieron que ya tocaba un poco más de intimidad y abandonaron aquel restaurante para ir al apartamento de la estudiante de enfermería. Allí, una vez más pasaron juntas la noche. En esta ocasión haciendo alguno de esos juegos que tanto le gustaban a Maggie. Desde luego Kerria le confesó que estaba anonadada. ¡Ni se había imaginado la cantidad de cosas que podían llegar a hacerse con el cuerpo! No le sorprendía nada que su pareja le dijese al conocerla que a ella no le hacían falta los hombres. Así  transcurrieron las semanas. En efecto, en ese plazo las dos apenas si se vieron. Además del inventario  conoció a otra chica que era realmente un volcán de pasión. No hacía mucho que había comenzado a acudir a la tienda como clienta. Al principio era una más. Maggie la observaba, morena, voluptuosa, algo más baja que ella misma, aunque siempre calzando unos buenos tacones. Eso le gustaba. Aquella chica tenía unas preciosas piernas y unos pechos generosos y lo que era incluso más importante, también parecía mirarla con interés. Cierto día, llevando un par de medias y algunas prendas de lencería se dirigió a ella con tono entre apurado y casi incitador.



-Discúlpeme señorita. ¿Podría ayudarme?

-Claro.- Repuso enseguida Maggie.-

-Verá, quiero probarme algunas cosas, ¿me ayuda a meterlas en el cuarto?- Le pidió señalando un probador cercano.-

-Sí, por supuesto, señorita.- Asintió ella.-



            Lo hizo sin pretender nada más, aunque esa mujer se había medito dentro y con gran presteza estaba ya en ropa interior. Maggie no pudo evitar el mirarla al menos durante unos instantes. Esos senos que empujaban contra el sujetador. Esas piernas torneadas rematadas en esos tacones de aguja y aquel pubis que se dibujaba bajo esas braguitas negras de encaje. Fue entonces cuando aquella desconocida se sonrió con expresión pícara preguntándole risueña.



-¿Le gusta lo que ve, señorita?...



Aquella cuestión la hizo tragar saliva y volverse entre agitada y hasta ruborizada. Y eso era muy difícil tratándose de ella. Al revés, era corriente que fuese la propia Maggie quién produjera esa impresión en otras mujeres. Tampoco estaba muy segura de a qué se refería esa individua. Pudiera ser que aludiese a las prendas que habían llevado al interior del probador. No obstante, notó  sobre ella una mano que se posó suavemente en su hombro derecho.



-No tengas miedo, preciosa. Te he estado observando…y sé que no te disgusta esta situación. ¿Verdad que no?



            Estaba en lo cierto, Sin embargo, eso podría haber valido para cualquier otro momento. Pero ahora estaba en el trabajo. Mucha gente entraba y salía de allí. Incluso niños y niñas que iban con sus madres. A duras penas se giró para tratar de responder en un intento por permanecer centrada.



-Mire, lo siento…ha debido de confundirse, señorita…yo…

-Marla.- La cortó ésta con tono aterciopelado.- Y tú, ¿eres Maggie, verdad? He oído a tu jefa llamarte alguna vez.

-Sí. Así me llamo.- Admitió la azorada muchacha.-



            Su  interlocutora no se recató de acariciarla en los senos. Maggie quería apartarse, incluso salir de allí corriendo, pero no fue capaz. Aquella sensualidad que esa morenaza destilaba le era irresistible. Casi sin percatarse se aproximó a ella y ya estaban besándose con apasionamiento en la boca. No tardó su clienta en quitarse la ropa interior e invitarla a probar cierta zona de su anatomía. Ella aceptó poniéndose de rodillas y ejercitó su habilidad hasta lograr arrancar gemidos a su pareja. Luego ésta la correspondió tras unos besos y caricias muy incitantes. Al fin, tras vestirse las dos salieron del probador. Por suerte nadie había reparado en ellas porque la tienda estaba tranquila y la jefa de Maggie se encontraba en su hora del almuerzo. Tanto era así que Marla le confesó divertida.



-Ya te dije que he venido unas cuantas veces y te había estado observando. También me fijé en que esa bruja de tu jefa suele salir más o menos a esta hora.

-¡Suerte que no hayan entrado más clientas! - Suspiró la dependienta ahora pues palidecía solo de pensarlo.- Si me hubieran ido a buscar…

-Bueno.- Se sonrió su contertulia.- Pues haberlas invitado a pasarlo bien con nosotras. Te aseguro que las ventas iban a aumentar. ¡Ja, ja!



            Las dos se rieron solamente de pensar en ello.



-Tenemos que repetirlo.- Le propuso Marla.-

-Sí, pero mejor que no sea aquí. Hemos tentado a la suerte demasiado.- Objetó ella.-

-A mí me excita mucho hacerlo en un lugar público.- Le contó su interlocutora.- Solo de pensar en que nos vieran. ¡Imagínate una de esas madres con niños! Son las que más se ponen, te lo digo yo. Hay muchas que son auténticas zorras debajo de esa fachada de mamás dedicadas.

-No, eso no estaría nada bien.- Se apresuró a responder ella con visible rubor.-



            A decir verdad, Maggie tenía sus propias perversiones, pero siempre dentro de unos límites. Jamás se le ocurriría exponerse de ese modo ante unos niños. Por un momento observó con gesto entre atónito y casi escandalizado a esa chica y ésta se percató.



-¡Era una broma!- Se rio su pareja.- No te preocupes, quedaremos en otro sitio si quieres. Mira, me hospedo en un hotel, estoy de paso. O podemos ir a tu casa si lo prefieres.

-Bueno, sí. Aunque no sé. No creo que sea lo correcto. Es más, ha sido un error. Yo…no debí. Estoy saliendo con otra chica…



            Ahora surgió en ella una sensación de culpabilidad que la iba inundando. Tuvo que admitir que ni se había acordado de Kerria durante ese encuentro amoroso en el probador. Sin embargo, eso no pareció amilanar a su interlocutora, más todavía al contrario, incluso dio la impresión de gustarle cuando afirmó con tinte entusiasta.



-Pues entonces podríamos hacer un trio. ¿Qué te parece?  Dile que es por probar cosas nuevas.  A mí me encanta estar con cuantas más mujeres, mejor.

-No creo que le guste mucho la idea.- Objetó Maggie.- No es de esa clase de chicas.

-¡Oh!, ¿no me digas que cree en eso de contigo y para siempre, solas tú y yo? - Se burló la morena que agregó con tono sensual.- Tú déjamela un rato y ya verás cómo cambia de opinión. Además, no voy a estar mucho aquí. Soy reportera free lance. Estoy trabajando en un artículo. Posiblemente lo termine en unos días y me vaya. ¡Aprovéchate! Dile que soy un regalo de ti para ella. A muchas les pone bastante cachondas.



Eso la hizo pensar. Kerria le contó eso de su primera novia. En sus propias palabras era una morenaza impresionante. Y Marla también era así. De modo que asintió. Le daría esa sorpresa. ¿Qué había de malo? Solamente sería un rato de pasarlo bien. A pesar de haber sucumbido a esta tentación, a la que ella quería era a su novia. Así pasaron unos días y quedó con su nueva amante en un par de ocasiones. Solo por gozar del sexo y nada más. No pensaba que fuera infiel por ello. Y desde luego, si Maggie pensó que ella misma era extrema en sus relaciones, no tenía ni punto de comparación con ésta joven. Al fin, decidió volver a quedar con su pareja oficial en casa. Dejó una nota en el Moi para Kerria, invitándola a su casa a cenar…ésta vino al cabo de un par de horas. Tiempo suficiente como para que Marla y Maggie tuvieran otro apasionado encuentro. Tras el mismo las dos se ducharon para estar presentables. Primero la morena, luego le tocó a ella. Apenas si había terminado y estaba secándose cuando sonó el timbre. Era Kerria. Maggie salió a su encuentro vestida sólo con un albornoz.



- Me alegra que hayas llegado.

-¿Estabas en la ducha?- le preguntó su novia. -

- No, te estábamos esperando - le susurró  ésta con una sonrisa pícara. -

-¿Estábamos? ¿Quienes? - Quiso saber sorprendida. -



            Como respuesta Maggie la llevó a su dormitorio y Kerria se quedó de piedra. Una escultural morena estaba tendida sobre la cama, completamente desnuda y con una mirada que incitaba al deseo.



-¿Qué significa esto?- le inquirió a su compañera visiblemente contrariada.- ¿Quién es esta mujer?

- La he conocido hace una semana en el trabajo y he pensado que te gustaría. Últimamente hemos sido muy repetitivas. Hacemos siempre lo mismo y con un estímulo adicional podríamos disfrutar mucho más. Además. ¿No dijiste que tu primera novia era una morenaza?... Esto te traerá gratos recuerdos.

-¡Te has vuelto loca!- estalló Kerria bastante  enfadada. - Yo no me quiero acostar con nadie más. ¡Esto no es un circo, ni un espectáculo!

- Pero no te pongas así, lo hice por ti, creía que te iba a gustar.- Se excusó Maggie con cara de sorpresa. -

-¿Por qué no lo pruebas?- le propuso aquella morena despampanante con retintín. – Tu novia tiene unas ideas geniales, a mí me ligó solo con la forma en la que me ponía las prendas en el probador. Sabe muy bien como despertar el deseo y yo no me quedo atrás, ya lo verás…

- Perdona, pero contigo no va nada - respondió la aludida con poca amabilidad exigiéndole más que pidiéndoselo a su amiga.- Maggie, dile a ésta señorita que se vaya de aquí.

- Oye muñeca, ¿qué te has creído?- le espetó aquella mujer. - Maggie ha tratado de ser amable contigo. Nosotras ya estábamos pasándolo muy bien las dos solas y no te necesitamos ¿vale?



            Kerria se quedó pasmada, mientras su apurada pareja le hacía señas a esa chica para que se callase. Por desgracia para ella no pudo evitar la siguiente pregunta teñida de indignación.



-¿Que ha querido decir esa? ¡Que ella y tú!

- Iba a decírtelo después, cuando las tres nos hubiéramos conocido mejor. - Respondió Maggie eligiendo cuidadosamente sus palabras. -

-¿Te has acostado ya con ella más veces aparte de hoy?- chilló Kerria bastante furiosa. -

- La conocí hace ya dos semanas, tú estabas tan ocupada y nos veíamos tan poco. No pude resistirme, es preciosa, y tan sensual cuando la veía en el probador que me volví loca por ella. Pero no quiero dejarte, pensé que las tres podríamos ser íntimas.

- Acabas de decirme que la conociste hacía una semana. ¿Ahora son dos?- Se indignó su interlocutora apuntando a esa muchacha a la par que mostrando dos acusadores dedos en su mano derecha.-

- Bueno, ¿qué más da? Una semana, dos semanas…Yo soy así, me gusta conocer gente a cada momento, las relaciones estables no son lo mío. Me encanta experimentar sensaciones nuevas.- Sentenció Maggie sin parecer demasiado afectada por ese desliz.- Y ya llevamos mucho tiempo solamente las dos…

- ¡Pues yo no quiero compartir a mi pareja con nadie! - Espetó su interlocutora recitando un ultimátum. - O se va ella o me iré yo.

- Pues vete de una vez, mona - le respondió la morena sentenciando con desdén. - No te necesitamos para nada.



            Kerria se quedó atónita mirando a su novia que no decía nada, indignada se dio media vuelta saliendo de la casa.



- ¡Espera! - acertó a gritar Maggie, pero aquella mujer se había levantado y la abrazaba por detrás en tanto le susurraba con voz melosa.  -

- Ya se le pasará, y sino que nos importa a nosotras.



       Y la chica cedió ante los besos y otras ardientes caricias que esa morena le prodigaba…Al fin Marla la besó en el cuello y fue recorriéndola con las manos. Maggie desfallecía por el deseo pero se obligó a separarse al fin. Entre jadeos entrecortados fue capaz de decir.



-Tengo que ir a explicárselo. No deseo que piense…

-¡Al diablo con lo que piense esa boba! - Se rio su interlocutora dejándola pasmada, más cuando añadió -¡Menuda estúpida engreída!- Y parodió la voz de aquella chica sentenciando.- ¡No te compartiré con nadie!  Y me ha mirado como si yo fuera una puta. ¿Quién se creerá que es?

-Kerria es buena chica. Pero no está acostumbrada a esto.- Respondió Maggie.- Ella no…

-¿Kerria dices?- Se sonrió aquella morena.- El caso es que me suena su nombre. No es precisamente común.



            Sin que su pareja pudiera hacer nada, Marla se levantó de la cama y tomando su móvil metió aquel nombre en el buscador de internet. Al recibir resultados su boca se abrió entre la sorpresa y la incredulidad.



-¡Oye, si resulta que esa tía es una artista bastante conocida! - Exclamó leyendo con regocijo.- Kerria Lorein Malden, miembro del grupo musical las Justices…Pelo castaño claro, ojos verdes, cinco pies nueve pulgadas y media de altura. Hay que reconocer que es un bombón la muy zorra. ¡Ja, ja!…

-¡Por favor, déjalo ya! - Le pidió Maggie que comenzaba a sentirse molesta por aquello.-



            Sin embargo, fue aún peor cuando su amante sonrió, esta vez con perfidia, señalando hacia una pequeña webcam que tenía conectada a su móvil por bluetooth. Lo siguiente que dijo dejó paralizada a Maggie.



-¿Sabes que he grabado el numerito que nos ha montado? ¿Recuerdas que te dije que era periodista, verdad?

-Sí.- Asintió Maggie, para recriminarla.- ¿Me has engañado para algún tipo de reportaje? ¿Por qué tenías esa cámara?

-La puse cuando te metiste en la ducha. No temas. Me gusta grabar los polvos  con tías buenas como tú.- Se sonrió.- Iba a decírtelo. Podrías haberte puesto un antifaz. ¡Queda genial! Luego lo subes a internet y ganas una pasta. La próxima vez nos montamos una peli porno de aficionadas. ¡Verás cuantas visitas! Y a ganar dinero cada vez que algún salido hijo de perra le dé al click, ja, ja…



            Eso dejó horrorizada a Maggie. Una cosa era disfrutar del sexo con mujeres adultas, de forma libre y sin restricciones y otra airearlo. Ella tenía una familia y no deseaba que ni por casualidad pudieran verla en ese tipo de situaciones. Bastante daño les había causado ya.



-Tú no eres periodista. ¿Qué eres, una actriz porno o algo así?- La acusó no sin indignación.-



            Aunque lejos de molestarse u ofenderse a Marla aquello debió de parecerle gracioso. Seguro que la cara de Maggie era el reflejo de lo desconcertada, molesta e incluso humillada que comenzaba a sentirse.



-¡No!- Se rio su amante.- Tranquila, soy periodista, pero de prensa rosa.- La verdad, venía para averiguar cosas sobre un senador y sus líos con algunas de sus becarias. Pero esto es mucho mejor.

-¿Mejor?- Repitió su interlocutora sin comprender.- ¿El qué?



            Marla sonrió con perfidia y pudo explicarse…



- No sé, imagínate…tu novia. Una chica tan mona, con un aspecto tan angelical. Cantante de éxito entre el público adolescente. Seguro que muchos chicos se la tocan solamente con mirar su poster. ¡Ja, ja!…La verdad, hay que admitirlo, está muy buena. Y sus compañeras de grupo igual. Me gustaría poder tirármelas a todas. A lo mejor también son lesbianas. Solo de pensar las orgías que podrían montarse en el camerino me pongo a cien.

-No, Kerria me dijo que algunas eran sus primas. Y ninguna es homosexual. - Rebatió Maggie que enseguida se arrepintió de haber hablado demasiado.-

-Bueno, ¿qué se le va a hacer? Aunque nunca se sabe. Y hablando de eso. Me pregunto… ¿Cuántas personas sabrán cómo es en realidad tu linda novia…? Porque no creo que se pasee contigo por ahí. ¿Verdad que no? Claro que no lo hará. Para ella eres un secreto. Alguien que está bien para pasar un buen rato pero que le supondría, cuando menos, un capítulo de su vida muy embarazoso y difícil de justificar si sus fans llegaran a enterarse…

-¡Cállate!- le ordenó Maggie que se había molestado mucho al escuchar eso.-



            Lo cierto es que  a su pesar tenía que dar la razón a esa individua en eso. Kerria siempre quedaba con ella en el Moi, y a partir del turno de tarde y noche, cuando las luces eran muy tenues. Las dos se iban a la parte trasera, la menos concurrida. Después cuando ya comenzaron a  salir en serio, quedaban únicamente en casa de la propia Maggie. Puede que también salieran a comer o a cenar a algún restaurante, empero Kerria siempre rehuía las muestras de afecto en público. Era como si su novia no deseara ningún tipo de publicidad. A ella desde luego eso no le importaba. Respetaba que esa muchacha deseara mantener su vida íntima al abrigo de curiosos. Y más tras romper con su novio y comenzar a salir con ella. Y sin embargo, quizás lo que más la enojaba es que la mantuviera en secreto de ese modo. Si Kerria la quería, como muchas veces le había dicho cuando se veían o hacían el amor. ¿Por qué no admitirlo ante todo el mundo? Otras estrellas de la música o del cine ya lo habían hecho antes y no había sido tan terrible. No obstante, luego volvía a pensar que su novia no era la única que podría salir perjudicada si eso se supiera. Su familia, sus primas y quizás otras personas que ni ella misma conocía, pudieran sufrir las consecuencias. Su pareja, o al menos la que lo había sido hasta ese momento, a buen seguro que se enfrentaba a ese dilema. Lo mismo que ella. Muchas veces deseaba pedirle a Kerria que oficializase su relación. Otras, se lo pensaba mejor. Con estar juntas y disfrutar a solas de su amor le bastaba. Ahora, meditando un poco sobre ello, pudiera ser que ese sentimiento de creerse postergada le hubiese influido para buscar consuelo en brazos de otra mujer. Y por desgracia la elegida como amante había resultado ser alguien muy peligroso y destructivo. Esa hermosa chica morena y de semblante risueño podría haberle costado ya su relación con Kerria y al parecer, no contenta con eso, pretendía empeorar las cosas todavía más. Y esa impresión se confirmó cuando la oyó decir.



-Creo que ha llegado el momento de ayudarla a salir del armario. ¿No te parece? - Aseveró Marla con regocijo.- Al final seguro que lo agradecerá.

-Espera, ¿qué vas a hacer?- Inquirió Maggie.-



            La interpelada se rio sola al parecer pensando en algo. Entonces se puso a  teclear en su móvil. Mientras se sentaba en la cama junto a su atónita interlocutora. Ésta se quedó helada cuando Marla musitó mientras buscaba…



-A ver, Kerria Malden…padre. ¡Vaya! Es un exjugador de baloncesto, y entrena a los Knicks. Bueno, eso me da igual, a ver esta otra… Kerria Lorein… novio…



            En uno de los resultados salía la foto de un muchacho, era apuesto, de pelo castaño y ojos azules, algo más alto que Kerria. En algunas imágenes aparecían juntos yendo al cine. Sonreían mirándose el uno al otro y parecían estar muy compenetrados. Al ver esas instantáneas Maggie supo de inmediato que su novia había amado de veras a ese chico. Al menos todo lo que había sido capaz habida cuenta de su orientación sexual. Ahora podía entender lo duro que debió de ser para ella dejarle. Además, ninguno de ellos parecía estar consciente de esas fotos. Estaban de un modo muy natural y relajado. Su novia lucía incluso feliz. No cabía duda, las instantáneas habrían tenido que ser robadas por algún paparazi.



-¡Esto es genial! - Rio Marla una vez más.- ¡La muy puta finge tener novio! ¡Vaya un montaje! ¿Será falsa la tía? Y se atreve a sermonear sobre moralidad y compromiso. ¡Es más lesbiana que yo y se pasea con un tío por ahí aparentando ser heterosexual, ja, ja, ja!…espero que ese tipo sea gay y que le estén pagando a él también por interpretar esa comedia. Sino ¡pobrecito infeliz! ¡Qué manera de ser engañado! Claro, con razón no les veían juntos últimamente.

-¡No es verdad! Ese chico era de verdad su novio. Me lo contó cuando la conocí. Luego cortó con él y después ella y yo…- Intervino una agitada Maggie saliendo en defensa de su quizás ya asimismo ex pareja.-



            Aunque ahora estaba asustada. ¿Y si había también fotos de ella con Kerria? Quizás por eso su posiblemente exnovia ya no quería que la besase en público. Alegaba siempre ser algo vergonzosa y no querer capitalizar miradas de nadie. A Maggie eso a veces le molestaba un poco, pero aceptaba aquella especie de regla no escrita. Únicamente en lugares de ambiente o en la intimidad de su casa daban rienda suelta a sus deseos. Por eso, ahora no pudo oponer nada al siguiente comentario de Marla. Que, de modo bastante agudo, sentenció.



-Esa tía ha estado fingiendo.- Afirmó su interlocutora con un siniestro brillo en su mirada en tanto que alegaba insistiendo en lo anterior.-  Seguro que nadie sabe lo tuyo con ella. Pese a todo lo que hemos avanzado hay mucha gente que no lo vería bien. Todavía hay muchas familias, con adolescentes, que son muy tradicionales. Ya te lo he dicho. Y son esos adolescentes los que compran los discos de su grupo…

-¿Qué quieres decir?- se atrevió a musitar Maggie.-

-Que, si somos listas, esto puede valer mucho dinero.- Sonrió aviesamente esa joven.- No querrá que su tapadera salte por los aires. Tan recatada, tan mona…- Remacho con falso tono meloso y al tiempo burlón.- ¡Vamos, podrías forrarte! -La animó con entusiasmo.-

-No quiero hacerle daño.- Repuso su contertulia levantándose también de la cama.-

-No se lo vamos a hacer. Llámala y pídele perdón. Luego quedamos con ella y lo hablamos civilizadamente.- Le indicó su interlocutora.- Eso si es lista y sabe lo que le conviene.

-¿Hablar de qué?- Inquirió Maggie a quien esa enojosa situación cada vez le estaba gustando menos.-

-Puedes mandarle una copia de este video. Ya verás cómo viene corriendo. - Le ofreció Marla.- Anda, te lo enviaré.



            Aquello le sonaba tan despreciable que hasta se bloqueó, tardando en contestar, aunque al fin pudo discurrir su respuesta.



-Pensándolo bien, si no te importa. Prefiero hacerlo yo misma.- Convino Maggie.-Será mejor y no se pondrá a la defensiva.



            En realidad no quería hacer tal cosa, desde luego que sus padres no la había educado así. Ella valoraba su libertad para elegir y asimismo la de otras personas. El chantaje y la coacción no eran algo que viera precisamente con buenos ojos. Pero ante esa situación decidió ser más astuta que su pareja. Ésta pareció creer aquello, cuando comentó con tono más despreocupado.



-Muy bien, ocúpate tú. Sabrás que decirle a esa estúpida para que pique el anzuelo.  Yo voy al baño un momento.



            Y Marla dejó su móvil sobre una mesa. A Maggie le latía el corazón desenfrenadamente. ¡Era ahora o nunca! Se hizo con aquel teléfono y buscó en los archivos. Por suerte su amante no había hecho copias ni enviado nada a nadie aún. Seleccionó esa grabación de apenas cuatro minutos en la que se podía ver claramente la cara de Kerria y escuchar la discusión que habían mantenido, reconociendo más que explícitamente su relación con ella. ¡Eso posiblemente  hundiría su carrera y hasta podría arruinarle la vida! Aunque pudiera ser que no. Pero no se atrevía a arriesgarse. Pese a todo la quería. Y no deseaba ser responsable de eso. Ya le había hecho bastante daño.



-Quizás no pueda arreglar lo nuestro, Kerria. ¡Pero esto sí que puedo evitarlo!- Pensó.- Hare lo correcto y no causaré más daño a una buena persona. Aunque sea por una vez.



            Respirando hondo le dio al botón de borrar. Se aseguró incluso de eliminarlo de la papelera de reciclaje. Luego examinó esa webcam que, por fortuna, no tenía memoria de almacenamiento propia. Y no se detuvo ahí. Temiéndose que ese no sería el único archivo incriminatorio para alguien, borró cuantos archivos de video encontró. Tras darse por satisfecha dejó el móvil otra vez en su sitio y se tumbó en la cama. Al poco Marla salió del baño. Con una amplia sonrisa que dedicó a su pareja se hizo con su teléfono y buscó un número. Entonces llamó.



-En internet aparecía la dirección de la agencia que lleva la campaña de publicidad de las Justices. Pero antes mandaré un recadito a una publicación que sigo. ¡Suelen destapar los mejores chismes!



            Ante la perplejidad de Maggie esa chica envió un mensaje. Luego marcó hasta que la atendieron. Enseguida dijo con tono meloso.



-Tengo una noticia bomba sobre su representada. ¡Si! Acabo de escribir a una prestigiosa publicación. ¿Sabían que es lesbiana? ¡Ah no!, ¿Calumnia? ¡Ja, ja!… de eso nada. Tengo un precioso video grabado. Se lo digo para que vayan cambiando la campaña del grupo. Sí, ¿De quién estoy hablando? Pues de Kerria Malden. Pónganla dándose un besito con alguna hermosa jovencita. ¿Chantaje?... ¡En absoluto! Yo no he dicho tal cosa… No les estoy pidiendo nada…solamente les informo y les doy una sugerencia. Claro, para mejorar su campaña. Eso no es ningún delito. ¿Qué quieren hablar conmigo? Muy bien, pero será en un sitio público. Claro, claro… adiós…



Al colgar, Maggie le dedicó una mirada reprobatoria. Su compañera entonces se rio afirmando divertida.



-¡Se creen que soy idiota! Estarían grabando la llamada para denunciarme.

-¿Qué le has escrito a esa revista?- quiso saber su contertulia con voz temblorosa.-

-Que tengo un video genial sobre Kerria Malden discutiendo con sus amantes.- Ja, ja… ¡Y que son dos chicas! Claro, tú y yo. La muy zorra no se conforma solamente con una, ¡ja, ja! Hasta he propuesto un titular. Conejita insaciable… ¡lo pillas! Ja, ja…



            Y en tanto se reía con regocijo se dispuso a consultar ese video. Aunque ahora fue Maggie la que se sonrió. Como anticipó, no solamente el de Kerria, sino el de otras chicas que había visto ahí en actitudes muy comprometidas habían desaparecido.



-¿Qué pasa?- Exclamó Marla con incredulidad.- ¿Dónde están los jodidos videos?



            Y aunque ella no dijo nada su amante no tardó en atar cabos. La morena se giró dirigiéndole una furibunda mirada y queriendo saber con tono entre atónito e iracundo.



-¿Has sido tú?



            Maggie no replicó, aunque no pudo evitar que una leve sonrisa le aflorase. Eso hizo enloquecer de rabia a Marla que la abofeteó chillando de modo histérico.



-¡Maldita zorra!



            Y esa fue la gota que colmó el vaso. Ella sabía defenderse y estaba más que harta de esa golfa, replicó a esa bofetada con otra más contundente todavía. Al poco las dos rodaban por el suelo tirándose de los pelos. Al fin Maggie se impuso, no tardó en echar a patadas a esa puta de su casa. Casi la hizo salir por la puerta desnuda, entre jadeos, esta vez de esfuerzo físico y gemidos de dolor por los golpes.



-¡No quiero volver a verte en mi vida!  – Le chilló mientras Marla se daba a la fuga.- ¡Si te encuentro de nuevo te arrancaré los ojos! ¡Maldita puta rastrera!



            Y desde luego que no la volvió a ver. Aunque a los pocos días, trabajando como de costumbre en la tienda, su jefa la llamó al despacho. Maggie fue confiada, no había dejado nada por hacer. Sin embargo, el rostro de su empleadora lucía muy serio. Ni la hizo sentarse.

-¿Deseaba verme señora Dalton?- Preguntó con tono respetuoso y cauto.-

-He tenido una queja muy embarazosa y muy grave contra ti.- Le dijo por toda réplica.-

-¿Queja? ¿Por qué causa?- Quiso saber la atónita chica.-

-Una clienta vino ayer. – Replicó su envarada jefa.- Comentó que tú te metiste en el probador con ella y que la tocaste. Que la hiciste proposiciones. Y otra señorita allí presente, lo confirmó.

-¡Eso es mentira! –Se defendió la joven.-

-Según parece, hay varias clientas que han empezado a decir cosas parecidas. Esa mujer me dijo que habló con ellas y que le contaron lo mismo. - Opuso su jefa quien mirando a la joven con una mezcla de desagrado y reprobación, sentenció.- Lo siento, quizás no sea cierto. Pero ¿Por qué iba a venir una mujer casada a contarme aquello? Y alegando que su hijita estaba delante.

-¿Qué mujer casada?- Exclamó la atónita y horrorizada Maggie.- Yo jamás haría tal cosa, y menos con una niña delante. ¡Es una calumnia!

-Eso espero, porque algo así bastaría para mandarte a la cárcel. De todos modos, lo lamento mucho, no puedo investigarlo, sería una publicidad terrible, confío en que comprendas que tengo que prescindir de ti.



Maggie no supo que replicar. Se quedó sin palabras. ¿Qué habría hecho esa zorra de Marla? Estaba segura de que había sido ella. Ahora era demasiado tarde, no podía hacer nada. Sencillamente recibió la paga de la semana que le adeudaba su jefa y se marchó. Por suerte, no le quedaba mucho para terminar enfermería. Y para colmo de males, a los pocos días, en el programa de Al Mats, un periodista y presentador muy popular, apareció Kerria acompañada de dos de sus primas y compañeras de grupo. Allí, ante la conmoción y sorpresa de gran parte del púbico admitió abiertamente su homosexualidad. Incluso aludió a ella de forma velada. Maggie no pudo evitar las lágrimas. Más al ver como su exnovia lloraba a su vez recordando a aquel novio suyo con el que rompió justo antes de que las dos comenzaran a salir.



-Lo siento mucho.- Suspiró Maggie entre sollozos.- Todo ha sido por mi culpa.



 Pero no pudo excusarse con Kerria. Y no fue porque no pudieran hablar. De hecho, al poco tiempo de aquella entrevista el teléfono sonó. Descolgó con prevención, aunque enseguida se alegró de oír la voz de esa joven. Por desgracia, la felicidad no duraría mucho. Su ex novia no la  llamó precisamente para reconciliarse…



-¿Si? - Contestó. -

- Soy Kerria, tenía que decirte lo que pienso de ti, sólo eres una egoísta y una…- le respondió furiosa. -

- Oye, un momento. ¿A qué viene esto? - Pudo defenderse la muchacha para recriminarle a su vez. - Fuiste tú la que  no quiso continuar con lo nuestro. No sé a qué viene...

-¿Y cómo yo lo dejé tú decidiste hacerlo público para fastidiarme, no?...- le cortó su interlocutora de forma hosca. -

- Oye, espera un momento,- repuso la otra joven a la defensiva e incluso con tono molesto.- No tengo ni idea de lo que me estás hablando, ¿vale?



            Evidentemente era mentira, pero trató de evitar que su ex pareja la odiase aún más de lo que parecía hacerlo ya. Y además tenía su dignidad.



-¿Ah no?- dijo Kerria sin creérselo en absoluto. -

- No, no la tengo. Yo no soy de ese tipo de personas ¿qué te has creído? - Replicó Maggie con patente indignación según agregaba, ya con un tono algo más controlado. - Lo nuestro no estuvo mal pero desde luego que si tú te fuiste yo no perdí el tiempo lamentándome de eso. Respeté tu decisión. Y ya estoy comprometida de nuevo y ni siquiera me he preocupado de escuchar las noticias que hablaban sobre ti.



            Otra mentira. Ella misma no supo por qué respondió así. Había estado dándole vueltas a la cabeza sobre qué pasaría si volvían a hablar. Tentada estuvo de descolgar el teléfono y llamarla. Al principio no quiso hacerlo. Ese estúpido orgullo y el miedo a que Marla siguiera al acecho. Luego tuvo ese problema en el trabajo. Y ahora que era Kerria quien había dado el paso era únicamente para echarle en cara a ella todo lo sucedido. Eso la molestó, sobre todo tras perder su empleo por defenderla. Pero lo que de veras le dolió fue oír a su antigua pareja…



- Ya me di cuenta- reprochó Kerria lanzándole a su vez. -Pero yo tampoco me he quedado cruzada de brazos. También tengo una nueva compañera. Por lo menos, ella no piensa en acostarse haciendo tríos con otras mujeres para ser más original.

- Pues me parece perfecto, ¿alguna cosa más?- repuso bruscamente Maggie que también se sentía enfadada ahora. -

- Sólo quería saber si tú habías tenido algo que ver.- Contestó Kerria moderando ahora el tono de su voz. -

- Yo, desde luego que no. ¡Espera! - de pronto su tinte hostil cambió hacia uno más reflexivo y conjeturó de cara a su ex novia, puesto que en realidad estaba bien segura de quién era la culpable. - Quizás Marla, la mujer que estaba conmigo esa noche. Me contó que le gustaba filmar a las personas con las que hacía el amor. Y si luego supo quién eras tú. Puede que fuera ella, no se me ocurre nadie más.



            Quiso fingir que no estaba segura, tenía miedo de que Kerria pensara que, pese a todo, ella había tomado parte en eso. Ahora Maggie rezaba porque esa zorra de Marla no hubiera tenido alguna cámara más. Creía que no. Pero cualquiera se fiaba. Y sobre todo, era una mala persona. Aunque Kerria y ella estuvieran así, su exnovia no se merecía cruzarse con esa bruja. Aquella individua solamente le haría daño. Por suerte nada sabía de su paradero, de modo que pudo al menos ser sincera cuando su ex novia le pidió.



-¿Puedes contactar con ella?

- No, lo siento, no era de aquí, sólo dijo estar de paso. De todas formas no tienes de que preocuparte. Tú no pudiste salir en su cámara porque te marchaste. - La  calmó Maggie con aquella mentira. -

- Pero puede airear la conversación, y no quiero ser humillada. Una cosa es reconocer como soy ante el público y otra muy distinta que se muestren detalles íntimos de mi vida. Y no es solamente por mí, tengo unos padres y más familia que se podría ver salpicada. - Le explicó Kerria con un tono de voz más tranquilo pero al tiempo más inquietada por eso. – Espero que lo comprendas.

- Claro que sí y lo lamento de veras. No soy ninguna desalmada. Me gusta ser libre y respeto que los demás también lo sean. - Contestó su interlocutora ya más calmada, agregando con sinceridad y hasta pesar. -Y escucha, fue una pena que lo nuestro no saliera bien. Eres muy buena chica. De verdad. Te deseo más suerte con tu nueva pareja.

- Gracias, igualmente- repuso ella despidiéndose con más consideración al tiempo que se disculpaba.  - Adiós Maggie y perdona.  

- No pasa nada, lo entiendo. Adiós Kerria.- Musitó con tono apagado.-



            Colgó despacio, con los ojos llenos de lágrimas. ¡Le dolía!, tras lo de Gloria nunca le había sucedido algo así. Por unos instantes quizás lo pensó. ¡Podría haber intentado arreglar las cosas! Sin embargo, fue escuchar de boca de su exnovia que ya tenía otra pareja y que era feliz para que sus esperanzas se desvanecieran por completo. Kerria era una chica de carácter pero muy sincera. Un libro abierto para ella. Y enseguida supo que, pese a decirlo con despecho, esa chica no le mentía.



-Debo de tener una especie de maldición con todas las mujeres que me han importado de veras.- Se dijo consternada.- Quizás sea mejor para ella estar lejos de mí.

           

Tras eso se marchó. Buscó trabajo en otro sitio. Al principio anduvo de un restaurante a otro como camarera. Aquello era mucho menos agradable. No eran atractivas mujeres las que se aproximaban a ella para pedirle ayuda sino tipos de toda clase. Por suerte le era fácil rechazarlos, los hombres no le atraían para nada. Al fin pudo terminar su carrera y comenzar a trabajar en un pequeño centro de atención primaria. Entonces supo de aquella oferta para embarcarse. No tenía nada que perder. No es que no quisiera a su familia, siendo hija única desde luego que su padre y su madre siempre se volcaron con ella. Pero de hecho era una mujer muy independiente. Sus padres la querían mucho pese a aquel desagradable incidente…aquella estupidez, otra de tantas que había cometido siendo más joven e inconsciente. Una que le costara el no hablarse ya con sus tíos y su primo Barry. Volvió a suspirar. Al menos ahora estaba lo bastante lejos como para no causar más problemas. ¡Y total! Un viaje de algunos meses a un planeta nuevo, con un sueldo excelente y una experiencia que a buen seguro estaría muy valorada en su currículo, no le iba a venir nada mal. Supuso eso sí, que para una enfermera novata aquello sería poco menos que imposible de lograr. Posiblemente muchas otras con mayor experiencia y cualificación se habrían presentado. Cuál sería su sorpresa al recibir un mensaje en el que le comunicaban que había sido seleccionada. No se lo pensó. Habló por teléfono con sus padres y se lo dijo. A ellos no les gustó demasiado la idea pero, como de costumbre, respetaron su decisión.



-Ahora comienzo a comprender por qué apenas había candidatas.- Meditó.-



Desde luego que el viaje no daba la impresión de ser un crucero de placer. En esas pocas semanas desde que partieron había tenido que trabajar como nunca y poner a prueba todos sus conocimientos de enfermería.



-Por lo menos, creí que sería capaz de librarme de mi pasado.- Suspiró.-



Y allí estaba ahora. Tratando de escapar de aquellos recuerdos sin lograrlo. Incluso forjando otros parecidos.



-Una vez más no sé qué hacer. Ahora sucede al contrario. No es mi novia de quien estoy enamorada. Pero no deseo hacerla sufrir. Y en cuanto a Keiko…no sé si realmente ella siente lo mismo hacia mí. Está ese tipo…- Se sonrió no sin amarga ironía a sí misma para suspirar en forma de auto reproche.- No sé cómo lo haces, Maggie. Siempre logras complicar la vida a alguien, a ti y a los demás.



            Prosiguió su paseo para dirigirse a ver a su pareja. Seguro que la estaría esperando con impaciencia. Y quería mantener con ella esa conversación que ya habían postergado demasiado tiempo.



-Y lo peor es que no sé cómo voy a decírselo a Mei…prefiero escucharla primero a ella y después decidiré.



            En otra parte de la gran nave, Susan siguió a Olivia hasta el piso de su compañera de escuadrilla. La mejicana tocó a la puerta…



-Celia, ¿estás ahí? Por favor, ¡abre la puerta!

-¿Qué es lo que pasa?- Preguntó la teniente una vez más.-



            Su subordinada iba a replicar aunque en ese momento la puerta se abrió y una pálida Walsh apareció ante ellas, tenía los ojos rojos, con síntomas claros de haber estado llorando. Susan enseguida le preguntó.



-¿Qué ha sucedido, alférez?



            Ésta apenas si pudo despegar los labios. Se retiró de la puerta permitiéndolas pasar. Las dos recién llegadas lo hicieron de inmediato. Celia solo se sentó acurrucada en un sofá y se tapó con una manta.



-¿Qué te he pasado? Cuando me llamaste me pediste que viniese corriendo.- Pudo decir la asimismo concernida Olivia.-



            La interpelada no parecía estar muy dispuesta a hablar. Quizás no habría esperado que su superiora acudiera. Susan pensó en ello y acercándose a la joven se agachó para mirarla a los ojos y musitar.



-Alférez…Celia… por favor, confíe en mí. Quiero ayudarla.

-¡Informará!…informará de esto al mayor Shulth…- Fue al fin capaz de replicar ésta entre sollozos.-

-Depende de lo que haya sucedido.- Contestó su interlocutora.- Si es algo que usted no quiera que salga de aquí, le prometo que quedará entre nosotras.



            Pasaron unos segundos hasta que la chica fue finalmente capaz de musitar.



-Él, él me ha…-se interrumpió rompiendo a llorar.- ¡Yo...no!…

-Tranquila.- Le pidió Susan con tono amable y preocupado.- Tómese su tiempo.



            Tanto Olivia como ella misma miraban a esa pobre chica que trataba en vano de enjugar sus lágrimas y aguardaron a que fuera capaz de proseguir.



-Cuando nos retiramos tras cancelar la alerta…

-Sí, nos despedimos al salir del barracón C.- Afirmó Olivia.-

-Sí.- Convino Celia añadiendo ahora con un tono algo más controlado.-

-Entonces, ¿qué sucedió?- Quiso saber Susan.-

-Después...iba caminando sola y el mayor se acercó. – Les contó la muchacha.-



            Celia había recorrido ese pasillo y estaba a punto de salir, oyó entonces la voz del mayor.



-Alférez. Espere un momento.



            Como era lógico se giró y se puso firme saludando.



-Sí, señor.- Repuso.-

-Venga conmigo.- Le pidió él con un tono bastante amable para lo que solía.-



            Ella por supuesto que obedeció, el mayor la guió hasta un despacho apartado. Allí la hizo entrar.  Entonces sin que ella apenas se diera cuenta cerró la puerta, la miró y tras sonreír aviesamente dijo con un tinte de incontenida lascivia.



-Es usted muy guapa. Una joven muy bonita, demasiado guapa para ser militar



            Sintiéndose totalmente sorprendida y desconcertada apenas si pudo reaccionar. Aunque al fin, tratando de recordar el protocolo, Celia fue capaz de replicar en un intento por mostrarse firme.



-Señor,  me veo obligada a recordarle que según las normativas militares está usted incurriendo en una violación del comportamiento preceptivo entre oficiales. Debo advertirle con luz amarilla.

-¿Luz amarilla?- Se rio entonces él, permitiéndose añadir con sorna.- No veo ninguna luz aquí, cariño.



            Y sin más, Shulth alargó una de sus manos contactando con un pecho de la chica. Celia se quedó congelada, sin saber qué hacer. Al fin pudo casi balbucear.



-¡Eso es luz roja! Contacto íntimo no deseado.



            Pero el mayor la agarró entre sus brazos besándola como un poseso en la boca. La chica, entre confundida y aterrada trató de apartarle. Mientras él, en su lujuria exclamaba.



-¡Déjate de tonterías, pórtate bien conmigo y me aseguraré de que tengas una buena carrera!…



            Agarrándola con rudeza la hizo girarse, tumbándola contra una mesa. Con ansia frotó sus partes contra las nalgas de ella para luego intentar bajarle el pantalón. Celia comenzó a gritar. Por un instante eso hizo que el mayor se distrajera. La chica aprovechó ese momento para zafarse y dar una patada en esa zona tan comprometida a aquel tipo. Shulth cayó al suelo retorciéndose de dolor.



-¡He dicho luz roja, bastardo!- Aulló ella entre iracunda y aterrada.- ¡Si vuelves a intentarlo juro que te mataré!…



            Y sin dar tiempo a una réplica por parte de su superior salió corriendo de allí. Entre lágrimas pudo llegar a su apartamento. No sabía qué hacer, aquello era una pesadilla. Se decidió a llamar a Olivia. Era en la única en quien confiaba. Ahora, tras completar su narración, volvía a llorar llena de amargura.



-Tranquilízate, por favor. Te ayudaré. Informaré de esto…- Le prometió la estupefacta Susan que no daba crédito a lo que escuchaba.-

-¡No!- Balbució con la voz entrecortada.- Si lo hace él lo negará y me hará la vida imposible. ¡Todavía más! - Le dijo Celia.-

-Tengo amigos y conozco a oficiales de total confianza. Por favor.- Le pidió la teniente Hunter.- Confía en mí. Esto no puede seguir así.

-Hazle caso.- Añadió Olivia tan impactada como su superiora tras oír aquello.- Confía en ella. Te ayudará.

-¡Estoy acabada! - Gimió Celia llevándose las manos a la cara.- Encima me culparán a mí…

-No, de eso ni hablar, no lo permitiré.- Le contestó Susan con determinación y simpatía.- Anda, ahora tienes que dormir. Debes descansar. Si es necesario nos quedaremos a tu lado.



            La joven asintió agradecida. Entre las otras dos oficiales se ocuparon de ayudarla a acostarse. La mejicana incluso preparó algo de cenar. Aunque fuera una sopa. Celia la devoró, no había probado bocado en todo el día. Después logró conciliar el sueño. Las otras la dejaron durmiendo en su habitación. Al salir Olivia le preguntó a su superiora.



-¿Qué vamos a hacer, señora?

-Exactamente lo que le dije a Celia que haría.- Replicó Susan con seguridad.- Ahora debemos irnos también a dormir. Necesitaremos estar frescas por la mañana.



            Su subalterna asintió y las dos se marcharon deseando que Walsh estuviera mejor por la mañana.


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