Paralelamente a las disquisiciones de los
demás, Maggie paseaba por el parque junto con Giaal. Lo cierto es que el doctor
Ginga era un tipo muy amable y comprensivo. Con una mirada especial. Ella no
sabía por qué pero no le costaba abrirse a él. Y eso le sucedía con poquísimos
hombres. Aunque fuera de un modo totalmente psicológico y amistoso. Así,
exclamó con enfado apenas contenido una vez que perdieron de vista a Marek.
-¡Maldita
estúpida! ¿Se puede saber qué demonios le he hecho para que me trate de esa
manera?
-A
veces algunas personas no se llevan bien entre sí. Cuestión de química.-
Comentó su interlocutor.-
-Me
alegra ver que eso no nos sucede a nosotros.- Pudo sonreír Maggie algo más
animada ya, al tiempo que avergonzada de ese arrebato en presencia del doctor.-
Lamento mi tono. Discúlpeme. Usted no tiene culpa de nada. Pero es que…
-¿Sí?-
Inquirió su interlocutor al darse cuenta de cómo esa joven se quedaba parada a
mitad de la frase.-
-Bueno,
verá. Quizás sea cosa mía, pero creo que a esa chica, a Marek. Le caí mal desde
el principio. Y créame. Yo no hice nada para merecerlo.
-Creo
que tú sinceramente lo crees.- Repuso Giaal, añadiendo.- Puede que ella
interpretase mal alguna cosa que hicieras o dijeses sin pretenderlo, cuando os
conocisteis. Quizás no os vendría mal hablar de ello.
-Puede
que tenga usted razón.- Asintió Maggie.-
Aunque el alien si que había
detectado algo en esa otra muchacha cuando estaba junto a la enfermera Kendall.
Posiblemente él mismo lo hubiese interpretado mal, pero, cuando menos, sentía
en Marek un gran enfado, casi rayando en el odio.
-Con
todo lo que ha pasado últimamente quizás mis percepciones no estén tan afinadas
como de costumbre.- Pensó Giaal.-
Sus reflexiones se vieron interrumpidas
por Maggie quien tomó la palabra una vez más para bromear, declarando con una
agradecida sonrisa.
-Al
menos le tengo a usted, que además de un estupendo médico es un magnífico
psicólogo.
Giaal sonrió a su vez aunque en ese
momento tuvo una llamada. Era el mayor Jensen. Sorprendido y agradado contestó.
-Sí,
dime. Me alegra que hayas llamado. ¿Quieres venirte a la cafetería de Ginger?...Iba
hacia allí.
Aunque entonces y para sorpresa de
su acompañante, Giaal tornó su afable gesto en otro muy serio y hasta incrédulo
y preocupado para exclamar.
-¿Qué
ha hecho, qué?... ¿Está bien?.... ¿La otra qué…? Sí, enseguida voy para allá.
Gracias por avisarme Tracer. Adiós.
Cortó la comunicación y ante la
atónita e inquisitiva mirada de la enfermera no tuvo más opción que replicar.
-Mi
novia ha sufrido un percance. Bueno… lo lamento, pero tengo que ir a verla.
-¿Quiere
que le acompañe?- Se ofreció la muchacha.-
-No,
no es necesario, gracias.- Afirmó Giaal quien recobrando por unos instantes la
sonrisa, le comentó con un susurro a la muchacha.- Además, creo que tienes un
admirador que te aguarda cerca de aquí…
Y dejando aún más sorprendida a su
interlocutora el médico se despidió para ir hacia un deslizador. Maggie ni tan
siquiera tuvo ocasión de pedirle que le aclarase aquello. De hecho, caminó
durante unos metros más y enseguida supo a quién se había referido el doctor
Ginga. Era aquel muchacho, Martin, el que venía sobre su skate.
-¡Oh,
vaya! -Suspiró a medio camino entre la resignación y la incomodidad.-
Pero ese chico llevaba algo sujeto bajo el
brazo. Iba hacia ella y parecía decidido. Maggie le vio llegar no sin un gesto
de asombro y apuro. Más cuando el chico le ofreció ese paquete. ¡Era un ramo de
rosas rojas! Y con tono tembloroso y lleno de pudor, apenas si fue capaz de
dirigirse a ella para decir.
-Son
para usted, muchas gracias por curarme tantas veces… yo…
-¡Pero…Martin!-
Dijo ella entre atónita y desconcertada.- ¿Por qué me das esto? Además, deben
de ser muy caras. No puedo aceptarlas.
Eran naturales desde luego, y habida
cuenta de lo preciosas que eran las plantas en esa nave, ese crío habría tenido
que pagar una fortuna por ellas. Bueno, Maggie esperaba que no las hubiese
tomado prestadas de algún jardín.
-Yo…por
favor, quédeselas…aunque solo sea, bueno, para que tenga un recuerdo.- Pudo
sonreír nerviosamente él.- Un recuerdo mío…
Maggie sonrió a su vez pero de modo
entre maternal y forzado. No era tonta. Se daba perfecta cuenta de lo que ese
chico sentía hacia ella. No es que fuera algo malo, al contrario. Tenía mucha
experiencia en la vida y se percataba de la pureza de las intenciones de ese
pobre crío. Pero, por supuesto que no podía ser. Pese a que eso le producía un sentimiento de
ternura de una manera en la que no estaba acostumbrada a experimentar.
-¡Pobre
muchacho!- Pensó.- No sabe en quién ha ido a poner sus ojos.
Y fiel a su carácter tajante no dudó en
hacérselo saber. Aunque en este caso quiso ser todo lo delicada y amable que
pudo. Cosa que no le era fácil.
-Mira,
te lo agradezco de veras. No tenías por qué molestarte. Únicamente he cumplido
con mi deber. Nada más. No merezco esto. Mejor dáselas a alguna chica que te
guste.
Martin bajó la mirada, o de lo
contrario no habría sido capaz de responder, lleno de azoramiento y emoción.
-Eso
es lo que estoy haciendo…dar estas flores a una chica buena y hermosa.
Su interlocutora solamente podía
mirarle conmovida. A fin de cuentas era el objeto de un enamoramiento
adolescente, quizás del tipo de amor más puro que pudiera existir entre dos
personas. O al menos de una hacia otra. Movió sin embargo la cabeza y le dijo
ya con un tono algo más serio.
-Martin.
Me siento muy halagada, créeme. Y eso, dicho por mí, significa mucho. No me
sucede con cualquiera. Y muy pocas personas han logrado hacerme sentir así.
Quizás el chico interpretó mal
aquellas palabras porque la miró con una amplia sonrisa llena de esperanza y
aunque le daba pena tener que quitarle aquella impresión ella añadió de modo
lapidario.
-Pero
eso no puede ser y nunca podrá ser.
-Ya,
lo entiendo, tiene usted novio. ¿Verdad? Ese oficial...- Musitó el muchacho.-
Aunque ahora ella se rio. Eso le
dejó descolocado, Maggie le miró a los ojos posando sus manos sobre los hombros
del más que ruborizado muchacho y le susurró en confianza…
-Escucha.
Es mi vida privada, no tendría por qué darte explicaciones, pero quiero
hacerlo. Porque pienso que no mereces sufrir en vano. No, ese hombre no es mi
novio. Solamente le conozco, nada más. Y no me interesa en ese aspecto.
-¿No
lo es?- Exclamó el chico atónito.- Entonces usted…aunque sea algo mayor que yo…
puedo esperar…
-
Esperarías para nada. A mí no me gustan los hombres.- Le cortó lapidariamente ella
dejándole petrificado. Dándose cuenta de eso, Maggie prosiguió con tono amable
pero rotundo. - Martin, yo ya tengo pareja, pero es otra mujer. No quiero
hacerte daño, ni quiero que tú mismo te lo hagas pensando en mí. Te aseguro que
no soy para nada como tú te crees, no me idealices, por favor. No lo merezco.
Esa fue realmente una situación embarazosa,
aquel muchacho parecía que iba a romper a llorar en cualquier momento. Ese
habría sido de seguro un tremendo desengaño para él. Quizás el primero de su
vida. Pero Maggie pese a todo creyó haber
hecho lo correcto.
-No
quiero hacer daño a nadie más. Ahora lo pasará mal, pero enseguida lo superará
y se fijará en alguna otra chica. - Se decía ella, apenada pese a todo por
aquel infeliz.-
Mientras tanto Martin se apartó un metro al
menos y casi pudo musitar con incredulidad y pesar en tanto la miraba entre perplejo
y alucinado.
-¿No
le gusta ningún hombre?
-No.-
Se reafirmó ella con seguridad.- Nunca para salir con él. Y menos para otras
cosas más íntimas. Ya me comprendes. Por eso hazme caso. Seguro que habrá
alguna chica estupenda y de tu edad a la que le gustarás. ¡Eres un chaval
estupendo!
Objetivamente hablando era un muchacho
agradable a la vista, no un adonis ni tampoco alto o fornido, pero Maggie no
dudaba de que, en el instituto al que fuera, a buen seguro que tendría chicas con
las que podría relacionarse. Aunque también debía admitir que había muy pocas a
bordo. Los habitantes civiles no serían más de seis o siete mil personas.
-De
esas, la mayor parte son o adultos que trabajan como tripulantes, militares o
científicos y niños y niñas de corta edad que son sus hijos e hijas.- Se
percató ella ahora.-
De hecho, esa nave era enorme y estaba muy
despoblada. No estaba muy segura de sí
ese exiguo contingente podría poblar un planeta como al que se dirigían. Supuso
que serían únicamente una especie de avanzadilla. Aquellas reflexiones cruzaron
la mente de Maggie pero enseguida las apartó. Aquel chico estaba dejando caer
algunas lágrimas.
-Lo
lamento, de verdad que eres un buen muchacho. Y de veras que me siento muy
halagada de que hayas pensado así en mí. - Quiso animarle ella.- Toma.- Añadió con
tono casi maternal haciendo ademán de devolverle el ramo de rosas.- Guárdalas
para alguna muchacha que sea más digna de ellas que yo.
-No,
es un regalo.- Insistió el pese a todo, tratando de mantener sus restos de dignidad.-
Para alguien especial…
Maggie no pudo replicar, el chico
simplemente se montó en su skate y se alejó a toda prisa de allí. La enfermera
suspiró con pesar. Entonces, sin saber por qué, recordó a su antigua novia.
-Ahora
puedo comenzar a entender lo que pasaste cuando tuviste que romper con ese
novio tuyo, Kerria. Aunque no pudieras continuar a su lado te dolería mucho causarle
ese sufrimiento. En cierto sentido, te parte el corazón hacerle algo así a
alguien cuando es a una buena persona, inocente y puro, como este chico. En fin.
-Se dijo con amargura.- En romper corazones y hacer daño a gente que no lo
merece, ya voy teniendo experiencia.
Y es que su mente volaba a aquel entonces.
Después de conocerla y despedirse, dándole su número, Kerria finalmente la
llamó. Maggie recordaba bien aquella llamada, tras algunos días de conocerse. A
decir verdad no tenía eso en mente en ese momento. Ella estaba en casa al haber
terminado su turno en el trabajo, entonces el teléfono sonó. Tardó en contestar
al principio.
- ¿Diga?- preguntó con curiosidad.-
- Maggie, soy Kerria, ¿me recuerdas? nos
conocimos en el bar Moi. – La saludó ésta con cierto temblor en la voz. –
Sonrió,
por supuesto que no había olvidado a esa hermosa joven. Aunque ya casi había
perdido las esperanzas de que la llamase alguna vez.
- Sí, claro, hola Kerria ¿cómo estás? -
Repuso con un tinte más desenfadado y alegre. -
- Bien gracias, me gustaría verte, si es
que puedes.- Le pidió de forma trémula. -
- Podemos quedar esta noche a las diez si
te viene bien, no tengo nada que hacer. –Le ofreció su interlocutora que supo
captar perfectamente ese matiz de voz. Aunque enseguida quiso saber con algo de
prevención.- ¿Quieres hablar?
-Sí, me gustará.- Admitió su contertulia.-
-¿De tu novio el señor encantador? -
Inquirió Maggie sin disimular un toque irónico.-
-No, él… ya no…ya no estamos juntos.-
Suspiró Kerria.-
-Entiendo que quieras charlar un poco, nos
vemos entonces. - Se despidió ella con más consideración.-
Y se arregló a conciencia, contaba
los minutos hasta la hora. También estaba algo nerviosa. ¿Y si esa chica se
rajaba al final y no iba? No, no pensó que fuera a hacer eso. Le debió de
costar mucho llamarla. Desde luego parecía una joven formal y dio muestras de ello
cuando en su encuentro anterior no quiso proseguir más allá de aquellos besos y
caricias pese a estar deseándolo. Entonces la frenó el tener novio. Sin embargo,
ahora le había confesado que ya no estaba con él. Maggie sonrió, dejó bien
arreglado su apartamento. Por si acaso.
-Tampoco
quiero aprovecharme mucho. Puede que se sienta muy vulnerable…bueno…es un
bombón, quizás si me aprovecharé algo.- Se decía con creciente excitación.-
Al fin se fue rumbo al Moi. Aunque había
tráfico y ya eran más de las diez cuando pudo llegar. Entró en el local y se dirigió
hacia la barra. Tras unos agónicos segundos, en el que no distinguía a nadie
parecida a esa chica, temió que Kerria se hubiese cansado de esperarla o
incluso que le hubiese entrado miedo. No obstante, y para su alivio y alegría al
fin la vio. Sonriente se aproximó
despacio. Maggie llevaba un vestido ajustado, de
color rojo y unas medias negras de seda, terminados en zapatos a juego de alto
tacón. Su cita vestía un
suéter ceñido, una falda corta y zapatos de tacón mediano.
- Lamento haber tardado, el tráfico estaba
imposible.- Se disculpó sentándose en un taburete de al lado. - ¿Cómo te va? No
parecías muy contenta cuando hablamos por teléfono. - Inquirió a la vez que la
besaba en una mejilla. -
- Tenía ganas de verte- le confesó Kerria.
- Necesito charlar un rato. Si no te importa.
-¿Y a mí porque me habría de importar?- sonrió
Maggie añadiendo con desenfado. - Tú dirás, cuéntame ¿Qué ha pasado con ese
chico?
- Es difícil para mí- repuso su
contertulia añadiendo - quizás me he precipitado demasiado, lo cierto es que
hoy he roto con él.
- Así que te ha tratado como hacen todos
¿no es así? - Comentó la otra tiñendo de desencanto su voz. -
- ¡No, no! - Se apresuró a rebatir su
interlocutora. - Él...es maravilloso, pero yo no puedo corresponderle, ya me
entiendes. Con él no me es posible y sin embargo, llevo mucho tiempo sin nadie.
- Comprendo,- musitó Maggie acariciándola
el mentón en tanto le susurraba al oído. - Necesitas que alguien te bese así.- Acercó
a sus labios a los de su interlocutora y los rozó con suavidad, dando otra
pasada los juntó abriendo su boca. -
Notó
como a esa chica el pulso se le aceleraba. Maggie se la trabajó como ella sabía
y su pareja se dejó hacer, separando sus labios también y uniendo su
lengua a la de ella. Tras un beso bastante ardiente la asió de una mano
proponiéndola con un tono bastante incitador.
- Vamos atrás, esto está demasiado
concurrido.
Pese a que el local estaba lleno de personas de sus mismas inclinaciones y a
nadie le iba a sorprender aquello, ambas deseaban algo de intimidad. Kerria se
dejó llevar a través de una sala de baile y su guía la condujo hasta la
zona de reservados, iluminada solamente por una débil luz rojiza. Se sentaron
en un sofá de cuero que se hundió bajo su peso dejándolas casi sepultadas en
él. Ahora, a salvo de cualquier mirada, Maggie le susurró al oído.
-¿Estás segura de querer continuar?..
- Sí…sí - añadió ella con la voz
entrecortada por la excitación, y abrazando a su pareja para besarla de
idéntica manera. – Lo deseo mucho…
Las dos se acariciaron largamente, besó a Kerria en el cuello y rebuscó
con las manos hasta subirle el suéter y acariciarle los pechos. Ésta
correspondió llevando una mano al trasero de su compañera. Ya tumbadas una
sobre otra, completaron la faena, terminaron sólo satisfechas en parte. Maggie
le propuso a su pareja.
- Mañana ven a mi casa, allí estaremos
solas.
Y su nueva conquista así
lo hizo, llegó vestida de modo informal. Aunque Maggie tampoco llevaba
demasiado encima. Eso sí, tras volver del trabajo se preocupó de cocinar algo.
Eso no se le daba nada mal. Dejó todo listo casi en el límite del tiempo. Al poco
llamaban a la puerta. Observó por la mirilla y su rostro se iluminó. Allí
estaba esa chica con un gesto marcado por la expectación y quizás el
nerviosismo. No tardó en abrirla. La recibió vestida con un bonito traje de
noche de gasas dejando entrever sus encantos.
- Buenas noches.- Saludó su anfitriona
dándole un ligero beso en los labios según la indicaba. - Pasa, la cena
está lista.
-¿La cena?- preguntó la sorprendida muchacha
sin esperarse que la invitación de Maggie incluyese tal cosa. -
Efectivamente Kerria entró al salón donde la aguardaba una mesa iluminada por
dos velas esperaba bastante bien servida. Dos platos con sus cubiertos, una
cubitera con champán y unas cazoletas tapadas. Maggie se deleitó observando la
expresión atónita de su invitada.
-Siéntate, por favor.- Le pidió a la par
que destapó las cazoletas, sirviendo una fina pasta italiana, con salsa.-
- Esto tiene buena pinta- sonrió Kerria
empuñando el tenedor para confesar con agrado. - No lo esperaba.
- Una cena íntima es lo mejor para abrir
el apetito- repuso su contertulia. -
- Pero después de esto ¿quién podría tener
hambre?...- objetó su invitada que no había parecido entender aquel mensaje. -
- Yo...- sonrió su interlocutora
lanzándole una mirada muy insinuante. - Ya lo verás.
Las dos cenaron sin prisas y Maggie sirvió el postre, dos piñas coladas. Al
terminar se levantó acercándose a su invitada.
- Ahora vamos a pasar al plato fuerte. -
Le propuso a la vez que la acariciaba suavemente desde las mejillas hasta los
pechos. -
Kerria se levantó y dándole la mano a esa chica se dejó llevar hasta la cama.
Desde luego que el apetito de su compañera se había incrementado. El siguiente
plato fue la propia invitada. Maggie se la comió de principio a fin.
Saboreándola intensamente, cada pequeño bocado que le daba y cada lengüetada
sumían a su pareja en el más absoluto de los placeres. Ella también se sirvió
ración completa, devolviendo a Maggie cada una de sus degustaciones. Cuando
terminaron de paladearse y acariciarse cada centímetro de sus cuerpos reposaron
sobre la cama, abrazadas la una a la otra.
- Eres muy pasional, Kerria - susurró
Maggie al oído de su amante - y me encanta tu fuerza.
-¡Vaya!- sonrió ésta divertida – Será que
tenía mucha de ella guardada.
-Como un tapón de champán - comentó su
interlocutora. –
-Sí, desde que salía con mi ex no me
sentía así.- Confesó la interpelada abrazándose a su amante.-
-¿Con tu ex novio?- Inquirió Maggie.-
- No, fue con otra mujer…- respondió
riendo ligeramente. -
Su pareja se separó un tanto de ella y la observó con cara de sorpresa. Pero
Kerria se apresuró a calmar la inquietud que le notaba en el semblante.
- Una chica con la que salí en el
instituto. Fue la que me hizo comprender como era yo en realidad…gracias a ella
descubrí mi orientación sexual. No pongas esa cara de boba.
-¿Y era guapa?- preguntó Maggie
visiblemente interesada. -
- Pues sí, una morenaza que tenía tanta
pasión como tú, ¡aunque no preparaba unas cenas tan deliciosas! - rio Kerria
con ganas. -
Su pareja al principio se quedó atónita pero acabó riendo con su compañera.
Desde luego que había aludido a esa otra muchacha con tono evocador. Seguramente
por lo que le había contado, porque fue quien la hizo descubrir su sexualidad
verdadera. Podía comprenderlo, ella también tuvo a alguien así en el instituto.
Aunque la cosa terminó bastante peor. Mejor no recordarlo. No quería empañar el
momento. Ahora se abrazaban las dos en la cama disfrutando del calor de sus
cuerpos y de su contacto. Aunque al cabo de un buen rato Kerria suspiró mirando
el reloj. Era ya tarde, bastante tarde y llamó a sus padres diciéndoles
solamente que pasaba la noche en casa de una amiga y esa persona en cuestión la
miraba con ojos llenos de deseo y sonreía susurrándole al oído.
-Esto no es nada, ya verás las cosas que
sé hacer…
-¿Cosas? ¿Qué cosas?..- Quiso saber
Kerria.-
Por toda réplica, Maggie volvió a sonreír y se metió debajo de las sábanas…
-¿Qué haces?- se rio su pareja.-
No tardó mucho en averiguarlo, Maggie sabía cómo estimular ciertas zonas delicadas
con ayuda de diversas partes de su cuerpo. Kerria se descubrió a sí misma
gimiendo y jadeando como nunca lo había hecho en su vida, al menos así se lo
confesó luego. Ella se esmeró en darle todo el placer que pudo. Cuando terminó
la dejó totalmente relajada. Fue entonces cuando emergió de debajo de la sábana
y tras besar a su amante largamente en los labios le volvió a susurrar en una
oreja.
-Ya te lo dije…esto solo es el comienzo…ya
te enseñaré…Y te advierto que me gusta ir aumentando en intensidad…
Y
desde luego que así era. Ella misma empezó ya en el instituto a relacionarse
con otras chicas. Siempre eludiendo a los muchachos que trataban como fuera de
ligársela. Aquello por suerte para ella, no preocupó a su familia. Sus padres
tenían un talante abierto. Cuando a los catorce años les confesó que no le
gustaban los chicos lo comprendieron. Pese a todo, las cosas no fueron fáciles.
En su instituto no todos eran de mentalidad tan abierta. Tuvo que soportar
algunas burlas y desprecios, pero no le dio mucha importancia. Ella tenía su
grupo de amigos y amigas. Y después sus parejas. Aunque lo que sí le censuraron
fue ese feo asunto que tan malos recuerdos le traía, aquel que involucró a su
profesora de literatura. Una mujer joven, de menos de treinta años, que la
introdujo seriamente en el mundo del sexo, cuando ella tenía dieciséis. Lo
cierto es que no solamente fue eso, las dos se enamoraron. Margaret no supo
como pero en su instituto se enteraron. Ella, como menor de edad, fue
consideraba víctima, pero a esa pobre chica, de nombre Gloria, la expulsaron.
Incluso fue a la cárcel pese a la propia Maggie testificó en su favor. Por lo que supo después
la ya ex profesora cumplió dos años de prisión y salió por buena conducta, pero
ya no la volvió a ver, ni supo de ella. Podría decir que fue su primer auténtico
amor.
-Lo siento mucho, Gloria.- Se decía ahora
moviendo la cabeza con tristeza al recordar esa última mirada de tristeza e
impotencia que su primera amante le dedicó durante el juicio.- Parece que
destrozo las vidas de todas las chicas que se me acercan…
Aunque
enseguida se sacudió esos pensamientos tan poco halagüeños de su mente. Recordó
como eso comenzó a abrir una brecha entre ella y su hasta entonces comprensiva
familia. Su padre le recriminó el estar complicada con una mujer mayor. De
hecho, Maggie sabía que, de haberse tratado de un hombre, sus progenitores
hubieran relacionado igual. Ahora con la perspectiva de los años lo entendía.
No fue por su orientación sexual, sino por su poca edad y experiencia.
-Hice lo que siempre he hecho, me alejé en
cuanto pude. Primero con el pretexto de estudiar.- Suspiró mientras caminaba
por el parque.- Pero ahora no puedo huir. No se puede escapar de esta nave.-
Meditó.-
Por ello aun le dolía más el
rememorar como terminó con Kerria, a la que de verdad amaba. Y lo supo con
seguridad tras haberla perdido. Lo peor de todo fue que la cosa comenzó con
algunas mentiras que ella misma inventó. Como por ejemplo un día en el que habían
quedado. Kerria se retrasaba. Maggie ya miraba su
reloj con impaciencia.
-¡Vaya! Creía que no ibas a venir.- Le
soltó casi a bocajarro.-
-Lo siento, cariño.- Se disculpó la recién llegada dándole un beso en los
labios que su pareja encajó de modo casi estoico.- Perdóname. Tuve que ir a la
discográfica y luego volver a casa… los exámenes.- Enumeró con creciente
estrés.-
-Vale, vale.- Sonrió al fin Maggie.- No te
preocupes.
-Te prometo que te lo compensaré.- Afirmó
su interlocutora.-
-¿Sí? ¿De veras?- Se sonrió su pareja que
ya jugueteaba con la trenza de Kerria mientras posaba sus labios en los de
ella.-
Y tras besarse con ardor durante un rato, las dos tomaron algo y charlaron.
Maggie le comentó entonces.
-Estos próximos días estaré también algo
liada. Mi jefa está dando la lata con los inventarios.- Comentó con visible
fastidio.-
-Es que trabajas en unos almacenes
realmente muy grandes.- Comentó Kerria.-
-Sí, espero poder terminar la carrera
pronto.- Suspiró Maggie.- Me gustaría ejercer ya como enfermera en lugar de
estar vendiendo trapos.
-Serás una enfermera muy sexy.- Sonrió
pícaramente su novia.- Sobre todo estando en la sección de lencería.
-Lo bueno es que tengo la suerte de poder
ver a muchas chicas guapas probándose el género.- Se sonrió con expresión
pícara su contertulia.- Y no veas qué bien lo paso cuando ayudo a alguna bella
clienta a ponerse las medias o los sostenes.
-Me vas a poner muy celosa.- Afirmó una
divertida Kerria añadiendo con humor.- Casi prefiero que termines los estudios
y empieces a ejercer tu carrera.
-Pues espero que no te pongas mala solo
para venir a verme.- Replicó la aludida con voz melosa.-
Y tras volver a besarse decidieron que ya tocaba un poco más de intimidad y
abandonaron aquel restaurante para ir al apartamento de la estudiante de
enfermería. Allí, una vez más pasaron juntas la noche. En esta ocasión haciendo
alguno de esos juegos que tanto le gustaban a Maggie. Desde luego Kerria le
confesó que estaba anonadada. ¡Ni se había imaginado la cantidad de cosas que
podían llegar a hacerse con el cuerpo! No le sorprendía nada que su pareja le
dijese al conocerla que a ella no le hacían falta los hombres. Así
transcurrieron las semanas. En efecto, en ese plazo las dos apenas si se
vieron. Además del inventario conoció a
otra chica que era realmente un volcán de pasión. No hacía mucho que había
comenzado a acudir a la tienda como clienta. Al principio era una más. Maggie
la observaba, morena, voluptuosa, algo más baja que ella misma, aunque siempre
calzando unos buenos tacones. Eso le gustaba. Aquella chica tenía unas
preciosas piernas y unos pechos generosos y lo que era incluso más importante,
también parecía mirarla con interés. Cierto día, llevando un par de medias y
algunas prendas de lencería se dirigió a ella con tono entre apurado y casi
incitador.
-Discúlpeme señorita. ¿Podría ayudarme?
-Claro.- Repuso enseguida Maggie.-
-Verá, quiero probarme algunas cosas, ¿me
ayuda a meterlas en el cuarto?- Le pidió señalando un probador cercano.-
-Sí, por supuesto, señorita.- Asintió
ella.-
Lo
hizo sin pretender nada más, aunque esa mujer se había medito dentro y con gran
presteza estaba ya en ropa interior. Maggie no pudo evitar el mirarla al menos
durante unos instantes. Esos senos que empujaban contra el sujetador. Esas
piernas torneadas rematadas en esos tacones de aguja y aquel pubis que se
dibujaba bajo esas braguitas negras de encaje. Fue entonces cuando aquella
desconocida se sonrió con expresión pícara preguntándole risueña.
-¿Le gusta lo que ve, señorita?...
Aquella cuestión la hizo tragar saliva y
volverse entre agitada y hasta ruborizada. Y eso era muy difícil tratándose de
ella. Al revés, era corriente que fuese la propia Maggie quién produjera esa
impresión en otras mujeres. Tampoco estaba muy segura de a qué se refería esa
individua. Pudiera ser que aludiese a las prendas que habían llevado al
interior del probador. No obstante, notó
sobre ella una mano que se posó suavemente en su hombro derecho.
-No
tengas miedo, preciosa. Te he estado observando…y sé que no te disgusta esta
situación. ¿Verdad que no?
Estaba en lo cierto, Sin embargo,
eso podría haber valido para cualquier otro momento. Pero ahora estaba en el
trabajo. Mucha gente entraba y salía de allí. Incluso niños y niñas que iban
con sus madres. A duras penas se giró para tratar de responder en un intento
por permanecer centrada.
-Mire,
lo siento…ha debido de confundirse, señorita…yo…
-Marla.-
La cortó ésta con tono aterciopelado.- Y tú, ¿eres Maggie, verdad? He oído a tu
jefa llamarte alguna vez.
-Sí.
Así me llamo.- Admitió la azorada muchacha.-
Su interlocutora no se recató de acariciarla en
los senos. Maggie quería apartarse, incluso salir de allí corriendo, pero no
fue capaz. Aquella sensualidad que esa morenaza destilaba le era irresistible.
Casi sin percatarse se aproximó a ella y ya estaban besándose con
apasionamiento en la boca. No tardó su clienta en quitarse la ropa interior e
invitarla a probar cierta zona de su anatomía. Ella aceptó poniéndose de
rodillas y ejercitó su habilidad hasta lograr arrancar gemidos a su pareja.
Luego ésta la correspondió tras unos besos y caricias muy incitantes. Al fin,
tras vestirse las dos salieron del probador. Por suerte nadie había reparado en
ellas porque la tienda estaba tranquila y la jefa de Maggie se encontraba en su
hora del almuerzo. Tanto era así que Marla le confesó divertida.
-Ya
te dije que he venido unas cuantas veces y te había estado observando. También
me fijé en que esa bruja de tu jefa suele salir más o menos a esta hora.
-¡Suerte
que no hayan entrado más clientas! - Suspiró la dependienta ahora pues
palidecía solo de pensarlo.- Si me hubieran ido a buscar…
-Bueno.-
Se sonrió su contertulia.- Pues haberlas invitado a pasarlo bien con nosotras.
Te aseguro que las ventas iban a aumentar. ¡Ja, ja!
Las dos se rieron solamente de
pensar en ello.
-Tenemos
que repetirlo.- Le propuso Marla.-
-Sí,
pero mejor que no sea aquí. Hemos tentado a la suerte demasiado.- Objetó ella.-
-A
mí me excita mucho hacerlo en un lugar público.- Le contó su interlocutora.-
Solo de pensar en que nos vieran. ¡Imagínate una de esas madres con niños! Son
las que más se ponen, te lo digo yo. Hay muchas que son auténticas zorras
debajo de esa fachada de mamás dedicadas.
-No,
eso no estaría nada bien.- Se apresuró a responder ella con visible rubor.-
A decir verdad, Maggie tenía sus
propias perversiones, pero siempre dentro de unos límites. Jamás se le
ocurriría exponerse de ese modo ante unos niños. Por un momento observó con
gesto entre atónito y casi escandalizado a esa chica y ésta se percató.
-¡Era
una broma!- Se rio su pareja.- No te preocupes, quedaremos en otro sitio si
quieres. Mira, me hospedo en un hotel, estoy de paso. O podemos ir a tu casa si
lo prefieres.
-Bueno,
sí. Aunque no sé. No creo que sea lo correcto. Es más, ha sido un error. Yo…no
debí. Estoy saliendo con otra chica…
Ahora surgió en ella una sensación
de culpabilidad que la iba inundando. Tuvo que admitir que ni se había acordado
de Kerria durante ese encuentro amoroso en el probador. Sin embargo, eso no
pareció amilanar a su interlocutora, más todavía al contrario, incluso dio la
impresión de gustarle cuando afirmó con tinte entusiasta.
-Pues
entonces podríamos hacer un trio. ¿Qué te parece? Dile que es por probar cosas nuevas. A mí me encanta estar con cuantas más mujeres,
mejor.
-No
creo que le guste mucho la idea.- Objetó Maggie.- No es de esa clase de chicas.
-¡Oh!,
¿no me digas que cree en eso de contigo y para siempre, solas tú y yo? - Se
burló la morena que agregó con tono sensual.- Tú déjamela un rato y ya verás
cómo cambia de opinión. Además, no voy a estar mucho aquí. Soy reportera free
lance. Estoy trabajando en un artículo. Posiblemente lo termine en unos días y
me vaya. ¡Aprovéchate! Dile que soy un regalo de ti para ella. A muchas les
pone bastante cachondas.
Eso la hizo pensar. Kerria le contó eso de su
primera novia. En sus propias palabras era una morenaza impresionante. Y Marla
también era así. De modo que asintió. Le daría esa sorpresa. ¿Qué había de
malo? Solamente sería un rato de pasarlo bien. A pesar de haber sucumbido a
esta tentación, a la que ella quería era a su novia. Así pasaron unos días y
quedó con su nueva amante en un par de ocasiones. Solo por gozar del sexo y
nada más. No pensaba que fuera infiel por ello. Y desde luego, si Maggie pensó
que ella misma era extrema en sus relaciones, no tenía ni punto de comparación
con ésta joven. Al fin, decidió volver a quedar con su pareja oficial en casa.
Dejó una nota en el Moi para Kerria, invitándola a su casa a cenar…ésta vino al
cabo de un par de horas. Tiempo suficiente como para que Marla y Maggie
tuvieran otro apasionado encuentro. Tras el mismo las dos se ducharon para
estar presentables. Primero la morena, luego le tocó a ella. Apenas si había
terminado y estaba secándose cuando sonó el timbre. Era Kerria. Maggie salió a su encuentro vestida sólo con un albornoz.
- Me alegra que hayas llegado.
-¿Estabas en la ducha?- le preguntó su
novia. -
- No, te estábamos esperando - le
susurró ésta con una sonrisa pícara. -
-¿Estábamos? ¿Quienes? - Quiso saber
sorprendida. -
Como respuesta Maggie la llevó a su dormitorio y Kerria se quedó de piedra. Una
escultural morena estaba tendida sobre la cama, completamente desnuda y con una
mirada que incitaba al deseo.
-¿Qué significa esto?- le inquirió a su
compañera visiblemente contrariada.- ¿Quién es esta mujer?
- La he conocido hace una semana en el
trabajo y he pensado que te gustaría. Últimamente hemos sido muy repetitivas.
Hacemos siempre lo mismo y con un estímulo adicional podríamos disfrutar mucho
más. Además. ¿No dijiste que tu primera novia era una morenaza?... Esto te
traerá gratos recuerdos.
-¡Te has vuelto loca!- estalló Kerria bastante
enfadada. - Yo no me quiero acostar con nadie más. ¡Esto no es un circo, ni un
espectáculo!
- Pero no te pongas así, lo hice por ti,
creía que te iba a gustar.- Se excusó Maggie con cara de sorpresa. -
-¿Por qué no lo pruebas?- le propuso
aquella morena despampanante con retintín. – Tu novia tiene unas ideas
geniales, a mí me ligó solo con la forma en la que me ponía las prendas en el
probador. Sabe muy bien como despertar el deseo y yo no me quedo atrás, ya lo
verás…
- Perdona, pero contigo no va nada -
respondió la aludida con poca amabilidad exigiéndole más que pidiéndoselo a su
amiga.- Maggie, dile a ésta señorita que se vaya de aquí.
- Oye muñeca, ¿qué te has creído?- le espetó
aquella mujer. - Maggie ha tratado de ser amable contigo. Nosotras ya estábamos
pasándolo muy bien las dos solas y no te necesitamos ¿vale?
Kerria se quedó pasmada, mientras su apurada pareja le hacía señas a esa chica
para que se callase. Por desgracia para ella no pudo evitar la siguiente
pregunta teñida de indignación.
-¿Que ha querido decir esa? ¡Que ella y
tú!
- Iba a decírtelo después, cuando las tres
nos hubiéramos conocido mejor. - Respondió Maggie eligiendo cuidadosamente sus
palabras. -
-¿Te has acostado ya con ella más veces
aparte de hoy?- chilló Kerria bastante furiosa. -
- La conocí hace ya dos semanas, tú
estabas tan ocupada y nos veíamos tan poco. No pude resistirme, es preciosa, y
tan sensual cuando la veía en el probador que me volví loca por ella. Pero no
quiero dejarte, pensé que las tres podríamos ser íntimas.
- Acabas de decirme que la conociste hacía
una semana. ¿Ahora son dos?- Se indignó su interlocutora apuntando a esa
muchacha a la par que mostrando dos acusadores dedos en su mano derecha.-
- Bueno, ¿qué más da? Una semana, dos
semanas…Yo soy así, me gusta conocer gente a cada momento, las relaciones
estables no son lo mío. Me encanta experimentar sensaciones nuevas.- Sentenció
Maggie sin parecer demasiado afectada por ese desliz.- Y ya llevamos mucho
tiempo solamente las dos…
- ¡Pues yo no quiero compartir a mi pareja
con nadie! - Espetó su interlocutora recitando un ultimátum. - O se va ella o
me iré yo.
- Pues vete de una vez, mona - le
respondió la morena sentenciando con desdén. - No te necesitamos para nada.
Kerria se quedó atónita mirando a su novia que no decía nada, indignada se dio
media vuelta saliendo de la casa.
- ¡Espera! - acertó a gritar Maggie, pero
aquella mujer se había levantado y la abrazaba por detrás en tanto le susurraba
con voz melosa. -
- Ya se le pasará, y sino que nos importa
a nosotras.
Y
la chica cedió ante los besos y otras ardientes caricias que esa morena le
prodigaba…Al fin Marla la besó en el cuello y fue recorriéndola con las manos.
Maggie desfallecía por el deseo pero se obligó a separarse al fin. Entre jadeos
entrecortados fue capaz de decir.
-Tengo
que ir a explicárselo. No deseo que piense…
-¡Al
diablo con lo que piense esa boba! - Se rio su interlocutora dejándola pasmada,
más cuando añadió -¡Menuda estúpida engreída!- Y parodió la voz de aquella
chica sentenciando.- ¡No te compartiré con nadie! Y me ha mirado como si yo fuera una puta.
¿Quién se creerá que es?
-Kerria
es buena chica. Pero no está acostumbrada a esto.- Respondió Maggie.- Ella no…
-¿Kerria
dices?- Se sonrió aquella morena.- El caso es que me suena su nombre. No es
precisamente común.
Sin que su pareja pudiera hacer nada,
Marla se levantó de la cama y tomando su móvil metió aquel nombre en el
buscador de internet. Al recibir resultados su boca se abrió entre la sorpresa
y la incredulidad.
-¡Oye,
si resulta que esa tía es una artista bastante conocida! - Exclamó leyendo con
regocijo.- Kerria Lorein Malden, miembro del grupo musical las Justices…Pelo
castaño claro, ojos verdes, cinco pies nueve pulgadas y media de altura. Hay
que reconocer que es un bombón la muy zorra. ¡Ja, ja!…
-¡Por
favor, déjalo ya! - Le pidió Maggie que comenzaba a sentirse molesta por
aquello.-
Sin embargo, fue aún peor cuando su
amante sonrió, esta vez con perfidia, señalando hacia una pequeña webcam que
tenía conectada a su móvil por bluetooth. Lo siguiente que dijo dejó paralizada
a Maggie.
-¿Sabes
que he grabado el numerito que nos ha montado? ¿Recuerdas que te dije que era
periodista, verdad?
-Sí.-
Asintió Maggie, para recriminarla.- ¿Me has engañado para algún tipo de
reportaje? ¿Por qué tenías esa cámara?
-La
puse cuando te metiste en la ducha. No temas. Me gusta grabar los polvos con tías buenas como tú.- Se sonrió.- Iba a
decírtelo. Podrías haberte puesto un antifaz. ¡Queda genial! Luego lo subes a
internet y ganas una pasta. La próxima vez nos montamos una peli porno de
aficionadas. ¡Verás cuantas visitas! Y a ganar dinero cada vez que algún salido
hijo de perra le dé al click, ja, ja…
Eso dejó horrorizada a Maggie. Una
cosa era disfrutar del sexo con mujeres adultas, de forma libre y sin
restricciones y otra airearlo. Ella tenía una familia y no deseaba que ni por
casualidad pudieran verla en ese tipo de situaciones. Bastante daño les había
causado ya.
-Tú
no eres periodista. ¿Qué eres, una actriz porno o algo así?- La acusó no sin
indignación.-
Aunque lejos de molestarse u
ofenderse a Marla aquello debió de parecerle gracioso. Seguro que la cara de
Maggie era el reflejo de lo desconcertada, molesta e incluso humillada que
comenzaba a sentirse.
-¡No!-
Se rio su amante.- Tranquila, soy periodista, pero de prensa rosa.- La verdad,
venía para averiguar cosas sobre un senador y sus líos con algunas de sus becarias.
Pero esto es mucho mejor.
-¿Mejor?-
Repitió su interlocutora sin comprender.- ¿El qué?
Marla sonrió con perfidia y pudo
explicarse…
-
No sé, imagínate…tu novia. Una chica tan mona, con un aspecto tan angelical.
Cantante de éxito entre el público adolescente. Seguro que muchos chicos se la
tocan solamente con mirar su poster. ¡Ja, ja!…La verdad, hay que admitirlo,
está muy buena. Y sus compañeras de grupo igual. Me gustaría poder tirármelas a
todas. A lo mejor también son lesbianas. Solo de pensar las orgías que podrían
montarse en el camerino me pongo a cien.
-No,
Kerria me dijo que algunas eran sus primas. Y ninguna es homosexual. - Rebatió
Maggie que enseguida se arrepintió de haber hablado demasiado.-
-Bueno,
¿qué se le va a hacer? Aunque nunca se sabe. Y hablando de eso. Me pregunto…
¿Cuántas personas sabrán cómo es en realidad tu linda novia…? Porque no creo
que se pasee contigo por ahí. ¿Verdad que no? Claro que no lo hará. Para ella
eres un secreto. Alguien que está bien para pasar un buen rato pero que le
supondría, cuando menos, un capítulo de su vida muy embarazoso y difícil de
justificar si sus fans llegaran a enterarse…
-¡Cállate!-
le ordenó Maggie que se había molestado mucho al escuchar eso.-
Lo cierto es que a su pesar tenía que dar la razón a esa
individua en eso. Kerria siempre quedaba con ella en el Moi, y a partir del
turno de tarde y noche, cuando las luces eran muy tenues. Las dos se iban a la
parte trasera, la menos concurrida. Después cuando ya comenzaron a salir en serio, quedaban únicamente en casa
de la propia Maggie. Puede que también salieran a comer o a cenar a algún
restaurante, empero Kerria siempre rehuía las muestras de afecto en público. Era
como si su novia no deseara ningún tipo de publicidad. A ella desde luego eso
no le importaba. Respetaba que esa muchacha deseara mantener su vida íntima al
abrigo de curiosos. Y más tras romper con su novio y comenzar a salir con ella.
Y sin embargo, quizás lo que más la enojaba es que la mantuviera en secreto de
ese modo. Si Kerria la quería, como muchas veces le había dicho cuando se veían
o hacían el amor. ¿Por qué no admitirlo ante todo el mundo? Otras estrellas de
la música o del cine ya lo habían hecho antes y no había sido tan terrible. No
obstante, luego volvía a pensar que su novia no era la única que podría salir
perjudicada si eso se supiera. Su familia, sus primas y quizás otras personas
que ni ella misma conocía, pudieran sufrir las consecuencias. Su pareja, o al
menos la que lo había sido hasta ese momento, a buen seguro que se enfrentaba a
ese dilema. Lo mismo que ella. Muchas veces deseaba pedirle a Kerria que
oficializase su relación. Otras, se lo pensaba mejor. Con estar juntas y disfrutar
a solas de su amor le bastaba. Ahora, meditando un poco sobre ello, pudiera ser
que ese sentimiento de creerse postergada le hubiese influido para buscar
consuelo en brazos de otra mujer. Y por desgracia la elegida como amante había
resultado ser alguien muy peligroso y destructivo. Esa hermosa chica morena y
de semblante risueño podría haberle costado ya su relación con Kerria y al
parecer, no contenta con eso, pretendía empeorar las cosas todavía más. Y esa
impresión se confirmó cuando la oyó decir.
-Creo
que ha llegado el momento de ayudarla a salir del armario. ¿No te parece? -
Aseveró Marla con regocijo.- Al final seguro que lo agradecerá.
-Espera,
¿qué vas a hacer?- Inquirió Maggie.-
La interpelada se rio sola al
parecer pensando en algo. Entonces se puso a
teclear en su móvil. Mientras se sentaba en la cama junto a su atónita
interlocutora. Ésta se quedó helada cuando Marla musitó mientras buscaba…
-A
ver, Kerria Malden…padre. ¡Vaya! Es un exjugador de baloncesto, y entrena a los
Knicks. Bueno, eso me da igual, a ver esta otra… Kerria Lorein… novio…
En uno de los resultados salía la
foto de un muchacho, era apuesto, de pelo castaño y ojos azules, algo más alto
que Kerria. En algunas imágenes aparecían juntos yendo al cine. Sonreían
mirándose el uno al otro y parecían estar muy compenetrados. Al ver esas
instantáneas Maggie supo de inmediato que su novia había amado de veras a ese chico.
Al menos todo lo que había sido capaz habida cuenta de su orientación sexual.
Ahora podía entender lo duro que debió de ser para ella dejarle. Además,
ninguno de ellos parecía estar consciente de esas fotos. Estaban de un modo muy
natural y relajado. Su novia lucía incluso feliz. No cabía duda, las
instantáneas habrían tenido que ser robadas por algún paparazi.
-¡Esto
es genial! - Rio Marla una vez más.- ¡La muy puta finge tener novio! ¡Vaya un
montaje! ¿Será falsa la tía? Y se atreve a sermonear sobre moralidad y
compromiso. ¡Es más lesbiana que yo y se pasea con un tío por ahí aparentando ser
heterosexual, ja, ja, ja!…espero que ese tipo sea gay y que le estén pagando a
él también por interpretar esa comedia. Sino ¡pobrecito infeliz! ¡Qué manera de
ser engañado! Claro, con razón no les veían juntos últimamente.
-¡No
es verdad! Ese chico era de verdad su novio. Me lo contó cuando la conocí.
Luego cortó con él y después ella y yo…- Intervino una agitada Maggie saliendo
en defensa de su quizás ya asimismo ex pareja.-
Aunque ahora estaba asustada. ¿Y si
había también fotos de ella con Kerria? Quizás por eso su posiblemente exnovia
ya no quería que la besase en público. Alegaba siempre ser algo vergonzosa y no
querer capitalizar miradas de nadie. A Maggie eso a veces le molestaba un poco,
pero aceptaba aquella especie de regla no escrita. Únicamente en lugares de
ambiente o en la intimidad de su casa daban rienda suelta a sus deseos. Por
eso, ahora no pudo oponer nada al siguiente comentario de Marla. Que, de modo
bastante agudo, sentenció.
-Esa
tía ha estado fingiendo.- Afirmó su interlocutora con un siniestro brillo en su
mirada en tanto que alegaba insistiendo en lo anterior.- Seguro que nadie sabe lo tuyo con ella. Pese
a todo lo que hemos avanzado hay mucha gente que no lo vería bien. Todavía hay
muchas familias, con adolescentes, que son muy tradicionales. Ya te lo he
dicho. Y son esos adolescentes los que compran los discos de su grupo…
-¿Qué
quieres decir?- se atrevió a musitar Maggie.-
-Que,
si somos listas, esto puede valer mucho dinero.- Sonrió aviesamente esa joven.-
No querrá que su tapadera salte por los aires. Tan recatada, tan mona…- Remacho
con falso tono meloso y al tiempo burlón.- ¡Vamos, podrías forrarte! -La animó
con entusiasmo.-
-No
quiero hacerle daño.- Repuso su contertulia levantándose también de la cama.-
-No
se lo vamos a hacer. Llámala y pídele perdón. Luego quedamos con ella y lo
hablamos civilizadamente.- Le indicó su interlocutora.- Eso si es lista y sabe
lo que le conviene.
-¿Hablar
de qué?- Inquirió Maggie a quien esa enojosa situación cada vez le estaba
gustando menos.-
-Puedes
mandarle una copia de este video. Ya verás cómo viene corriendo. - Le ofreció
Marla.- Anda, te lo enviaré.
Aquello le sonaba tan despreciable
que hasta se bloqueó, tardando en contestar, aunque al fin pudo discurrir su
respuesta.
-Pensándolo
bien, si no te importa. Prefiero hacerlo yo misma.- Convino Maggie.-Será mejor
y no se pondrá a la defensiva.
En realidad no quería hacer tal
cosa, desde luego que sus padres no la había educado así. Ella valoraba su
libertad para elegir y asimismo la de otras personas. El chantaje y la coacción
no eran algo que viera precisamente con buenos ojos. Pero ante esa situación
decidió ser más astuta que su pareja. Ésta pareció creer aquello, cuando
comentó con tono más despreocupado.
-Muy
bien, ocúpate tú. Sabrás que decirle a esa estúpida para que pique el anzuelo. Yo voy al baño un momento.
Y Marla dejó su móvil sobre una
mesa. A Maggie le latía el corazón desenfrenadamente. ¡Era ahora o nunca! Se
hizo con aquel teléfono y buscó en los archivos. Por suerte su amante no había
hecho copias ni enviado nada a nadie aún. Seleccionó esa grabación de apenas
cuatro minutos en la que se podía ver claramente la cara de Kerria y escuchar
la discusión que habían mantenido, reconociendo más que explícitamente su
relación con ella. ¡Eso posiblemente
hundiría su carrera y hasta podría arruinarle la vida! Aunque pudiera
ser que no. Pero no se atrevía a arriesgarse. Pese a todo la quería. Y no
deseaba ser responsable de eso. Ya le había hecho bastante daño.
-Quizás
no pueda arreglar lo nuestro, Kerria. ¡Pero esto sí que puedo evitarlo!-
Pensó.- Hare lo correcto y no causaré más daño a una buena persona. Aunque sea
por una vez.
Respirando hondo le dio al botón de
borrar. Se aseguró incluso de eliminarlo de la papelera de reciclaje. Luego
examinó esa webcam que, por fortuna, no tenía memoria de almacenamiento propia.
Y no se detuvo ahí. Temiéndose que ese no sería el único archivo incriminatorio
para alguien, borró cuantos archivos de video encontró. Tras darse por
satisfecha dejó el móvil otra vez en su sitio y se tumbó en la cama. Al poco
Marla salió del baño. Con una amplia sonrisa que dedicó a su pareja se hizo con
su teléfono y buscó un número. Entonces llamó.
-En
internet aparecía la dirección de la agencia que lleva la campaña de publicidad
de las Justices. Pero antes mandaré un recadito a una publicación que sigo.
¡Suelen destapar los mejores chismes!
Ante la perplejidad de Maggie esa
chica envió un mensaje. Luego marcó hasta que la atendieron. Enseguida dijo con
tono meloso.
-Tengo
una noticia bomba sobre su representada. ¡Si! Acabo de escribir a una
prestigiosa publicación. ¿Sabían que es lesbiana? ¡Ah no!, ¿Calumnia? ¡Ja, ja!…
de eso nada. Tengo un precioso video grabado. Se lo digo para que vayan
cambiando la campaña del grupo. Sí, ¿De quién estoy hablando? Pues de Kerria
Malden. Pónganla dándose un besito con alguna hermosa jovencita. ¿Chantaje?...
¡En absoluto! Yo no he dicho tal cosa… No les estoy pidiendo nada…solamente les
informo y les doy una sugerencia. Claro, para mejorar su campaña. Eso no es
ningún delito. ¿Qué quieren hablar conmigo? Muy bien, pero será en un sitio
público. Claro, claro… adiós…
Al colgar, Maggie le dedicó una mirada reprobatoria.
Su compañera entonces se rio afirmando divertida.
-¡Se
creen que soy idiota! Estarían grabando la llamada para denunciarme.
-¿Qué
le has escrito a esa revista?- quiso saber su contertulia con voz temblorosa.-
-Que
tengo un video genial sobre Kerria Malden discutiendo con sus amantes.- Ja, ja…
¡Y que son dos chicas! Claro, tú y yo. La muy zorra no se conforma solamente
con una, ¡ja, ja! Hasta he propuesto un titular. Conejita insaciable… ¡lo
pillas! Ja, ja…
Y en tanto se reía con regocijo se
dispuso a consultar ese video. Aunque ahora fue Maggie la que se sonrió. Como
anticipó, no solamente el de Kerria, sino el de otras chicas que había visto ahí
en actitudes muy comprometidas habían desaparecido.
-¿Qué
pasa?- Exclamó Marla con incredulidad.- ¿Dónde están los jodidos videos?
Y aunque ella no dijo nada su amante
no tardó en atar cabos. La morena se giró dirigiéndole una furibunda mirada y
queriendo saber con tono entre atónito e iracundo.
-¿Has
sido tú?
Maggie no replicó, aunque no pudo
evitar que una leve sonrisa le aflorase. Eso hizo enloquecer de rabia a Marla
que la abofeteó chillando de modo histérico.
-¡Maldita
zorra!
Y esa fue la gota que colmó el vaso.
Ella sabía defenderse y estaba más que harta de esa golfa, replicó a esa
bofetada con otra más contundente todavía. Al poco las dos rodaban por el suelo
tirándose de los pelos. Al fin Maggie se impuso, no tardó en echar a patadas a
esa puta de su casa. Casi la hizo salir por la puerta desnuda, entre jadeos,
esta vez de esfuerzo físico y gemidos de dolor por los golpes.
-¡No
quiero volver a verte en mi vida! – Le
chilló mientras Marla se daba a la fuga.- ¡Si te encuentro de nuevo te arrancaré
los ojos! ¡Maldita puta rastrera!
Y desde luego que no la volvió a ver. Aunque a los pocos
días, trabajando como de costumbre en la tienda, su jefa la llamó al despacho.
Maggie fue confiada, no había dejado nada por hacer. Sin embargo, el rostro de
su empleadora lucía muy serio. Ni la hizo sentarse.
-¿Deseaba
verme señora Dalton?- Preguntó con tono respetuoso y cauto.-
-He
tenido una queja muy embarazosa y muy grave contra ti.- Le dijo por toda
réplica.-
-¿Queja?
¿Por qué causa?- Quiso saber la atónita chica.-
-Una
clienta vino ayer. – Replicó su envarada jefa.- Comentó que tú te metiste en el
probador con ella y que la tocaste. Que la hiciste proposiciones. Y otra
señorita allí presente, lo confirmó.
-¡Eso
es mentira! –Se defendió la joven.-
-Según
parece, hay varias clientas que han empezado a decir cosas parecidas. Esa mujer
me dijo que habló con ellas y que le contaron lo mismo. - Opuso su jefa quien
mirando a la joven con una mezcla de desagrado y reprobación, sentenció.- Lo
siento, quizás no sea cierto. Pero ¿Por qué iba a venir una mujer casada a
contarme aquello? Y alegando que su hijita estaba delante.
-¿Qué
mujer casada?- Exclamó la atónita y horrorizada Maggie.- Yo jamás haría tal
cosa, y menos con una niña delante. ¡Es una calumnia!
-Eso
espero, porque algo así bastaría para mandarte a la cárcel. De todos modos, lo
lamento mucho, no puedo investigarlo, sería una publicidad terrible, confío en
que comprendas que tengo que prescindir de ti.
Maggie no supo que replicar. Se quedó sin palabras.
¿Qué habría hecho esa zorra de Marla? Estaba segura de que había sido ella.
Ahora era demasiado tarde, no podía hacer nada. Sencillamente recibió la paga
de la semana que le adeudaba su jefa y se marchó. Por suerte, no le quedaba
mucho para terminar enfermería. Y para colmo de males, a los pocos días, en el
programa de Al Mats, un periodista y presentador muy popular, apareció Kerria
acompañada de dos de sus primas y compañeras de grupo. Allí, ante la conmoción
y sorpresa de gran parte del púbico admitió abiertamente su homosexualidad.
Incluso aludió a ella de forma velada. Maggie no pudo evitar las lágrimas. Más
al ver como su exnovia lloraba a su vez recordando a aquel novio suyo con el
que rompió justo antes de que las dos comenzaran a salir.
-Lo
siento mucho.- Suspiró Maggie entre sollozos.- Todo ha sido por mi culpa.
Pero no
pudo excusarse con Kerria. Y no fue porque no pudieran hablar. De hecho, al poco
tiempo de aquella entrevista el teléfono sonó. Descolgó con prevención, aunque
enseguida se alegró de oír la voz de esa joven. Por desgracia, la felicidad no
duraría mucho. Su ex novia no la llamó
precisamente para reconciliarse…
-¿Si? - Contestó. -
- Soy Kerria, tenía que decirte lo que
pienso de ti, sólo eres una egoísta y una…- le respondió furiosa. -
- Oye, un momento. ¿A qué viene esto? - Pudo
defenderse la muchacha para recriminarle a su vez. - Fuiste tú la que no
quiso continuar con lo nuestro. No sé a qué viene...
-¿Y cómo yo lo dejé tú decidiste hacerlo
público para fastidiarme, no?...- le cortó su interlocutora de forma hosca. -
- Oye, espera un momento,- repuso la otra
joven a la defensiva e incluso con tono molesto.- No tengo ni idea de lo que me
estás hablando, ¿vale?
Evidentemente
era mentira, pero trató de evitar que su ex pareja la odiase aún más de lo que
parecía hacerlo ya. Y además tenía su dignidad.
-¿Ah no?- dijo Kerria sin creérselo en
absoluto. -
- No, no la tengo. Yo no soy de ese tipo
de personas ¿qué te has creído? - Replicó Maggie con patente indignación según
agregaba, ya con un tono algo más controlado. - Lo nuestro no estuvo mal pero
desde luego que si tú te fuiste yo no perdí el tiempo lamentándome de eso.
Respeté tu decisión. Y ya estoy comprometida de nuevo y ni siquiera me he
preocupado de escuchar las noticias que hablaban sobre ti.
Otra
mentira. Ella misma no supo por qué respondió así. Había estado dándole vueltas
a la cabeza sobre qué pasaría si volvían a hablar. Tentada estuvo de descolgar
el teléfono y llamarla. Al principio no quiso hacerlo. Ese estúpido orgullo y
el miedo a que Marla siguiera al acecho. Luego tuvo ese problema en el trabajo.
Y ahora que era Kerria quien había dado el paso era únicamente para echarle en
cara a ella todo lo sucedido. Eso la molestó, sobre todo tras perder su empleo
por defenderla. Pero lo que de veras le dolió fue oír a su antigua pareja…
- Ya me di cuenta- reprochó Kerria
lanzándole a su vez. -Pero yo tampoco me he quedado cruzada de brazos. También
tengo una nueva compañera. Por lo menos, ella no piensa en acostarse haciendo
tríos con otras mujeres para ser más original.
- Pues me parece perfecto, ¿alguna cosa
más?- repuso bruscamente Maggie que también se sentía enfadada ahora. -
- Sólo quería saber si tú habías tenido
algo que ver.- Contestó Kerria moderando ahora el tono de su voz. -
- Yo, desde luego que no. ¡Espera! - de
pronto su tinte hostil cambió hacia uno más reflexivo y conjeturó de cara a su
ex novia, puesto que en realidad estaba bien segura de quién era la culpable. -
Quizás Marla, la mujer que estaba conmigo esa noche. Me contó que le gustaba
filmar a las personas con las que hacía el amor. Y si luego supo quién eras tú.
Puede que fuera ella, no se me ocurre nadie más.
Quiso
fingir que no estaba segura, tenía miedo de que Kerria pensara que, pese a
todo, ella había tomado parte en eso. Ahora Maggie rezaba porque esa zorra de
Marla no hubiera tenido alguna cámara más. Creía que no. Pero cualquiera se
fiaba. Y sobre todo, era una mala persona. Aunque Kerria y ella estuvieran así,
su exnovia no se merecía cruzarse con esa bruja. Aquella individua solamente le
haría daño. Por suerte nada sabía de su paradero, de modo que pudo al menos ser
sincera cuando su ex novia le pidió.
-¿Puedes contactar con ella?
- No, lo siento, no era de aquí, sólo dijo
estar de paso. De todas formas no tienes de que preocuparte. Tú no pudiste
salir en su cámara porque te marchaste. - La calmó Maggie con aquella
mentira. -
- Pero puede airear la conversación, y no
quiero ser humillada. Una cosa es reconocer como soy ante el público y otra muy
distinta que se muestren detalles íntimos de mi vida. Y no es solamente por mí,
tengo unos padres y más familia que se podría ver salpicada. - Le explicó
Kerria con un tono de voz más tranquilo pero al tiempo más inquietada por eso.
– Espero que lo comprendas.
- Claro que sí y lo lamento de veras. No
soy ninguna desalmada. Me gusta ser libre y respeto que los demás también lo
sean. - Contestó su interlocutora ya más calmada, agregando con sinceridad y
hasta pesar. -Y escucha, fue una pena que lo nuestro no saliera bien. Eres muy
buena chica. De verdad. Te deseo más suerte con tu nueva pareja.
- Gracias, igualmente- repuso ella
despidiéndose con más consideración al tiempo que se disculpaba. - Adiós
Maggie y perdona.
- No pasa nada, lo entiendo. Adiós
Kerria.- Musitó con tono apagado.-
Colgó
despacio, con los ojos llenos de lágrimas. ¡Le dolía!, tras lo de Gloria nunca
le había sucedido algo así. Por unos instantes quizás lo pensó. ¡Podría haber
intentado arreglar las cosas! Sin embargo, fue escuchar de boca de su exnovia
que ya tenía otra pareja y que era feliz para que sus esperanzas se
desvanecieran por completo. Kerria era una chica de carácter pero muy sincera.
Un libro abierto para ella. Y enseguida supo que, pese a decirlo con despecho,
esa chica no le mentía.
-Debo de tener una especie de maldición
con todas las mujeres que me han importado de veras.- Se dijo consternada.-
Quizás sea mejor para ella estar lejos de mí.
Tras eso se marchó. Buscó trabajo en otro
sitio. Al principio anduvo de un restaurante a otro como camarera. Aquello era
mucho menos agradable. No eran atractivas mujeres las que se aproximaban a ella
para pedirle ayuda sino tipos de toda clase. Por suerte le era fácil
rechazarlos, los hombres no le atraían para nada. Al fin pudo terminar su
carrera y comenzar a trabajar en un pequeño centro de atención primaria.
Entonces supo de aquella oferta para embarcarse. No tenía nada que perder. No
es que no quisiera a su familia, siendo hija única desde luego que su padre y
su madre siempre se volcaron con ella. Pero de hecho era una mujer muy
independiente. Sus padres la querían mucho pese a aquel desagradable
incidente…aquella estupidez, otra de tantas que había cometido siendo más joven
e inconsciente. Una que le costara el no hablarse ya con sus tíos y su primo
Barry. Volvió a suspirar. Al menos ahora estaba lo bastante lejos como para no
causar más problemas. ¡Y total! Un viaje de algunos meses a un planeta nuevo,
con un sueldo excelente y una experiencia que a buen seguro estaría muy
valorada en su currículo, no le iba a venir nada mal. Supuso eso sí, que para
una enfermera novata aquello sería poco menos que imposible de lograr.
Posiblemente muchas otras con mayor experiencia y cualificación se habrían
presentado. Cuál sería su sorpresa al recibir un mensaje en el que le
comunicaban que había sido seleccionada. No se lo pensó. Habló por teléfono con
sus padres y se lo dijo. A ellos no les gustó demasiado la idea pero, como de
costumbre, respetaron su decisión.
-Ahora
comienzo a comprender por qué apenas había candidatas.- Meditó.-
Desde luego que el viaje no daba la impresión
de ser un crucero de placer. En esas pocas semanas desde que partieron había
tenido que trabajar como nunca y poner a prueba todos sus conocimientos de enfermería.
-Por
lo menos, creí que sería capaz de librarme de mi pasado.- Suspiró.-
Y allí estaba ahora. Tratando de escapar de
aquellos recuerdos sin lograrlo. Incluso forjando otros parecidos.
-Una
vez más no sé qué hacer. Ahora sucede al contrario. No es mi novia de quien
estoy enamorada. Pero no deseo hacerla sufrir. Y en cuanto a Keiko…no sé si
realmente ella siente lo mismo hacia mí. Está ese tipo…- Se sonrió no sin
amarga ironía a sí misma para suspirar en forma de auto reproche.- No sé cómo
lo haces, Maggie. Siempre logras complicar la vida a alguien, a ti y a los
demás.
Prosiguió su paseo para dirigirse a
ver a su pareja. Seguro que la estaría esperando con impaciencia. Y quería
mantener con ella esa conversación que ya habían postergado demasiado tiempo.
-Y
lo peor es que no sé cómo voy a decírselo a Mei…prefiero escucharla primero a
ella y después decidiré.
En otra parte de la gran nave, Susan
siguió a Olivia hasta el piso de su compañera de escuadrilla. La mejicana tocó
a la puerta…
-Celia,
¿estás ahí? Por favor, ¡abre la puerta!
-¿Qué
es lo que pasa?- Preguntó la teniente una vez más.-
Su subordinada iba a replicar aunque
en ese momento la puerta se abrió y una pálida Walsh apareció ante ellas, tenía
los ojos rojos, con síntomas claros de haber estado llorando. Susan enseguida
le preguntó.
-¿Qué
ha sucedido, alférez?
Ésta apenas si pudo despegar los
labios. Se retiró de la puerta permitiéndolas pasar. Las dos recién llegadas lo
hicieron de inmediato. Celia solo se sentó acurrucada en un sofá y se tapó con
una manta.
-¿Qué
te he pasado? Cuando me llamaste me pediste que viniese corriendo.- Pudo decir la
asimismo concernida Olivia.-
La interpelada no parecía estar muy
dispuesta a hablar. Quizás no habría esperado que su superiora acudiera. Susan
pensó en ello y acercándose a la joven se agachó para mirarla a los ojos y
musitar.
-Alférez…Celia…
por favor, confíe en mí. Quiero ayudarla.
-¡Informará!…informará
de esto al mayor Shulth…- Fue al fin capaz de replicar ésta entre sollozos.-
-Depende
de lo que haya sucedido.- Contestó su interlocutora.- Si es algo que usted no
quiera que salga de aquí, le prometo que quedará entre nosotras.
Pasaron unos segundos hasta que la
chica fue finalmente capaz de musitar.
-Él,
él me ha…-se interrumpió rompiendo a llorar.- ¡Yo...no!…
-Tranquila.-
Le pidió Susan con tono amable y preocupado.- Tómese su tiempo.
Tanto Olivia como ella misma miraban
a esa pobre chica que trataba en vano de enjugar sus lágrimas y aguardaron a
que fuera capaz de proseguir.
-Cuando
nos retiramos tras cancelar la alerta…
-Sí,
nos despedimos al salir del barracón C.- Afirmó Olivia.-
-Sí.-
Convino Celia añadiendo ahora con un tono algo más controlado.-
-Entonces,
¿qué sucedió?- Quiso saber Susan.-
-Después...iba
caminando sola y el mayor se acercó. – Les contó la muchacha.-
Celia había recorrido ese pasillo y
estaba a punto de salir, oyó entonces la voz del mayor.
-Alférez.
Espere un momento.
Como era lógico se giró y se puso
firme saludando.
-Sí,
señor.- Repuso.-
-Venga
conmigo.- Le pidió él con un tono bastante amable para lo que solía.-
Ella por supuesto que obedeció, el
mayor la guió hasta un despacho apartado. Allí la hizo entrar. Entonces sin que ella apenas se diera cuenta
cerró la puerta, la miró y tras sonreír aviesamente dijo con un tinte de
incontenida lascivia.
-Es
usted muy guapa. Una joven muy bonita, demasiado guapa para ser militar
Sintiéndose totalmente sorprendida y
desconcertada apenas si pudo reaccionar. Aunque al fin, tratando de recordar el
protocolo, Celia fue capaz de replicar en un intento por mostrarse firme.
-Señor,
me veo obligada a recordarle que según
las normativas militares está usted incurriendo en una violación del
comportamiento preceptivo entre oficiales. Debo advertirle con luz amarilla.
-¿Luz
amarilla?- Se rio entonces él, permitiéndose añadir con sorna.- No veo ninguna
luz aquí, cariño.
Y sin más, Shulth alargó una de sus
manos contactando con un pecho de la chica. Celia se quedó congelada, sin saber
qué hacer. Al fin pudo casi balbucear.
-¡Eso
es luz roja! Contacto íntimo no deseado.
Pero el mayor la agarró entre sus
brazos besándola como un poseso en la boca. La chica, entre confundida y
aterrada trató de apartarle. Mientras él, en su lujuria exclamaba.
-¡Déjate
de tonterías, pórtate bien conmigo y me aseguraré de que tengas una buena
carrera!…
Agarrándola con rudeza la hizo
girarse, tumbándola contra una mesa. Con ansia frotó sus partes contra las
nalgas de ella para luego intentar bajarle el pantalón. Celia comenzó a gritar.
Por un instante eso hizo que el mayor se distrajera. La chica aprovechó ese
momento para zafarse y dar una patada en esa zona tan comprometida a aquel
tipo. Shulth cayó al suelo retorciéndose de dolor.
-¡He
dicho luz roja, bastardo!- Aulló ella entre iracunda y aterrada.- ¡Si vuelves a
intentarlo juro que te mataré!…
Y sin dar tiempo a una réplica por
parte de su superior salió corriendo de allí. Entre lágrimas pudo llegar a su
apartamento. No sabía qué hacer, aquello era una pesadilla. Se decidió a llamar
a Olivia. Era en la única en quien confiaba. Ahora, tras completar su narración,
volvía a llorar llena de amargura.
-Tranquilízate,
por favor. Te ayudaré. Informaré de esto…- Le prometió la estupefacta Susan que
no daba crédito a lo que escuchaba.-
-¡No!-
Balbució con la voz entrecortada.- Si lo hace él lo negará y me hará la vida
imposible. ¡Todavía más! - Le dijo Celia.-
-Tengo
amigos y conozco a oficiales de total confianza. Por favor.- Le pidió la teniente
Hunter.- Confía en mí. Esto no puede seguir así.
-Hazle
caso.- Añadió Olivia tan impactada como su superiora tras oír aquello.- Confía
en ella. Te ayudará.
-¡Estoy
acabada! - Gimió Celia llevándose las manos a la cara.- Encima me culparán a
mí…
-No,
de eso ni hablar, no lo permitiré.- Le contestó Susan con determinación y
simpatía.- Anda, ahora tienes que dormir. Debes descansar. Si es necesario nos
quedaremos a tu lado.
La joven asintió agradecida. Entre
las otras dos oficiales se ocuparon de ayudarla a acostarse. La mejicana
incluso preparó algo de cenar. Aunque fuera una sopa. Celia la devoró, no había
probado bocado en todo el día. Después logró conciliar el sueño. Las otras la
dejaron durmiendo en su habitación. Al salir Olivia le preguntó a su superiora.
-¿Qué
vamos a hacer, señora?
-Exactamente
lo que le dije a Celia que haría.- Replicó Susan con seguridad.- Ahora debemos
irnos también a dormir. Necesitaremos estar frescas por la mañana.
Su subalterna asintió y las dos se
marcharon deseando que Walsh estuviera mejor por la mañana.
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