miércoles, 21 de diciembre de 2016

GWDN 11 Más recuerdos y revelaciones



Tras una semana las cosas parecieron calmarse un poco. No se produjeron nuevos ataques. Quizás se hubiese atrapado al causante de los mismos. En todo caso la tensión flotaba todavía en el ambiente. Tanto el equipo de las Fairy Five como los militares habían estado muy atareados, cada cual en sus respectivas obligaciones. También se trabajaba mucho en el centro de ingeniería y desarrollo mecánico. Saliendo de su turno al fin, Scott y el doctor Adams charlaban sobre los acontecimientos de esos últimos siete días. Aquella había sido otra intensa jornada. Tras sus ocupaciones habituales el amable científico le echó una mano al chico con unas cosas relativas a un proyecto de éste. La verdad, ninguno de los dos apenas sí había probado bocado en todo el día. En eso eran muy parecidos, el trabajo y su afán por investigar y construir nuevos ingenios les absorbía por entero. A veces haciéndoles perder incluso hasta la noción del tiempo.



-Deberíamos ir a tomar algo.- Propuso Adams.- Me muero de hambre

-Sí, estoy de acuerdo.- Asintió el chico mientras accionaba el motor de su silla.-



            Avanzaban por el pasillo del complejo científico. Salieron del mismo y tomaron un deslizador. Por suerte todos iban adaptados para personas con discapacidad motora. Scott pudo anclar su silla junto al asiento del doctor. Al menos, en el diseño de la nave las barreras de movilidad apenas si existían. El trayecto además era corto, al cabo de tan solo quince minutos llegaron al extremo del parque. Allí tomaron una senda y se dirigieron hacia la cafetería de moda en la ciudad.



-La doctora Prentis me ha dicho varias veces que vayamos. Dice que la repostería es fabulosa.- Le comentó Scott.- Pero no he tenido mucho tiempo. Ni tampoco ganas.- Suspiró.-



            Lo cierto es que el chico no era muy amigo de reuniones sociales. Pese a que estaba habituado a ello sabía que las miradas iban a terminar posándose en él y en su silla. No obstante, con el doctor Adams y la propia doctora Prentis era diferente. Solamente se había sentido tan libre con otra persona. Su amiga del instituto.



-Sí, yo ya he estado y la repostería ciertamente es deliciosa. Y eso que no soy el mayor fan de los dulces.- Sonrió el doctor, añadiendo.- Esa muchacha ya tenía una cafetería en la SSP-1. Si no recuerdo mal.

-Usted conoció bastante a la tripulación de esa nave, ¿no es verdad?- Se interesó el muchacho.-

-Bueno, solamente a unos pocos. Sobre todo al estamento militar y un poco a los miembros de las Fairy Five.- Afirmó Adams.- A la que más veía para coordinarnos era a la doctora Winters. Una mujer realmente increíble.



            Y pensó a su vez en esa pobre chica que acabó desquiciada. ¿Cuál era su nombre?. Ahora no lo recordaba. Empero, lo que jamás podría olvidar es esas últimas palabras que le dijo por teléfono, pretendiendo ser su novia.



-La pobre muchacha no estaba bien. Las pocas veces que la vi fui amable con ella, y no parecía una mala chica. Supongo que esos malvados tratarían de controlarla de algún modo. Únicamente eso lo explica.- Meditó.-



            Su compañero tomó la palabra entonces, haciéndole salir de aquellos recuerdos.



-Debe de ser muy guapa.- Bromeó.-

-¿Perdón?- Quiso saber él, añadiendo.- Disculpa, se me fue el santo al cielo, pensaba en mis cosas. Dime. ¿A quién te referías?

-A la doctora Winters.- Le recordó un divertido Scott.-

-Bueno, eso también.- Concedió el doctor con una sonrisa.- Aunque me refería a su talento para la investigación. De hecho, todas las mujeres que la acompañan son realmente excelentes.

-Sí, solamente hay que ver a Caroline y a la doctora Prentis.- Acordó su interlocutor.- A las otras no las conozco aún, pero seguro que estarán a ese nivel. Es muy complicado llegar a ser una de las Hadas - Cinco.

-Desde luego. Las Fairy Five son grupos de élite en materia de ciencia e investigación.- Le contó Adams que agregó con un talante más jovial.- Pero nosotros tampoco nos quedamos atrás. Bruce, tú y un servidor, no somos precisamente tontos. ¿Verdad?



            Scott asintió. Era cierto, el doctor Adams era toda una autoridad en el campo de la ingeniería y la robótica. Bruce Hershow, su compañero del otro turno, no desmerecía en ese mismo campo y él mismo, bueno, estaba claro que como programador no tenía precio. Sin embargo, le faltaba ese nivel de investigación en la parte de robótica. Por ello estaba muy agradecido de tener la oportunidad de trabajar con esos genios, en su opinión.



-Todos los que estamos aquí trabajamos muy duro. Debemos hacerlo si queremos que la humanidad tenga un futuro.- Afirmó el chico.-

-Así es.- Asintió su contertulio.-



            Llegaron al fin a la cafetería. Al parecer la cosa estaba tranquila esa tarde. Tras aquellos repetidos atentados la gente se había retraído un poco de aventurarse a dar paseos o a tomar algo. Eso, aunque triste, no les vino mal en ese momento. Enseguida ocuparon la zona más cercana a la salida. Scott pudo dejar allí su silla en aquel lugar que estaba acondicionado para personas con movilidad reducida. Al poco llegó Ginger.



-Hola, ¿Qué tal? ¿En qué puedo servirles?

-Pues de momento en traernos la carta.- Le respondió Adams.-

-Claro.- Convino la joven que se alejó enseguida directa a por una.-



            No tardó en retornar. Entregó sendas guías a los dos clientes. Fue Scott el que sonrió al leer.



-Tarta Sandy… ¡Qué curioso! Mi mejor amiga se llamaba así.

-Bueno, es una tarta que creé con una chica de ese mismo nombre. Era científica en la SSP-1. Aquí salimos en una holofoto con el resto del grupo.- Señaló orgullosamente Gin hacia la pared opuesta.-



            Scott dirigió su mirada hacia allí y no pudo creerlo. ¡Era ella! Quizás unos años mayor pero con esa larga cabellera azabache, esos grandes ojos verdes y la sonrisa alegre que él recordaba. Al menos cuando estaban juntos y la pobre muchacha podía ser ella misma. Junto con la camarera y otras mujeres posaban sentadas alrededor de una mesa, con una gran tarta puesta encima.



-Esa fue una de las primeras tartas Sandy que hicimos. La creamos juntas y la bauticé así en su honor.

-Sandy Ann Wallance.- Musitó el chico con tono lleno de nostalgia.- Ella era mi amiga.

-¡Vaya una coincidencia! Desde luego era una chica estupenda.- Afirmó Ginger.- Muy buena persona. Y una magnífica repostera. Ja, ja. En mi ingenuidad, hasta le ofrecí un trabajo en mi local. Pero claro, ella ya tenía uno muy bueno como investigadora. Le hizo mucha gracia que pusiera su nombre a la tarta. ¡Decía que había esperado bautizar algún descubrimiento, o planeta o vacuna, en vez de un postre!



            Aunque la camarera cejó en sus chanzas cuando observó el semblante entristecido de aquel chico que al tiempo lucía una débil sonrisa.



-¿Estás bien?- Se interesó enseguida.-

-Sí, sí.- Se apresuró a afirmar él, animando un poco su expresión.- Es que hace mucho que no sé de ella. ¡Ojalá que todo le vaya muy bien!



            Su interlocutora convino en ello. Esperó un poco y finalmente Adams comentó.



-Creo que podríamos probar esa tarta tan especial.

-Sí, por favor. -Añadió Scott.- Me gustaría probarla. Si ella tuvo que ver en su creación tiene que ser deliciosa.





            Gin asintió sonriendo y se fue a traer un par de porciones. En cuanto sirvió a sus clientes le comentó a Clarisa, que acababa de entrar al trabajo tras su pausa de descanso.



-Me voy a buscar a Dean. Me han llamado de la escuela, creo que estaba malo.

-Tranquila, me ocuparé de todo.- Repuso su compañera.-

-¡Vaya! Olvidé llevar una taza de café a la mesa tres.- Añadió Ginger señalando discretamente al lugar en donde Scott y el doctor Adams estaban.-

-Ya la llevo yo. Anda, ve a por Dean.- Replicó amablemente Clarisa.-



            Su amiga así lo hizo. Tenía prisa por llegar a recoger al niño. Pensaba en llevarle a la pediatra que tenía asignada para que le reconociera. Su compañera se encargó entonces de llevar el café a la mesa de los clientes.



-Aquí tienen. Su café.- Sonrió.-

-Es para mí. – Le indicó Scott.- Gracias.

           

            El chico no pudo dejar de mirar a esa joven camarera, era  de pelo rizado y no muy largo, rubita y bastante mona. No muy alta pero esbelta y con una sonrisa que embellecía mucho su semblante, que enmarcaba dos bonitos ojos azules.



-De nada.- Respondió ella.-

-Perdone.- Pudo decir el azorado chico.- Su compañera me dijo que conocieron a la señorita Wallance.

-¡Oh sí! - Asintió la muchacha.- ¡Qué mujer tan agradable! Como el resto de sus compañeras. Me alegra mucho ver que la señorita Winters ha venido en este viaje.

-Sí, y otras investigadoras muy cualificadas la acompañan.- Subrayó Adams.-

-Son unas mujeres muy inteligentes. ¡Qué envidia! – Dijo Clarisa sonriendo de forma algo envarada para añadir con tono de elogio.- Y ustedes deben serlo también. Con ese trabajo tan difícil que tienen.

-Bueno, nos gusta mucho nuestro trabajo. Eso hace mucho.- Comentó modestamente el doctor.-

-Sí. La verdad es que yo paso horas sin darme cuenta, estudiando algún nuevo programa o tratando de diseñar algún componente mecánico.- Añadió Scott casi como si ahora cayese en la cuenta de ello.-

-Pues deben tratar de salir un poco para despejarse.- Les aconsejó la joven.- Aunque estemos en una nave espacial hay sitios muy bonitos para ver. El parque principal y otras zonas de recreo.

-¿Usted las conoce?- Inquirió el chico observándola con interés.-

-La verdad. Quizás doy muchos consejos y no me los aplico.- Se sonrió al chica.- Esta cafetería da mucho trabajo. Apenas salgo…

-Pues debería hacerlo.- Intervino Adams ahora.-  La verdad, los dos deberíais, Scott.- Añadió de modo jovial.-



            La verdad que no dio claramente a entender si se refería a cada por su cuenta o juntos. Empero, eso bastó para que el chico miró hacia otra parte ruborizándose un poco. Por su parte Clarisa sonrió tímidamente a su vez, poniéndose un poco roja. Aunque, a modo de la campana salvadora, la muchacha escuchó como la reclamaban desde otra mesa.



-Debo irme, lo siento.- Se excusó.-



            Se alejó de allí y el doctor Adams le comentó entonces al todavía algo avergonzado chico.



-Es guapa y muy simpática. Quizás podrías invitarla a ir a uno de esos sitios.

-Por favor.- Pudo apenas musitar el muchacho.- No la conozco de nada.

-Pues de ese modo podrías conocerla un poco.- Le sugirió su compañero.-

-Ahora tenemos mucho trabajo.- Arguyó Scott, tratando de zafarse de aquella conversación.-



            Adams se limitó a mover la cabeza. Suspiró entre resignado y divertido. Una lástima que Scott no quisiera darle una oportunidad a esa jovencita. En fin, eso no era asunto suyo. Lo que sí le alegró fue ver que la doctora Prentis hacía su aparición en el local. Habían charlado vía WhatsApp interno de la nave. Ella le propuso verse allí para tomar algo y coordinarse en los trabajos de mantenimiento y mejora de los Varitech. Desde luego, esa cafetería era un entorno mucho más agradable y relajado que los fríos laboratorios y los cuartos de pruebas en los que solían encontrarse.



-Hola.- Saludó ella de modo afable al ver a sus colegas.-

-Siéntate.- Le pidió Adams que ya la trataba con bastante amabilidad.-



            La mujer no dudó en aceptar su invitación. Lucía zapatos de tacón negro y un vestido del mismo color ajustado y elegante. De hecho su figura no había perdido atractivo con los años. Melissa se cuidaba bastante bien. Y con ese pelo pelirrojo casi rojizo suelto ahora en forma de media melena estaba muy atractiva. Tanto que el doctor apenas dijo nada puesto que se quedó embobado mirándola.



-Este lugar está realmente bien. Debí seguir tu consejo antes.- Afirmó Scott.-

-Ya te lo dije.- Sonrió luminosamente ella.- Este es un lugar muy especial. Y mirad. Ahí llega la dueña.- Añadió señalando a Ginger.-



            La muchacha volvía caminando sin prisas. Y estaba sola. Saludó de pasada a todo el mundo y fue hacia el interior del local.



-Tendrá prisa. La pobre se pasa trabajando todo el día.- Suspiró Melissa, añadiendo.- Una pena que no haya traído a Dean, supongo que vendrá de recogerle de la guardería.

-Sí, se había puesto malito.- Le contó Clarisa que pasaba cerca con una bandeja rumbo hacia otra mesa.- Ahora le preguntaré. Aunque me extraña que lo haya dejado solo en casa.

-Seguro que se lo dejó a alguien.- Especuló la doctora Prentis en tanto la camarera se alejaba.-



            Tanto Scott como Adams no dijeron nada, tampoco sabían de qué iba aquello. Aunque Melissa enseguida les contó.



-Dean es el hijo de Ginger, ¡tiene cuatro años y es una monada!

-¿Te gustan los niños?- Inquirió Scott.-

-Sí, mucho.- Suspiró ella ahora afirmando con un ligero toque de amargura.- Pero perdí la oportunidad de tenerlos. Mucho trabajo, muchos cambios de residencia. No hubiera podido criarlos. Aunque fui maestra de infantil durante unos años. Al menos disfruté tratando con ellos.

-Algún día me tienes que contar algo de eso.- Comentó el doctor que parecía realmente intrigado.- Doctora en robótica y maestra de infantil. Eres una mujer muy polivalente.



            Su interlocutora asintió levemente aunque parecía que ese tema la incomodaba. Se limitó a variar de conversación preguntando a su vez.



-¿Qué habéis pedido?...



            Y mientras sus contertulios se lo decían, la doctora vio  pasar a Clarisa hacia la cocina y le hizo una seña para indicarle



-Perdona. ¿Me puedes traer otra a mí? Con un té de menta, gracias.



La camarera asintió y fue a por la porción de tarta requerida. Entró descubriendo a Ginger agachada tras un aparador…



-Más tarta Sandy.- Le anunció a su compañera aunque al verla de esa guisa le preguntó.- ¿Qué haces?

-Este aparato está mal.- Le informó su interlocutora.- Creo que no enfría lo bastante.

-Pues es un problema.- Comentó Clarisa.- Las tartas y los pasteles se podrían estropear.

-Tendré que avisar a mantenimiento.- Comentó Ginger que se levantó al fin algo despeinada.- No entiendo nada entre tanto cable y aparato.





            Su compañera convino en eso asintiendo, y ya iba a salir con el pedido de la doctora Prentis cuando le preguntó.



-¿Dejaste en casa a Dean?

-¿A Dean?- Repitió su contertulia.-

-¿No fuiste a por él porque estaba malo?- Le recordó su amiga.-

-Sí, claro. Pero al final estaba mejor.- Sonrió Gin quien ahora parecía tener algo de prisa cuando añadió.- Voy a ver si encuentro a alguien que sea capaz de arreglar esto. Te dejo al cargo.

-¡Como de costumbre! - Se rio Clarisa saliendo de allí con la tarta y el té en su bandeja.-



            Por su parte la dueña del local también salió. Al pasar junto a la mesa de Adams, Scott y la doctora Prentis fue ésta última quien la saludó.



-Hola Ginger. ¿No te has traído hoy a Dean?

-Estaba enfermo.- Replicó la joven.-

-¡Vaya, qué lástima! Es un niño tan mono.- Suspiró Melissa.-

-Pronto podrás verle.- Sonrió la madre con un gesto de complacencia para agregar algo apurada.- He de irme, uno de los aparatos tiene una avería…

-Vaya.- Intervino Scott.- ¿Cuál?

-Uno de dentro. El que conserva las tartas. - Comentó la mujer con tono algo apresurado.- Bueno, luego os veo.

-Si quieres puedo echarle un vistazo.- Se ofreció el doctor.-

-Sí, es una buena idea. Está en la cocina.- Le contestó Ginger que se alejó entonces rumbo a la salida.-



            Los tres se la quedaron mirando marchar. Fue Melissa quien comentó con gesto sorprendido.



-Está algo rara.

-Supongo que, entre que su hijo esté malo y que se le averíe un aparato de  refrigeración, la pobre muchacha estará de los nervios.- Elucubró Scott.-

-Voy a mirar.- Comentó el doctor.- A ver si puedo echar una mano.

-Desde luego que han tenido suerte.- Sonrió el muchacho.- Con usted y con la doctora Prentis aquí. Si alguien sabe de aparatos y tecnología…



            Los dos sonrieron agradeciendo el cumplido. Fue entonces Melissa la que comentó a su vez.



-Te acompaño. Ahora mismo regresamos.- Le comentó a Scott.-



            El chico asintió. Se quedó sentado en su silla, esperando acontecimientos. Pensaba ahora algo turbado. Esa muchacha le había gustado. Sintió algo dentro de sí. Solamente le había sucedido una vez, con su querida amiga Sandy. Rememoraba una de las conversaciones que mantuvieron cuando los dos estaban casi a punto de terminar el instituto.



-Ya estamos cerca del final.- Le decía él con tono animoso.- Dentro de poco nos graduaremos.

-Sí, es verdad.- Comentó ella que parecía algo ausente.-

-Con las notas tan buenas que tienes podrás entrar en cualquier universidad.- Declaró Scott.-

-No lo sé. - Suspiró Sandy llevándose las manos a su cabello de ébano y pasándolo tras su cuello.- Lo cierto es que no sé qué hacer.



            El chico la miraba embobado. Esa muchacha era realmente preciosa, inteligente y buena persona. A primera vista podría decirse que lo tenía todo para ser feliz. Cualquier hombre caería rendido ante sus encantos, comenzando por él mismo. Sin embargo, Scott sabía que ella guardaba un terrible secreto. Así le comentó para animarla.



-Hace casi dos años ya. Y no ha vuelto por aquí.- Afirmó el joven.-

-Es verdad. Pero eso no me impide estar mirando cada día a mi espalda y pensar que pueda estar ahí, al acecho.

-Le diste una buena lección.- Contestó él.- No se atreverá.-



            La chica sonrió de modo trémulo y movió negativamente la cabeza.



-No sé por qué se fue. Era mucho más fuerte que yo y sabía cómo sacar partido de sus capacidades. Quizás pensara que alguien venía y no quiso descubrirse. – Conjeturó la joven.-  Puede que aguarde a otra ocasión. El caso es que tengo miedo. Pero no de él. Sino de lo que supondría el tener que enfrentarme a Lawrence de nuevo. Temo por mi padre, por ti, por los inocentes que pudieran verse envueltos…

-¡Te ayudaré! - Repuso el muchacho con determinación.- No estarías sola.



            Ahora Sandy le sonrió con ternura. El propio Scott se avergonzó al momento de su infantil arrebato. Un tipo enclenque y sobre una silla de ruedas ¿Qué iba a poder hacer? Así lo manifestó azorado.



-Perdona, solamente he dicho una tontería…



No obstante, la joven le respondió con afecto.



-Nada de eso. Significa mucho para mí saber que te tengo a mi lado. Tener la seguridad de que puedo confiar en ti. Eres de los pocos que no saldrían corriendo al ver mi verdadero aspecto.

-Bueno, eso me resultaría bastante fácil, la verdad. Aunque quisiera no podría.- Se sonrió sardónicamente él.-



            El gesto de Sandy se ruborizó, la muchacha parecía estar avergonzada. Estaba claro que había hecho esa observación sin pensar.



-Lo, lo siento…-se apresuró a disculparse.- No quise decir…

-No te preocupes. Sé lo que quisiste decir.- Volvió a sonreírla afablemente él.- Es una forma de hablar y no me molesta en absoluto. Hay que tener sentido del humor en esta vida y todos debemos aceptarnos como somos.



            Ahora su amiga tenía los ojos nublados de lágrimas. Asintió pudiendo sonreír también y tratando de desdramatizar aquello pudo añadir a costa de sí misma.



-Lo único bueno de esto que soy es que no necesito comprarme ningún disfraz para Halloween.

-¿Ni siquiera de pequeña?- Inquirió Scott tratando de seguir la broma.-

-Bueno, entonces sí. Aunque mi preferido era el de bruja. ¡Ja, ja! - Rio ella con un poso de amargura para sentenciar.- De haberlo sabido entonces le hubiera pedido a mi padre que me comprase un tridente de plástico. Hubiera hecho el completo pack de diablesa. ¡Es una suerte!, puedo ponerme el disfraz de monstruo cuando quiera.



            Al escuchar eso el joven endureció su semblante y pasó a amonestar a su amiga, aunque con tono cariñoso pese a todo.



-No quiero volver a oírte decir eso. Sabes que no me gusta. Tú no eres ningún monstruo, Sandy. Los monstruos de verdad andan por ahí sin diferenciarse para nada del resto de la gente. Me refiero a su apariencia externa.



            Y la chica adoptó entonces esa misma fisonomía, convirtiendo su negro pelo en una rojiza cabellera, sus ojos verdes en dos ascuas encendidas y dejando aflorar dos colmillos largos y finos de entre sus labios. Así pudo responder con tono entre gutural y áspero.



-¿Tú crees que alguien estaría de acuerdo contigo si me viese así?

-Lo estaría.- Afirmó de modo imperturbable el muchacho, más al sentenciar.- Si te conociera como te conozco yo.- Y añadió riéndose de sí mismo.- ¿Lo ves? ¡No salgo corriendo!, lo más que podría hacer es echarlo todo a rodar.- Remató tocando las ruedas de su silla.-



            Sandy le observó atónita en un principio, con su boca abierta y mostrando aún más sus colmillos, aunque luego se puso a reír al captar el doble sentido del comentario. Casi no podía parar y Scott rio con ella. La muchacha fue poco a poco retornando a su aspecto normal, de largo pelo moreno y preciosos ojos color albahaca, esos colmillos se retrajeron hasta desaparecer y al fin, entre risotada y carcajada pudo decir.



-Solo tú eres capaz de hacerme volver tan rápido a mi forma humana.

-Ahí lo has dicho bien, forma.- Subrayó él ya más en serio.- Porque tú siempre serás humana, y de las de mejor corazón que haya conocido.



            Sandy también dejo de reír y le sonrió ampliamente tomando una mano del ahora azorado chico entre las de ella para contestar con visible emotividad.



-Eres mi único amigo de verdad. Has estado ahí para ayudarme siempre que lo he necesitado. Y pase lo que pase nunca olvidaré eso. Te quiero mucho, listillo.- Remachó con tono maternal dándole un beso en la mejilla izquierda.- Y nunca dejaré de contarte mis problemas. Te lo prometo.



            Él asintió tratando de sonreír agradecido. Sin embargo, esas palabras le resultaban amargas también. Ella jamás podría verle de otro modo. A ojos de esa imponente muchacha era sencillamente el tímido chico inválido y debilucho al que protegía como si de un hermano menor se tratara. Aun así pudo componérselas para contestar.



-Más te vale que no incumplas tu palabra, porque si vamos a universidades distintas te escribiré todos los días para estar informado.

-Claro que sí.- Convino ella.- Sabes que me encanta que lo hagas.

-Y hasta te mandaré cartas en papel.- Se lanzó él tratando de mantenerse jovial.- Y te haré prometerme que contestarás del mismo modo.

- Un poco anticuado pero tiene su encanto.- Concedió Sandy.- Y sí, te prometo que lo haré…



            Se rieron los dos dejando ese tema y charlando de otras cuestiones que el joven ya ni recordaba. Y al menos al principio, cuando en efecto sus vidas tomaron trayectos distintos, ella mantuvo su palabra…Luego se embarcó en esa especie de nave y después Scott no supo más.



-¿Qué habrá sido de ella? ¿Encontraría al fin a alguien que la quisiera por cómo es, conociendo su secreto?



No podía saberlo. Así pues se dedicó a trabajar, en un intento por olvidar cualquier otro sentimiento hacia Sandy que no fuera el de la pura amistad y por lograr algún invento que le ayudase. Ahora estaba a punto de conseguir lo segundo y ya pensaba haberlo logrado en lo primero. Y entonces iba y conocía a esa joven camarera.



-En fin… mejor será que vuelva a lo mío.- Estaba meditando en eso cuando vio llegar a otra pareja.- Reconoció al doctor Ginga. Iba acompañado de una guapa chica morena de pelo cortado hasta la base del cuello.- Hola. - Les saludó agitando una mano.-



            Giaal y Susan le vieron, correspondiendo a su vez del mismo modo. Los dos iban camino de la cafetería. La chica le había estado poniendo al corriente de lo sucedido en el cuartel.



-¿Dices que ese hombre trató de propasarse?- Se asombró el alien.-

-Sí, eso nos aseguró esa pobre chica. Lo cierto es que en toda la semana no ha sido llamada para el servicio. Al día siguiente nos contó que recibió una orden de tomarse unos días libres.- Comentó una inquietada Susan.-

-Es un tema muy delicado. ¿Esa chica lo ha denunciado?- Se interesó Giaal.-

-No. - Respondió la cariacontecida oficial.- Es muy complicado denunciar a tu superior. La pobre no tiene pruebas y encima él es el jefe de la escuadrilla, con mucha experiencia y una buena hoja de servicios. ¿Quién la iba a creer a ella? Tiene miedo de las repercusiones.

-Entiendo.- Asintió el extraterrestre.-

-No, no lo entiendes. Puedes creerme.- Rebatió Susan con un toque de amargura en su voz.-

-¿Y porqué crees tú que no?-Quiso saber él.-

-Eres un hombre.- Suspiró la chica.- No tienes idea de lo que es tener que luchar a todas horas para demostrar que vales y al mismo tiempo no sufrir el acoso de alguien como Shulth. Con poder e influencia para hundirte si no te avienes a lo que él quiera hacer contigo.

-Quizás tengas razón. Aunque en materia de no verme discriminado puedo decirte que tengo experiencia. – Declaró el alien, agregando.- Y te recuerdo que mi raza no comparte ese sentimiento humano del acoso.



            Bueno, en eso pudiera ser que no anduviese tan acertado. De hecho recordaba que sus padres les contaron que, siendo jóvenes, cada uno estuvo tras de un humano. Encaprichados por alguien del sexo opuesto. Sin embargo, eso no era como lo que Susan le había contado.



-Debo admitir que no eres un chico corriente.- Reconoció ella entonces.- Perdona. Mis argumentos en ese aspecto no sirven contigo.

-No hay nada que perdonar.- Afirmó afablemente él.-



            Terminaban esa conversación cuando llegaron a la puerta de la cafetería. Entraron y Giaal saludó a Scott.



-¿Qué tal?

-Hola doctor.- Repuso el muchacho con una sonrisa.-



            Recordaba haber ido a la consulta para un chequeo al que todos los empleados debían someterse al llegar. El doctor Ginga fue muy amable y se interesó por su parálisis. De hecho, le ayudó a aliviar algunas molestias derivadas de la misma. Aunque nada pudo hacer por encontrar un remedio.



-Lo siento.- Le dijo en aquella ocasión.- He estado estudiando su caso, pero no he podido hacer nada más.- Se disculpó el médico.-

-No se preocupe, doctor.- Le animó incluso el muchacho.- No se puede hacer nada. Simplemente carezco de conexiones nerviosas adecuadas. Es un mal que me afectó al poco de nacer.

-Seguiré investigando.- Le prometió Giaal.- Y quizás, algún día…

-Muchas gracias. El solo hecho de que se interese tanto por mí ya me ayuda mucho.- Repuso Scott.-



            Giaal pensaba en eso también. Ese muchacho era una gran persona. Y él hizo cuanto pudo. Pero aquellos conocimientos que desarrolló en Vegetalia y que le permitieron incluso retornarle las piernas a Ginger, se mostraban ineficaces en el caso de Scott.



-Me alegra verte de nuevo.- Respondió con amabilidad tras rememorar aquello.-



            Tanto él como Susan tomaron asiento cerca del chico. El alien presentó a su novia y Scott les comentó.



-Vine con el doctor Adams y la doctora Prentis. Pero han ido a ayudar a Clarisa. Creo que uno de los aparatos refrigeradores se ha estropeado. Ginger fue a buscar a un técnico de mantenimiento.



            En ese momento Giaal sintió que algo no iba bien. Y esa sensación se agudizó. Precisamente era Ginger quién regresaba  llevando de la mano a su hijo. El niño lloriqueaba un poco. La muchacha trataba de consolarle.



-Anda Dean. Que no es nada. Enseguida te podrás bueno.

-¡Buaa! Garganta…mami, me duele.- Pudo decir el niño casi afónico.-

-Te has resfriado.- Le respondió dulcemente ella.- Ahora a merendar y te daré una medicina muy buena…



Así entraron ambos, El primero en extrañarse fue Scott. Aunque la muchacha al ver a Giaal enseguida la saludó.



-Hola doctor. Me alegro de verle. Fui a buscar a Dean. Estaba algo constipado. ¿Sería abusar de su amabilidad si le pidiera que le echara un vistazo?

-Claro que no.- Repuso él de inmediato, añadiendo.- Creía que habías ido a buscar a un técnico.-

¿Técnico?- Repitió la joven sin comprender.- ¿De qué me habla?

-Sí, hace un rato que usted se fue.- Añadió Scott.- Nos comentó que se le había estropeado una de las máquinas…



            Ahora Ginger adoptó una expresión de incredulidad. Moviendo la cabeza sin comprender.



-¿Yo?- Pudo replicar.- Pero si ni siquiera he estado aquí en toda la tarde. Llevé a Dean a la pediatra. La doctora Sullivan. Estuvo reconociendo a mi hijo. Me dijo que tiene un catarro bastante fuerte. Le mandó una medicina, pero ya que el doctor Ginga está aquí, quizás él pueda darle otra cosa mejor. Más natural.



            Desde luego que la cara del muchacho era un poema. El propio Giaal confirmaba esa impresión de que algo muy raro estaba sucediendo. Enseguida se alarmó.



-No quiero creer que sea lo que estoy pensando.- Comentó con cuidadoso tacto pese a todo.-

-¿De qué estás hablando?- Inquirió Susan.-



            Sin embargo, su novio no respondió, enseguida se levantó dirigiéndose hacia la cocina. No sin antes decir con tono calmado.



-Espera un momento, voy a comprobar una cosa y enseguida vuelvo.



Los demás asintieron, aunque a Susan no le gustó nada aquella reacción. Podía darse cuenta de que su novio estaba preocupado. Y eso no era habitual en él. De todas formas, para no alarmar a los otros, decidió aguardar a que volviese.



-Espero que no sea nada serio.- Se dijo la oficial.-



Entre tanto, Melissa y el doctor Adams se ocupaban de mirar el aparato.



-Es ese de ahí.- Les indicó Clarisa.- Ginger estaba agachada mirando por debajo, dijo que había un lío de cables.

-¡Que raro! - Comentó la doctora Prentis.- Este tipo de refrigeradores no tienen ningún componente electrónico ahí abajo. Son de circuito cerrado. Y va instalado en la parte trasera. Un mecanismo simple.

-Es verdad.- Convino su colega.- No es normal. Quizás la pobre no tuviera idea de eso.

-Miraré.- Dijo Melissa haciendo ademán de ir a sentarse en el suelo.- Vamos a ver qué es eso.

-Sería una pena que te mancharas ese vestido tan bonito.- Sonrió el doctor quien gentilmente se puso de rodillas a un costado de la mujer.-



            Ella no pudo evitar enrojecer un poco. Sin embargo, Adams estaba agachado para tumbarse de lado y mirar a esa máquina. Lo hizo y tras unos segundos su expresión pasó de la jovialidad a la alarma e incluso al miedo. De pronto se levantó como un resorte pidiéndole a su colega.



-¡Dile a todos que salgan de inmediato de aquí!

-¿Qué pasa?- Se sorprendió ella.-

-Ahí abajo hay una bomba.- Sentenció él, pero en voz baja.- Y parece que lleva adosado un cronómetro.



            Clarisa de hecho no les escuchó. Estaba atareada ahora saliendo con más bandejas. Entonces vio llegar a Giaal y a la propia Ginger.



-¿Has traído ya al técnico?- Preguntó a su compañera.-

-¿Pero qué técnico?- Preguntó la interpelada a su vez.- ¡Qué pesados estáis con lo mismo! Ya les he dicho a todos que fui a por Dean.- Remató en tanto sujetaba a su hijo de la mano.-



            El niño se soltó saliendo de la trastienda. Lloraba aquejado de ese dolor de garganta.



-Vamos tesoro.- Le pidió Ginger.- Enseguida te pondrás bueno…



Turno de su amiga Clarisa para mirarla con asombro. Más cuando dio un vistazo hacia fuera y vio al crio que se había ido junto a la mesa en la que estaba el compañero del doctor Ginga y ahora estaba tratando de ser consolado por esa apurada jovencita de cabello moreno que lucía un vestido verde claro.



-No entiendo nada.- Comentó la rubia camarera con total desconcierto.- Pero si antes…



            Fue Melissa quien las abordó urgiéndolas de inmediato.



-Hay que salir de aquí, ¡vamos!



            La miraron todos con estupor, pero ante la expresión que lucía se apresuraron a obedecer.



-Ginger.- Le preguntó la doctora Prentis.- ¿Se puede saber que has puesto ahí debajo?

-¿Debajo de qué? Pero, ¿de qué estás hablando?- Volvió a querer saber la atónita joven.- Yo no he puesto nada en ningún sitio.



            Melissa la miró con incredulidad. Sin embargo, se limitó a pedirle con tono más tranquilo.



-Saca de aquí a los clientes, invéntate cualquier cosa. ¡Pero que salgan! ¡Ahora!

-Muy bien.- Musitó la aludida.-



            Desde luego ese tono y esa premura por parte de la habitualmente tranquila doctora la asustaron. No obstante, con la mejor de sus sonrisas pudo ir pidiéndole a los presentes que tuvieran la amabilidad de salir.



-Van a hacer  unas obras de acondicionamiento por una avería. Han pedido que desalojemos el local porque deben meter maquinaria especializada. No se inquieten, la casa invita.



Y es que eso fue lo primero que pudo discurrir ayudada por Clarisa que había salido a persuadir asimismo a los clientes.



-Lamentamos las molestias. No se preocupen por la cuenta. Como ha dicho mi compañera, están todos invitados.- Aseguró con una bien fingida jovialidad.-



            La clientela se fue levantando de las mesas, algunos con gestos de extrañeza, otros ligeramente contrariados. Los más con resignación y alguno incluso encantado ya que estaba a punto de irse y no había pagado aún. El caso es que pudieron ir desalojando sin mayores problemas. Al menos esa parte estaba conseguida. Gin fue a por Dean.



-Disculpe.- Se excusó con Susan, visiblemente azorada.- Mi hijo la está molestando.

-No, no hay problema.- Sonrió la oficial que era esa joven del vestido verde.-



            La dueña del local sostenía a su sollozante hijo en brazos y Clarisa trataba de consolarle con caricias.



-Será mejor que vaya a intentar ayudar.- Dijo un azorado Scott a la rubia muchacha en tanto veían irse a los clientes.-

-No creo que sea buena idea. Algo grave debe de pasar. El doctor Adams y la doctora Prentis nos han dicho que todo el mundo debe alejarse lo más posible.- Le respondió la preocupada camarera dejando de hacerle carantoñas al crío para añadir.- ¡Espero que ellos también lo hagan!

-Tranquila.- Sonrió el joven.- Saben lo que hacen. Puede que entre todos evitemos consecuencias más graves.



            Y el chico dirigió su silla hacia la cocina. Allí se dieron cita Melissa, Adams, Giaal y él mismo. La doctora Prentis, sin importarle ya nada su vestido, se había arrodillado y estaba mirando bajo aquel aparato.



-¡El doctor Adams tiene razón, es una bomba de tiempo! - Les explicó a los otros.- Le quedan apenas unos diez minutos. Trataré de desactivarla.

-¡Pero eso es una locura, podrías volar por los aires! - Le previno su colega con evidente temor.-

-Soy muy buena en cuanto a este tipo de cosas se refiere.- Repuso ella con patente seguridad.-



            El resto guardó un atónito silencio. Melissa suspiró. En efecto, ella estaba muy familiarizada con ese tipo de artefactos. Lo que no les iba a explicar a sus amigos era que, en su día, fabricó más de uno y no con muy buenas intenciones precisamente.



-Está bien. Pero yo me quedo a ayudarte.- Añadió el doctor.-

-Es muy peligroso.- Rebatió ella.-

-¡O me quedo contigo o te saco fuera! - Insistió firmemente él.- No voy a permitir que te juegues la vida tú sola.



            Si las circunstancias hubieran sido otras Melissa no  hubiera sabido si besarle por su preocupación o darle una torta por ese tono tan rudo. Ya se lo pensaría. El hecho es que se ruborizó ligeramente y tuvo que asentir.



-Scott, Sal de aquí y llévate a las chicas. - Le pidió, dirigiéndose acto seguido hacia Giaal.-  Doctor Ginga, por favor…Póngase a salvo también.



            El extraterrestre tentado estuvo de decirle que él podría ayudar, aunque entonces recordó.



-Llamaré a alguien que seguro puede hacer algo.



            Y junto con Scott salió fuera de la cocina. Allí estaba Susan. Tras ponerla al corriente de la situación de manera discreta, la joven se brindó a ayudar para terminar de alejar a cuantas personas pudieran acercarse. Aunque pensó no sin fastidio que, para un día que venía sin uniforme, le tocaba casi ejercer de policía.



-No sé quién va a tomar en serio a  una chica que lleva un vestido de tarde.- Se dijo con algo de sorna.-



Dejó eso de lado y se aprestó a echar una mano. Mientras, el joven informático dirigía su silla de ruedas hacia Ginger y Clarisa. Fue hacia ambas para pedirles con amabilidad pero firmeza que salieran de allí. Por su parte, el alien marcó el número de un amigo…



-Espero que esté localizable.- Se dijo Giaal con evidente inquietud.-



            Entre tanto, Tracer paseaba al lado de Penélope, habían atravesado una crisis de pareja. Curiosamente fue ella quien le había recriminado que nunca estaba disponible para quedar. Hacía unos días que los dos discutieron y mucho sobre el tema.



-No lo comprendo, Rick.- Le reprochaba ella con visible enojo.- ¿Qué es lo que te mantiene tan ocupado? No hay ninguna alerta que yo sepa. Y tienes días de permiso. ¿No?

-Sí, los tengo, pero siempre surgen cosas, Pennie.- Pudo excusarse él.- No es tan simple como tú crees.

-Al menos podrías llamarme. Eso sí que es simple.- Le respondió ella.-



            Rick se limitó a suspirar. Pasaron muy cerca de la cafetería pero ni hicieron amago de entrar. Al fin el chico pudo decir.



-Lo siento. De veras que quería verte, pero hemos tenido unos días muy agitados.

-Muchos entrenamientos supongo, con esa segunda al mando tuya.- Disparó Penélope con visible malestar.-

-¡Oye!, no sigas por ahí.- Se enfadó ahora él.- Jane solamente es mi compañera de unidad y subordinada, nada más.

-Vaya, ahora se llama Jane.- Repuso la doctora Winters con falsa voz melosa que no ocultaba su enojo.- Ya no es la teniente Gray.

-No se trata de eso. Siempre se ha llamado así, desde que nació.- Contestó Tracer ya con evidente malestar.- ¿Pero se puede saber qué te pasa? ¡Esto es ridículo! Si no confías en mí, dilo claramente.- Se plantó él mirándola con un semblante acusador.-



            Ahora fue Penélope la que se detuvo y le devolvió una mirada entre atónita y hasta preocupada. Nunca le había oído hablar en ese tono. Rick siempre tenía algún comentario jocoso para aliviar la tensión. Incluso en los momentos más difíciles. Una de dos, pensaba ella. O le estaba pillando en algo con esa morena o realmente se había ofendido por una acusación injusta. Pero, ¿cómo saberlo? La joven decidió calmarse, para algo era científica y su pensamiento más racional. Aunque ni ella misma sabía cómo había llegado a desbocarse tanto ahora. Estaba claro que ese tonto le importaba mucho más de lo que quería admitir. Suspiró a su vez tratando de hablar con un tono más suave y comedido.



-Quizás me he pasado un poco.

-No.- Rebatió él, ya con un tinte más distendido pero aún algo amonestador.- Te has pasado y mucho. Es como si yo te hubiera echado en cara las veces que te quedabas a trabajar con el doctor Adams.

-Eso no es lo mismo.- Objetó ella.-

-¿Ah no? A ver, señorita doctora, explícamelo científicamente. ¿Por qué no es lo mismo? -Inquirió Rick con los brazos en jarras.-



            Y tras unos segundos de desconcierto su pareja repuso al fin tratando de sonar lógica.



-Argumento número uno. Para empezar, es mucho mayor que yo… y esa Jane es muy jovencita.- Declaró casi a modo de obviedad.-

-Vale, eso hasta podría tener sentido. Pero no necesariamente podrías verte atraída por el físico o la edad. Y Adams no está tan mal.- Se sonrió pícaramente él.-

-No, si a lo mejor ahora va a ser a ti a quién le va a gustar el doctor.- Contestó ella devolviendo la pulla.-

-Tengo tanto interés por él en lo que a eso se refiere como por Jane.- Replicó el muchacho de un modo que a su interlocutora se le hacía bastante difícil saber si era broma o no.-

-¿Y eso qué significa exactamente?- Le interrogó ella siendo ahora la que adoptaba una postura de brazos cruzados sobre el pecho y mirada severa.- ¿Qué eres bisexual?



            Rick se tomó unos instantes para respirar hondo y tomar a la atónita muchacha por los hombros en tanto dijo con un tono más serio del suyo habitual.



-Significa, Pennie, que quiero llegar a algo más contigo. ¿Acaso no lo quieres tú también?



            La científica se quedó sin capacidad de réplica. Por unos momentos sopesó aquellas palabras en su verdadera dimensión. Al fin sonrió algo nerviosa. La verdad es que su novio ya había sacado ese tema con anterioridad a embarcarse y ella le había estado dando largas. Penélope se debatía entre su atracción por ese chico, sin estar segura de sí sería un verdadero amor, y su trabajo. Aunque ahora que se había enfadado e incluso mostrado celosa, debía de admitir que su pareja tenía derecho a sentir lo mismo. Por fin pudo ser capaz casi de musitar de modo entrecortado.



-Sí…yo también…

-No pareces demasiado segura de eso.- Le acusó él.-

-Es que ha sido muy repentino. – Fue capaz de objetar la aludida.-

-Si quieres la próxima vez te lo escribo como una fórmula química para que la vayas analizando.- Añadió él tratando de suavizar el tono para agregar con un tinte de lógica irrefutable.- Si tú me quieres y yo a ti, ¿qué problema hay?



            La joven asintió despacio. Quizás ni ella misma sabía cuál podría ser el problema. Pero lo que estaba claro era que no podía estar acusando a su novio de ser infiel o de mirar a otras y después ser ella la que no se decidiera a formalizar su relación.



-Sé que a veces no me porto de un modo demasiado racional. Quizás sea el estrés.- Pudo decir como justificación.- Es que llevamos días sin vernos. Y luego esos atentados…Espero que atrapéis a quienes sea que lo haya hecho.

-En ello estamos.- Admitió el muchacho.-

-¿Y no tenéis algún indicio?- Quiso saber Penélope aprovechando para desviar el anterior tema.-

-No, lo siento.- Repuso Tracer que sin embargo, enseguida retomó la anterior cuestión.- Será que soy un hombre y no puedo hacer más de una cosa al mismo tiempo. Pero ahora únicamente me preocupa lo nuestro. Ni tan siquiera la nave entera me parece importante en estos momentos.



            Eso hizo que la chica incluso llegara a sonreír. Asintió con más celeridad y entusiasmo que antes. Además recompensó a su novio con un rápido beso en los labios. Tracer le devolvió la sonrisa y pasándole un brazo por la cintura declaró.



-Bueno, creo que lo tomaré por un sí.



Y afortunadamente la tensión entre los dos se fue disipando. Aquella había sido su pelea más seria desde que estaban saliendo juntos. Paseaban ahora por el parque tras recordar esa discusión de días atrás cuando vieron aproximarse a Ginger, pero ella no se detuvo, ni tan siquiera les saludó.



-¡Qué raro!- Se sorprendió Rick.- Esa chica siempre es muy amable.

-Tendrá un mal día.- Supuso Penélope que al hilo de los recuerdos anteriores comentó.- Todos los tenemos alguna vez.

-Lo que tenía era mucha prisa.- Apuntó su pareja viéndola alejarse casi a paso ligero. - ¡Ni que estuviera huyendo de algo!

-Quizás vaya a buscar a su hijo.- Especuló la doctora Winters.-

-¡Mira, al menos de eso nos libramos! - Bromeó el chico con su característico tono jovial.-



            Aunque percatándose de la mirada reprobatoria de Penélope se apresuró a agregar.



-Por ahora. Luego nunca se sabe…



            Y justo cuando Rick se temía que aquello podría originar otra polémica con su novia ella se limitó a asentir conviniendo con él.



-Es verdad. Nunca se sabe…



Sin embargo, si el chico estaba pensando en algún ingenioso comentario de los suyos para relajar el ambiente no tuvo oportunidad de emitirlo. Su teléfono sonó.



-¡Vaya, es Giaal!- Comentó algo extrañado al ver el número en la pantalla y el nombre de la persona en cuestión.- ¿Qué querrá?...



            Ante la mirada curiosa de su novia contestó.



-Sí, dime… estábamos paseando por el parque, Pennie y yo… ¿Qué?... ¿El mayor Kiros? ¡Cómo si yo lo supiera! Sí, es mi compañero de piso, pero no tengo ni idea de donde está cuando sale de servicio. Ese tipo es algo raro. No, no es mal chico, pero va a lo suyo. Puede que esté entrenando… ¿Qué necesitas que vaya para la cafetería urgentemente? - Se sonrió para declarar fiel a su estilo bromista.- ¿Qué pasa?  ¿Es que te debe una invitación?...



            Penélope se sonrió, aunque de pronto el jovial rostro de su novio pasó a ser una mezcla de preocupación y sorpresa.



-¿Qué en la cafetería de Ginger han puesto una qué? No…Pues ella acaba de pasar a nuestro lado. Ni nos ha mirado. Iba con mucha prisa. ¿Cómo?- Exclamó Tracer, bajando el tono ahora para rebatir casi con un susurro.- Eso no puede ser, la acabamos de ver hará menos de cinco minutos. ¡Te lo juro y no es ninguna broma! – Aseguró ahora en voz más alta y con un modo tan solemne que su novia le miró preocupada. Más cuando él remachó.- Penélope está a mi lado, puedes preguntarle a ella y te dirá lo mismo. No tiene sentido a menos que…





            Y Tracer guardó un espeso silencio para finalmente remachar.



-Haré cuanto pueda para localizarle. Llamaré a la base. Está bien. Tened cuidado. Hasta luego.- Se despidió.-

-¿Qué pasa?- Quiso saber Penélope.-



            Su novio suspiró con gesto de circunstancias para decir con tinte resignado e inquieto.



-Lo siento. Está clasificado. No puedo hablar de ello contigo. No de todo. Pero hay problemas.- Admitió.- Problemas muy graves, Pennie. En la cafetería de Ginger.

-¿Ginger?- Repitió la perpleja científica.- Pero.. quizás por eso ha pasado así…



            Tracer no respondió a esa conjetura guardando un extraño silencio. La joven, no teniendo idea de a que sería debido y juzgándolo fruto de esa preocupación que embargaba a su novio, enseguida se ofreció.



-¿Y no puedo hacer algo para ayudar?

-Ve al laboratorio, quizás algo de allí pudiera sernos útil.- Le comentó su novio que preguntó acto seguido.- ¿Hay alguien que esté trabajando allí?

-Sí, les tocaba turno a Keiko y a Mei Ling.- Repuso ella.- Iré enseguida.



            Y tras darse un rápido beso se separaron. Penélope fue directa a su laboratorio y Tracer hacia la base. Entre tanto, en el laboratorio las dos mujeres se afanaban  por terminar las comprobaciones de rutina y los test antes del fin de su jornada laboral.



-Esta prueba aún llevará tiempo.- Valoraba Mei Ling a la vista de una probeta que estaba dentro del acelerador.-

-Caroline y Melissa entrarán en un par de horas.- Le comentó Keiko.-

-Sí, pero ellas no son especialistas en biología.- Repuso la oriental.- No podrán sacar las conclusiones adecuadas.- Remató con evidente fastidio.- Y hoy libra Penélope.



            Y es que había quedado con Maggie para después. En la última semana y desde que le contase la verdad, su novia se había mostrado muy solicita, cariñosa y comprensiva con ella. Recordaba ese momento. En un lugar recóndito del parque, cuando tras confesar todo y llorar, Maggie la miraba entre asombrada y realmente consternada.



-No te preocupes.- Le decía la enfermera.- Todo tiene solución. No te dejaré sola. Somos una pareja. Tú ya estás conmigo. No perteneces a nadie. Y si hace falta iré a buscar a ese primo tuyo tan pesado y se lo diré.

-Preferiría que no lo hicieras.- Respondió todavía entre sollozos Mei Ling.- Él no lo comprendería…

-¡Al diablo con él!  No es quien para meterse en tu vida.- Exclamó Maggie.-



No obstante, su novia movió la cabeza y le aclaró.



-Ya te lo he dicho. No estoy angustiada por lo que pudiera pensar él. ¡Es por mis padres! Son mayores, lo han dado todo por mí, su mentalidad es muy tradicional. Jamás me lo perdonarían. Es más, para ellos sería una deshonra. Incluso podrían ir a la cárcel si rompen el compromiso y tuvieran que hacer frente a unas deudas que no pueden pagar…



            Su pareja mostró ahora un rostro inquieto, y tras unos momentos de reflexionar le propuso.



-¿Y si tú misma pagases esas deudas?

-No tengo tanto dinero.- Opuso su novia.- ¡Ojalá lo tuviera!

-Puede que tú sola no. Pero entre las dos…-Comentó animosamente Maggie.-





            La cara de Mei Ling resplandeció y pudo decir casi con la voz entrecortada por la emoción.



-¿Harías…harías eso por mí?

-Naturalmente boba. Eres mi pareja.- Aseguró su interlocutora sonriendo con amplitud.-



            La científica la recompensó con un largo beso en los labios, al que su novia enseguida correspondió. Así, tras intercambiarse muestras de amor mutuo las dos chicas se dirigieron hacia el apartamento de Maggie. Allí tuvieron una muy entretenida tarde sin salir del dormitorio. Ahora pensaba en eso y su gesto se suavizó. Fue en ese instante cuando, atónita, oyó a su compañera.



-Oye, Mei Ling. ¿Puedo preguntarte una cosa?

-Sí, dime.- Contestó la aludida mirándola con interés.-



            La verdad, hasta ahora esa jovencita no había sido muy cordial con ella. Aunque no por ninguna razón en particular. Simplemente no coincidían mucho fuera del trabajo. Keiko parecía mantener una gran amistad con Melissa, más bien casi como si de una relación materna - filial se tratara. Y también conocía bastante más a Penélope. Todas habían estudiado  y trabajado en la Masters Corporation. Además, si mal no recordaba, esa jovencita pelirroja era la hija del mismísimo doctor Souichi Tomoe. Y lo cierto es que de tal palo tal astilla. Por lo menos, en lo que a labores de investigación y relacionadas con la ciencia se trataba. Por eso mismo le sorprendió que esa joven le preguntase con prevención.



-Esa amiga tuya…Maggie…la enfermera ¿la conoces bien?

-¿Qué pasa con ella?- Quiso saber a su vez Mei Ling.-

-Por si salía con alguien.- Fue capaz de musitar la muchacha.-



            Mei Ling le dedicó una mirada entre incrédula y molesta. Aunque evidentemente no quería descubrirse y respondió aparentando indiferencia.



-No, que yo sepa. Salimos juntas a tomar algo y hablamos, pero no me ha dicho que salga con nadie.- Declaró a modo de media verdad.-

-Bueno, es que la he visto cerca de ese oficial. El mayor Kiros.- Aclaró la ahora avergonzada joven remachando.- Es por si ella y él…



            Mei Ling abrió la boca con gesto de sorpresa, pero enseguida comprendió. ¡Claro! Esta chica estaba pensando en aquel tipo. Y al ver como Maggie le curaba y encontrarles juntos en ocasiones no era de extrañar que hubiese creído que eran pareja. ¡Si esa tonta supiese lo equivocada que estaba!...



-¡La he juzgado mal, pobrecilla! - Pensó casi sintiéndose culpable por ello.- Estará coladita por ese individuo.



Así que movió la cabeza esbozando una leve sonrisa y dijo con voz conciliadora.



-No, no sale con él. Si fuera así yo lo sabría. Nos lo contamos todo.- Aseveró convencida para disparar a la línea de flotación de esa jovencita.- Ese mayor es un chico muy atractivo sin duda. Y está muy bueno. ¿Verdad?



            A  la oriental no le gustaban en absoluto los hombres desde luego. Pero incluso ella tenía que admitir que, para una mujer de tendencias heterosexuales, aquel individuo constituiría un poderoso reclamo. Y, sobre todo, tenía que disimular y asegurarse a su vez de los motivos de su compañera. Entonces sus impresiones parecieron verse confirmadas. La pobre Keiko se había puesto colorada…



-Sí, es muy guapo.- Tuvo que admitir la chica, musitando con evidente vergüenza.- Pero yo… no sé…

-¡Anda, no seas tonta! - La quiso animar Mei Ling.- Has hecho bien en preguntarme. Es lo más lógico, primero enterarte si tiene novia. Y si no, ¡al ataque!  No sé si habrá alguna otra en su vida. Pero al menos te aseguro que mi amiga no va a ser un problema para ti, ¡ja, ja!…





Keiko se había ruborizado. La verdad. Ahora pensaba en cómo se habría atrevido a confiarle eso a su compañera. Apenas tenía trato con ella fuera del laboratorio. Pero siendo tan amiga de esa enfermera.  Mejor callarse y dejarlo ahí. Pudiera ser que Mei Ling no supiera el beso que ella y Maggie se dieron en los servicios. La pelirroja no podía olvidarlo. Pensaba en aquella hermosa chica. Estaba convencida de que a la enfermera le gustaban otras mujeres. Y que con ese beso se le había declarado. La propia Keiko se sentía muy atraída por ella. Aunque también tenía a ese apuesto oficial en mente. Cuando la tomó en sus brazos acercándola hacia él, no pudo evitar sentir como una especie de descarga de adrenalina.  Estaba hecha un verdadero lio. De modo que mejor no empeorar las cosas.



-Sí, quizás me decida.- Pudo musitar sin mucho convencimiento.- Un día de estos.

-Pues más te vale que te decidas cuanto antes. Un tío así seguro que estará muy solicitado.- Afirmó su compañera que jovialmente le propuso.- Mira. ¿Qué te parecería si te echásemos una mano? Me refiero a mi amiga Maggie y a mí. Podríamos quedar los cuatro a cenar. Bueno, no es que fuera una cena de parejas.- Se apresuró a matizar.- Pero como ella le conoce y parece que se llevan bien, hasta podría ayudarte a que te lo ligases.

-No sé. No estoy segura de que sea una buena idea.- Opinó Keiko que, más que nada para salir del paso, pudo decir.- ¿Y si piensa que es Maggie quién quiere salir con él?



            A la joven le sorprendió ver que a su compañera le entrase un ataque de risa. Apenas pudo dominarlo, la oriental le aseguró con rotundidad.



-Tranquila. Nos aseguraremos de que no haya ningún tipo de confusión a ese respecto. Seremos tan evidentes que hasta un hombre lo entenderá.



            Keiko sonrió. Quizás si tenía la oportunidad de tenerles a los dos juntos ella misma podría decidirse. Asintió entonces.



-Muchas gracias, Mei Ling.

-De nada. Ya se lo diré a mi amiga... En cuanto terminemos esto, claro.- Suspiró retomando su fastidio ante el largo periodo de espera.- ¡Maldito experimento, tarda siglos!...



            Y pasaron veinte minutos más y todavía no terminaba aquello. Keiko seguía pensando en su particular dilema cuando entonces llegó Penélope.



-¿Qué estás haciendo aquí? ¿No era tu día libre?- Preguntó una sorprendida Mei Ling.-

-Tenemos problemas.- Les contestó a sus dos atónitas compañeras y subordinadas.- Debemos esperar aquí por si somos necesarias.



            Las dos se miraron con una expresión de sorpresa dirigiendo luego esas miradas inquisitivas a su jefa, ésta se limitó a encogerse de hombros y suspirar, para responder.



-¿Pero qué está pasando, Penélope?- Quiso saber Keiko con el estupor reflejados en su cara y tono de voz.-

-Lo lamento, no puedo deciros más. Ni yo misma sé que está pasando.- Admitió la doctora Winters.-



            Y de ese modo no tuvieron más remedio que aguardar acontecimientos. Entre tanto, en la cafetería la gente ya se había marchado. Scott también logró convencer a las dos camareras de que, por su propia seguridad, estarían mejor alejadas.



-Es mi negocio.- Pudo musitar una preocupadísima Ginger.- No quiero que ocurra nada malo. Y mucho menos con Melissa y el doctor ahí dentro. ¿Qué está sucediendo?- Inquirió con voz trémula.-



            Susan suspiró, comentando con tono grave.



-Creen que alguien ha puesto una bomba.

-¿Una bomba?- Exclamó Ginger con horror.-

- ¡No puede ser!- Añadió la atónita y petrificada Clarisa.-

- Pero ellos tienen muchos conocimientos sobre ese tipo de aparatos. Seguro que podrán desactivarla.-

-Eso es muy peligroso. ¡Si estalla les matará!. Será mejor que salgan corriendo de allí.- Sugirió la aterrada Gin.-



            La pobre estaba paralizada por el miedo. No podía olvidar aquella explosión que le arrancó las piernas. A pesar de haber sido curada por el doctor Ginga ese trauma lo arrastraría para el resto de su vida. Y solamente de pensar que sus amigos pudieran morir así…



-Confía en ellos.- La animó el muchacho.- Saben lo que hacen.

-Sí, seguro que entre los dos podrán evitar que eso suceda.- Añadió Susan.-



            Al menos iban a tener ayuda extra, la joven oficial vio aproximarse al mayor Derail. Venía en ropa deportiva y todavía sudando. Con su cuerpo tan fornido claramente dibujado bajo esa camiseta ligera que llevaba. Mostrando también dos poderosas y bien torneadas piernas. Era desde luego una agradable visión para ella. Sin embargo, dejó de lado ese tipo de pensamientos y se cuadró saludando.



-Soy la teniente Hunter, señor.- Se dio a conocer.-



            Pensó en poner al tanto a su superior de lo que ocurría pero este ni le dio oportunidad. Ya parecía saberlo cuando tomó la palabra.



-Descanse, teniente.- Le pidió él para preguntar.- ¿Dónde están?

-Dentro, señor. - Le contestó ella.-

-Muy bien, ahora desaloje toda la zona con la mayor discreción. Llame a algunos oficiales pero que vengan de paisano para no provocar alarma. – Le indicó él.-

-A sus órdenes.- Replicó Susan que enseguida sacó su teléfono para llamar a algunos de sus compañeros.-

-Por favor, mayor. Salven a la gente primero.- Le pidió Ginger.-

-Haré lo que pueda, señorita. No se inquiete, están en buenas manos, le doy mi palabra.

-Muchas gracias.- Musitó tímidamente Clarisa que, lo mismo que su compañera, no se recataba de observar bien a aquel tiarron.-



            Scott suspiró con resignación. Desde luego que no debía hacerse ilusiones. Aunque ahora esas cosas eran superfluas.



-Solamente a mí se me ocurre pensar en algo como eso en un momento como éste.- Se reprobó mentalmente.-



            Y por su parte, ajeno a todas aquellas disquisiciones, Kiros se apresuró a entrar en el local deseando poder ayudar, pensando al mismo tiempo en sus propias inquietudes…

 

                                        Anterior                                                              Siguiente

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor, si sois tan amables y no os es molestia, comentar vuestras impresiones sobre lo que habéis leído. Me vendría muy bien para mejorar y conocer vuestras opiniones sobre mis historias. Muchas gracias. ;)