Allí
estaba, entrenando en esa especie de cápsula que el doctor Adams había diseñado
para la nave anterior. Ésta era sin duda una versión mejorada. Al principio
quiso probar al mismo nivel que el príncipe Leval. Sin embargo, no tardó en
darse cuenta de la incapacidad que tenía para soportar tan duras condiciones. ¡No
podía ni mantenerse en pie! Tuvo que convertirse en súper saiyajin para poder
soportar apenas ochenta gravedades de presión.
-¡Es
increíble! Y ellos entrenaban con más de cien.- Pensaba en tanto se mantenía
haciendo flexiones y abdominales bajo aquella tremenda fuerza de atracción.-
¡Tengo que mejorar, he de hacerlo como sea!
Todos sus músculos se marcaban de
forma evidente. Algunos hasta se tensaban presa de un esfuerzo ya casi
insostenible. El sudor le caía a chorros en forma de gruesas gotas. Al fin,
bajó la intensidad. Apenas veinte ges. Entonces pudo dejar de brillar como un
súper guerrero y entrenar con su apariencia normal. Saltos, cabriolas y
ejercicios de patadas y puñetazos a una velocidad vertiginosa.
-No
es suficiente, ni mucho menos lo es.- Continuaba censurándose en su mente.-
¡Maldita sea! No quiero seguir siendo tan débil…no me lo puedo permitir. Debo
devolver el honor a mi familia.
Y es que desde niño le habían
educado en las virtudes de los saiyajin. La fuerza y el poder eran muy
importantes en la escala de valores de su pueblo. Pese a los esfuerzos de la
reina Meioh por inculcar otro tipo de cosas, como el amor y el cuidado por los
demás, muchas familias seguían aun las formas tradicionales. De hecho, la
soberana no deseaba que nadie se apartase de sus creencias. Es más, siempre
decía que el concepto del amor no puede imponerse a la fuerza. Cosa curiosa
desde el punto de vista saiyajin. En Nuevo Vegeta la tradición dictaba que las
parejas se conformaban en función del poder y la fuerza de combate potenciales.
Los hombres se sentían atraídos por mujeres con buen físico y mucha energía.
Aquellas que eran las mejores madres posibles para futuros hijos poderosos. Las
hembras a su vez buscaban en los machos saiyajin a alguien fuerte y decidido, con
ambición por superarse y amante del combate. Todas deseaban ser esposas de
grandes guerreros y madres de otros todavía mejores. Había excepciones desde
luego. Personas de su pueblo que estaban atraídas por algunos de su propio
sexo. El propio hermano de la noble Seira, Dariel, renunció a su puesto como
canciller para vivir con otro hombre. No tuvo hijos y eso fue muy discutido y
criticado por los sectores más conservadores de la sociedad. Pese a ello el ex
canciller siempre gozó de gran consideración por parte de los soberanos. Kiros
tuvo que agradecer al destino que su propio padre, Blintz, sucediera a Dariel
en ese puesto. Su progenitor mismo era un poderoso guerrero por derecho propio.
Además, ostentaba el honor de ser quien encontró al que luego sería el rey Lornd.
Blintz casó con una mujer saiyajin llamada Elua. Una joven hembra de pelo
castaño oscuro rizado, intensos ojos azabache y bastante genio en ocasiones.
Diestra luchadora y buena pupila de la propia guardiana y consejera de la
reina, la noble Seira, quien a su vez
estaba casada con el hermano menor del propio Blintz.
-Mi
familia es la más importante y fuerte del planeta exceptuando a la Real.- Se
repetía el chico en tanto proseguía con ese arduo entrenamiento.- Mi padre
tiene el título de duque de Nuevo Vegeta. ¡Y sin embargo, no pudimos impedir
que nos humillasen! - Mascullaba en tanto lanzaba patadas y puñetazos al aire
sin cesar.-
Y es que cuando él nació su propia
madre comenzó a adiestrarle. Hasta le contó que, siendo solamente un bebé, le
ponía boca abajo para ver si era capaz de erguirse con sus bracitos. O eso o no
poder respirar. ¡Menos mal que su tía Seira intervino! Hasta a ella, que era
muy exigente e inflexible, aquello le pareció ir demasiado lejos. Amonestó a
Elua diciéndole que, si bien su hijo sería entrenado con gran dedicación y
esmero, todavía era demasiado pronto hasta para un saiyajin. La madre de Kiros
arguyó que en los tiempos remotos se enviaban a bebes con poca fuerza de
combate a conquistar planetas enteros. No obstante, esos tiempos hacía mucho
que pasaron. Pero, en honor a la verdad, Elua nunca dejó que su hijo estuviera
en peligro realmente.
-Mi
madre siempre tan ruda.- Se sonrió entonces rememorando aquello.- Hasta acusaba
a la tía Seira de haberse ablandado por servir tan de cerca a los soberanos y
haber viajado a la Tierra en varias ocasiones.
Y no es que su progenitora no
acatase a sus reyes, como buena saiyajin era respetuosa y obediente con las
leyes de su pueblo. Elua siempre sostuvo que la reina Meioh se ganó su trono y
ante eso nada tenía que oponer. Esa
mujer, llegada de otro planeta, debía ser realmente poderosa para derrotar a su
propia cuñada. Sin embargo, la saiyajin no simpatizaba con esas medidas tan
extrañas que, en su opinión, debilitaban a su pueblo. A los hijos había que
quererles, sí. Pero para formarles adecuadamente y convertirlos en futuros
guerreros de los que sentirse orgullosos. No se quería más a un niño o niña
evitándole penalidades y esfuerzos. Al
menos, esa era su opinión, porque siempre mantuvo que adoraba a su pequeño
saiyajin. Aunque no escatimaba en dureza con él. El propio Kiros se recordaba teniendo
apenas seis años y tratando de comer. Su madre exhibía ante él un trozo de
carne y alguna verdura. El crío quería tomarlos pero ella se lo impedía apartándolos
una y otra vez de su alcance.
-Madre,
¡tengo hambre! - Se quejaba sintiendo desde luego como su estómago protestaba.-
-Me
parece bien. Así podrás hacerte con estos alimentos.- Replicó ella con
indiferencia en su tono.- ¿A qué esperas?
-No
tengo fuerza, llevo dos días sin comer.- Le recordó el niño.-
-Y
más días vas a llevar si no consigues arrebatarme la comida.- Sentenció impasiblemente
la saiyajin.-
Y el niño lo intentó saltando hacia
ella que se apartaba una y otra vez sin darle ni la más mínima posibilidad.
Tras algunos intentos estaba en el suelo, a gatas, jadeando agotado, hambriento
y con ganas de llorar de impotencia. Encima tuvo que escuchar a su progenitora
decir con tono a medio camino entre la burla y la reprobación.
-¿Y
ya está? ¿Esa es toda el hambre que tienes? Bien puedes pasarte un día más sin
probar bocado entonces.
-¡Es
injusto!- Se atrevió a protestar el niño mientras se levantaba trabajosamente.-
¡Eres mucho más fuerte que yo!
Elua le recompensó con una bofetada
que le derribó. Ahora le saltaba la sangre del labio además de las lágrimas.
-¡La
vida es injusta y siempre será mucho más fuerte que tú! ¡Mejor apréndelo ahora!
- Espetó su progenitora arengándole.- Sino quieres perecer, ¡supérate!
¡Y vaya si lo aprendió! Se acordaba
de como la furia le invadió entonces. Sin darse cuenta de cómo le fue posible
se llenó de energía. Al menos de la que le daba la desesperación y saltó a gran
velocidad sobre su desprevenida madre. Logró hasta golpearla con la cabeza en
el pecho desequilibrándola. Aprovechó en ese instante para agarrar el trozo de
carne y metérselo en la boca. Masticó con frenesí tragando como pudo pese a que
estaba cruda. En ese instante Elua se recobró de la sorpresa. Y cuando Kiros
esperaba recibir una buena paliza como castigo a su osado ataque, su madre en
cambio sonrió asintiendo con aprobación e incluso dedicándole una mirada de
orgullo para sentenciar.
-¡Así
se hace, hijo! Eso es ser un auténtico saiyajin. Hoy has aprendido una valiosa
lección. A los de nuestra raza las dificultades nos hacen más fuertes.
Sin embargo, enseguida volvió a su
tono severo para rematar, en tanto se alejaba dejándole ya el resto de la
comida.
-Pero
que no se te suba a la cabeza. Tu entrenamiento será cada día más duro. Y
todavía tienes muchísimo por aprender.
Y es que Kiros nunca dudó del amor que su madre
le profesaba. Aunque fuera al estilo saiyajin. Jamás le acarició como vio a
otras hacer con sus hijos. Incluso la normalmente estoica y dura Seira, a veces
mesaba el pelo de Aiona o de Doran disfrazando ese gesto tan maternal de broma
o de ligera amonestación. Sin embargo, la sonrisa aprobatoria de Elua cuando él
cumplía con sus expectativas bastaba para hacerle feliz. Su progenitora fue muy
dura con él, pero siempre fue justa. Pasó el tiempo y cuando el chico cumplió
diez años, al fin dejó de tutelar su entrenamiento y le envió con su tía.
-Has
de saber que es todo un privilegio y un grandísimo honor el poder ser
adiestrado por la guardiana personal de la reina Meioh.- Le dijo entonces.-
Procura ser digno de tal distinción.
-
Sí, madre. Lo seré. - Repuso de inmediato él.- Tú me has enseñado bien.
-Lo
hice, sí.- Convino la mujer que pareció incluso algo emocionada al declarar.-
Lo mejor que supe. Como mi propia madre me enseñó a mí.
El niño asintió resuelto entonces.
No quería que su progenitora se avergonzase de él. Y más cuando ella le
comentó.
-Hazte
un gran guerrero. Sé un saiyajin poderoso y respetado. Desposa a una hembra
fuerte y tened hijos que sientan orgullo de su estirpe y que te lo hagan sentir
a ti también.
-¿Y
cómo sabré con qué mujer deberé casarme?- Inquirió él.-
-Siempre
con la más poderosa.- Afirmó la interpelada.-
-¿Y
ella sentirá lo mismo hacia mí?- Preguntó.-
-Sin
duda, si eres el hombre más fuerte.- Contestó su madre.-
El crio asintió aunque ahora con
menos énfasis, dado que dijo con tono reflexivo.
-Hay
una cosa que no comprendo. La reina siempre habla del amor. La tía Seira, que
es su guardiana, a veces me lo ha dicho cuando he entrenado con el primo Doran
y con ella. ¿Acaso es eso?
-El
amor es el sentimiento de respeto y deseo de honrar a tu planeta y a los tuyos.
No un sentimentalismo ñoño. - Sentenció su madre.- A veces tu tía se deja
llevar demasiado por la admiración que le tiene a nuestra soberana.
-Su
hermano no se ha casado nunca con una mujer saiyajin. ¿Es que no había ninguna
lo bastante fuerte?- Quiso saber él.-
Su progenitora entonces le dedicó
una mirada extraña. Pudiera ser que hasta teñida de tristeza que rezumaba de
sus oscuros ojos, pero no replicó a eso. Al fin sí que le dijo, obviando una
respuesta a aquella cuestión.
-Debes
irte ya. Te esperan en la Corte. Tu padre vendrá a buscarte.
Él asintió. Tampoco preguntó mucho a
su madre sobre el porqué su padre vivía tan separado de ellos. Supuso que,
siendo el Canciller Real, sus obligaciones le impelían a ello. Aunque no
comprendía por qué no podrían haber estado todos allí. Más tarde lo entendió.
Su madre echaba la culpa a eso que llamaba amor.
-Mi
madre nunca quiso a mi padre, pero se casó con él puesto que era el hombre más
fuerte disponible.- Pensaba mientras continuaba ejercitándose.- Ella siempre antepuso
su deber como saiyajin.
Y es que al ir creciendo oyó rumores
en la Corte. Hubo un tiempo en el que su madre, siendo una guerrera tan
poderosa, aspiró a desposarse incluso con el hermano de Seira. Pero él la
rechazó. Por increíble que pareciera ese gran guerrero prefería compartir su
vida con otro hombre. Al fin ella se
casó con Blintz. Y al parecer Elua nunca perdonó esa afrenta. Empero, alumbró
al propio Kiros y lo crió y entrenó cumpliendo con sus obligaciones de madre de
modo más que satisfactorio para los estándares de su pueblo.
-En
eso mi padre siempre fue más tolerante. – Se dijo descansando un poco ahora.-
Él y el tío Calix siempre decían que el amor es algo muy poderoso y al tiempo
peligroso. Que si rechazan el tuyo eso duele. Y que incluso cuando lo aceptan
hace daño. Quizás ahora empiezo a comprenderles. Es un extraño dolor. O puede que
sencillamente sea una enfermedad y me la contagiase el idiota de mi primo.
En eso meditaba cuando alguien entró en la sala
que albergaba la cámara de entrenamiento. Era un teniente. Kiros apagó la
máquina y salió de la cámara. Sudando todavía tras salir y ver como ese
muchacho se ponía firme y saludaba devolvió el saludo, le escuchó referirle.
-Mayor
Derail, señor, el mayor Jensen ha llamado. Le pide que acuda urgentemente a
esta dirección. El comandante Enset ha dado su autorización.-Le explicó
mostrándole un mapa de la nave en una tablet.-
-¿Qué
sucede, teniente?- Quiso saber él.-
-No
lo sé, señor.- Contestó aquel tipo.-Solamente que le dijese que debe acudir
enseguida. Es la orden que me han transmitido para usted.
Kiros asintió saliendo de aquella
estancia. Ni tan siquiera se cambió de ropa. Aunque no iba muy presentable,
pero era una orden clara y si se trataba de algo tan urgente no podía perder el
tiempo con eso. Únicamente se hizo con su teléfono y llamó a su compañero de
piso para confirmar aquello. Éste así lo hizo,
poniéndole al corriente de modo rápido y conciso de la situación. Tras
colgar, el saiyajin, asegurándose de ir por lugares poco o nada concurridos,
aceleró corriendo e incluso volando para ganar tiempo. Una vez llegó cerca, al
abrigo de unos árboles, se detuvo y caminó deprisa pero de modo normal. Ante
él, una muchacha morena de pelo corto le saludó al estilo militar aunque iba
vestida de paisano. Enseguida se presentó.
-Soy
la teniente Hunter, señor.
-Descanse, teniente.- Le pidió él.-
¿Dónde están?
-Dentro, señor. - Le contestó ella.-
-Muy bien, ahora desaloje toda la zona
con la mayor discreción. Llame a algunos oficiales pero que vengan de paisano
para no provocar alarma. – Le Indicó él.-
-A sus órdenes.- Replicó la oficial que
sacó un teléfono para avisar a su vez.-
Y
tras tranquilizar a la preocupada dueña prometiéndole que se ocuparía de todo, Kiros
se apresuró a entrar en el local deseando poder ayudar, pensando al mismo
tiempo en sus propias inquietudes. Quería saber la situación exacta. Nada más
entrar le recibió el doctor Adams.
-Quedan apenas dos minutos para que la cuenta
regresiva finalice. Si el que la ha colocado es el mismo de los ataques previos,
esto explotará sin ninguna duda.
-Hemos tratado de pararla pero hasta
ahora no ha sido posible.- Terció Melissa que ahora estaba sentada descansando
un poco aunque con gesto de gran temor.- Habrá que salir de aquí.
-¿Podrían
desprenderla?- Quiso saber el recién llegado.-
-Quitarla
de ahí podría suponer un gran riesgo. Quizás sea sensible al movimiento y
explote antes.- Conjeturó Adams.-
Eso hizo meditar al saiyajin, al
cabo de unos segundos de silencio, Kiros tomó la palabra para decir.
-Tengo
una idea.
Y la expuso para asombro y temor de
los allí congregados.
-¿Estás
seguro de eso?- Le preguntó un atónito Adams.-
-Sí,
puedo hacerlo.- Aseveró el saiyajin.-
-¡Pero
la explosión te matará!- Se alarmó Melissa.-
-No
si concentro mi energía. Contra cosas peores me he enfrentado. – Sonrió el
chico.- Y quizás no haga falta si lo que he pensado sale bien.
-Debemos
tener mucho cuidado.- Intervino Giaal que había estado meditando sobre eso al
margen del resto entre tanto.- Como ha dicho la doctora Prentis. Si esa máquina
sufre alguna sacudida brusca podría explotar.
-No
sabemos que potencia podría tener ese explosivo.- Terció Adams.- No podemos
arriesgarnos a que provoque una catástrofe. Y menos en la zona civil.
-Le
doy mi palabra de que si consigo alejarme con ella lo bastante y mi idea
resulta no lo hará.- Afirmó el saiyajin.- Pero para eso necesitaré su ayuda,
doctor Ginga.- Le pidió a Giaal.-
Casi no precisaron palabras para
entenderse. El alien aumentó su aura energética pasando a su forma natural.
Melissa le observaba asombrada, el doctor Adams también miraba fascinado aunque
no era ajeno al secreto de aquel joven. Por su parte, Kiros sonrió. Había
estado seguro de que ese médico no era
humano. Y además tenía mucho poder.
-Un
día de estos tengo que pedirle que combata conmigo en un entrenamiento. Su energía
es realmente imponente para alguien que no es un saiyajin.- Se dijo.-
No obstante, esas consideraciones estaban ahora
de más. Centrándose de nuevo en el problema que tenían entre manos él mismo
concentró su aura. Entre los dos crearon una especie de campo de fuerza y lo centraron
en la máquina refrigeradora. Al poco ésta se fue elevando casi milímetro a
milímetro del suelo.
-¿Deberíamos
desconectarla de la toma de electricidad?- Inquirió el doctor Adams.-
-No
estoy segura. Puede que hayan conectado el circuito del detonador allí. Si lo
quitamos la bomba podría explotar.- Desaconsejó Melissa.-
-A
menos que podamos alimentar el circuito eléctrico con nuestra energía.- Comentó
Giaal.- Probaré a emitir un poco hacia los cables.
El alien así lo hizo, poco a poco
fue cargando esos conductos. Entonces a una señal convenida, y mientras
contenían la respiración Adams desenchufó la máquina. Por suerte nada sucedió,
aunque el saiyajin estaba protegiendo con un escudo de fuerza a la doctora
Prentis y al mismo doctor.
-Ahora
puedo elevar la máquina.- Comentó el guerrero del espacio.- Deben dejarme
sitio.
Así lo hicieron. Entre él y Giaal hicieron
levitar ese pesado armatoste atravesando el espacio estrecho de la puerta
abierta de la cocina y posteriormente el de la cafetería. Ahora, la propia
Susan miraba atónita. Incluso Ginger, con su dormido hijo en brazos y Clarisa,
que se encontraban más alejadas junto con Scott, no se perdieron aquello.
-A
eso le llamo yo elevar vuestra repostería a otro nivel.- Comentó ingeniosamente
Scott con las miradas perplejas de ambas mujeres.-
Kiros entonces decidió acelerar.
Subió al menos un kilómetro en la vertical colocándose en medio del asteroide,
a una distancia más o menos equidistante. Por fuerte que fuera la onda
expansiva de la explosión no alcanzaría a nada. Al menos eso pensaba. Al fin,
el cronometro llegó a concluir la cuenta atrás. En cuanto pudo rodeó el
refrigerador con una burbuja de energía. De inmediato una horrísona explosión
se hizo oír por casi toda la nave. Afortunadamente sus efectos fueron nulos
para ésta y sus ocupantes. Su escudo envolvente contuvo la mayor parte de la
explosión. El saiyajin únicamente sufrió salpicaduras de tartas y algunos
componentes mecánicos de la casi desintegrada máquina. Al descender también
Tracer estaba allí. El mayor Jensen, realmente aliviado, le dijo con tono
jovial tratando de quitar tensión.
-Desde
luego, creo que con esto habrás endulzado cuando menos tu carácter.
Su interlocutor se permitió una
adusta sonrisa. Los demás habían salido para no perderse el espectáculo. Susan
por su parte no dedicó su tiempo presenciar aquello, durante esa maniobra
ejecutada por Kiros había recibido una llamada de Olivia. La muchacha se
dirigió para allá.
-No
hay tiempo ahora para ocuparme de esto.- Pensó la teniente Hunter.- Ya me lo
contarán después.
Pero no pudo irse. Devolvió la
llamada a Olivia, y después llamó a Celia, pero ninguna de sus subordinadas contestaron.
Además, cerca de ella, el mayor Derail descendió bastante manchado de restos de
tarta y con algunas heridas leves por impactos de metal. Susan no pudo evitar
quedarse a mirarle perpleja, junto a las camareras que estaban a pocos metros
de distancia.
-¡Vaya!
¡Cómo se ha puesto!- Pudo decir la atónita Ginger quien, junto con Clarisa,
había retornado hacia su local dejando al crío que ahora dormía plácidamente
sobre un sofá.- ¿Está usted bien?
-Perfectamente.-
Replicó el interpelado con tono calmado.- No tiene ninguna importancia.
-Lo
siento mucho. Siento que haya tenido que arriesgarse tanto.- Afirmó la apurada
Clarisa.-
-Le
invitaremos a una tarta especial.- Le
ofreció Ginger.-
Eso hizo sonreír a Kiros, esas
humanas era agradables, al menos trataban de compensarle. Él dijo sin darle
importancia a su actuación.
-Me
limité a cumplir con mi obligación. No merezco ninguna recompensa por eso.
-Pero
me siento obligada, estoy en deuda con usted por salvar mi negocio.- Insistió
Ginger.-
El chico le dedicó una mirada de
agradecimiento. Si para esa joven aquello era una cuestión de honor respetaba
eso. Asintió entonces para sonreír un poco más, tal y como le aconsejaron que
hiciera cuando interactuase con los humanos.
-En
ese caso, será para mí un honor aceptar, señorita.
Ginger le devolvió la sonrisa y tomó
en brazos al pequeño para llevarle a casa. Todos salieron del local. Las dos
mujeres se despidieron al parecer complacidas por la respuesta del oficial.
Entonces llegaron Melissa y el resto. También felicitaron al saiyajin por su
valor.
-Todos
han ayudado.- Afirmó él.- No es justo ni honorable atribuirme todo el mérito. Y
además, es mi deber para con esta nave. Juré obedecer las órdenes de mis
superiores y proteger a los tripulantes. Honrar mi palabra es mi recompensa. La
única que cuenta para mí.
Así que el resto le dio una vez más
las gracias y se dispersó. Salvo Giaal y Tracer que se reunieron con él
celebrando un pequeño conciliábulo.
-Entonces,
estáis totalmente seguros de eso.- Le inquirió el doctor Ginga a Rick.- Era
ella.
-Al
menos era idéntica.- Afirmó Tracer.- Podéis preguntar a Penélope. La envié al
laboratorio para ponerla a salvo. También la vio.
-Eso
confirma lo que habíamos sospechado.- Terció Kiros.- Debe ser un ser metamorfo
o cambiante.
-Y
la búsqueda de sospechosos lo reduce a muy pocas razas capaces de adaptar su
morfología y vivir con una atmósfera apropiada para los humanos.- Comentó Giaal
con aire meditabundo.-
-Lo
malo no es que no sepamos de qué raza es. Sino en quién se convertirá ahora.-
Comentó Rick.-
-El
conocer su raza nos sería muy útil también.- Rebatió Kiros al declarar.- Con
alguno de mis visores modificados sería capaz de percibir su coeficiente de
energía específico. Por mucho cambio de forma que adopte no podría ocultarme
eso.
-Podríamos
pedir ayuda al doctor Adams y a la doctora Prentis.- Sugirió Tracer mirando precisamente
a esos dos científicos que ahora estaban conversando con Susan, Scott y las
camareras.-
Y en efecto, charlaban a su vez
entre ellos y Melissa le preguntaba a Ginger que había recogido al crío del
sofá para llevarle a casa.
-Entonces.
¿Cómo está tu hijo?
-Agotado
el pobre.- Sonrió la interpelada sujetando con cariño al pequeño en brazos.-
Las pequeñas piernas de Dean
colgaban bajo el brazo de su madre y él seguía dormido apoyando su cabeza
contra el pecho de Ginger. Al menos ahora descansaba un poco, por suerte ajeno
a todo el revuelo. Melissa sonrió acariciando el rubio pelo del crío y susurró.
-Es
una ricura.
-Menos
mal que todo ha terminado bien.- Suspiró Ginger que, sin embargo, no pudo
evitar añadir presa de la inquietud.- Pero tengo miedo. Pensé que en esta
ocasión sería un viaje seguro. Nunca habría venido y mucho menos con mi hijo,
de haber imaginado esto.
-Haremos
lo posible para que estéis a salvo, te lo prometo.- Repuso Susan.-
-Es
una tarea que nos compete a todos.- Convino Adams.- Debemos ayudarnos y
mantenernos firmes. Como en el anterior viaje.
-No
deseo pasar por eso otra vez.- Comentó Ginger con una mezcla de consternación y
temor.- Y menos ahora, con el niño.
-No
tiene por qué ser así. – Aseveró Melissa.- Atraparemos a quienes sean los
responsables de esto.
-Trabajemos
todos juntos.- Propuso Scott.-
-Así
es, la unión hace la fuerza.- Convino Giaal.-
Al hilo de aquellas palabras se
acercaron los demás. Tracer se dirigió a Susan para indicarle.
-Contacta
con el comandante Enset y notifícale que todo se ha resuelto sin daños
colaterales.
-A
sus órdenes, mayor.- Saludó ella.-
-Voy
contigo. Al menos hasta la puerta de la base.- Se ofreció Giaal.-
-Yo
iré a por Pennie y las demás. Deben de estar preocupadas.- Añadió Tracer.-
Por su parte el saiyajin pidió al
doctor Adams, a la doctora Prentis y a Scott, que acudieran. Ginger y Clarisa
aprovecharon para despedirse con mucho reconocimiento.
-Por
favor, vuelvan cuando quieran. Serán muy bien recibidos, y muchas gracias.- Se
despidió la joven dueña portando en brazos a su pequeño.-
-Sí,
les invitaremos a una merienda especial.- Sonrió Clarisa mirando sobre todo a
Scott.-
El chico se ruborizó aunque no tardó
en desviar la mirada. Él mismo se decía pese a notar su corazón latir más
deprisa de lo normal.
-El
que sea simpática no quiere decir nada más que eso. No caigas en el error de
pensar otra cosa.-
-Scott.-
Le llamó el doctor Adams.-
-Sí,
voy.- Se apresuró a replicar el aturullado muchacho.-
Y siguieron al saiyajin que ya se
alejaba. Al alcanzarle este les expuso su idea. Rematando.
-Tengo
un visor detector de energía. Quizás si ustedes pudieran modificarlo.
-No
veo porqué no. Conociendo el espectro adecuado de esa raza alienígena podría
ser factible.- Opinó Melissa.-
-Si
nos lo presta nos pondremos enseguida con ello.- Añadió Adams.-
-Entonces
acompáñenme, por favor.- Les pidió Kiros.-
Todos fueron con él. Entre tanto
Susan volvió por fin a su base. No sabía porqué ninguna de sus dos subalternas
habían acudido. Y eso que Olivia había contestado la llamada. Pero no tardó en
averiguarlo. Cuando entró en su piso a cambiarse de ropa para ponerse el
uniforme las dos estaban allí. Celia tumbada en la cama y tapada hasta la
barbilla, la mejicana sujetando una mano de esa chica entre las suyas.
-¿Qué
estáis haciendo aquí?- Quiso saber la sorprendida Susan.-
Ninguna parecía querer responder. Aunque al
mirar a Celia se asustó. La joven tenía los ojos enrojecidos, pero ya no
lloraba. Es más, parecía completamente ida. Fue Olivia la que entre sollozos le
musitó.
-¡Ha
sido terrible! Tiene que hacer algo, señora. ¡Tiene que hacerlo ya!
-¿Hacer
qué? ¿Qué ha pasado? – Quiso saber la desconcertada y concernida Susan.-
Y para su total conmoción fue la
propia Celia quien salió de aquel estado de ensimismamiento para escupir con
odio y resentimiento.
-¡Ese
cabrón me ha violado!
-¿Qué?
¿Te refieres a…?- Pudo decir la impactada Susan.-
Pero no pudo acabar la frase, la
alférez Walsh la cortó en tanto se incorporaba repentinamente de la cama aullando
como una posesa.
-¡Sí!
Ha sido él…Estoy segura, ¡ha sido él!…
-Tranquilízate,
por favor.- Le pidió Olivia, quien junto con la teniente Hunter pudieron a
duras penas sujetarla.-
-¡Quiero
justicia!- Reclamaba la descontrolada joven.-
-La
tendrás, la tendrás, ¡te lo juro! - Pudo contestarle Susan.- Ahora mismo iré a
ver al comandante. Pero debes contarme que pasó…
La chica negó vehementemente con la
cabeza tumbándose otra vez en la cama, ahora fue el turno de Olivia de casi
echarse a su lado, abrazarla en tanto lloraba y pedirle con tono suave y
apenado.
-¡Ándale!
Tienes que decírselo. Sino no podrá hacer nada.
Como la interpelada no parecía estar
dispuesta a hablar, fue la mejicana quién le contó a su superiora.
-En
cuanto recibí su mensaje fui corriendo a avisar a Celia. Pero no estaba en su
piso. En vez de eso, al regresar aquí para cambiarme en ropa de paisano, la
encontré tirada junto a la puerta. La ayudé a entrar. Estaba deshecha. Me contó
que…
-Yo
se lo diré.- Pudo terciar la víctima, quien sobreponiéndose a duras penas a su
trauma, relató con voz temblorosa.-
Había terminado su jornada de
entrenamiento. Esa tarde volvía a su apartamento. Caminaba por un lugar apenas
concurrido. No le importaba dado que se hallaba en el interior de la base,
saliendo por uno de los corredores. Tampoco había visto a su odioso superior en
toda la semana. Tanto mejor. No deseaba volver a mirarle a esa cara grotesca,
deformada por la lujuria. Iba embebida en esos pensamientos cuando a su espalda
oyó pasos. Se giró deprisa casi puesta en guardia solamente para descubrir a
uno de sus compañeros alféreces caminando tras ella.
-¿Qué
quieres?- le espetó con agresividad.-
El chico, un muchacho rubio, de
estatura algo menor que la suya, la miró atónito. Apenas repuesto del susto
replicó con malestar.
-¿Qué
te pasa, Walsh? Solo quiero adelantarte, vas por el medio del pasillo. ¡Pareces
atontada!
Y en efecto pasó ante ella y tras
dedicarle una desaprobatoria mirada se perdió por el pasillo. La chica no supo
que responder. Desde el incidente con el mayor Shulth había estado
constantemente a la defensiva, arisca, saltando al mínimo ruido y apenas era
capaz de concentrarse. Sus puntuaciones en los ejercicios del simulador habían
empeorado. El teniente Kovac incluso le había llamado la atención. Ese tipo,
segundo al mando de la escuadrilla, le llegó a decir al término de la jornada,
cuando estaban a solas en la sala de entrenamiento.
-No
sé qué demonios le está pasando, alférez. Pero su rendimiento ha bajado mucho
en los últimos días.
-Lo
lamento, señor.- Fue lo único que pudo responder.-
-No
lo estropee ahora. Estaba a punto de pasar las pruebas para pilotar los
varitech.
-Me
esforzaré más, se lo prometo, mi teniente.- Añadió ella tratando de sonar más
segura.-
-Así
lo espero.- Replicó él marchándose.-
Tras aquello recibió una llamada. No
pudo atender el teléfono pero vio un mensaje de la teniente Hunter. No contestó
pero, decidida a salir de ese desconcierto en que estaba sumida, se apresuró a
retornar a su apartamento.
-No
puedo seguir así.- Se decía en tanto doblaba ya una esquina lista para salir de
ese corredor.-
En ese momento y sin que lo notase
algo la golpeó en la cabeza justo al girar la esquina. Todo se le hizo
oscuridad. Cuando volvió en sí estaba en una habitación que no reconocía, atada
en el marco de lo que parecía una puerta, con los brazos y las piernas
extendidas y amarradas a la altura de las muñecas y los tobillos, y en ropa
interior. No podía moverse. Aunque al fin y a su espalda, escuchó una
desagradable voz que no pudo reconocer. Estaba distorsionada.
-¡Vaya,
vaya! Al fin solos tú y yo.- Le dijo con tono que destilaba lascivia.-
-¿Quién
es? ¡Suélteme!- Chilló ella con mal contenida ira, mezclada con una apreciable
dosis de temor.-
-Todavía
no.- Se rio a carcajadas aquella misteriosa voz.- Primero lo vamos a pasar muy
bien…
Y sin que ella pudiera hacer nada le
puso una venda en los ojos. Celia se debatía tratando de mover la cabeza para
poder quitársela pero le era imposible. Al poco sintió con creciente asco y
angustia como unas manos rudas recorrían su cuerpo. Le quitaban la ropa
interior y manoseaban sus senos y sus partes íntimas.
-¡No,
por favor, por favor!- Pudo suplicar entre sollozos.-
-¡Calla
puta! Esto te va a encantar.- Oyó por toda réplica.-
Sintió una boca sobre sus pezones
que, tras chupárselos con avidez, bajó recorriendo su cuerpo, estómago, vientre
y entrepierna. Ella solamente podía gemir y morderse los labios totalmente
impotente. Trataba a veces de forcejear pero tanto sus piernas como sus brazos
estaban muy bien sujetos. Entonces gritó. Algo la había penetrado. Quizás uno o
dos dedos se habían abierto paso por sus partes íntimas.
-Sí…esto
te está encantando. ¿Verdad? Dime que eres virgen, ¡ja, ja, ja!- Jadeaba esa
voz distorsionada.- ¿Lo eres? Humm...¡Qué maravilla!
La aterrada chica escuchó en ese
instante el sonido de una cremallera que se bajaba, algo cayó al suelo, sonó
como tela envuelta en algo más pesado. Ella solo podía suplicar.
-¡Por
favor!, no lo haga…
Pero sus ruegos no fueron atendidos.
Notó que unas manos la sujetaban de las caderas y fue cuando sintió un dolor
agudo. ¡La estaban penetrando! Pese a gritar y llorar pidiendo clemencia lo
único que obtuvo unos jadeos entrecortados por parte de su agresor. Así,
durante unos interminables minutos, quien quiera que fuese empujó hasta que
ella ni pudo quejarse. Al fin éste pareció saciado. La joven notó que aquello,
caliente y duro, salía de su interior. Sin embargo, no sintió nada más, una
mano provista de lo que debía ser un paño de tela se posó sobre su boca y
nariz. Apenas pudo oler el cloroformo cayó inconsciente. Después, al cabo de un
periodo de tiempo que no pudo precisar, se despertó vestida con su uniforme en
medio de un pasillo. Alterada y llorosa aun trató de levantarse. Eso le dolía.
A duras penas evitó vomitar por el miedo y la angustia. Trastabillándose quiso
avanzar. Por un momento deseó gritar pidiendo ayuda pero no había nadie. Estaba
en la zona de la base destinada a pertrechos para los aviones. A esas horas no
vio cerca a ningún centinela. Como pudo salió de allí. Atravesó un pasillo y
debió de toparse con un par de oficiales a los que ignoró. Estos de seguro la
mirarían entre atónitos e incluso molestos por esa falta de cortesía militar.
No obstante, eso ya no le importaba. Vagó sin rumbo saliendo de la base. Apenas
tuvo fuerzas para encaminarse hacia el apartamento de Olivia y de la teniente
Hunter. Tras tocar infructuosamente en la puerta se derrumbó ante la misma
gimiendo y sollozando.
-Así
la encontré yo.- Intervino la también afectada mejicana.-
-Voy
a dar parte inmediatamente.- Aseguró Susan que, pese a toda la indignación y
horror que sentía, quiso asegurarse y preguntar.- ¿Viste a tu agresor en algún
momento?
-No.-
Fue capaz de gemir Celia tapándose la cara con ambas manos.-
-¿Reconociste
su voz? ¿Era Shulth?
-Quizás,
¡no lo sé! - Lloraba la desesperada muchacha derrumbándose entre gemidos
ahogados.- No lo sé…
Susan suspiró elevando la vista
hacia el techo. Estaba impactada por aquello pero, aun así, sin pruebas, ni tan
siquiera la seguridad de un sospechoso, nada podía hacer. Pensó rápidamente.
Estando sola sería imposible. Solamente podía contar con su superior, el mayor
Jensen. No tardó en llamarle. En ese momento Tracer estaba ya en el
laboratorio. Les había contado a las
chicas lo sucedido, aunque omitiendo la forma en la que el saiyajin tuvo de
deshacerse del explosivo. La primera en hablar fue Penélope, que comentó
aliviada.
-De
modo que pudisteis anular la bomba. ¡Menos mal!
-¿Pero
quién puede estar detrás de esto?- Intervino Mei Ling con gesto atónito.-
-No
tenemos ni idea.- Tuvo que admitir Tracer.-
-En
fin. Ha sido un día muy largo. Y ya estoy cansada. Mejor me iré a casa.-
Suspiró su novia.-
-Claro.
Te acompañaré.- Se ofreció él-
-Esto
está cada vez más confuso.- Añadió Caroline que acababa de llegar para
incorporarse a su turno.-
-Al
menos terminó ese experimento.- Comentó Keiko no sin alivio.- Durante el rato
que hemos tenido que quedarnos lo pudimos analizar.
-Por
fin una noticia buena.- Convino Mei Ling anunciando.- El cultivo de algas
mejoradas es estable.
-Anda
chicas. Marchaos.- Les autorizó Penélope.- Os habéis ganado un reposo.
Las dos se despidieron, deseando en
efecto salir de allí. Keiko quería descansar un poco y de paso tratar de poner
en orden sus ideas. Pensaba en la propuesta de Mei Ling. La oriental por su
parte se dirigió hacia su casa. Allí llamaría a Maggie. Quedarían, disfrutarían
un rato juntas y luego le comentaría lo que había pensado. Tracer y Penélope
salieron del laboratorio. Ella con una chaquetilla sobre los hombros. Hacía
fresco. En la nave se intentaba recrear el clima terrestre con tanta exactitud
que a las horas que correspondían a la tarde hasta se bajaba la iluminación y
podían crearse pequeñas corrientes de aire. Su novio le pasaba un confortador
brazo por la cintura. Y por una vez ella se dejaba hacer con satisfacción. Así
iban cuando el teléfono de Tracer sonó.
-Perdona.-
Le dijo él a su pareja en tanto atendía la llamada.- ¿Sí? ¿Teniente Hunter? ¿Qué?-
Exclamó alarmado.- ¿Ha informado de ello al comandante Enset? ¿No? ¿Por qué?
¿Qué?...claro, enseguida voy. ¿Está segura de eso?...No tardaré. Espérenme
allí. Hasta ahora.
Penélope le miró algo hastiada de
esas llamadas continuas que siempre les separaban. Aunque al ver su cara se
temió que algo grave había sucedido.
-Supongo
que no me lo puedes decir.- Suspiró resignada.-
-No
puedo, Pennie. Pero créeme, es algo muy grave. Y ha sucedido en la base. Tengo
que ir. Lo siento mucho.
-Espero
que no sea otro atentado.- Replicó ella con prevención.-
Penélope no quería mostrar su malestar
y que luego hubiera sucedido otra desgracia que le pesara en su conciencia por
parecer una egoísta. Comprendía que, por muy fastidioso que fuese, su novio
tenía unas obligaciones, lo mismo que ella.
-No,
no es eso, pero es…- Suspiró él, tranquilizándola en ese aspecto, aunque
declarando igualmente concernido.- Ha pasado algo muy serio y me necesitan
allí.
-Está
bien. No te preocupes.- Sonrió débilmente la muchacha.- Ve y cumple con tu
deber.
-Lo
siento, de veras. Te prometo que te lo compensaré. - Pudo disculparse él.-
El chico le dio un beso en los
labios profundo y cariñoso. Luego se alejó. Penélope le vio marchar con pena.
Desgraciadamente siempre había algo que se interponía entre los dos. Ahora
empezaba a entender a Amatista y sus enfados cuando Leval y ella todavía no
eran novios. Alguna que otra vez la escuchó rumiando su disgusto con Satory en
el laboratorio. Entonces ella pretendía no enterarse. Sin embargo, achacaba eso
a la infantil actitud que evidenciaba esa jovencita a veces. ¡Quién lo iba a
decir! Le estaba sucediendo lo mismo a ella. Ahora se sonrió casi
reprobándoselo a sí misma con irónica amargura.
-Está
claro que no debí de juzgarte tan duramente, Amatista.- Pensaba.- Tendré
paciencia, como la tuviste tú. ¡Qué remedio me queda! Creo que quiero a ese
tonto de Rick. Como tú querías a tu teniente Malden.
De este modo se fue a casa. Ajena a
esto Mei Ling llegó a la suya. Tras llamar a Maggie, la enfermera apenas si
tardó unos veinte minutos en aparecer. Acababa de salir de su turno. Aunque
venía enfadada. Al abrirle la puerta la oriental enseguida se percató.
-¿Qué
te ha pasado? No parece que hayas tenido un buen día.
-No
sé por dónde empezar.- Se quejó la enfermera.- ¡Por el estirado de Leslie, por
el impuntual de James o por la zorra de Marek!
-¡Vaya!.
Pues sí que has tenido un día divertido. Al menos no tuviste que desactivar una
bomba.- Le comentó tratando de sonar jovial.-
Aunque la mirada de su novia era de
estupor al mismo tiempo que de curiosidad cuando preguntó.
-¿Bomba?
¿A qué te refieres?
Tras hacer un breve resumen de lo
que el mayor Jensen les había contado, Maggie abrió los ojos como platos y
suspiró.
-¡Pues
sí! Reconozco que eso ha sido incluso peor que mi día. ¿Y dices que ese mayor
Derail logró desactivarla?
-Con
la ayuda de la doctora Prentis y del doctor Adams y su asistente.- Matizó Mei
Ling quien, lleva de curiosidad y al mismo tiempo tratando que su pareja se
desahogara, le preguntó.- ¿Qué te ha pasado a ti?
-Lo
de siempre.- Suspiró ésta pasándole a contar.- Tuve algunas diferencias de
criterio…
Y eso que Maggie había estado en un
turno relativamente tranquilo. Lo cierto es que llevaba días sin ver a Martin.
Aquel muchacho que siempre se pasaba para hacerse curar alguna herida. No
obstante, tras haberle rechazado de modo amable pero claro, el pobre chico no
había vuelto. Por una parte le daba pena. Era un buen muchacho. Pero era mejor
así. Tenía que buscar entre las chicas de su edad. Ahora que lo pensaba, ni tan
siquiera sabía quiénes serían sus padres, ni en que parte de la nave viviría.
-Bueno,
eso no es de mi incumbencia.- Se dijo.-
Movió pues la cabeza olvidándose de eso y tratando
de centrarse en sus quehaceres. Nada más que un par de curas leves y dos casos
de catarro a destacar. En ese momento además, el doctor Lester hizo acto de
presencia. Había estado visitando a un par de pacientes.
-¿Alguna
novedad, enfermera Kendall?- Le preguntó.-
-No,
doctor. Todo ha estado tranquilo.- Afirmó ella.-
-Muy
bien. ¿Ha redactado usted los informes de los pacientes y las necesidades del
botiquín?
Eso le sonó como cuando el profesor
le pedía los deberes en el colegio y ella había olvidado hacerlos. Apenas pudo
pretextar sin demasiada credibilidad.
-Todavía
no. Iba a ponerme con ellos cuando no viniera nadie.
-Pues
póngase ya. Yo me ocupo de atender a quién venga.- Replicó con sequedad ese
tipo tan adusto.-
-Sí,
doctor.- Convino ella sin demasiado entusiasmo.-
Y tras un rato de escribir informes
e inventariar el botiquín en la oficina destinada al papeleo terminó al fin,
aunque pasaban diez minutos de su turno. Fue ir al despacho del médico jefe a
entregarlos cuando vio que éste estaba allí reunido con James y con Marek. Tras
tocar a la puerta Lester la autorizó a entrar.
-Aquí
tiene los informes, doctor.- Dijo respetuosamente ella.- Ahora, con su permiso.
Me voy.
-Muy
bien.- Convino éste, añadiendo para dirigirse a los demás.- Eso es todo. Vayan
a trabajar.-
-Sí,
doctor.- Corearon los recién llegados.-
Al salir los tres del despacho,
James le comentó a Marek con tono cómplice y casi con sorna.
-Bueno.
Vamos a ver si lo hacemos tan bien como nuestra ilustre colega.
-Eso
va a ser difícil. ¡Ella es la perfecta enfermera! - Se rio Erika.-
-Muy
graciosos.- Replicó Maggie.-
-Sí,
porque claro, tú nunca llegas tarde y siempre atiendes a la perfección a
todos.- Escupió James de peor talante ahora.-
-¿Qué
quieres decir con eso?- Quiso saber una molesta Maggie a su vez.-
-Que,
por tu culpa, el doctor Lester me ha estado amonestando. Dice que tome ejemplo
de tu puntualidad.- Le contestó el muchacho con patente malestar.-
-No
te vendría nada mal. Llegar a tu hora no es perjudicial para tu salud. -
Replicó ella ahora con tono pleno de sarcasmo.-
-Sí,
¡qué suerte hemos tenido de tenerte aquí! - Terció Marek con sorna.- Eres toda
una profesional. Si hasta tienes clientes fijos atraídos por tus encantos.
-¿Y
tú que pretendes insinuar ahora?- Le preguntó su interlocutora con cara de
pocos amigos.-
-Nada,
que tienes muy buena mano con los niños. Hace una semana vino ese chico
preguntando por ti. No sé qué remedio le habrás dado, pero se ha hecho adicto.-
Afirmó Erika con una amplia sonrisa tan llena de reproche como de burla.- ¡El
pobre traía hasta unas flores! Pero justamente no estabas. No me las quiso
dejar a mí. Supongo que ya te las habrá
dado como prueba de su agradecimiento, o puede que de algo más profundo. Y es
que a esa edad, ¡cómo se dejan engañar por las apariencias! El pobrecito
desgraciado no ha podido elegir peor.
Desde luego que el tono y las
palabras de esa idiota no le sentaron nada bien a Maggie que se revolvió espetándole
con la paciencia ya agotada.
-¡Ya
me tienes más que harta! ¿Se puede saber
qué problema tienes conmigo, estúpida? ¿Acaso me meto yo en tu vida?
-¡Más
de lo que te crees!- Le replicó su polemista, igualmente enfadada.-
Ya se encaraban las dos, aunque fue
paradójicamente James quien las separó colocándose en medio de ellas, entre
atónito y divertido.
-¡Eh,
eh! Tranquilas, que no quiero trabajar mucho esta tarde.
-Más
te vale que me dejes en paz. O te vas a buscar un problema. Marek.- Le advirtió
Maggie.-
-¿No
me digas? Pues adelante, no te tengo miedo.- Repuso ésta con tono desafiante.-
Ya te lo demostraré.
-Cuando
quieras.- Escupió su interlocutora al fin.-
Y menos mal que ese patán de James
por una vez fue oportuno sujetando a la belicosa rubia que parecía querer
lanzarse sobre ella. Pese a todo, Maggie tuvo que escuchar en tanto se alejaba.
-Déjala,
Erika. No merece la pena.
Eso era el colmo. ¡Como si hubiese
empezado ella! Resoplando furiosa pudo perder de vista a esos dos al fin. Luego
llegó a casa y se dio una buena ducha caliente para tratar de relajarse. Por
suerte recordó su cita con Mei Ling. Ahora su pareja la observaba entre
sorprendida y curiosa.
-¿Qué
tiene esa chica en tu contra?
-¡Y
yo que sé!- Replicó aun de mal talante.- Desde que la conocí parece que no me
soporta. Es tan estúpida que lo mismo creyó que quería robarle al idiota de James.
Visto cómo se comportan son tal para cual. O a ese doctor Benson. Otro tío guaperas
que se lo tiene muy creído. A veces me parece que cuando me ve hablando con un
hombre salta a interponerse. Con los único con los que no le ha salido hasta
ahora son con el doctor Ginga y con Lester. Claro, que el viejo cascarrabias es
antipático con todo el mundo.- Remachó mordazmente en alusión a este último.-
-Puede
que esté celosa de ti, a lo mejor es que ella es como nosotras y le gustas tú…-
Conjeturó la oriental.-
-No.-
Descartó enseguida Maggie.- Te puedo jurar que es heterosexual, además de una
pécora. Mi “radar” no me engaña.
-¿Y
si supiera que tú …?- Aventuró Mei Ling, que enseguida añadió como si quisiera
justificarse por esa elucubración.- Hay que contemplar todas las posibilidades.
-Si lo supiera ya se habría apresurado a
soltármelo. No dudo de que me habría insultado o hecho alguno de esos ridículos
comentarios suyos que considera tan ingeniosos. -Replicó Maggie.- Aunque, no
sé… tal y como me habló…es como si pensara que le he hecho algo muy gordo. En
fin. Prefiero olvidarme de esa estúpida.- Remachó dando un largo suspiro.-
-Bueno,
en ese caso, tengo algo interesante que contarte.- Sonrió su novia tratando de
animarla.-
Y ante la ahora mirada curiosa de la
enfermera, su pareja le contó la propuesta que le había hecho a Keiko. Turno de
Maggie de quedar perpleja y decir.
-¿Una
cena? ¿Los cuatro?
-¡Estoy
convencida de que esa pobre chica está colada por ese mayor!- Se rio Mei Ling.-
Y podríamos ayudarla. ¡Vamos, será divertido! Fingir que somos solamente amigas.
Y quedar todos.
-¿Y
por qué fingir?- Quiso saber su contertulia.- Podríamos decir de una vez que tú
y yo somos pareja. ¿No crees?
Al oír aquello, Mei Ling ensombreció
su hasta ese instante animado rostro y musitó con tinte implorante.
-Dame
un poco más de tiempo, por favor. No quiero que mi primo se entere todavía.
-Sí,
ya lo sé. Para que tu familia no lo sepa.- Repuso pacientemente Maggie, que
alegó con lógica.- Pero es que a este paso no podremos decirlo nunca. Hasta que
este viaje termine al menos y le pierdas de vista.
-Te
prometo que cuando esté preparada lo haremos. Y podré encararle y decirle la
verdad.- Aseguró la joven científica.-
-Bueno.-
Concedió Maggie.- Está bien. Seré tu amiga, la que queda contigo para pasear y
hablar de chicos.- ¡Ja, ja! - Se rio añadiendo con tono burlón.- ¿Quieres que
coquetee un poco con ese apuesto mayor para ser más convincente?
-Eso
no será necesario.- Sonrió su novia captando aquella broma para devolverla al
sentenciar.- Quiero ayudar a Keiko a que se lo ligue. ¡No que te lo ligues tú!
-
Descuida. ¡No hay peligro de eso! - Se rio su contertulia.-
-Sí,
¡eso mismo le aseguré a mi pobre compañera!- Rio su pareja a su vez.-
Y así se plantearon las cosas. Mei
Ling le mandó un mensaje a Keiko. Ahora únicamente les faltaba poder contactar
con ese mayor Derail. La joven pelirroja al recibir aquello pensó en quién
podría ayudarles a eso. Quizás el mayor Tracer, que era su compañero de piso.
Bueno, se había hecho tarde ya de modo que decidió irse a dormir. Ya hablaría
al día siguiente con la doctora Winters. Lo que ninguna podía imaginar era que,
precisamente en ese momento, Rick había llegado a toda prisa al apartamento de
Susan y de Olivia. Allí, la todavía desquiciada Celia seguía en la cama. Ahora
tapada hasta la barbilla.
-Alférez.-
Pudo decir Rick, con todo el tacto y la suavidad que pudo.- He sido puesto al
corriente. Ha sufrido usted una agresión. ¿Verdad?
-Sí,
señor.- Fue capaz de musitar la joven tratando de controlarse.-
-Tanto
la teniente Hunter como la alférez Aguirre, me lo han confirmado. No se
preocupe. Iré de inmediato a informar al comandante Enset y a la comandante
Simmons. Usted permanezca aquí e ignore cualquier otra orden que provenga de su
jefe de escuadrilla. Yo me hago responsable de eso.
-Gracias,
muchas gracias.- Sollozó la joven que pareció sentirse aliviada al oír
aquello.-
Tracer le dedicó una compasiva
mirada. Esa pobre chica estaba realmente hundida. Algo muy grave le había
hecho. Fuera quien fuese, deseaba atraparle. Por un momento su mente incluso
llegó a intentar conectar ese hecho con los atentados.
-No
creo que tenga nada que ver. Me da la impresión de que ambos hechos no siguen
el mismo patrón. Pese a estar bien preparados, uno responde a una táctica
sistemática por minar nuestra moral y el otro más parece producto de un
delincuente sexual. Un maniaco.
Aunque no era capaz de descartar del
todo esa hipótesis. Si alguien había violado a
la alférez Walsh pudiera ser otra manera de sembrar el terror y la
inseguridad entre las mujeres que componían la fuerza militar de abordo. Tendría
que investigar eso y comentarlo con sus superiores. Por ello centró entonces su
atención en Susan y le ordenó.
-Teniente
Hunter, venga conmigo. Alférez.- Añadió dirigiéndose a la mejicana.- Quédese
con su compañera.
-A
sus órdenes.- Saludó Olivia.-
Rick salió a toda prisa en dirección
al despacho de su superior. ¡Esto era lo que le faltaba! Por si no tenían
bastante ya con lo que estaba sucediendo. Ahora tendría que darle el informe de
lo sucedido en la cafetería y añadir esto. Y pese a que a primera vista no
parecía poderse comparar con esos ataques que estaban sufriendo, no era así.
-Es
algo gravísimo. Además de un abuso incalificable contra los derechos y la
integridad no solamente de una persona en su calidad de oficial, sino en la de
mujer. – Se dijo. -
-¿Qué
haremos, señor?- Le preguntó Susan en tanto caminaban con rapidez.-
-Lo
primero será poner al corriente al comandante.- Repuso el chico.- Le pediré que
trasladen a esa chica a mi escuadrilla. Después… ya veremos…- Suspiró.-
-Sí,
eso sería lo mejor. Pero la pobre Celia va a necesitar terapia. No creo que
pueda estar en servicio tras lo que ha pasado.
-Por
supuesto. No te preocupes por eso. La ayudaremos. Te lo prometo. – Le aseguró
su interlocutor.-
Y al fin los dos llegaron ante el
despacho de su superior. Tras informar al oficial que estaba de guardia de que
deseaban verle éste lo transmitió al comandante. Enset autorizó la entrada.
Tracer y Susan pasaron con rapidez solo para quedar atónitos y mirar con
incredulidad la escena. Allí, de pie, se encontraba el mayor Shulth. Ahora
ninguno de los dos supo qué decir. Con aquello desde luego que no habían
contado…
anterior siguiente
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, si sois tan amables y no os es molestia, comentar vuestras impresiones sobre lo que habéis leído. Me vendría muy bien para mejorar y conocer vuestras opiniones sobre mis historias. Muchas gracias. ;)