jueves, 22 de diciembre de 2016

GWDN 12 Viejas deudas y nuevos agravios


Allí estaba, entrenando en esa especie de cápsula que el doctor Adams había diseñado para la nave anterior. Ésta era sin duda una versión mejorada. Al principio quiso probar al mismo nivel que el príncipe Leval. Sin embargo, no tardó en darse cuenta de la incapacidad que tenía para soportar tan duras condiciones. ¡No podía ni mantenerse en pie! Tuvo que convertirse en súper saiyajin para poder soportar apenas ochenta gravedades de presión.



-¡Es increíble! Y ellos entrenaban con más de cien.- Pensaba en tanto se mantenía haciendo flexiones y abdominales bajo aquella tremenda fuerza de atracción.- ¡Tengo que mejorar, he de hacerlo como sea!



            Todos sus músculos se marcaban de forma evidente. Algunos hasta se tensaban presa de un esfuerzo ya casi insostenible. El sudor le caía a chorros en forma de gruesas gotas. Al fin, bajó la intensidad. Apenas veinte ges. Entonces pudo dejar de brillar como un súper guerrero y entrenar con su apariencia normal. Saltos, cabriolas y ejercicios de patadas y puñetazos a una velocidad vertiginosa.



-No es suficiente, ni mucho menos lo es.- Continuaba censurándose en su mente.- ¡Maldita sea! No quiero seguir siendo tan débil…no me lo puedo permitir. Debo devolver el honor a mi familia.



            Y es que desde niño le habían educado en las virtudes de los saiyajin. La fuerza y el poder eran muy importantes en la escala de valores de su pueblo. Pese a los esfuerzos de la reina Meioh por inculcar otro tipo de cosas, como el amor y el cuidado por los demás, muchas familias seguían aun las formas tradicionales. De hecho, la soberana no deseaba que nadie se apartase de sus creencias. Es más, siempre decía que el concepto del amor no puede imponerse a la fuerza. Cosa curiosa desde el punto de vista saiyajin. En Nuevo Vegeta la tradición dictaba que las parejas se conformaban en función del poder y la fuerza de combate potenciales. Los hombres se sentían atraídos por mujeres con buen físico y mucha energía. Aquellas que eran las mejores madres posibles para futuros hijos poderosos. Las hembras a su vez buscaban en los machos saiyajin a alguien fuerte y decidido, con ambición por superarse y amante del combate. Todas deseaban ser esposas de grandes guerreros y madres de otros todavía mejores. Había excepciones desde luego. Personas de su pueblo que estaban atraídas por algunos de su propio sexo. El propio hermano de la noble Seira, Dariel, renunció a su puesto como canciller para vivir con otro hombre. No tuvo hijos y eso fue muy discutido y criticado por los sectores más conservadores de la sociedad. Pese a ello el ex canciller siempre gozó de gran consideración por parte de los soberanos. Kiros tuvo que agradecer al destino que su propio padre, Blintz, sucediera a Dariel en ese puesto. Su progenitor mismo era un poderoso guerrero por derecho propio. Además, ostentaba el honor de ser quien encontró al que luego sería el rey Lornd. Blintz casó con una mujer saiyajin llamada Elua. Una joven hembra de pelo castaño oscuro rizado, intensos ojos azabache y bastante genio en ocasiones. Diestra luchadora y buena pupila de la propia guardiana y consejera de la reina,  la noble Seira, quien a su vez estaba casada con el hermano menor del propio Blintz.



-Mi familia es la más importante y fuerte del planeta exceptuando a la Real.- Se repetía el chico en tanto proseguía con ese arduo entrenamiento.- Mi padre tiene el título de duque de Nuevo Vegeta. ¡Y sin embargo, no pudimos impedir que nos humillasen! - Mascullaba en tanto lanzaba patadas y puñetazos al aire sin cesar.-



            Y es que cuando él nació su propia madre comenzó a adiestrarle. Hasta le contó que, siendo solamente un bebé, le ponía boca abajo para ver si era capaz de erguirse con sus bracitos. O eso o no poder respirar. ¡Menos mal que su tía Seira intervino! Hasta a ella, que era muy exigente e inflexible, aquello le pareció ir demasiado lejos. Amonestó a Elua diciéndole que, si bien su hijo sería entrenado con gran dedicación y esmero, todavía era demasiado pronto hasta para un saiyajin. La madre de Kiros arguyó que en los tiempos remotos se enviaban a bebes con poca fuerza de combate a conquistar planetas enteros. No obstante, esos tiempos hacía mucho que pasaron. Pero, en honor a la verdad, Elua nunca dejó que su hijo estuviera en peligro realmente.



-Mi madre siempre tan ruda.- Se sonrió entonces rememorando aquello.- Hasta acusaba a la tía Seira de haberse ablandado por servir tan de cerca a los soberanos y haber viajado a la Tierra en varias ocasiones.



            Y no es que su progenitora no acatase a sus reyes, como buena saiyajin era respetuosa y obediente con las leyes de su pueblo. Elua siempre sostuvo que la reina Meioh se ganó su trono y ante eso nada tenía que oponer.  Esa mujer, llegada de otro planeta, debía ser realmente poderosa para derrotar a su propia cuñada. Sin embargo, la saiyajin no simpatizaba con esas medidas tan extrañas que, en su opinión, debilitaban a su pueblo. A los hijos había que quererles, sí. Pero para formarles adecuadamente y convertirlos en futuros guerreros de los que sentirse orgullosos. No se quería más a un niño o niña evitándole penalidades y esfuerzos.  Al menos, esa era su opinión, porque siempre mantuvo que adoraba a su pequeño saiyajin. Aunque no escatimaba en dureza con él. El propio Kiros se recordaba teniendo apenas seis años y tratando de comer. Su madre exhibía ante él un trozo de carne y alguna verdura. El crío quería tomarlos pero ella se lo impedía apartándolos una y otra vez de su alcance.



-Madre, ¡tengo hambre! - Se quejaba sintiendo desde luego como su estómago protestaba.-

-Me parece bien. Así podrás hacerte con estos alimentos.- Replicó ella con indiferencia en su tono.- ¿A qué esperas?

-No tengo fuerza, llevo dos días sin comer.- Le recordó el niño.-

-Y más días vas a llevar si no consigues arrebatarme la comida.- Sentenció impasiblemente la saiyajin.-



            Y el niño lo intentó saltando hacia ella que se apartaba una y otra vez sin darle ni la más mínima posibilidad. Tras algunos intentos estaba en el suelo, a gatas, jadeando agotado, hambriento y con ganas de llorar de impotencia. Encima tuvo que escuchar a su progenitora decir con tono a medio camino entre la burla y la reprobación.



-¿Y ya está? ¿Esa es toda el hambre que tienes? Bien puedes pasarte un día más sin probar bocado entonces.

-¡Es injusto!- Se atrevió a protestar el niño mientras se levantaba trabajosamente.- ¡Eres mucho más fuerte que yo!



            Elua le recompensó con una bofetada que le derribó. Ahora le saltaba la sangre del labio además de las lágrimas.



-¡La vida es injusta y siempre será mucho más fuerte que tú! ¡Mejor apréndelo ahora! - Espetó su progenitora arengándole.- Sino quieres perecer, ¡supérate!



            ¡Y vaya si lo aprendió! Se acordaba de como la furia le invadió entonces. Sin darse cuenta de cómo le fue posible se llenó de energía. Al menos de la que le daba la desesperación y saltó a gran velocidad sobre su desprevenida madre. Logró hasta golpearla con la cabeza en el pecho desequilibrándola. Aprovechó en ese instante para agarrar el trozo de carne y metérselo en la boca. Masticó con frenesí tragando como pudo pese a que estaba cruda. En ese instante Elua se recobró de la sorpresa. Y cuando Kiros esperaba recibir una buena paliza como castigo a su osado ataque, su madre en cambio sonrió asintiendo con aprobación e incluso dedicándole una mirada de orgullo para sentenciar.



-¡Así se hace, hijo! Eso es ser un auténtico saiyajin. Hoy has aprendido una valiosa lección. A los de nuestra raza las dificultades nos hacen más fuertes.



            Sin embargo, enseguida volvió a su tono severo para rematar, en tanto se alejaba dejándole ya el resto de la comida.



-Pero que no se te suba a la cabeza. Tu entrenamiento será cada día más duro. Y todavía tienes muchísimo por aprender.



Y es que Kiros nunca dudó del amor que su madre le profesaba. Aunque fuera al estilo saiyajin. Jamás le acarició como vio a otras hacer con sus hijos. Incluso la normalmente estoica y dura Seira, a veces mesaba el pelo de Aiona o de Doran disfrazando ese gesto tan maternal de broma o de ligera amonestación. Sin embargo, la sonrisa aprobatoria de Elua cuando él cumplía con sus expectativas bastaba para hacerle feliz. Su progenitora fue muy dura con él, pero siempre fue justa. Pasó el tiempo y cuando el chico cumplió diez años, al fin dejó de tutelar su entrenamiento y le envió con su tía.



-Has de saber que es todo un privilegio y un grandísimo honor el poder ser adiestrado por la guardiana personal de la reina Meioh.- Le dijo entonces.- Procura ser digno de tal distinción.

- Sí, madre. Lo seré. - Repuso de inmediato él.- Tú me has enseñado bien.

-Lo hice, sí.- Convino la mujer que pareció incluso algo emocionada al declarar.- Lo mejor que supe. Como mi propia madre me enseñó a mí.



            El niño asintió resuelto entonces. No quería que su progenitora se avergonzase de él. Y más cuando ella le comentó.



-Hazte un gran guerrero. Sé un saiyajin poderoso y respetado. Desposa a una hembra fuerte y tened hijos que sientan orgullo de su estirpe y que te lo hagan sentir a ti también.

-¿Y cómo sabré con qué mujer deberé casarme?- Inquirió él.-

-Siempre con la más poderosa.- Afirmó la interpelada.-

-¿Y ella sentirá lo mismo hacia mí?- Preguntó.-

-Sin duda, si eres el hombre más fuerte.- Contestó su madre.-



            El crio asintió aunque ahora con menos énfasis, dado que dijo con tono reflexivo.



-Hay una cosa que no comprendo. La reina siempre habla del amor. La tía Seira, que es su guardiana, a veces me lo ha dicho cuando he entrenado con el primo Doran y con ella. ¿Acaso es eso?

-El amor es el sentimiento de respeto y deseo de honrar a tu planeta y a los tuyos. No un sentimentalismo ñoño. - Sentenció su madre.- A veces tu tía se deja llevar demasiado por la admiración que le tiene a nuestra soberana.

-Su hermano no se ha casado nunca con una mujer saiyajin. ¿Es que no había ninguna lo bastante fuerte?- Quiso saber él.-



            Su progenitora entonces le dedicó una mirada extraña. Pudiera ser que hasta teñida de tristeza que rezumaba de sus oscuros ojos, pero no replicó a eso. Al fin sí que le dijo, obviando una respuesta a aquella cuestión.



-Debes irte ya. Te esperan en la Corte. Tu padre vendrá a buscarte.



            Él asintió. Tampoco preguntó mucho a su madre sobre el porqué su padre vivía tan separado de ellos. Supuso que, siendo el Canciller Real, sus obligaciones le impelían a ello. Aunque no comprendía por qué no podrían haber estado todos allí. Más tarde lo entendió. Su madre echaba la culpa a eso que llamaba amor.



-Mi madre nunca quiso a mi padre, pero se casó con él puesto que era el hombre más fuerte disponible.- Pensaba mientras continuaba ejercitándose.- Ella siempre antepuso su deber como saiyajin.



            Y es que al ir creciendo oyó rumores en la Corte. Hubo un tiempo en el que su madre, siendo una guerrera tan poderosa, aspiró a desposarse incluso con el hermano de Seira. Pero él la rechazó. Por increíble que pareciera ese gran guerrero prefería compartir su vida con otro hombre. Al  fin ella se casó con Blintz. Y al parecer Elua nunca perdonó esa afrenta. Empero, alumbró al propio Kiros y lo crió y entrenó cumpliendo con sus obligaciones de madre de modo más que satisfactorio para los estándares de su pueblo.



-En eso mi padre siempre fue más tolerante. – Se dijo descansando un poco ahora.- Él y el tío Calix siempre decían que el amor es algo muy poderoso y al tiempo peligroso. Que si rechazan el tuyo eso duele. Y que incluso cuando lo aceptan hace daño. Quizás ahora empiezo a comprenderles.  Es un extraño dolor. O puede que sencillamente sea una enfermedad y me la contagiase el idiota de mi primo.





En eso meditaba cuando alguien entró en la sala que albergaba la cámara de entrenamiento. Era un teniente. Kiros apagó la máquina y salió de la cámara. Sudando todavía tras salir y ver como ese muchacho se ponía firme y saludaba devolvió el saludo,  le escuchó referirle.



-Mayor Derail, señor, el mayor Jensen ha llamado. Le pide que acuda urgentemente a esta dirección. El comandante Enset ha dado su autorización.-Le explicó mostrándole un mapa de la nave en una tablet.-

-¿Qué sucede, teniente?- Quiso saber él.-

-No lo sé, señor.- Contestó aquel tipo.-Solamente que le dijese que debe acudir enseguida. Es la orden que me han transmitido para usted.



            Kiros asintió saliendo de aquella estancia. Ni tan siquiera se cambió de ropa. Aunque no iba muy presentable, pero era una orden clara y si se trataba de algo tan urgente no podía perder el tiempo con eso. Únicamente se hizo con su teléfono y llamó a su compañero de piso para confirmar aquello. Éste así lo hizo,  poniéndole al corriente de modo rápido y conciso de la situación. Tras colgar, el saiyajin, asegurándose de ir por lugares poco o nada concurridos, aceleró corriendo e incluso volando para ganar tiempo. Una vez llegó cerca, al abrigo de unos árboles, se detuvo y caminó deprisa pero de modo normal. Ante él, una muchacha morena de pelo corto le saludó al estilo militar aunque iba vestida de paisano. Enseguida se presentó.



-Soy la teniente Hunter, señor.

-Descanse, teniente.- Le pidió él.- ¿Dónde están?

-Dentro, señor. - Le contestó ella.-

-Muy bien, ahora desaloje toda la zona con la mayor discreción. Llame a algunos oficiales pero que vengan de paisano para no provocar alarma. – Le Indicó él.-

-A sus órdenes.- Replicó la oficial que sacó un teléfono para avisar a su vez.-



            Y tras tranquilizar a la preocupada dueña prometiéndole que se ocuparía de todo, Kiros se apresuró a entrar en el local deseando poder ayudar, pensando al mismo tiempo en sus propias inquietudes. Quería saber la situación exacta. Nada más entrar le recibió el doctor Adams.



-Quedan apenas dos minutos para que la cuenta regresiva finalice. Si el que la ha colocado es el mismo de los ataques previos, esto explotará sin ninguna duda.

-Hemos tratado de pararla pero hasta ahora no ha sido posible.- Terció Melissa que ahora estaba sentada descansando un poco aunque con gesto de gran temor.- Habrá que salir de aquí.

-¿Podrían desprenderla?- Quiso saber el recién llegado.-

-Quitarla de ahí podría suponer un gran riesgo. Quizás sea sensible al movimiento y explote antes.- Conjeturó Adams.-



            Eso hizo meditar al saiyajin, al cabo de unos segundos de silencio, Kiros tomó la palabra para decir.



-Tengo una idea.



            Y la expuso para asombro y temor de los allí congregados.



-¿Estás seguro de eso?- Le preguntó un atónito Adams.-

-Sí, puedo hacerlo.- Aseveró el saiyajin.-

-¡Pero la explosión te matará!- Se alarmó Melissa.-

-No si concentro mi energía. Contra cosas peores me he enfrentado. – Sonrió el chico.- Y quizás no haga falta si lo que he pensado sale bien.

-Debemos tener mucho cuidado.- Intervino Giaal que había estado meditando sobre eso al margen del resto entre tanto.- Como ha dicho la doctora Prentis. Si esa máquina sufre alguna sacudida brusca podría explotar.

-No sabemos que potencia podría tener ese explosivo.- Terció Adams.- No podemos arriesgarnos a que provoque una catástrofe. Y menos en la zona civil.

-Le doy mi palabra de que si consigo alejarme con ella lo bastante y mi idea resulta no lo hará.- Afirmó el saiyajin.- Pero para eso necesitaré su ayuda, doctor Ginga.- Le pidió a Giaal.-



            Casi no precisaron palabras para entenderse. El alien aumentó su aura energética pasando a su forma natural. Melissa le observaba asombrada, el doctor Adams también miraba fascinado aunque no era ajeno al secreto de aquel joven. Por su parte, Kiros sonrió. Había estado  seguro de que ese médico no era humano. Y además tenía mucho poder.



-Un día de estos tengo que pedirle que combata conmigo en un entrenamiento. Su energía es realmente imponente para alguien que no es un saiyajin.- Se dijo.-



No obstante, esas consideraciones estaban ahora de más. Centrándose de nuevo en el problema que tenían entre manos él mismo concentró su aura. Entre los dos crearon una especie de campo de fuerza y lo centraron en la máquina refrigeradora. Al poco ésta se fue elevando casi milímetro a milímetro del suelo.



-¿Deberíamos desconectarla de la toma de electricidad?- Inquirió el doctor Adams.-

-No estoy segura. Puede que hayan conectado el circuito del detonador allí. Si lo quitamos la bomba podría explotar.- Desaconsejó Melissa.-

-A menos que podamos alimentar el circuito eléctrico con nuestra energía.- Comentó Giaal.- Probaré a emitir un poco hacia los cables.



            El alien así lo hizo, poco a poco fue cargando esos conductos. Entonces a una señal convenida, y mientras contenían la respiración Adams desenchufó la máquina. Por suerte nada sucedió, aunque el saiyajin estaba protegiendo con un escudo de fuerza a la doctora Prentis y al mismo doctor.



-Ahora puedo elevar la máquina.- Comentó el guerrero del espacio.- Deben dejarme sitio.



            Así lo hicieron. Entre él y Giaal hicieron levitar ese pesado armatoste atravesando el espacio estrecho de la puerta abierta de la cocina y posteriormente el de la cafetería. Ahora, la propia Susan miraba atónita. Incluso Ginger, con su dormido hijo en brazos y Clarisa, que se encontraban más alejadas junto con Scott, no se perdieron aquello.



-A eso le llamo yo elevar vuestra repostería a otro nivel.- Comentó ingeniosamente Scott con las miradas perplejas de ambas mujeres.-



            Kiros entonces decidió acelerar. Subió al menos un kilómetro en la vertical colocándose en medio del asteroide, a una distancia más o menos equidistante. Por fuerte que fuera la onda expansiva de la explosión no alcanzaría a nada. Al menos eso pensaba. Al fin, el cronometro llegó a concluir la cuenta atrás. En cuanto pudo rodeó el refrigerador con una burbuja de energía. De inmediato una horrísona explosión se hizo oír por casi toda la nave. Afortunadamente sus efectos fueron nulos para ésta y sus ocupantes. Su escudo envolvente contuvo la mayor parte de la explosión. El saiyajin únicamente sufrió salpicaduras de tartas y algunos componentes mecánicos de la casi desintegrada máquina. Al descender también Tracer estaba allí. El mayor Jensen, realmente aliviado, le dijo con tono jovial tratando de quitar tensión.



-Desde luego, creo que con esto habrás endulzado cuando menos tu carácter.



            Su interlocutor se permitió una adusta sonrisa. Los demás habían salido para no perderse el espectáculo. Susan por su parte no dedicó su tiempo presenciar aquello, durante esa maniobra ejecutada por Kiros había recibido una llamada de Olivia. La muchacha se dirigió para allá.



-No hay tiempo ahora para ocuparme de esto.- Pensó la teniente Hunter.- Ya me lo contarán después.



            Pero no pudo irse. Devolvió la llamada a Olivia, y después llamó a Celia, pero ninguna de sus subordinadas contestaron. Además, cerca de ella, el mayor Derail descendió bastante manchado de restos de tarta y con algunas heridas leves por impactos de metal. Susan no pudo evitar quedarse a mirarle perpleja, junto a las camareras que estaban a pocos metros de distancia.



-¡Vaya! ¡Cómo se ha puesto!- Pudo decir la atónita Ginger quien, junto con Clarisa, había retornado hacia su local dejando al crío que ahora dormía plácidamente sobre un sofá.- ¿Está usted bien?

-Perfectamente.- Replicó el interpelado con tono calmado.- No tiene ninguna importancia.

-Lo siento mucho. Siento que haya tenido que arriesgarse tanto.- Afirmó la apurada Clarisa.-

-Le invitaremos a  una tarta especial.- Le ofreció Ginger.-



            Eso hizo sonreír a Kiros, esas humanas era agradables, al menos trataban de compensarle. Él dijo sin darle importancia a su actuación.



-Me limité a cumplir con mi obligación. No merezco ninguna recompensa por eso.

-Pero me siento obligada, estoy en deuda con usted por salvar mi negocio.- Insistió Ginger.-



            El chico le dedicó una mirada de agradecimiento. Si para esa joven aquello era una cuestión de honor respetaba eso. Asintió entonces para sonreír un poco más, tal y como le aconsejaron que hiciera cuando interactuase con los humanos.



-En ese caso, será para mí un honor aceptar, señorita.



            Ginger le devolvió la sonrisa y tomó en brazos al pequeño para llevarle a casa. Todos salieron del local. Las dos mujeres se despidieron al parecer complacidas por la respuesta del oficial. Entonces llegaron Melissa y el resto. También felicitaron al saiyajin por su valor.



-Todos han ayudado.- Afirmó él.- No es justo ni honorable atribuirme todo el mérito. Y además, es mi deber para con esta nave. Juré obedecer las órdenes de mis superiores y proteger a los tripulantes. Honrar mi palabra es mi recompensa. La única que cuenta para mí.



            Así que el resto le dio una vez más las gracias y se dispersó. Salvo Giaal y Tracer que se reunieron con él celebrando un pequeño conciliábulo.



-Entonces, estáis totalmente seguros de eso.- Le inquirió el doctor Ginga a Rick.- Era ella.

-Al menos era idéntica.- Afirmó Tracer.- Podéis preguntar a Penélope. La envié al laboratorio para ponerla a salvo. También la vio.

-Eso confirma lo que habíamos sospechado.- Terció Kiros.- Debe ser un ser metamorfo o cambiante.

-Y la búsqueda de sospechosos lo reduce a muy pocas razas capaces de adaptar su morfología y vivir con una atmósfera apropiada para los humanos.- Comentó Giaal con aire meditabundo.-

-Lo malo no es que no sepamos de qué raza es. Sino en quién se convertirá ahora.- Comentó Rick.-

-El conocer su raza nos sería muy útil también.- Rebatió Kiros al declarar.- Con alguno de mis visores modificados sería capaz de percibir su coeficiente de energía específico. Por mucho cambio de forma que adopte no podría ocultarme eso.

-Podríamos pedir ayuda al doctor Adams y a la doctora Prentis.- Sugirió Tracer mirando precisamente a esos dos científicos que ahora estaban conversando con Susan, Scott y las camareras.-



            Y en efecto, charlaban a su vez entre ellos y Melissa le preguntaba a Ginger que había recogido al crío del sofá para llevarle a casa.



-Entonces. ¿Cómo está tu hijo?

-Agotado el pobre.- Sonrió la interpelada sujetando con cariño al pequeño en brazos.-



            Las pequeñas piernas de Dean colgaban bajo el brazo de su madre y él seguía dormido apoyando su cabeza contra el pecho de Ginger. Al menos ahora descansaba un poco, por suerte ajeno a todo el revuelo. Melissa sonrió acariciando el rubio pelo del crío y susurró.



-Es una ricura.

-Menos mal que todo ha terminado bien.- Suspiró Ginger que, sin embargo, no pudo evitar añadir presa de la inquietud.- Pero tengo miedo. Pensé que en esta ocasión sería un viaje seguro. Nunca habría venido y mucho menos con mi hijo, de haber imaginado esto.

-Haremos lo posible para que estéis a salvo, te lo prometo.- Repuso Susan.-

-Es una tarea que nos compete a todos.- Convino Adams.- Debemos ayudarnos y mantenernos firmes. Como en el anterior viaje.

-No deseo pasar por eso otra vez.- Comentó Ginger con una mezcla de consternación y temor.- Y menos ahora, con el niño.

-No tiene por qué ser así. – Aseveró Melissa.- Atraparemos a quienes sean los responsables de esto.

-Trabajemos todos juntos.- Propuso Scott.-

-Así es, la unión hace la fuerza.- Convino Giaal.-



            Al hilo de aquellas palabras se acercaron los demás. Tracer se dirigió a Susan para indicarle.



-Contacta con el comandante Enset y notifícale que todo se ha resuelto sin daños colaterales.

-A sus órdenes, mayor.- Saludó ella.-

-Voy contigo. Al menos hasta la puerta de la base.- Se ofreció Giaal.-

-Yo iré a por Pennie y las demás. Deben de estar preocupadas.- Añadió Tracer.-



            Por su parte el saiyajin pidió al doctor Adams, a la doctora Prentis y a Scott, que acudieran. Ginger y Clarisa aprovecharon para despedirse con mucho reconocimiento.



-Por favor, vuelvan cuando quieran. Serán muy bien recibidos, y muchas gracias.- Se despidió la joven dueña portando en brazos a su pequeño.-

-Sí, les invitaremos a una merienda especial.- Sonrió Clarisa mirando sobre todo a Scott.-



            El chico se ruborizó aunque no tardó en desviar la mirada. Él mismo se decía pese a notar su corazón latir más deprisa de lo normal.



-El que sea simpática no quiere decir nada más que eso. No caigas en el error de pensar otra cosa.-

-Scott.- Le llamó el doctor Adams.-

-Sí, voy.- Se apresuró a replicar el aturullado muchacho.-



            Y siguieron al saiyajin que ya se alejaba. Al alcanzarle este les expuso su idea. Rematando.



-Tengo un visor detector de energía. Quizás si ustedes pudieran modificarlo.

-No veo porqué no. Conociendo el espectro adecuado de esa raza alienígena podría ser factible.- Opinó Melissa.-

-Si nos lo presta nos pondremos enseguida con ello.- Añadió Adams.-

-Entonces acompáñenme, por favor.- Les pidió Kiros.-



            Todos fueron con él. Entre tanto Susan volvió por fin a su base. No sabía porqué ninguna de sus dos subalternas habían acudido. Y eso que Olivia había contestado la llamada. Pero no tardó en averiguarlo. Cuando entró en su piso a cambiarse de ropa para ponerse el uniforme las dos estaban allí. Celia tumbada en la cama y tapada hasta la barbilla, la mejicana sujetando una mano de esa chica entre las suyas.



-¿Qué estáis haciendo aquí?- Quiso saber la sorprendida Susan.-



Ninguna parecía querer responder. Aunque al mirar a Celia se asustó. La joven tenía los ojos enrojecidos, pero ya no lloraba. Es más, parecía completamente ida. Fue Olivia la que entre sollozos le musitó.



-¡Ha sido terrible! Tiene que hacer algo, señora. ¡Tiene que hacerlo ya!

-¿Hacer qué? ¿Qué ha pasado? – Quiso saber la desconcertada y concernida Susan.-





            Y para su total conmoción fue la propia Celia quien salió de aquel estado de ensimismamiento para escupir con odio y resentimiento.



-¡Ese cabrón me ha violado!

-¿Qué? ¿Te refieres a…?- Pudo decir la impactada Susan.-



            Pero no pudo acabar la frase, la alférez Walsh la cortó en tanto se incorporaba repentinamente de la cama aullando como una posesa.



-¡Sí! Ha sido él…Estoy segura, ¡ha sido él!…

-Tranquilízate, por favor.- Le pidió Olivia, quien junto con la teniente Hunter pudieron a duras penas sujetarla.-

-¡Quiero justicia!- Reclamaba la descontrolada joven.-

-La tendrás, la tendrás, ¡te lo juro! - Pudo contestarle Susan.- Ahora mismo iré a ver al comandante. Pero debes contarme que pasó…



            La chica negó vehementemente con la cabeza tumbándose otra vez en la cama, ahora fue el turno de Olivia de casi echarse a su lado, abrazarla en tanto lloraba y pedirle con tono suave y apenado.



-¡Ándale! Tienes que decírselo. Sino no podrá hacer nada.



            Como la interpelada no parecía estar dispuesta a hablar, fue la mejicana quién le contó a su superiora.



-En cuanto recibí su mensaje fui corriendo a avisar a Celia. Pero no estaba en su piso. En vez de eso, al regresar aquí para cambiarme en ropa de paisano, la encontré tirada junto a la puerta. La ayudé a entrar. Estaba deshecha. Me contó que…

-Yo se lo diré.- Pudo terciar la víctima, quien sobreponiéndose a duras penas a su trauma, relató con voz temblorosa.-



            Había terminado su jornada de entrenamiento. Esa tarde volvía a su apartamento. Caminaba por un lugar apenas concurrido. No le importaba dado que se hallaba en el interior de la base, saliendo por uno de los corredores. Tampoco había visto a su odioso superior en toda la semana. Tanto mejor. No deseaba volver a mirarle a esa cara grotesca, deformada por la lujuria. Iba embebida en esos pensamientos cuando a su espalda oyó pasos. Se giró deprisa casi puesta en guardia solamente para descubrir a uno de sus compañeros alféreces caminando tras ella.



-¿Qué quieres?- le espetó con agresividad.-



            El chico, un muchacho rubio, de estatura algo menor que la suya, la miró atónito. Apenas repuesto del susto replicó con malestar.



-¿Qué te pasa, Walsh? Solo quiero adelantarte, vas por el medio del pasillo. ¡Pareces atontada!



            Y en efecto pasó ante ella y tras dedicarle una desaprobatoria mirada se perdió por el pasillo. La chica no supo que responder. Desde el incidente con el mayor Shulth había estado constantemente a la defensiva, arisca, saltando al mínimo ruido y apenas era capaz de concentrarse. Sus puntuaciones en los ejercicios del simulador habían empeorado. El teniente Kovac incluso le había llamado la atención. Ese tipo, segundo al mando de la escuadrilla, le llegó a decir al término de la jornada, cuando estaban a solas en la sala de entrenamiento.



-No sé qué demonios le está pasando, alférez. Pero su rendimiento ha bajado mucho en los últimos días.

-Lo lamento, señor.- Fue lo único que pudo responder.-

-No lo estropee ahora. Estaba a punto de pasar las pruebas para pilotar los varitech.

-Me esforzaré más, se lo prometo, mi teniente.- Añadió ella tratando de sonar más segura.-

-Así lo espero.- Replicó él marchándose.-





            Tras aquello recibió una llamada. No pudo atender el teléfono pero vio un mensaje de la teniente Hunter. No contestó pero, decidida a salir de ese desconcierto en que estaba sumida, se apresuró a retornar a su apartamento.



-No puedo seguir así.- Se decía en tanto doblaba ya una esquina lista para salir de ese corredor.-



            En ese momento y sin que lo notase algo la golpeó en la cabeza justo al girar la esquina. Todo se le hizo oscuridad. Cuando volvió en sí estaba en una habitación que no reconocía, atada en el marco de lo que parecía una puerta, con los brazos y las piernas extendidas y amarradas a la altura de las muñecas y los tobillos, y en ropa interior. No podía moverse. Aunque al fin y a su espalda, escuchó una desagradable voz que no pudo reconocer. Estaba distorsionada.



-¡Vaya, vaya! Al fin solos tú y yo.- Le dijo con tono que destilaba lascivia.-

-¿Quién es? ¡Suélteme!- Chilló ella con mal contenida ira, mezclada con una apreciable dosis de temor.-

-Todavía no.- Se rio a carcajadas aquella misteriosa voz.- Primero lo vamos a pasar muy bien…



            Y sin que ella pudiera hacer nada le puso una venda en los ojos. Celia se debatía tratando de mover la cabeza para poder quitársela pero le era imposible. Al poco sintió con creciente asco y angustia como unas manos rudas recorrían su cuerpo. Le quitaban la ropa interior y manoseaban sus senos y sus partes íntimas.



-¡No, por favor, por favor!- Pudo suplicar entre sollozos.-

-¡Calla puta! Esto te va a encantar.- Oyó por toda réplica.-



            Sintió una boca sobre sus pezones que, tras chupárselos con avidez, bajó recorriendo su cuerpo, estómago, vientre y entrepierna. Ella solamente podía gemir y morderse los labios totalmente impotente. Trataba a veces de forcejear pero tanto sus piernas como sus brazos estaban muy bien sujetos. Entonces gritó. Algo la había penetrado. Quizás uno o dos dedos se habían abierto paso por sus partes íntimas.



-Sí…esto te está encantando. ¿Verdad? Dime que eres virgen, ¡ja, ja, ja!- Jadeaba esa voz distorsionada.- ¿Lo eres? Humm...¡Qué maravilla!



            La aterrada chica escuchó en ese instante el sonido de una cremallera que se bajaba, algo cayó al suelo, sonó como tela envuelta en algo más pesado. Ella solo podía suplicar.



-¡Por favor!, no lo haga…



            Pero sus ruegos no fueron atendidos. Notó que unas manos la sujetaban de las caderas y fue cuando sintió un dolor agudo. ¡La estaban penetrando! Pese a gritar y llorar pidiendo clemencia lo único que obtuvo unos jadeos entrecortados por parte de su agresor. Así, durante unos interminables minutos, quien quiera que fuese empujó hasta que ella ni pudo quejarse. Al fin éste pareció saciado. La joven notó que aquello, caliente y duro, salía de su interior. Sin embargo, no sintió nada más, una mano provista de lo que debía ser un paño de tela se posó sobre su boca y nariz. Apenas pudo oler el cloroformo cayó inconsciente. Después, al cabo de un periodo de tiempo que no pudo precisar, se despertó vestida con su uniforme en medio de un pasillo. Alterada y llorosa aun trató de levantarse. Eso le dolía. A duras penas evitó vomitar por el miedo y la angustia. Trastabillándose quiso avanzar. Por un momento deseó gritar pidiendo ayuda pero no había nadie. Estaba en la zona de la base destinada a pertrechos para los aviones. A esas horas no vio cerca a ningún centinela. Como pudo salió de allí. Atravesó un pasillo y debió de toparse con un par de oficiales a los que ignoró. Estos de seguro la mirarían entre atónitos e incluso molestos por esa falta de cortesía militar. No obstante, eso ya no le importaba. Vagó sin rumbo saliendo de la base. Apenas tuvo fuerzas para encaminarse hacia el apartamento de Olivia y de la teniente Hunter. Tras tocar infructuosamente en la puerta se derrumbó ante la misma gimiendo y sollozando.



-Así la encontré yo.- Intervino la también afectada mejicana.-

-Voy a dar parte inmediatamente.- Aseguró Susan que, pese a toda la indignación y horror que sentía, quiso asegurarse y preguntar.- ¿Viste a tu agresor en algún momento?

-No.- Fue capaz de gemir Celia tapándose la cara con ambas manos.-

-¿Reconociste su voz? ¿Era Shulth?

-Quizás, ¡no lo sé! - Lloraba la desesperada muchacha derrumbándose entre gemidos ahogados.- No lo sé…



            Susan suspiró elevando la vista hacia el techo. Estaba impactada por aquello pero, aun así, sin pruebas, ni tan siquiera la seguridad de un sospechoso, nada podía hacer. Pensó rápidamente. Estando sola sería imposible. Solamente podía contar con su superior, el mayor Jensen. No tardó en llamarle. En ese momento Tracer estaba ya en el laboratorio.  Les había contado a las chicas lo sucedido, aunque omitiendo la forma en la que el saiyajin tuvo de deshacerse del explosivo. La primera en hablar fue Penélope, que comentó aliviada.



-De modo que pudisteis anular la bomba. ¡Menos mal!

-¿Pero quién puede estar detrás de esto?- Intervino Mei Ling con gesto atónito.-

-No tenemos ni idea.- Tuvo que admitir Tracer.-

-En fin. Ha sido un día muy largo. Y ya estoy cansada. Mejor me iré a casa.- Suspiró su novia.-

-Claro. Te acompañaré.- Se ofreció él-

-Esto está cada vez más confuso.- Añadió Caroline que acababa de llegar para incorporarse a su turno.-

-Al menos terminó ese experimento.- Comentó Keiko no sin alivio.- Durante el rato que hemos tenido que quedarnos lo pudimos analizar.

-Por fin una noticia buena.- Convino Mei Ling anunciando.- El cultivo de algas mejoradas es estable.

-Anda chicas. Marchaos.- Les autorizó Penélope.- Os habéis ganado un reposo.



            Las dos se despidieron, deseando en efecto salir de allí. Keiko quería descansar un poco y de paso tratar de poner en orden sus ideas. Pensaba en la propuesta de Mei Ling. La oriental por su parte se dirigió hacia su casa. Allí llamaría a Maggie. Quedarían, disfrutarían un rato juntas y luego le comentaría lo que había pensado. Tracer y Penélope salieron del laboratorio. Ella con una chaquetilla sobre los hombros. Hacía fresco. En la nave se intentaba recrear el clima terrestre con tanta exactitud que a las horas que correspondían a la tarde hasta se bajaba la iluminación y podían crearse pequeñas corrientes de aire. Su novio le pasaba un confortador brazo por la cintura. Y por una vez ella se dejaba hacer con satisfacción. Así iban cuando el teléfono de Tracer sonó.



-Perdona.- Le dijo él a su pareja en tanto atendía la llamada.- ¿Sí? ¿Teniente Hunter? ¿Qué?- Exclamó alarmado.- ¿Ha informado de ello al comandante Enset? ¿No? ¿Por qué? ¿Qué?...claro, enseguida voy. ¿Está segura de eso?...No tardaré. Espérenme allí. Hasta ahora.



            Penélope le miró algo hastiada de esas llamadas continuas que siempre les separaban. Aunque al ver su cara se temió que algo grave había sucedido.



-Supongo que no me lo puedes decir.- Suspiró resignada.-

-No puedo, Pennie. Pero créeme, es algo muy grave. Y ha sucedido en la base. Tengo que ir. Lo siento mucho.

-Espero que no sea otro atentado.- Replicó ella con prevención.-



            Penélope no quería mostrar su malestar y que luego hubiera sucedido otra desgracia que le pesara en su conciencia por parecer una egoísta. Comprendía que, por muy fastidioso que fuese, su novio tenía unas obligaciones, lo mismo que ella.



-No, no es eso, pero es…- Suspiró él, tranquilizándola en ese aspecto, aunque declarando igualmente concernido.- Ha pasado algo muy serio y me necesitan allí.

-Está bien. No te preocupes.- Sonrió débilmente la muchacha.- Ve y cumple con tu deber.

-Lo siento, de veras. Te prometo que te lo compensaré. - Pudo disculparse él.-



            El chico le dio un beso en los labios profundo y cariñoso. Luego se alejó. Penélope le vio marchar con pena. Desgraciadamente siempre había algo que se interponía entre los dos. Ahora empezaba a entender a Amatista y sus enfados cuando Leval y ella todavía no eran novios. Alguna que otra vez la escuchó rumiando su disgusto con Satory en el laboratorio. Entonces ella pretendía no enterarse. Sin embargo, achacaba eso a la infantil actitud que evidenciaba esa jovencita a veces. ¡Quién lo iba a decir! Le estaba sucediendo lo mismo a ella. Ahora se sonrió casi reprobándoselo a sí misma con irónica amargura.



-Está claro que no debí de juzgarte tan duramente, Amatista.- Pensaba.- Tendré paciencia, como la tuviste tú. ¡Qué remedio me queda! Creo que quiero a ese tonto de Rick. Como tú querías a tu teniente Malden.



            De este modo se fue a casa. Ajena a esto Mei Ling llegó a la suya. Tras llamar a Maggie, la enfermera apenas si tardó unos veinte minutos en aparecer. Acababa de salir de su turno. Aunque venía enfadada. Al abrirle la puerta la oriental enseguida se percató.



-¿Qué te ha pasado? No parece que hayas tenido un buen día.

-No sé por dónde empezar.- Se quejó la enfermera.- ¡Por el estirado de Leslie, por el impuntual de James o por la zorra de Marek!

-¡Vaya!. Pues sí que has tenido un día divertido. Al menos no tuviste que desactivar una bomba.- Le comentó tratando de sonar jovial.-



            Aunque la mirada de su novia era de estupor al mismo tiempo que de curiosidad cuando preguntó.



-¿Bomba? ¿A qué te refieres?



            Tras hacer un breve resumen de lo que el mayor Jensen les había contado, Maggie abrió los ojos como platos y suspiró.



-¡Pues sí! Reconozco que eso ha sido incluso peor que mi día. ¿Y dices que ese mayor Derail logró desactivarla?

-Con la ayuda de la doctora Prentis y del doctor Adams y su asistente.- Matizó Mei Ling quien, lleva de curiosidad y al mismo tiempo tratando que su pareja se desahogara, le preguntó.- ¿Qué te ha pasado a ti?

-Lo de siempre.- Suspiró ésta pasándole a contar.- Tuve algunas diferencias de criterio…



            Y eso que Maggie había estado en un turno relativamente tranquilo. Lo cierto es que llevaba días sin ver a Martin. Aquel muchacho que siempre se pasaba para hacerse curar alguna herida. No obstante, tras haberle rechazado de modo amable pero claro, el pobre chico no había vuelto. Por una parte le daba pena. Era un buen muchacho. Pero era mejor así. Tenía que buscar entre las chicas de su edad. Ahora que lo pensaba, ni tan siquiera sabía quiénes serían sus padres, ni en que parte de la nave viviría.



-Bueno, eso no es de mi incumbencia.- Se dijo.-



Movió pues la cabeza olvidándose de eso y tratando de centrarse en sus quehaceres. Nada más que un par de curas leves y dos casos de catarro a destacar. En ese momento además, el doctor Lester hizo acto de presencia. Había estado visitando a un par de pacientes.



-¿Alguna novedad, enfermera Kendall?- Le preguntó.-

-No, doctor. Todo ha estado tranquilo.- Afirmó ella.-

-Muy bien. ¿Ha redactado usted los informes de los pacientes y las necesidades del botiquín?



            Eso le sonó como cuando el profesor le pedía los deberes en el colegio y ella había olvidado hacerlos. Apenas pudo pretextar sin demasiada credibilidad.



-Todavía no. Iba a ponerme con ellos cuando no viniera nadie.

-Pues póngase ya. Yo me ocupo de atender a quién venga.- Replicó con sequedad ese tipo tan adusto.-

-Sí, doctor.- Convino ella sin demasiado entusiasmo.-





            Y tras un rato de escribir informes e inventariar el botiquín en la oficina destinada al papeleo terminó al fin, aunque pasaban diez minutos de su turno. Fue ir al despacho del médico jefe a entregarlos cuando vio que éste estaba allí reunido con James y con Marek. Tras tocar a la puerta Lester la autorizó a entrar.



-Aquí tiene los informes, doctor.- Dijo respetuosamente ella.- Ahora, con su permiso. Me voy.

-Muy bien.- Convino éste, añadiendo para dirigirse a los demás.- Eso es todo. Vayan a trabajar.-

-Sí, doctor.- Corearon los recién llegados.-



            Al salir los tres del despacho, James le comentó a Marek con tono cómplice y casi con sorna.



-Bueno. Vamos a ver si lo hacemos tan bien como nuestra ilustre colega.

-Eso va a ser difícil. ¡Ella es la perfecta enfermera! - Se rio Erika.-

-Muy graciosos.- Replicó Maggie.-

-Sí, porque claro, tú nunca llegas tarde y siempre atiendes a la perfección a todos.- Escupió James de peor talante ahora.-

-¿Qué quieres decir con eso?- Quiso saber una molesta Maggie a su vez.-

-Que, por tu culpa, el doctor Lester me ha estado amonestando. Dice que tome ejemplo de tu puntualidad.- Le contestó el muchacho con patente malestar.-

-No te vendría nada mal. Llegar a tu hora no es perjudicial para tu salud. - Replicó ella ahora con tono pleno de sarcasmo.-

-Sí, ¡qué suerte hemos tenido de tenerte aquí! - Terció Marek con sorna.- Eres toda una profesional. Si hasta tienes clientes fijos atraídos por tus encantos.

-¿Y tú que pretendes insinuar ahora?- Le preguntó su interlocutora con cara de pocos amigos.-

-Nada, que tienes muy buena mano con los niños. Hace una semana vino ese chico preguntando por ti. No sé qué remedio le habrás dado, pero se ha hecho adicto.- Afirmó Erika con una amplia sonrisa tan llena de reproche como de burla.- ¡El pobre traía hasta unas flores! Pero justamente no estabas. No me las quiso dejar a mí.  Supongo que ya te las habrá dado como prueba de su agradecimiento, o puede que de algo más profundo. Y es que a esa edad, ¡cómo se dejan engañar por las apariencias! El pobrecito desgraciado no ha podido elegir peor.



            Desde luego que el tono y las palabras de esa idiota no le sentaron nada bien a Maggie que se revolvió espetándole con la paciencia ya agotada.



-¡Ya me tienes más que harta!  ¿Se puede saber qué problema tienes conmigo, estúpida? ¿Acaso me meto yo en tu vida?

-¡Más de lo que te crees!- Le replicó su polemista, igualmente enfadada.-



            Ya se encaraban las dos, aunque fue paradójicamente James quien las separó colocándose en medio de ellas, entre atónito y divertido.



-¡Eh, eh! Tranquilas, que no quiero trabajar mucho esta tarde.

-Más te vale que me dejes en paz. O te vas a buscar un problema. Marek.- Le advirtió Maggie.-

-¿No me digas? Pues adelante, no te tengo miedo.- Repuso ésta con tono desafiante.- Ya te lo demostraré.

-Cuando quieras.- Escupió su interlocutora al fin.-



            Y menos mal que ese patán de James por una vez fue oportuno sujetando a la belicosa rubia que parecía querer lanzarse sobre ella. Pese a todo, Maggie tuvo que escuchar en tanto se alejaba.



-Déjala, Erika. No merece la pena.



            Eso era el colmo. ¡Como si hubiese empezado ella! Resoplando furiosa pudo perder de vista a esos dos al fin. Luego llegó a casa y se dio una buena ducha caliente para tratar de relajarse. Por suerte recordó su cita con Mei Ling. Ahora su pareja la observaba entre sorprendida y curiosa.



-¿Qué tiene esa chica en tu contra?

-¡Y yo que sé!- Replicó aun de mal talante.- Desde que la conocí parece que no me soporta. Es tan estúpida que lo mismo creyó que quería robarle al idiota de James. Visto cómo se comportan son tal para cual. O a ese doctor Benson. Otro tío guaperas que se lo tiene muy creído. A veces me parece que cuando me ve hablando con un hombre salta a interponerse. Con los único con los que no le ha salido hasta ahora son con el doctor Ginga y con Lester. Claro, que el viejo cascarrabias es antipático con todo el mundo.- Remachó mordazmente en alusión a este último.-

-Puede que esté celosa de ti, a lo mejor es que ella es como nosotras y le gustas tú…- Conjeturó la oriental.-

-No.- Descartó enseguida Maggie.- Te puedo jurar que es heterosexual, además de una pécora. Mi “radar” no me engaña.

-¿Y si supiera que tú …?- Aventuró Mei Ling, que enseguida añadió como si quisiera justificarse por esa elucubración.- Hay que contemplar todas las posibilidades.

 -Si lo supiera ya se habría apresurado a soltármelo. No dudo de que me habría insultado o hecho alguno de esos ridículos comentarios suyos que considera tan ingeniosos. -Replicó Maggie.- Aunque, no sé… tal y como me habló…es como si pensara que le he hecho algo muy gordo. En fin. Prefiero olvidarme de esa estúpida.- Remachó dando un largo suspiro.-

-Bueno, en ese caso, tengo algo interesante que contarte.- Sonrió su novia tratando de animarla.-



            Y ante la ahora mirada curiosa de la enfermera, su pareja le contó la propuesta que le había hecho a Keiko. Turno de Maggie de quedar perpleja y decir.



-¿Una cena? ¿Los cuatro?

-¡Estoy convencida de que esa pobre chica está colada por ese mayor!- Se rio Mei Ling.- Y podríamos ayudarla. ¡Vamos, será divertido! Fingir que somos solamente amigas. Y quedar todos.

-¿Y por qué fingir?- Quiso saber su contertulia.- Podríamos decir de una vez que tú y yo somos pareja. ¿No crees?



            Al oír aquello, Mei Ling ensombreció su hasta ese instante animado rostro y musitó con tinte implorante.



-Dame un poco más de tiempo, por favor. No quiero que mi primo se entere todavía.

-Sí, ya lo sé. Para que tu familia no lo sepa.- Repuso pacientemente Maggie, que alegó con lógica.- Pero es que a este paso no podremos decirlo nunca. Hasta que este viaje termine al menos y le pierdas de vista.

-Te prometo que cuando esté preparada lo haremos. Y podré encararle y decirle la verdad.- Aseguró la joven científica.-

-Bueno.- Concedió Maggie.- Está bien. Seré tu amiga, la que queda contigo para pasear y hablar de chicos.- ¡Ja, ja! - Se rio añadiendo con tono burlón.- ¿Quieres que coquetee un poco con ese apuesto mayor para ser más convincente?

-Eso no será necesario.- Sonrió su novia captando aquella broma para devolverla al sentenciar.- Quiero ayudar a Keiko a que se lo ligue. ¡No que te lo ligues tú!

- Descuida. ¡No hay peligro de eso! - Se rio su contertulia.-

-Sí, ¡eso mismo le aseguré a mi pobre compañera!- Rio  su pareja a su vez.-



            Y así se plantearon las cosas. Mei Ling le mandó un mensaje a Keiko. Ahora únicamente les faltaba poder contactar con ese mayor Derail. La joven pelirroja al recibir aquello pensó en quién podría ayudarles a eso. Quizás el mayor Tracer, que era su compañero de piso. Bueno, se había hecho tarde ya de modo que decidió irse a dormir. Ya hablaría al día siguiente con la doctora Winters. Lo que ninguna podía imaginar era que, precisamente en ese momento, Rick había llegado a toda prisa al apartamento de Susan y de Olivia. Allí, la todavía desquiciada Celia seguía en la cama. Ahora tapada hasta la barbilla.



-Alférez.- Pudo decir Rick, con todo el tacto y la suavidad que pudo.- He sido puesto al corriente. Ha sufrido usted una agresión. ¿Verdad?

-Sí, señor.- Fue capaz de musitar la joven tratando de controlarse.-

-Tanto la teniente Hunter como la alférez Aguirre, me lo han confirmado. No se preocupe. Iré de inmediato a informar al comandante Enset y a la comandante Simmons. Usted permanezca aquí e ignore cualquier otra orden que provenga de su jefe de escuadrilla. Yo me hago responsable de eso.

-Gracias, muchas gracias.- Sollozó la joven que pareció sentirse aliviada al oír aquello.-



            Tracer le dedicó una compasiva mirada. Esa pobre chica estaba realmente hundida. Algo muy grave le había hecho. Fuera quien fuese, deseaba atraparle. Por un momento su mente incluso llegó a intentar conectar ese hecho con los atentados.



-No creo que tenga nada que ver. Me da la impresión de que ambos hechos no siguen el mismo patrón. Pese a estar bien preparados, uno responde a una táctica sistemática por minar nuestra moral y el otro más parece producto de un delincuente sexual. Un maniaco.



            Aunque no era capaz de descartar del todo esa hipótesis. Si alguien había violado a  la alférez Walsh pudiera ser otra manera de sembrar el terror y la inseguridad entre las mujeres que componían la fuerza militar de abordo. Tendría que investigar eso y comentarlo con sus superiores. Por ello centró entonces su atención en  Susan y le ordenó.



-Teniente Hunter, venga conmigo. Alférez.- Añadió dirigiéndose a la mejicana.- Quédese con su compañera.

-A sus órdenes.- Saludó Olivia.-



            Rick salió a toda prisa en dirección al despacho de su superior. ¡Esto era lo que le faltaba! Por si no tenían bastante ya con lo que estaba sucediendo. Ahora tendría que darle el informe de lo sucedido en la cafetería y añadir esto. Y pese a que a primera vista no parecía poderse comparar con esos ataques que estaban sufriendo, no era así.



-Es algo gravísimo. Además de un abuso incalificable contra los derechos y la integridad no solamente de una persona en su calidad de oficial, sino en la de mujer.  – Se dijo. -

-¿Qué haremos, señor?- Le preguntó Susan en tanto caminaban con rapidez.-

-Lo primero será poner al corriente al comandante.- Repuso el chico.- Le pediré que trasladen a esa chica a mi escuadrilla. Después… ya veremos…- Suspiró.-

-Sí, eso sería lo mejor. Pero la pobre Celia va a necesitar terapia. No creo que pueda estar en servicio tras lo que ha pasado.

-Por supuesto. No te preocupes por eso. La ayudaremos. Te lo prometo. – Le aseguró su interlocutor.-



            Y al fin los dos llegaron ante el despacho de su superior. Tras informar al oficial que estaba de guardia de que deseaban verle éste lo transmitió al comandante. Enset autorizó la entrada. Tracer y Susan pasaron con rapidez solo para quedar atónitos y mirar con incredulidad la escena. Allí, de pie, se encontraba el mayor Shulth. Ahora ninguno de los dos supo qué decir. Con aquello desde luego que no habían contado…

 

                                     anterior                                 siguiente


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor, si sois tan amables y no os es molestia, comentar vuestras impresiones sobre lo que habéis leído. Me vendría muy bien para mejorar y conocer vuestras opiniones sobre mis historias. Muchas gracias. ;)