jueves, 22 de diciembre de 2016

GWDN 13 La carga de la prueba


La expresión de los recién llegados era de total sorpresa y envaramiento. Al fin, Enset les preguntó con visible interés.



-Y bien ¿Qué es eso tan urgente, mayor Jensen? Estaba reunido con el mayor Shulth.

-Con su permiso, señor. Es algo que deberíamos discutir con usted en privado.- Pudo responder apuradamente el interpelado.-



            Shulth esbozó una leve sonrisa de circunstancias y tomó la palabra.



-Con su permiso, mi comandante. Me retiro entonces. Ya terminaré de darle mi informe de personal.

-Muy bien, mayor.- Concedió el interpelado.-



Ante las impotentes y perplejas miradas de Tracer y Susan, ese tipo se marchó del despacho tan tranquilo. Entonces, Enset les miró inquisitivamente y declaró.



-¿Se ha resuelto el problema que me comentaron?

-Sí señor, pero no veníamos solamente a decirle eso.- Replicó Rick con cara de circunstancias para añadir sin más rodeos.- Una de las oficiales ha sufrido abusos sexuales. Veníamos a denunciar al posible autor.

-¿Cómo? ¿Quién ha sido?- Quiso saber de inmediato su superior realmente escandalizado por aquello.-



            Tracer y Susan se miraron. Al fin, dado que el joven casi parecía reacio a contestar, fue la teniente Hunter quién tomó la palabra.



-Ella ha inculpado al mayor Shulth, señor.

-¿El mayor Shulth?- Exclamó Enset con una mezcla de incredulidad y pasmo.- ¿Cuándo se supone que han tenido lugar esos abusos?

- Harán dos horas aproximadamente, comandante.- Repuso Susan.-



            Para su sorpresa, su superior movió la cabeza y tras mirar a ambos con dureza, replicó.



-¿Se dan cuenta de lo grave que es esa acusación? ¿Quién ha sido la oficial afectada?

-Pues… la alférez Celia Walsh, señor, está bajo el mando del mayor Shulth.- Pudo replicar Rick.-

-¿Y dicen que esa acusación la formula ella?- Preguntó el comandante.-

-Así es, señor. Eso nos dijo.- Contestó la teniente Hunter.-

-Espero por su bien que tenga pruebas de eso.- Declaró Enset dejándole atónitos.-

-Pero mi comandante. Ella misma nos lo contó. Y yo ya había sido informada de ciertas actitudes de discriminación hacia las alféreces Walsh y Aguirre por parte del mayor.- Repuso su interlocutora.-



            Por el momento Susan no quiso agregar que ella misma se había sentido claramente postergada, cuando no discriminada por su oficial al mando. Al oír aquello Enset se levantó de su sillón y paseó por el despacho, parecía estar pensando en lo que añadir. Al fin miró a sus subalternos y quiso saber con un tinte de voz que incluso evidenciaba reprobación.



-¿Por qué no me informó antes, teniente?

-Hasta ahora eran todo hechos circunstanciales.- Se justificó la joven oficial.- Quería reunir evidencias. Y ahora…

-¿Ahora qué? - Preguntó Enset.-

-Señor, ahora tenemos el testimonio de esa oficial acusando a su superior de violación.- Intervino un atónito Tracer.-

-En ese caso me parecen una acusaciones muy complicadas de sustentarse, mayor.- Sentenció Enset dejando helados a sus dos oyentes al aseverar.- Cuando ustedes entraron el mayor Shulth ya llevaba reunido conmigo más de esas dos horas. Bien es verdad que hicimos dos pausas para tomar algo, pero no salió del pabellón administrativo. Yo mismo estuve con él. Por cierto. Me estaba informando de todos los miembros de su escuadrilla. Y no hablaba en muy buenos términos de esa oficial precisamente. Dejando eso de lado por el momento, es imposible que, si la agresión que ustedes aluden sucedió hace tan solo dos horas, fuera él el autor.



            Los dos se miraron. Apenas si podían dar crédito a lo que escuchaban. Sin embargo, era de una evidente lógica. No iban a dudar de la palabra del comandante. Y aquello fue a peor cuando su superior les preguntó con tono desconfiado.



-¿Vio la oficial a su agresor? ¿Reconoció su voz al menos?

-No, señor. – Tuvo que admitir Susan.- Solamente escuchó una voz distorsionada. Pero me contó que ya fue objeto de un abuso en el despacho del mayor.

-Y usted no lo reportó.- Comentó el comandante con tono irritado.-

-No, señor, yo… como ya le dije. Esperaba verificarlo. Precisamente por ser una acusación muy grave.- Trató de justificarse ella con visible apuro en su tono.-



            Enset miró a ambos de soslayo y moviendo la cabeza suspiró para remachar.



-¿Se dan cuenta en la situación en la que me están poniendo? No tienen pruebas y las evidencias más cercanas contradicen esa acusación. ¡No pudo ser Shulth! Y yo mismo soy testigo. Bueno, junto algunos otros oficiales que se pasaron por mi despacho durante este tiempo y los que estuvieron en la cantina. Y lo peor es que el mayor me habló de esa chica. Me contó, entre otras cosas, y que esto no salga de aquí dado que es información confidencial que, en sus evaluaciones mostraba perfiles peligrosos de paranoia. Y que era muy inestable a nivel emocional. Por eso no la ha permitido volar hasta ahora.

-¿Qué?- Exclamó Susan.-  Con el debido respeto, mi comandante. No me ha parecido que estuviese paranoica cuando me relató los abusos que sufrió.

-¿Es usted psicóloga clínica, teniente?- Estalló Enset.-

-No, señor.- Admitió la interpelada.-

-Pues Shulth contó con el informe de un oficial que sí lo es. Su segundo al mando. El teniente Pavel Kovac. Es el evaluador del rendimiento de su escuadrilla. ¿También él se ha propasado con ella?-

-No se refirió a ese oficial, mi comandante. Al menos en lo que me dijo a mí, cuando hablé con ella. - Terció un apurado Tracer.-



Al escucharle, Enset tornó entonces su atención a Rick para inquirir con severidad.



- ¿Y usted, mayor? ¿Tenía conocimiento previo de algo así?

-No señor.- Tuvo que reconocer el interpelado bajando la mirada.- Es la primera noticia que tengo.

-Pues Kovac, entre otras cosas, ha reportado una bajada muy marcada en el rendimiento de esa oficial. Una irritabilidad creciente, algunas fases de delirio y marcado estrés.  Todo ello desaconsejaba su movilización para el servicio activo en misiones reales. A pesar de ello, el mayor Shulth me contó que había dado orden de que usted y la alférez Walsh, junto con otra de sus oficiales, hicieran una salida, para ver si la ansiedad de Walsh disminuía.- Añadió el comandante.-



            Susan no pudo evitar recordar que en eso, desde luego, el comandante Enset llevaba razón. De hecho, Shulth le dio esa orden en persona, pero la canceló precisamente cuando la comandante Simmons y el propio Enset, llegaron. Y este último, precisamente ahora agregaba con creciente enfado.



-Ustedes saben de las repercusiones de una acusación como esa. Aunque fuera inocente estarían marcando la carrera de un buen oficial, del que nunca he tenido queja alguna hasta la fecha. ¿Tienen evidencias de que haya hecho lo mismo a otras oficiales?

-Señor, a mí me preguntó si tenía novio.- Le comentó entonces Susan.- Cuando fui a informarle por vez primera. Y noté un contacto no deseado en mis nalgas.- Añadió.-

-¿Qué tipo de contacto?- Quiso saber Enset.-

-En fin, me tocó. Creo que me puso la mano o alguna parte del cuerpo.

-¿Cree o está segura, teniente?- La presionó su superior.-

-No lo recuerdo bien.- Tuvo que admitir con un hilo de voz.-

-¿Y cuándo le preguntó si tenía novio, se le insinuó?- Terció Tracer tratando de ayudarla.-



            Aunque esto fue contraproducente en realidad, dado que Susan no tuvo más remedio que reconocer.



-Me dijo que, en caso de tenerlo fuera de la base, le parecía muy bien. Pero que no intimara con otros oficiales.

-O sea, que le recordó las ordenanzas.- Suspiró Enset, levantando los brazos hacia el techo.- ¿Y qué se supone que he de hacer? ¿Acusarle de querer hacer observar el reglamento entre sus subordinados?

-Por supuesto que no, señor.- Musitó una abatida Susan.-

-En fin. Estén vigilantes pero les ordeno que no comenten esto con nadie. ¿Está claro? - Les inquirió el comandante.-

- Sí señor. A la orden.- Repusieron ambos sin ningún entusiasmo.-

-Ahora denme su informe sobre lo sucedido en esa cafetería.- Les pidió volviendo a sentarse.-



            Los dos le contaron someramente lo ocurrido, remitiéndole al mayor Derail. Él fue el protagonista, según le indicaron. Enset asintió.



-Muy bien, eso es todo. Pueden retirarse. – Repuso el comandante.-

-Con su permiso, señor. Quizás sería aconsejable trasladar a esa oficial a mi escuadrilla.- Se atrevió a proponer Tracer, sin querer dejar aquel otro tema antes de marcharse.-

-¿Bajo qué justificación?- Espetó su superior.-



            Otra vez los dos oficiales se vieron obligados a callar. Tras unos instantes de incómodo silencio, Tracer repuso.



-Quizás, si planteásemos una reestructuración de personal. Aprovechando precisamente los informes de Shulth. Si tan mala es esa alférez para él, se alegrará cuando se la quitemos de encima.



            Ante eso, su superior pareció plantearse la cuestión con gesto reflexivo. Rick llegó incluso a añadir, animado ante el efecto de sus palabras.



-La teniente Gray es mi segunda al mando. ¿Por qué no crear un grupo varitech integrado solamente por mujeres? Eliminaríamos cualquier suspicacia al respecto de posibles agresiones sexuales y sería un paso en pro de la política de igualdad. Podría usted trasladar a la teniente Hunter y a su subalterna la alférez… ¿Aguirre, verdad?- Le consultó a su subordinada quien rápidamente asintió.-



            Y tras un momento, en el que Enset estaba dándole vueltas a esa sugerencia, el comandante suspiró para declarar.



-Usted lo ve muy fácil, mayor. No es tan sencillo. Cada escuadrilla tiene su correspondiente dotación. No se pueden andar moviendo como si tal cosa a tantos pilotos. ¿Y traer aquí a una oficial cuyo rendimiento está puesto en entredicho? La suya es la escuadrilla número uno. La que debe intervenir en primer lugar. Si esa alférez no es apta para la número dos, no veo cómo podría trasladarla a un puesto operativo donde se requiera incluso mayor preparación. Y en cuanto a la teniente Hunter, Shulth me ha comentado que precisamente usted se encarga del adiestramiento de los alféreces novatos.- Remachó dirigiéndose ahora a una cabizbaja Susan.-

-Señor, se lo pido por favor.- Se atrevió a decir su subalterna.- Es por el bien de esa muchacha.

-Si esa joven precisa ser relevada completamente del servicio para reciba terapia hasta que mejore su estado, tienen mi permiso.- Afirmó el comandante.-



            Susan ardía de indignación. No había esperado algo así. Apenas si pudo contenerse pese a que el apurado Tracer trataba de hacerla callar sujetándola de una manga del uniforme.



-De modo que una oficial denuncia a un mando por violación y es ella quien debe ser apartada del servicio. ¡Así jamás podremos integrarnos en el ejército!- Espetó ella.- Me parece injusto y machista, quiero protestar…

-¡Ya es suficiente, teniente!- La cortó un indignado Enset.- Esa es mi decisión.

-Hablaré con la comandante Simmons.- Replicó ella sin arredrarse usando un tinte de inconfundible amenaza.- Incluso con el contralmirante si es preciso, señor.

-¡Le ordeno que guarde silencio!- Estalló el comandante dando un puñetazo sobre la mesa para ya más calmado, agregar, eso sí tras dedicar una severa mirada a la joven.- Voy a pasar por alto su insubordinación. Y lo haré únicamente por los servicios que usted prestó en el pasado. Pero no vuelva a tentar su suerte.



            A pesar de todo la chica iba a responder, cuando Tracer la sujetó con más fuerza de una mano. Eso hizo que ella le mirase atónita.



-Es suficiente, teniente. Déjelo ya. Por favor.- Le pidió el apurado joven.- El comandante ha recibido nuestro informe, seguro que actúa como debe.

-Sí, señor.- Masculló ella tragándose su rabia con gran esfuerzo.-

-Mayor, no necesito que justifique usted mis decisiones. – Replicó Enset quien por otra parte añadió ya con un tono más conciliador.- Pero le agradezco que confíe en mí. Retírese y llévese a la teniente de aquí. Antes de que diga algo que ya no pueda pasar por alto.

- A sus órdenes.- Saludó Rick tras cuadrarse, después se dirigió a Susan en tono de mando.- Teniente, firme, media vuelta… ¡ar!...en marcha.



            Ella tuvo que obedecer pese a que le hervía la sangre. Salió primero a gran velocidad y Rick fue detrás. Apenas hubieron avanzado unos metros alejándose del despacho, él la dio alcance teniendo que esforzarse por acelerar dado que la joven iba a paso ligero.



-.Ya basta, Susan.- Le pidió.- ¡Detente!

-Muchas gracias.- Replicó desabridamente ella con marcado sarcasmo además.-

-¿Es que te has vuelto loca?- Le acusó Tracer ahora con visible preocupación.- ¿Cómo se te ha ocurrido hablarle así al comandante?

-Porque es una injusticia, señor.- Replicó la chica con patente indignación.-

-Sí, bueno, lo es. Pero no podemos ir por ahí acusando a nadie sin pruebas. Eso también sería injusto. Y tenemos que rendirnos a la evidencia.- Argumentó él.- Enset es un hombre justo. Y es un buen oficial. Ha analizado las cosas con objetividad.

-Eso es fácil de decir. ¡No es a él a quien han violado!- Exclamó la muchacha.-



            Rick suspiró mirando hacia el techo para armarse de paciencia. Al fin posó ambas manos sobre los hombros de su subalterna y dijo con tono que trataba de ser conciliador.



-Mira Susan. Eres una estupenda oficial y una magnífica piloto. Siempre he estado encantado de servir contigo. Tienes mucho futuro. Pero ahora no estás siendo objetiva. Nos basamos en lo que esa muchacha nos ha contado. Y el comandante ha recibido un informe profesional de un oficial cualificado. – Y viendo el gesto de indignación de su contertulia, enseguida agregó con un tinte más conciliador.- No digo que no sea cierto lo que Walsh nos ha contado. No obstante, con la legalidad en la mano, no tenemos nada. Al menos hasta que le realicen un examen médico.

-¿Y entonces qué?- Quiso saber ella.-

-Entonces, si el presunto violador ha dejado restos de ADN, podremos acusarle. – Le respondió pacientemente Tracer.- Hasta ese momento tenemos que ser muy precavidos. Imagina  que Shulth fuese inocente. Ni siquiera la alférez Walsh pudo afirmar sin dejar lugar a la duda que hubiera sido él. ¿Quieres un consejo de guerra por acusar falsamente a un oficial superior de tal cosa? Tu carrera se habría terminado al instante.

-Hay cosas mucho más importantes que la carrera, y pensaba que usted creía eso también.- Musitó la joven con tono entre molesto y decepcionado.-

-¡Pues claro que las hay!- Se apresuró a contestar él.- Y os apoyaré en esto, y en todo lo que sea necesario. Siempre y cuando hagamos las cosas bien. ¿Cómo se te ha ocurrido amenazar al comandante con pasar por encima de la cadena de mando? Da gracias a que no te ha mandado arrestar. ¿Es que crees que Hazzar hubiera actuado de otra forma?



            La interpelada movía la cabeza contrariada, sin embargo, tenía que reconocer que en eso, su superior llevaba toda la razón. Al fin fue capaz de replicar con pesar.



-Le prometí a esa chica que la ayudaría. Pensará que la he mentido y que la he abandonado a su suerte.

-No lo has hecho, ninguno vamos a hacerlo. Te has portado como una buena oficial al mando. Has dado la cara por tu subordinada. Pero ahora mismo no puedes hacer más. Únicamente te pido que uses la cabeza. Sé que es difícil. Yo no suelo hacerlo a menudo. Pregúntale a Pennie.- Sonrió ahora él tratando de desdramatizar aquello.-



            Susan quiso sonreír, pero no podía, apenas sí pudo musitar.



-Me pregunto qué harían el mayor O´ Brian y el teniente Malden en nuestro lugar.

-Pues enfadarse y seguir el libro.- Repuso rápidamente Rick.- Y si tuvieran el más mínimo indicio, no sé si le romperían la cara al tipo. Pero lo que sí sé es que antes procederían de la mejor manera. Sabes de lo que son capaces. Y pese a ello, y a las injusticias que sufrieron, se mantuvieron siempre dentro de la disciplina militar. Anda, ve a descansar. Te prometo que estaré pendiente.



            Eso era rigurosamente cierto. La propia Susan fue testigo de esa especie de juicio tan humillante como basando en infundios al que ambos se vieron sometidos. Y pese a todo supieron mantener la compostura y al disciplina militar, permitiendo que el propio sistema les exculpase.



-Tiene usted razón. Gracias.- Dijo ella con mucha mejor disposición ahora.- Lo haré, señor. Disculpe mis malos modos.

-No hay nada que disculpar. Te entiendo y te prometo que no pararé hasta llegar al fondo de este asunto y descubrir la verdad.- Afirmó su interlocutor.-



            Susan se cuadró y tras saludar se alejó. Tracer se quedó viéndola marchar y resopló. ¡Menuda papeleta! De veras que comprendía a esa chica. Aunque era todavía demasiado joven e impulsiva.



-Y para colmo, mi cita con Pennie a hacer gárgaras.- Pensó antes de marcharse a su vez.- Bueno, la avisaré por si pudiéramos vernos aunque solo fuera un poco.



            A su vez Susan iba cabizbaja pese a todo. El mayor Jensen tenía razón sí, pero. ¿Cómo explicarles eso a Walsh y a Aguirre? Las dos pensarían que las había vendido. O por lo menos, que no había cumplido su palabra. Caminaba con esos sombríos pensamientos cuando se cruzó con la teniente Gray.



-¡Vaya, teniente Hunter! - La saludó ésta con tono jovial.- ¿Cómo usted por aquí?



            Susan se cuadró saludando a su superior con seriedad, ésta por el contrario parecía estar de un talante animado cuando añadió divertida.



-No se preocupe. No soy la que pregunta direcciones. Soy la de verdad.



            Su contertulia no alteró su expresión preocupada. Jane se percató de ello y ya más seria le preguntó.



-¿Se encuentra bien?

-Señora.- Repuso Hunter tras tomarse unos instantes.- ¿Podría ayudarme? ¿Por favor?

-¿Ayudarla?- Repitió su superiora- ¿A qué?

-Verá, se supone que no puedo hablar de ello. Desobedecería una orden directa.- Repuso Susan que discurrió con celeridad para añadir con tono algo enigmático.- Pero le puedo pedir que me acompañe a mi habitación para que hable usted con alguien que no ha recibido esa orden.

-No entiendo nada.- Contestó la atónita oficial.- ¿Esto no será una broma, verdad?

-¡Por favor!, le aseguro que es algo muy serio.- Insistió su contertulia.-

-Muy bien, voy con usted.- Convino Jane.-

           

            Y ambas mujeres se alejaron por el pasillo en dirección al piso de Hunter. En otra parte de la gran nave, el mayor Derail llegó a su apartamento. Allí se puso a buscar su visor. Aquel aparato con tecnología saiyajin que podría ser determinante para localizar a aquel escurridizo invasor infiltrado. Quería entregárselo a la doctora Prentis cuanto antes.



-Lo tenía aquí.- Se dijo mirando dentro de un armario de su habitación.-



            Tras rebuscar algo en efecto lo encontró debajo de unas sábanas. Aquella especie de monóculo de tono azulado, que estaba unido a ese soporte para sujetarlo a la sien izquierda. Casi era una reliquia de los tiempos en los que los guerreros del espacio no eran capaces de precisar la fuerza de sus enemigos. Su padre Blintz le contó además que, ese en particular, era un trofeo de guerra arrebatado al enemigo. Era un orgullo pues que se lo hubiera regalado cuando Kiros fue capaz de convertirse en super saiyajin por vez primera.



-Ojalá que puedan adaptarlo. Podría encontrar a ese infiltrado enseguida.- Pensaba.-



            Ya tenía aquel aparato cuando su compañero de piso llegó. Pero no traía ese semblante risueño habitual. Más bien parecía preocupado. De hecho, apenas le hizo un  gesto de saludo y se fue a su habitación. Kiros simplemente se encogió de hombros. Supuso que el mayor Jensen tendría sus propios asuntos de los que ocuparse. Y los saiyajin no se metían en temas ajenos salvo que se les invitase a ello. Al menos eso es lo que sus padres y sus tíos le habían inculcado. De modo que se marchó llevando guardado el visor en una caja. No tardó en llegar al laboratorio del doctor Adams. Junto a él y como habían convenido de antemano estaban Scott, y la doctora Prentis.



-Aquí lo tienen.- Les comentó depositando el aparato sobre una mesa del laboratorio, una vez lo sacó de la caja.-

-Gracias. Nos pondremos enseguida con ello.- Aseguró el doctor.-



            Entre él y Scott se apresuraron a darle un vistazo. Kiros les indicó como se encendía y el resto fue cosa de esos ingenieros informáticos tan hábiles. Curiosamente, Melissa no acudió enseguida a ver de cerca aquel dispositivo. Más bien hizo un aparte con el oficial y le comentó en voz baja.



-Unas amigas me han enviado un mensaje. Quisieran invitarle a cenar.

-¿A cenar?- Se sorprendió el joven, declarando sin tapujos.- Se lo agradezco pero no es necesario. Tengo comida suficiente en la cantina.



            Le sorprendió ver a la doctora Prentis reírse, y bastante además. La mujer movió la cabeza balanceando su cabello rojo y le comentó divertida



-Es una invitación porque quieren conocerle mejor. Mi colega, la doctora Chang, su amiga la enfermera Kendall y la señorita Keiko Tomoe.- Le refirió remarcando el nombre de ésta última.-



            Y es que, una media hora atrás, Melissa había salido del laboratorio de las Fairy Five encaminándose hacia el del doctor Adams cuando le llegó un mensaje de Mei Ling. En él le pedía que, de ver al mayor Derail, le invitara de parte de ellas. Se alegró mucho al ser informada de que Keiko parecía estar muy interesada por ese joven. Le vendría muy bien para olvidarse de lo que le confesó haría unos días. Así le contó, aun risueña, al oficial.



-Como no tienen su número me pidieron a mí que le contactara. Saben que usted pasa por éste laboratorio a menudo.

-Curioso, no creo haberlo comentado.- Afirmó el saiyajin.-

-Todo se sabe en una nave tan pequeña.- Pudo replicar diplomáticamente la doctora.-



            Lo que no le iba a decir era que ella misma se lo contó a las chicas cuando estaban reunidas en la cafetería de Ginger y tocaba momento de chismes. Hizo alusión a que el mayor frecuentaba el laboratorio porque entrenaba cerca. De todos modos el oficial no preguntó. Simplemente asintió.



-Sería mañana a las ocho de la tarde en el restaurante que hay cerca del paseo central.- Le especificó Melissa.-

-¿Usted vendrá?- Quiso saber el chico.-

-No, tengo otros planes.- Se sonrió ella sin querer mirarle directamente ahora.-

-Espero que disfrute de su tiempo de ocio, doctora. Bien, dígales que allí estaré.- Respondió él.-



            Su interlocutora asintió uniéndose al momento a sus colegas en la tarea de analizar ese dispositivo. Kiros les dejó enfrascados en eso y retornó a su apartamento. El caso es que no tenía experiencia en ese tipo de reuniones socializadoras de los humanos. Para empezar. ¿Tendría que ir vestido con uniforme? Recordó un episodio de su niñez. Un día, tras una sesión de duro entrenamiento, su tía Seira le había contado a él y a sus primos que, la primera ocasión en la que fue a la Tierra, tuvo que cambiarse con extraños ropajes.



-Las costumbres de los humanos son bastante extrañas en ocasiones.- Declaró la guerrera.-

-Pero madre.- Intervino Aiona, entonces una jovencita de unos trece años.- ¿Es cierto que le dan más importancia a la apariencia física y al ornamento que a la fuerza real?

-Bueno.- Meditó la interpelada.- En el caso de las hembras humanas la apariencia es fundamental. Ellas son bastante débiles comparadas con nosotras. Al menos la mayoría. No es la fuerza física lo que predomina en el ánimo de los varones de su especie cuando las eligen como parejas sino solamente el atractivo.

-¿Y ellas?- Quiso saber un atónito Doran que debería tener por entonces once años.- ¿Acaso no quieren al macho más fuerte?

-En cierto modo, sí.- Pudo añadir su madre.- Aunque a veces no físicamente hablando.

-No lo entiendo.- Terció el propio Kiros que andaría por los doce años.- ¿Para qué querrían los hombres terrestres a una mujer débil?

-La fuerza para los humanos no se mide solamente en resistencia o poder físicos.- Le explicó Seira.- Al principio, tampoco yo lo entendía. Luego fui comprobando el porqué.

-Cualquiera de nosotros podría vencer ya a cualquier humano.- Afirmó Aiona con satisfacción.- Para mí no tienen ningún interés.

-Claro.- Aseveró su hermano.- Tendremos que buscar a los más poderosos de entre los nuestros. Y ya somos saiyajin de  élite. Incluso eso será difícil.

-Así es. Y cuando crezcamos casi nadie podrá vencernos.- Afirmó un orgulloso Kiros.-



            No obstante, su normalmente adusta entrenadora sonrió moviendo ligeramente la cabeza.



-Todavía os queda mucho para eso. Y nunca deis nada por sentado.- Les aconsejó.- ¿Quién sabe? Hasta podríais enamoraros de un humano o una humana si algún día convivís con ellos.

-¿Qué es enamorarse, madre?- Quiso saber Doran.-

-Una cosa que a los humanos se les da bastante bien.- Replicó Seira divertida, cruzándose de brazos.-  Y que muchas veces les confiere un poder tremendo.

-¿Hay que entrenar mucho para lograrlo?- Se interesó Aiona.-

-No.- Negó su madre, relatando.- En ocasiones surge y ya está. Incluso llegan a llamarlo mal de amores.



            Los críos se miraron atónitos. Ninguno lo entendía. Fue Kiros quien se aventuró con una explicación.



-Quizás les suceda como a nuestro gran ancestro. Cuando se llenó de ira pudo convertirse en el guerrero Legendario.

-O podría ser una enfermedad. Eso también le sucedió a un mítico remoto antepasado de nuestro pueblo.- Añadió Aiona con algo de preocupación.-

-¡Puede que sea algo similar! - Se rio Seira.- Sí, he visto pelearse a muchos de ellos y luego aseguran amarse. No pueden evitarlo.

-Entonces si pelean eso es bueno. Es como nuestras tradiciones saiyajin.- Afirmó Aiona con gesto aliviado.-

-No del todo. Es algo complicado. -Suspiró la madre de esa niña al rememorar con tinte reflexivo.-  Como la reina Meioh me dijo una vez. No puedes controlarlo, él te controla a ti. Si lo sientes, lo sabes aunque a veces no quieras admitirlo. Si no te es correspondido sufres, pero no puedes librarte de él. Y si te corresponden eres realmente feliz. Pero hay una línea muy fina que lo separa del odio.





            Los niños se miraron atónitos. Pensaban que el odio solamente se reservaba a los enemigos de su pueblo o a los traidores que fueran poderosos. Así, al hilo de esos razonamientos, Doran opinó.



-Suena peligroso. Como las técnicas superiores de combate. Hay que controlarlas bien o puedes salir dañado.

-Sí, es verdad. O como una enfermedad.- Agregó Kiros elucubrando.- Puede que haya un antídoto.

-Si lo hay, desde luego que ellos no lo conocen.- Declaró Seira que parecía divertida oyendo semejantes teorías.-

-Pues espero no enfermar hasta que nuestros sabios den con la cura.- Comentó su propio hijo con expresión preocupada.-



            Para sorpresa de los niños la normalmente seria guardiana personal de la reina se rio. Hasta le pasó la mano por el pelo a Doran de forma algo ruda pero jovial al mismo tiempo. De ese modo dio por terminado aquel pequeño debate.



-Vamos, id a lavaros y poneos presentables para la cena.- Les ordenó recobrando su temple habitual.-

-¡Siii! - Corearon todos.-



            Y es que, como saiyajin que se preciasen, tenían ya mucha hambre. Tras ese duro entrenamiento en el que, como de costumbre, su adiestradora había exigido lo mejor de ellos. Kiros sonreía nostálgicamente ahora al recordar eso. ¡Pensar que su primo Doran había enfermado gravemente de esa dolencia! Y hasta Aiona estaba que no se separaba de Bralen. En lo que a sí mismo se refería estaba desde luego muy confuso cada vez que se encontraba con esa chica de pelo rojizo y mirada turbadora. No desprendía fuerza de combate pero, pese a todo, era incapaz de resistirse a sus ojos grises que ocasionalmente se tornaban lavanda, o al menos eso le parecía.



-Puede que reuniéndome con ella de nuevo saque conclusiones.- Se dijo.-



            Llegó a su piso una vez más. Allí seguía su compañero. Pero no estaba solo. Tracer había llamado a Penélope y ella acudió a verle. Por el tono del chico algo le pasaba. Poco antes de llegar el saiyajin, él le contaba.



-Estoy muy preocupado. Como ya te dije, ha sucedido algo muy serio, Pennie. Pero desgraciadamente no puedo decírtelo. Estoy bajo órdenes de no hablar.

-Está bien, lo entiendo.- Asintió ella.- ¿Y qué quieres que haga yo?

-Bueno, sencillamente estar conmigo. Dar una vuelta y escuchar mis tonterías.- Sonrió débilmente él.-



            La chica se dio cuenta del estado de su novio. Realmente algo serio le preocupaba y mucho. Esbozó una sonrisa animosa y asintió.



-¿Te apetece ir a la cafetería de Ginger y Clarisa? Siempre podrás endulzar lo que sea que tengas.

-Sí, es buena idea.- Convino él.-



            Justo en ese momento llegó Kiros. El mayor se alegró de ver allí a su compañero. Estaba junto a esa mujer con la que se relacionaba. Mejor así. Quizás ella pudiera aconsejarle. Fue precisamente Penélope quien le saludó al verle.



-Buenas tardes, mayor.

-Buenas tardes.- Repuso amablemente él, para agregar con cierto tono de inseguridad.- Quizás ustedes podrían ayudarme.

-¿Ayudarte? ¿A ti?- Se sorprendió Tracer, recobrando por unos instantes su típica jovialidad al remachar.- Tiene que ser muy fuerte, conmigo no cuentes.

-No, no se trata de ningún combate.- Repuso el saiyajin mientras Penélope sonreía moviendo la cabeza en dirección a su novio.-

-Usted dirá.- Le sonrió ahora la doctora Winters.-



            El muchacho pasó a expresar sin rodeos aquello que le preocupaba para concluir.



-¿Cómo debo presentarme a ese requerimiento?

-¡Pues primero haz testamento!- Se rio Tracer.-



            Kiros no llegaba a comprender esas bromas humanas o lo que fuera. Si la memoria no le fallaba, eso de hacer testamento significaba para los humanos estar en un trance próximo a  su muerte. Y no creía estar en peligro por el hecho de acudir a cenar. Salvo, claro está, que la comida estuviera envenenada. ¿Y por qué iban a quererle envenenar esas chicas? No era su enemigo, sino su aliado. Así lo hizo constar, logrando para su sorpresa que tanto la doctora Winters como su compañero se rieran sin parar.



-¡Regla número uno para convivir con este tonto de Rick! - Pudo decir Penélope en cuanto dominó sus carcajadas.- No hacer caso de casi nada de lo que le diga.

-¿Y cómo sabré cuando hacerle caso?- Inquirió el atónito guerrero del espacio.-

-Ya irá aprendiendo.- Sonrió la joven, quien fue ya directa al grano.- Verá. Es una cita amistosa. Quieren conocerle mejor. Eso es importante para nosotros. ¿Para ustedes no?

-En mi pueblo no hacemos las cosas de esa manera. Las amistades suelen forjarse en la camaradería de los combates y los entrenamientos.- Comentó el chico.-



            Él sabía que la doctora Winters estaba al corriente de su identidad. Sin ir más lejos su compañero de piso le había comentado que ella conoció al príncipe Leval. Ahora comenzaba a cuestionar si eso habría sido cierto o se limitaba a ser una de esas “bromas” del mayor Jensen. Por fortuna resultó ser verdad. Penélope le aconsejó.



-No vaya de uniforme. Lleve ropa normal.

-¿Ropa normal?- Repitió el joven.-

-¡No se te ocurra ponerte tu armadura, ni esas cosas!- Terció un ahora divertido Tracer.-



            A decir verdad le vino muy bien aquel interludio para poder animarse un poco. Era curioso y hasta muy cómico ver a un tipo tan poderoso sentirse tan perdido en una cosa tan trivial. Desde luego que si fuera un día normal ya le estaría torpedeando a bromas y chascarrillos. Sin embargo, dadas las circunstancias, le echaría una mano sin más.



-Lo que Rick quiere decir es que debe vestirse como cualquier humano corriente.- Le explicó Penélope.-

-Únicamente dispongo de mis uniformes y de ropa de entrenamiento.- Les confesó Kiros.-

-Entonces lo veo complicado. Te dejaría algo mío pero tienes al menos una talla más que yo, por lo ancho.- Afirmó Tracer.-



            Aunque Penélope se sonrió divertida. Enseguida le cuchicheó algo al oído a su pareja, él sonrió a  su vez. Finalmente fue la doctora quién le anunció al perplejo saiyajin.



-Entonces vamos de compras.

-¿De compras?- Repitió el cada vez más desconcertado joven.-

-Amigo, eso sí que es grave. ¡De compras con una mujer! ¡Créeme, preferirías enfrentarte contra cualquier villano cósmico ante que eso! - Rio Rick.-

-No seas tonto, deja de tomarle el pelo.- Le pidió Penélope a su novio.- Solo tiene que comprarse algo de ropa adecuada para mañana. Eso es todo.

-No parece difícil.- Convino el aludido.-

-Tú nunca has ido de compras con una chica, ¿a qué no?- Terció el inefable Tracer a su típico estilo jocoso.-



            Eso le valió ganarse un capón de su novia ante la perpleja mirada del saiyajin.



-¡Vale ya de tus tontos comentarios machistas!- le regañó Penélope.-

Y tras frotarse un poco la cabeza para aliviarse el coscorrón, Tracer decidió callarse un rato. Al fin salieron los tres, rumbo a las tiendas de moda que había en la ciudad. Desgraciadamente Susan y Jane se encaminaban hacia algo mucho menos agradable. Cuando llegaron al apartamento de Hunter, ésta abrió la puerta. Allí seguían Olivia y Celia. Ahora la joven rubia parecía encontrarse un poco mejor.



-Hemos cenado algo de sopa.- Les informó Olivia tras saludar a sus superioras.-

-Descanse alférez, ahora no estamos aquí en calidad de oficiales, sino de mujeres.- Le dijo Jane.- Hablemos como tales.



            Celia le dedicó una curiosa e inquieta mirada. Susan enseguida se ocupó de tranquilizarla.



-La teniente Gray está aquí para ayudarnos. Esto es algo que no vamos a permitir que afrontes sola, Celia.

-¿Qué ha pasado? ¿Pudieron informar al comandante Enset?- Quiso saber enseguida la afectada.-



            Pero al ver el gesto ensombrecido de la teniente Hunter y como ésta eludía su mirada se temió lo peor. Desgraciadamente sus augurios se vieron prontamente confirmados por las palabras de ésta.



-Lo lamento. Fui junto con el mayor Jensen, pero el comandante nos pidió pruebas.

-¿Pruebas? – Gimió la chica entre incrédula e indignada.- ¿Qué quería, una película?

-No Celia, escucha por favor.- Intervino Jane.-  Susan me lo ha contado todo. Y estoy de tu parte. ¡Por supuesto que sí! Pero si ni tan siquiera puedes afirmar sin sombra de duda que viste a tu agresor, no podemos hacer nada.

-¡Fue él! ¡Estoy segura de que fue él!- Estalló la muchacha.-

-Pero si le denuncias te harán jurar que fue él.- Objetó Susan, tratando de añadir con el mayor tono conciliador que pudo.- No dudamos de tu palabra. Pero la ley exige un reconocimiento positivo. Y si no pudiste verle…

-¡Le oí hablar! Aunque la voz estuviera distorsionada.- Sollozó la chica.- Maldita sea, ¿por qué no me creen?



            La teniente Gray miró con preocupación a Susan llevándose una mano a la frente. ¡Encima eso! Ni tan siquiera podía argumentar con certeza que era la voz del mayor Shulth. De todos modos ella, mejor que nadie, podía comprender el estado de ánimo de esa pobre chica. Pero su deber era decirle las cosas tal y como eran acorde con el reglamento.



-Escucha… Celia.- Le pidió con tono amable.- Tú podrás testificar lo que quieras. Pero si nos llaman a nosotras o a cualquiera que haya escuchado tu versión no podremos mentir. Ni la teniente Hunter, ni la alférez Aguirre, ni el mayor Jensen, ni yo. Tendríamos que declarar exactamente lo que nos has dicho. Que ni viste a tu agresor, ni tampoco pudiste identificar de modo afirmativo su voz. Que todo se basa en evidencias circunstanciales.

-Y hay algo más.- Musitó Susan de modo sombrío, para sentenciar.- El propio comandante Enset estuvo con Shulth durante ese periodo de tiempo en el que sitúas la agresión.

-No fue una agresión, señora. – Escupió Celia con rabia.- ¡Me violaron! ¿Entiende?



            Jane asintió despacio. No sabía qué más podría decirle a esa desquiciada muchacha. Podía comprenderla mejor de lo que nadie en esa estancia pudiera imaginar. Sin embargo, por esa misma razón sabía perfectamente que no tenían nada. A menos que…



-¿Te has lavado, duchado o algo por el estilo?

-¿Qué?- Pudo inquirir a su vez la víctima mirándola con estupor.-

-Las víctimas de agresiones sexuales tienden a hacerlo para tratar de quitarse esa especie de mancha.- Le explicó Susan.-

-Ella no se ha duchado, desde que la encontré al menos.- Intervino al fin una también consternada Olivia.-

-Ha hecho bien. Si queremos tener alguna prueba tendrás que someterte a una exploración clínica.- Comentó Jane con algo más de esperanza.- Podrían encontrar restos del ADN de tu agresor.

-Eso mismo me sugirió el mayor Jensen.- Comentó Susan recordándolo ahora.-

-Como si no hubiera sido ya bastante.- Suspiró la joven afectada, tratando de calmarse.-

-Entendemos que sea muy duro para ti. Pero es la única manera de conseguir que se haga justicia.- Trató de persuadirla Susan.-



            Tras unos momentos de denso silencio la muchacha finalmente asintió. Fue Jane la que tomó entonces la palabra con determinación.



-Vayamos de inmediato. Cuanto antes se haga, mejor. Menos peligro de perder evidencias.



            Celia se levantó trabajosamente. La ayudaron a vestirse con su uniforme. Quizás también hubiera algún resto del agresor en él.



-¿A dónde vamos?- Quiso saber la teniente Hunter.-

-Tenemos médicos militares.- Comentó Jane.-

- No quiero que me vea ningún hombre. Y menos los de la base. Podrían estar confabulados con él.- Pudo decir la víctima con voz temblorosa y llena de vergüenza y temor.-

-Está bien. Conozco a alguien.- Comentó Susan.- Y te aseguro que podremos confiar en él.

-¿En él? ¡He dicho que no quiero que ningún hombre me vea! - Exclamó Celia.-

-Es mi novio, el doctor Ginga. Te prometo que, si hay alguna evidencia que demuestre quien te ha hecho esto, él la encontrará. Debes confiar en mí…te lo ruego.- Le pidió Susan a la reacia chica.-

-Está bien.- Suspiró ésta.- Confío en usted, señora.



            Y las cuatro se pusieron en camino. Susan envió un mensaje a Giaal a su teléfono. Le pedía que, por favor, las recibiera en la consulta. El chico no estaba ese día de servicio. Tuvo que pedir permiso a Lester, aunque sin exponer el motivo aludiendo a la confidencialidad con su paciente. El veterano doctor accedió.



-Está bien. Si le requieren particularmente a usted no tengo ningún problema. Pero deberá redactar un informe.

-Sí, doctor. Lo haré.- Le aseguró el chico.-



            Tanto Marek como James escucharon con curiosidad. Ambos estaban ocupándose de cosas menores y yendo y viniendo por el dispensario.



-Mira, ha venido el doctor Ginga.- Le comentó él a su compañera.-

-Sí. Y no se ha traído a su mascota, ¡la Kendall! - Rio ésta.-



            Aunque tras sonreír a su vez, James no pudo evitar la curiosidad y le preguntó a su compañera.



-Oye, vale que te caiga mal esa presuntuosa. Pero es que creo que lo llevas demasiado lejos.

-Tengo mis motivos.- Replicó la interpelada con tono enigmático y lleno de malestar.-

-Bueno, tú sabrás.- Repuso despreocupadamente el chico alejándose para ir a atender a un paciente.-



            ¡Y vaya si los tenía!, pensaba Erika. Tarde o temprano esa zorra se las pagaría. Pero aún no. Todavía era pronto. Y estaba buscando alguna manera particularmente dulce de tomarse su venganza. Por ahora se conformaría con tratar de hacerle la vida imposible a esa perra. Dejó aquello de lado hasta que, al rato, cuatro mujeres de uniforme militar llegaron. Eso le extrañó. No solían pasarse por allí. Aquel centro de atención médica era civil. Observó desde  la distancia como dos de ellas, una rubia alta, y otra morena de pelo hasta el cuello, entraban en el despacho del doctor Ginga. Las otras, una mujer morena de pelo largo y otra de cabello castaño, algo más baja, se quedaron en la puerta como si estuvieran montando guardia.



-Mi teniente. ¿Cree usted que podrán encontrar algo?- Oyó preguntar a la del pelo castaño y acento hispano.-

-Así lo espero, alférez.- Replicó la morena.-

-La pobrecilla no levantará cabeza después de esto.- Suspiró Olivia.- Ya estaba siendo acosada antes, ¡pero, que te violen!- Exclamó casi sin poderlo evitar -¡Debe ser terrible!



            Su superiora le dedicó una reprobatoria mirada, la propia Olivia se tapó la boca con una mano. Aquello se le había escapado. Las dos miraron en derredor. Erika entonces se ocultó tras un biombo de la habitación de al lado. ¡De modo que era eso! Un test de violación. ¡Vaya! Eso era realmente interesante aunque penoso para esa pobre chica con la que se solidarizaba. De todas formas no era asunto suyo. Prosiguió con su ronda para comprobar las existencias del botiquín. Ya estaba deseando terminar su turno.



-Que no vuelva a suceder.- Amonestó Jane a su subalterna.- Esto es confidencial. ¡Menos mal que no había nadie cerca!

-Lo siento mucho.- Se apresuró a disculparse Olivia.-

-Está bien. Ha sido un día muy largo. Estamos cansadas y nerviosas. Lo entiendo. Pero tenga cuidado.

-Sí, señora. Lo tendré. - Aseguró la mejicana.-



            Jane suspiró, pensando con pesar.



-Sí, es terrible, no lo sabes tú bien…y es aún peor cuando te prestas a ello. Al menos, a esta pobre muchacha nadie podrá acusarla de haberlo permitido voluntariamente. Pero hare cuanto esté en mi mano para que le hagan justicia. Quizás sea una manera también de hacérmela a mí misma.



            Así meditaba cuando finalmente tanto Celia como Susan salieron. El doctor Ginga las acompañó hasta la salida del dispensario. Afirmando con amabilidad y tacto.



-Cuando tenga alguna cosa les informaré. Todo será confidencial. Debo redactar un informe pero dejaré el nombre de la paciente y la causa del chequeo en blanco. O mejor aún, lo definiré como una molestia sin especificar.

- Gracias, doctor.- Susurró una ya agotada Celia.-



            La verdad es que estando allí y pese a lo embarazoso de su situación, ese tipo no le dio ningún resquemor. Al contrario. Esa profunda mirada suya bastó para calmarla en gran medida. Además, la presencia de la teniente Hunter a su lado animándola, le sirvió de mucho.



-Anda, vamos a casa.- Le dijo amablemente Susan.-



            Dejó un momento a Celia al cargo de Olivia y de Jane para hacer un aparte con Giaal.



-Muchas gracias. Te lo compensaré.- Le aseguró.-

-No tienes porqué. Es mi deber.- Repuso el muchacho quien afablemente añadió.- Ve a descansar. Mañana ya nos veremos. Espero que tendré algo.

-Y no has podido.- Susurró Susan.- Quiero decir. Con esas percepciones tuyas…

-Sé lo que estás insinuando. Y te diré que he sentido en esa chica mucho miedo, rabia y vergüenza. Ella desde luego cree a pies juntillas lo que le ha pasado y está segura de quién es el culpable. Aunque eso es lo que hay en su mente, por desgracia no puedo saber si es verdad.- Replicó él en voz baja también.-



            La joven asintió, agradeciendo a su novio aquella información. Luego le dejó para reunirse con sus compañeras, de este modo las cuatro se fueron. Por precaución y miedo por el estado de Walsh y lo que pudiera hacer, la teniente Hunter y la alférez Aguirre, le ofrecieron pasar la noche con ellas. Celia compartió cuarto con la mejicana. Al fin pudo darse un baño y relajarse un poco. Por su parte, Susan se fue a la cama con muchos sentimientos encontrados de incertidumbre e indignación hacia el sistema, agradecimiento hacia su novio y temor por su subordinada.



-No sé qué más puedo hacer. Me siento frustrada.- Se decía.-



            Recordaba aquellos años de su adolescencia, cuando tuvo que proteger a su hermana Deborah. Debbie nunca negó lo que era y lo que sentía y, por supuesto, no faltaron las chismosas y los matones que la acosaban y la insultaban. Aunque delante de ella no fueran tan osados.



-Mi hermana siempre puso una especie de muro entre ella y todo eso y se fue aislando de la mayoría de la gente. Pero yo no soy capaz de hacerlo.- Pensaba.-



            Ella en cambio llegó hasta a dar algunos buenos puñetazos a según qué idiota que fue demasiado lejos.  Una vez, siendo ya quinceañera, su hermana, que apenas si tenía trece años la sorprendió. Tras uno de esos incidentes con un estúpido del curso de Susan que la llamó boyera. Por supuesto, ese tipo se llevó un buen puñetazo.



-¡Tienes suerte de ser una chica! ¡Sino te partiría la cara!- Le espetó el tipo aquel a Susan, en tanto se tapaba su sangrante nariz.-

-¡Puedes intentarlo cuando quieras!- Le desafió ella que ya había estado tomando lecciones de defensa personal pensando en su sueño de hacerse piloto militar.-



            El resto de sus compañeros, atraídos por aquello, se fueron dispersando. Susan se dirigió a su hermana con tinte más animoso y calmado.



-Ese no te vuelve a insultar.- Le aseguró.-



Aunque la mano de Debbie la asió de un brazo. La muchacha con tono tímido y apenado, le susurró.



-Sue, déjalo estar. Por favor. No quiero que te busques problemas por mi causa.

-Eres mi hermana pequeña. No permitiré que nadie te haga daño o que te falte al respeto.- Afirmó ella.-



            Empero, su interlocutora movió la cabeza y le comentó.



-A mí no me importa. Y sé defenderme sola. Pero tú podrías meterte en un lío. Si te denuncia y te abren un expediente no te aceptarían en la Academia esa a la que quieres ir…



            Eso hizo que un escalofrío recorriera su espalda. Era verdad. ¡Si ese tipo la denunciaba podrían hasta detenerla y tendría antecedentes por agresión! Entonces podría despedirse de su sueño.



-Es que no puedo soportar las injusticias, Debbie. Y menos contra nosotras, las chicas.

-Pues hazte una militar de esas, con muchas medallas, y lucha por defendernos a todas.- Sonrió levemente su contertulia.- Mientras tanto, creo que podré manejar a una pandilla de bobos.



            Susan sonrió, sintiéndose mejor. Tuvo suerte en esa ocasión, no hubo denuncia y su expediente no fue manchado. Quizás ese gallito no quiso pasar vergüenza admitiendo que ese golpe se lo había dado una chica. Ahora que rememoraba eso, suspiró diciéndose con una nostálgica admonición.



-Sigo siendo tan alocada como cuando era una cría. Pero ya no puedo permitirme el comportarme así. ¡Ojalá que todo pueda resolverse legalmente y la pobre Celia obtenga justicia!



Y con ese deseo, al poco pudo al fin dormir. Jane asimismo fue a su piso. Ella vivía sola. También tuvo problemas en conciliar el sueño. Dudaba en si debía o no poner al corriente a la comandante Simmons de esto. Su misión allí tenía mucho que ver con todo aquello. Pero no podía arriesgarse sin estar por completo segura. Esperaba que consultándolo con la almohada le viniera la respuesta.




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