La expresión de los recién llegados era
de total sorpresa y envaramiento. Al fin, Enset les preguntó con visible
interés.
-Y bien ¿Qué es eso tan urgente, mayor
Jensen? Estaba reunido con el mayor Shulth.
-Con su permiso, señor. Es algo que
deberíamos discutir con usted en privado.- Pudo responder apuradamente el
interpelado.-
Shulth
esbozó una leve sonrisa de circunstancias y tomó la palabra.
-Con su permiso, mi comandante. Me
retiro entonces. Ya terminaré de darle mi informe de personal.
-Muy bien, mayor.- Concedió el
interpelado.-
Ante las impotentes y
perplejas miradas de Tracer y Susan, ese tipo se marchó del despacho tan
tranquilo. Entonces, Enset les miró inquisitivamente y declaró.
-¿Se ha resuelto el problema que me
comentaron?
-Sí señor, pero no veníamos solamente a
decirle eso.- Replicó Rick con cara de circunstancias para añadir sin más
rodeos.- Una de las oficiales ha sufrido abusos sexuales. Veníamos a denunciar
al posible autor.
-¿Cómo? ¿Quién ha sido?- Quiso saber de
inmediato su superior realmente escandalizado por aquello.-
Tracer
y Susan se miraron. Al fin, dado que el joven casi parecía reacio a contestar,
fue la teniente Hunter quién tomó la palabra.
-Ella ha inculpado al mayor Shulth,
señor.
-¿El mayor Shulth?- Exclamó Enset con
una mezcla de incredulidad y pasmo.- ¿Cuándo se supone que han tenido lugar
esos abusos?
- Harán dos horas aproximadamente, comandante.-
Repuso Susan.-
Para
su sorpresa, su superior movió la cabeza y tras mirar a ambos con dureza,
replicó.
-¿Se dan cuenta de lo grave que es esa
acusación? ¿Quién ha sido la oficial afectada?
-Pues… la alférez Celia Walsh, señor,
está bajo el mando del mayor Shulth.- Pudo replicar Rick.-
-¿Y dicen que esa acusación la formula
ella?- Preguntó el comandante.-
-Así es, señor. Eso nos dijo.- Contestó
la teniente Hunter.-
-Espero por su bien que tenga pruebas de
eso.- Declaró Enset dejándole atónitos.-
-Pero mi comandante. Ella misma nos lo
contó. Y yo ya había sido informada de ciertas actitudes de discriminación
hacia las alféreces Walsh y Aguirre por parte del mayor.- Repuso su
interlocutora.-
Por
el momento Susan no quiso agregar que ella misma se había sentido claramente
postergada, cuando no discriminada por su oficial al mando. Al oír aquello
Enset se levantó de su sillón y paseó por el despacho, parecía estar pensando
en lo que añadir. Al fin miró a sus subalternos y quiso saber con un tinte de
voz que incluso evidenciaba reprobación.
-¿Por qué no me informó antes, teniente?
-Hasta ahora eran todo hechos
circunstanciales.- Se justificó la joven oficial.- Quería reunir evidencias. Y
ahora…
-¿Ahora qué? - Preguntó Enset.-
-Señor, ahora tenemos el testimonio de
esa oficial acusando a su superior de violación.- Intervino un atónito Tracer.-
-En ese caso me parecen una acusaciones
muy complicadas de sustentarse, mayor.- Sentenció Enset dejando helados a sus
dos oyentes al aseverar.- Cuando ustedes entraron el mayor Shulth ya llevaba
reunido conmigo más de esas dos horas. Bien es verdad que hicimos dos pausas
para tomar algo, pero no salió del pabellón administrativo. Yo mismo estuve con
él. Por cierto. Me estaba informando de todos los miembros de su escuadrilla. Y
no hablaba en muy buenos términos de esa oficial precisamente. Dejando eso de
lado por el momento, es imposible que, si la agresión que ustedes aluden
sucedió hace tan solo dos horas, fuera él el autor.
Los
dos se miraron. Apenas si podían dar crédito a lo que escuchaban. Sin embargo,
era de una evidente lógica. No iban a dudar de la palabra del comandante. Y
aquello fue a peor cuando su superior les preguntó con tono desconfiado.
-¿Vio la oficial a su agresor?
¿Reconoció su voz al menos?
-No, señor. – Tuvo que admitir Susan.-
Solamente escuchó una voz distorsionada. Pero me contó que ya fue objeto de un
abuso en el despacho del mayor.
-Y usted no lo reportó.- Comentó el
comandante con tono irritado.-
-No, señor, yo… como ya le dije.
Esperaba verificarlo. Precisamente por ser una acusación muy grave.- Trató de
justificarse ella con visible apuro en su tono.-
Enset
miró a ambos de soslayo y moviendo la cabeza suspiró para remachar.
-¿Se dan cuenta en la situación en la
que me están poniendo? No tienen pruebas y las evidencias más cercanas
contradicen esa acusación. ¡No pudo ser Shulth! Y yo mismo soy testigo. Bueno, junto
algunos otros oficiales que se pasaron por mi despacho durante este tiempo y
los que estuvieron en la cantina. Y lo peor es que el mayor me habló de esa
chica. Me contó, entre otras cosas, y que esto no salga de aquí dado que es
información confidencial que, en sus evaluaciones mostraba perfiles peligrosos
de paranoia. Y que era muy inestable a nivel emocional. Por eso no la ha
permitido volar hasta ahora.
-¿Qué?- Exclamó Susan.- Con el debido respeto, mi comandante. No me ha
parecido que estuviese paranoica cuando me relató los abusos que sufrió.
-¿Es usted psicóloga clínica, teniente?-
Estalló Enset.-
-No, señor.- Admitió la interpelada.-
-Pues Shulth contó con el informe de un
oficial que sí lo es. Su segundo al mando. El teniente Pavel Kovac. Es el
evaluador del rendimiento de su escuadrilla. ¿También él se ha propasado con
ella?-
-No se refirió a ese oficial, mi
comandante. Al menos en lo que me dijo a mí, cuando hablé con ella. - Terció un
apurado Tracer.-
Al escucharle, Enset
tornó entonces su atención a Rick para inquirir con severidad.
- ¿Y usted, mayor? ¿Tenía conocimiento
previo de algo así?
-No señor.- Tuvo que reconocer el
interpelado bajando la mirada.- Es la primera noticia que tengo.
-Pues Kovac, entre otras cosas, ha
reportado una bajada muy marcada en el rendimiento de esa oficial. Una
irritabilidad creciente, algunas fases de delirio y marcado estrés. Todo ello desaconsejaba su movilización para
el servicio activo en misiones reales. A pesar de ello, el mayor Shulth me contó
que había dado orden de que usted y la alférez Walsh, junto con otra de sus
oficiales, hicieran una salida, para ver si la ansiedad de Walsh disminuía.-
Añadió el comandante.-
Susan
no pudo evitar recordar que en eso, desde luego, el comandante Enset llevaba
razón. De hecho, Shulth le dio esa orden en persona, pero la canceló
precisamente cuando la comandante Simmons y el propio Enset, llegaron. Y este
último, precisamente ahora agregaba con creciente enfado.
-Ustedes saben de las repercusiones de
una acusación como esa. Aunque fuera inocente estarían marcando la carrera de
un buen oficial, del que nunca he tenido queja alguna hasta la fecha. ¿Tienen
evidencias de que haya hecho lo mismo a otras oficiales?
-Señor, a mí me preguntó si tenía
novio.- Le comentó entonces Susan.- Cuando fui a informarle por vez primera. Y
noté un contacto no deseado en mis nalgas.- Añadió.-
-¿Qué tipo de contacto?- Quiso saber
Enset.-
-En fin, me tocó. Creo que me puso la
mano o alguna parte del cuerpo.
-¿Cree o está segura, teniente?- La
presionó su superior.-
-No lo recuerdo bien.- Tuvo que admitir
con un hilo de voz.-
-¿Y cuándo le preguntó si tenía novio,
se le insinuó?- Terció Tracer tratando de ayudarla.-
Aunque
esto fue contraproducente en realidad, dado que Susan no tuvo más remedio que
reconocer.
-Me dijo que, en caso de tenerlo fuera
de la base, le parecía muy bien. Pero que no intimara con otros oficiales.
-O sea, que le recordó las ordenanzas.- Suspiró
Enset, levantando los brazos hacia el techo.- ¿Y qué se supone que he de hacer?
¿Acusarle de querer hacer observar el reglamento entre sus subordinados?
-Por supuesto que no, señor.- Musitó una
abatida Susan.-
-En fin. Estén vigilantes pero les
ordeno que no comenten esto con nadie. ¿Está claro? - Les inquirió el
comandante.-
- Sí señor. A la orden.- Repusieron
ambos sin ningún entusiasmo.-
-Ahora denme su informe sobre lo
sucedido en esa cafetería.- Les pidió volviendo a sentarse.-
Los
dos le contaron someramente lo ocurrido, remitiéndole al mayor Derail. Él fue
el protagonista, según le indicaron. Enset asintió.
-Muy bien, eso es todo. Pueden
retirarse. – Repuso el comandante.-
-Con su permiso, señor. Quizás sería
aconsejable trasladar a esa oficial a mi escuadrilla.- Se atrevió a proponer
Tracer, sin querer dejar aquel otro tema antes de marcharse.-
-¿Bajo qué justificación?- Espetó su
superior.-
Otra
vez los dos oficiales se vieron obligados a callar. Tras unos instantes de
incómodo silencio, Tracer repuso.
-Quizás, si planteásemos una reestructuración
de personal. Aprovechando precisamente los informes de Shulth. Si tan mala es
esa alférez para él, se alegrará cuando se la quitemos de encima.
Ante
eso, su superior pareció plantearse la cuestión con gesto reflexivo. Rick llegó
incluso a añadir, animado ante el efecto de sus palabras.
-La teniente Gray es mi segunda al
mando. ¿Por qué no crear un grupo varitech integrado solamente por mujeres? Eliminaríamos
cualquier suspicacia al respecto de posibles agresiones sexuales y sería un
paso en pro de la política de igualdad. Podría usted trasladar a la teniente
Hunter y a su subalterna la alférez… ¿Aguirre, verdad?- Le consultó a su
subordinada quien rápidamente asintió.-
Y
tras un momento, en el que Enset estaba dándole vueltas a esa sugerencia, el
comandante suspiró para declarar.
-Usted lo ve muy fácil, mayor. No es tan
sencillo. Cada escuadrilla tiene su correspondiente dotación. No se pueden
andar moviendo como si tal cosa a tantos pilotos. ¿Y traer aquí a una oficial
cuyo rendimiento está puesto en entredicho? La suya es la escuadrilla número
uno. La que debe intervenir en primer lugar. Si esa alférez no es apta para la
número dos, no veo cómo podría trasladarla a un puesto operativo donde se
requiera incluso mayor preparación. Y en cuanto a la teniente Hunter, Shulth me
ha comentado que precisamente usted se encarga del adiestramiento de los
alféreces novatos.- Remachó dirigiéndose ahora a una cabizbaja Susan.-
-Señor, se lo pido por favor.- Se
atrevió a decir su subalterna.- Es por el bien de esa muchacha.
-Si esa joven precisa ser relevada completamente
del servicio para reciba terapia hasta que mejore su estado, tienen mi
permiso.- Afirmó el comandante.-
Susan
ardía de indignación. No había esperado algo así. Apenas si pudo contenerse
pese a que el apurado Tracer trataba de hacerla callar sujetándola de una manga
del uniforme.
-De modo que una oficial denuncia a un
mando por violación y es ella quien debe ser apartada del servicio. ¡Así jamás
podremos integrarnos en el ejército!- Espetó ella.- Me parece injusto y machista,
quiero protestar…
-¡Ya es suficiente, teniente!- La cortó
un indignado Enset.- Esa es mi decisión.
-Hablaré con la comandante Simmons.-
Replicó ella sin arredrarse usando un tinte de inconfundible amenaza.- Incluso
con el contralmirante si es preciso, señor.
-¡Le ordeno que guarde silencio!-
Estalló el comandante dando un puñetazo sobre la mesa para ya más calmado,
agregar, eso sí tras dedicar una severa mirada a la joven.- Voy a pasar por
alto su insubordinación. Y lo haré únicamente por los servicios que usted
prestó en el pasado. Pero no vuelva a tentar su suerte.
A
pesar de todo la chica iba a responder, cuando Tracer la sujetó con más fuerza
de una mano. Eso hizo que ella le mirase atónita.
-Es suficiente, teniente. Déjelo ya. Por
favor.- Le pidió el apurado joven.- El comandante ha recibido nuestro informe,
seguro que actúa como debe.
-Sí, señor.- Masculló ella tragándose su
rabia con gran esfuerzo.-
-Mayor, no necesito que justifique usted
mis decisiones. – Replicó Enset quien por otra parte añadió ya con un tono más
conciliador.- Pero le agradezco que confíe en mí. Retírese y llévese a la
teniente de aquí. Antes de que diga algo que ya no pueda pasar por alto.
- A sus órdenes.- Saludó Rick tras
cuadrarse, después se dirigió a Susan en tono de mando.- Teniente, firme, media
vuelta… ¡ar!...en marcha.
Ella
tuvo que obedecer pese a que le hervía la sangre. Salió primero a gran
velocidad y Rick fue detrás. Apenas hubieron avanzado unos metros alejándose
del despacho, él la dio alcance teniendo que esforzarse por acelerar dado que
la joven iba a paso ligero.
-.Ya basta, Susan.- Le pidió.- ¡Detente!
-Muchas gracias.- Replicó desabridamente
ella con marcado sarcasmo además.-
-¿Es que te has vuelto loca?- Le acusó
Tracer ahora con visible preocupación.- ¿Cómo se te ha ocurrido hablarle así al
comandante?
-Porque es una injusticia, señor.-
Replicó la chica con patente indignación.-
-Sí, bueno, lo es. Pero no podemos ir
por ahí acusando a nadie sin pruebas. Eso también sería injusto. Y tenemos que
rendirnos a la evidencia.- Argumentó él.- Enset es un hombre justo. Y es un
buen oficial. Ha analizado las cosas con objetividad.
-Eso es fácil de decir. ¡No es a él a
quien han violado!- Exclamó la muchacha.-
Rick
suspiró mirando hacia el techo para armarse de paciencia. Al fin posó ambas
manos sobre los hombros de su subalterna y dijo con tono que trataba de ser conciliador.
-Mira Susan. Eres una estupenda oficial
y una magnífica piloto. Siempre he estado encantado de servir contigo. Tienes
mucho futuro. Pero ahora no estás siendo objetiva. Nos basamos en lo que esa
muchacha nos ha contado. Y el comandante ha recibido un informe profesional de
un oficial cualificado. – Y viendo el gesto de indignación de su contertulia,
enseguida agregó con un tinte más conciliador.- No digo que no sea cierto lo
que Walsh nos ha contado. No obstante, con la legalidad en la mano, no tenemos
nada. Al menos hasta que le realicen un examen médico.
-¿Y entonces qué?- Quiso saber ella.-
-Entonces, si el presunto violador ha
dejado restos de ADN, podremos acusarle. – Le respondió pacientemente Tracer.-
Hasta ese momento tenemos que ser muy precavidos. Imagina que Shulth fuese inocente. Ni siquiera la
alférez Walsh pudo afirmar sin dejar lugar a la duda que hubiera sido él.
¿Quieres un consejo de guerra por acusar falsamente a un oficial superior de
tal cosa? Tu carrera se habría terminado al instante.
-Hay cosas mucho más importantes que la
carrera, y pensaba que usted creía eso también.- Musitó la joven con tono entre
molesto y decepcionado.-
-¡Pues claro que las hay!- Se apresuró a
contestar él.- Y os apoyaré en esto, y en todo lo que sea necesario. Siempre y
cuando hagamos las cosas bien. ¿Cómo se te ha ocurrido amenazar al comandante
con pasar por encima de la cadena de mando? Da gracias a que no te ha mandado
arrestar. ¿Es que crees que Hazzar hubiera actuado de otra forma?
La
interpelada movía la cabeza contrariada, sin embargo, tenía que reconocer que
en eso, su superior llevaba toda la razón. Al fin fue capaz de replicar con
pesar.
-Le prometí a esa chica que la ayudaría.
Pensará que la he mentido y que la he abandonado a su suerte.
-No lo has hecho, ninguno vamos a
hacerlo. Te has portado como una buena oficial al mando. Has dado la cara por
tu subordinada. Pero ahora mismo no puedes hacer más. Únicamente te pido que
uses la cabeza. Sé que es difícil. Yo no suelo hacerlo a menudo. Pregúntale a
Pennie.- Sonrió ahora él tratando de desdramatizar aquello.-
Susan
quiso sonreír, pero no podía, apenas sí pudo musitar.
-Me pregunto qué harían el mayor O´
Brian y el teniente Malden en nuestro lugar.
-Pues enfadarse y seguir el libro.-
Repuso rápidamente Rick.- Y si tuvieran el más mínimo indicio, no sé si le
romperían la cara al tipo. Pero lo que sí sé es que antes procederían de la
mejor manera. Sabes de lo que son capaces. Y pese a ello, y a las injusticias
que sufrieron, se mantuvieron siempre dentro de la disciplina militar. Anda, ve
a descansar. Te prometo que estaré pendiente.
Eso
era rigurosamente cierto. La propia Susan fue testigo de esa especie de juicio
tan humillante como basando en infundios al que ambos se vieron sometidos. Y
pese a todo supieron mantener la compostura y al disciplina militar,
permitiendo que el propio sistema les exculpase.
-Tiene usted razón. Gracias.- Dijo ella
con mucha mejor disposición ahora.- Lo haré, señor. Disculpe mis malos modos.
-No hay nada que disculpar. Te entiendo
y te prometo que no pararé hasta llegar al fondo de este asunto y descubrir la
verdad.- Afirmó su interlocutor.-
Susan
se cuadró y tras saludar se alejó. Tracer se quedó viéndola marchar y resopló.
¡Menuda papeleta! De veras que comprendía a esa chica. Aunque era todavía
demasiado joven e impulsiva.
-Y para colmo, mi cita con Pennie a
hacer gárgaras.- Pensó antes de marcharse a su vez.- Bueno, la avisaré por si
pudiéramos vernos aunque solo fuera un poco.
A
su vez Susan iba cabizbaja pese a todo. El mayor Jensen tenía razón sí, pero.
¿Cómo explicarles eso a Walsh y a Aguirre? Las dos pensarían que las había
vendido. O por lo menos, que no había cumplido su palabra. Caminaba con esos
sombríos pensamientos cuando se cruzó con la teniente Gray.
-¡Vaya, teniente Hunter! - La saludó
ésta con tono jovial.- ¿Cómo usted por aquí?
Susan
se cuadró saludando a su superior con seriedad, ésta por el contrario parecía
estar de un talante animado cuando añadió divertida.
-No se preocupe. No soy la que pregunta
direcciones. Soy la de verdad.
Su
contertulia no alteró su expresión preocupada. Jane se percató de ello y ya más
seria le preguntó.
-¿Se encuentra bien?
-Señora.- Repuso Hunter tras tomarse
unos instantes.- ¿Podría ayudarme? ¿Por favor?
-¿Ayudarla?- Repitió su superiora- ¿A
qué?
-Verá, se supone que no puedo hablar de
ello. Desobedecería una orden directa.- Repuso Susan que discurrió con
celeridad para añadir con tono algo enigmático.- Pero le puedo pedir que me
acompañe a mi habitación para que hable usted con alguien que no ha recibido
esa orden.
-No entiendo nada.- Contestó la atónita
oficial.- ¿Esto no será una broma, verdad?
-¡Por favor!, le aseguro que es algo muy
serio.- Insistió su contertulia.-
-Muy bien, voy con usted.- Convino
Jane.-
Y
ambas mujeres se alejaron por el pasillo en dirección al piso de Hunter. En
otra parte de la gran nave, el mayor Derail llegó a su apartamento. Allí se
puso a buscar su visor. Aquel aparato con tecnología saiyajin que podría ser
determinante para localizar a aquel escurridizo invasor infiltrado. Quería
entregárselo a la doctora Prentis cuanto antes.
-Lo tenía aquí.- Se dijo mirando dentro
de un armario de su habitación.-
Tras
rebuscar algo en efecto lo encontró debajo de unas sábanas. Aquella especie de
monóculo de tono azulado, que estaba unido a ese soporte para sujetarlo a la
sien izquierda. Casi era una reliquia de los tiempos en los que los guerreros
del espacio no eran capaces de precisar la fuerza de sus enemigos. Su padre Blintz
le contó además que, ese en particular, era un trofeo de guerra arrebatado al
enemigo. Era un orgullo pues que se lo hubiera regalado cuando Kiros fue capaz
de convertirse en super saiyajin por vez primera.
-Ojalá que puedan adaptarlo. Podría
encontrar a ese infiltrado enseguida.- Pensaba.-
Ya
tenía aquel aparato cuando su compañero de piso llegó. Pero no traía ese
semblante risueño habitual. Más bien parecía preocupado. De hecho, apenas le
hizo un gesto de saludo y se fue a su
habitación. Kiros simplemente se encogió de hombros. Supuso que el mayor Jensen
tendría sus propios asuntos de los que ocuparse. Y los saiyajin no se metían en
temas ajenos salvo que se les invitase a ello. Al menos eso es lo que sus
padres y sus tíos le habían inculcado. De modo que se marchó llevando guardado
el visor en una caja. No tardó en llegar al laboratorio del doctor Adams. Junto
a él y como habían convenido de antemano estaban Scott, y la doctora Prentis.
-Aquí lo tienen.- Les comentó
depositando el aparato sobre una mesa del laboratorio, una vez lo sacó de la
caja.-
-Gracias. Nos pondremos enseguida con
ello.- Aseguró el doctor.-
Entre
él y Scott se apresuraron a darle un vistazo. Kiros les indicó como se encendía
y el resto fue cosa de esos ingenieros informáticos tan hábiles. Curiosamente,
Melissa no acudió enseguida a ver de cerca aquel dispositivo. Más bien hizo un
aparte con el oficial y le comentó en voz baja.
-Unas amigas me han enviado un mensaje.
Quisieran invitarle a cenar.
-¿A cenar?- Se sorprendió el joven,
declarando sin tapujos.- Se lo agradezco pero no es necesario. Tengo comida
suficiente en la cantina.
Le
sorprendió ver a la doctora Prentis reírse, y bastante además. La mujer movió
la cabeza balanceando su cabello rojo y le comentó divertida
-Es una invitación porque quieren
conocerle mejor. Mi colega, la doctora Chang, su amiga la enfermera Kendall y
la señorita Keiko Tomoe.- Le refirió remarcando el nombre de ésta última.-
Y
es que, una media hora atrás, Melissa había salido del laboratorio de las Fairy
Five encaminándose hacia el del doctor Adams cuando le llegó un mensaje de Mei
Ling. En él le pedía que, de ver al mayor Derail, le invitara de parte de
ellas. Se alegró mucho al ser informada de que Keiko parecía estar muy
interesada por ese joven. Le vendría muy bien para olvidarse de lo que le
confesó haría unos días. Así le contó, aun risueña, al oficial.
-Como no tienen su número me pidieron a
mí que le contactara. Saben que usted pasa por éste laboratorio a menudo.
-Curioso, no creo haberlo comentado.-
Afirmó el saiyajin.-
-Todo se sabe en una nave tan pequeña.-
Pudo replicar diplomáticamente la doctora.-
Lo
que no le iba a decir era que ella misma se lo contó a las chicas cuando
estaban reunidas en la cafetería de Ginger y tocaba momento de chismes. Hizo
alusión a que el mayor frecuentaba el laboratorio porque entrenaba cerca. De
todos modos el oficial no preguntó. Simplemente asintió.
-Sería mañana a las ocho de la tarde en
el restaurante que hay cerca del paseo central.- Le especificó Melissa.-
-¿Usted vendrá?- Quiso saber el chico.-
-No, tengo otros planes.- Se sonrió ella
sin querer mirarle directamente ahora.-
-Espero que disfrute de su tiempo de ocio,
doctora. Bien, dígales que allí estaré.- Respondió él.-
Su
interlocutora asintió uniéndose al momento a sus colegas en la tarea de
analizar ese dispositivo. Kiros les dejó enfrascados en eso y retornó a su
apartamento. El caso es que no tenía experiencia en ese tipo de reuniones
socializadoras de los humanos. Para empezar. ¿Tendría que ir vestido con
uniforme? Recordó un episodio de su niñez. Un día, tras una sesión de duro
entrenamiento, su tía Seira le había contado a él y a sus primos que, la
primera ocasión en la que fue a la Tierra, tuvo que cambiarse con extraños
ropajes.
-Las costumbres de los humanos son
bastante extrañas en ocasiones.- Declaró la guerrera.-
-Pero madre.- Intervino Aiona, entonces
una jovencita de unos trece años.- ¿Es cierto que le dan más importancia a la
apariencia física y al ornamento que a la fuerza real?
-Bueno.- Meditó la interpelada.- En el
caso de las hembras humanas la apariencia es fundamental. Ellas son bastante
débiles comparadas con nosotras. Al menos la mayoría. No es la fuerza física lo
que predomina en el ánimo de los varones de su especie cuando las eligen como
parejas sino solamente el atractivo.
-¿Y ellas?- Quiso saber un atónito Doran
que debería tener por entonces once años.- ¿Acaso no quieren al macho más
fuerte?
-En cierto modo, sí.- Pudo añadir su
madre.- Aunque a veces no físicamente hablando.
-No lo entiendo.- Terció el propio Kiros
que andaría por los doce años.- ¿Para qué querrían los hombres terrestres a una
mujer débil?
-La fuerza para los humanos no se mide
solamente en resistencia o poder físicos.- Le explicó Seira.- Al principio,
tampoco yo lo entendía. Luego fui comprobando el porqué.
-Cualquiera de nosotros podría vencer ya
a cualquier humano.- Afirmó Aiona con satisfacción.- Para mí no tienen ningún
interés.
-Claro.- Aseveró su hermano.- Tendremos
que buscar a los más poderosos de entre los nuestros. Y ya somos saiyajin
de élite. Incluso eso será difícil.
-Así es. Y cuando crezcamos casi nadie
podrá vencernos.- Afirmó un orgulloso Kiros.-
No
obstante, su normalmente adusta entrenadora sonrió moviendo ligeramente la
cabeza.
-Todavía os queda mucho para eso. Y
nunca deis nada por sentado.- Les aconsejó.- ¿Quién sabe? Hasta podríais
enamoraros de un humano o una humana si algún día convivís con ellos.
-¿Qué es enamorarse, madre?- Quiso saber
Doran.-
-Una cosa que a los humanos se les da
bastante bien.- Replicó Seira divertida, cruzándose de brazos.- Y que muchas veces les confiere un poder
tremendo.
-¿Hay que entrenar mucho para lograrlo?-
Se interesó Aiona.-
-No.- Negó su madre, relatando.- En
ocasiones surge y ya está. Incluso llegan a llamarlo mal de amores.
Los
críos se miraron atónitos. Ninguno lo entendía. Fue Kiros quien se aventuró con
una explicación.
-Quizás les suceda como a nuestro gran
ancestro. Cuando se llenó de ira pudo convertirse en el guerrero Legendario.
-O podría ser una enfermedad. Eso
también le sucedió a un mítico remoto antepasado de nuestro pueblo.- Añadió
Aiona con algo de preocupación.-
-¡Puede que sea algo similar! - Se rio
Seira.- Sí, he visto pelearse a muchos de ellos y luego aseguran amarse. No
pueden evitarlo.
-Entonces si pelean eso es bueno. Es
como nuestras tradiciones saiyajin.- Afirmó Aiona con gesto aliviado.-
-No del todo. Es algo complicado.
-Suspiró la madre de esa niña al rememorar con tinte reflexivo.- Como la reina Meioh me dijo una vez. No puedes
controlarlo, él te controla a ti. Si lo sientes, lo sabes aunque a veces no
quieras admitirlo. Si no te es correspondido sufres, pero no puedes librarte de
él. Y si te corresponden eres realmente feliz. Pero hay una línea muy fina que
lo separa del odio.
Los
niños se miraron atónitos. Pensaban que el odio solamente se reservaba a los
enemigos de su pueblo o a los traidores que fueran poderosos. Así, al hilo de
esos razonamientos, Doran opinó.
-Suena peligroso. Como las técnicas
superiores de combate. Hay que controlarlas bien o puedes salir dañado.
-Sí, es verdad. O como una enfermedad.-
Agregó Kiros elucubrando.- Puede que haya un antídoto.
-Si lo hay, desde luego que ellos no lo
conocen.- Declaró Seira que parecía divertida oyendo semejantes teorías.-
-Pues espero no enfermar hasta que
nuestros sabios den con la cura.- Comentó su propio hijo con expresión
preocupada.-
Para
sorpresa de los niños la normalmente seria guardiana personal de la reina se
rio. Hasta le pasó la mano por el pelo a Doran de forma algo ruda pero jovial
al mismo tiempo. De ese modo dio por terminado aquel pequeño debate.
-Vamos, id a lavaros y poneos
presentables para la cena.- Les ordenó recobrando su temple habitual.-
-¡Siii! - Corearon todos.-
Y
es que, como saiyajin que se preciasen, tenían ya mucha hambre. Tras ese duro
entrenamiento en el que, como de costumbre, su adiestradora había exigido lo
mejor de ellos. Kiros sonreía nostálgicamente ahora al recordar eso. ¡Pensar
que su primo Doran había enfermado gravemente de esa dolencia! Y hasta Aiona
estaba que no se separaba de Bralen. En lo que a sí mismo se refería estaba
desde luego muy confuso cada vez que se encontraba con esa chica de pelo rojizo
y mirada turbadora. No desprendía fuerza de combate pero, pese a todo, era
incapaz de resistirse a sus ojos grises que ocasionalmente se tornaban lavanda,
o al menos eso le parecía.
-Puede que reuniéndome con ella de nuevo
saque conclusiones.- Se dijo.-
Llegó
a su piso una vez más. Allí seguía su compañero. Pero no estaba solo. Tracer
había llamado a Penélope y ella acudió a verle. Por el tono del chico algo le
pasaba. Poco antes de llegar el saiyajin, él le contaba.
-Estoy muy preocupado. Como ya te dije,
ha sucedido algo muy serio, Pennie. Pero desgraciadamente no puedo decírtelo.
Estoy bajo órdenes de no hablar.
-Está bien, lo entiendo.- Asintió ella.-
¿Y qué quieres que haga yo?
-Bueno, sencillamente estar conmigo. Dar
una vuelta y escuchar mis tonterías.- Sonrió débilmente él.-
La
chica se dio cuenta del estado de su novio. Realmente algo serio le preocupaba
y mucho. Esbozó una sonrisa animosa y asintió.
-¿Te apetece ir a la cafetería de Ginger
y Clarisa? Siempre podrás endulzar lo que
sea que tengas.
-Sí, es buena idea.- Convino él.-
Justo
en ese momento llegó Kiros. El mayor se alegró de ver allí a su compañero.
Estaba junto a esa mujer con la que se relacionaba. Mejor así. Quizás ella
pudiera aconsejarle. Fue precisamente Penélope quien le saludó al verle.
-Buenas tardes, mayor.
-Buenas tardes.- Repuso amablemente él,
para agregar con cierto tono de inseguridad.- Quizás ustedes podrían ayudarme.
-¿Ayudarte? ¿A ti?- Se sorprendió Tracer,
recobrando por unos instantes su típica jovialidad al remachar.- Tiene que ser
muy fuerte, conmigo no cuentes.
-No, no se trata de ningún combate.-
Repuso el saiyajin mientras Penélope sonreía moviendo la cabeza en dirección a
su novio.-
-Usted dirá.- Le sonrió ahora la doctora
Winters.-
El
muchacho pasó a expresar sin rodeos aquello que le preocupaba para concluir.
-¿Cómo debo presentarme a ese
requerimiento?
-¡Pues primero haz testamento!- Se rio
Tracer.-
Kiros
no llegaba a comprender esas bromas humanas o lo que fuera. Si la memoria no le
fallaba, eso de hacer testamento significaba para los humanos estar en un trance
próximo a su muerte. Y no creía estar en
peligro por el hecho de acudir a cenar. Salvo, claro está, que la comida
estuviera envenenada. ¿Y por qué iban a quererle envenenar esas chicas? No era
su enemigo, sino su aliado. Así lo hizo constar, logrando para su sorpresa que
tanto la doctora Winters como su compañero se rieran sin parar.
-¡Regla número uno para convivir con
este tonto de Rick! - Pudo decir Penélope en cuanto dominó sus carcajadas.- No
hacer caso de casi nada de lo que le diga.
-¿Y cómo sabré cuando hacerle caso?-
Inquirió el atónito guerrero del espacio.-
-Ya irá aprendiendo.- Sonrió la joven,
quien fue ya directa al grano.- Verá. Es una cita amistosa. Quieren conocerle
mejor. Eso es importante para nosotros. ¿Para ustedes no?
-En mi pueblo no hacemos las cosas de
esa manera. Las amistades suelen forjarse en la camaradería de los combates y
los entrenamientos.- Comentó el chico.-
Él
sabía que la doctora Winters estaba al corriente de su identidad. Sin ir más
lejos su compañero de piso le había comentado que ella conoció al príncipe
Leval. Ahora comenzaba a cuestionar si eso habría sido cierto o se limitaba a
ser una de esas “bromas” del mayor Jensen. Por fortuna resultó ser verdad.
Penélope le aconsejó.
-No vaya de uniforme. Lleve ropa normal.
-¿Ropa normal?- Repitió el joven.-
-¡No se te ocurra ponerte tu armadura,
ni esas cosas!- Terció un ahora divertido Tracer.-
A
decir verdad le vino muy bien aquel interludio para poder animarse un poco. Era
curioso y hasta muy cómico ver a un tipo tan poderoso sentirse tan perdido en
una cosa tan trivial. Desde luego que si fuera un día normal ya le estaría
torpedeando a bromas y chascarrillos. Sin embargo, dadas las circunstancias, le
echaría una mano sin más.
-Lo que Rick quiere decir es que debe
vestirse como cualquier humano corriente.- Le explicó Penélope.-
-Únicamente dispongo de mis uniformes y
de ropa de entrenamiento.- Les confesó Kiros.-
-Entonces lo veo complicado. Te dejaría
algo mío pero tienes al menos una talla más que yo, por lo ancho.- Afirmó
Tracer.-
Aunque
Penélope se sonrió divertida. Enseguida le cuchicheó algo al oído a su pareja,
él sonrió a su vez. Finalmente fue la
doctora quién le anunció al perplejo saiyajin.
-Entonces vamos de compras.
-¿De compras?- Repitió el cada vez más
desconcertado joven.-
-Amigo, eso sí que es grave. ¡De compras
con una mujer! ¡Créeme, preferirías enfrentarte contra cualquier villano
cósmico ante que eso! - Rio Rick.-
-No seas tonto, deja de tomarle el
pelo.- Le pidió Penélope a su novio.- Solo tiene que comprarse algo de ropa
adecuada para mañana. Eso es todo.
-No parece difícil.- Convino el
aludido.-
-Tú nunca has ido de compras con una
chica, ¿a qué no?- Terció el inefable Tracer a su típico estilo jocoso.-
Eso
le valió ganarse un capón de su novia ante la perpleja mirada del saiyajin.
-¡Vale ya de tus tontos comentarios
machistas!- le regañó Penélope.-
Y tras frotarse un
poco la cabeza para aliviarse el coscorrón, Tracer decidió callarse un rato. Al
fin salieron los tres, rumbo a las tiendas de moda que había en la ciudad.
Desgraciadamente Susan y Jane se encaminaban hacia algo mucho menos agradable.
Cuando llegaron al apartamento de Hunter, ésta abrió la puerta. Allí seguían
Olivia y Celia. Ahora la joven rubia parecía encontrarse un poco mejor.
-Hemos cenado algo de sopa.- Les informó
Olivia tras saludar a sus superioras.-
-Descanse alférez, ahora no estamos aquí
en calidad de oficiales, sino de mujeres.- Le dijo Jane.- Hablemos como tales.
Celia
le dedicó una curiosa e inquieta mirada. Susan enseguida se ocupó de
tranquilizarla.
-La teniente Gray está aquí para
ayudarnos. Esto es algo que no vamos a permitir que afrontes sola, Celia.
-¿Qué ha pasado? ¿Pudieron informar al
comandante Enset?- Quiso saber enseguida la afectada.-
Pero
al ver el gesto ensombrecido de la teniente Hunter y como ésta eludía su mirada
se temió lo peor. Desgraciadamente sus augurios se vieron prontamente
confirmados por las palabras de ésta.
-Lo lamento. Fui junto con el mayor
Jensen, pero el comandante nos pidió pruebas.
-¿Pruebas? – Gimió la chica entre
incrédula e indignada.- ¿Qué quería, una película?
-No Celia, escucha por favor.- Intervino
Jane.- Susan me lo ha contado todo. Y
estoy de tu parte. ¡Por supuesto que sí! Pero si ni tan siquiera puedes afirmar
sin sombra de duda que viste a tu agresor, no podemos hacer nada.
-¡Fue él! ¡Estoy segura de que fue él!-
Estalló la muchacha.-
-Pero si le denuncias te harán jurar que
fue él.- Objetó Susan, tratando de añadir con el mayor tono conciliador que
pudo.- No dudamos de tu palabra. Pero la ley exige un reconocimiento positivo.
Y si no pudiste verle…
-¡Le oí hablar! Aunque la voz estuviera
distorsionada.- Sollozó la chica.- Maldita sea, ¿por qué no me creen?
La
teniente Gray miró con preocupación a Susan llevándose una mano a la frente.
¡Encima eso! Ni tan siquiera podía argumentar con certeza que era la voz del
mayor Shulth. De todos modos ella, mejor que nadie, podía comprender el estado
de ánimo de esa pobre chica. Pero su deber era decirle las cosas tal y como
eran acorde con el reglamento.
-Escucha… Celia.- Le pidió con tono
amable.- Tú podrás testificar lo que quieras. Pero si nos llaman a nosotras o a
cualquiera que haya escuchado tu versión no podremos mentir. Ni la teniente
Hunter, ni la alférez Aguirre, ni el mayor Jensen, ni yo. Tendríamos que
declarar exactamente lo que nos has dicho. Que ni viste a tu agresor, ni
tampoco pudiste identificar de modo afirmativo su voz. Que todo se basa en
evidencias circunstanciales.
-Y hay algo más.- Musitó Susan de modo
sombrío, para sentenciar.- El propio comandante Enset estuvo con Shulth durante
ese periodo de tiempo en el que sitúas la agresión.
-No fue una agresión, señora. – Escupió
Celia con rabia.- ¡Me violaron! ¿Entiende?
Jane
asintió despacio. No sabía qué más podría decirle a esa desquiciada muchacha.
Podía comprenderla mejor de lo que nadie en esa estancia pudiera imaginar. Sin
embargo, por esa misma razón sabía perfectamente que no tenían nada. A menos
que…
-¿Te has lavado, duchado o algo por el
estilo?
-¿Qué?- Pudo inquirir a su vez la
víctima mirándola con estupor.-
-Las víctimas de agresiones sexuales
tienden a hacerlo para tratar de quitarse esa especie de mancha.- Le explicó
Susan.-
-Ella no se ha duchado, desde que la
encontré al menos.- Intervino al fin una también consternada Olivia.-
-Ha hecho bien. Si queremos tener alguna
prueba tendrás que someterte a una exploración clínica.- Comentó Jane con algo
más de esperanza.- Podrían encontrar restos del ADN de tu agresor.
-Eso mismo me sugirió el mayor Jensen.-
Comentó Susan recordándolo ahora.-
-Como si no hubiera sido ya bastante.-
Suspiró la joven afectada, tratando de calmarse.-
-Entendemos que sea muy duro para ti.
Pero es la única manera de conseguir que se haga justicia.- Trató de
persuadirla Susan.-
Tras
unos momentos de denso silencio la muchacha finalmente asintió. Fue Jane la que
tomó entonces la palabra con determinación.
-Vayamos de inmediato. Cuanto antes se
haga, mejor. Menos peligro de perder evidencias.
Celia
se levantó trabajosamente. La ayudaron a vestirse con su uniforme. Quizás
también hubiera algún resto del agresor en él.
-¿A dónde vamos?- Quiso saber la
teniente Hunter.-
-Tenemos médicos militares.- Comentó
Jane.-
- No quiero que me vea ningún hombre. Y
menos los de la base. Podrían estar confabulados con él.- Pudo decir la víctima
con voz temblorosa y llena de vergüenza y temor.-
-Está bien. Conozco a alguien.- Comentó
Susan.- Y te aseguro que podremos confiar en él.
-¿En él? ¡He dicho que no quiero que
ningún hombre me vea! - Exclamó Celia.-
-Es mi novio, el doctor Ginga. Te
prometo que, si hay alguna evidencia que demuestre quien te ha hecho esto, él
la encontrará. Debes confiar en mí…te lo ruego.- Le pidió Susan a la reacia
chica.-
-Está bien.- Suspiró ésta.- Confío en
usted, señora.
Y
las cuatro se pusieron en camino. Susan envió un mensaje a Giaal a su teléfono.
Le pedía que, por favor, las recibiera en la consulta. El chico no estaba ese
día de servicio. Tuvo que pedir permiso a Lester, aunque sin exponer el motivo
aludiendo a la confidencialidad con su paciente. El veterano doctor accedió.
-Está bien. Si le requieren
particularmente a usted no tengo ningún problema. Pero deberá redactar un
informe.
-Sí, doctor. Lo haré.- Le aseguró el
chico.-
Tanto
Marek como James escucharon con curiosidad. Ambos estaban ocupándose de cosas
menores y yendo y viniendo por el dispensario.
-Mira, ha venido el doctor Ginga.- Le
comentó él a su compañera.-
-Sí. Y no se ha traído a su mascota, ¡la
Kendall! - Rio ésta.-
Aunque
tras sonreír a su vez, James no pudo evitar la curiosidad y le preguntó a su
compañera.
-Oye, vale que te caiga mal esa
presuntuosa. Pero es que creo que lo llevas demasiado lejos.
-Tengo mis motivos.- Replicó la
interpelada con tono enigmático y lleno de malestar.-
-Bueno, tú sabrás.- Repuso despreocupadamente
el chico alejándose para ir a atender a un paciente.-
¡Y
vaya si los tenía!, pensaba Erika. Tarde o temprano esa zorra se las pagaría.
Pero aún no. Todavía era pronto. Y estaba buscando alguna manera particularmente
dulce de tomarse su venganza. Por ahora se conformaría con tratar de hacerle la
vida imposible a esa perra. Dejó aquello de lado hasta que, al rato, cuatro
mujeres de uniforme militar llegaron. Eso le extrañó. No solían pasarse por
allí. Aquel centro de atención médica era civil. Observó desde la distancia como dos de ellas, una rubia
alta, y otra morena de pelo hasta el cuello, entraban en el despacho del doctor
Ginga. Las otras, una mujer morena de pelo largo y otra de cabello castaño,
algo más baja, se quedaron en la puerta como si estuvieran montando guardia.
-Mi teniente. ¿Cree usted que podrán
encontrar algo?- Oyó preguntar a la del pelo castaño y acento hispano.-
-Así lo espero, alférez.- Replicó la
morena.-
-La pobrecilla no levantará cabeza
después de esto.- Suspiró Olivia.- Ya estaba siendo acosada antes, ¡pero, que
te violen!- Exclamó casi sin poderlo evitar -¡Debe ser terrible!
Su
superiora le dedicó una reprobatoria mirada, la propia Olivia se tapó la boca
con una mano. Aquello se le había escapado. Las dos miraron en derredor. Erika
entonces se ocultó tras un biombo de la habitación de al lado. ¡De modo que era
eso! Un test de violación. ¡Vaya! Eso era realmente interesante aunque penoso
para esa pobre chica con la que se solidarizaba. De todas formas no era asunto
suyo. Prosiguió con su ronda para comprobar las existencias del botiquín. Ya
estaba deseando terminar su turno.
-Que no vuelva a suceder.- Amonestó Jane
a su subalterna.- Esto es confidencial. ¡Menos mal que no había nadie cerca!
-Lo siento mucho.- Se apresuró a
disculparse Olivia.-
-Está bien. Ha sido un día muy largo.
Estamos cansadas y nerviosas. Lo entiendo. Pero tenga cuidado.
-Sí, señora. Lo tendré. - Aseguró la
mejicana.-
Jane
suspiró, pensando con pesar.
-Sí, es terrible, no lo sabes tú bien…y
es aún peor cuando te prestas a ello. Al menos, a esta pobre muchacha nadie
podrá acusarla de haberlo permitido voluntariamente. Pero hare cuanto esté en
mi mano para que le hagan justicia. Quizás sea una manera también de hacérmela
a mí misma.
Así
meditaba cuando finalmente tanto Celia como Susan salieron. El doctor Ginga las
acompañó hasta la salida del dispensario. Afirmando con amabilidad y tacto.
-Cuando tenga alguna cosa les informaré.
Todo será confidencial. Debo redactar un informe pero dejaré el nombre de la
paciente y la causa del chequeo en blanco. O mejor aún, lo definiré como una
molestia sin especificar.
- Gracias, doctor.- Susurró una ya
agotada Celia.-
La
verdad es que estando allí y pese a lo embarazoso de su situación, ese tipo no
le dio ningún resquemor. Al contrario. Esa profunda mirada suya bastó para
calmarla en gran medida. Además, la presencia de la teniente Hunter a su lado
animándola, le sirvió de mucho.
-Anda, vamos a casa.- Le dijo amablemente
Susan.-
Dejó
un momento a Celia al cargo de Olivia y de Jane para hacer un aparte con Giaal.
-Muchas gracias. Te lo compensaré.- Le
aseguró.-
-No tienes porqué. Es mi deber.- Repuso
el muchacho quien afablemente añadió.- Ve a descansar. Mañana ya nos veremos.
Espero que tendré algo.
-Y no has podido.- Susurró Susan.- Quiero
decir. Con esas percepciones tuyas…
-Sé lo que estás insinuando. Y te diré
que he sentido en esa chica mucho miedo, rabia y vergüenza. Ella desde luego
cree a pies juntillas lo que le ha pasado y está segura de quién es el
culpable. Aunque eso es lo que hay en su mente, por desgracia no puedo saber si
es verdad.- Replicó él en voz baja también.-
La
joven asintió, agradeciendo a su novio aquella información. Luego le dejó para
reunirse con sus compañeras, de este modo las cuatro se fueron. Por precaución
y miedo por el estado de Walsh y lo que pudiera hacer, la teniente Hunter y la
alférez Aguirre, le ofrecieron pasar la noche con ellas. Celia compartió cuarto
con la mejicana. Al fin pudo darse un baño y relajarse un poco. Por su parte,
Susan se fue a la cama con muchos sentimientos encontrados de incertidumbre e
indignación hacia el sistema, agradecimiento hacia su novio y temor por su
subordinada.
-No sé qué más puedo hacer. Me siento
frustrada.- Se decía.-
Recordaba
aquellos años de su adolescencia, cuando tuvo que proteger a su hermana
Deborah. Debbie nunca negó lo que era y lo que sentía y, por supuesto, no
faltaron las chismosas y los matones que la acosaban y la insultaban. Aunque
delante de ella no fueran tan osados.
-Mi hermana siempre puso una especie de
muro entre ella y todo eso y se fue aislando de la mayoría de la gente. Pero yo
no soy capaz de hacerlo.- Pensaba.-
Ella
en cambio llegó hasta a dar algunos buenos puñetazos a según qué idiota que fue
demasiado lejos. Una vez, siendo ya
quinceañera, su hermana, que apenas si tenía trece años la sorprendió. Tras uno
de esos incidentes con un estúpido del curso de Susan que la llamó boyera. Por
supuesto, ese tipo se llevó un buen puñetazo.
-¡Tienes suerte de ser una chica! ¡Sino
te partiría la cara!- Le espetó el tipo aquel a Susan, en tanto se tapaba su
sangrante nariz.-
-¡Puedes intentarlo cuando quieras!- Le
desafió ella que ya había estado tomando lecciones de defensa personal pensando
en su sueño de hacerse piloto militar.-
El
resto de sus compañeros, atraídos por aquello, se fueron dispersando. Susan se
dirigió a su hermana con tinte más animoso y calmado.
-Ese no te vuelve a insultar.- Le
aseguró.-
Aunque la mano de Debbie
la asió de un brazo. La muchacha con tono tímido y apenado, le susurró.
-Sue, déjalo estar. Por favor. No quiero
que te busques problemas por mi causa.
-Eres mi hermana pequeña. No permitiré
que nadie te haga daño o que te falte al respeto.- Afirmó ella.-
Empero,
su interlocutora movió la cabeza y le comentó.
-A mí no me importa. Y sé defenderme
sola. Pero tú podrías meterte en un lío. Si te denuncia y te abren un expediente
no te aceptarían en la Academia esa a la que quieres ir…
Eso
hizo que un escalofrío recorriera su espalda. Era verdad. ¡Si ese tipo la
denunciaba podrían hasta detenerla y tendría antecedentes por agresión!
Entonces podría despedirse de su sueño.
-Es que no puedo soportar las
injusticias, Debbie. Y menos contra nosotras, las chicas.
-Pues hazte una militar de esas, con
muchas medallas, y lucha por defendernos a todas.- Sonrió levemente su
contertulia.- Mientras tanto, creo que podré manejar a una pandilla de bobos.
Susan
sonrió, sintiéndose mejor. Tuvo suerte en esa ocasión, no hubo denuncia y su
expediente no fue manchado. Quizás ese gallito no quiso pasar vergüenza admitiendo
que ese golpe se lo había dado una chica. Ahora que rememoraba eso, suspiró
diciéndose con una nostálgica admonición.
-Sigo siendo tan alocada como cuando era
una cría. Pero ya no puedo permitirme el comportarme así. ¡Ojalá que todo pueda
resolverse legalmente y la pobre Celia obtenga justicia!
Y con ese deseo, al
poco pudo al fin dormir. Jane asimismo fue a su piso. Ella vivía sola. También
tuvo problemas en conciliar el sueño. Dudaba en si debía o no poner al
corriente a la comandante Simmons de esto. Su misión allí tenía mucho que ver
con todo aquello. Pero no podía arriesgarse sin estar por completo segura. Esperaba
que consultándolo con la almohada le viniera la respuesta.
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