viernes, 23 de diciembre de 2016

GWDN 15 Estalla la tormenta


Tras recibir el informe de su recién llegado subalterno, el contralmirante Hazzar repasaba una y otra vez aquel condenado mapa. Hasta ahora al menos, las indicaciones más allá de Bios habían sido exactas. Las estrellas coincidían aunque los planetas que buscaban aún no habían sido detectados. Sobre todo uno en particular.  Y según ese pueblo, los Bureds, aquel mundo no estaría lejos.



-Lo tenemos a nuestro alcance.- Pensaba el contralmirante.- Aunque no quiero dejarme llevar por el exceso de optimismo. Hay muchos peligros todavía y debemos estar preparados para lo que puede aguardarnos.



Por ello necesitaban todo el tiempo del que pudieran disponer para estar en condiciones de afrontar esos retos que les esperaban. Así las cosas, quiso informarse con más detalle.



-Capitán.- Le dijo al reincorporado  Harris, uno de sus más altos oficiales en el puente.- ¿Cómo van los preparativos?

-Según lo previsto, señor.- Le informó aquel.- Cuando llegue el momento estaremos listos para entrar en acción.

-¿De cuántos varitech disponemos?- Inquirió el contralmirante.-

-De unos doscientos cincuenta listos para la acción, señor. - Fue la respuesta.-

-No creo que sean suficientes.- Valoró Hazzar llevándose una mano a la barbilla.-

-Otros cincuenta aproximadamente están en fase de puesta a punto y reparación. La escuadrilla verde al completo. Y los cuarenta y dos de la púrpura se encuentran en fase de prueba. - Le comentó su interlocutor.-

- En tal caso, por ahora nos bastan para defendernos si lo necesitásemos.- Observó Hazzar.-

-Así es, señor.- Pero si deseamos tomar la iniciativa, hemos de emplear todos los recursos a nuestro alcance. Sería darles un golpe mortal. Aunque nos hará falta más tiempo. - Comentó su subordinado.-



            El contralmirante guardó unos instantes de reflexivo silencio sopesando esas palabras, hasta que finalmente sentenció.



-Tiempo es algo de lo que no disponemos en demasía. -Aunque tras decir eso, agregó con un tinte más resignado.- Muy bien. Vea usted que se acelere en lo posible. Según estas cartas de navegación deberíamos estar a tan solo un par de semanas de nuestro objetivo. Pero si se han adelantado hasta aquí, no nos tomarán por sorpresa. Esta vez se invertirán las tornas.- Declaró su superior remachando con una mayor dosis de amabilidad.- Y bienvenido de vuelta. Le echábamos de menos. Por cierto, le han dejado como nuevo. El servicio médico es realmente excelente.



            Y así parecía, el oficial estaba realmente en muy buenas condiciones y no mostraba marcas de ninguna herida o quemadura.



-A la orden y gracias señor.- Saludó el capitán.-



            Con el permiso del contralmirante abandonó el puente de mando. Tenía que dar el aviso, la cosa era inminente. Aunque estuvieran lejos aún para contactar. Sacó un teléfono portátil y marcó.



-Sí, soy yo. Id apresurando las cosas. El contralmirante me ha pedido informes. Muy bien. Desatad la tormenta. Esa es la clave…



            En otra parte de la SSP-2, en un pequeño apartamento, la luz entraba a raudales por la ventana. Esa iluminación basada en el espectro de la radiación solar otorgaba al interior de la nave una apariencia de día terrestre de gran exactitud. Maggie abrió los ojos con dificultad. Ahora esa misma luz los hería. Se incorporó despacio. No había sido un sueño. Allí estaba, desnuda y acostada junto a Keiko. La muchacha dormía, sin ropa a su vez. La enfermera sonrió. La besó tiernamente en un hombro y pudo apartar una sábana para taparla.



-No sé lo que he hecho.- Se dijo, meditando convencida.- Pero no lamento el haberlo hecho. Nunca podría lamentarlo.



            Y es que recordaba muy bien la noche de pasión que disfrutaron. Con sus cuerpos unidos y estremeciéndose ante las caricias y los besos que se prodigaron. La joven Keiko demostró ser una alumna aplicada. Todavía le quedaba mucho por aprender pero ya habría tiempo. ¿Quién sabe? Sin embargo, ahora la losa de la culpabilidad caía sobre Maggie. Ella tenía pareja. Y además sabía lo que Mei Ling estaba arriesgando por permanecer juntas. Aunque ayer la muchacha prefiriese ir con aquel oficial para mantener la comedia ante el pesado de su primo. Desde luego que aquel mayor Derail era un buen hombre. ¡Pobre tipo! Aunque, pese a todo, Maggie hubiera pagado por la ocasión de que él pudiera haber visto a esa modosita pelirroja y a ella misma haciendo el amor de semejante forma. Aquello alegró de nuevo a la joven de largo cabello castaño ahora suelto. ¡Esa chica era suya!



-Pero esta vez es distinto.- Suspiró mientras la observaba dormir.- No quiero dejarte. No es una aventura…no para mí. Porque estoy enamorada de ti. Ahora estoy segura. He vuelto a sentir lo mismo que aquellas veces…



            Y se reafirmaba en sus sentimientos contemplando como el pecho de la muchacha subía y bajaba lentamente al respirar, la enfermera acarició con suavidad ese pelo pelirrojo. Luego deslizó su mano por esa piel blanca y tersa. Entonces vio el reloj y musitó entre divertida y algo apurada por su amante.



-¡La pobre va a llegar tarde!, no me cabe duda…



            Se levantó buscando algo que ponerse. Lo encontró y sonrió. Había entrado en la cocina y allí lo encontró, un delantal. Así vestida decidió prepararle algo a su anfitriona. No en vano la cocina no se le daba mal. Otro punto a su favor para una relación de mayor calado. De modo que, animada por ese pensamiento, se puso manos a la obra. Casi había concluido aquello cuando el teléfono sonó. Era el de la casa de esa chica. Por supuesto no sería ella quien lo fuera a atender. Decidió salir de la cocina rumbo al cuarto. Al poco Keiko se despertó. De mala gana volvía a la realidad. Soñó algo que ya no recordaba.



-¡Oh Dios! ¿Qué hora es?

-Más de las diez.- Le informó alegremente la voz de aquella enfermera.-



            La llamada terminó tras varios tonos. Keiko ni se preocupó de contestar. Solamente tenía ojos para Maggie, de hecho, se quedó boquiabierta al verla. Esa chica le sonrió jovial, llevaba puesto un delantal como única prenda y añadió con evidente buen humor.



-Buenos días. El desayuno estará listo enseguida.

-Pero, ya es muy tarde…tengo que trabajar. ¡Dios mío! Penélope me va a matar.- Adujo con creciente preocupación aquella joven pelirroja ahora totalmente despeinada.-

-Llámala y dile que no te encuentras bien. Lo entenderá. Yo misma puedo pedirle al doctor Ginga que te firme una baja esta tarde.- Le propuso Maggie que agregó con tono meloso e incitador.- Y así podríamos quedarnos aquí hasta entonces, las dos juntas…



            Sin embargo, no esperaba la respuesta que su fogosa amante de ayer le dio. La chica corrió a levantarse y movió la cabeza, declarando apurada y más que eso, visiblemente avergonzada puesto que incluso se tapaba los senos con una mano y su pubis con la otra.



-Esto ha sido un terrible error. Casi ni recuerdo lo que pasó ayer. Pero, las dos, aquí… ¡desnudas!

-No debes asustarte. Por favor…le pidió su interlocutora con tono conciliador.- No fue ningún error. Las dos quisimos que pasara y pasó.

-Yo no me acuerdo de haber querido nada. Había bebido demasiado y no me sentía bien. - Alegó la muchacha en tanto se levantaba rumbo al cuarto de baño añadiendo con un tono que translucía reprobación.- Y tú… te aprovechaste de eso

           



            Ahora Maggie estaba desconcertada. Incluso asustada. Ella no lo había visto así. Se apresuró a justificarse.



-Las dos bebimos, sí. Pero te juro que no te obligué a nada. Fue algo natural entre las dos. Keiko, yo te quiero. No sé cómo ha sucedido, pero…¡me he enamorado de ti! – Le confesó tratando de tomar una mano de la chica.- Y sé que tú también sientes algo por mí.



            Sin embargo, ésta se resistió apartándola. Y miró a su contertulia con una mezcla de consternación, vergüenza y malestar, musitando.



-Vete, por favor…



            Tras aquellas palabras que quedaron retumbando en la cabeza de Maggie, ésta al fin reaccionó. Apenas pudo asentir, sintiéndose realmente hundida por ese rechazo. Pero quizás era comprensible. Aquella jovencita era totalmente inexperta y pudiera ser que ahora atravesara esa inicial etapa de negación de su sexualidad. Si todo iba bien se debatiría durante un tiempo hasta aceptarlo. Ahora debía darle espacio. No quería arruinar esa oportunidad. Y ella misma también necesitaba tiempo para sincerarse con Mei Ling. No deseaba engañarla de esa manera. De modo que apenas musitó.



-Como tú quieras…



            Su interlocutora no respondió, se metió en el cuarto de baño y al momento la enfermera escuchó el correr del agua de la ducha. Maggie se vistió y salió de allí. Eso sí, tras dejar hecho el desayuno y escribir una nota. Al cabo de unos quince minutos, mojada y cubierta por una toalla para el cuerpo  a la par que llevando otra enroscada en la cabeza, la chica salió. La casa estaba desierta. En cuanto pudo se vistió. Ni ella misma sabía qué había pasado. Lo cierto es que no estaba segura de nada. Por lo poco que podía recordar sí que se acostó con Maggie. Y disfrutó, sí. Gozó como nunca en su vida. Aunque, en honor a la verdad, no había tenido relaciones sexuales hasta la fecha. Esa había sido su primera vez. Jamás salió en serio con chicos. No es que no le gustasen, pero estando enamorada de Mimí no podía ir con nadie más. Y si a veces quedó con algún muchacho a fin de salir con su amiga de la infancia y el novio de ésta como una cita doble, para ella aquello siempre fue una tortura. Apenas prestaba atención al joven que le acompañase ocasionalmente. Solo tenía ojos para la otra pareja. Y más cuando les veía besarse. Algunos de sus pretendientes se daban cuenta y se molestaban, como era normal. Otros, realmente apurados, fingían que no lo veían. Y algunos incluso ni se enteraban. Lo cierto es que le dio igual. Ahora no sabía si tras beber algunas copas de más habría cedido, no ante esa pobre chica, sino ante el pensamiento de Mimí. Pudiera ser que, mientras hizo el amor con Maggie, en su mente lo estuviera haciendo con su amiga de toda la vida. Y eso la horrorizaba. No quería seguir así. Deseaba liberarse de aquello. La enfermera tenía parte de razón. A Keiko le atraía esa clase de mujer. Era guapa, inteligente, decidida y una buena amante. Pero es que también sentía algo cuando veía a ese apuesto oficial. Y hasta que no aclarase del todo su sentimiento de zozobra no quería decantarse.  Así pensaba en tanto se vestía con ropa más cómoda para el trabajo, dejando su bonito vestido verde pistacho colgado en el armario. Entró en la cocina entonces para al menos beber un poco de zumo y mordisquear una galleta. Entonces vio aquel desayuno sobre la mesa. Las tostadas, los huevos fritos con algo de jamón y la mermelada, un café recién hecho y algo de zumo de naranja. Y, junto a todo ello, un pequeño vaso con algunas de las flores que ella tenía en casa allí metidas y un pequeño papel reposando contra él. Tenía algo escrito con lumiboli. Lo tomó en una mano y leyó.



Lo siento, Keiko. Nunca quise que esto te resultase embarazoso. Soy una persona muy directa cuando quiero a alguien. ¡Y a ti te quiero! Pero también sé esperar. No deseo forzarte ni que te sientas agobiada por mi causa. Estaré ahí, para cuando tomes una decisión, para lo bueno o para lo malo. Y la aceptaré. Pese a todo, no me arrepiento. La noche que pasamos juntas ha sido para mí una de las mejores de mi vida. Y no solamente por el sexo. Ahora sé que hay más, mucho más. Un beso, mi amor.



Maggie





            Terminó de leer aquel mensaje con el corazón latiendo con desenfreno. Lo guardó en uno de sus bolsillos casi sin darse cuenta. Ahora no podía pensar ni analizar nada. Simplemente tenía prisa. Picó algo de ese desayuno apenándole el tener que dejarlo ahí prácticamente intacto. Después, a toda velocidad se marchó al trabajo. Consultó el móvil por el camino y tenía al menos cuatro llamadas perdidas de su jefa.



-¡Me va a matar, desde luego! - Se decía con intranquilidad creciente en tanto llegaba al laboratorio.-



            Las demás estaban hacía ya mucho rato entregadas a sus labores rutinarias. Penélope miraba preocupada su teléfono. Keiko no respondía. Caroline trabajaba junto con Melissa ocupándose de parte de las obligaciones de su ausente compañera. Y en cuanto a Mei Ling, allí estaba, como si la cena de la noche anterior no hubiera tenido lugar. La científica había llegado puntual como de costumbre.



-¿Qué tal ayer?- Quiso saber Melissa.-

-Lo pasamos muy bien.- Respondió su interlocutora.- Fue una velada muy divertida.

-Por lo que parece, algunas la disfrutaron más que otras.- Comentó Penélope a modo de reproche en tanto pasaba por allí.-

-Si es por Keiko, no te preocupes. Haré lo que tenga asignado.- Afirmó la doctora Prentis.-



            Su jefa se detuvo y la miró con una expresión desaprobatoria para responder.



-Mei Ling fue con ella y aquí está. A su hora. A mí no me importa lo que cada una haga en su tiempo libre o con quién esté. Pero luego quiero que se cumpla en el trabajo.

-Tienes razón.- Admitió Melissa, tratando pese a todo de mediar por su amiga ausente.- Pero Keiko es muy joven, y quizás…bueno. Puede que ella y ese apuesto oficial.



            Penélope abrió la boca ahora con gesto atónito. Bien pudiera ser. En ese caso no podría censurárselo. ¡Pero no! Ella también estuvo con Rick y pasaron una noche realmente animada. Aun así, fue la primera en llegar a su trabajo. Empero, tanto ella como Melissa quedaron perplejas cuando la propia Mei Ling movió la cabeza y les desveló.



-Dudo mucho que ese atractivo mayor tenga nada que ver. ¡De hecho, me acompañó a mí!

-¿A ti?- Corearon ambas sin poder creerlo.-

-Sí- sonrió la oriental restándole importancia para revelar.- A decir verdad, la pobre Keiko bebió alguna copa de más y no parecía encontrarse muy bien. Le pedí a mi amiga Maggie que la acompañara a su casa. Como es enfermera supuse que, en caso de que nuestra joven colega tuviera algún problema, podría atenderla como es debido.

-¡Anda ya!- Se rio Caroline que había estado escuchando sin perder palabra.- Lo que tú querías era ligarte a ese buen mozo. Y no me extraña. ¡Joer cómo está el chico! ¡Lástima que ya estoy casada! Ja, ja



            Ahora se rieron todas al mismo tiempo. Y entre las carcajadas Mei Ling se sentía aliviada. Su secreto estaba a salvo. Ahora sus compañeras la imaginaban tras ese tipo. Y su mismo primo la vio con él. Por lo menos, Zhao podría pensar que no volvía por estar enamorada de un hombre. ¡Y vaya hombre! Además de un portento físico era superior en rango a su irritante familiar. La muchacha volvió a sus reflexiones de la noche anterior. Si por algo se caracterizaba su primo era por ser fiel observador de las tradiciones y la jerarquía. No se atrevería a asediar al mayor Kiros con preguntas. Entre  tanto, ella y Maggie podrían seguir su relación sin ser molestadas. Y ahora que lo pensaba. Esperaba que su novia no hubiese tenido problemas con Keiko.



-Es una chica muy guapa, conociendo a Maggie estaría más que dispuesta a… Pero con mi colega no tiene posibilidades.



            Pensaba en eso también con tranquilidad. Su pareja siempre presumía de esa especie de “lesboradar” que tenía, como ella lo llamaba. Según la enfermera podía distinguir a una lesbiana a kilómetros. Y solamente con mirar a una chica saber si tenía posibilidades. Desde luego que, con Mei Ling misma funcionó. No obstante, nunca se refirió a Keiko de ese modo. Y a Mei Ling le bastaba con ver cómo se ruborizaba la pelirroja en presencia de ese hombretón como para estar más que tranquila a ese respecto.



-Pobre Maggie. Habrá tenido que soportar la borrachera de nuestra amiga diciéndole lo guapo que es el mayor, ¡ja, ja! Casi la compadezco por ello.



            Y eso pensaba cuando la puerta del laboratorio se abrió. Una apuradísima Keiko entró disculpándose por doquier.



-¡Lo siento, lo siento mucho!…Penélope, chicas…me dormí.



            La jefa adoptó ahora un gesto contrariado, lejos de las risas de hacía un momento. No en vano debía hacerse respetar y le dijo con tono severo y cortante como en sus tiempos de antaño.



-Muy bien. No hay ningún problema. Hoy te quedarás tres horas más.. Y la próxima vez te lo descontaré de la paga.

-Sí, lo lamento mucho, de veras.- Insistió la jovencita.- Te aseguro que no volverá a ocurrir.

-Eso espero.- Sentenció Penélope alejándose rumbo a la otra parte del laboratorio.-



            Las demás se mantuvieron en un respetuoso silencio hasta que su jefa se marchó. Entonces Caroline se ocupó de romperlo con un jocoso comentario.



-Por una juerga como la de anoche vale la pena una pequeña bronca. No te preocupes, encanto. En el fondo Penélope no está tan enfadada. ¡Aunque la próxima vez llévate al catre a ese tío bueno! Por eso sí que merecería la pena quedarse una semana sin suelo, ¡Ja, ja, ja!



            Si la cara de Keiko hubiera sido un semáforo todo el tráfico de la nave se hubiera detenido en ese momento. Incluso Mei Ling y Melissa miraban hacia otro lado apuradas.



-Será mejor que sigamos con el trabajo.- Terció la doctora Prentis, llevándose consigo a la todavía azorada chica.-



            Entre tanto, en la base, la teniente Gray seguía con sus pesquisas. Se había jurado reunir pruebas para condenar a ese malnacido. O, en su defecto, hallar al auténtico culpable. Tendría que investigar para saber qué oficiales habrían estado por esa zona en el momento de los hechos. Ciertamente ¡Era como buscar una aguja en un pajar! Pero ni podía, ni quería desanimarse. Hablaría con la comandante Simmons cuando tuviese evidencias. Caminaba con todo eso en mente cuando descubrió a ese rubio teniente que iba de paisano, junto a otro oficial, aquel amigo de su superior, el mayor Tracer.



-Quizás sea alguno de estos. No sé nada respecto de ellos. Están destinados aquí y uno es mayor. Quizás la alférez Walsh pudo ver algo, una parte del uniforme y entonces dio por sentado que habría sido Shulth.



            La joven conjeturaba sobre aquello cuando algo le mostró a las claras que sería mejor buscar a otros sospechosos. Seguía a esos dos oficiales por un largo y desierto pasillo. Ambos avanzaban algunos metros por delante, ajenos a su presencia. Entonces se detuvieron, parecían conversar sobre algo, el rubio más bajo se rio y el mayor entonces le sujetó de los lados de los brazos y se inclinó. Pasó a sostenerle la cara con una mano y le dio un apasionado beso en los labios que el otro chico correspondió. Jane no sabía dónde meterse.



-Vale, creo que me he precipitado con las conclusiones.- Pensó realmente envarada.-



            Debió suponerlo. Cuando el mayor Jensen la presentó a esos dos tipos, ellos ni se inmutaron. Modestia aparte Jane era una mujer muy guapa, con esos grandes ojos azules y esa larga cabellera morena como armas, además de su sonrisa, y no digamos su cuerpo escultural, era capaz de conquistar a quien fuera. A su pesar supo bien hasta dónde llegaba a levantar pasiones entre los hombres. Sobre todo entre los oficiales superiores. Pero esos dos la habían mirado como quien observase una pared o un poste. Amén de las jocosas indirectas que su superior les había dedicado. No, decididamente ninguno habría violado a Walsh, porque, para empezar, no les debían de gustar las mujeres. Así que discretamente se giró, dándose así la media vuelta para dejar algo de intimidad a esos individuos.



-Tendré que buscar en otra parte.- Pensó alejándose a paso rápido.- Quizás el doctor Ginga tenga algunos resultados de los análisis de la alférez Walsh.



            Por su parte, Kiros se levantó como un día normal. Estaba listo para volver al servicio. Lo hizo yendo a entrenar. En virtud de su especial relación con las fuerzas terrestres tenía ese privilegio. Solamente debía intervenir cuando era llamado. Ahora pensaba. Lo cierto es que se movía dentro de la cámara hiperbárica sin demasiada soltura. Cuando quiso darse cuenta se detuvo. El aparato apenas si estaba a diez veces la gravedad normal y a él le debían de parecer cien. Quizás fuera por la cena de ayer y lo tarde que se fue a dormir. No obstante, no se sentía cansado. Al menos no físicamente. Ahora solo le daba vueltas a la cabeza.



-¿Qué me está pasando? ¿Será esto uno de los síntomas del amor humano?



            Decidió dejarlo por el momento. No tenía demasiadas ganas de entrenar. Y eso, siendo un saiyajin, era algo preocupante. Pudiera ser que ese “ amor” debilitase la fisonomía de alguien de su raza. Pero se suponía que tenía que ser al revés. Estaba totalmente desconcertado.



-¿Qué harían mi madre o la tía Seira en una situación así?- Se preguntó.-



            Curiosamente recordó una lección que no le fue impartida por ninguna de ellas. Aquello, desde luego, quedó grabado en su mente. Su maestro en esa ocasión se trató nada más y nada menos que del propio rey Lornd. Su Majestad iba a veces a supervisar el entrenamiento de muchos de los jóvenes saiyajin. A veces hasta les concedía el honor de participar brevemente. Era con mucho el guerrero más poderoso que Kiros había visto en su vida. Alto, de pelo y ojos castaños y semblante rudo en apariencia. Allí estaba, puesto que tras el adiestramiento gustaba de sentarse a charlar un poco con sus jóvenes súbditos. En cierta ocasión tras entrenar, el motivo de la conversación se dirigió hacia los límites de un guerrero. Y una vez más, el amor salió a relucir. Incluso por parte de aquel increíble luchador.



-Majestad.- Le preguntó uno de los chicos.- ¿Acaso los guerreros del espacio tenemos límites?

-Todos los seres vivos los tenemos.- Le respondió Lornd.- Ya sea por nuestro físico o nuestra mente.

-Sin embargo, nuestros gloriosos ancestros superaban los suyos una y otra vez.- Intervino una muchacha.-



            El soberano calló durante unos instantes. Después, tras haber meditado una respuesta, explicó.



-Quizás lo más correcto sería decir que no habían alcanzado sus verdaderos límites todavía. Y les costó muchísimo progresar, dado que cuando más poderoso te vuelves, más complicado es avanzar.

- Si me dais permiso para preguntaros, Majestad.- Intervino entonces Kiros con prevención, puesto que el dirigirse en persona a su rey no sucedía todos los días.- ¿Cómo podríamos superarnos para ser mejores aun cuando nuestras fuerzas estén al límite?



            Lornd sopesó esa cuestión. Al cabo de unos segundos asintió para declarar.



-Buena pregunta. Verás, eso es muy difícil  pero los saiyajin tenemos el “zen kai power”. Nos permite volvernos mucho más fuertes cuando estamos en un trance próximo a la muerte. Sin embargo, no siempre hace falta que nos veamos en esa situación nosotros mismos. Si peligrase alguien o algo que amamos, eso nos haría más fuertes.

-¿Es ese el famoso poder del amor del que la reina habla, mi señor?- Inquirió Doran.-

-En parte, sí.- Repuso el soberano que añadió a modo de cita.- Como decían nuestros ancestros, el poder viene de la necesidad, no del mero deseo de adquirirlo. Y cuando sentimos que tenemos que superarnos para vencer a un enemigo que puede destruirnos o dañar a nuestros seres queridos, no lo dudéis. Eso os dará fuerzas más allá de cualquier otra consideración.

-¡Podemos pensar entonces en eso y elevar así nuestro poder!- Terció Aiona con visible entusiasmo.-



            Lornd sonrió, era como si se percatase de que esa joven hubiera creído descubrir el secreto y que deseara poner en práctica aquello ya mismo. Por ello contestó con afabilidad e incluso un toque paternal.



-¡Ojalá fuera algo tan sencillo! No digo que no pueda hacerse, pero sí que es muy complicado. Debes estar con una enorme motivación y visualizar eso de forma clara en la mente. O ayudarte de estímulos externos incluso. Aun así, es una empresa realmente difícil.

-¿Por eso a veces se usan canciones como himnos de batalla? - Quiso saber Kiros.-

-Así es.- Concedió el rey.- Porque nos recuerdan por lo que luchamos, quienes somos, nuestro orgullo como pueblo y el deber que nos impulsa. Pero, sobre todo, nos hacen pensar en lo que queremos preservar y en lo que realmente amamos.

-No obstante, padre, hay algunos que aseguran que esos sentimientos de amor son una debilidad.- Rebatió el príncipe Bralen.-



Era muy parecido a su progenitor, aunque con el pelo más corto y estaba sentado al lado del soberano. Al escucharle Lornd ensombreció un poco su rostro, aquello parecía traerle dolorosos recuerdos. Aunque enseguida se sobrepuso y respondió.



-Lo que hay que hacer entonces, es tornar en fuerza la debilidad. Por eso el amor es un arma tan poderosa y temible. Depende de cómo elijamos emplearlo. Si luchamos temiendo perder lo que nos es querido, sin duda seremos vencidos pues el miedo y la duda nos debilitarán. Pero si nos enfrentamos al enemigo para proteger a nuestros seres amados, nunca seremos tan poderosos como en ese momento.

-No logro entender la diferencia, padre. Ambos casos son lo mismo.- Intervino a su vez la princesa Seren, una altísima y esbelta joven de cabellos castaños y ojos bermellón.-

-No, no lo son en absoluto.- Rebatió su contertulio.-

-No veo cómo pueda ser eso. No soy capaz de comprender a qué te refieres. - Insistió la muchacha.-



            En esta ocasión el monarca sonrió para asentir aseverando con rotundidad.



-Algún día lo harás. Todos vosotros seréis capaces de entenderlo…



            Y ahora Kiros creyó haber sido capaz de hacerlo. Meditando sobre esas palabras tuvo una idea. Se hizo con un teléfono y lo conectó a la web de la nave. Keiko había dicho durante la cena que grabó algunas nuevas canciones. Y el saiyajin dedujo que, si pensar en ella de un modo en particular le había descentrado, pudiera ser que si lo hacía de otra forma eso le brindase más fuerzas. De modo que, como prueba, logró al fin encontrar en la base de datos algunos de esos temas. Aplicando el optimismo vio el título de una canción muy apropiada que esa joven había cantado. Sin pensárselo dos veces volvió a ingresar en la cámara hiperbárica y ajustó la presión a más de veinte ges. Programándola para que fuera subiendo paulatinamente.



-O tengo razón o quedaré chafado.- Se dijo para no darse alternativa.-



            Y comenzó la música. La voz de Keiko inundó el interior de esa cámara en tanto el guerrero se movía lanzando patadas y puñetazos, ejecutando movimientos cada vez más rápidos y potentes.



Convéncete y no creas

Que hay malas noticias en todas partes
Tómate tu tiempo y mira alrededor
Porque hay algo en el aire


Hay un sentimiento que está ganando terreno

Y todo el mundo puede compartir
No pierdas tu oportunidad
Toma tu postura
Y solo estate seguro de donde estás


A una fuerza de veinticinco ges, Kiros podía volar y maniobrar con gran celeridad. Apenas sentía la fatiga mientras oía esa voz maravillosa e imaginaba a esa chica cantándole a él esa tonada.


Está en tus manos ahora

Cambiar tu fortuna
Dar forma a tu futuro
Estar orgulloso de ti mismo
¡Recuerda, las cosas solo pueden mejorar!

Si tú crees dentro de tu corazón
Que nadie es de segunda clase
Cada día es un nuevo comienzo
Que el pasado es pasado…



Cuarenta ges de fuerza y el saiyajin era capaz de lanzarse bolas de energía que él mismo rechazaba y después anulaba con otras. La explosión quedaba cuidadosamente calculada para no dañar la cámara. Ahora se permitía el lujo de dar volteretas sobre sí mismo desplazándose a una velocidad vertiginosa.


Y si tus sueños no han ido a ninguna parte
No renuncies a la lucha
Ven conmigo y verás
Que todo luce distinto en la luz de la mañana…


Está en tus manos ahora

Cambiar tu fortuna
Dar forma a tu futuro
Estar orgulloso de ti mismo
¡Recuerda, las cosas solo pueden mejorar!…


            Cincuenta ges de presión. Turno de pasar al primer nivel de súper guerrero. Apareciendo y desapareciendo tan rápido que era imposible seguirle con la vista. Ejecutando abdominales y fondos con gran precisión y velocidad.


Si tú sientes que no puedes ir o
Estás perdido y solo y sientes mucho miedo
¡Recuerda, las cosas solo pueden mejorar!


            A más de setenta ges, Kiros había sobrepasado su límite anterior. Incluso llegó a transformarse en segundo nivel de súper saiyajin. Lanzándose más bolas de energía que era capaz incluso de destruir con sus propias manos sin sufrir el menor daño. Y únicamente tenía que imaginar a Keiko allí, cantando aquello y sonriéndole para darle ánimos.



Está en tus manos ahora

Cambiar tu fortuna
Dar forma a tu futuro
Estar orgulloso de ti mismo
¡Recuerda, las cosas solo pueden mejorar!


-¡Sí!- Exclamó elevando su poder, con evidente júbilo.- ¡Funciona!



Está en tus manos ahora

Cambiar tu fortuna
Dar forma a tu futuro
Estar orgulloso de ti mismo
¡Recuerda, las cosas solo pueden mejorar!



            Así era, el saiyajin había sobrepasado su anterior marca con gran facilidad y casi le daba la impresión de que podría seguir aumentando su poder de forma indefinida. Aunque su cuerpo enseguida le devolvió a la realidad, comenzando a acusar la fatiga de aquel durísimo entrenamiento.



Si tú sientes que no puedes ir o
Estás perdido y solo y sientes mucho miedo
¡Recuerda, las cosas solo pueden mejorar!


Está en tus manos ahora

Cambiar tu fortuna
Dar forma a tu futuro
Estar orgulloso de ti mismo
Recuerda, las cosas solo pueden mejorar…

Si tú sientes que no puedes ir o
Estás perdido y solo y sientes mucho miedo
Recuerda, las cosas solo pueden mejoraaarrrr


Si tú sientes que no puedes ir o
Estás perdido y solo y sientes mucho miedo
Recuerda, las cosas solo pueden mejorar


(Things can only get better. Kylie Minogue. Credit to the artist)


            Y se dio cuenta entonces del pleno sentido de las palabras de su rey. Hasta ese instante siempre había luchado por su honor, su familia o su planeta. Pero con el temor a perderlos…no sencillamente por amarlos. Al fin, extenuado, detuvo la cámara y desconectó la gravedad.



-Eso es.- Pudo musitar entre jadeos, al tiempo que luchaba por recobrar la respiración.- Este es el camino del amor…podré volverme muchísimo más fuerte si lo empleo con sabiduría. A eso debían de referirse la reina Meioh y el rey Lornd.



Era un camino desde luego agotador, aunque tras ese enorme esfuerzo le fue fácil recobrarse empleando una de las alubias que guardaba. Ya listo decidió pasar por la ducha. En tanto el agua le caía por la cabeza derramándose por su cabello y hombros volvió a centrarse en otro asunto que le preocupaba, la presencia de ese infiltrado a bordo.



-Iré a ver si el doctor Adams, la doctora Prentis  y Scott han hecho progresos con el visor.- Se dijo.-



            Y puso rumbo hacia el laboratorio de cibertecnología. Por otra parte, las horas transcurrieron sin novedades dignas de mención. Ya siendo por la tarde, Maggie acudió a su turno. Allí pasó un rato tranquilo. Ésta vez el doctor Ginga no estaba. Era su día libre. Le tocó junto al doctor Benson. Ese tipo parecía ser agradable y de trato fácil. Aunque no demasiado hablador. Tampoco había demasiados pacientes. La muchacha podía dedicarse a pensar.



-¿Cómo se lo diré a Mei Ling?- Se preguntaba no sin creciente desasosiego.- No quiero herirla. Pero no tengo otra opción.



            Ahora, tras esa pasión desenfrenada llegaba el momento de pisar nuevamente la tierra. Pudiera ser que Keiko le demandase paciencia y saber aguardar. Sin embargo, no podía hacer eso de espaldas a su novia. No sería decente comportarse de ese modo con ella.



-Ya aprendí esa lección de una manera muy amarga.- Meditó.-



            Benson estaba a pocos metros, le sonó el teléfono y contestó. Tras colgar la sacó de esas reflexiones, comentándole.



-Señorita Kendall. Me han llamado por una urgencia. Tengo que ausentarme durante un rato.

-No se preocupe doctor, todo está muy tranquilo.- Aseguró ella.-



            De este modo el facultativo se marchó. La chica siguió entonces ensimismada en sus disquisiciones cuando por fin tuvo algo de trabajo. Dos personas entraron en el consultorio. Una niña de alrededor de ocho años lloraba. Tenía un corte en la mano. Y bajo su otro brazo llevaba una muñeca. Su apurada madre, que debería contar con treinta y tantos años y al igual que su hija era morena de cabello corto y ojos azules, le iba diciendo.



-Aguanta un poquito cariño, que ahora te van a curar.



            Maggie salió enseguida del despacho en el que estaba para interesarse amablemente por el estado de la pequeña.



-¿Qué te ha pasado?

-A ver, Nelly, cuéntaselo a la señorita.- Le sonrió animosamente  la madre.-

-Me he cortado…con un cuchillo, cuando pelaba una manzana.- Pudo decir la cría entre balbuceos.-

-Tranquila, enseguida te lo curamos.- Le sonrió tiernamente la enfermera.-



            Lo primero fue traer desinfectante y lavar y tratar la herida. Pese a que escocía y a la pobre niña se le saltaban las lágrimas, trató de aguantar y no llorar más.



-Eres muy valiente.- La alabó Maggie.-



            Luego tocó poner un par de puntos. La pequeña aguantó bien una vez más.



-Así me gusta, cariño.- Comentó su madre con aprobación.-

-Sí, no es fácil quedarse tan quietecita.- Valoró Maggie.- Lo estás haciendo muy bien.

-Mi hija quiere ser enfermera, igual que usted.- Le contó esa mujer quien dijo llamarse Aurora cuando rellenó el parte de incidencias médico.-

-¡Vaya!- se sonrió la profesional adornando su tono con una algo exagerada exclamación.- ¡Una futura colega!

-Quiero aprender a curar a la gente.- Declaró la cría tiñendo de resolución su vocecilla infantil.-

-Eso está muy bien.- Comentó Maggie.-

-¡Si hasta practica vendando a su muñeca!- Se rio Aurora.-



            La niña se puso colorada esbozando una encantadora sonrisita. Maggie acarició una de sus mejillas con ternura. Casi que se recordaba a sí misma a esa edad. Aunque por aquel entonces ella quiso ser bailarina. En cualquier caso, era refrescante poder olvidar por un momento sus propias tribulaciones a la vista de esa carita tan ilusionada. Sobre todo cuando le dijo a esa pequeña con afectuoso tono.



-Por ser tan buena y tan valiente, pásate por aquí cuando quieras y te enseñaré algunas cosas para ser enfermera.



            La niña abrió la boca con patente contento. Fue su madre quién le preguntó.



-¿Qué se dice, cielo?

-¡Muchas gracias!- Exclamó la cría.-



            Así, tras dejar como nueva a la pequeña, tanto ésta como su progenitora se despidieron de Maggie. La enfermera sonrió. Era bonito ver a alguien tan inocente.



-Hace mucho que no estoy acostumbrada a tratar con un alma tan cándida.- Se dijo.-



            Pero no tardó en recordar a Keiko, a su manera, esa chica era así también. Quizás fuera eso lo que hizo que Maggie se enamorase de ella.



-Tiene una luz interior, y es capaz de iluminarme con ella. Y lo necesito.- Pensó alegrando su semblante con una sonrisa.-



Empero, ya casi acabando el turno, tuvo que volver a tensar el gesto. Llegaba esa estúpida de Marek. Aunque para su sorpresa no lo hacía sola. Alguien la acompañaba.



-¡Mei Ling!- Musitó atónita.-



            Desde luego que no la esperaba. La propia Erika se sorprendió a su vez al ser abordaba por esa joven quien, muy educadamente, le preguntó al verla dirigirse hacia el centro de salud.



-Perdone. ¿Trabaja usted aquí?

-Sí.- Repuso Marek.-

-¿Sabría si una compañera suya tiene turno ahora?

-¿Qué compañera?- Quiso saber la interpelada.-

-Margaret Kendall.- Le informó.-

-Sí, vengo a relevarla.-Admitió Erika preguntando a esa chica.- ¿Es usted amiga suya, señorita?

-No, no llegamos a tanto.- Replicó Mei Ling con un tono sarcástico que trataba de ocultar su malestar.-



            Su interlocutora se encogió de hombros. No le extrañaba nada que esa zorra no tuviera amigas. Aun así, vista la expresión de enfado contenido que lucía, casi simpatizó con esa chica nada más verla y le ofreció.



-Acompáñeme dentro si quiere. Le diré que viene a verla…

-Muchas gracias. Se lo diré yo misma.



            Y de este modo entraron juntas. Marek apenas sí pudo decirle a su colega.



-Esta señorita preguntaba por ti…



            Maggie asintió, queriendo saber con estupor.



-Mei Ling. ¿Cómo tú por…?



            Aunque la respuesta a esa inacabada pregunta le llegó en forma de sonoro bofetón que le cruzó la cara de abajo a  arriba. La oriental, con gesto lleno de ira, arrojó entonces a los pies de su seguramente que ya ex pareja un arrebujado trozo de papel. Tras lo cual y sin mediar palabra, se dio media vuelta saliendo de allí con paso rápido.



-Pero ¿qué?- Pudo musitar la descolocada Maggie en tanto se incorporaba.-



Y es que la violencia del golpe fue tal que casi la tiró al suelo, incluso tenía algo de sangre en el labio que hubo de enjugar. Así y todo, todavía recobrándose de la sorpresa y tocándose la marca de la cara, tuvo que oír la carcajada de su colega.



-¡Ja, ja, ja! ¡Haciendo amigas por donde quiera que vas! ¿eh Kendall?

-¡Cállate, Marek!- Espetó la aludida una vez se recobró mínimamente.- No estoy de humor para tus idioteces.



            No obstante, su compañera de trabajo esta vez se reía. Estaba claro que disfrutaba del momento. Así pudo añadir con jocosa sorna…



 -¡Está visto que tendré que ponerme a la cola! Tienes a mucha gente demandando tu atención.

-No sé qué demonios le pasaba a esa mujer.- Opuso Maggie.-



            Aunque, por el temblor en su voz su interlocutora asumió otra cosa bien diferente y replicó con sorna.



-¡Seguro que no lo sabes!. Ja, ja. – Se burló espetando ahora.- Me gustaría saber cómo se puede ser tan falsa. ¡Qué talento tan desaprovechado tienes! Te equivocaste de profesión. Serías una gran actriz.



            Aunque esto ya era demasiado. Maggie se plantó delante de ella y le escupió con visible enfado.



-¡Óyeme bien, estúpida! No sé qué problema tendrás conmigo. Pero sé el que vas a tener en tu cara si no me dejas en paz de una maldita vez…



            Pero en esta ocasión las risas cesaron y Marek miró fijamente a su interlocutora sin achantarse para sentenciar a su vez con tono de pocos amigos.



-Ya queda poco. No te preocupes, enseguida lo sabrás. Y ahórrate tus amenazas, no te tengo ningún miedo.



            Maggie se sorprendió al oír ese tono de voz. Realmente sí que parecía que esa mujer tenía algo muy personal en su contra. Desde luego no podía imaginar ni remotamente qué. Sin embargo, no tenía tiempo para eso ahora. Lo más urgente era ir a hablar con su novia. Si es que todavía lo era. Se agachó recogiendo ese papel. Al desplegarlo y leer un poco, para su horror comprobó que era la nota que le había dejado escrita a Keiko en el apartamento de ésta. Sin mediar más palabras con su colega y antagonista salió de allí.



-¡Vaya, vaya, vaya! - Se sonrió Erika meditando al verla marchar a toda prisa.- Si no me apresuro quizás alguien se me adelante. No te preocupes, Maggie. Desconozco el motivo de esa chica, aunque conociéndote seguro que lo tendrá. Sin embargo, lo que te ha hecho no es nada en comparación con lo que yo te haré.



            Por su parte, Mei Ling corría ahora con lágrimas en los ojos y llena de rabia. No pudo evitarlo. Estando en el laboratorio, al llegar tan apresuradamente su compañera (por llamar a esa perra mentirosa de alguna manera) se había quitado su chaqueta de forma rápida para ponerse la bata. Después, Penélope le indicó lo que debía dedicarse a hacer. Keiko estaba tan preocupada por darse prisa  que, sin percatarse, algo se le cayó. Se trataba de una nota doblada por la mitad. Fue Mei Ling la que se dio cuenta de ello. Se agachó recogiendo ese infame trozo de papel. Y en tanto lo desplegaba le comentó a su compañera.



-Se te ha caído esto…



            Pensando que serían algunas instrucciones anotadas para uno de los experimentos que llevaban leyó casi sin darse cuenta. Su gesto se ensombreció palideciendo al mismo tiempo. Presa de un arranque de ira y celos estrujó ese papel tirándoselo a la pelirroja a la cara. Para asombro de la propia Keiko y de las demás salió de allí a todo correr tras recoger esa nota del suelo. Por su parte, las demás se quedaron estupefactas.



-Pero ¿se puede saber qué está pasando aquí? - Se preguntó la atónita Penélope al presenciar aquella escena.-



            Keiko se quedó clavada sin ser capaz de articular palabra. Le bastó con mirar a la cara de su compañera. ¡Estaba celosa! No comprendía el motivo. O es que quizás Maggie no era simplemente su amiga. Ahora se sentía realmente mal. Pero ella jamás lo habría sospechado. Desgraciadamente no podía hacer nada de momento. ¡Bastante trabajo atrasado tenía del que encargarse! Ya buscaría tiempo de charlar con Mei Ling y aclarar las cosas. Dejó de pensar en eso cuando su jefa les dijo a todas.



-A trabajar.

-¿Qué le ha pasado a Mei, se le han cruzado los cables?- Quiso saber Caroline, apostillando con retintín.- Siempre he dicho que es algo rarita.



Empero, nadie respondió a eso. Al fin, el resto de las Fairy Five se puso manos a la obra. Fue Melissa quien entonces recordó.



-Penélope, tengo que ir a ver al doctor Adams. Estamos trabajando en un proyecto importante de seguridad interior.

-Muy bien.- La autorizó la doctora Winters.- Vete tranquila.



            La doctora Prentis asintió y se marchó. Casi corrió para ver, si de paso, podía alcanzar a su compañera. Por fortuna así fue. La oriental estaba esperando el deslizador, enjugándose las lágrimas.



-Mei Ling. Espera un momento, ¡por favor! - Le pidió elevando la voz.-



            La aludida se giró al escucharla, menos mal que no se trataba de Keiko. De modo que esa zorra la había utilizado. ¡Maldita niñata con apariencia de mosquita muerta! Mostrado su aparente interés por el mayor cuando realmente andaba tras su novia. Y ella fue tan estúpida como para facilitarles las cosas. Y pensar que pidió a Maggie que la acompañase por si se encontraba mal. ¡Ojalá se hubiera muerto allí mismo! Eso estaba pensando con amargura cuando oyó a Melissa.



-¡Déjame en paz!- espetó por toda réplica.-

-No sé qué habrá pasado, pero nos has asustado a todas. ¿Podemos hacer algo?- Quiso saber la pelirroja doctora.-

-Sí, ¡podéis meteros en vuestros asuntos! - Replicó la oriental con nula cortesía.-



            Melissa estaba perdiendo la paciencia, no comprendía nada, aunque quizás sospechase el motivo. Entonces se decidió a enfrentar su mirada con la de su compañera y responder con rotundidad.



-Si es por Keiko, estoy segura que no ha hecho nada a sabiendas para dañarte.

-¿Ah no?- Exclamó entre airada e incrédulamente su contertulia.-



            Entonces con una mano temblorosa se decidió a mostrar aquella nota a su colega. La doctora Prentis leyó quedando perpleja. No le llevó mucho tiempo comprender.



-Esa tal Maggie no es simplemente una amiga tuya, ¿verdad?- Se atrevió a preguntar.-

-¡No!- Sollozó Mei Ling moviendo la cabeza.- Es mi pareja. O al menos lo era. Hasta que la niña mona y recatada se tuvo que meter por medio.



            Suspirando con pesar por su contertulia e inquietud por la aludida, Melissa declaró con tono conciliador.



-Keiko me comentó algo sobre esa enfermera. Creo que se sentía atraída por ella, pero también por el mayor. Lo que jamás me comentó es que Maggie tuviera pareja. Y tú tampoco nos lo dijiste.- Remachó con un ligero tinte de reproche.- Y a juzgar por lo que nos habías estado contando, nadie podría haberlo ni tan siquiera sospechado. ¿Por qué no fuiste sincera?

-No podía serlo. Todavía hay muchas personas, incluso aquí, que no aprueban ese tipo de relaciones entre dos mujeres.- Replicó su interlocutora añadiendo consternada.- Y yo tengo otro problema añadido…algo más personal.

-Está bien. - Concedió Melissa.- No quiero ni debo meterme en tu vida. Solamente deseo que entiendas que Keiko jamás habría accedido a nada con esa chica de haber sabido que ella y tú erais pareja.



            Hubo un silencio incómodo en tanto se aproximaba el deslizador. Al fin, casi cuando éste había llegado, Mei Ling afirmó.



-En el fondo no culpo a Keiko de esto. Me culpo a mí, y sobre todo a esa maldita zorra que me ha engañado de esta manera. Pero no te preocupes, voy a terminar con ella ahora mismo para que pueda estar con tu niñita.



            La doctora Prentis no pudo añadir nada más. Al llegar el deslizador Mei Ling lo abordó con celeridad. Ella debía aguardar a otro dado que su destino era diferente. De este modo vio a su compañera alejarse montada en aquel aparato…



-¡Vaya la que se ha liado!- Pensó con inquietud.- Pero no es cosa mía el arreglarlo. Keiko, espero que sepas lo que haces. Aunque yo no sea la más indicada para dar consejos en esta materia.



            Y suspiró pensando ya en reunirse con sus colegas en el laboratorio de tecnología cibernética. Tenían mucho que trabajar allí. A todo eso Jane buscaba al doctor Ginga. Quizás, si encontraba primero a la teniente Hunter, ella pudiera indicarle donde se encontraba. La oficial buscó a esa chica hasta que dio con ella. O al menos averiguó su paradero. Estaba en una salida de entrenamiento rutinario. Al fin le habían dado permiso para ello, es más, le asignaron un importante vuelo. Quizás las cosas estuvieran cambiando, o bien el mayor Shulth sospechara que iban tras él. En cualquier caso la muchacha aguardó. Otro oficial, el teniente que era el segundo al mando, presentándose como Kovac, la saludó.



-¿Qué deseaba?- Le inquirió aquel tipo.-

-Venía a ver a la teniente Hunter.- Le refirió la interpelada.-

-Ha salido con su escuadrilla. Junto al mayor.- Le contó su interlocutor, confirmando lo que ella ya sabía.-

-Entonces esperaré.- Declaró la joven, sentándose en una butaca de la sala.-

-Puedo hacerle compañía durante un rato si lo desea.- Se brindó aquel individuo sonriendo con afabilidad.-



            O al menos eso querría dar a entender aunque le salió una expresión algo fatua. Jane le miró con desconfianza, aunque entonces preguntó.



-¿Podría ver a las alféreces Aguirre y Walsh?

-Si estuvieran aquí, sí.- Repuso el teniente Kovac dejándola sorprendida cuando agregó.- Pero han salido también de patrulla. El mayor ha decidido darles ocasión de que practiquen en el espacio. A veces no entiendo las órdenes.- Sentenció, para agregar en tono confidencial.- ¿Para qué nos habrán dado instrucciones a todos de despegar? No se había notificado ninguna maniobra a gran escala.



            Jane no tenía constancia de ningún tipo de orden en ese sentido. Tampoco entendía como una muchacha en la situación de Walsh, había obtenido permiso para salir en una misión.



-Creía que estaba de baja.- Pensó desconcertada.-



Juraría que eso le comentó la teniente Hunter. Dadas las circunstancias, esa alférez debía recibir terapia.



-Debe tratarse de un error. No creo que esté volando.- Se dijo.-



Aunque al poco, y para su sorpresa, un anuncio en megafonía confirmó las palabras de aquel tipo, al menos en lo referente a la movilización masiva.



-Pilotos de la escuadrilla Granate uno, preséntense de inmediato en sus puestos.



            La joven tuvo que dejar sus pesquisas para mejor ocasión y salir corriendo para prepararse. Lo mismo hizo Tracer. Toda la escuadrilla Granate, junto con las Azul, Rojo y Amarillo, estaban dispuestas. Solo la Verde permanecía estacionada. Así, en poco tiempo, la mayoría de los pilotos de la base y sus cazas varitech, Jane incluida, estaban en el espacio exterior. Listos para actuar y aguardando instrucciones.



-No lo comprendo.- Comentó Tracer a través de la radio.- ¿Qué se supone que tenemos que hacer aquí?

-El radar no detecta nada. No es por un ataque enemigo.- Replicó la teniente Gray.-

-La orden proviene del propio contralmirante Hazzar.- Les contestó el comandante Enset.- Supongo que tendrá sus razones.

-Bueno, por mí no hay problema, mi comandante.- Comentó a su vez Rick, echando mano de su humor habitual al sentenciar.- Sabe que me encanta salir de excursión.



            En su cabina del caza Karl sonrió. ¡Ese muchacho era todo un caso! Pero le apreciaba, al igual que al resto de sus subordinados. Y ahora además, el mayor Mullins, al mando de una de las escuadrillas azules, se aproximaba con los suyos.



-Se presenta la azul uno acorde a lo ordenado, señor.- Le informó a Enset.-

-¿Quién se lo ha ordenado, mayor?- quiso saber el comandante con extrañeza.-

-Fue la comandante Simmons, señor.- Le explicó éste, añadiendo.- A su vez recibió la orden del capitán Harris.

-¿Ya ha salido del hospital?- Se sorprendió Karl.-

-Supongo que sí, señor.- Repuso Mullins sin tener ni idea de ello en realidad.-



            El comandante no dijo más, tuvo que dar por buenas esas explicaciones. Aunque de momento no se detectaba ninguna clase de peligro. Así las cosas, en el puente, el Contralmirante Hazzar comentaba con su recién incorporado oficial.



-¿Está usted seguro? Considera fiable esa información.

-Sí, señor, creo que una fuerza enemiga nos está aguardando a escasa distancia de aquí.- Declaró el interpelado.-

-En tal caso mantendremos a los cazas a la espera.- Dictaminó Hazzar.-

-A la orden.- Repuso uno de los oficiales del puente que pasó a dar esa instrucción.-



            Fue recibida de inmediato. Aunque Rick enseguida se preguntó vía intercomunicador dirigiéndose a los miembros de su escuadrilla.



-Muy bien, mantengan posiciones. Aunque no sé muy bien para qué…



            Los demás acataron las órdenes pero la mayoría se hacían la misma pregunta. Sin embargo, no hubo más comentarios. En tanto eso sucedía Maggie trataba de encontrar a su novia. Desgraciadamente para ella no la veía por ninguna parte. Ni siquiera en su apartamento. Pensando en dónde podría haberse metido se acercó a la cafetería de Ginger. La oriental tampoco estaba allí. Cansada de buscar y resignada tomó asiento y pidió algo. Fue Clarisa la que se acercó a tomarle nota.



-¿No está Ginger?- Quiso saber la enfermera.-

-No, fue a llevar a Dean a la pediatra.- Le contó la camarera.- Está algo malito últimamente.

-Lamento oírlo.- Suspiró Maggie.-

-Cosas de críos.- Comentó Clarisa sin concederle mayor importancia.- ¿Qué desea tomar?

-Un café, por favor.- Solicitó la interpelada.-

-¿Y para acompañar?- Insistió la camarera.-

-Por ahora nada, gracias.- Rechazó la joven que no tenía precisamente hambre.-



            Su interlocutora asintió retirándose hacia la barra. Maggie le seguía dando vueltas  a aquello. Por suerte, antes de irse recogió la nota del suelo. ¡Ya hubiera sido demasiado que esa maldita zorra de Marek la hubiese leído! Ahora era ella quién le echaba un vistazo. Quizás fuera un error. Posiblemente Keiko se lo hubiera tomado como el producto de una noche de desenfreno. Esa chica podría estar avergonzada o bien haber llegado a burlarse de eso contándoselo a sus compañeras. Y claro, Mei Ling habría estado allí. O pudiera ser que las cosas hubiesen sucedido de otra forma. Para ser sincera consigo misma, la enfermera no tenía ni la menor idea. Y lo que era peor. Ya ni se atrevía a preguntar a la pelirroja.



-Debe de ser mi karma. O es que jamás aprenderé.- Suspiró apoyando su cabeza entre las manos, acodada sobre la mesita.- Ese mayor va a tener razón, necesito tomar lecciones en amor. Como las de esa canción que bailamos.



Aunque en ese momento el objeto de esa reflexión se encaminaba hacia el centro de desarrollo tecnológico. Un poco antes que él había llegado la doctora Prentis. Enseguida sus colegas la pusieron al corriente del trabajo que estaban realizando. Al fin, cuando el saiyajin llegó, pudieron darle buenas noticias.



-Buenas tardes, mayor.- Le saludó Adams.- Celebro verle por aquí. Íbamos a llamarle.

-Venía para preguntarles si han podido hacer algo con mi dispositivo.- Quiso saber él.- Como aumentar su sensibilidad.

-Más que eso.- Intervino Scott con aire alegre.- Pudimos adaptarle al espectro energético que el doctor Ginga nos facilitó vía correo electrónico. A buen seguro que detectará a cualquiera de esa raza de metamorfos si lo tiene cerca.

-¿Cuánto de cerca?- Inquirió Kiros.-

-Unos treinta metros. Para asegurarnos que la señal es lo bastante potente.- Le respondió Melissa que ya había sido puesta al corriente al llegar.-

-De hecho, el doctor Hershow nos dio algunas indicaciones y sugerencias. Es un científico muy capaz.- Comentó el doctor Adams.-

-¿No está aquí? - Preguntó la doctora Prentis.-

-Tuvo que salir, le llamaron. Creo que por algo relacionado con su mujer.- Comentó Scott que tampoco estaba demasiado seguro.-

-Bueno, se lo agradeceré cuando vuelva.- Afirmó el saiyajin queriendo saber de inmediato.- ¿Creen que podría probarlo?

-Claro, por eso mismo quería llamarle.- Afirmó Adams.-  Puede llevárselo a ver si le sirve.

-Gracias, doctor.- Respondió Kiros.-



            Y el saiyajin se despidió colocándose aquello. Pulsó el botón de escáner. El aparato comenzó a funcionar aunque no detectaba nada.



-Bien.- Se dijo el guerrero del espacio.- Al menos no está por aquí cerca.



            Prosiguió con su paseo. Tomó un deslizador y fue a parar al parque central. Allí bajó caminando despacio, eso sí, tratando de observar cualquier traza de energía anormal, pero sin resultado.



-No será fácil. Al modificarlo para ese espectro de energía tan determinado han reducido mucho su alcance.- Pensaba no sin fastidio y resignación.-



            Llegó entonces cerca de la cafetería de Ginger. Aquel sería un lugar tan bueno como cualquier otro para observar a la gente. Al entrar enseguida vio a aquella enfermera. Por supuesto que para cumplir con el trámite la analizó con el visor. Nada, una humana normal, fuerza de combate de dos unidades. Se sonrió sin poderlo evitar. Aunque ella también le vio.



-¿Qué le hace tanta gracia?- Le preguntó la joven que parecía estar molesta por algo.-



             Y es que ya estaba a punto de irse tras tomarse un par de cafés. En verdad no sabía qué hacer. Se sentía mal, deprimida, furiosa y molesta. Segura de haber perdido a Mei Ling aunque dudando ahora de lo que Keiko pudiera sentir. Y la causa fundamental acababa de aparecer ante sus narices. ¿Acaso él intuía algo de eso y se burlaba? ¿Es que ese tipo tenía radar? Aunque hablando de aparatos extraños, ¿qué demonios llevaba puesto a modo de monóculo en su cara?



-Buenas tardes.- Saludó educadamente él.-

-No tienen nada de buenas.- Replicó la chica con poca cortesía.-



            Curioso, el detector de Kiros subió ahora hasta las cuatro unidades. Al parecer esa chica estaba elevando su nivel de agresividad, y la causa tenía que ser él. ¡Ni que le considerase un enemigo! De modo que, en una mezcla de tono amable y divertido, le comentó.



-Espero no molestarla.

-No se preocupe, a estas alturas nada puede molestarme mucho ya.- Suspiró ella con evidente tinte de resignación y malestar.-



            Ahora su poder descendió una vez más a las dos unidades. El joven sonrió con amplitud para consultar.



-¿Puedo sentarme?

-Haga lo que quiera.- Sentenció de modo indiferente su interlocutora.-



            El recién llegado apartó una silla y la ocupó, acercándose a esa joven.



-¿Puedo invitarla a algo?- Le ofreció el oficial.-

-Un whisky doble estaría bien.- Se sonrió ella con retintín.-

-Creo que un vaso de leche con un poco de tarta le sentaría mejor.- Valoró Kiros quitándose el visor para enfrentar su mirada a los ojos de su contertulia.-



            Maggie le miró con incredulidad aunque después se rio. ¡Ese tipo era realmente extraño! Y no podía saber en qué demonios estaba pensando. Cualquier hombre la habría invitado a ese whisky sin dudarlo. Seguramente pensarían en emborracharla para luego tratar de llevársela a la cama. ¡Los muy ilusos! Sin embargo, aquel muchacho que no alteraba su semblante inquisitivo no era un hombre normal.



-No sé a qué está jugando. Y eso no me gusta. Los hombres suelen ser muy transparentes. Pero no es su caso.



Quizás ahora… la propia Maggie empezaba a sentir curiosidad hacia él. ¿Acaso estaba realmente interesado en Keiko? ¿No sería que, en realidad, la buscaba a ella? Aunque no parecía seguir las pautas de cualquier chico para intentar ligársela. Lo sabía por experiencia.



-Vamos, hace casi todo lo contrario de lo que debería. Caso de que yo fuese hetero, claro.- Pensó hasta divertida.-



Y un pensamiento comenzó a surgir en la mente de la enfermera. No había caído en eso antes. ¿Sería homosexual aquel tipo? Eso podría explicar el por qué no pareció molestarse la noche anterior cuando ella se marchó con Keiko. Era algo raro…Merecía la pena tratar de averiguarlo. Hasta podría ser que, en el fondo, no fuese competencia para ella y sí pudiera resultar ser incluso un aliado valioso, de modo que le dijo con mejor talante.



-Disculpe mis malos modos. Ese vaso de leche y esa porción de tarta me vendrían bien. Gracias. Si es que su ofrecimiento sigue en pie.

-Por supuesto. Y ya de paso. Podría contarme lo que tanto le preocupa. Si quiere.- Le ofreció también él.-



            Maggie le miró perpleja una vez más. Aunque movió suavemente la cabeza para responder con una irónica sonrisa.



-No creo que quiera usted saberlo.

-Haga la prueba.- La retó él.- ¿O es que teme contármelo por alguna razón?



            La enfermera no tenía por costumbre achantarse ante los desafíos, de modo que tras asentir despacio, sonrió una vez más y aseveró.



-Está bien, pero recuerde que usted lo pidió…



Después se dispuso a ser sincera de una vez con aquel individuo, dado que aquella ridícula mascarada había durado ya demasiado tiempo.


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