-¿Quién ha dado la orden de cargar?
-¿Señor?- Inquirió un desconcertado
comandante, sentado en el puesto de
tiro.- ¿Qué orden?
-Las baterías y los cañones de corto
alcance.- Le indicó Hazzar.- En mi consola se han activado.-
-Sí, es cierto, contralmirante. También
en la mía.- Confirmó otro oficial.- Están buscando blancos fuera.
-Pero si no hay blancos fuera.- Terció
el comandante anterior.-
-¡Sí, sí que los hay! - Se alarmó Hazzar
quien enseguida ordenó.- ¡Pronto, que todos los varitech vuelvan!
-A la orden.- Repuso otro oficial de
comunicaciones, repitiendo.- A todos los cazas, regresen de inmediato a la
base. Repito, regresen de inmediato.
Sin
embargo, algo extraño volvió a suceder puesto que cuando Enset recibió esa
instrucción la comunicó de inmediato a sus pilotos…
-Órdenes del puente, volvemos a la
base.- Les informó a los suyos.-
-No comprendo nada.- Suspiró Tracer,
añadiendo con su humor habitual.- Parecemos la mascota a la que sacan de paseo
para que haga sus cositas.
-Siempre es mejor que no tengamos que
luchar, señor.- Declaró el teniente Marcus Lagger.-
-Eso es verdad. – Convino Susan.-
-Más tiempo para nosotros de quedar con
los amigos.- Dijo Rick.-
Y tras cruzar estos comentarios ya estaban
ya obedeciendo pero…
-Mi comandante.- Le informó Susan al
llegar a las cercanías de la zona de aterrizaje.- Las puertas de acceso a las
zonas de entrada están cerradas.
-¿Qué?- Exclamó el estupefacto oficial,
añadiendo ya con indignada preocupación.- ¿Qué clase de broma es ésta? Control,
aquí el líder Granate Uno, ¿Qué están haciendo?...
-Aquí control, líder uno. No sabemos a
qué se refieren.- Fue la contestación.-
-Las puertas están cerradas. Mis cazas
no pueden entrar.- Les informó Enset.-
-Debe de haber un error, ¡no hemos
cerrado las puertas! - Repuso el atónito oficial de control.-
No
obstante, al ir a confirmar las palabras del comandante, se dieron cuenta que
así era.
-¿Pero qué demonios está pasando aquí?-
Quiso saber el contralmirante.-
-Iré a averiguarlo, señor.- Se ofreció
Harris.-
-Vaya y averígüelo deprisa, capitán.- Le
pidió más que ordenárselo su superior.-
Éste
asintió, saliendo de allí a toda prisa. Recorrió varios metros de pasillos
hasta desembocar en un corredor que le alejaba del cuartel general. Una vez
allí, sacó un teléfono y marcó. Con una sonrisa de oreja a oreja comentó.
-Fase uno concluida, pasen a la fase
dos.
Ajenos
a aquello la enfermera y el mayor
seguían con su particular conversación. Una vez que Clarisa les trajo sendos
vasos de leche y dos raciones de tarta.
-Aquí tienen.- Sonrió la camarera.-
-Muchas gracias.- Contestó Kiros.-
-Sí, gracias, Clarisa.- repitió Maggie devolviéndole
la sonrisa a esa joven.-
Y en cuanto se alejó,
ambos degustaron sus respectivas meriendas.
-Desde luego, las tartas de estas chicas
alegran la vida de cualquiera.- Declaró la enfermera.-
-Será debido al azúcar, suele
proporcionar energía al cerebro y anima.- Observó su interlocutor.-
-¡Qué romántico es usted!- Respondió
Maggie con apreciable sarcasmo.-
-Es una certeza científica. Usted es
enfermera, supongo que ya lo sabía.- Afirmó él.-
-Le
agradezco mucho la invitación.-Se limitó a decir ella.-
Y
ya no intercambiaron más palabras hasta terminar las raciones de tarta y
tomarse el café. Fue entonces cuando Maggie tomó la palabra.
-Así que, mayor. ¿De veras quiere usted
saber cosas sobre mí?- Inquirió la chica desafiando a su vez con la mirada a su
interlocutor.-
-Me parece usted una persona muy interesante.-
Asintió él devolviéndole esa misma expresión.-
-Muy bien.- Concedió ella, para relatar
casi a modo de evasiva, combinada con sorna.- Soy enfermera, mido metro
setenta, me gusta cocinar y, como ya comprobó la otra noche, me encanta bailar…
-Vaya, eso no está mal. Aunque me
refería a otro tipo de cosas.- Intervino Kiros.-
-¿Cómo, por ejemplo?- Le preguntó ella a
su vez.-
-Como, por ejemplo, ¿qué es lo que tiene
en mi contra?- Quiso saber directamente el oficial, afirmando con rotunda
franqueza.- No le he hecho nada que yo sepa.
El
gesto de Maggie expresó entonces aprobación. Al menos, ese tipo no era tan
simple como a primera vista parecía. Y además era claro y no se andaba con
tonterías. Eso le gustaba. También ella era de esa forma de ser. De modo que
respondió con igual franqueza.
-No suelo simpatizar con aquellos que
buscan lo mismo que yo. Cuando hablamos de competencia no hago prisioneros.
-¿Competencia?- Se sorprendió el chico.-
Le
gustó no obstante, la forma de exponerlo de su interlocutora. Ese tipo de
lenguaje era muy propio de un saiyajin. Aun así, no sabía de qué estaba
hablando. Aunque entonces la escuchó clarificar.
-Ya sabe a qué me refiero. O mejor
dicho, a quién.- Le aclaró ella.-
Entonces
Kiros la miró atónito, quizás era un error suyo de comprensión. Pese a que
dominaba bien ese idioma de los humanos llamado inglés. Le instruyeron en él
desde que era un niño.
-No sé si la he entendido bien.-
Reconoció con evidente desconcierto.- ¿Se refiere a…?
En ese instante su
interlocutora pareció estar disfrutando al verle con esa expresión. Y tanto era
así, que, animada por ello, desveló.
-Sí, a Keiko.
-Pues parece que, en efecto, nos hemos
sentido atraídos por la misma persona.- Confesó a su vez el saiyajin.-
Maggie
suspiró algo desilusionada. De modo que no era gay. Bueno, bien visto, esto le
parecía ahora incluso más interesante. Sabía muy bien como desarbolar a los
hombres cuando tocaba hablar de ese tema. Invariablemente solían comenzar por
decirle que si nunca había estado con un tío como sabía que no le gustaban. A
lo que ella replicaba exactamente lo mismo, invitando a su interlocutor a
liarse con uno. Luego venía aquello de que dos chicas juntas no podían llegar a
nada, y Maggie contestaba que llegarían a lo que ambas quisieran llegar. Otros aseguraban
que no les importaba siendo ella tan hermosa y que podrían compartir a la
susodicha en disputa. A lo cual les replicaba que ellos no estaban invitados. Desde
luego que casi nunca había perdido al entrar en liza con un tío por la atención
de alguna mujer, así lo hizo saber no sin satisfacción.
-Usted creerá que, por el mero hecho de
ser un hombre, ya me lleva ventaja. Pero le aseguro que dos mujeres pueden
amarse y compenetrarse mucho mejor…en según qué cosas.
-No lo pongo en duda.- Concedió él, que
quiso aclarar a su vez.- ¿Debemos entonces tratarnos como enemigos?
-¡No pienso que sea necesario llegar a
tanto! - Rio Maggie.- Con considerarnos competidores bastará.
-Me alegra oírlo, porque me gusta
usted.- Le confesó el chico.-
Ahora
fue la joven quien puso una mirada de estupor. ¡Qué se había creído ese tipo! ¡De
modo que se encuadraba en esa categoría! ¿Ella le confesaba a las claras que
era gay y ya estaba pensando en hacer un trío? Así que le replicó rematando con
tono rotundo.
-A mí no me interesan para nada los
hombres. Al menos en ese aspecto.
-¡Ni a mí!- Se rio su interlocutor.- Al
menos eso lo tenemos en común.
-He oído ese chiste muchas veces.-
Suspiró Maggie.- Cada vez que un tío se entera que soy lesbiana. Esperaba algo
más de usted.
-No era un chiste.- Rebatió Kiros ya más
serio para añadir.- No sé lo que podrá imaginar, yo solamente espero que esa competición, como
usted la ha llamado, no nos impida ser amigos.
Ahora
fue la chica quién se sorprendió una vez más. En este caso el uso de la palabra
amigos por parte de su contertulio parecía sincera, con su significado
original. No estaba provisto de otro tipo de connotaciones.
-¿Me está diciendo que quiere ser amigo
de una mujer que está dispuesta a disputarle el amor de otra a la que usted ama?-
Recitó casi la enfermera.-
-¿Por qué no?- Sentenció el joven,
agregando.- Y si ella la prefiere a usted, que así sea. Pero le advierto que
también yo me esforzaré por Keiko.
Maggie
no pudo evitar sonreír. Asintió deportivamente para declarar visiblemente
impresionada.
-¡Vaya! Esto sí que no lo esperaba.
Admito que no es usted un hombre corriente, mayor.
-No, no lo soy…- Reconoció él.- Y jamás
había sentido algo así por nadie salvo por Keiko. Por ello haré lo posible
porque me corresponda. Pero, como me explicaron desde que era un niño, no se
puede forzar el amor de nadie.
-Eso es verdad.- Convino su contertulia
ensombreciendo su gesto al admitir.- Yo tuve malas experiencias en el pasado.
El amor es algo muy difícil…
-Me lo advirtieron. No es nada fácil de
controlar.- Comentó el saiyajin añadiendo.- Es curioso, cuantas canciones se le
dedican aquí al amor.
-¿Aquí?- Sonrió Maggie sin comprender. Aunque,
tomándolo por el sitio en el que estaban, agregó con humor y algo de sorna
incluida.- Es verdad, ésta Ginger es una romántica. Le encantan ese tipo de
canciones. Seguro que agradecería un novio fuerte y guapo como usted. O la
misma Clarisa, que es una chica muy atractiva.
-Pero no son ellas el objetivo que tengo
en mente.- Contestó un imperturbable Kiros.- Sino…
No
pudo terminar la frase, un estruendo azotó las inmediaciones. Enseguida tanto
él, como su interlocutora, además del resto de los clientes y hasta las
camareras salieron a mirar.
-¿Qué pasa?- Exclamó Clarisa casi
tirando una bandeja con dos cafés que llevaba.-
-¿Otra explosión?- Se preguntó en voz
alta Maggie.-
-Sí. - Afirmó lacónicamente Kiros.-
Rápidamente
sacó su visor y se lo colocó. Quizás el meta morfo hubiese vuelto y rondase
cerca. Aunque ahora, al ajustar el aparato, quedó boquiabierto.
-¿Pero qué?...
La
potencia que detectaba se había disparado, superando claramente las cien mil
unidades. Ningún humano podría jamás llegar a tanto. Al menos uno normal. Y esa
raza de cambiantes de forma tampoco. En ese momento atronó otra nueva explosión
que sacudió todo el local y que fue causada por…
-¡Una bomba!- Pudo gritar Ginger
arrojándose al suelo junto con la mayor parte de la gente.-
-No, ¡no ha sido una bomba! - Espetó un
alarmado Kiros.-
Había
visto claramente un rayo de energía destruir parte del parque…Ahora la gente
corría en todas direcciones entre gritos de terror. Los gemidos de dolor de los
heridos podían escucharse. Aquello era una pesadilla. Muchísimo peor que el
atentado. Maggie abría la boca entre atónita y horrorizada. Se quedó paralizada
cuando vio algo. Señaló hacia allí llamando la atención del saiyajin.
-¿Qué ocurre?- Quiso saber él, mirando
también.-
Dos
enormes robots varitech estaban fusil en mano avanzando hacia lo que quedaba de
esa parte de la nave. Pertenecían a la escuadrilla verde.
-¡Menos mal! Han venido las fuerzas de
la nave a defendernos.- Suspiró Clarisa desde el suelo.-
-¡No, no han venido a eso!- Espetó Kiros
que advirtió a todos los presentes en el local.- ¡Quédense ahí, cuerpo a tierra
y no se muevan!
El
chico se dispuso a salir sobre todo cuando, confirmando su instinto, uno de
esos dos robots disparó contra un deslizador haciéndolo estallar. Maggie trató
de detenerle sujetándole de una manga del uniforme.
-¿Está loco? ¿A dónde va?
-Puede tutearme si quiere.- Sonrió el
muchacho.-
-¡Te van a matar!- Se asustó ella
prescindiendo de ceremonias.-
-Les va a costar hacerlo. Tú misma lo has dicho, no soy un hombre
corriente.- Afirmó él con rotundidad y una media sonrisa.-
Y
salió corriendo a una velocidad tal que la enfermera apenas sí pudo creerlo.
¿Cómo era capaz de ir tan rápido? Quizás llevase algún equipo de esos de última
tecnología. El caso es que entonces, otra deflagración se pudo ver a una
distancia de cientos de metros, y venía desde.
-¡Oh cielos! ¡El colegio de Dean!- Gritó
Ginger sobrepasada por el temor y la angustia.- ¡Allí juegan todos los niños a
estas horas!… ¡Las actividades extraescolares!
Todos
los presentes vieron esa bola de fuego elevarse con gestos de horror y miedo.
Nadie se atrevía a moverse. Por fortuna esos robots continuaron su camino
alejándose de allí. Una vez se perdieron de vista, la camarera no lo dudó,
corrió en la dirección de la escuela.
-¡Espera, voy contigo!- Le gritó Maggie
siguiéndola de inmediato.-
En
el espacio los cazas varitech eran incapaces de poder entrar en la gran nave.
Además, las baterías de la misma comenzaron a disparar sobre ellos. Al menos
dos fueron destruidos antes de que los incrédulos y asustados pilotos pudieran
reaccionar.
-¿Qué está pasando aquí?- Se preguntó un
oficial vía comunicador.-
-Aléjense de la nave.- Ordenó Shulth a
los suyos.-
-Sí, lo más que puedan.- Convino Enset.-
Son las baterías de corto alcance.-
-¡Maldita sea! –Escupió Tracer.- Alguien
nos ha traicionado…dispérsense. – Ordenó a sus pilotos.-
Susan,
Olivia y Celia trataron de hacerlo con toda rapidez, a su vez Mullins y su
escuadrilla. Lo mismo hizo Jane con otros compañeros. Ahora los varitech debían
evitar ser destruidos por su propia nave. Mientras, en el interior, las chicas
seguían trabajando en el laboratorio completamente ajenas a la situación. De
hecho, apenas hablaban tras el incidente con Mei Ling. Al fin, terminando el
turno se dispusieron a irse ya.
-¿Queréis ir a tomar algo?- Les propuso
Caroline.-
-No tengo muchas ganas.- Negó Keiko.-
-Ni yo tampoco.- Convino Penélope.-
La
pelirroja quería aclararlo todo con su compañera y sobre todo con Maggie. Ni
ella misma sabía lo que sentía. Pero lo que no deseaba de ningún modo era
meterse en medio de una pareja. No lo hizo por su amiga Mimí, y muchísimo menos
iba a hacerlo ahora. Estaba sumida en esos pensamientos cuando repentinamente
una alarma sonó. Todas se quedaron petrificadas.
-¡La alerta roja!- Exclamó Penélope.-
Rápido, sellar y guardar todos los experimentos y al refugio.
Tras
el desconcierto inicial sus subalternas se apresuraron a obedecer. Una vez
pusieron a salvo todos los compuestos y fórmulas claves tras la caja fuerte de
seguridad, salieron en dirección al refugio.
-¿Qué pasa con Mei Ling?- Preguntó una
inquieta Keiko.-
-Seguro que habrá ido a buscar
protección.- Trató de calmarla Caroline.-
La
oriental por su parte había escuchado la alarma lo mismo que el resto. Sin
embargo no se movía. Estaba sentada, en su cama, mirando al vacío. Era como si
ya nada le importase. Tardó en reaccionar y lo hizo cuando una gran explosión y
bastantes llamaradas pudieron verse apenas a unos doscientos metros de su casa.
-¡Dios mío!- Se dijo saliendo de su
mutismo.-
Dudó
entre salir o quedarse. Al fin decidió buscar un lugar más seguro.
-¿Qué estará sucediendo?- Pensaba con
creciente temor al ver el rastro de destrucción.-
Giaal
estaba horrorizado. Se había detenido junto con el doctor Lester, Marek y
James, a atender a cuantas personas pudo. Los encargados del servicio sanitario
salieron enseguida con las primeras explosiones. Entre todo aquel caos su
veterano jefe trataba de dictar instrucciones.
-Marek, acompañe al doctor Ginga. Ayuden
por el sector cuatro. James, venga conmigo.
-¿Dónde está Benson?- Quiso saber
Giaal.- Le tocaba turno hoy.
-Tuvo que salir a una urgencia.-
Respondió Erika.-
-¿Hace mucho?- le preguntó Lester.-
-No sé. Creo que hará una media hora.-
Quiso calcular la enfermera.-
-No podemos esperarle ¡Vamos! - Les
conminó su superior.- Cada equipo a su lugar…
-Sí, doctor.- Replicaron todos.-
Se
separaron con rapidez. Cada cual haciendo lo posible por atender a los heridos
y desamparados. Sin embargo, las cosas iban a peor. Pese a que las tropas
internas de la nave enseguida se desplegaron. ¡Aunque, para su horror, tenían
que enfrentarse contra sus propios aviones!
-No lo entiendo. ¿Por qué demonios están
atacando la ciudad?- Comentó un comandante al frente de una compañía de
soldados.-
- Los deben de estar controlando de
algún modo.- Le respondió el teniente Tang, que estaba allí también.- No hay
constancia ninguna de pilotos en su interior. Esos aviones estaban en
mantenimiento. Recibiendo los nuevos sistemas informáticos.
-Haga lo que sea, pero busque a algún
experto para que anulen los programas de esas cosas.- le ordenó el oficial.-
-Sí, señor.- Repuso Zhao.-
El
joven corrió en busca de alguno de los técnicos de operaciones cibernéticas de
la nave. Lo cierto es que se culpaba en parte de aquello. Había estado tan
pendiente con el asunto de su prima que casi olvidó su cometido en esa nave.
Sin embargo, él embarcó mayormente por Mei Ling. Tras la marcha de la chica a
los Estados Unidos, sus padres aguardaron con paciencia y fe en ella. Al fin,
pasado ya demasiado tiempo y alarmados ante la inminencia de la boda, le
pidieron a él si podía localizarla. Zhao estaba en el ejército chino y merced a
los acuerdos internacionales obtuvo el pase al UNISON. Las autoridades de su
país le encargaron por supuesto que se hiciera con tecnología avanzada de esa
organización. Él cumpliría con ese cometido por su patria. Pero lo que más le
interesaba era el encontrar a su prima. Lo logró tras indagar sobre su paradero
y por poco pudo entrar en esa nave. Por suerte convenció a sus superiores en
China que la mejor tecnología estaría allí concentrada. De ese modo le metieron
en la lista, como miembro del servicio de inteligencia. Su misión oficial,
asegurarse de que cualquier enemigo fuera detectado si trataba de infiltrarse.
Estaba claro que no había cumplido. Y como buen militar y persona de honor se
sentía culpable. Una cosa era ser agente doble para su nación y otra dejar
desamparadas a personas inocentes.
-Tendré que enmendar mi error. Ya me
ocuparé más delante de Mei Ling y de mis otros cometidos.- Se decía en tanto
corría a la zona de investigaciones cibernéticas.-
Entre
tanto Maggie corría tras de Ginger. La joven camarera llegó hasta el colegio o
lo que quedaba de él. Tras ver esas ruinas comenzó a chillar horrorizada y
llena de pánico. Maggie la abrazó enseguida.
-Tranquila, cálmate, hay un refugio en
la escuela, ¿verdad? Seguro que los niños están ahí dentro.
-¡Mi hijo, mi hijo! - Era lo único que
podía repetir la pobre chica.-
-¡No te acerques ahí! – Le pedía la
enfermera entre asustada y desesperadamente.- Podría ser muy peligroso.
-¡No me importa! - Exclamó Ginger
tratando de soltarse de su agarre.- ¡Déjame!
Por
su parte, Kiros había seguido a esas dos máquinas. Con su adiestramiento, tanto
saiyajin, como militar, no tardó en darse cuenta de lo que estaba pasando. Los
robots estaban sembrando la destrucción pero lo hacían de un modo desordenado.
Como si simplemente tuvieran como misión distraer la atención. Eso le pareció.
Concentrando sendas bolas de energía en las manos las disparó contra ellos destruyendo
a ambos. Luego se giró mirando hacia las humeantes ruinas del colegio. No tardó en ir hasta allí. Voló tan deprisa
que, al posarse, ni Maggie ni Ginger le vieron acercarse.
-Dejadme a mí. –Les pidió él.-
Las
dos mujeres se apartaron cuando el chico trató de mirar entre unos restos de
pared derruida.
-¡Por los sagrados ancestros!- Pudo
exclamar poniéndose pálido. Para llamar enseguida a la enfermera.- ¡Maggie!
La
chica corrió enseguida hacia allí, para quedar tan petrificada por el espanto
como el saiyajin. Bajo esos restos se encontraban varios niños y niñas, junto
con su profesora. Enseguida y ayudada por Kiros, reconoció a todos los que pudo
tomándoles el pulso. Ginger se apresuró a unírseles. Sin dejar de llorar, tan
espantada como sus compañeros por lo que veía. Desgraciadamente ya nada podían
hacer por muchos de ellos. Pero al menos varios estaban vivos todavía.
-Necesitamos ayuda. Ginger, por favor.
Ve a llamar a las asistencias.- Le pidió Maggie.-
-Mi hijo, Dean.- Pudo replicar la
horrorizada chica.- ¡Tengo que salvar a mi hijo!…
Kiros
enseguida se levantó posando sus manos sobre los hombros de esa pobre mujer y
le aseguró.
-Te doy mi palabra. Haré todo lo que
pueda por encontrarle y protegerle. No parece que esté aquí. Seguro que le
metieron en el refugio. Ahora ve, ¡por favor! Hay vidas en juego.
Y
tras unos segundos de zozobra y vacilación, la muchacha asintió y corrió lo más
deprisa que pudo. Aquello le resultaba terrible y dolorosamente familiar.
Pensaba en su terrible experiencia en la SSP-1, al menos allí pudo avisar a
tiempo y los críos no resultaron heridos. Le costó perder las piernas pero lo
prefería a esto.
-Volveré enseguida.- Prometió la
camarera corriendo con las nuevas que tenía lo más deprisa que éstas le
permitían.-
El saiyajin asintió, suspirando
trató de proseguir con la búsqueda de supervivientes cuando escuchó el terrible
grito de la enfermera.
-¿Qué sucede, estás bien?- Quiso saber
con inquietud.-
Se giró para encontrarla de rodillas y
abrazada al cuerpo de una cría. Maggie lloraba sin poder parar y miró a su
interlocutor con la cara arrasada por las lágrimas. Hasta un guerrero del
espacio como Kiros quedó impactado por esa expresión. Más cuando la escuchó
balbucear entre gemidos, mientras acariciaba con suavidad el cabello de ese
cuerpo sin vida…
-Se…se llamaba Nelly. La atendí esta
tarde…vino con su madre…quería ser enfermera, como yo… ¡Dios! ¡Dios! ¿Quién ha
sido capaz de hacer esto?
El
joven no supo que decir, ni que hacer. Desafortunadamente no podía devolverle
la vida a esa pequeña. Solamente observó entristecido como aquella mujer se
abrazaba al cadáver de la cría. La ira entonces comenzó a apoderarse de él.
Pero ¿contra quién podría dirigirla?
-¡Criminales! Los que hayan hecho esto
no tienen honor, ni dignidad.- Pensó con furia.-
En ese momento y para
su asombro y el de Maggie, unas risas femeninas se escucharon sobre sus
cabezas. La enfermera, todavía llorando, elevó la vista y entre el velo de las
lágrimas quedó asombrada. Una mujer de largos cabellos negros, y vestida con
una especie de armadura, levitaba a pocos metros y se burlaba, acompañada de un
tipo de tez morena, pelo largo y oscuro a su vez, que estaba con los brazos en
jarras.
-Bueno, ya se nota que hemos comenzado
con la limpieza, hay menos basura humana.- Remarcó, añadiendo divertida.- Y
vosotros no sufráis. Ahora mismo os
uniréis a esos cadáveres.
La
enfermera no podía ni articular palabra. ¿Quiénes serían esos individuos? No lo
podía comprender. Era demasiado terrible para que pudiera siquiera asimilarlo. ¡Habían
matado a unos niños y se reían! Aunque para su estupor fue Kiros quién,
realmente furioso, replicó al notar el detalle de las colas enroscadas que
ambos tenían alrededor de sus cinturas.
-¡Vosotros sois saiyajin!..
-Vaya, muy bien, humano. Veo que conoces
a los de nuestro pueblo.- Replicó el tipo, riéndose divertido para añadir.-
Mereces al menos que nos presentemos antes de mataros. Soy Akran.
-Y yo soy Zura.- Añadió la joven.- Y
tenemos la misión de terminar con los de vuestra miserable raza. Misión que
cumpliremos encantados.
Aunque
si creyeron que ese individuo iba a asustarse se equivocaron. Es más, los dos
se miraron sorprendidos cuando notaron como acumulaba energía…
-Pero… ¡Tú eres de los nuestros!- Se
sorprendió el tal Akran al darse cuenta de ello.-
-¡Te equivocas! - Espetó Kiros apretando
los dientes y los puños.- Yo no soy un traidor y un asesino como vosotros.
¡Malditos! Habéis deshonrado a nuestro pueblo. ¡Cobardes!… ¿Cómo os habéis
atrevido a hacer esto? ¿Cómo os habéis atrevidooo? ¡No tenéis honor!…
El
suelo alrededor de Maggie comenzó a temblar. La chica miraba ahora entre
estupefacta y asustada al mayor. ¡Estaba empezando a desprender una especie de
chispas eléctricas por todo su cuerpo!
-¡Es un saiyajin de élite! - Exclamó un
ahora espantado Akran.-
-Tal vez, pero nosotros somos dos.- Le
recordó su compañera quien sin dudar le apuntó con la palma de la mano exclamando.- ¡Muere!
Lanzó
un disparo de energía que Kiros ni se molestó en esquivar. Con otra mano lo
desvió haciéndolo impactar contra el techo de la nave. Todo el asteroide se
estremeció al producirse esa explosión. La enfermera asistía a todo aquello
congelada por el asombro y el temor. ¡Jamás había visto nada igual!
-¿Quién eres?.. Pudo musitar entre sus
lágrimas, mirando a su compañero.- ¿Qué eres?
Por
toda respuesta Kiros elevó la vista y aulló produciendo un gran estallido de
luz a su alrededor, la enfermera tuvo que taparse la cara, cegada
momentáneamente por él. Cuando el flash se extinguió y Maggie pudo abrir los
ojos lo que vio no lo podría olvidar jamás. El mayor brillaba ahora con un aura
dorada. Su cabello se había vuelto de ese mismo color y apuntaba hacia arriba.
-¡Es un súper saiyajin!- Exclamó ahora
la tal Zura con visible temor y estupefacción.-
-¡Vámonos de aquí!- La urgió su asustado
compañero.-
Salieron
volando con rapidez para alejarse, pero en una fracción de segundo Kiros
desapareció. Maggie no podía creerlo. Eso debía de ser una especie de pesadilla
o de fantasía que su mente estaba creando bajo condiciones de gran stress.
-Dios, he debido de volverme loca.-
Sollozó.-
¡Y es que aquel era
el Guerrero Dorado! Ese del que había oído hablar siendo niña. Se contaban
muchas historias entonces de un mítico luchador que brillaba con ese aura color
amarillo oro y que luchaba contra las fuerzas del mal. De pequeña le encantaba
escucharlas. Era como oír hablar de Superman. Empero, cuando creció,
sencillamente pensó que eso era un cuento, como el de las justicieras. Su padre
se los contaba a veces antes de que se fuera a dormir. Y ahora estaba viéndolo
con sus propios ojos.
-¡No, no puedo creerlo!- Se decía
invadida por el asombro.- ¡Era verdad!
Y
entre tanto Kiros había reaparecido al instante ante esos dos. De sendos
puñetazos en sus estómagos los envió al suelo, con una fuerza tal que sus
enemigos se retorcían doloridos. Pero no era más que el comienzo dado que él,
con voz grave y retumbante, les sentenció.
-¡Por vuestros horribles crímenes y
vuestra traición! ¡En nombre de nuestro pueblo os condeno a morir!
-Espera un momento.- Le suplicó Akran.-
Sin
embargo, el mayor no tuvo piedad. De un rayo de energía desintegró a ese tipo
que aulló de dolor al recibir la descarga. Tras esbozar una media sonrisa
sardónica, Kiros escupió.
-Toma tu merecido, miserable. ¡Y ahora
te toca a ti!…- Espetó observando con inquina a la otra saiyajin.-
Pero
ésta sostuvo su mirada con una sonrisa desafiante, al tiempo que la fortuna la
acompañó, cuando Kiros iba a rematarla, Zura descubrió a Ginger que venía con algunos
facultativos…
-Esa es mi oportunidad.- Se dijo.-
¡Viento solar! – Gritó.-
Kiros
se vio tomado por sorpresa y cegado por ese súbito resplandor. Cuando quiso
abrir sus ojos su astuta enemiga se había logrado desplazar lo bastante como
para tomar una rehén ante las atónitas y asustadas miradas de dos personas más.
El saiyajin enseguida reconoció a una de ellas, que observaba entre impotente y
muy preocupado, el doctor Ginga.
-¡Ginger!- Exclamó el alien petrificado
por el temor a lo que pudiera pasarle a esa chica.- Tranquila.
Y es que la camarera
había tenido la gran suerte de localizar a Giaal y a la enfermera Marek. Al
verles gritó con desesperación y ambos la oyeron de inmediato. No tardaron en
llegar hasta ella. La chica les contó lo sucedido y todos corrieron hacia la
escuela. Fue entonces cuando un gran resplandor que parecía el mismísimo sol la
cegó. Cuando quiso darse cuenta, una extraña mujer morena de largos cabellos,
vestida de modo extraño, la sujetó de un brazo y pasó otro por su cuello,
usándola como parapeto…
-¡Cobarde!- Escupió Kiros.- Al menos
muere con honor.
-No tengo prisa por morir.- Replicó la
saiyajin con tono de burla, agregando con tintes de amenaza.- Pero, si he de
hacerlo, al menos me llevaré a esta estúpida humana conmigo.
La
ira invadía a Kiros, sin embargo ahora no era capaz de atacar…Así quedaron las
cosas, al menos de momento. Paralelamente a eso, el teniente Tang, había
llegado al laboratorio. Adams y Scott, junto con Melissa fueron puestos al
corriente de inmediato de aquella terrible situación. Los propios varitech de
la escuadrilla verde, junto con otros individuos sin identificar, estaban
creando el caos en la nave.
-Nos pondremos enseguida con eso.-
Aseguró el doctor Adams.-
Y
tanto él, como Melissa y Scott se aprestaron a entrar en la red informática. Al
poco, el joven en silla de ruedas, les comentó.
-Han pirateado los comandos de los
programas. Por eso controlan a los varitech.
-¿Pueden recuperar el control?- Quiso
saber Tang.-
-Lo intentaremos.- Repuso Melissa que
también tecleaba frenéticamente desde su consola, en tanto añadía.- Pero necesitamos
a Caroline Drummont.-
-Sí, y también al doctor Bruce Hershow.-
Recordó Scott.-
La
doctora Prentis llamó enseguida por teléfono a su colega. Ya en el refugio al
que accedieron, Caroline recibió un mensaje, pero no era claro. Las paredes
eran tan gruesas que dificultaban la comunicación.
-Utiliza el mío.- Le ofreció Penélope.-
Es especial. Tiene un ancho de banda superior para poder recibir señal.-
-Gracias jefa.- Replicó Drummont.-
Marcó
al número de Melissa y enseguida fue puesta al corriente. Les comentó a sus compañeras lo que pasaba.
-Debemos ir todas.- Declaró Keiko.-
Podemos ser útiles.
-Es peligroso.- Objetó Penélope,
añadiendo.- Tú quédate.
-De eso nada.- Insistió la chica.-
-Es una orden.- Repuso inflexible la
doctora Winters.-
-Penélope, ¡por favor! - Le suplicó la
pelirroja.- No me dejes al margen de esto. ¡Nos necesitan! Puede que yo no sea
experta en ordenadores pero Mimet y Daniel me enseñaron algunas cosas. ¡Te lo
ruego!, permíteme ayudar.
La
aludida suspiró en tanto mantenían una
lucha interna. Al fin asintió.
-Vamos, pronto.- Conminó a sus dos
subordinadas.-
-Como el rayo.- Convino Caroline que ya
estaba corriendo hacia la puerta del refugio.- Perdón, permiso.- Pedía a las atemorizadas
personas que se hacinaban allí, en busca de paso.-
Les
costó un rato pero finalmente las tres pudieron salir. Un soldado que
custodiaba aquel lugar inicialmente se opuso, pero Penélope le mostró su
acreditación aseverando con rotundidad.
-Es una misión oficial y de carácter
urgente.
-Muy bien.- Accedió aquel muchacho
permitiéndolas marcharse.- Buena suerte.
La
doctora Winters asintió agradeciendo esos buenos deseos. Después, tanto ella
como sus subalternas corrieron lo más deprisa que pudieron. Por el camino veían
con horror toda la devastación.
-Es terrible. ¿Qué ha pasado?- Se
preguntaba Keiko entre los jadeos por causa de la carrera.-
-No tenemos tiempo para pensar en eso
ahora, ¡olvídalo! - Le mandó Penélope jadeando también.-
-Esperad.- Les pedía Caroline que no
podía mantener aquel ritmo tan veloz.- No puedo seguiros.
Y es que sus kilos le
pasaban factura ahora a la oronda y jovial científica. No podía correr a la
velocidad de sus compañeras. Estas en efecto se detuvieron aguardándola y de
paso pudieron descansar.
-Con cuidado, no os confiéis. Podría
haber enemigos.- Las previno Penélope.-
Las otras asintieron,
mirando en derredor. Por fortuna, la zona por la que transitaban estaba ahora
libre de ningún tipo de amenaza. Al fin, tras unos minutos, lograron llegar
hasta la zona de investigación cibernética. Cuando accedieron al lugar fueron
cálidamente recibidas.
-Me alegra veros, chicas.- Las saludó
Melissa.-
-Luego nos ponemos al día sobre los
chismes, déjame un ordenador.- Demandó Caroline.-
Con
rapidez les indicaron a las recién llegadas sendas consolas para ubicarse. Así,
entre todo el equipo, se afanaron por recobrar el control de los varitech.
Aunque la tejana enseguida les comentó.
-Esto está más feo de lo que parecía. He
comprobado que el pirata ha intervenido también los sistemas de la nave. A gran
escala.
-¿Qué quiere decir?-Inquirió Adams.-
-Que controlan también las defensas
exteriores y los accesos.- Le explicó la interpelada.- Y no sé cuántas cosas
más.
-Llamaré al puente.- Les comentó el
teniente Tang.-
En
efecto, tras poder comunicar vía conexión seguridad habilitada por Caroline. La
llamada llegó al puente de control. Un mayor informó a Hazzar. Éste enseguida
se puso y Zhao le informó.
-Señor, estamos en la zona de desarrollo
cibernético. Los técnicos y los científicos tratan de recuperar el control de
algunas zonas de la nave.
-Muy bien, teniente. Hagan todo lo
posible por devolvernos los sistemas. Tenemos a todas las escuadrillas
operativas ahí fuera. Y están sufriendo el fuego de nuestras propias baterías.
- A sus órdenes.- Replicó Tang.-
Tras
cortar la emisión, Zhao les refirió esas palabras, dejándoles a todos realmente
preocupados.
-¡Oh, Dios mío!- Exclamó Penélope.- Rick
y los demás.
-¡Tenemos que recuperar los sistemas a
toda costa! - Les urgió Scott.- Cada minuto cuenta. La vida de todos esos
pilotos está en juego.
No
tuvo que repetirlo más. Sus compañeros se afanaron en lograrlo. Trabajaban de
forma frenética, a contrarreloj. Muchas vidas dependían de ello, tanto en el
interior, como en el exterior de la nave. Desde luego, en el espacio, los
pilotos trataban en lo posible de esforzarse por eludir los disparos de sus
propios cañones de defensa.
-¡Maniobren, rápido!…- Ordenó Enset.-
Los
pilotos se empleaban con pericia. Esquivaban muy bien los disparos. Celia estaba
concentrada. Pese a todo había dejado de lado las amargas circunstancias que
había sufrido. Al menos hasta que comenzó a oír algo inquietante por su línea
de audio interna.
-Muy bien, nena. Te mueves de maravilla.
Acuérdate de lo bien que lo pasamos los dos juntos.
-¿Quién es?- Chilló completamente desconcertada y llena de
temor.-
-Volverás a ser mía otra vez. No te
preocupes.- Se reía aquella voz.- ¡Mírame!, aquí estoy…
La
chica observó a través de la carlinga viendo otro avión. ¡Era él! El aparato
del mayor Shulth estaba allí. Ahora los aviones se habían convertido en
varitech para poder parapetarse con sus escudos.
-¡Maldito! - espetó Walsh.-
Lo
que sucedió entonces nadie pudo entenderlo. El caza de la muchacha se lanzó contra el del mayor. Le sujetó por
detrás con los brazos impidiéndole moverse.
-¿Qué está haciendo, se ha vuelto loca?-
Gritó el mayor.-
-Celia. ¿Qué haces?- Le preguntó también
Olivia, que pasaba cerca de allí.-
-¡Suélteme inmediatamente! Esto le costará su carrera, estúpida.- La
amenazó Shulth.- Está acabada.
Aunque
Celia solamente sonrió con sorna, replicando con un tono entre resignado,
entristecido y ácido.
-Mi vida ya está acabada, mayor, igual
que la suya. Pero al menos no hará eso que me hizo a mí a ninguna otra mujer.
Y
para horror del resto empujó el caza de su superior hacia una batería que hizo
fuego al detectarlo. Shulth solamente tuvo tiempo de gritar de terror antes de
ser destruido junto con su avión.
-¿Pero qué has hecho?- Exclamó Jane, tan
anonadada e impactada como el resto.-
-¡Celia, por el amor de Dios! - Exclamó
Susan tratando de acercarse.- Cálmate.
Aunque
la alférez apuntó al aparato de su superiora con su fusil, diciendo con voz
entrecortada.
-Por favor, no se acerque más a mí,
señora. No me obligue a tener que hacerle daño. Usted no lo merece.
-Escucha, podemos hablar de ello. Saldremos
de esto.- Insistió la teniente Hunter.-
-Te ayudaremos, sabemos por lo que estás
pasando.- Añadió Jane.-
-¡Celia, por favor! - Intervino también
Olivia.-
La
chica movía la cabeza incrédulamente dentro de su aparato. Suspiró y entre
lágrimas se despidió.
-Gracias por todo. Y perdónenme.
Nadie tuvo tiempo
para reaccionar cuando la joven piloto dirigió su aparato directamente contra
uno de los cañones que disparó nada más tenerla a tiro desintegrando ese caza
de inmediato. Apenas unos fragmentos quedaron del avión y salieron propulsados
a tremenda velocidad fuera del campo visual del grupo.
-¡Celiaa!- Gritó la espantada alférez Aguirre.-
-¡Dios mío!- Musitó Tracer tan
horrorizado como el resto.-
Por
fortuna, Enset, pese a estar tan impactado como el resto, enseguida tomó las
riendas de la situación.
-Estén alerta. Sigan en posición
defensiva y apártense de los cañones.- Les ordenó a sus pilotos.- Rápido,
maniobra evasiva tango dos.
A
duras penas el resto volvió a la realidad de la complicada situación en la que
estaban obedeciendo las órdenes. Aunque tras unos momentos hubo una buena
noticia. Marcus, junto a su superior, el mayor Mullins, vio algo.
-La compuerta de la zona de apontaje C
se está abriendo. Señor.- Le comentó a quién era asimismo su pareja.-
-Compuerta C, luz verde.- Repitió
calmadamente éste.-
-Estén preparados, podría ser una
trampa.- Les previno Enset que enseguida comunicó con el puente.- Aquí líder
escuadrilla Granate. Pedimos confirmación de la apertura de la zona de apontaje
C.
-Confirmado, comandante.- Replicó a voz
de un oficial de control.- Nuestros técnicos han recuperado el control.
Aguarden un poco hasta que se hagan con las baterías.
-Recibido.- Contestó Karl quien se dirigió
a los suyos.- Ya han oído, permanezcan a la espera y alerta.
Todos
asintieron, Susan por su parte apenas si veía por el casco, gruesas lágrimas le
caían por las mejillas. Pero debía esforzarse por mantener la calma. Era una
piloto y una oficial militar. No podía ceder a los sentimientos ahora. También
Olivia se sentía destrozada. Sin embargo, apeló asimismo a su condición de
militar. Jane estaba muy afectada a su vez. Y más furiosa aun si cabía.
-Ya no puedo hacer nada por ti, Celia.
Pero sí que puedo investigar esto.- Se prometió.- Al menos para limpiar tu
nombre.
Y
entre tanto entre Scott, Melissa y Caroline, se hicieron también con el sistema
de armas externo de la nave. Sus pilotos podrían retornar sin peligro. Así lo
hicieron saber de inmediato.
-Ahora vamos a ocuparnos de los intrusos
de dentro.- Les arengó la doctora Drummont.-
Y
estos seguían disparando a todo lo que encontraban. Aquellos enormes robots
sembraban el caos y el terror. Por fortuna la mayor parte de la gente estaba a
salvo metida en refugios. Mei Ling se tapaba los oídos y la cara al igual que
muchos de los que estaban en uno de estos lugares, puesto que las explosiones
se producían cercanas y ensordecedoras. Pensaba en sus amigas, en su pareja y
hasta en su primo. En esos momentos ninguna otra cosa contaba.
-¡Oh, Dios mío que estén todos bien! -
Se decía con una gran preocupación y pánico.-
En
los restos del parque, Zura mantenía su posición de ventaja bien aferrada a la
aterrorizada Ginger. La saiyajin le susurró entonces a la pobre chica con un
falso tono meloso.
-No tengas miedo, si ellos son
razonables yo lo seré también. Ninguna queremos morir, ¿verdad que no?
La
camarera movió levemente su cabeza a modo de negación, confirmando así esas
palabras. Entonces su captora le ordenó con brusquedad e ira mal contenida.
-¡Pues díselo a esos idiotas!
-Por favor… - Apenas si pudo sollozar
Ginger.- Tengo un niño pequeño.
-¿Un niño pequeño?- Se sonrió
aviesamente Zura, para preguntar no sin sorna indicando las ruinas de la
escuela con la mirada.- ¿Cómo esos que están allí?
La
aterrada camarera solo podía llorar de impotencia y desesperación, y sobre
todo, temor por su hijo. Giaal contemplaba la escena realmente enfurecido, pero
sabía que tenía que permanecer calmado. Lo mismo podía aplicarse a Kiros que,
tratando de templar su furia, le preguntó a la secuestradora.
-¿Quién te ha ordenado que hagas esto?
-¿Quién?- Se rio ella, para añadir
divertida.- Buena pregunta. Quizás si os mostráis razonables os lo cuente.
Y
entre tanto las fuerzas de seguridad seguían llegando. Un oficial de superior
grado se presentó allí con un grupo de soldados fuertemente armados.
-Soy el capitán Pierre Deloin. Deponga
su actitud.- Le ordenó a la saiyajin.- Si libera a la rehén le aseguro que será
bien tratada.
-Sí, claro. Y voy a fiarme de su
palabra.- Se rio ella.-
-No tiene otra opción.- Replicó su
interlocutor.-
-Siempre puedo morir luchando.- Contestó
la interpelada.-
-Tenemos códigos de justicia, si se
entrega será tomada prisionera y disfrutará de una serie de derechos.
-¿Derechos?- Exclamó Kiros conteniendo
su ira a duras penas.- ¿Qué clases de derechos hay para una asesina de niños?
-Mayor, no intervenga.- Le ordenó el
capitán.-
Desde
luego el saiyajin estaba deseoso de arrancarle el corazón a esa maldita
traidora asesina con sus propias manos, pero recordó sus órdenes. De muy mala
gana se apartó. Zura se sonrió sabiéndose ahora en clara ventaja. Se
aprovecharía de esos absurdos remilgos humanos en su provecho. Así que, con un
tono mucho más conciliador, se dirigió al que parecía que estaba al mando.
-Bueno,
capitán. ¿Me da usted su palabra? Si me rindo y colaboro con ustedes
¿podré obtener un trato? ¿Digamos, por ejemplo, para un intercambio posterior
de prisioneros?
-Estoy en condiciones de ofrecerle algo
parecido a ese trato, sí. De parte del Contralmirante.- Aseveró éste.- Pero
únicamente si colabora y depone su actitud. Deberá liberar a la rehén que tiene
en su poder, sin causarle el menor daño.
-¿Qué?- Se indignó Kiros.- ¡No pueden
ofrecerle un trato a esa criminal!
-Manténgase al margen, mayor. ¡Es una
orden!- Le insistió Deloin con brusquedad.-
El
muchacho estaba realmente cercano a perder los estribos, fue Giaal quién se
acercó a él para tratar de calmarlo, recordándole.
-¿Qué instrucciones te dieron los
soberanos de Nueva Vegeta?
En
un principio el saiyajin no parecía querer responder a eso, aunque el doctor
Ginga insistió una vez más.
-¿Qué órdenes tienes de tus
soberanos?...relativas a tu estancia aquí. ¿Tienes que acatar las órdenes de
tus superiores en el ejército?
-Sí.- Pudo mascullar él con la voz casi
quebrada por la rabia.-
-Y lo harás, eres un saiyajin honorable.
Créeme. Mi amigo Leval me habló un poco sobre vuestras costumbres. Dijo que un
guerrero del espacio con honor nunca desobedece una orden directa.
Eso
bastó para hacer recapacitar al chico que asintió despacio bajando la mirada y
apretando los puños. Tras ser testigo de aquello Zura se sonrió sintiéndose
triunfante. Entonces, con tono alto y claro, anunció.
-Muy bien, capitán. Confío en su
palabra. Me rindo.
Acto
seguido soltó a la atemorizada Ginger elevando las manos como si la estuvieran
apuntando para decirle a esa pobre chica con un tinte más considerado.
-Puedes irte. No temas nada. Yo cumpliré
mi parte del trato.
La
joven la observó con incredulidad. Esa fiera enemiga parecía haberse vuelto muy
amable de pronto. En efecto, la camarera iba a marcharse, pero antes de hacerlo
se volvió suplicante a su ya ex captora. Y con lágrimas le pidió
-Por favor. Dígame que no le ha hecho
daño a mi hijo. Es solo un niño pequeño.
-Yo no he matado a ningún niño. Fueron
los disparos de vuestros propios robots. - Replicó la saiyajin con tono
indiferente a esos ruegos.- Ni sé dónde están los otros mocosos humanos.
Ginger
no pudo sacarle más. Algunos soldados llegaron provistos de esposas y
grilletes. Zura juntó ambas muñecas y dócilmente se dejó encadenar. Ante eso,
el capitán Deloin sonrió satisfecho.
-Eso no servirá de nada. Ella podría
romper esas cadenas como si fueran papel.- Les advirtió Kiros.-
-Pero no lo haré. Un trato es un trato.-
Replicó ella no sin sorna.- No tengáis miedo, humanos.
Pese
a todo se le quitaron las ganas de bromear cuando su antagonista se encaró con
ella, todavía brillando como un súper saiyajin y le espetó con fría cólera.
-¡No lo harás porque sabes que lo único
que te libra de que te mate ahora mismo es la celda en la que te vayan a meter!
¡Traidora miserable!
-Ya es suficiente, mayor.- Le ordenó el
capitán.- Puede retirarse. Gracias.
A
su pesar Kiros se cuadró y saludó, dándose media vuelta. No tenía intención de
irse aún. Las cosas no estaban controladas en otros sectores. Por fortuna en
ese mismo momento recibieron buenas noticias.
-Mi capitán.- Le informó un teniente que
llegaba a todo correr.- Nos han informado que tenemos control sobre los
varitech y que los pilotos del exterior han podido retornar.
-¡Magnífico! - Exclamó éste indicando
acto seguido a sus hombres.- Lleven a la prisionera a una celda de aislamiento.
Zura
ya caminaba entre sus guardianes cuando se detuvo un instante para decirle a su
compatriota con tintes de reproche y desdén en su voz.
-No sé quién es más traidor. Al menos yo
no acato órdenes de un rey títere y de
una reina que no es saiyajin. Solamente eres una marioneta más de los humanos.
Kiros
la miró con verdadero odio, aunque notó enseguida la mano conciliadora de Giaal
posándose sobre uno de sus hombros.
-Te ruego que la olvides y nos ayudes. Ella
no merece la pena. Por favor. Hay muchas personas en peligro…te necesitamos.
El
muchacho miró a Ginger, vio el miedo y la preocupación en sus ojos llenos de
lágrimas. Observó también a Maggie. La enfermera estaba sentada ahora en un
resto de muro. Mirando hacia el suelo y con las manos entrelazadas. Totalmente
hundida. No pudo hacer más que asentir.
-Haré lo que pueda por encontrar a tu
hijo y ponerle a salvo, Ginger, tienes mi palabra.- Le dijo con el mayor tono
de seguridad y consideración que pudo a la camarera.-
Ésta
sonrió esperanzada. Con alguien así de su parte todo era posible. Entre tanto,
en el centro de desarrollo tecnológico habían en efecto controlado aquella
invasión pirata. Por fin todo volvía a estar bajo control. Pero a un terrible
precio. Keiko fue la primera en salir. Solo para darse cuenta del horror que se
extendía por la zona del parque. Muchas casas estaban totalmente destruidas.
Algunos cadáveres yacían en el suelo. Los servicios sanitarios y de
reparaciones se prodigaban en intentar despejar aquello. Por su parte, Marek
estaba junto al doctor Lester. Habían atendido a algunas personas de camino
hacia la escuela.
-¿Doctor? ¿Dónde está James?- Quiso
saber ella puesto que no le había visto desde hacía un buen rato.-
-No lo sé.- Repuso éste.- Creía que
estaría con usted.- Habrá ido a atender a más víctimas.- Elucubró Lester sin
darle mayor importancia.-
La
enfermera asintió. Eso creyó también. No tuvo mucho más tiempo para pensar en
eso. Había más gente que necesitaba ayuda. En otra parte de la nave, al fin se
abrió el refugio. Mei Ling salió junto con el resto de las personas que lo
compartían con ella. El panorama no podía ser más desolador. La chica trató de
encaminarse hacia el parque central, sin embargo, unos soldados la hicieron
detenerse.
-Lo lamento, señorita. Es una zona
acordonada.- Le dijo un sargento.-
-Por favor. ¿Saben que es lo que ha
pasado? - Les preguntó ella.-
-No podemos dar información todavía.- Se
excusó el suboficial que amablemente le aconsejó.- Lo mejor será que vuelva a su casa y descanse.
La
muchacha asintió. No veía que otra cosa podría hacer. De todos modos tenía
mucho en que pensar. Por su parte, Kiros iba a cumplir su palabra. Dejó de ser
un súper guerrero. Se colocó su visor, podría quizás detectar algún tipo de
energía de bajo nivel si lo reprogramaba. Era una idea algo desesperada. Y
además, un crío humano emitiría un nivel de energía ínfimo. Pese a ello podría
intentarlo. Así se lo comentó a Giaal.
-No me parece una mala idea.- Valoró no
obstante el alien.-
-Empezaré por las ruinas de la escuela.
Si tiene un refugio subterráneo puede que esté sepultado por los cascotes.- Comentó.-
-Pediremos ayuda. Que un par de varitech
se le unan para despejarlo todo de escombros.- Indicó Deloin antes de
marcharse.-
Entonces
el capitán recibió una comunicación del puente.
-Sí, sí señor. ¿Cómo dice? No, no ha
venido aquí. Muy bien, me enteraré. Sí, está conmigo. ¿Desea que le pregunte
algo? Muy bien. Le mantendré informado. A sus órdenes, corto.
Y terminó el
contacto. Aquella charla parecía haberle dejado extrañado dado que le comentó a
Kiros.
-Mayor. ¿No dijo usted que el capitán
Harris estaba grave?
-Sí señor.- Se reafirmó él.- En
bastantes malas condiciones por desgracia.
-Pues ha estado en el puente dirigiendo
las operaciones junto a Hazzar. El contralmirante acaba de comunicármelo. ¿Sabe
usted sí pudo recobrarse de algún modo particularmente rápido?
-Eso no puede ser.- Rebatió Kiros,
mirando ahora a Giaal para preguntarle.- ¿Le dio usted alguna alubia?
-¿Yo?, no… - Negó el interpelado con
patente gesto de sorpresa.-
El
saiyajin demudó el rostro. Volvió a reprogramar el visor. Aunque con una expresión
de rabia.
-¡Maldita sea! Ha tenido que ser él.
-¡El metamorfo!- Exclamó Deloin.- ¿Está
usted insinuando…?
-No, señor. No insinuó. - Le cortó el
chico sentenciando.- Estoy afirmando que ese ser se ha colado en nuestro puente
de mando asumiendo la identidad de uno de los oficiales de más alto rango de la
nave.
-Concretamente del segundo al mando.-
Musitó su contertulio con evidente inquietud, deduciendo.- Tuvo que ser él
quien lo orquestase todo. Hazzar me comentó que los cazas salieron debido a un
informe del capitán Harris.
-Iré al hospital a asegurarme de que el
verdadero sigue allí.- Comentó Giaal.- Puede que…
-Cualquier otro puede hacer eso. A usted
le necesito, doctor.- Le interrumpió Kiros que agregó diciéndole en un tinte
más confidencial.- Y me gustaría que esa enfermera viniese con nosotros.
Giaal
observó a Maggie. La pobre mujer seguía con la mirada perdida mirando al suelo.
Seguramente se torturaba aún con los recuerdos de todo lo que había visto. El
doctor Ginga la llamó.
-Señorita Kendall, por favor. ¿Nos
acompaña?
No
hubo respuesta. Giaal se aproximó y solo pudo ver desolación y amargura en esa
pobre chica. No quiso insistir más. Sin embargo, Kiros sí que lo intentó
dirigiéndose a ella.
-Sé que estás sufriendo mucho. Esto ha
sido terrible. Pero tienes que ser fuerte.
La
joven apenas elevó la vista para observarle, un par de finos hilos de lágrimas
le cayeron de sus ojos, enrojecidos de tanto llorar ya.
-No puedo ser fuerte…nunca lo he sido.
–Le confesó totalmente abatida.-
-Eso no es verdad.- Negó el joven
doblando una rodilla para mirarla a los ojos.- Has demostrado ser muy fuerte.
-¿Para una mujer? ¿O para ser una simple
humana? - Sonrió débilmente ella.-
-Para cualquiera.- Afirmó el saiyajin,
que trató de animarla, añadiendo.- Antes te escuché. Me preguntaste quién era.
Te prometo que después te lo diré. Pero ahora te necesitamos. Es lamentable que
tantos inocentes hayan muerto. No obstante, podríamos salvar a muchos más. Yo
soy un guerrero, no se curar. Tú sí. Y el doctor Ginga necesita ayuda. Ya no
podemos hacer nada por los muertos. Hagamos lo posible por los que todavía
puedan estar vivos. Hay que mantener la esperanza ¿No crees?
Maggie
se tomó unos segundos para tratar de rehacerse mínimamente. Al fin asintió
despacio y se levantó. Junto con Kiros y Giaal se dispuso a tratar de superar
su propia amargura y horror y ayudar a quién pudiera precisarlo. Así, los tres
se dirigieron hacia aquellas ruinas con la esperanza de poder rescatar a alguien.
Todo era un caos de ruido, gritos, e incluso de movimientos de varitech
tratando de despejar de escombros esa zona. Entre tanto, en el puente de mando
iban llegando los informes. Un conmocionado Hazzar escuchaba a sus oficiales.
-Contralmirante, hemos perdido al menos
cuatro cazas. Varios pilotos han muerto - le exponía uno.-
-El sector civil tres ha sido el más
afectado. Han destruido una escuela.- Le informó otro.-
-¡Santo Dios!- Suspiró aquel hombre
realmente afectado por aquella noticia y llevándose las manos a la cabeza para
musitar.- ¡Que Él me perdone! No he sabido protegerles.
-No pudo hacer nada, señor.- Trató de
animarle el capitán Smith.-
Hazzar
asintió, sin mediar palabra se fue un momento a su despacho y cerró la puerta.
Sus subordinados le habían dicho aquello con una mezcla de pesar y respeto
hacia él.
-No pude hacer nada, claro.- Musitó.-
Aunque él sabía que
no era así. Aquella responsabilidad era terriblemente dura y pesada. Ahora
hubiese preferido no estar allí. No ser el comandante en jefe de esa
expedición. O al menos, haber llevado solamente a personal militar. Se
preguntaba con amargura si eso merecería finalmente la pena. ¿Por qué tuvieron
que embarcar a civiles y sobre todo a niños? Desafortunadamente tenía una
respuesta. Ese viaje tenía que ser totalmente creíble para todos. Incluso para
los de su propio bando. De ese modo el enemigo no sospecharía.
-¡Maldita misión! ¡Maldita sea la hora
en la que acepté tomar el mando!- Se dijo apretando los puños.-
Suspiró
largamente dejando escapar su rabia y su frustración y tras unos instantes de
concesión al desahogo, al fin se rehízo pasando a impartir las órdenes
oportunas…
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