domingo, 1 de enero de 2017

GWDN 17 Bajo las ruinas

Uno por unos los aviones fueron aterrizando. Al fin, la mayor parte de los pilotos estaban seguros una vez más. Enset y los suyos no perdieron el tiempo y se presentaron de inmediato ante su superior. Acompañados por Mullins y el teniente Marcus. El propio Hazzar les recibió, allí, en posición de firmes, le escucharon.



-Celebro ver que casi todos ustedes han regresado de esa especie de… trampa.- Pudo completar el contralmirante.-



            Todos observaron a su comandante en jefe con gestos graves, aunque nadie se atrevía a pronunciar palabra. Al fin, fue Enset quien preguntó, reflejando el malestar de sus pilotos.



-Con el debido respeto, señor. ¿Quién dio la orden de salir?

-Evidentemente fui yo. Soy el máximo responsable.- Admitió su interlocutor sin disimular su pesar.-

-No me refiero a eso. Me consta que alguien tuvo que darle un informe que le obligase a tomar esa decisión, señor.- Repuso Karl teniendo más cuidado en su tono.-

-Fue el capitán Harris. Hace poco que se ha reincorporado al servicio.- Le comentó Hazzar.-

-¿Harris? ¿Pero no estaba en cuidados intensivos?- Inquirió el comandante Enset con gesto atónito.-



            Los demás oficiales cruzaron miradas entre ellos, aunque no dijeron nada. Algunos como Susan u Olivia porque realmente no estaban allí en modo mental. Solo podían pensar en los últimos momentos de su infortunada compañera Celia. Tracer también le daba vueltas a la cabeza pero pensando en Penélope. Al poco de llegar les informaron de lo sucedido dentro de la nave. Únicamente rezaba porque ella y las demás no estuvieran heridas o algo peor.



-Espero que tú y las demás estéis a salvo, Penny.- Se decía con bastante angustia y temor que a duras penas trataba de sobrellevar.-



            Entre tanto, el contralmirante añadió, respecto del capitán Harris.



-Cuando se reincorporó y hablé con él, interesándome por su estado, me dijo que pudo recobrarse casi de un modo milagroso.- Comentó Hazzar quien parecía reacio a hablar de más ante tanto oficial y le susurró a su interlocutor.- Ya sabe, de esas formas que solamente unos pocos conocen.



            Karl enseguida le comprendió sin precisar de más concreción. Él lo sabía también, desde el primer viaje que hiciera en la SSP-1. Aquellas extrañas alubias que te recobraban casi al instante. Recordó al teniente Malden y al mayor O´ Brian hablarle de ellas. No obstante, eso se consideraba un secreto de seguridad ya no nacional, sino planetaria. Al igual que otros muchos. Y esas extrañas judías no abundaban. Supuso entonces que pudo ser debido a eso que su superior se reintegrase al servicio. Aunque no estaría de más verificarlo.



-Señor, hablaré con el mayor Kiros. Él podrá decirnos algo.

-Llamaré al capitán Deloin.- Le comentó su superior.- Quizás él le haya visto.

-Hágalo, por favor, señor. Y, en cuanto pueda, que venga a informarnos con más detalle de lo sucedido. Tenemos que llegar al fondo de esto. - Le pidió Enset.-



            Todos los demás miraban a Hazzar con el deseo de que así fuera. El veterano oficial asintió, tratando de tranquilizar a sus pilotos.



-Así se hará, se lo prometo. No descansaré hasta averiguar lo que ha pasado. Ahora vayan a descansar. Se lo han ganado.



            Tanto el comandante Enset como el resto de los allí presentes, se pusieron firmes y saludaron. Después rompieron filas yendo cada uno a interesarse por la suerte de los amigos y familiares que tenían en la nave. En otra parte de la misma, tras despedirse del profesor Adams y de Scott y Tang, a los que dejaron eliminando los virus que quedaban para recuperar todos los sistemas operativos, Keiko y las demás pudieron salir para encontrarse con el mismo cordón militar que su compañera antes. No obstante, fue Penélope quien, mostrando acreditaciones que daban fe de su colaboración con el ejército, les franqueó a todas la entrada.



-¡Vamos chicas! - Las arengó Caroline.- Aquí podemos echar una mano.



            Se cruzaron con Ginger que venía de avisar a las dotaciones sanitarias. La joven enseguida les contó lo sucedido, llena de angustia.



-Mi hijo, ¡no sé dónde está!- Sollozaba presa del temor.- ¡Podría estar muerto, bajo eso escombros!

-No, ni se te ocurra pensar eso.- Respondió Keiko con dulzura en tanto la abrazaba.- No te preocupes, seguro que estará bien. Te ayudaremos a buscarle.



            Y tras presentarse como voluntarias y equiparse con cascos y algún que otro elemento protector, las chicas fueron para allá. El panorama era dantesco. Ninguna pudo evitar llorar al ver como sacaban los cuerpos de varias personas incluyendo algunos niños y niñas de corta edad, de ahí. Ginger llegó incluso a desmayarse…



-¡Vamos Gin! - Le decía una también muy afectada Keiko, tratando de reanimarla.- Dean no estaba ahí… ¡Despierta, por favor!

-No te preocupes. Solamente ha sido un desvanecimiento.- Oyó una voz de mujer tras de sí.-



            Erika había llegado también hasta allí. Era donde más posibles víctimas habría. Algunas afortunadamente estaban malheridas pero vivas. Por desgracia varias estaban muertas.



-Esto es horrible.- Sollozó, sobrepasada por aquello.-

-Enfermera Marek, ahora no hay tiempo para sentimentalismos.- La amonestó el doctor Lester.-



            Atónita, devolvió la mirada a ese tipo con una mezcla de indignación e incredulidad. Aunque el facultativo no pareció inmutarse y se limitó a declarar.



-Los heridos la necesitan a usted al ciento por ciento de capacidad y concentración. Sé que es difícil, pero tiene que abstraerse de esta terrible situación y centrarse en su trabajo.



            La chica finalmente asintió, suspirando en un intento por volver a hacerse dueña de sus emociones.



-Sí, doctor.- Fue capaz de musitar al fin.-



Y así lo hizo, enseguida se unió junto con el doctor Lester, al grupo de voluntarios. No tardó en hacerse cargo de la exánime camarera. Tras tomarla el pulso asintió, declarando de modo tranquilizador.



-Estará bien. Debe de estar sometida a mucha tensión.

-Su hijo ha desaparecido.- Repuso una muy preocupada Keiko.-

-Comprendo. No tema. Me haré cargo.- Le aseguró Erika.-



            La pelirroja asintió, más tranquila dio las gracias a esa enfermera y se dirigió hacia las ruinas, uniéndose al resto. Kiros, Giaal y Maggie estaban allí ya. Pese a que un varitech había quitado bastantes escombros, algunas piedras y fragmentos se le resistían dado que le eran de difícil acceso para poder retirarlas.



-Ahí no puede llegar.- Comentó el médico.- Y es muy complicado que nadie pueda…

-Es imposible.- Convino Keiko.- No podremos llegar ahí. Eso debe de pesar toneladas.



            No había terminado la frase cuando Kiros, tras quitarse su chaqueta, tensó los músculos y agarró un enorme bloque de cemento elevándolo con aparente facilidad. Maggie desde luego estaba perpleja. Lo mismo que el resto cuando llegó hasta allí. Keiko observaba sin poderlo creer. Ese fragmento de escombros pesaría al menos doscientos kilos.



-Debe de hacer muchas pesas en el gimnasio.- Pensó ingenuamente la chica sin poder dejar de mirar aquel portentoso cuerpo.-



            Luego se censuró, la situación  no estaba para esas frivolidades. Además, vio a Maggie. Aunque la enfermera parecía dar muestras de no haber reparado en ella. De todos modos, al fijarse en la expresión de su rostro la vio totalmente cambiada. No parecía ella. Era como si estuviese ida. Y su mirada rezumaba mucha tristeza. Fue en ese mismo instante cuando ésta la vio también.



-¡Keiko! –Pudo musitar.-



            Pero un gran estruendo producido cuando el saiyajin arrojó ese bloque al suelo la sacó de su ensimismamiento.



-¡Aquí es!- Exclamó el joven.- La entrada al refugio. Estaba taponada por el derrumbe.



            Habían llegado ya los demás miembros del grupo de ayuda junto a varios droidos médicos y transportes sanitarios. ¡Ojalá que tuvieran utilidad para transportar heridos en lugar de fallecidos! Lester se aproximó a Giaal y le saludó interesándose por la situación.



-Hasta ahora no hemos encontrado a nadie con vida. Al menos fuera del refugio.- Le contó su colega.-

-Dios quiera que hayan podido protegerse dentro.- Declaró el jefe médico.-



            Ahora, tras limpiar un poco de arena y cascotes, se veía esa puerta de acero blindada. Kiros enseguida golpeó en ella gritando.



-¿Hay alguien ahí? ¿Pueden oírme?



            No se escuchaba réplica aunque debido precisamente al grosor de esa puerta eso era prácticamente imposible. El joven saiyajin usó entonces el visor. Calibrando sus detectores para energía humana.



-Detecto algo, es muy débil. Podrían ser varias fuerzas. Uno de nivel, o dos como mucho.

-Hay que abrir esa puerta.- Indicó Giaal.-

-Tendrán que venir los robots o un equipo especial para tratar de perforarla.- Valoró un oficial  que se había aproximado junto con algunos soldados.-



            Keiko miraba ahora hacia allí, estaba tan preocupada como el resto. Quizás dentro de ese refugio tuvieran oxígeno, pero esa pobre gente estaría atrapada y querrían salir cuanto antes. También podrían estar heridos.



-¿Qué podríamos hacer?- Comentó la joven.-

-Por ahora nada, únicamente aguardar a la maquinaria adecuada.- Repuso Caroline.-

-¡Oh Dios mío, pobres niños!- Suspiró Keiko.-



            Maggie la estaba escuchando a cierta distancia. Pese a su estado de ánimo se aproximó lentamente a ella. Al menos quería oír su voz.



-¿Estás bien?- Le preguntó tímidamente.-

¿Y tú?- Se decidió a responder la joven a su vez, algo cohibida en presencia de las demás.-



            Y es que no podía apartar de su mente esa noche que pasaron juntas. Aunque en esos momentos cualquier consideración que no fuera la de ayudar a las víctimas carecía de sentido.  Mientras tanto Ginger se recobró del desmayo. Junto a ella y a la enfermera Marek, estaban Penélope y Melissa que habían acudido presurosas al verla.



-Vamos, debes tener confianza.- La animó la doctora Prentis en tanto la ayudaba a ponerse en pie.-

-Sí, Ginger. Seguro que tu hijo estará bien.- Convino Penélope.-

-Gracias a todas.- Musitó la agotada y emocionada muchacha recuperándose todavía.- Muchas gracias señorita.- Añadió dirigiéndose a Erika.-



La enfermera solamente asintió, sonrió levemente y se alejó dispuesta para atender a más heridos. Entre tanto, Keiko se acercaba más a Maggie y observándola con preocupación, le insistió.



-¿Te encuentras bien, de verdad?

-Ha sido una tarde muy larga.- Pudo responder su contertulia siendo incapaz de sonreír aunque al fin dijo algo más aliviada.- Pero ahora que estás aquí a mi lado, lo llevo mejor.



            Keiko no supo que contestar a eso. Además, sus compañeras de trabajo estaban cerca. Entonces vio a Ginger desde la distancia y le susurró a su interlocutora.



-El pequeño Dean ha desaparecido, la pobre Gin está muy angustiada.

-Sí, lo entiendo.- Convino con tono decaído y suave la enfermera que apenas fue capaz de suspirar sin llorar de nuevo cuando añadió con patente dolor.- He visto a varios niños muertos entre los escombros. No sé quién puede ser capaz de haber hecho algo así…



            Su contertulia asintió pasándole un afectuoso brazo tras los hombros. En ese momento  Maggie la miró agradecida y finalmente pudo sonreír. Aunque esa muchacha apenas se dio cuenta dado que se estaba fijando en aquel tipo tan increíble.



-¿Has visto eso?- Exclamó dirigiéndose a su interlocutora.-



            Y es que Kiros tras acumular energía en un brazo había hundido un puñetazo en esa puerta de acero blindado. Atravesándola metió la mano y parte del antebrazo para hacer palanca. Tras dar un grito que concentraba sus fuerzas comenzó a tirar. Se escuchó un ruido de goznes que cedían y para asombro del grupo, excepción hecha de Giaal, el oficial arrancó aquello. Con su otra mano logró sacar el brazo atrapado y tiró esa gran compuerta que hizo un tremendo estruendo al caer al suelo a varios metros de distancia. Todo el mundo observó aquello con perplejidad. Esa masa de acero blindada debía de pesar al menos dos o tres toneladas y ese tipo se había desecho de ella sin apenas esfuerzo. Al fin, cuando el ruido cesó y todos se quitaron las manos de los oídos, el saiyajin le pidió al doctor Ginga.



-Venga conmigo, por favor. Por si hubiera heridos.

-¡Es increíble!- Declaró Keiko que estaba tan atónita como ruborizada.- ¿Cómo ha sido capaz de hacer algo así?

-Le he visto hacer cosas incluso más asombrosas. - Admitió la enfermera.-

-No es tan extraño, teniendo en cuenta que es un saiyajin.- Les explicó Penélope.-

-¿Un saiyajin?- Inquirió la atónita pelirroja.- ¿Qué es eso?

-Alguien muy por encima de una persona normal. - Le contó la doctora Winters.- A veces se les llama guerreros del espacio. Son una raza extraterrestre con poderes enormes. Como súper humanos. El famoso guerrero dorado es de ese pueblo.



            Keiko estaba con la boca abierta. De niña escuchó a sus padres hablar de guerreros dorados, incluso a su hermana Hotaru. Siempre le habían comentado que eran protectores de la Tierra. Aunque, al crecer, pensó que se trataban únicamente de historias de súper héroes. Y en tanto la muchacha expresaba esa admiración Maggie suspiró resignada. Seguro que ahora la chica estaría totalmente entregada a Kiros. No podía culparla. Ella misma estaba asombrada. Y no por la fuerza de ese tipo o sus poderes. Al contrario, o mejor dicho, no había sido esa la cualidad que más le llamó la atención. Ese hombre, o lo que fuera, la había tratado con respeto, lejos del desprecio o las miradas lujuriosas de otros que se enteraban de su orientación sexual. Y sobre todo, le agradecía su ayuda en el plano humano. Esas palabras que le dedicó para animarla cuando la vio tan hundida.



-Alguien así sería mucho mejor para ti que yo, Keiko.- Pensó con la tristeza pintada en el semblante. - Una persona que te quiera y que sea tan fuerte en todos los sentidos. Que nunca te falle…



            Sin embargo, cualquier otra reflexión o comentario pasó a segundo plano. Del interior llegaron precisamente las llamadas del saiyajin.



-¡Necesitamos ayuda aquí!…- gritó.-



            Sin pensarlo, tanto Maggie, como Penélope y Keiko, fueron a entrar. Pese a que las fuerzas militares estaban ya llegando a su misma posición junto con algunos androides. No obstante, estos no serían capaces de acceder con precisión por esas escaleras que podían verse descender hacia el subsuelo. De modo que, invocando su condición de enfermera, Maggie guió a las demás.  Al poco el doctor Lester iba tras de ellas. Avanzaron espacio, malamente iluminados por algunas linternas. De todos modos enseguida pudieron ver a unos cuantos niños y niñas sentados y arrinconados contra las paredes. Estaban asustados, llorosos y visiblemente angustiados. Las chicas recurrieron a sus mejores sonrisas para tratar de animarles.



-Ya está. Ya ha pasado todo.- Susurraba cariñosamente Keiko a una niña que no tendría más de seis años.- Ahora os vamos a sacar de aquí.

-¿Tienes hambre?- Preguntaba afectuosamente Melissa a otro crío que asentía sin hablar.-



            Kiros ya llevaba en brazos a dos de ellos que se trataban de aferrar a su poderoso cuello en busca de seguridad, cuidadosamente le pasó uno a Maggie.



-Hazte cargo de él.- Le pidió.-

-Claro.- Asintió ella tratando de animar al pequeño.- Muy bien, eres muy valiente, aguantar tanto rato aquí jugando al escondite.- Le dijo con pretendido tinte jovial.-



            El saiyajin entonces recordó. Enseguida le dijo al otro pequeño que tenía entre sus poderosos brazos.



-¿Has visto a un niño rubio? ¿Uno que se llama Dean?



            Pero ese crío tampoco parecía tener muchas ganas de hablar. Al aproximarse Penélope se lo confió también.  Entonces, sonriendo levemente, el oficial les comentó a todos los críos que estaban por allí.



-Voy a hacer un truco, brillaré para que haya más luz.,

-Eso no se puede.- Se atrevió a replicar una niña de unos siete años.-

-Yo sí, porque me enseñaron cuando era pequeño.- Le contestó afablemente él.-



            Desde luego que así fue, Kiros se convirtió en súper saiyajin aunque solamente con la fuerza necesaria para iluminar esa estancia. Tuvo mucho cuidado en no emitir demasiada energía que pudiera provocar un derrumbamiento.



-¿Veis qué fácil?- Afirmó el guerrero del espacio con una adusta sonrisa.-



            Y es que eso de tratar con niños no era precisamente lo suyo, pero deseaba ayudar. Pensaba, cuán diferentes eran las maneras de educar a los pequeños de su mundo natal. Cualquier niño saiyajin hubiese estado tranquilo y no se habría inmutado ante una situación como esa.



-Mi madre diría que son todos muy débiles, tanto física como psíquicamente. Y antes de venir a convivir con ellos le habría dado la razón. Pero ahora empiezo a pensar que se equivoca. El exteriorizar sus sentimientos no les hace más frágiles. Al contrario, a veces se ha de tener mucha fortaleza para hacerlo y continuar.- Meditó fijándose en Keiko y Maggie.-



Aunque a su vez, era él el centro de la atención del resto. Todos los niños le miraban embobados. Algunos con la boca muy abierta. Incluso varios adultos también. Sobre todo Keiko quien no podía apartar la vista de aquel chico que se percató de eso sonriendo para pedirle, mirándola ahora con unos ojos azules e intensos.



-¿Por qué no cantas algo para todos? Ahora sería un momento perfecto.

-Sí- convino Maggie de inmediato.- Por favor, Keiko.



            La muchacha dudó un momento, no podía imaginar una situación en la que tuviese menos ganas de cantar. Pero viendo las caritas de miedo que todavía mostraban algunos críos asintió. Con su voz algo trémula les pidió.



-Pero me tenéis que ayudar con el estribillo.



            Algunos niños asintieron y la joven, tras sonreír más ampliamente, comenzó.



¡Oh cariño!, ¿Sabes qué es lo que vale la pena?

¡Oh!, el Cielo es un lugar en la Tierra

Dicen que en el Cielo, el amor viene primero

Haremos del Cielo un lugar en la Tierra

¡Oh!, el Cielo es un lugar en la Tierra



            Y algunos niños repetían algo, al principio tímidamente, pero Keiko daba palmas y sonreía sin descanso, utilizando lo mejor de su voz y de su ánimo para animarles.



Cuando la noche cae

Espero por ti y tú estás cerca

Y el mundo está vivo con el sonido

De los niños, fuera en la calle



            Ahora más críos se animaron, hasta Maggie y algunos adultos se unieron. Y la intérprete seguía desgranando el tema con un tono que quería reflejar optimismo y esperanza…



Cuando entras en la habitación

Y me atraes cerca y comenzamos a movernos

Y estamos girando con las estrellas arriba

Y me levantas en una ola de amor



Maggie sonrió. Esa estrofa podía sonar a otra cosa en su mente, aunque para los niños desde luego que no tendría esas connotaciones que ella recordaba de su pasada noche con Keiko. Kiros por su parte observaba a la intérprete sin pestañear. Estaba prendado de esa musicalidad y ese buen ánimo en tanto pensaba en encontrar al pequeño Dean.



¡Oh cariño!, ¿Sabes qué es lo que vale la pena?

¡Oh!, el Cielo es un lugar en la Tierra

Dicen que en el Cielo, el amor viene primero

Haremos del Cielo un lugar en la Tierra

¡Oh!, el Cielo es un lugar en la Tierra



Cuando me siento sola y te alcanzo

Y me llevas a casa

Cuando estoy perdida en el mar. Oigo tu voz.

Y me lleva



En este mundo estamos solo comenzando

A comprender el milagro de vivir

Cariño, estaba asustada antes

Pero ya no lo estoy más



            En ese momento los ojos grisáceos con tonos lavanda y los intensamente azules de Kiros se cruzaron. La chica sonrió una vez más, bajando la vista para proseguir su canción en tanto él no podía dejar de mirarla. Mientras, los niños y niñas un poco mayores que el resto, cantaban con ella.



¡Oh cariño!, ¿Sabes qué es lo que vale la pena?

¡Oh!, el Cielo es un lugar en la Tierra

Dicen que en el Cielo, el amor viene primero

Haremos del Cielo un lugar en la Tierra

¡Oh!, el Cielo es un lugar en la Tierra



Cielo

Cielo

Cielo



En este mundo estamos solo comenzando

A comprender el milagro de vivir

Cariño, estaba asustada antes

Pero ya no lo estoy más



            La propia Maggie se sintió mucho mejor, más animada y aliviada en su atormentado espíritu. Esa chica sabía elevar el alma de cualquiera con sus canciones. Ella no podía evitar sentir algo muy intenso cuando estaba a su lado. Y eso trascendía la mera atracción física desde luego. Aunque parte de ese entusiasmo renovado se esfumó al ser testigo del intercambio de miradas de esa joven con el mayor Derail…Y ajena a eso, Keiko terminaba de cantar…



¡Oh, cariño!, ¿Sabes qué es lo que vale la pena?

¡Oh!, el Cielo es un lugar en la Tierra

Dicen que en el Cielo, el amor viene primero

Haremos del Cielo un lugar en la Tierra

¡Oh!, el Cielo es un lugar en la Tierra



¡Oh!, el Cielo es un lugar en la Tierra

¡Oh!, el Cielo es un lugar en la Tierra

¡Oh!, el Cielo es un lugar en la Tierra

¡Oh!, el Cielo es un lugar en la Tierra



(Heaven is a place on Earth. Belinda Carlisle. Crédito al autor)



Muchos niños aplaudieron. Incluso una cría se aupó del suelo haciendo que la pelirroja se agachase para darle un beso en la mejilla. Keiko rio. Incluso en medio de ese momento y ese lugar tan oscuro en todos los aspectos. Y Kiros pensó admirado al ver aquello.



-Ella ha aportado más luz que yo cuando he comenzado a brillar. Y todo con su forma de ser y su alegría. Ahora comprendo plenamente cual es mi misión. ¡Gracias, reina Meioh! Gracias por permitir que lo haya aprendido por mí mismo. Teníais razón, Majestad.



            Por fortuna llegaron más refuerzos y fueron sacando a todos y cada uno de los niños, más de una veintena. Y felizmente el  oficial encontró al pequeño Dean. Estaba apoyado en el regazo de una niña de apenas diez años. Los dos dormían. Giaal tomo en brazos a la cría y el saiyajin se ocupó de hacer lo propio con el niño. También salieron dos adultas, que eran las maestras de las actividades extraescolares.



-Gracias. Muchas gracias.- Sollozaba una de pelo castaño y poca estatura.-

-Cuando el ataque empezó apenas sí pudimos meter a estos niños.- Lloraba a su vez la otra, de pelo moreno y algo más alta, con tintes de desgarrada culpabilidad.- No pudimos resguardar a más.

-Ustedes hicieron todo lo que humanamente les era posible.- Las trató de confortar Giaal, sentenciando.- No pudieron hacer más.

-Ahora salgan y pasen por el gabinete de reconocimiento.- Les pidió amablemente Lester.- Tienen que hacerles un chequeo.



            Ambas mujeres obedecieron de inmediato con la cabeza hundida sobre el pecho, y evidentemente afectadas, con un par de niños en brazos salieron escoltadas por Penélope y Melissa que llevaban a unos críos a su vez. Por fortuna, todos pudieron salir sin tardanza. Tras atender a los pequeños, los asustados y emocionados padres iban apareciendo. Escenas de abrazos, besos y lloros llenos de alivio se repetían cuando al fin se reunían con sus hijos. La propia Ginger recibió a Dean, que ya se estaba desperezando, de brazos del saiyajin.



-¡Gracias, gracias! - Exclamaba y lloraba aquella pobre chica estrechando al niño entre los brazos.- ¡Que Dios le bendiga!

-Te di mi palabra.- Sonrió Kiros dejando ya a la feliz mamá con su recuperado hijo.-



            Por desgracia no todo fueron escenas de felicidad. Algunos padres cuyos desafortunados hijos habían muerto bajo las ruinas estaban atacados por el dolor y la desesperación. Maggie vio a aquella pobre mujer, Aurora, y la sangre casi se le congeló en las venas. Junto con Kiros y Keiko iban a salir del cordón policial cuando oyeron los gritos de esa desdichada madre cuando recibió la aciaga noticia. Los tres se quedaron paralizados al verla. Entre lágrimas, con el rostro deformado por una expresión realmente terrible de dolor y desesperación, la joven se acercó temblando hasta Maggie que no sabía qué hacer.



-¿Verdad que mi hija es una buena niña?.. Quiere ser enfermera como usted. ¡Ella solamente quería ser enfermera!…solo quería curar a la gente.- Gemía ahora llevándose las manos a la cara.-



            Mientras otros asistentes trataban de consolar inútilmente a Aurora las lágrimas volvieron a rodar por las mejillas de Maggie. No podía soportar aquello. Keiko enseguida la sujetó porque esa chica estaba próxima a derrumbarse. El propio Kiros, que había retornado a su estado habitual, recordó aquel momento, cuando la enfermera sacó el cuerpo de esa cría de entre los escombros. No se dio cuenta al principio pero también caían lágrimas por sus propias mejillas. Pudo entonces recordar una conversación que tuviera con su padre. Haría ya mucho tiempo. Cuando era solamente un niño.



-Padre.- Le preguntaba con extrañeza.- He visto a un guerrero derramar lágrimas. Ha muerto su esposa. ¿Acaso eso es honorable? Madre siempre ha dicho que no se debe uno quejar durante los entrenamientos y que se debe ser duro en todos los órdenes de la vida.

-Nada tiene que ver una cosa con la otra, hijo.- Le respondió Blinz.- Un poderoso saiyajin de pelo moreno y ojos azules, aclarándole.- Tu madre no se refería a eso. Hasta nuestros reyes han llorado en ocasiones. Es más, lo indigno para un saiyajin no es llorar. Sino no hacerlo cuando existe motivo para ello.

-¿Y qué motivos adecuados pueden haber?- Quiso saber el niño.-

-Perder tu dignidad. No ser capaz de cumplir con tus promesas son motivos de vergüenza. Incluso para llorar.- Replicó su progenitor, agregando.- Y ver sufrir a inocentes que no puedan defenderse sin ayudarles o sin ser capaz de hacerlo.

-Pero madre dice que los débiles no merecen compasión.- Objetó él.-



            Blinz sonrió, quizás su hijo había malinterpretado el mensaje. En ese momento, la propia Elua entró en la estancia, al parecer le había escuchado y matizó.



-No, te dije que los débiles de espíritu y los cobardes no merecen compasión. Y se puede ser cobarde no solo por huir de una pelea o de un enemigo. Eso a veces por mor de la estrategia puede estar justificado. El verdadero cobarde es el que ataca y abusa de seres que no son capaces de defenderse. Eso es deshonroso para el que comete tal villanía, nunca para quien la sufre. Y no impedir esos abusos, si se está en disposición de hacerlo, es motivo de gran vergüenza.

-¿Debo entonces luchar contra los que lo hagan?- Quiso saber el crío.-

-Eso es. Por ello, debes ser lo más fuerte que puedas.- Le explicó su padre.- Así serás capaz de proteger a los que no puedan hacerlo por sí mismos, de los desmanes de otros…



            Esas palabras resonaban todavía en su cabeza, en tanto se enjugaba las lágrimas y musitaba con impotencia.



-Lo siento, no he sido capaz de protegerlos a todos. Padre, madre, ¡perdonadme!…



            Pensó entonces en esa maldita traidora. En tanto las asistencias médicas se llevaban a esa abrumada mujer que se desmayó por el dolor de la pérdida de su hijita. El guerrero hervía de indignación, haría que esa renegada confesara sus crímenes y le proporcionara información sobre el enemigo, aunque tuviera que arrancársela a golpes. Su expresión mudó en ira al tiempo que las otras chicas se percataron…



-¿Estás bien?- Quiso saber Keiko.-

-Todavía no. Pero lo estaré.- Afirmó categóricamente él, añadiendo de modo desinteresado.- Ocúpate de Maggie. Tengo algo que hacer….



            Y se alejó dejándolas allí, la enfermera se sentó como pudo en una silla del campamento de atención que se había instalado en el parque y apenas sí susurró totalmente destrozada.



-Yo conocía a esa madre y a su hija. Trajo a la niña para que la curara. Era una cría encantadora…y…la encontré bajo esas ruinas…¡destrozada! - Sollozó tapándose la cara con ambas manos.-



            Keiko lloraba también al escuchar aquello. Todo eso le parecía sencillamente horrible. Abrazó sin pensarlo más a su contertulia que se desahogó entre lágrimas en tanto apretaba la cara contra el pecho de la pelirroja. Así las vieron Melissa, Caroline y Penélope al acercarse.



-Vamos a descansar. Ha sido un día terrible.- Musitó la doctora Winters tan consternada como el resto.-

-Sí, vamos chicas.- Convino Caroline, con tono apagado por una vez.- Os lo habéis ganado, habéis demostrado mucho coraje.

-Es verdad.- Convino Melissa mirando ahora a una llorosa Keiko.- Ya no se puede hacer más por ahora.



            Levantó con dulzura el mentón de la muchacha y le susurró con una sonrisa amable.



-Tus padres y tu hermana Hota estarían muy orgullosos de ti. Créeme.



            La pelirroja sonrió ligeramente entre las lágrimas. Eso sí, sin dejar de acunar a la devastada Maggie. Por su parte, Kiros fue interceptado por Giaal. El médico, con gesto preocupado, le preguntó.



-¿Va hacia la base?

-Sí.- repuso lacónicamente éste.-

-Por favor, compruebe si nuestros amigos están bien. – Le pidió el alien.-

-Lo haré. Y le notificaré tan pronto lo sepa.- Le prometió el saiyajin.-



Y tras estrechar la mano del facultativo se marchó, encaminándose hacia el cuartel general. Por fortuna al llegar vio a Tracer y a algunos pilotos más que aún seguían allí tratando de recobrarse un poco. Su compañero de piso lucía una expresión realmente dura también. Entre abatido y furioso.



-¿Qué ha sucedido?- Le preguntó el saiyajin.-

-¡Todo fue una maldita trampa! Un sabotaje de algunos traidores.- Escupió su colega, sentenciando con ira.- ¡Nos ha costado perder a varios pilotos!

-En la ciudad ha habido una auténtica masacre también.- Le contó un consternado Kiros.-

-¿Qué?- Exclamó su interlocutor quién recordó que su comandante les había avanzado algo de eso.- ¡Por favor, dinos que ha pasado!



            Los demás también se arremolinaron a escuchar con patente inquietud y miedo. Muchos tenían pareja o familias incluso, viviendo allí. El mayor Derail apenas pudo tratar de calmarles para declarar.



-Podrán informarse enseguida. Todavía se está haciendo un recuento de muertos y heridos. Por desgracia hay víctimas incluso entre los niños.

-¡Qué horror! - Exclamó una atónita Susan quien además estaba preocupada por su novio.- ¿Sabe algo del doctor Ginga?

-Él está bien. Y quería saber de su estado. - La tranquilizó su superior.- ¿Y ustedes cómo están?



            La chica solo pudo mover la cabeza bajando la vista, sin querer romper a llorar. Kiros la sostuvo con ambas manos posando las mismas en sus brazos.



-Tenga fortaleza. Eso es lo que nos hará vencer.



            Susan asintió despacio. Era verdad. Y además ella era una oficial militar, tenía que mantenerse entera. Así las cosas fue Enset quién se aproximó al recién llegado. Kiros enseguida saludó.



-¿Qué ha pasado aquí, mayor?

-Les haré un resumen, señor.- Contestó el joven.-



            Y tras exponer lo sucedido la consternación invadió aún más si cabía a la dotación. Sin embargo, Enset supo valorar los sentimientos de sus subordinados y tomar las riendas para dirigirse a los presentes.



-Damas y caballeros. Todos nos sentimos muy mal por lo ocurrido. Pero no tiene sentido culparse. Al embarcar sabíamos que estas situaciones podrían producirse. Entiendo perfectamente lo que están pensando. Y no deben hacerlo. No se pregunten por qué no estaban ahí. Lo que deben hacer es pensar en los que todavía siguen con nosotros. Nuestro deber es luchar por protegerles. Ha sido un duro golpe, sí. Pero nos hemos levantado y pronto, muy pronto, será nuestro turno de  devolverlo. Entre tanto, entrenen, mejoren, focalícense en sus deseos de salvaguardar a esta nave y a todos los que en ella viajan. Ahora es nuestro hogar. Debemos defenderlo a toda costa contra quienes quieran amenazarlo.



            Sus palabras fueron recompensadas incluso con aplausos. Olivia por ejemplo asintió emocionada, lo haría. Daría lo mejor de sí en memoria de su compañera Celia. Susan pensaba de idéntico modo. Ya había pasado por esto antes y no se iba a doblegar. Jane creía lo mismo. Además de estar más que motivada para indagar en lo sucedido. Tracer también deseaba acabar con esas amenazas. Y Kiros escuchaba con aprobación. Quizás esos humanos no fueran físicamente tan fuertes como un saiyajin, pero tenían valor y determinación. Respetaba eso por encima de todo. De hecho, cuando su superior concluyó aquella arenga, en un aparte Kiros le comentó.



-Tenemos una prisionera. Procederé a interrogarla. Seguro que podrá decirnos mucho. Necesito que medie usted con el contralmirante para que me permita hacerlo. Y además, está el asunto del metamorfo.

-No sé si podré.- Objetó el interpelado.-  Hay una cadena de mando y usted lo sabe. Pero puede tratar de pedírselo directamente, le apoyaré.

-Gracias, señor. Eso es precisamente lo que quería hacer.- Admitió el chico.-



            De este modo al fin los pilotos se dispersaron, yendo cada uno a ver a sus respectivos familiares y amigos. También llegaron noticias del hospital. Tal y como se temían el auténtico capitán Harris seguía en estado de coma inducido.



-No hay ni un segundo que perder. ¡Vamos a ver al contralmirante! - Les ordenó Enset.-



            Tanto Tracer como Kiros le siguieron sin tardanza. Entre tanto, y tras un arduo trabajo, Scott y el profesor Adams habían recuperado el control informático de toda la nave.



-Ha sido duro, pero por fin hemos eliminado esos virus y troyanos.- Comentó el muchacho, manejando su silla de un lado a otro de la sala.-

-Sí, gracias a su habilidad sobre todo, y a las doctoras Prentis y Drummont.- Añadió su interlocutor.-

-La doctora Drummont tiene mucho talento con los ordenadores.- Afirmó el muchacho, añadiendo ahora casi con una media sonrisa.- Y la doctora Prentis, además de muy inteligente, es bastante atractiva. ¿Cuántos años tendrá? ¿Cuarenta y cinco?

-Pregúntaselo si tanto interés tienes.- Sonrió débilmente el doctor.-

-No, bueno. No se le debe preguntar su edad a una señora.- Dijo Scott tratando de enmendar su comentario.-

-No creo que esté casada.- Aseveró Adams.-

-Podría usted preguntárselo.- Le sugirió su colega.-

-¿Yo? ¿Por qué debería hacer tal cosa?- Inquirió agudamente el doctor.-



            Scott  parecía algo  apurado, aunque enseguida se atrevió a decirle a su compañero.



-Verá. No se lo tome a mal, doctor. Pero usted es un hombre muy introvertido. Quiero decir, eso no es malo.

-Bueno, en eso nos parecemos tú y yo.- Declaró su interlocutor.-

-Es cierto. Y tras lo sucedido he pensado que quiero salir un poco más.- Afirmó el chico.- Hay gente realmente estupenda a bordo de esta nave.

-¿Cómo cierta camarera rubia del café?- Se sonrió Adams.-



            Logró su objetivo, aquel contrataque ruborizó al chico. Él ya era mayor y estaba de vuelta de esas cosas. Pese a todo, Scott quiso pasar a la ofensiva una vez más. Sin arredrarse esta vez le comentó.



-No le diría que no. Y usted debería invitar a la doctora Prentis. Creo que hacen muy buena pareja.

-¿De modo que eso crees?- Se rio Adams.-

-No pierde nada por probar. Y estoy más que convencido que ella aceptaría encantada.- Afirmó el muchacho con tono de autoridad en la materia.-



            Su colega permaneció reflexivo y callado durante unos segundos. Iba a decir algo cuando el teniente Tang entró en la sala. El oficial había estado fuera haciendo indagaciones.



-Al parecer todo ha regresado a la normalidad. Sin embargo y por desgracia hemos sufrido bastantes pérdidas humanas. Incluso niños.- Les informó con pesar.-

-¡Dios mío! ¿Qué ha pasado ahí fuera? - Exclamó el joven científico acercándose con su silla de ruedas al recién llegado.-



            El ambiente jovial y hasta de complicidad entre él y su colega y jefe, se desvaneció al oír tales datos. Zhao les contó lo que sabía. Adams entonces tomó la palabra de un modo más grave.



-Tenemos que hacer todo lo posible por evitar que algo así se repita.

-Trabajaré para mejorar los corta fuegos y los sistemas de detección de malware y virus.- Convino Scott.-



            Estaban discutiendo la forma de llevar a cabo aquello cuando su colega el doctor Bruce Hershow llegó. Venía con gesto preocupado y jadeando.



-Lo…siento. Estuve buscando a mi familia…- Hizo una pausa para tratar de recobrar el aliento y prosiguió.- He corrido de acá para allá. Y como los deslizadores hasta aquí no funcionaban, tuve que correr todavía más…

-¿Están bien?- Se interesó de inmediato Adams.-

-Sí, por suerte.- Asintió su compañero.-

-Me alegro mucho.- Terció Scott.-

-¿Qué ha pasado aquí?- Inquirió el recién llegado.- El teniente Tang me ha puesto al corriente de algunas cosas.



            Así era, Zhao había visto al informático justo antes de entrar en el cuarto. Tras comentar un poco lo ocurrido y cambiar impresiones con él, el oficial le comentó.



-Está usted muy alterado y cansado por la carrera que se ha dado. Espere un momento. Voy a entrar a ver cómo van sus compañeros.

           

Y Bruce lo hizo hasta transcurridos un par de minutos. Después, aun entre jadeos había entrado.



-Tenemos que reforzar la seguridad.- Le explicó Adams.-

-Lo haremos.- Afirmó su colega agregando con amabilidad.- Empezaré yo. Vosotros habéis estado aquí, trabajando, mientras que yo fui a buscar a mi familia.

-Era lo normal. No podía hacer otra cosa.- Le dijo Scott haciéndose cargo de aquello.-

-Insisto. Es lo menos que puedo hacer. Ustedes no han parado de trabajar. Vayan a descansar. Luego me relevarán.- Les comentó su colega.-



            En efecto, tanto Adams como Scott estaban ya cansados, de modo que aceptaron de buen grado esa sugerencia. Tang les acompañó tras despedirse de Bruce. También entre los técnicos sanitarios y los médicos las cosas habían estado muy ajetreadas. Al fin, y tras mucho y duro trabajo, cuando ya todos los pacientes y heridos estaban atendidos, pudieron parar. Lester les reunió a todos pasados unos minutos.



-Les felicito por su actuación. A todos ustedes. Han sabido estar a la altura de lo que espera de unos buenos profesionales. Ahora tómense un descanso. Se lo han ganado.



-No me lo puedo creer, Lester dándonos la enhorabuena.- Le susurró Maggie a Giaal.-

-No es un hombre malo. Solamente es exigente y muy poco flexible.- Respondió el alien.-

-Debo admitirlo, es duro pero es justo.- Asintió la enfermera.-



            Tras esto Giaal y Maggie iban a marcharse por su lado. James y Erika también. Lester le preguntó antes a Benson, quien finalmente se había reunido con sus compañeros.



-¿Dónde diablos se metió?

-El ataque me tomó desprevenido en la parte norte de la nave.- Le explicó su interlocutor.- Pude apenas llegar hasta aquí cuando todo había terminado. Aunque atendí a un par de heridos. Por suerte no estaban graves y enseguida pudieron ser dados de alta. En la zona sanitaria del cuadrante dos.

-Al menos estaba usted por allí.- Declaró Lester.- Bueno, vaya a descansar.

-Si le parece, estoy más fresco que mis compañeros. Haré el próximo turno.- Se ofreció.-

-Gracias doctor.- Repuso Giaal.-



            El resto asintió, no tenían nada en contra. De ese modo su compañero se quedó al cargo del lugar. Los otros se despidieron dándose las buenas noches. Erika por su parte no extendió esa cortesía a su compañera. Ni siquiera en unos momentos como aquellos parecía Marek ablandarse en su animadversión hacia su colega.



-Algún día sabré qué le pasa a esa mujer conmigo.- Musitó Maggie para sí, en tanto el doctor Ginga le decía.-

-Iré a ver si veo a Susan. Mi novia ha debido de pasar por mucho también. Es piloto.

-Confío en que esté a salvo.- Le deseó la enfermera.-

-Afortunadamente así es. El mayor Kiros me envió un mensaje hace poco.- Le contó su contertulio quien, observando ahora con simpatía a Maggie, llegó a posar una mano en el hombro derecho de la chica y le dijo con amabilidad.- No te culpes. Y no lleves el peso de lo sucedido sobre ti. Ninguno pudimos hacer nada por evitarlo.

-Yo...- Musitó la joven con sus ojos haciendo aguas otra vez.- No puedo quitarme de la cabeza la imagen de esa niña.

-Sé lo duro que es. Ya lo he vivido antes.- Le confesó él.- Pero no debes martirizarte con el recuerdo de aquellos a los que perdimos. Al contrario, por la memoria de esa niña y de las demás víctimas, tienes que redoblar tu determinación por ayudar a  los que todavía están aquí.



            La muchacha meditó sobre esas palabras al menos durante algunos instantes. Eso era casi lo mismo que Kiros le dijo.  Al fin pudo sonreír aunque fuera débilmente, mirar a su interlocutor y responder agradecida.



-Es usted un buen hombre, doctor. No he conocido a muchos hombres, ni mujeres así. – Declaró confesando. -A veces cuando me mira, pienso que usted ve mucho más allá de lo que yo misma sé de mí.

-Tú eres una buena mujer.- Le sonrió él.- No lo olvides.

-No. No lo soy.- Negó ella moviendo la cabeza.- Siempre he ido más a mi conveniencia que a otra cosa. He querido disfrutar, ya sabe… de mis relaciones pero sin tener un verdadero compromiso. Y luego me he arrepentido de ello.

-Algún día Maggie, la persona adecuada aparecerá.- Sentenció él.- Y estarás lista para entregarte por completo. Eso es algo que he aprendido.



            Y de algún modo ella supo que él tenía razón y que esa forma de hablar no tenía nada que ver con ninguna insinuación o indirecta. Ni siquiera era para tratar de animarla. No era el estilo del doctor Ginga. Y desde luego, de no saber que salía con una oficial del ejército, ella hubiera podido pensar que aquel tipo era una especie de santo o un homosexual bastante convencional, puesto que, sexualmente hablando, no había detectado el menor interés de ese hombre hacia ella.



-Muchas gracias.- Remachó la enfermera al fin, visiblemente reconocida.- Gracias por creer en mí. Poca gente lo ha hecho.

-Eres tú, quien me hace creer en ti. Hasta mañana.- Se despidió Giaal quien, de camino, sacó una especie de flauta que llevaba en un bolsillo de su chaqueta.-



            Y caminando despacio se paró cerca de un árbol y tocó un poco. En medio de la calle, vacía y silenciosa en ese momento, podía escucharse bien aquella música. Era muy hermosa y parecía querer arrullar el espíritu y levantarlo. Maggie escuchó embelesada.  Nunca había oído nada igual. Así, tras unos momentos, el doctor terminó de ejecutar esa tonada, se giró mirándola y, con una afable sonrisa, le explicó.



-Se llama “Fantasía alada de Ginga número cinco”. “El milagro de la belleza de Andrómeda”. Mi padre la compuso y me enseñó a tocarla. Buenas noches.



            Dicho esto se alejó caminando sin prisa. Maggie le siguió con la mirada hasta perderle de vista.



-Buenas noches, doctor. – Musitó con una leve sonrisa, para remachar, aunque su interlocutor ya no estuviera allí para oírla.- Y muchas gracias…



            Giaal puso rumbo a su apartamento. Desde allí iría a visitar a Susan. Aunque para su sorpresa no le hizo falta. La joven estaba allí, aguardándole. Él se alegró al verla y sonrió.



-¡Vaya, qué sorpresa!- Pudo decir al llegar a su lado.-



            Aunque la muchacha no dijo nada, solamente le miró con una expresión plena de tristeza y angustia,  él enseguida la abrazó. Al poco la joven se derrumbó sin poder parar de llorar. Así estuvieron un buen rato, hasta que ella se fue calmando poco a poco. Después él, sin pronunciar palabra, la invitó a subir a su apartamento. Abrió la puerta, la entró en brazos y, una vez cruzaron el umbral del dormitorio, Giaal cerró la puerta tras de ellos. Y en tanto eso sucedía, en otro lugar de la nave, todavía amarrada por gruesos grilletes de acero, Zura era conducida a una celda especial. Las paredes eran muy gruesas y estaban revestidas de una poderosa aleación. Cámaras de vigilancia y armas láser la apuntaban incluso estando dentro.  Al fin, tras ingresar sin oponer la más mínima resistencia, le quitaron esos grilletes. La mujer saiyajin se permitió incluso una leve sonrisa despectiva para comentar.



-¿No se habrán equivocado? Se suponía que iban a llevarme a una prisión, no a un hotel de lujo. Se está mejor aquí que en mi casa.



            Y podría jurar que eso era cierto. La habitación que hacía de cárcel medía cuatro por cuatro metros. Tenía una cómoda cama, un armario, un pequeño pero funcional cuarto de baño con ducha y sanitario, construido tras unas paredes que le brindaban total intimidad a la prisionera y hasta unas estanterías con aparato de video y pantalla. La joven asintió como si aprobase aquello, afirmando con irónica sorna.



-¿Es esto un nuevo tipo de tortura humana para debilitarnos? Debo decir que es realmente taimada, aunque creo que me acostumbraré muy pronto. ¡Ja, ja, ja!…



            Aunque presenciando como esa cautiva se adaptaba a su nueva condición estaba el contralmirante Hazzar acompañado de algunos oficiales. Aguardó a que esa mujer se tumbara en la cama con las manos puestas tras su cabeza para intervenir.



-Soy el comandante en jefe de esta nave. Contralmirante Neil Hazzar. ¿Y usted, señorita? ¿Cuál es su nombre?



            La aludida le miró con una media sonrisa llena de desdén y se permitió el lujo de aguardar algunos instantes para replicar.



-Zura Tara, hija de Kolx y Nebra. Guerrera del pueblo de los saiyajin.

-Es usted nuestra prisionera y se le acusa del asesinato de civiles, entre ellos niños. ¿Cómo se declara ante eso?

-¿Qué cómo me declaro?- Se rio la interpelada para añadir con retintín y tono de burla.- Me declaro cansada. Voy a dormir un rato. Una pregunta.- Añadió divertida.- ¿Aquí es costumbre despertar a la gente para darles el desayuno?...



            Ante el patente gesto de enfado de sus oficiales un también molesto Hazzar tuvo que hacer acopio de paciencia para responder.



-Son unas acusaciones muy serias. Le informo que será juzgada en breve por un tribunal militar. Y la pena de muerte en tiempos de guerra todavía se aplica.- Le advirtió el contralmirante.-

-¿Y?- Replicó a desgana la saiyajin sin levantarse de la cama.-

-Que si colabora, y tal y como prometió, nos da alguna información valiosa sobre nuestro enemigo, rebajaremos la más que probable sentencia capital que le aguarda.- Le contestó su interlocutor.-



            Al oír aquello, Zura se levantó de la cama sentándose ahora en ella. Asintió y tras sonreír aviesamente se limitó a declarar.



-Tengo una información importante sobre su enemigo. Para empezar les daré un avance. Verán. - Y cuando se dio cuenta de que la atención y el interés de todos estaban puestos en ella, agregó con sorna.- Realmente les odia. ¡Ja, ja, ja, ja!



            Los oficiales que estaban junto a Hazzar, incluido el capitán Deloin, comentaban enojados.



-¡Es una impertinente!

-¿Se está usted burlando de nosotros?- Espetó la comandante Simmons allí presente con indignación.-

-La verdad, no del todo.- Repuso Zura fingiendo sorpresa en tanto añadía con sarcasmo.- Esa información es realmente importante. Y no podría ser más real.

-Con su permiso. Eso puede ser cierto, señor, señora.- Intervino Tang que acababa de llegar, explicando.-  Un guerrero inteligente no odia a su enemigo. Trata de comprenderlo. Es parte del código de la guerra.

-Al fin un humano que dice algo con sentido.- Aprobó la mujer con una media sonrisa, añadiendo con tinte condescendiente.- Muy bien…y además, los saiyajin no odiamos a nuestros enemigos salvo que estos sean muy poderosos o nos hayan causado mucho daño. A los humanos desde luego que no les odiamos. Sencillamente les despreciamos. No son dignos de nada más.- Sentenció entonces. – De hecho, nos da lo mismo matarles o no.



            Realmente a quien ella odiaba era a ese títere de rey y a esa usurpadora que se hacía llamar su reina. Con sus malditas prédicas sobre la piedad, el respeto, el honor y el amor. Aquella zorra había debilitado con ese veneno el alma de los saiyajin. Por culpa de esa sarta de tonterías sensibleras, su raza, otrora poderosa y temida, era ahora una parodia de sí misma. Con la mayor parte de los suyos actuando como mascotas de los humanos, queriendo ser educados igual que ellos y pareciéndose hasta en su modo de actuar. Aquello de siempre le provocó repulsión y rechazo. Fue una de las primeras en unirse al movimiento para terminar con esa vergüenza.  Y no se arrepentía en absoluto de ello, a pesar de haber sido desterrada. Eso pensaba cuando Hazzar tomó la palabra.



-Pues quizás nos desprecie, pero enseguida aprenderá a no subestimarnos.- Concluyó con un tono que no ocultaba su indignación.-

-Difícil lo veo.- Ironizó la prisionera una vez más.- Parece que estoy de vacaciones en vez de estar presa. En mi mundo, al menos en sus buenos tiempos,  ya estaría muerta o cargada de cadenas en un sucio agujero. Ahora por desgracia son casi tan hospitalarios y débiles como ustedes.

-La fortaleza no se demuestra con la crueldad o el maltrato.- Rebatió Tang añadiendo.- Es el débil el que primero recurre a la violencia y al uso de la fuerza.



            Zura le miró como si no pudiera creer lo que estaba oyendo y luego sencillamente se rio a carcajadas. Apenas pudo controlar aquello para rematar.



-¡Qué considerados son los terrícolas! ¡Han pensado en todo, si hasta han traído a un bufón para entretenerme! ¿Es esto lo que llaman derechos humanos? ¡Ja, ja, ja!



            El contralmirante ya estaba más que harto de aquello. Pese a todo, no se dejó trastornar por aquella mujer. Si perdía los papeles le estaría dando una victoria moral. Por ello, y aparentemente impertérrito, comentó.



-Ya es tarde. La dejaremos dormir y mañana comenzaremos con los interrogatorios.

-Me parece muy bien.- Asintió una divertida saiyajin tumbándose una vez más para sentenciar con su ácido sarcasmo.- Por favor, despiértenme cuando esté listo el desayuno. Y que sea muy abundante, por favor. Los de mi raza comemos mucho. - Remachó con sorna.-



            Y tras esas palabras se metió dentro de la cama, se  ladeó, dando la espalda a sus captores y se tapó con una manta y las sábanas para disponerse a dormir. Nadie de los presentes dijo más. Se limitaron a salir de allí siguiendo a sus superiores, las luces de la cámara se apagaron, los guardianes salieron a un perímetro de muros que envolvían esa celda y ocuparon sus posiciones de custodia y todo quedó en silencio.



      



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