Uno por unos los aviones fueron
aterrizando. Al fin, la mayor parte de los pilotos estaban seguros una vez más.
Enset y los suyos no perdieron el tiempo y se presentaron de inmediato ante su
superior. Acompañados por Mullins y el teniente Marcus. El propio Hazzar les
recibió, allí, en posición de firmes, le escucharon.
-Celebro ver que casi todos ustedes han
regresado de esa especie de… trampa.- Pudo completar el contralmirante.-
Todos
observaron a su comandante en jefe con gestos graves, aunque nadie se atrevía a
pronunciar palabra. Al fin, fue Enset quien preguntó, reflejando el malestar de
sus pilotos.
-Con el debido respeto, señor. ¿Quién
dio la orden de salir?
-Evidentemente fui yo. Soy el máximo
responsable.- Admitió su interlocutor sin disimular su pesar.-
-No me refiero a eso. Me consta que
alguien tuvo que darle un informe que le obligase a tomar esa decisión, señor.-
Repuso Karl teniendo más cuidado en su tono.-
-Fue el capitán Harris. Hace poco que se
ha reincorporado al servicio.- Le comentó Hazzar.-
-¿Harris? ¿Pero no estaba en cuidados
intensivos?- Inquirió el comandante Enset con gesto atónito.-
Los
demás oficiales cruzaron miradas entre ellos, aunque no dijeron nada. Algunos
como Susan u Olivia porque realmente no estaban allí en modo mental. Solo
podían pensar en los últimos momentos de su infortunada compañera Celia. Tracer
también le daba vueltas a la cabeza pero pensando en Penélope. Al poco de
llegar les informaron de lo sucedido dentro de la nave. Únicamente rezaba
porque ella y las demás no estuvieran heridas o algo peor.
-Espero que tú y las demás estéis a
salvo, Penny.- Se decía con bastante angustia y temor que a duras penas trataba
de sobrellevar.-
Entre
tanto, el contralmirante añadió, respecto del capitán Harris.
-Cuando se reincorporó y hablé con él,
interesándome por su estado, me dijo que pudo recobrarse casi de un modo
milagroso.- Comentó Hazzar quien parecía reacio a hablar de más ante tanto
oficial y le susurró a su interlocutor.- Ya sabe, de esas formas que solamente
unos pocos conocen.
Karl
enseguida le comprendió sin precisar de más concreción. Él lo sabía también,
desde el primer viaje que hiciera en la SSP-1. Aquellas extrañas alubias que te
recobraban casi al instante. Recordó al teniente Malden y al mayor O´ Brian
hablarle de ellas. No obstante, eso se consideraba un secreto de seguridad ya
no nacional, sino planetaria. Al igual que otros muchos. Y esas extrañas judías
no abundaban. Supuso entonces que pudo ser debido a eso que su superior se
reintegrase al servicio. Aunque no estaría de más verificarlo.
-Señor, hablaré con el mayor Kiros. Él
podrá decirnos algo.
-Llamaré al capitán Deloin.- Le comentó
su superior.- Quizás él le haya visto.
-Hágalo, por favor, señor. Y, en cuanto
pueda, que venga a informarnos con más detalle de lo sucedido. Tenemos que
llegar al fondo de esto. - Le pidió Enset.-
Todos
los demás miraban a Hazzar con el deseo de que así fuera. El veterano oficial
asintió, tratando de tranquilizar a sus pilotos.
-Así se hará, se lo prometo. No
descansaré hasta averiguar lo que ha pasado. Ahora vayan a descansar. Se lo han
ganado.
Tanto
el comandante Enset como el resto de los allí presentes, se pusieron firmes y
saludaron. Después rompieron filas yendo cada uno a interesarse por la suerte
de los amigos y familiares que tenían en la nave. En otra parte de la misma, tras
despedirse del profesor Adams y de Scott y Tang, a los que dejaron eliminando los
virus que quedaban para recuperar todos los sistemas operativos, Keiko y las
demás pudieron salir para encontrarse con el mismo cordón militar que su
compañera antes. No obstante, fue Penélope quien, mostrando acreditaciones que
daban fe de su colaboración con el ejército, les franqueó a todas la entrada.
-¡Vamos chicas! - Las arengó Caroline.-
Aquí podemos echar una mano.
Se
cruzaron con Ginger que venía de avisar a las dotaciones sanitarias. La joven
enseguida les contó lo sucedido, llena de angustia.
-Mi hijo, ¡no sé dónde está!- Sollozaba
presa del temor.- ¡Podría estar muerto, bajo eso escombros!
-No, ni se te ocurra pensar eso.-
Respondió Keiko con dulzura en tanto la abrazaba.- No te preocupes, seguro que
estará bien. Te ayudaremos a buscarle.
Y
tras presentarse como voluntarias y equiparse con cascos y algún que otro
elemento protector, las chicas fueron para allá. El panorama era dantesco.
Ninguna pudo evitar llorar al ver como sacaban los cuerpos de varias personas
incluyendo algunos niños y niñas de corta edad, de ahí. Ginger llegó incluso a
desmayarse…
-¡Vamos Gin! - Le decía una también muy
afectada Keiko, tratando de reanimarla.- Dean no estaba ahí… ¡Despierta, por
favor!
-No te preocupes. Solamente ha sido un
desvanecimiento.- Oyó una voz de mujer tras de sí.-
Erika
había llegado también hasta allí. Era donde más posibles víctimas habría.
Algunas afortunadamente estaban malheridas pero vivas. Por desgracia varias
estaban muertas.
-Esto es horrible.- Sollozó, sobrepasada
por aquello.-
-Enfermera Marek, ahora no hay tiempo
para sentimentalismos.- La amonestó el doctor Lester.-
Atónita,
devolvió la mirada a ese tipo con una mezcla de indignación e incredulidad.
Aunque el facultativo no pareció inmutarse y se limitó a declarar.
-Los heridos la necesitan a usted al
ciento por ciento de capacidad y concentración. Sé que es difícil, pero tiene
que abstraerse de esta terrible situación y centrarse en su trabajo.
La
chica finalmente asintió, suspirando en un intento por volver a hacerse dueña
de sus emociones.
-Sí, doctor.- Fue capaz de musitar al
fin.-
Y así lo hizo, enseguida
se unió junto con el doctor Lester, al grupo de voluntarios. No tardó en
hacerse cargo de la exánime camarera. Tras tomarla el pulso asintió, declarando
de modo tranquilizador.
-Estará bien. Debe de estar sometida a
mucha tensión.
-Su hijo ha desaparecido.- Repuso una
muy preocupada Keiko.-
-Comprendo. No tema. Me haré cargo.- Le
aseguró Erika.-
La pelirroja asintió, más tranquila
dio las gracias a esa enfermera y se dirigió hacia las ruinas, uniéndose al
resto. Kiros, Giaal y Maggie estaban allí ya. Pese a que un varitech había
quitado bastantes escombros, algunas piedras y fragmentos se le resistían dado
que le eran de difícil acceso para poder retirarlas.
-Ahí no puede llegar.- Comentó el
médico.- Y es muy complicado que nadie pueda…
-Es imposible.- Convino Keiko.- No
podremos llegar ahí. Eso debe de pesar toneladas.
No
había terminado la frase cuando Kiros, tras quitarse su chaqueta, tensó los
músculos y agarró un enorme bloque de cemento elevándolo con aparente
facilidad. Maggie desde luego estaba perpleja. Lo mismo que el resto cuando
llegó hasta allí. Keiko observaba sin poderlo creer. Ese fragmento de escombros
pesaría al menos doscientos kilos.
-Debe de hacer muchas pesas en el
gimnasio.- Pensó ingenuamente la chica sin poder dejar de mirar aquel
portentoso cuerpo.-
Luego
se censuró, la situación no estaba para
esas frivolidades. Además, vio a Maggie. Aunque la enfermera parecía dar
muestras de no haber reparado en ella. De todos modos, al fijarse en la
expresión de su rostro la vio totalmente cambiada. No parecía ella. Era como si
estuviese ida. Y su mirada rezumaba mucha tristeza. Fue en ese mismo instante
cuando ésta la vio también.
-¡Keiko! –Pudo musitar.-
Pero
un gran estruendo producido cuando el saiyajin arrojó ese bloque al suelo la
sacó de su ensimismamiento.
-¡Aquí es!- Exclamó el joven.- La
entrada al refugio. Estaba taponada por el derrumbe.
Habían
llegado ya los demás miembros del grupo de ayuda junto a varios droidos médicos
y transportes sanitarios. ¡Ojalá que tuvieran utilidad para transportar heridos
en lugar de fallecidos! Lester se aproximó a Giaal y le saludó interesándose
por la situación.
-Hasta ahora no hemos encontrado a nadie
con vida. Al menos fuera del refugio.- Le contó su colega.-
-Dios quiera que hayan podido protegerse
dentro.- Declaró el jefe médico.-
Ahora,
tras limpiar un poco de arena y cascotes, se veía esa puerta de acero blindada.
Kiros enseguida golpeó en ella gritando.
-¿Hay alguien ahí? ¿Pueden oírme?
No
se escuchaba réplica aunque debido precisamente al grosor de esa puerta eso era
prácticamente imposible. El joven saiyajin usó entonces el visor. Calibrando
sus detectores para energía humana.
-Detecto algo, es muy débil. Podrían ser
varias fuerzas. Uno de nivel, o dos como mucho.
-Hay que abrir esa puerta.- Indicó
Giaal.-
-Tendrán que venir los robots o un
equipo especial para tratar de perforarla.- Valoró un oficial que se había aproximado junto con algunos
soldados.-
Keiko
miraba ahora hacia allí, estaba tan preocupada como el resto. Quizás dentro de
ese refugio tuvieran oxígeno, pero esa pobre gente estaría atrapada y querrían salir
cuanto antes. También podrían estar heridos.
-¿Qué podríamos hacer?- Comentó la
joven.-
-Por ahora nada, únicamente aguardar a
la maquinaria adecuada.- Repuso Caroline.-
-¡Oh Dios mío, pobres niños!- Suspiró
Keiko.-
Maggie
la estaba escuchando a cierta distancia. Pese a su estado de ánimo se aproximó
lentamente a ella. Al menos quería oír su voz.
-¿Estás bien?- Le preguntó tímidamente.-
¿Y tú?- Se decidió a responder la joven
a su vez, algo cohibida en presencia de las demás.-
Y
es que no podía apartar de su mente esa noche que pasaron juntas. Aunque en
esos momentos cualquier consideración que no fuera la de ayudar a las víctimas
carecía de sentido. Mientras tanto Ginger
se recobró del desmayo. Junto a ella y a la enfermera Marek, estaban Penélope y
Melissa que habían acudido presurosas al verla.
-Vamos, debes tener confianza.- La animó
la doctora Prentis en tanto la ayudaba a ponerse en pie.-
-Sí, Ginger. Seguro que tu hijo estará
bien.- Convino Penélope.-
-Gracias a todas.- Musitó la agotada y
emocionada muchacha recuperándose todavía.- Muchas gracias señorita.- Añadió
dirigiéndose a Erika.-
La enfermera
solamente asintió, sonrió levemente y se alejó dispuesta para atender a más
heridos. Entre tanto, Keiko se acercaba más a Maggie y observándola con
preocupación, le insistió.
-¿Te encuentras bien, de verdad?
-Ha sido una tarde muy larga.- Pudo
responder su contertulia siendo incapaz de sonreír aunque al fin dijo algo más
aliviada.- Pero ahora que estás aquí a mi lado, lo llevo mejor.
Keiko
no supo que contestar a eso. Además, sus compañeras de trabajo estaban cerca.
Entonces vio a Ginger desde la distancia y le susurró a su interlocutora.
-El pequeño Dean ha desaparecido, la
pobre Gin está muy angustiada.
-Sí, lo entiendo.- Convino con tono
decaído y suave la enfermera que apenas fue capaz de suspirar sin llorar de
nuevo cuando añadió con patente dolor.- He visto a varios niños muertos entre
los escombros. No sé quién puede ser capaz de haber hecho algo así…
Su
contertulia asintió pasándole un afectuoso brazo tras los hombros. En ese
momento Maggie la miró agradecida y
finalmente pudo sonreír. Aunque esa muchacha apenas se dio cuenta dado que se
estaba fijando en aquel tipo tan increíble.
-¿Has visto eso?- Exclamó dirigiéndose a
su interlocutora.-
Y
es que Kiros tras acumular energía en un brazo había hundido un puñetazo en esa
puerta de acero blindado. Atravesándola metió la mano y parte del antebrazo
para hacer palanca. Tras dar un grito que concentraba sus fuerzas comenzó a
tirar. Se escuchó un ruido de goznes que cedían y para asombro del grupo,
excepción hecha de Giaal, el oficial arrancó aquello. Con su otra mano logró
sacar el brazo atrapado y tiró esa gran compuerta que hizo un tremendo
estruendo al caer al suelo a varios metros de distancia. Todo el mundo observó
aquello con perplejidad. Esa masa de acero blindada debía de pesar al menos dos
o tres toneladas y ese tipo se había desecho de ella sin apenas esfuerzo. Al
fin, cuando el ruido cesó y todos se quitaron las manos de los oídos, el saiyajin
le pidió al doctor Ginga.
-Venga conmigo, por favor. Por si
hubiera heridos.
-¡Es increíble!- Declaró Keiko que
estaba tan atónita como ruborizada.- ¿Cómo ha sido capaz de hacer algo así?
-Le he visto hacer cosas incluso más
asombrosas. - Admitió la enfermera.-
-No es tan extraño, teniendo en cuenta
que es un saiyajin.- Les explicó Penélope.-
-¿Un saiyajin?- Inquirió la atónita
pelirroja.- ¿Qué es eso?
-Alguien muy por encima de una persona
normal. - Le contó la doctora Winters.- A veces se les llama guerreros del
espacio. Son una raza extraterrestre con poderes enormes. Como súper humanos.
El famoso guerrero dorado es de ese pueblo.
Keiko
estaba con la boca abierta. De niña escuchó a sus padres hablar de guerreros
dorados, incluso a su hermana Hotaru. Siempre le habían comentado que eran
protectores de la Tierra. Aunque, al crecer, pensó que se trataban únicamente
de historias de súper héroes. Y en tanto la muchacha expresaba esa admiración
Maggie suspiró resignada. Seguro que ahora la chica estaría totalmente
entregada a Kiros. No podía culparla. Ella misma estaba asombrada. Y no por la
fuerza de ese tipo o sus poderes. Al contrario, o mejor dicho, no había sido
esa la cualidad que más le llamó la atención. Ese hombre, o lo que fuera, la
había tratado con respeto, lejos del desprecio o las miradas lujuriosas de
otros que se enteraban de su orientación sexual. Y sobre todo, le agradecía su
ayuda en el plano humano. Esas palabras que le dedicó para animarla cuando la
vio tan hundida.
-Alguien así sería mucho mejor para ti
que yo, Keiko.- Pensó con la tristeza pintada en el semblante. - Una persona
que te quiera y que sea tan fuerte en todos los sentidos. Que nunca te falle…
Sin
embargo, cualquier otra reflexión o comentario pasó a segundo plano. Del
interior llegaron precisamente las llamadas del saiyajin.
-¡Necesitamos ayuda aquí!…- gritó.-
Sin
pensarlo, tanto Maggie, como Penélope y Keiko, fueron a entrar. Pese a que las
fuerzas militares estaban ya llegando a su misma posición junto con algunos androides.
No obstante, estos no serían capaces de acceder con precisión por esas
escaleras que podían verse descender hacia el subsuelo. De modo que, invocando
su condición de enfermera, Maggie guió a las demás. Al poco el doctor Lester iba tras de ellas. Avanzaron
espacio, malamente iluminados por algunas linternas. De todos modos enseguida
pudieron ver a unos cuantos niños y niñas sentados y arrinconados contra las
paredes. Estaban asustados, llorosos y visiblemente angustiados. Las chicas
recurrieron a sus mejores sonrisas para tratar de animarles.
-Ya está. Ya ha pasado todo.- Susurraba
cariñosamente Keiko a una niña que no tendría más de seis años.- Ahora os vamos
a sacar de aquí.
-¿Tienes hambre?- Preguntaba afectuosamente
Melissa a otro crío que asentía sin hablar.-
Kiros
ya llevaba en brazos a dos de ellos que se trataban de aferrar a su poderoso
cuello en busca de seguridad, cuidadosamente le pasó uno a Maggie.
-Hazte cargo de él.- Le pidió.-
-Claro.- Asintió ella tratando de animar
al pequeño.- Muy bien, eres muy valiente, aguantar tanto rato aquí jugando al
escondite.- Le dijo con pretendido tinte jovial.-
El
saiyajin entonces recordó. Enseguida le dijo al otro pequeño que tenía entre
sus poderosos brazos.
-¿Has visto a un niño rubio? ¿Uno que se
llama Dean?
Pero
ese crío tampoco parecía tener muchas ganas de hablar. Al aproximarse Penélope
se lo confió también. Entonces,
sonriendo levemente, el oficial les comentó a todos los críos que estaban por
allí.
-Voy a hacer un truco, brillaré para que
haya más luz.,
-Eso no se puede.- Se atrevió a replicar
una niña de unos siete años.-
-Yo sí, porque me enseñaron cuando era
pequeño.- Le contestó afablemente él.-
Desde
luego que así fue, Kiros se convirtió en súper saiyajin aunque solamente con la
fuerza necesaria para iluminar esa estancia. Tuvo mucho cuidado en no emitir
demasiada energía que pudiera provocar un derrumbamiento.
-¿Veis qué fácil?- Afirmó el guerrero
del espacio con una adusta sonrisa.-
Y
es que eso de tratar con niños no era precisamente lo suyo, pero deseaba
ayudar. Pensaba, cuán diferentes eran las maneras de educar a los pequeños de
su mundo natal. Cualquier niño saiyajin hubiese estado tranquilo y no se habría
inmutado ante una situación como esa.
-Mi madre diría que son todos muy
débiles, tanto física como psíquicamente. Y antes de venir a convivir con ellos
le habría dado la razón. Pero ahora empiezo a pensar que se equivoca. El
exteriorizar sus sentimientos no les hace más frágiles. Al contrario, a veces
se ha de tener mucha fortaleza para hacerlo y continuar.- Meditó fijándose en
Keiko y Maggie.-
Aunque a su vez, era
él el centro de la atención del resto. Todos los niños le miraban embobados.
Algunos con la boca muy abierta. Incluso varios adultos también. Sobre todo
Keiko quien no podía apartar la vista de aquel chico que se percató de eso
sonriendo para pedirle, mirándola ahora con unos ojos azules e intensos.
-¿Por qué no cantas algo para todos?
Ahora sería un momento perfecto.
-Sí- convino Maggie de inmediato.- Por
favor, Keiko.
La
muchacha dudó un momento, no podía imaginar una situación en la que tuviese
menos ganas de cantar. Pero viendo las caritas de miedo que todavía mostraban
algunos críos asintió. Con su voz algo trémula les pidió.
-Pero me tenéis que ayudar con el
estribillo.
Algunos
niños asintieron y la joven, tras sonreír más ampliamente, comenzó.
¡Oh cariño!, ¿Sabes qué es lo que vale
la pena?
¡Oh!, el Cielo es un lugar en la Tierra
Dicen que en el Cielo, el amor viene
primero
Haremos del Cielo un lugar en la Tierra
¡Oh!, el Cielo es un lugar en la Tierra
Y
algunos niños repetían algo, al principio tímidamente, pero Keiko daba palmas y
sonreía sin descanso, utilizando lo mejor de su voz y de su ánimo para
animarles.
Cuando la noche cae
Espero por ti y tú estás cerca
Y el mundo está vivo con el sonido
De los niños, fuera en la calle
Ahora
más críos se animaron, hasta Maggie y algunos adultos se unieron. Y la
intérprete seguía desgranando el tema con un tono que quería reflejar optimismo
y esperanza…
Cuando entras en la habitación
Y me atraes cerca y comenzamos a movernos
Y estamos girando con las estrellas
arriba
Y me levantas en una ola de amor
Maggie sonrió. Esa
estrofa podía sonar a otra cosa en su mente, aunque para los niños desde luego
que no tendría esas connotaciones que ella recordaba de su pasada noche con Keiko.
Kiros por su parte observaba a la intérprete sin pestañear. Estaba prendado de
esa musicalidad y ese buen ánimo en tanto pensaba en encontrar al pequeño Dean.
¡Oh cariño!, ¿Sabes qué es lo que vale
la pena?
¡Oh!, el Cielo es un lugar en la Tierra
Dicen que en el Cielo, el amor viene
primero
Haremos del Cielo un lugar en la Tierra
¡Oh!, el Cielo es un lugar en la Tierra
Cuando me siento sola y te alcanzo
Y me llevas a casa
Cuando estoy perdida en el mar. Oigo tu
voz.
Y me lleva
En este mundo estamos solo comenzando
A comprender el milagro de vivir
Cariño, estaba asustada antes
Pero ya no lo estoy más
En
ese momento los ojos grisáceos con tonos lavanda y los intensamente azules de
Kiros se cruzaron. La chica sonrió una vez más, bajando la vista para proseguir
su canción en tanto él no podía dejar de mirarla. Mientras, los niños y niñas
un poco mayores que el resto, cantaban con ella.
¡Oh cariño!, ¿Sabes qué es lo que vale
la pena?
¡Oh!, el Cielo es un lugar en la Tierra
Dicen que en el Cielo, el amor viene
primero
Haremos del Cielo un lugar en la Tierra
¡Oh!, el Cielo es un lugar en la Tierra
Cielo
Cielo
Cielo
En este mundo estamos solo comenzando
A comprender el milagro de vivir
Cariño, estaba asustada antes
Pero ya no lo estoy más
La
propia Maggie se sintió mucho mejor, más animada y aliviada en su atormentado
espíritu. Esa chica sabía elevar el alma de cualquiera con sus canciones. Ella
no podía evitar sentir algo muy intenso cuando estaba a su lado. Y eso
trascendía la mera atracción física desde luego. Aunque parte de ese entusiasmo
renovado se esfumó al ser testigo del intercambio de miradas de esa joven con
el mayor Derail…Y ajena a eso, Keiko terminaba de cantar…
¡Oh, cariño!, ¿Sabes qué es lo que vale
la pena?
¡Oh!, el Cielo es un lugar en la Tierra
Dicen que en el Cielo, el amor viene
primero
Haremos del Cielo un lugar en la Tierra
¡Oh!, el Cielo es un lugar en la Tierra
¡Oh!, el Cielo es un lugar en la Tierra
¡Oh!, el Cielo es un lugar en la Tierra
¡Oh!, el Cielo es un lugar en la Tierra
¡Oh!, el Cielo es un lugar en la Tierra
(Heaven is a place on Earth. Belinda Carlisle.
Crédito al autor)
Muchos niños
aplaudieron. Incluso una cría se aupó del suelo haciendo que la pelirroja se
agachase para darle un beso en la mejilla. Keiko rio. Incluso en medio de ese
momento y ese lugar tan oscuro en todos los aspectos. Y Kiros pensó admirado al
ver aquello.
-Ella ha aportado más luz que yo cuando
he comenzado a brillar. Y todo con su forma de ser y su alegría. Ahora comprendo
plenamente cual es mi misión. ¡Gracias, reina Meioh! Gracias por permitir que
lo haya aprendido por mí mismo. Teníais razón, Majestad.
Por
fortuna llegaron más refuerzos y fueron sacando a todos y cada uno de los
niños, más de una veintena. Y felizmente el oficial encontró al pequeño Dean. Estaba
apoyado en el regazo de una niña de apenas diez años. Los dos dormían. Giaal
tomo en brazos a la cría y el saiyajin se ocupó de hacer lo propio con el niño.
También salieron dos adultas, que eran las maestras de las actividades
extraescolares.
-Gracias. Muchas gracias.- Sollozaba una
de pelo castaño y poca estatura.-
-Cuando el ataque empezó apenas sí
pudimos meter a estos niños.- Lloraba a su vez la otra, de pelo moreno y algo
más alta, con tintes de desgarrada culpabilidad.- No pudimos resguardar a más.
-Ustedes hicieron todo lo que
humanamente les era posible.- Las trató de confortar Giaal, sentenciando.- No
pudieron hacer más.
-Ahora salgan y pasen por el gabinete de
reconocimiento.- Les pidió amablemente Lester.- Tienen que hacerles un chequeo.
Ambas
mujeres obedecieron de inmediato con la cabeza hundida sobre el pecho, y
evidentemente afectadas, con un par de niños en brazos salieron escoltadas por
Penélope y Melissa que llevaban a unos críos a su vez. Por fortuna, todos
pudieron salir sin tardanza. Tras atender a los pequeños, los asustados y
emocionados padres iban apareciendo. Escenas de abrazos, besos y lloros llenos
de alivio se repetían cuando al fin se reunían con sus hijos. La propia Ginger recibió
a Dean, que ya se estaba desperezando, de brazos del saiyajin.
-¡Gracias, gracias! - Exclamaba y
lloraba aquella pobre chica estrechando al niño entre los brazos.- ¡Que Dios le
bendiga!
-Te di mi palabra.- Sonrió Kiros dejando
ya a la feliz mamá con su recuperado hijo.-
Por
desgracia no todo fueron escenas de felicidad. Algunos padres cuyos
desafortunados hijos habían muerto bajo las ruinas estaban atacados por el
dolor y la desesperación. Maggie vio a aquella pobre mujer, Aurora, y la sangre
casi se le congeló en las venas. Junto con Kiros y Keiko iban a salir del
cordón policial cuando oyeron los gritos de esa desdichada madre cuando recibió
la aciaga noticia. Los tres se quedaron paralizados al verla. Entre lágrimas,
con el rostro deformado por una expresión realmente terrible de dolor y
desesperación, la joven se acercó temblando hasta Maggie que no sabía qué
hacer.
-¿Verdad que mi hija es una buena
niña?.. Quiere ser enfermera como usted. ¡Ella solamente quería ser enfermera!…solo
quería curar a la gente.- Gemía ahora llevándose las manos a la cara.-
Mientras
otros asistentes trataban de consolar inútilmente a Aurora las lágrimas
volvieron a rodar por las mejillas de Maggie. No podía soportar aquello. Keiko
enseguida la sujetó porque esa chica estaba próxima a derrumbarse. El propio
Kiros, que había retornado a su estado habitual, recordó aquel momento, cuando
la enfermera sacó el cuerpo de esa cría de entre los escombros. No se dio
cuenta al principio pero también caían lágrimas por sus propias mejillas. Pudo
entonces recordar una conversación que tuviera con su padre. Haría ya mucho
tiempo. Cuando era solamente un niño.
-Padre.- Le preguntaba con extrañeza.-
He visto a un guerrero derramar lágrimas. Ha muerto su esposa. ¿Acaso eso es honorable?
Madre siempre ha dicho que no se debe uno quejar durante los entrenamientos y
que se debe ser duro en todos los órdenes de la vida.
-Nada tiene que ver una cosa con la
otra, hijo.- Le respondió Blinz.- Un poderoso saiyajin de pelo moreno y ojos azules,
aclarándole.- Tu madre no se refería a eso. Hasta nuestros reyes han llorado en
ocasiones. Es más, lo indigno para un saiyajin no es llorar. Sino no hacerlo
cuando existe motivo para ello.
-¿Y qué motivos adecuados pueden haber?-
Quiso saber el niño.-
-Perder tu dignidad. No ser capaz de
cumplir con tus promesas son motivos de vergüenza. Incluso para llorar.-
Replicó su progenitor, agregando.- Y ver sufrir a inocentes que no puedan
defenderse sin ayudarles o sin ser capaz de hacerlo.
-Pero madre dice que los débiles no
merecen compasión.- Objetó él.-
Blinz
sonrió, quizás su hijo había malinterpretado el mensaje. En ese momento, la
propia Elua entró en la estancia, al parecer le había escuchado y matizó.
-No, te dije que los débiles de espíritu
y los cobardes no merecen compasión. Y se puede ser cobarde no solo por huir de
una pelea o de un enemigo. Eso a veces por mor de la estrategia puede estar
justificado. El verdadero cobarde es el que ataca y abusa de seres que no son
capaces de defenderse. Eso es deshonroso para el que comete tal villanía, nunca
para quien la sufre. Y no impedir esos abusos, si se está en disposición de
hacerlo, es motivo de gran vergüenza.
-¿Debo entonces luchar contra los que lo
hagan?- Quiso saber el crío.-
-Eso es. Por ello, debes ser lo más
fuerte que puedas.- Le explicó su padre.- Así serás capaz de proteger a los que
no puedan hacerlo por sí mismos, de los desmanes de otros…
Esas
palabras resonaban todavía en su cabeza, en tanto se enjugaba las lágrimas y
musitaba con impotencia.
-Lo siento, no he sido capaz de protegerlos
a todos. Padre, madre, ¡perdonadme!…
Pensó
entonces en esa maldita traidora. En tanto las asistencias médicas se llevaban
a esa abrumada mujer que se desmayó por el dolor de la pérdida de su hijita. El
guerrero hervía de indignación, haría que esa renegada confesara sus crímenes y
le proporcionara información sobre el enemigo, aunque tuviera que arrancársela
a golpes. Su expresión mudó en ira al tiempo que las otras chicas se
percataron…
-¿Estás bien?- Quiso saber Keiko.-
-Todavía no. Pero lo estaré.- Afirmó categóricamente
él, añadiendo de modo desinteresado.- Ocúpate de Maggie. Tengo algo que hacer….
Y
se alejó dejándolas allí, la enfermera se sentó como pudo en una silla del
campamento de atención que se había instalado en el parque y apenas sí susurró
totalmente destrozada.
-Yo conocía a esa madre y a su hija.
Trajo a la niña para que la curara. Era una cría encantadora…y…la encontré bajo
esas ruinas…¡destrozada! - Sollozó tapándose la cara con ambas manos.-
Keiko
lloraba también al escuchar aquello. Todo eso le parecía sencillamente
horrible. Abrazó sin pensarlo más a su contertulia que se desahogó entre
lágrimas en tanto apretaba la cara contra el pecho de la pelirroja. Así las
vieron Melissa, Caroline y Penélope al acercarse.
-Vamos a descansar. Ha sido un día
terrible.- Musitó la doctora Winters tan consternada como el resto.-
-Sí, vamos chicas.- Convino Caroline,
con tono apagado por una vez.- Os lo habéis ganado, habéis demostrado mucho
coraje.
-Es verdad.- Convino Melissa mirando
ahora a una llorosa Keiko.- Ya no se puede hacer más por ahora.
Levantó
con dulzura el mentón de la muchacha y le susurró con una sonrisa amable.
-Tus padres y tu hermana Hota estarían
muy orgullosos de ti. Créeme.
La
pelirroja sonrió ligeramente entre las lágrimas. Eso sí, sin dejar de acunar a
la devastada Maggie. Por su parte, Kiros fue interceptado por Giaal. El médico,
con gesto preocupado, le preguntó.
-¿Va hacia la base?
-Sí.- repuso lacónicamente éste.-
-Por favor, compruebe si nuestros amigos
están bien. – Le pidió el alien.-
-Lo haré. Y le notificaré tan pronto lo
sepa.- Le prometió el saiyajin.-
Y tras estrechar la
mano del facultativo se marchó, encaminándose hacia el cuartel general. Por
fortuna al llegar vio a Tracer y a algunos pilotos más que aún seguían allí
tratando de recobrarse un poco. Su compañero de piso lucía una expresión
realmente dura también. Entre abatido y furioso.
-¿Qué ha sucedido?- Le preguntó el
saiyajin.-
-¡Todo fue una maldita trampa! Un
sabotaje de algunos traidores.- Escupió su colega, sentenciando con ira.- ¡Nos
ha costado perder a varios pilotos!
-En la ciudad ha habido una auténtica
masacre también.- Le contó un consternado Kiros.-
-¿Qué?- Exclamó su interlocutor quién
recordó que su comandante les había avanzado algo de eso.- ¡Por favor, dinos
que ha pasado!
Los
demás también se arremolinaron a escuchar con patente inquietud y miedo. Muchos
tenían pareja o familias incluso, viviendo allí. El mayor Derail apenas pudo
tratar de calmarles para declarar.
-Podrán informarse enseguida. Todavía se
está haciendo un recuento de muertos y heridos. Por desgracia hay víctimas
incluso entre los niños.
-¡Qué horror! - Exclamó una atónita
Susan quien además estaba preocupada por su novio.- ¿Sabe algo del doctor Ginga?
-Él está bien. Y quería saber de su
estado. - La tranquilizó su superior.- ¿Y ustedes cómo están?
La
chica solo pudo mover la cabeza bajando la vista, sin querer romper a llorar.
Kiros la sostuvo con ambas manos posando las mismas en sus brazos.
-Tenga fortaleza. Eso es lo que nos hará
vencer.
Susan
asintió despacio. Era verdad. Y además ella era una oficial militar, tenía que mantenerse
entera. Así las cosas fue Enset quién se aproximó al recién llegado. Kiros
enseguida saludó.
-¿Qué ha pasado aquí, mayor?
-Les haré un resumen, señor.- Contestó
el joven.-
Y
tras exponer lo sucedido la consternación invadió aún más si cabía a la
dotación. Sin embargo, Enset supo valorar los sentimientos de sus subordinados
y tomar las riendas para dirigirse a los presentes.
-Damas y caballeros. Todos nos sentimos
muy mal por lo ocurrido. Pero no tiene sentido culparse. Al embarcar sabíamos
que estas situaciones podrían producirse. Entiendo perfectamente lo que están
pensando. Y no deben hacerlo. No se pregunten por qué no estaban ahí. Lo que
deben hacer es pensar en los que todavía siguen con nosotros. Nuestro deber es
luchar por protegerles. Ha sido un duro golpe, sí. Pero nos hemos levantado y
pronto, muy pronto, será nuestro turno de
devolverlo. Entre tanto, entrenen, mejoren, focalícense en sus deseos de
salvaguardar a esta nave y a todos los que en ella viajan. Ahora es nuestro
hogar. Debemos defenderlo a toda costa contra quienes quieran amenazarlo.
Sus
palabras fueron recompensadas incluso con aplausos. Olivia por ejemplo asintió
emocionada, lo haría. Daría lo mejor de sí en memoria de su compañera Celia.
Susan pensaba de idéntico modo. Ya había pasado por esto antes y no se iba a
doblegar. Jane creía lo mismo. Además de estar más que motivada para indagar en
lo sucedido. Tracer también deseaba acabar con esas amenazas. Y Kiros escuchaba
con aprobación. Quizás esos humanos no fueran físicamente tan fuertes como un
saiyajin, pero tenían valor y determinación. Respetaba eso por encima de todo.
De hecho, cuando su superior concluyó aquella arenga, en un aparte Kiros le
comentó.
-Tenemos una prisionera. Procederé a
interrogarla. Seguro que podrá decirnos mucho. Necesito que medie usted con el
contralmirante para que me permita hacerlo. Y además, está el asunto del
metamorfo.
-No sé si podré.- Objetó el
interpelado.- Hay una cadena de mando y
usted lo sabe. Pero puede tratar de pedírselo directamente, le apoyaré.
-Gracias, señor. Eso es precisamente lo
que quería hacer.- Admitió el chico.-
De
este modo al fin los pilotos se dispersaron, yendo cada uno a ver a sus
respectivos familiares y amigos. También llegaron noticias del hospital. Tal y
como se temían el auténtico capitán Harris seguía en estado de coma inducido.
-No hay ni un segundo que perder. ¡Vamos
a ver al contralmirante! - Les ordenó Enset.-
Tanto
Tracer como Kiros le siguieron sin tardanza. Entre tanto, y tras un arduo
trabajo, Scott y el profesor Adams habían recuperado el control informático de
toda la nave.
-Ha sido duro, pero por fin hemos
eliminado esos virus y troyanos.- Comentó el muchacho, manejando su silla de un
lado a otro de la sala.-
-Sí, gracias a su habilidad sobre todo,
y a las doctoras Prentis y Drummont.- Añadió su interlocutor.-
-La doctora Drummont tiene mucho talento
con los ordenadores.- Afirmó el muchacho, añadiendo ahora casi con una media
sonrisa.- Y la doctora Prentis, además de muy inteligente, es bastante
atractiva. ¿Cuántos años tendrá? ¿Cuarenta y cinco?
-Pregúntaselo si tanto interés tienes.-
Sonrió débilmente el doctor.-
-No, bueno. No se le debe preguntar su
edad a una señora.- Dijo Scott tratando de enmendar su comentario.-
-No creo que esté casada.- Aseveró
Adams.-
-Podría usted preguntárselo.- Le sugirió
su colega.-
-¿Yo? ¿Por qué debería hacer tal cosa?-
Inquirió agudamente el doctor.-
Scott parecía algo
apurado, aunque enseguida se atrevió a decirle a su compañero.
-Verá. No se lo tome a mal, doctor. Pero
usted es un hombre muy introvertido. Quiero decir, eso no es malo.
-Bueno, en eso nos parecemos tú y yo.-
Declaró su interlocutor.-
-Es cierto. Y tras lo sucedido he
pensado que quiero salir un poco más.- Afirmó el chico.- Hay gente realmente
estupenda a bordo de esta nave.
-¿Cómo cierta camarera rubia del café?-
Se sonrió Adams.-
Logró
su objetivo, aquel contrataque ruborizó al chico. Él ya era mayor y estaba de
vuelta de esas cosas. Pese a todo, Scott quiso pasar a la ofensiva una vez más.
Sin arredrarse esta vez le comentó.
-No le diría que no. Y usted debería
invitar a la doctora Prentis. Creo que hacen muy buena pareja.
-¿De modo que eso crees?- Se rio Adams.-
-No pierde nada por probar. Y estoy más
que convencido que ella aceptaría encantada.- Afirmó el muchacho con tono de
autoridad en la materia.-
Su
colega permaneció reflexivo y callado durante unos segundos. Iba a decir algo
cuando el teniente Tang entró en la sala. El oficial había estado fuera
haciendo indagaciones.
-Al parecer todo ha regresado a la
normalidad. Sin embargo y por desgracia hemos sufrido bastantes pérdidas
humanas. Incluso niños.- Les informó con pesar.-
-¡Dios mío! ¿Qué ha pasado ahí fuera? -
Exclamó el joven científico acercándose con su silla de ruedas al recién
llegado.-
El
ambiente jovial y hasta de complicidad entre él y su colega y jefe, se
desvaneció al oír tales datos. Zhao les contó lo que sabía. Adams entonces tomó
la palabra de un modo más grave.
-Tenemos que hacer todo lo posible por
evitar que algo así se repita.
-Trabajaré para mejorar los corta fuegos
y los sistemas de detección de malware y virus.- Convino Scott.-
Estaban
discutiendo la forma de llevar a cabo aquello cuando su colega el doctor Bruce Hershow
llegó. Venía con gesto preocupado y jadeando.
-Lo…siento. Estuve buscando a mi familia…-
Hizo una pausa para tratar de recobrar el aliento y prosiguió.- He corrido de
acá para allá. Y como los deslizadores hasta aquí no funcionaban, tuve que
correr todavía más…
-¿Están bien?- Se interesó de inmediato
Adams.-
-Sí, por suerte.- Asintió su compañero.-
-Me alegro mucho.- Terció Scott.-
-¿Qué ha pasado aquí?- Inquirió el
recién llegado.- El teniente Tang me ha puesto al corriente de algunas cosas.
Así
era, Zhao había visto al informático justo antes de entrar en el cuarto. Tras
comentar un poco lo ocurrido y cambiar impresiones con él, el oficial le
comentó.
-Está usted muy alterado y cansado por
la carrera que se ha dado. Espere un momento. Voy a entrar a ver cómo van sus
compañeros.
Y Bruce lo hizo hasta
transcurridos un par de minutos. Después, aun entre jadeos había entrado.
-Tenemos que reforzar la seguridad.- Le
explicó Adams.-
-Lo haremos.- Afirmó su colega agregando
con amabilidad.- Empezaré yo. Vosotros habéis estado aquí, trabajando, mientras
que yo fui a buscar a mi familia.
-Era lo normal. No podía hacer otra
cosa.- Le dijo Scott haciéndose cargo de aquello.-
-Insisto. Es lo menos que puedo hacer. Ustedes
no han parado de trabajar. Vayan a descansar. Luego me relevarán.- Les comentó
su colega.-
En
efecto, tanto Adams como Scott estaban ya cansados, de modo que aceptaron de
buen grado esa sugerencia. Tang les acompañó tras despedirse de Bruce. También
entre los técnicos sanitarios y los médicos las cosas habían estado muy
ajetreadas. Al fin, y tras mucho y duro trabajo, cuando ya todos los pacientes
y heridos estaban atendidos, pudieron parar. Lester les reunió a todos pasados
unos minutos.
-Les felicito por su actuación. A todos
ustedes. Han sabido estar a la altura de lo que espera de unos buenos
profesionales. Ahora tómense un descanso. Se lo han ganado.
-No me lo puedo creer, Lester dándonos
la enhorabuena.- Le susurró Maggie a Giaal.-
-No es un hombre malo. Solamente es
exigente y muy poco flexible.- Respondió el alien.-
-Debo admitirlo, es duro pero es justo.-
Asintió la enfermera.-
Tras
esto Giaal y Maggie iban a marcharse por su lado. James y Erika también. Lester
le preguntó antes a Benson, quien finalmente se había reunido con sus
compañeros.
-¿Dónde diablos se metió?
-El ataque me tomó desprevenido en la
parte norte de la nave.- Le explicó su interlocutor.- Pude apenas llegar hasta
aquí cuando todo había terminado. Aunque atendí a un par de heridos. Por suerte
no estaban graves y enseguida pudieron ser dados de alta. En la zona sanitaria
del cuadrante dos.
-Al menos estaba usted por allí.-
Declaró Lester.- Bueno, vaya a descansar.
-Si le parece, estoy más fresco que mis
compañeros. Haré el próximo turno.- Se ofreció.-
-Gracias doctor.- Repuso Giaal.-
El
resto asintió, no tenían nada en contra. De ese modo su compañero se quedó al
cargo del lugar. Los otros se despidieron dándose las buenas noches. Erika por
su parte no extendió esa cortesía a su compañera. Ni siquiera en unos momentos
como aquellos parecía Marek ablandarse en su animadversión hacia su colega.
-Algún día sabré qué le pasa a esa mujer
conmigo.- Musitó Maggie para sí, en tanto el doctor Ginga le decía.-
-Iré a ver si veo a Susan. Mi novia ha
debido de pasar por mucho también. Es piloto.
-Confío en que esté a salvo.- Le deseó
la enfermera.-
-Afortunadamente así es. El mayor Kiros
me envió un mensaje hace poco.- Le contó su contertulio quien, observando ahora
con simpatía a Maggie, llegó a posar una mano en el hombro derecho de la chica
y le dijo con amabilidad.- No te culpes. Y no lleves el peso de lo sucedido
sobre ti. Ninguno pudimos hacer nada por evitarlo.
-Yo...- Musitó la joven con sus ojos
haciendo aguas otra vez.- No puedo quitarme de la cabeza la imagen de esa niña.
-Sé lo duro que es. Ya lo he vivido
antes.- Le confesó él.- Pero no debes martirizarte con el recuerdo de aquellos
a los que perdimos. Al contrario, por la memoria de esa niña y de las demás
víctimas, tienes que redoblar tu determinación por ayudar a los que todavía están aquí.
La
muchacha meditó sobre esas palabras al menos durante algunos instantes. Eso era
casi lo mismo que Kiros le dijo. Al fin
pudo sonreír aunque fuera débilmente, mirar a su interlocutor y responder
agradecida.
-Es usted un buen hombre, doctor. No he
conocido a muchos hombres, ni mujeres así. – Declaró confesando. -A veces
cuando me mira, pienso que usted ve mucho más allá de lo que yo misma sé de mí.
-Tú eres una buena mujer.- Le sonrió
él.- No lo olvides.
-No. No lo soy.- Negó ella moviendo la
cabeza.- Siempre he ido más a mi conveniencia que a otra cosa. He querido
disfrutar, ya sabe… de mis relaciones pero sin tener un verdadero compromiso. Y
luego me he arrepentido de ello.
-Algún día Maggie, la persona adecuada
aparecerá.- Sentenció él.- Y estarás lista para entregarte por completo. Eso es
algo que he aprendido.
Y
de algún modo ella supo que él tenía razón y que esa forma de hablar no tenía
nada que ver con ninguna insinuación o indirecta. Ni siquiera era para tratar
de animarla. No era el estilo del doctor Ginga. Y desde luego, de no saber que
salía con una oficial del ejército, ella hubiera podido pensar que aquel tipo
era una especie de santo o un homosexual bastante convencional, puesto que,
sexualmente hablando, no había detectado el menor interés de ese hombre hacia ella.
-Muchas gracias.- Remachó la enfermera
al fin, visiblemente reconocida.- Gracias por creer en mí. Poca gente lo ha
hecho.
-Eres tú, quien me hace creer en ti. Hasta
mañana.- Se despidió Giaal quien, de camino, sacó una especie de flauta que
llevaba en un bolsillo de su chaqueta.-
Y
caminando despacio se paró cerca de un árbol y tocó un poco. En medio de la
calle, vacía y silenciosa en ese momento, podía escucharse bien aquella música.
Era muy hermosa y parecía querer arrullar el espíritu y levantarlo. Maggie
escuchó embelesada. Nunca había oído
nada igual. Así, tras unos momentos, el doctor terminó de ejecutar esa tonada,
se giró mirándola y, con una afable sonrisa, le explicó.
-Se llama “Fantasía alada de Ginga
número cinco”. “El milagro de la belleza de Andrómeda”. Mi padre la compuso y
me enseñó a tocarla. Buenas noches.
Dicho
esto se alejó caminando sin prisa. Maggie le siguió con la mirada hasta
perderle de vista.
-Buenas noches, doctor. – Musitó con una
leve sonrisa, para remachar, aunque su interlocutor ya no estuviera allí para
oírla.- Y muchas gracias…
Giaal
puso rumbo a su apartamento. Desde allí iría a visitar a Susan. Aunque para su
sorpresa no le hizo falta. La joven estaba allí, aguardándole. Él se alegró al
verla y sonrió.
-¡Vaya, qué sorpresa!- Pudo decir al
llegar a su lado.-
Aunque
la muchacha no dijo nada, solamente le miró con una expresión plena de tristeza
y angustia, él enseguida la abrazó. Al
poco la joven se derrumbó sin poder parar de llorar. Así estuvieron un buen
rato, hasta que ella se fue calmando poco a poco. Después él, sin pronunciar
palabra, la invitó a subir a su apartamento. Abrió la puerta, la entró en
brazos y, una vez cruzaron el umbral del dormitorio, Giaal cerró la puerta tras
de ellos. Y en tanto eso sucedía, en otro lugar de la nave, todavía amarrada
por gruesos grilletes de acero, Zura era conducida a una celda especial. Las
paredes eran muy gruesas y estaban revestidas de una poderosa aleación. Cámaras
de vigilancia y armas láser la apuntaban incluso estando dentro. Al fin, tras ingresar sin oponer la más
mínima resistencia, le quitaron esos grilletes. La mujer saiyajin se permitió
incluso una leve sonrisa despectiva para comentar.
-¿No se habrán equivocado? Se suponía
que iban a llevarme a una prisión, no a un hotel de lujo. Se está mejor aquí
que en mi casa.
Y
podría jurar que eso era cierto. La habitación que hacía de cárcel medía cuatro
por cuatro metros. Tenía una cómoda cama, un armario, un pequeño pero funcional
cuarto de baño con ducha y sanitario, construido tras unas paredes que le
brindaban total intimidad a la prisionera y hasta unas estanterías con aparato
de video y pantalla. La joven asintió como si aprobase aquello, afirmando con
irónica sorna.
-¿Es esto un nuevo tipo de tortura
humana para debilitarnos? Debo decir que es realmente taimada, aunque creo que me
acostumbraré muy pronto. ¡Ja, ja, ja!…
Aunque
presenciando como esa cautiva se adaptaba a su nueva condición estaba el
contralmirante Hazzar acompañado de algunos oficiales. Aguardó a que esa mujer
se tumbara en la cama con las manos puestas tras su cabeza para intervenir.
-Soy el comandante en jefe de esta nave.
Contralmirante Neil Hazzar. ¿Y usted, señorita? ¿Cuál es su nombre?
La
aludida le miró con una media sonrisa llena de desdén y se permitió el lujo de
aguardar algunos instantes para replicar.
-Zura Tara, hija de Kolx y Nebra. Guerrera
del pueblo de los saiyajin.
-Es usted nuestra prisionera y se le
acusa del asesinato de civiles, entre ellos niños. ¿Cómo se declara ante eso?
-¿Qué cómo me declaro?- Se rio la
interpelada para añadir con retintín y tono de burla.- Me declaro cansada. Voy
a dormir un rato. Una pregunta.- Añadió divertida.- ¿Aquí es costumbre
despertar a la gente para darles el desayuno?...
Ante
el patente gesto de enfado de sus oficiales un también molesto Hazzar tuvo que
hacer acopio de paciencia para responder.
-Son unas acusaciones muy serias. Le
informo que será juzgada en breve por un tribunal militar. Y la pena de muerte
en tiempos de guerra todavía se aplica.- Le advirtió el contralmirante.-
-¿Y?- Replicó a desgana la saiyajin sin
levantarse de la cama.-
-Que si colabora, y tal y como prometió,
nos da alguna información valiosa sobre nuestro enemigo, rebajaremos la más que
probable sentencia capital que le aguarda.- Le contestó su interlocutor.-
Al
oír aquello, Zura se levantó de la cama sentándose ahora en ella. Asintió y
tras sonreír aviesamente se limitó a declarar.
-Tengo una información importante sobre
su enemigo. Para empezar les daré un avance. Verán. - Y cuando se dio cuenta de
que la atención y el interés de todos estaban puestos en ella, agregó con
sorna.- Realmente les odia. ¡Ja, ja, ja, ja!
Los
oficiales que estaban junto a Hazzar, incluido el capitán Deloin, comentaban
enojados.
-¡Es una impertinente!
-¿Se está usted burlando de nosotros?-
Espetó la comandante Simmons allí presente con indignación.-
-La verdad, no del todo.- Repuso Zura
fingiendo sorpresa en tanto añadía con sarcasmo.- Esa información es realmente
importante. Y no podría ser más real.
-Con su permiso. Eso puede ser cierto,
señor, señora.- Intervino Tang que acababa de llegar, explicando.- Un guerrero inteligente no odia a su enemigo.
Trata de comprenderlo. Es parte del código de la guerra.
-Al fin un humano que dice algo con
sentido.- Aprobó la mujer con una media sonrisa, añadiendo con tinte
condescendiente.- Muy bien…y además, los saiyajin no odiamos a nuestros
enemigos salvo que estos sean muy poderosos o nos hayan causado mucho daño. A
los humanos desde luego que no les odiamos. Sencillamente les despreciamos. No
son dignos de nada más.- Sentenció entonces. – De hecho, nos da lo mismo
matarles o no.
Realmente
a quien ella odiaba era a ese títere de rey y a esa usurpadora que se hacía llamar
su reina. Con sus malditas prédicas sobre la piedad, el respeto, el honor y el
amor. Aquella zorra había debilitado con ese veneno el alma de los saiyajin.
Por culpa de esa sarta de tonterías sensibleras, su raza, otrora poderosa y
temida, era ahora una parodia de sí misma. Con la mayor parte de los suyos
actuando como mascotas de los humanos, queriendo ser educados igual que ellos y
pareciéndose hasta en su modo de actuar. Aquello de siempre le provocó
repulsión y rechazo. Fue una de las primeras en unirse al movimiento para
terminar con esa vergüenza. Y no se
arrepentía en absoluto de ello, a pesar de haber sido desterrada. Eso pensaba
cuando Hazzar tomó la palabra.
-Pues quizás nos desprecie, pero
enseguida aprenderá a no subestimarnos.- Concluyó con un tono que no ocultaba
su indignación.-
-Difícil lo veo.- Ironizó la prisionera
una vez más.- Parece que estoy de vacaciones en vez de estar presa. En mi
mundo, al menos en sus buenos tiempos,
ya estaría muerta o cargada de cadenas en un sucio agujero. Ahora por
desgracia son casi tan hospitalarios y débiles como ustedes.
-La fortaleza no se demuestra con la
crueldad o el maltrato.- Rebatió Tang añadiendo.- Es el débil el que primero
recurre a la violencia y al uso de la fuerza.
Zura
le miró como si no pudiera creer lo que estaba oyendo y luego sencillamente se
rio a carcajadas. Apenas pudo controlar aquello para rematar.
-¡Qué considerados son los terrícolas! ¡Han
pensado en todo, si hasta han traído a un bufón para entretenerme! ¿Es esto lo
que llaman derechos humanos? ¡Ja, ja, ja!
El
contralmirante ya estaba más que harto de aquello. Pese a todo, no se dejó
trastornar por aquella mujer. Si perdía los papeles le estaría dando una
victoria moral. Por ello, y aparentemente impertérrito, comentó.
-Ya es tarde. La dejaremos dormir y
mañana comenzaremos con los interrogatorios.
-Me parece muy bien.- Asintió una
divertida saiyajin tumbándose una vez más para sentenciar con su ácido sarcasmo.-
Por favor, despiértenme cuando esté listo el desayuno. Y que sea muy abundante,
por favor. Los de mi raza comemos mucho. - Remachó con sorna.-
Y
tras esas palabras se metió dentro de la cama, se ladeó, dando la espalda a sus captores y se
tapó con una manta y las sábanas para disponerse a dormir. Nadie de los
presentes dijo más. Se limitaron a salir de allí siguiendo a sus superiores,
las luces de la cámara se apagaron, los guardianes salieron a un perímetro de
muros que envolvían esa celda y ocuparon sus posiciones de custodia y todo
quedó en silencio.
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