domingo, 1 de enero de 2017

GWDN 18 La historia de Kiros


A la mañana siguiente la resaca de lo sucedido perduraba. La mayoría se despertó con rostros cansados, sin haber podido apenas conciliar el sueño, recordando aún muchas de esas terribles imágenes de muerte y destrucción. Pero todos coincidían en que era necesario continuar.  Al menos, Maggie y Giaal pudieron ir al turno de tarde. Tras lo sucedido curiosamente tuvieron muy poco trabajo. La gente ahora vivía con el temor de salir. Nadie deseaba ser víctima de otro ataque. De hecho, con el fin de que no se interrumpiese la actividad, el contralmirante tuvo que declarar la ley marcial y movilizar soldados armados por toda la nave. Se ocupaban de escoltar a los trabajadores a sus puestos. De eso charlaban la enfermera y el doctor sentados frente a la mesa del despacho, en un centro médico vacío de pacientes.



-No puedo creer que estemos en una especie de Estado fascista.- Suspiró ella.-

-¿A qué viene eso?- Le preguntó un atónito Giaal, que, agregó con curiosidad.- Por cierto. ¿Qué es eso de fascista?



            Maggie le miró perpleja a su vez. Pero quizás juzgo que el doctor Ginga trataba de sondear sus ideas.



-Me refiero a estar permanentemente vigilados y controlados. El ejército está por todas partes.

-Es natural, habida cuenta de los ataques que hemos sufrido. Pero no están ahí para controlarnos sino para protegernos. - Declaró Giaal.-



            Ante eso la enfermera no supo que replicar. No le gustaba, pero era algo necesario. Y es que pensaba en algunos momentos de la historia y lugares en la Tierra en los que, con ese pretexto, se habían instalado dictaduras que cercenaban los derechos de la gente, y así lo hizo constar.



-Pero aquí no estamos en ese caso. Yo confío en el contralmirante Hazzar. Es un buen hombre, te lo aseguro. Si hace esto es porque no tiene otra alternativa. Ante todo debe primar la seguridad de las personas que hay a bordo de la nave.



            Maggie asintió. Ante eso nada podía objetar.



-¡Es que me parece algo tan horrible!…- Suspiró la joven.- Nunca llegué a imaginar esto.

-La guerra siempre es horrible.- Convino Giaal.-

-¿Sabe una cosa? Yo me embarqué para tratar de huir.- Le confesó ella.- Jamás imaginé nada como esto.

-¿Es que alguien te perseguía?- Inquirió el atónito Giaal.-



            Maggie movió la cabeza y le refirió con voz queda.



-No, huía de mí misma. Siempre fui una cabeza loca. Tuve muchas relaciones pero ninguna llegó a buen puerto. Ya estaba cansada, quería hacer algo con mi vida. Ayudar a los demás, sentirme útil…e incluso querida.

-Si es por eso, hay mucha gente que te aprecia. Y algunos incluso llegan a superar eso.- Le comentó el doctor Ginga, precisando con cautela.- He podido darme cuenta  en algunos casos.

-El problema es que yo no sé cómo corresponder a eso.- Suspiró la muchacha con tono desanimado.- No importa cómo, siempre me las he arreglado para arruinar las vidas de todos los que se me han acercado demasiado.

-Eso no es cierto.- La rebatió amablemente su interlocutor.-  No debes pensar así. Recuerda lo que te dije ayer.

-Y se lo agradezco mucho. Pero muchas veces no sé qué hacer, ni que rumbo tomar.- Le confió ella, alegando.- Ahora, sin ir más lejos, siento algo por una persona, pero le he hecho daño a otra con la que estaba. Y sé que eso no es correcto, pero no pude evitar que pasara. No, ya es suficiente, no quiero herir a nadie más.

-En asuntos del corazón, he aprendido una cosa.- Declaró Giaal.- No podemos evitar que él nos dirija.  Y si lo intentas al final sufrirás y no te habrá servido para nada. Maggie, sigue lo que él te dicte. Más pronto o más tarde hallarás la felicidad, seguro.



            La joven le dedicó una mirada entre agradecida y llena de admiración. Ese hombre parecía casi un padre, de hecho le recordaba al suyo propio. Uno bueno que la aceptaba como era y que le servía de refugio contra sus propios miedos y tribulaciones. Y sin embargo, no parecía que fuera mucho mayor que ella, pero su mirada translucía algo muy especial. Como si hubiese vivido y visto muchísimas cosas. El caso es que la muchacha no pudo evitar preguntar con un tono algo más animado.



-¿Y qué tal usted y su novia? ¿Ella está bien?



            Aquí el rostro de Giaal se ensombreció un poco. Aunque enseguida sonrió débilmente y reconoció.



-No, ella no lo estaba. Ha perdido a algunos compañeros. Nadie puede estar bien tras eso.

-Lo siento, no quise sonar frívola.- Se disculpó la apurada Maggie.-

-No has sonado así. No temas. – La tranquilizó su interlocutor añadiendo.- Verás. Susan es una mujer fuerte, valiente, de buen corazón. Le pasa como a ti. Por eso mismo sufre. Hay muchas personas buenas en esta nave que tratan de ayudar a los demás y de hacer bien las cosas. Cuando la vida nos golpea de una manera tan injusta es normal que nos sintamos mal. Pero al menos nos queda el consuelo de tenernos unos a otros. Como una gran familia. Tanto ella, como yo mismo, aprendimos eso en la SSP-1. Por eso mismo sé que, aunque le cueste trabajo hacerlo, lo superará.



            Maggie asintió. Aquello era cierto. Le gustaba estar rodeada de buena gente en su mayoría. Existían excepciones desde luego, como esa irritante Marek. En fin, todo no podía ser perfecto. En eso pensaba cuando una atractiva oficial militar llegó. Al principio pensó que era la novia del doctor Ginga, dado que guardaba un gran parecido. Sin embargo, ésta era un poco más alta y de una mayor graduación. Además, su cabello moreno era más largo, pese a que lo llevaba recogido en una coleta.



-Buenas tardes.- Saludó educadamente.-

-Hola teniente Gray.- Repuso Giaal.-

-Venía, ya sabe…a ver si usted había encontrado algo, en las muestras.- Musitó con prevención.-



            Se refería a las muestras de Celia, para el test de violación. Aunque eso quizás ya no importaba. Aquella desdichada estaba muerta. Jane suspiró bajando la mirada con pesar.



-¿Se encuentra bien?- Quiso saber Maggie.-



            Y es que ver a una chica tan bonita de ese modo le hacía sentir extraña. ¡Otra vez su maldito impulso! Dejó pasar ese pensamiento. Lo último en lo que estaría interesada ahora sería en el coqueteo con otra mujer. Y esa oficial tampoco parecía de humor para ello. Por descontar que estaba claro que se trataba de una mujer heterosexual. El famoso radar de Maggie, pese a todo, seguía activado y no la engañaba. Únicamente con observar la mirada que esa recién llegada le dirigió. Entre tanto Giaal asintió afirmando.



-Algo tengo. Voy por el informe, si quiere acompañarme.

-Gracias.- Asintió la interpelada.-



            Y dejando a Maggie en el despacho se fueron hacia otra sala en la que guardaban los archivos y las muestras. Allí, en la quietud de esa estancia, la joven teniente musitó.



-Quizás ya no importa. Ella ya no está. Pero deseo llegar al fondo de este asunto.

-Sí que importa. Y mucho.- Contestó el doctor.- Merece justicia.

-Tiene usted toda la razón.- Admitió Jane.-

-Por ello, se la haremos.- Sentenció Giaal.- Verá, en efecto tengo algo. Quizás no sea mucho, pero es un comienzo.



            Con la mirada plena de interés de su interlocutora puesta en él, el joven prosiguió.



-He obtenido ADN del agresor. Y lo que es más. Pude compararlo con el del difunto mayor Shulth. Gracias a algunos contactos que tengo en el alto mando.

-¿Y ha descubierto algo?- Quiso saber una ansiosa Jane.-

-Sí.- Asintió Giaal para sentenciar, dejándola impactada.- Esos restos biológicos no pertenecían al mayor.

-¿Cómo?- Exclamó la atónita oficial.- Me, ¿me está diciendo que?...

-Que ese hombre era inocente, al menos de esa violación.- Confirmó el doctor.- Era tal y como les contó su comandante. No pudo estar en dos sitios a la vez…



            Y tras unos momentos para poder encajar aquella noticia, la oficial enseguida se rehízo para exclamar entre atónita e indignada.



-¡Luego el autor está ahí fuera todavía!

-Así es.- Convino su contertulio.-

-¿Y no puede identificarle? La violación tuvo lugar en el recinto militar. Es casi imposible que el agresor fuera un civil. ¡Si sigue vivo tras el ataque hay que capturarle como sea!- Le pidió Jane con un tono que casi rayaba en la desesperación.-

-Lo intentaré. Trataré de acceder a las bases de datos biológicos de la tripulación militar. Pero eso me llevará tiempo.- Le respondió el doctor.-

-No importa. Por mi parte seguiré investigando.- Declaró la oficial, más decidida que nunca a dar con el culpable. Muchas gracias por su dedicación.- Remachó despidiéndose.-



            La chica se marchó. Con una mezcla de sentimientos, decepcionada y apesadumbrada, pero también resuelta.



-¡Cuánto lo lamento, Celia! Te dejaste llevar y, en tu desesperación, asesinaste a un inocente. No es algo que se pueda justificar, pero sí comprender. Y aunque hubiera sido culpable, ese no era el camino. Por desgracia, tu reputación nunca podría limpiarse. A menos que encuentre al auténtico responsable de esto…



            No obstante, la misma Jane pensaba que, incluso así, el nombre de la alférez Walsh siempre arrastraría ese estigma. Había oído de algún oficial superior que nadie en la nave deseaba manchar su memoria. Se habían barajado incluso algunas “explicaciones oficiales”



-Murió junto con el mayor Shulth en un ataque enemigo. Perdió el control de su varitech por un fallo mecánico, nuestras baterías les alcanzaron por error.- Enumeró mentalmente para meditar entre resignada y molesta.- Una sarta de mentiras aún peores. ¿A quién tendrán que culpar entonces para mantener esas versiones?



            No tenía ni idea y no le gustaba en absoluto. Ya había visto el daño que las mentiras y la ocultación de la realidad podían causar. Desde que le sucedió aquello en la Academia se prometió luchar por esclarecer y mostrar la verdad.



-A veces sé que no es posible. Sin embargo, y pese a ello, al menos merece intentarse. – Pensó con determinación.-



Y se marchó dispuesta a seguir indagando. Giaal por su parte quedó pensativo en aquella sala.



-Por si lo del metamorfo no fuera suficiente, encima esto.- Se dijo.-  Pudiera ser…¿Y si ese individuo fuera?...



            Pero no, enseguida lo descartó, aquellos entes podrían tomar apariencia humana pero no se guiaban por ese tipo de deseos, tampoco se reproducían así. Y no tenía sentido hacer eso para asustar a la tripulación. Con los atentados y los ataques, esos objetivos estaban más que conseguidos.



-Habrá que trabajar con rapidez. Quizás Penélope y sus compañeras puedan ayudarme.- Se dijo.-



            Las aludidas habían retornado a su vez al trabajo. Reinaba un silencio incómodo. Mei Ling se había alegrado de verlas vivas a todas. Aunque se apartaba ostensiblemente de Keiko quien a su vez se sentía envarada e incómoda en presencia de su colega. Melissa por su parte se despidió alegando tener que ir a echarles una mano al doctor Adams y a Scott.  Solamente Caroline parecía de humor para charlar. No obstante, ante el mutismo de las demás, era más un monólogo por parte de la tejana que, por ejemplo, comentaba.



-Ahora tendremos que dar el do de pecho, chicas. Hay mucho trabajo. Tenemos que adelantar. Hay mucha tela por cortar. Eso dice mi Ernie. Crecerse ante las dificultades.



            Penélope no dijo nada, solamente iba de un sitio a otro, parecía nerviosa. El motivo era que hacía poco había regresado de ver nada menos que al contralmirante Hazzar en persona. Aquel hombre, al que conocía del viaje anterior, se interesó por sus investigaciones y le pidió ayuda a su grupo de científicas. Ella respondió que las Fairy Five harían lo que pudieran. Aunque eso era más fácil decirlo que llevarlo a la práctica. No podía prescindir de todo el equipo, ni entretenerlo ahora que estaban con algunos experimentos delicados. Sin embargo, a juzgar por la actual situación de tirantez, juzgó más oportuno separar a algunas sus subordinadas, al menos, de momento.



-Keiko, te necesito aquí.- Llamó a la chica.-

-Sí, enseguida voy.- Repuso tímidamente ésta.-



            Para acceder al lugar en donde su jefa la aguardaba tuvo que pasar junto a Mei Ling. La pelirroja apenas pudo evitar ruborizarse. Musitando un leve.



-Perdón…



            Su compañera no replicó, la contempló hieráticamente, sin traslucir emoción alguna y prosiguió con su tarea, aparentemente concentrada en eso y nada más. El ambiente sin duda era bastante tenso. Al fin, la joven se centró en la llamada de su superiora y al llegar junto a ella preguntó.



-Dime. ¿Qué necesitas?

-Has de ir a la base militar.- Le pidió la doctora Winters.- El contralmirante Hazzar me solicitó que al menos una de nosotras estuviera allí cuando interrogasen a la prisionera saiyajin. Querían sacarles unas muestras de sangre y comprobar las medidas de seguridad.

-Pero, no comprendo… qué puedo hacer yo allí.

-Tú sabes de cibernética y además de biología. Precisan testar el grado de resistencia de la celda.- Le explicó someramente Penélope.-

-Muy bien, voy para allá.- Asintió la chica, en parte contenta por poder sustraerse a aquel ambiente tan desagradable.-



            Y salió. Aunque de camino hacia la base se encontró con la persona a la que estaba menos preparada para ver en ese momento. Fue ésta misma quién la saludó con un tímido.



-Hola Keiko. ¡Qué pequeña es la nave!, ¿verdad?



            La interpelada observó acercarse a Maggie. La enfermera había salido a su vez de su turno, aunque un poco antes. Mientras Giaal y la teniente Gray estaban charlando en la sala de muestras, ella había atendido una llamada telefónica. Era de la base. Pedían que un técnico sanitario fuese a tomar unas muestras de sangre. Enseguida se ofreció. No quería estar allí para cuando Marek llegara. Además, le dijeron que fuese enseguida, y que no necesitaba llevarse ningún tipo de equipo o instrumental. De modo que entró en la sala una vez que la oficial se hubo marchado. Allí vio al doctor Ginga y le puso al corriente.



-Muy bien. Ve. Cuando llegue el doctor Lester le informaré e iré para allá también.

-Gracias, doctor.- Respondió la muchacha.-



            De modo que allí estaba. Y la casualidad quiso que encontrase a Keiko en la parada del deslizador. La pelirroja la observaba ahora con una mezcla de sorpresa y envaramiento.



-Hola Maggie.- Contestó ella al fin con tono de voz apagado.-

-Espero que esté en funcionamiento. - Suspiró la enfermera tratando de dirigir la conversación hacia otro terreno.- Tras lo de ayer, han destruido muchas cosas…muerto muchas personas.

-Sí, ha sido terrible, no quiero recordarlo.- Aseveró su interlocutora bajando la mirada.-

-Lo siento.- Se disculpó Maggie.- No hago más que decir tonterías.

-No, no es eso.- Respondió más amablemente Keiko ahora.- Es que hemos pasado por algo muy duro y terrible, quisiera poder apartarlo de mi mente.

-Yo también.- Convino su contertulia.- ¡Ojalá fuese así de simple, que bastase con desearlo, como otras cosas!



            Keiko no supo que decir a eso último. Estaba claro por dónde iba su interlocutora. Por fortuna el deslizador sí que funcionaba, no tardó en llegar y pudo ahorrarse la réplica. Las dos subieron a él y se sentaron juntas por pura cortesía, dado que poca gente las acompañaba.  Habría resultado incluso más violento sentarse apartadas y luego que tuvieran que bajar para ir al mismo lugar. Sin embargo, ahora iban calladas, cada una evitando mirar a la otra. Simulando ir distraídas. Al fin, fue Maggie quién no pudo más con esa tensa situación.



-¿Vas a casa?- Inquirió a sabiendas que esa no era la línea que conducía al apartamento de su interlocutora.-

-No, a la base militar.- La corrigió lacónicamente ésta.-

-¡Vaya!, yo también.- Comentó la enfermera, genuinamente sorprendida ahora.- Me han pedido que ayude para unas pruebas médicas.

-Yo voy a hacer unas comprobaciones de seguridad.- Le contó a su vez Keiko.-

-Sí, ahora todo tiene que ser muy seguro. A cualquier parte que vayas hay soldados armados.- Dijo la enfermera.-

-No me gusta eso, pero en este caso, no hay más remedio.- Suspiró la pelirroja.-

-Es cierto.- Convino Maggie.- Al menos tenemos a buenos soldados para protegernos. Como el mayor Kiros.

-Así es.- Asintió Keiko.-

           

            En la enfermera pugnaban dos sentimientos encontrados. Por una parte estaba deseosa de poder arreglar las cosas con esa chica. De retomar su relación dónde la habían dejado. Intentar ser lo más honesta posible y decirle que había roto con Mei Ling. Quería seguir el consejo del doctor Ginga. Dejarse guiar por su corazón. Aunque, de otra parte, lamentaba profundamente el daño que le había hecho a su ya seguramente ex novia y no tenía la menor intención de hacérselo a Keiko. Además, pensaba que esa chica estaba más que atraída por el mayor Kiros. Y tal y como había meditado cuando le vio en acción, aquel hombre era el complemento perfecto para esa muchacha. Por eso mismo sacó a colación el nombre de ese tipo. Aunque Keiko no había reaccionado con el entusiasmo que ella hubiera esperado. Sencillamente esa chica estaría muy afectada por todo el horror que habían presenciado.



-¡Déjalo, Maggie, no seas tan infantil. No está la cosa para flirteos. - Se censuró mentalmente.-



Y es que no sabía realmente qué hacer, ni qué decir. Por vez primera en materia de abordar a una mujer que le gustaba, se sentía temerosa y completamente perdida. Y las circunstancias no ayudaban. Así pasaron algunos minutos de violento silencio y el deslizador llegó a su destino. Ambas bajaron en su parada.



-Vamos a ver, qué podemos hacer para ayudar. - Suspiró Keiko sin saber qué más decir.-



Maggie asintió, recorrieron los escasos metros que las separaban de su destino y después de llegar entraron en el complejo militar. Tras identificarse las acompañaron hacia la zona de seguridad.



-Por favor, esperen aquí, señoritas.- Les pidió un sargento de guardia, tras conducirlas a una sala de espera.- El oficial al cargo vendrá enseguida.



            Las dos aguardaron allí, sentadas en sendos butacones que adornaban ese cuarto. Al rato unos pasos se aproximaron. Alguien abrió la puerta de la sala. Junto con otro oficial, al que Maggie reconoció como el primo de Mei Ling, estaba el mayor Kiros. Ahora sí que Keiko sonrió de forma luminosa al verle. Aquello sentó a la enfermera como si alguien la hubiera atravesado el corazón con un cuchillo. No obstante, compuso una amable sonrisa a su vez. Y de hecho, aunque hubiera querido hacerlo, era incapaz de indisponerse contra aquel tipo.



-Hola. No esperaba verlas por aquí.- Saludó él con gesto de sorpresa.-



            Y es que había sido convocado hacía apenas una media hora. Estaba durmiendo en su apartamento cuando una llamada le despertó. Y aquello fue una suerte dado que se agitaba en medio de una pesadilla. No tardó sin embargo en retornar a la realidad y contestó a la llamada.



-¿Diga? Aquí el mayor Derail, al habla.

-Mayor, acuda usted a la base. Le necesitamos en la zona de contención.- Fue la instrucción que le llegó de parte del propio contralmirante Hazzar.-

-A sus órdenes, señor.- Replicó él.-



            La llamada terminó. Se dio una rápida ducha tratando de despejar su mente, se vistió y salió para aquel lugar. Al llegar el teniente Tang le abordó.



-Por favor, señor, sígame.- Le pidió.-



            Y le condujo hacia esa sala. De modo que ahora tanto él como esas dos chicas intercambiaban miradas entre sorprendidas y algo incómodas. Fue Tang, sin embargo, quién acabó con eso al declarar.



-Si hacen el favor, les conduciré hasta la sala de contención.



            Las jóvenes y el saiyajin le siguieron. Ya habían recorrido unos metros cuando una extrañada Maggie preguntó deteniéndose en su caminar.



-¿Sala de contención?

-Un eufemismo para calabozo, señorita. Aunque en este caso no es un nombre baladí. Está plenamente justificado. - Le aclaró Zhao para insistir educadamente.- Acompáñenme, por favor.



            De este modo llegaron ante una gruesa puerta de metal. Dos guardias fuertemente armados estaban plantados a ambos lados. Al ver a los oficiales se cuadraron saludando. Kiros y Zhao devolvieron el saludo. El teniente entonces tecleó un código y miró fijamente a un escáner de retina. Aquella puerta se abrió lentamente.



-Síganme si tienen la bondad.- Repitió el oficial oriental con esos impecables modales de los que hacía gala.-



            Entraron en una especie de gran antecámara que moría ante otra puerta igualmente impresionante.



-Tenemos a la prisionera dentro. Ustedes entraran una vez la tengamos asegurada.- Les explicó Zhao.-

-No comprendo. ¿Tan peligrosa es?- Preguntó ingenuamente Keiko.-

-No puedes hacerte una idea.- Fue capaz de responder Maggie tiñendo su voz de temor.- Es terrible.

-Tranquila.- Terció Kiros de forma considerada pero contundente a un tiempo.- Te aseguro que no se atreverá  a hacer nada por la cuenta que le tiene.



            La chica sonrió sintiéndose más segura por esas palabras.  De ese modo Zhao abrió la puerta. Entraron en otra sala donde aguardaban Hazzar y el capitán Deloin junto con un par de soldados. Tras ellos las chicas vieron que ese cuarto contenía una celda provista de gruesos barrotes de acero y una puerta hecha del mismo modo.  Y dentro de la misma una mujer de larga cabellera morena encrespada, tumbada indolentemente en una cama.



-¿Es el servicio de habitaciones, como lo llaman los humanos?- Se rio esa individua.- Ya estaba comenzando a impacientarme.

-Prisionera, prepárese para ser esposada.- Le notificó fríamente Zhao por toda réplica.-



            Zura se levantó y dócilmente se quedó quieta. El par de centinelas accedió a la celda provistos de grilletes y cadenas que parecían realmente fuertes. La saiyajin se dejó hacer en tanto se los colocaban en las muñecas y los tobillos. Incluso comentó con su despectiva sorna habitual.



-Bonitas joyas…le sentarían muy bien a la usurpadora…sobre todo al cuello.

-¡Sujeta tu lengua! - Le exigió Kiros con evidente enfado al oír aquello.-

-Creía que en el mundo de los humanos existía libertad de expresión. ¿Es así como lo llaman, no?- Se rio la mujer -¡Ja, ja, ja!

-Déjelo estar, mayor, no caiga en sus provocaciones.- Le pidió Deloin.-



            A regañadientes el muchacho asintió. Eso era verdad. No debía caer en el juego de esa maldita traidora. Zura por su parte parecía estar disfrutando del momento. Más todavía cuando le comentaron a la temerosa Maggie.



-Ya puede usted entrar.



            La chica estaba pálida. Recordaba bien a esa mujer flotando en el aire y lanzando aquellos rayos de energía. Era sumamente poderosa. Por suerte para ella, Kiros lo era todavía mucho más. Desde luego que no ignoraba que era solamente gracias a ese muchacho que ella estaba allí y que podía sentirse razonablemente segura.



-¡Arg!-  Gruñó Zura al ver entrar a esa mujer con esa expresión de aprehensión y miedo.- No te preocupes, humana. No te voy a comer…Todavía.



            La enfermera no podía evitar que un escalofrío le recorriera la espina dorsal. Estaba literalmente muerta de miedo. A pesar de repetirse una y otra vez que esa individua se hallaba encadenada y que Kiros vigilaba al otro lado. Y era curioso, físicamente, esa mujer poseía un cuerpo impresionante. Abdominales bien marcados, pechos no demasiado grandes pero que parecía ser muy duros y unas nalgas redondeadas, a tono con sus poderosas piernas. Apenas sería un poco más baja que la propia Maggie. De haberse tratado de una chica normal se hubiera sentido atraída de inmediato. Sin embargo, al verla lo único en que podía pensar era en la pequeña Nelly aplastada bajo esos cascotes, y a ese individua mofándose de aquello con esa expresión de regocijada crueldad. Eso recordaba cuando un soldado le trajo un maletín con instrumental clínico. Tras abrirlo depositándolo en una mesita de la celda y tratando de dominar su temor y su odio hacia aquella extraña, le explicó con el tono más profesional y neutro que pudo.



-Voy a reconocerla, le tomaré la tensión y le extraeré una muestra de sangre…



            Esa mujer no se dignó en replicar. Sencillamente extendió un  brazo a requerimiento de Maggie. Tras colocarle el aparato le tomó la tensión. La joven quedó atónita.



-¡No puede ser! Tiene que haber algún error.- Comentó mirando las cifras.-

-No lo hay.- Escuchó desde fuera la voz del doctor Ginga.-



            Giaal había llegado hacía apenas unos minutos. Tras esperar a su relevo, el doctor Lester. Su superior vino acompañado de Erika. Los dos tenían el turno siguiente. Tras poner al corriente a su jefe médico éste le permitió marchar lo más deprisa posible. No sin antes comentarle.



-Doctor Ginga. Ha hecho usted un gran trabajo. Y en cuanto pueda me gustaría que se pasara por el ala infantil del hospital. Hay un caso para el que creo que estará mucho mejor preparado que yo.

-Muy bien, lo haré lo antes posible.- Convino el aludido.-



            Tras aquello se marchó y había llegado hacía bien poco. Tuvo el tiempo justo de entrar en la sala cuando la propia Maggie estaba accediendo a la celda. Fue testigo de lo sucedido y cuando la asombrada enfermera chequeaba los datos de su tensiómetro, él se aproximó e hizo aquel comentario.



-Pero doctor, la presión sistólica marca más de treinta y la diastólica dieciocho.

-Son datos muy normales para la fisonomía saiyajin. Yo diría incluso que las tiene algo bajas.- Replicó Giaal para asombro de su interlocutora.-

-¡Vaya, vaya, vaya! - Se rio Zura al ver a ese tipo.- Por lo que veo, tú tampoco eres humano. Siento una gran energía en ti.



            Maggie volvió a quedarse atónita. Más cuando el doctor Ginga no hizo ni asomo de negar esa aseveración.



-Estoy algo lejos de mi hogar.- Admitió.- Soy médico estelar.

-¿De qué raza eres?

-Makaiju. - Contestó el interpelado sin dudar.-

-¿No me digas?- Se sonrió aviesamente la saiyajin para sentenciar.- Me he encontrado con algunos de esos. Son buenos guerreros, pero no lo suficiente.

-¿Qué?- Fue el turno de exclamar a Giaal queriendo saber con visible inquietud.- ¿Dónde?

-¡Oh, en un planeta muy bonito! - Se rio Zura para remachar con evidente sorna.- Bueno, al menos antes lo era.

-¿Qué planeta?- Quiso saber Giaal con manifiesto enojo e inquietud en su tono.- ¡Habla!



            Una carcajada fue la única respuesta que obtuvo. Y eso le hizo enfurecer. Giaal temía por su mundo. No nació en él, pero fue el planeta en el que sus padres le criaron. Y tenía bastantes amigos allí.



-¿Se encuentra usted bien, doctor?- Preguntó Maggie observándole con preocupación.-



            Nunca había visto esa expresión en la cara del doctor Ginga. Acostumbraba a ser un hombre calmado y amable. Ahora parecía estar realmente furioso. Afortunadamente pareció saber controlarse. Por si acaso, el propio contralmirante le llamó.



-Por favor, doctor Ginga. Ignore las palabras de esa mujer.

-Sí, lo único que quiere es provocarte.- Convino Kiros.- Seguro que ni siquiera ha visto jamás a nadie de tu planeta. Intentó esa misma artimaña conmigo.



            Aunque la saiyajin se sonrió observando con gesto desafiante a su compatriota para rebatir.



-Te equivocas. Desde que tuvimos que irnos de Nuevo Vegeta algunos de mis compañeros y yo estuvimos honrado algunas viejas tradiciones de nuestro pueblo. Como conquistar todos los mundos que estuvieran  a mano, eliminando a cuantos se nos opusieran. Bueno, y para seros sincera, a los que no se opusieron, también.  ¡Ja, ja, ja!



            Tanto Keiko como Maggie y hasta Giaal la observaban ahora enmudecidos por el horror. Fue Kiros quién se adelantó ahora para recriminarla con visible ira.



-Eso no es digno de un auténtico guerrero. ¡Solo sois unos cobardes!

-¿Cobardes? ¿Nosotros?- Escupió su interlocutora denunciando a su vez.- Tú y los tuyos sois unos lacayos de los humanos y de esa reina Serenity o como se llame. Y todo por dejar que una extranjera inferior se hiciera con el poder.

-¡No insultes a la reina Meioh!- Espetó el mayor Derail.-

-¿Tanto la idolatras? ¡Ja!…claro, debes de ser un saiyajin de élite a juzgar por tu poder. Criado a sus pechos. Pero deja que te diga una cosa. Llegará el día en que algunos de entre nosotros serán lo bastante fuertes como para cambiar la situación.

-Algunos ilusos lo intentaron. Y se acabó con ellos.- Le recordó Kiros con un gesto de satisfacción ahora.- Supongo que eso ya lo sabes.

-Sí, incluyendo a mi padre Zarom hijo de Roros.- Le desveló la ahora enojada Zura, para añadir, llena de resentimiento.-  Era uno de los pocos que quería que recobrásemos la libertad. Ser otra vez un pueblo orgulloso de sus orígenes. No unos monos amaestrados.  Por eso siguió al príncipe Eron.

-¡No nombres a ese traidor asesino! - Le ordenó Kiros.-

-¿Acaso te trae malos recuerdos? Dime, ¿a qué familia perteneces tú?- Quiso saber la saiyajin.- 

-Soy Kiros Derail.- Le respondió orgullosamente él.- Hijo de Blintz y de Elua.

-¡Así que eres de la nobleza!- Exclamó Zura con pretendida admiración. Sin embargo, enseguida arreció con sus insultos.- Debí haberlo imaginado. Y te educaron cerca de los hijos de los reyes. ¡Cómo no! De ese invertido del príncipe Bralen y de esa estúpida pretenciosa de la princesa Seren. Y apuesto a que fue Seira, la perra faldera de la reina, quien te enseñó todas esas tonterías. Dime una cosa. ¿Estabas allí cuando Eron les dio una pequeña lección? Yo hubiera pagado por verlo. Cuentan que esa farsante suplicó por su hijita. La insulsa Aiona… ¿O es que estabas tratando de salvar el culo de tu propia familia?



            Esto fue demasiado para Kiros, entrando en la celda a una velocidad pasmosa golpeó en la cara a Zura, después la empotró contra la pared. Todo sucedió a una velocidad tal que nadie de los presentes se percató hasta ver al saiyajin apretando el cuello de su antagonista, que estaba clavada literalmente en la agrietada pared.



-¡Mayor, basta! - Le ordenó el capitán Deloin.-



            Aunque el aludido no parecía oírle, Zura en cambio sonreía ahora mostrando unos dientes teñidos de su propia sangre y apenas siendo capaz de hablar dado que la presa de su enemigo la estaba estrangulando. A pesar de eso aun pudo añadir con tono asfixiado y lleno de sarcasmo y burla.



-¿A quién le dieron una buena paliza? ¿A tu tío o a tu padre?... ¿O fue a tu madre?



            Kiros acumuló energía brillando ahora como un súper saiyajin y haciendo que las grietas en las paredes se acrecentaran todavía más al empujar contra ellas a su interlocutora. Todo antes las atónitas e incluso asustadas miradas del resto.



-Déjalo ya, Kiros. Trata de provocarte, tú mismo lo has dicho. – Le pidió Giaal.-



            Sin embargo, fue el propio Hazzar quién, imperturbable ahora, les comentó al resto para su sorpresa.



-¡Déjenle!  Tiene cuentas que saldar…



            El chico recordaba desde luego momentos muy amargos y duros. Tanto en su mundo natal como en la misma nave en la que estaban. Él apenas pudo rechinar los dientes para replicar lleno de ira.



-Tanta muerte y tanta crueldad. ¿Para qué? Habéis matado  a seres que no podían defenderse. Y no os ha servido de nada. No aprendisteis la lección que os dimos en Nueva Vegeta… y venís aquí a asesinar a personas inocentes, ¡ni siquiera habéis respetado a los niños! Canallas, ¡no os lo perdonaré!



            Sus ojos echaban chispas. Era tal su expresión que Zura dejó de reírse. Ahora, por vez primera parecía sentir miedo…



-Basta.- Pudo musitar entre jadeos entrecortados por su precaria respiración dirigiéndose a los humanos que contemplaban aquello.- Hablaré. ¿Qué quieren saber?

-A mí no me importa lo que sepas, ¡zorra!- espetó Kiros para sentenciar.- ¡Voy a enviarte al infierno!



            Levantando una de sus manos creó una intensa bola luminosa de energía amarilla en ella. Tanto Maggie como Keiko estaban paralizadas, incapaces de creer lo que veían. Fue Giaal quien en esta ocasión entró en la celda, tratando de persuadir a su compañero.



-No vale la pena. Por favor, Kiros. Esta individua me repugna tanto como a ti. Pero puede sernos muy útil. Seguro que sabe cosas que nos ayudarían a prevenir más muertes…debemos pensar en los inocentes.

-Yo solo pienso en los inocentes que esta perra cobarde y traidora ha asesinado.- Rechinó el interpelado con visible ira.- No puedo dejar de pensar en ellos…



            El saiyajin estaba próximo a perder los estribos. Entonces fue el turno de Keiko para pedirle.



-¡Por favor! No lo hagas. Tú no eres como ella.



            Y esas palabras obraron el milagro. El joven guerrero del espacio relajó su postura y desvaneció de forma inocua esa bola. Al momento soltó a su presa. Zura se desplomó en el suelo pugnando por respirar en tanto se llevaba ambas manos al cuello. Giaal valoró el estado de la prisionera y le comunicó con voz neutra y desapasionada, casi incluso que contrariada, al contralmirante.



-Vivirá.

-No por mucho tiempo si no habla.- Sentenció Kiros añadiendo con una mezcla de desprecio y rabia para dirigirse a la reclusa.- Mide tus palabras desde ahora o no habrá nadie en esta nave que te salve de mí la próxima vez. Si te atreves a insultar otra vez a mi familia, me importará un bledo lo que puedas o no saber. ¿Lo has entendido?



            Su enemiga apenas sí pudo asentir con levedad. El muchacho no se quedó ni para ver eso. Se giró saliendo de allí  a pasos rápidos. Nadie le detuvo. Aunque Keiko fue enseguida tras de él. Le encontró en otra sala, sentado con la cabeza apoyada sobre las manos. La chica apenas quiso aproximarse a un par de metros. Simplemente no quería molestarle. No obstante, fue él quien le preguntó con voz apagada.



-¿Cómo lo sabes?

-¿Saber?- Inquirió la joven a su vez.- ¿Saber qué?

-Que no soy así.

-Bueno.- Suspiró Keiko.- Te he visto con esos niños cuando entraste a rescatarles. Y he oído lo que dicen de ti.

-¿Y qué dicen?- Quiso saber él dedicándole aquella intensa mirada de sus ojos, ahora nuevamente negros, lo mismo que su cabello.-

-Que eres muy valiente y que salvaste a mucha gente.- Sonrió alentadoramente la joven.-

-No hice nada que no fuera mi obligación hacer.- Confesó el chico.-

-Y sin embargo, lo hiciste.- Le alabó Keiko.-  Salvaste a unas personas que ni siquiera son de tu mundo.

-Juré que protegería a los terrestres.- Afirmó él.- Mi deber y mi honor me obligan a cumplir mi palabra.



            La muchacha asintió despacio. Era una lástima que solamente esas dos cosas impulsaran a  aquel excepcional guerrero. Aunque entonces el chico añadió con un tono más suave, levantándose para aproximarse a ella.



-Pero debo reconocer que he llegado mucho más lejos de lo que nunca creí que llegaría por la gente de la Tierra. Y todo ha sido gracias a ti.

-¿A mí?- Pudo musitar ella mirándole estupefacta.-



            Kiros asintió despacio atreviéndose a sujetar las manos de la joven entre las suyas. Y finalmente declarar.



-Me has inspirado como jamás creí posible que nadie hiciera. Incluso por encima de las lecciones de mi madre, o de mi tía Seira. Hasta de la mismísima reina Meioh.



            El rubor se subió de inmediato a las mejillas de Keiko. Seguramente que esas palabras eran dichas de corazón. Y sobre todo, la comparaban favorablemente con esa soberana. Lo cierto es que no estaba segura de quién podría ser. Siendo niña oyó hablar algo a sus padres. Pero no recordaba. De modo que, con genuina curiosidad, le preguntó a  su interlocutor.



-¿Podrías contarme cosas de tu mundo? Me gustaría saber algo más acerca de ti y de tu hogar.



            El saiyajin bajó la mirada  y pareció meditar aquella propuesta. No tardó en responder.



-Para mí sería un placer hablarte de mi planeta. Aunque, por desgracia, mis últimos recuerdos no son agradables.

-Sí.- Admitió Keiko musitando todavía con pesar.- He escuchado lo que esa mujer dijo. ¿Por qué os odiáis tanto?



            Kiros no respondió enseguida, el joven se tomó su tiempo para desvelar.



-Estuvimos al borde de una guerra civil. Algunos descontentos se rebelaron contra los reyes. Y lo peor es que, acaudillando esa revuelta, estaba el propio príncipe heredero. El más fuerte de entre nosotros excluyendo al propio rey Lornd.



            Al hilo de aquello recordó cuando su padre le hizo llamar. Las cosas se habían puesto muy serias. El príncipe Eron se había levantado aprovechando que su padre estaba ausente. Y por desgracia reunió a bastantes saiyajin descontentos. Muchos más de los que los leales habían calculado que había. Así las cosas, en la capital, los partidarios de mantener la legalidad se opusieron al intento de golde de Estado. Seira ordenó a la guardia que protegiera el acceso a la cámara de la reina. Blintz y Calix estaban allí, junto con el príncipe Bralen. Y el propio Kiros acompañaba a sus primos Aiona y  Doran, reunidos ante la entrada del palacio.



-No debemos permitirles dañar a nuestra soberana. ¡Bajo ninguna circunstancia!- Les indicó categóricamente Seira.-



            Los demás asintieron con decisión. ¡ Desde luego que no lo permitirían!



-Vienen hacia aquí.- Les informó Calix.-



            Apenas unos segundos después de decir esas palabras, un grupo de guerreros aterrizó en frente de los custodios del palacio. Uno de ellos, realmente alto y de lacios cabellos negros, se aproximó con actitud desafiante y segura.



-¡Detente Eron!- Le ordenó Blintz.-

-¡Tú no eres quién para darme órdenes!- Espetó ese enorme individuo con tono rudo en su grave voz.-

-Soy el Canciller.- Le recordó éste.- Y cuando el rey no está presente gobierno el reino.

 -¿De veras?- Se sonrió su interlocutor.- Pues el rey ya está aquí, y le estás mirando. ¡Yo soy el rey de la Ciudad de Poniente! – Exclamó.-



            Los otros se miraron entre estupefactos y horrorizados. ¡Decir eso sin ser el verdadero rey era equivalente a cometer traición! Pero pronto las palabras fueron sustituidas por los hechos. A una señal del recién llegado dos guerreros que le acompañaban se convirtieron en súper saiyajin. Respondiendo a eso, el grupo de Blintz hizo lo mismo.



-No se te ocurra dar un paso más.- Le previno Calix.-

-¿O qué?- Exclamó Eron.-



            Más rápido de lo que nadie pudo ver lanzó un rayo de energía contra el esposo de Seira. Éste fue despedido a varios centenares de metros. Chocó contra un edificio que se derrumbó tras la explosión provocada por esa onda de poder. Seira se tensó con la furia reflejada en su rostro, pero no se movió. Tampoco los demás lo hicieron.



-¡Vaya! Maestra Seira.- Se rio Eron.- ¿Es que no vas a defender a tu maridito?

-Sabe defenderse solo. Mi obligación es la de proteger a la reina.- Espetó ella mirándole con severidad.-

-¿Protegerla de qué?- Le inquirió su interlocutor, alegando con un tinte más conciliador. - Mi madre es la única de aquí que no debe preocuparse por su seguridad. Bueno, ni tú tampoco, Aiona.- Agregó mirando con lascivia a aquella muchacha.-



            La chica le devolvió una mirada de desdén y enfado, a imitación de su madre. Pero entonces Doran intervino interponiéndose entre ella y Eron.



-¡No te atrevas a acercarte a mi hermana o!…



            Aunque Blintz sujetó de un brazo al impetuoso muchacho no dejándole terminar la frase. No obstante, su oponente se rio para sentenciar.



-Si quieres decirme algo, dilo. ¿O es que no tienes valor suficiente?...

-¡Maldito traidor!- espetó Doran.-



            Pero eso sí que pareció enfadar a Eron que apenas dejó tiempo para que nadie reaccionase. A una velocidad increíble golpeó al chico arrojándole a una considerable distancia.



-¡Solamente eres basura!- Sentenció el príncipe.-



            Eso fue demasiado para Kiros, ignorando los avisos de su padre se lanzó contra aquel enorme sujeto convertido también en súper saiyajin. Le golpeó en plena cara con todas sus fuerzas, sin embargo y para su asombro, Eron ni se inmutó. El joven guerrero salió rebotado tras dar ese puñetazo.



-¡Ja, ja, ja! –Reía el príncipe mirándole con una mezcla de desprecio y regocijo en tanto declaraba.- Miserable, no eres digno ni de que te machaque. No me mancharé las manos contigo.



            Y entonces uno de esos individuos que le acompañaban, casi tan grande como él y calvo, exclamó dirigiéndose a Eron.



-Alteza. ¿Nos dais permiso para divertirnos?

-Por supuesto, Hurrels.- Concedió su líder.- Es todo tuyo.



            Ese tipo retó entonces a Kiros. Haciéndole un ademán con una de sus manos para que se acercara.



-¡Venga niñato! El príncipe no tiene porqué molestarse con una basura como tú. ¿O es que te esconderás tras las faldas de la guardiana?

-Maldito idiota! ¡Ahora verás!- Exclamó el joven aludido.-

-¡No Kiros!- Trató de detenerle su padre.-



            Pero fue inútil, el chico estaba demasiado molesto en su orgullo y cedió a esa provocación. Atacó con furia a aquel individuo que paró los golpes con destreza. Hurrels le esquivaba una y otra vez. Hasta que pasó al contrataque hundiéndole el puño en el estómago.



-¡Muy bien, payaso!- Se reía en tanto de otro puñetazo le hacía saltar sangre del rostro.- ¡Lo estás haciendo muy bien! ¡Ja, ja!



            Tanto Blintz, como Bralen quisieron intervenir. Sin embargo, Eron y otro saiyajin les cerraron el paso. El príncipe declaró con gesto divertido.



-Es su pelea. Es un duelo. Por si no os habíais dado cuenta. ¿O es que ahora no vamos a respetar las tradiciones, maestra Seira? - Inquirió a ésta con irónica sorna.-



            La aludida no replicó, pese a mirarle con una expresión llena de indignación. No obstante, tanto ella como el resto estaban impotentes para actuar y no pudieron evitar que Kiros recibiera una tremenda paliza. El muchacho cayó jadeante y sangrando al suelo. Ese otro tipo, riéndose estrepitosamente, aterrizó a su lado. El joven saiyajin quiso levantarse y atacar una vez más, pero tuvo tan mala fortuna como en las anteriores ocasiones. Su rival detuvo cualquier amago de golpe sin problemas y le remató estrellándole contra una piedra cercana. Apenas consciente el derrotado guerrero sufrió la última humillación. Hurrels aplastó su cara con un pie,  restregándosela contra el suelo y regocijándose con sus lamentos.



-¿Y estos son los guerreros de élite de Nuevo Vegeta? ¡Vaya una decadencia la de nuestro amado mundo!

-¡Ya basta! - Intervino Seira con fría furia. - ¡Déjale en paz!

-Una mujer no debe intervenir cuando los hombres están discutiendo de cosas serias.- Replicó Eron.- Y tú sabes que ya no tienes poder como para darnos órdenes.

-Pero yo, sí.- Intervino Bralen ordenándole a su vez.- No te dirijas a Seira de esa manera.

-Vaya, si mi hermanito pequeño tiene boca para hablar.- Se sonrió Eron, afirmando divertido.- ¿Por qué no te vas a practicar como tapar agujeros con el hermano de Seira y su pareja?  Aunque claro. Después de la paliza que les he dado no sé si tendrán muchas ganas.



            Tanto Bralen como la guardiana y protectora de la reina palidecieron. El propio Calix, que regresó junto a ellos recobrado de ese ataque que sufrió a manos del príncipe rebelde, declaró.



-¿Cómo te has atrevido?

-¡Porque ya estoy harto del pozo de decadencia y depravación en el que habéis convertido este mundo! - Estalló el príncipe rebelde.- Hemos perdido nuestras mejores tradiciones por culpa de ese pacto indigno con los débiles terráqueos y ese ridículo reino de la Luna.



            Y en tanto remachaba esto, Hurrels elevó de la pechera al maltrecho Kiros y lo arrojó contra el grupo de los horrorizados defensores del palacio.



-¡Podéis quedaros con este deshecho! - Espetó.-



Aiona enseguida se arrodilló a su lado tratando de reanimarle.



-¡Vamos!- le decía con preocupación y afecto. – Aguanta, primo.



            Aunque el discurso de Eron continuaba. Afirmando con solemnidad.



-Cuando sea coronado como el nuevo rey limpiaré el nombre de nuestro planeta. Se acabaron los pactos con civilizaciones decadentes. Me ocuparé de que nuestro mundo tenga el lugar que le corresponde. La Tierra se someterá o será destruida. Y el resto de planetas igual. Y eso le sucederá también a cualquiera de vosotros que ose desafiarme…



            Nadie era capaz de replicar a esas duras palabras, entre atónitos y espantados como estaban. Incluso la dura Seira miraba a ese chico con la boca abierta por la incredulidad y el horror. Sin embargo, una voz sí que se hizo oír. Pertenecía a una mujer, era alta y de largo cabello verde oscuro, ataviada con un vestido negro aterciopelado. Estaba a las puertas del palacio y exclamó haciendo que todos posaran sus sorprendidas miradas sobre ella.



-¡No, tú nunca serás rey!



            El semiinconsciente Kiros apenas sí pudo mirar hacia allí. Con la vista nublada fue capaz de distinguir a la reina Meioh. Después perdió el conocimiento. Al despertar se hallaba acostado en un blando lecho de palacio. Aiona estaba a su lado.



-¿Cómo he llegado aquí? ¿Qué ha pasado?- Quiso saber todavía con manifiesta debilidad.-

-Te trajimos.- Le respondió la joven con tono suave.-

-¿Y el príncipe Eron?...

-Ha sido detenido y juzgado.- Le explicó su interlocutora.-El rey Lornd llegó apenas unas horas después. Por supuesto que ese cobarde de Eron no se atrevió a enfrentarse con él.

-¿Y dónde está ahora? No podrán encerrarle por mucho tiempo.- Pudo decir el chico, tratando de incorporarse.-



            Estaba fuertemente vendado y le dolía casi el mero hecho de intentar moverse. Aiona, dándose cuenta de ello, posó una mano sobre su pecho con suavidad.



-Tranquilo, primo. Debes recuperarte. No nos quedaban alubias mágicas.

-¡Contesta! - Le urgió el joven pese a su precario estado.- ¿Qué ha pasado con ese traidor?



            Su contertulia bajó la cabeza con expresión de pasar. Aunque se rehízo para responder con claridad.



-Fue enviado a una prisión dimensional. Los soberanos, pese al gran dolor que eso les produjo, declararon que era lo único que se podía hacer. La mayor parte de sus seguidores fueron arrojados a ella con él. Aunque algunos desgraciadamente pudieron escapar. Mi hermano ha vuelto a la Tierra para informar de ello a los reyes Serenity y Endimión. Tienen que estar preparados por si esos renegados fuesen allí en busca de venganza.

-¿Y el que me venció? - Pudo preguntar con patente malestar.-

-Fue uno de los que huyó.- Suspiró Aiona con resignación.-



            Kiros escuchó atentamente. Pese al dolor de sus heridas eran todavía peor la humillación de haber sido derrotado y ridiculizado de la forma en que ese tipejo lo hizo. Aunque había una parte buena. Estaba más decidido que nunca  a mejorar, entrenar y poder tomarse la revancha algún día. Ahora, tras abrir su corazón a Keiko curiosamente se encontraba mejor. La chica le dejó concluir aquella tremenda historia mirándole atónita y apenada.



-No debes dejarte llevar por ese sentimiento.- Le aconsejó.- Solamente te amargará.

-Esa no es una opción para un saiyajin.- Respondió él aseverando.- Una humillación como esa no puede ser tolerada.

-No puedo imaginar lo fuerte que debía de ser ese hombre para ser capaz de vencerte de esa manera.- Suspiró la muchacha.- De todos modos, ¿qué importa eso ya?  Puede que jamás le vuelvas a ver.

-Pero, por si acaso, no puedo descuidarme. No permitiré que esos traidores sean una amenaza ni para mi planeta, ni para el tuyo.- Contestó resueltamente él, añadiendo con pesar e incluso temor en su voz.- Ya has visto por ti misma de lo que esa mujer es capaz. Y ella no es ni mucho menos tan poderosa como yo. Imagina lo que ese tal Hurrels u otros como él, como el príncipe Eron si se liberara, podría hacer en la Tierra.



            Esas palabras bastaron para que Keiko palideciera. Aquellos individuos no demostraron tener ni  la más mínima compasión. Pudo ver los destrozos y el terror que habían provocado en la nave. Incluso recordaba el gesto de Maggie, la pobre estaba petrificada por el miedo. Aun así comentó animosamente.



-Yo no entiendo nada de guerra, ni de honor, ni de venganza. Solo deseo que nada malo te ocurra.- Remachó.-



            Kiros la miraba ahora con sorpresa y hasta asombro. El chico se aproximó a ella afirmando con tono incluso desconcertado.



-No sé lo que me ocurre cuando estoy a tu lado. Es como si esa rabia por la derrota se mitigase. Aunque a la vez tengo el temor de que algo malo pudiera ocurrirte. Y eso es algo que me asusta. Por un momento incluso me hace olvidar todo lo demás.



La chica le dedicó una amable sonrisa, casi enternecida por esa inquietud que aquel rudo guerrero le mostraba. Los rostros de ambos quedaron muy cercanos y sin casi darse cuenta sus labios se unieron. Justo en ese instante, una impactada Maggie les observó. La enfermera había salido tras terminar de recoger el instrumental que le habían dejado, ansiosa por escapar de aquella celda. El solo hecho de ver a esa mujer le ponía los pelos de punta. Rezaba (Y eso que era atea) a cualquier deidad con tal que esa asesina no pudiera salir nunca de su prisión. Al menos, tras sufrir la ira de Kiros no parecieron quedarle muchas más ganas de burlarse de sus captores. La propia Maggie y Giaal tuvieron que atenderla y curarle algunas de las heridas y la tal Zura se dejó hacer con total mansedumbre. Entre tanto, el capitán Deloin le decía a la todavía maltrecha reclusa.



-Es una sabia decisión. Será mejor que colabore. No sabemos si seríamos capaces de controlar al mayor Derail la próxima vez. O puede que ni siquiera deseemos intentarlo.



            Zura asintió despacio. Al fin declaró con bastante mejor talante y un tono más sumiso que su anterior soberbia y desdén.



-Puedo contarles algunas cosas. Como, por ejemplo, que tienen traidores entre ustedes.

-Sabemos lo del metamorfo.- Le contó Giaal.-

-¡Ja, ja! - Se rio ahora esa mujer, recobrando por unos instantes su tinte desafiante, para desvelar a los atónitos presentes.- ¿El metamorfo? Ese es el menor de sus problemas.

-¿Qué quiere decir?- Inquirió Hazzar.-

-Que hay más individuos e individuas aquí…- Puntualizó Zura para rematar.- A sueldo de Gralas.

-¡Gralas!- exclamó Giaal con horror.-

-¿Quién es ese? – Musitó la enfermera.-



            Aunque el doctor no pudo responder. En ese instante el capitán Deloin se dirigió al teniente Tang y le susurró algo al oído. Éste asintió y se cuadró. De inmediato se acercó a la enfermera que estaba terminando de curar a la prisionera y le dijo.



-Muchas gracias por su colaboración, señorita. Ahora debe usted marcharse.



            Maggie miró atónita a Giaal, pero el médico asintió, al parecer de acuerdo con los militares. Estaba claro que allí pasaba algo de lo que ella no debía enterarse.



-Y seguramente será mejor así. Cuanto menos sepa de todo esto, menos me complicaré la vida. Eso es lo último que necesito. - Decidió pensando en todo aquello.-



Salió pues tras guardar el instrumental. Quiso ir a la sala donde Keiko y Kiros estaban. Ojalá que ese hombre se hubiera calmado. La verdad, el mundo se había puesto patas arriba para la enfermera. Ella nunca creyó en las historias sobre seres extraterrestres o súper poderosos.



-Es como vivir dentro de una película.- Se dijo.-



Aunque claro que había visto videos del guerrero dorado siendo niña. O incluso noticias que hablaban de las justicieras. Pero, como sus padres, pensaba que aquello sería un truco publicitario del gobierno. Ahora descubría con asombro e incluso temor, que la raza humana no estaba sola en el universo. Al contrario y, por si fuera poco, seres mucho más poderosos y terribles acechaban a los humanos.



-Ahora entiendo por qué pagaban tanto en este trabajo.-  Reflexionó en tanto salía.- Y porque apenas si se presentaba gente. Aunque no creo que supieran nada de esto. Y ahora…- pensó quedándose de piedra al recordar.- Ya comprendo lo que ella trató de decirme. ¡Kerria lo sabía!



            Pensaba en su exnovia. En algunas de las charlas que habían mantenido. Una vez, en casa de Maggie, tras disfrutar como de costumbre de un encuentro sexual más bien tórrido. Acostadas las dos. La enfermera sonreía.



-Cada vez se te da mejor.- La  halagaba.-

-Tengo una buena maestra.- Comentó la joven.-

- Bueno, vamos a poner un poco la holotele.- Le dijo Maggie levantándose de la cama para alcanzar el mando a distancia.-



            Encendió ese aparato que tenía en su dormitorio. Desgraciadamente, las noticias no eran muy halagüeñas. Se informaba de una serie de delitos. Aunque también se comentaba que algunos de los criminales fueron reducidos por las justicieras.



-¿Puedes creerlo?- Sonrió entonces mirando a Kerria.- Las famosas luchadoras por la justicia. ¡Ja, ja!…

-¿De qué te ríes?- Quiso saber su pareja.-

-De que eso no es más que un bulo. Seguro que es alguna sección especial de la policía. Ya sabes… de esas de lucha contra las bandas. Y quieren hacerlo pasar por la actuación de una especie de heroínas.

-¿Y por qué habrían de querer que pensáramos eso? - Se interesó su interlocutora.-

-¡Qué sé yo! –Adujo Maggie para responder con lo primero que se le pasó por la cabeza.- Para atemorizar a esas bandas. Que piensen que es algo que escapa del control policial, ya sabes, para que no puedan invocar sus derechos y esas cosas.

           

            Para su sorpresa Kerria sonrió divertida. Casi parecía esbozar una pícara expresión, como propia de quien se guarda algo que sabe y no quiere o no puede desvelar. Sin embargo, Maggie lo dejó pasar, atribuyéndolo a que le había hecho gracia su comentario. Su novia entonces declaró.



-Quiero pensar que esas mujeres son muy reales. Como el guerrero dorado. Aunque haga mucho tiempo que no se sabe de él.

-¿No me digas que todavía crees en esas cosas?- Se rio Maggie, añadiendo divertida.- ¡Seguro que aun escribes la carta a Santa Klaus!

-Bueno, me he portado muy bien este año. Espero que me traiga todo lo que he pedido.- Afirmó Kerria con tinte risueño.-

-¿Y qué le has pedido?- Quiso saber su contertulia metiéndose en la cama con ella una vez más para comentar jocosa.- Espero que no sea otra novia.

-No, claro que no. Solamente quiero más tiempo para estar contigo, ¡tonta! - Se rio.-



            Aunque Maggie no la dejó hablar más. Comenzó a besarla en la boca y después la recorrió con sus manos y sus labios. Kerria replicó de igual modo y volvieron a entrelazar sus cuerpos…ahí terminó aquella conversación. Todavía con esos recuerdos la enfermera abrió lentamente la puerta de la sala adyacente. Iba a decir algo cuando vio a esos dos besándose. En ese instante fue como si un enorme peso hubiera caído sobre ella de golpe. Aquello era la confirmación de lo que tanto temía. ¡Keiko estaba enamorada de él!...



-No soy quien para interponerme. Y mucho menos para luchar por ti.- Suspiró la entristecida joven, cerrando de nuevo con sigilo para que no advirtieran su presencia.- Gloria, Kerria, Mei Ling, tú… de un modo u otro os he dejado ir a todas. Y quizás sea mejor así. Todas habéis sufrido por mi causa.



            Y se marchó de la base. Al menos podría ir a descansar a su apartamento un rato. Ajena estaba a que Keiko escuchó el sonido de la puerta al cerrarse. Eso bastó para que se separase de aquel beso con cierta brusquedad.



-¿He hecho algo malo? Lo siento.- Se disculpó el saiyajin al percatarse de aquella repentina reacción.-

-No, tú no has hecho nada.- Pudo responder la chica con tono apurado.- Es solo que…



            Y con la atenta mirada de Kiros puesta sobre ella, suspiró para confesar.



-No estoy segura de lo que siento por ti…Tengo dudas…

-¿Hay otra persona a la que ames?- Inquirió agudamente él.-



            La muchacha se vio tomada de improviso por tal demostración de percepción y franqueza. No creyó que ese poderoso guerrero fuera capaz de algo así. No tuvo más remedio que asentir. Y todavía la asombró más cuando él, entre resignado y nada sorprendido, desveló.



-Es por Maggie, ¿verdad?

-Sí, es por ella.- Admitió Keiko, quien enseguida añadió con preocupación.- Por favor, no te enfades. Con ninguna de las dos…



            Ahora el que quedó atónito fue el saiyajin, enseguida respondió.



-No estoy enfadado. ¿Por qué habría de estarlo? El amor es un poderoso sentimiento. Y suele ser bueno.

-También existen los celos.- Suspiró la joven.- Créeme, lo sé muy bien. Y el dolor al ver que la persona a la que amas no te corresponde.

-¿Es por eso?- Se asombró Kiros, reconociendo con deportividad.- Sé que ella te ama. No la puedo culpar por ello. Eso solamente demuestra su buen corazón.



            Aunque Keiko había estado pensando en su fallido amor por Mimí. Empero, esa revelación la dejó perpleja. Así tuvo que confesar.



-Debo reconocer que pocos dirían eso de una forma tan abierta. Si quieres a alguien normalmente no le dices que hay otra persona que también le ama, ni hablas en su favor. Y menos cuando puede disputarte su amor.

-Lo lamento si he hecho mal. No estoy muy familiarizado con las costumbres humanas a ese respecto. - Se disculpó Kiros, sentenciando.-Pero no puedo mentir. Maggie es una buena mujer.



            No obstante, la joven le dedicó una tierna sonrisa, incluso le acarició una mejilla y movió la cabeza.



-No tienes que pedir perdón. No has dicho nada malo. Al contrario. Me demuestras que también tú tienes un gran corazón y que eres una buena persona, con mucha nobleza. Igual que Maggie. ¡Sois estupendos! Capaces de sacrificaros por los demás, en todos los aspectos. Por eso me cuesta tanto decidirme entre los dos.

-Entiendo pues que esa clase de amor no puede ser compartido.- Repuso el saiyajin.-

-No, no puede serlo.- Admitió su interlocutora.- Porque al final al menos uno de los tres sufriría.

-En tal caso, trataré de postularme.- Afirmó el chico.-



            Para asombro e incluso rubor de Keiko el chico se levantó arrodillándose ante ella y aseveró



-Quisiera pedirte que fueras mi compañera. Para poder honrarte y protegerte. Que fueras la madre de mis hijos y que pasaremos el resto de nuestras vidas los dos juntos. Así es como alguien se declara en mi mundo.



La atónita chica se vio incapaz de articular palabra. Y tampoco sabía que decir. Afortunadamente, la inexperiencia de Kiros en esas lides vino en su auxilio cuando el joven se levantó añadiendo.



-Piénsalo. Esperaré y aceptaré tu decisión. Creo que también puedo hablar por Maggie en eso.

-¿Qué puedes hablar por ella?- Se sorprendió su contertulia aún más si cabía.-

-Los dos nos respetamos. Ya te lo he dicho. La considero una buena persona. Incluso una amiga. Y ambos te queremos. En eso somos aliados.

-¿Aliados?- Exclamó la joven realmente estupefacta al escucharle.-

-Claro. Ambos queremos lo mejor para ti. Nuestros intereses coinciden. Y solamente tú eres la que debe decidir quién de nosotros es el más adecuado para darte lo mejor. - Declaró su contertulio.-



            La chica estaba totalmente descolocada. ¡Eso sí que era algo raro! Desde luego , jamás lo había visto de ese modo. Al fin pudo tomar la palabra y comentar.



-Los de tu mundo tenéis una curiosa forma de ver las cosas.- Sonrió Keiko.- Aunque debo decir que me parece muy madura.

-Bueno. No lo creas. De hecho, esta situación es algo extraña y desconcertante para cualquiera de mi pueblo.- Admitió Kiros para confesar.- De haber estado en Nuevo Vegeta, lo normal habría sido que me hubiese tenido que enfrentar con otro guerrero por una mujer. Habríamos luchado y el vencedor la desposaría.

-¡Como si ella no tuviera opinión! - Suspiró la muchacha con patente desencanto, para preguntar.- ¿Qué hay de sus sentimientos? Puede que ame al que pierda.

-No lo sé. Al menos suele ser al contrario. Normalmente las mujeres saiyajin desean que dos hombres poderosos peleen por ellas. Esa es la costumbre. ¡O al revés!, dos mujeres disputándose en combate a un buen pretendiente. Sin embargo, existen personas como Maggie también en mi planeta. Si dos hombres o dos mujeres desean pasar sus vidas en compañía mutua esa es su decisión. Por mi parte no conozco ningún caso similar al nuestro. Pudiera ser que, en Nuevo Vegeta, un varón pudiera combatir contra una hembra por el derecho a estar con alguien más, otro hombre o mujer. Pero no tendría mucho sentido desde el punto de vista reproductivo.

-Explícame eso, por favor.- Le pidió una curiosa Keiko.-



            Kiros asintió para desvelar.



-En mi planeta, incluso las personas del mismo sexo que comparten sus vidas unidas, desean tener descendientes. A ser posible fuertes. No es nada raro que haya mujeres que acepten copular con hombres para quedar encinta. Luego crían a sus hijos en compañía de otra mujer. Y hay hombres que, pese a no encontrar interés en ello, hacen lo propio para fecundar a alguna hembra saludable. Por ejemplo…



            Ahí se detuvo, quizás sería mejor no hablar demasiado. Pensando sobre todo en su propia familia. El amor no había jugado precisamente un papel importante. De hecho, sus padres vivían separados tras haberle criado a él. Y el chico no desconocía que había una buena razón. Aunque durante mucho tiempo la ignorase y luego no quisiera saber cuál era, finalmente se enteró. Por ello se mantuvo en silencio con la inquisitiva mirada de Keiko interrogándole tras esa súbita pausa. Por fortuna la puerta de la sala se abrió en ese instante. Giaal accedió al recinto y la atención de Kiros y Keiko se centró en él. El alien había sido testigo de algunas importantes e impactantes confesiones de la prisionera.



-Lamento interrumpir.- Les comentó al verles charlar con tan buena disposición.-

-En absoluto. Además, yo ya me iba.- Pudo decir Keiko.- Tendré que analizar los daños en la celda.-



            Aquellas palabras parecieron avergonzar a Kiros. Lo último que hubiera deseado es que ella le viese en ese estado de ira. Sin embargo, la joven le sonrió dándole un alentador beso en la mejilla para despedirse. Tras ser saludada por el médico se marchó. Fue entonces cuando Giaal tomó la palabra.



-Escucha, acorde con lo dicho por la prisionera, si es que ha sido sincera, cosa que creo, las cosas están mucho peor de lo que creíamos…



            Y el saiyajin asintió mirándole visiblemente preocupado y lleno al tiempo de interés. Giaal parecía tener la cualidad de ver a través de las mentes de otros. Por eso confiaba en sus valoraciones. Se centró entonces en oír las inquietantes nuevas que el doctor Ginga le traía…





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