A la mañana siguiente la resaca de lo
sucedido perduraba. La mayoría se despertó con rostros cansados, sin haber
podido apenas conciliar el sueño, recordando aún muchas de esas terribles
imágenes de muerte y destrucción. Pero todos coincidían en que era necesario
continuar. Al menos, Maggie y Giaal
pudieron ir al turno de tarde. Tras lo sucedido curiosamente tuvieron muy poco
trabajo. La gente ahora vivía con el temor de salir. Nadie deseaba ser víctima
de otro ataque. De hecho, con el fin de que no se interrumpiese la actividad, el
contralmirante tuvo que declarar la ley marcial y movilizar soldados armados
por toda la nave. Se ocupaban de escoltar a los trabajadores a sus puestos. De
eso charlaban la enfermera y el doctor sentados frente a la mesa del despacho,
en un centro médico vacío de pacientes.
-No puedo creer que estemos en una
especie de Estado fascista.- Suspiró ella.-
-¿A qué viene eso?- Le preguntó un
atónito Giaal, que, agregó con curiosidad.- Por cierto. ¿Qué es eso de
fascista?
Maggie
le miró perpleja a su vez. Pero quizás juzgo que el doctor Ginga trataba de
sondear sus ideas.
-Me refiero a estar permanentemente
vigilados y controlados. El ejército está por todas partes.
-Es natural, habida cuenta de los
ataques que hemos sufrido. Pero no están ahí para controlarnos sino para
protegernos. - Declaró Giaal.-
Ante
eso la enfermera no supo que replicar. No le gustaba, pero era algo necesario. Y
es que pensaba en algunos momentos de la historia y lugares en la Tierra en los
que, con ese pretexto, se habían instalado dictaduras que cercenaban los derechos
de la gente, y así lo hizo constar.
-Pero aquí no estamos en ese caso. Yo
confío en el contralmirante Hazzar. Es un buen hombre, te lo aseguro. Si hace
esto es porque no tiene otra alternativa. Ante todo debe primar la seguridad de
las personas que hay a bordo de la nave.
Maggie
asintió. Ante eso nada podía objetar.
-¡Es que me parece algo tan horrible!…-
Suspiró la joven.- Nunca llegué a imaginar esto.
-La guerra siempre es horrible.- Convino
Giaal.-
-¿Sabe una cosa? Yo me embarqué para
tratar de huir.- Le confesó ella.- Jamás imaginé nada como esto.
-¿Es que alguien te perseguía?- Inquirió
el atónito Giaal.-
Maggie
movió la cabeza y le refirió con voz queda.
-No, huía de mí misma. Siempre fui una
cabeza loca. Tuve muchas relaciones pero ninguna llegó a buen puerto. Ya estaba
cansada, quería hacer algo con mi vida. Ayudar a los demás, sentirme útil…e
incluso querida.
-Si es por eso, hay mucha gente que te
aprecia. Y algunos incluso llegan a superar eso.- Le comentó el doctor Ginga,
precisando con cautela.- He podido darme cuenta
en algunos casos.
-El problema es que yo no sé cómo
corresponder a eso.- Suspiró la muchacha con tono desanimado.- No importa cómo,
siempre me las he arreglado para arruinar las vidas de todos los que se me han
acercado demasiado.
-Eso no es cierto.- La rebatió
amablemente su interlocutor.- No debes
pensar así. Recuerda lo que te dije ayer.
-Y se lo agradezco mucho. Pero muchas
veces no sé qué hacer, ni que rumbo tomar.- Le confió ella, alegando.- Ahora,
sin ir más lejos, siento algo por una persona, pero le he hecho daño a otra con
la que estaba. Y sé que eso no es correcto, pero no pude evitar que pasara. No,
ya es suficiente, no quiero herir a nadie más.
-En asuntos del corazón, he aprendido
una cosa.- Declaró Giaal.- No podemos evitar que él nos dirija. Y si lo intentas al final sufrirás y no te
habrá servido para nada. Maggie, sigue lo que él te dicte. Más pronto o más
tarde hallarás la felicidad, seguro.
La
joven le dedicó una mirada entre agradecida y llena de admiración. Ese hombre
parecía casi un padre, de hecho le recordaba al suyo propio. Uno bueno que la
aceptaba como era y que le servía de refugio contra sus propios miedos y
tribulaciones. Y sin embargo, no parecía que fuera mucho mayor que ella, pero
su mirada translucía algo muy especial. Como si hubiese vivido y visto
muchísimas cosas. El caso es que la muchacha no pudo evitar preguntar con un
tono algo más animado.
-¿Y qué tal usted y su novia? ¿Ella está
bien?
Aquí
el rostro de Giaal se ensombreció un poco. Aunque enseguida sonrió débilmente y
reconoció.
-No, ella no lo estaba. Ha perdido a
algunos compañeros. Nadie puede estar bien tras eso.
-Lo siento, no quise sonar frívola.- Se
disculpó la apurada Maggie.-
-No has sonado así. No temas. – La
tranquilizó su interlocutor añadiendo.- Verás. Susan es una mujer fuerte,
valiente, de buen corazón. Le pasa como a ti. Por eso mismo sufre. Hay muchas
personas buenas en esta nave que tratan de ayudar a los demás y de hacer bien
las cosas. Cuando la vida nos golpea de una manera tan injusta es normal que
nos sintamos mal. Pero al menos nos queda el consuelo de tenernos unos a otros.
Como una gran familia. Tanto ella, como yo mismo, aprendimos eso en la SSP-1.
Por eso mismo sé que, aunque le cueste trabajo hacerlo, lo superará.
Maggie
asintió. Aquello era cierto. Le gustaba estar rodeada de buena gente en su
mayoría. Existían excepciones desde luego, como esa irritante Marek. En fin,
todo no podía ser perfecto. En eso pensaba cuando una atractiva oficial militar
llegó. Al principio pensó que era la novia del doctor Ginga, dado que guardaba
un gran parecido. Sin embargo, ésta era un poco más alta y de una mayor
graduación. Además, su cabello moreno era más largo, pese a que lo llevaba
recogido en una coleta.
-Buenas tardes.- Saludó educadamente.-
-Hola teniente Gray.- Repuso Giaal.-
-Venía, ya sabe…a ver si usted había
encontrado algo, en las muestras.- Musitó con prevención.-
Se
refería a las muestras de Celia, para el test de violación. Aunque eso quizás
ya no importaba. Aquella desdichada estaba muerta. Jane suspiró bajando la
mirada con pesar.
-¿Se encuentra bien?- Quiso saber
Maggie.-
Y
es que ver a una chica tan bonita de ese modo le hacía sentir extraña. ¡Otra vez
su maldito impulso! Dejó pasar ese pensamiento. Lo último en lo que estaría
interesada ahora sería en el coqueteo con otra mujer. Y esa oficial tampoco
parecía de humor para ello. Por descontar que estaba claro que se trataba de
una mujer heterosexual. El famoso radar de Maggie, pese a todo, seguía activado
y no la engañaba. Únicamente con observar la mirada que esa recién llegada le
dirigió. Entre tanto Giaal asintió afirmando.
-Algo tengo. Voy por el informe, si
quiere acompañarme.
-Gracias.- Asintió la interpelada.-
Y
dejando a Maggie en el despacho se fueron hacia otra sala en la que guardaban
los archivos y las muestras. Allí, en la quietud de esa estancia, la joven teniente
musitó.
-Quizás ya no importa. Ella ya no está. Pero
deseo llegar al fondo de este asunto.
-Sí que importa. Y mucho.- Contestó el
doctor.- Merece justicia.
-Tiene usted toda la razón.- Admitió
Jane.-
-Por ello, se la haremos.- Sentenció
Giaal.- Verá, en efecto tengo algo. Quizás no sea mucho, pero es un comienzo.
Con
la mirada plena de interés de su interlocutora puesta en él, el joven
prosiguió.
-He obtenido ADN del agresor. Y lo que
es más. Pude compararlo con el del difunto mayor Shulth. Gracias a algunos
contactos que tengo en el alto mando.
-¿Y ha descubierto algo?- Quiso saber
una ansiosa Jane.-
-Sí.- Asintió Giaal para sentenciar,
dejándola impactada.- Esos restos biológicos no pertenecían al mayor.
-¿Cómo?- Exclamó la atónita oficial.-
Me, ¿me está diciendo que?...
-Que ese hombre era inocente, al menos
de esa violación.- Confirmó el doctor.- Era tal y como les contó su comandante.
No pudo estar en dos sitios a la vez…
Y
tras unos momentos para poder encajar aquella noticia, la oficial enseguida se
rehízo para exclamar entre atónita e indignada.
-¡Luego el autor está ahí fuera todavía!
-Así es.- Convino su contertulio.-
-¿Y no puede identificarle? La violación
tuvo lugar en el recinto militar. Es casi imposible que el agresor fuera un
civil. ¡Si sigue vivo tras el ataque hay que capturarle como sea!- Le pidió
Jane con un tono que casi rayaba en la desesperación.-
-Lo intentaré. Trataré de acceder a las
bases de datos biológicos de la tripulación militar. Pero eso me llevará
tiempo.- Le respondió el doctor.-
-No importa. Por mi parte seguiré
investigando.- Declaró la oficial, más decidida que nunca a dar con el
culpable. Muchas gracias por su dedicación.- Remachó despidiéndose.-
La
chica se marchó. Con una mezcla de sentimientos, decepcionada y apesadumbrada,
pero también resuelta.
-¡Cuánto lo lamento, Celia! Te dejaste
llevar y, en tu desesperación, asesinaste a un inocente. No es algo que se
pueda justificar, pero sí comprender. Y aunque hubiera sido culpable, ese no
era el camino. Por desgracia, tu reputación nunca podría limpiarse. A menos que
encuentre al auténtico responsable de esto…
No
obstante, la misma Jane pensaba que, incluso así, el nombre de la alférez Walsh
siempre arrastraría ese estigma. Había oído de algún oficial superior que nadie
en la nave deseaba manchar su memoria. Se habían barajado incluso algunas “explicaciones
oficiales”
-Murió junto con el mayor Shulth en un
ataque enemigo. Perdió el control de su varitech por un fallo mecánico, nuestras
baterías les alcanzaron por error.- Enumeró mentalmente para meditar entre resignada
y molesta.- Una sarta de mentiras aún peores. ¿A quién tendrán que culpar
entonces para mantener esas versiones?
No
tenía ni idea y no le gustaba en absoluto. Ya había visto el daño que las
mentiras y la ocultación de la realidad podían causar. Desde que le sucedió
aquello en la Academia se prometió luchar por esclarecer y mostrar la verdad.
-A veces sé que no es posible. Sin embargo,
y pese a ello, al menos merece intentarse. – Pensó con determinación.-
Y se marchó dispuesta
a seguir indagando. Giaal por su parte quedó pensativo en aquella sala.
-Por si lo del metamorfo no fuera
suficiente, encima esto.- Se dijo.- Pudiera ser…¿Y si ese individuo fuera?...
Pero
no, enseguida lo descartó, aquellos entes podrían tomar apariencia humana pero
no se guiaban por ese tipo de deseos, tampoco se reproducían así. Y no tenía sentido
hacer eso para asustar a la tripulación. Con los atentados y los ataques, esos
objetivos estaban más que conseguidos.
-Habrá que trabajar con rapidez. Quizás
Penélope y sus compañeras puedan ayudarme.- Se dijo.-
Las
aludidas habían retornado a su vez al trabajo. Reinaba un silencio incómodo. Mei
Ling se había alegrado de verlas vivas a todas. Aunque se apartaba
ostensiblemente de Keiko quien a su vez se sentía envarada e incómoda en
presencia de su colega. Melissa por su parte se despidió alegando tener que ir
a echarles una mano al doctor Adams y a Scott.
Solamente Caroline parecía de humor para charlar. No obstante, ante el
mutismo de las demás, era más un monólogo por parte de la tejana que, por
ejemplo, comentaba.
-Ahora tendremos que dar el do de pecho,
chicas. Hay mucho trabajo. Tenemos que adelantar. Hay mucha tela por cortar.
Eso dice mi Ernie. Crecerse ante las dificultades.
Penélope
no dijo nada, solamente iba de un sitio a otro, parecía nerviosa. El motivo era
que hacía poco había regresado de ver nada menos que al contralmirante Hazzar
en persona. Aquel hombre, al que conocía del viaje anterior, se interesó por
sus investigaciones y le pidió ayuda a su grupo de científicas. Ella respondió
que las Fairy Five harían lo que pudieran. Aunque eso era más fácil decirlo que
llevarlo a la práctica. No podía prescindir de todo el equipo, ni entretenerlo
ahora que estaban con algunos experimentos delicados. Sin embargo, a juzgar por
la actual situación de tirantez, juzgó más oportuno separar a algunas sus
subordinadas, al menos, de momento.
-Keiko, te necesito aquí.- Llamó a la
chica.-
-Sí, enseguida voy.- Repuso tímidamente
ésta.-
Para
acceder al lugar en donde su jefa la aguardaba tuvo que pasar junto a Mei Ling.
La pelirroja apenas pudo evitar ruborizarse. Musitando un leve.
-Perdón…
Su
compañera no replicó, la contempló hieráticamente, sin traslucir emoción alguna
y prosiguió con su tarea, aparentemente concentrada en eso y nada más. El
ambiente sin duda era bastante tenso. Al fin, la joven se centró en la llamada
de su superiora y al llegar junto a ella preguntó.
-Dime. ¿Qué necesitas?
-Has de ir a la base militar.- Le pidió
la doctora Winters.- El contralmirante Hazzar me solicitó que al menos una de
nosotras estuviera allí cuando interrogasen a la prisionera saiyajin. Querían sacarles
unas muestras de sangre y comprobar las medidas de seguridad.
-Pero, no comprendo… qué puedo hacer yo
allí.
-Tú sabes de cibernética y además de biología.
Precisan testar el grado de resistencia de la celda.- Le explicó someramente
Penélope.-
-Muy bien, voy para allá.- Asintió la
chica, en parte contenta por poder sustraerse a aquel ambiente tan
desagradable.-
Y
salió. Aunque de camino hacia la base se encontró con la persona a la que
estaba menos preparada para ver en ese momento. Fue ésta misma quién la saludó
con un tímido.
-Hola Keiko. ¡Qué pequeña es la nave!,
¿verdad?
La
interpelada observó acercarse a Maggie. La enfermera había salido a su vez de
su turno, aunque un poco antes. Mientras Giaal y la teniente Gray estaban
charlando en la sala de muestras, ella había atendido una llamada telefónica.
Era de la base. Pedían que un técnico sanitario fuese a tomar unas muestras de
sangre. Enseguida se ofreció. No quería estar allí para cuando Marek llegara. Además,
le dijeron que fuese enseguida, y que no necesitaba llevarse ningún tipo de
equipo o instrumental. De modo que entró en la sala una vez que la oficial se
hubo marchado. Allí vio al doctor Ginga y le puso al corriente.
-Muy bien. Ve. Cuando llegue el doctor
Lester le informaré e iré para allá también.
-Gracias, doctor.- Respondió la
muchacha.-
De
modo que allí estaba. Y la casualidad quiso que encontrase a Keiko en la parada
del deslizador. La pelirroja la observaba ahora con una mezcla de sorpresa y
envaramiento.
-Hola Maggie.- Contestó ella al fin con
tono de voz apagado.-
-Espero que esté en funcionamiento. -
Suspiró la enfermera tratando de dirigir la conversación hacia otro terreno.-
Tras lo de ayer, han destruido muchas cosas…muerto muchas personas.
-Sí, ha sido terrible, no quiero
recordarlo.- Aseveró su interlocutora bajando la mirada.-
-Lo siento.- Se disculpó Maggie.- No
hago más que decir tonterías.
-No, no es eso.- Respondió más
amablemente Keiko ahora.- Es que hemos pasado por algo muy duro y terrible,
quisiera poder apartarlo de mi mente.
-Yo también.- Convino su contertulia.-
¡Ojalá fuese así de simple, que bastase con desearlo, como otras cosas!
Keiko
no supo que decir a eso último. Estaba claro por dónde iba su interlocutora. Por
fortuna el deslizador sí que funcionaba, no tardó en llegar y pudo ahorrarse la
réplica. Las dos subieron a él y se sentaron juntas por pura cortesía, dado que
poca gente las acompañaba. Habría
resultado incluso más violento sentarse apartadas y luego que tuvieran que
bajar para ir al mismo lugar. Sin embargo, ahora iban calladas, cada una
evitando mirar a la otra. Simulando ir distraídas. Al fin, fue Maggie quién no
pudo más con esa tensa situación.
-¿Vas a casa?- Inquirió a sabiendas que
esa no era la línea que conducía al apartamento de su interlocutora.-
-No, a la base militar.- La corrigió
lacónicamente ésta.-
-¡Vaya!, yo también.- Comentó la
enfermera, genuinamente sorprendida ahora.- Me han pedido que ayude para unas
pruebas médicas.
-Yo voy a hacer unas comprobaciones de
seguridad.- Le contó a su vez Keiko.-
-Sí, ahora todo tiene que ser muy
seguro. A cualquier parte que vayas hay soldados armados.- Dijo la enfermera.-
-No me gusta eso, pero en este caso, no
hay más remedio.- Suspiró la pelirroja.-
-Es cierto.- Convino Maggie.- Al menos
tenemos a buenos soldados para protegernos. Como el mayor Kiros.
-Así es.- Asintió Keiko.-
En
la enfermera pugnaban dos sentimientos encontrados. Por una parte estaba
deseosa de poder arreglar las cosas con esa chica. De retomar su relación dónde
la habían dejado. Intentar ser lo más honesta posible y decirle que había roto
con Mei Ling. Quería seguir el consejo del doctor Ginga. Dejarse guiar por su
corazón. Aunque, de otra parte, lamentaba profundamente el daño que le había
hecho a su ya seguramente ex novia y no tenía la menor intención de hacérselo a
Keiko. Además, pensaba que esa chica estaba más que atraída por el mayor Kiros.
Y tal y como había meditado cuando le vio en acción, aquel hombre era el
complemento perfecto para esa muchacha. Por eso mismo sacó a colación el nombre
de ese tipo. Aunque Keiko no había reaccionado con el entusiasmo que ella
hubiera esperado. Sencillamente esa chica estaría muy afectada por todo el
horror que habían presenciado.
-¡Déjalo, Maggie, no seas tan infantil.
No está la cosa para flirteos. - Se censuró mentalmente.-
Y es que no sabía
realmente qué hacer, ni qué decir. Por vez primera en materia de abordar a una
mujer que le gustaba, se sentía temerosa y completamente perdida. Y las
circunstancias no ayudaban. Así pasaron algunos minutos de violento silencio y
el deslizador llegó a su destino. Ambas bajaron en su parada.
-Vamos a ver, qué podemos hacer para
ayudar. - Suspiró Keiko sin saber qué más decir.-
Maggie asintió,
recorrieron los escasos metros que las separaban de su destino y después de
llegar entraron en el complejo militar. Tras identificarse las acompañaron
hacia la zona de seguridad.
-Por favor, esperen aquí, señoritas.-
Les pidió un sargento de guardia, tras conducirlas a una sala de espera.- El oficial
al cargo vendrá enseguida.
Las
dos aguardaron allí, sentadas en sendos butacones que adornaban ese cuarto. Al
rato unos pasos se aproximaron. Alguien abrió la puerta de la sala. Junto con
otro oficial, al que Maggie reconoció como el primo de Mei Ling, estaba el
mayor Kiros. Ahora sí que Keiko sonrió de forma luminosa al verle. Aquello
sentó a la enfermera como si alguien la hubiera atravesado el corazón con un
cuchillo. No obstante, compuso una amable sonrisa a su vez. Y de hecho, aunque hubiera
querido hacerlo, era incapaz de indisponerse contra aquel tipo.
-Hola. No esperaba verlas por aquí.-
Saludó él con gesto de sorpresa.-
Y
es que había sido convocado hacía apenas una media hora. Estaba durmiendo en su
apartamento cuando una llamada le despertó. Y aquello fue una suerte dado que
se agitaba en medio de una pesadilla. No tardó sin embargo en retornar a la
realidad y contestó a la llamada.
-¿Diga? Aquí el mayor Derail, al habla.
-Mayor, acuda usted a la base. Le
necesitamos en la zona de contención.- Fue la instrucción que le llegó de parte
del propio contralmirante Hazzar.-
-A sus órdenes, señor.- Replicó él.-
La
llamada terminó. Se dio una rápida ducha tratando de despejar su mente, se
vistió y salió para aquel lugar. Al llegar el teniente Tang le abordó.
-Por favor, señor, sígame.- Le pidió.-
Y
le condujo hacia esa sala. De modo que ahora tanto él como esas dos chicas
intercambiaban miradas entre sorprendidas y algo incómodas. Fue Tang, sin
embargo, quién acabó con eso al declarar.
-Si hacen el favor, les conduciré hasta
la sala de contención.
Las
jóvenes y el saiyajin le siguieron. Ya habían recorrido unos metros cuando una
extrañada Maggie preguntó deteniéndose en su caminar.
-¿Sala de contención?
-Un eufemismo para calabozo, señorita.
Aunque en este caso no es un nombre baladí. Está plenamente justificado. - Le
aclaró Zhao para insistir educadamente.- Acompáñenme, por favor.
De
este modo llegaron ante una gruesa puerta de metal. Dos guardias fuertemente
armados estaban plantados a ambos lados. Al ver a los oficiales se cuadraron
saludando. Kiros y Zhao devolvieron el saludo. El teniente entonces tecleó un
código y miró fijamente a un escáner de retina. Aquella puerta se abrió
lentamente.
-Síganme si tienen la bondad.- Repitió
el oficial oriental con esos impecables modales de los que hacía gala.-
Entraron
en una especie de gran antecámara que moría ante otra puerta igualmente
impresionante.
-Tenemos a la prisionera dentro. Ustedes
entraran una vez la tengamos asegurada.- Les explicó Zhao.-
-No comprendo. ¿Tan peligrosa es?-
Preguntó ingenuamente Keiko.-
-No puedes hacerte una idea.- Fue capaz
de responder Maggie tiñendo su voz de temor.- Es terrible.
-Tranquila.- Terció Kiros de forma
considerada pero contundente a un tiempo.- Te aseguro que no se atreverá a hacer nada por la cuenta que le tiene.
La
chica sonrió sintiéndose más segura por esas palabras. De ese modo Zhao abrió la puerta. Entraron en
otra sala donde aguardaban Hazzar y el capitán Deloin junto con un par de
soldados. Tras ellos las chicas vieron que ese cuarto contenía una celda
provista de gruesos barrotes de acero y una puerta hecha del mismo modo. Y dentro de la misma una mujer de larga
cabellera morena encrespada, tumbada indolentemente en una cama.
-¿Es el servicio de habitaciones, como
lo llaman los humanos?- Se rio esa individua.- Ya estaba comenzando a
impacientarme.
-Prisionera, prepárese para ser
esposada.- Le notificó fríamente Zhao por toda réplica.-
Zura
se levantó y dócilmente se quedó quieta. El par de centinelas accedió a la
celda provistos de grilletes y cadenas que parecían realmente fuertes. La
saiyajin se dejó hacer en tanto se los colocaban en las muñecas y los tobillos.
Incluso comentó con su despectiva sorna habitual.
-Bonitas joyas…le sentarían muy bien a
la usurpadora…sobre todo al cuello.
-¡Sujeta tu lengua! - Le exigió Kiros
con evidente enfado al oír aquello.-
-Creía que en el mundo de los humanos
existía libertad de expresión. ¿Es así como lo llaman, no?- Se rio la mujer -¡Ja,
ja, ja!
-Déjelo estar, mayor, no caiga en sus
provocaciones.- Le pidió Deloin.-
A
regañadientes el muchacho asintió. Eso era verdad. No debía caer en el juego de
esa maldita traidora. Zura por su parte parecía estar disfrutando del momento.
Más todavía cuando le comentaron a la temerosa Maggie.
-Ya puede usted entrar.
La
chica estaba pálida. Recordaba bien a esa mujer flotando en el aire y lanzando
aquellos rayos de energía. Era sumamente poderosa. Por suerte para ella, Kiros
lo era todavía mucho más. Desde luego que no ignoraba que era solamente gracias
a ese muchacho que ella estaba allí y que podía sentirse razonablemente segura.
-¡Arg!- Gruñó Zura al ver entrar a esa mujer con esa
expresión de aprehensión y miedo.- No te preocupes, humana. No te voy a comer…Todavía.
La
enfermera no podía evitar que un escalofrío le recorriera la espina dorsal.
Estaba literalmente muerta de miedo. A pesar de repetirse una y otra vez que
esa individua se hallaba encadenada y que Kiros vigilaba al otro lado. Y era
curioso, físicamente, esa mujer poseía un cuerpo impresionante. Abdominales
bien marcados, pechos no demasiado grandes pero que parecía ser muy duros y
unas nalgas redondeadas, a tono con sus poderosas piernas. Apenas sería un poco
más baja que la propia Maggie. De haberse tratado de una chica normal se
hubiera sentido atraída de inmediato. Sin embargo, al verla lo único en que
podía pensar era en la pequeña Nelly aplastada bajo esos cascotes, y a ese
individua mofándose de aquello con esa expresión de regocijada crueldad. Eso
recordaba cuando un soldado le trajo un maletín con instrumental clínico. Tras
abrirlo depositándolo en una mesita de la celda y tratando de dominar su temor
y su odio hacia aquella extraña, le explicó con el tono más profesional y
neutro que pudo.
-Voy a reconocerla, le tomaré la tensión
y le extraeré una muestra de sangre…
Esa
mujer no se dignó en replicar. Sencillamente extendió un brazo a requerimiento de Maggie. Tras
colocarle el aparato le tomó la tensión. La joven quedó atónita.
-¡No puede ser! Tiene que haber algún
error.- Comentó mirando las cifras.-
-No lo hay.- Escuchó desde fuera la voz
del doctor Ginga.-
Giaal
había llegado hacía apenas unos minutos. Tras esperar a su relevo, el doctor Lester.
Su superior vino acompañado de Erika. Los dos tenían el turno siguiente. Tras
poner al corriente a su jefe médico éste le permitió marchar lo más deprisa
posible. No sin antes comentarle.
-Doctor Ginga. Ha hecho usted un gran
trabajo. Y en cuanto pueda me gustaría que se pasara por el ala infantil del
hospital. Hay un caso para el que creo que estará mucho mejor preparado que yo.
-Muy bien, lo haré lo antes posible.-
Convino el aludido.-
Tras
aquello se marchó y había llegado hacía bien poco. Tuvo el tiempo justo de
entrar en la sala cuando la propia Maggie estaba accediendo a la celda. Fue
testigo de lo sucedido y cuando la asombrada enfermera chequeaba los datos de
su tensiómetro, él se aproximó e hizo aquel comentario.
-Pero doctor, la presión sistólica marca
más de treinta y la diastólica dieciocho.
-Son datos muy normales para la
fisonomía saiyajin. Yo diría incluso que las tiene algo bajas.- Replicó Giaal
para asombro de su interlocutora.-
-¡Vaya, vaya, vaya! - Se rio Zura al ver
a ese tipo.- Por lo que veo, tú tampoco eres humano. Siento una gran energía en
ti.
Maggie
volvió a quedarse atónita. Más cuando el doctor Ginga no hizo ni asomo de negar
esa aseveración.
-Estoy algo lejos de mi hogar.-
Admitió.- Soy médico estelar.
-¿De qué raza eres?
-Makaiju. - Contestó el interpelado sin
dudar.-
-¿No me digas?- Se sonrió aviesamente la
saiyajin para sentenciar.- Me he encontrado con algunos de esos. Son buenos
guerreros, pero no lo suficiente.
-¿Qué?- Fue el turno de exclamar a Giaal
queriendo saber con visible inquietud.- ¿Dónde?
-¡Oh, en un planeta muy bonito! - Se rio
Zura para remachar con evidente sorna.- Bueno, al menos antes lo era.
-¿Qué planeta?- Quiso saber Giaal con
manifiesto enojo e inquietud en su tono.- ¡Habla!
Una
carcajada fue la única respuesta que obtuvo. Y eso le hizo enfurecer. Giaal
temía por su mundo. No nació en él, pero fue el planeta en el que sus padres le
criaron. Y tenía bastantes amigos allí.
-¿Se encuentra usted bien, doctor?-
Preguntó Maggie observándole con preocupación.-
Nunca
había visto esa expresión en la cara del doctor Ginga. Acostumbraba a ser un
hombre calmado y amable. Ahora parecía estar realmente furioso. Afortunadamente
pareció saber controlarse. Por si acaso, el propio contralmirante le llamó.
-Por favor, doctor Ginga. Ignore las
palabras de esa mujer.
-Sí, lo único que quiere es provocarte.-
Convino Kiros.- Seguro que ni siquiera ha visto jamás a nadie de tu planeta.
Intentó esa misma artimaña conmigo.
Aunque
la saiyajin se sonrió observando con gesto desafiante a su compatriota para
rebatir.
-Te equivocas. Desde que tuvimos que
irnos de Nuevo Vegeta algunos de mis compañeros y yo estuvimos honrado algunas
viejas tradiciones de nuestro pueblo. Como conquistar todos los mundos que
estuvieran a mano, eliminando a cuantos
se nos opusieran. Bueno, y para seros sincera, a los que no se opusieron,
también. ¡Ja, ja, ja!
Tanto
Keiko como Maggie y hasta Giaal la observaban ahora enmudecidos por el horror.
Fue Kiros quién se adelantó ahora para recriminarla con visible ira.
-Eso no es digno de un auténtico
guerrero. ¡Solo sois unos cobardes!
-¿Cobardes? ¿Nosotros?- Escupió su
interlocutora denunciando a su vez.- Tú y los tuyos sois unos lacayos de los
humanos y de esa reina Serenity o como se llame. Y todo por dejar que una
extranjera inferior se hiciera con el poder.
-¡No insultes a la reina Meioh!- Espetó
el mayor Derail.-
-¿Tanto la idolatras? ¡Ja!…claro, debes
de ser un saiyajin de élite a juzgar por tu poder. Criado a sus pechos. Pero deja
que te diga una cosa. Llegará el día en que algunos de entre nosotros serán lo
bastante fuertes como para cambiar la situación.
-Algunos ilusos lo intentaron. Y se
acabó con ellos.- Le recordó Kiros con un gesto de satisfacción ahora.- Supongo
que eso ya lo sabes.
-Sí, incluyendo a mi padre Zarom hijo de
Roros.- Le desveló la ahora enojada Zura, para añadir, llena de
resentimiento.- Era uno de los pocos que
quería que recobrásemos la libertad. Ser otra vez un pueblo orgulloso de sus
orígenes. No unos monos amaestrados. Por
eso siguió al príncipe Eron.
-¡No nombres a ese traidor asesino! - Le
ordenó Kiros.-
-¿Acaso te trae malos recuerdos? Dime,
¿a qué familia perteneces tú?- Quiso saber la saiyajin.-
-Soy Kiros Derail.- Le respondió
orgullosamente él.- Hijo de Blintz y de Elua.
-¡Así que eres de la nobleza!- Exclamó
Zura con pretendida admiración. Sin embargo, enseguida arreció con sus
insultos.- Debí haberlo imaginado. Y te educaron cerca de los hijos de los
reyes. ¡Cómo no! De ese invertido del príncipe Bralen y de esa estúpida
pretenciosa de la princesa Seren. Y apuesto a que fue Seira, la perra faldera de
la reina, quien te enseñó todas esas tonterías. Dime una cosa. ¿Estabas allí
cuando Eron les dio una pequeña lección? Yo hubiera pagado por verlo. Cuentan
que esa farsante suplicó por su hijita. La insulsa Aiona… ¿O es que estabas
tratando de salvar el culo de tu propia familia?
Esto
fue demasiado para Kiros, entrando en la celda a una velocidad pasmosa golpeó
en la cara a Zura, después la empotró contra la pared. Todo sucedió a una
velocidad tal que nadie de los presentes se percató hasta ver al saiyajin
apretando el cuello de su antagonista, que estaba clavada literalmente en la
agrietada pared.
-¡Mayor, basta! - Le ordenó el capitán
Deloin.-
Aunque
el aludido no parecía oírle, Zura en cambio sonreía ahora mostrando unos
dientes teñidos de su propia sangre y apenas siendo capaz de hablar dado que la
presa de su enemigo la estaba estrangulando. A pesar de eso aun pudo añadir con
tono asfixiado y lleno de sarcasmo y burla.
-¿A quién le dieron una buena paliza? ¿A
tu tío o a tu padre?... ¿O fue a tu madre?
Kiros
acumuló energía brillando ahora como un súper saiyajin y haciendo que las
grietas en las paredes se acrecentaran todavía más al empujar contra ellas a su
interlocutora. Todo antes las atónitas e incluso asustadas miradas del resto.
-Déjalo ya, Kiros. Trata de provocarte,
tú mismo lo has dicho. – Le pidió Giaal.-
Sin
embargo, fue el propio Hazzar quién, imperturbable ahora, les comentó al resto
para su sorpresa.
-¡Déjenle! Tiene cuentas que saldar…
El
chico recordaba desde luego momentos muy amargos y duros. Tanto en su mundo
natal como en la misma nave en la que estaban. Él apenas pudo rechinar los
dientes para replicar lleno de ira.
-Tanta muerte y tanta crueldad. ¿Para
qué? Habéis matado a seres que no podían
defenderse. Y no os ha servido de nada. No aprendisteis la lección que os dimos
en Nueva Vegeta… y venís aquí a asesinar a personas inocentes, ¡ni siquiera
habéis respetado a los niños! Canallas, ¡no os lo perdonaré!
Sus
ojos echaban chispas. Era tal su expresión que Zura dejó de reírse. Ahora, por
vez primera parecía sentir miedo…
-Basta.- Pudo musitar entre jadeos
entrecortados por su precaria respiración dirigiéndose a los humanos que
contemplaban aquello.- Hablaré. ¿Qué quieren saber?
-A mí no me importa lo que sepas,
¡zorra!- espetó Kiros para sentenciar.- ¡Voy a enviarte al infierno!
Levantando
una de sus manos creó una intensa bola luminosa de energía amarilla en ella.
Tanto Maggie como Keiko estaban paralizadas, incapaces de creer lo que veían.
Fue Giaal quien en esta ocasión entró en la celda, tratando de persuadir a su
compañero.
-No vale la pena. Por favor, Kiros. Esta
individua me repugna tanto como a ti. Pero puede sernos muy útil. Seguro que
sabe cosas que nos ayudarían a prevenir más muertes…debemos pensar en los
inocentes.
-Yo solo pienso en los inocentes que
esta perra cobarde y traidora ha asesinado.- Rechinó el interpelado con visible
ira.- No puedo dejar de pensar en ellos…
El
saiyajin estaba próximo a perder los estribos. Entonces fue el turno de Keiko
para pedirle.
-¡Por favor! No lo hagas. Tú no eres
como ella.
Y
esas palabras obraron el milagro. El joven guerrero del espacio relajó su
postura y desvaneció de forma inocua esa bola. Al momento soltó a su presa.
Zura se desplomó en el suelo pugnando por respirar en tanto se llevaba ambas
manos al cuello. Giaal valoró el estado de la prisionera y le comunicó con voz
neutra y desapasionada, casi incluso que contrariada, al contralmirante.
-Vivirá.
-No por mucho tiempo si no habla.-
Sentenció Kiros añadiendo con una mezcla de desprecio y rabia para dirigirse a
la reclusa.- Mide tus palabras desde ahora o no habrá nadie en esta nave que te
salve de mí la próxima vez. Si te atreves a insultar otra vez a mi familia, me
importará un bledo lo que puedas o no saber. ¿Lo has entendido?
Su
enemiga apenas sí pudo asentir con levedad. El muchacho no se quedó ni para ver
eso. Se giró saliendo de allí a pasos
rápidos. Nadie le detuvo. Aunque Keiko fue enseguida tras de él. Le encontró en
otra sala, sentado con la cabeza apoyada sobre las manos. La chica apenas quiso
aproximarse a un par de metros. Simplemente no quería molestarle. No obstante,
fue él quien le preguntó con voz apagada.
-¿Cómo lo sabes?
-¿Saber?- Inquirió la joven a su vez.-
¿Saber qué?
-Que no soy así.
-Bueno.- Suspiró Keiko.- Te he visto con
esos niños cuando entraste a rescatarles. Y he oído lo que dicen de ti.
-¿Y qué dicen?- Quiso saber él
dedicándole aquella intensa mirada de sus ojos, ahora nuevamente negros, lo
mismo que su cabello.-
-Que eres muy valiente y que salvaste a
mucha gente.- Sonrió alentadoramente la joven.-
-No hice nada que no fuera mi obligación
hacer.- Confesó el chico.-
-Y sin embargo, lo hiciste.- Le alabó
Keiko.- Salvaste a unas personas que ni
siquiera son de tu mundo.
-Juré que protegería a los terrestres.-
Afirmó él.- Mi deber y mi honor me obligan a cumplir mi palabra.
La
muchacha asintió despacio. Era una lástima que solamente esas dos cosas
impulsaran a aquel excepcional guerrero.
Aunque entonces el chico añadió con un tono más suave, levantándose para
aproximarse a ella.
-Pero debo reconocer que he llegado
mucho más lejos de lo que nunca creí que llegaría por la gente de la Tierra. Y
todo ha sido gracias a ti.
-¿A mí?- Pudo musitar ella mirándole
estupefacta.-
Kiros
asintió despacio atreviéndose a sujetar las manos de la joven entre las suyas.
Y finalmente declarar.
-Me has inspirado como jamás creí
posible que nadie hiciera. Incluso por encima de las lecciones de mi madre, o
de mi tía Seira. Hasta de la mismísima reina Meioh.
El
rubor se subió de inmediato a las mejillas de Keiko. Seguramente que esas
palabras eran dichas de corazón. Y sobre todo, la comparaban favorablemente con
esa soberana. Lo cierto es que no estaba segura de quién podría ser. Siendo
niña oyó hablar algo a sus padres. Pero no recordaba. De modo que, con genuina
curiosidad, le preguntó a su interlocutor.
-¿Podrías contarme cosas de tu mundo? Me
gustaría saber algo más acerca de ti y de tu hogar.
El
saiyajin bajó la mirada y pareció
meditar aquella propuesta. No tardó en responder.
-Para mí sería un placer hablarte de mi
planeta. Aunque, por desgracia, mis últimos recuerdos no son agradables.
-Sí.- Admitió Keiko musitando todavía
con pesar.- He escuchado lo que esa mujer dijo. ¿Por qué os odiáis tanto?
Kiros
no respondió enseguida, el joven se tomó su tiempo para desvelar.
-Estuvimos al borde de una guerra civil.
Algunos descontentos se rebelaron contra los reyes. Y lo peor es que,
acaudillando esa revuelta, estaba el propio príncipe heredero. El más fuerte de
entre nosotros excluyendo al propio rey Lornd.
Al
hilo de aquello recordó cuando su padre le hizo llamar. Las cosas se habían
puesto muy serias. El príncipe Eron se había levantado aprovechando que su
padre estaba ausente. Y por desgracia reunió a bastantes saiyajin descontentos.
Muchos más de los que los leales habían calculado que había. Así las cosas, en
la capital, los partidarios de mantener la legalidad se opusieron al intento de
golde de Estado. Seira ordenó a la guardia que protegiera el acceso a la cámara
de la reina. Blintz y Calix estaban allí, junto con el príncipe Bralen. Y el
propio Kiros acompañaba a sus primos Aiona y
Doran, reunidos ante la entrada del palacio.
-No debemos permitirles dañar a nuestra
soberana. ¡Bajo ninguna circunstancia!- Les indicó categóricamente Seira.-
Los
demás asintieron con decisión. ¡ Desde luego que no lo permitirían!
-Vienen hacia aquí.- Les informó Calix.-
Apenas
unos segundos después de decir esas palabras, un grupo de guerreros aterrizó en
frente de los custodios del palacio. Uno de ellos, realmente alto y de lacios
cabellos negros, se aproximó con actitud desafiante y segura.
-¡Detente Eron!- Le ordenó Blintz.-
-¡Tú no eres quién para darme órdenes!-
Espetó ese enorme individuo con tono rudo en su grave voz.-
-Soy el Canciller.- Le recordó éste.- Y
cuando el rey no está presente gobierno el reino.
-¿De
veras?- Se sonrió su interlocutor.- Pues el rey ya está aquí, y le estás
mirando. ¡Yo soy el rey de la Ciudad de Poniente! – Exclamó.-
Los
otros se miraron entre estupefactos y horrorizados. ¡Decir eso sin ser el verdadero
rey era equivalente a cometer traición! Pero pronto las palabras fueron
sustituidas por los hechos. A una señal del recién llegado dos guerreros que le
acompañaban se convirtieron en súper saiyajin. Respondiendo a eso, el grupo de
Blintz hizo lo mismo.
-No se te ocurra dar un paso más.- Le
previno Calix.-
-¿O qué?- Exclamó Eron.-
Más
rápido de lo que nadie pudo ver lanzó un rayo de energía contra el esposo de
Seira. Éste fue despedido a varios centenares de metros. Chocó contra un
edificio que se derrumbó tras la explosión provocada por esa onda de poder.
Seira se tensó con la furia reflejada en su rostro, pero no se movió. Tampoco
los demás lo hicieron.
-¡Vaya! Maestra Seira.- Se rio Eron.-
¿Es que no vas a defender a tu maridito?
-Sabe defenderse solo. Mi obligación es
la de proteger a la reina.- Espetó ella mirándole con severidad.-
-¿Protegerla de qué?- Le inquirió su
interlocutor, alegando con un tinte más conciliador. - Mi madre es la única de
aquí que no debe preocuparse por su seguridad. Bueno, ni tú tampoco, Aiona.-
Agregó mirando con lascivia a aquella muchacha.-
La
chica le devolvió una mirada de desdén y enfado, a imitación de su madre. Pero
entonces Doran intervino interponiéndose entre ella y Eron.
-¡No te atrevas a acercarte a mi hermana
o!…
Aunque
Blintz sujetó de un brazo al impetuoso muchacho no dejándole terminar la frase.
No obstante, su oponente se rio para sentenciar.
-Si quieres decirme algo, dilo. ¿O es
que no tienes valor suficiente?...
-¡Maldito traidor!- espetó Doran.-
Pero
eso sí que pareció enfadar a Eron que apenas dejó tiempo para que nadie
reaccionase. A una velocidad increíble golpeó al chico arrojándole a una
considerable distancia.
-¡Solamente eres basura!- Sentenció el
príncipe.-
Eso
fue demasiado para Kiros, ignorando los avisos de su padre se lanzó contra
aquel enorme sujeto convertido también en súper saiyajin. Le golpeó en plena
cara con todas sus fuerzas, sin embargo y para su asombro, Eron ni se inmutó.
El joven guerrero salió rebotado tras dar ese puñetazo.
-¡Ja, ja, ja! –Reía el príncipe
mirándole con una mezcla de desprecio y regocijo en tanto declaraba.-
Miserable, no eres digno ni de que te machaque. No me mancharé las manos
contigo.
Y
entonces uno de esos individuos que le acompañaban, casi tan grande como él y
calvo, exclamó dirigiéndose a Eron.
-Alteza. ¿Nos dais permiso para divertirnos?
-Por supuesto, Hurrels.- Concedió su
líder.- Es todo tuyo.
Ese
tipo retó entonces a Kiros. Haciéndole un ademán con una de sus manos para que
se acercara.
-¡Venga niñato! El príncipe no tiene
porqué molestarse con una basura como tú. ¿O es que te esconderás tras las
faldas de la guardiana?
-Maldito idiota! ¡Ahora verás!- Exclamó
el joven aludido.-
-¡No Kiros!- Trató de detenerle su
padre.-
Pero
fue inútil, el chico estaba demasiado molesto en su orgullo y cedió a esa
provocación. Atacó con furia a aquel individuo que paró los golpes con
destreza. Hurrels le esquivaba una y otra vez. Hasta que pasó al contrataque
hundiéndole el puño en el estómago.
-¡Muy bien, payaso!- Se reía en tanto de
otro puñetazo le hacía saltar sangre del rostro.- ¡Lo estás haciendo muy bien! ¡Ja,
ja!
Tanto
Blintz, como Bralen quisieron intervenir. Sin embargo, Eron y otro saiyajin les
cerraron el paso. El príncipe declaró con gesto divertido.
-Es su pelea. Es un duelo. Por si no os habíais
dado cuenta. ¿O es que ahora no vamos a respetar las tradiciones, maestra
Seira? - Inquirió a ésta con irónica sorna.-
La
aludida no replicó, pese a mirarle con una expresión llena de indignación. No
obstante, tanto ella como el resto estaban impotentes para actuar y no pudieron
evitar que Kiros recibiera una tremenda paliza. El muchacho cayó jadeante y
sangrando al suelo. Ese otro tipo, riéndose estrepitosamente, aterrizó a su
lado. El joven saiyajin quiso levantarse y atacar una vez más, pero tuvo tan
mala fortuna como en las anteriores ocasiones. Su rival detuvo cualquier amago
de golpe sin problemas y le remató estrellándole contra una piedra cercana.
Apenas consciente el derrotado guerrero sufrió la última humillación. Hurrels
aplastó su cara con un pie, restregándosela
contra el suelo y regocijándose con sus lamentos.
-¿Y estos son los guerreros de élite de
Nuevo Vegeta? ¡Vaya una decadencia la de nuestro amado mundo!
-¡Ya basta! - Intervino Seira con fría
furia. - ¡Déjale en paz!
-Una mujer no debe intervenir cuando los
hombres están discutiendo de cosas serias.- Replicó Eron.- Y tú sabes que ya no
tienes poder como para darnos órdenes.
-Pero yo, sí.- Intervino Bralen
ordenándole a su vez.- No te dirijas a Seira de esa manera.
-Vaya, si mi hermanito pequeño tiene
boca para hablar.- Se sonrió Eron, afirmando divertido.- ¿Por qué no te vas a
practicar como tapar agujeros con el hermano de Seira y su pareja? Aunque claro. Después de la paliza que les he
dado no sé si tendrán muchas ganas.
Tanto
Bralen como la guardiana y protectora de la reina palidecieron. El propio Calix,
que regresó junto a ellos recobrado de ese ataque que sufrió a manos del
príncipe rebelde, declaró.
-¿Cómo te has atrevido?
-¡Porque ya estoy harto del pozo de
decadencia y depravación en el que habéis convertido este mundo! - Estalló el príncipe
rebelde.- Hemos perdido nuestras mejores tradiciones por culpa de ese pacto indigno
con los débiles terráqueos y ese ridículo reino de la Luna.
Y
en tanto remachaba esto, Hurrels elevó de la pechera al maltrecho Kiros y lo
arrojó contra el grupo de los horrorizados defensores del palacio.
-¡Podéis quedaros con este deshecho! -
Espetó.-
Aiona enseguida se
arrodilló a su lado tratando de reanimarle.
-¡Vamos!- le decía con preocupación y
afecto. – Aguanta, primo.
Aunque
el discurso de Eron continuaba. Afirmando con solemnidad.
-Cuando sea coronado como el nuevo rey
limpiaré el nombre de nuestro planeta. Se acabaron los pactos con
civilizaciones decadentes. Me ocuparé de que nuestro mundo tenga el lugar que
le corresponde. La Tierra se someterá o será destruida. Y el resto de planetas
igual. Y eso le sucederá también a cualquiera de vosotros que ose desafiarme…
Nadie
era capaz de replicar a esas duras palabras, entre atónitos y espantados como
estaban. Incluso la dura Seira miraba a ese chico con la boca abierta por la
incredulidad y el horror. Sin embargo, una voz sí que se hizo oír. Pertenecía a
una mujer, era alta y de largo cabello verde oscuro, ataviada con un vestido
negro aterciopelado. Estaba a las puertas del palacio y exclamó haciendo que
todos posaran sus sorprendidas miradas sobre ella.
-¡No, tú nunca serás rey!
El
semiinconsciente Kiros apenas sí pudo mirar hacia allí. Con la vista nublada
fue capaz de distinguir a la reina Meioh. Después perdió el conocimiento. Al
despertar se hallaba acostado en un blando lecho de palacio. Aiona estaba a su
lado.
-¿Cómo he llegado aquí? ¿Qué ha pasado?-
Quiso saber todavía con manifiesta debilidad.-
-Te trajimos.- Le respondió la joven con
tono suave.-
-¿Y el príncipe Eron?...
-Ha sido detenido y juzgado.- Le explicó
su interlocutora.-El rey Lornd llegó apenas unas horas después. Por supuesto
que ese cobarde de Eron no se atrevió a enfrentarse con él.
-¿Y dónde está ahora? No podrán
encerrarle por mucho tiempo.- Pudo decir el chico, tratando de incorporarse.-
Estaba
fuertemente vendado y le dolía casi el mero hecho de intentar moverse. Aiona,
dándose cuenta de ello, posó una mano sobre su pecho con suavidad.
-Tranquilo, primo. Debes recuperarte. No
nos quedaban alubias mágicas.
-¡Contesta! - Le urgió el joven pese a
su precario estado.- ¿Qué ha pasado con ese traidor?
Su
contertulia bajó la cabeza con expresión de pasar. Aunque se rehízo para
responder con claridad.
-Fue enviado a una prisión dimensional.
Los soberanos, pese al gran dolor que eso les produjo, declararon que era lo
único que se podía hacer. La mayor parte de sus seguidores fueron arrojados a
ella con él. Aunque algunos desgraciadamente pudieron escapar. Mi hermano ha
vuelto a la Tierra para informar de ello a los reyes Serenity y Endimión. Tienen
que estar preparados por si esos renegados fuesen allí en busca de venganza.
-¿Y el que me venció? - Pudo preguntar
con patente malestar.-
-Fue uno de los que huyó.- Suspiró Aiona
con resignación.-
Kiros
escuchó atentamente. Pese al dolor de sus heridas eran todavía peor la
humillación de haber sido derrotado y ridiculizado de la forma en que ese
tipejo lo hizo. Aunque había una parte buena. Estaba más decidido que
nunca a mejorar, entrenar y poder
tomarse la revancha algún día. Ahora, tras abrir su corazón a Keiko
curiosamente se encontraba mejor. La chica le dejó concluir aquella tremenda
historia mirándole atónita y apenada.
-No debes dejarte llevar por ese
sentimiento.- Le aconsejó.- Solamente te amargará.
-Esa no es una opción para un saiyajin.-
Respondió él aseverando.- Una humillación como esa no puede ser tolerada.
-No puedo imaginar lo fuerte que debía
de ser ese hombre para ser capaz de vencerte de esa manera.- Suspiró la
muchacha.- De todos modos, ¿qué importa eso ya?
Puede que jamás le vuelvas a ver.
-Pero, por si acaso, no puedo
descuidarme. No permitiré que esos traidores sean una amenaza ni para mi
planeta, ni para el tuyo.- Contestó resueltamente él, añadiendo con pesar e
incluso temor en su voz.- Ya has visto por ti misma de lo que esa mujer es
capaz. Y ella no es ni mucho menos tan poderosa como yo. Imagina lo que ese tal
Hurrels u otros como él, como el príncipe Eron si se liberara, podría hacer en
la Tierra.
Esas
palabras bastaron para que Keiko palideciera. Aquellos individuos no demostraron
tener ni la más mínima compasión. Pudo
ver los destrozos y el terror que habían provocado en la nave. Incluso
recordaba el gesto de Maggie, la pobre estaba petrificada por el miedo. Aun así
comentó animosamente.
-Yo no entiendo nada de guerra, ni de
honor, ni de venganza. Solo deseo que nada malo te ocurra.- Remachó.-
Kiros
la miraba ahora con sorpresa y hasta asombro. El chico se aproximó a ella
afirmando con tono incluso desconcertado.
-No sé lo que me ocurre cuando estoy a
tu lado. Es como si esa rabia por la derrota se mitigase. Aunque a la vez tengo
el temor de que algo malo pudiera ocurrirte. Y eso es algo que me asusta. Por
un momento incluso me hace olvidar todo lo demás.
La chica le dedicó
una amable sonrisa, casi enternecida por esa inquietud que aquel rudo guerrero
le mostraba. Los rostros de ambos quedaron muy cercanos y sin casi darse cuenta
sus labios se unieron. Justo en ese instante, una impactada Maggie les observó.
La enfermera había salido tras terminar de recoger el instrumental que le habían
dejado, ansiosa por escapar de aquella celda. El solo hecho de ver a esa mujer
le ponía los pelos de punta. Rezaba (Y eso que era atea) a cualquier deidad con
tal que esa asesina no pudiera salir nunca de su prisión. Al menos, tras sufrir
la ira de Kiros no parecieron quedarle muchas más ganas de burlarse de sus
captores. La propia Maggie y Giaal tuvieron que atenderla y curarle algunas de
las heridas y la tal Zura se dejó hacer con total mansedumbre. Entre tanto, el
capitán Deloin le decía a la todavía maltrecha reclusa.
-Es una sabia decisión. Será mejor que
colabore. No sabemos si seríamos capaces de controlar al mayor Derail la
próxima vez. O puede que ni siquiera deseemos intentarlo.
Zura
asintió despacio. Al fin declaró con bastante mejor talante y un tono más
sumiso que su anterior soberbia y desdén.
-Puedo contarles algunas cosas. Como,
por ejemplo, que tienen traidores entre ustedes.
-Sabemos lo del metamorfo.- Le contó
Giaal.-
-¡Ja, ja! - Se rio ahora esa mujer,
recobrando por unos instantes su tinte desafiante, para desvelar a los atónitos
presentes.- ¿El metamorfo? Ese es el menor de sus problemas.
-¿Qué quiere decir?- Inquirió Hazzar.-
-Que hay más individuos e individuas
aquí…- Puntualizó Zura para rematar.- A sueldo de Gralas.
-¡Gralas!- exclamó Giaal con horror.-
-¿Quién es ese? – Musitó la enfermera.-
Aunque
el doctor no pudo responder. En ese instante el capitán Deloin se dirigió al
teniente Tang y le susurró algo al oído. Éste asintió y se cuadró. De inmediato
se acercó a la enfermera que estaba terminando de curar a la prisionera y le
dijo.
-Muchas gracias por su colaboración,
señorita. Ahora debe usted marcharse.
Maggie
miró atónita a Giaal, pero el médico asintió, al parecer de acuerdo con los
militares. Estaba claro que allí pasaba algo de lo que ella no debía enterarse.
-Y seguramente será mejor así. Cuanto
menos sepa de todo esto, menos me complicaré la vida. Eso es lo último que
necesito. - Decidió pensando en todo aquello.-
Salió pues tras
guardar el instrumental. Quiso ir a la sala donde Keiko y Kiros estaban. Ojalá
que ese hombre se hubiera calmado. La verdad, el mundo se había puesto patas
arriba para la enfermera. Ella nunca creyó en las historias sobre seres
extraterrestres o súper poderosos.
-Es como vivir dentro de una película.-
Se dijo.-
Aunque claro que
había visto videos del guerrero dorado siendo niña. O incluso noticias que
hablaban de las justicieras. Pero, como sus padres, pensaba que aquello sería
un truco publicitario del gobierno. Ahora descubría con asombro e incluso temor,
que la raza humana no estaba sola en el universo. Al contrario y, por si fuera
poco, seres mucho más poderosos y terribles acechaban a los humanos.
-Ahora entiendo por qué pagaban tanto en
este trabajo.- Reflexionó en tanto
salía.- Y porque apenas si se presentaba gente. Aunque no creo que supieran
nada de esto. Y ahora…- pensó quedándose de piedra al recordar.- Ya comprendo
lo que ella trató de decirme. ¡Kerria lo sabía!
Pensaba
en su exnovia. En algunas de las charlas que habían mantenido. Una vez, en casa
de Maggie, tras disfrutar como de costumbre de un encuentro sexual más bien
tórrido. Acostadas las dos. La enfermera sonreía.
-Cada vez se te da mejor.- La halagaba.-
-Tengo una buena maestra.- Comentó la
joven.-
- Bueno, vamos a poner un poco la
holotele.- Le dijo Maggie levantándose de la cama para alcanzar el mando a
distancia.-
Encendió
ese aparato que tenía en su dormitorio. Desgraciadamente, las noticias no eran
muy halagüeñas. Se informaba de una serie de delitos. Aunque también se
comentaba que algunos de los criminales fueron reducidos por las justicieras.
-¿Puedes creerlo?- Sonrió entonces
mirando a Kerria.- Las famosas luchadoras por la justicia. ¡Ja, ja!…
-¿De qué te ríes?- Quiso saber su
pareja.-
-De que eso no es más que un bulo.
Seguro que es alguna sección especial de la policía. Ya sabes… de esas de lucha
contra las bandas. Y quieren hacerlo pasar por la actuación de una especie de
heroínas.
-¿Y por qué habrían de querer que
pensáramos eso? - Se interesó su interlocutora.-
-¡Qué sé yo! –Adujo Maggie para
responder con lo primero que se le pasó por la cabeza.- Para atemorizar a esas
bandas. Que piensen que es algo que escapa del control policial, ya sabes, para
que no puedan invocar sus derechos y esas cosas.
Para
su sorpresa Kerria sonrió divertida. Casi parecía esbozar una pícara expresión,
como propia de quien se guarda algo que sabe y no quiere o no puede desvelar.
Sin embargo, Maggie lo dejó pasar, atribuyéndolo a que le había hecho gracia su
comentario. Su novia entonces declaró.
-Quiero pensar que esas mujeres son muy
reales. Como el guerrero dorado. Aunque haga mucho tiempo que no se sabe de él.
-¿No me digas que todavía crees en esas
cosas?- Se rio Maggie, añadiendo divertida.- ¡Seguro que aun escribes la carta
a Santa Klaus!
-Bueno, me he portado muy bien este año.
Espero que me traiga todo lo que he pedido.- Afirmó Kerria con tinte risueño.-
-¿Y qué le has pedido?- Quiso saber su
contertulia metiéndose en la cama con ella una vez más para comentar jocosa.-
Espero que no sea otra novia.
-No, claro que no. Solamente quiero más
tiempo para estar contigo, ¡tonta! - Se rio.-
Aunque
Maggie no la dejó hablar más. Comenzó a besarla en la boca y después la
recorrió con sus manos y sus labios. Kerria replicó de igual modo y volvieron a
entrelazar sus cuerpos…ahí terminó aquella conversación. Todavía con esos
recuerdos la enfermera abrió lentamente la puerta de la sala adyacente. Iba a
decir algo cuando vio a esos dos besándose. En ese instante fue como si un
enorme peso hubiera caído sobre ella de golpe. Aquello era la confirmación de
lo que tanto temía. ¡Keiko estaba enamorada de él!...
-No soy quien para interponerme. Y mucho
menos para luchar por ti.- Suspiró la entristecida joven, cerrando de nuevo con
sigilo para que no advirtieran su presencia.- Gloria, Kerria, Mei Ling, tú… de
un modo u otro os he dejado ir a todas. Y quizás sea mejor así. Todas habéis
sufrido por mi causa.
Y
se marchó de la base. Al menos podría ir a descansar a su apartamento un rato.
Ajena estaba a que Keiko escuchó el sonido de la puerta al cerrarse. Eso bastó
para que se separase de aquel beso con cierta brusquedad.
-¿He hecho algo malo? Lo siento.- Se
disculpó el saiyajin al percatarse de aquella repentina reacción.-
-No, tú no has hecho nada.- Pudo
responder la chica con tono apurado.- Es solo que…
Y
con la atenta mirada de Kiros puesta sobre ella, suspiró para confesar.
-No estoy segura de lo que siento por ti…Tengo
dudas…
-¿Hay otra persona a la que ames?-
Inquirió agudamente él.-
La
muchacha se vio tomada de improviso por tal demostración de percepción y
franqueza. No creyó que ese poderoso guerrero fuera capaz de algo así. No tuvo
más remedio que asentir. Y todavía la asombró más cuando él, entre resignado y nada
sorprendido, desveló.
-Es por Maggie, ¿verdad?
-Sí, es por ella.- Admitió Keiko, quien
enseguida añadió con preocupación.- Por favor, no te enfades. Con ninguna de
las dos…
Ahora
el que quedó atónito fue el saiyajin, enseguida respondió.
-No estoy enfadado. ¿Por qué habría de
estarlo? El amor es un poderoso sentimiento. Y suele ser bueno.
-También existen los celos.- Suspiró la
joven.- Créeme, lo sé muy bien. Y el dolor al ver que la persona a la que amas
no te corresponde.
-¿Es por eso?- Se asombró Kiros,
reconociendo con deportividad.- Sé que ella te ama. No la puedo culpar por ello.
Eso solamente demuestra su buen corazón.
Aunque
Keiko había estado pensando en su fallido amor por Mimí. Empero, esa revelación
la dejó perpleja. Así tuvo que confesar.
-Debo reconocer que pocos dirían eso de
una forma tan abierta. Si quieres a alguien normalmente no le dices que hay
otra persona que también le ama, ni hablas en su favor. Y menos cuando puede
disputarte su amor.
-Lo lamento si he hecho mal. No estoy
muy familiarizado con las costumbres humanas a ese respecto. - Se disculpó
Kiros, sentenciando.-Pero no puedo mentir. Maggie es una buena mujer.
No
obstante, la joven le dedicó una tierna sonrisa, incluso le acarició una
mejilla y movió la cabeza.
-No tienes que pedir perdón. No has
dicho nada malo. Al contrario. Me demuestras que también tú tienes un gran
corazón y que eres una buena persona, con mucha nobleza. Igual que Maggie. ¡Sois
estupendos! Capaces de sacrificaros por los demás, en todos los aspectos. Por
eso me cuesta tanto decidirme entre los dos.
-Entiendo pues que esa clase de amor no
puede ser compartido.- Repuso el saiyajin.-
-No, no puede serlo.- Admitió su
interlocutora.- Porque al final al menos uno de los tres sufriría.
-En tal caso, trataré de postularme.-
Afirmó el chico.-
Para
asombro e incluso rubor de Keiko el chico se levantó arrodillándose ante ella y
aseveró
-Quisiera pedirte que fueras mi compañera.
Para poder honrarte y protegerte. Que fueras la madre de mis hijos y que
pasaremos el resto de nuestras vidas los dos juntos. Así es como alguien se
declara en mi mundo.
La atónita chica se
vio incapaz de articular palabra. Y tampoco sabía que decir. Afortunadamente,
la inexperiencia de Kiros en esas lides vino en su auxilio cuando el joven se
levantó añadiendo.
-Piénsalo. Esperaré y aceptaré tu
decisión. Creo que también puedo hablar por Maggie en eso.
-¿Qué puedes hablar por ella?- Se
sorprendió su contertulia aún más si cabía.-
-Los dos nos respetamos. Ya te lo he
dicho. La considero una buena persona. Incluso una amiga. Y ambos te queremos.
En eso somos aliados.
-¿Aliados?- Exclamó la joven realmente
estupefacta al escucharle.-
-Claro. Ambos queremos lo mejor para ti.
Nuestros intereses coinciden. Y solamente tú eres la que debe decidir quién de
nosotros es el más adecuado para darte lo mejor. - Declaró su contertulio.-
La
chica estaba totalmente descolocada. ¡Eso sí que era algo raro! Desde luego , jamás
lo había visto de ese modo. Al fin pudo tomar la palabra y comentar.
-Los de tu mundo tenéis una curiosa
forma de ver las cosas.- Sonrió Keiko.- Aunque debo decir que me parece muy
madura.
-Bueno. No lo creas. De hecho, esta
situación es algo extraña y desconcertante para cualquiera de mi pueblo.-
Admitió Kiros para confesar.- De haber estado en Nuevo Vegeta, lo normal habría
sido que me hubiese tenido que enfrentar con otro guerrero por una mujer.
Habríamos luchado y el vencedor la desposaría.
-¡Como si ella no tuviera opinión! -
Suspiró la muchacha con patente desencanto, para preguntar.- ¿Qué hay de sus
sentimientos? Puede que ame al que pierda.
-No lo sé. Al menos suele ser al
contrario. Normalmente las mujeres saiyajin desean que dos hombres poderosos
peleen por ellas. Esa es la costumbre. ¡O al revés!, dos mujeres disputándose
en combate a un buen pretendiente. Sin embargo, existen personas como Maggie
también en mi planeta. Si dos hombres o dos mujeres desean pasar sus vidas en
compañía mutua esa es su decisión. Por mi parte no conozco ningún caso similar
al nuestro. Pudiera ser que, en Nuevo Vegeta, un varón pudiera combatir contra
una hembra por el derecho a estar con alguien más, otro hombre o mujer. Pero no
tendría mucho sentido desde el punto de vista reproductivo.
-Explícame eso, por favor.- Le pidió una
curiosa Keiko.-
Kiros
asintió para desvelar.
-En mi planeta, incluso las personas del
mismo sexo que comparten sus vidas unidas, desean tener descendientes. A ser
posible fuertes. No es nada raro que haya mujeres que acepten copular con
hombres para quedar encinta. Luego crían a sus hijos en compañía de otra mujer.
Y hay hombres que, pese a no encontrar interés en ello, hacen lo propio para
fecundar a alguna hembra saludable. Por ejemplo…
Ahí
se detuvo, quizás sería mejor no hablar demasiado. Pensando sobre todo en su
propia familia. El amor no había jugado precisamente un papel importante. De
hecho, sus padres vivían separados tras haberle criado a él. Y el chico no
desconocía que había una buena razón. Aunque durante mucho tiempo la ignorase y
luego no quisiera saber cuál era, finalmente se enteró. Por ello se mantuvo en
silencio con la inquisitiva mirada de Keiko interrogándole tras esa súbita
pausa. Por fortuna la puerta de la sala se abrió en ese instante. Giaal accedió
al recinto y la atención de Kiros y Keiko se centró en él. El alien había sido
testigo de algunas importantes e impactantes confesiones de la prisionera.
-Lamento interrumpir.- Les comentó al
verles charlar con tan buena disposición.-
-En absoluto. Además, yo ya me iba.-
Pudo decir Keiko.- Tendré que analizar los daños en la celda.-
Aquellas
palabras parecieron avergonzar a Kiros. Lo último que hubiera deseado es que
ella le viese en ese estado de ira. Sin embargo, la joven le sonrió dándole un
alentador beso en la mejilla para despedirse. Tras ser saludada por el médico
se marchó. Fue entonces cuando Giaal tomó la palabra.
-Escucha, acorde con lo dicho por la
prisionera, si es que ha sido sincera, cosa que creo, las cosas están mucho
peor de lo que creíamos…
Y
el saiyajin asintió mirándole visiblemente preocupado y lleno al tiempo de interés.
Giaal parecía tener la cualidad de ver a través de las mentes de otros. Por eso
confiaba en sus valoraciones. Se centró entonces en oír las inquietantes nuevas
que el doctor Ginga le traía…
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