jueves, 5 de enero de 2017

GWDN 19 Cerrando la trampa.


Pasaron unos cuantos días, las cosas aparentaban estar tranquilas aunque el alto mando no descansaba. Tampoco algunos de los oficiales. Jane seguía tratando de averiguar la identidad del violador de Celia. De hecho el doctor Ginga la hizo llamar y tenía al fin resultado. Cuando se lo entregó la joven se llenó de indignación.



-Muchas gracias, doctor.- Le dijo realmente reconocida para añadir con algo de emoción.- A la alférez Walsh le hubiera aliviado saber que hay gente como usted.

-No me lo agradezcas, es algo que se debía hacer.- Afirmó Giaal.- Solamente lamento que esa chica no pudiera estar viva ahora. Tengo entendido que el funeral por ella y por el mayor Shulth se celebró en un ámbito muy reservado, junto al resto de los pilotos.

-Sí, doctor.- Suspiró ella refiriéndole en tono confidencial.- Lo que voy a contarle está clasificado. Sin embargo, creo que usted sí merece saberlo. Oficialmente ellos murieron durante un ataque enemigo, causado por ese sabotaje a nuestros sistemas informáticos. De este modo, la memoria de Celia quedará limpia. Eso será al menos lo que se le dirá a su familia en cuanto retornemos a casa.

-Sí, al menos que piensen que murió en cumplimiento del deber. – Convino Giaal.-

-Era una buena oficial. Y una buena chica. Le pasó algo terrible que la enloqueció. - Le comentó Jane con pesar, admitiendo.- No puedo excusarla por lo que hizo, pero no merecía terminar así.

-Sí, Susan me lo dijo. Recuerdo la tarde en la que nos vimos tras lo sucedido. Se culpaba de no haber podido ayudarla. Y lo pasó realmente mal.



            Realmente Jane no sabía si la teniente Hunter le había contado eso con detalles a su novio. De ser así, esa chica estaría metida en un grave problema. Ese tema estaba clasificado. Y ni tan siquiera ella misma había sido demasiado explícita ahora. Empero, por mor de las circunstancias, decidió que era mejor dejarlo estar. Así afirmó.



-La teniente Hunter se portó como una magnífica oficial y persona. Realmente no pudo hacer nada más. No debe cargar con eso. Todos tuvimos nuestra parte de responsabilidad.

-Así es.- Declaró Giaal.- Cada vez que se ignoran esas conductas y se pretende que todo es normal. Creo que esa pobre muchacha debió pasar por un infierno antes de llegar a ser capaz de hacer lo que hizo.

-Sí, y al menos antes, cuando creía que Shulth era culpable.- Suspiró Jane tratando de explicarse.- No es que apruebe lo sucedido. Siempre hay otras maneras. Hubiese sido mucho mejor un juicio. Pero es que encima era inocente. No me interprete mal. – Se apresuró a añadir ante la escrutadora mirada de su interlocutor.- No es que desease que fuera culpable. Y, aunque tenía alguna información que relacionaba al mayor con ciertos casos de abusos, tampoco merecía aquello.

-Solamente le pido que proceda con cautela.- Repuso su contertulio.- Ahora que tiene evidencias, teniente.

-Lo haré. Muchas gracias por todo.



            Y tras despedirse del doctor, la joven fue en busca de su superior, la comandante Simmons. Precisaba ayuda para llevar a cabo su plan. Por su parte, Giaal recibió una llamada.



-¿Si? Hola Penélope. Sí, claro…Tú dirás. Bueno, puedo mirarlo. ¿Para qué lo necesitas? Muy bien…haré lo que pueda. Adiós.



El alien colgó algo atónito. Esa petición le parecía algo extraña, aunque haría en efecto lo que estuviera en su mano. Esa llamada de la doctora Winters había sonado desde luego algo apurada. Y es que en el laboratorio Penélope estaba tensa. No podía evitar pensar en los acontecimientos de los últimos días. Además, estaba esa petición que le hicieran desde el alto mando. Meditaba sobre ello con desagrado.



-Espero que Giaal pueda ayudarme. No me gusta la idea de tener que mentirle, pero no creo que, de saber la verdad, quisiera prestarse a eso.





            Por otro lado, Melissa había ido al centro de investigación cibernética. Tanto Scott, como el doctor Adams, trabajaban en el proyecto del chico. La pelirroja llegó justo a  tiempo de verlo y exclamó llevándose las manos a la boca.



-¡Oh, Dios mío!



            Y es que Scott estaba en pie. Al menos enfundado en una especie de exoesqueleto que le permitía mantener esa posición. Incluso caminar. Lo hacía algo torpemente pero con mucha determinación.



-Éste es mi proyecto, doctora.- Le contó con visible expresión de orgullo.- Un exoesqueleto combinado con unos microchips que permiten un movimiento dirigido desde la mente.

-¡Realmente brillante!, eres todo un genio.- Le alabó su contertulia.-

-No ha sido solamente obra mía. El doctor Adams me ha ayudado mucho.- Afirmó humildemente el chico.-



            Sin embargo, el aludido movió la cabeza y sonrió, para rebatir con afabilidad.



-No seas tan modesto, Scott. Todo el trabajo ha sido tuyo. Únicamente me he limitado a darte algún consejo o a comprobar el sistema de vez en cuando.



            El joven se puso algo colorado. Siguió caminando un poco más y adoptando diversas posiciones. Tras unos minutos dio por terminada la prueba. Con la ayuda de Adams se deshizo de ese aparato y volvió a su silla.



-En cuanto terminemos hoy me gustaría celebrarlo.- Les comentó con alegría.- Quisiera invitarles a tomar algo.

-¡Claro que sí!- Convino Melissa con idéntica emoción.- 



            En eso quedaron, incluso el doctor Adams, pese a parecer renuente al principio. No obstante, su colega y ayudante le pudo convencer.



-Vamos, no me haga ese feo. Me hace mucha ilusión.- Le insistió.-

-Está bien. - Concedió el interpelado.- No seré yo quien estropee la celebración.



            Y dejando ese tema a un lado por el momento volvieron al trabajo. Había muchas cosas que hacer  y ciertos programas no parecían funcionar del modo que se requería.



-Tendré que hablar con Bruce. Hay algunos protocolos que debemos depurar.- Comentó Scott.-

-Sí.- Convino Melissa.- Una pena que hoy sea el día libre de Caroline. Podría echarnos una mano y acabaríamos más rápidamente.

-Bueno, no corre demasiada prisa.- Afirmó Adams.-



            Y era verdad, la mayor parte de los programas que quedaban por ajustar y revisar, no eran esenciales. De modo que se lo tomaron con más calma, pensando ya en ir a tomar algo más sustancioso que esa calma, después, en la cafetería de Ginger y Clarisa. Ente tanto, en el laboratorio, Penélope, Mei Ling y Keiko trabajaban en silencio. La jefa porque parecía tener la mente en otra parte y sus subordinadas por la tensa situación que todavía había entre ellas.



-Necesito ayuda aquí.- Indicó la oriental.-



            Keiko se aproximó con prevención. Aunque su compañera no pareció mirarla mal ahora sino con agradecimiento. Estaba en medio de una prueba, haciendo algunos cálculos y así se lo comentó con un tono absolutamente normal.



-Claro, deja que te ayude.- Se apresuró a decir la pelirroja.-



            Se pusieron enseguida a la tarea sin intercambiar palabras. Mei Ling aparentaba estar tranquila, lo cual no podía aplicársele a Keiko. La joven miraba nerviosa de soslayo a su colega. Pese a todo, la oriental no daba muestras de notarlo. Al fin, concluyeron con esos cálculos. La pelirroja suspiró aliviada. Quiso entonces decirle  a su compañera con un tono más distendido.



-Me gustaría que tomásemos algo para poder charlar.



            Sin embargo, ahora sí que Mei Ling le dedicó una fría mirada, espetando con un desprecio que no se molestó en ocultar.



-Fuera de lo estrictamente profesional, contigo no tengo nada de qué hablar.



            Y se alejó yendo hacia otra parte del laboratorio. Keiko la vio hacerlo consternada. Pero no tuvo mucho tiempo de seguir dándole vueltas a ese asunto. Penélope la mandó llamar.



-Ven a ayudarme con esto.- Le pidió.-



            La chica acudió. Su jefa estaba mirando algo al microscópico electrónico. Parecía ensimismada.



-¿Qué puedo hacer?- Quiso saber la interpelada.-

-Busca estos compuestos.- Le pidió su jefa dándole una tablet. -



            Keiko leyó algunos de ellos y se extrañó. Muchos eran realmente peligrosos. ¿Qué estaría haciendo Penélope?



-¿Para qué quieres esto?- Inquirió con estupor.-

-¡Hazlo y rápido! - Fue la seca réplica que su contertulia le dio.-



            Desde luego, esa no era su tarde. No sabía quién de las dos estaba más arisca con ella, si Mei Ling o Penélope. Suspiró, decidiendo que mejor sería obedecer y olvidarse de lo demás. Cuando saliera de turno quizás aprovechase para ver a alguien. Pensó en Maggie, y en Kiros.



-Lo malo es que no sé decidir a cuál de ellos llamar.- Se decía con una evidente zozobra.-



            Por su parte las personas objeto de sus pensamientos estaban terminando sus respectivas ocupaciones. Maggie concluía su turno en el centro médico. Pensaba en Keiko, en su renuncia a ella. Aunque no podía dejar de traer a su mente a Mei Ling también. Y no tenía muy claro que hacer. ¿Volver con ella y pedirle perdón? No… aquello sería una farsa. Se daba perfecta cuenta de que no estaba enamorada de esa chica. Y ya no quería mentir a nadie y menos aún engañarse a sí misma nunca más.



-No sé qué debo hacer.- Se decía.- Tras estos últimos días solo deseo tener algo de paz…Ha sido horrible. ¡Todo se ha derrumbado! Pero no debo auto compadecerme. Ya no. Hay personas que han sufrido muchísimo más que yo…



            Recordaba las honras fúnebres en honor a los fallecidos tras aquel terrible ataque. Sobre todo, viendo los desolados rostros de los padres y madres de aquellos niños, en especial el de aquella mujer, Aurora. Parecía totalmente ida. Esa desdichada debía de haber atravesado cualquier umbral más allá del dolor, tanto que no hablaba de su hija como si estuviera muerta. Al contrario, daba la impresión al oírla de que la cría iba a regresar de la escuela de un momento a otro. La piedad y el pesar hicieron que la enfermera simplemente se quedara ahí, en silencio, escuchando la perorata de esa pobre desgraciada…



-Mi niña la quiere a usted mucho.- Sonreía sardónicamente Aurora con voz queda.- ¿A que sí?- Le preguntaba a su consternado esposo.-

-Sí, cariño.- Musitaba él con el tono opacado por el dolor.- Sí…

-Quiere ser una buena enfermera, como usted, porque usted la curó.- Sonreía ahora esa pobre desquiciada -¿Verdad, Edgar? – Remachó mirando a ese hombre.- Esta chica es realmente una gran profesional. Nuestra niña aprenderá mucho de ella.

-Sí, muchas gracias, señorita.- Convino él.-





            Margaret únicamente pudo componer un leve asentimiento de cabeza. Si hubiese tratado de hablar, de seguro hubiera roto a llorar. Y no quería destruir la única ilusión a la que se aferraba esa pobre infeliz. En lugar de eso miraba a su alrededor. La mayor parte de los oficiales estaban formados en uniforme de gala, saludando a los féretros. Era un funeral indistinto para civiles y militares. Las autoridades así lo quisieron para evidenciar la unión de todos. Pudo ver entre otros al mayor Jensen, con un gesto consternado, muy lejos de su expresión risueña habitual. También estaban aquellas mujeres, la teniente Hunter, la otra chica morena que no conocía y el propio mayor Kiros. Por un momento no pudo apartar la vista de él. Y fue como si ese hombre se apercibiera, apenas si la miró pero su expresión era asimismo de pesar. Vio luego al doctor Ginga, abatido al igual que el resto. Y entonces las palabras de esa mujer la sacaron de esos pensamientos.



-Nos tenemos que ir, Nelly vendrá pronto del colegio. Es una niña, mejor no traerla a ver estas cosas. Y tendrá que merendar. Iré a prepararle algo rico…



            Y evitando que su esposa hablase ya más, su compungido marido la tomó de un brazo sacándola de allí, en tanto concluían las honras fúnebres. Al poco Maggie se retiró a su vez.  No vio  a Keiko, ni a Mei Ling tampoco. No hubiese tenido valor para confrontar  a ninguna. Aunque alguien sí que la vio a ella. Era Kiros. El joven se aproximó, tras saludar a algún compañero y le abordó.



-¿Cómo estás?- Preguntó con gesto preocupado.-

-Todo lo bien que una puede después de algo como esto.- Suspiró la muchacha casi sin  querer mirarle.-

-Lo comprendo perfectamente.- Asintió él.-



            La chica le contó entonces lo de aquella pobre madre, y suspiró incapaz de evitar humedecer sus ojos. Comenzando a sollozar.



-Esa mujer está totalmente abatida por el dolor. ¡Lo ha perdido todo!, su hija era su vida. Creo que hasta ha perdido la razón. No me extraña. Para mí fue algo espantoso. No soy capaz de quitármelo de la cabeza. No puedo ni atreverme a imaginar lo terrible que habrá sido para ella. Me aterra solo el pensar ponerme en su lugar. Si hubiera sido hija mía…



            El joven la miraba haciéndose cargo de eso. Una vez más su expresión mostró dolor y rabia.



-¡Ojalá hubiese podido salvarla! Llegué demasiado tarde. - Musitó.-

-No fue culpa tuya. Nadie habría podido hacer más.- Replicó comprensivamente ella.- Gracias por interesarte por mí. Adiós.- Se despidió caminando con más rapidez.-



            Y es que deseaba alejarse de él cuanto antes. Lo meditaba ahora disponiéndose a salir del centro de salud. Se sentía mal, confusa en presencia de ese tipo. Querría odiarle pero no podía. Y no le faltarían motivos. A fin de cuentas la había vencido. Ahora Keiko solamente le miraba a él. Al menos eso pensaba, dado que no había podido estar cara a cara con esa chica desde hacía días.



-Buenas tardes, señorita Kendall.- La saludó entonces el doctor Benson.-

-Buenas tardes.- Repuso  con un susurro ella que casi ni se había dado cuenta de su llegada.-

-¿Se encuentra bien? La noto algo pálida.- Declaró él.-

-Sí, gracias. Estoy cansada supongo.- Pudo pretextar.-

-Si necesita que la examine, para mí será un placer.- Afirmó el doctor.-



            Oyendo una propuesta como esa en otro momento se habría puesto a la defensiva o contestado con algún incendiario comentario sarcástico. Aquello muchas veces sonaba a una clara insinuación, o al menos una indirecta. Aunque el doctor Benson no era de ese tipo. No por lo que Maggie supiera. Y creía que, en esta ocasión, esas palabras mostraban una preocupación genuina. Esbozó una sonrisa y movió la cabeza.



-Gracias doctor. Estoy bien, de veras. Solamente necesito descansar un poco.

-Es comprensible tras los últimos acontecimientos. Nos pasa a todos. - Afirmó él, aconsejándola.- Váyase a casa y trate de dormir un poco.



            La joven asintió, ya se marchaba cuando su inefable compañero James apareció.



-Hasta mañana, Maggie.- Le dijo no obstante, con un tono bastante normal.-



            Al menos esta vez no iba a hacerse el gracioso con alguna de sus ocurrencias. Ni siquiera él era ajeno a todo lo sucedido. La muchacha lo agradeció. Se despidió de  él y se alejó…



-Dormir no me vendría mal. – Decidió meditando sin embargo con cierta dosis de temor.- Espero no tener pesadillas.



            Y eso quiso hacer, dirigiéndose a su apartamento.  Los que sí quisieron continuar la velada fueron Adams, Scott y Melissa. Después de la llegada del doctor Bruce Hershow y sus otros relevos se marcharon del centro de desarrollo cibernético. Tras recorrer la distancia en un deslizador y pasear por el reconstruido parque al fin llegaron al local de Ginger. Allí las cosas estaban más tranquilas que en semanas anteriores. Muchas personas se retraían de salir afectadas por el miedo a lo sucedido. No obstante, la dueña trataba de mantener el buen ambiente. De hecho, al ver llegar a sus clientes y amigos, sonrió.



-¡Buenas tardes, cuanto me alegro de verles! - Saludó de inmediato con ese entusiasmo suyo habitual.-

-Hola Gin.- Repuso afablemente Melissa.-

-¿Qué van a querer tomar?- Inquirió la camarera.-

-Ahora consultamos la carta.- Declaró Adams.

-No hace falta, tráenos una tarta Sandy completa, invito yo.- Intervino Scott.-



            Tanto el doctor Adams como Melissa se miraron perplejos, pero enseguida asintieron divertidos. Ese chico estaba de buen humor, y no era para menos. Parecía lleno de entusiasmo, tanto como para preguntarle a Ginger.



-¿No trabaja hoy Clarisa?

-No, es su día libre.- Le contó la interpelada.-



            Eso pareció decepcionar algo al muchacho, pero enseguida sonrió de nuevo para pedirle a la propietaria del local.



-¿Puedo acompañarte? Quiero pagarte la tarta y hacerte un encargo…

-Por supuesto.- Repuso la chica.-



            De modo que el joven hizo avanzar su silla de ruedas siguiendo a la dueña del establecimiento. Allí quedaron Melissa y Adams, observando cómo se alejaban los dos.



-Vaya, ¡lástima! - Suspiró le pelirroja.-

-¿Por qué?- Quiso saber Adams.-

-No, por Scott, es una pena que Clarisa no trabaje hoy.

-¡Ah!, ya comprendo.- Se rio el doctor.- Sí, es verdad…

-Harían muy buena pareja esos dos.- Comentó la doctora Prentis.- Apuesto a que Scott ha ido a preguntarle a Ginger sobre ella.

-Podría ser.- Concedió su interlocutor.-



            Curiosamente entonces comenzó a sonar una canción. Era un viejo tema que Adams conocía de los tiempos de su juventud.



-Vaya, ¡qué apropiado para lo que estábamos hablando! – Sonrió.- ¡Y qué gran verdad!  Al menos en la mayoría de los casos…



            Melissa asintió, escuchó un poco la letra y tuvo que convenir en eso. De hecho, la hizo reflexionar sobre su propia vida…



Más pronto o más tarde

Le ocurre a todo el mundo

A todo el mundo…



-¿Qué es lo que ocurre?- Quiso saber la doctora al hilo de esa estrofa inicial.-

-Ahora lo sabrás.- Sonrió él mirándola con una mezcla de afecto e interés que ella no supo precisar.-



Puedes vivir tu vida solo

Pesada como una piedra

Vivir tu vida aprendiendo

Y paseando solo



Decir que es todo lo que quieres

Pero no me creo que sea verdad

Porque cuando menos lo esperas

Esperando tras la esquina por ti



El amor viene deprisa

Hagas lo que hagas

No puedes parar de caer



Ah

Ah



El amor viene deprisa

Hagas lo que hagas

No puedes parar de caer



Tanto el doctor como Melissa escuchaban ahora esa canción observándose de reojo y apartando enseguida la mirada. Con un sentimiento mezcla de ligera vergüenza y escepticismo. Quizás eran ya demasiado mayores como para dejarse llevar por ese momento. Aunque, pese a todo, seguían muy atentamente los acordes y oían la letra con mucho interés…



Puedes vivir una vida de lujo

Si es todo lo que quieres

Probar placeres prohibidos

Cualquiera que desees



Puedes volar hasta el fin del mundo

Pero, ¿a dónde te lleva eso?

Porque cuando menos lo esperabas

Justo cuando menos lo esperas



El amor viene deprisa

Hagas lo que hagas

No puedes parar de caer



El doctor recordaba algunos amores de juventud y otras decepciones y malas experiencias. Pese a todo, no se arrepentía de ello. Volvió a pensar una vez más en esa pobre muchacha de la SSP-1 que aseguraba que él era su novio.



-Pobrecilla. Por más que trato de hacer memoria no logro recordar su nombre.- Meditó entre los acordes de aquel tema.-



El amor viene deprisa

Hagas lo que hagas

No puedes parar de caer…



Uuh

Uuh

Uuh



            Scott sonrió en tanto les observaba desde dentro. Le había pedido a Ginger que pusiera precisamente esa misma canción. La joven enseguida asintió entusiasmada. No podía evitar coincidir con ese chico. El doctor Adams y la doctora Prentis hacían una magnífica pareja. Y es más, en su opinión los dos precisaban el uno del otro. Como dos barcos en la niebla que se cruzan. Al menos, eso creyó haber leído alguna vez en una novela. ¿O lo escuchó en una película?  Sea como fuere, les miraba junto al muchacho, con visible curiosidad. Escuchando entre tanto los acordes y la letra aquella…



Sé que suena ridículo

Pero hablando por experiencia



Puede parecer romántico

Y no hay defensa

el amor siempre te alcanza…



            Kiros llegó a escuchar esta última estrofa. El saiyajin pensó en esas sabias palabras. Era verdad. Ninguna técnica o entrenamiento le había preparado para eso.



-Es una técnica sumamente poderosa. No importa lo que hagas, ni lo en guardia que estés, te toma totalmente desprevenido.



Y entonces, haciendo buenos sus pensamientos, la vio. Caminaba hacia allí, su largo pelo rojizo, su postura elegante y esa mirada de ojos grises con reflejos violetas…



-¡Keiko! - Musitó sin dejar de escuchar aquella tonada.-



Más pronto o más tarde

Más pronto o más tarde

Le ocurre a todo el mundo

A todo el mundo



Puedes volar hasta el fin del mundo

Pero, ¿a dónde te lleva eso?



            Y ahora Melissa sonreía, con cara algo ruborizada incluso, ante la mirada entre atónita y divertida del doctor. Desde luego que él no podía ni imaginarse como había vivido ella su vida. Eso la hizo entristecerse un poco entonces.



-Es cierto, incluso a mí me llegó a visitar el amor una vez. Pero decidí apartarlo a un lado en post de mi absurda venganza.- Se lamentó.-



El amor viene deprisa

Hagas lo que hagas

No puedes parar de caer



El amor viene deprisa

Hagas lo que hagas

No puedes parar de caer…



-Es una bonita canción. Y suele ser verdad.- Declaró Adams insistiendo sobre su anterior aseveración.-

-Quizás no para todos.- Objetó su acompañante alegando con un poso de amargura.- Aquí lo podemos atestiguar.

-Nunca se sabe…- Afirmó enigmáticamente él.-



El amor viene deprisa

Hagas lo que hagas

No puedes parar de caer



El amor viene deprisa

Hagas lo que hagas

No puedes parar de caer…



Uuu

uuuhh



Ella le dedicó una mirada entre curiosa y atónita. Aunque entonces volvió Scott. Entre tanto los últimos ecos de la canción se desvanecían en su final…



El amor viene deprisa

Hagas lo que hagas

No puedes parar de caer



El amor viene deprisa

Hagas lo que hagas

No puedes parar de caer…



(Love comes quickly. Pet Shop Boys. Crédito al autor)



-Me gusta mucho este tema.- Les comentó.- Por eso le pedí a Ginger que lo pusiera.

-Claro, es un grupo genial. Les escuchaba mucho siendo estudiante.- Comentó Adams que casi llegó a suspirar remachando con un evocador tono.- ¡Qué tiempos aquellos!         



            Sus interlocutores le miraron con una sonrisa aunque no añadieron nada. Justo llegaba Ginger con una bandeja sobre la cual lucía la esperada tarta, una jarrita con leche, dos tazas de té y una de café.



-Aquí está todo. Que les aproveche.- Les deseó la chica a la que daba la sensación de que todo aquello le pesaba bastante.-

-Permíteme.- Le pidió Adams, ayudándola con los platos.-

-Muy amable, doctor.- Sonrió la joven, mirando al doctor y a Melissa en particular, cuando remachó deseándoles a todos.- Que disfruten de la tarde.



            Tras recibir el agradecimiento de sus clientes, la camarera se marchó de regreso a la cocina, aunque al ir hacia allí vio de reojo al mayor Kiros. Sin embargo, el militar no entró. Al contrario, salió del establecimiento. Parecía llevar prisa. La muchacha se encogió de hombros y retornó a sus quehaceres. Y en efecto, el oficial estaba siguiendo a Keiko. Deseaba darle alcance, hablar con ella. Esos últimos días apenas sí se vieron. Aunque en un primer momento, ansioso por abordarla como estaba, no se percató, lo cierto es que luego sí que le pareció algo raro. Esa chica iba camino de la base militar. Pudiera ser que precisamente para verle a él.



-Sería mejor si estoy allí cuando llegue.- Pensó entonces el joven.-



            Y con su velocidad no tuvo problema en ir por otro camino y adelantarse. Le daría una sorpresa a la chica. Al menos eso creía, dado que Keiko, casi en ese momento, sonrió.



-Al menos ha sido rápido.- Musitó ella.-



            Entre tanto, en otra parte de la nave, Jane estaba decidida a llegar al fondo de aquello. Si era necesario recurriría a algo que no le gustaba en absoluto. Pero deseaba probar los hechos sin el menor asomo de duda. De ser cierta, la información que el doctor Ginga le facilitó su plan podría ir bien. Ese era el día adecuado. Apenas si habría personal. Pero necesitaba a alguien para que colaborase con ella. No dudó en ponerse en contacto con la teniente Hunter. Estaba de permiso pero una vez la informó de su atrevido y arriesgado plan, ésta se brindó de inmediato a ayudarla. Al cabo de un par de horas se reunieron en la base.



-¿Está segura de querer hacerlo?- Inquirió una preocupada Jane a su subordinada.-

-Sí, no se preocupe, confío en usted.- La animó ésta añadiendo con un tono a medio camino entre la tristeza y la resolución.- Y siento que se lo debo a Celia.



            Tras unos segundos de silencio su superiora asintió. Dieron pues comienzo a la primera parte del plan. Las dos se separaron. Y es que la teniente Hunter lucía un vestido rojo con falda corta, medias y botas negras y altas de tacón. Muy alejada de su uniforme habitual. Se dirigió entonces hacia la salida.  Allí no tardó en ver al oficial de guardia.



-Vaya. ¿Qué hace aquí vestida así, teniente?- Quiso saber él.-

-Verá señor. Estaba de permiso, pero es que olvidé un informe de vuelo. Es una lata pero tengo que presentarlo mañana.- Pudo argüir recordando su coartada.-

-Claro, pase.- Sonrió éste con tono afable pero sin perderla de vista.-



            De hecho, Susan vio que aquel tipo la recorría de arriba abajo con la mirada. Supuso que así debía de ser. Al menos se sabía atractiva. Y todo el plan dependía de ello. De modo que, suspirando para mantener la calma, se dirigió hacia la en ese momento vacía sala de archivos. Entró, solamente se escuchaba el ruido que los tacones de aguja de sus botas hacían al andar. Encendió uno de los ordenadores y esperó. Todo iba bien, al poco oyó un sonido de pasos amortiguados. En ese instante la luz se apagó. Ella se levantó dispuesta a enfrentarse a quien quiera que fuese pero entonces recordó.



-¡No! Debo dejarme atrapar…



            Y pese a tener que recurrir a toda su fuerza de voluntad no opuso resistencia cuando sintió esa mano tapando su boca y nariz con un paño. De hecho, apenas si fue consciente de nada más, esa sustancia adormecedora con la que estaba rociado aquel trapo la hizo perder enseguida la consciencia.



-Ya está...- Pudo pensar poco antes de quedar sin sentido.- Ya es nuestro…



            Jane aguardaba, el transpondedor que pusieron a Susan y que estaba conectado a un medidor de sus pulsaciones se activó entonces. La joven oficial no tardó en advertir a un par de policías militares y a su superiora, la comandante Simmons, para que se unieran a ella…



-No sé en qué narices estaba usted pensando, teniente Gray. Ha puesto en un gran riesgo a la teniente Hunter.



La amonestó  su superiora en tanto vigilaban en una pantalla las constantes de Susan y seguían sus movimientos, o al menos a donde aquel agresor la estuviera llevando.



-Lo siento, señora. No tuve otra opción. Había que actuar con rapidez. Solo podía confiar en la teniente Hunter. Conmigo no creo que se hubiera atrevido. No tiene la certeza de conocerme.

-¿Y qué puede importar eso? Normalmente un violador puede estar buscando esa sensación de poder que le da el someter a una mujer- Rebatió Simmons.- Más en su caso, que en el de Hunter. Usted ostenta una mayor graduación.

-En otras circunstancias estaría de acuerdo con usted. Pero en ese caso, si se trata de quién creo, no sabe cuáles son mis días libres, ni mis horas de permiso. Con Hunter sí. Por eso la llamé. Ella tenía libre esta tarde. Es más creíble que se hubiera presentado en la base por olvidar un informe y vestida de civil para ir con su cita. Eso además enervaría al agresor en mayor medida.

-¿Y por qué eso debería enfurecerle más?- Quiso saber su superiora sin acabar de comprender ese razonamiento.-

-La teniente Hunter lo reúne todo. Es atractiva, y puede ser muy femenina, como prueba el atuendo que elegimos para el plan. Y al mismo tiempo es una mujer independiente y buena piloto, que está bajo su mando, pero al violador le frustra el hecho de no poder ordenarle mantener relaciones sexuales con él. Además, tiene novio, lo que significa que ha elegido a otra persona, no a ese pervertido.- Argumentó Jane.- Y en base al ataque anterior, casi todo concuerda.

-La alférez Walsh no tenía novio que yo sepa.- Objetó Simmons.-

-No, pero alguien andaba tras de ella, el comandante Shulth.- Declaró entonces Jane, dejando perpleja a su superiora, sobre todo cuando remachó.- Y para una mente enferma y retorcida como la de este maniaco, no había diferencia entre un novio u otro acosador. Sencillamente era un rival que se le había adelantado. Una competencia no deseada que le llevaba ventaja. Por eso provocó a Celia para que le matase.

-¿Qué la provocó?- Exclamó Elisabeth queriendo saber ahora con tono perplejo.- ¿Cómo demonios pudo hacer eso?

-Sí, señora, lo hizo.- Respondió Jane desvelando.-  Durante mi investigación descubrí una extraña transmisión que partió de una zona de esta base hacia el varitech de la alférez Walsh. Tenía una determinada frecuencia.  Nadie pudo recibirla sino ella. Eso me dio la pista clave. Muy pocos oficiales serían capaces de conocer las frecuencias específicas de los cazas y menos aún de transmitirlas selectivamente, salvo si perteneciesen a la misma escuadrilla. Ahora, espero estar en lo cierto.



            Simmons asintió. Eso  deseaba también.



-Únicamente espero que lleguemos a tiempo.- Suspiró la comandante.-

-Necesitamos pruebas, señora.- Le recordó su subordinada.- Sin ellas nada podemos hacer. Por lo que saqué en claro del testimonio de la difunta alférez Walsh, el violador esperó a que ella despertase. No le satisfacía cometer su delito mientras su víctima siguiese dormida. Por eso deduje que no se trataba de una simple pulsión sexual. En su mente retorcida lo que ese cerdo quiere es demostrar su poder. ¡Que las mujeres sepamos cual es nuestro lugar! - Masculló con una ira que no se molestó en ocultar.-



            Y con el silencioso asentimiento de su superiora la joven decidió no esperar más. Tras unos angustiosos minutos se dispuso a ir a por ese criminal. Deseando fervientemente que la teniente Hunter estuviera sana y salva. Fue  entonces cuando el aparato transpondedor se desconectó.



-¿Qué demonios ha ocurrido, teniente?- Inquirió una alarmada Simmons al darse cuenta junto con su subordinada.-

-No lo sé, señora. Debería llegarnos su señal.- Pudo responder la desconcertada Jane.-

-Más vale que la recuperemos pronto, o que pensemos algo y rápido. Esa chica está en un gravísimo peligro. – La urgió su superiora.-



De hecho, Susan poco a poco fue recobrando la consciencia. Tenía los ojos vendados y se notaba sostenida en el aire por las muñecas y los tobillos. Parecía estar atada. Apenas pudo murmurar en tanto volvía poco a poco a tomar conciencia.



-¿Dónde estoy?...

-Vaya, vaya…hola…¿Ya despierta? - Le respondió una especie de voz gutural.-



            Aquello sonaba a un aparato modulador para camuflar el tinte característico de la persona que lo estuviera empleando. La joven guardó  silencio para seguir escuchando a aquel siniestro interlocutor, que enseguida añadió.



-Ya tenía ganas de que llegara este momento.

-Pues podrías quitarme la venda y así nos presentaríamos formalmente.- Replicó ella con sorna.-

-¡Ja, ja, ja! Susan…tienes sentido del humor, me gusta. Me gusta mucho. ¡Tú me gustas mucho!…- Jadeó.-



            La teniente Hunter notó como unas manos recorrían sus piernas hacia arriba, desde las botas, que ese tipo no le había quitado, hasta el muslo. Después prosiguieron el ascenso para posarse en su vestido. Y es que para su sorpresa seguía vestida. Quizás ese pervertido disfrutase quitándole la ropa porque esperase que ella le fuese a suplicar que no lo hiciera.



-¿A qué esperas?- Le retó ella, tratando de arruinarle así el clímax.- ¿O es que me vas a tener aquí toda la tarde? Tengo cosas mucho más importantes que hacer…

-¡Sí!, ver a ese medicucho idiota.- Replicó esa voz que ahora parecía translucir un tinte molesto, más al agregar.- No te merece, no es lo bastante hombre para ti, pero yo sí…Ya lo comprobarás.



            Susan sintió que algo duro y no demasiado grande se restregaba contra una de sus piernas. Supuso de inmediato lo que era. Esbozó una mueca asco y disgusto pero no quiso evidenciarlo. Seguramente es lo que aquel tarado esperaría. Ahora podía escucharle jadear de un modo más intenso. Por su parte, Jane no tardó en activar un aparato que llevaba. Suspiró aliviada y le comentó a su superiora.



-He recuperado la señal.

-¡Pues sigámosla! Tenemos que rescatar a la teniente Hunter.- Le ordenó Simmons.-



            La teniente Gray no tardó en obedecer, seguidas por los dos policías militares que estaban a su lado, ambas mujeres se dieron prisa en rastrear a su compañera. Susan entre tanto, y tras unos momentos de quietud y silencio únicamente rotos por esos jadeos entrecortados de aquel pervertido, sintió como ese tipejo comenzaba a tratar de quitarle el vestido. Sobreponiéndose a ese angustioso trance, fue capaz de decir con tono templado.



-Procura no estropearlo. Me costó una fortuna.



            Aquellas palabras parecieron hacer dudar a su captor. Sin embargo, debió de recobrarse enseguida, dado que comenzó a tirar con furia de la falda de ella a la par que aulló amenazándola.



-¡Maldita puta! ¿Quieres reírte de mí? ¡Te voy a enseñar quién manda aquí!

-¿Qué vas a enseñarme a qué?- Se rio ella.- Solo eres un miserable sin valor suficiente como para enfrentarte a una mujer cara a cara.-  Añadió con todo el desprecio que pudo reunir.-



            Eso le costó recibir un puñetazo en el estómago que la dejó momentáneamente sin respiración. Ahora su agresor se reía también, volvía a jadear en tanto que admitía.



-¡Me estás poniendo a cien!, debo reconocer que me gusta tu estilo.



            Y recorrió la entrepierna de la joven con una mano. Susan tuvo que ahogar una exclamación. ¡Ese cerdo le estaba tocando en sus partes más íntimas! Sintió como le quitaba la ropa interior, ahora la muchacha se esforzaba por no sollozar. Era casi imposible tratar de sustraerse a esa angustiosa situación, pero si no lo hacía aquel cabrón ganaría. Por la memoria de Celia que no lo permitiría…



-Sí.- Le susurró él.- Ahora vas a ser mía, y sabrás lo que es sentir dentro de ti a un hombre de verdad…como lo aprendió esa zorra de Walsh.



            Eso confirmó de una vez por todas la autoría de la violación del alférez Walsh por parte de ese criminal. Susan esperó que aquella confesión hubiera quedado grabada en el transpondedor, que iba provisto a su vez de micro. Entre tanto, ajeno a eso, ese canalla comenzó a besarla en sus partes. Quizás pensando en su enfermizo cerebro que aquello complacía a su prisionera. La teniente Hunter estaba al límite ya de su resistencia, deseaba chillar y agitarse para apartar a ese cerdo de ella. Por fortuna un ruido repentino hizo que aquella tortura parase. Luego algo cayó. Tremendamente aliviada oyó la voz alta y clara de la teniente Gray.



-¡Queda detenido! ¡No se mueva!



            Tras ruidos de golpes y forcejeos, Susan escuchó también un grito gutural. Después, notó como alguien le colocaba una tela envolviendo sus zonas íntimas y la tapaba. Unas manos estaban desatándola al tiempo que otras la sujetaban  para que no cayera. Por fin alguien le quitó la venda.



-La felicito teniente Hunter.- Declaró entonces la comandante Simmons esbozando una complacida e incluso admirada sonrisa cuando la aludida la vio.- Ha sido usted tremendamente valiente.

-Gracias, señora. Era mi deber.- Afirmó ella que todavía respiraba con agitación.-



            Aunque estaba deseosa de conocer la identidad de su agresor. De aquel cerdo que había violado a Celia. No tuvo que aguardar mucho. Al fin le vio, esposado y arrodillado en el suelo, gimoteando como un perro apaleado. En tanto Jane le espetaba.



-Teniente primero, Pavel Kovac. Queda arrestado acusado de secuestro, violación en grado de consumación y de otra en grado de tentativa. Además de instigación para cometer asesinato. Acorde con el código de justicia militar tiene derecho  a guardar silencio. Le advierto que todo lo que diga desde ahora podrá ser empleado en su contra ante un tribunal militar.  Tiene derecho a ser representado por un abogado y a llamar a alguien. Éste último derecho debe ser circunscrito únicamente a esta nave.

-Es suficiente, teniente Gray. - Dictaminó Simmons, ordenando a los policías militares.- ¡Llévenselo de aquí!



            Los soldados obedecieron la orden enseguida. Aquel tipejo solamente era capaz de gemir suplicando. Con el desprecio pintado en sus caras las mujeres le vieron ser arrastrado fuera de esa habitación.



-Espero que no te haya hecho nada.- Dijo Jane con preocupación.- Nada más perder la señal del transpondedor imaginé que te habría quitado el vestido, lo enganché en él. Por suerte, tuvimos la precaución de ponerte uno auxiliar en una de tus botas.

-¡Menos mal que ese cerdo depravado no se las quitó.- Comentó una aliviada Simmons al ver a su subordinada que aun las lucía.-

-Se ve que le ponía verme con ellas. No se preocupen, no me ha hecho nada irreparable.- Declaró Susan, añadiendo eso sí, con desagrado.- Pero sí cosas bastante asquerosas.

-Ahora retírese, teniente, tómese un buen descanso, se lo ha ganado. Y un permiso de tres días. Yo misma se lo comunicaré al capitán Deloin y al contralmirante Hazzar.- Intervino la comandante Simmons.-



            Tras saludar Susan salió. Con el permiso de su superiora, Jane la siguió. Ambas satisfechas por haber al fin atrapado a ese maniaco y honrado la memoria de la difunta alférez Walsh. Mientras eso sucedía, el citado capitán Deloin estaba con el teniente Tang en la celda de contención. Allí trataban de sonsacar más información a su cautiva. La saiyajin les dedicaba unas miradas evidentes de desinterés…



-Si no colabora no podré ayudarla.- Insistía pacientemente Deloin.-

-¿Ayudarme a qué?- se sonrió su interlocutora con gesto burlón.-

-Hicimos un trato. Iba a darnos información.- Le recordó él.-

-No estoy al corriente de nada más. Ya les dije que tenían traidores a bordo de esta nave.- Replicó la guerrera con absoluta indiferencia, aunque agregando con algo más de énfasis.- Pero ignoro sus identidades.



            En ese momento, alguien llamó por el intercomunicador. El teniente Tang salió a responder.



-¿Sí?...muy bien, déjenla pasar.- Indicó.-

¿Quién era, teniente?- Quiso saber Deloin.-

-La señorita Tomoe, señor. Ha venido para hacer unas comprobaciones  en la celda.



            Su superior asintió. De hecho, todavía podían apreciarse las grietas. Así que aprovechó aquello para decirle a la saiyajin.



-Espero que tenga algo más interesante que contar. El mayor Kiros no es tan paciente. Ya lo sabe. Supongo que no deseará volver a comprobarlo.

           

            Zura pareció interesarse más entonces por cooperar. No tardó en añadir.



-De hecho, esos traidores de los que les he hablado están distribuidos por lugares estratégicos de esta nave. A fin de tomar el control de la misma. Como tratamos de hacer la otra vez. Pero, si eso fracasa…

-Discúlpeme un momento.- Le pidió el capitán que recibió una llamada.- ¿Sí?...muy bien, todo está dispuesto.- Repuso, para ordenar acto seguido a Tang.- Vaya a buscar a esa científica. La estaba esperando.

-Sí, señor.- Repuso éste.-



            El oriental salió de la sala para acompañar a esa muchacha. Aunque no tenía informes de que fuera a venir. Sin embargo, no pudo verla una vez que llegó hasta la sala de espera, donde supuestamente ella estaría aguardando.



-¿Y la científica que estaba aquí?- Quiso saber dirigiéndose a los extrañados centinelas.-

-Por aquí no ha pasado nadie, mi teniente.- Replicó uno de los guardias.-



            Zhao se sorprendió, aquello no le gustaba. Una especie de premonición comenzó a decirle que algo no iba bien. Justo cuando estaba pensando en eso vio aparecer al mayor Kiros.



-¿Dónde está Keiko?- Quiso saber con visible interés.-

-No lo sé señor, si se refiere a la señorita Tomoe fue vista entrando aquí, pero ahora no tenemos idea de dónde está.



            Sin embargo, fue comentar eso y ver a esa joven pelirroja que iba directa hacia la sala de contención. Debió de haberse metido por otro pasillo por error.



-¡Keiko!- La llamó Kiros.- ¡Keiko!



            La muchacha no pareció hacerle caso. Aunque al insistir, ella le dedicó una atónita mirada. Al fin sonrió aunque sin mucha convicción.



-¿Qué haces por aquí?- Quiso saber él.-

-Vine a comprobar la seguridad.- Le contestó con tinte algo apagado.-

-Entonces iré contigo. –Se ofreció el saiyajin, agregando.- Quiero que esa traidora me cuente algunas cosas más.



            La joven asintió aunque parecía renuente. Kiros le dedicó una sonrisa en espera de que aquello la animase. La notaba extraña de hecho. Lo más seguro es que estuviera confundida, como decían los humanos, cuando se trataba de sus sentimientos. Decidió seguir el consejo que le dieran en Nuevo Vegeta, no presionar siendo demasiado directo.



-Señor, yo debo ir también.- Intervino Tang quien amablemente le inquirió a la recién llegada.- ¿Ha visto usted a mi prima?

-¿Su prima?  No, lo siento.- Replicó Keiko que parecía estar pensando en otra cosa.-



            No cruzaron más palabras en tanto accedían una vez más a la zona de contención donde estaba la celda de la prisionera. Allí, Zura se incorporó al instante del camastro en el que estaba tumbada con cierta desidia.



-Vamos a seguir charlando.- Le dijo Kiros con tono firme y cortante.- Y recuerda que no tengo tanta paciencia como los humanos.

-Estoy a tu disposición.- Replicó su interlocutora permitiéndose una leve sonrisa de sarcasmo cuando sentenció.- No tengo ninguna cita todavía.



            Aunque al ver a Keiko sonrió una vez más, comentando divertida.



-¡Vaya! ¿No me digas que esa humana te hace compañía?

-No es asunto tuyo.- Replicó bruscamente él.- Dedícate a contarnos más sobre tu jefe…

-No tengo jefe.- Contestó orgullosamente su interlocutora.- Solamente soy leal a mi pueblo y a sus verdaderas tradiciones.

-¡Déjate de tonterías!- Espetó Kiros.- Sabes perfectamente a lo que me refiero. Dime, ¿dónde está ese bastardo?



            Y tras un breve momento de silencio, Zura repuso contestando con otra pregunta.



-Supongo que no te referirás al príncipe Eron, ¿verdad? Hace mucho que no sé de él.

-Ese traidor fue encerrado en una prisión dimensional por los soberanos. Y lo sabes perfectamente. – Contestó Kiros que ya estaba perdiendo la paciencia.- Habla o tendré que entrar para pedírtelo con menos educación.



            Zura debió de juzgar que ya había jugado demasiado. Y ese tipo era alguien que, como buen saiyajin, cumpliría con sus amenazas.



-Vale, supongo que hablas de Gralas.- Admitió. -

-¿Dónde está ese canalla? – Insistió el joven.-

-No muy lejos de aquí en realidad.- Le confesó la saiyajin.-  En un pequeño planeta a unos pocos millones de kilómetros. Según las medidas humanas.



            Kiros miró de reojo a Deloin, el capitán entonces asintió. Aquello les confirmaba lo que habían estado creyendo desde que partieron.



-Debo informar de inmediato al contralmirante.- Afirmó el capitán.- Usted quédese si lo desea y siga interrogando a la cautiva.

-A sus órdenes.- Repuso el muchacho.-



            Y tanto el capitán, como Tang se marcharon. El oriental obtuvo permiso para irse por su cuenta, su superior ya se marchaba directo al cuartel general. De modo que Zhao aprovechó. Con su teléfono móvil marcó el número de su prima. No le fue difícil de conseguir siendo miembro del servicio de inteligencia de la nave. Y precisamente por ello había algo que no le cuadraba en todo aquello.



-Si todo está como debería, según mis datos estará en el trabajo, espero que conteste la llamada.- Se dijo…



            Efectivamente Mei Ling estaba todavía terminando algunas pruebas. Miraba a esa estúpida de reojo, sin ocultar su desprecio. Aunque decidió no hablar más, dado que Penélope estaba cerca. De todos modos, su jefa parecía muy distante hoy, como si tuviera sus propios asuntos de los que ocuparse. Entonces sonó su móvil. A desgana vio que se trataba de Zhao. En fin, ya todo le daba igual. Desde luego que ahora ya no tenía novia que ocultar. Así pues contestó a la llamada.



-¿Qué es lo que quieres?- Preguntó con poca amabilidad.-

-Buenas tardes, prima.- Replicó él, pese a todo guardando las normas de cortesía para ir directo al grano y querer saber.-  ¿Dime, habéis enviado a la señorita Tomoe a las instalaciones militares del sector cuatro?

-¿De qué hablas?- Inquirió a su vez Mei Ling que ahora lanzó otra mirada, pero de extrañeza hacia su compañera, afirmando.- Ella está aquí. No se ha movido en toda la tarde.

-¡Eso no puede ser! - Rebatió su ahora sorprendido primo, para desvelar.- Está aquí, en la celda donde retenemos a una prisionera enemiga.



            También Mei Ling manifestó el asombro en sus facciones al oír aquello. La oriental pasó entonces a emplear un tono de voz cercano al cuchicheo.



-¿Estás bien seguro de eso? La tengo a pocos metros.- Le insistió.-



            Y con disimulo apuntó la cámara del móvil y grabó durante unos segundos para luego enviar las imágenes a su primo. Zhao pudo ver aquello con estupor. Ahora una cosa estaba clara. Esa chica no podía estar en dos sitios diferentes al mismo tiempo, luego entonces…



-Una de las dos…, debe de ser el metamorfo.- Pensó, para pedirle a su prima.- ¿Puedes pasarme a la doctora Winters? ¿Está ahí? Hazlo con discreción.

-Un momento.- Repuso Mei Ling.-



            Aparentando naturalidad se alejó de esa posible Keiko dirigiéndose hacia donde estaba Penélope. Su jefa la vio acercarse y se extrañó. La oriental estaba rara, incluso tratándose de ella. No obstante, enseguida asintió cuando su subordinada le pasó el teléfono y le susurró.



-Es mi primo. Tienes que hablar con él. ¡Es muy importante!



            La doctora Winters se hizo con el aparato y escuchó. En pocos instantes fue puesta al corriente de lo que sucedía.



-Muy bien.- Convino.- Trataremos de hacerlo del modo más sigiloso posible. Bien, sí…llamaré a mi novio. Sí, él podrá ayudarnos. Por favor, si comprueban la identidad de la que tienen allí con ustedes, hágannoslo saber de inmediato. Gracias, adiós.



            Colgó devolviéndole el móvil a su compañera. Las dos miraron de reojo a esa Keiko que parecía absorta ahora en uno de los experimentos que estaban realizando.



-No sé, no me parece que esté haciendo nada fuera de lo normal.- Comentó Penélope.-

-Tampoco ese extraño ser hacía nada fuera de lo normal cuando se produjeron los ataques anteriores.- Le recordó Mei Ling.-

-Es verdad.- Admitió la doctora Winters.-



            Recordaba muy bien como ella misma, acompañada por Rick, vieron a esa falsa Ginger caminando. Y desde luego que no hubieran podido distinguirla de la verdadera. Sin embargo, ahora, tenían la posibilidad de cerciorarse. De modo que, aprovechando que su presunta compañera estaba apartada y distraída con su trabajo, le comentó a Mei Ling.



-A petición del contralmirante he estado desarrollando un suero especial. El doctor Ginga me ayudó. Es un compuesto que tiene la facultad de inhibir las células metamórficas de ese ser.

-En otras palabras. Le impediría adoptar otras formas.- Interpretó Mei Ling.-

-Así es.- Asintió su contertulia comentando de seguido.-  Lo malo es que deberíamos inyectárselo.

-Pues no creo que ella nos vaya a dejar hacerlo por las buenas.- Opinó la oriental quien además objetó no sin preocupación.-Y podría ser la verdadera Keiko. ¿Qué pasaría si le ponemos eso a un ser humano?

-Tranquila. El doctor Ginga me aseguró que ese suero es inocuo para cualquier persona. Lo único que le provocaría es soñolencia. Más bien se echaría una buena siesta. – Replicó Penélope.-

-¿Estás segura de eso?- Quiso saber Mei Ling.-

-Confío totalmente en la palabra de Giaal, es un amigo y ha demostrado ser muy competente en su trabajo.- Aseveró su interlocutora.-



            La joven china meditó durante unos instantes. Entonces le comentó a su jefa.



-Podríamos reducirla y ponerle esa inyección. Conozco algunas técnicas de artes marciales que serían útiles para eso. Y estaría encantada de aplicárselas.- Se sonrió ahora no sin cierta malicia.-

-Es muy arriesgado. Suponte que fuera ese ser y las técnicas a las que te refieres no le afectasen.

-En tal caso, ya no haría falta utilizar ese suero. Acabaríamos directamente con él. Y ahorraríamos tiempo. Aunque sería una pena, creo que trabaja mejor que la original. - Afirmó la oriental no sin un macabro sentido del humor.-



            Ese comentario no le hizo ninguna gracia a Penélope. Allí estaba en juego su seguridad e incluso la de toda la nave. No comprendía qué motivo tendría Mei Ling para evidenciar tal animadversión por su compañera. Con todo, ese no era momento para tales elucubraciones, de modo que se centró en lo que realmente importaba y le dijo a su contertulia con un cuchicheo.



-Para mayor seguridad preferiría que alguien nos ayudase. Voy a llamar a Rick. Le pediré que venga armado.



            Su interlocutora asintió. Desde luego eso era mejor todavía. Lo más prudente sería no arriesgarse sin tener que hacerlo. A fin de cuentas ella no era militar.



-Y quizás ese bicho sea muy fuerte. Mejor no hacerlo enfadar sin necesidad. - Pensó con creciente temor.-



Entre tanto, aquella Keiko continuaba trabajando. Penélope le pidió a Mei Ling.



-Ve con ella y asegúrate de que no se mueve del laboratorio. Invéntate lo que sea. Pero que siga distraída y que no sospeche nada.

-No te preocupes, si fuera la verdadera sé muy bien cómo lograrlo.- Suspiró Mei Ling con no poca zozobra.-



            De modo que pusieron en marcha el plan. La oriental se aproximó hacia su compañera, pretextando comprobar unos datos. Cuando estuvo a su lado le comentó con un tono más suave y conciliador.



-Te pido disculpas. Antes me comporté como una niña. Creo que tienes razón, deberíamos hablar.



            Keiko la observó esbozando una sonrisa de circunstancias. Aunque no contestó. Se limitó a seguir con su trabajo. Su contertulia no supo que hacer. Quizás si iba detrás podría hacerla sospechar. En cualquier caso, trató de no perderla de vista hasta que Penélope pudiera obtener ayuda.



-No puedo bajar la guardia.- Se dijo la oriental con un creciente miedo.- No sé lo peligroso que ese bicho sea pero ya hemos visto de lo que es capaz. No le importa poner bombas y matar inocentes.



            Entre tanto, el teniente Tang volvía al interior del recinto. Era fundamental que aquella muchacha no saliera. Podría ser el metamorfo o quizás no. En cualquier caso, agradecía que el saiyajin estuviera allí. No sabía lo fuerte que esa cosa pudiera llegar a ser. Pasó con semblante neutro y andando con calma, sabía muy bien como ocultar sus emociones. Iba a abordar al mayor Derail, pero éste estaba ocupado con el interrogatorio de la prisionera.



-Dime…, exactamente ¿Cuántos traidores sois?

-Eso según el punto de vista. – Replicó altivamente Zura, para sentenciar.- No me considero ninguna traidora. Soy fiel al espíritu y a las costumbres de nuestro pueblo.

-No pienso discutir contigo sobre eso ahora.- Contestó airadamente Kiros.- ¡Contesta a la pregunta y ahórrate tus comentarios! - Le exigió.-

-Ya liquidaste a mi compañero Akran. De modo que solamente quedan tres o cuatro saiyajin, sin contarnos a ti y a mí.- Repuso ella.-

-¿Cómo entraste en la nave?- Inquirió su interrogador.-

-Algunos de los que trabajan para Gralas me facilitaron la entrada. Pero no me dieron nombres. Se  limitaron a poner un transporte fuera. Cuando esos aparatos humanos salieron. Luego desactivaron los detectores y pudimos entrar con total comodidad.- Le desveló la cautiva.-

-Tuvisteis que venir desde lejos. Os habrían detectado antes, no tiene sentido.- Rebatió Kiros acusándola con enojo.- ¡Me estás mintiendo!

-No, no te miento.- Replicó orgullosamente ahora su interlocutora.- ¿Por qué iba a hacerlo? ¿A mí que me importan estos patéticos humanos? - Remachó.-

-No son patéticos.- Negó su antagonista.- Tienen grandes virtudes.

-¿Cómo la hembra esa que estaba a tu lado? ¿Esa que vino a sacarme sangre? ¡Ja!, es algo ridículo. Podría matarla en un segundo.

-Maggie no mata, salva vidas.- Replicó Kiros con expresión furiosa  en tanto agregaba.- Eso es algo que tú jamás podrás comprender. ¡Tócala a ella o a cualquier otra persona en esta nave y acabaré contigo!

-No dije que quiera matarla, dije que podría hacerlo fácilmente.- Aclaró Zura que ahora observó a la humana pelirroja que estaba allí cerca, revisando la celda.- Como a esa de ahí…



            Su interrogador a punto estuvo de entrar para darle una buena paliza. Sin embargo, fue entonces cuando Tang llegó, llamándole.



-Disculpe Mayor, ¿podría venir un momento, señor?



            Controlando a duras penas su enfado, Kiros dejó de lado a esa impertinente traidora y dedicó su atención al teniente Tang. Éste le puso al corriente de modo discreto.



-¿Qué?- Quiso exclamar él, aunque su subordinado enseguida le hizo gestos para que no elevase la voz.- ¿Quiere decir que…? - Añadió el joven ya con un susurro.-

-Sí, señor. Eso me ha dicho mi prima. No sabemos cuál de las dos es la auténtica.-

-Hay un modo de averiguarlo.- Afirmó el saiyajin.-



            Sacó el visor de uno de sus bolsillos y se lo colocó. Discretamente apuntó hacia Keiko. Al menos eso esperaba él, que aquella chica no fuera una impostora. Conectó el aparato que enseguida emitió un pitidito. El muchacho entonces consultó la información. Para su alivio le comentó a Tang.



-Fuerza de dos unidades, registros humanos normales. Es Keiko.

-En ese caso debo alertar a mi prima, señor. La impostora está con ella. - Comentó el teniente.-

-Muy bien. No se preocupe, iré para allá.- Quiso tranquilizarle Kiros.-



            Y se acercó despacio hasta Keiko que parecía estar muy concentrada en su trabajo. El muchacho saludó, sobresaltándola. Ella le observaba respirando con agitación.



-Perdona. Solamente quería decirte que tengo que marcharme.

-¿Marcharte?- Repitió ella.-

-Sí, me ha surgido un asunto. Pero me gustaría verte luego.

-Claro.- Convino la muchacha esbozando una sonrisa algo nerviosa.-



            El saiyajin le devolvió una mucho más amplia y se alejó. Desde su celda, Zura había observado aquello.



-¡Qué interesante!- se sonrió, mirando a la pelirroja y pensando.- Esto es justo lo que necesitaba. Espero que esos idiotas cumplan con su parte.



            Con regocijo recordaba esa expresión de su interrogador cuando hizo aquel comentario de que podía matar a esa chica en un segundo. Ese Derail era un idiota. No prestó atención a las palabras de ella. Zura le remarcó con toda intención que pudieron entrar cómodamente en la nave y pese a que él en un principio iba bien encaminado, alegando que les hubiera sido imposible acercarse desde una distancia excesivamente larga, no reparó en la respuesta más obvia.



-Tenemos algunos amigos muy influyentes a bordo. Amigos que fueron capaces de evitar que nos detectasen. Pero claro, estabas tan centrado en esas ridículas humanas que ni se te pasó por la cabeza, ¡ja, ja! - Se reía ella sola en su celda.- ¡Pobre idiota!



            Justo entonces los gritos de un humano la hicieron prestar atención. Quizás era en una sala contigua pero, pese a todo, con sus aguzados sentidos podía oírlos bien.



-¡Soy inocente, esas zorras me han tendido una trampa! -Aullaba un individuo.-

-Vaya, esto se pone cada vez más interesante.- Pensó Zura sonriendo una vez más, en tanto se tumbaba en la cama con las manos tras la nuca.- Ahora solo tengo que esperar…



Y mientras tanto, de camino hacia el laboratorio de las chicas, Kiros logró comunicar con el doctor Ginga. Tras explicarle lo que pasaba éste le contó a su vez lo de aquella especie de suero.



-No le pasará nada si se trata de la verdadera Keiko.- Le tranquilizó.-

-Según mi visor, la auténtica está en la zona de contención.-Repuso el saiyajin.- Eso deja a la falsa en el laboratorio.

-Nos reuniremos allí entonces.- Replicó el doctor.-



            Por su parte Tang alertó a su prima. Mei Ling recibió el mensaje y lo puso en conocimiento de Penélope. Las dos miraron con una mezcla de temor y animadversión a aquel ser.



-¿Qué hacemos ahora?- Quiso saber la oriental.-

-Nada.- Declaró Penélope en tanto se hacía con una jeringuilla y la llenaba con una buena dosis de aquel suero.- Por lo menos hasta que el doctor Ginga y el mayor Derail estén aquí.



Y su subordinada asintió. Las dos quedaron allí, vigilando a su enemigo y aguardando la llegada de los refuerzos. Al fin podrían capturar a ese extraño ser y hacerle hablar. Entre tanto, en la cafetería de Ginger, Scott se disculpó tras tomarse su parte de la tarta.



-Debo irme. Tengo algunas cosas pendientes que hacer en el laboratorio.

-¿A estas horas?- Se sorprendió Melissa.-

-Estoy perfeccionando mi proyecto.- Confesó el chico algo ruborizado ahora.- Aun no funciona tal y como me gustaría.

-¿Quieres que te echemos una mano?- Se ofreció Adams.-

-No, muchísimas gracias. Prefiero hacerlo solo.- Declinó el joven, añadiendo.- No es nada problemático. Unos retoques.

-Bueno, si eso es lo que deseas.- Repuso Melissa.-

-Por favor, terminen la velada.- Les pidió el muchacho en tanto se daba la vuelta con su silla de ruedas.- Les veré mañana.

-Hasta mañana entonces, Scott.- Replicó Adams.-



            Y tras despedirse de ellos  fue a hacer lo propio con Ginger. La camarera enseguida le comentó, con tinte solidario.



-Es una pena que Clarisa no estuviera aquí.

-Bueno, en otra ocasión.- Sonrió apuradamente él.-



 Y sin más el joven se marchó de la cafetería dirigiéndose al deslizador. Ya en él llamó a la doctora Drummont. Ésta convino en verle en el centro desarrollo cibernético. Porque en efecto iban a trabajar en un proyecto del chico. Pero no en el que Prentis y Adams pensaban…

 

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