Pasaron
unos cuantos días, las cosas aparentaban estar tranquilas aunque el alto mando
no descansaba. Tampoco algunos de los oficiales. Jane seguía tratando de
averiguar la identidad del violador de Celia. De hecho el doctor Ginga la hizo
llamar y tenía al fin resultado. Cuando se lo entregó la joven se llenó de
indignación.
-Muchas
gracias, doctor.- Le dijo realmente reconocida para añadir con algo de
emoción.- A la alférez Walsh le hubiera aliviado saber que hay gente como
usted.
-No
me lo agradezcas, es algo que se debía hacer.- Afirmó Giaal.- Solamente lamento
que esa chica no pudiera estar viva ahora. Tengo entendido que el funeral por
ella y por el mayor Shulth se celebró en un ámbito muy reservado, junto al
resto de los pilotos.
-Sí,
doctor.- Suspiró ella refiriéndole en tono confidencial.- Lo que voy a contarle
está clasificado. Sin embargo, creo que usted sí merece saberlo. Oficialmente
ellos murieron durante un ataque enemigo, causado por ese sabotaje a nuestros sistemas
informáticos. De este modo, la memoria de Celia quedará limpia. Eso será al
menos lo que se le dirá a su familia en cuanto retornemos a casa.
-Sí,
al menos que piensen que murió en cumplimiento del deber. – Convino Giaal.-
-Era
una buena oficial. Y una buena chica. Le pasó algo terrible que la enloqueció. -
Le comentó Jane con pesar, admitiendo.- No puedo excusarla por lo que hizo,
pero no merecía terminar así.
-Sí,
Susan me lo dijo. Recuerdo la tarde en la que nos vimos tras lo sucedido. Se
culpaba de no haber podido ayudarla. Y lo pasó realmente mal.
Realmente Jane no sabía si la
teniente Hunter le había contado eso con detalles a su novio. De ser así, esa
chica estaría metida en un grave problema. Ese tema estaba clasificado. Y ni
tan siquiera ella misma había sido demasiado explícita ahora. Empero, por mor
de las circunstancias, decidió que era mejor dejarlo estar. Así afirmó.
-La
teniente Hunter se portó como una magnífica oficial y persona. Realmente no
pudo hacer nada más. No debe cargar con eso. Todos tuvimos nuestra parte de
responsabilidad.
-Así
es.- Declaró Giaal.- Cada vez que se ignoran esas conductas y se pretende que
todo es normal. Creo que esa pobre muchacha debió pasar por un infierno antes
de llegar a ser capaz de hacer lo que hizo.
-Sí,
y al menos antes, cuando creía que Shulth era culpable.- Suspiró Jane tratando
de explicarse.- No es que apruebe lo sucedido. Siempre hay otras maneras.
Hubiese sido mucho mejor un juicio. Pero es que encima era inocente. No me
interprete mal. – Se apresuró a añadir ante la escrutadora mirada de su
interlocutor.- No es que desease que fuera culpable. Y, aunque tenía alguna
información que relacionaba al mayor con ciertos casos de abusos, tampoco
merecía aquello.
-Solamente
le pido que proceda con cautela.- Repuso su contertulio.- Ahora que tiene
evidencias, teniente.
-Lo
haré. Muchas gracias por todo.
Y tras despedirse del doctor, la
joven fue en busca de su superior, la comandante Simmons. Precisaba ayuda para
llevar a cabo su plan. Por su parte, Giaal recibió una llamada.
-¿Si?
Hola Penélope. Sí, claro…Tú dirás. Bueno, puedo mirarlo. ¿Para qué lo
necesitas? Muy bien…haré lo que pueda. Adiós.
El alien colgó algo atónito. Esa petición le
parecía algo extraña, aunque haría en efecto lo que estuviera en su mano. Esa
llamada de la doctora Winters había sonado desde luego algo apurada. Y es que
en el laboratorio Penélope estaba tensa. No podía evitar pensar en los
acontecimientos de los últimos días. Además, estaba esa petición que le
hicieran desde el alto mando. Meditaba sobre ello con desagrado.
-Espero
que Giaal pueda ayudarme. No me gusta la idea de tener que mentirle, pero no
creo que, de saber la verdad, quisiera prestarse a eso.
Por otro lado, Melissa había ido al
centro de investigación cibernética. Tanto Scott, como el doctor Adams,
trabajaban en el proyecto del chico. La pelirroja llegó justo a tiempo de verlo y exclamó llevándose las
manos a la boca.
-¡Oh,
Dios mío!
Y es que Scott estaba en pie. Al
menos enfundado en una especie de exoesqueleto que le permitía mantener esa
posición. Incluso caminar. Lo hacía algo torpemente pero con mucha
determinación.
-Éste
es mi proyecto, doctora.- Le contó con visible expresión de orgullo.- Un
exoesqueleto combinado con unos microchips que permiten un movimiento dirigido
desde la mente.
-¡Realmente
brillante!, eres todo un genio.- Le alabó su contertulia.-
-No
ha sido solamente obra mía. El doctor Adams me ha ayudado mucho.- Afirmó
humildemente el chico.-
Sin embargo, el aludido movió la
cabeza y sonrió, para rebatir con afabilidad.
-No
seas tan modesto, Scott. Todo el trabajo ha sido tuyo. Únicamente me he
limitado a darte algún consejo o a comprobar el sistema de vez en cuando.
El joven se puso algo colorado. Siguió
caminando un poco más y adoptando diversas posiciones. Tras unos minutos dio
por terminada la prueba. Con la ayuda de Adams se deshizo de ese aparato y
volvió a su silla.
-En
cuanto terminemos hoy me gustaría celebrarlo.- Les comentó con alegría.- Quisiera
invitarles a tomar algo.
-¡Claro
que sí!- Convino Melissa con idéntica emoción.-
En eso quedaron, incluso el doctor
Adams, pese a parecer renuente al principio. No obstante, su colega y ayudante
le pudo convencer.
-Vamos,
no me haga ese feo. Me hace mucha ilusión.- Le insistió.-
-Está
bien. - Concedió el interpelado.- No seré yo quien estropee la celebración.
Y dejando ese tema a un lado por el
momento volvieron al trabajo. Había muchas cosas que hacer y ciertos programas no parecían funcionar del
modo que se requería.
-Tendré
que hablar con Bruce. Hay algunos protocolos que debemos depurar.- Comentó
Scott.-
-Sí.-
Convino Melissa.- Una pena que hoy sea el día libre de Caroline. Podría
echarnos una mano y acabaríamos más rápidamente.
-Bueno,
no corre demasiada prisa.- Afirmó Adams.-
Y era verdad, la mayor parte de los
programas que quedaban por ajustar y revisar, no eran esenciales. De modo que
se lo tomaron con más calma, pensando ya en ir a tomar algo más sustancioso que
esa calma, después, en la cafetería de Ginger y Clarisa. Ente tanto, en el
laboratorio, Penélope, Mei Ling y Keiko trabajaban en silencio. La jefa porque
parecía tener la mente en otra parte y sus subordinadas por la tensa situación
que todavía había entre ellas.
-Necesito
ayuda aquí.- Indicó la oriental.-
Keiko se aproximó con prevención.
Aunque su compañera no pareció mirarla mal ahora sino con agradecimiento.
Estaba en medio de una prueba, haciendo algunos cálculos y así se lo comentó
con un tono absolutamente normal.
-Claro,
deja que te ayude.- Se apresuró a decir la pelirroja.-
Se pusieron enseguida a la tarea sin
intercambiar palabras. Mei Ling aparentaba estar tranquila, lo cual no podía
aplicársele a Keiko. La joven miraba nerviosa de soslayo a su colega. Pese a
todo, la oriental no daba muestras de notarlo. Al fin, concluyeron con esos
cálculos. La pelirroja suspiró aliviada. Quiso entonces decirle a su compañera con un tono más distendido.
-Me
gustaría que tomásemos algo para poder charlar.
Sin embargo, ahora sí que Mei Ling
le dedicó una fría mirada, espetando con un desprecio que no se molestó en
ocultar.
-Fuera
de lo estrictamente profesional, contigo no tengo nada de qué hablar.
Y se alejó yendo hacia otra parte
del laboratorio. Keiko la vio hacerlo consternada. Pero no tuvo mucho tiempo de
seguir dándole vueltas a ese asunto. Penélope la mandó llamar.
-Ven
a ayudarme con esto.- Le pidió.-
La chica acudió. Su jefa estaba
mirando algo al microscópico electrónico. Parecía ensimismada.
-¿Qué
puedo hacer?- Quiso saber la interpelada.-
-Busca
estos compuestos.- Le pidió su jefa dándole una tablet. -
Keiko leyó algunos de ellos y se
extrañó. Muchos eran realmente peligrosos. ¿Qué estaría haciendo Penélope?
-¿Para
qué quieres esto?- Inquirió con estupor.-
-¡Hazlo
y rápido! - Fue la seca réplica que su contertulia le dio.-
Desde luego, esa no era su tarde. No
sabía quién de las dos estaba más arisca con ella, si Mei Ling o Penélope.
Suspiró, decidiendo que mejor sería obedecer y olvidarse de lo demás. Cuando
saliera de turno quizás aprovechase para ver a alguien. Pensó en Maggie, y en
Kiros.
-Lo
malo es que no sé decidir a cuál de ellos llamar.- Se decía con una evidente
zozobra.-
Por su parte las personas objeto de
sus pensamientos estaban terminando sus respectivas ocupaciones. Maggie
concluía su turno en el centro médico. Pensaba en Keiko, en su renuncia a ella.
Aunque no podía dejar de traer a su mente a Mei Ling también. Y no tenía muy
claro que hacer. ¿Volver con ella y pedirle perdón? No… aquello sería una
farsa. Se daba perfecta cuenta de que no estaba enamorada de esa chica. Y ya no
quería mentir a nadie y menos aún engañarse a sí misma nunca más.
-No
sé qué debo hacer.- Se decía.- Tras estos últimos días solo deseo tener algo de
paz…Ha sido horrible. ¡Todo se ha derrumbado! Pero no debo auto compadecerme.
Ya no. Hay personas que han sufrido muchísimo más que yo…
Recordaba las honras fúnebres en
honor a los fallecidos tras aquel terrible ataque. Sobre todo, viendo los desolados
rostros de los padres y madres de aquellos niños, en especial el de aquella
mujer, Aurora. Parecía totalmente ida. Esa desdichada debía de haber atravesado
cualquier umbral más allá del dolor, tanto que no hablaba de su hija como si
estuviera muerta. Al contrario, daba la impresión al oírla de que la cría iba a
regresar de la escuela de un momento a otro. La piedad y el pesar hicieron que
la enfermera simplemente se quedara ahí, en silencio, escuchando la perorata de
esa pobre desgraciada…
-Mi
niña la quiere a usted mucho.- Sonreía sardónicamente Aurora con voz queda.- ¿A
que sí?- Le preguntaba a su consternado esposo.-
-Sí,
cariño.- Musitaba él con el tono opacado por el dolor.- Sí…
-Quiere
ser una buena enfermera, como usted, porque usted la curó.- Sonreía ahora esa
pobre desquiciada -¿Verdad, Edgar? – Remachó mirando a ese hombre.- Esta chica
es realmente una gran profesional. Nuestra niña aprenderá mucho de ella.
-Sí,
muchas gracias, señorita.- Convino él.-
Margaret únicamente pudo componer un
leve asentimiento de cabeza. Si hubiese tratado de hablar, de seguro hubiera
roto a llorar. Y no quería destruir la única ilusión a la que se aferraba esa
pobre infeliz. En lugar de eso miraba a su alrededor. La mayor parte de los
oficiales estaban formados en uniforme de gala, saludando a los féretros. Era
un funeral indistinto para civiles y militares. Las autoridades así lo
quisieron para evidenciar la unión de todos. Pudo ver entre otros al mayor
Jensen, con un gesto consternado, muy lejos de su expresión risueña habitual.
También estaban aquellas mujeres, la teniente Hunter, la otra chica morena que
no conocía y el propio mayor Kiros. Por un momento no pudo apartar la vista de
él. Y fue como si ese hombre se apercibiera, apenas si la miró pero su expresión
era asimismo de pesar. Vio luego al doctor Ginga, abatido al igual que el
resto. Y entonces las palabras de esa mujer la sacaron de esos pensamientos.
-Nos
tenemos que ir, Nelly vendrá pronto del colegio. Es una niña, mejor no traerla
a ver estas cosas. Y tendrá que merendar. Iré a prepararle algo rico…
Y evitando que su esposa hablase ya
más, su compungido marido la tomó de un brazo sacándola de allí, en tanto
concluían las honras fúnebres. Al poco Maggie se retiró a su vez. No vio
a Keiko, ni a Mei Ling tampoco. No hubiese tenido valor para confrontar a ninguna. Aunque alguien sí que la vio a
ella. Era Kiros. El joven se aproximó, tras saludar a algún compañero y le
abordó.
-¿Cómo
estás?- Preguntó con gesto preocupado.-
-Todo
lo bien que una puede después de algo como esto.- Suspiró la muchacha casi
sin querer mirarle.-
-Lo
comprendo perfectamente.- Asintió él.-
La chica le contó entonces lo de
aquella pobre madre, y suspiró incapaz de evitar humedecer sus ojos. Comenzando
a sollozar.
-Esa
mujer está totalmente abatida por el dolor. ¡Lo ha perdido todo!, su hija era
su vida. Creo que hasta ha perdido la razón. No me extraña. Para mí fue algo
espantoso. No soy capaz de quitármelo de la cabeza. No puedo ni atreverme a
imaginar lo terrible que habrá sido para ella. Me aterra solo el pensar ponerme
en su lugar. Si hubiera sido hija mía…
El joven la miraba haciéndose cargo
de eso. Una vez más su expresión mostró dolor y rabia.
-¡Ojalá
hubiese podido salvarla! Llegué demasiado tarde. - Musitó.-
-No
fue culpa tuya. Nadie habría podido hacer más.- Replicó comprensivamente ella.-
Gracias por interesarte por mí. Adiós.- Se despidió caminando con más rapidez.-
Y es que deseaba alejarse de él
cuanto antes. Lo meditaba ahora disponiéndose a salir del centro de salud. Se
sentía mal, confusa en presencia de ese tipo. Querría odiarle pero no podía. Y
no le faltarían motivos. A fin de cuentas la había vencido. Ahora Keiko solamente
le miraba a él. Al menos eso pensaba, dado que no había podido estar cara a
cara con esa chica desde hacía días.
-Buenas
tardes, señorita Kendall.- La saludó entonces el doctor Benson.-
-Buenas
tardes.- Repuso con un susurro ella que
casi ni se había dado cuenta de su llegada.-
-¿Se
encuentra bien? La noto algo pálida.- Declaró él.-
-Sí,
gracias. Estoy cansada supongo.- Pudo pretextar.-
-Si
necesita que la examine, para mí será un placer.- Afirmó el doctor.-
Oyendo una propuesta como esa en
otro momento se habría puesto a la defensiva o contestado con algún incendiario
comentario sarcástico. Aquello muchas veces sonaba a una clara insinuación, o
al menos una indirecta. Aunque el doctor Benson no era de ese tipo. No por lo
que Maggie supiera. Y creía que, en esta ocasión, esas palabras mostraban una
preocupación genuina. Esbozó una sonrisa y movió la cabeza.
-Gracias
doctor. Estoy bien, de veras. Solamente necesito descansar un poco.
-Es
comprensible tras los últimos acontecimientos. Nos pasa a todos. - Afirmó él,
aconsejándola.- Váyase a casa y trate de dormir un poco.
La joven asintió, ya se marchaba
cuando su inefable compañero James apareció.
-Hasta
mañana, Maggie.- Le dijo no obstante, con un tono bastante normal.-
Al menos esta vez no iba a hacerse
el gracioso con alguna de sus ocurrencias. Ni siquiera él era ajeno a todo lo
sucedido. La muchacha lo agradeció. Se despidió de él y se alejó…
-Dormir
no me vendría mal. – Decidió meditando sin embargo con cierta dosis de temor.-
Espero no tener pesadillas.
Y eso quiso hacer, dirigiéndose a su
apartamento. Los que sí quisieron
continuar la velada fueron Adams, Scott y Melissa. Después de la llegada del
doctor Bruce Hershow y sus otros relevos se marcharon del centro de desarrollo
cibernético. Tras recorrer la distancia en un deslizador y pasear por el
reconstruido parque al fin llegaron al local de Ginger. Allí las cosas estaban
más tranquilas que en semanas anteriores. Muchas personas se retraían de salir
afectadas por el miedo a lo sucedido. No obstante, la dueña trataba de mantener
el buen ambiente. De hecho, al ver llegar a sus clientes y amigos, sonrió.
-¡Buenas
tardes, cuanto me alegro de verles! - Saludó de inmediato con ese entusiasmo
suyo habitual.-
-Hola
Gin.- Repuso afablemente Melissa.-
-¿Qué
van a querer tomar?- Inquirió la camarera.-
-Ahora
consultamos la carta.- Declaró Adams.
-No
hace falta, tráenos una tarta Sandy completa, invito yo.- Intervino Scott.-
Tanto el doctor Adams como Melissa se
miraron perplejos, pero enseguida asintieron divertidos. Ese chico estaba de
buen humor, y no era para menos. Parecía lleno de entusiasmo, tanto como para
preguntarle a Ginger.
-¿No
trabaja hoy Clarisa?
-No,
es su día libre.- Le contó la interpelada.-
Eso pareció decepcionar algo al
muchacho, pero enseguida sonrió de nuevo para pedirle a la propietaria del
local.
-¿Puedo
acompañarte? Quiero pagarte la tarta y hacerte un encargo…
-Por
supuesto.- Repuso la chica.-
De modo que el joven hizo avanzar su
silla de ruedas siguiendo a la dueña del establecimiento. Allí quedaron Melissa
y Adams, observando cómo se alejaban los dos.
-Vaya,
¡lástima! - Suspiró le pelirroja.-
-¿Por
qué?- Quiso saber Adams.-
-No,
por Scott, es una pena que Clarisa no trabaje hoy.
-¡Ah!,
ya comprendo.- Se rio el doctor.- Sí, es verdad…
-Harían
muy buena pareja esos dos.- Comentó la doctora Prentis.- Apuesto a que Scott ha
ido a preguntarle a Ginger sobre ella.
-Podría
ser.- Concedió su interlocutor.-
Curiosamente entonces comenzó a
sonar una canción. Era un viejo tema que Adams conocía de los tiempos de su
juventud.
-Vaya,
¡qué apropiado para lo que estábamos hablando! – Sonrió.- ¡Y qué gran
verdad! Al menos en la mayoría de los
casos…
Melissa asintió, escuchó un poco la
letra y tuvo que convenir en eso. De hecho, la hizo reflexionar sobre su propia
vida…
Más
pronto o más tarde
Le
ocurre a todo el mundo
A
todo el mundo…
-¿Qué
es lo que ocurre?- Quiso saber la doctora al hilo de esa estrofa inicial.-
-Ahora
lo sabrás.- Sonrió él mirándola con una mezcla de afecto e interés que ella no
supo precisar.-
Puedes
vivir tu vida solo
Pesada
como una piedra
Vivir
tu vida aprendiendo
Y
paseando solo
Decir
que es todo lo que quieres
Pero
no me creo que sea verdad
Porque
cuando menos lo esperas
Esperando
tras la esquina por ti
El
amor viene deprisa
Hagas
lo que hagas
No
puedes parar de caer
Ah
Ah
El
amor viene deprisa
Hagas
lo que hagas
No
puedes parar de caer
Tanto el doctor como Melissa escuchaban ahora
esa canción observándose de reojo y apartando enseguida la mirada. Con un
sentimiento mezcla de ligera vergüenza y escepticismo. Quizás eran ya demasiado
mayores como para dejarse llevar por ese momento. Aunque, pese a todo, seguían
muy atentamente los acordes y oían la letra con mucho interés…
Puedes
vivir una vida de lujo
Si
es todo lo que quieres
Probar
placeres prohibidos
Cualquiera
que desees
Puedes
volar hasta el fin del mundo
Pero,
¿a dónde te lleva eso?
Porque
cuando menos lo esperabas
Justo
cuando menos lo esperas
El
amor viene deprisa
Hagas
lo que hagas
No
puedes parar de caer
El doctor recordaba algunos amores de juventud
y otras decepciones y malas experiencias. Pese a todo, no se arrepentía de ello.
Volvió a pensar una vez más en esa pobre muchacha de la SSP-1 que aseguraba que
él era su novio.
-Pobrecilla.
Por más que trato de hacer memoria no logro recordar su nombre.- Meditó entre
los acordes de aquel tema.-
El
amor viene deprisa
Hagas
lo que hagas
No
puedes parar de caer…
Uuh
Uuh
Uuh
Scott sonrió en tanto les observaba
desde dentro. Le había pedido a Ginger que pusiera precisamente esa misma
canción. La joven enseguida asintió entusiasmada. No podía evitar coincidir con
ese chico. El doctor Adams y la doctora Prentis hacían una magnífica pareja. Y
es más, en su opinión los dos precisaban el uno del otro. Como dos barcos en la
niebla que se cruzan. Al menos, eso creyó haber leído alguna vez en una novela.
¿O lo escuchó en una película? Sea como
fuere, les miraba junto al muchacho, con visible curiosidad. Escuchando entre
tanto los acordes y la letra aquella…
Sé
que suena ridículo
Pero
hablando por experiencia
Puede
parecer romántico
Y
no hay defensa
el
amor siempre te alcanza…
Kiros llegó a escuchar esta última
estrofa. El saiyajin pensó en esas sabias palabras. Era verdad. Ninguna técnica
o entrenamiento le había preparado para eso.
-Es
una técnica sumamente poderosa. No importa lo que hagas, ni lo en guardia que
estés, te toma totalmente desprevenido.
Y entonces, haciendo buenos sus pensamientos,
la vio. Caminaba hacia allí, su largo pelo rojizo, su postura elegante y esa
mirada de ojos grises con reflejos violetas…
-¡Keiko!
- Musitó sin dejar de escuchar aquella tonada.-
Más
pronto o más tarde
Más
pronto o más tarde
Le
ocurre a todo el mundo
A
todo el mundo
Puedes
volar hasta el fin del mundo
Pero,
¿a dónde te lleva eso?
Y ahora Melissa sonreía, con cara
algo ruborizada incluso, ante la mirada entre atónita y divertida del doctor.
Desde luego que él no podía ni imaginarse como había vivido ella su vida. Eso
la hizo entristecerse un poco entonces.
-Es
cierto, incluso a mí me llegó a visitar el amor una vez. Pero decidí apartarlo
a un lado en post de mi absurda venganza.- Se lamentó.-
El
amor viene deprisa
Hagas
lo que hagas
No
puedes parar de caer
El
amor viene deprisa
Hagas
lo que hagas
No
puedes parar de caer…
-Es
una bonita canción. Y suele ser verdad.- Declaró Adams insistiendo sobre su
anterior aseveración.-
-Quizás
no para todos.- Objetó su acompañante alegando con un poso de amargura.- Aquí
lo podemos atestiguar.
-Nunca
se sabe…- Afirmó enigmáticamente él.-
El
amor viene deprisa
Hagas
lo que hagas
No
puedes parar de caer
El
amor viene deprisa
Hagas
lo que hagas
No
puedes parar de caer…
Uuu
uuuhh
Ella le dedicó una mirada entre curiosa y
atónita. Aunque entonces volvió Scott. Entre tanto los últimos ecos de la
canción se desvanecían en su final…
El
amor viene deprisa
Hagas
lo que hagas
No
puedes parar de caer
El
amor viene deprisa
Hagas
lo que hagas
No
puedes parar de caer…
(Love comes quickly.
Pet Shop Boys. Crédito
al autor)
-Me
gusta mucho este tema.- Les comentó.- Por eso le pedí a Ginger que lo pusiera.
-Claro,
es un grupo genial. Les escuchaba mucho siendo estudiante.- Comentó Adams que
casi llegó a suspirar remachando con un evocador tono.- ¡Qué tiempos aquellos!
Sus interlocutores le miraron con
una sonrisa aunque no añadieron nada. Justo llegaba Ginger con una bandeja
sobre la cual lucía la esperada tarta, una jarrita con leche, dos tazas de té y
una de café.
-Aquí
está todo. Que les aproveche.- Les deseó la chica a la que daba la sensación de
que todo aquello le pesaba bastante.-
-Permíteme.-
Le pidió Adams, ayudándola con los platos.-
-Muy
amable, doctor.- Sonrió la joven, mirando al doctor y a Melissa en particular,
cuando remachó deseándoles a todos.- Que disfruten de la tarde.
Tras recibir el agradecimiento de
sus clientes, la camarera se marchó de regreso a la cocina, aunque al ir hacia
allí vio de reojo al mayor Kiros. Sin embargo, el militar no entró. Al
contrario, salió del establecimiento. Parecía llevar prisa. La muchacha se
encogió de hombros y retornó a sus quehaceres. Y en efecto, el oficial estaba
siguiendo a Keiko. Deseaba darle alcance, hablar con ella. Esos últimos días
apenas sí se vieron. Aunque en un primer momento, ansioso por abordarla como
estaba, no se percató, lo cierto es que luego sí que le pareció algo raro. Esa
chica iba camino de la base militar. Pudiera ser que precisamente para verle a
él.
-Sería
mejor si estoy allí cuando llegue.- Pensó entonces el joven.-
Y con su velocidad no tuvo problema
en ir por otro camino y adelantarse. Le daría una sorpresa a la chica. Al menos
eso creía, dado que Keiko, casi en ese momento, sonrió.
-Al
menos ha sido rápido.- Musitó ella.-
Entre tanto, en otra parte de la
nave, Jane estaba decidida a llegar al fondo de aquello. Si era necesario
recurriría a algo que no le gustaba en absoluto. Pero deseaba probar los hechos
sin el menor asomo de duda. De ser cierta, la información que el doctor Ginga
le facilitó su plan podría ir bien. Ese era el día adecuado. Apenas si habría
personal. Pero necesitaba a alguien para que colaborase con ella. No dudó en
ponerse en contacto con la teniente Hunter. Estaba de permiso pero una vez la
informó de su atrevido y arriesgado plan, ésta se brindó de inmediato a
ayudarla. Al cabo de un par de horas se reunieron en la base.
-¿Está
segura de querer hacerlo?- Inquirió una preocupada Jane a su subordinada.-
-Sí,
no se preocupe, confío en usted.- La animó ésta añadiendo con un tono a medio
camino entre la tristeza y la resolución.- Y siento que se lo debo a Celia.
Tras unos segundos de silencio su
superiora asintió. Dieron pues comienzo a la primera parte del plan. Las dos se
separaron. Y es que la teniente Hunter lucía un vestido rojo con falda corta,
medias y botas negras y altas de tacón. Muy alejada de su uniforme habitual. Se
dirigió entonces hacia la salida. Allí
no tardó en ver al oficial de guardia.
-Vaya.
¿Qué hace aquí vestida así, teniente?- Quiso saber él.-
-Verá
señor. Estaba de permiso, pero es que olvidé un informe de vuelo. Es una lata
pero tengo que presentarlo mañana.- Pudo argüir recordando su coartada.-
-Claro,
pase.- Sonrió éste con tono afable pero sin perderla de vista.-
De hecho, Susan vio que aquel tipo
la recorría de arriba abajo con la mirada. Supuso que así debía de ser. Al
menos se sabía atractiva. Y todo el plan dependía de ello. De modo que,
suspirando para mantener la calma, se dirigió hacia la en ese momento vacía
sala de archivos. Entró, solamente se escuchaba el ruido que los tacones de
aguja de sus botas hacían al andar. Encendió uno de los ordenadores y esperó.
Todo iba bien, al poco oyó un sonido de pasos amortiguados. En ese instante la
luz se apagó. Ella se levantó dispuesta a enfrentarse a quien quiera que fuese
pero entonces recordó.
-¡No!
Debo dejarme atrapar…
Y pese a tener que recurrir a toda
su fuerza de voluntad no opuso resistencia cuando sintió esa mano tapando su
boca y nariz con un paño. De hecho, apenas si fue consciente de nada más, esa
sustancia adormecedora con la que estaba rociado aquel trapo la hizo perder
enseguida la consciencia.
-Ya
está...- Pudo pensar poco antes de quedar sin sentido.- Ya es nuestro…
Jane aguardaba, el transpondedor que
pusieron a Susan y que estaba conectado a un medidor de sus pulsaciones se
activó entonces. La joven oficial no tardó en advertir a un par de policías
militares y a su superiora, la comandante Simmons, para que se unieran a ella…
-No
sé en qué narices estaba usted pensando, teniente Gray. Ha puesto en un gran
riesgo a la teniente Hunter.
La amonestó su superiora en tanto vigilaban en una
pantalla las constantes de Susan y seguían sus movimientos, o al menos a donde
aquel agresor la estuviera llevando.
-Lo
siento, señora. No tuve otra opción. Había que actuar con rapidez. Solo podía
confiar en la teniente Hunter. Conmigo no creo que se hubiera atrevido. No
tiene la certeza de conocerme.
-¿Y
qué puede importar eso? Normalmente un violador puede estar buscando esa
sensación de poder que le da el someter a una mujer- Rebatió Simmons.- Más en
su caso, que en el de Hunter. Usted ostenta una mayor graduación.
-En
otras circunstancias estaría de acuerdo con usted. Pero en ese caso, si se
trata de quién creo, no sabe cuáles son mis días libres, ni mis horas de
permiso. Con Hunter sí. Por eso la llamé. Ella tenía libre esta tarde. Es más
creíble que se hubiera presentado en la base por olvidar un informe y vestida
de civil para ir con su cita. Eso además enervaría al agresor en mayor medida.
-¿Y
por qué eso debería enfurecerle más?- Quiso saber su superiora sin acabar de
comprender ese razonamiento.-
-La
teniente Hunter lo reúne todo. Es atractiva, y puede ser muy femenina, como
prueba el atuendo que elegimos para el plan. Y al mismo tiempo es una mujer
independiente y buena piloto, que está bajo su mando, pero al violador le
frustra el hecho de no poder ordenarle mantener relaciones sexuales con él.
Además, tiene novio, lo que significa que ha elegido a otra persona, no a ese
pervertido.- Argumentó Jane.- Y en base al ataque anterior, casi todo
concuerda.
-La
alférez Walsh no tenía novio que yo sepa.- Objetó Simmons.-
-No,
pero alguien andaba tras de ella, el comandante Shulth.- Declaró entonces Jane,
dejando perpleja a su superiora, sobre todo cuando remachó.- Y para una mente
enferma y retorcida como la de este maniaco, no había diferencia entre un novio
u otro acosador. Sencillamente era un rival que se le había adelantado. Una
competencia no deseada que le llevaba ventaja. Por eso provocó a Celia para que
le matase.
-¿Qué
la provocó?- Exclamó Elisabeth queriendo saber ahora con tono perplejo.- ¿Cómo
demonios pudo hacer eso?
-Sí,
señora, lo hizo.- Respondió Jane desvelando.- Durante mi investigación descubrí una extraña
transmisión que partió de una zona de esta base hacia el varitech de la alférez
Walsh. Tenía una determinada frecuencia.
Nadie pudo recibirla sino ella. Eso me dio la pista clave. Muy pocos
oficiales serían capaces de conocer las frecuencias específicas de los cazas y
menos aún de transmitirlas selectivamente, salvo si perteneciesen a la misma
escuadrilla. Ahora, espero estar en lo cierto.
Simmons asintió. Eso deseaba también.
-Únicamente
espero que lleguemos a tiempo.- Suspiró la comandante.-
-Necesitamos
pruebas, señora.- Le recordó su subordinada.- Sin ellas nada podemos hacer. Por
lo que saqué en claro del testimonio de la difunta alférez Walsh, el violador
esperó a que ella despertase. No le satisfacía cometer su delito mientras su
víctima siguiese dormida. Por eso deduje que no se trataba de una simple
pulsión sexual. En su mente retorcida lo que ese cerdo quiere es demostrar su
poder. ¡Que las mujeres sepamos cual es nuestro lugar! - Masculló con una ira
que no se molestó en ocultar.-
Y con el silencioso asentimiento de
su superiora la joven decidió no esperar más. Tras unos angustiosos minutos se
dispuso a ir a por ese criminal. Deseando fervientemente que la teniente Hunter
estuviera sana y salva. Fue entonces
cuando el aparato transpondedor se desconectó.
-¿Qué
demonios ha ocurrido, teniente?- Inquirió una alarmada Simmons al darse cuenta
junto con su subordinada.-
-No
lo sé, señora. Debería llegarnos su señal.- Pudo responder la desconcertada
Jane.-
-Más
vale que la recuperemos pronto, o que pensemos algo y rápido. Esa chica está en
un gravísimo peligro. – La urgió su superiora.-
De hecho, Susan poco a poco fue recobrando la
consciencia. Tenía los ojos vendados y se notaba sostenida en el aire por las
muñecas y los tobillos. Parecía estar atada. Apenas pudo murmurar en tanto
volvía poco a poco a tomar conciencia.
-¿Dónde
estoy?...
-Vaya,
vaya…hola…¿Ya despierta? - Le respondió una especie de voz gutural.-
Aquello sonaba a un aparato
modulador para camuflar el tinte característico de la persona que lo estuviera
empleando. La joven guardó silencio para
seguir escuchando a aquel siniestro interlocutor, que enseguida añadió.
-Ya
tenía ganas de que llegara este momento.
-Pues
podrías quitarme la venda y así nos presentaríamos formalmente.- Replicó ella
con sorna.-
-¡Ja,
ja, ja! Susan…tienes sentido del humor, me gusta. Me gusta mucho. ¡Tú me gustas
mucho!…- Jadeó.-
La teniente Hunter notó como unas
manos recorrían sus piernas hacia arriba, desde las botas, que ese tipo no le
había quitado, hasta el muslo. Después prosiguieron el ascenso para posarse en
su vestido. Y es que para su sorpresa seguía vestida. Quizás ese pervertido
disfrutase quitándole la ropa porque esperase que ella le fuese a suplicar que
no lo hiciera.
-¿A
qué esperas?- Le retó ella, tratando de arruinarle así el clímax.- ¿O es que me
vas a tener aquí toda la tarde? Tengo cosas mucho más importantes que hacer…
-¡Sí!,
ver a ese medicucho idiota.- Replicó esa voz que ahora parecía translucir un
tinte molesto, más al agregar.- No te merece, no es lo bastante hombre para ti,
pero yo sí…Ya lo comprobarás.
Susan sintió que algo duro y no
demasiado grande se restregaba contra una de sus piernas. Supuso de inmediato
lo que era. Esbozó una mueca asco y disgusto pero no quiso evidenciarlo.
Seguramente es lo que aquel tarado esperaría. Ahora podía escucharle jadear de
un modo más intenso. Por su parte, Jane no tardó en activar un aparato que
llevaba. Suspiró aliviada y le comentó a su superiora.
-He
recuperado la señal.
-¡Pues
sigámosla! Tenemos que rescatar a la teniente Hunter.- Le ordenó Simmons.-
La teniente Gray no tardó en
obedecer, seguidas por los dos policías militares que estaban a su lado, ambas
mujeres se dieron prisa en rastrear a su compañera. Susan entre tanto, y tras
unos momentos de quietud y silencio únicamente rotos por esos jadeos
entrecortados de aquel pervertido, sintió como ese tipejo comenzaba a tratar de
quitarle el vestido. Sobreponiéndose a ese angustioso trance, fue capaz de
decir con tono templado.
-Procura
no estropearlo. Me costó una fortuna.
Aquellas palabras parecieron hacer
dudar a su captor. Sin embargo, debió de recobrarse enseguida, dado que comenzó
a tirar con furia de la falda de ella a la par que aulló amenazándola.
-¡Maldita
puta! ¿Quieres reírte de mí? ¡Te voy a enseñar quién manda aquí!
-¿Qué
vas a enseñarme a qué?- Se rio ella.- Solo eres un miserable sin valor
suficiente como para enfrentarte a una mujer cara a cara.- Añadió con todo el desprecio que pudo
reunir.-
Eso le costó recibir un puñetazo en
el estómago que la dejó momentáneamente sin respiración. Ahora su agresor se
reía también, volvía a jadear en tanto que admitía.
-¡Me
estás poniendo a cien!, debo reconocer que me gusta tu estilo.
Y recorrió la entrepierna de la
joven con una mano. Susan tuvo que ahogar una exclamación. ¡Ese cerdo le estaba
tocando en sus partes más íntimas! Sintió como le quitaba la ropa interior,
ahora la muchacha se esforzaba por no sollozar. Era casi imposible tratar de
sustraerse a esa angustiosa situación, pero si no lo hacía aquel cabrón
ganaría. Por la memoria de Celia que no lo permitiría…
-Sí.-
Le susurró él.- Ahora vas a ser mía, y sabrás lo que es sentir dentro de ti a
un hombre de verdad…como lo aprendió esa zorra de Walsh.
Eso confirmó de una vez por todas la
autoría de la violación del alférez Walsh por parte de ese criminal. Susan
esperó que aquella confesión hubiera quedado grabada en el transpondedor, que
iba provisto a su vez de micro. Entre tanto, ajeno a eso, ese canalla comenzó a
besarla en sus partes. Quizás pensando en su enfermizo cerebro que aquello
complacía a su prisionera. La teniente Hunter estaba al límite ya de su
resistencia, deseaba chillar y agitarse para apartar a ese cerdo de ella. Por
fortuna un ruido repentino hizo que aquella tortura parase. Luego algo cayó.
Tremendamente aliviada oyó la voz alta y clara de la teniente Gray.
-¡Queda
detenido! ¡No se mueva!
Tras ruidos de golpes y forcejeos, Susan
escuchó también un grito gutural. Después, notó como alguien le colocaba una
tela envolviendo sus zonas íntimas y la tapaba. Unas manos estaban desatándola
al tiempo que otras la sujetaban para
que no cayera. Por fin alguien le quitó la venda.
-La
felicito teniente Hunter.- Declaró entonces la comandante Simmons esbozando una
complacida e incluso admirada sonrisa cuando la aludida la vio.- Ha sido usted
tremendamente valiente.
-Gracias,
señora. Era mi deber.- Afirmó ella que todavía respiraba con agitación.-
Aunque estaba deseosa de conocer la
identidad de su agresor. De aquel cerdo que había violado a Celia. No tuvo que
aguardar mucho. Al fin le vio, esposado y arrodillado en el suelo, gimoteando
como un perro apaleado. En tanto Jane le espetaba.
-Teniente
primero, Pavel Kovac. Queda arrestado acusado de secuestro, violación en grado
de consumación y de otra en grado de tentativa. Además de instigación para
cometer asesinato. Acorde con el código de justicia militar tiene derecho a guardar silencio. Le advierto que todo lo
que diga desde ahora podrá ser empleado en su contra ante un tribunal
militar. Tiene derecho a ser
representado por un abogado y a llamar a alguien. Éste último derecho debe ser
circunscrito únicamente a esta nave.
-Es
suficiente, teniente Gray. - Dictaminó Simmons, ordenando a los policías
militares.- ¡Llévenselo de aquí!
Los soldados obedecieron la orden
enseguida. Aquel tipejo solamente era capaz de gemir suplicando. Con el
desprecio pintado en sus caras las mujeres le vieron ser arrastrado fuera de
esa habitación.
-Espero
que no te haya hecho nada.- Dijo Jane con preocupación.- Nada más perder la
señal del transpondedor imaginé que te habría quitado el vestido, lo enganché
en él. Por suerte, tuvimos la precaución de ponerte uno auxiliar en una de tus
botas.
-¡Menos
mal que ese cerdo depravado no se las quitó.- Comentó una aliviada Simmons al
ver a su subordinada que aun las lucía.-
-Se
ve que le ponía verme con ellas. No se preocupen, no me ha hecho nada
irreparable.- Declaró Susan, añadiendo eso sí, con desagrado.- Pero sí cosas
bastante asquerosas.
-Ahora
retírese, teniente, tómese un buen descanso, se lo ha ganado. Y un permiso de
tres días. Yo misma se lo comunicaré al capitán Deloin y al contralmirante
Hazzar.- Intervino la comandante Simmons.-
Tras saludar Susan salió. Con el
permiso de su superiora, Jane la siguió. Ambas satisfechas por haber al fin
atrapado a ese maniaco y honrado la memoria de la difunta alférez Walsh.
Mientras eso sucedía, el citado capitán Deloin estaba con el teniente Tang en
la celda de contención. Allí trataban de sonsacar más información a su cautiva.
La saiyajin les dedicaba unas miradas evidentes de desinterés…
-Si
no colabora no podré ayudarla.- Insistía pacientemente Deloin.-
-¿Ayudarme
a qué?- se sonrió su interlocutora con gesto burlón.-
-Hicimos
un trato. Iba a darnos información.- Le recordó él.-
-No
estoy al corriente de nada más. Ya les dije que tenían traidores a bordo de
esta nave.- Replicó la guerrera con absoluta indiferencia, aunque agregando con
algo más de énfasis.- Pero ignoro sus identidades.
En ese momento, alguien llamó por el
intercomunicador. El teniente Tang salió a responder.
-¿Sí?...muy
bien, déjenla pasar.- Indicó.-
¿Quién
era, teniente?- Quiso saber Deloin.-
-La
señorita Tomoe, señor. Ha venido para hacer unas comprobaciones en la celda.
Su superior asintió. De hecho,
todavía podían apreciarse las grietas. Así que aprovechó aquello para decirle a
la saiyajin.
-Espero
que tenga algo más interesante que contar. El mayor Kiros no es tan paciente.
Ya lo sabe. Supongo que no deseará volver a comprobarlo.
Zura pareció interesarse más
entonces por cooperar. No tardó en añadir.
-De
hecho, esos traidores de los que les he hablado están distribuidos por lugares
estratégicos de esta nave. A fin de tomar el control de la misma. Como tratamos
de hacer la otra vez. Pero, si eso fracasa…
-Discúlpeme
un momento.- Le pidió el capitán que recibió una llamada.- ¿Sí?...muy bien,
todo está dispuesto.- Repuso, para ordenar acto seguido a Tang.- Vaya a buscar
a esa científica. La estaba esperando.
-Sí,
señor.- Repuso éste.-
El oriental salió de la sala para
acompañar a esa muchacha. Aunque no tenía informes de que fuera a venir. Sin
embargo, no pudo verla una vez que llegó hasta la sala de espera, donde
supuestamente ella estaría aguardando.
-¿Y
la científica que estaba aquí?- Quiso saber dirigiéndose a los extrañados
centinelas.-
-Por
aquí no ha pasado nadie, mi teniente.- Replicó uno de los guardias.-
Zhao se sorprendió, aquello no le
gustaba. Una especie de premonición comenzó a decirle que algo no iba bien.
Justo cuando estaba pensando en eso vio aparecer al mayor Kiros.
-¿Dónde
está Keiko?- Quiso saber con visible interés.-
-No
lo sé señor, si se refiere a la señorita Tomoe fue vista entrando aquí, pero
ahora no tenemos idea de dónde está.
Sin embargo, fue comentar eso y ver
a esa joven pelirroja que iba directa hacia la sala de contención. Debió de
haberse metido por otro pasillo por error.
-¡Keiko!-
La llamó Kiros.- ¡Keiko!
La muchacha no pareció hacerle caso.
Aunque al insistir, ella le dedicó una atónita mirada. Al fin sonrió aunque sin
mucha convicción.
-¿Qué
haces por aquí?- Quiso saber él.-
-Vine
a comprobar la seguridad.- Le contestó con tinte algo apagado.-
-Entonces
iré contigo. –Se ofreció el saiyajin, agregando.- Quiero que esa traidora me
cuente algunas cosas más.
La joven asintió aunque parecía
renuente. Kiros le dedicó una sonrisa en espera de que aquello la animase. La
notaba extraña de hecho. Lo más seguro es que estuviera confundida, como decían
los humanos, cuando se trataba de sus sentimientos. Decidió seguir el consejo
que le dieran en Nuevo Vegeta, no presionar siendo demasiado directo.
-Señor,
yo debo ir también.- Intervino Tang quien amablemente le inquirió a la recién
llegada.- ¿Ha visto usted a mi prima?
-¿Su
prima? No, lo siento.- Replicó Keiko que
parecía estar pensando en otra cosa.-
No cruzaron más palabras en tanto
accedían una vez más a la zona de contención donde estaba la celda de la
prisionera. Allí, Zura se incorporó al instante del camastro en el que estaba
tumbada con cierta desidia.
-Vamos
a seguir charlando.- Le dijo Kiros con tono firme y cortante.- Y recuerda que
no tengo tanta paciencia como los humanos.
-Estoy
a tu disposición.- Replicó su interlocutora permitiéndose una leve sonrisa de
sarcasmo cuando sentenció.- No tengo ninguna cita todavía.
Aunque al ver a Keiko sonrió una vez
más, comentando divertida.
-¡Vaya!
¿No me digas que esa humana te hace compañía?
-No
es asunto tuyo.- Replicó bruscamente él.- Dedícate a contarnos más sobre tu
jefe…
-No
tengo jefe.- Contestó orgullosamente su interlocutora.- Solamente soy leal a mi
pueblo y a sus verdaderas tradiciones.
-¡Déjate
de tonterías!- Espetó Kiros.- Sabes perfectamente a lo que me refiero. Dime,
¿dónde está ese bastardo?
Y tras un breve momento de silencio,
Zura repuso contestando con otra pregunta.
-Supongo
que no te referirás al príncipe Eron, ¿verdad? Hace mucho que no sé de él.
-Ese
traidor fue encerrado en una prisión dimensional por los soberanos. Y lo sabes
perfectamente. – Contestó Kiros que ya estaba perdiendo la paciencia.- Habla o
tendré que entrar para pedírtelo con menos educación.
Zura debió de juzgar que ya había
jugado demasiado. Y ese tipo era alguien que, como buen saiyajin, cumpliría con
sus amenazas.
-Vale,
supongo que hablas de Gralas.- Admitió. -
-¿Dónde
está ese canalla? – Insistió el joven.-
-No
muy lejos de aquí en realidad.- Le confesó la saiyajin.- En un pequeño planeta a unos pocos millones
de kilómetros. Según las medidas humanas.
Kiros miró de reojo a Deloin, el
capitán entonces asintió. Aquello les confirmaba lo que habían estado creyendo
desde que partieron.
-Debo
informar de inmediato al contralmirante.- Afirmó el capitán.- Usted quédese si
lo desea y siga interrogando a la cautiva.
-A
sus órdenes.- Repuso el muchacho.-
Y tanto el capitán, como Tang se
marcharon. El oriental obtuvo permiso para irse por su cuenta, su superior ya
se marchaba directo al cuartel general. De modo que Zhao aprovechó. Con su
teléfono móvil marcó el número de su prima. No le fue difícil de conseguir
siendo miembro del servicio de inteligencia de la nave. Y precisamente por ello
había algo que no le cuadraba en todo aquello.
-Si
todo está como debería, según mis datos estará en el trabajo, espero que conteste
la llamada.- Se dijo…
Efectivamente Mei Ling estaba
todavía terminando algunas pruebas. Miraba a esa estúpida de reojo, sin ocultar
su desprecio. Aunque decidió no hablar más, dado que Penélope estaba cerca. De
todos modos, su jefa parecía muy distante hoy, como si tuviera sus propios
asuntos de los que ocuparse. Entonces sonó su móvil. A desgana vio que se
trataba de Zhao. En fin, ya todo le daba igual. Desde luego que ahora ya no
tenía novia que ocultar. Así pues contestó a la llamada.
-¿Qué
es lo que quieres?- Preguntó con poca amabilidad.-
-Buenas
tardes, prima.- Replicó él, pese a todo guardando las normas de cortesía para
ir directo al grano y querer saber.-
¿Dime, habéis enviado a la señorita Tomoe a las instalaciones militares
del sector cuatro?
-¿De
qué hablas?- Inquirió a su vez Mei Ling que ahora lanzó otra mirada, pero de
extrañeza hacia su compañera, afirmando.- Ella está aquí. No se ha movido en
toda la tarde.
-¡Eso
no puede ser! - Rebatió su ahora sorprendido primo, para desvelar.- Está aquí,
en la celda donde retenemos a una prisionera enemiga.
También Mei Ling manifestó el
asombro en sus facciones al oír aquello. La oriental pasó entonces a emplear un
tono de voz cercano al cuchicheo.
-¿Estás
bien seguro de eso? La tengo a pocos metros.- Le insistió.-
Y con disimulo apuntó la cámara del
móvil y grabó durante unos segundos para luego enviar las imágenes a su primo.
Zhao pudo ver aquello con estupor. Ahora una cosa estaba clara. Esa chica no
podía estar en dos sitios diferentes al mismo tiempo, luego entonces…
-Una
de las dos…, debe de ser el metamorfo.- Pensó, para pedirle a su prima.-
¿Puedes pasarme a la doctora Winters? ¿Está ahí? Hazlo con discreción.
-Un
momento.- Repuso Mei Ling.-
Aparentando naturalidad se alejó de
esa posible Keiko dirigiéndose hacia donde estaba Penélope. Su jefa la vio
acercarse y se extrañó. La oriental estaba rara, incluso tratándose de ella. No
obstante, enseguida asintió cuando su subordinada le pasó el teléfono y le
susurró.
-Es
mi primo. Tienes que hablar con él. ¡Es muy importante!
La doctora Winters se hizo con el
aparato y escuchó. En pocos instantes fue puesta al corriente de lo que
sucedía.
-Muy
bien.- Convino.- Trataremos de hacerlo del modo más sigiloso posible. Bien, sí…llamaré
a mi novio. Sí, él podrá ayudarnos. Por favor, si comprueban la identidad de la
que tienen allí con ustedes, hágannoslo saber de inmediato. Gracias, adiós.
Colgó devolviéndole el móvil a su
compañera. Las dos miraron de reojo a esa Keiko que parecía absorta ahora en
uno de los experimentos que estaban realizando.
-No
sé, no me parece que esté haciendo nada fuera de lo normal.- Comentó Penélope.-
-Tampoco
ese extraño ser hacía nada fuera de lo normal cuando se produjeron los ataques
anteriores.- Le recordó Mei Ling.-
-Es
verdad.- Admitió la doctora Winters.-
Recordaba muy bien como ella misma,
acompañada por Rick, vieron a esa falsa Ginger caminando. Y desde luego que no
hubieran podido distinguirla de la verdadera. Sin embargo, ahora, tenían la
posibilidad de cerciorarse. De modo que, aprovechando que su presunta compañera
estaba apartada y distraída con su trabajo, le comentó a Mei Ling.
-A
petición del contralmirante he estado desarrollando un suero especial. El
doctor Ginga me ayudó. Es un compuesto que tiene la facultad de inhibir las
células metamórficas de ese ser.
-En
otras palabras. Le impediría adoptar otras formas.- Interpretó Mei Ling.-
-Así
es.- Asintió su contertulia comentando de seguido.- Lo malo es que deberíamos inyectárselo.
-Pues
no creo que ella nos vaya a dejar hacerlo por las buenas.- Opinó la oriental
quien además objetó no sin preocupación.-Y podría ser la verdadera Keiko. ¿Qué
pasaría si le ponemos eso a un ser humano?
-Tranquila.
El doctor Ginga me aseguró que ese suero es inocuo para cualquier persona. Lo
único que le provocaría es soñolencia. Más bien se echaría una buena siesta. –
Replicó Penélope.-
-¿Estás
segura de eso?- Quiso saber Mei Ling.-
-Confío
totalmente en la palabra de Giaal, es un amigo y ha demostrado ser muy competente
en su trabajo.- Aseveró su interlocutora.-
La joven china meditó durante unos
instantes. Entonces le comentó a su jefa.
-Podríamos
reducirla y ponerle esa inyección. Conozco algunas técnicas de artes marciales
que serían útiles para eso. Y estaría encantada de aplicárselas.- Se sonrió
ahora no sin cierta malicia.-
-Es
muy arriesgado. Suponte que fuera ese ser y las técnicas a las que te refieres
no le afectasen.
-En
tal caso, ya no haría falta utilizar ese suero. Acabaríamos directamente con
él. Y ahorraríamos tiempo. Aunque sería una pena, creo que trabaja mejor que la
original. - Afirmó la oriental no sin un macabro sentido del humor.-
Ese comentario no le hizo ninguna
gracia a Penélope. Allí estaba en juego su seguridad e incluso la de toda la
nave. No comprendía qué motivo tendría Mei Ling para evidenciar tal
animadversión por su compañera. Con todo, ese no era momento para tales
elucubraciones, de modo que se centró en lo que realmente importaba y le dijo a
su contertulia con un cuchicheo.
-Para
mayor seguridad preferiría que alguien nos ayudase. Voy a llamar a Rick. Le
pediré que venga armado.
Su interlocutora asintió. Desde
luego eso era mejor todavía. Lo más prudente sería no arriesgarse sin tener que
hacerlo. A fin de cuentas ella no era militar.
-Y
quizás ese bicho sea muy fuerte. Mejor no hacerlo enfadar sin necesidad. -
Pensó con creciente temor.-
Entre tanto, aquella Keiko continuaba
trabajando. Penélope le pidió a Mei Ling.
-Ve
con ella y asegúrate de que no se mueve del laboratorio. Invéntate lo que sea.
Pero que siga distraída y que no sospeche nada.
-No
te preocupes, si fuera la verdadera sé muy bien cómo lograrlo.- Suspiró Mei
Ling con no poca zozobra.-
De modo que pusieron en marcha el
plan. La oriental se aproximó hacia su compañera, pretextando comprobar unos
datos. Cuando estuvo a su lado le comentó con un tono más suave y conciliador.
-Te
pido disculpas. Antes me comporté como una niña. Creo que tienes razón,
deberíamos hablar.
Keiko la observó esbozando una
sonrisa de circunstancias. Aunque no contestó. Se limitó a seguir con su
trabajo. Su contertulia no supo que hacer. Quizás si iba detrás podría hacerla
sospechar. En cualquier caso, trató de no perderla de vista hasta que Penélope
pudiera obtener ayuda.
-No
puedo bajar la guardia.- Se dijo la oriental con un creciente miedo.- No sé lo
peligroso que ese bicho sea pero ya hemos visto de lo que es capaz. No le
importa poner bombas y matar inocentes.
Entre tanto, el teniente Tang volvía
al interior del recinto. Era fundamental que aquella muchacha no saliera.
Podría ser el metamorfo o quizás no. En cualquier caso, agradecía que el
saiyajin estuviera allí. No sabía lo fuerte que esa cosa pudiera llegar a ser.
Pasó con semblante neutro y andando con calma, sabía muy bien como ocultar sus
emociones. Iba a abordar al mayor Derail, pero éste estaba ocupado con el interrogatorio
de la prisionera.
-Dime…,
exactamente ¿Cuántos traidores sois?
-Eso
según el punto de vista. – Replicó altivamente Zura, para sentenciar.- No me
considero ninguna traidora. Soy fiel al espíritu y a las costumbres de nuestro
pueblo.
-No
pienso discutir contigo sobre eso ahora.- Contestó airadamente Kiros.- ¡Contesta
a la pregunta y ahórrate tus comentarios! - Le exigió.-
-Ya
liquidaste a mi compañero Akran. De modo que solamente quedan tres o cuatro
saiyajin, sin contarnos a ti y a mí.- Repuso ella.-
-¿Cómo
entraste en la nave?- Inquirió su interrogador.-
-Algunos
de los que trabajan para Gralas me facilitaron la entrada. Pero no me dieron
nombres. Se limitaron a poner un
transporte fuera. Cuando esos aparatos humanos salieron. Luego desactivaron los
detectores y pudimos entrar con total comodidad.- Le desveló la cautiva.-
-Tuvisteis
que venir desde lejos. Os habrían detectado antes, no tiene sentido.- Rebatió
Kiros acusándola con enojo.- ¡Me estás mintiendo!
-No,
no te miento.- Replicó orgullosamente ahora su interlocutora.- ¿Por qué iba a
hacerlo? ¿A mí que me importan estos patéticos humanos? - Remachó.-
-No
son patéticos.- Negó su antagonista.- Tienen grandes virtudes.
-¿Cómo
la hembra esa que estaba a tu lado? ¿Esa que vino a sacarme sangre? ¡Ja!, es
algo ridículo. Podría matarla en un segundo.
-Maggie
no mata, salva vidas.- Replicó Kiros con expresión furiosa en tanto agregaba.- Eso es algo que tú jamás
podrás comprender. ¡Tócala a ella o a cualquier otra persona en esta nave y
acabaré contigo!
-No
dije que quiera matarla, dije que podría hacerlo fácilmente.- Aclaró Zura que
ahora observó a la humana pelirroja que estaba allí cerca, revisando la celda.-
Como a esa de ahí…
Su interrogador a punto estuvo de
entrar para darle una buena paliza. Sin embargo, fue entonces cuando Tang
llegó, llamándole.
-Disculpe
Mayor, ¿podría venir un momento, señor?
Controlando a duras penas su enfado,
Kiros dejó de lado a esa impertinente traidora y dedicó su atención al teniente
Tang. Éste le puso al corriente de modo discreto.
-¿Qué?-
Quiso exclamar él, aunque su subordinado enseguida le hizo gestos para que no
elevase la voz.- ¿Quiere decir que…? - Añadió el joven ya con un susurro.-
-Sí,
señor. Eso me ha dicho mi prima. No sabemos cuál de las dos es la auténtica.-
-Hay
un modo de averiguarlo.- Afirmó el saiyajin.-
Sacó el visor de uno de sus
bolsillos y se lo colocó. Discretamente apuntó hacia Keiko. Al menos eso
esperaba él, que aquella chica no fuera una impostora. Conectó el aparato que
enseguida emitió un pitidito. El muchacho entonces consultó la información.
Para su alivio le comentó a Tang.
-Fuerza
de dos unidades, registros humanos normales. Es Keiko.
-En
ese caso debo alertar a mi prima, señor. La impostora está con ella. - Comentó
el teniente.-
-Muy
bien. No se preocupe, iré para allá.- Quiso tranquilizarle Kiros.-
Y se acercó despacio hasta Keiko que
parecía estar muy concentrada en su trabajo. El muchacho saludó,
sobresaltándola. Ella le observaba respirando con agitación.
-Perdona.
Solamente quería decirte que tengo que marcharme.
-¿Marcharte?-
Repitió ella.-
-Sí,
me ha surgido un asunto. Pero me gustaría verte luego.
-Claro.-
Convino la muchacha esbozando una sonrisa algo nerviosa.-
El saiyajin le devolvió una mucho
más amplia y se alejó. Desde su celda, Zura había observado aquello.
-¡Qué
interesante!- se sonrió, mirando a la pelirroja y pensando.- Esto es justo lo
que necesitaba. Espero que esos idiotas cumplan con su parte.
Con regocijo recordaba esa expresión
de su interrogador cuando hizo aquel comentario de que podía matar a esa chica
en un segundo. Ese Derail era un idiota. No prestó atención a las palabras de
ella. Zura le remarcó con toda intención que pudieron entrar cómodamente en la
nave y pese a que él en un principio iba bien encaminado, alegando que les
hubiera sido imposible acercarse desde una distancia excesivamente larga, no
reparó en la respuesta más obvia.
-Tenemos
algunos amigos muy influyentes a bordo. Amigos que fueron capaces de evitar que
nos detectasen. Pero claro, estabas tan centrado en esas ridículas humanas que
ni se te pasó por la cabeza, ¡ja, ja! - Se reía ella sola en su celda.- ¡Pobre
idiota!
Justo entonces los gritos de un
humano la hicieron prestar atención. Quizás era en una sala contigua pero, pese
a todo, con sus aguzados sentidos podía oírlos bien.
-¡Soy
inocente, esas zorras me han tendido una trampa! -Aullaba un individuo.-
-Vaya,
esto se pone cada vez más interesante.- Pensó Zura sonriendo una vez más, en
tanto se tumbaba en la cama con las manos tras la nuca.- Ahora solo tengo que
esperar…
Y mientras tanto, de camino hacia el
laboratorio de las chicas, Kiros logró comunicar con el doctor Ginga. Tras
explicarle lo que pasaba éste le contó a su vez lo de aquella especie de suero.
-No
le pasará nada si se trata de la verdadera Keiko.- Le tranquilizó.-
-Según
mi visor, la auténtica está en la zona de contención.-Repuso el saiyajin.- Eso
deja a la falsa en el laboratorio.
-Nos
reuniremos allí entonces.- Replicó el doctor.-
Por su parte Tang alertó a su prima.
Mei Ling recibió el mensaje y lo puso en conocimiento de Penélope. Las dos
miraron con una mezcla de temor y animadversión a aquel ser.
-¿Qué
hacemos ahora?- Quiso saber la oriental.-
-Nada.-
Declaró Penélope en tanto se hacía con una jeringuilla y la llenaba con una
buena dosis de aquel suero.- Por lo menos hasta que el doctor Ginga y el mayor
Derail estén aquí.
Y su subordinada asintió. Las dos quedaron
allí, vigilando a su enemigo y aguardando la llegada de los refuerzos. Al fin
podrían capturar a ese extraño ser y hacerle hablar. Entre tanto, en la
cafetería de Ginger, Scott se disculpó tras tomarse su parte de la tarta.
-Debo
irme. Tengo algunas cosas pendientes que hacer en el laboratorio.
-¿A
estas horas?- Se sorprendió Melissa.-
-Estoy
perfeccionando mi proyecto.- Confesó el chico algo ruborizado ahora.- Aun no
funciona tal y como me gustaría.
-¿Quieres
que te echemos una mano?- Se ofreció Adams.-
-No,
muchísimas gracias. Prefiero hacerlo solo.- Declinó el joven, añadiendo.- No es
nada problemático. Unos retoques.
-Bueno,
si eso es lo que deseas.- Repuso Melissa.-
-Por
favor, terminen la velada.- Les pidió el muchacho en tanto se daba la vuelta
con su silla de ruedas.- Les veré mañana.
-Hasta
mañana entonces, Scott.- Replicó Adams.-
Y tras despedirse de ellos fue a hacer lo propio con Ginger. La camarera
enseguida le comentó, con tinte solidario.
-Es
una pena que Clarisa no estuviera aquí.
-Bueno,
en otra ocasión.- Sonrió apuradamente él.-
Y sin
más el joven se marchó de la cafetería dirigiéndose al deslizador. Ya en él llamó
a la doctora Drummont. Ésta convino en verle en el centro desarrollo
cibernético. Porque en efecto iban a trabajar en un proyecto del chico. Pero no
en el que Prentis y Adams pensaban…
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