jueves, 5 de enero de 2017

GWDN 20 Los traidores salen de las sombras


Tras salir de la cafetería y abordar el deslizador, el chico llamó sin tardanza a la doctora Drummont.



-Tenemos que actuar cuanto antes mejor.- Se decía Scott.- Ha llegado el momento.



Pero pese a que llamó y aguardó varios tonos, Caroline, que estaba con su esposo, tardó en atender la llamada.



-¿Sí?...-Replicó algo agitada.-

-Doctora, soy yo, Scott.- Le desveló el muchacho.-

-¿Scottie?- Replicó ella templando ya su respiración.- ¿Qué quieres a estas horas, muchacho?

-Se trata de algo que me preocupa. No quiero decirles nada a los doctores Adams y Prentis. Bueno, en realidad he preferido dejarles a solas.



            Y ante el interés de su interlocutora por esas palabras, el chico le aclaró enseguida aquello.



-¡Ja, ja!, pillastre, buena idea. Esos dos tienen que conocerse.- Convino Caroline, que agregó, eso sí, con cómico tinte de recriminación.- En eso estaba con mi Ernie…

-Lo siento. Yo no pretendía interrumpir... - Repuso el azorado joven.-

-No pasa nada. Lo bueno es que él seguirá en casa cuando yo vuelva. ¡Por la cuenta que le tiene! - Rio la tejana que enseguida añadió.- Voy para allá.



            Y al cabo de unos minutos llegaron allí. Al parecer Hershow había terminado su turno también. De hecho estaba cerrado. Quizás era un poco pronto. Cosa que extrañó a Scott.



-Qué raro. Se suponía que el doctor debería estar aquí.

-Habrá terminado temprano.- Repuso una despreocupada Caroline que ahora parecía más interesada por los chismes de sus colegas que por eso, dado que le preguntó a su interlocutor.- Dime, ¿crees que esos dos tienen química? Yo creo que sí.

-Eso espero. ¡La invitación a tomar tarta para los tres me costó una fortuna!- Se rio él.-



            La tejana lo hizo a su vez cuando el muchacho la puso al tanto de su enrevesado plan. Mientras entraron en la sala de informática conectando los ordenadores.



-¡Vaya! Fíjate en ti. ¡Con lo modosito que parecías! Y qué mente tan maquiavélica.- Se sonrió la doctora.-



El chico no pudo evitar enrojecer un poco. Esa mujer era desde luego muy campechana. Le caía bien, siempre con ganas de hablar y, sobre todo, con positividad.



-Eso es algo que siempre viene bien. Sobre todo aquí.- Reflexionó Scott.-



Aunque dejó eso por un momento. Iba a consultar algunas notas de su proyecto. En esta ocasión sí se trataba del que sus amigos y compañeros de trabajo pensaban, claro.



-Y no el otro.- Le decía a Drummont con una sonrisa, refiriéndose precisamente a ellos cuando sentenció.- El que tengo para que esos dos se den una oportunidad.

-En ambos cuenta conmigo.- Le animó la tejana, aseverando.- Esta Melissa será muy lista para la ingeniería pero no tiene ni idea de cómo lidiar con los hombres.

-Pues el doctor Adams es algo similar.- Afirmó su interlocutor.-



            Caroline pareció pensar sobre algo y entonces le comentó al muchacho, no sin extrañeza y hasta jovialidad.



-Siempre le estamos llamando doctor Adams, pero supongo que tendrá un nombre cristiano. ¿Cómo narices se llama?



            Y eso tomó por sorpresa a Scott, a decir verdad, siempre le había llamado por su apellido.



-Pues ahora mismo no lo recuerdo. - Admitió.- Será cuestión de mirar en su perfil.

-Nos ocuparemos de ello más adelante. Ahora vamos a ver eso que querías mejorar.- Le respondió su compañera.-



            El chico asintió. Tras encender los ordenadores y meter sus claves de seguridad comenzaron a revisar la información y los comandos de los programas. Caroline era realmente una genio en ese campo y le ayudó a depurar bastantes cosas a un ya de por sí expertísimo Scott.



-Dentro de poco, el exoesqueleto será una realidad plenamente operativa.- Afirmó él con optimismo.- ¡No solamente para mí, sino para muchísima más gente!



            Su interlocutora sonrió asintiendo. Eso esperaba también, aquel chico era realmente muy buena gente. En su opinión, era una lástima que estuviese tan solo y así se lo comentó.



-Pues cuando este asunto esté terminado habrá que empezar con otro proyecto.

-¿Otro proyecto?- Inquirió él sin comprender.- Este ya me está resultando muy complicado.

-Sí- se rio Caroline, desvelándole.- Me refiero al que sea la continuación del de… ¡emparejando a Melissa y al doctor Adams! Lo llamaremos, emparejando a Scott. Ja, ja…



            Ahora el aludido se puso realmente colorado. Sin embargo y de reojo, observó algo extraño en su computador. Una serie de códigos binarios que aparecían…



-Esto no está bien.- Comentó al percatarse.-

-¿Cómo qué no?- Rio la tejana interpretando aquello como una réplica a lo que le había dicho.- Anda, sé de muy buena tinta que hay una guapa camarera que…

-No,- la cortó Scott señalando a la pantalla entonces, para afirmar con tono serio y concernido.- Me refiero a esto. ¿Qué demonios es? Parece un comando de control.



            La doctora Drummont lo vio también y su gesto pasó de esa risueña relajación a la preocupación.



-Es cierto. ¿Qué diablos es eso?- Preguntó en voz alta a su vez.-

-No tengo ni idea. Pero no me gusta nada.- Replicó su interlocutor.-



            Los dos trataron de anular aquello pero era imposible. Uno a uno los sistemas de seguridad comenzaban a fallar.



-¡Maldita sea! - Exclamó Caroline al darse cuenta.- ¡Esto es un nuevo ataque!



Para darle la razón la alarma comenzó a sonar en toda la nave. Ahora eran varios los sistemas que no obedecían al control central. Scott se afanaba para tratar de recuperarlos.



-No lo entiendo. – Se decía.- Si programamos varios cortafuegos y sistemas de seguridad.

-Sucede lo mismo en todas partes con las defensas.- Le comentó Caroline que asimismo traba de controlar aquello.- Está en caída libre sin que podamos detenerlo.

-Es natural. –Terció entonces la voz calmada y hasta divertida de Hershow, desvelando con satisfacción.- Después del bypass que hice, hemos podido tomar fácilmente el control de todo.



            Atónitos al oír aquello los dos dirigieron la mirada hacia aquel tipo que les apuntaba con una pistola. Además de venir acompañado por dos individuos más.



-¿Qué significa esto?- Preguntó un asombrado Scott.-

-Significa, ¡estúpido!, que hemos tomado el control.- Se rio su colega.-

-¿Quiénes sois? ¿Qué demonios queréis?- Espetó Caroline.-

-Somos hombres del gran Gralas, el señor de esta parte del Universo.- Replicó otro individuo.- Nos infiltramos en esta nave desde que se proyectó este viaje.

-No entiendo nada. ¿Quién es ese Gralas? ¿Por qué nos ataca?- Inquirió Scott.-

-¡Eso ahora no te importa! - Espetó Bruce, añadiendo con un tono más conciliador.- Limitaros a obedecer y no os pasará nada. Esta guerra no es contra vosotros. Es más, Gralas solo pretende librar a la Tierra de la opresión.



            Caroline se atrevió entonces a replicar con su tinte tejano habitual, lleno de sorna y escepticismo.



-No me parece muy digno de confianza ese tal Gralas o como se llame. Si tiene que hacer las cosas de esta manera.



            Aunque el sonido de varias armas apuntándola a ella y a su compañero la hizo callar. Uno de aquellos hombres replicó ya con peores modos.



-Puedes elegir, estúpida. ¡Obedece o muere!

-Será mejor que hagamos lo que nos digan.- Musitó Scott tratando de destensar ese ambiente.-

-¿Lo ve, doctora Drummont?- Sonrió Hershow.- Mi colega es más razonable que usted. Y tiene razón. Ya se lo he dicho. Hagan lo que les digamos y no resultarán heridos. Para empezar. Quiero que desactiven ahora mismo los protocolos de seguridad de una celda. Es de las pocas cosas que no pude intervenir.

-¿Qué celda?

-Está ubicada en la base militar del sector cuatro. Es la catorce A.- Le informó Hershow.-

-Entonces está en un sector militar. No tendré acceso desde aquí.- Opuso el joven informático.-

-No te preocupes. Lo tendrás. Un amigo está haciendo los ajustes.- Afirmó un convencido doctor Hershow.-



            Y Scott, aunque con renuencia, obedeció. En eso era bastante bueno. En reprogramar códigos y anular accesos. Aunque la doctora Drummont no parecía nada contenta. De todos modos no les quedaba otra opción.



-Ya está.- Avisó el chico.-

-Muy bien.- Sonrió Bruce.- Me alegra que seas razonable.



La saiyajin aguardaba con algo de impaciencia ya. Pudo ver a esa chica pelirroja tocando algo en los sistemas. Lo que la desconcertó al principio fue que, cuando le dedicó una mirada entre curiosa y hostil, esa joven respondiera a ella con una media sonrisa y asintiera, en lugar de mostrar temor, como hacían todas esas estúpidas hembras humanas. Entonces comprendió. Apenas si pudo reprimir una carcajada cuando vio a ese imbécil de Kiros aproximarse a ella para despedirse. Recordaba aquello cuando en ese momento la puerta de la celda emitió un ligero clic. Las cámaras y el armamento que apuntaba a su prisionera se desactivaron. Zura se vio libre, tras sonreír con malicia y regocijo salió disparada de allí.



-Bien, todo va según lo previsto.- Se dijo con gesto divertido.- Aunque, antes de ponerme manos a la obra, tengo mucha curiosidad.



            En efecto, con las medidas de seguridad anuladas no tuvo problemas en atravesar una de aquellas paredes con un rayo. Tras los cascotes y el desplome del muro cruzó caminando con calma para descubrir allí, acurrucado y con expresión de pavor, a un ridículo humano.



-¡Qué criaturas tan patéticas! - Masculló, para dirigirse a ese individuo y preguntar hasta con un cierto interés.- ¿Y a ti, porqué te han metido aquí?

-Soy inocente.- Repetía Kovac una y otra vez.-



            Desde luego que al ver cómo se derrumbaba la pared y aparecía esa extraña mujer tuvo miedo. Esa era prisionera alienígena a la que todos temían. Pero pese a todo hizo un rápido cálculo mental, más cuando ella insistió.



-¡Me trae sin cuidado que lo seas o no! - Se rio la saiyajin. Añadiendo con curiosidad.- Desde luego no pareces de los nuestros. Dime, ¿hiciste algo contra alguno de tu especie?

-Solo quise tratar a algunas de nuestras mujeres como se merecen.- Contestó de modo ambiguo él.- Quise darlas algo de mi amor pero se negaron.

-¡Esas tonterías humanas del amor! - Se burló Zura, admitiendo algo desconcertada.- No pensé que os encerrasen por ello. En mi mundo solamente cuenta tener una poderosa descendencia.

-Eso mismo quise yo. Pero esas zorras se resistieron. Ellas tuvieron la culpa.- Afirmó ahora pareciendo ensimismado.- Fue todo culpa suya.

-Muy bien, tengo curiosidad. Ya me lo contarás más tarde. Ahora, si quieres vivir y salir de aquí, harás cuanto yo te diga.

-Sí, lo haré.- Convino él de inmediato.-

-De modo que vas a traicionar a los tuyos.- Comentó Zura mirándole con desdén.- ¡Qué fácil es persuadiros!  Debo decir que me decepciona.

-No, ellos me han traicionado primero.- Rebatió Kovac, añadiendo con indignación.- ¡Tú no puedes comprenderlo!



            Sin embargo, la saiyajin sonrió para replicar.



-Te equivocas, lo entiendo mucho mejor de lo que crees. Por eso voy a dejarte vivir. Siempre que me seas útil.

-Lo seré.- Le prometió su aliviado interlocutor, aseverando.- Mucho más de lo que te imaginas.



La guerrera asintió complacida al escuchar aquello. Conocía bien qué carta debía asegurarse de poseer para que su compatriota saiyajin no fuera un estorbo. De modo que le explicó a ese humano.



-Esto es lo que vas a hacer…



Y tras ponerle al corriente del plan a seguir ella se marchó volando. Sabía perfectamente a donde dirigirse. No tardó en llegar. Aterrizó caminando tranquilamente en dirección al centro de salud. Había bastante gente allí aguardando a ser atendida. Divertida se puso a la cola y comenzó a avanzar.



-¡Oiga!- La amonestó un hombre que estaba a su lado.- Espere su turno como todo el mundo.



            Por toda réplica le empujó lanzándole contra unos árboles que estarían a unas decenas de metros. Todos los demás miraron aquello entre estupefactos y aterrados. La guerrera se sonrió con esa expresión suya entre maligna y pícara. Para exclamar en tanto disparaba algunos rayos de energía hacia zonas al azar.



-¡Bú!



            Aquello provocó el pánico, carreras, gritos de auxilio, lloros y caídas. Aunque a Zura le causó unas enormes ganas de reír. Sus carcajadas atronaban el lugar. Fue entonces cuando Maggie salió a ver que estaba ocurriendo. Y la saiyajin la vio.



-Mira lo que tenemos aquí.- Se dijo en voz alta esa invasora clavando sus ojos en la ahora atónita y aterrada enfermera.- Si es una de esas humanas patéticas que tanto le gustan a Kiros.



            Pese a querer huir de ella encerrándose en la consulta médica, la humana no pudo casi ni darse la vuelta para correr. En apenas una fracción de segundo esa individua la estaba cortando el paso y sujetando del cuello.



-Tú no vas a ir a ninguna parte.

-Por favor.- Pudo suplicar Maggie.- Mátame solo a mí, no hagas daño a las demás personas. No han hecho nada.

-¿Personas?- Repitió su enemiga mirando de reojo a aquella muchedumbre que se disgregaba corriendo en todas direcciones.- ¿Qué personas?- Rio extendiendo su otro brazo y la palma de su mano para exclamar.- ¡No veo a nadie!



            Lanzó un rayo de energía que alcanzó enseguida a muchos de los que huían. Apenas si tuvieron tiempo de chillar de pánico y dolor antes de ser vaporizados. Maggie no podía articular palabra, estaba completamente horrorizada. Ni siquiera era capaz de gritar. Sin embargo, esa individua se encaró con ella mirándola a los ojos con un gesto impasible y cruel para añadir.



-Tranquila, a ti no voy a matarte. De momento…

-Po, por favor… no le hagas más daño a nadie.- Le imploró llorosa.- ¡Te lo suplico, por favor!



            Y con gesto entre incrédulo y desencantado, la guerrera del espacio la soltó dejándola caer al suelo como un fardo en tanto declaraba con desprecio.



-¿Y por esta escoria es por la que ese idiota ha perdido la cabeza? ¡Es increíble! El príncipe Eron tenía toda la razón. Es mucho peor de lo que imaginaba. Nuestros mejores guerreros han sucumbido a estos ridículos sentimientos humanos.



            Entre tanto los avisos se sucedieron por toda la nave. Enseguida una escuadrilla de varitech se dispuso a interceptar y destruir a la enemiga. Aunque ésta simplemente obligó a su cautiva a entrar con ella en el centro médico. Allí, los pocos pacientes que había a esas horas observaron esa escena llenos de pavor. Ninguno se atrevió a moverse tras haber presenciado lo sucedido fuera.



-Muy bien, ¡basura humana! - Les escupió Zura.- Quedaos quietecitos y sin molestar y puede que no me digne mataros. ¡Tú! - Le espetó a la pobre Maggie.- Tráeme algo de comer.

-Esto es un centro médico.- Quiso explicarle a la guerrera entre balbuceos de terror.- Aquí no hay comida. Solo medicinas.

-Pues envía a alguien fuera y que me traiga comida. Espero que no tratéis de envenenarla porque tú la probarás primero.- Advirtió.-



            Aunque no tuvo ocasión de que nadie cumpliera con su orden. El doctor Benson y el enfermero García entraban en ese instante. Atónitos al encontrar toda aquella destrucción. Al parecer no esperaban ver a esa mujer ahí. Por lo menos el enfermero que preguntó con visible estupefacción.



-¿Quién es usted?



            Por toda réplica, Zura le disparó un rayito de energía que brotó de un dedo. Éste atravesó el pecho de García que cayó muerto al instante. Llena de horror, como el resto de los presentes, Maggie intentó infructuosamente hacer algo por él.



-¿Por qué lo has hecho?- gritó entre sollozos la chica.-

-No me gustan las preguntas.- Se sonrió la interpelada.- Así que, ya sabes.

-Déjelo. No hay nada que hacer.- Le dijo resignadamente Benson a la agitada y aterrada muchacha.-



            Aún así, Maggie continuó tratando de reanimar a ese pobres desgraciado con un masaje cardiaco y el boca a boca. Pero únicamente logró mancharse de sangre.



-Admito que, al menos, eres obstinada.- Declaró la saiyajin, observando las evoluciones de esa humana con gesto divertido.-



            Al final, la enfermera se detuvo entre sollozos apagados, con la cabeza hundida en el pecho y sentada en el suelo. Las personas allí reunidas, la miraron con una mezcla de simpatía y pesar, unido todo aquello al miedo cerval que tenían a esa extraterrestre asesina.



-Ahora, déjate de perder el tiempo y ve a por lo que te he pedido.-.Le ordenó bruscamente Zura.-



            Y como Maggie apenas sí reaccionó ni tan siquiera mirándola, la saiyajin añadió con un inequívoco tinte de amenaza.



-Tengo hambre, y eso me hace ponerme de mal humor. Apresúrate a llamar para que me traigan algo de comer o puede que elija a otro humano para hacer compañía a ese con el que estabas jugando.



            Aquellas palabras sí que hicieron reaccionar a su interlocutora que se levantó, siendo capaz de musitar con voz apagada.



-Está bien…voy enseguida.



            Entre tanto, en la sala de informática del departamento de proyectos cibernéticos, tanto Caroline como Scott estaban también perplejos. Bruce les apuntaba con una pistola al tiempo que declaraba.



-Fue muy divertido ver como os esforzabais creando tanto protocolo de seguridad para nada.

-¡Eres un maldito traidor!- Espetó la tejana saliendo entonces de su asombro y sustituyéndolo por ira.-

-¡Cállate zorra! ¿Dónde está Adams?- Quiso saber el ahora bastante menos agradable Hershow.-

-Hoy era su día libre. El suyo y el de la doctora Prentis.- Le respondió Scott, tratando de sonar más calmado pese al miedo que le recorría.-

-Tanto mejor. Así no nos molestará. No me gustaría tener que hacerle daño. - Se sonrió Bruce ordenando a sus ya ex compañeros.- Ahora vais a hacer todo lo que yo os diga.

-¿Quién te has creído que eres para darnos órdenes?- Replicó una desafiante Drummont.-

-Me creo que soy quien tiene el arma,- espetó su interlocutor.-  Y si no quieres que la use contigo, mejor será que no discutas.



            Sus oyentes no replicaron a eso. Estaba claro que aquel tipo tenía todos los triunfos en la mano. Únicamente podían esperar a que la ayuda llegara. Y desde luego que, en el resto de la nave, enseguida se dio la alerta. Kiros y Giaal habían llegado al laboratorio. Una vez allí, entraron. En ese instante se aproximaron a Keiko que les dedicó una atónita mirada al ver como se acercaban observándola con gesto amenazador.



-¿Qué pasa? -Quiso saber la muchacha.-

-¡No disimules! - Espetó Mei Ling más envalentonada ahora.- Sabemos quién eres en realidad. A mí ya no me engañarás más. ¡Monstruo!



            La interpelada la escuchó realmente estupefacta. No podía creer que su compañera fuera a airear esos trapos sucios delante de todos.



-Oye. - Le pidió tratando de sonar conciliadora.- Creo que deberíamos hablar, pero a solas.

-¿Para qué? ¿Para qué trates de tomar mi lugar?- Se sonrió la oriental.-

-¡Esto es ridículo! - Protestó Keiko.- Yo nunca pretendí tal cosa…



            Y la joven en verdad estaba empezando a ruborizarse, llena de vergüenza. Aquello era realmente embarazoso. Sin embargo, en ese instante sintió un pinchazo agudo en su trasero. Apenas sí le dio tiempo a girarse y preguntar al ver a su superiora.



-Penélope ¿Qué estás?...



            Aunque todo le daba vueltas, de pronto tenía un sueño tremendo, los párpados se le cerraban y cayó desmayada. Por fortuna, la rapidez de Kiros evitó que se estrellase contra el suelo. Ahora el atónito saiyajin la examinó con su visor y…



-Fuerza de una unidad. ¡Es humana! Pero, ¿cómo es posible?

-No lo sé. Quizás ese aparato tuyo no funciona bien.- Especuló Giaal.-



            El atónito Kiros intercambió unas miradas con el resto de los presentes, todos igualmente sorprendidos.



-No lo comprendo. Se suponía que era capaz de detectar al metamorfo a una distancia de treinta metros. La doctora Prentis y el doctor Adams así me lo aseguraron.

-Será mejor que les localicemos. - Aconsejó Penélope.-



            Y fue entonces cuando escucharon la alarma general. Era el estado de alerta roja.



-¿Qué sucede?- Quiso saber Giaal.-

-Un ataque, ¡maldita sea! –Masculló Kiros.-



            Sin perder un segundo, el saiyajin miró concernido a esa muchacha. Pero a su pesar tenía que irse. Así pues, dejó a Keiko en los brazos del doctor Ginga.



-Por favor, ocúpese de ella.- Le pidió antes de salir a toda velocidad.-



            Mei Ling, Penélope y Giaal se miraron atónitos. Fue el alien quien primero comentó.



-Dejadla tumbada en un sofá. Solamente está dormida. Como te dije, ese suero únicamente afecta a los humanos en forma de sedante.

-Bien. Entonces aguardaremos aquí.- Asintió la doctora Winters, añadiendo decidida.-Protegeremos el laboratorio. Ya tengo experiencia en eso. Mei Ling, vamos a sellar toda la sala con la compuerta blindada.



            La oriental asintió. De ese modo, amén de proteger todos los experimentos y sus descubrimientos, se pondrían a resguardo ellas también. En tanto eso sucedía, Susan y Olivia salieron de su apartamento a toda prisa dispuestas a llegar a sus estaciones de combate.



-¡Vamos!- Urgía la teniente Hunter.-

-Señora, ¿es que esto siempre es así?- Le preguntaba una jadeante mejicana, que trataba de seguirla con dificultad.-

- No, a veces es peor.- Replicó lacónicamente la interpelada.-



            Y continuaron corriendo hasta confluir a la entrada de la base con el mayor Mullins y el teniente Marcus. Aunque para su asombro no pudieron pasar. Uno de los varitech les bloqueaba el paso. Y el piloto enseguida se identificó.



-¡Malditas perras! Ahora vais a ver.- Se reía con regocijo.-

-¡Es Kovac!- Exclamó Susan sin poder dar crédito a lo que estaba viendo.- ¿Pero cómo pudo escapar?

-¡Pregúnteselo más tarde, teniente, ahora busquen refugio! - Le ordenó el mayor Mullins.-

- ¡A cubierto!- Repitió Marcus.-



            Obedecieron deprisa. Lanzándose al suelo y parapetándose tras árboles y bloques de casas. Justo a tiempo porque ese androide enorme comenzó a disparar una ráfaga de ametralladora barriendo todo el contorno.



-Esto se pone mal.- Admitió Olivia con gran preocupación.-

-Sabe muy bien lo que está haciendo. Nos impide llegar a nuestros cazas.- Comentó Susan.-



            Y era cierto. Por el momento no podían hacer más que resguardarse de aquellas letales ráfagas de metralla. Entre tanto, Jane estaba reunida con la comandante Simmons. Tras darle el informe pertinente sobre la captura de aquel violador, su oficial al mando la felicitó.



-Ha cumplido muy bien con su tarea, teniente.

-Gracias señora. Para mí ha sido la oportunidad de lavar mi propio honor. Lástima que Celia Walsh no esté viva para sentirse reparada en el suyo. - Musitó ahora con pesar.-

-Hay veces en la vida en la que no podemos salvar a todo el mundo, teniente. – Suspiró su superiora que no tardó en agregar con un tinte más firme.-  Aunque ahora tiene una misión aún más importante por realizar. ¿Está lista?



            Jane quiso responder a eso sin embargo, el sonido de la alarma sorprendió a ambas mujeres.



-¿Qué pasa?- Exclamó la muchacha.-

-Debemos estar sufriendo otro ataque ¡Vamos!, tenemos que darnos prisa.- La urgió la comandante.-



            Junto con otros oficiales corrieron a sus puestos. Aunque Jane siguió a su superiora hacia el puente. Allí, Hazzar estaba tan extrañado como sus oficiales, pero enseguida comenzó a dar las órdenes oportunas.



-Que todos los pilotos estén dispuestos para salir. Informe de la cantidad de enemigos detectada.- Le comunicó a uno de sus comandantes.-



            No obstante, para su sorpresa y la del resto, un mayor de operaciones informó.



-Señor, el ataque parece provenir del interior.

-¡Otra vez! ¿Cómo es posible?- Se preguntó en voz alta, rehaciendo de inmediato para ordenar.- Muy bien, capitán Deloin. Que todas las fuerzas de defensa de la nave se preparen.



            Aunque para su asombro y el de los demás, el citado capitán sonrió moviendo la cabeza y tras sacar una pistola y disparar contra dos guardias de seguridad, replicó, en tanto un par más de oficiales armados se le unían.



-Lo lamento mucho, señor. Pero desde ahora no da usted las órdenes.

-Pero. ¿Cómo es posible? ¡Es usted un traidor! - Denunció su superior sin poderlo creer.-

-No a la raza humana.- Rebatió Deloin, declarando.- Ahora evitaremos ser los títeres de un gobierno extraterrestre. La Luna Negra salvará la Tierra. Con la ayuda de nuestro aliado, Lord Gralas.

-¿Gralas?- Exclamó Hazzar.- ¡No puede ser, nosotros!…

-Sí.- Le cortó Deloin. - Ya sé cuál es su misión, contralmirante. La verdadera.- Dijo ahora en voz alta para que todos los asombrados oficiales en el puente pudieran oírle.- Esta nave nunca tuvo como objetivo prioritario el colonizar ningún planeta. Eso era una cortina de humo para que, ni los honrados habitantes de nuestro mundo, ni los del mundo que desean atacar a traición, lo supieran.

-¿De qué está hablando?- Intervino Jane con gesto de asombro.-

-Muy sencillo, teniente.- Se sonrió el capitán Deloin explicando en tanto mantenía apuntado con su arma al contralmirante.- Les han estado engañando. Esos ataques que hemos sufrido no eran sino intentos desesperados de defensa. De evitar que esta enorme y poderosa nave llegase a cumplir su misión real. ¡Cometer un genocidio!

-¡Eso es mentira! - Protestó la comandante Simmons.-

-¡Vamos, Elisabeth!, que nos conocemos.- Se rio el capitán.- Eres del servicio secreto del UNISON. Y trabajas con esos autoproclamados soberanos de opereta, Serenity y Endimión.

-¿A qué se refiere?- Inquirió la atónita teniente Gray.-

-Es una larga historia. Pero se la contaré. Total, vamos a pasar mucho tiempo aquí.- Afirmó su interlocutor.-



            Y así parecía que iba a ser. Al poco además apareció el teniente Tang quien saludó de inmediato al capitán.



-Situación controlada, señor. Todo va acorde al plan.- Le informó.-

-Magnífico. Ocúpese de ver si todos los protocolos de seguridad se hayan desactivados.-Le ordenó Deloin.-

-Sí, señor.- Replicó el asiático alejándose de allí.-



Zhao se dirigió sin perder ni un momento a la zona de desarrollo cibernético. Sabía que la acción de sabotaje estaba siendo llevada a cabo allí.



-Tengo que cumplir con mi cometido lo antes posible. Espero que todo estará pronto bajo control.- Se decía en tanto llegaba.-



Entre tanto, en la consulta, una asustada Maggie a punto de salir a cumplir con las órdenes de la saiyajin, vio impotente como su compañera Marek llegaba.



-Ya estoy aquí.- Declaró Erika según entraba.-

           

            Aunque no tuvo ocasión de decir mucho más. Cuando vio aquel cuadro dantesco, con García muerto en el suelo y los demás acurrucados en una esquina. Abrió la boca con horror. Solo su odiada compañera Kendall estaba en pie frente a ella. A su lado una mujer vestida con extrañas ropas.



-¿Qué significa esto?- Quiso saber.-



            Y aquella extraña, a una velocidad tremenda la apartó empujándola contra el resto de las personas. Erika cayó al suelo lastimándose un hombro. Aunque eso no fue más que un leve golpe enseguida observó a aquella individua con temor. Tenía una fuerza tremenda. De un simple manotazo la había lanzado al menos tres metros haciéndola volar sin tocar el suelo.



-Muy bien. Si quieres vivir, ¡cállate! - Le espetó Zura a esa recién llegada.- ¿Comprendido?



Con evidente miedo, Erika asintió. La saiyajin pasó entonces a dirigirse a Maggie en tanto miraba a Marek que era incapaz de enfrentar sus ojos a los de esa especie de psicópata súper poderosa.



-¿Vas a llamar a tus congéneres para que me traigan comida ya? ¿O quieres que continúe divirtiéndome con los que hay aquí?



            Como respuesta Maggie sacó enseguida su teléfono tratando de contactar con el exterior. Pero al parecer la señal estaba cortada.



-No funciona.- Suspiró entre atónita y visiblemente asustada.-



            Zura le arrebató aquel dispositivo de las manos. Quiso probar ella.



-Tecnología primitiva.- Espetó con desprecio.-



            No tuvo el menor problema en destrozar el aparato aplastándolo en su mano. Tras ello, añadió impertérrita.



-Tendrá que ir un humano de estos. Dime. ¿A quién vas a enviar a buscarme algo de comida?  ¿A esa?- Quiso saber señalando a la aterrada Marek.-

-No, yo misma iré.- Musitó Maggie con voz temblorosa.-

-Claro. –Se sonrió aviesamente Zura, añadiendo con desdén.- Quieres escapar, ¿verdad? Los humanos sois todos unos cobardes. Dispuestos a sacrificar a otros de vuestra propia especie para salvaros. Bueno, - Reflexionó con un tinte más comprensivo para sentenciar.- Eso no es necesariamente malo, sino práctico. Haremos una cosa. Irás tú, pero si no regresas en menos de una de tus horas, o te traes compañía indeseada, mataré a todos los rehenes. ¿Me he explicado bien?



            La impactada y aterrada Maggie apenas sí pudo asentir varias veces. Al fin, su captora le dio permiso para salir. Corrió lo más deprisa que pudo, directa hacia la cafetería. Allí, un rato antes, Melissa y Adams estaban a punto de marcharse. Ginger por su parte comenzaba a recoger. No parecía haber gente. En ese momento sonó la alarma.



-¿Qué sucederá esta vez?- Preguntó la doctora Prentis en voz alta.-

-No lo sé y no me gusta nada.- Contestó el doctor Adams.-

-Será mejor que salgamos.- Les sugirió Ginger.-



            Los pocos clientes que les acompañaban así lo hicieron. Entonces, antes de seguirles, Ginger vio llegar corriendo a Maggie.



-¿Qué es lo que pasa?- La abordó.-





            Aunque la enfermera estaba pálida, reflejaba un miedo atroz en sus ojos, y apenas sí fue capaz de musitar con tono tembloroso.



-¡Por favor, necesito comida! Toda la que me puedas dar. Las vidas de muchas personas dependen de eso.

-¿Qué?- Exclamó la estupefacta dueña del local.- No entiendo nada.



            Adams y Melissa se unieron a esa conversación y en cuanto la enfermera pudo dominarse un poco les hizo un breve resumen de la situación.



-Santo Dios.- Repuso el espantado doctor Adams tras oír aquello.-

-¿Qué podríamos hacer?- Preguntó Melissa en voz alta.-

-La única opción es obedecerla.- Repuso Maggie agregando con un gran temor.- Ya la he visto matar a varias personas sin pestañear, es perfectamente capaz de cumplir su amenaza. Y sé que lo hará.

-No te preocupes. Llévate todo lo que necesites.- Le ofreció Ginger.-

-Te ayudaremos.- Se unió Melissa.-

-¡No!, ella dijo que mataría a todos si alguna compañía no deseada se acercase.- Les recordó la enfermera.- No podemos arriesgarnos…



            Aquello era un gran problema. Maggie no estaba segura de poder acarrear tanta comida como esa loca deseara. Pero, al mismo tiempo, no quería poner en riesgo las vidas de tantas personas. Entre tanto, en el ambulatorio, pasados ya treinta minutos, Zura hizo levantarse a Marek.



-¡Tú! - Le espetó.- Serás la primera…



            Eso hizo estremecer de miedo a la enfermera. No obstante, sacó valor de donde no pensaba que pudiera tenerlo y movió la cabeza.



-¿A fin de cuentas qué más me da? Estamos todos muertos.- Sentenció.- Esa maldita zorra habrá ido corriendo a esconderse para librarse de las consecuencias. Lo sé, la conozco bien.

-Vaya.- Se sonrió entonces la saiyajin percibiendo un ligero aumento en la insignificante energía de esa humana.- Parece que no la aprecias mucho.

-¡La odio! - Siseó Erika con bastante sinceridad.- Y peor que la muerte misma para mí, es pensar que sea debida por su causa. Y sin poder ajustarle las cuentas como merece. Con todo el tiempo que llevo esperando para hacerlo.



            Zura se llevó una mano a la barbilla con gesto reflexivo. Podía sentir que esa humana no estaba tratando de engañarla. De veras odiaba a su congénere. Y de un modo que rayaba en lo irracional. Tanto que por un instante, su miedo a ella se había desvanecido. Eso la divertía e incluso hasta intrigaba.



-Al fin una cualidad interesante en los humanos.- Admitió con aprobación, para querer saber.- Dime ¿Por qué la odias tanto?

-¡Eso es asunto mío! - Escupió su interlocutora, añadiendo ahora con mayor suavidad y tono sumiso, al darse cuenta de con quién estaba hablando.- Te lo contaría, pero no delante de toda esta gente.

-Muy bien.- Convino la guerrera.- Entonces metámonos en ese cuarto de ahí.- Le indicó señalando un despacho próximo.- Quiero saberlo.



            Aunque, antes de eso, se ocupó de sellar las puertas con un rayo de energía. Diciendo divertida.



-Eso por si habíais pensando en que podríais escaparos de mí. Ahora humana, entretenme un poco.



            Y las dos entraron en una habitación. Una vez a solas Erika desde luego le narró una interesante historia. Zura la dejó hablar sin interrumpirla, con expresión de auténtico interés. Aunque cuando Marek concluyó, la saiyajin se rio ante la cara de asombro de su contertulia. Sin embargo, comentó al final.



-Así que es de esas… Bien, bien…me voy a divertir más de lo que suponía. Y alegra esa cara, también tú lo harás.

-Solamente te suplico una cosa.- Le pidió Marek poniéndose de rodillas.-

-¿Y bien, qué es, que te perdone tu miserable vida?- Se aventuró la saiyajin al verla de esa guisa.-

-No.- Negó tajantemente la enfermera para sentenciar.- Que no mates a esa zorra, al menos antes de que pueda vengarme de ella. ¡Por favor! Luego acaba con las dos, o simplemente conmigo puesto que puedo ser la única que siga con vida.



            Y Zura obsequió a esa humana con una mirada de aprobación e incluso de respeto. Para sentenciar.



-¡Vaya, vaya, vaya! Esto es cada vez más interesante. Muy bien…te concederé ese deseo.



            A todo eso, Maggie iba ya de vuelta cargada con algunas bolsas. Realmente llevaba bastantes y le pesaban pero se obligaba a caminar lo más deprisa que podía. Entonces ocurrió lo que le faltaba. Cuando creía que las cosas no se le podrían complicar más…



-Hola, señorita.- Escuchó decir a una trémula voz de joven.-



            Al mirar el rostro de su contertulio palideció, casi abrió la boca para decir con incredulidad.



-¡Martin! ¿Qué haces tú aquí?

-Estaba en el parque cuando sonó la alarma, volvía a casa. Va muy cargada. ¿Quiere que la ayude?- Le ofreció el muchacho.-

-No, no.- Negó ella con la cabeza y gesto apurado.- Gracias. No hace falta.



            Ya le quedaban unos doscientos metros para llegar y ese chico podría estar en peligro. Si esa loca le veía cualquiera sabía lo que pudiera ser capaz de hacerle.



-Pero le deben de pesar bastante. No se preocupe. Solo quiero ayudarla.- Insistió él.-



            Muchos pensamientos cruzaron por la cabeza de Maggie. No quería hacerlo, se odiaría a sí misma por ello, pero no tenía otra opción. Miró a aquel muchacho con gesto iracundo y le gritó.



-¡Maldito mocoso! ¿Es que no te dejé bien claro que soy lesbiana? ¡Haz el favor de dejarme en paz de una vez!



Martin quedó en shock. Apenas pudo despegar los labios. Estaba lívido. No pronunció una palabra más, bajando la cabeza tomó su monopatín, se subió a él y se alejó. Maggie movía la cabeza ahora dejando caer algunas lágrimas. ¡Tuvo que hacerlo! Esa cruel forma de alejarle había sido necesaria para salvarle la vida.



-¡Lo siento mucho!, eres un buen muchacho.- Susurró con voz queda viendo con él se perdía más allá de la arboleda cercana del parque.- Perdóname.



            Y sin desperdiciar ni un segundo más retomó su carrera. Jadeante y con los brazos doloridos y los dedos de las manos amoratados, llegó al fin al centro médico. Fue la propia saiyajin quién rompió una de las puertas que había bloqueado para dejar entrar a esa humana. Al abrir y entrar Maggie, una atónita Zura le dedicó una mirada hasta casi respetuosa para sentenciar.



-Pues mira, tu amiga se ha equivocado. No eres una rata tan cobarde después de todo.

-¿Qué?- Pudo musitar la muchacha.-

-Dame  la comida. Tengo hambre.- Le ordenó entonces la saiyajin.-



            Alargando una mano temblorosa Maggie obedeció. Zura le arrebató las bolsas con rudeza y celeridad. Las abrió enseguida sacando algunos sándwiches y porciones de tarta. Agradada por ello no obstante se contuvo y le indicó afablemente a la enfermera.



-Tú primero. Entre los humanos es de cortesía ofrecer a otros antes de comer , ¿no es así?- Pero su tono falsamente amable enseguida se tornó en esa dura voz de mando suya para ordenarle a Maggie.- ¡Come! Vamos a comprobar si esos manjares saben bien o tienen alguna ponzoña humana.



            La interpelada tuvo que “degustar” todas y cada una de las viandas que Zura le indicó. Aunque con los nervios y el temor casi se le hacía una bola en el estómago. Al fin, satisfecha tras hacérselas probar a la enfermera y cerciorarse así de que no estaban envenenadas, la saiyajin no tardó en dar buena cuenta de todo ante las atónitas caras de los presentes.



-No estuvo mal.- Concedió con aprobación.-



            Y mientras los humanos la miraban con estupor y miedo, ella se limitó a tumbarse en una camilla para comentar más distendidamente sin dirigirse a nadie en particular.



-Ya queda poco. Enseguida habrá terminado todo.

           

            Paralelamente a eso, Kiros y Giaal llegaron a pocos metros de la cafetería. Allí, vieron en efecto a los doctores Adams y Prentis. Aunque ellos salieron enseguida a su encuentro al percatarse de su presencia. El saiyajin iba a comentarles lo del visor cuando sus interlocutores se adelantaron poniéndole al corriente de lo sucedido.



-¿Qué? ¿Esa maldita traidora está suelta? Entonces, no hay ninguna duda. ¡Era ella!, la falsa Keiko era la que estaba en la sala de contención. Debió de desactivar la seguridad desde allí. Lo que no comprendo es porqué este visor no me lo advirtió…

-Déjeme echarle un vistazo.- Le pidió Melissa quien enseguida cayó en la cuenta de lo que sucedía.- Está mal calibrado. Alguien ajustó erróneamente los parámetros, y seguramente lo hizo adrede.

-¿De quién sospecha, doctora?- Inquirió Giaal.-

-Solamente el doctor Adams, Scott y yo misma, hemos tenido acceso a este aparato.- Declaró tratando de hacer memoria.-

-El doctor Hershow también nos ayudó.- Le  comentó Adams.-

-De ustedes dos no tengo ninguna duda.- Afirmó Giaal.- De Scott me atrevería a decir que tampoco. Era muy amigo de la doctora Wallance.  Y ella le apreciaba muchísimo. Créanme. Sandy tenía una grandísima facilidad para leer en los corazones de las personas. Y por lo que yo sé, Scott era y es uno de sus amigos más queridos.

-Entonces, solamente nos queda Hershow.- Exclamó Melissa.-

-Habrá que dar con él. Pero ahora me preocupa más Maggie.- Comentó Kiros añadiendo con resolución.- No la dejaré en manos de esa asesina.

-Pero ella nos dijo que, si se aproximaba alguna visita que esa mujer considerase una amenaza, mataría a todos los rehenes.- Le recordó Adams con visible inquietud.-



            Eso era un gran dilema. Por un lado no ir sería dejar abandonados a su suerte, no solamente a Maggie, sino al resto de las personas que estaban con ella. Sin embargo, ir podría provocar que esa renegada les matase. Kiros sabía bien que su congénere cumpliría su amenaza. Entonces recibió una llamada de Tracer que apenas era audible. Y eso que su compañero estaba empleando una frecuencia de emergencia militar.



-Hay problemas. Traidores pilotando unos varitech nos impiden llegar a nuestros cazas. Necesitamos ayuda.- Le pidió.-

-Enseguida voy para allá.- Respondió el saiyajin.- Doctor Ginga, ¿Cree que podría ocuparse de esto?

-Sí.- Asintió su interlocutor añadiendo con tono animoso.- Vaya y eche una mano a sus compañeros, mayor.



Kiros no tuvo más remedio que seguir ese consejo. Lamentaba aquello. No quería dejar a esas personas que precisaban de él. Pero no podía estar en todas partes. Al fin se marchó literalmente volando. Melissa fue la primera en tomar la palabra.



-¿Y cómo haremos para salvar a toda esa pobre gente?- Se preguntó en voz alta.-



 Sus acompañantes se miraron desconcertados. Aquello era realmente una tarea muy complicada. Aunque tenían que encontrar una solución. Y mientras pensaban aquello otra persona no invitada había podido escuchar oculto tras unos matorrales. Era Martin. El chico vio llegar a esos dos cuando se marchaba cabizbajo y llorando. Entonces le pudo la curiosidad. Más al ver salir volando a ese tipo. ¿Quién demonios era? Pero lo que más le impactó fue escuchar lo que realmente sucedía.



-Así que fue por eso. Quiso alejarme de allí.- Reflexionó emocionado.- Pensó en salvarme. Pues es mi turno de hacer algo por Maggie. Aunque no sea nunca nada más que un chiquillo para ella. Pero le demostraré que no soy un niño.



Fue de ese modo como se decidió. Avanzó con su monopatín en dirección al centro médico. Al aproximarse lo bastante descendió de su atípico vehículo y quiso espiar sin ser visto. Al menos podría hacerse una idea de cuantos enemigos había en el interior e informar de ello. Para su asombro, al observar a través de las ventanas no vio nada que le pareciera extraño. Varias personas estaban sentadas en el suelo. Y entonces vio a Maggie, de pie y mirando nerviosa hacia algún punto que él no era capaz de distinguir.  La enfermera estaba comiendo algo de tarta, pero desde luego que no parecía disfrutarla. Más bien  daba la impresión de estar siendo obligada a ello. Quiso mirar más de cerca, aunque en ese instante una mano le aferró de la camisa que llevaba.



-¿Qué es lo que haces aquí, muchacho?- Le inquirió una voz conocida.-

-¡Doctor Benson!- Repuso él al girarse.-

-Será mejor que salgas corriendo mientras tengas ocasión.- Le aconsejó el facultativo.-

-Pero Maggie, bueno…, la enfermera Kendall está ahí dentro, y corre peligro, como todos los demás.- Trató de explicarle el chico.-

-En ese caso, tendremos que buscar ayuda.- Comentó gravemente el doctor que quiso saber.- ¿Has avisado a alguien?

-No, vine corriendo.- Le contó el chico.-

-Quizás sepan ya que estamos aquí.-Conjeturó su contertulio.-

-La enfermera Kendall venía con mucha comida. Puede que le dijera algo a la dueña de la cafetería.- Elucubró el muchacho a su vez.-

-Puede ser. Esperémoslo así.- Replicó Benson afirmando.- Que llegue ayuda pronto.



            Martin estaba de acuerdo con eso, se giró para ir en busca de aquel tipo al que vio volar y de más militares, aunque de pronto sintió un golpe en la cabeza y cayó al suelo sin sentido. Al poco Benson entraba con él sobre un hombro. La saiyajin se levantó de su camastro entonces y quiso saber entre atónita y divertida.



-¿Y ese?

-Husmeando fuera. Creo que estaba solo.- Afirmó el facultativo.-



            Maggie se quedó de piedra. ¡Era Martin! Después de todo la había seguido, a pesar de lo que le dijo. Pero ahora lo que más la asombraba e incluso horrorizaba, era que el propio doctor Benson había capturado a ese pobre chico.



-Pero. ¿Por qué le ha traído aquí?- Preguntó entre atónita y espantada.-

-No hace falta que haya ningún chismoso.- Se sonrió el doctor.-



            Fue turno de Erika de quedarse perpleja. Apenas podía creerlo.



-¡Usted es otro traidor!- Denunció con indignación.-



            Como respuesta, Benson le propinó una bofetada tan fuerte que la hizo caer. Erika se tapó la mejilla y parte de su nariz ensangrentada con una mano. Maggie corrió a tratar de atenderla pero su compañera la apartó con un poco considerado tono, espetando.



-¡No me toques!, sé arreglármelas sola.



            Zura se había quedado al margen de aquello, la saiyajin se lo estaba pasando bien. Incluso se reía. No hubiera creído que esas ridículas criaturas pudieran llegar a entretenerla. Mucho mejor así. Ya le quedaba poco para marcharse. Y a esos estúpidos humanos también les quedaba muy poco, pero de existencia. Se sonreía divertida en tanto asistía a todo aquel espectáculo. Benson entre tanto replicaba ahora con tono digno.



-Traidores son todos aquellos que nos han tenido engañados durante este tiempo. No me embarqué aquí para invadir planetas. Sino para ir en busca de un mundo vacío que poder colonizar. Huyendo de una Tierra agotada y puesta en peligro por los manejos de los codiciosos y los libertinos.

-Pero ¿de qué está hablando?- Quiso saber Maggie ahora.-

-¡Pregúntele a su querido doctor Ginga! - Escupió su interlocutor.- Aunque ahora ya no importa. Dentro de poco seremos libres de la tiranía de aquellos que únicamente piensan en sus intereses.

-Bien dicho, doctor.- Aplaudió la saiyajin.- Ahora reanime a ese humano de ahí.- Le ordenó señalando a Martin.- Quiero enterarme de lo que sabe. Podría haber estado espiando para Derail y los suyos.



            Benson obedeció, tras colocar al chico en una camilla no tardaron en reanimarle. Al fin abrió los ojos, sonriendo al ver cerca a Maggie. En tanto se recuperaba de ese dolor de cabeza que ahora tenía musitó dirigiéndose a la inquieta enfermera.



-Sabía que no lo decía en serio.

-No debiste venir, es muy peligroso.- Respondió la aludida.-

-Siendo por usted no me importa.- Declaró él.-



            Aunque ese pequeño momento de romanticismo que el joven experimentaba se quebró de golpe cuando esa extraña mujer morena y de largo pelo encrespado, apartó a la enfermera Kendall como si de un guiñapo se tratase. Maggie cayó sobre uno de los sillones y Zura levantó al chico con una sola mano agarrándole de la chaqueta que aún tenía puesta.



-A ver, humano. ¿Qué estabas haciendo aquí?

-Yo… solo…- Apenas sí pudo musitar entre asombrado por la fuerza de esa mujer y visiblemente asustado.-

-¡Déjale, por favor! Él no sabe nada.- Le suplicó Maggie.- Solamente vino porque estaba preocupado por mí.

-¿Ah sí?- Sonrió sardónicamente la guerrera del espacio, espetando. -¡Qué conmovedor!



            Sin apenas esfuerzo lanzó al muchacho contra la pared opuesta, Martin estaba apenas recobrándose del impacto y trató de ponerse en pie. Zura dejó de mirarle para preguntar a la preocupada Maggie con sarcasmo.



-Dime una cosa. ¿Cuál es tu secreto? Entiendo que esa patética criatura humana pueda ver algo en ti, pero ¿un saiyajin? ¿Qué puede ver en una hembra a la que no le atraen ni tan siquiera los machos de su especie?

-Él no ve nada en mí, solo somos amigos.- Repuso la interpelada cuando se recobró de tal pregunta.- Sus preferencias son otras.

-Ya.- Comentó su contertulia con gesto divertido, para agregar.- Eso parece.



            Miró inquisitivamente a Maggie y luego volvió la vista hacia atrás. Una jovencita pelirroja había llegado. La enfermera apenas sí pudo creerlo.



-¡Keiko! - La llamó.-



            La chica se aproximó impertérrita. La enfermera no pudo evitar correr a su lado y sujetarla de ambos brazos, en tanto la miraba preocupada y le preguntaba.



-¿Qué haces aquí?...



            Entonces Zura intervino preguntando a la pelirroja.



-¿Es ésta la hembra humana a la que te referías?

-Sí, es ella.- Convino la muchacha para estupor de Maggie, más cuando la escuchó añadir.- El saiyajin altera sus biorritmos en su presencia, mi especie puede sentir eso.

-¿Especie?- Musitó la enfermera dedicando una asombrada mirada ahora a esa joven y queriendo saber con una mezcla de fascinación y temor.- Tú no eres Keiko, ¿verdad? ¿Quién eres?

-Soy un metamorfo.- Le desveló aquel ser.- Pertenezco a la raza Dumarf.

-¿Qué es eso?- Inquirió la estupefacta enfermera.-

-Para vosotros los humanos sonará extraño pero, mi raza es capaz de adoptar la apariencia de cualquier especie física. Para ello, primero trabamos contacto directo con uno de sus miembros. Tu amiga, esa a la que llamas Keiko, estaba presente contigo el día en el que fuisteis a examinar a Zura. Nada más fácil para mí, que estaba en la forma de uno de los guardianes, que fijarme en ella. Aunque dudé si tomar su apariencia o la tuya. Al principio, me pareció que ese saiyajin se fijaba en aquella hembra humana. Sin embargo, cuando reparé en sus biorritmos, noté que estos subían más en tu cercanía que en la suya. Pero ya fue tarde, tenía grabadas sus características. Y los de mi raza precisamos de un tiempo para llevar a cabo la metamorfosis.

-Eso es ridículo.- Se sonrió Maggie ahora denotando incredulidad.- Debiste equivocarte, yo misma les vi a los dos, después.- Susurró con pesar.- Al mayor Kiros le gusta Keiko. Y a mí ella me atrae también. Pero él ha ganado.

-Puede ser como tú dices. No entiendo el sistema humano de la reproducción. Nosotros lo hacemos mediante división de nuestro cuerpo.- Le contó aquel extraño ser.-

-Ya basta de conversación.- Le cortó la guerrera.- Ahora id a preparar la marcha. Ocupaos antes de esos humanos.



            Esa falsa Keiko obedeció, junto con el doctor Benson salieron de allí. No sin antes agarrar a Erika de un brazo y conducirla a otra sala en donde se concentraban ahora los rehenes. También fueron a por Martin que seguía maltrecho.



-¿Qué vais a hacer con ellos?- Se atrevió a preguntar Maggie dirigiéndose a Zura.-

-Lo que es inútil debe ser eliminado.- Sonrió su interlocutora.-



Y antes de lo que la asombrada enfermera pudo ni sentir, su captora ya la estaba sujetando de la mandíbula solamente con un par de dedos. Pese a ello, le hacía daño. Zura entonces acercó su boca a una oreja de la aterrada joven y le susurró con una mezcla de regocijo y desprecio.



-Así que no te gustan los machos, ¿eh? ¿Y me puedes explicar qué clase de desperdicio eres tú? Una hembra debe procrear y traer al mundo guerreros fuertes. Si no copulas con alguno de ellos a tal fin ¿de qué sirves? Sí, no me lo digas.- Suspiró replicándose a sí misma.- El mismo discursito de esa zorra usurpadora, el amor no entiende de sexo, ni de lugar social.- Parodió entonando una falsa voz melosa.- ¡Maldita perra! Ha logrado corromper a nuestra raza. ¿Sabes? Una vez fuimos un pueblo realmente poderoso. Conquistábamos mundos, reducíamos a nuestros enemigos a cenizas. Nadie se atrevía a oponérsenos. Pero tuvo que llegar ella. No sé qué clase de hechizo empleó. De la noche a la mañana las mejores tradiciones saiyajin quedaron en desuso. Pero, mira por donde, su propio hijo quiso reinstaurarlas. Desgraciadamente fue derrotado. Los que le apoyamos tuvimos que huir de nuestro planeta. ¡Jamás le perdonaré eso! Y mientras guerreros como yo debíamos ir al destierro, algunos invertidos como tú medraban y eran aceptados con honores. ¡Inútiles que jamás procrearan porque tiene el capricho de vivir con otros de su mismo sexo!- Espetó ahora con patente ira.-



            El corazón de Maggie latía desbocado, aunque en esta ocasión no era igual que cuando se dejaba llevar por el deseo con una hermosa mujer. Al contrario. Era el terror más absoluto el que se adueñaba de ella. Apenas fue capaz de musitar entre sus doloridos labios apretados por los dedos de aquella bestia.



-Por favor…no te hemos hecho ningún daño.

-¡Ja!- Se rio Zura respondiendo con abierto desprecio.- ¡Como si unos seres tan ridículos como vosotros pudierais dañar a una saiyajin! ¿Todavía no lo entiendes, verdad? Esto es cuestión de limpieza. ¡Infectáis el universo! Aunque en tu caso me da igual. Allá los humanos y sus ridículas costumbres. ¡Amor!, bah. No sé si eres tú o esa ridícula hembra del pelo rojo, la que tanto gustan a Kiros. Me da lo mismo. No merecéis vivir ninguna de las dos. Pero sois una carta que puedo jugar. Después de todo tienes suerte, acorde a las costumbres de mi pueblo podría retarte a duelo a ti o a esa patética pelirroja, por el derecho a desposar a Derail, y  os liquidaría en una fracción de segundo. Agradece que no sea el caso.



            Arrojó entonces a Maggie contra la pared. Fue un golpe tan fuerte que la chica quedó casi sin respiración, le dolía la espalda y jadeaba aterrorizada. La saiyajin por su parte posaba en ella una mirada de desdén.



-Además, pensándolo bien. No voy a mancharme las manos eliminando a una escoria como tú. No te mereces semejante honor.

           

            No había concluido de decir eso cuando alguien la sujetó por detrás con un agarre de brazos. La asombrada Maggie reparó en Martin. Aquel chico se había lanzado contra ese monstruo gritando.



-¡No dejaré que le hagas daño!



            El gesto de Zura se torció en una mueca de irritación. No le costó ningún esfuerzo separar las manos de ese chico que se aferraban entre sí en un vano intento por sujetarla. Le apartó como si de un trapo se tratara empujándole contra la otra pared, entonces, apuntándole con un dedo sentenció.



-¡Esto por haberte atrevido a tocarme, criatura miserable!



            Un rayo de energía brotó de ese dedo. Uno que atravesó el pecho del chico. Martin cayó al suelo como un fardo. No podía respirar. Maggie abrió los ojos y la boca de forma desmesurada. Aquello parecía haber transcurrido a cámara lenta. En cuanto tomó conciencia de lo sucedido corrió a arrodillarse al lado del chico.



-¡Martin! Puedes oírme.



            La saiyajin ignoró aquello moviendo la cabeza con desdén. Sabiéndose no obstante muy superior a esa escoria y disfrutando el momento. Sin embargo, algo la sacó de esa autocomplacencia. Una voz que la desafiaba. Mirando por la ventana vio a un humano, o eso parecía.



-Tú, la guerrera saiyajin. Te reto a un combate, si es que no tienes demasiado miedo.- La desafió Giaal que estaba fuera.- No me sorprendería que no aceptases. Únicamente te atreves contra criaturas débiles. No eres más que una cobarde.



            Zura no dijo nada, sencillamente esbozó una malévola sonrisa y salió. Haría que ese idiota se tragase sus palabras. Aunque eso a Maggie no le importaba. Trataba a la desesperada de mantener a ese pobre crio con vida. Martin gemía y su mirada estaba vidriosa por el miedo y la angustia de verse casi imposibilitado para respirar. La enfermera intentaba por todos los medios taponar aquella herida. La sangre se le escapaba por una pequeña apertura entre los pulmones.



-Tranquilo. - Le decía ella con el tono más dulce y suave que podía lograr.-

           

El joven quería decir algo pero no podía, le fallaba la voz y solo podía mirarla. Apenas estaba consciente ya. Maggie dejaba caer lágrimas en tanto luchaba infructuosamente por parar aquella hemorragia letal y le suplicaba con impotencia.



-¡Quédate conmigo, por favor!...



            No era tan tonta como para ignorar que los pulmones del muchacho se encharcaban y que alguna de sus arterias había resultado perforada, de no morir asfixiado lo haría por pérdida de sangre. De hecho, los ojos del chaval se cerraban. Maggie entonces sujetó su rostro con ambas manos y con delicadeza le plantó un suave beso en los labios, para forzar una sonrisa y musitar entre lágrimas.



-Has sido mi primer chico…de verdad…



            Aquel pobre muchacho esbozó una sonrisa. Aunque para asombro de Maggie escuchó en ese mismo instante a su lado la voz de Giaal. Al mirarle quedó con la boca abierta, ese hombre o lo que fuera, le estaba dando una alubia y le ordenó.



-Dásela, que se la coma, ¡ahora!



            El doctor Ginga tenía la piel de color verdosa, una larga melena azul con sendos mechones púrpura y unos ojos igualmente malvas. Sus orejas eran largas y  puntiagudas. Enseguida sonrió  afirmando.



-Si la come se salvará. Tengo que irme. Ella volverá…



            Y salió a una velocidad tremenda de la sala levantando incluso una corriente de aire que agitó el pelo de Maggie. La enfermera miró entonces al agonizante chico. No se cuestionó nada de lo que aquel ser que había reconocido como al doctor, le dijo. En cualquier caso, ese pobre chaval no tenía nada que perder. Con sumo cuidado iba a darle esa judía. Pero él jamás la podría comer así. De modo que ella misma se la colocó en su boca  la partió con los dientes y  besó una vez más al joven. Pero en este caso fue más bien como si de una maniobra de respiración artificial se tratara. De este modo le introdujo aquello lo suficiente como para que se deslizara por su tráquea. Tras unos momentos de tremenda tensión y temor, la muchacha quedó asombrada cuando ante sus propios ojos vio como esa herida que traspasaba el pecho de Martin dejando ver un agujero en su espalda se cerró. Reaccionó con celeridad pese a ese increíble suceso y le tomó las constantes vitales. ¡Volvía a respirar! Aquello era asombroso. La enfermera reía y lloraba al mismo tiempo mirando con incredulidad al joven paciente que estaba inconsciente ahora. Sin embargo, un estruendo de explosión la sacó de ese momento milagroso. Dejando a Martin tendido en el suelo miró a través de una ventana. Apenas sí podía distinguir dos manchas que chocaban una contra otra a una impresionante velocidad.



-¡Es increíble!- Musitó la joven.-



Y es que, cuando la saiyajin había salido para aceptar el reto de ese individuo, el alien tomó ventaja para lanzar un rayo de energía que impactó contra ella, enviándola a varios centenares de metros de distancia y estrellándola contra un edificio que derrumbó bajo ella. Fue cuando Giaal aprovechó para entrar en el centro de salud y darle aquella alubia a Maggie. Pero enseguida percibió como la energía de esa terrible guerrera aumentaba. Supo que no disponía apenas de tiempo. Fue a su encuentro antes de que se recobrase por completo y comenzaron un intercambio de golpes.



-¡Vaya una sorpresa!- Declaró Zura en tanto lanzaba varios puñetazos.- ¡No te defiendes mal! Mejor al menos que esos otros desgraciados congéneres tuyos.

-Lamentarás haber atacado a mi pueblo.- Replicó Giaal parando esos ataques con destreza.-

-Lo que lamento es no haberles matado a todos.- Sentenció su enemiga esquivando los ataques del alien a su vez.-



            Entre tanto, Kiros se reunió con el mayor Jensen. Tracer había llegado poco antes, con una unidad equipada con armamento ligero y un par de lanzacohetes. Aunque esto era ineficaz contra los ya tres varitech controlados por el teniente Kovac y otros dos traidores más que les cercaban.



-¿Qué quieres que haga?- Preguntó el saiyajin.-

-Si pudieras eliminarles, o al menos distraerles, para permitirnos llegar a nuestros aviones, te estaría muy agradecido.- Repuso su compañero.-



            Aunque para sorpresa de Tracer fue el mayor Derail quien sonrió débilmente para replicar con humor incluso en un momento como ese.



-¿Tan agradecido como para invitarme a comer?

-No sé yo si podría llegar a tanto.- Comentó Rick sonriendo a su vez.-



            En esta ocasión había sido el saiyajin, otrora tan serio y disciplinado, quien tomó el papel que el mismo Tracer solía interpretar. Esa broma para distender un poco aquel grave momento fue agradecida por todos. Mullins también se sonrió moviendo levemente la cabeza. Y hasta Susan y Olivia rieron un poco. Fue la mejicana quien, sin poder evitarlo, quiso saber con gesto de incredulidad.



-Perdone mayor, pero ¿Cómo piensa hacer eso?...



            Por toda réplica, Kiros se transformó en súper saiyajin dejando asombrados a todos.



-Me ocuparé de esos traidores de inmediato y esta vez no habrá piedad para ellos.- Sentenció ahora ya con visible enfado.-



            Y cumpliendo su palabra se elevó con gran velocidad en el aire. Apuntó con una mano y su brazo extendido a uno de aquellos robots y lanzó un rayo de energía que lo hizo estallar. Los otros varitech se resguardaron de inmediato tras unos restos de casas.



-¡Ahora! –Les indicó Tracer a sus compañeros pilotos.-



            Sin volver la vista atrás corrieron hacia la zona de despegue, en tanto Kiros les cubría disparando varias ráfagas de energía contra esos robots. Estos replicaban con rayos láser que el saiyajin esquivaba con destreza. Afortunadamente, sus amigos fueron capaces de eludir aquel cerco. Llegaron con rapidez aunque, para su sorpresa, los operarios de la base habían recibido la orden de no dejar salir a ningún avión. Ni fuera, ni dentro de la nave.



-¿Quién ha dado esa orden?-Se interesó Mullins.-

-El capitán Deloin, por mandato del contralmirante, señor.- Replicó un teniente.-

-¡Eso es absurdo! - Exclamó Tracer insistiendo.- Tenemos que subir a esos aviones, ¡ya! Es cuestión de vida o muerte.

-Lo lamento, mayor. Pero tenemos órdenes.- Se reafirmó aquel oficial.-



            Rick miró con complicidad a Susan y a Olivia. Ellas asintieron. Al instante apuntaban con sus armas al oficial y resto de los militares allí apostados.



-Lo lamento mucho. Esas órdenes quedan revocadas.- Declaró Tracer.-

-Preparémonos para despegar.- Urgió Marcus.-



            Sin embargo, en ese instante alguien más llegó. Era el comandante Enset. Tras saludarle, Tracer le comunicó después de ser puesto al corriente de lo que sucedía.



-Lo lamento, señor, pero voy a desobedecer esas órdenes. Le pido respetuosamente que no se oponga.

-Muy bien, mayor.- Convino su superior que, para sorpresa de todos, añadió.- No solamente no me opondré sino que asumo la responsabilidad. Dense prisa y aborden sus aparatos.



            Y a eso se dispusieron todos, alegres y aliviados al contar con el respaldo de su comandante.


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