Tras
salir de la cafetería y abordar el deslizador, el chico llamó sin tardanza a la
doctora Drummont.
-Tenemos
que actuar cuanto antes mejor.- Se decía Scott.- Ha llegado el momento.
Pero pese a que llamó y aguardó varios tonos, Caroline,
que estaba con su esposo, tardó en atender la llamada.
-¿Sí?...-Replicó
algo agitada.-
-Doctora,
soy yo, Scott.- Le desveló el muchacho.-
-¿Scottie?-
Replicó ella templando ya su respiración.- ¿Qué quieres a estas horas,
muchacho?
-Se
trata de algo que me preocupa. No quiero decirles nada a los doctores Adams y
Prentis. Bueno, en realidad he preferido dejarles a solas.
Y ante el interés de su
interlocutora por esas palabras, el chico le aclaró enseguida aquello.
-¡Ja,
ja!, pillastre, buena idea. Esos dos tienen que conocerse.- Convino Caroline,
que agregó, eso sí, con cómico tinte de recriminación.- En eso estaba con mi
Ernie…
-Lo
siento. Yo no pretendía interrumpir... - Repuso el azorado joven.-
-No
pasa nada. Lo bueno es que él seguirá en casa cuando yo vuelva. ¡Por la cuenta
que le tiene! - Rio la tejana que enseguida añadió.- Voy para allá.
Y al cabo de unos minutos llegaron
allí. Al parecer Hershow había terminado su turno también. De hecho estaba
cerrado. Quizás era un poco pronto. Cosa que extrañó a Scott.
-Qué
raro. Se suponía que el doctor debería estar aquí.
-Habrá
terminado temprano.- Repuso una despreocupada Caroline que ahora parecía más
interesada por los chismes de sus colegas que por eso, dado que le preguntó a
su interlocutor.- Dime, ¿crees que esos dos tienen química? Yo creo que sí.
-Eso
espero. ¡La invitación a tomar tarta para los tres me costó una fortuna!- Se
rio él.-
La tejana lo hizo a su vez cuando el
muchacho la puso al tanto de su enrevesado plan. Mientras entraron en la sala
de informática conectando los ordenadores.
-¡Vaya!
Fíjate en ti. ¡Con lo modosito que parecías! Y qué mente tan maquiavélica.- Se
sonrió la doctora.-
El chico no pudo evitar enrojecer un poco. Esa
mujer era desde luego muy campechana. Le caía bien, siempre con ganas de hablar
y, sobre todo, con positividad.
-Eso
es algo que siempre viene bien. Sobre todo aquí.- Reflexionó Scott.-
Aunque dejó eso por un momento. Iba a consultar
algunas notas de su proyecto. En esta ocasión sí se trataba del que sus amigos
y compañeros de trabajo pensaban, claro.
-Y
no el otro.- Le decía a Drummont con una sonrisa, refiriéndose precisamente a
ellos cuando sentenció.- El que tengo para que esos dos se den una oportunidad.
-En
ambos cuenta conmigo.- Le animó la tejana, aseverando.- Esta Melissa será muy
lista para la ingeniería pero no tiene ni idea de cómo lidiar con los hombres.
-Pues
el doctor Adams es algo similar.- Afirmó su interlocutor.-
Caroline pareció pensar sobre algo y
entonces le comentó al muchacho, no sin extrañeza y hasta jovialidad.
-Siempre
le estamos llamando doctor Adams, pero supongo que tendrá un nombre cristiano.
¿Cómo narices se llama?
Y eso tomó por sorpresa a Scott, a
decir verdad, siempre le había llamado por su apellido.
-Pues
ahora mismo no lo recuerdo. - Admitió.- Será cuestión de mirar en su perfil.
-Nos
ocuparemos de ello más adelante. Ahora vamos a ver eso que querías mejorar.- Le
respondió su compañera.-
El chico asintió. Tras encender los
ordenadores y meter sus claves de seguridad comenzaron a revisar la información
y los comandos de los programas. Caroline era realmente una genio en ese campo
y le ayudó a depurar bastantes cosas a un ya de por sí expertísimo Scott.
-Dentro
de poco, el exoesqueleto será una realidad plenamente operativa.- Afirmó él con
optimismo.- ¡No solamente para mí, sino para muchísima más gente!
Su interlocutora sonrió asintiendo.
Eso esperaba también, aquel chico era realmente muy buena gente. En su opinión,
era una lástima que estuviese tan solo y así se lo comentó.
-Pues
cuando este asunto esté terminado habrá que empezar con otro proyecto.
-¿Otro
proyecto?- Inquirió él sin comprender.- Este ya me está resultando muy
complicado.
-Sí-
se rio Caroline, desvelándole.- Me refiero al que sea la continuación del de… ¡emparejando
a Melissa y al doctor Adams! Lo llamaremos, emparejando a Scott. Ja, ja…
Ahora el aludido se puso realmente
colorado. Sin embargo y de reojo, observó algo extraño en su computador. Una
serie de códigos binarios que aparecían…
-Esto
no está bien.- Comentó al percatarse.-
-¿Cómo
qué no?- Rio la tejana interpretando aquello como una réplica a lo que le había
dicho.- Anda, sé de muy buena tinta que hay una guapa camarera que…
-No,-
la cortó Scott señalando a la pantalla entonces, para afirmar con tono serio y
concernido.- Me refiero a esto. ¿Qué demonios es? Parece un comando de control.
La doctora Drummont lo vio también y
su gesto pasó de esa risueña relajación a la preocupación.
-Es
cierto. ¿Qué diablos es eso?- Preguntó en voz alta a su vez.-
-No
tengo ni idea. Pero no me gusta nada.- Replicó su interlocutor.-
Los dos trataron de anular aquello
pero era imposible. Uno a uno los sistemas de seguridad comenzaban a fallar.
-¡Maldita
sea! - Exclamó Caroline al darse cuenta.- ¡Esto es un nuevo ataque!
Para darle la razón la alarma comenzó a sonar
en toda la nave. Ahora eran varios los sistemas que no obedecían al control
central. Scott se afanaba para tratar de recuperarlos.
-No
lo entiendo. – Se decía.- Si programamos varios cortafuegos y sistemas de
seguridad.
-Sucede
lo mismo en todas partes con las defensas.- Le comentó Caroline que asimismo
traba de controlar aquello.- Está en caída libre sin que podamos detenerlo.
-Es
natural. –Terció entonces la voz calmada y hasta divertida de Hershow,
desvelando con satisfacción.- Después del bypass que hice, hemos podido tomar
fácilmente el control de todo.
Atónitos al oír aquello los dos
dirigieron la mirada hacia aquel tipo que les apuntaba con una pistola. Además
de venir acompañado por dos individuos más.
-¿Qué
significa esto?- Preguntó un asombrado Scott.-
-Significa,
¡estúpido!, que hemos tomado el control.- Se rio su colega.-
-¿Quiénes
sois? ¿Qué demonios queréis?- Espetó Caroline.-
-Somos
hombres del gran Gralas, el señor de esta parte del Universo.- Replicó otro
individuo.- Nos infiltramos en esta nave desde que se proyectó este viaje.
-No
entiendo nada. ¿Quién es ese Gralas? ¿Por qué nos ataca?- Inquirió Scott.-
-¡Eso
ahora no te importa! - Espetó Bruce, añadiendo con un tono más conciliador.-
Limitaros a obedecer y no os pasará nada. Esta guerra no es contra vosotros. Es
más, Gralas solo pretende librar a la Tierra de la opresión.
Caroline se atrevió entonces a
replicar con su tinte tejano habitual, lleno de sorna y escepticismo.
-No
me parece muy digno de confianza ese tal Gralas o como se llame. Si tiene que
hacer las cosas de esta manera.
Aunque el sonido de varias armas
apuntándola a ella y a su compañero la hizo callar. Uno de aquellos hombres
replicó ya con peores modos.
-Puedes
elegir, estúpida. ¡Obedece o muere!
-Será
mejor que hagamos lo que nos digan.- Musitó Scott tratando de destensar ese
ambiente.-
-¿Lo
ve, doctora Drummont?- Sonrió Hershow.- Mi colega es más razonable que usted. Y
tiene razón. Ya se lo he dicho. Hagan lo que les digamos y no resultarán
heridos. Para empezar. Quiero que desactiven ahora mismo los protocolos de
seguridad de una celda. Es de las pocas cosas que no pude intervenir.
-¿Qué
celda?
-Está
ubicada en la base militar del sector cuatro. Es la catorce A.- Le informó
Hershow.-
-Entonces
está en un sector militar. No tendré acceso desde aquí.- Opuso el joven
informático.-
-No
te preocupes. Lo tendrás. Un amigo está haciendo los ajustes.- Afirmó un
convencido doctor Hershow.-
Y Scott, aunque con renuencia,
obedeció. En eso era bastante bueno. En reprogramar códigos y anular accesos.
Aunque la doctora Drummont no parecía nada contenta. De todos modos no les
quedaba otra opción.
-Ya
está.- Avisó el chico.-
-Muy
bien.- Sonrió Bruce.- Me alegra que seas razonable.
La saiyajin aguardaba con algo de impaciencia
ya. Pudo ver a esa chica pelirroja tocando algo en los sistemas. Lo que la
desconcertó al principio fue que, cuando le dedicó una mirada entre curiosa y
hostil, esa joven respondiera a ella con una media sonrisa y asintiera, en
lugar de mostrar temor, como hacían todas esas estúpidas hembras humanas.
Entonces comprendió. Apenas si pudo reprimir una carcajada cuando vio a ese
imbécil de Kiros aproximarse a ella para despedirse. Recordaba aquello cuando
en ese momento la puerta de la celda emitió un ligero clic. Las cámaras y el
armamento que apuntaba a su prisionera se desactivaron. Zura se vio libre, tras
sonreír con malicia y regocijo salió disparada de allí.
-Bien,
todo va según lo previsto.- Se dijo con gesto divertido.- Aunque, antes de
ponerme manos a la obra, tengo mucha curiosidad.
En efecto, con las medidas de
seguridad anuladas no tuvo problemas en atravesar una de aquellas paredes con
un rayo. Tras los cascotes y el desplome del muro cruzó caminando con calma
para descubrir allí, acurrucado y con expresión de pavor, a un ridículo humano.
-¡Qué
criaturas tan patéticas! - Masculló, para dirigirse a ese individuo y preguntar
hasta con un cierto interés.- ¿Y a ti, porqué te han metido aquí?
-Soy
inocente.- Repetía Kovac una y otra vez.-
Desde luego que al ver cómo se
derrumbaba la pared y aparecía esa extraña mujer tuvo miedo. Esa era prisionera
alienígena a la que todos temían. Pero pese a todo hizo un rápido cálculo
mental, más cuando ella insistió.
-¡Me
trae sin cuidado que lo seas o no! - Se rio la saiyajin. Añadiendo con
curiosidad.- Desde luego no pareces de los nuestros. Dime, ¿hiciste algo contra
alguno de tu especie?
-Solo
quise tratar a algunas de nuestras mujeres como se merecen.- Contestó de modo
ambiguo él.- Quise darlas algo de mi amor pero se negaron.
-¡Esas
tonterías humanas del amor! - Se burló Zura, admitiendo algo desconcertada.- No
pensé que os encerrasen por ello. En mi mundo solamente cuenta tener una
poderosa descendencia.
-Eso
mismo quise yo. Pero esas zorras se resistieron. Ellas tuvieron la culpa.-
Afirmó ahora pareciendo ensimismado.- Fue todo culpa suya.
-Muy
bien, tengo curiosidad. Ya me lo contarás más tarde. Ahora, si quieres vivir y
salir de aquí, harás cuanto yo te diga.
-Sí,
lo haré.- Convino él de inmediato.-
-De
modo que vas a traicionar a los tuyos.- Comentó Zura mirándole con desdén.-
¡Qué fácil es persuadiros! Debo decir
que me decepciona.
-No,
ellos me han traicionado primero.- Rebatió Kovac, añadiendo con indignación.- ¡Tú
no puedes comprenderlo!
Sin embargo, la saiyajin sonrió para
replicar.
-Te
equivocas, lo entiendo mucho mejor de lo que crees. Por eso voy a dejarte
vivir. Siempre que me seas útil.
-Lo
seré.- Le prometió su aliviado interlocutor, aseverando.- Mucho más de lo que
te imaginas.
La guerrera asintió complacida al escuchar
aquello. Conocía bien qué carta debía asegurarse de poseer para que su
compatriota saiyajin no fuera un estorbo. De modo que le explicó a ese humano.
-Esto
es lo que vas a hacer…
Y tras ponerle al corriente del plan a seguir
ella se marchó volando. Sabía perfectamente a donde dirigirse. No tardó en
llegar. Aterrizó caminando tranquilamente en dirección al centro de salud.
Había bastante gente allí aguardando a ser atendida. Divertida se puso a la
cola y comenzó a avanzar.
-¡Oiga!-
La amonestó un hombre que estaba a su lado.- Espere su turno como todo el
mundo.
Por toda réplica le empujó
lanzándole contra unos árboles que estarían a unas decenas de metros. Todos los
demás miraron aquello entre estupefactos y aterrados. La guerrera se sonrió con
esa expresión suya entre maligna y pícara. Para exclamar en tanto disparaba
algunos rayos de energía hacia zonas al azar.
-¡Bú!
Aquello provocó el pánico, carreras,
gritos de auxilio, lloros y caídas. Aunque a Zura le causó unas enormes ganas
de reír. Sus carcajadas atronaban el lugar. Fue entonces cuando Maggie salió a
ver que estaba ocurriendo. Y la saiyajin la vio.
-Mira
lo que tenemos aquí.- Se dijo en voz alta esa invasora clavando sus ojos en la
ahora atónita y aterrada enfermera.- Si es una de esas humanas patéticas que
tanto le gustan a Kiros.
Pese a querer huir de ella
encerrándose en la consulta médica, la humana no pudo casi ni darse la vuelta
para correr. En apenas una fracción de segundo esa individua la estaba cortando
el paso y sujetando del cuello.
-Tú
no vas a ir a ninguna parte.
-Por
favor.- Pudo suplicar Maggie.- Mátame solo a mí, no hagas daño a las demás
personas. No han hecho nada.
-¿Personas?-
Repitió su enemiga mirando de reojo a aquella muchedumbre que se disgregaba
corriendo en todas direcciones.- ¿Qué personas?- Rio extendiendo su otro brazo
y la palma de su mano para exclamar.- ¡No veo a nadie!
Lanzó un rayo de energía que alcanzó
enseguida a muchos de los que huían. Apenas si tuvieron tiempo de chillar de
pánico y dolor antes de ser vaporizados. Maggie no podía articular palabra,
estaba completamente horrorizada. Ni siquiera era capaz de gritar. Sin embargo,
esa individua se encaró con ella mirándola a los ojos con un gesto impasible y
cruel para añadir.
-Tranquila,
a ti no voy a matarte. De momento…
-Po,
por favor… no le hagas más daño a nadie.- Le imploró llorosa.- ¡Te lo suplico,
por favor!
Y con gesto entre incrédulo y
desencantado, la guerrera del espacio la soltó dejándola caer al suelo como un
fardo en tanto declaraba con desprecio.
-¿Y
por esta escoria es por la que ese idiota ha perdido la cabeza? ¡Es increíble!
El príncipe Eron tenía toda la razón. Es mucho peor de lo que imaginaba.
Nuestros mejores guerreros han sucumbido a estos ridículos sentimientos
humanos.
Entre tanto los avisos se sucedieron
por toda la nave. Enseguida una escuadrilla de varitech se dispuso a
interceptar y destruir a la enemiga. Aunque ésta simplemente obligó a su
cautiva a entrar con ella en el centro médico. Allí, los pocos pacientes que
había a esas horas observaron esa escena llenos de pavor. Ninguno se atrevió a
moverse tras haber presenciado lo sucedido fuera.
-Muy
bien, ¡basura humana! - Les escupió Zura.- Quedaos quietecitos y sin molestar y
puede que no me digne mataros. ¡Tú! - Le espetó a la pobre Maggie.- Tráeme algo
de comer.
-Esto
es un centro médico.- Quiso explicarle a la guerrera entre balbuceos de terror.-
Aquí no hay comida. Solo medicinas.
-Pues
envía a alguien fuera y que me traiga comida. Espero que no tratéis de
envenenarla porque tú la probarás primero.- Advirtió.-
Aunque no tuvo ocasión de que nadie
cumpliera con su orden. El doctor Benson y el enfermero García entraban en ese
instante. Atónitos al encontrar toda aquella destrucción. Al parecer no
esperaban ver a esa mujer ahí. Por lo menos el enfermero que preguntó con
visible estupefacción.
-¿Quién
es usted?
Por toda réplica, Zura le disparó un
rayito de energía que brotó de un dedo. Éste atravesó el pecho de García que
cayó muerto al instante. Llena de horror, como el resto de los presentes, Maggie
intentó infructuosamente hacer algo por él.
-¿Por
qué lo has hecho?- gritó entre sollozos la chica.-
-No
me gustan las preguntas.- Se sonrió la interpelada.- Así que, ya sabes.
-Déjelo.
No hay nada que hacer.- Le dijo resignadamente Benson a la agitada y aterrada
muchacha.-
Aún así, Maggie continuó tratando de
reanimar a ese pobres desgraciado con un masaje cardiaco y el boca a boca. Pero
únicamente logró mancharse de sangre.
-Admito
que, al menos, eres obstinada.- Declaró la saiyajin, observando las evoluciones
de esa humana con gesto divertido.-
Al final, la enfermera se detuvo
entre sollozos apagados, con la cabeza hundida en el pecho y sentada en el
suelo. Las personas allí reunidas, la miraron con una mezcla de simpatía y
pesar, unido todo aquello al miedo cerval que tenían a esa extraterrestre asesina.
-Ahora,
déjate de perder el tiempo y ve a por lo que te he pedido.-.Le ordenó bruscamente
Zura.-
Y como Maggie apenas sí reaccionó ni
tan siquiera mirándola, la saiyajin añadió con un inequívoco tinte de amenaza.
-Tengo
hambre, y eso me hace ponerme de mal humor. Apresúrate a llamar para que me
traigan algo de comer o puede que elija a otro humano para hacer compañía a ese
con el que estabas jugando.
Aquellas palabras sí que hicieron
reaccionar a su interlocutora que se levantó, siendo capaz de musitar con voz
apagada.
-Está
bien…voy enseguida.
Entre tanto, en la sala de
informática del departamento de proyectos cibernéticos, tanto Caroline como
Scott estaban también perplejos. Bruce les apuntaba con una pistola al tiempo
que declaraba.
-Fue
muy divertido ver como os esforzabais creando tanto protocolo de seguridad para
nada.
-¡Eres
un maldito traidor!- Espetó la tejana saliendo entonces de su asombro y
sustituyéndolo por ira.-
-¡Cállate
zorra! ¿Dónde está Adams?- Quiso saber el ahora bastante menos agradable
Hershow.-
-Hoy
era su día libre. El suyo y el de la doctora Prentis.- Le respondió Scott,
tratando de sonar más calmado pese al miedo que le recorría.-
-Tanto
mejor. Así no nos molestará. No me gustaría tener que hacerle daño. - Se sonrió
Bruce ordenando a sus ya ex compañeros.- Ahora vais a hacer todo lo que yo os
diga.
-¿Quién
te has creído que eres para darnos órdenes?- Replicó una desafiante Drummont.-
-Me
creo que soy quien tiene el arma,- espetó su interlocutor.- Y si no quieres que la use contigo, mejor
será que no discutas.
Sus oyentes no replicaron a eso.
Estaba claro que aquel tipo tenía todos los triunfos en la mano. Únicamente
podían esperar a que la ayuda llegara. Y desde luego que, en el resto de la
nave, enseguida se dio la alerta. Kiros y Giaal habían llegado al laboratorio.
Una vez allí, entraron. En ese instante se aproximaron a Keiko que les dedicó
una atónita mirada al ver como se acercaban observándola con gesto amenazador.
-¿Qué
pasa? -Quiso saber la muchacha.-
-¡No
disimules! - Espetó Mei Ling más envalentonada ahora.- Sabemos quién eres en
realidad. A mí ya no me engañarás más. ¡Monstruo!
La
interpelada la escuchó realmente estupefacta. No podía creer que su compañera
fuera a airear esos trapos sucios delante de todos.
-Oye.
- Le pidió tratando de sonar conciliadora.- Creo que deberíamos hablar, pero a
solas.
-¿Para
qué? ¿Para qué trates de tomar mi lugar?- Se sonrió la oriental.-
-¡Esto
es ridículo! - Protestó Keiko.- Yo nunca pretendí tal cosa…
Y la joven en verdad estaba empezando
a ruborizarse, llena de vergüenza. Aquello era realmente embarazoso. Sin
embargo, en ese instante sintió un pinchazo agudo en su trasero. Apenas sí le
dio tiempo a girarse y preguntar al ver a su superiora.
-Penélope
¿Qué estás?...
Aunque todo le daba vueltas, de
pronto tenía un sueño tremendo, los párpados se le cerraban y cayó desmayada.
Por fortuna, la rapidez de Kiros evitó que se estrellase contra el suelo. Ahora
el atónito saiyajin la examinó con su visor y…
-Fuerza
de una unidad. ¡Es humana! Pero, ¿cómo es posible?
-No
lo sé. Quizás ese aparato tuyo no funciona bien.- Especuló Giaal.-
El atónito Kiros intercambió unas
miradas con el resto de los presentes, todos igualmente sorprendidos.
-No
lo comprendo. Se suponía que era capaz de detectar al metamorfo a una distancia
de treinta metros. La doctora Prentis y el doctor Adams así me lo aseguraron.
-Será
mejor que les localicemos. - Aconsejó Penélope.-
Y fue entonces cuando escucharon la
alarma general. Era el estado de alerta roja.
-¿Qué
sucede?- Quiso saber Giaal.-
-Un
ataque, ¡maldita sea! –Masculló Kiros.-
Sin perder un segundo, el saiyajin miró
concernido a esa muchacha. Pero a su pesar tenía que irse. Así pues, dejó a
Keiko en los brazos del doctor Ginga.
-Por
favor, ocúpese de ella.- Le pidió antes de salir a toda velocidad.-
Mei Ling, Penélope y Giaal se miraron
atónitos. Fue el alien quien primero comentó.
-Dejadla
tumbada en un sofá. Solamente está dormida. Como te dije, ese suero únicamente
afecta a los humanos en forma de sedante.
-Bien.
Entonces aguardaremos aquí.- Asintió la doctora Winters, añadiendo decidida.-Protegeremos
el laboratorio. Ya tengo experiencia en eso. Mei Ling, vamos a sellar toda la
sala con la compuerta blindada.
La oriental asintió. De ese modo,
amén de proteger todos los experimentos y sus descubrimientos, se pondrían a
resguardo ellas también. En tanto eso sucedía, Susan y Olivia salieron de su
apartamento a toda prisa dispuestas a llegar a sus estaciones de combate.
-¡Vamos!-
Urgía la teniente Hunter.-
-Señora,
¿es que esto siempre es así?- Le preguntaba una jadeante mejicana, que trataba
de seguirla con dificultad.-
-
No, a veces es peor.- Replicó lacónicamente la interpelada.-
Y continuaron corriendo hasta
confluir a la entrada de la base con el mayor Mullins y el teniente Marcus.
Aunque para su asombro no pudieron pasar. Uno de los varitech les bloqueaba el
paso. Y el piloto enseguida se identificó.
-¡Malditas
perras! Ahora vais a ver.- Se reía con regocijo.-
-¡Es
Kovac!- Exclamó Susan sin poder dar crédito a lo que estaba viendo.- ¿Pero cómo
pudo escapar?
-¡Pregúnteselo
más tarde, teniente, ahora busquen refugio! - Le ordenó el mayor Mullins.-
-
¡A cubierto!- Repitió Marcus.-
Obedecieron deprisa. Lanzándose al
suelo y parapetándose tras árboles y bloques de casas. Justo a tiempo porque
ese androide enorme comenzó a disparar una ráfaga de ametralladora barriendo
todo el contorno.
-Esto
se pone mal.- Admitió Olivia con gran preocupación.-
-Sabe
muy bien lo que está haciendo. Nos impide llegar a nuestros cazas.- Comentó
Susan.-
Y era cierto. Por el momento no
podían hacer más que resguardarse de aquellas letales ráfagas de metralla.
Entre tanto, Jane estaba reunida con la comandante Simmons. Tras darle el
informe pertinente sobre la captura de aquel violador, su oficial al mando la
felicitó.
-Ha
cumplido muy bien con su tarea, teniente.
-Gracias
señora. Para mí ha sido la oportunidad de lavar mi propio honor. Lástima que
Celia Walsh no esté viva para sentirse reparada en el suyo. - Musitó ahora con
pesar.-
-Hay
veces en la vida en la que no podemos salvar a todo el mundo, teniente. –
Suspiró su superiora que no tardó en agregar con un tinte más firme.- Aunque ahora tiene una misión aún más
importante por realizar. ¿Está lista?
Jane quiso responder a eso sin
embargo, el sonido de la alarma sorprendió a ambas mujeres.
-¿Qué
pasa?- Exclamó la muchacha.-
-Debemos
estar sufriendo otro ataque ¡Vamos!, tenemos que darnos prisa.- La urgió la
comandante.-
Junto con otros oficiales corrieron
a sus puestos. Aunque Jane siguió a su superiora hacia el puente. Allí, Hazzar
estaba tan extrañado como sus oficiales, pero enseguida comenzó a dar las
órdenes oportunas.
-Que
todos los pilotos estén dispuestos para salir. Informe de la cantidad de
enemigos detectada.- Le comunicó a uno de sus comandantes.-
No obstante, para su sorpresa y la
del resto, un mayor de operaciones informó.
-Señor,
el ataque parece provenir del interior.
-¡Otra
vez! ¿Cómo es posible?- Se preguntó en voz alta, rehaciendo de inmediato para
ordenar.- Muy bien, capitán Deloin. Que todas las fuerzas de defensa de la nave
se preparen.
Aunque para su asombro y el de los
demás, el citado capitán sonrió moviendo la cabeza y tras sacar una pistola y
disparar contra dos guardias de seguridad, replicó, en tanto un par más de
oficiales armados se le unían.
-Lo
lamento mucho, señor. Pero desde ahora no da usted las órdenes.
-Pero.
¿Cómo es posible? ¡Es usted un traidor! - Denunció su superior sin poderlo
creer.-
-No
a la raza humana.- Rebatió Deloin, declarando.- Ahora evitaremos ser los
títeres de un gobierno extraterrestre. La Luna Negra salvará la Tierra. Con la
ayuda de nuestro aliado, Lord Gralas.
-¿Gralas?-
Exclamó Hazzar.- ¡No puede ser, nosotros!…
-Sí.-
Le cortó Deloin. - Ya sé cuál es su misión, contralmirante. La verdadera.- Dijo
ahora en voz alta para que todos los asombrados oficiales en el puente pudieran
oírle.- Esta nave nunca tuvo como objetivo prioritario el colonizar ningún
planeta. Eso era una cortina de humo para que, ni los honrados habitantes de
nuestro mundo, ni los del mundo que desean atacar a traición, lo supieran.
-¿De
qué está hablando?- Intervino Jane con gesto de asombro.-
-Muy
sencillo, teniente.- Se sonrió el capitán Deloin explicando en tanto mantenía
apuntado con su arma al contralmirante.- Les han estado engañando. Esos ataques
que hemos sufrido no eran sino intentos desesperados de defensa. De evitar que
esta enorme y poderosa nave llegase a cumplir su misión real. ¡Cometer un
genocidio!
-¡Eso
es mentira! - Protestó la comandante Simmons.-
-¡Vamos,
Elisabeth!, que nos conocemos.- Se rio el capitán.- Eres del servicio secreto
del UNISON. Y trabajas con esos autoproclamados soberanos de opereta, Serenity
y Endimión.
-¿A
qué se refiere?- Inquirió la atónita teniente Gray.-
-Es
una larga historia. Pero se la contaré. Total, vamos a pasar mucho tiempo
aquí.- Afirmó su interlocutor.-
Y así parecía que iba a ser. Al poco
además apareció el teniente Tang quien saludó de inmediato al capitán.
-Situación
controlada, señor. Todo va acorde al plan.- Le informó.-
-Magnífico.
Ocúpese de ver si todos los protocolos de seguridad se hayan desactivados.-Le
ordenó Deloin.-
-Sí,
señor.- Replicó el asiático alejándose de allí.-
Zhao se dirigió sin perder ni un momento a la
zona de desarrollo cibernético. Sabía que la acción de sabotaje estaba siendo
llevada a cabo allí.
-Tengo
que cumplir con mi cometido lo antes posible. Espero que todo estará pronto
bajo control.- Se decía en tanto llegaba.-
Entre tanto, en la consulta, una asustada
Maggie a punto de salir a cumplir con las órdenes de la saiyajin, vio impotente
como su compañera Marek llegaba.
-Ya
estoy aquí.- Declaró Erika según entraba.-
Aunque no tuvo ocasión de decir
mucho más. Cuando vio aquel cuadro dantesco, con García muerto en el suelo y
los demás acurrucados en una esquina. Abrió la boca con horror. Solo su odiada
compañera Kendall estaba en pie frente a ella. A su lado una mujer vestida con
extrañas ropas.
-¿Qué
significa esto?- Quiso saber.-
Y aquella extraña, a una velocidad
tremenda la apartó empujándola contra el resto de las personas. Erika cayó al
suelo lastimándose un hombro. Aunque eso no fue más que un leve golpe enseguida
observó a aquella individua con temor. Tenía una fuerza tremenda. De un simple
manotazo la había lanzado al menos tres metros haciéndola volar sin tocar el
suelo.
-Muy
bien. Si quieres vivir, ¡cállate! - Le espetó Zura a esa recién llegada.-
¿Comprendido?
Con evidente miedo, Erika asintió. La saiyajin
pasó entonces a dirigirse a Maggie en tanto miraba a Marek que era incapaz de
enfrentar sus ojos a los de esa especie de psicópata súper poderosa.
-¿Vas
a llamar a tus congéneres para que me traigan comida ya? ¿O quieres que continúe
divirtiéndome con los que hay aquí?
Como respuesta Maggie sacó enseguida
su teléfono tratando de contactar con el exterior. Pero al parecer la señal
estaba cortada.
-No
funciona.- Suspiró entre atónita y visiblemente asustada.-
Zura le arrebató aquel dispositivo
de las manos. Quiso probar ella.
-Tecnología
primitiva.- Espetó con desprecio.-
No tuvo el menor problema en
destrozar el aparato aplastándolo en su mano. Tras ello, añadió impertérrita.
-Tendrá
que ir un humano de estos. Dime. ¿A quién vas a enviar a buscarme algo de
comida? ¿A esa?- Quiso saber señalando a
la aterrada Marek.-
-No,
yo misma iré.- Musitó Maggie con voz temblorosa.-
-Claro.
–Se sonrió aviesamente Zura, añadiendo con desdén.- Quieres escapar, ¿verdad?
Los humanos sois todos unos cobardes. Dispuestos a sacrificar a otros de
vuestra propia especie para salvaros. Bueno, - Reflexionó con un tinte más
comprensivo para sentenciar.- Eso no es necesariamente malo, sino práctico.
Haremos una cosa. Irás tú, pero si no regresas en menos de una de tus horas, o
te traes compañía indeseada, mataré a todos los rehenes. ¿Me he explicado bien?
La impactada y aterrada Maggie
apenas sí pudo asentir varias veces. Al fin, su captora le dio permiso para
salir. Corrió lo más deprisa que pudo, directa hacia la cafetería. Allí, un
rato antes, Melissa y Adams estaban a punto de marcharse. Ginger por su parte
comenzaba a recoger. No parecía haber gente. En ese momento sonó la alarma.
-¿Qué
sucederá esta vez?- Preguntó la doctora Prentis en voz alta.-
-No
lo sé y no me gusta nada.- Contestó el doctor Adams.-
-Será
mejor que salgamos.- Les sugirió Ginger.-
Los pocos clientes que les
acompañaban así lo hicieron. Entonces, antes de seguirles, Ginger vio llegar
corriendo a Maggie.
-¿Qué
es lo que pasa?- La abordó.-
Aunque la enfermera estaba pálida,
reflejaba un miedo atroz en sus ojos, y apenas sí fue capaz de musitar con tono
tembloroso.
-¡Por
favor, necesito comida! Toda la que me puedas dar. Las vidas de muchas personas
dependen de eso.
-¿Qué?-
Exclamó la estupefacta dueña del local.- No entiendo nada.
Adams y Melissa se unieron a esa
conversación y en cuanto la enfermera pudo dominarse un poco les hizo un breve
resumen de la situación.
-Santo
Dios.- Repuso el espantado doctor Adams tras oír aquello.-
-¿Qué
podríamos hacer?- Preguntó Melissa en voz alta.-
-La
única opción es obedecerla.- Repuso Maggie agregando con un gran temor.- Ya la
he visto matar a varias personas sin pestañear, es perfectamente capaz de
cumplir su amenaza. Y sé que lo hará.
-No
te preocupes. Llévate todo lo que necesites.- Le ofreció Ginger.-
-Te
ayudaremos.- Se unió Melissa.-
-¡No!,
ella dijo que mataría a todos si alguna compañía no deseada se acercase.- Les
recordó la enfermera.- No podemos arriesgarnos…
Aquello era un gran problema. Maggie
no estaba segura de poder acarrear tanta comida como esa loca deseara. Pero, al
mismo tiempo, no quería poner en riesgo las vidas de tantas personas. Entre
tanto, en el ambulatorio, pasados ya treinta minutos, Zura hizo levantarse a
Marek.
-¡Tú!
- Le espetó.- Serás la primera…
Eso hizo estremecer de miedo a la
enfermera. No obstante, sacó valor de donde no pensaba que pudiera tenerlo y
movió la cabeza.
-¿A
fin de cuentas qué más me da? Estamos todos muertos.- Sentenció.- Esa maldita
zorra habrá ido corriendo a esconderse para librarse de las consecuencias. Lo
sé, la conozco bien.
-Vaya.-
Se sonrió entonces la saiyajin percibiendo un ligero aumento en la
insignificante energía de esa humana.- Parece que no la aprecias mucho.
-¡La
odio! - Siseó Erika con bastante sinceridad.- Y peor que la muerte misma para
mí, es pensar que sea debida por su causa. Y sin poder ajustarle las cuentas
como merece. Con todo el tiempo que llevo esperando para hacerlo.
Zura se llevó una mano a la barbilla
con gesto reflexivo. Podía sentir que esa humana no estaba tratando de
engañarla. De veras odiaba a su congénere. Y de un modo que rayaba en lo
irracional. Tanto que por un instante, su miedo a ella se había desvanecido.
Eso la divertía e incluso hasta intrigaba.
-Al
fin una cualidad interesante en los humanos.- Admitió con aprobación, para
querer saber.- Dime ¿Por qué la odias tanto?
-¡Eso
es asunto mío! - Escupió su interlocutora, añadiendo ahora con mayor suavidad y
tono sumiso, al darse cuenta de con quién estaba hablando.- Te lo contaría,
pero no delante de toda esta gente.
-Muy
bien.- Convino la guerrera.- Entonces metámonos en ese cuarto de ahí.- Le
indicó señalando un despacho próximo.- Quiero saberlo.
Aunque, antes de eso, se ocupó de
sellar las puertas con un rayo de energía. Diciendo divertida.
-Eso
por si habíais pensando en que podríais escaparos de mí. Ahora humana,
entretenme un poco.
Y las dos entraron en una habitación.
Una vez a solas Erika desde luego le narró una interesante historia. Zura la
dejó hablar sin interrumpirla, con expresión de auténtico interés. Aunque
cuando Marek concluyó, la saiyajin se rio ante la cara de asombro de su
contertulia. Sin embargo, comentó al final.
-Así
que es de esas… Bien, bien…me voy a divertir más de lo que suponía. Y alegra esa
cara, también tú lo harás.
-Solamente
te suplico una cosa.- Le pidió Marek poniéndose de rodillas.-
-¿Y
bien, qué es, que te perdone tu miserable vida?- Se aventuró la saiyajin al
verla de esa guisa.-
-No.-
Negó tajantemente la enfermera para sentenciar.- Que no mates a esa zorra, al
menos antes de que pueda vengarme de ella. ¡Por favor! Luego acaba con las dos,
o simplemente conmigo puesto que puedo ser la única que siga con vida.
Y Zura obsequió a esa humana con una
mirada de aprobación e incluso de respeto. Para sentenciar.
-¡Vaya,
vaya, vaya! Esto es cada vez más interesante. Muy bien…te concederé ese deseo.
A todo eso, Maggie iba ya de vuelta
cargada con algunas bolsas. Realmente llevaba bastantes y le pesaban pero se
obligaba a caminar lo más deprisa que podía. Entonces ocurrió lo que le
faltaba. Cuando creía que las cosas no se le podrían complicar más…
-Hola,
señorita.- Escuchó decir a una trémula voz de joven.-
Al mirar el rostro de su contertulio
palideció, casi abrió la boca para decir con incredulidad.
-¡Martin!
¿Qué haces tú aquí?
-Estaba
en el parque cuando sonó la alarma, volvía a casa. Va muy cargada. ¿Quiere que
la ayude?- Le ofreció el muchacho.-
-No,
no.- Negó ella con la cabeza y gesto apurado.- Gracias. No hace falta.
Ya le quedaban unos doscientos
metros para llegar y ese chico podría estar en peligro. Si esa loca le veía
cualquiera sabía lo que pudiera ser capaz de hacerle.
-Pero
le deben de pesar bastante. No se preocupe. Solo quiero ayudarla.- Insistió
él.-
Muchos pensamientos cruzaron por la
cabeza de Maggie. No quería hacerlo, se odiaría a sí misma por ello, pero no
tenía otra opción. Miró a aquel muchacho con gesto iracundo y le gritó.
-¡Maldito
mocoso! ¿Es que no te dejé bien claro que soy lesbiana? ¡Haz el favor de
dejarme en paz de una vez!
Martin quedó en shock. Apenas pudo despegar los
labios. Estaba lívido. No pronunció una palabra más, bajando la cabeza tomó su
monopatín, se subió a él y se alejó. Maggie movía la cabeza ahora dejando caer
algunas lágrimas. ¡Tuvo que hacerlo! Esa cruel forma de alejarle había sido
necesaria para salvarle la vida.
-¡Lo
siento mucho!, eres un buen muchacho.- Susurró con voz queda viendo con él se
perdía más allá de la arboleda cercana del parque.- Perdóname.
Y sin desperdiciar ni un segundo más
retomó su carrera. Jadeante y con los brazos doloridos y los dedos de las manos
amoratados, llegó al fin al centro médico. Fue la propia saiyajin quién rompió
una de las puertas que había bloqueado para dejar entrar a esa humana. Al abrir
y entrar Maggie, una atónita Zura le dedicó una mirada hasta casi respetuosa
para sentenciar.
-Pues
mira, tu amiga se ha equivocado. No eres una rata tan cobarde después de todo.
-¿Qué?-
Pudo musitar la muchacha.-
-Dame la comida. Tengo hambre.- Le ordenó entonces
la saiyajin.-
Alargando una mano temblorosa Maggie
obedeció. Zura le arrebató las bolsas con rudeza y celeridad. Las abrió
enseguida sacando algunos sándwiches y porciones de tarta. Agradada por ello no
obstante se contuvo y le indicó afablemente a la enfermera.
-Tú
primero. Entre los humanos es de cortesía ofrecer a otros antes de comer , ¿no
es así?- Pero su tono falsamente amable enseguida se tornó en esa dura voz de
mando suya para ordenarle a Maggie.- ¡Come! Vamos a comprobar si esos manjares saben
bien o tienen alguna ponzoña humana.
La interpelada tuvo que “degustar”
todas y cada una de las viandas que Zura le indicó. Aunque con los nervios y el
temor casi se le hacía una bola en el estómago. Al fin, satisfecha tras
hacérselas probar a la enfermera y cerciorarse así de que no estaban
envenenadas, la saiyajin no tardó en dar buena cuenta de todo ante las atónitas
caras de los presentes.
-No
estuvo mal.- Concedió con aprobación.-
Y mientras los humanos la miraban
con estupor y miedo, ella se limitó a tumbarse en una camilla para comentar más
distendidamente sin dirigirse a nadie en particular.
-Ya
queda poco. Enseguida habrá terminado todo.
Paralelamente a eso, Kiros y Giaal
llegaron a pocos metros de la cafetería. Allí, vieron en efecto a los doctores
Adams y Prentis. Aunque ellos salieron enseguida a su encuentro al percatarse
de su presencia. El saiyajin iba a comentarles lo del visor cuando sus
interlocutores se adelantaron poniéndole al corriente de lo sucedido.
-¿Qué?
¿Esa maldita traidora está suelta? Entonces, no hay ninguna duda. ¡Era ella!,
la falsa Keiko era la que estaba en la sala de contención. Debió de desactivar
la seguridad desde allí. Lo que no comprendo es porqué este visor no me lo
advirtió…
-Déjeme
echarle un vistazo.- Le pidió Melissa quien enseguida cayó en la cuenta de lo
que sucedía.- Está mal calibrado. Alguien ajustó erróneamente los parámetros, y
seguramente lo hizo adrede.
-¿De
quién sospecha, doctora?- Inquirió Giaal.-
-Solamente
el doctor Adams, Scott y yo misma, hemos tenido acceso a este aparato.- Declaró
tratando de hacer memoria.-
-El
doctor Hershow también nos ayudó.- Le
comentó Adams.-
-De
ustedes dos no tengo ninguna duda.- Afirmó Giaal.- De Scott me atrevería a
decir que tampoco. Era muy amigo de la doctora Wallance. Y ella le apreciaba muchísimo. Créanme. Sandy
tenía una grandísima facilidad para leer en los corazones de las personas. Y
por lo que yo sé, Scott era y es uno de sus amigos más queridos.
-Entonces,
solamente nos queda Hershow.- Exclamó Melissa.-
-Habrá
que dar con él. Pero ahora me preocupa más Maggie.- Comentó Kiros añadiendo con
resolución.- No la dejaré en manos de esa asesina.
-Pero
ella nos dijo que, si se aproximaba alguna visita que esa mujer considerase una
amenaza, mataría a todos los rehenes.- Le recordó Adams con visible inquietud.-
Eso era un gran dilema. Por un lado
no ir sería dejar abandonados a su suerte, no solamente a Maggie, sino al resto
de las personas que estaban con ella. Sin embargo, ir podría provocar que esa
renegada les matase. Kiros sabía bien que su congénere cumpliría su amenaza.
Entonces recibió una llamada de Tracer que apenas era audible. Y eso que su
compañero estaba empleando una frecuencia de emergencia militar.
-Hay
problemas. Traidores pilotando unos varitech nos impiden llegar a nuestros
cazas. Necesitamos ayuda.- Le pidió.-
-Enseguida
voy para allá.- Respondió el saiyajin.- Doctor Ginga, ¿Cree que podría ocuparse
de esto?
-Sí.-
Asintió su interlocutor añadiendo con tono animoso.- Vaya y eche una mano a sus
compañeros, mayor.
Kiros no tuvo más remedio que seguir ese
consejo. Lamentaba aquello. No quería dejar a esas personas que precisaban de
él. Pero no podía estar en todas partes. Al fin se marchó literalmente volando.
Melissa fue la primera en tomar la palabra.
-¿Y
cómo haremos para salvar a toda esa pobre gente?- Se preguntó en voz alta.-
Sus
acompañantes se miraron desconcertados. Aquello era realmente una tarea muy
complicada. Aunque tenían que encontrar una solución. Y mientras pensaban
aquello otra persona no invitada había podido escuchar oculto tras unos
matorrales. Era Martin. El chico vio llegar a esos dos cuando se marchaba
cabizbajo y llorando. Entonces le pudo la curiosidad. Más al ver salir volando
a ese tipo. ¿Quién demonios era? Pero lo que más le impactó fue escuchar lo que
realmente sucedía.
-Así
que fue por eso. Quiso alejarme de allí.- Reflexionó emocionado.- Pensó en
salvarme. Pues es mi turno de hacer algo por Maggie. Aunque no sea nunca nada
más que un chiquillo para ella. Pero le demostraré que no soy un niño.
Fue de ese modo como se decidió. Avanzó con su monopatín
en dirección al centro médico. Al aproximarse lo bastante descendió de su
atípico vehículo y quiso espiar sin ser visto. Al menos podría hacerse una idea
de cuantos enemigos había en el interior e informar de ello. Para su asombro,
al observar a través de las ventanas no vio nada que le pareciera extraño.
Varias personas estaban sentadas en el suelo. Y entonces vio a Maggie, de pie y
mirando nerviosa hacia algún punto que él no era capaz de distinguir. La enfermera estaba comiendo algo de tarta,
pero desde luego que no parecía disfrutarla. Más bien daba la impresión de estar siendo obligada a
ello. Quiso mirar más de cerca, aunque en ese instante una mano le aferró de la
camisa que llevaba.
-¿Qué
es lo que haces aquí, muchacho?- Le inquirió una voz conocida.-
-¡Doctor
Benson!- Repuso él al girarse.-
-Será
mejor que salgas corriendo mientras tengas ocasión.- Le aconsejó el
facultativo.-
-Pero
Maggie, bueno…, la enfermera Kendall está ahí dentro, y corre peligro, como
todos los demás.- Trató de explicarle el chico.-
-En
ese caso, tendremos que buscar ayuda.- Comentó gravemente el doctor que quiso
saber.- ¿Has avisado a alguien?
-No,
vine corriendo.- Le contó el chico.-
-Quizás
sepan ya que estamos aquí.-Conjeturó su contertulio.-
-La
enfermera Kendall venía con mucha comida. Puede que le dijera algo a la dueña
de la cafetería.- Elucubró el muchacho a su vez.-
-Puede
ser. Esperémoslo así.- Replicó Benson afirmando.- Que llegue ayuda pronto.
Martin estaba de acuerdo con eso, se
giró para ir en busca de aquel tipo al que vio volar y de más militares, aunque
de pronto sintió un golpe en la cabeza y cayó al suelo sin sentido. Al poco
Benson entraba con él sobre un hombro. La saiyajin se levantó de su camastro
entonces y quiso saber entre atónita y divertida.
-¿Y
ese?
-Husmeando
fuera. Creo que estaba solo.- Afirmó el facultativo.-
Maggie se quedó de piedra. ¡Era
Martin! Después de todo la había seguido, a pesar de lo que le dijo. Pero ahora
lo que más la asombraba e incluso horrorizaba, era que el propio doctor Benson
había capturado a ese pobre chico.
-Pero.
¿Por qué le ha traído aquí?- Preguntó entre atónita y espantada.-
-No
hace falta que haya ningún chismoso.- Se sonrió el doctor.-
Fue turno de Erika de quedarse
perpleja. Apenas podía creerlo.
-¡Usted
es otro traidor!- Denunció con indignación.-
Como respuesta, Benson le propinó
una bofetada tan fuerte que la hizo caer. Erika se tapó la mejilla y parte de
su nariz ensangrentada con una mano. Maggie corrió a tratar de atenderla pero
su compañera la apartó con un poco considerado tono, espetando.
-¡No
me toques!, sé arreglármelas sola.
Zura se había quedado al margen de
aquello, la saiyajin se lo estaba pasando bien. Incluso se reía. No hubiera
creído que esas ridículas criaturas pudieran llegar a entretenerla. Mucho mejor
así. Ya le quedaba poco para marcharse. Y a esos estúpidos humanos también les
quedaba muy poco, pero de existencia. Se sonreía divertida en tanto asistía a
todo aquel espectáculo. Benson entre tanto replicaba ahora con tono digno.
-Traidores
son todos aquellos que nos han tenido engañados durante este tiempo. No me
embarqué aquí para invadir planetas. Sino para ir en busca de un mundo vacío
que poder colonizar. Huyendo de una Tierra agotada y puesta en peligro por los
manejos de los codiciosos y los libertinos.
-Pero
¿de qué está hablando?- Quiso saber Maggie ahora.-
-¡Pregúntele
a su querido doctor Ginga! - Escupió su interlocutor.- Aunque ahora ya no
importa. Dentro de poco seremos libres de la tiranía de aquellos que únicamente
piensan en sus intereses.
-Bien
dicho, doctor.- Aplaudió la saiyajin.- Ahora reanime a ese humano de ahí.- Le
ordenó señalando a Martin.- Quiero enterarme de lo que sabe. Podría haber
estado espiando para Derail y los suyos.
Benson obedeció, tras colocar al
chico en una camilla no tardaron en reanimarle. Al fin abrió los ojos,
sonriendo al ver cerca a Maggie. En tanto se recuperaba de ese dolor de cabeza
que ahora tenía musitó dirigiéndose a la inquieta enfermera.
-Sabía
que no lo decía en serio.
-No
debiste venir, es muy peligroso.- Respondió la aludida.-
-Siendo
por usted no me importa.- Declaró él.-
Aunque ese pequeño momento de
romanticismo que el joven experimentaba se quebró de golpe cuando esa extraña
mujer morena y de largo pelo encrespado, apartó a la enfermera Kendall como si
de un guiñapo se tratase. Maggie cayó sobre uno de los sillones y Zura levantó
al chico con una sola mano agarrándole de la chaqueta que aún tenía puesta.
-A
ver, humano. ¿Qué estabas haciendo aquí?
-Yo…
solo…- Apenas sí pudo musitar entre asombrado por la fuerza de esa mujer y
visiblemente asustado.-
-¡Déjale,
por favor! Él no sabe nada.- Le suplicó Maggie.- Solamente vino porque estaba
preocupado por mí.
-¿Ah
sí?- Sonrió sardónicamente la guerrera del espacio, espetando. -¡Qué
conmovedor!
Sin apenas esfuerzo lanzó al
muchacho contra la pared opuesta, Martin estaba apenas recobrándose del impacto
y trató de ponerse en pie. Zura dejó de mirarle para preguntar a la preocupada
Maggie con sarcasmo.
-Dime
una cosa. ¿Cuál es tu secreto? Entiendo que esa patética criatura humana pueda
ver algo en ti, pero ¿un saiyajin? ¿Qué puede ver en una hembra a la que no le atraen
ni tan siquiera los machos de su especie?
-Él
no ve nada en mí, solo somos amigos.- Repuso la interpelada cuando se recobró
de tal pregunta.- Sus preferencias son otras.
-Ya.-
Comentó su contertulia con gesto divertido, para agregar.- Eso parece.
Miró inquisitivamente a Maggie y
luego volvió la vista hacia atrás. Una jovencita pelirroja había llegado. La
enfermera apenas sí pudo creerlo.
-¡Keiko!
- La llamó.-
La chica se aproximó impertérrita.
La enfermera no pudo evitar correr a su lado y sujetarla de ambos brazos, en
tanto la miraba preocupada y le preguntaba.
-¿Qué
haces aquí?...
Entonces Zura intervino preguntando
a la pelirroja.
-¿Es
ésta la hembra humana a la que te referías?
-Sí,
es ella.- Convino la muchacha para estupor de Maggie, más cuando la escuchó
añadir.- El saiyajin altera sus biorritmos en su presencia, mi especie puede
sentir eso.
-¿Especie?-
Musitó la enfermera dedicando una asombrada mirada ahora a esa joven y
queriendo saber con una mezcla de fascinación y temor.- Tú no eres Keiko,
¿verdad? ¿Quién eres?
-Soy
un metamorfo.- Le desveló aquel ser.- Pertenezco a la raza Dumarf.
-¿Qué
es eso?- Inquirió la estupefacta enfermera.-
-Para
vosotros los humanos sonará extraño pero, mi raza es capaz de adoptar la
apariencia de cualquier especie física. Para ello, primero trabamos contacto
directo con uno de sus miembros. Tu amiga, esa a la que llamas Keiko, estaba
presente contigo el día en el que fuisteis a examinar a Zura. Nada más fácil
para mí, que estaba en la forma de uno de los guardianes, que fijarme en ella.
Aunque dudé si tomar su apariencia o la tuya. Al principio, me pareció que ese
saiyajin se fijaba en aquella hembra humana. Sin embargo, cuando reparé en sus
biorritmos, noté que estos subían más en tu cercanía que en la suya. Pero ya
fue tarde, tenía grabadas sus características. Y los de mi raza precisamos de
un tiempo para llevar a cabo la metamorfosis.
-Eso
es ridículo.- Se sonrió Maggie ahora denotando incredulidad.- Debiste
equivocarte, yo misma les vi a los dos, después.- Susurró con pesar.- Al mayor
Kiros le gusta Keiko. Y a mí ella me atrae también. Pero él ha ganado.
-Puede
ser como tú dices. No entiendo el sistema humano de la reproducción. Nosotros
lo hacemos mediante división de nuestro cuerpo.- Le contó aquel extraño ser.-
-Ya
basta de conversación.- Le cortó la guerrera.- Ahora id a preparar la marcha.
Ocupaos antes de esos humanos.
Esa falsa Keiko obedeció, junto con
el doctor Benson salieron de allí. No sin antes agarrar a Erika de un brazo y
conducirla a otra sala en donde se concentraban ahora los rehenes. También
fueron a por Martin que seguía maltrecho.
-¿Qué
vais a hacer con ellos?- Se atrevió a preguntar Maggie dirigiéndose a Zura.-
-Lo
que es inútil debe ser eliminado.- Sonrió su interlocutora.-
Y antes de lo que la asombrada enfermera pudo
ni sentir, su captora ya la estaba sujetando de la mandíbula solamente con un
par de dedos. Pese a ello, le hacía daño. Zura entonces acercó su boca a una
oreja de la aterrada joven y le susurró con una mezcla de regocijo y desprecio.
-Así
que no te gustan los machos, ¿eh? ¿Y me puedes explicar qué clase de
desperdicio eres tú? Una hembra debe procrear y traer al mundo guerreros
fuertes. Si no copulas con alguno de ellos a tal fin ¿de qué sirves? Sí, no me
lo digas.- Suspiró replicándose a sí misma.- El mismo discursito de esa zorra
usurpadora, el amor no entiende de sexo, ni de lugar social.- Parodió entonando
una falsa voz melosa.- ¡Maldita perra! Ha logrado corromper a nuestra raza.
¿Sabes? Una vez fuimos un pueblo realmente poderoso. Conquistábamos mundos, reducíamos
a nuestros enemigos a cenizas. Nadie se atrevía a oponérsenos. Pero tuvo que
llegar ella. No sé qué clase de hechizo empleó. De la noche a la mañana las
mejores tradiciones saiyajin quedaron en desuso. Pero, mira por donde, su
propio hijo quiso reinstaurarlas. Desgraciadamente fue derrotado. Los que le
apoyamos tuvimos que huir de nuestro planeta. ¡Jamás le perdonaré eso! Y
mientras guerreros como yo debíamos ir al destierro, algunos invertidos como tú
medraban y eran aceptados con honores. ¡Inútiles que jamás procrearan porque
tiene el capricho de vivir con otros de su mismo sexo!- Espetó ahora con
patente ira.-
El corazón de Maggie latía
desbocado, aunque en esta ocasión no era igual que cuando se dejaba llevar por
el deseo con una hermosa mujer. Al contrario. Era el terror más absoluto el que
se adueñaba de ella. Apenas fue capaz de musitar entre sus doloridos labios
apretados por los dedos de aquella bestia.
-Por
favor…no te hemos hecho ningún daño.
-¡Ja!-
Se rio Zura respondiendo con abierto desprecio.- ¡Como si unos seres tan
ridículos como vosotros pudierais dañar a una saiyajin! ¿Todavía no lo
entiendes, verdad? Esto es cuestión de limpieza. ¡Infectáis el universo! Aunque
en tu caso me da igual. Allá los humanos y sus ridículas costumbres. ¡Amor!,
bah. No sé si eres tú o esa ridícula hembra del pelo rojo, la que tanto gustan
a Kiros. Me da lo mismo. No merecéis vivir ninguna de las dos. Pero sois una
carta que puedo jugar. Después de todo tienes suerte, acorde a las costumbres
de mi pueblo podría retarte a duelo a ti o a esa patética pelirroja, por el
derecho a desposar a Derail, y os
liquidaría en una fracción de segundo. Agradece que no sea el caso.
Arrojó entonces a Maggie contra la
pared. Fue un golpe tan fuerte que la chica quedó casi sin respiración, le
dolía la espalda y jadeaba aterrorizada. La saiyajin por su parte posaba en
ella una mirada de desdén.
-Además,
pensándolo bien. No voy a mancharme las manos eliminando a una escoria como tú.
No te mereces semejante honor.
No había concluido de decir eso
cuando alguien la sujetó por detrás con un agarre de brazos. La asombrada
Maggie reparó en Martin. Aquel chico se había lanzado contra ese monstruo
gritando.
-¡No
dejaré que le hagas daño!
El gesto de Zura se torció en una
mueca de irritación. No le costó ningún esfuerzo separar las manos de ese chico
que se aferraban entre sí en un vano intento por sujetarla. Le apartó como si
de un trapo se tratara empujándole contra la otra pared, entonces, apuntándole
con un dedo sentenció.
-¡Esto
por haberte atrevido a tocarme, criatura miserable!
Un rayo de energía brotó de ese
dedo. Uno que atravesó el pecho del chico. Martin cayó al suelo como un fardo.
No podía respirar. Maggie abrió los ojos y la boca de forma desmesurada.
Aquello parecía haber transcurrido a cámara lenta. En cuanto tomó conciencia de
lo sucedido corrió a arrodillarse al lado del chico.
-¡Martin!
Puedes oírme.
La saiyajin ignoró aquello moviendo
la cabeza con desdén. Sabiéndose no obstante muy superior a esa escoria y
disfrutando el momento. Sin embargo, algo la sacó de esa autocomplacencia. Una
voz que la desafiaba. Mirando por la ventana vio a un humano, o eso parecía.
-Tú,
la guerrera saiyajin. Te reto a un combate, si es que no tienes demasiado
miedo.- La desafió Giaal que estaba fuera.- No me sorprendería que no
aceptases. Únicamente te atreves contra criaturas débiles. No eres más que una
cobarde.
Zura no dijo nada, sencillamente
esbozó una malévola sonrisa y salió. Haría que ese idiota se tragase sus
palabras. Aunque eso a Maggie no le importaba. Trataba a la desesperada de
mantener a ese pobre crio con vida. Martin gemía y su mirada estaba vidriosa
por el miedo y la angustia de verse casi imposibilitado para respirar. La
enfermera intentaba por todos los medios taponar aquella herida. La sangre se
le escapaba por una pequeña apertura entre los pulmones.
-Tranquilo.
- Le decía ella con el tono más dulce y suave que podía lograr.-
El joven quería decir algo pero no podía, le
fallaba la voz y solo podía mirarla. Apenas estaba consciente ya. Maggie dejaba
caer lágrimas en tanto luchaba infructuosamente por parar aquella hemorragia
letal y le suplicaba con impotencia.
-¡Quédate
conmigo, por favor!...
No era tan tonta como para ignorar
que los pulmones del muchacho se encharcaban y que alguna de sus arterias había
resultado perforada, de no morir asfixiado lo haría por pérdida de sangre. De
hecho, los ojos del chaval se cerraban. Maggie entonces sujetó su rostro con
ambas manos y con delicadeza le plantó un suave beso en los labios, para forzar
una sonrisa y musitar entre lágrimas.
-Has
sido mi primer chico…de verdad…
Aquel pobre muchacho esbozó una
sonrisa. Aunque para asombro de Maggie escuchó en ese mismo instante a su lado
la voz de Giaal. Al mirarle quedó con la boca abierta, ese hombre o lo que
fuera, le estaba dando una alubia y le ordenó.
-Dásela,
que se la coma, ¡ahora!
El doctor Ginga tenía la piel de
color verdosa, una larga melena azul con sendos mechones púrpura y unos ojos igualmente
malvas. Sus orejas eran largas y
puntiagudas. Enseguida sonrió
afirmando.
-Si
la come se salvará. Tengo que irme. Ella volverá…
Y salió a una velocidad tremenda de
la sala levantando incluso una corriente de aire que agitó el pelo de Maggie.
La enfermera miró entonces al agonizante chico. No se cuestionó nada de lo que
aquel ser que había reconocido como al doctor, le dijo. En cualquier caso, ese
pobre chaval no tenía nada que perder. Con sumo cuidado iba a darle esa judía. Pero
él jamás la podría comer así. De modo que ella misma se la colocó en su
boca la partió con los dientes y besó una vez más al joven. Pero en este caso
fue más bien como si de una maniobra de respiración artificial se tratara. De
este modo le introdujo aquello lo suficiente como para que se deslizara por su
tráquea. Tras unos momentos de tremenda tensión y temor, la muchacha quedó
asombrada cuando ante sus propios ojos vio como esa herida que traspasaba el
pecho de Martin dejando ver un agujero en su espalda se cerró. Reaccionó con
celeridad pese a ese increíble suceso y le tomó las constantes vitales. ¡Volvía
a respirar! Aquello era asombroso. La enfermera reía y lloraba al mismo tiempo
mirando con incredulidad al joven paciente que estaba inconsciente ahora. Sin
embargo, un estruendo de explosión la sacó de ese momento milagroso. Dejando a
Martin tendido en el suelo miró a través de una ventana. Apenas sí podía
distinguir dos manchas que chocaban una contra otra a una impresionante
velocidad.
-¡Es
increíble!- Musitó la joven.-
Y es que, cuando la saiyajin había salido para
aceptar el reto de ese individuo, el alien tomó ventaja para lanzar un rayo de
energía que impactó contra ella, enviándola a varios centenares de metros de
distancia y estrellándola contra un edificio que derrumbó bajo ella. Fue cuando
Giaal aprovechó para entrar en el centro de salud y darle aquella alubia a
Maggie. Pero enseguida percibió como la energía de esa terrible guerrera
aumentaba. Supo que no disponía apenas de tiempo. Fue a su encuentro antes de
que se recobrase por completo y comenzaron un intercambio de golpes.
-¡Vaya
una sorpresa!- Declaró Zura en tanto lanzaba varios puñetazos.- ¡No te
defiendes mal! Mejor al menos que esos otros desgraciados congéneres tuyos.
-Lamentarás
haber atacado a mi pueblo.- Replicó Giaal parando esos ataques con destreza.-
-Lo
que lamento es no haberles matado a todos.- Sentenció su enemiga esquivando los
ataques del alien a su vez.-
Entre tanto, Kiros se reunió con el
mayor Jensen. Tracer había llegado poco antes, con una unidad equipada con
armamento ligero y un par de lanzacohetes. Aunque esto era ineficaz contra los
ya tres varitech controlados por el teniente Kovac y otros dos traidores más
que les cercaban.
-¿Qué
quieres que haga?- Preguntó el saiyajin.-
-Si
pudieras eliminarles, o al menos distraerles, para permitirnos llegar a
nuestros aviones, te estaría muy agradecido.- Repuso su compañero.-
Aunque para sorpresa de Tracer fue
el mayor Derail quien sonrió débilmente para replicar con humor incluso en un
momento como ese.
-¿Tan
agradecido como para invitarme a comer?
-No
sé yo si podría llegar a tanto.- Comentó Rick sonriendo a su vez.-
En esta ocasión había sido el
saiyajin, otrora tan serio y disciplinado, quien tomó el papel que el mismo
Tracer solía interpretar. Esa broma para distender un poco aquel grave momento
fue agradecida por todos. Mullins también se sonrió moviendo levemente la
cabeza. Y hasta Susan y Olivia rieron un poco. Fue la mejicana quien, sin poder
evitarlo, quiso saber con gesto de incredulidad.
-Perdone
mayor, pero ¿Cómo piensa hacer eso?...
Por toda réplica, Kiros se
transformó en súper saiyajin dejando asombrados a todos.
-Me
ocuparé de esos traidores de inmediato y esta vez no habrá piedad para ellos.-
Sentenció ahora ya con visible enfado.-
Y cumpliendo su palabra se elevó con
gran velocidad en el aire. Apuntó con una mano y su brazo extendido a uno de
aquellos robots y lanzó un rayo de energía que lo hizo estallar. Los otros
varitech se resguardaron de inmediato tras unos restos de casas.
-¡Ahora!
–Les indicó Tracer a sus compañeros pilotos.-
Sin volver la vista atrás corrieron
hacia la zona de despegue, en tanto Kiros les cubría disparando varias ráfagas
de energía contra esos robots. Estos replicaban con rayos láser que el saiyajin
esquivaba con destreza. Afortunadamente, sus amigos fueron capaces de eludir
aquel cerco. Llegaron con rapidez aunque, para su sorpresa, los operarios de la
base habían recibido la orden de no dejar salir a ningún avión. Ni fuera, ni
dentro de la nave.
-¿Quién
ha dado esa orden?-Se interesó Mullins.-
-El
capitán Deloin, por mandato del contralmirante, señor.- Replicó un teniente.-
-¡Eso
es absurdo! - Exclamó Tracer insistiendo.- Tenemos que subir a esos aviones, ¡ya!
Es cuestión de vida o muerte.
-Lo
lamento, mayor. Pero tenemos órdenes.- Se reafirmó aquel oficial.-
Rick miró con complicidad a Susan y
a Olivia. Ellas asintieron. Al instante apuntaban con sus armas al oficial y
resto de los militares allí apostados.
-Lo
lamento mucho. Esas órdenes quedan revocadas.- Declaró Tracer.-
-Preparémonos
para despegar.- Urgió Marcus.-
Sin embargo, en ese instante alguien
más llegó. Era el comandante Enset. Tras saludarle, Tracer le comunicó después
de ser puesto al corriente de lo que sucedía.
-Lo
lamento, señor, pero voy a desobedecer esas órdenes. Le pido respetuosamente
que no se oponga.
-Muy
bien, mayor.- Convino su superior que, para sorpresa de todos, añadió.- No solamente
no me opondré sino que asumo la responsabilidad. Dense prisa y aborden sus
aparatos.
Y a eso se dispusieron todos,
alegres y aliviados al contar con el respaldo de su comandante.
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