Y
es que Karl había recibido un mensaje cifrado desde el puente. El
contralmirante pudo arreglárselas para activar una alarma silenciosa y un
protocolo de alerta. Aprovechó que la comandante Simmons estaba distrayendo la
atención de los rebeldes con sus protestas.
-Motín
a bordo, el capitán Deloin se ha amotinado con algunos oficiales, actúen
ustedes a su discreción para reinstaurar el orden.- Era el contenido de aquel
mensaje.-
Así
lo indicó a los atónitos oficiales al cargo del puesto. Tras mostrarles las
pruebas en su teléfono estos enseguida se cuadraron.
-Estamos
a sus órdenes, mi comandante.- Declaró aquel teniente que había estado al mando
hasta el momento.-
-Dispóngalo
todo para que los pilotos puedan abordar sus aviones y dirigirse a la ciudad.-
Les indicó.- Modo varitech, ataquen y destruyan a las unidades rebeldes.- Les
mandó Enset.-
-¡A
la orden! – Replicaron todos al unísono.-
Con gran rapidez se aprestaron a
ello. En apenas unos minutos estaban listos y dirigiéndose hacia la ciudad.
Allí, Kiros soportaba el bombardeo de los dos varitech que quedaban. Con un
escudo formado por su propia energía se protegía de los impactos de láser e
incluso de dos misiles. Al fin, otro robot llegó, pero esta vez en su auxilio.
La teniente Hunter le pidió al saiyajin por megafonía.
-Mayor,
le pido que me deje a Kovac a mí.
-Es
todo suyo, teniente.- Replicó él que, viendo llegar al resto de los refuerzos,
añadió.- Ahora debo irme. Me necesitan en otra parte.
Y en tanto Kiros se alejaba de allí,
Susan y Olivia se acercaron a su objetivo.
-¿Puedo
unirme a usted, mi teniente?, además de compañera, Celia era también mi amiga.-
Le pidió la mejicana con una emotividad apenas contenida.-
-Por
supuesto.- Concedió su contertulia.- Será un honor para mí tenerla a mi lado.
-¡Zorras!
Acabaré con vosotras.- Aulló su enemigo, sentenciando.- No volveré a la cárcel…
-¡En
eso estamos de acuerdo, hijo de la chingada! - Espetó la mejicana con rabia y
determinación.-
-Ríndase
Kovac, está en inferioridad. – Le advirtió Susan pese a todo.-
Aunque, por toda réplica, su
adversario apuntó con el fusil de su robot y disparó hacia ellas. Aquello
enfureció aún más a las dos mujeres que, tras usar sus escudos para repeler ese
ataque, respondieron con una ráfaga de sus propias armas. Kovac aguantó con sus
propias defensas hasta que, sobrepasado en potencia de fuego, recibió un par de
impactos que averiaron su sistema de guía. El varitech se desplazaba sin rumbo
fijo ahora. Pese a ello, aquel desquiciado no cesaba de disparar.
-¡Ese
maldito loco va a matar a muchos inocentes! - Exclamó Susan.-
-Hay
que detenerle a como dé lugar.- Convino Olivia.-
Pero lo tenían complicado, ese varitech que
pilotaba su adversario se había ocultado tras un par de ruinosos edificios. Daba
la impresión de que, pese a los daños en sus sistemas de guía, de algún modo
Kovac había sido capaz de ganar algo de control.
-¡Jamás
me atraparéis!- Exclamaba desafiante por la megafonía de su avión. -
Pero las dos mujeres no tuvieron que hacerlo.
Su enemigo fue tomado por sorpresa y rematado por un misil de Mullins que se
había aproximado aprovechando que Kovac estaba distraído con sus otras
oponentes. A resultas del impacto el aparato estalló parcialmente. El fuego
devoraba la cabina y todos pudieron oír los gritos de aquel tipo antes de que
el silencio se hiciera denso y total. Pese a todo, fue duro para los presentes
tener que presenciar algo así.
-¡Virgen
santísima!- Pudo musitar la horrorizada Olivia.-
Susan estaba asimismo sobrecogida ante
semejante escena. Por muy despreciable que fuese Kovac, no dejaba de ser un ser
humano que se quemaba vivo ante ellos sin que pudiesen hacer nada por
impedirlo. Fue un alivio para todos cuando sus alaridos de dolor dejaron al fin
de escucharse. Al ver aquello, el otro oficial rebelde se entregó de inmediato.
Rick se acercó entonces y, tras ser puesto al corriente de lo ocurrido, llamó a
su vez a su superior.
-Aquí
el mayor Jensen. Situación controlada en el sector dos de la ciudad.- Informó
al comandante Enset.-
-Ahora
solamente espero que el mayor Kiros pueda vencer a esa mujer.- Suspiró Susan.-
Y eso que la joven no estaba al tanto de la
apurada situación por la que atravesaba su propio novio. Tras un rato de reñido
combate Giaal estaba cansado, lo mismo que su enemiga. Aunque ésta sonreía con
superioridad y tras desplegar su larga cola en un momento de pausa en el
combate le dijo hasta con un tinte de respeto en su voz.
-He
de admitir que eres un gran oponente. Te felicito y admito que no pensé que
tendría que recurrir a esta técnica. ¡Enhorabuena! Pero, desgraciadamente para
ti, se ha terminado tu suerte.
-¿Qué
quieres decir?- Quiso saber Giaal entre jadeos.-
-Lo
vas a ver enseguida.- Rio ella creando una apreciable esfera de color azul que
lanzó hacia arriba aunque agregó incluso con tono próximo a la admiración.- Al
menos, podrás decir que no vas a acabar siendo un esclavo de Gralas, como los
de tu raza. Desde luego, no mereces esa suerte a juzgar por tu valor.
El alien escuchó aquello con
sorpresa y horror, aunque no tuvo tiempo de preguntar a su enemiga. Al ver esa
bola azul, tomó eso por un nuevo ataque e hizo amago de cubrirse. Sin embargo, esa energía no estaba destinada
contra él, sino que ascendió hacia las alturas iluminando todos los
alrededores.
-No
comprendo nada.- Se dijo el extraterrestre en tanto intentaba recobrar el
aliento.-
Vio como esa mujer le dedicaba una malévola
risa. Y entonces su apariencia comenzó a cambiar. El tinte de esa carcajada
pasó de un tono femenino a otro grave, después gutural, su rostro se deformó
alargando su mandíbula y su cuerpo crecía sin cesar recubriéndose de pelo.
-Pero.
¡Por el Sagrado Árbol! ¿Qué es eso?- exclamó un alucinado Giaal.-
Y antes de que pudiese reaccionar a
la sorpresa, ante sí tenía a un gigantesco simio que se aporreaba el pecho con
ambos puños emitiendo tremendos rugidos. Sus ojos eran enormes y rojizos y su
expresión reflejaba una cruda maldad. Aquello llenó de horror a todos los que
pudieran verlo desde la distancia. Incluidos los que permanecían como rehenes
en el centro médico.
-¿Qué
es eso?- Exclamó una asombrada Erika tras contemplarlo a través de una ventana
para describir al atónito y atemorizado resto de personas.- Es… ¡es como una
especie de King Kong!
Tampoco Maggie podía dejar de
observar con asombro. No obstante, recordando lo más urgente, dejó por unos
instantes la contemplación de esa increíble criatura y se hizo con una manta
con la que arropó a Martin. El muchacho seguía sin sentido, pero al parecer
descansaba.
-Fuiste
muy valiente. Nunca lo olvidaré. Pero no me merezco que la gente se sacrifique
por mí.- Le susurró en tanto le acariciaba la frente con cariño maternal.- No
personas tan buenas e inocentes como tú…- remachó besándole afectuosamente en
la frente.-
Sin embargo, los rugidos de esa
bestia la hicieron volver a mirar. Ese enorme mono trataba de capturar a Giaal
que la esquivaba como podía. Pese a su gran tamaño aquel monstruo era realmente
ágil. Pero lo que heló la sangre de todos los testigos fue oír su voz gutural y
grave retumbar.
-¡Ja,
ja, ja! Estás perdido. Y después reduciré todo esto a cenizas…acabaré con esos
insectos humanos.
Por toda réplica el alien le disparó
varias ráfagas de energía que en nada afectaron a su colosal adversario. Giaal
estaba agotado y a punto de ser aplastado por las enormes patas de su enemigo.
Por fortuna, una voz se oyó a sus espaldas. Era la de Kiros.
-Me
ocuparé de ella.- Afirmó con calma.-
-¡Ahora
mi fuerza se ha multiplicado por diez!- Vocifero su gigantesca contrincante.-
No podrás vencerme.
Y haciendo un alarde abrió aquellas
enormes fauces lanzando una enorme bola de energía contra el recién llegado.
Kiros se limitó a esquivarla. Sin embargo, aquella esfera se estrelló contra
una parte de la ciudad provocando una gran explosión que redujo a polvo los
edificios y cualquier cosa situada a varias decenas de metros a la redonda.
-¡Maldita
seas! - Espetó el saiyajin.-
-¡Ja,
ja, ja! Eso es lo que le sucederá a toda esta nave.- Se burló Zura que entonces
dedicó su atención al centro médico.- Empezando por ese sitio. Sé que te
importa mucho.
-Es
hora de salir de aquí.- Les ordenó Benson al darse cuenta de eso.-
-Pero
tenemos pacientes que no pueden escapar.- Objetó Erika que, entre asustada e
indignada, le espetó.- ¿Ésta era su gran solución? ¿Matar a tantos inocentes?
-Soy
médico, no un asesino.- Replicó él con tono ofendido.- Saldré a convencer a la
guerrera para que no nos destruya. Usted aproveche mientras tanto y salga con
cuantos pueda.
-¿O
me volverá a pegar?- Le recordó la molesta enfermera.-
-Si
hice eso, fue para salvarte la vida. Zura no se hubiese andando con tanta
delicadeza.- Le respondió su interlocutor, urgiéndola una vez más -¡Vamos! Haz
lo que te he dicho.
Entonces Maggie se aproximó hasta
ellos afirmando convencida.
-El
mayor nos protegerá. Saldré para que sepa que estamos aquí.
-¡Eso
es una estupidez!- Rebatió Benson.-
-¿Qué
más salidas tenemos?- Le gritó una enrabietada Maggie.-
-Convencer
a la saiyajin. Es mi aliada, respetará eso.- Afirmó él.- Yo me ocuparé.
Y para demostrar su punto el médico
salió primero. Aunque era realmente imposible el hacerse entender con el
estruendo de esa tremenda batalla. Kiros disparaba rayos de energía que ese
mono recibía o apartada de sendos manotazos. Los dos sangraban afectados ya por
el intercambio de ataques. El simio hasta había arrancado trozos de ruinas y
árboles que usaba como proyectiles contra su rival que, o bien los eludía o los
desintegraba con sus rayos.
-¡Basta,
no olvides que somos aliados! - Le gritó Benson haciendo bocina con ambas
manos.-
Para su desgracia aquel enorme
monstruo no pareció reconocerle o no le importó, dado que con una de esas
enormes bolas de fuego que arrojaba desde sus fauces, vaporizó al desdichado
facultativo que no pudo ni gritar antes de ser desintegrado. Después esa
energía destruyó otra parte de la nave.
-¡Qué
horror! – exclamó Erika tapándose la cara con las manos y refugiándose contra
una pared, impactada al ver aquello.-
-Tengo
que salir.- Se dijo Maggie, pese a estar aterrada.-
Erika no contestó a eso, corrió a
tratar de poner a salvo a cuantos heridos pudiera. Maggie se permitió decirle
aun en medio de todo aquel caos.
-Por
favor, ocúpate de ese muchacho. Que no le suceda nada.
-Esa
no es una promesa que yo pueda cumplir.- Replicó su compañera, aunque en esta
ocasión con más temor que agresividad.-
Su interlocutora asintió. Era
cierto. Siguió observando el desenlace de aquella titánica pelea y aguardó
hasta que los alrededores quedaron despejados y los contendientes se alejaron
un poco. Kiros mantenía a raya al enorme simio ahora con un bombardeo de
energía. Entonces vio a la enfermera. Rápidamente aterrizó a su lado
interponiéndose entre ella y aquel monstruo.
-¡Debes
huir de aquí, vamos! - La urgió.-
-No
puedo. Hay muchas personas ahí dentro. ¡Por favor, protégeles! - Le pidió
desesperadamente ella.-
El guerrero asintió. Aunque aquel
colosal animal ya se había recobrado y sonreía mostrando unos enormes colmillos
en sus fauces, para declarar.
-¡Qué
interesante, vamos a ver de qué eres capaz por proteger a tus mascotas!
Kiros se tensó y sin mirarla le
indicó a Maggie.
-¡Échate
al suelo, rápido!
La muchacha obedeció, al instante
siguiente una enorme corriente de rayos de plasma fue directa a ellos. El súper
saiyajin aumentó su poder creando una tromba de energía al grito de.
-¡Kamehameha…ya!…
Ambas fuentes de poder chocaron
sujetándose mutuamente. Maggie solamente podía levantar un poco la vista desde
su posición para quedar realmente anonadada. Semejante duelo entre aquellos
seres tan impresionantes sobrepasaba del todo su comprensión. Apenas sí podía
musitar una plegaria. Y eso que ella no era creyente. Aunque en este caso,
cualquier ayuda sería poca.
-Por
favor, que Kiros venza. – Susurraba tapándose la cabeza con ambas manos para
tratar de resguardarse de la intensa luz y del calor que le llegaba en tanto
añadía a modo de ruego.- Haré cualquier cosa, pero que nadie más muera…
Por
su parte, Giaal se había recobrado lo bastante y al verle, Kiros le gritó.
-¡Su
cola! ¡Córtasela!
El alien no lo dudó, aprovechó para
atacar dado que su enemiga estaba ocupada sosteniendo aquel duelo de energías.
De un tajo hecho por un rayo suyo, Giaal logró seccionar aquella enorme cola.
En ese instante y de modo increíble, aquel simio enorme perdió su poder. La
onda vital de Kiros se lo llevó por delante haciéndole rugir de dolor. Poco a
poco además, su tamaño se iba reduciendo
y perdiendo aquel pelaje, para regresar al cuerpo normal de Zura. Al
caer estruendosamente al suelo la saiyajin abrió un boquete. Estaba desnuda y
sangraba malherida. Apenas pudo jadear tratando de recobrar su respiración.
Maggie se levantó entonces asombrada. Kiros seguía resplandeciendo con ese
cálido tono dorado y sus ojos era de un intenso color azul. Aunque fue Giaal
quien primero aterrizó junto a su enemiga que apenas sí pudo balbucear aún
desafiante.
-¡Adelante!...
¡Matadme!. He…perdido…
-Te
aseguro que lo haré si no hablas.- La amenazó Giaal.- ¿Dónde están los de mi
pueblo? ¡Responde!
La guerrera se atragantaba con su
propia sangre aunque sostuvo la enfurecida mirada de aquel tipo con otra
orgullosa. Sin embargo, no replicó. Fue Kiros quien se acercó al poco para
valorar su estado.
-Apenas
le queda energía vital. Y no seré yo quien se la preste.
-Es
un monstruo, sí. Pero, a pesar de todo, está herida y tiene derecho a ser
atendida.- Musitó Maggie que se había acercado caminando lentamente.-Doctor.
¿No tiene alguna más de esas judías?
-Tengo,
pero no pienso darle ninguna.- Espetó Giaal quien enseguida le explicó a la
enfermera.- De hacerlo no solamente se recobraría sino que se haría más fuerte.
No sé si en tal caso podríamos con ella.
-Haces
muy bien.- Jadeó al fin Zura esbozando una débil y malévola sonrisa, para
afirmar.- Por fin demuestras ser algo más que un gusano. Aunque no importa.
Todos estamos condenados.
-¿A
qué te refieres?- Inquirió Kiros.-
-
¡Ja, ja, ja! No tardaréis en saberlo.-
Replicó enigmáticamente ella.-
Su rival no se anduvo con
delicadezas. La agarró del cuello elevándola para amenazar con patente ira.
-Habla
o te mataré, y te juro que no será de un modo rápido.
-¿Sa…sabes
que si sigues así acabarás por gustarme?- Se rio su enemiga.- Ya casi pareces
un saiyajin de verdad. Piénsalo. Podría ser la madre de tus hijos.
-¡Eso
jamás! - Escupió él con manifiesto desprecio.- Antes prefiero que mi linaje se
extinga.
-Esa
es la desgracia que esa zorras de Serenity y la reina Meioh han traído sobre
nosotros.- Replicó altivamente Zura.- Y que nos conducirá a la extinción.
Su contertulio la dejó caer al suelo
sin ninguna delicadeza. La guerrera amagó un grito de dolor pero se contuvo. Al
poco las asistencias y guardias armados llegaron para ocuparse de la enemiga.
-Tenemos
que ir a ver qué ha sucedido con los doctores Adams y Prentis.- Recordó Kiros,
dirigiéndose acto seguido a Maggie para preguntarle con bastante
consideración.- ¿Estarás bien?
-Todo
lo bien que pueda.- Le prometió ella con una leve sonrisa para tratar de sonar
más entera al añadir.- No puedo permitirme el lujo de venirme abajo. Hay mucha
gente que necesita ayuda.
-Me quedaré con ella.- Se ofreció Giaal.- Aquí
necesitarán médicos.
-Muy
bien. Cuidados, amigos.- Les pidió Kiros que al instante salió volando con gran
velocidad.-
Ahora la enfermera y el doctor
quedaron los dos, frente a frente. Para asombro de Maggie, el doctor Ginga
recobró su apariencia humana.
-Jamás
pude imaginar que existieran los extraterrestres.- Admitió ella.-
-Hay
muchas cosas increíbles en el Universo.- Le contó Giaal, casi dando la
impresión de que se disculpaba al declarar.- No todas son terribles o perversas
como Zura o las fuerzas de Gralas. No todos los aliens somos como ellos.
Su interlocutora escuchó, asombrada
todavía y durante un instante ninguno habló. Al fin la joven replicó.
-Lo
sé. Ahora lo sé. Será mejor que nos demos prisa en ir a atender a los heridos.
Aunque por desgracia no se pueda hacer nada por muchos que ya han muerto
Giaal asintió consternado, y
entonces Maggie pareció pensar en algo y dijo.
-Doctor
Ginga.
-¿Sí?
–Quiso saber él.-
-Verá…-Le
explicó la enfermera.- Se trata de…
Su interlocutor asintió con
expresión a medio camino entre el interés y la sorpresa. Al fin, agregó.
-Es
algo muy difícil. No obstante, podría ser factible. Pero necesitaría la ayuda
de la doctora Winters. De momento vamos a tratar de atender a las personas en
apuros y a asegurarnos de que esa criatura no escape.
Y así lo hicieron. Kiros entre tanto
volaba hacia la zona militar, no tardó en avistar los aviones de Tracer y el
resto.
-¿Necesitáis
ayuda?- Les preguntó.-
-No
gracias, todo está controlado aquí. Pero hay problemas en el puente. Deloin es
un traidor.- Le informó Tracer, añadiendo.- Y el comandante Enset me ha
comunicado que también hay un intruso en la sala de informática en el centro de
desarrollo cibernético. Hazzar se lo dijo. El contralmirante está retenido en
el puente y allí ha podido enterarse de todo.
-¿Cómo
pudo hacerlo sin ser detectado?- Se sorprendió Kiros.-
-El
viejo zorro lleva un transmisor de emergencia camuflado en su reloj. – Sonrió
Rick.- Me lo contó el comandante.
Su contertulio asintió, realmente
eso le daba igual, de modo que declaró.
-Iré
a la sala de informática primero. Controlando los ordenadores tendremos acceso
a todo.
-¡Espera!-
Le pidió Tracer, informándole.- me está llegando una transmisión por la
frecuencia segura de emergencia. Es el comandante Enset.
El saiyajin y los demás esperaron a
que Rick les contase el mensaje que había recibido. Unos minutos antes, en la
sala de informática, Scott y a Caroline, seguían trabajando bajo la supervisión
de quien había sido su colega hasta hacía bien poco. De hecho, Hershow se
impacientaba.
-¡Vamos!
¿Por qué no responden?- Se preguntaba en voz alta.-
-Paciencia,
amigo.- Se sonrió Caroline, agregando pese a todo con su inefable humor
tejano.- Deben de estar ocupados recibiendo patadas en el culo.
Aunque la broma no le hizo gracia a
su interlocutor que apoyó la pistola sobre la cabeza de la doctora Drummont
para sentenciar.
-Más
te vale que todo vaya sobre ruedas o tendrás serios problemas.
-Tranquilo.-
Le pidió Scott con un tono más conciliador, tratando de argumentar.- Si se han
producidos ataques puede que algunos de los repetidores o sistemas de la nave
hayan sido dañados.
-Id
a comprobarlo.- Les ordenó Hershow a dos de los soldados que le acompañaban.-
Estos salieron y tras unos minutos
no daban señales de retornar. El científico comenzó a preocuparse.
-No
te pongas nervioso. - Le pidió Scott, tratando de sonar razonablemente
calmado.- A buen seguro que esos dos estarán comprobando un área muy grande de
la nave.
-Eso
espero, por vuestro bien.- Le amenazó su interlocutor que exhibía su arma con
nerviosismo.-
Aunque, para sorpresa de sus
compañeros, enseguida comenzó a justificarse.
-Yo
no quería que esto fuera así. Se suponía que el laboratorio estaría vacío y que
vendría solo para ocuparme de todo. ¡Pero teníais que estar aquí!
Caroline parecía querer replicarle
con alguno de sus comentarios y eso debió pensar Scott dado que discretamente
sujetó una mano de su compañera. Ella se percató guardando silencio. De este
modo, su secuestrador prosiguió.
-Vamos
a arreglarlo todo. No más muertes, no más guerras. Ya lo veréis…
Su perorata quedó interrumpida por
un ruido. Con gesto desconfiado se alejó unos pasos pistola por delante.
-¿Quién
anda ahí?- Quiso saber…
No hubo respuesta, entonces le
ordenó a Drummont.
-Doctora,
acérquese y mire.
Ella pareció dudar y Scott le
susurró.
-Dame
algo de tiempo…
Al fin Caroline se levantó
dirigiéndose dócilmente hasta donde se hallaba el doctor Hershow. Entre tanto,
Scott se ocupó de teclear un mensaje al tiempo que oyó voces. Alguien llegó.
Era un oficial.
-¿Qué
tal va todo por aquí?- Preguntó la voz del teniente Tang.-
-¡Al
fin! - Suspiró Bruce.- Ya era hora, teniente. Estaba comenzando a preocuparme.
-No
tema, doctor. Todo va según el plan.- Respondió afablemente el interpelado.-
-¿Y
los soldados que me acompañaban?- Quiso saber Hershow.- Les mandé a comprobar
los alrededores.
-Me
topé con ellos y les ordené que vigilaran el exterior. Por si alguna presencia
no autorizada se acercase demasiado.- Repuso Zhao. –
Hershow suspiró aliviado. Al menos,
ahora podría relajarse un poco. Lo suyo no era encañonar a nadie. Sin embargo,
con ese oficial aquí no tendría que preocuparse de eso. En esas cábalas estaba
cuando sintió un golpe en la cabeza. Luego todo se le hizo oscuridad. Quedó
tendido en el suelo y ante las sorprendidas caras de Caroline y de Scott que se
había acercado hasta allí al oír la conversación, el teniente Tang les informó.
-Tranquilos.
No teman. No soy ningún traidor. Me infiltré entre ellos desde que comenzó este
viaje. Pertenezco al servicio de inteligencia del UNISON.
-¡Menos
mal, amigo!- Exclamó ahora Caroline, quien dando un puntapié al inconsciente
Hershow preguntó.- ¿Y qué hacemos con este hijo de perra?
-Atarle
bien.- Respondió Zhao.- Y ustedes ocúpense de devolver la nave a la normalidad.
Corten, eso sí, todas las comunicaciones del puente de mando, a excepción de
las que queremos que reciban. Los traidores restantes todavía lo controlan. De
hecho, es la única parte de la nave que dominan ya. Debemos impedir que
informen a sus superiores del fallo de su plan. Y sobre todo… necesitaré su
ayuda para otra cosa realmente urgente.
Los dos quedaron horrorizados y
estupefactos al enterarse de aquello. El teniente Tang entonces contactó con el
comandante Enset y le informó de todo lo que sabía. Éste a su vez se puso en
contacto con Tracer. Al fin, el mayor Jensen dio buena cuenta a su compañero
Kiros de lo que pasaba. Fue en ese momento cuando este se fue en dirección al
centro cibernético. Cuando el saiyajin llegó al fin, Zhao le confirmó todo
aquello.
-¿Está
seguro de eso, teniente?- Exclamó el atónito
guerrero.-
-Por
desgracia, sí. Lo malo es que no sé a ciencia cierta donde está.- Respondió el
oficial.- Pese a llevar infiltrado tanto tiempo no se me comunicó su
emplazamiento. Lo malo es que, si ellos creen que todo ha fracasado, activarán
el dispositivo.
-Comprendo.-
Musitó Kiros.- Entonces deberíamos capturarles sin que tengan tiempo de
hacerlo.
-Así
es. Por ello quise contactar con usted, señor.
Es el único capaz de lograr tal cosa con su velocidad.- Le explicó su
subalterno añadiendo.- Por ahora tenemos un plan. Si este fallase esperamos
poder contar con usted.
-Desde
luego, teniente.- Asintió el saiyajin.- Para lo que necesiten.
-Debe
advertirle que eso sería muy arriesgado. Podría ser muy peligroso o incluso
letal para usted. Pese a ser un saiyajin. -Le avisó el oriental.-
-Eso
no es importante.- Sentenció su contertulio, pidiéndole con determinación.-
Usted únicamente dígame si debo actuar o no.
-En
ese caso voy para allá. Le avisaremos si su concurso es necesario.- Declaró
Tang.-
-Quizás
vendría bien contar con el doctor Adams y con la doctora Prentis.- Sugirió
Scott.-
-Buena
idea. Trata de localizarles.- Terció Caroline dirigiéndose a su compañero.-
-Aguardaré
a que vengan entonces.- Comentó Zhao.-
Scott se puso a ello con la mayor
celeridad. Llamó al teléfono de su colega el doctor. Éste, junto con Melissa,
estaba aún en la cafetería. Por fortuna en esta ocasión aquel sitio se mantuvo
a cierta distancia de los principales combates. Los dos científicos ayudaban a
Ginger y a una recién llegada Clarisa a atender a cualquiera que lo precisara.
Estaban de un lado a otro haciéndose con provisiones y otros artículos
necesarios cuando sonó el móvil de Adams. Éste contestó. Su cara palideció, lo
que fue evidente para Melissa que no se encontraba lejos. Cuando colgó, la
mujer le interrogó con la mirada.
-Nos
necesitan con suma urgencia en la sala de desarrollo cibernético. Melissa,
tenemos que ir. Las vidas de todos dependen de ello.- Le contó de un modo
bastante atropellado para lo que él solía.-
-Entonces
vamos.- Resolvió su acompañante.- Gin, Clarisa, lo lamento, debemos irnos.
-Tengan
mucho cuidado.- Les dijo la rubia camarera.-
-Sí,
nunca se sabe qué peligros pueden aguardar ahí fuera.- Añadió Ginger, que tenía
tomando a su pequeño hijo Dean de la mano.-
Y es que en cuanto todo comenzó, y
sobre todo tras la marcha de Maggie con esas bolsas de comida para aquella
secuestradora, lo primero que hizo Ginger fue ir a por su hijito. Estaba en la
nueva escuela. La mujer dio aviso a la maestra que enseguida se refugió en el
bunker especial con los demás críos y la doctora Sullivan, la pediatra de Dean,
que había acudido a examinar a alguno que estaba enfermo.
-¡Quédese
con nosotros!- Le pidió la maestra.-
-Sí,
es una locura salir ahí.- Añadió la preocupada doctora.-
-Tengo
que ir, mis amigos me necesitan.- Opuso Ginger.-
Pensó por unos instantes en dejar
allí a Dean, pero no quería separarse de él de nuevo.
-Estaremos
bien.- Afirmó queriendo sonar segura.- Sé qué partes son seguras. Iremos por
allí.
-Ten
mucho cuidado. Tenedlo los dos - Le pidió la doctora, que pese a la gravedad
del momento compuso una sonrisa para el crío.-
-Claro,
Juliette.- Sonrió la camarera llamándola por su nombre de pila.- Cuídate tú y
cuida de todos aquí.
Y ya no aguardó la respuesta de la doctora. Junto
con el crío recorrió con la máxima rapidez que pudo la distancia que la separaba
de su negocio. Tuvo suerte, esa zona no se había visto afectada por combate
alguno. Ahora les deseaba buena suerte a aquella pareja de doctores.
-Es
una lástima.- Suspiró.- Siempre que vienen los pobres tiene que pasar algo.
Espero que Scott esté bien. Tuvo que irse enseguida.- Comentó Ginger.-
-¿Scott?
¿El chico de la silla de ruedas?- Le preguntó Clarisa.-
-Sí.
Lástima que no estuvieras.- Afirmó su compañera con intención.-
-Es
muy agradable. Me gusta cuando viene por aquí.- Admitió la joven.-
Gin se sonrió. Ya imaginaba ella que
ese muchacho tenía más posibilidades con su amiga de las que él mismo pensaba.
Por desgracia, las cosas no estaban ahora como para ayudar a crear romances. De
modo que, tanto ella como Clarisa, se pusieron a trabajar duro. Eso sí, una vez
que acostó a Dean en un sofá del cuarto que tenían habilitado como despacho.
Entre tanto, la doctora Prentis y el doctor Adams pudieron llegar en pocos
minutos al centro cibernético. Tras el final de la lucha contra los traidores
todo estaba bajo control. El propio comandante Enset fue informado y les
franqueó el paso con ayuda de una escolta de varitech. Una vez allí, el oficial
se presentó con ellos en la sala de informática. Kiros saludó militarmente, lo
mismo que Tang.
-Descanse
señores, ahora tenemos cosas más urgentes que hacer que observar el protocolo.-
Declaró Enset.-
-Muy
bien. ¿Dónde podríamos comenzar a buscar?- Se preguntó un muy preocupado
Adams.-
-La
nave es enorme. De modo que podrían haber colocado eso en cualquier parte.-
Afirmó Caroline.-
-Por
ahora el tiempo está a nuestro favor. En tanto los renegados no se enteren de
que su plan ha fracasado.- Afirmó Enset.-
-Por
ello, señor, tengo algo planeado.- Terció Tang, explicándoles a todos en tanto
se hacía con una tablet.- Si puedo entrar en el puente y seguir con esta comedia
un poco más.
-Haga
lo que crea mejor, teniente. Confío plenamente en usted.- Sentenció el
comandante.- Bajo mi responsabilidad, dado que soy el oficial de mayor
graduación que sigue en libertad.
-En
tal caso, me pongo en marcha ahora mismo.- Repuso su subordinado cuadrándose
para saludar.- Espero averiguar dónde está antes de que la activen.
Enset le devolvió el saludo dándole
la venia para irse. Zhao tardó poco en llegar hasta la entrada del puente.
Allí, antes de permitirle el paso, le exigieron que se identificara.
-Soy
el teniente Tang. Vengo a informar según lo previsto.- Respondió con tono y
expresión tranquilos.-
Y tras pasar un control biométrico y
comprobando que nadie venía con él, le fue abierta la puerta blindada que
protegía la sala. Entró armado pero eso no levantó sospechas puesto que muy
ágilmente comentó.
-Tuve
que controlar a algunos elementos hostiles en la sala de informática. Pero
ahora todo ha regresado a la normalidad.
-Muy
bien, teniente.- Asintió Deloin, para añadir.- En cuanto estemos listos envíe
el mensaje a la base. Misión cumplida. No fue necesaria la supresión total.
-¿Qué
quiere decir con eso?- Inquirió un atónito Hazzar que estaba a un par de metros
del capitán, custodiado por dos de sus hombres.-
-Quiere
decir, señor, que, por fortuna, no hemos tenido que recurrir a soluciones más
expeditivas. Gracias a nuestra intervención se han salvado muchas vidas en uno
y otro bando.- Proclamó orgullosamente Deloin.-
En tanto el capitán decía esto, Tang
se acercó a la teniente Gray y con una leve sonrisa comentó.
-Al
parecer, sus esfuerzos no han servido de nada.
-¡Traidor!-
Le espetó la joven con una no disimulada indignación.-
Aproximándose más a ella, tanto que
hasta llegó a agarrarla de un brazo con cierta violencia, el oriental le dijo
asegurándose de que algún oficial de los renegados pudiera oírlo.
-Los
que luchamos por proteger a nuestro hermoso planeta de la invasión de esos
alienígenas no somos los traidores, sino los defensores de la Tierra. Usted es
demasiado miope para poder darse cuenta, teniente. Debe mirar las cosas con
otra perspectiva.
Jane expresó la indignación y la
rabia en su mirada y el resto de su cara. Aunque entonces notó algo raro. ¡Ese
tipo estaba intentando sobarla! Era lo que le faltaba.
-¡Otro
depravado más que se aprovecha de la ocasión!
Al menos, eso pensó al principio. Sin embargo,
notó como algo que abultaba y le era frio al tacto se le había deslizado por el
interior de la manga derecha de su chaqueta. El oriental se ocupó de atraerla
hacia él para evitar que nadie más se percatase de eso, y antes de apartarse la
miró de un modo extraño, haciendo una leve inclinación de cabeza. Jane entonces
lo comprendió. No dijo nada y se alejó
dándole la espalda a él y al resto. Después Tang dedicó su atención a la comandante Simmons.
-Lástima,
debió dejar que esa muchacha se emplease en otros menesteres. No sirve como
agente del servicio secreto.
-¡Cállese,
teniente! –Le ordenó ella con visible disgusto.-
-Ahora
no recibo órdenes suyas, señora.- Sonrió
él poniéndose justo frente a Simmons en actitud desafiante.- Ya no es su
momento.
Fue Elisabeth quién le agarró de las
solapas con fría cólera a lo que Tang replicó haciendo una llave a la comandante
que la obligó a poner una rodilla en el suelo. Aunque el oriental tapaba con su
cuerpo el ángulo de visión. Aquello duró apenas unos segundos, dado que Deloin
impuso el orden de inmediato.
-Ya
basta, Tang, la comandante Simmons sigue siendo superior suyo. Muéstrele
respeto.
-A
sus órdenes, señor.- Replicó el aludido dejando libre a su presa para
declarar.- Dentro de poco todo esto desaparecerá.
-¿A
qué se refiere, teniente?- Quiso saber el contralmirante Hazzar.-
Deloin le fulminó con la mirada,
como si hubiese hablado demasiado. Aunque el capitán enseguida se apresuró a
terciar.
-Nada
importante. Como le dije antes, teníamos una carta bajo la manga. Si no
hubiéramos sido capaces de detener esta nave por las buenas.
-¿Qué
carta era esa?- Insistió Hazzar.-
-No
hace falta ser más explícitos.- Contestó evasivamente el capitán.-
-Con
el debido respeto. Ya no importa, señor.- Intervino Zhao, alegando.- Pienso que
podemos decírselo. Para que sepan hasta qué punto hemos evitado males mayores.
-Muy
bien, teniente.- Concedió Deloin invitándole de seguido.- Pues dígaselo usted.
-Verá,
contralmirante.- Comenzó Zhao con el mejor tono conciliador que pudo entonar.-
Para evitarnos problemas y como último recurso, si fallaba todo lo demás. Se
colocó una bomba en esta nave.
-¿Una
bomba?- Exclamó Hazzar.-
-Sí,
señor.- Secundó Deloin.- Una bomba de neutrones de diez megatones.
Aquello dejó impactados a todos los
presentes en el puente. Muchos hasta abrían la boca con asombro y horror,
incluida la propia Jane. Al fin Hazzar se repuso para denunciar con evidente
ira.
-¿Es
que se han vuelto locos? ¿Cómo se les ocurre hacer tal cosa? ¡En esta nave
viajan miles de personas, incluidos mujeres y niños!
-Sin
embargo, eso no les impidió proyectar una misión de castigo y destrucción
contra un mundo habitado por millones.- Le recriminó Deloin a su vez.- Poniendo
sus vidas en peligro.
-¡No
diga necedades! No hay millones de habitantes en ese planetucho.- Rebatió su
superior.- Solo están sus tropas de mercenarios sin escrúpulos. Es una base de
ese asesino llamado Gralas. Ese ser abyecto ha intentado conquistar otros
mundos y esclavizar y matar a cuantos más inocentes ha podido, mejor. Nuestra
tarea es fundamental para el futuro de la Tierra. Y no solamente se trata de
destruir a ese criminal, sino de colonizar un nuevo mundo.
-Mundo
del que no se conoce su existencia a ciencia cierta.- Declaró el capitán.-
Porque esas cartas espaciales que les dieron no son demasiado exactas que
digamos. Para empezar, hay muchas estrellas de las que describen que no
aparecen. ¡Otra más de sus mentiras!
Eso era así, y ni el propio Hazzar
se lo explicaba. Hasta hacía bien poco las indicaciones de las cartas
astronómicas que les diera esa avanzada civilización extraterrestre durante el
viaje de la SSP-1 había sido muy exactas. No obstante, ahora indicaban
elementos que no aparecían donde se marcaban. Por su parte, los oficiales que
estaban en el puente escuchaban entre asombrados y muy interesados aquel debate
improvisado. A su vez, la comandante Simmons aprovechó para hacerle una seña a
Jane.
-Quizás
no sea necesario siquiera el tener que actuar.- Pensó la teniente Gray
asintiendo muy levemente, en tanto escuchaba como el resto al contraalmirante.-
-Esas
cartas nos guiaron muy bien hasta Bios. Allí creamos un mundo habitable. Con
muchas familias que viven en paz. Y que es, además, otro bastión para la
defensa de nuestro planeta madre. Ese que el tirano que usted tanto defiende
trató de conquistar y destruir más de una vez. Lo recuerdo bien. Yo era mucho
más joven que ahora, pero gracias a la ayuda de poderosos aliados del espacio
exterior pudimos derrotar a ese loco.
-¿Del
espacio exterior? Claro.- Replicó el capitán.- Los mismos que quieren
imponernos su yugo.
-Aquí
tenemos a algunos de ellos conviviendo con nosotros y jamás han tratado de
imponernos nada capitán, y usted lo sabe muy bien.- Le recriminó Hazzar.-
Jane no pudo reprimir una leve sonrisa de
satisfacción. Y es que, oyendo aquello, daba la impresión que los oficiales que
estaban de parte de Deloin y les apuntaban con sus armas parecían dudar ahora.
Seguramente les habrían dado una versión muy distinta cuando les convencieron
para unirse a aquella conspiración. Aunque la discusión proseguía con Hazzar
interrogando a su subalterno.
-¿Dónde
han puesto esa maldita bomba? Será mejor que la desactiven antes de que todos
seamos aniquilados.
-No
tema por eso, contralmirante. Ninguno queremos morir de esa forma.- Replicó su
contertulio.-
-¿Y
qué ocurriría si esa bomba ha sido ya activada?- Inquirió Simmons.-
-Eso
no puede ser. Solo yo podría hacerlo.- Se jactó su interlocutor.-
-Pues
creo que alguien más se le ha adelantado, señor.- Comentó un preocupado Tang
ahora, en tanto hojeaba su tablet.- Detecto una señal radiactiva.
-Vaya
a comprobarlo.- Le ordenó el capitán.-
-¿En
qué ubicación? Este aparato no lo indica.- Opuso Zhao.-
-Está
en el sector tres, beta. En el edificio de almacenamiento de pertrechos.
-¡Allí
están los niños! – Exclamó Jane con horror.- Me contaron que los trasladaron
allí tras la destrucción de la escuela.
-¿Qué?-
Terció un espantado Hazzar.-
-De
todos modos, no importa donde estén. Cuando la bomba estalle todos desapareceremos.
Sería incluso mejor para ellos ser desintegrados en la misma explosión, no
sentirían nada- Declaró Deloin.-
Fue entonces cuando, para asombro
del capitán, Elisabeth sacó una pistola apuntándole. Jane hizo lo propio
colocando un arma en la espalda de uno de los oficiales armados al tiempo que
Zhao se ocupaba del otro de idéntica manera.
-Capitán
Deloin, ¡queda arrestado!- Exclamó la comandante.- Se le acusa de traición,
motín e insubordinación.
-¿Cómo?
–Replicó atónito el interpelado.-
Antes de que pudiera reaccionar el
propio contralmirante Hazzar le dio un puñetazo en la mandíbula que lo derribó.
Ahora todo el puente miraba su normalmente tranquilo superior. Más cuando éste
exclamó.
-Si
no fuera porque debo seguir el código de justicia militar le lanzaría al
espacio por una tobera ahora mismo. Aparten esta escoria de mi vista.
¡Llévenselo!- Ordenó a sus oficiales una vez tuvieron completo control del
puente.
Al fin respiraron, aunque Tang
parecía seguir bastante preocupado. Simmons fue quién se acercó con talante
jovial para decirle.
-Ya
puede dejar la comedia, teniente. Admito que ha interpretado muy bien su papel.
Aunque con esa llave se pasó un poco.
-No
señora.- Pudo decir él con visible temor.- La bomba…
-¡Estuvo
genial!, al decir eso logró que el capitán Deloin nos dijera donde estaba.- Le
felicitó Jane sin dejarle concluir la frase.-
Sin embargo, todos se quedaron de
piedra cuando el oriental afirmó.
-Eso
no era parte de ninguna representación. Mi ordenador está conectado a un
dispositivo detector de radiación. Indica que una bomba nuclear se ha armado.
La explosión es inminente.
Durante unos instantes cundió la
estupefacción más absoluta. Después todo eran expresiones de horror. La
comandante Simmons se giró espetándole al también al parecer atónito Deloin.
-¡Maldito
sea! ¿Cómo ha podido hacerlo?
-Yo
no hice nada.- Se defendió éste tan atónito y espantado como el resto,
proclamando.- ¡No he activado la bomba!
-Tiene
razón. Estaba activada ya, desde al menos unos cinco minutos antes.- Confirmó
Tang alegando.- Él no tuvo tiempo material, ni lo hubiese hecho antes porque
pensaba que la rebelión había triunfado.
-Entonces
¿quién?- Inquirió Jane tan horrorizada como el resto.-
-No
lo sé.- Replicó el capitán, desvelando.- Hay partícipes en esta operación cuya
identidad es desconocida, incluso para mí. Eso minimizaba las probabilidades de
ser delatados. Y nos ofrecía la posibilidad de que si fracasaba un intento,
tendríamos más oportunidades.
Aquello en efecto fue un plan muy inteligente.
Cuando se abortó el primer intento de hacerse con la nave la mayor parte de los
traidores quedaron al abrigo de cualquier sospecha. Incluyendo al mismísimo
capitán Deloin. Él mismo les dio otra clave al contar, casi parecía que
satisfecho de ello.
-Harris
estuvo cerca de descubrirme, pero logré que esa bomba colocada en la sala de
toberas le neutralizase. No murió pero quedó en tal estado que ya no fue
ninguna molestia.
-¡Canalla
miserable!- Escupió la comandante Simmons, mirándole con inquina.-
Por
suerte Hazzar retomó el control de la situación ordenando.
-No
hay tiempo para eso, Elisabeth. Déjalo estar. Comunicaciones, envíen inmediato
aviso al mayor Kiros. Que busque ese artefacto.
-A
la orden.- Repuso Tang.-
Y el oficial oriental llamó de
inmediato al saiyajin que aguardaba junto a la doctora Prentis y el doctor
Adams. En pocos instantes le puso al corriente. El joven informó a su vez a
ambos científicos.
-Debemos
ir a la nueva escuela infantil. Dejen que les sujete e iremos volando.- Les
sugirió.-
Sus contertulios asintieron y así
asegurados por el guerrero recorrieron a una velocidad vertiginosa aquella
distancia. Melissa dio un par de gritos al verse transportada por los aires
girando de forma endiablada, aquello le traía recuerdos de sus viejos tiempos,
en el coche de Brujas Cinco y a toda velocidad.
-¡Esto
ya mayor para esto!- Exclamó la mujer.-
Por su parte, Adams llegó algo mareado. Tras
reponerse sus dos pasajeros, el saiyajin les dejó un momento en la entrada
mientras él accedía al edificio habilitado ahora como escuela infantil,
portando un detector. No vio a nadie. Debían de estar encerrados en el bunker.
Fue directo allí y usó un intercomunicador de emergencia.
-¿Quién
es?- Quiso saber una voz de mujer adulta.-
-Soy
el mayor Derail. Salgan todos de ahí. Es
una emergencia.
-Por
eso mismo nos hemos metido aquí dentro. Soy la doctora Sullivan y estaba
reconociendo a unos niños cuando sonó la alarma. Junto con la profesora y ellos
me metí aquí.- Le explicó su interlocutora.-
-El
peligro fuera ha pasado. Pero el que tienen dentro, no.- Le comentó él.-
Al poco los doctores Adams y Prentis
entraron tras del guerrero. A tiempo justo de escuchar a Sullivan responder.
-¿Cómo
dice?- Inquirió la doctora dirigiéndose a otra mujer, para informarla.- Oye
June, un oficial está diciendo que podemos salir.
-No
me lo creo. Puede ser un truco del enemigo.- Replicó la aludida, una joven de
pelo cobrizo, que era la maestra de los niños de infantil, añadiendo.- Aquí
estaremos seguros. Todos a salvo. De todo.
-Pero
me asegura que la alarma ha pasado.- Insistió la doctora.- Voy a salir a ver.
-¡No!-
exclamó su contertulia llegando a asustarla.- De aquí no saldrá nadie. Todos
juntos recibiremos nuestro destino. No temas nada, todo será tan agradable que
los niños ni se enteraran. He cortado el suministro de oxígeno. Nos iremos
durmiendo para despertar en el Paraíso.
-¿De
qué estás hablando?- la interrogó su interlocutora que trató de avisar al
mayor.- La maestra no me deja…
-¡Hola!,
¿me oyen?- Preguntó Kiros, pero se había hecho el silencio.-
-Algo
raro está pasando ahí dentro. Tenemos que entrar.- Le indicó Melissa.-
-Esa
puerta está reforzada con titanio.- Advirtió el doctor Adams, dirigiéndose al
saiyajin ahora.- No sé si será demasiado fuerte incluso para usted.
-Solamente
hay un modo de averiguarlo.- Repuso él convirtiéndose en súper guerrero.-
Aléjense de aquí.- Les indicó.-
Los doctores obedecieron de
inmediato. Seguro ya de no arriesgarse a herirles Kiros concentró energía y
disparó un rayo contra esa puerta. Al principio el blindaje resistía. Poco a
poco el color se iba tornando rojizo y después blanco. Sin embargo, aquello era
muy espeso. Especialmente diseñado para aguantar un impacto directo de misil.
No podía ser más agresivo o incrementar su fuerza mucho más porque temía hacer estallar la bomba. Pero si
no lo hacía, todos morirían igualmente. Y ni siquiera sabía cuánto tiempo
quedaba hasta la detonación. ¡Aquello era un callejón sin salida! Lleno de
impotencia el saiyajin espetó.
-¡Maldita
sea! Así tardaré demasiado. A buen seguro que la bomba explotará mucho antes de
que pueda abrirme camino. ¡Doctor Adams, doctora Prentis, necesito su ayuda! –
Gritó.-
Al oírle sus acompañantes volvieron
a aproximarse. El joven guerrero les refirió el problema.
-Tendríamos
que probar otra cosa.- Suspiró Adams.- ¿Pero qué?
-Esta
puerta debe tener un código con clave para poder abrirla y cerrarla desde
dentro y desde fuera.- Supuso Melissa.- Para casos de emergencia.
-Hay
un cuadrante a la parte derecha.- Asintió Kiros.-
La mujer se aproximó viéndolo
también. Tenía una impronta para las huellas digitales y un teclado,
presumiblemente para una clave alfanumérica.
-Cualquiera
sabe a quién puede pertenecer esa huella.- Comentó un desanimado Adams.-
Pese a todo, Melissa parecía no
estar tan deprimida como su colega y comentó.
-Seguramente
esa huella estará en la base de datos de la red de esta nave. Comuníquese con
Scott y con Caroline. Ellos podrían encontrarla y sustituirla por la de alguno
de nosotros. Pirateando el sistema serían capaces en teoría de sustituir
cualquier clave por la que queramos poner, una vez cambiada la huella.
-¿Podría
hacerse?- Quiso saber Kiros con visible interés.-
-En
teoría.- Le recordó la doctora Prentis.-
-Es
la mejor opción que tenemos, ¡eres un genio, Melissa!- Sonrió Adams.-
Y de modo sorpresivo, le plantó a la mujer un
beso en los labios. Ella lo encajó entre anonadada y hasta ruborizada. Pero no
había tiempo de pararse en esas cosas. Adams llamó corriendo a sus colegas en el centro de operaciones. No
tardó en ponerles al corriente.
-Haremos
lo posible.- Le aseguró Scott.-
-Y
lo imposible también o estaremos fritos.- Completó una decidida Caroline.-
Paralelamente a eso, la doctora
Winters fue avisada por Giaal. Una vez asegurado el centro médico, el alien se
ocupó de que la falsa Keiko no pudiera salir de allí. La tenían sentada de
forma sumisa en una silla, dentro de una sala desierta. No tardó en presentarse
allí junto con Mei Ling. Al ver a la prisionera ambas chicas quedaron perplejas.
-Es
idéntica a ella. En todo detalle.- Observó la oriental.-
-Traigo
una dosis de suero.- Comentó Penélope.- Esto suprimirá la capacidad de sus
células para cambiar.
Lo dijo de forma indiferente y la
criatura lo escuchó. En ese instante la tranquilidad y sumisión de la que había
estado haciendo gala se trocaron en un ataque furioso contra la recién llegada,
gritando a la vez.
-¡Noo!
Mi cuerpo no puede perder su capacidad de cambio o moriré…
Pese a esa fuerza que le daba la
desesperación, ese metamorfo no fue rival para Giaal que, agarrándole sin
contemplaciones, le lanzó contra la pared. El golpe fue tan fuerte que agrietó
el mismo muro. Penélope entonces pudo erguirse y con una mezcla de rabia y
determinación clavó la jeringuilla que llevaba e inyectó parte del suero.
Aquella criatura profirió un terrible y agónico alarido. Eso hizo que todos se
apartasen con gesto entre perplejo y horrorizado. Al fin, el mutante quedó
mirando con expresión desolada y temerosa a sus captores. Incluso se adivinaba
la súplica en aquellos ojos grisáceos con tonos malvas también copiados a la
verdadera Keiko.
-¡No
puedo soportarlo! ¡Es como si fuera ella!- Sollozó Penélope una vez recobrada
de aquel intento de agresión y de su postrera reacción.-
Mei Ling miraba también a ese
extraño ser con incredulidad. Ahora pensaba. ¿Y si se hubiese tratado de
aquella criatura todo el tiempo en lugar de la auténtica Keiko? Deseaba pensar
en eso, y también sentía hasta compasión por aquella extraña forma de vida. Al
fin, el mutante pudo musitar aun con la voz de la pelirroja.
-No
tuve otra alternativa. Gralas tenía prisioneros a mis hijos. Si no cumplía con
esta misión, me amenazó con que les mataría. Y no tiene compasión. De veras, nunca
quise hacerle daño a nadie. Os pido perdón, humanos.
-Dice
la verdad.- Suspiró Giaal, sintiendo claramente las emociones de aquel ser que
oscilaban entre el pesar y la zozobra.-
Ahora hasta Penélope dejaba caer
algunas lágrimas. Jamás se pudo imaginar aquello. Asumió que ese ser era un monstruo
malvado dispuesto a acabar con ellos por puro odio o placer.
-Estaba
protegiendo a su familia.- Sollozó la doctora sin poderlo evitar.-
Mei Ling se sentía de forma similar. Se
arrepentía de haber volcado su animadversión contra esa criatura, incluso
contra la auténtica Keiko. Entonces, una también afectada Maggie pudo
proponerle a ese ser, con tono más conciliador y amable.
-No
es tarde todavía. El doctor Ginga puede ayudarte. Me ha dicho que, con una
terapia genética, podrías convertirte en otra criatura, por ejemplo un humano.
De modo permanente.
-Si
separas una parte de ti que todavía no se haya visto afectada por el suero.-
Completó el facultativo, quien también dedicó una mirada de lástima a aquel
ente.- Podrías sobrevivir y, sobre todo, hacer una buena obra para enmendar en
parte el daño que hiciste. Y no temas por tus hijos. Te prometo que haremos lo
que esté en nuestras manos para rescatarles.
Aquel ser escuchó aquello con gesto
estoico. Al fin, asintió levemente para suspirar diciendo con resignación.
-Está
bien. No tengo otra opción. Pero os aviso que cuando empiece a dividirme no os
resultará agradable. Al menos para vuestros parámetros humanos. Tampoco puedo
estar mucho tiempo sin adoptar otra forma. Por eso, al inyectarme este suero,
moriré a no ser que me divida pronto.
-No
hará falta que ellas estén presentes.- Declaró el doctor Ginga.- Con que me
quede yo será suficiente. Y no temas, aquí tenemos una nevera criogénica.
Aguantarás hasta que lo hayamos dispuesto todo.
-¿Y
después? ¿Qué le sucederá?- Quiso saber Penélope dominada por la curiosidad e
incluso cierta dosis de culpa.-
-Después,
comenzará una nueva vida.- Sentenció Giaal, urgiendo a los presentes.- Ahora no
podemos perder tiempo, debe iniciar el proceso antes de que el suero le afecte
a todo su cuerpo.
Las mujeres salieron entonces, aunque Maggie
fue detenida un momento por Giaal quién le preguntó.
-¿Estás
segura de tener lo necesario?
-Sí.
- Asintió la enfermera.- Guardamos fichas médicas y algunas muestras. De todos
los pacientes de la zona. Incluidos registros de ADN.
-Eso
será más que suficiente. Ahora vete, yo me ocuparé.- Le pidió Giaal.-
Antes de salir de esa sala, Maggie
dedicó una última mirada a aquella criatura. Todavía le resultaba increíble
verla allí, con la mismísima apariencia de Keiko. Ese semblante triste y
pálido, sin brillo en la mirada. En eso era totalmente distinta de la original.
No pudo evitar decirle con una sonrisa emocionada.
-Gracias.
Vas a hacer algo muy bueno por unas buenas personas que se lo merecen.
El extraño ser no replicó, parecía
estar ya sumido en una especie de trance. La enfermera salió de la sala
cerrando la puerta. Al fin, cuando quedaron a solas, los dos extraterrestres
pudieron hablar.
-Los
humanos son una raza muy confusa.- Dijo aquel metamorfo.- Cuando adquieres su
apariencia puedes percibir mucho de lo que sienten.
-Así
es.- Convino Giaal.-
-Esta
forma que adopté, por ejemplo, es muy valorada por algunos de ellos. Como esa
humana que acaba de salir. Y aquel guerrero saiyajin. Aunque…
Iba a añadir algo pero de pronto se
calló. Giaal le observó preocupado. El rostro de aquel ser, que aún era el de Keiko, se
deformó en una mueca de dolor.
-No
te esfuerces en hablar, concentra tus energías.- Le pidió el doctor Ginga con
tono amable.-
Aquel ente así lo hizo, aunque antes
de comenzar esa metamorfosis definitiva y dividirse le pidió una vez más.
-Perderé
toda conciencia de mi ser. Por ello te lo pido, ¡te lo suplico! Por favor, cumple
tu palabra. Protege a mis hijos. Tú sabrás reconocerles aunque tengan otras
formas.
-Lo
haré, puedes confiar en mí.- Le aseguró el doctor Ginga.-
-Lo
sé.- Afirmó su interlocutor, para guardar silencio definitivamente ya.-
Giaal no tardó en ir a por todos los
elementos necesarios que precisaba en las instalaciones del centro médico.
Fascinado y al tiempo algo inquieto, pudo presenciar aquel inicio del proceso.
Después, tras meter al producto del mismo en un receptáculo, le inyectó el preparado de ADN que había extraído de una
muestra concreta de un paciente.
-Ahora
habrá que esperar, ojalá todo salga bien. Si es así, hay algunas personas que
tendrán mucho que agradecerte, amigo. Y a ti también, Maggie.- Pensó el
doctor.-
Por su parte Kiros, Melissa y Adams,
estaban ocupados en algo bastante más peligroso. Colaborando con Scott y
Caroline quienes, a toda velocidad, trataban de reprogramar aquello.
-¿Os
queda mucho?- Quiso saber Adams.-
-Estamos
tratando de incluir la huella de alguno de vosotros en la base de datos.-
Replicó el chico.
-La
primera que sale alfabéticamente es la suya, doctor.- Añadió Caroline.-
-Inclúyanla
y sustituyan la previa.- Les indicó su interlocutor.- ¡Deprisa!
Tras unos agónicos segundos, Scott
replicó.
-Hecho.
Contraseña asociada actualizará la clave en… uno, dos, tres, cuatro, A.
Nada más escuchar aquello el doctor
puso su mano derecha sobre una especie de panel que recogió sus huellas. Al
instante un mensaje pudo leerse en otro luminoso. “Marque código de acceso” Así
lo hizo y una especie de clic se escuchó, todos pudieron oír como unos gruesos
cerrojos se descorrían. De inmediato, Kiros abrió aquella enorme puerta. Sin
aguardar a nada más, el saiyajin entró lo más rápido que pudo. Al bajar unas
escaleras y atravesar un pequeño corredor descubrió atónito, entre unas luces
apenas cenitales de una sala, a un grupo de críos acurrucados en una pared y a
dos mujeres. Una, que debía ser la doctora Sullivan, estaba inconsciente. La
otra musitaba a los aterrados pequeños.
-No
temáis nada. Estaremos bien.
-¿Dónde
está?- Preguntó el saiyajin a esa especie de enajenada.-
Sin embargo, aquella individua no
respondió, solo tarareaba alguna canción infantil a los niños. Kiros decidió no
perder el tiempo Miró por varios sitios. Por desgracia no podía localizar
aquello. Entonces, uno de los pequeños, de unos cinco años aproximadamente, se
acercó a él. El saiyajin le observó curioso y le escuchó comentar.
-Estamos
jugando al escondite. Tenemos un tesoro guardado para que nadie lo pueda ver.
-¿Dónde?-
Inquirió el guerrero del espacio.-
-La
señorita June ha dicho que no se lo podemos contar a nadie.- Susurró el crío.-
-A
mí sí. Yo soy del equipo de los buenos.- Replicó él.-
-Vale,
pero guarda el secreto ¿eh?- Le pidió el crío.-
-Te
lo prometo, no diré a nadie donde estaba exactamente.- Aseguró Kiros.-
-Evan.-
Le llamó entonces su maestra.- No debes hablar con extraños.
-No
soy un extraño.- Replicó el oficial transformándose en súper guerrero.-
Los niños se quedaron perplejos e
incluso aquella mujer cambió su expresión. Sonriente comentó.
-Eres
uno de los soldados del maestro. Dime ¿en qué puedo servirte?
-Dame
la bomba. Ya no es precisa.- Le ordenó él.-
-Está
en un arcón, al fondo de la sala. Pero ya es tarde.- Declaró la joven.-
-Nunca
es demasiado tarde.- Sentenció Kiros dirigiéndose hacia el lugar indicado.-
Efectivamente vio un gran mueble de
madera con una tapa que enseguida levantó, la bomba se hallaba allí dentro. Una
ojiva de un metro de largo y cuarenta centímetros de diámetro. Poseía un
temporizador.
-Maldita
sea. No puedo intentar detenerla sin arriesgarme a hacerla estallar.- Se dijo
el saiyajin.-
La bomba estaba en cuenta atrás regresiva y tan
solo quedaban unos dieciocho minutos. El guerrero entonces la tomó
cuidadosamente bajo su costado y salió con ella. Fuera, tanto Adams como Melisa,
aguardaban.
-Dentro
está una desequilibrada, es una servidora de Gralas. Pensó que yo era uno de
sus hombres. Síganle la corriente para sacarla de allí. La bomba está en cuenta
atrás. Tengo que ir a la pista de despegue, ponerme el traje especial y sacar
esto.
-No
sé si tendrás tiempo suficiente.- Opuso un muy preocupado Adams.-
-Debo
tenerlo.- Replicó lacónicamente el chico.- O todos moriremos.
Y sin perder ni un segundo salió
volando de allí. Melissa ya estaba llamando a Scott y Caroline, para
informarles.
-Comunicad
con el contralmirante, que le den vía libre al mayor Kiros. Prioridad total.
-Muy
bien.- Repuso la tejana que se ocupó de llamar de inmediato al puente.-
Al recibir ese mensaje Hazzar ordenó
que se le dieran al mayor Derail todas las facilidades. Éste, con su portentosa
velocidad ya estaba en la zona de despegue. Tardó apenas dos minutos en ponerse
en traje. Ya solamente le quedaba algo más de la mitad del tiempo. Por mor de
la extremada urgencia no se aplicaron ni protocolos, ni comprobaciones y se
abrió la escotilla de salida a la sala de despresurización, y después la que
daba acceso al espacio. Kiros no lo pensó, salió de inmediato volando a su
máxima velocidad. Durante al menos siete minutos aceleró lo más que le fue
posible para alejarse. Luego, envolvió aquella ojiva en una bola protectora de
energía y proyectó la misma con una ráfaga de poder.
-Kamehamehaa.
¡Yaaaa!- Gritó impulsando aquello tanto como pudo. -
La bomba debió de alejarse al menos
varios cientos de kilómetros más antes de explotar. Una gran luz blanca inundó
la zona. Kiros se había dado la vuelta volando lo más deprisa que pudo de
retorno al asteroide. Contando con la protección del traje y la distancia para
evitar ser dañado. Aunque casi había agotado sus reservas de oxígeno debido a
ese gran esfuerzo. Tampoco pudo chequear el estado del depósito por la urgencia
con la que había salido.
-De
todos modos, si solamente muero yo, valdrá la pena.- Pensaba sintiéndose algo
mareado.-
Perdía visión y comenzaba a
desorientarse. El asteroide no estaba lejos pero era como si no pudiera
ubicarlo. Casi desmayado entonces vio algo extraño por el contorno de su casco.
Aquella figura, una especie de alto individuo cubierto por un sayal negro y que
portaba un gran libro.
-¿Qué
eres?- Pudo apenas musitar, dándose cuenta de que estaba a punto de quedar
inconsciente.-
Aquello sería una muerte segura.
Nada podrían hacer por él. Fue en ese instante cuando una voz de niña le susurró
al oído.
-Aguanta
un poquito más. Solo un poquito…
Y frente a él, esa cría. Pudo
reconocer sus facciones. Abrió la boca con estupefacción. ¡No podía ser! Cerró
los ojos abriéndolos de nuevo y ya no estaba allí. Pero esa voz infantil fue
ahora sustituida por otra.
-No
se preocupe señor.- Le dijo alentadoramente la teniente Hunter.- Ya le tengo.
Y cuando quiso darse cuenta, las
manos de uno de aquellos varitech le recogieron. Y es que Susan había despegado
tras de él, junto con Tracer.
-Señor.-
Le pidió Rick, al contralmirante.- Solicito permiso para ir en ayuda del mayor
Kiros.
-Una
vez estemos seguros, concedido.- Repuso su superior.-
-Con
permiso, contralmirante. Solicito su permiso también, para ir con el mayor
Jensen.-
-Lo
tiene, buena suerte. A los dos. Y traigan a ese saiyajin cabezota de vuelta.- Contestó
Hazzar esbozando una débil y esperanzada sonrisa, para sentenciar.- Algo me
dice que saldrá de esta.
Y
tanto Susan como Rick, se cuadraron saludando y no perdieron ni un instante en
abordar sus aparatos y despegar. Nada más alejarse con esa bomba, los cazas se
pusieron en órbita alrededor del asteroide y aguardaron para verle. Por fortuna
le detectaron a tiempo. La avezada piloto no tardó en retornar a la base. Una
vez entró, Kiros estaba inconsciente por la pérdida de casi todo el oxígeno de
su traje. No obstante, su vida no corría peligro. De inmediato le conectaron un
respirador. El doctor Lester en persona se ocupó de él y le trasladaron al
hospital militar. Al cabo de unas horas recobró la consciencia y, a través de
una inicial neblina que se disipó en breves instantes, se descubrió a sí mismo
en una cama.
-Nos
has dado un buen susto, mayor.- Le comentó una voz de mujer que él conocía.-
Al girar la cabeza hacia la fuente
de la misma descubrió a la enfermera Kendall. Allí estaba ella, sonriente y
queriendo saber con afabilidad.
-¿Te
encuentras bien?
-Sí.
Eso creo. - Afirmó el chico, tratando de levantarse pese a notarse algo débil.-
Aunque su solicita cuidadora se lo
impidió. Con suavidad posó una mano sobre el pecho de él, que estaba enfundado
en un pijama de hospital, y le dijo.
-Después
de estar en el espacio expuesto a radiación y de perder la consciencia debido a
la escasez de oxígeno, hasta uno de tu raza debe guardar reposo.
-Te
aseguro que estoy bien. Gracias.- Se reafirmó el chico.- Y tengo muchas cosas
que hacer.
Su contertulia se limitó a esbozar
una leve sonrisa moviendo la cabeza.
-Lo
imaginaba. El doctor Ginga vino a verte y me dejó esto.- Le comentó la
enfermera sacando una alubia de un bolsillo de su blusa.-
El joven la tomó de inmediato
sintiéndose bien por completo. Enseguida quiso saber.
-¿Qué
ha pasado? ¿Están los niños bien?
-Sí,
pierde cuidado.- Asintió Maggie sonriendo de nuevo para contarle.- El doctor
Adams y la doctora Prentis convencieron a
esa maestra suya de que había triunfado la revuelta. Cuando salió de
allí con los críos pudieron arrestarla. De igual modo, los oficiales y demás
implicados en la conspiración fueron detenidos.
-¿Y
nuestros amigos y las personas de la nave?- Se interesó él.-
-Todos
están bien. Keiko aún sigue durmiendo. Ese suero que le pusieron hizo un efecto
de sedante muy fuerte. A estas alturas no tardará en despertar.
-Quisiera
verla. Y a los demás.- Comentó el joven con inquietud.-
-Sí,
yo también deseo verla.- Convino Maggie.-
Ahora se miraron con más seriedad.
Aquella rivalidad entre ambos, pospuesta por esa terrible crisis, resurgía.
Esta vez la enfermera no impidió que el militar se levantase de la cama. Él la
miró de nuevo, ahora con más afabilidad, para declarar.
-Muchas
gracias por ocuparte de mí.
-Es
lo menos que podía hacer. Me salvaste la vida. A mí y a todos los que viajamos
en esta nave.- Admitió la muchacha añadiendo de inmediato lo segundo a su
primera frase.-
El chico se estaba quitando el
pijama, deseoso de vestirse con el uniforme y salir. Margaret carraspeó ligeramente.
Él la observó sin comprender.
-¿No
deseas algo de intimidad?- Quiso saber ella con tono divertido.-
-¿Para
qué?- Preguntó el joven.
-Para
cambiarte.- Señaló la chica, alegando con una pícara sonrisa.- Aunque yo sea
lesbiana, sigues siendo un hombre.
-No
me avergüenzo de mi cuerpo. Y me da igual tu orientación sexual.- Respondió él
bajándose los pantalones.- Como igualmente deduzco que a ti no te debe de
importar mirarme si no te gustan los varones.
-Bueno,
una cosa es esa y otra..- Fue capaz de decir ella, que se sentía algo cohibida.-
Y eso que estaba de espaldas a la
enfermera. Pese a todo lo dicho Maggie no dejó de mirar aquel cuerpo tan
tremendamente bien formado y con esa musculatura tan definida.
-No
sé qué demonios hago mirándole. ¡Es un tío!- pensó ella entre sorprendida de sí
misma y algo avergonzada.- Además, he visto a muchos…por mi trabajo, claro.
Maggie
intentaba convencerse a sí misma de aquello. Lo cierto es que se sentía
bastante rara. ¿A qué ese intento de justificarse? A fin de cuentas, los
hombres no le interesaban en absoluto en ese aspecto. Aunque, eso de tener a
uno ahí desnudo delante la hacía sentirse una especie de intrusa en su intimidad.
Empero, Kiros no parecía estar preocupado de eso y le preguntó.
-¿Y
Zura? ¿Tienen bien vigilada a esa traidora? No deben fiarse de ella.
Eso le borró la sonrisa de la cara a
su contertulia, quien pudo musitar.
-Sí,
sigue convaleciente. Quedó muy malherida tras vuestra batalla.
-Pero
vivirá, y entonces se hará más poderosa. Es nuestro zen kai power.- Le comentó
el chico poniéndose ya los pantalones.-
Se giró entonces para mirar a la
enfermera que ahora le obsequiaba con una expresión desconcertada en su cara.
-¿Qué
es eso?- Quiso saber.- El Zen no sé qué.
-Nuestra
raza está genéticamente diseñada para la lucha. Si somos malheridos pero
podemos recobrarnos, nuestro cuerpo se fortalece y aumenta nuestro poder. Por
eso nos encanta pelear. -Le explicó a su atónita oyente.-
-Al
menos te tenemos a ti. Si eso le sucede a ella, te pasará lo mismo también.- Dedujo
Margaret.- Y teniendo en cuenta por el trance que has pasado…
-Así
es.- Confirmó el muchacho.- Al menos eso espero.
Ella se aproximó ahora y tras
sonreír levemente volvió a decir, ahora con tono suave.
-De
veras. Gracias. Por todo lo que has hecho. Y particularmente por ayudarme
cuando te lo pedí.
-Fue
un placer. Si alguna vez necesitas algo de mí, no dudes en llamarme.- Le
contestó el joven que, sin embargo, cambió de tema con celeridad.- Debo irme
ya. Deseo que me informen con más detalle de lo sucedido.
-Claro.-
Asintió ella.- Buena suerte.
El guerrero se marchó de la
habitación y Maggie salió al poco. La chica estaba aliviada de verle bien. Lo
mismo podía aplicársele a Martin que se había recuperado por completo gracias a
esa especie de judía. ¡Aquello era increíble! El chico despertó en ese mismo
hospital en otra habitación un par de horas antes. Ella fue a visitarle de
inmediato. Allí estaban los padres de él. Claro que, delante de ellos, el
vergonzoso muchacho no dijo nada. Fue Maggie quien le alabó con mucho afecto
para comentarles a sus progenitores.
-Su
hijo fue muy valiente. No dudó en arriesgarse para ayudarme a mí y a muchas
personas.
-Gracias
a Dios que todo terminó bien.- Suspiró su madre, una mujer de pelo castaño y
gesto todavía con las huellas de la preocupación, que debería de tener unos
cuarenta y pocos años.-
-Sí,
¡ojalá que esto no vuelva a suceder! En cuanto a usted, muchas gracias también
por cuidarle.- Añadió el padre de Martin. Un tipo que andaría próximo a la
cincuentena y de pelo entre castaño y canoso.-
-Pueden
estar muy orgullosos de él.- Sentenció la enfermera.-
-Lo
estamos, y le queremos muchísimo.- Suspiró su ahora emocionada madre entre
sollozos que descargaban su tensión.- ¡No hubiese soportado que algo malo le
hubiera sucedido!
-Y
sus amigos también.- Sonrió el padre tratando de desdramatizar.- Algunos
vendrán a visitarte, hijo.
Martin se alegró de ello. Y de hecho
algunos compañeros de la edad del chico acudieron a verle. Todos le halagaron
cuando Maggie les refirió que, con gran valentía, la ayudó contra esos
invasores. Sobre todo un par de chicas, que eran bastante monas por cierto, se
disputaban el estar cerca de él. Martin estaba realmente colorado, aunque solamente
podía sonreír mirando a Maggie. Ella devolvió esa sonrisa con ternura y le
susurró al oído con complicidad, cuando pretextaba ahuecarle la almohada.
-Ahora
tendrás que elegir entre las dos. Y no es tarea fácil, te lo digo yo.
-Gracias.-
Musitó él.-
-Gracias
a ti.- Contestó cariñosamente ella.-Y cuídate.
Después dejó al héroe en compañía de
sus padres y sus rendidas admiradoras. Fue a interesarse por el saiyajin y
aguardó hasta que él despertó. Ahora salía de esa habitación que Kiros había
ocupado y pensaba en Keiko. Muchas dudas le venían a la mente. ¿Cómo afrontar
ahora su particular situación? Meditaba en eso según volvía a casa. Estaba
agotada por todas aquellas vicisitudes. De hecho, se dio cuenta de que llevaba casi
dos días sin dormir.
-Le
pondré remedio en cuanto pueda.- Se dijo en tanto seguía sumida en los
recuerdos de lo sucedido.-
Estaba caminando por el pasillo embebida
en esos pensamientos, cuando se cruzó con Marek. Aquella muchacha la miró con
desdén y tras observar a su vez la cara sorprendida de Maggie le espetó.
-¡Una
vez más, tienes que ser la protagonista! Al menos esos dos han tenido suerte.
Mucha más suerte que otros pobres desgraciados cuyo único crimen fue juntarse
contigo.
Entre incrédula y molesta, Maggie fue capaz de
replicar, con tono controlado.
-No
es momento ni lugar para tus impertinencias. Hemos pasado por mucho, todos.
-En
eso tienes razón. Lo dejaré estar por ahora. – Convino su hostil interlocutora
para sentenciar.- Pero ya queda poco. Te lo aseguro…
-Poco.
¿Poco para qué? ¿Se puede saber qué demonios te pasa conmigo, Marek?- Inquirió una
enfadada Maggie enfrentando su mirada a la de su contertulia.-
Aunque en esta ocasión fue Erika la
que apartó la vista primero, se sonrió y replicó con tono más controlado y
enigmático.
-No
tardarás en saberlo. Te lo aseguro. Ten un poco de paciencia. Como tú misma has
dicho, ahora no es el momento ni el lugar.
Y sin más, la enfermera Marek se alejó a proseguir
su ronda. Ahora Maggie la miraba perderse por el pasillo del hospital sin poder
creerlo. ¡Con todo lo sucedido y la actitud de inquina de aquella chica hacia
ella no había cambiado en lo más mínimo! Es más, casi parecía haberse agravado.
Pero estaba demasiado cansada y desbordada por todo lo que había sucedido.
-Lo
último que deseo es tener más problemas.- Pensó.- No sé qué creerá que le he
hecho, pero no voy a entrar en su juego.
De modo que suspiró y quiso olvidarse de ello,
al menos por ese día. Al poco terminó su turno y se fue a su apartamento. Tenía
mucha necesidad de descansar.
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