De modo que, al llegar a casa, cuando
todo pasó, Margaret recordó lo ocurrido.
Al terminar esa terrible batalla contra aquella mujer se metió en el despacho
del dispensario. Todavía tenía taquicardia. Ese bravo oficial luchando por
ella. Salvando su vida una vez más. Estaba herido pero, como de costumbre, no
quiso darle importancia. Es más, le sonrió alentadoramente cuando se dirigió a
ella y le encargó.
-Cuida de todos. Tengo una tarea pendiente.
Maggie solamente pudo
asentir sin dejar de mirarle impresionada. Él le devolvió esa mirada con
afabilidad y salió volando de allí en dirección al puente de mando. La
enfermera se quedó mirando hacia él hasta que le perdió de vista. Luego volvió
con los heridos y retomó su zozobra. Y es que la angustia y el temor que la
invadieron cuando el pobre Martin cayó herido fueron muy grandes. Por suerte pudo
ayudarle. Y el doctor Ginga…con aquella extraña e irreal apariencia.
-Ha sido increíble.- Meditaba.- Solo con
darle esa especie de judía quedó como si nada le hubiese sucedido. ¿Quiénes
son?- Se dijo pensando en Giaal y Kiros.- ¿Cómo pueden existir seres tan
fantásticos?- Aunque pensando asimismo en aquella cruel mujer guerrera,
añadió.- ¡Y tan terribles!
Y
es que el recuerdo de las palabras y los actos de aquella terrible mujer
saiyajin todavía la paralizaban. La verdad, no podía ni tenía ganas de ponerse
a pensar más en eso. Solo deseaba descansar.
-Estoy agotada, tanto que casi ni puedo
dormir.- Suspiró.-
Y su mente seguía
vagando. También se acordaba de Keiko y del resto de las personas que conocía.
Y no se olvidaba tampoco de aquel metamorfo. Pero sobre todo, en la idea que
había tenido. Cuando le dejaron a solas
con él, el doctor Ginga le prometió que haría cuanto pudiera. Con esa tímida
esperanza la enfermera se fue a descansar. Se acostó y al principio le costó
conciliar el sueño. Al fin lo logró y durmió un día completo. En cuanto
despertó quiso informarse sobre el estado de sus amigos. Lo que le contó a
Kiros era la verdad. También ella se alegró al saber que Keiko recobró el
conocimiento tras varias horas sin ningún problema. De hecho, fue a verla de
inmediato en cuanto entró en su turno. Allí estaba la muchacha, aún
convaleciente.
-¿Qué me ha pasado?- Quiso saber la
pelirroja al despertar.-
-Tuviste un desmayo.- Le comentó afablemente
Maggie, posando una mano sobre las de la chica.- ¿Qué tal te encuentras?
-Bien, no sé. No recuerdo apenas nada de
lo que pasó. Estaba en el laboratorio.- Pudo contarle la joven científica.-
-El stress y el agotamiento por el
trabajo deben de ser la causa.- Le comentó la enfermera.-
Aunque
al percatarse de que le estaba sosteniendo la mano, Keiko la miró ruborizada. Maggie
la soltó enseguida.
-¿Cuándo podré irme?- Inquirió la
pelirroja.-
-En cuanto el doctor Lester te
reconozca, si no ve nada extraño, te dará el alta.- Le contestó su
interlocutora.-
Hubo
una incómoda pausa de silencio entre las dos. Maggie no sabía qué decir. Dudaba
entre aparentar que no hubiese sucedido nada entre ellas o tener valor para
abordar el tema. Aunque fue su contertulia quien se adelantó preguntando.
-¿Sabes algo de Kiros? ¿Está bien?
-¡Oh sí! Estuvo también ingresado por
agotamiento. Pero ya está como nuevo. Ya sabes lo fuerte que es.- Comentó la
enfermera tratando de sonar jovial.-
-Debió de ser algo tremendo, si él quedó
agotado.- Elucubró Keiko con expresión sorprendida.-
-Así es.- Admitió Maggie quien le
reveló.- Nos salvó a todos.
-Es un hombre maravilloso.- Suspiró la pelirroja.-
-Sí, realmente lo es.- Convino la
enfermera con un tinte entre resignado y algo abatido.-
Pero
quiso animarse. Estaba claro en quién pensaba esa muchacha. De modo que lo
mejor que ella podría hacer es retirarse. Había sido vencida. Por ello, impostando
un tono más alegre, añadió.
-Ahora avisaré al doctor Lester. En que
te hagan un chequeo de rutina seguro que podrás irte.
-Gracias Maggie.- Sonrió la joven.-
-No hay de qué.- Respondió la
interpelada.- Bueno, debo seguir con mi ronda. Me alegro de verte bien.
Keiko
asintió, y la enfermera se despidió saliendo de la habitación.
-Esto se ha terminado.- Suspiró con
desencanto.-
En cuanto a Keiko, no
tardó en ser reconocida por Lester. En efecto, el médico le mandó que se
hiciera unas pruebas médicas y claro está, no se le detectó nada. Fue dada de
alta y ahora volvía a trabajar. Mei Ling por su parte, junto con Penélope,
había estado ocupada tratando de restaurar todos los experimentos amén de echar
una mano a Giaal. El doctor se reunió con su pareja y tras disfrutar de su
reencuentro enseguida se puso manos a la obra. Aunque Maggie, a la vuelta de su
turno, aún pasó un día más en casa sin atreverse a salir a la calle para ver a
nadie, y es que caminar por esas zonas en las que viera tanta destrucción y
muerte le había afectado mucho. Incluso haciéndole sufrir pesadillas durante la
noche.
-Tengo que calmarme.- Se decía tras
despertar agitada, reviviendo en sus sueños las muertes de tantas personas.-
Y tras esos momentos
para recobrarse de aquello pensó con más sosiego. Quiso centrarse en su vida amorosa.
Por llamarla de alguna manera. Y en tanto más lo meditaba más se daba cuenta de
algo. Tras charlar con ella en la habitación del hospital, no tenía valor como
para enfrentarse a Keiko y pedirle salir en serio. No tras todo lo que había
sucedido.
-No quiero atraer la desgracia sobre
ella ni sobre nadie más.- Se decía llena de un extraño complejo de culpa.- Y
ahora veo confirmado que Kiros es mucho mejor para ella que yo.
Además,
aquellas palabras de Marek seguían resonando en su mente
-“Mucha
más suerte que otros pobres desgraciados cuyo único crimen fue juntarse contigo”…
No lo entendía, ¿a qué se refería?
¿Acaso le echaba la culpa de tantas muertes? ¿De lo sucedido al pobre Martin o
incluso a Kiros?...No tenía ningún sentido.
-Esa
chica está loca. No hay otra explicación. Debe de creerse que trato de robarle
a alguien…- Se decía.-
Aunque no solamente eran las palabras
de su compañera de trabajo las que la turbaban, también las de esa
saiyajin retornaban sin previo aviso para golpearla. “Si no te gustan los hombres,
y no copulas con ellos, ¿para qué sirves?” Aunque como reacción defensiva, Maggie movía
la cabeza sonriendo con sarcasmo.
-Esa mujer está anclada en la Edad
Media, no creo que todos los de su especie sean así. Kiros no parecer serlo.-
Pensaba.- Pero tengo que hablar con ella. Por ridículo que sea. Hay algo que
necesito que me diga. No sé qué es…- meditaba con total desconcierto.-
Y
sin saber realmente la razón quiso ir a ver a esa individua. Ahora estaba
fuertemente custodiada. Incluso más que antes. Aunque en su actual estado,
gravemente herida, por el momento no constituía ninguna amenaza. Sin embargo,
aunque lo hubiera sido en virtud de lo que Kiros le contó sobre el prodigioso
poder de recuperación de los de su raza, Maggie tenía que verla. No se sentía asustada
por eso, sino más bien desazonada. Un sentimiento de zozobra la envolvía. Era
algo que iba más allá de aquellas cosas que esa mujer le dijo. Y lo que más la
intrigaba e incluso preocupaba fue aquella frase lapidaria que esa tal Zura le
soltó. “No me extraña que tu congénere te odie tanto” Y se refería a Marek.
Daba la impresión de que esa individua conocía aquel oscuro secreto. Y ahora
más que nunca pensaba en eso, tras lo que aquella chica le dijo en el hospital.
-Tengo que preguntárselo.- Se dijo
Maggie armándose de valor y determinación.- Aunque fuera el mismísimo diablo
tendría que hacerlo. No puedo continuar así.
De
modo que, al día siguiente, tras cumplir con su horario de trabajo, lo primero
fue ir al centro médico militar donde tenían en custodia a la prisionera. Allí,
sacando sus credenciales de enfermera y con la seguridad que le daba conocer al
mayor Kiros, le permitieron el paso. Sin embargo, ese tipo no estaba allí.
Aunque ella no iba a verle a él ahora.
-Prefiero que no esté. Quizás no le
hiciera gracia que venga a hablar con la prisionera.- Pensó Maggie.-
Continuó decidida y tras
lograr entrar en el perímetro reforzado que contenía la celda, se aproximó al
cristal blindado. Allí vio a esa mujer tendida en una cama, atada con correas y
cadenas ultrarresistentes y con un gotero conectado a su brazo derecho. Parecía
estar durmiendo. No obstante a los pocos segundos abrió los ojos y se incorporó
levemente en su lecho dedicando una sorprendida e incluso divertida mirada a su
visitante.
-¡Vaya! Esto sí que no me lo esperaba.
La ratita ha salido de su madriguera. ¿Acaso estabas preocupada por mí? Permíteme
que lo dude. -Declaró con un tono de voz débil todavía pero que translucía su
altivez y malevolencia habituales.-
-He venido a preguntarte algo. ¡Y quiero
que me contestes! - Le exigió Maggie envalentonándose al verla en aquellas
condiciones.-
-Así que la humana me está ordenando
contestar. Al parecer tu ánimo se ha fortalecido mucho últimamente.- Se sonrió
su interlocutora para querer saber a su vez.- ¿Y a qué quieres que te responda?
-Es sobre mi compañera. Quiero saber lo
que te contó acerca de mí. ¿Por qué me odia tanto?- Replicó Maggie con
manifiesto interés.- ¿Qué es lo que le he hecho? ¿Te lo ha dicho, verdad?
La
saiyajin guardó silencio durante unos agónicos instantes, luego se rio. Aquello
parecía divertirla mucho y una enfadada Maggie le preguntó con visible malestar.
-¿Se puede saber qué te hace tanta
gracia, monstruo?
-¿Monstruo? ¿Yo?- Replicó una todavía
risueña Zura para contestar de modo lapidario.- ¡Mira quién lo dice! Desde
luego, no esperaba eso de ti. Quizás no seas tan inútil después de todo. Bien
visto, es mejor dejarte vivir y que tú te ocupes de terminar el trabajo que yo
no pude hacer.
-¿De qué demonios estás hablando?- Chilló
Maggie entre anonadada y llena de ira y temor. -¡Dímelo, maldita sea! ¿Qué le
hecho a Marek para que me odie así?
Su
contertulia volvió a callar. Sin embargo, en esta ocasión tras dejar pasar unos
segundos no se rio, al contrario, su voz sonó más seria e incluso reflexiva
cuando repuso.
-Para ser sincera creo que eso es algo
que únicamente tu congénere debería desvelarte. Aunque te aseguro que, cuando
lo haga, pagaría por estar delante y verlo. Eso sí. Admito que has tenido valor
para venir a interrogarme tú sola. Me pregunto si lo tendrás para interrogarla directamente
a ella. Si lo haces y averiguas lo que tanto te preocupa, me gustaría que
volvieras a contármelo. Debo confesar que estoy muy intrigada. Esa humana me
hizo solo un breve resumen de sus agravios contra ti y la cosa prometía…yo
desde luego, mataría a quien fuera por muchísimo menos…
Y
volvió a reír, dejando a su perpleja y angustiada interlocutora sin palabras y
todavía más preocupada. Maggie finalmente se dio por vencida. Esa pécora no iba
a ayudarla. Al contrario, la estaba utilizando como distracción. Sin mediar
palabra se marchó. Aunque en una cosa sí que llevaba razón Zura. Tenía que
reunir el valor suficiente y de una vez por todas, zanjar lo que quiera que
hubiese entre Marek y ella. Y decidió que para eso lo mejor sería volver al
trabajo en el centro de salud. Tras lo sucedido y las muertes de Benson y
García, se precisaba más que nunca a todo el personal. Pese a que tuviera derecho a pedir permiso por tres
días dadas sus propias circunstancias.
-No, no me tomaré esos días ahora. Sería
imposible. -Pensó.-
Y es que no deseaba
mantenerse tanto tiempo fuera de su rutina cotidiana. Ayudar a otros le ayudaba
a ella a no pensar en según qué cosas. Por eso, se ofreció a ayudar en el turno
siguiente al suyo, dada la escasez de personal. No tuvo problema alguno. Sus
compañeros incluso agradecieron ese gesto. Se puso a trabajar y tuvo que ir a
revisar cuantas gasas y analgésicos quedaban. Fue enseguida y entró, aunque en
un principio no reparó en que Erika estaba allí. Se encontraron solas en el
despacho del dispensario. Ambas se miraron con respectiva sorpresa. Marek
estaba surtiéndose a su vez con algo de material. Durante unos momentos ninguna
pronunció palabra. Al fin, Maggie reunió
valor para aproximarse a su “compañera” y desvelarle.
-Fui a visitar a esa mujer extraterrestre.
Quería saber por ella por qué me tienes tanto odio. Ya que siempre te niegas a
decírmelo.
-Anda, ¡qué valiente te has vuelto de
pronto, Kendall!- Replicó su contertulia con abierto sarcasmo.-
-¡Ya es suficiente!- Espetó Maggie con
enfado ahora.- He pasado por mucho, he visto morir gente inocente y sufrir a
otros por protegerme. No tengo tiempo para las tonterías de una desquiciada que
ha decidido odiarme porque sí y que ni siquiera quiso prometerme que trataría
de salvar a ese pobre muchacho. ¡Todo porque él quiso ayudarme!
Al oír aquello una
enfurecida Marek se encaró con ella, espetándole con una mezcla de odio y
regocijo.
-Eso se te da muy bien, ¿verdad? hacerte
la víctima y mientras tanto estar destrozando las vidas de la gente. Ese pobre
muchacho, como tú le llamas, realmente te quería. Pero, para variar, le dejaste
ahí abandonado. No sé qué le dio el doctor Ginga, pero al menos evitó que aquel
desgraciado sufriera un trágico destino por tu culpa. Aunque no sería la
primera vez que le haces eso a alguien, ¿a qué no? Pero claro, ¿qué es el
sufrimiento ajeno para ti, más que una tontería?
Aquello
era demasiado. Durante lo sucedido esa zorra se había limitado a mirar
temblando de miedo. En aquellos terribles momentos solamente se acurrucó
escondida en la sala de curas. ¿Y ahora se permitía insultarla así? Maggie no
lo soportaba más y decidió zanjar aquello de una vez por todas.
-¡Basta!, ¡Ya me tienes harta!- Exclamó
enfrentando esa mirada de Marek con indignación. – ¡Dime de una vez qué
demonios tienes en mi contra! ¿Se puede saber que te he hecho? ¿No crees que ya
es hora de que aclaremos lo que sea que tengas contra mí de una maldita vez?
Entonces,
para sorpresa de su interlocutora, Erika se apartó mirando hacia otro lado. Las
lágrimas le saltaban. Tuvo que aguardar unos instantes para responder, con tono
cargado esta vez de tristeza.
-Tienes razón. Al menos en eso. Ya es
hora de aclarar las cosas de una vez. – Convino su interlocutora, para añadir
con tono cortante.- Pero antes, te haré una pregunta. Responde. Gloria Harding…era
profesora. ¿Te acuerdas de ella?
En
esta ocasión fue Maggie quien abrió los ojos mirando atónita a su contertulia.
-¿De qué la conoces?
-Era una buena chica, cariñosa,
bondadosa. Se preocupaba por sus alumnos.- Replicó una desolada Erika como si
no hubiera oído esa cuestión.- Todos la querían.
-Lamenté mucho lo que pasó. No sabes
hasta qué punto. Nunca quise que eso sucediera. Pero a ti no te recuerdo.
¿Estabas en mi instituto?- Inquirió Maggie con visible estupor.- ¿Eras también
alumna suya?
Erika
amagó una sonrisa sardónica para contestar.
-No, no iba a ese instituto. Pero sé lo
que ocurrió. A Gloria la acusaron de perversión de menores, de haberse
relacionado sexualmente con una muchacha a la que daba clase. ¡Y esa muchacha
eras tú!
-Yo era muy joven. Fue mi primera
experiencia seria. Gracias a ella descubrí por completo mi sexualidad, sí.-
Admitió la atónita Maggie agregando entristecida, aún sin comprender.- Y cuando
la juzgaron por eso, tuve que testificar. Declaré que no me había obligado a
nada, que la amaba, y era verdad, la quería. Pero yo era menor…entonces…
Pero
no pudo concluir la frase, su compañera entonces estalló.
-¡Entonces la condenaron!- Chilló una
descompuesta Erika dejando asombrada a su interlocutora.- ¡La expulsaron del
centro en donde daba clases, la encerraron por dos años en la cárcel! ¡Le
destrozaron la vida!
Maggie
bajó la cabeza muy afectada al revivir aquello, eso fue cierto. Sus padres, tan
impactados como el resto por aquel escándalo, se mudaron con ella a otro
Estado. Allí asistió a un nuevo instituto dejándolo todo atrás. Al cabo del
tiempo quiso saber de Gloria pero, pese a todos sus intentos, no pudo contactar
con ella nunca más.
-Perdí su rastro, pero siempre dije que
ella no tenía la culpa.- Insistió para ahora preguntar.- De todos modos, ¿Qué
te importa a ti eso? ¿De qué la conocías?
-La conocía muy bien. Mejor de lo que tú
puedas nunca llegar a imaginar. - Sollozó ahora su interlocutora para mayor
asombro de Maggie, más cuando le relató con voz temblorosa.- La quería más que a nada en el mundo…La
adoraba…
Margaret
palideció. ¿Acaso esa chica había estado también enamorada de Gloria? Apenas
pudo abrir los labios cuando la réplica le llegó como un mazazo. No era lo que
ella suponía, era algo incluso peor.
-¡Era mi hermana mayor! - Gimió Erika.-
Y siempre estuvo ahí, para mí. Desde que el borracho de nuestro padre nos
abandonó, y nuestra madre cayera enferma.
-Pero… ¡si tú te apellidas Marek!- Pudo
objetar la atónita Maggie.-
-El apellido de mi madre. Cuando cumplí
los dieciocho años no quise llevar el de ese canalla nunca más.- Replicó una emocionada
Erika, recordando.- Gloria tuvo que hacerse cargo de mí y de nuestra madre. Estudió,
trabajó muy duro. Llegó a ser profesora. Ese era su sueño. Disfrutaba dando
clases y nos mantenía. Más que mi hermana era como otra madre para mí. Quería
que yo estudiara…pero entonces, ocurrió aquello. Y ella quedó destrozada.
Después de salir de la cárcel, con esos antecedentes nunca más pudo volver a la
enseñanza. Vagó de un mal trabajo a otro, con mi pobre madre cada vez más
enferma. Tratando de disimular su amargura. Intentando comenzar de nuevo…pero a
cualquier parte a la que iba siempre aparecía alguien que la señalaba como la
pederasta, la violadora de niñas. Al final no pudo más y una noche se tomó un
frasco de pastillas. ¡Ya nunca se despertó! Mi madre la encontró y eso terminó
por matarla a ella también. – Aulló la descompuesta Erika ahora para
sentenciar.- ¡Y todo por tu culpa!
Maggie
se había quedado petrificada. El horror, la incredulidad y el pesar más
absoluto la invadieron. Apenas pudo abrir la boca y palidecer, llorando
mientras oía todo eso. Después no pudo reaccionar cuando su antagonista la
golpeó con violencia en la cara derribándola.
-¡Maldita zorra! ¡Tú mataste a mi
hermana! ¡Tú mataste a mi madre!
Y
otro golpe más, luego una patada. Maggie las encajaba todas sin apenas sentir
el dolor físico. Estaba en una especie de ensoñación. Únicamente venía a su
mente el recuerdo de Gloria. Como al empezar ese curso en el instituto ella se
sintió de inmediato atraída por aquella mujer joven, rubia, guapa y simpática,
con mucho estilo al vestir y que sentía auténtica devoción por dar sus clases.
Le apasionaba la literatura. Y la joven
alumna se quedaba embelesada escuchándola. Tampoco podía evitar admirarla y
sentir un hormigueo en el estómago. Maggie trataba de negárselo a sí misma pero,
poco a poco, se había ido enamorando de esa mujer. Y no solamente de un modo
platónico. Muchas veces no podía apartar la vista de ella, sus senos, sus
piernas. Aunque no tenía el valor suficiente como para decir nada. Y eso además
no estaría bien.
-Es mucho mayor que yo, me considerará
una niña. Y seguro que tendrá novio o marido, - Se decía entonces tratando de
apartarla de su mente.-
Sin embargo, juraría
que su profesora le dirigía ciertas miradas que iban más allá de lo que era
común entre una maestra y su alumna. Y era esa incertidumbre la que le hacía más
daño. Aquella sensación instintiva de una atracción mutua que no era lo
bastante osada como para tratar de confirmar. No obstante, siempre se las
arreglaba para quedarse algún rato tras las clases, haciendo preguntas sobre
algún libro o autor. Todo para tener la oportunidad de compartir un momento a
solas con ella. Y Gloria era siempre cordial y amable. Parecía feliz de que una
jovencita así, tan guapa y aparentemente despreocupada por todo lo demás, se
tomara tanto interés por la literatura. Sin embargo, Maggie se sentía culpable
a veces. No quería engañar a su profesora. La asignatura le gustaba sí, pero no
era esa la causa por la que siempre le pedía verla tras el horario de clases. Sin
poderlo evitar se había enamorado completamente de su joven y bella maestra y
tenía que confesarlo o reventaría. Por otro lado estaba el miedo a verse
rechazada, aunque la angustia de permanecer en la ignorancia, deseando besarla
y tenerla en sus brazos, fantaseando con Gloria en la intimidad de su cuarto al
caer la noche, era más fuerte. Quería acabar con eso. Así llegó un día cuando,
tras una clase, esperó a que todos se marchasen y tímidamente se acercó con un
libro en la mano como hacía otras tantas veces.
-Perdone, señorita Harding.- Pudo decir
con timidez.- No acabo de comprender
bien el tipo de amor de Romeo y Julieta.
-Bueno.- Sonrió ella mirándola con
interés para explicar con esa suave y hermosa voz suya.- Se trata de un romance
destinado a la tragedia. Dado que ambos formaban parte de familias que se
odian. Solo al final, éstas se dan cuenta de su error, cuando los jóvenes
amantes se quitan la vida. Pero ya es demasiado tarde…
-¿Y usted qué haría en su situación?- Le
preguntó con voz trémula, añadiendo nerviosa.- Bueno, ¿si amase a alguien y
todo estuviera en contra?
Esa
maestra le dedicó entonces otra mirada, entre atónita y al tiempo parecía que
esperanzada. Tras unos instantes respondió con suavidad y voz queda,
acariciando el largo pelo castaño de su discípula.
-Es difícil de saber lo que una haría en
ese caso. Aunque si yo amase a alguien así, bueno. Querría decírselo, que esa
persona lo supiera. Y dependiendo de su respuesta...Si amas así, creo que todo merece
la pena.- Sentenció con un susurro.-
Maggie
asintió despacio, se acercó algo más a
su profesora. Gloria no era tan alta como ella, aunque llevando unos zapatos de
tacón frente a los planos de la chica, ambas estaban casi a la misma altura.
-¿Usted nunca ha amado así a alguien?...
–Se atrevió a preguntar con voz temblorosa la joven estudiante, matizando al
instante.- No sé. A algún chico guapo, que fuera inalcanzable.
-Bueno.- Se sonrió su interlocutora que
parecía hasta ruborizarse, respondiendo con tono de evasiva.- Todas hemos
tenido nuestras decepciones amorosas.
-Claro.- Suspiró Maggie.-
Gloria
posó una mano sobre las de su joven alumna y con ternura le preguntó.
-¿Acaso es lo que te pasa a ti? ¿Hay
algún chico que creas inalcanzable?
-No, no es eso.- Pudo decir ella con un
hilo de voz, atreviéndose a admitir.- A mí nunca me han interesado los chicos
de esa forma. Pero hay alguien que sí me parece inalcanzable. Y eso me hace
sufrir.- Sollozó ahora sin atreverse a mirarla.-
-¿Quién?- Quiso saber una preocupada
maestra, intentando encontrar su mirada con la de la joven que ahora la rehuía.-
¿Puedo saber quién es?...
Ya
no había marcha atrás, era entonces o nunca. Y tras una dura lucha interna, al
fin, Maggie se atrevió a devolver esa mirada a aquellos azules ojos tan
hermosos, arrancándose a confesar.
-Verá.- Musitó la muchacha muy cerca de
su asombrada profesora.- Es que creo…que estoy enamorada de usted.
La
aludida reaccionó apartándose ligeramente y esbozó una sonrisa nerviosa. Enseguida
dijo con un tinte de voz que translucía algo de temor.
-Estoy convencida de que no es así. A
estas edades las chicas somos muy impresionables. Quizás te gusta la literatura…Y
bueno, yo no…
-Claro, usted no comparte este tipo de
inclinaciones.- Suspiró una consternada y avergonzada joven, ahora con tinte de
angustia.- Por eso supuse que es un deseo inalcanzable. He sido una idiota. ¡Perdóneme
y olvide lo que le he dicho! No se lo cuente al director, ¡por favor!
Iba
a salir corriendo de allí muerta de vergüenza, llorando y sin mirar atrás.
Aquel había sido el momento más embarazoso de su vida. Aunque, para su
sorpresa, su profesora la sujetó de un brazo con suavidad.
-¡Espera!- Le pidió con tono agitado.-
Maggie, por favor…no te vayas.
Al
girarse de nuevo hacia su interlocutora la muchacha se aproximó una vez más.
Los rostros de ambas estaban muy próximos y fue Gloria quién unió sus labios a
los de ella en un modo cálido y sensual. El corazón de Maggie latió con fuerza
acelerándose de inmediato. Tras ese beso, su profesora le dio otro, más largo y
profundo. Después se separaron
lentamente y sin dejar de acariciarla el pelo, la adulta le confesó con voz
temblorosa.
-A mí también me gustas. Y sé que no
está bien. Te he observado desde hace semanas. Como me mirabas, tus posturas.
Cuando nos quedamos después de las clases, yo…Poco a poco, comencé a sentir
algo por ti. Y viendo el interés que
ponías y de la forma en la que te acercabas cuando comentábamos algún libro…,
también quería lo mismo. Bueno, al mismo tiempo deseaba que fuera por esto y
que no.
-Yo…- Pudo musitar la chica realmente
sobrepasada por aquello.- ¿Se me notaba tanto?
-¡Dios mío! ¿Qué estoy haciendo?-
Sollozó ahora Gloria, perdiendo por momentos aquella impostada calma que se
esforzaba por aparentar.- ¡Eres una niña!
-Voy a cumplir los dieciséis en un par
de meses.- Le confirmó Maggie añadiendo animosamente.- A esa edad puedo tener
relaciones con mi consentimiento. Y quiero tenerlas contigo. Gloria, te quiero.-
La tuteó con decisión.-
-Yo, no sé siquiera si debo seguir
hablando... Tú, eres muy joven ¿de veras que nunca has estado con chicos?-
Quiso saber su maestra.-
-Ya te lo he dicho y es la verdad. Nunca
me han interesado los chicos.- Le respondió su contertulia con total
seguridad.- Y hasta ahora jamás he tenido relaciones de esas, con nadie. Con
alguna chica sí que me he enrollado, pero nunca he hecho el amor.
-Yo sí las he tenido algunas veces.- Le
confesó Gloria.- Siempre con chicas. Y me he acostado con algunas. Tampoco me
atraen los hombres. Pero esto…es distinto, no debo, lo siento.- Pudo decir
bajando la cabeza.- Eres menor de edad…no está bien.
Aunque
ahora fue Maggie quien parecía la adulta de las dos cuando le susurró con tono
lleno de deseo a un oído.
-Iremos a algún sitio seguro. Donde
nadie pueda vernos. Tú dime dónde. Nadie lo sabrá. Te lo prometo.
Su
interlocutora respiraba con agitación, parecía estar librando una batalla muy
dura consigo misma. Al fin susurró tomada por ese mismo deseo.
-En mi casa, a las siete. Estaremos
solas.
Ahora
fue Maggie quién la obsequió con otro beso en la boca. Las dos se abrazaron
manteniéndose así durante unos segundos. Al separarse la joven estudiante le
sonrió llena de felicidad, sentenciando.
-Hasta las siete.
Y
a esa hora puntualmente acudió a la cita. De aquella primera vez recordaba cada
caricia, cada beso, el cuerpo de Gloria junto al suyo, abrazado, entrelazado y
el goce que experimentaron. Y mientras su relación duró se supo querida y fue
feliz. Ahora solamente sentía tristeza, culpa y dolor. Encajaba golpe tras
golpe, acurrucada en el suelo, en posición fetal, saboreando su propia sangre
que salía por su nariz y sus labios rotos.
-¡Puta asquerosa!-Gritaba Erika sin
dejar de pegar a su inerte rival. -¡La mataste! ¡La destruiste en vida! ¿Sabes
cómo salió de la cárcel? Esa mujer ya no era mi hermana. Demacrada, humillada.
Las otras reclusas al enterarse de cuál era su delito la violaron decenas de
veces. ¡Ven a conocer a tu novio Jack! - Aulló Marek parodiando de modo macabro
aquello.- ¡Eso le decían cuando usaban un palo de escoba con ella! Y el único
consuelo que le quedó a mi pobre hermana fue pensar que yo no lo sabía. Que, al
menos conmigo y con nuestra madre, podría mantener lo que quedaba de su dignidad. Pero era un secreto a voces.
Otras presas lo contaban. Y yo me enteré cuando pude visitarla un día…
Maggie
lloraba y gemía transfigurada por el horror, el pesar y la compasión hacia esa
desdichada mujer. ¡Tuvo que haber atravesado por un calvario terrible! ¡Perder todo
lo que le era más querido en la vida y además ser humillada de esa manera tan
cruel! Tanto era así, que la apaleada muchacha ni sentía los impactos de esos
golpes que Marek le propinaba una y otra vez.
-Mi hermana nunca quiso verme cuando iba
a visitarla en la cárcel. Siempre decía
estar enferma. Al final lo comprendí. ¡Le partía el corazón que yo la viese
así!- Gimió ahora Erika, derrumbándose a su vez.- ¡Que yo creyese que era una
criminal! ¡Un monstruo! ¿Sabes lo que es ver a tu hermana mayor convertida en
una sombra de lo que había sido? ¿Ver cómo tu madre se consume? Tuve que
cuidarla cuando Gloria se quitó la vida. ¡Mi madre se convirtió en un vegetal
hasta que murió! ¡Tú me lo quitaste todo!…¡Todo!
Y
agotada de tanto golpear, Marek se tomó un breve descanso. Respiraba agitada,
lloraba llena de rabia y su rival solo gemía sollozando a su vez, con la cara y
la bata manchadas de su propia sangre. Maggie pudo entonces balbucir totalmente
destrozada tanto física como anímicamente…
-Lo…comprendo…entiendo… que quieras…
matarme…yo quisiera morir ahora…
Sin
embargo, sin dejarse impresionar por esas palabras, su oponente siseó con una
mezcla de odio e indignación en tanto se
enjugaba las lágrimas.
-¿Matarte? No, nada de eso. No soy una
asesina. ¡No soy como tú! Nunca he matado a nadie. Y además, sería demasiado bueno para ti. Un
camino muy sencillo para librarte de lo que mereces. ¿Qué te crees que le dije
a esa alienígena? Que no te matase, le
supliqué de rodillas no por mi vida, sino porque no me robara mi venganza. Y
eso le gustó. Dijo hasta estar impresionada. Estaba de acuerdo en que mi modo
era mucho mejor. Si murieses ya no sufrirías. No, yo quiero que lo recuerdes
cada día, que te despiertes cada mañana sabiendo la tortura que mi hermana y mi
madre sufrieron por tu causa. ¡Lo que sufro yo todavía, día tras día!
Espoleada
otra vez por la furia agarró a la casi exánime Maggie de la bata con ambas
manos y la levantó del suelo para mirarla cara a cara y sentenciar.
-Deseo que toda tu maldita existencia
sea un completo infierno. Que pienses en todas las pobres mujeres a las que has
destrozado. Mi hermana, mi pobre madre que murió al poco tiempo por su
enfermedad y su dolor al ver a su hija quitarse la vida así. Me quedé sola y
hundida. Pero en cuanto pude sobreponerme a eso, solamente tuve dos metas en
este mundo y las dos me ayudaron a salir adelante. La primera fue vengarme de
ti, la segunda cumplir el sueño de Gloria. Debía estudiar y llegar a ser algo.
¡Qué casualidad! Buscarte durante años y al encontrarte descubrir que
estudiabas enfermería. ¿Adivinas qué hice yo?...- Le preguntó con retórica
sorna para responderse a sí misma.- Sí… exacto. Estudié también. Me presenté a
la misma prueba que tú para ser admitida en esta nave, y lo logré. No fue
sencillo, pero a veces el odio es el mejor de los acicates. Eso me dijo Zura. Y
en eso al menos tiene toda la razón.
Su
horrorizada víctima no era capaz ni de pronunciar una sola palabra para
defenderse. Se sentía como una hoja arrastrada por una tempestad. Erika la dejó
caer a plomo al suelo una vez más, y estaba a punto de rematarla con una patada
cuando la voz de Giaal resonó. El atónito médico venía acompañado de Susan.
-¿Qué está pasando aquí? ¡Enfermera
Marek!
La
aludida se giró de inmediato dedicando una mirada entre desquiciada y furibunda
a los recién llegados, para replicar con un contundente grito.
-¡Esto no es asunto suyo, doctor!
-Lo es cuando está usted agrediendo a
una compañera en el centro de salud.- Replicó Giaal con aplomo pero firmeza.-
Erika
ignoró aquello y se disponía a pegar una vez más a su indefensa presa. Pero en
esta ocasión no pudo hacerlo. Susan fue rápida y con una ágil llave de yudo la
derribó en un instante, inmovilizándola acto seguido.
-¡Ya basta! -Le ordenó la teniente
Hunter a la frenética chica que trataba de moverse sin lograrlo, sujeta por una
buena presa.- No quiero hacerle daño.
-¡Suélteme! - Aullaba Marek.- ¡Ustedes
no saben nada!
El
estupefacto Giaal podía ver mucho odio y tristeza en los ojos de esa mujer. Y a
su vez, una enorme pena y dolor en los de Maggie a la que ayudó a incorporarse.
Él había llegado al hospital a comenzar su turno acompañado de su novia. Susan
iba a ver a algunos compañeros que estaban convalecientes. Les dijeron que
Maggie estaba de servicio.
-Iremos a preguntarle qué tal está.-
Comentó Susan.-
Y
la buscaron, aunque no dieron con ella. Al fin preguntaron a algún otro
enfermero y uno les dijo que había ido al dispensario por unas cosas. Se
dirigieron hacia allí y entonces oyeron los gritos. No tardaron en intervenir.
Ahora se ponían en medio de las dos antagonista. Pero lo que no esperaban
escuchar fueron las siguientes palabras de Maggie. Y es que la víctima de la
agresión pudo entonces musitar en tanto le caía la sangre por su cara que ya
empezaba a amoratarse.
-Déjenla. Tiene razón…me merezco esto.
-No, no lo mereces.- Rebatió Giaal,
tratando de cortar las hemorragias que la enfermera tenía en boca y nariz.- Deja
de pensar así. No te tortures.
Susan
por su parte hizo levantarse a Erika sin dejar de controlarla. En ese instante
llegó el doctor Lester, venía con James que, al ver esa escena, silbó agitando
una mano para decir casi con jocosidad.
-¡Joer, esto ha debido de estar bien!
Pero
la reprobatoria mirada de su jefe le hizo guardar silencio de inmediato. Con
severidad Lester se dirigió a los allí presentes.
-¿Qué demonios ha pasado aquí?
-La enfermera Marek estaba agrediendo a
la enfermera Kendall.- Le informó Giaal.-
-¿Cómo
dice? ¿Es eso cierto?- Inquirió el médico jefe a las citadas.-
No
obstante, ninguna le respondió. Susan tomó la palabra entonces para corroborar
la declaración de su novio.
-Así es. Hemos sido testigos de ello y
tuvimos que separar a la agresora.
-Esto le costará la suspensión, Marek.-
Sentenció Lester, añadiendo.- Sin perjuicio de las acciones legales que la
señorita Kendall estime convenientes. Y no la despido ahora mismo porque
estamos muy escasos de personal médico.
Erika
no respondió, pareció relajar su ira y Susan pudo soltarla entonces. La
muchacha, sin mediar palabra, se dio media vuelta saliendo del edificio e
ignorando a su jefe.
-¡Espere! – Le ordenó Lester sin
resultado.-
-Será mejor que lo deje, doctor.- Le
pidió Giaal.- Ahora no es el momento. Si le parece bien, me ocuparé de esto.
-Usted sabrá.- Convino su interlocutor
que no parecía demasiado entusiasmado por complicarse con aquel enojoso tema.-
Haga un informe de lo sucedido. Examine a Kendall y redacte un parte de
lesiones. Con él abriré expediente a Marek. Esto es una falta muy grave, a buen
seguro, cuando las cosas estén más tranquilas y tengamos menos pacientes, acarreará
su despido.
-Señor, ¡por favor!- Intervino Maggie
entonces, para sorpresa de todos.- No quiero presentar ninguna denuncia. Ha
sido un malentendido. Ella tenía sus razones. Le pido que lo deje pasar.
-Señorita Kendall.- Contestó Lester con
tono severo aunque moderado.- No hay razones que justifiquen ese comportamiento
tan deleznable. Lo que la señorita Marek le ha hecho a usted es un delito. Una
falta por agresión. Además, con agravantes, en horario de trabajo y sin mostrar
ningún tipo de arrepentimiento. Ya lo he dicho y lo repetiré. Si no fuera por
la difícil situación por la que atravesamos y la escasez de personal
cualificado que padecemos, la apartaría del servicio de inmediato y sin dudarlo.
-No es ella quien debe arrepentirse.-
Musitó la joven bajando la cabeza.- ¡Se lo suplico, doctor! - Sollozó.-
Lester
no dijo nada, se limitó a dar media vuelta y salir de la sala. A su vez un
ahora apurado y atónito James dejó de observar aquello para ir a su puesto.
Entre tanto, Giaal había terminado de curar a la joven y tras mirar a Susan,
propuso con amabilidad.
-Vamos a dar un paseo. Anda, ven con
nosotros y dinos si podemos ayudarte en algo…
La
enfermera no parecía muy dispuesta, aunque fue la teniente Hunter quien
insistió también con afecto y consideración en su tono.
-Por favor, Maggie. Confía en nosotros.
Finalmente
la joven asintió despacio. Total, nada le importaba ya. Quizás podría
desahogarse. El doctor Ginga siempre fue comprensivo con ella. Y su novia, esa
oficial, parecía ser buena persona también. De modo que caminaron cuando pudo
ser capaz de enderezarse y ponerse en pie, pese al dolor y las magulladuras.
Andaban en silencio. Con la atormentada Maggie rememorando…al fin se detuvo y
musitó entre gemidos y sollozos.
-¡No puedo más…ya no puedo más!…
-Tranquila.- Le dijo Susan con tono
amable en tanto le pasaba un confortador brazo alrededor de los hombros para
sostenerla y animarla.-
-Tómate el tiempo que necesites, te
escuchamos. – Añadió Giaal entendiendo el estado de esa pobre mujer.-
Y Maggie así lo hizo.
Tras unos momentos para rehacerse les contó un resumen de lo sucedido. E
incluso prosiguió la historia ante las atónitas expresiones del doctor Ginga y
la teniente Hunter. Recordó en su relato como ella y Gloria comenzaron a verse
con frecuencia tras las clases. A ser una pareja, a amarse. A su memoria vino
un momento cuando estaban en la cama,
tras una de esas tardes en las que ambas podían citarse en secreto. Ahora le
encajaba todo, recordó haberle confesado abrazada a ella.
-La primera vez que te vi, creí que
serías una mujer casada.
-¿Por qué?- Le sonrió su amante.-
-No sé, tan elegante siempre.- Dudó
Maggie algo azorada.-
-¿Elegante? ¿Y eso qué tiene que ver con
estar casada?- Se rio su interlocutora.- ¿Acaso las solteras no podemos vestir
bien?
-Nada, supongo…olvídalo, son tonterías
mías.- Musitó la chica sonriendo también.-
Su
pareja la besó en los labios, aunque ahora con cariño casi maternal, para
decirle, quizás sospechando por dónde iba realmente su pareja.
-Ya te he dicho varias veces que soy soltera
y que tampoco tengo hijos, si eso piensas. No te engaño en eso, no lo haría
jamás. No soy ninguna mujer casada insatisfecha que desee probar cosas nuevas. Lo
que sí tengo es una hermana pequeña a la que quiero mucho, la cuido junto con
mi madre.
-Nunca las he visto.- Comentó Maggie.-
Claro
que eso era lo normal. ¡Su amante no iba a llevarla a casa y a acostarse con
ella en presencia de su familia! Y tampoco presentarla. ¿Qué iba a decir? ¿Qué le
daba clases particulares? Aunque Gloria enseguida le aclaró.
-Viven en otra ciudad. Yo me mudé aquí
cuando me salió la oferta de trabajo en este instituto. Les mando todo el
dinero que puedo. Mi madre está enferma,
padece de anemia y otras complicaciones.- Le contó la profesora ensombreciendo
ahora su hasta entonces jovial semblante.-
-Lo lamento.- Dijo Maggie sintiéndolo de
veras.- ¡Ojalá pudiera hacer algo!
-Mi hermana la cuida mucho también. Las
dos adoramos a nuestra madre. Erika debe tener tu edad. A veces imagino que si
os conocierais podrías llegar a ser muy buenas amigas. - Musitó ahora con un
tono de culpabilidad, suspirando al añadir.- ¡Oh Dios mío! Cada vez que pienso
en esto…es una locura. Tienes la edad de mi hermana pequeña.
-No, no lo es. ¡Yo te quiero! - Se
apresuró a replicar Maggie mirándola a los ojos para remachar.- Y no sabes lo
difícil que es para mí disimular en el instituto. Sobre todo cuando algún
imbécil se acerca para tratar de enrollarse conmigo. Y tampoco me gusta nada
como te miran algunos en clase. Esos tíos te comen con la vista. Incluso
algunos profesores.
-Pero solamente tú me comes de verdad.-
Sonrió Gloria mesándole el pelo.-
Maggie
temblaba ahora al rememorar eso. Hasta ese momento no se había percatado,
¡Erika! Era el nombre de la hermana menor de Gloria. Sin embargo, en ese
momento ella no le había prestado la menor atención. Después, al correr de los
años, lo olvidó y sencillamente no relacionó aquello con su arisca y hostil
compañera.
-Tú jamás pudiste prever lo que
sucedió.- Trató de animarla Susan.-
Su interlocutora no
respondió, seguía ensimismada en sus recuerdos. En cómo se acurrucaba entre los
pechos de su amante. Los sentía cálidos, suaves y confortables. Pero se iba
haciendo tarde. Eran más de las ocho. Solamente sentía tener que regresar a
casa. Con la excusa de estar en la biblioteca o de alguna actividad, engañaba a
sus padres. Al menos eso creyó. Nunca imaginó que uno de sus compañeros, a los
que ella rechazó, se molestase tanto como para espiarla. De ese modo debió de
percatarse de lo que pasaba. Al poco, el padre de Maggie recibió una nota que
le alertaba sobre las malas relaciones que su hija tenía, aunque sin especificar
con quién. Muy preocupado, el señor
Kendall la hizo seguir a su vez por un detective privado. Le dijo después que
pensaba que ella estaba con algún chico de dudosa moralidad o metida en algo
problemático como drogas. Pero cuando tuvo la evidencia en sus manos apenas sí
pudo creerlo.
-Nos descubrieron, y fue por mi culpa. ¡Todo
fue por mi culpa! - Gimió Maggie ahora, ante las caras de consternación de sus
amigos.- Yo le arruiné la vida a Gloria. En eso Erika tiene toda la razón.
La enfermera les
contó que ese sabueso que le puso su padre logró algunas fotos con
teleobjetivo. Incluso a través de la ventana de la casa de Gloria. Las dos
aparecían en posiciones realmente incriminatorias. Por si eso fuera poco, ella
a veces se despedía de su profesora con un cálido beso en los labios cuando
pensaban que nadie las estaría observando, incluso estando fuera de la
protección de esas paredes, su particular santuario de intimidad. Inicialmente
jamás se habían atrevido a eso. Pero con el tiempo, ella sobre todo se fue
relajando y perdió el cuidado del principio. Así, cierto día, tras levantarse
por la mañana e ir a clase, Maggie descubrió para su sorpresa que la profesora
de literatura no había acudido.
-El señor Heinrich va a sustituir a la
señorita Harding.- Les notificó el director a los alumnos entrando en la clase
con dicho docente.-
-¿Qué le habrá pasado?- Comentó Laura,
una de sus compañeras.-
-Estará enferma.- Opinó Ross, otro chico
que se sentaba cerca.- Espero que se recupere pronto. Este tío es un rollo.
-No lo creo.- Se sonrió aviesamente otro
chico, un tal Hugh que hizo un, a su juicio, divertido juego de palabras.- Y
rollo o no, al menos Heinrich es un docente decente, ¡ja, ja!
Al
oírle decir eso el corazón de Maggie dio un vuelco. Como si hubiese tenido la
premonición de algo terrible. Miró a su compañero con una mezcla de malestar y
miedo. Sin embargo no dijo nada. Y es
que aquel muchacho era el que había intentado salir con ella. Al principio fue
muy insistente. De hecho no estaba mal. Al menos eso decía Laura. Claro que esa
chica sí que sabía de su orientación sexual. Ella se lo confesó casi al poco de
conocerse. Laura era una jovencita de
pelo castaño claro y ojos verdes. Maggie suspiró cuando se acordaba de eso,
en su apariencia era muy parecida a
Kerria, aunque esa compañera era
heterosexual. Enseguida supo que nunca podría mantener esa clase de relaciones
con ella. Por suerte, aquella muchacha era muy buena persona y no tuvo ningún
reparo en ser su amiga al saber eso. Al contrario, eran inseparables. Por ello
llegó a advertirla una vez durante un recreo, meses antes.
- Ten cuidado con Hugh. Él no acepta bien
las negativas. No seas muy brusca. Al menos dale largas.
-Yo no soy así.- Contestó ella.- No me
gusta fingir. Aquí no hablo abiertamente de mis inclinaciones porque no quiero
que eso me cree problemas con algunas personas, o se los cree a mis padres. Pero
no voy a darle esperanzas a ese chico.
-Al menos, procura no ser demasiado
cortante. No se lo tomará bien.- La avisó Laura una vez más.-
Pero
claro. Maggie era demasiado temperamental a veces. Cuando ese muchacho trató
incluso de besarla tras un insistente acoso para que los dos salieran le arreó
un buen bofetón. Y ante testigos. Le dijo entonces que se fuera al infierno y
que no le interesaba para nada. Él no reaccionó, al menos en ese momento.
Después ya ni le dirigió la palabra. Aunque siempre que podía expresaba algún comentario
en su contra. En forma de insinuaciones sarcásticas o hirientes. No obstante,
lo hacía de modo que no pudiera acusarle de meterse con ella directamente.
Ahora, en ese momento, tras saber que
Gloria no vendría, aprovechó a replicar a Ross, cuando éste le inquirió.
-¿Qué quieres decir con eso?
-Que me parece a mí que a esa la van a
trasladar a otro sitio. A uno a donde no se tome ciertas libertades.
-¿Qué libertades?- Quiso saber Laura
mirándole atónita, en tanto a Maggie le daba otro vuelco al corazón.- ¿A qué te
refieres?
-No sé. Ya lo veréis.- Se sonrió una vez
más ese chico.-
Y no quiso decir más.
Estaba claro que algo sabía. Quizás se hubiese tomado la molestia de espiar
también a Gloria o se hubiera enterado por casualidad. Maggie no tenía modo de
saberlo. Y lo que era todavía peor. No se lo podía preguntar delante del resto
de sus compañeros. Así la clase transcurrió con ella apenas prestando atención
a las explicaciones de ese aburrido profesor, sintiéndose además muy
preocupada. Cuando acabó quiso volver a casa para tratar de llamar a su novia por
si estuviera enferma. Sin embargo, antes de salir del aula, el señor Farrel, su
director, se dirigió a ella y con tono serio le pidió.
-Señorita Kendall, tenga la bondad de
acompañarme a mi despacho, por favor.
-Sí señor.- Pudo responder la joven que
no comprendía el porqué de aquello.-
Y
es que era una buena alumna. No de las más destacadas, pero sí cumplidora.
Nunca se había metido en líos en el instituto. De modo que, sin sospechar el
motivo de aquella llamada, obedeció. Cuál sería su sorpresa cuando descubrió
con horror que sus padres estaban allí.
-Siéntese, por favor.- Le pidió el director.-
Entonces
lo supo todo. Su padre le reprochó con visible preocupación y enfado el haberse
estado viendo con esa profesora. Y cuando Maggie quiso encubrirlo, alegando que
simplemente iba a charlar de algunos libros y a pedirle consejo para algunos
trabajos, el señor Farrel la cortó tajantemente.
-No es necesario que se moleste en
proteger a la señorita Harding. Sabemos perfectamente lo que ha pasado entre
ustedes dos.
Y
ante la cara de temor de Maggie, su madre, tras esbozar una sonrisa de circunstancias
declaró, tratando de mostrarse comprensiva.
-Hija, no te culpamos a ti. Eres una
niña aún. Esa mujer se ha servido de su influencia y de la fascinación que
habrá despertado en alguien como tú, una persona inmadura todavía.
-Cité a la señorita Harding en mi
despacho esta misma mañana a las ocho en punto, antes de empezar las clases.
–Intervino el director que pasó a tutearla.- En cuanto tu padre me llamó. Cuando le mostré algunas evidencias que él me
facilitó, ella lo confesó todo. Admitió que te sedujo.
-¡No!- Exclamó Maggie sintiéndose
desbordada por la culpabilidad y el horror.- Eso no es verdad. Las dos quisimos
que pasara. Fui yo quien se declaró.
-¡No digas estupideces, Margaret!- Le
cortó su padre ahora con evidente enfado.- Eres menor de edad, esa mujer ha
abusado de ti. Ya he puesto una denuncia. La policía vino a detenerla nada más
terminó su entrevista con el director.
-¡Por favor, papá!- Le suplicó una
llorosa Maggie.- Eso no es justo. Es una magnífica profesora…
-Me temo que esa mujer ya no trabajará
más aquí.- Sentenció el señor Farrel añadiendo con fría reprobación.- Y espero
que en ningún otro instituto en cuanto salde sus cuentas con la justicia. Su
conducta es moralmente imperdonable.
Y
a pesar de sus ruegos y sus lloros, Maggie no logró mover la determinación de
sus padres ni un milímetro. La denuncia se cursó, Gloria fue en efecto
arrestada y acusada de corrupción de menores y de conducta inmoral y
desordenada. Pese al testimonio favorable de su ya ex alumna fue condenada. Durante
el juicio la ex profesora apenas sí se defendió. Es más, admitió que esa
relación existió y quiso exculpar a su vez a Maggie de toda responsabilidad.
-Ella no es más que una niña. ¡Lo siento
mucho! - Suspiró entre lágrimas cuando ejerció su derecho a un último alegato.-
Nunca fue mi intención perjudicarla. Señor y señora Kendall, les pido perdón.
Aunque
los aludidos ni se dignaron mirarla. Al fin la sentencia cayó inmisericorde.
Seis años de reclusión que finalmente se le rebajaron a dos por el testimonio
de Maggie e inhabilitación a perpetuidad para ejercer la enseñanza. Tras el
veredicto Gloria salió esposada de la sala, como si fuera una criminal. Solo un
par de mujeres se acercaron. Con todo el revuelo e incluso la prensa alrededor,
Maggie no pudo verlas bien, ahora con horror se daba cuenta. Debieron de ser
Erika y su madre. Esa muchacha rubia, entonces de largos cabellos y aquella señora
envejecida que apenas sí podía caminar. Las dos salieron acompañando a la rea y
pese a que lo intentó, su ex alumna no pudo ya verla. Es más, la sentenciada
llevaba la cabeza baja, hundida en su pecho, para no mirarla.
-¡Gloria, te quiero!- Pudo gritar cuando
se la llevaban.- ¡Gloria!
Aunque
entre ese pandemónium de los periodistas disparando sus cámaras y teléfonos
móviles y el murmullo de la gente, su declaración de amor no fue escuchada.
Además, su padre la hizo callar zarandeándola de un brazo. Después la sacó de
allí. Durante muchos días no se dirigieron la palabra. Maggie no acudió al
instituto para evitar los rumores y la atención mediática y al poco se mudaron.
Y es que aquello se convirtió en un escándalo a nivel estatal. Ella tuvo la
fortuna de que, siendo menor, no se permitiera que su rostro apareciera en la
televisión, ni se difundiera su identidad. Pasaron meses y pese a sus esfuerzos
no supo a dónde habrían llevado a su pareja. Durante un tiempo lo pasó muy mal,
pero recordó que Gloria siempre le había dicho que era muy importante estudiar
y llegar a ser alguien. Que de ese modo podría ayudar a otras personas. Como
tributo a ella, quiso esforzarse. Sus padres creyeron que, tras un año, aquello
se le había olvidado y que había vuelto al buen camino. De hecho, aprobó en el nuevo
instituto y se graduó con unas notas más que aceptables. Suficientes como para
estudiar enfermería. Sin embargo, ella no les perdonó jamás. En cuanto pudo se
marchó de casa a estudiar a su Estado natal. Allí se empleó como trabajadora en
una tienda de ropa y complementos. Debía pagarse el alquiler, pese a que sus
padres, pensando en que su marcha obedecía a sus estudios, le mandasen algo de
dinero. Tras un tiempo fue cuando conoció a Kerria.
-¿Kerria?- Intervino Susan, con patente
interés y sorpresa.- Ese nombre me suena mucho. ¿No será quién creo que es?
-Era una cantante famosa.- Le explicó
Maggie.- Tenía un grupo, las Justices, con sus primas…
-¡Las Justices!- Exclamó Giaal, a su
vez.- ¡Era amiga de Amatista! ¡La hermana de Leval! ¿Saliste con la hermana del
teniente Leval Malden?
Maggie
les observó atónita a su vez. Quizás les pareciera increíble que ella hubiera
sido amante de esa celebridad. Aunque lo que no esperaba fue lo que Susan le
contó.
-Mi hermana es lesbiana al igual que tú.
Cuando yo estudiaba en los Ángeles preparándome para ingresar en la Academia,
ella y mis padres vivan en Nueva York. Me contó que estaba enamorada de una
chica de su instituto y que salía con ella. Esa chica era Kerria. La mismísima
Kerria Malden. Luego, por coincidencias del destino, serví bajo el mando de su
hermano, el teniente Malden.
El
rostro de la enfermera expresó todo el asombro que realmente ella tenía. ¡Ahora
lo recordaba! Cuando Kerria le habló de esa exnovia que había tenido en el
instituto, esa morenaza como la describió. Y mirando a la atractiva Susan
realmente podía imaginarla. Sí, ¡qué caprichosa era la fortuna! Le pareció que
estuviera cerrando una especie de círculo. Más cuando Giaal le contó.
-Leval es un muy buen amigo mío, igual
que su primo Mazoui. Por lo que me contó antes de embarcar aquí, su hermana
estaba muy feliz con una chica…
-Me alegro.- Musitó la abatida Maggie
que, pese a su desolado estado, lo decía con sinceridad.- Ella se lo merece.
De
modo que fue verdad, cuando Kerria la llamó acusándola de haber hecho pública
su orientación sexual. Eso que le dijo en aquel momento de enfado era cierto.
La enfermera ya lo supo entonces y meditaba con pesar. Después de todo, Erika
tenía razón. ¿A cuántas muchachas había destrozado la vida? Gloria, Kerria, Mei
Ling… ¿Cuál sería la siguiente, Keiko?
No, movió la cabeza.
-Nunca más.- Se juró entre dientes.-
-¿Decías algo?- Quiso saber Susan.-
-No, solo que ya estoy mejor. Muchas gracias
por escucharme.- Repuso la interpelada.-
-¿De veras estás bien?- Se interesó
Giaal quién mirándola con una expresión preocupada añadió.- Por favor, no hagas
ninguna tontería.
Sin
embargo, la chica negó con la cabeza. Pudo declarar casi de modo solemne y
digno.
-Si cree que voy a quitarme la vida o a
hacer algo melodramático es que no me conoce. Al contrario. Quiero ayudar a los
demás, ser útil.
-Ya lo eres.- La animó Susan.- Todos te
apreciamos y creemos en ti. Nunca te olvides de eso. Por si te sirve de
consuelo, sé muy bien lo duro que es. Mi hermana se confiaba a mí. Sus miedos,
sus anhelos y esperanzas. No le era fácil en ocasiones. De modo que, si
necesitas a alguien con quien hablar…
-Muchísimas gracias.- Repuso la joven
forzando una sonrisa.- Lo tendré en cuenta.
-¿Quieres que te de una alubia? Te curaré
enseguida de esas heridas.- Le ofreció Giaal.-
Empero,
Maggie negó despacio con la cabeza y musitó.
-No, no quiero curarlas tan rápido. Y no
merezco que desperdicie una de esas judías conmigo. Se lo agradezco mucho de
todos modos. Pero ahora tengo que irme, quisiera hablar con otra persona.
Alguien a quien debo pedir un gran favor. Por cierto, doctor.- Quiso animar su
tono cambiando de tema.- ¿Qué tal va nuestro proyecto?
-Muy bien, en un par de días verá la
luz, te lo prometo.- Sonrió animosamente Giaal.-
-Gracias. Al menos eso me da algunas
esperanzas de ser capaz de traer algo de felicidad a alguien.- Suspiró la hundida
joven.-
Y
se alejó despacio, renqueante todavía por el dolor físico pero sobre todo el sufrimiento
de su alma rota. Aunque fiel a la palabra dada al doctor Ginga no iba a hacer
nada estéril ni trágico. Lo que sí hizo fue llamar de inmediato a una persona.
Tratando de contener sus lágrimas y sonar lo más entera posible, dijo cuando
alguien contestó.
-Te necesito, por favor…ven a mi casa. A
las ocho estaría bien, gracias…
Ella
misma se dirigió hacia allí tras apagar su teléfono móvil. Llegó y tras
ducharse trató de curarse y de arreglarse
un poco. Todavía le dolían los golpes y esos moretones en las mejillas no le
quedaban muy bien que digamos.
-¡Qué le vamos a hacer!- Suspiró resignada
al verse la cara en el espejo.- Eso ahora no es importante.
Después cocinó algo.
Siempre que estaba nerviosa y deprimida la cocina le servía como bálsamo. Además,
ahora le vendría muy bien para agasajar a
quien esperaba. Así transcurrieron casi tres horas. Puntual, su cita
llamó a la puerta. La muchacha abrió.
-Gracias por venir.- Sonrió aliviada.-
La
otra persona entró sorprendida al verla así. Tal y como ella misma se viese, la
joven todavía lucía esos moretones en su hinchada cara. Kiros, pues de él se
trataba, preguntó entre atónito y enfurecido.
-¿Quién se ha atrevido a hacerte esto?
-No ha sido nada. Un desacuerdo solucionado
al modo de tu pueblo.- Pudo sonreír débilmente ella, para aclarar.- Otra mujer
y yo tuvimos una disputa. No te he llamado por eso. Bueno, al menos no
directamente.
-En tal caso, no es algo en lo que deba
meterme.- Concluyó el joven, declarando en un intento por suavizar la tensión.-
Seguro que ella quedó peor.
-Lo estaba, sí.- Suspiró Maggie
afirmando con voz queda.- Muchísimo peor.
Y
era verdad. El dolor de Erika por perder de ese modo a su hermana tuvo que ser
insoportable. Ahora Maggie ya no la odiaba, sino que la tenía lástima. Y, sobre
todo, estaba desolada porque esa mujer la culpaba a ella, y en parte tenía
razón. Eso reforzó su determinación y le dijo a su contertulio.
-Quería invitarte a cenar. Para
agradecerte todo cuanto has hecho por mí.
-No había porqué. Somos amigos.- Afirmó
él.-
-Pasa y siéntate, por favor.- Le pidió amablemente
la muchacha.-
Iba
muy hermosa, pese a todos los golpes recibidos. Con un vestido blanco que se
ajustaba como un guante a su cuerpo y zapatos a juego, su cabello suelto sobre
los hombros. Kiros, que venía directo desde la base llevando su uniforme, se
sorprendió a sí mismo mirándola con estupefacción. Y ese tono suave de voz,
casi sumiso. Esa chica no parecía la misma descarada y sarcástica enfermera que
conocía. Con la que se disputaba el amor de Keiko. Entonces él creyó
comprender, mientras tomaban asiento uno frente a otro, en una mesa redonda
puesta con todo detalle, incluso con una vela encendida en medio.
-Escucha Maggie.- Le pidió con tinte
serio.- Si con esto piensas que renunciaré a Keiko…
Aunque
la muchacha no le dejó terminar. Extendió una de sus manos y suavemente le tapó
los labios. El atónito saiyajin la vio sonreír moviendo la cabeza.
-Esta noche, dejemos ese tema al margen.
Al menos de momento. Y cuando terminemos de cenar, hablaremos. Porque es
verdad, quiero pedirte un grandísimo favor. Y tiene que ver con ella. Pero no es
el favor que tú crees.
Y
su asombrado interlocutor concedió aquello con un leve asentimiento. Cenaron
despacio. El chico, como buen saiyajin, comió con apetito pese a todo. Maggie a
su pesar se reía al verle.
-¡Si lo llego a saber hubiera hecho más
comida todavía!- Declaró con genuino asombro.-
Se
sentía mejor observando a ese tipo. Era un buen hombre y con mucho sentido del
honor. Pese a que los dos estaban enfrentados por una mujer. Aunque ahora eso
no tenía ya sentido. O mejor dicho, tenía todo el sentido del mundo. Por ello,
apenas sí hablaron hasta terminar la cena. Y después del postre, una tarta Sandy
que Maggie había reservado a Ginger, el muchacho declaró con satisfacción.
-¡Qué bien he cenado! Eres una estupenda
cocinera.- La alabó sin reservas.-
-Quizás le pida trabajo a Gin.- Se
sonrió Maggie.-
Aunque
su risueña expresión mudó a otra más seria y trascendente. Suspirando clavó sus
ojos en los de su invitado y tomó la palabra.
-Ahora, ha llegado el momento. Quisiera
pedirte algo, una cosa que es muy importante para mí.
Kiros no podía dejar
de mirarla. Esa mujer era realmente muy notable. Hasta llegaba a admirarla en
su determinación y en el modo pasional en el que hacía las cosas a veces. Pero
él no cedería. Si pretendía que renunciase, jamás lo haría. Tendría que vencerle.
Evidentemente no en una lucha física, sino en esa competición de encanto y
atracción que ambos mantenían con el fin de ganar a su común objeto de deseo
amoroso. Y entonces escuchó las palabras de ella, que parecían confirmar sus
iniciales suspicacias.
-Efectivamente, se trata de Keiko.
-Ya te lo he dicho. Nada me hará
renunciar a ella, salvo que ese sea su deseo.- Terció él.-
-Me parece algo justo.- Concedió su
contertulia agregando.- Y no te pido que lo hagas.
-¿Entonces?- Inquirió el atónito joven.-
Tras
un momento de espeso silencio y sin apartar sus ojos de los de él, la chica le
desveló con voz temblorosa, dominando a duras penas sus emociones.
-Quiero pedirte que la hagas
inmensamente feliz. ¿Lo harás?
El
saiyajin abrió la boca dedicando una estupefacta mirada a su interlocutora,
ésta sonrió, al menos divertida del efecto que le había causado. Eso seguro que
jamás lo habría esperado. En fin, casi podía decir que era una especie de
victoria, amarga sí, pero le
proporcionaba un mínimo consuelo.
-¿Qué quiere eso decir?- Quiso saber
Kiros.-
-No eres tan tonto.- Replicó su
contertulia añadiendo con voz queda.- Sabes perfectamente lo que significa. Por
favor, no me hagas esto más difícil todavía.
-No lo entiendo.- Confesó el muchacho.-
Tú también la quieres. ¿Y renuncias a ella sin más?
-Te aseguro que no es una decisión
fácil, pero tengo mis razones.- Musitó Maggie mirando ya hacia la mesa.-
Kiros
se levantó y se aproximó a su anfitriona. Con suavidad, elevó con un dedo el
mentón de la chica, descubriendo como las lágrimas caían por sus mejillas. Al
fin, la joven trató de recobrar parte de su tono más sarcástico, fracasando
totalmente cuando apenas sí balbuceó.
-Al final, has ganado. ¿No es lo que los
tuyos siempre desean? Vencer a sus enemigos en todas las batallas.
Kiros
la hizo levantarse, para sorpresa de la chica, tomándola de una mano con mucha
gentileza. La miró a los ojos que seguían rezumando lágrimas y con suavidad se
las enjugó con una servilleta para negar con la cabeza y aseverar.
-Así no. Ya deberías saberlo. Primero,
tú no eres mi enemiga, nunca lo has sido. Segundo, los de mi raza solamente
disfrutamos de un buen combate cuando tenemos un adversario poderoso. Ganar por
abandono o por debilidad de la otra parte no nos produce ningún tipo de placer.
Y menos cuando se trata de alguien a quien respetamos… Y entiéndeme, no creo
que seas débil para luchar por el amor de Keiko. Debe de haberte sucedido algo
terrible para que quieras renunciar así.
-¿Te parece poco lo que hemos pasado?-
Le preguntó la muchacha nuevamente con tono tembloroso en la voz cuando admitió.-
Tengo pesadillas, viendo a los muertos, ¡una y otra vez! Y todo aquel
sufrimiento.
-No. No fue poca cosa. Fue muy duro. -
Admitió él, añadiendo eso sí, con agudeza.- Pero eso nada tiene que ver con tus
sentimientos hacia Keiko.
-¡Tiene que ver, tiene todo que ver! ¡Yo
jamás podría protegerla!- Sollozó Maggie ahora, empezando a derrumbarse.-
- Hay enemigos ahí fuera que son mucho
más fuertes que yo.- Reconoció él, con tono decaído a su vez.- Nadie puede
proteger a nadie para siempre y de todo. Aunque al menos se puede morir
intentándolo y yo sé que tú morirías por ella y por mucha más gente. Lo
demostraste al salir a buscarme cuando Zura estaba convertida en ozaru e iba a
destruir el centro de salud. Muy pocos habrían tenido tu valor, Maggie. Ni
humanos, ni tan siquiera muchos saiyajin.
Su
interlocutora le dedicó una mirada de agradecimiento. Pese a todo ese hombre
estaba tratando de animarla, alabándola sin reservas. Y algo aturdida y sorprendida
de ella misma se percató de que eso la aliviaba, la hacía sentir bien y segura.
Y es que había algo en Kiros que la atraía. Ni ella misma se lo podía explicar.
Quizás fuera esa fuerza innata del saiyajin. Esa seguridad de que él siempre
estaba allí para ayudarla. O ese tono franco que empleaba para hablar con ella,
como un camarada o incluso un igual, pese a sus diferencias. Por ello fue
incluso capaz de admitir entre lágrimas.
-No hablo de protegerla de nadie. Sino
de ponerla a salvo de mí. Soy una terrible influencia. Y no quiero que sufra
por mi causa. Sé que tú jamás le harías daño. En ningún sentido.- Afirmó con
balbuceos, mirando hacia abajo una vez más.- No como yo.
-¿Pero qué estás diciendo?- Inquirió él
entre incrédulo y hasta preocupado.- ¿Cómo ibas a hacerla daño si la amas? Tú
no haces daño a las personas, Maggie, tú las cuidas y las curas. Y yo admiro
eso.
La
joven elevó la vista al escucharle. Sonrió una vez más aunque de modo fugaz y
con un poso de tristeza en la mirada. Al fin pudo musitar.
-Gracias. ¿sabes? Fui muy injusta
contigo al principio. Tú eres una buena persona. No he conocido a mucha gente así.
Bueno, y menos a ningún hombre que fuera como tú. Seguro que Keiko no podría
aspirar a nadie mejor para compartir su vida. En cambio yo…
-Tú eres una buena persona también.- Se
apresuró a decir Kiros que se sorprendió
a sí mismo reconociendo. - Y tienes todo cuanto alguien podría desear… ¡Todo!
Maggie
le dedicó una atónita mirada. Quizás su contertulio trataba de animarla, pero
el tono de su voz había sonado demasiado intenso. Y algo en las percepciones de
la muchacha se había disparado. Una especie de alarma que la hizo tener un
escalofrío por toda su espina dorsal. Y aquello se incrementó cuando el
saiyajin pasó un brazo tras su espalda y dijo, conectando su teléfono con la
otra en tanto sonreía.
-Recuerdo todavía aquel baile. Entonces
querías quitarme de en medio. Igual que cuando me diste aquel masaje tan
original bajo la mesa…
Ahora
la enfermera no pudo evitar sonreír a su
vez al rememorar ese instante.
-Creía que te había engañado. ¡Que
pensabas que fue Keiko! - Admitió divertida.-
-Al principio eso creí, sí. Pero al irla
conociendo me di cuenta. Ella jamás habría pensado en eso. Pero tú sí. Y cuando te ofrecí bailar entonces, esperaste
casi a que Keiko regresase con Mei Ling. Supongo que para que viese como yo
tonteaba contigo y creyera que no me interesaba ella en realidad. ¿Verdad?
jamás hubiera pensado eso de ti, pero sí de mí. A fin de cuentas soy el hombre.
Y en tal situación eso se volvería en mi contra. Contabas con ello. ¿No es así?
Y
le desveló aquello, pero no con tintes de reproche, sino casi de admiración.
Más cuando agregó, sonriendo con amplitud en tanto la sujetaba suavemente de
ambos brazos clavando sus ojos en los de ella.
-Estuvo muy bien jugado por tu parte.
Fue una gran estrategia.
-No, no lo fue. Me equivoqué.- Reconoció
Maggie apartando la vista.- Pensaba que alguien como tú era el típico machote.
Un simple bruto con poca intuición. Al menos en el juego del amor. Y que
solamente deseaba acostarse con una chica y nada más.
-Aprendo deprisa. Como cualquiera de mi
raza, cuando deseo dominar una técnica.- Le contó él, entre satisfecho y
divertido.-
-Y dime.- Inquirió ella.- ¿La has
dominado?
-No tanto como tú.- Repuso él.-
-Te equivocas. Yo nunca supe
controlarla.- Declaró Maggie alegando ahora con tono de pesar.- Ese ha sido mi
mayor error. Pensar que lo había logrado. Creerme una experta. Porque el amor
es peligroso, mal utilizado puede hacer mucho daño, a uno mismo y a los demás.
Cuando escogiste esa canción para que bailásemos no pudiste haber sido más
certero. Los dos necesitábamos lecciones de amor. Cada uno de una forma.
-Sí, ya me he dado cuenta.- Convino él
que conectó entonces una canción que tenía en espera en tanto le pedía a su
anfitriona.- Por eso querría pedirte ahora que bailases conmigo una vez más. Y en esta ocasión, sin que nadie lo vea, ni que sea una competición
entre los dos. Ni un escaparate para nos observen Keiko o el resto del mundo. Que
sea sencillamente algo solamente entre tú y yo.
Maggie
le miró extrañada. Apenas pudo sonreír levemente y preguntar.
-¿Para qué entonces? Ya no necesitamos
fingir.
-Pues de todos modos, vamos a fingir. –
Le insistió él con tono suave en tanto
tomaba una mano de ella.- Ya no tiene sentido nuestra guerra. ¿No crees?
Finjamos bailar juntos y no enfrentados.
Y
casualmente o quizás no, eso era precisamente lo que decía esa canción. En
tanto él comenzó a llevarla despacio alrededor del salón. Maggie escuchaba.
Atención, atención
Imagina una guerra
Donde todos ganan
Permanentes vacaciones
Y un sol sin final
Paz sin sabiduría
Uno roba para alcanzar
Implacablemente
Fingiendo creer
Que las actitudes son materialistas
Positivas o francamente realistas
Lo que es terriblemente anticuado, ¿lo
es?
¿O no lo es?
Y esas mismas
palabras las pronunció Kiros acercando sus labios al oído de ella. Aquello la
hizo estremecer. Mientras sonaba el estribillo…
DJ cultura
Baila conmigo
DJ cultura
Vamos a fingir
Vivir en un satélite de fantasía
Esperando para que la noche acabe
Dj
Vamos a fingir
Que ganamos una guerra
Como un partido de fútbol
Diez a cero en el marcador…
El saiyajin la
estrechaba entre sus brazos y sin embargo ella notaba su delicadeza y calidez.
Aquello la embriaga sin saber por qué. Y es que Maggie sentía como si de
pronto, su amargura y su dolor se hubiesen evaporado totalmente.
Cualquier cosa es posible
Estamos en el mismo lado
O de otro modo
A prueba en nuestras vidas
He estado alrededor del mundo
Por un número de razones
He visto todo
El cambio de las estaciones
¡Y, oh mi Señor!, ¿puedo no decir nada?
Repitió él mirándola
a los ojos con intensidad. Una mirada que la joven correspondió ruborizándose
sin pretenderlo.
DJ cultura
Baila conmigo
Vamos a fingir
Vivir en un satélite de fantasía
Esperando para que la noche acabe
DJ cultura
Baila conmigo
Vamos a fingir
Vivir en un satélite de fantasía
Preguntándote quién es tu amigo…
Kiros la hizo girar
sobre sí misma para luego tomarla gentilmente de las caderas y elevarla. Tras
dar otra vuelta el saiyajin la dejó en el suelo y prosiguieron la danza.
Ahora es un problema de orgullo
Discúlpate a ti mismo
Tu mismo humor
No días de fiesta o días de ayuno
O intrusos días de abstinencia
Considera por un minuto
Quién eres
¿Qué te gustaría cambiar?
No importan las cicatrices
Entierra el pasado
Vacía la estantería
Decide que es hora
De reinventarte a ti misma
Como Liz antes que Betty
Ella antes que Sean
De pronto has desaparecido
Entonces renaces
¡Y, oh mi Señor!, ¿puedo no decir nada?
Decía la canción
mientras los dos giraban abrazados mutuamente entregados al compás de aquella
melodía…
DJ cultura
Vivir en un satélite de fantasía
Esperando para que la noche acabe
DJ cultura
Baila conmigo
Vamos a fingir
Vivir en un satélite de fantasía
Esperando para que la noche acabe
Y entonces él cantó,
acompañando la letra en tanto clavaba sus ardientes ojos azabaches en los
cálidos ojos castaños de ella…
Baila conmigo
Vamos a fingir
Vivir en un satélite de fantasía
Preguntándote quién es tu amigo
DJ cultura
¡Y, oh Señor!, ¿puedo no decir nada?
Vivir en un satélite de fantasía
Esperando para que la noche acabe
Atención
Atención…
(Dj Culture. Pet shop Boys. Crédito al autor)
Y no había concluido
la música cuando él aproximó sus labios a los de ella y los besó despacio. Desconcertada
y con el corazón golpeando salvajemente contra su pecho, Maggie tuvo el impulso
de apartarse al principio. Sin embargo, por una razón que ni ella misma
comprendía, no lo hizo. Se dejó besar y no solamente eso, abrazó además a aquel
chico. Al fin se separaron quedándose enganchados con la mirada. Tras unos
instantes que parecieron eternos fue ella quien rompió aquella especie de
embrujo.
-¡No!- Pudo negar respirando agitada.-
Esto no puede ser. ¡No puede ser! No quería que sucediera esto.
-Pues nos ha sucedido.- Declaró él.- Y
creo poder decir, pese a mi limitada experiencia en esta técnica, que me he
enamorado de ti.
Tras
esas palabras tan impactantes para la joven hubo un espeso silencio, del que al
fin salieron cuando ella le miró para replicar.
-Al final me demuestras que no eres más
que un tonto. Te recuerdo que no me gustan los hombres.- Afirmó tratando de
sonar contundente.- Y que me he estado sirviendo de la ventaja que toda mujer
tiene.
-¿Ventaja?- Inquirió el joven aun
respirando agitado tras su anterior declaración.-
-Es muy fácil para nosotras.- Quiso
sonreír ella con gesto burlón en tanto le revelaba.- Podemos fingir muy bien. Y
vosotros, ya seáis humanos o guerreros del espacio, siempre mordéis el anzuelo.
No importa lo poderosos que seáis. Ni que tú supieras desde el principio que soy
lesbiana. Nunca te lo oculté, te dije a quién quería. Y sin embargo, pese a
saber todo eso, has caído exactamente igual que cualquier hombre.
Ahora
Kiros la miró con severidad para afirmar entre atónito, dolido y horrorizado al
creer descubrir el porqué de aquello.
-¿Me estás diciendo que has hecho esto para
que yo mismo me descalificara? ¿Para demostrarme que no quiero a Keiko en
realidad? ¿Qué no soy digno de ella y tú sí? ¿Qué eras capaz de renunciar a
ella y que sin embargo yo la traicionaría?
Maggie
le miró tratando de mantenerse indiferente. Deseaba fervientemente responder de
modo afirmativo. Exclamar que le había
derrotado. Sería mucho mejor así. Él correría al lado de Keiko y se lo
contaría. Seguramente y a pesar de todo, ella le aceptaría. ¡Pero no!, todas y
cada una de las fibras de su ser la paralizaban.
-¡Responde!- Le exigió el saiyajin
tomándola de ambos brazos con sus manos, esta vez con rudeza.- ¿Ha sido un
truco? ¿No has sentido nada? ¿Estabas actuando?
-Sí.- Musitó ella bajando la vista.-
Actuaba…únicamente actuaba, como decía esa canción, he fingido.
Tras
unos momentos más de espeso silencio Kiros la soltó. Asintió despacio y se
volvió para marcharse. Aunque antes comentó con tintes de pesar y amargura, mal
enmascarados por el sarcasmo.
-¡Felicidades! Eres muy buena actriz. Y
admito que tu técnica es increíble. Has logrado hacerme mucho daño. Te he
abierto mi corazón y lo has apuñalado sin piedad. Has atacado como la mejor de
las guerreras saiyajin hubiera hecho, viste mi debilidad y sacaste provecho. Nunca
creí que esto pudiera doler de este modo. Si esto hubiera sido un combate real
no podría levantarme. Mi tía Seira ya me lo advirtió, el amor es el más
peligroso de los ataques. Y yo fui un estúpido, no quise creerlo. Adiós Maggie.
¡Enhorabuena por tu victoria!
La
chica no respondió a eso. Trataba eso sí de enjugar las lágrimas que le rodaban
una vez más por el rostro. ¡Era increíble! ¡Lo había vuelto a hacer! Y esta vez
había roto el corazón de un buen hombre. Lo suyo era de record. Una marca terrible. Otro motivo más de
remordimiento que agregar a su ya larga lista. No podía permitir que aquello
siguiera… ¡no quería!
-¡No, espera, por favor!- Gritó sin poderlo creer.-
Fue
una súplica tan desgarrada que el propio Kiros se volvió mirándola con
estupefacción. La joven temblaba llorando sin poder detenerse. Apenas era capaz
de mirarle. Otro tenso y prolongado silencio. Maggie recortó la breve distancia
que les separaba. Atónita a su vez, vio las lágrimas que caían por las mejillas
de él. Suavemente se las limpió con una mano. Y el saiyajin solamente pudo
musitar completamente desconcertado.
-No lo entiendo ¿Por qué?..
-¡No, no lo sé! - Gimió ella cargada de
dolor y confusión en sus ojos admitiendo al fin.- Pero no quiero que te vayas. ¡Así
no! ¡No quiero que te vayas de ningún modo! ¡No quiero que me dejes sola!
Y
tras mirarla otra vez, con una sensación creciente de deseo, Kiros notó como si
algo tremendamente poderoso le arrollara. Ni tan siquiera una oleada de energía
del peor de sus rivales hubiera tenido tanto poder. Únicamente pudo sucumbir.
Abrazó a esa joven y la besó en los labios una vez más, esta vez con pasión.
Ella no se resistió. Incluso contribuyó a ello con su propio fuego. Maggie no
sabía lo que le estaba sucediendo. Por unos instantes olvidó, lo olvidó todo.
Incluso que estaba besando a un hombre. Solamente pensaba en una persona a la
que amaba. Ahora estaba convencida. Esa angustia que se desbordó en su pecho
cuando él le dirigió aquellas duras palabras. Cuando admitió lo herido y
derrotado que estaba. Y sobre todo, cuando ella supo el daño que le había
causado. Fue como si una parte de la propia chica quisiera irse con él. Ahora
se dejaba llevar. Se vio levantada en brazos y transportada a su dormitorio.
Allí, el saiyajin se despojó de su ropa y ella hizo lo propio. En su mente la
joven casi bromeaba consigo misma.
-Adiós a mi Golden Star.- Pensaba entre
azorada y llena de temor, pero al tiempo de esperanza y de curiosidad.-
Él
la besaba por todo el cuerpo. Maggie jadeaba devolviendo la gentileza. Se notó
atrapada entre dos poderosos brazos. No estaba habituada, casi siempre había
sido la que llevaba la iniciativa. Salvo quizás aquella primera vez con Gloria
y sus escarceos con Marla. Y sin embargo, casi sonrió ahora. Esa era otra
primera vez. Tras el intercambio de caricias, besos y exploraciones mutuas de
sus sexos al fin él consumó aquello penetrándola. La chica ahogó un gemido. No
es que le doliera demasiado. Desde hacía mucho tiempo que usaba juguetes
sexuales con sus anteriores parejas e incluso algunas partes del cuerpo para
ese menester. Pero de algún modo esto fue distinto. Y ese chico realmente
estaba muy bien dotado. Así, ella chilló
en un mar de sensaciones que oscilaban del dolor al placer y tras algunos
minutos, en los que Kiros empujó contra
ella elevándola incluso en el aire, se tumbó en la cama y la muchacha pasó a
cabalgarle. Después más besos y caricias. Jadeos mutuos y excitación. Poco a
poco fueron desahogando toda esa pasión largamente contenida. Maggie sintió
aquel ardiente torrente de él atravesar sus entrañas cuando terminó. Y
finalmente ella reposó con su cabeza sobre el pecho de su amante, todavía sin
poder darse crédito a sí misma. Como si hubiera estado de testigo de aquel
hecho en lugar de ser su protagonista. Sonriendo al pensarlo le susurró con voz queda.
-Mi primer chico, y espero que el último…
-Mi primera chica.- Respondió él
añadiendo a su vez.- Y espero que la única.
Ahora
fue su contertulia la que le dedicó una mirada sorprendida. El muchacho se rio
al percatarse de eso y enseguida matizó.
-Nunca me había acostado con nadie. Por
supuesto que los hombres no me interesan.
-Sí, eso mismo decía yo.- Rio Maggie,
remachando con humor.- ¡Y mírame ahora!
El
saiyajin tampoco pudo evitar echarse a reír, los dos lo hicieron. Dedicándose
más caricias ella se dejó abrazar una vez más. En ese instante se sentía
realmente protegida, le parecía estar en una especie de santuario en el que su pasado dolor no podía alcanzarla. Era irónico que durante toda su vida hubiera estado
buscando aquello con una mujer, y que ahora lo encontrase en un hombre. Y
volvió a pensar en eso. Solamente con Gloria y con Kerria en alguna ocasión
había experimentado idénticos sentimientos. Su amante interrumpió esas
reflexiones para separarse un poco y mirarla.
-¿En qué piensas?- Quiso saber él.-
Maggie
le miró también, sonriendo levemente para replicar con voz queda.
-Pienso en que ahora no sé realmente
quién soy. Bueno, creo ser una mujer lesbiana que está acostada junto a un hombre que no es humano.
Pero que me atrae. Será que soy
homosexual y también Kirosexual.- Sonrió divertida y al tiempo llena de emoción.-
Él
le devolvió la sonrisa, quizás perplejo ante semejante palabra. Sin embargo, su rostro enseguida se tornó serio otra vez.
-¿Y eso te preocupa?- Inquirió el joven
con interés e incluso algo de inquietud.-
-No, realmente no.- Susurró la
interpelada mesándole el pelo para agregar.- Cuando estoy a tu lado, es como si
mis temores se fueran. Pero sé que, tarde o temprano, deberé volver a
enfrentarme a ellos.
-No lo harás sola. Te lo prometo.-
Afirmó el chico.- Estaré contigo.
-No dudo de ti. Sin embargo, hay cosas
por las que se debe pasar a solas.- Repuso reflexivamente Maggie.- Lo sabes tan
bien como yo.
Kiros no contestó a
eso, era cierto. Durante un buen rato no dijo nada, únicamente volvió a
abrazarla por detrás. De este modo se mantuvieron juntos en el lecho durante
unos momentos más. Al final él fue quien ya más seriamente aseveró, tras
levantarse de la cama y doblar una rodilla en el suelo, quedando con el rostro
pegado al de su atónita interlocutora.
-Te pido perdón. Normalmente esto no se
hace así entre los míos. Por lo general un hombre se declara ante una mujer
saiyajin primero. Y si ella le acepta y se desposan, es cuando copulan. Somos
muy anticuados para los parámetros humanos, ya lo sé… ¿o quizás no?- Sonrió recordando
la letra de esa canción.-
-No para todos.- Le corrigió Maggie,
explicándole.- A algunos de los humanos, como tú nos llamas, les ocurre igual. Están
atados por esa tradición. No tienes que pedirme perdón por nada, ese no es mi
caso.
-Pues ahora te pido que lo sea.- Afirmó
decididamente él, cuando para sorpresa y asombro de su contertulia, le
propuso.- Lo que siento por ti, jamás lo
había sentido. Ahora me doy cuenta, Keiko me inspiró con sus canciones y su
bondad, pero eso no era amor. No en este sentido. Y sé que se lo dije primero a
ella. Pero me equivocaba. Tendré también que pedirle perdón. Aceptaré la
deshonra y la culpa por ello. Pero ahora te lo suplico a ti. – Y tras una pausa en la
que tragó saliva con la asombrada mirada de su interlocutora, el saiyajin la
interpeló.- Maggie, sé mi compañera en la vida, mi fuerza y mi orgullo, la
madre de mis hijos, deja que te honre, te proteja y te respete por siempre.
La
muchacha no era capaz de articular palabra. Aquello era demasiado trascendente
incluso para tratar de anularlo con humor. ¡Ese muchacho se estaba declarando!
Y por lo que tenía entendido los saiyajin solamente hacían aquello con alguien
que fuera realmente importante para ellos. Pese a todo, ella suspiró entre
agobiada, confusa y preocupada.
-¿Y cómo sabes que no te estás dejando
llevar por el momento? Hemos pasado muchas cosas los dos juntos. Y puede que a
mí me esté sucediendo igual. No estoy segura de lo que siento…O si lo estoy,
tengo miedo. No tengo ni idea de lo que me está sucediendo. ¿Acaso lo sabes tú?
-No, no lo sé. Esta sensación es tan
maravillosa y terrible al mismo tiempo.- Suspiró Kiros, confesando sin
reparos.- Y también temo lo que pueda pasar. Pero estoy seguro de una cosa. Sea
lo que sea, quiero que pase contigo a mi lado.
Ella
le acarició una mejilla con afecto y tras mirarle fijamente se decidió a
replicar.
-No puedo. No saldría bien.- Alegó para
añadir en un vano intento por ocultar su consternación.- Te mereces a alguien
mejor. Seguro que quieres a Keiko. Pero esta noche, la situación… todo… Nos ha
llevado a esto.
-No es así.- Rebatió el chico ganando
firmeza.- Al contrario. Hoy he abierto los ojos. Finalmente he comprendido. El
amor es una fuerza tan poderosa que te controla a ti, no tú a él. Y te guía,
cuando dejas que lo haga. Y sé que te sucede lo mismo. Hoy te has dejado guiar
por él, Maggie. Admítelo y sobre todo ¡No lo apartes!
-¡No quiero hacerle daño a nadie más! -
Sollozó la muchacha.- ¡Es mejor que me aparte de todos!
-¡Jamás te dejaré ir si solo tienes esa estúpida
razón! - Afirmó Kiros tomándola entre sus brazos.- Estoy dispuesto a soportar
cualquier cosa. La deshonra, la vergüenza, la derrota. ¡Pero no te perderé!
Pediré la licencia a mis soberanos, viviré contigo, ¡donde tú quieras! ¡Hare
cualquier cosa por ti! Menos dejarte ir.
La
conmovida chica le escuchaba sin dar crédito a aquello. Una vez más acarició el
rostro del joven con suavidad e incluso sonrió.
-No sé qué responder.- Musitó.- ¿Harías
eso por mí? Sé lo que todas esas cosas significan para ti. No sé qué puedo
hacer.- Repitió entre confusa y emocionada.- No sé qué decir.
-Di que me amas.- Le pidió decididamente
él.- Dime que me aceptas. Y no habrá fuerza en este universo que logre
apartarme de ti. Ahora lo sé. Ahora lo entiendo. A eso se refería mi soberana.
Ese es el auténtico poder del verdadero amor. El total sacrificio por la
persona a la que quieres.
-Jamás creí que un día llegaría a tener
a mi propio príncipe azul.- Suspiró la joven con humor en un vano intento por
restar carga emocional a aquello.- Nunca fui de las niñas que leían esos
cuentos.
-Ni lo tendrás. Deberás conformarte con
el hijo de un duque.- Sonrió él, para remachar.- Y tampoco soy capaz de
alcanzar ese estado de poder. Ese color está reservado a los dioses y a los
legendarios antepasados de mi pueblo. Pero si tú lo quieres estaría dispuesto a
intentarlo.- Remachó con un casi cómico pareado.- Día y noche entrenaría y con
una simple sonrisa tuya me recuperaría.
Y
Maggie sonrió con más amplitud, no entendía nada de aquello, aunque incluso le
hizo gracia aquella pobre y seguramente que involuntaria rima. Ahora su cara
estaba luminosa y llena de alegría, con lágrimas una vez más. Iba a asentir, a
dar una respuesta afirmativa. ¿Por qué no? Ella podía sentir lo mismo también.
Pese a su incredulidad. Pudiera ser que
al final fuese un poco como Keiko. Si eso era así, y ella era no lesbiana, ni
tan siquiera bisexual, sino pansexual. Simplemente se había enamorado de una
persona buena. Esa que era capaz de alegrarle el corazón, de curar sus heridas
emocionales y de reconciliarla consigo misma. Durante mucho tiempo había estado
buscándola, y en varias ocasiones creyó tenerla. Siempre la perdió. Ahora que
al fin parecía haberla encontrado se miraba a sí misma con estupor. Y es que
nunca creyó posible que esa persona fuera un varón. Aquello sacudía todos los
cimientos que había edificado durante su vida entera. Ella que se había llegado
a burlar de Kerria, cuando su antigua novia le contó ese sentimiento que
experimentaba por aquel chico. Ese tal Brian.
-Perdóname Ky.- Pensó ahora recordando a
esa muchacha.- Era verdad. Sin embargo, no pudiste estar con él. Y a pesar de
que insistías tanto en ello jamás me lo creí. Pero ahora comprendo lo muchísimo
que en verdad le amabas. No sé si para mí será igual. Quizás esto sea
imposible, Kiros es un buen hombre, no quiero causarle daño. ¿Qué debo hacer?
¡Si hay un Dios ahí arriba o donde sea, que me dé una señal! ¿Qué debo hacer?
No
obstante, sus reflexiones al igual que la atenta mirada de Kiros aguardando una
repuesta definitiva quedaron inconclusas, siendo interrumpidas por la alarma de
la nave. El propio móvil del oficial sonó con un aviso.
-¡Atención, atención! Preséntense en sus puestos, zafarrancho de
combate. No es un simulacro, movilización general… ¡Atención, atención!
Kiros
miró con sorpresa a la joven, ella le devolvió esa misma expresión. Al fin él
sentenció con una mezcla de resignación y pesar.
-Tengo que ir. Y por primera vez en mi
vida no quisiera acudir a un llamamiento para el combate porque eso significa
dejarte. Pero es mi deber.
-Lo sé.- Asintió ella.-
-Por favor, espérame.- Le pidió el
chico.-
-Lo haré.- Le prometió entrelazando sus
manos con las de él.- Ahora sé que lo haré.
Y no sin sentirse
consternado por tener que dejarla aunque con una esperanzada sonrisa el
saiyajin tuvo que levantarse y vestirse a toda prisa. No quiso salir sin antes
darle otro beso en los labios a la joven que lo encajó pensativa. Por su parte Maggie se quedó ahí, en la cama,
sin saber qué hacer. Aunque no tardó en vestirse a su vez. Posiblemente fuera
necesaria su presencia en el centro médico. De este modo, junto con el resto de
la tripulación, los dos se dispusieron a enfrentar esa nueva emergencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, si sois tan amables y no os es molestia, comentar vuestras impresiones sobre lo que habéis leído. Me vendría muy bien para mejorar y conocer vuestras opiniones sobre mis historias. Muchas gracias. ;)