viernes, 6 de enero de 2017

GWDN 22 La verdad brota de las raíces del odio y del amor.


De modo que, al llegar a casa, cuando todo pasó, Margaret  recordó lo ocurrido. Al terminar esa terrible batalla contra aquella mujer se metió en el despacho del dispensario. Todavía tenía taquicardia. Ese bravo oficial luchando por ella. Salvando su vida una vez más. Estaba herido pero, como de costumbre, no quiso darle importancia. Es más, le sonrió alentadoramente cuando se dirigió a ella y le encargó.



-Cuida de todos. Tengo una tarea pendiente.



Maggie solamente pudo asentir sin dejar de mirarle impresionada. Él le devolvió esa mirada con afabilidad y salió volando de allí en dirección al puente de mando. La enfermera se quedó mirando hacia él hasta que le perdió de vista. Luego volvió con los heridos y retomó su zozobra. Y es que la angustia y el temor que la invadieron cuando el pobre Martin cayó herido fueron muy grandes. Por suerte pudo ayudarle. Y el doctor Ginga…con aquella extraña e irreal apariencia.



-Ha sido increíble.- Meditaba.- Solo con darle esa especie de judía quedó como si nada le hubiese sucedido. ¿Quiénes son?- Se dijo pensando en Giaal y Kiros.- ¿Cómo pueden existir seres tan fantásticos?- Aunque pensando asimismo en aquella cruel mujer guerrera, añadió.-  ¡Y tan terribles!



            Y es que el recuerdo de las palabras y los actos de aquella terrible mujer saiyajin todavía la paralizaban. La verdad, no podía ni tenía ganas de ponerse a pensar más en eso. Solo deseaba descansar.



-Estoy agotada, tanto que casi ni puedo dormir.- Suspiró.-



Y su mente seguía vagando. También se acordaba de Keiko y del resto de las personas que conocía. Y no se olvidaba tampoco de aquel metamorfo. Pero sobre todo, en la idea que había tenido. Cuando le dejaron a  solas con él, el doctor Ginga le prometió que haría cuanto pudiera. Con esa tímida esperanza la enfermera se fue a descansar. Se acostó y al principio le costó conciliar el sueño. Al fin lo logró y durmió un día completo. En cuanto despertó quiso informarse sobre el estado de sus amigos. Lo que le contó a Kiros era la verdad. También ella se alegró al saber que Keiko recobró el conocimiento tras varias horas sin ningún problema. De hecho, fue a verla de inmediato en cuanto entró en su turno. Allí estaba la muchacha, aún convaleciente.



-¿Qué me ha pasado?- Quiso saber la pelirroja al despertar.-

-Tuviste un desmayo.- Le comentó afablemente Maggie, posando una mano sobre las de la chica.- ¿Qué tal te encuentras?

-Bien, no sé. No recuerdo apenas nada de lo que pasó. Estaba en el laboratorio.- Pudo contarle la joven científica.-

-El stress y el agotamiento por el trabajo deben de ser la causa.- Le comentó la enfermera.-



            Aunque al percatarse de que le estaba sosteniendo la mano, Keiko la miró ruborizada. Maggie la soltó enseguida.



-¿Cuándo podré irme?- Inquirió la pelirroja.-

-En cuanto el doctor Lester te reconozca, si no ve nada extraño, te dará el alta.- Le contestó su interlocutora.-



            Hubo una incómoda pausa de silencio entre las dos. Maggie no sabía qué decir. Dudaba entre aparentar que no hubiese sucedido nada entre ellas o tener valor para abordar el tema. Aunque fue su contertulia quien se adelantó preguntando.



-¿Sabes algo de Kiros? ¿Está bien?

-¡Oh sí! Estuvo también ingresado por agotamiento. Pero ya está como nuevo. Ya sabes lo fuerte que es.- Comentó la enfermera tratando de sonar jovial.-

-Debió de ser algo tremendo, si él quedó agotado.- Elucubró Keiko con expresión sorprendida.-

-Así es.- Admitió Maggie quien le reveló.- Nos salvó a todos.

-Es un hombre maravilloso.- Suspiró la pelirroja.-

-Sí, realmente lo es.- Convino la enfermera con un tinte entre resignado y algo abatido.-



            Pero quiso animarse. Estaba claro en quién pensaba esa muchacha. De modo que lo mejor que ella podría hacer es retirarse. Había sido vencida. Por ello, impostando un tono más alegre, añadió.



-Ahora avisaré al doctor Lester. En que te hagan un chequeo de rutina seguro que podrás irte.

-Gracias Maggie.- Sonrió la joven.-

-No hay de qué.- Respondió la interpelada.- Bueno, debo seguir con mi ronda. Me alegro de verte bien.



            Keiko asintió, y la enfermera se despidió saliendo de la habitación.



-Esto se ha terminado.- Suspiró con desencanto.-

           

En cuanto a Keiko, no tardó en ser reconocida por Lester. En efecto, el médico le mandó que se hiciera unas pruebas médicas y claro está, no se le detectó nada. Fue dada de alta y ahora volvía a trabajar. Mei Ling por su parte, junto con Penélope, había estado ocupada tratando de restaurar todos los experimentos amén de echar una mano a Giaal. El doctor se reunió con su pareja y tras disfrutar de su reencuentro enseguida se puso manos a la obra. Aunque Maggie, a la vuelta de su turno, aún pasó un día más en casa sin atreverse a salir a la calle para ver a nadie, y es que caminar por esas zonas en las que viera tanta destrucción y muerte le había afectado mucho. Incluso haciéndole sufrir pesadillas durante la noche.



-Tengo que calmarme.- Se decía tras despertar agitada, reviviendo en sus sueños las muertes de tantas personas.-



Y tras esos momentos para recobrarse de aquello pensó con más sosiego. Quiso centrarse en su vida amorosa. Por llamarla de alguna manera. Y en tanto más lo meditaba más se daba cuenta de algo. Tras charlar con ella en la habitación del hospital, no tenía valor como para enfrentarse a Keiko y pedirle salir en serio. No tras todo lo que había sucedido.



-No quiero atraer la desgracia sobre ella ni sobre nadie más.- Se decía llena de un extraño complejo de culpa.- Y ahora veo confirmado que Kiros es mucho mejor para ella que yo.



            Además, aquellas palabras de Marek seguían resonando en su mente



-“Mucha más suerte que otros pobres desgraciados cuyo único crimen fue juntarse contigo”…



            No lo entendía, ¿a qué se refería? ¿Acaso le echaba la culpa de tantas muertes? ¿De lo sucedido al pobre Martin o incluso a Kiros?...No tenía ningún sentido.



-Esa chica está loca. No hay otra explicación. Debe de creerse que trato de robarle a alguien…- Se decía.-



            Aunque no solamente eran las palabras de su compañera de trabajo las que la turbaban, también las de esa saiyajin retornaban sin previo aviso para golpearla. “Si no te gustan los hombres, y no copulas con ellos, ¿para qué sirves?”  Aunque como reacción defensiva, Maggie movía la cabeza sonriendo con sarcasmo.



-Esa mujer está anclada en la Edad Media, no creo que todos los de su especie sean así. Kiros no parecer serlo.- Pensaba.- Pero tengo que hablar con ella. Por ridículo que sea. Hay algo que necesito que me diga. No sé qué es…- meditaba con total desconcierto.-



            Y sin saber realmente la razón quiso ir a ver a esa individua. Ahora estaba fuertemente custodiada. Incluso más que antes. Aunque en su actual estado, gravemente herida, por el momento no constituía ninguna amenaza. Sin embargo, aunque lo hubiera sido en virtud de lo que Kiros le contó sobre el prodigioso poder de recuperación de los de su raza, Maggie tenía que verla. No se sentía asustada por eso, sino más bien desazonada. Un sentimiento de zozobra la envolvía. Era algo que iba más allá de aquellas cosas que esa mujer le dijo. Y lo que más la intrigaba e incluso preocupaba fue aquella frase lapidaria que esa tal Zura le soltó. “No me extraña que tu congénere te odie tanto” Y se refería a Marek. Daba la impresión de que esa individua conocía aquel oscuro secreto. Y ahora más que nunca pensaba en eso, tras lo que aquella chica le dijo en el hospital.



-Tengo que preguntárselo.- Se dijo Maggie armándose de valor y determinación.- Aunque fuera el mismísimo diablo tendría que hacerlo. No puedo continuar así.



            De modo que, al día siguiente, tras cumplir con su horario de trabajo, lo primero fue ir al centro médico militar donde tenían en custodia a la prisionera. Allí, sacando sus credenciales de enfermera y con la seguridad que le daba conocer al mayor Kiros, le permitieron el paso. Sin embargo, ese tipo no estaba allí. Aunque ella no iba a verle a él ahora.



-Prefiero que no esté. Quizás no le hiciera gracia que venga a hablar con la prisionera.- Pensó Maggie.-



Continuó decidida y tras lograr entrar en el perímetro reforzado que contenía la celda, se aproximó al cristal blindado. Allí vio a esa mujer tendida en una cama, atada con correas y cadenas ultrarresistentes y con un gotero conectado a su brazo derecho. Parecía estar durmiendo. No obstante a los pocos segundos abrió los ojos y se incorporó levemente en su lecho dedicando una sorprendida e incluso divertida mirada a su visitante.



-¡Vaya! Esto sí que no me lo esperaba. La ratita ha salido de su madriguera. ¿Acaso estabas preocupada por mí? Permíteme que lo dude. -Declaró con un tono de voz débil todavía pero que translucía su altivez y malevolencia habituales.-

-He venido a preguntarte algo. ¡Y quiero que me contestes! - Le exigió Maggie envalentonándose al verla en aquellas condiciones.-

-Así que la humana me está ordenando contestar. Al parecer tu ánimo se ha fortalecido mucho últimamente.- Se sonrió su interlocutora para querer saber a su vez.- ¿Y a qué quieres que te responda?

-Es sobre mi compañera. Quiero saber lo que te contó acerca de mí. ¿Por qué me odia tanto?- Replicó Maggie con manifiesto interés.- ¿Qué es lo que le he hecho? ¿Te lo ha dicho, verdad?



            La saiyajin guardó silencio durante unos agónicos instantes, luego se rio. Aquello parecía divertirla mucho y una enfadada Maggie le preguntó con visible malestar.



-¿Se puede saber qué te hace tanta gracia, monstruo?

-¿Monstruo? ¿Yo?- Replicó una todavía risueña Zura para contestar de modo lapidario.- ¡Mira quién lo dice! Desde luego, no esperaba eso de ti. Quizás no seas tan inútil después de todo. Bien visto, es mejor dejarte vivir y que tú te ocupes de terminar el trabajo que yo no pude hacer.

-¿De qué demonios estás hablando?- Chilló Maggie entre anonadada y llena de ira y temor. -¡Dímelo, maldita sea! ¿Qué le hecho a  Marek para que me odie así?



            Su contertulia volvió a callar. Sin embargo, en esta ocasión tras dejar pasar unos segundos no se rio, al contrario, su voz sonó más seria e incluso reflexiva cuando repuso.



-Para ser sincera creo que eso es algo que únicamente tu congénere debería desvelarte. Aunque te aseguro que, cuando lo haga, pagaría por estar delante y verlo. Eso sí. Admito que has tenido valor para venir a interrogarme tú sola. Me pregunto si lo tendrás para interrogarla directamente a ella. Si lo haces y averiguas lo que tanto te preocupa, me gustaría que volvieras a contármelo. Debo confesar que estoy muy intrigada. Esa humana me hizo solo un breve resumen de sus agravios contra ti y la cosa prometía…yo desde luego, mataría a quien fuera por muchísimo menos…



            Y volvió a reír, dejando a su perpleja y angustiada interlocutora sin palabras y todavía más preocupada. Maggie finalmente se dio por vencida. Esa pécora no iba a ayudarla. Al contrario, la estaba utilizando como distracción. Sin mediar palabra se marchó. Aunque en una cosa sí que llevaba razón Zura. Tenía que reunir el valor suficiente y de una vez por todas, zanjar lo que quiera que hubiese entre Marek y ella. Y decidió que para eso lo mejor sería volver al trabajo en el centro de salud. Tras lo sucedido y las muertes de Benson y García, se precisaba más que nunca a todo el personal. Pese a  que tuviera derecho a pedir permiso por tres días dadas sus propias circunstancias.



-No, no me tomaré esos días ahora. Sería imposible. -Pensó.-



Y es que no deseaba mantenerse tanto tiempo fuera de su rutina cotidiana. Ayudar a otros le ayudaba a ella a no pensar en según qué cosas. Por eso, se ofreció a ayudar en el turno siguiente al suyo, dada la escasez de personal. No tuvo problema alguno. Sus compañeros incluso agradecieron ese gesto. Se puso a trabajar y tuvo que ir a revisar cuantas gasas y analgésicos quedaban. Fue enseguida y entró, aunque en un principio no reparó en que Erika estaba allí. Se encontraron solas en el despacho del dispensario. Ambas se miraron con respectiva sorpresa. Marek estaba surtiéndose a su vez con algo de material. Durante unos momentos ninguna pronunció palabra.  Al fin, Maggie reunió valor para aproximarse a su “compañera” y desvelarle.



-Fui a visitar a esa mujer extraterrestre. Quería saber por ella por qué me tienes tanto odio. Ya que siempre te niegas a decírmelo.

-Anda, ¡qué valiente te has vuelto de pronto, Kendall!- Replicó su contertulia con abierto sarcasmo.-

-¡Ya es suficiente!- Espetó Maggie con enfado ahora.- He pasado por mucho, he visto morir gente inocente y sufrir a otros por protegerme. No tengo tiempo para las tonterías de una desquiciada que ha decidido odiarme porque sí y que ni siquiera quiso prometerme que trataría de salvar a ese pobre muchacho. ¡Todo porque él quiso ayudarme!



Al oír aquello una enfurecida Marek se encaró con ella, espetándole con una mezcla de odio y regocijo.



-Eso se te da muy bien, ¿verdad? hacerte la víctima y mientras tanto estar destrozando las vidas de la gente. Ese pobre muchacho, como tú le llamas, realmente te quería. Pero, para variar, le dejaste ahí abandonado. No sé qué le dio el doctor Ginga, pero al menos evitó que aquel desgraciado sufriera un trágico destino por tu culpa. Aunque no sería la primera vez que le haces eso a alguien, ¿a qué no? Pero claro, ¿qué es el sufrimiento ajeno para ti, más que una tontería?



            Aquello era demasiado. Durante lo sucedido esa zorra se había limitado a mirar temblando de miedo. En aquellos terribles momentos solamente se acurrucó escondida en la sala de curas. ¿Y ahora se permitía insultarla así? Maggie no lo soportaba más y decidió zanjar aquello de una vez por todas.



-¡Basta!, ¡Ya me tienes harta!- Exclamó enfrentando esa mirada de Marek con indignación. – ¡Dime de una vez qué demonios tienes en mi contra! ¿Se puede saber que te he hecho? ¿No crees que ya es hora de que aclaremos lo que sea que tengas contra mí de una maldita vez?



            Entonces, para sorpresa de su interlocutora, Erika se apartó mirando hacia otro lado. Las lágrimas le saltaban. Tuvo que aguardar unos instantes para responder, con tono cargado esta vez de tristeza.



-Tienes razón. Al menos en eso. Ya es hora de aclarar las cosas de una vez. – Convino su interlocutora, para añadir con tono cortante.- Pero antes, te haré una pregunta. Responde. Gloria Harding…era profesora. ¿Te acuerdas de ella?



            En esta ocasión fue Maggie quien abrió los ojos mirando atónita a su contertulia.



-¿De qué la conoces?

-Era una buena chica, cariñosa, bondadosa. Se preocupaba por sus alumnos.- Replicó una desolada Erika como si no hubiera oído esa cuestión.- Todos la querían.

-Lamenté mucho lo que pasó. No sabes hasta qué punto. Nunca quise que eso sucediera. Pero a ti no te recuerdo. ¿Estabas en mi instituto?- Inquirió Maggie con visible estupor.- ¿Eras también alumna suya?



            Erika amagó una sonrisa sardónica para contestar.



-No, no iba a ese instituto. Pero sé lo que ocurrió. A Gloria la acusaron de perversión de menores, de haberse relacionado sexualmente con una muchacha a la que daba clase. ¡Y esa muchacha eras tú!

-Yo era muy joven. Fue mi primera experiencia seria. Gracias a ella descubrí por completo mi sexualidad, sí.- Admitió la atónita Maggie agregando entristecida, aún sin comprender.- Y cuando la juzgaron por eso, tuve que testificar. Declaré que no me había obligado a nada, que la amaba, y era verdad, la quería. Pero yo era menor…entonces…



            Pero no pudo concluir la frase, su compañera entonces estalló.



-¡Entonces la condenaron!- Chilló una descompuesta Erika dejando asombrada a su interlocutora.- ¡La expulsaron del centro en donde daba clases, la encerraron por dos años en la cárcel! ¡Le destrozaron la vida!



            Maggie bajó la cabeza muy afectada al revivir aquello, eso fue cierto. Sus padres, tan impactados como el resto por aquel escándalo, se mudaron con ella a otro Estado. Allí asistió a un nuevo instituto dejándolo todo atrás. Al cabo del tiempo quiso saber de Gloria pero, pese a todos sus intentos, no pudo contactar con ella nunca más.



-Perdí su rastro, pero siempre dije que ella no tenía la culpa.- Insistió para ahora preguntar.- De todos modos, ¿Qué te importa a ti eso? ¿De qué la conocías?

-La conocía muy bien. Mejor de lo que tú puedas nunca llegar a imaginar. - Sollozó ahora su interlocutora para mayor asombro de Maggie, más cuando le relató con voz temblorosa.-  La quería más que a nada en el mundo…La adoraba…



            Margaret palideció. ¿Acaso esa chica había estado también enamorada de Gloria? Apenas pudo abrir los labios cuando la réplica le llegó como un mazazo. No era lo que ella suponía, era algo incluso peor.



-¡Era mi hermana mayor! - Gimió Erika.- Y siempre estuvo ahí, para mí. Desde que el borracho de nuestro padre nos abandonó, y nuestra madre cayera enferma.

-Pero… ¡si tú te apellidas Marek!- Pudo objetar la atónita Maggie.-

-El apellido de mi madre. Cuando cumplí los dieciocho años no quise llevar el de ese  canalla nunca más.- Replicó una emocionada Erika, recordando.- Gloria tuvo que hacerse cargo de mí y de nuestra madre. Estudió, trabajó muy duro. Llegó a ser profesora. Ese era su sueño. Disfrutaba dando clases y nos mantenía. Más que mi hermana era como otra madre para mí. Quería que yo estudiara…pero entonces, ocurrió aquello. Y ella quedó destrozada. Después de salir de la cárcel, con esos antecedentes nunca más pudo volver a la enseñanza. Vagó de un mal trabajo a otro, con mi pobre madre cada vez más enferma. Tratando de disimular su amargura. Intentando comenzar de nuevo…pero a cualquier parte a la que iba siempre aparecía alguien que la señalaba como la pederasta, la violadora de niñas. Al final no pudo más y una noche se tomó un frasco de pastillas. ¡Ya nunca se despertó! Mi madre la encontró y eso terminó por matarla a ella también. – Aulló la descompuesta Erika ahora para sentenciar.- ¡Y todo por tu culpa!



            Maggie se había quedado petrificada. El horror, la incredulidad y el pesar más absoluto la invadieron. Apenas pudo abrir la boca y palidecer, llorando mientras oía todo eso. Después no pudo reaccionar cuando su antagonista la golpeó con violencia en la cara derribándola.



-¡Maldita zorra! ¡Tú mataste a mi hermana! ¡Tú mataste a mi madre!



            Y otro golpe más, luego una patada. Maggie las encajaba todas sin apenas sentir el dolor físico. Estaba en una especie de ensoñación. Únicamente venía a su mente el recuerdo de Gloria. Como al empezar ese curso en el instituto ella se sintió de inmediato atraída por aquella mujer joven, rubia, guapa y simpática, con mucho estilo al vestir y que sentía auténtica devoción por dar sus clases. Le apasionaba la literatura.  Y la joven alumna se quedaba embelesada escuchándola. Tampoco podía evitar admirarla y sentir un hormigueo en el estómago. Maggie trataba de negárselo a sí misma pero, poco a poco, se había ido enamorando de esa mujer. Y no solamente de un modo platónico. Muchas veces no podía apartar la vista de ella, sus senos, sus piernas. Aunque no tenía el valor suficiente como para decir nada. Y eso además no estaría bien.



-Es mucho mayor que yo, me considerará una niña. Y seguro que tendrá novio o marido, - Se decía entonces tratando de apartarla de su mente.-



Sin embargo, juraría que su profesora le dirigía ciertas miradas que iban más allá de lo que era común entre una maestra y su alumna. Y era esa incertidumbre la que le hacía más daño. Aquella sensación instintiva de una atracción mutua que no era lo bastante osada como para tratar de confirmar. No obstante, siempre se las arreglaba para quedarse algún rato tras las clases, haciendo preguntas sobre algún libro o autor. Todo para tener la oportunidad de compartir un momento a solas con ella. Y Gloria era siempre cordial y amable. Parecía feliz de que una jovencita así, tan guapa y aparentemente despreocupada por todo lo demás, se tomara tanto interés por la literatura. Sin embargo, Maggie se sentía culpable a veces. No quería engañar a su profesora. La asignatura le gustaba sí, pero no era esa la causa por la que siempre le pedía verla tras el horario de clases. Sin poderlo evitar se había enamorado completamente de su joven y bella maestra y tenía que confesarlo o reventaría. Por otro lado estaba el miedo a verse rechazada, aunque la angustia de permanecer en la ignorancia, deseando besarla y tenerla en sus brazos, fantaseando con Gloria en la intimidad de su cuarto al caer la noche, era más fuerte. Quería acabar con eso. Así llegó un día cuando, tras una clase, esperó a que todos se marchasen y tímidamente se acercó con un libro en la mano como hacía otras tantas veces.



-Perdone, señorita Harding.- Pudo decir con timidez.-  No acabo de comprender bien el tipo de amor de Romeo y Julieta.

-Bueno.- Sonrió ella mirándola con interés para explicar con esa suave y hermosa voz suya.- Se trata de un romance destinado a la tragedia. Dado que ambos formaban parte de familias que se odian. Solo al final, éstas se dan cuenta de su error, cuando los jóvenes amantes se quitan la vida. Pero ya es demasiado tarde…

-¿Y usted qué haría en su situación?- Le preguntó con voz trémula, añadiendo nerviosa.- Bueno, ¿si amase a alguien y todo estuviera en contra?



            Esa maestra le dedicó entonces otra mirada, entre atónita y al tiempo parecía que esperanzada. Tras unos instantes respondió con suavidad y voz queda, acariciando el largo pelo castaño de su discípula.



-Es difícil de saber lo que una haría en ese caso. Aunque si yo amase a alguien así, bueno. Querría decírselo, que esa persona lo supiera. Y dependiendo de su respuesta...Si amas así, creo que todo merece la pena.- Sentenció con un susurro.-



            Maggie asintió despacio, se acercó algo más  a su profesora. Gloria no era tan alta como ella, aunque llevando unos zapatos de tacón frente a los planos de la chica, ambas estaban casi a la misma altura.



-¿Usted nunca ha amado así a alguien?... –Se atrevió a preguntar con voz temblorosa la joven estudiante, matizando al instante.- No sé. A algún chico guapo, que fuera inalcanzable.

-Bueno.- Se sonrió su interlocutora que parecía hasta ruborizarse, respondiendo con tono de evasiva.- Todas hemos tenido nuestras decepciones amorosas.

-Claro.- Suspiró Maggie.-



            Gloria posó una mano sobre las de su joven alumna y con ternura le preguntó.



-¿Acaso es lo que te pasa a ti? ¿Hay algún chico que creas inalcanzable?

-No, no es eso.- Pudo decir ella con un hilo de voz, atreviéndose a admitir.- A mí nunca me han interesado los chicos de esa forma. Pero hay alguien que sí me parece inalcanzable. Y eso me hace sufrir.- Sollozó ahora sin atreverse a mirarla.-

-¿Quién?- Quiso saber una preocupada maestra, intentando encontrar su mirada con la de la joven que ahora la rehuía.- ¿Puedo saber quién es?...



            Ya no había marcha atrás, era entonces o nunca. Y tras una dura lucha interna, al fin, Maggie se atrevió a devolver esa mirada a aquellos azules ojos tan hermosos, arrancándose a confesar.



-Verá.- Musitó la muchacha muy cerca de su asombrada profesora.- Es que creo…que estoy enamorada de usted.



            La aludida reaccionó apartándose ligeramente y esbozó una sonrisa nerviosa. Enseguida dijo con un tinte de voz que translucía algo de temor.



-Estoy convencida de que no es así. A estas edades las chicas somos muy impresionables. Quizás te gusta la literatura…Y bueno, yo no…

-Claro, usted no comparte este tipo de inclinaciones.- Suspiró una consternada y avergonzada joven, ahora con tinte de angustia.- Por eso supuse que es un deseo inalcanzable. He sido una idiota. ¡Perdóneme y olvide lo que le he dicho! No se lo cuente al director, ¡por favor!



            Iba a salir corriendo de allí muerta de vergüenza, llorando y sin mirar atrás. Aquel había sido el momento más embarazoso de su vida. Aunque, para su sorpresa, su profesora la sujetó de un brazo con suavidad.



-¡Espera!- Le pidió con tono agitado.- Maggie, por favor…no te vayas.



            Al girarse de nuevo hacia su interlocutora la muchacha se aproximó una vez más. Los rostros de ambas estaban muy próximos y fue Gloria quién unió sus labios a los de ella en un modo cálido y sensual. El corazón de Maggie latió con fuerza acelerándose de inmediato. Tras ese beso, su profesora le dio otro, más largo y profundo. Después  se separaron lentamente y sin dejar de acariciarla el pelo, la adulta le confesó con voz temblorosa.



-A mí también me gustas. Y sé que no está bien. Te he observado desde hace semanas. Como me mirabas, tus posturas. Cuando nos quedamos después de las clases, yo…Poco a poco, comencé a sentir algo por ti.  Y viendo el interés que ponías y de la forma en la que te acercabas cuando comentábamos algún libro…, también quería lo mismo. Bueno, al mismo tiempo deseaba que fuera por esto y que no.

-Yo…- Pudo musitar la chica realmente sobrepasada por aquello.- ¿Se me notaba tanto?

-¡Dios mío! ¿Qué estoy haciendo?- Sollozó ahora Gloria, perdiendo por momentos aquella impostada calma que se esforzaba por aparentar.- ¡Eres una niña!

-Voy a cumplir los dieciséis en un par de meses.- Le confirmó Maggie añadiendo animosamente.- A esa edad puedo tener relaciones con mi consentimiento. Y quiero tenerlas contigo. Gloria, te quiero.- La tuteó con decisión.-

-Yo, no sé siquiera si debo seguir hablando... Tú, eres muy joven ¿de veras que nunca has estado con chicos?- Quiso saber su maestra.-

-Ya te lo he dicho y es la verdad. Nunca me han interesado los chicos.- Le respondió su contertulia con total seguridad.- Y hasta ahora jamás he tenido relaciones de esas, con nadie. Con alguna chica sí que me he enrollado, pero nunca he hecho el amor.

-Yo sí las he tenido algunas veces.- Le confesó Gloria.- Siempre con chicas. Y me he acostado con algunas. Tampoco me atraen los hombres. Pero esto…es distinto, no debo, lo siento.- Pudo decir bajando la cabeza.- Eres menor de edad…no está bien.



            Aunque ahora fue Maggie quien parecía la adulta de las dos cuando le susurró con tono lleno de deseo a un oído.



-Iremos a algún sitio seguro. Donde nadie pueda vernos. Tú dime dónde. Nadie lo sabrá. Te lo prometo.



            Su interlocutora respiraba con agitación, parecía estar librando una batalla muy dura consigo misma. Al fin susurró tomada por ese mismo deseo.



-En mi casa, a las siete. Estaremos solas.



            Ahora fue Maggie quién la obsequió con otro beso en la boca. Las dos se abrazaron manteniéndose así durante unos segundos. Al separarse la joven estudiante le sonrió llena de felicidad, sentenciando.



-Hasta las siete.



            Y a esa hora puntualmente acudió a la cita. De aquella primera vez recordaba cada caricia, cada beso, el cuerpo de Gloria junto al suyo, abrazado, entrelazado y el goce que experimentaron. Y mientras su relación duró se supo querida y fue feliz. Ahora solamente sentía tristeza, culpa y dolor. Encajaba golpe tras golpe, acurrucada en el suelo, en posición fetal, saboreando su propia sangre que salía por su nariz y sus labios rotos.



-¡Puta asquerosa!-Gritaba Erika sin dejar de pegar a su inerte rival. -¡La mataste! ¡La destruiste en vida! ¿Sabes cómo salió de la cárcel? Esa mujer ya no era mi hermana. Demacrada, humillada. Las otras reclusas al enterarse de cuál era su delito la violaron decenas de veces. ¡Ven a conocer a tu novio Jack! - Aulló Marek parodiando de modo macabro aquello.- ¡Eso le decían cuando usaban un palo de escoba con ella! Y el único consuelo que le quedó a mi pobre hermana fue pensar que yo no lo sabía. Que, al menos conmigo y con nuestra madre, podría mantener lo que quedaba  de su dignidad. Pero era un secreto a voces. Otras presas lo contaban. Y yo me enteré cuando pude visitarla un día…



            Maggie lloraba y gemía transfigurada por el horror, el pesar y la compasión hacia esa desdichada mujer. ¡Tuvo que haber atravesado por un calvario terrible! ¡Perder todo lo que le era más querido en la vida y además ser humillada de esa manera tan cruel! Tanto era así, que la apaleada muchacha ni sentía los impactos de esos golpes que Marek le propinaba una y otra vez.



-Mi hermana nunca quiso verme cuando iba a visitarla  en la cárcel. Siempre decía estar enferma. Al final lo comprendí. ¡Le partía el corazón que yo la viese así!- Gimió ahora Erika, derrumbándose a su vez.- ¡Que yo creyese que era una criminal! ¡Un monstruo! ¿Sabes lo que es ver a tu hermana mayor convertida en una sombra de lo que había sido? ¿Ver cómo tu madre se consume? Tuve que cuidarla cuando Gloria se quitó la vida. ¡Mi madre se convirtió en un vegetal hasta que murió! ¡Tú me lo quitaste todo!…¡Todo!



            Y agotada de tanto golpear, Marek se tomó un breve descanso. Respiraba agitada, lloraba llena de rabia y su rival solo gemía sollozando a su vez, con la cara y la bata manchadas de su propia sangre. Maggie pudo entonces balbucir totalmente destrozada tanto física como anímicamente…



-Lo…comprendo…entiendo… que quieras… matarme…yo quisiera morir ahora…



            Sin embargo, sin dejarse impresionar por esas palabras, su oponente siseó con una mezcla de odio  e indignación en tanto se enjugaba las lágrimas.



-¿Matarte? No, nada de eso. No soy una asesina. ¡No soy como tú! Nunca he matado a nadie.  Y además, sería demasiado bueno para ti. Un camino muy sencillo para librarte de lo que mereces. ¿Qué te crees que le dije a esa  alienígena? Que no te matase, le supliqué de rodillas no por mi vida, sino porque no me robara mi venganza. Y eso le gustó. Dijo hasta estar impresionada. Estaba de acuerdo en que mi modo era mucho mejor. Si murieses ya no sufrirías. No, yo quiero que lo recuerdes cada día, que te despiertes cada mañana sabiendo la tortura que mi hermana y mi madre sufrieron por tu causa. ¡Lo que sufro yo todavía, día tras día!



            Espoleada otra vez por la furia agarró a la casi exánime Maggie de la bata con ambas manos y la levantó del suelo para mirarla cara a cara y sentenciar.



-Deseo que toda tu maldita existencia sea un completo infierno. Que pienses en todas las pobres mujeres a las que has destrozado. Mi hermana, mi pobre madre que murió al poco tiempo por su enfermedad y su dolor al ver a su hija quitarse la vida así. Me quedé sola y hundida. Pero en cuanto pude sobreponerme a eso, solamente tuve dos metas en este mundo y las dos me ayudaron a salir adelante. La primera fue vengarme de ti, la segunda cumplir el sueño de Gloria. Debía estudiar y llegar a ser algo. ¡Qué casualidad! Buscarte durante años y al encontrarte descubrir que estudiabas enfermería. ¿Adivinas qué hice yo?...- Le preguntó con retórica sorna para responderse a sí misma.- Sí… exacto. Estudié también. Me presenté a la misma prueba que tú para ser admitida en esta nave, y lo logré. No fue sencillo, pero a veces el odio es el mejor de los acicates. Eso me dijo Zura. Y en eso al menos tiene toda la razón.



            Su horrorizada víctima no era capaz ni de pronunciar una sola palabra para defenderse. Se sentía como una hoja arrastrada por una tempestad. Erika la dejó caer a plomo al suelo una vez más, y estaba a punto de rematarla con una patada cuando la voz de Giaal resonó. El atónito médico venía acompañado de Susan.



-¿Qué está pasando aquí? ¡Enfermera Marek!



            La aludida se giró de inmediato dedicando una mirada entre desquiciada y furibunda a los recién llegados, para replicar con un contundente grito.



-¡Esto no es asunto suyo, doctor!

-Lo es cuando está usted agrediendo a una compañera en el centro de salud.- Replicó Giaal con aplomo pero firmeza.-



            Erika ignoró aquello y se disponía a pegar una vez más a su indefensa presa. Pero en esta ocasión no pudo hacerlo. Susan fue rápida y con una ágil llave de yudo la derribó en un instante, inmovilizándola acto seguido.



-¡Ya basta! -Le ordenó la teniente Hunter a la frenética chica que trataba de moverse sin lograrlo, sujeta por una buena presa.- No quiero hacerle daño.

-¡Suélteme! - Aullaba Marek.- ¡Ustedes no saben nada!



            El estupefacto Giaal podía ver mucho odio y tristeza en los ojos de esa mujer. Y a su vez, una enorme pena y dolor en los de Maggie a la que ayudó a incorporarse. Él había llegado al hospital a comenzar su turno acompañado de su novia. Susan iba a ver a algunos compañeros que estaban convalecientes. Les dijeron que Maggie estaba de servicio.



-Iremos a preguntarle qué tal está.- Comentó Susan.-



            Y la buscaron, aunque no dieron con ella. Al fin preguntaron a algún otro enfermero y uno les dijo que había ido al dispensario por unas cosas. Se dirigieron hacia allí y entonces oyeron los gritos. No tardaron en intervenir. Ahora se ponían en medio de las dos antagonista. Pero lo que no esperaban escuchar fueron las siguientes palabras de Maggie. Y es que la víctima de la agresión pudo entonces musitar en tanto le caía la sangre por su cara que ya empezaba a amoratarse.



-Déjenla. Tiene razón…me merezco esto.

-No, no lo mereces.- Rebatió Giaal, tratando de cortar las hemorragias que la enfermera tenía en boca y nariz.- Deja de pensar así. No te tortures.



            Susan por su parte hizo levantarse a Erika sin dejar de controlarla. En ese instante llegó el doctor Lester, venía con James que, al ver esa escena, silbó agitando una mano para decir casi con jocosidad.



-¡Joer, esto ha debido de estar bien!



            Pero la reprobatoria mirada de su jefe le hizo guardar silencio de inmediato. Con severidad Lester se dirigió a los allí presentes.



-¿Qué demonios ha pasado aquí?

-La enfermera Marek estaba agrediendo a la enfermera Kendall.- Le informó Giaal.-

-¿Cómo  dice? ¿Es eso cierto?- Inquirió el médico jefe a las citadas.-



            No obstante, ninguna le respondió. Susan tomó la palabra entonces para corroborar la declaración de su novio.



-Así es. Hemos sido testigos de ello y tuvimos que separar a la agresora.

-Esto le costará la suspensión, Marek.- Sentenció Lester, añadiendo.- Sin perjuicio de las acciones legales que la señorita Kendall estime convenientes. Y no la despido ahora mismo porque estamos muy escasos de personal médico.



            Erika no respondió, pareció relajar su ira y Susan pudo soltarla entonces. La muchacha, sin mediar palabra, se dio media vuelta saliendo del edificio e ignorando a su jefe.



-¡Espere! – Le ordenó Lester sin resultado.-

-Será mejor que lo deje, doctor.- Le pidió Giaal.- Ahora no es el momento. Si le parece bien, me ocuparé de esto.

-Usted sabrá.- Convino su interlocutor que no parecía demasiado entusiasmado por complicarse con aquel enojoso tema.- Haga un informe de lo sucedido. Examine a Kendall y redacte un parte de lesiones. Con él abriré expediente a Marek. Esto es una falta muy grave, a buen seguro, cuando las cosas estén más tranquilas y tengamos menos pacientes, acarreará su despido.

-Señor, ¡por favor!- Intervino Maggie entonces, para sorpresa de todos.- No quiero presentar ninguna denuncia. Ha sido un malentendido. Ella tenía sus razones. Le pido que lo deje pasar.

-Señorita Kendall.- Contestó Lester con tono severo aunque moderado.- No hay razones que justifiquen ese comportamiento tan deleznable. Lo que la señorita Marek le ha hecho a usted es un delito. Una falta por agresión. Además, con agravantes, en horario de trabajo y sin mostrar ningún tipo de arrepentimiento. Ya lo he dicho y lo repetiré. Si no fuera por la difícil situación por la que atravesamos y la escasez de personal cualificado que padecemos, la apartaría del servicio de inmediato y sin dudarlo.

-No es ella quien debe arrepentirse.- Musitó la joven bajando la cabeza.- ¡Se lo suplico, doctor! - Sollozó.-



            Lester no dijo nada, se limitó a dar media vuelta y salir de la sala. A su vez un ahora apurado y atónito James dejó de observar aquello para ir a su puesto. Entre tanto, Giaal había terminado de curar a la joven y tras mirar a Susan, propuso con amabilidad.



-Vamos a dar un paseo. Anda, ven con nosotros y dinos si podemos ayudarte en algo…



            La enfermera no parecía muy dispuesta, aunque fue la teniente Hunter quien insistió también con afecto y consideración en su tono.



-Por favor, Maggie.  Confía en nosotros.



            Finalmente la joven asintió despacio. Total, nada le importaba ya. Quizás podría desahogarse. El doctor Ginga siempre fue comprensivo con ella. Y su novia, esa oficial, parecía ser buena persona también. De modo que caminaron cuando pudo ser capaz de enderezarse y ponerse en pie, pese al dolor y las magulladuras. Andaban en silencio. Con la atormentada Maggie rememorando…al fin se detuvo y musitó entre gemidos y sollozos.



-¡No puedo más…ya no puedo más!…

-Tranquila.- Le dijo Susan con tono amable en tanto le pasaba un confortador brazo alrededor de los hombros para sostenerla y animarla.-

-Tómate el tiempo que necesites, te escuchamos. – Añadió Giaal entendiendo el estado de esa pobre mujer.-



Y Maggie así lo hizo. Tras unos momentos para rehacerse les contó un resumen de lo sucedido. E incluso prosiguió la historia ante las atónitas expresiones del doctor Ginga y la teniente Hunter. Recordó en su relato como ella y Gloria comenzaron a verse con frecuencia tras las clases. A ser una pareja, a amarse. A su memoria vino un momento cuando estaban  en la cama, tras una de esas tardes en las que ambas podían citarse en secreto. Ahora le encajaba todo, recordó haberle confesado abrazada a ella.



-La primera vez que te vi, creí que serías una mujer casada.

-¿Por qué?- Le sonrió su amante.-

-No sé, tan elegante siempre.- Dudó Maggie algo azorada.-

-¿Elegante? ¿Y eso qué tiene que ver con estar casada?- Se rio su interlocutora.- ¿Acaso las solteras no podemos vestir bien?

-Nada, supongo…olvídalo, son tonterías mías.- Musitó la chica sonriendo también.-



            Su pareja la besó en los labios, aunque ahora con cariño casi maternal, para decirle, quizás sospechando por dónde iba realmente su pareja.



-Ya te he dicho varias veces que soy soltera y que tampoco tengo hijos, si eso piensas. No te engaño en eso, no lo haría jamás. No soy ninguna mujer casada insatisfecha que desee probar cosas nuevas. Lo que sí tengo es una hermana pequeña a la que quiero mucho, la cuido junto con mi  madre.

-Nunca las he visto.- Comentó Maggie.-



            Claro que eso era lo normal. ¡Su amante no iba a llevarla a casa y a acostarse con ella en presencia de su familia! Y tampoco presentarla. ¿Qué iba a decir? ¿Qué le daba clases particulares? Aunque Gloria enseguida le aclaró.



-Viven en otra ciudad. Yo me mudé aquí cuando me salió la oferta de trabajo en este instituto. Les mando todo el dinero que puedo.  Mi madre está enferma, padece de anemia y otras complicaciones.- Le contó la profesora ensombreciendo ahora su hasta entonces jovial semblante.-

-Lo lamento.- Dijo Maggie sintiéndolo de veras.- ¡Ojalá pudiera hacer algo!

-Mi hermana la cuida mucho también. Las dos adoramos a nuestra madre. Erika debe tener tu edad. A veces imagino que si os conocierais podrías llegar a ser muy buenas amigas. - Musitó ahora con un tono de culpabilidad, suspirando al añadir.- ¡Oh Dios mío! Cada vez que pienso en esto…es una locura. Tienes la edad de mi hermana pequeña.

-No, no lo es. ¡Yo te quiero! - Se apresuró a replicar Maggie mirándola a los ojos para remachar.- Y no sabes lo difícil que es para mí disimular en el instituto. Sobre todo cuando algún imbécil se acerca para tratar de enrollarse conmigo. Y tampoco me gusta nada como te miran algunos en clase. Esos tíos te comen con la vista. Incluso algunos profesores.

-Pero solamente tú me comes de verdad.- Sonrió Gloria mesándole el pelo.-



            Maggie temblaba ahora al rememorar eso. Hasta ese momento no se había percatado, ¡Erika! Era el nombre de la hermana menor de Gloria. Sin embargo, en ese momento ella no le había prestado la menor atención. Después, al correr de los años, lo olvidó y sencillamente no relacionó aquello con su arisca y hostil compañera.



-Tú jamás pudiste prever lo que sucedió.- Trató de animarla Susan.-



Su interlocutora no respondió, seguía ensimismada en sus recuerdos. En cómo se acurrucaba entre los pechos de su amante. Los sentía cálidos, suaves y confortables. Pero se iba haciendo tarde. Eran más de las ocho. Solamente sentía tener que regresar a casa. Con la excusa de estar en la biblioteca o de alguna actividad, engañaba a sus padres. Al menos eso creyó. Nunca imaginó que uno de sus compañeros, a los que ella rechazó, se molestase tanto como para espiarla. De ese modo debió de percatarse de lo que pasaba. Al poco, el padre de Maggie recibió una nota que le alertaba sobre las malas relaciones que su hija tenía, aunque sin especificar con quién.  Muy preocupado, el señor Kendall la hizo seguir a su vez por un detective privado. Le dijo después que pensaba que ella estaba con algún chico de dudosa moralidad o metida en algo problemático como drogas. Pero cuando tuvo la evidencia en sus manos apenas sí pudo creerlo.



-Nos descubrieron, y fue por mi culpa. ¡Todo fue por mi culpa! - Gimió Maggie ahora, ante las caras de consternación de sus amigos.- Yo le arruiné la vida a Gloria. En eso Erika tiene toda la razón.



La enfermera les contó que ese sabueso que le puso su padre logró algunas fotos con teleobjetivo. Incluso a través de la ventana de la casa de Gloria. Las dos aparecían en posiciones realmente incriminatorias. Por si eso fuera poco, ella a veces se despedía de su profesora con un cálido beso en los labios cuando pensaban que nadie las estaría observando, incluso estando fuera de la protección de esas paredes, su particular santuario de intimidad. Inicialmente jamás se habían atrevido a eso. Pero con el tiempo, ella sobre todo se fue relajando y perdió el cuidado del principio. Así, cierto día, tras levantarse por la mañana e ir a clase, Maggie descubrió para su sorpresa que la profesora de literatura no había acudido.



-El señor Heinrich va a sustituir a la señorita Harding.- Les notificó el director a los alumnos entrando en la clase con dicho docente.-

-¿Qué le habrá pasado?- Comentó Laura, una de sus compañeras.-

-Estará enferma.- Opinó Ross, otro chico que se sentaba cerca.- Espero que se recupere pronto. Este tío es un rollo.

-No lo creo.- Se sonrió aviesamente otro chico, un tal Hugh que hizo un, a su juicio, divertido juego de palabras.- Y rollo o no, al menos Heinrich es un docente decente, ¡ja, ja!



            Al oírle decir eso el corazón de Maggie dio un vuelco. Como si hubiese tenido la premonición de algo terrible. Miró a su compañero con una mezcla de malestar y miedo. Sin embargo no dijo nada.  Y es que aquel muchacho era el que había intentado salir con ella. Al principio fue muy insistente. De hecho no estaba mal. Al menos eso decía Laura. Claro que esa chica sí que sabía de su orientación sexual. Ella se lo confesó casi al poco de conocerse. Laura  era una jovencita de pelo castaño claro y ojos verdes. Maggie suspiró cuando se acordaba de eso, en  su apariencia era muy parecida a Kerria, aunque  esa compañera era heterosexual. Enseguida supo que nunca podría mantener esa clase de relaciones con ella. Por suerte, aquella muchacha era muy buena persona y no tuvo ningún reparo en ser su amiga al saber eso. Al contrario, eran inseparables. Por ello llegó a advertirla una vez durante un recreo, meses antes.



- Ten cuidado con Hugh. Él no acepta bien las negativas. No seas muy brusca. Al menos dale largas.

-Yo no soy así.- Contestó ella.- No me gusta fingir. Aquí no hablo abiertamente de mis inclinaciones porque no quiero que eso me cree problemas con algunas personas, o se los cree a mis padres. Pero no voy a darle esperanzas a ese chico.

-Al menos, procura no ser demasiado cortante. No se lo tomará bien.- La avisó Laura una vez más.-



            Pero claro. Maggie era demasiado temperamental a veces. Cuando ese muchacho trató incluso de besarla tras un insistente acoso para que los dos salieran le arreó un buen bofetón. Y ante testigos. Le dijo entonces que se fuera al infierno y que no le interesaba para nada. Él no reaccionó, al menos en ese momento. Después ya ni le dirigió la palabra. Aunque siempre que podía expresaba algún comentario en su contra. En forma de insinuaciones sarcásticas o hirientes. No obstante, lo hacía de modo que no pudiera acusarle de meterse con ella directamente. Ahora, en ese momento, tras saber que  Gloria no vendría, aprovechó a replicar a Ross, cuando éste le inquirió.



-¿Qué quieres decir con eso?

-Que me parece a mí que a esa la van a trasladar a otro sitio. A uno a donde no se tome ciertas libertades.

-¿Qué libertades?- Quiso saber Laura mirándole atónita, en tanto a Maggie le daba otro vuelco al corazón.- ¿A qué te refieres?

-No sé. Ya lo veréis.- Se sonrió una vez más ese chico.-



Y no quiso decir más. Estaba claro que algo sabía. Quizás se hubiese tomado la molestia de espiar también a Gloria o se hubiera enterado por casualidad. Maggie no tenía modo de saberlo. Y lo que era todavía peor. No se lo podía preguntar delante del resto de sus compañeros. Así la clase transcurrió con ella apenas prestando atención a las explicaciones de ese aburrido profesor, sintiéndose además muy preocupada. Cuando acabó quiso volver a casa para tratar de llamar a su novia por si estuviera enferma. Sin embargo, antes de salir del aula, el señor Farrel, su director, se dirigió a ella y con tono serio le pidió.



-Señorita Kendall, tenga la bondad de acompañarme a mi despacho, por favor.

-Sí señor.- Pudo responder la joven que no comprendía el porqué de aquello.-





            Y es que era una buena alumna. No de las más destacadas, pero sí cumplidora. Nunca se había metido en líos en el instituto. De modo que, sin sospechar el motivo de aquella llamada, obedeció. Cuál sería su sorpresa cuando descubrió con horror que sus padres estaban allí.



-Siéntese, por favor.- Le pidió el director.-



            Entonces lo supo todo. Su padre le reprochó con visible preocupación y enfado el haberse estado viendo con esa profesora. Y cuando Maggie quiso encubrirlo, alegando que simplemente iba a charlar de algunos libros y a pedirle consejo para algunos trabajos, el señor Farrel la cortó tajantemente.



-No es necesario que se moleste en proteger a la señorita Harding. Sabemos perfectamente lo que ha pasado entre ustedes dos.



            Y ante la cara de temor de Maggie, su madre, tras esbozar una sonrisa de circunstancias declaró, tratando de mostrarse comprensiva.



-Hija, no te culpamos a ti. Eres una niña aún. Esa mujer se ha servido de su influencia y de la fascinación que habrá despertado en alguien como tú, una persona inmadura todavía.

-Cité a la señorita Harding en mi despacho esta misma mañana a las ocho en punto, antes de empezar las clases. –Intervino el director que pasó a tutearla.- En cuanto tu padre me llamó.  Cuando le mostré algunas evidencias que él me facilitó, ella lo confesó todo. Admitió que te sedujo.

-¡No!- Exclamó Maggie sintiéndose desbordada por la culpabilidad y el horror.- Eso no es verdad. Las dos quisimos que pasara. Fui yo quien se declaró.

-¡No digas estupideces, Margaret!- Le cortó su padre ahora con evidente enfado.- Eres menor de edad, esa mujer ha abusado de ti. Ya he puesto una denuncia. La policía vino a detenerla nada más terminó su entrevista con el director.

-¡Por favor, papá!- Le suplicó una llorosa Maggie.- Eso no es justo. Es una magnífica profesora…

-Me temo que esa mujer ya no trabajará más aquí.- Sentenció el señor Farrel añadiendo con fría reprobación.- Y espero que en ningún otro instituto en cuanto salde sus cuentas con la justicia. Su conducta es moralmente imperdonable.



            Y a pesar de sus ruegos y sus lloros, Maggie no logró mover la determinación de sus padres ni un milímetro. La denuncia se cursó, Gloria fue en efecto arrestada y acusada de corrupción de menores y de conducta inmoral y desordenada. Pese al testimonio favorable de su ya ex alumna fue condenada. Durante el juicio la ex profesora apenas sí se defendió. Es más, admitió que esa relación existió y quiso exculpar a su vez a Maggie de toda responsabilidad.



-Ella no es más que una niña. ¡Lo siento mucho! - Suspiró entre lágrimas cuando ejerció su derecho a un último alegato.- Nunca fue mi intención perjudicarla. Señor y señora Kendall, les pido perdón.



            Aunque los aludidos ni se dignaron mirarla. Al fin la sentencia cayó inmisericorde. Seis años de reclusión que finalmente se le rebajaron a dos por el testimonio de Maggie e inhabilitación a perpetuidad para ejercer la enseñanza. Tras el veredicto Gloria salió esposada de la sala, como si fuera una criminal. Solo un par de mujeres se acercaron. Con todo el revuelo e incluso la prensa alrededor, Maggie no pudo verlas bien, ahora con horror se daba cuenta. Debieron de ser Erika y su madre. Esa muchacha rubia, entonces de largos cabellos y aquella señora envejecida que apenas sí podía caminar. Las dos salieron acompañando a la rea y pese a que lo intentó, su ex alumna no pudo ya verla. Es más, la sentenciada llevaba la cabeza baja, hundida en su pecho, para no mirarla.



-¡Gloria, te quiero!- Pudo gritar cuando se la llevaban.- ¡Gloria!



            Aunque entre ese pandemónium de los periodistas disparando sus cámaras y teléfonos móviles y el murmullo de la gente, su declaración de amor no fue escuchada. Además, su padre la hizo callar zarandeándola de un brazo. Después la sacó de allí. Durante muchos días no se dirigieron la palabra. Maggie no acudió al instituto para evitar los rumores y la atención mediática y al poco se mudaron. Y es que aquello se convirtió en un escándalo a nivel estatal. Ella tuvo la fortuna de que, siendo menor, no se permitiera que su rostro apareciera en la televisión, ni se difundiera su identidad. Pasaron meses y pese a sus esfuerzos no supo a dónde habrían llevado a su pareja. Durante un tiempo lo pasó muy mal, pero recordó que Gloria siempre le había dicho que era muy importante estudiar y llegar a ser alguien. Que de ese modo podría ayudar a otras personas. Como tributo a ella, quiso esforzarse. Sus padres creyeron que, tras un año, aquello se le había olvidado y que había vuelto al buen camino. De hecho, aprobó en el nuevo instituto y se graduó con unas notas más que aceptables. Suficientes como para estudiar enfermería. Sin embargo, ella no les perdonó jamás. En cuanto pudo se marchó de casa a estudiar a su Estado natal. Allí se empleó como trabajadora en una tienda de ropa y complementos. Debía pagarse el alquiler, pese a que sus padres, pensando en que su marcha obedecía a sus estudios, le mandasen algo de dinero. Tras un tiempo fue cuando conoció a Kerria.



-¿Kerria?- Intervino Susan, con patente interés y sorpresa.- Ese nombre me suena mucho. ¿No será quién creo que es?

-Era una cantante famosa.- Le explicó Maggie.- Tenía un grupo, las Justices, con sus primas…

-¡Las Justices!- Exclamó Giaal, a su vez.- ¡Era amiga de Amatista! ¡La hermana de Leval! ¿Saliste con la hermana del teniente Leval Malden?



            Maggie les observó atónita a su vez. Quizás les pareciera increíble que ella hubiera sido amante de esa celebridad. Aunque lo que no esperaba fue lo que Susan le contó.



-Mi hermana es lesbiana al igual que tú. Cuando yo estudiaba en los Ángeles preparándome para ingresar en la Academia, ella y mis padres vivan en Nueva York. Me contó que estaba enamorada de una chica de su instituto y que salía con ella. Esa chica era Kerria. La mismísima Kerria Malden. Luego, por coincidencias del destino, serví bajo el mando de su hermano, el teniente Malden.



            El rostro de la enfermera expresó todo el asombro que realmente ella tenía. ¡Ahora lo recordaba! Cuando Kerria le habló de esa exnovia que había tenido en el instituto, esa morenaza como la describió. Y mirando a la atractiva Susan realmente podía imaginarla. Sí, ¡qué caprichosa era la fortuna! Le pareció que estuviera cerrando una especie de círculo. Más cuando Giaal le contó.



-Leval es un muy buen amigo mío, igual que su primo Mazoui. Por lo que me contó antes de embarcar aquí, su hermana estaba muy feliz con una chica…

-Me alegro.- Musitó la abatida Maggie que, pese a su desolado estado, lo decía con sinceridad.- Ella se lo merece.



            De modo que fue verdad, cuando Kerria la llamó acusándola de haber hecho pública su orientación sexual. Eso que le dijo en aquel momento de enfado era cierto. La enfermera ya lo supo entonces y meditaba con pesar. Después de todo, Erika tenía razón. ¿A cuántas muchachas había destrozado la vida? Gloria, Kerria, Mei Ling… ¿Cuál sería la siguiente, Keiko?  No, movió la cabeza.



-Nunca más.- Se juró entre dientes.-

-¿Decías algo?- Quiso saber Susan.-

-No, solo que ya estoy mejor. Muchas gracias por escucharme.- Repuso la interpelada.-

-¿De veras estás bien?- Se interesó Giaal quién mirándola con una expresión preocupada añadió.- Por favor, no hagas ninguna tontería.



            Sin embargo, la chica negó con la cabeza. Pudo declarar casi de modo solemne y digno.



-Si cree que voy a quitarme la vida o a hacer algo melodramático es que no me conoce. Al contrario. Quiero ayudar a los demás, ser útil.

-Ya lo eres.- La animó Susan.- Todos te apreciamos y creemos en ti. Nunca te olvides de eso. Por si te sirve de consuelo, sé muy bien lo duro que es. Mi hermana se confiaba a mí. Sus miedos, sus anhelos y esperanzas. No le era fácil en ocasiones. De modo que, si necesitas a alguien con quien hablar…

-Muchísimas gracias.- Repuso la joven forzando una sonrisa.- Lo tendré en cuenta.

-¿Quieres que te de una alubia? Te curaré enseguida de esas heridas.- Le ofreció Giaal.-



            Empero, Maggie negó despacio con la cabeza y musitó.



-No, no quiero curarlas tan rápido. Y no merezco que desperdicie una de esas judías conmigo. Se lo agradezco mucho de todos modos. Pero ahora tengo que irme, quisiera hablar con otra persona. Alguien a quien debo pedir un gran favor. Por cierto, doctor.- Quiso animar su tono cambiando de tema.- ¿Qué tal va nuestro proyecto?

-Muy bien, en un par de días verá la luz, te lo prometo.- Sonrió animosamente Giaal.-

-Gracias. Al menos eso me da algunas esperanzas de ser capaz de traer algo de felicidad a alguien.- Suspiró la hundida joven.-



            Y se alejó despacio, renqueante todavía por el dolor físico pero sobre todo el sufrimiento de su alma rota. Aunque fiel a la palabra dada al doctor Ginga no iba a hacer nada estéril ni trágico. Lo que sí hizo fue llamar de inmediato a una persona. Tratando de contener sus lágrimas y sonar lo más entera posible, dijo cuando alguien contestó.



-Te necesito, por favor…ven a mi casa. A las ocho estaría bien, gracias…



            Ella misma se dirigió hacia allí tras apagar su teléfono móvil. Llegó y tras ducharse  trató de curarse y de arreglarse un poco. Todavía le dolían los golpes y esos moretones en las mejillas no le quedaban muy bien que digamos.



-¡Qué le vamos a hacer!- Suspiró resignada al verse la cara en el espejo.- Eso ahora no es importante.



Después cocinó algo. Siempre que estaba nerviosa y deprimida la cocina le servía como bálsamo. Además, ahora le vendría muy bien para agasajar a  quien esperaba. Así transcurrieron casi tres horas. Puntual, su cita llamó a la puerta. La muchacha abrió.



-Gracias por venir.- Sonrió aliviada.-



            La otra persona entró sorprendida al verla así. Tal y como ella misma se viese, la joven todavía lucía esos moretones en su hinchada cara. Kiros, pues de él se trataba, preguntó entre atónito y enfurecido.



-¿Quién se ha atrevido a hacerte esto?

-No ha sido nada. Un desacuerdo solucionado al modo de tu pueblo.- Pudo sonreír débilmente ella, para aclarar.- Otra mujer y yo tuvimos una disputa. No te he llamado por eso. Bueno, al menos no directamente.

-En tal caso, no es algo en lo que deba meterme.- Concluyó el joven, declarando en un intento por suavizar la tensión.- Seguro que ella quedó peor.

-Lo estaba, sí.- Suspiró Maggie afirmando con voz queda.- Muchísimo peor.



            Y era verdad. El dolor de Erika por perder de ese modo a su hermana tuvo que ser insoportable. Ahora Maggie ya no la odiaba, sino que la tenía lástima. Y, sobre todo, estaba desolada porque esa mujer la culpaba a ella, y en parte tenía razón. Eso reforzó su determinación y le dijo a su contertulio.



-Quería invitarte a cenar. Para agradecerte todo cuanto has hecho por mí.

-No había porqué. Somos amigos.- Afirmó él.-

-Pasa y siéntate, por favor.- Le pidió amablemente la muchacha.-



            Iba muy hermosa, pese a todos los golpes recibidos. Con un vestido blanco que se ajustaba como un guante a su cuerpo y zapatos a juego, su cabello suelto sobre los hombros. Kiros, que venía directo desde la base llevando su uniforme, se sorprendió a sí mismo mirándola con estupefacción. Y ese tono suave de voz, casi sumiso. Esa chica no parecía la misma descarada y sarcástica enfermera que conocía. Con la que se disputaba el amor de Keiko. Entonces él creyó comprender, mientras tomaban asiento uno frente a otro, en una mesa redonda puesta con todo detalle, incluso con una vela encendida en medio.



-Escucha Maggie.- Le pidió con tinte serio.- Si con esto piensas que renunciaré a Keiko…



            Aunque la muchacha no le dejó terminar. Extendió una de sus manos y suavemente le tapó los labios. El atónito saiyajin la vio sonreír moviendo la cabeza.



-Esta noche, dejemos ese tema al margen. Al menos de momento. Y cuando terminemos de cenar, hablaremos. Porque es verdad, quiero pedirte un grandísimo favor. Y tiene que ver con ella. Pero no es el favor que tú crees.



            Y su asombrado interlocutor concedió aquello con un leve asentimiento. Cenaron despacio. El chico, como buen saiyajin, comió con apetito pese a todo. Maggie a su pesar se reía al verle.



-¡Si lo llego a saber hubiera hecho más comida todavía!- Declaró con genuino asombro.-



            Se sentía mejor observando a ese tipo. Era un buen hombre y con mucho sentido del honor. Pese a que los dos estaban enfrentados por una mujer. Aunque ahora eso no tenía ya sentido. O mejor dicho, tenía todo el sentido del mundo. Por ello, apenas sí hablaron hasta terminar la cena. Y después del postre, una tarta Sandy que Maggie había reservado a Ginger, el muchacho declaró con satisfacción.



-¡Qué bien he cenado! Eres una estupenda cocinera.- La alabó sin reservas.-

-Quizás le pida trabajo a Gin.- Se sonrió Maggie.-



            Aunque su risueña expresión mudó a otra más seria y trascendente. Suspirando clavó sus ojos en los de su invitado y tomó la palabra.



-Ahora, ha llegado el momento. Quisiera pedirte algo, una cosa que es muy importante para mí.



Kiros no podía dejar de mirarla. Esa mujer era realmente muy notable. Hasta llegaba a admirarla en su determinación y en el modo pasional en el que hacía las cosas a veces. Pero él no cedería. Si pretendía que renunciase, jamás lo haría. Tendría que vencerle. Evidentemente no en una lucha física, sino en esa competición de encanto y atracción que ambos mantenían con el fin de ganar a su común objeto de deseo amoroso. Y entonces escuchó las palabras de ella, que parecían confirmar sus iniciales suspicacias.



-Efectivamente, se trata de Keiko.

-Ya te lo he dicho. Nada me hará renunciar a ella, salvo que ese sea su deseo.- Terció él.-

-Me parece algo justo.- Concedió su contertulia agregando.- Y no te pido que lo hagas.

-¿Entonces?- Inquirió el atónito joven.-



            Tras un momento de espeso silencio y sin apartar sus ojos de los de él, la chica le desveló con voz temblorosa, dominando a duras penas sus emociones.



-Quiero pedirte que la hagas inmensamente feliz. ¿Lo harás?



            El saiyajin abrió la boca dedicando una estupefacta mirada a su interlocutora, ésta sonrió, al menos divertida del efecto que le había causado. Eso seguro que jamás lo habría esperado. En fin, casi podía decir que era una especie de victoria, amarga  sí, pero le proporcionaba un mínimo consuelo.



-¿Qué quiere eso decir?- Quiso saber Kiros.-

-No eres tan tonto.- Replicó su contertulia añadiendo con voz queda.- Sabes perfectamente lo que significa. Por favor, no me hagas esto más difícil todavía.

-No lo entiendo.- Confesó el muchacho.- Tú también la quieres. ¿Y renuncias a ella sin más?

-Te aseguro que no es una decisión fácil, pero tengo mis razones.- Musitó Maggie mirando ya hacia la mesa.-





            Kiros se levantó y se aproximó a su anfitriona. Con suavidad, elevó con un dedo el mentón de la chica, descubriendo como las lágrimas caían por sus mejillas. Al fin, la joven trató de recobrar parte de su tono más sarcástico, fracasando totalmente cuando apenas sí balbuceó.



-Al final, has ganado. ¿No es lo que los tuyos siempre desean? Vencer a sus enemigos en todas las batallas.



            Kiros la hizo levantarse, para sorpresa de la chica, tomándola de una mano con mucha gentileza. La miró a los ojos que seguían rezumando lágrimas y con suavidad se las enjugó con una servilleta para negar con la cabeza y aseverar.



-Así no. Ya deberías saberlo. Primero, tú no eres mi enemiga, nunca lo has sido. Segundo, los de mi raza solamente disfrutamos de un buen combate cuando tenemos un adversario poderoso. Ganar por abandono o por debilidad de la otra parte no nos produce ningún tipo de placer. Y menos cuando se trata de alguien a quien respetamos… Y entiéndeme, no creo que seas débil para luchar por el amor de Keiko. Debe de haberte sucedido algo terrible para que quieras renunciar así.

-¿Te parece poco lo que hemos pasado?- Le preguntó la muchacha nuevamente con tono tembloroso en la voz cuando admitió.- Tengo pesadillas, viendo a los muertos, ¡una y otra vez! Y todo aquel sufrimiento.

-No. No fue poca cosa. Fue muy duro. - Admitió él, añadiendo eso sí, con agudeza.- Pero eso nada tiene que ver con tus sentimientos hacia Keiko.

-¡Tiene que ver, tiene todo que ver! ¡Yo jamás podría protegerla!- Sollozó Maggie ahora, empezando a derrumbarse.-

- Hay enemigos ahí fuera que son mucho más fuertes que yo.- Reconoció él, con tono decaído a su vez.- Nadie puede proteger a nadie para siempre y de todo. Aunque al menos se puede morir intentándolo y yo sé que tú morirías por ella y por mucha más gente. Lo demostraste al salir a buscarme cuando Zura estaba convertida en ozaru e iba a destruir el centro de salud. Muy pocos habrían tenido tu valor, Maggie. Ni humanos, ni tan siquiera muchos saiyajin.



            Su interlocutora le dedicó una mirada de agradecimiento. Pese a todo ese hombre estaba tratando de animarla, alabándola sin reservas. Y algo aturdida y sorprendida de ella misma se percató de que eso la aliviaba, la hacía sentir bien y segura. Y es que había algo en Kiros que la atraía. Ni ella misma se lo podía explicar. Quizás fuera esa fuerza innata del saiyajin. Esa seguridad de que él siempre estaba allí para ayudarla. O ese tono franco que empleaba para hablar con ella, como un camarada o incluso un igual, pese a sus diferencias. Por ello fue incluso capaz de admitir entre lágrimas.



-No hablo de protegerla de nadie. Sino de ponerla a salvo de mí. Soy una terrible influencia. Y no quiero que sufra por mi causa. Sé que tú jamás le harías daño. En ningún sentido.- Afirmó con balbuceos, mirando hacia abajo una vez más.- No como yo.

-¿Pero qué estás diciendo?- Inquirió él entre incrédulo y hasta preocupado.- ¿Cómo ibas a hacerla daño si la amas? Tú no haces daño a las personas, Maggie, tú las cuidas y las curas. Y yo admiro eso.



            La joven elevó la vista al escucharle. Sonrió una vez más aunque de modo fugaz y con un poso de tristeza en la mirada. Al fin pudo musitar.



-Gracias. ¿sabes? Fui muy injusta contigo al principio. Tú eres una buena persona. No he conocido a mucha gente así. Bueno, y menos a ningún hombre que fuera como tú. Seguro que Keiko no podría aspirar a nadie mejor para compartir su vida. En cambio yo…

-Tú eres una buena persona también.- Se apresuró a  decir Kiros que se sorprendió a sí mismo reconociendo. - Y tienes todo cuanto alguien podría desear… ¡Todo!



            Maggie le dedicó una atónita mirada. Quizás su contertulio trataba de animarla, pero el tono de su voz había sonado demasiado intenso. Y algo en las percepciones de la muchacha se había disparado. Una especie de alarma que la hizo tener un escalofrío por toda su espina dorsal. Y aquello se incrementó cuando el saiyajin pasó un brazo tras su espalda y dijo, conectando su teléfono con la otra en tanto sonreía.



-Recuerdo todavía aquel baile. Entonces querías quitarme de en medio. Igual que cuando me diste aquel masaje tan original bajo la mesa…



            Ahora la enfermera  no pudo evitar sonreír a su vez al rememorar ese instante.



-Creía que te había engañado. ¡Que pensabas que fue Keiko! - Admitió divertida.-

-Al principio eso creí, sí. Pero al irla conociendo me di cuenta. Ella jamás habría pensado en eso. Pero tú sí.  Y cuando te ofrecí bailar entonces, esperaste casi a que Keiko regresase con Mei Ling. Supongo que para que viese como yo tonteaba contigo y creyera que no me interesaba ella en realidad. ¿Verdad? jamás hubiera pensado eso de ti, pero sí de mí. A fin de cuentas soy el hombre. Y en tal situación eso se volvería en mi contra. Contabas con ello. ¿No es así?



            Y le desveló aquello, pero no con tintes de reproche, sino casi de admiración. Más cuando agregó, sonriendo con amplitud en tanto la sujetaba suavemente de ambos brazos clavando sus ojos en los de ella.



-Estuvo muy bien jugado por tu parte. Fue una gran estrategia.

-No, no lo fue. Me equivoqué.- Reconoció Maggie apartando la vista.- Pensaba que alguien como tú era el típico machote. Un simple bruto con poca intuición. Al menos en el juego del amor. Y que solamente deseaba acostarse con una chica y nada más.

-Aprendo deprisa. Como cualquiera de mi raza, cuando deseo dominar una técnica.- Le contó él, entre satisfecho y divertido.-

-Y dime.- Inquirió ella.- ¿La has dominado?

-No tanto como tú.- Repuso él.-

-Te equivocas. Yo nunca supe controlarla.- Declaró Maggie alegando ahora con tono de pesar.- Ese ha sido mi mayor error. Pensar que lo había logrado. Creerme una experta. Porque el amor es peligroso, mal utilizado puede hacer mucho daño, a uno mismo y a los demás. Cuando escogiste esa canción para que bailásemos no pudiste haber sido más certero. Los dos necesitábamos lecciones de amor. Cada uno de una forma.

-Sí, ya me he dado cuenta.- Convino él que conectó entonces una canción que tenía en espera en tanto le pedía a su anfitriona.- Por eso querría pedirte ahora que bailases conmigo una vez más.  Y en esta ocasión,  sin que nadie lo vea, ni que sea una competición entre los dos. Ni un escaparate para nos observen Keiko o el resto del mundo. Que sea sencillamente algo solamente entre tú y yo.



            Maggie le miró extrañada. Apenas pudo sonreír levemente y preguntar.



-¿Para qué entonces? Ya no necesitamos fingir.

-Pues de todos modos, vamos a fingir. – Le insistió él con tono suave en  tanto tomaba una mano de ella.- Ya no tiene sentido nuestra guerra. ¿No crees? Finjamos bailar juntos y no enfrentados.



            Y casualmente o quizás no, eso era precisamente lo que decía esa canción. En tanto él comenzó a llevarla despacio alrededor del salón. Maggie escuchaba.



Atención, atención



Imagina una guerra

Donde todos ganan

Permanentes vacaciones

Y un sol sin final



Paz sin sabiduría

Uno roba para alcanzar

Implacablemente



Fingiendo creer

Que las actitudes son materialistas

Positivas o francamente realistas

Lo que es terriblemente anticuado, ¿lo es?

¿O no lo es?



Y esas mismas palabras las pronunció Kiros acercando sus labios al oído de ella. Aquello la hizo estremecer. Mientras sonaba el estribillo…



DJ cultura

Baila conmigo

DJ cultura

Vamos a fingir

Vivir en un satélite de fantasía

Esperando para que la noche acabe



Dj

Vamos a fingir

Que ganamos una guerra

Como un partido de fútbol

Diez a cero en el marcador…



El saiyajin la estrechaba entre sus brazos y sin embargo ella notaba su delicadeza y calidez. Aquello la embriaga sin saber por qué. Y es que Maggie sentía como si de pronto, su amargura y su dolor se hubiesen evaporado  totalmente.



Cualquier cosa es posible

Estamos en el mismo lado

O de otro modo

A prueba en nuestras vidas



He estado alrededor del mundo

Por un número de razones

He visto todo

El cambio de las estaciones



¡Y, oh mi Señor!, ¿puedo no decir nada?



Repitió él mirándola a los ojos con intensidad. Una mirada que la joven correspondió ruborizándose sin pretenderlo.



DJ cultura

Baila conmigo

Vamos a fingir

Vivir en un satélite de fantasía

Esperando para que la noche acabe



DJ cultura

Baila conmigo

Vamos a fingir

Vivir en un satélite de fantasía

Preguntándote quién es tu amigo…



Kiros la hizo girar sobre sí misma para luego tomarla gentilmente de las caderas y elevarla. Tras dar otra vuelta el saiyajin la dejó en el suelo y prosiguieron la danza.



Ahora es un problema de orgullo

Discúlpate a ti mismo

Tu mismo humor

No días de fiesta o días de ayuno

O intrusos días de abstinencia



Considera por un minuto

 Quién eres

¿Qué te gustaría cambiar?

No importan las cicatrices

Entierra el pasado

Vacía la estantería



Decide que es hora

De reinventarte a ti misma



Como Liz antes que Betty

Ella antes que Sean

De pronto has desaparecido

Entonces renaces



¡Y, oh mi Señor!, ¿puedo no decir nada?



Decía la canción mientras los dos giraban abrazados mutuamente entregados al compás de aquella melodía…



DJ cultura

Vivir en un satélite de fantasía

Esperando para que la noche acabe



DJ cultura

Baila conmigo

Vamos a fingir

Vivir en un satélite de fantasía

Esperando para que la noche acabe



Y entonces él cantó, acompañando la letra en tanto clavaba sus ardientes ojos azabaches en los cálidos ojos castaños de ella…




Baila conmigo

Vamos a fingir

Vivir en un satélite de fantasía

Preguntándote quién es tu amigo



DJ cultura

¡Y, oh Señor!, ¿puedo no decir nada?

Vivir en un satélite de fantasía

Esperando para que la noche acabe



Atención

Atención…



(Dj Culture. Pet shop Boys. Crédito al autor)



Y no había concluido la música cuando él aproximó sus labios a los de ella y los besó despacio. Desconcertada y con el corazón golpeando salvajemente contra su pecho, Maggie tuvo el impulso de apartarse al principio. Sin embargo, por una razón que ni ella misma comprendía, no lo hizo. Se dejó besar y no solamente eso, abrazó además a aquel chico. Al fin se separaron quedándose enganchados con la mirada. Tras unos instantes que parecieron eternos fue ella quien rompió aquella especie de embrujo.



-¡No!- Pudo negar respirando agitada.- Esto no puede ser. ¡No puede ser! No quería que sucediera esto.

-Pues nos ha sucedido.- Declaró él.- Y creo poder decir, pese a mi limitada experiencia en esta técnica, que me he enamorado de ti.





            Tras esas palabras tan impactantes para la joven hubo un espeso silencio, del que al fin salieron cuando ella le miró para replicar.



-Al final me demuestras que no eres más que un tonto. Te recuerdo que no me gustan los hombres.- Afirmó tratando de sonar contundente.- Y que me he estado sirviendo de la ventaja que toda mujer tiene.

-¿Ventaja?- Inquirió el joven aun respirando agitado tras su anterior declaración.-

-Es muy fácil para nosotras.- Quiso sonreír ella con gesto burlón en tanto le revelaba.- Podemos fingir muy bien. Y vosotros, ya seáis humanos o guerreros del espacio, siempre mordéis el anzuelo. No importa lo poderosos que seáis. Ni que tú supieras desde el principio que soy lesbiana. Nunca te lo oculté, te dije a quién quería. Y sin embargo, pese a saber todo eso, has caído exactamente igual que cualquier hombre.



            Ahora Kiros la miró con severidad para afirmar entre atónito, dolido y horrorizado al creer descubrir el porqué de aquello.



-¿Me estás diciendo que has hecho esto para que yo mismo me descalificara? ¿Para demostrarme que no quiero a Keiko en realidad? ¿Qué no soy digno de ella y tú sí? ¿Qué eras capaz de renunciar a ella y que sin embargo yo la traicionaría?



            Maggie le miró tratando de mantenerse indiferente. Deseaba fervientemente responder de modo afirmativo.  Exclamar que le había derrotado. Sería mucho mejor así. Él correría al lado de Keiko y se lo contaría. Seguramente y a pesar de todo, ella le aceptaría. ¡Pero no!, todas y cada una de las fibras de su ser la paralizaban.



-¡Responde!- Le exigió el saiyajin tomándola de ambos brazos con sus manos, esta vez con rudeza.- ¿Ha sido un truco? ¿No has sentido nada? ¿Estabas actuando?

-Sí.- Musitó ella bajando la vista.- Actuaba…únicamente actuaba, como decía esa canción, he fingido.



            Tras unos momentos más de espeso silencio Kiros la soltó. Asintió despacio y se volvió para marcharse. Aunque antes comentó con tintes de pesar y amargura, mal enmascarados por el sarcasmo.



-¡Felicidades! Eres muy buena actriz. Y admito que tu técnica es increíble. Has logrado hacerme mucho daño. Te he abierto mi corazón y lo has apuñalado sin piedad. Has atacado como la mejor de las guerreras saiyajin hubiera hecho, viste mi debilidad y sacaste provecho. Nunca creí que esto pudiera doler de este modo. Si esto hubiera sido un combate real no podría levantarme. Mi tía Seira ya me lo advirtió, el amor es el más peligroso de los ataques. Y yo fui un estúpido, no quise creerlo. Adiós Maggie. ¡Enhorabuena por tu victoria!



            La chica no respondió a eso. Trataba eso sí de enjugar las lágrimas que le rodaban una vez más por el rostro. ¡Era increíble! ¡Lo había vuelto a hacer! Y esta vez había roto el corazón de un buen hombre. Lo suyo era de record.  Una marca terrible. Otro motivo más de remordimiento que agregar a su ya larga lista. No podía permitir que aquello siguiera… ¡no quería!



-¡No, espera, por favor!-  Gritó sin poderlo creer.-



            Fue una súplica tan desgarrada que el propio Kiros se volvió mirándola con estupefacción. La joven temblaba llorando sin poder detenerse. Apenas era capaz de mirarle. Otro tenso y prolongado silencio. Maggie recortó la breve distancia que les separaba. Atónita a su vez, vio las lágrimas que caían por las mejillas de él. Suavemente se las limpió con una mano. Y el saiyajin solamente pudo musitar completamente desconcertado.



-No lo entiendo ¿Por qué?..

-¡No, no lo sé! - Gimió ella cargada de dolor y confusión en sus ojos admitiendo al fin.- Pero no quiero que te vayas. ¡Así no! ¡No quiero que te vayas de ningún modo! ¡No quiero que me dejes sola!



            Y tras mirarla otra vez, con una sensación creciente de deseo, Kiros notó como si algo tremendamente poderoso le arrollara. Ni tan siquiera una oleada de energía del peor de sus rivales hubiera tenido tanto poder. Únicamente pudo sucumbir. Abrazó a esa joven y la besó en los labios una vez más, esta vez con pasión. Ella no se resistió. Incluso contribuyó a ello con su propio fuego. Maggie no sabía lo que le estaba sucediendo. Por unos instantes olvidó, lo olvidó todo. Incluso que estaba besando a un hombre. Solamente pensaba en una persona a la que amaba. Ahora estaba convencida. Esa angustia que se desbordó en su pecho cuando él le dirigió aquellas duras palabras. Cuando admitió lo herido y derrotado que estaba. Y sobre todo, cuando ella supo el daño que le había causado. Fue como si una parte de la propia chica quisiera irse con él. Ahora se dejaba llevar. Se vio levantada en brazos y transportada a su dormitorio. Allí, el saiyajin se despojó de su ropa y ella hizo lo propio. En su mente la joven casi bromeaba consigo misma.



-Adiós a mi Golden Star.- Pensaba entre azorada y llena de temor, pero al tiempo de esperanza y de curiosidad.-



            Él la besaba por todo el cuerpo. Maggie jadeaba devolviendo la gentileza. Se notó atrapada entre dos poderosos brazos. No estaba habituada, casi siempre había sido la que llevaba la iniciativa. Salvo quizás aquella primera vez con Gloria y sus escarceos con Marla. Y sin embargo, casi sonrió ahora. Esa era otra primera vez. Tras el intercambio de caricias, besos y exploraciones mutuas de sus sexos al fin él consumó aquello penetrándola. La chica ahogó un gemido. No es que le doliera demasiado. Desde hacía mucho tiempo que usaba juguetes sexuales con sus anteriores parejas e incluso algunas partes del cuerpo para ese menester. Pero de algún modo esto fue distinto. Y ese chico realmente estaba muy bien  dotado. Así, ella chilló en un mar de sensaciones que oscilaban del dolor al placer y tras algunos minutos, en los que Kiros empujó  contra ella elevándola incluso en el aire, se tumbó en la cama y la muchacha pasó a cabalgarle. Después más besos y caricias. Jadeos mutuos y excitación. Poco a poco fueron desahogando toda esa pasión largamente contenida. Maggie sintió aquel ardiente torrente de él atravesar sus entrañas cuando terminó. Y finalmente ella reposó con su cabeza sobre el pecho de su amante, todavía sin poder darse crédito a sí misma. Como si hubiera estado de testigo de aquel hecho en lugar de ser su protagonista. Sonriendo  al pensarlo le susurró con voz queda.



-Mi primer chico, y espero que el último…

-Mi primera chica.- Respondió él añadiendo a su vez.- Y espero que la única.



            Ahora fue su contertulia la que le dedicó una mirada sorprendida. El muchacho se rio al percatarse de eso y enseguida matizó.



-Nunca me había acostado con nadie. Por supuesto que los hombres no me interesan.

-Sí, eso mismo decía yo.- Rio Maggie, remachando con humor.- ¡Y mírame ahora!



            El saiyajin tampoco pudo evitar echarse a reír, los dos lo hicieron. Dedicándose más caricias ella se dejó abrazar una vez más. En ese instante se sentía realmente protegida, le parecía estar en una especie de santuario en el  que su pasado dolor no podía alcanzarla.  Era irónico que durante toda su vida hubiera estado buscando aquello con una mujer, y que ahora lo encontrase en un hombre. Y volvió a pensar en eso. Solamente con Gloria y con Kerria en alguna ocasión había experimentado idénticos sentimientos. Su amante interrumpió esas reflexiones para separarse un poco y mirarla.



-¿En qué piensas?- Quiso saber él.-



            Maggie le miró también, sonriendo levemente para replicar con voz queda.



-Pienso en que ahora no sé realmente quién soy. Bueno, creo ser una mujer lesbiana que está  acostada junto a un hombre que no es humano. Pero que me atrae.  Será que soy homosexual y también Kirosexual.- Sonrió divertida y al tiempo llena de emoción.-



            Él le devolvió la sonrisa, quizás perplejo ante semejante palabra. Sin embargo,  su rostro enseguida se tornó serio otra vez.



-¿Y eso te preocupa?- Inquirió el joven con interés e incluso algo de inquietud.-

-No, realmente no.- Susurró la interpelada mesándole el pelo para agregar.- Cuando estoy a tu lado, es como si mis temores se fueran. Pero sé que, tarde o temprano, deberé volver a enfrentarme a ellos.

-No lo harás sola. Te lo prometo.- Afirmó el chico.- Estaré contigo.

-No dudo de ti. Sin embargo, hay cosas por las que se debe pasar a solas.- Repuso reflexivamente Maggie.- Lo sabes tan bien como yo.



Kiros no contestó a eso, era cierto. Durante un buen rato no dijo nada, únicamente volvió a abrazarla por detrás. De este modo se mantuvieron juntos en el lecho durante unos momentos más. Al final él fue quien ya más seriamente aseveró, tras levantarse de la cama y doblar una rodilla en el suelo, quedando con el rostro pegado al de su atónita interlocutora.



-Te pido perdón. Normalmente esto no se hace así entre los míos. Por lo general un hombre se declara ante una mujer saiyajin primero. Y si ella le acepta y se desposan, es cuando copulan. Somos muy anticuados para los parámetros humanos, ya lo sé… ¿o quizás no?- Sonrió recordando la letra de esa canción.-

-No para todos.- Le corrigió Maggie, explicándole.- A algunos de los humanos, como tú nos llamas, les ocurre igual. Están atados por esa tradición. No tienes que pedirme perdón por nada, ese no es mi caso.

-Pues ahora te pido que lo sea.- Afirmó decididamente él, cuando para sorpresa y asombro de su contertulia, le propuso.-  Lo que siento por ti, jamás lo había sentido. Ahora me doy cuenta, Keiko me inspiró con sus canciones y su bondad, pero eso no era amor. No en este sentido. Y sé que se lo dije primero a ella. Pero me equivocaba. Tendré también que pedirle perdón. Aceptaré la deshonra y la culpa por ello. Pero ahora  te lo suplico a ti. – Y tras una pausa en la que tragó saliva con la asombrada mirada de su interlocutora, el saiyajin la interpeló.- Maggie, sé mi compañera en la vida, mi fuerza y mi orgullo, la madre de mis hijos, deja que te honre, te proteja y te respete por siempre.



            La muchacha no era capaz de articular palabra. Aquello era demasiado trascendente incluso para tratar de anularlo con humor. ¡Ese muchacho se estaba declarando! Y por lo que tenía entendido los saiyajin solamente hacían aquello con alguien que fuera realmente importante para ellos. Pese a todo, ella suspiró entre agobiada, confusa y preocupada.



-¿Y cómo sabes que no te estás dejando llevar por el momento? Hemos pasado muchas cosas los dos juntos. Y puede que a mí me esté sucediendo igual. No estoy segura de lo que siento…O si lo estoy, tengo miedo. No tengo ni idea de lo que me está sucediendo. ¿Acaso lo sabes tú?

-No, no lo sé. Esta sensación es tan maravillosa y terrible al mismo tiempo.- Suspiró Kiros, confesando sin reparos.- Y también temo lo que pueda pasar. Pero estoy seguro de una cosa. Sea lo que sea, quiero que pase contigo a mi lado.



            Ella le acarició una mejilla con afecto y tras mirarle fijamente se decidió a replicar.



-No puedo. No saldría bien.- Alegó para añadir en un vano intento por ocultar su consternación.- Te mereces a alguien mejor. Seguro que quieres a Keiko. Pero esta noche, la situación… todo… Nos ha llevado a esto.

-No es así.- Rebatió el chico ganando firmeza.- Al contrario. Hoy he abierto los ojos. Finalmente he comprendido. El amor es una fuerza tan poderosa que te controla a ti, no tú a él. Y te guía, cuando dejas que lo haga. Y sé que te sucede lo mismo. Hoy te has dejado guiar por él, Maggie. Admítelo y sobre todo ¡No lo apartes!

-¡No quiero hacerle daño a nadie más! - Sollozó la muchacha.- ¡Es mejor que me aparte de todos!

-¡Jamás te dejaré ir si solo tienes esa estúpida razón! - Afirmó Kiros tomándola entre sus brazos.- Estoy dispuesto a soportar cualquier cosa. La deshonra, la vergüenza, la derrota. ¡Pero no te perderé! Pediré la licencia a mis soberanos, viviré contigo, ¡donde tú quieras! ¡Hare cualquier cosa por ti! Menos dejarte ir.





            La conmovida chica le escuchaba sin dar crédito a aquello. Una vez más acarició el rostro del joven con suavidad e incluso sonrió.



-No sé qué responder.- Musitó.- ¿Harías eso por mí? Sé lo que todas esas cosas significan para ti. No sé qué puedo hacer.- Repitió entre confusa y emocionada.- No sé qué decir.

-Di que me amas.- Le pidió decididamente él.- Dime que me aceptas. Y no habrá fuerza en este universo que logre apartarme de ti. Ahora lo sé. Ahora lo entiendo. A eso se refería mi soberana. Ese es el auténtico poder del verdadero amor. El total sacrificio por la persona a la que quieres.

-Jamás creí que un día llegaría a tener a mi propio príncipe azul.- Suspiró la joven con humor en un vano intento por restar carga emocional a aquello.- Nunca fui de las niñas que leían esos cuentos.

-Ni lo tendrás. Deberás conformarte con el hijo de un duque.- Sonrió él, para remachar.- Y tampoco soy capaz de alcanzar ese estado de poder. Ese color está reservado a los dioses y a los legendarios antepasados de mi pueblo. Pero si tú lo quieres estaría dispuesto a intentarlo.- Remachó con un casi cómico pareado.- Día y noche entrenaría y con una simple sonrisa tuya me recuperaría.



            Y Maggie sonrió con más amplitud, no entendía nada de aquello, aunque incluso le hizo gracia aquella pobre y seguramente que involuntaria rima. Ahora su cara estaba luminosa y llena de alegría, con lágrimas una vez más. Iba a asentir, a dar una respuesta afirmativa. ¿Por qué no? Ella podía sentir lo mismo también. Pese a su incredulidad.  Pudiera ser que al final fuese un poco como Keiko. Si eso era así, y ella era no lesbiana, ni tan siquiera bisexual, sino pansexual. Simplemente se había enamorado de una persona buena. Esa que era capaz de alegrarle el corazón, de curar sus heridas emocionales y de reconciliarla consigo misma. Durante mucho tiempo había estado buscándola, y en varias ocasiones creyó tenerla. Siempre la perdió. Ahora que al fin parecía haberla encontrado se miraba a sí misma con estupor. Y es que nunca creyó posible que esa persona fuera un varón. Aquello sacudía todos los cimientos que había edificado durante su vida entera. Ella que se había llegado a burlar de Kerria, cuando su antigua novia le contó ese sentimiento que experimentaba por aquel chico. Ese tal Brian.



-Perdóname Ky.- Pensó ahora recordando a esa muchacha.- Era verdad. Sin embargo, no pudiste estar con él. Y a pesar de que insistías tanto en ello jamás me lo creí. Pero ahora comprendo lo muchísimo que en verdad le amabas. No sé si para mí será igual. Quizás esto sea imposible, Kiros es un buen hombre, no quiero causarle daño. ¿Qué debo hacer? ¡Si hay un Dios ahí arriba o donde sea, que me dé una señal! ¿Qué debo hacer?



            No obstante, sus reflexiones al igual que la atenta mirada de Kiros aguardando una repuesta definitiva quedaron inconclusas, siendo interrumpidas por la alarma de la nave. El propio móvil del oficial sonó con un aviso.



-¡Atención, atención!  Preséntense en sus puestos, zafarrancho de combate. No es un simulacro, movilización general… ¡Atención, atención!



            Kiros miró con sorpresa a la joven, ella le devolvió esa misma expresión. Al fin él sentenció con una mezcla de resignación y pesar.



-Tengo que ir. Y por primera vez en mi vida no quisiera acudir a un llamamiento para el combate porque eso significa dejarte. Pero es mi deber.

-Lo sé.- Asintió ella.-

-Por favor, espérame.- Le pidió el chico.-

-Lo haré.- Le prometió entrelazando sus manos con las de él.- Ahora sé que lo haré.



Y no sin sentirse consternado por tener que dejarla aunque con una esperanzada sonrisa el saiyajin tuvo que levantarse y vestirse a toda prisa. No quiso salir sin antes darle otro beso en los labios a la joven que lo encajó pensativa.  Por su parte Maggie se quedó ahí, en la cama, sin saber qué hacer. Aunque no tardó en vestirse a su vez. Posiblemente fuera necesaria su presencia en el centro médico. De este modo, junto con el resto de la tripulación, los dos se dispusieron a enfrentar esa nueva emergencia.




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