De
este modo, junto con el resto de la tripulación, los dos se dispusieron a
enfrentar esa nueva emergencia…
-Empieza
un nuevo capítulo de mi vida. No traeré
más dolor para nadie. Y lo haré especialmente por ti, Gloria, y también
por mí.- Se dijo Maggie.-
Y
al igual que Kiros, salió decidida escuchando la incesante alarma. Siendo
testigo de cómo toda la nave era un hervidero de actividad..
-¡Movilización
general, todos a sus puestos! - Había ordenado el contralmirante.-
Con la presencia del capitán Smith y de los comandantes Enset y
Simmons en el puente, el veterano jefe de la misión decidió que ya era hora de
pasar al contrataque. El motivo fue el informe que su ahora segundo al mando,
Smith, le transmitió.
-Señor,
hemos localizado el planetoide que figuraba en las cartas astronómicas. Clave
zulú, kilo, bravo,
ocho.
-Muy
bien. ¿Está usted absolutamente seguro, capitán?- Le interrogó su superior.-
-Afirmativo,
señor.- Sentenció el interpelado.-
-Muy
bien, en tal caso, ¡Zafarrancho de combate! ¡Movilización general! - Ordenó
Hazzar.- Quiero a todos los cazas y pilotos disponibles.
Así fue. Las alarmas sonaron y todo
el personal se puso en acción. Susan, Olivia, Jane, Tracer,
Mullins, Marcus y el resto de los pilotos acudieron con presteza a sus puestos
de combate. Los aviones estaban siendo preparados a contrarreloj, armados por
completo con los más poderosos misiles, llenados sus depósitos de combustible y
las baterías de ataque de energía láser.
Sin embargo, antes de abordar sus aparatos, fueron reunidos por escuadrillas.
Enset llegó de inmediato para dirigir la suya. Al entrar, se dirigió a Jane que
le escuchó con estupor.
-Teniente
Gray. De acuerdo a los servicios que ha prestado y con la autorización del
contralmirante
Hazzar,
queda ascendida a Teniente Mayor. Con todos los derechos, deberes y privilegios
que ello conlleva. Jure su nuevo cargo.
La estupefacta oficial apenas podía
creerlo, de todos modos enseguida reaccionó para replicar levantando una mano
con la palma frente a su superior.
-Juro
que cumpliré las obligaciones de mi nuevo rango con lealtad al UNISON y a las
Naciones Unidas, obedeceré las órdenes justas de mis superiores y seré justa a
mi vez con mis subordinados.- Declaró una emocionada Jane.-
-
Muy bien, - aprobó Enset con el ruido de fondo de los aplausos del resto de los
pilotos.- Mayor
Gray,
usted dirigirá la escuadrilla Granate dos.
-A
la orden, señor. Gracias señor.- Pudo decir ella con visible alegría.-
-Elija
segundo o segunda al mando.- Remarcó esto último Enset.-
La joven esbozó una sonrisa de
satisfacción señalando a la a su vez perpleja teniente Hunter.
-En
tal caso, teniente segunda Susan Hunter, la asciendo a primera teniente. Jure o
prometa su nuevo rango y acompañe a la mayor Gray.
La interpelada no perdió ni un
instante en obedecer. Y tras repetir la fórmula que anteriormente emplease su
superiora, añadió saludando.
-A
sus órdenes, señor.
-Muy
bien, damas y caballeros.- Declaró en voz alta Enset, ahora para arengar a
todos los suyos.- Ha llegado el momento que estábamos esperando. El enemigo va
a recibir al fin su merecido. Y se lo vamos a dar juntos. Partiremos en misión
de ataque y bombardeo. Salgan ahí fuera con decisión y piensen en que cada
misil, bomba o disparo de láser que hagan, será por la memoria de los caídos y
asesinados por ese canalla llamado Gralas. Ese maldito criminal espacial. Él
está ahí, en el objetivo. Junto con todos sus esbirros. ¿Están listos para
castigarle como se merece?- Preguntó con entusiasmo.- ¡Por la Tierra y el
UNISON!
-¡Sí
señor!- Exclamaron a coro prácticamente todos.- ¡Por la Tierra y el UNISON!
No obstante, Tracer no lo hizo. El
joven pensaba con pesar que aquello, por justo que fuera, no dejaba de ser una
mera venganza. Tenía fresca en la memoria las batallas que libró a bordo de la
SSP- 1. Y aún más recientemente la confesión de su novia. Se vieron al día
siguiente de esa fallida revuelta. Ella no parecía estar muy dispuesta a
hablar. Al fin, tras insistir en que la encontraba rara, ella le confesó.
-Soy
un monstruo, Rick. No soy mejor que aquel metamorfo.
-¿De
qué hablas?- Quiso saber él, posando con delicadeza las manos sobre los hombros
de la angustiada chica.-
-Esa
criatura, la que adoptaba la apariencia de cualquiera. Verás…se hizo pasar por
Keiko y yo, estaba llena de rabia por el daño que había causado ¡Traté de
matarlo! Cuando le vi, quise inyectarle un suero especial. ¡Le odiaba Rick!
Odiaba todo lo que nos había hecho. Luego supe que él tampoco tenía alternativa.
¡Ni ningún sitio a donde ir! No sé qué me sucedió. Solamente deseaba vengarme.
Hacerle cuanto más daño pudiera, mejor.
-Escúchame,
Pennie.- Pudo responder él, impactado todavía por semejante confesión.- No eres
ningún monstruo. Eres humana. Solo estabas asustada y furiosa por tantas
muertes injustas. A mí me sucede lo mismo. Cuando tuve la ocasión también deseé
hacer pagar al enemigo todo el daño que nos había hecho. Y lo sigo queriendo…
-Pero
es que yo…- Sollozó ella.- Realmente no me arrepiento de eso, y es precisamente
lo que me aterra. Sé que lo volvería a hacer. Se supone que soy una científica
que trabaja por el bien de la humanidad. No para crear armas mortales contra
nadie. Por muy enemigos que sean.
-¿Armas
mortales?- Se sorprendió el chico mirándola ahora con asombro y temor.- ¿A qué
te refieres?
Quizás su novia se percató de que
había dicho demasiado. Ahora mostró temor en su semblante cuando movió la
cabeza.
-Es
mejor para ti no saber nada.
-¡Maldita
sea!- Exclamó él.- No puedes dejarme así. ¿Qué armas?
Y al observar la mirada de los ojos
de su novio, la muchacha finalmente se derrumbó.
-Me
ordenaron desarrollar una serie de compuestos, de los que ese suero contra el
metamorfo era el menos peligroso de todos.- Suspiró ella entre sollozos.- Los
demás no son mortales para los humanos, pero sí para…
-¿Para
quién?- Le inquirió el chico.-
-He
recreado ese virus tan peligroso que casi acabó con Leval.- Gimió ella con voz
queda.- Es nuestra mejor baza contra los saiyajin.
-¿Qué?
¿Te das cuenta de lo que dices?- Exclamó un horrorizado Tracer.- ¡Eso podría
matar a Kiros!
-Lo
siento. Pero después de ver de lo que son capaces si se volvieran en nuestra
contra, no tuve opción. Contestó la destrozada joven.- Fueron órdenes directas
del contralmirante. Como sabes esta misión es militar. La autoridad civil está
subordinada a ella.
Eso era verdad. A diferencia del
viaje en la SSP-1 en el que coexistían dos autoridades
diferentes,
militar y civil, con autonomía, salvo en el caso de estar bajo ataque o de
proclamarse algún emergencia. Pero aquí, era el contralmirante la suprema
autoridad en ambos lugares, en cualquier momento podía dar órdenes que
afectasen al pasaje civil de modo directo. Y eso lo supo Penélope desde el
primer momento en el que se embarcó. Así como también lo sabían Tracer y todos
los tripulantes o pasajeros a bordo. Aunque lo que el chico no podía ni
sospechar era algo como eso.
-¿Y
las demás? ¿Saben esto? ¿Lo sabe Keiko?- Preguntó él.-
-No,
ninguna sabe el verdadero alcance de los experimentos y de nuestros trabajos.-
Repuso Penélope.- Solamente yo, como jefa del grupo. Además de esos compuestos
contra los saiyajin le pedí a Giaal informes detallados sobre otras especies.
Creo que él sospechó cuales eran los objetivos reales detrás de esas
peticiones. Pero finalmente accedió a proporcionármelos.
-No
puedo creerlo de ninguno de los dos. ¡Ni de él, ni de ti!- Espetó el joven,
llevándose las manos a la cabeza.- ¿Cómo habéis sido capaces de algo así?
¿Y
qué querías que hiciera?- Estalló su novia ahora con un enfado producto de la
frustración que también había estado conteniendo.- ¿Negarme a obedecer? ¿Acaso
te niegas tú, cuando recibes una orden de tus superiores?
Tras unos tensos momentos de
silencio, Tracer al fin se giró dándole la espalda a la chica, para luego
volver a mirarla y tratar de sonar más conciliador.
-No,
no me niego. Lo siento, Pennie. Tienes razón. Lo lamento. Sería un hipócrita si
os culpase. No soy mejor que ninguno de vosotros…
Y tras un momento de incómodo silencio,
la científica volvió a tomar la palabra abrumada por el pesar.
-Yo…,
yo siempre quise ayudar a todo el mundo. Creía en el proyecto de las Fairy
Five. Estaba
orgullosa
de pertenecer a él y de liderarlo.- Sollozó la deshecha joven.- Y ahora siento
que lo he corrompido. Que si, el doctor Tomoe o Kaori me vieran, se
avergonzarían de mí. Que no me perdonarían el que haya obligado a su hija a
tomar parte en esto…
-¡Basta,
por favor! - Le pidió un consternado Tracer alegando con renovada decisión.-
Escúchame Penélope. Tú no eres culpable de nada de eso. Ninguno tenemos la
culpa. Las cosas son así. Es luchar o morir. Se trata de ellos o nosotros. Es
el futuro de la humanidad o su destrucción. ¿Me oyes? Estamos en esta situación
porque el destino así lo ha dispuesto y jamás permitiré que te tortures por
cumplir con tu deber. Si lo hiciera, yo tampoco podría dormir. Sobre todo
sabiendo todo lo que he tenido y lo que aún tendré que hacer para cumplir con
el mío.
La muchacha fue capaz de asentir,
parecía encontrarse mejor. Tracer entonces agregó con tono dubitativo.
-Pero
esto debo decírselo a Kiros. Al menos que esté alerta. No sé qué hacer. Sé que será una
información
clasificada. No quiero ponerte en riesgo.
-¡Al
diablo con el riesgo!- Contestó su novia, sonando convencida a su vez.- No
permitas que le
ocurra
nada malo por mi causa. Aunque eso me costara la cárcel o mi carrera.
-Tampoco
iba a dejar que eso sucediera, Pennie.- Repuso afectuosamente él.-
La joven sonrió pese a sollozar
abrazándose a su novio. Tracer la estrechó en aquel abrazo como si no quisiera
soltarla nunca. Aunque pensaba, de hecho meditó mucho sobre aquello. Ahora,
listo para abordar su caza varitech, se decía.
-No
sé si esto merece ya la pena. Únicamente nos centramos en la destrucción y la venganza. ¿En qué lugar ha quedado todo
lo demás?
Entre tanto su novia estaba sumida
en sus propios pensamientos. Habían salido del laboratorio y protegido los
experimentos tras la cámara acorazada, como era preceptivo en situaciones de
alerta máxima. Ahora, junto con Mei Ling y Keiko, se dirigieron hacia una zona
protegida. Junto a ellas, también Caroline y Melissa, también Scott y el doctor
Adams hicieron acto de presencia, además de otras muchas personas. Curiosamente
la doctora Prentis estaba con ellos, no en calidad de científica sino de
maestra. Tras la detención de esa agente de Gralas se hizo cargo de los críos.
De hecho, no había nadie más disponible y al ver aquellas caritas entre el
miedo y el desconcierto de esos pequeños se brindó voluntaria para cuidarles.
-Quizás
pueda traer de vuelta a la vieja Melissa, la maestra que era feliz únicamente
con el cariño de sus alumnos. Y con darle a su vez su afecto. - Pensó con una
mezcla de nostalgia y esperanza.-
Por
ello, cuando estaba dándoles clase y sonó la alerta quiso evitar que el pánico
volviera a adueñarse de los niños al tener que entrar otra vez en un refugio.
Aunque en esta ocasión hubo
suerte,
el bunker era esa gran sala, muy bien iluminada y acondicionada esta vez, con todo
tipo de pertrechos. De hecho, al verla Melissa tuvo una idea.
-¡Les
diremos a los niños que esto es una gran fiesta!- Propuso con tono jovial a sus
atónitos
amigos.-
Una fiesta para anticipar la celebración de la Navidad.
-¡Me
parece estupendo!- Se apresuró a convenir Ginger quien, junto con su hijo Dean
y Clarisa, estaba allí también.- Hemos traído varios droidos con comida e
ingredientes. Podemos hacer tartas aquí. Esto está muy bien equipado.
-Hasta
hemos conseguido un horno portátil entre otros elementos de cocina.- Añadió la
rubia camarera al hilo de lo que su jefa y amiga comentaba.-
Aunque se llevó una sorpresa al ver
a Scott. El joven no estaba en su silla de ruedas. Por el contrario se hallaba
de pie, enfundado en aquel traje tan impresionante. De hecho, muchos niños se
aproximaron hacia él con visible curiosidad a verlo más de cerca.
-¡Qué
chulo!- Exclamó un crío de seis años.-
-¡Cómo
mola!- Agregó una niña de unos siete.-
-¿Te
lo has hecho tú?- Quiso saber un pequeño de siete años también.-
-Me
han ayudado mis amigos.- Repuso un divertido Scott.- Y vuestra señorita
Melissa.
Entonces casi todos los pequeños le
pidieron a la seño un traje como ese. La pobre doctora Prentis no supo que
decir, aunque el resto de los adultos se rieron divertidos.
-Más
adelante ¿quién sabe?- Sonrió Melissa a su vez, aprovechando eso sí para dar
consignas a los críos.- Si sois buenos…
Por supuesto que sus pequeños
alumnos y alumnas así lo prometieron.
-Pues
iros quedando por aquí, sentaditos en las sillas que enseguida vamos a
merendar.- Le sonrió su maestra.-
-¡Siii!
– Corearon los entusiasmados niños.-
Ginger no pudo evitar reír al ver
semejante entusiasmo infantil, mientras tanto dejó a Dean jugando con ellos y
se dispuso a preparar unas tartas ayudada por Clarisa. Caroline se ofreció muy
amablemente a echarles una mano. Su esposo también estaba allí. Ernie demostró
ser un buen pinche de cocina, cosa que ni Penélope, ni Keiko, ni Melissa,
podían decir. Aunque la doctora Winters tenía la mente puesta en otra parte.
Keiko se aproximó sonriendo y tratando de animarla, al margen del bullicio que
se había creado con los niños y los preparativos.
-Estarán
bien. Estoy segura. Tracer y los demás.
-Sí.-
Asintió su interlocutora que no parecía demasiado convencida.-
-Debes
tener confianza.- La alentó la pelirroja.-
-Gracias
Keiko.- Sonrió al fin Penélope.-
-También
estoy preocupada por Kiros.- Le confesó la chica.- Hace días que no le veo. Es
como si hubiera estado tratando de evitarme.- Añadió con tono entre apenado y
sorprendido.-
Y ante la atenta mirada de su jefa y
la de Melissa, que aprovechó que sus alumnos estaban jugando entre ellos para
acercarse a sus compañeras, la muchacha les contó.
-Es
muy raro. Tampoco he podido ver a Maggie. Creo que estaba muy ocupada. La
llamé, y me dijo que no podía quedar. El caso es que deseo aclarar las cosas.
Me siento realmente confusa.
-Supongo
que eso de ir las dos por el mismo hombre es complicado.- Comentó ingenuamente
Penélope.-
Keiko sonrió fugazmente. ¡Si su jefa
supiera cuál era la realidad! Eran Kiros y Maggie los que iban tras de ella.
Aunque entonces Melissa intervino para echarle una mano.
-Es
natural. Hemos estado sometidos a muchísima presión. Tanto el mayor como esa
enfermera habrán estado muy ocupados. Tendrán que descansar. Dales tiempo.
A poca distancia, Mei Ling escuchaba
aquello. Le parecía realmente extraño, sí. Si esa
jovencita
no había quedado con Maggie. Ella misma no había visto a su exnovia. Lo que de
una manera o de otra estaba muy claro era que su relación se había terminado.
-Pese
a todo, no quisiera que terminásemos así. Viendo tanta muerte y dolor, es
absurdo.- Pensaba consternada.-
-¡Mei
Ling!- La animó entonces Caroline.- Anda, échanos una mano con las tartas.-
La oriental fue a atender aquel
requerimiento. No es que fuera una gran cocinera pero algo sabía. Siendo hija
única aprendió a ayudar a su madre. Aunque pronto tuviera que irse fuera a
estudiar. Ahora no pudo evitar recordar a sus padres. Más cuando miraba a todos
esos críos, jugando felices y relajados. Así fue ella hacía mucho tiempo.
-Era
una buena hija, la ideal, me decían. Y ahora ¿Qué soy? Una paria. Sin
posibilidad de regresar a casa, para no cumplir con lo que se espera de mí.
Aunque…¿por qué no?...a fin de cuentas, no he sido muy afortunada que digamos
en el amor. Si al menos cumpliera con esa obligación, mi familia me querría y
no me sentiría tan culpable. Pero, por otro lado, no creo que fuera capaz de
soportar el matrimonio con un hombre. Tendría que hablar con Zhao y tratar de
explicarle…
-¡Ey
Mei! ¿Te encuentras bien?- Insistió la tejana, que parecía mirara ahora con
preocupación.-
La
interpelada salió entonces de sus pensamientos. Suspiró y quiso apartar aquello
de su cabeza.
-Sí,
claro. ¿En qué puedo seros útil?- Quiso saber.-
-Ayuda
a Ginger.- Le encargó Caroline.-
Así
lo hizo. Mientras Clarisa iba poniendo una larga y nutrida mesa para los niños
y los mayores. En aquel momento en esa sala estarían reunidas alrededor de
treinta personas. La camarera se
asombraba de lo confortable que se estaba, no tenía la menor idea de cómo había sido diseñada esa enorme nave. Así se
lo comentó a Scott que ahora se acercaba con pasos lentos y cortos, y es que el
muchacho estaba adquiriendo pericia en el uso de ese exoesqueleto que tanto
trabajo le costase desarrollar. Para él era increíble ver el mundo desde una
perspectiva bípeda. Aunque puesto en pie tampoco era excesivamente alto para un hombre. Quizás como
su amiga Sandy, quién pese a todo, sí tenía una estatura notable para una
mujer. Suspiró al pensar en ella. ¡Qué estaría haciendo! Por lo menos, lo que
le contó el doctor Ginga le alegraba. Su amiga era muy apreciada por aquellos
que la rodeaban. Algunos incluso conocían su secreto. Lo mismo que él. No
obstante, ahora salió de esas reflexiones al escuchar la voz de Clarisa.
-No
puedo ni imaginar lo inteligente que hay que ser para construir esta nave.
Tantas cámaras y habitaciones. Estos refugios…
-Sí,
esta sala es una de las especialmente diseñadas como bunker de supervivencia. –
Le explicó amablemente el chico.- Las hay distribuidas por docenas en toda la
nave.
-¿Y
estaremos seguros aquí?- Inquirió la camarera con cierto tono de temor.-
-Es
el lugar más seguro. Blindado contra radiación y con filtros de aire y agua.-
Le contó Scott.- Es espacioso y está diseñado para poder vivir en caso de
emergencia. Incluso en el supuesto de que el resto de la nave fuera destruida.
En otra parte de este sitio hay hasta literas.
-Solo
espero que todos podamos estar a salvo. Sobre todo los niños.- Comentó Clarisa
ahora con más preocupación, en tanto los dos miraban al pequeño Dean.- A su
edad lo único que deberían estar haciendo es jugando y aprendiendo. No sufriendo
ataques.
Scott asintió. Estaba totalmente de
acuerdo. Y cuanto más escuchaba a esa muchacha más atraído hacia ella se
sentía. Era buena persona además de guapa. La chica a su vez observaba con
admiración a ese muchacho. Inteligente y amable. Un poco tímido quizás. Pero capaz de haber inventado ese traje tan
extraño que hasta le permitía superar su parálisis en las piernas.
-¡Sois
todos unos genios! - Declaró ella con franca admiración, matizando.- Tanto tú,
como la doctora
Prentis,
la doctora Winters…
-Bueno,
hemos estudiado durante años. Y nos gusta lo que hacemos. No es nada de
particular.- Adujo modestamente él.-
Clarisa sonrió de forma luminosa, y
eso a Scott le pareció realmente maravilloso. A su pesar debió de ruborizarse
porque la chica volvió a sonreír, estaba vez divertida. Aunque no se dijeron
nada más. La voz de Keiko les sacó de esa conversación. Y es que la joven
pelirroja se había ofrecido a cantar algo.
-Mi
talento en la cocina no es precisamente algo de lo que pueda sentirme orgullosa.-
Comentó pocos minutos antes a Caroline.-
-Pero
tu voz sí.- Repuso la tejana, proponiéndola.- Anda, canta algo para todos. Esto
es una fiesta, recuérdalo.
Y la muchacha convino en ello. ¡Cómo
no! Ginger no se había olvidado de traerse una versión portátil de su inefable
karaoke. De modo que la artista no tardó en deleitarles a todos con algunas
tonadas.
-Por
un momento, esto parece realmente una celebración.- Pensaba Penélope queriendo
creer con un leve destello de esperanza.- ¡Ojalá que sea el preludio de una
verdadera!
Entre tanto, en otro refugio, cerca
del centro médico, Giaal, Maggie, el doctor Lester y James, junto con Erika y
algunos pacientes, aguardaban. Fue sonar la alerta y dirigirse de modo ordenado
allí. La situación había estado tensa desde un principio, las dos mujeres
estuvieron tratando de evitarse. Lester había abroncado anteriormente a Marek
en cuanto ella regresó al día siguiente a su turno. La joven lo recordaba
ahora. Fue entrar y toparse con su jefe.
-Buenos
días, doctor.- Musitó bajando la cabeza con evidente bochorno.-
-Haga
el favor de seguirme a mi despacho ahora mismo, señorita Marek. - Le espetó él
por todo saludo.-
Erika obedeció sumisa. Desde luego
que no se arrepentía de todo lo que le hizo a esa zorra de Kendall. Sin
embargo, nadie más tenía culpa de eso y el espectáculo que dio en el centro de salud fue deplorable.
Estaba más que dispuesta a asumir su responsabilidad por ello. Con todas sus
consecuencias. De camino hacia el despacho de su jefe vio llegar también al
doctor Ginga. Él se la quedó observando pero con una mirada de pesar. Después
retomó su rumbo alejándose hacia el dispensario. Al fin, la muchacha entró tras
su jefe. Éste ni tan siquiera la invitó a sentarse, haciéndolo, eso sí, él
mismo y declarando con tono severo.
-Ni
conozco, ni tampoco me importan sus motivos para actuar como lo hizo el otro
día, señorita Marek. Sepa que, en otras circunstancias habría procedido a
despedirla de inmediato. No obstante, andamos muy escasos de personal médico.
Por ello continuará en su puesto.
-Gracias
doctor.- Musitó ella sin levantar la vista.-
El veterano jefe médico se levantó
ahora para afirmar con tono bastante cortante.
-Un
comportamiento similar al de ayer, o simplemente una mera palabra que incite a
otro enfrentamiento con su compañera y no me preocuparé de si nuestro personal
es exiguo o no. Será fulminantemente despedida. ¿Me he expresado con la
suficiente claridad?
-Sí,
señor.- Musitó la joven, sin atreverse aun a mirarle.-
Lester pareció modular el tono y
mostrarse más conciliador para rematar.
-La
verdad, no lo esperaba. Tanto usted como la señorita Kendall son buenas
profesionales. Me costa que les gusta su trabajo. Como ya le he dicho.
Desconozco qué problema pueda existir entre ustedes, y no me interesa. Simplemente
apárquelo fuera de este centro médico. No tiene por qué ser amable con ella, ni
socializar. Pero observe el mínimo protocolo de cortesía profesional. Y bajo
ninguna circunstancia permita que su mutua enemistad ponga en riesgo la salud o
el bienestar de ningún paciente.
Erika solamente fue capaz de asentir
rápida y levemente. Estaba ansiosa por salir de allí. Así pareció entenderlo su
superior, al concluir.
-Ahora
vuelva a su trabajo.
La joven salió y en efecto, atendió
a varios pacientes. Al cabo de un par de horas justamente entraba Maggie. Y
cuando lo hizo, Erika no le dirigió ni una mirada. Su compañera por supuesto
que hizo lo propio. Ambas trataron de evitarse. Ya era mala suerte que aquel
día tuvieran turnos solapados. Pero con todo el desbarajuste previo, aún no
había rediseñado los horarios. En eso pensaba cuando el doctor Ginga se
aproximó.
-¿Sí,
doctor?- Le preguntó Marek tratando de sonar cordial.-
Sabía que ese hombre se llevaba bien
con Maggie. Sin embargo, nada tenía que ver con el conflicto que las
enfrentaba. Y además, siempre fue agradable con ella. Aunque en esta ocasión
lucía un gesto más serio y preocupado, eso a pesar de tutearla, cosa que nunca
había hecho antes.
-Me
gustaría hablar contigo,- Le pidió el médico.-Si no tienes inconveniente.
-Me
va a reñir lo mismo que el doctor Lester.- Comentó la joven con tono
resignado.- Lo merezco. Estoy avergonzada por el espectáculo que di delante de
usted y de esa oficial. Pero no por lo que hice.
-No
voy a reñirte, - replicó amablemente Giaal.- Solamente quiero comprender. Tengo
la versión de Maggie, pero no la tuya.
-Se
la daré con mucho gusto.- Contestó una ahora molesta Erika.- No dejaré que esa
perra le envuelva con sus mentiras, doctor.
Su interlocutor no respondió a eso.
Entraron en una sala en donde se ubicaba la cámara de incubación. La joven no
pudo evitar mirar algo que se perfilaba en el interior de la misma. De hecho,
esa cámara era la más grande que tenían. Interrogó con la mirada al doctor.
-Es
un paciente muy especial. Ya te contaré.
Pero ahora me interesa más oír esa versión tuya.
Y
así sucedió. Erika le contó todo lo que había pasado. Aunque tuvieron
que interrumpir el relato algunas veces para atender pacientes. De hecho, se
cruzaron con Maggie alguna que otra vez, ésta bajaba la cabeza consternada. Por
fortuna Erika no le dirigió la palabra. De ese modo, Giaal y la enfermera Marek
volvieron a esa sala una vez más. Al fin, cerca de acabar el turno, ésta
concluyó de contarle su historia. Durante unos instantes Giaal no dijo nada.
Estaba tomándose un tiempo para reflexionar. Al fin se volvió hacia su
interlocutora y declaró.
-Lamento
mucho lo que le sucedió a tu hermana. Fue algo realmente triste. No se debería
castigar así el amor.
-Ella
era muy buena persona, tierna, cariñosa, comprensiva.- Sollozaba ahora Erika,
tomada por la emoción al recordar.- Incluso en la cárcel, a pesar de las
vejaciones a las que fue sometida, sacó fuerzas y ayudaba a algunas otras
reclusas a estudiar. Daba clases de literatura. Al final, se fue ganando el
aprecio de las demás. Esas torturas cesaron. ¡Pero ya fue tarde! Le quitaron su
alegría de vivir, su ilusión por enseñar. ¡Su alma!- Gimió Erika llevándose las
manos a la cara balbuceando.- Cuando salió ya no pudo ejercer. Se vio condenada
a ir de un mal trabajo a otro. Acorralada, aplastada por la obligación de
cuidarnos y humillada por el desprecio de los que se enteraban de lo que
sucedió. Y mientras tanto, ¡esa puta presumida iba de ligue en ligue! -
Masculló con odio al final.-
Giaal
la confortó con un abrazo y quiso decir algo, aunque fue ella la que se
adelantó, enjugándose esas lágrimas.
-Ahora
me dirá que la venganza no me la va a devolver, que perdone y todo eso.
-No,
no te lo diré. Ya lo has hecho tú misma.- Repuso Giaal para remachar.-
Solamente te haré una sugerencia. Mira en los ojos de Maggie y comprueba si
ella quería o no a tu hermana
-Me
importa un bledo si la quería o no. ¡Por su culpa Gloria lo perdió todo!-
Estalló Erika.- Y yo la perdí a ella, y a mi madre después. Si esa zorra no
hubiera aparecido en su vida, nada de eso habría ocurrido.
El doctor Ginga guardó un momento de
silencio una vez más. Suspiró y mirando a la airada y dolida joven, afirmó.
-Y
tú nunca habrías sido enfermera, no hubieses salvado vidas aquí. Puede que
Maggie tampoco. Aquello fue terrible para ti, pero era el destino. Y cree lo
que te digo, también ella está destrozada. No sabía nada de lo que le pasó a tu
hermana. ¡Nada!
-Mi
hermana no le importaba. ¡Solamente fue otra más en su lista de conquistas! -
Escupió Erika afirmando con odio.- ¡Y jamás se lo perdonaré! Solo deseo que
sufra lo mismo que he sufrido yo. Que pase por el dolor de perder a sus seres
más queridos… ¡Que agonice temiendo eso cada día!
Tras unos instantes sin palabras
entre ambos, el doctor Ginga le dedicó una mirada de
reprobación,
moviendo la cabeza. Hasta que al fin sentenció con patente y consternada
decepción.
-No
sabes lo que dices, es la rabia la que habla por ti.
-Al
contrario, sé muy bien lo que digo.- Replicó ella, alegando.- Tuve mucho tiempo
para pensar en cuál sería la venganza más apropiada. Al principio quería
estrangularla con mis propias manos o coserla a puñaladas, pero luego me di
cuenta. Eso sería librarla de sus remordimientos, si es que tiene alguno. Y
convertirme en algo como ella. Por eso
pensé. ¿Qué mejor que darle a probar la misma copa de amargura que he bebido
yo? poco a poco, sorbo a sorbo…
-¿Para
que sufran más personas?- Inquirió Giaal, endureciendo ahora su tono para
contarle a la atónita Erika.- Como
Nelly, esa niña de apenas nueve años que Maggie sacó de las ruinas de la
escuela. Una cría cuya máxima ilusión era ser enfermera como ella. ¿Eso te hace
feliz? ¿Eso te alivia? ¿Saber que tu compañera lloró y quedó destrozada al ver
a esa niña muerta en sus brazos? ¿Qué intentó todo por salvar a otras personas
y fue en vano? ¿En eso consistirá tu venganza? Podrían matarme a mí o a otros
en esta nave a los que ella aprecia. ¿Te bastaría?
-¡Pues
claro que no! – Protestó la enfermera con indignación.- ¿Cómo puede pensar eso?
¿Cómo demonios cree que puedo alegrarme por la muerte de una cría? No quiero
que nadie inocente sufra. ¡Únicamente ella!
-Pues
lamento decirte que con la vía que has escogido eso es imposible. Para cumplir
tu venganza deberías sacrificar a personas que nada tienen que ver.- Arguyó
Giaal, añadiendo con pesar.- Y al final lo harías. Llegarías a decirte que es
algo inevitable. Dirías que todo es culpa suya. ¡Pero no sería así! ¡Tú serías
la única responsable!- Exclamó el doctor, para dar un largo suspiro y añadir ya
con más calma.- Si no quieres perdonar a Maggie por lo que pasó, esa es tu
decisión. No voy a pedirte que lo hagas. Pero si es cierto que no quieres dañar a otros, la
única manera que te queda de hacerle daño, si es que eso es lo que de veras
deseas, es sufrir tanto como ella. Recordar una y otra vez por todo por lo que
has pasado a fin de que tu odiado objetivo pueda hacerlo también. ¿Estás
dispuesta a eso? Castigarte tú para castigarla a ella, ¿es ese el único
objetivo que tienes en la vida?
Eso dejó a Erika sin palabras. Y en
su interior sabía que era cierto. Solamente el dolor y el odio tanto
tiempo mantenido en su corazón contra
esa chica la habían impulsado a llevar a cabo todo aquello. Y únicamente al tenerlos tan vivos pudo
transmitírselos. Sí, vio como Maggie quedaba horrorizada y se derrumbaba al
conocer el trágico destino de Gloria. Más cuando su interlocutor sentenció.
-Puede
que consigas hacer de su vida un infierno, pero ¿qué pasará con la tuya?
-La
mía lleva siéndolo desde que perdí a mi hermana y a mi madre.- Gimió la joven.-
Ya no puede empeorar.
-¡Entonces
haz que mejore!¡Sal de ese pozo! ¡No te obceques en una vendetta absurda!- Le
pidió enfáticamente Giaal tomándola con delicadeza por los brazos para
asegurar.- Tú no eres mala persona. Eso puedo verlo. Te gusta ayudar a los
demás. En eso eres igual que Maggie. Las dos queríais a Gloria, es otra cosa
que teníais en común.
Aunque la muchacha movía la cabeza
ahora con enérgica rotundidad, para resistirse a esas palabras en tanto
exclamaba con odio e indignación.
-No
diga eso. No me compare con ella. Yo no tengo nada en común con esa zorra.
¡Nada!
Su contertulio pareció tirar la
toalla, dado que la soltó y dándose la vuelta simplemente
dijo.
-Es
tu vida. Puedes destruirla, malgastándola por algo que desgraciadamente ya no
va a cambiar o tratar de rehacerla. Solo depende de ti.
Tras esas palabras el doctor Ginga
salió de la sala. La chica se tomó unos instantes antes de hacer lo propio. De
todos modos, miró una vez más hacia aquella incubadora. ¿Qué estarían
preparando en ella? Movió la cabeza, eso le daba igual. Al fin salió lista o al
menos eso creía, para atender a sus pacientes. A poca distancia estaba Maggie,
haciendo una cura precisamente a un niño. Kendall trataba de animarle con una
sonrisa y palabras dulces. Aunque al desviar la mirada y verla a ella su rostro
se ensombreció. Erika apartó su mirada, aquello no le proporcionaba ningún
consuelo, en eso al menos el doctor tenía razón. Aquel niño se merecía tener a
alguien amable y animoso atendiéndole, no a una persona destruida. Lo mismo que
cualquier paciente.
-No
te daré ninguna excusa, Kendall.- Pensó.- No cargarás sobre mi conciencia el
sufrimiento de otros.
Y casi como si hubiera sentido
aquellos pensamientos pareció incluso que, tras terminar de atender a ese crio,
su colega iba a acercarse a ella. Quizás quisiera comentarle algo relativo al
trabajo. En eso mantendría su palabra. Tal y como había pensado, no le daría
pretextos. Intercambiaría con esa pécora las palabras estrictamente necesarias
para poder llevar a cabo su tarea. De todos modos, no tuvo ocasión de
comprobarlo. En ese instante la alarma sonó.
-Debemos
evacuar e ir al refugio.- Les indicó Lester.-
Y allí estaban ahora, tratando de
acomodar a algún paciente con dolencias más serias. Todos trabajando y al mismo
tiempo esperando que nada malo les sucediera. Maggie, además de pensar en lo
ocurrido con Marek, no podía apartar de su mente la noche anterior. Había hecho
el amor con un hombre y disfrutado de ello. Quizás eso hubiese sido un simple
accidente. Las circunstancias la habían desbordado. Aunque la atracción física
existía. Desde que le conoció se había sentido muy extraña en su presencia. No
intimidada o amenazada. Aquello era realmente raro. Se daba cuenta ahora. Si se
hubiese tratado de disputarse a Keiko con otro hombre cualquiera, aquellos
sentimientos podrían haberse producido. Sin embargo, con Kiros era esa
sensación protectora la que la llenaba.
-Solo
espero que esté bien. Que vuelva sano y salvo. Como todos los demás.- Pensaba
con temor y al tiempo un atisbo de esperanza.- Sus compañeros, Tracer y esa
muchacha, Susan, la novia del doctor. Keiko, sus amigas, Mei Ling…todos.
¡Cuidaos mucho! No quiero perder a nadie más. ¡No lo podría soportar!
Y otra cosa que también le producía
zozobra. No habían podido sacar al ocupante de la incubadora. El doctor
Ginga se había encargado de todo ese
proceso y ahora solo restaba esperar a que terminase su ciclo de modo natural.
Por ello fueron incapaces de mover aquello de allí. Maggie estaba muy
preocupada. ¿Y si destruían el centro médico? Deseaba fervientemente que ese no
fuera el caso.
-Por
favor.- Musitaba cerrando los ojos a modo de plegaria, sin saber a ciencia
cierta a quién la dirigía.- Por lo menos permíteme que le devuelva la alegría a alguien. Dios, destino, karma,
lo que quiera que seas, si es que existes. No me hagas lo mismo otra vez.
Los pilotos por su parte estaban ya
abordando los cazas y tras dirigir un saludo militar al control de despegue
iban saliendo raudos al espacio. Kiros entre tanto se puso aquel traje especial
reforzado. También salió al exterior. Volaba tras los aviones que fueron
formando por escuadrillas. Eran un número realmente considerable.
-Aquí
líder de escuadrón Granate.- Se comunicó Enset que había salido con ellos.- A
todos los pilotos, revisen sistemas, carguen armas. Estén preparados para
coordinar el ataque a mi señal.
-Aquí
jefe de escuadrilla Granate uno. Recibido.- repuso Tracer.-
-Líder
de escuadrilla Granate dos, recibido.- Secundó Jane.-
Los otros líderes de escuadrillas
fueron respondiendo a su vez a sus respectivos oficiales al mando. El estado de
alerta y excitación era general. Estaban aproximándose a una especie de
planetoide que aparecía en el radar. Junto con ellos, la gran nave les seguía,
preparando sus baterías de plasma y cañones láser.
-Es
visible, señor.- Informó un oficial del puente a Hazzar.- Tiene un tamaño algo
menor que la Luna terrestre. Detectamos formas de vida.
-Muy
bien, capitán Smith, ordene a los aparatos que ataquen.- Replicó el
contralmirante.- Misión, buscar y destruir el objetivo. Después lanzaremos los
módulos de desembarco.
-
A la orden.- Replicó el interpelado.-
Las instrucciones fueron puestas en
conocimiento de los aviones. Estos empezaron a posicionarse en tanto llegaban a
la altura de aquel mundo extraño. Al principio no veían nada más que cráteres y
rocas. Sin embargo, al poco observaron unas torres que coronaban algo parecido
a un complejo de instalaciones. Enset no pudo evitar sonreír con expresión
triunfal en tanto ordenaba.
-Abran
fuego a discreción…
La voz de Keiko resonaba. Aquella
canción que interpretó dando valor a los pilotos y el resto de la dotación
volvía a escucharse por megafonía en toda la nave. Tanto fue así, que la propia
muchacha interrumpió las canciones que estaba desgranando a los niños y al
resto. Así, pudo oírla con los demás.
-Que
pongan tus canciones es la señal de que todo va a ir bien.- Quiso animarla
Caroline.-
Aunque su amiga no las tenía todas
consigo en eso. Por su parte, en el espacio y por los intercomunicadores de los
aviones todos pudieron disfrutar de ese tema. Y entre estrofa y estrofa,
misiles disparados por los aparatos alcanzaban sus objetivos destruyendo
torres, edificios y pistas de despegue. A pesar de ello, algunas naves enemigas
pudieron remontar para enfrentarse a ellos. Sin embargo, no tuvieron ninguna
posibilidad. Los atacantes las barrían con sus láseres o bien transformados en
modo varitech, jugaban al tiro al blanco.
-¡Vamos,
venid aquí, malditos!- Les desafiaba Olivia.- Os vamos a dar una buena
chingada.
-Que
no escape ninguno.- Animaba a su vez Jane.-
-No
pierdan los blancos y protéjanse en formación.- Les recordaba Enset.-
Tracer no fallaba ni un tiro, pero
no luchaba con el entusiasmo de sus compañeros. Lo único
que
deseaba era no perder a ninguno más. Y eso iba a ser complicado. El enemigo,
repuesto de la sorpresa inicial, comenzaba a responder el fuego con las
baterías que tenía en su complejo militar.
-Maniobra
evasiva delta ocho.- Ordenó Rick a los suyos.-
-Vamos,
señoritas, síganme.- Les pidió Jane a Susan y a Olivia.-
Las tres mujeres pilotos en
formación triangular fueron arrasando las posiciones desde donde surgían los
disparos enemigos. Para apoyarlas Mullins y Marcus, junto con dos pilotos más,
pasaron a modo varitech, aterrizando en aquel planetoide. Disparaban sus
fusiles barriendo a cualquier nave o elemento adversario que tratara de
acercarse.
-Adelante.
Continúen así.- Les animó Enset quien, con otros seis aparatos, volaba para
enfrentarse a cualquier nave rival.-
-Les
hemos tomado totalmente desprevenidos. Esto no lo esperaban.- Exclamó
triunfalmente Olivia.- ¡Les vamos a balacear hasta dejarles como coladores!
-Adelante.
¡Fighter Ladies! - Las arengó Jane.-
-Me
gusta ese nombre.- Aprobó Susan.-
-¡Una
nueva escuadrilla ha nacido! - Declaró Olivia con emoción.- Para todas las
mujeres luchadoras y en memoria de Celia, y de todas las que dieron sus vidas
por servir en la fuerza aérea.
-Cuente
con ello, alférez, si cumplimos con la misión y volvemos de una pieza, hablaré
con el contralmirante.- Intervino Enset.-
Y espoleadas por esa promesa, las
chicas redoblaron sus esfuerzos por destruir al enemigo. En el puente de mando
todo eran expresiones de satisfacción. Al menos habían logrado el objetivo.
Tomar completamente por sorpresa a su odiado enemigo. Esta vez las tornas se
habían cambiado y, de ser el invasor, Gralas había pasado a ser el invadido. En
los cuarteles del extraterrestre cundía la confusión y la alarma. El propio
tirano estaba encerrado con algunos de sus lugartenientes.
-¡Haced
algo!- Les exigía con nerviosismo aquella especie de retaco con dos pares de
brazos y ojillos llenos de crueldad.- ¿Por qué han llegado hasta aquí? ¿Cómo es
posible que no les hayamos detectado?
-Lo
hicimos, amo Gralas.- Repuso un apurado alien con tres cuernos sobre la cabeza y
cola.- Pero nos enviaron el código de la victoria. Pensamos que habían tomado
esa nave. Por eso no se dio la alarma.
-¡Sois
unos inútiles!- Estalló el tirano, para dirigirse a un tipo enorme y calvo que
permanecía con gesto impasible y cruzado de brazos.- Tú y tus guerreros sois la
única esperanza que nos queda.
-Mi
pareja está en ese asteroide. Supongo que habrá muerto.- Comentó el aludido.-
En cualquier caso, tendré mi venganza. No temas. Les destruiré. Nadie en esa
patética nave humana podría hacerme frente.
Gralas pareció alegrar esa mezquina
expresión que lucía en su arrugada cara y declaró más aliviado.
-Sabía
que podía contar contigo. Me alegra haberos albergado cuando os expulsaron tan
injustamente de vuestro planeta.
-Un
día retornaremos para terminar lo que comenzamos.- Sentenció aquel tipo que,
dirigiéndose a algunos de los suyos, les ordenó.- ¡Vamos! Tenemos que
exterminar a esos malditos humanos.
Y salieron raudos de allí, Gralas
esbozó entonces una siniestra sonrisa de triunfo…Ante él entonces, una extraña
silueta cubierta por un largo sayal y que portaba un gran libro de tonos
burdeos, apareció.
-Excelencia.-
Pudo decir el alien con un tinte respetuoso inédito en él.- Me alegro de veros.
¿Qué debo hacer?
-
Nada por ahora.- Retumbó una voz gutural.- Que tus tropas combatan al invasor.
-¿Cómo
es posible que me hayan encontrado?- Se atrevió a preguntar Gralas.-
-Era
algo que debía suceder. Tienes todavía un papel que desempeñar.
-Ya
os entiendo. En cuanto les derrote podré atacar ese mundo nuevo.- Se sonrió
pérfidamente el tirano.- Gracias, Excelencia.
Aquel ente no replicó esta vez,
simplemente se desvaneció. Gralas entonces pensó con regocijo.
-Esos
saiyajin me otorgarán la victoria. Cuando acaben con los humanos, a ver cómo
les sienta a esos idiotas de Serenity y Endimión y a ese animal de Lornd…
Entre tanto Kiros llegó a la
superficie de ese planetoide. Comenzó a disparar rayos de energía para cubrir a
sus compañeros, destruyendo todas las baterías antiaéreas que veía. Al poco y
junto a él, un par de varitech, pilotados por Tracer y Mullins, se le unieron.
Posándose en el suelo.
-Debemos
encontrar una entrada.- Les dijo el saiyajin por el intercomunicador.-
-Paso
a hacer lecturas de infrarrojos.- Repuso Mullins.-
Tras unos instantes escaneando
aquella superficie Tim les informó.
-Superficie
compuesta de una aleación de metal y granito, con piedra magmática enfriada.
Existe un blindaje de dos metros de espesor, aunque he detectado una zona con
menor grosor. A unos doscientos metros al este de esta posición.
-Iremos
allí.- Terció Tracer que pasó a una frecuencia segura para comunicarse con el
saiyajin.-
Tengo
que decirte algo, amigo. Debes tener muchísimo cuidado.
-¿Qué
sucede?- Quiso saber el interpelado.-
Y Rick le puso al corriente sobre lo
que Penélope le había confesado. El joven escuchó aquello con incredulidad,
aunque enseguida contestó.
-Lo
comprendo. Vosotros debéis jugar todas vuestras cartas. No temas, sabré
cuidarme. Gracias por la advertencia.
-No
hay de qué, eso es lo que hacen los amigos.- Repuso Tracer con mejor humor al
agregar.- Eso e invitar a unas rondas cuando todo termine bien. De momento
guárdate esto.- Añadió lanzando un pequeño frasco por una tobera.-
Kiros lo atrapó al vuelo, mirándolo
con curiosidad.
-¿Qué
es?- Quiso saber.-
-El
antídoto. Cuando Pennie me lo contó enseguida se lo dije a Giaal. Él tenía
preparado esto desde la vez que Leval sufrió esa enfermedad.
-Es
un honor que hayáis pensando en mí para compartir la cura de todo un príncipe
saiyajin.-
Agradeció
el joven.-
-¡Déjate
de discursos altisonantes y págate unas rondas luego! - Rio Tracer tratando de
desdramatizar aquello.-
-Cuenta
con ello, amigo.- Contestó amablemente
el joven saiyajin, para pedirles ya a todos.- Ahora necesitaré un poco de
cobertura.
-Eso
está hecho. ¡Escuadrilla Granate uno! ¡Disparen contra cualquier blanco
próximo! - Ordenó Tracer a los pilotos que iban llegando para reforzarles.-
Así lo hicieron de inmediato,
abriendo fuego para eliminar cualquier oposición los robots que se iban
posicionando junto a su líder de escuadrilla cubrieron al guerrero del espacio.
Kiros pudo llegar a un lugar donde el blindaje era menor y preparó un ataque. Concentrando
energía disparó un rayo con el que trazó un círculo. Al fin abrió una brecha.
-¡Adelante!-
Arengó en tanto se introducía en el interior de la base enemiga.-
Los varitech eran demasiado grandes
para entrar, no así los comandos de intervención que habían partido del
asteroide tras las escuadrillas de aviones. Protegidos por los pilotos de
combate varias lanzaderas con soldados del cuerpo de infantería de marina iban
aterrizando en aquella plaza enemiga y desembarcando sus tropas. Poco a poco se
fueron colando por el agujero abierto por Kiros. El capitán que los mandaba
enseguida se aproximó al saiyajin.
-Aquí
estamos señor. ¿Mantenemos posiciones?
-Ustedes
aseguren este perímetro y ocúpense de ir tomando los lugares claves. Hay que
inutilizar todas sus medidas de defensa.- Le ordenó Kiros.- Coloquen una
escotilla para sellar toda la zona y comprueben si el aire es respirable con
filtros.
El oficial saludó repartiendo las
preceptivas instrucciones a sus hombres. El guerrero del espacio fue avanzando.
Era importante comprobar si la atmósfera de aquel sitio era compatible con las
formas de vida humanas. También estaba el peligro de que el enemigo liberase
virus o agentes de guerra biológica o química. Para evitarlo tendrían que ser
rápidos e inutilizar todos los sistemas. Ahora el saiyajin recordaba una de las
conversaciones secretas que mantuvo con el almirante una vez leyó las
instrucciones que le dieron sus soberanos.
-Señor,-
se cuadraba Kiros al llegar al despacho de Hazzar.- Tengo que comentarle las
órdenes que me han transmitido mis monarcas.
-Muy
bien, mayor.- Convino su superior.-
-Mi
misión principal es la de buscar y neutralizar a todos los traidores de mi
mundo y acabar con el tirano conocido como Gralas. Acorde con los informes
recibidos por mis soberanos, éste se oculta en una base sita en un planetoide
en el camino hacia el mundo conocido en clave como Nature.
-Sí,
lo sabemos.- Admitió su interlocutor.- Y tengo órdenes del alto mando del
UNISON: En cuanto encontremos al enemigo la misión será la de neutralizarle por
completo, sin importar los medios.
-Queremos
lo mismo entonces.- Sonrió Kiros, para remachar.- Ese monstruo es una amenaza
para nuestros dos planetas y el resto de la galaxia. No le daremos la ocasión
de volver a intentar atacar. Aunque hay algo que no me ha quedado demasiado
claro.
-Dígame,
mayor.- Le pidió Hazzar.-
-Usted
conoce que mis reyes son aliados de Serenity y Endimión y de la reina Neherenia
de la Luna. ¿Aprueban ellos este curso de acción? Por lo que tengo entendido no
suele ser su forma de actuar.
-Bien.
Dado que está usted enterado de su existencia le diré que, aunque no les gusta
esta situación, no se oponen a ella.- Le respondió el contralmirante
agregando.- En las conversaciones con el
Consejo de Seguridad Mundial de la ONU y del UNISON declararon que son conscientes de la
imposibilidad de garantizar la futura seguridad de la raza humana, a no ser que
se tomen medidas drásticas.
El joven asintió, con eso quedaba
satisfecho. Tampoco a la reina Meioh le complacía mucho la idea. No obstante
como buena soberana saiyajin, anteponía el bienestar de su pueblo y aliados a
cualquier otra consideración. Aunque, tras pensar en esto, el muchacho le
comentó a su superior con ánimo de recordárselo.
-Según
mis órdenes, serviré bajo el mando de las fuerzas terrestres hasta que llegue a
trabar contacto con el enemigo. Entonces podré actuar al modo que considere
oportuno. Tal es el acuerdo que existe entre nuestro gobierno y el de ustedes.
-Sí,
no se preocupe. No solo será así sino que pondremos a su disposición todos
nuestros recursos.
Ahora
retírese tranquilo y vaya a descansar.
-Gracias,
contralmirante.- Saludó Kiros.-
Y se marchó. Aunque no a descansar.
Muchas jornadas estuvo entrenando en aquella nave. Y después en esa cámara
hiperbárica. Tratando de aumentar su poder. Al principio estimulado por esas
canciones de Keiko y por lo que creyó era el amor hacia esa chica. Aunque
ahora, tras lo sucedido con Maggie, se había dado cuenta de a quién amaba
realmente. Y lo más hermoso es que ella le correspondía. Por eso mismo, más que
nunca, se había jurado acabar con cualquier que pudiese poner en peligro a esa
mujer, y por ende, a todos los humanos.
-No
permitiré que nadie te haga daño.- Se decía en tanto avanzaba por lo que era un
desértico corredor.- Ni a ti, ni a ninguna de las personas a las que he llegado
a apreciar. Sí, ahora sé la diferencia, Majestad.- Sonrió recordando esas
palabras del rey Lornd, hacía ya tanto tiempo.- No tengo miedo a perderlos,
sencillamente deseo protegerlos porque les quiero.
Al cabo de unos minutos llegó ante
una puerta que parecía estar sólidamente blindada. Quiso concentrar energía
para destruirla pero, para su sorpresa, ella misma se abrió. Al entrar se
encontró en una gran estancia. Allí le aguardaban varios enemigos.
Enseguida reconoció a algunos como
miembros de su propio pueblo. Eran al menos seis o siete, más de los que la
prisionera saiyajin le dijo. Estaba claro que aquella perra de Zura le había
mentido. No obstante, eso no le tomaba por sorpresa.
-Nunca
me fie de ella.- Se dijo.-
Lo
que sí le extrañó fue que sus compatriotas no llevaran ningún tipo de traje
espacial, ni protector. Al menos eso era buena señal, la atmósfera era
respirable y las condiciones permitían la habitabilidad de esa zona. Sus
enemigos lucían únicamente sus petos y armaduras tradicionales. Pensó con
rapidez como poder enfrentarse a ellos con alguna ventaja. Pero no la había
salvo que su propia fuerza fuera superior. Entonces, una voz desagradablemente
familiar le habló.
-¡¡Vaya!
Volvemos a vernos, ¿eh? Derail…Como buen idiota has venido a por más.
Miró en dirección a la misma en
tanto se quitaba su casco. Era él, aquel gigante que le humillase dejándole
casi muerto tras una brutal paliza. Kiros había estado deseando su revancha
desde hacía ya mucho tiempo. Ahora al fin, iba a tener su oportunidad.
-Sabía
que las ratas grandes aparecerían si me metía en la madriguera.- Declaró sin
parecer intimidado en lo más mínimo.-
-Pues
has cometido un grave error.- Se sonrió aquel individuo con clara expresión de
superioridad, para sentenciar.- Esta vez no seré tan amable como en nuestro
último encuentro.
-Ni
yo tan débil. –Repuso Kiros desvelándole a su enemigo sin parecer verse
afectado por aquella amenaza.- Mientras hablamos las tropas terrestres están
ocupando esta base.
Su interlocutor se rio a carcajadas
con evidente desprecio al replicar.
-¿Tropas
humanas? ¡Qué miedo!, ¡ja, ja, ja! Cualquiera de nosotros les aniquilará de un
plumazo. Y eso haremos nada más termine contigo.
-¿A
qué esperas entonces?- Le retó el muchacho.- Ve a por mí si tan seguro estás.
-¡Estás
muerto! - Rio despectivamente su rival.- De eso sí que estoy completamente
seguro.
Aunque entonces uno de los saiyajin
allí presentes, indicó.
-Aguarda
un momento, Hurrels. Debería ser un duelo al estilo de nuestro pueblo. Que se
quite ese traje y luche en igualdad de condiciones.
Y aquella observación era acertada,
el traje de Kiros, imprescindible para luchar en el espacio, le dificultaba los
movimientos en un ambiente cerrado de gravedad normal. El joven guerrero se
había entrenado para ello pero, aun así, estaba mucho más cómodo sin él. Por
suerte su adversario, juzgándole inferior, asintió sin preocuparse.
-Muy
bien. Que no digan luego que te machaqué por culpa de un ridículo traje.
¡Quítatelo! Nada me robará la satisfacción de aplastarte con mis propias manos.
Kiros no dudó en aceptar la oferta.
Se despojó de ese incómodo traje quedando vestido únicamente con su armadura de
combate saiyajin que se había puesto antes de salir. Y es que cuando se marchó
de casa de Maggie acudió con presteza a la base. Allí, el capitán Smith le
informó.
-Mayor,
vamos a atacar el objetivo.- Declaró haciendo énfasis en la última palabra.-
El joven comprendió perfectamente la
alusión. Tras saludar se dirigió hacia el vestuario de la base. Allí, en su
taquilla guardaba el peto de combate y el faldellín típico de los saiyajin. Junto
con algunos dispositivos y comunicadores para estar en contacto con sus
aliados. Se los pondría junto a su armadura dado que, en virtud del acuerdo que
tenían, podría llevar el uniforme de su pueblo cuando llegara el momento. Ahora
lo lucía orgulloso. De modo que, frente a frente ya con los atavíos ceremoniales
para un combate, su enemigo le espetó.
-A
ver si has mejorado algo. Eso espero o será realmente aburrido.
Entre tanto en la gran nave, las
sacudidas y los disparos recibidos apenas se notaban. En el refugio en el que
Keiko y los demás estaban nadie podría decir que se estuviera librando una
batalla de colosales dimensiones. Aunque enseguida lo sabrían. Algunos soldados
llegaron. Un oficial llamó a las técnicos.
-Se
las requiere en el puente de mando y en la sala de ciber tecnología.- Les
informó un teniente.-
Apuradas salieron de inmediato.
Sobre todo Melissa que tuvo que dejar a los críos no sin inquietud y pesar.
-No
te preocupes.- Le dijo amablemente Ginger.- Nos ocuparemos de ellos.-
-Sí,
les vamos a cuidar muy bien.- La apoyó Clarisa.-
La rubia camarera dedicó una mirada
entre preocupada y afectuosa a Scott. No se privó de decirle con algo de temor.
-Ten
mucho cuidado.
-Lo
tendré.- Le aseguró él con una sonrisa.-
Y salió caminando con aquel
exoesqueleto. También las doctoras Prentis y Drummont se despidieron. El doctor
Adams hizo lo propio y cada cual fue directo a los puestos en dónde les
requerían. En la zona de contención también había actividad. Zura entreabrió
los ojos. Estaba todavía convaleciente y con dolor por sus heridas. Sin embargo
cada vez se encontraba mejor, pero prefería ser cauta. De modo que aguzó el
oído.
-Parece
que estos estúpidos humanos están muy ocupados.
Eso solo puede significar que tienen problemas.- Razonó.- De momento
esperaré a ver si me entero de lo que pasa. ¡Ojalá hayan venido a por mí y
pueda tomarme mi venganza!
Ajenos a eso Maggie y los suyos
también fueron llamados. Un grupo de soldados llegaron al refugio.
-Necesitamos
a alguien del personal médico.- Declaró uno de los oficiales que mandaban el
pelotón.-
-Yo
iré.- Se ofreció Giaal.-
-Voy
con usted.- Afirmó Maggie sin dudarlo.-
-Y
yo también.- Se unió sorprendentemente Erika.-
Aunque las dos mujeres
intercambiaron fugazmente miradas ninguna dijo nada más. Lester asintió,
comentando.
-Nosotros
permaneceremos aquí con los demás pacientes. Tengan mucho cuidado.
-Por
ahora la situación en la nave es segura. Pero lo más probable es que recibamos
heridos.- Les explicó el teniente que comandaba aquel grupo.- Hemos montado un
puesto de urgencia cercano a la zona de aterrizaje de los cazas. Pero estamos
escasos de personal sanitario.
-Entonces,
¡démonos prisa! - Urgió Giaal.-
Así, se pusieron en marcha sin más
demora. El doctor Ginga pudo incluso pasarse a comprobar el estado de la
incubadora con el pretexto de hacerse con instrumental. Viendo que todo seguía
según lo previsto salió para acompañar a las enfermeras y a los soldados. Al poco de llegar un comunicado fue recibido.
-Doctor
Ginga, reclaman su ayuda desde la base del enemigo.- Le notificó un oficial.-
-¿La
mía?- Se sorprendió el alien.-
-Sí,
precisan personal médico para atender a unos niños.- Le explicó ese individuo
mostrándole unas imágenes.-
-¡Por
el sagrado árbol!- Exclamó el joven entre atónito y horrorizado.-
-¿Qué
sucede, doctor?- Se interesó Erika.-
Aunque Giaal no replicó. Maggie
enseguida se ofreció.
-Iré
con usted.
-Es
demasiado peligroso.- Rechazó él.-
-No
tengo miedo. ¡Por favor, déjeme ayudarle! - Le pidió ella.-
-Necesitamos
que parte del personal médico se quede aquí, para cuando comencemos a recibir
heridos.- Intervino un comandante que estaba al frente del puesto.-
-Yo
iré.- Afirmó Erika con determinación, agregando.- No dejaré que nada malo te
pase, Kendall. Ya sabes lo que quiero. Ninguno de esos monstruos de ahí fuera
me quitará mi venganza. No vas a morir ahí y a olvidar. Prefiero arriesgarme
yo.
-Erika,
te juro que yo nunca…- Quiso responder la joven, aunque fue Giaal quien
intervino entonces.-
-Basta,
éste no es ni el momento ni el lugar. No llevaré a ninguna de las dos. Quédense
aquí hasta que regrese con los heridos.
Ambas enfermeras tuvieron que
asentir. Giaal se puso de inmediato en marcha tras comprobar su equipamiento
médico, botiquín especial incluido. Entre tanto, el grupo de Penélope y los
demás no tardaron mucho en ser conducidos a presencia del contralmirante.
-Celebro
verles. Les necesitamos. Doctora Winters. ¿Lo tiene todo preparado?
-Si
contralmirante.- Asintió ella.-
-Fieles
a nuestra palabra le daremos al mayor Derail la ocasión de solventar esto
conforme a sus costumbres.- Afirmó Hazzar quien algo inquietado y no sin pesar,
añadió.- Esperemos que salga victorioso. De lo contrario, no tendremos más
opción que usar las armas biológicas.
Keiko y Caroline miraron ahora con
estupor a su jefa de proyecto quien se limitó a asentir.
-¿A
qué demonios se refiere el contralmirante?- Inquirió la tejana en su más puro
estilo informal.
-Veréis.-
Les explicó Penélope con la venia del veterano militar.- Hay más saiyajin en
esa base, están del lado del enemigo. Si el mayor Derail no puede derrotarles,
para nosotros sería imposible. Solo conocíamos de una debilidad que pueda
acabar con ellos de forma segura. Una enfermedad que descubrimos que podía
afectarles…
-Me
parece algo terrible.- Protestó Keiko.- ¡Eso también podría matar a Kiros!
Penélope bajó la cabeza avergonzada
aunque fue Hazzar quién replicó por ella.
-La
doctora Winters se limitó a cumplir mis órdenes. A mi vez tenía esa
autorización por parte del Estado Mayor, previa conformidad con los soberanos
de Nuevo Vegeta. Lo lamento, pero ésta es una guerra total. O vencemos nosotros
y les destruimos o ellos nos aniquilarán. Ya no hay término medio.
Los demás no replicaron. Tras todo
lo que habían visto y sufrido sabían por desgracia que el contralmirante no
exageraba.
-Señor,
también hemos puesto a punto un nuevo sistema defensivo.- Añadió Adams.-
Estuvimos trabajando en un escudo de partículas para anular los ataques del
adversario.
-Íbamos
a probarlo ahora. Por ello, entre otras cosas, les he hecho venir.- Comentó su
interlocutor.-
Pero
vamos a necesitar que puedan desplegarlo aquí…
Ante el gesto atónito de los
científicos, el comandante en jefe de la nave les explicó entonces…
-Tendremos
que probar eso y desgraciadamente el arma biológica de la que les hemos
hablado,antes de lo que pensábamos.
En la nave de Gralas entre tanto el
combate comenzó. Con ambos luchadores transformados en súper guerreros. Kiros
se lanzó contra su rival quién le esperaba confiado. Tras cruzar un par de
golpes ambos se separaron a gran velocidad.
-¡Parece
que has aprendido un poco! - Se rio Hurrels.-
Turno de aquel enorme saiyajin para
atacar, intentó golpear a su joven oponente con patadas y puñetazos, sin
embargo Kiros esquivó con destreza.
-¿Cómo?-
Se sorprendió aquel tipo.- ¡Me has evitado!
-Claro,
¡eres demasiado lento!- Se burló el chico.-
Su rival trató de golpearle varias
veces más pero para su asombro y el de los otros saiyajin era incapaz de
conseguirlo.
-¿Pero,
como es posible?- Exclamó Hurrels.- Una escoria como tú no puede haber mejorado
tanto en tan poco tiempo.
-No
hice otra cosa más que entrenar en las condiciones más duras posibles.- Replicó
Kiros.- Mientras, tú habrás estado aquí confiado, bajo la protección de ese
tirano. Abusando de seres débiles que no podían defenderse. ¿Y te llamas
saiyajin? Tú y los que te siguen sois un baldón para nuestro pueblo.- Les acusó
indignado.-
Aquello no sentó bien a la mayoría
de sus compatriotas, si bien dos bajaron la cabeza con vergüenza.
-¡Te
voy a quitar las ganas de insultarnos, mocoso! - Aulló Hurrels elevando su
energía para convertirse en súper saiyajin de segundo nivel.-
Su oponente hizo lo propio, estaban
igualados en estado de transformación, si bien el volumen y la musculatura de
aquel enorme saiyajin eran muy superiores.
-¡Toma!-
Exclamó disparando un poderoso chorro de energía contra el joven.-
Kiros trató de apartarse pero en
esta ocasión el ataque fue muy rápido. Solamente pudo crear un escudo con su
aura para protegerse. La potencia de ese chorro energético le hizo atravesar un
par de paredes. Cuando se levantó apenas si pudo mirar a su alrededor y
musitar.
-¿Pero
qué?..
Y es que apretados contra el fondo
de la sala y observándole con una mezcla de miedo y estupor, se concentraban
unos cuantos seres. Parecían humanoides. Incluso de una especie que él
reconoció. Otros estaban tendidos en el suelo. Posiblemente muertos por aquella
descarga de energía que le había llevado a él mismo hasta allí. No le dio mucho tiempo a interesarse por
ellos. Tras grabar algunas imágenes con la micro cámara que llevaba entre su
equipación tuvo que salir al escuchar la amenazante voz de su enemigo.
-¡Voy
a destruir este maldito planeta si no das la cara!
Eso hizo enfurecer a Kiros. ¡Aquel
maldito cobarde estaba poniendo en peligro e incluso quitando vidas de seres
inocentes e indefensos! Dio un último vistazo. Y lo que vio le encogió su
propio corazón. ¡Eran unos niños! Los mayores no tendrían más de unos diez o
doce años a lo sumo. Y se parecían a Giaal. Al menos cuando este mostraba su
verdadera apariencia. Con presteza salió de allí para no ponerles en peligro.
Pero su contrincante le aguardaba y esta vez sí logró darle un puñetazo en la
cara que le lanzó contra otra pared, incrustándole en ella.
-¡Ja,
ja, ja! ¿Has conocido ya a nuestros esclavos? - Le preguntó con regocijo.-
Pese
a todo, el chico salió de aquel trance sin parecer demasiado afectado por el
ataque. Eso sí, miraba con ira a su adversario. Aunque se contuvo un momento y
llamó a Tracer usando un dispositivo intercomunicador que todavía llevaba.
-Avisa
al doctor Ginga, que venga de inmediato. Hay niños aquí a los que debería ver.
Te envío las imágenes. Asegúrate de que le lleguen. Vosotros tenéis que llegar
hasta aquí y rescatarles lo antes posible…
-Hemos
conseguido abrir brecha. Vamos para allá con los varitech.- Le informó su
compañero.-
-¡No
vais a rescatar a nadie, miserable basura! - Espetó Hurrels atacándole una vez
más.-
Sin embargo, en esta ocasión el
chico se plantó estático y recibió la acometida de su enemigo. Para asombro de
éste y de los demás guerreros del espacio, Kiros soportó un puñetazo al rostro
sin inmutarse. De hecho su energía se había elevado a niveles enormes. Hasta el
propio Hurrels quedó perplejo.
-¡Qué!
– Exclamó sin poderlo creer.-
Kiros replicó en ese instante
hundiendo su puño en el estómago de su rival quien se dobló por el golpe. En
tanto el chico replicaba con indignada y fría cólera.
-Has
ido demasiado lejos, matando y haciendo sufrir a inocentes. Eres como esa
maldita Zura, pero a ti ¡No te
perdonaré! ¡Cobarde miserable!
Y es que hervía de ira y de
indignación. Era como si cada fibra de su ser se viese afectada por aquello.
-¡Habéis
conseguido que me avergüence de ser un saiyajin! – Exclamó, sentenciando con
rabia.- Voy a limpiar el nombre de nuestra raza, eliminando a basura como
vosotros. Por los nuestros y por todos los inocentes a los que habéis
torturado, esclavizado y asesinado.
Los demás se miraban unos a otros
con asombro y temor. Ese joven mostraba ahora un poder realmente tremendo.
Comparable a los saiyajin de más nivel. Pese a ello, Hurrels no se daba por vencido,
tratando de atacarle una y otra vez. Ahora en cambio Kiros le esquivaba sin
dificultad. Su aura brillaba incluso con lenguas de fuego rojizas.
-¡Ese
poder!- Exclamó uno de los saiyajin que observaban desde abajo.-
-¡Es
propio de los dioses!- Comentó otra joven guerrera con los ojos abiertos de un
modo desmesurado.-
-¡Vámonos
de aquí!- Urgió un tercero.-
Aunque Hurrels pudo recobrarse lo
suficiente como para preguntar.
-¿Qué
sabes tú de Zura? Era mi pareja.
-Sé
que la tenemos encerrada por sus terribles actos. Pero tú no tendrás esa
suerte.- Le amenazó
Kiros
aumentando aún más su energía.-
-¡No
lo creas!- Exclamó en modo desafiante su enemigo que hizo lo propio lanzando un
inopinado ataque sin ningún blanco en particular.- ¡Morid todos!
La gran explosión que siguió
destruyó gran parte del planetoide. A
duras penas el joven pudo envolverse en una esfera de energía. Aunque por
desgracia, solo dos saiyajin, un hombre y una mujer, habían sobrevivido. Las
fuerzas de rescate próximas al igual que muchos prisioneros y hasta tropas de
Gralas habían sido aniquiladas, bien por la explosión o por la privación de la
atmósfera al entrar en contacto con el espacio exterior. El propio tirano se
alarmó. Todos los sistemas daban fallos. Enseguida ordenó a uno de sus
asistentes.
-¡Que
preparen un módulo de escape!
Aunque la réplica de éste le dejó
horrorizado cuando le dijo.
-La
zona de salida ha sido dañada, amo Gralas. No se puede acceder.
-¡Maldito
idiota! –Espetó aquella criatura poniéndose en marcha de inmediato.- Ordena que
tengan lista mi nave personal. Está en la zona segura.
-Sí,
amo.- Convino su interlocutor.-
Su esbirro asintió retirándose de
allí. Gralas trataba de correr con toda la escasa velocidad que sus cortas
extremidades le proporcionaban.
-¡Malditos
humanos! No lo entiendo. No han podido destruir esto tanto. Salvo que hayan
sido esos
bárbaros
saiyajin. ¡Estúpidas bestias sin cerebro!, pelear dentro de mi base. No debí
dejarles
entrar.
Giaal estaba a punto de llegar
cuando esa enorme explosión atronó. Con horror tanto él como Tracer y otros que
habían salido a buscarle, vieron volar medio planetoide.
-Espero
que aun podamos salvar a alguien ahí.- Dijo Susan, quién junto a las otras dos
Fighter Ladies se había unido al grupo que fuera en busca del doctor.- Ha sido
un ataque tremendo.
-Abramos
un pasillo de fuego con los varitech.- Les indicó Jane.- A mi señal. ¡Fuego!
Olivia y Susan obedecieron
proporcionando junto con Tracer y Mullins cobertura a la nave en la que iba
Giaal. En el espacio Enset y los demás destruían a casi todas las naves
enemigas de forma metódica. Solo una extraña esfera se les escapó, e iba
directa al asteroide…
-Activen
escudos.- Ordenó el contralmirante al ser detectada aquella bola.-
Se hizo de inmediato pero aquel
bólido los esquivó, iba realmente rápido. Chocó contra una de las zonas de
salida de cazas e hizo un apreciable destrozo. Las alarmas tronaron por toda la
nave y equipos de contención de incendios junto con tropas y robots acudieron.
Entre tanto Kiros fue informado por Giaal que llegó a donde estaba el chico. El
saiyajin vio entonces a dos de los suyos a los que se dirigió con severidad y
enfado.
-¿Es
que no os da vergüenza? ¿Cómo habéis caído tan bajo? Somos una raza orgullosa
sí, un pueblo guerrero, pero nunca nos ha reportado ningún tipo de placer
asesinar a seres indefensos e inocentes. Esas criaturas no eran enemigas
vuestras, ni mías. ¿Seréis capaces de mirar a vuestros antepasados el día de vuestra
muerte y justificaros por lo que habéis hecho? ¿O preferiréis presentaros ante
ellos habiendo enmendado vuestras culpas?
-Nosotros
nunca quisimos algo así.- Se defendió la joven.- Nos contaron que teníamos que
salvar de la extinción a nuestra raza.
-¿Matando
niños? ¿Destruyendo mundos pacíficos que jamás nos atacaron? - Preguntó Kiros
con severidad y enfado.- ¿Así luchamos los saiyajin?
-¡No!
- Se excusó el chico ahora.- Gralas nos dijo que esos mundos eran bases
militares de los
terrestres
y del reino lunar. Y que estaban preparando un ataque masivo contra nuestro
mundo. Igual que en los tiempos antiguos. Cuando fue destruido a traición por
el tirano Freezer. Nos dijo que esos reyes de la Luna eran iguales que él.
-Y
os lo creísteis, ¿verdad?- Inquirió su interlocutor con una mezcla de estupor y
desaprobación.-
-Si,
lo hicimos. ¿Por qué íbamos a dudar de la palabra de un guerrero como Hurrels,
o del propio príncipe Eron? - Se justificó la cabizbaja muchacha.-
-Además,
nos han contado que en la época antigua eso era lo que hacíamos.- Agregó su
compañero.-
-Sí,
precisamente cuando nuestro pueblo estuvo engañado y sometido a ese Freezer.
Exactamente lo mismo que ahora habéis hecho vosotros, peleando al servicio de
este maldito asesino de Gralas.- Remachó Kiros para sentenciar.- Os ha
engañado, y se ha servido de vosotros para que fuerais sus carniceros. ¡Para
que os manchaseis las manos con la sangre que él quería derramar!
Ninguno de sus congéneres replicó.
Bajaron la cabeza mirando al suelo. Aquel discurso les había impactado, más
tras lo que habían visto. Ahora se sentían realmente engañados y utilizados. Y
lo que era peor, habían deshonrado a su pueblo. Aunque, por el momento, lo
único que pudieron hacer fue buscar refugio en otras partes de la nave que
todavía podían aislarse del espacio. Afortunadamente Kiros pudo a su vez entrar
en una lanzadera y ponerse un traje espacial preparado para él, afortunadamente
varias copias habían sido hechas por el doctor Adams y su grupo.
-Tenemos
que volver cuanto antes al asteroide, Hurrels ha huido hacia allí. ¡Lo
destruirá todo! - Les contó el preocupado joven.-
-Rescaten
a los heridos y a los cautivos y acaben con la base enemiga.- Les ordenó Enset
quién a su vez había recibido instrucciones del puente.-
-Suerte
amigo.- Le deseó Giaal, añadiendo.- En cuanto salve a todos los que pueda iré a
ayudarte…
El saiyajin asintió. Todos se
apresuraron a obedecer. Giaal fue llevado por los varitech hacia donde se
estimaba había podido haber supervivientes. El alien quedó sobrecogido ante lo
que vio, lo mismo que el resto del equipo de rescate. Por suerte pudieron
salvar a varios de esos prisioneros. Aunque cuando iba a salir, un hombre
saiyajin y una mujer les cerraron el paso. El doctor Ginga acumuló energía y
dirigiéndose a ellos les espetó tomando su apariencia natural.
-¡Aunque
tenga que morir luchando me enfrentaré a vosotros! No permitiré que sigáis masacrando a
inocentes. Y menos a unos niños de mi pueblo.
No obstante, sus presuntos enemigos
se miraron con estupor. Fue la muchacha, de pelo moreno y ojos castaños, la que
habló.
-Me
llamo Jetra, soy hija de Jikx y de Ludelia. No deseo luchar contra vosotros. Al
contrario. Os
ruego
que me aceptéis en vuestro bando.
-Yo
soy Nalir. Hijo de Soutte y Kiljia. Y solicito lo mismo que mi compañera.-
Agregó otro guerrero moreno y de ojos azules.- Te lo pedimos, por favor. Dejad
que nos rehabilitemos a los ojos de los nuestros.
Giaal les dedicó una mirada de
sorpresa, aunque enseguida se repuso y les exigió por toda contestación.
-¡Demostradlo!
Ayudadme a poner a salvo a cuantos inocentes podáis y consideraremos vuestras
peticiones.
Los saiyajin asintieron. No eran tan
poderosos como Kiros pero aun así fueron muy útiles para abrir camino hasta
poder llegar a los supervivientes. Con
horror Giaal se percató de que eran muy pocos. Pese a ello, una lanzadera pudo
llenarse. Junto a él, entre los evacuados, al menos volvían cuatro niños de su
raza. Cubiertos por el fuego de los varitech retornaron de inmediato al
asteroide.
-¡Por
el Sagrado Makaiju! ¿Qué os ha hecho, pequeños? - Pudo exclamar el atónito
Giaal al ver a esos pobres críos.-
Los niños no dijeron nada. Le
miraban con una mezcla de temor, alivio y resignación. Era como si hubieran
estado acostumbrados a soportar unas condiciones tan terribles que ya ni
tuvieran ánimo para quejarse. Giaal no pudo evitar derramar alguna lágrima de
compasión y pesar. Ni se atrevía a indagar telepáticamente en ellos por miedo a
lo que pudiera ver. Aunque, para su sorpresa, los críos sí que le observaron
curiosos ahora. Uno de ellos, una niña, incluso le tocó la cara, al parecer
extrañada de ver ese líquido que caía de sus ojos. Enseguida se dominó, no
quería empeorar el ánimo de esos niños. Forzó una leva sonrisa y les aseguró.
-Los
malos momentos ya han terminado. Os ayudaremos.
Dejando
a los niños en los asientos de la lanzadera, Giaal interrogó a los saiyajin con
una mirada cargada de reproche.
-Gralas
los utilizaba como fuerza de trabajo. Para acceder a compartimentos pequeños,
acarrear materiales..- Enumeró un avergonzado Nalir.-
-Nosotros
teníamos que vigilarles a veces.- Añadió una no menos envarada Jetra que se
apresuró a añadir.- Pero jamás les hicimos daño.
-¿Os
parece poco lo que han sufrido?- Les preguntó Giaal con cuidado de no levantar
la voz.-
Aunque enseguida se dio cuenta. Esa
precaución estaba de más con los de su raza. A no ser que blindase sus
pensamientos esos críos podrían percibirlos. Y había estado tan desbordado por
el pesar y la indignación que olvidó tomar esa elemental precaución. Por su
parte, los dos guerreros se miraron con apuro.
-No
sabemos qué decir.- Suspiró Nalir.- Solo pedimos la oportunidad de remidirnos.
-Todo
el mundo tiene derecho a esa oportunidad. Ahora dependerá de vosotros el
aprovecharla.- Repuso sécamente Giaal.-
Y es que no podía olvidar lo que sus propios
padres le contaron a él y a su hermana Naya. Ellos mismos hicieron el mal, por
motivos que podían ser entendibles como la soledad y el no comprender lo que de
veras era el amor. Aun así, esa culpa les persiguió hasta que fueron capaces de
expiarla. Por ello no iba a ser él quien negase la misma oporunidad a esos dos
infelices, en quienes podía realmente percibir el arrepentimiento.
-Ciertamente
ellos no son como esa Zura.- Tuvo que admitir.-
Y ya no cruzó palabra con esos dos.
Se ocupó de intentar alentar y atender a los críos. Nada más aterrizar, los
saiyajin le ayudaron a sacar a los heridos.
-¡Dios
mío!- Exclamó Erika cuando les vio llegar, tanto que se olvidó incluso de su
enemistad dando una voz a su compañera.- ¡Kendall, ven aquí!
Maggie corrió a unirse con Marek
para socorrer a los recién llegados. Ambas vieron consternadas como había
incluso niños. Aunque lo que más las asombró fue ver que eran alienígenas y que
el doctor mostraba el mismo aspecto que ellos
cuando les hablaba en un extraño
lenguaje desconocido. Los niños, dos niñas de entre ocho y seis años, un
niño de unos cinco y otro de apenas cuatro, parecieron tranquilizarse y dejar
de llorar.
-Les
he dicho que somos amigos, y que nadie les volverá a hacer ningún daño.-
Tradujo Giaal a las atónitas enfermeras.-
Las dos asintieron, pese a estar a
medio camino entre la estupefacción y el pesar, tratando de sonreír a aquellos
pequeños que las miraban a su vez con una mezcla de asombro y temor a su vez.
Paralelamente a eso, en la sala de confinamiento de Zura, la saiyajin esbozó
una malévola sonrisa musitando en tanto trataba de levantarse de su cama al
sentir una gran energía.
-¡Al
fin ha venido a buscarme!
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