Cuando
Hurrels chocó contra la protección del asteroide inicialmente salió despedido y
sin control.
-¡Malditos
humanos!.- Masculló tratando de dominar su trayectoria.-
Al
fin pudo redirigir su rumbo y colisionar contra la zona de despegue y
aterrizaje de los aviones de sus enemigos. Allí, al poco de caer pudo
recobrarse. Los pocos soldados que había por esa zona, y que sobrevivieron a la
explosión que provocó el impacto del saiyajin, le dispararon con todas las armas
a su alcance. Desgraciadamente ninguna hacía mella en ese monstruo que se reía
a carcajadas de los vanos esfuerzos del enemigo por detenerle.
-Sois
un puñado de miserables gusanos, ¡ja, ja, ja! ¡Vaya una raza más débil e
inútil! Pensar que los reyes de Nuevo Vegeta doblan la rodilla ante semejantes
insectos.- Escupió.- ¡Fuera de mi vista, escoria!
Y sin más ceremonias barrió a cuanto
adversario veía con rayos de energía desintegrándoles o incinerándoles entre
terribles gritos de dolor y agonía. Aunque esto, lejos de provocarle horror, le
divertía. Anduvo entonces hacia el interior. Y al poco sintió una energía
conocida.
-¡Ja,
ja!... es ella.- Sentenció.- Sigue viva, tanto mejor. Entre ambos concluiremos
rápidamente la tarea. Y podremos vencer a ese miserable. Aun no puedo
comprender como ha llegado a hacerse tan fuerte.
Y el objeto de su alegría también
pudo percibir esa energía tan poderosa. Sonriendo con satisfacción se puso en
pie. Al instante los guardias que la custodiaban la apuntaron con sus armas.
-Tranquilos.
Solamente estaba estirando las piernas. Estoy débil todavía…- Sonrió
aviesamente, en tanto pensaba no sin regocijo.- Pero eso no va a durar por
mucho más tiempo…
Entre tanto los heridos comenzaban a
llegar en las lanzaderas. El personal médico apenas si daba abasto para
atenderles a todos. Tras dejar a los niños arropados y tumbados en improvisadas
camas, las enfermeras intentaban ayudar al doctor Ginga a auxiliar a los casos
más graves. Un soldado sangraba profusamente y apenas mantenía la consciencia.
Erika intentaba cortarle la hemorragia.
-¡Hay
que hacerle un torniquete!- Dijo gritando.- Kendall, ¡ven a ayudarme!
Ésta no lo dudó, tras atender a un
paciente con menor gravedad corrió hacia allí. Entre ambas pudieron llevar a
cabo aquella maniobra provisional.
-Esperemos
que no tarden las ambulancias.- Suspiró Maggie.-
Erika no respondió a eso, ya estaba
dirigiéndose hacia el próximo herido. Su compañera hizo lo mismo. Al menos
ahora, Marek no tenía tiempo ni de hacerle reproches con la mirada. Por su
lado, en el puente de mando, enseguida se recibieron informes del ataque de
aquel intruso.
-Envíen
a cuantos varitech puedan.- Ordenó el contralmirante.- Acaben con ese individuo
como sea.
-Señor,
algunos sistemas informáticos se han averiado.- Le informó uno de los
oficiales.-
-Traten
de hacerlos funcionar de nuevo.- Respondió éste.-
-No
funcionan, señor.-Contestó el subalterno.-
-Prueben
el modo automático de reparación.- Le indicó Hazzar.-
-Negativo.
No responde. Será imposible si no van a repararlos en el lugar de la avería.-
Le dijo su subordinado.-
Los presentes guardaron unos
momentos de silencio. Aquello estaba casi en medio del fragor del combate.
Sería muy peligroso. Sin embargo, fue Scott quién intervino, enfundado como
estaba en su exoesqueleto.
-Yo
iré.
-Eso
es muy peligroso.- Le advirtió Caroline.-
-Lo
sé, pero en estas circunstancias no tenemos más alternativa.- Declaró
valerosamente el chico, afirmando.- Y con este traje voy más protegido que la
mayoría.
-Te
acompañaré.- Afirmó la tejana.-
-No,
necesitamos a alguien aquí que se ocupe de depurar los comandos y de comprobar
si las reparaciones van bien encaminadas.- Rebatió un mayor de comunicaciones.-
-Iré
yo.- Se ofreció Melissa.-
-No
os dejaré solos.- Añadió el doctor Adams.- Puede que hagan falta varios
técnicos e ingenieros para solventar cualquier tipo de avería.- Razonó.-
-Vayan,
llevarán una escolta.- Les respondió Hazzar.-
Los tres salieron de inmediato.
Penélope por su parte estaba junto con Keiko tratando de ayudar con los
sistemas defensivos exteriores. La joven pelirroja enseguida de percató de algo.
-Hemos
perdido los escudos, ¡hay un fallo de energía! - Comentó muy preocupada.-
-Podría
ser el reactor principal.- Especuló el capitán Smith.- ¡Maldita sea!, justamente
ahora no.
Y es que la nave estaba descargando
toda su potencia de fuego contra la base enemiga que ya apenas sí respondía.
Ahora eso les planteaba un terrible dilema.
-O
dejamos de disparar y centramos toda la potencia en los sistemas defensivos y
de soporte vital o podríamos tener muchos problemas.- Afirmó Simmons, quien llegaba
en ese momento al puente, acompañada del teniente Tang.-
-En
efecto. Hay un malfuncionamiento en el reactor. Sobrecarga.- Explicó el
oriental.- Debemos prescindir de sistemas que no sean vitales.
-¡Y
permitir que esos bastardos salgan con vida!- Se lamentó Smith golpeando una
consola de mandos con frustración.- Si escapan volverán a amenazar las vidas de
los terrestres, los selenitas, los biosanos, y los habitantes de cualquier otro
mundo aliado nuestro.
-Quizás
se pueda hacer algo, un bypass para recolectar energía.- Comentó Keiko.-
Todos quedaron reflexivos, meditando
sobre esa posibilidad. Que parecía desde luego la única, aunque bastante
complicada a su vez.
-Solo
hay una persona que podría ayudarnos.- Musitó Penélope.- Aunque antes necesito
llegar hasta él.
Y a Keiko le dio un vuelco al
corazón, sabía perfectamente a quién se refería. Pero, ¿cómo llegar hasta él? Y
así lo dijo en voz alta
-Hay
alguien que puede ayudarlas. El mayor Kiros. – Respondió el capitán Smith, tras
ponerse en contacto con el comandante Enset.- Pero deben ser capaces de
establecer comunicación.
-Muy
bien. Quiero ponerme en contacto con él cuanto antes.- Afirmó una decidida
Penélope.-
Y aquello fue posible, por la
mediación de quienes estaban en la zona en ese momento. En tanto eso sucedía,
Kiros estaba ahora listo para luchar una vez más. Buscaba a su contrincante por el asteroide.
Aunque Hurrels se adelantó, llegando hasta la zona de contención. No tardó en
ir destruyendo todas las puertas blindadas y medidas de seguridad que le
impedían el acceso. Avanzó sin problemas aniquilando a cualquier soldado que
tratara de detenerle. Al fin abrió la última de las puertas y vio a Zura tras
esa celda especial.
-Ya
iba siendo hora.- Sonrió ella.-
Como respuesta el saiyajin trató de
arrancar la puerta pero ésta se resistía.
-La
han construido con materiales realmente fuertes, incluso para nosotros.- Le
comentó Zura.-
-¡No
lo suficiente! - Exclamó Hurrels concentrando energía y disparando un rayo que
al fin hizo un agujero apreciable en el blindaje.-
Ahora pudo meter ambas manos y tirar
hasta al fin arrancar aquella puerta de sus goznes. Zura sonrió entre aliviada
y llena de regocijo.
-Ahora
vamos, tenemos que acabar con un gusano.- Le indicó Hurrels.-
-Muy
bien, pero todavía no estoy recuperada por completo.- Objetó ella.-
-¿Podrás
al menos ocuparte de los humanos?- Le inquirió su interlocutor.-
-Nada
más fácil.- Aseguró la mujer saiyajin.-
Salieron ambos de allí, arremetiendo
contra todo humano o construcción enemiga que vieran en pie. Aunque no tardaron
en tener contestación. Kiros apareció delante de ellos para espetar.
-¡Se
acabó! Rendiros y quizás tenga clemencia. Los soberanos me autorizaron a
ofrecer una amnistía para todos aquellos que se arrepientan y juren servirles
fielmente, tras pagar por sus crímenes.
-¿Quieres
burlarte de nosotros?- Espetó Hurrels, afirmando sin cortapisas.- ¡Antes muerto
que humillarme ante esos lacayos de la Tierra!
Y lanzó una onda de energía
realmente poderosa. Kiros supo que, o la anulaba o toda la nave estallaría, de
modo que concentró sus fuerzas para contratacar. Zura por su parte reía, pese a
su estado de debilidad, y dijo.
-Buscaré
a esas zorritas humanas que tanto te gustan y acabaré con ellas. Estoy débil
aun pero me sobran fuerzas para algo tan sencillo.
Aquello acabó por espolear la furia
de Kiros quién en efecto anuló el ataque del perplejo Hurrels con una
poderosísima onda de energía propia. Tan fuerte que se llevó por delante a ese
guerrero haciéndole atravesar una gruesa pared del asteroide. Las alarmas
tronaban y el aire se perdía en el vacío del espacio. Hurrels solamente pudo
aullar para ser desintegrado por tan tremenda descarga energética. Por su parte
Zura, llena de odio hacia su rival, espetó.
-¡Morirás!
Y lanzó un rayo con todas sus
fuerzas en él. Sin embargo, aquello no representó una amenaza para Kiros quién
lo desvió haciéndolo estallar inocuamente en el aire. El guerrero estaba más preocupado
ahora de tapar ese boquete abierto en la estructura de la nave que en esa
enloquecida mujer saiyajin.
-¡No
me ignores, maldito!- Exclamó ella tratando de aumentar sus fuerzas.- ¡No
dejaré que vuelvas a humillarme nunca más!
Pero para su asombro, Jetra se cruzó
en su camino. Llevaba sujeta por la cintura a la doctora Winters quien sonrió
con desprecio al ver a esa saiyajin.
-No
te molestes.- Le dijo Penélope con desdén.- No podrás aumentar tu fuerza. Te
pasará lo mismo que a ese otro animal.
-¿Qué
dices?- escupió Zura sin comprender, aunque visiblemente enojada.-
-Que
liberamos un virus específico para los saiyajin. Solamente aquellos que tomaron
un antídoto no se han visto afectados. Como Jetra o Kiros, por ejemplo. - Le
desveló Penélope añadiendo.- Al principio pensamos en que fuera mortal. Pero,
para evitar muertes de inocentes en tu pueblo, finalmente lo rebajamos. No es
permanente pero sí lo bastante como para que ahora mismo no tengas ninguna
posibilidad.
Ahora, atando cabos, Zura comprendió,
no era ninguna estúpida. Por eso tardaba tanto en recuperar sus fuerzas. Ya
debería haber estado mucho mejor. Y esos malditos mequetrefes la habían
imposibilitado para la lucha. Aquello era humillante además de traicionero.
-Ríndete.-
Le ordenó entonces Jetra.-
-¡Tú!,
maldita traidora cobarde.- La acusó su compatriota.- Cuando te has visto en
peligro, te has vendido a estos ridículos insectos. ¡Acabaré contigo aunque sea
lo último que haga!
Pero pese a intentar atacarla con
todas sus fuerzas, el rayo de energía de Zura fue fácilmente anulado por el de
su rival.
-¡No
puede ser! – Aulló la saiyajin.- Yo siempre he sido más poderosa que tú.
-Eso
era antes.- Se sonrió su rival.- Ahora la historia ha cambiado. ¡Y lo voy a
aprovechar! - Exclamó.-
En
efecto, Jetra no tuvo contemplaciones y desintegró literalmente a su enemiga
que se evaporó entre alaridos. Ante la horrorizada cara de Penélope, la
guerrera se justificó con indiferencia.
-Era
lo que esa perra merecía. Nunca me gustó.
-¡Tenemos
otras preocupaciones ahora! - Urgió Kiros que había presenciado aquello sin
intervenir.-
Penélope
alternó las miradas entre uno y otro. ¡No podía creer aquel exceso de crueldad!
Habían eliminado a una de los suyos sin ningún tipo de remordimiento.
-Esa
tal Zura era un monstruo. Pero…a pesar de eso.- Se dijo.-
Aunque
enseguida se acordó de sí misma, clavándole la aguja de la jeringuilla a ese
simbionte como si le apuñalase con ella.
-No
soy quien para juzgarles. Está claro que todos tenemos un lado oscuro. Uno que
preferimos olvidar.- Meditó.-
Además,
sus acompañantes tenían razón. No había tiempo para eso. La nave en efecto
estaba colapsando en algunos sectores. Rápidamente algunos droidos iban y
venían para intentar ayudar en las reparaciones. Los propios cazas varitech
estaban acudiendo a taponar ese agujero. Kiros se adelantó. Emitiendo energía
el joven fundió algunos paneles de metal que los propios robots pudieron
colocar y soldar para tapar aquello. En
otra parte, tanto Scott, como Adams y Melissa, corrían hacia el centro
informático. La zona estaba dañada por los ataques del enemigo, y sobre todo
por los disparos indiscriminados de Hurrels. Avanzaban por una galería que daba
acceso al edificio cuando de pronto el techo comenzó a temblar.
-¡Alto!
–Les pidió Adams que iba delante dando la voz de alarma.- ¡Echaos atrás!…
Scott se paró en seco sujetando a la
doctora Prentis para impedirla avanzar. Por desgracia Adams estaba demasiado
adelantado, no pudieron evitar ver con impotencia y desesperación como parte de
las vigas del techo se desplomaban sobre él.
-¡Doctor!-
Gritó Scott horrorizado.-
-¡Clay!
–Chilló a su vez Melissa corriendo a tratar de quitar aquellos escombros.-
Sin embargo, eran demasiado pesados
para ella. El chico la ayudó. Entre ambos y algunos soldados de la escolta,
trabajosamente pudieron liberar al científico. Por desgracia era tarde. Uno de
los oficiales que iban con ellos le tomó el pulso para mover la cabeza y
musitar con pesar.
-Lo
lamento. Ha muerto.
Melissa se abrazó al cuerpo sin
poder dejar de llorar musitando en su idioma natal.
-Aishiteru…Clay…
Scott
también tenía lágrimas pero, muy entero, pudo decirle a la destrozada doctora
-Él
no hubiera querido que nos detuviéramos. Tenemos que salvar esta nave. Que su
sacrificio cuente.
Y tras unos instantes para tratar de
recomponerse en lo más mínimo en su ánimo, ella asintió despacio. Al fin,
acudieron droidos que apuntalaron el inestable techo y fueron despejando el
camino. Una vez hecho esto fueron capaces de avanzar sin percatarse de la
presencia de un misterioso individuo envuelto en un sayal negro que portaba un
gran libro burdeos. Abriéndolo usó algo parecido a una pluma. Daba la impresión
de estar escribiendo en él, después desapareció. Entre tanto, los científicos
llegaron a la sala y observaron los daños. Circuitos rotos, conexiones
cortadas… Sin perder ni un segundo se pusieron a trabajar. Melissa trató
desesperadamente de centrarse únicamente en las reparaciones.
-Lo
arreglaremos, lo haremos. Por todos nosotros, por ti.- Suspiró entre lágrimas.-
No te decepcionaremos, Clyde.
Entre
tanto, Kiros fue avisado por Tracer. El mayor Jensen había sido informado a su
vez por Mullins. Una nave había salido de la base enemiga que estaba próxima a
estallar.
-Debe
de ser ese maldito Gralas. Me ocuparé en persona de él.- Espetó entre jadeos.-
-Estás
agotado.- Valoró Penélope.- Apenas sí te quedan fuerzas.
El joven sabía que así era, pero ni
disponía de una alubia en ese momento ni tenía tiempo para buscarla. Tendría
que aguantar.
-Es
mi deber. No me lo perdonaría jamás si ese bastardo escapase. Mi misión
primordial era la de ajustarle las cuentas en nombre de los míos. - Replicó
contundentemente el saiyajin que se dirigió a su congénere.- Encárgate de
ayudar a los humanos junto con tu compañero.
-A
tus órdenes.- Asintió la interpelada como si de una oficial militar se
tratara.-
Y Kiros salió volando lo más deprisa
que pudo. Rumbo a la sala militar en donde aún se guardaban algunos trajes
especiales para él.
-¿Te
apetece un poco de música?- le preguntó Tracer conectando con su compañero.-
-Me
animaría mucho.- Admitió el joven.- Sobre todo una en particular que reservaba
para este momento.
Y comentándole a su compañero cual
era, éste la buscó de inmediato y se la puso a través del intercomunicador.
Espoleado por la canción el saiyajin reunió fuerza para propulsarse a gran
velocidad, una vez más rumbo al espacio exterior.
El
amor es como un reloj de arena, va salvaje cuanto llega cerca
El
tiempo se va, se van dejando momentos agitados y vacíos.
¿Quién
dijo que el amor podía durar para siempre?
Me
estoy cansando de sentirme como lo hago
En
tanto nos separamos pequeños secretos aparecen entre los dos
Mientras
navegamos alejándonos, sintiéndonos cómodos en la distancia…
-Le
acompañamos, mayor.- Intervino Jane convocando a sus pilotos.- Fighter Ladies, ¡vamos allá!
-Recibido.-
Repuso Susan, elevándose a su vez.-
-A
la orden.- Agregó Olivia.-
Dijiste
que el amor duraría para siempre
Que
ninguno de los dos se rendiría nunca
Llegó
un tiempo hay un lugar
Un
cambio de corazón, sobre la cara
Es
sobre el amor y sobre el perdón
Dime
ahora, dime como es
No
tienes que dar, la amnistía está concedida
Lo
que está hecho, hecho está para todos
Vamos
cariño, vamos a empezar de nuevo, ahora mismo
La
amnistía está garantizada
Escoltado
por las tres mujeres el saiyajin recortó la distancia que le separaba de esa
nave. Allí viajaba el tirano Gralas. Éste al principio se mostraba confiado por
haber escapado, como otras tantas veces en el pasado. Sin embargo, ahora su
recelo crecía. Ante él se manifestó aquella figura encapuchada con ese gran
libro burdeos entre las manos.
-Creía
que me habías dicho que todo iba a terminar bien.- Comentó Gralas con una
mezcla de extrañeza y temor.-
-Y
lo hará.- Replicó su misterioso interlocutor.- Para todas las personas de bien
del universo. Al fin van a librarse del tirano.
-¿Qué?-
Exclamó el perplejo aludido en tanto protestaba.- Si yo solo hice lo que me ordenaste.
-Fue
por un bien superior. Ya sabes lo que ocurrió en aquellos lejanos días. - Repuso
ese encapuchado.-
-¿Te
refieres a cuando..?- Exclamó aquel verdoso ser comenzando a entender.- ¡No
puede ser! Fuiste tú el que…
Pero ese misterioso ser no le dejó
concluir la frase, sentenciando, para dejar aterrado a Gralas mientras le hacía
escuchar la misma música que oía Kiros.
-Ahora
tu participación ha terminado.- Como dice esa canción. La amnistía está
garantizada. Pero no para ti, sino para todos a los que esclavizaste y
asesinaste en el pasado. Y sobre todo, para los inocentes que quedan en el
presente y el futuro.
Sí,
pienso mucho, he pensado mucho
He
pensado en ti, cariño
El
Señor sabe que he estado pensando en ti
He
estado pensando que el amor debería durar para siempre
Ninguno
de los dos se rendirá nunca
Un
cambio de corazón, sobre la cara
Es
sobre el amor y sobre el perdón
Dime
ahora, dime como es
No
tienes que dar, la amnistía está concedida
Lo
que está hecho, hecho está para todos
Vamos
cariño, vamos a empezar de nuevo, ahora mismo
La
amnistía está garantizada
Y
tras decir esto dejando escuchar aquella estrofa, desapareció. Aunque el
extraterrestre no quiso rendirse tan pronto y aceleró su cápsula de escape al
grito de…
-Yo
sobreviviré, siempre lo hago. No me haces falta, ¿Me oyes?...
Su nave ganó potencia y en efecto
parecía que podría burlar una vez más a sus perseguidores. No obstante, Kiros
lo vio y concentró su energía en una ola de poder.
Dijiste
que el amor duraría para siempre
Que
ninguno de los dos se rendiría nunca
Llegó
un tiempo hay un lugar
-¡No
escaparás! Esta vez no.- Gritó el saiyajin preparándose para lanzar su ataque.-
Un
cambio de corazón, sobre la cara
Es
sobre el amor y sobre el perdón
Dime
ahora, dime como es
No
tienes que dar, la amnistía está concedida
Lo
que está hecho, hecho está para todos
Vamos
cariño, vamos a empezar de nuevo, ahora mismo
La
amnistía
La
amnistía
La
amnistía
Está
garantizada
-Kamehamehaaaa.
Yaaa.- Gritó lanzando esa poderosa onda que, en apenas unos segundos, alcanzó a
su enemigo.- ¡Por Nuevo Vegeta!...
Gralas solamente pudo ver la muerte
acercarse en forma del destello de aquella ráfaga letal. Aulló al ser consumido
junto con su nave, que explotó en el espacio.
-¡Al
fin!- Gritó Kiros elevando un puño y exclamando exultante.- ¡Mi pueblo se ha
vengado del tirano. La amnistía está garantizada! Sí… para todo el Cosmos…
Vamos
cariño…
He
pensado en ti, cariño…
Vamos
cariño
Vamos
cariño
La
amnistía está garantizada
La
amnistía
La
amnistía
Está
garantizada
La
amnistía está garantizada
La
amnistía está garantizada
Está
bien
Está
bien
Está
bien…
(Meat Loaf Amnesty is Granted. Crédito al artista)
Sin embargo, su alegría
quedó pronto eclipsada. Del puente le llegaron malas noticias, era la voz de
Keiko.
-La
base enemiga va a explotar y hemos perdido los escudos por falta de energía.
Nuestra nave está muy dañada. No sé si lo resistirá.
El ya extenuado guerrero replicó sin
embargo, con calma y seguridad.
-Me
ocuparé de eso. Que conecten los sistemas, voy a la cámara del generador.
Recordó como el doctor Adams le
contó la manera en la que el príncipe Leval y el primo de éste ayudaron a
alimentar con su energía los sistemas de disparo de la SSP-1. Por fortuna,
aquel científico tan notable había reconfigurado eso y precavidamente dejó
lista una conexión, no únicamente para las armas sino también para abastecer de
energía la nave. Ahora, esa idea iba a resultar providencial. Dependía de la
celeridad y destreza con las que Scott y Melissa fuesen capaces de reparar los
sistemas. Y también del tino y rapidez con las que Caroline y Keiko pudieran
ponerlos en línea. Kiros fue ayudado a volver por el caza de Susan que estaba
en modo varitech. Debía ahorrar fuerzas. Los aviones y el robot llegaron
raudos, dejando al saiyajin cerca de su destino.
-No
hay tiempo que perder.- Comentó el guerrero del espacio llamando a través del
comunicador.- Jetra, avisa a tu compañero Nalir, os necesito aquí.
-
Como ordenes.- Repuso la joven.-
Y con gran velocidad se dispusieron
a acudir a la llamada. Las científicas entre tanto comentaban.
-La
base enemiga está colapsando, ¡va a explotar!- Anunció una asustada Keiko en
tanto manejaba febrilmente los controles efectuando comprobaciones.-
-
Estamos demasiado cerca para frenar la onda expansiva.- Añadió una preocupada Caroline
en la misma situación que su compañera.- Eso dañará muchísimo nuestra nave.
-Y
de por sí ya ha sido muy castigada.- Intervino un asimismo inquieto Hazzar.-
Quizás no aguante una onda expansiva de ese calibre.
Por su parte, una todavía llorosa
Melissa se esforzaba denodadamente por centrarse en su labor. No podía permitir
que la muerte del doctor Adams hubiera sido en vano. Tenían el destino de miles
de vidas en sus manos. Pero era incapaz de evitar pensar en él. Había comenzado
a sentirse atraída por ese hombre, incluso quizás a amarle. Sin embargo, no se
atrevió ni a intentar hacérselo ver. Una vez más en su vida, era tarde.
-Por
lo menos, ayudaré a salvar a los miles de personas que viajan aquí. Tu
sacrificio se recordará, Clay.- Pensaba con una tremenda tristeza y
dolor.- Yo siempre te recordaré…
Y una vez concienciada de eso,
atendió a las indicaciones de Scott con un renovado coraje, cuando el chico le
dijo.
-Tenemos
que soldar unos cuantos cables y reconectar algunos microchips. Los droidos
mecánicos los tienen aquí.
El
joven científico, tratando también de sobreponerse a aquello, usó su traje para
levantar unas pesadas vigas que le
obstaculizaban el paso. Pudo así, ayudado por un soplete, comenzar a reparar
esas conexiones.
-Vamos
allá. Hay que darse prisa.- Se decía para arengarse.-
Los
cazas llegaron al fin a la nave. Tras ser entrado en ella por Susan, Kiros
salió volando hacia su destino. Al llegar pidió de inmediato ver al doctor
Adams. Allí le dieron la terrible noticia.
-¡Maldición!
– Exclamó entre consternado y muy inquieto.- Era un gran científico y un buen
hombre. Que descanse en paz. Pero ahora ¿Quién podrá ayudarme con esto?
Los oficiales que allí estaban se
comunicaron de inmediato con el puente. Para sorpresa de todos, tras expresar
su pesar por la muerte del doctor, Keiko declaró en cuanto el contralmirante
las puso al corriente.
-Creo
que puedo hacerlo.
-¡Llévenla
de inmediato! - Ordenó Hazzar.- ¡Máxima prioridad!
Con rapidez un oficial le indicó a
la joven que fuera para allá. La chica le siguió, tras tomar un deslizador se
plantó allí en apenas seis minutos. Para cuando llegó, encontró a Kiros. Él la
miró atónito, la muchacha le devolvió la mirada con decisión aunque preguntó
con tono trémulo.
-¿Qué
necesitas que haga?
En ese momento llegaron Jetra y
Nalir. Ambos saiyajin se inclinaron ante su compatriota.
-Excelencia,
mandad y seréis obedecido.- Aseguró Nalir.-
El chico asintió y mostrando una
especie de cables con un asa, les indicó.
-Agarraos
a eso y cuando os diga, emitir toda la fuerza que podáis…
Los otros dos asintieron, en eso que
Kiros le dijo a Keiko.
-Necesito
que me conectes desde aquí al sistema de escudos de la nave.
-¿Qué?-
Se sorprendió la muchacha.- ¿Hablas en serio?
-Desde
luego.- Sentenció él.-
La muchacha asintió, tras estar
trabajando en una consola de control cercana y conectar algunas cosas, le
comentó al saiyajin.
-He
activado los sistemas, al fin han reparado las conexiones. Estás en línea con
los escudos, pero haría falta una gran cantidad de energía como para…
Kiros simplemente sonrió, aunque
sudaba y parecía agotado cuando le respondió.
-Ahora
tienes que alejarte de aquí, Keiko, será peligroso para una humana estar tan
cerca.
En ese momento, multitud de explosiones
en cadena comenzaron a producirse en el planetoide enemigo.
-¡No
queda tiempo!- Advirtió Caroline.-
-Circuitos
activados.- Respondió Scott tras terminar con sus reparaciones.- ¡Adelante!
Kiros se sujetó a dos de esos cables
con agarraderas. Keiko le observaba sin poder evitar sentirse preocupada.
-¡Vamos,
vete! - Le ordenó él.-
Eso sirvió para que la chica
reaccionase alejándose cuanto pudo. Un soldado cerró una gruesa puerta de
titanio tras ella dejando aislados a los saiyajin. En ese momento, les llegó el
aviso.
-¡Ese
planetoide ha explotado!- Comunicó una asustada Caroline.- ¡Que Dios nos
asista!
-¡Ahora!-
Ordenó Kiros a los suyos.-
Los saiyajin emitieron sus energías,
lo mismo que el joven, que volvió a convertirse en súper guerrero. Enseguida el
poder combinado de todos creó un escudo de energía en torno del asteroide que
llegó justo a tiempo para detener la onda de choque de esa explosión. Pese a
todo, la nave entera se balanceó como un barco en medio de una tempestad.
-¡Sujeta
a los niños!- Le decía Ginger a Clarisa, en tanto ella abrazaba al pequeño Dean.-
Todos se tambaleaban debido al poder
de esa acometida energética. A su vez, en el puente de mando se sujetaron para
no caer. Lo mismo pasó en la zona médica. Gracias a que Lester y los demás
acudieron también a ayudarles, Maggie y Giaal tuvieron la oportunidad de ir
hasta la zona de incubadoras y de proteger aquello que estaba gestándose en su
interior. Penélope también se agarró a lo primero que vio para no caer. Incluso
los mismos robots gigantes se anclaron magnéticamente.
-¡Es
algo tremendamente fuerte! - Comentó Olivia con asombro.-
-Esperemos
que el escudo resista.- Añadió Jane.-
-Sí,
tiene que hacerlo.- Remachó Susan.-
Así lo deseaba Tracer también.
Confiaba en Kiros. Aun así, aquello era demasiado potente…
-¡Vamos
amigo! Se decía entre dientes.- Tienes que aguantar…
Kiros así lo hacía, vaciándose en
defensa de esa gran nave. Miraba desde la distancia a la atónita Keiko. El
joven pensaba no solamente en ella, sino en todo el mundo abordo. Y no pudo
evitar acordarse de Maggie. Y de la noche que pasaron juntos. Aquello le hizo
redoblar sus esfuerzos.
-¡Ahh!-
Gritaba elevando ostensiblemente su poder.-
-Es
impresionante.- Afirmó un admirado Nalir.- ¿De dónde saca tanta fuerza?
-Del
amor.- Pudo replicar Kiros.-
Jetra y su compañero se miraron
atónitos. Aquella especie de leyenda que circulaba entre los de su pueblo
parecía verse confirmada ahí. El poder de eso que los humanos llamaban amor. En
verdad multiplicaba las fuerzas de un saiyajin. Al fin, el peligro fue
alejándose. La onda expansiva se alejó perdiendo intensidad y el asteroide fue
dejando de moverse
-La
nave se estabiliza.- Informó Caroline.-
-Lecturas
normales también desde aquí.- Corroboró Scott.-
Pese
a ello Kiros y sus compatriotas mantuvieron la energía que alimentaba los
escudos durante unos instantes más. Al fin, cesaron. Los dos jóvenes se
sentaron a descansar. Sin embargo, Kiros quedó en pie, dejando de ser un súper
guerrero. Al poco la puerta se abrió y una eufórica Keiko entró corriendo para
abrazarse a él.
-¡Lo
has hecho, nos has salvado a todos!- Exclamó la muchacha.-
El
joven apenas se pudo permitir una leve sonrisa, cayó fulminado al suelo, sin
sentido.
-¡Kiros!-
Gritó la muchacha tratando de reanimarle.- ¡Dios mío! ¡Kiros!-. Repetía sin
resultado -¡Emergencia médica!, por favor, envíen a alguien a esta zona.- Pidió
con desesperación…
Aquello se radió por casi toda la
nave. Tras dar su posición la chica sollozaba presa de la impotencia. Y es que
el guerrero parecía haber dejado de respirar. La propia Jetra comentó entre
asombrada y llena de respeto.
-Lo
ha dado todo por proteger esta nave. ¡Todo!
-Es
increíble.- Convino un admirado Nalir.- Nunca había visto nada semejante.
Sin embargo, no sabían qué hacer
para ayudarle. Ninguno de ellos tenía la menor idea de cómo reaccionar ante
aquello. Sencillamente no lo habían esperado.
Por fortuna, Giaal, Maggie y Erika estaban ya próximos, subidos a un
deslizador recorrieron el trayecto con una gran velocidad, y como eso no
bastaba, el propio doctor Ginga las sujetó y voló raudo hacía allí. No tardaron
en hacer acto de presencia. Entonces, una asustada Maggie corrió literalmente
hacia el colapsado saiyajin apartando a la asombrada Keiko de su camino.
-¡Vamos,
despierta!- Chilló tratando de reanimar al guerrero.-
Intentó un masaje cardiaco y un
furioso boca a boca. Todo ello ante la perpleja mirada de la pelirroja. Pero
claro, estaba en juego la vida de Kiros. Pensó que era lógico que la enfermera
actuara así. Aunque casi le pareció que eso iba mucho más allá de un mero
intento de reanimación. Entre tanto Giaal atendía a los otros guerreros del
espacio. Maggie se volvió a su otra colega…
-¡Erika
ayúdame!- Le pidió desesperada.- ¡Por favor!
La interpelada se quedó dudando por
unos instantes. ¿Acaso ese hombre le importaba tanto a Kendall?...No, por unas
décimas de segundo tuvo las peores intenciones. Verla sufrir así podría
resarcirla de su propia tortura.
-¡Por
favor!- insistió Maggie entre gemidos de angustia y desesperación.-
Estaba claro que ver así a ese tipo
estaba destrozando a su rival. Aunque de inmediato se censuró a sí misma. No,
no le serviría para nada. Y, sobre todo,
eso sería muy injusto. Ningún inocente más sufriría. Además, ese hombre les
había salvado a todos, incluida ella misma. No se permitió ni un titubeo más.
-No
te daré ninguna excusa, Kendall.- Volvió a decirse entre dientes.- Ninguna,
para que me culpes a mí…
Se
arrojó junto al cuerpo exánime del saiyajin, comenzando a darle descargas con
un aparato de reanimación.
-¡Toma!-
le respondió a su compañera en tanto le acercaba una mascarilla con oxígeno.-
¡Adelante!
-¡Gracias!-
Pudo musitar una emocionada Maggie.-
-¡No
lo hago por ti!- Espetó sin embargo Marek, mirando entonces al guerrero tendido
en el suelo para indicarle a su colega, a fin de adecuar el ritmo de las
descargas a las insuflaciones. - Vamos, no pares, a la de tres…, una, dos…
Giaal las observaba y sonrió. A
pesar de las apariencias él sentía que la energía de Kiros estaba muy baja pero
no tanto como para que muriese. El
médico alien tenía incluso alguna alubia mágica que podía emplear en el
saiyajin. No obstante, quiso dejar que fueran esas dos las que tratasen de
luchar codo con codo por salvarle.
Estaban trabajando en equipo a la perfección y, pese a lo que trataba de
aparentar, percibía que el corazón de Erika no estaba ya tan endurecido hacia
su compañera. También dedicó un instante de atención a Keiko. Aunque en ese
instante el alien percibió algo extraño. Como si el corazón le diera un vuelco.
Miró de inmediato hacia una parte alejada de la estancia, en la penumbra. Creyó
ver algo por una milésima de segundo. Como si un gran individuo, cubierto por un sayal oscuro le
hubiera estado observando. Todavía perplejo fue requerido por uno de los
enfermeros.
-Doctor,
tenemos un caso muy grave, entre las ruinas del centro cibernético.
-Voy
con usted.- Convino de inmediato olvidándose de aquello.-
Keiko
estaba clavada ahí, sin saber qué hacer. En ese momento recibió una llamada…
-Soy
Penélope.- Le comunicó ésta.- Será mejor que vengas, Melissa te necesita.
Y viendo que su presencia era ya
innecesaria en ese lugar, la chica se despidió susurrando un hasta luego a la
ocupada Maggie quien no se dio cuenta siquiera. Después se encaminó hacia el
punto en el que fue informada por su jefa que estaba la doctora Prentis. Con
expresión demudada por el pesar, Penélope le contó.
-El
doctor Adams ha muerto.
Keiko
no lo pensó. Corrió hacia su amiga y compañera para encontrarla sentada,
cabizbaja y con expresión hundida.
-Melissa.-
Pudo musitar con pesar.- ¡Lo siento muchísimo!
La interpelada elevó la cabeza
mirándola a través de unos ojos velados por las lágrimas. Eso hizo llorar
también a Keiko y enseguida ambas se abrazaron. A poca distancia, un asimismo
abatido Scott presenciaba la escena sin atreverse a interrumpir. Al cabo de un
rato, fue la propia doctora Prentis quien, separándose del abrazo de su amiga,
se dirigió a ambos.
-No
hagáis como yo. Si amáis a alguien decídselo antes de que sea demasiado tarde.
Yo he perdido mi vida entera en post de la ambición, la venganza y después,
cuando quise enmendarme, del trabajo. No
aprendí la lección pese a las oportunidades que me dieron para hacerlo. Ahora
ya no me queda nada.
-Eso
no es verdad.- Trató de consolarla la joven pelirroja dándole un beso en la mejilla
izquierda en tanto añadía.- Siempre nos tendrás a tu lado.
-Gracias.-
Suspiró la llorosa mujer, añadiendo.- Pero solamente te pido que sigas este
consejo. Proviene de la experiencia. De una amarga experiencia, Keiko. Y a ti
también te lo digo, Scott. No dejes que nada se interponga entre la chica a la
que quieres y tú…
-Tienes
razón.-Admitió él con voz queda, para sentenciar más decididamente.- No lo
haré, ya no…
Tras esas palabras la acompañaron a
un lugar habilitado para que algunos de los heridos leves pudieran descansar.
Por su parte, Kiros dormía en la zona del hospital reservada a los
convalecientes. Entre Erika y ella lograron hacer reaccionar a ese guerrero, lo
bastante como para detectar signos vitales en él. Y por un momento ambas se
miraron y se sonrieron al hacerlo. Aunque eso duró apenas un instante, Marek
enseguida ensombreció su expresión y sin mediar palabra se alejó, en tanto las
asistencias ponían al saiyajin en una camilla y le llevaban al hospital. Maggie
quiso ir con él pero se detuvo pensándolo dos veces y movió la cabeza.
-Hay
otras muchas personas que necesitan ayuda. Cumpliré con mi deber como ha hecho
él con el suyo. Hasta el final.
Y lo hizo a conciencia. Sin reparar
en cuan cansada estaba. Al fin, tras atender a otros pacientes se acercó a ver
a Kiros. Por fortuna, los signos vitales del guerrero seguían estables. La
enfermera lo comprobó sentándose después a su lado.
-Ahora
no te puedes marchar de mi lado.- Susurró tomando una mano del chico entre las
suyas.-Te necesito, todos te necesitamos...- Matizó con rubor.-
Sonrió como si fuera una colegiala
pensando en aquello. Si alguien hubiera apostado por ella acabando tan enganchada
por un hombre antes de comenzar ese viaje, desde luego que se hubiera hecho
millonario. Solamente esperaba que aquel chico se recobrase. Era muy fuerte sin
duda, pero lo que había hecho fue excesivo, incluso para él. Al poco le soltó
la mano con un ligero sobresalto. El doctor Ginga había entrado en el box de
observación.
-No
te preocupes, se reestablecerá enseguida.- La animó él.- Ahora quiero que
vengas un momento, te necesito.
-Sí,
doctor.- Convino ella levantándose despacio, y tras darle una última mirada al
saiyajin, remachó.- ¿Qué quiere que haga?
-Atiende
al paciente del box siete.- Le pidió Giaal añadiendo con tono enigmático.- Pero
no digas nada a nadie sobre él que no sea a mí.
Maggie fue hasta allí, cuando se
acercó hasta el convaleciente vio que estaba vendado en la cabeza y los brazos,
así como en las piernas. Estuvo tomándole el pulso, la tensión y revisando el
goteo por sonda que tenía puesto en un brazo cuando súbitamente le reconoció.
-¡Dios
mío! - Exclamó entre atónita y emocionada.-
Pero
fiel al encargo del doctor Ginga no comentó nada con nadie al respecto. Así
pasaron un par de semanas. Todos estuvieron muy ocupados reconstruyendo la nave
y dedicándose a sus respectivas labores. Maggie además se mantuvo en todo
momento junto al convaleciente saiyajin y ese otro paciente. Keiko fue a
visitar a Kiros de igual modo. Aunque con menos regularidad. La joven dejó de
ir a diario cuando supo que el chico
estaba en clara mejoría, aunque no hubiera despertado aún, disculpándose a sí
misma por lo ajetreado de su trabajo. En realidad, quería estar junto a Melissa
todo lo que pudiera. La mujer que siempre la había apoyado la necesitaba con
urgencia ahora. Aunque ésta parecía llevarlo muy bien. De hecho, apenas se
pasaba por el laboratorio o el centro de investigación. Había decidido
dedicarse a ser la maestra del grupo de niños de los que se había comenzado a
ocupar, nutridos ahora por esos cuatro nuevos críos que fueran rescatados de la
base enemiga. Al principio, sus compañeros les observaron con asombro.
-¡Sois
verdes!- Dijo una cría rubita de cinco años, entre divertida y atónita.-
-¿Os
habéis pintado las caras y las manos?- Quiso saber un niño de alrededor de seis
años en tanto les miraba con estupor.-
Sin embargo, aquellos pequeños no
respondían. Melissa entonces tuvo que intervenir con el tono más dulce que pudo
adoptar.
-Vuestros
nuevos compañeros vienen de un sitio muy lejano. Son algo diferentes, pero aquí
todos somos distintos y eso es lo que nos hace ser especiales. Hay personas,
morenas, rubias, pelirrojas como yo. - Sonrió agarrando un mechón de su cabello
ante las miradas curiosas de los niños.- Y de pieles blancas, negras, tostadas
y ahora verdes… Así es más bonito.
-Sí.-
Convino una niña negrita que asentía entusiasmada ante la visión de sus nuevos
amiguitos.- ¡Qué bien!
-Pues
mola.- Comentó Nick, un chaval de unos seis años.- Yo también me pintaré de
verde.
-¡Y
tienen orejitas puntiagudas, como los elfos de los cuentos y las hadas! -
Afirmó una encantada Dina, la niña rubita.-
-Eso
es. Deben de venir de un cuento.- Afirmó categóricamente Dean, añadiendo.- Le
diré a mi mamá que me lo lea.
Melissa
les sonrió a todos, aunque lo cierto es que esos críos aliens no hablaban, al
menos con los demás. Entre ellos sí parecían decirse cosas en voz muy baja,
seguramente en su lengua natal. Y se
mantenían siempre apartados en un rincón de la clase. Por suerte para la apurada
maestra, el doctor Ginga se pasó por allí una mañana junto con la teniente
Hunter.
-¡Hola!
- Saludó alegremente Susan a los críos que enseguida correspondieron con sus
manitas.-
-Me
alegra veros.- Dijo Melissa.-
-Me
he pasado por aquí a ver a los niños.- Repuso Giaal.- Quiero hacerles un
reconocimiento, son de mi raza de modo que si tienen algún problema de salud
enseguida lo sabré.
-Lo
que tienen los pobres es un problema de comunicación.- Suspiró la maestra.-
-Solucionaré
eso en poco tiempo.- Le sonrió animosamente su interlocutor.- Ahora, si me lo
permites, me gustaría estar con ellos a solas.
Melissa asintió. Aunque dudaba de
poder explicarles eso a aquellos niños. Sin embargo, cuando Giaal se dirigió a
ellos estos pasaron a observarle con una mezcla de sorpresa e interés. Al
instante se levantaron del suelo donde estaban sentados y le siguieron. Todo
ello ante la cara de asombro de la maestra. Y justo antes de cerrar la puerta
de una habitación anexa, el extraterrestre le comentó.
-Por
cierto, pásate esta tarde por el hospital. Me gustaría que me ayudases con
Kiros.
-¿Con
Kiros?- Se sorprendió Melissa.-
-Sí,
no lo ha pasado muy bien tras despertarse. No en el plano físico, es un
auténtico portento en eso. Pero tiene problemas en el psicológico. - Afirmó el
doctor.- Y es mejor no involucrar a las chicas, ya me entiendes.
Su interlocutora asintió. Sabía de
sobra a qué se refería Giaal. Éste pasó entonces con los niños a esa otra
estancia y tras cerrar la puerta les dijo amablemente en su lengua, mientras
adoptaba su apariencia natural.
-Tranquilos,
aquí estáis seguros, no hay nada que temer.
-¿Por
qué te disfrazas como los humanos?-
Quiso saber una pequeña de quizás seis años.-
-Porque
vivo entre ellos.- Sonrió Giaal.-A muchos, como a los niños de vuestra clase
nuestro aspecto, les parece divertido. Pero a otros les podría asustar.
-¿Por
qué?- Preguntó un pequeño de la misma edad que su compañera.-
-A
veces los humanos tienen miedo de lo que no conocen.- Repuso el doctor.-
-Aquí
nos han dado comida humana. No nos gusta
mucho pero hemos aprendido a comerla.- Afirmó otra cría, que parecía
algo mayor, de pelo largo color rojizo y mechones violetas. Presentándose como
Yally. - Es mejor que lo que nos daban en esa celda.- Musitó bajando la
cabeza.- Y también nos tratan con más amabilidad.
-Sí,
allí teníamos que trabajar mucho y nos pegaban.- Musitó un entristecido Ultis, un
pequeño de apenas siete años con pelo morado más corto y mechones de tono azul
pálido.-
Giaal no pudo evitar indignarse al
tiempo que compadecer a esos pobres pequeños. Aunque se esforzó por no
evidenciarlo, sonar animoso y decir.
-Os
enlazaré con mi mente. Así aprenderéis el idioma de los humanos. Podréis
comunicaros y aprender cosas de ellos. No son malos. La señorita Melissa por
ejemplo, es muy buena persona.
-Sí,
ella es buena, pero está muy triste.- Dijo el otro crio de unos seis años, de
nombre Orix, con un tono burdeos de cabello y mechones azules. – Puedo
sentirlo.
-Sí,
lo está.- Admitió Giaal que enseguida declaró con convicción y optimismo.- Pero
entre todos la alegraremos. Y para eso tenéis que ayudarme.
-Lo
haremos. Se ha portado muy bien con nosotros.- Convino Wina, la pequeña de
alrededor de seis años, cabello malva y mechones rosas.- Me gusta mucho la
señorita Melissa. Tiene un pelo muy bonito para ser humana.
-¿Tendremos
que disfrazarnos de humanos nosotros también?- Preguntó un desconcertado.-
Ultis.-
-Como
vosotros queráis.- Repuso afablemente Giaal.-
-A
mí me parecería divertido.- Añadió Wina sonriendo por primera vez.-
-¿Es
muy difícil?- Quiso saber Orix.-
El
adulto de su especie le devolvió la sonrisa. Asintió despacio para responder.
-Requiere
algo de práctica. A mí me pasa como a vosotros, desde muy joven he visto
humanos. Fue sencillo. Solamente tomaba su apariencia…
Los críos asintieron pensando
seguramente en intentarlo.
-¿Y
dónde están los demás?- Terció entonces Orix.- Los otros de nuestra especie.
Después de esas explosiones no recordamos nada.
-Es
verdad. Nos despertamos y estábamos aquí.- Pudo añadir Yally.-
El adulto apagó su sonrisa bajando
la mirada. Recordaba como tuvo que sacar a esos pobres críos de aquel infierno.
Por desgracia, ninguno más sobrevivió. Al menos pudo rescatar a los hijos del
metamorfo, dos en total, que habían adoptado apariencias de guardias de Gralas.
Gracias a lo que ese ser le indicó pudo reconocerles. Les pusieron bajo
custodia, pero tras las explicaciones que Giaal dio a las autoridades se les
permitió abandonar la nave en una cápsula rescatada de la base enemiga dado que
decidieron retornar a su mundo. De hecho, habló de ello con el contralmirante.
Al terminar la batalla varias lanzaderas fueron al planetoide para evacuar a
los supervivientes. Giaal recordó que el propio Hazzar se lo contó.
-Verá
doctor. Este viaje nunca fue únicamente una misión de terraformación. -Le
confesó el apurado oficial.- Pero tampoco una de venganza. Podríamos decir que
combinaba las anteriores con otra de salvamento. Habíamos previsto una gran
parte de la ciudad para acomodar a todas las personas que rescatásemos de las
garras de ese tirano.
-Ahora
lo comprendo. Todo ese sector deshabitado.- Repuso él.-
-Así
es. Esperábamos a muchos más, pero desgraciadamente Gralas y sus esbirros
acabaron con casi todos. Los soberanos Serenity y Endimión nos pidieron llevar
a cabo una misión de rescate. Esa era la auténtica prioridad. Y de hecho
tratamos de mantener el elemento sorpresa todo el tiempo posible.
-Desgraciadamente
teníamos topos infiltrados y traidores.- Comentó Giaal.-
-Pero
ninguno pudo transmitir nada. Al menos que sepamos.- Le dijo Hazzar.- Yo en
persona activé un inhibidor de frecuencia para evitarlo. Gracias a la energía
electromagnética que desprende esta nave se pueden amortiguar las
transmisiones. Por ello, no nos hemos comunicado con nadie en todo este tiempo.
Eso, además de la gran distancia que nos separa de Bios.
-¡Y
aun así, ese asesino perpetró una masacre! - Espetó el enfurecido Alien
apretando los puños con impotencia.- ¡Tantos inocentes! ¡Maldito canalla!
-Lo
siento, de veras. Esperábamos que ese tirano mantuviera muchos rehenes. Sin
embargo, entre los que ya había eliminado y los muertos durante el ataque. Poco
o nada pudimos hacer por ellos. - Suspiró un entristecido Hazzar.-
-¿Tienen
alguna idea de cuantos?- Musitó el ahora consternado alien tras calmarse.-
-Lo
lamento, no tenemos más que cifras especulativas.- Repuso su
interlocutor.- Al menos unos pocos
cientos sí que han sobrevivido, y unos críos de su especie. Con los que espero
podrá usted echarnos una mano. Ni hablan, ni comprenden nada de lo que les
decimos. Y tienen miedo. Eso desgraciadamente es algo obvio, solo con mirarles
a los ojos. No les puedo culpar por ello. Han sufrido experiencias muy
traumáticas para cualquiera. No digamos para unos niños. - Se lamentó el
contralmirante.-
-No
se preocupe, yo me ocuparé de explicarles lo que ha sucedido.- Le prometió
Giaal.-
Así
lo rememoraba ahora teniendo a esos pequeños delante. Lo duro sería decírselo,
aunque no fue preciso, ellos lo adivinaron, a buen seguro por estar en un modo
accesible a la telepatía. Las lágrimas asomaron enseguida por sus redondeadas
mejillas y sus caritas.
-También
nosotros podemos hacer agua.- Musitó Yally.- Hemos aprendido al ver a los
humanos.
-Nuestros
amigos...ya no están. -Suspiró una apenada Wina entre lágrimas.-
-Lo
siento mucho.- Musitó el doctor Ginga.- No pudimos hacer nada por ellos. Pero
ahora tenéis que ser fuertes, sois lo que queda de nuestra raza aquí. Y un día,
seguro que podréis retornar a nuestro planeta. Ya estáis entre amigos. Todo irá
mejor a partir de ahora.
Los niños asintieron con renovado
optimismo y Giaal se alegró de ello. Al poco salió. Susan había estado jugando
un poco con algunos críos. La joven estaba visiblemente relajada, con una
amplia sonrisa y disfrutando como si de otra niña más se tratara. Su pareja se
alegró de verla así.
-Ya
está.- Comentó él sacándola de aquellos divertidos juegos.-
-Vaya,
es una pena. ¡Me gustaría quedarme aquí durante todo el día! - Se lamentó
jocosamente ella, tras dar un par de besos a sendos niños.-
-Podrías
pedir el traslado.- Sonrió Giaal.-
-No
creas que no me lo iba a pensar.- Afirmó una divertida Susan.-
Al fin se despidieron cariñosamente
de los niños y de Melissa. Ambos salieron a la calle, paseando por la nave que
todavía estaba siendo reparada en multitud de puntos, así como se remozaban y
reconstruían muchos edificios en la ciudad.
-¡Espero
que al fin todo haya terminado!- Comentó la morena muchacha tras dar un largo
suspiro.-
-Sí,
ojalá sea así.- Convino Giaal.-
-Veo
mejor a Melissa.- Declaró la joven.-
-Eso
quiere dar a entender.- Repuso su interlocutor.- Pero está sufriendo mucho.
¡Pobre mujer! Al menos intenta llenar su vacío con los niños.
-Todos
hemos sufrido en este viaje. Hemos luchado en varias batallas y perdido a muchas
personas buenas, amigos, compañeros…Lo mismo que sucedió en la SSP-1- Enumeró
una ahora cabizbaja Susan para afirmar.- Y eso me ha hecho pensar.
-¿Pensar?-
Repitió Giaal.- ¿Acerca de qué?
-Sí,
acerca de que ya he tenido suficientes aventuras. No quiero seguir viajando de
un sitio a otro, me gustaría asentarme. Igual a como hicieron el mayor O ‘Brian
y el teniente Malden. Quizás en ese mundo al que vamos…cuando lleguemos y lo
terraformemos…
-Sí.
A mí también me gustaría.- Asintió su pareja dándole la mano.-
Caminaron así sin hablar durante un
rato. Susan en efecto sentía el deseo de establecerse. Acaba de ascender,
posiblemente ya no pudiera hacerlo hasta dentro de unos años. Había colmado sus
expectativas de vivir aventuras. Para su desgracia a un coste muy alto para
otras muchas personas. Ahora lo único que deseaba era vivir con tranquilidad. Y
¿quién sabe? Viendo a esos niños jugar tan alegres y despreocupados, y a ella
misma pasándolo en grande junto a ellos.
No recordaba algo así desde que siendo ella misma una cría, jugaba con su
hermana pequeña.
-En
el fondo quizás sea por ellos, las futuras generaciones, por los que únicamente
todo esto haya merecido la pena.- Reflexionó.-
En el hospital, poco a poco Kiros
fue abriendo los ojos. Todavía se notaba agotado. Aunque estaba mejor. Sus
fuerzas no habían retornado del todo aún pero teniendo en cuenta su naturaleza
saiyajin pronto lo harían. Miraba ahora hacia el blanco techo como si quisiera
dejar su mente en blanco. Apenas se dio cuenta en un principio de la pregunta
que resonó con tono suave cerca de él.
-¿Cómo
te encuentras?
Despacio giró la cabeza hacia la
fuente de ese sonido. Entonces la vio. Keiko estaba allí. Radiante y sonriente,
con esa melena rojiza y esa mirada transparente, de aquellos ojos grisáceos con
reflejos violetas.
-Nos
diste un buen susto.- Agregó ella.- ¡Menos mal que entre Maggie y su compañera
pudieron reanimarte!
-¿Cuánto
tiempo llevo aquí?- Pudo preguntar todavía con algo de afonía en la voz, hasta
que carraspeó.-
-Casi
quince días.- Le respondió la muchacha.- He venido alguna vez pero estabas
durmiendo.
-Gracias,
por preocuparte por mí.- Repuso él con reconocimiento.-
-Eso
no es nada comparado a lo que tú hiciste por todos nosotros.- Sonrió la chica
una vez más.- Salvaste esta nave y a todas las personas que viajan en ella.
-No
fui yo solo.- Declaró modestamente él.- Todos ayudasteis. De no ser por ti, aquello
no hubiera funcionado. La doctora Prentis, el doctor Adams…
El gesto de Keiko se ensombreció al
oír el último nombre. Bajó la cabeza con expresión consternada.
-¿Qué
le ha pasado?- Musitó el chico.-
-Murió
mientras trataba de llegar a su laboratorio.- Le contó la chica.- Un derrumbe
le aplastó.
-Sí,
es cierto… lo había olvidado. Lo siento. Era un buen hombre.- Dijo apenado el
saiyajin.- También era un valiente, todos lo habéis demostrado. Debo confesar
que os infravaloré. Mi soberana y mi tía tenían toda la razón. Los humanos sois
capaces de grandes cosas.
-Tus
compatriotas saiyajin también ayudaron mucho.- Pudo contestar la muchacha,
tratando de no verse demasiado afectada por aquellas palabras, y le relató.-
Cuando todo acabó, se ofrecieron a echar una mano en las tareas de reparación.
-Quieren
ganarse el perdón.- Sonrió débilmente Kiros, asintiendo despacio.- Y lo han
logrado. Hablaré en su favor cuando vuelva a mi mundo.
-¿Volver?-
Inquirió Keiko que pareció algo alarmada al oír aquello.-
-Tendré
que informar de todo a mis reyes.- Contestó el joven quien entonces quiso
saber.- ¿Hemos llegado ya a ese planeta? ¿Al que querían adaptar?
-Terraformar.-
Matizó su interlocutora que movió la cabeza para reforzar con un.- No… de
hecho, Penélope y yo estamos muy extrañadas. Hemos consultado las cartas que
nos regaló esa cultura tan avanzada. Deberíamos estar muy cerca. Pero nada de
lo que indican aparece ahora.
Eso hizo que el saiyajin la mirase
atónito e incluso tratando de incorporarse. Keiko le detuvo con un gesto de su
mano.
-Por
favor, no te esfuerces demasiado.
-Puede
que nos hayamos desviado del rumbo.- Conjeturó entonces el saiyajin.-
-No,
lo hemos comprobado. Al menos triangulando nuestra posición con Bios y otras
estrellas que aún podemos ver.- Le explicó Keiko.-
La conversación se vio interrumpida
cuando una enfermera entró en el box. Kiros apenas pudo musitar con tinte
esperanzado.
-Maggie…
Pero no era ella, aquella mujer de
pelo rubio algo rizado y ojos azules le sonrió.
-¡Al
fin se ha despertado! ¿Cómo está?
-Bien
gracias, enfermera…- Repuso él sin recordar su nombre.-
-Me
llamo Erika Marek. – Replicó la interpelada.-
-¿No
está su compañera?- Quiso saber Keiko.-
-No,
libra hoy.- Repuso ahora con bastante menos simpatía.- Disculpen.- Añadió.-
Erika le tomó el pulso y la tensión
al paciente. Aunque atónita miró las cifras varias veces.
-Mis
constantes son distintas a las de los humanos.- Le explicó el chico.- No se
preocupe, ya estoy bien.
Y tras asentir, Marek se marchó
dejando a los dos jóvenes. Keiko sonrió débilmente para añadir.
-Tengo
que irme ya. Penélope y Caroline están hasta arriba de trabajo. Más ahora que
Melissa ha preferido cuidar a los niños de la escuela.
-Claro,
te agradezco que hayas venido.- Asintió el chico.-
Ella le obsequió con un beso en la
mejilla y se alejó. Iba pensando algo extrañada e incluso. ¿Por qué no
admitirlo? decepcionada, que Kiros apenas mostró alegría al verla. Quizás
estuviera siendo demasiado egoísta. El pobre chico acababa de despertar de
estar varios días inconsciente. Posiblemente estaba aturdido y nombraría a
Maggie porque era enfermera, lo más natural fue que, tras atenderle de
urgencia, hubiera estado allí ocupándose de él.
-No
sé qué hacer.- Pensaba la pelirroja de un modo un tanto culpable.- No tengo
claro con cuál de los dos quisiera estar.
Entre tanto, Giaal y Susan se
encaminaban hacia el centro médico. La oficial recibió entonces una llamada.
-Tengo
que entrar de servicio en un par de horas.- Suspiró fastidiada.-
-Nos
vemos mañana entonces.- Repuso Giaal, afirmando por su parte.- Debo terminar
unas cuantas cosas esta tarde.
-¿Las
sorpresas esas que me dijiste?- Inquirió Susan.-
Su pareja asintió. En efecto le
había comentado que tenía un par de sorpresas para dos de sus amigas.
-Así
es, y ésta será la primera.- Declaró con tono animado.-
Y tras darse un beso se despidieron,
yendo cada cual a sus ocupaciones. El doctor Ginga no tardó en mandarle un
mensaje a Maggie. La citaba en el centro médico. La joven lo recibió cuando
estaba en casa. Ese era su día libre pero, tratándose de Giaal, no quiso
hacerle esperar mucho. Se cambió de la ropa más cómoda que llevaba a otra para
salir a la calle y tomó un deslizador. Tuvo que sujetarse un momento a una
barra que ese aparato llevaba en la parte del techo, porque le dio un leve
mareo. Por suerte se recuperó enseguida.
-Llevo
varios días en los que apenas he dormido nada. ¡Ojalá que fuera por haber ido
de fiesta!- Se dijo con resignación.-
De hecho, habría deseado dormir en
casa pero no conciliaba el sueño, muchas cosas le rondaban por la cabeza. Decidió que tendría que afrontarlas una por
una, según se presentaran. Entre esas reflexiones pasó el viaje. Al fin llegó a
su destino. Entró en el centro de salud. Giaal ya la aguardaba. Sonriente le
dijo.
-Gracias
por venir, sé que te tocaba librar hoy.
-No
hay de qué, doctor.- Sonrió Maggie.- ¿Es por lo de esa sorpresa?- Quiso saber.-
Efectivamente él asintió, también le
había dicho en el mensaje que tenía una sorpresa para ella y para alguien más.
-Es
algo que espero te gustará. Si tienes la bondad de aguardar un momento.- Le pidió
el doctor.- Enseguida te lo mostraré. Por cierto, luego tienes que hacerme un
favor…
La chica asintió, se sentó en uno de
los sillones de la sala de espera. El doctor Ginga entró en una sala reservada
para pacientes en reposo que ahora estaba vacía. Al menos eso creía la
muchacha. Tras esperar durante unos minutos
el médico retornó.
-Adelante.-
La invitó a pasar él.-
Maggie
le siguió. La habitación estaba en penumbra.
Apenas unas vagas formas se recortaban en esa oscuridad. El alíen le
susurró.
-Acaba
de salir de la incubadora. Debe irse acostumbrado poco a poco a la luz y al
sonido. Te pido que hables muy bajo.
-De
acuerdo.- Musitó ella a su vez.-
Entraron un poco más para descubrir
una silueta de lo que parecía alguien sentado sobre una cama. Giaal procedió a
encender una leve luz de lamparita y le indicó a su acompañante.
-Saluda
a nuestra amiga.
Maggie tuvo que reprimir una
exclamación, llevándose las manos a la boca. Las lágrimas se le saltaban cuando
emocionada, pudo susurrar.
-¡Oh,
Dios mío! Es ella, es… ¡Dios mío!
Paulatinamente la luz fue ganando
intensidad para revelar los rasgos de una niña, tendría alrededor de unos nueve
años, su pelo era moreno, sus ojos azules.
Entonces Giaal, con tono suave y bajo, le comentó a esa cría.
-Nelly,
esta mujer es la enfermera Kendall. Tú la apreciabas mucho. Y ella a ti. Tú
también querías curar a la gente.
-Hola.-
Musitó con una vocecilla trémula mirándola con una mezcla de desconcierto y
curiosidad.- ¿Eres mi amiga?
Incapaz de responder al estar
sobrepasada por la emoción Maggie solamente pudo acariciar el rostro de esa
niña y después su cabello. Tras unos momentos fue apenas capaz de musitar.
-¡Eres
igual!… es un milagro.
-Así
me llamo yo.- Sonrió el doctor Ginga, explicándole.- El significado de mi
nombre en la lengua de mi planeta es precisamente ese.
-
Pero. ¿Cómo es posible?- Quiso saber la asombrada joven.-
Giaal entonces se llevó a Maggie hacia
un esquina de la sala y le explicó en voz baja.
-El
metamorfo al dividirse quedó debilitado. Ese suero le impedía volver a
transformarse en nada más. Su raza precisa variar de forma de cuando en cuando
para poder mantenerse viva. Normalmente adoptan la forma del ser vivo con quien
entran en contacto. Pueden hacerlo visualmente para asemejarse solo en el
exterior pero es más efectivo cuando le tocan y obtienen un poco de su ADN. Lo
que hice fue tomar la parte de ese ser que aún no estaba corrompida. Entonces
inyecté algunas células de las muestras que guardábamos de Nelly. La parte del
metamorfo las asimiló y se ajustó a ese código genético antes de que el suero
inhibiera su capacidad de mutación. Después le di algo de mi energía para que
pudiera desarrollarse. Lo metí en la incubadora más grande que tenemos y, tras
unos días, ahí tienes el resultado.
Maggie asentía asombrada aun por
esas explicaciones. No obstante, pudo objetar con preocupación.
-Pero,
pese a que físicamente sea idéntica, no es la auténtica Nelly. Sus padres jamás
lo creerán.
-Les
diremos que, tras el ataque, se dio por muerta a la niña pero que sobrevivió.
Aunque ha perdido la memoria. Nuestros servicios médicos la encontraron y
tuvimos que introducirla en una cámara especial para curarla de sus heridas.
Deberán ser pacientes con ella e ir devolviéndole poco a poco sus recuerdos. En
este caso llenarla de ellos. Créeme. Quizás su padre sea más reticente, pero,
después de ver cómo estaba su madre.
-Sí.-
Musitó Maggie con manifiesta compasión.- Esa pobre mujer la aceptará. Es todo
lo que tiene.
-Tuviste
una magnífica idea. De este modo le devolverás la felicidad a esa familia.- La
animó Giaal.-
-Al
menos podré compensar en parte todo el daño que hice a otros.- Afirmó la joven
sentenciando con pesar.- Cada vez que me siento atraída por alguien, esa
persona o quienes la rodean, acaban sufriendo.
-No
debes pensar así.- Le pidió el doctor Ginga.-
Eso no fue culpa tuya, nunca lo olvides. Has hecho mucho bien y debes
seguir haciéndolo.
-Gracias
doctor.- Sonrió la chica con mejor ánimo.- Ahora quisiera estar un poco con…- se
detuvo sin saber a ciencia cierta qué adjetivo emplear y al fin remachó.-
Con la niña.
-Eso
es lo que ahora es. Una niña, e ignora el haber sido cualquier otra cosa.
Recuérdalo, por ti pero sobre todo, por ella. .- Le advirtió Giaal.-
La enfermera asintió. Aproximándose
una vez más a la desconcertada y curiosa pequeña, le sonrió animosamente para
decir.
-Somos
muy buenas amigas, es lo que querías saber antes, ¿verdad?
La niña asintió. La expresión de sus
ojos era de asombro. Poco a Poco, Giaal fue aumentando la intensidad de las
luces. Entonces la pequeña quiso saber, mirando a Maggie.
-¿Tú
eres mi mamá?...
La aludida sintió un escalofrío
recorrer su espalda. Quizás en cierto modo sí que lo era. Aunque mantuvo la
sonrisa y movió despacio la cabeza para responder con afecto.
-No,
cariño. Estuviste enferma y por eso no has visto a tus papás. Ahora que te has
curado volverás con ellos.
-¿Y
me querrán?- Preguntó con algo de miedo en su voz.-
-Claro
que sí. ¿Cómo no iban a quererte? - Le aseguró Maggie abrazándola con ternura.-
Giaal observó a ambas con una
sonrisa, aunque entonces aquella niña tan particular dijo algo que ninguno
comprendió.
-Ojalá
me quieran antes de que llegue el olvido
-¿Qué?-
Inquirió la enfermera.-
Maggie se preocupó, posiblemente el
cerebro de aquella cría no estuviera todavía preparado para tanta información.
El doctor Ginga por su parte le restó importancia tras quedar pensativo.
-Debemos
dejarla descansar. Para ella ha sido también agotador asimilar tantas cosas nuevas.
Su mente debe de estar al límite. Demasiados estímulos.
-Eso
debe ser.- Convino la enfermera.- Anda cielo, duerme un poco.
-No
quiero que venga la oscuridad.- Musitó la pequeña que parecía asustada ahora.-
-No
tengas miedo.- Estaremos contigo.- Sonrió tiernamente Maggie.- Si quieres
dejaremos encendida algunas luces.
La cría pareció estar más convencida
y se tumbó. La enfermera la arropó con afecto y le acarició el pelo. Tras darle
un beso en la frente, la sonrió animosa musitando con dulzura.
-Duérmete
y no tengas miedo. Mañana será un día precioso, y volverás con tus papás…
Y la dejaron dormir, al menos unas
horas. Maggie entre tanto recibió una llamada. Se trataba de Mei Ling. La joven
quiso verla para charlar. Por supuesto ella aceptó. La oriental acudió allí, al
centro médico. Saludó al doctor Ginga quien se marchó al poco para ocuparse de
algunos pacientes.
-¿Damos
un paseo?- le pidió Maggie.-
-Muy
bien.- Convino su interlocutora.-
Caminaron durante un rato sin
hablar, parecía un momento en el cual ninguna se atreviera a tomar la palabra.
Finalmente la enfermera lo hizo considerándose la responsable de esa situación.
-Con
todo lo que ha ocurrido no tuve ocasión para pedirte perdón. Y querría hacerlo
ahora. Sé que te hice daño pero cree que esa jamás fue mi intención.
-Eso
lo sé.- Musitó su contertulia.- Aunque me dolió mucho de igual forma. Jamás lo
esperé.- Añadió con tristeza.-
Aquello hacía sentir peor a Maggie
todavía. Si al menos hubiera detectado algo de rabia o de ira en su ex pareja…
pero eran únicamente abatimiento y
pesar.
-Lo
siento, de veras. Ni yo misma me comprendo.- Pudo decir.- Y no soy una buena
pareja, lo sé.
-Eres
una chica maravillosa.- La animó sin embargo, Mei Ling.- Tienes mucha pasión y
cuando amas se nota. Yo me sentí amada por ti. Aunque lo único malo es que tu
corazón tiene tendencia a volar.
-Es
muy difícil mantenerlo en un mismo sitio. Es verdad.- Admitió la enfermera.-
Su interlocutora suspiró afirmando
entonces con tono resignado.
-Espero
que a ella sí que puedas hacerla muy feliz.
Maggie no respondió a eso. Era otra
cosa que su ex novia no sabía. Aunque en ese instante recibió una llamada del
centro médico. Era Giaal.
-Tengo
que regresar, por favor, ven conmigo.
Mei Ling asintió, quizás hubiese una
emergencia y precisaran de Maggie allí. Además, deseaba concluir esa
conversación. De modo que ambas retornaron en pocos minutos. El doctor Ginga le
comentó a la enfermera.
-He
llamado a los padres de Nelly. Vienen para acá.
-¿De
Nelly?- Se sorprendió Mei Ling que estaba a pocos metros.- ¿Esa niña que...?
-Está
recuperada.- La cortó Maggie dejándola estupefacta.- Pero, ¿no iba a llamarles
mañana?
-Creo
que, cuanto antes vuelvan a estar con su hija, será mejor.- Afirmó Giaal,
revelando.- Esa mujer está al borde de la locura, con tendencias suicidas. Lo
único que puedo hacer es devolverle a su hija.
Y tenemos algo que Nelly puede ponerse para ir con ellos.
Así era, habían conseguido ropa para
la niña. Y tras vestirla la dejaron sentada en un sofá de la habitación de espera. Al poco rato
aparecieron sus padres. Edgar y Aurora. Ella con expresión desconcertada, él
con gesto de enfado. Fue el primero en recriminar.
-¡Les
advierto que como broma no tiene ninguna gracia y es algo muy cruel!
-No
sé de qué está usted hablando.- Comentó tranquilamente Giaal, para agregar de
un modo conciliador.- Pasen, por favor, les está esperando.
Fue Aurora quién se decidió primero
a entrar, los demás la siguieron y desde luego pudieron presenciar una escena
que nunca olvidarían.
-¡Hija!-
Chilló entre asombrada y llena de felicidad.- ¡Mi niña! ¿Estás bien?...
-¿Mamá?-
Musitó tímidamente la cría al verla.-
Aurora se precipitó hacia ella y la
envolvió entre sus brazos. Ahora Edgar estaba con la boca abierta, sin poder
articular palabra, lo mismo que Mei Ling. Maggie por su parte sonreía con
amplitud, evitando a duras penas las lágrimas. Más templado, Giaal les comentó
a los atónitos padres la explicación que
tenían preparada.
-¡Ya
lo sabía!- Exclamó la madre sin dejar de abrazar a su pequeña.- Siempre supe que mi niña estaba
bien.
-Deberán
tener paciencia.- Le pidió Giaal.- Sus recuerdos…
-No
importa. ¡Tendremos todo el tiempo del mundo!- Balbuceó Aurora entre lágrimas,
llenando de besos el rostro de la que creía sin ningún lugar a dudas que era su
hija, en tanto le aseguraba a la cría quien la observaba plena de confusión.-
Cariño, todo se va a arreglar, ya lo verás.
-¿Me
quieres?- Pudo preguntar Nelly.-
-¡Claro
que sí, mi vida! Eres lo que más quiero del mundo.- Aseguró su emocionada
madre, que enseguida miró con ojos llenos de lágrimas a Maggie y a Giaal para
sentenciar.- ¡Gracias, muchas gracias
por traérmela de vuelta!
La enfermera tuvo que girarse porque
fue incapaz de dominar sus lágrimas. La propia Mei Ling estaba emocionada
abrazando a su expareja. Aunque el padre, pese a la inicial sorpresa,
permaneció mucho más escéptico y le dijo al doctor Ginga.
-¿Podríamos
charlar en privado?
Éste asintió y le llevó a su
despacho, allí Edgar no tardó en declarar.
-No
sé qué está sucediendo aquí o cómo lo han hecho, pero esa niña no es mi hija.
Mi hija murió.- Sentenció con tono entre airado, incrédulo y
entristecido.- Lo sé porque tuve que
enterrarla. Lo sé porque fui el único que fue capaz de reconocer su cadáver. Mi
esposa se desmayó nada más recibir la noticia. Y no quise que fuera.
Giaal guardó unos instantes de
silencio. Ahora no miraba directamente a los ojos a aquel hombre. De hecho, ese
afligido padre tenía toda la razón. Al fin se decidió a responder con tono
amable y conciliador.
-Es
cierto. Al menos desde su punto de vista. Desde el de su esposa, Nelly ha
vuelto a sus brazos. Y le aseguro que
esa niña es su hija. Físicamente hablando y según su ADN lo es.
-¡Pero
su alma no está ahí!- Sollozó ahora Edgar, lleno de consternación.- Eso es una
cáscara vacía. ¡Sea lo que sea eso de ahí fuera no es mi niña!
-No
señor, en eso se equivoca, no es una cáscara vacía.- Negó ahora Giaal.- Es un
nuevo ser humano, que precisa del amor de unos padres. Tiene una mente que está
esperando para ser llenada por recuerdos hermosos y bonitas vivencias. De
ustedes dependerá que sea así.
-Nunca
podré quererla como si fuera mi verdadera hija.- Opuso su atormentado
interlocutor.-
-Eso
no lo sé.- Suspiró el doctor Ginga
dándole una palmada en la espalda a ese pobre hombre para sentenciar.- Pero al
menos puede intentarlo. Y pensar en su esposa. Ahora la tiene de vuelta, igual
que a su pequeña. Para ella se han confirmado las fantasías que la estaban
sosteniendo durante este tiempo. Su niña está aquí. ¿Acaso quiere decirle que
todo es una mentira?
-No.-
Musitó el abatido individuo.- Y estoy seguro de que han hecho esto con la mejor
intención...
-Usted
mismo me llamó ayer, asustado, diciéndome que estaba al borde del abismo, que
tuvo que quitarle ese frasco de pastillas de las manos.- Le recordó el doctor,
aunque con tono compasivo.-
-
Está bien. No seré yo quien destruya las ilusiones de mi esposa. Desde ahora
esa niña o lo que quiera que sea, será mi hija Nelly.- Sentenció el emocionado
Edgar.-
Entonces llamaron a la puerta del
despacho. Giaal abrió. Allí estaba Aurora, llevando de la mano a su hijita.
-Hola.
No sé lo que están tramando aquí.- Saludó jovialmente aquella madre que parecía
haber rejuvenecido años ahora.- Ya le he dado las gracias a la enfermera
Kendall. Es una mujer realmente admirable. Ha cuidado de mi pequeña durante
toda su convalecencia. Gracias a Dios que pudo esconderla en un refugio durante
los ataques.
Giaal asintió, estaba claro que la pobre
Maggie dijo lo primero que se le ocurrió, aunque en parte era la verdad. Esa
niña estuvo oculta en el laboratorio en tanto se formaba. Lo más protegida
posible.
-Sí,
es una gran profesional.- Convino el doctor explicándole a la mujer.-
Simplemente le estaba comentando a su esposo que la niña necesitará reposo,
tranquilidad e ir volviendo a sus rutinas poco a poco, sin sobresaltos.
-Sí,
eso me ha estado diciendo la enfermera Kendall. – Asintió al sonriente madre
declarando.- Le he dicho que Nelly vendrá a verla siempre que quiera. Ella me
ha explicado que la niña debe tomar cosas muy ligeras hasta que se recobre.
Ahora nos vamos a casa. Tiene muchas ganas de estar en su cuarto y con sus
juguetes.- Añadió la entusiasmada mujer dirigiéndose a su esposo.- ¿Verdad
Edgar?
-Sí,
cariño.- Convino resignadamente él, aunque esbozando una sonrisa para vencerse
al fin y remachar.- Muchas gracias doctor. Por todo.
-No
hay de qué. Para cualquier duda o problema vengan a verme siempre que les haga
falta.- Se ofreció el aludido.-
La familia salió tras despedirse y
tanto Maggie, como Mei Ling y Giaal, les vieron alejarse. Tras unos momentos,
ambas chicas volvieron a salir a su vez. La oriental miró a su interlocutora y
le comentó, en tanto paseaban, queriendo saber.
-¿Cómo
lo habéis hecho? ¡Esa niña estaba muerta!- Afirmó con estupefacción.-
-No
tengo ni la menor idea del proceso en sí. Eso únicamente lo sabe el doctor.-
Admitió su interlocutora.-
-Sea
como sea, no es asunto mío.- Repuso la oriental que entonces cambió de tema
para preguntar -¿No has visto a Keiko últimamente? Me refiero a después de toda
la batalla.
-No,
no la he visto.- Admitió ella desviando la mirada.-
Mei Ling se sorprendió de aquello.
Aunque lo achacó a las dificultades para reconstruir la nave y todos los demás
problemas que esas dos habrían tenido que resolver en sus respectivos trabajos.
Y sobre todo, porque Keiko había estado junto a Melissa, tratando de
confortarla por la pérdida del doctor Adams. Sin embargo, lo que sí la llegó a
dejar perpleja de veras fue lo que Maggie le confesó.
-No
la he visto, ni la veré de ese modo nunca más.
-¿Qué?-
Exclamó su interlocutora que creyó comprender.- Ya veo. Al final ella se
decidió por ese guapo oficial después de todo.
Y lo comentó como si de una disimulada
puya hacia su ex pareja se tratase. No obstante, Maggie sonrió, movió
lentamente la cabeza y esta vez sí que miró a
los ojos a su contertulia para revelar.
-
No ha sido ella. He sido yo la que se ha decidido por él…
Desde luego que valió la pena confesar
eso a la vista de los ojos y la boca desmesuradamente abiertos de Mei Ling y su
incapacidad para pronunciar palabra. Al menos, hasta que fue capaz de replicar.
-¿Pero,
cómo es posible que tú?...no, no lo entiendo.
-Créeme,
yo tampoco.- Le aseguró su interlocutora.- Pero así ha sido. Y a él le sucede
igual. Es irónico, pero en tanto competíamos por el amor de Keiko nos fuimos
enamorando el uno del otro.
-No
sé qué decir.- Contestó la oriental que seguía mirando con el asombro pintado
en el rostro a su contertulia.- Me hubiera esperado cualquier cosa de ti menos
esto.
-Y
yo también.- Admitió Maggie afirmando.-Jamás me sentí atraída hacia ningún
hombre… Al menos hasta ahora. Y estoy asustada, confusa, pero también ilusionada.
-¿Lo
sabe Keiko?- Inquirió agudamente Mei Ling.-
-No
se lo hemos dicho, pero creo que se lo empieza a imaginar.- Aseveró la
enfermera.- Y eso nos pone a los dos en una situación muy complicada. Ambos le
dijimos que la queríamos, ambos la hemos engañado. Los dos somos culpables.
-No,
cuando se lo dijiste estoy segura de que lo sentías. Y Kiros también.- Rebatió
su contertulia que sin embargo, agregó.- Piénsalo bien, puede que con ese chico
te esté sucediendo lo mismo que conmigo, o con Keiko.
Su contertulia asintió despacio para
suspirar largamente y mirar hacia arriba. Al fin, enfrentando su mirada a la de
Mei Ling, declaró con voz queda.
-Si
te soy sincera no sé qué debo hacer. Se lo dije cuando todo pasó. Pero…no sé
cómo explicarlo. Al estar con él me sentí protegida, incluso de mí misma.
Su interlocutora asintió, aunque
parecía mantener un poso de incredulidad en la mirada. Entonces fue su turno de
sorprender a su acompañante cuando declaró.
-He
estado pensando acerca de mi futuro. Hablaré con mi primo. Quizás deba regresar
a China y aceptar ese compromiso.
-¡Pero
a ti no te gustan los hombres! - Opuso Maggie mirándola con preocupación.-
La oriental se permitió esbozar una
sonrisa sarcástica para responder con un leve toque ácido de reproche y
retintín que, no obstante, no pretendía ya herir a su contertulia sino más bien
evidenciar una ironía.
-Nunca
se sabe. Si al final han acabado por gustarte a ti, toda una Golden Star, es que algo bueno tendrán. Sobre todo los
machos saiyajin.
Maggie no se ofendió por aquello.
Pensaba también que lo tenía merecido. A fin de cuentas, tal y como acababa de
admitir antes, ella siempre se vanaglorió de que nunca se había interesado por
los hombres en lo más mínimo. Al menos en lo relativo al amor y menos aún al
sexo. Y en efecto ¡así había sido! O lo fue hasta que Kiros apareció en su
vida. Y así lo reconoció con humildad.
-Lo
siento, Mei Ling.- Se disculpó su interlocutora una vez más.- Nunca quise hacerte
daño. Ni a ti, ni a nadie. A veces ni yo misma comprendo cómo ha sido posible.
-Lo
sé.- Afirmó ésta, ahora sin rastro de ironía.- Olvídalo, podemos decir que lo
pasamos bien. Hasta llegamos a ser felices juntas. Pese a que fuera una mentira.
-No
lo fue, cuando estaba contigo jamás fingí, ni representé ningún papel.- Le
aseguró su contertulia.-
-Puede
ser, y seguro que así lo crees. Pero en cierto modo sí que mentías. No a mí,
sino a ti misma.- Rebatió agudamente Mei Ling.-
-A
veces una hermosa mentira es mucho mejor que la cruda verdad. ¿No crees?-
Preguntó Maggie a su ex pareja.-
-Sí.-
Asintió despacio Mei Ling.- Al menos para quien quiera creerla. Debo admitir
que lo que habéis hecho por esa pobre mujer fue muy hermoso.
-Ojalá
todo pudiera arreglarse así. – Suspiró Maggie que entonces recordó.- Tengo que
ir al hospital. El doctor Ginga me ha pedido que le haga un favor.
Su ya simplemente amiga asintió. Sin
decir más se alejó por el parque, ella también quería contactar con alguien…Por
su parte, Maggie se dirigió hacia el hospital. Al llegar a la sala de espera descubrió
allí a Melissa. La ahora maestra llevaba un buen rato aguardando.
-Hola.-
Saludó la enfermera con amabilidad, al reconocerla.-
-Hola.
¿Ha visto al doctor Ginga?- Preguntó la doctora Prentis.- Me citó aquí pero ya
ha pasado casi una hora y no ha venido.
-Me
pidió que viniera en su lugar. Tiene unos compromisos que no puede eludir. -
Sonrió Maggie.- Siento que haya tenido que esperar. Acompáñeme, si es tan
amable.
La enfermera guió a Melissa a través
de un largo pasillo del hospital. Al cabo de unos momentos llegaron ante una
puerta, abriéndola la invitó a pasar.
-Tome
asiento, por favor...- Le pidió Maggie.-
Sorprendida, la doctora Prentis así
lo hizo. Al cabo de unos instantes alguien abrió la puerta, era la enfermera y
detrás de ella alguien más entró. Al ver a esa persona se levantó como un
resorte, apenas sí pudo escuchar una voz muy familiar saludarla.
-Hola,
Melissa…
Entonces le dieron ganas de gritar,
pero todo comenzó a darle vueltas y al fin
se desplomó en el suelo. Cuando despertó estaba acostada en una cama del
hospital. Oyó esa misma voz, y miró hacia la dirección de la que provenía,
viendo unos familiares rasgos…
-Lo
siento, no quise que te asustaras.- Se disculpó su interlocutor.-
-¡Clay!-
Pudo musitar ella, con la voz entrecortada y muy emocionadamente.-
-Tranquilícese.-
Le pidió Maggie que también estaba allí.-
-Sí,
soy yo.- Sonrió él.-
-Pero.
¿Cómo?- Fue capaz de preguntar la impactada Melissa.-
Y en tanto le daba una mano que la
doctora Prentis aferró como si no pudiera creer que fuese física, el doctor
Adams le contó.
-Cuando
todo aquello se desplomó sobre mí perdí la consciencia, no recuerdo bien que
sucedió. Estaba en una especie de lugar oscuro, y algo parecido a una silueta,
como un monje, me dijo que no era mi hora. Que aún debería escribir más páginas
en mi vida. Después desperté en el hospital. La enfermera Kendall me atendió.
-Sí,
le reconocí cuando le trajeron vendado.- Intervino Maggie.- El doctor Ginga me
encargó de cuidarle bien.
-Muchas
gracias, en cuanto desperté me dio una de esas judías tan increíbles y me
recuperé por completo.- Afirmó entre atónito y maravillado en tanto se sentaba
en una esquina de la cama, junto a la convaleciente.-
Melissa no quiso escuchar más, se
incorporó abrazándose a él. Maggie sonrió al contemplar la emotiva escena,
decidió que estaba de más allí. Salió dejando solos a aquellos dos. Ajena a
eso, la doctora Prentis le decía.
-¡Quise
morirme cuando te vi aplastado bajo todos esos escombros!
-Siento
mucho haberte preocupado así.- Comentó amablemente Adams.-
Separándose del abrazo, la mujer le
miró a los ojos y le estampó un beso en los labios que él correspondió.
-Esta
vez no voy a desperdiciar la oportunidad. No quiero volver a vivir en la
amargura. – Declaró ella.-
-Pues
me alegra oír eso porque tampoco yo estoy dispuesto a perder a alguien como
tú.- Sonrió Adams añadiendo incluso con jovialidad.- Y en cuanto estés
recuperada iremos a celebrarlo a la cafetería de Ginger.
-¡Vayamos
ahora! Nunca me he sentido mejor.- Afirmó la eufórica Melissa.-
Lo demostró levantándose de la cama,
aunque tenía puesto un camisón del hospital. Adams tuvo la gentileza de salir
de la habitación y avisar a la enfermera Kendall.
-La
doctora tiene que cambiarse, vamos a la cafetería. ¿Le apetecería unirse a
nosotros?
-Me
encantaría. Aunque tengo que visitar a alguien antes.- Afirmó ella.-
-Allí
la aguardaremos pues.- Asintió el doctor.-
Y la enfermera se alejó. Iba directa
hacia una habitación en particular. Ahora que lo pensaba, tras haber escuchado
al doctor Adams le pareció raro. Si Giaal le dio una alubia en cuanto éste
despertó, ¿Acaso no pudo hacer lo mismo por Kiros? Pensaba en ello cuando
precisamente llegó ante la habitación del muchacho, abrió despacio y entró.
Sonrió al verle durmiendo. Aunque al poco otra persona entró. Era Marek.
-Despertó
hace un rato, preguntó por ti.- Le informó con sequedad añadiendo ahora parecía
que con cierto regocijo y remachando no sin sorna.- Otra chica vino a verle,
una pelirroja muy guapa. Esa será más de tu agrado…
Sin embargo, Maggie ya no quería
polemizar más, ahora que sabía el porqué de esa inquina, se limitó a responder
con un suave y reconocido.
-Gracias,
por ocuparte tan bien de él.
Eso confundió a Erika que no esperaba
ese tono entre conciliador y casi sumiso.
-Solamente
hice mi trabajo. Ahora ocúpate tú.- Replicó con sequedad, saliendo de allí.-
Tras un momento de reflexión, Maggie
acercó una silla y se sentó junto a la cama. Sostuvo una mano del saiyajin entre
las de ella y sonrió. Entre tanto, Susan había llegado a la base. Allí fue
recibida por el mayor Tracer, la mayor Gray y el comandante Enset.
-Se
presenta la teniente primera Hunter tal y como le ha sido ordenado.- Saludó a
sus tres superiores.-
-Muy
bien.- Convino Enset comentando ahora para todos.- Preparen una salida de
patrulla.
-A
la orden.- Repuso Rick, queriendo saber.- ¿Debemos buscar algún indicio de
actividades enemigas, señor?
-El
enemigo, al menos al que veníamos a enfrentarnos, ha sido destruido.- Le comentó
enigmáticamente Enset.-
-No
lo comprendo, señor.- Afirmó Jane.- ¿Qué debemos hacer? ¿Informar si vemos algo
extraño o sospechoso?
-Al
contrario, mayor.- Replicó su superior dejándoles atónitos al relatarles.-
Acorde a las órdenes que he recibido deberán salir ahí fuera y comunicar
inmediatamente si son incapaces de ver nada, absolutamente nada.
-¿Señor?-
Exclamó una perpleja Susan.-
-¿Qué
se supone que no debemos ver?- Quiso saber a su vez Jane.-
Aunque el comandante no respondió
directamente a esa pregunta, simplemente añadió tras unos instantes.
-Tienen
sus órdenes. Salgan de inmediato y si sucede lo que les he dicho, regresen
rápidamente sin establecer ningún tipo de contacto. Es todo. ¡Vayan!
Y pese a estar realmente
desconcertados por tan extrañas instrucciones los tres saludaron despidiéndose de su superior para dirigirse
de inmediato a sus respectivos aviones.
-No
entiendo nada. ¿A qué demonios están jugando?- Inquirió Susan.-
-Tampoco
yo lo sé. -Intervino Tracer quien estuvo bastante callado antes, diciendo ahora.-
pero sí esas son las órdenes, seguramente tendrán un motivo. Como oficiales que
somos, cumplámoslas.
Sus dos contertulias asintieron, el
mayor Jensen tenía razón. Así que avisando a algunos pilotos más de sus
escuadrillas salieron de inmediato a tratar de cumplir con su cometido.
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