viernes, 6 de enero de 2017

GWDN 24 El último acto


Cuando Hurrels chocó contra la protección del asteroide inicialmente salió despedido y sin control.



-¡Malditos humanos!.- Masculló tratando de dominar su trayectoria.-



            Al fin pudo redirigir su rumbo y colisionar contra la zona de despegue y aterrizaje de los aviones de sus enemigos. Allí, al poco de caer pudo recobrarse. Los pocos soldados que había por esa zona, y que sobrevivieron a la explosión que provocó el impacto del saiyajin, le dispararon con todas las armas a su alcance. Desgraciadamente ninguna hacía mella en ese monstruo que se reía a carcajadas de los vanos esfuerzos del enemigo por detenerle.



-Sois un puñado de miserables gusanos, ¡ja, ja, ja! ¡Vaya una raza más débil e inútil! Pensar que los reyes de Nuevo Vegeta doblan la rodilla ante semejantes insectos.- Escupió.- ¡Fuera de mi vista, escoria!



            Y sin más ceremonias barrió a cuanto adversario veía con rayos de energía desintegrándoles o incinerándoles entre terribles gritos de dolor y agonía. Aunque esto, lejos de provocarle horror, le divertía. Anduvo entonces hacia el interior. Y al poco sintió una energía conocida.



-¡Ja, ja!... es ella.- Sentenció.- Sigue viva, tanto mejor. Entre ambos concluiremos rápidamente la tarea. Y podremos vencer a ese miserable. Aun no puedo comprender como ha llegado a hacerse tan fuerte.



            Y el objeto de su alegría también pudo percibir esa energía tan poderosa. Sonriendo con satisfacción se puso en pie. Al instante los guardias que la custodiaban la apuntaron con sus armas.



-Tranquilos. Solamente estaba estirando las piernas. Estoy débil todavía…- Sonrió aviesamente, en tanto pensaba no sin regocijo.- Pero eso no va a durar por mucho más tiempo…



            Entre tanto los heridos comenzaban a llegar en las lanzaderas. El personal médico apenas si daba abasto para atenderles a todos. Tras dejar a los niños arropados y tumbados en improvisadas camas, las enfermeras intentaban ayudar al doctor Ginga a auxiliar a los casos más graves. Un soldado sangraba profusamente y apenas mantenía la consciencia. Erika intentaba cortarle la hemorragia.



-¡Hay que hacerle un torniquete!- Dijo gritando.- Kendall, ¡ven a ayudarme!



            Ésta no lo dudó, tras atender a un paciente con menor gravedad corrió hacia allí. Entre ambas pudieron llevar a cabo aquella maniobra provisional.



-Esperemos que no tarden las ambulancias.- Suspiró Maggie.-



            Erika no respondió a eso, ya estaba dirigiéndose hacia el próximo herido. Su compañera hizo lo mismo. Al menos ahora, Marek no tenía tiempo ni de hacerle reproches con la mirada. Por su lado, en el puente de mando, enseguida se recibieron informes del ataque de aquel intruso.



-Envíen a cuantos varitech puedan.- Ordenó el contralmirante.- Acaben con ese individuo como sea.

-Señor, algunos sistemas informáticos se han averiado.- Le informó uno de los oficiales.-

-Traten de hacerlos funcionar de nuevo.- Respondió éste.-

-No funcionan, señor.-Contestó el subalterno.-

-Prueben el modo automático de reparación.- Le indicó Hazzar.-

-Negativo. No responde. Será imposible si no van a repararlos en el lugar de la avería.- Le dijo su subordinado.-



            Los presentes guardaron unos momentos de silencio. Aquello estaba casi en medio del fragor del combate. Sería muy peligroso. Sin embargo, fue Scott quién intervino, enfundado como estaba en su exoesqueleto.



-Yo iré.

-Eso es muy peligroso.- Le advirtió Caroline.-

-Lo sé, pero en estas circunstancias no tenemos más alternativa.- Declaró valerosamente el chico, afirmando.- Y con este traje voy más protegido que la mayoría.

-Te acompañaré.- Afirmó la tejana.-

-No, necesitamos a alguien aquí que se ocupe de depurar los comandos y de comprobar si las reparaciones van bien encaminadas.- Rebatió un mayor de comunicaciones.-

-Iré yo.- Se ofreció Melissa.-

-No os dejaré solos.- Añadió el doctor Adams.- Puede que hagan falta varios técnicos e ingenieros para solventar cualquier tipo de avería.- Razonó.-

-Vayan, llevarán una escolta.- Les respondió Hazzar.-



            Los tres salieron de inmediato. Penélope por su parte estaba junto con Keiko tratando de ayudar con los sistemas defensivos exteriores. La joven pelirroja enseguida de percató de algo.



-Hemos perdido los escudos, ¡hay un fallo de energía! - Comentó muy preocupada.-

-Podría ser el reactor principal.- Especuló el capitán Smith.- ¡Maldita sea!, justamente ahora no.



            Y es que la nave estaba descargando toda su potencia de fuego contra la base enemiga que ya apenas sí respondía. Ahora eso les planteaba un terrible dilema.



-O dejamos de disparar y centramos toda la potencia en los sistemas defensivos y de soporte vital o podríamos tener muchos problemas.- Afirmó Simmons, quien llegaba en ese momento al puente, acompañada del teniente Tang.-

-En efecto. Hay un malfuncionamiento en el reactor. Sobrecarga.- Explicó el oriental.- Debemos prescindir de sistemas que no sean vitales.

-¡Y permitir que esos bastardos salgan con vida!- Se lamentó Smith golpeando una consola de mandos con frustración.- Si escapan volverán a amenazar las vidas de los terrestres, los selenitas, los biosanos, y los habitantes de cualquier otro mundo aliado nuestro.

-Quizás se pueda hacer algo, un bypass para recolectar energía.- Comentó Keiko.-



            Todos quedaron reflexivos, meditando sobre esa posibilidad. Que parecía desde luego la única, aunque bastante complicada  a su vez.



-Solo hay una persona que podría ayudarnos.- Musitó Penélope.- Aunque antes necesito llegar hasta él.



            Y a Keiko le dio un vuelco al corazón, sabía perfectamente a quién se refería. Pero, ¿cómo llegar hasta él? Y así lo dijo en voz alta



-Hay alguien que puede ayudarlas. El mayor Kiros. – Respondió el capitán Smith, tras ponerse en contacto con el comandante Enset.- Pero deben ser capaces de establecer comunicación.

-Muy bien. Quiero ponerme en contacto con él cuanto antes.- Afirmó una decidida Penélope.-



            Y aquello fue posible, por la mediación de quienes estaban en la zona en ese momento. En tanto eso sucedía, Kiros estaba ahora listo para luchar una vez más.  Buscaba a su contrincante por el asteroide. Aunque Hurrels se adelantó, llegando hasta la zona de contención. No tardó en ir destruyendo todas las puertas blindadas y medidas de seguridad que le impedían el acceso. Avanzó sin problemas aniquilando a cualquier soldado que tratara de detenerle. Al fin abrió la última de las puertas y vio a Zura tras esa celda especial.



-Ya iba siendo hora.- Sonrió ella.-





            Como respuesta el saiyajin trató de arrancar la puerta pero ésta se resistía.



-La han construido con materiales realmente fuertes, incluso para nosotros.- Le comentó Zura.-

-¡No lo suficiente! - Exclamó Hurrels concentrando energía y disparando un rayo que al fin hizo un agujero apreciable en el blindaje.-



            Ahora pudo meter ambas manos y tirar hasta al fin arrancar aquella puerta de sus goznes. Zura sonrió entre aliviada y llena de regocijo.



-Ahora vamos, tenemos que acabar con un gusano.- Le indicó Hurrels.-

-Muy bien, pero todavía no estoy recuperada por completo.- Objetó ella.-

-¿Podrás al menos ocuparte de los humanos?- Le inquirió su interlocutor.-

-Nada más fácil.- Aseguró la mujer saiyajin.-



            Salieron ambos de allí, arremetiendo contra todo humano o construcción enemiga que vieran en pie. Aunque no tardaron en tener contestación. Kiros apareció delante de ellos para espetar.



-¡Se acabó! Rendiros y quizás tenga clemencia. Los soberanos me autorizaron a ofrecer una amnistía para todos aquellos que se arrepientan y juren servirles fielmente, tras pagar por sus crímenes.

-¿Quieres burlarte de nosotros?- Espetó Hurrels, afirmando sin cortapisas.- ¡Antes muerto que humillarme ante esos lacayos de la Tierra!



            Y lanzó una onda de energía realmente poderosa. Kiros supo que, o la anulaba o toda la nave estallaría, de modo que concentró sus fuerzas para contratacar. Zura por su parte reía, pese a su estado de debilidad, y dijo.



-Buscaré a esas zorritas humanas que tanto te gustan y acabaré con ellas. Estoy débil aun pero me sobran fuerzas para algo tan sencillo.



            Aquello acabó por espolear la furia de Kiros quién en efecto anuló el ataque del perplejo Hurrels con una poderosísima onda de energía propia. Tan fuerte que se llevó por delante a ese guerrero haciéndole atravesar una gruesa pared del asteroide. Las alarmas tronaban y el aire se perdía en el vacío del espacio. Hurrels solamente pudo aullar para ser desintegrado por tan tremenda descarga energética. Por su parte Zura, llena de odio hacia su rival, espetó.



-¡Morirás!



            Y lanzó un rayo con todas sus fuerzas en él. Sin embargo, aquello no representó una amenaza para Kiros quién lo desvió haciéndolo estallar inocuamente en el aire. El guerrero estaba más preocupado ahora de tapar ese boquete abierto en la estructura de la nave que en esa enloquecida mujer saiyajin.



-¡No me ignores, maldito!- Exclamó ella tratando de aumentar sus fuerzas.- ¡No dejaré que vuelvas a humillarme nunca más!



            Pero para su asombro, Jetra se cruzó en su camino. Llevaba sujeta por la cintura a la doctora Winters quien sonrió con desprecio al ver a esa saiyajin.



-No te molestes.- Le dijo Penélope con desdén.- No podrás aumentar tu fuerza. Te pasará lo mismo que a ese otro animal.

-¿Qué dices?- escupió Zura sin comprender, aunque visiblemente enojada.-

-Que liberamos un virus específico para los saiyajin. Solamente aquellos que tomaron un antídoto no se han visto afectados. Como Jetra o Kiros, por ejemplo. - Le desveló Penélope añadiendo.- Al principio pensamos en que fuera mortal. Pero, para evitar muertes de inocentes en tu pueblo, finalmente lo rebajamos. No es permanente pero sí lo bastante como para que ahora mismo no tengas ninguna posibilidad.



            Ahora, atando cabos, Zura comprendió, no era ninguna estúpida. Por eso tardaba tanto en recuperar sus fuerzas. Ya debería haber estado mucho mejor. Y esos malditos mequetrefes la habían imposibilitado para la lucha. Aquello era humillante además de traicionero.



-Ríndete.- Le ordenó entonces Jetra.-

-¡Tú!, maldita traidora cobarde.- La acusó su compatriota.- Cuando te has visto en peligro, te has vendido a estos ridículos insectos. ¡Acabaré contigo aunque sea lo último que haga!



            Pero pese a intentar atacarla con todas sus fuerzas, el rayo de energía de Zura fue fácilmente anulado por el de su rival.



-¡No puede ser! – Aulló la saiyajin.- Yo siempre he sido más poderosa que tú.

-Eso era antes.- Se sonrió su rival.- Ahora la historia ha cambiado. ¡Y lo voy a aprovechar! - Exclamó.-



            En efecto, Jetra no tuvo contemplaciones y desintegró literalmente a su enemiga que se evaporó entre alaridos. Ante la horrorizada cara de Penélope, la guerrera se justificó con indiferencia.



-Era lo que esa perra merecía. Nunca me gustó.

-¡Tenemos otras preocupaciones ahora! - Urgió Kiros que había presenciado aquello sin intervenir.-



Penélope alternó las miradas entre uno y otro. ¡No podía creer aquel exceso de crueldad! Habían eliminado a una de los suyos sin ningún tipo de remordimiento.



-Esa tal Zura era un monstruo. Pero…a pesar de eso.- Se dijo.-



Aunque enseguida se acordó de sí misma, clavándole la aguja de la jeringuilla a ese simbionte como si le apuñalase con ella.



-No soy quien para juzgarles. Está claro que todos tenemos un lado oscuro. Uno que preferimos olvidar.- Meditó.-



Además, sus acompañantes tenían razón. No había tiempo para eso. La nave en efecto estaba colapsando en algunos sectores. Rápidamente algunos droidos iban y venían para intentar ayudar en las reparaciones. Los propios cazas varitech estaban acudiendo a taponar ese agujero. Kiros se adelantó. Emitiendo energía el joven fundió algunos paneles de metal que los propios robots pudieron colocar y soldar para tapar aquello.  En otra parte, tanto Scott, como Adams y Melissa, corrían hacia el centro informático. La zona estaba dañada por los ataques del enemigo, y sobre todo por los disparos indiscriminados de Hurrels. Avanzaban por una galería que daba acceso al edificio cuando de pronto el techo comenzó a temblar.



-¡Alto! –Les pidió Adams que iba delante dando la voz de alarma.- ¡Echaos atrás!…



            Scott se paró en seco sujetando a la doctora Prentis para impedirla avanzar. Por desgracia Adams estaba demasiado adelantado, no pudieron evitar ver con impotencia y desesperación como parte de las vigas del techo se desplomaban sobre él.



-¡Doctor!- Gritó Scott horrorizado.-

-¡Clay! –Chilló a su vez Melissa corriendo a tratar de quitar aquellos escombros.-



            Sin embargo, eran demasiado pesados para ella. El chico la ayudó. Entre ambos y algunos soldados de la escolta, trabajosamente pudieron liberar al científico. Por desgracia era tarde. Uno de los oficiales que iban con ellos le tomó el pulso para mover la cabeza y musitar con pesar.



-Lo lamento. Ha muerto.



            Melissa se abrazó al cuerpo sin poder dejar de llorar musitando en su idioma natal. 



-Aishiteru…Clay…



Scott también tenía lágrimas pero, muy entero, pudo decirle a la destrozada doctora



-Él no hubiera querido que nos detuviéramos. Tenemos que salvar esta nave. Que su sacrificio cuente.



            Y tras unos instantes para tratar de recomponerse en lo más mínimo en su ánimo, ella asintió despacio. Al fin, acudieron droidos que apuntalaron el inestable techo y fueron despejando el camino. Una vez hecho esto fueron capaces de avanzar sin percatarse de la presencia de un misterioso individuo envuelto en un sayal negro que portaba un gran libro burdeos. Abriéndolo usó algo parecido a una pluma. Daba la impresión de estar escribiendo en él, después desapareció. Entre tanto, los científicos llegaron a la sala y observaron los daños. Circuitos rotos, conexiones cortadas… Sin perder ni un segundo se pusieron a trabajar. Melissa trató desesperadamente de centrarse únicamente en las reparaciones.



-Lo arreglaremos, lo haremos. Por todos nosotros, por ti.- Suspiró entre lágrimas.- No te decepcionaremos, Clyde.



Entre tanto, Kiros fue avisado por Tracer. El mayor Jensen había sido informado a su vez por Mullins. Una nave había salido de la base enemiga que estaba próxima a estallar.



-Debe de ser ese maldito Gralas. Me ocuparé en persona de él.- Espetó entre jadeos.-

-Estás agotado.- Valoró Penélope.- Apenas sí te quedan fuerzas.



            El joven sabía que así era, pero ni disponía de una alubia en ese momento ni tenía tiempo para buscarla. Tendría que aguantar.



-Es mi deber. No me lo perdonaría jamás si ese bastardo escapase. Mi misión primordial era la de ajustarle las cuentas en nombre de los míos. - Replicó contundentemente el saiyajin que se dirigió a su congénere.- Encárgate de ayudar a los humanos junto con tu compañero.

-A tus órdenes.- Asintió la interpelada como si de una oficial militar se tratara.-



            Y Kiros salió volando lo más deprisa que pudo. Rumbo a la sala militar en donde aún se guardaban algunos trajes especiales para él.



-¿Te apetece un poco de música?- le preguntó Tracer conectando con su compañero.-

-Me animaría mucho.- Admitió el joven.- Sobre todo una en particular que reservaba para este momento.



            Y comentándole a su compañero cual era, éste la buscó de inmediato y se la puso a través del intercomunicador. Espoleado por la canción el saiyajin reunió fuerza para propulsarse a gran velocidad, una vez más rumbo al espacio exterior.



El amor es como un reloj de arena, va salvaje cuanto llega cerca

El tiempo se va, se van dejando momentos agitados y vacíos.

¿Quién dijo que el amor podía durar para siempre?



Me estoy cansando de sentirme como lo hago

En tanto nos separamos pequeños secretos aparecen entre los dos

Mientras navegamos alejándonos, sintiéndonos cómodos en la distancia…



-Le acompañamos, mayor.- Intervino Jane convocando a sus pilotos.-  Fighter Ladies, ¡vamos allá!

-Recibido.- Repuso Susan, elevándose a su vez.-

-A la orden.- Agregó Olivia.-



Dijiste que el amor duraría para siempre

Que ninguno de los dos se rendiría nunca

Llegó un tiempo hay un lugar



Un cambio de corazón, sobre la cara

Es sobre el amor y sobre el perdón

Dime ahora, dime como es



No tienes que dar, la amnistía está concedida

Lo que está hecho, hecho está para todos

Vamos cariño, vamos a empezar de nuevo, ahora mismo

La amnistía está garantizada

           

Escoltado por las tres mujeres el saiyajin recortó la distancia que le separaba de esa nave. Allí viajaba el tirano Gralas. Éste al principio se mostraba confiado por haber escapado, como otras tantas veces en el pasado. Sin embargo, ahora su recelo crecía. Ante él se manifestó aquella figura encapuchada con ese gran libro burdeos entre las manos.



-Creía que me habías dicho que todo iba a terminar bien.- Comentó Gralas con una mezcla de extrañeza y temor.-

-Y lo hará.- Replicó su misterioso interlocutor.- Para todas las personas de bien del universo. Al fin van a librarse del tirano.

-¿Qué?- Exclamó el perplejo aludido en tanto protestaba.-  Si yo solo hice lo que me ordenaste.

-Fue por un bien superior. Ya sabes lo que ocurrió en aquellos lejanos días. - Repuso ese encapuchado.-

-¿Te refieres a cuando..?- Exclamó aquel verdoso ser comenzando a entender.- ¡No puede ser! Fuiste tú el que…



            Pero ese misterioso ser no le dejó concluir la frase, sentenciando, para dejar aterrado a Gralas mientras le hacía escuchar la misma música que oía Kiros.



-Ahora tu participación ha terminado.- Como dice esa canción. La amnistía está garantizada. Pero no para ti, sino para todos a los que esclavizaste y asesinaste en el pasado. Y sobre todo, para los inocentes que quedan en el presente y el futuro.



Sí, pienso mucho, he pensado mucho

He pensado en ti, cariño

El Señor sabe que he estado pensando en ti

He estado pensando que el amor debería durar para siempre



Ninguno de los dos se rendirá nunca

Un cambio de corazón, sobre la cara

Es sobre el amor y sobre el perdón



Dime ahora, dime como es

No tienes que dar, la amnistía está concedida

Lo que está hecho, hecho está para todos

Vamos cariño, vamos a empezar de nuevo, ahora mismo

La amnistía está garantizada



Y tras decir esto dejando escuchar aquella estrofa, desapareció. Aunque el extraterrestre no quiso rendirse tan pronto y aceleró su cápsula de escape al grito de…



-Yo sobreviviré, siempre lo hago. No me haces falta, ¿Me oyes?...



            Su nave ganó potencia y en efecto parecía que podría burlar una vez más a sus perseguidores. No obstante, Kiros lo vio y concentró su energía en una ola de poder.



Dijiste que el amor duraría para siempre

Que ninguno de los dos se rendiría nunca

Llegó un tiempo hay un lugar



-¡No escaparás! Esta vez no.- Gritó el saiyajin preparándose para lanzar su ataque.-



Un cambio de corazón, sobre la cara

Es sobre el amor y sobre el perdón

Dime ahora, dime como es



No tienes que dar, la amnistía está concedida

Lo que está hecho, hecho está para todos

Vamos cariño, vamos a empezar de nuevo, ahora mismo

La amnistía

La amnistía

La amnistía

Está garantizada



-Kamehamehaaaa. Yaaa.- Gritó lanzando esa poderosa onda que, en apenas unos segundos, alcanzó a su enemigo.- ¡Por Nuevo Vegeta!...



            Gralas solamente pudo ver la muerte acercarse en forma del destello de aquella ráfaga letal. Aulló al ser consumido junto con su nave, que explotó en el espacio.



-¡Al fin!- Gritó Kiros elevando un puño y exclamando exultante.- ¡Mi pueblo se ha vengado del tirano. La amnistía está garantizada! Sí… para todo el Cosmos…



Vamos cariño…

He pensado en ti, cariño…

Vamos cariño

Vamos cariño



La amnistía está garantizada

La amnistía

La amnistía

Está garantizada



La amnistía está garantizada

La amnistía está garantizada



Está bien

Está bien

Está bien…



(Meat Loaf Amnesty is Granted. Crédito al artista)



            Sin embargo, su alegría quedó pronto eclipsada. Del puente le llegaron malas noticias, era la voz de Keiko.



-La base enemiga va a explotar y hemos perdido los escudos por falta de energía. Nuestra nave está muy dañada. No sé si lo resistirá.



            El ya extenuado guerrero replicó sin embargo, con calma y seguridad.



-Me ocuparé de eso. Que conecten los sistemas, voy a la cámara del generador.



            Recordó como el doctor Adams le contó la manera en la que el príncipe Leval y el primo de éste ayudaron a alimentar con su energía los sistemas de disparo de la SSP-1. Por fortuna, aquel científico tan notable había reconfigurado eso y precavidamente dejó lista una conexión, no únicamente para las armas sino también para abastecer de energía la nave. Ahora, esa idea iba a resultar providencial. Dependía de la celeridad y destreza con las que Scott y Melissa fuesen capaces de reparar los sistemas. Y también del tino y rapidez con las que Caroline y Keiko pudieran ponerlos en línea. Kiros fue ayudado a volver por el caza de Susan que estaba en modo varitech. Debía ahorrar fuerzas. Los aviones y el robot llegaron raudos, dejando al saiyajin cerca de su destino.



-No hay tiempo que perder.- Comentó el guerrero del espacio llamando a través del comunicador.- Jetra, avisa a tu compañero Nalir, os necesito aquí.

- Como ordenes.- Repuso la joven.-



            Y con gran velocidad se dispusieron a acudir a la llamada. Las científicas entre tanto comentaban.



-La base enemiga está colapsando, ¡va a explotar!- Anunció una asustada Keiko en tanto manejaba febrilmente los controles efectuando comprobaciones.-

- Estamos demasiado cerca para frenar la onda expansiva.- Añadió una preocupada Caroline en la misma situación que su compañera.- Eso dañará muchísimo nuestra nave.

-Y de por sí ya ha sido muy castigada.- Intervino un asimismo inquieto Hazzar.- Quizás no aguante una onda expansiva de ese calibre.



            Por su parte, una todavía llorosa Melissa se esforzaba denodadamente por centrarse en su labor. No podía permitir que la muerte del doctor Adams hubiera sido en vano. Tenían el destino de miles de vidas en sus manos. Pero era incapaz de evitar pensar en él. Había comenzado a sentirse atraída por ese hombre, incluso quizás a amarle. Sin embargo, no se atrevió ni a intentar hacérselo ver. Una vez más en su vida, era tarde.



-Por lo menos, ayudaré a salvar a los miles de personas que viajan aquí. Tu sacrificio se recordará, Clay.- Pensaba con una tremenda tristeza y dolor.-  Yo siempre te recordaré…



            Y una vez concienciada de eso, atendió a las indicaciones de Scott con un renovado coraje, cuando el chico le dijo.



-Tenemos que soldar unos cuantos cables y reconectar algunos microchips. Los droidos mecánicos los tienen aquí.



            El joven científico, tratando también de sobreponerse a aquello, usó su traje para levantar unas pesadas vigas que  le obstaculizaban el paso. Pudo así, ayudado por un soplete, comenzar a reparar esas conexiones.



-Vamos allá. Hay que darse prisa.- Se decía para arengarse.-



Los cazas llegaron al fin a la nave. Tras ser entrado en ella por Susan, Kiros salió volando hacia su destino. Al llegar pidió de inmediato ver al doctor Adams. Allí le dieron la terrible noticia.



-¡Maldición! – Exclamó entre consternado y muy inquieto.- Era un gran científico y un buen hombre. Que descanse en paz. Pero ahora ¿Quién podrá ayudarme con esto?



            Los oficiales que allí estaban se comunicaron de inmediato con el puente. Para sorpresa de todos, tras expresar su pesar por la muerte del doctor, Keiko declaró en cuanto el contralmirante las puso al corriente.



-Creo que puedo hacerlo.

-¡Llévenla de inmediato! - Ordenó Hazzar.- ¡Máxima prioridad!



            Con rapidez un oficial le indicó a la joven que fuera para allá. La chica le siguió, tras tomar un deslizador se plantó allí en apenas seis minutos. Para cuando llegó, encontró a Kiros. Él la miró atónito, la muchacha le devolvió la mirada con decisión aunque preguntó con tono trémulo.



-¿Qué necesitas que haga?



            En ese momento llegaron Jetra y Nalir. Ambos saiyajin se inclinaron ante su compatriota.



-Excelencia, mandad y seréis obedecido.- Aseguró Nalir.-



            El chico asintió y mostrando una especie de cables con un asa, les indicó.



-Agarraos a eso y cuando os diga, emitir toda la fuerza que podáis…



            Los otros dos asintieron, en eso que Kiros le dijo a Keiko.



-Necesito que me conectes desde aquí al sistema de escudos de la nave.

-¿Qué?- Se sorprendió la muchacha.- ¿Hablas en serio?

-Desde luego.- Sentenció él.-



            La muchacha asintió, tras estar trabajando en una consola de control cercana y conectar algunas cosas, le comentó al saiyajin.



-He activado los sistemas, al fin han reparado las conexiones. Estás en línea con los escudos, pero haría falta una gran cantidad de energía como para…



            Kiros simplemente sonrió, aunque sudaba y parecía agotado cuando le respondió.



-Ahora tienes que alejarte de aquí, Keiko, será peligroso para una humana estar tan cerca.



            En ese momento, multitud de explosiones en cadena comenzaron a producirse en el planetoide enemigo.



-¡No queda tiempo!- Advirtió Caroline.-

-Circuitos activados.- Respondió Scott tras terminar con sus reparaciones.- ¡Adelante!



            Kiros se sujetó a dos de esos cables con agarraderas. Keiko le observaba sin poder evitar sentirse preocupada.



-¡Vamos, vete! - Le ordenó él.-



            Eso sirvió para que la chica reaccionase alejándose cuanto pudo. Un soldado cerró una gruesa puerta de titanio tras ella dejando aislados a los saiyajin. En ese momento, les llegó el aviso.



-¡Ese planetoide ha explotado!- Comunicó una asustada Caroline.- ¡Que Dios nos asista!

-¡Ahora!- Ordenó Kiros a los suyos.-



            Los saiyajin emitieron sus energías, lo mismo que el joven, que volvió a convertirse en súper guerrero. Enseguida el poder combinado de todos creó un escudo de energía en torno del asteroide que llegó justo a tiempo para detener la onda de choque de esa explosión. Pese a todo, la nave entera se balanceó como un barco en medio de una tempestad.



-¡Sujeta a los niños!- Le decía Ginger a Clarisa, en tanto ella abrazaba al pequeño Dean.-



            Todos se tambaleaban debido al poder de esa acometida energética. A su vez, en el puente de mando se sujetaron para no caer. Lo mismo pasó en la zona médica. Gracias a que Lester y los demás acudieron también a ayudarles, Maggie y Giaal tuvieron la oportunidad de ir hasta la zona de incubadoras y de proteger aquello que estaba gestándose en su interior. Penélope también se agarró a lo primero que vio para no caer. Incluso los mismos robots gigantes se anclaron magnéticamente.



-¡Es algo tremendamente fuerte! - Comentó Olivia con asombro.-

-Esperemos que el escudo resista.- Añadió Jane.-

-Sí, tiene que hacerlo.- Remachó Susan.-



            Así lo deseaba Tracer también. Confiaba en Kiros. Aun así, aquello era demasiado potente…



-¡Vamos amigo! Se decía entre dientes.- Tienes que aguantar…



            Kiros así lo hacía, vaciándose en defensa de esa gran nave. Miraba desde la distancia a la atónita Keiko. El joven pensaba no solamente en ella, sino en todo el mundo abordo. Y no pudo evitar acordarse de Maggie. Y de la noche que pasaron juntos. Aquello le hizo redoblar sus esfuerzos.



-¡Ahh!- Gritaba elevando ostensiblemente su poder.-

-Es impresionante.- Afirmó un admirado Nalir.- ¿De dónde saca tanta fuerza?

-Del amor.- Pudo replicar Kiros.-



            Jetra y su compañero se miraron atónitos. Aquella especie de leyenda que circulaba entre los de su pueblo parecía verse confirmada ahí. El poder de eso que los humanos llamaban amor. En verdad multiplicaba las fuerzas de un saiyajin. Al fin, el peligro fue alejándose. La onda expansiva se alejó perdiendo intensidad y el asteroide fue dejando de moverse



-La nave se estabiliza.- Informó Caroline.-

-Lecturas normales también desde aquí.- Corroboró Scott.-



Pese a ello Kiros y sus compatriotas mantuvieron la energía que alimentaba los escudos durante unos instantes más. Al fin, cesaron. Los dos jóvenes se sentaron a descansar. Sin embargo, Kiros quedó en pie, dejando de ser un súper guerrero. Al poco la puerta se abrió y una eufórica Keiko entró corriendo para abrazarse a él.



-¡Lo has hecho, nos has salvado a todos!- Exclamó la muchacha.-



El joven apenas se pudo permitir una leve sonrisa, cayó fulminado al suelo, sin sentido.



-¡Kiros!- Gritó la muchacha tratando de reanimarle.- ¡Dios mío! ¡Kiros!-. Repetía sin resultado -¡Emergencia médica!, por favor, envíen a alguien a esta zona.- Pidió con desesperación…



            Aquello se radió por casi toda la nave. Tras dar su posición la chica sollozaba presa de la impotencia. Y es que el guerrero parecía haber dejado de respirar. La propia Jetra comentó entre asombrada y llena de respeto.



-Lo ha dado todo por proteger esta nave. ¡Todo!

-Es increíble.- Convino un admirado Nalir.- Nunca había visto nada semejante.



            Sin embargo, no sabían qué hacer para ayudarle. Ninguno de ellos tenía la menor idea de cómo reaccionar ante aquello. Sencillamente no lo habían esperado.  Por fortuna, Giaal, Maggie y Erika estaban ya próximos, subidos a un deslizador recorrieron el trayecto con una gran velocidad, y como eso no bastaba, el propio doctor Ginga las sujetó y voló raudo hacía allí. No tardaron en hacer acto de presencia. Entonces, una asustada Maggie corrió literalmente hacia el colapsado saiyajin apartando a la asombrada Keiko de su camino.



-¡Vamos, despierta!- Chilló tratando de reanimar al guerrero.-



            Intentó un masaje cardiaco y un furioso boca a boca. Todo ello ante la perpleja mirada de la pelirroja. Pero claro, estaba en juego la vida de Kiros. Pensó que era lógico que la enfermera actuara así. Aunque casi le pareció que eso iba mucho más allá de un mero intento de reanimación. Entre tanto Giaal atendía a los otros guerreros del espacio. Maggie se volvió a su otra colega…



-¡Erika ayúdame!- Le pidió desesperada.- ¡Por favor!



            La interpelada se quedó dudando por unos instantes. ¿Acaso ese hombre le importaba tanto a Kendall?...No, por unas décimas de segundo tuvo las peores intenciones. Verla sufrir así podría resarcirla de su propia tortura.



-¡Por favor!- insistió Maggie entre gemidos de angustia y desesperación.-



            Estaba claro que ver así a ese tipo estaba destrozando a su rival. Aunque de inmediato se censuró a sí misma. No, no le serviría para nada. Y,  sobre todo, eso sería muy injusto. Ningún inocente más sufriría. Además, ese hombre les había salvado a todos, incluida ella misma. No se permitió ni un titubeo más.



-No te daré ninguna excusa, Kendall.- Volvió a decirse entre dientes.- Ninguna, para que me culpes a mí…



Se arrojó junto al cuerpo exánime del saiyajin, comenzando a darle descargas con un aparato de reanimación.



-¡Toma!- le respondió a su compañera en tanto le acercaba una mascarilla con oxígeno.- ¡Adelante!

-¡Gracias!- Pudo musitar una emocionada Maggie.-

-¡No lo hago por ti!- Espetó sin embargo Marek, mirando entonces al guerrero tendido en el suelo para indicarle a su colega, a fin de adecuar el ritmo de las descargas a las insuflaciones. - Vamos, no pares, a la de tres…, una, dos…



            Giaal las observaba y sonrió. A pesar de las apariencias él sentía que la energía de Kiros estaba muy baja pero no tanto como para que  muriese. El médico alien tenía incluso alguna alubia mágica que podía emplear en el saiyajin. No obstante, quiso dejar que fueran esas dos las que tratasen de luchar codo con codo por salvarle.  Estaban trabajando en equipo a la perfección y, pese a lo que trataba de aparentar, percibía que el corazón de Erika no estaba ya tan endurecido hacia su compañera. También dedicó un instante de atención a Keiko. Aunque en ese instante el alien percibió algo extraño. Como si el corazón le diera un vuelco. Miró de inmediato hacia una parte alejada de la estancia, en la penumbra. Creyó ver algo por una milésima de segundo. Como si un gran  individuo, cubierto por un sayal oscuro le hubiera estado observando. Todavía perplejo fue requerido por uno de los enfermeros.



-Doctor, tenemos un caso muy grave, entre las ruinas del centro cibernético.

-Voy con usted.- Convino de inmediato olvidándose de aquello.-



Keiko estaba clavada ahí, sin saber qué hacer. En ese momento recibió una llamada…



-Soy Penélope.- Le comunicó ésta.- Será mejor que vengas, Melissa te necesita.



            Y viendo que su presencia era ya innecesaria en ese lugar, la chica se despidió susurrando un hasta luego a la ocupada Maggie quien no se dio cuenta siquiera. Después se encaminó hacia el punto en el que fue informada por su jefa que estaba la doctora Prentis. Con expresión demudada por el pesar, Penélope le contó.



-El doctor Adams ha muerto.



            Keiko no lo pensó. Corrió hacia su amiga y compañera para encontrarla sentada, cabizbaja y con expresión hundida.



-Melissa.- Pudo musitar con pesar.- ¡Lo siento muchísimo!



            La interpelada elevó la cabeza mirándola a través de unos ojos velados por las lágrimas. Eso hizo llorar también a Keiko y enseguida ambas se abrazaron. A poca distancia, un asimismo abatido Scott presenciaba la escena sin atreverse a interrumpir. Al cabo de un rato, fue la propia doctora Prentis quien, separándose del abrazo de su amiga, se dirigió a ambos.



-No hagáis como yo. Si amáis a alguien decídselo antes de que sea demasiado tarde. Yo he perdido mi vida entera en post de la ambición, la venganza y después, cuando quise enmendarme,  del trabajo. No aprendí la lección pese a las oportunidades que me dieron para hacerlo. Ahora ya no me queda nada.

-Eso no es verdad.- Trató de consolarla la joven pelirroja dándole un beso en la mejilla izquierda en tanto añadía.- Siempre nos tendrás a tu lado.

-Gracias.- Suspiró la llorosa mujer, añadiendo.- Pero solamente te pido que sigas este consejo. Proviene de la experiencia. De una amarga experiencia, Keiko. Y a ti también te lo digo, Scott. No dejes que nada se interponga entre la chica a la que quieres y tú…

-Tienes razón.-Admitió él con voz queda, para sentenciar más decididamente.- No lo haré, ya no…



            Tras esas palabras la acompañaron a un lugar habilitado para que algunos de los heridos leves pudieran descansar. Por su parte, Kiros dormía en la zona del hospital reservada a los convalecientes. Entre Erika y ella lograron hacer reaccionar a ese guerrero, lo bastante como para detectar signos vitales en él. Y por un momento ambas se miraron y se sonrieron al hacerlo. Aunque eso duró apenas un instante, Marek enseguida ensombreció su expresión y sin mediar palabra se alejó, en tanto las asistencias ponían al saiyajin en una camilla y le llevaban al hospital. Maggie quiso ir con él pero se detuvo pensándolo dos veces y movió la cabeza.



-Hay otras muchas personas que necesitan ayuda. Cumpliré con mi deber como ha hecho él con el suyo. Hasta el final.



            Y lo hizo a conciencia. Sin reparar en cuan cansada estaba. Al fin, tras atender a otros pacientes se acercó a ver a Kiros. Por fortuna, los signos vitales del guerrero seguían estables. La enfermera lo comprobó sentándose después a su lado.



-Ahora no te puedes marchar de mi lado.- Susurró tomando una mano del chico entre las suyas.-Te necesito, todos te necesitamos...- Matizó con rubor.-



            Sonrió como si fuera una colegiala pensando en aquello. Si alguien hubiera apostado por ella acabando tan enganchada por un hombre antes de comenzar ese viaje, desde luego que se hubiera hecho millonario. Solamente esperaba que aquel chico se recobrase. Era muy fuerte sin duda, pero lo que había hecho fue excesivo, incluso para él. Al poco le soltó la mano con un ligero sobresalto. El doctor Ginga había entrado en el box de observación.



-No te preocupes, se reestablecerá enseguida.- La animó él.- Ahora quiero que vengas un momento, te necesito.

-Sí, doctor.- Convino ella levantándose despacio, y tras darle una última mirada al saiyajin, remachó.- ¿Qué quiere que haga?

-Atiende al paciente del box siete.- Le pidió Giaal añadiendo con tono enigmático.- Pero no digas nada a nadie sobre él que no sea a mí.



            Maggie fue hasta allí, cuando se acercó hasta el convaleciente vio que estaba vendado en la cabeza y los brazos, así como en las piernas. Estuvo tomándole el pulso, la tensión y revisando el goteo por sonda que tenía puesto en un brazo cuando súbitamente le reconoció.



-¡Dios mío! - Exclamó entre atónita y emocionada.-



Pero fiel al encargo del doctor Ginga no comentó nada con nadie al respecto. Así pasaron un par de semanas. Todos estuvieron muy ocupados reconstruyendo la nave y dedicándose a sus respectivas labores. Maggie además se mantuvo en todo momento junto al convaleciente saiyajin y ese otro paciente. Keiko fue a visitar a Kiros de igual modo. Aunque con menos regularidad. La joven dejó de ir  a diario cuando supo que el chico estaba en clara mejoría, aunque no hubiera despertado aún, disculpándose a sí misma por lo ajetreado de su trabajo. En realidad, quería estar junto a Melissa todo lo que pudiera. La mujer que siempre la había apoyado la necesitaba con urgencia ahora. Aunque ésta parecía llevarlo muy bien. De hecho, apenas se pasaba por el laboratorio o el centro de investigación. Había decidido dedicarse a ser la maestra del grupo de niños de los que se había comenzado a ocupar, nutridos ahora por esos cuatro nuevos críos que fueran rescatados de la base enemiga. Al principio, sus compañeros les observaron con asombro.



-¡Sois verdes!- Dijo una cría rubita de cinco años, entre divertida y atónita.-

-¿Os habéis pintado las caras y las manos?- Quiso saber un niño de alrededor de seis años en tanto les miraba con estupor.-



            Sin embargo, aquellos pequeños no respondían. Melissa entonces tuvo que intervenir con el tono más dulce que pudo adoptar.



-Vuestros nuevos compañeros vienen de un sitio muy lejano. Son algo diferentes, pero aquí todos somos distintos y eso es lo que nos hace ser especiales. Hay personas, morenas, rubias, pelirrojas como yo. - Sonrió agarrando un mechón de su cabello ante las miradas curiosas de los niños.- Y de pieles blancas, negras, tostadas y ahora verdes… Así es más bonito.

-Sí.- Convino una niña negrita que asentía entusiasmada ante la visión de sus nuevos amiguitos.- ¡Qué bien!

-Pues mola.- Comentó Nick, un chaval de unos seis años.- Yo también me pintaré de verde.

-¡Y tienen orejitas puntiagudas, como los elfos de los cuentos y las hadas! - Afirmó una encantada Dina, la niña rubita.-

-Eso es. Deben de venir de un cuento.- Afirmó categóricamente Dean, añadiendo.- Le diré a mi mamá que me lo lea.



Melissa les sonrió a todos, aunque lo cierto es que esos críos aliens no hablaban, al menos con los demás. Entre ellos sí parecían decirse cosas en voz muy baja, seguramente en  su lengua natal. Y se mantenían siempre apartados en un rincón de la clase. Por suerte para la apurada maestra, el doctor Ginga se pasó por allí una mañana junto con la teniente Hunter.



-¡Hola! - Saludó alegremente Susan a los críos que enseguida correspondieron con sus manitas.-

-Me alegra veros.- Dijo Melissa.-

-Me he pasado por aquí a ver a los niños.- Repuso Giaal.- Quiero hacerles un reconocimiento, son de mi raza de modo que si tienen algún problema de salud enseguida lo sabré.

-Lo que tienen los pobres es un problema de comunicación.- Suspiró la maestra.-

-Solucionaré eso en poco tiempo.- Le sonrió animosamente su interlocutor.- Ahora, si me lo permites, me gustaría estar con ellos a solas.



            Melissa asintió. Aunque dudaba de poder explicarles eso a aquellos niños. Sin embargo, cuando Giaal se dirigió a ellos estos pasaron a observarle con una mezcla de sorpresa e interés. Al instante se levantaron del suelo donde estaban sentados y le siguieron. Todo ello ante la cara de asombro de la maestra. Y justo antes de cerrar la puerta de una habitación anexa, el extraterrestre le comentó.



-Por cierto, pásate esta tarde por el hospital. Me gustaría que me ayudases con Kiros.

-¿Con Kiros?- Se sorprendió Melissa.-

-Sí, no lo ha pasado muy bien tras despertarse. No en el plano físico, es un auténtico portento en eso. Pero tiene problemas en el psicológico. - Afirmó el doctor.- Y es mejor no involucrar a las chicas, ya me entiendes.



            Su interlocutora asintió. Sabía de sobra a qué se refería Giaal. Éste pasó entonces con los niños a esa otra estancia y tras cerrar la puerta les dijo amablemente en su lengua, mientras adoptaba su apariencia natural.



-Tranquilos, aquí estáis seguros, no hay nada que temer.

-¿Por qué te  disfrazas como los humanos?- Quiso saber una pequeña de quizás seis años.-

-Porque vivo entre ellos.- Sonrió Giaal.-A muchos, como a los niños de vuestra clase nuestro aspecto, les parece divertido. Pero a otros les podría asustar.

-¿Por qué?- Preguntó un pequeño de la misma edad que su compañera.-

-A veces los humanos tienen miedo de lo que no conocen.- Repuso el doctor.-

-Aquí nos han dado comida humana. No nos gusta  mucho pero hemos aprendido a comerla.- Afirmó otra cría, que parecía algo mayor, de pelo largo color rojizo y mechones violetas. Presentándose como Yally. - Es mejor que lo que nos daban en esa celda.- Musitó bajando la cabeza.- Y también nos tratan con más amabilidad.

-Sí, allí teníamos que trabajar mucho y nos pegaban.- Musitó un entristecido Ultis, un pequeño de apenas siete años con pelo morado más corto y mechones de tono azul pálido.-



            Giaal no pudo evitar indignarse al tiempo que compadecer a esos pobres pequeños. Aunque se esforzó por no evidenciarlo, sonar animoso y decir.



-Os enlazaré con mi mente. Así aprenderéis el idioma de los humanos. Podréis comunicaros y aprender cosas de ellos. No son malos. La señorita Melissa por ejemplo, es muy buena persona.

-Sí, ella es buena, pero está muy triste.- Dijo el otro crio de unos seis años, de nombre Orix, con un tono burdeos de cabello y mechones azules. – Puedo sentirlo.

-Sí, lo está.- Admitió Giaal que enseguida declaró con convicción y optimismo.- Pero entre todos la alegraremos. Y para eso tenéis que ayudarme.

-Lo haremos. Se ha portado muy bien con nosotros.- Convino Wina, la pequeña de alrededor de seis años, cabello malva y mechones rosas.- Me gusta mucho la señorita Melissa. Tiene un pelo muy bonito para ser humana.

-¿Tendremos que disfrazarnos de humanos nosotros también?- Preguntó un desconcertado.- Ultis.-

-Como vosotros queráis.- Repuso afablemente Giaal.-

-A mí me parecería divertido.- Añadió Wina sonriendo por primera vez.-

-¿Es muy difícil?- Quiso saber Orix.-



El adulto de su especie le devolvió la sonrisa. Asintió despacio para responder.



-Requiere algo de práctica. A mí me pasa como a vosotros, desde muy joven he visto humanos. Fue sencillo. Solamente tomaba su apariencia…



            Los críos asintieron pensando seguramente en intentarlo.



-¿Y dónde están los demás?- Terció entonces Orix.- Los otros de nuestra especie. Después de esas explosiones no recordamos nada.

-Es verdad. Nos despertamos y estábamos aquí.- Pudo añadir Yally.-



            El adulto apagó su sonrisa bajando la mirada. Recordaba como tuvo que sacar a esos pobres críos de aquel infierno. Por desgracia, ninguno más sobrevivió. Al menos pudo rescatar a los hijos del metamorfo, dos en total, que habían adoptado apariencias de guardias de Gralas. Gracias a lo que ese ser le indicó pudo reconocerles. Les pusieron bajo custodia, pero tras las explicaciones que Giaal dio a las autoridades se les permitió abandonar la nave en una cápsula rescatada de la base enemiga dado que decidieron retornar a su mundo. De hecho, habló de ello con el contralmirante. Al terminar la batalla varias lanzaderas fueron al planetoide para evacuar a los supervivientes. Giaal recordó que el propio Hazzar se lo contó.



-Verá doctor. Este viaje nunca fue únicamente una misión de terraformación. -Le confesó el apurado oficial.- Pero tampoco una de venganza. Podríamos decir que combinaba las anteriores con otra de salvamento. Habíamos previsto una gran parte de la ciudad para acomodar a todas las personas que rescatásemos de las garras de ese tirano.

-Ahora lo comprendo. Todo ese sector deshabitado.- Repuso él.-

-Así es. Esperábamos a muchos más, pero desgraciadamente Gralas y sus esbirros acabaron con casi todos. Los soberanos Serenity y Endimión nos pidieron llevar a cabo una misión de rescate. Esa era la auténtica prioridad. Y de hecho tratamos de mantener el elemento sorpresa todo el tiempo posible.

-Desgraciadamente teníamos topos infiltrados y traidores.- Comentó Giaal.-

-Pero ninguno pudo transmitir nada. Al menos que sepamos.- Le dijo Hazzar.- Yo en persona activé un inhibidor de frecuencia para evitarlo. Gracias a la energía electromagnética que desprende esta nave se pueden amortiguar las transmisiones. Por ello, no nos hemos comunicado con nadie en todo este tiempo. Eso, además de la gran distancia que nos separa de Bios.

-¡Y aun así, ese asesino perpetró una masacre! - Espetó el enfurecido Alien apretando los puños con impotencia.- ¡Tantos inocentes! ¡Maldito canalla!

-Lo siento, de veras. Esperábamos que ese tirano mantuviera muchos rehenes. Sin embargo, entre los que ya había eliminado y los muertos durante el ataque. Poco o nada pudimos hacer por ellos. - Suspiró un entristecido Hazzar.-

-¿Tienen alguna idea de cuantos?- Musitó el ahora consternado alien tras calmarse.-

-Lo lamento, no tenemos más que cifras especulativas.- Repuso su interlocutor.-  Al menos unos pocos cientos sí que han sobrevivido, y unos críos de su especie. Con los que espero podrá usted echarnos una mano. Ni hablan, ni comprenden nada de lo que les decimos. Y tienen miedo. Eso desgraciadamente es algo obvio, solo con mirarles a los ojos. No les puedo culpar por ello. Han sufrido experiencias muy traumáticas para cualquiera. No digamos para unos niños. - Se lamentó el contralmirante.-

-No se preocupe, yo me ocuparé de explicarles lo que ha sucedido.- Le prometió Giaal.-



Así lo rememoraba ahora teniendo a esos pequeños delante. Lo duro sería decírselo, aunque no fue preciso, ellos lo adivinaron, a buen seguro por estar en un modo accesible a la telepatía. Las lágrimas asomaron enseguida por sus redondeadas mejillas y sus caritas.



-También nosotros podemos hacer agua.- Musitó Yally.- Hemos aprendido al ver a los humanos.

-Nuestros amigos...ya no están. -Suspiró una apenada Wina entre lágrimas.-

-Lo siento mucho.- Musitó el doctor Ginga.- No pudimos hacer nada por ellos. Pero ahora tenéis que ser fuertes, sois lo que queda de nuestra raza aquí. Y un día, seguro que podréis retornar a nuestro planeta. Ya estáis entre amigos. Todo irá mejor a partir de ahora.



            Los niños asintieron con renovado optimismo y Giaal se alegró de ello. Al poco salió. Susan había estado jugando un poco con algunos críos. La joven estaba visiblemente relajada, con una amplia sonrisa y disfrutando como si de otra niña más se tratara. Su pareja se alegró de verla así.



-Ya está.- Comentó él sacándola de aquellos divertidos juegos.-

-Vaya, es una pena. ¡Me gustaría quedarme aquí durante todo el día! - Se lamentó jocosamente ella, tras dar un par de besos a sendos niños.-

-Podrías pedir el traslado.- Sonrió Giaal.-

-No creas que no me lo iba a pensar.- Afirmó una divertida Susan.-



            Al fin se despidieron cariñosamente de los niños y de Melissa. Ambos salieron a la calle, paseando por la nave que todavía estaba siendo reparada en multitud de puntos, así como se remozaban y reconstruían muchos edificios en la ciudad.



-¡Espero que al fin todo haya terminado!- Comentó la morena muchacha tras dar un largo suspiro.-

-Sí, ojalá sea así.- Convino Giaal.-

-Veo mejor a Melissa.- Declaró la joven.-

-Eso quiere dar a entender.- Repuso su interlocutor.- Pero está sufriendo mucho. ¡Pobre mujer! Al menos intenta llenar su vacío con los niños.

-Todos hemos sufrido en este viaje. Hemos luchado en varias batallas y perdido a muchas personas buenas, amigos, compañeros…Lo mismo que sucedió en la SSP-1- Enumeró una ahora cabizbaja Susan para afirmar.- Y eso me ha hecho pensar.

-¿Pensar?- Repitió Giaal.- ¿Acerca de qué?

-Sí, acerca de que ya he tenido suficientes aventuras. No quiero seguir viajando de un sitio a otro, me gustaría asentarme. Igual a como hicieron el mayor O ‘Brian y el teniente Malden. Quizás en ese mundo al que vamos…cuando lleguemos y lo terraformemos…

-Sí. A mí también me gustaría.- Asintió su pareja dándole la mano.-



            Caminaron así sin hablar durante un rato. Susan en efecto sentía el deseo de establecerse. Acaba de ascender, posiblemente ya no pudiera hacerlo hasta dentro de unos años. Había colmado sus expectativas de vivir aventuras. Para su desgracia a un coste muy alto para otras muchas personas. Ahora lo único que deseaba era vivir con tranquilidad. Y ¿quién sabe? Viendo a esos niños jugar tan alegres y despreocupados, y a ella misma pasándolo en grande junto a  ellos. No recordaba algo así desde que siendo ella misma una cría, jugaba con su hermana pequeña.



-En el fondo quizás sea por ellos, las futuras generaciones, por los que únicamente todo esto haya merecido la pena.- Reflexionó.-



            En el hospital, poco a poco Kiros fue abriendo los ojos. Todavía se notaba agotado. Aunque estaba mejor. Sus fuerzas no habían retornado del todo aún pero teniendo en cuenta su naturaleza saiyajin pronto lo harían. Miraba ahora hacia el blanco techo como si quisiera dejar su mente en blanco. Apenas se dio cuenta en un principio de la pregunta que resonó con tono suave cerca de él.



-¿Cómo te encuentras?



            Despacio giró la cabeza hacia la fuente de ese sonido. Entonces la vio. Keiko estaba allí. Radiante y sonriente, con esa melena rojiza y esa mirada transparente, de aquellos ojos grisáceos con reflejos violetas.



-Nos diste un buen susto.- Agregó ella.- ¡Menos mal que entre Maggie y su compañera pudieron reanimarte!

-¿Cuánto tiempo llevo aquí?- Pudo preguntar todavía con algo de afonía en la voz, hasta que carraspeó.-

-Casi quince días.- Le respondió la muchacha.- He venido alguna vez pero estabas durmiendo.

-Gracias, por preocuparte por mí.- Repuso él con reconocimiento.-

-Eso no es nada comparado a lo que tú hiciste por todos nosotros.- Sonrió la chica una vez más.- Salvaste esta nave y a todas las personas que viajan en ella.

-No fui yo solo.- Declaró modestamente él.- Todos ayudasteis. De no ser por ti, aquello no hubiera funcionado. La doctora Prentis, el doctor Adams…



            El gesto de Keiko se ensombreció al oír el último nombre. Bajó la cabeza con expresión consternada.



-¿Qué le ha pasado?- Musitó el chico.-

-Murió mientras trataba de llegar a su laboratorio.- Le contó la chica.- Un derrumbe le aplastó.

-Sí, es cierto… lo había olvidado. Lo siento. Era un buen hombre.- Dijo apenado el saiyajin.- También era un valiente, todos lo habéis demostrado. Debo confesar que os infravaloré. Mi soberana y mi tía tenían toda la razón. Los humanos sois capaces de grandes cosas.

-Tus compatriotas saiyajin también ayudaron mucho.- Pudo contestar la muchacha, tratando de no verse demasiado afectada por aquellas palabras, y le relató.- Cuando todo acabó, se ofrecieron a echar una mano en las tareas de reparación.

-Quieren ganarse el perdón.- Sonrió débilmente Kiros, asintiendo despacio.- Y lo han logrado. Hablaré en su favor cuando vuelva a mi mundo.

-¿Volver?- Inquirió Keiko que pareció algo alarmada al oír aquello.-

-Tendré que informar de todo a mis reyes.- Contestó el joven quien entonces quiso saber.- ¿Hemos llegado ya a ese planeta? ¿Al que querían adaptar?

-Terraformar.- Matizó su interlocutora que movió la cabeza para reforzar con un.- No… de hecho, Penélope y yo estamos muy extrañadas. Hemos consultado las cartas que nos regaló esa cultura tan avanzada. Deberíamos estar muy cerca. Pero nada de lo que indican aparece ahora.



            Eso hizo que el saiyajin la mirase atónito e incluso tratando de incorporarse. Keiko le detuvo con un gesto de su mano.



-Por favor, no te esfuerces demasiado.

-Puede que nos hayamos desviado del rumbo.- Conjeturó entonces el saiyajin.-

-No, lo hemos comprobado. Al menos triangulando nuestra posición con Bios y otras estrellas que aún podemos ver.- Le explicó Keiko.-



            La conversación se vio interrumpida cuando una enfermera entró en el box. Kiros apenas pudo musitar con tinte esperanzado.



-Maggie…



            Pero no era ella, aquella mujer de pelo rubio algo rizado y ojos azules le sonrió.



-¡Al fin se ha despertado! ¿Cómo está?

-Bien gracias, enfermera…- Repuso él sin recordar su nombre.-

-Me llamo Erika Marek. – Replicó la interpelada.-

-¿No está su compañera?- Quiso saber Keiko.-

-No, libra hoy.- Repuso ahora con bastante menos simpatía.- Disculpen.- Añadió.-



            Erika le tomó el pulso y la tensión al paciente. Aunque atónita miró las cifras varias veces.



-Mis constantes son distintas a las de los humanos.- Le explicó el chico.- No se preocupe, ya estoy bien.



            Y tras asentir, Marek se marchó dejando a los dos jóvenes. Keiko sonrió débilmente para añadir.



-Tengo que irme ya. Penélope y Caroline están hasta arriba de trabajo. Más ahora que Melissa ha preferido cuidar a los niños de la escuela.

-Claro, te agradezco que hayas venido.- Asintió el chico.-



            Ella le obsequió con un beso en la mejilla y se alejó. Iba pensando algo extrañada e incluso. ¿Por qué no admitirlo? decepcionada, que Kiros apenas mostró alegría al verla. Quizás estuviera siendo demasiado egoísta. El pobre chico acababa de despertar de estar varios días inconsciente. Posiblemente estaba aturdido y nombraría a Maggie porque era enfermera, lo más natural fue que, tras atenderle de urgencia, hubiera estado allí ocupándose de él.



-No sé qué hacer.- Pensaba la pelirroja de un modo un tanto culpable.- No tengo claro con cuál de los dos quisiera estar.



            Entre tanto, Giaal y Susan se encaminaban hacia el centro médico. La oficial recibió entonces una llamada.



-Tengo que entrar de servicio en un par de horas.- Suspiró fastidiada.-

-Nos vemos mañana entonces.- Repuso Giaal, afirmando por su parte.- Debo terminar unas cuantas cosas esta tarde.

-¿Las sorpresas esas que me dijiste?- Inquirió Susan.-



            Su pareja asintió. En efecto le había comentado que tenía un par de sorpresas para dos de sus amigas.



-Así es, y ésta será la primera.- Declaró con tono animado.-



            Y tras darse un beso se despidieron, yendo cada cual a sus ocupaciones. El doctor Ginga no tardó en mandarle un mensaje a Maggie. La citaba en el centro médico. La joven lo recibió cuando estaba en casa. Ese era su día libre pero, tratándose de Giaal, no quiso hacerle esperar mucho. Se cambió de la ropa más cómoda que llevaba a otra para salir a la calle y tomó un deslizador. Tuvo que sujetarse un momento a una barra que ese aparato llevaba en la parte del techo, porque le dio un leve mareo. Por suerte se recuperó enseguida.



-Llevo varios días en los que apenas he dormido nada. ¡Ojalá que fuera por haber ido de fiesta!- Se dijo con resignación.-



            De hecho, habría deseado dormir en casa pero no conciliaba el sueño, muchas cosas le rondaban por la cabeza.  Decidió que tendría que afrontarlas una por una, según se presentaran. Entre esas reflexiones pasó el viaje. Al fin llegó a su destino. Entró en el centro de salud. Giaal ya la aguardaba. Sonriente le dijo.



-Gracias por venir, sé que te tocaba librar hoy.

-No hay de qué, doctor.- Sonrió Maggie.- ¿Es por lo de esa sorpresa?- Quiso saber.-



            Efectivamente él asintió, también le había dicho en el mensaje que tenía una sorpresa para ella y para alguien más.



-Es algo que espero te gustará. Si tienes la bondad de aguardar un momento.- Le pidió el doctor.- Enseguida te lo mostraré. Por cierto, luego tienes que hacerme un favor…



            La chica asintió, se sentó en uno de los sillones de la sala de espera. El doctor Ginga entró en una sala reservada para pacientes en reposo que ahora estaba vacía. Al menos eso creía la muchacha. Tras esperar durante unos minutos  el médico retornó.



-Adelante.- La invitó a pasar él.-



Maggie le siguió. La habitación estaba en penumbra.  Apenas unas vagas formas se recortaban en esa oscuridad. El alíen le susurró.



-Acaba de salir de la incubadora. Debe irse acostumbrado poco a poco a la luz y al sonido. Te pido que hables muy bajo.

-De acuerdo.- Musitó ella a su vez.-



            Entraron un poco más para descubrir una silueta de lo que parecía alguien sentado sobre una cama. Giaal procedió a encender una leve luz de lamparita y le indicó a su acompañante.



-Saluda a nuestra amiga.



            Maggie tuvo que reprimir una exclamación, llevándose las manos a la boca. Las lágrimas se le saltaban cuando emocionada, pudo susurrar.



-¡Oh, Dios mío! Es ella, es… ¡Dios mío!



            Paulatinamente la luz fue ganando intensidad para revelar los rasgos de una niña, tendría alrededor de unos nueve años, su pelo era moreno, sus ojos azules.  Entonces Giaal, con tono suave y bajo, le comentó a esa cría.



-Nelly, esta mujer es la enfermera Kendall. Tú la apreciabas mucho. Y ella a ti. Tú también querías curar a la gente.

-Hola.- Musitó con una vocecilla trémula mirándola con una mezcla de desconcierto y curiosidad.- ¿Eres mi amiga?



            Incapaz de responder al estar sobrepasada por la emoción Maggie solamente pudo acariciar el rostro de esa niña y después su cabello. Tras unos momentos fue apenas capaz de musitar.



-¡Eres igual!… es un milagro.

-Así me llamo yo.- Sonrió el doctor Ginga, explicándole.- El significado de mi nombre en la lengua de mi planeta es precisamente ese.

- Pero. ¿Cómo es posible?- Quiso saber la asombrada joven.-



            Giaal entonces se llevó a Maggie hacia un esquina de la sala y le explicó en voz baja.



-El metamorfo al dividirse quedó debilitado. Ese suero le impedía volver a transformarse en nada más. Su raza precisa variar de forma de cuando en cuando para poder mantenerse viva. Normalmente adoptan la forma del ser vivo con quien entran en contacto. Pueden hacerlo visualmente para asemejarse solo en el exterior pero es más efectivo cuando le tocan y obtienen un poco de su ADN. Lo que hice fue tomar la parte de ese ser que aún no estaba corrompida. Entonces inyecté algunas células de las muestras que guardábamos de Nelly. La parte del metamorfo las asimiló y se ajustó a ese código genético antes de que el suero inhibiera su capacidad de mutación. Después le di algo de mi energía para que pudiera desarrollarse. Lo metí en la incubadora más grande que tenemos y, tras unos días, ahí tienes el resultado.



            Maggie asentía asombrada aun por esas explicaciones. No obstante, pudo objetar con preocupación.



-Pero, pese a que físicamente sea idéntica, no es la auténtica Nelly. Sus padres jamás lo creerán.

-Les diremos que, tras el ataque, se dio por muerta a la niña pero que sobrevivió. Aunque ha perdido la memoria. Nuestros servicios médicos la encontraron y tuvimos que introducirla en una cámara especial para curarla de sus heridas. Deberán ser pacientes con ella e ir devolviéndole poco a poco sus recuerdos. En este caso llenarla de ellos. Créeme. Quizás su padre sea más reticente, pero, después de ver cómo estaba su madre.

-Sí.- Musitó Maggie con manifiesta compasión.- Esa pobre mujer la aceptará. Es todo lo que tiene.

-Tuviste una magnífica idea. De este modo le devolverás la felicidad a esa familia.- La animó Giaal.-

-Al menos podré compensar en parte todo el daño que hice a otros.- Afirmó la joven sentenciando con pesar.- Cada vez que me siento atraída por alguien, esa persona o quienes la rodean, acaban sufriendo.

-No debes pensar así.- Le pidió el doctor Ginga.-  Eso no fue culpa tuya, nunca lo olvides. Has hecho mucho bien y debes seguir haciéndolo.

-Gracias doctor.- Sonrió la chica con mejor ánimo.- Ahora quisiera estar un poco con…- se detuvo sin saber a ciencia cierta qué adjetivo emplear y al fin remachó.- Con  la niña.

-Eso es lo que ahora es. Una niña, e ignora el haber sido cualquier otra cosa. Recuérdalo, por ti pero sobre todo, por ella. .- Le advirtió Giaal.-

           

            La enfermera asintió. Aproximándose una vez más a la desconcertada y curiosa pequeña, le sonrió animosamente para decir.



-Somos muy buenas amigas, es lo que querías saber antes, ¿verdad?



            La niña asintió. La expresión de sus ojos era de asombro. Poco a Poco, Giaal fue aumentando la intensidad de las luces. Entonces la pequeña quiso saber, mirando a Maggie.



-¿Tú eres mi mamá?...



            La aludida sintió un escalofrío recorrer su espalda. Quizás en cierto modo sí que lo era. Aunque mantuvo la sonrisa y movió despacio la cabeza para responder con afecto.



-No, cariño. Estuviste enferma y por eso no has visto a tus papás. Ahora que te has curado volverás con ellos.

-¿Y me querrán?- Preguntó con algo de miedo en su voz.-

-Claro que sí. ¿Cómo no iban a quererte? - Le aseguró Maggie abrazándola con ternura.-



            Giaal observó a ambas con una sonrisa, aunque entonces aquella niña tan particular dijo algo que ninguno comprendió.



-Ojalá me quieran antes de que llegue el olvido

-¿Qué?- Inquirió la enfermera.-



            Maggie se preocupó, posiblemente el cerebro de aquella cría no estuviera todavía preparado para tanta información. El doctor Ginga por su parte le restó importancia tras quedar pensativo.



-Debemos dejarla descansar. Para ella ha sido también agotador asimilar tantas cosas nuevas. Su mente debe de estar al límite. Demasiados estímulos.

-Eso debe ser.- Convino la enfermera.- Anda cielo, duerme un poco.

-No quiero que venga la oscuridad.- Musitó la pequeña que parecía asustada ahora.-

-No tengas miedo.- Estaremos contigo.- Sonrió tiernamente Maggie.- Si quieres dejaremos encendida algunas luces.



            La cría pareció estar más convencida y se tumbó. La enfermera la arropó con afecto y le acarició el pelo. Tras darle un beso en la frente, la sonrió animosa musitando con dulzura.



-Duérmete y no tengas miedo. Mañana será un día precioso, y volverás con tus papás…



            Y la dejaron dormir, al menos unas horas. Maggie entre tanto recibió una llamada. Se trataba de Mei Ling. La joven quiso verla para charlar. Por supuesto ella aceptó. La oriental acudió allí, al centro médico. Saludó al doctor Ginga quien se marchó al poco para ocuparse de algunos pacientes.



-¿Damos un paseo?- le pidió Maggie.-

-Muy bien.- Convino su interlocutora.-



            Caminaron durante un rato sin hablar, parecía un momento en el cual ninguna se atreviera a tomar la palabra. Finalmente la enfermera lo hizo considerándose la responsable de esa situación.



-Con todo lo que ha ocurrido no tuve ocasión para pedirte perdón. Y querría hacerlo ahora. Sé que te hice daño pero cree que esa jamás fue mi intención.

-Eso lo sé.- Musitó su contertulia.- Aunque me dolió mucho de igual forma. Jamás lo esperé.- Añadió con tristeza.-



            Aquello hacía sentir peor a Maggie todavía. Si al menos hubiera detectado algo de rabia o de ira en su ex pareja… pero eran  únicamente abatimiento y pesar.



-Lo siento, de veras. Ni yo misma me comprendo.- Pudo decir.- Y no soy una buena pareja, lo sé.

-Eres una chica maravillosa.- La animó sin embargo, Mei Ling.- Tienes mucha pasión y cuando amas se nota. Yo me sentí amada por ti. Aunque lo único malo es que tu corazón tiene tendencia a volar.

-Es muy difícil mantenerlo en un mismo sitio. Es verdad.- Admitió la enfermera.-



            Su interlocutora suspiró afirmando entonces con tono resignado.



-Espero que a ella sí que puedas hacerla muy feliz.



            Maggie no respondió a eso. Era otra cosa que su ex novia no sabía. Aunque en ese instante recibió una llamada del centro médico. Era Giaal.



-Tengo que regresar, por favor, ven conmigo.



            Mei Ling asintió, quizás hubiese una emergencia y precisaran de Maggie allí. Además, deseaba concluir esa conversación. De modo que ambas retornaron en pocos minutos. El doctor Ginga le comentó a la enfermera.



-He llamado a los padres de Nelly. Vienen para acá.

-¿De Nelly?- Se sorprendió Mei Ling que estaba a pocos metros.- ¿Esa niña que...?

-Está recuperada.- La cortó Maggie dejándola estupefacta.- Pero, ¿no iba a llamarles mañana?

-Creo que, cuanto antes vuelvan a estar con su hija, será mejor.- Afirmó Giaal, revelando.- Esa mujer está al borde de la locura, con tendencias suicidas. Lo único que puedo hacer es devolverle a su hija.  Y tenemos algo que Nelly puede ponerse para ir con ellos.



            Así era, habían conseguido ropa para la niña. Y tras vestirla la dejaron sentada en un  sofá de la habitación de espera. Al poco rato aparecieron sus padres. Edgar y Aurora. Ella con expresión desconcertada, él con gesto de enfado. Fue el primero en recriminar.



-¡Les advierto que como broma no tiene ninguna gracia y es algo muy cruel!

-No sé de qué está usted hablando.- Comentó tranquilamente Giaal, para agregar de un modo conciliador.- Pasen, por favor, les está esperando.



            Fue Aurora quién se decidió primero a entrar, los demás la siguieron y desde luego pudieron presenciar una escena que nunca olvidarían.



-¡Hija!- Chilló entre asombrada y llena de felicidad.- ¡Mi niña! ¿Estás bien?...

-¿Mamá?- Musitó tímidamente la cría al verla.-



            Aurora se precipitó hacia ella y la envolvió entre sus brazos. Ahora Edgar estaba con la boca abierta, sin poder articular palabra, lo mismo que Mei Ling. Maggie por su parte sonreía con amplitud, evitando a duras penas las lágrimas. Más templado, Giaal les comentó a  los atónitos padres la explicación que tenían preparada.



-¡Ya lo sabía!- Exclamó la madre sin dejar de abrazar a  su pequeña.- Siempre supe que mi niña estaba bien.

-Deberán tener paciencia.- Le pidió Giaal.- Sus recuerdos…

-No importa. ¡Tendremos todo el tiempo del mundo!- Balbuceó Aurora entre lágrimas, llenando de besos el rostro de la que creía sin ningún lugar a dudas que era su hija, en tanto le aseguraba a la cría quien la observaba plena de confusión.- Cariño, todo se va a arreglar, ya lo verás.

-¿Me quieres?- Pudo preguntar Nelly.-

-¡Claro que sí, mi vida! Eres lo que más quiero del mundo.- Aseguró su emocionada madre, que enseguida miró con ojos llenos de lágrimas a Maggie y a Giaal para sentenciar.- ¡Gracias,  muchas gracias por traérmela de vuelta!



            La enfermera tuvo que girarse porque fue incapaz de dominar sus lágrimas. La propia Mei Ling estaba emocionada abrazando a su expareja. Aunque el padre, pese a la inicial sorpresa, permaneció mucho más escéptico y le dijo al doctor Ginga.



-¿Podríamos charlar en privado?



            Éste asintió y le llevó a su despacho, allí Edgar no tardó en declarar.



-No sé qué está sucediendo aquí o cómo lo han hecho, pero esa niña no es mi hija. Mi hija murió.- Sentenció con tono entre airado, incrédulo y entristecido.-  Lo sé porque tuve que enterrarla. Lo sé porque fui el único que fue capaz de reconocer su cadáver. Mi esposa se desmayó nada más recibir la noticia. Y no quise que fuera.



            Giaal guardó unos instantes de silencio. Ahora no miraba directamente a los ojos a aquel hombre. De hecho, ese afligido padre tenía toda la razón. Al fin se decidió a responder con tono amable y conciliador.



-Es cierto. Al menos desde su punto de vista. Desde el de su esposa, Nelly ha vuelto a sus brazos.  Y le aseguro que esa niña es su hija. Físicamente hablando y según su ADN lo es.

-¡Pero su alma no está ahí!- Sollozó ahora Edgar, lleno de consternación.- Eso es una cáscara vacía. ¡Sea lo que sea eso de ahí fuera no es mi niña!

-No señor, en eso se equivoca, no es una cáscara vacía.- Negó ahora Giaal.- Es un nuevo ser humano, que precisa del amor de unos padres. Tiene una mente que está esperando para ser llenada por recuerdos hermosos y bonitas vivencias. De ustedes dependerá que sea así.

-Nunca podré quererla como si fuera mi verdadera hija.- Opuso su atormentado interlocutor.-

-Eso no lo sé.- Suspiró el  doctor Ginga dándole una palmada en la espalda a ese pobre hombre para sentenciar.- Pero al menos puede intentarlo. Y pensar en su esposa. Ahora la tiene de vuelta, igual que a su pequeña. Para ella se han confirmado las fantasías que la estaban sosteniendo durante este tiempo. Su niña está aquí. ¿Acaso quiere decirle que todo es una mentira?

-No.- Musitó el abatido individuo.- Y estoy seguro de que han hecho esto con la mejor intención...

-Usted mismo me llamó ayer, asustado, diciéndome que estaba al borde del abismo, que tuvo que quitarle ese frasco de pastillas de las manos.- Le recordó el doctor, aunque con tono compasivo.-

- Está bien. No seré yo quien destruya las ilusiones de mi esposa. Desde ahora esa niña o lo que quiera que sea, será mi hija Nelly.- Sentenció el emocionado Edgar.-



            Entonces llamaron a la puerta del despacho. Giaal abrió. Allí estaba Aurora, llevando de la mano a su hijita.



-Hola. No sé lo que están tramando aquí.- Saludó jovialmente aquella madre que parecía haber rejuvenecido años ahora.- Ya le he dado las gracias a la enfermera Kendall. Es una mujer realmente admirable. Ha cuidado de mi pequeña durante toda su convalecencia. Gracias a Dios que pudo esconderla en un refugio durante los ataques.



            Giaal asintió, estaba claro que la pobre Maggie dijo lo primero que se le ocurrió, aunque en parte era la verdad. Esa niña estuvo oculta en el laboratorio en tanto se formaba. Lo más protegida posible.



-Sí, es una gran profesional.- Convino el doctor explicándole a la mujer.- Simplemente le estaba comentando a su esposo que la niña necesitará reposo, tranquilidad e ir volviendo a sus rutinas poco a poco, sin sobresaltos.

-Sí, eso me ha estado diciendo la enfermera Kendall. – Asintió al sonriente madre declarando.- Le he dicho que Nelly vendrá a verla siempre que quiera. Ella me ha explicado que la niña debe tomar cosas muy ligeras hasta que se recobre. Ahora nos vamos a casa. Tiene muchas ganas de estar en su cuarto y con sus juguetes.- Añadió la entusiasmada mujer dirigiéndose a su esposo.- ¿Verdad Edgar?

-Sí, cariño.- Convino resignadamente él, aunque esbozando una sonrisa para vencerse al fin y remachar.- Muchas gracias doctor. Por todo.

-No hay de qué. Para cualquier duda o problema vengan a verme siempre que les haga falta.- Se ofreció el aludido.-



            La familia salió tras despedirse y tanto Maggie, como Mei Ling y Giaal, les vieron alejarse. Tras unos momentos, ambas chicas volvieron a salir a su vez. La oriental miró a su interlocutora y le comentó, en tanto paseaban, queriendo saber.



-¿Cómo lo habéis hecho? ¡Esa niña estaba muerta!- Afirmó con estupefacción.-

-No tengo ni la menor idea del proceso en sí. Eso únicamente lo sabe el doctor.- Admitió su interlocutora.-

-Sea como sea, no es asunto mío.- Repuso la oriental que entonces cambió de tema para preguntar -¿No has visto a Keiko últimamente? Me refiero a después de toda la batalla.

-No, no la he visto.- Admitió ella desviando la mirada.-



            Mei Ling se sorprendió de aquello. Aunque lo achacó a las dificultades para reconstruir la nave y todos los demás problemas que esas dos habrían tenido que resolver en sus respectivos trabajos. Y sobre todo, porque Keiko había estado junto a Melissa, tratando de confortarla por la pérdida del doctor Adams. Sin embargo, lo que sí la llegó a dejar perpleja de veras fue lo que Maggie le confesó.



-No la he visto, ni la veré de ese modo nunca más.

-¿Qué?- Exclamó su interlocutora que creyó comprender.- Ya veo. Al final ella se decidió por ese guapo oficial después de todo.



            Y lo comentó como si de una disimulada puya hacia su ex pareja se tratase. No obstante, Maggie sonrió, movió lentamente la cabeza y esta vez sí que miró a  los ojos a su contertulia para revelar.



- No ha sido ella. He sido yo la que se ha decidido por él…



            Desde luego que valió la pena confesar eso a la vista de los ojos y la boca desmesuradamente abiertos de Mei Ling y su incapacidad para pronunciar palabra. Al menos, hasta que fue capaz de replicar.



-¿Pero, cómo es posible que tú?...no, no lo entiendo.

-Créeme, yo tampoco.- Le aseguró su interlocutora.- Pero así ha sido. Y a él le sucede igual. Es irónico, pero en tanto competíamos por el amor de Keiko nos fuimos enamorando el uno del otro.

-No sé qué decir.- Contestó la oriental que seguía mirando con el asombro pintado en el rostro a su contertulia.- Me hubiera esperado cualquier cosa de ti menos esto.

-Y yo también.- Admitió Maggie afirmando.-Jamás me sentí atraída hacia ningún hombre… Al menos hasta ahora. Y estoy asustada, confusa, pero también ilusionada.

-¿Lo sabe Keiko?- Inquirió agudamente Mei Ling.-

-No se lo hemos dicho, pero creo que se lo empieza a imaginar.- Aseveró la enfermera.- Y eso nos pone a los dos en una situación muy complicada. Ambos le dijimos que la queríamos, ambos la hemos engañado. Los dos somos culpables.

-No, cuando se lo dijiste estoy segura de que lo sentías. Y Kiros también.- Rebatió su contertulia que sin embargo, agregó.- Piénsalo bien, puede que con ese chico te esté sucediendo lo mismo que conmigo, o con Keiko.



            Su contertulia asintió despacio para suspirar largamente y mirar hacia arriba. Al fin, enfrentando su mirada a la de Mei Ling, declaró con voz queda.



-Si te soy sincera no sé qué debo hacer. Se lo dije cuando todo pasó. Pero…no sé cómo explicarlo. Al estar con él me sentí protegida, incluso de mí misma.



            Su interlocutora asintió, aunque parecía mantener un poso de incredulidad en la mirada. Entonces fue su turno de sorprender a su acompañante cuando declaró.



-He estado pensando acerca de mi futuro. Hablaré con mi primo. Quizás deba regresar a China y aceptar ese compromiso.

-¡Pero a ti no te gustan los hombres! - Opuso Maggie mirándola con preocupación.-



            La oriental se permitió esbozar una sonrisa sarcástica para responder con un leve toque ácido de reproche y retintín que, no obstante, no pretendía ya herir a su contertulia sino más bien evidenciar una ironía.



-Nunca se sabe. Si al final han acabado por gustarte a ti, toda una Golden Star,  es que algo bueno tendrán. Sobre todo los machos saiyajin.



            Maggie no se ofendió por aquello. Pensaba también que lo tenía merecido. A fin de cuentas, tal y como acababa de admitir antes, ella siempre se vanaglorió de que nunca se había interesado por los hombres en lo más mínimo. Al menos en lo relativo al amor y menos aún al sexo. Y en efecto ¡así había sido! O lo fue hasta que Kiros apareció en su vida. Y así lo reconoció con humildad.



-Lo siento, Mei Ling.- Se disculpó su interlocutora una vez más.- Nunca quise hacerte daño. Ni a ti, ni a nadie. A veces ni yo misma comprendo cómo ha sido posible.

-Lo sé.- Afirmó ésta, ahora sin rastro de ironía.- Olvídalo, podemos decir que lo pasamos bien. Hasta llegamos a ser felices juntas. Pese a que fuera una mentira.

-No lo fue, cuando estaba contigo jamás fingí, ni representé ningún papel.- Le aseguró su contertulia.-

-Puede ser, y seguro que así lo crees. Pero en cierto modo sí que mentías. No a mí, sino a ti misma.- Rebatió agudamente Mei Ling.-

-A veces una hermosa mentira es mucho mejor que la cruda verdad. ¿No crees?- Preguntó Maggie a su ex pareja.-

-Sí.- Asintió despacio Mei Ling.- Al menos para quien quiera creerla. Debo admitir que lo que habéis hecho por esa pobre mujer fue muy hermoso.

-Ojalá todo pudiera arreglarse así. – Suspiró Maggie que entonces recordó.- Tengo que ir al hospital. El doctor Ginga me ha pedido que le haga un favor.



            Su ya simplemente amiga asintió. Sin decir más se alejó por el parque, ella también quería contactar con alguien…Por su parte, Maggie se dirigió hacia el hospital. Al llegar a la sala de espera descubrió allí a Melissa. La ahora maestra llevaba un buen rato aguardando.



-Hola.- Saludó la enfermera con amabilidad, al reconocerla.-

-Hola. ¿Ha visto al doctor Ginga?- Preguntó la doctora Prentis.- Me citó aquí pero ya ha pasado casi una hora y no ha venido.

-Me pidió que viniera en su lugar. Tiene unos compromisos que no puede eludir. - Sonrió Maggie.- Siento que haya tenido que esperar. Acompáñeme, si es tan amable.



            La enfermera guió a Melissa a través de un largo pasillo del hospital. Al cabo de unos momentos llegaron ante una puerta, abriéndola la invitó a  pasar.



-Tome asiento, por favor...- Le pidió Maggie.-



            Sorprendida, la doctora Prentis así lo hizo. Al cabo de unos instantes alguien abrió la puerta, era la enfermera y detrás de ella alguien más entró. Al ver a esa persona se levantó como un resorte, apenas sí pudo escuchar una voz muy familiar saludarla.



-Hola, Melissa…



            Entonces le dieron ganas de gritar, pero todo comenzó  a darle vueltas y al fin se desplomó en el suelo. Cuando despertó estaba acostada en una cama del hospital. Oyó esa misma voz, y miró hacia la dirección de la que provenía, viendo unos familiares rasgos…



-Lo siento, no quise que te asustaras.- Se disculpó su interlocutor.-

-¡Clay!- Pudo musitar ella, con la voz entrecortada y muy emocionadamente.-

-Tranquilícese.- Le pidió Maggie que también estaba allí.-

-Sí, soy yo.- Sonrió él.-

-Pero. ¿Cómo?- Fue capaz de preguntar la impactada Melissa.-



            Y en tanto le daba una mano que la doctora Prentis aferró como si no pudiera creer que fuese física, el doctor Adams le contó.



-Cuando todo aquello se desplomó sobre mí perdí la consciencia, no recuerdo bien que sucedió. Estaba en una especie de lugar oscuro, y algo parecido a una silueta, como un monje, me dijo que no era mi hora. Que aún debería escribir más páginas en mi vida. Después desperté en el hospital. La enfermera Kendall me atendió.

-Sí, le reconocí cuando le trajeron vendado.- Intervino Maggie.- El doctor Ginga me encargó de cuidarle bien.

-Muchas gracias, en cuanto desperté me dio una de esas judías tan increíbles y me recuperé por completo.- Afirmó entre atónito y maravillado en tanto se sentaba en una esquina de la cama, junto a la convaleciente.- 



            Melissa no quiso escuchar más, se incorporó abrazándose a él. Maggie sonrió al contemplar la emotiva escena, decidió que estaba de más allí. Salió dejando solos a aquellos dos. Ajena a eso, la doctora Prentis le decía.



-¡Quise morirme cuando te vi aplastado bajo todos esos escombros!

-Siento mucho haberte preocupado así.- Comentó amablemente Adams.-



            Separándose del abrazo, la mujer le miró a los ojos y le estampó un beso en los labios que él correspondió.



-Esta vez no voy a desperdiciar la oportunidad. No quiero volver a vivir en la amargura. – Declaró ella.-

-Pues me alegra oír eso porque tampoco yo estoy dispuesto a perder a alguien como tú.- Sonrió Adams añadiendo incluso con jovialidad.- Y en cuanto estés recuperada iremos a celebrarlo a la cafetería de Ginger.

-¡Vayamos ahora! Nunca me he sentido mejor.- Afirmó la eufórica Melissa.-



            Lo demostró levantándose de la cama, aunque tenía puesto un camisón del hospital. Adams tuvo la gentileza de salir de la habitación y avisar a la enfermera Kendall.



-La doctora tiene que cambiarse, vamos a la cafetería. ¿Le apetecería unirse a nosotros?

-Me encantaría. Aunque tengo que visitar a alguien antes.- Afirmó ella.-

-Allí la aguardaremos pues.- Asintió el doctor.-



            Y la enfermera se alejó. Iba directa hacia una habitación en particular. Ahora que lo pensaba, tras haber escuchado al doctor Adams le pareció raro. Si Giaal le dio una alubia en cuanto éste despertó, ¿Acaso no pudo hacer lo mismo por Kiros? Pensaba en ello cuando precisamente llegó ante la habitación del muchacho, abrió despacio y entró. Sonrió al verle durmiendo. Aunque al poco otra persona entró. Era Marek.



-Despertó hace un rato, preguntó por ti.- Le informó con sequedad añadiendo ahora parecía que con cierto regocijo y remachando no sin sorna.- Otra chica vino a verle, una pelirroja muy guapa. Esa será más de tu agrado…



            Sin embargo, Maggie ya no quería polemizar más, ahora que sabía el porqué de esa inquina, se limitó a responder con un suave y reconocido.



-Gracias, por ocuparte tan bien de él.



            Eso confundió a Erika que no esperaba ese tono entre conciliador y casi sumiso.



-Solamente hice mi trabajo. Ahora ocúpate tú.- Replicó con sequedad, saliendo de allí.-



            Tras un momento de reflexión, Maggie acercó una silla y se sentó junto a la cama. Sostuvo una mano del saiyajin entre las de ella y sonrió. Entre tanto, Susan había llegado a la base. Allí fue recibida por el mayor Tracer, la mayor Gray y el comandante Enset.



-Se presenta la teniente primera Hunter tal y como le ha sido ordenado.- Saludó a sus tres superiores.-

-Muy bien.- Convino Enset comentando ahora para todos.- Preparen una salida de patrulla.

-A la orden.- Repuso Rick, queriendo saber.- ¿Debemos buscar algún indicio de actividades enemigas, señor?

-El enemigo, al menos al que veníamos a enfrentarnos, ha sido destruido.- Le comentó enigmáticamente Enset.-

-No lo comprendo, señor.- Afirmó Jane.- ¿Qué debemos hacer? ¿Informar si vemos algo extraño o sospechoso?

-Al contrario, mayor.- Replicó su superior dejándoles atónitos al relatarles.- Acorde a las órdenes que he recibido deberán salir ahí fuera y comunicar inmediatamente si son incapaces de ver nada, absolutamente nada.

-¿Señor?- Exclamó una perpleja Susan.-

-¿Qué se supone que no debemos ver?- Quiso saber a su vez Jane.-



            Aunque el comandante no respondió directamente a esa pregunta, simplemente añadió tras unos instantes.



-Tienen sus órdenes. Salgan de inmediato y si sucede lo que les he dicho, regresen rápidamente sin establecer ningún tipo de contacto. Es todo. ¡Vayan!



            Y pese a estar realmente desconcertados por tan extrañas instrucciones los tres saludaron  despidiéndose de su superior para dirigirse de inmediato a sus respectivos aviones.



-No entiendo nada. ¿A qué demonios están jugando?- Inquirió Susan.-

-Tampoco yo lo sé. -Intervino Tracer quien estuvo bastante callado antes, diciendo ahora.- pero sí esas son las órdenes, seguramente tendrán un motivo. Como oficiales que somos, cumplámoslas.



            Sus dos contertulias asintieron, el mayor Jensen tenía razón. Así que avisando a algunos pilotos más de sus escuadrillas salieron de inmediato a tratar de cumplir con su cometido.

 

                                    anterior                                                          siguiente

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor, si sois tan amables y no os es molestia, comentar vuestras impresiones sobre lo que habéis leído. Me vendría muy bien para mejorar y conocer vuestras opiniones sobre mis historias. Muchas gracias. ;)