miércoles, 22 de febrero de 2017

GWTN 02 Conociendo a las familias.

Realmente aquello daba muchísimo trabajo. Habían pasado los meses y Ginger estaba como loca. Supervisando el local en construcción para su nuevo negocio, cuidando a Dean y trabajando en la cafetería de la nave que orbitaba Nature. Por suerte, su fiel amiga Clarisa le echaba una mano en todo. Incluso Scott sacaba un hueco tras su ya de por sí intensa jornada para ayudarlas.



-Muchas gracias, chicos. - Les decía con profundo reconocimiento, cuando concluía el turno en la cafetería. - Sin vosotros todo esto se me vendría encima.

-No hay de qué. -Respondía Scott en tanto colocaba algunos platos en el lavavajillas. –

- ¿Qué me dices de encontrar a alguien que te ayude? - Le propuso Clarisa. -

-No sería mala idea. - Admitió Ginger, afirmando pensativa. - El caso es que estuve barajando esa posibilidad poco antes de llegar a Nature. Pero con todo lo ocurrido…



            Sus amigos se hacían cargo. No obstante, se miraron algo apurados. Y casi como si tuviera que armarse de valor para hablar, Scott dejó pasar unos instantes para comentarle a su interlocutora.



-Verás. Al fin contacté con Sandy. Está viviendo en Bios. Giaal me lo contó cuando habló con sus padres y su hermana.

- ¡Vaya, cuanto me alegro! - Exclamó Ginger. -

-Sí. - Sonrió tímidamente él, para añadir - Sandy va a casarse y nos invita a todos a la boda.



            Ahora el semblante de su amiga se ensombreció un poco para musitar.



-Me gustaría ir, de veras. Pero tengo tanto trabajo aquí…

-Pues por eso deberías contratar a alguien. - Insistió Clarisa. -

-Supongo que vosotros sí querréis asistir, y me parece estupendo. - Repuso la aludida al captar finalmente el sentido de aquello. -



            Se daba perfecta cuenta y lo comprendía. Sus amigos irían a la boda de Sandy en Bios dejándola a ella sola con todo aquel pandemónium. Pero no podía pedirles que se perdieran aquello. Sobre todo, sabiendo cuanto significaba para Scott el poder volver a reencontrarse con su amiga del alma.  Y con el aliciente de llevar además a Clarisa con él para presentarlas.



-Sí, la verdad, me hace mucha ilusión - Le confirmó el chico. -

-No os preocupéis. Mañana mismo pongo un anuncio. - Afirmó una sonriente Ginger –



            Sus amigos se lo agradecieron con sendas sonrisas de compromiso, y ¿por qué no decirlo?, de alivio. Aunque les pesaba dejar sola a aquella agradable chica pero sabían de sobra que ella nunca les pediría renunciar a ir a esa ceremonia. De todas formas, era todo un cargo de conciencia para ellos. Por eso se prometieron ayudarla a encontrar unos sustitutos adecuados. De modo que, al día siguiente, mientras Ginger tenía que ocuparse de unos trámites relacionados con la construcción de su nuevo local en el planeta y luego acudir a su negocio. Clarisa se pasó a recoger a Dean. El crío estaba de reconocimiento médico en la consulta de la doctora Julieth Sullivan. Aquella pediatra era una agradable mujer de unos treinta años y pelo rubio. Sus ojos eran castaños y su mirada amable. Enseguida terminó el chequeo del pequeño.



-Hola Clarisa. - La saludó afablemente, dado que esa joven había venido algunas veces en lugar de la madre del niño -

-Hola doctora. -Repuso jovialmente la aludida que añadió con gran dosis de cariño dirigiéndose al crío. - Hola Dean. ¿Te has portado bien?



            El pequeño asintió con energía, lo que hizo sonreír a su interlocutora.



-Ha sido un niño muy bueno y está perfectamente sano. Puedes decírselo a Ginger. - Terció la doctora. -

-Lo hare. - Convino Clarisa quien entonces le preguntó. - Verá, sé que no tiene mucho que ver con lo suyo, pero. ¿Sabe si haya alguien que quisiese trabajar en la cafetería de la nave?



            La amable doctora se sorprendió por aquella cuestión. Sin embargo, no tardó en contestar.



-No sé. Veré si me entero de algo. ¿Acaso te marchas tú? - Quiso saber con interés. -

-Solamente por un par de semanas. Voy a Bios, una amiga de mi novio se casa y nos ha invitado a la boda. - Le contó. – Pero la pobre Gin está tan liada que no puede acompañarnos. Además, necesita estar aquí para solventar muchas cosas.

-Es una lástima. - Declaró Julieth para remachar animosamente. - Tranquila. Si me entero de algo os lo haré saber.



            Y tras darle las gracias, despedirse y tomar de la mano a Dean, Clarisa se marchó de la consulta. La doctora se quedó pensativa. A ella le gustaba pasarse por esa cafetería cuando le era posible. Se podían degustar unas tartas deliciosas. Cuando no estaba ocupada en su consulta o descansando. Los niños le encantaban, aunque por ahora únicamente como clientes en su trabajo. Cuidarles y asegurar su salud y bienestar era para ella muy importante. Sus padres eran médicos los dos y siempre la habían educado en el respeto y la ayuda a los demás. Lo cierto es que apenas sí ocupaba su tiempo en otras cosas. Ver la Holo tele, leer, hacer algo de deporte. Siendo soltera y sin compromiso ninguno, disfrutaba de la vida a su manera y eso de no tener pareja estable no le quitaba el sueño.



-No, no creo que me interese trabajar a tiempo parcial. Por muy buenas que estén las tartas.- Se sonrió. –



            Sus pensamientos fueron interrumpidos por la siguiente paciente. En esta ocasión eran una mujer y su hija. Las hizo pasar enseguida.



-Hola Aurora, ¿Qué tal estás, Nelly? - Saludó amablemente a ambas.

-Muy bien, ¿verdad, hija? - Sonrió la adulta mirando a esa chiquilla de unos diez años y pelo moreno hasta los hombros. –



            La niña asintió despacio, aunque sin decir nada a su vez. Miraba muy atentamente a la pediatra que la sonreía animosamente.



-Bueno, venís por la revisión de Nelly, ¿verdad? - Inquirió Julieth.-

-Sí, su hermano Orix está todavía en actividades extraescolares. Le traeré mañana. - Le explicó Aurora a la facultativa. -

-Bueno. Vamos a ver. - Dijo Julieth a la cría. - Anda Nelly, quítate el jersey y la camisa, te voy a auscultar. -



            La niña obedeció y la doctora pasó a realizarla un chequeo básico. Tras el mismo concluyó que la pequeña parecía gozar de muy buena salud.



-Pues ya está. - Sonrió al terminar. - Estás muy bien, Nelly…-Dictaminó. –

-Entonces ahora nos iremos a tomar un poco de tarta como te prometí, cielo. - Sonrió ampliamente Aurora que parecía estar encantada al oír aquello. –

- ¡Ah! Mira que bien. - Convino Julieth dirigiéndose de nuevo a la niña que la observaba impertérrita. - ¿Vais a ir a la cafetería de Ginger?

-Sí- repuso Aurora. –

-Hace poco vino Clarisa, su socia, a recoger a Dean. Me ha dicho que buscan a alguien para trabajar allí. - Les contó la doctora -

-Eso me parece muy interesante - Comentó su interlocutora - Aunque yo estoy ahora muy ocupada cuidando de mis hijos, pero lo comentaré por ahí.



            Y tras decir aquello se despidió de la doctora. Al salir se cruzó en la sala de espera con una chica de rubia cabellera que le caía en bucles sobre el pecho y los hombros, era muy joven y guapa. Estaba vestida con vaqueros y un jersey rosa, que llevaba de la mano a una cría, rubia como ella e igualmente mona, ataviada con un vestido. La propia doctora Sullivan salió a la puerta de su consulta y llamó.



-¿La señorita Kensington?

-Vamos Steph, nos toca.- Le comentó afablemente esa joven a la cría que no tendría más de ocho o nueve años.-



            Aurora las saludó educadamente y las dejó pasar en tanto salía con Nelly. Desde luego se sentía feliz. Su niña querida estaba estupendamente. Quizás era demasiado tímida cuando estaba junto con desconocidos. Solo con esa enfermera, Maggie y el mayor Derail, parecía tener confianza, al margen de con su hermano adoptivo Orix. Los dos se llevaban muy bien. Eso le encantaba. Aunque le daba la impresión de que, con Edgar, por el contrario, la chiquilla no acabase de conectar. Su esposo siempre se mostraba amable con ella, pero algo frío. Edgar era sin embargo mucho más cariñoso con el pequeño extraterrestre. Al menos, eso le parecía.



-Claro, el pobre debió de quedarse muy impactado cuando nuestra hija se perdió tras ese ataque. Incluso llegó a pensar que había muerto. Pero yo siempre supe que estaba bien. - Meditaba la mujer con alivio y alegría mirando a la niña –



            Ahora sí que la pequeña miró a su madre y le comentó con tono neutro.



-Mamá, tengo hambre.

-Claro tesoro, vamos a merendar como le hemos dicho a la doctora. - Sonrió Aurora -



            La cría se permitió esbozar una sonrisita de contento. Así, ambas se encaminaron hacia la parada del deslizador, para tomar uno que les llevase allí.



-Me gusta la tarta Sandy.- Afirmó Nelly en tanto aguardaban.-



            Un chico pasó cerca de ellas subido en un monopatín. A Aurora le sonó su cara. Ese muchacho debía de ser familiar o conocido de la enfermera Kendall, juraría haberle visto por el centro de salud en la que ella trabajaba. Aunque no pudo decir nada, ese muchacho iba raudo como una centella y enseguida se perdió de vista. Tampoco le concedió más importancia, justo entonces llegaba el deslizador, tanto ella como su hija lo abordaron. Entre tanto, Clarisa fue a casa de Ginger a dejar al crío. Estaban a punto de ir a abrir. Por el camino charló un poco con el pequeño.



- ¿Qué tal el cole? - Quiso saber con jovialidad. -

-Muy divertido. - Afirmó el niño con una sonrisa. -Hemos pintado mucho y contado hasta cien. - Enumeró satisfecho. -

- ¡Ah, muy bien!  - Afirmó su interlocutora con tierna aprobación. – Ahora vamos con mamá. ¿vale?



            Dean asintió con entusiasmo. Estaba deseando ver a su mami y contarle todo lo que había hecho. Por su parte Ginger repasaba cálculos y presupuestos. Tenía mucho que meditar. El nuevo local sería mucho más grande que el de la nave, estaría en la mejor zona de Nature. Justo donde se estaba construyendo la que iba a ser la calle principal, llena de comercios y en la zona residencial de la capital. Sagan City. Podría ser un magnífico negocio pero los gastos sería asimismo muy cuantiosos. Y ella no era millonaria. Necesitaría ayuda financiera. Y eso de pedir un crédito le asustaba bastante.



-No sé. Quizás debería pedirle ayuda a alguien que entendiera de números. - Se decía con algo de prevención y temor. –



            Y es que, tras una buena racha en sus locales, tanto en la SSP-1 como en la SSP-2, había ganado bastante dinero. Ahorró lo que pudo con la idea de acometer esa inversión cuando llegasen al nuevo mundo. Entonces le parecía algo que se vislumbraba muy lejano, pero ya estaban allí. Por una parte, estaba muy ilusionada por acometer un proyecto de tal envergadura. Aunque de otro lado, debía considerar que ya no se trataba de ella sola. Tenía a Dean. El niño crecía rápido y en pocos años sería mayor. Incluso podría ir a la universidad. Ginger soñaba con darle una muy buena educación. Todo lo que ella no pudo tener por el origen humilde de su propia familia. Y también, las cosas como habían sido, porque nunca fue demasiado brillante académicamente hablando. Por eso mismo pretendía darle a su hijo adoptivo todas las posibilidades a su alcance. De hecho, con lo que ya tenía ahorrado podría permitirse pagarle la mejor universidad de cualquier planeta. No obstante, si lo invertía y la cosa salía mal…



-No sé qué debo hacer. Antes no lo hubiese dudado ni por un segundo. Sin embargo, creo que todo irá bien. Tendré que trabajar muchísimo, pero todos me dicen lo mismo. Ahora es el mejor momento para arriesgarse con esa inversión. Pero eso no me quita el miedo a perder todo lo que con tanto esfuerzo he ido logrando…



Afortunadamente esas tribulaciones quedaron interrumpidas cuando sonó el timbre de la puerta. Con una sonrisa vio a través de la cámara que eran Clarisa y Dean.  Enseguida les abrió.



- ¡Hola cielo! - Exclamó agachándose para abrazar al pequeño, y añadir dirigiéndose a su amiga.- Muchas gracias por traerle.

-No hay de qué. - Sonrió la muchacha. - Bueno, tengo que irme. Quedé con Scott. Por cierto, comenté lo de que necesitamos ayudante.

- ¿Y qué tal? - Se interesó de inmediato su amiga. -

-Bueno, la doctora Sullivan me aseguró que lo iría diciendo por ahí. - Repuso una poco convencida Clarisa para despedirse. - Mañana nos vemos.

-Sí, hasta mañana y gracias otra vez. - Afirmó Ginger. -



            La rubia camarera se marchó de la casa de su jefa y amiga. Pensaba en ver a Scott. Lo cierto es que esa oferta de asociarse con Gin le parecía estupenda. Estaba segura que todo iba a ir de maravilla. Tendrían clientela garantizada en el nuevo planeta. Aunque era mucho dinero y esfuerzo. Pero contaba con que todo les saldría bien. Incluso su novio se había ofrecido a invertir. Según él, para potenciar el I+D de la repostería. A juicio del genio informático, ese negocio sería un éxito.



- ¡Ojalá tenga razón! - Suspiró la muchacha. -



            E iba tan embebida en esos pensamientos que ni vio a la teniente Hunter cuando ésta pasó a su lado por el parque. Iba con otra oficial.



-Hola Clarisa. - La saludó Susan con tono amable. -

- ¡Oh!, perdón, ni me había dado cuenta. - Admitió algo sonrojada. –

-Buenas tardes, señorita. - Intervino esa otra joven que no era otra sino Olivia, que acompañaba a la teniente. –

-Supongo que ya habréis cerrado. - Comentó la oficial de más rango. –

-Bueno, hay mucho que hacer y vengo de llevar a Dean a casa de su madre. Ahora son las casi las cuatro.- Dijo consultando su teléfono móvil para informar a sus contertulias.- Luego irá Ginger a abrir para el horario de tarde. - Les comentó, agregando al hilo de sus propios intereses. - Por cierto. ¿No conocerán a alguien que esté interesado en trabajar a tiempo parcial en nuestra cafetería?



            Ante esa pregunta Susan y Olivia se miraron con sorpresa para negar con la cabeza casi de modo coordinado.



-Si nos enteramos de algo, se lo diremos. - Afirmó la mejicana. -



            La rubia camarera asintió y tras despedirse se alejó rumbo a su cita. Olivia le comentó entonces a su superiora.



-La verdad, señora. Ese local está muy bien.

-Sí, dan ganas de elegirlo como cuartel general de las Figther Ladies. - Afirmó una divertida Susan. – Al menos podríamos merendar en tanto planeamos las misiones.

- ¡Ojalá que podamos tener más vuelos de entrenamiento, mis compañeras todavía deben adaptarse! - Comentó ya más seriamente la mejicana. -

-Sí, es verdad. - Suspiró Susan. - Echo mucho de menos a la mayor Gray. Y tener que conjuntarnos con esos alféreces recién llegadas nos llevará tiempo. Espero que el comandante Enset nos conceda más salidas.

-Desde luego, nuestro papel como defensores de este nuevo planeta es muy importante. – Afirmó Olivia –

-Al poco de que trasladaran a la mayor Gray y ascendieran a Simmons a capitán, ésta me llamó a su despacho y, tras ofrecerme el mando de nuestra escuadrilla, me comentó que se harían grandes inversiones en el grupo de defensa varitech. - Desveló la teniente Hunter, agregando de inmediato. - Pero no me concretó mucho más allá de eso. Será que tampoco lo sabe.



            Olivia disipó parte de su recién provocado entusiasmo al escuchar las primeras palabras de su superiora y replicó.



-Esperemos que lo hagan y en poco tiempo. Muchas veces el Estado Mayor se demora en demasía.



            Susan asintió algo descuidadamente, estaba deseosa de despedirse de su subordinada, no porque no estuviese cómoda con ella sino porque tenía planes en mente. De hecho, las dos ya no compartían ese piso que les asignaran al comenzar el viaje con la SSP-2. La joven teniente vivía ahora con su novio. Y comenzaba a pensar también en si deberían ir formalizando ya su relación.



-No lo sé. No quiero pedírselo yo. Pero me gustaría que él lo hiciera. Aunque, por otro lado, eso podría significar aparcar mi carrera. – Meditaba la atribulada joven. -  No tengo ni la menor idea de qué hacer. ¡Ojalá pudiera charlar un poco con mi hermana!  Pero claro, lo suyo tampoco son las relaciones de calado….



            Y es que apenas si sabía nada últimamente de Debbie. Tras su reencuentro al final del viaje de la SSP-2. Esa muchacha iba de acá para allá, trabajando en vete a saber qué. Su vida era más azarosa y llena de secretismo que la de la propia Susan. Aunque mucho le sorprendió a la joven oficial saber que su hermana trataba a la princesa Seren de Nuevo Vegeta, también conocida por la princesa de Plutón. Recordaba una de las pocas conversaciones que tuvieron tras la llegada a Nature y el fin de aquella amenaza.



- ¡De modo que esa tal Maggie fue novia de Kerria! - Exclamó Deborah cuando su hermana mayor le relató algunas peripecias de su viaje - Desde luego, ¡el universo es más pequeño de lo que parece, Lance va a tener razón!

- ¿Lance? - Se sorprendió Susan queriendo saber de inmediato. - ¿Es un compañero de trabajo?

-Sí, podríamos llamarle así. Él es primo de Kerria. - Le contó su interlocutora, agregando. – Nos contrató a Kyle, Edmund y a mí para trabajar en su organización.

- ¿De veras?  Entonces es el hermano del novio de la hermana de Giaal. - Concluyó Susan haciendo un rápido cálculo. -

           

            Deborah no pudo evitar reírse para reforzar su aseveración anterior.



-El universo no es que sea un pañuelo, es un clínex. ¡Ja, ja!… ¿Será posible? A este paso nos vamos a conocer todos.

-He oído su nombre, Alan lo menciona en ocasiones. Pero es un chico bastante enigmático al parecer.  Sabiendo que tú trabajas con él podrás contarme a qué se dedica. - Inquirió Susan. -

-Bueno, es economista. Y siempre está al acecho de algunas inversiones. Llamémoslas interesantes. Por eso viaja mucho. - Repuso su hermana con cierto tono que denotaba algo de incomodidad -

-Pero, ¿Tú acabaste tu carrera de ciencias empresariales, verdad? – Preguntó su contertulia -

-Claro. - Sonrió Deborah. - Y por eso me contrató. Además, ese chico trabaja para la Masters Corporation. De hecho, allí conocí a Seren. Bueno, la que es la princesa de Plutón. ¡Menuda pedazo de tía buena! -Exclamó ahora con más jovialidad. –



            Susan se sonrió, cuando su hermanita hablaba así es que esa mujer le había gustado y mucho. Y no solía echarse hacia atrás cuando eso le sucedía, por ello enseguida quiso saber.



-Y le lanzaste la caña, ¿a que sí?



            Deborah no tuvo otra opción más que asentir divertida, sin embargo, enseguida le contestó con resignación.



-Nada, chica. También es una princesa saiyajin. Y es tan directa como todos los de su pueblo. En cuanto me insinué un poco enseguida me cortó. Eso sí, de modo amable, pero contundente. – Aseveró repitiendo las palabras de esa individua - No estoy interesada en mujeres. Ni romántica, ni sexualmente. Me soltó. Tras eso, como tú comprenderás, no tuvo mucho sentido insistir - Remachó encogiéndose de hombros. -

-No sería la primera mujer que dice ser heterosexual con la que tienes una aventura. - Le recordó su hermana mayor -

-En este caso no.- Negó la joven aludida, admitiendo - Cuando percibo algo en una chica que me da a entender que puedo intentarlo, si me gusta lo bastante, lo hago. Pero Seren ni tan siquiera es de esas hetero curiosas, ella es claramente heterosexual.  Si hasta nos llegó a presentar a su novio. – Le dijo no sin pesar para terminar su alegato, lamentándose más con comicidad que otra cosa. - ¡Qué lástima, como lo buenísima que está!



            Susan se rio moviendo la cabeza, su hermanita la secundó. Aunque Deborah enseguida recobró un tinte más serio queriendo zanjar la cuestión.



-Ahora estoy bien así. Por el momento no quiero una relación. Pero tú, mona, parece que vas muy bien encaminada con tu chico del espacio exterior.

-Sí. - Musitó ella, para afirmar a su vez. - Después de todo lo que hemos pasado juntos me ha demostrado que es mi hombre ideal. Tiene un gran corazón y mucho coraje.

-Lo mismo que podría yo decir de ti. - Aseguró Deborah, tiñendo de cariño y admiración sus palabras. – Por lo que he sabido has debido de enfrentarte a muchos retos y has salido airosa. Te han ascendido y tienes el afecto y el respeto de todos.



Susan se emocionó con esas palabras, con los ojos haciendo aguas apenas si pudo musitar.



-Pero todo eso costó un alto precio, un precio que pagaron muchas personas…

-Lo sé. - Repuso su hermana posando una de sus manos sobre otra de Susan, añadiendo casi como si se disculpase por ello. – Habrá sido realmente duro. Y siento mucho todo lo que haya supuesto para ti en ese aspecto. Pero ahora tienes que pensar en el futuro y ser feliz.

-Gracias. - Suspiró su interlocutora sonriendo ahora en tanto enjugaba alguna lágrima. – Te aseguro que lo voy a intentar. Pero estoy hecha un lío.



            Le contó a su hermana sobre aquella indecisión que padecía.  Tras quedarse escuchando con atención durante el relato, Debbie al fin respondió con tono reflexivo.



-Nadie puede contestar a esa cuestión salvo tú misma. Aunque, en mi opinión eres muy joven aún. Quizás tienes tiempo todavía como para seguir con tu carrera sin trabas. Si Giaal es tal y como me lo describes lo entenderá y seguirá a tu lado.



            Su contertulia asintió. Tras eso siguieron hablando de otras cosas. Ahora pensaba en esas palabras.



-Sí, todavía es pronto para comprometernos más en serio. Aunque sé que a mis padres les gustaría.



            Y se encaminó hacia el apartamento que compartía con Giaal. El chico a buen seguro estaría aun en el hospital. Así era. El doctor Ginga pensaba también en su familia. De las veces que se vieron tras su llegada a Nature. Recordó que, hablando con su hermana Naya una vez que tanto él como Susan visitaron la Tierra, llegó a proponerle que, tanto ella como Alan, se mudasen a este nuevo planeta.



-Seríais muy felices aquí. Es un mundo nuevo y que estará consagrado a la vida y la naturaleza. - Le comentó muy animadamente a su hermana. - Y sobre todo, no tenía seres vivos previos que pudiéramos destruir. Esa era tu condición, ¿verdad?



            La joven guardó unos instantes de silencio. Ahora le miró con esos ojos aguamarinas tan hermosos que poseía, se atusó un poco esa melena de color castaño que lucía en su forma humana y al fin respondió.



-No sé. Ahora Alan y yo estamos muy bien. Tenemos buenos trabajos y quizás, en poco tiempo, nos decidamos a tener hijos.

-Bueno, si sois felices en la Tierra no tengo más que decir - Afirmó su interlocutor aseverando, eso sí, con determinación y algo de inquietud. – Papá y mamá siempre podrán venir a veros aquí. Y lo más importante es que disfrutéis de la vida y de tranquilidad. No quisiera haberte molestado.

-No. - Sonrió Naya - No lo has hecho. Al contrario. Tú sabes bien lo que me gustan la naturaleza y los paisajes hermosos. Este mundo los posee en abundancia. Aunque quizás esté algo enrarecido por la ambición y la codicia. Y esas luchas por el poder. Pero es la condición humana. Casi diría que de todo ser que alcanza un desarrollo intelectual. Y yo, bueno… no me puedo quejar en el hospital.

-Sé que eres doctora en un prestigioso centro de aquí - Afirmó Giaal quien se permitió aventurar ahora - Pero te conozco. Algo te inquieta, hermanita. Ya sabes que podemos saber eso entre los de nuestra raza.



            Ahora Naya casi le miró de reojo, apartando un poco la vista. Parecía apurada. Su hermano enseguida posó sus manos en los hombros de la joven y la invitó con amabilidad a hablar.



-Sabes que puedes confiar en mí…

-Está bien. - Admitió la muchacha que, al final, se atrevió a confesar. - Desde que los reyes y las princesas se manifestaron como son la mayor parte de la gente les recibió con júbilo y entusiasmo. Sin embargo, hay algunas personas que les creen casi la encarnación del mal. ¡Y no comprendo por qué! Y también hay muchos a los que no les ha gustado descubrir que no están solos en el universo. Y que existen seres de otros planetas. A veces tengo miedo. Temo que descubran mi verdadera procedencia. No quiero decirle nada a mi marido, sé que le angustiaría.

-Por eso siempre mantienes tu forma humana, ¿verdad?  Ni tan siquiera la has variado estando los dos solos. - Observó Giaal, quien si lucía ahora su aspecto alienígena. -

-Te pareceré una boba, pero es que… si, aunque fuera por casualidad alguien lo descubriera. - Suspiró Naya -

-En Nature no tenemos ese problema. Mis colegas y sobre todo mis amigos, saben cómo soy. Y de hecho, han visto a niños y niñas de nuestra raza - Le contó el joven – Las cosas allí son distintas. -Aseguró. -



            Ante esas palabras Naya permaneció pensativa un rato, luego afirmó con tono reflexivo a su vez.



-Quizás, si las cosas aquí empeorasen podría planteármelo. Y decírselo a Alan. Pero él tiene aquí a su familia.

-Su hermana Idina está en Bios. - Le recordó Giaal. – Y pese a todo, puede mantener el contacto con sus padres.

-Bueno, y su hermano Lance viaja de continuo. - Añadió la muchacha. -Quizás por eso mismo él siente que tiene que permanecer junto a Cooan y Tom. Para no dejarles solos.

-Sus padres nunca estarán solos. Son dos  personas maravillosas. Tienen magníficos amigos. Nuestros propios padres entre ellos - Sentenció Giaal -



            Su hermana asintió. Ahora él volvía de esos recuerdos. Quizás fue algo egoísta, deseando que Naya viniera a Nature. Lo cierto es que, tras tanto viaje y aventura, él deseaba establecerse y compartir su vida con sus seres queridos. Tenía a Susan, pero añoraba el contacto con su familia de origen.



-Solo deseo que mi hermana y mis padres puedan ser felices. Como lo soy ahora yo. - Se dijo -



            Y eso le recordaba que era hora de volver a casa. A buen seguro que Susan ya estaría allí. En cuanto llegase llamaría también a Maggie y a Kiros para saber cómo estaban. La enfermera había empezado su baja al fin. Ya le quedaba muy poco para salir de cuentas, así lo decían los humanos cuando se referían a cumplir el plazo para alumbrar a sus vástagos.



-Bueno. Poco a poco haremos que este mundo esté lleno de nuevas vidas y de personas maravillosas. - Pensaba el alíen con gran optimismo. –



            Retornó por fin, en efecto, Susan estaba ya en casa. Vestida con un cómodo pijama y viendo la Holo televisión. Al entrar Giaal y acercarse a ella los dos se dieron un beso.



- ¿Qué tal tu día? - Quiso saber la muchacha. -

-Bien, tranquilo. Por suerte. - Afirmó él, declarando con jovial ironía. - Hay tan pocos enfermos en Nature que a este paso tendré que dedicarme a otra cosa. Creo que tenemos que agradecérselo a los soberanos.

-Algunos te llamarían subversivo por decir eso, ¡ja, ja! - Se sonrió la chica que indicando a su novio que mirara a la pantalla, le recordó. – Y aquí no son Serenity y Endimión los que tienen la jurisdicción, sino la princesa Kakyuu.

-Es verdad. Esa princesa también una buena mujer.  Ella y sus guardianas las Starlight son como las princesas planetarias y Serenity, siempre dispuestas a ayudar a los demás. - Afirmó el chico. -



            Y es que las noticias informaban de la visita que esa tarde había efectuado su Alteza en compañía de su séquito de Starlight. Traía buenos deseos de su planeta Kinmoku. Y ayudas valoradas en muchos millones de créditos para el desarrollo de Nature. Hizo una breve declaración y enseguida se despidió. Su agenda era muy apretada. Aunque dejó a un representante para que ejerciera como portavoz.



-Tal y como lo veo están invirtiendo mucho aquí. - Observó Susan. –



            Aunque Giaal no respondió a eso, en la imagen y junto a la princesa, que era convenientemente apartada de una nube de inquisitivos periodistas por sus guardianas, apareció un rostro que le era familiar. Era el portavoz de su Alteza. Enseguida le reconoció.



- ¿Ese no es el hermano de Alan? – Inquirió con asombro. -

-Eso parece. - Asintió su novia percatándose ahora. -



            De hecho, subieron el volumen que ella había bajado al llegar Giaal, justo en ese momento pudieron oír al joven declarar casi cercado por una nube de reporteros.



-Muchas gracias. Me llamo Lance Rodney y será un placer atenderles. Su Alteza es portavoz de algunas estupendas noticias en lo que a inversiones para el desarrollo de Nature se refiere. Este planeta crecerá rápidamente, cumpliendo todos los criterios de sostenibilidad medioambiental.



            Junto a él, un par de mujeres vestidas con elegantes conjuntos de chaqueta, blusa y falda sonreían. Una de ellas, pelirroja y con unas gafas de sol sobre su cabeza. Ataviada con tonos entre ocres y burdeos, le preguntaba micrófono en mano tras presentarse.



-Akane Karusuma, para el canal Galaxia.  ¿Y no cree usted que, pese a todo, esas inversiones podrían tardar años en dar sus frutos?

-Toda buena obra requiere de tiempo para su culminación, señorita. - Respondió Lance con una sonrisa. -



            Giaal sonrió a su vez, ese chico desde luego tenía un don. Su personalidad era entre magnética y misteriosa. Apenas sí le había tratado y se sorprendía. No tenía nada que ver ni con Alan, que era abierto y jovial, y también bastante trasparente. Ni mucho menos con Idina, que siempre fue muy inocente.



-Sus padres y los míos han sido amigos durante muchísimos años. Pero él, es como si estuviera aparte de todo. - Meditó. –



            Así era, pese a tener ocasión de haberle sondeado el alien se sintió confuso en presencia de ese chico. Como si fuera totalmente impermeable a sus dones.



-Si no recuerdo mal, está versado en arcanos y temas de ocultismo, como su padre. Eso debe ser. Sabrá como protegerse. - Hizo memoria Giaal.-

-Creo que mi hermana le conoce. - Comentó entonces Susan, agregando algo insegura. – Alguna vez, me pareció que le mencionaba como compañero de trabajo.

-No sé nada a ese respecto. - Afirmó su pareja. -



            Entre tanto el joven entrevistado terminó de conceder la palabra a los medios y tan amablemente como había respondido se despidió. Ya se alejaba cuando esas dos atractivas mujeres le llamaron.



-¡Señor Rodney! - Exclamó una, de larga melena azulada, que vestía en tonos celeste y pastel. - ¿Podríamos hablar con usted, por favor?



            El interpelado se detuvo observando como las dos se acercaban. Una era esa periodista de la televisión que ya le había preguntado. La otra joven, del pelo celeste, se llegó hasta él presentándose de inmediato con voz algo cursi, en tanto le entregaba una tarjeta.



-Soy Aya Reiko, también reportera del canal Galaxia. Encantada de conocerle.

-Supongo que ustedes dos trabajan juntas. - Respondió el joven. -

-Eso intento yo al menos. - Suspiró la señorita Karasuma no sin resignada paciencia en su tono, cuando de inmediato amonestó a su compañera. – ¡Te dije de un modo discreto! Teníamos que abordarle sin llamar tanto la atención. Y vas y te pones a vocear su nombre.

 -Bueno, es que, a estas horas, ya sabes… tengo tanta hambre que no pienso en nada más que en tomar algún refrigerio. - Pudo excusarse su apurada colega. –



            Y en tanto la señorita Karasuma movía la cabeza con desaprobación, Lance se sonrió divertido. No tardó en eliminar esa expresión para, ya de modo serio, preguntar a su vez a esas dos chicas.



- Os envía Galaxia, ¿verdad? Y supongo que no será para hacerme una entrevista en profundidad.

-Bueno, para eso siempre podríamos tener tiempo, mientras cenamos. - Sonrió coquetamente ahora la tal Reiko. -

- ¡No seas tan descarada! - La abroncó su azorada compañera. -



            Tras un leve momento de silencio, algo incómodo entre ambas mujeres, Lance retomó la conversación para decirles con tono serio.



-Vayamos a lo que nos ocupa. Tenemos que ir a un lugar discreto. Seguidme. - Les indicó. -



            Las aludidas así lo hicieron, tras entrar en el hotel oficial en que se alojaba la comitiva de la princesa Kakyuu. Por fortuna, la princesa estaba ausente, asistiendo ahora a un acto protocolario, de modo que la prensa había dejado de lado la vigilancia del hotel. De este modo pudieron subir a una de las habitaciones reservadas con la autorización del joven. Una vez dentro. Él preguntó a sus acompañantes.



-Bueno. - ¿Qué nuevas tiene Sailor Galaxia?

-Hasta el momento, todo está tranquilo en cuanto a la Nada se refiere. - Respondió la tal Karasuma. –

-Sin embargo, ahora es otra cosa la que le preocupa. - Añadió Reiko Aya con tono más serio del que había estado empleando anteriormente.-

-Os escucho. - Repuso Lance con visible interés. –



            Las dos mujeres contaron a grandes rasgos lo que habían averiguado junto con su jefa. Tras atender a sus palabras el joven se quedó pensativo.



- ¡Vaya! – Comentó admitiendo. - Esto no lo esperaba, es más, no lo vi.

-Nosotras nos quedaremos aquí, como reporteras y presentadoras del canal de noticias. Y vigilaremos. - Afirmó Aya agregando no sin evidente contento. - Ahora somos Sailors de verdad. Nuestra jefa Galaxia nos concedió poderes auténticos, en cuanto fue purificada y nos retornaron nuestras semillas estelares.

-Sí, de modo que seremos dos guerreras aquí, en Nature. Y de vez en cuando podremos contar con las Starlight. Aunque ellas tienen como misión fundamental proteger su mundo madre. - Añadió Akane, matizando. – En cambio, no contaremos por ahora ni con Tin Nyanko, ni con Iron Mouse, tienen otra misión pendiente de cumplir en un mundo diferente.

-Supongo que, con vosotras dos, más las personas que hay ya en este planeta, su defensa estará bien garantizada. - Valoró Lance, añadiendo. - Por ahora eso no constituye una amenaza inmediata. Me preocupa más la situación en la Tierra o en Bios.

-En tal caso, nos vamos. - Afirmó Akane. -

-Sí. Ya va siendo hora de cenar. -  Convino Reiko con recobrada jovialidad, puesto que daba la impresión de regocijarse solo con pensar en eso. –

- ¿Hora de cenar? ¡Son las cinco de la tarde! - Exclamó su perpleja compañera. - ¿Es que solo piensas en comer?

-Bueno, ya te dije que hace mucho que comí. - Suspiró su apurada interlocutora. – Lo menos harán tres horas.

- ¡Eres una tragona!, no sé dónde lo echas. - Le amonestó Akane. -



            Reiko se encogió de hombros. Lance se limitó a sonreír, moviendo la cabeza en tanto esas dos se marchaban. Una vez a solas en la tranquilidad de la habitación de su hotel, miró un grueso libro de burdeos, tras suspirar musitó pensativo.



-Todavía hay mucho trabajo por hacer aquí. En todos los sentidos.



            Por su parte, en el laboratorio, Penélope y Mei Ling tuvieron una tarde ocupada. Entre muestras para experimentos y bastante trabajo para proseguir con la terraformación. Pese a tanto ajetreo, la doctora Winters estaba muy contenta con los resultados.



-Al parecer las cosas van de maravilla. Nature está progresando aún con más rapidez que Bios.

-Sí, ha sido un gran éxito. - Le contestó su interlocutora con tono apagado. –

- ¿Te encuentras bien? - Quiso saber Penélope. -



Y es que su compañera apenas sí había hablado en todo el día. De hecho, llevaba muy silenciosa desde que volvió. Nunca había sido demasiado comunicativa pero ahora estaba incluso más encerrada en sí misma. Mei Ling se percataba de lo que Penélope estaría pensando. Y, de hecho, necesitaba alguien con quien hablar. Su jefa podía ser muy profesional y dejar por completo de lado su vida privada en cuanto se ponía la bata de laboratorio. Ella pensó que era capaz de hacer lo mismo. Sin embargo, se equivocaba. No dejaba de tener en mente todo lo que le había sucedido en esas últimas semanas. De modo que pensó en proponerle charlar. Pero no allí.



-Penélope. - Inquirió con algo de prevención. - ¿Tienes algo que hacer cuando acabemos el turno?



            Su jefa la observó con sorpresa. Aunque se alegró. Su compañera no solía ser demasiado comunicativa. De modo que le dijo.



-Bueno, Rick y yo íbamos a ir a cenar…

-En ese caso no quiero molestar. - Se apresuró a decir la oriental. -

-No, no te preocupes. Tengo tiempo de sobra. ¡Ese tonto siempre llega tarde! - Sonrió levemente su interlocutora. – Vamos a la cafetería de Ginger y Clarisa. - Propuso para matizar con cierta cautela. - Si quieres…podríamos charlar un rato.



            La otra joven asintió, aliviada de que su jefa le hubiese leído el pensamiento. Aunque posiblemente, por su expresión y su tono, el deseo que tenía de poder compartir con alguien lo que tanto la agobiaba era demasiado obvio. No les tomó demasiado tiempo más concluir el trabajo por ese día. Una vez aparecieron sus relevos, otras dos chicas recién llegadas de la Tierra, se marcharon. Por ahora no habían trabado demasiada relación con ellas. Las dos parecían estar más interesadas en su trabajo que en hacer amistad. En cualquier caso, eso ahora no le preocupaba.



-Sharon y Emma son bastante competentes. -Valoró eso sí, Mei Ling cuando junto con su compañera salían ya del edificio. –



            No es que viniese mucho a cuento, pero prefería una conversación más intrascendente hasta llegar al local de Ginger. Ya iría al tema que le preocupaba realmente allí. Penélope por su parte respondió.



-Sí que lo son. Lo cierto es que el grupo de trabajo de las Fairy Five está dando muy buenos frutos. Pude hablar con el profesor Tomoe cuando visité la Tierra unas semanas después de que llegásemos a Nature. Él en persona supervisó  la contratación de esas dos. Y esperamos que una más se nos una pronto. No sé quién será, pero estoy convencida que estará a la altura.

-Ya veo. - Repuso su compañera añadiendo ahora sí que con genuino interés.- ¿Pudiste ver a Keiko?

-Sí - musitó Penélope que no parecía tener muchas ganas de hablar sobre eso. -

- ¿Qué tal está? - Inquirió pese a todo Mei Ling comentando. - Para ella fue duro. Ya sabes, tener que retornar a la Tierra.



            Quizás fuera una tontería tratar de ser tan precavida. A esas alturas aquello era un secreto a voces. Todo el entorno sabía lo sucedido. Penélope por tanto declaró, aunque eso sí, con delicadeza.



-Estaba mejor. La vi más centrada en su trabajo. Es un buen bálsamo para olvidar cualquier cosa que nos entristezca.

-Me siento mal por ella. Y un poco culpable incluso. - Suspiró su contertulia admitiendo. – Fui injusta. La traté muy mal…

-Todos nos equivocamos. - La animó Penélope. – Y también aprendemos de nuestros errores. Tú, ella, yo…



            Tomaron el deslizador en tanto charlaban de eso. Penélope le refirió entonces lo ocurrido.



-Verás, junto con Rick, y aprovechando un permiso que le dieron y unos días que tenía pendientes de tomarme libres, viajamos a la Tierra.



            Ante la atenta mirada de Mei Ling, Penélope rememoró lo sucedido en tanto iba con su pareja en el cohete rumbo a la Tierra.



-Tengo muchas ganas de ver a mis padres y a mi hermano. - Declaró ella. -

-Sí, eso de tener un restaurante es un chollo. ¡A ver si los suegros me invitan a comer! - Rio Tracer.-



            Su novia movió la cabeza, como siempre ese tonto tenía que soltar alguna ocurrencia. Pero lo hacía con buena intención. De hecho logró hacerla sonreír y fiel a la broma ella respondió.



-Siempre y cuando puedas fregar los platos, no creo que tengan ningún problema en darte algo.

           

            Ahora fue su novio quien se rio, asintiendo para decir.



- ¡Vale!, tocado Pennie.



            Se trasladaron al hogar de los Winters, en Nueva Jersey. Cerca de la propia casa, la familia tenía el restaurante de su propiedad. Allí se dirigieron en primer lugar. Como de costumbre su padre, Richard, estaba ocupado atendiendo a algunos clientes, de modo que se sentaron como si de dos comensales más se trataran.



-No les hemos avisado siquiera. - Musitó una nerviosa Penélope. – Ahora me arrepiento de haberte hecho caso.

-Seguro que les hará mucha ilusión. - Aseveró Tracer con esa traviesa sonrisita suya. – ¡Ya lo verás! Al menos cuando nos vean.



            Y es que el ocupado dueño estaba acercándose, al ver a dos personas sentadas de espaldas a él no tardó en abordarles aun sin verles las caras, preguntando.



-Buenas tardes señor, señorita. ¿Qué desean tomar?...



            Al fin vio a su hija y sonrió, abriendo los brazos sin decir nada. Era un hombre de estatura media, pelo encanecido y algo entrado ya en kilos. Penélope se levantó abrazándose a él en tanto sollozaba con emoción.



- ¡Papá!

-Al fin has vuelto de esos viajes tuyos. - Repuso el asimismo emocionado hombre. -



            Tras separarse del abrazo de su hija estrechó la mano de Tracer.



-Señor Winters. - Saludó educadamente él. – ¿Cómo está usted?

-Bien, gracias. Me alegro de verte, muchacho. ¿Tuvisteis un buen viaje? - Quiso saber el interpelado. -

- Bueno, eso depende de a qué viaje se refiera. - Repuso el chico en tono amable, aunque no con el tinte de humor que solía emplear. -



            De hecho, no quería hacer bromas con aquello. Muchas personas murieron y no podía olvidarlo. Y al parecer su contertulio lo comprendió. Se limitó a asentir afirmando con la misma cortesía.



-Bienvenidos. Por favor, pedid lo que queráis, estáis invitados. Llamaré a mamá enseguida, Penélope. - Remachó dirigiéndose a su hija. -



            Y se alejó para dejarles elegir en tanto atendía a otras mesas. Tracer aprovechó para comentar a su novia.



-Me cae bien tu padre. Es un tipo educado pero muy centrado en su trabajo.

-Sí que lo es. - Suspiró la joven, añadiendo casi parecía que con un leve toque de reproche. - A veces demasiado.

- ¡Conozco a una guapa científica que ha salido a él!  - Repuso su interlocutor con tono jovial. –



            Aunque en este caso su pareja no se rio, ni tan siquiera esbozó una sonrisa. Rick se dio cuenta que ese tema tocaba un punto sensible en la vida de su novia, de modo que optó por guardar silencio y dejarla hablar a ella. La muchacha no tardó en añadir.



-No me interpretes mal. Nos queremos mucho. Pero somos personas muy pragmáticas. De siempre mi padre ha estado trabajando de sol a sol en su negocio. Lo levantó por él, y por mi madre, luego también por nosotros. Aunque eso hacía que casi no tuviera tiempo de vernos crecer. Y con mi hermano, bueno… al ser un chico tuvieron más afinidad, jugar al béisbol, construir las típicas casetas en los árboles y reparar coches. Eso sí que les unía. Pero yo estaba más apegada a los libros.

-Y mira que bien te ha resultado. Eres la persona más inteligente que conozco. – Terció Tracer tratando de animarla. -



            Ahora sí que su esfuerzo se vio recompensado por una sonrisa. Sin embargo, ésta enseguida se desvaneció del rostro de la joven cuando prosiguió su relato.



-Mi madre sí que creyó más en mi futuro. Me animaba a estudiar. No es que mi padre se opusiera. Pero pretendía que hiciera algo relacionado con la economía. Para llevar el restaurante después de él. Yo no le hice caso en eso. Pero mi hermano Mark fue el que estudio esa carrera. Y de hecho ha sabido llevar muy bien el negocio…

-Y todo ha ido bien. Al final tú misma me comentaste que tu padre reconoció que habías tomado la decisión acertada. Cuando te fuiste a estudiar con el profesor ese… Tomoe, ¿no?



            Penélope asintió. Era cierto. Le costó persuadir a su padre. Y eso que ganó algunas becas de estudios. Aunque en honor a la verdad, su progenitor la retó a que fuera capaz de demostrárselo.



-Me dijo. Si es algo tan importante para ti, espero un compromiso que haga honor a tus palabras. - Le refirió a Tracer.  Sentenciando. - Y lo tuve. No fue tan difícil porque siempre he amado investigar y aprender. Más todavía cuando tuve la ocasión de hacerlo de la mano del propio Doctor Tomoe en persona.



            Guardaron silencio porque esta vez fue Mark, un joven de la estatura de Tracer, y cabellos castaños con ojos del mismo tono, quien se aproximó. Abrazó a su hermana con más entusiasmo que el demostrado por su padre y declaró.



- ¡Ya era hora de que te dejaras ver por aquí!

-Ya tenía ganas de venir a ver qué estabas haciendo. ¡Sinvergüenza! - Afirmó Penélope con jovialidad a su vez. -

-Mi hermanita la empollona. - Sonrió Mark guiñándole un cómplice ojo a Tracer quien sonrió, más al escuchar a ese chico preguntarle. - ¿Te ha hecho caso o se ha dedicado a estudiar durante el viaje?

-No me he podido quejar. - Repuso el aludido, agregando divertido. – Algún caso me ha hecho.



            Mark sonrió, aunque al mirar hacia la entrada del local aquella expresión se le evaporó de inmediato. No obstante, añadió con tono amable.



-Tengo que atender una cosa. Enseguida vengo. Me alegro mucho de veros. Pedid lo que queráis…



            Rick no le concedió mucha importancia a esa reacción del joven y, además, le quedaba a sus espaldas, así que se dedicó a ojear la carta. Aunque Penélope sí que le siguió con la mirada dado que podía verle desde donde se sentaba. Observó cómo se apresuraba a recibir a dos individuos trajeados y por las poses que ambos adoptaban y los gestos de su hermano, aquello no le gustó nada. Sin embargo, no quiso preocupar a su novio. Pudiera ser cualquier cosa intrascendente. De hecho, esos dos tipos se marcharon enseguida y Mark pareció estar aliviado. Luego tuvo que ir a atender a otros clientes. Y justo en ese instante, Penélope detuvo su relato. Ella y Mei Ling bajaron en la parada del deslizador y caminaron hacia la cafetería de Ginger.



-Parece que tenemos sitio.- Le indicó la oriental.-



            Las dos ocuparon una mesa redonda justo a la entrada. Ginger apareció entonces , sonriente como siempre.



-¡Hola, chicas! ¿Lo de siempre?



            Ambas asintieron. La camarera no se detuvo a charlar, tenía algún cliente más reclamándola.



-Está liada, como de costumbre.- Declaró Penélope.-



            Eso le hizo recordar en dónde se había quedado, le comentó a Mei Ling.



-Lo mismo que mi padre, en su restaurante. Recuerdo que Rick y yo pedimos...



            Y así fue, la chica retomó su narración con la atención de su compañera puesta en ella,  precisamente cuando su novio pedía la comida.



-Creo que tomaré un risotto y después un bistec. -Comentó Tracer a la ausente muchacha. -

- ¿Qué? - Pudo reaccionar la desconcertada Penélope que seguía pensando en la extraña actitud de su hermano. -

- ¡Pennie!  - Se rio su novio. – Que no es una investigación, ni una tesis doctoral, solamente tienes que escoger el menú…

-Sí claro. - Pudo responder ella, ojeando una carta a su vez. - Vale, una ensalada César y un lenguado al horno…



            Justo en ese momento, llegaba otra vez el señor Winters queriendo saber….



- ¿Habéis pensado qué vais a tomar?



            Los dos se lo dijeron y Richard se retiró hacia la cocina.



-Espero que esté bueno o llamaré a ese chef que se pasaba por los restaurantes a ponerles verdes. ¡El del programa de televisión!  - Se rio Rick volviendo por una vez a su característico tipo de chanzas. –



            Sin embargo, Penélope no le hizo demasiado caso. Seguía mirando a su hermano quien ahora parecía estar como si nada hubiese pasado. No obstante, le conocía demasiado bien como para no darse cuenta de que algo le inquietaba. Aunque no notó la misma actitud en su padre. Él si parecía estar como siempre. Por suerte, la llegada de su madre la apartó de esas consideraciones.



- ¡Penélope! - Exclamó la mujer que corrió a abrazarla. – ¡Qué alegría, cariño!

           

            Y es que a Linda Winters sí que le llenó de alegría ver a su hija al fin en casa. Aunque fuera en el restaurante. Porque ella no apreciaba tanto el negocio como su esposo. Tras abrazar a la muchacha, la mujer de edad mediana y cabellos oscuros, saludó también a ese apuesto joven que acompañaba a Penélope. Y galantemente éste le cedió su silla haciéndose con otra cercana.



- ¡Ojalá que os quedéis una temporada!, tendremos muchas cosas de las que hablar para ponernos al día. - Declaró la mujer. -

-Sí, claro. Unos días y luego iremos a conocer a los padres de Rick. - Concedió la joven. –

-Hacía tanto que no nos veíamos, cariño. - Suspiró la emocionada madre. -  Ya comenzaba a temer que algo malo hubiera pasado.

-Fue un viaje difícil incluso más que la otra vez. - Admitió su interlocutora bajando la mirada, aunque añadiendo enseguida. - Pero al fin se ha terminado.

- ¿Vas a volver para quedarte? - Quiso saber su madre, que matizó. - Quiero decir en la Tierra.

-De momento estoy muy bien en Nature. - Afirmó su hija con algo de apuro. – Tengo muchas responsabilidades en el proyecto de terraformación.



            Su madre asintió, aunque su mirada reveló un poso de tristeza. Penélope lo sabía y tratando de sonar cordial le propuso.



-Papá y tú ya podríais estar retirados. O por lo menos tomaos una vacaciones. Venid a pasar un tiempo conmigo allí. Nature es un lugar precioso, y se hace más bello cada día. ¡Os iba a gustar mucho!

-Ya sabes cómo es tu padre. - Repuso Linda moviendo ahora la cabeza. -  No hay quien le saque de aquí. Este lugar es su vida. Y no solo hablo del restaurante, sino de la ciudad. Y a mí tampoco me gusta demasiado la idea de embarcarme en una nave de esas, en medio de ninguna parte.

-Claro. - Musitó la científica con pesar. –



            El ambiente parecía haberse enfriado de repente, Así lo vio Rick que no perdió la ocasión de intervenir con tinte animoso.



-De todas formas, señora Winters, le prometo que su hija y yo vendremos a menudo.



            Penélope no sabía si sentirse molesta o agradecida. Ese bobo no tenía por qué hacer promesas en su nombre. Aunque conociéndole, de seguro que estaba tratando de animar a su madre. No obstante, él no sabía que decir eso en la familia Winters equivalía a un compromiso. De modo que la joven se apresuró a puntualizar.



-Siempre que nos sea posible. Porque Rick es militar y tampoco puede ausentarse de su puesto cuando quiera. ¿Verdad? - Le recordó casi con tinte admonitorio. –

-No claro. - Tuvo que convenir él. – Eso es cierto.

-Bueno. - Declaró Linda tratando de sonar más animosa. - Por lo pronto disfrutaremos del tiempo que estéis aquí.

-Eso es. Ya habrá más ocasiones. -  Remachó su hija. Deseando zanjar aquel tema. -



            Al fin llegó Richard y les trajo la comida. La disfrutaron en compañía de Linda. Después ésta los acompañó a la casa de la familia. A la noche se les unió el padre de Penélope y asimismo Mark. Tras cenar y dejarles sendas habitaciones separadas se acostaron. Fue el propio Rick quien juzgó algo inapropiado que compartieran la misma. Y eso que su novia no tenía inconveniente. Aunque en casa de los padres de la muchacha… por una vez fue Tracer el que se mostró remiso. Pasaron unos días agradables y el chico por supuesto se ganó enseguida a los padres de la joven. Ya se conocían de antes, pero solamente se habían visto de modo ocasional. Sin embargo, en esos días que pasaron juntos, el muchacho demostró ser muy atento y hasta ayudó trabajando como camarero.



-Desde luego hija, has encontrado al hombre ideal.- Le decía su madre a una atónita Penélope.-

-Sí, cuando quiera dejar eso del espacio aquí tendrá trabajo seguro.- Añadió afablemente el padre de la joven.-

-No duden que esa oferta me podría resultar muy tentadora. - Repuso el aludido que pasaba en ese instante con una bandeja, permitiéndose bromear. – Sobre todo si las propinas son buenas.



Eso hizo reír a todos, aunque Penélope enseguida apagó aquella sonrisa, meditando sobre aquello. Le daba la impresión de que sus padres la habían echado mucho en falta y pese a la aparente cordialidad y calor familiar sentía que algo no estaba del todo bien. El caso es que no sabía qué era. No quiso ni tratar de mencionar esas sospechas por no arruinar el momento.



-Quizás sea simplemente que llevo mucho tiempo fuera. Y que he vivido situaciones muy duras y llenas de tensión, ya veo peligro en cualquier parte. - Se dijo tratando de olvidar el asunto. -



De hecho, nada extraño sucedió en los días que allí estuvieron. Y al fin, tras despedirse de los Winters, tocó el turno de ir a visitar a los Jensen. Aunque Penélope se llevó una gran sorpresa al conocerles. Vivían en Boston y la primera cosa que llamó su atención fue el que una limusina les fuera a buscar al aeropuerto.



-Han debido equivocarse.- Comentó la perpleja científica.-

-Yo creo que no.- Se sonrió resignadamente  su interlocutor.-



            Ahora Penélope le dedicó una mirada entre llena de asombro y divertida para afirmar.



-¡No me digas que has alquilado esa limusina solo para ir así a tu casa e impresionar a tus padres! ¿Qué vas a decirles, que te has vuelto millonario tras encontrar alguna mina espacial?



            Aunque para nueva sorpresa de su novia, Rick asintió impertérrito al oír aquello y rebatió hasta con tono más serio de lo que solía.



-Todo lo contrario. ¡Son ellos los que han enviado la limusina hasta aquí! Y de alquilada nada.



            Y subrayando aquello, se hizo con las maletas de ambos y caminó hacia el vehículo. Ante el pasmo de Penélope, el conductor, un tipo vestido con uniforme que debía de rondar los sesenta años, le saludó enseguida.



-Bienvenido señorito Rick, y señorita. Espero que hayan tenido un buen viaje.

-Sí, Perkins, gracias.- Repuso afablemente él.-



            La muchacha le miró pasmada. ¿Señorito? Al menos eso pensó, pero no dijo nada. Entre tanto el chófer cargó las maletas y le abrió una puerta del coche. Los dos entraron, sin embargo, la doctora Winters no podía dejar de mirar atónita a su novio y éste lo advirtió al fin.



-Es que mis padres son así.- Comentó él encogiéndose de hombros casi como si quisiera disculparse al añadir.- Mira que les dije que podíamos tomar un taxi.



            Una vez más detuvo el relato. Ginger les trajo lo que habían pedido, unos tés y dos porciones de la famosa tarta Sandy.



-Gracias Gin.- Sonrió Mei Ling.-



            Penélope sonrió a su vez y una vez se alejó Ginger para atender a más clientes, continuó.



-La verdad, el viaje en esa limusina no fue demasiado animado…



            Y es que tras arrancar, el conductor no pronunció palabra, igualmente hizo Rick. De todas formas no dio tiempo a haber hablado mucho, enseguida llegaron a su destino. Una gran casa, más bien una mansión, en la zona más exclusiva de la ciudad.  Al detener el vehículo, el chófer les abrió y ambos salieron en tanto otro individuo que parecía del servicio doméstico, ayudaba a Perkins con el equipaje. Sin haberse recobrado aún de aquello, Penélope observó a dos personas de edad madura aguardando en la puerta de esa enorme casa. Una, era una mujer de cabellos entre rubios y blancos que llevaba un caro vestido de la colección Deveraux. El otro, un hombre de pelo blanco y bigote, que lucía un traje con corbata impecable de color azul.



-¡Papá, mamá! - Saludó Tracer con visible contento.-

-Hijo, al fin vienes a visitarnos. - Replicó su padre con tono amable, aunque correcto y sobrio. -

-Ricky, ya iba siendo hora.- Añadió su madre con un leve toque de reprimenda en su voz, por lo demás bastante educada y seria al remachar. – Nos alegramos de verte, hijo.



            Al llegar a su lado, el joven le dio a su madre un beso en la mejilla y a su padre le estrechó la mano. Penélope se sorprendió una vez más. Desde luego que Rick no era así de adusto y serio. Por lo menos nunca le había visto comportarse de esa forma hasta ahora salvo en compromisos oficiales. Es más, parecía tener más protocolo en saludar a sus propios padres que al contralmirante de la flota.



-Os voy a presentar a mi pareja. La doctora Penélope Winters.- Afirmó el muchacho, en esa línea de formalidad que su novia había detectado.-

-Es un placer señor y señora Jensen.- Dijo la muchacha.-

-El placer es nuestro.- Replicó la mujer, presentándose a su vez.- Soy Sophie Jensen. La madre de Rick.

-John Jensen. Senador por éste Estado. Encantado señorita. - Se presentó el padre del chico a su vez.- 



            Aquello sí que no se lo esperaba la asombrada joven. Rick no  le había dicho mucho de sus padres. Bueno, le había contado que tenían un buen negocio…



-¡Y tan bueno! - Pensó Penélope. -  Este tipo es dueño del Estado.



            Prescindiendo de más formalidades les hicieron pasar de inmediato. Dos miembros del servicio doméstico acarrearon sus maletas.  Rick no parecía sentirse muy cómodo al ver eso. Su novia aparentó no fijarse y ambos siguieron a los dueños de la mansión al interior.



-Espero que hayáis tenido un viaje agradable. - Dijo el senador, declarando de inmediato y sin ceremonias. - Hijo. Me gustaría que volvieras a la Tierra. Aquí tendrías muchas oportunidades.

-En Nature tengo un buen destino. -  Afirmó el joven con tono algo apurado. –

-Seguro que sí, he sabido de tus hazañas en el espacio. Tus superiores te tienen en mucha consideración. De verdad, estamos muy satisfechos de que así sea. - Respondió su padre. – Por eso podrías pedirles un traslado y seguro que te lo concederían. Incluso un ascenso…

-No estoy interesado en volver, todavía no.- Rebatió el chico que ahora parecía francamente incómodo con esa conversación. -

-John, dejad esos temas para después. - Intervino la madre de Rick con tono más conciliador, para dirigirse a su invitada. - Usted querida estará cansada.

-No, gracias, estoy bien. - Pudo decir Penélope. –

-Yo sí estoy algo cansado. - Terció su novio. –

-En tal caso, instalaros y descansad. Os esperaremos para la cena. - Añadió Sophie esbozando una trémula sonrisa para informarles. – A las siete.



            A Penélope le pareció algo forzada. Esa mujer destilaba categoría y parecía medir muy bien su tono y sus palabras. El padre de Tracer por el contrario era más directo, aunque asimismo muy formal. Desde luego la chica no podía pensar en nadie más opuesto al carácter de su novio. Lo dejó estar y se dirigió a la habitación de invitados que le habían preparado. ¡Aquello era casi un palacio! Con su propio baño completo, vestidor y una cama enorme que contaba hasta con dosel. La joven se asombraba al recorrer esa estancia con la vista. Televisión de al menos cuarenta pulgadas, con pantalla extraplana y holográfica. Grandes espejos y un ventanal que contaba incluso con un pequeño balcón para asomarse.



-Esta gente debe de tener una millonada. Parecen casi tan ricos como Ian Masters. - Se dijo alucinada. -



            Y eso le llevaba a meditar. Rick jamás había mencionado aquello. Cualquier otro habría sacado el tema de su familia millonaria. Sobre todo, para haber intentado ligarla. Eso no le hubiera servido para nada, pero claro, la mayor parte de la gente era así. Siempre presumiendo de ese tipo de cosas. Sin embargo, el chico apenas le había hablado de ellos. Era una de las cosas que más le gustaban de Rick. Era espontáneo y bastante modesto. Aunque hilando algo más fino, quizás esa tirantez en la conversación con su padre que la señora Jensen se había esforzado por cortar, tuviera también algo que ver.



-Bueno, todos tenemos nuestros propios problemas y asuntos familiares. – Pensó recordando su reciente visita a su propia familia. –



            Se echó a descansar y al cabo de un par de horas se adecentó para la cena. Antes de eso salió a ver a Tracer y su novio y le consultó.



-¿Me visto para la cena o es algo informal?



            La muchacha aguardaba la típica broma de él, algo así como, “ ¡Pennie, si bajas desnuda mis padres te adorarán!”. No obstante, el chico no dijo nada de eso. Por el contrario, más serio de lo que solía, le comentó media hora antes de bajar y sin sonar para nada a chanza como era su costumbre. 



-Imagínate que vas a una recepción de los reyes de la Tierra y vístete acorde.



            Y la joven así lo hizo luciendo un traje de noche negro muy elegante, con un colgante de oro y pendientes a juego como único adorno. Ese vestido era regalo de Satory Masters y le tenía mucho aprecio. Realzaba su figura además y la dotaba de gran sobriedad y elegancia. Rick por su parte llevaba el uniforme de gala nada menos. Penélope se sorprendió al verle. Al principio incluso creyó que su novio trataba de gastarle una broma. Sin embargo, en esta ocasión estaba claro que no había sido esa su intención. Bajaron las escaleras de esa lujosa casa hasta llegar a la entrada de una sala de apreciables dimensiones. Allí, una larga mesa de roble presidía el centro de la estancia. No pudo evitar sentirse impresionada. Los padres de Rick estaban ya sentados y dos miembros del servicio aguardaban de pie, impecablemente uniformados de blanco y llevando guantes del mismo tono. Enseguida apartaron sendas sillas para Tracer y Penélope. Los dos se sentaron uno en frente del otro. El senador presidía y su esposa se ubicaba justo a su lado, en la fila en donde se colocaba su hijo. Sophie quiso romper el hielo entonces y se dirigió a Penélope.



-De modo que usted es ya doctora. Es muy joven. ¿Cuántos años tiene, querida? Si es que se lo puedo preguntar.

-Tengo veintisiete años. - Repuso la aludida con tono algo apurado. -



            Y cuando se oyó a sí misma contestar ante la escrutadora mirada de su anfitriona casi parecía haber cometido un crimen. Más si cabe cuando Sophie con tono neutro se limitó a decir.



-Vaya, un año más que tú, Rick.



            De repente a Penélope le pareció haber envejecido décadas. ¿Qué quería dar a entender esa mujer? ¿Qué ella era demasiado mayor para su hijo?



-Sí, y por cómo me comporto a veces incluso parecerían más. - Sonrió levemente el chico guiñándole un ojo a su novia. -



            Eso la animó. Ella pudo sonreír también. Aunque el senador Jensen les observaba con una extraña expresión. Parecía estar valorando aquello como si tuviera que tomar una decisión. Quizás ajena a eso, la madre del muchacho prosiguió como si pretendiera enmendar aquella impresión.



-Una mujer muy centrada y con las ideas claras. Eso no te vendría mal, hijo.

-La verdad es que no.- Convino él, mirando ahora a la joven con gesto afectuoso y cómplice. -

-Su hijo ha demostrado ser alguien muy valiente y centrado cuando ha hecho falta. - Se atrevió a declarar Penélope. - 

-Cumplía con mi deber, nada más. - Repuso modestamente él. -

-Por eso mismo, ahora deberías considerar otras alternativas. – Intervino su padre al fin. – Tengo muy buenos amigos en Washington y si volvieras a la Tierra y te metieras en política seguro que podrías salir elegido congresista.

-Ya te he dicho muchas veces que no me gusta la política, papá. - Afirmó el aludido ahora con tono más cargado de paciencia y resignación que otra cosa. –

-Entiendo que eres un buen militar. Pero piénsatelo. - Le pidió John para argumentar. - Como mucho puede que asciendas, digamos a capitán. Un sueldo decente pero no demasiado. Unas posibilidades de proyección social limitadas. Sin embargo, ahora, con tu historial y una adecuada promoción, tendrías garantizada tu elección…

-Prefiero mi vida actual. Yo no estoy hecho para esas intrigas y politiqueos. - Rechazó más abiertamente Rick quien estaba empezando a enojarse. -

-Dejad las conversaciones sobre el futuro laboral. - Les pidió Sophie que también se sentía ya incómoda. -  Y hablemos sobre vosotros dos. ¿Qué planes tenéis?...

-En este momento, pasar unas cortas vacaciones y regresar a Nature enseguida. - Afirmó el joven con tono seco. -



            Eso hizo un incómodo silencio alrededor de la mesa. Los miembros del servicio habían estado yendo y viniendo durante esa tensa conversación para traer los platos. Ahora solo podían escucharse los sonidos de los cubiertos. Penélope, también avergonzada y cohibida por esa atmósfera tan densa, quiso aliviar la tensión afirmando.



-Nature es realmente muy hermoso. Estamos trabajando para terraformarlo del todo lo antes posible…

-Disculpe mi ignorancia. - Intervino John que daba la impresión también de querer descargar esa tensión, queriendo saber. - ¿Qué es eso de Terraformar?

-Sí, yo tampoco tengo ni idea. Esos términos tan técnicos. - Convino Sophie, feliz de poder sacar otro tema. -

-Tutéenme, por favor. -  Les pidió Penélope para esbozar una sonrisa de compromiso y explicar. – Verán, es un proceso que consiste en tratar de recrear en un planeta las condiciones terrestres a fin de que sea apto para la colonización humana. En una primera etapa se pueden instalar bases protegidas por cúpulas que contengan una atmósfera compatible para nosotros. Después se intenta crear una que recubra el mundo en cuestión, lograr que mantenga agua líquida en su superficie, una temperatura apropiada y finalmente que germine la vida. Eso mismo se hizo en Bios…primero vida microbiana, después de plantas y animales superiores…

-Sí. - Intervino Rick queriendo reivindicar a su novia. - Y Penélope ha estado presente en ambas ocasiones, siendo además la responsable principal en los dos casos. ¿Os hacéis una idea de lo inteligente y preparada que está como para llevar esos proyectos a cabo? ¡Es capaz literalmente de hacer brotar vida de la nada!



            Ahora fue turno de la científica para sonrojarse. Aquello le parecía demasiado. Más cuando escuchó el halago de su anfitriona.



-Eres una mujer admirable, sin duda. - La alabó Sophie. -

-Esa es una de las cosas por las que la quiero. - Confesó Rick desvelando a sus padres. - Ella no descansa buscando siempre el progreso para ayudar a los demás. Es alumna del mismísimo profesor Tomoe. Un reputado bioquímico japonés que trabaja para la Masters Corporation. Y muy pocas personas en el mundo pueden presumir de haber sido discípulas de esa eminencia.



            Eso hizo enrojecer a su pareja una vez más. Penélope no sabía a dónde mirar. No estaba habituada a ser bombardeada con tantos elogios. Aunque lo que casi le parecía más chocante e incluso embarazoso, era que eso más parecía una confrontación dialéctica entre su novio y el padre de éste, utilizándola a ella como arma arrojadiza.



-Un noble ideal. Sin duda la señorita Winters está muy bien preparada.  - Afirmó el senador quien por una vez parecía coincidir con su hijo. -



            Aunque enseguida lo tuvo que estropear añadiendo con evidente interés particular.



-Serías realmente una magnífica esposa. Inteligente, con buenas referencias. ¿Qué piensas tú? ¿Penélope, verdad? - Inquirió el flemático John ahora para sentenciar. – Siendo la mujer de un congresista ¿acaso no podrías recaudar muchos fondos para tus proyectos?

- ¡Ya basta, papá! - Terció Rick levantándose de la silla con gesto evidentemente de enfado. - Te agradecería que no la metieras en esto…



            Otra vez un espeso e incomodísimo silencio. Sin embargo, el senador fue capaz de responder con total tranquilidad.



- ¿Por qué no le preguntas a tu novia su parecer? También ella podrá opinar…supongo.



            Rick movía despacio la cabeza con malestar, pero no quiso responder a eso. Ahora todas las miradas confluyeron en la apurada Penélope que apenas sí fue capaz de musitar.



-Bueno, yo…no entiendo nada de política, señor Jensen. Lo mío es la investigación… y tenemos fondos de sobra en el proyecto Fairy Five… El propio Ian Masters lo subvenciona.

-Ya veo. - Observó ahora el senador con tono algo más cauto para comentar. - De modo que ese millonario está metido también en eso.

-Él ha costeado en su mayor parte ambas expediciones de las naves SSP-1 y SSP-2. - Admitió la joven. –

-No sé qué pensar de ese tipo.  No parece demasiado americano en sus querencias. - Declaró John añadiendo no sin disgusto. - Más bien es fiel a esos que se hacen llamar reyes de nuestro planeta.

-No es que ellos se lo hagan llamar, papá. Son los reyes de la Tierra, eso fue aprobado por las Naciones Unidas. - Intervino Tracer quien, leyendo el ruego en los ojos de su madre, volvió a sentarse. -

-Pero nuestro país se abstuvo. Aquí ya no hay reyes desde la Independencia. - Le recordó el senador. –  Y ya hay personas que nos están advirtiendo que tengamos cuidado con ellos.

-Es un título meramente honorífico. - Matizó pacientemente Rick a su vez. - Nunca han impuesto nada. Y no sé qué cuidado habríamos de tener.

-Pues, por ejemplo, cuidado con ese Masters que siempre se las arregla para evitar que se le investigue a nivel federal. - Afirmó el senador. – Ese hombre tiene unas miras muy altas. Quizás demasiado.

-He trabajado junto con Satory Masters, la hija de ese millonario, en la expedición a Bios y con Keiko, la hija del profesor Tomoe, en el viaje a Nature.  Y son dos chicas encantadoras y muy bien preparadas. Tuve el honor de ser su jefa de proyecto. - Les informó Penélope. – Y conozco también al señor Masters. Lo pasó muy mal cuando desaparecimos en el primer viaje. De verdad. Son buenas personas que solamente buscan ayudar a la humanidad.

-A diferencia de muchos políticos. - Añadió agudamente Tracer. – Ni ellas, ni Masters, ni mucho menos los reyes, van buscando votos. Ni actúan para contentar a nadie en particular sino para ayudar a todos.



            Ahora fue el senador quien no pareció encajar bien esas palabras. Dio la impresión de querer contestar pero se contuvo. Su esposa enseguida pudo notarlo y se apresuró a intervenir, desviando una vez más el tema de conversación.



-Enseguida traerán el postre, es una delicia, espero que te guste Penélope. Es el favorito de nuestro hijo.



            Y el camarero trajo una especie de pudding de chocolate. Por fin Rick sonrió, eso le traía recuerdos de su niñez. No obstante, afirmó.



-Ahora mi postre favorito es una tarta de la nave, la tarta Sandy. Se ha hecho muy popular en Bios y Nature.

-Sí, la ideó una amiga nuestra, la propietaria de la cafetería a donde solemos ir, con la ayuda de otra compañera mía en las Fairy Five de la SPP-1- les contó Penélope pensando en aquella morena científica de tanto carácter. –

-Muy interesante. - Suspiró John sin dar mucha impresión de pensar eso en realidad. -



La cena discurrió así hacia su final. La joven pareja se retiró al poco tras dar las buenas noches. Penélope se preparó para acostarse. No obstante, con la puerta de su cuarto aun entreabierta le llegó el ruido de una discusión. De inmediato reconoció la voz de su novio quejándose con enfado.



-¡No importa lo que haga!, nunca seré lo bastante bueno para ti…

-Eso no es verdad. - Respondía la más calmada voz de su padre. -

- ¿A qué vino eso de meter a mi novia en tus planes? - Le recriminó su hijo. -

-Solamente le pregunté su parecer, parece una chica inteligente y sensata.

-Lo es. - Sentenció Rick. – Y tiene un gran futuro por sí misma. Por si no te has dado cuenta.

-Por supuesto que me la he dado. - Afirmó John ahora con algo de irritación. - Esa chica tiene talento, sí.

-Pues no la cuestiones. Cada vez que he salido con alguna chica siempre has estado evaluándolas. No quiero que cuestiones a Penélope.

-¡No la cuestiono a ella! - Espetó su padre ya de mal humor. - Te cuestiono a ti. A lo que vayas a hacer con tu vida, Rick.

- ¡Lo que haga con mi vida es asunto mío y de nadie más! - Replicó abruptamente él. –



            Las voces cesaron, Penélope no supo por qué. Quizás, alguien del servicio o la madre de Rick se hubiera unido a los dos polemistas. No quiso pensar más en eso y se fue a dormir. Le costó conciliar el sueño. Estaba claro que su novio tenía sus propios problemas de familia. En efecto, al día siguiente el senador no estaba en casa. Desayunaron en compañía de Sophie sin hablar apenas y a la tarde se despidieron…Desde luego que Rick no estaba de su buen talante habitual. Penélope trató de animarle cuando ya viajaban en el tren rumbo a su siguiente destino.



-Seguro que tu padre y tú podréis entenderos…podría ser bueno que pasarais más tiempo juntos.

-Nunca hemos podido hacerlo. - Repuso sombríamente él, alegando. – Jamás me ha felicitado sinceramente por algo. Ya le oíste, estaba satisfecho, pero no dijo, orgulloso, de mí. 

-Lo está. Estoy convencida. - Le aseguró ella. - ¿Cómo no iba a estarlo?

-Al menos el tuyo admitió que se equivocaba. Te felicitó por tus logros. – Repuso el cariacontecido chico con ironía. – Sin embargo, el mío solo tiene un afán. Que sea yo quién le suceda en el cargo. Quizás si algún día llego a Presidente me dé una palmadita en la espalda y diga, ¡bien hecho, chaval! - Remachó con amargura e incluso enfado. -



            Penélope suspiró, acariciando una mejilla de su novio. Eso pareció calmarle un poco y así Tracer afirmó.



-Me importa un pimiento lo que quiera él. Lo importante es lo que tú y yo queramos…

           

 Y prosiguieron ese viaje por la Tierra. Tras ver a sus respectivas familias, Rick tuvo que presentarse en el cuartel general del UNISON a recibir algunas instrucciones. Aprovechando eso ella quiso pasarse por la sede central de Fairy Five, en la Masters Corporation en Estados Unidos. Allí estaban trabajando el profesor Tomoe, su esposa Kaori, y la hija de ambos, Mimí. También Melissa y el doctor Adams y, por supuesto Keiko. Tras saludar a todos e interesarse por ellos pudo charlar un rato con la pelirroja. Ambas tomaron un café en la sala de descanso del laboratorio.



- ¿Qué tal estás? - Quiso saber la doctora Winters. -

-Bueno, contenta de haber vuelto a ver a mis padres y a mis amigos. - Repuso Keiko aunque no sonó muy convencida. -



            Penélope se quedó observando a la joven quien enseguida se dio cuenta del matiz de la mirada de su compañera. Al fin, tras suspirar moviendo ligeramente la cabeza pudo ser capaz de confesar.



-No fue fácil para mí, ya sabes… el decirles adiós. Pero me di cuenta que eran felices juntos. Yo solo les habría estorbado. Recordándoles además todo…

-No debes pensar así. - Le pidió su interlocutora, sujetándola gentilmente de ambos brazos. -  Por lo menos, si deseabas quedarte con nosotros. Sé que todos sois personas adultas y razonables y que al final esto se habría superado.

-Quizás, yo no soy tan adulta y razonable como tú crees, Penélope. - Dijo la muchacha pugnando por no emocionarse. Máxime cuando admitió. - ¡Les vi besarse y me sentí traicionada! Y no precisamente por uno de ellos, ¡sino por los dos! No creo que conozcas a nadie en esa misma situación.



            La verdad, Pennie debió reconocer que no. Lo normal era sentirse traicionado por una de esas personas, o quizás dos, sí. Siendo la otra un amigo o familiar. ¡Pero traicionada por dos personas a las que amabas y que presumiblemente te correspondían!



-Debió ser muy duro para ti. - Convino con amabilidad. – Y entiéndeme bien, no quiero juzgarte ni soy quien.  Eres una estupenda investigadora y una gran chica, Keiko. Todos te queremos mucho. Es una lástima que tuvieras que regresar únicamente por esa razón.

-No fue solamente por eso. - Añadió la joven. - También deseaba ver a mis padres, a mi hermana Hotaru, a mis amigos de aquí...



            Penélope asintió. Sí, se había olvidado de eso. Quizás pecó de ser algo egoísta. Esa muchacha tenía a su familia en la Tierra. Aunque, enseguida la propia Keiko le confesó, no sin algo de amargura.



-Quizás también soy una cobarde. Sé que las cosas han sucedido de este modo y que posiblemente era lo que tenía que ocurrir. Sin embargo, en ocasiones no puedo evitar pensar que no tuve valor para luchar por lo que realmente quería. Ya me sucedió antes y me ha vuelto a pasar. Y, además, estaba indecisa. Al menos en esta ocasión. Cuando me marché de la Tierra ocurrió algo similar. Solo que, entonces…yo sabía bien a quién amaba. Aunque era un amor imposible. Pero ni tan siquiera planteé batalla por tratar de conseguirlo. Ahora es tarde ya, no tendría sentido…no, ningún sentido.



            Su ex jefa y amiga la escuchaba con simpatía y algo de pesar. Fue entonces cuando tras unos momentos de silencio, Keiko se atrevió a sonreír débilmente y le aconsejó.



-Procura mantener a la persona a quien amas a tu lado. Lucha por conservarla. No permitas que se aleje de ti.

Así lo haré. - Le prometió ella a su contertulia pensando en sus propias circunstancias. – Al menos eso intentaré.



            Recordaba aquella conversación, luego saludó al doctor Tomoe y a Kaori. También a Mimette y a su hija Mimí. Apenas sí pudo ver a Melissa y al doctor Adams. Ambos estaban muy centrados en cuidar a su hija, la pequeña Wina. De hecho, tenían esa semana libre. Por lo que Mimette le contó en una breve charla que las dos mantuvieron, se sentían muy dichosos.



-Mi hermana está realmente radiante. Nunca la había visto tan feliz. Y eso es algo que me alegra mucho. Ahora con su hija es como si hubiese rejuvenecido. Y Wina es una cría encantadora. Transmite inocencia y alegría a raudales. Cuando veo a Melissa y como se ilumina su mirada y sonríe, yo también me alegro muchísimo por ella. 

-Se lo merece, es una gran mujer, y lo pasó muy mal. - Sentenció Penélope. -

-Sí. - Suspiró la normalmente dicharachera Mimette, con un tono introspectivo muy raro en ella, al añadir. - Ha sufrido mucho. Durante muchos años la vida no la trató nada bien. Pero ahora, al fin, la está compensando tras tantos sinsabores.- No obstante, se rehizo enseguida para añadir con un tono mucho más jovial y típico de ella.- Esta semana mi hermana y Clyde han decidido llevar a Wina de viaje por el país, y a Disney...van a darle todas las hermosas vivencias que una niña de esa edad debe tener.



            Penélope asintió, eso le alegraba. Aunque ignorase a qué otras cosas se podría referir su interlocutora anteriormente cuando habló de los sinsabores de Melissa.



-Bueno, eso no me concierne.- Se dijo.-



            Lo cierto es que cada cual tenía su historia. No sería ella quien quisiera indagar en la vida privada de los demás. Eso le contó a Mei Ling. Aunque no habló mucho más sobre ella y Rick, por lo menos en lo que habían estado haciendo esos últimos días. Su novio tenía demasiado ajetreo yendo y viniendo en misiones de exploración y patrulla. Lo cierto es que llevaban  una semana sin apenas verse o viéndose muy poco. Los dos estaban muy ocupados en sus trabajos. Por eso se acordó de las palabras de Keiko a ese respecto. La pelirroja admitió haber sido muy tibia e indecisa y ahora se arrepentía de ello.



-No quiero que me suceda lo mismo. - Se dijo. - Espero que esta tarde podré quedar con Rick.



Al poco declaró, tras terminar ese relato y en tono más humorístico para despedirse de Mei Ling.



-Voy a ver si consigo que ese novio tan tonto que tengo pueda quedar esta noche para cenar sin que le movilicen para ninguna misión de las suyas.

-Si no está disponible él, puedes contar conmigo. - Repuso su compañera matizando casi con humor y algo de ironía. - A lo mejor puedo ligar contigo.

- ¡Ja, ja! te aprecio mucho, pero no lo creo. No es nada personal. - Sonrió Penélope, agregando con el mismo toque de humor. – Pero no me gusta salir con compañeros de trabajo.

-Tendré que pedirle empleo a Ginger entonces. – Comentó jocosamente la oriental.-



Las dos se rieron un poco de aquella broma. La camarera estaba charlando precisamente con una muchacha rubita que llevaba una cría igualmente rubia de la mano. Después se dijeron adiós y cada una se encaminó hacia su destino. Penélope a llamar a Tracer y Mei Ling rumbo a su casa. Cada una con sus propios asuntos en los que pensar. Aunque al final Mei Ling se dio cuenta de que solamente Penélope había estado contándole cosas. Ella misma no tuvo ocasión de decirle la causa por la que la afligía…quizás era mejor así…pese a que no pudiera olvidarla.



-Estaba tan entusiasmada contándome sus peripecias que ni he abierto la boca.



            También era un asunto cultural. Ella fue educada en la discreción y en guardarse las cosas para sí. Los occidentales en general eran bastante más locuaces. Encogiéndose de hombros se alejó, sumida en sus propios pensamientos. Pasó a pocos metros de Ginger que la saludó.



-Hasta mañana.-



            Mei Ling le sonrió agitando un poco la mano y prosiguió su camino. La camarera entonces centró su atención en esa chica rubia que llevaba a aquella niña de la mano y unas cuantas bolsas de compras en la otra.



-¿Qué queríais tomar?

-Un batido de chocolate y...



            Pero la mayor no pudo concluir, la pequeña enseguida intervino, pidiendo con entusiasmo.



-¡Un helado de fresa!

           

            No obstante, la joven rubia enseguida movió la cabeza, alegando con desaprobación..



-No Steph. La doctora Sullivan ha dicho esta mañana que tienes algo de anginas. Así que nada de cosas frías.

-¡Jo, Dap! ¡Quiero un helado!- protestó la cría, con gesto torcido.-

-Tenemos unos pasteles muy ricos.- Quiso animarla Ginger.- Y un buen vaso de leche calentita te vendría muy bien...



            La pequeña no pareció querer escuchar eso, se cruzó de brazos enfadada.



-Ten un poco de educación.- Le dijo esa joven rubia a la niña para, algo apurada, dirigirse a la camarera y presentar a ambas.- Se llama Stephanie. Y yo me llamo Daphne.

-Encantada de conoceros. Yo soy Ginger.- Contestó afablemente su interlocutora.- Ya veréis qué tartas más ricas tenemos aquí. Con algo calentito para la garganta, como leche o un té.



            La niña no daba la impresión de estar muy convencida. Aunque finalmente, el gesto amable de la dueña la hizo asentir.



-Claro, eso es mucho mejor. Además, ¿de qué te quejas? Te invito yo. -Sonrió su acompañante, para añadir divertida.- ¡Tienes mucho morro!, el pobre By no ha tenido tanta suerte como tú de poder comer pastel gratis.

-Es que me duele la garganta.- Comentó la cría, mirando a una divertida Ginger, para explicarle.- Y mi hermana Dap me ha llevado a ver a la doctora, y luego hemos ido a comprarnos ropa porque nuestros papás están trabajando.

-¡Vaya, qué casualidad!- A mi hijo le ha visto también esta mañana.- Comentó la camarera.-



            Por fortuna, pudo echar mano de Clarissa para eso. Luego había dejado a Dean con su vecina. Otra buena mujer que ocasionalmente se quedaba con el crío cuando tenía que ir a abrir el local por la tarde. Ginger tuvo que correr para estar en la cafetería a las cinco y ya eran casi las ocho. Supuso que esa esforzada jovencita que la miraba ahora y sonreía, también estaría muy atareada cuidando de su hermana pequeña.



-Es realmente muy bonita, - pensó Gin. - Debe tener los dieciséis o diecisiete años, pudiera ser que hasta dieciocho.



Y es que por un momento pensó en preguntarle si le interesaría trabajar como camarera. Desde luego iba a ser toda una adquisición.



-Seríamos la brigada de las rubias.- Pensó divertida.- Al menos el público masculino lo tendríamos garantizado con una belleza como la de esta muchacha.



            Aunque no tuvo ocasión de proponerle aquello a esa jovencita, más clientes la reclamaban.



-Enseguida os atiendo. - Les dijo a las dos con amabilidad antes de alejarse. -



            Las dos asintieron, la pequeña le comentó entonces a su hermana mayor.



-Este sitio es muy chulo. Dap.

-Sí que lo es.- Convino la interpelada.-



            En ese momento en el interior sonaba una canción, la joven la reconoció de inmediato. Era de su grupo favorito, en especial era un tema de la cantante que más le gustaba.



-¡Vamos dentro, Steph!- Le pidió a la niña.-



            Ambas entraron y tomaron asiento. En efecto, una tonada podía escucharse animando el local.




Date la vuelta mira mi vida
Me parezco mucho a ti
Intenta esconderte de ayer
Aún así el dolor nunca se fue

Podría ser, historia
¿Todo el tiempo solo repitiéndome?
Pensé que podría romper las cadenas
Las lágrimas y el dolor, pero aquí voy de nuevo.


Una y otra vez
Incesantemente
Sigue cantando la misma vieja canción que conoces
¿Es así como va la historia?

Es Kerria! ¡Canta muy bien!- Alabó Stephanie.-          



            Su hermana Daphne asintió, a ella desde luego le encantaba Kerria Malden, cuya voz había reconocido de inmediato. Tenía todos los discos que había sacado y gran parte de los de su antiguo grupo, las Justices. Y hasta había logrado aficionar a sus hermanos. Aunque ahora mismo, esta cantante en particular, no era demasiado popular en los ambientes en los que sus padres se movían.


(La misma vieja historia)
Oye 

(Una y otra vez)
Vueltas y vueltas

-
Esta chica ha sido muy valiente y me ha servido de inspiración.- Pensaba Daphne.-

            Algo distrajo a Stephanie. La niña miró por el escaparate a la calle y señaló.

-¡Mira cómo mola!

            Su hermana miró casi por acto reflejo. Stephanie era una cría, cualquier cosa la impresionaba. En esta ocasión fue un chico que iba subido en un monopatín y que hacía cabriolas. Aunque al ver su cara le pareció familiar.

-Es él. El chico de la facultad.- Pensó.-

Este mundo sigue volviéndome del revés, sabes
¿Es así como va la historia?
(La misma vieja historia)

Vamos
Date la vuelta mira tu vida
Pensando que estás viviendo bien
Juzgando solo por lo que ves

Solo reflejos de tu miseria
Toda la vergüenza, de todos los nombres
Construye los muros cuando todos somos iguales
Crees que tienes una coartada, pero es mentira

Ni siquiera lo intentes...

Una y otra vez
Incesantemente
Sigue cantando la misma vieja canción que conoces

            Daphne había comenzado a estudiar magisterio nada más llegar a la SSP-2. Terminó el instituto en la Tierra y sus padres se mudaron con toda la familia. Les habían surgido excelentes ofertas de trabajo en Nature cuando el planeta estuviera listo para empezar a ser poblado. Empero, a ella le hubiera gustado quedarse en la Tierra, pero sabía que precisaban de su ayuda para cuidar a sus hermanos Byron y Stephanie. Y por otro lado, un cambio de aires no vendría mal. Con todo eso de los soberanos, en el mundo madre el ambiente se estaba enrareciendo.


¿Es así como va la historia?
(La misma vieja historia)
Sí Sí Sí Sí
(Una y otra vez)
Vueltas y vueltas
Este mundo sigue volviéndome del revés, sabes

¿Es así como va la historia?
(La misma vieja historia)



            Tal y como decía la canción, la misma vieja historia. En la Tierra, pasada la euforia y el asombro, no tardaron en surgir grupos que estaban contra los monarcas. O al menos que no se fiaban de ellos. Y ese resurgir de los viejos valores y la moralidad. Predicadores aquí y allá. Una de sus primeras victimas por cierto, fue esa cantante, Kerria Malden, aunque eso pasó antes incluso.

-Fue admitir que era gay, y muchos de esos retrógrados se le echaron encima. ¡Pobrecilla! - Suspiró Daphne con pesar.-



Y tú no sabes, cariño
Como vas a sobrevivir
En estos tiempos difíciles 

Pero si ves lo que encontrarás

yo digo
Canta conmigo, ustedes



De hecho, y por desgracia, sus propios padres le dijeron que nada de poner música de esa cantante en casa. Ella asintió, pero casi a escondidas se la había puesto a sus hermanos. Y una tarde como la de hoy, por ejemplo, habían tenido suerte de que una de las canciones de Kerria se pudiera escuchar en esta cafetería tan acogedora.



-No sé qué hay de malo en su música.- Reflexionaba la joven.-



Date la vuelta mira mi vida
Me parezco mucho a ti
Intenta esconderte de ayer
Aún así el dolor nunca se fue 



            Y seguía disfrutando de la canción, pero se fijó en que ese muchacho estaba charlando con la camarera. No podía oír lo que decían pero esa mujer pareció ponerse contenta y le dio la mano. El joven sonrió y montando en su monopatín se marchó, alejándose enseguida en tanto se adornaba con más cabriolas, haciendo gala de su gran dominio de aquel cacharro.

Podría ser, historia
Todo el tiempo solo repitiéndome?
Pensé que podría romper las cadenas 


Las lágrimas y el dolor,

Pero aquí voy de nuevo.

Una y otra vez
Incesantemente 


Sigue cantando la misma vieja canción que conoces
¿Es así como va la historia? 



-¿De qué habrán estado hablando?- Se preguntó Daphne.-

            Ginger no tardó en llegar con el pedido de las dos. Stephanie miró la tarta y su vaso de leche con visible entusiasmo. Aunque tampoco se recató de exclamar.



-¡Ese chico es increíble, las cosas que hace con su monopatín!



            Ginger se rio, comentando divertida.



-¿Martin? Sí, es un buen muchacho, vive por aquí cerca. 

-Me es familiar, de mis clases.- Dijo Daphne.-

-Así que eres universitaria.- Dedujo Gin.- Él ha comenzado a estudiar magisterio este curso.

-Lo mismo que yo.- Admitió la joven.-

(La misma vieja historia)

(Una y otra vez)
Vueltas y vueltas
Este mundo sigue volviéndome del revés, sabes 



            Martin por su parte se sentía satisfecho en cuanto al trabajo por lo menos. Se había enterado al pasarse a saludar a Ginger. La camarera precisaba de ayudante. Él le comentó que podría estar interesado. No le vendría nada mal sacarse un dinerito para sus cosas. Aunque con la universidad debía sacar tiempo para estudiar. Gin le aseguró que el puesto serían suyo si lo quería.



-Puede que hasta precise de otra persona más.- Le comentó la camarera.-

-De todos modos, hace mucho que no sé de Grechen.- Pensaba entre entristecido y enfadado ahora.- Ha sido irse a la Tierra y se ha olvidado de mí.


            El joven no quiso darle más vueltas y se perdió por el camino del paseo central, dedicado a otras reflexiones.


¿Es así como va la historia?
(La misma vieja historia)
No no

Una y otra vez
Incesantemente 

            Por su parte, en tanto Stephanie disfrutaba comiéndose esa tarta a dos carillos, Daphne charló un poco con la camarera. Era una mujer realmente agradable y simpática. Le contó que cuando Nature estuviera listo para vivir permanentemente allí, iba a montar otra cafetería.

- Estoy con el papeleo del local, las obras y a buen seguro que necesitaré más camareros. Si estás interesada en ganarte algo de dinero.- Aprovechó para ofrecerle entonces a la universitaria.-

-Bueno, entre mis estudios y cuidar de mis hermanos ya estoy ocupada. Pero quizás en poco tiempo estaría encantada, si todavía lo necesitas..- Respondió educadamente sin querer cerrar la puerta a eso.-



            De hecho, sus padres veían bien que trabajase y fuera independiente. Aunque claro, también le pedían que se hiciera cargo de sus hermanos. Desde que llegaron a esa nave haría unas pocas semanas los dos estaban muy liados con trámites, solicitudes y entrevistas laborales. Y la madre de Daphne había vuelto a retomar su carrera como diseñadora de interiores. Con tanto proyecto de construcción en Nature, no daba abasto. Su padre, que era técnico de sistemas, también tenía dónde elegir. Eso cuando no iban a la parroquia o a charlas de su congregación.



-Eso sí que no lo aguanto.- pensaba Daphne.-


Sigue cantando la misma vieja canción que conoces
¿Es así como va la historia?
(La misma vieja historia)


(Una y otra vez) 



-Bueno, pues cuando abra mi local en Nature hablaremos.- Convino Ginger.-

Vueltas y vueltas
Este mundo sigue volviéndome del revés, sabes
¿Es así como va la historia?
(La misma vieja historia)


(Anastacia. Same old Story. Crédito al artista)

            Daphne asintió, quizás hablase con ese chico, Martin, cuando le viera en clase, para preguntarle cómo era trabajar allí. Si podía tener acceso a una media jornada que no le ocupase demasiado tiempo...



-Si él se pone a trabajar aquí me podrá indicar qué tal es el trabajo. Parece majo, aunque también algo despistado. No creo que ni haya reparado en mí todavía. Y llevamos casi una semana de clases.- Pensó divertida.-



            Entonces, súbitamente le dio la sensación de estar siendo observada. Miró en derredor pero los clientes que allí había, sentados en otras mesas, parecían centrarse en sus propios asuntos sin prestarle atención. La chica se despreocupó de inmediato. Se sabía guapa y los hombres siempre se la quedaban mirando. A veces era bastante molesto. Sobre todo con lo formal que ella era, debido a su educación cristiana. Eso pudiera ser, que estuviese condicionada. Pero ahora no pudo constatar que fuese el caso. Habría sido una falsa impresión.

-Está muy buena, Dap.- Afirmó su hermana.- Tenemos que venir aquí más.

-Sí, ya.- Se rio ella para responder con jocosidad.- La próxima vez pagas tú.

-Podrías trabajar aquí y así invitarme gratis.- Le propuso la niña como si tal cosa.-

           

            Una vez más se rio, su hermanita era así de espontánea. Y seguramente habría estado escuchando su conversación con Ginger pese a no dejar de comer con fruición. Ella misma probó esa tarta y le encantó.



-Trabajar no sé, pero ya vendremos más veces. Y traeremos a By. - Le prometió a la cría.-

-Este sitio es muy grande, y tiene más cosas además de la pastelería.- Observó la pequeña.-

-Vamos a terminar de merendar, que se está haciendo ya muy tarde. Llevamos todo el día fuera.- Comentó pacientemente Daphne.-



            Habían estado pasando una tarde de hermanas, como le gustaba describirla a Steph. Después de ver a la pediatra fueron de tiendas. Lo cierto es que Daphne aprovechó para mirar y llevarse algunas cosas en tanto le buscaba ropa del colegio y de vestir a su hermana.



-Mamá me lo endosa todo.- Suspiró.- Bueno, todavía no tengo demasiados amigos aquí, y es un modo de pasar el rato.- Quiso consolarse.-



Ya había conocido a  alguien en la facultad, y tenía incluso algún moscón pesado dándole la lata. Pese a que no estaba para nada interesada. En fin, mejor olvidarse de eso por ahora y llevarse a casa a Steph. Aunque la cría entonces vio el karaoke que Gin tenía, y por supuesto, la imagen en 3-D de otra famosa cantante. Enseguida la señaló sin poder evitar exclamar.



-¡Es Amatista! La de las Justices.

-Es una buena amiga. Hicimos el viaje en la SSP-1 juntas. Ahora vive en Bios con su marido.- Les contó Ginger a las atónitas chicas.-



            Y para probarlo les mostró algunas holofotos. Steph enseguida comentó, entre asombrada y admirada.



-Me gustan todas las Justices, Amatista es la favorita de nuestro hermano By, pero la preferida de mi hermana y mía es Kerria.



            Daphne no dijo nada pero le pesaba pensar en que sus padres no dejarían que Steph siguiese admirando a esa chica, por el mero hecho de ser homosexual. Pero no iba a ser ella quien se opusiera precisamente.



-Pues mira por donde, Amatista está casada con el hermano de Kerria.- Les contó Ginger a modo de cotilleo, en tanto les enseñaba holofotos de ese chico.-

-¡Es muy guapo!- Dijo Steph, dirigiéndose a su hermana para añadir.- Podrías tener un novio así.



            Daphne se sonrió, poniéndose colorada entre las risas de Stephanie y de Ginger. Aunque desde luego, ese chico guapo sí que era. Eso no lo podía negar. Tras unos instantes al fin pudo tomar la palabra para pedirle a esa chiquilla tan locuaz.



-Anda, que van a ser las ocho y tenemos que irnos a casa o nos reñirán. Acábate la tarta. - Y educadamente le comentó a la dueña.- Gracias Ginger, volveremos pronto, seguro.

-Eso, ¡ojalá que vengan a visitarte las Justices! Dínoslo y vendremos corriendo. - Deseo la entusiasmada niña.-



            Ginger se sonrió, mirando a esa cría con dulzura. Era estupendo ver esa carita llena de ilusión. Lo mismo que su hijo Dean. Y eso le recordaba que ya iba a ser hora de cerrar para volver con él.



-Venir cuando queráis. Aunque eso de que las Justices nos visiten no lo puedo prometer. – Comentó con jovialidad.-

-Vengan o no, este sitio es fantástico.- La elogió Daphne.-



            Y al fin, cuando su hermanita terminó la tarta, las dos pudieron salir de allí y regresar a casa. Sin percatarse de que en efecto, las siluetas de dos individuos las observaron alejarse pendientes de ellas hasta que las dos desaparecieron por el paseo del parque central.

 

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