Tras despedirse
yendo cada una a su casa, Mei Ling no dejaba de recordar. Viendo alejarse a
Penélope, la oriental pensaba también en sus propias vivencias. Ya estaba
mejor, pero fue muy duro para ella tener finalmente el valor para enfrentarse a
su familia y decirles la verdad. Siempre supo que iba a ser muy doloroso e
incluso humillante para sus padres, pero ella no podía aguantar más. Deseaba
ser libre. Al menos contó con Zhao de su parte. Su primo mantuvo su promesa y
la acompañó hasta su hogar, en China, tan pronto pudieron volver a la Tierra.
Al principio sus padres la recibieron con tibieza. Las costumbres del lugar
tampoco propiciaban prodigarse demasiado con demostraciones de afecto. Al
llegar todo fue muy protocolario, tras una inclinación ante sus progenitores
estos invitaron a pasar a la muchacha y a su primo.
-Espero que
hayáis tenido un buen viaje de regreso a casa.- Saludó el padre de ella.-
-Sí, muchas
gracias. Lo ha sido.- Repuso Mei Ling.-
-¿Qué tan
fue esa expedición?- quiso saber la madre de la muchacha.-
-Al final
logramos nuestro objetivo, pero no estuvo exenta de peligros ni de pesares.-
Admitió ahora Zhao.-
Y tras esas
preguntas de cortesía, el padre de la joven fue quién sacó el tema que más le
interesaba, una vez estuvieron sentados a la mesa alrededor de unas tazas de té.
-Bien, hija
mía. Ahora que ya has vuelto al fin, ha llegado la hora…
-Padre. -
Pudo intervenir ella bajando la mirada hacia sus manos entrelazadas. - Entre
otras cosas, quise venir a veros para hablaros de eso.
-Así es. -
Convino Zhao. - Durante el viaje, Mei Ling y yo tuvimos ocasión de charlar
sobre el tema de su compromiso.
-Nos alegra
ver que es algo que te tomas tan seriamente y que no lo hayas olvidado nos
alivia. - Comentó la madre de la joven que no se recató a la hora de recordarle
con un sutil matiz de reprobación. - Parecía que lo hubieras hecho, con todo el
tiempo que has pasado fuera. Por suerte, tu primo estuvo allí para
recordártelo.
Mei Ling no quiso mirarla directamente. Se tomó unos instantes para replicar,
viendo eso sí, la cara de circunstancias de Zhao, quién sin embargo la alentó
con la mirada.
-Jamás
podría olvidarlo. Sé muy bien lo que significa para vosotros. - Pudo decir la
chica con la voz rota. -Por eso…por eso mismo, tenía que venir y tratar de
solucionar las cosas…
Y un espeso y culpable silencio se extendió entonces. Sus atónitos padres se
miraron sin comprender, dando por hecho que su hija iba a cumplir con su parte
en aquel compromiso y que eso le suscitaba aquella tensión. Fue Zhao quien
terció entonces para declarar.
-Vuestra
hija tiene algo muy importante que contaros. Yo estoy ya al corriente.
- ¿Qué es
eso tan importante, Mei Ling? - Quiso saber su madre observándola con
preocupación.-
Y es que algunas lágrimas habían comenzado a deslizarse por la mejilla de la
muchacha. Ella apenas fue capaz de mover la cabeza despacio y suspirar.
-Sé que voy
a decepcionaros mucho. Sin embargo, no soy capaz de ocultarlo más…
Al fin, y tras luchar contra sí misma incluso. La chica pudo anunciar.
-No puedo
aceptar el compromiso…
Fue el padre de la muchacha el que ahora, con tono mesurado y sorprendido,
preguntó.
- ¿Qué has
hecho, hija? ¿Acaso has tenido relaciones con otro hombre? ¿Estás embarazada
quizás?
-No, padre.
- Negó rápidamente ella. -
-Al saber
que ibas a venir se lo dijimos a tu futuro esposo. Él contrató a la méi. Ya
sabes, la mediadora. Y también nos comentó que vendría mañana a traerte los
regalos. Ya tenemos preparada tu carta astral, con tu fecha y hora de
nacimiento. - Le explicó su apesadumbrada madre que añadió animosamente. - Son
los nervios, Mei Ling. Has estado mucho tiempo fuera. Necesitas
readaptarte al ritmo de las cosas de aquí.
-No es eso,
madre. - Rebatió la joven lanzándose al fin para sentenciar. - No puedo casarme
con él, porque no me gusta.
Ahora fue el padre de la joven quien intervino, con un tono algo más molesto.
-Eso no es
lo primordial en una boda. Tu esposo te acabará gustando, terminarás por
quererle, como tu madre y yo nos queremos. Y Chang es un buen hombre…
-Padre, con
todo el respeto. - Repuso sumisamente Mei Ling. - No es culpa de Chang. Se
trata de mí. No me gusta él, porque a mí no me gusta ningún hombre.
Aquello sí que tomó por sorpresa a sus padres. Al principio no parecieron comprenderla.
Es más, su madre comentó.
-Es muy
difícil encontrar al hombre ideal, hija. Lo entiendo. Pero no puedes ser tan
idealista. Nadie es perfecto.
-Para mí
ningún hombre lo será jamás. - Musitó la muchacha. – No me atraen…Yo…
Al fin su madre la miró y abrió la boca con sorpresa y casi una expresión de
horror para querer saber.
- ¿Estás
tratando de decirnos que tú?...
-Sí. -
Asintió ella, enjugándose alguna lágrima más. - Soy lesbiana. Ningún hombre me
atrae y menos para casarme con él.
Y otro nuevo y terrible momento de silencio se extendió alrededor de todos. Al
fin fue su padre quien exclamó con una mezcla de disgusto y horror.
-No puedo
creer lo que estás diciendo. ¡Acaso te crees otra Gigi Chao! Nosotros no
somos ricos como para que puedas darte ese tipo de caprichos.
-Con el
debido respeto tío, no es un capricho. - Intervino Zhao en defensa de su
devastada prima. - He podido comprobarlo. Mei Ling ha sufrido mucho
intentando ser la hija que siempre quisisteis. Ha luchado con todas sus fuerzas
e incluso me comentó que estaría dispuesta a aceptar este matrimonio. Fui yo
quien quiso disuadirla de ello y la animó a que os dijera la verdad.
El padre de la joven fulminó con la mirada a su sobrino, se levantó entonces y
paseó nerviosamente por la estancia. Se llevó las manos atrás para apenas ser
capaz de replicar con la voz entrecortada por el pesar y la decepción.
-No lo
puedo comprender. Nuestra hija se fue lejos durante mucho tiempo y ha estado
viviendo en occidente. Quizás esa sea la causa. Habrá conocido a personas
equivocadas que le hayan hecho creer algo que no es verdad. Hasta ahí puedo
entenderlo. Pero lo que jamás seré capaz de asimilar es que hayas sido tú quién
la alentase a esto. ¡Tú que siempre fuiste cabal y fiel cumplidor de las
tradiciones! Mantuviste el honor de la familia… te encargamos la tarea de
traerla de vuelta. ¿Y nos haces algo así?
-Padre, el
primo Zhao no tiene ninguna culpa. ¡Yo soy así! - Intervino Mei Ling con tono
suplicante. - ¡Por favor! Entiéndelo.
- ¡Tú,
guarda silencio! – Le ordenó su padre con visible enfado ahora para
sentenciar. – Ya nos has faltado al respeto de la peor manera posible.
Deshonrar un compromiso y además por esa ignominiosa razón.
La muchacha bajó la cabeza en un vano intento por ocultar sus lágrimas. Zhao a
su vez se levantó e hizo una inclinación ante sus tíos. Tras unos momentos en
los que nadie habló, fue el oficial quién dijo.
-Os pido
disculpas. Por no haber sido capaz de cumplir la tarea que me encomendasteis.
Sin embargo, la felicidad de mi prima, vuestra hija, para mí es más importante
que una carga familiar y unas tradiciones que ya están obsoletas.
- ¿Te
atreves a decir que la tradición es obsoleta? - Se escandalizó la madre de Mei
Ling, agregando indignada. - La tradición es el pilar de nuestro mundo. Y no es
solamente eso. Dimos nuestra palabra. Aceptamos la ayuda de la familia de Chen
Chang. Le prometimos la mano de nuestra única hija ¡Todo conforme a la
tradición! Y vosotros ahora nos traicionáis de esta manera.
-El primo
Zhao no tiene nada que ver. - Intervino una compungida Mei Ling. - Al principio
me dijo exactamente lo mismo que vosotros.
-Sí, se lo
dije. - Añadió el aludido para remachar. - Pero he visto demasiado sufrimiento
y muerte durante nuestro viaje. Y he reflexionado. La vida merece ser vivida en
compañía de la persona a la que amas. No en una condena basada en una
imposición.
Tras esto los padres de la joven se levantaron. Parecían no querer oír más dando
por concluida esa conversación. Incluso iban a salir de la estancia. Su hija
entonces quiso añadir de modo conciliador e implorante.
-No os
abandonaré ni os dejaré solos en esto. Pagaré las deudas de la familia.
¡Incluso les compensaré por la dote! ¡Lo que sea!...
Y tras unos segundos angustiosos en los que ninguno de sus progenitores
replicó, fue finalmente su padre quién sentenció con tono lleno de dolor y
reprobación, sin siquiera volverse para mirarla.
-El honor
no se compra con dinero. Tú nos lo acabas de mancillar. Así lo entenderán
también en la familia de Chang y en el resto de nuestra comunidad. Ahora vete.
Ya no eres bien recibida aquí. Ni tú tampoco, Zhao.
La consternada muchacha quiso decir algo, aunque su primo la sujetó suavemente
de una muñeca y mirándola a los ojos movió la cabeza. Llena de pesar y de dolor
la chica le siguió saliendo de la casa de sus padres. Tras alejarse un buen
trecho rompió a llorar con amargura.
-Debes
darles tiempo. - Trató de animarla Zhao. - Haré todo cuanto esté en mi mano
para compensarles y para que te perdonen. Son mis tíos, les conozco. Les
costará, pero al final lo harán.
Pese a asentir con esa remota esperanza, la chica pudo gemir con tono
desconsolado.
-¿Y qué voy
a hacer ahora?..
-Pues vivir
tu vida. - Repuso afablemente Zhao. – Seguro que habrá alguna otra mujer
especial de la que vuelvas a enamorarte y que te corresponda.
Eso arrancó una leve sonrisa de su prima, quien no obstante negó con la cabeza
esta vez para afirmar.
-Gracias,
te agradezco de corazón todo tu apoyo. Aunque ahora, enamorarme es lo que menos
me interesa en estos momentos. Necesito centrarme en mi trabajo. Quizás así,
este dolor pueda atenuarse. ¡Acabo de ser repudiada! - Sollozó con enorme
tristeza – Mis padres me han echado de su casa…Es algo terrible. No, no lo
puedo soportar.
Y Zhao la abrazó dejando que llorase contra su pecho. Entre tanto le musitaba
al oído.
-Todo
pasará. Las cosas se irán calmando. Pero tienes razón. De momento céntrate en
tu trabajo. Intenta vivir tranquila. Vuelve a Nature. Yo no podré acompañarte.
Me reintegro al ejército de nuestro país. Aunque, si pudiera, pediría el
traslado definitivo a ese mundo tan lleno de posibilidades. De nuevos
comienzos.
Ahora Mei Ling le miró entre lágrimas, y apenas pudo balbucear suplicando.
-Por favor,
¡no me dejes sola ahora! ¡Eres lo único que me queda!¡Mi única familia!
Zhao se mantuvo en silencio durante
unos instantes, buscando las palabras adecuadas. Al fin fue capaz de replicar.
-No puedo
ir contigo. Pero no me necesitarás. Ya lo verás. - Le sonrió levemente su
interlocutor añadiendo. – Tienes muy buenos amigos allí. Son magníficas
personas, déjate arropar por ellas y no te fallarán.
-Para mí no
es nada sencillo. - Le confesó Mei Ling, sin embargo. - Ver a Maggie con
Kiros…tardaré en olvidar eso también. Hasta pensé en huir como hizo Keiko.
Aunque era engañarme. Sabía que esto iba a pasar en cuanto les contara la
verdad a mis padres.
-Al menos
ahora eres libre para vivir tu vida sin miedo y sin más cargas. - Le respondió
Zhao. – Aprovecha bien la oportunidad.
La joven pensó en eso durante unos instantes y al fin, tras secarse las
lágrimas, pudo tratar de sonreír asintiendo despacio.
-Lo haré.
Te lo prometo. Y gracias primo. Te juzgué mal. ¡Perdóname!
-No hay
nada que perdonar. - Le dijo él rematando con afectuoso tono. – Si acaso,
perdóname tú a mí por no haber sabido entenderte antes.
Y así se despidieron. Tras darse un cariñoso abrazo. Algo realmente alejado de
la sobriedad de su cultura. Mei Ling volvió de esos pensamientos y llegó a su
apartamento, se dio una ducha y cenó. Luego se acostó temprano. Al día
siguiente tenía que salir a examinar algunos experimentos que estaban
preparando en órbita para llevar a cabo en la superficie del planeta. Así lo
hizo. Tras tomar una lanzadera e ir provista de un traje espacial, la
científica se aseguró de que todo iba bien. Así se lo comunicó a Penélope vía
video llamada.
-Las
pruebas van como preveíamos. Se podrá lanzar a la atmósfera muy pronto.- le
notificó a su jefa.-
-vale, pues
vuelve lo antes posible. No me gusta que estés dando tantas vueltas.- le pidió
su interlocutora.
-No te
preocupes por eso. Igual las damos en la SSP-2, - Pudo sonreír Mei Ling.-
-Ya, pero
es una roca mucho más grande que esa lanzadera.- Le hizo ver Penélope.-
En eso su compañera tenía toda la
razón. Por ello, replicó.
-Llegaré al
laboratorio cuanto antes.
-Tranquila.
Todo está tranquilo. Tómate el resto del día.- Le ofreció su jefa.-
-Gracias.-
Dijo ella con reconocimiento en su voz.-
Penélope despidió la conexión y Mei
Ling entonces pudo retornar a su nave madre. Pese al tiempo que llevaba allí le
parecía casi un sueño el verse orbitando en la SSP-2 alrededor de Nature.
-Creo que
iré a casa a descansar un poco. Tengo cosas que hacer.- Se dijo.-
Ahora, ya
en la terminal de llegadas estaba esperando el deslizador. Pensaba en ese nuevo
compuesto que acababa de comprobar para potenciar la formación de una atmósfera
respirable.
-Eso de bajar
aún con traje de protección es bastante incómodo. Pero si todo va como
queremos, en apenas unos meses la densidad atmosférica será más que suficiente
como para permitirnos respirar allí y estar protegidos de la radiación. Las
lecciones que se han aprendido en Bios nos han resultado muy útiles. Hemos ahorrado
años. - Se decía esperanzada.-
Y es que todavía
no habían bajado a la superficie de ese mundo. Sabía, eso sí, que se estaba
construyendo un gran complejo de investigación en esa zona del planeta que
apenas sí había sido delimitada. Aunque por otra parte, se sentía muy cómoda en
esa nave. Para lo bueno y lo malo ya se había convertido en su hogar.
-Zhao tiene
razón. Debo apoyarme en mis amigos. En la gente que me acepta tal y como soy. Y
tener valor para comenzar de cero. - Meditaba cuando llegó el deslizador. -
La muchacha subió a bordo. Tomó asiento junto a la ventanilla. Había pocas
paradas, miraba distraídamente hacia el parque central. Al poco, una voz
femenina se dirigió a ella.
-Perdón.
¿Sabe dónde debo bajarme para llegar a la base militar?
Miró hacia el foco de la voz y descubrió a una hermosa joven rubia de ojos
azules. Era bastante alta y tenía el pelo algo rizado. Iba ataviada de modo
elegante, con un generoso escote en ese vestido color burdeos.
-Verá, creo
que esta línea no es la correcta, señorita. - Pudo responder la joven oriental
algo tomada por sorpresa. -
- ¡Oh,
vaya! Es que acabo de llegar a esta nave. - Repuso su interlocutora,
lamentándose de seguido con resignación. – No sé por dónde ir…
Mei Ling la contemplaba casi sin pestañear. Era realmente hermosa. Y sobre
todo, tenía alguna vaga impresión de haberla visto antes. Quizás fuese
simplemente eso. Que esa chica estaba realmente muy buena. Y como tampoco tenía
mejor cosa que hacer, sin dudarlo le ofreció.
-Si quiere,
podemos bajarnos en la siguiente parada y le indico.
-Por favor,
no quiero hacerla perder el transporte. - Sonrió nerviosamente la muchacha. -
-No tengo
ninguna prisa. Es más. Podríamos tomar algo en una cafetería muy acogedora que
hay cerca. Y me cuenta a dónde quiere ir. Bueno, si le parece bien.
-Es usted
muy amable. - Sonrió una vez más esa chica. – Le agradezco las molestias que se
está tomando por mí.
- ¡No es
ninguna molestia, se lo aseguro! - Aseveró la oriental. -
-Ni siquiera
me he presentado. Me llamo Brenda Walsh. - Declaró esa joven. – Encantada de
conocerla.
-Yo Chang
Mei Ling. – Repuso su contertulia. – Es un placer.
Y al llegar la siguiente parada ambas descendieron. Cuando se levantó, Mei Ling
confirmó su impresión. Esa chica llevaba unos buenos tacones, pero aun así era
muy alta. Le debía de pasar más de una cabeza. Caminaron entonces hasta otra
línea de deslizador. Tras tomar otro, la científica le indicó a esa joven que
debían descender.
-Estamos
cerca de la cafetería. Venga por aquí, por favor.
-Tutéame si
quieres. - Le ofreció la chica afirmando con jovialidad. - Las dos somos
bastante jóvenes.
-Lo mismo
digo. - Repuso su contertulia. –
Mei Ling estaría encantada de hacer eso y de otras muchas cosas más si pudiera.
Aunque no debía dejar que su imaginación se disparase. Esa muchacha no tendría
por qué compartir sus inclinaciones. Sin embargo, la forma que tuvo de
abordarla y esos primeros momentos, le había recordado mucho a su primer
encuentro con Maggie. En fin. Mejor que no fuese todo igual o ya sabía el final
de la historia.
- ¿Es esa?
- Le señaló Brenda apuntando con un dedo a un local bastante concurrido. -
- ¡Ah, sí!
- Pudo decir la aludida, saliendo de esos pensamientos. - Sí, es el local de
unas amigas. Viene mucha gente por aquí. Bastantes militares. Seguro que alguno
podrá darle más información.
Al oír aquello, su interlocutora pareció mirarla con interés. Así las cosas,
entraron logrando ocupar una de las pocas mesas disponibles.
- ¿Trabajas
aquí? - Le preguntó Brenda a su interlocutora. Matizando de inmediato.
-En esta nave.
-Sí, soy
científica. Trabajo en el laboratorio, en el proyecto de terraformación.
- ¡Vaya! -
Exclamó con admiración la joven. - Entonces debe saber muchísimo sobre el nuevo
planeta.
Mei Ling se permitió una modesta sonrisa y pudo replicar algo azorada.
-No tanto.
Solamente colaboro en una pequeña parte del proyecto. Dime. ¿Y tú? - Quiso
saber a su vez. - ¿Has venido a trabajar también?
-Por ahora
no. Al menos no de lo mío.- Sonrió la chica explicando. - Soy modelo, de la
agencia Deveraux. Y también me ocupo de relaciones públicas. Mi jefa me
encomendó que visitase el planeta a fin de expandir nuestra franquicia
aquí. Que contactase con personas responsables del proyecto. Pero nada de
desfilar por pasarelas aún. Al menos hasta que podamos tener una sede aquí.
- ¿Una
agencia de modelos en un nuevo planeta? - Se sorprendió la oriental. -
-Sí. Parece
un disparate, ¿verdad? - Se rio Brenda para admitir. – Pero la señora Deveraux
es muy insistente. Y sabe muy bien lo que hace. Además, tiene muchas y muy
buenas influencias. Su propia hija y su yerno participaron en el proyecto de
terraformación de Bios. Y, por si fuera poco, es muy amiga del multimillonario
ese que ha pagado casi todo este viaje.
-Debe ser
de la clase de gente que no admite un no.- Sonrió a su vez Mei Ling. –
-Sí, así
somos en la agencia Deveraux. - Afirmó su interlocutora mirándola con
intensidad. – Y ella la primera, por algo es la jefa. No deja que nadie le
niegue nada.
Mei Ling quiso perderse en esa pupilas casi celestes. Aunque la voz
de Ginger las sacó de aquella situación. Tras saludarlas amablemente les
preguntó.
- ¿Qué
desean tomar?
-Un té verde
para mí. - Solicitó la oriental. -
-Lo mismo.
- Añadió Brenda. -
- ¿Algo
para acompañarlo? - Inquirió la camarera. -
-No
gracias. - Declinó la modelo. -
Mei Ling movió a su vez la cabeza. Ginger se alejó para ir a por el pedido. En
ese momento, dos oficiales entraban en el local. Una de ellas era Olivia, iba
junto a esa nueva muchacha recién llegada, Elisa. Las dos iban charlando en
español, dado que una era mejicana y la otra chilena.
-Nos
tomaremos algo y luego al servicio. - Comentaba Olivia. –
-Pues sí. -
Afirmaba su contertulia que, mirando en derredor del local, pudo comentar no
sin algo de fastidio. - Pero con todas las mesas ocupadas al final nos
tendremos que ir sin probar nada.
-Habrá que
apurarse y avisar a alguna mesera para que nos atienda. - Afirmó su
interlocutora que también miró en busca de un sitio. -
Aunque de pronto dejó la vista clavada en una de las mesas y abrió la boca con
incredulidad e incluso emoción.
- ¿Qué fue
lo que sucedió? - Quiso saber Elisa que no comprendía nada. -
- ¡No puede
ser! - Exclamó la mejicana. – ¡Tengo que avisar a la teniente Hunter!
Y sin que su compañera pudiera reaccionar, Olivia se acercó hasta esa mesa.
Allí Mei Ling la vio llegar.
-¡Perdón,
lamento molestarlas!- Declaró la mejicana.-
Tanto Brenda como su acompañante la miraron con perplejidad. Aquella joven
oficial parecía haber visto un fantasma. Su normalmente morena tez casi parecía
haberse tornado blanca.
-¿Ocurre
algo?- Inquirió la modelo con prevención.-
-Perdóneme
por presentarme así. Me llamo Olivia Aguirre, soy piloto. Es que usted me
recuerda muchísimo a una compañera mía…- Musitó la oficial. – Ella se llamaba…
Aunque mayor fue la sorpresa cuando la propia Brenda, con tono entristecido y
emocionado, completó esa frase añadiendo.
-Celia. ¿No
es así? Era mi hermana gemela. – Admitió dejando anonadada a la mejicana, para
querer saber esperanzada. - ¿Y usted la conoció entonces?
-Sí, éramos
compañeras. – Le explicó su contertulia añadiendo con voz queda. – Y buenas
amigas. Compartíamos la ilusión por volar y hacer carrera.
-A mis
padres y a mí nos enviaron un holo mensaje. Creo que el jefe de esta
nave. Nos dijeron que Celia murió luchando contra el enemigo con valor,
que cumplió bien con su deber. -Pudo decir Brenda con la voz quebrada. - Lo
siento. ¡Discúlpenme! - Musitó sacando un pañuelo para enjugarse alguna
lágrima…
Olivia asintió, aunque se mordió la lengua. Ganas habría tenido de decirle a
esa chica lo que en verdad sucedió. Incluso tenía el impulso de pegarle una
bofetada y abroncarla por haber tirado así su vida. Pero tenía que recordar que
esa joven no era Celia, sino su hermana. Y debía esforzarse por tenerlo muy
presente, puesto que… ¡sencillamente era asombroso! Realmente se parecían como
dos gotas de agua.
-Me
gustaría mucho que me contase cosas de ella, de cómo vivían aquí. - Le pidió
Brenda. -
Mei Ling escuchó a ambas con una mezcla de emotividad, empatía, interés y hasta
¿porque no decirlo?, decepción. Esa joven tan hermosa ya no le prestaba
atención a ella. En fin, ¿qué se le iba a hacer? Sonrió tratando de animar a su
contertulia y aprovechando para despedirse.
-Tengo que
dejarte ya. Si esta oficial es tan amable podrá indicarte mucho mejor que yo el
camino.
-Muchas
gracias, lamento haberte causado molestias. - Repuso la modelo. -
-En
absoluto. Por favor, éste es el número de mi teléfono. Si puedo ayudarte en
algo más… - Le ofreció la científica. -
Brenda tomó una nota de papel con aquel número escrito, asintió y le dio las
gracias. Mei Ling sonrió, se levantó y tras despedirse se fue hacia
Ginger. La camarera había estado observando de lejos. Enseguida le
preguntó a la oriental. Ésta le hizo un breve resumen y pagó ambas
consumiciones.
- ¡Vaya!,
pobre muchacha. - Suspiró Ginger. –
Entre tanto, Olivia se sentó a su lado, Su compañera Elisa se unió a ellas. Y
también escuchó con visible interés. Ella apenas sí había oído rumores. Todo
aquello sucedió antes de su llegada. De modo que, juiciosamente prefirió callar
y mantenerse al margen en tanto su colega hablaba.
-Celia era
una estupenda compañera y amiga, demostró mucho coraje y un gran espíritu.
Podría decirle que no le importó enfrentarse al fuego de los cañones para
defender aquello en lo que creía. - Le relató la mejicana a esa joven. –
-Siempre le
gustó eso de vivir aventuras. - Repuso una todavía emocionada Brenda. - Pese a
que seamos casi idénticas en lo físico, nuestros caracteres eran muy distintos.
A mí jamás me interesó eso. Nuestros padres tampoco lo vieron bien, y
desgraciadamente tenían razón. No se nos ha perdido nada en medio del espacio.
Si no tuviera que cumplir con un encargo en el trabajo, y honrar a mi hermana,
jamás hubiera salido de la Tierra.
Sus dos contertulias mantuvieron un respetuoso silencio. Evidentemente ellas no
estaban de acuerdo. Ambas amaban formar parte de las fuerzas aéreas y ser
pilotos. Comprendían bien los deseos y las ilusiones que tuvo Celia. Sobre
todo, Olivia, quién compartió con ella tantas y tantas horas de conversaciones llenas
de aspiraciones y esperanzas. Llegaron a forjar una gran amistad e incluso
complicidad. Pensaba en una de esas veces, cuando, al poco de llegar a la
SSP-2, tras un entrenamiento en el gimnasio, ambas se ducharon y, ya cambiadas,
salieron de vuelta a sus respectivos alojamientos. Celia le comentaba
visiblemente ilusionada.
-Dentro de
poco estaremos adaptadas y podremos comenzar a pilotar.
-Bueno,
todavía no están formadas las escuadrillas y faltan bastantes pilotos por
incorporarse. Yo misma tengo una habitación vacía y no sé con quién me tocará
compartirla.
-¡Que sea
con un chico guapo!- Se rio su interlocutora.-
La mejicana se rio a su vez. ¡No estaría mal eso! Aunque enseguida comentó,
jocosamente eso sí.
-Creo que
las normas no serían muy flexibles en eso.
-Pues no
veo por qué eso debe ser así.- Repuso Celia comentando ahora en confianza.- Ya
he oído algunos rumores de pilotos gais que comparten piso.
-Bueno, ¿Y
qué con eso?- Repuso Olivia.- Son oficiales , no tienen por qué ser nada más
que compañeros.
-Pues por
eso mismo.- Aseveró Celia, afirmando.- No veo el motivo de separarnos por
sexos. Si por ejemplo, yo quisiera compartir un piso de estudiantes con un
chico. ¿Acaso tendría que acostarme con él por obligación?- Se preguntó de modo
retórico.-
Olivia entonces movió la cabeza. Visto así tenía su lógica, y más cuando su
compañera agregó convencida.
-Las
mujeres no debemos ser vistas solamente como un sexo distinto. Sino como
oficiales, exactamente igual que los hombres. Yo quiero la igualdad. Por eso,
vivir en el mismo piso con un chico no me molestaría. No tiene por qué suceder
nada simplemente porque tengamos distinto sexo. Igual que, por ejemplo, si tú y
yo fuéramos lesbianas y compartiéramos apartamento, tampoco eso querría decir
forzosamente que tuviéramos que acostarnos.
Olivia se puso colorada. Aquello sí que no esperaba oírlo. Su interlocutora
apreció ese cambio de tono en sus mejillas y enseguida trató de matizar
aquello.
-No es más
que un ejemplo. No vayas a pensar nada raro, ¡Ja, ja!- Se rio al poco con algo
de envaramiento.- A mí no me interesan otras mujeres de ese modo.
-No, ¡en
absoluto! A mí tampoco. - Aseguró la mejicana.-
-Debemos
luchar por nuestros derechos.- Sentenció entonces Celia, remachando.- Me costó
mucho superar la fase de instrucción y graduarme en la academia. Supongo que te
ocurriría lo mismo. Y es difícil para cualquiera, pero para las mujeres mucho
más. Tenemos que andar demostrando cosas que a cualquier hombre se le dan por
sentadas.
-Sí, así
es.- Asintió Olivia.-
-A veces
imagino que hubiera solamente una escuadrilla compuesta por chicas.- Sonrió
Celia ahora.- Estoy segura que iba a ser de las mejores. Mujeres bien
entrenadas y preparadas. Algo parecido a esas científicas que hay a bordo. Las
Fairy algo... No recuerdo su nombre. – Se rio entonces ante su atónita camarada
para admitir divertida.- ¡Menuda una feminista que estoy hecha! Un grupo de
científicas tan sobresaliente y ni sé cómo se llaman. De haber sido un hombre
le hubiese acusado de machista por no recordarlo. ¡Ja, ja!
Olivia rio con ella, y ya entonces pensó que tampoco sabía cómo se llamaba ese
grupo de mujeres. Aunque lo de la escuadrilla femenina le gustó. Por desgracia
la pobre Celia no pudo ver cumplido ese sueño. Es algo que la mejicana siempre
lamentaría. Aunque al menos la hicieran miembro de honor a título póstumo. Y
quizás, si se hacía lo mismo que se decidió en Bios, una de las calles de esa
nueva ciudad que se estaba edificando ya en Nature llevaría el nombre de su malograda
amiga. ¡Lástima que eso terminara tan trágicamente para esa infortunada chica!
No obstante ahora, saliendo de esos recuerdos, miraba a su interlocutora y por
unos instantes le parecía estar otra vez conversando con su difunta compañera. Pero claro, una vez más
tenía que convencerse a sí misma que esa muchacha con la que estaban sentadas
no era Celia. Pese a que su rostro fuera prácticamente idéntico, sus maneras y
ademanes también, e incluso el tono de su voz sonara realmente similar. Más
cuando añadió.
-Me
gustaría mucho que me enseñase, si fuera posible, el lugar en el que mi hermana
vivió. Y la gente a la que conoció.
-Será para
mí un placer, señorita.
-Puede
llamarme Brenda. Y como dijo esa muchacha, creo que será mejor que nos
tuteemos. Todas somos mujeres jóvenes. Al menos me alegra ver que eso aquí es
frecuente. - Remachó la chica. –
Olivia convino en eso. Incluso se permitió sonreír comentando con orgullo y
algo de añoranza aquella parte de sus recuerdos.
-Tenemos
incluso una escuadrilla donde solo hay mujeres pilotos. La Fighter Ladies. Y tu
hermana es miembro de honor a título póstumo. Ella sirvió en gran parte como
inspiración a la hora de crearla.
Eso gustó a Brenda. Al menos el sueño de su hermana pudo realizarse. Asintió y
al cabo de un rato se levantó dispuesta a marcharse junto a esas dos oficiales.
Tanto Olivia como Elisa la acompañaron hasta la base militar. Una vez allí, y
tras pedir permiso, aguardaron en una sala de espera a la entrada y la mejicana
le pidió.
-Espera
aquí, por favor. Tengo que ver a mi jefa de escuadrilla, la teniente Hunter.
Y Olivia entró en la instalación y buscó a su superiora en efecto, aunque Susan
no se encontraba allí. La joven estaba fuera de servicio. Así se lo comunicaron
a Brenda.
-Lo
lamento. - Le dijo Elisa en cuanto recibió una llamada de su compañera Olivia
vía intercomunicador. - No está. Nosotras debemos regresar al servicio.
Quizás otro día…
-No os
preocupéis, no pasa nada. En otra ocasión será. - Convino la modelo, alegando.
- En realidad, esto es únicamente un deseo personal mío. Tengo otras
obligaciones que me aguardan, igual que a vosotras. Dile a tu compañera que
muchas gracias y que ya hablaremos…
Elisa asintió, y Brenda se despidió de ella tomando un deslizador. Debía ir a
las señas que le indicaron cuando partió de la Tierra.
-Bueno,
ahora debo centrarme en mi trabajo. - Se dijo pragmáticamente, dejando a un
lado por el momento su interés por la memoria de su hermana. –
Y es que su jefa le había encargado encontrar un buen sitio en la nave. Un
local amplio y bien emplazado para ubicar la primera sucursal de modas Deveraux
cerca de Nature. Por el momento era pronto para bajar al planeta, de modo que
Brenda pensó que sería buena idea instalarse en la nave y comenzar a funcionar de
modo provisional. Así sería atrayendo clientela y después sería más sencillo
trasladarse a Nature.
-Supongo
que, aunque únicamente me pidiera encontrar un local, la Jefa lo aprobará…-
pensó con algo de inquietud, y cierta desgana. - Siendo una modelo tan cotizada
no sé por qué me encargó esto precisamente a mí. Quizás fuera por aquella
conversación. Aunque parecía haberlo tenido pensado de antes…
Desde luego se contaba entre las mejores chicas de la Academia Deveraux y había
hecho ya sus pinitos en importantes desfiles. Recordaba cómo, estando en París,
su jefa la hizo llamar a su despacho. Eso no era tan inusual, la señora
Deveraux solía charlar con sus modelos y el resto del personal de vez en
cuando. Brenda dedujo que, en esta ocasión, le había tocado a ella.
-La vieja
me soltará algún rollo de esos sobre el trabajo bien hecho, la vocación y ya
está. - Pensaba confiadamente. – Pero soy buena en esto. No tendrá queja
alguna.
Al fin, se plantó ante la puerta de roble que cerraba el acceso al “santa
sanctórum” de la casa. La secretaria personal de madame Deveraux le indicó que
aguardase en uno de los sillones.
-La señora
está ocupada. - Le comunicó. – Tenga la bondad de aguardar un momento…
¡Cualquiera
no obedecía! A la señora Deveraux había que esperarla, a veces durante mucho
tiempo. Para eso era “la Jefa”. De modo que, asintiendo Brenda se sentó
cruzando sus largas y hermosas piernas, vestidas con suaves medias de seda casi
transparentes. Sus zapatos de tacón negro brillaban con el reflejo de la luz
diurna que se filtraba por una ventana próxima. De su bolso sacó su Tablet y
ojeó distraídamente los últimos cotilleos.
-Nada
nuevo. Las mismas insulsas tonterías de siempre. - Se dijo en tanto leía alguna
crónica rosa. –
La voz de la secretaria la sacó de esas disquisiciones.
- Señorita
Walsh. Madame Deveraux la recibirá ahora.
-Gracias. -
Pudo decir con rapidez en tanto guardaba su Tablet en el bolso. -
Se levantó, alisándose un poco la falda blanca que le llegaba hasta unos
centímetros por encima de las rodillas. Inspeccionó su blusa naranja y se
recolocó el collar de perlas que llevaba. Ya estaba lista. Enseguida se dirigió
con pasos firmes hacia la puerta. Sabía que a la Jefa no le gustaba tener que
esperar.
-Eso sí, la
muy bruja nos puede tener a todas a toque de corneta cuando quiera. Y tenernos
ahí, aguardando como si de sus mascotas se tratase. - Pensó con algo de
malestar abundando en sus anteriores reflexiones. –
Sin embargo, el cálido tono de su voz y su sonrisa desmintieron esa impresión
en cuanto la puerta de roble se abrió y ella traspasó el umbral.
-Buenas
tardes, señora Deveraux. - Saludó Brenda con suma cortesía. -
Porque a
unos metros se hallaba la famosa ex modelo y diseñadora. Sentada tras su
despacho de caoba. Al ver entrar a la muchacha se levantó. Esbozando una leve
sonrisa le ofreció su mano. La recién llegada la estrechó. Con un ademán, esa
mujer de largos cabellos claros tirando a verdosos, casi tan alta como la
propia Brenda, le indicó un cómodo sillón de cuero negro que se enfrentaba a
otro que había estado ocupando ella misma.
-Siéntate,
por favor…- Le pidió amablemente esa mujer. - Brenda, ¿verdad?
-Sí, Madame
Deveraux. Soy Brenda Walsh. - Añadió rápidamente ella. -
Y la Jefa sonrió en tanto ambas tomaban asiento, la muy falsa debía de sentirse
muy contenta y satisfecha de sí misma al recordar el nombre de una de sus
modelos.
-Todas
estas zorras viejas son iguales. - Pensaba Brenda. – Se creen que por llamarnos
por nuestros nombres ya están siendo la mar de sociables y consideradas. Pero
nos siguen mirando por encima del hombro. Regocijándose en sus glorias pasadas
y creyéndose mejores que nosotras.
Y es que recordaba todas las penurias y los sacrificios que le había costado llegar
hasta donde estaba. Su hermana Celia, por el contrario, tan centrada en esa
carrera militar suya, había absorbido tanto el interés, como la preocupación de
sus padres. Ella en cambio daba la impresión de ser una cabecita hueca a la que
solamente le entusiasmaban los vestidos. ¡Y no lo era! Si triunfaba posiblemente
ganaría más en un solo año de desfiles que su hermana durante toda su vida. Y
de hecho se lo propuso. Hubieran sido de los pocos casos de gemelas modelos.
Desgraciadamente Celia se negó. Dijo que ella no servía para ser un maniquí,
que deseaba hacer cosas más importantes con su vida.
-Y ahora
está muerta. - Recordó con gran tristeza y amargura, e incluso con enfado. - Mi
hermana gemela ha muerto. Y es como si me hubieran arrancado una parte de mí.
Si me hubieras hecho caso, Celia…Ahora seríamos las dos las que estaríamos aquí
o puede que desfilando en Milán, Londres o París.…
Así lo
creía. ¡Cualquier firma se habría vuelto loca para contratarlas! Incluyendo a
esa estirada aristócrata que tenía delante. Esa Esmeralda Deveraux que gozaba
de tantos y tan buenos contactos en la Tierra. Y ahora se sabía que también en
otros lugares. Al hilo de aquello, Brenda miró disimuladamente una de las
varias Holo fotos que la dueña tenía sobre su despacho. Aparecía un tipo maduro
pero atractivo, de perilla y cabellos blancos y una chica muy guapa, rubia, que
posaban junto con la diseñadora. Y quizás es que la Jefa se estaba fijando en
ella a su vez o bien siguió la mirada de la propia Brenda, dado que le comentó
con visible satisfacción.
-Son mi
esposo Diamante y mi hija Amatista. Ella ahora está casada y vive en Bios.
Acaba de hacernos abuelos y eso nos hace muy felices a mi marido y a mí.
-Vaya,
muchas felicidades. - Repuso la sorprendida joven con tono apagado. –
- Dime
niña. ¿Cuántos años tienes? - Se interesó Esmeralda. -
-Veintiuno.
- Contestó ella. –
-Eres muy
joven aún. Bueno, en realidad tienes la misma edad que mi hija. Y me la
recuerdas en algunas cosas. Eres alta, rubia y pareces despierta y con
iniciativa.
-Muchas
gracias. - Pudo decir ahora genuinamente impresionada y hasta agradada de oír
aquello. – Es usted muy amable.
- ¿Cuándo
entraste en la Academia? - Inquirió su interlocutora. -
-Hará un
par de años ya. - Contestó Brenda. -
Madame Deveraux se caló unas gafas de montura roja oscura que hacían juego con
el vestido cereza que llevaba. Tomó un pequeño portátil y miró la pantalla.
-Aquí tengo
datos sobre ti, en tu currículo. Solicitaste entrar alegando que, aparte de tus
estudios en economía y marketing, deseabas ser modelo. No fumas, no bebes. Eso
está muy bien…dime ¿qué es exactamente lo que desearías hacer dentro de este
mundo?
- ¿Perdón?
- Casi exclamó Brenda que no comprendió del todo aquella cuestión. -
-Quiero
decir, en el mundo de la moda. - Le matizó la señora Deveraux. –
-Deseo...-
Musitó ella pensando a renglón seguido que podría agregar. -
Se decía que la Jefa se tomaba muy en serio esa clase de preguntas y
respuestas. A pesar de que las hiciera en un ambiente aparentemente cordial y
desenfadado. De modo que replicó.
-Me
gustaría ser conocida y demostrar que tengo cualidades para este trabajo.
-Ya veo.
- Convino su contertulia sin dejar entrever si aprobaba aquella
contestación o no.- Y bien. - Añadió ahora. – Has tomado parte en algunos
desfiles. Sin embargo, estas dos últimas semanas no te has presentado... ¿Ha
sucedido algo?
-Sí. -
Susurró la joven bajando la vista, para agregar con sincero pesar. - He tenido
una desgracia familiar. Mi hermana ha muerto.
- ¡Vaya!,
¡cuanto lo siento! - Se sorprendió su interlocutora, añadiendo con más tacto y
amabilidad si cabía. – Si no lo juzgas impertinente, ¿Qué le pasó?...
-Viajaba en
la nave que iba a ese nuevo planeta. Era piloto de cazas. La mataron en una
batalla. - Le contó una compungida Brenda relatando en tanto intentaba contener
sus lágrimas y esta vez, sin tener que fingirlo. – Estaba a punto de ir a
desfilar a Berlín cuando mis padres me llamaron para decírmelo. Y yo… yo, no
pude…lo siento mucho, no pude salir ahí y sonreír…
La señora Deveraux se la quedó mirando con gesto consternado. Ahora, su máscara
de impasibilidad se había caído. Parecía estar muy afectada. O eso, o era la
mejor actriz que Brenda hubiera visto. Sin embargo, pronto salió de dudas…
-Lo lamento
profundamente y cree que te entiendo muy bien. Perdí a un sobrino mío en el
viaje de la SSP-1 a Bios. También era piloto y le sucedió lo mismo que a tu
hermana.
Eso sí que sorprendió a Brenda. No tenía ni la menor idea de aquello. No supo
que decir y permaneció callada, tratando de secarse alguna lágrima que le
había rodado por las mejillas. Su interlocutora guardo silencio a su vez. Y
tras un breves momentos que daban la impresión de ser un homenaje a la memoria
de esos difuntos, la diseñadora afirmó con tono más serio y algo apagado.
-En tal
caso, quizás te ayude escuchar cual es la propuesta que iba a hacerte, niña.
Ahora la joven la obsequió con una mirada de interés, que la Jefa te llamara
niña podía ser bueno o malo. Dependía del momento y de su tono de voz. En este
caso, Brenda juzgó que debía decantarse por la primera de las dos opciones.
Entonces, la Señora Deveraux le comentó.
-Tengo
pensado expandir nuestra marca. Ya he hecho algunas gestiones para Bios.
Allí puedo desplazarme personalmente. En cambio, al nuevo planeta… Nature. –
Matizó consultando su pequeño portátil. - No tengo a nadie aún para que se
ocupe de eso. Viendo tu currículo había pensado en encargarte a ti de ir allí y
valorar las posibilidades. Aunque, tras lo que me has contado sobre la trágica
pérdida de tu hermana, quizás no sea la sugerencia más adecuada. ¿Qué piensas?
A pesar de todo ¿querrías ir?
Esa proposición tomó por sorpresa a la joven. Se dio cuenta sin embargo
que debía ser rápida a la hora de decidirse. Así que pudo recomponer el gesto y
replicar con tono moderado creyendo saber lo que su contertulia deseaba oír.
-Todo lo
contrario, Señora Deveraux. Ahora más que nunca quisiera ir. Mi hermana fue a
perseguir sus sueños pese a que le costó la vida. Yo no soy distinta. No dejaré
de ir tras los míos. Así tendría también la oportunidad de preguntar a la gente
que estuvo con ella. Y de saber qué más sucedió allí. Nos informaron que murió
heroicamente, luchando por la gente de esa nave. Desearía que ellos me contasen
qué pensaban de Celia. Sería un bonito modo de confortar a mis padres. Además,
tener la oportunidad de representarla a usted y a la firma sería para mí un
gran honor.
Esa mujer asintió, por como lo hizo Brenda supo que se la había ganado. Al fin
la diseñadora afirmó.
-Sí, las
modelos de esta casa no solo son rostros y cuerpos bonitos. Hay que tener
talento y pasión. Eso decía siempre mi mentora, la fundadora de modas Deveraux.
Tú das la impresión de tener ambas cosas. Si estás de acuerdo, entonces irás a
Nature. Te otorgaré unos poderes legales para negociar y establecer una
sucursal allí. Ya te llamaré cuando todo esté dispuesto…
-Muchas
gracias, Señora Deveraux, le prometo que no se arrepentirá. - Afirmó una más
animada Brenda al levantarse del sillón. -
Su jefa también lo hizo y tras estrecharla la mano una vez más la despidió del
despacho sentenciando, casi como si fuera una velada advertencia.
-Espero que
sea así. Confío en ti y cuando confío en alguien no me gusta equivocarme.
Y el eco de aquellas palabras todavía resonaba en la mente de Brenda. Ahora, la
muchacha, montada en un deslizador, decidió que ya era hora de descansar. Al
día siguiente proseguiría con su tarea.
-Ya veré a
esa oficial. De momento tengo que ocuparme de hacer bien los recados de la
jefa. - Pensaba. -
Y se recorrió aquel enorme pedrusco en el que estaba, a la caza de algún sitio
que pudiera convencerla para instalarse. Así pasó ese día. Los siguientes tanto
para ella como para el resto de los tripulantes fueron tranquilos. Los
trabajos en la nave y en Nature proseguían a buen ritmo. Esa misma mañana, unas
horas antes en su casa, Martin trataba de enviarle un mensaje a Gretchen. Pero esa
chica llevaba ya dos meses sin contestar.
-Bueno, estamos
tan lejos que pudiera ser que no haya ni recibido el anterior que le envié. –
Quiso creer.-
De modo que cursó otro esperando que
tuviera mejor suerte. Quizás si le preguntaba a alguno de esos oficiales del
UNISON, le pudieran ayudar a mandarlo de un modo más rápido. Pero ahora debía
ir a clase.
-¡Voy a
llegar tarde! – Se percató entonces.-
A todo correr se hizo con su tablet,
su mochila y su monopatín. Era más rápido que esperar el deslizador. Por suerte
dada su pericia con ese artilugio, se las apañó para entrar a la hora. Incluso
un poco antes.
-¡Menos
mal! Esta clase suele estar muy concurrida.-Suspiró aliviado.-
De hecho, apenas si quedaba un asiento
vacío junto al suyo. Fue sentarse él y escuchar una amable voz femenina
preguntarle.
-Perdona.
¿Está ocupado?
El muchacho se giró hacia la fuente
de esa cuestión y no pudo evitar quedar admirado. ¡Era la chica más bonita que
había visto nunca!. Con un largo cabello rubio en forma de bucles que le caía
sensualmente sobre los hombros y unos grandes ojos verdes, amen de esos labios
tan bien marcados y armoniosos.
-Sí, claro...-
Pudo replicar.-
La chica le miró con perplejidad.
Martin no tardó en darse cuenta de su metedura de pata y se apresuró a
corregirse casi entre balbuceos.
-Quiero
decir, no, ¡no claro!…perdona…pensaba que te referías a mi sitio.
Esa muchacha entonces se sentó a su
lado, sacando su propia tablet para consultar los apuntes. Sonriéndole le dijo.
-Creía que
no llegaba. Tuve que acercar a mis hermanos al colegio.
-Yo viene a
todo correr también. Bueno, en mi monopatín.- Contestó él.-
-Tú eres el
chico del otro día.- Sonrió ella, explicándole.- Estuve con mi hermana pequeña
en una cafetería muy agradable, y ella te vio. Dijo que eras fantástico montando
en monopatín.
Martin se puso algo colorado. Para él
ir en ese cacharro era lo más normal del mundo. Pero estaba encantado de que
una chica tan guapa le alabase. Aunque ella prosiguió, desviando el tema.
-La dueña
de esa cafetería es muy simpática. Me gustó mucho el sitio. Y ella nos trató
muy bien.
-¿Ginger o
Clarissa? Inquirió él, aunque pensando con quién estuvo charlando el día anterior,
enseguida comentó.- Supongo que te refieres a Gin. Es la dueña.
-Sí, así se
llamaba.- Convino la chica, que entonces pareció apurada a su vez y le ofreció
una mano para presentarse.- Ni te he dicho mi nombre. Pensarás que soy una maleducada.
Me llamo Daphne Kensington.
-Martin
Carson. Encantado.- Respondió él estrechándosela.-
El profesor llegó en ese instante y
tuvieron que dejar la charla para después. Al terminar la clase, su horario ya
no coincidía, una lástima. De todos modos, charlaron unos minutos más. Martin le
comentó que él iba a trabajar allí.
-A mí me
gustaría también poder ganar algo de dinero. Para gastos, ya sabes.- Le contó
ella.-
-Le preguntaré
a Gin si necesita a alguien más.- Se ofreció el chico.-
-Espero
verte por allí también, además de en las clases. Ya me contarás si es un
trabajo muy duro.- Sonrió la joven.-
-No, es
fácil.- Afirmó él.- Son Clarissa y Ginger las que preparan los dulces y las
tartas. A mí me tocará únicamente servirlos y llevar algún encargo. Y quieren
abrir un local en Nature, cuando e pueda vivir en el planeta.- Le informó, o
eso creyó él.-
La muchacha asintió. Lo sabía pero
le vino bien comprobar que ese chico era sincero. Parecía de fiar. Sonriéndole
de nuevo, se despidió.
-Es majo. Me
alegro de que estemos juntos en una clase.
Aunque el que se le acercó a los
pocos instantes no era tan agradable. Atractivo sí, pero muy pagado de sí
mismo. Un tipo bastante alto, rubio y fornido, que se dirigió a ella
-Hola
Daphne, guapa..
-Hola
Sven.- Suspiró ella con resignación.-
-Te veo
preciosa esta mañana.- La piropeó el tipo aquel.-
-Gracias,
perdona, va a comenzar la clase.- Le dijo ella.-
-No tengas
prisa, la profesora suele llegar tarde.- Contestó ese individuo, que la sujetó
suavemente de un brazo, proponiéndole sin recatarse.- Es más, podríamos pasar
de esa clase, es un rollo, e irnos a pasar un rato tú y yo por ahí.
-Lo siento,
tengo que ir a clase.- Pudo replicar la chica que se sentía violenta con semejante
propuesta, que rayaba casi en el acoso.-
Afortunadamente más alumnos llegaron.
Sven la dejó ir musitando.
-En otra
ocasión, preciosa…
Unos
minutos antes, al terminar la clase anterior y despedirse Martin la vio
alejarse. Esa joven llevaba un bonito vestido blanco que le llegaba hasta las
rodillas y unos zapatos a juego de poco tacón.
-Es
preciosa. Pero bueno.- Suspiró él.- Yo ya tengo novia.
Así las cosas, se fue a su siguiente
clase. Ya le diría a esa chica. Daphne, creyó pensar que se llamaba, qué tal le
iba el trabajo cuando lo empezase claro. Al concluir la jornada eso sí, tuvo
una sorpresa, en un principio creyó que agradable. Al fin Gretchen le había
respondido. Para su desgracia, las noticias que su hasta entonces novia le dio
no fueron nada buenas. En pocas palabras, había conocido a un muchacho estupendo
y se habían enamorado. Dijo que lo sentía y que ojalá que pudiesen seguir
siendo amigos. Con visible malestar y decepción, el joven apagó esa transmisión
que había sido enviada desde la Tierra haría ya más de diez días y que
únicamente ahora le llegase.
-La muy
lagarta usó la comunicación estándar.- Se dijo molesto.- Yo no le importo mucho
que digamos. ¡Desde luego, lo mío con las mujeres es mala suerte!
Quizás es que una parte de él temía
que eso fuese a suceder. Entonces, sin saber por qué, se acordó de Maggie.
Hacía tiempo que no la veía. Después de su boda con el mayor, bueno ahora
comandante Kiros, apenas si les vio un par de veces.
-Ahora estará
de baja. A punto de ser mamá. Espero que les vaya bien a los dos.- Deseó.-
Por
su parte, ciertamente Maggie ya estaba a punto de salir de cuentas. En casa,
preparaba las cosas. Tenía el cuarto del bebé a punto. Hasta el nombre de su
pequeña Gloria figuraba ya escrito a la puerta. Ahora aquello le parecía como
un sueño.
- ¿Estaré soñando
ahora y me despertaré al lado de alguna de mis amantes? ¿O acaso ese fue el
sueño mientras me echaba la siesta esta tarde, con mi niña dentro de mí? -
Llegó incluso a meditar. – Ahora ya no sé quién soy realmente. Esa jovencita
tan llena de pasión o esta mujer sosegada y con mucho miedo y esperanza.
Realmente ¿Cuándo cambié tanto?
Y es que no dejaba de sentirse algo extraña. Y más esperando a mudarse para
vivir en esa lujosa casa. De las primeras construidas bajo la cúpula
provisional de Sagan City. Por ahora seguía en la nave. Kiros estaba atendiendo
algunos asuntos relativos a su nuevo cargo como embajador. Lo malo de aquel
gran honor era todo el trabajo y las obligaciones que llevaba aparejados.
Su esposo no paraba yendo de un sitio a otro. Incluso viajando a la
Tierra y a la Luna para verse con las autoridades de allí, y sobre todo con su
primo Doran y la princesa Seren. Y ella, en fin…¡menos mal que no era
celosa! Bueno, sí que lo era. Sin embargo, siempre se decía que podía confiar
en su marido.
-Con el
sentido del honor que tiene, aunque solamente fuera por sus votos
matrimoniales, nunca me engañaría con otra. No sé si yo podría decir lo mismo.-
Se sonrió en tanto se admitía aquello a sí misma.-
Aunque, en su opinión, lo peor de todo eso de estar de baja es que era muy
aburrido. Hubiera preferido continuar en el hospital.
- Allí
hacía algo útil. - Suspiraba en tanto ponía un poco la holo tele. -
Mientras atendía a los demás, me olvidaba un poco de mis propios asuntos.
Al menos por la estancia no podría quejarse. La legación del planeta Nuevo
Vegeta se estaba construyendo en Nature. Por el momento, en el gran apartamento
que tenían asignado en la nave, los dos estaban bien. Maggie sentía incluso algo
de apego a ese lugar. Y curiosamente nunca había sido sentimental en ese
aspecto. Estando acostumbrada desde muy joven a marchase de los sitios sin
volver la vista atrás. Sin embargo aquí, en la SSP- 2, quizás le fuera a
resultar algo más difícil. Había vivido muchas cosas, hermosas y terribles a un
tiempo.
-Y ya no me
queda apenas nada. - Pensaba con una mezcla de temor, impaciencia y alegría. –
Pronto estarás aquí…y tengo muchas ganas de abrazarte, mi pequeña Gloria.
Eso deseaba en verdad. Aunque también le asaltaban las dudas. ¿Sería ella una
buena madre? Hasta entonces ese pensamiento no le había inquietado en exceso.
Suponía que todo sería natural. Su propia madre fue buena. Al menos así lo
creía si se paraba a analizar las cosas objetivamente. Por supuesto que regañó
con ella. Su madre le había prohibido hacer algunas cosas, llamado a veces la
atención de modo muy reiterado e insistido para que se condujera por caminos
que no siempre le gustaban. Aunque ahora se daba cuenta de las razones. Lo hizo
pensando en su bienestar.
-Hija,
espero estar a la altura como madre. - Suspiró acariciándose la tripa. – Lo
único que puedo prometerte es que te querré de modo incondicional.
Casi a modo de réplica sintió una patadita. Casi le sorprendió más que dolerle.
Sonrió. Su hija había replicado al modo saiyajin. Y reflexionando sobre eso,
aquel era otro problema. Si siendo una madre normal ya tendría muchos miedos e
inseguridades, serlo de una niña que tendría sangre de guerrera no ayudaba
demasiado a calmar esos temores.
-En eso
cariño, espero que tu papá nos ayudará a las dos. - Musitó mirando hacia su
abultado vientre. -
El aludido en cuestión estaba terminando una reunión que había tenido con un
enviado de su planeta. Un guerrero saiyajin llamado Jalix. Éste le trajo
instrucciones selladas de sus soberanos y algún mensaje de índole más personal.
Tras despedirle Kiros revisó las órdenes de sus monarcas y después, un mensaje
de su propio padre, el canciller Blintz, que puso en su reproductor de holo
video.
-Saludos
hijo, espero que todo te vaya bien. Comprendo que tus nuevas responsabilidades
quizás no estén hechas a la medida de un guerrero. Pero piensa asimismo que es
un gran honor contar con la confianza de sus majestades. También quiero pedirte
que, en cuanto puedas, vengas a visitarnos en compañía de tu esposa humana y de
vuestra hija. Sé que no ha nacido aún, por ello y porque deberás todavía hacer
muchas cosas antes de poder dejar tus ocupaciones por unas semanas, aguardaré
paciente…Te envío un saludo.
La comunicación grabada concluía así. Los saiyajin no eran demasiado proclives
a la emotividad en según qué cosas. Kiros asintió despacio. También él ansiaba
retornar a su mundo con Maggie cuando su hija hubiera nacido. Quería
mostrárselo a su esposa. No ignoraba sin embargo que ella, por ser terrestre,
estará sometida a un gran escrutinio. Sobre todo, por las mujeres saiyajin. Sin
pecar de inmodestia él era uno de los guerreros más poderosos de Nuevo Vegeta.
Es más, dejando a un lado a la propia familia real, posiblemente fuera el más
fuerte junto con su primo Doran. Cualquier hembra saiyajin pelearía con fiereza
por el derecho a desposarle y ser madre de sus hijos.
-Menos mal
que, tras la coronación del rey Lornd y la reina Meioh, esas leyes tan antiguas
fueron matizadas. - Se dijo aliviado. -
Antiguamente se podría haber retado abiertamente a una mujer o un hombre por su
pareja. Esto solamente se restringía tras una ceremonia oficial de unión. E
incluso entonces, algunos y algunas mantenían deseos de arrebatar su pareja a
alguien que fuera más débil. Si su cónyuge merecía la pena. No obstante, al
poco del inicio del reinado de los actuales soberanos, se promulgó una ley
reconociendo otras formas de enlace legítimas para los saiyajin, como los
matrimonios al estilo terrestre.
-Eso la
protegerá. Siendo mi mujer acorde a las usanzas de la Tierra, estará a salvo de
cualquier pretendiente. - Suspiró aliviado. – No quisiera que tuviera que
vérselas con algunas guerreras de allí.
Entretenido en esas consideraciones terminó los asuntos que tenía pendientes y
regresó a casa. Allí, su esposa le recibió levantándose trabajosamente del
sofá.
-Tranquila.
No hace falta que te muevas. - Le pidió él acercándose enseguida para abrazarla
con cuidado. -
-Bueno,
quería hacerlo. - Sonrió ella para declarar. - Llevo ya mucho rato tumbada.
-Tiene que
ser aburrido. - Comentó él. -
-Sí que lo
es. – Admitió la joven. –
-Tampoco yo
me divierto en demasía. - Le dijo Kiros. - Estas tareas tan burocráticas son
realmente muy tediosas. Más para un saiyajin.
De la mano se sentaron en el sofá. Entonces el chico le comentó sin rodeos,
fiel a su carácter.
-Mi padre
me ha enviado un mensaje. Está deseando conocerte.
- ¿Va a
venir? - Inquirió Maggie. -
-Bueno. Más
bien espera que vayamos nosotros, cuando nazca Gloria y pase un tiempo. -
Respondió él. –
Su mujer no respondió, se quedó pensativa durante unos instantes. Hecho que él
interpretó como preocupación.
-Si no te
parece bien, les diré que vengan aquí. - Pudo añadir con algo de duda,
añadiendo. - El puesto de mi padre no le permite ausentarse demasiado, pero en
este caso, seguro que los soberanos lo entenderán.
-No, no es
eso. - Se apresuró a replicar Maggie. - Es solo que…ni siquiera sé dónde
está tu planeta. - Pudo sonreír algo apurada. –
Ahora Kiros la obsequió con una mirada más directa e inquisitiva y dijo con
mayor seriedad.
-Maggie, si
algo me gustó de ti cuando te conocí fue tu carácter. No dudabas en decir lo
que realmente estabas pensando.
Y la muchacha a su vez, le sostuvo la mirada y asintió. Añadiendo de un modo
más contundente.
-Tienes
razón. Aunque ahora mismo ya no se trata únicamente de mí. Nuestra hija también
debe contar. No creo que un viaje a un lugar tan lejano sea buena idea cuando
ella nazca. Pero tampoco deseo ofender a tu padre, ni a tus compatriotas.
-Si es por
eso, no debes temer. Puedo explicárselo. Comprenderán que quieras
reestablecerte. Saben que los humanos son más frágiles. - Respondió el chico. –
Su esposa asintió, aunque seguía
pareciendo estar inquieta. Eso como excusa podría bastar, pero no era todo lo
que le preocupaba.
-Tu hija
será también en parte de ese pueblo, no quiero negarle su herencia. – Sentenció
la enfermera. – Tiene derecho a conocerla y a elegir como vivir su vida.
-Así es,
pero no te inquietes aun por eso. Todo a su tiempo. - Contestó su esposo. – Lo
primero es vuestra seguridad y el bienestar de ambas.
Maggie se lo agradeció con una sonrisa. Kiros le pasó un brazo por los hombros
atrayéndola hacia sí. A la joven le gustaba esa sensación que experimentaba de
sentirse protegida frente a cualquier cosa. Jamás lo hubiera dicho haría tan
solo un año. Sin embargo, ese momento de relax y calma se interrumpió cuando un
agudo dolor en su vientre la hizo ahogar un grito.
- ¿Qué te
ocurre? - Preguntó una sorprendido y preocupado Kiros. -
-La niña. -
Pudo musitar ella sujetándose la tripa. –
Aquello dolía, mucho en realidad. Maggie comenzó a respirar como sabía que
debía hacerse. Entre sus estudios de enfermera y algunas clases de preparto a
las que había asistido, algunas acompañada de su esposo, no lo dudó. El momento
había llegado. Sobre todo, porque, cayéndole por la entrepierna y acumulándose
en el suelo, pudo ver un líquido acuoso.¡ Acababa de romper aguas!
-Te llevaré
rápidamente al hospital. - Sentenció Kiros más alarmado incluso que ella. –
-Todavía
tardaré. Tengo que dilatar. - Afirmó la chica. -Puedo ir sin prisas…
De hecho, siguiendo un consejo de su madre y con el que había coincidido
plenamente, ya tenía preparada una maleta con ropa y otras cosas básicas por si
acaso. Kiros entre tanto llamó a Giaal. El alíen le había dado su número
personal pidiéndole que le avisase cuando llegara el momento. De hecho, él y
Susan estaban teniendo un ardiente encuentro en la habitación cuando sonó el
teléfono.
- ¡Ah, no
respondas!, ¡no pares! - Le pedía ella mientras su novio la estaba
haciendo pasar un buen rato con aquella fusión tan íntima de sus cuerpos. -
Y Giaal no estaba tampoco muy dispuesto a sacar esa parte de su anatomía del
interior de la chica. Así estuvieron un rato más. La llamada cesó. Tras
terminar y besarse largamente, el alíen, que estaba en su forma humana, se
acercó a por su móvil.
- ¡Mira que
han sido oportunos! - Suspiraba Susan tumbada en la cama. –
-Siendo mi
teléfono personal no creo que sea nada importante. - Convino Giaal tras
recobrar asimismo la respiración. –
Por esta vez se equivocaba. Al ver la llamada y leer el breve mensaje que le
habían dejado abrió los ojos como platos y exclamó.
- ¡Pues sí
que lo es! Kiros me ha mandado un mensaje. Dice, Maggie está de parto…
- ¡Oh Dios!
- Chilló una colorada Susan levantándose como un resorte para afirmar no sin
algo de vergüenza. - Y nosotros aquí, dándole al…
Su novio no la dejó concluir la frase asintió para indicarle.
-Tenemos
que ir rápidamente. Al menos yo.
-Te
acompaño. - Se ofreció de inmediato la joven. –
Giaal enseguida devolvió la llamada, dejando un mensaje de voz.
-Lo siento,
estábamos ocupados…vamos para el hospital, lleva a Maggie, yo mismo me
encargaré de todo.
Y desde luego que corrieron. Apenas en cuarenta minutos estaban allí. Por su
parte, el embajador saiyajin había tomado un deslizador directo al hospital. Su
esposa parecía estar bien ahora. Le dolía, pero era una sensación más sostenida
y menos aguda. Incluso pudo subir ella misma al vehículo y en apenas veinte
minutos llegar. Nada más aparecer algunos compañeros enseguida vieron lo que
sucedía y fue rápidamente ingresada. Parecía estar tranquila, era su esposo
quien estaba algo más afectado por el nerviosismo.
-Los partos
de las mujeres de mi pueblo suelen ser rápidos. Aunque con las humanas no
parece que sea el caso. - Comentó a uno de los facultativos. -
La verdad, ese médico no tenía ni idea de la fisonomía saiyajin, aunque tampoco
importaba, siendo la parturienta humana. De todos modos ninguno de por allí
tenían muchas ganas de estar junto a un tipo de esos nervioso. Por suerte,
Giaal no tardó en aparecer, seguido por Susan. Él luciendo ya su bata de
médico, ella vestida con un jersey y unos cómodos pantalones largos.
- ¿Qué tal
Maggie? - Se apresuró a preguntar la joven. -
-Bien
cuando llegamos. - Repuso el guerrero del espacio. – Tuve que salir mientras la
instalaban en una habitación y la exploraban.
-Iré de
inmediato a verla. Tú quédate con Susan. - Le comentó Giaal. –
El saiyajin asintió. Estaba tranquilo viendo allí al doctor Ginga. Era el mejor
médico que conocía. Experto en decenas de especies alienígenas. Por su parte,
la teniente Hunter le miró animosa para decir.
-Todo va a
ir bien.
-Claro. -
Convino su interlocutor. –
Giaal por su parte, tras lavarse, esterilizarse y ponerse bata y mascarilla,
entró con rapidez a la sala en donde estaba la parturienta. Allí, uno de sus
colegas le recibió con expresión preocupada. Antes de que se acercase más, le
tomó en un aparte.
-Doctor
Ginga. Tenemos un problema.
- ¿Qué
sucede? - Quiso saber de inmediato el alíen. -
-La
paciente está empezando a dilatar, pero el feto parece atascado. Está oprimido
por las paredes abdominales, y no se mueve. Tendrá que acabar de girarse. -Le
contó ese facultativo.-
- ¿No
podemos intentar recolocarlo? - Preguntó el recién llegado. -
-Hemos
hecho algún intento, pero está aferrado con una fuerza tremenda. - Le explicó
su colega con gesto pleno de desconcierto, para sentenciar. - Nunca vi nada
semejante.
Los dos se sobresaltaron por el terrible grito que la afectada profirió a sus
espaldas. Una enfermera trataba de auxiliarla. Giaal corrió a aproximarse hasta
su amiga.
-Tranquila,
ya estoy aquí, debes tratar de relajarte. - Le pidió dominando su propio temor.
-
Maggie movía su cabeza a un lado y a otro, sufría algunos espasmos y crispaba
su expresión apretando los dientes, estaba soportando mucho dolor. Giaal
enseguida indicó a la parturienta.
-Tengo los
informes que me dio el anestesista cuando solicitaste la epidural. Vamos a
avisarle ya.
La agobiada chica convino en eso con un leve asentimiento de cabeza, el dolor
casi le impedía hablar.
-Avise al
anestesista, que prepare una epidural… ¡rápido! - Le ordenó el doctor Ginga a
la enfermera que atendía a su colega. -
La joven en cuestión corrió en busca del profesional requerido. Entre tanto,
Maggie aferró un antebrazo de Giaal y entre jadeos de dolor, le pidió.
-Quiero
estar consciente de todo. Tengo que empujar. ¡Que me pongan la walking!
-Tranquila.
- Asintió su concernido interlocutor. – Enseguida terminaremos…
- ¿Dónde
está Kiros? ¿Dónde está? - Quiso saber la joven que miraba al alíen con ojos
cargados de angustia. -
Su interlocutor se giró hacia el otro médico y le pidió que avisaran al esposo
de la parturienta. Luego le sonrió a la joven. Sin embargo, estaba cada vez más
preocupado. Podría incluso presentirlo. Algo iba mal, muy mal.
- ¡Por el
Sagrado Árbol!, esto se está complicando, no sé exactamente qué sucede, pero algo
no está como debería. - Pensaba con creciente sensación de alarma. –
Por
su parte, Kiros aguardaba nervioso, al oír el grito de dolor de su mujer a
punto estuvo de entrar a la zona de intervención destrozando la puerta. Solamente
Susan pudo contenerle afirmando.
-No te
preocupes. Es normal. Las mujeres humanas gritamos así en el parto.
-¿Has
tenido alguno?- Inquirió el saiyajin mirándola con interés.-
-No.- Tuvo
que admitir ella, aunque enseguida alegó sonriendo algo azorada.- Pero eso es
bien sabido. Al menos, eso me contó mi madre que hacía cuando me tuvo a mí, que
fui la primera.
-Mientras
sea lo normal para vosotras.- Resopló él tratando de calmarse.-
No
obstante, cuando un facultativo salió de esa sala y le llamó, el chico corrió
hacia allí.
-Su esposa
le requiere, pero primero, lávese y esterilícese. - Le indicó aquel
profesional. –
-Todo irá
bien. Ya lo verás. Enseguida habrá acabado. - Afirmó animosamente Susan en
tanto el saiyajin se dirigía a aquella sala de urgencias. -
Aunque Kiros apenas si la oyó, iba concentrado solamente en estar junto a su
esposa. Además, algo en él le decía que las cosas no iban precisamente bien. Y
justo antes de entrar, otro grito de Maggie hizo que un escalofrío recorriera
su espalda. Si eso era común entre las terrestres debía admitir que eran mucho
más fuertes de lo que nadie de su pueblo podría haber imaginado.
-Cada vez
me sorprende más esta especie humana.- Se dijo.- No son tan frágiles como
creemos los saiyajin. Desde luego, Maggie es muy fuerte para poder soportar
este tipo de parto.
Giaal aprovechó la llegada del joven para celebrar una
rápida conferencia con otros dos facultativos. Habían hecho una resonancia a la
paciente y las cosas no pintaban bien.
-¿Qué
hacemos, doctor Ginga?- Quiso saber uno de ellos.-
-Déjenme
a mí.- Les pidió el alien.-
Sus colegas se vieron más que
aliviados con esa petición. Empero, no se marcharon muy lejos, se ocuparon de
ir preparando el instrumental que pudieran precisar. Maggie respiraba furiosamente,
intentando soportar ese lacerante dolor que daba la impresión de ir a
destrozarle las entrañas. Mil cosas pasaron por su mente en un instante. Su
niñez, sus primeras novias. La imagen de Gloria, la de Kerria, algunos momentos
con Mei Ling, luego su primera vez con Kiros…
-No
te fallaré, cariño.- Pudo musitar entre dientes.- A ninguno de los dos…
Pero su esposo no llegaba. Ella
empezó a gritar su nombre. Fue Giaal quien le ofreció una mano que ella sujetó
con fuerza y desesperación. Quizás presintiendo que aquello iba a exigir de ella
el último de los sacrificios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, si sois tan amables y no os es molestia, comentar vuestras impresiones sobre lo que habéis leído. Me vendría muy bien para mejorar y conocer vuestras opiniones sobre mis historias. Muchas gracias. ;)