viernes, 3 de marzo de 2017

GWTN 04 Feliz consternación


Maggie había sentido como si le estuvieran desgarrando las entrañas. Posiblemente el bebé estuviera atrapado, pugnando por salir. Incluso con su vida en juego. Tras proferir otro terrible alarido de dolor aferró con fuerza una mano de Giaal. Tanta que las uñas de la joven se clavaron en la carne de él haciéndole sangrar. Sin embargo, el doctor Ginga ni se percató de eso, petrificado como estaba por el espanto al ver a esa chica así.



- ¡No!, ¡no dejes que nada malo le pase a mi Gloria!  - Jadeaba entrecortadamente la parturienta, para insistir con la desesperación reflejada en su mirada. - No importa lo que me pase a mí…¡Salva a mi hija!

-Cálmate, todo saldrá bien. Ya lo verás. - Repuso el impresionado Giaal, aunque sonando cada vez menos convencido. –



            La chica le soltó finalmente y él pudo regenerar las heridas de la mano sin dificultad, gracias a su aura curativa. Por desgracia, ayudar a Maggie no era tan sencillo. En ese momento entró Kiros. Sin perder ni un segundo se aproximó a su esposa dándole la mano.



-Ya estoy aquí, todo va a ir bien. - Se apresuró a decir él sentenciando. - ¡Eres muy valiente!, igual que una saiyajin.



            Aquel comentario arrancó una leve sonrisa en Maggie, aunque la joven enseguida contrajo su rictus por el dolor. Por fortuna el anestesista llegó enseguida, dispuesto a poner la inyección. 



-Vaya con mucho cuidado. - Le pidió Kiros. -



            Aquel tipo asintió, reconoció al embajador de los saiyajin y desde luego, no iba a ser él, quien le contrariase en un asunto tan delicado. Sin embargo, Maggie se retorcía por el dolor y debía estar quieta para poder pincharla en el lugar apropiado.



-Así no podré hacer nada. - Suspiró el anestesista que infructuosamente había tratado de ponerle la inyección. -



            Giaal intervino entonces, haciendo que sus ojos se encontraran con los de la parturienta.



-Mírame fijamente y olvida todo lo demás. - Le dijo con tono hipnótico. – No sientes nada, estás bien y tranquila, relájate….



            Poco a poco la interpelada fue dejándose envolver por esa voz y quedándose en reposo. Por fortuna, el anestesista tuvo tiempo de hacer su trabajo. Al fin, tras unos agónicos minutos pareció que el efecto del calmante se dejaba notar. Maggie lucía ahora un rostro menos crispado por el dolor, aunque sus ojos estaban cargados de angustia. Apenas sí pudo ser capaz de susurrarle a su marido.



-Ocúpate de nuestra hija…

-No digas eso, nos ocuparemos los dos. - Replicó él, francamente alarmado por cómo la veía. -



            Giaal seguía examinando a su paciente y lo que encontraba no le gustaba nada. Si el bebé no se desatascaba tendrían que practicar una cesárea.



-Eso no es nada bueno.- Temía el alien.-



Y es que se sabía de memoria algunas de las posibles complicaciones de aquello.



-Son daño a los órganos, complicaciones con la anestesia, hemorragia, infección y tromboembolismo.- Recitó en su mente.-



 Y por si fuera poco, estando en esa posición tan complicada le harían una auténtica carnicería a Maggie. Es más, dudaba que ella pudiera sobrevivir a eso. Aquel era un terrible dilema, aunque al mirar a la muchacha a los ojos y encontrarse con los suyos, ella pareció adivinarle el pensamiento y asintió. Giaal no dudó ni un segundo. Aprovechando que una enfermera vino a atender a la parturienta le hizo una seña a Kiros. El saiyajin se aproximó a él y una vez al margen de la paciente, el alíen le comentó con pesar.



-Tal y como están las cosas solo hay una solución. Es terrible, pero si no actuamos ya, tanto Maggie como Gloria podrían morir.

- ¿Qué es lo que hay que hacer? - Quiso saber el angustiado Kiros. -

-Una cesárea y con mucha urgencia. - Le adelantó Giaal. -

-Adelante entonces, no pierdas ni un segundo. - Convino su interlocutor. –



            El facultativo dejó pasar unos instantes sin replicar nada, estaba tratando de elegir las palabras, pero tratándose de su contertulio no cabía suavizar las cosas. De modo que le desveló.



-Hay muchísimas posibilidades de que Maggie muera si hago eso.

- ¿Qué? - Pudo exclamar Kiros, aunque tratando de controlar su tono al instante. - No estarás hablando en serio. ¿Verdad?



            El alíen bajó la cabeza con gesto apesadumbrado. El saiyajin no podía creerlo. Aquel acontecimiento, el más feliz de su vida, se había transformado en una horrible pesadilla. Deseaba que su hija naciera sana y salva, pero no quería perder a su esposa.



-Tienes que salvarlas, ¡a las dos! – Le instó a su contertulio. -

-Haré todo cuanto pueda, ya lo sabes. - Replicó Giaal tratando de mantener la calma en tanto hacía un gesto con la cabeza en dirección a Maggie y agregaba en voz baja a su ahora frenético amigo. - No dejes que ella te vea en este estado.



            Kiros asintió, era un saiyajin y tenía que comportarse como tal. Le avergonzaba además ver que su esposa estaba mucho más serena de ánimo que él. Así se lo demostró ella cuando el guerrero retornó rápidamente a su lado.



- No importa lo que me suceda. Gloria tiene que nacer. – Musitó la parturienta con la frente perlada de sudor frío. -Es…es…la única forma que tengo…de compensar lo que hice…

-No hiciste nada. Eso no fue culpa tuya. - Le dijo Kiros con toda la amabilidad y tono de rotundidad que pudo lograr. – No debes dejarte convencer por lo que te dijo esa tal Erika. Solo estaba amargada…

-Tenía razón…al menos en una cosa. - Suspiró Maggie que volvía a sentir dolor. -   Voy a sufrir pensando en Gloria…aunque precisamente por eso…la quiero…

-Cálmate. Reserva fuerzas. No te dejaré sola. - Le aseguró Kiros quien entonces recordó llamando a voces al doctor Ginga. - ¡Alubias! Necesito unas alubias… ¡Giaal!



            El aludido se acercó a él, tras haber estado dando instrucciones a su equipo. Cuando el saiyajin le comentó aquella ocurrencia el alíen suspiró con consternada resignación.



-Se han terminado. Todavía no han germinado las que tengo plantadas.

-Acabé las mías en los entrenamientos. ¡Maldita sea! - Espetó el frustrado saiyajin inculpándose con amargura. – ¡Soy un estúpido, debí haber guardado alguna!



            Entonces recordó. Hace poco tiempo estuvo con Tracer y le dio un par de ellas. Su colega en el ejército terrestre siempre había bromeado comentado que, con una de esas, podría estar pasándolo bien con su novia durante toda la semana. Entonces Kiros tenía de sobra y, divertido, le dio dos. Ahora rezaba suplicando porque Tracer no las hubiera usado en alguna tontería…tendría que llamarle. Apartándose un poco sacó su teléfono y llamó a su compañero. Pero éste no respondía.



- ¡Maldita sea! - Exclamó el saiyajin. - Está fuera de cobertura o apagado…



            No tardó en salir un momento y al ver a Susan le pidió con desesperación.



-¡Encuentra como sea a Tracer!…la vida de mi mujer está en peligro.



           Al ver esa expresión en el rostro de Kiros, la atónita joven solamente pudo asentir saliendo a toda prisa en busca de su superior. Y es que el mayor Jensen estaba retornando de una patrulla cotidiana junto a un par de pilotos. En su caza hablaba con la torre de control de la nave.



-Líder Granate uno, sin novedad. - Informaba. - Volvemos a casa.

-Recibido Líder Granate uno. - Replicaron. –

-Aquí Azul líder uno. - Añadió Mullins que le acompañaba. – Volvemos a la base junto al Líder Granate uno.

-Muy bien. - Convino el control. -



            Cerraron comunicación con la torre. Rick comentó entonces a sus acompañantes.



-Gracias por salir a daros una vuelta conmigo. Me veía muy aburrido aquí. Últimamente no pasa nada.

-Mejor. - Sentenció lacónicamente Mullins, como era su costumbre. –

-Es un placer, señor. - Añadió el teniente Marcus, que les acompañaba. - Nosotros también nos aburríamos.

-Sí, Enset tuvo un detalle al permitir que dos escuadrillas distintas pudieran patrullar juntas. - Afirmó Tracer quien quiso saber. - Bueno y ahora ¿Qué haréis?

-Tenemos permiso. - Le respondió Mullins. –

-Así es. – Agregó Marcus. - Lo pasaremos en la Tierra. Con un poco de suerte hasta nos destinarán allí en breve.

-¡Vaya, lo que me faltaba! - Suspiró Tracer, añadiendo con su humor habitual, aunque teñido en parte de pesar. - Quedarme sin amigos.

-No se preocupe por eso. Usted tiene muchos amigos, señor. - Se rio Marcus. – Eso no le faltará.

-Y una novia muy hermosa. - Declaró Mullins. -

- ¡Oye Tim! – Fingió enfadarse Tracer. - Que Marcus te está oyendo. Y que yo sepa, a ti las mujeres…

-Ella es muy guapa. - Intervino el teniente Lagger , alegando. - Eso es algo que se puede reconocer. Los gais no tenemos por qué dejar de admirar la belleza femenina. Y, además, la doctora Winters es muy inteligente y valerosa.

-Sí, no os hacéis idea de cuánto.  - Afirmó Rick, ahora con orgullo, permitiéndose remachar con su sorna habitual. – Soportó unos días en casa de mis padres.



            Sus compañeros no replicaron a eso, aunque cada uno movió la cabeza en sus respectivas carlingas. Su amigo era incorregible. Al fin, sin más comentarios fueron aterrizando. Nada más bajar de su avión Tracer fue requerido de inmediato en el puesto de mando. El joven acudió enseguida y tras saludar al comandante Enset, éste le informó sin preámbulos.



-El embajador Derail ha llamado. Le necesita urgentemente. Me ha pedido que le diga que debe ponerse enseguida en contacto con él.

-A la orden. - Saludó el chico queriendo saber. - ¿No le ha dicho por qué?

-Está en un apuro. Creo que su esposa está dando a luz y necesitaba algo de usted. Pero no me quiso decir más. - Sentenció el comandante. –

-En ese caso, con su permiso, encenderé el teléfono Suelo apagarlo cuando voy de patrulla. - Repuso el joven. -



            Enset le permitió retirarse y Tracer enseguida pudo encender su móvil y escuchar el angustiado mensaje de Kiros.



- ¡Maggie se muere, necesito una alubia! ¡Por favor!, espero que guardes alguna de las que te di. Ven rápido.



             Tras recobrarse de la impresión que le produjo aquella noticia y sin perder ni un segundo Rick corrió hacia la zona de deslizadores. Ante las sorprendidas miradas de los allí presentes, incluidos Mullins y Marcus, apartó a cualquiera que estuviera en medio al grito de…



- ¡Lo siento, tengo mucha prisa, es una urgencia!



De este modo abordó el que primero llegaba. Por fortuna le iba a dejar cerca de su casa. Al poco, la teniente Hunter llegó allí. No vio al mayor Jensen, pero sí al mayor Mullins y al teniente Marcus. Tras saludar les preguntó no sin desasosiego.



-Por favor, han visto al mayor Jensen. Es muy urgente.

-Recibió un aviso para ir al despacho del comandante y salió a todo correr. - Le contó Marcus. -

-Entonces ya lo sabe, ¡Dios mío! - Suspiró Susan. -

- ¿Qué sucede, teniente? - Inquirió Mullins con expresión entre curiosa y preocupada. -



            Susan puso al corriente a sus dos interlocutores de lo poco que sabía. Al parecer la salud de la esposa del embajador saiyajin estaba en grave riesgo. Eso bastó para inquietar seriamente a los pilotos.



-Si podemos hacer algo, díganoslo. - Se ofreció Tim remarcando. - ¡Cualquier cosa!

-Gracias, - repuso ella para puntualizar. - Solo era avisar al mayor Jensen, pero si ya está al corriente, nada más se puede hacer, al menos que yo sepa.

-Esperemos que la esposa del embajador saiyajin se recupere. - Deseó Marcus a su vez. -



Los dos eran muy conscientes de lo que podría suceder si ese tipo se enfadaba y perdía el control. Pero también le tenían aprecio, su concurso resultó fundamental para vencer a sus enemigos y minimizar las bajas entre los humanos. Sobre todo, porque salvó a la misma SSP-2 de ser destruida.



-Le deseamos lo mejor al comandante Kiros y a su esposa e hija.- Remachó sinceramente Mullins, sentenciando.- ¡Ojalá pudiéramos ayudarles!



Susan asintió, despidiéndose de sus compañeros. Quiso retornar al hospital, pero a su vez fue convocada por el comandante Enset a su despacho.



-A la orden, señor. - Saludó ella al entrar. -

-Cierre la puerta, teniente. - Le pidió el oficial quien enseguida se interesó. - ¿Qué sucede?



            Susan le refirió lo poco que sabía, Enset asintió.



-Ojalá que todo salga bien. Desgraciadamente nada podemos hacer sobre eso. Debemos centrarnos en otro asunto. Y tiene que ver con usted. Precisamente quería verla…

-¿Qué ocurre, señor?- Preguntó la extrañada joven.-

- Siéntese y escuche…-Le pidió más que ordenárselo su superior.-



La aludida obedeció, tomando asiento en un sillón que se enfrentaba al de su contertulio. Su superior entonces se dispuso a darle instrucciones.



-Deberá usted salir de inmediato…-Comenzó a explicar Enset. –



Por su lado, y en tanto recorría la distancia que le separaba de su casa en ese deslizador, tratando de ganar más tiempo aún, Tracer llamó a Penélope. Por suerte la joven atendió enseguida la llamada.



- ¿Si? Rick… ¿Qué tal? ¿Ya volviste de patrulla?



Y es que era uno de esos raros días en los que libraba. Su novio desde luego no se anduvo con explicaciones y le soltó de improviso.



-Necesito que vayas a mi casa y busques en un cajón de mi mesita de noche. Tengo allí una alubia. De las que Kiros me dio. La necesito con urgencia. Es para Maggie. ¡Corre!...

-Pero…- Pudo contestar apenas ella. -

- ¡Rápido! Su vida está en juego. - Sentenció él. -



            Penélope asintió al auricular como si su novio pudiera verla, de inmediato repuso con la misma celeridad.



-Está bien, voy para allá.



            Colgó el teléfono y se apresuró a acudir. Por fortuna vivía a unas pocas manzanas de distancia. Llegaría algo antes que Rick. En cuanto pudo usó la clave que su pareja le había dado para cuando quisiera ir a verle a la casa. Entró y buscó en dónde él le dijo. En efecto, guardadas en un pequeño frasco de cristal había dos de esas alubias. Tomó el frasquito y salió a la calle. Justo al poco, el deslizador con su novio llegada. Tracer saltó literalmente de él, tras gritar un “disculpen” a la gente y a varias personas que le dedicaron una desaprobatoria mirada y epítetos poco amables, cuando casi las arrolló para bajar.



- ¿Las tienes? - Fue lo que preguntó al ver a su novia allí, y tras recibir el asentimiento de ella, el joven la arengó - ¡Al hospital! ¡Vamos!



            Corrieron todo lo deprisa que les era posible. Entre tanto Giaal no había tenido más opción que comenzar con la operación, tras sedar aún más a Maggie.



-Mantente junto a ella. - Le pidió a Kiros entre susurros. -



            El joven asintió. Se quedó junto a su esposa que ahora no sentía dolor. Sin embargo, perdía mucha sangre y entre eso y la anestesia se le fue la consciencia.



- ¡Maggie! - Chilló Kiros lleno de desesperación. -

-Está sin sentido, es lo mejor que le podría pasar. La entubaremos y le pondremos una transfusión de glóbulos rojos concentrados. - Indicó Giaal a su equipo, instándoles a moverse con rapidez. - ¡Vamos! Está en una situación crítica…



            Así era, la muchacha no podía enterarse de nada de lo que sucedía. Ahora estaba viajando a otro lugar muy diferente. Apenas se dio cuenta de lo que ocurría, tras un tiempo que no supo precisar recobró algo de lucidez.



-No veo nada, no sé dónde estoy…



Se sentía aturdida, pero no tenía ningún dolor. Tampoco rastro de su embarazo. Se tocaba el vientre pero ya no lo tenía abultado.



-¡Mi hija!- Se dijo con una mezcla de sorpresa y temor.- ¿Dónde está?..



Quiso aguzar la vista entre aquella oscuridad que, no obstante se fue aclarando con una creciente luz. Poco a poco fue distinguiendo algo, estaba en medio de un espacio iluminado por un tono cenital.  A lo lejos distinguía un punto de gran claridad. Entonces pudo fijarse en ella misma, vestía únicamente una túnica de color gris oscuro.



-¿Qué es esto?- Se preguntó perpleja.-



No obstante, no tuvo mucho tiempo para pensar en ese extraño atuendo. En cuestión de segundos pudo ver como a sus pies brotaban infinidad de plantas y árboles. Sorprendida miró en derredor…cuando quiso moverse apartó una rama que crujió. Maggie escuchó un grito de dolor.



- ¿Qué es esto? - Se dijo entre anonadada y algo asustada. -

- ¡No nos rompas! - le pidieron unas voces que surgían de todas partes. - Somos aquellos que nos volvimos violentos contra nosotros mismos. Ahora estamos condenados a permanecer aquí como arbustos…



            Un escalofrío recorrió la espalda de la joven. No supo que responder a eso. Entonces escuchó el susurro de una voz que sí pudo reconocer.



-Maggie… Lucha por ella. Lucha…también por ti.



            Mirando a su alrededor con los ojos llenos de lágrimas, la chica al fin pudo decir.



- ¡Gloria! ¿Eres tú?...





            Con la vista al frente pudo ver una maraña de ramas y árboles y tras ellas, el rostro familiar de la que fuera su primer amor… su cara estaba marcada por la tristeza y el dolor y esos ojos azules y hermosos de antaño suyos estaban enrojecidos por el llanto. Aun así, con voz temblorosa, su ex profesora y amante, le contestó.



-No debes acabar como yo. No tuve valor para superar lo que me sucedió…pero tú debes vivir para criar a tu hija.

- ¡Gloria! ¿Qué haces en este sitio tan terrible? - Quiso saber la angustiada Maggie. -

-Es el lugar reservado en el Infierno para los suicidas. - Le contestó. –

- ¡Eso no es justo! - Protestó la enfermera. - Todo fue por culpa mía. Tu hermana tenía razón. No quiero que pagues por algo así. No te mereces estar aquí.

-No.- Negó Gloria, aseverando con pesar, pero al mismo tiempo rotundidad en su tono. – Sí que lo merezco. Fui yo quien se quitó la vida. Pude haber ido a buscarte cuando terminó mi condena, pero estaba hundida, avergonzada y acobardada. Tenía que cuidar de mi madre y de mi hermana. - Sollozó ahora. - ¡Lo pensé, te juro que lo hice! Te quería. Pero no te encontré y desistí…encerrándome en mí misma y dejando que todo se desplomase.

-Mis padres decidieron mudarse a otro Estado. - Le explicó la impactada joven a su vez. – Quise saber de ti, pero fue imposible…

-Yo pude haber vivido. - Se lamentó Gloria entonces. - De no haberlo hecho contigo, posiblemente había otra persona destinada para mí. Quizás hubiera fundado una familia. Puede ser que incluso hubiera tenido hijos. Sin embargo, en vez de eso, elegí matarme…



Escuchando horrorizada, Maggie quiso entonces correr hacia su antiguo amor. Una loca idea le cruzó por la mente, la sacaría de ese laberinto de ramajes, ¡la llevaría de vuelta con ella! Podrían ser felices. Sin embargo, se detuvo. Como si pudiera leerle el pensamiento, fue Gloria la que declaró con resignada tristeza.



-Eso no es posible ya. Tienes otra vida, un destino que te aguarda. Yo no formo parte de él, pero tu hija sí. Quiérela, cuídala y eso me confortará, incluso en este terrible lugar.

- ¡Gloria! Nunca dejé de amarte. Nunca dejaré de hacerlo. - Confesó Maggie con un grito lleno de dolor en tanto sollozaba. – Siempre te querré, ¡lucha!, intenta salir de aquí…



            Vio entonces una altísima figura envuelta en una especie de túnica negra, su rostro no era visible salvo por unos ojos que brillaban encendidos como ascuas. Eso la paralizó de pavor. Oyó voces otra vez, pero no provenían de su expareja ni de aquel sórdido bosque. Ni siquiera de aquella terrible visión. Eran de hombre y las reconoció de inmediato



-Kiros.- Musitó.- Estoy aquí…



            Sin embargo, no podía responder, era como si se fuera alejando del sonido de la voz de su esposo, sumiéndose en un total silencio y oscuridad.



- ¡Vamos cariño! - Aullaba el saiyajin. - ¡No me puedes dejar así! No puedes abandonarnos a mí y a nuestra hija… ¡Vamos!



            Tuvo que ser el propio Giaal quien sujetase a Kiros cuando todos los esfuerzos por reanimar a Maggie fracasaron. Al final, tras una complicadísima operación, fueron capaces de sacar al bebé. Se trataba de una niña en efecto y lucía esa colita peluda característica de los saiyajin que se había enroscado en el cordón umbilical. Lloró enseguida en cuanto la sacaron y le azotaron el trasero. Poseía un hirsuto pelo negro como el azabache y unos grandes ojos violetas. Pero su nacimiento fue demasiado costoso. El doctor Ginga y sus colegas tuvieron literalmente que abrir el vientre de la paciente y apartar algunos órganos para desliar esa madeja mortal que atrapaba al bebé. Después, pese a sus solícitos intentos por introducir las entrañas y suturar las heridas con todo el control y cuidado que pudieron, la parturienta había perdido demasiada sangre ya. Al menos eso creyeron cuando todos los medidores de signos vitales cayeron a cero y una línea plana se dibujó en el electrocardiograma. Un desesperado Kiros trató incluso de imbuir energía al cuerpo de su esposa sin lograr nada.



- Lo siento muchísimo, amigo mío. Pero nada podemos hacer por Maggie ya. ¡Ahora tienes que ocuparte de tu hija! - Le insistía un consternado Giaal que pese a intentarlo con denuedo, no tenía fuerzas para moverle de allí. –



            La llamada del exterior, advirtiéndole que el mayor Jensen y la doctora Winters aguardaban fuera hizo entonces reaccionar al saiyajin. Kiros salió de allí en un estado casi febril, apenas tiró de la puerta la arrancó literalmente del marco. El equipo médico se miró atónito y también atemorizado. El propio Giaal salió tras ese descontrolado individuo.



- ¿Las tienes? ¿Las has traído? - Exclamó un frenético Kiros por todo saludo. -



            Ni Rick, ni Penélope, podrían olvidar nunca el rostro desencajado del embajador saiyajin. El impresionado mayor Jensen se limitó a darle el bote. Eso hizo aflorar una leve sonrisa en las crispadas facciones del guerrero, cuya tez estaba más pálida de lo normal. Sin mediar más palabra se dio la vuelta y entró al quirófano. Tras él había salido Giaal, con una expresión consternada y llena de temor. Al verle Tracer pudo preguntar con prevención….



- ¿Maggie?...



            No obstante, tanto él como Penélope se quedaron impactados al ver al doctor Ginga bajar la mirada y mover la cabeza, al instante el alíen retornó al quirófano siguiendo a Kiros. Al poco escucharon un grito desgarrador del saiyajin y un estruendo tremendo que agrietó una pared cercana.



- ¡Dios mío! – Musitó una horrorizada Penélope. -

-Tenemos que ir a ayudarle. - Dijo Tracer. -



            Ambos corrieron hacia allí, en tanto un grupo de médicos y enfermeras salía en dirección contraria lo más rápidamente que podían. Y es que, al llevarse las alubias, el joven guerrero del espacio intentó reanimar a su esposa. Kiros, casi en estado de shock, repetía una y otra vez.



-Toma, cómete una alubia. Te repondrás…¡te repondrás enseguida!…



            Pero era solo una promesa vana, ella no se movía, ni respiraba. Mucho menos era capaz de poder ingerir nada ya. Ajeno a eso Kiros no cesaba de repetírselo. Nadie se atrevía a acercarse para tratar de hacerle razonar. Era imposible. Al fin fue Giaal quien tuvo el valor de aproximarse a él.



-Basta, déjalo Kiros, es inútil…

-¡Noo! – gritó éste enloquecido, empujando al doctor.-



            Giaal se empotró contra una de las paredes casi destrozándola por el impacto, el resto del grupo médico salió a toda prisa de allí. A los pocos segundos Tracer y Penélope aparecieron por la puerta. Ambos quedaron sobrepasados por la terrible escena. Giaal estaba tratando de salir de aquel boquete en el que estaba incrustado. Kiros solamente gemía y aullaba abrazando el cuerpo de su mujer. Y la niña lloraba a pleno pulmón, olvidada por todos, en una cuna. Por un instante aquella estampa pareció quedar congelada en el tiempo. Al fin, fue Penélope quien, con tono suave, pese a sus propias lágrimas, se atrevió a decirle a Kiros.



- ¡Déjala marchar! No puedes hacer nada más por ella. Pero tienes una hija. No la dejes sola. Maggie hubiera querido que te ocupases de la niña, ahora más que nunca.



            Kiros no pareció escucharla, fue al cabo de unos instantes cuando dejó con cuidado el cuerpo de Maggie sobre la camilla de operaciones y deambuló por la sala como si estuviera en trance. La doctora Winters tomó entonces a la niña en sus brazos, tratando infructuosamente de calmarla. Sin embargo, la cría lloraba con fuerza.



-Es una saiyajin…- Susurró al fin su destrozado padre. - Es fuerte, muy fuerte, puedo sentirlo…





            Penélope se la entregó y Kiros sostuvo a su pequeña mirándola durante unos momentos, aunque sin reflejar ninguna emoción. Entonces la devolvió a los brazos de la consternada doctora y se alejó de allí con pasos lentos y casi tambaleantes. Entre tanto Tracer, que había ayudado a salir de la pared a Giaal, le susurró a su novia.



-Ocúpate de la niña, nosotros vamos con él.



            Y es que tanto Rick como Giaal temían la reacción del guerrero. Kiros era ahora como una bomba de relojería. Acababa de perder a la persona a la que más amaba. Si le daba por reaccionar con furia y emitir energía para liberar su dolor podría ser capaz de destruir la nave entera. Así pues, ambos salieron tras él, aunque sin atreverse a abordarle por no desatar su más que posible ira contenida. Por su parte, Penélope acunaba a la pequeña que seguía llorando, incluso con más fuerza.



-¡Chis, calma preciosa! - Musitaba la doctora, tratando a su vez de mantenerse serena. – Duérmete.



            Se dio cuenta no obstante que, al aproximarse al cuerpo de la fallecida madre, esa niña parecía agitarse hacia ella. Daba la impresión de desear alcanzarla a toda costa. Asombrada por aquello y reaccionando casi como si eso fuera lo que debía hacer, Penélope bajó al bebé hasta ponerla sobre el pecho de Maggie. La doctora Winters sollozaba al ver aquella estampa. Era conmovedor y muy triste. La pequeña Gloria parecía querer abrazarse a su madre muerta con sus bracitos. Entonces sucedió algo, un hecho que hizo que Penélope abriera la boca exclamando completamente alucinada.



- Pero ¡qué!



            Un destello de energía entre blanca y dorada emanó del cuerpo de la cría cegándola…

Sin poder dominarse la doctora Winters salió a todo correr en busca de su novio y del doctor Ginga.



- ¡Venid aquí! - Chillaba como una posesa. - ¡Venid a ver esto!…



            El mismo Kiros se detuvo a la puerta de la entrada del hospital. Se sentía totalmente vacío, aquella terrible sensación era infinitamente peor a la de haber sido golpeado o derrotado o incluso humillado. Ni siquiera el recuerdo de la afrenta sufrida ante aquel Hurrels, del que tomó luego cumplida venganza, se podía asemejar.



-Es como si me hubieran arrancado el corazón, ¡el alma! De un golpe.- Pensaba totalmente hundido.- No tengo ganas ni de respirar…



Empero, todo el mundo se apartaba de su camino nada más verle. Temerosos de su posible reacción. Sin embargo, ahora estaba clavado en el sitio, con gesto atónito, sintiendo esa tremenda energía. Así le vieron Tracer y Giaal.



- ¡Gloria! - Musitó el saiyajin. - Mi hija...



            Se giró de inmediato volviendo sobre sus pasos. Sus amigos no hicieron más que seguirle al interior. La propia Penélope se reunió con ellos, con el gesto descompuesto y respirando agitadamente.



- ¡Es la niña! …- Pudo decir la doctora. - Ella…



            No tuvo que añadir más, Kiros pasó por su lado y asintió. Luego se dirigió hacia el interior del quirófano. Allí, al entrar, volvió a quedarse clavado en el sitio, esta vez petrificado por el asombro e incluso en un principio, el temor más reverencial. Idénticos sentimientos experimentaron los demás cuando accedieron a esa sala tras de él.



- ¡Por el Sagrado Makaiju! ¡Esto es imposible! - Pudo exclamar un anonadado Giaal. -





            Tracer y Penélope cruzaron miradas de estupor a su vez. Lo estaban viendo con sus propios ojos y aun así no lo creían. Ni Kiros mismo se atrevía a acercarse. Y es que allí, en pie, mirándoles a todos con expresión serena y acunando a su bebé, estaba Maggie….



- ¡Santo Dios!- Pudo susurrar Rick con los ojos abiertos de par en par.-



            Ajena a todo eso, Susan salía del despacho del comandante Enset. Las palabras de su superior y la conversación que mantuvo con él todavía resonaban en su mente.



-Debe usted encargarse de ello, teniente. Usted es la oficial en quien más confío. En cuanto pueda, salga al mando de las Fighter Ladies.

-Pero señor. ¿Por qué solo hemos de ir mujeres? - Quiso saber. -

-No puedo darle esa información todavía. - Replicó el comandante añadiendo, eso sí, con tono de premura. - Pero deben salir lo antes que puedan, reúna a su grupo sin tardanza.

-A sus órdenes - se cuadró Susan saludando. -



            Después, tras salir del despacho de Enset, enseguida llamó a Olivia para que ésta avisara a su vez a los otros dos miembros de su pequeña escuadrilla.



-Órdenes del comandante, prepárense para el despegue en media hora. Les indicaré el rumbo cuando salgamos, prioridad alfa. - Le comunicó a la mejicana. –

-A la orden, señora. - Replicó ésta. -



Mientras, en el quirófano, Giaal se fue acercando despacio hacia la mujer que había creído muerta, como si temiera que, al apresurarse a recortar la distancia que les separaba, esa especie de encantamiento se rompiera. Al fin se atrevió a susurrarle.



-Maggie. ¿Estás bien?



            Sin embargo, la interpelada no contestaba. Solamente se limitaba a cunar a su bebé. Al poco alzó la vista contemplando a sus anonadados observadores.



-Cariño. - Intervino Kiros al fin con toda la delicadeza y prevención de la que fue capaz. - Ha sido Gloria, ¿verdad? Ella te ha traído de vuelta.

-Sí. - Musitó finalmente la interpelada. – Ella y el Mensajero.

- ¿Quién? - Inquirió un atónito Tracer. -



Giaal estaba estupefacto. Él había oído ese nombre antes, pero su memoria no cooperaba. Entonces recordó…



- ¿El Mensajero dices? - Inquirió a la joven “resucitada”- ¿Qué te dijo él?

-No recuerdo nada más. - Fue capaz de contestar Maggie. – Una figura, rodeada de luz. Algunas palabras… regresa, tu hija te necesita. Ella me ha pedido que te lleve de vuelta. Tu historia no ha terminado de escribirse aún. Eso es todo lo que puedo recordar. - Remachó entre agotada y confusa. -



            Con rapidez Penélope se hizo cargo de sostener a la niña. Maggie daba la impresión de estar próxima a derrumbarse, pero esta vez Kiros fue rápido. Adelantándose la sujetó y le dio una alubia.



-Cómetela y estarás como nueva. Ahora no fallará. - Le aseguró, esta vez con claros visos de hacer ese deseo realidad. -



            Al fin, su esposa pudo hacer lo que le había pedido. Maggie masticó aquella judía y efectivamente, enseguida se notó recobrada.



- ¿Qué ha pasado? - Quiso saber Penélope dirigiéndose a Giaal. -

-No tengo ni idea. Esto sobrepasa todo cuanto sé. - Admitió éste, agregando. -Lo único que podría compararse con lo que ha sucedido aquí son las cosas que hacen los propios dioses. Y creo que ni aun ellos hubieran sido capaces del algo así.



            Giaal creyó recordar que uno de esos dioses, un tal Redan, , que era el más serio y benigno de todos, le comentó que el traer a alguien de vuelta a la vida estaba más allá incluso de sus enormes poderes. El extraterrestre no pudo evitar estremecerse al intentar imaginar quién pudiera estar detrás de esto.



-Quizás Mazoui, o el padre de Alan, Tom, lo sepan.- Especuló en su mente.-

-Yo no sé qué ha sucedido. ¡Y no me importa! - Pudo decir un emocionado Kiros abrazando a su esposa que recobró poco después a la pequeña Gloria de manos de Penélope. - Solo sé que mi mujer está aquí. Que no me la han arrebatado. Es un gran día. Ahora nuestra hija está con nosotros. ¡Tenemos que celebrarlo! Y daré gracias y adoraré a cualquier dios que haya obrado este prodigio.

-Sí, tendremos que celebrar no uno, sino dos nacimientos por lo que hemos visto. - Afirmó perspicazmente Tracer. –



            Desde luego, el joven lo dijo sin ningún tinte de broma. Nada más lejos de su intención en ese momento. Más bien sonó entre asombrado e intimidado.



-Es verdad. - Convino Giaal, añadiendo. - Llamaré a Susan y le contaré lo sucedido. Pero creo que antes tanto Maggie, como la niña y tú, Kiros, deberíais descansar.

-Sí. - Asintió el saiyajin. – Las llevaré a casa de inmediato.



            Su esposa, envolviendo a la niña en una mantita y meciéndola entre sus brazos, se dejó conducir dócilmente por el guerrero. Kiros la rodeó protectoramente con un brazo en la cintura. Todavía tenía lágrimas en los ojos y apenas si podía creer que ella estuviera ahí, a su lado, viva. Tampoco Giaal podía creerlo. Vio marchar a sus amigos tratando de entender aquello. Aunque, desde luego, lejos estaba de poder imaginar lo que Lance sabía. Dado que en otra parte de la nave, el muchacho, tras dar una ojeada a ese libro de color burdeos que llevaba asintió, musitando.



-Vaya, de modo que las cosas van a complicarse un poco. Es una historia interesante pero ahora no tengo tiempo ni autorización para indagar más en ella. Debo ocuparme de otras cosas más urgentes. - Concluyó cerrando el libro. –



            Se marchó del parque en el que estaba, listo para atender sus otros asuntos. Entre tanto Mei Ling terminaba su turno en el laboratorio. Pensó en salir a tomarse algo. Aunque fuera sola. A veces venía bien poder meditar un poco. Sus compañeras Sharon y Emma habían terminado también. La primera de ellas, que estaría casi en la treintena, rubia trigueña, con pelo rizado, largo y unos grandes ojos verdes, les propuso.



- ¿Por qué no vamos a tomar una copa? La doctora Winters siempre dice que debemos afianzar la unidad del equipo.

-Me apunto a eso. - Convino Emma, una muchacha mulata, de ensortijados cabellos negros y ojos avellana. – Anda, Mei Ling, únete a nosotras. Tú conoces mejor los locales de la nave.



            La oriental meditó sobre esa cuestión. Finalmente accedió. Se dijo que, si quería superar los últimos acontecimientos de su vida, sería mejor mostrase algo más sociable. De modo que, luciendo una fugaz sonrisa, les recomendó.



-Más que una copa, si preferís unas tartas, podemos ir donde Ginger y Clarisa.

-Por mí estupendo. - Comentó Sharon. –

 -Bueno, me gustan más las cosas saladas, pero vale. - Convino Emma.-



            Mei Ling asintió y ya se iba cuando sonó su teléfono. Sorprendida vio que se trataba de Penélope. Enseguida contestó.



-Sí, dime… ¿qué tal? ... ¿Qué? - Exclamó para sorpresa de sus compañeras. - ¿Ya ha nacido? ... ¡Oh Dios mío! - dijo entre anonadada y horrorizada después. -  Entonces ella está bien… ¿y la niña?... Sí, claro. Íbamos al local de Clarisa y Gin. Sí, sí, os esperaremos allí.



            Desde luego se había quedado pálida. Sus colegas enseguida lo notaron y la observaron con preocupación.



- ¿Va todo bien? - Quiso saber Emma.-

-No lo sé. Ahora creo que sí. - Pudo responder Mei Ling, a duras penas recuperándose de esas noticias. –

-No te ofendas, pero, tienes mala cara. - Afirmó Sharon con prevención. - ¿Seguro que estás bien? Podemos aplazar esto para otro día.



            La interpelada guardó un momento de silencio, cosa que contribuyó a preocupar aún más si cabe a sus contertulias.



-No, Penélope y su novio van a acercarse también. – Replicó al fin disculpándose al momento. - Lo siento, es que… me han dicho algo tan… increíble. Pero mejor esperaremos a que vengan.



            Sus compañeras asintieron y las tres se encaminaron hacia el local. Allí, Ginger transitaba de un sitio a otro, muy ocupada atendiendo a la clientela. Ahora que Clarisa y Scott se habían ido al fin la joven estaba más atareada que nunca. Y es que, a parte de Martin, aún no había respondido nadie a su oferta de empleo y el chico estaría en la facultad en ese momento.



-Espero que algún candidato más se presente a no mucho tardar. - Se decía llevando bandeja tras bandeja repletas de cafés, tés y tartas. -



            Por lo menos podía dejar a Dean en la guardería. El crio estaría bien cuidado mientras ella trabajaba. Ahora, para su alivio, la afluencia de público parecía haberse reducido un poco. Sin embargo, vio llegar al grupo del laboratorio.  Eso la animaba, siempre podía charlar un poco con ellas. Aunque principalmente lo hacía con Penélope. Las otras no la conocían demasiado aún y Mei Ling no se prodigaba en exceso cuando a charlar se refería. Al menos con la propia Ginger.



- ¿Mesa para tres? - Les preguntó cuándo entraron. –

-Seremos cinco por lo menos. - Matizó Sharon. –



            Esa rubia científica, de apellido Templeton, era algo más comunicativa que su otra compañera recién llegada. También, como Penélope, tenía el título de doctora. En realidad, vino para sustituir a Melissa. Su campo no obstante, era el de la genética.  Y pese a su edad, había sido reclutada casi de las últimas dentro del grupo de las Fairy Five. Parecía agradable y correcta. De todos modos, no se relacionaba demasiado con otra gente. Aunque su compañera Emma Simao, casi parecía aún más impenetrable. Era la teórica sustituta de Caroline y aunque dominaban el mismo campo en el trabajo, no podrían ser más opuestas en su forma de ser. Donde la tejana había sido campechana y accesible, esta muchacha se mostraba reservada, algo crítica en ocasiones y muy centrada en sus cosas. Mantenía eso sí, una buena educación con todo el mundo. No era doctora como su compañera, pero sí una buena licenciada en física nuclear y experta en informática. Siendo joven y posiblemente ambiciosa, se dejó seducir por la oferta de trabajar con el prestigioso grupo de científicas que habían llevado a cabo la terraformación de Nature.  Mei Ling pensaba en eso, y dudaba de si hablar de lo ocurrido delante de ellas. No les tenía aun la necesaria confianza. Al menos en lo tocante a temas más personales. Supuso que Penélope sabría cómo lidiar con esa situación.  No tardaría mucho en averiguarlo. Su jefa llegó al fin, venía junto con el mayor Jensen. Aunque nada más verla supo que algo muy grave había pasado. La doctora Winters no era propensa a mostrar mucho sus emociones y sin embargo ahora venía con los ojos enrojecidos y restos de lágrimas. Tracer no estaba mucho mejor, ambos lucían un semblante impactado por algo que había debido de ser realmente muy serio. Apenas si se llegaron junto a las tres mujeres cuando Mei Ling preguntó.



- ¿Cómo está Maggie?

-Está bien. - Replicó lacónicamente Penélope, para agregar al poco. - Fue un parto muy difícil.

-Ha sido una niña, tal y como se esperaba. La ha llamado Gloria, claro. - Añadió Tracer. –

- ¿Qué más ha sucedido? -Quiso saber la oriental. -



            Sin embargo, sus amigos no estaban demasiado proclives a contar más. Lo que sí pudo decir Penélope, con tono lo más controlado posible, pero todavía rezumando emotividad, fue.



-Su vida ha estado en gravísimo peligro. Por fortuna, teníamos a Giaal y a Kiros allí.



            Sus contertulias se miraron con una mezcla de asombro y Mei Ling, incluso abrió la boca con horror.



-Pero parece que al final todo ha salido bien. ¿No es así?- Inquirió tímidamente Sharon, añadiendo.- me alegro.

-Sí, así ha sido, por fortuna.- Terció Tracer, dedicándole una mirada y una leve sonrisa a esa chica.-



Sharon sonrió a su vez apartando la vista. Por su parte, sin fijarse en esto y para confirmar aquel buen desenlace, la doctora Winters quiso adoptar un tono más coloquial y despreocupado para inquirir a su vez en un poco sutil cambio de tema.



-Ahora los tres están en casa. Me refiero a Maggie, a Kiros y a su bebé. Y nosotros podemos celebrarlo. ¿Habéis pedido ya?

-No todavía. - Repuso Emma agregando con un ligero toque de desaprobación. – Solo hay una camarera y está hasta arriba de pedidos.

-La pobre Gin no encuentra a nadie que quiera ayudarla. - Suspiró Tracer. -

-No me sorprende, esto tiene mucho trabajo. - Valoró Sharon observando en derredor. -

- Paciencia, tenemos tiempo todavía. - Terció Mei Ling. -



            Y tras un breve y algo incómodo silencio, fue Emma quien comentó.



-Y hablando de tiempo. ¿Cuándo llegará la que nos falta?

-No lo sé. - Admitió Penélope. -  No he podido hablar con la central en varios días. Creo que estaban valorando a algunas candidatas.

-Esperemos que no se demoren demasiado. Tenemos mucho trabajo aquí. – Sentenció Emma.- Y es casi inabarcable. De no recibir ayuda estaremos en una situación límite.



            Mei Ling y la doctora Winters cruzando sendas miradas de estupor. Fue la jefa del grupo quien tomó la palabra entonces.



-Ahora las cosas están más tranquilas. Os puedo asegurar que, durante el viaje hasta Nature sí que tuvimos situaciones límite. - Declaró Penélope, remachando de modo contundente aunque suavizado por una leve sonrisa. – Esto no es nada y cualquier miembro de nuestro equipo es capaz de esto y de mucho más.



            Y es que a la doctora Winters no le gustaba esa actitud de aquella chica. Era buena sí, incluso brillante en su trabajo. Por eso entre otras cosas había sido seleccionada como miembro del grupo Fairy Five. Sin embargo, no daba la impresión de mostrarse demasiado contenta realizando su labor. Tampoco podía acusarla de eso, cada cual tenía su carácter. Y hasta ahora cumplía con su cometido. No obstante, aquel no era el único comentario que había deslizado ya sobre, en su opinión, “el agobiante y crítico exceso de trabajo” que padecían.



-Esperemos que venga pronto. Así estaremos más liberadas. Nunca viene mal recibir un poco de ayuda. - Convino Mei Ling queriendo zanjar ese espinoso asunto. -



            A la oriental tampoco se le había escapado la cara que puso Penélope al oír lo que dijo esa muchacha. Cualquiera podría darse cuenta de que, en un planeta en proceso de terraformación y tras un viaje de aquel calibre, el trabajo sería cuando menos continuo y exigente. Miró entonces a Sharon. Era atractiva y parecía más amable, sin embargo, era muy reservada, casi más bien algo tímida. Solía escuchar mucho y hablar más bien poco. Aunque en eso era igual que ella misma. De todos modos, no le dedicó más tiempo a esa reflexión y es que por quien de veras se hallaba preocupada era por Maggie. Su ex novia debía de haber sufrido mucho en ese parto a juzgar por cómo estaban de impactados Penélope y Tracer. Y cuando hablaron de ese gravísimo riesgo, incluso tuvo la sensación de que habían tratado de suavizar la realidad de lo ocurrido.



-Ya hablaré con ellos a solas. O con la propia Maggie, cuando pasan unos días y haya podido recobrarse.- Se prometió.-

-Espero que venga pronto esa chica. - Comentó ahora Emma mirando a la atareada Ginger. – Ya llevamos un buen rato aquí.

-Tiene demasiado trabajo. – Observó Mei Ling una vez más. –

-Bueno, pues que contrate a alguien. - Repuso su impertérrita interlocutora. - Ese es su problema. No el nuestro. ¿No creéis?



            Una vez más Penélope y Mei Ling cruzaron sendas miradas de desaprobación. ¿Pero qué le pasaba a Emma? Cualquiera podría ver que la pobre Gin no daba más de sí. Fue en ese instante cuando Rick, quizás dándose cuenta de lo mismo, se levantó dirigiéndose hacia la camarera. Ginger le vio en efecto y, pensando que venía a reclamar algo de atención, se apresuró a disculparse.



-Lo siento, es que estoy desbordada hoy…

-No pasa nada, Gin. A eso venía precisamente. Me ofrezco a ayudarte como voluntario. - Sonrió el mayor Jensen. –

- ¿Ayudarme? - Repitió la camarera con gesto atónito. –

- Sí, yo llevaré los pedidos a la gente. Tú céntrate en sacarlos. - Se ofreció el chico. -

-No te puedo pedir eso. - Se sonrojó la joven, con visible apuro. -

- ¿Acaso no te fías de mí? - Se sonrió su interlocutor. - ¡Oye! He participado en misiones peligrosas, tengo recomendaciones. - Rio. –



            Ginger se sonrió ampliamente ahora. Al fin confesó apurada.



-Es que me da mucho apuro no poder atenderos más deprisa…

-No te preocupes por eso, anda, deja que te eche una mano y así Pennie verá que soy un tipo amable.



            La camarera movió la cabeza divertida. El mayor Jensen era un caso, pero realmente encantador. Penélope no sabía lo que tenía ¿O quizás sí? Desde luego, ahora estaba prestando mucha atención desde su mesa, lo mismo que el resto de mujeres que estaban con ella. Al poco, vieron a Rick acompañar a la trastienda a Ginger.



- ¿A dónde va? - Se preguntó la doctora Winters, sin pretenderlo, en voz alta. - 

-Habrá ido a pedirle que se dé prisa. - Conjeturó Emma.-



            Aunque a los pocos segundos le vieron salir luciendo un delantal y portando una bandeja. Penélope no salía de su asombro, y lo mismo les sucedía a las otras chicas. Más todavía cuando comprobaron que el cargamento que llevaba el joven no estaba destinado a  su mesa, sino a otra algo apartada. Tras dejar todo se aproximó a ellas y, con una media sonrisa e imitando un acento francés más bien ridículo, les preguntó divertido.



-“Señoguitas, qué van a quegeger tomag”



            Eso hizo reír a Sharon e incluso a Emma, aunque ésta apenas si esbozó una mueca. Mei Ling sonrió y Penélope, tras mover la cabeza fingiendo desaprobación, no pudo evitar hacer lo propio para rematar.



-Si Amatista te oyera maltratar su idioma natal de esa forma te ibas a enterar… ¿Se puede saber que estás haciendo? - Quiso saber ahora ya con expresión seria y curiosa a la vez. -

-Le he ofrecido ayuda a Gin. Ha aceptado. - Declaró el chico. - De modo que decidme qué vais a querer tomar y yo lo traeré.

-Está bien, nos arriesgaremos. - Sonrió su novia, agradablemente sorprendida por ese gesto de su pareja. -





            Y así lo hicieron. De modo que, tras anotar los pedidos, Tracer corrió a la zona de cocinas. Allí Ginger podía ahora ocuparse de preparar las tartas, cafés y demás con mayor sosiego.



-No sé cómo darte las gracias. - Afirmó ella. -

-Con un trozo de tarta y un café, me consideraré bien pagado. - Sonrió el chico. –

-Dalo por hecho.- Replicó la muchacha, visiblemente agradecida.-



            Al fin el joven salió llevándoles a las mujeres todo lo que le habían encargado.



-¡Vaya, y no ha tirado nada!  - Pudo decir una divertida Mei Ling en cuanto aquel improvisado camarero dejó la bandeja a salvo sobre la mesa. –

- Muchas gracias, mayor. - Sonrió Sharon, mirándole con un tímido interés. -

-No hay de qué. - Repuso él devolviendo la sonrisa. -



            Penélope observo esos gestos no sin algo de malestar. ¿A qué tenía esa chica que ponerle caritas a su novio? En fin, quizás se estuviera pasando de suspicaz. Había estado sometida a mucha tensión por lo de Maggie. ¡Y ahora que reflexionaba sobre eso, lo había olvidado completamente! En fin. De todos modos, pensó rápido y le comentó a Rick.



-Supongo que te vas a quedar hasta que Ginger cierre. Ya que te has ofrecido a ayudarla no sería muy elegante si te marchases cuando terminemos.

-No, claro. - Convino el chico que ya había pensado eso mismo a su vez. – Me quedaré si no te importa.

-Al contrario, es lo correcto. Y es más, yo me quedaré contigo. -Se ofreció la muchacha. -

-No hace falta, Pennie. Tendrás que descansar. - Contestó él. -



            Aunque su novia le miró ladeando ligeramente la cabeza hacia Mei Ling. Tracer no dijo nada, aunque la oriental sí que pareció entenderlo y terció entonces.



-Me quedaré también. Hace mucho que no hablo con Ginger. Quiero preguntarle por su hijo…



            Tanto Sharon como Emma se miraron extrañadas, pero no dijeron nada. Posiblemente la doctora Winters y Mei Ling conocían a esa camarera hacía ya bastante tiempo y tendrían cosas de qué hablar. O pudiera ser que, en efecto, deseasen echarle una mano. De modo que, tras degustar esos dulces, tomar un café y conversar sobre algunas cosas del trabajo y otras algo más intrascendentes, Emma se levantó excusándose.



-Ya se hace tarde. Ha sido una velada muy agradable, pero estoy cansada. Me retiro, buenas noches.

-Espera, te acompaño. - Le dijo Sharon, que se dirigió al resto también. – Ha sido una tarde muy entretenida, gracias y hasta mañana.



            El resto las despidió de similar modo. Las dos chicas se fueron entonces del local. Al salir, Sharon comentó a su compañera.



-La verdad, es un sitio agradable, cuando no está tan lleno. Al final hemos podido estar más tranquilos.

           

            Sin embargo, su interlocutora movió la cabeza con desgana para declarar hasta dando la impresión de estar molesta.



- ¿No te has dado cuenta? Querían que nos largásemos lo antes posible, para charlar de sus cosas.

-Mujer, no creo. Sencillamente llevan conociéndose más tiempo y tienen amistad.

-A mí no me interesa su amistad. Me interesa hacer bien mi trabajo y que eso me ayude a ascender. -  Replicó desabridamente su contertulia pasando a agregar con tintes desapasionados. - Y te aconsejaría que hicieras lo mismo. Esos tienen su propio club privado. Dudo mucho que te dejen entrar en él.



            Sharon se encogió de hombros, tampoco iba a ponerse a polemizar ahora. En lo único en lo que estaba de acuerdo con Emma era en que estaba cansada. Así pues, las dos se separaron tras darse las buenas noches, rumbo a sus respectivos apartamentos. Cuando la rubia doctora llegó al suyo se quitó los zapatos y suspiró. Después, lo primero que hizo fue mirar una foto de dos personas de edad madura que posaban junto a ella. Todos iban vestidos de gala. Aquella imagen correspondía al día en el que fue invitada a la cena del grupo Fairy Five, en la central de la Masters Corporation con sede en Nueva York. Al poco de contratarla.



-Papá, mamá. Os hecho mucho de menos, gracias a vosotros he podido llegar hasta aquí. - Pensó sonriendo levemente. -



            Se quitó la ropa y se dio una ducha. Ahora, bajo el agua caliente recordaba. Sus padres habían sido su apoyo desde niña. Siendo hija única además no pudo quejarse nunca de estar desatendida. Y es que ellos la querían muchísimo. De pequeña recordaba sin embargo una época en la que no vivió con ellos. Estuvo con sus tíos. Sus padres no estaban. Llegó incluso a imaginar que habían ido al cielo y que el propio guerrero dorado les trajo de vuelta.



-Ya no sé qué pensar sobre eso. - Reflexionaba. - Siempre creí que todo fue fantasía. Que ese guerrero solamente existía en los cómics, o que salía en la tele y que le imaginé ayudándome. Pero existe de verdad. Bueno, él y otros iguales. Esos saiyajin que son aliados de los reyes. Y luego las justicieras. Yo sí que puedo presumir de conocerlas. ¡Fue real! Durante muchos años quisieron convencerme de que aquello se debió a una fantasía infantil. Pero después supe que ocurrió. Aunque, pese a todo, llego a dudar todavía de si aquello fue verdad. - Sonrió ahora dejándose empapar a placer por el agua que caía sobre su cabeza. - 



            Y es que a veces,  en algunos de sus recuerdos, se veía siendo una cría entre las derruidas paredes de su clase. Junto con otros niños se escondía tras una barricada de mesas y sillas. Sentía mucho miedo, fuera oía los gritos espeluznantes de monstruos terribles. Sin embargo, allí estaban ellas, las justicieras. Como salidas de una película, protegiéndola a ella y a sus compañeros.



-Apenas si puedo recordar nada.- Suspiró.- Sé que ellas existen, pero puedo que yo inventase algunas cosas. Podría haber mezclado cosas en mi imaginación. Mis padres me dijeron que siempre tuve mucha. ¡Si hasta llegué a decirles que las justicieras eran mis señoritas de la guardería!- sonrió en tanto cerraba el agua de la ducha.-



            Al salir, se puso el pijama y, como ya había tomado un buen trozo de tarta en la cafetería, no tardó mucho en irse a dormir sin precisar de cena. Esa noche soñó de nuevo con aquella escena. Las dulces palabras de sus profesoras de infantil, a las que llegó a querer mucho, animándola para que no tuviera miedo. Lástima que al curso siguiente se fueran. Luego vio a ese hombre tan alto y guapo, brillando con el cabello dorado. Sus padres apareciendo con él de pronto, en el patio de la escuela…



-Papá. Mamá... ¡Habéis vuelto! - Musitaba en sueños la joven científica dejando caer algunas lágrimas de felicidad en la almohada. -



            Paralelamente a su compañera de trabajo, Emma había llegado a su piso. Apenas si tuvo tiempo de decorarlo a su gusto. Era de las pocas cosas que sí apreciaba en aquel pedrusco en el que estaba forzada a vivir.



-Por lo menos, es una vivienda cómoda. - Se decía. -



            Le costó entrar en ese grupo de las Fairy Five. Y no era para menos. En todas partes se decía que era el mejor a nivel mundial. Y sobre todo, sus miembros eran exclusivamente mujeres. En cuanto supo de su existencia deseó fervientemente formar parte de él. Indagó y supo que cada división de esa organización tenía una directora de proyectos y cuatro componentes más. Algunas científicas de indudable talla habían formado parte del mismo. Entre ellas las responsables del proyecto Bios. Y también las de Nature. Aunque a la que más interés tenía en conocer era a la doctora Winters. Y al fin lo había hecho.



- ¡Qué desilusión! – pensaba. - No digo que no sea muy buena en lo suyo, pero parece estar más preocupada de ese piloto idiota que tiene como novio que de otra cosa.  Me parece un milagro que haya llegado a hacer todo lo que ha hecho. Eso es lo que tiene andar perdiendo el tiempo con hombres como ese. Pero a mí bien que me ha echado el sermón.



            Y es que no le gustó nada la réplica que su jefa le dio cuando expresó su justo malestar por esa sobrecarga de trabajo. Penélope era desde luego la primera en llevarlo a cabo y apenas descansaba. En ese aspecto era una profesional admirable. Lástima que luego lo estropeara con detalles como ese. Eso sin mencionar a aquel individuo con el que salía. El tal Rick, o Tracer o cómo diablos se llamara, le parecía el típico graciosillo que conquistaba a algunas mujeres por medio de su palabrería y sus patochadas.  No comprendía como una científica de la talla de su jefa de grupo se hubiera dejado engatusar por él. Pero bueno, eso no era asunto suyo. Todo lo más, otra oportunidad para demostrar su valía.



-Mañana será otro día. - Se dijo más animadamente. –



            Y tras una breve ducha se acostó para descansar lo máximo posible…



            Por su parte, en cuanto se quedaron a solas y la gente se fue marchando, el grupo de Penélope, Mei Ling y Tracer, pudieron conversar con tranquilidad. Ginger despidió al último cliente y echó el cierre quedándose con ellos. De este modo, pudieron la doctora Winters y el mayor Jensen contarles lo ocurrido.



- ¡Oh, por Dios, es increíble! – Exclamó Ginger llevándose las manos a la boca para querer asegurarse con manifiesta preocupación. - ¿Entonces Maggie y su hija están bien?

-Lo estaban cuando se marcharon con Kiros. - Repuso Tracer. –

-Es algo asombroso. - Convino Mei Ling expresando ahora su pensamiento en voz alta. – Tengo que llamar a Maggie a ver como está.

-Quizás convendría dejarles un tiempo a solas, en familia. - Comentó Penélope. -  Ha sido una prueba muy dura, seguramente necesitarán un plazo razonable para asimilarlo.



            Los demás asintieron. Aunque fue Ginger, la que llevada por su innato entusiasmo, comentó.



-Pues me gustaría comprarle un regalo a la niña. Es la costumbre cuando unos amigos tienen un bebé.

-Sí, eso sería apropiado. - Aprobó Penélope. -

-Y teniendo en cuenta que Kiros habló de celebrarlo, hasta podríamos ayudarle con la fiesta. - Terció Rick. -

-Os ofrezco mi local. Ese día lo cerraré al público. - Propuso Ginger, alegando con decisión. – Cualquier cosa por animarles.



            Incluso pudiera ser que el local que estaba preparando en Nature estuviese listo para entonces. Por ahora no quiso comentar nada sobre ello, para no meterse presión ni obligarse. Y se limitó a escuchar a sus amigos.



-En cuanto pueda se lo haré saber a Kiros. - Dijo Tracer. -

-Y también habrá que comentarlo con Susan y Giaal. - Le recordó su novia. –

-Sí, lo haremos. Quizás dentro de un par de días. - Calculó el joven. - Mañana tendré que salir de patrulla.



            Así lo acordaron. Tracer incluso le mandó un mensaje al doctor Ginga. Éste estaba ya en su casa. Aunque su novia no había vuelto. Cuando miró su teléfono, aparte del mensaje de Rick, vio otro de Susan. En él le comentaba que tenía una misión urgente y que posiblemente no volviera esa noche. Aquello le inquietó. Sin embargo, optó por tener confianza en su pareja. Ella era una oficial militar y estaba dentro de lo normal que le ordenasen una salida imprevista. Tampoco podía hacer nada al respecto. Solamente desear que retornase sana y salva en el menor tiempo posible. Contestó a Tracer ofreciéndose para lo que hiciera falta en lo relativo a preparar la celebración mientras meditaba…



- ¡Ojalá que Susan vuelva pronto! Algo me dice que esa misión podría ser algo delicado. No obstante, me preocupan más Maggie y esa niña. ¡Sentí una energía tremenda! Me recordó a la que emanaba del hijo de Leval y de Amatista. Pero en un sentido distinto. No sé cómo describir eso…ni tan siquiera tengo la menor idea de si será bueno o malo.



            Volvió a darle vueltas la idea de contactar con Mazoui o con Tom Rodney. Pero tras unos momentos de dudo finalmente lo dejó estar, ya era hora de dormir un poco. Aunque los de su raza no precisaran tanto descanso como los humanos. Pero en verdad estaba agotado. Tras aquella tremenda situación, con la tensión desbordada, sus energías estaban casi al límite. No tardó en dormirse.



-Mis padres siempre nos lo decían a Naya y a mí. Si vivís al modo humano, descansad como los humanos. Y ahora no estoy en condiciones ni de meditar sobre lo que ha pasado. Será mejor que duerma.



            Y eso hizo, sin dejar de pensar, eso sí, en su familia y en su novia. Y entre tanto, precisamente la teniente Hunter se dirigía hacia las coordenadas que le habían indicado, acompañada por los miembros de su escuadrilla, las Fighter Ladies.



-Señora, estamos llegando a la posición.- Le indicó Olivia.-

-Aparece algo en las lecturas del radar.- Intervino Ludmila.-

-¡Es un objeto enorme! A juzgar por la estimación del computador de mi caza.- Comentó una perpleja Elisa.-

-Muy bien, tranquilas. Mantened posición y velocidad. Todo está correcto.- Les respondió Susan.-

-A la orden.- Replicó la mejicana.-



            Sin embargo, pese a tratar de mostrarse totalmente calmada y dueña de la situación ante sus pilotos, la teniente Hunter no las tenía todas consigo. Supuso que, en efecto, eso que había ahí era lo que el comandante Enset le indicó cuando le explicó la naturaleza de su misión.



-Únicamente espero que todo salga acorde a las previsiones del comandante y no tengamos ningún problema. - Pensaba. –



            Y para bien o para mal, tanto ella como el resto de su escuadrilla lo sabrían enseguida, dado que la forma de una gran nave comenzaba a recortarse en medio de la negrura del espacio. Ese era su destino…




 
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