Maggie
había sentido como si le estuvieran desgarrando las entrañas. Posiblemente el
bebé estuviera atrapado, pugnando por salir. Incluso con su vida en juego. Tras
proferir otro terrible alarido de dolor aferró con fuerza una mano de Giaal.
Tanta que las uñas de la joven se clavaron en la carne de él haciéndole
sangrar. Sin embargo, el doctor Ginga ni se percató de eso, petrificado como
estaba por el espanto al ver a esa chica así.
- ¡No!, ¡no
dejes que nada malo le pase a mi Gloria! - Jadeaba entrecortadamente la
parturienta, para insistir con la desesperación reflejada en su mirada. - No
importa lo que me pase a mí…¡Salva a mi hija!
-Cálmate,
todo saldrá bien. Ya lo verás. - Repuso el impresionado Giaal, aunque sonando
cada vez menos convencido. –
La chica le soltó finalmente y él pudo regenerar las heridas de la mano sin
dificultad, gracias a su aura curativa. Por desgracia, ayudar a Maggie no era
tan sencillo. En ese momento entró Kiros. Sin perder ni un segundo se aproximó
a su esposa dándole la mano.
-Ya estoy
aquí, todo va a ir bien. - Se apresuró a decir él sentenciando. - ¡Eres muy
valiente!, igual que una saiyajin.
Aquel comentario arrancó una leve sonrisa en Maggie, aunque la joven enseguida
contrajo su rictus por el dolor. Por fortuna el anestesista llegó enseguida,
dispuesto a poner la inyección.
-Vaya con
mucho cuidado. - Le pidió Kiros. -
Aquel tipo asintió, reconoció al embajador de los saiyajin y desde luego, no iba
a ser él, quien le contrariase en un asunto tan delicado. Sin embargo, Maggie
se retorcía por el dolor y debía estar quieta para poder pincharla en el lugar
apropiado.
-Así no
podré hacer nada. - Suspiró el anestesista que infructuosamente había tratado
de ponerle la inyección. -
Giaal intervino entonces, haciendo que sus ojos se encontraran con los de la
parturienta.
-Mírame
fijamente y olvida todo lo demás. - Le dijo con tono hipnótico. – No sientes
nada, estás bien y tranquila, relájate….
Poco a poco la interpelada fue dejándose envolver por esa voz y quedándose en
reposo. Por fortuna, el anestesista tuvo tiempo de hacer su trabajo. Al fin,
tras unos agónicos minutos pareció que el efecto del calmante se dejaba notar.
Maggie lucía ahora un rostro menos crispado por el dolor, aunque sus ojos
estaban cargados de angustia. Apenas sí pudo ser capaz de susurrarle a su
marido.
-Ocúpate de
nuestra hija…
-No digas
eso, nos ocuparemos los dos. - Replicó él, francamente alarmado por cómo la
veía. -
Giaal seguía examinando a su paciente y lo que encontraba no le gustaba nada.
Si el bebé no se desatascaba tendrían que practicar una cesárea.
-Eso no es
nada bueno.- Temía el alien.-
Y es que se sabía de memoria
algunas de las posibles complicaciones de aquello.
-Son daño a los órganos, complicaciones con la anestesia,
hemorragia, infección y tromboembolismo.- Recitó en su mente.-
Y por si fuera poco, estando en esa posición
tan complicada le harían una auténtica carnicería a Maggie. Es más, dudaba que
ella pudiera sobrevivir a eso. Aquel era un terrible dilema, aunque al mirar a
la muchacha a los ojos y encontrarse con los suyos, ella pareció adivinarle el
pensamiento y asintió. Giaal no dudó ni un segundo. Aprovechando que una
enfermera vino a atender a la parturienta le hizo una seña a Kiros. El saiyajin
se aproximó a él y una vez al margen de la paciente, el alíen le comentó con
pesar.
-Tal y como
están las cosas solo hay una solución. Es terrible, pero si no actuamos ya,
tanto Maggie como Gloria podrían morir.
- ¿Qué es
lo que hay que hacer? - Quiso saber el angustiado Kiros. -
-Una
cesárea y con mucha urgencia. - Le adelantó Giaal. -
-Adelante
entonces, no pierdas ni un segundo. - Convino su interlocutor. –
El facultativo dejó pasar unos instantes sin replicar nada, estaba tratando de
elegir las palabras, pero tratándose de su contertulio no cabía suavizar las
cosas. De modo que le desveló.
-Hay
muchísimas posibilidades de que Maggie muera si hago eso.
- ¿Qué? -
Pudo exclamar Kiros, aunque tratando de controlar su tono al instante. - No
estarás hablando en serio. ¿Verdad?
El alíen bajó la cabeza con gesto apesadumbrado. El saiyajin no podía creerlo.
Aquel acontecimiento, el más feliz de su vida, se había transformado en una
horrible pesadilla. Deseaba que su hija naciera sana y salva, pero no quería
perder a su esposa.
-Tienes que
salvarlas, ¡a las dos! – Le instó a su contertulio. -
-Haré todo
cuanto pueda, ya lo sabes. - Replicó Giaal tratando de mantener la calma en
tanto hacía un gesto con la cabeza en dirección a Maggie y agregaba en voz baja
a su ahora frenético amigo. - No dejes que ella te vea en este estado.
Kiros asintió, era un saiyajin y tenía que comportarse como tal. Le avergonzaba
además ver que su esposa estaba mucho más serena de ánimo que él. Así se lo
demostró ella cuando el guerrero retornó rápidamente a su lado.
- No
importa lo que me suceda. Gloria tiene que nacer. – Musitó la parturienta con
la frente perlada de sudor frío. -Es…es…la única forma que tengo…de compensar
lo que hice…
-No hiciste
nada. Eso no fue culpa tuya. - Le dijo Kiros con toda la amabilidad y tono de
rotundidad que pudo lograr. – No debes dejarte convencer por lo que te dijo esa
tal Erika. Solo estaba amargada…
-Tenía
razón…al menos en una cosa. - Suspiró Maggie que volvía a sentir dolor.
- Voy a sufrir pensando en Gloria…aunque precisamente por eso…la
quiero…
-Cálmate.
Reserva fuerzas. No te dejaré sola. - Le aseguró Kiros quien entonces recordó
llamando a voces al doctor Ginga. - ¡Alubias! Necesito unas alubias… ¡Giaal!
El aludido se acercó a él, tras haber estado dando instrucciones a su equipo.
Cuando el saiyajin le comentó aquella ocurrencia el alíen suspiró con
consternada resignación.
-Se han
terminado. Todavía no han germinado las que tengo plantadas.
-Acabé las
mías en los entrenamientos. ¡Maldita sea! - Espetó el frustrado saiyajin
inculpándose con amargura. – ¡Soy un estúpido, debí haber guardado alguna!
Entonces recordó. Hace poco tiempo estuvo con Tracer y le dio un par de ellas.
Su colega en el ejército terrestre siempre había bromeado comentado que, con
una de esas, podría estar pasándolo bien con su novia durante toda la semana. Entonces
Kiros tenía de sobra y, divertido, le dio dos. Ahora rezaba suplicando porque
Tracer no las hubiera usado en alguna tontería…tendría que llamarle.
Apartándose un poco sacó su teléfono y llamó a su compañero. Pero éste no
respondía.
- ¡Maldita
sea! - Exclamó el saiyajin. - Está fuera de cobertura o apagado…
No tardó en salir un momento y al ver a Susan le pidió con desesperación.
-¡Encuentra
como sea a Tracer!…la vida de mi mujer está en peligro.
Al
ver esa expresión en el rostro de Kiros, la atónita joven solamente pudo
asentir saliendo a toda prisa en busca de su superior. Y es que el mayor Jensen
estaba retornando de una patrulla cotidiana junto a un par de pilotos. En su
caza hablaba con la torre de control de la nave.
-Líder
Granate uno, sin novedad. - Informaba. - Volvemos a casa.
-Recibido
Líder Granate uno. - Replicaron. –
-Aquí Azul
líder uno. - Añadió Mullins que le acompañaba. – Volvemos a la base junto al
Líder Granate uno.
-Muy bien.
- Convino el control. -
Cerraron comunicación con la torre. Rick comentó entonces a sus acompañantes.
-Gracias
por salir a daros una vuelta conmigo. Me veía muy aburrido aquí. Últimamente no
pasa nada.
-Mejor. -
Sentenció lacónicamente Mullins, como era su costumbre. –
-Es un
placer, señor. - Añadió el teniente Marcus, que les acompañaba. - Nosotros
también nos aburríamos.
-Sí, Enset
tuvo un detalle al permitir que dos escuadrillas distintas pudieran patrullar
juntas. - Afirmó Tracer quien quiso saber. - Bueno y ahora ¿Qué haréis?
-Tenemos permiso.
- Le respondió Mullins. –
-Así es. –
Agregó Marcus. - Lo pasaremos en la Tierra. Con un poco de suerte hasta nos
destinarán allí en breve.
-¡Vaya, lo
que me faltaba! - Suspiró Tracer, añadiendo con su humor habitual, aunque
teñido en parte de pesar. - Quedarme sin amigos.
-No se
preocupe por eso. Usted tiene muchos amigos, señor. - Se rio Marcus. – Eso no
le faltará.
-Y una
novia muy hermosa. - Declaró Mullins. -
- ¡Oye Tim!
– Fingió enfadarse Tracer. - Que Marcus te está oyendo. Y que yo sepa, a ti las
mujeres…
-Ella es
muy guapa. - Intervino el teniente Lagger , alegando. - Eso es algo que se
puede reconocer. Los gais no tenemos por qué dejar de admirar la belleza
femenina. Y, además, la doctora Winters es muy inteligente y valerosa.
-Sí, no os
hacéis idea de cuánto. - Afirmó Rick, ahora con orgullo, permitiéndose
remachar con su sorna habitual. – Soportó unos días en casa de mis padres.
Sus compañeros no replicaron a eso, aunque cada uno movió la cabeza en sus
respectivas carlingas. Su amigo era incorregible. Al fin, sin más comentarios
fueron aterrizando. Nada más bajar de su avión Tracer fue requerido de
inmediato en el puesto de mando. El joven acudió enseguida y tras saludar al
comandante Enset, éste le informó sin preámbulos.
-El embajador
Derail ha llamado. Le necesita urgentemente. Me ha pedido que le diga que debe
ponerse enseguida en contacto con él.
-A la
orden. - Saludó el chico queriendo saber. - ¿No le ha dicho por qué?
-Está en un
apuro. Creo que su esposa está dando a luz y necesitaba algo de usted. Pero no
me quiso decir más. - Sentenció el comandante. –
-En ese
caso, con su permiso, encenderé el teléfono Suelo apagarlo cuando voy de
patrulla. - Repuso el joven. -
Enset le permitió retirarse y Tracer enseguida pudo encender su móvil y
escuchar el angustiado mensaje de Kiros.
- ¡Maggie
se muere, necesito una alubia! ¡Por favor!, espero que guardes alguna de las
que te di. Ven rápido.
Tras recobrarse de la impresión que le
produjo aquella noticia y sin perder ni un segundo Rick corrió hacia la zona de
deslizadores. Ante las sorprendidas miradas de los allí presentes, incluidos
Mullins y Marcus, apartó a cualquiera que estuviera en medio al grito de…
- ¡Lo
siento, tengo mucha prisa, es una urgencia!
De este
modo abordó el que primero llegaba. Por fortuna le iba a dejar cerca de su
casa. Al poco, la teniente Hunter llegó allí. No vio al mayor Jensen, pero sí
al mayor Mullins y al teniente Marcus. Tras saludar les preguntó no sin
desasosiego.
-Por favor,
han visto al mayor Jensen. Es muy urgente.
-Recibió un
aviso para ir al despacho del comandante y salió a todo correr. - Le contó
Marcus. -
-Entonces
ya lo sabe, ¡Dios mío! - Suspiró Susan. -
- ¿Qué
sucede, teniente? - Inquirió Mullins con expresión entre curiosa y preocupada.
-
Susan puso al corriente a sus dos interlocutores de lo poco que sabía. Al
parecer la salud de la esposa del embajador saiyajin estaba en grave riesgo.
Eso bastó para inquietar seriamente a los pilotos.
-Si podemos
hacer algo, díganoslo. - Se ofreció Tim remarcando. - ¡Cualquier cosa!
-Gracias, -
repuso ella para puntualizar. - Solo era avisar al mayor Jensen, pero si ya
está al corriente, nada más se puede hacer, al menos que yo sepa.
-Esperemos
que la esposa del embajador saiyajin se recupere. - Deseó Marcus a su vez. -
Los dos
eran muy conscientes de lo que podría suceder si ese tipo se enfadaba y perdía
el control. Pero también le tenían aprecio, su concurso resultó fundamental
para vencer a sus enemigos y minimizar las bajas entre los humanos. Sobre todo,
porque salvó a la misma SSP-2 de ser destruida.
-Le
deseamos lo mejor al comandante Kiros y a su esposa e hija.- Remachó
sinceramente Mullins, sentenciando.- ¡Ojalá pudiéramos ayudarles!
Susan
asintió, despidiéndose de sus compañeros. Quiso retornar al hospital, pero a su
vez fue convocada por el comandante Enset a su despacho.
-A la
orden, señor. - Saludó ella al entrar. -
-Cierre la
puerta, teniente. - Le pidió el oficial quien enseguida se interesó. - ¿Qué
sucede?
Susan le refirió lo poco que sabía, Enset asintió.
-Ojalá que
todo salga bien. Desgraciadamente nada podemos hacer sobre eso. Debemos
centrarnos en otro asunto. Y tiene que ver con usted. Precisamente quería verla…
-¿Qué
ocurre, señor?- Preguntó la extrañada joven.-
- Siéntese
y escuche…-Le pidió más que ordenárselo su superior.-
La aludida
obedeció, tomando asiento en un sillón que se enfrentaba al de su contertulio.
Su superior entonces se dispuso a darle instrucciones.
-Deberá
usted salir de inmediato…-Comenzó a explicar Enset. –
Por su
lado, y en tanto recorría la distancia que le separaba de su casa en ese
deslizador, tratando de ganar más tiempo aún, Tracer llamó a Penélope. Por
suerte la joven atendió enseguida la llamada.
- ¿Si?
Rick… ¿Qué tal? ¿Ya volviste de patrulla?
Y es que
era uno de esos raros días en los que libraba. Su novio desde luego no se
anduvo con explicaciones y le soltó de improviso.
-Necesito
que vayas a mi casa y busques en un cajón de mi mesita de noche. Tengo allí una
alubia. De las que Kiros me dio. La necesito con urgencia. Es para Maggie.
¡Corre!...
-Pero…-
Pudo contestar apenas ella. -
- ¡Rápido!
Su vida está en juego. - Sentenció él. -
Penélope asintió al auricular como si su novio pudiera verla, de inmediato
repuso con la misma celeridad.
-Está bien,
voy para allá.
Colgó el teléfono y se apresuró a acudir. Por fortuna vivía a unas pocas manzanas
de distancia. Llegaría algo antes que Rick. En cuanto pudo usó la clave que su
pareja le había dado para cuando quisiera ir a verle a la casa. Entró y buscó
en dónde él le dijo. En efecto, guardadas en un pequeño frasco de cristal había
dos de esas alubias. Tomó el frasquito y salió a la calle. Justo al poco, el
deslizador con su novio llegada. Tracer saltó literalmente de él, tras gritar
un “disculpen” a la gente y a varias personas que le dedicaron una
desaprobatoria mirada y epítetos poco amables, cuando casi las arrolló para
bajar.
- ¿Las
tienes? - Fue lo que preguntó al ver a su novia allí, y tras recibir el
asentimiento de ella, el joven la arengó - ¡Al hospital! ¡Vamos!
Corrieron todo lo deprisa que les era posible. Entre tanto Giaal no había
tenido más opción que comenzar con la operación, tras sedar aún más a Maggie.
-Mantente
junto a ella. - Le pidió a Kiros entre susurros. -
El joven asintió. Se quedó junto a su esposa que ahora no sentía dolor. Sin
embargo, perdía mucha sangre y entre eso y la anestesia se le fue la
consciencia.
- ¡Maggie!
- Chilló Kiros lleno de desesperación. -
-Está sin
sentido, es lo mejor que le podría pasar. La entubaremos y le pondremos una
transfusión de glóbulos rojos concentrados. - Indicó Giaal a su equipo,
instándoles a moverse con rapidez. - ¡Vamos! Está en una situación crítica…
Así era, la muchacha no podía enterarse de nada de lo que sucedía. Ahora estaba
viajando a otro lugar muy diferente. Apenas se dio cuenta de lo que ocurría,
tras un tiempo que no supo precisar recobró algo de lucidez.
-No veo
nada, no sé dónde estoy…
Se sentía
aturdida, pero no tenía ningún dolor. Tampoco rastro de su embarazo. Se tocaba
el vientre pero ya no lo tenía abultado.
-¡Mi hija!-
Se dijo con una mezcla de sorpresa y temor.- ¿Dónde está?..
Quiso
aguzar la vista entre aquella oscuridad que, no obstante se fue aclarando con
una creciente luz. Poco a poco fue distinguiendo algo, estaba en medio de un
espacio iluminado por un tono cenital. A lo lejos distinguía un punto de
gran claridad. Entonces pudo fijarse en ella misma, vestía únicamente una
túnica de color gris oscuro.
-¿Qué es
esto?- Se preguntó perpleja.-
No
obstante, no tuvo mucho tiempo para pensar en ese extraño atuendo. En cuestión
de segundos pudo ver como a sus pies brotaban infinidad de plantas y árboles.
Sorprendida miró en derredor…cuando quiso moverse apartó una rama que crujió.
Maggie escuchó un grito de dolor.
- ¿Qué es
esto? - Se dijo entre anonadada y algo asustada. -
- ¡No nos
rompas! - le pidieron unas voces que surgían de todas partes. - Somos aquellos
que nos volvimos violentos contra nosotros mismos. Ahora estamos condenados a
permanecer aquí como arbustos…
Un escalofrío recorrió la espalda de la joven. No supo que responder a eso.
Entonces escuchó el susurro de una voz que sí pudo reconocer.
-Maggie…
Lucha por ella. Lucha…también por ti.
Mirando a su alrededor con los ojos llenos de lágrimas, la chica al fin pudo
decir.
- ¡Gloria!
¿Eres tú?...
Con la vista al frente pudo ver una maraña de ramas y árboles y tras ellas, el
rostro familiar de la que fuera su primer amor… su cara estaba marcada por la
tristeza y el dolor y esos ojos azules y hermosos de antaño suyos estaban enrojecidos
por el llanto. Aun así, con voz temblorosa, su ex profesora y amante, le
contestó.
-No debes
acabar como yo. No tuve valor para superar lo que me sucedió…pero tú debes
vivir para criar a tu hija.
- ¡Gloria!
¿Qué haces en este sitio tan terrible? - Quiso saber la angustiada Maggie. -
-Es el
lugar reservado en el Infierno para los suicidas. - Le contestó. –
- ¡Eso no
es justo! - Protestó la enfermera. - Todo fue por culpa mía. Tu hermana tenía
razón. No quiero que pagues por algo así. No te mereces estar aquí.
-No.- Negó Gloria,
aseverando con pesar, pero al mismo tiempo rotundidad en su tono. – Sí que lo
merezco. Fui yo quien se quitó la vida. Pude haber ido a buscarte cuando
terminó mi condena, pero estaba hundida, avergonzada y acobardada. Tenía que
cuidar de mi madre y de mi hermana. - Sollozó ahora. - ¡Lo pensé, te juro que
lo hice! Te quería. Pero no te encontré y desistí…encerrándome en mí misma y
dejando que todo se desplomase.
-Mis padres
decidieron mudarse a otro Estado. - Le explicó la impactada joven a su vez. –
Quise saber de ti, pero fue imposible…
-Yo pude
haber vivido. - Se lamentó Gloria entonces. - De no haberlo hecho contigo,
posiblemente había otra persona destinada para mí. Quizás hubiera fundado una
familia. Puede ser que incluso hubiera tenido hijos. Sin embargo, en vez de eso,
elegí matarme…
Escuchando
horrorizada, Maggie quiso entonces correr hacia su antiguo amor. Una loca idea
le cruzó por la mente, la sacaría de ese laberinto de ramajes, ¡la llevaría de
vuelta con ella! Podrían ser felices. Sin embargo, se detuvo. Como si pudiera
leerle el pensamiento, fue Gloria la que declaró con resignada tristeza.
-Eso no es
posible ya. Tienes otra vida, un destino que te aguarda. Yo no formo parte de
él, pero tu hija sí. Quiérela, cuídala y eso me confortará, incluso en este
terrible lugar.
- ¡Gloria!
Nunca dejé de amarte. Nunca dejaré de hacerlo. - Confesó Maggie con un grito
lleno de dolor en tanto sollozaba. – Siempre te querré, ¡lucha!, intenta salir
de aquí…
Vio entonces una altísima figura envuelta en una especie de túnica negra, su
rostro no era visible salvo por unos ojos que brillaban encendidos como ascuas.
Eso la paralizó de pavor. Oyó voces otra vez, pero no provenían de su expareja
ni de aquel sórdido bosque. Ni siquiera de aquella terrible visión. Eran de
hombre y las reconoció de inmediato
-Kiros.-
Musitó.- Estoy aquí…
Sin
embargo, no podía responder, era como si se fuera alejando del sonido de la voz
de su esposo, sumiéndose en un total silencio y oscuridad.
- ¡Vamos
cariño! - Aullaba el saiyajin. - ¡No me puedes dejar así! No puedes abandonarnos
a mí y a nuestra hija… ¡Vamos!
Tuvo que ser el propio Giaal quien sujetase a Kiros cuando todos los esfuerzos
por reanimar a Maggie fracasaron. Al final, tras una complicadísima operación,
fueron capaces de sacar al bebé. Se trataba de una niña en efecto y lucía esa
colita peluda característica de los saiyajin que se había enroscado en el
cordón umbilical. Lloró enseguida en cuanto la sacaron y le azotaron el
trasero. Poseía un hirsuto pelo negro como el azabache y unos grandes ojos
violetas. Pero su nacimiento fue demasiado costoso. El doctor Ginga y sus
colegas tuvieron literalmente que abrir el vientre de la paciente y apartar
algunos órganos para desliar esa madeja mortal que atrapaba al bebé. Después,
pese a sus solícitos intentos por introducir las entrañas y suturar las heridas
con todo el control y cuidado que pudieron, la parturienta había perdido
demasiada sangre ya. Al menos eso creyeron cuando todos los medidores de signos
vitales cayeron a cero y una línea plana se dibujó en el electrocardiograma. Un
desesperado Kiros trató incluso de imbuir energía al cuerpo de su esposa sin
lograr nada.
- Lo siento
muchísimo, amigo mío. Pero nada podemos hacer por Maggie ya. ¡Ahora tienes que
ocuparte de tu hija! - Le insistía un consternado Giaal que pese a intentarlo
con denuedo, no tenía fuerzas para moverle de allí. –
La llamada del exterior, advirtiéndole que el mayor Jensen y la doctora Winters
aguardaban fuera hizo entonces reaccionar al saiyajin. Kiros salió de allí en
un estado casi febril, apenas tiró de la puerta la arrancó literalmente del
marco. El equipo médico se miró atónito y también atemorizado. El propio Giaal
salió tras ese descontrolado individuo.
- ¿Las
tienes? ¿Las has traído? - Exclamó un frenético Kiros por todo saludo. -
Ni Rick, ni Penélope, podrían olvidar nunca el rostro desencajado del embajador
saiyajin. El impresionado mayor Jensen se limitó a darle el bote. Eso hizo
aflorar una leve sonrisa en las crispadas facciones del guerrero, cuya tez
estaba más pálida de lo normal. Sin mediar más palabra se dio la vuelta y entró
al quirófano. Tras él había salido Giaal, con una expresión consternada y llena
de temor. Al verle Tracer pudo preguntar con prevención….
-
¿Maggie?...
No obstante, tanto él como Penélope se quedaron impactados al ver al doctor
Ginga bajar la mirada y mover la cabeza, al instante el alíen retornó al
quirófano siguiendo a Kiros. Al poco escucharon un grito desgarrador del
saiyajin y un estruendo tremendo que agrietó una pared cercana.
- ¡Dios
mío! – Musitó una horrorizada Penélope. -
-Tenemos que
ir a ayudarle. - Dijo Tracer. -
Ambos corrieron hacia allí, en tanto un grupo de médicos y enfermeras salía en
dirección contraria lo más rápidamente que podían. Y es que, al llevarse las
alubias, el joven guerrero del espacio intentó reanimar a su esposa. Kiros,
casi en estado de shock, repetía una y otra vez.
-Toma, cómete
una alubia. Te repondrás…¡te repondrás enseguida!…
Pero era solo una promesa vana, ella no se movía, ni respiraba. Mucho menos era
capaz de poder ingerir nada ya. Ajeno a eso Kiros no cesaba de repetírselo.
Nadie se atrevía a acercarse para tratar de hacerle razonar. Era imposible. Al
fin fue Giaal quien tuvo el valor de aproximarse a él.
-Basta,
déjalo Kiros, es inútil…
-¡Noo! –
gritó éste enloquecido, empujando al doctor.-
Giaal se empotró contra una de las paredes casi destrozándola por el impacto,
el resto del grupo médico salió a toda prisa de allí. A los pocos segundos
Tracer y Penélope aparecieron por la puerta. Ambos quedaron sobrepasados por la
terrible escena. Giaal estaba tratando de salir de aquel boquete en el que
estaba incrustado. Kiros solamente gemía y aullaba abrazando el cuerpo de su
mujer. Y la niña lloraba a pleno pulmón, olvidada por todos, en una cuna. Por
un instante aquella estampa pareció quedar congelada en el tiempo. Al fin, fue
Penélope quien, con tono suave, pese a sus propias lágrimas, se atrevió a
decirle a Kiros.
- ¡Déjala
marchar! No puedes hacer nada más por ella. Pero tienes una hija. No la dejes
sola. Maggie hubiera querido que te ocupases de la niña, ahora más que nunca.
Kiros no pareció escucharla, fue al cabo de unos instantes cuando dejó con
cuidado el cuerpo de Maggie sobre la camilla de operaciones y deambuló por la
sala como si estuviera en trance. La doctora Winters tomó entonces a la niña en
sus brazos, tratando infructuosamente de calmarla. Sin embargo, la cría lloraba
con fuerza.
-Es una
saiyajin…- Susurró al fin su destrozado padre. - Es fuerte, muy fuerte, puedo
sentirlo…
Penélope se la entregó y Kiros sostuvo a su pequeña mirándola durante unos
momentos, aunque sin reflejar ninguna emoción. Entonces la devolvió a los
brazos de la consternada doctora y se alejó de allí con pasos lentos y casi
tambaleantes. Entre tanto Tracer, que había ayudado a salir de la pared a
Giaal, le susurró a su novia.
-Ocúpate de
la niña, nosotros vamos con él.
Y es que tanto Rick como Giaal temían la reacción del guerrero. Kiros era ahora
como una bomba de relojería. Acababa de perder a la persona a la que más amaba.
Si le daba por reaccionar con furia y emitir energía para liberar su dolor
podría ser capaz de destruir la nave entera. Así pues, ambos salieron tras él,
aunque sin atreverse a abordarle por no desatar su más que posible ira
contenida. Por su parte, Penélope acunaba a la pequeña que seguía llorando, incluso
con más fuerza.
-¡Chis,
calma preciosa! - Musitaba la doctora, tratando a su vez de mantenerse serena.
– Duérmete.
Se dio cuenta no obstante que, al aproximarse al cuerpo de la fallecida madre,
esa niña parecía agitarse hacia ella. Daba la impresión de desear alcanzarla a
toda costa. Asombrada por aquello y reaccionando casi como si eso fuera lo que
debía hacer, Penélope bajó al bebé hasta ponerla sobre el pecho de Maggie. La
doctora Winters sollozaba al ver aquella estampa. Era conmovedor y muy triste.
La pequeña Gloria parecía querer abrazarse a su madre muerta con sus bracitos.
Entonces sucedió algo, un hecho que hizo que Penélope abriera la boca
exclamando completamente alucinada.
- Pero
¡qué!
Un destello de energía entre blanca y dorada emanó del cuerpo de la cría
cegándola…
Sin poder
dominarse la doctora Winters salió a todo correr en busca de su novio y del
doctor Ginga.
- ¡Venid
aquí! - Chillaba como una posesa. - ¡Venid a ver esto!…
El mismo Kiros se detuvo a la puerta de la entrada del hospital. Se sentía
totalmente vacío, aquella terrible sensación era infinitamente peor a la de
haber sido golpeado o derrotado o incluso humillado. Ni siquiera el recuerdo de
la afrenta sufrida ante aquel Hurrels, del que tomó luego cumplida venganza, se
podía asemejar.
-Es como si
me hubieran arrancado el corazón, ¡el alma! De un golpe.- Pensaba totalmente
hundido.- No tengo ganas ni de respirar…
Empero, todo
el mundo se apartaba de su camino nada más verle. Temerosos de su posible
reacción. Sin embargo, ahora estaba clavado en el sitio, con gesto atónito,
sintiendo esa tremenda energía. Así le vieron Tracer y Giaal.
- ¡Gloria!
- Musitó el saiyajin. - Mi hija...
Se giró de inmediato volviendo sobre sus pasos. Sus amigos no hicieron más que
seguirle al interior. La propia Penélope se reunió con ellos, con el gesto
descompuesto y respirando agitadamente.
- ¡Es la
niña! …- Pudo decir la doctora. - Ella…
No tuvo que añadir más, Kiros pasó por su lado y asintió. Luego se dirigió
hacia el interior del quirófano. Allí, al entrar, volvió a quedarse clavado en
el sitio, esta vez petrificado por el asombro e incluso en un principio, el
temor más reverencial. Idénticos sentimientos experimentaron los demás cuando
accedieron a esa sala tras de él.
- ¡Por el Sagrado
Makaiju! ¡Esto es imposible! - Pudo exclamar un anonadado Giaal. -
Tracer y Penélope cruzaron miradas de estupor a su vez. Lo estaban viendo con
sus propios ojos y aun así no lo creían. Ni Kiros mismo se atrevía a acercarse.
Y es que allí, en pie, mirándoles a todos con expresión serena y acunando a su
bebé, estaba Maggie….
- ¡Santo
Dios!- Pudo susurrar Rick con los ojos abiertos de par en par.-
Ajena a todo eso, Susan salía del despacho del comandante Enset. Las palabras
de su superior y la conversación que mantuvo con él todavía resonaban en su
mente.
-Debe usted
encargarse de ello, teniente. Usted es la oficial en quien más confío. En
cuanto pueda, salga al mando de las Fighter Ladies.
-Pero
señor. ¿Por qué solo hemos de ir mujeres? - Quiso saber. -
-No puedo
darle esa información todavía. - Replicó el comandante añadiendo, eso sí, con
tono de premura. - Pero deben salir lo antes que puedan, reúna a su grupo sin
tardanza.
-A sus
órdenes - se cuadró Susan saludando. -
Después, tras salir del despacho de Enset, enseguida llamó a Olivia para que
ésta avisara a su vez a los otros dos miembros de su pequeña escuadrilla.
-Órdenes
del comandante, prepárense para el despegue en media hora. Les indicaré el
rumbo cuando salgamos, prioridad alfa. - Le comunicó a la mejicana. –
-A la orden,
señora. - Replicó ésta. -
Mientras,
en el quirófano, Giaal se fue acercando despacio hacia la mujer que había
creído muerta, como si temiera que, al apresurarse a recortar la distancia que
les separaba, esa especie de encantamiento se rompiera. Al fin se atrevió a
susurrarle.
-Maggie.
¿Estás bien?
Sin embargo, la interpelada no contestaba. Solamente se limitaba a cunar a su
bebé. Al poco alzó la vista contemplando a sus anonadados observadores.
-Cariño. -
Intervino Kiros al fin con toda la delicadeza y prevención de la que fue capaz.
- Ha sido Gloria, ¿verdad? Ella te ha traído de vuelta.
-Sí. - Musitó
finalmente la interpelada. – Ella y el Mensajero.
- ¿Quién? -
Inquirió un atónito Tracer. -
Giaal
estaba estupefacto. Él había oído ese nombre antes, pero su memoria no
cooperaba. Entonces recordó…
- ¿El
Mensajero dices? - Inquirió a la joven “resucitada”- ¿Qué te dijo él?
-No
recuerdo nada más. - Fue capaz de contestar Maggie. – Una figura, rodeada de
luz. Algunas palabras… regresa, tu hija te necesita. Ella me ha pedido que te
lleve de vuelta. Tu historia no ha terminado de escribirse aún. Eso es todo lo
que puedo recordar. - Remachó entre agotada y confusa. -
Con rapidez Penélope se hizo cargo de sostener a la niña. Maggie daba la
impresión de estar próxima a derrumbarse, pero esta vez Kiros fue rápido. Adelantándose
la sujetó y le dio una alubia.
-Cómetela y
estarás como nueva. Ahora no fallará. - Le aseguró, esta vez con claros visos
de hacer ese deseo realidad. -
Al fin, su esposa pudo hacer lo que le había pedido. Maggie masticó aquella
judía y efectivamente, enseguida se notó recobrada.
- ¿Qué ha
pasado? - Quiso saber Penélope dirigiéndose a Giaal. -
-No tengo
ni idea. Esto sobrepasa todo cuanto sé. - Admitió éste, agregando. -Lo único
que podría compararse con lo que ha sucedido aquí son las cosas que hacen los
propios dioses. Y creo que ni aun ellos hubieran sido capaces del algo así.
Giaal creyó recordar que uno de esos
dioses, un tal Redan, , que era el más serio y benigno de todos, le comentó que
el traer a alguien de vuelta a la vida estaba más allá incluso de sus enormes
poderes. El extraterrestre no pudo evitar estremecerse al intentar imaginar
quién pudiera estar detrás de esto.
-Quizás
Mazoui, o el padre de Alan, Tom, lo sepan.- Especuló en su mente.-
-Yo no sé
qué ha sucedido. ¡Y no me importa! - Pudo decir un emocionado Kiros abrazando a
su esposa que recobró poco después a la pequeña Gloria de manos de Penélope. -
Solo sé que mi mujer está aquí. Que no me la han arrebatado. Es un gran día.
Ahora nuestra hija está con nosotros. ¡Tenemos que celebrarlo! Y daré gracias y
adoraré a cualquier dios que haya obrado este prodigio.
-Sí,
tendremos que celebrar no uno, sino dos nacimientos por lo que hemos visto. -
Afirmó perspicazmente Tracer. –
Desde luego, el joven lo dijo sin
ningún tinte de broma. Nada más lejos de su intención en ese momento. Más bien
sonó entre asombrado e intimidado.
-Es verdad.
- Convino Giaal, añadiendo. - Llamaré a Susan y le contaré lo sucedido. Pero
creo que antes tanto Maggie, como la niña y tú, Kiros, deberíais descansar.
-Sí. -
Asintió el saiyajin. – Las llevaré a casa de inmediato.
Su esposa, envolviendo a la niña en una mantita y meciéndola entre sus brazos,
se dejó conducir dócilmente por el guerrero. Kiros la rodeó protectoramente con
un brazo en la cintura. Todavía tenía lágrimas en los ojos y apenas si podía
creer que ella estuviera ahí, a su lado, viva. Tampoco Giaal podía creerlo. Vio
marchar a sus amigos tratando de entender aquello. Aunque, desde luego, lejos
estaba de poder imaginar lo que Lance sabía. Dado que en otra parte de la nave,
el muchacho, tras dar una ojeada a ese libro de color burdeos que llevaba
asintió, musitando.
-Vaya, de
modo que las cosas van a complicarse un poco. Es una historia interesante pero
ahora no tengo tiempo ni autorización para indagar más en ella. Debo ocuparme de
otras cosas más urgentes. - Concluyó cerrando el libro. –
Se marchó del parque en el que estaba, listo para atender sus otros asuntos.
Entre tanto Mei Ling terminaba su turno en el laboratorio. Pensó en salir a
tomarse algo. Aunque fuera sola. A veces venía bien poder meditar un poco. Sus
compañeras Sharon y Emma habían terminado también. La primera de ellas, que
estaría casi en la treintena, rubia trigueña, con pelo rizado, largo y unos
grandes ojos verdes, les propuso.
- ¿Por qué
no vamos a tomar una copa? La doctora Winters siempre dice que debemos afianzar
la unidad del equipo.
-Me apunto
a eso. - Convino Emma, una muchacha mulata, de ensortijados cabellos negros y
ojos avellana. – Anda, Mei Ling, únete a nosotras. Tú conoces mejor los locales
de la nave.
La oriental meditó sobre esa cuestión. Finalmente accedió. Se dijo que, si
quería superar los últimos acontecimientos de su vida, sería mejor mostrase
algo más sociable. De modo que, luciendo una fugaz sonrisa, les recomendó.
-Más que
una copa, si preferís unas tartas, podemos ir donde Ginger y Clarisa.
-Por mí
estupendo. - Comentó Sharon. –
-Bueno,
me gustan más las cosas saladas, pero vale. - Convino Emma.-
Mei Ling asintió y ya se iba cuando sonó su teléfono. Sorprendida vio que se
trataba de Penélope. Enseguida contestó.
-Sí, dime…
¿qué tal? ... ¿Qué? - Exclamó para sorpresa de sus compañeras. - ¿Ya ha nacido?
... ¡Oh Dios mío! - dijo entre anonadada y horrorizada después. -
Entonces ella está bien… ¿y la niña?... Sí, claro. Íbamos al local de Clarisa y
Gin. Sí, sí, os esperaremos allí.
Desde luego se había quedado pálida. Sus colegas enseguida lo notaron y la
observaron con preocupación.
- ¿Va todo
bien? - Quiso saber Emma.-
-No lo sé.
Ahora creo que sí. - Pudo responder Mei Ling, a duras penas recuperándose de
esas noticias. –
-No te
ofendas, pero, tienes mala cara. - Afirmó Sharon con prevención. - ¿Seguro que
estás bien? Podemos aplazar esto para otro día.
La interpelada guardó un momento de silencio, cosa que contribuyó a preocupar
aún más si cabe a sus contertulias.
-No,
Penélope y su novio van a acercarse también. – Replicó al fin disculpándose al
momento. - Lo siento, es que… me han dicho algo tan… increíble. Pero mejor
esperaremos a que vengan.
Sus compañeras asintieron y las tres se encaminaron hacia el local. Allí,
Ginger transitaba de un sitio a otro, muy ocupada atendiendo a la clientela.
Ahora que Clarisa y Scott se habían ido al fin la joven estaba más atareada que
nunca. Y es que, a parte de Martin, aún no había respondido nadie a su oferta
de empleo y el chico estaría en la facultad en ese momento.
-Espero que
algún candidato más se presente a no mucho tardar. - Se decía llevando bandeja
tras bandeja repletas de cafés, tés y tartas. -
Por lo menos podía dejar a Dean en la guardería. El crio estaría bien cuidado
mientras ella trabajaba. Ahora, para su alivio, la afluencia de público parecía
haberse reducido un poco. Sin embargo, vio llegar al grupo del
laboratorio. Eso la animaba, siempre podía charlar un poco con ellas. Aunque
principalmente lo hacía con Penélope. Las otras no la conocían demasiado aún y
Mei Ling no se prodigaba en exceso cuando a charlar se refería. Al menos con la
propia Ginger.
- ¿Mesa
para tres? - Les preguntó cuándo entraron. –
-Seremos
cinco por lo menos. - Matizó Sharon. –
Esa rubia científica, de apellido Templeton, era algo más comunicativa que su
otra compañera recién llegada. También, como Penélope, tenía el título de
doctora. En realidad, vino para sustituir a Melissa. Su campo no obstante, era
el de la genética. Y pese a su edad, había sido reclutada casi de las
últimas dentro del grupo de las Fairy Five. Parecía agradable y correcta. De
todos modos, no se relacionaba demasiado con otra gente. Aunque su compañera
Emma Simao, casi parecía aún más impenetrable. Era la teórica sustituta de
Caroline y aunque dominaban el mismo campo en el trabajo, no podrían ser más
opuestas en su forma de ser. Donde la tejana había sido campechana y accesible,
esta muchacha se mostraba reservada, algo crítica en ocasiones y muy centrada en
sus cosas. Mantenía eso sí, una buena educación con todo el mundo. No era
doctora como su compañera, pero sí una buena licenciada en física nuclear y
experta en informática. Siendo joven y posiblemente ambiciosa, se dejó seducir
por la oferta de trabajar con el prestigioso grupo de científicas que habían
llevado a cabo la terraformación de Nature. Mei Ling pensaba en eso, y
dudaba de si hablar de lo ocurrido delante de ellas. No les tenía aun la
necesaria confianza. Al menos en lo tocante a temas más personales. Supuso que
Penélope sabría cómo lidiar con esa situación. No tardaría mucho en
averiguarlo. Su jefa llegó al fin, venía junto con el mayor Jensen. Aunque nada
más verla supo que algo muy grave había pasado. La doctora Winters no era
propensa a mostrar mucho sus emociones y sin embargo ahora venía con los ojos
enrojecidos y restos de lágrimas. Tracer no estaba mucho mejor, ambos lucían un
semblante impactado por algo que había debido de ser realmente muy serio.
Apenas si se llegaron junto a las tres mujeres cuando Mei Ling preguntó.
- ¿Cómo
está Maggie?
-Está bien.
- Replicó lacónicamente Penélope, para agregar al poco. - Fue un parto muy
difícil.
-Ha sido
una niña, tal y como se esperaba. La ha llamado Gloria, claro. - Añadió Tracer.
–
- ¿Qué más
ha sucedido? -Quiso saber la oriental. -
Sin embargo, sus amigos no estaban demasiado proclives a contar más. Lo que sí
pudo decir Penélope, con tono lo más controlado posible, pero todavía rezumando
emotividad, fue.
-Su vida ha
estado en gravísimo peligro. Por fortuna, teníamos a Giaal y a Kiros allí.
Sus contertulias se miraron con una
mezcla de asombro y Mei Ling, incluso abrió la boca con horror.
-Pero
parece que al final todo ha salido bien. ¿No es así?- Inquirió tímidamente
Sharon, añadiendo.- me alegro.
-Sí, así ha
sido, por fortuna.- Terció Tracer, dedicándole una mirada y una leve sonrisa a
esa chica.-
Sharon
sonrió a su vez apartando la vista. Por su parte, sin fijarse en esto y para
confirmar aquel buen desenlace, la doctora Winters quiso adoptar un tono más
coloquial y despreocupado para inquirir a su vez en un poco sutil cambio de tema.
-Ahora los
tres están en casa. Me refiero a Maggie, a Kiros y a su bebé. Y nosotros
podemos celebrarlo. ¿Habéis pedido ya?
-No
todavía. - Repuso Emma agregando con un ligero toque de desaprobación. – Solo
hay una camarera y está hasta arriba de pedidos.
-La pobre
Gin no encuentra a nadie que quiera ayudarla. - Suspiró Tracer. -
-No me
sorprende, esto tiene mucho trabajo. - Valoró Sharon observando en derredor. -
-
Paciencia, tenemos tiempo todavía. - Terció Mei Ling. -
Y tras un breve y algo incómodo silencio, fue Emma quien comentó.
-Y hablando
de tiempo. ¿Cuándo llegará la que nos falta?
-No lo sé.
- Admitió Penélope. - No he podido hablar con la central en varios días.
Creo que estaban valorando a algunas candidatas.
-Esperemos
que no se demoren demasiado. Tenemos mucho trabajo aquí. – Sentenció Emma.- Y
es casi inabarcable. De no recibir ayuda estaremos en una situación límite.
Mei Ling y la doctora Winters cruzando sendas miradas de estupor. Fue la jefa
del grupo quien tomó la palabra entonces.
-Ahora las
cosas están más tranquilas. Os puedo asegurar que, durante el viaje hasta Nature
sí que tuvimos situaciones límite. - Declaró Penélope, remachando de modo
contundente aunque suavizado por una leve sonrisa. – Esto no es nada y
cualquier miembro de nuestro equipo es capaz de esto y de mucho más.
Y es que a la doctora Winters no le gustaba esa actitud de aquella chica. Era
buena sí, incluso brillante en su trabajo. Por eso entre otras cosas había sido
seleccionada como miembro del grupo Fairy Five. Sin embargo, no daba la
impresión de mostrarse demasiado contenta realizando su labor. Tampoco podía
acusarla de eso, cada cual tenía su carácter. Y hasta ahora cumplía con su
cometido. No obstante, aquel no era el único comentario que había deslizado ya
sobre, en su opinión, “el agobiante y crítico exceso de trabajo” que padecían.
-Esperemos
que venga pronto. Así estaremos más liberadas. Nunca viene mal recibir un poco
de ayuda. - Convino Mei Ling queriendo zanjar ese espinoso asunto. -
A la oriental tampoco se le había escapado la cara que puso Penélope al oír lo
que dijo esa muchacha. Cualquiera podría darse cuenta de que, en un planeta en
proceso de terraformación y tras un viaje de aquel calibre, el trabajo sería
cuando menos continuo y exigente. Miró entonces a Sharon. Era atractiva y
parecía más amable, sin embargo, era muy reservada, casi más bien algo tímida.
Solía escuchar mucho y hablar más bien poco. Aunque en eso era igual que ella
misma. De todos modos, no le dedicó más tiempo a esa reflexión y es que por
quien de veras se hallaba preocupada era por Maggie. Su ex novia debía de haber
sufrido mucho en ese parto a juzgar por cómo estaban de impactados Penélope y
Tracer. Y cuando hablaron de ese gravísimo riesgo, incluso tuvo la sensación de
que habían tratado de suavizar la realidad de lo ocurrido.
-Ya hablaré
con ellos a solas. O con la propia Maggie, cuando pasan unos días y haya podido
recobrarse.- Se prometió.-
-Espero que
venga pronto esa chica. - Comentó ahora Emma mirando a la atareada Ginger. – Ya
llevamos un buen rato aquí.
-Tiene
demasiado trabajo. – Observó Mei Ling una vez más. –
-Bueno, pues
que contrate a alguien. - Repuso su impertérrita interlocutora. - Ese es su
problema. No el nuestro. ¿No creéis?
Una vez más Penélope y Mei Ling cruzaron sendas miradas de desaprobación. ¿Pero
qué le pasaba a Emma? Cualquiera podría ver que la pobre Gin no daba más de sí.
Fue en ese instante cuando Rick, quizás dándose cuenta de lo mismo, se levantó
dirigiéndose hacia la camarera. Ginger le vio en efecto y, pensando que venía a
reclamar algo de atención, se apresuró a disculparse.
-Lo siento,
es que estoy desbordada hoy…
-No pasa
nada, Gin. A eso venía precisamente. Me ofrezco a ayudarte como voluntario. -
Sonrió el mayor Jensen. –
-
¿Ayudarme? - Repitió la camarera con gesto atónito. –
- Sí, yo
llevaré los pedidos a la gente. Tú céntrate en sacarlos. - Se ofreció el chico.
-
-No te
puedo pedir eso. - Se sonrojó la joven, con visible apuro. -
- ¿Acaso no
te fías de mí? - Se sonrió su interlocutor. - ¡Oye! He participado en misiones
peligrosas, tengo recomendaciones. - Rio. –
Ginger se sonrió ampliamente ahora. Al fin confesó apurada.
-Es que me
da mucho apuro no poder atenderos más deprisa…
-No te preocupes
por eso, anda, deja que te eche una mano y así Pennie verá que soy un tipo
amable.
La camarera movió la cabeza divertida. El mayor Jensen era un caso, pero
realmente encantador. Penélope no sabía lo que tenía ¿O quizás sí? Desde luego,
ahora estaba prestando mucha atención desde su mesa, lo mismo que el resto de
mujeres que estaban con ella. Al poco, vieron a Rick acompañar a la trastienda
a Ginger.
- ¿A dónde
va? - Se preguntó la doctora Winters, sin pretenderlo, en voz alta. -
-Habrá ido
a pedirle que se dé prisa. - Conjeturó Emma.-
Aunque a los pocos segundos le vieron salir luciendo un delantal y portando una
bandeja. Penélope no salía de su asombro, y lo mismo les sucedía a las otras
chicas. Más todavía cuando comprobaron que el cargamento que llevaba el joven
no estaba destinado a su mesa, sino a otra
algo apartada. Tras dejar todo se aproximó a ellas y, con una media sonrisa e
imitando un acento francés más bien ridículo, les preguntó divertido.
-“Señoguitas,
qué van a quegeger tomag”
Eso hizo reír a Sharon e incluso a Emma, aunque ésta apenas si esbozó una
mueca. Mei Ling sonrió y Penélope, tras mover la cabeza fingiendo
desaprobación, no pudo evitar hacer lo propio para rematar.
-Si
Amatista te oyera maltratar su idioma natal de esa forma te ibas a enterar… ¿Se
puede saber que estás haciendo? - Quiso saber ahora ya con expresión seria y
curiosa a la vez. -
-Le he
ofrecido ayuda a Gin. Ha aceptado. - Declaró el chico. - De modo que decidme
qué vais a querer tomar y yo lo traeré.
-Está bien,
nos arriesgaremos. - Sonrió su novia, agradablemente sorprendida por ese gesto
de su pareja. -
Y así lo hicieron. De modo que, tras anotar los pedidos, Tracer corrió a la
zona de cocinas. Allí Ginger podía ahora ocuparse de preparar las tartas, cafés
y demás con mayor sosiego.
-No sé cómo
darte las gracias. - Afirmó ella. -
-Con un
trozo de tarta y un café, me consideraré bien pagado. - Sonrió el chico. –
-Dalo por
hecho.- Replicó la muchacha, visiblemente agradecida.-
Al fin el joven salió llevándoles a las mujeres todo lo que le habían encargado.
-¡Vaya, y
no ha tirado nada! - Pudo decir una
divertida Mei Ling en cuanto aquel improvisado camarero dejó la bandeja a salvo
sobre la mesa. –
- Muchas
gracias, mayor. - Sonrió Sharon, mirándole con un tímido interés. -
-No hay de
qué. - Repuso él devolviendo la sonrisa. -
Penélope observo esos gestos no sin algo de malestar. ¿A qué tenía esa chica
que ponerle caritas a su novio? En fin, quizás se estuviera pasando de
suspicaz. Había estado sometida a mucha tensión por lo de Maggie. ¡Y ahora que reflexionaba
sobre eso, lo había olvidado completamente! En fin. De todos modos, pensó
rápido y le comentó a Rick.
-Supongo
que te vas a quedar hasta que Ginger cierre. Ya que te has ofrecido a ayudarla
no sería muy elegante si te marchases cuando terminemos.
-No, claro.
- Convino el chico que ya había pensado eso mismo a su vez. – Me quedaré si no
te importa.
-Al
contrario, es lo correcto. Y es más, yo me quedaré contigo. -Se ofreció la
muchacha. -
-No hace
falta, Pennie. Tendrás que descansar. - Contestó él. -
Aunque su novia le miró ladeando ligeramente la cabeza hacia Mei Ling. Tracer
no dijo nada, aunque la oriental sí que pareció entenderlo y terció entonces.
-Me quedaré
también. Hace mucho que no hablo con Ginger. Quiero preguntarle por su hijo…
Tanto Sharon como Emma se miraron extrañadas, pero no dijeron nada.
Posiblemente la doctora Winters y Mei Ling conocían a esa camarera hacía ya
bastante tiempo y tendrían cosas de qué hablar. O pudiera ser que, en efecto,
deseasen echarle una mano. De modo que, tras degustar esos dulces, tomar un
café y conversar sobre algunas cosas del trabajo y otras algo más
intrascendentes, Emma se levantó excusándose.
-Ya se hace
tarde. Ha sido una velada muy agradable, pero estoy cansada. Me retiro, buenas
noches.
-Espera, te
acompaño. - Le dijo Sharon, que se dirigió al resto también. – Ha sido una
tarde muy entretenida, gracias y hasta mañana.
El resto las despidió de similar modo. Las dos chicas se fueron entonces del
local. Al salir, Sharon comentó a su compañera.
-La verdad,
es un sitio agradable, cuando no está tan lleno. Al final hemos podido estar
más tranquilos.
Sin embargo, su interlocutora movió la cabeza con desgana para declarar hasta
dando la impresión de estar molesta.
- ¿No te
has dado cuenta? Querían que nos largásemos lo antes posible, para charlar de
sus cosas.
-Mujer, no
creo. Sencillamente llevan conociéndose más tiempo y tienen amistad.
-A mí no me
interesa su amistad. Me interesa hacer bien mi trabajo y que eso me ayude a
ascender. - Replicó desabridamente su contertulia pasando a agregar con
tintes desapasionados. - Y te aconsejaría que hicieras lo mismo. Esos tienen su
propio club privado. Dudo mucho que te dejen entrar en él.
Sharon se encogió de hombros, tampoco iba a ponerse a polemizar ahora. En lo
único en lo que estaba de acuerdo con Emma era en que estaba cansada. Así pues,
las dos se separaron tras darse las buenas noches, rumbo a sus respectivos
apartamentos. Cuando la rubia doctora llegó al suyo se quitó los zapatos y
suspiró. Después, lo primero que hizo fue mirar una foto de dos personas de
edad madura que posaban junto a ella. Todos iban vestidos de gala. Aquella
imagen correspondía al día en el que fue invitada a la cena del grupo Fairy
Five, en la central de la Masters Corporation con sede en Nueva York. Al poco
de contratarla.
-Papá,
mamá. Os hecho mucho de menos, gracias a vosotros he podido llegar hasta aquí.
- Pensó sonriendo levemente. -
Se quitó la ropa y se dio una ducha. Ahora, bajo el agua caliente recordaba.
Sus padres habían sido su apoyo desde niña. Siendo hija única además no pudo
quejarse nunca de estar desatendida. Y es que ellos la querían muchísimo. De
pequeña recordaba sin embargo una época en la que no vivió con ellos. Estuvo
con sus tíos. Sus padres no estaban. Llegó incluso a imaginar que habían ido al
cielo y que el propio guerrero dorado les trajo de vuelta.
-Ya no sé
qué pensar sobre eso. - Reflexionaba. - Siempre creí que todo fue fantasía. Que
ese guerrero solamente existía en los cómics, o que salía en la tele y que le
imaginé ayudándome. Pero existe de verdad. Bueno, él y otros iguales. Esos
saiyajin que son aliados de los reyes. Y luego las justicieras. Yo sí que puedo
presumir de conocerlas. ¡Fue real! Durante muchos años quisieron convencerme de
que aquello se debió a una fantasía infantil. Pero después supe que ocurrió. Aunque,
pese a todo, llego a dudar todavía de si aquello fue verdad. - Sonrió ahora
dejándose empapar a placer por el agua que caía sobre su cabeza. -
Y es que a veces, en algunos de sus recuerdos, se veía siendo una cría
entre las derruidas paredes de su clase. Junto con otros niños se escondía tras
una barricada de mesas y sillas. Sentía mucho miedo, fuera oía los gritos
espeluznantes de monstruos terribles. Sin embargo, allí estaban ellas, las
justicieras. Como salidas de una película, protegiéndola a ella y a sus
compañeros.
-Apenas si
puedo recordar nada.- Suspiró.- Sé que ellas existen, pero puedo que yo inventase
algunas cosas. Podría haber mezclado cosas en mi imaginación. Mis padres me dijeron
que siempre tuve mucha. ¡Si hasta llegué a decirles que las justicieras eran
mis señoritas de la guardería!- sonrió en tanto cerraba el agua de la ducha.-
Al salir, se puso el pijama y, como ya había tomado un buen trozo de tarta en la
cafetería, no tardó mucho en irse a dormir sin precisar de cena. Esa noche soñó
de nuevo con aquella escena. Las dulces palabras de sus profesoras de infantil,
a las que llegó a querer mucho, animándola para que no tuviera miedo. Lástima
que al curso siguiente se fueran. Luego vio a ese hombre tan alto y guapo,
brillando con el cabello dorado. Sus padres apareciendo con él de pronto, en el
patio de la escuela…
-Papá.
Mamá... ¡Habéis vuelto! - Musitaba en sueños la joven científica dejando caer
algunas lágrimas de felicidad en la almohada. -
Paralelamente a su compañera de trabajo, Emma había llegado a su piso. Apenas
si tuvo tiempo de decorarlo a su gusto. Era de las pocas cosas que sí apreciaba
en aquel pedrusco en el que estaba forzada a vivir.
-Por lo
menos, es una vivienda cómoda. - Se decía. -
Le costó entrar en ese grupo de las Fairy Five. Y no era para menos. En todas
partes se decía que era el mejor a nivel mundial. Y sobre todo, sus miembros
eran exclusivamente mujeres. En cuanto supo de su existencia deseó
fervientemente formar parte de él. Indagó y supo que cada división de esa
organización tenía una directora de proyectos y cuatro componentes más. Algunas
científicas de indudable talla habían formado parte del mismo. Entre ellas las
responsables del proyecto Bios. Y también las de Nature. Aunque a la que más
interés tenía en conocer era a la doctora Winters. Y al fin lo había hecho.
- ¡Qué
desilusión! – pensaba. - No digo que no sea muy buena en lo suyo, pero parece
estar más preocupada de ese piloto idiota que tiene como novio que de otra
cosa. Me parece un milagro que haya llegado a hacer todo lo que ha hecho.
Eso es lo que tiene andar perdiendo el tiempo con hombres como ese. Pero a mí
bien que me ha echado el sermón.
Y es que no le gustó nada la réplica que su jefa le dio cuando expresó su justo
malestar por esa sobrecarga de trabajo. Penélope era desde luego la primera en
llevarlo a cabo y apenas descansaba. En ese aspecto era una profesional
admirable. Lástima que luego lo estropeara con detalles como ese. Eso sin
mencionar a aquel individuo con el que salía. El tal Rick, o Tracer o cómo
diablos se llamara, le parecía el típico graciosillo que conquistaba a algunas
mujeres por medio de su palabrería y sus patochadas. No comprendía como
una científica de la talla de su jefa de grupo se hubiera dejado engatusar por
él. Pero bueno, eso no era asunto suyo. Todo lo más, otra oportunidad para
demostrar su valía.
-Mañana
será otro día. - Se dijo más animadamente. –
Y tras una breve ducha se acostó para descansar lo máximo posible…
Por su parte, en cuanto se quedaron a solas y la gente se fue marchando, el
grupo de Penélope, Mei Ling y Tracer, pudieron conversar con tranquilidad.
Ginger despidió al último cliente y echó el cierre quedándose con ellos. De
este modo, pudieron la doctora Winters y el mayor Jensen contarles lo ocurrido.
- ¡Oh, por
Dios, es increíble! – Exclamó Ginger llevándose las manos a la boca para querer
asegurarse con manifiesta preocupación. - ¿Entonces Maggie y su hija están
bien?
-Lo estaban
cuando se marcharon con Kiros. - Repuso Tracer. –
-Es algo
asombroso. - Convino Mei Ling expresando ahora su pensamiento en voz alta. – Tengo
que llamar a Maggie a ver como está.
-Quizás
convendría dejarles un tiempo a solas, en familia. - Comentó Penélope. -
Ha sido una prueba muy dura, seguramente necesitarán un plazo razonable para
asimilarlo.
Los demás asintieron. Aunque fue Ginger, la que llevada por su innato
entusiasmo, comentó.
-Pues me
gustaría comprarle un regalo a la niña. Es la costumbre cuando unos amigos
tienen un bebé.
-Sí, eso
sería apropiado. - Aprobó Penélope. -
-Y teniendo
en cuenta que Kiros habló de celebrarlo, hasta podríamos ayudarle con la
fiesta. - Terció Rick. -
-Os ofrezco
mi local. Ese día lo cerraré al público. - Propuso Ginger, alegando con
decisión. – Cualquier cosa por animarles.
Incluso pudiera ser que el local que
estaba preparando en Nature estuviese listo para entonces. Por ahora no quiso
comentar nada sobre ello, para no meterse presión ni obligarse. Y se limitó a
escuchar a sus amigos.
-En cuanto
pueda se lo haré saber a Kiros. - Dijo Tracer. -
-Y también
habrá que comentarlo con Susan y Giaal. - Le recordó su novia. –
-Sí, lo
haremos. Quizás dentro de un par de días. - Calculó el joven. - Mañana tendré
que salir de patrulla.
Así lo acordaron. Tracer incluso le mandó un mensaje al doctor Ginga. Éste
estaba ya en su casa. Aunque su novia no había vuelto. Cuando miró su teléfono,
aparte del mensaje de Rick, vio otro de Susan. En él le comentaba que tenía una
misión urgente y que posiblemente no volviera esa noche. Aquello le inquietó.
Sin embargo, optó por tener confianza en su pareja. Ella era una oficial
militar y estaba dentro de lo normal que le ordenasen una salida imprevista.
Tampoco podía hacer nada al respecto. Solamente desear que retornase sana y
salva en el menor tiempo posible. Contestó a Tracer ofreciéndose para lo que
hiciera falta en lo relativo a preparar la celebración mientras meditaba…
- ¡Ojalá
que Susan vuelva pronto! Algo me dice que esa misión podría ser algo delicado.
No obstante, me preocupan más Maggie y esa niña. ¡Sentí una energía tremenda!
Me recordó a la que emanaba del hijo de Leval y de Amatista. Pero en un sentido
distinto. No sé cómo describir eso…ni tan siquiera tengo la menor idea de si
será bueno o malo.
Volvió a darle vueltas la idea de contactar con Mazoui o con Tom Rodney. Pero
tras unos momentos de dudo finalmente lo dejó estar, ya era hora de dormir un
poco. Aunque los de su raza no precisaran tanto descanso como los humanos. Pero
en verdad estaba agotado. Tras aquella tremenda situación, con la tensión
desbordada, sus energías estaban casi al límite. No tardó en dormirse.
-Mis padres
siempre nos lo decían a Naya y a mí. Si vivís al modo humano, descansad como
los humanos. Y ahora no estoy en condiciones ni de meditar sobre lo que ha pasado.
Será mejor que duerma.
Y eso hizo, sin dejar de pensar, eso sí, en su familia y en su novia. Y entre
tanto, precisamente la teniente Hunter se dirigía hacia las coordenadas que le
habían indicado, acompañada por los miembros de su escuadrilla, las Fighter
Ladies.
-Señora,
estamos llegando a la posición.- Le indicó Olivia.-
-Aparece
algo en las lecturas del radar.- Intervino Ludmila.-
-¡Es un
objeto enorme! A juzgar por la estimación del computador de mi caza.- Comentó
una perpleja Elisa.-
-Muy bien,
tranquilas. Mantened posición y velocidad. Todo está correcto.- Les respondió
Susan.-
-A la
orden.- Replicó la mejicana.-
Sin embargo, pese a tratar de
mostrarse totalmente calmada y dueña de la situación ante sus pilotos, la
teniente Hunter no las tenía todas consigo. Supuso que, en efecto, eso que
había ahí era lo que el comandante Enset le indicó cuando le explicó la
naturaleza de su misión.
-Únicamente
espero que todo salga acorde a las previsiones del comandante y no tengamos
ningún problema. - Pensaba. –
Y para bien o para mal, tanto ella como el resto de su escuadrilla lo sabrían
enseguida, dado que la forma de una gran nave comenzaba a recortarse en medio
de la negrura del espacio. Ese era su destino…
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