Al igual
que sus subordinadas, Susan estaba ya detectando una enorme nave que se
aproximaba a su posición.
-Aquí líder
de las Fighter ladies a escuadrilla. - Comunicó a su equipo. – Todo acorde al
plan de vuelo por ahora. Permanezcan en formación y activen medidas evasivas si
doy la señal. No debería existir ningún peligro. No obstante, acorde a las
ordenanzas debemos adoptar el protocolo de aproximación a nave desconocida.
-Recibido.
- Repuso Olivia. –
-Muy bien,
señora.- Convino Elisa.-
Las demás respondieron de idéntica forma. Todas conocían esos tecnicismos.
Nunca se podía una confiar. Por desgracia, tanto Susan como Olivia lo
aprendieron a costa de amargas experiencias. Y las demás se limitaron a obedecer
las órdenes.
-¿Cree
usted que podría haber peligro?- Quiso saber Ludmila.-
-Nunca se
puede estar seguro al cien por cien, alférez.- Respondió Susan.-
Aunque, por
fortuna, esa nave resultó ser amiga. De hecho, para mayor tranquilidad de las
chicas, la voz de la ahora capitana Simmons se escuchó vía intercomunicador.
-No tema,
teniente Hunter. Le garantizo que todo está en orden. Ahora procedan a
aterrizar en la zona de esta nave que se les indique.
- A la
orden. - Contestó la joven, dirigiéndose a su grupo. - Ya lo han oído. Síganme.
Sus subordinadas obedecieron de inmediato. Al acercarse vieron que esa nave era
realmente una especie de portaviones espacial. Muy similar a la SSP-1, que
Susan recordara aunque no alcanzara esas colosales dimensiones. Era incluso
menor que la SSP-2, pero pese a ello, imponía.
-Sigan la
indicación. - Le comunicó la voz de alguien que presumiblemente estaba al cargo
del puente de control. -Luz verde.
Y una
especie de semáforo de ese color se encendió, marcando el acceso a la nave.
Tras penetrar por esa abertura que les señalaron tomaron contacto con el suelo.
Aquella nave poseía un larguísimo brazo para que los aparatos se posaran e
incluso rodasen unas decenas de metros para frenar. De este modo el aterrizaje
fue bastante cómodo. Podrían incluso haber adoptado la forma varitech, pero no
tuvieron necesidad. Finalmente, tanto la teniente Hunter como sus pilotos,
dirigieron sus cazas hacia un lateral para dejar libre esa zona de llegada.
-Pueden
salir cuando gusten de sus aviones, se ha cerrado y presurizado todo el área de
desembarco. - Les comentaron por radio. -
Al principio Susan pareció dudar, sin embargo, vio desde su cabina que la
capitana Simmons y varias personas más se aproximaban sin ningún tipo de traje
o protección. De modo que, con decisión, abrió la carlinga y no tardó en
descender del aparato. Al punto fue imitada por las demás. Al tocar suelo
saludaron cuadrándose ante su superiora, quien, tras devolver el saludo, les
dijo.
-Descansen
señoritas. Celebro tenerlas aquí. Teniente Hunter, supongo que el comandante
Enset le habrá puesto al corriente de cuál era su misión.
- Sí,
señora. - Repuso la interpelada. -
Junto con su oficial superior se alineaban tres mujeres vestidas de algo
similar al cuero, que lucían botas por encima de la rodilla de ese mismo
material y portaban una especie de micrófono sujeto a un lado de la cabeza.
Susan y el resto las reconocieron porque habían visitado Nature y la SSP-2
previamente. Entre tanto, Simmons no tardó en presentarlas formalmente.
-Las
Guerreros Starlight. Sailor Star Fighter. Sailor Star Maker y Sailor Star
Healer. Escoltas
personales de su alteza la princesa Kakyuu. La soberana del planeta Kinmoku.
Star Fighter, de estatura intermedia respecto de sus compañeras y pelo oscuro
bastante largo, recogido en forma de una larga y fina cola, tomó entonces la
palabra.
-He sido autorizada
a hablar en nombre de nuestra soberana. Capitana Simmons. Como ya le dije
cuando llegó, nos alegra mucho tenerlas aquí.
-Le
agradezco la gentileza. Estas oficiales se ocuparán de escoltarlas en su viaje
hacia Nature. - Le respondió Elisabeth. –
En esta ocasión, fue Sailor Star Healer, la más baja de las tres, con cabellos
color plateado, quien intervino.
-No
pretendo ofenderla a usted, ni a sus subordinadas, pero no necesitamos escolta
alguna.
-No nos
ofenden. Sin embargo, por razones de protocolo y seguridad, es conveniente que
no vayan solas.- Repuso Simmons con tono calmado, para añadir.- Y además, me
han informado que es expreso deseo de su princesa.
-Siendo
así.- Intervino Sailor Star Maker, la más alta de las tres, con un cabello
castaño oscuro que estaba rematado también en una larga cola de caballo.-
Aceptaremos con gusto y agradecimiento su escolta.
Las demás ya lo sabían, pero no les hacía demasiada gracia. No obstante, al
parecer esta última de las guerreras de Kinmoku, Star Maker, era la más
diplomática aunque también la más reservada. La primera que habló, Star
Fighter, parecía ser la más impulsiva y deseosa de confraternizar, y Star
Healer, la que tenía un carácter más arisco y desconfiado. Eso descubrieron
Susan y sus subordinadas cuando tuvieron ocasión de charlar un poco con
ellas. Eso sucedió durante el breve almuerzo que mantuvieron en esa nave. Al
concluirlo estuvieron listas para partir. Las tres guerreras de Kinmoku
hicieron un aparte para conversar. Healer comentaba con un evidente tono de
desagrado.
-¡Esto es
absurdo! Podríamos viajar a una velocidad muy superior a la de sus trasnochadas
naves.
-Es el
deseo de la princesa Kakyuu. – Respondió resignadamente Maker.-
-Supongo
que tendrá sus razones.- Intervino Fighter.- Aunque no lo acabo de comprender.
Tras un breve silencio fue Maker quien especuló.
-Después de
lo que nos dijo, quizás quiera que trabemos contacto con nuestros aliados.
Viajar juntos y hacerles creer que precisamos de su protección sería una manera
de hacer que confíen en nosotros de un modo más rápido.
-Podría
ser.- Convino Healer aseverando con mejor disposición tras escuchar aquello.-
La princesa siempre sabe lo que hace. No seré yo quien critique ninguna de sus
decisiones.
-Además,
tenemos unas bellas acompañantes.- Comentó Fighter dedicando una larga mirada a
Susan que se encontraba a unos metros junto con sus subordinadas.-
-¡Siempre
estás igual! – Suspiró Healer para añadir casi a modo de reprimenda hacia su
compañera.- Tenemos que centrarnos en nuestro cometido.
-Ya lo sé.
Solamente era una broma.- Se defendió su interlocutora.- A mí no me interesan
esas chicas de la Tierra para nada.
Aunque dijese eso con tanta ligereza, Fighter no olvidaba tan fácilmente, pese
a los años transcurridos. Recordaba cuando tuvo que ir a la Tierra, huyendo de
aquella por entonces diabólica Sailor Galaxia. Tanto ella como sus compañeras
tuvieron que hacerse pasar por hombres que formaron un grupo musical con mucho
éxito. Las Three Lights. Fue entonces cuando conoció a Usagi. No pudo evitarlo,
quizás fuera debido a su entonces condición masculina, pero se enamoró
perdidamente de ella. Por desgracia esa jovencita tenía ya el corazón ocupado
por otro. Pese a que en un principio su novio nunca estuvo presente en modo
físico, siempre se alzó como una barrera insalvable entre ambos. Al fin, cuando
todo concluyó felizmente, él apareció tras resucitar.
-Cuídala
bien.- Musitó Star Fighter, recordando algunas de las últimas palabras que dijo
en la Tierra, dirigiéndose a aquel tipo que le aseguró que así lo haría.-
Y al parecer.- Meditó ahora con una agridulce sensación.- Mamoru cumplió su
promesa.
Y es que Usagi y Mamoru eran ahora más conocidos como la reina Serenity y el
rey Endimión de la Tierra. Aliados y amigos de la princesa Kakyuu de Kinmoku. Y
ambos le habían pedido a su Alteza que estrechase a su vez lazos de amistad y
cooperación con los habitantes de ese planeta recién colonizado, Nature. Kakyuu
accedió gustosa a esa petición. Al poco recibió una visita. Aquel muchacho
moreno y atractivo, (por qué no admitirlo) vino a informarla acompañado de la
princesa de Plutón. Star Fighter recordó la llegada de ambos a su planeta y
como fueron acogidos con muestras de gran deferencia. Esa princesa era una
mujer imponente a su vez. Hija de la reina Meioh y del rey Lornd de Nuevo
Vegeta, otro planeta aliado. Al llegar y ser recibidos, los dos visitantes
hicieron una educada inclinación.
-Por favor,
amigos míos, eso no hace falta.- Les dijo Kakyuu, que lucía muy bella con ese
vestido largo casi en forma de túnica color rojo bermellón con ribetes negros,
que conjuntaba muy bien con su melena rojiza.
-Gracias
por concedernos audiencia tan rápido, Alteza.- Replicó ese joven de penetrante
mirada.-
Con esos ojos violetas parecía ser realmente capaz de ver a través de los
pensamientos ajenos. De hecho, estando allí la propia Star Fighter y sus
compañeras, el muchacho añadió.
-Es un
honor poder conocer a las valerosas guardianas de su Alteza Real. Valoramos
mucho cuanto hicieron por la Tierra. Muchos saludos de parte de mi madrina Rei
y del resto de las princesas y nuestros soberanos.
Las aludidas correspondieron con una cortes inclinación de cabeza. Sobre todo
fue Healer quien pareció más complacida. Fighter suspiró sabiendo que su
compañera realmente apreciaba los halagos cuando eran sinceros. Al menos, si es
que respetaba al emisor de los mismos. Maker, siendo más ecuánime y objetiva,
pareció estar satisfecha a su vez. Aunque la guerrera luchadora fue quien se
adelantó para comentar con educación pero cierta suspicacia.
-Con el
permiso de su Alteza.- Declaró mirando hacia Kakyuu que asintió dándole la
venia para proseguir.- Habéis hecho un largo viaje. Suponemos que será para
algo más que traernos saludos.
-Así es.-
Intervino la princesa de Plutón, para comentar.- Al margen de los buenos deseos
de los reyes y de mis compañeras, las princesas planetarias. También os traigo
los saludos de mis padres. Ellos me dijeron que delante vuestra, Alteza, y de
vuestras guardianas, podría hablar con toda confianza.
-Por
supuesto. Pero, por favor, prescindamos de tantos formalismos. ¿Te llamas
Seren, verdad? -Preguntó Kakyuu a lo que su interlocutora asintió. La soberana
de Kinmoku se dirigió entonces al joven de cabello moreno y asimismo le
inquirió.- Si no me equivoco, tú eres Lance Rodney, ¿No es así? – Por su parte
el chico asintió también, en tanto su interlocutora proseguía.- Pues bien,
contadnos ¿Qué tal va todo en la Tierra?
-Todo
marcha bien. Tras la intervención de Serenity y Endimion, junto con los
guerreros que allí residen, la amenaza de la Nada pudo ser rechazada. Lo mismo
sucedió en Bios. Tuvimos oportunidad de estar allí y poder presenciarlo.-
Contestó el joven.-
-Algo de
eso me contó Serenity.- Admitió su contertulia.- Celebro que el equilibrio haya
retornado al universo. Aquí pudimos observar también extraños fenómenos. La
misma Sailor Galaxia, guardiana de esta parte del cosmos, nos advirtió.
Entonces. ¿Está ese peligro ya conjurado?
-De momento
sí. Aunque no se ha terminado por completo con él. Seguramente algún día
resurgirá.- Reconoció Lance con tono grave.-
-En tal caso,
estaremos listas para unirnos a la batalla cuando se requiera.- Intervino Star
Fighter.-
-Me temo
que esa será tarea de otros.- Repuso aquel joven con tono algo enigmático.-
Nosotros tendremos otros cometidos que realizar para asegurarnos de que, a su
debido tiempo, los que están destinados a combatir esa amenaza, puedan hacerlo.
-No
entiendo nada.- Terció Star Healer.-
-Creo que
se refiere a que habrá asuntos más urgentes que atender. – Le contestó Maker.-
Ese muchacho asintió. Así era. Las tres guardianas de Kinmoku se miraron entre
intrigadas y reflexivas. Aunque fue su princesa quien tomó la palabra, ahora
para dirigirse a Seren.
-¿Qué tal
las cosas en Nuevo Vegeta?
-Por ahora
bien, Alteza.- Contestó Plutón quien, sin embargo, bajó la mirada.-
La joven parecía estar abatida ahora. Incluso destiló un tinte de dolor en esas
palabras. Dándose cuenta de eso, y ante las miradas preocupadas de su
interlocutora y las Starlight, les desveló.
-Hemos
pasado por momentos muy difíciles, pero, gracias al Cielo, todo está tranquilo
ahora.
-Comprendo.-
Musitó Kakyuu que parecía saber algo más de lo que dejaba entrever.-
También las guardianas parecieron sentirse incómodas. Aunque ninguna habló.
Lance aprovechó para ser él quien dijera.
-Tanto la
Tierra, la Luna, Nuevo Vegeta, Nature y Bios son de vital importancia para
nuestro proyecto de ayuda y defensa común. Los soberanos de la Tierra y la Luna
desean formar una gran coalición de mundos. También estamos en conversaciones
con más planetas. Y deseamos sumar a Kinmoku a esa larga lista de amigos.
-Por
supuesto, podéis contar con nosotros. - Afirmó categóricamente la princesa
Kakyuu. – Y decidnos. ¿Cómo están los soberanos? Quiero decir a nivel
personal.- Se interesó.-
-Pues
contentos y satisfechos, pero también preocupados y muy centrados en todo el
trabajo que tienen por delante. Replicó Lance.- Ahora, además de todas sus
obligaciones como reyes, tienen también algunas más familiares. La reina
Serenity por ejemplo, piensa constantemente en sus padres. En los humanos,
claro está. Que la han criado desde que nació en su mundo.
-Sí,
claro.- Terció Sailor Star Maker.- Es lógico. Se preocupa por su bienestar y su
seguridad.
-Siendo la
soberana de la Tierra cualquier facción de enemigos u opositores podría hacerles
blanco de amenazas o incluso ataques.- Añadió Star Healer.-
-Lo siento
por Odango.- Suspiró Star Fighter, quién algo azorada enseguida corrigió.-
Quiero decir, por la reina Serenity. Sé lo mucho que quiere a su familia. Tuve
la ocasión de comprobarlo. Son unas personas estupendas. Si algo malo les
sucediera por su relación con ella, eso la destrozaría.- Sentenció con pesar.-
Sus compañeras asintieron de igual modo. Todas habían tenido la oportunidad de
conocer a esa muchacha tan sobresaliente y llegaron a estimarla sin
reservas. Fighter incluso llegó a más.
-No debéis
temer.- Las tranquilizó Lance, explicando.- Del mismo modo que las princesas
planetarias y las autoridades de la ONU se ocupan de la protección y seguridad
de los monarcas, tenemos personas encargadas de velar por la familia Tsukino.
-Hay que
protegerles bien. No podemos permitir que nada ni nadie condicione el proceder
de los reyes o las decisiones que deban tomar.- Añadió Seren.-
-Desgraciadamente,
no hay nada que podamos hacer para preservarles del paso del tiempo.- Afirmó Lance.-
El chico lo sabía bien. Había charlado
de ello incluso con la propia Serenity, que en esa ocasión, se mostró como Usagi
ante él. Fue unos días antes de partir hacia Nature, cuando Lance pudo verla.
La soberana estaba descansando en un reservado del edificio de la Masters Corporation
en Nueva York. Justo tras un acto oficial.
-¿Dais
vuestro permiso, Majestad?- Quiso saber él, tocando la puerta.-
Era de las contadas personas que
tenía acreditación lo bastante importante como para poder traspasar la
seguridad, tanto de la ONU, como de las propias princesas planetarias. Aunque
siendo el ahijado de una de ellas, no lo tenía desde luego difícil.
-Adelante,
Lance.- Le invitó a pasar su interlocutora.-
De hecho el chico fue a
requerimiento de la reina. Ella quería transmitirle sus mejores deseos y
algunas otras cosas a su amiga la princesa Kakyuu. Así se lo expresó.
-Sé que vas
a emprender un largo y difícil viaje, y que tienes muchas cosas de las que
ocuparte.- Le comentó Serenity en tanto él hacia una leve inclinación de cabeza
al entrar en la estancia.-
-Todo sea
por el bienestar de la Tierra y los demás planetas, Majestad.- Respondió él,
añadiendo en reciprocidad.- Y vos habéis hecho mucho a vuestra vez. Tenéis una
agenda muy cargada.
-Así es. Y
lo que más siento de todo eso es que no tengo apenas un minuto para ver a mi
familia.- Suspiró la joven, alegando con un tinte de preocupación y tristeza.-
Mis padres se van haciendo mayores. Quisiera pasar más tiempo con ellos.
-Sois la
reina de la Tierra y de la Luna.- Le recordó Lance.- Gracias a vos y al Cristal
de Plata, las cosas han mejorado mucho aquí. Y se empieza a comentar que la esperanza
de vida de los habitantes de este planeta está aumentando.
-Es un
efecto colateral del Cristal de Plata.- Le explicó ella, añadiendo.- No es
mérito mío. Por desgracia, tampoco es algo que pueda apreciarse demasiado hasta
que no pasen algunas décadas más. Y como bien sabes, tiene a su vez desventajas.
-Sí, Majestad.
Lo sé.- Admitió el chico.-
-Mis padres
ya son muy mayores, el efecto en ellos apenas será perceptible. Y también estoy
preocupada por su bienestar. No como reina, sé que su seguridad está
garantizada. Pero como Usagi, su hija, me pesa el no tener más tiempo para
verles.
-Os
comprendo muy bien. Lo mismo me sucede a mí. Debo alejarme con mucha frecuencia
y por mucho tiempo de mis padres. Pero es el papel que me ha tocado jugar…
-Así es,
ambos tenemos eso en común, Lance. Es algo que nunca podré agradecerte lo
bastante.
-Ya lo
hacéis. Y soy yo quien está en deuda con vos y con todas las princesas
planetarias. Comenzando por mi madrina Rei. Sin vosotras nada de esto habría
sido posible.
Serenity le dedicó una cálida y
amable sonrisa y asintió, para responder, cambiando ya de tema.
-Es por
ello, que tu cometido será muy importante. Tienes que entrevistarte con la princesa
Kakyuu y decirle…
Entonces él recordó las instrucciones que
la soberana de la Tierra le diera para transmitir a la princesa del planeta
Kinmoku. Al terminar ese relato y tras un momento de callada reflexión por
parte de todos los allí presentes, fue Kakyuu quien declaró con gravedad.
-Ser
gobernante exige un tremendo esfuerzo y sacrificio a todos los niveles. Ellos
ya lo han podido comprobar. Y por desgracia a buen seguro que tendrán ocasión
de seguir haciéndolo en años venideros. También yo puedo dar fe de eso. Los que
tenemos tales responsabilidades hemos de elegir muy bien a nuestra gente de
confianza. Personas capaces de anteponer el bienestar de los demás al suyo
propio y de renunciar a tanto para lograrlo. Me alegra ver que Serenity y
Endimión os tienen a vosotros entre ellos.
-Gracias,
Alteza.- Repuso Seren.- Es para nosotros un honor que nos tengáis en tan alta
consideración.
-Es por
eso, amigos míos, que celebro que hayáis venido y estaré encantada de hacer
cuanto esté en mi mano para que Nature sea un mundo próspero y seguro. – Les
garantizó su contertulia.-
-Os lo
agradecemos mucho, Alteza.- Afirmó Lance, agregando.- Tendremos que partir
pronto. Por mi parte debo verme con más personas en Bios y en la Tierra.
Asimismo, debo preparar vuestra visita oficial a Nature.
-Yo tengo
que ir a mi planeta natal. Para informar a mis padres de vuestras palabras.-
Intervino la princesa Plutón.- Y traeros su respuesta institucional. Aunque
estoy convencida que se alegrarán y que estarán deseando estrechar los vínculos
de amistad entre Nuevo Vegeta y Kinmoku.
-En tal
caso, por favor, id a descansar.- Les sugirió la princesa Kakyuu.- Nos
despediremos cuando estéis listos para partir.
Tanto Lance como Seren asintieron, efectuando otra inclinación que fue
amablemente correspondida por sus anfitrionas. En cuanto ambos se fueron, las
Starlight celebraron un conciliábulo junto con su princesa.
-No sé.-
Comentó Star Maker.- Me da la impresión que las cosas en Nueva Vegeta no deben
de estar demasiado bien, pese a lo dicho por Plutón.
-Es
verdad.- Convino Healer señalando.- No parecía tener demasiados deseos de ser
clara, ni de dar información.
-Ha sufrido
mucho, es comprensible.- Intervino Kakyuu.- Su mundo estuvo al borde de una
guerra civil.
-Sí, y que
tu propio hermano mayor sea el traidor que encabeza a los rebeldes, no es
precisamente agradable.- Remachó Star Fighter.-
-¡Seiya! -
Exclamó Star Maker mirando a su compañera en tanto usaba aquel nombre que ésta
llevase en la Tierra- No digas eso.
-Es la
verdad, Taiki..- Intervino Healer empleando a su vez el nombre terrestre de su
otra colega. – Todos lo sabemos.
-Sí,
Yatén.- Convino Maker, llamando también por su nombre terrícola a su
compañera.- Sin embargo, no sé. Es duro decirlo, incluso cuando la
princesa Plutón no está presente. Me parece una falta de tacto. Y conviene que
nos acostumbremos a tenerlo. Si es que vamos a ejercer de diplomáticas.
-Así es.
Tienes razón.- Afirmó Kakyuu con aprobación.- Es muy de lamentar lo sucedido en
ese mundo, mejor no expresarlo abiertamente. Va también en nuestro propio
interés.
-Y lo que
Lance ha comentado de Odango y su familia también me entristece.- Suspiró
Fighter.-
-Pero
contra eso, nada se puede hacer, es ley de vida.- Repuso una también apenada
Healer.-
-Así es.
Eso lamentablemente ni nos compete, ni podemos hacer nada por solucionarlo. -Terció
una más realista Maker, para agregar.- Ahora, únicamente debemos esperar que la
situación en Nuevo Vegeta no se agrave. Las cosas ya están lo bastante tensas allí,
y a juzgar por lo sucedido en el viaje de la SSP-2, todavía podría ser peor y
afectarnos directamente.
Las demás asintieron, Aunque eso era desde luego un secreto a voces. Algunos
informes habían llegado desde ese lejano planeta que, no obstante, estaba más
cerca de Kinmoku que de la Tierra. El riesgo de una posible conflagración civil
en ese lugar había inquietado muy seriamente a la princesa Kakyuu. De haber
triunfado los golpistas estos fácilmente hubieran sido capaces de atacar y
conquistar su mundo y el solo hecho de pensar en tener que huir de allí una vez
más era aterrador. Algunos incluso le habían desaconsejado a la joven soberana
el mostrar su apoyo a los reyes Lornd y Setsuna. Eso la ponía directamente en
el punto de mira de los insurrectos, le dijeron. Lo consultó también con sus
fieles guardianas. Una pragmática Healer, le aconsejó acorde con muchos de los
dignatarios, que debía mantenerse al margen. Fighter, que era mucho más
emocional e impulsiva, le recordó que los amigos eran amigos, en todas las
ocasiones, buenas o malas. Ofreciéndose incluso para ir a luchar junto con los
legítimos monarcas de ese planeta. Por su parte Maker, la más objetiva, afirmó
que eran los intereses de Kinmoku los que debían de protegerse. Y que si bien
era peligroso ser el blanco de los enemigos de los reyes de Nuevo Vegeta, lo
era también no prestar ayuda o al menos, apoyo a los soberanos legítimos. Si
los rebeldes triunfaban a buen seguro que podrían atacar a cualquier planeta
cercano que les interesase para obtener riquezas. Si ganaban Lornd y Setsuna,
lo más probable sería que no olvidaran la actitud de Kinmoku, para bien o para
mal. No era necesario enviar a nadie allí, pero sí darles a entender que no
estaban solos. Aquello fue un dilema, y al fin, tras mucho meditar, Kakyuu se
decantó por ser una buena amiga. Ofreció apoyo moral al menos y refugio para
cualquier saiyajin leal a sus soberanos que lo precisara. La respuesta llegó al
poco. El rey Lornd y la reina Meioh agradecían esa muestra de amistad en
aquellos difíciles momentos y la apreciaban en todo su valor. Declinaron la
intervención de nadie ajeno a su planeta natal, aunque prometieron recordar ese
gesto.
-Hicimos
bien,- pensaba la princesa no sin alivio.- Aunque la amenaza quedó conjurada
solamente en parte. Esos rebeldes que huyeron se unieron a las tropas de ese
tirano de Gralas.
Aunque por suerte, también fueron derrotados y tanto ellos, como aquel criminal
espacial, finalmente destruidos. Esos fueron los informes que recibieron de la
SSP-2. Desgraciadamente no eran los únicos villanos interestelares sueltos.
-En fin.-
Comentó Healer sacándola de esos pensamientos para abundar precisamente en esa
última cuestión.- Ahora debemos preocuparnos a corto plazo de nuestros
intereses en el sector Delta. Los Arcoily han estado muy activos últimamente.
-Son
enemigos muy poderosos. Esa raza casi se equipara a los mismísimos saiyajin.-
Valoró una preocupada Fighter.-
-Es por
ello que, la fuerza militar que se despliegue en Nature, nos será de mucha
utilidad. –Aseveró Maker.-
-Por eso
mismo tendréis que visitar ese planeta una vez más y pactar una política
de alianzas militares.- Les comentó la princesa.-
-¿Y cuándo
deberemos de partir?- Quiso saber Fighter.-
-En un par
de semanas, en cuanto tengamos lista la nave insignia de nuestra flota.- Repuso
su soberana. – Acorde con los informes de Lance Rodney, ellos enviarán a una de
sus jefas de alto nivel. Hemos acordado que únicamente vengan mujeres.
-¿Y eso?-
Se sonrió Fighter. – ¿Por qué no pueden venir hombres?
-Sabéis que
en nuestro planeta predomina el sexo femenino, aunque se puede elegir a
voluntad a qué género pertenecer. Sin embargo, la tradición dicta que únicamente
las mujeres pueden ser sailors. Al parecer, cuando se informó de algo de eso a
las autoridades militares de Nature, alguien debió de traducir mal los datos y
creyeron que solo las mujeres eran bienvenidas aquí.- Concluyó la princesa con
una sonrisa divertida.-
Sus guardianas se rieron de aquello, y fue finalmente Healer quien comentó,
todavía sonriente.
-Pero
Alteza. ¿Acaso no les corregimos de ese error?
-¡No!- Rio
ahora Kakyuu con una pícara expresión en tanto remachaba.- Me pareció tan
divertido que opté por dejarlo estar. Además, según tengo entendido, tienen una
escuadrilla especial de pilotos, compuesta únicamente por mujeres. Me picó la
curiosidad de verlas en acción. Admito que fue algo frívolo, pero en este caso
nos lo podemos permitir para variar. ¿No creéis?
Sus interlocutoras asintieron con complicidad. Ahora Star Fighter recordaba
eso, volviendo al momento presente, lista ya junto con sus compañeras, para ser
escoltada por ese grupo de féminas terrícolas.
-Cuando
ustedes dispongan.- Declaró afablemente la sailor.-
Susan asintió y tras saludar a su superiora requirió el permiso formal para
abandonar esa nave.
-Pueden
partir.- Aprobó la capitana Simmons.-
Tras saludar nuevamente las pilotos retornaron de inmediato a sus cazas
varitech. A su vez las sailor Starlight abordaron una lanzadera de pasajeros
algo más grande. Al poco todos estaban despegando de esa enorme nave de
Kinmoku. Tras verlas alejarse, Elisabeth conectó una pantalla en la que
pudo ver a la princesa Kakyuu.
-Alteza, ya
han salido para Nature, todo va acorde al plan.- Le informó.-
-Muy bien.
– Convino la aludida.- Me pondré en contacto con Galaxia Sama inmediatamente.
-Sí,
conviene que ella nos confirme si los Arcoily han hecho ya algún movimiento.-
Afirmó Simmons.-
La princesa cortó la comunicación y la capitana miró su pantalla ahora apagada
con gesto preocupado. Esos extraterrestres eran una raza claramente hostil.
Muchos de ellos sirvieron como mercenarios a Gralas, atacando a la SSP-1 y la
SSP-2. Algunos incluso encabezaron algunos contingentes de invasión a la
mismísima Tierra un cuarto de siglo atrás. Ahora, tras la desaparición de ese
tirano espacial, se habían vuelto precavidos en un principio pero al mismo
tiempo más ambiciosos. Apenas habían tardado en comenzar a movilizarse tras el
vacío de poder dejado por Gralas, estando deseosos de llenarlo. Sus naves
de reconocimiento estaban enviando informes sobre los sistemas planetarios más
apetecibles y cercanos al suyo. En algunos casos ocuparon los que Gralas había
sometido. Sin embargo, también centraron su atención en otros que eran libres.
Como por ejemplo, el propio de Kinmoku o el de Nature, que les eran más
próximos. De hecho, fue para ellos una terrible contrariedad descubrir que los
terrestres habían comenzado a terraformar aquel planeta que ellos ambicionaban.
Por ello era fundamental el coordinarse con Galaxia. Ella había enviado a
algunas de sus ayudantes a investigar y por lo que Sailor Iron Mouse y Tin Nyanko
pudieron averiguar, los Arcoily habían suscrito un pacto con el fenecido
tirano. Ellos le ayudaban con sus planes de conquista y a cambio él les cedía
algunos sistemas solares y planetas. Entre ellos, Nature.
-Debemos
andarnos con muchísimo cuidado. Al menos se pudo evitar que los rebeldes de
Nuevo Vegeta triunfasen. De haberlo hecho una alianza entre ellos, los Arcoily
y Gralas, habría sido funesta para nosotros.- Meditaba Elisabeth.-
Y eso no
era todo. Pese a haber vencido y desterrado a su mismísimo hijo primogénito,
los soberanos de los saiyajin no estaban tranquilos. Además de su natural
consternación y dolor por haber sido obligados a tomar esa decisión, tampoco
tenían la plena seguridad de que la prisión que encarcelaba a su hijo pudiera
aguantar eternamente. De hecho, la propia Galaxia debía ocupar buena parte de
su tiempo vigilando la ubicación de la misma. Entre eso, su atención hacia los
Arcoily y otros asuntos que incluso eran más graves aunque mucho más secretos,
esa poderosa guerrera no podría unirse a ellos en caso de sufrir ataques o
deber enfrentar otras amenazas.
-Espero que
esos tipos enviados por los soberanos y la ONU sepan lo que están haciendo. Por
lo menos, que tengamos tiempo para ir solventando los problemas uno a uno. -
Suspiró la capitana dirigiéndose ya hacia otra lanzadera para retornar también
a su mundo.-
Mientras,
el viaje de las Starlight junto con sus escoltas fue rápido y sin incidencias.
Apenas tras unas cuatro horas divisaron el planeta Nature. Durante el trayecto
las pilotos se habían estado comunicando entre sí mediante sus radios de inter
frecuencia. Por su parte las guerreras de Kinmoku habían conversado entre ellas
sin prestar demasiada atención a sus acompañantes. Tan solo unos breves
mensajes para informarse del tiempo que tardarían en llegar y de si se
detectaba algo anormal.
-Todo va
bien. Me complace informarles que en breve alcanzaremos nuestro destino.- Fue
la última réplica que Susan les dio.-
-Al
parecer, esas tres deben de ser muy estiradas.- Comentó Olivia por su
frecuencia interna.-
-Sí, no lo
dudes.- Convino Elisa.- Nos miraban por encima del hombro.
-No sé.
Quizás simplemente desconfían porque no nos conocen.- Repuso la teniente
Hunter.-
-Yo estoy
deseando llegar a casa.- Suspiró Ludmila. Otra de las pilotos recién
incorporadas, rematando.- No sé para qué tanta parafernalia. Esas tres podían
haberse venido solas.
La ucraniana, rubia, de pelo corto, ojos azules y metro setenta y cinco, era
robusta y callada. Quizás algo bruta para el refinamiento del que hacían gala
esas visitantes. Susan sonrió. Su nueva subordinada, también era la clásica
persona directa que no hablaba mucho pero que era realmente contundente con sus
escasos comentarios.
-Son cosas
de alta política.- Le contestó condescendientemente.- No es labor nuestra
juzgar las motivaciones de la superioridad.
-No, claro
que no, señora.- Admitió de inmediato la ucraniana.- Pero es que estoy cansada.
-Sí, te
acabas de incorporar hace cuatro días como quién dice.- Apuntó Elisa.- Y ya
estás de misión espacial. No has podido apenas aclimatarte.
Así era, aquella chica había llegado la semana anterior. Apenas sí pudo ser
puesta al día de sus obligaciones y asignada al grupo de las Fighter ladies.
Desde luego sus informes eran muy buenos. Como piloto no se le podía pedir más.
Esa escuadrilla al mando de Susan estaba compuesta por mujeres realmente
sobresalientes en ese terreno. La teniente Hunter estaba muy orgullosa de su
grupo. Y además, ya tenía experiencia y no pensaba como antaño. Cuando solamente
era una alférez recién graduada, deseando participar en combates y salidas de
exploración. Para su desgracia ya había visto el terrible coste que tenía
aquello. Ahora se sentía más tranquila escoltando a esa legación de Kinmoku.
-Sí.-
Pensaba no sin un poso de tristeza.- Hemos perdido a muchos y buenos pilotos,
magníficos compañeros y amigos. Ahora solo deseo que el viaje sea tranquilo y
sin ningún incidente para llegar a casa y abrazar a mi novio.
A su vez, las Starlight comentaban los pasos a dar una vez llegasen a Nature.
Fue Star Fighter quien tomó la palabra.
-Lo primero
es contactar con el mando del planeta. Es un tal contralmirante Hazzar el que
ejerce como comandante en jefe.
-Tampoco
conviene olvidarnos del estamento civil.- Le recordó Star Maker.-
-Y una vez
hecho eso. Nos convendría informarnos también de cómo están las cosas por Bios
y el resto de los planetas.- Sugirió Star Healer.-
-La
princesa me recomendó que hablase con el embajador saiyajin en Nature.- Les
comentó Fighter.- Es el primo del embajador de Nuevo Vegeta en el reino de
Neherenia.
-Y en Bios,
ese chico, Lance, nos ha dicho que debemos dirigirnos a su primo Leval Malden.
Al parecer es militar muy reputado allí.- Añadió Maker.-
-Paso a
paso.- Terció Healer.- Por el momento centrémonos en Nature.
Sus compañeras asintieron en tanto la nave que las transportaba iba
aproximándose a su destino arropada por su escolta. En el planeta entre tanto,
el matrimonio Derail estaba en su casa, pasando una tarde tranquila. Al menos
eso parecía. Kiros no quería separarse de su esposa y de su hija. Al menos no
aún. Pidió unos días y encargó a otro de sus subordinados saiyajin que
atendiera cualquier compromiso. Aunque todo parecía ir bien, teniendo en cuenta
por supuesto que la pequeña Gloria no cesaba de llorar reclamando ser
alimentada y otro tipo de atenciones aparejadas a su tempranísima edad. Su
madre la atendía del modo más solícito y con una leve sonrisa en los labios.
Sin embargo, a pesar de aquella aparentemente bucólica estampa, Kiros no podía
evitar una especie de escalofrío recorrerle el cuerpo. Observaba a su esposa
acunando a la cría entre sus brazos, tratando de calmarla, dado que lloraba a
pleno pulmón.
-Duérmete
mi niña.- Le susurraba con voz dulce.- Ya…todo está bien, mamá está contigo…
-Maggie.-
Se atrevió a intervenir él.- ¿Cómo estás?
Su esposa no pareció escuchar aquella pregunta dado que estaba centrada en
acunar a su hija. Al fin, tras unos instantes, la cría se apaciguó cerrando sus
ojitos.
-Bien.-
Susurró ella entonces.-
Kiros se aproximó y con mucho cuidado acarició suavemente la frente de su hija
con un dedo. Luego le dio un beso en los labios a su esposa para admitir
todavía con tono lleno de emoción e incluso de temor.
-Creí que
te había perdido. ¿Recuerdas algo?
La interpelada tardó en responder, antes y con sumo cuidado, depositó al bebé
en su cuna. Al fin suspiró para girarse y encarar a su marido declarando con
voz queda.
-Apenas si
me acuerdo de una especie de bosque terrible. Creí ver a Gloria, mi primera
pareja seria...sufría , o eso creo…me dijo que debía cuidar a nuestra hija, que
así ella se aliviaría. Pero…
Guardó silencio por unos instantes que parecieron prolongarse eternamente,
hasta que el saiyajin, impaciente y hasta preocupado, inquirió.
-¿Pero
qué?..
-¡Ese sitio
era el Infierno! - Musitó ella con expresión de pánico añadiendo.- La pobre
Gloria estaba allí. Y yo, ¡yo fui a parar a ese horrible lugar! - Remachó casi
entre sollozos.-
Kiros la abrazó de inmediato apresurándose a responder.
-Estuviste
clínicamente muerta. Tu cerebro se vio privado de oxígeno. Eso, unido a la
anestesia y al mal momento que pasaste, te haría ver todo aquello.
-Era muy
real.- Objetó una llorosa Maggie abrazándose fuertemente a él.- ¡Demasiado
real!...
-La mente
tiene esa capacidad. Nos juega muy malas pasadas a veces. Aunque también
resulta ser un poderosísimo revulsivo. Lo sé por mis entrenamientos. -Trató de
animarla el joven.-
Su mujer se separó despacio de él y le miró agradecida. Estaba claro que su
esposo trataba de ayudarla. Sin embargo, ella podía sentir algo mucho más
profundo en aquella experiencia. Al fin confesó entre abatida y reflexivamente.
-He hecho
muchas cosas en mi vida. Y algunas han sido malas, realmente malas.
Kiros le dedicó una incrédula mirada, moviendo la cabeza para rebatir.
-No digas
tonterías. Lo que has hecho desde que te conozco es intentar salvar vidas.
-Salvé
algunas, destruí otras. Al menos amargué la vida de muchas personas. Y eso, de
algún modo está ahí, esperando a pasarme factura.- Afirmó lúgubremente ella.-
-Estaré
contigo siempre.- Le prometió su inquieto marido.- No temas.
Y es que Kiros notaba a su mujer muy extraña. Había perdido aquella forma de
ser suya, irónica a veces, pícara otras. Y sobre todo siempre tan independiente.
Ahora daba la impresión de ser una sombra de lo que había sido. Y le sorprendió
todavía más cuando ella añadió con pesar.
-Incluso he
destrozado las vidas de personas de mi propia familia. Todo por ser como soy. O
al menos como he sido.
-No te
entiendo. ¿De qué hablas?- Quiso saber él.-
Ella lo recordaba bien. Hacía ya algunos años, su primo por parte de padre, Justin,
estaba a punto de casarse. Había conocido a una chica realmente agradable y
bonita. Una rubia de ojos verdes y con un cuerpo realmente hermoso. En una de
las reuniones familiares la invitó a conocer a sus parientes.
-Tía
Glenda, tío John, prima Maggie.- Les anunció sonriente aquel chico de pelo
castaño y estatura media.- Ésta es Olga Volkova.
La joven sonrió, parecía tímida. Todos la saludaron aunque Maggie se la quedó
mirando de una manera especial. Desde luego le impactó la belleza de esa joven.
Aunque enseguida percibió que esos verdes ojos de aquella chica tampoco la
dejaban de observar. Durante la cena posterior las dos se sentaron juntas.
Charlaron distendidamente sobre muchos temas, siempre con simpatía y ningún
tipo de doble intención e intercambiando comentarios con el resto de los
comensales. Esa joven le contó que era originaria de Europa. Maggie creyó
entender que rusa. De hecho, tenía un acento marcado que la delataba. Ese
día no ocurrió nada especial. Aunque con el paso de las semanas las dos fueron
conociéndose mejor. Al principio únicamente como amigas. Después, cuando Justin
y Olga anunciaron su compromiso de boda, Maggie fue una de las que ayudó a esa
muchacha con el vestido y los preparativos. Entonces sucedió. Una tarde, las
dos quedaron en el apartamento de esa muchacha.
-Tengo ya
casi listo el traja de novia. Espero que me quede bien.- Le comentó Olga, con
tono poco entusiasta.-
-Seguro que
sí, te tomaron las medidas y no vas a engordar en unos días.- Aseguró Maggie.-
Esa muchacha ya se estaba quitando la ropa. Al principio Margaret no le dio
importancia. Olga solía hacerlo para probarse el vestido o bien otro tipo de
vestuario. Y es que le encantaba ir de tiendas. A ella misma no le disgustaba
aunque esa joven era una auténtica fan. Pero eso no le llamaba tanto la
atención a Maggie como el cuerpazo del que aquella chica hacía gala. No
obstante, no fue eso, sino las palabras de aquella muchacha estando en el piso
de esta, las que le hicieron dar un vuelco al corazón.
-¿Sabes una
cosa, Maggie?- Le susurró aproximándose a su oído derecho.- A veces creo
que me estoy equivocando..
-¿Qué
quieres decir?- Inquirió la interpelada.-
-Quiero
decir, esto. La boda...- Suspiró Olga.- No sé si estoy preparada.
-Es normal
tener esas dudas.- Afirmó su contertulia.-
-¿Tú las
tendrías?- Quiso saber su interlocutora mirándola con intensidad.-
Maggie se separó un poco para esbozar una leve sonrisa y admitir.
-Bueno,
nunca he pensado en casarme. Desde luego ese no es mi estilo. Pero sé que la
gente suele tener esa clase de pensamientos cuando se acerca la hora. Es algo
muy importante.
Olga asintió para aproximarse de nuevo a ella y susurrarle una vez más,
cerca del oído derecho.
-¿Y si te
dijera que, cuando te miro, esas dudas aumentan?.
Ahora sí
que aquello preocupó a la muchacha. Estaba claro que esa chica era un bombón,
pero era la prometida de su propio primo. Por mucho que le gustara tenía que
mantener las distancias.
-Yo, no
creo que esto sea lo adecuado.- Pudo decir.-
No le dio tiempo a argumentar otra cosa. Olga le rodeó el cuello con sus manos,
la atrajo hacia sí y la besó con pasión y deleite en la boca. Tras unos
segundos en los que no pudo ni reaccionar, al fin se separó, respirando
agitada.
-Lo lamento.-
Dijo la rusa, quien sin embargo, enseguida agregó.- Bueno, en realidad no. Creo
que me he enamorado de ti desde que Justin nos presentó.
-Escucha.-
Le pidió una agitadísima Maggie.- Estás confundida, estás nerviosa… Esto no
está bien. ¡Justin es mi primo!
-Lo
entenderá.- Afirmó la muchacha.-
-Pero, tú
estás enamorada de él.- Objetó la ahora envarada Maggie.- Y… bueno, te gustan
los hombres.
- A mí me
gustan tanto los hombres como las mujeres.- Le desveló su contertulia adoptando
un tono más insinuador.- Admito que cuando conocí a tu primo me gustó, es un
chico muy simpático, encantador. Aunque el sexo no es… bueno. Solo sé que cuando
te vi, sentí que yo te gusté. Era fácil de ver en tu mirada. ¿A ti sí que te
gustan solo las mujeres, no es verdad?
-Sí.-
Reconoció Maggie sintiéndose muy violenta y agitada al sentenciar .- Y tú me
gustas. Me gustas mucho. Pero esto sigue sin estar bien.
Aunque Olga no pareció prestar atención a eso último. Más bien se aproximó una
vez más a su contertulia como la serpiente que hipnotiza a un ratón antes
de devorarlo. Maggie se sentía flaquear por momentos.
-Solamente
una vez.- Le propuso la rusa.- Y si no sientes nada especial por mí te prometo
que se habrá terminado. Todo seguirá adelante. Me casaré con Justin y él será
feliz. Pero tengo que saberlo. Quiero estar segura de que tú me deseas igual
que yo a ti.
Y Maggie no pudo oponerse. Es más, no sentía deseo de hacerlo. Las dos se
despojaron de sus ropas e intercambiaron ardientes besos y caricias para
después acabar haciendo el amor de una forma realmente apasionada.
-Aquello
fue un error. Sí.- Comentó Kiros cuando su esposa concluyó ese relato.- Pero si
solo pasó una vez…
-No.-
Suspiró Maggie.- Lo malo es que no fue una única vez. Olga tenía razón, me
gustaba muchísimo. Tras esa ocasión llegaron otras. Pese a todo los
preparativos de la boda siguieron. ¿Cómo íbamos a decir a mi familia y a la de
mi primo una cosa así?- Afirmó consternada, para remachar.- Yo siempre creí
que, cuando se casaran y se marchasen de Luna de Miel, todo se acabaría. Que yo
conocería a otra chica y asunto concluido. Por desgracia, con tanta pasión nos
volvimos descuidadas. Pensando estar seguras, quedábamos en el
apartamento de Olga. Allí nos acostábamos. Pero un día…
Las dos yacían en la cama, una sobre la otra, en realidad era Maggie la que
devoraba aquellas partes íntimas de su amante arrancándola gemidos de placer.
Tan absortas estaban gozando la una de la otra que no escucharon el ruido de la
puerta al abrirse. Tan embebidas en su mutua pasión que solamente cuando Maggie
sintió un leve empujón de su pareja se dio cuenta al apartarse. Todavía entre
jadeos, desnuda, pudo preguntar con una sonrisa.
-¿Qué pasa?
¿No te lo estoy haciendo bien?
Sin embargo, el gesto contraído por la sorpresa y la expresión de horror,
además de lo pálido en la tez de Olga, más blanca de lo que en sí ya era,
hicieron que Maggie se girase, dado que los ojos de su amante no la observaban
a ella. Casi sin ver todavía de quién se trataba pudo escuchar a la rusa
musitar.
-Yo, déjame
que te explique…
La siguiente en abrir la boca con horror y cubrirse de inmediato sus partes y
los pechos fue la propia Maggie. Sin embargo, quizás podría haberse quedado sin
tapar porque aquel chico que estaba de pie a la entrada del dormitorio únicamente
miraba hacia una dirección, y no era precisamente hacia ella. Estaba visiblemente
impactado por lo que había presenciado.
-¡Primo!-
Musitó Maggie sintiendo que el rubor le recorría el rostro hasta hacerlo
arder.-
Aunque éste no pronunciaba palabra. Solo les mostró a ambas un teléfono que
llevaba en la mano. Marcó rápidamente y esperó. Ante el silencio de las dos
mujeres finalmente el chico habló al interlocutor de esa llamada.
-Sí, hola
mamá. - Pudo decir con la voz entrecortada , tratando de impedir que los
sollozos le ahogasen.- Te llamo para decirte que… se suspende la boda…no, no
puedo decirte porqué, ahora no. Pero lo sabrás…
Maggie movió la cabeza, miró a la rusa que
mantenía bajada la vista y se escondía arrebujada entre las sábanas. Luego a su
primo, pero éste le devolvió una mirada de odio tal que la joven enseguida apartó
sus ojos. Luego, sin medir más palabra, Salió de la habitación y de la casa. Al
poco Olga se levantó como un resorte y comenzó a vestirse de modo rápido.
-¡Espera!
¡Por favor!- Le pidió infructuosamente al que había sido hasta ese momento su
prometido.- ¡Espera!
Así lo rememoró Maggie, cuando le explicó a su esposo.
-Sentí que
el mundo se me caía encima. Mis tíos y mi primo dejaron de hablarnos. Él rompió
su compromiso y Olga…
-¿Ella
siguió contigo?- Inquirió un curioso Kiros.-
-No- musitó
la muchacha con tinte consternado. - Resulta que estaba a la espera de poder
casarse para obtener la nacionalidad. Su visado estaba caducado ya. Mis tíos la
denunciaron y fue expulsada del país. Pero eso no me dolió. Fue más el haber
traicionado así a mi propia familia. Por eso, ahora que soy madre. Solamente de
pensar que alguien hiciera sufrir a nuestra hija así…
-Eso
sucedió. No pudiste evitarlo.- Quiso consolarla su esposo.-
-Claro que
pude hacerlo.- Rebatió ella.- El primer día que Olga se me insinuó debí salir
de allí. Pero me pudo el deseo y la atracción. Eso jamás me volverá a pasar. -
Sentenció ahora con rotundidad.- Ahora te tengo a ti, y a nuestra pequeña
Gloria. Seré una madre y una esposa ejemplar.
-Ya lo
eres.- Afirmó un atónito Kiros.- No debes dejarte llevar por más sentimientos
de culpabilidad. Yo te conocí siendo así y me enamoré de ti. Y tú de mí.
Maggie sonrió obsequiándole con un largo beso y le contó.
-Estoy muy
agradecida. Me han premiado con alguien como tú y con nuestra hija. Creo que es
una especie de señal. Lo he estado meditando y recuerdo que, en lo peor de la
batalla contra esos invasores, pedí por ti y por todos nosotros. Ahora estoy
segura, alguien me escuchó…Y ahora es mi turno de honrar mi promesa…
Su esposo la había escuchado con
mucha atención y estaba dispuesto a preguntarle a qué promesa se refería. Sin
embargo no tuvo ocasión. Maggie tuvo que separarse de su esposo dado que el
bebé reanudó sus lloros.
-Ahora mi
niña quiere comer un poquito.- Musitó con tono dulce en tanto tomaba a Gloria
de su cuna.-
Kiros suspiró. Quizás su mujer necesitase algo de tiempo. Él por supuesto se lo
daría. Cualquier cosa por ella y por su hija. En otra parte de la nave entre
tanto, otra atareada mujer estaba a punto de cerrar. Era Ginger. La propietaria
del café suspiraba.
-Necesito a
alguien urgentemente.
-Bueno… en
tal caso, quizás pueda servirte yo.- Respondió una dubitativa voz masculina.-
Gin se giró deprisa, casi dando un respingo. Sorprendida e incluso asustada.
Aunque enseguida se calmó, allí estaba ese muchacho de pelo castaño oscuro y
delgado que la miraba con expresión a su vez de extrañeza.
-Siento
haberte asustado. Acabo de regresar de la facultad. Yo te echaré una mano si te
parece. - Le dijo el chico quien no era otro sino Martin.-
-¡Ah!, qué
bien...bueno es estupendo.- Pudo replicar Ginger una vez se repuso de aquel
susto.- Me vendría de perlas, la verdad.
-Y ya que
estoy, si quieres, podría empezar a trabajar hoy mismo.- Le propuso el muchacho.-
creo que me vendrá muy bien para ser más responsable.
-Muy bien.-
Asintió Gin con aprobación.- Eso me parece una razón excelente. También yo
comencé a trabajar siendo muy joven. Aunque supongo que estarás estudiando
mucho para los exámenes.
-Sí, bueno…no
mucho todavía.- Admitió con una leve sonrisa, añadiendo.- En la universidad hay
pocos exámenes y todavía tengo tiempo. Así que, de momento, y hasta que la
fecha se acerque, quizás en unos pocos meses, me gustaría hacer algo útil.
La dueña asintió a su vez, satisfecha. Aunque lo más lógico era que ese
jovencito solamente trabajase durante aquellos meses de espera al menos le
tendría hasta que Clarisa volviera. Quizás cuando abriera el nuevo negocio en
Nature le viniera muy bien como ayudante. Además, parecía un buen muchacho, si
no recordaba mal incluso puso su vida en riesgo por proteger a Maggie, la mujer
del embajador saiyajin. Hasta pensaba que le vio en la boda de ambos. De
modo que le preguntó.
-Tú eres
amigo de la enfermera Kendall, ¿a qué sí?.. bueno, ahora es la enfermera Derail.-
Matizó con una sonrisa.-
El joven se ruborizó algo, asintió para replicar.
-Sí, es una
mujer realmente estupenda. Hace tiempo que no sé de ella. Creo que estaba
esperando un bebé.
-Ya lo
tuvo, una niña. La ha llamado Gloria.- Le contó su interlocutora quien pese a todo
añadió algo más seria.- Por lo que sé tuvo un parto complicado pero tanto ella
como su hija están bien.
-Me alegro
por ella.- Afirmó sinceramente el muchacho más tras escuchar esas últimas
palabras.-
-Pues en
unos días vamos a hacerle una fiesta. Para ella , su hija y su esposo.
Celebraremos el nacimiento de la cría. ¡Mira qué bien! Estás automáticamente
invitado, solamente por ser parte de la plantilla.- Sentenció Gin añadiendo con
visos de recomendación.- Por eso tendrás que ponerte al día a velocidad récord.
Hay algunas cosas que debes aprender a hacer enseguida.
-¡Eso es
genial.- Declaró un entusiasmado Martin, aseverando.- Ayudaré en lo que haga
falta. Aprenderé deprisa para que todo salga perfecto. ¿Cuándo puedo comenzar?
-Bueno, ya
es un poco tarde. Iba a cerrar. – Le recordó la risueña propietaria,
proponiéndole.- Si quieres puedo enseñarte cómo hacer eso ya mismo y como dejar
recogido todo y mañana a las ocho de la mañana empiezas.
-De
acuerdo.- Sonrió él.-
Y de este modo tras ser instruido someramente por su nueva jefa y ayudarla a
recoger y cerrar, el joven se despidió retornando a su casa. Al menos podría
ocupar su tiempo en algo provechoso. Teniendo en cuenta que acababa de terminar
con su novia era lo mejor. Suspiró. Pese a todo a veces no podía evitar pensar
en Maggie. Todo aquello de que era lesbiana y que por eso jamás le podría
haber correspondido se vio contradicho por los hechos.
-Lo malo es
que yo no era el tipo adecuado para ella.- Se dijo resignado.- Ahora que lo
pienso con más calma, era lógico. Es mayor que yo y viendo al que es ahora su
marido…¡Cualquiera compite con un individuo como ese!
Se sonrió incluso, ¡nunca tuvo la menor oportunidad, fuera Maggie lesbiana o
no! A él siempre le iba a mirar como si de un hermano pequeño se tratase. Ahora
incluso hasta le hacía gracia y llegaba a avergonzarse por lo audaz que fue,
cuando quiso regalarle ese ramo de flores. Y es que ya no sentía hacia aquella
enfermera ese apasionamiento juvenil tan tonto, y tras tener su primera novia,
comenzó a quitarle importancia a eso del romanticismo. Al menos ahora podría
echar una mano para celebrar el nacimiento de esa cría y ser partícipe de la
fiesta.
-Maggie,
Kiros, de veras que os deseo lo mejor con vuestra niña.- Pensó en tanto
retornaba a casa.-
A su vez Mei Ling no se había quitado de la cabeza lo que Tracer y Penélope le
contaran. Dejó pasar en efecto algunos días pero al fin, esa noche, al salir
del trabajo y llegar a casa, se decidió a llamar a su ex pareja. Tras enviarla
un mensaje felicitándola por el alumbramiento y expresando sus mejores deseos,
le propuso verse. Con alivio y agrado recibió un sí como réplica. De modo que,
al día siguiente, ya de tarde, ambas mujeres se citaron en el parque de la
nave. La oriental se arregló luciendo bastante atractiva con un vestido beige
casual. Aunque ella misma se dijo no sin cierta autocensura.
-Eso ya
forma parte del pasado. Ahora estoy quedando con una amiga, no con una novia.
No tiene mucho sentido haberme arreglado así.
Y sin embargo lo había hecho. Mejor no darle vueltas. Esperó sentada en un
banco. Maggie se retrasaba, bueno, solía hacerlo a veces, no era de extrañar.
Al menos en eso no había cambiado. Sonrió moviendo la cabeza. Miró en derredor
y finalmente la vio aproximarse. Aunque la estampa desde luego le sorprendió. Era
lo que menos podría haber asociado con su expareja. Esta venía empujando un
cochecito de bebé y lucía un vestido bastante conservador, con una falda tan
larga que casi la tapaba hasta los tobillos. Supuso que tras el parto iba bien
abrigada para cuidarse o que estaría en lucha por recobrar su silueta.
-Hola.- La
saludó la enfermera al llegarse a su lado.-
-¡Me alegro
mucho de verte!- Replicó Mei Ling que enseguida se levantó para darle un beso.-
Maggie ladeó la cara ligeramente para que su interlocutora acertase en la
mejilla. Mei Ling se extrañó, esa chica nunca había hecho aquello. Al revés,
siempre trataba de besarla en los labios. Desde luego que ella no había
pretendido robarle ningún beso al estilo novias aunque se le hubiera pasado
antes por la imaginación. Volvió a darse cuenta que las cosas había cambiado.
-¿Me dejas
ver a tu niña?- Le pidió llena de interés y animación, olvidando aquella
anécdota.-
-¡Claro! –
Sonrió afablemente Maggie destapando ligeramente una minúscula cabecita que
descansaba en una almohadita en el interior de aquel cochecito.- Ahora está
calmada. Mejor no hablemos demasiado alto, me costó mucho que se durmiera.
Su contertulia asintió. Observó a aquella personita con los ojitos cerrados y
reposando plácidamente. Luego miró a su interlocutora y apreció la mirada de
ésta, llena de amorosa devoción hacia su pequeña.
-¿Te
apetece ir a tomar algo?- Le propuso Mei Ling.- Quizás a la cafetería de
Ginger.
-Mejor nos
quedamos un rato aquí si no te importa. Aquello se pone demasiado concurrido.-
Le pidió Maggie.- No quiero que despierten a Gloria.
La joven oriental asintió, a ella tanto le daba. La tarde estaba agradable, así
pues ambas mujeres tomaron asiento en ese banco con el cochecito al lado de
Maggie.
-¿Cómo
estás?- Se interesó entonces Mei Ling.-
- Mejor que
nunca.- Contestó rápidamente su interlocutora., aunque agregado con resignado
humor.- A pesar de las pocas horas que duermo. Gloria es una tragona. Hay que
estar dándole el pecho a todas horas. Ha salido a su padre, ¡ja, ja!
Su oyente sonrió, por delicadeza no quiso preguntarle por todo aquello que
había escuchado. Aunque no fue necesario. La propia Maggie, adoptando un tono
algo más serio y reflexivo, le confesó.
-Jamás
había sentido esto por ninguna persona. Mi hija es lo primero para mí. El parto
fue muy duro y llegué incluso a morir. Pero regresé a este mundo y sé que fue
por ella. Me llamó de vuelta.
Mei Ling únicamente podía escuchar entre atónita e impresionada. Más cuando su
interlocutora le contó, con el temor tiñendo ahora sus palabras.
-Estuve en
el Infierno, Mei Ling, estuve allí.
-Sí, es
lógico, debiste de pasarlo muy mal.- Convino la joven asiática.-
Sin embargo, Maggie le tomó una mano con fuerza y movió la cabeza para
matizar.
-No me has
entendido. Me refiero al Infierno real. ¡Existe! Yo jamás lo había creído pero
existe. Y durante un momento pude sentir el horror que padecen los que allí
están. ¡Vi a Gloria, a mi primera pareja!- Afirmó ahora entre sollozos.- ¡La vi
y estaba sufriendo su castigo eterno allí!
-¡Cálmate!
- Le pidió Mei Ling que estaba empezando a inquietarse.-
La científica observaba a su amiga con preocupación. Pudiera ser que Maggie
atravesase por una de esas famosas depresiones postparto. Tendría que preguntar
a algún médico sobre ello. Aunque llegó incluso a asustarse de veras cuando a su
antigua amante y pareja se le ocurrió añadir, mirándola a su vez con temor.
-No llevé
una buena vida. Fui al Infierno por eso. Gracias al Cielo que Dios se apiadó de
mí y escuchó a mi niña. ¡Sí, tras estarlo meditando he llegado a esa
conclusión! ¡Tuvo que ser Él! ¿Quién sino? Me trajo de regreso, ¡me dio otra
oportunidad! Por eso he decidido cambiar. Voy a ser la mejor madre, la mejor
esposa y la mejor mujer que exista. ¿Sabes?. Caroline y su marido tenían toda
la razón.- Añadió casi a trompicones por la emotividad que estaba imprimiendo a
su discurso.- Ahora….rezo todos los días, doy gracias por mi buena fortuna y
suplico por Gloria.
Cuanto
más la escuchaba más atónita y alarmada se sentía Mei Lin. Miraba a su ex novia
como si fuera una completa desconocida. Esa expresión, esa manera de hablar. Y
sobre todo hablar así de Dios. ¡Si Maggie siempre dijo que era atea! Ahora
estaba convencida de que esa pobre chica tuvo que pasar por una experiencia muy
traumática. Un verdadero infierno, aunque seguro que en unos términos menos
sobrenaturales y más físicos y psicológicos. Lo mejor que pudo hacer fue
responder de modo conciliatorio y amable.
-Claro,
pero todo eso está pasado. No te atormentes más. Ahora eres una madre magnífica
por lo que puedo comprobar. Y estoy segura que Kiros es también muy feliz
contigo y con vuestra hija.
-Sí.-
Asintió la aludida, sonriendo ahora.- Él sí que es un hombre magnífico. He
tenido mucha suerte. La vida me ha dado otra oportunidad. Dios hizo que me
enamorase de él por algún motivo.- Sentenció para volver a adoptar un tono
preocupado al agregar.- Y por eso, Mei Ling estoy inquieta por ti.
-¿Por mí?-
Repuso la incrédula científica, asegurando.- No temas, estoy bien ahora. Todo
se arregló. Bueno, mis padres se disgustaron mucho cuando les dije como era
pero lo terminarán por aceptar. Mi primo Zhao me apoyó en todo momento…
Sin embargo, Maggie la cortó moviendo una mano. Y afirmó categóricamente
dejándola helada.
-Ese es el
problema. Eso no está bien. Quiero decir… tenías un compromiso. Bueno.- Añadió
algo nerviosamente.- No soy quién para juzgar a nadie, a la vista de cómo me he
comportado en el pasado. No se trata de eso, es que temo por ti. No te
condenes, Mei Ling, arrepiéntete ahora. Todavía estás a tiempo.
-¿Qué?-
Pudo exclamar la interpelada abriendo los ojos como platos.- ¿Condenarme a
qué?- Inquirió, añadiendo casi incluso divertida ahora.- Ni siquiera soy cristiana.
-Yo era
atea.- Le recordó su contertulia remachando ahora con más contundencia.- ¿Te
crees que eso me protegió?. No, querida amiga. La verdad es una y está ahí.
Aunque tratemos de engañarnos. Nos aguarda y tarde o temprano todo deberemos
rendirle cuentas.
Mei Ling tenía la boca abierta. Al principio no pudo evitar pensar que Maggie
le estaba tomando el pelo de una manera realmente elaborada. Tanto que, seguro
que de un momento a otro comenzaría a reírse…de la cara que debería estar
poniendo, pero eso no pasaba. Al contrario, el gesto de su expareja estaba
incluso crispado al declarar.
-He estado
leyendo mucho en estos días, me he estado informando durante este tiempo tras
tener a Gloria. Visite algunas páginas web que Caroline me recomendó cuando la
envié un mensaje contándole lo que me había pasado. Y eso me confortó. Incluso
escribí en algunas y personas como el reverendo Waters han sido muy amables y
me contestaron. Al principio tuve miedo de que me censurasen por mi pasado,
pero él me dijo. Benditos aquellos pecadores arrepentidos, son por los que más
se alegra nuestro Señor cuando retornan a su lado. Y es así de veras. ¡Soy una
hija pródiga!- Aseveró con visible alegría ahora.- He salido de una vida
llena de lujuria antinatural…
La estupefacta Mei Ling no sabía que decir, ni que oponer a eso. Pero estaba
realmente preocupada por su amiga. Por fortuna, el llanto de la cría
interrumpió esa especie de sermón.
-Ya, mi
amor.- Susurró dulcemente la enfermera.- Ya estoy aquí, siempre estoy aquí,
contigo.
La oriental guardó silencio viendo como su amiga se desabotonaba la blusa y,
tras soltarse el sujetador, tomaba a su pequeña en brazos y la aproximaba a uno
de sus senos. Mei Ling no pudo evitar recordar que ella también había saboreado
aquellos pechos. Aunque algo hizo que se avergonzase de inmediato solo con
pensar en eso. A fin de cuentas su antigua amante era ahora la esposa de un
hombre y madre de ese bebé.
-¿Has
visto?- Sonrió la enfermera en tanto su niña succionaba con avidez.- La pobre
siempre tiene hambre…
Y poco más se dijeron, al poco Maggie se disculpó, tenía que volver con la niña
a casa para bañarla y acostarla. Mei Ling la despidió quedando muy inquieta.
Aunque de camino a su apartamento pensó tratando de ser más optimista.
-Seguro que
la fiesta que le vamos a organizar la animará y empezará a olvidarse de todas
esas tonterías.
Y meditando sobre eso se alejó perdiéndose por el parque central. Algunas horas
antes, en la cafetería de Ginger, Martin acudió puntual a su nuevo empleo. La
dueña le aguardaba y le explicó cómo abrir y comenzar a servir las mesas.
-Ahora está
tranquilo, pero en cuestión de una hora ya verás cómo se pone.- Le pronosticó
ella.-
Y no se equivocó. Al poco aquello
era un hervidero de actividad. Muchas personas acudieron a desayunar y el chico
las pasó canutas para atender a todos. Tuvo que disculparse alguna que otra vez
por su bisoñez, pero el público en general fue comprensivo. Todo iba bien hasta
que llegó el medio día.
-Tendremos
un poco menos de jaleo ya, hasta la tarde.- Comentó Ginger.-
-Lo malo es
que tengo horario vespertino. Por lo menos dos días por semana. - Le dijo el
joven.- Mis clases comienzan a las cuatro. Y hoy precisamente me toca.
-¡Vaya, qué
fastidio!- Suspiró Gin.-
Fue Martin quien se acordó entonces
de Daphne. Su compañera de la facultad tenía un horario algo diferente al suyo.
Y creía recordar que hoy no tenía clase por la tarde.
-Podría llamar a una
amiga de la facultad. Me preguntó precisamente por este sitio.- Le contó a la
dueña.-
-Sería estupendo. Si
quisiera trabajar esta tarde me vendría de maravilla.- Dijo una aliviada
Ginger.-
El chico no se hizo de rogar. Supuso que, a esas horas,
la joven estaría comiendo. O quizás en una pausa de sus clases. De todos modos
le envió un WhatsApp. Para su contento, no tardó en responder.
-Dice
que en una hora y media puede estar aquí.- Le comentó a Ginger.- Y que estaría
interesada en trabajar. Que ya habló contigo…
La camarera entonces quiso recordar.
No dudó en comentarle a Martin.
-¿Es una chica rubia,
guapa y que tiene una hermana pequeña?
-Desde luego guapa y
rubia sí que es. Pero no sé si…- Sonrió el muchacho, que se detuvo a media
frase al acordarse.- Me dijo que tenía hermanos, puede ser…
Le mostró la foto del perfil de WhatsApp
a Ginger. En ella salía la cara de Daphne. La dueña del local asintió, enseguida
la reconoció.
-Sí
que es ella. ¡Qué casualidad!
Y aguardaron hasta que, una hora y
cuarenta y cinco minutos después, vieron aproximarse a una muchacha. Pero
curiosamente no venía sola. Al parecer iba conversando con un tipo alto y fornido.
Martin no pudo ocultar un gesto de antipatía.
-Sven.
Ese chulo.- Comentó a una perpleja Gin.-
A esas horas no había clientes, el
turno de mañana había terminado y era hora de comer, más que de tomar dulces.
Por eso, aquel tipejo debió de sentirse más audaz. Y tanto Martin como Ginger
escucharon con le decía en voz alta a la pobre chica.
-¡Vamos!¿Me
vas a decir que no habíamos quedado ayer?...¡No puedo creerlo!
-Por
favor, no tengo tiempo para salir.- Fue capaz de replicar apuradamente ella.-
Llegaron a la terraza de la cafetería,
ese tipo se cruzó de brazos como si demandase una explicación y Daphne, visiblemente
avergonzada, le dijo.
-Tengo
que trabajar.
-Tus
padres tienen pasta. No creo que te haga ninguna falta.- Opuso ese individuo.-
-¡Eso
es asunto mío! - Se atrevió a responder ella, que parecía estar perdiendo la
paciencia.-
Y es que ese tipo la había estado
siguiendo por todo el campus. El día anterior logró arrancarle la promesa de
una cita. Al menos para ir a tomar algo y repasar algunos apuntes. Pero Daphne
no estaba demasiado interesada. Cuando el WhatsApp de Martin le llegó, suspiró
realmente aliviada. Además, esa oferta de trabajo era precisamente lo que
necesitaba. No es que fuera por el dinero. En eso Sven tenía razón. Sus padres
marchaban bien. Pero ella deseaba ser independiente y pagarse sus estudios. Aparte
de eso, el cuidar a sus hermanos le absorbía mucho tiempo, pero por fortuna, se
iban haciendo mayores y cada vez precisaban menos de ella.
-Mira guapa, a mí no me planta absolutamente
nadie.- Replicó un irritado Sven.-
-Déjale en paz.- Intervino entonces Martin
quien, junto con Ginger, había salido del interior del local.-
Ese
tipo le miró de arriba a bajo sin poder creer la osadía de aquel chico. Era bastante
más bajo que él y mucho menos atlético. De modo que le espetó con manifiesta
agresividad.
-Tú no te metas en lo que no te importa.
O tendrás problemas.
-¿No me digas?- Contestó Martin sin
arredrarse.-
Sven
se rio con expresión burlona y mirando a Daphne, inquirió entre molesto y
despectivo.
-¿Me quieres dejar plantado por este
mequetrefe?
-Yo no..- Pudo decir Daphne, tratando de
no involucrar a su compañero.-
Pero
Sven no la escuchaba, girándose hacia Martin levantó un puño con malas
intenciones. No obstante se detuvo cuando Ginger intervino, acercándose.
-¡Yo que tú me lo pensaría, jovencito!- Exclamó.-
-Señora, no se meta.- Replicó el
interpelado con poca cortesía.-
-Allá tú.- Replicó Gin, quien, con un
tono más seco y enojado del suyo habitual, declaró.- Si te atreves a tocarle
llamaré a la base, tengo muchos amigos allí Por no decir que no estarías en tus
cabales. Este muchacho, ahí donde le ves, le plantó cara a una saiyajin.
Ahora
Sven miró a esa mujer con una mezcla de incredulidad y burla.
-¿Este tío? ¡Venga ya!
-¿No te lo crees? Pues le dieron una
medalla por ello.- Insistió Ginger.-
Entre
que empezaban a llegar clientes, y algunos se quedaban observando aquella
escena, ese matón se lo pensó mejor. Agitando una mano en señal de desdén, se
dio media vuelta para largarse en tanto sentenciaba.
-Ya hablaremos, héroe…
Y
una vez se perdió de vista, fue la atónita Daphne quien quiso saber,
preguntándole directamente a un envarado Martin.
-¿De verdad te enfrentaste a una de
esos?
-La verdad, no fue exactamente una
pelea.- Pudo decir el colorado chico, admitiendo.- Con un solo rayo de uno de
sus dedos casi me mata.
-Bueno.- Intervino una jovial Ginger
ahora.- Yo le dije a ese cretino que te enfrentaste a ella, cosa que fue cierta.
No hacía falta que supiera el resultado. ¿No crees?
Para
sorpresa de Martin, Daphne se echó a reír. Tenía una risa cantarina muy
hermosa, tanto como lo era ella misma. No pudo evitar mirarla azorado. La
muchacha debió de interpretar eso de otro modo y enseguida se disculpó.
-¡Perdona! No quería reírme de ti, ni
mucho menos.
-No pasa nada.- Sonrió a su vez él.-
-Bueno, pues si esto ya está
solucionado, vamos a conversar sobre tu incorporación a la empresa.- Afirmó una
animada Ginger.-
Daphne
asintió, y tanto ella como Martin y la dueña entraron en la cafetería. Tenían que
hablar de eso deprisa dado que los clientes ya comenzaban a ocupar el lugar
demandando algunas de las deliciosas especialidades que allí se servían.
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