lunes, 6 de marzo de 2017

GWTN 05 Contactos a muy alto nivel


Al igual que sus subordinadas, Susan estaba ya detectando una enorme nave que se aproximaba a su posición.



-Aquí líder de las Fighter ladies a escuadrilla. - Comunicó a su equipo. – Todo acorde al plan de vuelo por ahora. Permanezcan en formación y activen medidas evasivas si doy la señal. No debería existir ningún peligro. No obstante, acorde a las ordenanzas debemos adoptar el protocolo de aproximación a nave desconocida.

-Recibido. - Repuso Olivia. –

-Muy bien, señora.- Convino Elisa.-



            Las demás respondieron de idéntica forma. Todas conocían esos tecnicismos. Nunca se podía una confiar. Por desgracia, tanto Susan como Olivia lo aprendieron a costa de amargas experiencias. Y las demás se limitaron a obedecer las órdenes.



-¿Cree usted que podría haber peligro?- Quiso saber Ludmila.-

-Nunca se puede estar seguro al cien por cien, alférez.- Respondió Susan.-



Aunque, por fortuna, esa nave resultó ser amiga. De hecho, para mayor tranquilidad de las chicas, la voz de la ahora capitana Simmons se escuchó vía intercomunicador.



-No tema, teniente Hunter. Le garantizo que todo está en orden. Ahora procedan a aterrizar en la zona de esta nave que se les indique.

- A la orden. - Contestó la joven, dirigiéndose a su grupo. - Ya lo han oído. Síganme.



            Sus subordinadas obedecieron de inmediato. Al acercarse vieron que esa nave era realmente una especie de portaviones espacial. Muy similar a la SSP-1, que Susan recordara aunque no alcanzara esas colosales dimensiones. Era incluso menor que la SSP-2, pero pese a ello, imponía.



-Sigan la indicación. - Le comunicó la voz de alguien que presumiblemente estaba al cargo del puente de control. -Luz verde.



Y una especie de semáforo de ese color se encendió, marcando el acceso a la nave. Tras penetrar por esa abertura que les señalaron tomaron contacto con el suelo. Aquella nave poseía un larguísimo brazo para que los aparatos se posaran e incluso rodasen unas decenas de metros para frenar. De este modo el aterrizaje fue bastante cómodo. Podrían incluso haber adoptado la forma varitech, pero no tuvieron necesidad. Finalmente, tanto la teniente Hunter como sus pilotos, dirigieron sus cazas hacia un lateral para dejar libre esa zona de llegada.



-Pueden salir cuando gusten de sus aviones, se ha cerrado y presurizado todo el área de desembarco. - Les comentaron por radio. -



            Al principio Susan pareció dudar, sin embargo, vio desde su cabina que la capitana Simmons y varias personas más se aproximaban sin ningún tipo de traje o protección. De modo que, con decisión, abrió la carlinga y no tardó en descender del aparato. Al punto fue imitada por las demás. Al tocar suelo saludaron cuadrándose ante su superiora, quien, tras devolver el saludo, les dijo.



-Descansen señoritas. Celebro tenerlas aquí. Teniente Hunter, supongo que el comandante Enset le habrá puesto al corriente de cuál era su misión.

- Sí, señora. - Repuso la interpelada. -



            Junto con su oficial superior se alineaban tres mujeres vestidas de algo similar al cuero, que lucían botas por encima de la rodilla de ese mismo material y portaban una especie de micrófono sujeto a un lado de la cabeza. Susan y el resto las reconocieron porque habían visitado Nature y la SSP-2 previamente. Entre tanto, Simmons no tardó en presentarlas formalmente.



-Las Guerreros Starlight. Sailor Star Fighter. Sailor Star Maker y Sailor Star Healer. Escoltas personales de su alteza la princesa Kakyuu. La soberana del planeta Kinmoku.



            Star Fighter, de estatura intermedia respecto de sus compañeras y pelo oscuro bastante largo, recogido en forma de una larga y fina cola, tomó entonces la palabra.



-He sido autorizada a hablar en nombre de nuestra soberana. Capitana Simmons. Como ya le dije cuando llegó, nos alegra mucho tenerlas aquí.

-Le agradezco la gentileza. Estas oficiales se ocuparán de escoltarlas en su viaje hacia Nature. - Le respondió Elisabeth. –



            En esta ocasión, fue Sailor Star Healer, la más baja de las tres, con cabellos color plateado, quien intervino.



-No pretendo ofenderla a usted, ni a sus subordinadas, pero no necesitamos escolta alguna.

-No nos ofenden. Sin embargo, por razones de protocolo y seguridad, es conveniente que no vayan solas.- Repuso Simmons con tono calmado, para añadir.- Y además, me han informado que es expreso deseo de su princesa.

-Siendo así.- Intervino Sailor Star Maker, la más alta de las tres, con un cabello castaño oscuro que estaba rematado también en una larga cola de caballo.- Aceptaremos con gusto y agradecimiento su escolta.



            Las demás ya lo sabían, pero no les hacía demasiada gracia. No obstante, al parecer esta última de las guerreras de Kinmoku, Star Maker, era la más diplomática aunque también la más reservada. La primera que habló, Star Fighter, parecía ser la más impulsiva y deseosa de confraternizar, y Star Healer, la que tenía un carácter más arisco y desconfiado. Eso descubrieron Susan y sus subordinadas cuando tuvieron  ocasión de charlar un poco con ellas. Eso sucedió durante el breve almuerzo que mantuvieron en esa nave. Al concluirlo estuvieron listas para partir. Las tres guerreras de Kinmoku hicieron un aparte para conversar. Healer comentaba con un evidente tono de desagrado.



-¡Esto es absurdo! Podríamos viajar a una velocidad muy superior a la de sus trasnochadas naves.

-Es el deseo de la princesa Kakyuu. – Respondió resignadamente Maker.-

-Supongo que tendrá sus razones.- Intervino Fighter.- Aunque no lo acabo de comprender.



            Tras un breve silencio  fue Maker quien especuló.



-Después de lo que nos dijo, quizás quiera que trabemos contacto con nuestros aliados. Viajar juntos y hacerles creer que precisamos de su protección sería una manera de hacer que confíen en nosotros de un modo más rápido.

-Podría ser.- Convino Healer aseverando con mejor disposición tras escuchar aquello.- La princesa siempre sabe lo que hace. No seré yo quien critique ninguna de sus decisiones.

-Además, tenemos unas bellas acompañantes.- Comentó Fighter dedicando una larga mirada a Susan que se encontraba a unos metros junto con sus subordinadas.-

-¡Siempre estás igual! – Suspiró Healer para añadir casi a modo de reprimenda hacia su compañera.- Tenemos que centrarnos en nuestro cometido.

-Ya lo sé. Solamente era una broma.- Se defendió su interlocutora.- A mí no me interesan esas chicas de la Tierra para nada.



            Aunque dijese eso con tanta ligereza, Fighter no olvidaba tan fácilmente, pese a los años transcurridos. Recordaba cuando tuvo que ir a la Tierra, huyendo de aquella por entonces diabólica Sailor Galaxia. Tanto ella como sus compañeras tuvieron que hacerse pasar por hombres que formaron un grupo musical con mucho éxito. Las Three Lights. Fue entonces cuando conoció a Usagi. No pudo evitarlo, quizás fuera  debido a su entonces condición masculina, pero se enamoró perdidamente de ella. Por desgracia esa jovencita tenía ya el corazón ocupado por otro. Pese a que en un principio su novio nunca estuvo presente en modo físico, siempre se alzó como una barrera insalvable entre ambos. Al fin, cuando todo concluyó felizmente, él apareció tras resucitar.



-Cuídala bien.- Musitó Star Fighter, recordando algunas de las últimas palabras que dijo en la Tierra, dirigiéndose a aquel tipo que le aseguró que así lo haría.-  Y al parecer.- Meditó ahora con una agridulce sensación.- Mamoru cumplió su promesa.



            Y es que Usagi y Mamoru eran ahora más conocidos como la reina Serenity y el rey Endimión de la Tierra. Aliados y amigos de la princesa Kakyuu de Kinmoku. Y ambos le habían pedido a su Alteza que estrechase a su vez lazos de amistad y cooperación con los habitantes de ese planeta recién colonizado, Nature. Kakyuu accedió gustosa a esa petición. Al poco recibió una visita. Aquel muchacho moreno y atractivo, (por qué no admitirlo) vino a informarla acompañado de la princesa de Plutón. Star Fighter recordó la llegada de ambos a su planeta y como fueron acogidos con muestras de gran deferencia. Esa princesa era una mujer imponente a su vez. Hija de la reina Meioh y del rey Lornd de Nuevo Vegeta, otro planeta aliado. Al llegar y ser recibidos, los dos visitantes hicieron una educada inclinación.



-Por favor, amigos míos, eso no hace falta.- Les dijo Kakyuu, que lucía muy bella con ese vestido largo casi en forma de túnica color rojo bermellón con ribetes negros, que conjuntaba muy bien con su melena rojiza.

-Gracias por concedernos audiencia tan rápido, Alteza.- Replicó ese joven de penetrante mirada.-



            Con esos ojos violetas parecía ser realmente capaz de ver a través de los pensamientos ajenos. De hecho, estando allí la propia Star Fighter y sus compañeras, el muchacho añadió.



-Es un honor poder conocer a las valerosas guardianas de su Alteza Real. Valoramos mucho cuanto hicieron por la Tierra. Muchos saludos de parte de mi madrina Rei y del resto de las princesas y nuestros soberanos.



            Las aludidas correspondieron con una cortes inclinación de cabeza. Sobre todo fue Healer quien pareció más complacida. Fighter suspiró sabiendo que su compañera realmente apreciaba los halagos cuando eran sinceros. Al menos, si es que respetaba al emisor de los mismos. Maker, siendo más ecuánime y objetiva, pareció estar satisfecha a su vez. Aunque la guerrera luchadora fue quien se adelantó para comentar con educación pero cierta suspicacia.



-Con el permiso de su Alteza.- Declaró mirando hacia Kakyuu que asintió dándole la venia para proseguir.- Habéis hecho un largo viaje. Suponemos que será para algo más que traernos saludos.

-Así es.- Intervino la princesa de Plutón, para comentar.- Al margen de los buenos deseos de los reyes y de mis compañeras, las princesas planetarias. También os traigo los saludos de mis padres. Ellos me dijeron que delante vuestra, Alteza, y de vuestras guardianas, podría hablar con toda confianza.

-Por supuesto. Pero, por favor, prescindamos de tantos formalismos. ¿Te llamas Seren, verdad? -Preguntó Kakyuu a lo que su interlocutora asintió. La soberana de Kinmoku se dirigió entonces al joven de cabello moreno y asimismo le inquirió.- Si no me equivoco, tú eres Lance Rodney, ¿No es así? – Por su parte el chico asintió también, en tanto su interlocutora proseguía.- Pues bien, contadnos  ¿Qué tal va todo en la Tierra?

-Todo marcha bien. Tras la intervención de Serenity y Endimion, junto con los guerreros que allí residen, la amenaza de la Nada pudo ser rechazada. Lo mismo sucedió en Bios. Tuvimos oportunidad de estar allí y poder presenciarlo.- Contestó el joven.-

-Algo de eso me contó Serenity.- Admitió su contertulia.- Celebro que el equilibrio haya retornado al universo. Aquí pudimos observar también extraños fenómenos. La misma Sailor Galaxia, guardiana de esta parte del cosmos, nos advirtió. Entonces. ¿Está ese peligro ya conjurado?

-De momento sí. Aunque no se ha terminado por completo con él. Seguramente algún día resurgirá.- Reconoció Lance con tono grave.-

-En tal caso, estaremos listas para unirnos a la batalla cuando se requiera.- Intervino Star Fighter.-

-Me temo que esa será tarea de otros.- Repuso aquel joven con tono algo enigmático.- Nosotros tendremos otros cometidos que realizar para asegurarnos de que, a su debido tiempo, los que están destinados a combatir esa amenaza, puedan hacerlo.

-No entiendo nada.- Terció Star Healer.-

-Creo que se refiere a que habrá asuntos más urgentes que atender. – Le contestó Maker.-





            Ese muchacho asintió. Así era. Las tres guardianas de Kinmoku se miraron entre intrigadas y reflexivas. Aunque fue su princesa quien tomó la palabra, ahora para dirigirse a Seren.



-¿Qué tal las cosas en Nuevo Vegeta?

-Por ahora bien, Alteza.- Contestó Plutón quien, sin embargo, bajó la mirada.-



            La joven parecía estar abatida ahora. Incluso destiló un tinte de dolor en esas palabras. Dándose cuenta de eso, y ante las miradas preocupadas de su interlocutora y las Starlight, les desveló.



-Hemos pasado por momentos muy difíciles, pero, gracias al Cielo, todo está tranquilo ahora.

-Comprendo.- Musitó Kakyuu que parecía saber algo más de lo que dejaba entrever.-



            También las guardianas parecieron sentirse incómodas. Aunque ninguna habló. Lance aprovechó para ser él quien dijera.



-Tanto la Tierra, la Luna, Nuevo Vegeta, Nature y Bios son de vital importancia para nuestro proyecto de ayuda y defensa común. Los soberanos de la Tierra y la Luna desean formar una gran coalición de mundos. También estamos en conversaciones con más planetas. Y deseamos sumar a Kinmoku a esa larga lista de amigos.

-Por supuesto, podéis contar con nosotros. - Afirmó categóricamente la princesa Kakyuu. – Y decidnos. ¿Cómo están los soberanos? Quiero decir a nivel personal.- Se interesó.-

-Pues contentos y satisfechos, pero también preocupados y muy centrados en todo el trabajo que tienen por delante. Replicó Lance.- Ahora, además de todas sus obligaciones como reyes, tienen también algunas más familiares. La reina Serenity por ejemplo, piensa constantemente en sus padres. En los humanos, claro está. Que la han criado desde que nació en su mundo.

-Sí, claro.- Terció Sailor Star Maker.- Es lógico. Se preocupa por su bienestar y su seguridad.

-Siendo la soberana de la Tierra cualquier facción de enemigos u opositores podría hacerles blanco de amenazas o incluso ataques.- Añadió Star Healer.-

-Lo siento por Odango.- Suspiró Star Fighter, quién algo azorada enseguida corrigió.- Quiero decir, por la reina Serenity. Sé lo mucho que quiere a su familia. Tuve la ocasión de comprobarlo. Son unas personas estupendas. Si algo malo les sucediera por su relación con ella, eso la destrozaría.- Sentenció con pesar.-



            Sus compañeras asintieron de igual modo. Todas habían tenido la oportunidad de conocer a esa muchacha tan sobresaliente y llegaron a estimarla sin reservas.  Fighter incluso llegó a más.



-No debéis temer.- Las tranquilizó Lance, explicando.- Del mismo modo que las princesas planetarias y las autoridades de la ONU se ocupan de la protección y seguridad de los monarcas, tenemos personas encargadas de velar por la familia Tsukino.

-Hay que protegerles bien. No podemos permitir que nada ni nadie condicione el proceder de los reyes o las decisiones que deban tomar.- Añadió Seren.-

-Desgraciadamente, no hay nada que podamos hacer para preservarles del paso del tiempo.- Afirmó Lance.-



            El chico lo sabía bien. Había charlado de ello incluso con la propia Serenity, que en esa ocasión, se mostró como Usagi ante él. Fue unos días antes de partir hacia Nature, cuando Lance pudo verla. La soberana estaba descansando en un reservado del edificio de la Masters Corporation en Nueva York. Justo tras un acto oficial.



-¿Dais vuestro permiso, Majestad?- Quiso saber él, tocando la puerta.-



            Era de las contadas personas que tenía acreditación lo bastante importante como para poder traspasar la seguridad, tanto de la ONU, como de las propias princesas planetarias. Aunque siendo el ahijado de una de ellas, no lo tenía desde luego difícil.



-Adelante, Lance.- Le invitó a pasar su interlocutora.-

            De hecho el chico fue a requerimiento de la reina. Ella quería transmitirle sus mejores deseos y algunas otras cosas a su amiga la princesa Kakyuu. Así se lo expresó.



-Sé que vas a emprender un largo y difícil viaje, y que tienes muchas cosas de las que ocuparte.- Le comentó Serenity en tanto él hacia una leve inclinación de cabeza al entrar en la estancia.-

-Todo sea por el bienestar de la Tierra y los demás planetas, Majestad.- Respondió él, añadiendo en reciprocidad.- Y vos habéis hecho mucho a vuestra vez. Tenéis una agenda muy cargada.

-Así es. Y lo que más siento de todo eso es que no tengo apenas un minuto para ver a mi familia.- Suspiró la joven, alegando con un tinte de preocupación y tristeza.- Mis padres se van haciendo mayores. Quisiera pasar más tiempo con ellos.

-Sois la reina de la Tierra y de la Luna.- Le recordó Lance.- Gracias a vos y al Cristal de Plata, las cosas han mejorado mucho aquí. Y se empieza a comentar que la esperanza de vida de los habitantes de este planeta está aumentando.

-Es un efecto colateral del Cristal de Plata.- Le explicó ella, añadiendo.- No es mérito mío. Por desgracia, tampoco es algo que pueda apreciarse demasiado hasta que no pasen algunas décadas más. Y como bien sabes, tiene a su vez desventajas.

-Sí, Majestad. Lo sé.- Admitió el chico.-

-Mis padres ya son muy mayores, el efecto en ellos apenas será perceptible. Y también estoy preocupada por su bienestar. No como reina, sé que su seguridad está garantizada. Pero como Usagi, su hija, me pesa el no tener más tiempo para verles.

-Os comprendo muy bien. Lo mismo me sucede a mí. Debo alejarme con mucha frecuencia y por mucho tiempo de mis padres. Pero es el papel que me ha tocado jugar…

-Así es, ambos tenemos eso en común, Lance. Es algo que nunca podré agradecerte lo bastante.

-Ya lo hacéis. Y soy yo quien está en deuda con vos y con todas las princesas planetarias. Comenzando por mi madrina Rei. Sin vosotras nada de esto habría sido posible.



            Serenity le dedicó una cálida y amable sonrisa y asintió, para responder, cambiando ya de tema.



-Es por ello, que tu cometido será muy importante. Tienes que entrevistarte con la princesa Kakyuu y decirle…



            Entonces él recordó las instrucciones que la soberana de la Tierra le diera para transmitir a la princesa del planeta Kinmoku. Al terminar ese relato y tras un momento de callada reflexión por parte de todos los allí presentes, fue Kakyuu quien declaró con gravedad.



-Ser gobernante exige un tremendo esfuerzo y sacrificio a todos los niveles. Ellos ya lo han podido comprobar. Y por desgracia a buen seguro que tendrán ocasión de seguir haciéndolo en años venideros. También yo puedo dar fe de eso. Los que tenemos tales responsabilidades hemos de elegir muy bien a nuestra gente de confianza. Personas capaces de anteponer el bienestar de los demás al suyo propio y de renunciar a tanto para lograrlo. Me alegra ver que Serenity y Endimión os tienen a vosotros entre ellos.

-Gracias, Alteza.- Repuso Seren.- Es para nosotros un honor que nos tengáis en tan alta consideración.

-Es por eso, amigos míos, que celebro que hayáis venido y estaré encantada de hacer cuanto esté en mi mano para que Nature sea un mundo próspero y seguro. – Les garantizó su contertulia.-

-Os lo agradecemos mucho, Alteza.- Afirmó Lance, agregando.- Tendremos que partir pronto. Por mi parte debo verme con más personas en Bios y en la Tierra. Asimismo, debo preparar vuestra visita oficial a Nature.

-Yo tengo que ir a mi planeta natal. Para informar a mis padres de vuestras palabras.- Intervino la princesa Plutón.- Y traeros su respuesta institucional. Aunque estoy convencida que se alegrarán y que estarán deseando estrechar los vínculos de amistad entre Nuevo Vegeta y Kinmoku.

-En tal caso, por favor, id a descansar.- Les sugirió la princesa Kakyuu.- Nos despediremos cuando estéis listos para partir.



            Tanto Lance como Seren asintieron, efectuando otra inclinación que fue amablemente correspondida por sus anfitrionas. En cuanto ambos se fueron, las Starlight celebraron un conciliábulo junto con su princesa.



-No sé.- Comentó Star Maker.- Me da la impresión que las cosas en Nueva Vegeta no deben de estar demasiado bien, pese a lo dicho por Plutón.

-Es verdad.- Convino Healer señalando.- No parecía tener demasiados deseos de ser clara, ni de dar información.

-Ha sufrido mucho, es comprensible.- Intervino Kakyuu.- Su mundo estuvo al borde de una guerra civil.

-Sí, y que tu propio hermano mayor sea el traidor que encabeza a los rebeldes, no es precisamente agradable.- Remachó Star Fighter.-

-¡Seiya! - Exclamó Star Maker mirando a su compañera en tanto usaba aquel nombre que ésta llevase en la Tierra- No digas eso.

-Es la verdad, Taiki..- Intervino Healer empleando a su vez el nombre terrestre de su otra colega. – Todos lo sabemos.

-Sí, Yatén.- Convino Maker, llamando también por su nombre terrícola a su compañera.-  Sin embargo, no sé. Es duro decirlo, incluso cuando la princesa Plutón no está presente. Me parece una falta de tacto. Y conviene que nos acostumbremos a tenerlo. Si es que vamos a ejercer de diplomáticas.

-Así es. Tienes razón.- Afirmó Kakyuu con aprobación.- Es muy de lamentar lo sucedido en ese mundo, mejor no expresarlo abiertamente. Va también en nuestro propio interés.

-Y lo que Lance ha comentado de Odango y su familia también me entristece.- Suspiró Fighter.-

-Pero contra eso, nada se puede hacer, es ley de vida.- Repuso una también apenada Healer.-

-Así es. Eso lamentablemente ni nos compete, ni podemos hacer nada por solucionarlo. -Terció una más realista Maker, para agregar.- Ahora, únicamente debemos esperar que la situación en Nuevo Vegeta no se agrave. Las cosas ya están lo bastante tensas allí, y a juzgar por lo sucedido en el viaje de la SSP-2, todavía podría ser peor y afectarnos directamente.



            Las demás asintieron, Aunque eso era desde luego un secreto a voces. Algunos informes habían llegado desde ese lejano planeta que, no obstante, estaba más cerca de Kinmoku que de la Tierra. El riesgo de una posible conflagración civil en ese lugar había inquietado muy seriamente a la princesa Kakyuu. De haber triunfado los golpistas estos fácilmente hubieran sido capaces de atacar y conquistar su mundo y el solo hecho de pensar en tener que huir de allí una vez más era aterrador. Algunos incluso le habían desaconsejado a la joven soberana el mostrar su apoyo a los reyes Lornd y Setsuna. Eso la ponía directamente en el punto de mira de los insurrectos, le dijeron. Lo consultó también con sus fieles guardianas. Una pragmática Healer, le aconsejó acorde con muchos de los dignatarios, que debía mantenerse al margen. Fighter, que era mucho más emocional e impulsiva, le recordó que los amigos eran amigos, en todas las ocasiones, buenas o malas. Ofreciéndose incluso para ir a luchar junto con los legítimos monarcas de ese planeta. Por su parte Maker, la más objetiva, afirmó que eran los intereses de Kinmoku los que debían de protegerse. Y que si bien era peligroso ser el blanco de los enemigos de los reyes de Nuevo Vegeta, lo era también no prestar ayuda o al menos, apoyo a los soberanos legítimos. Si los rebeldes triunfaban a buen seguro que podrían atacar a cualquier planeta cercano que les interesase para obtener riquezas. Si ganaban Lornd y Setsuna, lo más probable sería que no olvidaran la actitud de Kinmoku, para bien o para mal. No era necesario enviar a nadie allí, pero sí darles a entender que no estaban solos. Aquello fue un dilema, y al fin, tras mucho meditar, Kakyuu se decantó por ser una buena amiga. Ofreció apoyo moral al menos y refugio para cualquier saiyajin leal a sus soberanos que lo precisara. La respuesta llegó al poco. El rey Lornd y la reina Meioh agradecían esa muestra de amistad en aquellos difíciles momentos y la apreciaban en todo su valor. Declinaron la intervención de nadie ajeno a su planeta natal, aunque prometieron recordar ese gesto.



-Hicimos bien,- pensaba la princesa no sin alivio.- Aunque la amenaza quedó conjurada solamente en parte. Esos rebeldes que huyeron se unieron a las tropas de ese tirano de Gralas.



            Aunque por suerte, también fueron derrotados y tanto ellos, como aquel criminal espacial, finalmente destruidos. Esos fueron los informes que recibieron de la SSP-2. Desgraciadamente no eran los únicos villanos interestelares sueltos.



-En fin.- Comentó Healer sacándola de esos pensamientos para abundar precisamente en esa última cuestión.- Ahora debemos preocuparnos a corto plazo de nuestros intereses en el sector Delta. Los Arcoily han estado muy activos últimamente.

-Son enemigos muy poderosos. Esa raza casi se equipara a los mismísimos saiyajin.- Valoró una preocupada Fighter.-

-Es por ello que, la fuerza militar que se despliegue en Nature, nos será de mucha utilidad. –Aseveró Maker.-

-Por eso mismo tendréis que visitar ese planeta una vez más y pactar una política  de alianzas militares.- Les comentó la princesa.-

-¿Y cuándo deberemos de partir?- Quiso saber Fighter.-

-En un par de semanas, en cuanto tengamos lista la nave insignia de nuestra flota.- Repuso su soberana. – Acorde con los informes de Lance Rodney, ellos enviarán a una de sus jefas de alto nivel. Hemos acordado que únicamente vengan mujeres.

-¿Y eso?- Se sonrió Fighter. – ¿Por qué no pueden venir hombres?

-Sabéis que en nuestro planeta predomina el sexo femenino, aunque se puede elegir a voluntad a qué género pertenecer. Sin embargo, la tradición dicta que únicamente las mujeres pueden ser sailors. Al parecer, cuando se informó de algo de eso a las autoridades militares de Nature, alguien debió de traducir mal los datos y creyeron que solo las mujeres eran bienvenidas aquí.- Concluyó la princesa con una sonrisa divertida.-



            Sus guardianas se rieron de aquello, y fue finalmente Healer quien comentó, todavía sonriente.



-Pero Alteza. ¿Acaso no les corregimos de ese error?

-¡No!- Rio ahora Kakyuu con una pícara expresión en tanto remachaba.- Me pareció tan divertido que opté por dejarlo estar. Además, según tengo entendido, tienen una escuadrilla especial de pilotos, compuesta únicamente por mujeres. Me picó la curiosidad de verlas en acción. Admito que fue algo frívolo, pero en este caso nos lo podemos permitir para variar. ¿No creéis?



            Sus interlocutoras asintieron con complicidad. Ahora Star Fighter recordaba eso, volviendo al momento presente, lista ya junto con sus compañeras, para ser escoltada por ese grupo de féminas terrícolas.



-Cuando ustedes dispongan.- Declaró afablemente la sailor.-



            Susan asintió y tras saludar a su superiora requirió el permiso formal para abandonar esa nave.



-Pueden partir.- Aprobó la capitana Simmons.-



            Tras saludar nuevamente las pilotos retornaron de inmediato a sus cazas varitech. A su vez las sailor Starlight abordaron una lanzadera de pasajeros algo más grande. Al poco todos estaban despegando de esa enorme nave de Kinmoku.  Tras verlas alejarse, Elisabeth conectó una pantalla en la que pudo ver a la princesa Kakyuu.



-Alteza, ya han salido para Nature, todo va acorde al plan.- Le informó.-

-Muy bien. – Convino la aludida.- Me pondré en contacto con Galaxia Sama inmediatamente.

-Sí, conviene que ella nos confirme si los Arcoily han hecho ya algún movimiento.- Afirmó Simmons.-



            La princesa cortó la comunicación y la capitana miró su pantalla ahora apagada con gesto preocupado. Esos extraterrestres eran una raza claramente hostil. Muchos de ellos sirvieron como mercenarios a Gralas, atacando a la SSP-1 y la SSP-2. Algunos incluso encabezaron algunos contingentes de invasión a la mismísima Tierra un cuarto de siglo atrás. Ahora, tras la desaparición de ese tirano espacial, se habían vuelto precavidos en un principio pero al mismo tiempo más ambiciosos. Apenas habían tardado en comenzar a movilizarse tras el vacío de poder dejado por Gralas, estando deseosos de llenarlo. Sus  naves de reconocimiento estaban enviando informes sobre los sistemas planetarios más apetecibles y cercanos al suyo. En algunos casos ocuparon los que Gralas había sometido. Sin embargo, también centraron su atención en otros que eran libres. Como por ejemplo, el propio de Kinmoku o el de Nature, que les eran más próximos. De hecho, fue para ellos una terrible contrariedad descubrir que los terrestres habían comenzado a terraformar aquel planeta que ellos ambicionaban. Por ello era fundamental el coordinarse con Galaxia. Ella había enviado a algunas de sus ayudantes a investigar y por lo que Sailor Iron Mouse y Tin Nyanko pudieron averiguar, los Arcoily habían suscrito un pacto con el fenecido tirano. Ellos le ayudaban con sus planes de conquista y a cambio él les cedía algunos sistemas solares y planetas. Entre ellos, Nature.



-Debemos andarnos con muchísimo cuidado. Al menos se pudo evitar que los rebeldes de Nuevo Vegeta triunfasen. De haberlo hecho una alianza entre ellos, los Arcoily y Gralas, habría sido funesta para nosotros.- Meditaba Elisabeth.-



Y eso no era todo. Pese a haber vencido y desterrado a su mismísimo hijo primogénito, los soberanos de los saiyajin no estaban tranquilos. Además de su natural consternación y dolor por haber sido obligados a tomar esa decisión, tampoco tenían la plena seguridad de que la prisión que encarcelaba a su hijo pudiera aguantar eternamente. De hecho, la propia Galaxia debía ocupar buena parte de su tiempo vigilando la ubicación de la misma. Entre eso, su atención hacia los Arcoily y otros asuntos que incluso eran más graves aunque mucho más secretos, esa poderosa guerrera no podría unirse a ellos en caso de sufrir ataques o deber enfrentar otras amenazas.



-Espero que esos tipos enviados por los soberanos y la ONU sepan lo que están haciendo. Por lo menos, que tengamos tiempo para ir solventando los problemas uno a uno. - Suspiró la capitana dirigiéndose ya hacia otra lanzadera para retornar también a su mundo.-



           Mientras, el viaje de las Starlight junto con sus escoltas fue rápido y sin incidencias. Apenas tras unas cuatro horas divisaron el planeta Nature. Durante el trayecto las pilotos se habían estado comunicando entre sí mediante sus radios de inter frecuencia. Por su parte las guerreras de Kinmoku habían conversado entre ellas sin prestar demasiada atención a sus acompañantes. Tan solo unos breves mensajes para informarse del tiempo que tardarían en llegar y de si se detectaba algo anormal.



-Todo va bien. Me complace informarles que en breve alcanzaremos nuestro destino.- Fue la última réplica que Susan les dio.-

-Al parecer, esas tres deben de ser muy estiradas.- Comentó Olivia por su frecuencia interna.-

-Sí, no lo dudes.- Convino Elisa.- Nos miraban por encima del hombro.

-No sé. Quizás simplemente desconfían porque no nos conocen.- Repuso la teniente Hunter.-

-Yo estoy deseando llegar a casa.- Suspiró Ludmila. Otra de las pilotos recién incorporadas, rematando.- No sé para qué tanta parafernalia. Esas tres podían haberse venido solas.



            La ucraniana, rubia, de pelo corto, ojos azules y metro setenta y cinco, era robusta y callada. Quizás algo bruta para el refinamiento del que hacían gala esas visitantes. Susan sonrió. Su nueva subordinada, también era la clásica persona directa que no hablaba mucho pero que era realmente contundente con sus escasos comentarios.



-Son cosas de alta política.- Le contestó condescendientemente.- No es labor nuestra juzgar las motivaciones de la superioridad.

-No, claro que no, señora.- Admitió de inmediato la ucraniana.- Pero es que estoy cansada.

-Sí, te acabas de incorporar hace cuatro días como quién dice.- Apuntó Elisa.- Y ya estás de misión espacial. No has podido apenas aclimatarte.



            Así era, aquella chica había llegado la semana anterior. Apenas sí pudo ser puesta al día de sus obligaciones y asignada al grupo de las Fighter ladies. Desde luego sus informes eran muy buenos. Como piloto no se le podía pedir más. Esa escuadrilla al mando de Susan estaba compuesta por mujeres realmente sobresalientes en ese terreno. La teniente Hunter estaba muy orgullosa de su grupo. Y además, ya tenía experiencia y no pensaba como antaño. Cuando solamente era una alférez recién graduada, deseando participar en combates y salidas de exploración. Para su desgracia ya había visto el terrible coste que tenía aquello. Ahora se sentía más tranquila escoltando a esa legación de Kinmoku.



-Sí.- Pensaba no sin un poso de tristeza.- Hemos perdido a muchos y buenos pilotos, magníficos compañeros y amigos. Ahora solo deseo que el viaje sea tranquilo y sin ningún incidente para llegar a casa y abrazar a mi novio.



            A su vez, las Starlight comentaban los pasos a dar una vez llegasen a Nature. Fue Star Fighter quien tomó la palabra.



-Lo primero es contactar con el mando del planeta. Es un tal contralmirante Hazzar el que ejerce como comandante en jefe.

-Tampoco conviene olvidarnos del estamento civil.- Le recordó Star Maker.-

-Y una vez hecho eso. Nos convendría informarnos también de cómo están las cosas por Bios y el resto de los planetas.- Sugirió Star Healer.-

-La princesa me recomendó que hablase con el embajador saiyajin en Nature.- Les comentó Fighter.- Es el primo del embajador de Nuevo Vegeta en el reino de Neherenia.

-Y en Bios, ese chico, Lance, nos ha dicho que debemos dirigirnos a su primo Leval Malden. Al parecer es militar muy reputado allí.- Añadió Maker.-

-Paso a paso.- Terció Healer.- Por el momento centrémonos en Nature.



            Sus compañeras asintieron en tanto la nave que las transportaba iba aproximándose a su destino arropada por su escolta. En el planeta entre tanto, el matrimonio Derail estaba en su casa, pasando una tarde tranquila. Al menos eso parecía. Kiros no quería separarse de su esposa y de su hija. Al menos no aún. Pidió unos días  y encargó a otro de sus subordinados saiyajin que atendiera cualquier compromiso. Aunque todo parecía ir bien, teniendo en cuenta por supuesto que la pequeña Gloria no cesaba de llorar reclamando ser alimentada y otro tipo de atenciones aparejadas a su tempranísima edad. Su madre la atendía del modo más solícito y con una leve sonrisa en los labios. Sin embargo, a pesar de aquella aparentemente bucólica estampa, Kiros no podía evitar una especie de escalofrío recorrerle el cuerpo. Observaba a su esposa acunando a la cría entre sus brazos, tratando de calmarla, dado que lloraba a pleno pulmón.



-Duérmete mi niña.- Le susurraba con voz dulce.- Ya…todo está bien, mamá está contigo…

-Maggie.- Se atrevió a intervenir él.- ¿Cómo estás?



            Su esposa no pareció escuchar aquella pregunta dado que estaba centrada en acunar a su hija. Al fin, tras unos instantes, la cría se apaciguó cerrando sus ojitos.



-Bien.- Susurró ella entonces.-



            Kiros se aproximó y con mucho cuidado acarició suavemente la frente de su hija con un dedo. Luego le dio un beso en los labios a su esposa para admitir todavía con tono lleno de emoción e incluso de temor.



-Creí que te había perdido. ¿Recuerdas algo?



            La interpelada tardó en responder, antes y con sumo cuidado, depositó al bebé en su cuna. Al fin suspiró para girarse y encarar a su marido declarando con voz queda.



-Apenas si me acuerdo de una especie de bosque terrible. Creí ver a Gloria, mi primera pareja seria...sufría , o eso creo…me dijo que debía cuidar a nuestra hija, que así ella se aliviaría. Pero…



            Guardó silencio por unos instantes que parecieron prolongarse eternamente, hasta que el saiyajin, impaciente y hasta preocupado, inquirió.



-¿Pero qué?..

-¡Ese sitio era el Infierno! - Musitó ella con expresión de pánico añadiendo.- La pobre Gloria estaba allí. Y yo, ¡yo fui a parar a ese horrible lugar! - Remachó casi entre sollozos.-



            Kiros la abrazó de inmediato apresurándose a responder.



-Estuviste clínicamente muerta. Tu cerebro se vio privado de oxígeno. Eso, unido a la anestesia y al mal momento que pasaste, te haría ver todo aquello.

-Era muy real.- Objetó una llorosa Maggie abrazándose fuertemente a él.- ¡Demasiado real!...

-La mente tiene esa capacidad. Nos juega muy malas pasadas a veces. Aunque también resulta ser un poderosísimo revulsivo. Lo sé por mis entrenamientos. -Trató de animarla el joven.-



            Su mujer se separó despacio de él y le miró agradecida. Estaba claro que su esposo trataba de ayudarla. Sin embargo, ella podía sentir algo mucho más profundo en aquella experiencia. Al fin confesó entre abatida y reflexivamente.



-He hecho muchas cosas en mi vida. Y algunas han sido malas, realmente malas.



            Kiros le dedicó una incrédula mirada, moviendo la cabeza para rebatir.



-No digas tonterías. Lo que has hecho desde que te conozco es intentar salvar vidas.

-Salvé algunas, destruí otras. Al menos amargué la vida de muchas personas. Y eso, de algún modo está ahí, esperando a pasarme factura.- Afirmó lúgubremente ella.-

-Estaré contigo siempre.- Le prometió su inquieto marido.- No temas.



            Y es que Kiros notaba a su mujer muy extraña. Había perdido aquella forma de ser suya, irónica  a veces, pícara otras. Y sobre todo siempre tan independiente. Ahora daba la impresión de ser una sombra de lo que había sido. Y le sorprendió todavía más cuando ella añadió con pesar.



-Incluso he destrozado las vidas de personas de mi propia familia. Todo por ser como soy. O al menos como he sido.

-No te entiendo. ¿De qué hablas?- Quiso saber él.-



            Ella lo recordaba bien. Hacía ya algunos años, su primo por parte de padre, Justin, estaba a punto de casarse. Había conocido a una chica realmente agradable y bonita. Una rubia de ojos verdes y con un cuerpo realmente hermoso. En una de las reuniones familiares la invitó a conocer a sus parientes.



-Tía Glenda, tío John, prima Maggie.- Les anunció sonriente aquel chico de pelo castaño y estatura media.- Ésta es Olga Volkova.



            La joven sonrió, parecía tímida. Todos la saludaron aunque Maggie se la quedó mirando de una manera especial. Desde luego le impactó la belleza de esa joven. Aunque enseguida percibió que esos verdes ojos de aquella chica tampoco la dejaban de observar. Durante la cena posterior las dos se sentaron juntas. Charlaron distendidamente sobre muchos temas, siempre con simpatía y ningún tipo de doble intención e intercambiando comentarios con el resto de los comensales. Esa joven le contó que era originaria de Europa. Maggie creyó entender que rusa. De hecho, tenía un acento marcado que la delataba.  Ese día no ocurrió nada especial. Aunque con el paso de las semanas las dos fueron conociéndose mejor. Al principio únicamente como amigas. Después, cuando Justin y Olga anunciaron su compromiso de boda, Maggie fue una de las que ayudó a esa muchacha con el vestido y los preparativos. Entonces sucedió. Una tarde, las dos quedaron en el apartamento de esa muchacha.



-Tengo ya casi listo el traja de novia. Espero que me quede bien.- Le comentó Olga, con tono poco entusiasta.-

-Seguro que sí, te tomaron las medidas y no vas a engordar en unos días.- Aseguró Maggie.-



            Esa muchacha ya se estaba quitando la ropa. Al principio Margaret no le dio importancia. Olga solía hacerlo para probarse el vestido o bien otro tipo de vestuario. Y es que le encantaba ir de tiendas. A ella misma no le disgustaba aunque esa joven era una auténtica fan. Pero eso no le llamaba tanto la atención a Maggie como el cuerpazo del que aquella chica hacía gala. No obstante, no fue eso, sino las palabras de aquella muchacha estando en el piso de esta, las que le hicieron dar un vuelco al corazón.



-¿Sabes una cosa, Maggie?- Le susurró aproximándose a  su oído derecho.- A veces creo que me estoy equivocando..

-¿Qué quieres decir?- Inquirió la interpelada.-

-Quiero decir, esto. La boda...- Suspiró Olga.- No sé si estoy preparada.

-Es normal tener esas dudas.- Afirmó su contertulia.-

-¿Tú las tendrías?- Quiso saber su interlocutora mirándola con intensidad.-



            Maggie se separó un poco para esbozar una leve sonrisa y admitir.



-Bueno, nunca he pensado en casarme. Desde luego ese no es mi estilo. Pero sé que la gente suele tener esa clase de pensamientos cuando se acerca la hora. Es algo muy importante.



            Olga asintió para aproximarse de nuevo a ella y susurrarle  una vez más, cerca del oído derecho.



-¿Y si te dijera que, cuando te miro, esas dudas aumentan?.

           

Ahora sí que aquello preocupó a la muchacha. Estaba claro que esa chica era un bombón, pero era la prometida de su propio primo. Por mucho que le gustara tenía que mantener las distancias.



-Yo, no creo que esto sea lo adecuado.- Pudo decir.-



            No le dio tiempo a argumentar otra cosa. Olga le rodeó el cuello con sus manos, la atrajo hacia sí y la besó con pasión y deleite en la boca. Tras unos segundos en los que no pudo ni reaccionar, al fin se separó, respirando agitada.



-Lo lamento.- Dijo la rusa, quien sin embargo, enseguida agregó.- Bueno, en realidad no. Creo que me he enamorado de ti desde que Justin nos presentó.

-Escucha.- Le pidió una agitadísima Maggie.- Estás confundida, estás nerviosa… Esto no está bien. ¡Justin es mi primo!

-Lo entenderá.- Afirmó la muchacha.-

-Pero, tú estás enamorada de él.- Objetó la ahora envarada Maggie.- Y… bueno, te gustan los hombres.

- A mí me gustan tanto los hombres como las mujeres.- Le desveló su contertulia adoptando un tono más insinuador.- Admito que cuando conocí a tu primo me gustó, es un chico muy simpático, encantador. Aunque el sexo no es… bueno. Solo sé que cuando te vi, sentí que yo te gusté. Era fácil de ver en tu mirada. ¿A ti sí que te gustan solo las mujeres, no es verdad?

-Sí.- Reconoció Maggie sintiéndose muy violenta y agitada al sentenciar .- Y tú me gustas. Me gustas mucho. Pero esto sigue sin estar bien.



            Aunque Olga no pareció prestar atención a eso último. Más bien se aproximó una vez más  a su contertulia como la serpiente que hipnotiza a un ratón antes de devorarlo. Maggie se sentía flaquear por momentos.



-Solamente una vez.- Le propuso la rusa.- Y si no sientes nada especial por mí te prometo que se habrá terminado. Todo seguirá adelante. Me casaré con Justin y él será feliz. Pero tengo que saberlo. Quiero estar segura de que tú me deseas igual que yo a ti.



            Y Maggie no pudo oponerse. Es más, no sentía deseo de hacerlo. Las dos se despojaron de sus ropas e intercambiaron ardientes besos y caricias para después acabar haciendo el amor de una forma realmente apasionada.



-Aquello fue un error. Sí.- Comentó Kiros cuando su esposa concluyó ese relato.- Pero si solo pasó una vez…

-No.- Suspiró Maggie.- Lo malo es que no fue una única vez. Olga tenía razón, me gustaba muchísimo. Tras esa ocasión llegaron otras. Pese a todo los preparativos de la boda siguieron. ¿Cómo íbamos a decir a mi familia y a la de mi primo una cosa así?- Afirmó consternada, para remachar.- Yo siempre creí que, cuando se casaran y se marchasen de Luna de Miel, todo se acabaría. Que yo conocería a otra chica y asunto concluido. Por desgracia, con tanta pasión nos volvimos descuidadas.  Pensando estar seguras, quedábamos en el apartamento de Olga. Allí nos acostábamos. Pero un día…



            Las dos yacían en la cama, una sobre la otra, en realidad era Maggie la que devoraba aquellas partes íntimas de su amante arrancándola gemidos de placer. Tan absortas estaban gozando la una de la otra que no escucharon el ruido de la puerta al abrirse. Tan embebidas en su mutua pasión que solamente cuando Maggie sintió un leve empujón de su pareja se dio cuenta al apartarse. Todavía entre jadeos, desnuda, pudo preguntar con una sonrisa.



-¿Qué pasa? ¿No te lo estoy haciendo bien?



            Sin embargo, el gesto contraído por la sorpresa y la expresión de horror, además de lo pálido en la tez de Olga, más blanca de lo que en sí ya era, hicieron que Maggie se girase, dado que los ojos de su amante no la observaban a ella. Casi sin ver todavía de quién se trataba pudo escuchar a la rusa musitar.



-Yo, déjame que te explique…



            La siguiente en abrir la boca con horror y cubrirse de inmediato sus partes y los pechos fue la propia Maggie. Sin embargo, quizás podría haberse quedado sin tapar porque aquel chico que estaba de pie a la entrada del dormitorio únicamente miraba hacia una dirección, y no era precisamente hacia ella. Estaba visiblemente impactado por lo que había presenciado.



-¡Primo!- Musitó Maggie sintiendo que el rubor le recorría el rostro hasta hacerlo arder.-



            Aunque éste no pronunciaba palabra. Solo les mostró a ambas un teléfono que llevaba en la mano. Marcó rápidamente y esperó. Ante el silencio de las dos mujeres finalmente el chico habló al interlocutor de esa llamada.



-Sí, hola mamá. - Pudo decir con la voz entrecortada , tratando de impedir que los sollozos le ahogasen.- Te llamo para decirte que… se suspende la boda…no, no puedo decirte porqué, ahora no. Pero lo sabrás…



            Maggie movió la cabeza, miró a  la rusa que mantenía bajada la vista y se escondía arrebujada entre las sábanas. Luego a su primo, pero éste le devolvió una mirada de odio tal que la joven enseguida apartó sus ojos. Luego, sin medir más palabra, Salió de la habitación y de la casa. Al poco Olga se levantó como un resorte y comenzó a vestirse de modo rápido.



-¡Espera! ¡Por favor!- Le pidió infructuosamente al que había sido hasta ese momento su prometido.- ¡Espera!



            Así lo rememoró Maggie, cuando le explicó a su esposo.



-Sentí que el mundo se me caía encima. Mis tíos y mi primo dejaron de hablarnos. Él rompió su compromiso y Olga…

-¿Ella siguió contigo?- Inquirió un curioso Kiros.-

-No- musitó la muchacha con tinte consternado. - Resulta que estaba a la espera de poder casarse para obtener la nacionalidad. Su visado estaba caducado ya. Mis tíos la denunciaron y fue expulsada del país. Pero eso no me dolió. Fue más el haber traicionado así a mi propia familia. Por eso, ahora que soy madre. Solamente de pensar que alguien hiciera sufrir a nuestra hija así…

-Eso sucedió. No pudiste evitarlo.- Quiso consolarla su esposo.-

-Claro que pude hacerlo.- Rebatió ella.- El primer día que Olga se me insinuó debí salir de allí. Pero me pudo el deseo y la atracción. Eso jamás me volverá a pasar. - Sentenció ahora con rotundidad.- Ahora te tengo a ti, y a nuestra pequeña Gloria. Seré una madre y una esposa ejemplar.

-Ya lo eres.- Afirmó un atónito Kiros.- No debes dejarte llevar por más sentimientos de culpabilidad. Yo te conocí siendo así y me enamoré de ti. Y tú de mí.



            Maggie sonrió obsequiándole con un largo beso y le contó.



-Estoy muy agradecida. Me han premiado con alguien como tú y con nuestra hija. Creo que es una especie de señal. Lo he estado meditando y recuerdo que, en lo peor de la batalla contra esos invasores, pedí por ti y por todos nosotros. Ahora estoy segura, alguien me escuchó…Y ahora es mi turno de honrar mi promesa…



            Su esposo la había escuchado con mucha atención y estaba dispuesto a preguntarle a qué promesa se refería. Sin embargo no tuvo ocasión. Maggie tuvo que separarse de su esposo dado que el bebé reanudó sus lloros.



-Ahora mi niña quiere comer un poquito.- Musitó con tono dulce en tanto tomaba a Gloria de su cuna.-



            Kiros suspiró. Quizás su mujer necesitase algo de tiempo. Él por supuesto se lo daría. Cualquier cosa por ella y por su hija. En otra parte de la nave entre tanto, otra atareada mujer estaba a punto de cerrar. Era Ginger. La propietaria del café suspiraba.



-Necesito a alguien urgentemente.

-Bueno… en tal caso, quizás pueda servirte yo.- Respondió una dubitativa voz masculina.-



            Gin se giró deprisa, casi dando un respingo. Sorprendida e incluso asustada. Aunque enseguida se calmó, allí estaba ese muchacho de pelo castaño oscuro y delgado que la miraba con expresión a su vez de extrañeza.



-Siento haberte asustado. Acabo de regresar de la facultad. Yo te echaré una mano si te parece. - Le dijo el chico quien no era otro sino Martin.-

-¡Ah!, qué bien...bueno es estupendo.- Pudo replicar Ginger una vez se repuso de aquel susto.-  Me vendría de perlas, la verdad.

-Y ya que estoy, si quieres, podría empezar a trabajar hoy mismo.- Le propuso el muchacho.- creo que me vendrá muy bien para ser más responsable.

-Muy bien.- Asintió Gin con aprobación.- Eso me parece una razón excelente. También yo comencé a trabajar siendo muy joven. Aunque supongo que estarás estudiando mucho para los exámenes.

-Sí, bueno…no mucho todavía.- Admitió con una leve sonrisa, añadiendo.- En la universidad hay pocos exámenes y todavía tengo tiempo. Así que, de momento, y hasta que la fecha se acerque, quizás en unos pocos meses, me gustaría hacer algo útil.



            La dueña asintió a su vez, satisfecha. Aunque lo más lógico era que ese jovencito solamente trabajase durante aquellos meses de espera al menos le tendría hasta que Clarisa volviera. Quizás cuando abriera el nuevo negocio en Nature le viniera muy bien como ayudante. Además, parecía un buen muchacho, si no recordaba mal incluso puso su vida en riesgo por proteger a Maggie, la mujer del embajador saiyajin. Hasta pensaba que le vio en la boda de ambos.  De modo que le preguntó.



-Tú eres amigo de la enfermera Kendall, ¿a qué sí?.. bueno, ahora es la enfermera Derail.- Matizó con una sonrisa.-



            El joven se ruborizó algo, asintió para replicar.



-Sí, es una mujer realmente estupenda. Hace tiempo que no sé de ella. Creo que estaba esperando un bebé.

-Ya lo tuvo, una niña. La ha llamado Gloria.- Le contó su interlocutora quien pese a todo añadió algo más seria.- Por lo que sé tuvo un parto complicado pero tanto ella como su hija están  bien.

-Me alegro por ella.- Afirmó sinceramente el muchacho más tras escuchar esas últimas palabras.-

-Pues en unos días vamos a hacerle una fiesta. Para ella , su hija y su esposo. Celebraremos el nacimiento de la cría. ¡Mira qué bien! Estás automáticamente invitado, solamente por ser parte de la plantilla.- Sentenció Gin añadiendo con visos de recomendación.- Por eso tendrás que ponerte al día a velocidad récord. Hay algunas cosas que debes aprender a hacer enseguida.

-¡Eso es genial.- Declaró un entusiasmado Martin, aseverando.- Ayudaré en lo que haga falta. Aprenderé deprisa para que todo salga perfecto. ¿Cuándo puedo comenzar?

-Bueno, ya es un poco tarde. Iba a cerrar. – Le recordó la risueña propietaria, proponiéndole.- Si quieres puedo enseñarte cómo hacer eso ya mismo y como dejar recogido todo y mañana a las ocho de la mañana empiezas.

-De acuerdo.- Sonrió él.-



            Y de este modo tras ser instruido someramente por su nueva jefa y ayudarla a recoger y cerrar, el joven se despidió retornando a su casa. Al menos podría ocupar su tiempo en algo provechoso. Teniendo en cuenta que acababa de terminar con su novia era lo mejor. Suspiró. Pese a todo a veces no podía evitar pensar en Maggie. Todo aquello de que era lesbiana  y que por eso jamás le podría haber correspondido se vio contradicho por los hechos.



-Lo malo es que yo no era el tipo adecuado para ella.- Se dijo resignado.- Ahora que lo pienso con más calma, era lógico. Es mayor que yo y viendo al que es ahora su marido…¡Cualquiera compite con un individuo como ese!



            Se sonrió incluso, ¡nunca tuvo la menor oportunidad, fuera Maggie lesbiana o no! A él siempre le iba a mirar como si de un hermano pequeño se tratase. Ahora incluso hasta le hacía gracia y llegaba a avergonzarse por lo audaz que fue, cuando quiso regalarle ese ramo de flores. Y es que ya no sentía hacia aquella enfermera ese apasionamiento juvenil tan tonto, y tras tener su primera novia, comenzó a quitarle importancia a eso del romanticismo. Al menos ahora podría echar una mano para celebrar el nacimiento de esa cría y ser partícipe de la fiesta.



-Maggie, Kiros, de veras que os deseo lo mejor con vuestra niña.- Pensó en tanto retornaba a casa.-



            A su vez Mei Ling no se había quitado de la cabeza lo que Tracer y Penélope le contaran. Dejó pasar en efecto algunos días pero al fin, esa noche, al salir del trabajo y llegar a casa, se decidió a llamar a su ex pareja. Tras enviarla un mensaje felicitándola por el alumbramiento y expresando sus mejores deseos, le propuso verse. Con alivio y agrado recibió un sí como réplica. De modo que, al día siguiente, ya de tarde, ambas mujeres se citaron en el parque de la nave. La oriental se arregló luciendo bastante atractiva con un vestido beige casual. Aunque ella misma se dijo no sin cierta autocensura.



-Eso ya forma parte del pasado. Ahora estoy quedando con una amiga, no con una novia. No tiene mucho sentido haberme arreglado así.



            Y sin embargo lo había hecho. Mejor no darle vueltas. Esperó sentada en un banco. Maggie se retrasaba, bueno, solía hacerlo a veces, no era de extrañar. Al menos en eso no había cambiado. Sonrió moviendo la cabeza. Miró en derredor y finalmente la vio aproximarse. Aunque la estampa desde luego le sorprendió. Era lo que menos podría haber asociado con su expareja. Esta venía empujando un cochecito de bebé y lucía un vestido bastante conservador, con una falda tan larga que casi la tapaba hasta los tobillos. Supuso que tras el parto iba bien abrigada para cuidarse o que estaría en lucha por recobrar su silueta.



-Hola.- La saludó la enfermera al llegarse a su lado.-

-¡Me alegro mucho de verte!- Replicó Mei Ling que enseguida se levantó para darle un beso.-



            Maggie ladeó la cara ligeramente para que su interlocutora acertase en la mejilla. Mei Ling se extrañó, esa chica nunca había hecho aquello. Al revés, siempre trataba de besarla en los labios. Desde luego que ella no había pretendido robarle ningún beso al estilo novias aunque se le hubiera pasado antes por la imaginación. Volvió a darse cuenta que las cosas había cambiado.



-¿Me dejas ver a tu niña?- Le pidió llena de interés y animación, olvidando aquella anécdota.-

-¡Claro! – Sonrió afablemente Maggie destapando ligeramente una minúscula cabecita que descansaba en una almohadita en el interior de aquel cochecito.- Ahora está calmada. Mejor no hablemos demasiado alto, me costó mucho que se durmiera.



            Su contertulia asintió. Observó a aquella personita con los ojitos cerrados y reposando plácidamente. Luego miró a su interlocutora y apreció la mirada de ésta, llena de amorosa devoción hacia su pequeña.



-¿Te apetece ir a tomar algo?- Le propuso Mei Ling.- Quizás a la cafetería de Ginger.

-Mejor nos quedamos un rato aquí si no te importa. Aquello se pone demasiado concurrido.- Le pidió Maggie.- No quiero que despierten a Gloria.

           

            La joven oriental asintió, a ella tanto le daba. La tarde estaba agradable, así pues ambas mujeres tomaron asiento en ese banco con el cochecito al lado de Maggie.



-¿Cómo estás?- Se interesó entonces Mei Ling.-

- Mejor que nunca.- Contestó rápidamente su interlocutora., aunque agregado con resignado humor.- A pesar de las pocas horas que duermo. Gloria es una tragona. Hay que estar dándole el pecho a todas horas. Ha salido a su padre, ¡ja, ja!



            Su oyente sonrió, por delicadeza no quiso preguntarle por todo aquello que había escuchado. Aunque no fue necesario. La propia Maggie, adoptando un tono algo más serio y reflexivo, le confesó.



-Jamás había sentido esto por ninguna persona. Mi hija es lo primero para mí. El parto fue muy duro y llegué incluso a morir. Pero regresé a este mundo y sé que fue por ella. Me llamó de vuelta.



            Mei Ling únicamente podía escuchar entre atónita e impresionada. Más cuando su interlocutora le contó, con el temor tiñendo ahora sus palabras.



-Estuve en el Infierno, Mei Ling, estuve allí.

-Sí, es lógico, debiste de pasarlo muy mal.- Convino la joven asiática.-



            Sin embargo, Maggie le tomó una mano con fuerza y movió la cabeza para  matizar.



-No me has entendido. Me refiero al Infierno real. ¡Existe! Yo jamás lo había creído pero existe. Y durante un momento pude sentir el horror que padecen los que allí están. ¡Vi a Gloria, a mi primera pareja!- Afirmó ahora entre sollozos.- ¡La vi y estaba sufriendo su castigo eterno allí!

-¡Cálmate! - Le pidió Mei Ling que estaba empezando a inquietarse.-



            La científica observaba a su amiga con preocupación. Pudiera ser que Maggie atravesase por una de esas famosas depresiones postparto. Tendría que preguntar a algún médico sobre ello. Aunque llegó incluso a asustarse de veras cuando a su antigua amante y pareja se le ocurrió añadir, mirándola a su vez con temor.



-No llevé una buena vida. Fui al Infierno por eso. Gracias al Cielo que Dios se apiadó de mí y escuchó a mi niña. ¡Sí, tras estarlo meditando he llegado a esa conclusión! ¡Tuvo que ser Él! ¿Quién sino? Me trajo de regreso, ¡me dio otra oportunidad! Por eso he decidido cambiar. Voy a ser la mejor madre, la mejor esposa y la mejor mujer que exista. ¿Sabes?. Caroline y su marido tenían toda la razón.- Añadió casi a trompicones por la emotividad que estaba imprimiendo a su discurso.- Ahora….rezo todos los días, doy gracias por mi buena fortuna y suplico por Gloria.



           Cuanto más la escuchaba más atónita y alarmada se sentía Mei Lin. Miraba a su ex novia como si fuera una completa desconocida. Esa expresión, esa manera de hablar. Y sobre todo hablar así de Dios. ¡Si Maggie siempre dijo que era atea! Ahora estaba convencida de que esa pobre chica tuvo que pasar por una experiencia muy traumática. Un verdadero infierno, aunque seguro que en unos términos menos sobrenaturales y más físicos y psicológicos. Lo mejor que pudo hacer fue responder de modo conciliatorio y amable.



-Claro, pero todo eso está pasado. No te atormentes más. Ahora eres una madre magnífica por lo que puedo comprobar. Y estoy segura que Kiros es también muy feliz contigo y con vuestra hija.

-Sí.- Asintió la aludida, sonriendo ahora.- Él sí que es un hombre magnífico. He tenido mucha suerte. La vida me ha dado otra oportunidad. Dios hizo que me enamorase de él por algún motivo.- Sentenció para volver a adoptar un tono preocupado al agregar.- Y por eso, Mei Ling estoy inquieta por ti.

-¿Por mí?- Repuso la incrédula científica, asegurando.- No temas, estoy bien ahora. Todo se arregló. Bueno, mis padres se disgustaron mucho cuando les dije como era pero lo terminarán por aceptar. Mi primo Zhao me apoyó en todo momento…



            Sin embargo, Maggie la cortó moviendo una mano. Y afirmó categóricamente dejándola helada.



-Ese es el problema. Eso no está bien. Quiero decir… tenías un compromiso. Bueno.- Añadió algo nerviosamente.- No soy quién para juzgar a nadie, a la vista de cómo me he comportado en el pasado. No se trata de eso, es que temo por ti. No te condenes, Mei Ling, arrepiéntete ahora. Todavía estás a tiempo.

-¿Qué?- Pudo exclamar la interpelada abriendo los ojos como platos.- ¿Condenarme a qué?- Inquirió, añadiendo casi incluso divertida ahora.- Ni siquiera soy cristiana.

-Yo era atea.- Le recordó su contertulia remachando ahora con más contundencia.- ¿Te crees que eso me protegió?. No, querida amiga. La verdad es una y está ahí. Aunque tratemos de engañarnos. Nos aguarda y tarde o temprano todo deberemos rendirle cuentas.



            Mei Ling tenía la boca abierta. Al principio no pudo evitar pensar que Maggie le estaba tomando el pelo de una manera realmente elaborada. Tanto que, seguro que de un momento a otro comenzaría a reírse…de la cara que debería estar poniendo, pero eso no pasaba. Al contrario, el gesto de su expareja estaba incluso crispado al declarar.



-He estado leyendo mucho en estos días, me he estado informando durante este tiempo tras tener a Gloria. Visite algunas páginas web que Caroline me recomendó cuando la envié un mensaje contándole lo que me había pasado. Y eso me confortó. Incluso escribí en algunas y personas como el reverendo Waters han sido muy amables y me contestaron. Al principio tuve miedo de que me censurasen por mi pasado, pero él me dijo. Benditos aquellos pecadores arrepentidos, son por los que más se alegra nuestro Señor cuando retornan a su lado. Y es así de veras. ¡Soy una hija pródiga!- Aseveró con visible alegría ahora.-  He salido de una vida llena de lujuria antinatural…



            La estupefacta Mei Ling no sabía que decir, ni que oponer a eso. Pero estaba realmente preocupada por su amiga. Por fortuna, el llanto de la cría interrumpió esa especie de sermón.



-Ya, mi amor.- Susurró dulcemente la enfermera.- Ya estoy aquí, siempre estoy aquí, contigo.



            La oriental guardó silencio viendo como su amiga se desabotonaba la blusa y, tras soltarse el sujetador, tomaba a su pequeña en brazos y la aproximaba a uno de sus senos. Mei Ling no pudo evitar recordar que ella también había saboreado aquellos pechos. Aunque algo hizo que se avergonzase de inmediato solo con pensar en eso. A fin de cuentas su antigua amante era ahora la esposa de un hombre y madre de ese bebé.



-¿Has visto?- Sonrió la enfermera en tanto su niña succionaba con avidez.- La pobre siempre tiene hambre…



            Y poco más se dijeron, al poco Maggie se disculpó, tenía que volver con la niña a casa para bañarla y acostarla. Mei Ling la despidió quedando muy inquieta. Aunque de camino a su apartamento pensó tratando de ser más optimista.



-Seguro que la fiesta que le vamos a organizar la animará y empezará a olvidarse de todas esas tonterías.



            Y meditando sobre eso se alejó perdiéndose por el parque central. Algunas horas antes, en la cafetería de Ginger, Martin acudió puntual a su nuevo empleo. La dueña le aguardaba y le explicó cómo abrir y comenzar a servir las mesas.



-Ahora está tranquilo, pero en cuestión de una hora ya verás cómo se pone.- Le pronosticó ella.-



            Y no se equivocó. Al poco aquello era un hervidero de actividad. Muchas personas acudieron a desayunar y el chico las pasó canutas para atender a todos. Tuvo que disculparse alguna que otra vez por su bisoñez, pero el público en general fue comprensivo. Todo iba bien hasta que llegó el medio día.



-Tendremos un poco menos de jaleo ya, hasta la tarde.- Comentó Ginger.-

-Lo malo es que tengo horario vespertino. Por lo menos dos días por semana. - Le dijo el joven.- Mis clases comienzan a las cuatro. Y hoy precisamente me toca.

-¡Vaya, qué fastidio!- Suspiró Gin.-



            Fue Martin quien se acordó entonces de Daphne. Su compañera de la facultad tenía un horario algo diferente al suyo. Y creía recordar que hoy no tenía clase por la tarde.

-Podría llamar a una amiga de la facultad. Me preguntó precisamente por este sitio.- Le contó a la dueña.-

-Sería estupendo. Si quisiera trabajar esta tarde me vendría de maravilla.- Dijo una aliviada Ginger.-

            El chico no se hizo de rogar. Supuso que, a esas horas, la joven estaría comiendo. O quizás en una pausa de sus clases. De todos modos le envió un WhatsApp. Para su contento, no tardó en responder.

-Dice que en una hora y media puede estar aquí.- Le comentó a Ginger.- Y que estaría interesada en trabajar. Que ya habló contigo…



            La camarera entonces quiso recordar. No dudó en comentarle a Martin.

-¿Es una chica rubia, guapa y que tiene una hermana pequeña?

-Desde luego guapa y rubia sí que es. Pero no sé si…- Sonrió el muchacho, que se detuvo a media frase al acordarse.- Me dijo que tenía hermanos, puede ser…

            Le mostró la foto del perfil de WhatsApp a Ginger. En ella salía la cara de Daphne. La dueña del local asintió, enseguida la reconoció.



-Sí que es ella. ¡Qué casualidad!



            Y aguardaron hasta que, una hora y cuarenta y cinco minutos después, vieron aproximarse a una muchacha. Pero curiosamente no venía sola. Al parecer iba conversando con un tipo alto y fornido. Martin no pudo ocultar un gesto de antipatía.



-Sven. Ese chulo.- Comentó a una perpleja Gin.-



            A esas horas no había clientes, el turno de mañana había terminado y era hora de comer, más que de tomar dulces. Por eso, aquel tipejo debió de sentirse más audaz. Y tanto Martin como Ginger escucharon con le decía en voz alta a la pobre chica.



-¡Vamos!¿Me vas a decir que no habíamos quedado ayer?...¡No puedo creerlo!

-Por favor, no tengo tiempo para salir.- Fue capaz de replicar apuradamente ella.-



            Llegaron a la terraza de la cafetería, ese tipo se cruzó de brazos como si demandase una explicación y Daphne, visiblemente avergonzada, le dijo.



-Tengo que trabajar.

-Tus padres tienen pasta. No creo que te haga ninguna falta.- Opuso ese individuo.-

-¡Eso es asunto mío! - Se atrevió a responder ella, que parecía estar perdiendo la paciencia.-



            Y es que ese tipo la había estado siguiendo por todo el campus. El día anterior logró arrancarle la promesa de una cita. Al menos para ir a tomar algo y repasar algunos apuntes. Pero Daphne no estaba demasiado interesada. Cuando el WhatsApp de Martin le llegó, suspiró realmente aliviada. Además, esa oferta de trabajo era precisamente lo que necesitaba. No es que fuera por el dinero. En eso Sven tenía razón. Sus padres marchaban bien. Pero ella deseaba ser independiente y pagarse sus estudios. Aparte de eso, el cuidar a sus hermanos le absorbía mucho tiempo, pero por fortuna, se iban haciendo mayores y cada vez precisaban menos de ella.



-Mira guapa, a mí no me planta absolutamente nadie.- Replicó un irritado Sven.-

-Déjale en paz.- Intervino entonces Martin quien, junto con Ginger, había salido del interior del local.-



            Ese tipo le miró de arriba a bajo sin poder creer la osadía de aquel chico. Era bastante más bajo que él y mucho menos atlético. De modo que le espetó con manifiesta agresividad.



-Tú no te metas en lo que no te importa. O tendrás problemas.

-¿No me digas?- Contestó Martin sin arredrarse.-



            Sven se rio con expresión burlona y mirando a Daphne, inquirió entre molesto y despectivo.



-¿Me quieres dejar plantado por este mequetrefe?

-Yo no..- Pudo decir Daphne, tratando de no involucrar a su compañero.-

           

            Pero Sven no la escuchaba, girándose hacia Martin levantó un puño con malas intenciones. No obstante se detuvo cuando Ginger intervino, acercándose.



-¡Yo que tú me lo pensaría, jovencito!- Exclamó.-

-Señora, no se meta.- Replicó el interpelado con poca cortesía.-

-Allá tú.- Replicó Gin, quien, con un tono más seco y enojado del suyo habitual, declaró.- Si te atreves a tocarle llamaré a la base, tengo muchos amigos allí Por no decir que no estarías en tus cabales. Este muchacho, ahí donde le ves, le plantó cara a una saiyajin.



            Ahora Sven miró a esa mujer con una mezcla de incredulidad y burla.



-¿Este tío? ¡Venga ya!

-¿No te lo crees? Pues le dieron una medalla por ello.- Insistió Ginger.-



            Entre que empezaban a llegar clientes, y algunos se quedaban observando aquella escena, ese matón se lo pensó mejor. Agitando una mano en señal de desdén, se dio media vuelta para largarse en tanto sentenciaba.



-Ya hablaremos, héroe…



            Y una vez se perdió de vista, fue la atónita Daphne quien quiso saber, preguntándole directamente a un envarado Martin.



-¿De verdad te enfrentaste a una de esos?

-La verdad, no fue exactamente una pelea.- Pudo decir el colorado chico, admitiendo.- Con un solo rayo de uno de sus dedos casi me mata.

-Bueno.- Intervino una jovial Ginger ahora.- Yo le dije a ese cretino que te enfrentaste a ella, cosa que fue cierta. No hacía falta que supiera el resultado. ¿No crees?



            Para sorpresa de Martin, Daphne se echó a reír. Tenía una risa cantarina muy hermosa, tanto como lo era ella misma. No pudo evitar mirarla azorado. La muchacha debió de interpretar eso de otro modo y enseguida se disculpó.



-¡Perdona! No quería reírme de ti, ni mucho menos.

-No pasa nada.- Sonrió a su vez él.-

-Bueno, pues si esto ya está solucionado, vamos a conversar sobre tu incorporación a la empresa.- Afirmó una animada Ginger.-



            Daphne asintió, y tanto ella como Martin y la dueña entraron en la cafetería. Tenían que hablar de eso deprisa dado que los clientes ya comenzaban a ocupar el lugar demandando algunas de las deliciosas especialidades que allí se servían.


       
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