Martin no pensó salir esa noche. Quizás
porque nunca le había gustado alternar hasta tarde. Sin embargo, algunos de sus
antiguos compañeros de la universidad si habían quedado y tras proponerle que
se uniese a ellos le pareció descortés, por no decir raro, rehusar. Salieron en
efecto y no lo pasaron mal. Tras una cena en la que rememoraron alguna que otra
peripecia de sus años estudiantiles decidieron ir a un disco-pub que había en
una calle de las afueras de Sagan -City.
-Oye.- Le preguntaba Greg, uno de sus
compañeros con los que mejor se había llevado.- ¿Qué pasó con Daphne? ¿Seguís
juntos?
-Bueno, trabajamos juntos. Sí. -
Puntualizó el azorado chico.-
-¿Y cómo es que no ha venido?- Quiso
saber Laura, otra compañera que la había conocido también.-
Y
de hecho había sido una de sus mejores amigas en la facultad. Lo malo es que últimamente
no se habían visto. Pues, tal y como le contó a Martin, la joven había obtenido
plaza de maestra en la ciudad del Sur, la segunda urbe más importante del
planeta tras la capital, Sagan City.
-Es una lástima. He aprovechado uno de
mis días libres para venir.- Le dijo Laura.-
-Es que verás. Tenía algo de fiebre, me
dijo. Ayer en el colegio ya se encontraba mal.- Le explicó Martin.-
-¡Qué lástima!- Terció Rob, otro de sus
compañeros más allegados.- Era una tía muy maja.
-¡Y estaba muy buena también!- Exclamó
Greg, añadiendo de seguido.- Y supongo que seguirá estándolo, ¿no? ¿No me digas que aún
no le has tirado los tejos?
Eso
bastó para poner colorado a su amigo y provocar las risas del resto. Martin apenas
si pudo pretextar.
-Somos muy buenos amigos. Y eso de
trabajar juntos…en fin, creo que estamos conociéndonos mejor.- Pudo añadir
finalmente con una media sonrisa.-
-¡Qué pillin! ¡Mira que calladito te lo
tenías, eh!- Se rio Greg.-
-Anda cuenta.- Le pidió Laura que
pareció sorprenderse al oír aquello.-
Y
es que la última vez que fueron al cine al fin dio ese paso. Quedaron a las seis y ella fue puntual, buena
señal. El chico hizo todo cuanto tenía previsto, durante la sesión simplemente
disfrutaron de la película. A él no le pareció nada del otro mundo pero a
Daphne le gustó. Al menos eso dijo. A ella le encantaban esas cosas tan
románticas. Al fin, al terminar, a eso de las ocho y media, él la convenció para
tomar algo en el Clargin, así era como se llamaba el negocio puesto a medias
por Ginger y Clarisa. Todo iba a la perfección. Aunque su compañera estaba de
vez en cuando con el teléfono móvil enviando y recibiendo algún mensaje.
-Perdona, una amiga con la que hacía
tiempo que no chateaba.- Le dijo tras guardar el aparato al fin.-
-No importa.- Sonrió él.- Entonces, ¿te
lo has pasado bien?
-Sí, mucho.- Sonrió a su vez ella.-
Estaban
sentados en una mesa de la esquina, sus rostros bastante pegados. Martin sintió
un hormigueo. Tentado estuvo de besarla entonces ¡pero no! Antes tenía que
declararse como era debido. Al poco, y levantándose, el muchacho comentó.
-Voy al servicio, enseguida vengo.
Daphne
asintió, él se alejó en tanto ella se entretenía una vez más con el teléfono.
-Mejor, así no me verá llegar hasta el
último momento.- Pensó el chico al verla de reojo.-
Pasó
con rapidez a la trastienda donde una sonriente Ginger le había guardado esas
flores.
-Suerte.- le susurró la camarera
guiñándole un ojo con complicidad.-
-Gracias Gin.- Repuso él, con visible
nerviosismo.-
Aquello le parecía
como ir de cabeza hacia un precipicio. Por unos instantes tentado estuvo de
dejarlo estar, pero ya no había marcha atrás.
-Tengo que hacerlo. Si me acobardo ahora
lo lamentaré siempre. -Pensaba para darse ánimos.-
Y es que tenía más
miedo ahora que cuando le plantó cara a esa saiyajin. Pero solamente con ver el
rostro de Daphne y su sonrisa, se llenaba de determinación. Al fin, tras unos
instantes que casi le parecieron siglos volvió al salón de la cafetería con las
flores tras la espalda. Se aproximó despacio, cuando solo estaba a un par de
pasos, Daphne se percató de su regreso apresurándose a dejar el teléfono.
-¿Tu amiga otra vez?- Sonrió él divertido.-
-Sí, bueno, ya está.- Pudo replicar la
apurada joven.- Ya la mandé saludos.
La
cara de la chica parecía estar ruborizándose, Martin la encontraba adorable,
aquel fue el momento justo, sacó las flores exhibiéndolas delante de ella.
-Para ti.- Declaró.-
-¿Y esto? ¿Por qué? - Preguntó la
atónita chica.-
-Porque eres tú.- Repuso él, armándose
de valor para añadir.- Y porque te quiero.
Y
antes de que la anonadada Daphne fuera capaz de replicar, él le dio un rápido
beso en los labios. La muchacha estaba totalmente roja, más cuando de fondo
oyeron los aplausos de algunos clientes y los de la propia Ginger que sonreía
moviendo la cabeza divertida.
-No te enfades, por favor- Le pidió él.-
Lo planeé con Gin. Ella me guardó las flores y todo. Ya sabes, para que
estuvieran frescas.
-Pero, yo…- Musitó la muchacha que
parecía no saber qué decir ante eso.-
-Sé que ha sido precipitado, o quizás
no. En fin, llevaba mucho tiempo queriéndotelo decir. Y pensé que éste era el
mejor sitio. Prácticamente nos conocimos aquí.
-Sí, Martin, pero, yo…bueno.- Fue capaz
de balbucear la descolocada joven.-
La
risueña Ginger se aproximó comentando no sin animación.
-¡Ha sido un detallazo! Me lo llega a
hacer a mí y ya me tenía en el bote. ¡Si supieras con cuanta ilusión lo ha
preparado todo para ti!
Daphne
solamente sonrió, aunque esa expresión se le fue apagando. Martin la miró no
sin algo de rubor. Era lógico. ¡La pobre y delante de tanta gente! A buen seguro que se moría de vergüenza. Quizás
debió haberlo pensando para hacerlo un lugar más íntimo. Pero ya estaba hecho. Al
fin, la chica pareció reponerse de aquello y pudo decir con tinte más calmado.
-Ya hablaremos, ¿eh?
-Claro que sí.- Concedió él.- Perdona
otra vez. Te prometo que iré despacio. ¡Ya lo verás! Será estupendo. Podemos ir
poco a poco, primero como amigos y luego, salir juntos, si tú quieres. Ya
entiendes a lo que me refiero.
-Sí, entiendo.- Musitó la muchacha pidiéndole.-
Ahora, será mejor que nos vayamos. Estoy algo cansada y tras esta sorpresa...-
Remachó en un intento por sonreír que le quedó más bien como una mueca.-
-Han sido muchas emociones, lo
comprendo.- Convino el chico.-
Y
se despidieron de Ginger que les dio su más cordial enhorabuena. Animado por
eso Martin, en un ataque de romanticismo, tomó un brazo de Daphne con el suyo.
La muchacha se dejó hacer durante un momento aunque al poco de caminar y
alejarse de la cafetería se soltó suavemente y le dijo.
-No sé si esto es buena idea. Te conozco
desde hace años, me caes muy bien, pero trabajamos juntos…
-No te preocupes.- Afirmó él.- En el
trabajo todo seguirá igual. Ya sé que allí son muy moralistas, ¡ja, ja! Ven mal
cualquier cosa. Pero a un chico y una chica que se quieren no pueden verlo mal.
Ni siquiera el padre Michael.
-Claro, ni siquiera él.- Repitió Daphne
con poca convicción.-
-Anda, te acompaño a casa. Mañana nos
vemos, como siempre.- Sonrió ampliamente él.-
Y
la dejó en casa, aunque cuando trató de darle un beso de despedida ella se giró
para que solamente la acertase en la mejilla. El chico se censuró, ¡había
prometido ir despacio! Por eso se dijo que lo cumpliría. Ahora que concluyó su
narración sus amigos sonrieron, Greg incluso se rio añadiendo divertido.
-¡Venga ya! No seas tan pánfilo,
muchacho. Lo que ella querrá es que te lances del todo. Ten cuidado, no te lo
pienses demasiado o la aburrirás.
-No le hagas caso.- Rebatió Laura.- Se
romántico, ve poco a poco, Seguro que a Daphne le encantará. Es normal que la
avergonzases en una situación así. Pero eso a las chicas en el fondo nos gusta.
Que un chico guapo sea capaz de sorprendernos de esa manera. Hacernos sentir
como princesas, que somos tan especiales para alguien.
-Pero ten cuidado, que en un colegio tan
exclusivo y religioso.- Puntualizó Rob.- No sé si verán bien una relación entre
dos maestros.
-¡Siempre y cuando sean del sexo opuesto
entre sí, seguro que les parecería bien!- Rio el jocoso Greg que parecía haber
bebido alguna copa de más.-
-Por supuesto.- Sentenció Rob que
parecía hablar en serio cuando alegó.- Ya hay demasiada depravación. En la
Tierra se ve bien cualquier cosa. Aquí en Nature por suerte parece que todo es
distinto. Al menos para la mayoría.
-¿Pero qué estás diciendo?- Se
sorprendió Laura rebatiendo.- ¿Qué entiendes tú por depravación?
-Pue eso, tíos con tíos, y tías con
tías. ¿Es que no ven que, aparte de ser inmoral, es algo que no es natural?-
Declaró éste.-
Laura
frunció el ceño y le dedicó una mirada de disgusto. Martin puso a su vez una
cara de circunstancias sin saber que decir para aliviar eso. Aunque fue
precisamente el alegre Greg quien intervino.
-Bueno, ¿Y qué más da con quién te líes?
Mientras estés borracho…¡luego ni te acuerdas!
Aquel
comentario tan espontáneo como estrambótico hizo reír a todos. Por fortuna no
siguieron con ese tema, aunque al cabo de un momento, en cuanto Laura y Greg se
ausentaron para ir a por cervezas, Rob le susurró a Martin.
-Ésta siempre está igual. Todo le parece
aceptable. Pero hay cosas que no lo son.
-No claro, algunas cosas no.- Pudo decir
su contertulio tratando de seguirle la corriente.-
Su
amigo pareció meditar lo que iba a decir, como si no se atreviese a comenzar,
sin embargo, finalmente se decidió.
-Sé que pensaréis que soy un retrogrado
y todo eso. Pero, de veras, si hubierais oído hablar al reverendo Corbin y al reverendo
Waters. ¡Y no solamente lo dicen ellos! Hay personas que no son tan religiosas
pero que están de acuerdo. Cada vez más familias rotas, cada vez más
obscenidades. Que si dos tíos se quieren casar, luego dos tías. Mujeres que
dicen que no necesitan a los hombres para nada. Incluso hay un movimiento que
se llama de las Feminax. Según ellas los hombres deberíamos ser exterminados.
Las muy zorras dicen que todos nacemos con genética de hembra pero que luego
algunos cromosomas se adulteran para ser machos. Que podrían incluso clonarse o
reproducirse sin nosotros. Y que un día comenzarán “la caza del hombre” Tío,
estoy preocupado. Incluso en Nature se dice que han empezado a instalarse.
-¡Ja, ja! No será para tanto.- Rio ahora
Martin moviendo la cabeza.-
- Y para colmo, desde luego, Laura y
Greg no han elegido el mejor sitio para terminar la velada.- Reprochó su amigo,
informándole.- Aquí vienen algunos de esos y esas, ya sabes.
-¿Esos y esas?- Repitió su
interlocutor.-
-Todo el mundo sabe que este disco pub tiene
una parte de ambiente. Y no te digo más.- Le susurró su compañero.
-Bien, pero nosotros no tenemos nada que
ver con eso. Laura dijo que aquí ponían muy buena música. Conoce el sitio
porque venía hace años con Daphne. - Alegó Martin afirmando con una media
sonrisa, sentenciando.- Y cada cual a lo suyo.
-¿A lo suyo?- Se escandalizó Rob.- Esta
Laura es una inconsciente. Y no sabía que ella y Daphne venían por aquí.
-¿Qué insinúas?- Se rio Martin.- ¿Qué estaban
liadas?..
-No, por supuesto que no.- Se apresuró a
responder su ahora envarado amigo.-
Pero
su contertulio sencillamente se rio más todavía. Y es que ya había bebido más
de lo que acostumbraba también. Y seguramente que Rob se habría pasado incluso
más.
-No creo que en tu colegio vean bien esa
clase de cosas.- Añadió su colega.-
-No, desde luego que no lo ven bien. Son
muy religiosos.- Convino Martin quién no obstante quitó hierro a lo anterior
para desdramatizar con tintes más divertidos pensando en lo que antes le
comentase su colega. - ¡Pero de ahí a pensar que hay una especie de
conspiración de las mujeres para eliminarnos!, ¡ja, ja! ¡Eso no lo dicen ni en
la Congregación!
Su
amigo no tuvo ocasión de agregar nada, Laura y Greg retornaron con las bebidas.
Siguieron allí, un rato. Rob guardó un incómodo silencio, y los demás tampoco
hablaron mucho. Por su parte Martin ya tenía ganas de ir al servicio. Así lo
hizo constar.
-En cuanto vuelvas yo me voy, pero a
casa.- Comentó un algo aturdido Greg.- Ya he pasado mi límite.
-Sí, yo también me iré.- Acordó Laura.-
-Creo que todos lo haremos.- Afirmó
asimismo Rob.-
Martin
se dirigió al baño porque ya no aguantaba las ganas. Al pasar entre algunos
chicos y chicas que bebían o bailaban creyó entonces ver...no, de todos modos
iba con prisa. Al fin entró y se alivió. Al salir ya de modo más pausado miró
hacia el sitio ese en el que había tenido la impresión de verla.
-Estoy tan colado por ella, que la veo
en todas partes.- Se sonrió pensando lo tonto que era.-
Volvió
a otear y en esta ocasión se aseguró. Al principio no observó nada raro. Iba a salir ya para reunirse con sus
compañeros cuando ocurrió. El corazón le dio un vuelco. ¡Era Daphne! Pero, ¿No
le dijo que estaba enferma? Sin embargo, allí estaba ella. Maquillada de forma
muy incitadora, y vestida de un modo bastante más provocativo del que solía. Un
corpiño blanco que marcaba mucho y bien sus encantos, su rubio pelo recogido en
una especie de moño griego y falda unos centímetros por encima de las rodillas,
donde un par de altas botas negras de tacón de aguja remataban el conjunto. ¡Estaba
preciosa! Desde luego, él jamás la había visto vestir así. Abrió la boca quedándose
atónito.
-¿Vienes?- le pidió Rob avisándole desde
unos metros de distancia.-
-Sí, un momento.- Dijo él.-
Salió
enseguida todavía con el corazón tronando a cien por hora. Apenas le dio tiempo
a mirar pero le pareció verla charlando con alguien. Entre el gentío que había no
supo a ciencia cierta, si con un chico o una chica. Aunque eso le dio igual.
¿Qué estaría haciendo allí? ¿Pudiera ser que se hubiera puesto mejor y que se
le ocurriera salir a buscarles? No, ¡qué tontería! Le habría llamado. Sin
embargo, tuvo que luchar por apartar cualquier consideración acerca de eso. Sus
amigos salían y él no podía dejarles así, sin más, o les haría sospechar algo
raro.
-Bueno, ha estado bien, pero es hora de
volver a casita.- Comentó Greg que iba algo aturdido.-
-Anda tonto, ya te acompaño al
deslizador.- Sonrió Laura utilizando un tinte maternal en su voz.-
-Voy con vosotros. -Afirmó Rob.-
-A mí me queda por el otro lado. Me
alegra de haberos visto.- Pretextó enseguida Martin.-
Si
bien sus amigos parecieron sorprenderse por esa brusca despedida, tampoco le
dieron mayor importancia y tras decirle adiós se alejaron los tres juntos.
Martin por su parte anduvo despacio unos metros y cuando creyó que ya no le
mirarían corrió de nuevo al interior de aquel pub. Entró con disimulo, tratando
de no ser visto y observando todo cuanto podía a la vez. Ahora comenzaban a
poner música a más volumen. Algún clásico, de esos que daban fama al local,
sonó en tanto exploraba el recinto.
No me engañas
No me engañas…
No me engañas…
No me engañas
No me engañas
No me engañas
No me engañas
No me engañas
No me engañas
No me engañas
Da, da, da, da, dah
Da, da, da, dah
Da, da, dah...
No me engañas con esos ojos bonitos
Esa sonrisa sexy no me engañas
No me dominas no eres una sorpresa
Me dices mentiras no me engañas
Mmm, mi mamá me dijo, ten cuidado con esa chica
Mamá me dijo que yo sabía que no eras buena
Mamá me dijo, tranquilo, no seas tonto
¡Yup bup ba ba ba ba da da da dah!
Por un instante no la
vio, pensó que posiblemente se hubiera ido. O incluso que todo había sido cosa
de su imaginación y de alguna copa extra que llevaba encima. Siguió avanzando
despacio, entre esas luces que cambiaban de color y la gente que se movía y
agolpaba en la zona de baile.
No me engañas
No me engañas, no me engañas
Ella te ganará
No me engañas y te dominará
No me dominas, no me engañas
No me engañas, ella te alcanzará
No me engañes y te dominará
Tarde o temprano jugarás con sus reglas
Se aproximó a la barra, allí se apoyó. Un camarero se
aproximó de inmediato pero él movió la cabeza. Entonces volvió a verla. Allí
estaba. Y sí, acompañada. Ahora que se daba cuenta observó que su contertulia
era otra chica, pelo moreno, recogido en una coleta, vestía una blusa blanca también
pero con falda negra y zapatos de tacón a juego. Era guapa desde luego. Las dos
charlaban y en un momento dado se reían. Martin sonrió también.
-Debe ser esa amiga suya con
la que tanto chateaba el otro día, supongo.- Pensó inocentemente.-
Se aseguró que ellas no mirasen en su dirección, al menos
Daphne. La otra chica no le conocía. Aunque las idas y venidas de otros
muchachos le estorbaban la visión. Tras mover la cabeza para apartarse de uno
que se puso en medio vio como esa morena tomaba de una mano a Daphne y la
llevaba a la zona más profunda de aquel local.
Nena, no me engañas
No me engañas, no tienes que decir que no importa
No tienes que enseñarme cosas que ya se
Tarde o temprano jugarás con sus reglas
Oh, (engañarte) oh, (dominarte) ella lo hará
Te dominará (dominará)
Sí…
Las
siguió en cuanto pudo, logrando pasar. Atravesó un pasillo que estaba también
ocupado por algunas parejas, pero éstas eran variadas, por decirlo así. Pudo
ver con resquemor a dos chicos ¡dos tíos! dándose un beso realmente apasionado
y abrazados.
-A esto se refería Rob, Joer, ¡qué asco!-
Pensó.-
Y también
había algunas chicas que se entretenían de ese modo entre ellas. ¡Para que
negarlo!, eso le llegaba incluso a excitar. Sin embargo, ahora no estaba para
esas cosas. Solo quería llegar a ver dónde estaba Daphne
-No sé qué demonios estará haciendo ella aquí. Pero,
¿debería ir a saludarla? Mejor será que solo la observe. Espero que no esté con
esa chica y con otros dos tíos, o que hayan venido a ligar con algunos. Puede
que solamente esté aquí porque su amiga
la llamase. Quizás sea de fuera y venga de visita.
Mamá me dijo, tranquilo
Mamá dijo que te tomará por
tonto
Y todas
aquellas elucubraciones cruzaban por su mente en tanto se abría paso. Al fin
accedió a una especie de cuarto algo más oscurecido, en el que solo el reflejo
de las luces principales y algunas lamparitas permitían ver alguna cosa. También
tenía algunos sillones o butacones. En algunos se sentaban chicos y chicas,
bastantes de ellos entregados a unos apasionados intercambios de besos e
incluso caricias muy fuera de tono. Claro que él jamás se había imaginado nada
así…y aliviado vio que Daphne no estaba con ninguno de esos tipos.
Mamá me dijo, tranquilo, no seas tonto
Mamá me dijo ella te doblegará
Ba, ba, ba, ba, bap, bap, ba, baah
La, la, la, la, la, lah
No me engañas
No me engañas.
(You don´t fool me. QUEEN. Crédito al
autor)
Y
fue al girar la cabeza hacia un rincón cuando la visión que tuvo ante él le
dejó impactado, helado, al principio ni fue capaz de moverse. Allí en un sofá estaba
Daphne, sentada a horcajadas sobre las piernas de esa chica morena y besándola
con deleite en los labios. En fin, besar era un eufemismo, ambas se comían
literalmente la boca de su pareja. Y no contenta con aquello, esa morena
recorría los pechos de su amiga incluso besándoselos las pocas veces que sus
bocas se separaban. Y lo peor de todo era que Daphne se dejaba hacer encantada.
-¿Pero, qué? – llegó a exclamar.-
Las
dos se levantaron entonces. El chico apenas pudo quitarse de su camino. Iban
directas al servicio unisex del local. Entraron de la mano. Martin estaba
petrificado, en su mente había una mezcla de sentimientos encontrados. Por un
lado la sorpresa, el asombro y la incredulidad, combinados con una inmensa
decepción, rabia y amargura. Empero, no pudo evitar ir tras ellas. Se detuvo
ante la puerta del baño dudando si abrirla y mostrarse. Decidió que únicamente
la movería lo bastante para ver a través de una rendija. Temiendo ser
descubierto a su vez. Giró la cabeza en todas direcciones, por fortuna no venía
nadie. Se armó de valor y entornó esa puerta. Quizás hubiera sido mejor no
haberlo hecho. Allí, apoyada en una pared estaba Daphne, abrazada a esa chica,
las dos se devoraban literalmente la boca, con esa chica morena metiéndole mano
a Dap por debajo de la falda y arrancándole gemidos de placer. Martin ya no
pudo soportar aquello más. Dejó cerrarse la puerta con estrépito. Dándose la
vuelta quiso salir corriendo. Escapar de esa pesadilla. En su loco huir
tropezaba con todo el mundo. Alguno incluso le increpó pero no se detuvo. Al
fin, sudando y jadeando, además de entre sollozos de impotencia y furia y
desolación, llegó a la calle. Solamente deseaba encontrar un deslizador y
volver a casa.
-¡Vaya palo, amigo!- Oyó entonces una
voz entre burlona y divertida.-
Lleno
de ira se giró hacia la fuente del sonido. En penumbra y mal iluminado por la
luz de las farolas un chico le observaba. Martin no pudo verle bien la cara
dado que justo caía en la zona sin iluminar. Lo que sí hizo fue espetarle con
rabia.
-¿De qué coño te crees que hablas, eh?
-De tu amiguita. Lo siento, tío.- Dijo
aquel individuo que parecía recrearse con su malestar y su enfado.- Mira que
toca las narices que la chica que te gusta esté colada por otra persona, y
encima que esa persona sea otra tía.
-¡Cállate o te parto la cara!- Aulló su
interlocutor acercándose con semblante amenazador.-
-Vale, vale. Tranquilo.- Le pidió éste
con tintes más conciliatorios para añadir.- Lo creas o no quiero ayudarte.
-Tú no puedes ayudarme, ¡déjame en paz!-
Espetó Martin.-
Tras
un momento de silencio decidió dejar plantado allí a ese estúpido, caminó con
pasos rápidos pero una vez más, las palabras de aquel tipo le frenaron en seco.
-Tiene que ser muy duro, tropezar dos
veces en la misma piedra. ¿Verdad?
Se
giró una vez más, ahora más sorprendido que enfadado.
-¿Qué?- Fue lo único que acertó a
responder.-
-Maggie era muy mayor para ti, no
estabais destinados a estar juntos. Pero mira, luego cambió. – Le relató aquel
individuo quien, para su asombro, parecía conocer eso con detalle.- Y ahora te
aprecia muchísimo, eres maestro de su hija, confía en ti y te valora como a un chico
estupendo.
-¿Cómo sabes tú eso?- Inquirió ahora
realmente estupefacto.-
-He pasado por la misma situación, créeme.
Sé lo mucho que duele que la chica a la que amas prefiera a otra, bueno, en mi
caso fue a otro. Pero yo no me rendí. Y al final logré que ella me ame a mí.
Del otro tipo ya, literalmente, ni se acuerda.- Remachó con regocijo.-
-Creía que Daphne era de otra forma. –
Declaró amargamente Martin.- ¡Pero esto!, en realidad es una…
-No lo digas.- Le detuvo su
interlocutor.- Estoy convencido de que no es así. Lo que sucede es que hasta
ahora no has sabido hacer las cosas.
-¿Y qué se suponía que tendría que haber
hecho?- Inquirió sarcásticamente el interpelado para remachar con irónica
rabia.- ¿Ponerme tetas?
-¡Ja, ja, ja! No, nada de eso. Verás.
Debes usar la cabeza y ser más decidido. Lo del otro día con el ramo de flores
y demás estuvo bien, pero no basta.- Le expuso su misterioso contertulio.-
Martin
comenzaba a estar realmente atónito. Ese tipo hablaba con mucha seguridad y
parecía querer ayudarle, pero lo que más
le impresionaba era que estaba al corriente de todo lo que él había hecho.
¿Cómo era posible? ¿Quién demonios era? Aunque, daba igual, no veía como podría
hacer para echarle una mano en eso. Entonces, su extraño interlocutor añadió.
-Tienes que cambiar, amigo. Yo te diré
como. Para empezar…en vez de salir corriendo al verlas tuviste que hacer algo
tan fácil como esto.
Y
para mayor perplejidad de Martin ese tipo sacó un móvil. Puso el reproductor de
video y allí estaban, las imágenes de Daphne y esa chica, prodigándose en
aquellas demostraciones de afecto.
-Yo me quedé y obtuve esto. ¿Interesante,
verdad?- Comentó no sin regocijo aquel tipo.-
-¡Borra eso!- Exclamó un enojado chico
tratando de arrebatarle el teléfono.-
-Tranquilo.- Le pidió el otro
sujetándole con una mano hasta hacerle daño en un brazo.-
Martin
tuvo que desistir, ese individuo tenía una fuerza tremenda, ¡ni que fuera un
saiyajin! Puede que quizás lo fuese. Al fin decidió calmarse, ponerse violento
le iba a resultar contraproducente. Su contertulio pareció sonreír tras la
oscuridad que velaba sus rasgos, afirmando con aprobación.
-Bien, esa es una buena idea. Cálmate primero,
escúchame después.
-¿Qué quieres que haga, que la chantajee
con eso?- repuso un abatido Martin para sentenciar.- Entonces sí que me
odiaría, yo no quiero que esté conmigo de esa manera. Además, eso sería un
delito.
-¿Quién ha dicho que la chantajees? – Se
rio el otro tipo.- Tienes que ser mucho más sutil e inteligente que eso, amigo
mío. Verás, tú solamente hazme caso a lo que te diga. Y te garantizo que
Daphne, ¿dijiste que se llama así, verdad? Será tuya. Y por su propia voluntad.
Martin
escuchaba anonadado y no pudo evitar asentir. Para al fin admitir.
-Si eres capaz de lograr eso, haré
cualquier cosa que me digas.- Le prometió.-
-Muy bien.- Sonrió una vez más ese chico
misterioso, indicándole de inmediato.- Ahora ponte junto a mí para que no te
vean.
Y
antes de que el sorprendido chico pudiera reaccionar su interlocutor le tomó de
un brazo moviéndole hacia la farola, a fin de que quedase tras la iluminación.
Aquello resultó providencial. Para su asombro observó a Daphne y a esa otra
chica caminar hacia ellos. Aunque ninguna parecía haberles visto. Iban tomadas
de la mano y ocupadas en charlar. Las dos reían, cada pocos pasos se paraban y
una besaba en la boca a la otra o bien se hacían carantoñas acariciándose el
pelo o la cara. Se llegaron a una parada del deslizador que estaba próxima y
pudieron oírlas hablar.
-Me caigo de sueño, es muy tarde y
mañana tengo que madrugar.- Suspiró Daphne, agregando eso sí, con tono
acaramelado.- Pero me lo he pasado muy bien.
-Y mejor que lo pasaremos.- Sonrió la
otra muchacha añadiendo.- Casi me alegré por sufrir esa avería en mi caza.
Cuando me dispararon creí que no lo contaría. Pero pude venir.
-Sí, al principio me preocupé, pero
cuando me contaste en tus mensajes que
estabas bien y que te daban permiso me alegré mucho. Aunque estaba con Martin y
casi me los lee.- Sonrió ahora con tinte apurado.-
-¡Ese no se entera de nada si tú no
quieres!- Rio su pareja.-
-Pobre, me da un poco de pena.- Confesó
Daphne que parecía sentirse apurada al recordar.- Cuando me regaló esas flores…
-Hiciste bien. – La interrumpió su
contertulia añadiendo.- Mejor que no sospeche.
-Hice caso a lo que me escribiste,
Sabra.- Sonrió pícaramente ahora.- Le dije que me estaba poniendo mala.
-¡Así no insistiría en darte más besos!
- Se rio la interpelada.- Es un truco muy viejo, pero funciona.
-Sin embargo, yo le quiero mucho.-
Confesó la joven haciendo que el pulso del chico se acelerara y su corazón
saltara.- Es muy bueno y no merece esto.
-Pues entonces díselo.- Le propuso Sabra
ya con más seriedad, sentenciando.- Si de verdad te quiere, lo entenderá.
-No lo sé. Puede que él sí, pero ¿Y si
se enteran en la escuela?- Musitó la joven con la voz teñida de temor para
confesarle a su pareja.- Estaba decidida a contárselo cuando fuimos al cine,
pero se me adelantó con las flores y su declaración y yo… entonces no tuve
valor. Además, con toda la gente delante…
-Sí, a veces algo así da más miedo que
enfrentarse al enemigo en combate.- Reconoció Sabra.-
Ahora
su pareja la miró con preocupación.
-Perdona. Yo lamentándome de esto y tú
arriesgas tu vida cada vez que sales ahí fuera.
-No es para tanto.- Rebatió modestamente
su pareja.-…
-Prométeme que te cuidarás. .- Afirmó su
contertulia con visible inquietud.- Si algo te pasara yo…
-No temas. Estoy protegida por la
suerte, y solo con pensar en ti, aquí esperándome, me basta para querer volver
de una pieza.- Sentenció la otra chica.-
-¿Cuánto tiempo te quedarás?- Quiso
saber su pareja.-
-Mañana tengo que acudir a la base a
informar, pero hasta al menos pasado mañana me quedo. Luego, con suerte, me
darán un permiso más largo. A mí y a la escuadrilla. Nos lo hemos ganado
machacando el culo a esos Arcoily.
-¿Arqué?- Inquirió su sorprendida
novia.-
-Nadie que deba preocuparte.- Sonrió
ampliamente su contertulia, restándole importancia.-
El
deslizador llegaba, la morena atenazó entonces el rostro de Daphne y le regaló
un largo y pasional beso, la rubia correspondió y al separarse se subió a la
carrera.
-Adiós.- Saludó sonriente y agitando la
mano.-
La
morena respondió al gesto y a la sonrisa. Cuando el deslizador se perdió en la
lejanía se marchó caminando despacio.
-¡Zorra!- Masculló Martin mirando con
odio a esa individua.- ¡Me gustaría matarla!
-Así lo único que conseguirías es que tu
adorada rubita la guardase luto en su recuerdo o buscase a otra mujer parecida.
Además de odiarte por ello, claro. Y encima irías a la cárcel. No, esa es una
mala idea. - Desestimó su anónimo consejero.-
Pese
a todo, ganas le daban al agitado chico de ir a encararse con ella, no obstante
su nuevo amigo le detuvo sujetándole con suavidad de un brazo y susurrándole.
-Ahora no, ni así tampoco. Ya llegará el
momento.
-Pero, ¿cómo sabías que iban a venir
justamente ahora? ¿Quién eres?- Se interesó Martin.-
-Todo a su tiempo.- Contestó su
interlocutor.- Ahora dime. ¿Harás caso a mis consejos o prefieres que esa zorra
se quede con la chica a la que amas?
Martin
asintió con energía. ¡Por supuesto que lo haría! Por alguna razón que ni él
mismo llegaba a explicarse confiaba en ese individuo.
-Hare cualquier cosa que tú me digas.-
Sentenció con renovada determinación.- Lo que sea.
Eso
pareció satisfacer a su acompañante quien entonces comentó…
-Pues verás, a partir de mañana se trata
de que hagas…
A
la mañana siguiente, Daphne abrió poco a poco los ojos. Suspiró. Todavía en la
cama recordaba la noche anterior, los besos y las caricias de Sabra. Aquel goce
y ese susto que se dio en el baño, cuando estaban en pleno frenesí y la puerta
se cerró bruscamente.
-Algún patán le habrá dado un golpe. -
Le dijo entonces Sabra quitándole importancia.-
Pero
eso provocó que Daphne se sintiera intranquila. Dejaron ese apasionado
encuentro y salieron, listas para marcharse. Al día siguiente tenía que
trabajar.
-Cuando vuelvas será maravilloso,
estaremos juntas.- Murmuraba en sueños.-
Aunque eso duró poco,
la alarma volvió a sonar e hizo que se incorporase.
-¡Oh Dios mío!- Exclamó viendo la hora.-
Me he quedado dormida…
Por
fortuna no era demasiado tarde, aunque no podría ir a desayunar al Clargin. Eso
sí, se dio una ducha y se vistió, blusa, pantalones de tela y zapatos bajos,
por si tuviera que correr al deslizador.
-Espero que me dé tiempo a tomar el de
las ocho treinta.
Era
tan tarde que, por una vez, sus hermanos Byron y Stephanie la acompañaron. Fue
el chico quien se rio diciendo al verla.
-¡Ja, ja! hoy te has quedado dormida,
Dap. - Declaró usando el diminutivo cariñoso con el que la llamaban desde que
eran pequeños.-
-Es que nuestra hermanita no está
acostumbrada a ir de fiesta.- Se rio también su hermana menor.- ¡Es tan
aburrida!
Y
es que ayer Daphne había dicho que tenía cena con los antiguos compañeros de la
universidad y que llegaría tarde. Su padre se ofreció a llevarla pero ella se
negó aduciendo que no habría problema. Que serían varios y que estaría segura. Fue
la primera disculpa que se le ocurrió cuando Sabra le mandó aquellos mensajes
pidiéndola quedar. Luego la llevó a ese sitio. Aunque para salir con ella
deseaba ir muy arreglada y sexy. Por suerte dio con la solución. Salió de casa
con un conjunto bastante discreto de vestido y zapatos de poco tacón pero
previsoramente había dejado su ropa “especial” en el cuarto trastero del piso.
Solamente tuvo que cambiarse, repasarse el maquillaje y ponerse las botas.
Después acudió a su cita. Su novia la aguardaba en una calle paralela a ese
garito al que le había dicho de ir.
-¡Guau!- Exclamó la israelí tan pronto
la vio, elogiándola.- Espectacular. Estás hecha una diosa.
-Gracias, también tú estás muy guapa.-
La piropeó ella.-
No
era muy tarde y curiosearon un poco por los alrededores, al fin se decidieron a
entrar cuando anochecía. Pidieron algunas copas y charlaron pese al ruido de
fondo. Sonaba música muy animada, una versión de un tema clásico en la voz de
Kerria Malden.
Más y más
profundo y más y más profundo
Más y más dulce, más y más dulce
Más y más dulce, más y más dulce
No puedo evitar enamorarme
Me enamoro
más y más profundo de donde vaya
Besos enviados del Cielo
Son más y más dulces, más de los que conozco
Cuando sabes las notas para cantar
Puedes cantar mejor que cualquiera
-¡Menudo clásico!- Alabó Sabra declarando con incredulidad e
incluso fastidio.- Mira que tener prohibida a esta artista en tu casa.
Eso fue lo que mi mamá me dijo
Vas y vas y vas y vas alrededor
Cuando encuentres el amor siempre lo sabrás
Dejo que mi papá me eduque
-Pero
gracias a eso, te conocí.- Le recordó una complacida Daphne.-
Papá no puede estar tan equivocado
(No te voy a dejar sola, siempre voy a estar ahí)
Y mi mamá me hizo aprender esta canción
(Me traerás tu amor, te voy a atrapar)
-Tendré que darle las gracias a Kerria Malden , si algún día la
veo.- Sonrió la israelí, añadiendo con un pícaro tono.-Y se me ocurren unas
cuantas formas…
-De eso nada.- La cortó una jocosa Daphne, sentenciando.- Te
quiero toda para mí. Y aunque Kerria es mi cantante favorita no te compartiría
ni con ella.
Porque
No puedo evitar enamorarme
Me enamoro más y más profundo de donde vaya
Besos enviados del Cielo
Son más y más dulces, más de los que conozco
Cuando sabes las notas para cantar
Lo más profundo donde voy
Todo está permitido en el amor dijo
Piensa con el corazón no con la cabeza
Eso fue lo que mi mamá me dijo
Todas las pequeñas cosas que hagas
Terminarán regresando a ti
Dejo que mi
padre me eduque
Papá no pudo estar más equivocado
(No te voy a dejar sola, siempre voy a estar ahí)
Y mi mamá me hizo aprender esta canción
(Me traerás tu amor, te voy a atrapar)
(No te voy a dejar sola, siempre voy a estar ahí)
Y mi mamá me hizo aprender esta canción
(Me traerás tu amor, te voy a atrapar)
Porque
No puedo evitar enamorarme
Me enamoro más y más profundo de donde vaya
Porque
No puedo evitar enamorarme
Me enamoro más y más profundo de donde vaya
No puedo evitar enamorarme
Me enamoro más y más profundo de donde vaya
Besos enviados del Cielo
Son más y más dulces, más de los que conozco
Alguien dijo que el romance había muerto
Y lo creí en vez de recordar
Las dos iban de la mano, y se pusieron a danzar en la pista de
baile, haciendo que sus cuerpos se movieran y se rozasen sensualmente al ritmo
de la canción…
Lo que mi mamá me dijo
Dejo que mi padre me eduque
Después trataste de abrazarme
Me recordaste lo que ellos me dijeron
Este profundo sentimiento
Que no puedo explicar
Pero mi amor está vivo
Y no lo voy a esconder nunca más
Se dieron algunos besos para
continuar con la danza, ante algunas miradas entre lascivas y aprobatorias de
la concurrencia.
Papá no puede estar equivocado
(No te voy a dejar sola, siempre voy a estar ahí)
Y mi mamá me hizo aprender esta canción
(Me traerás tu amor, te voy a atrapar)
Porque
No puedo evitar enamorarme
Me enamoro más y más profundo de donde vaya
Besos enviados del cielo
Son más y más dulces, más de los que conozco
Más y más profundo y más profundo….
No lo volveré a ocultar
Más y más dulce y más y más dulce
Nunca tendré que fingir
Más y más
profundo y más profundo….
No lo volveré a ocultar
Más y más dulce y más y más dulce
Nunca tendré que fingir, fingir, fingir…
No lo volveré a ocultar
Más y más dulce y más y más dulce
Nunca tendré que fingir, fingir, fingir…
-Eso es.- La animó Sabra.-
-No fingir, ¡nunca más!- Exclamó una entusiasmada Daphne, sintiéndose
liberada por unos maravillosos instantes.-
Sólo deja que tu cuerpo se mueva con la música
Sólo deja que tu cuerpo siga la corriente
Enamorada, enamorada, enamorada
No puedo evitar enamorarme de ti
Sabes que no hay nada mejor que me guste
(Deeper and Deeper. Madonna. Crédito al autor)
Tras
disfrutar del baile y de la canción, sonrieron abrazadas y se besaron.
-Pues, te lo digo de veras. Desde que me
la diste a conocer se ha convertido en una de mis cantantes favoritas. Tiene
una voz magnífica, está como un tren y además es lesbiana, como nosotras. ¡No
se le podría pedir más! - Comentó la israelí, volviendo a pensar en esa Kerria.-
-Sí, ya te dije que la admiraba mucho.-
Afirmó Daphne para suspirar.- ¡Ojalá fuera tan decidida como ella! –
Y
es que pasado ese momento liberador de la canción, el peso de la realidad cayó
una vez más sobre ella. En medio de la pasión y el entusiasmo del momento era
fácil decirlo. Pero cuando al día siguiente volviera al colegio, tendría que
regresar también a su vida de chica discreta, recatada y heterosexual…
-Ya lo serás.-La animó su pareja entonces,
añadiendo.- Para empezar estás aquí.- En este local hay una parte de ambiente
donde parejas como nosotras pasamos desapercibidas. Mucha gente gay de Nature
viene. ¡Sobre todo ahora que está esa ola de neoconservadores tan retrógrados! -
Masculló esto último con desdén para añadir con sarcasmo.- Casi parece esta
nuestra última reserva natural.
-Da la impresión de que estamos
retrocediendo en lugar de avanzar.- Comentó Daphne.- No quiero ni pensar qué
dirían mis padres o mis jefes si supieran que yo…
-Tranquila.- Repitió conciliatoriamente
Sabra.- Esos aquí no vendrían.
-Ya me siento bastante mal por mentirle
a Martin. Es un buen muchacho pero, tras lo de ayer.- Suspiró la rubia.-
Fue
entonces cuando le contó a su pareja como ese chico se había declarado. La
israelí la sorprendió riéndose a carcajadas.
-¿Qué es lo que te hace tanta gracia?-
Quiso saber una atónita Daphne.-
No
esperaba ni por lo más remoto que su novia fuera a tomarlo así. Empero, si lo
pensaba detenidamente, ese muchacho le ofrecía la tapadera perfecta. Así se lo
dijo la israelí, que luego remachó.
-Daría cualquier cosa por verle la cara
a ese tonto si te viese así vestida y aquí, conmigo. No sé si se iba a enfadar
o a ponerse cachondo. ¡Ja, ja!
-Mejor
que no ocurra.- Pudo decir una incómoda maestra.-
-No te apures, boba.- Sonrió Sabra
dándole un beso en los labios para luego remarcar.- Imagina que ésta es tu personalidad secreta,
como en los cómics de superhéroes. La recatada y tímida maestra de día, por la
noche se transforma en la diosa del deseo.- Declaró con fingido tono
rimbombante.-
A
su pesar Daphne se rio solo de pensar en eso, Sabra lo hizo con ella y al poco
estaban a carcajadas. Después, volvieron a besarse con cada vez mayor pasión,
al fin, la israelí la tomó de la mano tirando de ella.
-¿A dónde me llevas?- Le preguntó la
rubia.-
-Es hora que hagas honor a tu nuevo
título, diosa.- Le susurró de modo lascivo su novia.-
Y
la siguió por aquel pasillo esquivando a otras parejas tanto de individuos
heterosexuales como homosexuales que se afanaban en pasar un buen rato. Al fin
encontraron un sillón alejado del bullicio y vacío. Sabra se sentó y la hizo
ponerse a horcajadas sobre sus rodillas. Luego empezaron a besarse con ardor.
Notó las manos de su amante recorrerla y arrancándola gemidos de placer…al poco,
la israelí le susurró al oído entre jadeos.
-Vamos al baño, estaremos a solas…
La
tomó de la mano y la guió. Aunque Daphne le preguntó entre temerosa y apurada.
-¿No entraré alguien?
-Sí, alguien como nosotras.- Contestó su
amante susurrándole con lascivia. - Prefiero la pared. Ese sillón se movía mucho.
Y
entraron al cuarto de baño que curiosamente estaba vacío. Sabra la empujó suavemente
contra la pared, la abrazó y comenzó a besarla con pasión, el en cuello, en la
oreja y en la boca. Ella le correspondió con idéntica avidez. Entonces notó los
dedos de su pareja recorrer sus partes íntimas e incluso penetrarlas
ligeramente. No pudo evitar gemir de placer…
-¡Qué asco!- Exclamó en ese instante
Stephanie sacándola abruptamente de esos recuerdos.-
Al
principio Daphne dio un respingo. Se sentía como una pervertida. Por un
instante la vergüenza y el rubor la poseyeron. Luego, volviendo a la realidad,
se vio en el deslizador con sus hermanos sentados junto a ella. Respirando
agitada pudo decir para disimular.
-Me has dado un buen susto, Steph. ¿Qué
pasa?- Inquirió casi con tono de enojo.-
-Perdona, es que he visto a esas y… ¡Qué
repugnante!- Agregó su hermana menor con patente desdén.-
Siguiendo
la vista hacia donde el dedo de la cría apuntaba, Daphne solo vio a dos chicas
adolescentes que charlaban distendidas en la parada de la que estaban a punto
de arrancar.
-¿Qué pasa?- Insistió la maestra sin
comprender.-
Su
hermana le hizo un gesto doblando el dedo anular para que se aproximase y le
susurró a la oreja con tono entre indignado y lleno de burla.
-Se estaban dando un beso en la boca.
Deben ser dos pervertidas.
Daphne
se quedó helada pero supo sobreponerse y fingiendo despreocupación, respondió.
-Bueno, eso no tiene nada que ver, a
veces las chicas nos damos algún piquito cariñoso. De amigas.
-No, no era un piquito de amigas.-
Intervino Byron que estaba colorado al añadir.- Se han dado un buen morreo.
-Todo el mundo lo ha visto menos tú,
Dap, eres muy distraída.- Le reprochó su hermana menor eso sí, justificándola
de modo casi maternal. - Como te pasas el día con niños de guardería no estás
acostumbrada a ver estas cosas.
-Sea lo que sea, tampoco es para tanto.-
Pudo decir la apurada maestra.-
-¿Qué no? ¡Es asqueroso!- Espetó
Stephanie.- Si yo tuviera alguna amiga que fuera así la dejaría de hablar de
inmediato. El padre Terence dice que eso es una abominación. Mujer con mujer, hombre
con hombre. ¡Qué vergüenza! Irán de cabeza al Infierno.
Un
tremendo escalofrío recorrió la espalda de Daphne. Y hasta sintió un sudor frío
caerle por el cuello. Aquel tono de odio puro y de desprecio en boca de su
hermana pequeña le impactó. Jamás la
había escuchado hablar así.
-No, no está bien decir eso.- Pudo
responder al fin, tratando de templar su tono.- Son personas que…
-Que están enfermas.- Se adelantó Byron
quién, sin embargo, parecía mostrarse más comprensivo que su hermana pequeña, aunque
no menos crítico al añadir.- Hay que
curarlas, no odiarlas.
-La Biblia dice que deben ser
castigados, porque abominan.- Insistió Stephanie quien, de modo cruel, remachó
para horror de su hermana mayor.- Si tuviera una hija y saliera lesbiana la
preferiría muerta.
-¡Basta ya, Steph!- Se indignó Daphne
perdiendo los nervios.- No juzgues y no serás juzgado. Porque con la misma
medida que midieres serás medido. Eso también está en los evangelios. No creo
que el padre Terence, ni ningún otro de tus profesores, te enseñen a desear la
muerte de nadie.
Otras
personas les miraron con estupor, los tres bajaron la cabeza avergonzados de
haberse hecho notar. Al fin, la azorada pequeña le comentó en tono de disculpa.
-Perdona. Sé que no está bien decir esas
cosas.
-Nuestra hermana mayor es muy buena.-
Añadió Byron sonando conciliador en tanto remataba.- Ella es amable con todo el
mundo, incluso con gente así. A todos quiere darles una oportunidad.
La
cría pareció arrepentirse aún más de su arrebato y apoyó su cabeza en un
costado de Daphne pidiéndola con un tinte entre apurado y lastimero.
-¿Me perdonas?
-Claro.- Musitó su interlocutora
tratando de sonreír. –
Pero
esas palabras de su hermana menor la habían llenado de zozobra y de horror.
Eran como un puñal que se le hubiera clavado en lo más profundo del corazón.
Stephanie la idolatraba, siempre queriéndose parecer a ella, se peinaba igual,
intentaba emularla. La escuchaba embelesada cuando era una cría de apenas
cuatro o cinco años y ella, como
solícita hermana mayor, le contaba historias o le leía cuentos. En esa tierna
edad, hasta decía querer ser maestra como ella. Ahora que caía en la cuenta,
antes incluso escuchaba con ellas las canciones de las Justices y Kerria era su
favorita. Sin embargo, al crecer, cuando sus padres prohibieron a esa artista y
otros como ella, en casa, dijo preferir a Amatista. Daphne nunca se preguntó
por qué pero ahora ataba cabos, fue al poco tiempo de que Kerria anunciara
públicamente su homosexualidad.
-¡Oh Dios, no…!- Pensaba Daphne con
patente angustia.- Si ella averiguase
que yo soy…
Por
no hablar de sus padres y todos los que la conocían que la tenían por una chica
realmente pudorosa y muy decente. Un modelo dentro de su comunidad. Demasiado
puritana incluso hasta para tener novio. Suspiró. Al menos ya llegaban a la
escuela. Bajaron al fin y caminaron hacia el interior. Por fortuna era justo la
hora de entrada. Tras despedirse de sus hermanos, que fueron hacia la zona de
secundaria, ella ingresó en el pabellón de primaria e infantil. Allí vio a
Martin. Sonrió para decirle con voz algo apurada.
-Lo siento, me quedé dormida, mañana
invito yo al desayuno.
El
chico le devolvió una sonrisa que sin embargo parecía algo fría. Asintió
respondiendo.
-Me lo debes. Luego nos vemos…
Ella
convino en eso y sin más comenzó a recibir a sus pequeños alumnos, se agachaba
y les sonreía, les acariciaba el pelo y les daba la mano para llevarles dentro
del aula. Martin no pudo por menos que contemplarla durante unos momentos. Le
parecía imposible. Esa chica dulce y sencilla, tan cariñosa como una madre con
los críos, de la que se había enamorado casi desde que la conoció, no podía ser
la misma que él vio ayer por la noche, entregada a esa lujuria antinatural con
otra mujer. Por momentos su determinación flaqueaba. Tentando estuvo de
llamarla y decírselo todo. Echarle en cara aquello, afear ese terrible
comportamiento y sobre todo, preguntar el porqué. Pero se contuvo. Había prometido a ese tipo
hacer todo cuanto le dijera. Esperaría su momento.
-Sí, todo a su tiempo. Para tener éxito debo
estar dispuesto a sacrificarme.- Pensó en tanto recibía a su vez a sus propios
alumnos.-
Recordó
las palabras de su misterioso interlocutor, antes de despedirse de él. Éste le
comentó.
-Una tía abuela mía siempre ha sido muy
buena jugando al ajedrez. Ella dice que la mejor forma de derrotar al contrario
es ir desplegando tus piezas poco a poco, sin que éste advierta la trampa.
Luego hay que anular las suyas. A veces debes sacrificar alguna de las tuyas
para hacerle creer que tiene la ventaja. Pero es solamente una ilusión.
-No te comprendo.- Repuso el atónito
Martin.-
-Verás.- Sonrió aquel tipo para
preguntar.- ¿Cuál es la pieza más importante de la partida?
-¿La reina?- Contestó dubitativamente el
chico.-
-No, es el rey.- Le rebatió su
contertulio para ilustrarle.- La reina es la más poderosa, pero no la
principal. Solamente se gana cuando le das jaque mate al rey. Aunque, eso sí, es
mucho más sencillo cuando eliminas a la reina enemiga y dime. En tu partida
¿quién sería el rey? ¿Cuál sería la pieza que tú codicias tener?
En
ese instante Martin comprendió, replicando ya con más seguridad y contundencia.
-Daphne.
-Eso es. ¿Imaginas pues quién es la
reina?- Inquirió ese tipo.-
Y sin darle tiempo a
contestar, le mostró una vez más las imágenes de ese video en el que la chica
que él tanto amaba estaba besándose con esa morena.
-¡Esa maldita mujer!- Escupió él con
patente frustración e ira.-
-Exactamente. Lo primero es eliminarla a
ella del juego. E ir dándole jaque a tu “rey” hasta lograr el mate final.
-¿Qué podría hacer, asustarla?- Preguntó
el desconcertado muchacho.- ¿Intimidarla?
-¿A una mujer que es piloto de combate y
se juega la vida casi cada día?- Se rio su consejero moviendo la cabeza.- No, aparte
de que se reiría en tu cara, así únicamente lograrías reforzar su resolución y
convertirla en víctima. La chica a la que deseas aún la querría más.
-¿Cómo sabes eso de que es piloto?-
Inquirió el sorprendido Martin.-
Encima,
si esa mujer era militar, Daphne podría estar todavía más cegada por el aura de
heroísmo que destilaban los componentes del ejército en Nature, aquello se le
ponía cada vez más complicado.
-Entonces no se puede hacer nada.-
Suspiró con entristecida resignación.-
No
obstante, su contertulio volvió a disentir, alegando con tono tranquilo.
-No, claro que se puede hacer algo. Pero con calma,
inteligencia y sobre todo, mucha paciencia. No con ataques precipitados, torpes
y bruscos que cualquiera pueda ver venir. La mejor amenaza es la que no se
detecta. La que vuelve la aparente fuerza del contrario en su debilidad. Por
eso, es por lo que debes confiar en mí. Te enseñaré a hacerlo.
Y
Martin recordó aquello justo cuando Daphne iba a entrar en clase tras hacer
pasar al último de sus alumnos, le sonrió amablemente entonces y la muchacha
devolvió la sonrisa. Ella no sospechaba nada. Así las cosas la jornada
transcurrió hasta que llegó la pausa del recreo. Los dos salieron y charlaron
como era habitual.
-¿Qué te apetecería hacer hoy?- Le
preguntó desenfadadamente él.-
-Dormir.- Suspiró la chica.-
-Bueno, eso está muy bien. Aunque
podríamos tomar un café en el Clargin.
-No sé.- Suspiró Daphne una vez más para
sentenciar.- Es que estoy muy cansada.
-¡Ni que hubieras estado de fiesta!-
Exclamó él.-
La
interpelada no supo que decir. Casi le dio un vuelco al corazón. Martin
aprovechó para añadir.
-Bueno, es verdad, estabas resfriada,
habrás pasado mala noche. Yo sí que estuve con nuestros antiguos compañeros. Ya
te lo dije. Una pena que no pudieses venir.
-Sí, lo fue.- Convino ella.-
-Por cierto ¿Ya te curaste el catarro?- Se
interesó él.-
-Sí, ayer por la tarde me encontré
bastante mejor, incluso pude salir un rato a ver a una amiga.- Declaró para no
mentir del todo.-
-Tu famosa amiga de los mensajes.- Rio
él sentenciando con aparente jocosidad.- ¡Hay que ver cuánto misterio te traes
con ella, casi parece tu novia!, ja, ja!
La
expresión de Daphne fue un poema, Martin juraría que se había quedado lívida.
Aunque desde luego eso le encantó. Eso indicaba que estaba yendo por buen
camino. La chica apenas sí pudo contestar entre atónita e incluso algo molesta.
-No sé por qué dices eso…
-¡Era una broma, mujer!- Sonrió el
muchacho quitándole toda importancia.- No te enfades.
El
gesto de su interlocutora se alivió, incluso esbozó una leve sonrisa lo que él
aprovechó para acercarse a ella decididamente y sentenciar con decisión.
-Y le iba a dar igual, yo te vi primero…
Y
antes de que su asombrada compañera pudiera replicar, la tomó rápida y
suavemente del mentón, acercando sus labios a los de ella y fundiéndolos en un
beso más apasionado de lo que solía. Totalmente tomada por sorpresa Daphne
abrió los ojos de forma notoria y no supo que hacer. Iba a apartarse de él
cuando fue la voz del padre Michael quien logró aquello antes.
-¿Qué estáis haciendo?
Martin
se separó de inmediato mirando al sacerdote con gesto azorado.
-Lo siento, padre. Ha sido culpa mía.
-Moderad esas muestras de…afecto, aquí.
En vuestra vida privada haced lo que queráis, pero en el colegio estáis
educando a los niños.- Les amonestó el cura.-
-Sí, por supuesto. No volverá a pasar.-
Se disculpó humildemente él.- Lo lamento.
Daphne
no era capaz de reaccionar. Además, cualquier cosa que pudiera haber dicho ya
la había comentado el padre Michael. Y Martin se había disculpado, tanto
mirándole a él como a ella. No tenía mucho más sentido revolver ese incómodo
momento.
-De veras, te quiero mucho.- Afirmó él.-
-Ya, bueno, pero es que aquí.- Musitó ella
que se sentía realmente envarada mirando hacia otro lado ahora.-
-Lo siento, de verdad. Te prometí que
iría despacio. Desde ahora lo cumpliré.
-Gracias.- Fue lo único que la chica se
sintió capaz de replicar.-
La
música sonó y tuvieron que volver a clase. Aunque su espontáneo, o al menos eso
pareció, gesto de cariño, no había pasado inadvertido para algunos estudiantes
mayores. Al concluir las clases y salir Daphne se disculpó con Martin alegando
que estaba muy cansada. Y realmente era así. Todo lo que deseaba era dormir un
poco.
-Hasta mañana entonces y descansa.- Se
despidió amablemente el joven, que no insistió en que quedasen esa tarde.-
La
chica, más aliviada, tomó el deslizador. Al llegar a casa y para su sorpresa y vergüenza,
ante sus padres y Byron, su propia hermana Stephanie la asaltó canturreando
divertida.
-¡Dap quiere al señor Martin!
-Pero ¿qué dices?- Exclamó su hermana
poniéndose colorada por momentos.-
-Os han visto dándoos un beso en el
recreo.- Rio la jovencita.-
-¡Pero por Dios, Daphne! ¿Cómo se os
ocurre? - La amonestó su madre.-
-No, no fue nada.- Trató de replicar la
maestra visiblemente apurada.-
-¡Qué suerte tienes!, es el profe más
guapo del colegio.- Añadió su hermana tratando de pinchar un poco más.-
No
sabía que decir a eso. Por fortuna, su móvil reclamó la atención de la joven
maestra. Leyó un par de mensajes recién llegados de Sabra.
-Estoy de vuelta en Sagan City. Apenas
si tuve que enviar un informe escrito. La mayor Hunter es estupenda. Me dijo
que podía quedarme. Te veo esta tarde, si quieres.
Tecleó
un rápido ok en tanto su madre le comentaba.
-¡Anda! Déjate de romances y hazme un
favor. Iba a llevar a tu hermana de tiendas, pero tengo que salir. Me han
llamado del trabajo
-Pero mamá.- Trató de oponer Daphne.-
¿No podéis ir otro día?
-¡Sí, de compras las dos juntas! - Se
alegró Stephanie. – Tarde de chicas con mi hermana la ligona.
-¡Cállate!- Repuso la aludida con un
tinte de azoramiento que no tuvo que impostar.-
-Sí, no seas pesada, Steph. - Pidió la
madre de ambas a la hermana menor.- Y
recuerda que tienes que comprarte una falda nueva para el uniforme y unos
zapatos. Luego ya miráis lo que os dé la gana. Lo siento cariño, pero es que le
urge y yo tengo un compromiso de última hora con un cliente.- Añadió mirando a
Daphne con gesto suplicante.-
Siendo
decoradora de interiores esa circunstancia se le presentaba a menudo a Lydia.
Su hija mayor se vio atrapada. Aunque haciendo un rápido cálculo mental estimó
que le daba tiempo a traer a su hermanita de vuelta y acudir a su propia cita.
De este modo no levantaría sospechas.
-Está bien, sino tardamos mucho.-
Suspiró la aludida.- Quiero descansar.
-Vale.- Convino su hermana menor.-
Tras
quedar en eso Daphne no tuvo más remedio que hacer de canguro. Tecleó un
mensaje para su novia advirtiéndola que tenía que ir de tiendas con su hermana
y que quedarían algo más tarde. Recibió otro ok y un ¿Dónde vais a ir?, como
respuesta. Daphne se lo contó, creyendo que Sabra quería saberlo para no
toparse con ellas allí. Después guardó su teléfono y con resignación acompañó a
su hermana pequeña. Las dos tomaron el deslizador que las llevó a la avenida
más lujosa de Nature, donde estaba ubicada la tienda de modas Deveraux, justo
al lado de la sede de la prestigiosa compañía.
-¡Aquí están las modelos!- Indicó una
entusiasmada Stephanie añadiendo con evidente ilusión.- ¡Ojalá pudiera ser yo
una de ellas!
-Ya estás casi tan alta como yo.- Sonrió
Daphne mirándola con ternura.-
Y
es que su hermanita ahora quería ser modelo. Bueno, desde los once años. Era
fan de algunas de las más prestigiosas, entre ellas de Sonia Calderón, la
española que protagonizaba buena parte de las publicaciones y holo revistas de
modas. Así, la ilusionada cría dijo.
-Ya mido metro sesenta y nueve. Y sigo
creciendo. Dentro de poco te ganaré.
-Eso espero, yo soy algo bajita para ser
modelo.- Rio su contertulia alegando.- Mido solo metro setenta y uno.
-Sonia solamente mide metro setenta y
tres, y es la mejor.- Le explicó la niña.- Y los médicos les dijeron a papá y
mamá que yo podría llegar casi al metro ochenta.
-¡Bueno, pues juega al baloncesto! - Rio
su interlocutora.-
Stephanie
le sacó la lengua pero se rio también. Aunque ese deporte no le apasionase
particularmente aquella broma le hizo gracia. Entraron en la tienda de modas
Deveraux y la chiquilla enseguida miró algunos de los elegantes vestidos de
noche que se exponían.
-Creo que mamá dijo que primero la falda
del colegio y los zapatos.- Le recordó admonitoriamente su hermana.-
-¡Si no es para mí!- Rio pícaramente la
interpelada.- Estoy mirando algo para ti, para cuando tengas una cita con el
señor Martin.
-Pero qué tonterías dices.- Musitó la
ruborizada Daphne al oír aquello.-
-Confía en mí. Yo te elegiré un vestido
precioso. - Declaró la divertida adolescente sentenciando con regocijo.- ¡Vas a ser mi hermanita sexy!
La
aludida únicamente pudo mover la cabeza con paciente resignación. Aunque, por
otro lado, prefería ver así de ilusionada a su hermana que con aquella mirada
de odio que esa misma mañana había dedicado a
dos pobres chicas por el mero hecho de haberse besado. Ésta sí era la
Steph que conocía.
-Es una niña adorable. Si no le hubieran
metido tantos prejuicios absurdos en la cabeza. Espero que no la hayan
estropeado. - Se lamentó en silencio.-
Entonces
sucedió algo que casi puso eufórica a su hermana menor. ¡Era ella!, la propia
Sonia Calderón entró en la tienda. La modelo, luciendo una amable sonrisa,
saludó a las dependientas y examinó
algunos vestidos. Pasó cerca de Daphne y de su hermana. Stephanie la miraba con
la boca abierta.
-Anda Steph, dile algo.- Le sugirió
dulcemente su hermana mayor.-
-¿Bromeas?- Susurró la ruborizada
jovencita.- ¿Qué le voy a decir?
Viendo
que la niña estaba petrificada por la timidez, Daphne no se lo pensó, se
aproximó como si tal cosa a la tal Sonia y, tras darle educadamente las buenas
tardes, le preguntó.
-Perdona. ¿Eres modelo, verdad?
-Sí.- Admitió la atónita aludida.-
-Verás, mi hermanita es una gran fan
tuya. Pero ni se atreve a mirarte.
Daphne
juraría que esa chica la valoró con la mirada tal y como ella misma hizo,
recreándose en su belleza y sensualidad. Como si en vez de abordarla para que
su hermana pudiera conocerla estuviera tratando de ligar con ella. Aunque la
impresión se desvaneció pronto. La española sonrió ampliamente y dirigió al fin
su atención hacia aquella pobre cría que temblaba como un flan y que bajaba la
cabeza, casi parapetada entre algunos vestidos.
-Hola.- La saludó afectuosamente en
tanto se acercaba.- Me llamo Sonia Calderón.
-Sí, ya lo sé.- Musitó la cría con un
hilo de voz.-
-¿Y tú? ¿Cómo te llamas?
-Stephanie Anne…Kensington. -Declaró
casi como si hubiera cometido un crimen.-
-Es un nombre precioso y tú también eres
muy bonita.- Sonrió maternalmente Sonia.- ¿Te gustaría ser modelo cuando seas
mayor?
La
pobre niña no sabía dónde meterse aunque asintió totalmente ruborizada.
-Pues para eso hay que trabajar duro y
quitarse la vergüenza.- Afirmó dulcemente su contertulia contándole.- Cuando tenía
la misma edad que tú también me impresionaban las modelos y cuando fui a París
y conocí a la señora Deveraux, no veas. ¡Es una mujer realmente imponente!
Ahora
Steph pareció vencer su timidez inicial y escuchando muy atentamente pudo
preguntar.
-¿Si?, ¿conoces a la señora Deveraux?
-Claro.- Sonrió Sonia.- Estudie en su
academia, tras ganar una beca para ir allí. Luego me envió aquí, a Nature.
-Creo que eres la mejor modelo que hay.-
La alabó sinceramente Stephanie.-
-¡Ja, ja! Muchas gracias, pero las hay
mucho mejores que yo.- Rebatió modestamente su interlocutora afirmando a modo
de recomendación.- Lo importante es que si tienes un sueño luches por él. Eso
me aconsejó a mí la señora Deveraux, y tenía razón.
Daphne
escuchaba con una sonrisa. Esa muchacha era muy amable y le hablaba a su
hermana menor como si de una amiga se
tratase. Al fin, Steph reunió el valor para pedirle.
-¿Me darías tu autógrafo? ¡Por favor!
-Claro que sí.- Asintió una animada
Sonia.-
Pidieron
a las empleadas una hoja plastificada y un lumiboli y la modelo se lo dedicó a
la entusiasmada cría. Por supuesto, Daphne fue más allá y le pidió…
-¿Podría haceros una foto a las dos?
Aquella
celebridad asintió echando su larga melena hacia atrás y exhibiendo la mejor de
sus sonrisas, muy natural y cálida. Steph estaba tan alucinada que no sabía si sonreír
o abrir la boca. Tras la foto fue la maestra quien, muy reconocida, le dijo a
la modelo.
-Muchísimas gracias.
-No hay de qué. Stephanie, eres una
chica muy bonita, en eso has salido a tu hermana mayor. – Sonrió mirando más a
la propia Daphne con intensidad para agregar.- Si trabaja y se esfuerza podría llegar
a ser una gran modelo. Encantada de haberos conocido. - Remachó antes de
marcharse.-
Ahora
Steph saltaba de alegría ante la sonrisa de su hermana, exclamando.
-¡Me ha dado su autógrafo y se ha hecho
una foto conmigo!
-Ya lo ves. Los deseos pueden hacerse
realidad. Y te ha dado unos magníficos consejos.- Afirmó una divertida Daphne.-
-¡Te quiero, hermanita sexy! - Exclamó
la eufórica niña abrazándose a ella.-
El
blanco de ese halago se rio. De todos modos hasta llegó a ruborizarse y movió
la cabeza, pensando en que esa hermosa modelo le había gustado mucho más a ella
que a su hermanita y por otras razones ciertamente inconfesables.
-Tengo que dejar de mirar a otras chicas
así. No todas van a compartir mis inclinaciones, ¡ja, ja! Aunque ojalá ésta lo
hiciera. Pero no, ahora estoy comprometida.
- Se censuró en su mente de manera incluso jovial en tanto miraba más
prendas junto a Steph.-
Al fin pudieron
encontrar faldas y después unos zapatos adecuados para cumplir el encargo
materno. Salieron las dos de la tienda para dirigirse hacia el deslizador,
caminaron por la amplia avenida llevando las bolsas con las compras y
deteniéndose de vez en cuando a ojear algún que otro escaparate.
-Lo paso mucho mejor contigo que con
mamá.- Le confesó la cría.- Ella está muy anticuada.
-¡Gracias! - Rio su interlocutora
remachando divertida.- Al menos no piensas que soy una carroza.
Pero
esa risa se le cortó en seco cuando vio acercarse de frente a su pareja. Con su
melena morena suelta hasta casi los hombros, Sabra llevaba una falda corta
negra de cuero y esta vez era ella quien lucía unas botas de considerable tacón
a juego. Además, una camiseta de color blanco con la palabra orgullo y un
arcoíris, sobreimpresionados.
-¡Cielo Santo!- Pensó Daphne creyéndose
morir.- Que no diga nada que me comprometa.
Aunque
su novia no dio esa impresión, sencillamente sonrió al verla saludando muy
educadamente.
-Hola. ¿Qué tal? ¿Vais de compras?
Y
antes de que su curiosa hermana pequeña preguntase, Daphne se adelantó
presentando a esa recién llegada.
-Steph, ésta es Sabra, una amiga. Antigua
compañera de clase. Sabra, ella es Stephanie, mi hermana menor.
-Encantada de conocerte, Steph.- Sonrió
afablemente Sabra dando a la cría un candoroso beso en una mejilla.-
-Lo mismo digo.- Comentó la niña.-
-¡Vaya casualidad el encontrarte aquí! -
Comentó la israelí.- Vine precisamente a ver unas tiendas.
-¡Nosotras hemos estado en la Casa de
modas Deveraux, y mi hermana ha conseguido que conozca a Sonia Calderón! -
Anunció la cría todavía con aquel gran entusiasmo que mantenía de su anterior
encuentro.-
-¿Sonia Calderón?- Inquirió Sabra con
genuino desconcierto, confesando.- No sé quién es.
-La mejor modelo de Nature y una de las
mejores de la Casa Deveraux.- Le explicó la niña.-
-Es que mi hermana quiere ser modelo.-
Intervino tímidamente Daphne.-
-Pues belleza no le falta, en eso es
como su hermana mayor.- Alabó su interlocutora con pretendida inocencia.- Dos
chicas muy hermosas y con unos cuerpos realmente bonitos.
Por
suerte el doble sentido de ese tipo de comentario escapaba a la cría. Stephanie
incluso se permitió añadir con toda su candidez, hasta el punto de hacer reír a
la israelí.
-Yo seré incluso más alta que Dap.
-Seguro que, dentro de pocos años, serás
la sensación de las pasarelas.- Afirmó Sabra realmente divertida.-
Daphne
no lo estaba tanto, se iba sintiendo cada vez más violenta al detectar las
miradas que de vez en cuando le lanzaba su pareja.
-Tú también te vistes muy sexy.- Creyó
alabarla Stephanie agregando tras mirarla de arriba a abajo.- Me gustan tu
falda y tus botas altas.
-¿De verdad?- Rio la israelí
proponiéndola con desenfado.- Pues dile a tu hermana que te preste las suyas,
seguro que te verás muy linda con ellas.
-No tiene, no le van esa clase de cosas.
Es muy conservadora.- Comentó una divertida cría.- Nada sexy, al menos por
ahora.
-¡Bueno, seguro que lo sería si se lo
propusiera!- Se rio la israelí.-
-¡No me la imagino!- Rio a su vez Steph,
sentenciando divertida. - Aunque seguro que mejorará, ahora que ya tiene novio.
-¿De veras?- Se interesó Sabra ante la
azorada mirada de su pareja.-
-Es un profe muy guapo de nuestro mismo
colegio.- Le desveló, (o eso creyó), la cría.- ¡Hoy se han dado un beso!
-¡Fíjate! – Exclamó exageradamente la
israelí, camuflando su genuina sorpresa y malestar.- ¡Con lo formalita que
parecía Daphne!, eso sí que nunca lo habría imaginado.
-A mí también me gustaría darle un beso
al señor Martin.- Rio de modo cómplice Stephanie.- ¡Si le vieras!
-¡Por favor! – Pudo decir una colorada
Daphne, oponiendo envarada.- Que todavía eres muy joven para esas cosas.
-Bueno, ya no le queda tanto para
interesarse por los chicos. Dentro de poco tu hermanita será una hermosa
jovencita. Como su hermana mayor.- Afirmó Sabra.- Seguro que muchos de sus
compañeros y hasta puede que algunas compañeras, se pelearán por ella. - Remachó
remarcando la palabra compañeras con tono meloso.- Gustarás a muchas también…
-¿Compañeras, te refieres a otras chicas?-
Rio Stephanie agregando con poco disimulado desdén.- No, por favor, ¡qué asco!
-¿Por qué?- Pretendió sorprenderse la
morena, alegando con pretendida inocencia.- Gustar a la gente no es malo.
-Bueno, eso no. Creía que lo decías por,
ya sabes. Eso de enrollarse...- Repuso la ahora avergonzada niña.-
-¿Enrollarse?- Se rio Sabra.-
-Sí, verás. Esta mañana por ejemplo.- Le
contó inocentemente la jovencita para pasmo de su hermana mayor.- Vi a dos
chicas que se estaban dando un beso en la boca. ¡Y no era de broma! Era uno
como el que se darían una chica y su novio.
-¡Vaya, qué cosas se ven por aquí!-
Repuso irónicamente la israelí.-
-Eran lesbianas, seguro.- Acusó Steph.-
-¡Vale ya! - La amonestó su hermana que
estaba poniéndose nerviosa por momentos.-
Sabra
lanzó una mirada muy significativa a su pareja, ésta le devolvió otra de
súplica. La angustia podía leerse en su expresión. Aunque la morena no pareció
inmutarse, ni molestarse por las palabras de la cría. Al contrario, dando la
impresión de estar regocijándose con ello, le dijo con un tinte de complicidad.
-Así que no te gustan las bolleras, ¿eh?
-¿Las qué?- Inquirió una sorprendida
cría.-
-Las bolleras.- Repitió la sonriente
israelí.- También se las llama así, ¿no lo sabías?
La
cría negó con la cabeza a lo que su interlocutora agregó divertida, enumerando.
-Y también tortilleras, camioneras,
sáficas…
-¡Basta!- Gritó entonces Daphne dejando
atónita e incluso asustada a su hermana.- ¡Ya es suficiente!
Stephanie
la observó con la boca abierta. ¿Qué le pasaba a su hermana? Se había quedado
pálida, y respiraba muy agitada. Al fin, la propia Daphne pudo controlarse para
pedir a su “amiga”.
-Te ruego que no le digas esas cosas a
mi hermana pequeña. No, no es apropiado para su edad. Y nuestros padres no lo
aprueban.- Subrayó casi con voz temblorosa.- Por favor…
-Claro, perdona, no quise resultar
vulgar.- Se disculpó sumisamente la morena.-
Hubo
un incomodísimo silencio, al fin Steph, tratando de romperlo, se fijó en el
resto del atuendo de aquella mujer.
-También me gusta tu camiseta.- Le
dijo.- El arcoíris es muy bonito.
-Significa diversidad.- Sonrió la
interpelada quien, viendo el gesto desencajado por el temor de su novia, quiso
dar por terminada aquella conversación.- Bueno, debo dejaros. Ha sido un placer
conocerte Steph y recuerda. Ten cuidado con quien te juntas, las bolleras están
por todas partes. A veces en sitios en los que ni te imaginas.
Y
se alejó sin más perdiéndose entre la corriente de gente que caminaba por la
avenida. La niña asintió asimilando ese consejo. Por su parte Daphne llegó a
sentirse mal, casi tenía ganas de vomitar. ¿Cómo habría podido Sabra comportarse
así?
-¿Estás bien?- Se preocupó la niña al
ver a su hermana en aquel estado.-
-Sí, un poco mareada, tengo que
sentarme.- Suspiró Daphne.-
Al
fin ambas tomaron asiento en la parada del deslizador. Stephanie miraba a su
hermana mayor con inquietud.
-Solamente estoy algo cansada.- Sonrió
ésta al fin, quitándole importancia a aquello.-
-Lo siento, tenías que descansar y mamá
te ha obligado a venir conmigo.- Se disculpó la apurada niña.-
-No es culpa tuya. Además, lo he pasado
muy bien contigo. Como hacíamos antes.- Afirmó su contertulia.- ¿Te acuerdas?
Su
hermana menor asintió con una nostálgica
sonrisa. Daphne también lo había echado de menos, y es que, desde que trabajaba
en el colegio hacía un par de años, raras veces salían las dos. La cría
entonces la miró agradecida para decir con más animación.
-Tu amiga me ha caído muy bien. ¿A qué
se dedica?
-Es piloto de cazas.- Le respondió su
interlocutora.-
-¡Guau! Y es muy guapa y femenina
también. Seguro que tendrá a todos los chicos que quiera. ¿Sabes si sale con
alguien? Fijo que su novio será un tío que esté muy bueno.
-Seguro que sí.- Suspiró Daphne
apartando su apurada mirada de su inocente inquisidora.-
Por
fin llegó el deslizador y ambas lo abordaron, una vez dejó a su hermanita en
casa y salió, pretextando hacer un recado,
vio que tenía un mensaje de Sabra.
-Quedamos a las nueve, donde tú sabes…ya
me explicarás eso del beso.
Tentada
estuvo de poner alguna excusa, decir que estaba cansada, cosa que era cierta, o
que no le apetecía. Por otro lado ardía en deseos de recriminarle a su pareja
su actitud. Sin embargo, estaba también esa incómoda situación del beso. De
modo que no tardó en presentarse en aquel disco-pub. Allí, sentadas en la
barra, Daphne la fulminó con la mirada.
-¿He hecho algo malo?- Le preguntó su
interlocutora con fingida candidez.-
-¿Cómo has podido decirle esas cosas a
mi hermana?- Preguntó su contertulia con evidente malestar.-
-Que yo sepa he representado el papel de
tu amiga homofóbica a la perfección. Nada menos que compañera de clase. -
Sonrió sarcásticamente la israelí.- Bien, así no sospechará nada. Y el decir
esas cosas lo hice para dejarte más tranquila.
-¿Más tranquila?- Casi sollozó Daphne
que luchaba por no perder los nervios al preguntar con tintes de reproche.-
¿Llamas tranquilidad a eso? Creí que me moría de miedo y de vergüenza.
Ahora
el gesto de Sabra se suavizó y con tono más conciliador y dulce le susurró a la
agitada rubia.
-Oye, lo siento. ¡Perdóname! Me he
pasado, lo admito. Pero entiende que es muy duro para mí también. Tenerte a mi
lado y casi ni ser capaz de mirarte. ¡No poder tocarte! Estaba hirviendo por
dentro. Pero jamás te perjudicaría. Y muchísimo menos delante de tu hermana
pequeña. Es una niña adorable, de veras. No tiene ninguna culpa de la mierda
que le han inculcado. - Remachó.-
Su
pareja la miró con un gesto de sorpresa y finalmente asintió. Sabra se aproximó
dándole un largo beso en los labios que Daphne correspondió. Al poco estaban
una vez más, en el reservado, dando rienda suelta a sus pasiones. Tras terminar
y aun entre jadeos, la piloto le comentó con un no disimulado tinte de
inquietud y reprobación.
-Y ahora, por favor. ¿A qué se refería
tu hermana con eso de que besaste a ese tipo?
-No fue idea mía. Me besó de repente, en
el patio durante un recreo. No me lo esperaba.- Se defendió la joven.- Algunos
críos lo vieron y pensaron que era otra cosa.
-¡Vaya con ese niñato! - Espetó Sabra.-
Tendría que decirle un par de cosas.
-¡Por favor! No hagas nada. - Suplicó
Daphne.- Él no significa nada para mí, al menos, no desde ese aspecto.
Y
tras unos momentos de tenso silencio, su
novia finalmente asintió.
-No te alarmes. No le voy a hacer nada.
Siempre y cuando te deje en paz. Porque si le veo tratando de acosarte no
respondo.
-No lo hará.- Le aseguró la angustiada
rubia, afirmando.- Hablaré con él, le haré ver que no es posible lo que quiere.
Pero te lo suplico. No busques ningún enfrentamiento.
Sabra
asintió una vez más. Al fin varió su tono por otro más cordial proponiéndole a
su novia.
-Mañana vendrán mis compañeras. Si
quieres pásate y te presento como a una amiga. Si eso te hace sentir más
cómoda.
-¿Saben ellas que tú?
-Son mis hermanas de armas. Somos
sinceras entre nosotras y nos respetamos. Ellas son heterosexuales. - Declaró
la oficial, añadiendo.- Y lo mismo que ellas, yo no tengo nada que ocultar, ni
porqué sentirme avergonzada de mi sexualidad. Pero, tratándose de ti, puedo
decirles que nos estamos conociendo, solamente como amigas. Si es que quieres
unirte a nosotras.
-Lo intentaré. Necesito dormir algo hoy
para recuperarme.- Le confesó con voz cansada que esta vez era genuina.-
-Descansa, sí. No quiero que te pongas
enferma. Y tranquila. Nadie sospechará.- Le prometió la morena no sin un tinte
de reproche en sus palabras al añadir. - Un grupo de chicas tomando unas copas
y charlando no es nada raro. Ni siquiera para los retrógrados de tus compañeros
de trabajo.
La
rubia asintió, aunque esas palabras de Sabra la habían hecho sentir culpable.
Su amiga no temía ser quien era y ella en cambio… Ya no dijo más a ese
respecto. Por esa tarde se despidieron yéndose por separado. Daphne llegó a
casa y solamente quiso cenar una sopa. Adujo no estar demasiado bien. Sus
padres no hicieron preguntas. No fue preciso. La propia Steph dio fe de eso,
disculpándose una vez más con ella por haber tenido que llevarla de tiendas.
-Lo he pasado muy bien, de veras
hermanita.- Fue capaz de contestar ella con una leve sonrisa.-
Y no tardó en irse a
la cama. Tras un rato de darle vueltas a la cabeza el cansancio pudo con ella.
Al fin durmió bien y al día siguiente se levantó, esta vez sin que se le
pegasen las sábanas.
-Esto ha durado demasiado.- Suspiró a la
mañana siguiente para decirse convencida.- Tengo que ser sincera con el resto
del mundo, empezando por Martin. Y rogar porque él lo comprenda.
Con
ese pensamiento llegó a la cafetería donde habitualmente solían quedar. El chico ya estaba allí, aunque nada más
verla salió a su encuentro antes de que ella entrase.
-Hola Martin.- Pudo decir la joven.-
Pero él no
correspondió a ese saludo salvo con una mirada acusatoria, incluso de enfado
manifiesto. La atónita Daphne no pudo ni despegar los labios cuando él le
colocó su teléfono móvil delante y casi le espetó.
-¿Cómo puedes explicar esto?
Al
principio casi ni se dio cuenta de lo que era, luego, para su horror, pudo
verse a sí misma y a Sabra besándose con ardor en aquel garito, en el reservado
e incluso en el baño. Eran imágenes de esa noche en la que ambas estuvieron en
ese lugar. Pero ¿Cómo era posible? ¿Quién habría grabado eso? ¿Por qué lo tenía
Martin? Y casi como si él leyese su pensamiento replicó con tono entre
indignado e incrédulo.
-Alguien me envió este video a mi
teléfono. ¡No sé quién habrá podido ser! Deben creer que soy tu novio. ¡Quizás
quieran chantajearme o algo así! Pero esto no parece un montaje. ¡Contesta! ¿Es
que eres una…?
-No…yo no…-Balbuceó la joven mirando
alternativamente aquellas imágenes y la ofendida expresión del rostro de él.-
No…sé…qué decir, yo…
La apurada Daphne no era capaz de articular
palabra, todo su mundo estaba a punto de derrumbarse. Aunque Martin la apoyase y
quisiera comprender, quien le hubiese enviado aquello a él podría hacerlo a más
personas. Y eso la destruiría. ¡Qué dirían sus padres, sus jefes! ¡Qué dirían
sus hermanos! Y sobre todo Stephanie. Ella conocía a Sabra y la israelí salía
allí, con ella, plenamente reconocible.
-No lo entiendo. ¡Cómo has podido ser
capaz de hacer algo así!- Espetó él tratando de contener su tono de voz en lo
posible.- Pensaba que eras decente, que eras normal. ¡Que me querías!…
-Deja que te lo explique, ¡por favor!-
Le suplicó la angustiada chica.-
-Es gracioso, yo creyendo que eras
demasiado pura y buena para mí.-Sollozó él añadiendo con amargura y rabia.- Y
los besos que me niegas, a los que tanto te resistes conmigo, se los das a esa
ramera con tanta ansia y perversión.
-Escucha.- Le imploró ella tratando de hacerle
mirar a sus ojos.- Quería decírtelo. ¡Te lo juro! No es lo que crees.
-¿Qué no es lo que creo?- Exclamó él
afirmando en esta ocasión con una sinceridad que no era fingida.- Cuando te vi
con ella eso deseaba pensar. Que era una alucinación. Quisiera borrar esto no
solamente de mi teléfono, sino de mi memoria. ¡Que no hubiera sucedido nunca!
-Ayúdame, te lo suplico.- Lloraba la
muchacha sin poderse contener.- Si mi familia se entera. ¡Oh Dios, mi hermanos!…
-Tus hermanos ya pueden ir pensando en
cambiarse de colegio.- Machacó el chico de modo inmisericorde para sentenciar.-
¿Crees que les perdonarán el tener una hermana así? Les harán bullying, les
acusarán señalándoles con el dedo. Y tú tampoco podrás continuar. ¿Qué padres
querrán a alguien así como maestra de sus hijos? ¡De niños pequeños!
Daphne
solo era capaz de taparse la cara con ambas manos, avergonzada de sí misma y también
incapaz de mirar a su compañero a los ojos. Todo se le venía encima. Lloraba
presa de la impotencia y la desesperación.
-No sabes lo que has hecho.- Suspiró el
chico al fin.- No solo me has hecho daño a mí. Has hundido tu vida y la de tu
familia.
-¡Por el amor de Dios! ¡Tiene que haber
algo que se pueda hacer! - Sollozó la joven.-
Martin
entonces le quitó ambas manos del rostro con suavidad, la contempló con pesar.
La chica tenía sus otrora hermosos y verdes ojos enrojecidos y vidriosos.
También el gesto desencajado por el miedo más absoluto y la tez pálida. Estaba
temblorosa, casi parecía que próxima a desmayarse. Durante unos instantes la
observó compadeciéndose de ella, pensando en detener aquella cruel actuación, pero
entonces recordó cuál era su objetivo y tirando de resolución, dijo.
-A pesar de todo te quiero. ¡Te quiero!
– Exclamó posando ambas manos sobre los hombros de la chica.- No sé qué te
pasaría por la cabeza para llegar a hacer este acto de… ¡depravación tan
vergonzosa! con otra mujer, puede que te drogase o algo así. ¡Qué sé yo! No me
importa. Lo único que cuenta es que te apoyaré en todo. Pero tenemos que hacer
algo para que esto no llegue a ojos de nadie más. O al menos para que nadie lo
crea nunca.
-Haré lo que sea. ¡Lo que sea! - Repitió
la devastada muchacha.-
-¿Confiarás en mí?- Le susurró él ahora
con más amabilidad e incluso dulzura.- ¿Harás lo que yo te diga?
-Sí…sí. -Gimió la pobre muchacha,
sintiendo como si su vida dependiese de ello.- Haré lo que quieras… ¡por favor!
Martin
la miró fijamente a los ojos y acercó poco a poco sus labios a los de ella. Al
fin los unió a los de la chica en un beso que fue ganando en intensidad. Esta
vez su pareja no solamente no se resistió sino que cooperó aportando su propia
pasión. A esas horas además algunos estudiantes iban de camino a la parada del
deslizador y no pocos de su escuela les vieron. Algunos silbidos sonaron, cuando
al fin separaron sus bocas hasta pudieron oír exclamaciones de los alumnos
mayores.
-Hagámoslo bien. – Le susurró él
quitándose un anillo que llevaba en el dedo.-
Y
para sorpresa de la boquiabierta maestra, su compañero dobló una rodilla para
proponerle con tono deliberadamente más elevado de lo necesario.
-Te quiero, Daphne Kensington y deseo
pedirte que seas mi esposa. ¿Aceptas?
Y
sin que la desconcertada e impactada chica se resistiera, él tomó una de las
temblorosas manos de la joven y le colocó aquella pequeña sortija plateada en
el dedo anular. Al momento oyeron algunos aplausos de estudiantes de su propia escuela. Estaba muy
claro que esa noticia se iba a extender como la pólvora. No obstante, la
muchacha se mantenía casi en una especie de nube, pero no de felicidad sino de
estado de shock. Casi ni acertaba a asimilar lo sucedido. Lo único en lo que
podía pensar era en ese terrible vídeo. En las caras de sus padres y sus
hermanos si llegasen a verlo. En las horrorosas repercusiones que tendría.
-Sí.- Balbució con un hilo de voz y la
mirada perdida.- Acepto.
-Sécate esas lágrimas.- Sonrió él
tomando un pañuelo y pasándoselo suavemente por las mejillas.- Y confía en mí.
Descubriremos a quien me envió esto y evitaremos que lo propague. Ahora eres mi
prometida. Te protegeré para que no te ocurra nada malo. Y esa mujer no volverá
a usarte de ese modo tan vil.
La
joven ni pudo replicar, cerca de ellos oían más aplausos e incluso algunos
chicos y chicas les daban la enhorabuena. Al fin Daphne tuvo que esforzarse por
sonreír. Se suponía que ese tenía que ser un momento feliz para ella. Sin
embargo, no se sentía con fuerzas para ir a dar clase. Sus piernas le temblaban
tanto que creía que iba a desplomarse en cualquier momento.
-Vete a casa, mi amor.- Le sugirió
Martin, agregando con tono amable.- Descansa. Yo te excusaré ante el padre
Michael y el director. Recuérdalo siempre, haría cualquier cosa por ti.
Sacrificaría todo por ti.
Al
fin la joven aceptó ese consejo. Más calmada se dio media vuelta para volver a
su casa. El chico sonrió con expresión de triunfo. La primera parte del plan ya
estaba concluida. Ahora vendría la más dolorosa para él, pero quizás la
principal para lograr su objetivo.
-Ya he dado el jaque al rey. Ahora toca
poner la trampa para eliminar a la reina. Y después será jaque mate. - Se dijo
pensando en el símil que emplease su misterioso maestro en aquel juego.-
Y
para su solaz recibió entonces otro mensaje con un nuevo video. En esta ocasión
era la grabación de aquella improvisada declaración de amor y ese compromiso.
Entre tanto y tras unos minutos, Daphne llegó a casa. Justo al mismo tiempo que
sus hermanos salían. Los dos se inquietaron al verla en aquel estado de
nerviosismo.
-¿Qué te ocurre Steph?- Quiso saber la
cría, observándola con preocupación.-
-Estás muy pálida. ¿te encuentras bien?-
Inquirió a su vez Byron.-
-No, yo...bueno. Creo que estoy enferma.
Me voy a acostar.- Fue capaz de responder con voz débil y apagada.-
-Voy a llamar a papá y a mamá.- Dijo
Stephanie.-
-No, no es necesario. Iros al colegio.
Yo estaré bien en cuanto descanse.- Les aseguró su hermana mayor.-
Stephanie la miraba
sin estar demasiado convencida de eso, en ese instante recibió un mensaje en su
teléfono.
-¡Es un video! ¿Quién lo enviará?- Se
sorprendió la niña yendo a abrirlo.-
-¡No, no lo veas, por favor!- Exclamó
una horrorizada Daphne.- ¡Bórralo!
Tanto
Byron como su hermana menor la miraron asustados. ¿Qué le pasaba a Dap? Nunca
la habían visto de esa manera. Parecía estar aterrorizada. Y su alarma fue en
aumento con lo siguiente que la vieron hacer.
-¡Os juro que no soy así, os juro que yo
no!- Clamó ella poniéndose incluso de rodillas y juntando sus manos como si
suplicase por su vida.-
-¿Qué estás haciendo?- Fue apenas capaz
de musitar una asustada Steph.-
-Pero ¿De qué hablas?- Inquirió su
estupefacto hermano.- Oye, ¿te encuentras bien?
Ambos
adolescentes la observaban petrificados por el miedo y la sorpresa. Más cuando
otro mensaje le llegó al propio Byron. El mismo video. El muchacho lo consultó
desencadenando el llanto de su hermana que gemía llevándose las manos a la cara
y acurrucada en el suelo. Fue Stephanie quien la abrazó y, sollozante a su vez,
le preguntaba con insistente temor.
-¿Qué te pasa? Por favor, ¿Qué te pasa?
Me estás asustando mucho.
-Te quiero Steph y a ti también, By.-
Les aseguró una y otra vez la destrozada mujer.- Os quiero más que a nada en el
mundo. Pase lo que pase, eso nada lo cambiará. ¡Nunca lo olvidéis!
Un
asombrado Byron le mostró las imágenes a su hermana pequeña, ésta las contempló
con la boca abierta y las pupilas dilatadas. Daphne dirigió a ambos una mirada
angustiada y suplicante. Al fin, la hermana menor enfrentó sus ojos llorosos a
los de su también sollozante interlocutora.
-¡Perdóname! ¡Te lo suplico!- Musitó
Daphne casi al borde del desmayo.-
-Pero, ¿por qué?- Fue capaz de decir
Stephanie cuando, para asombro de su desconcertada hermana, esbozó una amplia y
emocionada sonrisa, sentenciando.- ¡Si es precioso! Algo tan romántico es de
película.
Con
la boca abierta Daphne casi la arrebató el teléfono para ver eso. Para su
estupor primero e inmenso alivio después, vio que era un video sí, pero el de
la declaración de Martin. Ya no pudo más, con los nervios completamente rotos,
la vista se le nubló y cayó sin sentido al suelo entre los gritos de miedo y
preocupación de sus hermanos.
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