domingo, 23 de abril de 2017

GWTN13 Confesiones y castigos


Una vez más Dean no tenía muchos motivos para estar contento. Tras el suspenso en historia sabía que las cosas se le iban a poner muy cuesta arriba.  Después del colegió volvió a casa con resignación. Al entrar se encontró con su madre, Ginger estaba a punto de ir a su turno.



-Hola cariño, ¿Qué tal el cole?- Le preguntó animadamente ella.-

-Mal.- Suspiró el chico.- Me han cateado en historia.

-¡Vaya! – Pudo decir su interlocutora moviendo la cabeza con ligera reprobación, aunque no tardando en sonreír animosamente a su hijo.- Tienes que estudiar más, Dean. Tú eres un chico inteligente.

-No me gusta estudiar.- Declaró el muchacho.-

-Pero es muy importante.- Replicó Ginger alegando.- Mira, a mí tampoco me gustaba…y ojalá me hubiese esforzado más entonces.

-A ti no te ha hecho ninguna falta estudiar.- Argumentó el chico señalando.- Has sido capaz de montar muchos negocios tú sola.



            Ginger sonrió agradeciendo esas palabras. Su hijo las pronunciaba con un toque de sentida admiración. Enseguida contestó con humildad.



-Hijo, bastantes personas me han ayudado mucho a hacer cosas que yo no sabía. Porque tienen los estudios que a mí me faltan.  Está Scott, por ejemplo, que nos ha instalado todos los sistemas informáticos e incluso Penélope  y alguna amiga más, que nos ayudaron con las cuentas. Hasta Alan  llamó a su hermano y él me hizo un cálculo de los impuestos que tendría que pagar.

-Pero sea como fuere. Has podido conseguirlo sin tener que aprenderte eso tú.- Observó agudamente el chico.-



            Ahora su madre suspiró, tratando de ver cómo podía explicarle eso al muchacho.



-La vida no es tan sencilla. Ya lo irás viendo. Todavía eres muy joven, Dean.- Comentó aunque el chico ya era algo más alto que ella de hecho, añadiendo en tanto le acariciaba una mejilla.- Y siempre tuve la ilusión de que tú podrías llegar muy lejos. Ir a la universidad. Hacer todo lo que yo no pude. ¿No te gustaría ser como Tracer, o la mayor Hunter, el doctor Ginga o Scott? Por ejemplo.



            Eso hizo reflexionar al muchacho, lo cierto es que todos esos amigos de su madre eran personas realmente inteligentes y muy importantes. ¡Claro que a él le gustaría ser como ellos! Pero de otra manera. Le atraía más ir a su aire, jugar a holo juegos, utilizar computadoras y programas de informática, o pasar el rato con algunos amigos, por ahí. Si bien hacía algunas trastadas de las que más valía que su madre no se enterase. Y menos aún ese idiota de Gus. No obstante, enseguida apartó a ese tipo de su pensamiento y con genuino afecto replicó a su madre.



-Intentaré estudiar más, te lo prometo.

-Gracias, cariño.- Sonrió Ginger dándole un beso en la mejilla. - Bueno, tengo que irme. Descansa un poco, tienes comida en la nevera.



            Así las cosas la dueña del Clargin se despidió marchándose al trabajo. El chico se cambió de ropa y se tumbó en el sofá. Pensó en repasar un poco para los próximos exámenes aunque antes decidió tomar algo. Se acordó de sus amigos Orix y Nelly. Los pobres tenían a su madre muy enferma. Seguramente que pronto la perderían. Él al menos tenía a la suya a su lado.



-Pobrecillos. Llevan dos días sin venir a clase.- Pensaba con auténtica lástima hacia ellos.-



Sobre todo pensaba en Nelly. Ella sí que era lista. Muy buena estudiante. Al menos más que él seguro. A veces hasta le explicaba algunas cosas. Dean se sentía bien a su lado. Es más, sin poderlo evitar la imaginaba con él y en otras ocasiones fantaseaba con los dos juntos en algunas actitudes menos estudiantiles y más adultas... Eso le hizo ruborizarse un poco. Era una chica muy guapa. Algo rara y bastante callada pero le gustaba, aunque fuese mayor que él.



-Me da vergüenza. Quizás podría llamarla por si quiere salir, para animarla por lo de su madre.- Trataba de engañarse a sí mismo.-



Al fin suspiró dejando de lado ese asunto para otro momento. Por entretenerse en tanto comía se puso a jugar con la holo consola…



-Un poco y lo dejo…- Se dijo mientras empezaba una partida.-



            En el hospital, tras un par de días, le dieron el alta a Martin. Todos los niños y profesores del colegio le recibieron entre aplausos. Si bien nadie quiso comentar lo que había pasado.  Daphne estaba allí también. Sonriente y cariñosa con él, como no podía ser de otro modo. El chico se había informado de lo sucedido con su atacante. Al parecer, pese a ser militar, la agresión que le propinó  era un tema de jurisdicción  civil. Y eso le daba a él otro triunfo más en la mano que jugar.



-Bueno, todo ha ido como él me dijo.- Se sonrió.-



            Y es que los padres de Martin estaban decididos a denunciarla. Pese a que el joven les había pedido que no lo hicieran. Aquello hizo que Daphne incluso le mirase todavía con mejores ojos. En un recreo, el joven maestro meditaba ahora las sabias palabras de su anónimo benefactor.



-Era cierto, volver la fuerza del enemigo en su debilidad. Atraerla hacia mí por su propia voluntad. Ahora sí que la partida ha terminado. Jaque mate.- Musitó.-

-¿Qué decías?- Le preguntó una sonriente Daphne que precisamente se dirigía junto a él.-

-Nada, que estos críos me ponen en jaque.- Urdió de inmediato él, explicando a  su pareja.- Tras estos días, me tengo que volver a poner al día con ellos.

-Tómatelo con calma.- Le pidió la joven retornando a su preocupación.- Todavía es pronto.

-Ya estoy bien.- Le aseguró él, cosa que era así, para añadir con aparente desenfado.- Creo que podré enfrentarme a unos pocos niños. Ellos no son militares entrenados para el combate.



            Daphne bajó la mirada, no era difícil detectar la culpabilidad que la invadía. Aunque él enseguida la sostuvo gentilmente del mentón con una mano para susurrar.



-¡Hey!, no pasa nada. Tú no tuviste ninguna culpa de eso.

-La tuve al ponerte en esa terrible situación.- Suspiró la muchacha con patente congoja.- Ese vídeo horrible, lo que hiciste para protegerme. No me había dado cuenta de lo que significaba para ti, ¡fui una estúpida! No sé qué me sucedió.- Remachó casi a punto de llorar.-

-Vale, no te pongas así.- Le pidió amablemente el joven.- Borré ese video, nadie lo ha visto y al parecer no lo han enviado a nadie más. Quizás fuera un intento de algún sinvergüenza para chantajearnos. Pero le salió mal.

-¿Y si volvieran a enviarlo?- Sollozó la asustada Daphne.-

-En tal caso, no temas, diremos que está manipulado. Por eso te pedí que fueras vestida exactamente igual y al mismo sitio, conmigo. -Le explicó el chico.-



            Daphne asintió no sin sorpresa, ¡claro! Ahora lo entendía. El pobre Martin se había estado preocupando de evitar que nadie pudiera acusarla de mantener ese tipo de relaciones con otras mujeres. Ocupándose de proporcionarle una explicación, hasta en los más mínimos detalles. Y precisamente el joven añadió.



-Es vídeo me dio una idea, le pedí a un amigo que nos grabase con el móvil, si alguien quisiera mostrar esas imágenes tuyas con aquella individua, podríamos enseñar el nuestro y decir que el otro es una manipulación. Sé que tus padres y los míos no verían eso demasiado bien, pero no es lo mismo que salgan haciéndolo un chico y una chica que están comprometidos…

-A que salgan dos mujeres en esa situación tan descastada. Si, lo entiendo.- Asintió su interlocutora.- Tienes toda la razón. Gracias.





            Daphne tuvo que admitirlo, Martin fue muy inteligente. Le estaba proporcionando esa justificación a sabiendas de que su propio prestigio podría salir malparado. Claro que, ni sus padres, ni los compañeros de su claustro y no digamos el padre Michael y otros si se enteraban,  verían bien esa grabación con el muchacho. Pero hubiese sido infinitamente peor que la hubieran visto con otra chica.



-Es un control de daños.- Reflexionó.- Esto es malo, pero evita un mal todavía mayor.



            Y en cuanto a sus hermanos…podía imaginarse sus reacciones. Byron se avergonzaría pero lo vería natural y sobre todo Stephanie pasaría de odiarla y sentirse traicionada, humillada y avergonzada por tener una hermana desviada a incluso envidiar la suerte que tenía por liarse con “tan guapo profesor”. Eso la hizo sonreír ampliamente.



-¿De qué te ríes ahora?- Quiso saber él mirándola entre extrañado y divertido.-

-¡De lo tonta que he sido! - Le comentó.- Menos mal que me he dado cuenta de todo.



            Una gota de sudor frío recorrió la espina dorsal del muchacho. ¿A qué se refería ella? Quizás había hablado más de la cuenta, demasiadas explicaciones y se había traicionado en algún nimio detalle que Daphne hubiera descubierto.



-¿A qué te refieres?- Inquirió con calma pese a todo, fingiendo estar totalmente desconcertado, lo que en esta ocasión le fue fácil.-

-Me refiero a tener a un chico tan maravilloso junto a mí durante todo este tiempo y estar tan ciega.- Desveló finalmente para su tranquilidad.- Solamente te pido que tengas paciencia conmigo. Desde ahora me esforzaré en devolverte todo los sacrificios que estás haciendo por mí. -Musitó decayendo ahora en su tono.-

-¡Claro que sí!, toda la que necesites.- Sonrió de inmediato él añadiendo eso sí, con tinte más sereno y hasta algo apenado.- Pero no quiero que lo veas como un sacrificio.



            Daphne se maldijo por emplear semejante expresión. Y es que su subconsciente la había traicionado. Quiso darle a entender que se refería a lo que él había hecho para ayudarla, poniendo en peligro incluso su propia integridad. Sin embargo…el mero hecho de pensar en hacer con él lo que tan gustosamente había hecho con Sabra, le producía a la chica una tremenda desazón. El otro día en el pub, cuando estuvo besándole y dejándose tocar se sintió violenta, casi hasta sucia. No experimentó el mismo deseo y placer que cuando su ya ex novia la recorría con sus dedos y sus labios. No obstante, tendría que sobreponerse. Esa sería una de sus penitencias.



-Quise decir, desvelos, mi amor. Lo siento, a veces soy muy torpe empleando las palabras.- Pudo disculparse con azoramiento.-



            Su interlocutor volvió a sonreír y, para subrayar esas buenas intenciones, ella se aseguró de que nadie les miraba y le obsequió con un rápido y corto beso en los labios.



-Sé que aquí está mal, pero tenía ganas de hacerlo.- Le susurró la chica con tono cómplice.-

-No te preocupes, ¡no lo contaré!- Rio él.-



            Su compañera sonrió. Al poco tocó la música y volvieron a  las clases. Cuando la hora llegó despidieron a sus pequeños alumnos y retornaron a casa. Justo al salir dijeron adiós a la pequeña Gloria que parecía muy contenta.



-Estás muy alegre.- Sonrió Daphne agachándose para estar a la altura de la niña.-

-Papá me va a venir a buscar hoy y me va a comprar un peluche.- Anunció la cría con visible entusiasmo.- Me lo ha prometido.

-¡Qué bien, qué suerte!- Rio Martin.- Será que has sido muy buena.

-Sí. - Asintió la cría contándoles.- Ayer vino un señor muy grande amigo de papá, le quitó la cruz a mamá y papá me prometió que, si se la quitaba yo a él, me iba a comprar un peluche. Corría mucho pero yo le gané.- Sentenció con visible satisfacción.-





            Martin y Daphne se miraron sonrientes. ¡Los niños eran así! Contando aquellas cosas sin sentido pero tan divertidas. En ese momento vieron llegar justamente al embajador saiyajin. Kiros les saludó con amabilidad.



-¡Papi, mi peluche! - Exclamó la cría saltando a abrazarse a él.-



            El saiyajin la tomó al vuelo sosteniéndola en brazos en tanto asentía para admitir.



-Sí, una promesa es una promesa, cariño. Ahora vamos a la tienda. ¿Te has portado bien en clase hoy?

-Sí.- Respondió la pequeña.-

-Se ha portado muy bien.- Corroboró Daphne con una amplia sonrisa.-

-Me alegro.- Repuso Kiros para dirigirse al joven acompañante de la señorita Kensington.- Celebro verte bien, Martin.

-Gracias, señor Derail.- Agradeció el muchacho.-

-No hay de qué. Cuídate. Y tú, cuídale bien.- Añadió con desenfado, mirando a Daphne que se sonrojó de inmediato.-



            De este modo Kiros se despidió de la joven pareja portando en brazos a la niña. Aunque tras un rato la puso en el suelo.



-Tienes que andar tú.- Le indicó.- Como una autentica saiyajin.

-¿Saiyajin?- Repitió la niña inquiriendo con curiosidad.- ¿Qué es eso?

-Es el nombre de las personas de nuestro pueblo.- Comentó su padre.-

-Nosotros vivimos en Nature.- Objetó la cría para especular con carita pensativa.- ¿No somos naturosos?



            Kiros se rio, era divertido escuchar a su hija y percibir esa inocencia. Tras un momento le comentó con afabilidad.



-Saiyajin es el nombre de los que son como yo, y como tus abuelos de Nuevo Vegeta. ¿Te acuerdas? Ese planeta al que te llevamos mamá y yo cuando eras muy pequeña.



            La cría movió la cabeza. No se acordaba de esas cosas, eso sí, tiraba de la mano de su padre en dirección a la tienda, ansiosa por obtener su premio. Kiros se dio cuenta de que no tenía sentido hablarle de eso todavía, entonces se detuvo y agachándose a su vez para mirarla directamente a esa carita tan entusiasta, le preguntó.



-Dime una cosa. ¿Ayer te resultó muy difícil quitarle la cruz a ese señor?

-Bueno, al principio sí.- Declaró la niña.- Luego fue más fácil. Porque corrí más.

-Muy bien, hija. Pero quiero que me prometas una cosa.- Le pidió Kiros entonces con un tono más serio.-



            La niña le miró con los ojos muy abiertos cuando el saiyajin le dijo.



-No hagas esas cosas con nadie que no seamos la abuela Elua, el abuelo Blintz o yo. ¿De acuerdo?

-Vale, mami ya me lo dijo esta mañana. Dice que no tengo que ponerme fuerte con otros niños. Papi, ¿eso es malo?- Inquirió con visible desconcierto.-

-No es que sea malo, cariño. Es que podrías hacer daño a alguien sin querer. Y eso sí que sería malo.- Matizó cuidadosamente su padre quien, dejando eso a un lado, sonrió a su pequeña guiñándole un ojo para declarar.- ¡Ahora, vamos a por tu peluche!



            La niña brincó con entusiasmo. Al fin entraron en la tienda, la mayor juguetería de Nature. Los dependientes reconocieron enseguida al embajador saiyajin, no era la primera vez que venía a comprarle algo a su hija. Especialmente cuando regresaba de viajes largos.



-Un placer verle de nuevo por aquí.- Sonrió el encargado.- ¿Deseaba alguna cosa, señor embajador?

-Mi hija quería uno de los peluches de su tienda.- Admitió él.-

-Pues tiene muchos en donde escoger.- Sonrió aquel tipo.-



            La niña se sentía en el paraíso, miraba con deleite a las estanterías donde se apilaban todo tipo de muñecos y peluchitos, de las más diversas formas, aquí elefantitos de colores, allá ositos, gatitos, luego perritos... Al fin, un can de color blanco con un gracioso hocico rojo y manchas negras dibujadas en el cuerpo, captó su atención.



-¿Ese es el que te gusta, hija?- Preguntó afablemente Kiros.-



            La cría asintió. Uno de los empleados le alcanzó aquel muñeco y Gloria no tardó en abrazarse a él llena de alegría.



-¿Se lo envuelvo, señor?- Preguntó el encargado.-

-No creo que haga falta.- Sonrió Kiros que disfrutaba al ver a su hija tan feliz con su codiciado juguete.-



            Pagó sin dilación y se despidió de los dependientes. Al fin padre e hija caminaban por la avenida de camino a casa. La cría daba brinquitos de contento llevando entre sus brazos a su nuevo perrito de trapo. Kiros la observaba con una sensación de gran felicidad y amor. Desde luego que quería muchísimo a su pequeña Gloria. A veces incluso se sentía culpable  de pensar que, cuando nació, la dejó totalmente olvidada pensando solamente en la muerte de su esposa. Sin embargo, esa niña tan increíble hizo retornar a Maggie del otro lado. Eso sí, totalmente cambiada en su forma de ser, pese a seguir siendo una mujer maravillosa.



-Tengo una estupenda familia. Gracias a Dios que Eron también estaba totalmente cambiado. Todavía no puedo creerlo. -Pensaba.- Quizás Maggie tenga razón, esos milagros existen.



            Incluso agradecía al Dios de los terrestres, o al Creador como los saiyajin solían llamarle, aquella bendición. Ese otrora terrible y maligno guerrero le pareció casi un maestro de meditación cuando estuvo en su casa. Y lo que fue más increíble, aseguró haber ido solamente para ver a Gloria Elua.



-Mi hija debe de ser asombrosa si un individuo así tenía esa curiosidad por verla.



            Meditó sobre ello en tanto regresaba a casa con su hija. Dentro de poco en Nuevo Vegeta se celebraría el día de la progenitora del mítico Son Goku, Gine, que en ese mundo estaba consagrado a  las madres de los saiyajin. Era una festividad que la reina Meioh implantó poco antes de abdicar y que la nueva reina Aiona había impulsado mucho. En ella se honraba el recuerdo de la madre de aquel legendario super saiyajin, uno de los ancestros de la familia real, y los habitantes del planeta hacían lo propio con sus progenitoras.



-Tendría que visitar a mi madre.- Se dijo el embajador Derail.- Y cuando lleguen las vacaciones llevar a mi hija junto a ella. Tal y como acordamos. Si alguien puede sacar y dominar el potencial saiyajin de Gloria esa es su abuela. Sé que a Maggie no le gustará pero, tras lo que hemos visto, tendrá que comprenderlo, ahora más que nunca…



            Aunque recordó que su esposa no iba a estar en casa cuando volvieran él y Gloria. Maggie  le había avisado que tenía que ir a la reunión de su congregación religiosa.



-Si eso le hace bien.- Pensó Kiros.- Me alegro por ella. Aunque no acabo de entender a esa gente. Algunos son bastante extraños…



            Mientras tanto, otra que seguía sumida en sus propias tribulaciones era Sabra. La israelí deseaba despertar de aquella pesadilla en la que estaba atrapada, más incluso que en su calabozo. Habían pasado ya varios días. Y pese a los intentos de la mayor Hunter por sacarla bajo fianza, seguía detenida.



-Lo sentimos, una oficial piloto de cazas podría fugarse muy fácilmente. Por no mencionar su destreza en artes marciales. Podría querer tomar represalias contra los denunciantes. - Adujeron las autoridades.-

-Tenemos que ser ejemplarizantes. Si alguien comprometido a la defensa de la población civil, reacciona tan agresivamente, se debe de mantener bajo custodia.- Replicaron una vez más, ante el enésimo intento de la mayor Hunter.-

-¡Esto es ridículo! - Exclamó una indignada Susan, levantándose durante la vista para conseguir la libertad bajo palabra de Sabra.-

-Compórtese, mayor.- Le advirtió el juez.- Su rango militar no le librará de cometer desacato.



            Susan suspiró para tratar de calmarse y cuando acompañaba a la prisionera de vuelta a su celda una agradecida Sabra le susurró.



-No se preocupe, no estoy tan mal en ese calabozo, señora.

-Me parece injusto y desproporcionado. Insistiré, moveré todos los hilos que pueda para sacarte lo antes posible de aquí.- Le prometió su superiora, añadiendo con amabilidad.- Si necesitas cualquier otra cosa, y puedo ayudarte, házmelo saber.

           

            La israelí así se lo aseguró. Dándole las gracias de nuevo. Ahora, horas después, tumbada en el camastro de la celda que era bastante cómodo por otra parte, se centraba en algo que sí la agobiaba.

           

-Tengo que hablar con Daphne, debo explicarle lo que pasó.- Pensaba con creciente ansiedad.- Esto no está bien…



            Y es que su instinto le gritaba que aquel altercado no fue todo lo inocente que parecía. ¿Cómo era posible que su novia hubiera hecho eso con aquel tipo? Estaba segura que ella no le había mentido. Ese chico era solamente su amigo. Daphne no tenía ningún tipo de atracción amorosa hacia él, y menos aún sexual. Podía verlo, ¡incluso sentirlo!  La mirada de ella no la engañaba. Además,  se habían acostado juntas varias veces y podía percibir como su pareja gozaba de su compañía. Salvo por alguna extraña circunstancia, no podía haber cambiado de parecer de la noche a la mañana.



-Tiene miedo, lo sé. Algo la asusta.- Se decía.- Ese tipo debe de estarla amenazando o coaccionando de algún modo. Mi corazón me lo dice, ella no cuenta la verdad.



            Entonces alguien entró en el pasillo que conducía hacia su cuarto de retención. La joven se asomó a la ventana que tenía y vio llegar a su superiora junto con la teniente Aguirre. Sonrió. Al menos sus compañeras se estaban turnando en ir a verla. Como siempre decían cuando iban al combate, una Fighter Lady nunca enfrentaría al enemigo sola. Sus dos visitantes llegaron al fin ante la entrada de su cuarto, un agente de policía les abrió la puerta y Sabra se puso firme saludando.



-Descansa, por favor.- Le pidió Susan que iba vestida de paisano, luciendo un cómodo vestido blanco de algodón, en tanto le comentaba.- No hemos venido como oficiales militares, sino como amigas.

-Se lo agradezco mucho.- Repuso la israelí adoptando una pose más relajada.-

-Sí, estamos aquí para proponerte algo.- Intervino Olivia que iba de civil también, vistiendo camiseta y pantalón vaquero.

-Seguro que será algo bueno. Les estoy muy agradecida por apoyarme.- Afirmó Sabra.- Por favor, siéntense.



            Al igual que su camastro, su cuarto de retención era cómodo, un baño aparte con ducha, una amplia sala con cama, mesa y hasta un sofá y conexión a internet. Casi más parecía una suite de hotel. Al menos en Nature los derechos civiles estaban bastante bien observados. Decidieron sentarse las dos en el sofá para estar frente a la prisionera que lo hizo sobre su cama. Al fin, ante la expectante mirada del alférez Levi, Susan le contó.



-No voy a engañarte. Las cosas están complicadas. Verás. Tal y como te prometí, he acudido a la superioridad. Informamos de lo ocurrido al comandante Enset y a la capitana Simmons. Ellos están haciendo gestiones para sacarte de aquí y que puedas estar en la base.

-¿Podría volver a volar, señora?- Quiso saber su interlocutora.-

-Por el momento y hasta que se aclaren las cosas, estarías apartada del servicio, eso es lo lógico.- Respondió Susan.- Pero eso no es todo.- Agregó ensombreciendo su gesto.-

-Dígame. ¿Hay algo malo, verdad?- Inquirió su contertulia.-

-Eso me temo. Por más que lo hemos intentado, este caso es de jurisdicción civil.- Añadió Olivia.- Y han presentado una denuncia formal contra ti.

-Era de esperar que ese chico lo hiciera.- Suspiró Sabra alegando.- Aunque creo que me provocó. No sé cómo explicarlo, es una intuición.

-Por desgracia las intuiciones no pueden probarse.- Declaró Susan, tratando de animar su semblante, al añadir.- Sin embargo, eso no tiene porqué ser tan malo. Verás. Cuando le comenté a la capitana Simmons si podíamos hacer algo por ti, ella me remitió a hablar con un oficial que vino a Kinmoku y que estaría de visita en Nature. Pertenece al servicio secreto y….



            Susan entonces recordó como ayer mismo, tras hablar con su superiora, ésta le dio la dirección de aquel enigmático capitán Cortés.



-Vaya a verle. Ese hombre tiene muchos y buenos contactos, en Kinmoku y en la Tierra.- Le aconsejó la capitana.-

-Así lo haré, señora. Muchas gracias.- Repuso la mayor.-



            Tras salir del despacho de su superiora, Susan se ocupó de contactar con aquel individuo. Al principio le costó hacerlo. Quedaron en una zona bastante apartada a las afueras de la ciudad. Ella llegó caminando vestida con atuendo civil, zapatillas deportivas, pantalones cómodos de lino y una blusa con cazadora por encima. Al principio no vio a nadie por los alrededores, aunque en poco tiempo una voz suave la llamó.



-Mayor Hunter…aquí.



            Susan dirigió su vista hacia la fuente de ese sonido. En un banco tapado por un árbol vio sentado a alguien. Ella se aproximó sentándose a su lado.



-Dígame.- Comentó aquel individuo con tinte de voz que translucía un moderado interés.- ¿Qué deseaba de mí?

-Ayuda.- Le respondió ella con resolución.- Verá, la capitana Simmons me recomendó que hablase con usted.

-Muy bien. ¿Y en qué cree que puedo ayudarla?

-No sé si podrá. El caso es que una de mis pilotos está en la cárcel a la espera de juicio por agresión contra un civil.- Le resumió.-

-Yo no soy juez, ni estoy en ningún jurado. ¿Qué quiere que haga?- Quiso saber su interlocutor.-

-La verdad, no lo sé.- Suspiró Susan.- Por un lado hemos tratado de apartar el caso de la jurisdicción civil sin resultado. De otro, conozco al agredido y es una estupenda persona, aunque también hace años que tengo a Sabra bajo mi mando y ella no es de las que buscan pelea sin una causa.

-Comprendo.- Musitó su contertulio para inquirir con perspicacia.- ¿Podría ser algo de índole amorosa quizás? ¿Ese chico la ha engañado?

-No le dije que fuera un chico.- Contestó la mayor Hunter siendo ella ahora la que mostraba agudeza.- ¿Cómo lo sabe?



            Su contertulio sonrió, delatando unos rasgos finos y contestando.



-Algo he oído. Fue una noticia bastante comentada en estos días. Pero solamente han sido rumores. Y usted dijo “agredido”. Pero en cuanto al origen de ese ataque no tengo idea. Apuesto por algo de índole sentimental. ¿Ese era el caso? ¿Pudo ser una pelea de enamorados?

-Pudo ser.- Repitió Susan.- Aunque no del modo en el que usted cree. A decir verdad. La disputa fue a causa de una tercera persona.



            Y tras poner brevemente en antecedentes a su contertulio, éste se limitó a  encogerse de hombros para declarar.



-Pues eso es algo que escapa a mi ámbito de actuación. Lo veo como un claro caso de ataque pasional, celos, traición amorosa…nada de lo que yo suela ocuparme. Aunque sí que le puedo dar un consejo, mayor. Esa subordinada suya va a necesitar un abogado. Y uno muy bueno. En eso sí que puedo ayudarla. Al menos dándole un nombre…pero le prevengo, vive en la Tierra, tiene muchas ocupaciones y será muy difícil que acepte.

-Haré cuanto esté en mi mano para convencerle.- Afirmó Susan.-

-Convencerla.- Corrigió el capitán Cortés, aclarando a su interlocutora.- Me refiero a Kerria Malden.

-¡Kerria!- Exclamó Susan que de repente recordó.- Claro, ella es la hermana del mayor Leval Malden. Y además…



            Ahí guardó silencio dado que el antiguo noviazgo de su hermana Deborah con esa chica no tenía por qué ser aireado. Aunque esa era una razón más para poder llegar hasta ella y lograr persuadirla. Llamaría a Debbie si era preciso para que tratase de contactarla. De modo que agregó.



-La conozco.

-Muy bien. Pues eso es todo lo que puedo hacer por usted.- Sentenció Cortés levantándose del banco.-



            La mayor Hunter vio que ese tipo era bastante bajito. Sin embargo, eso sencillamente eran apariencias. Debía de ser un sujeto muy notable cuando la capitana Simmons le había remitido a él. Así pues le dijo en tanto se alejaba.



-Gracias.

-No hay de qué. Espero que tenga éxito. Si Kerria se ocupa del caso, las posibilidades de esa joven de salir mejor librada aumentarán…



            Susan asintió, Cortés se perdió por alguna calle adyacente y ella regresó a su casa. Ahora recordaba eso concluyendo su narración.



-Entonces, ¿esa tal Kerria Malden es buena abogada?- Preguntó Sabra.-

-Muy buena.- Aseveró Susan.- Y es una activista del colectivo LGTBI. Ella misma está casada con otra mujer y tiene un hijo. No creo que le suponga mucho problema el ponerse de tu parte y empatizar.

-Eso al menos es esperanzador.- Suspiró la israelí, aunque enseguida objetó.- Pero señora, si vive en la Tierra y está tan ocupada, ¿por qué iba a aceptar venir a Nature para ocuparse de un caso tan poco importante? Por no hablar de sus honorarios. No creo que con mi sueldo pueda costearlos.

- Tendremos que darle alguna buena razón.- Terció Olivia.-

-De eso me ocuparé yo.- Sentenció Susan afirmando convencida.- Y, o no conozco a su familia, o seguro que sus honorarios no serán problema.



            Entre tanto, en otro lugar de la ciudad, Maggie había salido del trabajo. Aunque esa tarde no iba a casa, primero asistiría a la reunión de su congregación. Allí, el reverendo Julius Corbin, el predicador más famoso de Nature, daba su sermón semanal. Aquello solía estar muy animado, el número de feligreses crecía cada día y además contaban con actuaciones de cantantes bastante apreciados.



-Está muy bien pensado, es fundamental captar a los jóvenes para que nuestro movimiento crezca desde la base.- Valoró la enfermera.-



            Rememoraba no sin temor las palabras de aquel gigante cuando les habló a ella y a Kiros de Gloria.



-Puede ir a la luz o hacia la oscuridad.- Musitaba con inquietud, obsesionada con aquella advertencia.- Dependerá de nosotros. Ambos bandos tratarán de ganarla para su causa.



Pero ella se encargaría de educarla con esmero, de hacerla una devota cristiana. Gloria conocería al Señor y siempre estará del lado del bien. Costase lo que costase. Y lo que Maggie iba a hacer era un paso más para lograr ese objetivo, dado que el propio reverendo Corbin le había pedido que brindase su testimonio a la congregación. Le conoció haría unos cinco años cuando ese hombre empezaba su labor evangélica por el planeta. El propio reverendo Waters le habló muy bien de él. Desde entonces, Maggie se hizo asidua a sus sermones. Por eso, tras meditar la oferta del pastor y pese a  sentirse incluso avergonzada de contar tales cosas, al fin resolvió que debía ser valiente para dar ejemplo a otros y aceptó. Ahora estaba llegando ante la puerta y sentía un cosquilleo en el estómago, preludio de su creciente nerviosismo. Aún era temprano, el oficio y el sermón comenzarían dentro de una hora. Sin embargo, quiso ir antes para hablar con el reverendo a fin de perfilar su intervención. Nada más entrar le vio. Vestido con una túnica sacerdotal blanca y con ese bigote frondoso y pulcro que lucía. Era un hombre que estaría en la cuarentena larga de años, de pelo moreno y unos penetrantes ojos azules claros.



-Buenas tardes, reverendo.- Le saludó con afabilidad.-

-Buenas tardes, hermana Margaret.- Correspondió él.- ¿Cómo estás?

-Nerviosa.- Confesó la mujer.- La verdad, tengo miedo…

-No debes tenerlo.- La animó él.- Al contrario, debes sentirte muy orgullosa. Vas a hacer algo que pocas personas son capaces de hacer, reconocer tus errores pasados y ser una inspiración para quienes te rodean.

-Mi pasado es algo de lo que no quisiera hablar, pero sabiendo que puedo evitar que otros sigan esa senda, creo que merece la pena.- Afirmó ella.-



            El reverendo asintió con visible aprobación. Entonces hizo un ademán invitador con una de sus manos para que su contertulia le siguiera. Maggie no tardó en ir tras de él y recorrieron un corto pasillo que desembocaba ante una puerta que daba acceso a una sala realmente grande. En aquel lugar podrían caber fácilmente mil personas. Tenía gradas para sentarse y un escenario con un pie de micrófono y un atril. Allí era donde Corbin solía dar sus famosos sermones. Ese hombre era una figura de creciente celebridad en Nature, aventajado discípulo del reverendo Waters quien hasta había venido al planeta alguna vez a expresarle todo su apoyo. Aunque las ideas de Julius eran incluso más radicales que las de su propio mentor. Así, le dijo a Maggie.



-La gente no tardará en llegar, ahora aguarda un poco y no temas nada. El Señor estará sin duda contigo y te inspirará para que muestres el camino del bien a otros.



            La mujer asintió. Hubo de esperar unos minutos pero el reverendo tenía razón. Al poco las primeras personas comenzaron a llegar, eran de edades y apariencias muy variadas. Sin embargo, lo que sorprendió más a Maggie fue que había muchos jóvenes. En un primer momento el silencio se extendía por aquel vasto recinto. Sin embargo, los murmullos y las conversaciones entrecruzadas no tardaron en comenzar. Al poco rato el nivel de sonido era casi molesto. Mucha gente se había dado cita allí. Para horror de la ponente, bastantes más de los que ella misma habría anticipado. Al fin, Corbin subió a ese escenario y, utilizando el micrófono, pronto logró que se hiciera el silencio.



-Queridos hermanos, amigos y creyentes. Nos hemos dado cita aquí hoy para hablar sobre la rectitud, la pureza y la vida…



            Desgranó unos minutos más de su discurso ante la tensa espera de Maggie hasta que al fin, el pastor dio pie a la intervención de esta, cuando contó.



-Recordad como hubo una vez un hombre llamado Saulo, perteneciente al sanedrín, que perseguía a nuestro Señor. Era un judío de la secta de los fariseos que odiaba todo lo que éste representaba. Sin embargo, un día, camino hacia Damasco, una gran luz le cegó derribándole de su montura. Entonces pudo escuchar la voz del Señor preguntándole. ¿Saulo, porqué me persigues? Y tanto le impactó aquello que él se convirtió a la fe de Cristo nuestro Señor, y pasó de ser su perseguidor a su propagador. Cambió su nombre por el de Pablo y dio testimonio de la fe hasta su martirio. Queridos hermanos. Hoy tenemos aquí a una mujer que sufrió una experiencia similar. De mostrarse totalmente contraria a los caminos del verdadero amor, pasó a defenderlos y propagarlos con devoción. Tengo el gran placer de presentaros a nuestra hermana Margaret.



            Hubo bastantes aplausos, ella, amedrentada y nerviosa, sonrió, subiendo a ese escenario. Tras ser abrazada por el reverendo éste le cedió su lugar. Se hizo entonces un denso y expectante silencio. Al fin, tomando el micrófono entre sus temblorosas manos, la ponente comenzó.



- Vaya, que el reverendo me compare con el mismísimo San Pablo es un verdadero honor para  mí. Aunque totalmente inmerecido. No soy nadie. Al contrario que ese santo yo tengo miedo y estoy muy nerviosa, disculpadme. –Admitió añadiendo con voz trémula.- Éste es un paso muy importante para mí…



            Algún aplauso trató de animarla, ella sonrió con agradecimiento para decidirse al fin a comenzar.



-Me llamo Margaret Kendall. O al menos ese fue mi nombre hasta que me casé. Ahora soy la señora Derail. Muchos conocéis a mi marido, el embajador de Nuevo Vegeta…



            Unos cuantos murmullos entre sorprendidos y admirados se escucharon, otros incluso comentaban que esa mujer si les era familiar. Dejando eso de lado, Maggie continuó.



-Si alguien me hubiera dicho hace años que yo, una mujer atea, de vida réproba y pecaminosa, iba a tener este destino, jamás lo hubiera creído…-Hizo una breve pausa, tomó un cercano vaso de agua para darle un sorbo, humedecer sus secos labios y proseguir.- Veréis hermanos y hermanas. Ante el Señor y ante vosotros me confieso. En mi pasado fui alguien de vida muy lujuriosa. Disfrutaba manteniendo constantes aventuras con otras personas. Y lo peor, y lo más grave, era que esas personas eran de mí mismo sexo.



            Algunas exclamaciones de asombro e incluso horror se escucharon, sin embargo, la tranquilizadora presencia del reverendo a unos pocos metros, animó a la ponente a proseguir.



-Únicamente buscaba el goce carnal, me recreaba en la contemplación de otras mujeres, las deseaba, me deleitaba en la fornicación con ellas. Incluso pensaba en que amaba a algunas. Y sí, al menos, para mi punto de vista entonces, las amaba. Sinceramente, no veía nada de malo en ello. Además, era enfermera, me dedicaba a salvar vidas. Pensaba de mí misma que era una buena persona. ¿Cómo no iba a serlo? Entonces me embarqué en la SSP-2, la gran nave que todos conocéis, algunos incluso vinisteis hasta Nature en ella, al igual que lo hice yo. Bueno, allí, tras muchas peripecias, conocí al que hoy es mi marido. Al principio no me cayó demasiado bien. Aunque bueno,- sonrió divertida para remachar con humor.- Eso es algo que quizás sea aplicable a muchos matrimonios cuando se conocieron.

           

            Esas palabras provocaron algunas risas y más aplausos. Maggie lanzó un largo suspiro de alivio. Cada vez estaba más segura de sí misma y ganaba confianza. Al fin pudo continuar y una vez más lo hizo con seriedad.



-Por increíble que parezca los dos estábamos enamorados de la misma mujer. Sí, de una chica realmente guapa. Y yo tenía bastantes posibilidades de conseguir que me correspondiera. Pero, casi sin darme cuenta, él comenzó a atraerme. Primero por sus valores, su heroísmo y determinación, su sentido del honor. Aquello fue un shock para mí. Pasé a querer sentirme protegida, amada por un hombre, lo que a mi modo de pensar de entonces, era algo imposible. Y sin embargo, sucedió. Tuve la gran suerte de comprobar que él, a su vez, se sentía atraído por mí y que, de igual modo, se había enamorado sin darse cuenta. Sorprendimos a todos al anunciarlo. Pero la mayor sorprendida fui yo. Podéis creerme. Después nos casamos y quedé embarazada de nuestra hija. Ahí fue cuando el Señor me dio su mensaje. Pasé de ser una mujer joven que desperdiciaba su atractivo y sus atributos femeninos en estériles relaciones con otras mujeres, a convertirme en un proyecto de madre, el de alguien que iba a alumbrar una vida.



            La gente asentía con aprobación. Algunas voces incluso la jaleaban, gritando.



-¡Bien hecho!

-¡Viste la luz del Señor!

-¡Él te bendijo!…



            Aunque Maggie movió entonces la cabeza y sonrió, para sorpresa del auditorio algunas lágrimas resbalaron por sus mejillas y apenas pudo proseguir con voz quebrada.



-No, todavía el Señor no había obrado su milagro en mí. Eso sucedió cuando di a luz a mi niña…el parto se complicó… yo… ¡yo llegué a morir! Estuve clínicamente muerta. Y fue así como Dios me mostró el destino que podría haberme aguardado si no me hubiera apartado del camino de la iniquidad…



            Para asombro de sus oyentes la mujer les relató aquella terrible experiencia y apenas capaz de articular palabra por la emoción, remachó.



-Estuve en el Infierno. ¡Lo sé! Vi el sufrimiento de mi primer amor. Aquella pobre chica que era buena persona. O al menos eso creyó ella. La sociedad la apartó, no por ser invertida, sino por haber yacido conmigo cuando yo era menor. No supo o no pudo cambiar de vida tras su traumático paso por la cárcel y cometió el terrible pecado del suicidio.  Y todo vino a consecuencia de su antinatural pasión hacia mí. Pero también yo tuve la culpa puesto que compartía tal lujuria y la alentaba. Por eso, cuando retorné al mundo de los vivos, recé sin descanso por su alma… y por la mía. Por esa razón estoy aquí hoy, ante vosotros, hermanas y hermanos. Ahora estoy segura, yo estaba enferma y el Señor me sanó. Y hay muchas personas que siguen estándolo. Obligación de todos nosotros es advertirles de su mal camino y abrirles los brazos para que puedan cambiar. Sé…, sé qué hace poco, un querido amigo mío y maestro de mi hija, sufrió una terrible agresión por parte de una de esas personas. Pero hermanos y hermanas, no debemos odiar a esa pobre descarriada, sino compadecerla.- Sentenció entre murmullos de aprobación.- Igual que no fue tarde para mí, aún no lo es para ella…



            Y en tanto Maggie desgranaba su discurso unos atónitos y emocionados Stephanie y Byron la escuchaban. Para la muchacha, esa mujer a la que siempre había respetado e incluso envidado por tener semejante marido, la había dejado helada. ¿Cómo pudo haber sido una tortillera? Jamás lo hubiera imaginado. Sin embargo, sus palabras le habían despertado un sentimiento positivo. Humildemente Maggie había confesado ante todos ese terrible pecado, ese anatema, siendo valiente y capaz de admitir su culpa, cambiar y de enmendarse. Fue una lástima que Daphne no pudiera asistir con ella. Eso comentó Byron.



-Tenemos que contárselo a nuestra hermana. ¿Ves? Los invertidos son gente enferma. Se pueden curar. ¿Qué mejor ejemplo que el de la señora Derail?

-Sí, claro que sí. Quizás esa loca que atacó al pobre señor Martin tenga también una segunda oportunidad.- Declaró la chica, aunque eso sí, añadiendo con desdén.- Pero que sea lo más lejos posible de nosotros. ¡Es increíble! Hasta me pareció simpática cuando nuestra hermana me la presentó.

-Para que te fíes de las apariencias.- Comentó su hermano.-

-Y pensar que la muy descarada llegó a advertirme.- Se sonrió Stephanie, recordando con ironía.- Me dijo, ten cuidado, las bolleras están donde menos te lo esperas.

-Al menos en eso tenía razón.- Rio su hermano.-

-¡Pobre Dap! Seguro que esa zorra pervertida la estaba acosando. Por eso se quedó pálida cuando la vio venir por la calle.- Recordó Stephanie.-



            Su hermano asintió y ambos guardaron silencio ya, escuchando proseguir a la ponente que iba concluyendo su discurso.



-Por ello hermanos, os pido comprensión y paciencia. Yo he conocido a muchas de esas personas en mi vida. Y la mayoría no son malas. Es más, ellas creen que lo que hacen no está mal. ¡Y lo creen de corazón! Muchas de ellas viven ignorantes del riesgo en el que está su alma. Nuestra tarea es la de mostrarles el camino correcto. Se dice que Dios se alegra más que nada cuando un pecador se arrepiente y ve la luz. ¡Ayudémosles a verla!- Exclamó obteniendo un gran aplauso.- Hagámoslo entre todos.



            Maggie aguardó unos instantes hasta que las palmas se acallaron. Al fin concluyó entre un suspiro de alivio.



-Muchas gracias. Que Dios os bendiga.



            Y Corbin se aproximó a darle otro sentido abrazo entre más aplausos de los allí congregados. La mujer bajó del escenario con sentimientos encontrados. Por un lado, alegría y satisfacción por cumplir con su promesa. Feliz de haberse liberado de un gran peso. De otro, un creciente temor a que ahora se airease su vida y que, tanto su esposo como su hija, pudieran verse afectados. Pero entre otras cosas, había dado ese difícil paso adelante por Gloria. No quiso pensar en eso más y pasó a escuchar al reverendo que ahora retomaba la palabra con tono amable.



-Gracias hermana Margaret. Gracias por tus palabras llenas de amor y de ánimo. En verdad os digo a todos, hermanos y hermanas, que esta mujer que acaba, no solo de hablar aquí, sino de desnudar su alma ante todos nosotros, tiene un enorme mérito. Margaret, hablas en verdad como enviada del Señor, ofreces el perdón y la misericordia de las que Él eternamente hace gala. Quieres mostrar el Camino y sacar de la ignorancia a muchos de esos pecadores. Bienaventurados aquellos que te escuchen y sigan tus consejos. Sin embargo.- Añadió ya con el tono más severo que solía emplear en sus sermones.- Los hay que no quieren escuchar o que se creen más importantes que nuestro Señor. Y Dios hará con ellos como hizo con el rey David y el rey Salomón. Los ungió para que siguieran sus caminos y en tanto permanecieron fieles a su palabra, medraron. ¡Pero ay cuando cayeron bajo su propia lujuria y codicia apartándose del camino de Dios! No solamente ellos fueron castigados sino todo su pueblo. Por eso quiero advertir una vez más a Serenity y a Endimión. Ellos fueron vistos por muchos como faros de esperanza y como los enviados de Dios para nuestra salvación. Pero en verdad os digo que, a sabiendas o no, se han apartado de su camino…



            Así era, al menos eso pensaba Stephanie que asentía casi a cada palabra. Esos autoproclamados reyes de la Tierra incluso tenían a algunas de esas princesas planetarias que no se recataban en mostrarse públicamente como sáficas. ¡Era una vergüenza! Casi ni se atrevía a imaginar la clase de depravaciones que habría en ese palacio enorme en el que vivían. Y su amiga la princesa de Kinmoku no era mucho mejor, con esas guardianas capaces de mutar de hombres a mujeres. Algo totalmente antinatural, hasta diabólico. Aunque ahora, pasó a centrarse una vez más en las palabras del reverendo, quien, sustituyendo ese tono casi apocalíptico por otro más desenfadado, remachó.



-Pero no todo van a ser reproches y advertencias a los pecadores. Los justos también tienen derecho a divertirse. Por eso, para amenizaros esta reunión y recién llegado de la Tierra… un gran artista que además hace siempre gala de propagar la palabra de Dios con sus estupendas canciones.



            Y al punto un tipo de raza negra, con chaqueta y pantalones blancos y camisa oscura, adornado con varias cadenas de oro al cuello, subió al estrado. Tras abrazarse con el reverendo tomó el micrófono que éste le cedió…



-Mira Steph, ¡ese es Jeremía Case! – Indicó el sorprendido y entusiasmado Byron a su hermana.-

-Sí, para que luego esos invertidos digan que los creyentes somos unos carcas.- Repuso ella esbozando una gran sonrisa.-



            Y entre tanto el artista saludó a la concurrencia declarando mientras dos chicas, vestidas con ropa bastante discreta pero cómoda, se unieron a él.



-Es para mí un placer y un privilegio compartir esta tarde de predicación y fe. Espero que mis humildes canciones os hagan tener un buen colofón a esta hermosa jornada de alabanza a Dios…



            Y sin más, comenzó a sonar la música y ese tipo empezó a cantar con esas dos muchachas bailando a su alrededor…




Tenemos que rezar
Justo conseguirlo hoy
Dije que rezamos, (rezamos) Oh si, rezamos(rezamos)
Tenemos que rezar
Justo conseguirlo, rezar
Esa palabra rezamos

Toda mi vida deseé llegar hasta la cima
(Esa palabra rezamos)
Alguno dijo, no podría
Me dijeron no, pero no me detuve
(Esa palabra rezamos)
Trabajando duro hacienda esas películas todos los días 
(Esa palabra rezamos)
De rodillas todas las noches, Tú sabes que recé

Esta palabra rezamos ( rezamos, rezamos)

Tenemos que rezar
Justo lograrlo hoy
Dije que rezamos, (rezamos) Oh si, rezamos (rezamos)
Tenemos que rezar
Justo hacerlo, rezar
Esa palabra rezamos


Al poco la mayoría de los jóvenes se movían al ritmo de la música. Entre ellos Stephanie y Byron. La melodía era pegadiza e invitaba a ello. Hasta la propia Maggie no podía evitar dejarse ir y moverse con una azorada sonrisa.


Ahora solo pienso que tú
Puedes hacer lo que quieras
(Esa palabra rezamos)
Estoy reventando estas rimas
Ganando este dinero y no podría
(Esa palabra rezamos)



Perdona a mi gente a mi ciudad y mi camino
(Esa palabra rezamos)
Y de rodillas todavía voy a rezar

Esta palabra rezamos (rezamos, rezamos)



            Y aquel cantante al mejor modo de un concierto se movía a su vez por el escenario bailando y contagiando de su entusiasmo al público. Algunos hasta juntaban las manos mirando hacia arriba como si en verdad siguieran la letra…



Tenemos que rezar
Justo hacerlo hoy

Dije que rezamos, (rezamos) Oh sí, rezamos (rezamos)
Tenemos que rezar
Justo hacerlo ahora

Esa es la palabra que rezamos


Una y otra, y otra  vez
(Esa es la palabra que rezamos)



Seguí llamando, pero
Esa gente no me dejaría entrar
(Esa es la palabra que rezamos)
Intenté, intenté e intenté hacerme camino
(Esa es la palabra que rezamos)


Pero nada sucedió hasta el día que recé


Esta palabra rezamos (rezamos, rezamos)

Tenemos que rezar
Justo hacerlo hoy
Dije que rezamos, (rezamos) Oh sí, rezamos (rezamos)
Tenemos que rezar
Justo hacerlo, rezar
Esa palabra rezamos

Los niños muriendo, tan rápido desde aquí o desde allá
(esa palabra rezamos)
Necesitando ese dinero
Fumando esa droga o haciendo ese crack

(Esa palabra rezamos)


Diez años de edad, estando fuera
Mejor estar atento
(Esa palabra rezamos) 
Muerto, ido, nunca tuvo una oportunidad
¿De qué va todo? 

Esta palabra rezamos (rezamos, rezamos)

Tenemos que rezar
Justo hacerlo hoy


Dije que rezamos, (rezamos) Oh sí, rezamos (rezamos)
Tenemos que rezar
Justo hacerlo, rezar
Esa palabra rezamos


-Sí, es verdad.- Coreaba una entusiasmada Stephanie.- Rezamos…

Esa palabra rezamos

Esa palabra rezamos

Esa palabra rezamos


Esta palabra rezamos (rezamos, rezamos)

Tenemos que rezar
Justo hacerlo hoy


Dije que rezamos, (rezamos) Oh si, rezamos (rezamos)
Tenemos que rezar
Justo hacerlo, rezar
Esa palabra rezamos

En una misión, empezó la duda, Allá vamos
(Esa palabra rezamos)
Relájate, lee esas palabras que necesitamos saber
(Esa palabra rezamos) 


Viviendo alto, viviendo bien, viviendo mucho
(Esa palabra rezamos) 
Toma un minuto, compón una oración 
Y eres bueno para ir

Esta palabra rezamos (rezamos, rezamos)

Tenemos que rezar
Justo hacerlo hoy
Dije que rezamos, (rezamos) Oh si, rezamos (rezamos)
Tenemos que rezar
Justo hacerlo, rezar
Esa palabra rezamos


-Éste es el mensaje que debe llegarles a los jóvenes. Necesitamos a más artistas así. Que transmitan valores positivos. - Le susurró Corbin a Maggie que asintió con total convicción.-


Estamos enviando a Éste al Señor
(Esa palabra rezamos) 
Y te damos gracias y sabemos que debemos rezar

 Esa palabra rezamos


Porque todas las bendiciones que son buenas, provienen de arriba

(Esa palabra rezamos) 
Y una vez más queremos
Decir gracias al Señor con todo nuestro amor



Esa palabra rezamos (rezamos, rezamos)

Tenemos que rezar
Justo hacerlo hoy


Dije que rezamos, (rezamos) Oh si, rezamos (rezamos)
Tenemos que rezar
Justo hacerlo, rezar
Esa palabra rezamos

Esa palabra rezamos

Rezamos, rezamos

Rezamos, rezamos

Rezamos, rezamos

Rezamos, rezamos



Esa palabra, rezamos



(MC Hammer, Pray. Crédito al autor)



            Al terminar por supuesto la ovación fue tremenda y generalizada. El cantante tuvo que saludar haciendo unas cuantas inclinaciones y, tras llevarse ambas manos al pecho a modo de agradecimiento, sonrió retirándose. Maggie pensó que aquello era realmente genial. Sobre todo cuando Corbin le comentó.



-Desgraciadamente el camino del Mal suele ser más atractivo y hermoso en apariencia. Por ello tenemos que combatirlo con sus propias armas. A veces no basta con predicar la verdad. Hay que hacerla atractiva.

-Sí, es cierto.- Convino ella.- Ancha y hermosa es la puerta que lleva a la perdición. Porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida; y pocos son los que lo hallan.  - Recitó.-

-Mateo siete, versículo catorce. – Asintió su interlocutor con manifiesta aprobación.- Así es, hermana. El camino angosto representa a la gente que está en la religión verdadera...la cual es poca  y debe transitar por un sendero muy estrecho. Ese tránsito es difícil para los que intentamos seguirlo puesto que tiene que amoldarse a los principios de la Biblia, cosa que el resto de la gente no hace....y se burlan de nosotros por eso. 

-Sí, ya lo he observado. -Convino Maggie.- Y me apena mucho haber sido en otro tiempo una de esos pecadores que se reían de las advertencias que nos daba la Biblia.


            Su interlocutor no pudo ocultar su complacencia cuando, tras sonreír aprobatoriamente a su interlocutora, le explicó.



-Dices bien porque, el camino ancho, es el que toman las personas que dicen ser "cristianas" y no lo son, y la gente de las religiones no cristianas y ateas. Creen ir por un atajo y no obstante van camino a la destrucción, por no obedecer a Dios. Ya lo verás, en Armagedón van a ser destruidas. Ese camino es ancho, porque hay mucha gente recorriéndolo y es espacioso, porque es fácil hacer la vida que hacen esas personas, sin ajustarse a las normas de Dios – Afirmó su contertulio enumerando con tono censurador.- Inmoralidad, idolatría, mentiras, robos, engaños, religiones falsas, participación en guerras, odio al prójimo, etc.

-Sí, en mi caso era la inmoralidad.- Confesó Maggie con un suspiro de pesar.- Demasiada inmoralidad y depravación. Me pongo enferma solamente de pensar en ello.

-Pero, por suerte, tú te diste cuenta a tiempo gracias a esa revelación.- La animó el reverendo agregando con tinte optimista.- Estás purgando tus culpas y ahora eres grata a los ojos del Señor. Como lo fue María de Magda la.

-¡Gracias reverendo! - Sollozó ella con patente emoción.- Sus palabras significan mucho para mí.



            Y es que aquello la conmovía, ser comparada con semejantes figuras de los evangelios era un gran e inmerecido honor. Se enjugó algunas lágrimas ante la paternal mirada de su contertulio que declaró.



- No hay de qué. Al contrario. Una vez más, soy yo el que te agradezco en nombre de todos el valor que has demostrado al ofrecernos tu testimonio. Lo creas o no. Hoy has hecho mucho bien.



            La enfermera sonrió visiblemente complacida. Así lo pensaba. Se sentía muy bien tras haber hecho lo que consideraba correcto. Al poco se despidió del predicador y retornó a casa.



-Ahora a abrazar a mi marido y a mi hija. Y a dar muchas gracias al Señor por lo afortunada que soy al tenerles en mi vida. - Se dijo en tanto abordaba el deslizador de vuelta a su hogar.-



            En otro lugar de Nature, Dean no fue tan afortunado. Estaba jugando todavía, sin darse cuenta las horas habían volado y esos propósitos de estudiar se desvanecieron conforme iba pasando niveles del holo juego. Entonces el sonido de la puerta al abrirse y cerrarse le distrajo. Al instante, ese idiota de Gus hizo acto de presencia y su rostro lucía cara de pocos amigos.



-De modo que aquí estas, ¿eh?- Le abroncó.- Ya veo como estudias. Seguro que habrás sacado unas notas maravillosas para estar ahí perdiendo el tiempo.



            El chico no se molestó en replicar, además ¿Qué iba a poder decir?, menos todavía cuando ese cretino agregó.



-Tu madre me dijo que suspendiste el examen de historia, pero que le habías prometido estudiar. Ya se ve como cumples tus promesas. Pues no te preocupes. Yo sí que mantengo las mías.- Remachó acercándose con rapidez y arrebatándole la consola al muchacho con violencia.-

-¡Eso no es tuyo! - Se atrevió a gritarle él.-



            Gus contestó a esa protesta con una bofetada que derribó a Dean. Éste, entre atónito, furioso y asustado, se tapó la enrojecida mejilla.



-¡A mí no me levantes la voz, mocoso! - Estalló su interlocutor.- ¿Te has creído que, porque tu pobre madre es blanda, lo voy a ser también yo? Vas a estar castigado sin estos jueguecitos, ni salir hasta que apruebes tus exámenes.- Sentenció.-

-Tú no eres nadie para castigarme.- Siseó el chico con autentico odio en su tono y su mirada.-

-Ya verás como sí que lo soy.- Replicó su polemista.-

-Se lo diré a mi madre y te echará de nuestra casa. ¡Nunca debió dejarte entrar!- Espetó el muchacho.-



            Gus ya iba a atizarle otra torta cuando la voz de Ginger, entre horrorizada y llena de temor le detuvo.



-¡Basta Gus, déjale por favor!



            Nada más verla Dean corrió a abrazarse a ella. La pobre Gin había llegado justo en ese momento, tras dejar a Clarisa al cargo de la tienda. Su socia iba a cerrar hoy. Entonces subió a casa cuando escuchó gritos. Pensando lo peor no tardó en apresurarse, justo entraba cuando presenció aquello.



-¡Mamá, échale de aquí! - Gimió el chico.- ¡Échale, por favor!



            La consternada Ginger no sabía qué hacer. Su hijo no lo comprendía. Ella a fin de cuentas era una mujer y tenía necesidades. Y entonces, en el momento justo. Cuando creía que tendría que resignarse a estar sola, ese hombre llegó a su vida y se interesó por ella. Al fin había encontrado a alguien que la amaba. Con quien podía sentirse plena en todos los terrenos. Y no era mala persona. Al principio incluso congenió muy bien con Dean, pero luego el niño entró en la pubertad y la adolescencia. Esas eran épocas muy complicadas y el crío empezó a ser más rebelde y a suspender. Ginger se sentía mal viendo como chocaban y creía que Gus a veces era muy duro, pero que se conducía así por el bien del niño. Estaba claro que esa no era la forma de hacerlo, aunque enseguida quiso calmar a su hijo susurrándole con afecto.



-Todo se arreglará, cariño. Solamente tienes que esforzarte un poco más.

-¡No, no quiero, no mientras él siga aquí!- Sollozaba el muchacho mirando de reojo a ese tipo.-



            Aunque Gus aprovechó esa respuesta para dirigirse a Ginger con tono admonitorio.



-¿Ves lo que te digo? Ese chico se aprovecha de que eres demasiado consentidora. Y claro, el malo siempre soy yo. Porque no se lo consiento. Es un vago. Hay que estar permanentemente encima de él para que haga las cosas. Así jamás llegará a nada.

-Por favor, deja que yo me ocupe.- Le pidió Ginger quien trato de mostrarse algo más dura al dirigirse a Dean.- En eso Gus tiene razón. Debes hacer las cosas sin que tengan que decírtelas, hijo.



            Aunque aquella reprimenda no le sentó nada bien al niño. Apenas hubo terminado su madre de hablar, él a su vez la recriminó airado.



-Siempre estás de su parte. ¿Por qué?...Cada vez que él dice algo tú nunca le discutes.

-No es eso, cariño.- Pudo replicar la apurada Ginger.-

-No necesitas darle explicaciones a este mocoso.- Terció Gus.- Lo que tiene que hacer es estudiar, o de lo contrario que se ponga a trabajar. No hace más que vivir a la sopa boba.

-¡Tú sí que vives bien a costa de mi madre! - Estalló el chico separándose de la estupefacta Ginger.- ¿Qué haces en su negocio, eh? Te paseas por ahí como si fuera tuyo…



            Aquellas palabras enfurecieron a Gus que sujetó al chico por la pechera elevando una vez más su mano…



-¡Te voy a romper la cara, niñato insolente! - Le amenazó colérico.-

-¡No, quieto! - Exclamó Ginger corriendo a interponerse entre ellos.-



            Tras un breve forcejeo Gus soltó al muchacho que cayó al suelo una vez más. Ahora Ginger estaba en medio de su furibunda pareja y de su hijo. La pobre mujer, totalmente desbordada no sabía que hacer salvo llorar. Y aun fue peor cuando el chico siseó con odio.



-Algún día seré mayor y entonces no podrás tocarme nunca más. ¡Y si lo intentas te juro que te mataré!



            Hasta Gus mismo se quedó perplejo por aquella amenaza, y es que mirando a los ojos de aquel chico por un momento llegó hasta a creerle capaz de cumplir esa bravata. Pero no se arredró, al contrario, aquello hizo que su enfado creciera y replicó.



-¡A un correccional es a donde habría que enviarte! Si es que antes no te muelo a palos. ¡Sinvergüenza!

-¡Ya basta, os lo suplico, a los dos! - Intervino Gin con visible congoja.-



            Aprovechando que su madre se había aproximado a Gus, Dean no lo pensó dos veces, se levantó y salió corriendo, abrió la puerta de casa y escapó a la calle. Cuando Ginger quiso darse cuenta el muchacho se había ido.



-¡Dean!- Gritó la pobre mujer con los nervios rotos.-

-Yo le atraparé.- Intervino Gus presto para salir tras él.-

-¡No!- Exclamó entre lágrimas Ginger.- Te lo ruego, déjale, él volverá. Pero, ¡por Dios! No le pegues más.



            Su pareja exhaló un largo suspiro tratando de calmarse y al fin respondió de modo más moderado pero indignado aún.



-Lo haré por ti.  Y únicamente por ti me contengo de ir a agarrarle y darle una buena tunda. Ese mocoso merece que le den un escarmiento para que aprenda a respetar a sus mayores.

-Con la violencia no le enseñarás respeto.- Le censuró su angustiada interlocutora.-

-Es el único lenguaje que comprende.- Rebatió él.- Fíjate. Según me contaste había suspendido e iba a estudiar. ¿Quieres saber cómo me lo encontré cuándo llegué? Jugando a marcianitos. Sabe que tú nunca le vas a regañar en serio, y que le bastará con mirarte con cara de bueno para que le perdones todo.

-Es mi hijo.- Se defendió amargamente ella.- Tú no puedes entenderlo. Él… llegó a mi vida y le dio sentido. Estaba solo en el mundo. Perdió a sus padres y necesitaba amor. Y yo tuve alguien por quién luchar, a quien querer. Sobre todo cuando supe que yo no…



            La atormentada mujer recordaba cómo, tras el ataque devastador en la SSP-1, el doctor Ginga le recobró sus piernas con aquel tratamiento milagroso. Sin embargo, eso tuvo un efecto secundario tan inesperado como terrible. Aquel suero le privó también de su capacidad de tener hijos biológicos. Recordaba como el apurado doctor le pidió disculpas una y otra vez. Un día cuando, tras algunos análisis, lo descubrió. Meses después de la Terraformación de Bios. Le envió un mensaje explicándole lo ocurrido y pidiendo perdón. A lo que Ginger respondió entonces que no era culpa suya y que siempre le estaría agradecida. En ese momento lo tomó por un altísimo precio a pagar por recobrar su vida. Sin embargo, a veces lloraba en silencio. Por eso, cuando adoptó a Dean, esa herida desapareció. De un modo u otro el destino la había compensado dándole por un lado lo que le había quitado por otro. Y ahora ese niño que tanto había deseado y al que tanto amaba, le producía este tremendo dolor por aquellos terribles desencuentros con su pareja. La otra cosa que la vida le había al fin brindado tras tanto tiempo de espera. Gus la escuchó relatar aquello y al fin suspiró intentando calmarse, en esta ocasión fue algo más conciliador al replicar a su sollozante interlocutora.



-Lo siento. No debí perder los estribos.- Se disculpó moviendo la cabeza para aseverar.- Sé que le adoptaste y que desde el primer momento te volcaste con él para darle la familia que perdió. Comprendo que le quieras. Es lógico. Pero Gin, no confundas el amor con ser blanda. Precisamente porque le quieres tanto debes desear que se haga un hombre de provecho. Y está claro que, aquí, no lo va a lograr por este camino.

-¿Y qué quieres que haga entonces?- Sollozó ella completamente abatida.-

-Quizás Dean debería estar en un sitio donde deba seguir unas normas y tengan control sobre él. Eso le haría mucho bien. Tú no puedes estar pendiente de educarle a todas horas, sé lo mucho que trabajas.



            Ginger no replicó a eso, era cierto. Se limitó a escuchar a Gus que ya hablaba con tono más amable y suave.



-Hablé con el padre Michael, el del colegio neo religioso al que va Dean. Le vi una tarde que salía del café. Allí van los hijos de personas muy importantes aquí, por eso sé que, pese al sacrificio económico que te supone, quisiste matricularle en ese centro. Le conté un poco el caso de Dean.  Coincidió conmigo en que el chico podría rendir muchísimo más. Allí le tienen metido en vereda. El problema aparece cuando está en casa. Me dijo que tienen internado. Y que sus alumnos que residen en el mismo están muy bien educados en valores y moralidad.

-Pero, yo…- Musitó la atónita Ginger añadiendo, no sin malestar.- ¿Cómo se te ocurrió tal cosa sin consultarme?

-Solamente me informé. No le prometí al sacerdote nada al respecto.- Repuso inmediatamente Gus.- Por supuesto la última palabra la tienes tú. Pero ya le has oído. Dice que quiere matarme.

-No, no dijo eso exactamente.- Rebatió la apurada Gin alegando consternada.- Y además, solo es un niño. No piensa en serio eso.

-Ojalá que tengas razón, sin embargo me ha preocupado.- Le confesó Gus posando suavemente sus fuertes manos sobre los hombros de su pareja.- Y sabes bien que no soy fácil de inquietar.

Al menos de ese modo. Únicamente te pido que lo pienses, porque algo habrá que hacer. O puede que en poco tiempo sea demasiado tarde ya.



            La angustiada Ginger asintió despacio. No tenía la menor idea de qué sería mejor para su hijo y eso la asustaba. Entre tanto, lleno de rabia y desconsuelo, Dean corría por las calles de la ciudad apenas iluminadas por algunas farolas difusas. No sabía a donde ir, únicamente podía correr tratando de escapar de aquella pesadilla en la que se había convertido su vida.







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