viernes, 2 de junio de 2017

GWTN22. Visto para sentencia.


Tras haber dicho su nombre, muchacha aguardó con gesto nervioso pero decidido, el fiscal entonces le preguntó.



-¿Es usted hermana de la señorita Daphne Kensington?

-Sí. Su hermana pequeña.- Precisó la interpelada.-

-¿Estudia usted en el colegio religioso de la Fe donde su hermana mayor da clases?

-Sí, señor.- Contestó Stephanie.-



            Hastings asintió, luego, mirando a Sabra, inquirió una vez más a su testigo.



-¿Conoce usted a la señorita Levi? La acusada…

-Sí, mi hermana me la presentó. Nos encontramos con ella un día, cuando íbamos de compras.

-¿Habló con usted?- Quiso saber el fiscal.-

-Sí, charlamos un poco.- Repuso Steph.-

-¿Se mostró agresiva?

-No, me pareció simpática entonces… y muy femenina.- Afirmó sinceramente la muchacha.-



            La propia Sabra suspiraba aliviada. Esa niña era testigo de la acusación y casi parecía haber sido llamada por la propia Kerria, no obstante la letrada no estaba tan tranquila. Por desgracia las siguientes preguntas le dieron la razón.



-¿Qué paso luego?...

-Mi hermana Dap, bueno, Daphne se enfadó.- Comentó la testigo.-

-¿Por qué motivo?- Se interesó Emmanuel.-

-Esa mujer empezó a hablar de las lesbianas.- Recordó con disgusto la muchacha.- Comenzó a decirme algunos nombres, tortilleras, bolleras, y cosas así. Daphne le dijo que esas palabras no debían decirse y que nuestros padres no lo aprobaban.

-De modo que su hermana quiso apartarla a usted de la conversación con esa mujer. ¿Es eso correcto?

-Sí.- Asintió Steph.- Luego esa mujer se disculpó, y cuando se marchaba me dijo algo así como que tuviera cuidado, que las bolleras estaban donde menos se esperaba…



            Hubo algunos murmullos en la sala. Hastings se sonrió mirando las expresiones de los miembros del jurado. Aquello era bastante clarificador. Daba la impresión de que la acusada poco menos que había estado insinuándose a la testigo, que además era menor.



-No fue así como pasó.- Le susurró Sabra a Kerria explicándole.- Quise disimular ante esa cría porque Daphne estaba aterrada… Tenía mucho miedo de que su hermana pudiera sospechar algo de lo nuestro. ¡Me fingí casi una homófoba! Para engañarla.

-No te preocupes. Ahora es mi turno.- Repuso su abogada.-



            Y en efecto, dado que Hastings se dirigió a la juez para indicar que había terminado.



-No hay más preguntas, Señoría.

-Con la venia, la defensa desea interrogar a la testigo.- Intervino Kerria.-

-La defensa puede proceder.- Concedió Olivier.-



            Turno de la abogada para ponerse en pie y aproximarse a la muchacha. Sonriente, la saludó con cordialidad, consciente de su juventud.



-Hola Stephanie. Veo que eres muy jovencita. Dinos, ¿cuántos años tienes?

-Hace poco que cumplí los catorce. – Declaró la chica escrutando a la letrada con su mirada. -

-Bueno, ya estás hecha toda una señorita.- Afirmó Kerria para comenzar con sus preguntas, o más bien recordando lo que la propia muchachita comentó.-¿Dijiste que la señorita Leví te pareció muy simpática?

-Sí, eso me pareció.- Admitió Steph.-

- E incluso que iba muy femenina. ¿Me ha dicho que alabaste su vestuario, no es así?

-Así es.- Reconoció sin ningún problema la niña.- Llevaba un conjunto muy… bonito.- Matizó algo ruborizada.-

-¿Y te dio la impresión de ser agresiva o de mirarte de alguna manera extraña?- Inquirió la abogada.-

-No, no me la dio.- Afirmó la niña, aunque entonces sí que agregó.- Pero sí que miraba mucho a mi hermana.

-Pero, ¿de forma rara?- Inquirió Kerria con tono de incredulidad.-

-Bueno, no sé. Decía que eran amigas. Daphne me contó que era una antigua compañera de clase.- Dudó la muchacha.-

-Entonces es lógico que la señorita Levi se preocupase por tu hermana y si pensara que alguien estaba tratando de molestarla, interviniera, ¿no crees?

-Sí, puede ser.- Admitió la cría.-

-Gracias, no hay más preguntas.- Repuso Kerria, dirigiéndose a la muchacha.- Has sido muy amable.



            Steph estaba sorprendida, pese a todo le impuso respeto estar junto a esa mujer, una cantante a la que admiró de niña, aunque después descubrió que era lesbiana y eso hizo que no quisiera escucharla más. Su madre les había prohibido escuchar su música en casa, aunque ella hubiera jurado que a veces Dap seguía poniendo alguno de sus temas. En ocasiones los había oído sonar tras la puerta de la habitación de su hermana.



-Canta muy bien, eso no se puede negar.- Se admitió.-



            Lo que nunca pudo imaginar es que también fuera abogada. Y en persona ciertamente era muy atractiva, más alta incluso de lo que parecía en la holo tele. Tanto que podría haber sido modelo perfectamente. Además, daba la impresión de ser agradable. Pensando en eso se dispuso a bajar del estrado cuando el fiscal intervino.



-Perdón, Señoría. La acusación quisiera confirmar una cosa con la testigo antes de que se retirase.

-Muy bien.- Convino la juez.- Si no se extiende mucho, puede proceder.



            Emmanuel fue directo al grano, tras pedirle a la niña que tomara asiento de nuevo, le preguntó.



-¿Steph, qué te parece que esa mujer, la acusada, diga que ella y tu hermana son novias?



            Un tenso silencio acompañado de algunos murmullos se extendió por la sala. La propia Kerria miró a su colega con estupor y desaprobación. ¡Eso no era asunto de aquella cría! Sin embargo, Stephanie no se recató en contestar con tono que incluso daba la sensación de ser compasivo al referirse a la encausada.



-Me parece que esa pobre chica está enferma.  A mi hermana no le gustan otras mujeres, jamás le gustarían.- Sentenció con rotundidad.-

-Señoría, debo protestar. El fiscal está dando carta de naturaleza a la opinión de una niña, para prejuzgar el estado mental de mi defendida.- Terció Kerria.-

-Señor fiscal.- Declaró la juez.- Sabe usted que su testigo no es psicóloga, ni tiene ninguna cualificación para describir la salud mental de la acusada. El jurado no tendrá en cuenta esa valoración.



            Sentenció, dirigiéndose ahora a los siete que atendían con gran interés a aquel interrogatorio.   Por su parte, Sabra miró a Kerria con una sonrisa. Al menos su defensora había desbaratado aquello. Sin embargo, Hastings retomó la palabra sin parecer afectado por aquel aparente revés.



-Con la venia, Señoría. Por supuesto que no pretendo que ese comentario de la testigo, sea susceptible de pasar por la opinión de un profesional cualificado en la materia. No obstante, en base a que la testigo ha conocido y hablado con la acusada, me parece pertinente que exprese su opinión. Por otro lado, ella no es psicóloga, pero conoce a su hermana desde que nació. Ha convivido con ella y esa aportación sí que la considero relevante.

            Kerria se levantó nuevamente y ejercitó una vez su derecho a la protesta, matizando.



-Señoría, por mucho que esa niña crea que conozca a su hermana, hay cosas que únicamente pertenecen a la intimidad de cada persona. La señorita Kensington no puede estar segura al cien por cien de esa aseveración.

-A mi hermana no le gustan las mujeres, no es una bollera de esas.- Replicó Steph, visiblemente molesta.-



            Los murmullos arreciaron en la sala. Olivier tuvo que imponer el silencio con su mazo.



-Orden.- Intervino la magistrada, reprendiendo suavemente a la muchacha.- La testigo no responderá a ninguno de los letrados si no es interpelada en pregunta directa por ellos.

-Perdón.- Musitó la cría.-



            Enmanuel se dio cuenta de que estaba perdiendo puntos, pero hábil como era y atesorando tanta experiencia como tenía, enseguida maniobró para preguntar a la niña.



-Hay algo que la propia acusada ha admitido, su interés por tu hermana mayor. En base a eso, ¿Cómo explicas lo ocurrido entonces?- Preguntó el abogado.- ¿Crees que debido a esa digamos, atracción que sentía por Daphne, esa mujer pudo pensar que el señor Martin Carson estaba molestando a tu hermana, tal y como ella misma asegura?

-Señoría, protesto.- Insistió Kerria.-

-No es este caso, letrada. Está en el sumario que su defendida manifestó ese interés por la hermana de la testigo.- Contestó la juez.-

-Repito mi objeción. La respuesta de la testigo será únicamente especulativa.- Respondió la interpelada.-

-Lo mismo se podría aplicar a lo que la acusada ha manifestado, acerca de los sentimientos de la señorita Daphne Kensignton.- Contestó Hastings.-

-En este caso voy a permitir que la testigo de su opinión, ha sido llamada entre otras cosas, para eso, y para documentar lo ocurrido. Tenga la amabilidad de repetir su pregunta, señor Hastings. - Indicó la juez.-



            Kerria suspiró resignada, con la preocupada mirada de Sabra y Olivia. El fiscal por su parte obedeció de inmediato el mandado de Olivier.



-Stephanie, únicamente a título de opinión tuya personal. ¿Crees que debido a esa digamos, atracción que sentía por Daphne, esa mujer pudo pensar que el señor Martin Carson estaba molestando a tu hermana, tal y como ella misma asegura? ¿Le has visto molestar así a alguna otra mujer o compañera tuya en el colegio?



            Hubo murmullos en la sala. El mismo Martin estaba perplejo y hasta inquieto ahora ¿A qué jugaba su abogado? ¿A pintarle a él como una especie de pedófilo? Por fortuna para él, ante aquella pregunta Stephanie casi se rio moviendo la cabeza con rotundidad. Miró al maestro que la observaba con la misma atención del resto, sonrió y él le devolvió esa sonrisa con expresión alentadora. Al fin, la cría no tardó en replicar.



-El señor Martin es el hombre más estupendo del mundo. Mi hermana le quiere mucho. Yo misma los he visto. Esa mujer debió de ponerse celosa. Pero Daphne es muy buena y seguro que intentó comprenderla. Porque, en mi opinión, la acusada está enferma, hay que compadecerla…



            La cría miró ahora hacia el fondo de la sala. Allí sentados estaban sus padres observándola con orgullo, su hermano Byron y también su hermana mayor. Daphne había sonreído levemente cuando Steph comenzó a testificar, recordando eso del vestuario. Sin embargo, su sonrisa se congeló al ir escuchando lo siguiente. Pese a todo trataba de mostrarse animosa cuando su hermana la miraba en busca de su apoyo. Y es que quedó tan sorprendida como el resto de su familia cuando llegó esa citación. Al principio creyó que era para ella. Hubiera sido lo normal. Pese a tener que debatirse entre el temor a tener que declarar y el deseo de hacerlo para ayudar a Sabra.  Lo que jamás pudo imaginar fue que sería Stephanie quien lo hiciera. Ahora sufría lo indecible oyendo aquello y agradecía estar sentada al fondo y no ser vista ni tan siquiera por su ex pareja o la abogada de ésta, quién fue precisamente la que solicitó a la juez tras escuchar esa declaración.



-Señoría, ¿puedo intervenir?

-Si el señor fiscal ha concluido definitivamente con la testigo, la defensa tiene a su vez el derecho de otra réplica.- Concedió Olivier.-

-He concluido.- Repuso Hastings.-



            Kerria volvió de nuevo a aproximarse al estrado, esta vez su tono no fue tan cordial. Más bien sonó entre desencantado y entristecido.



-¿Por qué crees que la señorita Levi está enferma?

-Pues porque se cree que mi hermana es como ella.- Contestó la muchacha evidenciando un marcado tinte despectivo.-

-¿Y cómo crees que es ella? Me refiero a la señorita Levi.- Inquirió Kerria fingiendo no comprender, para matizar.- ¿Quieres decir que es celosa? Las amigas lo son a veces.

-No, no me refiero a eso.- Rebatió la cría.- Esa mujer no es como Dap…, como Daphne.- Matizó ahora dándose cuenta de donde estaba.- Mi hermana es una chica normal.

-¿Qué significa eso?- Quiso saber la letrada añadiendo no sin retintín y algo de sarcasmo.- ¿Normal en qué sentido?

- Quiero decir que mi hermana no es una invertida…- Sentenció Steph.-



            Esas palabras atronaron en la mente de Daphne. Bajó la mirada consternada. Igual que la vez anterior cuando Stephanie lo había vuelto a asegurar. Por fortuna, su hermana no la prestaba atención a ella ahora, sino a los murmullos que se escucharon en toda la sala y a la mirada de reproche que lucía la abogada defensora.



-¿Qué es eso de invertida?- Preguntó la letrada con un evidente malestar que apenas si podía ocultar.-

-¡Protesto!- Terció Hastings.- La abogada sabe perfectamente el significado de ese término.

-Con la venia, Señoría. Quizás sea la testigo quien no comprende el término.- Replicó Kerria, aseverando.-  Puede que, sin pretenderlo, lo esté utilizando mal. Desearía que lo aclarase, a fin de estar seguras de que hablamos de lo mismo.

- No hay lugar a la protesta.- Repuso Olivier.- La testigo deberá responder.

-Bien, Steph. ¿Puedo llamarte así?- Inquirió Kerria tratando de suavizar un poco ese momento tan tenso.-



            De hecho, esas palabras dichas con tanto desprecio le habían molestado bastante. De haberse tratado de un testigo adulto le habría machacado sin contemplaciones. Sin embargo, Stephanie no era más que una niña. Solo decía lo que le habían inculcado. Y además, dejarla en mal lugar o presionarla en exceso sería contraproducente. Cualquier miembro del jurado simpatizaría con esa chiquilla y eso pondría en muy mala situación a la defensa. Kerria estaba asimismo confusa. Había luchado contra los prejuicios y la homofobia durante años, pero jamás tuvo que enfrentarse así a una cría, por ello aguardó pacientemente hasta que la testigo finalmente contestó.



-Me da igual, como usted quiera.

-Por favor, explícanos que entiendes por desviada.- Le pidió su contertulia con el tono más calmado y suave que pudo.-



            La muchacha se tomó unos instantes de reflexión hasta contestar…



-Una mujer que quiere estar con otras mujeres. ¡Ya me entiende! De esas que se acuestan juntas. Usted lo sabe de sobra.- Agregó de golpe dejando atónita a su inquisidora, a la juez y a casi toda la sala, remachando con censura en su tono.- ¡Usted dijo que lo hacía!



            Ahora sí que hubo un agitado y más sonoro intercambio de rumores y habladurías en la estancia, la juez tuvo que intervenir también haciendo sonar su mazo nuevamente para exigir.



-Orden en la sala. Guarden silencio.- Y cuando al fin se produjo éste, Olivier se dirigió a la muchacha y le dijo con tono entre paciente y admonitorio.- Debes guardar la compostura y no dirigirte a la señorita Malden en esos términos. Te está preguntando en nombre de la defensa, en su papel de abogada. No viene a cuento mezclar su vida personal.

-Lo siento.- Musitó la niña bajando la mirada.- No quise ofenderla.

-Está bien. No me has ofendido. Yo soy lesbiana, sí. No tengo ningún problema en admitirlo.- Repuso conciliatoriamente Kerria para añadir casi como si estuviera hablando con su propio hijo.- Pero aquí no se está juzgando eso. Y no se juzga porque no es ningún delito, Steph. No se puede castigar a nadie por amar a otra persona. ¡O por no amarla! Sea de su mismo sexo o no. Es muy triste tener que fingir y hacer algo que no se desea solamente para quedar bien a ojos de quienes no quieren comprender ni aceptar lo que otros sienten. No puedes ni imaginar el calvario que muchas personas tienen que sufrir…



            Escuchando aquel hermoso discurso Daphne tenía los ojos llenos de lágrimas. No quería levantar la vista y rezaba porque ni sus padres, ni su hermana la viesen así. Por suerte para la agitada maestra su hermana prestaba atención también a la abogada, absorta incluso en esas palabras. Le había sorprendido quizás, más que el contenido de ese discurso, la emoción con la que Kerria las decía.



-No sé si eso se está juzgando aquí o no. – Replicó la cría mirando ahora a Sabra con hostilidad.- Solamente sé que esa mujer casi mata al señor Martin. Y todo porque quiso interponerse entre mi hermana y él. No sé si la declararán culpable o inocente. Pero me da igual, yo nunca la perdonaré, ni a ella, ni a las que son como ella. Ni las quiero cerca de mí. - Sentenció con una dureza impropia para una cría de su edad.-



            Kerria estaba tan impactada por esas palabras que ni tan siquiera hizo amago de replicar enseguida. La propia juez estaba perpleja. Hasta los miembros del jurado se miraban entre ellos con gestos atónitos. Al fin, la abogada pudo decir, mirando con el pesar reflejado en sus ojos a la niña.



-Es muy complicado conocer el corazón de las personas, y lo que en verdad sienten. Tú hablas muy segura, pero eres joven todavía para poderlo entender. Verás, Steph, yo misma tuve que luchar mucho contra mí misma para admitir como era, y cuando lo confesé, mis propios padres y mi hermano se quedaron perplejos. ¡Jamás lo habían imaginado y me habían visto nacer! Por eso, nunca puedes estar segura al cien por cien de nada.

-¿Está usted acusando a mi hermana de ser una lesbiana y de ocultarlo?- Inquirió la cría.-



            A Daphne le dio un vuelco al corazón, al oír eso. Totalmente avergonzada no se atrevía a devolver las miradas que sus padres y su hermano le dedicaron. Por suerte para ella, la atención de estos y del resto fue de inmediato al estrado.



-La testigo ya ha sido advertida de no interpelar a los letrados. Si vuelve a repetirlo será acusada de desacato.- Resonó la voz esta vez más severa de la juez.-



            Aunque fue Kerria quien curiosamente salió en defensa de Steph, afirmando.



-Está bien, Señoría. Le ruego que lo permita. No tengo inconveniente en responder a eso.

-Muy bien, si la letrada no tiene inconveniente, la testigo puede interpelarla directamente.- Concedió la magistrada.-



            Kerria asintió y tratando de esbozar una leve sonrisa conciliadora, en efecto contestó.



- Mira Stephanie, yo no acuso a tu hermana de nada. Ella no está siendo juzgada, y mucho menos valorada por lo que pueda sentir. Tampoco yo lo sé. Pero es muy triste que una chica tan joven y tan bonita como tú tenga tanto odio dentro contra otras personas sin ninguna razón. Únicamente por que amen a alguien de su mismo sexo. Y lo más desolador es que no es culpa tuya. Te lo han imbuido.

-Yo nunca he atacado a nadie.- Contestó Stephanie molesta ahora.- ¡Ella sí! - Remachó señalando a Sabra que también estaba perpleja e incluso consternada tras oír aquello.-



            Suspirando con resignado pesar, Kerria se dirigió entonces  a Olivier.



-No hay más preguntas, Señoría.

-La testigo puede retirarse.- Indicó la juez, también aliviada por ello.-



            Stephanie iba a bajarse del estrado, pero antes de hacerlo, dedicó una mirada entre conciliatoria y decepcionada a Kerria, para decir prácticamente recriminando a su interlocutora.



-Cuando era pequeña yo la admiraba. Usted era todo lo que me habría gustado ser. Guapa, inteligente… buena cantante… ¿por qué  tuvo que estropearlo?...¿por qué se apartó así de lo que es normal?



            En un primer momento la interpelada no supo que decir a eso, aunque al fin, musitó con tristeza.



-Lamento mucho que pienses así…



            La cría no volvió a mirarla ya, se levantó y acercándose hasta el lugar de la acusación se fundió en un abrazo con Martin. Éste la acogió entre sus brazos y la acarició el pelo susurrándole lleno de agradecida amabilidad.



-Has estado fantástica, Steph. Tu familia debe de estar muy orgullosa de ti.

-Gracias, señor Martin. Espero que encierren a esa mujer por mucho tiempo.- Replicó la niña poco antes de separarse del abrazo e ir junto a sus padres y hermanos.-



            Estos en efecto la miraban con orgullo, también Byron que la felicitó, pero no podía decirse lo mismo de su hermana mayor. Daphne estaba temblando de pesar y de angustia.



-¡Dios mío! Tengo que poner fin a esto.- Se decía tratando de reunir el valor suficiente.-



            Entre tanto, la juez convocó una vez más a los letrados. Entonces les preguntó.



-¿Tienen algún testigo más?



            Ambos movieron la cabeza. Así pues Olivier decretó.



-Hay un receso de una hora, preparen sus alegatos finales. Después, comunicaré las tres sentencias alternativas y  aguardaremos la resolución del jurado…



            Kerria se volvió junto con su defendida y Olivia. Las tres salieron hacia la sala que tenían acondicionada para descansar. Aunque Sabra estaba ahora más cabizbaja. Oír a esa cría le había impresionado. Nunca pudo imaginar algo así. Hablaba como una fanática. Ahora entendía la preocupación de Daphne. Sabía que su novia era sensible y cariñosa, que  quizás, ser el blanco del desprecio y del odio de su hermana, sería más de lo que pudiera soportar.



-Ahora ha llegado el momento.- Dijo Olivia entre tanto, intentando animar a su compañera. - Vamos Sabra. Ten confianza en Kerria.

-Ha sido penoso, lo sé. - Afirmó ésta tratando de alentar también a su cliente para añadir.- Esa niña ha dicho cosas muy duras y terribles.

-Sí, por eso mismo me siento tan mal por Daphne. – Les confesó la compungida israelí.-



            Aunque para su sorpresa y la de la mejicana, la letrada les contestó con mejor ánimo.



-Sin embargo eso, lejos de perjudicarnos, nos ha beneficiado. Ha mostrado a todos el odio latente que hay en muchas personas de este planeta hacia el colectivo gay. Eso ha ido en detrimento de la acusación. Sobre todo viendo la cara de Olivier. Espero que sus sentencias alternativas sean menos severas ahora. Especialmente la peor de las tres…y que el jurado se incline a la benevolencia.



            Eso era un rayo de esperanza. Tanto Sabra como Olivia asintieron deseando que así fuera.  Llamaron entonces a la puerta. La propia Kerria fue a abrir, al hacerlo se encontró casi de bruces con…



-¡Daphne!- Exclamó atónita.- ¿Qué haces aquí?

-Quiero testificar, Kerria. ¡Quiero hacerlo! - Le pidió la muchacha que sollozaba con manifiesta zozobra.-



            La abogada tardó unos instantes en recobrarse de la sorpresa. Esa joven era la última persona que esperaba ver allí. Sin embargo, al fin se centró en lo que le estaba proponiendo.



-¿Estás completamente segura de eso, Daphne?- La interrogó en tanto la apartaba de la entrada haciéndola pasar para que nadie la viera.-

-Sí, nunca en toda mi vida estuve más segura de algo.- Sentenció la joven maestra.-



            Sabra se levantó como un resorte de la silla al verla entrar. No hubo palabras entre ellas, la rubia corrió a abrazarla y tras mirarse intensamente durante unos segundos, las dos se fundieron en un beso apasionado que hizo incluso que tanto Olivia como Kerria mirasen educadamente hacia otra parte.



-Bueno, esto sí que lo cambia absolutamente todo.- Comentó la abogada con una sonrisa.- Ahora sí tenemos una posibilidad. Iré a decírselo a la juez.-Remachó disponiéndose a salir a toda prisa.-

-Espera un momento, Kerria.- Le pidió Sabra.-



            La abogada se detuvo en tanto la israelí preguntaba a su pareja sin dejar de abrazarla emocionada.



-¿Estás segura?. Después de oír a tu hermana…

-Precisamente por eso.- La interrumpió Daphne.- No puedo soportar ver como el odio y los prejuicios  la consumen más y más. No, ¡basta ya!, basta de que considere a las personas gays como si fueran…como si fuéramos unos monstruos.- Rectificó con decisión.- Porque no somos monstruos, somos seres humanos. Kerria tiene razón,  tenemos todo el derecho a amar a quien nos mande nuestro corazón y te quiero a ti, Sabra y  también a mi familia, siempre lo he hecho y siempre lo haré.., aunque ellos no me acepten cuando lo sepan.- Sollozó finalmente hasta romper a llorar.-



            La israelí volvió a abrazarla más intensamente, derramando lágrimas a su vez. Incluso Olivia tenía que enjugárselas presa de la emoción. Por su parte, tras haber oído aquello, Kerria sonrió ampliamente. Esa muchacha había conseguido hacer algo muy difícil. Vencer en la mayor batalla de su vida. Vencerse  a sí misma y a sus miedos. No ignoraba que dar ese paso le supondría el comienzo de un duro camino, lleno de incertidumbre, incomprensión y tristeza. Pero también significaría ser libre, despojarse de una tremenda carga, aceptarse plenamente a sí misma y poder amar a quien quisiera.



-Esperadme aquí, vuelvo enseguida.- Comentó la abogada.-



            Y corrió a informar a la juez Olivier. Entre tanto, Olivia tuvo una llamada de la base, contestó su teléfono y salió para hablar fuera.



-Sí, sí señora.- Comentó sonriente.- Todo parece que se va a arreglar. Bueno, está a punto de concluir el proceso. Ya la informaré cuando acabe. Muy bien, a sus órdenes.



            De hecho fue Susan quién había llamado, colgó el teléfono con visible alivio. A juzgar por el tono animado de su subordinada la cosa parecía no ir tan mal.



-Al menos eso parece que va bien.- Se dijo.-



            Su marido volvió tarde. Ahora dormía, cansado incluso para alguien de su constitución tan especial. Sin embargo, Susan pensaba que ese agotamiento era más mental que físico. Y ella iba a salir hacia la base, pero primero iría a llevar al colegio al pequeño Alex.



-¡Vamos cariño! Tienes que volver al cole.- Sonrió.-



            Y es que, pese a ser tarde ya, el crío tenía actividades extraescolares. De hecho le apuntaron a ellas porque en muchas ocasiones, ni Giaal ni la propia Susan, podían hacerse cargo del pequeño debido a sus exigentes agendas laborales.



-Espero que todo se resuelva bien, y que Nelly también tenga suerte.- Pensaba en tanto iba a buscar a su hijo a la habitación en la que jugaba.-



            La propia Nelly ya había sido puesta en libertad. Tras la mediación del abogado enviado por su padre, las autoridades le confiaron la custodia de la cría al letrado que enseguida la llevó a su casa.



-Bien, ahora te reunirás con tu padre. Te está aguardando impaciente.- Le contó ese hombre.-



            Ella no lo creía desde luego. De modo que, cuando el deslizador de ese tipo se detuvo cerca de su residencia, la muchacha no tuvo prisa por bajar. Una vez lo hizo caminó despacio hasta la casa. Allí, antes de que llegase ante la puerta, ésta se abrió. Era su padre. Edgar la miraba con gesto inexpresivo, desde luego no podía saberse si se alegraba de verla o lo lamentaba. Aunque eso no fue lo que realmente sorprendió a Nelly dado que no estaba solo, una mujer le flanqueaba a su derecha.



-Hola papá.- Pudo musitar con tono alicaído.-

-Pasa.- Le pidió secamente él.-



            Y aquella individua al lado de su padre, de unos cuarenta años, pelo castaño no muy largo y ojos avellana, la escrutó con la  mirada. Nelly la observó extrañada a su vez. ¿Quién sería? Pasaron todavía unos segundos hasta que la individua en cuestión se dirigió a ella con un tono que trataba de ser amable.



-Así que tú eres Nelly, me han hablado mucho de ti.

-¿Dónde está Orix?- Quiso saber la chica por toda contestación.-

-¿Dónde están tus modales?- Terció su padre evidenciando disgusto ahora.- Ni siquiera has saludado a esta señorita.

-Los dejé en el hospital.- Replicó altivamente Nelly.-



            Aquella mujer, viendo claramente que el ambiente se tensaba por momentos, sonrió interviniendo con tono jovial.



-Me llamo Kassandra Weiss. Soy... una amiga de tu padre. Encantada de conocerte.

-Kassandra vive ahora aquí, espero que te hagas a la idea.-Añadió Edgar con tono poco cordial.-

-Solamente quiero saber dónde está mi hermano. No me importa lo que tú hagas.- Afirmó despectivamente la chica.-

           

Y es que tras su odisea y el dolor que tuvo que padecer al verse repudiada había cambiado. Al menos ese hombre ya no significaba nada para ella. Solo pensaba en Orix. Al fin, fue paradójicamente esa extraña quien daba la impresión de preocuparse más por ella y responder en un tono que trataba de ser cordial.



-Tu hermano está en el colegio. En cuanto vuelva se alegrará mucho de verte otra vez.



            Nelly pudo esbozar una leve y fugaz sonrisa, que se apagó de nuevo cuando su padre la sermoneó.



-Aunque será mejor que no te vea así, con ese aspecto. ¡Parece que te hubieras escapado de un burdel! A saber que habrás estado haciendo. Ve a darte un baño y a cambiarte.



            Nelly a su pesar asintió. Esas palabras, pese a ser dichas con nula cortesía, eran rigurosamente ciertas. ¡Y para qué engañarse, ella se sentía así, como una fulana!.  Por lo menos ahora podría tomar un baño caliente y vestirse con sus propias ropas. Entró a su habitación dejando allí a Edgar y a esa mujer. Lo primero que hizo sin embargo, una vez entró a su cuarto, fue tomar una holo foto de ella, junto a Orix y su madre, y apretarla contra su pecho.



-¡Mamá!- Suspiró dejando caer algunas lágrimas.-



            En el palacio de justicia a Kerria le llevó muy poco tiempo tocar a la puerta del despacho de la juez. Ésta la indicó enseguida que entrase. Con evidente extrañeza reflejada en el rostro, Olivier le preguntó.



-¿Qué sucede señorita Malden?

- Señoría, tenemos un testigo inesperado. Quiere declarar. Si no hay objeción.- Le contó.-

-¿Ahora?- Exclamó Olivier reprochando a su vez.- Eso es muy irregular.

-Lo sé y lo siento, pero es que se ha presentado de pronto. Y le aseguro que es fundamental para esta vista.- Afirmó la letrada.-

-Tendremos que llamar al señor Hastings y ver si tiene alguna objeción.- Suspiró la juez.-



            No tardó en convocar al fiscal. Emmanuel miró perplejo a su colega y a la juez Olivier cuando Kerria desveló el nombre de la testigo.



-¡Me opongo categóricamente! - Replicó él.-

-Sabía que diría eso.- Se sonrió Kerria, afirmando.- Está claro que es un testimonio que podría beneficiar y mucho a mi clienta. Aunque no tiene elección, estoy en mi derecho de llamarla al estrado con la venia del juez.

-Razón de más para oponerme.- Sentenció Hastings para argüir con evidente lógica.- Usted haría lo mismo en mi lugar.

-Sí, lo haría.- Admitió Kerria.- Y si le soy sincera, tampoco me gusta la idea de que esa chica declare. Sé lo duro que será para ella y las posibles consecuencias que deberá arrostrar en su comunidad cuando lo haga.

-Entonces. ¿Por qué se empeña?- Inquirió su interlocutor.-

-Porque ella misma me lo ha pedido.-Le aclaró la abogada quien entonces le propuso.- Nos quedan todavía veinte minutos, con la venia de su Señoría, aquí presente, le propongo que lo consulte con su cliente. Quizás si él se aviene a retirar la acusación o a no pedir una sentencia excesiva, podamos evitar ese testimonio.

-Por mi parte no hay ninguna objeción.- Declaró Olivier.-  Sería mejor si alcanzasen un acuerdo, en cualquier caso, ha presentado la solicitud a tiempo, antes de que se haya emitido el veredicto. Ordenaré al jurado que, de momento, interrumpa su deliberación.



            Emmanuel meditó durante unos instantes esa propuesta, finalmente suspiró respondiendo con tinte más conciliador.



-Lo hablaré con mi cliente, es su decisión. Denme al menos diez  minutos.

-Tómese el tiempo que precise. Entonces voy a ordenar la moratoria.- Afirmó la juez.-

-Bien, yo voy a volver con mi representada.- Dijo Kerria que, tras saludar a sus interlocutores, salió de allí.-



            El fiscal hizo lo propio yendo de inmediato a la búsqueda de Martin. Éste se encontraba en el servicio, tras terminar iba a salir cuando, para su sorpresa, se encontró algo sobre la pila del lavamanos. Sorprendido vio que se trataba de una libreta y una pequeña pluma estilográfica dorada de caprichoso diseño. Además había una nota para él. Al leerla quedó atónito. Luego abrió esa pequeña agenda de cuero negro y leyó. Había una especie de historia escrita. Era muy interesante. Es más, le parecía increíble, pero teniendo en cuenta de quién procedía optó por confiar en ello.



-Muy bien, así que esto es lo que iba a suceder. Bien, acepto este regalo. Muchas gracias, haré lo que quieres y por supuesto que estaré preparado.- Se sonrió tomando la pluma y anotando algo a su vez.-



            Entre tanto, Sabra y Daphne habían quedado a solas en la habitación. No tardaron en besarse una y otra vez, como si tuvieran sed la una de la otra. Una sed que había ido creciendo durante aquellas terribles semanas de separación.  Tras uno de esos besos, Daphne suspiró…



-¿Estás absolutamente segura de lo que vas a hacer?- Insistió Sabra de nuevo.-

Sí. Lo estoy. – Aseveró su interlocutora.- Me he dado cuenta de que, sin ti, mi vida no tendría ningún sentido. Sé que perderé a los míos y a mucha de la gente que ahora me aprecia. Sin embargo, estoy dispuesta a ello. Porque vivir así como lo estoy haciendo, negándome a mí misma, es una tortura.

-¡Vayámonos juntas pues! - La sonrió alentadoramente Sabra proponiéndola.- Pediré un cambio de destino. ¡Nos iremos a la Tierra!

-Pero tú adoras volar en esa escuadrilla con tu compañeras.- Opuso la atónita Daphne.-

-Sí, pero más te adoro a ti. Y es justo que las dos renunciemos a cosas importantes. No únicamente tú. Mi amor.  - Sentenció la israelí dándole otro beso en los labios.-

-Solo lamentaré dejar a mis niños.- Dijo la maestra sin disimular ahora su pesar.-

-No temas. Todo saldrá bien. Kerria nos ayudará. Ahora recuerdo que una vez, preparando este juicio, llegó a decirme que conoce a mucha gente importante en la Tierra. Incluso a directores de colegios. En muchos de ellos necesitan a maestras tan buenas y dulces como tú. Y allí no tendrás que estar asustada porque critiquen a quien amas nunca más.



            Y Sabra volvió a atraerla hacia sí. Ambas se abrazaron volviendo a besarse apasionadamente una y otra vez. En los labios, en el cuello…tuvieron que dejarlo con pesar, conscientes de que el tiempo corría.



-¡Ojalá pudiera hacer el amor contigo aquí mismo, ahora! - Suspiró Sabra.- Y que todo el mundo nos viera.



            Su contertulia incluso se rio, haciendo que su amante la mirase sorprendida, a los pocos instantes reía con ella a su vez.



-¡Me temo que antes tendré que ir al baño! Quizás sean los nervios.- Suspiró Daphne.-

-Ve, ¡corre! - Le sonrió alentadoramente su pareja.-



            Y la joven rubia se dirigió al servicio. De hecho se sentía algo mareada aunque no quiso decirle nada a Sabra.



-Tengo que calmarme.- Se decía insistentemente.- Estoy muy agitada.



            Eran muchas emociones, temor, incertidumbre, pesar, pero también esperanza y un sentimiento de liberación. Así entró en el cuarto de baño y tras ir al servicio se lavó un poco la cara. Mirándose fijamente al espejo que le devolvió una expresión entre ansiosa, expectante y esperanzada de su propio rostro.



-¿Qué vas a hacer?- Escuchó entonces preguntar a alguien que daba la impresión de dirigirse a ella.-



            Instintivamente miró tras de sí, pero no vio a nadie.



-Estoy tan asustada que hasta oigo voces.- Se dijo tratando de serenarse.-



            Aunque el corazón casi le dio un vuelco al volver a mirarse al espejo. Su propia imagen la observaba como si fuese otra persona. Daphne ni pudo chillar de terror cuando observó a su reflejo mover los labios autónomamente para repetir.



-¿Te has parado a pensar en lo que vas a hacer?... No tienes ni idea de lo que provocarás. Y será en vano.

-Pero... ¿Cómo? - Pudo musitar lívida de pavor, para ser capaz de preguntar al fin.- ¿Quién eres?

-Soy tu conciencia.- Sonrió aviesamente aquella imagen.- Recuerda lo que aquel sacerdote te dijo…

-Nadie ama más que quien da la vida por los amigos.- Musitó Daphne.-



            Aquel reflejo le indicó entonces, con tono entre afable e incitador…



-Sé que tienes dudas, que tienes miedo. Es normal. Quisieras saber lo que va a pasar. Muy bien, pues míralo…- la invitó.-



            La atónita Daphne se encontró entonces en medio de la sala del tribunal. Empero, nadie le prestaba atención. Sorprendida, no tardó en averiguar la causa. Pudo verse a sí misma sentada en el estrado. El fiscal le tomaba juramento de decir toda la verdad. Ella en efecto lo refrendaba posando una mano sobre la Biblia. Dijo su nombre y estado civil. Tras ello, la defensa, como encargada de presentarla de testigo, fue la primera en intervenir.  Kerria, acercándose sonriente, le preguntaba.



-Díganos, señorita Kensington. ¿Por qué ha querido usted declarar voluntariamente ante este tribunal?...

-Verá, es que no podía soportar más esta situación.- Musitó ella, con evidente nerviosismo.-



            La letrada se dio cuenta de esto y enseguida volvió a sonreír alentándola.



-Tómese su tiempo. Tranquila… ¿Quiere un poco de agua?

-Sí, por favor.- Pidió la joven.-



            Un ujier trajo un vaso de agua que la chica bebió de un trago. Tras aclararse la garganta, que tenía seca por el temor, pudo añadir.



-Gracias, estoy lista.

-Muy bien.- Convino la letrada para ir directa al asunto.- Ahora es muy importante que responda a esto. Díganos, señorita Kensington. ¿Conoce usted a la señorita Leví?

-Sí.- Asintió la interpelada.-

-¿Es cierto que la noche de la agresión estaba usted en el bar Natural con el señor Carson?

-Es cierto.- Repuso ella.-

-¿Es asimismo verdad que ha aceptado usted al dicho caballero como prometido?

-Así es…- Musitó la muchacha.-



            La  letrada asintió, todo aquello descolocó al jurado, incluso al fiscal quien, atónito, miró a Martin. Éste sonrió. Aquel testimonio era precisamente lo que la acusación deseaba escuchar. Y sin embargo, Kerria volvió a sonreír levemente. Dispuesta a darle la vuelta por completo como le gustaba hacer. Dirigiéndose entonces a Daphne con voz amable e incluso preocupada. Le pidió.



-Señorita. Le ruego que lo piense bien. Podemos terminar esta declaración ahora o continuar. Si lo hacemos sabe que tendrá que decir la verdad. Dado que está bajo juramento.- Le recordó Kerria.-

-Sí, lo sé muy bien.- Musitó la testigo ratificándose con mayor decisión.- Y quiero continuar. Deseo aclarar todo esto.



            Miró hacia donde estaban sus padres y sus hermanos. Todos la observaban con una mezcla de extrañeza y curiosidad. Aunque Steph le sonreía animosa. La propia Daphne, observando esa escena desde su punto privilegiado, pudo aproximarse a su hermana y oírla comentar.



-Ahora dirá que quiere al señor Martin y todo quedará aclarado. Esa loca no volverá a molestarla.



            Y entonces la abogada le preguntó.



-Señorita Kensington. ¿Está usted enamorada de su prometido?...

-¡Protesto!- Intervino el fiscal, alegando.- Eso es parte de la vida privada de la testigo.-

-Señoría. - Repuso Kerria.- Le aseguro que ésta y las siguientes preguntas, son la clave de todo este caso. De todos modos, está al albur de la testigo el contestar o no.

-Muy bien, letrada.- Afirmó Olivier dirigiéndose a Daphne para preguntarle a su vez.- ¿Desea la testigo responder?

-Sí, señoría.- Aseveró la joven.-

-En tal caso, la protesta no procede.- Resolvió la juez, agregando.- La abogada de la defensa repetirá la cuestión.



            Con tono firme, Kerria volvió a inquirir ya de modo más cordial y comprensivo.



-Señorita… Daphne. ¿Amas a Martin?



            Y tras una pausa que pareció eterna con toda la atención de la sala puesta sobre ella, la joven se atrevió a contestar.



-Le quiero mucho, sí….



            Un murmullo de alivio recorrió el lugar, los miembros del jurado se miraban comentando entre ellos. Stephanie sonrió con amplitud asintiendo…sin embargo, su hermana no había terminado y remachó casi entre balbuceos, dejándoles helados a todos.



-Le quiero, pero solamente como a un buen amigo… No estoy enamorada de él. ¡Lo siento Martin!…



            Hubo más murmullos, esta vez de asombro e incredulidad. Ahora Steph contemplaba a su hermana como si mirase a otra persona. Apenas podía dar crédito, incluso abrió la boca llena de perplejidad…Aprovechando aquello, Kerria preguntó una vez más…



-¿Acaso está usted enamorada de otra persona?

-Sí.- Repuso rápidamente la testigo.-

-¿Y está esa persona en la sala en este momento?- Quiso saber la letrada.-

-Sí, está aquí.- Admitió Daphne.-



            Unos angustiosos segundos de silencio se sucedieron, finalmente Kerria retomó la palabra para preguntar.



-¿Podríamos saber el nombre de esa persona?



            Y tras asentir despacio, Daphne miró a la israelí y sonrió para desvelar.



-Se llama Sabra. Es la acusada. ¡Y la quiero, la quiero desde el primer día que la vi!…



            Ahora fue Martin quien abrió la boca horrorizado. Los padres de Daphne no podían creerlo. Los murmullos crecieron alcanzando el rango casi de discusiones entre los presentes y los miembros del jurado. Al fin, armándose ya de valor y sin nada que perder, la testigo añadió.



-Ya no podía negar lo que siento. No era capaz de ver sufrir a nadie, ni de hacerlo yo. Lo siento Martin, lo lamento…pero es así. No puedo cambiar como soy. ¡Sabra, te amo y quiero que vivamos juntas!



            La acusada sonrió ampliamente, aunque la Daphne que observaba todo aquello de lejos miraba ahora a sus perplejos padres. Su madre se tapaba la cara con las manos, su padre apenas era capaz de apartar la vista del estrado. Byron miraba a su vez con ojos muy abiertos y Stephanie…



-Steph, escúchame.- Le pedía infructuosamente a su hermana, que era incapaz de verla u oírla.- Te quiero, siempre te querré, y eso nunca va a cambiar…



            Sin embargo, su hermana estaba derramando lágrimas de vergüenza y humillación, tenía el rostro crispado y la miraba con verdadero odio…



-Esa invertida no es muy hermana.- Sentenció.-



            Aquello llenó de pesar a Daphne pero también quiso mirar hacia su alter ego que parecía estará muy aliviada, como si se hubiera quitado un gran peso de encima. La abogada entonces comentó.



-¿Y qué opina usted, señorita, de ese incidente que culminó en agresión?

-Martin me mostró un video, en él aparecíamos Sabra y yo, besándonos en ese bar. Yo estaba asustada, él me dijo que todo se arreglaría, que por mi bien, teníamos que ocultarlo. Me propuso entonces ser su prometida y acepté. ¡Porque tenía miedo! Lo lamento mucho. Sé que eso no estuvo bien. No debí jugar con sus sentimientos. Pero Sabra creyó que me estaba acosando y en cierto modo era verdad. - Remachó arrepentida.-



            Ahora era Martin quien lloraba moviendo la cabeza, mirándola con gesto suplicante.



-¡Lo siento, perdóname! - Le pidió ella mirándole a su vez con pesar.- Pero esto no hubiera salido bien. Mereces a una chica que de veras te quiera.

-¡Yo seré esa chica!- exclamó Stephanie desde el fondo de la sala, haciendo que la atención de todos recayera en ella, cuando sentenció.- Si esa lesbiana mentirosa no te quiere, te prometo que yo sí, me casaré contigo cuando sea mayor. ¡Lo juro!



            La madre de Steph la llamó al orden, lo mismo hizo la juez.



-Se ruega a los presentes que no intervengan sin permiso de la sala o haré que desalojen. Señorita Kensington, compórtese, está usted en un tribunal.

-Perdón, señoría.- Intervino el apurado padre de la joven.-



            Entre lloros y resistiéndose a ello, finalmente ambos progenitores sacaron a Stephanie de la sala, lo último que pudo gritar antes de salir fue…



-¡Tú ya no eres mi hermana! ¿Lo oyes?...



            Ambas Daphne lloraban ahora. Aunque tras el impacto de aquel incidente, Kerria enseguida tomó el control y le dijo a la juez.



-No tenemos más preguntas, señoría…

-Muy bien. ¿La acusación desea interrogar a la testigo?- Preguntó la también atónita Olivier.-



            Hastings miró antes de responder a su devastado cliente quién, hundido en la silla y con la mirada perdida, movió la cabeza.



-No, Señoría.- Suspiró el fiscal.-

-La testigo puede retirarse. Habrá un receso de quince minutos, después expondré mis sentencias y el jurado tendrá un par de horas para deliberar. - Expuso la juez, decretando con un golpe de su mazo.- Se levanta la sesión.-



            Sabra no tardó en acudir junto a la testigo, abrazándola y tratando de confortarla.



-Estaremos juntas, no te preocupes.- Le aseguró.-

-Sí, por favor… no podría soportar esto yo sola.- Balbució la rubia maestra.-

-Vamos a la sala, tenemos que calmarnos un poco. Nos hará falta.-Les propuso Kerria.-



            Olivia entró con ellas. La mejicana había estado ausente de la vista al recibir una llamada. Enseguida informó a su compañera.



-Nos han movilizado. Al parecer tenemos un ataque enemigo. Debo partir inmediatamente.

-Me gustaría ir contigo.- Dijo la israelí moviendo la cabeza.- Las Fighter Ladies nunca dejamos solas a nuestras compañeras.

-Seguro que pronto podrás reincorporarte. Tras el gesto tan valiente que ha tenido tu novia.- Sonrió Olivia, dirigiéndose a la propia Daphne para elogiarla.- Señorita, eso ha sido muy hermoso, y requiere de mucha bravura.

-No puede compararse a lo que ustedes hacen, luchando por defendernos a todos.- Repuso ésta, más tranquila ya y devolviendo ese halago. - Mucha suerte y cuídese.



            La mejicana asintió y tras despedirse a su vez de Kerria salió corriendo. Su deber la llamaba. Nunca mejor dicho. Por su parte la letrada quiso salir para conversar con el abogado de la acusación. Pudiera ser que, tras aquel espectacular testimonio de Daphne, se avinieran ahora a rebajar los cargos. En cuanto a las dos enamoradas, se abrazaban ahora sonriendo. Sin embargo, el sonido de nudillos en la puerta las distrajo. Fue Kerria quien abrió antes de salir.



-¿Sí?- Inquirió viendo a ese jovencito quinceañero de pelo rubio y mirada algo huidiza que tenía delante.-

-¿Está mi hermana aquí?- Preguntó con un hilo de voz.-



            Daphne enseguida corrió hacia él. Deseaba abrazarle y explicarse. Su hermano Byron siempre fue más calmado y más compresivo que Stephanie. Los dos tenían una conexión menos activa en cuanto a hacer cosas juntos, dado que él era un chico. Sin embargo, muchas veces se entendían sin hablar. Su nexo era en cierto modo más profundo. Y ella presentía que aquel muchacho tan tímido en apariencia la comprendía mejor que nadie de su familia.



-Byron…yo..- Apenas sí pudo musitar sintiéndose avergonzada ahora.-

-Papá y mamá quieren hablar contigo.- Susurró tímidamente el muchacho.-



            La joven asintió, dirigiéndose a su pareja le dijo con tono algo apurado.



-Enseguida vuelvo.

-Claro, ve.- Asintió Sabra.-



            La otra Daphne seguía observando aquello con interés y asombro. Incluso con esperanza. Quizás no fuera tan terrible después de todo. Si Byron la apoyaba, al final sus padres lo entenderían. Y luego, con mucha paciencia y cariño, estaba convencida de lograr que Stephanie lo comprendiese a su vez.



-Sí, debo tener fe y ser valiente.- Se decía.-



            Siguió a su alter ego, quien iba junto a su hermano, ninguno hablaba. Lo entendía bien. Byron no era demasiado comunicativo y si además se unía una situación tan violenta como ésta…Al fin vio que llegaban junto a sus padres. Aunque Steph no estaba allí. La Daphne de su visión enseguida quiso decir algo, pero su madre se adelantó con tono entre reprobatorio e incrédulo.



-¿Cómo has podido hacer algo así?...¿Te das cuenta de lo que esto significa?

-Lo siento, mamá.- Se disculpó con sincero pesar.-

-A tu hermana le ha dado un ataque de nervios. Hemos tenido que dejarla sedada en el dispensario del juzgado.- Añadió su padre, con tono preocupado y decepcionado a su vez.-

-¡Dios mío,! ¿está bien?- Se interesó enseguida la joven.-

-Steph descansa ahora.- Suspiró su madre tratando de sonar más calmada y afable para añadir.- Por eso, entre otras cosas, queríamos decirte algo, hija.

-Así es. - Intervino su ahora apurado padre.- Será mejor que, cuando todo esto acabe, te mudes a nuestro piso en Sagan -City. Así podrás vivir tu vida de un modo más independiente…



            Daphne no supo cómo tomarse eso. Por una parte sentía que quisieran alejarla, pero por otra, había un cierto tono de comprensión en sus padres.



-Gracias, lo haré. Al menos hasta que Stephanie pueda asimilarlo.

-Lo que no sé es qué sucederá en el colegio.- Le dijo su padre, volviendo a interrumpirla.- En cuanto se enteren no les va a gustar, hija. Eso debes asumirlo.

-Tendré que dejarlo, imagino.- Suspiró la muchacha.- Eso era algo que me esperaba. No querrán a una mujer como yo cuidando de los niños.- Sentenció con tristeza.-



            Mirando a sus padres no vio al menos ira, ni un reproche severo, más bien eran gestos de incredulidad e incluso compasión por todas las trabas y problemas que debería afrontar desde ahora.  Y sobre todo, estaban como si flotasen, aún no habían terminado de encajar aquello. Por eso se atrevió a intentar añadir, con más animación.



-Esperad a conocer a Sabra. Ya veréis que es una buena chica. De veras…

-¡No!- estalló su madre  anteponiendo una mano para hacerla callar en tanto evidenciaba ahora un tono lleno de frustración y enfado.- No te atrevas ni a sugerirlo. Tú eres nuestra hija, te queremos, no aceptamos esto, pero no te abandonaremos. Sin embargo, esa… mujer…la que te ha hecho esto…no queremos saber nada de ella, ni tenerla cerca.

-Por favor, mamá. Ella no me hizo nada.- Repuso una apenada Daphne.- Yo siempre me sentí atraída por otras chicas. Pero tenía miedo…

-No es miedo, es vergüenza.- Terció admonitoriamente su padre.- Admítelo, sabes que no está bien. Que ibas a hacernos daño. Y pese a todo…

-¡Yo no podía seguir viviendo así! - balbució la devastada muchacha rompiendo a llorar.- Lo siento mucho, pero es como soy…

-No eres desde luego como te criamos. No sé en qué momento te desviaste del camino.- Sollozó su madre a su vez.- ¡No sé qué pudimos hacer mal!

-¡Mamá!- Trató de llamarla Daphne.-



            Aunque su progenitora se dio media vuelta y salió andando a pasos apresurados, su padre, tras dedicarla una mirada a medio camino entre la consternación y la desaprobación, fue tras de ella. Solo Byron, lloroso también, se quedó allí.



-Por favor.- Le pidió la destrozada Daphne.- ¡No me des la espalda  tú también!

-Dap...- Musitó el chico.- Yo te quiero, eres mi hermana mayor. Siempre has estado ahí para mí, y yo lo estaré para ti.



            La rubia se abrazó a él agradecida. Ese flacucho que ya la sacaba una cabeza demostraba tener más corazón que todo el resto de la familia. En ese instante llamaron para reanudar la sesión en unos cinco minutos. La Daphne observadora, entre lágrimas también, vio a su otro yo caminar hacia la sala junto a Byron. Ella, con curiosidad, retrocedió para ver a Sabra. La israelí estaba a punto de salir de su cuarto cuando una voluptuosa mujer morena se dirigió hacia allí. Daphne la pudo ver entrando…



-¿Quién será?- Se dijo extrañada.-



            Fue detrás, sin dudarlo. Al menos ella parecía ser invisible a aquellas visiones. Tras la puerta entreabierta escuchó voces, era Sabra hablando con esa mujer. Aunque algunas cosas que escuchó la dejaron atónita. Aquella individua se estaba insinuando a su novia…



-¡Será zorra!- Pensó con creciente enojo.- Si pudiera entrar la iba a…



            Sin embargo, eso no le fue necesario, pudo mirar a través de la leve apertura de la puerta y entonces el mundo se detuvo para ella. ¡Ojalá nunca lo hubiera hecho!... Allí estaban las dos, fundidas en un pasional beso.



-¡Pero, pero!- Fue lo único que acertó a tartamudear.-



            Esa morena le comía la boca  a su novia, y ésta, lejos de apartase o molestarse, la dejaba hacer. Incluso abrazándola…Tras separarse Sabra la miraba embobada, lo que esa malnacida aprovechó para sonreír musitando con tono lascivo.



-Cuando esto termine y te deshagas de esa tonta, tú y yo lo vamos a pasar en grande. Dile que tienes que retornar a tu base. Ya sabes…esa misión de emergencia que tu compañera tenía.

-¿Cómo sabes eso? – Musitó la israelí que parecía seguir absorta.-

-¡Ja, ja, ja! - Porque yo la llamé.- O mejor dicho, uno de mis contactos.- Se sonrió esa individua añadiendo en tanto acariciaba los pechos de su interlocutora.- Bueno. Ahora disfrutaré de tu representación con esa boba…Buena suerte.- Le deseó dándole un último beso con leve mordisco en los labios incluido, que la piloto aceptó estoicamente.-



            Daphne no pudo sopórtalo más. ¿Para qué? Todo lo que había visto, el paso tan amargo que su otro yo dio en el juicio. La reprobación de su familia, su compromiso roto. Corrió casi sin rumbo hasta pararse justo en la sala donde el abogado acusador discutía con Kerria, Al fondo estaba Martin, el chico tenía los ojos enrojecidos de llorar y no levantaba la vista de sus manos entrelazadas entre las que sostenía una pequeña libretita de cuero negro y una pluma estilográfica dorada. Tampoco él ni los presentes la veían ni escuchaban.



-Lo lamento mucho Martin.- Le decía sinceramente Kerria.- Pero créeme, es lo mejor, algún día tú encontrarás…

-¡Cállese!- espetó el muchacho.- ¡Yo la quiero! Y sé que ella también me quiere…

-Lo peor que puedes hacer es engañarte.- Suspiró la abogada.- Ahora quizás sería mejor que…

-Le ahorraré el trabajo de tratar de persuadirme.- Sollozó el chico ahora, agregando con voz quebrada.- Retiraré todos los cargos. ¿Eso es lo que quiere, verdad?

-¡Pero Martin!- Terció su abogado con visible estupor.-

-Si Daphne la quiere a ella…- Pudo gemir llevándose las manos a la cara.- No seré un obstáculo…nunca más…

-¿Estás seguro de eso?- Preguntó tímidamente Kerria.-



            Su interlocutor solo asintió levemente en tanto hundía la cabeza entre los hombros. La abogada posó una de sus manos en su hombro derecho y con cariño casi maternal, aseveró.



-Realmente lo siento. Eres un gran chico. Sé que es injusto, no te mereces esto. Pero seguro que algún día la vida te recompensará…

-Bien, señorita Malden, usted gana.- Se resignó Hastings.- Debo admitir que ha llevado muy bien este caso. Pero, de no ser por la declaración de la señorita Kensington…

-Sí, es verdad.- Reconoció Kerria.- Daphne ha salvado a mi cliente.

-Me ha vencido,señorita Malden. Lo único que espero es que su cliente también sepa hacerla feliz.- Sollozó Martin.-



            La abogada asintió despacio, mirando compadecida a aquel muchacho para musitar.



-Créeme, no lo considero ninguna victoria contra ti.



            Después salió para reunirse con su clienta. Ahora Daphne se alejó también. No quería ver más. El pobre Martin de veras la quería y esa…¡Esa zorra mentirosa! ¡La había estado traicionando con esa otra puta! Se sentía desfallecer por el dolor. Primero, el desengaño, después todo lo que su alter ego había perdido, ¡sin sospechar siquiera nada de aquel embeleco!



-¡No, esto no pasará! - Se dijo con determinación y rabia.- No merece la pena destrozar las vidas de tantas personas por terminar con una mentira para caer en otra todavía peor. El sacerdote ya me lo advirtió. Esto ha sido por causa de mi propio egoísmo. Y aquí estaría el resultado. ¡Un castigo de Dios! En fin. Quizás yo no le amo, eso es cierto. Pero él sí me ama a mí. Y sé que me será fiel. Y que se preocupará por mi felicidad. No como esa…¡hipócrita embustera!…



            Ahora sollozaba mirándose al espejo. Como si despertase de un sueño se vio reflejada una vez más, en ese cuarto de baño. Pero volvía a ser ella, en el mundo real. Quiso tratar de centrarse, se sentía aún aturdida. Pudiera ser que todo fuera cosa de su imaginación…Salió del baño y entonces le dio un vuelco al corazón. ¡Era ella! Esa individua morena caminaba en dirección al cuarto donde estaba Sabra.



-De modo que era verdad.- Escupió entre dientes, llena de ira.- ¡Ahí está esa maldita zorra! Va a reunirse con su amante… Dios misericordioso ha querido mostrármelo para que no destruya mi vida ni las de los que me rodean. Y juro que no lo haré.



Sin embargo, no entraba sino que se desvió por otro corredor perdiéndose de vista. Al parecer, la pronta llegada de Kerria que retornaba de ver a su colega la había ahuyentado. A su vez Daphne se aproximó con pasos cortos, tratando de enmascarar su decepción y enfado.



-¿Estas lista?- Preguntó Kerria con tono cordial.-

-Sí. Nunca lo estuve más. - Repuso ella con sequedad.-



            La abogada debió de achacar esa forma de replicar  a los nervios y la tensión que la testigo soportaba y no pareció sorprenderse. Al fin, Sabra salió y las tres se encaminaron hacia la sala. La israelí le sonrió tratando de tomar su mano pero ella se la negó. Eso dejó extrañada a Sabra, aunque a buen seguro que pensó que quizás ese gesto no sería apropiado antes de que su novia declarase. Al poco, acusada y abogada se sentaban en sus lugares. La testigo aguardó fuera hasta ser llamada. Y apenas pasaron un par de minutos hasta que la juez Olivier reapareció, tomando asiento y golpeando con su mazo para declarar.



-Se reanuda la vista. Con la comparecencia de un testigo más. Se llama a declarar a la señorita Daphne Kensington.



            Con la atención de todos los presentes puesta en ella, la joven avanzó con pasos esta vez seguros y firmes. Cuando le presentaron la Biblia escuchó con atención las palabras del fiscal…



-¿Jura usted decir  la verdad, toda la verdad, nada más que la verdad?

- Lo juro.- Sentenció la chica sin ápice de vacilación.-



            Fue Kerria quien, en calidad de abogada defensora comenzó, dado que era un testigo de la defensa. Al menos eso creía ella.



-Se va a llevar una sorpresa. - Pensó Daphne sin casi ser capaz de ocultar su regocijo.-



            Entre tanto, ajena por completo a esas reflexiones, su interrogadora se aproximó.



-Buenas tardes, señorita Kensington.- La saludó.-

-Buenas tardes.- Respondió ésta de modo cordial.-

-Díganos, señorita Kensington. ¿Por qué ha querido usted declarar voluntariamente ante este tribunal?...-Quiso saber la letrada.-

-Verá, es que no podía soportar más esta situación.- Musitó ella, con aparente nerviosismo.-



La letrada se dio cuenta de esto y enseguida volvió a sonreír alentándola.



-Tómese su tiempo. Tranquila… ¿Quiere un poco de agua?

-Sí, por favor.- Pidió la joven.-



            Un ujier trajo un vaso de agua que la chica bebió de un trago. Tras aclararse la garganta, que tenía seca por el temor, pudo añadir.



-Gracias, estoy lista.

-Muy bien.- Convino la letrada para ir directa al asunto.- Ahora es muy importante que responda a esto. Díganos, señorita Kensington. ¿Conoce usted a la señorita Leví?

-Sí.- Asintió la interpelada.-

-¿Es cierto que la noche de la agresión estaba usted en el bar Natural con el señor Carson?

-Es cierto.- Repuso ella.-

-¿Es asimismo verdad que ha aceptado usted al dicho caballero como prometido?

-Así es…- Musitó la muchacha.-



            La abogada asintió, todo aquello descolocó al jurado, incluso al fiscal quien, atónito, miró a Martin. Éste sonrió. Aquel testimonio era precisamente lo que la acusación deseaba escuchar. Y sin embargo, Kerria volvió a sonreír levemente. Dispuesta a darle la vuelta por completo como a ella le gustaba hacer. Dirigiéndose entonces a Daphne con voz amable e incluso preocupada. Le pidió.



-Señorita. Le ruego que lo piense bien. Podemos terminar esta declaración ahora o continuar. Si lo hacemos sabe que tendrá que decir la verdad. Dado que está bajo juramento.- Le recordó Kerria.-

-Sí, lo sé muy bien.- Musitó la testigo.- Y quiero continuar. Deseo aclarar todo esto...



            Miró hacia donde estaban sus padres y sus hermanos. Todos la observaban con una mezcla de extrañeza y curiosidad. Aunque Steph la sonreía animosa. La propia Daphne observando esa escena desde su punto privilegiado musitó, sabiendo ya las palabras que la niña estaría pensando.



-Ahora dirá que quiere al señor Martin y todo quedará aclarado. Esa loca no volverá a molestarla. Y en esta ocasión, tienes toda la razón Steph. No te voy a decepcionar.



            Y entonces la abogada le preguntó.



-Señorita Kensington. ¿Está usted enamorada de su prometido?...

-¡Protesto!.- Intervino el fiscal, alegando.- Eso es parte de la vida privada de la testigo.-

-Señoría. - Repuso Kerria.- Le aseguro que ésta y las siguientes preguntas son la clave de todo este caso. De todos modos, está al albur de la testigo el contestar o no.

-Muy bien, letrada.- Afirmó Olivier dirigiéndose a Daphne para preguntarle a su vez.- ¿Desea la testigo responder?

-Sí, Señoría.- Aseveró la joven.-

-En tal caso, la protesta no procede.- Resolvió la juez, agregando.- La abogada de la defensa repetirá la cuestión.



            Con tono firme, Kerria volvió a inquirir con voz afable y comprensiva.



-Señorita… Daphne. ¿Amas a Martin?



            Y tras una pausa que pareció eterna, con toda la atención de la sala puesta sobre ella, la joven se atrevió a contestar.



-Le quiero mucho, sí….



            Un murmullo de alivio recorrió el lugar, los miembros del jurado se miraban comentando en voz baja. Stephanie sonrió con amplitud asintiendo…sin embargo, su hermana no había terminado y remachó casi entre balbuceos dejándoles helados a todos.



-¡Le amo con todo mi corazón!… y no deseo, no quiero que sufra por causa de los celos injustificados de esa mujer y su obsesión hacia mí. - Añadió señalando a Sabra.-



            Tanto Kerria, como su defendida e incluso los demás allí presentes, quedaron estupefactos.



-¿Qué?- Pudo replicar la ahora lívida israelí que no podía creer lo que escuchaba.-



            Su abogada tuvo que hacerle una seña para que se sentara. La descolocada Kerria entonces trató de aclarar aquello.



-¿A qué se refiere?¿Qué celos?

-Esa mujer me lleva acosando desde hace tiempo. ¡Yo… yo tenía mucho miedo! - Pudo decir la chica, añadiendo entre sollozos.- Nos conocimos en una cafetería y ella, bueno, me pidió el número. Se lo di, pensando que podría ser una amiga. Pero luego quiso quedar conmigo cada vez más y me dijo que me amaba. Yo quise hacerla ver que eso no estaba bien. Aunque, viendo que podía ser muy agresiva me asusté y le seguí la corriente…cuando me escribía o me llamaba.

-¡Eso es mentira! ¿Por qué estás haciéndome esto?- Exclamó la alucinada piloto perdiendo los nervios.- 

-¡Orden!, la acusada guardará la compostura o será sancionada.- Terció la juez.-



            Kerria se apresuró a bajar del estrado y tratar de calmar a Sabra que ahora vertía lágrimas de incredulidad y espanto.



-¿Pero qué está diciendo?- Eran las únicas palabras que podía articular entre gemidos.-

-Tranquila, por favor.- Le pidió en voz baja la abogada a su cliente.- Trataré de hacerla entrar en razón.



            A duras penas Sabra pudo dominarse, se sentó de nuevo y confió en su representante legal. Kerria subió una vez más al estrado junto a la testigo. Entre atónita y reprobatoriamente le susurró…



-Lo que estás haciendo se llama perjurio, y es algo muy grave. No puedo demostrarlo, pero tú sabes que lo es.

-Solo respondo a tus preguntas...- Contestó la chica con gesto serio.-

-¿Porqué? ¿por qué haces esto?- Quiso saber la estupefacta abogada.- Yo te he visto con Sabra, tú la amas…

-Hay una frontera muy fina entre el amor y la obsesión, que conduce al odio.- Susurró Daphne con una dura mirada remachando.-Ella la ha traspasado.



            La abogada, frustrada y totalmente desconcertada, apenas sí pudo dirigirse a la juez para sentenciar derrotada.



-No hay más preguntas, Señoría.



            Hastings tomo el turno de la acusación, su colega tuvo que dejarle campo libre y él lo aprovechó de inmediato para comenzar casi con tinte jovial.



-Buenas tardes, señorita Kensington. -Saludó.-

-Buenas tardes.- Sonrió la interpelada.-

-Veamos señorita, al parecer sus palabras no le han gustado mucho a la defensa.

-Únicamente digo lo que siento. Y lo que he vivido. - Replicó la joven.-

-Díganos pues.- Le pidió Emmanuel ante la aprobatoria mirada de Martin.- ¿Es cierto que el señor Carson le pidió matrimonio , además de porque la ama, para evitarle a usted este acoso?

-Sí, - sonrió levemente ella mirando a su prometido con expresión amorosa.- Él lo hizo por mí. Me explicó que hubiera preferido hacerlo con más tiempo, pero que, viéndome así, deseaba que todos supieran que nos amábamos, cuanto antes.



            Martin le devolvió la sonrisa mientras anotaba algo en esa agendita suya. Luego asintió. Daphne a su vez ganaba confianza en tanto le miraba. Ahora, tras esa terrible decepción, todo el amor que había sentido hacia Sabra se había trocado en rabia y odio. ¡Esa perra la había engañado y lo iba a pagar! Así, al verla descompuesta, observándola sin entender nada, se regocijaba incluso.



-Sí, ¿no comprendes nada, verdad?- pensaba llena de satisfacción.- Claro, no puedes imaginarte que te he descubierto con tu amiguita…



            Entre tanto el fiscal quiso saber.



-¿Es verdad que mi cliente le pidió a usted que, de momento mantuviera la prudencia con esa mujer y no la desairase?

-Sí, es verdad.- Suspiró ahora la testigo, añadiendo con tono dramático.- Ella incluso le amenazó, no a él directamente pero, una vez, cuando estábamos juntas… Bueno, llegó a decirme que “ si se pasaba de la raya, no respondería” y que “era piloto de combate y estaba entrenada para matar”



            Un montón de escandalizados murmullos recorrieron la sala. Daphne estudió con satisfacción la expresión de miedo de su exnovia. También miró a su familia. Sus padres, su hermano y Steph estaban con la boca abierta. Su hermana incluso tenía lágrimas en los ojos pero la observaba con un gesto lleno de orgullo y admiración. A su vez, la horrorizada Sabra le susurró a su también evidentemente preocupada abogada.



-Eso no fue así. Está sacando las palabras de contexto.

-Admito que no entiendo absolutamente nada. Es como si fuera otra persona.- Le respondió Kerria sentenciando con estupor.- ¡Jamás me había sucedido algo así!



            Hastings estaba disfrutando también el momento. Ni en sus mejores planteamientos podría haber imaginado aquello. Esa mujer que él se había negado en redondo a dejar testificar, le estaba regalando la victoria. Tenía el caso más que ganado y las sentencias serían bastante duras.



-No comprendo nada. Pero no seré yo quien se queje.- Pensó más que satisfecho.-



            Aunque entonces Martin le hizo una seña para que se aproximase.



-Perdón, Señoría, con su permiso, voy a ver que desea mi cliente.- Dijo interrumpiendo el interrogatorio.-



            La juez asintió. El fiscal se aproximó al chico. Éste le susurró algo al oído y Emmanuel exclamó atónito.



-¿Qué?. Pero, ¡si tenemos el caso ganado!... muy bien, el cliente es usted. Si es lo que quiere.



            Los padres del chico, que estaban sentados tras de él, le observaron asimismo con sorpresa. Al fin, el abogado de la acusación le pidió a Olivier.



-Con su venia, Señoría, no tengo más preguntas para la testigo. Sin embargo, por expreso deseo de mi cliente quiero hacerle una oferta a la abogada de la defensa. Pero antes, el señor Carson solicita permiso para dirigirse a la sala.



            Tras unos murmullos de sorpresa, la juez, que estaba tan estupefacta y llena de curiosidad como el resto, asintió para responder.



-Tiene usted mi permiso, señor Carson. Proceda.



            Y mientras Daphne bajaba del estrado dirigiéndose a él, Martin se levantó. La chica no tardó en abrazarle y  el muchacho, asegurándose de que se le escuchase, la felicitó.



-Lo has hecho muy bien, cariño. Todo ha salido como pensábamos.

-Solo hice lo que me pediste que hiciera.- Le sonrió ella.- Ser fuerte y confiar en ti.



            Tras lo cual, Daphne se fue junto a su familia. Sus padres y hermanos la recibieron entre abrazos y palabras de admiración. Stephanie incluso llegó a sollozar.



-¡Eres la chica más valiente que he conocido nunca!



            Entre tanto, Martin tomó la palabra para declarar.



-Señoría, damas y caballeros. Mi intención no es destrozar la vida de nadie. Solo quiero ser feliz junto a mi prometida. Tenemos una vida por delante y no deseo arruinar ni la carrera, ni el futuro de la acusada. Seguro que su intención no era hacerme el daño que me hizo. En su alucinación ella cree que ama a mi novia y que ésta le corresponde. Pero hay cosas que no pueden ser. Puesto que no son naturales. Ofrezco retirar todos los cargos si esa mujer permanece alejada de nosotros a perpetuidad y recibe algún tipo de tratamiento para su enfermedad, sea ésta la que sea…



            La gente aún no se había recuperado de su asombro, cuando Sabra le cuchicheó a Kerria, entre incrédula, llorosa, humillada, devastada y furiosa.



-Acepto. ¡No quiero volver a ver a esa zorra mentirosa  y cobarde nunca más!



            Su abogada asintió despacio, apenada pero consciente de que esa oportunidad era inmejorable. Tras la declaración de Daphne lo más probable es que la juez elevara la severidad de todas las posibles sentencias. Y no quería ni imaginar cuanto.  Así pues, se dirigió al tribunal con tono respetuoso y resignado para afirmar.



-Mi cliente acepta el ofrecimiento de la acusación.

-Muy bien.- Sentenció la juez Olivier.- En tal caso, la deliberación del jurado, así como las sentencias del juicio, no serán necesarias. Habiendo acuerdo entre ambas partes. Se cierra el proceso.- Remachó dando un golpe de maza.-



            Ahora varios periodistas trataban de abordar a los diversos protagonistas. Kerria se llevó a Sabra para evitarle aquello. Las dos salieron a toda prisa de allí. Por su parte, Daphne estaba al lado de su familia, siendo felicitada por todos cuando Martin y sus padres se aproximaron hasta los Kensington.



-Eres una mujer realmente valiente.- La alabó el padre de su prometido.- No quiero ni imaginar lo que te habrá hecho pasar esa loca.

-Estoy bien.- Repuso la interpelada aferrándose a un brazo de su novio para insistir.- Ahora que todo ha pasado y Martin está a mi lado.

-Hacéis una magnífica pareja.- Sonrió la madre del muchacho.-

-Así es.- Convino el padre de la joven.-



            Martin agradeció esos elogios y sonrió. Al fin les comentó a sus familiares y demás personas allegadas.



-Muchas gracias. Les aseguro que siempre estaré al lado de Daphne para que nadie pueda hacerle daño.

-Has sido demasiado bueno con esa perturbada.- Intervino Stephanie, sentenciando.- Yo hubiera dejado que se pudriera en la cárcel.

-Es mejor perdonar.- Contestó el interpelado añadiendo con tono paternal.- Esa pobre chica no debe ser odiada, hay que compadecerla. Es otra víctima, te lo puedo asegurar.



            Daphne le abrazó entonces dándole incluso un cálido beso en los labios para sonrojo del chico y de los presentes que, sin embargo se rieron, en tanto la joven declaraba al separarse por fin.



-No hay ninguna duda para mí. Eres el hombre de mi vida.

-¡Pues no le dejes escapar o se lo quedará Steph! - Comentó un divertido Byron.-



            Sus padres y hermanas le miraron atónitas ¡Byron diciendo una cosa como esa! Aunque todos se rieron una vez más. Stephanie, roja de vergüenza, incluso le estranguló fingidamente.



-¿Es que eres tonto o qué?- Le amonestó su envarada hermanita.-



            Martin entonces se disculpó un momento.



-Debo ir a hablar con mi abogado, para cerrar las negociaciones.- Comentó con tinte jovial.-



            Los demás asintieron. El chico se alejó yendo hacia la sala en la que habían tenido su cuartel general en el juzgado. Aunque Hastings no estaba allí todavía. Martin aprovechó para ojear el contenido de esa libreta en tanto susurraba con admiración e incredulidad.



-¡Esto es fantástico! ¿Quién será ese tipo?...Todo lo que ponía ha sucedido punto por punto… Incluso lo que yo añadí…¡Aunque quizás me haya pasado un poco con el comentario de Byron, ja, ja!



            Y leyó entonces algunas cosas. Por ejemplo, justo antes de que su, ya a buen seguro novia y futura esposa, cambiara tan drásticamente de actitud hacia esa individua.



-Sí, esa periodista o lo que sea, cumplió bien su cometido. Aunque técnicamente no lo ha hecho todavía..- Se sonrió leyendo justo el momento en el que la tal Marla había entrado en la habitación donde estaba la piloto.-



            “Sabra se quedó sorprendida al mirar a esa mujer. Antes de que pudiera ni preguntarla quien era ella misma se presentó”…



-Disculpe que irrumpa así. Me llamo Marla Sorel. Soy periodista. Estoy siguiendo su juicio con muchísimo interés. Pertenezco al colectivo de reivindicación de los derechos de la mujer. ¿Podría concederme unos minutos?

-Bueno, perdone, es que debo volver ya a la sala.- Opuso la azorada piloto.-



            Esa individua la miraba con visible interés. Además, no se recató en elogiarla.



-Es usted muy valiente, además de muy bonita. Esa chica que ha testificado es afortunada de tenerla.- Sonrió la reportera.-

-Y yo soy afortunada de tenerla a ella.- Asintió Sabra sonriendo ahora.-



            Su contertulia le devolvió la sonrisa, le mostró un papel con una dirección que casi puso junto a su cara en tanto le susurraba con tono meloso.



-Por si quiere hablar de esto con más calma. Son las señas de mi apartamento.



            Un polvillo que hizo toser levemente a la israelí se desprendió de aquel papel al ser agitado por esa mujer cerca de su nariz. Sabra comenzó a notarse algo extraña. Apenas sí se dio cuenta de que esa chica la tomaba cuidadosamente de la nuca y aproximaba sus labios a los de ella, estampándole un beso…



-Esa mujer debió de usar alguna sustancia aturdidora. Luego llegó Daphne y las vio. Y él hizo que odiara a esa tortillera. - Se sonrió Martin.- Al menos eso pone aquí. Bueno, esto parece brujería, pero no me importa, si hubiera tenido que venderle mi alma al diablo por poseer a mi futura esposa lo habría hecho sin dudar. No sé.  Quizás ese tipo sea el mismísimo demonio, aun así, le estaré eternamente agradecido…



            Y siguió ojeando aquel cuadernito un poco más…curiosamente esas páginas hacían referencia a sus rivales en el juicio.



-Sí, esto ha ocurrido hace apenas unos minutos.- Pensó, leyendo con interés.-



            “Al concluir la vista el público fue desalojando la estancia, Sabra fue escoltada por Olivia que había vuelto hacía poco”…



-No lo entiendo.- Comentó la atónita mejicana.- Cuando telefoneé a la base para confirmar la movilización me platicaron que no tenían ni idea de a qué llamada me refería.

-Mejor que haya sido un malentendido.- Comentó Kerria que estaba más preocupada por su cliente ahora, cuando añadió dirigiéndose precisamente a ella.- No creo que haga falta que vengas a ultimar el acuerdo.

-No. - Suspiró la israelí afirmando con tono reconocido pese a todo.- Confío en ti. Sé qué harás lo mejor. Y también soy consciente de que no te lo he puesto fácil. Gracias por luchar hasta el final.

-Todavía estoy muy confusa y asombrada.- Admitió la letrada comentando a sus interlocutoras.- Esa chica estaba mintiendo en el estrado. ¡Lo sé! Mi instinto no me engaña. Cuando vino a vernos era sincera. Vi cómo te besaba, Sabra.

-Yo también la creí.- Se lamentó la piloto, sentenciando.- Pero nos engañó a todos. Seguro que hizo eso de común acuerdo con su novio…

-Entonces cometió perjurio y lo hizo como si tal cosa.- ¿Verdad?- Terció la atónita Olivia.-

-Así es.- Confirmó Kerria.-  Como ya os he dicho, no tengo la menor duda.

-¿Pero eso es un delito, no?. Su testimonio quedaría invalidado. Al menos eso creo, no sé mucho de leyes.- Terció la mejicana.- Quizás podríamos apelar…

-Lo malo es que sería imposible para mí demostrar eso.- Suspiró la abogada.- Y hemos aceptado el acuerdo. Ya no viene a cuenta.

-¡De todos modos, si ha sido capaz de hacerme esto no quiero volver a verla nunca más! - Espetó Sabra entre dolida y furiosa, remachando.- Que sea muy feliz con ese tipo. Después de todo, quizás haya que compadecerle a él. Después de todo me ha hecho un favor. ¡Menuda bruja se lleva! Al final él tenía razón, deben de estar hechos el uno para el otro.

-No sé. A mí ese muchacho no me pareció mala persona.- Comentó la mejicana.-

-¡Que se jodan él y todos los tíos! - Espetó la israelí.-

-¿Qué piensas hacer?- Quiso saber Kerria obviando ese desafortunado comentario.-

-No lo sé. Dependerá de la distancia a la que deba mantenerme de la feliz parejita.- Replicó su interlocutora con manifiesto sarcasmo.-

-Tal y como están las cosas, no creo que nos exijan menos de quinientos kilómetros.- Repuso la abogada.-

-Me parece bien, la base en donde estoy destinada está casi a mil de aquí. Y hasta eso me parece insuficiente. Puede que pida el traslado a la Tierra. Ahora soy yo quien no quiere estar en el mismo planeta con esa furcia.

-Debes calmarte.- Le pidió amablemente Kerria.- Comprendo cómo te sientes, pero así solo lograrás hacerte más daño.

-No me importa. Solamente quiero volver a mi vida, estar con mis compañeras y olvidarme de esto lo más pronto posible.- Sentenció Sabra.-

-Ha sido un placer conocerla, señorita Malden. La mayor Hunter no se equivocaba al recomendarla.- Terció una apurada Olivia dirigiéndose a la letrada.-

-Es verdad.- Concedió Sabra más tranquila ya y estrechando la mano de su todavía abogada.-

-Muchas gracias por todo, Kerria. ¿Tienes pensado quedarte algo más?. Lo digo por invitarte a tomar algo.- Propuso aunque de inmediato matizó azorada.- No me interpretes mal. Sé que tienes pareja.

-Gracias. De veras.- Sonrió la aludida quién no obstante, comentó.- Pero en cuanto concluya esto quiero salir lo antes posible para la Tierra. Echo mucho de menos a mi esposa y a mi hijo.

-Te deseo lo mejor.- Afirmó la israelí despidiéndose.-



            Olivia hizo lo propio y ambas oficiales se alejaron por el pasillo en el que estaban. Kerria las observó marchar suspirando consternada. Todavía no había entendido qué demonios había pasado. Se encogió de hombros lamentando no poder hacer más y se encaminó hacia la sala de la acusación.



-Viene hacia aquí.- Se dijo Martin, aunque enseguida leyó.- Bueno, es turno de esa extraña individua…



Y Marla, puesto que de ella se trataba, caminaba en la dirección opuesta a la abogada.

La periodista enseguida posó sus ojos sobre aquella mujer.



-Vaya, si es la mismísima Kerria Malden. Creo que iré a hacerle unas preguntas. Y de paso, a ver si me reconoce.



            Aproximándose con paso seguro e incluso descarado, se caló unas gafas de sol y abordó a la letrada cuando ésta se había detenido por unos instantes a  consultar su Tablet.



-Disculpe. Soy periodista, de la gaceta de Nature. He estado siguiendo este juicio, ¿podría hacerle unas preguntas?

-No dispongo de demasiado tiempo.- Repuso Kerria sin tener muchas ganas de pararse a hablar ahora.-

-Solo serían un par de ellas. Es muy importante que el público sepa la importantísima labor que usted desarrolla para la defensa de los derechos de las mujeres.

-Bueno, únicamente soy una abogada que ha representado a su cliente de la mejor manera que ha sabido.- Replicó modestamente la letrada.-

-Es usted muchísimo más. Cantante famosa, activista por los derechos civiles. Toda una inspiración y un ejemplo para las ciudadanas de este planeta que, desgraciadamente, son presa de las garras de tanto macho retrógrado. Por eso sus opiniones nos harían un gran bien.



            Un poco azorada por tanto cumplido Kerria sonrió levemente. Asintió, en efecto era algo muy importante. Pese a estar cansada y deseosa de terminar de una vez con ese trato y volver a su hotel, accedió a dedicarle unos minutos a esa mujer. Aunque mirándola detenidamente, pese a esas absurdas gafas de sol que llevaba le resultó familiar. Juraría haberla visto antes.



-¿Nos conocemos quizás?- Inquirió ella por su parte.-

-Puede que de alguna rueda de prensa que haya usted dado. Estuve en la Tierra hace tiempo.- Alegó Marla que, sin quererle dar más pábulo a la reflexión en esa materia a su contertulia, soltó su primera pregunta a bocajarro.- ¿Cómo se siente siendo un baluarte del feminismo contra los abusos del heteropatriarcado y de todos los hombres en general que subyugan a las mujeres a su conveniencia?

-Bueno. Replicó la interpelada.- Quizás eso sea exagerar un poco. No soy ningún caso aislado. Hay muchísimas personas que luchan por eso mismo. Y tampoco creo que todos los hombres sean unos opresores. De hecho, hay muchos de ellos que están siendo oprimidos por los convencionalismos sociales.

-Pero son los hombres quienes han forjado estas cadenas.- Alegó la periodista.-

-No todos.- Rebatió Kerria.- Y existen también muchas mujeres que están ancladas en prejuicios que deberían estar totalmente superados. Este juicio ha sido la prueba. Aun se ve mal el amor entre personas del mismo sexo. Y debo decir que es una tendencia que lamentablemente está ganando muchos adeptos. Es como si estuviera recuperando ese antiguo ascendente que le daban las religiones y los estereotipos culturales de otros tiempos.

-¿Ha decidido usted si van a apelar esta sentencia? - Quiso saber Marla.-

-Por expreso deseo de mi cliente no lo haremos. Ella prefiere dejar las cosas como están. Y además, dado que hemos alcanzado un acuerdo, no ha existido sentencia que apelar - Explicó una entristecida letrada.-

-Su clienta. ¿Sabe si podría entrevistarla?- Inquirió con especial interés.-

-Eso no puedo decírselo.- Repuso Kerria.- Tendría que discutirlo con ella.

-Sería un placer, si pudiera localizarla. –Comentó sibilinamente la reportera.-

-Lo siento, no puedo darle esa clase de información.- Se disculpó la abogada para despedirse.- Debo irme ya.

-Claro, muchas gracias por sus palabras.- Sonrió Marla pensando entre divertida e interesada.- No pasa nada, ya la encontraré…



            Martin sonrió satisfecho. Ahí terminaba ese párrafo.



-¿De qué conocería esa individua a Kerria?- Se preguntó con curiosidad.-



            Sin embargo, nada aparecía ahí sobre eso. De modo que se guardó la libreta en tanto esperaba la llegada de esa abogada. También marcó el teléfono de su propio letrado para avisarle.



-¿Señor Hastings? Sí, creo que la señorita Malden viene hacia aquí. ¿Podría ocuparse usted de concluir con esto? Quisiera irme a casa con mi familia y mi prometida. Gracias. El placer ha sido mío, adiós…



            Y acto seguido salió de la habitación, se guardó la libreta en el bolsillo y fue a reunirse con su novia y el resto de sus allegados para celebrar aquella gran victoria.




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