jueves, 8 de junio de 2017

GWTN23. Cruzando la línea.


No le tomó a Kerria mucho tiempo el entenderse con Hastings. El abogado le presentó unas condiciones realmente buenas dadas las circunstancias. Alejamiento perpetuo de Sabra Leví respecto de Martin Carson a una distancia no inferior a trescientos kilómetros. Evaluación psicológica y, caso de encontrarse alguna anomalía en la acusada, tratamiento inmediato. Al menos, y como última concesión, obtuvo que aquel incidente no quedaría reflejado en la hoja de servicios de la joven.



-Un placer haberla conocido.- Declaró Hastings, afirmando con tono sincero.- Es usted una magnífica abogada y una excelente litigante.

-Tampoco se queda usted corto.- Respondió ella, devolviéndole la cortesía.-



            Aunque algo le seguía extrañando a Kerria, y no quiso despedirse de su colega sin preguntarle con una mezcla de pesar e indignación



-No sé si podrá decírmelo, y no lo tome a mal, no quiero ofenderle ni presuponer ninguna mala praxis, pero tengo que saberlo.. ¿Acaso conocía usted la estrategia de su cliente? Quiero decir, que Daphne viniera a nosotras queriendo declarar para luego apuñalarnos como lo ha hecho.



            Ahora su interlocutor la observó con diríase que genuino desconcierto y respondió.



-Puedo asegurarle que no. Es más, cuando vi a esa chica en el estrado pensé que usted había ganado. Al principio me dio la impresión de estar totalmente de su parte. Yo tampoco lo entiendo, señorita Malden. Si eso fue una estratagema entre mi cliente y la señorita Kensington, eso únicamente lo saben ellos. Aunque, en mi opinión, era totalmente innecesaria.

-Gracias, señor Hastings.- Contestó la abogada, dándose cuenta de que aquel hombre led ecía la verdad.-

-Somos profesionales, los dos hemos hecho nuestro trabajo de la mejor manera que hemos podido buscando el mayor beneficio para nuestros clientes. De verdad, le deseo mucha suerte a la señorita Levi. Francamente, no me parece una mala persona.

-No lo es, se lo aseguro.- Convino Kerria ofreciéndole una mano que su colega estrechó.-



            Así, tras despedirse cordialmente incluso de su colega, la abogada se dispuso a retornar a la Tierra pensando.



-Al final, ha sido como si hubiéramos ganado. Este acuerdo ha sido como la sentencia más benévola que hubiéramos podido lograr. Sin embargo, hay muchas cosas que no entiendo…Ha sido todo muy extraño…y sigo pensando que Daphne amaba realmente a Sabra, no puedo imaginar qué le hizo comportarse así en el estrado.



            Sin embargo, cansada como estaba y deseosa de volver a abrazar a su familia, lo dejó estar. Al día siguiente tomó la primera lanzadera con destino a Bios. Haría escala por unos días, cumpliría su promesa de visitar a su hermano, Amatista y los niños, y luego volvería al fin a la Tierra.



-Espero que todos sigan bien. Tengo muchas ganas de ver a Leval, Tist y a mis sobrinos. Y con suerte, puede que Esmeralda haya ido para allá también. Ahora que lo pienso no pudimos vernos aquí más que en el astropuerto. Supongo que ella ya se habrá marchado.- Supuso en tanto embarcaba en la nave de pasajeros, despidiéndose de aquel extraño planeta Nature.-



            Entre tanto Martin estaba exultante. Tanto él como Daphne regresaron a la escuela al día siguiente recibiendo las felicitaciones y el apoyo de sus compañeros.



-Ya verás, cariño. Desde ahora seremos muy felices.

-Sí,- musitó ella sin parecer demasiado convencida.- Eso espero.





            Aunque nada más pudo entrar en su clase y abrazar a sus pequeños alumnos el rostro se le iluminó. Ahora se sentía confusa. No podía creer que aquello hubiera sucedido. De hecho, si se paraba a pensarlo, no había visto a Sabra realmente con esa mujer, sino que eso fue una especie de visión.



-No sé qué me está pasando.- Pensaba con inquietud.- A veces creo que pierdo la noción de lo que es real y lo que no…



Meditó incluso la posibilidad de pedir cita para ver a una psicóloga. Al menos en cuanto pudo charló con la doctora Sullivan. Ella llevaba a su hija Helen a su colegio. Pese a todo, la facultativa no era especialista en eso sino en pediatría. No obstante, una tarde mientras aguardaba a su hija a la salida de la escuela, Daphne se la aproximó.



-Buenas tardes, doctora.

-Hola.- Sonrió ésta al verla acercarse.- ¿Cómo estás? Hacía tiempo que no os veíamos…



            Y es que Julieth recordaba bien a esa chica, fue maestra de su hija cuando ésta era más pequeña. Era una muchacha agradable y muy simpática, aunque ahora la notaba más seria y preocupada. Seguramente sería por aquel juicio. Era un secreto a voces en el colegio. La pobre fue víctima de una perturbada que la acosaba. Al menos eso creyó haber escuchado. Por supuesto no le iba a preguntar directamente por ello. Aunque fue su interlocutora quién primero se dirigió a ella…



-Verá.- Le comentó esa joven con cierto tono envarado.- Quisiera pedirle consejo. Si sabe usted de algún colega que me pudiera atender.

-Tutéame por favor.- Le pidió la doctora, queriendo saber- ¿Qué te ocurre?¿Tienes alguna molestia?



            En pocas palabras y sin demasiados detalles, Daphne le contó sobre esas extrañas vivencias. Julieth la escuchó con mucha atención y dijo.



-En efecto, eso sobrepasa mi campo. Pero quizás mi colega el doctor Ginga, sí te pueda ayudar.

-No lo había pensado. – Admitió la chica.-



            Aunque eso no era cierto, de hecho tenía miedo de contarle algo así a ese doctor, sabiendo que estaba casado con Susan que, a su vez, era la superiora de Sabra. La mayor Hunter desde luego había respaldado siempre a la israelí. Si por cualquier motivo se enterasen de esto quizás hasta pudieran denunciarla o algo así. Recordaba muy bien la frase lapidaria que Kerria le dirigió durante su testimonio.



-Estás cometiendo perjurio, y eso es muy grave. No puedo demostrarlo, pero sabes que es así…- Pensó.-

-Por lo que me has contado han sido episodios aislados. ¿Verdad?- Inquirió Julieth, ahora con un tinte más preocupado.-



            Eso sacó a Daphne de sus reflexiones. Por un par de segundos quedó en silencio hasta que se centró en la pregunta que le había hecho su contertulia. Luego, haciendo memoria, respondió.



-Sí, solo me ha sucedido un par de veces.- Afirmó la interpelada, recordando aquella vez en el confesionario y la otra en el aseo del juzgado.- Nada más.



            La doctora Sullivan asintió. Sonrió tratando de mostrase tranquilizadora aunque aquello podría ser serio. De todos modos si no se repetía ese cuadro de visiones, y alucinaciones tanto visuales como auditivas, la causa bien pudiera estar en el estrés que esa chica había padecido. Desde luego esperaba que no se tratase de un brote de esquizofrenia. Al fin, intentando sonar despreocupada, le aconsejó una vez más.



-Pienso que has estado sometida a mucha presión últimamente. Quizás en cuanto descanses estarás bien. Aunque en tu lugar lo consultaría con el doctor Ginga. Hazme caso. Seguro que él te dará una opinión más apropiada.

-Gracias, lo haré.- Le aseguró Daphne aunque sin mucho deseo de llevar eso a cabo en realidad.-



            La llegada de la pequeña Helen, una linda niña rubia de ojos azules, acabó con esa conversación. Su madre la recibió con un abrazo. La cría también saludó cariñosamente a su antigua profe. Después las dos se marcharon. Daphne suspiró. Ahora reflexionaba sobre aquello. ¿Pudiera ser que su propio subconsciente, considerando que esas inclinaciones suyas hacia una persona de su mismo sexo eran erróneas, hubiera tratado de avisarla?. Quizás fuera el responsable de aquellas alucinaciones o visiones o lo que fuesen.



-¡Dios mío, ayúdame! No quiero volverme loca.- Musitó llena de zozobra.-



            No obstante, vio aproximarse a Martin. Eligió sonreír, no quería preocupar a ese pobre chico todavía más de lo que había estado por su causa.



-¿Qué tal el día?- Le preguntó él cuando llegó a su lado.-

-Bien, es estupendo estar con los niños. Y me alegro que todo eso haya terminado. - Afirmó la joven, esta vez con sinceridad.-

-Pues ahora todo irá cada vez mejor.- Le pronosticó el chico pasándole un afectuoso brazo sobre los hombros.- Esa loca ya no te molestará más…



Y bajando la mirada al oír aquello Daphne se dejó hacer, aceptando aquel abrazo y un posterior beso en los labios del chico, de este modo se marcharon a casa. Y al menos su novio tenía razón en eso. Las cosas les fueron bien en las siguientes semanas. A Sabra en cambio nada parecía animarla. Tras recibir unos días de permiso para poder someterse a esa evaluación psicológica, la joven pasaba las noches yendo a bares y bebiendo más de la cuenta. Pese a toda su ira y rabia inicial contra Daphne ahora su corazón estaba roto. Ni tan siquiera el apoyo de sus compañeras de la escuadrilla lograba animarla. Así que allí estaba, sentada en la barra de un bar a las afueras de la pequeña población en la que su base se enclavaba.



-¡Ponme otra!- Le chilló al sufrido camarero.-

-Señorita, creo que ya ha bebido bastante.- Se atrevió a responder el tipo, un hombre regordete y de pelo lacio oscuro, de quizás cuarenta y tantos años.-

-¡Eso lo decido yo! - Espetó la chica con gesto hosco.-

-¡Póngale otra!, invito yo.- Escuchó una aterciopelada voz femenina tras de sí.-

-Métase en sus cosas.- Replicó la israelí, pese a todo, con tono brusco.-



            Aunque cuando se giró a mirar a esa individua enseguida se arrepintió de ello. No estaba nada mal, labios carnosos, pechos notables y turgentes, buen cuerpo en general, morena, de ojos azules acerados, con un vestido de seda azul que se le ajustaba como un guante y calzando un buen par de tacones en los zapatos negros que llevaba. La extraña sonrió mostrando sus blancos dientes y repuso con tono despreocupado…



-Supongo que es mal de amores. Todos los tíos son unos bastardos. Por eso prefiero las mujeres.



            Sabra entonces se rio. Aquello le hizo gracia. ¡Si esa chica supiera! El hecho es que le resultaba tan irónico que le daba risa. Al fin, pudo dominarse lo bastante en sus carcajadas como para rebatir.



-Pues resulta que ha sido por culpa de una bastarda…

-Siempre las hay que pelean por un hombre.- Replicó esa muchacha como si nada.- Y lamento que hayas perdido tú.

-No, en eso está muy equivocada, señorita…

-Marla.- Sonrió ella.- Marla Sorel…

-Sabra Leví.- Se presentó la piloto a su vez.-

-¿Entonces, acaso no se lo quedó ella?- quiso saber la voluptuosa individua.-

-Sí y no.- Se sonrió irónicamente Sabra para desvelar.- Más bien a ella se la quedó él.

-Comprendo.- Le susurró Marla al oído, devolviéndole la sonrisa a su interlocutora.- Quizás te vendría bien hablar de eso con alguien que te pueda entender perfectamente.



            La israelí no se sentía con demasiadas ganas de hablar, pero había algo en esa mujer que la cautivaba. Además de que estaba muy buena, su tono era magnético. Casi sin querer  asintió.



-Vámonos de aquí.- Le ofreció Marla tomándola de una mano.- Este sitio es deprimente…



            Y la piloto la siguió de buena gana. Comenzaba a despejarse un poco de los efectos del alcohol y a subirle la libido. Desde luego que, tras abordar un taxi deslizador dio gracias a que éste tuviera conductor automático dado que esa mujer comenzó a “devorarla”. Sabra no era ni mucho menos una amante inexperta pero se las vio y deseó para devolver todos esos besos y caricias, algunas en partes de su anatomía realmente comprometidas. Bajaron del vehículo besándose de forma apasionada, sin importarles que hubiera alguien mirando o no. Incluso Marla se sonrió con regocijo una de las veces que, desde cierta distancia, escucharon.



-¡Qué vergüenza! ¡En plena calle!

-¡Menos mal que a estas horas no hay niños!



            Aquella voluptuosa mujer se sonrió incluso divertida ante esos comentarios. Apenas si le susurró a su nueva amante.



-Ignora a esos perdedores…no merecen la pena.



Y Sabra siguió ese consejo de buena gana. Así que, tras continuar a lo suyo, subir al ático de un edificio cercano y abrir la puerta (Marla lo hizo con una mano en tanto utilizaba la otra para hacer vibrar a su pareja) se desnudaron con rapidez y culminaron aquello. Tras unos minutos, Sabra fue capaz de decir, aun jadeante.



-¡Y yo pensaba que era un ciclón en esto!

-Cariño. Tengo mucha experiencia.- Le susurró su nueva amante para sentenciar.- Te prometo que, fuera quien fuera ella, haré que la olvides.

-Ya la he olvidado.- Afirmó la israelí.-

-Bueno, entonces no te importará contarme que ha pasado.- Le pidió Marla.-



            Sabra lo hizo, ya sin la amargura que había arrastrado hasta entonces. Tras escucharla atentamente su interlocutora declaró.



-Eso te demuestra que todos los hombres son así. Unos manipuladores. Posiblemente esa chica estaba colgadita por ti. Pero claro, él debió de prometerle una vida fácil y recibir los parabienes de toda esa comunidad de hipócritas y beatos.

-Personalmente no tengo nada en contra de ese tipo. – Replicó despreocupadamente Sabra, razonando.- No fue él quien me traicionó.

-Puede ser, pero de no haber estado ahí, siendo tan insistente, podrías haber sido feliz con esa… ¿Cómo se llamaba?- Inquirió con impostada ignorancia.-

-Daphne.- Musitó la piloto sin poder evitar esta vez un tinte de tristeza en su voz.- Y creía que iba a ser la mujer de mi vida. Lo hubiera dejado todo por ella.

-Ya ves que ella no pensaba lo mismo.- Sentenció Marla en tanto le acariciaba descuidadamente un pecho a su amante.- Pero no sufras…¡una mujer como tú es un bombón para paladares selectos!- La alabó.- Y a mí me encanta el chocolate…

-Tú me gustas también.- Admitió su contertulia.- Si eres de por aquí…quizás podríamos…

-No soy de este sitio realmente, pero puede que me acomode por un tiempo.- Repuso Marla, alegando.- Aquí hay muchas cosas que tienen que cambiar y quiero ayudar a que lo hagan.

-¿Cómo cuáles?- Quiso saber su interlocutora.-

-Tanto machismo y tanta represión contra nosotras.- Le explicó la interpelada añadiendo.- Verás. Soy periodista y además de denunciar esto, pertenezco a un grupo de mujeres. Algunas lo pasamos muy bien juntas, como tú y yo ahora.

-Vaya. ¿Me estás proponiendo que tome parte en una orgía con más chicas?- Se sonrió Sabra afirmando divertida.- No me parece un mal plan. Aunque suelo ser monógama.

-Eso se podría discutir también.- Se rio su contertulia, añadiendo ya más en serio.- No digo que todas sean lesbianas. Pero sí que son activistas. En general luchamos contra la opresión del hetero patriarcado. Y en el grupo solamente hay dos tipos de opiniones respecto de los hombres.

-¿Dos? ¿Cuáles?- Se sorprendió la israelí.-



            Su amante dejó transcurrir unos segundos para sonreír luego y sentenciar.



-Una parte, la compuesta por mujeres heterosexuales, cree que solo valen para pasar un buen rato en la cama y manipularles. La otra, a la que pertenezco, cree que solo sirven para utilizarles cuando nos convenga. Ambas estamos de acuerdo en que, una vez nos hayan servido para unas cosas u otras, hay que eliminarlos.



            Sabra escuchó atónita aunque enseguida se rio inquiriendo con incredulidad.



-¿Es una broma, verdad?

-Quizás exagero algo.- Concedió Marla que le sugirió.- Te diré lo que haremos. Mañana ven conmigo a conocer a alguna de los miembros del grupo. Son mujeres de todo Nature. De algunas desde luego, no podrías imaginarte que pertenecen a nuestra hermandad. Unas cuantas están realmente muy bien posicionadas en diversas facetas de los negocios, el arte, etc.…

-¿Cómo por ejemplo?- Inquirió la perpleja israelí.-

-Si quieres descubrirlo tendrás que acompañarme.- La incitó su pareja.-



            Aquello estaba picando la curiosidad de Sabra cada vez más. Asintió despacio. ¡Claro que iría con Marla!



-Así me gusta.- Sonrió lascivamente ésta para comenzar a recorrer el cuerpo de su amante con su boca y entre jadeos, añadir.- Ahora, vamos a por otra ración…



            Muy lejos de allí, Dean y Pancho ya habían recorrido mucha distancia. Ayudados por algunos contactos eludieron a las patrullas de la policía y lograron llegar a la Ciudad del Sur. Gracias a su talento como ladrones pudieron hacerse con algunos créditos para ir tirando. Caminaban tranquilamente por la calle, sintiéndose seguros con el anonimato que disfrutaban. Dean incluso se las apañó para robar un teléfono y desde él, escribir a Nelly.



-¿Estás loco? ¿Qué pendejada es esa?- Le amonestó su compañero de huida.-

-Lo siento, pero sé que ella pese a todo, se preocupa por mí. Al menos deseo que sepa que estoy vivo y bien y que se lo cuente a mi madre.

-Y de paso que la policía rastree la llamada.- Se enfadó su interlocutor.-

-Para cuando lo hagan nos habremos ido muy lejos.- Se sonrió el chico, que, tras terminar de enviar un mensaje, colocó el teléfono en la parte baja de un deslizador que hacía la ruta hacia Sagan City, explicando a su compañero.- Si siguen el teléfono creerán que me dirijo de vuelta hacia la ciudad…

-No está mal, ¡es una idea padre! - Convino su amigo alabándole ahora.- Has aprendido mucho en poco tiempo. Eso es bueno, te ayudará  sobrevivir, créelo. Y más hacia donde ahorita vamos. 



            Prosiguieron su ruta deambulando por calles y callejuelas. Al fin, estaban en una zona más degradada. No daba buena espina caminar solo por ahí. De hecho, Pancho le comentó con una evidente dosis de respeto y resquemor, lejos de su jactancia habitual.



-Vamos a entrar en el territorio de los Coyotes. Es una banda muy peligrosa. Trafican con drogas entre otras cosas. El Loten y el Plaguen son sus mejores mercancías. Aunque no le hacen ascos a la prostitución, el juego o las armas.

-Eso no me gusta.- Contestó un inquietado Dean.-

- Tranquilo compadre. Si hay algo que necesitan es a alguien con inteligencia y habilidades. Matones tienen  a docenas. Y tú eres listo y te das maña.

-Gracias.- Repuso Dean.-

-Solo una cosa más.- Le advirtió Pancho en cuanto vieron cómo, tras de una esquina surgían un par de individuos de aspecto poco tranquilizador.- Deja que hable yo.

-No hay problema...- Pudo decir un cada vez más asustado Dean en cuanto esos dos tipejos exhibieron sendas navajas.- Tú habla, que yo ya correré…



            Por fortuna para ella, ajena del todo a ese trance por el que estaba a punto de pasar su hijo, Ginger luchaban contra su depresión. La mujer salía muy poco de casa y apenas si se ocupaba del negocio. Afortunadamente tenía a Clarisa que estaba pendiente tanto de ella como de la cafetería. Esa muchacha le había demostrado ser una muy buena amiga.



-Al menos tú siempre me has dado ánimos.- Se decía sintiéndose agradecida.-



Recordó también que su pareja Gus estaba en el trabajo. Le quería pese a sus brotes de mal genio y su terquedad. No era un mal hombre. Lo único que lamentaba era su falta de paciencia con su hijo  y  es que ella apenas sí hacía más que pensar en Dean. A veces la desesperación la asaltaba imaginándole víctima de mil accidentes o percances. En otras ocasiones quería ser optimista, era un chico listo, siempre fue muy despierto. Seguro que sabría cuidarse. Al final se ensimismaba viendo antiguas Holo fotos suyas o estando perdida en los recuerdos.



-¡Ojalá estés bien, cariño!- Suspiraba consternada una y otra vez, sin poder evitar llorar. -



            Una llamada a la puerta la sacó de sus pensamientos. Tras dudar se dirigió a ver quién era. Activó la cámara y pudo observar a una atractiva jovencita de pelo moreno y ojos azules.



-¿Señora Reinosa? Hola, soy Nelly Connors. – Se presentó.- ¿Podría hablar con usted, por favor?

-No, no me encuentro bien.- Pudo replicar ésta con tono de voz apagado.-

-Tengo noticias. - Afirmó entonces la chica, con más ánimo en el tono de voz.- Noticias de Dean.-



            Eso provocó una sacudida en Ginger, fue como si un tsunami hubiera pasado sobre ella arrasando esa apatía. Al menos por un momento, el que tardó en preguntar agitada.



-¿Dean? ¿Está bien? ¿Le ha pasado algo?

-Tranquilícese, por favor. Está bien. Me ha enviado un mensaje. Y parte del mensaje es para usted.- Le desveló la muchacha.-

-Pasa, por favor.- Le pidió la pobre mujer, abriendo de inmediato.-



            Nelly entró en esa casa que era un chalet unifamiliar con un pequeño pero cuidado jardín. Traspuso la valla desde donde había estado conversando a través de un vídeo teléfono y entró al ver la puerta abierta. Allí, una desmejorada mujer rubia de quizás cuarenta años, la aguardaba con expectación.



-Dime ¿qué sabes tú de mi hijo?- Preguntó con voz a medio camino entre trémula y esperanzada.-



            La muchacha se tomó unos instantes para responder a esa cuestión. De hecho, todavía le costaba trabajo pensar en ello por lo mucho que le hacía sufrir. Aunque viendo la cara de angustia de esa pobre mujer finalmente contestó.



-Verá. Cuando murió mi madre me escapé de casa. Deambulé sin rumbo fijo y estaba a punto de ser atacada por unos indeseables cuando él me ayudó…

-No te quedes en la puerta, pasa, te lo ruego.- Le ofreció Ginger que parecía recobrar su talante jovial de antaño.- ¿Te apetece tomar algo?

-No, muchas gracias.- Declinó la joven.-





            Aunque entró al salón y tomó asiento en una de las sillas que lo decoraban. Ginger se sentó junto a ella y con expresión suplicante insistió.



-Dime todo lo que sepas de él, ¡por favor!…



            Nelly así lo hizo. Obviando detalles como que los dos tuvieron que robar. Ginger era una buena mujer y no deseaba disgustarla de ese modo. En cuanto concluyó su relato le mostró el mensaje que había recibido el día anterior. Decía lo siguiente.



-Hola Nelly. ¿Cómo lo llevas? Yo estoy bien. Me muevo mucho. Espero que no tuvieras problemas. Siento haberme ido pero la ciudad empezaba a no gustarme. Te pido un favor, saluda a mi madre y dile que la quiero. Ella es buena. Quiero pedirle perdón por haberla hecho sufrir. En cuanto pueda volveré…dile que se anime, por favor.

-¿Co, como sabes que es de él?- Inquirió Gin que ahora parecía desconfiar.-

-Me envió esto también.- Añadió al chica mostrando una foto del muchacho.-



            Lucía algo desmejorado, y con aspecto poco presentable, pero no parecía estar mal. Hasta daba la impresión de haber crecido. Al verlo la anfitriona le arrebató el teléfono a la muchacha y tras contemplar la pantalla las lágrimas le saltaron. Abrazó ese móvil sin poder evitar llorar. Nelly la observó con manifiesta compasión. De algún modo las dos tenían algo en común, habían perdido a un ser muy querido. A alguien que había sido el centro de su existencia. Aunque afortunadamente para Ginger su hijo seguía con vida.



-Le prometo una cosa.- Pudo decir la chica, emocionada también.- Si contacta más veces conmigo vendré a decírselo. Y trataré de hablar con él y de convencerle para que vuelva. Él es afortunado, al menos tiene a una madre que le quiere.- Sollozó al fin con la voz quebrada por la emoción. -



            Ahora fue Ginger quien miró con lástima a esa pobre criatura. Suspiró enjugándose sus propias lágrimas y pasándole un brazo por los hombros, trató a su vez de animarla.



-Tu madre era una buena mujer. Y te educó bien. Te agradecería mucho que, si supieras algo más, me lo contaras. Trataré a mi vez de volver al trabajo. De estar ahí. Y si necesitas a alguien con quien hablar, sepas algo de Dean o no, siempre serás bienvenida.

-Gracias, señora Reinosa.- Pudo contestar la emocionada Nelly.-

-Llámame Ginger.- Sonrió la aludida.-



            La joven asintió. Al rato se despidió de la madre de Dean y decidió dar un paseo. Recordó como había llegado a la casa de esa pobre mujer. Aprovechando que esa mañana no tuvo que ir al colegio había decidido arreglar su cuarto y mirar entre las cosas de su madre. Por suerte su padre no estaba en casa, sino en el trabajo. Y esa mujer, Kassandra, tampoco se hallaba presente. La niña aprovechó para mirar en su propia habitación. Algunas cosas no estaban tal y como ella las dejase. Supuso que alguno de ellos las habría registrado buscando vete a saber qué.  Pero no iba a recriminárselo a ninguno, y menos a su padre.



-No pienso darle la satisfacción de humillarme.- Se dijo con decisión.-



            Al poco rato recibió un mensaje en su teléfono. Al consultarlo quedó atónita ¡Era Dean! Lo leyó de inmediato y contestó. Aunque ese texto no era el mismo que le mostrase a la madre del muchacho. El primer mensaje de su amigo  era de disculpa, por haber huido dejándola sola dentro de aquel antro. Nelly respondió diciéndole que no se preocupase, que el doctor Ginga había ido a rescatarla.



-Puedes confiar en él.- Recibió por contestación.- Es un buen hombre.



            La chica estaba segura de eso. Y siguió respondiendo a su amigo. Éste al fin se despidió dándole aquel mensaje para su madre. Nelly le prometió que se lo daría.



-Ve y habla primero con Clarisa y con Scott.- Le pidió el muchacho.- Ellos también son de confianza.





            Y la joven así lo hizo. No tardó en vestirse y salir de casa. Luego fue a la cafetería. Allí estaba Clarisa. Enseguida entró saludando a esa buena mujer. Por fortuna el día estaba tranquilo y la propietaria se acercó a ella.



-Hola.- Musitó la chica.-

-¡Nelly! Me alegro mucho de verte otra vez.- Sonrió ésta.- Anda, siéntate.- Le ofreció - ¿Qué te apetece tomar?

-No tengo dinero.- Se excusó la joven con tono avergonzado.-

-Ni falta que te hace a ti.- La animó su interlocutora.- Anda, te traeré un poco de tarta Sandy y un zumo.



            La cría sonrió agradecida, incluso emocionada. Esa mujer le recordaba a su madre en muchos aspectos. Pero decidió controlarse. Ante todo tenía una tarea que cumplir.



-Muchas gracias.- Replicó, añadiendo.- Perdone, ¿no tendría usted la dirección de la señora Reinosa?

-¿De Ginger?- Se sorprendió Clarisa.- Bueno, sí, pero ¿Para qué la quieres?

-Es que yo era compañera de clase de Dean, y éramos muy amigos.- Le contó eludiendo hablar sobre ningún mensaje del muchacho.- Me gustaría ir a animarla.



            La camarera sonrió. Le pareció que era un bonito detalle de esa niña el querer alegrar un poco a Gin. ¡Y desde luego falta le hacía a su amiga!



-Muy bien, te la daré, pero antes come algo.- Le insistió.-



            La chica asintió con evidente entusiasmo. Se sintió aliviada y por supuesto estaba con deseos de saborear esa estupenda tarta. Clarisa fue a buscarle una ración.  Pensando en ello Nelly dejó escapar alguna lágrima. Se recordaba a sí misma, junto con su hermano y su madre, no hacía tanto tiempo, yendo a ese mismo local y merendando los tres juntos. Incluso su padre iba a veces. Y ahora, cuando pensaba en ello se daba cuenta. Fue siempre su madre quien le preguntaba qué quería tomar o la que se ponía a su lado. Su presunto progenitor siempre se ocupaba más de Orix.



-Siempre me odió.- Suspiraba ahora llena de tristeza.- Me odió por algo de lo que yo no tengo ninguna culpa.



            Sin embargo, se enjugó rápidamente esas lágrimas y tornó su cara pesarosa en un rostro amable al ver volver a Clarisa. Podía sentir que era muy buena persona. Aunque por el momento no le contaría nada más para no ponerla en un aprieto. Eso sí, dio buena cuenta de la tarta y del zumo de naranja que ésta le trajo. Al terminar se dirigió a la casa de Ginger. Ahora, tras visitar a la madre de Dean, retornaba a la suya. Entró por la verja que daba paso al jardín y se dirigió a la puerta principal. Estaba lista para abrir aunque antes de hacerlo vio que llegaba esa tal Kassandra. ¡Y venía con su padre! Era muy pronto para que hubieran salido del trabajo. Por eso, decidió esconderse y tratar de escuchar lo que dijeran. De modo que, tras unos setos, se cubrió colocándose bajo la ventana entreabierta que daba al despacho de su padre. Al poco Edgar entraba allí con esa mujer. Tras besarse varias veces la pareja comenzó a conversar, con la atenta Nelly tratando de oírlo todo.



-¡Maldita sea!- espetaba un enfadado Edgar.- Ese abogaducho podría habernos dado mejores noticias…

-Desgraciadamente tu mujer lo dejó todo muy claro.- Repuso su interlocutora.- Te tendrás que ocupar de esa mocosa, quieras o no. El fideicomiso está a su nombre.

-Y no contenta con eso puso de albacea a ese… ¡maldito matasanos! - Exclamó Edgar dando un puñetazo en la mesa.- ¡Y ni tan siquiera le han localizado todavía!

-Recuerda que te lo dije. Por lo que me contabas sobre tu esposa, ella tenía muy claro que tú nunca aceptaste a esa…cosa, por hija…





            Esas palabras dichas de un modo tan desdeñoso y cruel le dolieron mucho a Nelly pero se sobrepuso, consciente de que esa era una conversación importante. Así pues, siguió escuchando con interés.



-Sí, tienes toda la razón. No quise creerlo. Siempre desee pensar que Aurora no se había enterado…- Suspiró él.- Pero tú enseguida te diste cuenta. Me alegro mucho de haberte conocido mientras mi mujer estaba enferma.- Aunque tras un momento de silencio, añadió tratando de justificarse.-  Yo la quería pero…me veía incapaz de cuidar de los niños y de ella a la vez. Sobre todo de esa impostora que quisieron obligarme a aceptar por hija. El experimento de ese medicucho. De no haber enfermado Aurora, quizás hubiera terminado por separarme de ella.- Manifestó.-

-Y te hubieras quedado en la ignorancia de la fortuna que tenía tu mujer.- Sonrió Kassandra.-



            Y es que Edgar se quedó perplejo cuando, al poco de fugarse Nelly, un abogado vino a verle. Era del mejor bufete de Nature y tenía un documento con la última voluntad y testamento de Aurora. No todo evidentemente, dado que el principal se leyó al día siguiente de que autorizase a desconectarla. En ese se dejaba a su esposo como administrador de sus bienes en común. No obstante, un codicilo fue agregado por su esposa poco tiempo antes de su muerte. Debido a la burocracia tardaron un par de semanas en informarle. Y en él, se desvelaba que Aurora tenía una herencia de su familia que estaba valorada en millones de créditos. Siendo heredera universal pudo disponer de la misma a su antojo. Aunque jamás comentó nada. De hecho, Edgar sabía que los padres de su difunta esposa habían sido ricos pero creyó que ya le habían dejado una herencia con la que pudieron pagar la casa de Nature. Este otro legado fue una sorpresa tan grande como inesperada. Pero desgraciadamente estaba condicionada por la existencia de esa mocosa…



-Debería habérmelo dejado a mí.- Espetó él con visible enfado.- ¡Y no a eso!…no puedo soportar tenerla bajo mi techo ni un segundo más…

-Ten paciencia, hasta que no sea mayor de edad no cobrará su parte y el fideicomiso no se desbloqueará.- Afirmó Kassandra.- Pero, ya sabes, eso salvo que sufra un percance o muera de modo natural. Entonces todo pasaría a Orix.

-Sí, y Orix me quiere, al menos él, aunque sea un maldito alienígena, no es un experimento de laboratorio.- Concluyó Edgar.-

-Pues sigue cultivando su cariño. Es fundamental que se sienta más unido a ti que a su hermana. Y cuando eso pase, ella estará sola. Sin embargo, a esa mocosa no debe pasarle nada, al menos todavía. - Se sonrió aviesamente esa mujer.-



            Nelly estaba horrorizada. Tuvo que taparse la boca para no soltar una exclamación que la delatase ¡Estaban tratando de ponerle una trampa! ¿Y qué era eso del fideicomiso?. Tendría que informarse, buscar ayuda. Lástima que esa tal Kerria se hubiera marchado de Nature. Por lo poco que pudo informarse, el juicio en el que participaba como defensora se había acabado haría unos días. Solo pudo pensar en una persona en la que confiase plenamente. ¡Ojalá pudiera contactar con el doctor Ginga para hablar con él y contarle esto!



-Debo encontrarle como sea. Iré al hospital.- Pensó.-



            En otra parte de Nature, la familia del aludido al fin estaba reunida. Ail y Ann habían venido a ver a sus hijos y nietos. Todos juntos disfrutaban de una excursión por el parque norte. Un bonito bosque a pocos kilómetros de Sagan City. Junto con Susan, Giaal, Naya y Alan, los orgullosos abuelos, en sus formas humanas, iban llevando de la mano a sus nietos, Alan a Fiora y Ann a Alex…



-Así que te gustan mucho los animalitos.- Sonreía el alien mirando con afecto a su nietecita.-

-Sí, abuelo.- Sonreía la pequeña a su vez.- Son muy bonitos y muy graciosos, y no son malos, como algunas personas.

-¿Ah sí?- Se sorprendió Ail.- Vaya, ¿Y tú conoces a algunas personas malas?

-No.- Dijo la niña, quien pese a eso, agregó.- Pero papá y mamá dicen que tenga cuidado. Que hay personas malas.

-Eso es cierto.- Admitió su abuelo con tono más serio para aconsejarla a su vez.- Siempre debes ser obediente y hacer lo que tus papás te digan. Sin embargo, también hay personas buenas. - Añadió sonando cordial.-

-Sí, tú y la abuela Ann, sois buenas personas.- Afirmó la niña.-  Y los tíos Giaal y Susan, y el primo Alex…



            Y entonces, tras meditar por un momento, la cría le preguntó a su interlocutor.



-Abuelo. ¿Qué es la oscuridad?¿es mala?

-¿La oscuridad?- Se sorprendió Ail tratando de responder con cautela.- Bueno, si hablas de cuando es de noche o no hay iluminación, no tiene porqué serlo…

-Ya lo sé.- Comentó Fiora como si aquello fuera evidente, para agregar.- Pero no es eso. Es que a veces hay gente buena que está en la oscuridad. Y no pueden ver…entonces podrían hacerse malas personas. Pero no porque lo sean, sino porque no saben qué están haciendo.



            El extraterrestre se quedó mirando a su nieta con la boca abierta. Aquella reflexión era muy profunda para una niña de su edad. Y es que Fiora solamente tenía unos seis años.



-Sí, es cierto… por eso siempre hay que tratar de ayudar a los demás.- Repuso su abuelo al fin, explicando a la cría.- En ocasiones la oscuridad viene por la ignorancia. Tienes mucha razón, tesoro. A veces puedes ser bueno y hacer algo que esté mal porque no te das cuenta de ello.



            Ail sabía muy bien de lo que hablaba. Hacía mucho tiempo, tanto él como su ahora esposa, fueron así. Dos criaturas solitarias, perdidas y sin saber lo que era el amor verdadero. Se volvieron malvados aunque gracias a la generosidad de los hoy reyes de la Tierra pudieron ver el gran error en el que estaban y cambiar.



-Abuelo, entonces, ¿si le cuentas a esa persona que está haciendo cosas malas, eso haría que dejara de hacerlas?

-A veces sí, cielo, pero otras no es tan fácil hacérselo ver.- Tuvo que admitir él.-



            Entre tanto Ann charlaba divertida con su nieto. El pequeño Alex también era muy agudo y observador y le preguntó a su abuela algo entristecido.



-Dime abuela, ¿por qué yo no puedo ponerme de color verde como el abuelo y tú?

-Bueno, cariño, tú tienes parte humana.- Le explicó dulcemente ella.- Pero no te preocupes, eres muy guapo. Qué, ¿vas bien en el cole?- Le preguntó tratando de hacerle olvidar aquello.-

-Sí, aprendo muchas cosas. Y a veces leo en un libro muy grande.

-¡Vaya, qué bien!- Sonrió Annie, añadiendo.- ¿Y qué lees en ese libro?

-Cosas que van a pasar y otras que ya han pasado.- Le desveló el niño.-



            Ann no entendió aquello, aunque lo tomó por fantasías infantiles…quizás fuera un libro de historias para críos. En ese momento Susan se aproximó a ambos para preguntarle a su vástago.



-¿Qué le cuentas a la abuela Ann?

-Cosas del cole.- Repuso el niño.-

-¿Le has dicho que quieres ser de mayor?- Se sonrió su madre.-

-Quiero ser médico como papá y soldado como tú.- Afirmó el niño.-

-Eso está muy bien.- Terció su abuela.-

-Y seré un soldado médico muy bueno.- Sentenció Alex.-

-Seguro que sí, cariño.- Afirmó Susan dándole un cariñoso beso en la mejilla.-



            Entre tanto Alan estaba junto a su suegro y su hija. La pequeña Fiora miraba ahora corretear a unas ardillas y se reía.



-Le encantan todos los animalitos.- Le comentó su yerno a Ail.-

-Tiene un gran corazón. Es muy buena y muy dulce. ¡Ojala que pueda crecer en un mundo en el que nunca conozca la oscuridad! – Deseó su abuelo hablando en voz baja para que la cría no le escuchase.-



            Su yerno asintió, Y a su vez quiso saber.



-¿Habéis visto a mis padres últimamente?

-Hace unos meses que no.- Respondió Ail.-

-Estoy algo preocupado.- Le contó Alan.- Creo que mi padre no está bien. Empieza a tener lagunas de memoria. Al menos, eso me dijo mi hermana Idina la última vez que hablé con ella. Quería ir a visitarle pronto. Pero ahora está alojando a la hija de Neherenia en su casa de Bios.

-Bueno, en cuanto vayamos por la Tierra nos pasaremos a saludar a tus padres. Tranquilo, seguro que Tom estará bien.- Quiso animarle Ail.-



            Por su parte los hermanos Ginga hablaban ahora un poco al margen del resto de la familia. Naya le preguntaba a Giaal.



-¿Sabes alguna cosa nueva de Nelly?

-Volvió a su casa. De momento parece que todo ha regresado a la normalidad. ¡Ojalá que ese cretino de Edgar se haya dado cuenta de su tremendo error!- Suspiró.-

-Eso espero, esa pobre chica ha sufrido mucho.- Convino su hermana.- Y lo que necesita es una familia que la arrope y que la quiera.

-No creas que no lo sé.- Afirmó su interlocutor.- Y lo mismo le pasa a Dean. Ella me contó que ese chico había estado con ella. De hecho, él la encontró deambulando por las calles y la llevó a esa guardia en los búnkeres. Estaban con un grupito de chicos, todos fugados de sus casas.

-Es terrible que esas cosas sucedan aquí. Pensaba que este planeta era un lugar de paz y de armonía.- Afirmó Naya.-

-Por desgracia está muy lejos de serlo en muchos aspectos. – Le comentó Giaal, recordando a su vez.- Susan me contó lo ocurrido en el juicio de su subordinada. A pesar de tener a Kerria como abogada la cosa no le fue bien.

-¿Ha ido a la cárcel?- Inquirió su contertulia.-

-No, al final resulta que Martin retiró los cargos. Por lo que Susan pudo averiguar el chico decidió zanjar el asunto.

-Es un buen muchacho entonces.- Declaró Naya.-

-Sí, eso creo. – Repuso su interlocutor quién, mirando al resto de su familia, quiso cambiar de tema.- En fin…será mejor que vayamos con el resto.



            La joven asintió, y ambos hermanos fueron a reunirse con sus allegados. Se sentaron en unos bancos de un sitio habilitado como merendero y sacaron algo de comida de unas cestas que llevaban. Annie, sonriendo, comentó con añoranza.



-Recuerdo la primera vez que hice esto. Hace muchos años, con mis amigas las sailors.

-¿Las sailors?- Se interesó Fiora.- ¿Esas quiénes son?

-Verás, hoy son las princesas planetarias y la reina Serenity.- Le contó su abuela.-

-¿Y las conoces?- Exclamó la sorprendida cría. -Yo conozco a  algunas de verlas en la Holo tele.



            Su contertulia le dedicó una tierna sonrisa, incluso se rio un poco y no tardó en añadir.



-Una de ellas, es la princesa de Mercurio.  Se llama Ami. Es muy amiga mía y cuidó mucho a tu madre cuando ella fue a estudiar a la Tierra.- Le explicó Annie.-

-Y yo también sé quién es la princesa de Marte.- Afirmó la niña con entusiasmo, declarando.- La abuelita Connie me ha contado que son muy amigas.

-Es verdad.- Sonrió su padre observándola con satisfacción para admitir.- Y Rei es mi madrina. Siempre fue encantadora conmigo y mis hermanos. Y una gran amiga de mis padres.

-Ellas son un buen ejemplo, tesoro.- Le comentó Ail a su nieta, sentenciando.- Siempre tienen mucha luz para todo aquel que se acerque a su lado y desee su amistad. Propagan el bien y el amor a todos los que quieran recibirlos.



            La cría asintió, su primo Alex intervino entonces afirmando muy convencido.



-Seguro que Fiora será como ellas.

-Eso sería maravilloso, cariño. - Afirmó una sonriente Susan.-

            Le encantaba que su hijo le tuviera tanto cariño a su prima. Aunque en ese momento, interrumpiendo aquello, recibió un mensaje en su teléfono. Esperando que fuera de su base lo consultó enseguida. ¡Ojalá no le ordenasen presentarse allí a toda prisa por alguna emergencia. Por fortuna no fue así. Incluso sonrió con alegría.



-¿Qué pasa, cariño?- Se interesó Giaal añadiendo con algo de inquietud.-Espero que no sea para mí del hospital, me dejé el teléfono en casa.

-No creo.- Terció Naya.- Y aunque así fuera podrían llamarme a mí. Así que estate tranquilo.



            Sin embargo, su cuñada negó con la cabeza para declarar de forma entusiasta.



-¡Es de mi hermana, Debbie va a venir a visitarnos!

-¡La tita Debbie!- Exclamó un también encantado Alex.- ¡Bien!



            Y eso que apenas si había visto a su tía más que en unas contadísimas ocasiones. Aunque parecía que la quisiera mucho. De ahí que sus padres le miraran con una alegre expresión.



-¿Te ha dicho cuándo llegará?- Quiso saber Alan.- Me gustaría saludarla y preguntarla por mi hermano Lance. Creo que trabajaba con él, en su empresa.

-En menos de un mes.- Replicó Susan añadiendo no sin un leve toque de pesar.- Cuando le diga que Kerria estuvo aquí y que no han podido coincidir le dará bastante pena.

-La tita Debbie quería mucho a Kerria. ¿A que sí?- Intervino sagazmente Alex dejando a sus padres perplejos.-

-¿Cómo se te ha ocurrido eso, hijo?- Le pregunto un atónito Giaal.-

-Lo leí en un libro muy grande.- Comentó el crío sin darle importancia.-



            Tanto Giaal como sus padres se miraron. Luego, el doctor Ginga intercambió una mirada con Alan. Su cuñado parecía estar pensando en algo. Como si eso le sonase vagamente familiar.  Aunque no dijo nada.



-Bueno, a merendar.- Les indicó Naya, ajena a esos temas.-



            Los niños enseguida comenzaron a devorar emparedados. Tenían mucha hambre. Su abuela sonrió al verles. Al acabar con el ágape ambos primitos jugaron a corretear muy contentos. La familia prosiguió charlando de muchos otros temas y casi al caer la tarde retornaron. Esa noche Ail y Ann iban a la casa de Susan y Giaal. Así, al despedirse de todos sus parientes, Alan permanecía pensativo. Su esposa se lo notó, y una vez llegaron a su casa y acostaron a Fiora le preguntó.



-¿Estás bien? No has hablado apenas desde que volvimos.

-Sí, es solo que echo de menos a mi hermano Lance, y por supuesto también a mi hermana Idina y a mis padres.- Le confesó él.-

-Estamos muy lejos por desgracia.- Suspiró Naya admitiendo a su vez.- Yo me he alegrado muchísimo de volver a ver a los míos. Aunque dentro de poco volverán a marcharse.

-Pues disfruta cada segundo que pases con ellos.- Le aconsejó cariñosamente su marido.-



            Ella asintió, Alan por su parte pensaba ahora en su padre. Le preocupaba mucho eso que Idina le contara, unas lagunas episódicas que su padre sufría.



-No sé, Mamá me ha dicho que, a veces, se olvida de lo que acaba de hacer, pero que se acuerda perfectamente de cuando estudiaban en la Golden.- Le había relatado su hermana menor.-



            Y es que Tom llevaba un tiempo algo apartado del mundanal ruido, como él solía decir. Dedicado a sus estudios sobre ciencias arcanas. Su hijo mayor compartía ese interés con él pero ahora, con su trabajo y cuidando a su familia, apenas sí tenía tiempo para ocuparse de esas cosas. No obstante, su padre sí que parecía haber hecho progresos y en una de las últimas veces que hablaron le llegó a comentar algo de un libro.



-El Libro de los días...- Musitó reflexivamente el muchacho.- Creo que se llamaba así. ¿Será el mismo al que mi sobrino se refería? No puede ser, solo es un niño…

-¿Decías algo?- Quiso saber Naya.-

-No, nada.- Sonrió él replicando de modo más desenfadado.- Pensaba en el trabajo…tengo mucho que hacer.

-Te entiendo, en el hospital es lo mismo. Estamos muy liados y últimamente no noto a mi hermano demasiado concentrado. Todo este asunto de Nelly y de Dean le está preocupando mucho.

-Es normal.- Repuso comprensivamente Alan.- Él se involucró mucho con esa cría.

-Sí, por lo que me contaron, la niña sufrió terribles heridas cuando vivía en la SPP-2 y fueron atacados. Estuvo a punto de morir o algo así. No estoy segura. Mi hermano es muy críptico en eso. Y me sorprende mucho. Él nunca ha tenido secretos conmigo. Ni yo con él.

-Quizás pertenezca al ámbito de la confidencialidad médico-paciente.- Conjeturó Alan.-

-Puede ser, pero no es el único que está preocupado.- Comentó pensativamente Naya añadiendo.- Maggie también parece algo dispersa estos últimos días. Ella, como Giaal, ayudó mucho a esa cría. Y por si fuera poco, me comentó que iba a tener visita familiar. Desde Nuevo Vegeta.

-No me extraña. - Suspiró Alan agitando una mano ahora con mayor desenfado para afirmar parecía que hasta divertido.- Si sus suegros saiyajin vienen a verla, cualquiera estaría algo nervioso ¿no? Soy yo con mis suegros de Makaiyu y me preocupo…

-¡Oye!- Se rio su esposa fingiendo algo de indignación.- ¡Te podrás quejar tú de mis padres!

-¡Por supuesto que no, tonta! - Rio Alan a su vez abrazándola.-

-En eso has tenido mucha suerte con tus suegros, bueno, y yo con los míos.- Declaró la joven en justa reciprocidad.-

-Sí.- Afirmó Alan ya con más seriedad para añadir.- Nuestros padres siempre fueron grandes amigos, incluso mucho antes de que nosotros naciéramos. Comparten un vínculo muy fuerte. El haber luchado codo con codo contra el mal.



            Su esposa asintió, tanto sus padres, como los de su marido, e incluso los amigos y ¡no digamos las madrinas de ambos! Sabían muy bien lo que era defender la causa del bien. Por ello la joven llegó incluso a reflexionar.



-A veces creo que no hemos sido capaces de estar a su altura.

-Bueno. Algunos como mis primos sí se alistaron y combatieron. Desgraciadamente, perdimos a Granate. – Suspiró entristecido, aunque enseguida recobró un tono más animado y tintado de orgullo al agregar.-  Y mis primas y mi hermana son justicieras. Tal y como mi madre y mis tías lo fueron. Desde ese punto de vista, me pasa como a ti. En ocasiones me da la impresión de que no he colaborado lo suficiente. Aunque luego veo el trabajo que hacemos y me doy cuenta de que no es necesario luchar directamente contra un invasor o un delincuente para ayudar a defender buenas causas. Sobre todo tú, que salvas vidas a diario. Lo mismo que tu hermano.



            Naya sonrió, su marido siempre la halagaba de esa manera. A ella desde luego le encantaba su trabajo, puesto que era también su vocación.



-Tienes razón.- Afirmó la chica, alabando a Alan a su vez.- Y tú te pasas la vida tratando de mejorar la tecnología para ayudarnos a salvar a la gente y hacer su vida un poco más agradable. Sé que tus padres y hermanos están muy orgullosos de ti.

-Lo mejor de todo es que colaboramos unos con otros.- Remachó él.- Y por encima de todo, somos una gran familia. Eso es lo que mis padres siempre nos inculcaron. El respeto y la confianza.



            Naya le dio la razón, al poco se fueron a dormir cansados por aquel largo día. Horas antes, en casa de Susan y Giaal, estuvieron cenando en familia. Ellos y los padres de él, junto al pequeño Alex que atraía las miradas llenas de orgullo y amor de sus abuelos.



-A ver.- Se sonrió Annie limpiándole con mucha delicadeza la boca y las mejillas.- Te has puesto perdido de sopa, ven cariño…

-Se te dan muy bien los niños.- Comentó Susan observando que, con su suegra, su hijo se dejaba hacer muy dócilmente en tanto que a ella a veces le costaba mantenerle quieto cuando le limpiaba de ese modo.- ¡Mucho mejor que a mí!

-No, es sencillamente práctica. ¡Recuerdo que de jovencita no me podía ni acercar a uno sin que llorase! - Rio Ann añadiendo ya en tono más reflexivo.- Y es porque ellos enseguida notan cuando existe un afecto genuino. Y sé que Alex te adora porque tú le quieres mucho.



            El crío entonces, mirando a Annie, intervino para preguntar.



-Abuela, ¿es verdad que el abuelo y tú vivíais en un árbol?

-Bueno, hace mucho tiempo, sí.- Admitió la interpelada.- Nuestro pueblo nació de un gran árbol.- Sonrió ella mirando con ternura al niño.-

-¿Y tenéis muchos hermanos?- Quiso saber Alex.-

-Sí, bastantes.- Repuso su abuela tratando de calcular.- Hay un montón de personas de nuestra raza.

-Algunos viven aquí también.- Comentó Ail, uniéndose a esa conversación.-

-Wina es como vosotros.- Afirmó el niño, recordando a su vez.- Y Orix. Son muy simpáticos, a veces les he pedido que me dejen verles de color verde pero ellos no quieren.- Remachó ahora con algo de pesar.-



            Sus abuelos cruzaron cómplices miradas. Lo comprendían. Aquellos niños no deseaban mostrar que eran diferentes de los demás. Era una lástima que tuviesen miedo de constatar aquella diferencia. Su nieto era muy pequeño aún y en su mente no cabían prejuicios contra otros por tener una apariencia distinta, ni otras inclinaciones. Desgraciadamente eso se iba aprendiendo del entorno.



-Bueno cielo, se va haciendo tarde.- Intervino Susan.- Da las buenas noches a los abuelos y  a papá…

-Buenas noches.- Repitió el crío.-



            Los demás sonrieron. Y Alex entonces le pidió a su madre.



-¿Podrían venir los abuelos a ponerse de color verde?...

-Claro cariño.- Sonrió Annie.-



            Y sin dudar, ambos cambiaron a su apariencia alienígena para algazara del niño que aplaudió. Ail y Ann rieron, igual que el resto.



-Nosotros le llevaremos a la cama.- Se ofreció el orgulloso abuelo.-



            Así lo hicieron  en tanto Susan y Giaal se sentaban en el sofá, con el médico adoptando también su apariencia alien.



-¿Sabes que es lo que me gustó más de ti?- Le preguntó una divertida Susan apoyando su cabeza sobre el pecho de su esposo.-

-No. ¿El qué? ¿Mi atractivo o mi inteligencia?- Inquirió él divertido a su vez.-

-Tu pelo, tan largo y bonito. ¡No sé cómo conseguís que os crezca tan hermoso!- Rio ella.- Menuda envidia. Yo tengo que utilizar mucho acondicionador.

-¡Ja, ja!. - Hizo él a modo de risa forzada, aunque sin embargo, jovial.- ¡Cómo sois las humanas!

-Pues eso mismo, somos humanas.- Se sonrió la muchacha.-



            Giaal elevó el rostro de su esposa hasta su boca y la besó en los labios. Tras separarse ambos el alienígena vio su teléfono móvil. Estaba sobre una mesita cercana.



-Lo había olvidado.- Comentó levantándose para pesar de su esposa que estaba realmente cómoda apoyada sobre él.-



            Consultó el aparato y vio que tenía una llamada perdida. Y también un mensaje de buzón de voz y otro de texto. El escrito era de un bufete de abogados de Nature que le solicitaba acudiera al día siguiente a tratar un asunto de la máxima prioridad. No daban más información, solamente su dirección y horario. Y en cuanto al de voz, no reconocía el número. Le pareció raro que nadie le enviase algo así. Quizás alguien se hubiese equivocado. Por si acaso lo puso. Susan pudo darse cuenta de cómo cambiaba la expresión de su marido, de esa relajación y jovialidad que había lucido durante todo el día, al temor y la inquietud. Al terminar ese mensaje el joven no pronunció palabra. Tuvo que ser su mujer quien le preguntase con evidente inquietud.



-Giaal. ¿Qué pasa?



            El interpelado no respondió, se limitó a colocar su móvil en la oreja derecha de su mujer y a reproducir de nuevo aquello. Susan pudo escuchar la angustiada y llorosa voz de Nelly.



-¡Por favor, doctor Ginga! ¡Ayúdeme! Tengo mucho miedo. Sé que mi padre y su nueva novia quieren matarme. Les escuché hablar, decían algo de un fideicomiso, que estaba a mi nombre. ¡No sé qué hacer, ni a quien acudir! Pero hasta quieren poner a Orix en mi contra…



            Y seguía algo más, aunque los sollozos de la pobre cría impedían entender nada. Ahora era Susan quien tenía los ojos enormemente abiertos, lo mismo que la boca, al fin pudo musitar.



-¡Dios mío!      

-Puedo sentir que dice la verdad. O al menos está convencida de lo que está diciendo.- Declaró Giaal, lleno de preocupación.-

-¿Qué vas a hacer?- Quiso saber su mujer.-

-Ir a verla. Hablar con ella. Y asegurarme de lo que está pasando. Y si es cierto todo lo que ha contado, iré a por ese malnacido de Edgar.- Espetó el alien, sentenciando.- Más le vale no tocarla ni un solo pelo o será lo último que haga.

-Ten mucho cuidado, por favor.- Le pidió Susan alegando con verdadero temor.- Acabo de presenciar lo que puede pasarle a alguien que va a juicio por una agresión fortuita. Y lo que tú estás pensando sería muchísimo peor.



            Y es que recordaba a Sabra, a pesar del acuerdo y de que esa joven había sido prácticamente indultada, aquello había tenido un hondo impacto en ella. No era la misma. Apenas había aparecido por la zona de adiestramiento de la base. Tenía unos días libre, eso sí. Aunque cuando Susan la vio su mirada estaba apagada y su rostro lleno de tristeza.



-Esa chica estaba llena de energía y deseosa de servir a su planeta. Ahora parece una sombra.

-Seguro que lo superará.- Afirmó Giaal que estaba más inquietado por sus propios asuntos. – Ella es una mujer adulta y una militar. Sin embargo, Nelly solo es una niña.

-Sí, eso es verdad.- Tuvo que reconocer Susan.-



            Mientras tanto, en el cuarto de Alex, éste disfrutaba viendo a sus abuelos con esos colores verdecitos y esas orejas puntiagudas. A decir verdad, Ail y Ann se mantenían tan jóvenes en esa forma extraterrestre como lo habían sido cuando llegaron por vez primera a la Tierra.



-¡Qué bonito!- Afirmaba el niño que no se cansaba de mesar los mechones rosados de su abuela.-



            Annie se reía junto con su esposo. Aunque entonces el gesto de su nieto cambió y les dijo con tono incluso teñido por el temor.



-Papá y mamá tienen que enfrentarse a gente mala.

-¿Cómo?- Inquirió Ail.-

-¿A qué te refieres, cariño?- Quiso saber su abuela.-

-Hay gente mala que quiere hacer daño a otros, a niños también.- Les contó el pequeño.- Y cuando la tita Debbie venga, ella ayudará a papá y a mamá.

-Claro.- Sonrió animosamente Annie.- Seguro que lo hará, cielo. Ahora tienes que dormir.



            El pequeño asintió, ya había bostezado un par de veces. Sus abuelos le arroparon solícitamente y permanecieron con él hasta que cerró los ojos y se durmió. Luego salieron mirándose sorprendidos.



-Alex dice cosas muy raras para ser tan pequeño.- Comentó un inquieto Ail.- No sé si podrá achacarse solamente a los cuentos que le lean.

-Quizás haya escuchado hablar a sus padres. Tendremos que preguntárselo.- Convino una no menos concernida Annie.-



            Y es que ambos tenían mucha experiencia ya como para confundir ese tipo de cosas con meras fantasías infantiles. No obstante, al reunirse con su hijo y nuera, enseguida les notaron preocupados. Ellos les contaron lo que sucedía con Nelly y las palabras de su nieto pasaron a segundo plano. Preguntados por su opinión, Ail contestó.



-Habla primero con tu hermana, hijo. Si esa cría está en peligro entre los dos podréis sondear a ese hombre para averiguar sus posibles intenciones.

-Lo he pensado, aunque no sé si quiero hacer eso.- Suspiró Giaal, sentenciando.- Puede que no me guste nada lo que perciba.

-Siempre será mejor a no hacer nada y tener que lamentarlo.- Replicó su madre.-



            Giaal asintió. En eso sus progenitores tenían toda la razón.



-Algo se podrá hacer. Si es preciso incluso denunciar esto ante la policía.- Terció Susan.-

-¿Y qué pruebas tendríamos para acusar a ese tipo de nada?- Rebatió su marido con tono pesimista.- Únicamente el miedo de una pobre cría que se fugó de su casa justo tras la muerte de su madre…



            Su mujer asintió, eso era verdad. Aquello era realmente complicado. De todos modos se iba haciendo tarde ya y al día siguiente tendrían que retornar a sus respectivas ocupaciones. Eso mismo tenía en mente el embajador Derail. Además, en apenas un par de días llegaría su madre. De vuelta en casa ya charlaba con su esposa preparando aquello.



-No te preocupes. Mi madre no precisa de demasiadas comodidades, es más, las detesta. Es la típica guerrera saiyajin.- Le contaba él.-

-Sí, y eso me preocupa mucho.- Opuso Maggie.- Seguramente creerá que mimo a nuestra hija en demasía.

-No opinará sobre la forma que tienes de criar a Gloria.- Quiso calmarla Kiros enumerando.- Primero, porque eres humana, y ella desconoce las costumbres de tu pueblo. Asumirá que esa es la manera normal de criar a un hijo o hija para los de tu raza. Le guste o no, lo respetará. Y segundo, lo que le interesa es ver el potencial de Gloria. Y te aseguro que quedará impresionada.



            Maggie suspiró mirando hacia el techo, se sentía impotente para hacerse comprender, al fin, añadió con tono paciente.



-Es que esa es la cuestión. A mí me importa un bledo el potencial que Gloria tenga o no tenga. Es mi hija, y solo es una niña. Quiero que crezca feliz y despreocupada, que se relacione con otros críos de su edad. Que se haga mayor y encuentre a un muchacho estupendo…que se enamore...Y entre tanto, que nos tenga a su lado como padres, para lo bueno y para lo malo.¡ Ya sabes! Una vida normal.



            Kiros asintió despacio aunque sabiendo que eso no era posible. Al menos desde el punto de vista saiyajin. Esa niña tenía una altísima fuerza de combate potencial. Sería poco menos que una herejía para los suyos el no adiestrarla para que la controlase y engrandeciese. Finalmente, y deseoso de no provocar otra discusión, aseveró con tono conciliador.



-No te preocupes. Cuando mi madre venga ya la haremos ver que las cosas son diferentes aquí.



            Maggie asintió con esa esperanza, aunque no lo creía demasiado. Pero tampoco deseaba crear malestar a su esposo. De modo que, ambos progenitores zanjaron aquel enojoso asunto de momento. Después se acercaron al cuarto de su hija. Viéndola dormir, agarrada a su perrito de trapo no pudieron evitar una sonrisa. ¡Ojalá que siempre pudiera lucir ese angelical rostro, que reflejaba la felicidad y despreocupación propias de su edad y de la vida que, con tanto esfuerzo y sacrificio para salvaguardarla del mundo exterior y sus problemas, sus padres la estaban proporcionando.



-Mi hija debe ser feliz, tiene que serlo. Y alejarla para siempre de cualquier influencia negativa.- Pensaba la enfermera.-



            Por suerte para ella, era ajena a lo que pasaba en muchos lugares de Nature. En uno de ellos Sabra acompañaba a su nueva amante. Iban en un taxi deslizador. Llovía. Era una de esas noches neblinosas que se daban a veces en el hemisferio norte del planeta. Tras besarse un rato y darse placer con sus respectivas caricias, Marla le comentó con tinte de advertencia.



-Vas a conocer a nuestro grupo y a su líder. Ten cuidado con lo que dices y sobre todo, no le hables a nadie de esto. Bajo ningún concepto. O no respondo por tu seguridad.

-Descuida.- Le aseguró la piloto.-



            Al fin, el taxi se detuvo, ambas bajaron, tras abrir un paraguas bajo el que cobijó a la israelí, Marla le indicó.



-Vamos, es por aquí…



            Atravesaron un estrecho callejón que daba un giro hacia la izquierda, luego tomaron otra pequeña callejuela. Al fin se detuvieron ante una puerta que daba la impresión de bloquear el paso hacia un desvencijado almacén. La periodista sacó una especie de llave que colocó sobre un cierre camuflado. Al instante esa puerta se abrió. No obstante, no era de madera como parecía, eso únicamente era la apariencia que un panel el daba a una puerta metálica que se deslizó hacia un lado.



-Interesante.- Valoró Sabra.-



            Su acompañante le hizo un gesto para que guardase silencio. Finalmente entraron. Estaban en una sala vacía donde solo unas escaleras en forma de caracol, que arrancaban desde el centro, conducían hacia alguna parte. Había que bajarlas. Así lo hicieron. Tras unos cuantos peldaños llegaron al fin ante otro largo pasillo que moría en otra puerta de sólido metal. Se llegaron a ella y Marla tecleó unos números en un panel. Al abrirse el acceso entraron en un gran despacho, con unos cuantos butacones dispuestos en forma de herradura. Allí, en penumbra se adivinaban las siluetas de varias personas sentadas. Todas parecían ser mujeres. Y una de ellas, que estaba sentada justo en el sillón central, declaró con tono entre afable y misterioso matizado por un modulador vocal para camuflar su voz.



-Sé bienvenida Sabra, te estábamos esperando…contigo se completa nuestro equipo…

-¿Cómo saben mi nombre?- Preguntó la israelí.-

-Eres bastante famosa. Al menos desde que has sufrido ese juicio.- Replicó otra.-

-Y otra víctima más de la justicia hetero patriarcal y homófoba.- Remachó una tercera voz femenina.-

-Toma asiento.- Le ofreció la primera de las voces.-



          Sabra aceptó sentarse en una silla vacía que le indicaron, junto con Marla. No era capaz de discernir las caras de sus interlocutoras y tampoco sus voces, todas ellas camufladas por el mismo tipo de sintetizador vocálico, así lo manifestó.



-No confío en la gente que no se deja ver, ni escuchar al natural.

-Todo a su tiempo.- Replicó la segunda voz.-

-Verás, tenemos unos protocolos de seguridad muy estrictos. No queremos infiltradas.- Le comentó Marla.-



            Explicaron a la atónita oficial que esas mujeres se conocían únicamente por tríos. Cada una conocía solamente a otras dos. De este modo era mucho más difícil descubrirlas a todas si alguna era capturada.



-Bueno, eso está muy bien.- Admitió Sabra, que no se recató tampoco a la hora de preguntar.- ¿Y qué quieren de mí?

-Con tu entrenamiento militar y tu capacidad de liderazgo podrás ser un valioso activo para nosotras.- Le contestó la que presidía, dándose a conocer como la “ Matriarca”. Y agregando.- Somos las Feminax de Nature.



            La israelí se quedó pensativa. Creyó haber escuchado ese nombre anteriormente, pero no terminaba de recordar cuando. Fue Marla quien le contó.



-Nuestra misión es liberar a todas nuestras hermanas de la tiranía y la opresión de los machos.

-Y para eso, necesitamos a las mejores. Y tú te cuentas entre ellas.- Añadió la segunda voz, que se hizo llamar Feminax domina.



            Aquello no le sonaba nada bien a Sabra. A ella no le gustaban los hombres, al menos sexualmente hablando, ni para relaciones románticas. Pero tenía bastantes amigos varones y quería a su padre y a sus hermanos. No obstante, optó por seguir la sugerencia de Marla y no evidenciar su desacuerdo. Ya encontraría la manera de salir de ese lío. Entre tanto, la Matriarca declaró.



-Bien hermanas. Ahora vamos a trazar la estrategia que nos conducirá al éxito…




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