domingo, 25 de junio de 2017

GWTN26 Planes en familia


El viaje fue largo, tanto que la joven estaba muy cansada. No obstante, se sentía deseosa de ver a su familia. ¡Ojalá que solo fuera ese el propósito de su visita! Por supuesto, de cara a su hermana y su cuñado, esa era la explicación. Amén de una inspección rutinaria a algunas cuentas. Sin embargo, tenía sus instrucciones y sabía de lo vital de su misión. Ella misma podía ir percibiendo una extraña aura nada más aterrizar en el planeta en tanto atardecía.



-Aquí hay algo siniestro, y está aumentando. Lo presiento. Por desgracia, los informes eran ciertos. - Pensaba con creciente inquietud.-



            Aunque enseguida apartó esa incómoda sensación ya que, tras desembarcar y salir por la terminal, no tardó en escuchar los gritos de su hermana llamándola.



-¡Debbie! ¡Estamos aquí!



            De hecho, Giaal sostenía un cartel luminoso con el nombre de la recién llegada y el pequeño Alex agitaba una de sus manitas. Deborah sonrió nada más verles. Corrió con rapidez  arrastrando su maleta.



-¡Al fin!- Exclamó abrazando a su hermana.-

-¡Ya era hora de que te dieras a ver!- La saludó Susan, realmente feliz.-

-En cuanto pude, pedí que me enviasen a Nature.- Le contó ella, añadiendo.- Por suerte, este planeta tiene cada vez más movimiento en el sector financiero.

-Aunque sea por trabajo. Nos alegramos que hayas podido venir.- Intervino Giaal.-



            Deborah asintió. Mejor no andarse con más explicaciones. Sobre todo, conociendo las destrezas telepáticas de su cuñado. Así que tras separarse del abrazo de su hermana, al instante tomó en brazos a su sobrino y con un gesto de esfuerzo no tan fingido como podría parecer, exclamó.



-¡Uf! Alex, cariño, ¡qué grande estás ya!

-Tita Debbie.- Repuso el encantado crío dándole un beso y abrazándose a su cuello con evidente afecto.-



            Desde luego si había algo que podía romper su habitual mutismo y gesto analítico, al margen de su mirada impenetrable, era eso. Deborah se reía ahora encantada de achuchar a su sobrino. Teniendo en cuenta a lo que estaba acostumbrada eso era un cambio muy bienvenido y refrescante.



-Cuando me avisaste diciendo que venías me puse muy contenta.- Afirmó Susan.-

-Sí, yo también tenía muchas ganas de veros.- Convino Deborah pasando finalmente al niño a los brazos del padre mientras le saludaba.- Me alegra volver a verte, Giaal. Ha pasado mucho tiempo.

-Es verdad.-Admitió él, afirmando.- Nos hemos visto muy pocas veces desde la partida de la SSP-2 Y hace varios años de aquello.

-Diez quizás.- Trató de calcular Debbie.-



            Viendo a su sobrino que andaría por los cinco o seis y teniendo en cuenta que su hermana tardó en ser madre tras la terraformación de Nature, aquella cifra no era tan descabellada.



-Bueno.- Intervino Susan.- Vamos a casa. Estarás cansada del viaje.



            Agradecida, su hermana menor asintió, eso era cierto. Amablemente Giaal se ocupó de la maleta, Debbie le dio la mano a  su sobrino que la miraba embelesado y ella le devolvió la mirada y sonrió con ternura.



-¡No creo que le haya dado la mano a un chico durante tanto tiempo seguido nunca! - Bromeó con Susan.- Y menos a uno al que quiera tanto.



            La militar se rio al hilo de aquello y a su vez le comentó, ya con algo de pesar.



-¡Qué lástima! Si hubieses venido un poco antes habrías coincidido con Kerria.

-¿Kerria?- Se sorprendió Debbie.- ¿Estuvo aquí?

-Sí, creo que te dije en el holovídeo que te mandé, cuando me anunciaste tu visita, que una de mis oficiales fue juzgada por un incidente en una discoteca.- Le recordó Susan.- Kerria la defendió.

-Es cierto, algo me dijiste, pero no fuiste muy explícita.- Comentó su hermana.- Ya me lo contarás con más detalle.



            Su interlocutora asintió, queriendo saber a su vez.



-¿Qué tal nuestros padres?

-Bien.- Repuso rápida y secamente Debbie quién, no sin apuro hubo de admitir.- Hace un tiempo que no les veo. Me muevo mucho, yendo de un sitio para otro.

-Entiendo.- Suspiró Susan.-



            Aunque tampoco era ella la más indicada para reprocharle a su hermana pequeña que no hubiera mantenido un mayor contacto con la familia. Deborah al menos vivía en el mismo planeta que sus padres. De modo que, animosa, afirmó.



-Espero que se decidan a venir a vernos pronto. Hace poco que estuvieron los padres de Giaal. Y como aquí viven también Naya, con Alan su marido y su hija Fiora, tenemos a una buena parte de la familia cerca.

-Sí, también quisiera verles para darles recuerdos de parte de Lance. Como es mi jefe, me ha enviado también a que salude a su hermano mayor.- Le explicó su contertulia.-

-Y hablando de eso.- Inquirió Susan.- ¿A qué has venido exactamente? Quiero decir, estamos encantados de tenerte aquí, pero ¿qué tienes que hacer en Nature? Creo ecordar que me dijiste algo sobre una contabilidad.

-Sí, eso mismo. Revisar unas cuentas de resultados.- Le comentó Deborah sonando ahora con tono confidencial.- Algunos de nuestros clientes, tienen sucursales o filiales aquí. Y están muy interesados en auditarlas para comprobar que todo esté en orden. Pero no te puedo decir quiénes son, es secreto profesional.

-No te preocupes, lo comprendo perfectamente.- Convino Susan.-



            En eso que llegaron al deslizador. Giaal se ocupó de conducirlo mientras las dos hermanas se sentaban detrás para irse poniendo al día. En el centro y en su sillita de seguridad iba el pequeño Alex. Curiosamente el crío había estado muy callado, sin dejar de observar a su tía.



-¿Qué tal en el cole, cariño?- Se interesó tiernamente la recién llegada.-

-Bien.- Repuso el niño.-

-¿Tienes muchos amigos?- Sonrió Debbie.-



            Alex asintió. Y pasó a preguntarle a su tía.



-¿Y tú, tienes muchos amigos?

-¡Oh sí!, muchos y muy buenos.- Afirmó la interpelada.-



            Aunque en tanto Susan hablaba con Giaal centrando su atención hacia delante del vehículo el niño llamó a su tía haciendo que ésta se inclinase hacia él. Debbie, creyendo que quería darle un beso en la mejilla, se ladeó de buena gana. No obstante, para su sorpresa, el pequeño le susurró al oído.



-Ten cuidado, la señora mala te querrá morder.

-¿Qué?- Pudo preguntar la perpleja mujer.-

-¿Pasa algo?- Inquirió su hermana mirándola ahora con extrañeza.- Te has puesto pálida.

-No, nada.- Sonrió trémulamente Deborah alegando. Debe ser por el viaje, estoy cansada, eso será.

-Llegaremos pronto a casa. ¿Verdad cariño?- Repuso Susan dirigiéndose a su marido.-

-Sí, ya casi estamos.- Aseguró él.-



            Y así fue, en apenas unos minutos llegaron a la calle en donde estaba la casa de la familia. Una vez aparcaron en el garaje, Giaal ayudó a su cuñada con el equipaje. Susan se ocupó de meter a su hijo en casa.



-¿Has sido amable con la tía Debbie, tesoro?- Quiso saber su madre.-



            Alex asintió rápido con su cabecita. Susan sonrió llevándole de la mano al interior de la casa. Entre tanto Deborah entraba junto con Giaal.



-Se os ve muy bien.- Afirmó la recién llegada.- Noto paz y alegría en esta casa. Todo está en orden.

-¡Eso es que no has visto la habitación de mi hijo después de jugar! - Se rio el médico.-



            Debbie rio a su vez, aunque no dejaba de pensar en esas extrañas palabras de su sobrino. Por ello, sin querer alarmar a su cuñado, le preguntó con tono jovial.



-Veo que Alex es un niño muy inteligente y despierto.

-Sí que lo es. A veces nos trae a su madre y  a mí de cabeza. Tiene mucha imaginación.- Afirmó Giaal.- Hasta mis propios padres se quedan impresionados a veces. Cuando han venido a visitarnos Alex les cuenta muchas cosas.



            Su cuñada asintió, al hilo de aquello iba a preguntarle algo más tras entrar en la casa, cuando el móvil de Giaal sonó.



-Disculpa.- Le pidió éste que respondió de inmediato.- Hola. ¡Ah, Wina! Sí, sí… dime. ¿Qué la has notado algo extraña? Bien, en cuanto pueda iré a verla. Claro que sí. No, no te inquietes. Será una visita amistosa. Claro. Mejor queda con ella en el Clargin y me pasaré. Vale, adiós.



            Tras despedir la comunicación miró a Debbie y le explicó con tono desenfadado.



-Es la hija de unos amigos, tiene una compañera que está pasando un mal momento familiar. De hecho, es una de mis pacientes, la atiendo desde pequeña.

-Espero que todo esté bien.- Comentó su interlocutora.-



            Su contertulio asintió, dirigiéndose al fin al salón para reunirse con su esposa e hijo. Deborah le siguió. Comenzaba a sentir que las cosas en casa de su hermana no estaban tan calmadas como parecía en una primera impresión. Podía notar problemas, pero nada que ver con su campo de actuación. Supuso que lo normal de cualquier pareja con hijos, unido al estrés por su trabajo. En fin, no le dio mayor importancia, a su pesar había cosas realmente graves y urgentes que reclamaban su atención.



-¡Ojalá las cosas que me conciernen fueran siempre de este estilo!- Pensó.-

-Date una ducha y ponte cómoda.- Le sugirió Susan.- Cenaremos enseguida.



            Esa era una recomendación que estuvo encantada de seguir, no tardó en ir a la habitación de invitados que tenía un pequeño baño con ducha incorporado. Se desvistió tras sacar el equipaje. Estaba a punto de entrar a ducharse cuando su hermana pasó a verla.



-¿Qué tal? ¿Necesitas algunas toallas?- Quiso saber Susan.-



            Aunque la anfitriona enseguida se dio cuenta de algunas cicatrices y marcas de heridas que su hermana lucía en diversas partes de su atlético cuerpo. Aquello podría ser debido a algún accidente, pero gracias a su formación militar estaba familiarizada con ese tipo de lesiones y no le parecía el caso. No parecían haberse curado al mismo tiempo y le daba la impresión  de que eran debidas a algo de origen más violento.



-¿Qué te ha pasado?- Pudo preguntar entre atónita y tratando de quitarle importancia para bromear.- ¿Te has vuelto a  pelear por alguna chica?

-¿Esto?- Sonrió débilmente Deborah señalándose alguna de sus cicatrices.- ¡No, que va! He madurado mucho últimamente y tengo poco tiempo para eso ya. 

-¿Tú sin tiempo para otras chicas? ¿Quién lo iba a decir?

-Pues ya lo ves. Ahora me he aficionado a los deportes de riesgo. Es la mejor manera de liberar adrenalina tras muchas horas de despacho, eso es todo.

-Ten cuidado.- Le pidió amablemente su hermana mayor.-

-¡Mira quién habla! -. Sonrió más ampliamente Debbie para contraatacar con algo de irónico humor.- La piloto de combate.



            Susan encajó deportivamente esa puya. Su hermana tenía razón. ¿Quién era ella para dar ese tipo de consejos? Sin embargo, enseguida contestó con un tono más serio y reflexivo.



-Es cierto, consejos vendo y para mí no tengo. Pero eso era antes. Desde que Alex nació me he vuelto mucho más prudente. Incluso al ascenderme pasé a estar mucho más tiempo en los despachos. Eso antes me hubiese horrorizado. Ahora, por el contrario, lo agradezco. Quiero ver crecer a mi hijo y disfrutar de él junto a mi esposo.

-Lo entiendo. Haces muy bien.- Asintió Deborah, con tinte serio a su vez.- Tienes una maravillosa familia, cuídala y cuídate mucho.



            Su hermana asintió tras sonreír y la dejó a solas para que pudiera ducharse. Deborah entró en el baño y abrió el agua, a los pocos instantes el vapor de la misma la indujo a ponerse debajo y disfrutar de unos momentos de relax. Desde luego, en un sentido metafórico no le había mentido a su hermana. Lo suyo tenía bastante de deporte de riesgo.



-Sí, muchas veces podría definirse así.- Se sonrió. -



            Bajo el agua caliente de la ducha, su mente vagó a días antes, cuando fue designada para llevar a cabo esta misión. Como un día más en su rutina fue a encontrarse a su jefe. Él la esperaba en el parque donde solían verse. Llegó puntual pero el joven ya la aguardaba.



-Hola Debbie.- Le dijo él con tono suave.-

-Hola Lance.- Saludó ella.- Tú dirás, en el mensaje indicaba que era urgente.

-Lo es. Además, te gustará, tienes la posibilidad de ir a ver a tu familia.- Señaló el chico.-

-¿Tengo que ir a Nature?- Se sorprendió ella.-

-Así es.- Admitió su interlocutor.- Sabemos que un grupo de durmientes ha establecido allí un refugio.



            Eso la alarmó, no deseaba que, bajo ningún concepto, su familia se viera involucrada en eso y así lo hizo constar.



-Dependerá en buena parte de ti el protegerles.- Repuso Lance.-

-Sé que mi hermana y Giaal saben cuidarse solos, pero ahora tienen un niño pequeño. Mi sobrino.- Le recordó ella con tono inquieto.-

-Creo que es un niño muy especial.- Le comentó enigmáticamente su contertulio.- Puede hasta serte de mucha ayuda.

-¿Ayuda?¿Alex? Pero si solamente tendrá seis años.- Se sorprendió Deborah pasando a preguntar con más interés si cabía.- ¿Qué sabes tú de él?...

-Solo que es tu familia y que te vendrá muy bien pasar un tiempo en su compañía.- Remachó su contertulio con rotundidad.-



            Eso sí era verdad. Deborah estaba acostumbrada  a lidiar con la peor escoria, y no solo en cuanto a personas se refería. Además, con sus propios compañeros era ácida y muy sarcástica en ocasiones. Lo malo es que, siendo joven y atractiva, tenía que poner una barrera permanente con mucho tipo entusiasta que creía poder conquistarla con su físico, encanto o valentía. La chica movía la cabeza con resignación. Incluso se daba perfecta cuenta del interés que su compañero Kyle tenía en ella. Desde que se conocieron en aquel club, donde vio nuevamente a Kerria, tras esa aventura tan peligrosa, ese chico le andaba detrás.



-Mira que le he dicho por activa y por pasiva que soy lesbiana.- Suspiraba recordando aquello.- Que los tíos no me atraen, ni me gustan, ni me interesan para nada en sentido ni romántico ni mucho menos todavía, sexual.



            Por otro lado tampoco ella había tenido demasiada suerte, un par de relaciones esporádicas con mujeres, algún rollo apasionado. Pero nada más. A decir verdad ya le contó hacía tiempo a su propia hermana como se sintió atraída por Seren. Sucedió cuando la princesa saiyajin colaboró con su grupo durante un breve periodo de tiempo. Por desgracia, esa era del todo hetero. Fuera de su alcance. Y en cuanto a Nehie.. pues…más de lo mismo, otra que estaba totalmente coladita por aquel aristócrata saiyajin. El tipo que acompañaba precisamente a la princesa de los guerreros del espacio. Y que luego finalmente se casó con la reina de la Luna Nueva. Pero aquello tampoco le preocupaba mucho en realidad. Nunca se vio a sí misma echando raíces, viviendo de modo sosegado, casándose o teniendo hijos. No obstante, se alegró mucho cuando supo que Kerria lo hizo. Ahora, su novia de la adolescencia tenía una esposa maravillosa y un pequeño realmente encantador. Al menos según le habían dicho. Y su propia hermana lo mismo. Por ello estaba incluso asustada ante la perspectiva de poder atraer el peligro a la familia de Susan.



-Jamás me lo perdonaría si a mi hermana, cuñado o, sobre todo a mi sobrino, les sucediese algo por causa mía.- Le confesó a su contertulio con patente inquietud.-

-No tiene porqué ser así, al contrario.- La tranquilizó éste.- Si actúas como sabes hacerlo. Y con rapidez. El tiempo corre deprisa y en nuestra contra.- Le previno Lance.-

-¿No contaré con ninguna ayuda?- Quiso saber la joven.-

-No en este caso, los demás tienen otros asuntos que atender. Al menos por ahora. - Señaló su jefe.- Pero por ahora, y si eres rápida y certera, contando con el factor sorpresa, te bastarás tú sola.- Le aseguró aunque matizando enseguida.- De no ser así, avísame y ya veremos que se puede hacer.



            De modo que ahora, en la ducha, tras cortar el agua salía de esos pensamientos. Lo primero que tenía que hacer era establecer una búsqueda. Recorrer esa ciudad. Y al menos tenía una excusa perfecta con su tapadera de auditora. Aunque eso supusiera vestirse a lo fino. Blazer, blusa, zapatos de tacón y pantalones de rayas. Suspiró.



-No estoy hecha para eso.- Se dijo casi sin saber si divertida u horrorizada..- Casi me da más miedo vestir tan formal que enfrentarme con algunas de esas cosas. ¡Y pensar que de adolescente fui gótica!



            Salió del baño envuelta en una toalla, se secó y se puso su pijama. Al menos eso era cómodo. Y lejos de traerse alguno de los que tenía de gusto bastante gótico todavía, eligió uno muy moderado, de color azul celeste con dibujos de patitos. Esperaba no asustar a su sobrino con eso. Aunque aquel crío, tal y como le dijo Lance, parecía ser muy especial.



-Para empezar, lo que me ha dicho. Puede que sea capaz de leer la mente como sus abuelos, su padre y su tía Naya.- Conjeturó, advirtiendose a sí misma.- Tendré que ir con mucho cuidado con lo que pienso cuando esté a su lado.



            Aun reflexionando sobre eso se reunió con el resto de la familia, niño incluido, y cenaron. Al rato, Susan dictaminó que era hora de que su hijo se acostase.



-Vamos a la cama, cariño. -Le pidió con tono cariñoso pero firme.-

-Con la tita Debbie.- Pidió el crío.-



            Los adultos se miraron con estupor, aunque la reclamada asintió de inmediato. Quería pasar el máximo tiempo posible con su sobrino.



-Bueno, yo te llevaré.- Dijo divertida, agachándose para que el niño se subiera a sus hombros cosa que hizo encantado.- ¡Vamos Alex! Ya sale el cohete rumbo a tu habitación. - Le arengó cariñosamente.-



            El niño se sujetó a su cuello cruzando los bracitos. Deborah miró a su hermana que, sonriente, la observaba cruzada de brazos sin moverse de allí. Lo mismo que Giaal que seguía sentado a la mesa.



-¿No venís? -Les preguntó sorprendida.-

-Creo que será bueno para ti y Alex que tengáis un ratito los dos juntos. – Aseveró Susan.-

-Estoy de acuerdo.- Convino Giaal, permitiéndose agregar con humor.- Vamos a disfrutar del privilegio de tener niñera gratis.



            Deborah sonrió, era un plan que le encantaba. De modo que se dirigió a la habitación del crío llevándose a caballito y le descargó con sumo cuidado sobre su camita.



-Muy bien, cariño.- Sonrió animosamente la joven, sin tener mucha idea de qué hacer en realidad y así lo manifestó.- ¿Qué hace mamá? ¿Te lee algún cuento?



            Esperaba que sí, porque como tuviera que contarle al pobre crío alguna de sus aventuras le traumatizaría de por vida. Incluso con las más suaves. Por suerte recibió otra respuesta. Aunque una bastante sorprendente.



-No.- Negó el niño moviendo su cabecita para afirmar.- Cuando me duermo, un angelito viene y me los lee.

-¿Ah sí?- Se sonrió Debbie.-

-Sí.- Le contó Alex añadiendo para asombro de su tía.- Tiene muchas historias en un libro muy grande, algunas son bonitas, pero otras me dan mucho miedo.

-¿Historias?¿Qué tipo de historias, cielo?- Quiso saber Deborah entre atónita e intrigada.-

-Esa mujer de dientes largos, ten cuidado o te morderá.- Replicó el crío que daba la impresión de estar asustado, más cuando agregó.- Igual que esa otra, esa señora de pelo negro largo, que te mordió hace mucho. A ti y a esa chica rubia tan alta. El angelito lo sabe porque se la llevó con él.



            La cara de Debbie palideció visiblemente. Como si realmente alguien la hubiera mordido chupándole la sangre. ¿Acaso su sobrino se estaba refiriendo a Sarah, la reina de los vampiros? ¿A esa no muerta que derrotaron con tanto esfuerzo entre ella, Kyle y las propias justicieras? Porque ella conocía perfectamente las identidades de todas. Empezando por su ex novia Kerria quien era una de ellas. La mismísima Dama del Hielo. Y aquella rubia alta a la que mordieron, si no recordaba mal, era Amatista Lassart, la Dama del Viento, que estaba casada con el hermano de Ky.



-¿Quién...quién te ha contado eso?- Pudo balbucear sin salir de su asombro, tomando de las manos al pequeño y mirándole pasmada.-

-Ese angelito me lo leyó.- Repitió Alex.- Lo tenía en su libro. Ese libro tiene lo que pasa en todos los días, eso me dijo él.



            Aquello era de locos, pero ni tan siquiera Susan podía saber nada de aquello. ¡Nunca se lo contó! Ahora, las enigmáticas palabras de Lance comenzaban a cobrar significado. Su sobrino desde luego que era muy especial. ¿Y de qué libro estaría hablando?.Le recordó a ese grueso tomo que a veces su jefe ojeaba y al que nunca permitía que ninguno echara un vistazo. En fin, mejor olvidarse de eso por ahora. Bastantes cosas en que pensar tenía ya. Eso sí, le propuso afablemente al pequeño.



-Mira cariño, haremos una cosa, tú me cuentas todas las historias que te lea ese angelito. ¿De acuerdo? A mí también me gustaría mucho conocerlas.

-Vale.- Convino el crío asintiendo.-



            Al poco Alex bostezó, estaba cansado de aquel intenso día. Su tía, percatándose de ello, le dio un cálido beso en la mejilla y le arropó.



-Que descanses tesoro, hasta mañana.- Le susurró indicando al computador de la casa que apagase la luz.-



            Salió de la habitación, casi en shock todavía por lo que ese crío le había contado, pero se apresuró a no evidenciarlo cuando volvió al salón y su hermana le sonrió queriendo saber.



-¿Qué tal?

-Te confieso que los niños son un reto muy complicado para mí.- Afirmó Deborah con genuino apuro.-

-Pues creo que lo haces muy bien, Alex te adora.- Intervino Giaal.-

-Es un niño realmente encantador.- Declaró su cuñada con total sinceridad.-  Yo también le quiero mucho.



            Durante unos instantes nadie dijo nada más, después Susan sacó otro tema, comentando que debería ir a su base al día siguiente. Y es que durante la cena había recibido un mensaje en su teléfono que leyó justo cuando su hermana se acababa de llevar a Alex a la cama. Aprovechando que estaban a solas, hablaron de ello.



-¿Tendrás que irte enseguida?- Le preguntó su esposo.-

-No, mañana a la tarde.- Suspiró Susan.- Me ha convocado la capitán Simmons. Creo que por algo urgente.



            Su marido asintió, ¡qué remedio! Era lo malo de tener como mujer a una oficial militar. En cualquier momento podía presentarse algo. No dijo nada más sobre ese asunto pero sí comentó, cambiando el tema de la conversación.



-Mañana trataré de ver a Nelly. Espero que esté mejor. Ya le advertí a su padre y a esa mujer con la que vive ahora.

-Ten cuidado. Hasta ahora ese hombre no le ha hecho nada a su hija. Nada que legalmente puedas denunciar.- Le previno Susan quien ya estaba escarmentada de asuntos legales tras el juicio a Sabra.-



            Giaal asintió dándose por enterado, iría con cuidado, eso desde luego. Y le recordó a Susan.



-Ha sido Wina quien me llamó. No te preocupes, nos veremos los tres en el Clargin. Charlaremos tranquilamente y veremos cómo está Nelly.



            Eso comentaban cuando vieron a Debbie entrar en el salón. Luego de ser alabada por sus anfitriones por lo bien que se llevaba con Alex, la huésped sonrió y no tardó mucho en decir.



-Fue fácil, se ha dormido enseguida. El pobre estaba agotado. ¡Es tan mono!

-Vaya, ¡mi hermanita tiene instinto maternal!- Se rio Susan.-

-No creo.- Suspiró la aludida.- Pero espero tenerlo familiar por lo menos. Bueno. También estoy muy cansada. Si me disculpáis me iré a la cama.

-Claro. Nosotros tardaremos poco en hacerlo.- Convino Giaal.-



            Deborah ni se molestó en hacer esa manida broma de ¿iréis a la cama para dormir? Sinceramente no veía eso apropiado. Asintió y se despidió retirándose a su habitación. Estaba cansada, era verdad, pero antes de dormir repasaría un poco su misión de cara al día siguiente. Por su parte, en efecto, Susan y Giaal se acostaron al poco rato. Cansados como estaban se durmieron pronto a su vez. Todos tendrían cosas importantes de las que ocuparse. Y precisamente al día siguiente, aprovechando que era sábado, y en la casa de los Kensington, las hermanas se preparaban para salir. Tras una mañana y tarde un poco movidas y algunos preparativos, dieron un paseo hacia un lugar al que Steph tenía muchas ganas de ir. Iban ataviadas con vestidos de una pieza, rematados en faldas floreadas hasta las rodillas y zapatillas bajas. Haría buen tiempo y decidieron ir ligeras. Una vez se despidieron de sus padres caminaron despacio.



-Estoy muy nerviosa. - Sonreía trémulamente Stephanie.-

-Tranquila, ya verás como todo va a ir muy bien.- Le garantizó su hermana mayor.-



            Y es que la más joven de los Kensington iba a acudir a un casting para aspirantes a modelos en la sucursal de Casa Deveraux. Tras pensarlo mucho y vencer sus miedos e inseguridades se decidió a ello. Por suerte tenía a su hermana Dap a su lado. Ésta siempre le demostró su apoyo y confianza. Incluso la ayudó a vencer la reticencia de sus padres esa misma mañana.



-Ser modelo es una profesión muy respetable. Y además, las hacen estudiar bastante.- Les explicó Daphne a sus progenitores, alegando.- La misma señora Deveraux tiene una hija que es científica.

-Sí, pero no modelo.- Remarcó suspicazmente su padre, sentenciando con agudeza.- Y eso por algo será. No ha querido que su propia hija siguiera sus pasos.



            La pobre Stephanie miraba a sus padres con algo de rubor. Dirigiéndole la vista también a su hermana que ejercía como abogada de su causa. Y es que la jovencita tenía carácter, pero respetaba mucho a sus progenitores. No se atrevía a levantarles la voz. Ni tan siquiera para defender ese sueño. Y por si eso fuera poco, ante sus severas miradas se ponía nerviosa sin saber bien qué argüir. Por eso, fue Daphne quien, más tranquila y centrada en ese momento que ella, repuso.



-Eso no fue así, papá. Por lo que yo sé, Amatista Lassart prefirió ser cantante y luego estudió ciencias. Pero su madre sí que tenía las puertas de su agencia abiertas para ella.

-Sencillamente no le gustaba ser modelo. Es verdad. -Se decidió al fin Steph a intervenir.- Por ejemplo, Sonia Calderón es modelo y actriz. Y me contó cuando la vi una vez en la tienda Deveraux, que les hacían estudiar y trabajar mucho.

-Esa mujer hablaba al menos cuatro idiomas, ¡cuatro!- Subrayó Daphne añadiendo casi divertida.- Y los estudió en su mayoría cuando ya pertenecía a la agencia Deveraux. Porque tenía que viajar mucho.

-En serio.- Terció la madre de ambas.- ¿Tú sabes en dónde te quieres meter, Stephanie? ¿Y tú Daphne?. Que tu hermana que, solo tiene catorce años, tenga esos pájaros en la cabeza es comprensible ¡Pero tú!. Tú le sacas casi once años, por el amor de Dios. ¿Cómo puedes alentarla en esas fantasías?



            Hubo un incómodo silencio, Stephanie observaba con tristeza y resignación a sus padres y Daphne la miraba a ella solidariamente hasta que, al fin, la maestra replicó.



-Mamá, puede que para vosotros sean fantasías, pero para Steph es lo que más ilusión le hace en su vida. Desde pequeña quiere ser modelo. Admira mucho a mujeres como Sonia Calderón o a Mirna Lidle, que son supermodelos y además de, muy buenas en su trabajo, ayudan en obras benéficas y otras muchas cosas. Pero lo más importante es que en su corazón es lo que más desea hacer. Dadle al menos la oportunidad de que lo intente. Iré con ella, me aseguraré de que todo esté bien.- Les pidió casi con tono de súplica.- ¡Por favor!. Se merece una oportunidad.



            Sus padres se miraron atónitos. Casi daba la impresión de que Daphne estuviera pidiendo eso para ella misma. Al fin, su padre suspiró, concediendo.



-Muy bien. Pero no le quites ojo de encima a tu hermana. -Le pidió como inexcusable condición.-

-Claro, iré con ella y me quedaré durante la prueba. - Le prometió Daphne.-

-Además, ahora que Martin ha ido a la Tierra a ver a su familia de allí, mi hermanita se aburre.- Se sonrió pícaramente Steph.-

-¡Oye!- Exclamó la aludida dándole un capón para amenazar de forma fingida.- ¿A que no te acompaño, so lista?



            Todos se rieron de aquello. Efectivamente, el prometido de la mayor de las hermanas había viajado con sus padres a la Tierra para pasar un tiempo con su familia que todavía vivía allí. Martin pidió permiso de un mes y, en su ausencia, otro maestro había tomado a su cargo sus clases. Por supuesto que Steph enseguida bromeó con su hermana aconsejándola con humor que fuera buena, que no tratase de ligar con él. Aunque ese hombre tendría unos cincuenta años y estaba casado. Desde luego nada del gusto de Daphne, eso seguro. Y aunque se hubiera tratado de un galán como Ben Crew nada hubiera sucedido entre ellos. Eso pensaba la maestra suspirando, por desgracia su secreto tenía todo que ver con eso. ¡Si Steph supiera! Por suerte su hermanita no lo podía ni imaginar. Tras todo lo sucedido la propia Daphne se había esforzado en mostrarse más cariñosa y solícita que nunca con su prometido. Ahora, caminando las dos por la avenida de la SSP-2 en dirección a la casa Deveraux, la más joven le decía encantada a su acompañante.



-Muchas gracias, Dap. Tú siempre me has comprendido.



            La aludida esbozó una media sonrisa no exenta de amargura. ¡Ojalá ella hubiera tenido a  alguien así! Al ser la mayor y llevarse tantos años con sus hermanos, de hecho, casi había sido como una segunda madre para ellos. Sobre todo con la pequeña Steph. Podría decirse que su vocación de maestra comenzó con Byron y con Stephanie, leyéndoles cuentos, ayudándoles a que aprendieran cosas. En ocasiones les quería más como a unos hijos que como a sus hermanos. Por eso le dolió tanto que, poco a poco, la educación que el entorno le había destilado, convirtieran a esa encantadora niña en una homófoba tan intolerante. Ese fue el primer freno para Daphne a fin de no confesar sus verdaderas inclinaciones. Después, tras lo sucedido, pensaba que tenía que dar gracias por ello. Ahora, por el capricho del destino, estaba prometida con un chico. En realidad a punto de casarse ya, dado que la boda se celebraría un par de meses después de la vuelta de Martin, y aparentemente muy feliz, al menos de cara a su familia y amigos. Y sobre todo tratando de convencerse a sí misma de ello. En eso meditaba cuando su hermana pequeña declaró.



-Y nuestro hermanito también se ha ido de viaje de estudios a Bios.- Suspiró la aspirante a modelo agregando.- Le echo de menos.

-Sí, yo también. Espero que By tenga una buena experiencia.- Deseó su interlocutora.-



            Ahora la casa estaba un poco más vacía y fue Steph quien suspirando, le recordó a su hermana mayor.



-Y pronto Martin y tú os casaréis y también te iras. Me quedaré sola.

-Byron regresará pronto de su intercambio. También le verás en mi boda.- La animó Daphne acariciándole una mejilla.- Y yo nunca te dejaré sola. Aunque viva en otro sitio recuerda que nos veremos todos los días en el colegio.



            Steph asintió, más animada por eso. Fue su hermana ahora quien quiso saber con curiosidad.



-¿Qué tal con ese chico?.. ese que me dijiste que era tan guapo.- Sonrió de forma cómplice.-



            Su hermanita volvió a ruborizarse para declarar algo cohibida.



-Bien, creo que también se ha fijado en mí.- Sonrió afirmando con entusiasmo.- Y cuando sea modelo seguro que eso le va a encantar.



            Aunque Daphne mostró un gesto más severo ahora para preguntar.



-No estarás queriendo hacer todo esto únicamente por esa razón. ¿Verdad Steph?

-No, ¡claro que no! - Se defendió ésta.- Sabes que me ha interesado desde siempre. Lo que pasa es que, además, cualquier chico estaría loco por que su novia fuera una modelo cotizada.- Mira Sonia y Ben.- Ejemplificó de inmediato llevada por la admiración.- ¡Son la pareja perfecta!

-Bueno, él también es un actor famoso y muy guapo.- Admitió su interlocutora.- Pero lo más importante es que tú sigas a tu corazón para cumplir tus sueños, no los de los demás.



            Aunque tras decir esto guardó un culpable silencio. ¡Era fácil decirlo pero no hacerlo! Si su hermana supiera. Por fortuna Stephanie no pareció percatarse de aquel cambio en el semblante de su interlocutora, iba absorta en sus propios pensamientos, deseos de llegar y miedo al mismo tiempo, expectativas sobre qué tendría que hacer, qué le dirían… Así, abordaron un deslizador y tras unas pocas paradas, estando ambas calladas, se bajaron. A pocos metros estaba la sede de Modas Deveraux.



-Casi me da miedo hasta entrar. – Le confesó Stephanie a su hermana tras detenerse.-

-Tranquila. No pasa nada.- La tranquilizó ésta sonriendo de modo maternal.- Todo va a ir bien.



            Al fin las dos avanzaron hasta la puerta. Allí entraron y fueron atendidas por una recepcionista que justo había acabado de hablar con una mujer morena de pelo largo recogido en una coleta y vestida al modo de una ejecutiva..



-Buenos días.- Sonrió la joven que andaría por los veinte años y era de pelo castaño corto.- ¿Qué deseaban?…

-Buenos días, veníamos para una prueba de aspirantes a modelos.- Repuso educadamente Daphne.- Bueno, es mi hermana la que obviamente se presenta.

-No diga usted eso.- Sonrió esa mujer morena que había estado escuchando la conversación, para sentenciar.- Las dos son realmente muy guapas.

-Gracias, pero yo no tengo ya la edad para empezar con castings juveniles.- Se sonrió Daphne.-



            Estudió a esa mujer, era bastante atractiva y sus ojos azules la miraban de aquella manera en la que sólo una chica mira a otra cuando…pero en fin, no era eso lo que más le llamó la atención sino que juraría haberla visto antes, en alguna parte.



-No sabría decir quien es la mayor, de hecho ustedes se parecen bastante.- Sonrió aquella mujer.-

-¿Lo ves, Dap?- Comentó una divertida Steph, alegando.- Podrías presentarte conmigo.

-No digas bobadas.- Pudo responder por lo bajo su azorada hermana mayor.-



            La recepcionista interrumpió la conversación entonces y les indicó la sala a la que debían ir a esperar.



-Vayan por ese pasillo.- Señaló un largo corredor que estaba al fondo a la derecha.- Y giren a la izquierda , es la primera puerta.



            En ese momento, una voz conocida las saludó. Al volverse descubrieron a Maggie, llevaba de la mano a un niño de corta edad.



-Hola chicas! ¿Cómo vosotras por aquí?

-¡Señora Derail!- Repuso la sorprendida Stephanie.-¿Qué hace usted aquí?

-Es una larga historia, acompañaba a esta señorita.- Les comentó refiriéndose precisamente a esa mujer morena, fue la propia Maggie quién las presentó.- Es Deborah Hunter, hermana de la mayor Hunter.

-Encantada de conocerlas.- Declaró la interpelada ofreciéndoles la mano a las dos chicas que se la estrecharon enseguida.-



            Las miradas de Debbie y Daphne se cruzaron inquisitivas la una con la de la otra, en tanto escuchaban a Maggie añadir.



-Ellas son Daphne y Stephanie Kensington.

-¿También es usted modelo?- Inquirió Steph dirigiéndose a esa individua.-

-No, ¡qué va! No soy lo bastante alta y tampoco es algo que me interese. Vengo a revisar las finanzas de la sede. Y como hoy era día festivo en el colegio y mi hermana y mi cuñado tuvieron que irse, me pidieron que llevase a su hijo con la señora Derail.- Les contó divertida.-

-Así es, hemos pasado el día jugando en el parque y comiendo helado. ¿Verdad?- Le preguntó cariñosamente Margaret al pequeño para rematar.- Ahora ya , después de acompañar a la tía Debbie, nos iremos a casa. A ver a tus papás.



            El aludido crío las miraba con los ojos muy abiertos, Steph enseguida se agachó un poco para acariciarle el pelo y sonrió afirmando.



-¿Eres muy guapo, ¿Cómo te llamas?

-Alex.- Musitó el niño.-



            Al poco, la recepcionista avisó a Debbie.



-Señorita Hunter, la señorita Walsh la recibirá ahora.

-Muy bien, ha sido un placer conoceros.- Declaró sonriente la aludida.-



            Y sin más se perdió por ese mismo pasillo pero tomando otra dirección. Daphne se la quedó mirando, de hecho también le recordaba a alguien que había sido muy especial para ella. No solamente por su color de pelo y ojos, sino también por su enérgica forma de moverse.



-Bueno, pues este señorito y yo nos vamos a casa.- Sonrió Maggie suspirando casi más para sí.- Espero que Elua haya terminado esa “ conversación” con mi hija.



            Y es que Maggie tuvo que ceder ante la petición de su suegra e incluso la de su esposo para que la saiyajin pudiera hablar con su nieta a solas. La idea no le gustaba en absoluto, pero tampoco vio muy cortés el negarse. Además, confiaba en Kiros, él no dejaría que su madre le hiciera daño a la niña.



-Bueno, tampoco creo que la madre de mi marido tenga malas intenciones con Gloria, pero, es que los saiyajin son muy brutos.



            Estaba pensando en eso cuando una sarcástica voz de mujer se dirigió a Daphne. Era una individua de pelo moreno y corto, acompañada por otra de larga cabellera asimismo oscura. Las dos vestían elegantemente, con conjuntos de colores blanco y rojo respectivamente y zapatos de tacón a juego. La propia Daphne se quedó helada cuando la vio.



-¡Menuda una sorpresa! ¿Cómo tú por aquí?- Le inquirió con tono aparentemente meloso, esa mujer morena de pelo corto, que no era otra sino Sabra.-



            Daphne no fue capaz de articular palabra, la israelí se había hecho un cambio de look radical. No supo que replicar, aunque fue su hermana quién sí lo hizo enfrentándose decididamente a esa individua.



-¿Qué quieres? Sabes que no debes molestar a mi hermana, ¡déjala en paz!

-Perdona niña.- Se sonrió la israelí para recordarle.- Mi sentencia de alejamiento solo incluye a ese noviete de tu hermanita. Ni a ella, ni a ti. Aunque legalmente tengo que preguntaros si está por aquí cerca. En cuyo caso me marcharé.- Añadió con más cautela.-



            Ganas le dieron a Stephanie de decir que sí, pero su hermana desgraciadamente se adelantó con la verdad, como solía.



-Martin no está en la ciudad.

-Es bueno saberlo. No me interpretes mal. No me gustaría irme de aquí, mi chica y yo estábamos de compras.



            Lo cierto es que las dos iban acompañadas por un droido cargado con bolsas y paquetes que había entrado en la sede de modas Deveraux tras ellas. Aunque eso no le importó mucho a Stephanie cuando agregó con tono de nula cortesía.



-Pues seguid con vuestras compras y dejadnos en paz.

-Vaya. ¿Quién es esta niña tan encantadora?- Se sonrió la otra mujer, presentándose enseguida.- Me llamo Marla. ¿Te quieres unir a nosotras, guapa?. Solo para comprar, claro. Luego, ya veremos…



            Daphne sintió un escalofrío recorrerle la espina dorsal al escuchar ese tono entre meloso y malévolo de aquella mujer y ver la expresión divertida de Sabra. ¿A qué estaban jugando al hablarle así a su hermana? ¿Es que no veían que era una niña? Ganas le dieron de recriminarles esas formas. Empero, no tenía el menor deseo de provocar una discusión con ninguna de ellas. De modo que tiró de su hermana.



-Vamos, será mejor que pasemos a la sala de espera, Steph.



            Pero la chica no estaba por la labor, al menos no sin antes remachar con desprecio e indignación.



-¡Yo con dos bolleras no iría ni a la esquina! Ahórrate la molestia de insinuarte.



            Marla abrió la boca con fingido gesto de horror, aunque enseguida se rió. Afirmando.



-¡Vaya!, tienes mucho carácter, nena. Esas son las que más me gustan.

-Pues te deseo suerte por ahí, porque conmigo ya puedes esperar sentada.- Replicó decididamente la jovencita.-



            Ahora fue Sabra quien terció con un tinte  a medio camino entre el elogio a esa niña y el reproche a su hermana mayor, a la que se dirigió en particular con su mirada mientras le hablaba a esa cría.



-Tengo que reconocer que al menos tú, Stephanie, tienes el valor que a tu hermana le falta. Dices lo que piensas y lo que sientes a la cara. Y créeme, te respeto por eso. Eres como eres y lo anuncias sin miedo.

-Mi hermana ya te dijo claramente lo que pensaba de ti durante el juicio ¿No te acuerdas?.- Contestó Steph, añadiendo entre reprobatoria y despectivamente.- Una loca que va atacando a buenas personas no se merece ninguna consideración.

-Por favor, Steph.- Le pidió Daphne con voz temblorosa, casi a punto de llorar.- ¡Vámonos!

-¡Oh sí!, Steph. ¡Vete! - Intervino una divertida Marla, aseverando.- Vete antes de que te hagamos escuchar algo que no te guste…sobre tu linda hermanita la impostora.



            Aunque para sorpresa de las dos individuas, otra voz de mujer cortó aquella perorata.



-Ya basta Marla, es suficiente. ¿Es que nunca te cansas de hacer daño, ni de meterte en las vidas de los demás?



            Todas se giraron en esa dirección. Era Maggie quién, todavía llevando de la mano al perplejo Alex, había querido poner en su lugar a esa mujer. Para su sorpresa la aludida se rio incluso con intensidad, manifestando con regocijo y malsano sarcasmo.



-Esto es delicioso. ¡Ya podemos formar un club, el club de las ex! ¿No te parece, Sabra? ¡Fíjate, te presento a mi ex…- declaró aludiendo a una incómoda Margaret.- Y tú me presentas a la tuya.- Se burló señalando a la avergonzada Daphne.-

-¡Estás enferma! – Escupió Maggie.-

-Anda, creía que tenías una niña. ¿También tienes un hijo? Desde luego ¡qué prolíficos son los saiyajin.- Comentó con sorna su interlocutora al ver a ese crío, para añadir con impostada melosidad.- ¿Y qué tal está tu niñita? ¿Gloria se llamaba, verdad?. Tengo muchas ganas de verla otra vez. Me la tendrías que dejar una tarde para que nos conociéramos mucho mejor. ¡La de cosas que podría enseñarle!



            Maggie casi se lanza a su cuello, a duras penas se percató de que tenía junto a ella a Alex y siseó conteniéndose a duras penas.



-¡Como vuelvas a nombrar a mi hija te aseguro que te arrepentirás!



            Marla se encogió de hombros para darle la mano a su pareja y comentar aparentemente ignorando a las otras mujeres.



-Ya lo ves, Sabra querida. ¿Qué es lo que recibo tras todo el amor que le entregue?. Odio y desdén. Pero tú ya me comprendes, ¿verdad? Has pasado por lo mismo. Traición e ingratitud.

-Sí, desde luego.- Convino ésta con tono impávido.-



            Y sin recatarse ambas se fundieron en un pasional beso en la boca. Hasta que Stephanie exclamó.



-¡Qué vergüenza, qué asco! Es verdad. Estáis enfermas.

-¡Mira que bien que, tanto Maggie como tu hermanita, se curaron! - Se rio Marla, observando ahora a la descompuesta Daphne para remachar.- ¿O no? He visto como mirabas a esa mujer cuando os han presentado.  Sí, a la auditoria esa. ¡Menudo bombón!, ¿eh? Y aprovechando que tu novio no está, tienes el campo libre…

-¡Cállate!- Chilló Daphne tapándose los oídos con ambas manos como si el escuchar aquello le fuera insoportable.-



            Pero su hermana fue más allá, se adelantó y sin pensar le propinó a esa zorra una contundente bofetada que incluso la hizo tambalear. Sabra por su parte avanzó por inercia, dispuesta a darle una lección a esa mocosa, pero Marla la sujetó de un brazo y, sonriendo, se tapó la mejilla enrojecida con su otra mano para afirmar con regocijo.



-Déjala, me gusta, ¡Me gusta mucho! Ésta niña sí que será una mujer de verdad. No como otras que se quedan dentro del armario. O que al menor problema corren a refugiarse en él.

-¿Refugiarse?- Espetó la israelí mirando acusatoriamente a su devastada exnovia y espetando con un tono lleno de dureza y de rencor pero asimismo de tristeza.- Lo que hacen es meterse dentro y atrancar las puertas. Para que no se abran y las vean, y para que nadie las pueda sacar de ahí, de su zona de confort. Vendiendo a quien las quiere solo por mantenerse seguras y tranquilas. Para no arruinar su imagen de princesitas ideales a los ojos de la sociedad.



            Daphne no pudo escuchar más, descompuesta corrió a toda prisa hacia fuera del local. Stephanie se apresuró a ir tras ella y fue Maggie quien se encaró con esas dos antes de salir.



-Debería daros vergüenza. A ti, no te conozco.- Dijo con severidad señalando a Sabra para matizar con cierta consideración.- Seguramente estés dolida por perderla y eso lo puedo comprender. Pero tú. - Añadió centrándose ahora en Marla, espetando con verdadera indignación.- Tú eres el diablo.

-¡Oh! ¿de veras? Mirad quién habló, la fervorosa cristiana.- Se rio esa mujer añadiendo no sin sorna.- Pero cuando retozábamos en la cama, no te importaba condenarte. ¿Te acuerdas, verdad? Seguro que sí



            Maggie no tuvo argumentos para replicar a eso. A su pesar aquello fue cierto. Sabra comenzaba a sentirse incómoda. No en vano había un niño junto a esa mujer. Aunque lo que más impactó a la israelí fue que ese crío, saliendo de su atónito mutismo, miro a Marla y la acusó sentenciando con su vocecilla trémula.



-Eres mala.

-No lo sabes tú bien, enano.- Se sonrió ésta sin parecer afectada, remachando con perfidia en tanto se inclinaba un poco para mirarle fíjamente.- No quieras comprobarlo. Te aseguro que puedo ser muy pero que muy mala, incluso con un machito pequeñito como tú.



            El pequeño Alex pareció asustarse al escuchar aquello y se escondió tras Maggie quien le reprochó tratando de controlar su indignación.



-¡Eres un monstruo, no respetas ni a los niños!



            Marla se sonrió con regocijo. Empero, hasta Sabra miró atónita puesto que esa última frase de su pareja había sonado cargada de algo que parecía una amenaza.



-Déjale, es solo un niño, ¡por Dios! Anda, vámonos.- Le pidió la israelí sintiéndose avergonzada ahora. Era como si al reparar en ese crío algo en su conciencia se removiera.- Esto no es adecuado.

-Sí, en eso llevas razón. Bueno Maggie, que pases un buen día, con ese niño tan mono. Sobre todo, cuídale bien. ¿No querrías que nada malo le sucediera, verdad? - Rio siniestramente Marla.-



            Sin dar tiempo a la indignada Margaret a replicar a eso las dos salieron de allí caminando sin prisa pero sin pausa. Antes de alejarse demasiado se detuvieron. Dos de esas modelos con oscuras gafas de sol entraban, iban bastante tapadas, eso sorprendió a Sabra puesto que no hacía frío. No le dio más importancia dado que su pareja las saludó.



-Hola chicas.- Susurró con voz melosa.- ¡Qué pena! Si hubieseis llegado antes habríais visto un buen espectáculo.



            Una de ellas, de pelo moreno no respondió, arrebujándose en un abrigo que llevaba  parecía temblar ligeramente. La otra, también de melena morena hasta el pecho, preguntó con un tono algo ronco.



-¿Ah sí? ¿Qué espectáculo?



            Divertida, Marla pasó a señalar a Daphne y Stephanie, que todavía se alejaban de allí deprisa, para comentar.



-¡Vais a daros un auténtico festín aquí! Sobre todo si hincáis el diente a esas dos monadas. -

           

            Su interlocutora esbozó una leve sonrisa pero no dijo nada. Al fin, la que iba a su lado añadió.



-Tenemos algo de prisa. Si nos disculpáis.

-Claro. Nos veremos luego.- Convino Marla.-



            Esas dos entraron en tanto la periodista y Sabra se alejaban de allí…



-Mira cómo ha salido corriendo tu ex. Parecía un conejito asustado, ¡Ja,ja!- Rio Marla.-

-Creo que es mejor que lo dejes estar.- Le pidió la israelí con tono apurado.- No quiero tener más problemas con ellas.

-Descuida. No los tendrás. Te lo aseguro.- Se sonrió pérfidamente su pareja.-



Por su parte y tras calmarse a su vez, Maggie quiso ir a ver qué había pasado con Daphne y Stephanie. Al poco salió tras ellas y las encontró a pocos metros. La maestra lloraba desconsoladamente sentada en un banco y su concernida hermana trataba de animarla también entre sollozos.



-Vamos Dap. No pasa nada. No las creo ni una palabra. No son más que unas zorras mentirosas. ¡Están locas!

-¿Estáis bien?- quiso saber Maggie que había dejado sentado en otro banco cercano al pequeño Alex.-

-Sí…- Musitó finalmente Daphne.- Lo siento, Steph. Te he arruinado la tarde. ¡Tu casting!- Sollozó.-

-No pasa nada, no ha sido culpa tuya. Todavía hay tiempo. Ya vendremos otro día a esa prueba, ¿eh? - quiso sonreír la interpelada, aunque también dejaba caer alguna lágrima a su pesar.-



            Sufría mucho por su pobre hermana mayor, esos dos tortilleras la estaban sometiendo a acoso. Pero ella no lo iba a permitir. ¡Ojalá pudiera haberle dado otra bofetada a esa puta que decía ser la exnovia de Dap. En cuanto Martin se enterase desde luego que tampoco le iba a hacer gracia. Aunque precisamente por eso, mejor sería no decirle nada.



-¡Lo siento! - Gemía Daphne.-

-Tranquila.- Le pidió Maggie aproximándose a ella y pidiéndole con tono afable a Stephanie.- ¿Podrías estar un poquito con Alex? Para que no se asuste.

-Claro.- Convino la muchacha enjugándose las lágrimas a su vez.-

            Y allí que se fue tratando de animarse a sí misma y al niño. Por su parte, una destrozada Daphne le susurró a Maggie, llena de angustia y de zozobra.



-¡No sé qué hacer!

-Sé fuerte.- Le aconsejó su interlocutora en tanto la abrazaba.-

-Esa…, esa mujer tenía razón. Me quedé mirando a esa chica, cuando entró, ¡me gustó!. No sé cómo es posible…muchas veces me siento atraída por mujeres, como ahora, ¡es una tortura!…- Sollozó moviendo la cabeza, avergonzada y consternada tras su confesión.- No sé que hacer…trato de controlarme pero cada vez me resulta más difícil y tengo miedo.

-Eso pasa, me ocurre a mí también, incluso ahora. Es una tentación. Por eso debes ser fuerte.- Le insistió su contertulia.- Solo tenemos nuestra fortaleza y nuestra fe, junto con el amor de los nuestros. No temas y piensa en todo lo bueno que Dios te ha dado.



            Aunque con lo último Daphne se refería más que a ningún remordimiento por sus tendencias  a cómo era posible que sus pensamientos fueran tan transparentes para esas dos. Sobre todo para aquella individua a quien ni tan siquiera conocía. Tras separarse del abrazo, Margaret aprovechó para acariciar las mejillas de la maestra y enjugarle las lágrimas con un pañuelo en tanto le desvelaba con preocupación.



-Mira, no conozco bien tu historia. Pero por lo que he visto esa chica sí te quería. Pese a su altanería o la dureza de sus palabras, se nota que está muy dolida. Sin embargo, para su desgracia, ha caído en las garras de Marla. Y créeme. No digo que las mujeres como nosotras, bueno, como fuimos nosotras, sean malas, solamente creo que están extraviadas. Por eso soy la primera que aboga por su redención. Por ejemplo, conoces a Kerria. Aunque ahora tenga mis diferencias con ella, admito que es buena persona. Esa ex pareja tuya o lo que fuera, no creo que sea mala tampoco. Sólo sucede que las dos viven engañadas. Sin embargo, cree lo que te digo, Marla si que es mala, muy mala, incluso perversa. Y eso no tiene nada que ver con su orientación sexual. Cuando la conocí nos hicimos amantes, después vi cómo era y enseguida lo supe. Nada le importa salvo su propio interés, no tiene ningún escrúpulo. Pasará por encima de quién y de lo que sea, para salir beneficiada. Procura alejarte de ella, y sobre todo alejar a tu hermana. Esa individua es capaz de cualquier cosa. Y digo cualquiera. Por eso me produce escalofríos.



            Aquello contribuyó a aumentar el miedo en Daphne más que a aliviarlo, con todo asintió dejando ya de llorar. Debía ser fuerte no solamente por ella sino por su familia. Y pensar más que en  sí misma y sus tribulaciones, en que esas dos individuas no le hicieran daño a Steph.



-Soy una cobarde.- Suspiró admitiéndolo sin reservas.- En eso Sabra tiene toda la razón. La traicioné sin causa. Y luego, luego conoció a esa mujer. Aunque yo creí que ellas ya…

-No quiero que me des más detalles.- Le pidió Maggie.-



            La maestra asintió, podía comprender el porqué, esos temas le eran enojosos a la señora Derail, le recordaban también su propio pasado del que ahora se avergonzaba. Aunque ella lo que quería era admitir que fue injusta. Quizás, de no haberse dejado llevar por aquellas ensoñaciones, nada de esto hubiera sucedido. No sabía que era peor. Haber admitido su homosexualidad cuando tuvo la ocasión, en aquel tribunal, o esta vida cimentada sobre tantas mentiras.



-Ahora es tarde para echarse atrás.- Suspiró en tanto pensaba con tristeza.- Haría muchísimo daño a mucha más gente. Comenzando por Steph. Y a Sabra ya la he perdido. Sólo deseo que Martin vuelva lo antes posible, nos casemos y pueda dejar todo esto atrás definitivamente.



            Por su parte, sin imaginar esas tribulaciones de su hermana, Stephanie trataba de jugar con el niño a las palmas. Ahora el pequeño Alex sonreía, aunque de pronto, se puso serio y le dijo a la atónita muchacha.



-Ten cuidado con las señoras malas, te morderán.

-¿Esas?- Se rio entonces Steph.- ¡Que se atrevan a intentarlo!.- Se rio afirmando.- Las dejaré con menos dientes que una rana. ¡Oye! ¿Sabes cuantos dientes tiene una rana?- Le preguntó jovialmente al niño.-



            El curioso pequeño movió la cabeza y la muchacha exclamó con regocijo.



-¡Ninguno!, por eso.



            Entre tanto, esas dos habían llamado a un taxi deslizador. Seguidas por su droido. Marla todavía se retocaba con maquillaje la marca del bofetón de esa chica. Incluso llegó a decir con patente lascivia, abundando en el tema pese a los ruegos de su pareja.



-Si me la dejasen por una noche solamente, esa zorrita acabaría siendo más tortillera que su hermana. Creo que, a pesar de todo, le va la marcha.

-¿Quieres dejarlo de una vez?- Le pidió una molesta Sabra.- Es solo una cría.

-¡Vamos, cariño! -Se sonrió su interlocutora.- No te enfades. Tú estarías invitada. ¿No me digas que no te pondría hacértelo con esa niña? O sino puedes mirar cómo se lo hago yo. Enseñándola el “Arts Amandi” ¡ja, ja, ja! No volvería a mirar a un tío en la vida. ¡Qué lástima que no pudiera iniciarla también! -Suspiró relamiéndose ahora para sentenciar esperanzada.- Pero todo llegará.

- ¡Deja de hablar así! Me pones enferma.- Espetó la israelí, con tinte suplicante y lleno de angustia.- ¿Es que no ves que nos odian? Y pese a lo que diga Stephanie, al final se trata sólo una niña que cree estar protegiendo a su hermana. No puedo enfadarme con ella por eso. ¡Y menos pensar en las obscenidades de las que hablas! ¡Por el amor de Dios!. ¿Es que no tienes ningún freno moral?



            Su interlocutora se encogió de hombros, en tanto tecleaba algo en su teléfono móvil. Una vez concluyó repuso aseverando con desdén para admitir con creciente regocijo.



-No, no tengo ningún freno. Y estoy acostumbrada a que me odien, cielo. Pero lo mejor ha sido ver a Maggie otra vez. Ya has visto las cosas que me dice. Aunque te lo puedo asegurar, cuanto más pasionales son y más se enfadan, más fogosas resultan en la cama. Y Margaret era muy buena amante. Ahí donde la ves. ¡Lástima que se haya echado a perder! Ahora se dedica a hacer de niñera…¡Me gustaría ver su cara si le echo la mano encima a ese niñito, o a su querida hijita! Ja, ja, ja…¡Lo que daría por que pudiera mirar lo que les haría!



            Sabra abrió la boca sin poder creer lo que escuchaba. Aquello era ir demasiado lejos. Una cosa era estar enfrentadas al hetero patriarcado, a esa traidora mentirosa de Daphne o quienes la defendieran. Pero otra muy diferente era ni tan siquiera imaginar el hacerle daño a unos críos. Quizás su amante la estuviera tomando el pelo, eso esperaba desde luego. Eso al menos deseaba creer.



-No te entiendo Marla, de verdad que no.- Pudo decir ahora más asustada que enfadada, añadiendo eso sí, con resolución.-  Ese niño creo que es el hijo de la mayor Hunter. Y ella me ha ayudado siempre. Antes de que nadie le toque un pelo te juro que tendría que pasar por encima de mi cadáver. Podré haber hecho mal muchas cosas pero defiendo a las personas inocentes. Y los niños lo son.

-¿Inocentes?- Se burló su contertulia afirmando sin pudor.- Puede que ahora sí que lo sea, pero un día crecerá. Será otro macho más. Y entonces lamentarás el haber sido tan blanda. No querida. Nosotras debemos ser como las antiguas amazonas que solo tenían relaciones sexuales con hombres para procrear y que cuando les nacían hijos varones los ahogaban en el rio.- Y sin dejar de sonreír ante el horrorizado gesto de su contertulia, agregó con sarcasmo.-  Aunque, reconozco que lo suyo tenía muchísimo más mérito. ¡Se veía forzadas a ese sacrificio repugnante de copular con machos! Nosotras en eso somos más afortunadas. Podemos simplemente inseminarnos.

-No tomaré parte en esto.- Anunció Sabra con evidente malestar.- De ningún modo contéis conmigo si queréis llevar las cosas a esos extremos.



            Aunque en esta ocasión no fue su compañera quien replicó sino una aterciopelada voz de mujer. Con la ya tenue luz del atardecer, la israelí vio junto a ellas a una chica bastante alta con formas andróginas. Era en conjunto bastante hermosa. Tenía el pelo largo rubio y unos ojos de color indescifrable que la miraron fijamente cuando declaró.



-Eso no está ya en tu mano decidirlo, querida…

            Sabra se sintió rara. No era capaz de reaccionar, ni tan siquiera de moverse. Esa desconocida parecía tener una especie de imán que simultáneamente la atraía con la fuerza del deseo y la repelía con una extraña sensación de temor reverencial.



-Me alegra verte, Blise. -Comentó afablemente Marla como si nada de lo que su compañera sentía hiciera mella en ella.-

- Vine lo antes que pude al recibir tu mensaje.- Comentó esa individua mirando ahora a la israelí.- ¿De modo que ésta es la intrépida piloto que te habías ligado? Me decepciona. Solamente la he escuchado quejarse y poner objeciones.

-No está preparada todavía.- La excusó la reportera, agregando eso sí, con tinte entre lascivo y meloso, susurrándole a un oído a su pareja.- Pero pronto lo estarás, cariño. Confía en mí. Blise se ocupará de ti.



            Esa rubia se sonrió de un modo tal que hasta Marla pareció una inocente cría a su lado. Y Sabra, sin comprender por qué, sintió que un pánico cerval la inundaba. Por desgracia para ella seguía estando incapacitada para moverse. Fue entonces cuando un taxi deslizador robótico llegó. Sus dos acompañantes la hicieron montar en él, luego se subieron también, el droido se enganchó en la parte trasera y el vehículo se perdió por la carretera saliendo de la ciudad. Mientras y ajena a estos sucesos, Debbie interpretaba su papel de auditoria. Allí estaba sentada ceremoniosamente en el despacho frente a la encargada. Fue ésta quién comentó con un tono que pretendía ser firme y seguro.



-Hemos pasado ya varias auditorías a lo largo de los años, siempre con resultados excelentes.

-Y no lo pongo en duda, señorita Walsh.- Repuso la joven de cabellos morenos.- Pero es mi trabajo y debo hacerlo.

-Claro, claro.- Convino ésta con expresión de circunstancias.- Por supuesto que puede contar con toda mi colaboración.- Añadió esbozando una sonrisa muy artificial.-



            Debbie asintió, sin embargo, ella no estaba allí por eso. Bueno, lo estaba también pero no era ni con mucho su interés principal. De modo que, jovialmente le pidió a su anfitriona, a medio camino entre el pretexto y la auténtica necesidad.



-¿Tiene un aseo por aquí?

-Sí, por supuesto.- Repuso Brenda que pareció aliviada.- Salga y siga el pasillo, al fondo a la derecha.



            Su interlocutora así lo hizo. Anduvo hasta allá para efectivamente ir al baño, pero al salir del mismo pasó de largo de aquel despacho, tenía interés por visitar otras dependencias. Las salas de descanso de las modelos, por ejemplo.



-Una lástima que esté de misión.- Se dijo casi divertida.- Con la cantidad de tías buenas que hay aquí. Seguro que podría ligar con alguna de tener tiempo.



            No obstante, tal y como se había dicho a medio camino entre la broma y el deseo, no tenía tiempo para eso. Además, todavía pensaba en esa chica rubia que se quedó mirándola embobada. No le fue muy difícil percatarse del interés que tenía. Y siendo tan guapa como le pareció, desde luego que era mutuo.



-Quizás la vuelva a ver.- Pensó esperanzada. -



            Empero, enseguida se centró en el asunto que de veas la inquietaba, dado que ya anochecía. En ese planeta la estrella roja que le daba luz no era tan potente como el sol terrestre, y eso le planteaba un interrogante. Posiblemente las reglas del juego aquí no serían iguales que en la Tierra. En eso estaba reflexionando, a la par que tanteándose un bolsillo, cuando una muchacha unos centímetros más alta que ella se le cruzó. Sería una de las modelos. Esa chica la miró con extrañeza y le preguntó.



-¿Quién es usted? ¿Qué hace aquí?



            Fijándose un poco más vio que era morena y voluptuosa, pese a llevar puesto un abrigo que ocultaba parte de su anatomía. Al principio creyó que podría ser esa individua de la entrada, la que estaba junto a la chica de pelo corto. Pero no, ésta en efecto era bastante más alta.



-Lo siento, me he debido de perder.- Comentó a modo de rápida excusa.-



            Aquella modelo pareció creer aquello, iba a indicarle como salir de allí, aunque la miraba de un modo raro. Hasta daba la impresión de temblar. Era extraño, pese a estar en el interior del edificio, con una temperatura más que agradable y llevar ese abrigo, esa chica daba la impresión de estar helada. Así lo constató la impostada auditora cuando rozó levemente una de sus manos.



-¿Se encuentra bien?- quiso saber Debbie.-



Sin responder, esa muchacha apretó los puños y se aproximó tímidamente a ella cuando otra chica, de aproximadamente la misma altura que esa joven, pelo lacio y oscuro, con una tez pálida y formas angulosas debido también a su delgadez,  la sujetó suave pero firmemente  de una muñeca preguntando a su compañera.



-¿Algún problema, Renata?

-Esta mujer dice que se ha perdido, Luka.- Pudo musitar con la respiración algo entrecortada.-

-¿De veras?- Sonrió aquella individua mostrando unos dientes perfectamente blancos y alineados.-

-Sí, eso es. Fui al servicio. Pero ya me he percatado de cómo salir de aquí, gracias.- Pudo musitar Debbie.-



            La mirada de esa extraña casi la atrapaba. La muchacha parpadeó bajando ligeramente la cabeza. Se sentía muy incómoda. Como si esa chica la estuviera analizando y quisiera adentrarse en su mente. Por suerte, ella sabía cómo evitar eso tras muchos años de adiestramiento. Entonces sintió un escalofrío, no le cabía ninguna duda, aferró aquello que tenía en su bolsillo con fuerza. Pudiera ser que le hiciera falta emplearlo…



-¿Señorita?- Se escuchó entonces la voz de Brenda.- ¿Está usted aquí?.

-Sí, disculpe, me había extraviado.- Pudo replicar Deborah aliviada de salir de aquella sensación tan desagradable como extraña y quizás hasta potencialmente peligrosa.-



            En ese mismo instante las dos modelos que se hallaban a su lado se limitaron a alejarse de allí caminando despacio. Aunque todavía Debbie pudo escucharlas hablar en voz baja.



-Aquí no. Debes controlarte. - Le susurró esa modelo a la tal Renata que asintió deprisa.-



Al cruzarse con su jefa esas dos la saludaron con un gesto. Brenda se lo devolvió sin pararse a  charlar con ellas. Estaba más preocupada por esa auditora. Quería causarle buena impresión.



-No se preocupe.- Le dijo de modo solícito.- Estos endiablados pasillos es lo que tienen para quien no los conoce. Sígame, le tengo toda la información preparada.



            Debbie asintió, agradeciendo a esa mujer su presencia puesto que presentía de alguna forma que eso la había librado de algo realmente terrible. Suspiró sacando aquello de su bolsillo, una botellita con un claro líquido dentro, juraría que había visto algo brillar tenuemente dentro del  blazer donde la llevaba. Al fin, tras contemplarla durante unos instantes, volvió a guardársela.



-Debo avisar inmediatamente a Lance y a mi equipo. Tienen que venir aquí. Es peor de lo que imaginábamos.- Pensaba tratando de dominar su agitación.- ¡Yo sola no podré con esto!



            Horas antes, en el Clargin, Giaal acudió puntualmente a su cita. Allí estaban ya Wina y Nelly. La hija de los Adams había llamado a su amiga convenciéndola de tomar algo. Nelly asintió y parecía estar de buen humor.  Las dos llegaron, fueron atendidas como siempre por Ginger que ahora frecuentaba mucho más su local, deseando tener noticias de su hijo. En esta ocasión, Nelly le comentó que Dean le enviaba saludos y que prometía mandar una foto dentro de unos días. Cuando oyó eso la pobre mujer se emocionó tanto que incluso lloró, Wina se sintió realmente mal. Tuvo que esperar a que la dueña se alejara para ir a buscarles unas raciones de tartas con unos zumos, (consumiciones a las que, por supuesto, las invitaba) para recriminarle a su amiga.



-Esto no está bien. La estás engañando.

-Pero la hago feliz.- Replicó como si tal cosa la interpelada, alegando con un tinte filosófico.- ¿Acaso la vida no va de eso? Hay que ser feliz, no importa cómo. O al menos creer serlo. En el fondo todo se basa en el engaño y la apariencia.



            Su contertulia desde luego que estaba en claro desacuerdo con aquello. Aunque tenía una réplica bastante sencilla en esa ocasión.



-¿Y te has parado a pensar en cómo vas a conseguir una fotografía de Dean?

-Tranquila. Eso no será problema.- Se sonrió la muchacha.-



            Wina ni pudo preguntar porqué su contertulia veía eso tan fácil. Al poco Ginger les trajo aquellas consumiciones.



-No deberías invitarnos, Gin.- Fue capaz de oponer una apurada Wina.-

-Para mí es un placer.- Sonrió esa buena mujer.- Sois amigas de mi hijo y gracias a vosotras y las noticias que me dais de él, estoy mucho más tranquila.



            Nelly se limitó a sonreír, Wina no se atrevió a decir nada más. De modo que Ginger se alejó a proseguir con sus quehaceres. Justo en ese momento llegó el doctor Ginga. Las chicas sonrieron al verle. Sobre todo Nelly, quien marcó un gesto de alegría realmente evidente y genuino en esta ocasión.



-¡Doctor!- Exclamó agitando una mano para llamar la atención del recién llegado que justo acababa de entrar al local. - ¡Aquí, estamos aquí!



            Giaal las vio y, sonriendo a su vez, fue directo a sentarse junto a ellas.



-¡Qué agradable coincidencia!- Declaró Nelly.-



            Wina miró al recién llegado y éste le devolvió una mirada de complicidad. Habían acordado no decirle nada a esa chica, como si la presencia de él fuera del todo casual. De modo que el alien comentó.



-Venía de dejar a mi hijo con Maggie, tenía tiempo aun para ir al hospital así que decidí pasarme por aquí. Me alegra haberlo hecho y encontraros. ¿Qué tal va todo?- Añadió dirigiéndose sobre todo a Nelly.-

-Mejor, mucho mejor. Al parecer mi padre ha cambiado de forma de pensar, después de mi ausencia.- Repuso la joven.-



            Wina estudiaba la expresión de su amiga con creciente asombro. No acababa de entrever qué pensaba esa muchacha. Quizás fuese así y las cosas en su casa hubieran mejorado. Eso deseaba creer. Entre tanto Giaal afirmó gratamente sorprendido.



-Bueno, me alegro de que así sea.



            Y es que recordaba cómo fue a “ advertir” a Edgar y a esa mujer con la que ahora convivía. A buen seguro eso le hizo reflexionar. Al menos el padre de Nelly no querría tenerle como enemigo.



-Espero que recobréis la armonía en casa.- Deseó el doctor, interesándose de seguido.-  ¿Qué tal tu hermano?

-¡Oh!, Orix está muy bien, él siempre lo ha estado. Mi padre sí que le estima mucho. Y esa mujer, Kassandra, no es mala como al principio creí. Al contrario, me ha estado aconsejando para que mi padre y yo nos llevemos mejor.- Aseveró con un tono que daba la impresión de ser muy sincero.- Y ¿qué tal están ustedes, doctor?, ¿Su esposa y su hijo están bien?.

-Sí, muy bien, gracias.- Sonrió un más relajado Giaal.- Mi mujer tuvo que ir a su base. Estás llena de trabajo. Y  a mí me pasa igual, eso me recuerda que debo ir al hospital ya.

-Sí, también yo debería irme. Por cierto.- Le pidió Nelly.- Si tiene tiempo, de camino me gustaría comentarle algo, en privado. Si no te importa Wina.- Le dijo a su sorprendida amiga.-

-¡Oh, no!, claro. No hay problema. Yo tengo que regresar a casa.- Afirmó algo apurada la interpelada.-



            De modo que a los pocos minutos se despidieron. Sobre todo de Ginger que lamentó no poder invitar al doctor Ginga aunque fuera a un simple té. Giaal se lo agradeció igualmente y salió tras las chicas. Caminaron un trecho juntos y finalmente se separaron. Wina tomó la dirección hacia su casa. Ahora iba todavía más preocupada. Su amiga estaba cambiando y para mal. Estaba segura de que mentía pero lo hacía de un modo tan natural y certero que ni tan siquiera tratando de leer su mente podía confirmarlo. Era como si, lenta y sutilmente, Nelly hubiera aprendido a levantar una barrera entorno a sus pensamientos más profundos.



-Mamá tenía razón.- Suspiró.- Hablaré con ella. Espero que pueda aconsejarme.



            Por su parte, tanto el doctor como Nelly caminaban ahora hacia el hospital. La chica entonces decidió ser clara.



-Verá, desde que descubrí que no soy humana…tengo algo que no puedo quitarme de la cabeza.

-Por favor, claro que lo eres.- Se apresuró a rebatir Giaal.-

-No doctor Ginga, sé que no lo soy. Pude ver ese informe que usted le facilitó a mi padre.- Suspiró la chica que, pese a todo, animó su rostro con una sonrisa para añadir con tinte más optimista.- Pero eso ya no importa, soy lo que soy. Aunque tengo muchos deseos de saber de dónde provengo.  Esa raza, los simbiontes…o algo así. Por lo que he podido averiguar, uno de ellos se transformó en mí de modo permanente.

-Algo así, aunque fue mucho más complicado que eso.- Admitió Giaal.-

-Entonces es verdad.- Musitó su interlocutora.- La verdadera Nelly murió y yo soy una copia. Simplemente tomé su lugar…



            Giaal la sujetó suavemente de una muñeca invitándola a sentarse en un banco cercano. El alien decidió contarle toda la verdad con tono amable y algo consternado.



-Verás. Aquello fue una tragedia. Aurora perdió a su hija durante un ataque del enemigo. La pobre enloqueció. En aquel tiempo, viajábamos a bordo de la SSP-2. Su mundo se desmoronó igual que ese edificio que atrapó a su hija. Sucedió que, una especie alienígena que era capaz de mimetizarse con formas humanas, se había introducido en la nave. Suplantando a miembros de la tripulación y otras personas cometió algunos actos de sabotaje para nuestros adversarios. Al fin dimos con ella y cuando la acorralamos, debilitada ya, nos lo confesó. En realidad no era malvada. Nuestros enemigos tenían a algunos de sus hijos como rehenes, no le dieron más opción. Sin embargo, estaba moribunda, solo tenía energía para una última transformación. Parte de ella, la que todavía estaba en condiciones, aceptó someterse a ello a cambio de que salvásemos a sus crías. Yo le prometí que así sería y durante el asalto a la nave del tirano Gralas…

-¿De quién?- Inquirió la perpleja Nelly interrumpiendo el relato.-

-Un canalla, eso no importa ahora.- Repuso Giaal, para proseguir.- Bueno, cumplí mi promesa, las rescaté y las puse a salvo. A sus crías me refiero. A cambio ese simbionte cumplió. Todo fue idea de Maggie. Ella se compadeció de Aurora y me pidió ayuda. Por suerte guardábamos algunos tejidos de Nelly, la original.- Matizó.- Y los combinamos con esa criatura. Tras un tiempo de incubación asimiló el ADN de esa niña y como resultado naciste tú. Por eso te digo que, realmente eres Nelly. Técnica y biológicamente tienes su misma genética.



            La muchacha había escuchado con la boca abierta. Jamás llegó a imaginar que eso sería así. Ahora incluso tenía lágrimas en el rostro y apenas sí pudo balbucir.



-Todo, entonces, fue …

-Tu madre te amaba más que a nada en el mundo.- Le dijo Giaal.- Y cuando volvió a verte, le hicimos creer que su hija no había muerto, que sencillamente quedaste malherida y que habías estado en el hospital, recobrándote. Que debido al accidente habías perdido la memoria.

-Por eso ella siempre me leía y me contaba cosas que habíamos hecho todos juntos desde que yo era muy pequeña.- Gimió la muchacha.- Me repetía una y otra vez lo que me gustaba para comer, para beber, para jugar… desde que era apenas un bebé…

-Lo hizo porque te quería muchísimo.- Afirmó el doctor Ginga emocionado también, sentenciando.- Deseaba con todo el corazón que su hijita estuviera totalmente de vuelta a su lado.

-Aunque al final, ella lo sabía.- Suspiró Nelly enjugándose las lágrimas para añadir.- Ahora comprendo sus últimas palabras. Ya tienen sentido para mí. En el fondo siempre supo que yo no era su verdadera hija. ¡Todo fue una mentira!

-No, no lo fue.- Rebatió Giaal aseverando enérgicamente.- Te crió como a su hija. Eso eras para ella. Siempre te quiso. Tanto a ti como a Orix. ¿O consideras falso el amor que te demostró? ¿Crees que eso se podía fingir?



            La interpelada movió la cabeza, viéndose obligada a admitir ese argumento, aunque enseguida planteó.



-¿Y por qué mi padre no?- Quiso saber la muchacha más por curiosidad que por otro motivo.- ¿Por qué él no me quiso nunca?



            El doctor bajó la cabeza ahora, cerrando incluso los ojos, le resultaba difícil tener que decírselo, pero reunió el valor suficiente como para confesar.



-Cuando el derrumbe ocurrió y sacaron el cuerpo de Nelly, fue tu padre quien tuvo que ir a reconocer el cadáver. Tu madre no fue capaz. Él vio el cuerpo de su hija…Sin embargo.

-Mi madre nunca lo vio.- Completó la chica, en estado casi de shock.- ¡Oh, Dios mío! Ahora lo comprendo todo. Él siempre supo que yo no era su hija. Y tuvo que criarme como a tal mientras mamá vivió.

-Pese a todo es injusto. Tú no tienes ninguna culpa de lo que sucedió. Eres inocente. Edgar no tenía ningún derecho a decirte esto, ni a hacerte tanto daño…-Sentenció amargamente Giaal.-



            Nelly guardó unos momentos de triste y culpable silencio. Al fin declaró.



-Eso ya no importa. Solo quisiera saber qué fue de esos hijos que el simbionte que me creó, tuvo. Es como si fueran mis hermanos. Mis auténticos hermanos.- Remachó.-

-No sé qué fue de ellos. Se marcharon al poco tiempo.- Declaró el doctor.-

-¿Y está seguro que yo no soy igual que ellos?- Inquirió la joven.-

-No, al menos en la capacidad de transformarte.- Le contó Giaal explicándole.- Tu ADN quedó fijado con el de la Nelly original.

-Le suplicó que, si sabe algo de ellos o puede indagar, lo haga y me lo diga. ¡Por favor! - Le pidió la joven con gesto compungido.-

-No será fácil. Pero haré cuanto pueda.- Asintió el doctor.-



            Y tras guardar un breve pero reflexivo silencio, Nelly sonrió ampliamente ahora diciéndole a su interlocutor con tono reconocido.



-Muchas gracias por todo, doctor. Usted me dio la vida y siempre ha cuidado de mí. Ha demostrado que de veras se preocupa por lo que me suceda. Igual que Maggie. Nunca lo olvidaré. Me gustaría hacer algo para corresponderle.

-No me lo agradezcas, lo único que espero es que puedas ser feliz. Sigue mi consejo, olvida el pasado. Lo que cuenta y lo que importa es que eres Nelly.



            Y  dicho esto, Giaal se levantó listo para acudir al hospital, su turno iba a comenzar. La muchacha le despidió agitando la mano y pensando, aunque de un modo más siniestro del que le hizo ver a su contertulio.



-Sí. Ahora sé exactamente lo que hacer. Ante todo lo primero será encontrar a mis hermanos.



            Y a su vez, bastante alejada de allí, horas antes, Susan llegó a su base. Enseguida se presentó ante su superiora, la capitana Simmons, que la hiciera llamar de modo tan urgente. Tras anunciarse y tocar a la puerta, declaró.



-Se presenta la mayor Hunter como le fue ordenado.

-Adelante, mayor.- Le pidió su superiora.-

           

            Tras entrar, cuadrarse y saludar, Susan aguardó. Finalmente la capitana le indicó a su subordinada.



-Por favor, toma asiento. Lo que tengo que decirte es algo que es mejor que oigas sentada.

-¿De qué se trata, señora?- Quiso saber ésta siguiendo esa indicación, y sentándose de inmediato en el sillón que se enfrentaba al de su superiora.-



            Simmons entonces la escrutó con la mirada y tras un instante de silencio, sentenció.



-Tenemos un problema. Un gravísimo problema…



            Y según dijo aquello, otra persona entró en el despacho. Era una mujer, una a la que Susan enseguida reconoció, quedando entre sorprendida y muy contenta al volver a verla…sin embargo esa individua no parecía estar feliz, sino que compartía el gesto inquieto de la capitana. Incluso afirmó dirigiéndose a la mayor Hunter.



-La capitana tiene razón, Susan. La situación es realmente peligrosa y acuciante…debemos actuar deprisa y saber con quién podemos contar. Por eso estoy aquí.



            Y ante la expresión de la mayor Hunter, a medio camino entre la sorpresa y la preocupación, sus superioras se dispusieron a ponerla al corriente de lo que sucedía.

           
                               anterior                                                                  siguiente















No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor, si sois tan amables y no os es molestia, comentar vuestras impresiones sobre lo que habéis leído. Me vendría muy bien para mejorar y conocer vuestras opiniones sobre mis historias. Muchas gracias. ;)