-Será mejor que regrese con mi hermana.
Mis padres tienen que venir. - Suspiró enjugándose las lágrimas.-
Subió
despacio utilizando el ascensor. Al salir y apenas tras dar un par de pasos se
topó con su novio, el chico la observaba con una mezcla de extrañeza y
tristeza. Daphne le devolvió una mirada similar. No obstante, con voz suave y
resignada, llena de pesar también, ella le dijo.
-Martin, tenemos que hablar…
Media
hora antes, Susan estaba en su despacho, junto con Olivia. Acababan de ser
llamadas a movilizarse, aunque era algo extraño. La mejicana informó a su
superiora.
-La orden ha sido que mantengamos a
todos los pilotos varones en sus dependencias.
-¿Los pilotos varones?¿Por qué solamente
a ellos?- Se preguntó la oficial.-
-Puede que porque ese grupo de mujeres extremistas
haya planeado algún atentado contra ellos.- Elucubró Olivia.-
-Muy bien, ve a comunicárselo a los
chicos.- Le indicó Susan.-
La
mejicana saludó dirigiéndose de inmediato a cumplir esa orden. Sin perder ni un
instante la teniente Hunter fue a su vez a ver a su oficial superior. Jane
estaba en su propio despacho y no tardó en informarla.
-Será una medida de precaución, como
Olivia ha dicho.- Aseveró sin parecer preocupada.-
-Entonces tendremos que salir de
patrulla con el grupo de las Fighter ladies.- Comentó ella.- Necesitaré a todas
mis pilotos. Debo llamar a Sabra Leví que está de permiso.
-Llámala.- Asintió la mayor Gray.-
Así
convinieron, Susan se ocupó de avisar a las demás mujeres de la escuadrilla.
Aunque ahora ella no estaba directamente al mando, sino Olivia. En cuanto
retornó, la mejicana se ocupó de ir preparando la salida. Por su parte, Susan
quiso ponerse en contacto con Sabra. Al principio la israelí no contestaba.
Finalmente lo hizo.
-i A sus órdenes, mayor!- Repuso al ver
quien llamaba.-
-Tienes que regresar a la base, las
Fighter ladies deben salir de patrulla.- Le informó su superiora.-
-Muy bien, señora. Precisamente iba a ir
allí ahora.- Le comentó su interlocutora.- Tengo noticias para usted. De parte
de su hermana.
-¿De parte de Debbie?- Se sorprendió la
mayor Hunter, queriendo saber de inmediato.- ¿Ella está bien?
-Sí, y aquí hemos conjurado una amenaza
muy seria. ¡Es algo increíble!, de no haberlo visto jamás lo hubiese creído,
pero hay más.- Le contó la piloto a su superiora.- En la base corren peligro…
Susan,
creyendo saber de qué se trataba, enseguida comentó.
-No te preocupes, lo sabemos y ya hemos
actuado en consecuencia. ¿Tardarás mucho en llegar?
-Quizás tres horas tomando un deslizador
rápido.- Conjeturó la joven.-
-No hay tiempo que perder, prepárate, en
que llegues saldrás a relevar a tus compañeras.- Le ordenó Susan.-
-Como usted mande.- Convino la israelí,
despidiendo la comunicación.-
Entonces,
dirigiéndose a Lawrence, le comentó.
-Parece que están al corriente del
intento de sabotaje de esas individuas. Bien, tengo que ir a mi base. Tomaré un
deslizador, hay uno de largo recorriendo en la estación cercana
a este hospital.
-¿De largo?- Repitió él sin entender.-
-De largo recorrido.- Le especificó ella.-
-¿Quieres que te acompañe?- Inquirió su
interlocutor.- Digamos que, por si acaso.
-No creo que haga ninguna falta.-
Aseveró la piloto.- Pero cuéntaselo a los demás. Por si debéis ir luego.
Después de lo que he vivido no me fio ya de nada. - Le pidió Sabra con
prudencia.-
Lawrence
asintió, alejándose de allí con paso rápido pero constante. La israelí se fue
también, no tardó mucho en llegar a la estación. Iba pensando en Daphne. Aunque
enseguida movió la cabeza y suspiró.
-Eso ya pertenece al pasado. Ahora debo
céntrame en lo que esté pasando allí en la base.
Y
abordando el vehículo esperó llegar lo antes posible. Entre tanto, los padres
de Steph habían llegado también. Muy alarmados cuando su hija no volvió a casa
fueron a la policía. Allí, tras unas horas de búsqueda, los agentes recibieron
el informe de un atropello. Un vehículo deslizador privado se había estrellado
contra un muro tras arrollar a dos jóvenes. El conductor al parecer se había
dado a la fuga, dejando eso sí, un zapato de mujer de alto tacón de color rojo.
La llamada posterior de Martin les tranquilizó y asustó a un tiempo. Su hija
estaba en el hospital con otro muchacho. Al menos los señores Kensington
estaban aliviados, su hija no corría ningún riesgo. Por desgracia los padres de
Trent no podían decir lo mismo, angustiados observaban a su hijo que estaba en
coma inducido, tras mucho llorar, sus compañeros de infortunio fueron a tratar
de animarles. Eso dejó a solas a Martin en la habitación de Stephanie que ahora
sí dormía.
-Menos mal que tú estás bien.- Suspiró
lamentándose.- No pensé que pudiéramos llegar a esto. Antes que nada malo te
ocurra es mejor dejar ir a tu hermana. Al fin…esa otra chica ha ganado. Sí,
parece que la ama tanto como yo…es lo único que me consuela.
Entonces
tuvo una idea. ¡Claro! Hasta entonces había estado tratando a Sabra como si
fuera una enemiga. Quizás cambiar la táctica fuera lo mejor…Pensando en ello
salió de la estancia dejando descansar a la paciente. Ya en el pasillo caminó
hasta el ascensor. Pudiera ser que Daphne estuviera con esa chica…Sin embargo,
al abrirse la puerta vio salir a su novia, sola. Sonrió levemente aunque no
sabía que pudiera haber pasado. No había vuelto a consultar aquella agenda…
-Martin, tenemos que hablar.- Le dijo
ella interrumpiendo esos pensamientos.-
-Sí claro.- Convino él.- No temas, Steph
se va a poner bien.
-No, no se trata de eso. Lo sé.- Le
confesó la joven mientras ambos se metían en una pequeña salita desocupada.-
Verás Martin…-Intentó decir, con un nudo en la garganta.-
-¿Qué pasa?- Pretendió querer saber él.-
-Yo, yo… lo siento mucho.- Suspiró
Daphne cargando sus ojos de lágrimas.- No he sido muy sincera contigo.
-¿A qué te refieres?- Inquirió el
joven.-
-Te aprecio muchísimo, eres una
magnífica persona, siempre has estado ahí para mí y te has preocupado también
de mi familia y… y yo…- Sollozó la muchacha ahora tapándose la cara con ambas
manos.-
El
chico la miró haciendo que ella se quitase las manos del rostro y le devolviera
la mirada, con esos ojos verdes tan hermosos, llenos ahora de lágrimas. Al fin,
él le dijo.
-Te quiero Daphne y sea lo que sea
puedes contármelo.
Y
tras unos momentos de silencio, en los que mantuvo una terrible lucha interna,
su prometida al fin se atrevió a confesar.
-Estoy enamorada de ella.
-¿De ella? ¿De quién?- Fingió desconocer
Martin.-
-De Sabra.- Le desveló finalmente su
contertulia.-
-¿Pero cómo es posible? Si en el juicio
tú dijiste…
-Sé lo que dije, que Dios me perdone. Y
no sé todavía porqué lo hice.- Balbució Daphne.- Bueno, realmente sí que lo
sé.- Se corrigió decidida a contarle a ese pobre muchacho toda la verdad.- Lo
hice porque creí que me estaba engañando con otra. En ese momento mi rabia y mi
enfado fueron tales que quise hacerle daño. Además, estaba presente mi familia.
Yo no quería que ellos supieran…
Y
tras un momento de silencio, en el que el joven nada respondió, ella le miró
entre preocupada y llena de culpabilidad.
-Dime algo, ¡por favor! Sé que no tengo
perdón. Pero no quería continuar mintiendo, ni que mi vida sea una farsa. Debo
aclararlo todo con ella.
-¿Y qué quieres hacer?- Inquirió él.-
Sobre todo con tu familia.
-No lo sé. Todavía no lo sé. Bueno.-
Admitió la joven.- Mi hermana Stephanie ya lo sabe, debió enterarse de algún
modo, pero me contó que Sabra le salvó la vida. Todo debió ser por culpa de esa
mujer con la que salía. La manipuló, igual que a al resto de nosotros. Por eso
yo…
-Quieres cancelar nuestro compromiso,
¿verdad? - Suspiró él realmente dolido.-
La
aludida se apartó sin atreverse a mirar a ese pobre muchacho. Sabía que iba a
hacerle mucho daño, solo pudo musitar…
-Lo siento.
Aunque,
para su sorpresa, Martin se aproximó posando las manos sobre sus hombros y le susurró.
-Como decían en “Love Story”, “amor es
no tener que decir nunca lo siento”. Yo te amo, Daphne. Y si eso es lo que te
hace feliz...-Apenas pudo decir siendo él quien sollozaba ahora.- Pues... no te
obligaré a ser desgraciada con alguien a quien no quieres.
-No, no es eso.- Se apresuró a decir
ella con verdadera consternación.-
-Lo menos que puedo hacer es dejarte
libre para que decidas por fin.- Fue capaz de decir él enjugándose sus propias
lágrimas.- Si después de volver a verla crees que seréis felices juntas no me
interpondré. Aunque si existiera la más mínima posibilidad.- Añadió con tono
suplicante.- De que tú y yo…
-Te prometo que si esa posibilidad
existiera, no dudaría en pasar el resto de mi vida contigo.- Sonrió una
emocionada Daphne.- Me has demostrado que eres el mejor hombre que pueda haber.
El problema es precisamente ese, que a mí no me atraen los hombres. Pero he
tenido que fingir delante de todos que sí. Aunque una cosa te aseguro, nunca he
fingido todo el cariño y el agradecimiento que siento por ti. ¡De verdad!
-Eso me basta.- Suspiró él.-
No
hablaron más porque los padres de Daphne se acercaban. La chica solamente le
musitó.
-Por favor, te suplico que no les digas
nada ahora, tal y como están las cosas…
El
chico asintió despacio, tratando de no llorar a su vez. El señor Kensington fue
quien primero llegó hasta ellos y dijo.
-Gracias una vez más, Martin. No sabes
cuánto nos alegra que vayas a ser parte de nuestra familia.
Si
el padre de Daphne se percató de que el chico y su hija tenían claras muestras
de haber estado llorando no se sorprendió. Era natural, los dos habrían pasado
mucho miedo por Stephanie. Decidió dejarles un momento, no sin antes decirle a
su hija mayor.
-Tu madre y yo nos quedaremos con Steph
esta noche. El doctor ha dicho que, con suerte, le darán el alta mañana. Sin
embargo, querían tenerla en observación para asegurarse.
La
chica asintió, fue Martin quien se ofreció entonces.
-Yo llevaré a Daphne a casa, señor
Kensington.
-Claro, hijo. ¿Con quién mejor iba a
estar mi hija que con su futuro esposo?- Sonrió aquel hombre, para acto seguido
alejarse de allí.-
La
pareja intercambió una mirada de circunstancias aunque no dijeron nada. No
hacía falta. Daphne suspiraba llena de remordimiento y pesar. ¿Cómo iba a
explicarles eso a sus padres? Pero tenía que hacerlo. A fin de cuentas tanto
Steph, como sobre todo, su todavía prometido Martin, lo habían aceptado. ¿Por
qué iban a ser sus padres diferentes?. Aunque sería mejor aguardar unos días
hasta poder hablar con Sabra y aclararlo todo de una vez.
-Sí, todo dependerá de ella.- Pensaba
ahora entre inquieta e ilusionada.-
En
el laboratorio, tras llevar las muestras, Sharon y Melissa se afanaban junto
con Giaal en tratar de destilar aquello para producir un antídoto. Como apoyo
habían llamado a Alan y Scott quienes, desde casa, usaban sus potentes
ordenadores para ayudarles.
-No sé cómo Lance ha logrado enviaros
esto.- Comentó Giaal.- Pero ha sido providencial. Nos ha ahorrado mucho tiempo.
Hasta que Sandy o Mazoui pudieran habernos respondido hubiesen pasado semanas.
-Y para entonces podríamos haber perdido
a esas pobres desgraciadas.- Suspiró Sharon, añadiendo con alivio.- Pero con
los medios que tenemos aquí y combinando
nuestra experiencia, seguro que algo podremos hacer…
-De hecho, creo que vamos tan avanzados
que convendría no dejar sola a Naya con las convalecientes.- Les comentó Kyle
que estaba con ellos. Afirmando.- Volveré con ella.-
-Puedes llevar una muestra de esta
vacuna que hemos diseñado partiendo de la sangre de Mei Ling.- Le propuso
Giaal.- Creo que a ella le servirá. Lo de esa otra mujer es algo más difícil…
Y
es que Naya seguía monitorizando las constantes de esas pacientes. Desde luego,
esa casa tenía un equipo ultra moderno que ya quisiera ella en su hospital. Se
percató entonces que las constantes de Mei Ling seguían subiendo, ahora sus
ojos se movían bajo sus párpados. La doctora se aproximó justo cuando los
abría.
-¿Dónde estoy?- Pudo musitar la
convaleciente con una tremenda debilidad.-
-Mei Ling. Soy la doctora Naya Rodney.
¿Puedes oírme?- Quiso saber la facultativa.-
-Sí, doctora. ¿Qué me ha sucedido?-
Inquirió la oriental que se notaba desde luego agotada y confusa.-
-Es algo largo de contar. Primero dime
cómo te sientes.
-Como si me hubieran atropellado varias
veces.- Fue capaz de musitar.-
-¿Tienes sed? Te notas atraída hacía, no
sé…¿la sangre?.
Mei
Ling oyó eso con asombro y apenas fue capaz de responder con estupor.
-No. ¿Por qué debería?
La
respuesta le llegó, pero no de la doctora, otra paciente, junto a ella, recobró
la consciencia, su estado era febril y trataba de soltarse de la cama sin
éxito. De hecho, la propia Mei Ling se percató de que estaba atada…
-¿Qué ocurre?¿Por qué me han puesto
esto?- Quiso saber con perplejidad y algo de temor.-
-Por tu propia seguridad y por la
nuestra.- Replicó de forma contundente Naya, alejada de su tono amable
habitual.- Lo lamento, pero no puedo soltarte o podrías recaer.
-Pero. ¿Qué le pasa a Emma?—Inquirió la
perpleja oriental al ver que era su compañera quien trataba de levantarse
emitiendo una especie de gruñidos.-
Naya
corrió a regular la bolsa del suero. Aunque con horror vio como esa muchacha
rompía una de las ligaduras. Abría la boca exhibiendo unos largos colmillos y
sus ojos se habían transfigurado en una especie de refulgentes ópalos ambarinos.
-¡Por el gran Makaiju!- Exclamó Naya.-
-¡Suéltame! - Le ordenó esa joven, con
voz cavernosa, mirándola fijamente.-
La
doctora sintió una especie de influjo que intentaba dominarla. Por fortuna, tal
y como le dijera a ese demonio, era más que capaz de rechazar esa sugestión.
Tomó una botellita de agua bendita que ahora brillaba de tono azulado y sin más
explicaciones la destapó vertiendo un poco sobre esa mujer. Al instante un humo
ocre salió de ella. Emma comenzó a chillar como si agonizara. Al lado, Mei Ling
abría la boca con autentica estupefacción observando con pánico aquella escena.
Sin embargo, eso no detuvo a su vampirizada colega, gruñendo como un animal
acorralado fue capaz de arrancar la otra tira que la sujetaba y cayó a plomo en
el suelo.
-¡Oh no! – Exclamó Naya corriendo, esta
vez sí, a soltar de sus restricciones a la otra chica.- ¡Tenemos que salir de
aquí!
Mei
Ling no se paró a preguntarle el motivo, estaba más que claro. La verdad era que
la oriental se sentía totalmente desconcertada. Apenas recordaba nada de los
últimos sucesos que le acaecieron tras tomar ese taxi deslizador con esa
extraña. Ni siquiera sabía cuánto tiempo habría transcurrido. Como pudo, aunque
estaba realmente débil, se puso en pie y avanzó casi trastabillándose en tanto
Naya la empujaba fuera de la sala. Por
su parte, esa especie de monstruo en el que su compañera se había convertido,
se levantaba a su vez mostrando unos terribles colmillos y unos ojos color
ámbar. La doctora Rodney pudo salir y cerrar a tiempo la puerta. Suspiró aliviada
junto con su paciente,. Por desgracia les duró poco la alegría. Al otro lado
sonaron golpes acompañados de repetidos intentos por echar la puerta abajo. Los
gruñidos de Emma eran muy claramente audibles.
-Pero. ¿Qué le ha pasado?- Pudo
balbucear Mei Ling que estaba sentada, apoyada en la pared del frente.-
-Es largo de contar.- Repuso Naya
tratando de mantener la puerta cerrada a costa de estar apoyando todo su peso
contra ella.- Hazme un favor, llama corriendo a mi hermano…
-Me gustaría pero no tengo mi teléfono.-
Repuso la oriental.-
-¡Oh no! Yo me dejé el mío ahí dentro.-
Suspiró la doctora.-
Los
embates contra la puerta arreciaban en su fuerza e intensidad. Como si aquella
compulsión por la sangre estuviera fortaleciendo cada vez más a Emma. Los
primeros crujidos de la madera acompañados por las cada vez mayores grietas,
asustaron realmente a las dos mujeres.
-¿Qué podemos hacer? Si sueltas la
puerta la derribará. ¡Y no podremos huir! - Exclamó Mei Ling completamente
aterrada.-
-Vete tú, busca ayuda.- Le respondió su
contertulia.- Yo tengo a otra chica en la habitación de al lado.
Se
refería a Bai Chen que había estado inconsciente desde que la trajeran. Al
menos la modelo daba la impresión de tener mejor pronóstico, bien porque le
hubieran chupado menos sangre o porque tampoco tuvo ocasión de morder a nadie a
su vez. Al menos la bolsa de plasma y el suero parecían estar mejorándola a
pasos agigantados. Sin embargo, si caía en manos de Emma….Así que Mei Ling,
pensando en eso, creyó que su deber era permanecer allí para intentar ayudar a
la doctora…de modo que replicó a modo de rotunda negativa.
-No te voy a dejar sola con eso. Ya no
es mi compañera.
-No perdamos la esperanza, quizás puede
salvarse aún.- Quiso oponer Naya, intentando pese a todo ser optimista.-
-Ni ella, ni nosotras tendremos ninguna
oportunidad si consigue entrar.- Repuso la oriental con visible temor.-
-Resistiremos.- La animó su
interlocutora.-
Pese
a ese intento por parte de la doctora de insuflar moral, la puerta comenzaba a
partirse ya de un modo alarmante, a través de algunos agujeros podía verse el
rostro deformado de Emma, con esos ojos brillantes en tono amarillento y esa
boca de la que sobresalían dos colmillos cada vez más amenazadores. Naya tuvo
que quitarse dado que esa vampiro metió un brazo a través de uno de los
boquetes, con una mano provista de largas uñas cortantes como dagas.
-¡Estamos perdidas! - Sollozó Mei Ling
arrinconada en una pared.-
Naya
corrió a su lado a abrazarse a ella. Al fin esa puerta reventó y pudieron ver
ante ellas a Emma que las miraba con la misma expresión de un depredador listo
para saltar contra sus presas. Sin embargo, ahora parecía dudar al tener a dos
a su disposición. Desgraciadamente ese instante de vacilación duró poco. La
vampirizada científica se arrojó contra las chicas . Ambas bajaron la cabeza y
se protegieron en posición fetal aguardando un ataque que nunca llegó. Al cabo
de unos momentos la atónita Naya se atrevió a mirar… Emma estaba en el suelo,
parecía que inconsciente. Y eso no era todo, dos siluetas vestidas de algo
parecido a un uniforme de licra negra de arriba abajo y encapuchadas las observaban.
-¿Quiénes son ustedes?- Quiso saber la
doctora a medio camino entre el alivio, el agradecimiento y el temor.-
-Tranquila, cariño.- Respondió la voz de
su esposo.- Son amigos, han venido a ayudarnos.
Para
su asombro vio entrar a su marido. Alan estaba allí, la ayudó a levantarse y
ella le abrazó suspirando con un tremendo alivio. Por su parte, una de las dos
siluetas, sensiblemente más baja, se quitó esa especie de pasamontañas que
llevaba revelando los rasgos de una mujer muy atractiva, de pelo castaño y ojos
azules.
-Por suerte pudimos llegar a tiempo.
-Sí. Menos mal que el tráfico no estaba
saturado.- Convino con ligero sarcasmo la otra figura que se retiró esa especie
de máscara a su vez, mostrando otro rostro, atractivo igualmente, de un varón
joven de pelo castaño algo más oscuro, con ojos del mismo tono azul que los de
su compañera.- Ahora déjennos ayudarlas.
Y
tras auxiliar entre ambos a Mei Ling a incorporarse, Alan ofició las
presentaciones explicando sobre todo a su esposa.
-Ellos son Samantha
y Paul Saint Joint. Unos amigos de mi hermano. Estaba en
casa tratando de ayudar a Giaal y el resto con el antídoto, pero Lance me llamó
pidiéndome que fuera a buscarles y que les acompañase hasta aquí.
-¿Qué ha pasado con Emma?- Quiso saber
Mei Ling tratando de recuperarse un poco.-
-Su estado de vampirización va más allá
del tuyo.- Le explicó esa muchacha recién llegada.- Pero, por suerte, creo que
aun hemos llegado a tiempo.
-Un, un momento.- Pudo decir la
estupefacta oriental, preguntando.- ¿Vampirización?...¿De qué está hablando?
-Es muy largo de contar. Luego te lo
explico. – Le aseguró Naya queriendo saber a renglón seguido.- ¿Qué habéis
hecho para poder dominarla así? Está fuera de combate.
-Le disparamos un dardo de tranquilizante
mezclado con un suero experimental que estamos desarrollando.- Explicó el tal
Paul.- Por el momento no sirve para
curarles pero sí para anularles. Aunque sea por un rato. Al menos cuando están
ya en un grado tan avanzado de transformación.
-Tenemos que llamar a mi hermano y los
demás. Estaban intentando sintetizar una vacuna, puede que tengan algo.- Les
contó Naya.-
Alan
ayudó a Paul a levantar el cuerpo de la ahora inconsciente Emma. Tras volver a
acostarla y atarla con ligaduras reforzadas, el mayor de los Saint Join relató,
mientras Naya le colocaba otra bolsa de plasma y sangre por transfusión a esa
desdichada, añadiendo dosis del suero experimental.
-Tiene razón doctora. Deberíamos
contactar con el grupo del laboratorio. Lance nos comentó que tendrían avanzado
algo que posiblemente ayudase mucho a estas criaturas.
Por
su parte en el laboratorio sí que parecían estar próximos a lograr algo. Al
menos si no a una cura, a una sustancia similar a un inhibidor. Eso le dijeron
a Lawrence cuando llegó. A su vez el joven les contó lo acecido con Sabra.
-De modo que tuvo que ir a su base.-
Repuso Kyle.- Vaya, espero que no se sume un ataque extraterrestre a todo este
lio.
-No sería nada oportuno, desde luego.-
Afirmó el recién llegado, queriendo saber.- Así que habéis encontrado algo que
nos pueda servir. Habrá que llevarlo a la casa cuanto antes.
-Es algo prometedor, pero tendremos que
probarlo.- Comentó una preocupada Sharon.-
-Quizás sea peligroso.- Añadió Giaal.-
Pero debemos correr el riesgo.
-Tampoco tienen mucho que perder.-
Declaró Kyle.-
Melissa
estaba entre tanto en contacto con Scott que computaba y analizaba miles de datos
por segundo en un intento de descifrar cadenas de ADN y otros elementos
biológicos. Supervisando marcadores genéticos que hubieran podido ser afectados
por alguna mutación, para explicar esos cambios en las víctimas del vampirismo.
-Las cosas van bien, pero necesitaremos
más tiempo.- Les pidió la doctora Adams.-
-Bueno, haremos una cosa.- Terció
Giaal.- Vamos a comunicar con los demás usando algún ordenador libre. Tenemos
que conjuntarnos.
La
idea era que todos los involucrados pudieran intercambiar información. Así se
hizo y pasaron algunas horas de febril actividad. Finalmente se fueron
relevando y después, casi un día más tarde, obtuvieron algo que parecía
prometedor. Así el grupo se permitió ir a descansar. Tanto los que estaban en
el laboratorio, como en el hospital de guardia o en la casa segura, volvieron a
sus respectivos hogares u alojamientos. Tras un día más despertaron acordando
reunirse en ese chalet del grupo de Kyle y Debbie. Aunque nada más juntarse se
enteraron de otro asunto que era asimismo muy preocupante. Y es que en la base
militar, paralelamente a todo eso, Susan reunió a su grupo de Fighter Ladies.
Las pilotos estuvieron relevándose en patrullar regularmente sobre los cielos
de Nature. Pese a todo no se tuvo constancia de nada extraño. La propia Sabra
al llegar no tardó en salir a su vez con su caza.
-Al menos vuelvo a hacer lo que me
gusta. Aunque será por poco tiempo.- Se dijo con pesar.-
Dio
unas pasadas junto con Olivia, Elisa y Ludmila. Ambas pilotos se alegraron de
tenerla a su lado de nuevo.
-Me alegra verte.- Le comentó la
mejicana con alegría en su voz.- Es genial que te unas a nosotras.
-Muchas gracias, señora.- Repuso la israelí,
contenta de que así fuera.-
-Bienvenida otra vez, Leví.- Añadió la
rusa.-
-Gracias.- Replicó ella, queriendo
saber.- ¿Por qué estamos en alerta? Aquí no hay nada.
-Nunca se sabe.- Respondió Elisa, quién a su vez le dijo.- Me alegro mucho de verte de
vuelta, te echábamos de menos, amiga.
-Gracias, de veras. Lo mismo digo.-
Contestó ahora apagando un poco el tono.-
Desde
luego eso le iba a resultar mucho más difícil de lo que había imaginado.
Ninguna de sus compañeras sabía que, cuando todo eso terminase, ella iba a
renunciar y a marcharse muy lejos. Suspiró. Al menos disfrutaría esos momentos.
De modo que, tras una media hora de patrulla muy calmada en la que casi
charlaron únicamente de los viejos tiempos, Olivia dio orden de volver. Las
cuatro aterrizaron sin novedad. Al salir de su carlinga la mejicana le indicó a
Sabra.
-He recibido un mensaje con
instrucciones para ti. Debes ir a reunirte con la mayor Gray y la mayor Hunter.
-Muy bien.- Convino la israelí,
saludando a su superiora.- Con su permiso, mi teniente.
-Claro, vete.- Repuso la mejicana.-
La
mayor Hunter por su parte también fue requerida al despacho de la capitana
Simmons.
-Enseguida voy, señora.- Replicó tras
saludar a la imagen de su superiora que había aparecido en una de las pantallas.-
Susan se encaminó hacia allí. Sabra, que llegaba
desde otro pasillo anexo para unirse a ella, la vio primero.
-A sus órdenes.- Saludó la piloto.-
Señora. ¿Sabe porqué nos han convocado aquí?
-Supongo que para explicarnos que
diablos está pasando.- Repuso su interlocutora.-
Las
dos vieron acercarse a su vez a Jane, que las saludó para informarlas.
-He sido requerida por Simmons. Para
ponerme al corriente de la situación. Según la capitana nos enfrentamos a un
golpe interno. Debemos actuar con mucha rapidez y precaución.- Les comentó a
sus dos compañeras.-
Las
dos se miraron atónitas. Al fin llegaron ante la puerta del despacho. Jane tocó
a la misma.
-¿Da usted su permiso, mi capitán? Somos
la mayor Hunter, la alférez Leví y la mayor Gray.
-Adelante.- Les respondió ésta desde el
interior.-
Entraron
las tres saludando en posición de firmes. Simmons no se anduvo con rodeos y les
dijo.
-Ha llegado la hora de que nos hagamos
cargo de la situación. Tenemos que abortar este golpe contra nuestro planeta.
-¿Qué está ocurriendo , señora?- Quiso
saber Susan.-
-Algo muy serio, algo que solamente las
mujeres podemos comprender. Por eso estamos todas juntas en esto. - Le contestó
no obstante Jane.-
-No entiendo.- Pudo replicar la mayor
Hunter.-
-Es muy simple. Hemos arrestado a los
hombres por su incapacidad para entenderse con otros seres inteligentes.-
Declaró la capitana dejándola atónita, más al agregar.- Las mujeres tomamos el
control. Desde ahora puedes llamarme Elisabeth. En nuestro movimiento no hay
barreras de rango, únicamente liderazgo motivador.
-¿Pero, qué está diciendo?- Exclamó
Susan con perplejidad.- ¿Es una especie de broma, verdad?
-Podría parecerlo, pero no lo es en
absoluto. Nuestra líder te lo aclarará mejor. Es alguien a quién conociste y a
quien quisiste ayudar. Y ella no lo ha olvidado. - Le contó Simmons con una
leve sonrisa.-
Y fue en ese instante
cuando la puerta del despacho se abrió y una chica alta, rubia y con la cara
medio tapada por una especie de mascará, hizo su aparición.
-¿Brenda? ¿Qué te ha pasado?- Quiso
saber Susan con expresión aún más sorprendida.-¿Por qué vistes de uniforme?
No
obstante, la recién llegada movió la cabeza sonriente. Iba en efecto de
uniforme con los distintivos de alférez y sin embargo no saludó a sus superiores.
Al fin rebatió.
-Mi hermana Brenda es una pobre infeliz.
Ha caído bajo los dictados del hetero patriarcado. Siempre estuvo sometida y lo
peor es que voluntariamente, a ellos. Que únicamente anhelase ser modelo y que
la alabasen por su belleza para que los hombres la mirasen con deseo, es la
prueba. Le ruego que no me confunda con ella. Aunque es disculpable dado que
nacimos gemelas, al menos en apariencia. No obstante, nuestras almas y formas
de ver la vida siempre fueron muy distintas
La atónita Susan se percató entonces de quién
era realmente aquella muchacha, no daba crédito a sus ojos.
-¡Celia! -Pudo exclamar. ¿Eres tú?...
-Sí mayor, soy yo.- Se sonrió ésta tras
ajustarse su media máscara. -
-Pero. ¿Cómo?
-Merece una explicación.- Declaró la
interpelada sentenciando.- No se preocupe, se la daré. Verá mayor Hunter. Todo
comenzó al ser alcanzada por aquel
disparo de nuestras propias baterías, cuando fueron manipuladas por el enemigo,
en el espacio. ¿Lo recuerda?
Susan
asintió, aquello era algo que no había podido borrar de su mente a pesar de
haber transcurrido varios años. Su interlocutora prosiguió.
-Tuve tiempo de pulsar el botón de
eyección. Mi carlinga salió propulsada y entre eso, y la explosión, ustedes no
pudieron detectarme. Debí perder el conocimiento porque recibí el impacto de
algún aerolito. Eso me dañó la cara.- Dijo acariciándose ligeramente esa parte
enmascarada para agregar.- Cuando desperté estaba en una cama de hospital, al
principio pensé que era de nuestra nave. Luego…
-¡Los Arcoily!- La cortó Susan
exclamando entre atónita y horrorizada.- Fueron ellos los que te recogieron.
¿Verdad?
-Así fue.- Asintió la joven agregando.- Espiaban
a la SSP-2 a distancia. Cuando la nave se alejó encontraron mi módulo de
escape. Al menos eso me explicaron después. Aunque claro, al principio no quise
creer nada de lo que me contaron. Es más, quise rebelarme, huir. Únicamente les
di mi rango y número asumiendo que era su prisionera. Sin embargo y para mi
sorpresa…
La
joven estaba en la cama y se levantó. Nada la constreñía, eso sí, estaba metida
en una habitación con un grueso cristal. Le pareció casi ser más el objeto de
un experimento que una reclusa.
-Soy la alférez Celia Walsh, del UNISON
de la Tierra con base en el planeta Nature. Número de serie uno, cuatro, dos,
cero, cinco, uno, siete, letra efe. No poseo información relevante para ustedes.-
Declaró con tono entre desafiante y digno.-
Y
para su sorpresa una voz amable le replicó desde el otro lado.
-Tranquila, eso ya lo sabemos, y no
queremos ninguna información. Sabemos cuánto hay que saber de usted.
-Entonces estoy lista para mi
ejecución.- Declaró valientemente ella, añadiendo con amargura.- De hecho ya
tendría que estar muerta. Pero no viviré prisionera.
-Nadie quiere ejecutarla ni tampoco mantenerla
presa, señorita Walsh. – Respondió esa voz una vez más casi con tono cordial.- Todo
lo contrario. No somos sus enemigos.
-Si son Arcoily, lo son.- Contestó ella
sin dudar.-
-Somos Arcoily, sí. Pero eso no
significa que estemos en su contra. Al revés, estamos de su parte. Sabemos lo
que le ha pasado y simpatizamos con su causa. Y con la del resto de hembras de
la Tierra.
Celia
abrió la boca atónita. Pese a todo pudo replicar con total incredulidad.
-Pues ustedes sembraron la muerte en la
SSP-2 tanto de hombres como de mujeres. Sus disparos y misiles no discriminaban
por sexo.
-Es algo que lamentamos profundamente.-
Le explicó su interlocutor que ahora sonaba más a interlocutora, alegando.-
Pero fue por un bien mayor.
-¿Qué bien mayor?- Quiso saber la joven
piloto.-
-Tu raza se ha estado expandiendo mucho
por el universo últimamente. No se recata en hacerse con planetas y sistemas
solares enteros. Pretenden expandir sus terribles costumbres. Desigualdad,
explotación, muerte…
-No somos perfectos, pero la mayoría no
somos así.- Rebatió Celia, oponiendo.- Intentamos hacer las cosas lo mejor que
sabemos.
Hubo
un breve instante de silencio hasta que al fin, oyó una respuesta.
-Hemos aprendido mucho sobre vuestra
historia. Desde los orígenes la testosterona ha regido el modo de actuar de tu
especie. Pero eso no es culpa de las hembras, por supuesto, sino de los machos. Ellos, con su actitud belicista y
depredadora, tiñeron de sangre la historia de la Tierra. Ahora, con esa
creciente capacidad para añadir años a sus vidas, que esa inconsciente de
Serenity les ha dado, son una amenaza terrible para todo el universo.- Declaró
ese líder Arcoily agregando para estupor de Celia.- Nuestra especie es
hermafrodita, poseemos ambos sexos si bien nos turnamos según nos convenga. Nos
reproducimos con otros congéneres y de este modo mantenemos un equilibrio en
nuestro planeta. Por eso nos aliamos con Gralas. Él nos prometió acabar con esa
maléfica raza humana. Tampoco nos fiábamos mucho, era otro macho en busca de la
dominación, sin embargo fue un mal necesario. Nos dio mucha y muy valiosa
información sobre vuestros progresos y planes. Y en cuanto esas naves la SSP-1
y la SSP-2 se pusieron en marcha no dudamos en atacarlas. Sobre todo cuando los
humanos se aliaron con los saiyajin, una especie todavía más peligrosa que la
suya propia.
Celia
no sabía quién podría ser ese tal Gralas, quizás se refirieran al líder del
enemigo que tantas veces les atacara.
Aunque su interlocutora prosiguió.
-Por desgracia, su fuerza combinada era
demasiado grande. Los Saiyajin son muy poderosos, pese a que nuestro pueblo ha
mejorado genéticamente y se ha fortalecido, seguimos sin ser rivales para
ellos. Esa raza cruel y malévola no tiene salvación, hasta sus hembras poseen ese
carácter conquistador. Pese a todo, nuestro antiguo aliado sacó provecho de sus
disputas internas y se atrajo a algunos de ellos a su causa. Por supuesto,
ellos no sabían hasta donde llegaba el alcance de la misma. Pero fueron útiles.
Los humanos al menos son algo aprovechables. Lástima que las hembras estén tan
sojuzgadas por sus machos. Deberían librarse de ellos y tener solo un sexo o
combinarlos ambos como hacemos nosotros.
-Pero, nosotros tenemos dos sexos
separados. Es algo que siempre ha sido así. Bueno quizás salvo algún caso muy
aislado. - Opuso la perpleja piloto alegando además.- Y aunque sea yo quien lo
diga, no todos los hombres son malos.
-Es cierto. Pero la mayoría están
condicionados por esos instintos primarios tan negativos. Sino dinos. ¿Qué te
sucedió para que quisieras acabar con la vida de ese oficial que era tu
superior?.
Celia
bajó la cabeza. Eso era verdad. Esos tipos estaban muy bien informados. Demasiado.
-¿Cómo saben eso?- Musitó.-
-Fue fácil interceptar tus transmisiones
y ya entonces teníamos amigos dentro de esa nave. Algunos que pudieron
sobrevivir a la purga que los tuyos hicieron.- Replicó la voz.-
Celia pensaba en eso
ahora. Si que intentó matar a Schultz y lo logró, pero es que aquel cerdo la
violó.
-En eso te equivocas.- Intervino Susan
cortando esa narración para desvelarle a esa chica, ahora con un claro tinte de
recriminación.- Schultz no fue. Atacaste a una persona inocente.
Aunque
ese alegato no dio el fruto que la mayor Hunter esperaba. Celia parecía estar
muy cambiada respecto de la muchacha llena de ilusiones y temores que un día
conoció. De hecho, le dedicó una mirada impertérrita para afirmar.
-Ese hombre tenía un historial de abusos
y de acoso. También intentó propasarse conmigo. Y seguramente con usted.
Además, si él no fue, fue otro.
-Fue Kovak.- Le comentó Simmons.-
-Ese cabrón.- Se sonrió Celia asintiendo
despacio para admitir.- Jamás lo hubiera imaginado. Sin embargo, eso no hace
más que darles la razón a los Arcoily en lo que me dijeron.
Y desde luego que así
lo creía, ese otro tipo la violó sin ningún miramiento y la destrozó tanto
física como psicológicamente. Tal y como Susan hubo de admitir, no tuvo ningún
tipo de remordimiento por ello. Y su contertulia pareció haber adivinado esos
pensamientos al añadir, retomando su relato, para recordar lo que esa voz
Arcoily le dijo.
-¿Lo ves? Eso jamás hubiera pasado en
nuestra raza, porque al tener ambos sexos tenemos ambas sensibilidades. Y no
existe ese instinto tan primario en nuestro pueblo. Hemos evolucionado. Solamente
pretendemos que tu raza siga el mismo camino. ¿Acaso es algo malo?
-Pero eso podría lograrse sin guerra.-
Objetó Celia.-
-Por eso mismo estás viva y aquí.- Le
respondió su interlocutora dejándola asombrada, más al sentenciar.- Tú serás el
instrumento que lleve esa evolución a la Tierra junto con otros seres que allí
viven igualmente sometidos.
Para
asombro de Celia, entonces la puerta de su habitación se abrió, entraron dos
mujeres que parecían humanas, sin embargo no lo eran. Tenían unos ojos
ambarinos, y formas casi andróginas. Y sobre todo con una tez muy pálida. Al
principio creyó que eran Arcoily pero aquella voz que le había hablado hasta
entonces, enseguida le comentó.
-Se llaman Luka y Blise, son dos seres
nocturnos de tu mundo. Allí les llamáis vampiros. No te harán ningún daño, al
contrario. Ahora tú eres incluso superior a ellas.
-Estamos aquí para ayudarte, como mediadoras
entre una alianza con los Arcoily y las mujeres humanas.- Declaró Blise, que
tenía una media melena rubia. -
-Sí.- Convino su compañera Luka, una mujer
de pelo moreno largo.- Y a nuestra vez te
pedimos ayuda.
-¿Qué podría hacer yo?- Se preguntó
Celia.-
Por
toda réplica esas dos mostraron dos largos colmillos sobresaliendo de sus
bocas. El corazón de la piloto dio un vuelco.
Ambas vampiros se arrojaron sobre ella pero Celia fue capaz de
esquivarlas. Casi sin pensar las sujeto del cuello a la vez con cada una de sus
manos para detenerlas.
-Has sido genéticamente mejorada.- Le
explicó la Arcoily a la estupefacta muchacha que dominaba a ese par de terribles
monstruos como si de dos niñas pequeñas se tratasen.- Ahora eres tan perfecta
que ni siquiera estas dos vampiras pueden hacerte nada. Fuiste tratada durante
tu convalecencia…
Al
fin, ambas atacantes bajaron las cabeza ocultando sus colmillos y Celia las
soltó. Las dos se inclinaron reverentemente para sentenciar.
-Es algo asombroso. Tienes una fuerza
equivalente a una reina de los vampiros, pero sin sus debilidades.- Declaró
Luka.-
-Te serviremos lealmente.- Añadió
Blise.-
-¿Y bien?- Le preguntó la Arcoily.-
¿Aceptarás encabezar esta revolución para tu especie?
-Sí, claro que acepto.- Pudo sonreír
finalmente ella quien, sin embargo parecía escéptica y quiso asegurarse.-¿Cómo
sé que estas dos en realidad son tan fuertes?
Ambas
sonrieron, tras indicarle que las acompañase hasta la salida comenzaron a
andar, Celia las siguió. Al cabo de unos metros había un pasillo con varias
puertas, eran celdas. Atónita, vio a un
par de pilotos que debieron de ser capturados quizás del mismo modo que ella.
Blise entonces le comentó.
-Déjales salir, que sean libres.
Celia
abrió. Al principio ambos hombres la observaron perplejos. Uno la conocía, pudo
decir.
-¡Walsh! Menos mal ¿Has podido escapar?
¿Qué te ha pasado en la cara? ¿Qué te han hecho’ ¿estás bien?¿Walsh?
Ella
no respondió, esos tipos salieron y enseguida repararon en las dos mujeres que
les observaban algo apartadas.
-¿Quiénes son esas?- Quiso saber el otro
prisionero.-
-Amigas mías.- Contestó ahora Celia con
tono neutro.-
Y
sin que esos dos desgraciados pudieran ni moverse tanto Blise como Luka
saltaron hacia ellos. En apenas unos segundos les habían derribado y mordillo
en el cuello succionando toda la sangre que tenían. Los dos cadáveres quedaron
allí tendidos, ante el horror y la perplejidad de Celia.
-¿Eso te convence?- Escuchó la voz de la
Arcoily una vez más, en tanto le argumentaba.- Seguro que has pensado que ese
ataque tan lento era fácil de rechazar. A ti te lo pareció, ¿verdad? Pero no
fue lento en absoluto. Solo que los machos son inferiores a vosotras en todos los aspectos.
-Sí.- Se relamió Blise, sentenciando.-
Quizás podamos dejar vivos a algunos millones de ellos, más que nada como reses.
-Y por supuesto para que de los mejores
extraigáis esperma para fecundar a las mujeres.- Se sonrió Luka.-
La
joven asintió. Era verdad. A sus ojos las vampiras se habían movido despacio,
sin embargo, sus ex compañeros permanecieron petrificados, como si no se dieran
cuenta de nada. Para acabar de probárselo, Blise arrancó una de las puertas de
la celda de sus goznes con aparente facilidad en tanto Luka le comentaba a la
piloto.
-¿Lo ves? Nosotras no somos débiles, lo
que pasa es que tú te has vuelto muy fuerte. Tanto que eres nuestra líder
ahora. Y en cuanto los Arcoily, con la ayuda de algunas de las científicas
humanas que les apoyan, perfeccionen un suero para los de nuestra raza,
podremos salir sin miedo al sol.
-Ahora estamos probando en Nature, su
estrella nos permite caminar un poco bajo su luz sin matarnos, pero nos quema y
debilita.- Afirmó Blise, añadiendo.- Sin
embargo, a ti nada de eso te afecta. Eres increíble en todos los aspectos. ¡La
mujer perfecta!… el culmen de la evolución.
Celia asintió
despacio. Quizás esas ideas no fueran
tan descabelladas. Comenzaba a darse cuenta de que esas dos tenían razón. Y
según lo dicho por la Arcoily eran los hombres quienes habían provocado toda esa
falta de armonía. Empero, si lograban su propósito, poco a poco se irían
reduciendo el número de varones, nacerían mujeres y todo se equilibraría. La
sin razón y la fuerza bruta dejarían paso a la sensibilidad y la empatía.
-Solo una cosa más.- Quiso saber.- ¿Por
qué no puedo verte?- Le preguntó a la voz Arcoily.-
-La atmósfera que respiras es apta para
tu constitución humana. Eso no lo hemos variado. Y nuestra especie no puede
respirar oxígeno a ese nivel. Estamos observando desde una zona adaptada a
nuestro ambiente natal.
-¿Dónde estamos?- quiso saber Celia.-
-En una nave espacial.- Le desveló su
interlocutora, agregando.- Por eso debes entender que no nos mueve la conquista
de la Tierra, ni ninguna de esas mentiras que tus machos te hayan contado.
Vuestro planeta no tendría utilidad alguna para nuestras formas de vida. Solamente
deseamos impedir que el hombre y su destrucción se abran paso y lleguen hasta
nuestro mundo. Solo queremos protegernos de ellos y su locura y sobrevivir.
¿Nos ayudarás?
Y Celia asintió. ¡Sí!
Cada vez estaba más convencida. No tardó en sumarse a la causa con devoción. Al
tiempo que aprendía a controlar sus nuevas habilidades.
-Lo único que no me pudieron arreglar
fue la herida en la cara.- Suspiró ahora terminando ese relato y agregando más
animosa aunque con un tinte de desdén.- Pero no se puede tener todo. Y además.
¿Para que ser hermosa? ¿Para cumplir un canon de belleza machista?. Una mujer
no necesita eso. No tiene porqué buscar la aprobación de un macho, ni de esa,
ni de ninguna otra manera.
Susan
estaba perpleja. No podía creer aquello. Apenas pudo objetar.
-Pero…¿es que os habéis vuelto locas?
-En su caso comprendemos que hay mucha
dependencia emocional, mayor.- Sonrió condescendientemente Jane.-
- Desgraciadamente tiene usted marido y
un hijo varón.- Suspiró Simmons, afirmando con tinte entre admonitorio y maternal.-
Yo la entiendo, pero no debe dejar que su caso particular nuble la visión de
conjunto.
-¿Visión de conjunto? ¡Están hablando de
exterminar o esclavizar a la mitad de la población humana y de traición a la Tierra!- Exclamó Susan con
horror. –
-Al contrario.- Opuso Simmons más
alteradamente ahora.- La traición es permitir que los hombres sigan destruyendo
nuestro planeta y que extiendan la semilla de esa destrucción a otros mundos. Y
todo ello mientras nos han estado postergando durante miles de años.
Sirviéndose de nosotras pero sin contar con nosotras.
-Tiene gracia que lo diga usted, siendo
la máxima autoridad militar aquí.- Opuso audazmente Susan.-
-No tiene ni idea de lo que me costó ir
ascendiendo. Y debería tenerla, mayor. Le ha pasado lo mismo. Para mí, como
para cualquier mujer, fue duro, mucho más que para un hombre. Ser capaz de
probarles mi valía como piloto y después como oficial al mando. Por eso cuando
la conocí quise protegerla. Vi en usted las mismas cualidades que yo tenía a su
edad. He tratado de ayudarla a ascender. Lástima que decidiera casarse y
postergar su carrera. Pero, aun así, tiene un brillante futuro por delante. Por
eso queremos que se nos una. Que comprenda que ésta es la mejor opción. No tema
por su marido y su hijo. Los respetaremos.
- Y para usted, alférez Leví, será mucho
mejor. El lesbianismo no solo será aceptado sino que pasará a ser lo normal
para todas las mujeres, a medida que los hombres disminuyan en número.- Le
comentó Shania que acababa de llegar al despacho.- Pese a todo, las que no
gustamos de relacionarnos sexualmente con otras hembras, podremos solazarnos si
así lo deseamos con algún macho que sirva únicamente a ese propósito. Igual que
ellos han hecho con nosotras desde el principio de los tiempos.
-Suena muy bien.- Se sonrió la israelí.-
-Sí, eso de tener machos a la carta es una
idea muy interesante.- Añadió Jane, no sin cierto divertido retintín.-
Susan
solamente podía recorrer con la mirada a ese grupo de mujeres y abrir la boca
sin poder creerlo.
-Locas. ¡Estáis todas locas!- Fue lo
único que acertó a replicar a todos aquellos, en su opinión, disparates.-
-Créame que lo siento, mayor.- Suspiró
la capitán Simmons.- Yo la apreciaba mucho. Tenía todas mis esperanzas puestas
en usted. Sin el comandante Enset la habría promovido a ese puesto de
inmediato.
-Sí, y con usted y las Fairy Five de
nuestra parte, todo estaría dominado.- Sonrió Shania alegando.- Aparte de mí
misma que soy una ferviente luchadora por la causa, ya tenemos bajo nuestro
control a dos de ellas. Únicamente nos falta esa rubita tonta…y la próxima
directora, cuando se incorpore.
Sabra
por su parte permanecía callada. Se daba cuenta de que esa situación era muy
grave. Ahora, por puro instinto de conservación, daba la impresión de estar del
lado de esas dementes. Al menos, como ellas sabían que era lesbiana eso le daba
una aparente ventaja en este caso. Lo cual no dejaba de ser irónico.
-Es la primera vez que me pasa. El que
sepan de mis inclinaciones sexuales me está salvando en lugar de complicarme la
vida. Bueno, alguna vez tenía que ser que me viniera bien. -Reflexionó.-
Por
su parte estaba clara la oposición de Susan que, sin deseo ninguno de tratar
aunque fuera de razonar, se revolvió denunciándolas a todas.
-No tomaré parte en esto, es traición y
es un intento de genocidio discriminatorio. Me opongo e informaré al alto
mando.
-Cómo siento que opine usted así,
mayor.- Suspiró Celia.- Comprenderá que no nos deja otra alternativa.
Y
sin que Susan pudiera ni moverse la rubia la sujetó del cuello levantándola a
varios centímetros. Pese a tratar de golpear a su atacante la mayor se vio
impotente para soltarse.
-¿Ahora me cree? He sido tan mejorada
que me he vuelto increíblemente superior a un humano normal. Usted no podrá
hacer nada por impedirnos llevar a cabo nuestros planes. Los hombres de la base
ya han sido encerrados en sus habitaciones o en calabozos. Lo mismo que cuantas
mujeres no se han adherido a nuestra causa. Nos hemos hecho con el control. Y,
dentro de poco, ocurrirá lo mismo en otras bases de Nature. Ahora, lamentándolo
mucho, tenemos que encerrarla. Por su propio bien.
-¿Encerrarme? No lo entiendo. Es un
pérdida de tiempo. ¿A qué esperas para acabar conmigo?- La retó Susan tratando
de soltarse todavía sin lograrlo sentenciando aun así.- No cambiaré de opinión.
-No lo ha comprendido aun. No somos
asesinas. - Afirmó una parecía que resignada Celia.- Y además, usted no es
nuestra enemiga. Únicamente está equivocada. Y tal y como Elisabeth le dijo, recuerdo
como trató de ayudarme. Cuando era mi superiora dio la cara por mí hasta el
final. Por eso le daré ocasión a que lo reconsidere. Como ha hecho la mayor
Gray.
Susan
sin embargo miró a su colega de larga y
morena cabellera y le espetó.
-¡Maldita zorra traidora, cobarde!
-Por favor, Celia, suéltala.- Le pidió
Jane a la asaltante.-
Ésta
lo hizo y la mayor Gray obsequió a Susan con un puñetazo que le hizo sangrar
por el labio derribándola. La así
atacada se levantó como una furia lista para devolver el golpe, pero Celia, con
su enorme velocidad, la noqueó dejándola inconsciente. La rubia ex piloto
comentó entre divertida y algo apenada.
-Lástima. Es una mujer realmente
admirable. Valiente y aguerrida. Sinceramente la respeto. Por ahora, metedla en
una celda y que sea bien tratada. Ya decidiremos lo que hacer con ella más
adelante. Aunque creo que al final se avendrá a razones. Aunque solo sea por el
bien de su esposo y su hijo.
-Muy bien. Ayúdame Sabra.- Ordenó Jane a
la israelí.-
Y
entre ambas pasaron un brazo de la exánime oficial por sus respectivos hombros
y la cargaron saliendo de allí. Caminaron despacio y sin hablar. Al poco se
cruzaron con Olivia que ahora iba armada con pistola y fusil, lo mismo que el
resto de mujeres que estaban controlando la base.
-Dejadme adivinar.- Se sonrió la
mejicana.- Dijo que no. ¿Verdad?.
-Eso me temo.- Suspiró Jane.-
-La echaré de menos. Era una gran
oficial, pero nadie que esté de parte de esos machos puede sobrevivir.-
Sentenció la teniente Aguirre con patente odio.-
-Haz el favor de escoltarnos hasta las
celdas.- Le pidió la mayor Gray sin inmutarse ante ese comentario.-
- A sus órdenes. - Se cuadró Olivia.-
Sabra
caminaba junto a la mejicana sin perderla de vista en tanto ayudaba a la mayor
a llevar a la todavía inconsciente Susan. Al fin, se aproximaron a unas celdas
en las que numerosos pilotos masculinos estaban encerrados. La mayoría trataban
de hacerse oír preguntando que estaba sucediendo.
-Por favor. ¿Qué hemos hecho?- Repetían
algunos.-
-¿Pueden explicarnos qué significa
esto?- Querían saber otros.-
Ignorando
esas quejas las mujeres se plantaron ante una de las celdas. La mejicana tocó
el código de apertura y la puerta se abrió. Sabra y Jane entraron a la exánime
mayor Hunter ante la perpleja mirada del comandante Enset que estaba allí
sentado en su camastro.
-Cuídela bien, comandante.- Se sonrió
Jane usando un tono de sorna.-
-No sé si esto está bien.- Objetó
Olivia.- Dejarla con un hombre, ya saben lo que le puede pasar.
-Se lo tendría merecido por traidora.- Le
comentó Sabra con un tono de claro desdén.- El comandante puede considerarla un
regalo. Como si fuera una última cena.- Sonrió ahora con una expresión
pérfida.-
Y
la israelí salió junto a la mejicana no sin antes percatarse de un detalle. La
mayor Gray estaba metiéndole algo a la mayor Hunter en una de sus botas. Optó
por no decir nada y aguardar fuera. Pronto Jane se unió a ellas cerrando la
puerta. No sin antes hablar de manera que el comandante pudiera oírla.
-Ahora la capitán Simmons se hará cargo
de todo. Por fin las mujeres ocuparemos el lugar que nos corresponde. Desde el
sector siete dirigiremos nuestro triunfo final.
Entre
tanto, una agotada Marla había hecho su aparición. Tras escapar de Sabra y de
ese monstruo que la acompañaba, permanecer escondida y dormir en algún sótano
maloliente durante bastantes horas, se atrevió a salir y dirigirse hacia la
base. Tardó en llegar en esos deslizadores. Cansada y hambrienta como estaba.
No obstante, más deseosa se sentía aún de tomarse venganza. Aunque, por si
acaso, tenía que advertir a las suyas. Le costó pero pudo entrar en el complejo
militar tras llamar por teléfono a Shania y pedirle ayuda. Ésta informó a
Simmons que autorizó el paso de aquella civil.
-Es una zorra pervertida, pero está de
nuestro lado. Eso lo puedo garantizar.- Se sonrió la científica.- Es más, somos
lo único que tiene. Y puede sernos de utilidad todavía.
-Muy bien. A ver que tiene que decir.-
Comentó Celia que parecía estar impaciente por preguntarle algo a esa
individua.-
Entre
tanto, en la celda, Enset logro reanimar a Susan. La joven se despertó en el
camastro que él ocupaba. Trató de incorporarse con celeridad aunque su superior
la sujetó de los hombros con cuidado diciéndole con algo de inquietud.
-No se levante tan deprisa, mayor. Tómese
su tiempo. Han debido golpearla en la cabeza.
-Comandante Enset. Señor.- Pudo replicar
la chica, aturdida y con evidente dolor en las sienes todavía.- Tenemos que
hacer algo.
-¿Qué pasa?- Quiso saber él.-
Tras
tomarse unos momentos para centrarse y aclarar un poco su mente, la chica le
explicó la sucedido. Su superior, pasado un primer momento de asombro, le
comentó no obstante con más calma.
-No tema. Creo que podremos salir.
Aunque deberemos de sincronizarnos.
La
chica se movió, es cuando tomó conciencia de que tenía algo metido dentro de la
caña de su bota derecha. Con incredulidad trató de quitársela.
-Déjeme ayudarla.- Le pidió Enset
liberándola con cuidado de esa bota.-
Algo
cayó al suelo, era un rectángulo metido en una especie de envoltorio acolchado.
El comandante se agachó a recogerlo del
suelo mirando con gesto inquisidor a su subordinada que se calzó su bota entre
tanto.
-No sé que es eso, señor. Yo no me lo
guardé. Se lo juro.
-Podría ser una escucha, aunque no lo
creo.-Desestimó su interlocutor.- Pueden vigilarnos directamente desde la
celda. No, esto es otra cosa.- Se dijo atónito.-
Con
sumo cuidado quitó ese envoltorio, eran al menos no una, sino dos cosas. Una
parecía una pequeña cajita. Susan lo reconoció, aquello era una especie de
disruptor precisamente para bloquear transmisiones de frecuencia… lo otro un
paquete que estaba listo para ser activado, de explosivo plástico.
-Con esto podríamos hacer saltar la
puerta de la celda.- Estimó ella.-
-Sí.- Convino su superior. Afirmando.-
Quien quiera que se lo haya puesto está de nuestra parte, teniente.
-La cuestión es quién.- Suspiró la
joven.- No llevaba nada antes de que Celia me dejase inconsciente.
-Aquí entraron dos oficiales, la mayor
Gray y la alférez Leví.
-Podría ser cualquiera de ellas, y la
otra una traidora.- Suspiró Susan.- No sé por quién decidirme.
Así
era, la oficial se debatía entre ambas. A primera vista bien podría confiar en
cualquiera de ellas o en ninguna. Había creído conocerlas bien a las dos, con
Jane tuvo sus diferencias pero al final ésta le demostró, o al menos eso había
pensado hasta ahora, que se trataba de una mujer íntegra. Pero era la sombra de
Simmons. Y de la capitana jamás hubiera creído tampoco que fuera capaz de
traicionar al UNISON. Por otro lado, la alférez Levi estaba en su escuadrilla,
también pensó que sabía cómo era, demasiado directa y clara. Pese a todo podría
ser cuestión de impostura. Susan estuvo a su lado en ese juicio. Sin embargo,
eso mismo, la amargura de verse condenada y quizás de culpar a Martin , aunque
fuera de modo indirecto de eso, podría haberla decidido a unirse a las
traidoras. Y teniendo en cuenta su orientación sexual no simpatizaría nada con
los hombres. Suspiró moviendo la cabeza. Su propia hermana Debbie era lesbiana,
y eso no le impedía tener muy buenos amigos masculinos o adorar a su sobrino.
-¡Maldita sea! Jamás creí que podría
tener prejuicios contra alguien por su orientación sexual.- Se dijo con una
mezcla de auto reproche y pesar.-
Aunque por desgracia,
en esa ocasión quizás sí que aquello fuera (tal y como otra conocida mujer
homosexual, y abogada Kerria Malden, dijera) pertinente para el caso.
-Señor, no sé que hacer, ni que pensar.-
Confesó.-
-No se preocupe. Ahora eso es lo de
menos, lo importante es ser capaces de salir de aquí.- Le indicó su superior.- Cada
cosa a su tiempo. Nos ocuparemos de dilucidar quien está de nuestra parte o no,
después.
Ajenas
a esas disquisiciones, Sabra y Jane retornaban por el pasillo junto con Olivia.
-Lo lamento mucho. Era una buena jefa de
escuadrilla.- Comentaba la mejicana.-
-Alguien tendrá que sustituirla. Y creo
que el puesto va a ser tuyo.- Sonrió levemente la comandante Gray.-
-No crea que me alegro de ello.- Repuso
no obstante Olivia.- Respeto mucho a la mayor Hunter. Siento que se empecine en
defender a los hombres.
-¿Cuál es su motivación, teniente?-
quiso saber Jane.- Quiero decir, para unirse a la causa.
-Soy de México DF, pero tengo amigas en
ciudad Juárez. A una de ellas la secuestraron y jamás se volvió a saber de
ella.- Le contó Olivia con amargura, explicando a sus perplejas oyentes.- En
ese lugar a las mujeres se las rapta y se las viola para luego asesinarlas y
enterrarlas en el desierto. Eso lleva pasando durante décadas y las autoridades
no se preocupan. Claro, son hombres los que mandan.- Escupió con desprecio.-
-No todos serán así. Señora. - Supuso
Sabra.-
- No, pero el resto ni quieren saber del
asunto.- Repuso su contertulia suspirando ahora.- En cierto modo te envidio, si
no lo tomas a mal, eso de que te gusten las mujeres te evita muchos disgustos y
quebraderos de cabeza. Está claro que no comparto eso de eliminar a todos los
hombres, pero sí la idea de que debemos ser nosotras quienes tomemos el poder.-
Afirmó como si quisiera justificarse.-
-Aquí estamos todas en el mismo barco.-
Sentenció Jane, alegando.- No hay espacio para las medias tintas, teniente.
-Ya lo sé.- Suspiró ésta con expresión
desasosegada.- También me dolió arrestar a Ludmila y a Elisa. Pero ya se sabe,
con ese novio ruso por el que está tan colada…-Musitó moviendo la cabeza.- Y la
otra, tan ingenua…
-¿Ludmila y Elisa?¿Ellas también nos ha
traicionado?- Inquirió Sabra.-
-Están en una celda, unas pocas más allá
de donde encerramos a la mayor Hunter.- Les comentó Olivia.-
Y entre algunas
palabras más continuaron caminando juntas. Al fin llegaron hasta el final del
pasillo. Tomaron otro corredor para regresar al despacho de la capitana. Sin
embargo, al llegar se encontraron con una mujer de larga cabellera morena,
vestida de civil. Su estado no era demasiado aceptable, despeinada, con la ropa
algo rota e incluso descalza, en su mano sujetaba un único zapato rojo de tacón
dado que el otro lo perdió en su alocada huida. Al verla Sabra abrió la boca.
Aunque fue esa misma individua quien, señalándola furiosa, sentenció.
-¡Detenedla! Es una traidora.
-¿Qué?- exclamó Simmons.-
Celia
sujetó a Sabra con una rapidez tal que la israelí no pudo ni darse cuenta. A
pesar de su entrenamiento en combate era incapaz de sacudirse el férreo agarre
de esa mujer. Sin embargo, fue ágil al replicar.
-¡Traidora lo serás tú! Quisiste que una
de esas vampiras me mordiera. Y yo pensando que eras mi novia. ¡Mala puta!
Elisabeth
pareció pensarlo mejor pidiéndole a Celia.
-Suéltala. Esto es interesante.
-Sí.- Convino la rubia.- Explícate.- Le
pidió a Sabra.-
Ésta
les contó el intento de aquella vampiro rubia de atacarla, con la complicidad de
Marla, Simmons la dejó concluir para aseverar al instante.
-No me extraña que actuase usted así,
alférez.
-Lo creas o no iba a hacerte un favor.-
Argumentó Marla con una media sonrisa irónica.-
-Pues ahora yo te voy a hacer a ti otro,
cambio de nariz gratuito. ¡Zorra indecorosa!- Espetó la israelí tratando de
agarrarla.-
Celia
se lo impidió, dándole un rapidísimo puñetazo en el estómago que la hizo
doblarse sin aire. Sabra hasta cayó de rodillas luchando por respirar. La
propia capitana Simmons hubo de admitir.
-¡Es increíble! Conozco a la alférez
Leví, su entrenamiento en operaciones especiales la hace ser de nuestras
mejores combatientes. Y sin embargo, te ha bastado con un golpe…
-Ya se lo dije.- Sonrió Celia.- Por muy
buena que sea en la lucha y mucho adiestramiento que haya recibido no deja de
ser humana. Por ello nuestra alianza con los Arcoily es tan interesante.
Imagine una mujer de su preparación y con mi superioridad genética.
-Sería perfecto, podríamos dominar el
planeta y tener a los hombres como meras mascotas.- Completó Jane sonriendo con
aparente regocijo.-
Sabra
se fue recobrando poco a poco. Sin pararse a pensar obsequió a su atacante con
un buen directo a la cara que no obstante ésta apenas si percibió. La israelí
incluso tuvo que agarrase la mano con la que la había golpeado, al parecer presa
de un dolor bastante agudo que se esforzaba por disimular.
-Siento si te has roto la mano.- Sonrió
Celia.- Y por esta vez, no tomaré represalias. En tu lugar hubiera actuado
igual. Es más, me gusta tu espíritu. Necesitamos a muchas que sean como tú.
-¡Vete al diablo!- Pudo mascullar la
israelí, envolviendo su mano afectada con la otra.- Si esta fuera una pelea justa ibas a ver lo
que es bueno.
-Lo que tenemos que hacer es
encerrarla.- Intervino Marla.- Es una traidora…
-No digas tonterías. La traición no
tiene nada que ver en esto. Es sencillamente que te detesta. - Se sonrió la
rubia ex militar, remachando divertida. – Es más, después de lo que quisisteis
hacer con ella me sorprende que no te mate, ¡ja, ja!
-Alférez, todas estamos del mismo lado.
Olvide este incidente y otros malos entendidos y vaya a que le miren esa mano.-
Le indicó Simmons, añadiendo ahora para dirigirse a Jane.- Mayor, acompáñela.
Las
dos saludaron a duras penas. Sabra con su mano sana que ahora era la izquierda.
Salieron sin prisa pero sin pausa. Hasta que estuvieron a unos pocos metros de
distancia. Cuando la israelí, utilizando sorpresivamente su mano presuntamente
herida, sujetó de un brazo a Jane.
-Fin del trayecto y de la
representación, mayor.- Le dijo con tono serio.-
-Creía que su mano estaba rota.- Pudo
responder su contertulia.-
-Pues yo no me creí que usted fuera de
las suyas. Al parecer yo actúo mejor, señora. ¡Ahora déjese de tonterías! - Le
exigió Sabra a su interlocutora.-
-No sé de que me está hablando, alférez.
Y no me gustan estas familiaridades, soy superior suya.- Le recordó con tono
algo molesto.-
Sabra
no se preocupó por esas palabras, y continuó en tono más bajo, apartándose
hacia una esquina de aquella galería que ahora terminaba y arrastrando a su
interlocutora con ella.
-Vi que metía algo en la bota de la
mayor Hunter.- Le desveló.-
-No sé a qué se refiere.- Susurró Jane.-
-Mayor. ¿De qué lado está usted?- Quiso
saber la israelí.-
-¿Acaso importa?- Sonrió ésta ampliamente
ahora, apartándose más con Sabra, incluso atrayéndola hacia sí, mirándola
intensamente con sus azules ojos para pasarle ambos brazos tras el cuello.-
Sin
que la israelí pudiera hacer nada, Jane fundió sus labios en los de ella en un
apasionado beso. Sabra se dejó hacer intercambiando lengua con esa mujer. ¿Porqué
no? No sabía el motivo de aquello pero la mayor Gray estaba realmente buena.
Así, los cabellos morenos de ambas mujeres se entremezclaron durante unos
segundos haciéndose indistinguibles, como sus bocas. Al fin se separaron y, tomándola de una mano,
Jane la hizo pasar a una habitación contigua…
-¡Vaya con la mayor Gray!- Se rio
Celia.- ¡Que calladito se lo tenía!
Y
es que Simmons, Marla y ella misma, habían sido testigos de esa escena merced a
las cámaras de seguridad instaladas en aquel corredor. La capitana pudo
comentar atónita.
-No creía que ella fuera…
-Quizás le gusten hombres y mujeres. O
bien se esté adaptando al cambio.- Especuló Celia, añadiendo divertida.- No
importa, ya decía yo que la veía muy interesada en esa chica.
Y
viendo la expresión entre perpleja y molesta de Marla, la rubia añadió con
incluso humor.
-No te preocupes. Seguro que podrás
encontrar a otra chica guapa. ¡Ja, ja!
La
aludida no replicó, rumiando su enfado, no podía probarlo pero esas dos idiotas
se estaban dejando engañar…De la otra no estaba segura, pero de Sabra no le
cabía duda alguna. ¡Esa zorra era una traidora!.
-Lo sé, algo dentro de mí me lo está
diciendo. Solamente finge estar de nuestra parte. ¡Maldita sea! ¿Cómo es que no
pueden verlo estas estúpidas?- Se lamentaba mentalmente.-
Entre tanto, y ya
dentro de aquellas dependencias, la israelí se sonrió. Pareció hacer ademán de
querer quitarse la chaqueta para pasar a mayores pero, en lugar de eso, extrajo
un arma de ella apuntando a Jane para sentenciar.
-Besa usted muy bien, mayor. Y sí, yo
soy lesbiana, pero no estúpida. Además, noto enseguida cuando una mujer tiene
auténtica pasión. Y lamentándolo mucho no es su caso. Créame, me encantaría que
así fuera.
-Muy bien, tienes razón.- Admitió Jane.-
Pero tenía que sacarte del pasillo y meterte aquí. En esta sala no hay cámaras.
-Todavía no me ha contestado.- Insistió
la piloto.-
-Sería un detalle por tu parte si
bajases el arma primero.- Replicó su interlocutora.- No me siento muy cómoda
como para charlar con una pistola apuntándome al pecho.
-Antes convénzame de que lo haga.- Le
pidió su contertulia a su vez.-
Tras
unos momentos Jane asintió. Su interlocutora estaba considerando si podía o no
fiarse. Al fin la mayor Gray decidió poner las cartas boca arriba. Necesitaba
una aliada, de modo que también debería arriesgarse a confiar.
-Tienes razón. Le pasé a la mayor Hunter
un paquete con un transpondedor y explosivos. Con eso anulará las cámaras y
escuchas de su celda y podrá volar la puerta.
-¿Cómo sabrá eso?- Inquirió su
inquisidora objetando.- Estaba inconsciente.-
-Es buena, lo sabrá. – Aseguró la mayor
Gray, sentenciando.- Lo lamento pero no hay mucho tiempo para explicaciones. Únicamente
puedo indicarte lo que tienes que hacer, si confías en mí podremos parar esto a
tiempo.
Al
fin la israelí bajó su pistola para declarar.
-Soy toda oídos, mayor… dígame que es lo
que quiere que haga.
Al
cabo de un rato que pareció eterno, Simmons, Celia y Marla las vieron salir de
ese cuarto. Las dos oficiales estaban poniéndose las chaquetas y repasando sus
peinados, visiblemente desordenados. Luego, tras mirar en ambas direcciones del
corredor para asegurarse de que no pasaba nadie, volvieron a darse un beso
apasionado. Finalmente, tras tomarse de las manos y soltarse lentamente, se
separaron, yendo cada una por un lado…
-Bien. Esto es lo que hace falta.-
Sonrió Celia declarando con aprobación.- Un mundo sin hombres, con mujeres
fuertes e independientes que se amen entre sí.
-Cuando quieras podemos probar tú y yo.-
Le sugirió libidinosamente Marla.- Te aseguro que te enseñaré a amar…
-Lo siento, es que a mí no me gustan las
mujeres en ese sentido.- Rehusó la rubia añadiendo con un tono entre meloso y
divertido.- Al menos no todavía.
-Bueno, es hora de comenzar la segunda
parte del plan, ¿No es así?- quiso saber la capitana.-
-Sí,- asintió Celia.- Envíe el mensaje
cifrado a los Arcoily. No encontrarán oposición.- Afirmó convencida.-
Entre
tanto, en su casa, Tracer recibió una llamada. Era Sabra. La israelí le puso al
tanto de lo que sucedía. El atónito chico tardó unos segundos en asimilar todo
ese caudal de información y después le aseguró que no tardaría en decírselo a
Kiros.
-¿Necesitáis que vayamos a ayudaros?- Se
ofreció.-
-Posiblemente harán falta algunos pilotos
de combate.- Le comentó la muchacha, añadiendo.- La mayor Gray me dijo que
usted lo fue, y muy bueno.
-Gracias. Avisaré a todos los que puedan
ir.- Le prometió.- En cuanto podamos estaremos allá. Aguantad.- Le pidió Tracer
deseándole a renglón seguido.- Buena suerte.
Así
se despidieron y Rick no tardó en contactar a todos sus amigos. En el hospital
entre tanto, Trent estaba mucho mejor. Pudo abrir los ojos para encontrar a sus
sonrientes y emocionados padres y a Stephanie a su lado. La chica había sido
dada ya de alta. Aunque no acudía aun a la escuela. Tenía unos días para
recuperarse. El muchacho sonrió tímidamente al verla allí, aunque ahora fue la
doctora Rodney quien entró en la habitación.
-Por favor, entiendo que estén deseando
abrazar a su hijo, pero tengo que reconocerle antes.- Dijo con toda la
amabilidad y comprensión que pudo.-
Los
padres asintieron dejándola un momento. Salieron del cuarto, eso sí, alegres de
ver que su hijo estaba despierto. La propia Stephanie iba a hacerlo pero el
joven pudo susurrar.
-Quédate, por favor.
-Claro.- Sonrió levemente ella.-
Naya
le tomó la tensión, la temperatura, y observó sus pupilas. Además, dio un
repaso a sus constantes. Satisfecha asintió.
-Estás como nuevo.- Pudo decir contenta
de que así fuera.-
Los
padres del joven entraron entonces, tras darle sendos besos al chico éste pudo
decir con voz queda y llena de temor..
-Todavía me acuerdo…de esa mujer.
-¿La que te atropelló?- Inquirió su
madre, una mujer de pelo castaño claro y algo más de cuarenta años.-
-No, la que me mordió, con esos
colmillos horribles.- Musitó él.-
Sus
padres quedaron perplejos. Aunque Naya enseguida alegó.
-Las pesadillas y los cuadros de
alucinaciones pueden aparecer tras un golpe fuerte. Habrás estado soñando.- Le
susurró dulcemente al desconcertado muchacho.-
-Claro hijo.- Afirmó su padre, un hombre
con bigote y pelo entre canoso y castaño, de edad similar a la madre de Trent.-
Ahora olvida eso…¿Quieres que te traigamos algo?
-Bueno.- Susurró él que no pudo evitar
sonrojarse al mirar a Stephanie.- ¿Podríais dejarnos un poco a solas?- Se
atrevió a solicitar.-
Su
padres se miraron y luego, tras contemplar a los dos adolescentes, asintieron.
-Claro que sí.- Le respondió su madre
sonriendo con ternura.-
Salieron
del cuarto una vez más, pero ya mucho más tranquilos. Naya iba a hacer lo
propio pero antes Trent le preguntó.
-Doctora. ¿Cuánto tiempo estaré aquí
todavía?
-Supongo que un par de días más para
asegurarnos de que todo está bien.- Afirmó la aludida, quién, sonriendo a su
vez, comentó con afabilidad observando a la ruborizada Stephanie.- Pero
tranquilo que tienes a una buena enfermera para cuidarte.
La
doctora además se había encargado antes de mirar fijamente a ese chico y sugestionarle
con la idea de que, todo lo que recordaba de aquella vampira, era un mero
sueño. Fue una suerte poderlo decir en voz alta delante de sus mismos padres,
aprovechando ese momento.
-Ha quedado de lo más natural.- Sonrió
satisfecha.-
Y salió, dejando a
ambos muchachos a solas. Junto a la puerta de la habitación también estaban
Daphne y Martin, justo acababan de llegar del colegio y quisieron pasar a ver a
ese chico y a recoger a Steph. El joven, observando a esos dos chiquillos,
sonrió débilmente y musitó.
-¡Qué envidia me dan! Él tiene mucha
suerte, ella le quiere.
Daphne
no supo cómo tomarse eso, aunque no dio la impresión de que ese comentario
quisiera ser un golpe bajo, solamente pudo suspirar.
-Lo siento, Martin. De veras, yo…
-Ahora no es el momento.- La interrumpió
amablemente él.- Lo primero es que tu hermana vuelva a sonreír. -Señaló a
Stephanie que ahora incluso reía sentada junto a Trent, en un lado de la cama.-
Los
dos parecían estar charlando de algo divertido, o al menos se reían como dos
tontos, totalmente ruborizados. Daphne no pudo evitar esbozar otra sonrisa llena
de ternura al contemplar a su hermana y admitió en tanto Martin y ella misma se
apartaban para dar a esos dos jovencitos su merecida intimidad.
-Me creas o no, les envidio también. Y
una cosa si te puedo prometer. Cuando aclare del todo mis sentimientos…
-No deseo ser un segundo plato para ti.-
Interrumpió su interlocutor algo más secamente ahora.- Si esa mujer no te
quisiera o se fuera. Es más, deseo que te corresponda y que entonces decidas
libremente.
-Gracias, Martin. Eso significa mucho
para mí.- Afirmó su contertulia.- Comprendo que pienses eso. Pero deseo que no lo
dudes nunca, te quiero de verdad. Quizás sea otro tipo de amor pero es algo
indiscutible. Para mí has sido todo, un amigo, un hermano, una pareja. Siempre
a mi lado…
-Quisiera ser incluso algo más.- Volvió
a decir él no sin desasosiego.-
-No digo que eso sea imposible.- Musitó
la muchacha.- Pero es muy complicado, al
menos ahora…
Y
ambos guardaron silencio en tanto esos otros dos muchachos hablaban
animadamente. Daphne se sentía triste y al tiempo esperanzada. Quizás pudiera
arreglar lo suyo con Sabra. O puede que no. A su vez lamentaba profundamente el
sufrimiento que le estaba causando a su todavía prometido. Si estaba en su mano
haría lo que fuera para tratar de mitigarlo.
-Todo dependerá de ti, cariño.- Suspiró
pensando en la israelí.- Porque, pese a todo, Siento algo por Martin y él merece
al menos una oportunidad. Sin embargo, sólo podré dársela si nosotras no
podemos estar juntas.
Aunque no podía tan
siquiera imaginarse la gravedad de la situación en la que la mujer a la que
amaba, junto con otras muchas personas, estaba inmersa...
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, si sois tan amables y no os es molestia, comentar vuestras impresiones sobre lo que habéis leído. Me vendría muy bien para mejorar y conocer vuestras opiniones sobre mis historias. Muchas gracias. ;)