domingo, 3 de septiembre de 2017

GWTN35. Nuevos comienzos


Era otro día más de clase, el grupo de adolescentes se reunió en la parada del deslizador. Fieles a la costumbre iban juntos al colegio. Al único que prácticamente había en la zona. Tras los terribles destrozos producidos por el ataque de años atrás, apenas sí se había reconstruido el instituto antiguo. En cambio, el Colegio de la Fe recibió subvenciones de muchos donantes de la Tierra y Bios. En apenas un año se restauró e incluso se amplió. Los directores del centro ofrecieron a las autoridades encargarse de la escolarización de prácticamente todos los jóvenes, a fin de que hubiera más recursos para reconstruir otras cosas fundamentales del planeta. Eso les dio un creciente poder e influencia en la agradecida sociedad naturiana que no desaprovecharon. Ahora, algunos de sus alumnos aguardaban para ir allí, en esa parada.



-Espero que lleguen pronto.- Comentó Franklin, observando el panel holográfico con la hora.- El deslizador vendrá en tres minutos, treinta y dos segundos.

-Claro que vendrán.- Sonrió despreocupadamente Fiora, la alta jovencita de larga cabellera morena y hermosos ojos azules.- No te agobies.

-No lo hago, ya estoy aquí y no voy a llegar tarde.- Comentó a su vez desapasionadamente el chico, concluyendo. - Mis probabilidades de abordar el deslizador son del ciento por ciento.



            Fiora se rio mirándole divertida, su interlocutor le devolvió una mirada de desconcierto y la chica se justificó.



-Me haces mucha gracia, siempre calculándolo todo.

-Es la mejor manera de no cometer errores.- Argumentó él.-

-Pero a veces es más divertido dejar que las cosas pasen.- Repuso la muchacha.- Sería muy aburrido si todo estuviese ya marcado. ¿No crees?

-Bueno, hay juegos de azar con probabilidad matemática.- Comentó el chico, alegando.- Ahí sí puedes tener muchas posibilidades, es muy difícil acertar.

-No me refería a eso.- Sonrió Fiora, afirmando.- Mi madre siempre dice que uno de los encantos de la vida es no poder saberlo todo con certeza.

-Tu madre es una médico excelente, pero no creo que la contratasen para economista.- Comentó él ahora con algo de humor, sobre todo al agregar con agudeza. - Y apuesto a que preferiría saber siempre que dolencia o enfermedad específica aqueja a cada paciente y no tener posibilidades de equivocarse.



            Fiora se rio una vez más asintiendo. En eso no le podía quitar la razón. Aunque sí pudo oponer.



-Bueno, los economistas también se basan muchas veces en intuiciones para invertir. ¿no?

-Intuiciones basadas en cálculos especulativos.- Corrigió el muchacho.-



La joven movió la cabeza dejándole por imposible, como siempre hacía. Franklin y ella eran amigos desde la guardería. Y eso que no podría ser que fueran más distintos. En lo único que se parecían era en la estatura, quizás ella fuese hasta un poquito más alta, pero eso daba igual. Fiora era soñadora, alegre y le encantaba estar en lugares llenos de animales silvestres. La naturaleza era algo que le gustaba desde muy niña. Su amigo en cambio, parecía un ratón de biblioteca, o más bien, de sala de informática. Estudioso, serio y muy inteligente, brillante incluso. Con ese pelo rubio y sus ojos marrones que transmitían mucho interés y curiosidad por los datos y los hechos. Sin embargo, Fiora tenía otro tipo de curiosidad, por la belleza y las emociones. Empatizaba mucho y bien con personas y animales. Es más, contaba los días para tener vacaciones e ir a ver a Lobito. Bueno, a su amigo, ese lobo de tan apreciables proporciones ya, que vivía junto con su jauría en los bosques septentrionales del planeta.



-Espero que siga bien.- Pensaba, y dedicando su atención ahora al amigo que la acompañaba reflexionó. – No hay manera, siempre tiene el argumento justo, pero me gustaría que le diera a las cosas la oportunidad de verlas de otra forma…

-Vaya.- Comentó Franklin sacándola de esas reflexiones.- Al fin llegan esos dos.





            Una chica de pelo castaño claro y un muchacho de cabello algo más oscuro aparecieron a todo correr, a lo lejos el deslizador ya se aproximaba. Jadeantes por el sprint, saludaron a sus compañeros.



-Luke, Tiffany, a este paso un día vais a perder el deslizador.- Les amonestó, más que saludarles, Franklin.-

-Culpa de mi hermana que siempre se pasa un montón de rato en el baño maquillándose.- Replicó él.-

-¡Oh!, ¡cállate ya!- Se molestó la joven.-

-Lo importante es que ya estáis aquí.- Buenos días.- Saludó amablemente Fiora.-

-¿Y tu primo?- Quiso saber Tiffany con evidente interés.-

-No lo sé.- Admitió su contertulia.- Pero va a perder el deslizador. Y vosotros, vamos…dejad de poner ya esas malas caras.- Sonrió la muchacha.-



            Esos dos asintieron relajando sus expresiones, aquella jovencita parecía ser capaz de acabar con cualquier disputa cuando sonreía. Al fin, todos subieron al deslizador, rumbo hacia el colegio. De pasada vieron algunos luminosos con publicidad. Tiffany exclamó al fijarse en uno.



-¡Guau!, la colección de otoño Deveraux.- Comentó señalando un cartel 3D.- Espero poder comprarme aunque sea algún complemento.

-¡Pues yo preferiría comprarme a la modelo! - Se rio su hermano, comentando con visible interés.- Es Stephanie Kensington.

-¿Y qué?- Preguntó su hermana.-

-¿Cómo que y qué?- Exclamó él alegando.-¡ Pues que está buenísima! Metro setenta y siete de estatura, rubia, ojos verdes, un noventa y cinco de pecho...- Enumeró cual entusiasta fan que era.-

-¡Eres un pervertido!- Exclamó su hermana mirándole con gesto de disgusto.- Te sabes hasta el tamaño de sus tetas.

-De eso nada.- Negó él afirmando.- Soy un gran fan suyo, igual que de otras modelos. Debra, Mirna, Sonia…pero sobre todo de Steph, como la llaman cariñosamente sus amigos…

-¡Ni que tú fueras uno de ellos! - Se burló Tiffany.-

-¡Boba! - Espetó su hermano con expresión ya algo molesta.- La envidia que le tienes.

-¿Envidia de esa?- Se sonrió la aludida molesta a su vez.- ¡Bah! Será como todas esas modelos, una pretenciosa y una ligera de cascos.

-¡Pues no, so lista!- Replicó su hermano.- No podrías estar más equivocada. Mira por dónde. Que se sepa, sigue con su novio de toda la vida, el del instituto. Y es muy buena cristiana. Lo que pasa es que claro, no te puedes comparar a ella en nada.



            Realmente Tiffany era una muchacha normal, de metro sesenta y dos y algo regordeta, pero agradable en conjunto. Su hermano apenas estaba en el metro setenta  y era asimismo corriente.



-No todo se basa en la apariencia, ¡eres un inmaduro!- Le regañó Tiffany a su hermano.-

-Claro que no.- Sonrió él mirando ahora a la perpleja Fiora, más cuando el chico agregó dirigiéndose a ella.- Tú eres tan alta como Steph y muy guapa, no sé por qué no pruebas a ser modelo.

-No me van esas cosas.- Pudo decir la azorada aludida.- 

-¿Cuánto mides tú?- Quiso saber Franklin, quien a ojo calculó.- ¿Metro setenta y seis…quizás un poco más?

-Más o menos, no estoy segura, ¿acaso es tan importante?- Inquirió Fiora a su vez.-

-Bueno, tienes ya quince años, pero todavía podrías crecer algo más. - Valoró Luke.-

-De veras, eso no me preocupa.- Sonrió la aludida con evidente sonrojo.-

-No estaría mal que participases en un certamen, como ese que se ha celebrado en Bios hace poco. Han elegido a la Miss y a las damas de honor que les representarán en la Tierra. Las agraciadas podrán ir a la academia Deveraux.- Comentó el muchacho, inasequible al desaliento.-



            De hecho él miraba a esa hermosa chica de largo y rizado pelo moreno con mucho interés. Lo camuflaba ahora expresando una admiración incluso exagerada hacia aquella famosa modelo, pero, en su opinión, su compañera de clase era incluso más hermosa y sobre todo, la tenía ahí delante. Aunque claro, seguramente que no sería su tipo. Para empezar, ella casi le sacaba la cabeza. Y aunque era muy agradable siempre con él, eso no quería decir nada. Fiora solía ser amable con todo el mundo. Por su parte, Franklin comentó.



-Mis padres lo vieron por la Holo tele en diferido. Mi madre me comentó que creyó ver  a la hija de una antigua conocida suya participando. De hecho, creo que esa chica ganó una mención. Y en su opinión, incluso tendría que haber ganado ese concurso. No recuerdo su nombre ahora.

-Pues que suerte tuvo.- Añadió Luke, repitiéndoles a sus interlocutores.- Ganar una mención significa recibir un curso para modelo en la academia Deveraux. Para una concursante eso debe ser lo más. Tienen como profesoras a la mismísima Señora Deveraux y a algunas de las modelos más importantes, la propia Stephanie o Sonia Calderón estuvieron allí formándose.



            Aunque aquí, el gesto de Tiffany se contrajo en una mueca de desdén, afirmando.



-Pues espero que no aprendan mucho de esa… ¡Menuda descastada!

-¿Quién?- Quiso saber Fiora con extrañeza.-

-Esa tal Sonia Calderón. Estuvo saliendo, o eso decían, con Ben Crew, ese actor que se suicidó cuando se supo que era gay.- Le contó su compañera, quién, si bien no estaba interesada en las modelos, sí lo estaba y mucho, en los cotilleos.-

-¡Qué horror! ¿Se suicidó? ¡Pobre hombre!- Pudo decir Fiora con pesar.-

-Eso pasó hará unos años, y esa tipa confesó entonces que a ella le gustaban las mujeres y que todo había sido cosa de la productora. Si hasta tenía una novia con la que dijo se iba a casar. ¡Invertida hipócrita!- Sentenció Tiffany.-

-Pues a ti bien que te gustaba Ben Crew.- Denunció ahora su hermano, que se tomaba la revancha por lo anterior.-

-Bien que nos engañó a todos.- Replicó la interpelada.-  Y esa otra…pues de una pecadora invertida, ¿qué vas a esperar?...que sea una mentirosa. Ben se suicidó porque el desgraciado se dio cuenta de lo inmoral que era. Pero cometió un pecado aún mayor. Habrá ido al infierno.- Remachó con desdén.-



            Fiora miró con pena a su amiga y le dijo, con tono suave y algo admonitorio, teñido además de tristeza.



-¿Cómo puedes pensar así? Son personas, tienen sus propios sentimientos. No es culpa suya a quienes aman. Y menos que pierdan la vida por eso. Es realmente terrible y muy triste.

-No digas eso muy alto, y menos cuando estemos en el colegio. -Le advirtió su amiga.-

- De hecho, el amor no es malo. -Argumentó la perpleja muchacha.- Sobre todo si era correspondido.

-No lo es, si no va contra la naturaleza.- Le recordó Tiffany, añadiendo.- El padre Michael así lo dice. Y lo de esos dos, como lo de otros muchos, es antinatural. A mí quizás no me guste mucho esa tal Stephanie, pero al menos es una mujer decente en ese aspecto. En eso le doy la razón a mi hermano.

-No sé qué tendrán que ver esas cosas con la decencia.- Suspiró Fiora.- Si ayudas a los demás y eres buena persona…ese pobre hombre no hacía daño a nadie.

-Tú sí que eres demasiado buena.- Sonrió Luke, tratando de ayudar a esa bella muchacha.-

-Stephanie es una mujer muy sencilla y amable.- Comentó Franklin quien por una vez parecía estar puesto en algo más allá de la informática y la ciencia. Aunque enseguida añadió.- Además es la hermana pequeña de la señorita Daphne.-

-Sí, recuerdo que nos dio clase cuando éramos pequeños. La señorita Daphne es una mujer muy simpática.- Agregó Fiora, con tono cariñoso ahora, alegre de zanjar el tema anterior.-

-En alguna entrevista Steph ha dicho que su hermana es como una segunda madre para ella. -Apuntó Luke.- Y que le ha enseñado muchas cosas.

-Sí, esa mujer es un ejemplo para la comunidad.- Convino Tiffany.-

-Y su marido, el señor Martin, también es un buen hombre.- Añadió Franklin.- Ahora los dos le dan clase a mi hermana Hipatia.

-¡Que va camino de ser tan sabionda como tú!- Se rio Luke.-

-Yo mismo sugerí el nombre a mis padres.- Proclamó orgulloso Franklin al rematar a modo de explicación casi magistral.- Hipatia fue la última directora de la Gran Biblioteca de Alejandría, vivió en el siglo quinto de nuestra era y…

-¡Eres una holo enciclopedia andante! - Se rio Tiffany. –



           

            Los demás se rieron también. Al menos volvió a crearse un buen ambiente y dejaron de lado el otro tema que era tan espinoso. Al fin llegaron al instituto y bajaron. Caminando junto con otros chicos y chicas que vestían su mismo uniforme, blusa blanca y jersey rojo para ellas, con faldas grises hasta las rodillas, calcetines también colorados y zapatos planos. Ellos con pantalones grises también, y calcetines y jerséis azules oscuros, además de llevar camisas o polos blancos. Estaban dispuestos a entrar cuando una voz de chica les llamó.



-Disculpadme. Soy nueva aquí. ¿Podríais indicarme dónde está la zona de acceso para los alumnos?



            La miraron con curiosidad, era bastante alta, de larga melena castaña oscura  recogida en una coleta, y grandes e inquisitivos ojos violetas. Parecía desprender una fortaleza fuera de lo común.



-Claro.- Dijo Franklin - Mira, ven con nosotros, íbamos a entrar también.

-Me llamo Fiora Rodney. Estos son Tiffany y Luke Lewis. Y Franklin Gillian. - Intervino ésta presentando a los demás.-

-Gracias.- Pudo decir concisamente esa joven, identificándose a su vez.- Yo me llamo Gloria Elua Derail. Soy hija del embajador Kiros.

-¡Vaya!- Exclamó el atónito Franklin.- Tu padre es un gran héroe.- Comentó.-

-Sí. Le admiro mucho. Mi objetivo es ser como él algún día.- Declaró la muchacha, visiblemente satisfecha al escuchar aquellos cumplidos hacia su progenitor.-

-Entonces.- Comentó Fiora, dándose cuenta de algo.- Creo que tu madre y la mía son amigas. Trabajan juntas en el hospital.

-¿Ah sí?- Replicó su interlocutora de un modo más desapasionado, para sentenciar.- Qué curioso.

-Sí, mi madre es la doctora Naya Rodney.- Le contó Fiora.-  Entonces tú debes ser hija de Maggie.

-Mi madre se llama Margaret, sí, creo que también la llaman de ese modo.- Admitió esa chica quien no parecía estar tampoco muy entusiasmada, de hecho, quiso cambiar de tema comentando.- Espero que no se nos haga tarde. No quiero cometer una falta.

-Tranquila. Hay tiempo.- Afirmó Luke, que no podía dejar de mirarla, pensando.- ¡Menudo monumento! Otra como Steph y Fiora…



            Sin embargo, Gloria no le prestaba ni la más mínima atención. Ni a él ni a los otros. Es más, si por ella hubiese sido no habría abordado a esos humanos. Pero no estaba segura de lo que debía hacer. Tan solo haría un par de semanas que llegó de Nuevo Vegeta. Durante años había entrenado con su abuela y con la noble Seira entre otros destacados guerreros. Después, hasta con el propio príncipe Diaval. Y lo cierto era que no se había sentido en inferioridad respecto de ninguno de ellos. Además, allí también había estudiado. La propia reina Aiona le dio esa orden. No es que le gustara demasiado, pero una saiyajin debía obedecer a sus soberanos sin vacilar. Por ello, recordaba todavía su despedida, cuando, estando en el salón real junto con su abuela, la soberana se dirigió a ella.



 -Tu entrenamiento ha concluido, en opinión de tu abuela, la noble Elua, y de la muy noble Seira, estás preparada. Ahora deberás volver a tu mundo natal. Con tus padres. Y cumplir allí con tu tarea.- Declaró Aiona, sentada en el trono.-



            Gloria estaba con una rodilla doblada, al igual que su abuela, escuchando las palabras de su reina en esa audiencia privada. La chica vestía su uniforme saiyajin, con capa azul que daba fe de su pertenencia a la nobleza de ese mundo. Tras escuchar aquello, miró a su contertulia y respetuosamente pidió.



-Puedo hablar, Majestad.

-Claro.- Concedió ésta que de paso les indicó a sus súbditas.- Y haced el favor de poneos en pie.



            Las dos lo hicieron y Gloria pasó a exponer, con cierto pesar.



-No me agrada la idea de ir a ese mundo humano. Allí todos son débiles y se dedican a cosas triviales.

-Tú eres en parte humana. Y hace mucho que no ves a tu madre. Al menos hará un año, cuando estuvo visitándote aquí por última vez.- Señaló Aiona.-

-Así es, Señora. Mi madre vino a verme en contadas ocasiones.- Señaló la joven.- No tengo mucho en común con ella y apenas la conozco.  Mi abuela Elua ha sido quién me ha enseñado todo lo que vale la pena.

-Con permiso de su Majestad.- Terció la aludida.-



            Aiona asintió, y su abuela pasó a replicar con tono serio y casi cortante, mirando a los ojos a su nieta, pese a la evidente diferencia de estatura entre ellas.



-Te he enseñado el honor y el valor que un saiyajin debe tener siempre. Y su respeto a la familia y a su pueblo. En tu caso, sé que es más complejo pues perteneces a dos razas. Hasta ahora has demostrado ser una magnífica saiyajin. Ahora es el turno de hacer lo propio con tu otra naturaleza. Eres humana en parte. Y, lejos de ser una deshonra, es algo que te ha beneficiado en tu potencial. Tu madre y yo hemos tenido diferencias, no lo niego. Pero ella te dio la vida a costa de un gran dolor y sufrimiento. Tu obligación es respetarla y obedecerla. Hazlo y también me honrarás a mí y a nuestra reina. Es su Majestad quien te envía de vuelta con tus padres. Cuando retornes a Nature no estarás representándote únicamente a ti, sino a todos nosotros. Si no sabes estar a la altura, eso sería motivo de vergüenza para tu pueblo. ¿Lo comprendes?



            Aquello inquietó mucho a Gloria. Bajo ninguna circunstancia quería decepcionar a Elua y menos aún a su reina.



-Sí, lo comprendo. No os avergonzaré, tienes mi palabra abuela.- Afirmó, mirando ahora a su soberana para repetir.- Os lo prometo, Majestad. Obedeceré a mi madre y trataré de adaptarme a las costumbres humanas.

-También tu padre está allí.- Afirmó Aiona, añadiendo con tono elogioso.- Y sabes muy bien que es un magnífico guerrero, honrado por nuestro pueblo.

-Sí, mi señora.- Sonrió ella ahora, con bastante más entusiasmo.- Eso es lo que más me gusta de volver a Nature. Admiro mucho a mi padre y deseo con todo mi ser llegar a parecerme a él en lo posible.

-Dices muy bien.- Aprobó la soberana, agregando a modo de consejo.- Pues entonces no olvides esto. Tu padre siempre ha dicho que, mucha de su fuerza y motivación para todas las grandes hazañas que ha hecho, le vinieron de tu madre y del amor que siente por ella y por sus amigos. Los cuales son humanos en su mayor parte. Algo bueno tendrá esa raza entonces. ¿No crees?

-Sí, Majestad.- Tuvo que admitir ella.-

-Una cosa más.- Le indicó su abuela.- Por expreso deseo de tu noble padre no deberás emplear poderes y fuerza propios de un saiyajin con los humanos. Sería motivo de vergüenza abusar de los que son más débiles que tú. ¿Entendido? Aunque llegasen a ofenderte deberás contenerte. El autocontrol es un ejercicio fundamental que espero hayas aprendido muy bien.

-Entendido.- Replicó lapidariamente la joven.-



            Así concluyó la audiencia, al poco y tras despedirse de su abuela y de algunos buenos compañeros saiyajin, la chica embarcó en una lanzadera. Desde Nuevo Vegeta hizo escala en Kinmoku. Fue recibida por la propia princesa Kakyuu, lo que era un gran honor, sin duda. La soberana de aquel planeta le deseó todo tipo de buena fortuna e incluso le hizo algunos regalos. Entre ellos una especie de micrófono que podía sujetarse a la frente y la sien.



-Esto se parece a un medidor de energía de mi planeta.- Valoró mentalmente ella, para agradecer en voz alta.- Me siento muy honrada, alteza. No merezco este tratamiento.

-Querida Gloria.- Sonrió esa hermosa mujer de largos cabellos rojizos, peinados en un exótico estilo.- Todos te tenemos en muy alta estima. Pude tenerte en mis brazos siendo tú muy pequeña y ya entonces percibí tu potencial. Ahora que eres ya una mujer prácticamente adulta, espero que este regalo te sea útil algún día. Si te ves en la obligación de ayudar a alguien.

-Para eso me basto yo sola.- Dijo sinceramente la muchacha.-



            Kakyuu se rio dejando perpleja a la jovencita, aunque la princesa enseguida matizó.



-No te ofendas, no me rio de ti. Es que me hace gracia tu franqueza. Sin embargo, creo que tienes prohibido utilizar tu fuerza de saiyajin en Nature. ¿No es así?

-Sí, así es.- Admitió la interpelada, también aclarando.- Contra los humanos.



            Su contertulia guardó unos momentos de silencio y entonces le contó.



-Ya veo. Mira, esto que te he dado es un transformador. Está adaptado a ti. Te conferirá la capacidad de crear un uniforme que proteja tu identidad. De hecho, considéralo un nombramiento como Sailor honoraria. Con el título de Sailor Star Power.

-¿Star Power?- repitió Gloria sin comprender.-

-Star Fighter te hubiera hecho más justicia siendo una saiyajin, pero el nombre ya estaba ocupado.- Se sonrió la princesa quien sugirió.- Si algún día debes actuar para luchar contra la injusticia, podrás hacerte llamar así.

-Gracias Alteza, pero supongo que en Nature ya existen Sailor guardianas y policía para ese propósito.- Comentó la muchacha, añadiendo con resignación.- Mis padres me notificaron que, en cuanto llegue, me matricularán en un… instituto, creo que lo llaman. Y que deberé estudiar lo que sea que los humanos enseñen allí.

-Y así debe ser.- Convino la dignataria con aprobación.- Eres todavía muy joven y te será necesario aprender muchísimas cosas. Ser culta te hará más capaz para entender a otros y adaptarte…

-Y supongo que más sabia.- Añadió Gloria.-



            Kakyuu sonrió enigmáticamente para decir con tono igualmente misterioso.



-No siempre, querida mía, no siempre. La sabiduría suele llegar por otros cauces más propios de la experiencia. Trata de adquirirla en Nature también.



            Eso era verdad, aunque Gloria no pensaba que lo que los humanos pudieran enseñarle fuese demasiado útil. Pero era su obligación y como buena saiyajin no rehuiría eso. Primero por mantener su palabra, segundo por tomarlo como un reto. Al fin, tras despedirse de la princesa y agradecer su deferente trato, viajó a Nature. Al llegar, sus padres la aguardaban en cuanto descendió la lanzadera.



-¡Hija!- Exclamó su madre, corriendo hasta ella.-



            Gloria apenas pudo disimular su vergüenza. ¿Cuándo se había visto que la madre de una noble saiyajin actuara de ese modo? Corriendo sin control ninguno y abrazándose a ella como si de una mascota se tratara. Al menos su padre sí que se comportaba como un auténtico miembro de su pueblo, aguardando sin moverse. Al fin, su progenitora se separó de ella para mostrar un rostro lleno de lágrimas.



-¿Ha ocurrido algo malo, madre?- Quiso saber Gloria al verla así.- Estas llorando…

-No cariño, es que soy muy feliz por tenerte aquí.- Le explicó su interlocutora sonriendo esta vez. – Tienes que contarme muchas cosas. ¿Qué tal por Nuevo Vegeta?

-Bien. La última vez que estuve, el planeta gozaba de buena salud, tanto ambiental como de recursos. Y nuestra población crece y está compuesta por hombres y mujeres fuertes.- Relató la chica.-



            Y caminando junto a su madre se acercaron a su padre. Ella enseguida inclinó la cabeza con respeto.



-Padre. Para mí es un honor estar aquí.- Sentenció con tono serio.-

- Nos alegramos mucho de tenerte a nuestro lado por fin.- Asintió él.-



            Maggie no se recató de pasar un brazo por los de su hija y su esposo y declarar llena de alegría.



-Al fin la familia está completa. Ahora iremos a casa para que puedas descansar. Seguro que querrás volver a ver tu habitación. Está como la dejaste.- Afirmó la enfermera.-





            Gloria la miraba sin comprender. No recordaba tener allí nada que pudiera interesarle. Sin embargo, no debía ofender a su progenitora, de modo que asintió.



-Gracias, madre.- Pudo decir.-



            De camino a casa la chica observó los paisajes y alrededores. Todo era muy verde y estaba bien cuidado. Eso le gustó. La naturaleza era algo a proteger, sí. Su pueblo tenía también  afición por los parajes salvajes. Aunque quizás estos paisajes de Nature estaban demasiado, “acondicionados” al estilo humano, pero aun así no dejaban de ser bellos. Al fin, tras unos minutos el deslizador en el que viajaban llegó a su destino. Gloria recordaba vagamente aquellos entornos. La gran avenida con tiendas y calles amplias, la casa de sus padres que tenía un enorme jardín, bueno, ahora le pareció todo más pequeño. Pudiera ser debido a que ella había crecido mucho. Tras detener el vehículo una vez dentro de la propiedad y del garaje, su madre bajó con gran entusiasmo a tomarla de la mano en tanto le indicaba a Kiros.



-Lleva las maletas de la niña, anda. Quiero entrar con ella para que vea su cuarto.

-Claro.- Convino afablemente él.-



            Otra cosa que no gustó a Gloria, ella podía llevar su equipaje perfectamente.



-No puedo creer que mi madre me crea tan débil.- Pensó perpleja.- Cuando ha estado de visita me vio entrenar a veces…



Empero, enseguida recordó algunas de las lecciones sobre protocolo humano que le dieron en Nuevo Vegeta. Quizás, eso de llevarle el equipaje fuera una especie de costumbre humana de bienvenida, de modo que no dijo nada. Se limitó a seguir a su ansiosa madre hasta que ésta, tras entrar en la casa, la llevó directa hacia una habitación.



-Mira, este era tu cuarto, y ahora vuelve a serlo. Seguro que te hace ilusión, ¿verdad hija?

-¿Debería? Entonces supongo que sí.- Afirmó ella de forma dubitativa.-



            Recorrió con la vista aquel lugar, apenas sí recordaba nada. Había estado acostumbrada a una habitación muy adusta y con pocas comodidades durante sus años de entrenamiento. Aquello le parecía ahora de un lujo desmedido.



-No pensé que te habías hecho tan alta.- Sonrió algo tímidamente Margaret comentando apurada.- Tendremos que cambiar la cama para que estés cómoda.

-Está bien así.- Repuso la muchacha.-



            Algo sin embargo llamó la atención de la joven. Era un muñeco de trapo, un perro con lunares y un hocico rojo. Lo tomó en sus manos mirándolo con extrañeza.



-Me acuerdo de esto.- Musitó con semblante reflexivo.-

-Tu padre te lo compró, un poco antes de que tú, bueno, de que fueras a Nuevo Vegeta.- Suspiró su madre.-



            Involuntariamente Gloria sonrió. Sí que recordaba ese momento. Lo ganó tras conseguir quitarle algo a un hombre muy fuerte. Ahora se dio cuenta. ¡Era el príncipe Eron!  Aunque movió la cabeza sonriendo una vez más al sentenciar con un susurro.



-Seguro que me dejó ganar. Es imposible que una cría hubiera podido quitarle nada de no haberlo permitido.

-¿Decías hija?- quiso saber Maggie.-

-No, nada, solamente pensaba.- Comentó ésta.-

-Bueno, seguro que estarás cansada y tendrás hambre. Tienes un baño incorporado a tu habitación. Si quieres bañarte y luego cambiarte con algo más cómodo. Espero que tengas algo de ropa, yo quise comprarte alguna pero no estaba muy segura de tu talla.- Se disculpó Margaret añadiendo eso sí, con creciente entusiasmo.- ¡Mañana mismo vamos de tiendas y te compramos un montón de cosas! Incluido el uniforme del colegio.

-No te preocupes, tengo algo de ropa. Gracias.- Repuso la joven con tono tranquilo y algo impersonal.-



            Todo eso le sonaba realmente ridículo, aunque lo del uniforme sí que le produjo algo de interés. Quizás tuviera que pertrecharse al estilo humano para adiestrarse. Tenía curiosidad por ver lo resistente que sería ese uniforme. Siendo unas criaturas tan débiles, los humanos tendrían que haber diseñado algo bastante fuerte que les protegiera. Eso pensaba cuando su madre añadió, con tono algo apurado.



-Pues te dejo para que te instales.- Sonrió Maggie saliendo de allí.-



            Al poco entró Kiros con las maletas.



-Gracias, mis disculpas por haberte visto obligado a traer esto. Me siento avergonzada. Yo era perfectamente capaz.- Dijo la chica con tono incómodo.-

-No es ninguna molestia, hija, y no debes avergonzarte, es un pequeño gesto de nuestro amor hacia ti.- Sonrió él.-



La muchacha asintió sin entender eso demasiado. Tomó enseguida esas maletas y deshizo su escaso equipaje. Aparte de su peto de combate tenía un par de recambios de ropa y complementos saiyajin. No tardó en meter todo en un cajón y dirigirse a su progenitor.



-Padre, estoy intranquila. No sé qué le pasa a madre. Debe creer que soy una niña pequeña. O puede ser que no confíe en mis capacidades.

-¿Por qué lo dices?-Se sorprendió él.-



            Aparte del asunto del equipaje, la muchacha le contó algunas cosas de las que le había dicho su progenitora, Kiros enseguida sonrió, moviendo la cabeza para explicarle a su hija.



-Hace mucho que no te ve. Está muy feliz de tenerte aquí y quiere recuperar parte del tiempo que habéis estado separadas. Te quiere mucho, hija.

-El tiempo no puede recuperarse. Pasa y ya está.- Sentenció Gloria.-

-Debes ser comprensiva. Para los de nuestro pueblo al principio es complicado entender el modo de ser de los humanos. Pero verás cómo enseguida te acostumbrarás.

-Si tú lo dices, padre. Así será. - Asintió la chica.- Obedeceré cualquiera de tus órdenes y trataré de complacer a madre en lo que pueda.

-Solamente permite que ella se acerque a ti.- Le aconsejó él, agregando ahora casi divertido.- Que hagáis algunas cosas juntas le alegrará mucho. Si para ti algunas resultan aburridas, tómalo como un entrenamiento para fortalecer la paciencia.



            Gloria asintió, su padre la dejó para que se pusiera cómoda diciéndole que la cena se serviría en media hora en el comedor.



-Allí estaré.- Aseguró la chica.-



            Cuando Kiros salió fue a su habitación. Allí encontró a su esposa, sentada en la cama y con aire pensativo, incluso triste.



-¿Va todo bien?-Se interesó él.-

-No lo sé.- Suspiró la aludida.- Es que, esperaba…no sé cómo explicarlo.- Suspiró la mujer. –

-Ten paciencia, acaba de llegar, dale tiempo. Para ella todo es extraño y nuevo.- Comentó el embajador.-

-Eso es lo que lamento. Que todo sea extraño para ella. ¡Por Dios!, esta es su casa y somos sus padres.- Pudo decir Maggie con amargura.- Pero, parece que me mirase como quien ve a una completa desconocida.

-No te inquietes, enseguida se adaptará.- Trató de animarla su esposo, afirmando.- Es muy disciplinada… ha sido bien educada…





            Maggie se levantó ahora y, mirando a su marido, movió la cabeza dejando escapar alguna lágrima, para replicar dolida.



-No quiero que sea simplemente disciplinada, deseo que sea mi hija. Que me cuente que opina, lo que siente de verdad. No que se dirija a mí con etiqueta palaciega. Pensar...que me he perdido sus años de niñez…Ahora es una mujer. ¡Ya no me necesita para nada!…



            Kiros enseguida la abrazó tras escuchar ese desahogo, dejando que Maggie llorase, el saiyajin le susurró tratando de ser lo más afectuoso que pudo.



-Claro que te necesita, y mucho. Pero todavía no lo sabe. Tranquila, lo descubrirá. No hay nadie más torpe que un saiyajin que venga al mundo de los humanos por vez primera. Te lo digo por experiencia. Al principio estamos muy perdidos. Y eso pese a las enseñanzas que recibimos desde los tiempos de la reina Meioh.



Margaret quiso sonreír un poco enjugándose las lágrimas. Asintió despacio, tratando de recobrar un mejor talante y dijo.



-Soy una tonta. Claro, tienes razón. Para empezar he preparado una cena que supongo que le gustará.

-¡En eso nada debes temer!- Se rio Kiros.- A los saiyajin nos gusta casi cualquier cosa y además tú siempre fuiste una excelente cocinera. Todavía recuerdo aquella cena a la que me invitaste, en la SSP-2. ¿Te acuerdas?

-¿Cómo podría olvidarla? - Afirmó Maggie abrazada a él.-  Allí te declaraste.

-Y me lo hiciste pasar muy mal.- Comentó su marido a modo de leve pulla.-

-Espero habértelo compensado en todo este tiempo. - Le susurró conciliatoriamente ella.-

-No lo dudes.- Convino él, dándole un beso en los labios ahora.-



            Mientras tanto, Gloria había salido de una rápida ducha y se vistió con celeridad, llegó cerca del salón y sin pretenderlo pudo oír a sus padres. De hecho, su madre parecía estar enfadada. ¡Ojalá no la hubiese ofendido! Había tratado de ser educada pero era cierto que desconocía las formas en las que los humanos hacían las cosas.



-Aprenderé. No faltaré a mi palabra. No me cubriré de vergüenza ni a mí, ni a los míos. - Se dijo no sin inquietud.-



            Y al rato en efecto cenaron. Estaba hambrienta y comió todo lo que le pusieron por delante. Eso alegró visiblemente a su madre. Menos mal que en eso, los hábitos humanos eran similares. Al día siguiente le tocó ir de compras con su progenitora y fue tal y como su padre le anticipó. Aburrido. Recorrieron varias tiendas y ella tuvo que probarse innumerables ropajes y vestidos. También zapatos y complementos en un número que no parecían tener fin, e invariablemente su madre comentaba.



-Ya eres toda una mujer. Tienes que vestirte muy bien. Y ya me contarás que tal.

¿Qué tal?- Repitió la muchacha sin comprender. - ¿Los atuendos humanos? Parecen cómodos.- Valoró con tono dubitativo.-



            Su progenitora se rio, moviendo la cabeza divertida para aclararle.



-No, me refiero a si hay algún chico que te guste. ¿No tendrás novio en Nuevo Vegeta, verdad? ¿O sí?

-¿Novio? ¿Quieres decir pareja?. No, madre. No tuve tiempo para emparejarme. Estuve ocupada entrenando.- Fue su adusta réplica.-

-Pero alguno te gustaría. Me refiero a un chico, porque ¿Te gustan los chicos, verdad?- Inquirió Maggie no sin algo de inquietud.-



            Gloria la observó con gesto de estupor. ¡Claro que le gustaban los varones! En fin, al menos aquellos con cualidades apropiadas, claro estaba, fuertes y valerosos.  De modo que replicó.



-¡Evidentemente madre! Un día me gustaría desposar a un hombre fuerte que me diera hijos e hijas poderosos. Eso no podría hacerlo con otra mujer. Sería un sinsentido.



            Maggie suspiró de forma tan larga que su hija la miró casi con preocupación.



-¿Estás bien, madre?- Preguntó.-

-Sí hija. Estoy muy bien.- Sonrió ella con manifiesto alivio.-



            Y es que Maggie había tenido miedo de que esa posibilidad se produjera. ¿Qué hubiese pasado si Gloria fuera igual a cómo ella misma fue? Podría haberlo heredado pero, gracias a Dios, su propia hija acababa de negarlo. Bueno, quizás eso no fuese algo del todo seguro. Sin ir más lejos, ella conocía bien las experiencias de otras. De algunas chicas que habían sido amantes suyas. Pese a estar acostándose con ella,  de puertas para fuera negaban ser lesbianas, o bisexuales, por sus familias, amigos o incluso por sus novios. Maggie recordaba alguna que otra aventura con chicas que estaban comprometidas. ¡Como olvidar la que mantuvo con la novia de su propio primo! De hecho, ella ayudó a destrozar esa relación cuando él las descubrió en pleno acto pecaminoso. Todos los días desde hacía muchos años se arrepentía de aquello y rezaba pidiendo perdón. También recordaba a Kerria, aunque eso fue distinto, pero sobre todo, pensaba en Daphne. Esa pobre muchacha, entre aquel dilema con esa otra mujer y Martin. Aunque al final pareció que se había decidido a tomar el camino recto y se alegraba por ella. De modo que, en tanto caminaba con su hija, decidió que tenía que ser sincera. De todos modos, su pasado era un secreto a voces y las noticias podrían llegarle a Gloria por otros sitios mucho menos considerados. Y como madre su deber era decirle la verdad.



-Verás, cariño.- Pudo musitar.- Quisiera contarte una cosa. Es sobre mí y creo que es justo que lo sepas. No deseo ocultarte nada.

-Te escucho, madre.- Afirmó la joven.-



            Ambas tomaron asiento en un banco del parque, la tarde era soleada y agradable y durante un par de horas Maggie le abrió su corazón confesándole aquello mismo que había estado pensando. Quizás en este caso, que Gloria hubiera estado educada en Nuevo Vegeta fue una ventaja, cualquier hija humana hubiera quedado como poco, confusa y perpleja. Al final, Margaret, presa de la emoción, sollozaba tras remachar.



-Por eso te llamé como ella. Tenía esa deuda que saldar. Todavía hoy me arrepiento de lo que hice, ¡ de cómo fui!…

-Bueno.- Intervino Gloria al fin.- La abuela Elua siempre dice que un error debe dejar de preocuparnos cuando lo hemos corregido. Tú, madre, ya enmendaste los tuyos hace tiempo. La prueba es que estoy aquí. Y bueno, en cuanto a tus experiencias con otras mujeres…Eso ya no importa. De hecho, en Nuevo Vegeta existen casos. De mujeres con otras hembras y de hombres con otros varones. Pero la mayor parte se empareja después con personas del otro sexo para tener descendencia.

-Pero eso es pecado y está mal. Por eso te pido, ¡te suplico que nunca lo hagas! - Comentó Margaret.- La gente que es así va al Infierno, ya te he dicho que estuve allí justo cuando te di a luz, y tú me trajiste de vuelta por la Gracia del Señor, que me dio otra oportunidad para enmendarme.

-No temas por eso. Las mujeres no me atraen de ese modo.- Aseveró Gloria.- Y celebro que volvieras por mí.- Sonrió ahora tímidamente la joven, admitiendo con agrado.- No era consciente de haber tenido semejante poder.

-Me alivia mucho escucharte. - Afirmó su madre abrazándola y dándole un beso en la mejilla.-  Eres lo que más quiero en el mundo, en cualquier mundo, mi vida.



            La muchacha se dejó hacer, sabiendo que eso alegraba a su progenitora. Aunque ésta añadió con tinte algo intranquilo ahora.



-Sin pretenderlo te he desvelado secretos de otras personas. Era necesario para explicarte mi propia historia. Te pido por favor que no le cuentes a nadie esto que te he dicho. Podrías dañar a mucha gente y no está bien visto. Hoy día, los preceptos religiosos son más fuertes todavía que antaño. Y, entiéndeme, me alegra de que así sea. La moral debe guiarnos a todos. Pero no deseo crearle complicaciones a personas que sé que son buenas y se han rehabilitado, al igual que hice yo.

-¿Te refieres a esa maestra?- Quiso saber la chica.-



            Su madre asintió, y Gloria prometió para tranquilizarla.



-Tienes mi palabra de saiyajin. No diré nada de eso a nadie.

-En tal caso, cariño, sé que puedo confiar en ti.- Sonrió Maggie acariciándole una mejilla.-



            Al fin se levantaron y la más animada Margaret le propuso.



¿Tienes hambre? Vamos a la cafetería de Ginger.

-¿La cafetería de Ginger?- Repitió ésta sin saber a qué se refería su progenitora.-

-Se llama Clargin en realidad. Es el lugar mejor de todo Nature para tomar una buena tarta. Incluso mejor que el Flowers and Flavours.- Le aseguró su madre.- Además, Gin es muy buena amiga, una excelente persona. La pobre ha sufrido mucho en la vida. Pero aun así, se mantiene al pie del cañón con el negocio y nunca ha perdido su bondad y su forma de ser tan amable.



            Durante el camino hacia allí, Maggie le fue contando a su hija algunas cosas más. Gloria recordó algo. En cuanto vio ese local, antaño casi siempre lleno, pero ahora apenas ocupado por unos pocos clientes, sonrió una vez más sin pretenderlo.



-Sí, me gustaban mucho las tartas. Lo recuerdo. - Afirmó.- Padre me traía a veces y tú también.



            Entraron al fin ocupando una mesa. Esperaron un poco. Al fin llegó Ginger, había estado dentro de la cocina.



-Hola, Maggie…¿Qué tal todo?-Saludó la mujer con gesto amable.-

-Hola Gin. Muy bien, gracias. Mira. - Sonrió su interlocutora con gran alegría y orgullo.- Esta es mi hija Gloria. Volvió ayer de Nuevo Vegeta.

-Válgame el Señor. ¡Gloria!- Exclamó la perpleja dueña.- Pero si eras una niña muy pequeña… ¡Oh Dios mío, cuanto has crecido!

-Gracias.- Fue lo único que la muchacha pudo decir.-

-¿Quieres que te traiga un poco de tarta Sandy?- Le ofreció esa mujer.-

-Sí, por favor.- Añadió la joven.-

-¿Cómo estáis, Gin?- Preguntó Maggie a la atareada dueña.-

-Bueno, ya sabes, tirando.- Suspiró ella.- Clarisa está muy ocupada ahora con su hija Hipatia. Aunque Franklin ya está hecho todo un hombre…

-¿Has tenido noticias, de?- Quiso saber la enfermera tratando de sonar lo más amable que pudo.-

-Sí.- Sonrió sin embargo Ginger.- Me envió unas fotos. Está realmente mayor.

-Me alegro.- Afirmó Maggie devolviéndole la sonrisa a su amiga.-



            La dueña se alejó para ir a por las tartas y los tés que terminaron por pedirle, entonces Margaret le contó a su hija.



-Su hijo Dean, lleva fuera de casa muchos años, en cierto sentido entiendo muy bien a Ginger…

-¿Su hijo también está entrenando?- Inquirió la joven.-

-Bueno, quizás lo esté haciendo de algún modo.- Especuló su contertulia sin querer ahondar más en el tema. -



            Y tras merendar, y recordar así que aquellos dulces humanos eran deliciosos, las dos retornaron a casa. Pasaron unos días en los que Gloria fue tratando de adaptarse. Ahora, allí estaba, a punto de comenzar las clases. Tras pasar a las aulas fueron divididos por grupos. A ella le tocó junto a esos chicos que le indicaron. Un hombre con sotana y algo entrado en años, posiblemente frisando la sesentena, entró. Fue Luke quién, cerca de ella, le cuchicheó.



-Es el padre Michael.





            Éste se dirigió a los alumnos allí presentes haciendo un breve resumen de los valores del Colegio de la Fe y deseándoles un buen comienzo de curso. Pasaron más clases y otros profesores, en su mayor parte sacerdotes, se presentaron. Al fin llegó la hora de la comida. Gloria no sabía exactamente qué hacer. Acorde con su entrenamiento en Nuevo Vegeta optó primero por observar e imitar conductas.  Pasó a una especie de gran salón con mesas y sillas en donde sus compañeros comían. Había una larga barra en donde los alumnos se proveían con una bandeja, dos platos, vaso y cubiertos y después desfilaban ante un aparador refrigerado con alimentos que se podían elegir. Ella se puso a la cola como los demás y no se sirvió demasiada comida. Ya en Nuevo Vegeta le advirtieron que el apetito de los saiyajin siempre llamaba mucho la atención de los humanos. Cuando concluyó de avituallarse se sentó en una silla y colocó las cosas en la mesa. Aunque nadie se ponía junto a ella. Eso sí, pudo oír algunos cuchicheos.



-¡Mira, esa es una saiyajin!- Decían unas chicas más o menos de su edad, mirándola de reojo, entre atónitas y quizás temerosas.



            Fiel a su forma directa, ella las miró a su vez comentando en lo que trató de ser un tono amable, aunque desde luego, para un humano sonó demasiado contundente.



-Podéis sentaros aquí. No sois mis enemigas.



            Y aquello casi hizo que esas muchachas se asustaran más, tras unas risitas nerviosas se apresuraron a ir al lado contrario de la sala. Gloria optó por ignorar ese tipo de conducta, como le habían dicho que hiciera. Al fin alguien se colocó a su lado. Ese chico, junto con los otros que la habían indicado a la entrada, se sentó junto a ella.



-Hola. ¿Qué tal tu primer día?- Sonrió Fiora colocándose en frente. –

-Tranquilo.- Pudo decir la nueva, porque realmente no había pensado otra cosa.-



            Quizás aburrido sería la palabra, pero fiel a sus instrucciones de no ofender a los humanos se decantó por la otra respuesta.



-Oye, ¿eres una saiyajin, verdad?- Quiso saber Tiffany, no sin cierto tono de temor y con bastante curiosidad.-

-Sí, lo soy, aunque mi madre es humana. - Respondió Gloria.-

-¿Y estudiáis en vuestro planeta?- Inquirió Luke con interés.-

-Claro que estudian.- Escuchó entonces una voz masculina de alguien que se acercaba.- ¡Qué cosas tienes!

-¡Primo!- Exclamó Fiora levantándose  enseguida para ir a abrazarle.-



            Aquel chico de pelo castaño oscuro que tenía unos ojos almendrados de un tono azul aguamarina realmente preciosos, abrazó a su vez a esa joven. Incluso Gloria le observó con interés. Era alto y muy atractivo. Y además la saiyajin sintió algo en él…quizás una fuerza interior que emanaba de ese muchacho, más cuando Fiora hizo referencia a ella para presentarle.



-Éste es mi primo, Alex Ginga. Alex, ella es Gloria Derail, la hija del embajador Kiros y de Maggie.

-Encantado de conocerte.- Repuso el joven inclinando ligeramente la cabeza e incluso aproximando un puño al hombro contrario como los saiyajin hacía para expresar cortesía.

-Lo mismo digo.- Afirmó ella que hasta sonrió, cayendo en la cuenta de algo que no dudó en exponer.- Tu padre fue quien asistió a mi madre en mi nacimiento. Ella me lo contó. Es un honor para mí conocer al hijo de quien ayudó a traerme al mundo.

-Vaya. ¿Cuántas casualidades, eh?- Intervino Luke, al que no parecía hacerle mucha gracia el interés que ese guaperas había despertado en Gloria.-

-Bueno, al final no la has dejado contestar a la pregunta. -Intervino un interesado Franklin, insistiéndole a esa muchacha.- Dime, ¿qué programa de estudios seguís allí?



Eso desconcertó a Gloria, supuso que el mismo que los humanos y respondió.



-Pues aprendemos a combatir, a usar la mente para autocontrolarnos… y estudiamos conocimientos básicos.

-¿Conocimientos básicos?- Repitió Luke.-

-Pues matemáticas, física, historia de nuestro pueblo, literatura terrestre y saiyajin… cosas así.- Enumeró ella.-



            De hecho, su entrenamiento físico y mental fue exigente pero su educación intelectual no lo fue menos. Quizás no supiera o no se hubiese enfocado en las mismas cosas que los humanos pero, desde que llegó al mundo de su padre, la mismísima reina Aiona le ordenó a Elua que hiciera todo lo posible para que la niña aprendiera esas cosas. ¡Y maestros capaces también había en Nuevo Vegeta! La propia reina madre Meioh, solía dar clases a muchos niños y niñas del planeta, sobre todo a aquellos cuyas familias tenían más posibilidades de ir a la Tierra o a mundos habitados por otras culturas.



-Una formación completa. Me gusta esa política educativa de tu planeta. - Convino Alex, sacándola así de ese trance.-



            La joven asintió despacio en tanto Fiora le preguntaba a su primo.



-¿Cómo no viniste esta mañana? Te esperamos en la parada del deslizador.

-Lo siento, es que tenía que ir con mis padres. Hoy ascendían a mi madre y ella deseaba que todos asistiéramos. Mi padre pidió el día libre y a mí me dieron permiso.

-¡Qué raro! Con lo estricto que es el padre Michael para esas cosas.- Comentó Tiffany.-



            Aunque ahora fue la voz del señor Martin quien le contestó, entre amable y divertido, aproximándose hasta ellos.



-En cuanto supo que era por la ceremonia de ascenso de la ya comandante Hunter, el padre Michael estuvo encantado de permitírselo a Alex.



            Todos le dieron los buenos días y el profesor quedó atónito al saber que esa jovencita tan alta y guapa era Gloria.



-¡Cómo pasa el tiempo!- Sonrió él.-

-Señor Martin. ¿Verdad que esta chica podría ser modelo como Stephanie? También Fiora, no sé cómo no se animan.- Intervino desenfadadamente Luke. -



Eso sí, eso causó el sonrojo de Fiora y de Tiffany quién le miró con admonición, ¡vaya unas tonterías comentaba el bobo de su hermano! Estaba claro que se había quedado prendado de esa saiyajin…



-¡Lo lleva tan mal como con Fiora!- Pensó Tiffany con regocijo en este caso.- ¡No, creo que aún peor con esta otra! ¡Al menos Fiora no le desintegraría si la enfada!

-¡Ja, ja! No sé. - Se rio Martin, ajeno como el resto a esas reflexiones, añadiendo.- Cuando vea a Steph le diré si os puede enchufar. Seguro que tendréis futuro, todas vosotras.- Añadió extendiendo amablemente esas palabras a la propia Tiffany.-



            Entonces Martin vio a su mujer, venía de la mano con su hijo David, un crío de aproximadamente unos ocho años, de cabello castaño claro, casi rubio, y ojos tan verdes como los de su madre.



-Disculpadme chicos.- Les pidió.-



            Estos por supuesto que lo hicieron y él se dirigió hasta su familia. Tras darle un beso en la mejilla a su mujer y otro a su hijo, les preguntó.



-¿Qué tal el día?

-David está algo malito, ¿verdad tesoro?- Repuso Daphne con tono algo apurado.-

-Sí, me duele la garganta.- Se quejó el niño con tinte apenado.-

-Bueno, pues si estás malito de veras, supongo que mamá podrá llevarte a casa.- Comentó él.-

-Sí, quiero acercarme a ver a la doctora Sullivan.- Afirmó la muchacha.- Espero que pueda reconocerle y recetarle algo.

-Vale. La pobre doctora va a acabar por adoptarle, ¡os pasáis la vida allí! - Aseveró con una sonrisa Martin quién, dándole otro formal beso en la mejilla a su mujer y un asimismo cariñoso al crio, añadió.- Ya verás como no será nada, campeón. Luego os veo.



            Daphne simplemente asintió sin ser capaz de responder nada. Se marchó llevándose  al niño de la mano. Pensaba en ver a Julieth lo antes posible, sí. Era gracioso, la veía mucho cuando daba clases a su hija Helen. Aunque la niña ya había pasado de curso y no le tocaba en la clase.



-Bueno, ahora será ella quien haga de profesional con mi hijo.- Suspiró.- A mí ya me tocó durante un par de años con la suya.



            De camino a la consulta, tras tomar un deslizador y sentarse junto a David, la mujer iba recordando. Esos años habían pasado casi sin darse cuenta. No es que hubiera sido desdichada ni mucho menos, adoraba a su pequeño y su matrimonio era bueno. Podía considerar que hasta feliz.  Pero en parte se sentía vacía. Desde la marcha de Sabra hacía ya al menos nueve años. ¿O quizás eran más? No volvió a saber de ella. Lo ocurrido durante aquel horrible ataque aun le provocaba pesadillas.



-Mi hermano.- Pensaba todavía con horror.-



            Aun se despertaba llena de sudor frío oyendo la voz de esa malvada. Después esa explosión y el temor por la vida de Byron que la llevó a perder el sentido. Al despertar, Martin estaba a su lado.



-¿Cómo te encuentras?- Quiso saber él.-

-¡By! ¡Mi hermano!- Pudo decir con horror, mirando a su alrededor.-



            Se encontró acostada en una cama de hospital, compartía habitación con otra paciente más puesto que el lugar estaba lleno. Su prometido de entonces le acarició el rostro enjugándole alguna lágrima para musitar con afecto.



-Tranquila…



            Y fue entonces cuando le vio. Tímidamente el chico entró. Apenas sí podía creerlo. Gritó su nombre una vez más y se  incorporó de la cama. Estaba débil pero no le importó. Su hermano pequeño estaba ahí, y a salvo. Se abrazaron enseguida y lloraron los dos.



-¡Creía que estabas muerto!- Gimió la pobre chica.-

-No sé qué pasó.- Fue capaz de responder el emocionado muchacho.- Pero cuando volví en mí estaba en medio de una pista del astro puerto, hacía calor, había disparos y una nave estalló. Pensé que iba a morir, sí. Pero entonces una gran figura, muy alta y de pelo largo y blanco me protegió. Fue como si el fuego y las explosiones no pudieran tocarme. Después no recuerdo nada más. Solo que tres mujeres vestidas de forma extraña y el embajador de los saiyajin, me sacaron de allí.



            Daphne le escuchó asombrada y hasta incrédula. No sabía si su pobre hermano había alucinado, pero no le importaba. Le tenía ahí, junto a ella. Y eso era lo único que contaba. Al poco también entraron Stephanie y sus padres. Todos se fundieron en un gran abrazo. Ella incluso se sentía lo bastante bien ya como para levantarse y dejar la cama. Habida cuenta de la escasez de plazas nadie le puso objeciones. Por desgracia, otros no corrieron tanta suerte. El panorama era terrible. Muchos muertos y heridos, casi toda la ciudad afectada o destruida. Al hilo de eso también recordó a Sabra. Una vez que sus padres y Byron estaban un poco aparte, en tanto el joven charlaba con ellos, la maestra le preguntó a su prometido.



-¿Dónde está ella?

-Se fue.- Afirmó Martin.-

-¿A dónde?- Quiso saber la chica, agregando no sin incredulidad.- Estaba con nosotros…allí. Hace un rato…

-Dap. - Le reveló una preocupada Stephanie aproximándose hasta ella.- Han pasado dos días de eso. Estuviste sin sentido todo ese tiempo. Nos asustaste mucho a todos. Sabra vino a verte y me encargó que la despidiera. Dijo que…

-Ya. Lo sé. - Musitó la joven, quién no obstante sonrió, asintiendo.- Sí, lo haré. Martin.- Le pidió a su prometido.- Por favor, quiero que nos casemos cuanto antes. Sé cómo está todo de destruido pero no me importa si la iglesia está en ruinas.



            Tanto su hermana como su novio la observaron con estupor. Fue él quien comentó.



-¿Estás realmente segura de eso?...Ya no tienes porqué fingir.

-Martin y yo hemos hablado estos días. Y le dije que ya lo sabía, Dap.- Le confesó Stephanie.- ¿Recuerdas?



            Ahora fue Daphne quien les miró atónita y al fin asintió. No obstante, no tardó en confirmar.



-No estoy fingiendo. Ya no. Te quiero, Martin. Sabra misma me animó a estar contigo. Ya no debes temer nunca más por eso. Estoy deseando ser tu esposa y tener una boda maravillosa. Y que tú, enana, seas mi dama de honor y la madrina.



            Stephanie sonrió muy emocionada abrazándose a su hermana mayor. Y así aconteció. La boda tuvo lugar mes y medio después. Fue increíble lo rápidamente que se trabajó en reconstruir muchas de las zonas afectadas. Y además, la iglesia cercana al colegio de la Fe fue poco dañada por los ataques. Algunos no tardaron en afirmar que debido a la intervención del Señor. En fin, fue un evento hermoso y ayudó a que los amigos y familia comenzaran a recuperar la alegría. Daphne vestida de novia estaba preciosa, conducida al altar por su orgulloso padre, y ayudada a llevar la cola de aquel vestido de la firma Deveraux por su propia hermana, quién la miraba con orgullo y admiración.



-Como en las visiones que tuve.- Recordó entonces la novia.-



Al concluir la ceremonia los dos jóvenes esposos festejaron con todas esas personas que tanto significaban para ellos. La música sonó y ella bailó con su marido a los acordes de canciones como ésta.



Latido, cuando no estás cerca late despacio

Y es algo que nunca he conocido, ¡Oh, Oh!
Estaré, seré la respuesta que has estado esperando
Seré la verdad que has estado buscando, ¡Oh, oh!

No estás sola, estamos en esto juntos

Todo lo que quieres está aquí para siempre


Martin y ella daban vueltas por la pista, con sus rostros casi pegados entre sí. Él sonreía con evidente felicidad y Daphne le devolvía la misma sonrisa.  No tenía que fingir en eso. Y es que también se sentía dichosa.



Y ellos no necesitan saberlo Oh, Oh!
Y ellos no necesitan saberlo
Tú no estás sola. Estamos en esto juntos

Todo lo que quieres, Estoy aquí mismo para siempre

Y ellos no necesitan saberlo, Oh, Oh!
Y ellos no necesitan saberlo…


En aquel momento la letra de aquella melodía se cumplía para ella. Tenía a su lado a toda su familia que la contemplaba con ilusión y cariño. Y ahora estaba junto a su marido, quién le había demostrado estar ahí, a su lado en lo bueno y en lo malo, desde que se conocían.



Estas libre, libre por que dejar ir,

porque estaré aquí para ti

Y cuando caigas seré tu paracaídas, Oh, oh


            Así era, debía dejarla ir. Sabra se lo dijo bien claro. Le contó que estaba enamorada de otra persona. Por supuesto ella jamás lo creyó. Solo tuvo que ver la expresión perpleja del chico al que su ex novia besó.  Esa fue la forma que su ex pareja tuvo de decirle que sus caminos debía separarse. Y ella finalmente lo aceptó. No más dudas, no más remordimientos. Seguro que podría ser feliz y sobre todo, hacer feliz a Martin, que había demostrado merecerlo.



Yo, yo, yo, siento que estoy bailando en el cielo

Vuelvo a la vida cuando estoy contigo
Vuelvo a la vida cuando estoy contigo


-Sí, dar la vida por los amigos.- Suspiró.- Amar a quienes nos aman y verles dichosos. ¿Porqué no?...

-¿Decías algo, cariño?- Quiso saber él.-

-Sí, que no puedo ser más feliz, estando contigo.- Afirmó la joven, sonriéndole de modo luminoso.-



No estás sola, estamos en esto juntos

Todo lo que quieres está aquí para siempre

Y ellos no necesitan saberlo ¡Oh, Oh!
Y ellos no necesitan saberlo


Yo, yo, yo, siento que estoy bailando en el cielo

Vuelvo a la vida cuando estoy contigo
Vuelvo a la vida cuando estoy contigo



            Disfrutaba además, observando la alegría en la cara de su hermana Steph, que hasta bailaba divertida con By y la observaba a ella misma con una mezcla de orgullo y admiración.


No hables, tu sonrisa me dice todo lo que tengo que saber

Tus ojos me muestran donde quiero ir, Oh, oh


No estás sola, estamos en esto juntos

Todo lo que quieres está aquí para siempre

Y ellos no necesitan saberlo Oh, Oh
Y ellos no necesitan saberlo


Yo, yo, yo, siento que estoy bailando en el cielo

Vuelvo a la vida cuando estoy contigo
Vuelvo a la vida cuando estoy contigo

(Joe & Jake - You're not alone. Credit to the artist)



            Y tras la fiesta finalmente vino la noche de bodas. Ese era el momentos que más temía. Allí Daphne estuvo mucho más remisa y asustada. Martin la tomó en brazos, eso sí, cuando entró con ella al piso que los padres de la chica tenían en Sagan City. Fueron muy afortunados dado que esa parte de la ciudad apenas sí fue alcanzada. Y lo que fue destruido ya estaba casi reparado.



-Señora Carson. Bienvenida a la que siempre ha sido su casa.- Rio él.-

-También es la tuya ahora.- Convino su mujer.-

-En cuanto podamos compraremos la nuestra propia. Ahora que todo se está reconstruyendo en Nature y que el gobierno ha aprobado ayudas a la población, los precios serán más asequibles. Además, los dos trabajamos y nuestros padres nos ayudarán. ¡Será maravilloso!- Afirmó él.- Pero antes de nada, disfrutaremos aquí, de nuestra vida en común.





            Y tras decir aquello la dejó suavemente sobre la cama. El joven fue a cerrar la puerta de la casa y después retornó. Daphne le observaba tumbada, sin hacer el más mínimo intento de quitarse su vestido de novia. Su marido le devolvió la mirada y sonriente, sentenció.



-No me canso de mirarte vestida así.  Eres la imagen más bonita que he visto nunca…¡Mi sueño hecho realidad!



            La chica sonrió sinceramente halagada, y no dudaba de que él decía lo que realmente pensaba. Aunque ahora la asaltaba el miedo. Más cuando Martin comenzó a quitarse la ropa. Daphne se sentía paralizada, el chico ya estaba en ropa interior, cuando se percató del gesto lleno de zozobra de ella.



-¿Te encuentras bien, cariño?

-Sí, ha sido un día muy largo, supongo.- Suspiró la aludida sin saber qué más decir.- La emoción, los nervios…

-Deja que te ayude.- Se ofreció su interlocutor.-



            Dócilmente ella se puso en pie y él tanteó a su espalda buscando la cremallera que llevaba ese vestido. Sonó el ruido de la misma al bajarse y Daphne pudo liberarse de él. Con suavidad su esposo la hizo girarse hasta que nuevamente se miraron. Aunque ahora ella no sonreía, su expresión casi daba la impresión de ser de angustia. Él tomó su rostro con una mano y, con mucho cuidado, lo aproximó al suyo besándola. La muchacha no se resistió, aunque tampoco colaboró. Martin comenzó a acariciarla por todo el cuerpo, despacio. Ella respiraba con creciente agitación bajando la cabeza.



-¿Qué te pasa?- Le preguntó él con suavidad.-

-Lo, lo siento.- Sollozó la joven.- Es que, es que yo…

-Entiendo.- Suspiró él.- No tengas miedo, yo tampoco.- Le confesó.-



            Ella le miró, al principio sin entender a qué podía referirse, aunque enseguida lo supo. Más cuando él aclaró.



-Nunca he hecho esto. Pero así será más bonito. Tú eres con quien yo quería tener mi primera vez…

-Martin.- Pudo decir ella casi entre balbuceos.- Yo, tampoco lo he hecho nunca…- Fue capaz de replicar, aunque tras unos angustiosos instantes, tuvo el valor de matizar.- Con un hombre…



            Su marido la miró perplejo ahora, elevando el mentón de la muchacha con un dedo. Daphne le sostuvo la mirada con sus ojos llenos de lágrimas, algunas rodaron por su rostro.



-Lo siento, yo…- Agregó compungida.- Por favor, dame tiempo…

-Todo el que quieras, mi amor.- Aseguró el chico.- Vayamos muy poco a poco… ¿Te parece?



            La chica asintió de modo rápido y brusco, aunque se sentía mal. Estaba incómoda y solamente podía pensar en esa misma situación, pero con otra persona. Su marido estaba besándola con suavidad en el cuello y bajando hacia los hombros, el pecho y el vientre. Eran besos inexpertos pero, pese a ello, ella podía percibir el amor que encerraban. No obstante, se veía incapaz de corresponder, al menos de momento. Al fin él se quitó la ropa interior. La chica ni se atrevía a mirar. Allí continuaba sin despojarse de su sujetador ni de su otra prenda, esa que cubría sus partes íntimas.



-¿Puedo?- Le preguntó él, no sin agitación en su voz.-

-Sí, claro.- Musitó la chica con evidente zozobra pese a todo. -Claro…



            Martin se puso tras de ella otra vez para soltar el cierre del sujetador. Al hacerlo éste cayó al suelo liberando los pechos de Daphne. Él se adelantó para ponerse frente de la muchacha. Por un momento observó esos senos de tono blanco y los acarició sintiéndolos tersos y duros. Eso hizo que la joven soltase un gemido muy leve, casi más debido a la sorpresa y  sentirse tan violenta, que a la excitación. Su marido fue descendiendo poco a poco con sus manos hasta llegar a esa otra prenda que deslizó hacia abajo, arrodillándose al mismo tiempo frente a ella. La chica notó como él la besaba cerca de esa parte, eso sí hizo que jadease algo más excitada.



-¿Voy bien así? – Quiso saber él mirándola hacia arriba, sin dejar de estar arrodillado.-



            Ella asintió deprisa ahora, deseando que continuase. Al menos en eso Martin parecía haberse documentado. Daphne separó incluso las piernas para que le resultara más sencillo. Al poco, la joven estaba lo bastante animada como para que él la tomase en brazos y la pusiera una vez más en la cama. Esta vez tumbándose encima. La muchacha se sentía angustiada, pero trató de aguantar. Al menos él comenzó a bajar por su cuerpo, besándola sin cesar. Con las luces apagadas casi podía cerrar los ojos y abstraerse pensando en Sabra. Aunque el chico era más rápido e impulsivo, carecía del dominio en esas artes de su ex amante. Al fin, él retornó de nuevo a visitar aquellas partes privadas y Daphne volvió a dejarse hacer, separó una vez más su piernas y fue entonces cuando oyó el susurró excitado de su esposo.



-¿Preparada?-Quiso saber ese novel amante.-



            La joven apenas pudo musitar un sí. Él pasó a introducir algo, sus dedos quizás. Daphne ahogó una exclamación. Al fin, volviéndose a colocar sobre ella, Martin la abrazó presionando su cuerpo contra el suyo. Al principio le costó pero finalmente pudo penetrarla. Ella soltó una exclamación, entre el dolor, la impresión y la angustia, a medias con la excitación. Su esposo comenzó a moverse y ella notó esa parte en su interior. Pudo abrazarse a él en tanto aquello duró. No supo cuando, hasta que él terminó cayendo a un lado. Tras unos instantes de silencio y respiraciones entrecortadas, el chico se atrevió a preguntar.



-¿Ha sido tan malo?



            La muchacha ni supo que responder a eso. Si se paraba a analizarlo no fue algo tan terrible, pero tampoco le dio ni muchísimo menos ese goce que había experimentado con Sabra.



-Perdóname, aprenderé.- Le aseguró él que parecía avergonzarse de su nula experiencia en esas lides.-

-No.- Pudo musitar ella, volviendo su rostro para mirar al de su esposo.-  Perdóname tú a mí. Esto no es justo para ti. Has sido bueno, dulce y comprensivo conmigo. Incluso sabiendo la verdad. No es culpa tuya, sino mía.

-Solo sé que te amo más que a nada.- Aseguró Martin acercándose a ella.- Y que lo único que deseo es hacerte feliz.

-Lo sé.- Fue capaz de decir la chica casi al borde del llanto.- Lo sé…yo…



            Se levantó de la cama sentándose en ella. Su marido hizo lo propio pasándole un brazo tras los hombros y acurrucándola junto a él.



-Tendremos mucho tiempo para ir mejorando.- Quiso animarla.- Y ¿quién sabe? Puede que un día, llegue a hacerlo bien y hasta evite que te quedes dormida…- Añadió con humor.-



            A su pesar ella se rio. ¡El pobre muchacho estaba intentando poner todo de su parte para que se sintiese mejor! Por desgracia había algo que él no podía hacer, transformarse en su ex amante. No obstante, Daphne se lo debía.



-Para ser tu primera vez con una chica, no ha estado mal.- Le alabó ella ya con un tinte más amable e incluso sincero.-

-¿También ha sido tu primera vez, verdad?- Comentó él algo dubitativo.-

-Bueno, ya te dije que con un hombre, sí.- Concedió Daphne quién incluso se permitió sonreírle en tanto le daba un beso en la mejilla para agregar.- Pero con mujeres te llevo ventaja.

-Dame tiempo, aprendo rápido.- Fue capaz de contestar el joven.-



            Y la besó de nuevo, tratando de recorrer el cuerpo de la chica una vez más, con intensidad aumentada. Esa vez Daphne tuvo que admitir que lo hizo mejor. Y así pasaron los días, meses y años de su vida en común. De hecho, siguieron trabajando juntos en buena sintonía y como pareja, de cara al exterior, lucían bien. Era un matrimonio compenetrado, que se quería. Sin embargo, en la intimidad, sus relaciones fueron espaciándose en el tiempo. Eso no impidió que un día ella quedase embarazada. Aquello fue un gran incentivo para los dos. La felicidad que la muchacha experimentó cuando lo supo fue totalmente real. Y por supuesto que, cuando David nació, no pudieron ser más dichosos. Luego el crío fue creciendo. Al principio nada de sexo por , sobre todo, la devoción que pusieron ambos en cuidarlo. Después, sencillamente era ella quien no se mostraba muy receptiva. Al menos con  Martin. Sin embargo, no podía evitar dirigir miradas llenas de deseo a muchas mujeres con las que se cruzaba, charlaba o incluso entablaba una amistad. Por supuesto que, sus votos matrimoniales y su sentimiento de culpabilidad, no le permitían ir más allá de eso. Al menos hasta que…



-Bueno, cariño, hora de ir a ver a la doctora.- Declaró saliendo de esos pensamientos, cuando llevando a David de la mano le hizo levantarse del asiento del deslizador para entrar en la consulta.- Seguro que te pondrás bueno enseguida.



            El niño asintió con esa esperanza. Al entrar en el piso que servía como consulta de la doctora Sullivan tuvieron la suerte de que no hubiera nadie delante. De hecho, la propia Julieth salió sonriente a abrirles la puerta y les pidió que pasaran.



-Hola David.- Sonrió cariñosamente al pequeño.-

-Creo que está malito. ¿Verdad tesoro?- Repuso Daphne.-

-¿Otra vez, cariño? Debe de ser un resfriado típico de esta época.- Valoró la doctora, antes de incluso reconocerle.-



            Pasaron a la salita médica donde la médico tenía sus útiles. El crío se sentó y Julieth no tuvo problema en examinarlo con rapidez, el típico palito para que abriera la boca, el estetoscopio para auscultarle. Aquel crío se rio de lo frío que estaba. Ambas mujeres se miraron y sonrieron. Al fin, la doctora declaró.



-Bueno, esto no es nada. Un poquito de descanso, sopa caliente y como nuevo. Si acaso no le lleves al colegio mañana.- Aconsejó a la madre del pequeño que asintió.-

-Le dejaré con mis padres o con mis suegros.- Repuso Daphne no sabiendo a ciencia cierta a quién le podría colocar al crío esta vez.-

-Bueno, pues ya está.- Sonrió la rubia doctora en tanto le abrochaba la camisita al niño.- Ahora espera un momento a mamá.- Le pidió con dulzura al pequeño.-



            Y abriendo la puerta de la consulta dirigió al crio a otra salita en la que había algún juguete y holo tebeos. David se dejó llevar dócilmente, estaba acostumbrado a aguardar un ratito mientras su mamá hablaba con la doctora. Al fin, Julieth regresó sola y cerró la puerta tras de ella, apoyándose en la misma para decir algo perpleja.



-David solamente se ha enfriado, tampoco hacía falta que lo trajeras.- Afirmó incluso con cierta inquietud, recordándole a su contertulia.- De hecho, es la tercera vez en dos semanas que has venido con él.

-Lo sé.- Suspiró Daphne levantándose de la silla en la que estaba sentada y acercándose a la doctora.-



            La rubia maestra abrazó entonces a su interlocutora obsequiándola con un apasionado beso en los labios que ésta correspondió. No tardaron en empezar a desnudarse mutuamente. Tumbadas sobre la camilla de reconocimiento dieron rienda suelta a sus deseos. Apenas diez minutos que se les hicieron muy breves. Todavía jadeantes se besaron una vez más en la boca.



-Tenemos que dejar de hacer esto.- Pudo susurrar una apurada Julieth en tanto se vestía. –

-Sí, pero…no sé cómo podría verte sino.- Opuso Daphne quién también se dio prisa en ponerse su ropa.- Es la única manera. Ya me entiendes…

-¿Y tu esposo no sospecha nada?-Inquirió la facultativa.-

-No, que yo sepa. Además, David estaba enfermo, él mismo lo vio.- Añadió su interlocutora que ya había vuelto a poder hablar sin jadeos.-





            Finalmente, ya vestidas y bien arregladas, como de costumbre cada vez que consumaban alguno de esos encuentros, salieron. Daphne fue a por su hijo y tras despedirse de la doctora con un simple saludo, tomó a su pequeño de la mano y retornó a casa.



-Mami. ¿Me podré quedar en casa de los abuelos?- Quiso saber el niño.-

-Claro, cariño.- Sonrió débilmente ella, que casi no se atrevía a mirarle a la cara.-



            Le daba muchísima vergüenza y se sentía terriblemente mal por usar de ese modo a su hijo. Pero es que desde esa primera vez en la que ella y Julieth habían “ conectado” sentía que no era capaz de pasar sin su amante. Necesitaba sus caricias, sus besos y la manera que tenía de hacerle el amor. La propia doctora le confesó que no había tenido pareja desde hacía muchísimo tiempo. Y que la había estado observando con deseo aunque sin atreverse a nada. Daphne tampoco fue ajena al atractivo de esa doctora pero hasta hacía pocos años ni tan siquiera se imaginó que pudiera compartir sus inclinaciones. Es más, todo aquello vino cuando, al año y medio de nacer David, le llevó a que ella lo reconociera. Ya le había atendido antes pero ésta fue la primera vez que fue sin su esposo a la consulta. En esa ocasión el niño estaba perfectamente pero fue ella quien pidió un reconocimiento ginecológico. Por supuesto Julieth se lo hizo pero, además de explorarla la excitó como hacía muchos años que no lo había estado, tanto que ella sujetó la mano de la perpleja doctora para que incluso profundizase más. Menos mal que el crío se había quedado dormido. Daphne aprovechó entonces para, entre jadeos, disculparse, aunque su médico le sonrió despacio. Aproximó su rostro al de ella, y fue cuando se besaron por vez primera. Entonces nada más sucedió. Solamente hablaron y Julieth le confesó.



-Nunca estuve interesada por los hombres.

-Pero tienes una hija.- Opuso la atónita Daphne.-

-Sí, pero a Helen la concebí por inseminación artificial.- Le contestó la doctora, agregando eso sí, con pasión de madre.- Ella es lo más importante de mi vida y aunque no tengo pareja estable no me ha hecho falta para ser feliz. Bueno, tuve que correr el rumor de que tenía novio o de que iba a casarme, luego de que lo estaba. Pero que mi esposo vivía fuera por trabajo. Hace años, vino a verme un primo segundo que hasta hizo el papel de marido de cara a tapar las bocas de los chismosos. Ya sabes, aquí, en este planeta y sobre todo tras lo sucedido, la neoreligión ha ganado tantos adeptos y tanta fuerza…Ya es duro a veces que me miren y crean que estoy separada o soy madre soltera. Si supieran que en realidad…

-Lo sé.- Afirmó Daphne solidariamente.- Mírame a mí, estoy casada con un hombre estupendo y soy madre. Y aun así tengo miedo.



            Julieth la observó con interés para inquirir no sin prevención.



-Si no te molesta la pregunta, ¿te casaste para ser madre? O ¿quizás para ocultar lo que de verdad eres?

-No, yo quiero a Martin.- Declaró la joven.-  Quizás no en este aspecto, pero, pese a todo, soy feliz con él, y más tras el nacimiento de David.- Añadió mirando con mucho amor a su pequeño que seguía dormido, ajeno a lo que su madre estaba diciendo.- Mi esposo me quiere y es un estupendo padre. Pero yo no me siento a gusto con él en…ya me entiendes.

-Entonces, ¿tu marido y tú?- Inquirió la perpleja doctora.-

-Apenas tenemos relaciones. Sobre todo tras el parto.- Comentó ella.-  Martin no quiere forzarme. De vez en cuando trato de complacerle un poco. Ya sabes, sexo oral, u otro tipo de estimulaciones, porque se merece algo al menos. -Movió la cabeza entonces y mirando al techo reconoció con tristeza. -No es justo para él.

-Yo no podría.- Admitió Julieth.- No podría acostarme con un hombre…ni siquiera hacerle eso otro.

-Pues eres muy guapa.- Afirmó Daphne.- Seguro que habrás tenido proposiciones…

-Sí, muchas.- Pudo decir la interpelada.- Aunque siempre supe declinarlas sin levantar sospechas. Ya sabes, el rumor de un novio que estaba en la Tierra…después mi esposo ausente.

-Dime, si no te importa.- Fue el turno de Daphne para querer saber.- ¿Has hecho esto con alguna otra de tus pacientes?

-No.- Confesó la facultativa añadiendo para sorpresa de su interlocutora.- La verdad es que tú eres distinta. Me gustabas desde la época en la que eras la maestra de mi hija. Pero yo pensaba... creía que eras heterosexual. Siempre con Martin al lado. De familia tan creyente. Y jamás me atreví ni a insinuarme. Además, lo veía mal, estando mi hija de por medio.

-Sí, tan mal como estando ahora David.- Suspiró ella con tono culpable tras dedicar una furtiva mirada al niño que seguía dormido, ajeno por completo a aquello.- Sería indigno para una madre usar así a sus hijos, ¿Verdad?…ç



            Hubo un tenso y desagradable silencio. Quizás Julieth se dio cuenta del alcance de sus palabras.



-Lo siento.- Se disculpó enseguida la doctora.- ¡Perdóname, soy una estúpida! No quería decir…

-No tienes la culpa. Fui yo quien empezó. El hecho de que una mujer atractiva como tú me tocase.- Suspiró Daphne casi con lágrimas ahora.- Hacía mucho tiempo que no me sentía así.

-No tengo ninguna intención de perjudicarte.- Se apresuró a afirmar Julieth con evidente apuro, para proponer.- Lo mejor será que olvidemos que esto ha sucedido. ¿No crees?



            Y su contertulia asintió, pero no pudieron hacerlo. La tentación era demasiado fuerte para las dos. Sobre todo cuando Daphne acudía con su hijo a algún chequeo rutinario. La doctora siempre examinaba al crio con mucha amabilidad y dulzura dejándole luego en una salita de juegos. El niño se entretenía allí sin prestar atención a nada más y ellas… pues aprovechaban cada segundo en caricias y besos  que llevaban a cosas más profundas. Y el caso es que Daphne no podía decir que estuviera enamorada de la doctora, como creía que Julieth tampoco lo estaba de ella. Esa mujer era muy independiente y tenía a su propia familia. Su hija Helen, tendría los ocho años quizás cuando comenzaron esa apasionada relación. Ahora la cría era casi una adolescente. Eso dificultaba mucho que ambas pudieran verse en casa de Julieth. Salvo en horario escolar. Y teniendo en cuenta que la consulta estaba en el piso de la doctora, era el único sitio del que los miembros de esa comunidad tan religiosa y curiosa no podrían sospechar.



-Sobre todo tras lo sucedido con esas horribles mujeres.- Recordaba ahora Daphne.-



            Esas Feminax, las que habían pregonado su odio hacia los hombres. Y sobre todo, esa diabólica Marla. Solamente con recordarla palidecía. Al fin supo que, tras lo de Byron, esa malvada pudo huir a la Tierra. Pero al fin la atraparon, haría quizás un par de años. Fue juzgada y eso tuvo repercusión. En principio la abogada defensora iba a ser nada menos que ¡Kerria Malden! Quien,  a punto de comenzar el proceso presentó su renuncia.  Alegó que su conciencia no le permitía defender a esa mujer…y en un giro sorprendente que reflejó casi toda la prensa, quiso ser la fiscal. Al final Marla fue condenada a un castigo terrible. Daphne no lo recordaba bien, pero en un planeta que había abolido oficialmente la pena de muerte, hubo otra cosa capaz de helar la sangre de esa loca.



-No sé qué le pasó. La llevaron muy lejos, a una prisión perdida en un mundo muy lejano, creo. No importa lo que fuera. Al menos ya no es una amenaza para nadie.- Pensó con alivio en tanto llegaba con su hijo a casa.-

-Mami, tengo hambre.- Le hizo saber David.-

-Ahora mismo te preparo algo, cielo.- Sonrió solícitamente ella.-

-La doctora tiene muchos juguetes.- Comentó el crío, contento a ese respecto.-

-Sí.- Asintió ella, sin saber qué más decir.-



            El niño tosió un poco. Por lo menos, de cara a la conciencia de Daphne, le había llevado al médico con motivo. Cerró los ojos y se llevó las manos a la cara, tapándosela ahora. Por muchas razones que quisiera argüir, se daba cuenta de que ninguna era para convencer a Martin. Todas estaban destinadas a convencerse a sí misma.



-¡Señor, perdóname! Sé que está mal.- Se decía llena de culpabilidad.- ¡Estoy engañando a mi esposo!



            A veces llegaba incluso a desear que fuera él quien la engañase con otra. Sería la única manera de liberarse. No ya por un hipotético divorcio, sino por tener una justificación. Empero, al momento de pensar así se sentía una rastrera. Y luego estaba su hijo. David la observaba con esa expresión de inocencia y extrañeza.



-¿Qué te pasa?- le preguntó el crío.-

-¿A mí?, nada, cariño.- Se apresuró a replicar.- Voy a ver que te hago para comer. Dime, ¿te gustaría algo en especial?

-¡Macarrones!- Exclamó el pequeño.-



            Eso al menos la hizo sonreír. A su hijo le gustaban mucho los macarrones con tomate y algo de carne que hacía, receta de la abuela Lidia. Así pues, tras ponerse ropa cómoda y el delantal, le dijo animosamente al niño.



-Ahora mismo los preparo, cielo…



            En la escuela entre tanto la hora de comer terminó, sucediéndose las últimas clases. Al fin, tras terminar, Gloria se fue junto con el resto. Vio salir a ese chico tan alto y atractivo y se aproximó, eso sí, con el genuino deseo de pedirle un favor.



-¿Podría acompañarte para saludar a tu padre?- Fue capaz de decir.- Quisiera darle las gracias por estar ahí, y ayudar a traerme al mundo.

-No hay problema. – Sonrió Alex quién sin embargo opuso.- Pero puede que esté de turno en el hospital. Te diré lo que haremos. Llamaré a casa…



            La chica asintió. Entre tanto el resto de los muchachos observaban la escena perplejos. Luke fue quien cuchicheó con asombro e incluso algo de envidia.



-Ese Alex siempre está igual. No sé que demonios tiene, todas las chicas se le pegan como lapas.

-Sí, no sé qué tendrá.- Replicó sarcásticamente Tiffany con evidente sonrisa para responderse a sí misma con patente regocijo, enumerando.- Es guapo, alto, simpático, atento, inteligente…está muy bueno, no sé qué podemos ver las chicas en él.

           

            Algo envarada, Fiora se limitó a hacer como si no hubiera oído nada y Franklin se sonrió ligeramente aunque tampoco hizo comentario alguno. Al fin, Alex pudo comunicar con su casa.



-Sí, mamá. Bueno, ¿está papá? ¿No? Lástima. Verás, es que tengo una compañera que quisiera darle las gracias por algo. ¿Qué quién es?...



            Tapó un momento el auricular para decirle a la muchacha.



-¿Puedo dar tu nombre?

-Por supuesto.- Asintió ella repitiéndolo completo.- Gloria Elua Derail.



            Alex se lo dijo a su madre y tras escuchar un momento el chico contestó.



-Sí, sí se lo diré. Claro. Hasta luego, mamá…



            Y volvió a dirigirse a la nueva para preguntar.



-Mi madre dice que, si quieres y tienes tiempo, sería un placer que pasaras por casa. Mi padre no tardaría en llegar y ella desea saludarte también. Dice que es muy amiga de tus padres y que sirvió junto al embajador.

-En tal caso, siendo compañera de batalla de mi padre, el honor será mío. Acepto agradecida su invitación.- Sonrió la muchacha.-

-Bueno, pues entonces ven conmigo.- Le propuso Alex.-



            Y esa muchacha asintió. ¡Así daba gusto! Al menos eso creyó Luke. Quien pensó al menos que todavía le quedaba Fiora. Por ello, su decepción fue grande cuando ese guaperas le preguntó a la muchacha.



-¿Te vienes, prima? Puedes avisar a tus padres y decirles que cenas con nosotros.

-Por mí genial.- Sonrió Fiora.-

-Yo advertiré a los míos. Debo pedir su autorización.- Comentó Gloria.-



            Hizo una llamada a casa que su madre contestó. La chica la puso al corriente y Maggie, como no pudo ser de otra forma, le dio permiso y además de muy buena gana.



-¿Te ha invitado Alex? ¿El hijo del doctor Ginga?- Repitió entre sorprendida y agradada.-

-Sí, madre. Creo que sería un insulto rehusar.- Aseveró Gloria.-

-No es algo tan tremendo, hija. Pero tranquila. Puedes ir, saluda a Susan de mi parte. Quiero decir, a la señora Ginga. Hace días que no la veo.- Le comentó.-

-Así lo haré.- Convino la joven.-



Los otros la oyeron hablar un poco más. Al cabo de unos momentos, tras cortar la comunicación, Gloria le dijo a ese joven con visible alegría y consideración.



-Mi madre dice que le parece una gran idea. Añadió que será un placer para ella devolverte la invitación. Y debo decir que para mí, también.



            Y tras esas palabras todos abordaron el deslizador. Al pasar unas paradas y para su fastidio Luke tuvo que bajarse, seguido por su hermana quién en eso no era más feliz que él viendo como Alex se iba con esa individua. Después fue Franklin quién se despidió.



-Oye.- Le propuso Alex antes de que bajase.- Vente también.

-No, gracias.- Declinó amablemente éste.- Mi madre ya tendrá la cena preparada y no les dije nada.- Otro día quizás.



            Sus amigos asintieron y el joven rubio se bajó en la parada para encaminarse a su casa. Atónita, Gloria pensó que era un gesto de poca cortesía rechazar de ese modo una invitación. Aunque quizás las normas humanas fueran distintas a las saiyajin en aquello también.



-Aprende a conocer bien las costumbres de los humanos antes de juzgarles.- Musitó recordando el consejo que la propia reina Aiona le dio.-



            Y optando por seguir esa buena sugerencia de su soberana se sentó junto con esos dos muchachos a la espera de llegar a su destino…




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