Era otro día más de clase, el grupo de
adolescentes se reunió en la parada del deslizador. Fieles a la costumbre iban
juntos al colegio. Al único que prácticamente había en la zona. Tras los
terribles destrozos producidos por el ataque de años atrás, apenas sí se había
reconstruido el instituto antiguo. En cambio, el Colegio de la Fe recibió
subvenciones de muchos donantes de la Tierra y Bios. En apenas un año se
restauró e incluso se amplió. Los directores del centro ofrecieron a las
autoridades encargarse de la escolarización de prácticamente todos los jóvenes,
a fin de que hubiera más recursos para reconstruir otras cosas fundamentales
del planeta. Eso les dio un creciente poder e influencia en la agradecida
sociedad naturiana que no desaprovecharon. Ahora, algunos de sus alumnos
aguardaban para ir allí, en esa parada.
-Espero que lleguen pronto.- Comentó
Franklin, observando el panel holográfico con la hora.- El deslizador vendrá en
tres minutos, treinta y dos segundos.
-Claro que vendrán.- Sonrió despreocupadamente
Fiora, la alta jovencita de larga cabellera morena y hermosos ojos azules.- No
te agobies.
-No lo hago, ya estoy aquí y no voy a
llegar tarde.- Comentó a su vez desapasionadamente el chico, concluyendo. - Mis
probabilidades de abordar el deslizador son del ciento por ciento.
Fiora
se rio mirándole divertida, su interlocutor le devolvió una mirada de
desconcierto y la chica se justificó.
-Me haces mucha gracia, siempre
calculándolo todo.
-Es la mejor manera de no cometer
errores.- Argumentó él.-
-Pero a veces es más divertido dejar que
las cosas pasen.- Repuso la muchacha.- Sería muy aburrido si todo estuviese ya
marcado. ¿No crees?
-Bueno, hay juegos de azar con
probabilidad matemática.- Comentó el chico, alegando.- Ahí sí puedes tener
muchas posibilidades, es muy difícil acertar.
-No me refería a eso.- Sonrió Fiora,
afirmando.- Mi madre siempre dice que uno de los encantos de la vida es no poder
saberlo todo con certeza.
-Tu madre es una médico excelente, pero
no creo que la contratasen para economista.- Comentó él ahora con algo de humor,
sobre todo al agregar con agudeza. - Y apuesto a que preferiría saber siempre
que dolencia o enfermedad específica aqueja a cada paciente y no tener
posibilidades de equivocarse.
Fiora
se rio una vez más asintiendo. En eso no le podía quitar la razón. Aunque sí
pudo oponer.
-Bueno, los economistas también se basan
muchas veces en intuiciones para invertir. ¿no?
-Intuiciones basadas en cálculos
especulativos.- Corrigió el muchacho.-
La joven movió la
cabeza dejándole por imposible, como siempre hacía. Franklin y ella eran amigos
desde la guardería. Y eso que no podría ser que fueran más distintos. En lo
único que se parecían era en la estatura, quizás ella fuese hasta un poquito
más alta, pero eso daba igual. Fiora era soñadora, alegre y le encantaba estar
en lugares llenos de animales silvestres. La naturaleza era algo que le gustaba
desde muy niña. Su amigo en cambio, parecía un ratón de biblioteca, o más bien,
de sala de informática. Estudioso, serio y muy inteligente, brillante incluso.
Con ese pelo rubio y sus ojos marrones que transmitían mucho interés y
curiosidad por los datos y los hechos. Sin embargo, Fiora tenía otro tipo de
curiosidad, por la belleza y las emociones. Empatizaba mucho y bien con
personas y animales. Es más, contaba los días para tener vacaciones e ir a ver
a Lobito. Bueno, a su amigo, ese lobo de tan apreciables proporciones ya, que
vivía junto con su jauría en los bosques septentrionales del planeta.
-Espero que siga bien.- Pensaba, y
dedicando su atención ahora al amigo que la acompañaba reflexionó. – No hay
manera, siempre tiene el argumento justo, pero me gustaría que le diera a las
cosas la oportunidad de verlas de otra forma…
-Vaya.- Comentó Franklin sacándola de
esas reflexiones.- Al fin llegan esos dos.
Una
chica de pelo castaño claro y un muchacho de cabello algo más oscuro
aparecieron a todo correr, a lo lejos el deslizador ya se aproximaba. Jadeantes
por el sprint, saludaron a sus compañeros.
-Luke, Tiffany, a este paso un día vais
a perder el deslizador.- Les amonestó, más que saludarles, Franklin.-
-Culpa de mi hermana que siempre se pasa
un montón de rato en el baño maquillándose.- Replicó él.-
-¡Oh!, ¡cállate ya!- Se molestó la
joven.-
-Lo importante es que ya estáis aquí.-
Buenos días.- Saludó amablemente Fiora.-
-¿Y tu primo?- Quiso saber Tiffany con
evidente interés.-
-No lo sé.- Admitió su contertulia.- Pero
va a perder el deslizador. Y vosotros, vamos…dejad de poner ya esas malas
caras.- Sonrió la muchacha.-
Esos
dos asintieron relajando sus expresiones, aquella jovencita parecía ser capaz
de acabar con cualquier disputa cuando sonreía. Al fin, todos subieron al
deslizador, rumbo hacia el colegio. De pasada vieron algunos luminosos con
publicidad. Tiffany exclamó al fijarse en uno.
-¡Guau!, la colección de otoño
Deveraux.- Comentó señalando un cartel 3D.- Espero poder comprarme aunque sea
algún complemento.
-¡Pues yo preferiría comprarme a la
modelo! - Se rio su hermano, comentando con visible interés.- Es Stephanie
Kensington.
-¿Y qué?- Preguntó su hermana.-
-¿Cómo que y qué?- Exclamó él alegando.-¡
Pues que está buenísima! Metro setenta y siete de estatura, rubia, ojos verdes,
un noventa y cinco de pecho...- Enumeró cual entusiasta fan que era.-
-¡Eres un pervertido!- Exclamó su
hermana mirándole con gesto de disgusto.- Te sabes hasta el tamaño de sus
tetas.
-De eso nada.- Negó él afirmando.- Soy
un gran fan suyo, igual que de otras modelos. Debra, Mirna, Sonia…pero sobre
todo de Steph, como la llaman cariñosamente sus amigos…
-¡Ni que tú fueras uno de ellos! - Se
burló Tiffany.-
-¡Boba! - Espetó su hermano con
expresión ya algo molesta.- La envidia que le tienes.
-¿Envidia de esa?- Se sonrió la aludida
molesta a su vez.- ¡Bah! Será como todas esas modelos, una pretenciosa y una
ligera de cascos.
-¡Pues no, so lista!- Replicó su
hermano.- No podrías estar más equivocada. Mira por dónde. Que se sepa, sigue con
su novio de toda la vida, el del instituto. Y es muy buena cristiana. Lo que
pasa es que claro, no te puedes comparar a ella en nada.
Realmente
Tiffany era una muchacha normal, de metro sesenta y dos y algo regordeta, pero agradable
en conjunto. Su hermano apenas estaba en el metro setenta y era asimismo corriente.
-No todo se basa en la apariencia, ¡eres
un inmaduro!- Le regañó Tiffany a su hermano.-
-Claro que no.- Sonrió él mirando ahora
a la perpleja Fiora, más cuando el chico agregó dirigiéndose a ella.- Tú eres
tan alta como Steph y muy guapa, no sé por qué no pruebas a ser modelo.
-No me van esas cosas.- Pudo decir la
azorada aludida.-
-¿Cuánto mides tú?- Quiso saber Franklin,
quien a ojo calculó.- ¿Metro setenta y seis…quizás un poco más?
-Más o menos, no estoy segura, ¿acaso es
tan importante?- Inquirió Fiora a su vez.-
-Bueno, tienes ya quince años, pero todavía
podrías crecer algo más. - Valoró Luke.-
-De veras, eso no me preocupa.- Sonrió
la aludida con evidente sonrojo.-
-No estaría mal que participases en un
certamen, como ese que se ha celebrado en Bios hace poco. Han elegido a la Miss
y a las damas de honor que les representarán en la Tierra. Las agraciadas
podrán ir a la academia Deveraux.- Comentó el muchacho, inasequible al
desaliento.-
De
hecho él miraba a esa hermosa chica de largo y rizado pelo moreno con mucho
interés. Lo camuflaba ahora expresando una admiración incluso exagerada hacia
aquella famosa modelo, pero, en su opinión, su compañera de clase era incluso
más hermosa y sobre todo, la tenía ahí delante. Aunque claro, seguramente que
no sería su tipo. Para empezar, ella casi le sacaba la cabeza. Y aunque era muy
agradable siempre con él, eso no quería decir nada. Fiora solía ser amable con
todo el mundo. Por su parte, Franklin comentó.
-Mis padres lo vieron por la Holo tele
en diferido. Mi madre me comentó que creyó ver
a la hija de una antigua conocida suya participando. De hecho, creo que
esa chica ganó una mención. Y en su opinión, incluso tendría que haber ganado
ese concurso. No recuerdo su nombre ahora.
-Pues que suerte tuvo.- Añadió Luke, repitiéndoles
a sus interlocutores.- Ganar una mención significa recibir un curso para modelo
en la academia Deveraux. Para una concursante eso debe ser lo más. Tienen como
profesoras a la mismísima Señora Deveraux y a algunas de las modelos más
importantes, la propia Stephanie o Sonia Calderón estuvieron allí formándose.
Aunque
aquí, el gesto de Tiffany se contrajo en una mueca de desdén, afirmando.
-Pues espero que no aprendan mucho de
esa… ¡Menuda descastada!
-¿Quién?- Quiso saber Fiora con
extrañeza.-
-Esa tal Sonia Calderón. Estuvo saliendo,
o eso decían, con Ben Crew, ese actor que se suicidó cuando se supo que era
gay.- Le contó su compañera, quién, si bien no estaba interesada en las
modelos, sí lo estaba y mucho, en los cotilleos.-
-¡Qué horror! ¿Se suicidó? ¡Pobre
hombre!- Pudo decir Fiora con pesar.-
-Eso pasó hará unos años, y esa tipa
confesó entonces que a ella le gustaban las mujeres y que todo había sido cosa
de la productora. Si hasta tenía una novia con la que dijo se iba a casar. ¡Invertida
hipócrita!- Sentenció Tiffany.-
-Pues a ti bien que te gustaba Ben
Crew.- Denunció ahora su hermano, que se tomaba la revancha por lo anterior.-
-Bien que nos engañó a todos.- Replicó
la interpelada.- Y esa otra…pues de una
pecadora invertida, ¿qué vas a esperar?...que sea una mentirosa. Ben se suicidó
porque el desgraciado se dio cuenta de lo inmoral que era. Pero cometió un
pecado aún mayor. Habrá ido al infierno.- Remachó con desdén.-
Fiora
miró con pena a su amiga y le dijo, con tono suave y algo admonitorio, teñido
además de tristeza.
-¿Cómo puedes pensar así? Son personas,
tienen sus propios sentimientos. No es culpa suya a quienes aman. Y menos que
pierdan la vida por eso. Es realmente terrible y muy triste.
-No digas eso muy alto, y menos cuando
estemos en el colegio. -Le advirtió su amiga.-
- De hecho, el amor no es malo. -Argumentó
la perpleja muchacha.- Sobre todo si era correspondido.
-No lo es, si no va contra la
naturaleza.- Le recordó Tiffany, añadiendo.- El padre Michael así lo dice. Y lo
de esos dos, como lo de otros muchos, es antinatural. A mí quizás no me guste
mucho esa tal Stephanie, pero al menos es una mujer decente en ese aspecto. En
eso le doy la razón a mi hermano.
-No sé qué tendrán que ver esas cosas
con la decencia.- Suspiró Fiora.- Si ayudas a los demás y eres buena persona…ese
pobre hombre no hacía daño a nadie.
-Tú sí que eres demasiado buena.- Sonrió
Luke, tratando de ayudar a esa bella muchacha.-
-Stephanie es una mujer muy sencilla y
amable.- Comentó Franklin quien por una vez parecía estar puesto en algo más
allá de la informática y la ciencia. Aunque enseguida añadió.- Además es la hermana
pequeña de la señorita Daphne.-
-Sí, recuerdo que nos dio clase cuando
éramos pequeños. La señorita Daphne es una mujer muy simpática.- Agregó Fiora,
con tono cariñoso ahora, alegre de zanjar el tema anterior.-
-En alguna entrevista Steph ha dicho que
su hermana es como una segunda madre para ella. -Apuntó Luke.- Y que le ha
enseñado muchas cosas.
-Sí, esa mujer es un ejemplo para la
comunidad.- Convino Tiffany.-
-Y su marido, el señor Martin, también
es un buen hombre.- Añadió Franklin.- Ahora los dos le dan clase a mi hermana
Hipatia.
-¡Que va camino de ser tan sabionda como
tú!- Se rio Luke.-
-Yo mismo sugerí el nombre a mis
padres.- Proclamó orgulloso Franklin al rematar a modo de explicación casi
magistral.- Hipatia fue la última directora de la Gran Biblioteca de
Alejandría, vivió en el siglo quinto de nuestra era y…
-¡Eres una holo enciclopedia andante! -
Se rio Tiffany. –
Los
demás se rieron también. Al menos volvió a crearse un buen ambiente y dejaron
de lado el otro tema que era tan espinoso. Al fin llegaron al instituto y
bajaron. Caminando junto con otros chicos y chicas que vestían su mismo
uniforme, blusa blanca y jersey rojo para ellas, con faldas grises hasta las
rodillas, calcetines también colorados y zapatos planos. Ellos con pantalones
grises también, y calcetines y jerséis azules oscuros, además de llevar camisas
o polos blancos. Estaban dispuestos a entrar cuando una voz de chica les llamó.
-Disculpadme. Soy nueva aquí. ¿Podríais indicarme
dónde está la zona de acceso para los alumnos?
La
miraron con curiosidad, era bastante alta, de larga melena castaña oscura recogida en una coleta, y grandes e
inquisitivos ojos violetas. Parecía desprender una fortaleza fuera de lo común.
-Claro.- Dijo Franklin - Mira, ven con
nosotros, íbamos a entrar también.
-Me llamo Fiora Rodney. Estos son Tiffany
y Luke Lewis. Y Franklin Gillian. - Intervino ésta presentando a los demás.-
-Gracias.- Pudo decir concisamente esa
joven, identificándose a su vez.- Yo me llamo Gloria Elua Derail. Soy hija del
embajador Kiros.
-¡Vaya!- Exclamó el atónito Franklin.-
Tu padre es un gran héroe.- Comentó.-
-Sí. Le admiro mucho. Mi objetivo es ser
como él algún día.- Declaró la muchacha, visiblemente satisfecha al escuchar
aquellos cumplidos hacia su progenitor.-
-Entonces.- Comentó Fiora, dándose
cuenta de algo.- Creo que tu madre y la mía son amigas. Trabajan juntas en el
hospital.
-¿Ah sí?- Replicó su interlocutora de un
modo más desapasionado, para sentenciar.- Qué curioso.
-Sí, mi madre es la doctora Naya
Rodney.- Le contó Fiora.- Entonces tú
debes ser hija de Maggie.
-Mi madre se llama Margaret, sí, creo
que también la llaman de ese modo.- Admitió esa chica quien no parecía estar
tampoco muy entusiasmada, de hecho, quiso cambiar de tema comentando.- Espero
que no se nos haga tarde. No quiero cometer una falta.
-Tranquila. Hay tiempo.- Afirmó Luke,
que no podía dejar de mirarla, pensando.- ¡Menudo monumento! Otra como Steph y
Fiora…
Sin
embargo, Gloria no le prestaba ni la más mínima atención. Ni a él ni a los
otros. Es más, si por ella hubiese sido no habría abordado a esos humanos. Pero
no estaba segura de lo que debía hacer. Tan solo haría un par de semanas que
llegó de Nuevo Vegeta. Durante años había entrenado con su abuela y con la
noble Seira entre otros destacados guerreros. Después, hasta con el propio
príncipe Diaval. Y lo cierto era que no se había sentido en inferioridad
respecto de ninguno de ellos. Además, allí también había estudiado. La propia
reina Aiona le dio esa orden. No es que le gustara demasiado, pero una saiyajin
debía obedecer a sus soberanos sin vacilar. Por ello, recordaba todavía su
despedida, cuando, estando en el salón real junto con su abuela, la soberana se
dirigió a ella.
-Tu
entrenamiento ha concluido, en opinión de tu abuela, la noble Elua, y de la muy
noble Seira, estás preparada. Ahora deberás volver a tu mundo natal. Con tus
padres. Y cumplir allí con tu tarea.- Declaró Aiona, sentada en el trono.-
Gloria
estaba con una rodilla doblada, al igual que su abuela, escuchando las palabras
de su reina en esa audiencia privada. La chica vestía su uniforme saiyajin, con
capa azul que daba fe de su pertenencia a la nobleza de ese mundo. Tras
escuchar aquello, miró a su contertulia y respetuosamente pidió.
-Puedo hablar, Majestad.
-Claro.- Concedió ésta que de paso les
indicó a sus súbditas.- Y haced el favor de poneos en pie.
Las
dos lo hicieron y Gloria pasó a exponer, con cierto pesar.
-No me agrada la idea de ir a ese mundo
humano. Allí todos son débiles y se dedican a cosas triviales.
-Tú eres en parte humana. Y hace mucho
que no ves a tu madre. Al menos hará un año, cuando estuvo visitándote aquí por
última vez.- Señaló Aiona.-
-Así es, Señora. Mi madre vino a verme
en contadas ocasiones.- Señaló la joven.- No tengo mucho en común con ella y
apenas la conozco. Mi abuela Elua ha
sido quién me ha enseñado todo lo que vale la pena.
-Con permiso de su Majestad.- Terció la
aludida.-
Aiona
asintió, y su abuela pasó a replicar con tono serio y casi cortante, mirando a
los ojos a su nieta, pese a la evidente diferencia de estatura entre ellas.
-Te he enseñado el honor y el valor que
un saiyajin debe tener siempre. Y su respeto a la familia y a su pueblo. En tu
caso, sé que es más complejo pues perteneces a dos razas. Hasta ahora has
demostrado ser una magnífica saiyajin. Ahora es el turno de hacer lo propio con
tu otra naturaleza. Eres humana en parte. Y, lejos de ser una deshonra, es algo
que te ha beneficiado en tu potencial. Tu madre y yo hemos tenido diferencias,
no lo niego. Pero ella te dio la vida a costa de un gran dolor y sufrimiento.
Tu obligación es respetarla y obedecerla. Hazlo y también me honrarás a mí y a
nuestra reina. Es su Majestad quien te envía de vuelta con tus padres. Cuando
retornes a Nature no estarás representándote únicamente a ti, sino a todos
nosotros. Si no sabes estar a la altura, eso sería motivo de vergüenza para tu
pueblo. ¿Lo comprendes?
Aquello
inquietó mucho a Gloria. Bajo ninguna circunstancia quería decepcionar a Elua y
menos aún a su reina.
-Sí, lo comprendo. No os avergonzaré,
tienes mi palabra abuela.- Afirmó, mirando ahora a su soberana para repetir.-
Os lo prometo, Majestad. Obedeceré a mi madre y trataré de adaptarme a las
costumbres humanas.
-También tu padre está allí.- Afirmó
Aiona, añadiendo con tono elogioso.- Y sabes muy bien que es un magnífico
guerrero, honrado por nuestro pueblo.
-Sí, mi señora.- Sonrió ella ahora, con
bastante más entusiasmo.- Eso es lo que más me gusta de volver a Nature. Admiro
mucho a mi padre y deseo con todo mi ser llegar a parecerme a él en lo posible.
-Dices muy bien.- Aprobó la soberana,
agregando a modo de consejo.- Pues entonces no olvides esto. Tu padre siempre
ha dicho que, mucha de su fuerza y motivación para todas las grandes hazañas
que ha hecho, le vinieron de tu madre y del amor que siente por ella y por sus
amigos. Los cuales son humanos en su mayor parte. Algo bueno tendrá esa raza
entonces. ¿No crees?
-Sí, Majestad.- Tuvo que admitir ella.-
-Una cosa más.- Le indicó su abuela.-
Por expreso deseo de tu noble padre no deberás emplear poderes y fuerza propios
de un saiyajin con los humanos. Sería motivo de vergüenza abusar de los que son
más débiles que tú. ¿Entendido? Aunque llegasen a ofenderte deberás contenerte.
El autocontrol es un ejercicio fundamental que espero hayas aprendido muy bien.
-Entendido.- Replicó lapidariamente la
joven.-
Así
concluyó la audiencia, al poco y tras despedirse de su abuela y de algunos
buenos compañeros saiyajin, la chica embarcó en una lanzadera. Desde Nuevo
Vegeta hizo escala en Kinmoku. Fue recibida por la propia princesa Kakyuu, lo
que era un gran honor, sin duda. La soberana de aquel planeta le deseó todo
tipo de buena fortuna e incluso le hizo algunos regalos. Entre ellos una
especie de micrófono que podía sujetarse a la frente y la sien.
-Esto se parece a un medidor de energía
de mi planeta.- Valoró mentalmente ella, para agradecer en voz alta.- Me siento
muy honrada, alteza. No merezco este tratamiento.
-Querida Gloria.- Sonrió esa hermosa
mujer de largos cabellos rojizos, peinados en un exótico estilo.- Todos te
tenemos en muy alta estima. Pude tenerte en mis brazos siendo tú muy pequeña y
ya entonces percibí tu potencial. Ahora que eres ya una mujer prácticamente
adulta, espero que este regalo te sea útil algún día. Si te ves en la
obligación de ayudar a alguien.
-Para eso me basto yo sola.- Dijo
sinceramente la muchacha.-
Kakyuu
se rio dejando perpleja a la jovencita, aunque la princesa enseguida matizó.
-No te ofendas, no me rio de ti. Es que
me hace gracia tu franqueza. Sin embargo, creo que tienes prohibido utilizar tu
fuerza de saiyajin en Nature. ¿No es así?
-Sí, así es.- Admitió la interpelada,
también aclarando.- Contra los humanos.
Su
contertulia guardó unos momentos de silencio y entonces le contó.
-Ya veo. Mira, esto que te he dado es un
transformador. Está adaptado a ti. Te conferirá la capacidad de crear un
uniforme que proteja tu identidad. De hecho, considéralo un nombramiento como
Sailor honoraria. Con el título de Sailor Star Power.
-¿Star Power?- repitió Gloria sin
comprender.-
-Star Fighter te hubiera hecho más
justicia siendo una saiyajin, pero el nombre ya estaba ocupado.- Se sonrió la
princesa quien sugirió.- Si algún día debes actuar para luchar contra la
injusticia, podrás hacerte llamar así.
-Gracias Alteza, pero supongo que en
Nature ya existen Sailor guardianas y policía para ese propósito.- Comentó la
muchacha, añadiendo con resignación.- Mis padres me notificaron que, en cuanto
llegue, me matricularán en un… instituto, creo que lo llaman. Y que deberé
estudiar lo que sea que los humanos enseñen allí.
-Y así debe ser.- Convino la dignataria
con aprobación.- Eres todavía muy joven y te será necesario aprender muchísimas
cosas. Ser culta te hará más capaz para entender a otros y adaptarte…
-Y supongo que más sabia.- Añadió
Gloria.-
Kakyuu
sonrió enigmáticamente para decir con tono igualmente misterioso.
-No siempre, querida mía, no siempre. La
sabiduría suele llegar por otros cauces más propios de la experiencia. Trata de
adquirirla en Nature también.
Eso
era verdad, aunque Gloria no pensaba que lo que los humanos pudieran enseñarle
fuese demasiado útil. Pero era su obligación y como buena saiyajin no rehuiría
eso. Primero por mantener su palabra, segundo por tomarlo como un reto. Al fin,
tras despedirse de la princesa y agradecer su deferente trato, viajó a Nature.
Al llegar, sus padres la aguardaban en cuanto descendió la lanzadera.
-¡Hija!- Exclamó su madre, corriendo
hasta ella.-
Gloria
apenas pudo disimular su vergüenza. ¿Cuándo se había visto que la madre de una
noble saiyajin actuara de ese modo? Corriendo sin control ninguno y abrazándose
a ella como si de una mascota se tratara. Al menos su padre sí que se
comportaba como un auténtico miembro de su pueblo, aguardando sin moverse. Al
fin, su progenitora se separó de ella para mostrar un rostro lleno de lágrimas.
-¿Ha ocurrido algo malo, madre?- Quiso
saber Gloria al verla así.- Estas llorando…
-No cariño, es que soy muy feliz por
tenerte aquí.- Le explicó su interlocutora sonriendo esta vez. – Tienes que
contarme muchas cosas. ¿Qué tal por Nuevo Vegeta?
-Bien. La última vez que estuve, el
planeta gozaba de buena salud, tanto ambiental como de recursos. Y nuestra
población crece y está compuesta por hombres y mujeres fuertes.- Relató la
chica.-
Y
caminando junto a su madre se acercaron a su padre. Ella enseguida inclinó la
cabeza con respeto.
-Padre. Para mí es un honor estar aquí.-
Sentenció con tono serio.-
- Nos alegramos mucho de tenerte a
nuestro lado por fin.- Asintió él.-
Maggie
no se recató de pasar un brazo por los de su hija y su esposo y declarar llena
de alegría.
-Al fin la familia está completa. Ahora
iremos a casa para que puedas descansar. Seguro que querrás volver a ver tu
habitación. Está como la dejaste.- Afirmó la enfermera.-
Gloria
la miraba sin comprender. No recordaba tener allí nada que pudiera interesarle.
Sin embargo, no debía ofender a su progenitora, de modo que asintió.
-Gracias, madre.- Pudo decir.-
De
camino a casa la chica observó los paisajes y alrededores. Todo era muy verde y
estaba bien cuidado. Eso le gustó. La naturaleza era algo a proteger, sí. Su
pueblo tenía también afición por los
parajes salvajes. Aunque quizás estos paisajes de Nature estaban demasiado, “acondicionados”
al estilo humano, pero aun así no dejaban de ser bellos. Al fin, tras unos
minutos el deslizador en el que viajaban llegó a su destino. Gloria recordaba vagamente
aquellos entornos. La gran avenida con tiendas y calles amplias, la casa de sus
padres que tenía un enorme jardín, bueno, ahora le pareció todo más pequeño.
Pudiera ser debido a que ella había crecido mucho. Tras detener el vehículo una
vez dentro de la propiedad y del garaje, su madre bajó con gran entusiasmo a
tomarla de la mano en tanto le indicaba a Kiros.
-Lleva las maletas de la niña, anda.
Quiero entrar con ella para que vea su cuarto.
-Claro.- Convino afablemente él.-
Otra
cosa que no gustó a Gloria, ella podía llevar su equipaje perfectamente.
-No puedo creer que mi madre me crea tan
débil.- Pensó perpleja.- Cuando ha estado de visita me vio entrenar a veces…
Empero, enseguida
recordó algunas de las lecciones sobre protocolo humano que le dieron en Nuevo
Vegeta. Quizás, eso de llevarle el equipaje fuera una especie de costumbre
humana de bienvenida, de modo que no dijo nada. Se limitó a seguir a su ansiosa
madre hasta que ésta, tras entrar en la casa, la llevó directa hacia una
habitación.
-Mira, este era tu cuarto, y ahora
vuelve a serlo. Seguro que te hace ilusión, ¿verdad hija?
-¿Debería? Entonces supongo que sí.-
Afirmó ella de forma dubitativa.-
Recorrió
con la vista aquel lugar, apenas sí recordaba nada. Había estado acostumbrada a
una habitación muy adusta y con pocas comodidades durante sus años de
entrenamiento. Aquello le parecía ahora de un lujo desmedido.
-No pensé que te habías hecho tan alta.-
Sonrió algo tímidamente Margaret comentando apurada.- Tendremos que cambiar la
cama para que estés cómoda.
-Está bien así.- Repuso la muchacha.-
Algo
sin embargo llamó la atención de la joven. Era un muñeco de trapo, un perro con
lunares y un hocico rojo. Lo tomó en sus manos mirándolo con extrañeza.
-Me acuerdo de esto.- Musitó con
semblante reflexivo.-
-Tu padre te lo compró, un poco antes de
que tú, bueno, de que fueras a Nuevo Vegeta.- Suspiró su madre.-
Involuntariamente
Gloria sonrió. Sí que recordaba ese momento. Lo ganó tras conseguir quitarle
algo a un hombre muy fuerte. Ahora se dio cuenta. ¡Era el príncipe Eron! Aunque movió la cabeza sonriendo una vez más
al sentenciar con un susurro.
-Seguro que me dejó ganar. Es imposible
que una cría hubiera podido quitarle nada de no haberlo permitido.
-¿Decías hija?- quiso saber Maggie.-
-No, nada, solamente pensaba.- Comentó
ésta.-
-Bueno, seguro que estarás cansada y
tendrás hambre. Tienes un baño incorporado a tu habitación. Si quieres bañarte
y luego cambiarte con algo más cómodo. Espero que tengas algo de ropa, yo quise
comprarte alguna pero no estaba muy segura de tu talla.- Se disculpó Margaret
añadiendo eso sí, con creciente entusiasmo.- ¡Mañana mismo vamos de tiendas y
te compramos un montón de cosas! Incluido el uniforme del colegio.
-No te preocupes, tengo algo de ropa.
Gracias.- Repuso la joven con tono tranquilo y algo impersonal.-
Todo
eso le sonaba realmente ridículo, aunque lo del uniforme sí que le produjo algo
de interés. Quizás tuviera que pertrecharse al estilo humano para adiestrarse.
Tenía curiosidad por ver lo resistente que sería ese uniforme. Siendo unas
criaturas tan débiles, los humanos tendrían que haber diseñado algo bastante fuerte
que les protegiera. Eso pensaba cuando su madre añadió, con tono algo apurado.
-Pues te dejo para que te instales.-
Sonrió Maggie saliendo de allí.-
Al
poco entró Kiros con las maletas.
-Gracias, mis disculpas por haberte
visto obligado a traer esto. Me siento avergonzada. Yo era perfectamente
capaz.- Dijo la chica con tono incómodo.-
-No es ninguna molestia, hija, y no
debes avergonzarte, es un pequeño gesto de nuestro amor hacia ti.- Sonrió él.-
La muchacha asintió
sin entender eso demasiado. Tomó enseguida esas maletas y deshizo su escaso
equipaje. Aparte de su peto de combate tenía un par de recambios de ropa y
complementos saiyajin. No tardó en meter todo en un cajón y dirigirse a su
progenitor.
-Padre, estoy intranquila. No sé qué le
pasa a madre. Debe creer que soy una niña pequeña. O puede ser que no confíe en
mis capacidades.
-¿Por qué lo dices?-Se sorprendió él.-
Aparte
del asunto del equipaje, la muchacha le contó algunas cosas de las que le había
dicho su progenitora, Kiros enseguida sonrió, moviendo la cabeza para
explicarle a su hija.
-Hace mucho que no te ve. Está muy feliz
de tenerte aquí y quiere recuperar parte del tiempo que habéis estado
separadas. Te quiere mucho, hija.
-El tiempo no puede recuperarse. Pasa y
ya está.- Sentenció Gloria.-
-Debes ser comprensiva. Para los de
nuestro pueblo al principio es complicado entender el modo de ser de los
humanos. Pero verás cómo enseguida te acostumbrarás.
-Si tú lo dices, padre. Así será. -
Asintió la chica.- Obedeceré cualquiera de tus órdenes y trataré de complacer a
madre en lo que pueda.
-Solamente permite que ella se acerque a
ti.- Le aconsejó él, agregando ahora casi divertido.- Que hagáis algunas cosas
juntas le alegrará mucho. Si para ti algunas resultan aburridas, tómalo como un
entrenamiento para fortalecer la paciencia.
Gloria
asintió, su padre la dejó para que se pusiera cómoda diciéndole que la cena se
serviría en media hora en el comedor.
-Allí estaré.- Aseguró la chica.-
Cuando
Kiros salió fue a su habitación. Allí encontró a su esposa, sentada en la cama
y con aire pensativo, incluso triste.
-¿Va todo bien?-Se interesó él.-
-No lo sé.- Suspiró la aludida.- Es que,
esperaba…no sé cómo explicarlo.- Suspiró la mujer. –
-Ten paciencia, acaba de llegar, dale
tiempo. Para ella todo es extraño y nuevo.- Comentó el embajador.-
-Eso es lo que lamento. Que todo sea
extraño para ella. ¡Por Dios!, esta es su casa y somos sus padres.- Pudo decir
Maggie con amargura.- Pero, parece que me mirase como quien ve a una completa
desconocida.
-No te inquietes, enseguida se
adaptará.- Trató de animarla su esposo, afirmando.- Es muy disciplinada… ha
sido bien educada…
Maggie
se levantó ahora y, mirando a su marido, movió la cabeza dejando escapar alguna
lágrima, para replicar dolida.
-No quiero que sea simplemente
disciplinada, deseo que sea mi hija. Que me cuente que opina, lo que siente de
verdad. No que se dirija a mí con etiqueta palaciega. Pensar...que me he
perdido sus años de niñez…Ahora es una mujer. ¡Ya no me necesita para nada!…
Kiros
enseguida la abrazó tras escuchar ese desahogo, dejando que Maggie llorase, el
saiyajin le susurró tratando de ser lo más afectuoso que pudo.
-Claro que te necesita, y mucho. Pero
todavía no lo sabe. Tranquila, lo descubrirá. No hay nadie más torpe que un
saiyajin que venga al mundo de los humanos por vez primera. Te lo digo por
experiencia. Al principio estamos muy perdidos. Y eso pese a las enseñanzas que
recibimos desde los tiempos de la reina Meioh.
Margaret quiso
sonreír un poco enjugándose las lágrimas. Asintió despacio, tratando de
recobrar un mejor talante y dijo.
-Soy una tonta. Claro, tienes razón.
Para empezar he preparado una cena que supongo que le gustará.
-¡En eso nada debes temer!- Se rio
Kiros.- A los saiyajin nos gusta casi cualquier cosa y además tú siempre fuiste
una excelente cocinera. Todavía recuerdo aquella cena a la que me invitaste, en
la SSP-2. ¿Te acuerdas?
-¿Cómo podría olvidarla? - Afirmó Maggie
abrazada a él.- Allí te declaraste.
-Y me lo hiciste pasar muy mal.- Comentó
su marido a modo de leve pulla.-
-Espero habértelo compensado en todo
este tiempo. - Le susurró conciliatoriamente ella.-
-No lo dudes.- Convino él, dándole un
beso en los labios ahora.-
Mientras
tanto, Gloria había salido de una rápida ducha y se vistió con celeridad, llegó
cerca del salón y sin pretenderlo pudo oír a sus padres. De hecho, su madre
parecía estar enfadada. ¡Ojalá no la hubiese ofendido! Había tratado de ser
educada pero era cierto que desconocía las formas en las que los humanos hacían
las cosas.
-Aprenderé. No faltaré a mi palabra. No
me cubriré de vergüenza ni a mí, ni a los míos. - Se dijo no sin inquietud.-
Y
al rato en efecto cenaron. Estaba hambrienta y comió todo lo que le pusieron
por delante. Eso alegró visiblemente a su madre. Menos mal que en eso, los
hábitos humanos eran similares. Al día siguiente le tocó ir de compras con su
progenitora y fue tal y como su padre le anticipó. Aburrido. Recorrieron varias
tiendas y ella tuvo que probarse innumerables ropajes y vestidos. También
zapatos y complementos en un número que no parecían tener fin, e
invariablemente su madre comentaba.
-Ya eres toda una mujer. Tienes que
vestirte muy bien. Y ya me contarás que tal.
¿Qué tal?- Repitió la muchacha sin
comprender. - ¿Los atuendos humanos? Parecen cómodos.- Valoró con tono
dubitativo.-
Su
progenitora se rio, moviendo la cabeza divertida para aclararle.
-No, me refiero a si hay algún chico que
te guste. ¿No tendrás novio en Nuevo Vegeta, verdad? ¿O sí?
-¿Novio? ¿Quieres decir pareja?. No,
madre. No tuve tiempo para emparejarme. Estuve ocupada entrenando.- Fue su adusta
réplica.-
-Pero alguno te gustaría. Me refiero a
un chico, porque ¿Te gustan los chicos, verdad?- Inquirió Maggie no sin algo de
inquietud.-
Gloria
la observó con gesto de estupor. ¡Claro que le gustaban los varones! En fin, al
menos aquellos con cualidades apropiadas, claro estaba, fuertes y valerosos. De modo que replicó.
-¡Evidentemente madre! Un día me
gustaría desposar a un hombre fuerte que me diera hijos e hijas poderosos. Eso
no podría hacerlo con otra mujer. Sería un sinsentido.
Maggie
suspiró de forma tan larga que su hija la miró casi con preocupación.
-¿Estás bien, madre?- Preguntó.-
-Sí hija. Estoy muy bien.- Sonrió ella
con manifiesto alivio.-
Y
es que Maggie había tenido miedo de que esa posibilidad se produjera. ¿Qué
hubiese pasado si Gloria fuera igual a cómo ella misma fue? Podría haberlo
heredado pero, gracias a Dios, su propia hija acababa de negarlo. Bueno, quizás
eso no fuese algo del todo seguro. Sin ir más lejos, ella conocía bien las
experiencias de otras. De algunas chicas que habían sido amantes suyas. Pese a
estar acostándose con ella, de puertas
para fuera negaban ser lesbianas, o bisexuales, por sus familias, amigos o
incluso por sus novios. Maggie recordaba alguna que otra aventura con chicas
que estaban comprometidas. ¡Como olvidar la que mantuvo con la novia de su
propio primo! De hecho, ella ayudó a destrozar esa relación cuando él las
descubrió en pleno acto pecaminoso. Todos los días desde hacía muchos años se
arrepentía de aquello y rezaba pidiendo perdón. También recordaba a Kerria,
aunque eso fue distinto, pero sobre todo, pensaba en Daphne. Esa pobre
muchacha, entre aquel dilema con esa otra mujer y Martin. Aunque al final
pareció que se había decidido a tomar el camino recto y se alegraba por ella.
De modo que, en tanto caminaba con su hija, decidió que tenía que ser sincera.
De todos modos, su pasado era un secreto a voces y las noticias podrían
llegarle a Gloria por otros sitios mucho menos considerados. Y como madre su
deber era decirle la verdad.
-Verás, cariño.- Pudo musitar.- Quisiera
contarte una cosa. Es sobre mí y creo que es justo que lo sepas. No deseo
ocultarte nada.
-Te escucho, madre.- Afirmó la joven.-
Ambas
tomaron asiento en un banco del parque, la tarde era soleada y agradable y
durante un par de horas Maggie le abrió su corazón confesándole aquello mismo
que había estado pensando. Quizás en este caso, que Gloria hubiera estado
educada en Nuevo Vegeta fue una ventaja, cualquier hija humana hubiera quedado
como poco, confusa y perpleja. Al final, Margaret, presa de la emoción,
sollozaba tras remachar.
-Por eso te llamé como ella. Tenía esa
deuda que saldar. Todavía hoy me arrepiento de lo que hice, ¡ de cómo fui!…
-Bueno.- Intervino Gloria al fin.- La
abuela Elua siempre dice que un error debe dejar de preocuparnos cuando lo
hemos corregido. Tú, madre, ya enmendaste los tuyos hace tiempo. La prueba es
que estoy aquí. Y bueno, en cuanto a tus experiencias con otras mujeres…Eso ya
no importa. De hecho, en Nuevo Vegeta existen casos. De mujeres con otras
hembras y de hombres con otros varones. Pero la mayor parte se empareja después
con personas del otro sexo para tener descendencia.
-Pero eso es pecado y está mal. Por eso
te pido, ¡te suplico que nunca lo hagas! - Comentó Margaret.- La gente que es
así va al Infierno, ya te he dicho que estuve allí justo cuando te di a luz, y
tú me trajiste de vuelta por la Gracia del Señor, que me dio otra oportunidad
para enmendarme.
-No temas por eso. Las mujeres no me
atraen de ese modo.- Aseveró Gloria.- Y celebro que volvieras por mí.- Sonrió
ahora tímidamente la joven, admitiendo con agrado.- No era consciente de haber
tenido semejante poder.
-Me alivia mucho escucharte. - Afirmó su
madre abrazándola y dándole un beso en la mejilla.- Eres lo que más quiero en el mundo, en
cualquier mundo, mi vida.
La
muchacha se dejó hacer, sabiendo que eso alegraba a su progenitora. Aunque ésta
añadió con tinte algo intranquilo ahora.
-Sin pretenderlo te he desvelado
secretos de otras personas. Era necesario para explicarte mi propia historia.
Te pido por favor que no le cuentes a nadie esto que te he dicho. Podrías dañar
a mucha gente y no está bien visto. Hoy día, los preceptos religiosos son más
fuertes todavía que antaño. Y, entiéndeme, me alegra de que así sea. La moral
debe guiarnos a todos. Pero no deseo crearle complicaciones a personas que sé
que son buenas y se han rehabilitado, al igual que hice yo.
-¿Te refieres a esa maestra?- Quiso
saber la chica.-
Su
madre asintió, y Gloria prometió para tranquilizarla.
-Tienes mi palabra de saiyajin. No diré
nada de eso a nadie.
-En tal caso, cariño, sé que puedo
confiar en ti.- Sonrió Maggie acariciándole una mejilla.-
Al
fin se levantaron y la más animada Margaret le propuso.
¿Tienes hambre? Vamos a la cafetería de
Ginger.
-¿La cafetería de Ginger?- Repitió ésta
sin saber a qué se refería su progenitora.-
-Se llama Clargin en realidad. Es el
lugar mejor de todo Nature para tomar una buena tarta. Incluso mejor que el
Flowers and Flavours.- Le aseguró su madre.- Además, Gin es muy buena amiga,
una excelente persona. La pobre ha sufrido mucho en la vida. Pero aun así, se
mantiene al pie del cañón con el negocio y nunca ha perdido su bondad y su
forma de ser tan amable.
Durante
el camino hacia allí, Maggie le fue contando a su hija algunas cosas más.
Gloria recordó algo. En cuanto vio ese local, antaño casi siempre lleno, pero
ahora apenas ocupado por unos pocos clientes, sonrió una vez más sin
pretenderlo.
-Sí, me gustaban mucho las tartas. Lo
recuerdo. - Afirmó.- Padre me traía a veces y tú también.
Entraron
al fin ocupando una mesa. Esperaron un poco. Al fin llegó Ginger, había estado
dentro de la cocina.
-Hola, Maggie…¿Qué tal todo?-Saludó la
mujer con gesto amable.-
-Hola Gin. Muy bien, gracias. Mira. -
Sonrió su interlocutora con gran alegría y orgullo.- Esta es mi hija Gloria.
Volvió ayer de Nuevo Vegeta.
-Válgame el Señor. ¡Gloria!- Exclamó la
perpleja dueña.- Pero si eras una niña muy pequeña… ¡Oh Dios mío, cuanto has
crecido!
-Gracias.- Fue lo único que la muchacha
pudo decir.-
-¿Quieres que te traiga un poco de tarta
Sandy?- Le ofreció esa mujer.-
-Sí, por favor.- Añadió la joven.-
-¿Cómo estáis, Gin?- Preguntó Maggie a
la atareada dueña.-
-Bueno, ya sabes, tirando.- Suspiró
ella.- Clarisa está muy ocupada ahora con su hija Hipatia. Aunque Franklin ya
está hecho todo un hombre…
-¿Has tenido noticias, de?- Quiso saber
la enfermera tratando de sonar lo más amable que pudo.-
-Sí.- Sonrió sin embargo Ginger.- Me
envió unas fotos. Está realmente mayor.
-Me alegro.- Afirmó Maggie devolviéndole
la sonrisa a su amiga.-
La
dueña se alejó para ir a por las tartas y los tés que terminaron por pedirle,
entonces Margaret le contó a su hija.
-Su hijo Dean, lleva fuera de casa
muchos años, en cierto sentido entiendo muy bien a Ginger…
-¿Su hijo también está entrenando?-
Inquirió la joven.-
-Bueno, quizás lo esté haciendo de algún
modo.- Especuló su contertulia sin querer ahondar más en el tema. -
Y
tras merendar, y recordar así que aquellos dulces humanos eran deliciosos, las
dos retornaron a casa. Pasaron unos días en los que Gloria fue tratando de
adaptarse. Ahora, allí estaba, a punto de comenzar las clases. Tras pasar a las
aulas fueron divididos por grupos. A ella le tocó junto a esos chicos que le
indicaron. Un hombre con sotana y algo entrado en años, posiblemente frisando
la sesentena, entró. Fue Luke quién, cerca de ella, le cuchicheó.
-Es el padre Michael.
Éste
se dirigió a los alumnos allí presentes haciendo un breve resumen de los
valores del Colegio de la Fe y deseándoles un buen comienzo de curso. Pasaron
más clases y otros profesores, en su mayor parte sacerdotes, se presentaron. Al
fin llegó la hora de la comida. Gloria no sabía exactamente qué hacer. Acorde
con su entrenamiento en Nuevo Vegeta optó primero por observar e imitar
conductas. Pasó a una especie de gran
salón con mesas y sillas en donde sus compañeros comían. Había una larga barra
en donde los alumnos se proveían con una bandeja, dos platos, vaso y cubiertos
y después desfilaban ante un aparador refrigerado con alimentos que se podían
elegir. Ella se puso a la cola como los demás y no se sirvió demasiada comida.
Ya en Nuevo Vegeta le advirtieron que el apetito de los saiyajin siempre
llamaba mucho la atención de los humanos. Cuando concluyó de avituallarse se
sentó en una silla y colocó las cosas en la mesa. Aunque nadie se ponía junto a
ella. Eso sí, pudo oír algunos cuchicheos.
-¡Mira, esa es una saiyajin!- Decían
unas chicas más o menos de su edad, mirándola de reojo, entre atónitas y quizás
temerosas.
Fiel
a su forma directa, ella las miró a su vez comentando en lo que trató de ser un
tono amable, aunque desde luego, para un humano sonó demasiado contundente.
-Podéis sentaros aquí. No sois mis enemigas.
Y
aquello casi hizo que esas muchachas se asustaran más, tras unas risitas
nerviosas se apresuraron a ir al lado contrario de la sala. Gloria optó por
ignorar ese tipo de conducta, como le habían dicho que hiciera. Al fin alguien
se colocó a su lado. Ese chico, junto con los otros que la habían indicado a la
entrada, se sentó junto a ella.
-Hola. ¿Qué tal tu primer día?- Sonrió
Fiora colocándose en frente. –
-Tranquilo.- Pudo decir la nueva, porque
realmente no había pensado otra cosa.-
Quizás
aburrido sería la palabra, pero fiel a sus instrucciones de no ofender a los
humanos se decantó por la otra respuesta.
-Oye, ¿eres una saiyajin, verdad?- Quiso
saber Tiffany, no sin cierto tono de temor y con bastante curiosidad.-
-Sí, lo soy, aunque mi madre es humana. -
Respondió Gloria.-
-¿Y estudiáis en vuestro planeta?-
Inquirió Luke con interés.-
-Claro que estudian.- Escuchó entonces
una voz masculina de alguien que se acercaba.- ¡Qué cosas tienes!
-¡Primo!- Exclamó Fiora levantándose enseguida para ir a abrazarle.-
Aquel
chico de
pelo castaño oscuro que tenía unos ojos almendrados de un tono azul aguamarina
realmente preciosos, abrazó a su vez a esa joven. Incluso Gloria le observó con
interés. Era alto y muy atractivo. Y además la saiyajin sintió algo en él…quizás
una fuerza interior que emanaba de ese muchacho, más cuando Fiora hizo
referencia a ella para presentarle.
-Éste
es mi primo, Alex Ginga. Alex, ella es Gloria Derail, la hija del embajador
Kiros y de Maggie.
-Encantado
de conocerte.- Repuso el joven inclinando ligeramente la cabeza e incluso
aproximando un puño al hombro contrario como los saiyajin hacía para expresar
cortesía.
-Lo
mismo digo.- Afirmó ella que hasta sonrió, cayendo en la cuenta de algo que no
dudó en exponer.- Tu padre fue quien asistió a mi madre en mi nacimiento. Ella
me lo contó. Es un honor para mí conocer al hijo de quien ayudó a traerme al
mundo.
-Vaya.
¿Cuántas casualidades, eh?- Intervino Luke, al que no parecía hacerle mucha
gracia el interés que ese guaperas había despertado en Gloria.-
-Bueno,
al final no la has dejado contestar a la pregunta. -Intervino un interesado
Franklin, insistiéndole a esa muchacha.- Dime, ¿qué programa de estudios seguís
allí?
Eso desconcertó a
Gloria, supuso que el mismo que los humanos y respondió.
-Pues aprendemos a combatir, a usar la
mente para autocontrolarnos… y estudiamos conocimientos básicos.
-¿Conocimientos básicos?- Repitió Luke.-
-Pues matemáticas, física, historia de
nuestro pueblo, literatura terrestre y saiyajin… cosas así.- Enumeró ella.-
De
hecho, su entrenamiento físico y mental fue exigente pero su educación intelectual
no lo fue menos. Quizás no supiera o no se hubiese enfocado en las mismas cosas
que los humanos pero, desde que llegó al mundo de su padre, la mismísima reina
Aiona le ordenó a Elua que hiciera todo lo posible para que la niña aprendiera
esas cosas. ¡Y maestros capaces también había en Nuevo Vegeta! La propia reina
madre Meioh, solía dar clases a muchos niños y niñas del planeta, sobre todo a
aquellos cuyas familias tenían más posibilidades de ir a la Tierra o a mundos
habitados por otras culturas.
-Una formación completa. Me gusta esa
política educativa de tu planeta. - Convino Alex, sacándola así de ese trance.-
La
joven asintió despacio en tanto Fiora le preguntaba a su primo.
-¿Cómo no viniste esta mañana? Te
esperamos en la parada del deslizador.
-Lo siento, es que tenía que ir con mis
padres. Hoy ascendían a mi madre y ella deseaba que todos asistiéramos. Mi
padre pidió el día libre y a mí me dieron permiso.
-¡Qué raro! Con lo estricto que es el
padre Michael para esas cosas.- Comentó Tiffany.-
Aunque
ahora fue la voz del señor Martin quien le contestó, entre amable y divertido,
aproximándose hasta ellos.
-En cuanto supo que era por la ceremonia
de ascenso de la ya comandante Hunter, el padre Michael estuvo encantado de
permitírselo a Alex.
Todos
le dieron los buenos días y el profesor quedó atónito al saber que esa
jovencita tan alta y guapa era Gloria.
-¡Cómo pasa el tiempo!- Sonrió él.-
-Señor Martin. ¿Verdad que esta chica
podría ser modelo como Stephanie? También Fiora, no sé cómo no se animan.- Intervino
desenfadadamente Luke. -
Eso sí, eso causó el
sonrojo de Fiora y de Tiffany quién le miró con admonición, ¡vaya unas
tonterías comentaba el bobo de su hermano! Estaba claro que se había quedado
prendado de esa saiyajin…
-¡Lo lleva tan mal como con Fiora!-
Pensó Tiffany con regocijo en este caso.- ¡No, creo que aún peor con esta otra!
¡Al menos Fiora no le desintegraría si la enfada!
-¡Ja, ja! No sé. - Se rio Martin, ajeno
como el resto a esas reflexiones, añadiendo.- Cuando vea a Steph le diré si os puede
enchufar. Seguro que tendréis futuro, todas vosotras.- Añadió extendiendo
amablemente esas palabras a la propia Tiffany.-
Entonces
Martin vio a su mujer, venía de la mano con su hijo David, un crío de
aproximadamente unos ocho años, de cabello castaño claro, casi rubio, y ojos
tan verdes como los de su madre.
-Disculpadme chicos.- Les pidió.-
Estos
por supuesto que lo hicieron y él se dirigió hasta su familia. Tras darle un
beso en la mejilla a su mujer y otro a su hijo, les preguntó.
-¿Qué tal el día?
-David está algo malito, ¿verdad
tesoro?- Repuso Daphne con tono algo apurado.-
-Sí, me duele la garganta.- Se quejó el
niño con tinte apenado.-
-Bueno, pues si estás malito de veras,
supongo que mamá podrá llevarte a casa.- Comentó él.-
-Sí, quiero acercarme a ver a la doctora
Sullivan.- Afirmó la muchacha.- Espero que pueda reconocerle y recetarle algo.
-Vale. La pobre doctora va a acabar por
adoptarle, ¡os pasáis la vida allí! - Aseveró con una sonrisa Martin quién,
dándole otro formal beso en la mejilla a su mujer y un asimismo cariñoso al
crio, añadió.- Ya verás como no será nada, campeón. Luego os veo.
Daphne
simplemente asintió sin ser capaz de responder nada. Se marchó llevándose al niño de la mano. Pensaba en ver a Julieth
lo antes posible, sí. Era gracioso, la veía mucho cuando daba clases a su hija
Helen. Aunque la niña ya había pasado de curso y no le tocaba en la clase.
-Bueno, ahora será ella quien haga de
profesional con mi hijo.- Suspiró.- A mí ya me tocó durante un par de años con
la suya.
De
camino a la consulta, tras tomar un deslizador y sentarse junto a David, la
mujer iba recordando. Esos años habían pasado casi sin darse cuenta. No es que
hubiera sido desdichada ni mucho menos, adoraba a su pequeño y su matrimonio
era bueno. Podía considerar que hasta feliz.
Pero en parte se sentía vacía. Desde la marcha de Sabra hacía ya al
menos nueve años. ¿O quizás eran más? No volvió a saber de ella. Lo ocurrido
durante aquel horrible ataque aun le provocaba pesadillas.
-Mi hermano.- Pensaba todavía con
horror.-
Aun
se despertaba llena de sudor frío oyendo la voz de esa malvada. Después esa
explosión y el temor por la vida de Byron que la llevó a perder el sentido. Al
despertar, Martin estaba a su lado.
-¿Cómo te encuentras?- Quiso saber él.-
-¡By! ¡Mi hermano!- Pudo decir con
horror, mirando a su alrededor.-
Se
encontró acostada en una cama de hospital, compartía habitación con otra
paciente más puesto que el lugar estaba lleno. Su prometido de entonces le
acarició el rostro enjugándole alguna lágrima para musitar con afecto.
-Tranquila…
Y
fue entonces cuando le vio. Tímidamente el chico entró. Apenas sí podía
creerlo. Gritó su nombre una vez más y se incorporó de la cama. Estaba débil pero no le
importó. Su hermano pequeño estaba ahí, y a salvo. Se abrazaron enseguida y
lloraron los dos.
-¡Creía que estabas muerto!- Gimió la
pobre chica.-
-No sé qué pasó.- Fue capaz de responder
el emocionado muchacho.- Pero cuando volví en mí estaba en medio de una pista
del astro puerto, hacía calor, había disparos y una nave estalló. Pensé que iba
a morir, sí. Pero entonces una gran figura, muy alta y de pelo largo y blanco
me protegió. Fue como si el fuego y las explosiones no pudieran tocarme.
Después no recuerdo nada más. Solo que tres mujeres vestidas de forma extraña y
el embajador de los saiyajin, me sacaron de allí.
Daphne
le escuchó asombrada y hasta incrédula. No sabía si su pobre hermano había
alucinado, pero no le importaba. Le tenía ahí, junto a ella. Y eso era lo único
que contaba. Al poco también entraron Stephanie y sus padres. Todos se
fundieron en un gran abrazo. Ella incluso se sentía lo bastante bien ya como
para levantarse y dejar la cama. Habida cuenta de la escasez de plazas nadie le
puso objeciones. Por desgracia, otros no corrieron tanta suerte. El panorama
era terrible. Muchos muertos y heridos, casi toda la ciudad afectada o
destruida. Al hilo de eso también recordó a Sabra. Una vez que sus padres y
Byron estaban un poco aparte, en tanto el joven charlaba con ellos, la maestra
le preguntó a su prometido.
-¿Dónde está ella?
-Se fue.- Afirmó Martin.-
-¿A dónde?- Quiso saber la chica,
agregando no sin incredulidad.- Estaba con nosotros…allí. Hace un rato…
-Dap. - Le reveló una preocupada
Stephanie aproximándose hasta ella.- Han pasado dos días de eso. Estuviste sin
sentido todo ese tiempo. Nos asustaste mucho a todos. Sabra vino a verte y me
encargó que la despidiera. Dijo que…
-Ya. Lo sé. - Musitó la joven, quién no
obstante sonrió, asintiendo.- Sí, lo haré. Martin.- Le pidió a su prometido.-
Por favor, quiero que nos casemos cuanto antes. Sé cómo está todo de destruido
pero no me importa si la iglesia está en ruinas.
Tanto
su hermana como su novio la observaron con estupor. Fue él quien comentó.
-¿Estás realmente segura de eso?...Ya no
tienes porqué fingir.
-Martin y yo hemos hablado estos días. Y
le dije que ya lo sabía, Dap.- Le confesó Stephanie.- ¿Recuerdas?
Ahora
fue Daphne quien les miró atónita y al fin asintió. No obstante, no tardó en
confirmar.
-No estoy fingiendo. Ya no. Te quiero,
Martin. Sabra misma me animó a estar contigo. Ya no debes temer nunca más por
eso. Estoy deseando ser tu esposa y tener una boda maravillosa. Y que tú,
enana, seas mi dama de honor y la madrina.
Stephanie
sonrió muy emocionada abrazándose a su hermana mayor. Y así aconteció. La boda
tuvo lugar mes y medio después. Fue increíble lo rápidamente que se trabajó en
reconstruir muchas de las zonas afectadas. Y además, la iglesia cercana al
colegio de la Fe fue poco dañada por los ataques. Algunos no tardaron en
afirmar que debido a la intervención del Señor. En fin, fue un evento hermoso y
ayudó a que los amigos y familia comenzaran a recuperar la alegría. Daphne
vestida de novia estaba preciosa, conducida al altar por su orgulloso padre, y
ayudada a llevar la cola de aquel vestido de la firma Deveraux por su propia
hermana, quién la miraba con orgullo y admiración.
-Como en las visiones que tuve.- Recordó
entonces la novia.-
Al concluir la
ceremonia los dos jóvenes esposos festejaron con todas esas personas que tanto
significaban para ellos. La música sonó y ella bailó con su marido a los
acordes de canciones como ésta.
Latido, cuando no estás cerca late despacio
Y es algo que nunca he conocido, ¡Oh, Oh!
Estaré, seré la respuesta que has estado esperando
Seré la verdad que has estado buscando, ¡Oh, oh!
Estaré, seré la respuesta que has estado esperando
Seré la verdad que has estado buscando, ¡Oh, oh!
No estás sola, estamos en esto juntos
Todo lo que quieres está aquí para siempre
Martin y ella daban
vueltas por la pista, con sus rostros casi pegados entre sí. Él sonreía con
evidente felicidad y Daphne le devolvía la misma sonrisa. No tenía que fingir en eso. Y es que también
se sentía dichosa.
Y ellos no necesitan saberlo Oh, Oh!
Y ellos no necesitan saberlo
Tú no estás sola. Estamos en esto juntos
Y ellos no necesitan saberlo
Tú no estás sola. Estamos en esto juntos
Todo lo que quieres, Estoy aquí mismo para siempre
Y ellos no necesitan saberlo, Oh, Oh!
Y ellos no necesitan saberlo…
Y ellos no necesitan saberlo…
En aquel momento la
letra de aquella melodía se cumplía para ella. Tenía a su lado a toda su
familia que la contemplaba con ilusión y cariño. Y ahora estaba junto a su
marido, quién le había demostrado estar ahí, a su lado en lo bueno y en lo
malo, desde que se conocían.
Estas libre, libre por que dejar ir,
porque estaré aquí para ti
Y cuando caigas seré tu paracaídas, Oh, oh
Así
era, debía dejarla ir. Sabra se lo dijo bien claro. Le contó que estaba
enamorada de otra persona. Por supuesto ella jamás lo creyó. Solo tuvo que ver
la expresión perpleja del chico al que su ex novia besó. Esa fue la forma que su ex pareja tuvo de
decirle que sus caminos debía separarse. Y ella finalmente lo aceptó. No más
dudas, no más remordimientos. Seguro que podría ser feliz y sobre todo, hacer
feliz a Martin, que había demostrado merecerlo.
Yo, yo, yo, siento que estoy bailando en el cielo
Vuelvo a la vida cuando estoy contigo
Vuelvo a la vida cuando estoy contigo
Vuelvo a la vida cuando estoy contigo
-Sí, dar la vida por los amigos.- Suspiró.- Amar a quienes nos aman y
verles dichosos. ¿Porqué no?...
-¿Decías algo, cariño?- Quiso saber él.-
-Sí, que no puedo ser más feliz, estando
contigo.- Afirmó la joven, sonriéndole de modo luminoso.-
No estás sola, estamos en esto juntos
Todo lo que quieres está aquí para siempre
Y ellos no necesitan saberlo ¡Oh, Oh!
Y ellos no necesitan saberlo
Y ellos no necesitan saberlo
Yo, yo, yo, siento que estoy bailando en el cielo
Vuelvo a la vida cuando estoy contigo
Vuelvo a la vida cuando estoy contigo
Vuelvo a la vida cuando estoy contigo
Disfrutaba
además, observando la alegría en la cara de su hermana Steph, que hasta bailaba
divertida con By y la observaba a ella misma con una mezcla de orgullo y
admiración.
No hables, tu sonrisa me dice todo lo que tengo que saber
Tus ojos me muestran donde quiero ir, Oh, oh
No estás sola, estamos en esto juntos
Todo lo que quieres está aquí para siempre
Y ellos no necesitan saberlo Oh, Oh
Y ellos no necesitan saberlo
Y ellos no necesitan saberlo
Yo, yo, yo, siento que estoy bailando en el cielo
Vuelvo a la vida cuando estoy contigo
Vuelvo a la vida cuando estoy contigo
(Joe & Jake - You're not alone. Credit to the artist)
Vuelvo a la vida cuando estoy contigo
(Joe & Jake - You're not alone. Credit to the artist)
Y
tras la fiesta finalmente vino la noche de bodas. Ese era el momentos que más
temía. Allí Daphne estuvo mucho más remisa y asustada. Martin la tomó en
brazos, eso sí, cuando entró con ella al piso que los padres de la chica tenían
en Sagan City. Fueron muy afortunados dado que esa parte de la ciudad apenas sí
fue alcanzada. Y lo que fue destruido ya estaba casi reparado.
-Señora Carson. Bienvenida a la que
siempre ha sido su casa.- Rio él.-
-También es la tuya ahora.- Convino su
mujer.-
-En cuanto podamos compraremos la
nuestra propia. Ahora que todo se está reconstruyendo en Nature y que el
gobierno ha aprobado ayudas a la población, los precios serán más asequibles. Además,
los dos trabajamos y nuestros padres nos ayudarán. ¡Será maravilloso!- Afirmó
él.- Pero antes de nada, disfrutaremos aquí, de nuestra vida en común.
Y
tras decir aquello la dejó suavemente sobre la cama. El joven fue a cerrar la
puerta de la casa y después retornó. Daphne le observaba tumbada, sin hacer el
más mínimo intento de quitarse su vestido de novia. Su marido le devolvió la
mirada y sonriente, sentenció.
-No me canso de mirarte vestida
así. Eres la imagen más bonita que he
visto nunca…¡Mi sueño hecho realidad!
La
chica sonrió sinceramente halagada, y no dudaba de que él decía lo que
realmente pensaba. Aunque ahora la asaltaba el miedo. Más cuando Martin comenzó
a quitarse la ropa. Daphne se sentía paralizada, el chico ya estaba en ropa
interior, cuando se percató del gesto lleno de zozobra de ella.
-¿Te encuentras bien, cariño?
-Sí, ha sido un día muy largo, supongo.-
Suspiró la aludida sin saber qué más decir.- La emoción, los nervios…
-Deja que te ayude.- Se ofreció su
interlocutor.-
Dócilmente
ella se puso en pie y él tanteó a su espalda buscando la cremallera que llevaba
ese vestido. Sonó el ruido de la misma al bajarse y Daphne pudo liberarse de
él. Con suavidad su esposo la hizo girarse hasta que nuevamente se miraron.
Aunque ahora ella no sonreía, su expresión casi daba la impresión de ser de
angustia. Él tomó su rostro con una mano y, con mucho cuidado, lo aproximó al
suyo besándola. La muchacha no se resistió, aunque tampoco colaboró. Martin
comenzó a acariciarla por todo el cuerpo, despacio. Ella respiraba con
creciente agitación bajando la cabeza.
-¿Qué te pasa?- Le preguntó él con
suavidad.-
-Lo, lo siento.- Sollozó la joven.- Es
que, es que yo…
-Entiendo.- Suspiró él.- No tengas
miedo, yo tampoco.- Le confesó.-
Ella
le miró, al principio sin entender a qué podía referirse, aunque enseguida lo
supo. Más cuando él aclaró.
-Nunca he hecho esto. Pero así será más
bonito. Tú eres con quien yo quería tener mi primera vez…
-Martin.- Pudo decir ella casi entre
balbuceos.- Yo, tampoco lo he hecho nunca…- Fue capaz de replicar, aunque tras
unos angustiosos instantes, tuvo el valor de matizar.- Con un hombre…
Su
marido la miró perplejo ahora, elevando el mentón de la muchacha con un dedo.
Daphne le sostuvo la mirada con sus ojos llenos de lágrimas, algunas rodaron
por su rostro.
-Lo siento, yo…- Agregó compungida.- Por
favor, dame tiempo…
-Todo el que quieras, mi amor.- Aseguró
el chico.- Vayamos muy poco a poco… ¿Te parece?
La
chica asintió de modo rápido y brusco, aunque se sentía mal. Estaba incómoda y
solamente podía pensar en esa misma situación, pero con otra persona. Su marido
estaba besándola con suavidad en el cuello y bajando hacia los hombros, el
pecho y el vientre. Eran besos inexpertos pero, pese a ello, ella podía
percibir el amor que encerraban. No obstante, se veía incapaz de corresponder,
al menos de momento. Al fin él se quitó la ropa interior. La chica ni se
atrevía a mirar. Allí continuaba sin despojarse de su sujetador ni de su otra
prenda, esa que cubría sus partes íntimas.
-¿Puedo?- Le preguntó él, no sin
agitación en su voz.-
-Sí, claro.- Musitó la chica con
evidente zozobra pese a todo. -Claro…
Martin
se puso tras de ella otra vez para soltar el cierre del sujetador. Al hacerlo
éste cayó al suelo liberando los pechos de Daphne. Él se adelantó para ponerse
frente de la muchacha. Por un momento observó esos senos de tono blanco y los
acarició sintiéndolos tersos y duros. Eso hizo que la joven soltase un gemido
muy leve, casi más debido a la sorpresa y
sentirse tan violenta, que a la excitación. Su marido fue descendiendo
poco a poco con sus manos hasta llegar a esa otra prenda que deslizó hacia abajo,
arrodillándose al mismo tiempo frente a ella. La chica notó como él la besaba
cerca de esa parte, eso sí hizo que jadease algo más excitada.
-¿Voy bien así? – Quiso saber él
mirándola hacia arriba, sin dejar de estar arrodillado.-
Ella
asintió deprisa ahora, deseando que continuase. Al menos en eso Martin parecía
haberse documentado. Daphne separó incluso las piernas para que le resultara
más sencillo. Al poco, la joven estaba lo bastante animada como para que él la
tomase en brazos y la pusiera una vez más en la cama. Esta vez tumbándose
encima. La muchacha se sentía angustiada, pero trató de aguantar. Al menos él
comenzó a bajar por su cuerpo, besándola sin cesar. Con las luces apagadas casi
podía cerrar los ojos y abstraerse pensando en Sabra. Aunque el chico era más
rápido e impulsivo, carecía del dominio en esas artes de su ex amante. Al fin,
él retornó de nuevo a visitar aquellas partes privadas y Daphne volvió a
dejarse hacer, separó una vez más su piernas y fue entonces cuando oyó el
susurró excitado de su esposo.
-¿Preparada?-Quiso saber ese novel
amante.-
La
joven apenas pudo musitar un sí. Él pasó a introducir algo, sus dedos quizás.
Daphne ahogó una exclamación. Al fin, volviéndose a colocar sobre ella, Martin
la abrazó presionando su cuerpo contra el suyo. Al principio le costó pero
finalmente pudo penetrarla. Ella soltó una exclamación, entre el dolor, la
impresión y la angustia, a medias con la excitación. Su esposo comenzó a
moverse y ella notó esa parte en su interior. Pudo abrazarse a él en tanto
aquello duró. No supo cuando, hasta que él terminó cayendo a un lado. Tras unos
instantes de silencio y respiraciones entrecortadas, el chico se atrevió a
preguntar.
-¿Ha sido tan malo?
La
muchacha ni supo que responder a eso. Si se paraba a analizarlo no fue algo tan
terrible, pero tampoco le dio ni muchísimo menos ese goce que había
experimentado con Sabra.
-Perdóname, aprenderé.- Le aseguró él
que parecía avergonzarse de su nula experiencia en esas lides.-
-No.- Pudo musitar ella, volviendo su
rostro para mirar al de su esposo.-
Perdóname tú a mí. Esto no es justo para ti. Has sido bueno, dulce y
comprensivo conmigo. Incluso sabiendo la verdad. No es culpa tuya, sino mía.
-Solo sé que te amo más que a nada.-
Aseguró Martin acercándose a ella.- Y que lo único que deseo es hacerte feliz.
-Lo sé.- Fue capaz de decir la chica
casi al borde del llanto.- Lo sé…yo…
Se
levantó de la cama sentándose en ella. Su marido hizo lo propio pasándole un
brazo tras los hombros y acurrucándola junto a él.
-Tendremos mucho tiempo para ir
mejorando.- Quiso animarla.- Y ¿quién sabe? Puede que un día, llegue a hacerlo
bien y hasta evite que te quedes dormida…- Añadió con humor.-
A
su pesar ella se rio. ¡El pobre muchacho estaba intentando poner todo de su
parte para que se sintiese mejor! Por desgracia había algo que él no podía
hacer, transformarse en su ex amante. No obstante, Daphne se lo debía.
-Para ser tu primera vez con una chica,
no ha estado mal.- Le alabó ella ya con un tinte más amable e incluso sincero.-
-¿También ha sido tu primera vez,
verdad?- Comentó él algo dubitativo.-
-Bueno, ya te dije que con un hombre, sí.-
Concedió Daphne quién incluso se permitió sonreírle en tanto le daba un beso en
la mejilla para agregar.- Pero con mujeres te llevo ventaja.
-Dame tiempo, aprendo rápido.- Fue capaz
de contestar el joven.-
Y
la besó de nuevo, tratando de recorrer el cuerpo de la chica una vez más, con
intensidad aumentada. Esa vez Daphne tuvo que admitir que lo hizo mejor. Y así
pasaron los días, meses y años de su vida en común. De hecho, siguieron
trabajando juntos en buena sintonía y como pareja, de cara al exterior, lucían
bien. Era un matrimonio compenetrado, que se quería. Sin embargo, en la
intimidad, sus relaciones fueron espaciándose en el tiempo. Eso no impidió que
un día ella quedase embarazada. Aquello fue un gran incentivo para los dos. La
felicidad que la muchacha experimentó cuando lo supo fue totalmente real. Y por
supuesto que, cuando David nació, no pudieron ser más dichosos. Luego el crío
fue creciendo. Al principio nada de sexo por , sobre todo, la devoción que
pusieron ambos en cuidarlo. Después, sencillamente era ella quien no se
mostraba muy receptiva. Al menos con
Martin. Sin embargo, no podía evitar dirigir miradas llenas de deseo a
muchas mujeres con las que se cruzaba, charlaba o incluso entablaba una
amistad. Por supuesto que, sus votos matrimoniales y su sentimiento de
culpabilidad, no le permitían ir más allá de eso. Al menos hasta que…
-Bueno, cariño, hora de ir a ver a la
doctora.- Declaró saliendo de esos pensamientos, cuando llevando a David de la
mano le hizo levantarse del asiento del deslizador para entrar en la consulta.-
Seguro que te pondrás bueno enseguida.
El
niño asintió con esa esperanza. Al entrar en el piso que servía como consulta
de la doctora Sullivan tuvieron la suerte de que no hubiera nadie delante. De
hecho, la propia Julieth salió sonriente a abrirles la puerta y les pidió que
pasaran.
-Hola David.- Sonrió cariñosamente al
pequeño.-
-Creo que está malito. ¿Verdad tesoro?-
Repuso Daphne.-
-¿Otra vez, cariño? Debe de ser un
resfriado típico de esta época.- Valoró la doctora, antes de incluso
reconocerle.-
Pasaron
a la salita médica donde la médico tenía sus útiles. El crío se sentó y Julieth
no tuvo problema en examinarlo con rapidez, el típico palito para que abriera
la boca, el estetoscopio para auscultarle. Aquel crío se rio de lo frío que
estaba. Ambas mujeres se miraron y sonrieron. Al fin, la doctora declaró.
-Bueno, esto no es nada. Un poquito de
descanso, sopa caliente y como nuevo. Si acaso no le lleves al colegio mañana.-
Aconsejó a la madre del pequeño que asintió.-
-Le dejaré con mis padres o con mis
suegros.- Repuso Daphne no sabiendo a ciencia cierta a quién le podría colocar
al crío esta vez.-
-Bueno, pues ya está.- Sonrió la rubia
doctora en tanto le abrochaba la camisita al niño.- Ahora espera un momento a
mamá.- Le pidió con dulzura al pequeño.-
Y
abriendo la puerta de la consulta dirigió al crio a otra salita en la que había
algún juguete y holo tebeos. David se dejó llevar dócilmente, estaba
acostumbrado a aguardar un ratito mientras su mamá hablaba con la doctora. Al
fin, Julieth regresó sola y cerró la puerta tras de ella, apoyándose en la misma
para decir algo perpleja.
-David solamente se ha enfriado, tampoco
hacía falta que lo trajeras.- Afirmó incluso con cierta inquietud, recordándole
a su contertulia.- De hecho, es la tercera vez en dos semanas que has venido
con él.
-Lo sé.- Suspiró Daphne levantándose de
la silla en la que estaba sentada y acercándose a la doctora.-
La
rubia maestra abrazó entonces a su interlocutora obsequiándola con un
apasionado beso en los labios que ésta correspondió. No tardaron en empezar a
desnudarse mutuamente. Tumbadas sobre la camilla de reconocimiento dieron
rienda suelta a sus deseos. Apenas diez minutos que se les hicieron muy breves.
Todavía jadeantes se besaron una vez más en la boca.
-Tenemos que dejar de hacer esto.- Pudo
susurrar una apurada Julieth en tanto se vestía. –
-Sí, pero…no sé cómo podría verte sino.-
Opuso Daphne quién también se dio prisa en ponerse su ropa.- Es la única
manera. Ya me entiendes…
-¿Y tu esposo no sospecha nada?-Inquirió
la facultativa.-
-No, que yo sepa. Además, David estaba
enfermo, él mismo lo vio.- Añadió su interlocutora que ya había vuelto a poder
hablar sin jadeos.-
Finalmente,
ya vestidas y bien arregladas, como de costumbre cada vez que consumaban alguno
de esos encuentros, salieron. Daphne fue a por su hijo y tras despedirse de la
doctora con un simple saludo, tomó a su pequeño de la mano y retornó a casa.
-Mami. ¿Me podré quedar en casa de los
abuelos?- Quiso saber el niño.-
-Claro, cariño.- Sonrió débilmente ella,
que casi no se atrevía a mirarle a la cara.-
Le
daba muchísima vergüenza y se sentía terriblemente mal por usar de ese modo a
su hijo. Pero es que desde esa primera vez en la que ella y Julieth habían “
conectado” sentía que no era capaz de pasar sin su amante. Necesitaba sus
caricias, sus besos y la manera que tenía de hacerle el amor. La propia doctora
le confesó que no había tenido pareja desde hacía muchísimo tiempo. Y que la
había estado observando con deseo aunque sin atreverse a nada. Daphne tampoco
fue ajena al atractivo de esa doctora pero hasta hacía pocos años ni tan
siquiera se imaginó que pudiera compartir sus inclinaciones. Es más, todo
aquello vino cuando, al año y medio de nacer David, le llevó a que ella lo
reconociera. Ya le había atendido antes pero ésta fue la primera vez que fue
sin su esposo a la consulta. En esa ocasión el niño estaba perfectamente pero
fue ella quien pidió un reconocimiento ginecológico. Por supuesto Julieth se lo
hizo pero, además de explorarla la excitó como hacía muchos años que no lo
había estado, tanto que ella sujetó la mano de la perpleja doctora para que
incluso profundizase más. Menos mal que el crío se había quedado dormido.
Daphne aprovechó entonces para, entre jadeos, disculparse, aunque su médico le
sonrió despacio. Aproximó su rostro al de ella, y fue cuando se besaron por vez
primera. Entonces nada más sucedió. Solamente hablaron y Julieth le confesó.
-Nunca estuve interesada por los
hombres.
-Pero tienes una hija.- Opuso la atónita
Daphne.-
-Sí, pero a Helen la concebí por
inseminación artificial.- Le contestó la doctora, agregando eso sí, con pasión
de madre.- Ella es lo más importante de mi vida y aunque no tengo pareja
estable no me ha hecho falta para ser feliz. Bueno, tuve que correr el rumor de
que tenía novio o de que iba a casarme, luego de que lo estaba. Pero que mi
esposo vivía fuera por trabajo. Hace años, vino a verme un primo segundo que
hasta hizo el papel de marido de cara a tapar las bocas de los chismosos. Ya
sabes, aquí, en este planeta y sobre todo tras lo sucedido, la neoreligión ha
ganado tantos adeptos y tanta fuerza…Ya es duro a veces que me miren y crean
que estoy separada o soy madre soltera. Si supieran que en realidad…
-Lo sé.- Afirmó Daphne solidariamente.- Mírame
a mí, estoy casada con un hombre estupendo y soy madre. Y aun así tengo miedo.
Julieth
la observó con interés para inquirir no sin prevención.
-Si no te molesta la pregunta, ¿te
casaste para ser madre? O ¿quizás para ocultar lo que de verdad eres?
-No, yo quiero a Martin.- Declaró la
joven.- Quizás no en este aspecto, pero,
pese a todo, soy feliz con él, y más tras el nacimiento de David.- Añadió
mirando con mucho amor a su pequeño que seguía dormido, ajeno a lo que su madre
estaba diciendo.- Mi esposo me quiere y es un estupendo padre. Pero yo no me
siento a gusto con él en…ya me entiendes.
-Entonces, ¿tu marido y tú?- Inquirió la
perpleja doctora.-
-Apenas tenemos relaciones. Sobre todo
tras el parto.- Comentó ella.- Martin no
quiere forzarme. De vez en cuando trato de complacerle un poco. Ya sabes, sexo
oral, u otro tipo de estimulaciones, porque se merece algo al menos. -Movió la
cabeza entonces y mirando al techo reconoció con tristeza. -No es justo para
él.
-Yo no podría.- Admitió Julieth.- No
podría acostarme con un hombre…ni siquiera hacerle eso otro.
-Pues eres muy guapa.- Afirmó Daphne.-
Seguro que habrás tenido proposiciones…
-Sí, muchas.- Pudo decir la
interpelada.- Aunque siempre supe declinarlas sin levantar sospechas. Ya sabes,
el rumor de un novio que estaba en la Tierra…después mi esposo ausente.
-Dime, si no te importa.- Fue el turno
de Daphne para querer saber.- ¿Has hecho esto con alguna otra de tus pacientes?
-No.- Confesó la facultativa añadiendo
para sorpresa de su interlocutora.- La verdad es que tú eres distinta. Me
gustabas desde la época en la que eras la maestra de mi hija. Pero yo pensaba...
creía que eras heterosexual. Siempre con Martin al lado. De familia tan
creyente. Y jamás me atreví ni a insinuarme. Además, lo veía mal, estando mi
hija de por medio.
-Sí, tan mal como estando ahora David.-
Suspiró ella con tono culpable tras dedicar una furtiva mirada al niño que
seguía dormido, ajeno por completo a aquello.- Sería indigno para una madre
usar así a sus hijos, ¿Verdad?…ç
Hubo
un tenso y desagradable silencio. Quizás Julieth se dio cuenta del alcance de
sus palabras.
-Lo siento.- Se disculpó enseguida la
doctora.- ¡Perdóname, soy una estúpida! No quería decir…
-No tienes la culpa. Fui yo quien
empezó. El hecho de que una mujer atractiva como tú me tocase.- Suspiró Daphne
casi con lágrimas ahora.- Hacía mucho tiempo que no me sentía así.
-No tengo ninguna intención de
perjudicarte.- Se apresuró a afirmar Julieth con evidente apuro, para proponer.-
Lo mejor será que olvidemos que esto ha sucedido. ¿No crees?
Y
su contertulia asintió, pero no pudieron hacerlo. La tentación era demasiado
fuerte para las dos. Sobre todo cuando Daphne acudía con su hijo a algún
chequeo rutinario. La doctora siempre examinaba al crio con mucha amabilidad y
dulzura dejándole luego en una salita de juegos. El niño se entretenía allí sin
prestar atención a nada más y ellas… pues aprovechaban cada segundo en caricias
y besos que llevaban a cosas más
profundas. Y el caso es que Daphne no podía decir que estuviera enamorada de la
doctora, como creía que Julieth tampoco lo estaba de ella. Esa mujer era muy
independiente y tenía a su propia familia. Su hija Helen, tendría los ocho años
quizás cuando comenzaron esa apasionada relación. Ahora la cría era casi una
adolescente. Eso dificultaba mucho que ambas pudieran verse en casa de Julieth.
Salvo en horario escolar. Y teniendo en cuenta que la consulta estaba en el
piso de la doctora, era el único sitio del que los miembros de esa comunidad
tan religiosa y curiosa no podrían sospechar.
-Sobre todo tras lo sucedido con esas
horribles mujeres.- Recordaba ahora Daphne.-
Esas
Feminax, las que habían pregonado su odio hacia los hombres. Y sobre todo, esa
diabólica Marla. Solamente con recordarla palidecía. Al fin supo que, tras lo
de Byron, esa malvada pudo huir a la Tierra. Pero al fin la atraparon, haría
quizás un par de años. Fue juzgada y eso tuvo repercusión. En principio la
abogada defensora iba a ser nada menos que ¡Kerria Malden! Quien, a punto de comenzar el proceso presentó su
renuncia. Alegó que su conciencia no le
permitía defender a esa mujer…y en un giro sorprendente que reflejó casi toda
la prensa, quiso ser la fiscal. Al final Marla fue condenada a un castigo
terrible. Daphne no lo recordaba bien, pero en un planeta que había abolido
oficialmente la pena de muerte, hubo otra cosa capaz de helar la sangre de esa
loca.
-No sé qué le pasó. La llevaron muy
lejos, a una prisión perdida en un mundo muy lejano, creo. No importa lo que
fuera. Al menos ya no es una amenaza para nadie.- Pensó con alivio en tanto
llegaba con su hijo a casa.-
-Mami, tengo hambre.- Le hizo saber
David.-
-Ahora mismo te preparo algo, cielo.-
Sonrió solícitamente ella.-
-La doctora tiene muchos juguetes.-
Comentó el crío, contento a ese respecto.-
-Sí.- Asintió ella, sin saber qué más
decir.-
El
niño tosió un poco. Por lo menos, de cara a la conciencia de Daphne, le había
llevado al médico con motivo. Cerró los ojos y se llevó las manos a la cara,
tapándosela ahora. Por muchas razones que quisiera argüir, se daba cuenta de
que ninguna era para convencer a Martin. Todas estaban destinadas a convencerse
a sí misma.
-¡Señor, perdóname! Sé que está mal.- Se
decía llena de culpabilidad.- ¡Estoy engañando a mi esposo!
A
veces llegaba incluso a desear que fuera él quien la engañase con otra. Sería
la única manera de liberarse. No ya por un hipotético divorcio, sino por tener
una justificación. Empero, al momento de pensar así se sentía una rastrera. Y
luego estaba su hijo. David la observaba con esa expresión de inocencia y
extrañeza.
-¿Qué te pasa?- le preguntó el crío.-
-¿A mí?, nada, cariño.- Se apresuró a
replicar.- Voy a ver que te hago para comer. Dime, ¿te gustaría algo en
especial?
-¡Macarrones!- Exclamó el pequeño.-
Eso
al menos la hizo sonreír. A su hijo le gustaban mucho los macarrones con tomate
y algo de carne que hacía, receta de la abuela Lidia. Así pues, tras ponerse
ropa cómoda y el delantal, le dijo animosamente al niño.
-Ahora mismo los preparo, cielo…
En
la escuela entre tanto la hora de comer terminó, sucediéndose las últimas
clases. Al fin, tras terminar, Gloria se fue junto con el resto. Vio salir a
ese chico tan alto y atractivo y se aproximó, eso sí, con el genuino deseo de
pedirle un favor.
-¿Podría acompañarte para saludar a tu
padre?- Fue capaz de decir.- Quisiera darle las gracias por estar ahí, y ayudar
a traerme al mundo.
-No hay problema. – Sonrió Alex quién
sin embargo opuso.- Pero puede que esté de turno en el hospital. Te diré lo que
haremos. Llamaré a casa…
La
chica asintió. Entre tanto el resto de los muchachos observaban la escena
perplejos. Luke fue quien cuchicheó con asombro e incluso algo de envidia.
-Ese Alex siempre está igual. No sé que
demonios tiene, todas las chicas se le pegan como lapas.
-Sí, no sé qué tendrá.- Replicó
sarcásticamente Tiffany con evidente sonrisa para responderse a sí misma con
patente regocijo, enumerando.- Es guapo, alto, simpático, atento, inteligente…está
muy bueno, no sé qué podemos ver las chicas en él.
Algo
envarada, Fiora se limitó a hacer como si no hubiera oído nada y Franklin se
sonrió ligeramente aunque tampoco hizo comentario alguno. Al fin, Alex pudo comunicar
con su casa.
-Sí, mamá. Bueno, ¿está papá? ¿No?
Lástima. Verás, es que tengo una compañera que quisiera darle las gracias por
algo. ¿Qué quién es?...
Tapó
un momento el auricular para decirle a la muchacha.
-¿Puedo dar tu nombre?
-Por supuesto.- Asintió ella
repitiéndolo completo.- Gloria Elua Derail.
Alex
se lo dijo a su madre y tras escuchar un momento el chico contestó.
-Sí, sí se lo diré. Claro. Hasta luego,
mamá…
Y
volvió a dirigirse a la nueva para preguntar.
-Mi madre dice que, si quieres y tienes
tiempo, sería un placer que pasaras por casa. Mi padre no tardaría en llegar y
ella desea saludarte también. Dice que es muy amiga de tus padres y que sirvió
junto al embajador.
-En tal caso, siendo compañera de
batalla de mi padre, el honor será mío. Acepto agradecida su invitación.-
Sonrió la muchacha.-
-Bueno, pues entonces ven conmigo.- Le
propuso Alex.-
Y
esa muchacha asintió. ¡Así daba gusto! Al menos eso creyó Luke. Quien pensó al
menos que todavía le quedaba Fiora. Por ello, su decepción fue grande cuando
ese guaperas le preguntó a la muchacha.
-¿Te vienes, prima? Puedes avisar a tus
padres y decirles que cenas con nosotros.
-Por mí genial.- Sonrió Fiora.-
-Yo advertiré a los míos. Debo pedir su
autorización.- Comentó Gloria.-
Hizo
una llamada a casa que su madre contestó. La chica la puso al corriente y
Maggie, como no pudo ser de otra forma, le dio permiso y además de muy buena
gana.
-¿Te ha invitado Alex? ¿El hijo del
doctor Ginga?- Repitió entre sorprendida y agradada.-
-Sí, madre. Creo que sería un insulto
rehusar.- Aseveró Gloria.-
-No es algo tan tremendo, hija. Pero
tranquila. Puedes ir, saluda a Susan de mi parte. Quiero decir, a la señora
Ginga. Hace días que no la veo.- Le comentó.-
-Así lo haré.- Convino la joven.-
Los otros la oyeron
hablar un poco más. Al cabo de unos momentos, tras cortar la comunicación,
Gloria le dijo a ese joven con visible alegría y consideración.
-Mi madre dice que le parece una gran
idea. Añadió que será un placer para ella devolverte la invitación. Y debo
decir que para mí, también.
Y
tras esas palabras todos abordaron el deslizador. Al pasar unas paradas y para
su fastidio Luke tuvo que bajarse, seguido por su hermana quién en eso no era
más feliz que él viendo como Alex se iba con esa individua. Después fue
Franklin quién se despidió.
-Oye.- Le propuso Alex antes de que
bajase.- Vente también.
-No, gracias.- Declinó amablemente
éste.- Mi madre ya tendrá la cena preparada y no les dije nada.- Otro día
quizás.
Sus
amigos asintieron y el joven rubio se bajó en la parada para encaminarse a su
casa. Atónita, Gloria pensó que era un gesto de poca cortesía rechazar de ese
modo una invitación. Aunque quizás las normas humanas fueran distintas a las
saiyajin en aquello también.
-Aprende a conocer bien las costumbres
de los humanos antes de juzgarles.- Musitó recordando el consejo que la propia
reina Aiona le dio.-
Y
optando por seguir esa buena sugerencia de su soberana se sentó junto con esos
dos muchachos a la espera de llegar a su destino…
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