domingo, 29 de octubre de 2017

GWTN40. El peso de los secretos

Pasaron unas semanas y al fin Sonia llevaba al pequeño Richard al colegio. Hacía ya tiempo que la modelo se entrevistó con el padre Michael quien le expuso las normas de la escuela. La joven asintió a todas y cada una de ellas. En honor a la verdad, la mayoría no eran realmente nada extrañas; puntualidad, civismo, educación y  orden se contaban entre los elementos a observar. Ella misma estaba totalmente de acuerdo en eso. Incluso, fiel a su carácter reservado, el sacerdote no mencionó en ningún momento si él estaba al tanto o no de la identidad de esa joven madre que deseaba matricular a su hijo de cuatro años en su centro. Por otro lado, el rígido formulario del Colegio de la Fe no daba muchas opciones, de modo que, en el recuadro destinado al nombre de la madre, Sonia anotó el suyo propio, y en el del padre, escribió no sin un sentimiento de tristeza y nostalgia, el de Ben Crew.



-Espero poder conocer a su marido cuando venga a alguna de las tutorías.- Dijo el padre Michael entonces.-

-Desgraciadamente Ben murió.- Suspiró la muchacha, sin mentir en absoluto.-

-Vaya, ¡cuanto lo lamento, señora Crew!- Repuso el sacerdote, deseando en voz alta.- Que Dios le acoja en su seno.

-Mi apellido es Calderón.- Le recordó su interlocutora con tono suave pero firme, añadiendo para evitar suspicacias.- En mi país de origen, las mujeres lo mantenemos, estemos o no casadas.



            Su contertulio asintió sellando los trámites para terminar esa matriculación. Tras ello y levantarse ambos de las sillas que ocupaban en el despacho del colegio, el padre Michael le dio la mano a esa mujer y la acompañó a la salida, deseando que el pequeño Richard disfrutara de su estancia en el colegio.



-Irá a la clase de la señorita Kensington.- Le contó a Sonia antes de que ésta se despidiera.- Es una estupenda maestra que lleva muchos años educando a nuestros alumnos más pequeños.

-Sí, conozco a la hermana de esa maestra.- Sonrió la española añadiendo convencida.- Sé que mi hijo estará en una magníficas manos.



            Y menos mal que así era puesto que ella además tenía que ocuparse de muchas cosas en el trabajo. Stephanie había viajado a la Tierra para participar en unos desfiles e informar en persona a la señora Deveraux y a la española le tocaba estar esos días al cargo de todo. Y en eso iba incluido el ocuparse de la nieta de la jefa. Al menos, lejos de darle ningún problema, era una muchacha encantadora que trabajaba con su mejor voluntad.



-Esa chica ha nacido para ser modelo, y canta de maravilla.- Pensaba.- Por fortuna no se lo tiene nada creído ni va de diva, y podría hacerlo, desde luego.



            Aunque la notaba un poco ausente a veces. Quizás no era de extrañar. Ya se rumoreaba que se veía con un apuesto muchacho de allí. El hijo del Doctor Ginga y de la comandante Hunter.



-Es joven y es lo natural. La cabeza vuela cuando nos enamoramos. Solo espero que sepa lo que hace. Su abuela me mataría si sucediera algo imprevisto.- Se dijo la española quien sin embargo, no pudo evitar una sonrisa.- Me recuerda mucho a mí a su misma edad. La pobre es demasiado romántica e ingenua.



            La aludida estaba en efecto trabajando con denuedo en esa corta visita a Nature. Estuvo encantada cuando le surgió la oferta de regresar a hacer unos pases de vestuario. Aprovechó a su vez para volver a ver a Alex. En privado los dos salían ya como novios sin recatarse. No obstante, Maray era consciente de que no le convenía airear una relación abierta. Los periodistas y los chismosos posiblemente la atosigarían. Por ello, su novio y ella fingían ser únicamente amigos delante del resto de la gente, solo entre personas de mucha confianza se arriesgaban a mostrar sus sentimientos. Y es que la joven tenía muy presentes algunos consejos que su propia abuela Esmeralda le brindase hacía ya unos años. Justo cuando comenzó su carrera como modelo. Una vez, en París, en el despacho de la allí conocida por Madame Deveraux, ésta le comentó.



-Maray, cielo, haz caso de alguien que tiene muchos años de experiencia en este mundillo. Cuando tengas novio…. ¿Porque todavía no lo tienes, verdad?- Inquirió con un leve toque de recelo.-

-¡No, abuela! - Se apresuró a responder con azoramiento ella moviendo la cabeza con celeridad.-

-Bien, eso me parecía viendo tu cara.- Se sonrió la veterana diseñadora agregando divertida.- En eso eres casi tan inocente como tu madre. Recuerdo cuando ella era una adolescente y trataba de engañarme. Nunca lo lograba, por cierto. La estoy imaginando ahora, hablándome de un tal François. ¡Ja, ja! Mira que la advertí. La pobre, ¡menudo chasco se llevó! Pero no hubo mal que por bien no viniera. Luego al poco, nos mudamos a Nueva York y allí conoció a tu padre.



            Maray ya se sabía aquella historia y asistía perpleja a ese monólogo de su abuela, quien se acabó por dar cuenta y enseguida se sonrió.



-Disculpa, querida. Es la edad, una tiende a enfrascarse en sus recuerdos. Bueno, como te iba diciendo. Cuando tengas novio procura no exponerle demasiado. Sé que eres una chica juiciosa pero aun así eres demasiado joven todavía. No te fíes de los medios. Siempre buscaran la noticia sensacionalista. Exista o no. Mejor no darles ocasión de fabricarla.

-Entonces, me recomiendas no tener novio. ¿Verdad? - Pudo decir la aludida.-

-No he dicho eso, te recomiendo que la prensa no se entere.- Matizó su abuela quién, divertida, apostilló no sin humor.- Y sobre todo que tus padres se enteren menos todavía. Quizás Leval sea más condescendiente. Pero mi hija, es decir, tu madre, le mirará con lupa. Eso te lo aseguro. Por mucho que Amatista lo niegue, para eso es todavía peor de lo que era yo con ella cuando tu madre tenía tu edad.



            La chica asintió sonriendo a su vez. Su madre era una persona fantástica pero a veces podía llegar a ser demasiado protectora. Ya le costó trabajo que la dejara ir a la Tierra y a Nature para comenzar a aprender. Y eso que, como buena hija, la llamaba muy a menudo. Al menos Maray pudo vencer su inicial oposición. Se acordaba mucho de cómo se enfadó su madre cuando se enteró de que ella se había estado preparando para el certamen de Miss Bios con la ayuda de la abuela. Pero bueno, siendo sincera consigo misma, también fue culpa suya al no contárselo antes.



-Lo recordaré, gracias.- Sonrió la chica.-

-Muy bien, cariño, sé que lo harás.- Convino Esmeralda dejando que su nieta se marchase a proseguir su formación.-



            Y Maray salió del despacho con la sensación de haber recibido un valioso consejo. Rememoraba eso asintiendo, de camino a la sede de Nature. Su abuela había tenido toda la razón. Pero, además de esas preocupaciones tan mundanas, debía de estar muy pendiente también en su objetivo más importante, el que únicamente contaba. Uno que ni tan siquiera su aguda mentora y abuela podía imaginar. La joven presentía que cada vez le quedaba menos tiempo para vivir su sueño, por eso tenía que aprovechar y exprimir al máximo cada minuto, no…cada segundo del que todavía dispusiera y tratar de ser lo más feliz posible.



-Ahora toca trabajar.- Se dijo pues con optimismo, entrando en la Casa Deveraux, debía pasar unos vestidos y hacerse unas fotos.- Luego espero poder ver a Alex. Aunque también echo mucho de menos a Crista. Espero que siga estando contenta en París y saliendo con Pier…



            Esa era su gran amiga. La conoció en el certamen de Miss Bios y Maray recibió su ayuda y apoyo cuando ese viejo verde quiso propasarse con ella. Pese a ese mal trago que felizmente superó, ahora la joven modelo suspiraba con nostalgia. Aquello pareció haber ocurrido haría una eternidad.



-Crista logró una mención, y luego Mirna, que fue miembro del jurado, la recomendó personalmente a mi abuela. Por suerte pudo ir a la Tierra a recibir un curso en la Academia Deveraux y allí conoció a su novio. Al menos ella lo compagina muy bien. Espero ser capaz de hacer lo mismo.- Deseó.-



En otro lugar, el doctor Ginga por su parte tenía el día libre, paseaba por el parque central en tanto pensaba. Echaba de menos a su hijo. Ahora, entre sus estudios y las pruebas de la academia militar, apenas sí se pasaba por casa.



-Al menos Susan sí que le ve. Aunque delante del resto no pueda abrazarle. Únicamente devolverle el saludo. - Se sonrió.- Mi pobre mujer, con su rango y sus responsabilidades…



            Su esposa en efecto estaba muy ocupada. Era una de las autoridades militares principales del planeta y además había tenido noticias. Se rumoreaba que su ascenso iba a ser inminente. Dentro de pocos meses el capitán Enset se retiraría. Su puesto estaba más que al alcance de la comandante Ginga. Aunque en el ejército seguían dirigiéndose a ella por su apellido de soltera y a Giaal le parecía bien. Muchas veces no comprendía esa costumbre humana de obligar a una mujer a prescindir del nombre de sus padres.



-Bueno, a mí no me hubiese importado que Alex llevase primero el apellido de su madre.- Meditaba.- Seguro que le habrían considerado incluso mejor todavía.



            Pero eso era precisamente lo que Susan no quería. Ni tampoco el chico. Cualquiera podría haber tenido recelos si él hubiera lucido ese apellido. De este modo, siendo el cadete Ginga, la mayor parte de sus compañeros no le relacionarían en un principio con su célebre madre. Así se evitaban suspicacias de tratos de favor. De hecho, le enviaron a una base alejada del destino de la comandante Hunter para que hiciera allí sus prácticas. Ese sí que fue un favor que el veterano Enset les hizo. Y en cuanto estuviera listo, Susan quería que le trasladasen a Bios. Lejos de su influencia, para que tuviera la oportunidad de aprender y hacer méritos por sí mismo. Giaal habló con su esposa de eso y ella le contó que ya se había comunicado con Leval. Su amigo, que era ya a esas alturas candidato a ser ascendido a general, le prometió ocuparse de Alex sí se lo enviaba. Por supuesto que le agradecieron aquello, le pidieron que no le mostrase favoritismo a su hijo, cosa en la que Leval convino de inmediato, y desearon quedar para verse con él y con Amatista, en algún viaje que hicieran al planeta en donde residían los Malden.



-Leval es un gran amigo. Seguro que protegerá a nuestro hijo y le aconsejará sabiamente. Y Alex lo hará bien esté donde esté.- Pensaba Giaal.- Tiene algo especial, desde siempre lo hemos sabido. Y creo que su destino le llevará a hacer grandes cosas.



            En eso meditaba cuando, a lo lejos, vio a una mujer de larga melena morena. Era bastante hermosa, aunque no la miraba por eso. Había algo en ella que le era familiar. Sin dudar se aproximó hacia donde ésta caminaba.



-Disculpe señorita.- La llamó.-



            Aquella individua se giró observándole también con sorpresa manifiesta. Apenas musitó algo que, pese a todo, él pudo comprender.



-Doctor Ginga.

-Nelly. ¿Eres tú, verdad?- Inquirió él.-



            Al principio la interpelada no replicó, luego sí sonrió fugazmente para declarar.



-Ha pasado mucho tiempo. Me alegra volver a verle.

-¿Qué ha sido de ti? ¿Estás bien?

-Fantásticamente como puede comprobar.- Sonrió la muchacha, que desde luego vestía ropa cara, zapatos de tacón y medias, completadas por un hermoso vestido tono burdeos. Aunque no tardó en cambiar su expresión a otra más seria e incluso triste para confesar.- Pero no fue nada fácil. Tuve que buscarme la vida como pude.



            Giaal no quiso preguntar más sobre eso, sencillamente le ofreció.



-¿Te apetece tomar algo?. No estamos lejos del Clargin.

-Sería maravilloso, me gustaría mucho volver allí, gracias.- Repuso la joven.-





            Fueron caminando sin hablar demasiado hasta llegar a la cafetería. Entraron y tomaron asiento alrededor de una mesa que estaba en la esquina frente al karaoke. Al ver aquello Nelly suspiró con gesto nostálgico, declarando.



-Hacía bastantes años que no me pasaba por aquí. Lo recordaba mucho más concurrido.

-La pobre Ginger ha tenido que afrontar mucha competencia. Y también cambios en los gustos de la gente.- Le explicó Giaal.-



            Una entusiasta jovencita se aproximó a ellos entonces, debería andar por los catorce años, de pelo rubio hasta los hombros y ojos azules. Venía ataviada con un mandil y una Tablet.



-Hola, Bienvenidos al Clargin. ¿Qué desean tomar?

-¡Hipatia!- Se sorprendió el doctor Ginga nada más verla.- ¿Qué haces tú por aquí?

-He venido a ayudar a Gin. Mi madre dice que trabajar será una buena experiencia para completar mi conocimiento de la realidad.- Contestó la pizpireta chiquilla añadiendo algo apurada.- Dice que me paso la vida soñando despierta y que leo demasiadas holo novelas.

-Creo que Clarissa tiene razón.- Sonrió el médico inquiriendo con amabilidad.- ¿Qué tal está tu familia? Hace tiempo que no les veo.

-Bien, gracias. Mi hermano enfrascado en su carrera, mi padre en sus investigaciones y mi madre, bueno. Tratando de echar una mano a Gin, igual que yo.- Suspiró la jovencita.- Como la cosa está tranquila ella ha aprovechado para ir a hacer unos recados.



            Y es que, ahora que se fijaban, no había nadie en el local salvo ellos mismos.



-¿Eres la hija de Clarisa?- Se sorprendió Nelly dedicándola una atenta mirada.-

-Sí, señorita.- Repuso la interpelada.- ¿La conoce usted?

-Siendo niña solía venir por aquí a menudo.- Comentó su interlocutora.- Me trae muy gratos recuerdos. Cuando puedas saluda a Ginger y a tu madre de mi parte. Me llamo Nelly, ellas sabrán quién soy.



            La chica asintió y pasó a tomarles nota. Ambos se limitaron a pedir unos tés.  Una vez anotadas las comandas Hipatia fue rápidamente a prepararlas. Sus clientes aprovecharon entonces para charlar.



-¿Y cómo están usted y su familia?- Quiso saber la joven.- Supongo que su hijo debe estar ya muy mayor.

-Así es, Alex está en la academia militar y estudiando medicina, en la rama fitosanitaria de la flota.- Le contestó Giaal sin disimular su orgullo.- Y mi esposa dirige y coordina las escuadrillas varitech del planeta.

           

            Nelly le escuchó con mucha atención, reflejando tristeza en sus ojos, aunque se esforzó por sonreír, asintiendo. Cuando el doctor concluyó de ponerla un poco al día sobre su familia y hablarle  también de la del embajador Derail, la muchacha comentó.



-Me alegra saber que, al fin, la hija de Maggie volvió. Ella al menos tenía una madre que la esperaba y un padre que realmente la quería.

-¡Ojalá hubiera podido hacer más por ti!- Declaró sentidamente Giaal.-

-Usted hizo todo lo que pudo.- Repuso ella con tinte afectuoso.- Pero parece ser que mi destino era éste. Eso ya no importa, dígame por favor. ¿Sabe algo de mi hermano Orix?

-Se fue a la Tierra creo recordar, y luego le perdí la pista. La última vez que le vi cuando vino a visitar Nature, dijo estar buscando a alguien de nuestra especie. Algún superviviente del planeta en el que vivía cuando el enemigo les atacó.- Le refirió su contertulio.-

-Ya veo.- Suspiró la muchacha con visible desaliento, pese a todo quiso animar su semblante y pregunto también.- ¿Y Wina? ¿Se fue a algún otro planeta?

-Ella está aquí, terminó sus estudios y ahora es una más de las Fairy Five, trabaja junto a su madre.- Le contó el doctor con mejor talante ahora, deseando saber a su vez. -¿Y dónde te fuiste tú? ¿Qué pasó en tu vida?





            Tras oír esa pregunta Nelly tomó aire y pareció dudar en su respuesta, aunque al fin se decidió. Quizás pensase que no tenía sentido ocultarle la verdad al doctor. O que sencillamente ya le daba igual.



-Verá. No puedo decir que esté muy orgullosa de lo que he hecho durante todos estos años, pero tampoco me avergüenzo. Simplemente hice lo que tuve que hacer y lo que mejor sabía hacer para sobrevivir.

-Fue horrible lo que ese hombre te hizo.- Convino su interlocutor, expresando aun su indignación por ello.- ¡Si no le hubieran juzgado y condenado, yo mismo le habría!…



            Aunque Nelly no le dejó acabar, sonriendo agradecida posó una mano sobre otra del doctor y prosiguió.



-Cuando encerraron a Edgar, Kassandra y yo nos marchamos de Sagan City. Fuimos a la ciudad del Sur. Allí las cosas son más, por así decirlo, relajadas. No hay tanto moralista neo religioso y nuestro negocio de, llamémosle alquileres, tuvo bastante éxito.

-¿Negocio?- Inquirió Giaal genuinamente interesado en eso.- ¿Pusisteis un negocio? vaya. ¿Y qué es lo que alquiláis?

-Bueno.- Sonrió irónicamente Nelly, mezclando esa expresión con un deje de amargura.- La mejor mercancía que pueda tener. Me alquilo a mí misma. Soy una elegante dama de compañía…o una puta, lo que prefiera.



            Giaal se quedó con la boca abierta, apenas pudo pensar en algo que decir, desde luego la situación era violenta. Aunque fue la joven quien retomó la palabra sin parecer afectada por eso.



-Imagino lo que estará pensando. Y seré franca con usted, puesto que es de las pocas personas a las que realmente he importado y que me importan. Tuve que hacerlo y lo volvería a hacer. Primero para que Edgar me aceptase, después, cuando vi lo que se podía ganar y cuan fácil era controlar a los hombres, hice de eso mi modo de vida. Ahora ya no es como entonces, elijo cómo y con quien estoy. Y mis honorarios no son baratos. De lo único de lo que me arrepiento es de no haber sabido entonces lo que sé ahora. Habría ganado muchísimo más y en menos tiempo.



            Por suerte el atónito Giaal se ahorró el contestar a esas palabras, Hipatia llegó enseguida con los dos tés y los depositó con cierta dificultad sobre la mesa, tras tomar las tazas de la bandeja en donde las había traído.



-Aquí están, espero que les gusten.- Les deseó la chica con tinte dubitativo.-



            Probándolo con cuidado, Nelly apenas pudo dar un sorbo, estaba realmente caliente y amargo. Esa pobre niña no era precisamente una experta preparando el té.



-¿Tienes algo de azúcar?- Pidió la clienta.-



            Giaal probó un poco a su vez y convino con su interlocutora en que eso era difícilmente bebible. La azorada camarera se apresuró a disculparse.



-Lo siento, enseguida les traigo otro.

-No te preocupes, está muy bien así.- La tranquilizó Nelly con tono amable, añadiendo en forma que solamente Giaal pudo comprender.- Es perfecto para este momento.



            Y tras dejarles unas pastas de cortesía la apurada muchacha se alejó. Al fin habían entrado más clientes a los que quiso ir a atender de modo solícito. Una vez se alejó, Nelly pudo sonreír comentándole a Giaal.



-Esa niña me recuerda a Gin y a su madre Clarisa, es amable y buena persona. Y el té, como le he dicho, es perfecto para hacer un símil a como ha sido mi vida, caliente y muy amarga. Sólo el azúcar del dinero me la ha endulzado.

-Lo lamento de veras. Me habría gustado evitarte todo eso.- Pudo decir al fin Giaal, con genuino pesar.- Si hubiese podido ocuparme de ti…

-¿Sabe una cosa?- Le respondió su interlocutora.- Hay muchos momentos en los que yo también lo hubiese deseado. Empezando por esa aciaga noche, cuando la policía me encontró en ese antro y me llevaron a comisaría. Lo único bueno fue ver como entraba esa abogada, Kerria Malden. Una mujer famosa e importante que mostró verdadero interés en ayudarme. Y todo porque usted y su esposa hablaron con ella. Por desgracia llegó ese tipo, el abogado de Edgar, y todo cambió. Muchas veces pienso qué habría pasado con mi vida de haber tenido la fortuna de seguir bajo la tutela de esa abogada y poder ir con usted y con Susan. Quizás estaría estudiando todavía, o sería científica… o doctora. No lo sé. El caso es que no sucedió así, y me he convertido en lo que ahora soy. No espero que le guste, ni que lo comprenda...

 -Nelly.- Contestó su contertulio mirándola con afecto.- No soy quién para juzgarte, ni a ti, ni a nadie. Y sé que pasaste por cosas muy duras desde niña. No merecías que te tratasen así, ni que tu madre muriera.

-Para empezar, doctor, yo no merecía vivir usurpando la identidad de otra persona. La Nelly original murió. Solamente fui una mala copia.- Se lamentó la joven mirando hacia la mesa.- Ahora me llamo Lady Morgana, bueno, es mi nombre artístico. Y cuando no trabajo, Megan.- Remachó con amargo sarcasmo dirigiendo sus ojos hacia los de él otra vez y declarando con tristeza.- No deseo enturbiar ese otro nombre que llevé. Ese por el cual, quien pensé que era mi madre, usaba para llamarme.



            Giaal la miró con resignación moviendo la cabeza. Al fin dijo expresando su desacuerdo, aunque con un tono amable.



-Eso no es verdad. Tú eres Nelly, siempre lo fuiste, tanto genética como realmente, a los ojos de tu madre. Aurora siempre te quiso y tú lo sabes. En el fondo nunca has renunciado a ser quien eres. Y me basta verte ahora para comprobar que estoy en lo cierto.

-¿Cómo es eso?- Inquirió ella con curiosidad.- ¿Cómo puede estar tan seguro?

-Porque estás aquí, ahora.- Sonrió Giaal.- Vives lejos pero sin embargo has venido a pasear por donde Aurora te llevaba siendo niña.

-No, doctor.- Sonrió condescendientemente ella a su vez para remachar con un deje de irónica amargura.- Vine simplemente por negocios, tengo clientes en la zona. Mis intereses se extienden por varias ciudades de Nature. Doy empleo a varias chicas. Ya lo ve. Me he convertido en toda una empresaria.- Remachó con irónica amargura.-



            Aunque algo en las palabras del doctor la hizo reflexionar. Desde que comenzó a trabajar por su cuenta se ponía pelucas o se teñía. Quizás de este modo podía evitar ser reconocida en la calle, aunque en realidad, viviendo tan lejos de Sagan City, las posibilidades de que alguien supiera su auténtica identidad eran muy remotas. Entonces, ¿por qué lo hacía?...Y sobre todo ¿Por qué hoy había ido con su cabello natural, precisamente donde alguien sí que podría haberla reconocido? Como en efecto había sucedido con el doctor Ginga.



-Sé que en el fondo te sientes mal, Nelly.- Le dijo precisamente Giaal sacándola de esas meditaciones.- Y me gustaría ayudarte. Mira… ¿por qué no vienes a cenar a casa?. Seguro que mi esposa estará deseando volver a verte.

-No, se lo agradezco de veras, doctor.- Musitó ella moviendo la cabeza.- No lo creo correcto, y además, no tengo tiempo. Debo atender a mis asuntos.

-Como tú desees.- Suspiró él agregando con afecto.- Siempre serás bien recibida si algún día quieres visitarnos.

-Muchas gracias.- Sonrió genuinamente la joven, levantándose de su silla.- Debo irme ya. Me ha alegrado mucho volverle a ver. Se lo digo de corazón. Y créame, hacía bastante tiempo que no era tan sincera. Me he acostumbrado a afirmar únicamente lo que mis clientes desean oír. Le deseo lo mejor a usted y a su familia.



            Su interlocutor asintió, tomando con cariño la mano de la chica, ella volvió a sonreír, incluso emocionada. Luego, tras soltarse con suavidad, Nelly se dio media vuelta saliendo del local.



-Mucha suerte. ¡Ojala que puedas curar tu alma y que algún día encuentres la felicidad! - Suspiró Giaal observándola alejarse sin que ella mirase atrás y dudando sobre si contarle aquel encuentro a su esposa o no.-





            Susan entre tanto estaba en la base. Como de costumbre muy atareada. Su cabeza estaba plagada de preocupaciones. La oficial tenía que coordinar todo el operativo de los cazas de defensa orbital del planeta. A eso se le sumaban otros cometidos, algunos realmente complejos de intercambio de información con los servicios de inteligencia de otros mundos. Estaba leyendo algunos informes cuando su superior, el capitán Enset, la llamó a su despacho con urgencia. No tardó en acudir. Al entrar, se cuadró saludando para preguntar.



-¿Deseaba verme, señor?

-Siéntate, Susan, tengo que decirte algo importante.- Contestó su interlocutor con seriedad en el tono.-



            La interpelada asintió, tras tomar asiento en el sillón que se enfrentaba al de su superior le escuchó decir.



-Como sabes pienso retirarme en breve. Hasta ahora me he estado ocupando del mando militar de Nature representando al UNISON, en colaboración con las Sailor Animamates y las Star light.

-Sí, señor. Estoy al corriente de eso. - Convino la comandante.-

-Tú me has ayudado mucho y desde el día del ataque Arcoily hemos trabajado sin descanso para hacer de este mundo un lugar seguro. Ahora te tocará a ti encargarte de ello.

-Bueno, quizás envíen a alguien desde la Tierra o Bios para sustituirle.- Afirmó ella.-

-He hablado con el alto mando de la Tierra, hará ya una semana. En cuanto me retire tú serás la que ocupe mi puesto. Yo mismo te he recomendado y hace un par de horas que me llegó confirmación. Por eso, debes saber que, desde hoy mismo y con repercusión inmediata, has sido ascendida al grado de capitán de navío. Con todos los deberes y privilegios que eso conlleva ¡Enhorabuena!

-Muchas gracias.- Sonrió levemente ella quién, sin embargo, no parecía demasiado feliz con esa promoción.-

-Sé cómo te sientes.- Afirmó Enset como si hubiera adivinado eso.- El peso de la responsabilidad es cada vez mayor. Y por si fuera poco, desde este mismo instante y con tu nueva graduación tienes acceso al código de máximo secreto en Nature. Por ello, voy a mostrarte unos informes confidenciales. Solamente los conocen los altos mandos de la Tierra y de Bios, los soberanos Serenity y Endimión y la princesa Kakyuu, al menos que yo sepa. Eso si realmente deseas conocerlos y no quieres rechazar este nuevo cargo.

-No señor, no deseo rechazarlo.- Contestó ella.-



            Su superior resopló y poniéndose más cómodo en el sillón le confesó.



-Te seré franco. Hay cosas que muchas veces sería preferible ignorar. Y no te habría llamado aquí de no ser porque tengo toda mi confianza puesta en ti y sé que eres lo bastante fuerte y firme como para llevar esta carga. De hecho, ya te he dicho que pienso retirarme en breve y te he recomendado para que me sustituyas.

-¿Yo?- Se señaló la incrédula Susan.- ¿Al mando de las fuerzas militares de Nature?

-Sí, de eso y de mucho más.- Le confió su superior, insistiendo con tono grave.- ¿Sigues estando segura de aceptar?



            Susan no pudo ocultar su expresión de sorpresa y curiosidad, reflexionó durante unos instantes para contestar decidida.



-Será duro seguramente, pero estando informada, también puedo hacer más por proteger a todos, comenzando por mi familia. Sí, acepto y me siento muy honrada por su confianza, señor.

-Muy bien.- Repuso Enset en tanto le mostraba un sobre con un código.- Aquí tienes.



            Y mientras ella ojeaba esos dígitos y letras su superior añadió.



-Vamos. Me gustaría que te pusieras al tanto de todo y, si tienes alguna duda, que me la plantearas. Comenzando por lo más importante.





            Y la nueva capitana no se hizo de rogar. Entre expectante e intrigada pudo acceder a aquellos secretos. Tras un breve instante de lectura su rostro se deformó y sus ojos y boca se abrieron grandemente. No era capaz de pronunciar palabra. Fue Enset quién, con un suspiro consternado declaró.



-Lo siento, Susan. Eso es lo que te dejo en herencia.

-Pero, pero…si estos son informes de las Star Light, incluso de Lady Galaxia.- Pudo finalmente balbucir ella.- ¿Son auténticos?

-Desgraciadamente, sí.- Repuso su superior.-

-¡Entonces Nature! Y… no solamente nuestro planeta…además…- Comentó ella con horror.-

-Nosotros estamos en primera línea. Seremos de los primeros en darnos cuenta cuando llegue el momento.- Sentenció Karl quién algo más animosamente agregó.- Todavía queda una esperanza. Remota sí, pero posible.

-¿Lo saben?- Inquirió Susan tras leer en uno de esos documentos acerca de esa esperanza a la que su superior se había referido.-

-No estoy seguro, y no puedo comentarles nada. Aunque ellos también han informado de cosas similares en los confines de sus dominios.

-Quizás ahora empiezo a comprender a Simmons, si es que ella estaba al tanto de esto. -Suspiró su contertulia.-

-Lo estaba. Créeme.- Aseguró Enset, añadiendo con tono entre pensativo y triste.- Me puso al corriente incluso antes de encerrarme durante su amotinamiento. Llegó a decirme antes de ello que, cuando supiera lo mismo que ella sabía, la entendería. Y así fue. De hecho, durante años le di vueltas tratando de comprender por qué me dio acceso en ese momento a esta información. Ahora con la perspectiva del tiempo lo he entendido. Quizás no fuera una traidora después de todo. Sencillamente es posible que perdiera la esperanza. O que creyera que, con lo que hacía, podría darnos alguna.

-Ya no sé qué pensar. Lo único que me preocupa es mi familia y el resto de las pobres gentes que viven aquí.- Musitó ella queriendo saber no sin zozobra.- ¿Cuánto tiempo nos queda?

-Es difícil hacer una predicción. Siendo optimistas algunos años.- Repuso Enset.- Al menos antes de lo peor, pero, a buen seguro que cosas terribles llegarán, algunas serán solamente la antesala de lo que nos aguarda.

-¿Podré decírselo a mi esposo?- Inquirió la mujer.-

-En circunstancias normales te diría que no, que es alto secreto y confidencial. Y que violarías no sé cuántas ordenanzas y leyes, pero francamente, eso ya no importa. Y conociendo a Giaal el secreto estaría a salvo. Sin embargo, esas noticias le causarían gran sufrimiento y preocupación. Eres tú quien debe decidir sobre eso. De todos modos, en cuanto te documentes más, verás que hemos ido preparando algunos planes de contingencia.



            Susan asintió, mejor sería dejar a su marido al margen. Por lo menos hasta que fuera inevitable. ¿Para qué estropearle los años que pudieran quedarles juntos? Aunque era su hijo por quién más temía. Ahora más que nunca Alex estaría mucho mejor en Bios.



-Sí, en cuanto pueda haré que le destinen permanentemente allí.- Se dijo totalmente decidida. – Leval cuidará de él.

-Tendrás que moverte rápido y hablar con quienes creas conveniente.- Le aconsejó su superior.- Los papeles te indicarán con quienes.

-Sí señor, lo haré.- Afirmó ella.-



            Así terminó de hablar con el capitán Enset y salió del despacho de aquel oficial. Ahora el testigo había pasado a ella.



-Me moveré rápido. – Pensó, tratando ya de trazar una estrategia.- Y lo primero que haré será…



Afortunadamente, ajena a esto como lo era el resto de la población, Daphne estaba terminando las clases por ese día. La maestra vigilaba a los niños que jugaban animadamente en el patio. Sonreía viéndoles correr y reír. Ella misma encontraba alivio en esa inocencia. Le encantaba su profesión, adoraba a los críos, de hecho, su propia hija estaba en la parte destinada a guardería para bebés y su hijo David jugaba en ese mismo patio. Se preocupaba todos los días por si el niño tenía algún síntoma raro, pero afortunadamente daba la impresión de estar mejor y feliz. Acababa de verle hacía apenas unos minutos correteando muy animadamente con sus amiguitos.



-Menos mal.- Suspiró tocándose un poco su vientre.- Ha merecido la pena, ser madre es la mejor cosa del mundo. Y siendo como yo era antes nunca podría haberlo logrado. Por lo menos de un modo natural y decente.



            Aunque la antaño atractiva y escultural muchacha se había convertido en una mujer, joven aun, pero con algunos kilos de más. En los últimos tiempos había descuidado algo su aspecto, fruto quizás del cuidado que dispensaba a sus hijos y del deseo de no llamar la atención de nadie, ni de los hombres, ni mucho menos de las mujeres. De esa manera estaría más segura. Su esposo, siendo tan bueno y cariñoso como era, jamás le dijo nada sobre ese declive físico.  Y eso que, al principio, antes de nacer Leah, incluso la animó a tener relaciones con otras mujeres, estando él presente. A decir verdad, lo probaron un par de veces, pero ella se sentía avergonzada. No podía hacer nada delante de él. Agradecía de todo corazón a Martin que quisiera complacerla hasta en eso, pero no estaba bien. Por eso se forzó a tratar de disminuir su deseo sexual y para compensarlo aumentó por el contrario su apetito hacia la comida. Aunque ella sabía que Steph no veía esa glotonería con buenos ojos.



-Mi hermanita, siempre diciéndome que me cuide. No imagina que nunca fui más feliz que ahora. Que gracias a ese pecado de gula evito otro mucho más grave. Aunque ambos sean capitales. Pero el de comer puedo moderarlo mejor. Y es más fácil de confesar.



            Eso al menos se repetía constantemente.  Por lo menos, su hermano Byron ahora sonreía moviendo la cabeza y pidiéndole que refrenase su voracidad, ¡eso sí, en la mesa! Pero ella le decía que era una madre convencional y que ya no precisaba tanto el mantenerse en forma. Tenía a su marido, a sus hijos y a sus alumnos, y eso le bastaba para sentirse muy dichosa. Y mirando a su alrededor, con esos niños tan llenos de vida y felicidad, su pensamiento parecía confirmarse. Aunque no todos estaban contentos, en ese instante justamente pudo fijarse en el pequeño Richard, tenía solamente cuatro años pero era bastante despierto para su edad. Solía jugar con sus compañeros de clase elemental con animación, aunque ahora estaba junto a un par de niños de un curso superior, quizás tendrían unos ocho años. La maestra se aproximó para escuchar lo que decían, y daba la impresión de que Richard estaba triste e incluso con lágrimas. De hecho, uno de los otros niños le preguntaba con tono acusador.



-¿Y no tienes papá?....- Se sorprendió uno de pelo castaño.-

-No, tengo dos mamis.- Musitó el niño.-

-¿Dos mamis?- Inquirió otro de pelo rubio.- ¡Eso es imposible! Se tiene una mamá y un papá.

-¡Pues yo tengo dos mamás! - Insistió Richard, casi a punto de llorar.-

- Eso no está bien, mis padres dicen que sólo las personas malas tiene dos papás o dos mamás. Que son gente enferma.- Replicó el del pelo castaño dándole un empujón al pequeño que le hizo caer sentado, mientras le espetaba.- No te me acerques, no quiero que me lo pegues.



            Por fortuna la llegada de Daphne detuvo eso en seco.



-¡Ya está bien niños! ¿Qué estáis haciendo?

-Dice que tiene dos mamás.- La informó el crío rubio, señalando con un dedo acusador al ahora lloroso Richard.-

-No tenéis que empujar a un niño más pequeño.- Les riñó la maestra haciendo que ambos bajasen la cabeza.- Eso no está nada bien. Informaré a vuestro profesor de esto.

-Ha sido sin querer.- Pretextó el de pelo castaño, alegando.- Es que no quiero que me haga ser como él, no quiero tener dos mamás.

-¿Pero qué estás diciendo?- Le interrogó Daphne con visible perplejidad.-



            Siendo sincera ella conocía bien de quién era hijo Richard. Y sabía lo que todos, que Sonia Calderón en su momento, admitió ser homosexual y dijo tener pareja. Pero hacía años de eso. Ahora la modelo vivía de forma muy discreta limitándose a dirigir la sede de modas Deveraux. Incluso se las apañó para que su hijo fuera admitido en el colegio.  Hasta había gente que creía que era madre soltera o, como algunos rumores propagaron, la viuda de un famoso. De modo que pensó que sería mejor fingir desconocimiento y tratar de reconducir aquello, entre tanto el crío rubio le comentaba casi a modo de letanía aprendida.



-Dice que tiene dos mamás, eso es imposible, solo la gente pecadora tiene padres del mismo sexo. Eso es lo que dicen mis padres.

-Escuchadme bien.- Suspiró Dap doblando una rodilla para estar más próxima a los niños, una vez ayudó a Richard a levantarse.- No hay nada malo en tener dos mamás o dos papás. Sabéis que hay padres que se separan y se casan otra vez.

-Eso es verdad. Timmy tiene un papá lejos y otro papá que se casó con su mamá.- Admitió el niño del pelo castaño.-

-Pero eso tampoco está bien, mis padres dicen que el matrimonio debe ser para siempre.- Objetó su compañero.-

-Bueno, eso es lo mejor, pero a veces no sucede.- Les dijo la apurada Daphne.-

-Pero él dice que no tiene papá.- Recordó el crío rubito, preguntándose con genuina extrañeza.- Entonces, ¿cómo ha nacido?

-Seguro que tiene papá, a lo mejor es que no se acuerda de él.- Les sugirió la profesora.-

-Mi papá está en el Cielo, eso dice mamá.- Afirmó Richard con tono convencido.- Y mamá Mei dice que era muy bueno. Ahora es ella quien quiere mucho a mamá Sonia. Mis mamás se dan muchos besos y se abrazan.



            Ahora sí que los otros dos niños se miraron espantados.



-¿Pero cómo la puede querer si las dos son chicas?- Exclamó el de pelo castaño.-

-Eso es pecado, ¡pecado! - Repitió inmisericordemente el rubio.-¡Tus mamás son pecadoras!

-¡Van a ir al Infierno! - Sentenció el otro crío, más asustado que con intención de molestar.-



            Richard se tapó las orejas con las manos rompiendo a llorar, todo ante la horrorizada mirada de Daphne que no supo que decir. Finalmente, muy enfadada, les espetó a los mayores con tono duro.



-¡Basta ya! ¿Quiénes sois vosotros para decidir lo que es pecado y lo que no lo es?



            Ahora esos dos se miraban con cara de susto, pensaban que habrían dicho algo malo. Pero lo achacaban a que su señorita estaba enojada porque ellos se habían creído que sabían de esas cosas o que pensaba que se las inventaban. Por eso el de pelo castaño se apresuró a  justificarse.



-El padre Melvin lo dice en clase. Él sí que lo sabe.

-Sí, él sabe todo lo que Dios dice.- Corroboró su compañero.-



            Por fortuna el recreo terminó y la maestra pudo ahorrarse la réplica. Esos dos niños corrieron a la fila de su clase. Ella tomó de la mano al pequeño Richard que seguía llorando sin consuelo. Con toda la dulzura que pudo le sentó en un pequeño banquito de su aula nada más entrar, en tanto los demás críos se colocaban en sus sillitas, y le susurró.



-No tengas miedo, ni estés triste, tus mamás son buenas. Te quieren mucho.- Afirmó enjugándole las lágrimas.- Anda, ve a jugar con tus compañeros.- Le pidió con amabilidad.-



            Richard se sintió mejor, enseguida estaba dibujando y riendo con sus amiguitos de clase, olvidándose de aquello. Daphne le miró sonriendo de modo fugaz, no obstante, al cabo de unos minutos tocaron a la puerta de clase. Era el padre Michael. Venía acompañado de otra maestra.



-¿Sí, padre?

-Ten la bondad de acompañarme a mi despacho unos minutos, Daphne. No te preocupes, Dora se hará cargo de la clase.

-Muy bien.- Repuso ella sin comprender qué podría estar sucediendo.-





            Esperaba que no fuera por su hijo. A veces tenía algún brote de su enfermedad y debía tomar medicación. Aunque el padre Michael negó con la cabeza en cuanto ella lo planteó. Eso la alivió. Sin embargo, tras entrar en el despacho del sacerdote y cerrar la puerta, éste la escrutó con gesto severo. Y no tardó en comentarle con indignación.



-Me han puesto al corriente de lo sucedido en el patio. Es algo inaceptable.

-Sí, lo mismo pienso yo.- Convino la maestra.-



            Lo que la dejó helada y perpleja, fue la réplica del padre Michael cuando, con tinte severo, la reconvino.



-No debes contradecir las enseñanzas de este centro. ¿Cómo se te ocurrió desautorizar al padre Melvin o a cualquier otro profesor? Dos alumnos suyos le han contado que les regañaste por criticar a un niño de tu clase, uno que va diciendo por ahí que tiene dos madres que se quieren mucho y otros disparates.

-Es un niño muy pequeño. Posiblemente ni sabe lo que está diciendo.- Fue capaz de esgrimir la apurada Daphne como pretexto.-  Y esos dos se estaban metiendo con él. Hasta llegaron a empujarle. Intenté pararles. Eso es todo.



            Su jefe resopló paseándose delante de ella con ambas manos entrelazadas tras la espalda. Al fin aseveró con una mezcla de desaprobación e inquietud.



-No te haces idea de lo peligrosas que esas palabras pueden llegar a ser. Incluso pronunciadas por un niño de tan corta edad. Precisamente porque es muy pequeño se limita a decir lo que ve y lo que oye. Lo hace sin maldad, Dios nos libre de pensar otra cosa. Pero es muy grave. Si los padres de esos y de otros alumnos se enteran de lo sucedido harán preguntas. Tendré que abrir una investigación y pedir que la madre de ese crio venga a explicarse. ¿Lo comprendes?.

-Sí, padre.- Musitó la aludida bajando la cabeza.-

-Escucha, Daphne. -Declaró el sacerdote con un tono más conciliador y preocupado.- Te conozco desde hace muchos años, sé que eres buena y que no ves el mal en nadie. Eres además una estupenda madre y esposa. Tu marido te ama desde siempre. Tu hermano es un sacerdote muy querido y tu hermana Steph, aunque se dedique a eso de la moda, ha demostrado siempre ser una buena cristiana. En suma, tienes una familia devota y ejemplar. Por eso no alcanzas a darte cuenta de la gravedad de ese tipo de conductas. Son desviaciones de la moral y de las enseñanzas de nuestro Señor. Sé que lo has hecho con tu mejor voluntad. Pero no debes volver a ni tan siquiera insinuar que ese tipo de comportamientos es natural o normal.

-Yo no dije eso.- Se defendió la interpelada casi con desesperación.- Les amonesté porque ellos no son quienes para condenar a nadie. Eso está en los evangelios. No juzgues y no te juzgarán…

-¡Conozco muy bien los evangelios! - La cortó el padre Michael con irritación.- No necesito que me des una lección acerca de ellos.



            Tras un denso e incómodo silencio, fue el propio sacerdote quien retomó la palabra tratando de sonar más conciliador.



-Te digo esto porque te aprecio, y sé con cuanta devoción te entregas a tu trabajo. Ha sido un malentendido, y si algún padre quiere venir a pedir cuentas yo me ocuparé de aclarárselo. Pero de ahora en adelante ten mucho cuidado.

-Lo tendré, padre.- Musitó ella sin atreverse a levantar la vista.-

-Anda, vuelve a tu clase, ya casi va a ser la hora de salir.- Remachó el cura con tinte más condescendiente.-



            Daphne obedeció, recorriendo el pasillo cabizbaja. Eso era para ella una durísima prueba. No solo por los posibles problemas que hubiera podido crear. Lo peor es que se sentía como una hipócrita. Claro que no veía nada malo en que un niño tuviera dos madres. Para empezar, aun sentía esa inclinación ¿quién sabe si ella misma no hubiese podido compartir un hijo con Sabra de haber elegido ir a su lado? A veces imaginaba aquello…¿qué habría pasado si las dos?...



-No.- Se dijo moviendo la cabeza casi de modo frenético.- ¡Eso es una aberración!  Se acabó, se terminó para mí. Soy una buena madre y una buena esposa. Hasta el padre Michael lo cree así. Tengo que apartar esas ideas tan terribles de mi mente. Por mi propio bien y el de mi familia.





            Llegó finalmente a su clase y tras saludar a su compañera, quien se marchó al verla llegar, se ocupó de hacer que los niños fueran recogiendo. En cuanto tuvo un momento, se acercó a Richard y le dijo con tono suave pero algo inquieto.



-Cielo, desde ahora no digas que tienes dos mamis. ¿Vale?. Mejor di que una es tu mami y que Mei es tu tía.

-¿Por qué?- Quiso saber el crío, que parecía entristecido al preguntar.- ¿Es malo?



            Daphne suspiró cerrando los ojos por unos instantes. ¡Aquello le costaba tanto! Pero una vez más se obligó a pensar que era por el bien del pequeño, ¡e incluso por el suyo propio! No tuvo más remedio que afirmar.



-No es que sea malo pero es que no es del todo verdad, cariño. Nadie tiene dos mamás. Aunque a veces, si quieres mucho a una señora, la puedas llamar así. Por eso, para no confundir a tus amiguitos, es mejor que solo llames mami a una.

-Vale.- Musitó el apagado niño observándola con ojos tristes.-



            Daphne le sonrió, pero esa sonrisa ya nació vacía. Por suerte pudo llevar al crio hasta la ruta escolar sin novedad y reunirse con sus propios hijos y su esposo. Ella misma fue a buscar a Leah en tanto Martin llegaba de la mano con David. Al juntarse con el resto de su familia quiso ver todo lo bueno que tenía. Cualquiera que presenciara esa escena pensaría que eran un ejemplo de moral cristiana. Una auténtica bendición. Y así tenía que continuar siendo.



-¿Qué tal el día, cariño?- Preguntó su esposo entonces, con una sonrisa.-

-Bien.- Fue capaz de añadir ella, intentando sonar jovial.-



            Quiso pensar en Maggie, ella fue capaz de renegar de esa desviación y abrazar una vida normal. Con su marido y su hija. También sufrió mucho pero supo tomar el camino correcto. Daphne quería creer que estaba haciendo lo mismo. Sin embargo, había una gran diferencia entre las dos, una de la que, muy en el fondo, era consciente. Mientras que Margaret sí que cambió de forma auténtica, ella jamás había dejado de tener pensamientos impuros e incluso deseos sexuales por otras mujeres. A veces hasta se sorprendía a sí misma dedicando largas miradas a alguna compañera más joven y bonita. ¡Incluso a las alumnas mayores de bachillerato!



-¡No puedo, no puedo! - Pensaba con horror y angustia.- Tengo que combatirlo.



            Por suerte, Martin estaba ocupado charlando con su hijo y colocando las mochilas de los niños en la parte trasera del deslizador. Ella tenía a su lado a la pequeña Leah que se había quedado dormida en su carrito.



-De ahora en adelante, nadie será más categórica que yo.- Se propuso mirando a su esposo y a sus hijos y pensando.- Estaréis orgullosos de mí.



            Y minutos después, algunos kilómetros más lejos, otra orgullosa mamá aguardaba. Era Mei Ling. La oriental tenía turno de mañana aquel día. De ese modo podían apañarse para recoger al crío. Por suerte la cuidadora de la ruta la conocía, aunque como una amiga de confianza de Sonia. Tras mucho deliberar y por el bien del niño, decidieron que esa sería la versión que darían ante el colegio.



-¡Ojalá Richard no estuviera mezclado en esto!- pensaba Mei Ling no sin disgusto en tanto veía acercarse al deslizador que traía a los niños.- Si por nosotras fuera gritaríamos al mundo que estamos casadas y que nos amamos.



            Sin embargo, Sonia tenía miedo a que eso provocase que echasen al niño del colegio. Pese a que Mei Ling le dijo que podrían incluso demandarlo por discriminación si eso se produjera. No obstante, su esposa no deseaba verse envuelta en más escándalos y la propia científica era remisa a eso. En caso de tener un juicio aquello les traería una publicidad nada bienvenida que afectaría a Richard. Y el crio era inocente y muy pequeño todavía para comprender…eso sin contar con que no las tenía todas consigo, en vista de la situación imperante en Nature, de llegar incluso a perderlo.



-Hola, tesoro.- Le saludó afectuosamente en cuanto la cuidadora le bajó de su sillita entregándoselo.-



            Tras tomarle en brazos y bajarle al suelo, Mei Ling se hizo cargo de su mochilita. Sonriente le preguntó.



-¿Qué tal el día hoy?



            Aunque el niño la miraba con gesto serio y no respondía. Eso la extrañó.



-¿Va todo bien, cariño?- Insistió Mei Ling.-

-Sí mami… tía Mei.- Rectificó con tono inseguro.-

-¿Tía?- Se sorprendió su interlocutora inquiriendo perpleja.- ¿Por qué me llamas así?

-No te puedo llamar mami nunca más, ya tengo una mami.- Repuso el crío con tristeza.-



            La científica se detuvo, arrodillándose junto al niño para tras acariciarle la carita, preguntarle entre atónita y preocupada.



-¿Por qué dices eso? Siempre hemos sido mamá Sonia y mamá Mei.



            Richard desvió la mirada, casi a punto de llorar fue capaz de balbucir.



-Los niños y la seño Dap me han dicho que no está bien.

-¿Cómo?- Exclamó su oyente, quién enseguida se dominó, al ver que ahora el pequeño sollozaba compungido.- Bueno, no llores cariño, no pasa nada. Anda ven, vamos a casa…



            Trató de animar al crio durante el corto trayecto a su hogar y al fin lo logró. Richard dejó de llorar y tras desvestirle y, meterle en la bañera para que hiciera pompas de jabón, la oriental llamó al despacho de su mujer. Sonia estaba como de costumbre atareada revisando cifras y arreglando pases de modelos. Justo en ese instante además, Maray había entrado para hablar con ella.



-Disculpa un segundo, es mi esposa.- Le comentó a la joven al percatarse de la llamada.-



            Lo puso en modo privado en lugar de con los altavoces como solía hacer en su despacho y saludó.



-Hola Mei. ¿Ya has recogido a Richard del colegio?... ¿Qué te ha dicho qué?... Bueno, luego lo hablamos. Tranquila. Lo aclararemos con ella. Bien. No tardaré mucho en volver a casa, te quiero. Hasta luego…



            Colgó y parecía algo agitada, Maray enseguida le preguntó con inquietud.



-¿Va todo bien?

-Sí, no pasa nada.- Repuso su interlocutora esforzándose por sonreír.- Dime ¿qué querías pedirme?- Le preguntó pues estaban justo en eso cuando el teléfono sonó.-

-Verás. Quisiera poder ir a ver a Keiko Tomoe. Tengo muchísimo interés en escucharla en persona y en cantar con ella. La llamé el otro día y me dijo que esta tarde tenía un hueco.

-Bien, si no tienes ningún pase que hacer.- Comentó Sonia quién pese a todo tuvo el humor suficiente como para buscar una canción y proponer a la perpleja chica. - ¿Por qué no empiezas por cantar ésta?



            Y Maray escuchó la voz de un hombre que sonaba bastante folclórica, y una letra que, en el idioma natal de Sonia, decía.



Entre Flores, Fandanguillos y alegrías, 
nació en España la tierra del amor 
Solo dios pudiera hacer tanta belleza, 
y es imposible que puedan haber dos. 


Y todo el mundo sabe que es verdad, 
y lloran cuando tienen que marchar. 
Por eso se oye este refrán 


"Que Viva España" 
Y siempre la recordarán 
"Que Viva España" 



La verdad, la joven modelo no comprendía nada de la letra. Al menos, su escaso español no le daba para apreciarla en su conjunto, pero sonreía al ver la cara de alegría de Sonia.


La gente canta con ardor 
"Que Viva España" 
La vida tiene otro Sabor, 
Y España es la Mejor 


Es las tardes Soleadas de corrida, 
la gente aclama al diestro con fervor 
Y el saluda paseando a su cuadrilla, 
con esa gracia de Hidalgo Español 


La plaza por si sola vibra ya, 
y empieza nuestra Fiesta Nacional 
Por eso se oye este refrán 


"Que Viva España" 
Y siempre la recordarán 
"Que Viva España" 


La gente canta con ardor 
"Que Viva España" 
La vida tiene otro Sabor 
Y España es la Mejor 


Laralaralalarala 
"Que Viva España" 
Laralaralalarala 
"Que Viva España" 


La gente canta con ardor 
"Que Viva España" 


La vida tiene otro Sabor 
Y España es lo Mejor 
Que España es la Mejor!



(¡Que viva España! Manolo Escobar. Crédito al artista)



-¡Qué recuerdos!- Suspiró la supervisora sonriendo con un deje de nostalgia para comentar con su atónita interlocutora.- Echo de menos la Tierra y mi país.

-Es un país muy hermoso. Lo visité alguna vez estando en París. España hace frontera con Francia. Y hasta llegué a desfilar en su capital, Madrid, creo que el sitio se llamaba la pasarela Cibeles. La gente es muy simpática allí. - Afirmó Maray sonriendo divertida ahora.-

-Si pasaste por Barcelona, esa es la ciudad donde nací.- Le contó Sonia.- Y estuvo a punto de ser la capital de una nación independiente. Por suerte eso no sucedió.

-No estoy muy puesta en historia.- Admitió la muchacha.- Pero sí que visité esa ciudad, y después de desfilar por Madrid, también recorrí la ciudad un poco. Visité incluso algunos museos. Verás, mis abuelos paternos fueron de Luna de Miel allí y conocieron parte de España. Y mis tías Kerria y Sam, vivieron en la capital con mi primo Brian durante unos años.- Le desveló a su vez a su contertulia.-

-Dime una cosa.- Le pidió Sonia ahora con talante más serio.- ¿Tuvisteis tú o tu primo algún problema para ver a tus dos tías, bueno, sus dos madres, claro, como una pareja normal?

-No.- Declaró Maray.-  Recuerdo que de pequeña le pregunté a mi tía Kerria cómo podía querer a otra chica y casarse con ella. Mi madre se puso nerviosa, pero mi tía sonrió. Me contestó que se casó con mi tía Sam sencillamente porque se querían. Y mi primo Brian siempre lo ha visto de forma totalmente natural.

-Tu tía es una mujer fantástica. Ha hecho mucho por ayudar a la gente.- Comentó Sonia con admiración.- Stephanie habla maravillas de ella.

-Y tú también eres estupenda.- La alabó Maray interesándose a su vez.- ¿Va todo bien con tu mujer y tu hijo?

-Sí, sí no te preocupes.- Pudo replicar la española.- Es que tenía curiosidad. Bueno.- Sonrió de nuevo, añadiendo con humor.- Te has ganado la tarde libre. Anda…ve a ver a Keiko Tomoe. Es una grandísima artista, como tu tía Kerria y como tu madre.

-Muchas gracias.- Sonrió la muchacha.-



            Y Maray se despidió saliendo del despacho. Aunque una vez fuera movió la cabeza con tristeza. Podía percibir que Sonia estaba preocupada. No obstante, eso quedaba fuera de su intervención. Otras cosas la reclamaban. Tenía muchas ganas de cantar con Keiko y de que ésta la aconsejara pero ese solamente fue el pretexto que dio, ya que algo le indicaba que tenía que prepararse para su labor principal.



-Me queda poco tiempo. Espero poder ir a casa a ver a mis padres, a mi hermano y a Alex. Después, en unos meses volveré a París con la abuela y Crista y luego…



            Pensó en Asthel. Su hermano sí que estaba ya entregado a su cometido, cada vez con más intensidad. Le vio en alguna ocasión y charlaron de eso. El resto estaba a su vez preparándose, cada uno a su manera. Pronto se reunirían. Aunque antes ella sabía bien que tendría que pasar por momentos tristes y desagradables. Comenzando por el de esa misma tarde. Antes de ver a Keiko.



-Aprovecharé a disfrutar lo que pueda. Es un buen consejo el que mi hermano y los dioses me dieron.- Meditó diciéndose con pesar.- Aunque antes debo zanjar un asunto…es muy importante que lo haga, y para persuadir a esa persona, tendré que mostrarme tal cual soy. Sé que Asthel lo entenderá.



            Y hacía ello se encaminó. Entre tanto, otra que intentaba al menos aprovechar el tiempo era Gloria. La joven se debatía entre mejorar a toda costa en su poder y destreza y esos pensamientos que la asediaban. ¿Por qué a ella? Era realmente embarazoso y molesto. Por no decir irritante. Lo había estado intentando hasta la saciedad, pero fracasaba una y otra vez. ¿Cuál era el problema? ¿Por qué no podía dejar de pensar en él?...



-Si esto es el amor, mi abuela Elua tenía razón. Es realmente inútil y contraproducente.- Mascullaba con frustración. – ¡Una maldita debilidad que hay que suprimir!



            Caminaba por la calle vistiendo un sencillo pantalón liso y una sudadera, con zapatillas deportivas. Se encontraba más cómoda en ese atuendo humano que en cualquier otro. Pensó en ir al Clargin. ¿Por qué no? A fin de cuentas tenía algo de hambre y las deliciosas tartas de allí la ayudarían a olvidar, al menos por el momento. Se dirigió pues a ese lugar. Llegó pronto, vio a Hipatia, la hermana pequeña de Franklin, atendiendo a unos pocos clientes. Entró y se sentó en una mesa apartada. Al poco esa muchachita se aproximó sonriente.



-Hola Gloria, dime ¿qué te pongo?

-Lo de siempre.- Repuso ésta con tono indiferente.-





            La camarera asintió. ¡Ya sabía lo que eso significaba! De modo que corrió a la cocina. Por suerte Gin había venido. Pudo contarle la visita que esa tal Nelly hizo y eso alegró mucho a la dueña. Incluso se emocionó.



-Lástima no haber estado, me hubiese gustado mucho volver a verla.

-Es una mujer muy guapa.- Afirmó Hipatia quién, sin embargo, comentó.- Pero parecía triste.

-La pobre pasó por muchas vicisitudes. Su madre murió siendo ella muy niña.- Le contó Ginger.-

-Pues ahí está Gloria que tampoco me da la impresión de que esté contenta.- Apuntó la joven eso sí, resoplando en tanto agitaba una mano.- Al menos eso no se nota en su apetito, me ha pedido lo de siempre.

-Al menos gracias entre otras cosas, a su voracidad saiyajin, todavía subsistimos. Miraré cuantas tartas Sandy nos quedan aún.- Se sonrió Ginger yendo de inmediato hacia la cámara refrigerada.-



            Y por su parte la aludida clienta pensaba en sus cosas. Trató de ver a Alex, incluso pensó en ir a la Academia, aunque lo pensó mejor. Eso sería humillarse. Y jamás haría tal cosa. Si ese tonto estaba lo bastante ciego como para preferir a esa modelito ñoña, ella, como hija de un noble saiyajin, no se rebajaría.



-Malditas costumbres humanas. Sería muy fácil derrotar a esa estúpida en un combate. Pero estoy atada por mi palabra. - Se decía llena de frustración.-



            Y es que, al haber jurado no emplear su fuerza contra los humanos, eso salvaba a esa ridícula individua de su ira. Pero quizás los dioses estuvieran decididos a que ese enfrentamiento se produjese. Gloria no pudo creerlo cuando vio precisamente a esa boba entrar en la cafetería de Ginger.



-Buenas tardes.- Saludó la joven.-

-Hola, buenas.- Le sonrió Hipatia apresurándose a ir a su encuentro.- Señorita Malden.

-Llámame Maray.- Se rio ésta.-



            Y es que la  bisoña camarera le tenía mucha admiración a esa joven modelo y cantante. De hecho, Maray solía regalarles con alguna interpretación en el karaoke siempre que acudía. Eso animaba el sitio y los clientes aumentaban. Y esta vez la chica no quiso ser menos.



-¿Qué desea tomar?- Inquirió Hipatia de forma muy solícita.-

-Antes de nada, dime. ¿Qué canción quieres que cante?- Le preguntó afablemente a la chiquilla.-

-Una que me gusta mucho es esa que ha sacado cantando con su madre.- Contestó la azorada Hipatia.-

-¡Qué más quisiera yo!- Se rio Maray explicándole.- Es un holo video que montamos, con momentos de sus actuaciones, yo tuve que grabarlo en un escenario de realidad virtual. Para que luego cuadrara.

-Ya comprendo. Mi hermano me lo explicó.- Declaró su contertulia, comentando con admiración.- Las imágenes de su madre son de cuando cantaba en las Justices, y están hechas de tal forma que las dos parece que usted y ella cantan a la vez.

-Ya te he dicho muchas veces que me llames de usted.- Sonrió luminosamente Maray mirando a la muchachita con ternura.- No soy tan mayor.



            Aunque a nivel físico tenía que agacharse un poco para mirar a su contertulia, aun llevando zapatos planos, su metro ochenta y seis era muy superior al apenas metro sesenta de Hipatia, pese a que el de la camarera estuviese realzado por zapatos de ligero tacón.



-Pero has versionado varias de sus canciones y son tan buenas como cuando las cantaba ella.- La halagó su fan atreviéndose a tutearla por fin.-

-No, que va. Mi madre era mucho mejor solista que yo. De hecho, versionó ésta de una cantante antigua que ella admiraba mucho.- Rebatió modestamente Maray, alegando eso sí.- Aunque hago cuanto puedo por no desmerecer a ninguna de las dos.





            La entusiasta fan que tenía no estaba de acuerdo en eso, consideraba que el talento de Maray era enorme y no tardó en activar el holo proyector para mostrar la prueba con ese video clip. La misma Maray sonrió al verse a sí misma junto a su madre. Gracias a la magia de la tecnología las dos parecían tener la misma edad y estar cantando juntas. Ella se unió  incluso a esa proyección para declamar la letra.



Pon tu mano en tu corazón y dime

¡Que hemos terminado, ooh!

Oh, pon tu mano en tu corazón,

pon tu mano en tu corazón

Tu mano en tu corazón



Bien, una cosa es enamorarse…

Y otra hacerlo durar

Pienso que solo estábamos comenzando

Y ahora dices que somos el pasado

¡Oh, mírame a los ojos y dime si realmente hemos terminado!



Sabes que una cosa es decir que me quieres

Pero otra sentirlo en el corazón

Y si no pretendías verlo

¿Por qué comenzamos?



¡Oh, quiero oír que me digas!

Que no quieres mi amor



Pon tu mano en tu corazón y dime

Que todo ha terminado

No lo creeré hasta que tú



Pongas tu mano en tu corazón

Y digas que hemos acabado, ooh



Gloria escuchaba entre perpleja y molesta. Es más, su enfado iba aumentando. Estaba convencida de que esa estúpida cantaba con tono pretendidamente alegre y que estaba tratando de burlarse de ella. Y es que Maray proseguía, incluso dando palmas ante la complacencia de los allí presentes y la encantada sonrisa de Hipatia…



Oh, pon tu mano en tu corazón.

Tu mano en tu corazón



A ellos les gusta hablar sobre para siempre

Pero la mayoría de la gente nunca tiene la ocasión

¿Quieres perder nuestro amor juntos?



-¡Se está refiriendo a Alex, seguro, la muy zorra se burla de él, y de mí!- Pensaba la airada saiyajin.-



¿Encuentras un nuevo romance?

¡Oh! Quiero oírte decirme

Que no quieres mi amor



Pon tu mano en tu corazón y dime

Que todo ha terminado

No lo creeré hasta que tú



Pongas tu mano en tu corazón

Y digas que hemos acabado, ooh!



Pon tu mano en tu corazón y dime

Que todo ha terminado

No lo creeré hasta que tú

Pongas tu mano en tu corazón

Y digas que hemos acabado, ooh!



En el video podía verse a la madre y la hija evolucionando de modo perfectamente coreografiado, más bien era Maray quién imitaba de maravilla los pasos de su progenitora, hechos años antes incluso de que ella misma naciera. Ahora la modelo bailaba un poco también, repitiendo aquello para deleite del auditorio, bueno, de todos los espectadores salvo de una.



Oh, pon tu mano en tu corazón.

Tu mano en tu corazón



Oh, pon tu mano en tu corazón.

Tu mano en tu corazón



Oh, pon tu mano en tu corazón.

Tu mano en tu corazón



¡Oh mírame a los ojos!

Y dime que realmente hemos acabado



Pon tu mano en tu corazón y dime

Que todo ha terminado



No lo creeré hasta que tú

Pongas tu mano en tu corazón

Y digas que hemos acabado, ooh



(Hand on your heart. Kylie Minogue. Crédito  a la artista)



            Y al terminar la música hubo aplausos como de costumbre. Aunque estos se acallaron pronto cuando la saiyajin, de pie y acercándose a la atónita Maray, aplaudía pero con irónica sorna, canturreando de modo burlón parodiando.



-Pon tu mano en tu corazón… ¡a ver si te da un infarto! Realmente absurdo. Eso solo lo hacen quienes tienen un corazón débil. O están agotados…¿Sabes una cosa, mona? Opino que tus canciones son ridículas. ¿Es que no te cansas de resultar tan empalagosa y tan cursi?- Le inquirió con manifiesto desdén.-



            Hipatia se quedó mirando a Gloria con la boca abierta, no comprendía porqué se había puesto así. La propia Ginger se aproximó extrañada en tanto algunos clientes contemplaban la escena igualmente perplejos.



-No entiendo a qué te refieres.- Pudo responder Maray con calma, sin apartar los ojos de los de su interlocutora.-

-¡De sobra lo sabes, niñata!- Estalló Gloria finalmente destrozando una mesa cercana con un puñetazo.-  Ya me tienes harta con tus aires de diva. ¿Quién te has creído que eres, eh?



            Ahora sí que muchos de los presentes se levantaron saliendo de allí de un modo rápido y discreto. Nadie deseaba estar cerca de una saiyajin cuando ésta se enfurecía. La única que reaccionó fue Ginger, quién, acercándose a esa muchacha, musitó con tinte conciliador.



-Cálmate Gloria, por favor. Seguro que Maray no ha pretendido hacer, ni decir, nada que te ofendiese.



            La muchacha pareció tranquilizarse al escuchar el alegato de la dueña, bajó la cabeza levemente para dirigirse a ella con tono más comedido y pausado e incluso avergonzado.



-Te pido perdón, te pagaré lo que he destrozado.



            También vio a Hipatia llorar, eso le dolió, apreciaba a esa muchachita, la hermana de Franklin siempre había sido muy agradable con ella.



-Lo siento. Si te he asustado no fue mi intención. – Musitó a la joven camarera en tanto miraba a la niña con pesar.-



            Sin embargo, no dudó en encararse con esa modelo que se había mantenido al margen, cerca de la salida y sentenciar en tono más bajo y controlado pero igualmente amenazador.



-Y tú, no tientes más tu suerte. Eres afortunada porque prometí no emplear mi fuerza contra los humanos. Pero bien pensado, en tu caso eso no cuenta. Sé que eres hija de un saiyajin. De todos modos, estamos en un lugar propiedad de alguien a quien aprecio y respeto. Por esta vez lo dejaré pasar. Pero en lo sucesivo te lo advierto, quítate de mí vista o atente a las consecuencias.



            Aunque, para su sorpresa, Maray no dio la impresión de achantarse, más bien le dedicó una mirada entristecida y replicó con tono sereno.



-No sé por qué me odias, nunca te hice nada malo.

-¿Odiarte?- Se sonrió burlonamente Gloria, para espetar.- Un saiyajin de verdad no odia a quien desprecia. Eso sería concederle un honor que no merece. Pero sigue provocándome y lo lamentarás.

-¿Qué entiendes tú por una provocación?- Inquirió su contertulia con mayor severidad ahora agregando sin parecer intimidada.- Yo no tengo la culpa de lo que sientes. Pero si quieres que hablemos de esto en otra parte, no hay ningún inconveniente.

-Dudo mucho que tengas el valor necesario para verme fuera de aquí.- Replicó Gloria sonriendo sardónicamente en tanto aproximaba sus ojos a los de su interlocutora, mirándola ligeramente hacia arriba, con claro tinte desafiante y escupiendo.- ¡Vamos, niña mona! Atrévete.

-¡Por favor, chicas!- Les pidió una angustiada Ginger.- Dejadlo ya.

-No te preocupes.- Sonrió Maray mirando con afabilidad a la preocupadísima dueña del establecimiento y afirmando confiada.- Es solamente un malentendido. Ya lo resolveremos. Cuando ella quiera.



            Gloria se limitó a mover la cabeza y salió de la cafetería, caminaba tratando a duras penas de templar su furia. Sus ojos incluso brillaban con un tono rojizo. El dominarse no le era tarea fácil. Su sangre saiyajin hervía por esa humillación. Podría destrozar a esa estúpida de un solo golpe pero era consciente de que no debía hacerlo. Únicamente deseaba salir volando hacia un páramo alejado de todo y estallar para liberar su ira. En cuanto pudo se elevó surcando rauda el cielo. Tras unos minutos a gran velocidad llegó a un paraje desierto, cerca del bosque boreal. Allí elevó su poder y tras dar un enorme grito emitió una enorme cantidad de energía que devastó una planicie entera. Por suerte no destruyó nada de importancia. Respiró hondo cerrando los ojos y cuando estaba más tranquila escuchó lo que menos habría podido imaginar.



-¿Ya te sientes mejor?- Oyó preguntarle a aquella individua.-



            No podía salir de su asombro. Ya no era que se hubiese atrevido a ir tras ella. Sencillamente Gloria no pudo ni imaginar cómo se las habría apañado esa chica para seguirla y alcanzarla sin que la percibiera siquiera.



-Es hija de un saiyajin, yo misma lo dije, quizás eso lo explique.- Trató de responderse a sí misma, sin salir todavía de su perplejidad.- Sí, eso tiene que ser. Entonces será mucho más fácil…- Meditó durante unos instantes y tras pensar que hacer, aclarándose la garganta declaró en alta voz.- Muy bien. Admito que me has sorprendido. No esperaba esto de ti. Quizás no seas tan patética como pareces.



            Maray se aproximó caminando despacio hasta ella y sin dejar de sostenerle la mirada, replicó sin dar muestras de temor



-Veo que no te gusto yo, ni tampoco te gustan mis canciones.

-Admito entonces que ves muy bien.- Concedió Gloria aumentando su aura de energía para advertir con un tinte falsamente condescendiente.- Y te advierto que no es buena idea el provocar mi disgusto.

-Sé por qué estás así. Pero no es culpa mía. Nunca quise hacerte daño.- Replicó su interlocutora.-

-¿Hacerme daño? ¿Tú a mí? ¡Deliras! - Se rio la saiyajin entre atónita e incrédula, remachando con desdén.-¡No podrías hacerme daño ni en sueños!



            Y elevando la palma de su mano emitió una onda de energía que derribó a su contertulia. En tanto Maray se ponía trabajosamente en pie, Gloria se rio, espetando con tinte triunfal.



-¿Lo ves?

-Solamente veo a alguien que está herido. Y no por mi causa. Sino por su orgullo. No sigas por ese camino, o será peor- Replicó audazmente Maray.-

-¿Acaso me estás retando?- Se rio sarcásticamente Gloria.-

-Te estoy advirtiendo.- Contestó serenamente su interlocutora.-



            Aquello era el colmo. Gloria no iba a permitir que esa estúpida le faltase al respeto. Acumuló energía y la proyectó, derribándola una vez más.



-Muy bien.- Sentenció la saiyajin, imprecándola.- Sabes hablar mucho, niña mona. Pero ya estoy harta de tantas palabras. Ahora vamos a ver de lo que estás hecha…Apuesto a que no te atreves a sostener lo que dices como una saiyajin.



            Aunque su rival, una vez se puso en pie sacudiéndose la tierra, mantuvo su mirada fija en ella sin parpadear, limitándose a sentenciar con un tono bastante más duro del que solía.



-Puede que no me conozcas tanto como crees. Está bien. Si esto es lo que quieres, cantaré algo más acorde a tus gustos, solo para ti…



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