Pasaron unas semanas y al fin Sonia
llevaba al pequeño Richard al colegio. Hacía ya tiempo que la modelo se
entrevistó con el padre Michael quien le expuso las normas de la escuela. La
joven asintió a todas y cada una de ellas. En honor a la verdad, la mayoría no
eran realmente nada extrañas; puntualidad, civismo, educación y orden se contaban entre los elementos a
observar. Ella misma estaba totalmente de acuerdo en eso. Incluso, fiel a su
carácter reservado, el sacerdote no mencionó en ningún momento si él estaba al
tanto o no de la identidad de esa joven madre que deseaba matricular a su hijo
de cuatro años en su centro. Por otro lado, el rígido formulario del Colegio de
la Fe no daba muchas opciones, de modo que, en el recuadro destinado al nombre
de la madre, Sonia anotó el suyo propio, y en el del padre, escribió no sin un
sentimiento de tristeza y nostalgia, el de Ben Crew.
Y todo el mundo sabe que es verdad,
y lloran cuando tienen que marchar.
Por eso se oye este refrán
"Que Viva España"
Y siempre la recordarán
"Que Viva España"
La gente canta con ardor
"Que Viva España"
La vida tiene otro Sabor,
Y España es la Mejor
Es las tardes Soleadas de corrida,
la gente aclama al diestro con fervor
Y el saluda paseando a su cuadrilla,
con esa gracia de Hidalgo Español
La plaza por si sola vibra ya,
y empieza nuestra Fiesta Nacional
Por eso se oye este refrán
"Que Viva España"
Y siempre la recordarán
"Que Viva España"
La gente canta con ardor
"Que Viva España"
La vida tiene otro Sabor
Y España es la Mejor
Laralaralalarala
"Que Viva España"
Laralaralalarala
"Que Viva España"
La gente canta con ardor
"Que Viva España"
La vida tiene otro Sabor
Y España es lo Mejor
Que España es la Mejor!
-Espero poder conocer a su marido cuando
venga a alguna de las tutorías.- Dijo el padre Michael entonces.-
-Desgraciadamente Ben murió.- Suspiró la
muchacha, sin mentir en absoluto.-
-Vaya, ¡cuanto lo lamento, señora Crew!-
Repuso el sacerdote, deseando en voz alta.- Que Dios le acoja en su seno.
-Mi apellido es Calderón.- Le recordó su
interlocutora con tono suave pero firme, añadiendo para evitar suspicacias.- En
mi país de origen, las mujeres lo mantenemos, estemos o no casadas.
Su
contertulio asintió sellando los trámites para terminar esa matriculación. Tras
ello y levantarse ambos de las sillas que ocupaban en el despacho del colegio,
el padre Michael le dio la mano a esa mujer y la acompañó a la salida, deseando
que el pequeño Richard disfrutara de su estancia en el colegio.
-Irá a la clase de la señorita
Kensington.- Le contó a Sonia antes de que ésta se despidiera.- Es una
estupenda maestra que lleva muchos años educando a nuestros alumnos más
pequeños.
-Sí, conozco a la hermana de esa
maestra.- Sonrió la española añadiendo convencida.- Sé que mi hijo estará en
una magníficas manos.
Y
menos mal que así era puesto que ella además tenía que ocuparse de muchas cosas
en el trabajo. Stephanie había viajado a la Tierra para participar en unos
desfiles e informar en persona a la señora Deveraux y a la española le tocaba
estar esos días al cargo de todo. Y en eso iba incluido el ocuparse de la nieta
de la jefa. Al menos, lejos de darle ningún problema, era una muchacha
encantadora que trabajaba con su mejor voluntad.
-Esa chica ha nacido para ser modelo, y
canta de maravilla.- Pensaba.- Por fortuna no se lo tiene nada creído ni va de
diva, y podría hacerlo, desde luego.
Aunque
la notaba un poco ausente a veces. Quizás no era de extrañar. Ya se rumoreaba
que se veía con un apuesto muchacho de allí. El hijo del Doctor Ginga y de la
comandante Hunter.
-Es joven y es lo natural. La cabeza
vuela cuando nos enamoramos. Solo espero que sepa lo que hace. Su abuela me
mataría si sucediera algo imprevisto.- Se dijo la española quien sin embargo,
no pudo evitar una sonrisa.- Me recuerda mucho a mí a su misma edad. La pobre
es demasiado romántica e ingenua.
La
aludida estaba en efecto trabajando con denuedo en esa corta visita a Nature.
Estuvo encantada cuando le surgió la oferta de regresar a hacer unos pases de
vestuario. Aprovechó a su vez para volver a ver a Alex. En privado los dos
salían ya como novios sin recatarse. No obstante, Maray era consciente de que
no le convenía airear una relación abierta. Los periodistas y los chismosos
posiblemente la atosigarían. Por ello, su novio y ella fingían ser únicamente
amigos delante del resto de la gente, solo entre personas de mucha confianza se
arriesgaban a mostrar sus sentimientos. Y es que la joven tenía muy presentes
algunos consejos que su propia abuela Esmeralda le brindase hacía ya unos años.
Justo cuando comenzó su carrera como modelo. Una vez, en París, en el despacho
de la allí conocida por Madame Deveraux, ésta le comentó.
-Maray, cielo, haz caso de alguien que
tiene muchos años de experiencia en este mundillo. Cuando tengas novio…. ¿Porque
todavía no lo tienes, verdad?- Inquirió con un leve toque de recelo.-
-¡No, abuela! - Se apresuró a responder
con azoramiento ella moviendo la cabeza con celeridad.-
-Bien, eso me parecía viendo tu cara.-
Se sonrió la veterana diseñadora agregando divertida.- En eso eres casi tan
inocente como tu madre. Recuerdo cuando ella era una adolescente y trataba de
engañarme. Nunca lo lograba, por cierto. La estoy imaginando ahora, hablándome
de un tal François. ¡Ja, ja! Mira que la advertí. La pobre, ¡menudo chasco se
llevó! Pero no hubo mal que por bien no viniera. Luego al poco, nos mudamos a
Nueva York y allí conoció a tu padre.
Maray
ya se sabía aquella historia y asistía perpleja a ese monólogo de su abuela,
quien se acabó por dar cuenta y enseguida se sonrió.
-Disculpa, querida. Es la edad, una
tiende a enfrascarse en sus recuerdos. Bueno, como te iba diciendo. Cuando
tengas novio procura no exponerle demasiado. Sé que eres una chica juiciosa
pero aun así eres demasiado joven todavía. No te fíes de los medios. Siempre
buscaran la noticia sensacionalista. Exista o no. Mejor no darles ocasión de
fabricarla.
-Entonces, me recomiendas no tener novio.
¿Verdad? - Pudo decir la aludida.-
-No he dicho eso, te recomiendo que la
prensa no se entere.- Matizó su abuela quién, divertida, apostilló no sin
humor.- Y sobre todo que tus padres se enteren menos todavía. Quizás Leval sea
más condescendiente. Pero mi hija, es decir, tu madre, le mirará con lupa. Eso
te lo aseguro. Por mucho que Amatista lo niegue, para eso es todavía peor de lo
que era yo con ella cuando tu madre tenía tu edad.
La
chica asintió sonriendo a su vez. Su madre era una persona fantástica pero a
veces podía llegar a ser demasiado protectora. Ya le costó trabajo que la
dejara ir a la Tierra y a Nature para comenzar a aprender. Y eso que, como
buena hija, la llamaba muy a menudo. Al menos Maray pudo vencer su inicial
oposición. Se acordaba mucho de cómo se enfadó su madre cuando se enteró de que
ella se había estado preparando para el certamen de Miss Bios con la ayuda de
la abuela. Pero bueno, siendo sincera consigo misma, también fue culpa suya al
no contárselo antes.
-Lo recordaré, gracias.- Sonrió la
chica.-
-Muy bien, cariño, sé que lo harás.-
Convino Esmeralda dejando que su nieta se marchase a proseguir su formación.-
Y
Maray salió del despacho con la sensación de haber recibido un valioso consejo.
Rememoraba eso asintiendo, de camino a la sede de Nature. Su abuela había
tenido toda la razón. Pero, además de esas preocupaciones tan mundanas, debía
de estar muy pendiente también en su objetivo más importante, el que únicamente
contaba. Uno que ni tan siquiera su aguda mentora y abuela podía imaginar. La
joven presentía que cada vez le quedaba menos tiempo para vivir su sueño, por
eso tenía que aprovechar y exprimir al máximo cada minuto, no…cada segundo del
que todavía dispusiera y tratar de ser lo más feliz posible.
-Ahora toca trabajar.- Se dijo pues con
optimismo, entrando en la Casa Deveraux, debía pasar unos vestidos y hacerse
unas fotos.- Luego espero poder ver a Alex. Aunque también echo mucho de menos
a Crista. Espero que siga estando contenta en París y saliendo con Pier…
Esa
era su gran amiga. La conoció en el certamen de Miss Bios y Maray recibió su
ayuda y apoyo cuando ese viejo verde quiso propasarse con ella. Pese a ese mal
trago que felizmente superó, ahora la joven modelo suspiraba con nostalgia.
Aquello pareció haber ocurrido haría una eternidad.
-Crista logró una mención, y luego Mirna,
que fue miembro del jurado, la recomendó personalmente a mi abuela. Por suerte
pudo ir a la Tierra a recibir un curso en la Academia Deveraux y allí conoció a
su novio. Al menos ella lo compagina muy bien. Espero ser capaz de hacer lo
mismo.- Deseó.-
En otro lugar, el
doctor Ginga por su parte tenía el día libre, paseaba por el parque central en
tanto pensaba. Echaba de menos a su hijo. Ahora, entre sus estudios y las
pruebas de la academia militar, apenas sí se pasaba por casa.
-Al menos Susan sí que le ve. Aunque
delante del resto no pueda abrazarle. Únicamente devolverle el saludo. - Se
sonrió.- Mi pobre mujer, con su rango y sus responsabilidades…
Su
esposa en efecto estaba muy ocupada. Era una de las autoridades militares
principales del planeta y además había tenido noticias. Se rumoreaba que su
ascenso iba a ser inminente. Dentro de pocos meses el capitán Enset se
retiraría. Su puesto estaba más que al alcance de la comandante Ginga. Aunque
en el ejército seguían dirigiéndose a ella por su apellido de soltera y a Giaal
le parecía bien. Muchas veces no comprendía esa costumbre humana de obligar a
una mujer a prescindir del nombre de sus padres.
-Bueno, a mí no me hubiese importado que
Alex llevase primero el apellido de su madre.- Meditaba.- Seguro que le habrían
considerado incluso mejor todavía.
Pero
eso era precisamente lo que Susan no quería. Ni tampoco el chico. Cualquiera
podría haber tenido recelos si él hubiera lucido ese apellido. De este modo,
siendo el cadete Ginga, la mayor parte de sus compañeros no le relacionarían en
un principio con su célebre madre. Así se evitaban suspicacias de tratos de
favor. De hecho, le enviaron a una base alejada del destino de la comandante
Hunter para que hiciera allí sus prácticas. Ese sí que fue un favor que el
veterano Enset les hizo. Y en cuanto estuviera listo, Susan quería que le
trasladasen a Bios. Lejos de su influencia, para que tuviera la oportunidad de
aprender y hacer méritos por sí mismo. Giaal habló con su esposa de eso y ella
le contó que ya se había comunicado con Leval. Su amigo, que era ya a esas
alturas candidato a ser ascendido a general, le prometió ocuparse de Alex sí se
lo enviaba. Por supuesto que le agradecieron aquello, le pidieron que no le mostrase
favoritismo a su hijo, cosa en la que Leval convino de inmediato, y desearon
quedar para verse con él y con Amatista, en algún viaje que hicieran al planeta
en donde residían los Malden.
-Leval es un gran amigo. Seguro que
protegerá a nuestro hijo y le aconsejará sabiamente. Y Alex lo hará bien esté
donde esté.- Pensaba Giaal.- Tiene algo especial, desde siempre lo hemos
sabido. Y creo que su destino le llevará a hacer grandes cosas.
En
eso meditaba cuando, a lo lejos, vio a una mujer de larga melena morena. Era
bastante hermosa, aunque no la miraba por eso. Había algo en ella que le era
familiar. Sin dudar se aproximó hacia donde ésta caminaba.
-Disculpe señorita.- La llamó.-
Aquella
individua se giró observándole también con sorpresa manifiesta. Apenas musitó
algo que, pese a todo, él pudo comprender.
-Doctor Ginga.
-Nelly. ¿Eres tú, verdad?- Inquirió él.-
Al
principio la interpelada no replicó, luego sí sonrió fugazmente para declarar.
-Ha pasado mucho tiempo. Me alegra
volver a verle.
-¿Qué ha sido de ti? ¿Estás bien?
-Fantásticamente como puede comprobar.-
Sonrió la muchacha, que desde luego vestía ropa cara, zapatos de tacón y
medias, completadas por un hermoso vestido tono burdeos. Aunque no tardó en
cambiar su expresión a otra más seria e incluso triste para confesar.- Pero no
fue nada fácil. Tuve que buscarme la vida como pude.
Giaal
no quiso preguntar más sobre eso, sencillamente le ofreció.
-¿Te apetece tomar algo?. No estamos
lejos del Clargin.
-Sería maravilloso, me gustaría mucho
volver allí, gracias.- Repuso la joven.-
Fueron
caminando sin hablar demasiado hasta llegar a la cafetería. Entraron y tomaron
asiento alrededor de una mesa que estaba en la esquina frente al karaoke. Al
ver aquello Nelly suspiró con gesto nostálgico, declarando.
-Hacía bastantes años que no me pasaba
por aquí. Lo recordaba mucho más concurrido.
-La pobre Ginger ha tenido que afrontar
mucha competencia. Y también cambios en los gustos de la gente.- Le explicó
Giaal.-
Una
entusiasta jovencita se aproximó a ellos entonces, debería andar por los
catorce años, de pelo rubio hasta los hombros y ojos azules. Venía ataviada con
un mandil y una Tablet.
-Hola, Bienvenidos al Clargin. ¿Qué
desean tomar?
-¡Hipatia!- Se sorprendió el doctor
Ginga nada más verla.- ¿Qué haces tú por aquí?
-He venido a ayudar a Gin. Mi madre dice
que trabajar será una buena experiencia para completar mi conocimiento de la
realidad.- Contestó la pizpireta chiquilla añadiendo algo apurada.- Dice que me
paso la vida soñando despierta y que leo demasiadas holo novelas.
-Creo que Clarissa tiene razón.- Sonrió
el médico inquiriendo con amabilidad.- ¿Qué tal está tu familia? Hace tiempo
que no les veo.
-Bien, gracias. Mi hermano enfrascado en
su carrera, mi padre en sus investigaciones y mi madre, bueno. Tratando de
echar una mano a Gin, igual que yo.- Suspiró la jovencita.- Como la cosa está
tranquila ella ha aprovechado para ir a hacer unos recados.
Y
es que, ahora que se fijaban, no había nadie en el local salvo ellos mismos.
-¿Eres la hija de Clarisa?- Se
sorprendió Nelly dedicándola una atenta mirada.-
-Sí, señorita.- Repuso la interpelada.- ¿La
conoce usted?
-Siendo niña solía venir por aquí a
menudo.- Comentó su interlocutora.- Me trae muy gratos recuerdos. Cuando puedas
saluda a Ginger y a tu madre de mi parte. Me llamo Nelly, ellas sabrán quién
soy.
La
chica asintió y pasó a tomarles nota. Ambos se limitaron a pedir unos tés. Una vez anotadas las comandas Hipatia fue rápidamente
a prepararlas. Sus clientes aprovecharon entonces para charlar.
-¿Y cómo están usted y su familia?-
Quiso saber la joven.- Supongo que su hijo debe estar ya muy mayor.
-Así es, Alex está en la academia
militar y estudiando medicina, en la rama fitosanitaria de la flota.- Le
contestó Giaal sin disimular su orgullo.- Y mi esposa dirige y coordina las
escuadrillas varitech del planeta.
Nelly
le escuchó con mucha atención, reflejando tristeza en sus ojos, aunque se
esforzó por sonreír, asintiendo. Cuando el doctor concluyó de ponerla un poco
al día sobre su familia y hablarle
también de la del embajador Derail, la muchacha comentó.
-Me alegra saber que, al fin, la hija de
Maggie volvió. Ella al menos tenía una madre que la esperaba y un padre que
realmente la quería.
-¡Ojalá hubiera podido hacer más por
ti!- Declaró sentidamente Giaal.-
-Usted hizo todo lo que pudo.- Repuso
ella con tinte afectuoso.- Pero parece ser que mi destino era éste. Eso ya no
importa, dígame por favor. ¿Sabe algo de mi hermano Orix?
-Se fue a la Tierra creo recordar, y
luego le perdí la pista. La última vez que le vi cuando vino a visitar Nature,
dijo estar buscando a alguien de nuestra especie. Algún superviviente del
planeta en el que vivía cuando el enemigo les atacó.- Le refirió su
contertulio.-
-Ya veo.- Suspiró la muchacha con
visible desaliento, pese a todo quiso animar su semblante y pregunto también.-
¿Y Wina? ¿Se fue a algún otro planeta?
-Ella está aquí, terminó sus estudios y
ahora es una más de las Fairy Five, trabaja junto a su madre.- Le contó el doctor
con mejor talante ahora, deseando saber a su vez. -¿Y dónde te fuiste tú? ¿Qué
pasó en tu vida?
Tras
oír esa pregunta Nelly tomó aire y pareció dudar en su respuesta, aunque al fin
se decidió. Quizás pensase que no tenía sentido ocultarle la verdad al doctor.
O que sencillamente ya le daba igual.
-Verá. No puedo decir que esté muy
orgullosa de lo que he hecho durante todos estos años, pero tampoco me
avergüenzo. Simplemente hice lo que tuve que hacer y lo que mejor sabía hacer
para sobrevivir.
-Fue horrible lo que ese hombre te
hizo.- Convino su interlocutor, expresando aun su indignación por ello.- ¡Si no
le hubieran juzgado y condenado, yo mismo le habría!…
Aunque
Nelly no le dejó acabar, sonriendo agradecida posó una mano sobre otra del
doctor y prosiguió.
-Cuando encerraron a Edgar, Kassandra y
yo nos marchamos de Sagan City. Fuimos a la ciudad del Sur. Allí las cosas son
más, por así decirlo, relajadas. No hay tanto moralista neo religioso y nuestro
negocio de, llamémosle alquileres, tuvo bastante éxito.
-¿Negocio?- Inquirió Giaal genuinamente
interesado en eso.- ¿Pusisteis un negocio? vaya. ¿Y qué es lo que alquiláis?
-Bueno.- Sonrió irónicamente Nelly,
mezclando esa expresión con un deje de amargura.- La mejor mercancía que pueda
tener. Me alquilo a mí misma. Soy una elegante dama de compañía…o una puta, lo
que prefiera.
Giaal
se quedó con la boca abierta, apenas pudo pensar en algo que decir, desde luego
la situación era violenta. Aunque fue la joven quien retomó la palabra sin
parecer afectada por eso.
-Imagino lo que estará pensando. Y seré
franca con usted, puesto que es de las pocas personas a las que realmente he
importado y que me importan. Tuve que hacerlo y lo volvería a hacer. Primero
para que Edgar me aceptase, después, cuando vi lo que se podía ganar y cuan
fácil era controlar a los hombres, hice de eso mi modo de vida. Ahora ya no es
como entonces, elijo cómo y con quien estoy. Y mis honorarios no son baratos.
De lo único de lo que me arrepiento es de no haber sabido entonces lo que sé
ahora. Habría ganado muchísimo más y en menos tiempo.
Por
suerte el atónito Giaal se ahorró el contestar a esas palabras, Hipatia llegó
enseguida con los dos tés y los depositó con cierta dificultad sobre la mesa,
tras tomar las tazas de la bandeja en donde las había traído.
-Aquí están, espero que les gusten.- Les
deseó la chica con tinte dubitativo.-
Probándolo
con cuidado, Nelly apenas pudo dar un sorbo, estaba realmente caliente y
amargo. Esa pobre niña no era precisamente una experta preparando el té.
-¿Tienes algo de azúcar?- Pidió la
clienta.-
Giaal
probó un poco a su vez y convino con su interlocutora en que eso era
difícilmente bebible. La azorada camarera se apresuró a disculparse.
-Lo siento, enseguida les traigo otro.
-No te preocupes, está muy bien así.- La
tranquilizó Nelly con tono amable, añadiendo en forma que solamente Giaal pudo
comprender.- Es perfecto para este momento.
Y
tras dejarles unas pastas de cortesía la apurada muchacha se alejó. Al fin
habían entrado más clientes a los que quiso ir a atender de modo solícito. Una
vez se alejó, Nelly pudo sonreír comentándole a Giaal.
-Esa niña me recuerda a Gin y a su madre
Clarisa, es amable y buena persona. Y el té, como le he dicho, es perfecto para
hacer un símil a como ha sido mi vida, caliente y muy amarga. Sólo el azúcar
del dinero me la ha endulzado.
-Lo lamento de veras. Me habría gustado
evitarte todo eso.- Pudo decir al fin Giaal, con genuino pesar.- Si hubiese
podido ocuparme de ti…
-¿Sabe una cosa?- Le respondió su
interlocutora.- Hay muchos momentos en los que yo también lo hubiese deseado. Empezando
por esa aciaga noche, cuando la policía me encontró en ese antro y me llevaron
a comisaría. Lo único bueno fue ver como entraba esa abogada, Kerria Malden.
Una mujer famosa e importante que mostró verdadero interés en ayudarme. Y todo
porque usted y su esposa hablaron con ella. Por desgracia llegó ese tipo, el
abogado de Edgar, y todo cambió. Muchas veces pienso qué habría pasado con mi
vida de haber tenido la fortuna de seguir bajo la tutela de esa abogada y poder
ir con usted y con Susan. Quizás estaría estudiando todavía, o sería científica…
o doctora. No lo sé. El caso es que no sucedió así, y me he convertido en lo
que ahora soy. No espero que le guste, ni que lo comprenda...
-Nelly.-
Contestó su contertulio mirándola con afecto.- No soy quién para juzgarte, ni a
ti, ni a nadie. Y sé que pasaste por cosas muy duras desde niña. No merecías
que te tratasen así, ni que tu madre muriera.
-Para empezar, doctor, yo no merecía
vivir usurpando la identidad de otra persona. La Nelly original murió. Solamente
fui una mala copia.- Se lamentó la joven mirando hacia la mesa.- Ahora me llamo
Lady Morgana, bueno, es mi nombre artístico. Y cuando no trabajo, Megan.-
Remachó con amargo sarcasmo dirigiendo sus ojos hacia los de él otra vez y
declarando con tristeza.- No deseo enturbiar ese otro nombre que llevé. Ese por
el cual, quien pensé que era mi madre, usaba para llamarme.
Giaal
la miró con resignación moviendo la cabeza. Al fin dijo expresando su
desacuerdo, aunque con un tono amable.
-Eso no es verdad. Tú eres Nelly,
siempre lo fuiste, tanto genética como realmente, a los ojos de tu madre.
Aurora siempre te quiso y tú lo sabes. En el fondo nunca has renunciado a ser
quien eres. Y me basta verte ahora para comprobar que estoy en lo cierto.
-¿Cómo es eso?- Inquirió ella con
curiosidad.- ¿Cómo puede estar tan seguro?
-Porque estás aquí, ahora.- Sonrió
Giaal.- Vives lejos pero sin embargo has venido a pasear por donde Aurora te
llevaba siendo niña.
-No, doctor.- Sonrió condescendientemente
ella a su vez para remachar con un deje de irónica amargura.- Vine simplemente
por negocios, tengo clientes en la zona. Mis intereses se extienden por varias
ciudades de Nature. Doy empleo a varias chicas. Ya lo ve. Me he convertido en
toda una empresaria.- Remachó con irónica amargura.-
Aunque
algo en las palabras del doctor la hizo reflexionar. Desde que comenzó a
trabajar por su cuenta se ponía pelucas o se teñía. Quizás de este modo podía
evitar ser reconocida en la calle, aunque en realidad, viviendo tan lejos de
Sagan City, las posibilidades de que alguien supiera su auténtica identidad
eran muy remotas. Entonces, ¿por qué lo hacía?...Y sobre todo ¿Por qué hoy
había ido con su cabello natural, precisamente donde alguien sí que podría
haberla reconocido? Como en efecto había sucedido con el doctor Ginga.
-Sé que en el fondo te sientes mal,
Nelly.- Le dijo precisamente Giaal sacándola de esas meditaciones.- Y me
gustaría ayudarte. Mira… ¿por qué no vienes a cenar a casa?. Seguro que mi
esposa estará deseando volver a verte.
-No, se lo agradezco de veras, doctor.-
Musitó ella moviendo la cabeza.- No lo creo correcto, y además, no tengo
tiempo. Debo atender a mis asuntos.
-Como tú desees.- Suspiró él agregando
con afecto.- Siempre serás bien recibida si algún día quieres visitarnos.
-Muchas gracias.- Sonrió genuinamente la
joven, levantándose de su silla.- Debo irme ya. Me ha alegrado mucho volverle a
ver. Se lo digo de corazón. Y créame, hacía bastante tiempo que no era tan
sincera. Me he acostumbrado a afirmar únicamente lo que mis clientes desean
oír. Le deseo lo mejor a usted y a su familia.
Su
interlocutor asintió, tomando con cariño la mano de la chica, ella volvió a
sonreír, incluso emocionada. Luego, tras soltarse con suavidad, Nelly se dio
media vuelta saliendo del local.
-Mucha suerte. ¡Ojala que puedas curar
tu alma y que algún día encuentres la felicidad! - Suspiró Giaal observándola
alejarse sin que ella mirase atrás y dudando sobre si contarle aquel encuentro
a su esposa o no.-
Susan
entre tanto estaba en la base. Como de costumbre muy atareada. Su cabeza estaba
plagada de preocupaciones. La oficial tenía que coordinar todo el operativo de
los cazas de defensa orbital del planeta. A eso se le sumaban otros cometidos,
algunos realmente complejos de intercambio de información con los servicios de
inteligencia de otros mundos. Estaba leyendo algunos informes cuando su
superior, el capitán Enset, la llamó a su despacho con urgencia. No tardó en
acudir. Al entrar, se cuadró saludando para preguntar.
-¿Deseaba verme, señor?
-Siéntate, Susan, tengo que decirte algo
importante.- Contestó su interlocutor con seriedad en el tono.-
La
interpelada asintió, tras tomar asiento en el sillón que se enfrentaba al de su
superior le escuchó decir.
-Como sabes pienso retirarme en breve.
Hasta ahora me he estado ocupando del mando militar de Nature representando al
UNISON, en colaboración con las Sailor Animamates y las Star light.
-Sí, señor. Estoy al corriente de eso. -
Convino la comandante.-
-Tú me has ayudado mucho y desde el día
del ataque Arcoily hemos trabajado sin descanso para hacer de este mundo un
lugar seguro. Ahora te tocará a ti encargarte de ello.
-Bueno, quizás envíen a alguien desde la
Tierra o Bios para sustituirle.- Afirmó ella.-
-He hablado con el alto mando de la
Tierra, hará ya una semana. En cuanto me retire tú serás la que ocupe mi
puesto. Yo mismo te he recomendado y hace un par de horas que me llegó
confirmación. Por eso, debes saber que, desde hoy mismo y con repercusión
inmediata, has sido ascendida al grado de capitán de navío. Con todos los
deberes y privilegios que eso conlleva ¡Enhorabuena!
-Muchas gracias.- Sonrió levemente ella
quién, sin embargo, no parecía demasiado feliz con esa promoción.-
-Sé cómo te sientes.- Afirmó Enset como
si hubiera adivinado eso.- El peso de la responsabilidad es cada vez mayor. Y
por si fuera poco, desde este mismo instante y con tu nueva graduación tienes
acceso al código de máximo secreto en Nature. Por ello, voy a mostrarte unos
informes confidenciales. Solamente los conocen los altos mandos de la Tierra y
de Bios, los soberanos Serenity y Endimión y la princesa Kakyuu, al menos que
yo sepa. Eso si realmente deseas conocerlos y no quieres rechazar este nuevo
cargo.
-No señor, no deseo rechazarlo.-
Contestó ella.-
Su
superior resopló y poniéndose más cómodo en el sillón le confesó.
-Te seré franco. Hay cosas que muchas
veces sería preferible ignorar. Y no te habría llamado aquí de no ser porque
tengo toda mi confianza puesta en ti y sé que eres lo bastante fuerte y firme
como para llevar esta carga. De hecho, ya te he dicho que pienso retirarme en
breve y te he recomendado para que me sustituyas.
-¿Yo?- Se señaló la incrédula Susan.-
¿Al mando de las fuerzas militares de Nature?
-Sí, de eso y de mucho más.- Le confió
su superior, insistiendo con tono grave.- ¿Sigues estando segura de aceptar?
Susan
no pudo ocultar su expresión de sorpresa y curiosidad, reflexionó durante unos
instantes para contestar decidida.
-Será duro seguramente, pero estando
informada, también puedo hacer más por proteger a todos, comenzando por mi
familia. Sí, acepto y me siento muy honrada por su confianza, señor.
-Muy bien.- Repuso Enset en tanto le
mostraba un sobre con un código.- Aquí tienes.
Y
mientras ella ojeaba esos dígitos y letras su superior añadió.
-Vamos. Me gustaría que te pusieras al
tanto de todo y, si tienes alguna duda, que me la plantearas. Comenzando por lo
más importante.
Y
la nueva capitana no se hizo de rogar. Entre expectante e intrigada pudo
acceder a aquellos secretos. Tras un breve instante de lectura su rostro se
deformó y sus ojos y boca se abrieron grandemente. No era capaz de pronunciar
palabra. Fue Enset quién, con un suspiro consternado declaró.
-Lo siento, Susan. Eso es lo que te dejo
en herencia.
-Pero, pero…si estos son informes de las
Star Light, incluso de Lady Galaxia.- Pudo finalmente balbucir ella.- ¿Son
auténticos?
-Desgraciadamente, sí.- Repuso su
superior.-
-¡Entonces Nature! Y… no solamente
nuestro planeta…además…- Comentó ella con horror.-
-Nosotros estamos en primera línea.
Seremos de los primeros en darnos cuenta cuando llegue el momento.- Sentenció
Karl quién algo más animosamente agregó.- Todavía queda una esperanza. Remota
sí, pero posible.
-¿Lo saben?- Inquirió Susan tras leer en
uno de esos documentos acerca de esa esperanza a la que su superior se había
referido.-
-No estoy seguro, y no puedo comentarles
nada. Aunque ellos también han informado de cosas similares en los confines de
sus dominios.
-Quizás ahora empiezo a comprender a
Simmons, si es que ella estaba al tanto de esto. -Suspiró su contertulia.-
-Lo estaba. Créeme.- Aseguró Enset,
añadiendo con tono entre pensativo y triste.- Me puso al corriente incluso
antes de encerrarme durante su amotinamiento. Llegó a decirme antes de ello que,
cuando supiera lo mismo que ella sabía, la entendería. Y así fue. De hecho, durante
años le di vueltas tratando de comprender por qué me dio acceso en ese momento
a esta información. Ahora con la perspectiva del tiempo lo he entendido. Quizás
no fuera una traidora después de todo. Sencillamente es posible que perdiera la
esperanza. O que creyera que, con lo que hacía, podría darnos alguna.
-Ya no sé qué pensar. Lo único que me
preocupa es mi familia y el resto de las pobres gentes que viven aquí.- Musitó
ella queriendo saber no sin zozobra.- ¿Cuánto tiempo nos queda?
-Es difícil hacer una predicción. Siendo
optimistas algunos años.- Repuso Enset.- Al menos antes de lo peor, pero, a
buen seguro que cosas terribles llegarán, algunas serán solamente la antesala
de lo que nos aguarda.
-¿Podré decírselo a mi esposo?- Inquirió
la mujer.-
-En circunstancias normales te diría que
no, que es alto secreto y confidencial. Y que violarías no sé cuántas
ordenanzas y leyes, pero francamente, eso ya no importa. Y conociendo a Giaal
el secreto estaría a salvo. Sin embargo, esas noticias le causarían gran
sufrimiento y preocupación. Eres tú quien debe decidir sobre eso. De todos
modos, en cuanto te documentes más, verás que hemos ido preparando algunos
planes de contingencia.
Susan
asintió, mejor sería dejar a su marido al margen. Por lo menos hasta que fuera
inevitable. ¿Para qué estropearle los años que pudieran quedarles juntos?
Aunque era su hijo por quién más temía. Ahora más que nunca Alex estaría mucho
mejor en Bios.
-Sí, en cuanto pueda haré que le
destinen permanentemente allí.- Se dijo totalmente decidida. – Leval cuidará de
él.
-Tendrás que moverte rápido y hablar con
quienes creas conveniente.- Le aconsejó su superior.- Los papeles te indicarán
con quienes.
-Sí señor, lo haré.- Afirmó ella.-
Así
terminó de hablar con el capitán Enset y salió del despacho de aquel oficial.
Ahora el testigo había pasado a ella.
-Me moveré rápido. – Pensó, tratando ya
de trazar una estrategia.- Y lo primero que haré será…
Afortunadamente,
ajena a esto como lo era el resto de la población, Daphne estaba terminando las
clases por ese día. La maestra vigilaba a los niños que jugaban animadamente en
el patio. Sonreía viéndoles correr y reír. Ella misma encontraba alivio en esa
inocencia. Le encantaba su profesión, adoraba a los críos, de hecho, su propia hija
estaba en la parte destinada a guardería para bebés y su hijo David jugaba en
ese mismo patio. Se preocupaba todos los días por si el niño tenía algún
síntoma raro, pero afortunadamente daba la impresión de estar mejor y feliz. Acababa
de verle hacía apenas unos minutos correteando muy animadamente con sus
amiguitos.
-Menos mal.- Suspiró tocándose un poco
su vientre.- Ha merecido la pena, ser madre es la mejor cosa del mundo. Y
siendo como yo era antes nunca podría haberlo logrado. Por lo menos de un modo
natural y decente.
Aunque
la antaño atractiva y escultural muchacha se había convertido en una mujer,
joven aun, pero con algunos kilos de más. En los últimos tiempos había
descuidado algo su aspecto, fruto quizás del cuidado que dispensaba a sus hijos
y del deseo de no llamar la atención de nadie, ni de los hombres, ni mucho menos
de las mujeres. De esa manera estaría más segura. Su esposo, siendo tan bueno y
cariñoso como era, jamás le dijo nada sobre ese declive físico. Y eso que, al principio, antes de nacer Leah,
incluso la animó a tener relaciones con otras mujeres, estando él presente. A
decir verdad, lo probaron un par de veces, pero ella se sentía avergonzada. No
podía hacer nada delante de él. Agradecía de todo corazón a Martin que quisiera
complacerla hasta en eso, pero no estaba bien. Por eso se forzó a tratar de
disminuir su deseo sexual y para compensarlo aumentó por el contrario su
apetito hacia la comida. Aunque ella sabía que Steph no veía esa glotonería con
buenos ojos.
-Mi hermanita, siempre diciéndome que me
cuide. No imagina que nunca fui más feliz que ahora. Que gracias a ese pecado
de gula evito otro mucho más grave. Aunque ambos sean capitales. Pero el de
comer puedo moderarlo mejor. Y es más fácil de confesar.
Eso
al menos se repetía constantemente. Por
lo menos, su hermano Byron ahora sonreía moviendo la cabeza y pidiéndole que
refrenase su voracidad, ¡eso sí, en la mesa! Pero ella le decía que era una
madre convencional y que ya no precisaba tanto el mantenerse en forma. Tenía a
su marido, a sus hijos y a sus alumnos, y eso le bastaba para sentirse muy
dichosa. Y mirando a su alrededor, con esos niños tan llenos de vida y
felicidad, su pensamiento parecía confirmarse. Aunque no todos estaban
contentos, en ese instante justamente pudo fijarse en el pequeño Richard, tenía
solamente cuatro años pero era bastante despierto para su edad. Solía jugar con
sus compañeros de clase elemental con animación, aunque ahora estaba junto a un
par de niños de un curso superior, quizás tendrían unos ocho años. La maestra
se aproximó para escuchar lo que decían, y daba la impresión de que Richard
estaba triste e incluso con lágrimas. De hecho, uno de los otros niños le
preguntaba con tono acusador.
-¿Y no tienes papá?....- Se sorprendió
uno de pelo castaño.-
-No, tengo dos mamis.- Musitó el niño.-
-¿Dos mamis?- Inquirió otro de pelo
rubio.- ¡Eso es imposible! Se tiene una mamá y un papá.
-¡Pues yo tengo dos mamás! - Insistió
Richard, casi a punto de llorar.-
- Eso no está bien, mis padres dicen que
sólo las personas malas tiene dos papás o dos mamás. Que son gente enferma.-
Replicó el del pelo castaño dándole un empujón al pequeño que le hizo caer
sentado, mientras le espetaba.- No te me acerques, no quiero que me lo pegues.
Por
fortuna la llegada de Daphne detuvo eso en seco.
-¡Ya está bien niños! ¿Qué estáis
haciendo?
-Dice que tiene dos mamás.- La informó
el crío rubio, señalando con un dedo acusador al ahora lloroso Richard.-
-No tenéis que empujar a un niño más
pequeño.- Les riñó la maestra haciendo que ambos bajasen la cabeza.- Eso no
está nada bien. Informaré a vuestro profesor de esto.
-Ha sido sin querer.- Pretextó el de
pelo castaño, alegando.- Es que no quiero que me haga ser como él, no quiero
tener dos mamás.
-¿Pero qué estás diciendo?- Le interrogó
Daphne con visible perplejidad.-
Siendo
sincera ella conocía bien de quién era hijo Richard. Y sabía lo que todos, que
Sonia Calderón en su momento, admitió ser homosexual y dijo tener pareja. Pero
hacía años de eso. Ahora la modelo vivía de forma muy discreta limitándose a
dirigir la sede de modas Deveraux. Incluso se las apañó para que su hijo fuera
admitido en el colegio. Hasta había
gente que creía que era madre soltera o, como algunos rumores propagaron, la
viuda de un famoso. De modo que pensó que sería mejor fingir desconocimiento y
tratar de reconducir aquello, entre tanto el crío rubio le comentaba casi a
modo de letanía aprendida.
-Dice que tiene dos mamás, eso es
imposible, solo la gente pecadora tiene padres del mismo sexo. Eso es lo que
dicen mis padres.
-Escuchadme bien.- Suspiró Dap doblando
una rodilla para estar más próxima a los niños, una vez ayudó a Richard a
levantarse.- No hay nada malo en tener dos mamás o dos papás. Sabéis que hay
padres que se separan y se casan otra vez.
-Eso es verdad. Timmy tiene un papá
lejos y otro papá que se casó con su mamá.- Admitió el niño del pelo castaño.-
-Pero eso tampoco está bien, mis padres
dicen que el matrimonio debe ser para siempre.- Objetó su compañero.-
-Bueno, eso es lo mejor, pero a veces no
sucede.- Les dijo la apurada Daphne.-
-Pero él dice que no tiene papá.-
Recordó el crío rubito, preguntándose con genuina extrañeza.- Entonces, ¿cómo
ha nacido?
-Seguro que tiene papá, a lo mejor es
que no se acuerda de él.- Les sugirió la profesora.-
-Mi papá está en el Cielo, eso dice
mamá.- Afirmó Richard con tono convencido.- Y mamá Mei dice que era muy bueno.
Ahora es ella quien quiere mucho a mamá Sonia. Mis mamás se dan muchos besos y
se abrazan.
Ahora
sí que los otros dos niños se miraron espantados.
-¿Pero cómo la puede querer si las dos
son chicas?- Exclamó el de pelo castaño.-
-Eso es pecado, ¡pecado! - Repitió
inmisericordemente el rubio.-¡Tus mamás son pecadoras!
-¡Van a ir al Infierno! - Sentenció el
otro crío, más asustado que con intención de molestar.-
Richard
se tapó las orejas con las manos rompiendo a llorar, todo ante la horrorizada
mirada de Daphne que no supo que decir. Finalmente, muy enfadada, les espetó a
los mayores con tono duro.
-¡Basta ya! ¿Quiénes sois vosotros para
decidir lo que es pecado y lo que no lo es?
Ahora
esos dos se miraban con cara de susto, pensaban que habrían dicho algo malo.
Pero lo achacaban a que su señorita estaba enojada porque ellos se habían creído
que sabían de esas cosas o que pensaba que se las inventaban. Por eso el de
pelo castaño se apresuró a justificarse.
-El padre Melvin lo dice en clase. Él sí
que lo sabe.
-Sí, él sabe todo lo que Dios dice.-
Corroboró su compañero.-
Por
fortuna el recreo terminó y la maestra pudo ahorrarse la réplica. Esos dos niños
corrieron a la fila de su clase. Ella tomó de la mano al pequeño Richard que
seguía llorando sin consuelo. Con toda la dulzura que pudo le sentó en un
pequeño banquito de su aula nada más entrar, en tanto los demás críos se
colocaban en sus sillitas, y le susurró.
-No tengas miedo, ni estés triste, tus
mamás son buenas. Te quieren mucho.- Afirmó enjugándole las lágrimas.- Anda, ve
a jugar con tus compañeros.- Le pidió con amabilidad.-
Richard
se sintió mejor, enseguida estaba dibujando y riendo con sus amiguitos de
clase, olvidándose de aquello. Daphne le miró sonriendo de modo fugaz, no
obstante, al cabo de unos minutos tocaron a la puerta de clase. Era el padre
Michael. Venía acompañado de otra maestra.
-¿Sí, padre?
-Ten la bondad de acompañarme a mi
despacho unos minutos, Daphne. No te preocupes, Dora se hará cargo de la clase.
-Muy bien.- Repuso ella sin comprender
qué podría estar sucediendo.-
Esperaba
que no fuera por su hijo. A veces tenía algún brote de su enfermedad y debía
tomar medicación. Aunque el padre Michael negó con la cabeza en cuanto ella lo
planteó. Eso la alivió. Sin embargo, tras entrar en el despacho del sacerdote y
cerrar la puerta, éste la escrutó con gesto severo. Y no tardó en comentarle
con indignación.
-Me han puesto al corriente de lo
sucedido en el patio. Es algo inaceptable.
-Sí, lo mismo pienso yo.- Convino la
maestra.-
Lo
que la dejó helada y perpleja, fue la réplica del padre Michael cuando, con
tinte severo, la reconvino.
-No debes contradecir las enseñanzas de
este centro. ¿Cómo se te ocurrió desautorizar al padre Melvin o a cualquier
otro profesor? Dos alumnos suyos le han contado que les regañaste por criticar
a un niño de tu clase, uno que va diciendo por ahí que tiene dos madres que se
quieren mucho y otros disparates.
-Es un niño muy pequeño. Posiblemente ni
sabe lo que está diciendo.- Fue capaz de esgrimir la apurada Daphne como
pretexto.- Y esos dos se estaban
metiendo con él. Hasta llegaron a empujarle. Intenté pararles. Eso es todo.
Su
jefe resopló paseándose delante de ella con ambas manos entrelazadas tras la
espalda. Al fin aseveró con una mezcla de desaprobación e inquietud.
-No te haces idea de lo peligrosas que
esas palabras pueden llegar a ser. Incluso pronunciadas por un niño de tan
corta edad. Precisamente porque es muy pequeño se limita a decir lo que ve y lo
que oye. Lo hace sin maldad, Dios nos libre de pensar otra cosa. Pero es muy
grave. Si los padres de esos y de otros alumnos se enteran de lo sucedido harán
preguntas. Tendré que abrir una investigación y pedir que la madre de ese crio
venga a explicarse. ¿Lo comprendes?.
-Sí, padre.- Musitó la aludida bajando
la cabeza.-
-Escucha, Daphne. -Declaró el sacerdote
con un tono más conciliador y preocupado.- Te conozco desde hace muchos años,
sé que eres buena y que no ves el mal en nadie. Eres además una estupenda madre
y esposa. Tu marido te ama desde siempre. Tu hermano es un sacerdote muy
querido y tu hermana Steph, aunque se dedique a eso de la moda, ha demostrado
siempre ser una buena cristiana. En suma, tienes una familia devota y ejemplar.
Por eso no alcanzas a darte cuenta de la gravedad de ese tipo de conductas. Son
desviaciones de la moral y de las enseñanzas de nuestro Señor. Sé que lo has
hecho con tu mejor voluntad. Pero no debes volver a ni tan siquiera insinuar
que ese tipo de comportamientos es natural o normal.
-Yo no dije eso.- Se defendió la
interpelada casi con desesperación.- Les amonesté porque ellos no son quienes
para condenar a nadie. Eso está en los evangelios. No juzgues y no te juzgarán…
-¡Conozco muy bien los evangelios! - La
cortó el padre Michael con irritación.- No necesito que me des una lección
acerca de ellos.
Tras
un denso e incómodo silencio, fue el propio sacerdote quien retomó la palabra
tratando de sonar más conciliador.
-Te digo esto porque te aprecio, y sé
con cuanta devoción te entregas a tu trabajo. Ha sido un malentendido, y si
algún padre quiere venir a pedir cuentas yo me ocuparé de aclarárselo. Pero de
ahora en adelante ten mucho cuidado.
-Lo tendré, padre.- Musitó ella sin
atreverse a levantar la vista.-
-Anda, vuelve a tu clase, ya casi va a
ser la hora de salir.- Remachó el cura con tinte más condescendiente.-
Daphne
obedeció, recorriendo el pasillo cabizbaja. Eso era para ella una durísima
prueba. No solo por los posibles problemas que hubiera podido crear. Lo peor es
que se sentía como una hipócrita. Claro que no veía nada malo en que un niño
tuviera dos madres. Para empezar, aun sentía esa inclinación ¿quién sabe si
ella misma no hubiese podido compartir un hijo con Sabra de haber elegido ir a
su lado? A veces imaginaba aquello…¿qué habría pasado si las dos?...
-No.- Se dijo moviendo la cabeza casi de
modo frenético.- ¡Eso es una aberración!
Se acabó, se terminó para mí. Soy una buena madre y una buena esposa.
Hasta el padre Michael lo cree así. Tengo que apartar esas ideas tan terribles
de mi mente. Por mi propio bien y el de mi familia.
Llegó
finalmente a su clase y tras saludar a su compañera, quien se marchó al verla
llegar, se ocupó de hacer que los niños fueran recogiendo. En cuanto tuvo un
momento, se acercó a Richard y le dijo con tono suave pero algo inquieto.
-Cielo, desde ahora no digas que tienes
dos mamis. ¿Vale?. Mejor di que una es tu mami y que Mei es tu tía.
-¿Por qué?- Quiso saber el crío, que
parecía entristecido al preguntar.- ¿Es malo?
Daphne
suspiró cerrando los ojos por unos instantes. ¡Aquello le costaba tanto! Pero una
vez más se obligó a pensar que era por el bien del pequeño, ¡e incluso por el
suyo propio! No tuvo más remedio que afirmar.
-No es que sea malo pero es que no es del
todo verdad, cariño. Nadie tiene dos mamás. Aunque a veces, si quieres mucho a
una señora, la puedas llamar así. Por eso, para no confundir a tus amiguitos,
es mejor que solo llames mami a una.
-Vale.- Musitó el apagado niño
observándola con ojos tristes.-
Daphne
le sonrió, pero esa sonrisa ya nació vacía. Por suerte pudo llevar al crio
hasta la ruta escolar sin novedad y reunirse con sus propios hijos y su esposo.
Ella misma fue a buscar a Leah en tanto Martin llegaba de la mano con David. Al
juntarse con el resto de su familia quiso ver todo lo bueno que tenía.
Cualquiera que presenciara esa escena pensaría que eran un ejemplo de moral
cristiana. Una auténtica bendición. Y así tenía que continuar siendo.
-¿Qué tal el día, cariño?- Preguntó su
esposo entonces, con una sonrisa.-
-Bien.- Fue capaz de añadir ella,
intentando sonar jovial.-
Quiso
pensar en Maggie, ella fue capaz de renegar de esa desviación y abrazar una
vida normal. Con su marido y su hija. También sufrió mucho pero supo tomar el
camino correcto. Daphne quería creer que estaba haciendo lo mismo. Sin embargo,
había una gran diferencia entre las dos, una de la que, muy en el fondo, era
consciente. Mientras que Margaret sí que cambió de forma auténtica, ella jamás
había dejado de tener pensamientos impuros e incluso deseos sexuales por otras
mujeres. A veces hasta se sorprendía a sí misma dedicando largas miradas a
alguna compañera más joven y bonita. ¡Incluso a las alumnas mayores de
bachillerato!
-¡No puedo, no puedo! - Pensaba con
horror y angustia.- Tengo que combatirlo.
Por
suerte, Martin estaba ocupado charlando con su hijo y colocando las mochilas de
los niños en la parte trasera del deslizador. Ella tenía a su lado a la pequeña
Leah que se había quedado dormida en su carrito.
-De ahora en adelante, nadie será más categórica
que yo.- Se propuso mirando a su esposo y a sus hijos y pensando.- Estaréis
orgullosos de mí.
Y
minutos después, algunos kilómetros más lejos, otra orgullosa mamá aguardaba. Era
Mei Ling. La oriental tenía turno de mañana aquel día. De ese modo podían
apañarse para recoger al crío. Por suerte la cuidadora de la ruta la conocía,
aunque como una amiga de confianza de Sonia. Tras mucho deliberar y por el bien
del niño, decidieron que esa sería la versión que darían ante el colegio.
-¡Ojalá Richard no estuviera mezclado en
esto!- pensaba Mei Ling no sin disgusto en tanto veía acercarse al deslizador
que traía a los niños.- Si por nosotras fuera gritaríamos al mundo que estamos
casadas y que nos amamos.
Sin
embargo, Sonia tenía miedo a que eso provocase que echasen al niño del colegio.
Pese a que Mei Ling le dijo que podrían incluso demandarlo por discriminación
si eso se produjera. No obstante, su esposa no deseaba verse envuelta en más
escándalos y la propia científica era remisa a eso. En caso de tener un juicio aquello
les traería una publicidad nada bienvenida que afectaría a Richard. Y el crio
era inocente y muy pequeño todavía para comprender…eso sin contar con que no
las tenía todas consigo, en vista de la situación imperante en Nature, de
llegar incluso a perderlo.
-Hola, tesoro.- Le saludó afectuosamente
en cuanto la cuidadora le bajó de su sillita entregándoselo.-
Tras
tomarle en brazos y bajarle al suelo, Mei Ling se hizo cargo de su mochilita.
Sonriente le preguntó.
-¿Qué tal el día hoy?
Aunque
el niño la miraba con gesto serio y no respondía. Eso la extrañó.
-¿Va todo bien, cariño?- Insistió Mei
Ling.-
-Sí mami… tía Mei.- Rectificó con tono
inseguro.-
-¿Tía?- Se sorprendió su interlocutora
inquiriendo perpleja.- ¿Por qué me llamas así?
-No te puedo llamar mami nunca más, ya
tengo una mami.- Repuso el crío con tristeza.-
La
científica se detuvo, arrodillándose junto al niño para tras acariciarle la
carita, preguntarle entre atónita y preocupada.
-¿Por qué dices eso? Siempre hemos sido
mamá Sonia y mamá Mei.
Richard
desvió la mirada, casi a punto de llorar fue capaz de balbucir.
-Los niños y la seño Dap me han dicho
que no está bien.
-¿Cómo?- Exclamó su oyente, quién
enseguida se dominó, al ver que ahora el pequeño sollozaba compungido.- Bueno,
no llores cariño, no pasa nada. Anda ven, vamos a casa…
Trató
de animar al crio durante el corto trayecto a su hogar y al fin lo logró. Richard
dejó de llorar y tras desvestirle y, meterle en la bañera para que hiciera
pompas de jabón, la oriental llamó al despacho de su mujer. Sonia estaba como
de costumbre atareada revisando cifras y arreglando pases de modelos. Justo en
ese instante además, Maray había entrado para hablar con ella.
-Disculpa un segundo, es mi esposa.- Le
comentó a la joven al percatarse de la llamada.-
Lo
puso en modo privado en lugar de con los altavoces como solía hacer en su
despacho y saludó.
-Hola Mei. ¿Ya has recogido a Richard
del colegio?... ¿Qué te ha dicho qué?... Bueno, luego lo hablamos. Tranquila.
Lo aclararemos con ella. Bien. No tardaré mucho en volver a casa, te quiero.
Hasta luego…
Colgó
y parecía algo agitada, Maray enseguida le preguntó con inquietud.
-¿Va todo bien?
-Sí, no pasa nada.- Repuso su
interlocutora esforzándose por sonreír.- Dime ¿qué querías pedirme?- Le
preguntó pues estaban justo en eso cuando el teléfono sonó.-
-Verás. Quisiera poder ir a ver a Keiko
Tomoe. Tengo muchísimo interés en escucharla en persona y en cantar con ella.
La llamé el otro día y me dijo que esta tarde tenía un hueco.
-Bien, si no tienes ningún pase que
hacer.- Comentó Sonia quién pese a todo tuvo el humor suficiente como para
buscar una canción y proponer a la perpleja chica. - ¿Por qué no empiezas por
cantar ésta?
Y
Maray escuchó la voz de un hombre que sonaba bastante folclórica, y una letra
que, en el idioma natal de Sonia, decía.
Entre Flores, Fandanguillos y
alegrías,
nació en España la tierra del amor
Solo dios pudiera hacer tanta belleza,
y es imposible que puedan haber dos.
nació en España la tierra del amor
Solo dios pudiera hacer tanta belleza,
y es imposible que puedan haber dos.
Y todo el mundo sabe que es verdad,
y lloran cuando tienen que marchar.
Por eso se oye este refrán
"Que Viva España"
Y siempre la recordarán
"Que Viva España"
La verdad,
la joven modelo no comprendía nada de la letra. Al menos, su escaso español no
le daba para apreciarla en su conjunto, pero sonreía al ver la cara de alegría
de Sonia.
La gente canta con ardor
"Que Viva España"
La vida tiene otro Sabor,
Y España es la Mejor
Es las tardes Soleadas de corrida,
la gente aclama al diestro con fervor
Y el saluda paseando a su cuadrilla,
con esa gracia de Hidalgo Español
La plaza por si sola vibra ya,
y empieza nuestra Fiesta Nacional
Por eso se oye este refrán
"Que Viva España"
Y siempre la recordarán
"Que Viva España"
La gente canta con ardor
"Que Viva España"
La vida tiene otro Sabor
Y España es la Mejor
Laralaralalarala
"Que Viva España"
Laralaralalarala
"Que Viva España"
La gente canta con ardor
"Que Viva España"
La vida tiene otro Sabor
Y España es lo Mejor
Que España es la Mejor!
(¡Que viva España! Manolo
Escobar. Crédito al artista)
-¡Qué
recuerdos!- Suspiró la supervisora sonriendo con un deje de nostalgia para
comentar con su atónita interlocutora.- Echo de menos la Tierra y mi país.
-Es un país
muy hermoso. Lo visité alguna vez estando en París. España hace frontera con
Francia. Y hasta llegué a desfilar en su capital, Madrid, creo que el sitio se
llamaba la pasarela Cibeles. La gente es muy simpática allí. - Afirmó Maray
sonriendo divertida ahora.-
-Si pasaste
por Barcelona, esa es la ciudad donde nací.- Le contó Sonia.- Y estuvo a punto
de ser la capital de una nación independiente. Por suerte eso no sucedió.
-No estoy muy
puesta en historia.- Admitió la muchacha.- Pero sí que visité esa ciudad, y
después de desfilar por Madrid, también recorrí la ciudad un poco. Visité
incluso algunos museos. Verás, mis abuelos paternos fueron de Luna de Miel allí
y conocieron parte de España. Y mis tías Kerria y Sam, vivieron en la capital
con mi primo Brian durante unos años.- Le desveló a su vez a su contertulia.-
-Dime una
cosa.- Le pidió Sonia ahora con talante más serio.- ¿Tuvisteis tú o tu primo
algún problema para ver a tus dos tías, bueno, sus dos madres, claro, como una
pareja normal?
-No.-
Declaró Maray.- Recuerdo que de pequeña
le pregunté a mi tía Kerria cómo podía querer a otra chica y casarse con ella.
Mi madre se puso nerviosa, pero mi tía sonrió. Me contestó que se casó con mi
tía Sam sencillamente porque se querían. Y mi primo Brian siempre lo ha visto
de forma totalmente natural.
-Tu tía es
una mujer fantástica. Ha hecho mucho por ayudar a la gente.- Comentó Sonia con
admiración.- Stephanie habla maravillas de ella.
-Y tú
también eres estupenda.- La alabó Maray interesándose a su vez.- ¿Va todo bien
con tu mujer y tu hijo?
-Sí, sí no
te preocupes.- Pudo replicar la española.- Es que tenía curiosidad. Bueno.-
Sonrió de nuevo, añadiendo con humor.- Te has ganado la tarde libre. Anda…ve a
ver a Keiko Tomoe. Es una grandísima artista, como tu tía Kerria y como tu
madre.
-Muchas
gracias.- Sonrió la muchacha.-
Y Maray se despidió saliendo del
despacho. Aunque una vez fuera movió la cabeza con tristeza. Podía percibir que
Sonia estaba preocupada. No obstante, eso quedaba fuera de su intervención.
Otras cosas la reclamaban. Tenía muchas ganas de cantar con Keiko y de que ésta
la aconsejara pero ese solamente fue el pretexto que dio, ya que algo le
indicaba que tenía que prepararse para su labor principal.
-Me queda
poco tiempo. Espero poder ir a casa a ver a mis padres, a mi hermano y a Alex.
Después, en unos meses volveré a París con la abuela y Crista y luego…
Pensó en Asthel. Su hermano sí que
estaba ya entregado a su cometido, cada vez con más intensidad. Le vio en
alguna ocasión y charlaron de eso. El resto estaba a su vez preparándose, cada
uno a su manera. Pronto se reunirían. Aunque antes ella sabía bien que tendría
que pasar por momentos tristes y desagradables. Comenzando por el de esa misma
tarde. Antes de ver a Keiko.
-Aprovecharé
a disfrutar lo que pueda. Es un buen consejo el que mi hermano y los dioses me
dieron.- Meditó diciéndose con pesar.- Aunque antes debo zanjar un asunto…es
muy importante que lo haga, y para persuadir a esa persona, tendré que
mostrarme tal cual soy. Sé que Asthel lo entenderá.
Y hacía ello se encaminó. Entre
tanto, otra que intentaba al menos aprovechar el tiempo era Gloria. La joven se
debatía entre mejorar a toda costa en su poder y destreza y esos pensamientos
que la asediaban. ¿Por qué a ella? Era realmente embarazoso y molesto. Por no
decir irritante. Lo había estado intentando hasta la saciedad, pero fracasaba
una y otra vez. ¿Cuál era el problema? ¿Por qué no podía dejar de pensar en
él?...
-Si esto es
el amor, mi abuela Elua tenía razón. Es realmente inútil y contraproducente.-
Mascullaba con frustración. – ¡Una maldita debilidad que hay que suprimir!
Caminaba por la calle vistiendo un
sencillo pantalón liso y una sudadera, con zapatillas deportivas. Se encontraba
más cómoda en ese atuendo humano que en cualquier otro. Pensó en ir al Clargin.
¿Por qué no? A fin de cuentas tenía algo de hambre y las deliciosas tartas de
allí la ayudarían a olvidar, al menos por el momento. Se dirigió pues a ese
lugar. Llegó pronto, vio a Hipatia, la hermana pequeña de Franklin, atendiendo
a unos pocos clientes. Entró y se sentó en una mesa apartada. Al poco esa
muchachita se aproximó sonriente.
-Hola
Gloria, dime ¿qué te pongo?
-Lo de
siempre.- Repuso ésta con tono indiferente.-
La camarera asintió. ¡Ya sabía lo
que eso significaba! De modo que corrió a la cocina. Por suerte Gin había
venido. Pudo contarle la visita que esa tal Nelly hizo y eso alegró mucho a la
dueña. Incluso se emocionó.
-Lástima no
haber estado, me hubiese gustado mucho volver a verla.
-Es una
mujer muy guapa.- Afirmó Hipatia quién, sin embargo, comentó.- Pero parecía
triste.
-La pobre
pasó por muchas vicisitudes. Su madre murió siendo ella muy niña.- Le contó
Ginger.-
-Pues ahí
está Gloria que tampoco me da la impresión de que esté contenta.- Apuntó la joven
eso sí, resoplando en tanto agitaba una mano.- Al menos eso no se nota en su
apetito, me ha pedido lo de siempre.
-Al menos
gracias entre otras cosas, a su voracidad saiyajin, todavía subsistimos. Miraré
cuantas tartas Sandy nos quedan aún.- Se sonrió Ginger yendo de inmediato hacia
la cámara refrigerada.-
Y por su parte la aludida clienta pensaba
en sus cosas. Trató de ver a Alex, incluso pensó en ir a la Academia, aunque lo
pensó mejor. Eso sería humillarse. Y jamás haría tal cosa. Si ese tonto estaba
lo bastante ciego como para preferir a esa modelito ñoña, ella, como hija de un
noble saiyajin, no se rebajaría.
-Malditas
costumbres humanas. Sería muy fácil derrotar a esa estúpida en un combate. Pero
estoy atada por mi palabra. - Se decía llena de frustración.-
Y es que, al haber jurado no emplear
su fuerza contra los humanos, eso salvaba a esa ridícula individua de su ira.
Pero quizás los dioses estuvieran decididos a que ese enfrentamiento se produjese.
Gloria no pudo creerlo cuando vio precisamente a esa boba entrar en la
cafetería de Ginger.
-Buenas
tardes.- Saludó la joven.-
-Hola,
buenas.- Le sonrió Hipatia apresurándose a ir a su encuentro.- Señorita Malden.
-Llámame
Maray.- Se rio ésta.-
Y es que la bisoña camarera le tenía mucha admiración a
esa joven modelo y cantante. De hecho, Maray solía regalarles con alguna interpretación
en el karaoke siempre que acudía. Eso animaba el sitio y los clientes
aumentaban. Y esta vez la chica no quiso ser menos.
-¿Qué desea
tomar?- Inquirió Hipatia de forma muy solícita.-
-Antes de
nada, dime. ¿Qué canción quieres que cante?- Le preguntó afablemente a la
chiquilla.-
-Una que me
gusta mucho es esa que ha sacado cantando con su madre.- Contestó la azorada
Hipatia.-
-¡Qué más
quisiera yo!- Se rio Maray explicándole.- Es un holo video que montamos, con
momentos de sus actuaciones, yo tuve que grabarlo en un escenario de realidad
virtual. Para que luego cuadrara.
-Ya
comprendo. Mi hermano me lo explicó.- Declaró su contertulia, comentando con
admiración.- Las imágenes de su madre son de cuando cantaba en las Justices, y
están hechas de tal forma que las dos parece que usted y ella cantan a la vez.
-Ya te he
dicho muchas veces que me llames de usted.- Sonrió luminosamente Maray mirando
a la muchachita con ternura.- No soy tan mayor.
Aunque a nivel físico tenía que
agacharse un poco para mirar a su contertulia, aun llevando zapatos planos, su
metro ochenta y seis era muy superior al apenas metro sesenta de Hipatia, pese
a que el de la camarera estuviese realzado por zapatos de ligero tacón.
-Pero has
versionado varias de sus canciones y son tan buenas como cuando las cantaba
ella.- La halagó su fan atreviéndose a tutearla por fin.-
-No, que
va. Mi madre era mucho mejor solista que yo. De hecho, versionó ésta de una
cantante antigua que ella admiraba mucho.- Rebatió modestamente Maray, alegando
eso sí.- Aunque hago cuanto puedo por no desmerecer a ninguna de las dos.
La entusiasta fan que tenía no
estaba de acuerdo en eso, consideraba que el talento de Maray era enorme y no
tardó en activar el holo proyector para mostrar la prueba con ese video clip. La
misma Maray sonrió al verse a sí misma junto a su madre. Gracias a la magia de
la tecnología las dos parecían tener la misma edad y estar cantando juntas.
Ella se unió incluso a esa proyección
para declamar la letra.
Pon tu mano
en tu corazón y dime
¡Que hemos
terminado, ooh!
Oh, pon tu
mano en tu corazón,
pon tu mano
en tu corazón
Tu mano en
tu corazón
Bien, una
cosa es enamorarse…
Y otra
hacerlo durar
Pienso que
solo estábamos comenzando
Y ahora
dices que somos el pasado
¡Oh, mírame
a los ojos y dime si realmente hemos terminado!
Sabes que
una cosa es decir que me quieres
Pero otra
sentirlo en el corazón
Y si no
pretendías verlo
¿Por qué
comenzamos?
¡Oh, quiero
oír que me digas!
Que no
quieres mi amor
Pon tu mano
en tu corazón y dime
Que todo ha
terminado
No lo
creeré hasta que tú
Pongas tu
mano en tu corazón
Y digas que
hemos acabado, ooh
Gloria escuchaba entre perpleja y molesta. Es más, su enfado
iba aumentando. Estaba convencida de que esa estúpida cantaba con tono
pretendidamente alegre y que estaba tratando de burlarse de ella. Y es que
Maray proseguía, incluso dando palmas ante la complacencia de los allí
presentes y la encantada sonrisa de Hipatia…
Oh, pon tu
mano en tu corazón.
Tu mano en
tu corazón
A ellos les
gusta hablar sobre para siempre
Pero la
mayoría de la gente nunca tiene la ocasión
¿Quieres
perder nuestro amor juntos?
-¡Se está
refiriendo a Alex, seguro, la muy zorra se burla de él, y de mí!- Pensaba la
airada saiyajin.-
¿Encuentras
un nuevo romance?
¡Oh! Quiero
oírte decirme
Que no
quieres mi amor
Pon tu mano
en tu corazón y dime
Que todo ha
terminado
No lo
creeré hasta que tú
Pongas tu
mano en tu corazón
Y digas que
hemos acabado, ooh!
Pon tu mano
en tu corazón y dime
Que todo ha
terminado
No lo
creeré hasta que tú
Pongas tu
mano en tu corazón
Y digas que
hemos acabado, ooh!
En el video podía verse a la madre y la hija evolucionando de
modo perfectamente coreografiado, más bien era Maray quién imitaba de maravilla
los pasos de su progenitora, hechos años antes incluso de que ella misma
naciera. Ahora la modelo bailaba un poco también, repitiendo aquello para
deleite del auditorio, bueno, de todos los espectadores salvo de una.
Oh, pon tu
mano en tu corazón.
Tu mano en
tu corazón
Oh, pon tu
mano en tu corazón.
Tu mano en
tu corazón
Oh, pon tu
mano en tu corazón.
Tu mano en
tu corazón
¡Oh mírame
a los ojos!
Y dime que
realmente hemos acabado
Pon tu mano
en tu corazón y dime
Que todo ha
terminado
No lo
creeré hasta que tú
Pongas tu
mano en tu corazón
Y digas que
hemos acabado, ooh
(Hand on your heart. Kylie Minogue. Crédito a
la artista)
Y al terminar la música hubo
aplausos como de costumbre. Aunque estos se acallaron pronto cuando la
saiyajin, de pie y acercándose a la atónita Maray, aplaudía pero con irónica
sorna, canturreando de modo burlón parodiando.
-Pon tu
mano en tu corazón… ¡a ver si te da un infarto! Realmente absurdo. Eso solo lo
hacen quienes tienen un corazón débil. O están agotados…¿Sabes una cosa, mona?
Opino que tus canciones son ridículas. ¿Es que no te cansas de resultar tan
empalagosa y tan cursi?- Le inquirió con manifiesto desdén.-
Hipatia se quedó mirando a Gloria
con la boca abierta, no comprendía porqué se había puesto así. La propia Ginger
se aproximó extrañada en tanto algunos clientes contemplaban la escena
igualmente perplejos.
-No
entiendo a qué te refieres.- Pudo responder Maray con calma, sin apartar los
ojos de los de su interlocutora.-
-¡De sobra
lo sabes, niñata!- Estalló Gloria finalmente destrozando una mesa cercana con
un puñetazo.- Ya me tienes harta con tus
aires de diva. ¿Quién te has creído que eres, eh?
Ahora sí que muchos de los presentes
se levantaron saliendo de allí de un modo rápido y discreto. Nadie deseaba
estar cerca de una saiyajin cuando ésta se enfurecía. La única que reaccionó
fue Ginger, quién, acercándose a esa muchacha, musitó con tinte conciliador.
-Cálmate
Gloria, por favor. Seguro que Maray no ha pretendido hacer, ni decir, nada que
te ofendiese.
La muchacha pareció tranquilizarse
al escuchar el alegato de la dueña, bajó la cabeza levemente para dirigirse a
ella con tono más comedido y pausado e incluso avergonzado.
-Te pido
perdón, te pagaré lo que he destrozado.
También vio a Hipatia llorar, eso le
dolió, apreciaba a esa muchachita, la hermana de Franklin siempre había sido
muy agradable con ella.
-Lo siento.
Si te he asustado no fue mi intención. – Musitó a la joven camarera en tanto
miraba a la niña con pesar.-
Sin embargo, no dudó en encararse
con esa modelo que se había mantenido al margen, cerca de la salida y
sentenciar en tono más bajo y controlado pero igualmente amenazador.
-Y tú, no
tientes más tu suerte. Eres afortunada porque prometí no emplear mi fuerza
contra los humanos. Pero bien pensado, en tu caso eso no cuenta. Sé que eres
hija de un saiyajin. De todos modos, estamos en un lugar propiedad de alguien a
quien aprecio y respeto. Por esta vez lo dejaré pasar. Pero en lo sucesivo te
lo advierto, quítate de mí vista o atente a las consecuencias.
Aunque, para su sorpresa, Maray no
dio la impresión de achantarse, más bien le dedicó una mirada entristecida y
replicó con tono sereno.
-No sé por
qué me odias, nunca te hice nada malo.
-¿Odiarte?-
Se sonrió burlonamente Gloria, para espetar.- Un saiyajin de verdad no odia a quien
desprecia. Eso sería concederle un honor que no merece. Pero sigue provocándome
y lo lamentarás.
-¿Qué
entiendes tú por una provocación?- Inquirió su contertulia con mayor severidad
ahora agregando sin parecer intimidada.- Yo no tengo la culpa de lo que
sientes. Pero si quieres que hablemos de esto en otra parte, no hay ningún
inconveniente.
-Dudo mucho
que tengas el valor necesario para verme fuera de aquí.- Replicó Gloria
sonriendo sardónicamente en tanto aproximaba sus ojos a los de su
interlocutora, mirándola ligeramente hacia arriba, con claro tinte desafiante y
escupiendo.- ¡Vamos, niña mona! Atrévete.
-¡Por
favor, chicas!- Les pidió una angustiada Ginger.- Dejadlo ya.
-No te
preocupes.- Sonrió Maray mirando con afabilidad a la preocupadísima dueña del
establecimiento y afirmando confiada.- Es solamente un malentendido. Ya lo
resolveremos. Cuando ella quiera.
Gloria se limitó a mover la cabeza y
salió de la cafetería, caminaba tratando a duras penas de templar su furia. Sus
ojos incluso brillaban con un tono rojizo. El dominarse no le era tarea fácil.
Su sangre saiyajin hervía por esa humillación. Podría destrozar a esa estúpida
de un solo golpe pero era consciente de que no debía hacerlo. Únicamente
deseaba salir volando hacia un páramo alejado de todo y estallar para liberar
su ira. En cuanto pudo se elevó surcando rauda el cielo. Tras unos minutos a
gran velocidad llegó a un paraje desierto, cerca del bosque boreal. Allí elevó
su poder y tras dar un enorme grito emitió una enorme cantidad de energía que
devastó una planicie entera. Por suerte no destruyó nada de importancia.
Respiró hondo cerrando los ojos y cuando estaba más tranquila escuchó lo que
menos habría podido imaginar.
-¿Ya te
sientes mejor?- Oyó preguntarle a aquella individua.-
No podía salir de su asombro. Ya no
era que se hubiese atrevido a ir tras ella. Sencillamente Gloria no pudo ni imaginar
cómo se las habría apañado esa chica para seguirla y alcanzarla sin que la
percibiera siquiera.
-Es hija de
un saiyajin, yo misma lo dije, quizás eso lo explique.- Trató de responderse a
sí misma, sin salir todavía de su perplejidad.- Sí, eso tiene que ser. Entonces
será mucho más fácil…- Meditó durante unos instantes y tras pensar que hacer,
aclarándose la garganta declaró en alta voz.- Muy bien. Admito que me has
sorprendido. No esperaba esto de ti. Quizás no seas tan patética como pareces.
Maray se aproximó caminando despacio
hasta ella y sin dejar de sostenerle la mirada, replicó sin dar muestras de
temor
-Veo que no
te gusto yo, ni tampoco te gustan mis canciones.
-Admito
entonces que ves muy bien.- Concedió Gloria aumentando su aura de energía para
advertir con un tinte falsamente condescendiente.- Y te advierto que no es
buena idea el provocar mi disgusto.
-Sé por qué
estás así. Pero no es culpa mía. Nunca quise hacerte daño.- Replicó su
interlocutora.-
-¿Hacerme
daño? ¿Tú a mí? ¡Deliras! - Se rio la saiyajin entre atónita e incrédula,
remachando con desdén.-¡No podrías hacerme daño ni en sueños!
Y elevando la palma de su mano
emitió una onda de energía que derribó a su contertulia. En tanto Maray se
ponía trabajosamente en pie, Gloria se rio, espetando con tinte triunfal.
-¿Lo ves?
-Solamente
veo a alguien que está herido. Y no por mi causa. Sino por su orgullo. No sigas
por ese camino, o será peor- Replicó audazmente Maray.-
-¿Acaso me
estás retando?- Se rio sarcásticamente Gloria.-
-Te estoy
advirtiendo.- Contestó serenamente su interlocutora.-
Aquello era el colmo. Gloria no iba
a permitir que esa estúpida le faltase al respeto. Acumuló energía y la
proyectó, derribándola una vez más.
-Muy bien.-
Sentenció la saiyajin, imprecándola.- Sabes hablar mucho, niña mona. Pero ya
estoy harta de tantas palabras. Ahora vamos a ver de lo que estás hecha…Apuesto
a que no te atreves a sostener lo que dices como una saiyajin.
Aunque su rival, una vez se puso en
pie sacudiéndose la tierra, mantuvo su mirada fija en ella sin parpadear,
limitándose a sentenciar con un tono bastante más duro del que solía.
-Puede que
no me conozcas tanto como crees. Está bien. Si esto es lo que quieres, cantaré
algo más acorde a tus gustos, solo para ti…
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