viernes, 10 de noviembre de 2017

GWTN41. Encrucijadas

Franklin trabajaba sin descanso, estaba muy cerca de atraparle. Ese hacker era muy bueno, incluso excepcional, pero él no era nada malo a su vez. Le había estado siguiendo la pista durante meses ya, chequeando sus transacciones y todas las pantallas que usaba. Al fin, auxiliado por una computadora que él mismo había programado, tenía todas las variantes algorítmicas necesarias como para diseñar un curso de actuación que predijera los movimientos de su rival.



-Sí, esta vez te tengo.-  Se dijo con satisfacción. – Por muchos cortafuegos y medidas de dispersión que adopte, le pillaré.



            No obstante, eso era muy sacrificado, había tenido que interrumpir sus investigaciones en otros campos y apenas sacaba tiempo para ir aprobando su carrera. En fin, aprobar para él significaba tener simples A en sus calificaciones.  Por supuesto que, de vida social, nada. Y lo más importante, echaba mucho de menos a sus amigos y a Gloria en especial.



-Sé que no le importo, al menos en ese sentido.- Pensaba con tristeza.- Aunque no puedo evitar sentir lo que siento por ella. Y estoy seguro que, en el fondo, tiene un corazón humano. Sé lo que ha sufrido viendo como Alex estaba con Maray.



            Hasta él, tan embebido en sus experimentos y teorías, lo vio claro. Esa chica mudaba de expresión en cuanto veía a Alex solo o acompañado de aquella hermosa y esbelta modelo. Incluso era obvio el gesto de inquina de Gloria hacia esa chica.



-Solo espero que no haga ninguna tontería.- Se dijo con inquietud.-



            Aunque esas reflexiones se interrumpieron de modo brusco. Su pantalla tenía activado un icono desconocido. Había surgido de repente. El chico era lo bastante experto como para desconfiar. Aquello podría ser un malware o un virus especial, posiblemente enviado por ese hacker. A buen seguro que, del mismo modo que él le había estado siguiendo la pista, su rival en la red lo habría descubierto y estaría haciendo lo propio, así que tras programar un antivirus que él mismo había creado, se dispuso a analizar eso.



-No te será tan sencillo librarte de mí, amigo.- Se sonrió en tanto contraprogramaba.-



            Sin embargo se sorprendió, eso no era un virus, ni un gusano. Es más, era una indicación con GPS que daba una posición, y un mensaje cifrado que le decía.



-Enhorabuena, me has pillado, pero eso no importa ahora, quiero hablar contigo. Eres el único que ha estado a mi altura y precisaré tu ayuda para algo muy importante.- Leyó perplejo.- Vaya.- Musitó.- Quizás quiera ficharme para su empresa de crimen organizado…



            De modo que, sin perder ni un segundo, replicó en ese mismo código.



-Lo lamento, seas quien seas, no voy a infringir la ley. Sería mejor que te entregases…



            Aguardó la réplica y tras unos minutos algo más le llegó, sólo que en esta ocasión era un paquete con muchos datos, prácticamente terabytes que rebotaban en todos los servidores de Nature para evitar que pudiera localizar su procedencia.



-Esto es muy serio.- Declaró en voz alta, pese a estar solo en esa sala.-  Una de dos, o es una gigantesca bomba informática o ese tipo me está enviando algo muy importante. Y sólo tengo un modo de averiguarlo…



            En su casa, Sonia y Mei Ling discutían sobre lo sucedido una vez  acostaron al pequeño Richard. La oriental le comentaba a su esposa lo que su hijo le contase cuando le recogió.



-¿Qué se lo dijo la señorita Kensington? ¿Daphne? No puedo creerlo.- Repuso la perpleja española. – Puede que Ricky lo haya malinterpretado.- Quiso justificar apelando a la corta edad del niño, llamándole además por el cariñoso apodo que le habían puesto desde que nació.-

-No me lo pareció, esas palabras sonaban muy adultas para él. Alguien mayor se lo dijo.- Opuso Mei Ling, quién molesta, añadió.- Deberíamos ir a hablar con ella.

-La llamaré, tengo su teléfono. Como madre puedo ir a una tutoría.- Afirmó.-

-Lo malo es que yo siempre quedo fuera.- Se lamentó su pareja, reivindicándose.- ¡Y siento que soy tan madre suya como puedas serlo tú!

-Lo sé, pero tú sabes también que no es tan sencillo.- Suspiró Sonia que tuvo una buena idea al proponer.- ¿Y si quedamos fuera del colegio? A tomar algo como si de tres amigas se tratase.



            Su interlocutora elevó la vista al techo, parecía enfadada aunque, tras unos segundos de meditar acerca de aquello, finalmente asintió.



-Todo sea por el bien de Richard. Aunque ya estoy harta de tener que esconderme. Me he pasado la vida haciéndolo, por una causa u otra. Y ya es hora de que podamos ser libres y mostrarnos como una verdadera familia. ¿No crees?

-Estoy de acuerdo contigo, y lo sabes.- Replicó pacientemente Sonia, para agregar sin embargo con inquietud.- Pero no ignoras como son las cosas en este mundo. La intolerancia ha ido ganando adeptos y mucho terreno. La gente vota a políticos cada vez más conservadores y puritanos. Y los últimos rumores apuntan a que quieren sacar adelante una ley que anule cualquier tipo de enlace o matrimonio entre personas del mismo sexo. Y también entre razas y especies diferentes.

-Eso es una locura. No se pueden quebrar cosas que ya están instituidas. ¡No pueden quitarnos nuestros derechos! - Estalló Mei Ling.-



            La científica trató de relajarse y suspiró. No deseaba despertar al niño y menos que la oyera gritar o verla así de furiosa. Esa no era la educación que querían darle.



-Lo siento.- Se disculpó la oriental bajando el tono y la mirada.- Estarás tan asustada y enfadada como yo y parece que te estuviera haciendo responsable.



            Sonia la abrazó y luego besó suavemente los labios de su mujer, para sonreír mirándola a los ojos y replicar en tono conciliador.



-No podrán hacer eso. Lucharemos con todas nuestras fuerzas para impedírselo.



            Mei Ling asintió, así pudo retomar la palabra más calmada para convenir.



-Empecemos por charlar con Daphne… a ver qué explicaciones nos da. Luego ya pensaremos en lo demás.



            En casa de los Adams la cena estaba servida. Una vez más Clyde se ocupó de cocinar, convenientemente auxiliado por su hija, no tardó en terminar una de sus especialidades. Wina y Melissa se sentaron a la mesa en tanto él las servía. En esta ocasión un risotto.



-Espero que os guste, es un plato que he estado desarrollando.- Dijo él agregando divertido.- Por cierto, gracias por tu ayuda, hija.

-¡Pues yo espero que no lo hayas experimentado en el laboratorio, papá! - Se rio Wina.-

-Lo mío es la ingeniería robótica. No los compuestos biológicos. - Se sonrió él aludido.-

-Tampoco eres mal chef.- Le halagó su esposa.- Y eso tiene su mérito.

-Ninguna somos buenas en la cocina. Yo únicamente llego a pinche. - Admitió Wina.- De hecho sobreviví a base de comida precocinada en la universidad. Casi toda vegetal debo decir.



            La raza de esa jovencita tenía predilección desde luego por los elementos tomados de las plantas. No en vano, proveían de ese árbol llamado Makaiju. Por suerte, tener tan cerca a Giaal y a Naya, había permitido a esa muchacha seguir aprendiendo de sus orígenes. Sus padres adoptivos jamás desalentaron eso en absoluto. Es más, la habían animado. Incluso a hacer algún viaje a su planeta natal. No obstante, la muchacha no había dispuesto de tiempo.



-Cuando haya obtenido el doctorado quizás me tome un tiempo y vaya.- Había dicho alguna vez.-

-Pues entonces aprovecha para que te den muchas verduras.- Bromeó su padre.-

-No sé si las cultivarán. Giaal me contaba que sus antepasados se alimentaban directamente de la energía de su árbol. Aunque también podían comer como los humanos.

-Puede que hayan variado la dieta. Por nuestra parte, nosotros tenemos que comer antes de que se enfríe- Observó Melissa.-



            Y tras este comentario los comensales dieron buena cuenta de la cena. Estaban de hecho terminándola cuando sonó el intercomunicador con una vídeo llamada…



-¿Quién podrá ser a estas horas?- Se preguntó Melissa yendo a contestar.-



            Al conectar la imagen vieron entre atónitos y alarmados el semblante de Emma, la chica parecía estar muy nerviosa. Apenas si pudo balbucir, rodeada de penumbra.



-¡Por favor! Necesito vuestra ayuda. He hecho algo terrible…

-¿Qué ha pasado?- Quiso saber la doctora Adamas con inquietud, lo mismo que el resto.-

-No quiero contarlo por video teléfono.- Susurró la interpelada. –

-¿Estás en casa?- Intervino Clyde.-

-Sí. - Asintió Emma.- ¡Os lo suplico, venid deprisa!

-No te muevas de allí, ahora vamos.- Le  indicó el doctor Adams.-



            La aludida asintió una vez más, cortando después la comunicación. Los tres se dispusieron a salir, aunque Melissa le dijo a su hija.



-Será mejor que tú te quedes, por si hay que contactar con alguien.

-Pero mamá.- Quiso oponer Wina mirándola con preocupación.-

-Haz lo que dice tu madre.- Añadió Clyde.- Tranquila, en cuanto lleguemos a casa de Emma te llamaremos.



            La muchacha asintió, se sentía intranquila pero confiaba en sus padres. De modo que los dos se marcharon en un deslizador rumbo al piso de Emma.



-Espero que no tengan ningún problema. Tengo un mal presentimiento, esto no me gusta. - Pensaba Wina, deseosa de que todo fuera bien.-



            Por otra parte, ya de vuelta en la Ciudad del Sur y tras su conversación con el doctor Ginga, Nelly estaba pensativa, aunque eso no le había impedido ir a supervisar a sus chicas en Sagan City antes de volver a su casa. Tenía tres de ellas en apartamentos, recibiendo por separado. Es resultaba algo más caro, pero también más seguro. La propietaria del negocio no era ajena a la moralidad imperante en la capital. Quizás en su sede habitual las cosas fueran más relajadas, pero aquí, tres chicas que viviesen juntas y tuvieran tantas visitas masculinas captarían inmediatamente la atención de las autoridades. De modo que mejor no arriesgarse. Por otro lado, fiel a su filosofía, ella prefería la calidad a la cantidad. Sus “trabajadoras” tenían pocos clientes, pero muy selectos. Eran chicas como ella misma, que ejercían el papel dominante en la mayor parte de las ocasiones. En el primer piso todo transcurrió sin novedad, la muchacha morena que lo ocupaba le dio un informe sobre las ganancias del mes. Nelly le entregó su comisión que fue cuantiosa y se marchó.



-Hay que tratar bien a las chicas. Es mucho mejor, y se lo merecen.- Opinaba con conocimiento de causa.-



Luego, tras un encuentro realmente inesperado en el segundo de los pisos, fue a visitar a la última de ellas, una de pelo castaño que era especial, tanto como lo era ella misma. Por ello debía ponerla la corriente de la sorpresa que se había llevado. Al llegar aguardó un poco puesto que esa chica estaba ocupada. Nelly se instaló cómodamente en un cuarto contiguo donde pudo escuchar algunos insultos proferidos por una vez femenina, golpes y quejidos de hombre. Tras unos minutos el cliente salía encantado murmurando mientras se frotaba algunas partes del cuerpo.



-No sé cómo tiene tanta fuerza, ¡es increíble!. Me encanta como me trata. Sobre todo cuando me levanta en vilo. ¡Soy su pelele!



            Nelly le vio salir y sonrió. Ese tipo debía de ser realmente raro o estar muy mal de la cabeza para contratar los servicios de esa muchacha. Además de ser una maltratadora nata cobraba carísimo. Pero eso era, sin ninguna duda, excelente para el negocio. Otras cosa que sus clientes deseaban era privacidad. Por ello prudentemente esperó en la otra habitación hasta que ese tipo se marchase del apartamento, luego tocó educadamente a la puerta del “gabinete” de su empleada.



-¿Sí? ¿Olvidaste algo, estúpido esclavo?- Pudo escuchar una pregunta hecha en tono entre airado e insultante desde el otro lado.-

-Soy yo - replicó Nelly con tono despreocupado.-

-Pasa.- Fue la respuesta más suave y relajada que recibió.-



            Al entrar vio a una chica de su estatura, aunque parecía bastante más alta subida en esas enormes botas rojas de tacón de aguja que calzaba. Una minifalda negra y un sujetador de cuero de ese mismo color completaban el conjunto. Nelly tomó asiento en el borde de una cama que había al lado y preguntó.



-¿Qué tal el día, Ángela?

-Bien.- Suspiró la aludida sentándose a su lado.- Los tarados habituales.



            Sin más ceremonias, la trabajadora se quitó esas botas y declaró.



-Al menos me puedo dar el gusto de golpear a los humanos. Aunque desearía poder aplastarles con mis manos.

-Dadas las circunstancias, es mejor para ti limitarte al trabajo.- Le aconsejó su interlocutora.-

-Bueno, tampoco está tan mal.- Se sonrió afirmando con humor.- Les maltrato, les insulto, les agredo y me pagan por ello. Y nada mal por cierto. De haberlo sabido antes, quizás hubiera cambiado mi vida.- Remachó sarcásticamente.-

-Celebro que lo disfrutes.- Repuso Nelly con el mismo tono y algo de ironía al añadir.- Quizás esta era tu verdadera vocación. Mejor que eliminar humanos, divertirte con ellos.



            Ahora su interlocutora la miró con gesto más serio a la par que respondía.



-Entiendo que me hiciste un favor. Tras la derrota de los míos tuve que escapar y esconderme. Cualquiera de esos súper saiyajin me habría liquidado en un instante. O, en el mejor de los casos, me hubiesen encerrado en una celda de seguridad para el resto de mi vida. - Admitió la individua.-

-A estas alturas no crees que nadie esté ya pendiente de encontrarte. ¿Verdad? - Preguntó Nelly.-



            Sin embargo Ángela, obviando su respuesta, la miró con una expresión inquisitiva y quiso saber a su vez.



-Lo que no entiendo es porqué. Pudiste haberme denunciado, sabes perfectamente lo que hice. Y en lugar de ello me ofreciste esto. Bueno, no es que me apasione precisamente, pero no está tan mal. Ni tan siquiera he tenido que acostarme con ninguno de estos patéticos humanos. Y lo hubiese hecho de no tener otra opción…

-¿Qué pasó con aquello de antes morir que la humillación de estar cautiva?- Se sonrió su interlocutora, pues recordaba aquella frase cuando se conocieron.-

-Pasó que me di cuenta de que me gusta vivir.- Replicó sinceramente su contertulia devolviéndole una sonrisa irónica.- Y que tampoco estoy encerrada en ningún sitio, salvo aquí durante las horas de trabajo.



            Y es que Nelly la encontró malherida y vagando por las calles. De hecho, Ángela parecía entonces una mujer normal, víctima del ataque, dado que con cautela se desembarazó de todo lo que hubiera podido incriminarla, incluyendo uniforme o armas Arcoily. Pero nada más verla, cuando Kassandra la llevó hasta ella, su benefactora sintió que, de algún modo, ambas estaban conectadas.



-También hicieron esos experimentos en mí.- Reconoció la ex comandante enemiga.- Lo mismo que en tu hermana Kassandra. Teníamos contacto con ella. La ayudamos a encontrarte.- Le contó entonces. – Por esa razón, cuando le envié una llamada de auxilio pudo localizarme.

-Por ese motivo decidí ayudarte.- Le contestó Nelly.- Ella dijo que, pese a todo, podíamos fiarnos de ti.

-Por eso y porque con mi fuerza he mantenido a raya a todos los chulos y grupos mafiosos que han querido invitarte a que te asociases con ellos, querida.- Repuso su interlocutora con un evidente tinte de sarcasmo.-

-Bueno, eso también ha tenido algo que ver.- No dudó en admitir su jefa con el mismo tono. No obstante, le contó con voz más seria.- Pero ahora vengo a advertirte. Hay alguien que seguro estaría muy contento de volverte a ver. Y no para darte un abrazo precisamente.



            La muchacha recordaba su visita al anterior piso. Su otra empleada, Mandy, estaba con alguien. Aunque la sesión no parecía desarrollarse del modo habitual. De hecho, la meretriz salió visiblemente sorprendida. Era una chica rubia y no muy alta, de apenas veinte años que estaba en la universidad y que tenía problemas económicos. De un modo discreto ganaba así algo de dinero. Nelly estaba aguardando a que terminase con el cliente. Sin embargo, la joven salió del cuarto dirigiéndose al que ella estaba.



-Perdona.- Le dijo entrando de forma precipitada.- Pero tengo un problema.

-¿Llamamos a Ángela?- Quiso saber su jefa.- ¿Acaso ese tipo se está pasando?

-No, no es eso. En realidad me ha dicho que quiere un servicio, pero contigo. Me ha asegurado que quiere contratar a Lady Morgana. Para algo muy personal.

-¿Conmigo?¿Y cómo sabe que estoy aquí?- Preguntó Nelly en voz alta.-

           

            Y para su asombro, su empleada le contestó como si aquel tipo ya hubiera previsto esa cuestión.



-Me dijo que, para saber eso, tendrás que ir a verle a la habitación. Que la recompensa te merecerá muchísimo la pena.

-Pues aquí no tengo mi ropa. ¿Podrías prestarme unas botas y un traje?- Le pidió a la chica.-

-Creo que no son de tu talla.- Objetó su perpleja interlocutora.-

-No importa, para unos minutos puedo aguantarlas.- Replicó Nelly, realmente picada en la curiosidad.-



            Su chica tenía un número menos de calzado, aunque eso no le impidió a Nelly  ponerse esas botas de montar que Mandy pudo dejarla. Completó el disfraz con unos pantalones militares y una chaqueta que daba la impresión de ser un antiguo uniforme paramilitar de un grupo nazi, además de una peluca pelirroja que su empleada tenía. Así ataviada entró chasqueando un látigo y declarando con ese impostado tono de superioridad y desdén que tan bien sabía fingir.



-¿Dónde está mi esclavo?. ¿A qué esperas a lamerme las botas, perro?- Gritó por todo saludo.-



            Aunque a sus espaldas la respuesta que oyó hizo que se le cortase la respiración. Conocía muy bien esa voz, a pesar de los años transcurridos.



-Me temo que, con esas botas no podrías correr mucho esta vez, Nelly.



            Se giró pasmada para ver a un hombre de metro ochenta, pelo rubio oscuro y un ligero bigote de mismo tono. Estaba completamente vestido, llevando una cazadora de piel y un pantalón vaquero con zapatillas deportivas. Lo cual llamaba mucho la atención, teniendo en cuenta para lo que se suponía que habría venido a verla. Pero Nelly enseguida comprendió que no estaba allí por esa clase de servicios. De hecho, la chica apenas pudo musitar, olvidándose por completo de su papel.



-¡Dean!

-Celebro que me hayas reconocido también. Hace mucho tiempo. ¿No es así?

-Pero ¿cómo has?...- Fue capaz de balbucir ella, sintiéndose de pronto más avergonzada de lo que había estado en años.-

-Anda, quítate esas botas, está claro que no son de tu número y te tienen que hacer daño.- Se rio él.-

-No será tan fácil.- Pudo replicar ella, envarada todavía y desde luego incómoda en todos los sentidos.-



            Se sentó sobre una cama que había en ese cuarto y el muchacho tuvo a bien ayudarla tirando de ellas hasta que la joven pudo quitárselas. Nelly suspiró aliviada al librarse de ese calzado que le estaba oprimiendo los pies. Fue entonces cuando el joven le contó.



-Llevo años controlándote, tus finanzas, tus movimientos, hasta tus especificaciones en la página de contactos que tienes. Nunca quise piratearte nada. Y menos cuando hace poco descubrí lo que te traes entre manos. Por eso he querido verte otra vez, sencillamente para darte las gracias.

-¿Las gracias?- Se sorprendió ella, que parecía no entender.- ¿Por qué?



            Dean sonrió moviendo la cabeza para replicar.



-No te hagas la tonta conmigo. Sé perfectamente lo que has hecho. Y te lo agradezco, es lo que yo debí hacer hace mucho tiempo. Pero nunca fui un buen hijo. Gracias por ayudar a mi madre a reflotar su negocio.



            Nelly suspiró aliviada. ¿Así que se trataba de eso? En efecto, había contactado con un bufete prestigioso para ayudar a Ginger de forma anónima. Se sentía en deuda con esa mujer, y sobre todo, con cargo de conciencia por haberla engañado. Así lo confesó.



-Le mentí a tu pobre madre asegurándole que hablaba contigo y que me enviabas mensajes. Al principio porque me daba lástima, pero luego le saqué provecho, ya sabes, tarta Sandy y batidos. Y escaparme de casa al menos durante un rato para hablar con alguien que me apreciaba de verdad. No estoy orgullosa de eso, ni tampoco de otras muchas cosas que he tenido que hacer. Imagino lo que estarás pensando de mí.- Remachó mirando al suelo.-

-Lo que imagino es que tu vida habrá tenido que ser muy dura, como la mía, y que has hecho lo necesario para sobrevivir, como yo. Ninguno habremos sido unos santos, pero tampoco somos unos demonios. O, al menos, no somos peores que muchos hipócritas que se dicen virtuosos.

-En eso tienes toda la razón, he tenido a bastantes de ellos como clientes.- Se sonrió amargamente ella.- Y son los peores de todos.

-Por eso mismo, quería verte y también deseaba pedirte un favor.- Comentó él.- Otro más…

-Contigo puedo ser mucho más complaciente.- Afirmó la chica, acariciándole el cuello para susurrar.- Si es lo que quieres.

-Mentiría si dijera que cuando éramos unos chavales no estaba coladito por ti.- Sonrió Dean, quién pese a todo, se apartó de ella para añadir más en serio.- No, no es eso. Nunca querría eso contigo. Ya no.

-Entiendo que una relación romántica con una puta no es algo que los hombres quieran.- Declaró la joven con aplastante sinceridad y gesto apesadumbrado.-

- Siendo un hacker profesional, no veo por qué yo iba a tener una condición moral mejor que la tuya.- Rebatió Dean que amablemente agregó.- Al contrario, las putas, como tú te titulas, me parecen de las personas más de fiar. Es más, confío en una mujer que se vende, te dice el precio y cumple con su parte del contrato. Son mucho mejores que las que afirman quererte y luego te engañan. Contigo el cliente sabe que lo que va a oír y lo que recibirá durante el tiempo que dure el servicio, es meramente cuestión de negocios. Como en mi caso, mis clientes saben lo que pueden esperar de mí si cumplen su parte y también si no lo hacen.



            La muchacha le miró sorprendida en un principio, aunque después sonrió agradecida para querer saber, ya con curiosidad.



-¿Qué es lo que quieres entonces de mí?...



            Ahora Ángela la miraba nerviosa, su jefa, tras guardarse la mayor parte de esos recuerdos para sí misma le había contado sencillamente que ese viejo conocido anónimo tenía ahora bastante poder y que seguía tras de ella.



-¿Quién es?- Inquirió con visible temor.-

-Se fue antes de que yo llegara y Mandy no me lo dijo.- Mintió su contertulia quien tras recordar lo sucedido con Dean había optado por ocultar su identidad, por mor de su acuerdo con él.- Por fortuna para ti, ella le encaminó a una pista falsa. Ese tipo cree que estás en la Ciudad del Sur. Eso te dará tiempo. Pero cuando descubra que no es así..

-Acabaré con él, ¡sea quien sea! - Aseguró Ángela con tinte agresivo y decidido.-

-Puede que no sea lo más prudente.- Desestimó Nelly.- Quizás pertenezca al servicio secreto o a la policía. A buen seguro que no trabajará solo. Y no sabemos si pudiera ser un saiyajin.



            De hecho, eso era en parte verdad. Dean le comentó tras explicarle lo que quería, que tampoco estaba sólo en su búsqueda.



-Me las apañé para contactar con la embajada de Nuevo Vegeta a través de conducto diplomático. Por ley no pueden rastrear eso desde Nature ni tampoco preguntar al embajador. Le envié unos datos que le hicieron sospechar. No tardó en responder. Me prometió que uno de sus guerreros iría conmigo para ayudarme y que ninguno de los suyos, ni el mismo, me denunciaría.

-¿Y te lo creíste?- Se sonrió Nelly mirándole incrédula para sentenciar.- Daba por hecho que ya habías dejado de ser un ingenuo hacía mucho tiempo.

-Te recuerdo que quien me dio su palabra fue el mismísimo embajador Derail.- Replicó él.-

-Eso es otra cosa.- Admitió su contertulia.- Jamás ha roto su palabra. Los saiyajin honestos son así. Por mi parte intentaré hacer lo que pueda por ayudarte.

-A ti también te creo.- Aseguró el joven quien se dispuso a irse ya de aquel lugar , no sin agregar con una leve sonrisa. -Me alegra haberte visto otra vez, Nelly, y gracias de nuevo por tu gesto con mi madre.

-Únicamente quise pagarle a Ginger por la bondad que ella demostró conmigo.- Sentenció la interpelada.- Lo menos que merece es ser feliz. Y por ello, puedes estar seguro de que cumpliré mi palabra y te ayudaré. A cambio sólo te pido un poco de tiempo para tu otro asunto.



            Y tras recibir un asentimiento por toda respuesta ella vio como Dean se marchaba. Así, una vez cerró la puerta tras de él, la muchacha quedó a solas sentada en la cama. Salió al poco y Mandy la miró con gesto inquisitivo.



-Era un cliente muy especial.- Declaró su jefa que, mostrándose generosa, agregó.- Te apuntaré la tarifa máxima para tu comisión.

-Pero si yo… yo no he.. -Pudo decir la perpleja chica.-



            No obstante, Nelly le dedicó una fugaz sonrisa dejándola sin palabras. Después se cambió volviéndose a poner su ropa y sus zapatos y se encaminó a ver a Ángela. Ahora, tras recordar eso, le dijo a esa mujer.



-Más te vale ser cauta. Trataré de protegerte lo que pueda. Pero procura no darte a ver demasiado. Y cambia tu imagen.

-Descuida. Haré todo cuanto me digas.- Afirmó ésta.-



            Y en eso quedaron. Nelly se fue de regreso a la Ciudad del Sur, de camino reflexionaba. ¿Qué había estado haciendo con su vida?. No es que de pronto fuera a convertirse en una santa devota abjurando de su profesión, de hecho se sentía cómoda en su papel y no le disgustaba realmente. Por otro lado, su reputación en el mundillo le reportaba pingues beneficios. Y bien aconsejada por expertos asesores había invertido bien su dinero, tanto el procedente de su trabajo como el que su madre le legara.



-¡Mamá! - Suspiró mirando con melancolía a través de la ventana del deslizador, cuando llegaba a su destino.- Daría todo lo que poseo por tenerte a mi lado una vez más…



            Entre tanto, en la embajada, Kiros charlaba con Jalix poniéndole al corriente de la comunicación que había recibido.



-Acorde a esa fuente que no puedo revelar, una peligrosa enemiga está oculta en Nature. Lleva aquí años. Tenemos que capturarla para que responda por sus crímenes. Te encomiendo a ti esa misión.

-Para mí será un honor serviros, excelencia.- Repuso el interpelado llevándose un puño al lado contrario del pecho.-

-En ti confío. Reúnete con nuestro aliado.- Le ordenó el embajador.-



            Jalix no tardó en asentir y elevarse en el aire para salir volando de allí.  Kiros le observó alejarse y volvió a entrar en casa. Allí vio llegar a su hija.



-¿Qué tal el día, Gloria?- Se interesó.-



            Aunque la muchacha no pareció haberle escuchado, o eso o iba muy encerrada en sus pensamientos dirigiéndose a su habitación. Su padre lo dejó estar, encaminándose hacia el salón. Allí estaba Maggie, terminando de ver las noticias.



-Hola cariño.- Saludó a su esposo al verlo entrar.-

-¿Qué tal tu día?- Sonrió Kiros, comentándole entonces.- Porque tu hija parecía estar tan absorta en sus pensamientos que ni me ha oído. Y es raro tratándose de una saiyajin.

-Será su lado humano, que le causa problemas todavía.- Suspiró la enfermera.-



            Su marido no tuvo tiempo de responder. En la holo tele, terminadas las noticias, comenzaba un programa de debate. Al menos uno muy interesante que solían emitir en Nature. En esta ocasión, era la misma fe la que se sacaba a colación.



-No comprendo como pueden discutir sobre esto. No hay nada que discutir.- Declaró Margaret cruzándose de brazos.- Tienes fe o no la tienes. No hay evidencias, por eso mismo es cuestión de creer. Aunque yo tuve la suerte de ver que había al otro lado para los pecadores.

-Bueno, hay personas que no comparten tu criterio.- Afirmó su esposo, recordándole incluso diríase que divertido.- Tú yo de hace unos cuantos años habría podido debatir contigo ahora.

-Sí, eso es verdad.- Reconoció Maggie suspirando entonces para agregar.- Era una inconsciente y una ingenua por entonces, creía que lo sabía todo de la vida y del amor. Y no tenía ni dea.

-No lo has hecho nada mal.- La animó su esposo sentándose a su lado y abrazándola.-



            Su mujer sonrió agradecida recostándose sobre el pecho de Kiros. Entre tanto Gloria les observaba desde la entrada del salón. La chica había salido de su cuarto, se sentía realmente confusa, y más tras lo que había sucedido entre ella y Maray. Las palabras de esa muchacha, si es que podía seguir llamándola así después de lo que había visto, aun le asaltaban.



-Ahora sí que no sé qué debo hacer, ni para que estoy aquí.- Pensó con desconcierto e incluso zozobra.- Ella dijo que, a su debido tiempo, lo comprendería. ¿Acaso el amor verdadero es eso?¿Entender a los demás?. Quizás como mis padres, que siendo tan diferentes se comprenden y se complementan…¿O anteponer a quien amas a todo, incluso por encima de uno mismo?



            Siguió considerando aquello volviendo a su cuarto. Por su parte, sus padres seguían ahora aquel debate muy interesados. Se esgrimían argumentos sobre cómo era posible que planetas como Bios y Nature fuesen tan parecidos a la Tierra. Los neo religiosos afirmaban que esa era la obra del Creador. Por su parte, los científicos respondían que, de no haber sido mundos compatibles no se hubieran colonizado y que al ser terraformados evidentemente se les dotó de características terrestres.



-Es el principio antrópico.- Reivindicaba un científico.- No es que Dios haya puesto nada ahí a nuestra medida, es que, de no existir algo así, jamás hubiésemos aparecido.

-Ustedes siempre con su ceguera.- Le rebatía su oponente del bando religioso.- ¿Cuándo lo van a  aceptar? No son coincidencias. Este planeta y Bios se adaptaron rapidísimamente, no por sus conocimientos científicos, sino por la voluntad del Señor. El obró esas maravillas, que ya vienen descritas en la Biblia. Se denominan milagros.

-¡El milagro, como usted lo denomina! Es que nuestra tecnología nos permitió investigar y elaborar compuestos eficaces para acelerar esa transformación.- Opuso el hombre de ciencia.-

-Y claro, ustedes con sus conocimientos, dispersaron esos terribles agujeros negros que estuvieron a punto de devorar la Tierra, Nature, Bios y los demás mundos conocidos. ¿O quizás fue la misericordia Divina la que nos salvó?

-Fue una mera cuestión de materia y energía.- Apuntó su polemista.- El poder de los saiyajin y los soberanos terrestres lo hizo posible.

-¿Y de dónde viene su poder?- Insistía el tipo religioso.-



El matrimonio escuchó con interés aquello. Aunque hablar de esos soberanos levantaba ampollas en parte de la audiencia. A su vez había opiniones divididas. Algunos les alababan por sus buenas acciones y por salvar el planeta. Otros veían en aquello una especie de complicado fraude que les dio mucho poder, y alguno más, sobre todo los más religiosos, les acusaban de haber sido un instrumento divino y de desviarse del camino de Dios. Al final, como era de esperar, ninguno de los participantes convenció al otro a pesar de sus argumentos, o precisamente a causa de los mismos. Entonces Maggie suspiró diciéndole a su esposo.



-Yo lo sé. Hay algo, un plan. Las cosas suceden porque tienen que suceder de un modo.

-¿Niegas lo que decían algunos, sobre la libertad de elegir?- Se sorprendió Kiros, comentando casi divertido.- Esta no es la Maggie que conocí. La que apelaba a ser libre e independiente.

-Ya te lo he dicho, esa Maggie era una inconsciente.- Repuso su mujer, sentenciando.- Y lo era por ignorante. Cuando era joven solamente me ocupaba de mí misma y desconocía la verdad de Dios.



            Una llamada de video teléfono les vino a interrumpir esas disquisiciones. Se trataba de Wina, la chica parecía preocupada, hacía una hora que sus padres se marcharon a ver a Emma y no la habían llamado. Así lo comentó con visible zozobra.



-Cálmate.- Le pidió Maggie sonando serena y cordial.- ¿Sabes dónde vive esa tal Emma?

-Sí, os puedo dar la dirección.- Contestó la muchacha.-

-Le diré a mi marido que vaya a echar un vistazo, y avisaré al doctor Ginga.- Dijo la enfermera.-

-Ya le he llamado yo, pero no responde.- Le contó Wina.-

-Enseguida voy para allá.- Declaró Kiros.-



            No tardó en ponerse ropa cómoda y salir volando de allí, tras cortar la comunicación Maggie quedó pensativa. Su hija Gloria le preguntó, al haber escuchado el final de la conversación cuando se dirigía al salón.



-¿Ocurre algo, madre? ¿Por qué padre ha salido tan rápido?

-Le han llamado unos amigos, necesitaban ayuda.- Le contó la interpelada sin querer decir nada más de eso, cambiando de tema para querer saber por su parte.- ¿Qué tal tú?

-Bien.- Contestó lacónicamente la joven.-



            Desde luego no quiso desvelar lo sucedido con esa chica. Aunque su madre enseguida notó que algo le sucedía.



-¿Te pasa algo a ti?- Quiso saber Margaret fijándose ahora en la expresión de su hija.-

-No.- Repuso ésta aunque fiel a su educación saiyajin, tampoco quiso mentir, por ello matizó.- Sólo sigo confusa, en cuanto a los sentimientos humanos se refiere.

-¿Sentimientos humanos?- Sonrió su madre, declarando a su vez.- Lo dices como si te fueran por completo ajenos, Gloria. Tú eres humana también.

-En parte sí.- Tuvo que reconocer la interpelada sentándose junto a su interlocutora.-

-No me refiero simplemente a eso.- Quiso explicarle su madre quién se volvió a mirarla a los ojos para añadir.- Los saiyajin también tienen sentimientos, y son los mismos que puedan tener los humanos. Créeme, he llegado a conocer a tu padre y a otros miembros de su raza. En eso no hay diferencia ninguna, todo lo más los expresan de otra forma o a veces se niegan a admitirlos. Y tú, cariño, no eres distinta. Lo que ocurre es que no tuviste la oportunidad de aprender a manifestarlos como hacemos aquí.

-Supongo que, lo importante es ser feliz y hacer que los otros lo sean. ¿No es así?- Se atrevió a  conjeturar al hilo de lo que Maray le comentó.-

-Esa es la clave de todo. Aunque a veces no sea posible. Es más, suele ser muy complicado de lograr.- Le respondió su madre.-





Gloria asintió. Así lo creía también. Era más difícil que la técnica más compleja que nunca hubiera intentado dominar. Sin embargo, no se rendiría, fiel al espíritu de los saiyajin continuaría intentándolo hasta aprender.



-Sí, ahora que me has mostrado el camino, lo seguiré.- Pensó, recordando las palabras de Maray.-



Por otra parte, horas antes la modelo zanjó ese incidente con Gloria y luego fue a ver a Keiko Tomoe. Como si nada hubiera pasado llamó a la puerta y la científica, que había retornado hacía poco del trabajo, le abrió esbozando una sonrisa.



-Hola Maray.- La saludó, puesto que ya se conocían de hacía tiempo.-

-Hola. -Replicó la jovencita con afabilidad.- Espero no molestarte..

-Claro que no, pasa.- Le pidió su interlocutora.- Dime, ¿Qué querías? Me llamaste para vernos con urgencia.

-Bueno, en realidad quería cantar algo contigo.- Le confesó Maray añadiendo con voz queda e incluso algo triste.- Algo que será muy inspirador. Una canción algo antigua pero que tendrá mucho sentido dentro de poco…y que espero sobre todo, motive a una persona en particular, cuando llegue su momento.



            Keiko la miró con gesto sorprendido. Tras unos instantes respondió.



-Me gustaría saber qué canción es esa y a quien irá dirigida.

-Lo sabrás.- Le prometió Maray, aunque enseguida matizó con algo de misterio.- Pronto llegará el momento.



            Horas después de aquello, y en otro punto de la ciudad, Clyde y Melissa se personaron en el domicilio de Emma. Subieron sin tardanza al mismo. La joven había dejado la puerta de su casa entreabierta y entraron con precaución.



-¿Emma? – La llamó Melissa con tono inquieto.-

-Estoy aquí.- Escucharon un susurro por respuesta.-



            Se encaminaron hacia el dormitorio de la mujer, todo estaba a oscuras, una vez dentro, tantearon la pared buscando la luz, incluso iban a pedir al ordenador de la casa que diera iluminación pero la inquilina se adelantó. Además, olía algo raro, y no era precisamente un buen olor, como si algo estuviera en mal estado…



-Por favor, prefiero estar a oscuras.

-De acuerdo.- Replicó Clyde tratando de alumbrar con su teléfono móvil.- ¿Qué ha pasado?

-Os lo contaré - contestó la joven, sentándose sobre la cama. –



            Volvía del trabajo, como siempre estaba a punto de oscurecer, nunca salía a pleno día. Lo cierto es que iba al laboratorio siendo todavía de madrugada y allí aguardaba al resto de sus compañeras. Luego era siempre la última en salir. Aquello les venía bien a todas. A las otras porque no tenían que quedarse hasta tarde y las guardias estaban resueltas. A Emma porque le permitía salir de noche, más oculta a las miradas y evitando ese molesto sol. Pero esa jornada se le pasó larga, entre algunos experimentos que debía concluir, tanto la absorbieron que no fue consciente del tiempo. Se había pasado un par de horas más de lo previsto, en condiciones normales eso no le importaba pero tenía que tomar su dosis. Fue a hacerlo pero descubrió con horror que no le quedaban más en el laboratorio.



-¡Maldita sea! - Masculló.- Tengo que volver pronto a casa.



            Se apresuró a tomar el deslizador, para colmo de males llegó tarde a la parada, éste ya había salido. Optó por correr a la desesperada. Gracias a su particular naturaleza eso no la cansaba. Al fin llegó al bloque donde estaba su apartamento. Abriendo el portal se notaba un extraño temblor en las manos. Comenzaba a sentirse rara. Su piel se arrugaba y un deseo se iba abriendo camino en ella y horrorizada supo enseguida de qué se trataba.



-No, tengo que llegar cuanto antes.- Pensaba con creciente miedo.-



            Llamó al ascensor y éste llegó, se metió en él como una exhalación. Al fin subiría a casa y podría tomarse la dosis. Eso la calmaría. Estaba aliviada por ese pensamiento cuando la puerta se abrió, incrédula vio entrar a Nathan. Su vecino la sonrió como de costumbre comentando entre extrañado y divertido.



-Te he visto entrar a la carrera, se te debe de estar quemando algo, ja, ja…



            Ella no pudo ni sonreír, aquello le pareció terrible. Su cuerpo comenzaba a rebelarse y a empujarla contra su voluntad. Podía percibir el calor de Nathan y su vista iba irremisiblemente dirigida hacia su arteria carótida.  Era capaz de verla palpitando, con su preciosa carga de sangre. Quiso cerrar los ojos, intentar no mirar.



-¿Te encuentras bien?- Quiso saber ese individuo.-

-Estoy… un poco cansada.- Musitó tratando de dominarse.-



            Ya quedaban solamente un par de pisos para llegar, aunque esos segundos se le hicieron eternos. Apoyada contra el espejo del ascensor, deseando no tener que girarse por si su reflejo pudiera desaparecer o algo así. Pero pensó que eso era una estupidez, una imposibilidad física. Vampira o no, tenía un cuerpo sólido.



-¿De veras que estás bien?- Se interesó su vecino, musitando extrañado.- ¿A qué huele aquí? Han debido de sacar la basura.



            Emma notó una extraña sensación en su boca, podía sentir el empuje de unos colmillos abriéndose paso hacia sus labios. No podía contenerlo más.



-Ya hemos llegado, - anunció él.-



            Salió como pudo del ascensor , dirigiéndose hacia la puerta de su casa, dando tumbos. Tratando desesperadamente de abrir. Puso la mano sobre el lector de huellas digitales…



-Te ayudaré.- Oyó decir a Nathan.-

-No, por favor, déjame sola.- Le suplicó ella, con voz balbuciente.-

-No te encuentras bien, no voy a dejarte sola hasta que estés mejor.- Replicó su ahora preocupado vecino.-



            Y ahora, rememorando aquello, Emma les dijo a sus interlocutores. Tratando así de descargar su conciencia de algún modo.



-¡Se lo advertí, le pedí que se marchase!…



            Melissa y Clyde se miraron entre perplejos y asustados, esperaban que aquello no terminase como se estaban imaginando.



-¿Qué ha pasado con ese hombre?- Se atrevió a preguntar el doctor Adams.-



            La interpelada prosiguió su historia con tono entre avergonzado y arrepentido.



-Me ayudó a entrar, y yo… le tenía tan cerca… podía sentir su calor, incluso como su sangre circulaba…



            Nathan la sujetó de un hombro para que se apoyase en él y así Emma pudo entrar. Enseguida la chica le pidió casi desesperadamente.



-Por favor, ¡déjame sola!

-En cuanto me asegure de que estás bien.- Replicó él quien añadió dirigiéndose al ordenador de la casa.- Luces…





            Al iluminarse todo con un tono de cálido amarillo, el tipo la miró perplejo.



-¡Tus ojos!- Exclamó con gesto sorprendido.- ¿Qué te pasa en la cara?



            Aquí Emma interrumpió su relato una vez más, para confesar llena de consternación.



-No recuerdo bien que sucedió entonces, pero cuando volví en mí…



            Fue Melissa quien pidió al ordenador del domicilio que elevase el tono de iluminación. Al cumplirse su orden tanto ella como su esposo quedaron horrorizados. Al menos viendo como Emma estaba manchada de sangre, su cara también, lo mismo que su boca, tenía aun restos secos alrededor, y además, la pile le lucía amarillenta , con partes del cuerpo ennegrecidas, era como si la gangrena la estuviese devorando…



-¡Oh Dios mío!- Exclamó la doctora Adams.- ¿Qué has hecho?

-Lo que un ser como yo hace para subsistir.- Contestó la aludida con voz queda.- Alimentarse.



            El matrimonio corrió a registrar la casa, buscaron el cuerpo aunque para su sorpresa no lo hallaron en ninguna de las habitaciones, finalmente Clyde preguntó.



-¿Qué has hecho con él?



            Emma se limitó a mirarle con sus ojos, ya marrones, para mover la cabeza y declarar.



-No he hecho nada. Al menos que recuerde.

-¡Espero que no se haya convertido en otro vampiro! - Comentó una espantada Melissa.-

-Para eso tendría que pasar algún tiempo.- Susurró Emma, afirmando ahora con mayor convencimiento.- Y no recuerdo haberle dado a beber mi sangre. Es así como te convierten. Bueno, como convertimos a otros. Eso al menos hicieron conmigo.

-¿Has tomado tu suero?- Quiso saber Clyde con visible inquietud.-

-¿Para qué?- sonrió sardónicamente la interpelada.- Tras beber calmé mi sed, al menos de momento. Y eso también frenó el decaimiento de mi cuerpo. He estado peor, pero estas señales van desapareciendo.- Les comentó.-



            Y ante los asombrados y horrorizados ojos del matrimonio, en efecto, esa especie de bubas negruzcas iban reduciéndose poco a poco y la piel de la mujer clareaba hasta adoptar un tono pálido pero más normal.



-Pero volverás a recaer. Y acabarás por estar fuera de control.- Le dijo Melissa quien ya tenía a mano una dosis. Pidiéndole a su colega.- Tómate esto ahora.



            No obstante, la interpelada sonrió de nuevo, esta vez dejándoles petrificados, pues mostraba sus dos largos y finos colmillos sin tapujos, alegando.



-Ya no necesito eso. Me he dado cuenta de cuan estúpida he sido. La verdad, tras beber la sangre de ese hombre me sentí realmente bien. ¡Es como si estuviera viva otra vez!. ¿Por qué renunciar a eso?. ¡Soy inmortal, una diosa!

-No, no puedes estar hablando en serio.- Pudo responder Melissa realmente asustada ahora.-



            Clyde abrazó a su esposa mientras Emma , sin dejar de clavar en ellos una mirada de sus pupilas nuevamente ambarinas, se aproximaba.



-Lo siento mucho por vosotros, de veras. No es nada personal. Al contrario, os estoy agradecida. Sé que queréis ayudarme. Bien, ahora podéis hacerlo. Pues debo confesaros otra cosa…

-¿El qué?- Se atrevió a preguntar Clyde.-





            Por toda respuesta, Emma hizo un gesto con su mano y la ventana de la habitación se abrió. Entre atónitos y horrorizados la pareja de científicos vio como un hombre entraba trabajosamente por ella, arrastrándose y gruñendo.



-Os presento a Nathan.- Se sonrió Emma.- No llegué a convertirle del todo, es cierto. Pero ahora podrá iniciarse con uno de vosotros. Elegid quien será, y después le convertiré también. El que quede servirá para alimentarle.

-¡No, por favor! - Suplicó Melissa llena de pavor.- Emma, no lo hagas. Te lo suplico, tenemos una hija…

-La pequeña Wina, que ya no es tan pequeña. No temáis, ella puede ser la siguiente.- Afirmó su interlocutora.- Así seréis una familia unida eternamente.



            Aquel individuo se irguió trabajosamente, sus ojos relucían de un tono amarillento y de su boca sobresalían asimismo dos colmillos. Estaba deseoso de abalanzarse sobre los horrorizados Clyde y Melissa, únicamente el control mental que Emma ejercía sobre él parecía impedirlo. Aunque eso no iba a durar mucho. Puesto que la vampirizada científica les dijo en un tono que pretendía ser tranquilizador.



-No temáis, será rápido y os prometo que trataré de hacer que vuestro cambio sea lo más indoloro posible…Y después nos extenderemos por todo este planeta, ya no hay cazadores que puedan amenazarnos…



            En la oscuridad de su dormitorio Mei Ling despertó de pronto, sintió una impresión inequívoca de que algo no iba nada bien. Una especie de vínculo que había tenido adormecido. No tardó en dirigirse al teléfono y llamar.



-Hola, ¿estáis todos bien? - Se interesó con patente tono de inquietud.-

-Hola Mei Ling.- Respondió la sorprendida Wina que estaba despierta pese a la hora.- Bueno, mis padres han salido, Emma les llamó, creo que necesitaba ayuda. Aguardo que me llamen.

-¿Emma?- Repitió la oriental quien daba la sensación de percibir algo muy preocupante cuando le dijo a su interlocutora.- Llama a tus padres, ¡corre!, me he despertado en mitad de una pesadilla, hay algo que no va nada bien.



            Muy asustada por esas palabras de su habitualmente serena y callada compañera de trabajo, Wina obedeció. Marcó enseguida el número de sus padres…



-Es mi hija.- Balbució una llorosa Melissa cuando escuchó la llamada entrante.- Por favor.- Suplicó de nuevo llena de angustia. - ¡No nos hagas esto!

-Yo que tú no respondería. No pienso que sea buena idea que Wina escuche lo que va a suceder, y mucho menos que lo vea por video llamada.- Le sugirió Emma sin conmoverse en absoluto.-  Os lo digo por su bien. No es agradable. Aunque sea necesario. - Admitió en esta ocasión con un deje de pesar.-

-¿Cómo puedes pensar en querer hacernos algo tan horrible?- Preguntó Clyde entre incrédulo y espantado  su vez.-

-Os equivocáis. Los humanos asumís que queremos haceros daño. Y no es así. No es algo tan malo. ¡Es un regalo! ¿Es que no os dais cuenta? - Rebatió la vampiro, alegando.- Además, seríais jóvenes por siempre. Bueno, en vuestro caso mantendrías la edad que ahora tenéis. Lástima que no os convirtierais antes.

-Preferimos que nos mates y bebas toda nuestra sangre, pero no nos hagas ser como tú.- Intervino Clyde con tono a medio camino entre el valor y el ruego.-

-No lo comprendo.- Repuso Emma moviendo lentamente la cabeza.- Os ofrezco el don de la vida eterna y queréis rechazarlo. En fin, lo siento, pero debéis decidiros ya. ¿Quién será el primero?- Inquirió con impaciencia creciente.-



            Sus interlocutores se miraron sin saber que replicar. Aunque fue el doctor Adams quien tomó la palabra entonces para horror de su esposa.



-Seré yo, pero a cambio deja que Melissa se vaya.

-Lo lamento, no puedo hacer eso.- Negó Emma.- Ella trataría de detenernos. Es más, tú mismo no querrás que eso pase una vez seas de los nuestros…

-En ese caso, tómame a mí.- Le pidió su colega, la doctora Adams por su parte.-



            Su contertulia la observó esbozando una media sonrisa. Movió levemente la cabeza y admitió.



-Veo que os amáis mucho y que no comprendéis el gran regalo que os ofrezco. No es un sacrificio. Es un renacer. Entiendo que tengáis miedo de lo desconocido, pero yo estaré a vuestro lado para guiaros, no debéis temer.



            Y sin que Melissa pudiera reaccionar Emma se colocó a su lado arrebatándole la dosis de suero y tirándola contra la pared. La pequeña ampolla estalló derramando su contenido para espanto de los humanos.



-Te conozco lo suficiente como para saber que querrías emplearlo cuando me acercase a ti con la guardia baja. Pues lo siento, pero no será posible. Además, lo he pensado mejor, yo me ocuparé de tu marido, y Nathan se encargará de ti, así no tendréis que discutir sobre quien será el primero…



            El vecino de Emma lució una vez más esos colmillos que poseía mirando fijamente a la aterrada Melissa que no sabía qué hacer. Llegó a cerrar los ojos dándole la mano a su amado esposo. Aquello era el fin. Clyde hizo lo propio y los dos escucharon el tono resignado de Emma que, de forma condescendiente, sentenció.



-Muy bien, si deseáis recibir vuestro renacimiento de este modo, así sea.



            La pareja estaba ya dispuesta, temblando y preparada para lo peor. Inmóviles y listos para su sacrificio. Aunque los segundos pasaron y nada sucedió. Tras unos instantes de extrañeza fue Melissa quien se atrevió a abrir los ojos primero. Y desde luego no esperaba lo que vio.



-Celebro haber llegado a tiempo.- La saludó Kiros.-



            Y no estaba solo, el saiyajin sujetaba por detrás a Emma quien se debatía con todas sus fuerzas, siendo aun así incapaz de moverse. Otro saiyajin hacía lo propio con Nathan.



-¡Oh!, ¡Gracias a Dios!- Suspiró la doctora Adams.-



            Su marido abrió también los ojos, sin un segundo que perder corrió hacia la nevera de Emma en donde ésta guardaba las restantes dosis, a pesar de la enconada resistencia de ella pudieron inyectarle una, lo mismo que a su vecino. Tras unos minutos en los que ambos sisearon y se retorcieron en el suelo, una vez liberados del agarre, la científica recobró su lucidez y pudo musitar.



-Dios mío, ¿qué es lo que he hecho?

-Emma, ¿te encuentras bien?- Inquirió la preocupada Melissa.-



            Al principio su interlocutora no respondió, tras unos momentos negó con la cabeza. Al fin, trastabillándose fue capaz de ponerse en pie, sin atreverse a mirar a sus compañeros a la cara. Estaba totalmente sobrepasada por el pesar y la vergüenza. El tal Nathan por su parte parecía haber perdido la consciencia.



-No es tu culpa.- Quiso animarla Clyde.-

-Deberíais acabar conmigo. Soy una amenaza. ¡Dios sabe que he luchado contra ello durante años, pero ha bastado un pequeño descuido para provocar esto! - Se lamentó amargamente Emma.-

-No nos rendiremos. Te curaremos. Ya lo verás.- Repuso Melissa.-

-Voy a enviar un mensaje a mi esposa. Es tarde pero espero que ella pueda ayudarnos.- Intervino Kiros, alegando.- Si no recuerdo mal, el agua bendecida por un sacerdote es un arma poderosa contra los vampiros.-

-Puede llegar a ser mortal. No sería una mala idea.- Convino Emma con patente tinte de tristeza en su voz.- Podría beberme una botella entera y acabar de una vez.

-No la usaremos para eso, sino para ayudarte a ti y a ese hombre.- Explicó Clyde.-

-Deborah, la hermana de Susan, nos explicó cómo hacerlo.- Afirmó Melissa. –



            En efecto Kiros envió el mensaje, entre tanto Melissa respondió finalmente a la llamada de su hija, enseguida la tranquilizó contándole que todo estaba arreglado. Asimismo el embajador pudo contactar con Maggie y la atónita enfermera respondió.



-¿Qué ha pasado, qué?. Sí, conozco a alguien, puedes llamar al padre Byron, es el hermano de Daphne y de Stephanie. Bueno… vive en el colegio de la Fe. Donde iba nuestra hija. ¿Es que no te acuerdas?. Bien, no pasa nada. Aunque es muy tarde. Quizás sea mejor aguardar a mañana.



            Kiros escuchaba a su esposa y tras unos segundos, le respondió.



-Voy a consultarlo a ver. No entiendo mucho de estas cosas.



            Y dirigiéndose a Clyde y Melissa les comentó su conversación.



-Seguramente es mejor actuar deprisa.- Comentó la doctora Adams.-

-Sí.- Intervino Emma aun con tono culpable.- No llegué a matarlo, por tanto no se ha convertido, pero está infectado. Por suerte, entre el suero y el agua bendita se podría revertir su estado. Al menos eso creo.

-Le llevaremos a la iglesia del Colegio de la Fe.- Les indicó Kiros.-



            Eso le contestó a su mujer. Maggie asintió y tras eso se despidieron. La jefa de enfermeras suspiró dejándose caer en el sofá. ¡Como si no tuvieran ya bastante con su propia hija!.



-Estas situaciones se están escapando de control. Lo único que espero es que nadie de la Congregación descubra lo ocurrido…



            Lo dejó correr deseando que su esposo no tardase en regresar y se fue a la cama. Gloria también estaba acostada, sin poder quitarse de la cabeza la conversación que tuvo con esa chica o lo que fuera.



-En este caso, tengo que aceptar la evidencia.- Pensaba.- Únicamente debo aguardar al cuándo. Pero me prepararé. Lo haré lo mejor que sepa. Es una gran responsabilidad pero me han entrenado bien.



            Kiros entre tanto, junto con los doctores Adams y Emma, llevaron al vecino de ésta última hasta el colegio de la Fe. Tardaron un rato en llegar entre que pidieron un deslizador y pudieron subir a Nathan, tras asegurarse que nadie les viera. Una vez ante la puerta del colegio un vigilante de seguridad se acercó enseguida al verles llegar.



-Buenas noches. ¿Podrían decirme que se les ofrece?- les inquirió el tipo.-

-Soy el embajador Kiros Derail, de Nuevo Vegeta, necesito ver urgentemente al padre Byron Kensington.

-Oiga señor, no sé quién o qué se creerá que es, pero son las tres de la madrugada.- Opuso el perplejo individuo.-

-Es muy importante, y le aseguro que a sus superiores no les gustará que usted no nos deje entrar.- Insistió Kiros tratando de ser paciente.-

-Verá, yo hago mi trabajo, tendría que despertar al padre Michael o a otro miembro de la dirección y eso sí que no les iba a gustar nada. ¿Por qué no vuelven dentro de unas horas?- Propuso el tipo tratando de sonar conciliador.-



            Kiros resopló intentando mantener la calma. Desde luego era muy urgente y aunque no deseaba emplear la fuerza contra ese pobre hombre que solamente cumplía con su deber, quizás no le quedase otra alternativa. Por suerte en esta ocasión fue Emma quién, adelantándose con sigilo, le susurró al guardia con tono meloso, sin dejar de mirarle fijamente a los ojos.



-Por favor, le aseguro que es muy importante y que hará lo que debe si avisa al padre Byron.

-Muy bien.- Pudo musitar aquel tipo, de modo casi mecánico.- Iré ahora mismo a llamarle. Pasen, por favor…



            Y sin más les abrió la entrada. Kiros se ocupó de cargarse al hombro a Nathan en tanto los demás pasaban sin problemas al interior. Perplejos eso sí, Melissa y Clyde dedicaron su atención a Emma, quién modestamente les comentó.



-De algo me tenía que servir ser una vampiro, tenemos el poder de sugestionar a los mortales. Aun después de tomar el suero.

-Sí, como los demonios y también nuestro amigo Giaal.- Repuso Kiros que entonces añadió.- ¡Claro, el doctor Ginga! Deberíamos avisarle también.

-Es una buena idea.- Convino Clyde.-

-Pero antes vayamos a ver al padre Kensington.- Les recordó Melissa.-



            Todos estuvieron de acuerdo en eso, sin detenerse siguieron al vigilante que les condujo hasta las dependencias del sacerdote. Una vez entraron y el oficial de seguridad le despertó, el perplejo Byron apenas pudo creer lo que le contaron.



-Entonces, si lo he entendido bien, necesitan agua bendita. ¿Y quieren que la bendiga ahora?

-Sí, padre, por favor.- Le pidió Melissa.-



            El atónito sacerdote asintió, sin mucha más ceremonia guió a sus “ invitados a la cocina” y tras abrir el grifo de la pila y llenar un cuenco procedió a persignarse y a bendecir el contenido del envase. Tras hacerlo Emma les indicó.



-Hay que lavar la herida de mi mordedura y que Nathan beba un poco de ese agua.



            Kiros se ocupó de dejar al vecino de la vampira sobre la cama del clérigo. Melissa y Clyde procedieron a hacer lo que Emma les había dicho, todos vieron como de la herida brotaba una especie de vapor blanquecino. Increíblemente las marcas de agujeros que podían observarse en el cuello del chico desaparecieron de inmediato.



-Por fortuna hemos llegado a tiempo.- Afirmó Emma, aliviada al ver eso.-

-¿Tú no quieres beber un poco de agua?- Le ofreció el cura.-

-Sí lo hiciera no sé qué me sucedería.- Replicó ella moviendo la cabeza, ahora ya con visible aprensión.-

-Ten fe en Dios. – Le pidió el sacerdote.-

-Seguiremos investigando, eso te lo prometo.- Añadió Melissa, comentándole ahora al perplejo sacerdote.- Pero, por ahora, es mejor que ella no se arriesgue.

-Por favor, le pido que no comente nada de esto.- Añadió Clyde dirigiéndose a Byron.-

-Nada deben temer de mí. Lo trataré como si de un secreto de confesión se tratase. Se lo prometo.



            Y tras agradecerle su amabilidad y comprensión, el grupo se marchó llevando al tal Nathan. Dejaron al vigilante dormido en su garita. Esperaban que ese pobre tipo despertase antes del final de su turno para no ser amonestado, aunque Byron se ofreció a espabilarle en cuanto se hubieran ido. Al fin, retornaron  a casa de Emma, una vez allí, en tanto Kiros dejaba a su vecino en su propia casa, Melissa le preguntó con preocupación.



-¿Podrás quedarte sola?

-Sí, no te preocupes. Una vez que me he tomado el antídoto soy dueña de mi voluntad otra vez.- Le aseguró la mujer.-



            De este modo se fueron, agotados como estaban, apenas habían podido dormir cuando se levantaron al día siguiente. La vida prosiguió como si nada hubiese sucedido. De hecho, sólo Mei Ling estaba en el trabajo, junto con la propia Emma, dado que Wina y Melissa se durmieron hasta casi la tarde. La hija de la doctora tampoco pudo conciliar el sueño hasta que vio a su madre retornar. Por su parte la oriental sí que pudo descansar. De todos modos acudió al laboratorio con cierta inquietud que afortunadamente se despejó en cuanto Emma le contó lo sucedido.



-Te comprendo bien.- La apoyó la oriental.- Pasé por eso, sé lo difícil que es resistir la sed de sangre.

-Afortunadamente para ti hubo marcha atrás.- Comentó una consternada Emma.-

-Haz caso a Melissa, no desesperes, seguro que avanzaremos en la investigación y puede que, algún día, encontremos la cura, no solo para ti, sino para todos los afectados por este mal.

-Bueno, eso espero.- Sonrió levemente su compañera quién pasó a preguntarle.- ¿Qué tal tu familia?

-Hemos tenido nuestros problemas.- Admitió Mei Ling, añadiendo no obstante con mejor moral.- Nada que no podamos solucionar..



            Desde luego que, comparado con lo de la pobre Emma, no era nada. Aun así, le preocupaba mucho. Tanto que esa misma mañana quería haber acompañado a Sonia para hablar con Daphne. Sin embargo, tras lo sucedido con su compañera de trabajo tuvo que ir al turno de mañana. De todos modos confiaba en que su esposa pudiera aclarar aquello. Y de hecho Sonia estaba ya aguardando a la maestra de su hijo. Se habían citado en una cafetería próxima al colegio aprovechando la hora de comer de Daphne. Aunque el tiempo transcurría y la maestra no llegaba.



-¡Qué raro!- Se dijo la española consultando su móvil.- Ya han pasado veinte minutos. Quizás le haya surgido alguna complicación.



            Finalmente vio llegar a Daphne a todo correr. Eso la preocupó, más cuando, entre jadeos, la maestra le comentó.



-Por favor, debes acompañarme al colegio. El padre Michael quiere hablar contigo, es muy importante…



Tras quedarse perpleja, Sonia finalmente asintió. La expresión de su interlocutora llegó a alarmarla. Y es que lo que menos podía sospechar la modelo es que Daphne había estado en el despacho del padre Michael. Allí, el sacerdote la puso al corriente de una visita que acababa de recibir.



-Verás, - le contó el cura.- Te he llamado porque ha sucedido algo que tiene relación con el incidente del otro día. El del hijo de esa modelo…

-Le aseguro padre que he sido muy cuidadosa.- Se apresuró a replicar ella.-

-No te inquietes, no tiene que ver contigo.- La calmó su interlocutor.- Verás, es que hará apenas unos minutos he recibido en mi despacho precisamente al padre de ese niño…



            Daphne abrió la boca sin poder ocultar su asombro. No tuvo más remedio que desvelarle entonces al padre Michael.



-Iba a ver a la madre ahora, en mi hora de la comida. Para hablar sobre lo sucedido. Ella es compañera de trabajo de mi hermana.- Quiso excusarse, más al agregar.- Queríamos solventar cualquier problema lejos del ámbito de la escuela.

-Y te agradezco esa intención.- Repuso su contertulio comentando a renglón seguido.- Eso está bien, pero las cosas han cambiado. Sería mejor que la señora Calderón viniera a verme. Porque mucho me temo que preferirá saber por mí lo que el padre de su hijo me ha comentado. Si es que no se entera antes por otros conductos. De modo que, ve a verla y pídele, que si es tan amable, se acerque a la escuela. La estaré esperando si decide venir.



            Y así fue, Daphne se apresuró a ir en busca de la modelo. Era consciente de que ya llegaba tarde. Por eso corrió sin parar. Ahora Sonia la acompañaba de regreso a la escuela. Al entrar en el edificio, la maestra le indicó el camino hasta el despacho del director, dado que Sonia no recordaba por donde fue cuando hizo la entrevista para que admitieran a Richard.



-¿Vienes conmigo?- Le preguntó a Daphne.-

-No, lo siento, tengo que ir a mi clase ya.- Se disculpó la profesora.- Apenas tengo tiempo de tomarme un sándwich.

-Claro, no te preocupes.- Sonrió Sonia añadiendo con tono amable.- Ya charlaremos otro día con más tiempo. ¿Te parece?

-Será un placer.- Repuso su interlocutora quién pareció forzar una sonrisa de circunstancias antes de marcharse.-



            Y la modelo continuó hasta el final de ese corredor donde una puerta entreabierta mostraba el despacho del padre Michael. Tocó a la misma y recibió él adelante de rigor. Al verla pasar el sacerdote se levantó tendiéndole la mano.



-Me alegra que haya venido, señora Calderón.- La saludó.-

- La señora Carson me ha comentado que deseaba usted hablar conmigo.- Respondió  con tono entre serio y lleno de curiosidad.- Es relativo a mi hijo pero no quiso ser más explícita. Dígame. ¿Hay algún problema con Richard?

-¡No, por Dios, su hijo es un niño maravilloso! - Sonrió el padre Michael con un tono que sonaba desde luego bastante afable.-



            Pero Sonia tenía ya mucha experiencia como para dejarse engañar por eso, y su instinto le dio la razón cuando el sacerdote tornó ese primer tinte amable por otro más grave y concernido al desvelarle.



-Iré directo al grano, señora. Hace menos de una hora un hombre que ha dicho ser el padre de su hijo ha venido a verme.

-¿Qué? ¿El padre de mi hijo?- Exclamó ella con visible estupor.- Eso es imposible, él murió.

-Desde luego que ese hombre no está de acuerdo con usted en eso.- Repuso el sacerdote con ligero tono sarcástico para añadir ya con seriedad.- Por supuesto, no le he permitido ver al niño hasta que no demuestre con pruebas que es quien dice ser. Y he juzgado prudente informarla. Ese individuo me ha comentado que se pondrá en contacto con usted. Y por su forma de decirlo creo que aludía a una vía judicial, en lugar de personalmente. ¿Se encuentra bien?- Inquirió el padre con inquietud al mirar a su interlocutora.-



            Sonia estaba pálida, no sabía que decir, ni podía imaginarse de quién se trataba. Pensó en Rafa, por supuesto, pero no lo veía posible. ¿Cómo ese tipo, tan preocupado únicamente de sí mismo y tan irresponsable se iba a molestar en querer ver a su hijo? Si es que era hijo suyo. A decir verdad, ella siempre quiso creer que Richard era fruto de la inseminación que se hizo con el esperma de Ben, pero a medida que el crio crecía, para su desgracia no le encontraba parecido alguno con el fallecido actor. Los ojos del pequeño eran de color café, su pelo castaño tirando a oscuro. Nada más lejos de la apariencia de Ben. Aunque se decía a sí misma que los genes de su fenecido amigo eran recesivos, el pelo castaño y los ojos de ella se imponían al rubio y los ojos azules de él. Pero cuando el cura le dio el nombre de ese individuo, sus peores temores se vieron confirmados.



-¿Quiere un vaso de agua?- Le ofreció el clérigo.-

-Sí, muchas gracias.- Musitó al fin la modelo aceptando sin dudar.-



            El sacerdote se levantó y tomando un vaso de plástico de una máquina de agua que tenía al fondo de su despacho lo llenó. Tras ofrecérselo a su invitada y dejar que ésta lo apurase, le contestó.



-Sepa usted que en este colegio no haremos nada, ni tomaremos ninguna decisión que afecte a su hijo hasta que una autoridad competente se pronuncie sobre las posibles reclamaciones y la identidad de ese hombre. De momento, y por lo que a este centro respecta, sigue siendo usted la madre de Richard y la única autorizada a decidir por él.

-Gracias, aprecio mucho su amabilidad y que me haya puesto al corriente de esto.- Pudo decir la española.- Por ahora mi hijo está muy feliz aquí. Deseo que continúe. Ahora, si me disculpa, debo volver al trabajo.





            Se marchó pues tras despedirse del sacerdote quién gentilmente la acompañó a la salida. El padre Michael no quiso decirle algunas cosas y fingió desconocer otras que ese hombre le había contado. Recordó entonces a ese tipo y al conversación que mantuvieron.



-Lo único que me motiva a esperar es el bienestar del pequeño y que ese hombre tampoco me pareció ser trigo limpio.- Pensaba el religioso.-



Y es que aunque ese individuo alto, de tez bronceada y pelo castaño oscuro, venía bien vestido, pese a todo, no daba la apariencia de ser elegante. Más bien parecía que ese traje blanco con camisa color café, a juego con sus ojos, le quedaba impostado, como quien no tiene costumbre de llevar ese tipo de vestuario. En su muñeca exhibía un reloj que parecía de oro y muy caro. También llevaba un anillo presumiblemente del mismo material en su dedo anular derecho y una cruz asimismo dorada y de respetables dimensiones, colgaba de su cuello, sobre la camisa. Se había presentado allí pidiendo ser recibido, alegando que su hijo estaba en ese centro sin que él lo hubiera consentido. Por ello, aceptó recibirle. Una vez dentro, ambos se sentaron y fue Michael quien declaró.



-Bien, usted dirá, señor…

-Rafael Noriega Vargas.- Le respondió casi arrojándole las palabras.- Soy el padre de Ricardo Noriega Calderón.

-Un momento, por favor.- Le pidió el sacerdote consultando el nombre.- Lo lamento, no aparece ningún alumno con ese nombre en la base de datos.

- Seguramente su madre le habrá inscrito con su apellido de soltera. Busque por Calderón.- Le  sugirió él.-



            Y en efecto, el nombre de Richard Calderón aparecía ahora. Su madre era esa modelo española.



-No lo entiendo.- Comentó Michael observando a su interlocutor con perplejidad.-

-Se lo explicare con sumo gusto, padre.- Replicó aquel tipo con un tono bastante respetuoso para añadir.- Sonia y yo estuvimos comprometidos. Al menos hasta que comenzó su carrera de modelo. Me dejó al poco tiempo. Ya sabe usted, la fama y el glamour ciegan enseguida hasta a la chica más sensata. Y ella lo era. Pero se dejó arrastrar por ese mundillo tan poco…, llamémosle, tan escasamente piadoso. Tuvo malas compañías, luego se hizo actriz y la cosa fue a peor. Usted conocerá sin duda ese escándalo de su compañero de reparto, el tal Ben Crew.

-Bueno,  si le soy franco ahora mismo no hago memoria.- Admitió el sacerdote.-

-Enseguida le pongo al corriente.- Sonrió Rafael.-



            Al hacerlo el gesto de Michael debió de resultar muy revelador, dado que su interlocutor dio la impresión de estar complacido para agregar.



-Y eso no es todo, Sonia comenzó a interesarse también por otras mujeres. Los dos formaban una pareja de conveniencia. Ya se puede imaginar, de cara al público parecían la relación perfecta, los novios modelo. Aunque por desgracia, en la realidad era bien distinto, él liado con otro hombre, y ella con otra mujer.

-¡Válgame el Señor!- Se persignó Michael.-

-Intenté verla, hacerla entrar en razón y por unos días creí que lo conseguiría, es más. Tuvimos relaciones. Se que no está bien fuera del matrimonio, padre, pero comprenda que fue un intento desesperado por traerla al camino recto. Ya se sabe, Dios escribe recto con renglones torcidos. ¿No es lo que se dice?

-Bueno, sí, es una frase de Santo Tomás de Aquino. Forma parte de la explicación de sus cinco vías para probar la existencia de Dios. - Precisó el sacerdote que no obstante, matizó.- Pero no somos nosotros quienes debemos arrogarnos la facultad que tiene nuestro Señor. Es decir, en lo que al ser humano respecta, querer corregir un mal no justifica cometer otro.

-Comprenda padre que no estoy tan versado como usted en la religión y que desde mi pobre ignorancia creía hacer un bien. De hecho, luego me enteré que Sonia quedó embarazada. Y claro, cuando quise reaccionar, ella se había marchado de la Tierra. Entonces yo no tenía los medios para ir tras ella y reclamar mis derechos como padre. Pero luego trabajé y tuve suerte, gané dinero y pude hacer averiguaciones. Hace poco supe que estaba aquí y finalmente su rastro me llevó a este centro. Donde, dicho sea de paso, no habría esperado nunca que ella matriculase a nuestro hijo, y créame, me complace que haya sido así. Al menos en esto no ha podido estar más acertada.



            Y tras un silencio significativo, fue Michael quien quiso saber.



-Y entonces. ¿Cuáles son sus intenciones?

-Por ahora me gustaría ver a mi hijo.- Solicitó Rafael.-

-Comprenda usted que necesito pruebas de que sea usted quien dice ser.- Replicó el sacerdote.- Entre tanto no puedo acceder a esa petición.

-Lo entiendo, no se preocupe, a su debido tiempo le traeré mis documentos y de ser necesario vendré con mi abogado. Aunque para su tranquilidad le diré que no tengo planes para sacar a mi hijo de este centro, al menos por ahora.

-Yo no puedo, ni debo entrar en esos temas.- Replicó Michael.- Eso es algo entre usted y la madre del niño. En todo caso compete a un tribunal. Por nuestra parte acataremos cualquier decisión que tome el órgano legal correspondiente.

-Totalmente de acuerdo. Aunque no dudo que usted sabrá que mi antigua prometida se casó.- Le informó ese tipo.-

-Entonces ella ya le dio un padre al niño. Aunque me contó que ese actor había muerto.- Recordó el clérigo.- Quizás y pese a sus desviaciones, los dos quisieran hacer las cosas bien por el niño.- Elucubró.-

-No padre.- Suspiró ahora su interlocutor dejando helado a Michael.- ¡Ojalá hubiese sido así! Al menos habrían cuidado las formas. Ella se casó, sí, pero no con ese individuo. Sonia contrajo matrimonio con otra mujer.

-¿Cómo?- Se escandalizó el cura.-

-Como lo oye, está casada, aquí, viviendo en este planeta con su, llamémosla esposa, y criando a mi hijo entre ambas.

-¡Eso es terrible, además de pecaminoso! - Exclamó Michael.-

-Imagino que ella no pondría nada de eso en su ficha de solicitud cuando matriculó a Ricardo aquí.- Observó agudamente Rafa.-

-En absoluto, de haberlo hecho jamás habríamos admitido al niño.- Respondió categóricamente el sacerdote.-

-Bueno, le ruego que, tal y como me ha dicho, no haga usted nada hasta que yo le traiga las pruebas.- Manifestó su contertulio.- Y que tampoco le cuente demasiado a Sonia. Preferiría un acercamiento amistoso. Intentar que razone. A fin de cuentas, hay un niño en medio y no queremos que sufra, él es inocente de todo esto. ¿No es así?.

-Claro. Sin duda alguna.- Convino Michael.-

-De acuerdo, pues.-  Sonrió Rafael quien pareció dar por terminada la entrevista dado que se levantó ofreciendo su mano al cura.- Ha sido un placer, veo que mi hijo está en buenas manos aquí. Comprenda que, como padre, quiero implicarme en su educación y su crianza, y compensar así los años que, por causas completamente ajenas a mi voluntad, me he perdido de su vida.

-Deseo fervientemente que usted y la señora Calderón solucionen este enojoso asunto a la mejor satisfacción de todos.- Declaró diplomáticamente el padre Michael.-

-Rece porque sea así. Mi mayor deseo es que ese niño crezca en el seno de una familia cristiana y no en medio de un ambiente de depravación.- Sentenció Rafael antes de irse.-



            Y el sacerdote le acompañó hasta la salida. Una vez sólo, el director del centro se sintió muy inquieto. No tardó en ir a la clase del niño en cuestión. Iba a ser la hora del almuerzo y descubrió a Daphne que estaba a punto de salir. Al dirigirse a ella, la maestra enseguida le saludó.



-Buenas tardes, padre Michael.

-¿Podrías venir un momento a mi despacho, por favor?- Le pidió él.-



            Y Daphne le siguió de inmediato. Allí puso al corriente a la maestra de esa conversación, ella le contó a su vez que precisamente había quedado con la madre del crio. El cura le pidió que le transmitiera su invitación a reunirse con él. Ahora, tras sopesar aquello con cuidado en la soledad de su despacho, suspiró.



-Me temo que las cosas van a complicarse mucho. Esto dará que hablar y me preocupa el cariz que pueda tomar la situación.



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